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Epicuro
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ÍNDICE
Reflexión final
Ahora bien: ¿Por qué una historia urbana? En el mundo actual las civilizaciones más
avanzadas, así como las formaciones sociales menos desarrolladas, irrefrenablemente
siguen un curso histórico, que va desde el ancestral universo rural a las más sofisticadas
formas de aglomeración humana, en un proceso que va de la aldea campesina a la gran
metrópoli. En este contexto el conocimiento de nuestra realidad urbana, su origen,
historia y porvenir, dejan de ser meras preocupaciones académicas para constituir una
cuestión profundamente articulada con nuestro destino. En forma creciente, el desarrollo
regional y sus obstáculos tienen que ver con la influencia positiva o negativa de las
grandes urbes: fenómenos como los desequilibrios demográficos, la destrucción del
medio ambiente natural, la destrucción de los recursos naturales, el deteriora acelerado
de la salud, u otros, como los veloces procesos de concentración de riqueza y poder, al
lado de similares tendencias opuestas de pobreza e insatisfacción social, tienen por
escenario nuestras ciudades y sus expresiones anárquicas de transformación y
expansión. Por ello la historia de la ciudad, creemos que llena un vacío en el
conocimiento de nuestra realidad y en la reflexión sobre nuestro propio futuro.
La Tercera parte, que es la más ampliamente tratada., abarca hasta la primera mitad del
Siglo XX. En esta parte se desarrolla un análisis más pormenorizado de los factores,
tanto internos como externos, que nos conducen a! antecedente de la Cochabamba
actual, incluyendo el tratamiento de temas como la influencia de las innovaciones
tecnológicas en e! transporte terrestre, la situación de las artesanías y el desarrollo
industrial, la realización de las grandes obras públicas urbanas, la dinámica poblacional,
e! comercio y la banca; además de un análisis sobre la base económica que permitió la
transformación de la aldea en ciudad, es decir el mercado urbano de la chicha, para
finalmente abordar la cuestión de !a vivienda y los antecedentes y propuestas de la
planificación urbana, mostrando las características del contenido económico, social y
espacial en el que finalmente se impuso !a. ideología del progreso y la modernidad que
transforman la aldea colonial en una ciudad en plena expansión.
Igualmente, debo hacer mención a las invalorables opiniones y observaciones del Lic.
Gustavo Rodríguez, vertidas en charlas, conferencias académicas y diversos artículos y
documentos. Así como los aportes del Lic. Ricardo Azogue. Con ambos compartí
momentos de reflexión, fructíferos trajines, no pocas adversidades y muchas
satisfacciones. Sus puntos de vista no siempre convergentes con nuestras opiniones
tuvieron la virtud de contribuir a la maduración de nuestra visión sobre el proceso
histórico regional y su articulación con el proceso urbano. Sin embargo cabe aclarar que
este trabajo no refleja necesariamente el pensamiento de los citados investigadores, y las
ideas, sugerencias, análisis y conclusiones a los que se llegan son de exclusiva
responsabilidad del autor.
Además se debe mencionar la colaboración del Arq. Freddy Surriabre, los ayudantes del
Instituto de Investigaciones de Arquitectura: Gilda Udaeta, Gonzalo Rojas, José Luís
GumieL y Ramiro Corrales, así como la Sra. Ninfa Noriega de Campero, que me
ayudaron con el trabajo de hemeroteca, así como la inapreciable profesionalidad y
paciencia de La Sra. Patricia Arrázola Z., que transcribió los originales. Expresar, por
último, nuestro agradecimiento a todas aquellas personas que nos colaboraron directa o
indirectamente para culminar esta investigación.
Este trabajo, finalmente pretende ser más un texto referencial para estudiantes
universitarios e investigadores que deseen profundizar en el antecedente histórico de
nuestra ciudad, así como una obra de consulta para un amplio público deseoso de
interpelar el pasado para proyectar un mejor futuro para la comunidad. Por estas
razones, hemos tomado el cuidado de proporcionar las fuentes de información
consultadas, realizar ampliaciones de concepto y descripción de hechos en numerosos
pies de página, elaborar cuadros estadísticos y gráficos para ampliar la comprensión y
explicación de las cuestiones abordadas
H.S.
Cochabamba, octubre de 1988
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Introducción a la Segunda Edición
En 1990 salio a luz este ensayo histórico, que se propuso mostrar la interacción en el
tiempo y en el espacio, de actores sociales, procesos económicos y territorio, como una
manera de explicar y comprender mejor los fundamentos históricos sobre los que reposa
la sociedad cochabambina del presente.
Este objetivo inicial, la reconstrucción del pasado, es decir, el repaso del largo camino
recorrido por la formación valluna para aportar a una comprensión más aguda y
adecuada de los dramas que caracterizan la realidad de los tiempos actuales, parece ser
todavía más pertinente hoy, cuando transcurre la primera mitad de la primera década del
Siglo XXI, que cuando se iniciaba la última década del siglo XX.
Gran parte de las aspiraciones de progreso que se tejían con mucha esperanza e ilusión a
inicios del pasado siglo, todavía son cuestiones no resueltas. Es más, el giro dramático
de los acontecimientos que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo anterior, han
modificado profundamente el rol histórico que había caracterizado el valle central de
Cochabamba y en general, al conjunto de esa referencia socio-geográfica a la que
aludimos, cuando hablamos de la “región de Cochabamba”. En efecto, la despensa o el
granero que hizo posible la expansión Inca hacia el Sur del continente; las prodigiosas
cosechas maiceras y trigueras que alimentaron a mineros y mitayos en Potosí; las arrias
de esforzados productores y comerciantes cochabambinos que transitando el escarpado
territorio andino, hacían llegar a los puertos del Pacífico, a los centros mineros y a las
principales ciudades de la meseta andina, los insumos vitales para hacer llevadera la
vida en esa poco hospitalaria y extensa geografía; han cedido paso a procesos distintos,
y a primera vista, profundamente contradictorios.
Sin embargo, como podrá comprobar el lector, el principal mensaje del texto que tiene
entre sus manos, es mostrar que el pasado, no es solo memoria o conciencia histórica,
sino un proceso real, un factor cargado de consecuencias, capaz de determinar el tiempo
presente. Al revés de la muy extendida idea, de que los acontecimientos del pasado
toman forma, según los intereses de los actores del día de hoy; consideramos que la
historia, comprendida como la interacción inicialmente anotada, es capaz de modelar las
fuerzas que operan sobre el presente y el futuro desde atrás, con toda la fuerza de la
identidad histórica en que, finalmente se fundan las identidades que se reconocen como
pertenecientes a un devenir en que se articulan pasado, presente y futuro.
En fin, mucho de lo que formalmente se suele decir en una introducción, ya fue objeto
de tratamiento en oportunidad de la primera edición de este libro. Sin embargo, cabe
advertir, que no se trata de una simple reimpresión. En efecto el conjunto del texto ha
sido revisado, partes han sido reestructuradas y algunas reelaboradas, intentando superar
la multitud de errores de imprenta que hacían, reconozco insufrible, la lectura fluida del
primer texto. Sin embargo, se ha deseado respetar la estructura originalmente concebida,
por ello, no se han introducido nuevas consideraciones o reflexiones que se hicieran eco
de los aportes de meritorios investigadores que han trabajado sobre temas vinculados a
este libro en los últimos años, en la medida en que los mismos, lejos de contradecir los
puntos de vista que hemos manejado, los confirman y enriquecen.
Por último, la infaltable anécdota: los originales de este libro, casi 500 páginas
transcritas en una vetusta computadora a lo largo de 1987 y 1988, naturalmente no son
más compatibles con el lenguaje de las computadoras actuales y finalmente se
perdieron. Por si fuera poco, el archivo con los cuadros estadísticos también se
perdieron, por lo que hubo que volver a elaborar más de un centenar de los mismos.
Este infortunado hecho, se transformó en una suerte de barrera que impidió durante
mucho tiempo pensar en una segunda edición. Sin embargo, los avances tecnológicos de
la última década hicieron posible digitalizar nuevamente fotocopias del texto original,
ciertamente no muy nítidas, lo que convirtió este cometido en un trabajo arduo que nos
llevó algo más un par de años, obviamente de labor no continua, pues la naturaleza
tediosa de este procedimiento, tuvo necesariamente que ser alternado con periodos
dedicados a actividades más terrenales que impone la dura tarea de vivir y sobrevivir
todos los días
PARTE 1
COCHABAMBA EN LOS SIGLOS
XVI A XVIII
10
Capítulo 1
Antecedentes de la fundación de la Villa de Oropeza.
Los hechos que culminaron con la ocupación del Perú, el ingreso al Cuzco y la captura
y muerte del último Inca a manos de Francisco Pizarro y sus compañeros, fue
inicialmente una empresa de aventura que partió de Panamá, una suerte de marcha ciega
hacia el desconocido Sur, pero que comenzó a tomar forma concreta de expedición de
conquista, al comprobarse que el reino del Perú, era sinónimo del tipo de riquezas que
ansiaba el conquistador, lo que le alentó a avanzar hacia la altiplanicie andina. La
realidad de lo atesorado y el indicio de mayores riquezas, dividió tempranamente a los
conquistadores, lo que determinó que en 1534, el imperio recientemente conquistado se
fraccionara en la gobernación de Nueva Castilla que le correspondió a Pizarro y la de
Nueva Toledo, a su lugarteniente Diego de Almagro. En 1535, este último encabezó una
expedición, cuyo objetivo fue conquistar Chile, y el recorrido que realizó la misma por
el Altiplano Andino, vino a constituir "la primera presencia europea en Charcas”
(Barnadas, 1973:32) A partir de este hecho, aparentemente poco importante, se
sucedieron una serie de acontecimientos que determinaron lo que Joseph Barnadas
llama el poblamiento de “Charcas nuclear "3, a cargo del Reino de Nueva Castilla que
desplazó al de Nueva Toledo. La rivalidad latente entre Pizarro y Almagro, culminó en
luchas intestinas y la ejecución de este último, lo que permitió a Pizarro organizar una
expedición en 1538, a órdenes de su hermano Hernando "para que saliera a pacificar
las poblaciones que encontrara, desde el río Desaguadero, hasta los Charcas"
(Barnadas, 1973:34).
Tales circunstancias ilustran las condicionas bajo las cuales se reformuló la política de
dominación hispana en el Alto Perú. Ya no se trataba de ampliar territorios y fundar
villas de avanzada para consolidar nuevas fronteras en .la búsqueda incansable de
riqueza, pues la riqueza era Potosí. Ahora se trataba de organizar el territorio en dos
líneas estratégicas: en primer término, garantizar la vinculación entre El Callao, como
puerto exportador de la plata, Lima como centro del nuevo poder colonial y Potosí
como el gran proveedor de riqueza para las arcas del imperio español. En segundo
término, subordinar el desarrollo de las regiones circundantes al emporio minero, para
satisfacer las necesidades de éste, tanto en lo que hace al reclutamiento de fuerza de
trabajo, como en lo que se refiere a la provisión de alimentos y de todo tipo de insumos,
a partir de lo cual se organizaran redes de intercambio que abarcaran hasta la propia
metrópoli4. (Ver Mapa 1).
4
“Era pues, la Villa Imperial de Potosí –anota Assadourian (obra citada)- uno de los principales mercados de
consumo de América y la venta de mercancías dejaba tales márgenes de ganancia, que muchos envanecidos
españoles no desdeñaron, a pesar de que la actividad de mercaderes y tratantes era considerada impropia de
los arrogantes caballeros. La feria de Potosí fue muy famosa desde muy temprano y a ella llegaban productos
desde todas partes del mundo” (Assadourian, 1987:137). En dicha feria se encontraba: “Sedas de todas clases
y géneros, tejidos de Granada, medias y espadas de Toledo, ropa de otras partes de España; hierro de
Vizcaya, rico lino del Portugal; tejidos bordados de seda, de oro y de plata y, sombreros de castor de Francia;
tapicerías, espejos, escritorios finamente trabajados, bordados y mercancías de Flandes, espadas y otros
objetos de acero de Alemania, papel de Génova, sedas de Calabria, medias y tejidos de Nápoles, rasos de
Florencia; ropa, bordados y tejidos finos de Toscania, puntas de oro y plata y ropa fina de Milán, pintura y
láminas sagradas de Roma; sombreros y tejidos de lana de Inglaterra, cristales de Venecia, cera blanca de
Chipre, Creta y la costa mediterránea de África; grana, marfil, cristales y piedras preciosas de la India;
diamantes de Ceilán, aromas de Arabia, alfombras de Persia, El Cairo y Turquía; todo género de especies de
Malaya y Goa; cochinillas, cacao, vainilla y maderas preciosas de la Nueva España y de las Indias
Occidentales; perlas de Panamá, ricos paños de Quito, Riobamba, Cusco y otras provincias de las Indias,
diversas materias primas de Tucumán, Cochabamba y Santa Cruz” (Prologo y notas de Lewis Hanke en
Relación general de la Villa Imperial de Potosí de Luís Capoche, Madrid, 1959, citado por Assadourian,
13
A partir de lo anterior, desde sus inicios, dos centros se disputarán las ventajas del
comercio potosino, uno de ellos, Lima que reafirmará su hegemonía, al lograr integrar
Potosí a su jurisdicción, y el otro, Buenos Aires en las orillas del Atlántico, que
fortaleció su porvenir de puerto de primera importancia, por sus vínculos comerciales
con el Alto Perú, aun cuando estos, no estén inicialmente reconocidos por la legislación
hispana. En estos términos se establecieron las condiciones para la formación de una
“red urbana colonial” que giró en torno a Potosí, y cuyo eje central, articuló la región
Cordillerana de Charcas con Lima y Buenos Aires (Rivera y Flores 1982).
En 1557 se creó la Real Audiencia de Charcas, esta medida fue impulsada por varias
razones: consolidar un territorio en términos de gestión administrativa dado que la
distante Lima no podía cumplir con eficiencia estas funciones, definir una estrategia
político-militar para la seguridad potosina, "que es la llave de todo el Perú" (Barnadas,
1973:514), además, agilizar los tramites que demanda la actividad minera, reforzar la
capacidad militar y dotar de una necesaria autonomía decisional al ámbito donde
operaba el centro nervioso de la economía colonial. Las posteriores fundaciones de
Cochabamba. Tarija, Santa Cruz y Oruro, irán a reforzar la solvencia de la Audiencia en
diversos aspectos relacionados a los objetivos perseguidos con su creación.
1982)... “El Potosí de Capoche de 1585 es una ciudad cosmopolita, india sobre todo, blanca en lo alto, lujo,
juego, prostitutas, refinamiento en las clases altas, aprovisionada en parte por las interminables caravanas
que convergen hacia su desierto” (Chaunu, Seville et l’Atlantique 1504-1650, 1955, citado por Larson, 1992).
5
Nicolás Sanchez Albornoz (2014) analiza en forma pormenorizda el impacto letal de la conquista sobre
la estructura demográfica de la población aborigen de América en términos de lo que el autor denomina
“el derrumbe de la población indígena”.
6
Método de fundición primitivo utilizando pequeños y rudimentarios braceros, que aprovechan las corrientes
de viento (huayras) para mantener constante la intensidad de combustión de la paja brava que utilizan como
combustible.
14
a los indígenas controlar el proceso de producción y fundición, y lograr buenos
resultados en tanto la plata era recogida de vetas superficiales. Al afianzarse este
sistema inicial de explotación, se dieron las condiciones de conformación del espacio
colonial andino, lo que a su vez, dio lugar a la formación de un sistema mercantil, donde
el mercado minero potosino, surgió ya como región dominante, en torno a la que se
articularon las subregiones próximas y lejanas que integraron el ámbito espacial
inicialmente mencionado. Esta condición se reforzó todavía más, con el fortalecimiento
del eje estratégico Potosí-Lima, a través de la fundación de la ciudad de Nuestra Señora
de La Paz. en 1548, en el Valle de Chuquiago, región ya conocida por los españoles
desde la expedición de Almagro en 1535, y Pizarro en 1538, que consideraron esta
región por su unidad geográfica, económica y cultural, su población densa, su
agricultura y ganadería, como apropiada para dotar de tierras a nuevos contingentes de
encomenderos. Posteriormente las guerras de Almagro (1538-39) y las de Pizarro
(1544-48), determinaron en el ámbito militar la existencia de: “una llave de Charcas,
cuyo dominio definía muy eficazmente la del resto del territorio Charqueño: el
Desaguadero y más en general, todo el Kollasuyu, eran paso obligado para las
comunicaciones entre Potosí y Lima (y España)” (Barnadas 1973:39). Esta fundación,
por otra parte, vendría a fijar “el límite entre la conquista y el coloniaje: entre el Perú
campamento y el Perú Gobierno. Entre el Perú regido por conquistadores que habían
de adquirir dominios y aquellos que debían conservarlos. (Peñaloza 1981:253).
10
El Virrey Toledo era descendiente de los Condes de Oropeza.
16
Capítulo 2
Los primeros tiempos de la Villa de Oropeza: del auge cerealero a la decadencia de
Potosí.
En todo el Virreinato de Lima y otras regiones, los alimentos esenciales eran el trigo y
el maíz, pero incluso aquí, están presentes las diferencias sociales y culturales:
“el trigo se identifica con la dieta de los españoles, los indios y los negros
prefieren o están obligados a valerse del maíz. Por lo mismo, las cosechas de
maíz son cuantitativamente más voluminosas, mientras el trigo puede ocupar el
primer lugar a nivel de producción comercializada". (Assadourian, 1982:146).
Cifras de 1603 calculan para la Villa Imperial una importación anual de 50.000
fanegas de maíz y más de 90.000 fanegas de trigo. Zonas como Tomina y
Yamparaez de mediana importancia, son oscurecidas por la trascendencia de la
17
producción comercializada del Valle de Cochabamba y los aledaños de Sacaba
y Cliza, verdaderos graneros del Alto Perú, cuya especialización gratificaba a
los hacendados con gruesas rentas anuales” (Assadourian 1982:148).
Cochabamba quiere decir tanto como valle cenagoso, porque todo está lleno
de ciénagas, si no son a las faldas de los cerros, que por una parte son muy
altos , en estas faldas se da mucho maíz y trigo y aun algunas, parras, frutas de
las nuestras toda (…) Es este valle es el sustento de Potosí: trigo, maíz, tocino,
manteca: hace 34 años se pobló un pueblo de españoles, el que va en mucho
aumento, cuyos vecinos, algunos son ricos de plata pero de ganados nuestros,
casi todos. (Lizarraga, 1928: 219-220, citado por Escobari de Querejazu,
1985:119).
En cuanto a los antecedentes del remoto pasado del Valle y el sitio de fundación, estos
se pierden en el terreno de las hipótesis arqueológicas, las leyendas y los supuestos
históricos11. Una de tantas crónicas que tomamos como referencia, sugiere que en
tiempos prehistóricos el Valle de Cochabamba fue el lecho de un gran lago, que los
primeros habitantes denominaron Kjota-Pankjara (en aymara) y Kjocha-Pampa (en
quechua), "cuyas aguas se evaporaron por el extremo Sudoeste, rompiendo el dique
natural de Pjutina, dando curso a los ríos que abrieron el estrecho o garganta por
donde hoy corren las aguas del río de Pjutina, cuyo origen tributario son los ríos
Tamborada y Rocha”. La tradición igualmente sugiere que en tiempos remotos el Valle
estuvo dominado por tribus belicosas de origen aymara, desalojados luego por los
quechuas:
11
Una relación más completa sobre la realidad preincaíca de los valles se puede encontrar en Solares
(2011)
12
Juan J. Cadima: Aquello que fue Kanata donde se fundó la ciudad de Cochabamba en 1571, Los
Tiempos nº 4139, 02/01/1949).
18
Pampa. Kunti-Pampa. Sarkjo-Pampa, Tjupuraya y ArokJahua, tierras de las cuales
fueron dueños y señores los Kjari y Zapallå'. (Cadima: Artículo citado).
Sobre el detalle mismo de la fundación, existe una larga polémica aun no resuelta
totalmente: según, el historiador tantas veces citado, Macedonio Urquidi, la verdadera
fundación fue realizada por Jerónimo de Osorio un 15 de agosto de 1571,
proporcionando en su conocida obra “El origen de la noble Villa de Oropeza” muchos
argumentos para probar esta afirmación. En contraposición, José Benito Guzmán afirmó
en su."Crónica de lo que fue y de lo que pudo ser la Villa de Oropeza' (1884), que la
verdadera y definitiva fundación fue llevada a cabo un 1º de enero de 1574, por
Sebastián Barba de Padilla.
Augusto Guzmán, citando a Garcilazo de la Vega, añade que ya hacia 1565 se realizó
una primera fundación de un poblado llamado San Pedro de Cerdeña, a cargo del
Capitán Luis Osorio, y estima que de ser cierto este hecho, el rústico caserío que
emergió en las faldas occidentales del Tatakirikiri, careció de protección oficial y se
"ahogó" en su insignificancia, “la única consecuencia de esta primitiva fundación
habrá sido el cambio de nombre del Cerro Tatakirikiri por el de San Pedro" (1972:81).
Considerando que sobre los aspectos anotados existen numerosos ensayos, y no siendo
nuestra intención perfeccionar el detalle fundacional de la Villa de Oropeza,
simplemente señalaremos que en 1540, llegó un primer grupo de españoles por mandato
del fundador de La Plata, Pedro de Anzures, y entre estos se encontraba Garci Ruiz de
Orellana (Alberto Montaño, Los Tiempos. 10/12/1969, citado por Guzmán 1972:79). En
los años posteriores el Valle de Cochabamba, fue objeto de una serie de transferencias
de tierras en favor de los encomenderos hispanos, a costa de las tierras de comunidad de
13
En todo caso, resulta inobjetable que el Valle Central, en otros tiempos tuvo características muy
diferentes a las actuales. Es posible inferir, que el curso actual del Río Rocha, no solo era diferente, sino
que su cauce, poco profundo, conjuntamente con el aporte de los riachuelos tributarios que descendían de
la cordillera, originaban frecuentes lagunas y bofedales, que constituían la característica que originó su
denominación, es decir, la existencia de una “pampa boscosa con lagunas”.
19
los mitimaes y otros pueblos, que se replegaron hacia las serranías. De esta forma, el
legendario pueblo de Canata vino a formar parte de la encomienda de Sipe Sipe, de la
que se favoreció Hernando Silva, vecino de La Plata:
El áspero pan de maíz, es cambiado por el sabroso pan de trigo que fabrican en
los homos de las haciendas (...) las llamas traídas al Valle por los mitimaes y
pueblos Aymaras, desde tiempos remotos, son desplazadas por animales de
carga importados, es decir yeguas, mulos, jumentos, a ellos se añaden diversos
rumiantes como corderos, ovejas cabras toros, vacas, bueyes, a los que se
suman piaras de cerdos y diversas aves de corral (1972:80).
Nº de
Propiedad de españoles Localidad indios Producción
14
La coca seguramente provenía de los Yungas de Vandiola próximos a Totora, localidad que se convirtió en
un gran centro comercializador de este producto, cuyo excedente probablemente se reexportaba desde los valles
de Cochabamba a los centros mineros.
20
de Indios de El Paso, que también se lo conocía como pueblo de Ondegardo, con
600 tributarios e importantes existencias de ganado porcino.
Francisco de Orellana: dueño de una encomienda en la zona del Pueblo Real de
Indios de Tiquipaya, que se llamó un tiempo pueblo de Orellana, incluyendo la
zona de Taqüiña.
Andrés de Rivera y Pedro Velez de Guevara: dueños de propiedades en las
zonas de Huayllani y Chimboco, de donde fueron desalojados sus primitivos
ocupantes aborígenes.
Francisco Gallegos: dueño de la Estancia Tamborada, el repartimiento de
Arocägua y una chacra en Challacollo, contaba con 16 yanaconas.
Diego Mexia de Ovando: con chacras en Punata y Cala Cala (estas últimas
produjeron 170 fanegas de maíz en 1571).
Gonzalo Myn: con chacras en Punata, Cliza y Sacaba donde cría ganado
porcino, cuenta con 200 cabezas de ganado vacuno y muchos potros, además de
150 carneros de la tierra (llamas). Posee un molino y casas en el Valle de
Cochabamba, que incluyen 1.000 cabezas de ovejas y cabras.
Este proceso sólo pudo efectivizarse, por la apropiación y expropiación a partir de 1540,
de las tierras más fértiles, dotadas de riego, y que se encontraban en los sitios más
accesibles y pintorescos del Valle. Algunas tierras fueron adquiridas por sumas de
dinero a caciques que obraban supuestamente a nombre de sus comunidades. Estos
asentamientos de los encomenderos, organizaron el espacio de una sociedad agraria
hispánica en franca expansión y pronto cubrieron todo el Valle de Cochabamba, de
donde pasaron al Valle de Sacaba y al Valle Alto (en especial la zona de Cliza, Punata y
Tarata (ver Mapas 2 y 3). La Villa de Oropeza fue fundada por Jerónimo de Osorio en
1571 y vuelta a fundar efectivamente, según analiza Augusto Guzmán, por Sebastián
Barba de Padilla en 157415, en cumplimiento de una segunda instrucción del Virrey
Toledo. Su aspecto en esta época, era la de un paisaje rural, salpicado por las primeras
casas de hacienda, construcciones simples de planta cuadrangular y muros de adobe y
cubiertas de paja o teja de barro cocido, imitados por los aborígenes, quienes
comenzaron a reemplazar sus chozas de planta circular por chozas cuadradas de una
sola puerta de cuero, techo en mojinete con torta de barro y paja. (Guzmán, 1972:80).
15
Guzmán señala que hasta antes de 1574 la Villa de Oropeza solo existía como “expresión jurisdiccional para
uso de escribanías publicas” ,desarrollando a partir de esta afirmación una interpretación de los hechos distinta
a la concebida por Macedonio Urquidi y mostrando que la existencia del cabildo antes de la fundación no
prueba la existencia real de la Villa antes del 1 de enero de 1574 (ver Guzmán, 1972: 86 y siguientes)
21
16
Inicialmente el sitio fundacional fue la actual plaza de San Sebastián, pero el mismo no ofrecía condiciones
para la expansión de la ciudad por la proximidad de la colina y una laguna próxima, razón por la cual la Plaza
de Armas fue trasladada a su emplazamiento actual por Sebastián Barba de Padilla.
22
irregulares que conducían al río o a la campiña. Esos caminos tomarán forma de calles
con el tiempo y fijarán el rumbo de la futura expansión de la Villa.
El problema del agua fue sin duda el primer "problema urbano", su conducción a la
Villa todavía no se resolvía, sino a través de simples acequias y zanjas, muchas de las
cuales atravesaban la ciudad de Norte a Sur. La fuente pública, era una simple
aspiración. Por el momento, era suficiente que llegara el agua y que fuera potable.
Otra constante como problema, desde estos primeros tiempos, fue la salubridad. “La
suciedad, la falta total de higiene pública o privada es característica de todo el mundo
civilizado del occidente europeo de la época”. La Villa indudablemente sufrió los
azotes de las pestes desde épocas tempranas, pues las medidas profilácticas fueron casi
inexistentes17. Así "no tiene nada de particular que las calles sean basureros, donde se
arrojan los desperdicios de las casas" y contaminen las aguas y el medio ambiente, a lo
que se suma, la existencia de animales domésticos que abundan entre este basural
(Domínguez Company. 1978: 42).
Dentro del paisaje urbano fuertemente unitario por su escala, proporción y armonía,
destacaban los primeros templos y conventos, el hospital San Salvador y el Cabildo
como los hitos de los valores de la sociedad colonial, es decir, la autoridad eclesiástica y
la autoridad del Rey. Asimismo un otro rasgo de la sociedad colonial que resulta
esencial para entender la organización espacial que definía el carácter de sus
instituciones, se refiere a su lógica interna articulada en torno a dos estructuras
fundamentales: “la república de indios” o despotismo tributario y la “república de
españoles”, ambos entrelazados, conformando un sistema único, pero donde se
diferencian, por un lado las comunidades indígenas y. por el otro, la burocracia real y la
iglesia. Pero este sistema no se basa únicamente en la explotación económica del sector
oprimido, sino en un proyecto de trasplante de la sociedad ibérica al Nuevo Mundo,
para contrarrestar el peligro que corrían, unas modestas inserciones hispanas, en medio
de un universo de mayoritaria población aborigen, lo que hizo imprescindible un
ordenamiento de la sociedad en términos despóticos, y donde Estado e Iglesia,
armonizan sus intereses para mantener la hegemonía hispánica, a través de valores
ideológicos que pasaban por la división social por castas y la pureza de sangre. La
cuestión súper estructural, resultaba más determinante de lo que se cree. Muchos
emprendimientos de los conquistadores no serían explicables al margen del fanatismo
religioso que los impulsaba, y tampoco sería explicable, la enorme gravitación que tuvo
la Iglesia sobre esta sociedad.
Es por ello, que un minero mestizo, por más enorme que fuere su fortuna, no tenía
acceso a los círculos aristocráticos españoles ni a las esferas del poder colonial, tampoco
los indios tenían acceso a las vestimentas, armas, caballos, ni podían ser propietarios de
tierras, ni contraer deudas significativas. Este modelo social también intentaba
reproducirse en el espacio urbano: la plaza de armas, más allá de su realidad física, era
un símbolo del poder colonial despótico y omnímodo, y así como en torno a la realeza,
se organizaba la sociedad colonial, era en torno a su símbolo material, la plaza de armas
o plaza central, que se organizaba la Villa Colonial. La posición social de cada familla y
cada personaje, se medía según el emplazamiento que su residencia ocupaba dentro la
ciudad. La aristocracia gobernante residía en la propia Plaza o en su vecindad
inmediata. Allí también aparecía la iglesia mayor o catedral y otros templos y conventos
(San Agustín, la Compañía), como símbolos del otro poder de la sociedad: la Iglesia que
compartía con el Cabildo, la cárcel, el cuartel, este espacio central. En una distancia
media, se ubicaban las residencias de los comerciantes adinerados, los encomenderos
notables incorporados a los niveles inferiores de la realeza, los mestizos ricos y las
capas bajas de empleados de la burocracia real. Sin embargo, como veremos en el
siguiente capítulo, este ordenamiento espacial no era mecánico y se adaptaba, e incluso
se desfiguraba, en el proceso de su materialización.
Los grandes acontecimientos sociales eran las fiestas religiosas. El dogma católico
penetró en todas las esferas de la vida cotidiana y cada acto de la misma, estaba
normado por principios y prácticas rígidas. Salir de ellos, significa el marginamiento e
incluso el castigo corporal19. En la plaza de armas se solía erigir la picota, un poste de
madera, que a veces era el patíbulo, y otras el lugar del escarnio y el castigo
ejemplarizador, es decir "el poste de ejecución de la pena, de exposición de los reos a
la vergüenza pública y de la exhibición de los restos corporales de estos, como
escarmiento general" (Quiroz, 1948).
19
Ver por ejemplo las disposiciones del Contador Mayor del Tribunal y Audiencia Real de Cuentas, José
Gonzáles de Prada, de ellas extractamos el siguiente párrafo: “Toda persona, cualquiera sea su estado, calidad
o condición, que viese pasar por la calle al santísimo Sacramento deberá arrodillarse en tierra y esta así hasta
que haya pasado el sacerdote y acompañarle hasta la iglesia de donde salió, y no se excusarán de ejecutarlo
por lodo, polvo ni otra causa alguna, bajo pena de 25 pesos”(1810). (Digesto de Ordenanzas, Acuerdos,
Decretos de la Municipalidad de Cochabamba, tomo II, 1899, compilado por A. Soruco).
24
En fin, para los conquistadores, con meritorias y contadas excepciones, las formaciones
sociales andinas y sus expresiones culturales, no representan ningún valor, eran
ignoradas y en lo posible destruidas. Para los españoles el Alto Perú, fue un espacio de
contenidos estrictamente materiales: la plata y la fuerza de trabajo indígena para extraer
el metal precioso y: por encima de todo ello, un denso barniz de fanatismo religioso: el
resto, la agricultura, la pecuaria, los obrajes sólo surgieron como necesidad subsidiaria a
este fin primordial. Las fundaciones de las ciudades tuvieron este carácter, no se trató
precisamente de crear soportes materiales para llevar adelante tareas civilizatorias, sino
hacer factible la misión de sojuzgar, oprimir y borrar todo rastro de los milenarios
valores andinos. Por ello la ciudad:
"se fundaba sobre la nada, sobre una naturaleza que se desconocía, sobre una
sociedad que se aniquilaba, sobre una cultura que se daba por inexistente. La
ciudad era un reducto europeo en medio de la nada. Dentro de ella, debían
conservarse celosamente las formas de la vida social de los países de origen, la
cultura y la religión cristianas y sobre todo los designios para los cuales los
europeos cruzaban el mar. Una idea resumió aquella tendencia: crear sobre la
nada una nueva Europa". (Romero, 1976: 67).
En realidad este modestísimo núcleo que fue la Villa de Oropeza a fines del siglo XVI e
inicios del XVII, estaba todavía lejos de merecer el calificativo de ciudad, sin embargo
fue ésta, la primera materialización real y válida del nuevo orden y del nuevo Estado
Colonial en los Valles de Cochabamba. En este sentido su fuerza simbólica, ideológica
y de representación, sobre las primigenias comunidades andinas, era más evidente y
eficaz, que la minúscula aldea, que incluso antes de ser sancionada oficialmente como
“Villa”, ya permitía, según Augusto Guzmán, el funcionamiento de organismos legales
que sancionaban la tenencia de las primeras propiedades, realizaban los primeros
bautizos y, establecían y sancionaban los primeros privilegios; anticipándose así a la
constitución del mundo hispano real, la instauración invisible pero efectiva del status
colonial.
Pero además estos primeros asentamientos funcionaban como ejes económicos, es decir
que a partir de ellos era posible consolidar en forma más permanente, el control de una
fuerza de trabajo y de unos recursos naturales, sobre los que se organizó una economía,
primero destinada a asegurar la supervivencia del núcleo poblado y luego a proyectarse
a mercados más lejanos:
Por lo tanto, si nos preguntamos cuál fue el rol inicial y fundamental de la Villa de
Oropeza, veremos que su primer objetivo está en su propia existencia material, que
representaba la definitiva ruptura con la antiquísima praxis social andina de la
complementariedad de los pisos ecológicos, y la erección de un símbolo permanente,
que en definitiva materializaba los nuevos valores europeos.
La minería potosina en continuó ascenso a partir de la segunda mitad del siglo XVI,
llegará a su apogeo a inicios del siglo XVII, para ir decreciendo lentamente hasta la
década de 1650, para luego caer aceleradamente en sus niveles de producción y
rendimiento hacia 1690-1700, y proseguir con bajos niveles de producción, al margen
de leves fluctuaciones de alza poco significativas, en todo el siglo XVIII,
protagonizando una lenta agonía que aun se prolongará hasta las primeras décadas del
siglo XIX.
En general, se acepta que las causas de esta crisis estuvieron vinculadas a la paulatina
baja de la ley de los minerales, concretamente la plata, cuyas vetas para su explotación,
exigían cada vez mayores inversiones y recursos tecnológicos, para proporcionar en
contrapartida escasos rendimientos, en comparación con las florecientes minas de plata
del reino de Nueva España (México) que llegaron a su apogeo cuando Potosí comenzó a
declinar.
20
En comparación con los 120.000 a 150.000 habitantes que Potosí detento a fines del siglo XVI, solo tenía
70.000 habitantes hacia fines del siglo XVII y 56.000 habitantes a inicios del siglo XIX (Assadourian, 1982:
122 )
27
Este último aspecto, las crecientes necesidades de fuerza de trabajo, tanto en el sector
minero, como en el agrícola, resultaron cruciales para el deterioro de la economía
colonial. Pese a las previsiones y disposiciones del Virrey Toledo para imponer un
sistema de tributos, relocalizar en lugares estratégicos (pueblos reales de indios) 21 la
fuerza de trabajo indígena e imponer sistemas de disciplina laboral de tipo obligatorio
(la mita), para sustentar y proveer con regularidad la fuerza de trabajo que necesitaba la
minería de la plata, dicho sistema dio origen a formas de resistencia pasiva, y comenzó
a mostrar fisuras que el régimen colonial no logró subsanar. Los primeros efectos fueron
revelados por los censos, que comenzaron a mostrar una importante disminución de
población indígena en el Alto Perú, en especial, de aquélla fuerza de trabajo asignada a
las minas. La persistente merma de tributarios, hizo del tributo una carga cada vez más
difícil de soportar por las comunidades, y esto impulsó a nuevas emigraciones, a tal
punto que a mediados del siglo XVII, el 45% de la población masculina de indios, vivía
fuera de sus "pueblos reales" o centros de reducción, de esta manera, hacia fines de
dicho siglo, la cuestión de la movilidad laboral se convirtió en un problema crítico, en
especial en el Valle de Cochabamba (Larson, 1982:28 y Sánchez Albornoz, 1978:51-
53). Lo que inicialmente fueron fenómenos migratorios aislados, el abandono de los
tributarios de sus ayllus de origen, como alternativa de evasión a las exacciones
económicas y sobre todo a la mita, a mediados del siglo XVII, se transformó en un
proceso irrefrenable que se colocó en el centro de la crisis del sistema colonial y
precipitó el colapso de la minería potosina22. Este tipo de factores determinaron que el
Virreinato de Lima se debilite política y económicamente, Potosí decline, y se reduzca
drásticamente, tanto la relación comercial con la metrópoli, como el comercio interno de
bienes de consumo.
21
En Cochabamba se crearon “pueblos reales de indios” en Sipe Sipe, Capinota, Tapacari, El Paso y Tiquipaya.
22
La producción minera y los impuestos que por ella percibía la corona, fueron disminuyendo drásticamente
desde la primeras décadas del siglo XVII para caer verticalmente hacia 1680 y alcanzar sus niveles más bajos a
mediados del siglo XVIII, en tanto la minería mexicana entraba en un periodo de franca expansión.
23
“La compra de cargos era indudablemente un desembolso hecho ante la expectativa de futuros ingresos.
Por eso el precio del cargo de corregidor variaba de acuerdo a los ingresos que podía procurar en el
reparto...El comportamiento de los corregidores estaba orientado hacia la acumulación de riquezas (Golte,
1980: 80 y 108).
28
Estos fueron los antecedentes que influyeron en la nueva realidad que confrontó
Cochabamba. Es decir, por una parte, los cambios que tuvieron lugar en el régimen
laboral y que determinaron la vigencia de nuevas modalidades de explotación, esta vez,
apoyadas en sistemas de control y dominio sobre la esfera de la circulación de bienes, a
través, de todo un aparato jurídico-político e ideológico corrupto, cuyo personaje central
era la figura del corregidor y su corte de intermediarios, que forzaban la formación de
un amplio mercado campesino de consumo de mercaderías de procedencia hispana y de
otras provincias del Perú, de escasa utilidad para los pueblos andinos, a través de
medios coercitivos, como las adquisiciones forzosas a precios prohibitivos, obligando al
endeudamiento y a la venta forzosa de la fuerza de trabajo en condiciones
desfavorables; En tanto por otra parte, la creciente presencia de hacendados, vinculados
a comerciantes inescrupulosos y autoridades venales, entregados a actividades
especulativas y a aplicar exacciones sin límites al universo de productores nativos;
configurando ambas situaciones estrechamente vinculadas, el cuadro de las nuevas
formas alternativas de viabilidad del régimen colonial en respuesta a la recesión de la
minería de la plata.
En base al minucioso análisis desarrollado por Jurgen Golte, hemos elaborado el Cuadro
2, que nos proporciona una idea de este mercado de consumo forzoso, que imponía el
régimen de repartimiento en las provincias altoperuanas, con mayor densidad de
población aborigen:
Hacia 1574, entre las provincias altoperuanas, Sica Sica era la que presentaba el
mercado más amplio para el repartimiento mercantil, seguida por Cochabamba y
Larecaja. En cuanto al contenido de este repartimiento, en el caso de las mulas
procedentes de Tucumán y Salta, salvo en el caso de Cochabamba, donde las arrías de
mulas eran muy utilizadas, en las otras provincias competían en desventaja con las
llamas, totalmente adaptadas al medio andino y de mantenimiento menos costoso. En
cuanto a la "ropa de la tierra", se trataba de efectos de lana toscamente tejidos en los
obrajes del sur peruano. Cochabamba recibía un volumen muy próximo a una pieza por
tributario, no obstante que cada familia campesina era autosuficiente en este sentido. En
29
cuanto a los "paños de Quito" eran telas de algodón teñidas en azul y verde producidas
en la Audiencia de Quito. Cochabamba se constituía en el mayor mercado de la región,
no obstante que ello perjudicaba la propia producción local de paños de algodón. Entre
los productos procedentes de Europa, ocupaban un primer puesto los textiles, los tejidos
de lana basta, además de telas policromas de algodón, lino inglés, lana satinada, cintas
de Nápoles, medias de seda, felpa, cuchillos, velas, acero de Milán, índigo, tinte rojo,
etc; artículos todos ellos, perfectamente inútiles para el modo de vida de los campesinos
quechuas y aymaras, y con precios que solían fijarse hasta en cinco y más veces, con
respecto a su costo real. En este caso nuevamente Cochabamba y Sica Sica eran las
provincias más afectadas, con casi dos quintales de estos artículos por persona, aunque
Larecaja mostraba una relación per cápita mayor (Assadourian, 1980: 87-89).
A1 margen del manifiesto desplome demográfico que contienen los datos de referencia,
se puede subrayar el hecho de la enorme contracción de la población tributaria y el
surgimiento de una nueva categoría: los “forasteros”. Este último aspecto es el que debe
llamar más nuestra atención, pues esta creciente población de indios desarraigados de la
tierra, fueron empujados a nuevas formas de articulación con la sociedad y la economía.
Esta población flotante pronto merodeó los centros urbanos y se introdujo, de una u otra
forma, en todos los intersticios que ofrecía el sistema. Por otra parte, no se debe olvidar,
que el sistema colonial imponía al tenor de su racionalidad ideológica, un criterio
selectivo orientado por la diferenciación racial entre el conquistador y el conquistado,
para la aplicación del tributo, de esta forma, las tareas más duras recaían en la masa
indígena y no así en los “blancos” y sus descendientes. Este rasgo pudo constituirse, sin
desdeñar otros posibles factores, en la alternativa para evadir las cargas tributarias,
resistir la explotación estatal y, debilitar el sistema de castas en que se apoya el
ordenamiento social colonial. Este último aspecto puede resultar significativo para
interpretar la dinámica social que se registró en el Valle de Cochabamba hacia fines del
siglo XVII, en efecto “ya hacia. 1683, 1as autoridades reales distinguían a
Cochabamba como una zona mestiza donde muchos indios se escabullían de 1as redes
de 1os recaudadores de tributos, atribuyéndose asimismo como ‘supuestamente
mestizos o cholos’ (Larson, 1978). Es más, en el siglo XVIII resultaba: “peligroso
distinguir entre un ‘indio’ que reclama su paternidad blanca (y por consiguiente
sentirse libre del tributo) y un ‘mestizo’ genuino, porque como muchos lo observaron,
los indios ‘forasteros’, ‘cholos’ y ‘mestizos’ trabajaban juntos en todos los pueblos y
haciendas de los Valles Centrales de Cochabamba” (Larson, 1982: 174).
En todo caso hacia 1750, la ciudad de Cochabamba era abastecida por gran número de
pequeños productores de granos, los mismos que lograron debilitar el control que
ejercían los hacendados sobre los circuitos de comercialización en el mercado local de
cereales. Este hecho puede resultar crucial para explicar el fortalecimiento del sistema
de ferias agrícolas27, cuya expansión, como ya se indicó, además se vinculaba al
resquebrajamiento del sistema de castas y al crecimiento del mestizaje, fenómenos que
pudieron ser viables en el contexto económico anotado.
El Estado colonial pretendió encontrar una alternativa fiscal para reemplazar la fuente
de ingresos que le proporcionaba la minería, con el endurecimiento del sistema
tributario, es decir, ampliando artificialmente la esfera de consumo de bienes no
valorados por la masa indígena, y aplicando para este efecto, groseras exacciones
económicas propias un aparato estatal cada vez más corrupto. El cada vez, más injusto y
arbitrario sistema de castas sobre el que se apoyaba el rígido régimen tributario, fue la
causa de numerosos levantamientos indígenas como los de Tupac Katari, Tupac Amaru,
y en Cochabamba, el de Alejo Calatayud.
26
A fines del siglo XVII, los yanaconas constituían solo un tercio de la población indígena de Cochabamba
(AGN/XIII, citado por Larson,1882).
27
Las principales ferias en la región son las de Cochabamba, Quillacollo y Cliza.
32
exportadas hacia el altiplano, el sur peruano e incluso Buenos Aires y Chile, sin
embargo fue el mercado campesino local, el mayor impulsor de esta expansión. De
acuerdo a Viedma, existió un importante obraje en la zona de Ulincate (Sacaba) que
proveía bayetas y pañetes al consumo local, pero luego, estos fueron importados desde
Cusco por el cierre de esta industria, sin embargo:
Estos antecedentes y otros que indicaremos más adelante, nos permiten señalar que la
recomposición de la economía regional de Cochabamba en torno a las ferias, las
artesanías y los obrajes, no sólo estructuró un mercado regional interno, sino un aparato
productivo que se dinamizó en función del mismo, pero además, fue capaz de
fortalecerse, ingresando ventajosamente a otros mercados regionales. De este
movimiento comercial, sólo se conservan algunas estimaciones, y sin duda, la más
completa, es la del Gobernador Intendente de la Provincia de Santa Cruz de la Sierra,
Don Francisco de Viedma, en base a la cual podemos determinar las exportaciones más
significativas y los principales productos de exportación que tenían su origen en la
provincia de Cochabamba.
FUENTE: Informe de Francisco Viedma, trascrito in extenso por Peñaloza (obra citada.)
En este punto resulta importante establecer qué ocurrió con los hacendados, y en general
establecer, cuál fue el rol las clases dominantes. Sobre todo, aproximarnos a una
comprensión razonable, sobre las causas por las cuales, las elites del poder regional,
parecen no participar muy activamente del proceso económico señalado. La crisis de las
exportaciones cerealeras en gran escala, a mediados del siglo XVIII, a causa de la
contracción de la minería de Potosí, restaron incentivos a la expansión de la agricultura
comercial, la misma que encontró crecientes dificultades para colocar favorablemente
28
La provincia de Cochabamba estaba subdividida por la administración colonial en los siguientes partidos y
curatos: Partido de Ayopaya con los curatos de Yani, Machacamarca y Charapaya; el partido de Tapacarí con
los curatos de Calliri, Sipe-Sipe, Quillacollo, El Paso y Tiquipaya; el Partido de Arque con los curatos de
Colcha, Capinota y Caraza; el Partido de Cliza con los curatos de Tarata, Punata y Arani y el Partido de
Mizque con los curatos de Pocona, Totora, Aiquile y Pasorapa (Viedma, 1969).
34
su producción de trigo y maíz en grano o harina en las cantidades convenientes que
determinaban la rentabilidad de la economía hacendal.
Según Larson, a fines del siglo XVIII una fracción de propietarios de haciendas,
reorientaron su economía hacia inversiones usurarias, incursionando particularmente en
el negocio de los diezmos, es decir, comenzó a manifestarse en las clases terratenientes
un giro desde la esfera productiva, ahora poco atractiva para obtener las generosas
utilidades de otros tiempos, a la de la circulación, “para lo que especulaban con los
diezmos”. Según la autora citada, “ la propiedad de la tierra era menos importante
como fuente de renta o como factor de producción, que como garantía contra los
riesgos de la inversión" en negocios especulativos (1982: 32). Prontamente, el
fortalecimiento del sistema tributario y en particular los diezmos en favor de la iglesia,
se constituyeron en un gran atractivo para las inversiones, mucho más, que cualquier
género de inversión en el campo de la producción agropecuaria e industrial. El derecho
a recolectar el diezmo fue arduamente disputado por los hacendados de El Cercado y las
provincias, en especial cuando existía certeza de buenas cosechas o cuando se preveía
una caída sustancial del mercado de granos. Sólo en periodos de escasez prolongada de
cereales por acción de las periódicas sequías de la región, los grandes terratenientes, a
través de sus reservas, podían temporalmente reafirmar su monopolio sobre el mercado
local, pero cuando estas circunstancias cesaban, volvían a su actividad de especular con
los diezmos29.
Sin embargo, es interesante anotar que este auge usurero se apoyó en el soporte más
débil del sistema colonial: el tributo, las ventas coactivas de los corregidores y el
diezmo. La lógica del modelo de acumulación resultante, hacía cuestionable su
viabilidad a largo plazo, pues reposaba sobre una contradicción fundamental: la presión
sobre mayores márgenes de renta, implicaba mayores niveles de abuso y explotación, y
por tanto, no resultó casual que las primeras sublevaciones de indios, en los valles y el
29
La recolección de diezmos era objeto de subasta pública. Los hacendados tomando como referencia el
monto del diezmo (la décima parte del valor de la cosecha de los pequeños productores) fijado por el Estado y
la Iglesia para un determinado curato o zona, realizaban ofertas para cancelar ese importe en forma anticipada
y, así adquirir el derecho de recolectar entre el universo de productores castigados con dicho sistema
impositivo, lo que les reportaba enormes utilidades, en base a actos de exacción implacables, con lo que
multiplicaba el volumen de contribuyentes previamente fijado y este era el secreto del negocio. En este caso, la
hacienda era la garantía que ofrecía el agricultor-rentista para adjudicarse el derecho a recolectar el diezmo.
35
altiplano, no fueron por despojos de tierra, sino por exacciones intolerables. Respecto a
Cochabamba, Larson hace la siguiente precisión: “Cada año, unos diez hacendados
pujaban por el derecho de recolectar cerca de una décima parte de la cosecha de la
parroquia (…) los ingresos de las parroquias de Cochabamba que pertenecían al
Arzobispado de La Plata oscilaban entre 25.000 y 40.000 pesos desde principios de
1770 hasta 1809”30.
.
La lógica de la práctica especuladora en torno a la cuestión de los diezmos se apoyaba
en un cálculo del comportamiento agrícola anual en la región. Los hacendados invertían
en el derecho a recolectar diezmos, en circunstancias en que los ciclos agrícolas anuales
eran normales y proporcionaban buenas cosechas y abundancia de granos, oportunidad
en que solían recaudar diezmos en cereales como alternativa al pago en moneda, para
así atesorar importantes volúmenes de granos que quedaban en reserva. Por el contrario,
si los ciclos agrícolas se veían afectados por sequías u otros factores que mermaban las
cosechas, los hacendados intervenían en el mercado colocando sus reservas de cereales
a precio especulativo. Es decir, en los valles de Cochabamba las haciendas tendieron a
operar como unidades de producción de oportunidad, o sea, que el grano hacendal
concurría al mercado, sólo cuando este era escaso en la cosecha de los pequeños
productores, quienes a su vez, estaban sometidos a la explotación del sistema de
diezmos, a cargo de los propios terratenientes, en épocas de abundancia de granos. En
suma, en épocas de escasez, recibían sus mismos granos acaparados por los hacendados
a precio de especulación. En buenas cuentas, cuando Viedma describió en 1804, las
enormes privaciones y la severa escasez de alimentos que azotaba la región de
Cochabamba, obligando a miles de campesinos a dejar sus tierras improductivas, sólo
describió un aspecto del problema, la otra cara de esta realidad estaba expresada en las
desmedidas utilidades que percibían los hacendados transformados en un puñado de
especuladores sobre diezmos y alimentos escasos, arrancados a sus víctimas en épocas
de cosecha abundante.
30
Broke Larson estudio series de tributación por concepto de diezmos entre 1765 y 1810 que demuestran la
tendencia ascendente de este tributo, en el citado periodo(1982: 132-135)
36
Capítulo 4:
Cochabamba en la época de Viedma
La ciudad, cuyo rol original fue erigirse como baluarte militar, político y social de una
economía comercial cerealera en expansión; derivó paulatinamente, sin abandonar
totalmente sus antiguos significados, a un nuevo desempeño, esta vez, como centro de
operaciones mercantiles que concitaron una mayor centralización del aparato
burocrático colonial y de su complemento comercial, como condición general para la
reproducción y apropiación de los excedentes que generaba el sistema de diezmos y
tributos. En estos términos la importancia del centro urbano cambió: de núcleo
destinado a apoyar y controlar la expansión agrícola, se pasó, a la consolidación de una
modesta concentración, cuya viabilidad económica y política, reposaba en la oferta de
un tejido jurídico, administrativo y represivo, que hiciera viable la captación del
excedente agrícola, vía tributos y diezmos, en condiciones de seguridad y estabilidad.
Este nuevo desempeño, sin embargo, no le eximió de contradicciones internas, que se
expresaron en su propia estructura espacial, como veremos más adelante.
En este punto, vale la pena llamar la atención del lector sobre el movimiento
protagonizado por Calatayud en 1730, el mismo que se encuentra vinculado con lo
dicho anteriormente, es decir, el paulatino debilitamiento del sistema de castas y tributos
en los valles de Cochabamba, y más concretamente, el intento de la corona española de
ampliar el universo tributario en dichos valles, incluyendo a criollos y mestizos
mediante la aplicación de revisitas que permitieran levantar un censo de indios y
mestizos para reorganizar la institución de la mita y el tributo. Ante el riesgo que esto
suponía para muchos forasteros asimilados en los pueblos y ferias como mestizos y
criollos, dedicados al comercio y la artesanía, la rebelión en Cochabamba fue
encabezada por estos. Según O'Phelan, citando fuentes de archivos de la Red Andina de
Charcas: “El mismo Alcalde criollo difundió el rumor que los mestizos serían
clasificados como indios y serían obligados a pagar tributo”. Por ello no resulta casual,
que el líder del movimiento fuera un artesanos mestizo y que la principal demanda se
refiriera a que las autoridades locales debían estar constituidas por criollos y no por
españoles, además, que el revisitador debía ser nombrado por estas autoridades,
identificadas con los intereses de mestizos y criollos (1988:94 y siguientes). En
consecuencia resulta explicable la pasividad de Cochabamba en 1780, cuando la
rebelión indígena aspiraba a la destrucción del sistema de castas y tributos, algo que no
estaba en el interés de mestizos y criollos. De esta forma el movimiento insurgente
regional en apoyo a los levantamientos del Cuzco, Chayanta, el Altiplano paceño, etc.
fueron poca significativos en los valles centrales de Cochabamba. Por el contrario, la
Villa de Oropeza aportó con recursos humanos, armas y bagajes, a mantener el orden en
una región que resultaba vital para el sistema colonial en el Alto Perú. Este
comportamiento será reconocido por Carlos III quien por los servicios prestados a la
causa real, concedió a Cochabamba el título de “Ciudad Brava y Leal” en 1786.
No hay duda que ninguna otra provincia se muestra más benéfica a sostener
con sus frutos inmediatos, donde ya que la naturaleza ha estado tan esquiva en
la esterilidad y avidez de los pelados cerros y riguroso clima de sus punas, se
manifiesta por otra parte muy propicia con las riquezas que ocultan sus senos:
Si estas descubriesen y trabajasen en términos que volviesen a florecer como
antiguamente lo estaban, no necesitaba Cochabamba, otro ramo de industria
que el beneficio de sus trigos y maíces por el despacho que le proporciona
(Viedma, 1969:164-165).
Sobre la planicie, allá lejos, se muestra Cochabamba. Las torres de los templos
que recortan con sus flechas la urgencia del cielo ebrio de luz, polarizan en una
ordenada arquitectura, la cuadrícula de las construcciones urbanas, que en un
múltiple desdoblamiento se enfilan hacia la campiña como un fantástico
regimiento policromado en un ansia infinita de prolongación. Los ordenes
arquitectónicos de solera española y su urbanismo, tienen cierta severidad a
pesar de la policromía detonante de las fachadas de sus casas y de la gracia
que envuelve con su euritmia la atmósfera de la ciudad. Las casas chatas y las
de dos pisos, de evocaciones castizas, alinean con los templos trazados sobre
los moldes de la época, que recuerdan fervores que llegan hasta el cielo... La
presencia de los templos, pone una nota de claroscuro a esta visión,
transformándola de alegre, en un reconocimiento místico de
quietud...proyectándose la fantasmagoría de un complejo pulso que hace decir
a las gentes de Cochabamba, que es una ciudad monacal. Cochabamba fue una
de las ciudades más populares después de Potosí. Es el centro económico de la
Colonia, llamada la ‘valencia altoperuano’ (Otero: 1980:191-192).
De las descripciones anteriores, se desprende que las plazas y templos eran los
elementos estructurantes del conjunto urbano, y sobre ellos reposaba, la referencia de
los emplazamientos residenciales y la propia jerarquía social de estos. Las casas de dos
pisos se ubicaban en tomo a 1a plaza de armas y en el área de emplazamiento de los
templos más importantes. En realidad, eran los citados templos los que establecían la
diferencia entre la ciudad y una simple aldea. Incluso edificios como el Cabildo, (de
cuya presencia en 1a actual plaza de armas no quedan rastros), que simbolizan el poder
del Rey, no tenían tanta gravitación, como aquéllos que simbolizaban el poder
eclesiástico. En efecto, como ya se menciono, esta institución era la que ejercía mayor
influencia en la vida de la sociedad colonial, y ello explica su presencia preponderante
en el contexto urbano, no solo como el soporte material de una ideología religiosa
dominante, sino como presencia efectiva del poder del clero altoperuano, que en el caso
de Cochabamba, hacia 1784, estaba representado por “74 frailes, 125 monjas, 80
presbíteros, aparte de los curas de parroquia” (Otero, 1980:145), cuya influencia
abarcaba todos los niveles y ámbitos de la vida cotidiana e institucional de esta
sociedad. En torno a los arzobispados, obispados, canonías, curatos y conventos, se
estructuraba una compleja organización del mejor cuño feudal, que estimulaba el
desarrollo de procesos de acumulación y atesoramiento de riqueza a través del
acaparamiento de tierras y la extracción de rentas de las fincas de propiedad de las
instituciones religiosas31. Un lugar muy destacado ocupaba la institución del diezmo 32
que se constituía en 1a mayor fuente de ingresos e incluso, parece ser, el nudo de
31
La más importante en Cochabamba fue la Hacienda del Monasterio de Santa Clara en Cliza con una
extensión de 860 fanegadas, evaluada en 300.000 pesos y una poblaci6n indígena, en 1808, de 954 indios
(colonos).
32
Se trata de un impuesto eclesiástico que afectaba a la décima parte de las cosechas de los pequeños
agricultores o a la misma proporción de la producción artesana, la misma que se cobraba generalmente
por su equivalente en dinero. Este cobro daba lugar a los remates del diezmo, es decir al concurso de
cobradores del impuesto, bajo la modalidad de ofertar pagos adelantados a la iglesia a cambio de
favorecerse de la cobranza efectiva del impuesto en una determinada región, con derecho de exclusividad,
para recuperar lo invertido y acceder a una utilidad o ganancia. Dichos cobradores eran
predominantemente latifundistas y prominentes comerciantes de los valles de Cochabamba .
41
articulación de los intereses de los grupos dominantes (latifundistas, clero y grandes
comerciantes) y la forma efectiva de apropiación del excedente económico generado por
la agricultura y la artesanía, en favor de dichos sectores.
Siempre de acuerdo a Brooke Larson, los dueños del escaso capital en la región no eran
los comerciantes, menos aun los arrenderos o artesanos, sino la Iglesia que paso a
desempeñar el papel de un ente financiero, a través del préstamo hipotecario o "censo
en compra" con que operaban monasterios y cofradías, y que consistía en facilitar la
transferencia de los predios rurales a favor de terceros que acudían al citado préstamo,
estableciéndose una obligación para el acreedor que adquiría una propiedad, aceptando
la extensión de los derechos de usufructuó sobre la misma a favor de la institución
religiosa, como forma de amortizar la deuda. En caso de insolvencia, se producía la
adquisici6n directa de la propiedad por la mencionada institución religiosa, a cambio de
una pensión a perpetuidad en favor de dicho acreedor que se declaraba insolvente, o
prefería una vida tranquila y segura, a enfrentar los riesgos de la agricultura. Otro tipo
de financiamiento era el “préstamo de capital”, crucial para los hacendados que debían
hacer inversiones previas a la producci6n, de donde también resultaban apreciables
utilidades para las instituciones religiosas. Otra fuente nada despreciable de ingresos
fueron las "capellanías", un reflejo precisamente de la inseguridad en la actividad
agrícola que creó la acelerada decadencia del mercado potosino, y que consistía en
donaciones de tierras que hacían 1os hacendados próximos a morir, en favor de la
Iglesia, a cambio de la obligación de la institución religiosa favorecida, de proveer
sustento, en forma de anualidades entregadas a un “capellán” que frecuentemente era un
hijo o un familiar próximo del hacendado. Otro importante rubro que era el de los dotes,
que las hijas solteras de 1os propietarios de tierras debían pagar, para que estas ingresen
a los conventos.
La ciudad resultante (ver plano 1), que proporcionaba cobijo al universo social
analizado, obviamente privilegiaba la arquitectura religiosa. Sin embargo este fenómeno
no es propio de Cochabamba. Todo el ámbito urbano colonial estaba caracterizado por
la presencia de templos, iglesias, conventos y otros edificios religiosos que además de
desplegar lo mas valioso de la arquitectura colonial, también desplegaba el poderío de la
institución eclesiástica en las colonias españolas de América, ostentando una forma
concreta de acumulación de riqueza e intercambio desigual en favor de los centros
urbanos y en desmedro de los entornos rurales.
En este mismo sector se ubicaba el comedor con la gran mesa familiar cubierta de fina
rnantelería sirviendo como asiento algunos taburetes altos e incómodos y el sillón
frailuno para el jefe de familia. Luego se tenía el dormitorio principal con su amplia
cama de barandillas o granadillas y cantoneras de bronce, las paredes cubiertas por
grandes cortinas de damasco y dominando este ámbito una gran araña de vidrio para
velas, finalmente, en este nivel se situaba el dormitorio de los hijos y el cuarto de
alojados. Las habitaciones de la planta baja o simplemente “los bajos” se destinaban “al
cuarto del chocolatero, al cuarto de monturas, al destinado a escarmenar lana o
tejerla, al de liar cigarrillos y en fin, a los ambientes donde se depositan los víveres
destinados a su venta y que se expenden al por menor en la puerta de la casa” (Otero
1980:174). Esta casona, cuyo primer cuerpo hemos descrito con minuciosidad por ser
reveladora del estilo de vida del funcionario español, del hacendado o del comerciante
que la habitaba, se componía de tres partes: el primero y segundo patios, el corral y el
jardín o huerta. El segundo patio estaba ocupado por la servidumbre: el mayordomo, el
ama de llaves y su familia, los “pongos” y los protegidos. “Además vivía también la
mestiza o indígena concubina de1 señor o del joven de la casa, cuyos hijos se
agregaban a la familia”. (1980:174). En este sector también se ubicaba la cocina y la
despensa y el celebre “cuarto de duendes” (cuarto de trastos), lugar de reclusión de
niños desobedientes.
En contraste con este espacio urbano consolidado por un conjunto mas o menos denso
de casonas de “altos” y templos u otros edificios religiosos, las casas de “bajos” eran
mas sencillas y sobrias, en ellas habitan “las clases medias” de funcionarios públicos,
escribanos, algunos profesionales y comerciantes mestizos y criollos. Hacia el Sur esta
conformación urbana, mudaba su fisonomía, el pequeño contexto “urbano” construido
con el recurso de diezmos, tributos y gabelas, dejaba de ser tal, las pretensiones de
“ciudad” se diluían frente a un paisaje aldeano e incluso rural dominante, que
organizaban multitud de pequeños comerciantes, artesanos y productores agrícolas, es
decir, ese submundo de mestizos forasteros y arrenderos, que en la época de Viedma, ya
constituían una presencia importante y significativa. La vivienda de esta periferia de
barrios populares (Caracota, Curtiduría, Carbonería, San Antonio, etc.), consistía en una
modesta casa de techo de paja o teja de barro cocido. De acuerdo a Gustavo Adolfo
Otero, la misma presentaba:
sus paredes son construidas con barro apisonado con paja en los moldes
de adobe o en los tapiales. E1 techo esta sustentado por tijeras de palos
entrelazados por cuerdas de cuero, y esta provista de una sola puerta sin
ventana. La puerta era primitivamente de cuero de llama y luego fue de
madera con argollas para sujetar el candado. Interiormente esta casa
estaba amoblada por patillas amplias que hacen el papel de catres y
unas patillas estrechas que sirven para asiento (1980: 169 y 170).
Esta modesta vivienda formaba parte de un paisaje mas amplio que englobaba la
periferia de la ciudad y particularmente la zona Sur, donde barrios como el de la
Curtiduría, Carbonería, Caracota concentraban esa población de forasteros, que al
insertarse en la economía de la ciudad y la región, adquirieron la categoría de
“mestizos” y “cholos”, y al desarrollar una especialidad especifica dentro de la esfera de
la producción o la circulación, se transforman en artesanos o pequeños comerciantes de
feria (ver plano 2)34
33
Respecto del significado de lo que la casona colonial significaba para los encomenderos, Lockhart
afirma: “La casa poblada es decir, el tener la casa llena de gente, era de capital importancia tanto para
los deberes como para las ambiciones del encomendero. Este simple término significaba algo bien
definido para los españoles de la época. Suponía una casa grande, de ser posible una esposa española,
una mesa donde se alimentara a muchos huéspedes”, todos ellos atendidos por “esclavos negros, un
personal de sirvientes indígenas, criados españoles y una caballeriza. La casa poblada era la ambición
individual de mayor importancia en el sueño de una vida señorial y era compartida por todos los
españoles (...) una elevada proporción de la población española vivía en las grandes casas de los
encomenderos”(Lockhart, 1982: 32-33)
34
Estos protagonistas sociales añadirán al modelo urbano hispano, la dimensión material de los circuitos
comerciales de la artesanía, el comercio de granos y harinas, y sobre todo, el comercio de la chicha.
45
modelo hispano de casas quinta con maizales aborígenes. Mas allá se extendía la
“ciudad mestiza” de barrios populares y la campiña con fragmentos hispanos y
autóctonos, donde se combinaba la casa solariega y la alquería campesina. Si
intentáramos un esquema de la estructura físico-espacial resultante, ésta no podría
reducirse a la aldea, sino a su entorno productivo, porque ambos se articulaban y
complementaban. Un rasgo esquemático de esta idea se expresa en el siguiente cuadro:
Zona de asentamiento Plaza de Armas y manzanas Consumo del espacio urbano bajo patrones
urbano con patrón próximas: incluye los templos que reproducen el modelo de ciudad
hispánico dominante religiosos, los conventos y los hispana (trama en damero) que se organiza
edificios dc la administración real, a partir de un espacio central (Plaza de
así como las casas dc altos y bajos Armas) en cuyo perímetro y proximidades
de las familias hidalgas. Este es el se despliegan los soportes arquitectónicos
área de residencia y trabajo de 1as de la Iglesia, el Estado, la realeza local, el
clases dominantes. poder económico, la alta burocracia civil y
militar y los encomenderos de fortuna,
correspondiendo a ello un producto
morfológico que por su escala, calidad y
singularidad, domina la escena urbana y el
espacio regional circundante.
Zona suburbana de Kjara-Kjota (Caracota) pequeño Predominio de casas de bajos, calles
barrios populares caserío indígena absorbido por la angostas y tortuosas, edificación poco
periféricos con un urbanización, asiento de la actividad densa donde la función residencial se
patrón que combina ferial. La Carbonería, barrio donde combina con talleres de artesanos
rasgos hispánicos y se expendía carbón de leña, situado pulperías y chicherías. Los diferentes
aborígenes adaptados en la parte meridional de la Villa barrios no organizaban un tejido urbano
a la organización entre Khasa Pata y el Ticti, dio su continuo. Los espacios abiertos de
espacial dominante nombre a la famosa acequia que Caracota, la Pampa de las Carreras, San
cruzaba diagonalmente la ciudad. Sebastián, eran asientos de la actividad
Khasa Pata o la Mañacería, barrio en ferial y escenarios de bullicioso comercio.
la parte Sureste de San Sebastián, La aridez de la zona y la falta de agua, la
residencia y lugar de faena de los convertían en una zona polvorienta, con
mañazos o carniceros. La Curtiduría, frecuentes focos infecciosos y poco
barrio popular de la zona Suroeste propicios a la expansión del modelo
donde se establecieron grandes urbano hispano, razón por la cual éste, se
curtimbres y peleterías. San Antonio, deforma y concilia con alternativas
otro barrio populoso del Sur de la caprichosas que se originan en la
ciudad, se vinculaba con Caracota y espontaneidad de las iniciativas populares.
San Sebastián a través de la Pampa
de las Carreras (hoy Avenida
Aroma) sitio donde existían varias
factorías de jabones conocidos como
la Jabonería.
46
Zona rural de Cjala Cjala (castellanizado Cala Ámbito rural, cuyo marco natural estaba modificado
por patrones agrícolas hispanos que compartían con
huertos, haciendas, Cala), comarca pintoresca y lugares donde todavía subsistía la cultura aborigen: En
campiñas, maicas, atractiva, originalmente cubierta de el sector Norte compartían el mismo paisaje casas de
balnearios y bosques de ceibos, jacarandas, hacienda, casas-quinta, rancheríos, maizales y huertos,
rancheríos molles y otras especies nativas. en marcado contraste con el árido Sur de llanuras y
tierras agrícolas de secano. En los dispersos poblados
Asiento de fincas, huertos y indígenas se practicaban artesanías y se elaboraba
arboledas. Sitio de recreo y paseos chicha. El vasto espacio que circundaba a la Villa de
de las familias hidalgas. La Chayma Oropeza era compartido pacíficamente por
al Norte de Cala Cala, era una zona hacendados, yanaconas, arrenderos y artesanos de
varios oficios. Esta actividad productiva estructuró la
de huertos particularmente primigenia trama vial que conectaba estos espacios con
concurrida. También sobresalían las ferias y recobas del núcleo urbano.
otras zonas como Jaya Huayco (hoy
Jayhuayco) poblado indígena en la
zona de la Tamborada, con tierras
muy fértiles llamadas maicas;
Lajma, asiento de pequeños talleres
de alfarería y cerámica; Sarikyo
Pampa (hoy Sarco), asiento de
varios rancheríos, maizales y
huertos; Tjupuraya (hoy Tupuraya)
comarca cubierta de bosques; Alba
Rancho, caserío al Sureste de
Khanata, Chavez Rancho comarca
poblada al Oeste de la Villa, con
huertos y maizales; Mayorazgo,
asiento de la mayor hacienda dentro
de la circunscripción del Cercado; la
Recoleta, comarca con muchos
huertos al igual que el Rosal,
Portales, Aranjuez, Miraflores, etc.
Fuente: Elaborado en base a Urquidi, 1949 – Ver planos 1 y 2
35
Para un mayor detalle sobre la situación de la Intendencia de Santa Cruz en la circunscripción del
Corregimiento de Cochabamba en el siglo XVIII, ver Larson, 1990.
48
Parte 2:
COCHABAMBA EN EL SIGLO
XIX
49
Capítulo 5
La fundación de Bolivia, la ruptura de la organización espacial del Estado Colonial
y la Región de Cochabamba en el siglo XIX
Como quedó evidenciado en los capítulos anteriores, los territorios del Alto Perú fueron
el pivote de la economía colonial del Sur del continente americano, en virtud de que
gracias a la existencia de los grandes yacimientos argentíferos potosinos y el soporte de
una agricultura cerealera y una ganadería extensivas, fue posible organizar un espacio
econ6mico amplio, donde se concentró un enorme volumen de mano de obra, cuyos
requerimientos de subsistencia organizaron un mercado regional y lazos comerciales
intensamente explotados a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Esta centralización
de la economía colonial, en un territorio abrupto y de difícil acceso, en pleno coraz6n de
las mesetas andinas, determinó desde los primeros tiempos de la colonia, la apertura de
rutas hacia el Pacífico y el Atlántico, de esta forma el predominio de Lima sobre
Charcas consolidó el eje Potosí-Lima, pero en el siglo XVIII, la incorporación de la
Real Audiencia al Virreinato de Buenos Aires, fortaleció el nexo entre ese puerto del
Atlántico y Potosí. (Ver Mapa 1).
Al fundarse la República, Lima y Buenos Aires reclamaron sus derechos sobre el Alto
Perú y las alternativas giraron en torno a la incorporación de estos territorios a la esfera
limeña o a la Argentina; la opción escogida fue la reafirmación de la soberanía de los
territorios de la Real Audiencia, aunque ello implicó la ruptura y desarticulación de las
rutas comerciales coloniales, en la medida en que las regiones cerealeras y mineras
andinas, dejaron de tener una vinculación directa y sin trabas con los principales puertos
del Atlántico y el Pacífico, puesto que los puertos potosinos de Arica y el Callao,
quedaron desmembrados de la nueva república, al igual que Buenos Aires.(Ver Mapa
4).
Estas circunstancias, así como el propio antecedente de la economía minera colonial,
ordenadora de las determinaciones económicas, sociales y territoriales que sustentaron
su desarrollo y auge y que, de una u otra forma sobrevivieron hasta la ruptura antes
mencionada, en manos del ordenamiento territorial que propusieron las flamantes
repúblicas sudamericanas; vino a constituirse, en uno de los factores modeladores de las
características mas persistentes del ordenamiento territorial y espacial de la República
50
de Bolivia. De este modo, del conjunto del territorio nacional, solo zonas muy
restringidas como la meseta altiplánica que todavía contiene la actividad minera, y los
valles centrales interandinos que concentraban la agricultura cerealera y la actividad
artesanal, fueron las regiones que efectivamente poseían una población relativamente
densa y donde se situaban los centros urbanos mas importantes; el resto del territorio,
incluyendo los extensos llanos orientales, solo contenían población dispersa y una
actividad económica marginal con relación a los escenarios andinos, donde se
concentraba la escasa actividad de la nueva República.
Un informe Consular de 1845, suscrito por Félix Frías, Cónsul Argentino en Chile,
dirigido a Tomas Frías, Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, se refería a: “los
vicios de demarcación de limites trazado por la mano victoriosa de Bolívar” y que:
era de deplorar que ese genio no hubiera previsto que la nación que fundaba,
sin bastante frente al Pacifico y sin comunicación con el Atlántico, quedaba
reducida a una situaci6n llena de embarazos para los progresos de su comercio
y su industria (…) en efecto, basta echar una ojeada sobre e1 mapa de la
América Meridional, para advertir que de todos los estados que la componen,
ninguno se halla peor colocado que la República de Bolivia, si consideramos la
parte de territorio a la que las autoridades extienden su dominio y las vías
actuales de su comercio".
El Cónsul Frías acotaba que el principal problema de la nueva Republica era que se
encontraba entre el desierto de Atacama que lo separa del Pacifico y las selvas habitadas
por tribus salvajes que lo separaban de los afluentes del Amazonas y el Plata. Añadía
que los gobiernos para superar esta situación desventajosa, habían dirigido su atención
hacia el poniente, “con el doble objeto de hacer de Cobija un puerto capaz de satisfacer
todas las exigencias de la República, o de conseguir una parte de territorio peruano
sobre las costas del Pacífico”. Sin embargo, “1a experiencia ha demostrado la
imposibilidad de vencer a la naturaleza, que ha negado a la costa boliviana los
recursos indispensables para alimentar poblaciones regulares, y por otro lado, 1a de
obtener pacíficamente sesiones de territorio peruano”. Destacaba además, que Cobija
como opción era, de todas formas, poco conveniente por su lejanía con respecto a las
principales ciudades del país, pues entre dicho puerto y tales ciudades, se oponía un
desierto extremadamente estéril y la Cordillera de Los Andes, y que aun cuando se
adquiriera el Puerto de Arica, este solo lograría satisfacer las necesidades del
Departamento de La Paz. En fin, haciendo gala de su conocimiento de la realidad
boliviana, Frías realizaba la siguiente caracterización del territorio nacional:
Los rasgos que el Cónsul Frías anotaba con respecto a la conformación territorial de
Bolivia en de los primeros tiempos republicanos, salvando alguna imprecisión y los
intereses que guiaban su argumentación, que obviamente abogaba por la vinculación e
integración al Atlántico y a la esfera de influencia del Plata, contiene la suma de
factores geopolíticos y económicos que definieron, en cierta forma hasta nuestros días,
la distribución de la población, la estructura de los espacios regionales y el sistema
urbano, que vertebraron deficientemente el territorio de la antigua Audiencia de
Charcas.
Sin embargo, resulta importante aclarar que no fue solo el efecto de ruptura del eje
Buenos Aires-Potosí-Lima, con la creaci6n de tres repúblicas independientes en este
ámbito, la causa de la consiguiente desvertebración territorial que padeció Bolivia desde
su nacimiento, sino al lado de esto, la quiebra de los ideales de “los jacobinos de 1809”,
en el decir de Bonilla, que lejos de fructificar en la larga guerra por la independencia,
quedaron sepultados con sus protagonistas, y quienes ocupan el lugar de los Arze,
Antezana, Padilla, Warnes y otros, en 1825, fueron los nuevos grupos emergentes
altoperuanos, que sustituyeron rápidamente el ideario libertario, por la aspiración a
ocupar el lugar de la desplazada oligarquía hispana.
Este fue el objetivo de Olañeta y sus seguidores, quienes frente a la alternativa de Lima
o de las Provincias Unidas del Río de La Plata, escogieron el camino de constituir una
republica altoperuana, es decir, que
Delineado en sus grandes rasgos, el paisaje político, económico y social que caracterizó
la emergencia del sistema republicano en los territorios de la Real Audiencia de
Charcas, dirigiremos nuestra atención a la situación de la región de Cochabamba en esta
época, la misma que no fue ajena en ningún modo, al proceso más amplio de
constitución de la República de Bolivia, incluido el conjunto de interrogantes y
contradicciones que se debatían en el seno de esta alternativa histórica.
Esta aparente falta de visión no fue casual. Como señalamos anteriormente (cf. supra
Capítulo 3) la desintegración paulatina del espacio económico vinculado a Potosí
supuso, en el caso de Cochabamba, un proceso de recomposición de su economía, pero
no en términos del desarrollo de un proyecto unitario de las clases dominantes que
imponían una alternativa viable al conjunto de la formación social regional, sino por el
contrario, bajo la modalidad de un abanico de opciones diversas, donde las viejas castas
dominantes, se inclinaron por la salida fácil que sugirió el decadente Estado Colonial,
en torno a sustituir los recursos que proporcionaba la explotación de la plata potosina,
por un mayor grado de expoliación de la masa indígena tributaria, estimulando con ello,
una creciente mercantilizaci6n de la economía regional, de tal suerte que el tributo, el
diezmo, la renta en dinero o especies por diversos conceptos y el simple agio y la
especulación en la comercialización de los productos agrícolas, fue el método que
imperó en los Valles hasta 1825 y años posteriores, con pequeñas variantes formales. En
el otro extremo, una creciente multitud de indios sin tierra (forasteros), convertidos en
arrenderos, comerciantes de ferias y artesanos, tomaron en sus manos, la verdadera
organización de la producción agrícola e industrial, e incluso controlaron los circuitos
de comercialización de alimentos, sin embargo, fueron férreamente sometidos a pesadas
gabelas que les obligaron a una transferencia de los excedentes económicos agrícolas y
manufactureros, en favor de los primeros, como condición para gozar de la tolerancia
estatal, que les permitiera desarrollar sus laboriosas actividades.
Esta visión, indudablemente no es mas una hipótesis, que futuras investigaciones podrán
demostrar con mayor riqueza de precisiones. En todo caso, no resulta casual que, si bien
Bolívar derogó la aplicación del oprobioso tributo colonial, y Sucre trató de reorientar la
captación de recursos públicos a través de la emisión de bonos, interviniendo e incluso
confiscando las extensas propiedades de las comunidades monásticas comprometidas
con el orden colonial, gravando la producción de la plata a través de los Bancos de
Rescate y el movimiento de mercaderías a través de las recaudaciones aduaneras, estas
iniciativas para financiar el gasto publico y reforzar económicamente al Estado
Boliviano, no encontraron receptividad entre las clases propietarias del país, que se
mostraron reacias a dar cumplimiento a la ley al ver afectados sus intereses, razón por la
54
cual se hizo indispensable, ejercitar un penoso retroceso, en franca contradicción con los
ideales libertarios, y reponer el tributo colonial, medida que dispuso el por el propio
Sucre en 1826, consolidándose así una estructura fiscal que segmentaba
colonialmente a los diferentes estamentos de la sociedad
boliviana y revelaba la naturaleza real de orden cerradamente conservador que solo
formalmente se adhería al modelo republicano38.
Lo anterior nos permite inferir que la cuestión del tributo y el andamiaje burocrático de
cobranza del mismo, continuó siendo en los primeros tiempos de la Republica, un
recurso importante para los sectores dominantes rurales y urbanos.
No es muy exagerado afirmar que Cochabamba, como el resto del país, mostraba la
realidad de un universo eminentemente rural, donde lo único sustancial, era que los
criollos blancos y mestizos, habían heredado el aparato del Estado Colonial y se habían
apoderado de las haciendas y fincas abandonadas por los españoles. Era evidente, en el
caso boliviano, a diferencia de las clases dominantes del Río de La Plata, Brasil, Chile,
etc., que dirigían su sed de riqueza hacia empresas colosales, como la explotación de las
extensa pampa argentinas o la agricultura intensiva de la caña de azúcar, el algodón, el
café, los yacimientos de cobre, salitre, etc. transformando tempranamente la economía
de sus países, en empresas capitalistas; los criollos del antiguo Alto Perú, y
particularmente de Cochabamba, que agobiados por quince largos años de sangrientas
luchas, con sus mercados cerealeros en bancarrota, carentes de otros recursos
comercializables, no encontraron otra alternativa, ante su escasa imaginación como
clase dominante conservadora, que la apropiación de la tierra y la consolidación de las
haciendas, incluyendo sus relaciones serviles y todo el aparato coercitivo que implicaba
ello, pasando además, como ya se vio, por la renovada vigencia del tributo indigenal. Es
decir, que se terminó apostando por la continuidad del modelo colonial barnizado con
oropeles republicanos39.
En este punto será interesante, hacer un alto, aun a riesgo de cansar al lector, para
analizar dos aspectos importantes: la cuestión de las unidades de producción agrícola y
el problema del tributo indigenal, por ser ambos modeladores de las características
esenciales de la sociedad cochabambina, por lo menos hasta fines del siglo X1X, y sin
las cuales no nos seria posible explicar lo que fue la región, el Cercado y la ciudad en
este periodo.
Los sitios eran unidades menos formales, generalmente referidas a una parcela que
contenía un rancho o un pequeño poblado de indios y mestizos, esta unidad también
podía designar una extensión limitada de tierra cultivable desmembrada de una hacienda
o incluso una parcela en los márgenes o limites de una propiedad rural más extensa.
Dichas parcelas estaban ocupadas por colonos, arrenderos y pequeños agricultores. En
el Cercado, se encontraban, al lado de estas unidades agrícolas, los huertos y fincas, es
decir, terrenos mas intensivamente cultivados, dotados con riego casi permanente, a
resultas de lo cual, podían acceder a una producción agrícola mas variada, y donde en
muchos casos, se edificaban “casas quinta”, una variante suburbana de las casas de
hacienda, y sitios de recreo (vergeles, balnearios, sitios de descanso y reposo)41.
Los registros del tributo, entre 1803 y 1808, que corresponden a Cochabamba,
proporcionan una nomina de 689 unidades agrícolas de las cuales 409 se tipificaban
como haciendas, 226 como estancias y 54 como sitios (Larson, 1978) 42. De este
conjunto de propiedades, muchas se ubicaban en los limites del Cercado, donde se
concentraban las tierras de maíz con riego permanente, denominadas “maicas”, es decir,
terrenos bordeados por canales de riego y corrientes de agua, y un suelo de tipo
aluvional, que permitía una producci6n cerealera intensiva. Estas tierras, que eran las
más codiciadas del valle, rodeaban tanto por el Noreste como por el Sudoeste a la
ciudad de Cochabamba, y se extendían a lo largo del camino viejo a Quillacollo,
ostentando las cotizaciones mas elevados en el mercado local de tierras43.
Dichas tierras, se favorecían con los desbordes del río Rocha y sus afluentes, que
permitían organizar un intrincado sistema de irrigación que incluía los turnos o “mitas
de agua” para favorecer a las haciendas más alejadas que no gozaban de riego continuo.
En fin, por todo lo dicho, se puede deducir que las haciendas en el Cercado, se
encontraban entre las mejor valoradas en todo el Departamento, a desmedro de su
escasa extensión, si se comparaban con las extensas propiedades del Valle Alto y las
40
Con frecuencia las haciendas se dividían en fracciones menores por herencias, traspasos, ventas, etc.
Estas fracciones denominadas “fincas”, mantenían las características de la hacienda, aunque por su menor
extensión, tendían a especializarse en cierto tipo de producción (cereales, tubérculos, frutas, crianza de
aves, ganado, etc.).
41
Las principales haciendas estaban en el Valle Alto, Sacaba, Quillacollo y las provincias altas, donde
también se encontraban la mayoría de las estancias.
42
Según Larson, en estos registros los “sitios”, no hacían referencia a pequeñas propiedades
independientes, sino a las parcelas con vivienda de propiedad del hacendado, a quién el “sitiajero”
(trabajador que usufructuaba el sitio) retribuía a este con trabajo.
43
La fanega de tierra en las maicas de Cochabamba alcanzaban a 500 pesos, un monto equivalente al
salario de un año de un teniente de ejercito, dos veces al pago de un oficial de la realeza en la época
colonial, a veinte veces el ingreso bruto anual de un jornalero (AGN, IX, Consulado, 5, 8,5, citado por
Larsón, 1978.
56
provincias altas, que preferentemente se desplegaban sobre tierras de secano. Veamos
cual era la situación de estas propiedades:
El cuadro anterior, que indudablemente no contiene sino, una relación muy parcial de
propiedades y comarcas, nos permite establecer algunas características que distinguían a
los cantones que todavía conforman la provincia del Cercado en 190044.
Un primer aspecto de interés emerge del hecho de que las pequeñas propiedades, es
decir, huertos y casa quintas, se concentraban en las campiñas de Santa Ana de Cala
Cala, en tanto las haciendas, fincas y estancias se ubican en el cantón de San Joaquín de
Itocta. Los huertos y fincas se desplegaban por toda la zona Norte, Noreste, Noroeste,
Este y Oeste, formando en torno al centro urbano, una especie de “arco o herradura” que
contenía justamente las tierras de mayor fertilidad y productividad, y donde se destacan
comarcas celebradas por su belleza, como Cala Cala, Portales, Queru Queru, el Rosal,
Chorrillos, la Glorieta, Tupuraya, Muyurina, donde se construyeron vistosas casas-
quintas y se organizaron famosos balnearios, que fueron el principal centro de
recreación de la población cochabambina, hasta hace pocas décadas atrás 45 Las
haciendas, fincas y huertos que rodean la ciudad, sin duda eran los principales
proveedores de cereales, frutas, legumbres y otros productos agrícolas, para el consumo
44
A inicios de la República, la provincia Cercado “comprende el valle propiamente dicho de
Cochabamba, el de Sacaba, las grandes vegas que se dilatan en el monte de Tablas (hoy Chapare) y
muchos terrenos de serranías despoblados”...”confina esta provincia por el Norte con la de Yuracaré
(Chapare), por el Sur con la de Arque, por el Este, con la de Cliza, y por el Oeste con Tapacarí y
Ayopaya” (Dalence, 1982:108).
45
Los balnearios más afanados se en encontraban en Cala Cala, Queru Queru, Muyurina, Chorrillos y
Portales, lugar este último donde se encontraban “los mejores baños de duchas del departamento y tal vez
de la república” BLANCO 1901:10.
57
local, y una gran mayoría de estos, se favorecían de las aguas del Río Rocha o de
vertientes y torrenteras que descendían de las estribaciones de la Cordillera del Tunari.
Es indudable, que el grueso de la producción de las haciendas de ambos cantones fuera
el maíz, destinado en proporciones importantes a la elaboración de chicha, sin embargo,
es posible admitir, que algunas haciendas en las estribaciones del Tunari y en zonas de
temporal que caracterizan áreas extensas del Cantón de San Joaquín de Itocta, se
dedicaban a la producción de trigo. Las fincas y huertos se orientaban más, hacia la
producción frutícola, de hortalizas e incluso granos, para su comercialización en los
mercados y la feria de Cochabamba, aunque, también las pequeñas propiedades y sitios,
cultivaban maíz para la citada producción de chicha.
En lo que hace a la cuestión del tributo, que en realidad definía la situación de la fuerza
laboral empleada en la agricultura, anotábamos líneas atrás, que la abolición y
reposición del tributo entre 1825 y 1827, ilustraba la inviabilidad del Estado
Republicano para encontrar otras alternativas fiscales sustitutivas del régimen de
gabelas coloniales. Con posterioridad, el Estado Boliviano, abolió el tributo otras tantas
veces mas pero s6lo como enunciado formal, pues cada vez que quedaba abolido el
mismo, renacía de inmediato bajo modalidades o características aparentemente distintas
pero en sustancia similares, no llegándose a modificar hasta 1952, la esencia de la vieja
estructura social colonial que se nutria del tributo ahora republicano, razón por la cual,
la periódica revisita46 de la época hispánica se prolongó durante gran parte del siglo XIX
republicano47 Veamos algunos indicadores de recaudaci6n de tributos por regiones:
El Cuadro anterior nos permite establecer que hacia 1820 el aporte de tributo indígena
que correspondía a Cochabamba, alcanzaba apenas al 9,97% del tributo total
contabilizado para dicho año, siendo junto a Chuquisaca, la región que menos
contribuía a esta medida fiscal. Sin embargo, se debe hacer notar que en tanto
Cochabamba era una región densamente poblada, Chuquisaca abarcaba un territorio
abrupto con población poco densa. Este aporte de Cochabamba se incrementó al 11,86%
en 1821, para fluctuar y decaer hasta un 6,16% en 1825, para finalmente recuperar hacia
1827, el nivel alcanzado en 1820. En contraste, La Paz, Oruro y Potosí, aportaban con el
84,35% del tributo a inicios del periodo estudiado y mantuvieron esta situación con
pequeñas variaciones a lo largo del mismo. Sánchez Albornoz señala que en 1846, “los
aborígenes de1 Altiplano (departamentos de La Paz, Potosí y Oruro), pagaron hasta
46
Empadronamiento y reactualización del número de tributarios para la cobranza del tributo indigenal.
47
En el Cercado se practicaron revisitas a partir de 1844, se reiteraron en 1850, 1868, etc.(Tribunal
Nacional de Cuentas, ANB).
58
tres veces más tributo por cabeza que los habitantes de la misma estirpe en los Valles
de Cochabamba y Chuquisaca”48.
Por otro lado, desde la época colonial y con mayor fuerza en la Republica, la cuestión
de la supresión del tributo se vinculaba al reparto o distribución de las tierras
comunales, una vez que prevalecía el viejo principio hispano, de vincular tributo y
comunidad, pues si bien la imposición del gravamen era personal, ante el fisco, la
evasión de dicha responsabilidad no recaía en individuos, sino en la comunidad a la que
se hallaban adscritos. La evolución del sistema fiscal colonial que ocasiono la merma de
la fuerza laboral en los Valles de Cochabamba y otras regiones de la América Hispana,
determinó finalmente, que las Cortes de Cádiz, condicionarán la abolición del tributo al
reparto de los bienes comunales, aun cuando era la parcela familiar y no la comunal, el
objeto de la imposición tributaria. Este tipo de concepciones arraigadas en el cuerpo de
las leyes republicanas, determinó que no siempre la supresión del tributo fuera una
ventaja para los campesinos comunitarios. Así las disposiciones de diciembre de 1825,
mediante las cuales quedaban exceptuados los indios del pago del tributo, también
generó medidas tendientes a disponer la repartición de tierras de comunidad, una vez
que para el Estado, solo era valida la propiedad privada y no la comunitaria. En cambio
la ley del 20 de septiembre de 1826 que reponía el tributo, tuvo su natural
complementación en la disposici6n de abril de 1827, que declaró sin efecto la
repartición de las tierras de comunidad. O sea, que las disposiciones progresistas de
abolición del tributo, acompañado de la universalización del concepto de propiedad
privada, eran mucho más perjudiciales a los indígenas, que la reposición del tributo
acompañado del respeto a la propiedad comunal.
tierras de comunidad pertenecían al Estado, pues la inexistencia de títulos particulares hacía presumir este
extremo. Este circular fue elevado a rango de ley, sin derogar la ley de 1831, en 1843. Todo lo anterior
bajo el gobierno de José Ballivián. Linares defendi6 a los indígenas pero Melgarejo, por Ley del 20 marzo
de 1866 puso a la venta las tierras de comunidad, las disposiciones de este instrumento jurídico, en forma
falaz, declaraba “propietarios” de las tierras del Estado que ocupan, a los indígenas, para luego señalar
que cada propietario indígena debía obtener del gobierno el título de su propiedad “previo abono de una
cantidad” para lo cual se le concedía 60 días de término, pasados los cuales si “no recabare el expresado
titulo será privado del beneficio y el terreno será enajenado en publica subasta”. Según el Ministro
Lastra, por este método se subastaron 216 comunidades en el departamento de Mejillones (que
comprendía, entre otras, las provincias de Omasuyos, Pacajes, Ingavi, Sica Sica y Muñecas), 109 en La
Paz en la zona de los Yungas, 19 en Cochabamba en la provincia de Tapacarí, otras 15 en Tarata, etc.
Este decreto, fue el que desencadenó las rebeliones indígenas que provocaron el derrocamiento de
Melgarejo en 1871. El nuevo régimen, no tuvo otro remedio que reponer el tributo y eliminar las
anteriores disposiciones. Sin embargo, la Asamblea Nacional de octubre de 1874 aprobó la Ley
Desamortizadora o de Ex Vinculación, donde se especificaba que “ningún individuo o reunión de indios,
podrá tomar el nombre de comunidad o ayllu, ni apersonarse por estos ante ninguna autoridad”, en otras
palabras, se disponía la disolución de las comunidades y su miembros, una vez más, se convertían en
propietarios individuales de la tierra. (Sánchez Albornoz, 1978: 205 y siguientes).
51
Entre 1832 y 1865, un promedio del 41%, del presupuesto nacional, estaba sustentado por el tributo
indígena (Peñaloza, 1983).
52
En 1851 el numero de comunidades en Bolivia era de 3.210 y en 1950 de 3.642 (Grieshaber, obra
citada)
60
tanto en momentos de expansión del sistema hacendal, como en períodos de declinación
de las haciendas.
Según el propio Grieshaber la razón de este fenómeno, se expresaba en el decaimiento
de ciudades como Sucre, Potosí y Cochabamba, al lado de la expansión demográfica de
La Paz y Oruro, situación que no permitió una movilización real de los factores de
producción. Como resultado de esto, la agricultura se estancó, y este fenómeno provocó
entre los indígenas (agregados y forasteros), una tendencia de retorno a sus
comunidades de origen para mejorar sus condiciones de vida. Es decir, que el
estancamiento de la agricultura y su débil o inexistente articulaci6n a los mercados
externos, produjo el fortalecimiento de las comunidades. Pese a ello, el Estado
Boliviano no renuncio en ningún momento, a su proyecto de establecer una republica de
pequeños propietarios, compatible con el ideario liberal dominante. La hipótesis de
fortalecimiento de las comunidades con relación a las haciendas, se apoya en el
comportamiento demográfico de la poblaci6n indígena, distribuida entre haciendas y
comunidades, expuesta por Grieshaber (Ver Cuadro 10), donde se establece que, pese a
que la población indígena decreció en un 17% entre 1838 y 1877, los tributarios se
incrementan en un 26% en el seno de las comunidades, en tanto las haciendas perdieron
tributarios, lo que demostraría que las comunidades no solo sobrevivieron a las
adversidades a que les sometió el nuevo régimen republicano, sino que incluso se
fortalecieron numérica y socialmente.
Cercado - - (1) -
Cliza - - 722 722
Arque 115 167 2.469 2.751
Tapacarí 682 - 2.760 3.442
Mizque 162 - 616 778
Ayopaya 14 - 220 234
EI cuadro anterior establece un predominio de “forasteros sin tierra” tanto en los valles
como en las regiones de puna, en tanto en esta ultima zona se concentran “los
originarios con tierra” y en escaso numero “los originarios sin tierra”, de donde se
desprende que los tributarios en Cochabamba, eran mayoritariamente campesinos
desarraigados de sus comunidades de origen, situación que no se reproducía en otros en
departamentos. Por otro lado, en cuanto al ramo de la contribuci6n indigenal, veremos
que ésta se distribuye desigualmente entre altiplano, puna, valles, y llanos tal como
muestra el Cuadro Nº 12:
Departamentos 1938 1840 1841 1845 1846 1847 1855 1873 1882
La Paz 357.929 473.527 324.487 375.310 398.257 467.822 192.283 310.556 306.078
Potosí 197.057 197.073 204.729 220.407 220.997 221.824 232.455 120.320 177.145
Chuquisaca 39.061 38.497 54.700 42.183 37.079 44.169 42.264 28.440 10.357
Cochabamba 65.425 66.963 59.646 71.734 101.598 39.433 62.576 17.770 6.964
Oruro 95.249 95.317 91.565 108.776 101.866 83.486 113.410 71.040 85.781
Santa Cruz - - - - - - - - -
Tarija 4.973 4.973 5.424 5.068 4.521 6.260 5.418 1.075 -
Cobija - - - - - - - - -
Beni - - - - - 14.733 13.473 1.546 -
Fuente: Memoria presentada a los congresos y convenciones en los años señalados (Citado por Ovando
Sanz, 1985-Apéndice Nº1).
Esta singularidad no repetida en otras regiones del país 53, configuró el carácter único del
Cercado, con respecto a sus pobladores indígenas. Aquí, con mayor fuerza aun que en el
Valle Alto u otros sitios del Valle Central, el sistema de castas en que se apoyó el
régimen tributario colonial, a mediados del siglo pasado, ya casi era inexistente en
Cochabamba y sus suburbios54 donde comenzaron a proliferar un gran contingente de
artesanos, comerciantes de ferias, elaboradores de chicha y muko, arrieros, trabajadores
en servicios diversos y pequeños agricultores involucrados en diversas situaciones
laborales (piqueros, arrenderos, jornaleros, etc.), en muchos casos conformando
pequeñas unidades mercantiles simples, como se verá más adelante.
Como el propio Grieshaber señala, en el caso de Cochabamba, la incapacidad del
Estado para captar nuevos contingentes de tributarios, era manifiesta. En efecto es
revelador el hecho de que la población indígena departamental, declinó de 47.780
personas en 1838 a 29.780 en 1877. Esta contracci6n de la población aborigen en un
38% en el intervalo anotado, a un ritmo próximo al 1% anual, se atribuía a varios
factores como el creciente mestizaje y la acción de enfermedades endémicas que
diezman la población rural. Sin embargo, si bien las epidemias que azotaron los valles
en 1856 y 1878-79, cobraron centenares de victimas, a lo que se sumaban las continuas
crisis agrícolas regionales (sequías, plagas, carestía de alimentos, etc.), que fueron una
constante en gran parte del siglo XIX, consideramos que ello no es suficiente para
explicar esta contracción, sobre todo si se constata que otros grupos raciales no
experimentaron este fenómeno. La interpretación que arriesga el autor citado para
explicar este comportamiento demográfico, en base al supuesto deterioro del sistema
hacendal, que se expresaría en la perdida de colonos y el despoblamiento de los valles,
no parece suficientemente amparado por documentos y datos empíricos. Larson, por el
contrario señala algo, que puede aproximarse mas a la realidad de la Cochabamba del
siglo XIX: la contracción de la población indígena parece ser mas el resultado del
colapso del sistema de castas y barreras raciales en Cochabamba, es decir como ya
sugerimos, la incapacidad del Estado para captar nuevos contingentes de tributarios,
mantener la población tributaria existente y reforzar el sistema colonial de castas, en una
región donde el mestizaje siempre operó como una “válvula de escape” que permitía al
indio tributario adquirir carta de ciudadanía.
53
El escaso número de tributarios en Chuquisaca por ejemplo, se debía más a razones relacionadas con la
escasa tasa de crecimiento de su poblaci6n nativa.
54
Grieshaber señala que hacia 1683, se caracterizaba a Cochabamba como una “zona mestiza” donde
muchos indios evadían el tributo, atribuyéndose a sí mismos el calificativo de “cholos o mestizos”.
63
censo o revisita fue mermando, la población total de la región se incrementó
continuamente en el siglo XIX. Así, en la región Cochabamba, la población en 1788
bordeaba los 200.000 habitantes, en tanto en 1901, esta misma población alcanzaba a
los 328.163 habitantes (Ver Cuadro Nº 13):
En conclusión, podemos establecer que el Cercado con sus dos cantones, sus comarcas,
haciendas, fincas, sitios, huertos y campiñas, en el siglo XlX, fue un territorio muy
poblado y donde la movilidad y el cambio social fueron la estrategia de supervivencia
de los sectores populares. El bello paisaje valluno, con sus primorosos huertos, sus
exuberantes “maicas” y la bella campiña adornada con “casas-quinta” que
caracterizaban la circunscripción del Cercado que rodea a la ciudad, mostraba la
realidad de un ámbito que se hizo mas pródigo y laborioso, por la virtud y el concurso
de unos trabajadores, que habían logrado exitosamente evadir a las presiones tributarias
del Estado y se habían incorporado como fuerza de trabajo libre a una sociedad, todavía
tradicional pero socialmente permeable en sus estratos inferiores.
Uno de las prácticas económicas menos transformada con relación a la colonia, fue la
institución de las ferias, es decir, la comercialización de la producción agrícola de los
valles, mediante la participación campesina directa, a través de pequeños productores y
trabajadores libres en general. Esta práctica, estaba muy arraigada desde el siglo XVIII,
en que tomó un renovado impulso, pero seguramente, su antecedente se remonta a un
pasado mucho más remoto. Hacia fines de la Colonia y los primeros años republicanos,
ya existía una red de ferias semanales en los tres valles centrales, como hasta el
presente, donde se daban cita, durante determinados días de la semana, verdaderas
muchedumbres que se congregaban desde el amanecer, y donde compradores y
vendedores regateaban el precio de sus productos en ventas al detalle y al por mayor. En
estas ferias se comercializaban cereales, tubérculos, coca, bayetas, tocuyo, sebo, ají,
ganado, artículos de cuero, sal, azúcar, cacao, etc. La feria principal de la región, se
ubicada en la zona Sur de Cochabamba, y tenia lugar, como hasta hoy, los días
sábados55. Otras dos ferias adicionales, tenían lugar los domingos en Quillacollo y Cliza,
en tanto el valle bajo contaba con las ferias de Arque y Tapacari.
La feria de Cochabamba, al igual que las demás, era en realidad un gran mercado de
subsistencia, donde concurría una gran masa de pequeños productores agrícolas, que
comercializaba su modesta o mediana producción en forma semanal. Sin duda, salvo la
incursión en este mercado de propietarios latifundistas, se trataba de transacciones en
pequeña escala, de las cuales lamentablemente no se tienen registros. Sin embargo, dado
que estas ferias se encontraban en zonas densamente pobladas, se puede inferir que las
mismas eran predominantemente centros de intercambio y relacionamiento de ese
conglomerado de pequeños productores, con diversos agentes económicos. Es indudable
que dichos productores ofertantes y la multitud de mestizos demandantes de diversidad
55
La ampliación de la actividad ferial a los días miércoles, se produjo en algún momento de la primera
mitad del siglo XX, para asumir el carácter de feria permanente en las décadas de 1960-.70.
66
de insumos, habían logrado evadir el sistema tributario y habían consolidado su
presencia económica y espacial en el ámbito de dichas ferias.
La pujanza de estas actividades, fue una forma efectiva de ruptura del monopolio de la
comercialización de productos agrícolas, que detentaban las haciendas desde los
tiempos coloniales. Pese a los esfuerzos que periódicamente se desplegaban, solo en
forma cíclica, los latifundistas de Cochabamba lograron recuperar dicho monopolio a lo
largo del siglo XIX56. En realidad, la inexistencia de un monopolio efectivo sobre la
producción cerealera, sobre los molinos y la producción de harinas, chicha, muko, etc.,
no permitía un control eficiente del mercado ferial por parte de los sectores
oligárquicos, facilitando con ello, la persistencia de espacios, las propias ferias, donde la
sociedad tradicional no podrá imponer su control ideológico y su normatividad. Por
consiguiente, una y otra vez, fracasará su autoridad en todos los intentos de controlar y
reglamentar el comercio popular57.
Desde mediados del siglo XVIII, ferias, pequeños productores agrícolas y artesanos, se
encontraban íntimamente vinculados en los valles de Cochabamba, y particularmente en
el Cercado. Estos últimos, de quienes nos ocuparemos a continuación, conformaban,
juntamente con los campesinos parcelarios, el estrato social que impulsó la alternativa
económica que desarrollaron los sectores populares de la citada época. Como se
estableció, la provincia Cercado, ya en este periodo y con mayor nitidez en la primera
mitad del siglo XIX, además de ser un espacio agrícola intensamente explotado por la
calidad excepcional de sus tierras, cada vez se destaca más por su producción artesanal
y manufacturera diversificada, y en especial, por su producción de tocuyos, bayetas
sombreros y productos de cuero que, como se destaco oportunamente, permitieron
circunstancialmente, la apertura de mercados de consumo tan distantes como Buenos
Aires y Lima.
Estas apreciaciones nos proporcionan una idea del estado de las manufacturas en el
valle, y de los crecientes obstáculos con los que tropiezan, merced a la competencia
desigual entre la tecnología industrial inglesa en rápido proceso de mecanización, lo que
le permitía enormes progresos en la industria textil del algodón frente al viejo telar de
madera y a las técnicas españolas tradicionales heredadas de los árabes y que tenían
plena vigencia en Cochabamba58.
Pentland también hacía referencia a la manufactura del vidrio que igualmente ras de
calidad inferior y destinada al uso de la clase media y baja, consumo que había decaído
aun más, desde la apertura del comercio con Europa. También se refería a la industria
del jabón: “que ha tenido hasta ahora un comercio extensivo en todas las provincias del
Alto Perú; pero en los últimos años una cantidad considerable de jabón británico y
algo del norteamericano, ha sido importado hasta Arica y de allí, llevado a La. Paz,
Oruro y Potosí (Pentland, 1975: 101). Precisando más, el citado autor, señalaba que la
industria manufacturera de Bolivia no alcanzaba a los 300.000 dólares (60.000 libras
esterlinas), mencionando los siguientes datos:
Los anteriores datos, revelan que las apreciaciones de Pentland respecto al rápido
retroceso de algunos rubros de la industria artesanal cochabambina como el de los
derivados del algodón, no se cumplieron en los términos deseados por el comercio
ingles. Todavía el volumen de telares de algodón, concentrados sobre todo en el
Cercado y Tarata, eran los más importantes del país.
59
Como se analizara mas adelante, parece ser que un gran numero de chicherías en el Cercado y la
ciudad, registradas en las patentes municipales de fines del siglo XIX, estaban vinculadas con el circuito
señalado.
70
exportó trigo y maíz por el valor de 34.200 pesos; jabón y tabaco (procedente de Moxos
o Santa Cruz y reexportado) por el valor de 19.000 pesos y otros, (producción artesanal
de menor volumen) por el valor de 4:000 pesos, sumando todo ello la modesta suma de
57.200 pesos; en tanto las importaciones de mercaderías de ultramar y productos
diversos del Perú, suman 426.000 pesos (Dalence, 1975: 255 y 274).
Oficios Alumnado
Zapateros 114
Sastres 65
Carpinteros 26
Sombrereros 13
Herreros 13
Talabarteros 9
Pintores 5
Domésticos 4
Agricultores 2
Albañiles 2
Tipógrafos 1
Coheteros 1
Cigarreros 1
Hojalateros 1
Comerciantes 1
Armeros 1
Chocolateros 1
Plateros 1
TOTAL 261
Fuente: EI 14 de Septiembre N°115 de 5/03/ 1885
72
La citada Escuela tenía por objetivo mejorar la técnica de la mano de obra artesana. A
ella concurrían artesanos en ejercicio, que deseaban acceder a una instrucción técnica y
de conocimientos generales más apropiada. Por esta razón los resultados que expresa el
cuadro anterior, pueden asumirse como una proyección de los oficios dominantes en ese
momento en la ciudad. En este sentido, los zapateros representaban el 43.68% del total
del alumnado y expresaban la preferencia que tenía esta actividad en la ciudad, seguida
a mayor distancia, por sastres y carpinteros. Cobraban luego alguna significación, los
sombrereros, los herreros y talabarteros; en tanto otros oficios tenían una escasa
participación. Obviamente lo anterior no sugiere que el mercado artesanal tuviera esas
características en cuanto a oportunidades y demanda de empleo para uno u otro oficio,
sin embargo esta representación numérica de alumnos por oficio, debió responder en
cierta forma a la expectativa comercial que cada oficio ofrecía.
Otra industria que merecía la atención del Cónsul Zamudio era la de los cueros de res,
concretamente la talabartería y, en especial, el ramo de la zapatería. Al respecto anotaba
que en Cochabamba existían entre ocho y diez “maestranzas” principales en las que se
fabricaban “zapatos de munición”, además de talleres menores que existían en gran
cantidad, tanto en la propia ciudad como en las zonas rurales aledañas. En todos estos
talleres, también se fabricaban calzados finos y talabartería muy apreciada por su
calidad y acabado. Las estimaciones del cónsul respecto a esta industria, eran los
siguientes:
61
La producci6n departamental de maíz estimada por Zamudio para 1878, era de 150.000 fanegas, de las
cuales, según esta fuente, unas 81.000 fanegas eran consumidas en la elaboración de chicha, es decir, que
esta industria consumía un 54% de la producción departamental del cereal en el citado año.
73
su producción a los pobladores de la primera clase social. y que generalmente emplean
la suela cruceña y el becerro o charol extranjero”.
Sin embargo, el citado cronista, también reconocía que “ha perdido Cochabamba
desde hace 20 anos muchas de sus preciosas industrias, sin excluir la fabril, merced a
la competencia de1 extranjero y a la falta de caminos y de apoyo, que nunca 1e
prodigaron los poderes públicos, más negligentes que previsores hacia este suelo”. (El
Heraldo nº 1503, 25/07 1889). En cuanto a la composici6n de los gremios, L.F. Guzmán
informa lo siguiente, en relación a la ciudad: (Ver Cuadro 19):
Gremios y oficios Nº de
artesanos
Carpinteros 250
Herreros 83
Plateros 30
Peleteros 11
Pollereros y sastres 576
Sombrereros 185
Zapateros 751
Talabarteros 174
Matarifes 113
Bordadores 179
Costureras 2.223
Hilanderas 213
Encajeras 396
Tejedoras 59
Cigarreras 106
Chocolateras 27
Fuente: Guzmán, 1889
Este ultimo cuadro, y también los anteriores, revelan que tanto a nivel departamental
como urbano, los oficios más importantes eran los de los zapateros y los trabajadores
que confeccionaban ropa (sastres, costureras, pollereros, sombrereros, encajeras,
tejedoras y bordadoras), ocupando un segundo nivel de importancia los ramos
mecánicos, la talabartería, la joyería y la elaboración de cigarros. Es de hacer notar que
un volumen apreciable de la materia prima para la industria del cuero era suministrado
localmente, sin embargo las piezas mas finas se elaboraban con cueros provenientes de
Beni y Santa Cruz. En cuanto a las confecciones, solo una fracción de tejidos e hilados
74
era producida localmente, en cambio las telas de algodón, los casimires, bayetas, hilos,
etc., eran importados, en muchos casos de Europa y EE.UU.
Un análisis sobre las actividades industriales y artesanales que revelan las patentes
municipales de las dos últimas décadas del siglo XIX, arroja el siguiente resultado:
Fábricas, talleres, 1881 1882 1883 1884 1889 1890 1891 1894 1896 1898
locales artesanales(1)
Destilación 10 13 12 16 8 6 4 2 - -
Curtiduría 46 12 15 25 26 44 21 25 23 29
Panaderías 27 18 24 26 23 24 20 22 18 22
Joyerías 1 4 4 4 4 3 2 3 2 2
Imprentas 3 6 8 8 5 5 5 4 5 5
Fabrica de Cerveza - - - - - - - - 1 1
Fabrica de cigarrillos - - - - - - - - 17 6
Fuente: patentes municipales de los años señalados
(1) No se toman en cuenta las chicherías por no ser posible distinguir entre elaboradores y
comercializadores.
Los rubros que consideran los patentes municipales no son exhaustivos del conjunto de
actividades comerciales o productivas que se desarrollaban en la ciudad, sino apenas,
son representativas de una fracción de ellas, es decir, de aquellos establecimientos o
negocios que por el volumen de su capital de giro o productivo, estaban obligados a
abonar los citados gravámenes. Por esta razón, en estas estadísticas no aparecen los
pequeños talleres de zapatería, sastrería, costura, tejidos, bordados, etc. En todo, caso
los establecimientos y talleres artesanales más importantes en la ciudad hacia, fines del
siglo pasado, correspondían a las curtidurías y panaderías. En cierto momento, también
tienen una cierta presencia las destilerías, que decrecen a partir de 1890 y dejan de
figurar en las patentes municipales a partir de 1896, aunque es probable que
permanecieran en actividad pequeñas plantas de destilación. La industria apenas aparece
en estos registros, a partir del citado año de 1896, con la Cervecería Taquiña y pequeños
establecimientos de fabricación de cigarrillos. Otras actividades como las imprentas y
las joyerías eran más estables pero menos significativas.
En fin, las fluctuaciones que se observan en las cifras del Cuadro 20, no necesariamente
revelaban contracciones o expansiones de la actividad económica, sino, apenas
diferentes criterios en la aplicación de la patente, lo que provocaba dichas variaciones.
En las áreas rurales la categoría de “hilandera” que era numéricamente mayoritaria entre
la población femenina, hacía referencia a la actividad cotidiana de la mujer campesina
produciendo pequeñas cantidades de tejidos para su autoconsumo. En las áreas urbanas
su equivalente era “la costurera” también presente en gran número, en referencia a la ama
de casa que hace confecciones de ropa en pequeña escala para las necesidades del hogar.
Este sesgo explica la no inclusión de estas actividades en el presente cuadro, por tratarse
eminentemente de una producción no comercial. En cambio, las hilanderas en la ciudad,
eran artesanas que orientaban su producción al mercado.
Los datos del cuadro anterior, revelan por una parte, que “lo urbano” es aun una frontera
débil frente a la inmensidad del mundo rural, tal como lo revela la creciente presencia de
agricultores en el interior del radio urbano, donde efectivamente, aun a pocas cuadras de
la plaza de armas, subsistían numerosos huertos, quintas .y tierras laborables. Por otro
lado, es indudable que la expansión de la actividad de la construcción urbana alentó el
crecimiento artesanal de este rubro (albañiles y carpinteros), en: tanto otros artesanos
como los curtidores, tendieron a desaparecer, no obstante que la industria del cuero,
especialmente la de los calzados se encontraba en plena expansión. Un otro sector
significativo, una vez más, era el de los sastres, cuyo número parece excesivo, un sastre
por cada 35 personas o 7 familias aproximadamente en 1880, e igual relación en 1886;
para pasar a 50 personas o 10 familias por cada sastre en 1900; lo que hace suponer que
hacia fines de siglo un volumen mayoritario de la población, dependía para la confección
de su vestimenta de procedimientos artesanales, aunque sin duda, con géneros importados
en una mayoría de casos. Este aspecto, es todavía más marcado en el caso de las amas de
casa que se dedicaban a la confecci6n de ropa casera para el autoconsumo: Otro sector en
ascenso era el de la elaboración de chicha, que indudablemente comenzó a tener gran
importancia en la ciudad y el Cercado, como anotaremos más adelante. Otros rubros de
exportación importantes en otras épocas, como la fabricación de sombreros, se encontraba
relativamente estancada, sufriendo fluctuaciones expansivas y depresivas. Finalmente la
arriería mostraba signos de estancamiento, aunque es indudable que este indicador no
representa la realidad del Cercado y menos del Departamento.
Comparando estos datos con los del cuadro anterior, podemos establecer que algunas
ocupaciones como la de los curtidores, herreros, bordadores, incluso sastres y zapateros
eran preferentemente urbanas, en tanto otras poco significativas en la ciudad, como los
arrieros e hilanderas, predominan en el área rural. Estas ultimas como ya se llamó la
atención, configuran uno de los componentes de la pequeña unidad productiva familiar
campesina, complementada por el agricultor, y definiendo la preeminencia de
actividades de subsistencia dentro de los términos de la economía mercantil simple, que
reinaba sin rivales, más allá de los extramuros urbanos. La presencia de este tipo de
unidades resultaba dominante en el Cercado y sin duda en el resto del Departamento.
Los otros rubros de importancia eran: la chicha, la sombrerería y la albañilería.
En este sentido, una primera conclusión debiera rescatar la relación entre artesanía,
pequeña producción agrícola y feria, relación que se ubicaba en el centro de la
alternativa de supervivencia de los sectores populares, aun cuando dicha alternativa, al
organizar una esfera de consumo para los estratos de bajos ingresos, no sólo abarataba
su reproducción como fuerza de trabajo, sino que comenzaba a marcar una característica
77
que favorecería a la acumulación capitalista, rasgo que no dejara de estar presente a
través de todo el proceso histórico de constitución y reproducción de este sistema.
Una ultima conclusión más especifica, en lo que respecta al ámbito urbano, se refiere a
que tanto en la ciudad como en el Cercado, la esfera de la producción, salvo escasos
enclaves de modestas empresas capitalistas atrasadas o de escasas haciendas, estaba en
manos de pequeños agricultores y artesanos provistos de modestos talleres o vendiendo
su fuerza de trabajo especializada en los ramos de la construcción, la metalmecánica y
los servicios dirigidos a la reproducción social de la población en las zonas urbana; en
contraposición con el bloque dominante de grandes comerciantes, banqueros, burocracia
estatal de alta jerarquía, que controlaba el aparato financiero local, los sistemas de
intercambio articulados al sector hacendal y minero, las importaciones y parte de las
exportaciones, es decir, básicamente la esfera de la circulación de bienes de capital y
consumo industrial. Desde este punto de vista, el espacio que se consolidó como urbano
y que retocaba su estructura colonial con tímidos ropajes neoclásicos y eclécticos, no
era otro que aquél que imprimía rígidamente su sello clasista, señorial y oligárquico al
conjunto urbano, y donde todavía en la primera mitad del siglo XX, prevalecían las
prácticas coloniales de segregación de castas y etnias. Obviamente, este no era el
espacio donde se producía la riqueza, sino donde se la acumulaba y se la dilapidaba.
Los cambios y sacudones que sufrió la región: primero con la perdida del fastuoso
mercado potosino, luego con el peso del tributo y las reparticiones, que dieron paso a la
ampliación del fenómeno del mestizaje como una forma de resistencia a estas
exacciones coloniales, además, con las rebeliones indígenas de 1780, el deterioro de la
economía artesanal a fines del siglo XVIII, la Guerra de la Independencia, las renovadas
cargas tributarias republicanas y la persistente crisis de mercado del siglo XIX; no
parecieron alterar la apacible existencia de la ciudad. Es más, los efectos económicos y
sociales de estos hechos, que hoy podrían parecernos como verdaderas crisis de gran
impacto, y que obviamente ocasionarían procesos migratorios, alteraciones en la
estructura laboral, quebrantos y sacrificios en la población; curiosamente no
repercutieron de forma significativa en el ámbito urbano.
Es verdad que si la zona Sur de la ciudad, ya desde la colonia, fue el sitio propicio de
artesanos y mercachifles, ahora presentaba mayor actividad y movimiento, incluso tal
vez mas población, pero parece ser que esta ebullición no se consolidaba en la ciudad
propiamente, sino que respondía a movimientos pendulares de productores y
comerciantes que en gran numero se desplazaban de una feria a otra; o simplemente era
menos significativa de lo que retrospectivamente le atribuimos.
burguesa poseen una idea muy incompleta del castellano (...) Nada iguala la pasión del pueblo por la
chicha es un verdadero furor. Los indios y los mestizos no se contentan con consumirla continuamente,
con beberla en la comida o para refrescarse, buscan también todas las ocasiones posibles en las fiestas
religiosas, para reunirse y beber día y noche, a menudo durante varios días”.
80
La descripci6n que hacía de la ciudad Luís Felipe Guzmán en 1889, confirmaba esta
impresión, la misma que nos permitimos citarla en extenso:
Esta detallada descripción de la ciudad, muestra que en lo esencial, el paisaje urbano del
tiempo de Viedma permanecía intacto en la Republica, solo se había sustituido el
antiguo Cabildo por un “palacio de bello aspecto” que contenía el aparato político,
administrativo, jurídico, municipal y represivo del nuevo Estado. Se habían
incrementado las casas de dos plantas en ha zona central; se habían añadido plazas y
81
paseos, de los cuales los mas representativos eran la Plaza Colon y la Alameda. Algunos
edificios religiosos habían dado paso a equipamientos urbanos, y por lo menos en el
caso del Teatro Acha, la remodelación y adaptación del antiguo templo de San Agustín,
había pretendido mostrar la magnificencia del gusto republicano, y plasmar un espacio
adecuado donde la nobleza criolla pudiera desplegar sus galas. La Plaza de Armas
también había recibido un ropaje renovado de gusto neoclásico con un obelisco que
simboliza los valores cívicos y libertarios que la sociedad oligárquica se permitía. No
obstante, estas innovaciones eran superficiales, y en lo esencial, el escenario urbano que
organizó la villa colonial, se mantenía sin mayores variantes. Un análisis del Plano 3
nos muestra que el lento crecimiento de la ciudad, había tenido lugar, prosiguiendo con
los lineamientos sugeridos por el modelo urbano colonial.
Contrariamente a todo lo que se puede pensar, o lo que se puede haber afirmado a este
respecto, la realidad urbana resultante estaba lejos de ser armónica y presentar un
cuadro homogéneo. Lo heterogéneo y contradictorio se encarnaba constantemente en el
lento ritmo de su evolución. Si la ciudad colonial revelaba una estructura legible que
traducía la concepción espacial sobre la que se desplegaba una sociedad férreamente
organizada a partir del principio social de castas; la ciudad republicana al hacer suya
esta concepción ideológico-simbólica del espacio, no reproducía en su clase dominante
criolla, la hegemonía que su antecesora ibérica ejerció sobre el conjunto de la sociedad
colonial; sino solo los rasgos heredados de su decadencia, que se proyectaban en nuevas
contradicciones: las nuevas fuerzas sociales que dominaban este escenario urbano, no
sólo renunciaron a los ideales libertarios que encarnaron las montoneras vallunas en
Aroma, o las heroicas mujeres en la Coronilla; sino que construyeron a partir de esta
renuncia, por lo menos formalmente, los mecanismos del vasallaje y la opresión
colonial, sobre cuya base trataron de fundar su propia hegemonía. Sin embargo, este
proyecto señorial no podía ser completado, pues se hacían presentes otras fuerzas
sociales que pacifica o violentamente resistirán y desarrollarán otras alternativas viables
que imprimirán características propias a la región y a la ciudad.
Como señalamos inicialmente, las escenas urbanas que describen Viedma a fines del
siglo XVIII, D'Orbigny hacia 1830, Luís Felipe Guzmán en 1889 y Federico Blanco a
fines del siglo XIX, no son diferentes en lo sustancial, y si bien, el paisaje descrito, es
decir, la ubicación de sus componentes: plazas, templos, edificios públicos, etc.,
permiten vislumbrar la estructura de la ciudad colonial, donde apenas en la zona central
predominan las “casas de altos”63 en las que débilmente se insinúan los tímidos atisbos
del liberalismo económico que en todo un siglo, apenas logró consolidar un modesto
centro comercial y bancario, sitiado por multitud de chicherías y despojado de la
bullente actividad que pudiera nutrir su consistencia, contrariamente a lo que sucedía
con la actividad ferial en los barrios de San Antonio, la Curtiduría, Caracota y San
Sebastián, donde los sectores populares, a su modo expresaban y organizan “su
espacio”, también prosiguiendo una tradición no doblegada por el régimen colonial.
Dicho centro comercial, conservaba su escala y su unidad morfológica, es decir que mas
allá de la calidad del detalle prevalecía una homogeneidad formal agradable y modesta,
que en el decir de Wolgang Schoop (1981) era el símbolo del “neoclásico
cochabambino”, licencia que se permitían los patricios de Cochabamba, al añadir a sus
63
Casas de dos plantas, dentro del modelo descrito en el capitulo anterior y cuyas plantas bajas,
lentamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX incorporan actividades comerciales .
83
venerables casonas modernas cornisas, almohadillados, trazos ojivales, decoraciones
coloridas en la parte inferior de los aleros, etc, en tanto, la aristocrática Sucre se
afrancesaba y La Paz transformaba su centro, no solo con distintos emplastes eclécticos
y neoclásico, muy al gusto de los nuevos tiempos, sino con atrevidos despliegues
urbanos, incluidas masivas demoliciones, para dotarse de una alameda y unos ejes viales
de gusto parisino, salvando naturalmente las distancias y diferencias.
Sin embargo, este ámbito urbano no llegó a recrear, tan siquiera una burda imitación de
la aristocracia hispana o europea, que intentó practicar la sociedad charqueña en plena
república, y menos imitar el vigoroso empuje en dirección al progreso, que imprimieron
los audaces mestizos mineros y comerciantes, al promover el desarrollo urbano de La
Paz. La ciudad de Cochabamba no poseía un espacio equivalente a la afrancesada plaza
de armas de Sucre o a la no menos francesa alameda chuquisaqueña, o incluso un
equivalente al paseo del Prado de La Paz, donde las clases dominantes no solo exhibían
sus galas, sino concebían y materializaban su modelo de ciudad republicana, lejos ya del
pulso colonial64
64
Una crónica de mediados del siglo XIX nos muestra a la señorial Plaza de Armas convertida en
escenario de fiesta popular: "Estábamos en la Plaza Mayor, que contenía un numero de mas de 12.00
almas .. El terreno estaba preparado por los ágiles movimientos del cuerpo. Las galerías y balcones
brillaban con la gala y el ornato de aquellas hermosas damas (...) Este era cada vez mas y un estruendo
declara la salida de la fiera lujosamente adornada. Las gentes se precipitan unas sobre otras, los gritos y
la algazara se elevan y esparcen por los aires, y en medio de este ruidoso espectáculo, el furioso animal
después de dar una vuelta la plaza ocupa el centro (...) Acá un esforzado adorador de Baco le desafía a
gritos y el toro sacude la cabeza y prepara las armas, da un salto espantoso y hace huir al intrépido
lidiador"... (El Orden, No 54, 03/06/1854 ).
84
plazas coloniales de Oruro y de la extinta Charcas, reproduciendo en el nivel inferior de
las citadas fachadas, un ritmo unitario de arcadas sobre columnas dóricas y jónicas, en
tanto el cuerpo superior de las edificaciones se remataba con frontones y áticos. El
espacio resultante “es una clara remembranza de 1a arquitectura colonial y la prueba
de la persistencia de dos estilos: barroco y neoclásico” (Mesa-Gisbert, 1978:153).
Lo que hicieron los patricios notables, fue reforzar su jerarquía para remarcar su sentido
de “asiento del poder”, ahora republicano. Sin embargo lo notable de esta obra fue que
la solución adoptada, que realza el valor arquitectónico de su contorno no respondía a
una concepción acabada y ejecutada en corto tiempo. En realidad la ejecución de las
primeras galerías se inició durante el gobierno del Gral. José Ballivián con la
construcción de la Casa de Gobierno o Prefectura, completándose con arcadas en casi
toda la acera Norte o principal; solución que pareció inspirar luego el tratamiento que se
dio a las aceras restantes, de acuerdo a lo dispuesto en 1838. Sin embargo la ejecución
de las galerías, fue muy lenta y se vio continuamente dificultada por la oposición de
muchos propietarios. Ello oblig6 a la Ordenanza de 17 de diciembre de 1863, que
disponía que “todos los propietarios de las casas en la plaza principal construirán
galerías en el término de 2 años, so pena de ser vendidas, para que el rematador haga
la construcci6n”. Tal disposición draconiana permitió completar los frentes Norte, Este
y Oeste, quedando todavía durante mucho tiempo sin resolverse el amplio frente de la
Catedral, una vez que el Cabildo Eclesiástico se declaro incapacitado para ejecutar las
galerías restantes, por lo cual se tuvo que acudir al poder central y al Congreso para
financiar la obra, por lo que solo recién, a fines de la década de 1860 se completaron las
galerías y arcos, tal como existen actualmente. (El Imparcial No. 1809, 20/07/1937).
Originalmente el paseo estaba conformado por: “cinco espaciosas calles que la forman,
separadas por hileras de hermosos sauces y rosales”. El conjunto remataba en una
imponente portada, construida en base a piedra y cal. Esta portada se ubicaba en el
sector Norte de la plaza Colón, conformando una especie de “arco de triunfo” de acceso
a la Alameda, que fue demolida a fines de la década de 1880 porque se temía su
65
Por encargo de Napoleón III, Haussamann emprende a partir de 1848 la reformulación del plano de
París, proyectando grandes paseos y avenidas en reemplazo las estrechas callejuelas en las que los
insurrectos de las jornadas de 1830 y 1848 (la Comuna de París) levantaron barricadas que muy
difícilmente fueron reducidas. Los amplios espacios proyectados permitirían las cargas de caballería y
mejorarían la eficacia de la fusilería Estas razones militares inauguraron el moderno urbanismo y muchas
ciudades latinoamericanas, adoptaron estas ideas, incluso la ciudad de Sucre
85
desplome. Este espacio pronto fue el lugar preferido de los paseos y el lucimiento de las
galas de lo más granado de la sociedad cochabambina; sin embargo, esta no fue capaz
de reforzar la calidad urbana de este sitio, reproduciendo un ámbito que, por su
esmerada conservación, por la dotación de una adecuada infraestructura, por la
singularidad y belleza de su arquitectura, se constituyera efectivamente en el espacio-
símbolo de la oligarquía terrateniente valluna. Por el contrario, muy pronto sus vías
perimetrales no pavimentadas, alternativamente se convirtieron en lagunas fangosas o
focos de polución, y el paseo mismo se cubría de malezas y desperdicios, sobre 1os que
la prensa de la época reclamaba con poca eficacia66.
Esta obra está construida de cal y piedra, entreverada con ladrillo, tiene la
extensi8n de 112 varas de largo, 10 y 1/2 de alto y 1 y 1/3 de grueso; contiene
tres arcos mayores y seis menores, sus extremos ocupados por dos torrecillas
que tienen su escalera especial y que dan salida a la cumbre. La fachada está
ornamentada con medias columnas gemelas intercaladas en su macizo,
ocupando e1 resto una porción de figuras de escultura en yeso, mientras tanto
que su respaldo carece de todo ornato y aseo. (El Heraldo nº 883, 14/03/1885).
67
Ordenanza Municipal de 10 de diciembre de 1863. Esta disposición señalaba en su Art. 1. "Se abrirá
en el centro de Cala Cala y punto llamado el Estanco una plazuela cuya área tenga mas o menos la
extensi6n de 2/8 de fanegada, vulgarmente llamados viches" .Según una cr6nica del Gral. Acha este dio
orden a dos cuerpos de ingenieros y al Escuadr6n de Rifleros a proceder con la demolición de chozas y la
tala de árboles comprendidos en el límite trazado. (El Heraldo, nº 1114, 08/11/1913).
87
vida a las magnificas plantaciones de calles concéntricas de árboles
uniformemente alineados y de talla colosal (El Heraldo nº 1320, 26/04/1888).
La necesidad de ese traslado, quedaba resumido por Federico Jiménez, ex Presidente del
Concejo Municipal de 1887, en términos de que:
Las anteriores ideas demuestran indirectamente las nociones de desarrollo urbano que
primaban en aquel tiempo, donde la idea de ciudad arborizada y matizada por espacios
verdes, como se ve, en Cochabamba no fue una propuesta del siglo XX, y
contrariamente a lo que se piensa, las ideas de desarrollo urbano expresaban ideales bien
definidos. Uno de ellos, el que vimos: reproducir una plaza equivalente a la 14 de
Septiembre en la campiña de Cala Cala; sugerencia que de plasmarse, dando
continuidad al eje de la Alameda en dirección Norte, hubiera generado un desarrollo
urbano muy distinto al actual.
Otra Ordenanza Municipal, de 6 de mayo de 1895, suscrita por el Dr. Julio Rodríguez,
Presidente del Concejo, se ocupaba por primera vez de problemas de trafico urbano y
disponía: la prohibición de ingreso a la plaza principal y a circular por las calles
principales próximas "a los carros de 40 o más animales de tiro, cuya capacidad para
e1 transporte de cargas pasa de 16 quintales". Permitiéndose el acceso de este tipo de
transporte sólo hasta la plaza Colon y los barrios de Las Cuadras, Caracota, San
Antonio, San Sebastián, Matadero y Calle de las Carreras. Igualmente disponía que las
diligencias a provincias o interdepartamentales partieran de sus estaciones respectivas, y
que estas no podían establecerse sino a tres o mas cuadras de la Plaza 14 de Septiembre;
finalmente ordenaba que las recuas de carga solo podrían detenerse en las calles lo
estrictamente lo necesario para su descargue. (Digesto de Ordenanzas... Vol. 2).
68
Un antecedente de estas disposiciones constituye la Ordenanza de 27 de diciembre de 1886, que
destacaba que “la estrechez de las calles públicas es un defecto de construcción de esta ciudad y un
grave inconveniente para el trafico”. Disponía que todo propietario para edificar debía pedir la inspección
de la comisión municipal de policía para evitar avances sobre la vía publica, prohibir edificaciones que
obstaculicen la prolongaci6n de calles existentes y que las calles en áreas suburbanas debían tener un
ancho de 16.00 metros. (Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos Municipales - Recopilados por
A. Soruco, 1899, Vol 1).
69
Las atribuciones de este Ingeniero Municipal eran: a) levantar todos los presupuestos y planos que acuerde el Concejo b) Dirigir
personalmente las obras municipales)s, c) Vigilar a sus subordinados, d) Cuidar de la conservaci6n de útiles y herramientas de
propiedad municipal, e) Distribuir el trabajo según ordenes del Comisionado de Obras Publicas.
89
disponiéndose además, que las nuevas construcciones en ese mismo perímetro,
rematarán sus fachadas con "cornisas o en su defecto llevarán aleros entablados".
Otra disposición del H. Concejo Municipal de enero de 1896, suscrita por un pionero
del desarrollo urbano, don Ramón Rivero, al referirse a las irregularidades y estrechez
de las calles coloniales, ponía en evidencia las ideas de que sobre urbanismo tenían los
ciudadanos de aquel tiempo: “El ideal es enderezar todas Las calles, pero en la
imposibilidad de rectificarlas por completo, se debe aspirar a hacerlo lo más que sea
posible, bajo este principio se deben determinar los ejes, cuidando de que la alineación
de los edificios guarden un completo paralelismo a dichos ejes”. A partir de estos
criterios prácticos, se disponía por primera vez de un Plan de Regularización de Vías. Al
respecto se anotaba: “Existen calles muy estrechas y no es posible darles el derecho de
Ordenanza. Si estas se hallan fuera del Plan, tal como la calle del Diablo y otras,
deben ser cerradas o suprimidas; pero las que se hallan sometidas a regularidad
formando cuadras, deberán ser ensanchadas a1 ancho reglamentario no de una vez
sino poco a poco, conforme se operen construcciones en e1las". En suma el citado Plan
disponía (Ver plano 3):
De lo anterior podemos inferir, que pese a ser la zona Sudoeste la mas poblada, su ritmo
de crecimiento demográfico era el más bajo con respecto a otras zonas. Este fenómeno
resulta curioso y contradictorio, si se comprende que en esta zona se desarrollaba el
comercio ferial y el de la chicha, así como la actividad artesanal en términos mas
significativos que en otras zonas, razón por la cual debió ser el ámbito natural de
atracción de la población suburbana y rural. Sin embargo, lo anterior nos hace pensar
que el desarrollo de estas actividades en el siglo XIX, no implicaban desplazamientos de
residencia, y sí de mercaderías y agentes de distribución e intercambio, en términos de
“poblaci6n flotante” que se desplazaba de los sitios de producción a los de consumo en
forma regular, motivo por el cual, era normal que los caminos de acceso a la ciudad,
desde el valle de Sacaba, el Valle Alto y Quillacollo, se encontraran congestionados los
días de “cancha”. Por otra parte esta era una zona de construcción precaria poco
propicia a la densificación, donde existía “una considerable cantidad de propiedades de
artesanos que solo tienen una tienda y un corredor y muchas veces una tienda
completamente sola”. (Soruco A, 1880: 12).
Por el contrario la zona de mayor expansión demográfica era la Noreste, donde las
condiciones constructivas y de capacidad de alojamiento eran mucho mejores, y donde
además, las condiciones para edificar nuevas viviendas era mas factibles que en otras
zonas, dado el desahogo económico de sus habitantes, y lo que es mas importante, la
mayor facilidad de provisión de agua, que hacía que esta zona y la Noroeste, sufrieran
menos penurias que las zonas del Sur71.
Observando los documentos censales a los que recurrimos, por ultimo, se puede
constatar que las manzanas más densas (con un promedio mayor a 200 habitantes/Ha) y
que duplicaban la densidad media urbana para 1880, se situaban en las inmediaciones de
la Plaza de Armas e incluso sobre sus aceras Este y Oeste (Ver plano 4). En 1886 estas
manzanas mantuvieron e incluso incrementaron su densidad, a ellas se incorporaron las
situadas en la acera Oeste, además de la segunda cuadra del Prado, que por su extensión
pasaba a albergar a mas de 300 habitantes, sobrepasando con mas del doble la media
urbana de dicho año, además de otras en la zona Sudeste, en Caracota y sus vecindades.
No se tiene la información de este proceso hacia 1900, pero sin duda esta tendencia
71
La Plaza Colón además de muchas “tomas" y "ojos de agua” de particulares, poseía una pila pública
bien provista que permitía que esta zona estuviera aceptablemente servida en contraste con las piletas de
San Antonio y San Sebastián, casi permanentemente secas
92
prosiguió en tomo a la Plaza 14 de Septiembre, la Curtiduría, Caracota, la plaza Colón y
el Prado. Se puede concluir, señalando que este proceso de densificación no era
homogéneo, aunque tendencialmente, privilegiaba más la zona Oeste de la ciudad,
donde la tasa de densidad del cuartel Sudoeste expresaba la concentración de población
vinculada a la actividad artesanal que se desarrolla en la Curtiduría, en torno a la Plaza
Osorio y adyacentes; en tanto contrariamente, el cuartel Noroeste se densificaba por no
poder expandirse en base a la urbanización de los huertos que lo limitaban,
probablemente porque el valor agrícola de los mismos, sobrepasaba en expectativa, la
alternativa de la expansión urbana. De todas maneras, aquí estamos frente a un caso de
densificación residencial de sectores no vinculados directamente a actividades
productivas, pero si al aparato comercial y administrativo urbano, y en menor medida a
los huertos próximos ocupados por casas-quinta aisladas, donde gustaban fijar
residencia las familias de los terratenientes vallunos.
Promedio
Número de Número de número de Incremento
Años manzanas casas casas por anual de Fuentes consultadas
mnanzana casas
1812 80 - - - Guzmán, 1972
1830 90 - - - Censo 1830, ANB
1879 142 1.616 11,38 - El Heraldo
1880 142 1.663 11,71 47,0 Censo de 1880
1882 142 1.681 11.83 9,0 Inscripción catastral
1886 142 1.787 12,58 26,5 Soruco (obra citada)
1900 142 1.956 13,77 12,0 Guzmán: 1972
1908 142 2.080 14,64 15,5 El Heraldo
Fuente: Solares, 1985b.
El cuadro anterior, muestra dos facetas de la estructura urbana analizada: por una parte,
la realidad de una pequeña aldea en la primera década del siglo XIX que experimenta un
crecimiento, que dentro de la lenta dinámica de ese tiempo, puede calificarse de
significativa y que perdura hasta la segunda mitad de la década de 1870. En este
intervalo la dinámica del proceso urbano agrega a la ciudad 62 manzanas nuevas al
imperceptible ritmo de una manzana anual por término medio. Sin embargo, dicho ritmo
se agota y la ciudad permanece con 142 manzanas por lo menos hasta 1909 en que fue
ampliado el radio urbano. Es decir que la ciudad no incrementa a su tejido ni una
manzana en algo más de tres décadas.
Sin embargo, por lo que observaremos a continuación, resulta muy simplista la visión
de una masa edificada más densa en la zona central, que gradualmente se dispersa y
fusiona con el paisaje rural a medida que ese centro queda más alejado. (Ver Cuadro Nº
25).
El cuadro anterior, nos permite visualizar algunos aspectos de importancia que las
relaciones numéricas más generales no permiten establecer: por una parte que un
39.43% de las 142 manzanas en 1880, estaban ocupadas por un promedio de 15
viviendas por manzana, las que comprendían el 51,1% del total de viviendas censadas
dicho año. Por otra parte el 9,5% de las manzanas contenían el 20,8% del total de
viviendas con un promedio de 24.2 viviendas por manzana, finalmente 72 manzanas
(50,% del total) presentaban un promedio de 6,5 viviendas por manzana. En 1886 las
72
Es muy improbable que en 1879, justamente en el año mas dramático que recuerda la historia urbana, el
de la sequía, la hambruna y la epidemia, se diera este ritmo de edificaci6n. Parece mas verosímil atribuir
este incremento a las deficiencias de calculo o inventario del conjunto edificado empleados en la época.
Sin embargo los contingentes de victimas de la sequía encontraron en la construcci6n por salarios míseros
una alternativa que tal vez fue bien aprovechada por los dueños de inmuebles
73
Las crónicas de ese tiempo revelan la existencia de huertos incluso a tres cuadras de la Plaza.
94
mismas 142 manzanas presentan los siguientes grados de ocupación: el 42.95% están
ocupadas por un promedio de 14.85 viviendas por manzana y representan el 59.7 del
total de viviendas, constituyendo la tendencia dominante en ese momento. A su vez, 21
manzanas que representan el 14.78% del total contienen al 28.88% de las viviendas, con
un promedio de 24.57 por manzana y finalmente un 42.2% de las citadas manzanas está
ocupada por el 20.42% del conjunto habitacional con un promedio de 6 viviendas por
manzana.
Este fatigante pero necesario análisis numérico y porcentual, nos conduce a concluir que
el tejido urbano que consolidó la ciudad era poco denso, y aun más, que dentro de lo
urbano oficialmente reconocido, existían significativas y francas inserciones de paisaje
rural. En efecto, al lado de unas pocas manzanas (apenas 14 en 1880 y 21 en 1886), que
muestran densidades altas con relación a la media, lo que predominaba en un tejido
salpicado de áreas baldías y edificaciones de plantas bajas que caracterizaba a 56
manzanas en 1880 y a 61 en 1886. Por otro lado tenemos, 72 manzanas en 1880 y 60 en
1886, que francamente no están consolidadas con usos urbanos; en suma, según el
Censo Municipal de 1880, sólo el 49% (70 manzanas) y en 1886 el 57,7% (82
manzanas) tenían, en diversos grado, una fisonomía urbana, lo que muestra a las claras,
la real y modesta dimensión de nuestra ciudad en el siglo XIX 74 El plano 5 muestra por
una parte, que la mayor densidad de habitantes por manzana no coincide necesariamente
con los sitios de mayor densidad edificada, y que además, ambas situaciones se alternan
con la casona o la casa-quinta de una notabilidad de la ciudad o de un comerciante de
fortuna que se inserta en el paisaje de modestas casas de bajos. En realidad, también en
esto, el tejido urbano resultante muestra la contradicción de distintas formas de “pensar
la ciudad”: en tanto el artesano (sastre, zapatero, orfebre o curtidor de cueros) valoriza
con la máxima jerarquía al espacio urbano de la feria, la misma que necesita de la
concentración urbana para fortalecerse; la percepción del banquero, comerciante
mayorista o aun el minorista, imbuido de una visión más cosmopolita, valoriza este
mismo espacio urbano, como el ámbito que contiene o debe contener “los aires de
74
El damero colonial con manzanas de aproximadamente una hectárea y en algunos casos con mayor
superficie, estaban divididos en propiedades de 500 a 600 m2 aproximadamente, lo que arrojaba una
media de 15 a 20 propiedades por manzana, aspecto que explica el origen de esta baja densidad, más aun,
con el predominio del modelo de casa colonial de numerosos patios. En 1880, de las 142 manzanas
registradas, un 34,5% (45 manzanas) estaban ocupadas por casonas de muchos patios y huertos en el
interior de las manzanas, sobre todo en las proximidades de la Plaza 14 de Septiembre y en los cuarteles
Noroeste y Noreste. Esta realidad hacía que dichas manzanas fueran conocidas no por su ubicación,
apelando al nombre de las calles, sino por sus grandes propietarios que además eran los notables de la
ciudad así hacer referencia a "la manzana de Zegarra", a la "manzana de Salamanca", a la "manzana de
José Dorado", etc, era algo común y corriente. (Ver plano 5).
95
modernidad” donde se mueven los flujos financieros y la circulación del capital
invertido, es decir, la ciudad como “plaza de negocios”, que no es otra, que aquélla que
se materializa con la concurrencia del comercio y sus soportes, reproduciendo lo urbano
como recurso esencial. Sin embargo, en el otro extremo de estas visiones, se encuentra
el propietario de tierras, el latifundista, que nutre su hegemonía social política e
ideológica, e incluso su propio “status” de personaje notable e influyente, poseedor de la
razón y la verdad y hasta de un estilo de vida que juzga el único válido y respetable, en
la posesión de la tierra y en el señorío feudal sobre la fuerza de trabajo. Naturalmente,
esta ideología gamonal se introduce en la ciudad con sus propios valores, y nada más
ilustrativo y simbólico que la casa-quinta periférica o el huerto en el interior de la
manzana a poca distancia de la plaza de armas, intentando reproducir en pequeño la
casa de hacienda en este tejido urbano75.
Por ello, no resulta casual e inexplicable esta suerte de incoherencia en que tiene lugar
la construcción de la ciudad, ni su lento ritmo de crecimiento. En realidad, esta aparente
inmovilidad, este ritmo de pequeños cambios, esconde una dinámica subterránea que no
solo se mueve en la esfera rígidamente económica, con alcances regionales e incluso
más amplios, sino en pugnas ideológicas entre clases sociales, unas, que marchan a
favor del reloj de la historia, y otras que hacen lo indecible para retardar y paralizar esta
marcha irreversible. De esta forma, si la oligarquía terrateniente tuvo éxito en recrear en
gran parte del siglo XIX, una versión de la Villa de Oropeza colonial, no pudo evitar
que, imperceptiblemente, pero a paso seguro, este mundo de tradiciones que aspiraba a
perennidad, se fuera derrumbando, prefigurando las futuras transformaciones que
convertirían la aldea conservadora en ciudad, y anticipando el abrupto final de una
oligarquía que entre otras cosas, aspiró a eternizar su ideal colonial en esta estructura
urbana.
75
Esta idea, va más allá de lo alegórico: el pongueaje o régimen de servidumbre a que están sometidos
los colonos de las fincas se extiende a labores urbanas que no solo incluyen el trabajo domestico en la
casa que el patrón tiene en Cochabamba, sino también el cuidado de sus quintas y huertos en la misma
ciudad.
96
Armas, fue paulatinamente reemplazado por el criterio del rentista, en que se convierte
cada respetable ciudadano que posee inmuebles en esta vecindad. Obviamente algo
impensable y hasta herético para la rígida nobleza hispana, pero que se convierte en una
práctica “normal” para sus presuntos descendientes vallunos, determinando así que este
sector, además de receptor de todas las funciones urbanas anotadas, se convirtiera en la
zona que ostentaba mayores índices de hacinamiento residencial. De esta manera, la
zona Norte (cuarteles urbanos Noreste y Noroeste), recibía las funciones residenciales
de los sectores más acomodados, que se desplazan desde el sector central hacia estos
sitios mejor dotados de recursos hídricos y privilegiados por la presencia del único
paseo urbano de jerarquía (el Prado o Alameda). En este sector el patrón residencial
dominante eran las casonas con “canchones” o huertos situados en el interior de las
manzanas y las casas-quinta en los sectores periféricos. Dicho patrón de residencia, era
un antecesor de la “ciudad jardín”, pero invirtiendo la disposición de los volúmenes
edificados que se disponían en forma compacta sobre la rasante, en tanto los huertos y
jardines estaban volcados hacia el interior, aprovechando que muchas de estas casas
poseían vertientes propias o desviaban aguas de uso público a sus propiedades. La Plaza
Colón y la Alameda, eran los polos de atracción de este sector, atracción que se
ampliaba hacia las campiñas dé Cala Cala y Queru Queru marcando, aunque todavía
tímidamente, el futuro eje de expansión urbana de las décadas siguientes. Obviamente,
dicho sector, incluyendo los huertos y vergeles de su entorno, encontraban en su
vinculación cómoda y eficiente con la zona central, su forma natural de articulación con
el conjunto urbano.
Por último, el sector ferial que ocupaba el cuartel Sudeste, concentraba todo el bullente
mercado de productos agrícolas, pecuarios y artesanales del Cercado y otras provincias
próximas y lejanas. El escenario principal era Caracota, seguida de la Plaza de San
Antonio. Aquí concurrían muchedumbres de pequeños productores campesinos que
protagonizaban esencialmente actividades mercantiles simples, a través del trueque o
con la mediación de la moneda. Una proporción, sin duda importante de participantes,
estaba constituida por pequeños comerciantes itinerantes, pero que tomaban como una
base principal de sus operaciones, el barrio de Caracota o San Antonio o sitios próximos
en el Cercado.
76
Sin embargo debemos llamar la atención que estos dos últimas sectores estaban en realidad muy
fusionados y así como existía mucho comercio en la Plaza San Sebastián, abundaban pequeños talleres de
sastrería y zapatería en la zona de Caracota..
97
maíz”, se movilizaba gran parte de esta economía. La vivienda en esta zona presentaba
dos modalidades: el conventillo albergando estratos medios y bajos vinculados a la feria
y al comercio de la chicha, sobre todo al Norte de la Pampa de las Carreras, y ranchos o
viviendas de sabor rural, en manzanas excesiva e irregularmente fraccionadas y muy
densamente edificadas, en el extremo Sur, particularmente en la salida al Valle Alto y el
camino al “Abra” que se conectaba con el valle de Sacaba, donde la residencia se
combinaba con la pulpería, la chicharronería, la venta de platos y naturalmente la
chichería.
Bolivia en el siglo X1X, era un país rural replegado en la meseta andina. Gran parte de
su extenso territorio se encontraba al margen de la economía del país. Sus ciudades,
todas fundadas en la Colonia, eran importantes en la medida en que se emplazan en las
regiones mineras o en los valles que les suministran medios de subsistencia. En realidad
los núcleos poblados inmersos en extensas zonas rurales, conformaban regiones
débilmente articuladas, donde “lo urbano” sólo consolidaba pequeños oasis o islas en
medio de un ,universo dominantemente quechua-aymara, ajeno, extraño y hostil.
Las cifras resultantes de los distintos censos, tanto para la ciudad como para el conjunto
de ciudad y el Cercado, expresan aspectos que generalmente no han sido debidamente
analizados: por una parte podemos registrar un descenso muy marcado de la población
urbana a inicios de la República con respecto a la registrada por Viedma en 1788, para
paulatinamente incrementarse hacia fines del siglo XIX. Por otra parte, se puede
percibir que la población de la ciudad y el Cercado se mantuvieron relativamente
estables a lo largo del periodo considerado. Lo anterior parece indicar, que esta última
población expresó diferentes alternativas en la relación entre ciudad y entorno rural (la
campiña), de tal manera que probablemente, durante y al término de la Guerra de la
Independencia, la relación poblacional entre ambos ámbitos, resultaba favorable al
Cercado, invirtiéndose esta relación en favor de la ciudad, hacia fines del siglo XIX. Es
decir que las fluctuaciones de población muestran apenas desplazamientos entre ciudad
y Cercado o a la inversa, antes que dramáticos vaciamientos o incrementos. Estas
fluctuaciones podrían estar vinculadas a los comportamientos que asume la población
en relación, por ejemplo, a las crisis diversas que agobian periódicamente a la ciudad,
como sequías, epidemias, desabastecimiento, etc.; que determinaban desplazamientos de
una fracción significativa de la población urbana hacia la campiña circundante como
una alternativa para superar tales circunstancias adversas. Si esto fuera cierto. se puede
además asumir que un importante contingente de esta población, no estaba totalmente
arraigada en la ciudad y solía desplazarse hacia el ámbito rural con cierta frecuencia, es
decir, que en cierta forma su ocupación principal tenía más un carácter rural que urbano,
y que la ciudad era más un centro de servicios o apoyo prescindible, en caso de
adversidad. Esta misma situación, probablemente dificultaba una diferenciación nítida
entre campo y ciudad y convertía en algo muy relativo el concepto de “limite urbano”
de tal suerte que unos censos se limitaron a un marco físico muy restringido (el espacio
efectivamente consolidado por actividades urbanas), en tanto en otros casos, se fijaron
límites tan liberales como la ciudad y el Cercado en conjunto.
79
Viedma señalaba una población para la ciudad y el Cercado de 22.305 habitantes de los cuales 6.368
eran españoles, 12.980 mestizos 1.600 mulatos 175 negros y 1.182 indios Indicaba que “estas haciendas
y .pagos tan Poblados (que rodean la ciudad), que se les puede regular una tercera parte del vecindario”
(Viedma, 1969:46) En base a esta información se puede estimar que Cochabamba, hacia 1788, tenía una
población de 14.870 habitantes aproximadamente y el Cercado otros 7.435 habitantes.
80
“Cochabamba vivió una prolongada crisis que se inició a mediados del siglo XVIIl con la pérdida de1
mercado potosino, que se acentuó dramáticamente con las guerras de la independencia y con la
frustración de su industria artesanal que no logró consolidar un mercado nacional más amplio, y menos,
enfrentar la competencia de las manufacturas europeas. Sólo en este contexto resulta explicable el hecho
de que a la ciudad le tomó más o menos un siglo recuperar su población de fines del siglo XVIII, o en el
mejor de los casos, que la población estimada hacia 1788, apenas se modifica en todo el siglo XIX”
(Azogue, Rodríguez y Solares, 1996:19)
10
Capítulo 8
El comercio urbano: encrucijadas y alternativas
Las propias rutas provinciales eran precarias y temporales, sólo los valles centrales se
interrelacionaban con intensidad, de esta forma el Valle Alto, el Central y el Valle Bajo
configuraron un ámbito regional articulado por flujos de comercio muy fluido, que
hicieron factible, como una alternativa a este aislamiento, la constitución de un mercado
interior, cuyo dinamismo definió en gran medida la hegemonía de Cochabamba como
centro regional y su posterior expansión y modernización. Desde los primeros tiempos
de la República el comercio entre las ciudades del antiguo Alto Perú y los puertos del
Pacífico, por los que circulaban las importaciones de ultramar y las exportaciones de
minerales, quina y otros que realizaba Bolivia, tenían dos opciones: el Puerto de Cobija
sobre el Litoral boliviano, o el puerto de Arica sobre el Litoral Peruano. El hecho de que
el segundo desde la época colonial fuera el Puerto de Potosí determinaba que estuviera
dotado de mejores vías de comunicación e infraestructura con respecto al primero;
motivo por el cual el grueso del comercio del altiplano se orientó hacia ese puerto en
desmedro de Cobija y una vinculación propia al Pacífico81
81
En 1845 el Perú gravó las internaciones bolivianas de ultramar para obligar al país a consumir la
industria peruana. Al respecto, un periódico de La Paz señalaba: "Las amistades, los estrechos vínculos
10
El Informe del Cónsul argentino en Chile, Félix Frías dirigió al Ministro de Relaciones
Exteriores de Bolivia, en 1843 (cf. supra Capítulo 5) sintetizaba esta situación en los
siguientes términos: “El problema principal del pueblo boliviano es que se encuentra
entre los desiertos que lo separan del Pacífico y los territorios habitados por tribus
indígenas independientes, que lo dividen del río Paraguay, el Beni, Mamoré,
Pilcomayo y el Bermejo, afluentes del Amazonas y del Plata.”
Esta cuestión inicial puso a la flamante República ante tres alternativas: la primera,
consolidar el puerto de Cobija distante 170 leguas de Potosí superando el enorme
obstáculo representado por el desierto de Atacama; o la segunda, incorporar al territorio
boliviano el puerto de Arica82; o aun, fijar su meta en dirección al Atlántico en busca de
nuevas vías para el comercio boliviano a través de puertos argentinos. Finalmente el
comercio del altiplano y específicamente el comercio de La Paz se inclinaron por la
dependencia del puerto peruano de Arica, de esta manera, se articula la economía del
departamento de La Paz con las provincias peruanas de Moquegua y Puno,
configurando las condiciones de la temprana expansión de la economía paceña. En
1849, un cronista a este respecto señalaba: “de esta manera vemos que las más ricas
producciones de Bolivia dejan de figurar en los mercados extranjeros con graves daños
a la riqueza pública y con agravio de su fama como nación productora”. Las causas de
esta situación, según el mencionado cronista, eran:
Sí tales eran los obstáculos que confrontaba Bolivia para dinamizar su comercio
externo, no eran menores los obstáculos para vincular sus regiones y articular su espacio
geográfico en función de los objetivos que se trazó como Estado Nacional Soberano.
Ante la dificultad para superar tales barreras, cada región recreó sus determinaciones
propias: si La Paz encontró en sus vínculos con Arica la alternativa para su crecimiento,
que unen las relaciones e intereses entre Perú y Bolivia, la existencia de otro puerto en aquélla
República, hicieron mirar siempre como superfluo o poco necesario el perfeccionamiento de los caminos
dc Cobija. El viaje dc Cobija al interior de la República era un viaje fabuloso y no faltaba quién al
oírnos decir ‘venimos de Cobija’ se sintiera pasmado. cual si hubiéramos dicho de la Meca”(La Época
No. 31, 5/06/ 1845
82
“Las campañas emprendidas por Santa Cruz al Perú bajo el objetivo de corregir la situación
geográfica de Bolivia, han probado que Perú no consentirá jamás a ceder parte de su territorio a
penetraciones apoyadas en las armas” (La Época, nº citado).
83
El autor de esta “Rápida ojeada, escrita por un boliviano y dedicada al Sr. General Presidente Manuel
Isidoro Belzu”, anotaba además “si no es un problema que esté por resolverse, el que ni el puerto de
Cobija ni el de Arica son suficientes a Bolivia, para la exportación de sus frutos, ensanche de su riqueza
y aumento de su población. Deberá abandonarse a su destino, dormir tranquila al borde de un abismo y
esperar a que el mar saliendo de su seno, altere su estructura y venga a besar humildemente el pie de sus
montañas”. (La Época, nº citado).
10
Cochabamba intentó desarrollar esta alternativa, a partir de mantener para sus harinas,
calzados y mukho, la vigencia de los mercados mineros y los centros urbanos del
altiplano, incluida La Paz. Al mismo tiempo, como ya pusimos en evidencia, procura
articular y dinamizar su propio mercado interior, como una alternativa a la precariedad
constante de sus vínculos con el comercio extra regional e internacional.
La guerra del Pacífico marcó la instancia de definición que el país no pudo resolver en
sus primeras décadas de vida independiente. La posibilidad de una vinculación
interregional y externa a partir de unos objetivos de desarrollo nacional, donde la región
de Cochabamba pudo tener un rol más protagónico, se pierde en definitiva. Esta
articulación pasa a ser dinamizada por el imperialismo inglés primero, y luego por el
norteamericano, en términos de la integración del enclave minero de la plata y luego del
estaño a los procesos de acumulación del capital internacional. Ello significó que la
articulación de las regiones, los mercados internos y los centros urbanos desde las
últimas décadas del siglo XIX, pasaron a obedecer a prioridades ajenas a los intereses
locales y nacionales y fueron a apuntalar procesos de desarrollo en lejanas metrópolis.
Por el contrario, a partir de los términos que impuso Chile para acordar una tregua con
Bolivia en 1884, y que determinó la libre internación de productos de la industria
chilena a Bolivia; Cochabamba se constituyó en la región más perjudicada, su comercio
de harinas y calzados se interrumpió con la pérdida de los mercados de La Paz. Oruro,
Potosí y Colquechaca, entre otros, razón por la cual, en 1884 la prensa traduciendo el
sentir regional proclamaba que Bolivia había firmado la tregua con Chile, pero que con
Cochabamba continuaba la guerra84
84
Un cronista (Braulio Pereira) a este respecto anotaba: “¡Pobre Cochabamba! no pudo castigarse con
su patriotismo y abnegación, que con la funesta cláusula del Tratado de Tregua que permite la invasión
de los productos de aquel país (Chile). La tregua está pactada con Bolivia y sigue la guerra con
Cochabamba” (El 14 de Septiembre, No. 108 de 28 de diciembre de 1884).
85
Jerman Von Holten emigrante alemán fue uno de los más influyentes comerciantes importadores de esa
época y uno de los portavoces más lúcidos de la burguesía comercial cochabambina .
10
parte de los hacendados y comerciantes cochabambinos, que “la ocupación de nuestro
mercado era más grave que la cesión de nuestro Litoral”86.
Era un negocio del pueblo, no del alto comercio; los arrieros, 1os piqueros, la
gente del campo, los colonos de 1as fincas, marchaban con lo que podían
alcanzar, nadie hacía un negocio grande, pero era un negocio continuo, sin
interrupción; no existen estadísticas, nadie conoce su exacto valor, pero la
exportación de Cochabamba a Tacna y el Litoral es probable que pasaba de un
millón de pesos anuales. (Von (1889)87
El peso fundamental de los perjuicios que se inferían a las exportaciones del comercio
cochabambino, afectaban a estos pequeños comerciantes del pueblo y no tanto al
comercio importador, que contrariamente se favorecía de la ampliación del mercado
manufacturero de origen industrial. Sin embargo, todo esto no significó necesariamente
el derrumbe estrepitoso de la economía artesanal, porque ella, como el conjunto de la
economía regional, incluyendo la agricultura cerealera, una vez más encontraron una
alternativa de sobrevivencia en la dinámica del mercado regional.
Fue en el propio ámbito urbano por tanto, donde con mayor fuerza se expresó la
articulación entre el abastecimiento cotidiano de muchos productos esenciales a la
canasta familiar de los diferentes estratos sociales, con los circuitos de producción-
circulación predominantemente controlados por los sectores precapitalistas que
actuaban en el contexto de las ferias regionales, es decir, que un grueso sector de la
clase trabajadora desarrolló iniciativas de producción, distribución, intercambio y
consumo relativamente autónomos con respecto a los canales formales de la economía90
Sin embargo este desarrollo fue modesto. Como ya señaló, la ciudad que describió
D'Orbigny era representativa de una sociedad rural trasplantada a una gran aldea, pero
escasamente consolidada en ella. El gusto por lo europeo, y sobre todo, por emular los
resabios aristocráticos de la extinta Charcas colonial, sólo pareció modificarse después
de la Guerra del Pacífico y la articulación de la economía boliviana, a través de la
minería de la plata, al mercado mundial. La irrupción del ferrocarril Antofagasta-Uyuni,
en 1892, en este universo aislado y férreamente conservador, que caracterizaba la
sociedad boliviana, parece modificar estos patrones de comportamiento, incluidos los
gustos y las aspiraciones de las clases dominantes. Sucre se “afrancesa” y La Paz
abandona el fatigante modelo hispano para revestir y remozar sus casonas con los
estilos neoclásicos, neogóticos, renacentista que representan sus nuevas aspiraciones y
la nueva escala de los valores que dominan su escena urbana.
89
En este sentido. las primeras escuelas técnicas de agricultura aparecieron esporádicamente a fines del
siglo XIX y sólo se consolidaron mucho más tarde. En la misma forma los tractores y la maquinaria
agrícola sólo se hicieron presentes después de la primera guerra mundial y su empleo y difusión fueron
poco significativos.
90
Un indicador de esto, es que la Alcaldía de Cochabamba durante todo el siglo XIX no logró imponer un
sistema de pesos y medidas que uniformizara la venta de productos agrícolas, y menos, el
empadronamiento de actividades económicas en el rubro de establecimientos comerciales, disposición
administrativa que no logró ingresar a este universo ferial, salvo en forma muy parcial y esporádica, bajo
la forma del cobro por la ocupación del sitio municipal o “sentaje”.
11
embargo, por detrás de este aparente apego al pasado, las clases dominantes se
acomodan a “los tiempos modernos” en sus gustos, hábitos y aspiraciones. La moda de
Paris, los casimires de Manchester y Birmingham, las sedas de oriente y un sin fin de
artículos manufacturados en Europa y EE.UU., modifican los patrones de consumo y
organizan el respetable comercio de la ciudad, pero, de esa “otra ciudad” que comienza
a vivir más próxima a estos nuevos valores y más alejada del mundanal ruido ferial.
1881 11 11 35 - - - 57
1882 6 2 5 26 - - 39
1883 8 2 8 42 - - 60
1884 10 2 14 30 - - 56
1889 11 6 6 9 4 11 47
1891 12 6 3 8 1 18 48
1892 14 7 6 6 5 13 51
1894 12 7 5 5 9 25 63
1896 15 9 9 21 9 9 63
1898 13 17 8 9 20 - 67
1900 14 11 10 9 17 - 61
Fuente: Patentes municipales de los años citados.
* Los documentos municipales consultados no definen con claridad el criterio de clasificación de las
categorías, pero se puede inferir que estas se vinculan con el volumen de los artículos importados y los
capitales invertidos, sin embargo, la incidencia de comercios por categorías está influido por las
disposiciones administrativas municipales cambiantes de año en año.
La situación del comercio importador (primera categoría) muestra fluctuaciones que son
más bruscas en el sector minorista. Si admitimos que las categorías establecidas por el
sistema tributario municipal estaban el relación con el capital de giro de este comercio y
con el volumen de importaciones que ellos supone, podemos establecer que las primeras
dos categorías que correspondían al sector mayoristas, resultaban menos sensibles a las
ampliaciones y contracciones del mercado local de pequeñas economías populares, pero
a su vez era sensible a las alternativas de la economía de la región.
guarda proporción con el que hacen las oficinas principales(...)lo peor es que mientras en las oficinas de
Sucre y La Paz, se realizan operaciones de ambos bancos (es decir, el Banco Nacional y el Banco de
Potosí) en gran escala y con las facilidades que son de desear guardando todo tipo de consideraciones a
los prestamistas; en los demás departamentos y particularmente en Cochabamba, sólo se practican
aquellas operaciones en muy pequeña escala y con carácter de un favor o privilegio, exigiendo
seguridades y garantías de consideración y de primera calidad, para cantidades que no exceden de
centenas” (El Heraldo No. 2068 de mayo de 1893).
11
Establecimientos comerciales
Años Abarrotes Librerías Producto Licorerías Imprentas, Panadería Relojería Hoteles Totales
, , boticas, s de , fotografía s s, ,
buhonero vajillas, Santa destilerías s. joyerías tambos
s, telas. Cruz y . .
ferreterí Beni.
a
1881 121 39 6 21 6 27 5 3 228
1883 165 16 6 20 8 24 4 3 246
1884 59 26 11 25 8 26 4 3 162
1889 32 34 13 15 6 23 4 4 131
1891 34 33 14 10 7 20 2 4 124
1892 29 30 10 7 7 19 3 3 108
1894 36 35 8 6 6 22 3 3 119
1896 36 40 7 3 7 18 3 12 126
1898 38 38 5 6 8 22 2 17 136
1900 38 37 6 6 8 23 6 13 137
Fuente: Patentes municipales de los años citados.
marcados e irregulares, en la medida en que las situaciones de crisis provocaban tendencias a la evasión
impositiva y era común que un pequeño negocio declarara ingresos por debajo del mínimo imponible.
93
“Así si en un mes realizaban 100 piezas de género, luego piden 200 para el siguiente sin considerar
que las 100 primeras ya llenaron una parte del mercado y que lo probable es que ahora apenas vendan
50” [fuente citada).
11
orientar y prever el comportamiento de los consumidores; aspecto que incrementaba el
rasgo de vulnerabilidad, ya anotado.
El primer aspecto señalado, la articulación entre economía hacendal, banca y comercio,
de todas formas resultaba el aspecto central. A este respecto podemos anotar, por
ejemplo, que la exportación de harinas generaba ingresos no sólo a los hacendados, sino
al conjunto de la economía. En la misma forma, los efectos negativos para la economía
regional, revelaban no sólo la vulnerabilidad y sensibilidad a esta situación por parte del
comercio urbano, sino incluso definían la actuación de las clases sociales en la región,
que en estas circunstancias ponen al descubierto sus intereses: Así, el argumento central
del documento que justificaba la fundación de la Sociedad Agrícola Nacional 94 señalaba
la necesidad de fortalecer socialmente el sector agrícola frente a la competencia
extranjera que “cada vez se hace más preponderante y vigorosa con 1a ayuda del
Ferrocarril de Antofagasta”... para añadir con angustia:
Frente a esta actividad comercial, que se dirigía esencialmente a llenar las necesidades
de un mercado de consumo de ingresos altos y medios que incluían a terratenientes,
burocracia estatal, estratos profesionales, incipientes sectores empresariales, etc., se
desarrollaba paralelamente un “otro comercio”, el de las ferias regionales ya
mencionadas, que además de llenar las necesidades de abastecimiento del conjunto de la
población urbana, permitían la satisfacción de las necesidades de los sectores populares:
artesanos, pequeños productores agrícolas, pequeños comerciantes, empleados del
Estado de bajo rango, empleados en servicios domésticos. etc.
94
Antecesores de la influyente Sociedad Rural de Cochabamba, portavoz de los intereses de los grandes
propietarios de tierras de la región, se organizó por iniciativa de Luis Felipe Guzmán.
95
Originalmente el expendio de artículos de primera necesidad se realizaba en la plaza 14 de Septiembre,
esto durante la Colonia.
96
Desarrollaban sus actividades, como hasta los tiempos actuales, los miércoles y sábados.
11
del Comercio (hoy Nataniel Aguirre) hasta la plazuela del templo de San Antonio, y
finalmente, la plazuela de Caracota que se prolongaba irregularmente hasta el final de
las calles Antezana y Esteban Arze (hoy 16 de Julio), definían los sitios de mayor
actividad del pequeño comercio. Aquí se organizaba el mundillo del intercambio, al que
concurrían desde los sitios más alejados del valle, centenares de pequeños agricultores,
además de artesanos y comerciantes. A pleno sol, en medio de una constante nube de
polvo e insectos, desordenada y precariamente, se ofertaban productos agrícolas:
muchas zonas de los valles aportaban con maíz wilcaparu o morocho, el willcaparillo o
blanco; el kullizara o morado, el chuspillo blanco, amarillo o rosado; chekchi o maíz
gris, los tubérculos como la papa imilla, runa, murmu, ch'ili; la papa lisa, la oca,
provenientes de las alturas de Arque, Tapacarí, Capinota, al igual que la quinua y el
tarhui; excelentes verduras y frutas de temporada provenientes de los huertos de Santa
Ana de Cala Cala y lugares próximos; la harina de trigo flor -la variedad más fina- y
otras muchas más; el azúcar San Nicolás y otros de Santa Cruz; el arroz Carolina,
cruceño, etc., la chancaca, el alcohol y otros productos de la misma procedencia, los
ajíes y locotos, esenciales en toda mesa valluna; además de diversos productos
artesanales: abarcas, zapatos, ponchos, mantas, bayetas, polleras, monturas, etc. Todo
este conglomerado heterogéneo era vendido a la manera tradicional, por indias y cholas
sentadas en el suelo, sobre el que extendían un lienzo donde colocan sus productos,
incluso comidas de las más diversas y preparadas según costumbres que se pierden en lo
remoto de los tiempos. Todo este conjunto abigarrado, estaba precariamente protegido
por una suerte de rústicos toldos criollos, las llantuchas... en fin, muy pocos cambios se
han introducido en este escenario, a tal punto que la descripción anterior, bien podría
pasar por una crónica de los tiempos actuales, sobre todo, en los ámbitos provinciales
que todavía conservan gran parte de esta tradición..
En realidad el gran protagonista de este “otro comercio” era la chicha, cuya importancia
económica no fue debidamente comprendida por Viedma 97 ni por el propio D'Orbigny98.
Sin embargo el elemento articulador del mundo ferial es la chichería, en tomo a ella,
que se concentraba un sin fin de negocios complementarios (venta de comidas,
empanadas, tortillas, coca, helados, etc), dando lugar a un flujo continuo de
parroquianos que prolongaban la actividad de este escenario ferial, aun muchas horas
después de que la actividad comercial había concluido.
97
Viedma escandalizado señalaba que en la elaboración de chicha, a fines del siglo XVIII, se consumían
200.000 fanegas de maíz.
98
D'Orbigny (obra citada) anotaba “Nada iguala la pasión del pueblo por la chicha, es un verdadero
furor. Los indios y los mestizos no se contentan con consumirla continuamente, con beberla en la comida
o para refrescarse buscan también todas las ocasiones posibles en las fiestas religiosas, para reunirse y
beber día y noche ... Si el pueblo ama la chicha, los otros miembros de la sociedad no la desean menos...
por eso, el consumo es general”...
11
Fueron las chicherías, con sus banderines a manera de emblema o símbolo de una
cultura vernácula que el gusto importado de Europa no pudo eliminar, lo que le dio a la
ciudad su peculiaridad y sabor aldeano tradicional. A lo largo del siglo XVIII y,
particularmente en las primeras décadas de la República, las chicherías eran
componentes infaltables de este escenario urbano. En cierta forma, esta presencia inicial
y su paulatino alejamiento de las zonas centrales, donde habitaban las familias que
dominaban el escenario político, social y económico de la ciudad, y que aspiraban a
reproducir en este espacio los valores y gustos europeos, aspiraciones que fines del siglo
XIX se volvieron una verdadera obsesión; marcaron los ritmos desiguales del conflicto
entre la persistencia de la vieja aldea y de la ciudad “moderna” que dificultosamente
trataba de ganar vigencia. Ocurría que la chichería, pese a acaparar el gusto de toda
clase de ciudadanos, era y aún es, un símbolo popular, mestizo y tradicional, opuesto a
los valores de los nuevos tiempos. Y si bien, era frecuente que caballeros de bastón,
sombrero y levita continuaran siendo devotos de la tradicional “machu jarra”, ello no
evitaba que se sintieran incómodos con la presencia de estos establecimientos en el
ámbito inmediato donde desplegaban los actos de su vida cotidiana.
De pronto la insalubridad, los malos olores, la mala vecindad, hasta hace poco
ignorados, se volvieron insoportables. No se trataba precisamente de repentinos ataques
de moral, buenas costumbres y apego a los hábitos de higiene, los que provocaban este
cambio de actitud, sino la comprobación de que “el otro comercio”, es decir el afán
mercantil de cholos y cholas, estorbaban sus ansias de modernidad. La presencia de
bancos, casas importadoras, representaciones y agencias del gran comercio paceño y de
otros horizontes, exigía la consolidación de un espacio urbano propio y exclusivo: las
chicherías que “avanzan de Sur a Norte” por las calles San Martín, 25 de Mayo. San
Juan de Dios, Comercio. etc., y que además rodeaban la ciudad e invadían la campiña,
eran, sin duda una amenaza a esa aspiración. Además la flamante industria cervecera 99
comenzó a disputar a la chicha, la preferencia de los paladares de las clases dominantes,
y pronto el “gusto alemán” emergió como el más apropiado para reforzar este barniz de
“modernidad” que trabajosamente trataba de abrirse paso.
99
La Cervecería Taquiña inició sus operaciones en 1883 y la Cervecería Colón en 1895.
100
La falta de higiene y las pésimas condiciones de las chicherías y su frecuente desempeño como focos
infecciosos, era inobjetable, pero una vez producida su remoción poco o nada se hacía para completar y
perfeccionar esta actitud en el orden urbano, con otras medidas complementarias, como la eliminación de
aguas estancadas basurales, innumerables recovecos convertidos en mingitorios, etc, que presentaban las
calles beneficiadas con tal medida.
11
chicherías. Así en 1887, fueron desplazadas una vez más hasta un radio de 5 cuadras en
torno a la Plaza de Armas101
La pugna continuó sin pausa en la segunda mitad de 1888, entre los “sanitaristas”, que
con asombro y mucho atraso, descubrieron que su ciudad era un enorme foco de
infecciones y los “amantes del néctar de los valles” que acudían a la tradición para
mostrar lo injusto de estos insidiosos argumentos. La campaña de El Heraldo en pro de
erradicarse estos establecimientos, tampoco se dio pausa, de pronto la industria de la
chicha a la que se reconocía esencial para la economía de la ciudad, pasó también a ser
sinónimo de “bebida cochabambina que fomenta 1as fiebres, los sarampiones y otras
enfermedades, que se presentan de tiempo en tiempo con 1a guadaña en 1a mano, y
diezman a la población de una manera espantosa” (El Heraldo, 8/12/1888).
101
Se trata de la Ordenanza Municipal de 22 de enero de 1887, que concedía 3 días para el desalojo de las
chicherías
102
Una denuncia particularmente enérgica acusaba de inoperancia a la Policía de Salubridad creada en
1878. En concreto se anotaba que pese a estar terminantemente prohibidas chicherías dentro de un radio
de 3 cuadras de la Plaza principal “existen a dos cuadras y medias las de Mancilla, Hipólita Abasto
(famosa comerciante de chicha, conocida como la "fondista Hipólita) y otras”(El Heraldo, No. 1347 de 5
d julio de 1888).
103
La ofensiva final para el desalojo de los cerdos y chicherías estaba contenido en el siguiente aviso
municipal: “Se advierte que el plazo último e improrrogable concedido para que los establecimientos de
destilación y chicherías se alejen fuera de las 4 cuadras de La plaza 14 de Septiembre, debe vencer el día
23 que cursa. Si las personas que no den cumplimiento a las disposiciones contenidas en el Reglamento
adicional de 22 de febrero de 1887, en el que se comprende también el alejamiento de los cerdos, se les
aplicará estrictamente las penas y multas que en dicho reglamento se imponen. Arturo Zamudio,
Intendente Municipal. (El Heraldo Nº 1394, 27/10/1888). Sin embargo este plazo fue prorrogado hasta el
23 de noviembre de 1888.
11
Por otro lado, se estableció, con gran aspaviento, que los cerdos que habitaban los
corrales de las chicherías, eran portadores de peligrosas enfermedades y que gracias a
ellos, en la ciudad abundaban ratones y toda clase de insectos (El Heraldo, No.1441,
21/02/1889). El Concejo Municipal de 1889, finalmente adoptó una posición
inconmovible y determinó el alejamiento de las chicherías, además de “el eterno
destierro de los cerdos”. Las chicheras afectadas renovaron sus airados reclamos e
intentaron una vez más la revocatoria de la medida, amenazando los ánimos exaltados
desembocar en una singular poblada en apoyo de una última petición, sin embargo, una
oportuna intervención policial frustró tales preparativos. Una amenaza de epidemia
diftérica finalmente zanjó la cuestión y la policía puso en vigor las disposiciones
municipales pertinentes, es decir, se procedió a eliminar a los cerdos infractores y se
desalojo a las chicherías de las zonas prohibidas para tales instalaciones104
De esta forma se procedió a un paulatino reacomodo de las chicherías, toda vez que, no
se trataba de provocar su extinción, sino de reubicarlas en sitios cada vez más alejados
de la ciudad que se modernizaba. Salvada esta formalidad, nadie negaba que la chicha
fuera una alternativa nada despreciable para enfrentar las adversidades de la exportación
de maíz. En efecto un editorialista de la época anota:
El mismo editorialista, todavía nos proporciona el siguiente cuadro parcial, pero muy
colorido, de la ubicación de las chicherías en la zona central de la ciudad a mediados del
siglo XIX, donde se muestra que antes de las crisis sanitarias y los aspavientos
modernizantes, que impulsaron el desalojo de las chicherías, estos establecimientos
recibían cobijo en las casas de los notables de la ciudad, sin duda a cambio de jugosos
alquileres que tenían la virtud de aplacar cualquier atisbo prejuicioso. Por tanto eran
perfectamente aceptados en el centro de la ciudad:
104
Este acontecimiento se reseñaba en estos términos: “Ayer ha sido día de actividad para la Policía
Municipal. Era llegada a la hora de la degollación y destierro de los inocentes cerdos y los feroces gritos
y protestas fueron durante todo el día, motivo de especulación” (El Heraldo, No. 1463, 18/05/ 1889).
11
finado Dr. Zacarías Arce, otra, en la que ocupa el hojalatero Cesar N., tres en
la casa que pertenece al Dr. Gutiérrez Argandoña, una en la casa de don Pedro
Loureiro, otra frente a la casa del Dr. Francisco Rojas, otra en la de doña
Juana Ariscain, otras frente a la de doña Manuela Córdova, y otra en la que fue
de don Luciano Sanzetenea, que hoy es propia de una familia Gómez de Misque.
En todo, han desaparecido, una en la plaza y 16 en la calle del Teatro, en sus
dos primeras cuadras (El Heraldo No.1559 de 7/ 12/ 1889).
Primera clase Segunda clase Tercera clase Cuarta clase Quinta clase Sexta clase Total
Años chicherías
Valor Nº Valor Nº Valor Nº Valor Nº Valor Nº Valor Nº
por años
patente patente patente patente patente patente
1881 20 17 10 57 5 201 - - - - - - 275
1883 20 9 10 34 5 77 2 188 - - - - 308
1889 20 11 16 4 12 14 8 49 4 83 2 239 400
1892 20 7 - - 12 5 8 17 4 80 2 241 350
1894 20 6 16 3 12 4 8 17 4 76 2 294 400
1896 32 7 16 9 8 19 4 93 2 390 - - 518
1900 32 3 16 6 8 45 4 134 2 454 - - 642
Fuente: Patentes municipales de años citados.
Se puede observar que existía una relación, como se sugirió líneas arriba, entre el monto
anual de la patente municipal, la distancia al perímetro central urbano de prohibición y
el número de chicherías, relación que es inversamente proporcional, es decir, que a
menor distancia a la plaza de armas, era mayor el monto de la patente municipal, y en
consecuencia, menor el número de establecimientos que expendían chicha en dichos
emplazamientos. Esta tendencia puede observarse con bastante claridad en el caso de las
chicherías clasificadas en la primera, segunda, e incluso tercera categoría. En el caso de
la cuarta categoría, ocurría algo similar, pero con fluctuaciones que analizaremos más
adelante. La situación opuesta, es decir, la mayor distancia al centro y el mínimo costo
de la patente, determinaban un creciente incremento de chicherías, como se puede
observar en las categorías quinta y sexta. Sin embargo, debemos llamar la atención
sobre los siguientes aspectos: la ubicación de las citadas chicherías en diferentes puntos
de la ciudad, particularmente en la zona central, desde los primeros años de nuestra vida
republicana, dieron lugar a situaciones de conflicto que no siempre se ventilaron a la luz
12
pública. En realidad, se produjo un lento desplazamiento de estos establecimientos
desde la plaza de armas y sus vecindades, en forma más o menos espontánea105.
105
La creciente presencia del comercio, la banca y actividades conexas sobre el sector central, incrementó
el precio del arriendo y dio paso a otras exigencias respecto a las condiciones de higiene de los negocios,
la obligación de hacer refacciones periódicas en dichos ambientes, etc., lo que en el caso de las chicherías
significó un incremento indirecto de gastos y gravámenes que anularon la ventaja de su localización.
12
En 1896, cuando se amplió el radio de prohibición y se modificó la estructura aplicativa
de la patente, las chicherías que permanecieron próximas al centro, esta vez más
alejado, subió al 3%, las que se ubicaban en zonas intermedias alcanzaban al 20,65% y
las ubicadas en la periferia llegaban al 76,35%. Hacia 1900 la presencia de chicherías en
la proximidad relativa a la zona central, apenas alcanzaba al 1,4%, las de zonas
intermedias, se incrementaron al 27,88% y las periféricas llegaban al 70,72% del total
registrado, que además es el mayor de todo el periodo estudiado.
En conclusión, hacia fines de siglo se desarrolló una política municipal que expulsó las
chicherías de la zona central, mediante la aplicación gradual de patentes elevadas a
bajas que castigaban la centralidad y premian la ubicación periférica. Por otro lado, la
creciente expansión del número de estos establecimientos, obligó a mayores
restricciones en el sector central y a una mayor liberalidad en relación a dicha periferia
que fue constantemente ampliada hacia zonas fuera del radio urbano, es decir situadas
ya francamente dentro de la jurisdicción de los cantones de Itocta y Santa Ana de Cala
Cala. Mediante este procedimiento, se estimuló la consolidación de un espacio propio
para el sector comercial considerado legal o compatible con dicha centralidad, en tanto
se relocalizó “el otro comercio” considerado incompatible con los nuevos valores
urbanos.
Un fenómeno que no se puede pasar por alto, es el que se refiere a los efectos diversos
que para la economía de la región ocasionó la llegada del ferrocarril a Oruro, y el
consiguiente arribo de los productos agrícolas y manufacturados de procedencia chilena,
que acapararon el comercio de las plazas urbanas del altiplano y las minas. Como
reacción a este fenómeno, el comercio importador y la banca, tendieron a reducir su
actividad en la ciudad, en medio de reclamos y lamentos por este grave quebranto que
afectaba directamente a las clases poseedoras. Sin embargo, el negocio de la chicha
tendió a incrementarse, tal como muestra el cuadro siguiente:
12
CUADRO Nº 33: Ciudad de Cochabamba: Comercio importador mayorista y
minorista, y comercio de expendio de chicha (1883 – 1900)
Finalmente el Plano 7 nos proporciona una idea de la forma como este comercio urbano
se desplegaba en la propia ciudad. Podemos observar que el comercio importador
mayorista y minorista, y el propio comercio minorista que se abastecía del primero,
formalizaban un modesto centro comercial que coincidía con el emplazamiento del
12
aparato estatal y los equipamientos urbanos más importantes. En un espacio periférico a
éste se concentraba, en el sector Sur, el comercio minorista que combinaba mercaderías
de importación con artículos provenientes de la industria artesanal local, regional o de
otros departamentos, preferentemente relacionados con el consumo cotidiano de la
población. Hacia el Norte se ubicaba un comercio más disperso de pequeños negocios y
pulperías orientadas a satisfacer las necesidades cotidianas del sector residencial de
clase alta y media.
Todo este conjunto, como se puede verificar, estaba prácticamente "sitiado" por
centenares de chicherías, siendo la zona Sur de barrios populares, la de mayor densidad
en la ubicación estos establecimientos. En efecto, el mercado urbano de la chicha por su
magnitud, era un elemento fundamental de la organización del espacio urbano. El
negocio de la chicha no sólo era privativo de la zona Sur, sino que tenía presencia en los
cuatro puntos cardinales, incluso con una fuerte incidencia en sitios más jerarquizados
socialmente como la Plaza Colón y el Paseo de la Alameda, lo que hace pensar que la
chichería, a lo largo del siglo XIX estuvo articulada a la vida cotidiana del conjunto de
las clases sociales, y que el establecimiento de perímetros de prohibición para el
comercio de la chicha no logró una ruptura con esta tradición rural profundamente
incorporada al ámbito urbano, sino sólo parcialmente y luego de arduas campañas,
como ya se tuvo oportunidad de analizar. En todo caso, este panorama sobre el que
volveremos más adelante, no se modificará significativamente en las siguientes décadas
del siglo XX.
12
Capítulo 9
Infraestructura básica e higiene: la dimensión de la crisis urbana en el siglo XIX
Para completar el cuadro hasta aquí esbozado, nos ocuparemos de analizar la naturaleza
de las cuestiones urbanas que ocupaban la atención de los ciudadanos en el siglo XIX.
Cochabamba, básicamente padecía de tres problemas vinculados entre sí: el agua, la
salud e higiene pública y los desbordes del río Rocha. La falta casi permanente del
líquido elemento acarreaba muy graves problemas de higiene y los desbordes del río, la
salida de cauce de acequias y torrenteras agravaban periódicamente este cuadro.
Algunos de los problemas aquí anotados, como los temibles desbordes del Rocha, se
vinculaban con el propio emplazamiento de la ciudad, que dispusieron los españoles
sobre tierras húmedas, atravesadas por diversos cursos de agua que descendían de la
cordillera del Tunari y arrastraban considerable cantidad de sedimentos, restos vegetales
y animales, que las crecientes del Rocha depositaban sobre el terreno plano que sirvió
de escenario a la fundación de la ciudad y su posterior desarrollo, permitiendo la
formación de las famosas “maicas” de asombrosa fertilidad. Estos terrenos de tipo
aluvional, estaban atravesados por el cauce del río Condorillo, llamado hoy Rocha, cuyo
curso primitivo atravesaba por las vecindades del propio centro de la ciudad: “Hoy
mismo, la calle de San Juan de Dios que sirvió de lecho al río Condorillo tiene un nivel
bastante bajo, por cuyo motivo suele sufrir durante la estación de lluvias frecuentes
inundaciones provenientes del río Rocha” (Blanco, 1900: 43)106.
Pese a que la cuestión de una hipotética modificación del cauce natural del río Rocha,
forme parte más de una tradición, que de una realidad que excedía en mucho a las
posibilidades técnicas de los primeros pobladores de la ciudad, es indudable que este
cause fue paulatinamente modificado, y algunos brazos naturales del río fueron
suprimidos; forzando el curso del río, desde la garganta formada por la serranía de San
Pedro hacia el cauce actual del río Tamborada, formando un arco sinuoso que
originalmente, tal vez tuvo un desarrollo más diagonal. Con ello la ciudad ganó espacio,
pero el nuevo curso del río no se estabilizó y sus torrentes, desbordando su inestable y
precario lecho, fueron una amenaza permanente y la preocupación constante de muchas
generaciones de habitantes urbanos107
106
Al respecto de estos antecedentes, otro autor señala: “Rodeando los solares edificados, existían
baldíos cultivados y huertos regados por las aguas del río Condorillo, mediante acequias que discurrían
por las calles de la Villa. Como en época de lluvias el río traía mucha agua y anegaba la Villa en
distintos niveles provocando con frecuencia inundaciones, un diligente propietario la protegió de sus
desbordes, tratando de darle un lecho más estable, consiguió encausarlo en su curso actual, segando el
brazo que lo cruzaba diagonalmente de NOE a SOE. pasando al sur de la Plaza de Armas. Según la
tradición, el autor de esta obra, fue un señor Rocha en cuya memoria, el río desde la Muyurina, en su
recorrido hasta las Maicas, se llama río Rocha”. (Galindo, 1974: 17-18). En uno da los estudios más
serios realizados sobre el río Rocha, se anota lo siguiente: “Cuando la fundación de la Villa de Oropeza
en 1574, el curso principal del río Rocha, que entonces se llamaba río Condorillo, pasaba todavía por el
centro de la actual población, siguiendo la dirección que ahora ocupa la acequia de la Carbonería. El
hospital San Salvador, después hospital San Juan de Dios, fue establecido en la orilla izquierda del río
Condorillo, cinco años después de la fundación de la Villa de Oropeza (...) Es evidente que en épocas
anteriores a la existencia de Cochabamba, el río ocupó sucesivamente toda la región comprendida entre
las Cuadras y su actual curso”. (Knaudt, 1909:9).
107
Crónicas y correspondencia de fines del siglo XVI, existentes en el Archivo Histórico Municipal de
Cochabamba, atribuyen al capitán Martín de la Rocha, haber ejecutado una represa y una acequia de
cauce ancho, para desviar el río de su cauce natural y así proveer de riego a sus tierras, lo que provocó el
reclamo de propietarios vecinos perjudicados por este desvío.
12
Tales depredaciones de la naturaleza se agravaron aun más, con la paulatina
erradicación de la vegetación natural, y tal como señalan algunos cronistas, la
destrucción de los bosques que cubrían el valle y las laderas que lo limitan, provocaron
las profundas perturbaciones sufridas por el clima, en tanto, las inundaciones deben
atribuirse al desmonte de la montaña.
Ugarte, con mucha lucidez y pertinencia señalaba el origen de los desastres naturales
que azotaban la ciudad y el valle, originando una verdadera crisis ecológica:
Por último, de Ugarte ofrecía esta descripción poco alentadora del medio natural que
rodea a la ciudad en la penúltima década del siglo XIX y que ciertamente en nada se
diferencia al paisaje actual de nuestro valle:
El rubro: “Defensivos sobre el río Rocha”, fue una constante en los informes sobre
obras públicas que realizan los presidentes del Concejo Municipal en el siglo XIX.
Numerosas ordenanzas municipales daban testimonio de los continuos sobresaltos a que
estaban sometidos los habitantes de la ciudad por los inesperados desbordes del río, que
en general afectan las zonas de Muyurina, Mosoj Llacta, el Prado y extensas zonas del
Sur. Esto obligaba a verdaderas movilizaciones de trabajo obligatorio para la
construcción de malecones y defensivos diversos, así como la remoción de las arenas
del río mediante el arado por yuntas de bueyes que proporcionaban obligatoriamente los
agricultores ribereños, pues resultaba un imperativo profundizar el lecho del río. En la
zona de Muyurina se construyeron malecones de piedra que debían evitar que las aguas
abrieran nuevos cursos diferentes a los previstos, atenuar la erosión de las orillas e
impedir la acumulación de materiales de arrastre108.
108
Una Ordenanza Municipal de 4/10/1877 disponía el régimen de trabajo obligatorio los domingos en
tareas de limpieza del cauce del río. Otra Ordenanza de 1872, disponía la ejecución de nuevos malecones
en la Muyurina. Una similar dictada en 1894 decidió la ejecución de malecones en la orilla izquierda del
río, desde la Muyurina a la Alameda. Otra disposición del 4 de enero de 1897 reiteró la movilización
obligatoria de todos los habitantes varones que munidos de sus propias herramientas realizarían
12
Probablemente uno de los primeros estudios realizados con rigor técnico, fue el
elaborado por el Ing. Federico Lugne, miembro del Consejo Nacional de Ingenieros,
enviado por el gobierno central, para estudiar los defensivos del Rocha en 1889. Dicho
profesional partía de la hipótesis de que las presas de la Maica favorecían los depósitos
aluvionales, hipótesis que luego fue abandonada, pues se pudo comprobar que las dos
presas mayores (la de la Chimba y San José de la Banda), eran destruidas por las
avenidas del río y eran repuestas anualmente. Modificando el punto de vista anterior, se
sugirió, que en realidad, eran los numerosos rneandros del río y la escasa pendiente del
terreno, lo que provocaba tales depósitos y la consiguiente elevación permanente del
lecho del río:
Otro problema urbano fundamental, era el del agua potable, a pesar de los numerosos
recursos hídricos que posee la región. Éste, sin duda, junto con el anterior, fue uno de
los problemas más viejos, y pese a ser, de lejos, el más debatido y estudiado, es un
problema aún no totalmente resuelto hasta el presente. Las primeras soluciones
consistieron en la ejecución de depósitos o “cajas de agua” en zonas altas próximas a la
ciudad donde se almacenaba las aguas provenientes de vertientes, que luego se
conducían a la ciudad a través de rudimentarias canaletas de piedra y “cañerías de
loza”109. Esta agua, que frecuentemente se contaminaban con residuos arcillosos,
materias orgánicas y materiales de arrastre de las vertientes que alimentan los depósitos
de agua, enturbiaban el líquido elemento, el mismo que se convertía, con la misma
frecuencia en un agente transmisor de diversas enfermedades.
En 1876, una comisión de concejales encabezados por Juan Crisóstomo Carrillo y otros,
informaba sobre la existencia de 50 fuentes de agua dulce dentro del radio urbano, de
las cuales 30 se encontraban en la campiña inmediatamente circundante a la ciudad
(zonas Noroeste, Mosojilacta y Muyurina) y otras 20 en la zona Norte, en el interior de
la ciudad. La citada comisión afirmaba que:
Los reclamos del vecindario por el mal funcionamiento de este arcaico sistema de
distribución de agua y por la frecuente carencia de este recurso vital, eran constantes.
Este tema, estaba siempre presente, como una de las mayores preocupaciones de los
109
Presumiblemente tubos de barro cocido empleados desde la época colonial
12
diferentes gobiernos municipales, y la falta de eficacia en las soluciones propuestas, era
motivo de agudas críticas. En la misma forma la prensa en el siglo XIX, como hasta
hoy, con frecuencia registraba noticias sobre la escasez de agua en uno u otro barrio de
la ciudad110
Fijando más nuestra atención sobre esta situación, podemos comprender en parte las
dificultades de la vida cotidiana de aquellos tiempos y la frecuencia de la reproducción
de cuadros epidémicos a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En
realidad, los recursos hídricos en zonas adyacentes a la ciudad, eran abundantes pero
eran muy precarios los medios técnicos y materiales para distribuirlos adecuadamente
mediante redes públicas. La cuestión de cañerías, depósitos de agua, piletas públicas,
eran los elementos-clave de esta situación: su falta, mal estado o ausencia de
renovación, configuraron una verdadera crisis de agua potable en Cochabamba en el
periodo analizado.
Veamos más en detalle la situación de esta infraestructura con anterioridad a 1896, año
en que el gobierno de Aniceto Arze adquirió las vertientes de Arocagua en favor de la
Alcaldía de esta ciudad. Hasta el citado año, la infraestructura de agua potable se
caracterizó por un sistema de distribución a través de piletas públicas, como ya se
mencionó, emplazadas en diferentes sitios de la ciudad y alimentadas por varias
vertientes que se depositaban en cajas de agua o alimentaban directamente dichas
tomas111
Muchas de estas piletas, pese a la abundancia de agua que proveían las vertientes y los
pozos perforados para alimentarlas, al estar conectadas a las mismas mediante cañerías
en mal estado, apenas proporcionaban un pequeño volumen de su capacidad real, pues
el resto se perdía en el trayecto entre vertiente y pileta, a causa de innumerables fugas
de agua, que con frecuencia daban lugar a la formación de pantanosas e insalubres
lagunas. Por otra parte, es interesante anotar, que pese a este cuadro de penuria
generalizada para obtener agua cotidianamente, unas pocas pero influyentes familias de
comerciantes, terratenientes o políticos, poseían agua en abundancia procedente de sus
propias vertientes o producto del despojo que con frecuencia sufrían las vertientes de
uso público. Por otro lado, una significativa proporción de este líquido elemento escaso,
se consumía en el riego de huertos, quintas y jardines en las zonas Norte y aledañas, lo
que propició la construcción de todo un sistema de acequias y canales de riego que
atravesaban la ciudad en una u otra dirección112.
Un editorial de El Heraldo recapitulaba interesantes aspectos de la crisis del agua
potable. Mencionaba que sin duda Cochabamba en sus primeras épocas no padeció esta
penuria merced a los numerosos manantiales de la “parte superior de la ciudad” (la
zona Norte), y además, el río Rocha tenía una corriente permanente, suficiente para el
cultivo de la campiña. Sin embargo, se reconocía que todo cambió con el incremento de
la población, y la consiguiente intensificación de los cultivos, acompañada del desmonte
de los bosques y la vegetación nativa. Ello provocó sucesivos años de sequía y
esterilidad, a tal punto que todos esos manantiales se han agotado o han disminuido
sensiblemente su caudal. Incluso el río Rocha no abastecía más para el riego de las
propiedades. El efecto resultante quedaba tipificado en los siguientes términos:
En cuanto a los emprendimientos para salir de esta situación, se indicaba que el Concejo
Municipal mandó a efectuar estudios y reconocimientos, y “hasta con apoyo
gubernamental se organizaron ‘comisiones de notables’ para estudiar el asunto”,
reconociéndose que 1a problemática era doble: por una parte la complejidad técnica que
suponía acceder a fuentes de agua abundantes, y por otra, la cuestión financiera para
ejecutar las obras necesarias y realizar la distribución adecuada. Se concluía indicando
que “en cuanto á1 agua, no cabe duda que ella existe de muy buena calidad y en la
112
Estos canales cruzaban sitios como la Alameda, la Plaza Colón, diversas calles como la San Martín,
Bolívar, Santo Domingo (hoy Santibáñez), etc. Con frecuencia, dichos canales, eran empleados para la
eliminación de aguas negras, y en ellas imprudentemente, se arrojaban desperdicios, convirtiéndolas en
eficaces focos de infección como veremos más adelante.
13
proporción que se quiera, pero siendo de propiedad particular, es necesario
previamente expropiarla con todos los trámites de ley”. Obviamente los recursos que
demandaban estas obras y acciones legales sobrepasaban los modestos recursos
comunales y era imprescindible el crédito, la formación de sociedades anónimas de
accionistas, así como la formación de un fondo de amortización acumulativa (El
Heraldo nº 581, 9/0l/ 1883).
A1 tenor de este tipo de reflexiones, el mérito del Concejo Municipal de 1883, fue
estimular el inicio de estudios técnicos que superaran en sus concreciones el limitado
horizonte de las “comisiones de notables” y avanzaran hacia propuestas más específicas.
Es probable, que los primeros de una larga serte de estudios técnicos, fueran los del Ing.
Bodeslao Maierski y el proyecto de la Laguna de San Juan.
En base al cálculo anterior Maierski señalaba que el conjunto de pilas públicas proveían
en 1883, 114.000 litros, o sea “calculando con exceso una población de 20.000
habitantes, 5 litros por habitante y en 24 horas, mientras que las aguas de Arocagua,
con 15 litros por segundo, darían 1.300.000 litros o sea, 63 litros por día y por
habitante, es decir un total de 70 litros contando las aguas actuales”. Finalmente el
presupuesto calculado para estas obras era de 4.000 Bs. Más otros 24.000 Bs. por la
expropiación de las Aguas de Arocagua (El Heraldo nº 632, 4/06/ 1883)113
En cuanto a las lagunas de San Juan, se trató de un emprendimiento muy ambicioso,
iniciado por una sociedad agrícola comercial patrocinada por el hombre de negocios
Luis Bessand Freres y el Ing. Bruyns, con objeto de aprovechar las aguas de estas
lagunas ubicadas en la Cordillera del Tunari con destino al riego de las propiedades del
Valle e incluso para el consumo urbano. Las obras iniciadas en 1879 consistían en la
construcción de un dique de 60 metros de largo y 14 metros de altura para embalsar las
aguas, la perforación de un túnel en roca viva de 300 metros de largo y la ejecución de
un canal distribuidor. (El Heraldo nº 152, 5/06/1879). Dicho empresario francés
asociado a grandes hacendados “inició la gigantesca obra de abrir un prolongado túnel
a través de una colina granítica que cerraba las aguas hacia el Valle”, invirtiendo en
ello alrededor de tres años de esfuerzo y no pocas frustraciones (El 14 de Septiembre
No. 81, 17/06/1884). Finalmente los trabajos principales concluyeron a inicios de 1885.
Según datos técnicos proporcionados por el propio Bessand, el embalse de la laguna
contenía 860.000 m3 de agua, con una capacidad de proveer al riego, 4.778 m3 de agua
por día: el empresario propuso ampliar la sociedad con los agricultores y otras formas
de participación, demostrando que bajo un régimen de riego controlado, los hacendados
obtendrían buenos rendimientos y excelentes utilidades. Lamentablemente, esta
iniciativa no prosperó, de tal suerte que la obra quedó inconclusa en su fase final y
abandonada hasta hoy114
En octubre de 1891 el Presidente Aniceto Arce destinó 16.000 Bs. para adquirir las
vertientes de Arocagua que fueron entregadas a la Alcaldía de Cochabamba como
113
Como todo emprendimiento iniciado con entusiasmo pero sin planificación ni previsión, episodios en
los que abunda la historia de la ciudad, se le reprochaba años más tarde a Maierski, el haber destrozado
las viejas cañerías: “Relatan nuestros mayores que antes de haberse dado oídos al Ing. Maierski, quien
hizo destrozar a golpes de barreta la cañerla de barro enlozado solidificada por la acción del tiempo, el
estado de la salud pública era superior al de la actualidad, pero desde el establecimiento de los tubos de
plomo se envenena al pueblo, en medio de los tormentos de una desesperante sequía (...) Ha llegado a
convertirse en aforismo la queja del extranjero al pisar nuestro suelo. Se dice comúnmente (cuando se
enferma): pagó su tributo a las aguas do Cochabamba”. (El Heraldo nº 1528, 21/09/1889).
114
La indiferencia que mereció el mayor proyecto de riego del siglo XIX, expresa sin lugar a dudas, la
total ausencia de espíritu empresarial de los hacendados y huertistas del Cercado y el valle central. Siendo
notable su apego a las maneras tradicionales y su aversión a las innovaciones tecnológicas.
13
resultado del estudio realizado por el Ing. Julio Pinkas, quien recomendó el empleo de
las aguas de estas vertientes como los más convenientes en el orden económico y
técnico frente a la alternativa de las Lagunas de San Juan y la laguna de La Chaima en
Cala Cala115. En julio de 1896 finalmente fue inaugurado el servicio de agua potable en
Cochabamba en base a los depósitos de agua que recibían este suministro de las
vertientes de Arocagua, que eran conducidas a la ciudad mediante cañerías metálicas,
que suplieron el sistema de canaletas anterior, aun cuando siguió subsistiendo el sistema
de piletas, que bajo la denominación de “surtidores” divididos en “bocas contra
incendio” y “bocas de irrigación”, en realidad, servían para la provisión de agua a la
población116
Este nuevo sistema permitía una mejor ubicación las pilas públicas y mejoraba
sensiblemente la situación de la zona Sur. Sin embargo, el material empleado en esta
primera red pública de agua potable, en pocos años, quedó obsoleto por múltiples fugas
de agua, que reprodujeron con mayor fuerza aun, los viejos problemas de escasez,
situación que aún se prolongará por mucho tiempo.
En lo que hace a los servicios de desagüe de aguas servidas y pluviales, éstos todavía
eran más precarios y se apoyaban en un sistema antihigiénico de acequias, siendo la
principal, la acequia de la Carbonería que partiendo de la Muyurina a la altura del
Hospital Viedma, cruzaba la ciudad “hasta las huerta de Vera” (inmediaciones de la
actual avenida Siles y 6 de Agosto. Además existían otras acequias en la calle de la
Compañía, del Teatro, Ayacucho y paralelas que desembocaban al río Rocha. A estas
acequias o canales de desagüe, con frecuencia, se arrojaban basuras y desperdicios de
todo tipo que las obstruían, provocando desbordes e inundaciones, que a su vez, daban
lugar a enormes lagunas de aguas estancadas y pútridas, que con frecuencia se
observaban en las calles y plazas de la ciudad. (Ver Plano 8).
115
La propuesta del Ing. Julio Pinkas, mostraba que la escasez persistente de agua en las pilas públicas se
debía a la rotura de la cañería de plomo de la antigua caja de agua, razón por la que aconsejó qua estás
fueran, sustituidas nuevamente, por cañerías de barro cocido y colocadas dentro de canaletas de cal y
piedra a un metro de profundidad. En cuanto a la alternativa de las fuentes de agua, se calculó que la
capacidad real de Arocagua era de 6,5 litros por segundo, lo que permitiría proporcionar 26 litros por día
a cada habitante de la ciudad, lo suficiente para mantener 12 pilas públicas con una emisión de un litro
por segundo durante 12 horas diarias. Las alternativas de la laguna de San Juan y la Chaima, pesa a tener
una capacidad mucho mayor (50 litros por habitante) fueron desechadas por razones económicas. (El
Heraldo nº 1846, 31/10/1891).
116
Según una ordenanza dictada por el Juez de Aguas A. Valdivieso en mayo de 1897, se definían 15
surtidores de agua o “bocas contra incendio” y 6 “bocas de irrigación”. En relación a los surtidores
algunos emplazamientos eran los siguientes:, existía un surtidor en 1a puerta del Teatro Achá, otros en: la
esquinas de las calles Santo Domingo y Ayacucho, la esquinas de las calles Comercio y Calama, el
hospital San Juan de Dios, la esquina de las calles Calama y, Lanza, la calle San Alberto, la Plaza de San
Sebastián, la Plaza 14 de Septiembre, la cárcel pública, en la calle Sucre en la puerta de la Recova, las
esquinas de las calles Compañía y Aroma y, Bolívar y Lanza. Las bocas de irrigación se ubicaban en las
cuatros esquinas de la Plaza 14 de Septiembre y otras dos en las plazas Colón y San Sebastián.
13
canaletas, las que a su vez, las conducirían a un colector principal que debería correr a
lo largo de las calles. Se añadía, que el plano de la ciudad y su nivel con respecto al
lecho del río y las acequias que la atravesaban, se prestaban a esta solución. En
consecuencia, la citada comisión sugería construir 3 canales o colectores principales, a
lo largo de las calles Argentina, Santo Domingo y la Compañía, a los que vendrían a
confluir, los de las calles transversales y las canaletas de las propiedades particulares.
(Ver plano 8). Sin embargo, este proyecto como muchos otros, fue archivado y la
cuestión no volvería a ser considerada hasta medio siglo más tarde. (Gaceta Municipal
de 1876, páginas 43 y siguientes).
Además, se ponía en relieve, que a los citados focos infecciosos, se sumaba la acción de
la Laguna Alalay “que no se deseca sino merced a la lenta evaporación que producen
los calores del estío”, y a lo que todavía se añade, la presencia de innumerables:
Bajo estas condiciones, era común que la ciudad y el Cercado, donde se desplegaban
extensos basurales, se desarrollarán fiebres intermitentes y otras dolencias,
posiblemente con alta incidencia de tifoideas y cólera, frecuentemente con caracteres
epidémicos, a lo que contribuían, la contaminación de las aguas subterráneas poco
profundas, que en un sitio eran empleadas como depósitos de materias orgánicas y
detritus, mediante precarios pozos sépticos, para que, a poca distancia, se convirtieran
en acuíferos que proveían al consumo de la población, esta vez, mediante pozos
artesianos o filtraciones que eran tomadas como vertientes de agua potable. Estas eran
las condiciones ambientales presentes casi desde la fundación de la ciudad, la misma
que, en realidad fue edificada sobre campos de labor, atravesados por multitud de
13
acequias que todavía permanecían en el siglo XIX, y que indistintamente, eran
empleadas como canales de riego, o canales de drenaje de aguas servidas.
Bajo estas circunstancias, la cotidiana escena urbana de la ciudad, estaba lejos de ser
idílica y romántica. Por el contrarío, se trataba de un escenario de contrastes
desagradables: calles polvorientas, frecuentemente intransitables por la presencia de
enormes charcos fangosos y nauseabundos, acequias cubiertas por desperdicios y restos
orgánicos donde pululan insectos de todo tipo, y donde menos se piensa, grandes
promontorios de basura, matizados por personas y canes que añadían sobre ellos nuevos
desperdicios y detritus. Las campañas de aseo, los reclamos por limpieza, las llamadas
de atención, las quejas cotidianas, los reglamentos sanitarios, parecían naufragar frente a
esta rutina de basurales que rodeaban, crecían y continuamente avanzaban hasta el
mismo centro de la ciudad117.
Retornando a la cuestión de la calidad del agua, como ya se estableció, ésta no sólo era
escasa, sino naturalmente, muy contaminada. Un estudio efectuado por José E. Mercado
(1887) sobre la relación entre la calidad del agua y la salud pública, anotaba que de
acuerdo a su procedencia, presentaba las siguientes características:
Con respecto a las aguas de pila, se anotaba que éstas se originaban sobre el
antiguo cauce del río Rocha, siguiendo el trayecto de la acequia de la
Carbonería. Sobre dicho trayecto se encontraban las cajas de agua que
alimentaban dichas pilas. Se indica que, por el rumbo de este antiguo cauce,
117
A manera de ejemplo, transcribimos algunas noticias, en realidad denuncias y reclamos insertos en la
sección “Crónica local” del periódico El 14 de Septiembre" de los años 1882, 1883 y 1884, para ilustrar
un panorama, que de otra forma puede parecer exagerado: Aseo, se reclama por la falta de higiene en
sitios distantes a tres o cuatro cuadras de la Plaza principal: “A tres cuadras, los alrededores de la
cochera del Sr. Soruco, se está convirtiendo en un verdadero muladar; a las mismas tres cuadras, la
calle San Francisco (hoy 25 de Mayo), al paso que vamos pronto se convertirá en una laguna de aguas
corrompidas. A otras tres cuadras (número fatal) la calle Aroma, pero, qué ‘aroma’ tan aromático, y por
último, la parte posterior de las clarisas, en su convento, es un verdadero depósito de inmundicias” (nº 2
de 29/09/1882). Calles: “Hay la intolerable costumbre de hacer de las calles de la ciudad el receptáculo
de inmundicias, siendo tan ordinario ver a las personas que habitan en tiendas, ponerse muy formales en
medio de la calle, como que miran al cielo y hacen otra cosa... que ya a nadie llama la atención ” (nº 35
de 05/l1/883). Calle Santo. Domingo (hoy Baptista): “Día a día se va haciendo detestable esta calle por
lo fétido del aire que allí se respira, debido al canal de desagüe…” (nº 42 de 29/06/1883). Plaza Colón:
“El año lluvioso ha puesto en tal estado este lugar de paseo, que es imposible transitar en él ” (nº 38 de
1º/06/1883). Calle Colombia: “Esta calle está convertida en un fango repugnante por que las acequias
que conducen agua a las pilas particulares permanecen abiertas…” (nº 54 de 7/09/1883). Camino a
Muyurina: “Se reclama que en la calle de Soliz Rancho, cerca a la puerta trasera del hospital nuevo,
existe un gran charco pútrido” (nº 62 do 9/09/1883). Acequia: “Así se puede llamar a la que cruza la
esquina de la Plaza Colón delante de la casa quinta del Dr. Rodríguez, formándose en dicho punto un
lodazal insoportable...” (nº 63 de 16/11/1883). La Acequia que atraviesa la ciudad, es decir, la de la
curtiduría, se encuentra descubierta en gran parte y sus emanaciones malsanas molestan a los vecinos
(nº.89 de 3/09/1884), etc., etc.
13
continúan las infiltraciones subterráneas del río, y a no mucha profundidad,
como lo demuestran los pozos comunes y artesianos abiertos sobre dicho
trayecto. El gran problema que se creaba con estas infiltraciones consistía en
que: el origen de los manantiales que alimentan nuestras pilas, provienen de las
infiltraciones del río Rocha por su antiguo cauce, pues que fuera de este
trayecto no encontramos otros manantiales que los que provienen del lodazal
del Hospital Viedma, que reconocen el mismo origen. Dicho nosocomio
establecido sobre este antiguo cauce, no solo se halla en la parte superior de
todas las capas de agua de las pilas, sino sobre un suelo poroso, permeable al
aire y a las aguas pluviales, y sujeto a irrigaciones continuas que disuelven
todas las inmundicias que arroja un hospital (...) entonces estas aguas están
viciadas en su origen y las que se recoge de las pitas no pueden menos que ser
nocivas a la salud.
Algunos pozos, como los de1 Camal, por el uso a que están consagrados sirven
indirectamente a toda la población. A nadie se oculta que el Matadero público
se halla ubicado en el antiguo lodazal de la propiedad de don Julián Ariscaín
del Prado, en donde no sólo se echaban las cloacas de Santa Clara y Santa
Teresa sino todas las basuras provenientes de esa vecindad. Pues bien, en este
cenizal inmundo, la Empresa del Matadero mandó a cavar los pozos que debían
destinarse al tratamiento de un artículo esencial como la carne. Como era de
esperar, muy pronto se advirtió la malignidad de estas aguas... He aquí como se
explica que la fiebre tifoidea se haya hecho endémica en Cochabamba; sí a esto
agregamos la costumbre que tienen muchas gentes del pueblo, que careciendo
de pozos, van a aprovechar para sus usos, de las aguas que corren por la
cloaca de la Carbonería que atraviesa la ciudad, particularmente en e1 estío en
que nuestras aguas de pilas son insuficientes.
Con relación a las condiciones de calidad del aire que se respiraba en la ciudad, el
mismo Dr. Quiroga, en base a un estudio sobre este particular desarrollado en 1890,
establecía lo siguiente:
Destacaba la impureza del aire que circula en las casas, sobre todo, y lo que era muy
frecuente, en habitaciones húmedas, carentes de luz natural y ventilación. Señalaba este
distinguido galeno, que: “En el aire exterior hay partículas inorgánicas, sales
calcáreas, partículas de arena, polvos de carbón, fragmentos de insectos, partículas de
plantas, un gran número de infusorios, fibras vegetales, polen, semillas diversas fibras
textiles, gránulos de almidón, y en tiempos de sequedad, un polvo orgánico muy
abundante fluctúa en las capas atmosféricas”. Precisaba además: “hemos encontrado
fragmentos disecados de películas de la viruela qué hemos cultivado positivamente en
medios nutritivos y esterilizados, igual cosa hemos hecho con la escarlatina, 1a
alfombrilla y otras afecciones contagiosas”. Por otro lado establecía que “en el
vecindario de ciertos estanques, en !as inmediaciones de los pozos, en 1as acequias de
algunas calles, e! aire contiene un exceso de ácido carbónico, hidrógeno sulfurado,
carbonatado y fosforado y también amoniaco; existen materias orgánicas esparcidas
en é1; así se comprende cómo y en qué condiciones estallan 1as fiebres intermitentes y
muchas veces 1as tifoideas”. Resaltaba que dichas “fiebres tifoideas, las disenterías,
1as afecciones diarreicas reconocen por causa las emanaciones pútridas de depósitos
de materias estercoráceas que yacen sea en los interiores, sea en los cenizales, sea en
fin, en otros lugares que constituyen los depósitos de infección”.
Un otro cronista consciente de esta crítica situación y angustiado por sus consecuencias
se interrogaba:
Los efectos de esta situación eran previsibles: las epidemias, las pestes y las altas tasas
de mortalidad fueron una constantes en la ciudad. Muchas de ellas, son apenas
identificables en los libros de defunciones que llevaban las parroquias desde tiempos de
la colonia, otras ganaron mayor espacio en la opinión pública. A manera de ilustración,
observemos dos situaciones:
En 1857 se declaró una epidemia de fiebre tifoidea en la ciudad y el Cercado, que luego
se extendió a Quillacollo, Tapacarí y Ayopaya 119. Esta epidemia que causó varios
centenares de muertes en la ciudad y muchas más en las provincias, obligará a las
autoridades prefecturales a tomar cartas en el asunto. Al respecto se daba cuenta de las
siguientes medidas: “Se ha cuidado lo bastantes en extinguir las causas de infección, se
han limpiado sucios muladares, se han limpiado y se han secado los charcos más
inmediatos, o mas bien, los que se encuentran dentro de la población”(Transmisión
Legal, 04/08/1857). No obstante, estas medidas profilácticas fueron circunstanciales, en
vez de permanentes, y ello conducirá a la gran epidemia de 1878, agravada por la sequía
y la consiguiente hambruna del fatídico año de 1879.
El Ayuntamiento presidido por Lucas Vergara, tomó medidas tendentes a aminorar los
efectos de esta situación y precautelar la salud de la población. Se instruyó el riego de
las calles, la limpieza de los inmuebles, la desecación de aguas estancadas, el arreglo y
cubrimiento de acequias, así como la movilización del cuerpo médico; sin embargo,
estas precauciones, de última hora, no fueron suficientes y no lograron evitar el
desencadenamiento del proceso epidémico anotado.
118
Se puede afirmar, que las visiones modernizantes en relación a las áreas verdes y espacios públicos, las
amplias avenidas, los grandes parques, relacionados todos, a la idea de consolidar “los pulmones de la
ciudad”, se vinculan con estos antecedentes.
119
Se denunciaba, en esta coyuntura grave, que el propio Hospital San Juan de Dios era un foco de
infección. La Transmisión Legal, 17/04/1857
120
No se ha encontrado, en toda la documentación revisada, una definición médica exacta en relación a la
naturaleza de esta epidemia. Por los síntomas que manifestaba: fiebres altas intermitentes, dolores
estomacales y decaimiento rápido de los enfermos, se infiere que pudo tratarse de alguna forma de tifus o
fiebre tifoidea.
14
A mediados del fatídico año de 1878, los cuadros de dolor se multiplicaban, la epidemia
se; expandía y hacía presa de miles de personas en muchas provincias, en el Cercado y
la propia ciudad. Un periodista de El Heraldo nos proporciona una imagen de esta
tragedia:
Una fuente más precisa, constituye el informe evacuado por el Cuerpo Médico de
Cochabamba a fines de mayo de 1878. El mismo anotaba que la epidemia se inició en el
ámbito departamental a partir de octubre de 1877, expandiéndose en forma lenta por las
comarcas de Tapacarí y Arque, los Valles de Sipe Sipe, Quillacollo, Asirumarca, Itocta,
La Maica. El Paso, todo el Cercado de la ciudad de Cochabamba, penetrando al Valle de
Sacaba por la zona de Muyurina y Puntiti. En cuanto a la naturaleza de la enfermedad
dicho informe sostiene: “Pasando por alto multitud de denominaciones, nosotros de
una manera general la llamaremos fiebre intermitente epidémica”. Se anotaba que su
mayor impacto afectaba a la raza indígena y en general a la clase trabajadora,
121
En marzo y abril de 1878 la epidemia campeaba en gran parte del departamento: diezmó las
provincias de Tapacarí y Arque; también causa estragos en Sipe Sipe y Colcha y dada su magnitud, se
organizaron lazaretos en Quillacollo, Caraza, Arque, Parotani, entre otros. Una información sobre la
situación de las provincias afirmaba que la epidemia: “sigue con fuerza y avanzando por determinadas
comarcas, haciendo sus visitas domiciliarias en cada choza o casa. Las zonas comprendidas desde
Quillacollo, Sipe Sipe, Cala Cala, hasta Sacaba, están convertidas en un hospital inmenso. (El Heraldo
nº 43, 07/05/1878).
14
“notándose que mujeres, niños y ancianos han sido atacados en mayor número que los
jóvenes robustos, pero también han sido víctimas otros grupos raciales”. Se precisaba
por otro lado, que sumándose a la virulencia de la enfermedad, se presentó una situación
de escasez de alimentos. al respecto se afirmaba: “Los indígenas que por lo general
viven mal alimentados, sin abrigo y las más de las veces sin techo y sin las condiciones
higiénicas necesarias, se han visto hoy en peor situación que antes por las condiciones
del año agrícola”, de donde se concluía que "la epidemia ha sido aumentada por la
escasez sostenida de alimentos”.
La fiebre se presente bajo formas muy variadas, siendo las más evidentes: 1. la
fiebre intermitente simple; 2. la fiebre remitente, 3. la fiebre perniciosa (álgida,
comatosa, apoplética, delirante); 4. la fiebre larvada (oculta por multitud de
síntomas de otras enfermedades) y 5. 1a caquexia palúdica, siendo su
característica más general, su efecto debilitante.
Las consideraciones contenidas en este informe revelan aspectos muy significativos que
ocasionaban el fenómeno epidémico: por una parte que el centro urbano (unas 35 a 40
manzanas) dotadas de una modesta infraestructura: calles empedradas, pilas que
proporcionan el líquido elemento más permanentemente, casas mejor edificadas, áreas
arborizadas mejor conservadas, etc., parecían significar la diferencia entre la vida y el
riesgo de perecer. Por otro lado, la aparente discriminación racial en la incidencia de la
14
epidemia, que en realidad, no era tal, pues su virulencia se concentraba en organismos
mal nutridos y mal tratados por la explotación a que estaban sometidos. Ambos aspectos
muestran con nitidez la naturaleza social del drama: la enfermedad afectó con mayor
intensidad, a quienes vivían en condiciones higiénicas degradantes, a quienes carecían
de los servicios más esenciales, a quienes se subalimentaba, y eran sometidos en estas
condiciones a penosos trabajos físicos, tal como enfatizaba con objetividad el citado
informe. En resumen, la epidemia puso en descubierto un tenebroso sistema de
desigualdades sociales y de explotación de la fuerza de trabajo indígena.
El cronista que comentaba esta iniciativa señalaba que el plan fracasó por que el banco
se negó a negociar con el Municipio y la “Junta de Notables” opinó por su
inconveniencia y falta de oportunidad “limitándose a hacer indicaciones generales para
cuando arrecie el peligro”. Es evidente que tales medidas debieron provocar temores
entre comerciantes y latifundistas que, tomando la sequía y epidemia como una de
tantas, pensaron, como en otras oportunidades, sacar buen partido de la crisis, sin
imaginar que así condenaban a muerte a centenares de habitantes de la ciudad y la
campiña. Obviamente los precios del trigo y la harina de trigo se elevaron
especulativamente. Con curiosa ingenuidad, dadas las difíciles condiciones de
transporte en la época, se sugería que la solución más conveniente sería la introducción
de harinas de Chile y California122.
122
José María Santivañez propuso organizar una sociedad anónima con un capital de 50.000 Bs., con
objeto de importar cereales y otros artículos de primera necesidad, para lo que inició una colecta entra los
“principales caballeros de la ciudad” que tampoco arrojó los resultados apetecidos. Con este mismo
objeto se organizó una Sociedad Anónima de Socorro, que se propuso traer cereales de Chile, pero el
conflicto bélico y la insuficiencia de recursos no hicieron posible tales iniciativas, en términos
significativos
14
El Valle Alto, que había salido mejor librado de la epidemia, padecía, sin embargo, con
extremo rigor, los embates de la sequía y el hambre. Proliferaron los asaltos a las
haciendas en el Valle de Cliza, hechos que se extendieron al castigado Valle Bajo, en
especial en las zonas de Quillacollo y Sipe Sipe. En Arani se produjeron los desórdenes
más graves y las palabras “comuna” y “comunismo” resonaron por primera vez en los
valles de Cochabamba:
El año es malo, la seca nos amenaza con el hambre y por tanto, debemos apelar
a los trojes de los ricos para tener qué comer (…) al grito de ‘abajo los levitas,
abajo los ricos’, se produjeron desbordes y saqueos. En la feria de Cliza los
excesos especulativos amenazaron con hechos imprevisibles (…) No fue extraño
oír hablar a 1a clase obrera de la comuna, que dicen pronto ha de llegar. (El
Heraldo nº 37 15/04/ I878 y nº 90, 23/ 10/ 1878).
En la propia Cochabamba se producen desórdenes: “la clase obrera dio lugar a escenas
turbulentas... pues acudieron en tropel clamando ante la Municipalidad por la fijación
de 1os precios y la rebaja de los actuales”, expresaba El Heraldo (nº 88, 16/10/1878) y
resumía con tono severo el sentir de las clases dominantes: “Agravase la agitación
natural de los espíritus, por consecuencia de los hechos que se palpan, 1a. zapa sorda y
funesta de ciertos espíritus turbulentos encargados hace ya algún tiempo de sembrar la
cizaña y de derribar la armonía que debe reinar entre el propietario y el artesano,
entre el rico y el pobre, para sacar provecho de conflictos sociales”. En un editorial de
este organismo de prensa del 23 de octubre de I878, se prevenía que: “Rumores
siniestros se dejan oír por todas partes, voces alarmantes se esparcen de la campiña a
la ciudad y de la ciudad a la campiña, atribuyendo ideas disolventes y poco honorables
al pueblo proletario, suponiéndolo capaz de atropellar la propiedad ajena”.
Pese a estas medidas calificadas “de sacrificio” para las clases propietarias, la situación,
particularmente en el Valle Alto, no mejoró: en Punata, se crea un Comité de Salvación
Pública para asegurar el orden público y la seguridad de los hacendados, temerosos de
las crecientes masas de hambrientos y desamparados. En Cliza “en el gran emporio de
las riquezas, se ha vendido hoy pan de cebada y el pueblo lo ha consumido como último
recurso de su miseria (...) donde antes casi no era conocida la necesidad, hoy se la
palpa grado por grado. Sus mercados se hallan aislados y desiertos, apenas se deja
notar una que otra transacción. Sus hijos poco previsores lloran tarde su descuido”,
lamentaba un corresponsal de El Heraldo (nº 96, 16/11 /1878). En la propia ciudad de
Cochabamba, el hambre y la especulación no pudieron ser controladas. Un editorial a
principios de diciembre describía esta situación en los términos siguientes:
125
Un informe suscrito por Zacarías Arze destacaba el éxito de una colecta pública para “la manutención
de los pobres y desvalidos que sufren las angustias del hambre y que en número sorprendente han
invadido esta población, presentándonos el triste espectáculo de victimas, que en calles y plazas perecen
14
Esta política de mitigación del hambre que se extiende por doquier, apoyada en unos
escasos recursos de abastecimiento y financieros, y acompañada por el combate al agio,
a la especulación y, particularmente, al uso de materias primas alimenticias en fines
diferentes, comienza a ser severamente aplicado. La cuestión del maíz, alimento básico
de las clases populares, ocupa el primer lugar de estas atenciones y, el consumo de
grandes partidas del grano para la elaboración de chicha, es uno de los aspectos más
polémicos y debatidos. Sin embargo la gravedad de la situación es más fuerte que los
intereses en juego. Un proyecto de Ley Municipal de corte radical sugería que como las
nueve décimas partes del producto anual de maíz se derrochaban en chicha y que la
décima parte restante es insuficiente para la alimentación, en consecuencia se disponía
la ejecución de dos medidas:
1. Que nadie podrá fabricar chicha sin la patente que deberá sacar de la
Municipalidad, bajo multa de Bs. 50 o el remate de las especies y aún de los
muebles del contraventor.
2. Habrá cuatro clasificaciones de patentes para los que quieran hacer chicha:
1a primera clase pagará 200 Bs. anuales, la segunda 100 Bs. la tercera 50 Bs. y
la cuarta 25 Bs.
Se sugería que estas medidas fueran extensivas a todo el Departamento y que además
cada quintal de trigo, maíz o mukho que se exporte, pagaría 2.50 Bs. de derecho
municipal. Para este efecto, se establecen aduanillas en las quebradas de Arque,
Tapacarí, la Llave y Arani126.
Las resoluciones municipales de 22 de enero de 1879 se hacían parcialmente eco del
clamor público para organizar la economía, y las actividades urbanas en función a la
situación crítica que vivía la región: tales disposiciones determinaban suspender las
por falta de sustento”. Se añadía que en San Francisco, la Sra. Josefa vda. de Soria, con colaboración de
los ya nombrados Arze, Ugarte y Sra. de Santos, y el concurso de Enrique Soruco, Luís Felipe Guzmán,
José B., Guzmán y otros, se daba sustento a 700 menesterosos, en tanto continuaba la misma labor en el
domicilio de Von Holten. Se destacaba que “el número de socorridos en ambas casas excede de 1.200”.
(El Heraldo nº 105, 19/12/1878 y nº 106, 23/12/1878). A principios de enero de 1879, los menesterosos
atendidos sólo en San Francisco, llegaban a 1.400.
126
Estas medidas si bien no llegaron a aplicarse de acuerdo al proyecto, dieron lugar a la aplicación de
patentes municipales a chicherías desde 1880 y su clasificación por categorías según su ubicación con
respecto a la Plaza 14 de Septiembre.
14
actividades escolares por el término de un año, para destinar los fondos de las escuelas
municipales al Tesoro Municipal; la creación de dos asilos: uno en Santo Domingo y
otro en la Escuela Central Sucre. Además, se disponía la expropiación de la quinta parte
de la cosecha de maíz y la décima de trigo por recolectarse, previa indemnización. Por
último, se fijaba la imposición de un empréstito de 50.000 Bs. entre “los propietarios
acomodados del Departamento” garantizado con todos los bienes municipales y
aplicable al pago del valor de los cereales expropiados. (El Heraldo No. 114,
22/01/1879).
La situación en el Valle Alto llegó a su extrema gravedad en este fatídico mes de enero
de I879. Los partes de los subprefectos y otras autoridades provinciales tenían tonos
dramáticos en extremo, y describían escenas verdaderamente dantescas 128. Un despacho
127
El cronista de El Heraldo que observaba las disposiciones municipales mencionadas anotaba que: “sin
la chicha se vive, pero sin comida no (...) la chicha es necesaria al trabajador como estimulante, pero
bien se puede, cuando el alimento falta, pasarse sin ella, o servirse de otros tónicos como la coca. Lo que
en realidad es más difícil. de combatir es la costumbre arraigada de siglos de beberla y fabricarla”.
128
En base a un breve repaso a esta situación, a partir de una voluminosa correspondencia dirigida al
Prefecto del Departamento, y publicada en la prensa de la época, extractamos a continuación, para dar al
lector una idea de la dimensión de la enorme tragedia que se abatió sobre Cochabamba, lo siguiente: Una
nota del Subprefecto de Cliza desde Punata destacaba: “Bástame decir que en esta capital de provincia,
14
de "El Tiempo" de Iquique nos permite una idea de la amplitud que cobra esta
prolongada sequía en el territorio nacional: “La carestía y la escasez de víveres se
hacen sentir de una manera desesperante en Oruro, Sucre y Cochabamba (...) Las
obligaciones de la caridad, la olla de 1os pobres que se ha establecido en varios
conventos de Sucre y Cochabamba no son suficientes para atender a las necesidades de
millares de seres de todas las edades” El Heraldo nº 125 de 5/03/ 1879).
todas las noches mueren algunos individuos de hambre y se encuentran cadáveres hasta en los caminos,
la situación no puede ser más aflictiva”... se anotaba que era imposible recaudar impuestos porque “los
más de los contribuyentes han emigrado al Perú, a otras regiones del interior y, los pocos que han
quedado están pordioseando para prolongar su miserable existencia” (El Heraldo nº 113, 18/01/1879).
El párroco de Vacas, por su parte, informaba: “Las pérdidas suben de punto y cada día aumenta la
emigración (...) las comarcas del cantón están silenciosas y es de temer que el curato se vacíe si sigue el
tiempo calamitoso” (El Heraldo nº citado). Otra nota del corregidor de Punata, fechada en 06/01/1879,
anotaba que “desde hace 3 meses se han visto invadidos todos los centros de población por multitud de
mendigos demandando caridad pública: los colonos de todas las fincas han abandonado sus hogares,
después de consumir hasta su ganado de labranza, en busca de un mendrugo de pan y. un puñado de
salvado que llevar a la boca. Con la escasa y mala alimentación se ha desarrollado en ellos una
hidropesía que en poco tiempo los conduce al sepulcro” (El Heraldo nº 114, 22/01/1879). A su vez el
corregidor de Muela expresaba “la mortandad ha sido considerable en la comprensión de la parroquia y
ni el cura de la parroquia sabrá circunstanciadamente cuántos, por que sin darle conocimiento
introducen al enterratorio y a causa de no estar bien sepultados los cadáveres, los perros se han cebado
con ellos” (El Heraldo, nº citado). El corregidor da Arani informaba que en Tarata, Punata y Arani, “ se
hacen esfuerzos y sacrificios para alimentar nubes de gentes escuálidas y macilentas; que cual espectros
sustraídos de los hospitales y los sepulcros inundan y recorren las calles de las poblaciones, los campos
y los caminos demandando piedad y misericordia, al son del estertor de la muerte más cruel, la del
hambre. Me consta que en este pueblo ha habido en un día nueve cadáveres... y el día que menos ha
habido es de 3 a 4” (El Heraldo nº 115, 25/0t/1879). En fin, una nota del corregidor de Tarata destacaba:
“Escenas tristes y dolorosas ocasionadas por el hambre han tenido lugar en estos pueblos. La Alcaldía
se vio en la necesidad de establecer la ‘comida pública’ desde octubre hasta diciembre de 1878... pero
una vez agotados los recursos, cesó la protección que se daba a centenares de hambrientos. Desde
entonces ha crecido la mortalidad en grandes proporciones, llegando en enero (1879) a la fabulosa
suma de 366, sin contar la mortandad en el cantón de Paredón.” (El Heraldo nº 127, 12/03/1879).
14
Continuación Cuadro 35
Sociedad Extranjera de Del 1º al 6 de febrero de 1879 se atiende
Socorro a 500 personas. 3.240
Del 7 al 20 de febrero de 1879, se atiende
a 480 personas. 6.720
Del 21 al 28 de febrero de 1879 se
atiende a 480 personas 3.600
A través del cuadro anterior podemos establecer que el número de defunciones de los
años 1878 y 1879 eran muy superiores a los de los años precedentes que representarían
el cuadro de mortalidad en circunstancias consideradas normales. En cuanto al índice de
mortalidad de los dos años citados, podemos establecer igualmente que existen dos
fases de incremento de los decesos; un primer momento, que correspondería al
desarrollo de la epidemia, que comienza a cobrar víctimas a partir del primer trimestre
de 1878, cuyos niveles de mortalidad son superiores a los tres primeros meses de los
años precedentes, aún cuando según el informe del cuerpo médico, los primeros casos
del mal epidémico se detectaron a fines de 1877. Por otra parte, se puede observar que
la fase virulenta de la epidemia, se sitúa entre abril y julio de 1878, con su momento de
apogeo en los meses de mayo y junio, en que se alcanzaron los índices de mortalidad
más elevados, decreciendo bruscamente en agosto, para llegar al punto más bajo de la
curva de mortalidad, en septiembre, incluso alcanzando una cifra inferior a la media de
los años anteriores. Estos índices se mantuvieron en octubre y noviembre de 1878,
dentro de lo que podríamos considerar, el comportamiento normal de defunciones, para
elevarse nuevamente en forma brusca, en diciembre de 1878. Sin embargo este
incremento, es el inicio del nuevo drama: la persistencia sin pausa de la sequía, y la
hambruna consiguiente por la pérdida casi total de las cosechas de 1877 y 1878, y la
14
falta de previsión para implementar una política de abastecimiento e importación de
alimentos adecuado129.
En enero de 1879, el mes, tal vez más trágico en la historia de Cochabamba, los decesos
llegan a su máximo apogeo, para mantenerse en niveles muy elevados hasta abril de
aquel año, para luego ir descendiendo paulatinamente entre mayo y junio y retornar a
niveles de mortalidad similares a la de los años precedentes, a partir de agosto,
especialmente septiembre y meses siguientes. En base a los datos anteriores, resulta
difícil establecer cifras exactas sobre el número de muertes atribuidas a la epidemia y a
la sequía. Un cálculo grueso en base a una media de fallecimientos ocurridos entre 1874
y 1877 y la diferencia de los incrementos ocurridos entre 1878 y 1879, arrojaría una
cantidad de 3.000 muertes aproximadamente en cifras redondas, sólo en la ciudad de
Cochabamba.
Sin embargo este cálculo o cualquier otro, debe ser tomado con reserva, sobre todo, por
que no es posible establecer qué porcentaje de este total, corresponde á residentes en la
ciudad y cual a enfermos procedentes de la campiña y otras provincias. Por otra parte,
los datos empleados corresponden a los fallecimientos debidamente registrados, sin
embargo por noticias de la prensa de ese tiempo; se constataba que muchos indigentes
eran enterrados en fosas comunes, y sin ningún tipo de constancia en los libros de
defunciones. El propio autor de los datos recogidos en el Cuadro 36, señalaba a este
respecto: “En 1878, año por siempre memorable, era ta1 la afluencia de los cadáveres
que se conducían al cementerio público, que ni era posible expedir las boletas de
inhumación, ni inscribir los nombres de 1as víctimas al libro de defunciones”.
Sin dejar de tomar en cuenta las precauciones anteriormente anotadas, con respecto a 1a
estimación realizada, podemos señalar que estas cifras, de todas maneras, dan una idea
de la enormidad de la tragedia que asoló Cochabamba, indudablemente la peor de su
historia y probablemente aún más drástica que lo señalan los cálculos fríos realizados, si
se piensa que muchos de estos decesos involucraron a un enorme porcentaje de
población infantil, que como veremos más adelante fue la gran víctima de estas,
tremendamente insuficientes condiciones de higiene y salubridad que imperaban en la
ciudad. Si tomamos en cuenta que, el censo de población de Cochabamba realizado en
1880, arrojó la cifra de 14.705 personas, a los que nos tomamos la libertad de añadir, los
casi 3.000 fallecidos por la epidemia y la hambruna en los dos años anteriores al censo,
para lograr un 100% de población probable, de no mediar la acción de dichos factores,
podemos admitir que los efectos de esta mortandad afectaron al 16.5% de la población
urbana existente en 1878-79, lo que pudo significar que una gran mayoría de las
familias de la ciudad, sobre todo en sus sectores populares, sufrieron la pérdida de
algunos de sus miembros, o incluso algunas de ellas fueron diezmadas completamente.
Sin embargo superada esta crisis, la ciudad retornó a su rutina, lo que significaba
lamentablemente, a su ausencia de condiciones sanitarias, abandonándose las pocas
precauciones adoptadas en los años de la epidemia, como se puede observar en el
cuadro de mortalidad que registraba la ciudad en la década de los años 80, es decir, a
pocos años de tan terribles experiencias. Veamos a continuación algunas estadísticas
sobre los índices de mortalidad de la ciudad de Cochabamba:
129
En diciembre de 1878, la ciudad soportaba 12 meses de intensa sequía, y las cosechas de 1877 y de
ese año, fueron muy escasas y prácticamente autoconsumidas por los productores.
15
CUADRO Nº 37: Ciudad de Cochabamba: Estadísticas de mortalidad 1875 – 1885
Fuente: Extractos del Libro de Defunciones del Tesoro Municipal publicadas por el Heraldo en diversas
fechas.
Se puede establecer a partir del cuadro anterior que si bien hay un notable descenso de
la mortalidad en algunos años, en otros, las cifras se aproximan a las existentes con
anterioridad a 1879. En realidad, dichos saltos bruscos de incremento de defunciones,
corresponden a dos nuevos brotes epidémicos de tifus, en los años 1881 y 1885, que se
transforma en endémico, aún cuando el promedio de defunciones para los años de la
década de 1880 es levemente inferior a la del periodo 1875-77. Estableciendo la
composición por edades y sexos de estos índices mortalidad, tenemos:
CUADRO Nº 38: Ciudad de Cochabamba: Mortalidad según edades y sexos, 1875 -
1890
El cuadro anterior nos permite establecer que, en general, salvo algunas excepciones la
mortalidad infantil era superior a la mortalidad del resto de la población. Un hecho de
interés es que en 1877, la epidemia en su fase inicial, parecía diezmar a la población
infantil, una vez que en dicho año, el 59.54% de las defunciones correspondían a
menores de edad. Sin embargo, en 1878, esta relación se invierte: si bien el número total
de defunciones de niños de ambos sexos se incrementó, ésta ya sólo representa el
32,35% del total. En 1879, el número total de muertes que afectó a la niñez desciende,
pero porcentualmente, experimenta un leve incremento de 32,79% con respecto al total
15
de fallecimientos. Estas relaciones nos permiten establecer, que tanto la epidemia de
1878, cuanto la hambruna de 1879, cegaron vidas principalmente entre la población
adulta, que en muchos casos indudablemente se sacrificó para salvar a sus hijos. En los
años posteriores, se pueden detectar cuadros epidémicos entre la población infantil en
1881 con un 65% de mortalidad infantil con respecto al total, y en 1890 con un 56,89%
de este total de defunciones; haciéndose notar además que, los años 1876 y 1877, fueron
particularmente adversos a la salud infantil.
Tasas de
mortalidad por
Ciudades cada 1.000
habitantes
París 27,6
Bruselas 24,3
Roma 29,1
Nápoles 29,3
Milán 31,0
Munich 35,9
Viena 25,4
Madrid 42,5
Lisboa 26,1
San Petersburgo 39,2
Estocolmo 30,6
Londres 22,6
COCHABAMBA 76,2
Fuente: El 14 de Septiembre nº 68, 25/01/1884
Edades y sexos
De un día a De 7 a De 18 a De 21 a De 31 a 40 De 41 a De 51 a De 61 a De 71 y +
6 años 17 años 20 años 30 años años 50 años 60 años 70 años años
Año Total
1884 H M H M H M H M H M H M H M H M H M
185 – 187 18 - 24 17 – 10 56 - 46 87 - 74 56 - 53 58 - 56 29 - 17 23 - 38
Total 372 42 27 102 161 109 114 46 61 1.034
1890 443 – 470 40 –51 20 – 13 48 – 52 107 – 103 49 - 51 50 - 67 34 - 57 33 - 75
Total 913 91 33 100 210 100 117 91 108 1.763
Fuente: Año 1884: Cuenta general del Tesoro Municipal de Cochabamba en el año 1884, Imprenta El
Heraldo, 1885. Año 1890: Memoria presentada por el Presidente del Consejo Departamental de
Cochabamba en el año 1890, Imprenta El Heraldo, 1891.
El cuadro anterior nos permite una vez más establecer, que la niñez, particularmente,
aquélla comprendida entre el nacimiento y los 6 años, era la más vulnerable a las
deficientes condiciones higiénicas de la ciudad. El rango de 7 a 20 años era el menos
afectado, es decir, que si un niño superaba la barrera de los 6 años, tenía más posibilidades
de llegar a la adolescencia y a la vida adulta. El rango de 21 a 50 años presentaba, el
segundo un mayor índice de defunciones, con particular intensidad entre los 31 y 40 años,
que aparece como una otra barrera para alcanzar la edad madura y la vejez, y donde
probablemente se establece la esperanza de vida promedio de la población. En cuanto a las
causas de esta mortalidad, en base a estadísticas del movimiento de enfermos del Hospital
Viedma correspondientes al año 1887, podemos ver lo siguiente:
Se puede percibir que las enfermedades dominantes y las causas de mayor incidencia de
desenlaces fatales, correspondían al aparato respiratorio (pulmonías y tuberculosis) y al
aparato digestivo (tifoideas), causadas como ya establecimos, por la excesiva
contaminación del medio ambiente y el agua potable. Si bien estos datos corresponden a
un solo año, no por ello dejan de reflejar una tendencia más amplia respecto a
130
La media aritmética establecida en base a la información del Cuadro No. 37 para el periodo 1875-
1885, exceptuando los años 1878-79, arroja la cifra de 1.223 defunciones, con una tasa anual promedio de
83.16 decesos por cada mil habitantes. Sólo considerando el índice señalado por el Cuadro No. 39,
Cochabamba superaba en un 155 % al promedio de las ciudades del viejo mundo. Sensiblemente no se
dispone de información comparativa sobre ciudades de Bolivia y América Latina para el mismo periodo.
15
persistente incidencia de las enfermedades citadas a lo largo del siglo XIX e incluso el
siglo XX.
Por último, en cuanto a la incidencia de estas tasas de mortalidad sobre los estratos
ocupacionales, tenemos el siguiente resultado, tomando como ejemplo las defunciones
de 1884
Los estratos profesionales más afectados por los índices de mortalidad corresponden a
los artesanos, con especial incidencia de artesanas, seguido por los agricultores y
trabajadores en servicios no calificados (domésticos y otros), es decir, justamente afecta
a los sectores de menores ingresos, que constituían el 83.78% del total de fallecimientos
de personas adultas en el año de referencia, destacándose que se trataba de individuos
que preferentemente residían en las zonas menos salubres de la ciudad, es decir la zona
Sur y en la periferia suburbana. Otros contingentes de estratos medios y altos
(comerciantes, propietarios. militares y profesionales), presentaban índices mucho más
moderados. Esto demuestra que la estructura social de esta mortalidad tenía causas
directamente relacionadas con las deficiencias sanitarias que presentaba la ciudad, y que
eran, particularmente graves en los suburbios y en los barrios populares. Fijándonos en
el perfil de género del cuadro anterior, se percibe que los agricultores (colonos y
piqueros), por una parte, y las artesanas (tejedoras y elaboradoras de chicha) por otra,
alcanzaban los niveles más elevados de mortalidad.
Tal vez el único saldo positivo de la crisis de salud analizada, fue la preocupación por
mejorar las condiciones del único hospital de la ciudad. El viejo Hospital de San
Salvador fue organizado en base a donaciones por habitantes de la Villa de Oropeza, en
los primeros años del siglo XVII131 Sin embargo a mediados del siglo XIX, ponía en
evidencia su total caducidad, a tal punto, que la primera noticia que tenemos de una
protesta ciudadana por problemas urbanos, tuvo lugar en 1853, cuando un mitin se
pronunció por el traslado del Hospital San Salvador a otro sitio. Una crónica de la época
señalaba que el Hospital San Salvador, próximo a la recoba, “ha quedado muy en el
centro de la ciudad, bastante estrecho, sin suficiente ventilación, ni luz (...) ese asilo
piadoso fue el foco constante de la insalubridad” (La Transmisión Legal, 27/07/1857)132
131
Ver acta del Ilustra Cabildo y Regimiento de la Villa de Oropeza de 25 de agosto de 1617.
132
Un informe oficial señalaba: “El actual hospital de San Salvador en el Centro de la ciudad, tiene el
doble inconveniente de ser una amenaza constante a la salubridad de la población y no satisfacer a su
objeto” (Memoria del Presidente del Concejo Municipal de Cochabamba, febrero de 1883).
15
Fue la epidemia de 1857 la que determinó, que este clamor público motivara estudios
más serios sobre este problema. Dicho año se iniciaron las discusiones sobre el
emplazamiento del nuevo hospital, inicialmente se consideraban dos posibilidades: la
Recoleta y Caracota e incluso la Plaza de San Sebastián, que condujeron, como no podía
ser de otra manera, a una larga e infructuosa polémica; de tal suerte que superada la
crisis epidémica, este asunto dejó de cobrar relieve. Sin embargo hacia 1874, el
creciente deterioro del vetusto hospital determinó la reactivación de la cuestión del
emplazamiento del nuevo hospital, para cuyo efecto la Alcaldía de Cochabamba
organizó comisiones para hacer sugerencias. Una de las opciones en discusión se refería
a la posible ubicación del hospital “al Noroeste de la población”, en contraposición a
las comisiones de Hacienda y Beneficencia de la Alcaldía que sugerían la zona de Cala
Cala, es decir en el margen derecho del río Rocha, idea que encontró eco en la opinión
del cuerpo médico de la ciudad, dirigido por el Dr. Cleómedes Blanco. Además
surgieron otras ideas, como de ubicarlo en la Plaza de San Antonio y en la zona de El
Solterito.
Esta interesante, y por cierto bullada polémica, pronto derivó en un acucioso examen de
los aspectos ambientales de la ciudad: se argumentaron razones climatológicas, la
cuestión de los recursos hídricos, el régimen de vientos y otros muchos aspectos
contenidos en minuciosos informes publicados en aquella época por una y otra comisión
o institución.
PARTE 3
COCHABAMBA HASTA LA
PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
15
Capitulo 10
Transporte y mercado regional: nuevos desafíos y viejas frustraciones
Sin embargo, no nos proponemos aquí realizar un análisis exhaustivo sobre los efectos
de esta creciente integración de la minería nacional al capitalismo mundial y sus
consecuencias sobre la estructura de clases y las nuevas contradicciones que comienzan
a operar sobre la sociedad boliviana. Nuestra visión se orientará a mostrar, sobre todo,
la gravitación que estos fenómenos tienen sobre la economía de Cochabamba,
enmarcando la antigua aspiración del conjunto de la Formación Social cochabambina,
de recuperar y ampliar el mercado de sus productos agrícolas, artesanales e industriales,
pivote sobre el que girará continuamente su aspiración al desarrollo, aspiración que sin
embargo contiene una contradicción esencial no superada hasta hoy. Por una parte, la
necesidad histórica que tiene Cochabamba de integrarse a un mercado nacional que
fundamentalmente justifique su expansión industrial, a partir de un proyecto de
desarrollo capitalista igualmente nacional, en oposición al proyecto de subordinación de
sectores de la burguesía boliviana, vinculados al eje estratégico de la minería de la plata
y el estaño, para promover el desarrollo de dicho capitalismo pero fuera de las fronteras
nacionales. Por otra, la gravitación de una contradicción interna: la debilidad de la
burguesía empresarial regional para constituirse en dominante, socavando efectivamente
las bases económicas y sociales en que se asentó la sociedad hacendal y, con ello dando
curso, a la pervivencia de una estructura económica, política e ideológica que hacen
culto de la inercia en medio de un mundo dinámico y cambiante.
Por ello, como veremos más adelante, la propia modernidad que transformará la Villa
de Oropeza, no dejará de ser un simple ropaje con que se intentará esconder la presencia
continua de unas relaciones de producción, que de ninguna manera corresponden a la
ideología contenida en los nuevos valores materiales del capitalismo y sus imaginarios
modernos, los que en muchos casos, apenas obran como "fetiches" con que muchos
empecinados conservadores tratarán de ostentar su "adecuación" a los nuevos tiempos,
antes que expresar, un nivel de transformación en la mentalidad y en la correlación de
fuerzas sociales que articulan estas clases dominantes.
La propuesta de Jerman Von Holten para ampliar las vías de comunicación, abrir
caminos y más caminos para conquistar nuevos mercados o mantener los que
tradicionalmente fueron tributarios del comercio cochabambino; demostrará ser una
fórmula incompleta, en la medida en que la producción hacendal y la incipiente
industria no pueden competir con la producción capitalista moderna, simplemente por el
hecho de que sus costos de producción, su tecnología anacrónica y su modesta escala
productiva, determinan que sean desplazados en las preferencias del consumidor.
Es evidente por tanto, que la nueva realidad exigía a Cochabamba dos enormes tareas
para ingresar al siglo XX, sobre una base sólida en torno a la cual pudiera proyectar su
perspectiva de desarrollo: Por una parte, romper con su enclaustramiento, revirtiendo a
su favor su emplazamiento central, a partir del cual pudiera articularse al mismo tiempo
con las llanuras amazónicas que le permitieran vincularse al Atlántico, y por otra, a la
meseta andina que le posibilitaría la proyección al Pacífico. La otra tarea era romper con
su atraso agrícola, superando los viejos límites tecnológicos, los viejos problemas de
133
El mercado de cereales regional, en veranos lluviosos, estaba dominado por las cosechas de miles de
pequeños productores campesinos, en tanto el grano de las haciendas no ingresaba al mercado por los
bajos precios de oferta, y era almacenado a espera de una mejor coyuntura. Ésta, se presentaba en
periodos de sequía, cuando la concurrencia de la pequeña producción se debilitaba y, el terrateniente
lanzaba al mercado las reservas acumuladas, a precios especulativos.
15
riego y las arcaicas relaciones de producción, pues en el sentir de la gente progresista de
ese tiempo, la prolongación de esta última cuestión: “no puede menos que conducir a la
bancarrota y empobrecimiento de la agricultura, en estos tiempos de libre cambio y de
competencias ruidosas de artículos similares del extranjero”. (La agricultura en
Cochabamba, el Heraldo nº 871, 28/01/ 1885).
134
Argentina trata de captar el comercio que se desarrollaba por el Pacífico, dirigiéndolo hacia el
Atlántico a través de su territorio. Para ello se analiza la posibilidad de aprovechar el río Paraguay y sus
afluentes, y alternativamente, el ferrocarril Potosí-La Quiaca, articulando así los principales centros
mineros con el río de La Plata. Sin embargo Chile presiona y obtiene el ferrocarril Arica-La Paz, que
beneficiará esencialmente a este último.
135
A este respecto se señalaba: “Se quiso imponer a la República la dominación comercial, obligando a
salir al Pacífico a todos los departamentos del centro y Sur de la República, tener que ir hasta La Paz
para volver hacia Arica... Por razón de la posición geográfica, los departamentos de Chuquisaca Potosí
Cochabamba Beni y Santa Cruz, tienen que confluir a Oruro y La Paz para pasar a Arica ” La
Centralización Ferrocarrilera, El Heraldo nº 5268, 06/02/1908).
15
tanto el tramo Cochabamba-Oruro pasa a un segundo plano y así se inicia una larga
serie de postergaciones que se prolongarán por más de una década.
Entre tanto estas aspiraciones llenaron las páginas editoriales de los periódicos, e
intrépidos viajeros, hacia fines del siglo XIX, exploraron afanosamente las rutas
Amazónicas y del Plata136. El saldo concreto y angustioso es que: “El ferrocarril
Antofagasta-Oruro, va a significar el comienzo de la pérdida paulatina y sustancial del
mercado del trigo. Será primero Chile, luego Estados Unidos y Argentina 1os que
desplazarán a Cochabamba de este rubro”. (Azogue, Rodríguez, Solares, 1986: 32).
136
La Empresa Suárez Arana surge en este contexto, como una alternativa de articular la economía
azucarera de Santa Cruz y gomera del Beni. a través del río Paraguay, el Itenez, el Mamoré, a los puertos
de exportación argentinos y brasileños. Por otra parte el General Román explora con ahínco las rutas del
Chapare para llegar a Santa Cruz.
16
Estas circunstancias adversas empujarán a la región a reforzar y consolidar su mercado
interior. En el citado año (1907), el Círculo Comercial de Cochabamba para demostrar
la falacia gubernamental de que el ferrocarril reivindicado, sería improductivo, elevaba
un informe sobre el monto de importaciones y exportaciones que movilizaba el Valle de
Cochabamba y el conjunto departamental: se anotaba que alrededor de un 50% de la
población del Valle Alto, era de arrieros que “por cuenta propia” llevan productos dé
esa zona a los centros mineros de Oruro y Potosí y traen de retorno carga a flete para el
comercio organizado de Cochabamba, ocurriendo algo similar con la población del
Valle Bajo. Con respecto a la ciudad de Cochabamba se señalaba: “En esta ciudad
existe un gran barrio de traficantes con los distritos mineros”137.
Los principales artículos de exportación consisten en maíz, muko, chicha, papas, chuño,
harina de trigo, legumbres, hortalizas, calzados, suela de Santa Cruz, frutas, aves de
corral huevos, ropa cocida, ají, carbón vegetal, manteca, sebo, jabones, notándose aún,
como algo original, de el comercio mayorista de esta plaza hace ventas de artículos de
importación de no despreciable valor a clientes que los revenden en Uncía y Pulacayo,
hecho que no se explica sino por hallarse poblados aquellos minerales, en buena parte
por cochabambinos. (El Ferrocarril a Cochabamba y el Círculo Comercial, El Heraldo
nº 5167, 02/10/1907).
Con singular objetividad casi dos décadas antes, Von Holten se refería a las fuerzas
sociales que movilizaban este sistema económico, en términos de un proceso
protagonizado por arrieros. piqueros, artesanos, gentes de pueblo que eran los
verdaderos dinamizadores de la economía regional (Cf. supra Capítulo 8)138.
137
Sin duda, se trata de una referencia a loa zapateros del barrio de la Curtiduría y Caracota.
138
Sin embargo, los protagonistas de este intenso comercio popular no veían con buenos ojos la demanda
ferrocarrilera de las elites regionales, pero si mejorar la vialidad ínter valles.
16
conocidos (caseros), porque ningún vecindario es tan movible, tan activo 139. (El
Heraldo nº 5168, 05/10/1907).
De esta forma, la cuestión de “mejorar los caminos del Valle” alcanzó la misma
importancia que el objetivo de desarrollar las vinculaciones extraregionales. Una mirada
sobre esta red vial interna, nos permitirá conocer la forma como la ciudad de
Cochabamba y el Cercado se vinculaban con las distintas zonas del Departamento: El
camino al Valle Alto “se divide en dos ramales en el Puente de San Miguel, el de la
derecha, conduce a Tarata, y el de la izquierda, va hasta Arco Punco, donde se vuelve
a dividir en dos ramales, uno que se dirige a Cliza y otro a Tolata y los demás pueblos
de la línea hasta Arani”. De éstos, el camino a Cliza permitía el comercio con esta
importante plaza y atendía los flujos provenientes de Tarata, Tolata y Toco. La vía de
Tolata canalizaba el tránsito a Santa Cruz, vinculando entre sí, los pueblos de San
Benito, Punata, Arani, Vacas, Pocona y Totora, razón por la cual desde el punto de vista
del peaje, era el más productivo. Con respecto al camino de Tarata, se manifestaba: “de
allí no viene sino la chicha y los tejidos de lana y no van de aquí, sino hortalizas y
frutas, los miércoles para ser expedidas los jueves”. El camino a Cliza, donde se
recaudaban mayores recursos por concepto de peaje, presentaba un movimiento del
comercio variado los días sábados, domingos y lunes de cada semana. El camino de
Tolata, también permitía una buena recaudación de peaje, por el tránsito a la ciudad, de
Sucre y a los puntos comerciales de Totora, Aiquile, Vallegrande y Santa Cruz
(Gutiérrez, 1885).
Otro tanto se puede decir, del camino que vincula Quillacollo con la ciudad y que se
prolonga a Oruro, vinculando las poblaciones de Vinto, Suticollo. Parotani, Capinota,
Arque y otras del Valle Bajo, de Parotani partía un ramal hacia Calliri y Tapacarí. Por
139
Adentrándose en la hermenéutica de estas prácticas el mismo analista explicaba “Hemos tenido
oportunidad de ver a uno de estos activos negociantes, allá en la frontera del Chaco, llevaba una carga de
‘despepitados’ y duraznos secos, el valor de la carga allí no baja de 8 Bs., siendo su costo acá de 2 Bs. Un
negocio a más de 150 leguas del país productor, con viaje de 15 días para ganar 6 Bs. nos llamó la
atención e investigando nos explicamos: vendido el primer negocio el capital de 8 Bs. sirvió para una
serle de compra-ventas. Durante la feria en el pueblo, veíamos al activo negociante vendiendo hortalizas.
cañas, pescados y otros artículos, como transportando carga en su borrico. En 15 días de este febril
comercio, nos presentó 1a suma de 50 Bs. destinados a aumentar sus medios de transporte comprando
otro borrico más". (El Heraldo, nº citado).
16
último, el camino a Sacaba y Colomi, de donde partían las arrias que penetraban al
Chapare y al Chimoré. (Ver Mapa 5).
Estas redes hicieron viable el fortalecimiento de las ferias locales y regionales como las
de Cliza, Arani. Quillacollo, Cochabamba y otras de menor envergadura que, como ya
se mencionó, permitieron una intensa vinculación entre los distintos centros de
producción y consumo de los valles Alto, Central y Bajo. Cochabamba y el Cercado,
son el centro nodal de estas interrelaciones140.
Estos antecedentes son determinantes para que en octubre de 1908 un grupo de
empresarios encabezados por Roberto Suárez, Gustavo Hinke y otros, organicen la
Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba, que se constituye en la primera
empresa capitalista moderna, cuyo objeto es el de realizar inversiones en obras
hidroeléctricas, de alumbrado público, molinos, tranvías y transporte ferrocarrilero en
Valle Alto y Central. En marzo de 1909 la empresa inicia los estudios del trazo del
tranvía a Quillacollo y en noviembre del mismo año, se realiza la propuesta formal de
construir una vía férrea a tracción eléctrica entre Quillacollo y Arani, con ramales en
Caraza y Vinto, incluyendo la construcción de estaciones en Cochabamba y Arani, y
subestaciones en Angostura, Tarata, Cliza, Punata. Caraza y Quillacollo. (El Heraldo nº
5775, 17/11/1909).
Sin embargo el "ferrocarril del Valle" como se denominó la línea Vinto-Arani, lejos de
menguar con este acontecimiento, mantiene su importancia, y es de lejos, el ferrocarril
140
Una interesante en de estos flujos hacia 1900 nos proporciona a un noble viajero que visitó
Cochabamba: “Era un sábado y de todas aldeas de la planicie dirigíanse los campesinos a la capital
para el mercado del domingo. Caminábamos escoltados por una interminable procesión de bueyes y
carneros. De vez en cuando una banderita indicaba la existencia de la horrible ‘chichá’, repulsiva
bebida de maíz masticado y fermentado, y sin la cual los habitantes de las provincias de Cochabamba no
podrían vivir”. [De La Paz a Cochabamba). "Como la tarde de nuestra llegada, presentaba la larga
carretera extraordinaria animación, parecía que la provincia entera se movilizaba, transitaban soberbias
parejas de mulas, fogosos jinetes cubiertos de ponchos vistosos, interminables hileras de burros, cargados
de cueros de Santa Cruz y de goma del Beni. Atraídos por el mercado dominguero, desfilaban incontables
campesinos tirando o arreando sus animales". (Orleáns y Braganza, 1908).
141
La amortización reposaba sobre el gravamen de un centavo sobre quintal de muko que comenzó a
aplicarse a partir de 1913.
16
que ostenta mayor número de pasajeros y carga a nivel nacional, tal como se verifica en
el siguiente cuadro:
En lo que hace al contenido del Cuadro anterior, podemos extraer dos conclusiones:
Evidentemente los citados fletes, en el caso del tramo a Cochabamba, son los más
elevados. Si comparamos el valor del flete del citado tramo, con los de Arica-La Paz y
Viacha-La Paz, que tienen una extensión similar a la ferrovía Cochabamba-Oruro,
veremos que este es un 82% y un 59% más elevado con respecto a los fletes de los
ferrocarriles que convergen a La Paz. Sin embargo, lo que llama más la atención, es que
el flete del tramo Antofagasta-Oruro, con una extensión que supera en más del doble a
la de Cochabamba, y atravesando también zonas de montaña, es de apenas 16,81 Bs., es
decir un 63% más barato que éste, de acuerdo a la estimación elaborada en el cuadro
anterior. Esta circunstancia permite que las harinas chilenas, además de otros productos
de esta procedencia o del Perú, continúen siendo competitivos en las plazas del
Altiplano, aun con posterioridad a 1917.
Es por todo ello, que a un año de la llegada del ferrocarril al Valle, había quienes no
dudaban en afirmar que, todavía las arrias de mulos y borricos eran el medio de
transporte más ventajoso para las exportaciones de Cochabamba. Bajo estas
circunstancias, los reclamos para dar mejores facilidades a los comerciantes e
16
industriales para transportar sus productos a los centros de consumo, son frecuentes y
reiteran una y otra vez, que “el recargo del 35% que ha fijado la empresa (Bolivian
Railway) a1 ramal Cochabamba. , tanto en los fletes como en los pasajes, ha motivado
a que nuestros comerciantes vuelvan, como en e1 presente caso, a trasladar sus
productos a lomo de bestia como en los tiempos pasados” (Ruiz, 1922).
146
Los callapos o troncos de eucalipto y otras especies, tenían gran demanda por parte de las empresas
mineras, para apuntalar las estructuras de los socavones.
147
Resulta significativo, que pese a las crónicas pérdidas que arroja en Ferrocarril del Valle, no se
realizan ajustes tarifarios, para hacer frente a sus enormes costos de mantenimiento y amortización de
deudas. En realidad, ocurre que la gran masa de usuarios, en general, pequeños operadores con capitales
ínfimos, no acepta tal política y amenaza con volver a recurrir a las viejas prácticas de transporte u optar
por el transporte motorizado en plena expansión. Entonces, la alternativa fue la subvención estatal.
148
Lo mismo se podría decir de cada uno de los centros feriales del Valle Central y Alto, y de las
poblaciones que a ellos concurrían en algún día fijo de cada semana, sin contar con la enorme población
flotante que concurría a todas o a la mayoría de las ferias.
16
Estos hechos determinarán que a partir de esta época, el ferrocarril al Valle, sea
paulatinamente sustituido por el transporte motorizado, y de esta forma, al paisaje ferial
se añadirán interminables columnas de camiones, autobuses, micros y otros que
permitirán que las otroras multitudes de pasajeros de dicho ferrocarril, ahora se
movilicen por los nuevos medios de transporte alternativo. Pero sin duda, correspondió
al ferrocarril valluno dinamizar la red ferial regional y contribuir a su fortalecimiento en
un periodo extremadamente difícil para la economía de la región y crucial para afianzar
aquellos rasgos contradictorios que posibilitarán las grandes transformaciones de 1952.
Los altos fletes del ferrocarril a Oruro incrementaban los ya, los elevados costos de
producción de las haciendas, motivados entre otros factores: por el apego a la tradición
agrícola de servidumbre, la falta de riego, la falta de uso de abonos, etc., lo que arrojaba
como saldo: bajos rendimiento por hectárea, la existencia predominante de una
agricultura temporal o de secano y una escasa productividad de la fuerza de trabajo. Si
se comparaba esta actividad hacendal, o la labor de pequeños arrenderos y piqueros, con
las empresas capitalistas chilenas y argentinas, o aún con la agricultura peruana; el
cuadro era extremadamente deprimente y, en consecuencia, la búsqueda de nuevas
alternativas era algo crucial. La realidad anotada expresaba, la extrema fragilidad de la
economía regional para concurrir a mercados externos, en términos competitivos
aceptables. De esta forma, la aspiración cochabambina de 1884 de retener los mercados
mineros para la agricultura regional, no se concretó149.
A fines del siglo pasado, se reconoce que las producciones del Cercado, el Valle Alto,
Totora y el Chapare, necesitan nuevos ámbitos comerciales y nuevas vías de
comunicación. Esta constatación estimula y multiplica los afanes exploratorios,
permitiendo acumular numerosas propuestas, algunas francamente fantasiosas, pero
otras factibles y oportunas. Entre estas podemos citar algunas, a manera de ejemplo:
149
Las ilusiones que se tejían en innumerables tertulias de hacendados y comerciantes, se basaban en el
hecho de constatar que, en las provincias de Arque, Chayanta, Charcas, Paria, Carangas y Cercado de
Oruro, se ubicaban 82 asientos mineros de los 320 con que cuenta Bolivia. “Estas provincias deben ser
miradas por los cochabambinos con el mayor interés, ellas son nuestro mercado natural y deben ser el
objetivo para el porvenir”. Sin embargo la carretera a Oruro no responde a estas determinaciones: la
antigua ruta por Leque, que atravesaba territorios inhóspitos era considerada por los grandes señores", “la
meta de sus aspiraciones, es decir un complemento para las comodidades de los acaudalados por donde
traerían sin peligro alguno pianos y espejos de salón, en tanto los intereses de la clase chacarera y
labradora no eran considerados ni dignos de ser tomados en cuenta. Para el verdadero productor había
bastante con sus asnos, sus llamas y sus hojalatas”. En la misma forma, las variantes por Tapacarí Arque
Safari no prosperan, y hasta la llegada del ferrocarril, esta vinculación será precaria (El 14 de Septiembre
nº 38, 01/06 /1883.
150
Notable hombre público, fundador y propietario de El Heraldo.
16
- El camino del Chimoré, que fue explorado por J. Von Holten quien llegó hasta los
Yungas de Vandiola, y por el Ing. Víctor Gisbert, que por encargo de la "Sociedad
Geográfica de Cochabamba" continuó con estas exploraciones hasta alcanzar el río
Ichilo, afluente del Chimoré, proponiéndose la vía Chimoré-Vandiola-Tiraque e incluso
con un ramal que alcanzase Totora.
- La vía del Sécure por Moleto, exploración realizada según el itinerario seguido por
D'Orbigny en su exploración del Sécure, a cargo del Coronel Muñoz y el Dr. Federico
A. Blackudt, quienes alcanzaron los ríos Sécure y Altamachi, abriendo una otra
posibilidad de acceso al Chapare.
- La vía de Santa Elena, exploración y apertura de senda al Chapare, a cargo de los
señores Samuel Kemp y Gerardo Jáuregui, por instrucciones de la Dirección de
Caminos (El Heraldo nº 1708, 8/03/ 1898).
Proceso más o menos similar sufrirá la vinculación con Santa Cruz: En 1915 se dicta
una primera ley que crea recursos para el ferrocarril Cochabamba- Santa Cruz. En 1916
surgen las primeras ideas divergentes. Una corriente camaral propugna la conveniencia
de prolongar hacia el oriente la línea férrea a Sucre por la zona de Lagunillas, en
contraposición a la alternativa de construir esa ferrovía desde Cochabamba, en función
de la pronta conclusión de la línea Cochabamba-Oruro. Este último criterio es el que se
impone, y en dicho año, se sancionan nuevas disposiciones legales que crean nuevos
recursos para este proyecto.
Esta carretera será concluida en 1955 y sus efectos, serán muy diferentes a los
vislumbrados por quienes desde fines del siglo XIX, pensaron que esa vinculación
abriría nuevos mercados y nuevos horizontes para el desarrollo regional.
Este antecedente, no obstante, puede situarse dentro de una perspectiva más amplia, y
que fue una constante en la historia de la región: el contradictorio proceso del conjunto
de la formación social para aprovechar su emplazamiento geográfico central,
desplegando esfuerzos, en favor del desarrollo agrícola y del sector artesanal, vinculado
a satisfacer la demanda de los mercados extra regionales circundantes. Sin embargo esta
constante, carece en sus expresiones políticas, ideológicas y sociales de una lucidez
programática. En efecto, cada clase social, más que estar consciente de la necesidad de
responder a este desafío, movilizando y desarrollando el conjunto de las fuerzas
productivas, lo hizo en términos casi intuitivos, y con una estrechez de miras, que por
momentos resulta desesperante.
La vieja oligarquía terrateniente, ni aún después, del severo revés que sufre
Cochabamba con el resultado de la Guerra del Pacífico y la pérdida de mercados que
esto significó para la producción de productos agrícolas y artesanales, puso de
manifiesto su voluntad y determinación para superar los límites rígidos de una
tecnología tradicional articulada a un mercado inestable y vulnerable a la irrupción del
comercio internacional. Sin embargo, la intelectualidad cochabambina, cuyos
portavoces demostraron un mayor grado de conciencia de esta situación, articularon un
discurso correcto: mejorar las condiciones de productividad, modernizar los procesos de
producción, adoptar nuevas técnicas, sustituir por maquinaria los viejos y obsoletos
instrumentos de trabajo agrícola. En suma, transformar las relaciones sociales de
producción, era la única alternativa viable para que Cochabamba respondiera a los
desafíos que el desarrollo capitalista mundial le planteaba. Sin embargo, esta prédica,
cuyo testimonio encontramos en muchos editoriales de El Heraldo, El 14 de Septiembre,
El Comercio, El Ferrocarril y otros órganos periodísticos de la época, así como en
diversos ensayos y publicaciones, como hasta hoy, no encuentran eco ni protagonistas
sociales decididos a tomar con seriedad y consecuencia estas banderas.
En este contexto, surgen las primeras industrias, más como fruto de iniciativas aisladas
y preñadas de riego, que como resultado de decisiones empresariales planificadas, es
decir, casi como emprendimientos quijotescos. Estos primeros intentos característicos
de las dos últimas décadas del siglo XIX no influyen significativamente en la economía
regional, y menos responden a los síntomas de surgimiento de una burguesía industrial.
En general, son el resultado aislado, de coyunturas y restringidas aberturas que dejan los
17
términos del intercambio comercial, que a cambio de productos agrícolas tradicionales
de la región, trae de los puertos de Arica. Tacna y Mollendo, productos de ultramar y de
los países vecinos, sobre todo de Chile y Perú, que cubren con facilidad los
requerimientos del mercado urbano de Cochabamba, en especial de sus estratos altos y
medios, que son los principales sujetos de este consumo, dejando espacios muy
restringidos para el desarrollo de una industria local.
Sin embargo no sería justo inscribir las primeras iniciativas industriales, como simples
hechos casuales y atípicos. En realidad la tradición artesana de Cochabamba había
permitido la constitución de un mercado de consumo popular, alimentando al mismo
tiempo, sentimientos proteccionistas en relación a la producción nacional, y estimulando
moralmente los emprendimientos de estas primeras iniciativas industriales, que además
encontraban en este ámbito, los recursos de mano de obra calificada o semicalificada
para materializarse. Observemos brevemente estos antecedentes, que nos permitirán
ubicar el contexto en que los primeros industriales cochabambinos emergen en la escena
regional.
151
En 1909 en relación a una iniciativa del Concejo Municipal para organizar una Feria Exposición con
motivo del Centenario del 14 de Septiembre de 1910, se sostenía que esta sería una forma eficaz de
comprobar “el adelanto obtenido en el siglo transcurrido”. Al respecto, se anotaba: “Dura puede ser la
comprobación, puesto que no se puede olvidar que en 1810 tenía la Villa de Oropeza una industria que
hacía que se la calificase entre los pueblos obreros; sus grandes telares de algodón, sus tornos movidos
por las aguas de la Chaima en la Plaza del Estanco, en Cala Cala, hoy Plaza del Regocijo, centro de
reunión social, no de industria; tiene que comprobar Cochabamba que su pregonada autonomía le hace
prosperar, que sus primitivas industrias de tejidos, fabricación de artefactos de vidrio y otros han
mejorado; que por lo que hace a sus producciones agrícolas, mostrar que un siglo después mantiene el
honroso calificativo de Granero del Alto Perú” El Heraldo nº 722 ,11/ 09/1909).
17
su apoyo. Pero en Bolivia... doloroso es decirlo, la indeferencia de los
mandatarios abre la fosa en que se sepultan multitud de industrias... (La
Cervecería de Braulio Maldonado, El Heraldo nº 2090, 27/07/ 1893)152.
Por lo ya analizado en un capítulo anterior (cf. supra: capítulo 6), se puede comprobar
que las iniciativas desplegadas en el siglo anterior para revitalizar la industria artesanal,
fueron emprendimientos modestos y esporádicos, de los que, exceptuando la instalación
de la Escuela Nocturna de Artesanos en 1885153, no superaron la perspectiva de
iniciativas puntuales y pasajeras, y por ello mismo, carentes de convicción en la
alternativa de la industria regional.
En 1907, a los ojos de un cronista extranjero que publicó un ensayo sobre Bolivia, la
realidad descrita hasta aquí, mantenía en lo esencial los rasgos anotados. Al trazar un
panorama de la industria en el Departamento, destacaba la importancia de la artesanía
del cuero, sobre todo, la manufactura de calzados y además la producción de tejidos y
de productos alimenticios como la mantequilla o de aquellos de consumo diario como
los jabones, sebo, artefactos de vidrio, etc., que todavía se producían en pequeña escala.
Anotaba, con énfasis, que “las cervecerías en la ciudad, producen un millón de botellas
anuales”154 agregando además, que también ocupaban lugar destacable, los talleres de
152
En igual tono de denuncia, dicho industrial se preguntaba: “¿Qué es de la fábrica de botellas de
vidrio vende?, qué de los telares que tejían géneros blancos y casimires?, qué de la desfalleciente
sericultura?, qué de la fábrica de tejas y ladrillos? .. La respuesta es lacónica: la indiferencia de los
gobiernos y la envidia de nuestros conciudadanos las han muerto al nacer”. (Fuente citada). El destino
de esta primera empresa no superó el pronóstico trazado y desapareció a los pocos años.
153
La Escuela Nocturna de Artesanos fue patrocinada por la Sociedad 14 de septiembre agrupación
cívico-política de la juventud cochabambina, que aglutinaba a jóvenes profesionales, empresarios y otros,
provenientes de connotadas familias de comerciantes y latifundistas, que propugnan cambios en la vieja y
conservadora estructura oligárquica, en sentido de modernizarla y colocarla a tono con los nuevos
tiempos. En cierta forma, se puede decir que esta sociedad, encarna al germen de los ideales de cambio y
modernización que asumirán los sectores intelectuales de la ciudad, en la primera mitad del siglo XX.
Dicha sociedad, fundó el periódico El 14 de Septiembre, órgano de prensa donde se expresan estos
ideales progresistas.
154
La primera industria en la ciudad fue la cervecera. La fábrica de cerveza Taquiña inició su meritoria
trayectoria en 1895 y la Cervecería Colón, en 1897, además de pequeñas plantas de elaboración de
bebidas gaseosas y aguas minerales de corta vida, dentro de un proceso que combina emprendimientos de
breve existencia, con la renovación de nuevos intentos en este rubro, que sustituyen a los intentos fallidos.
17
productos de algodón y lana, la fabricación de sombreros y los establecimientos de
sedería155. Sin embargo rescata en su valoración, un otro aspecto notable de las virtudes
artesanales, no considerado por otros autores, al señalar: “los visitantes de la ciudad
comúnmente pasan mucho tiempo examinando los bellos dibujos de los artículos que se
venden en el mercado. Muchos adornos se fabrican con algodón del más ordinario,
pero la mano de obra es maravillosa. No es raro ver a las pobres vendedoras, llevando
una falda orillada con encajes de media vara, hecho por ellas mismas”, para finalmente
puntualizar con agudeza, el carácter social de este oficio: “En algunos de los más
pobres se adopta tal industria, como medio de obtener una fuente de rentas para la
familia, además del salario ganado por el marido y en las casas más humildes,
generalmente se encuentra un telar para tejer ponchos, o un cojín para hacer encajes”
(Robinson Wright, 1907: 283 y siguientes).
Hacia 1900, la industria artesanal, comenzó a resentirse de los severos golpes que le
ocasionan los efectos, que sobre el comercio exterior boliviano, ejerce la Guerra del
Pacífico. El pacto de tregua de 1884, y en especial, el Protocolo Complementario a
dicho pacto, firmado por Chile y Bolivia en mayo de 1885, como ya se mencionó,
determinaron franquicias comerciales muy ventajosas en favor del primer país, que
afectaron radicalmente las exportaciones cochabambinas, al permitir el libre ingreso a
los mercados del altiplano, de productos procedentes de Chile, entre otros: bayetas,
calzados de toda clase, lanas, paños y casimires, ponchos, sombreros, suelas y otros que
afectaban al sector artesanal, así corno harinas, trigo, azúcar, aguardientes que
perjudicaban igualmente al sector terrateniente y al comercio con Santa Cruz. A su vez
el, Perú le exigía a Bolivia el mismo trato con sus productos, como compensación del
derecho de tránsito internacional por sus puertos, de las exportaciones bolivianas. Las
exigencias chilenas culminaron con la liberación para sus productos, de toda forma de
gravámenes, incluso los gravámenes municipales (El 14 de Septiembre nº 128, 3/07/
1885 y El Heraldo nº 3182 de 3/03/ 1900).
Esta evidente debilidad del despegue industrial, también se relacionaba con una
inveterada actitud de los acaudalados terratenientes y comerciantes, de evitar las
inversiones de riesgo, aunque potencialmente tuvieran amplio porvenir, en favor de
pequeñas operaciones mercantiles, que generaban modestas rentas, pero eran tipificadas
como seguras. A este respecto, por ejemplo, se establecía que en el Banco Hipotecario
Nacional y en otros bancos y casas de comercio, existían en 1907, 3.000.000 Bs. “que
no producen más de un 4% de renta”. En realidad, detrás de este fenómeno, se
expresaba la ausencia de miras de la clase dominante y su postura tradicionalmente
especulativa, antes que inversora en la esfera productiva157. En suma, si en otros ámbitos
30.000 bolivianos “casi todos hijos de Cochabamba” emigren a la costa chilena donde son masacrados en
Iquique: “¿Entre los 2.000 muertos, cuantos son bolivianos?, nadie puede decimos, pues el Cónsul que
vela por nuestros intereses allí es un ente que no tiene más título que ser ‘hijo de La Paz’ “(El Heraldo nº
5420, 11/01 / 1908).
157
En el caso de la agricultura por ejemplo, como ya mencionamos, ocurre una paradoja: un año de
buena cosecha es mala para Cochabamba, o dicho de otro modo, los años de escasa producción agrícola,
dejaban mayor utilidad a los hacendados que los años de abundancia. En suma, la abundancia de cereales
17
se desarrollaba el proceso de conversión del terrateniente en capitán de la industria, en
Cochabamba se producía una transferencia menos relevante: de latifundista a rentista
especulativo.
Años 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9
0 0 0 0 0 0 1 1 1 2 2 2 2 2 2 2
Rubros 0 1 5 7 8 9 5 7 9 0 1 3 4 6 7 8
Industrias
Cerveza 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2
Bebidas gaseosas - - - - - - 2 2 2 - - 4 4 1 2 2
Aguas minerales - - - - - - - - - - - 2 2 - 1 -
Chocolates - - - - - - 3 - - - - - - 1 1 5
Pastillas y bombones - - - - - - - - - - - - - 2 1 1
Fideos - - - - - ´- 4 - - - - - - - 1 1
Velas - - - - - - - - - - - - - 1 1 -
Baldosas y mosaicos - - - - - - - - - - - 2 3 3 1 2
Cigarrillos 7 5 5 4 2 4 - - - - - - - - - -
Bujías - - - - - - 6 - - - - - - - - -
Vinos y licores - - - - - - - 2 - - - - 2 3 6 8
Molinos - - - - - - - - - - - - 3 1 - -
Salchichas, embutidos - - - - - - - - - - - - - - - 1
TOTALES 9 7 7 6 4 6 17 6 4 2 2 10 16 14 16 22
Unidades artesanales
Curtidurías 26 27 31 31 30 36 28 28 14 37 13 11 6 14 16 9
Destilerías - - - 20 18 21 30 28 - - - - - - 4 -
Adoberas - - - - - - 24 14 - - - - - - - -
Tejerías y ladrillos - - - - - - 56 97 - - - - - - - -
Jabonerías - - - - - - 5 - - - - - - - - -
Canteras - - - - - - - 6 6 5 4 9 5 4 3 11
Panaderías 23 26 18 22 32 30 12 12 12 - - - - - - 30
TOTALES 49 53 49 73 80 87 155 185 32 42 17 20 11 18 23 50
Nota: Los registros de las patentes sólo expresan el número de establecimientos empadronados.
Por el cuadro anterior, podemos establecer, considerando los registros para pagos de
patentes municipales, además del modesto desarrollo industrial para el periodo
analizado, que éste se reduce a las industrias tradicionales de bebidas y tabacos, en
forma preponderante. Sin embargo, las industrias de alimentos, materiales de
construcción y otros artículos de consumo, se hacen presentes a partir de 1915. La
industria cervecera es la que muestra una mayor regularidad en todo el periodo, en tanto
deprime los precios del mercado, en tanto que los años de sequía u otros fenómenos naturales
perjudiciales, al generar escasez, incrementaban estos precios. Bajo esta lógica mezquina, no interesa
incrementar ni mejorar la tecnología de la agricultura, sino acaparar la cosecha abundante para
comercializarla en los años de escasez. Dicho en las palabras de un cronista: “Como los años malos se
han ido sucediendo, ha resultado que los agricultores han multiplicado sus capitales (...) como los años
buenos comienzan, los agricultores se hallan desalentados y guardan sus capitales ociosos en los
bancos, y el movimiento industrial decae (...) Al mismo tiempo en las épocas de buena cosecha, los
precios de las casas suben por que las ganancias obtenidas por los agricultores tratan de acomodarlas
en casas que dan una renta mayor que el interés pagado por los bancos” (El Heraldo nº 5004, 15/03/
1907).
17
las fábricas de cigarrillos, sin duda pequeños establecimientos, dejan de ser registrados
en años posteriores a 1915, mostrando entre 1900 y el último año citado, una tendencia
decreciente. Se puede anotar en base a la fuente analizada, que entre 1923 y 1928, se
experimentaba un modesto nivel de expansión industrial, sobre todo en el rubro de
alimentos. En lo que corresponde a los establecimientos artesana1es, podemos anotar,
que en las patentes estudiadas, no se registran sino ciertas actividades, seguramente
tipificadas como de escala mayor o de movimiento de capital más significativo, en
tanto, el grueso de los pequeños talleres domiciliarios de zapateros, sastres, costureras,
etc., no están registrados. Con esta salvedad, observamos que los establecimientos de
curtiduría son predominantes en todo el periodo, tendiendo a decaer hacia el final de
éste. Las destilerías son registradas a partir de 1907, mostrando un periodo de auge entre
1915 y 1917, aunque sin duda, en los años posteriores a 1917, esta tendencia se
mantiene por lo que veremos más adelante, para mostrar signos de decaimiento, recién
en 1927. Los establecimientos de materiales de construcción que aparecen registrados,
sólo en 1915 y 1917, muestran la magnitud significativa del sector, que sin duda se
mantiene en estos términos en los años posteriores en que la dinámica de la expansión
urbana y la consiguiente construcción, se van incrementando en forma continua. Si bien,
los datos registrados en el Cuadro nº 46, sólo tienen valor indicativo, nos permiten
establecer, que en realidad no existen grandes industrias, sino apenas pequeños pero
numerosos establecimientos fabriles y artesanales, que dada su modesta producción, no
siempre se registran en el padrón municipal.
Previamente, es necesario dejar establecido, que los datos de los censos de 1900 y 1945
no guardan una relación metodológica similar a la que propone el censo de 1950. Esta
ha sido la razón por la cual, este último, al no resultar comparable con los otros dos, no
ha sido incluido en el cuadro anterior. Tomando en cuenta estas precauciones, debernos
anotar que hacia 1900 el grueso de los trabajadores urbanos son artesanos. Hacia 1945,
esta caracterización parece mantenerse, pero dando paso a un sector de trabajadores del
ramo industrial mucho más significativo, que por los rasgos que revela el censo de
1950, se puede inferir que, ya en esta época, y en realidad a lo largo de la década de
1940, se da una paulatina transferencia de fuerza de trabajo del sector artesanal al sector
industrial en general. Sin embargo, los resultados del censo de 1945, al acomodarse a
las normas de clasificación de población vigentes en censos del siglo XIX, no muestran
con claridad estas transformaciones. Podemos observar en relación a lo señalado, el
comportamiento tendencial de algunos gremios artesanales, tomando en consideración
los datos censales de 1900 y 1945: así los bordadores tienden a desaparecer hacia 1945,
lo mismo ocurre con quienes elaboran chicha dentro del radio urbano. Otro tanto ocurre
con los talabarteros y más drásticamente con los plateros u orfebres de la plata. Sin
embargo, otros gremios como el de los carpinteros, los ebanistas, los tejeros y el de los
obreros de la construcción, experimentan crecimientos espectaculares, indudablemente
vinculados al creciente desarrollo de la demanda habitacional y la consiguiente
expansión de la urbanización en general. Otros gremios como el de los sastres,
sombrereros, panaderos, curtidores, también experimentaron incrementos, pero en
proporciones menores, que inferimos, se vinculan a las condiciones creadas por el
incremento demográfico en la ciudad. Otros gremios, como el caso de los zapateros,
tejedores, pollereros. hilanderos y otros, experimentan escasas fluctuaciones, es decir,
que los factores que permiten la expansión de los otros gremios, en mayor o menor
escala, no inciden sobre estos últimos, pudiendo expresar este comportamiento, un
síntoma del probable estancamiento que experimentan dichas actividades artesanales
hacia 1950, motivado ta1 vez, por lo menos en el caso de los zapateros, hilanderos y
tejedores, por el surgimiento de industrias en estos campos, lo que indudablemente
deprime el espacio artesanal.
Observando los datos aportados por este cuadro, se puede constatar, que la estructura
productiva del sector artesanal hacia 1905, en los ramos de cueros, textiles, alimentos y
bebidas, en ese orden, son francamente dominantes, sobresaliendo el gremio de
zapateros como el más numeroso. En 1945 el ramo textil es ligeramente superior a los
demás, el de las maderas, ocupa un segundo lugar en importancia, seguido muy de
cerca, por la artesanía del cuero, y a mucha mayor distancia, por los alimentos y
bebidas. Estos desplazamientos y pérdidas de importancia entre los ramos artesanales
del cuero, los alimentos y otros, así como el repunte de la rama de maderas y textiles,
parecen sugerir la influencia del desarrollo de la industria, particularmente del calzado,
los alimentos y la construcción, sobre la producción artesanal.
Desde otro ángulo, podemos observar, de acuerdo al censo de 1950, que la categoría de
empleo dominante, dentro de la población económicamente activa (PEA), perteneciente
al sector productivo, corresponde a “obreros y jornaleros”, con especial incidencia en la
rama de “industrias de transformación”. Un segundo lugar está ocupado por la categoría
de “trabajadores por cuenta propia”, que sin duda se refiere al conjunto del sector
artesanal, seguido por las categorías de “empleados” y “patrones”. Fijando nuestra
atención sobre la actividad industrial propiamente, vemos que del conjunto de la PEA
en el sector productivo, es ésta la predominante, con un 59% del total de participantes
en el conjunto de las actividades productivas consideradas. De total de esta rama de
actividad, 3.947 son “obreros y jornaleros” y, 2.420 son “trabajadores por cuenta
propia”, configurando un total de trabajadores del sector industrial, equivalente al 46%
del total general, y de los cuales, un 29% son trabajadores asalariados. Estos últimos
elementos de juicio, nos permiten establecer que, la industria instalada en Cochabamba
a inicios de la década de los años 50, y en términos más generales, las actividades
productivas urbanas experimentan un crecimiento significativo. En efecto, si a título de
simple aproximación, nos permitimos comparar la relación de la PEA del sector
18
productivo, con la de otros sectores, de acuerdo a los censos de 1900 y 1950, según
grandes grupos ocupacionales, tenemos:
Entre los molinos más importantes se mencionan los de Chiriguanani, que dominan una
vasta región productora de trigo en la ruta al Altiplano. En el Cercado, los molinos del
Carmen de Arocagua, montados por Carlos A. Dopuis, que “al entrar en
funcionamiento han motivado que en el trayecto hasta Arocagua se note gran
actividad: carros cargados con saquillos de harina y recuas con sacos de trigo,
recorren los 7 kilómetros desde la ciudad hasta la nueva instalación”. De acuerdo a la
crónica que citamos, el mecánico Miguel Sonaglia, luego de estudiar los tipos de trigo
que se producen, discurrió combinar distintas clases de molinos y hacer uno apropiado
para los trigos de Cochabamba.
La industria alcoholera que si bien no tiene una presencia significativa con destilerías en
la ciudad, salvo bajo la forma de instalaciones modestas que aparecen registradas en las
patentes municipales entre 1907 y 1927, con un punto alto entre 1915 y 1917, se
constituyó junto con la elaboración de chicha, en una alternativa importante para el
consumo de la producción de maíz, desde los primeros años del siglo XX, y
experimentó un gran impulso a partir de 1918, en que se dicta una ley de
nacionalización de la industria alcoholera, que prohibía la importación de melazas y
alcoholes desde el Perú. Por consiguiente “la demanda de cereales, particularmente
maíz, creció considerablemente. Las fábricas de alcohol se multiplicaron en Oruro, La.
Paz, Cochabamba” (Azogue, Rodríguez, Solares, 1986: 38). Hacia fines de la década de
1920, esta industria se deteriora por el creciente contrabando de alcoholes peruanos, y
18
luego a partir de 1925, por la competencia del maíz argentino que ingresa por el
ferrocarril de la Quiaca158.
Esta última empresa fue sin lugar a dudas, la primera con características modernas y
capitalistas que se organizaron en Cochabamba. Fue fundada en 1908 por iniciativa y
aportes de capital de los empresarios Gustavo Hinke y Simón I. Patiño y ampliada luego
bajo las características de una sociedad anónima. Su capital inicial fue de Bs. 800.000.
invertidos para proveer de fluido eléctrico a la ciudad de Cochabamba, establecer
molinos eléctricos, una fábrica de ladrillos, organizando además, en 1913 una línea de
tranvías urbanos con conexiones a Quillacollo y Cala Cala, y que se prolonga a la línea
Vinto-Arani con el servicio de trenes eléctricos. En 1909 consigue el aval del Estado
para negociar un empréstito de 300.000 libras esterlinas, obligación que a la larga, será
causa de las dificultades y la quiebra de la Empresa en su rubro de transportes, como se
anotó en el capítulo anterior. No obstante, se debe destacar que gracias al fluido
eléctrico que genera, se establecen las condiciones infraestructurales imprescindibles
para la instalación de otras futuras industrias.
158
Las destilerías más importantes se ubicaban en provincias, entre ellas podemos citar, dos grandes
destilerías en Quillacollo, otra importante en Changolla en el camino a Oruro, una fábrica de alcoholes en
Tarata, dos empresas de destilación en Saipina y Quinori, en las provincias de Totora y Aiquile. (El
Ferrocarril nº 129, 1º/06/ 1910)
18
absoluta a los productos peruanos, se mató la industria azucarera de Santa Cruz y con
igual liberación a los productos chilenos, a mérito del Pacto de Tregua, las harinas y
otros artículos de Cochabamba sufrieron enorme competencia”, por tanto, se reclama
protección efectiva para la producción nacional, en especial en lo que respecta a
Cochabamba, al trigo, a la harina de trigo, la cerveza, el calzado y la ropa hecha. Sobre
todo cunde el malestar y la alarma por la competencia de la harina chilena y la merma
en la producción de los molinos locales159.
En 1922, la industria del cuero da síntomas de crisis: el municipio no logra rematar sus
cueros vacunos por la caída de esta materia prima en el mercado internacional y la
competencia de los cueros de Santa Cruz y La Paz. Nuevamente se reclama protección
para esta industria, mediante la aplicación de aranceles elevados a la importación de
cueros y calzados, y la aplicación de un impuesto a los cueros introducidos de otros
departamentos.
Este cuadro se completa con una suerte de cadena de adversidades que se abaten sobre
la agricultura:
El año 1921, fue perjudicado por 1a excesiva lluvia; el año 1922, la agricultura
sufrió las consecuencias terribles de la invasión de langostas; el año 1923 falló
el agua, lo mismo que los años 1924 y 1925. En 1926, se operó e1 descenso del
maíz, y esa desvalorización ha continuado hasta hoy en que su precio es de Bs.
5, es decir, 1a mitad y menos de la mitad dé lo que valía el año 1920. (La
situación económica de Cochabamba, Revista Industrial y Comercio nº 197,
24/03/ 1928).
En 1928 al perdurar esta situación, un párrafo de un artículo, ante citado, que analiza el
estado de la economía cochabambina, no puede ser más elocuente: “El panorama es
pavoroso, un pueblo que a pesar de su escasísima población urbana, no puede dar
trabajo a sus hombres, es un pueblo expuesto a todos los rigores y eventualidades”.
(Artículo citado, Revista Industria y Comercio nº 197).
El conflicto chaqueño permite una suerte de desahogo a esta situación. Los suministros
para el ejército reactivan la producción cerealera y de otros rubros, incluso de naturaleza
industrial; las oficinas de abastecimiento del ejército adquieren estos productos a
precios ventajosos para los hacendados, quienes se ven fuertemente estimulados a
incrementar sus producciones al ver asegurada la compra de sus cosechas. Por otra
parte, la política crediticia de los bancos se modifica y los préstamos comienzan
nuevamente a fluir, al mismo tiempo, las exportaciones de productos agrícolas al
altiplano, también experimentaban sensibles incrementos161.
161
Durante la guerra, eran frecuentes los reclamos de los hacendados cuyos colonos afectados por las
movilizaciones con destino al frente, reducían sensiblemente la fuerza de trabajo agrícola
18
La información que sobre el sector industrial registran las citadas estadísticas, nos
ilustran sobre la situación de este ramo en la inmediata posguerra:
162
Por ejemplo, en lo que se refiere al maíz se establecía que en 1935 se produjeron 1.133.510 qq
españoles en el departamento, de los cuales 655.260 (57,8%) se destinaron a la elaboración de harina, de
esta última cantidad 155.307 qq (20,6%) se destinaron a la producción de chicha Se exportaron 55 000
qq. del cereal y otra cantidad similar de harina. Del total de esta exportación sólo 9.065 qq. (9%), fueron
conducidos por arrieros, los que supone que, finalmente en la vinculación con el altiplano, el ferrocarril
desplaza a las arrias, que todavía le hicieron competencia en toda la década anterior. También se puede
observar que este volumen exportado, apenas alcanza al 8,8% de la producción total, el saldo según esta
estadística, es consumido por los 550.000 habitantes en que se estima la población departamental, donde
el citado cereal aparece como la opción del consumo popular, incluida la chicha, frente a la situación de
carestía de otros artículos alimenticios consumidos por el Ejército.
18
Nota: estos datos no son completos y fueron registrados por la citada dirección en base a un cuestionario que
encontró resistencia entre algunos industriales, razón por la que no se incluyen varias industrias.
163
La artesanía del tejido se concentraba en las unidades familiares campesinas de arrenderos y
pegujaleros, además, en algunas comarcas, aldeas y capitales de provincia, La industria de derivados de la
leche contaba con establecimientos ubicados en granjas y haciendas del Valle Central y Alto, e incluso,
pequeñas lecherías en la zona de La Maica.
164
La fábrica Dillmann, en realidad configuraba un complejo industrial de doce establecimientos o
.secciones: salchichería y conservas de carnes, conservas de frutas y mermeladas, leche condensada,
mantequilla, quesos, aguas gaseosas, jarabes y cremas y otros de apoyo. (El País nº 207, 03/03/ 1937).
18
puede constatar, con excepción de las industrias molineras, que los establecimientos de
tejidos mecanizados y rústicos, de productos lácteos y fideos, que además dependían en
lo esencial, de insumos de elaboración compleja y de recursos tecnológicos
provenientes del exterior, configurando una situación que no ha sufrido modificaciones
hasta el presente, por el contrario, la dependencia tecnológica y de suministros es
mucho más aguda hoy en día. Por último, se puede constatar que, todas estas industrias
elaboran productos de consumo final en los rubros de alimentos, bebidas, vestuarios y
cueros, constituyendo una excepción el caso de las fábricas de velas (derivados del
petróleo). En suma, estamos ante un complejo industrial de modestas proporciones y
que no avanza más allá de la rama de “industrias tradicionales”, es decir, de los
peldaños iniciales del desarrollo industrial.
La perspectiva que se abre con este desarrollo industrial, permite en esta misma época,
la existencia de un Instituto Tecnológico dependiente de la Universidad Mayor de San
Simón, que ofrece a estudiantes y obreros la posibilidad de una formación técnica media
en especialidades como Electrotecnia, Mecánica, Ayudantía de Ingeniería Civil,
Tipografía y Encuadernación, Herrería, Carpintería y Ebanistería. Dicho Instituto
además, se dirigía a la formación de técnicos industriales para el desempeño de labores
como oficiales de industria en las ramas citadas y contaba, con una Escuela Superior
Técnica para promover Técnicos Industriales. Indudablemente se trata, de una iniciativa
cualitativamente superior a las viejas escuelas de artesanos del siglo XIX y se inscribe,
en la formulación de una respuesta concreta a los nuevos requerimientos industriales de
mano de obra especializada y familiarizada con la tecnología industrial (El País, nº 437,
23/02/ 1938).
La década de los años 40 puede ser tipificada como la de nuestro despegue industrial.
Esta dinámica se concentra en dos direcciones: la tímida transformación de las
haciendas y huertos en pequeñas empresas agrícolas lecheras, de productos lácteos,
crianza de ganado y aves en general. Intentos de éxito diverso para superar la
monoproducción maicera e ingresar en el desarrollo fabril propiamente.
165
En 1938 la Federación Obrera Sindical (FOT) denunciaba por ejemplo, que en la Cervecería Taquiña
la jornada laboral era de 12 horas para un solo tumo, además que siendo mas de 70 sus obreros, carecían
de asistencia médica y de condiciones adecuadas de trabajo, fuera de sufrir malos tratos Por otro lado se
denuncia que en la fábrica Dillmann, la jornada laboral era de 14 horas para ganar jornales que oscilaban
entre 5.50 y 7 Bs./día, además de malos tratos, etc. (El País nº 431, 16/03/ 1938 y nº 405, 8/03/ 1938). En
1935 los jornales diarios de los obreros eran de Bs. 8.- (Revista de la Dirección Departamental de
Consumos, 1936).
166
En la Exposición Industrial del Centenario de la República organizada en La Paz, los productos lácteos
de la hacienda Villacataco de Colcapirhua, de Desiderio Gandarillas fueron motivo de admiración
general. Así mismo, en 1925 la hacienda Salvadora de la Chimba, de Félix G. Sarmiento y Alfredo
Suárez, establecía una granja modelo para elaborar derivados de leche. (Bolivia en el Primer Centenario
de su Independencia, 1925).
19
que permitieran el riego de tierras de secano abundantes y de buena calidad agrícola.
Para administrar este proyecto se crea la Dirección Nacional de Riegos y se expropian
tierras afectadas por la obra. Esta se inicia en 1942-43, y la represa entra en operación
en 1946167, pero los canales de riego no se completan si no hasta la siguiente década.
El sistema de riego pretende cubrir 10.000 Has., pero aún este objetivo no ha
sido alcanzado. Algunos propietarios son reacios a pagar sus obligaciones, no
obstante de que sus tierras ya se han beneficiado con el riego; en cambio, los
propietarios modestos, pagan puntualmente. Son los grandes propietarios de
tierras los que más se oponen a reconocer los beneficios obtenidos y han
llegado a1 extremo de hacer campañas contra la obra de la Angostura,
incitando a no pagar nada al Estado169.
El cuadro anterior, que contiene la nómina por ramas de producción, de las industrias
que concurrieron al evento de 1948 ante citado, nos permite establecer que los
establecimientos de elaboración de alimentos, bebidas, calzados y vestuarios alcanzaban
al 55% del total de los 62 establecimientos registrados, quedando el saldo restante
distribuido entre diferentes rubros, siendo el segundo en importancia el de los materiales
de construcción, aunque porcentualmente muy alejado de los primeros. Los ramos
industriales de calzados, bebidas y construcciones aglutinaban lo más significativo de la
19
industria departamental con firmas como Manaco, Tardío, Taquiña, Comaco, Otakar,
Viñas Muyurina, etc. que alcanzarían renombre en la región y aún en el país. El cuadro
Nº 55 nos permite ampliar este panorama con precisiones más específicas:
Este último cuadro, permite inferir, que de un total de 243 establecimientos inscritos en
la Cámara de Industrias, un gran porcentaje, eran en realidad, pequeñas unidades
fabriles y de servicios, en muchos casos tal vez semiartesanales o utilizando
manufactura atrasada. De éstos un 24,7% no representaban una inversión de capital
mayor a 100.000 Bs. equivalentes a 1.667 dólares aproximadamente 172. Sin embargo,
muchos de estos establecimientos no alcanzan a una inversión superior a 10.000 Bs.
(167 $us) y algunas incluso menos, correspondiendo a pequeños locales de elaboración
de alimentos, sobre todo panaderías.
Un otro conjunto de industrias con una inversión de capital que fluctuaba entre 101.000
a 500.000 Bs. (1.668 dólares a 8.333 dólares), y representaban a un 40,3% del total, con
una concentración importante de las ramas de alimentos y bebidas, calzados y vestuario.
De estos establecimientos, un número significativo, apenas llegaba a los 2.000 dólares
de inversión, sobre todo en los rubros de confecciones y bebidas gaseosas, situación,
que permite establecer, que en realidad, se trataban de pequeñas industrias de tecnología
poco renovada e incluso, probablemente, con componentes artesanales. Solo 26
establecimientos (10,7% del total), representaban una inversión que oscilaba entre
101.000 y 500.00 Bs. (8.334 a 16.667 dólares), con predominio de las ramas de
alimentos, bebidas y maderas.
Se puede verificar, que entre 1951 y 1956, la industria regional se deprime severamente,
afectando sobre todo a las industrias de bienes de consumo no duraderos, en especial a
la rama de alimentos y bebidas, a la industria del cuero que se extingue a nivel de
establecimientos industriales, y a otros rubros menores. El sector de bienes intermedios
experimenta una pequeña expansión sobre todo en las industrias de derivados de
petróleo y productos químicos, pero también experimenta una fuerte depresión la
industria de materiales de construcción y la del caucho que deja de figurar. Otro tanto
ocurre con el sector de bienes de consumo duradero, donde sobre todo la
metalmecánica, sufre una aguda depresión y la de artefactos eléctricos, igualmente deja
de figurar en los registros. Este cuadro de crisis, indudablemente es fruto de la política
económica, particularmente del régimen de control de divisas y la estabilización
19
monetaria, que imprime el gobierno del MNR en 1956. Sin embargo, en el periodo
analizado, de todas formas se mantiene el predominio de la industria de alimentos,
bebidas, calzados y vestuario.
Por último, para completar nuestro análisis, pasaremos a examinar el lugar que ocupa
este desarrollo industrial dentro del contexto nacional. Para ello, pasaremos a analizar el
Cuadro Nº 57:
Este último cuadro permite establecer, que el ritmo de crecimiento industrial, tanto a
nivel nacional, como de las dos ciudades consideradas, fue muy significativo entre 1936
y 1950. En efecto, en dicho periodo el volumen de establecimiento industriales a nivel
nacional crece en 4,7 veces, La Paz sobrepasa el promedio nacional e incrementa su
173
En el análisis desarrollado no se considera la refinería de Valle Hermoso, al no estar incluida en la
información utilizada, tal vez por no ser significativa su incidencia en la dinámica de la economía
regional. A título de información: la Refinería de Valle Hermoso fue instalada a partir de 1946 por Foster
Wheeler Co. A1 inaugurarse en 1950, su capacidad de refinación era de 6.000 barriles diarios.
19
stock industrial en 6,76 veces, en tanto Cochabamba pareciera superar esta dinámica,
particularmente con un salto espectacular entre 1942 y 1950, que arrojan un crecimiento
impresionante, equivalente a 7,36 veces respecto a 1936. Sin embargo, es necesario
tomar precauciones respecto a esta información. Si observamos una vez más el cuadro
55, donde queda reflejada la composición de los 243 establecimientos industriales de
Cochabamba, veremos que allí se aglutinan, junto a industrias propiamente, un volumen
considerable de unidades artesanales y pequeños talleres de servicios diversos. Si
adoptamos el criterio elástico de considerar como unidades industriales a aquellas cuyas
inversiones tienen un nivel igual o superior a los 500.000 Bs. de ese tiempo (unos
8.3334 dólares), la cifra se reduce a 85 establecimientos; en este caso, el crecimiento de
dichas unidades para el periodo analizado es inferior al promedio nacional y solo
alcanzaría a 2, 57 veces. Si todavía nuestro criterio fuera más rígido respecto al criterio
anterior, se debieran considerar solo 59 establecimientos y el índice de crecimiento se
reduce a 1,78 veces.
Finalmente, en relación a la fuerza de trabajo del sector industrial, se tiene que la misma
a nivel nacional ha experimentado un crecimiento de 2,38 veces en el periodo
considerando, expresando una tasa de crecimiento anual de 0,17 %. En el caso de La
Paz, esta misma variable, expresa un crecimiento de 2,47 veces y una tasa anual de 0,18,
es decir ligeramente superior al promedio nacional. Respecto a Cochabamba, el
incremento de obreros y empleados en el sector industrial se incrementa en 2,4 veces y
una tasa anual de incremento similar al promedio nacional.
Tomando en cuenta estos indicadores, se puede establecer, que Cochabamba, pese a ser
el segundo centro industrial del país en el periodo 1936-1951, esta a distancia
considerable de la dinámica industrial del primer centro, es decir, la ciudad de La Paz.
Si bien, el ritmo de industrialización de la región se acelera a fines de la década de 1940
e inicios de la siguiente década, los porcentajes que ocupa en relación al volumen de
establecimientos, valor de la producción generada y fuerza de trabajo empleada, son en
realidad modestos e incluso bajos. Un indicador, del predominio de formas artesanales
en los procesos de producción del sector industrial cochabambino queda establecido por
el promedio de obreros y empleados por unidad industrial. En tanto, en el nivel
nacional, este promedio para 1950, alcanzaba a 13,2 obreros/fábrica, en La Paz, donde
se concentraba el 65% del proletariado del país, alcanzaba a 15,3 obreros/fábrica.
Cochabamba, esta lejos de estos indicadores con apenas 6,48 obreros/fabrica, es decir,
que en este caso, lo dominante como promedio estadístico es el modelo de pequeño
taller del maestro artesano y sus ayudantes, si bien esto no omite la realidad de unas
pocas decenas de industrias con una proporción de obreros sustancialmente mayor a
dicho promedio (la Cervecería Taquiña, la fábrica Dillman, Manaco, algunos molinos,
etc.).
19
En suma, se corrobora la idea, de que el proceso de industrialización en Cochabamba, a
mediados del siglo XX era todavía incipiente, aunque sin duda, mostrando una
tendencia expansiva acorde con los aires de modernización que se abrían paso entre
innumerables obstáculos que les proponían los hábitos conservadores, que todavía
predominaban, tanto entre las élites regionales como entre amplios sectores de las clases
subalternas.
19
Capítulo 12
Las primeras transformaciones: transporte urbano y comunicaciones
Desde las últimas décadas del siglo XIX, una gran mayoría de las ciudades
latinoamericanas comenzaron a experimentar cambios, no sólo en la composición de sus
clases sociales, sino en su propia estructura física. Las transformaciones que se operan
en la economía de la mayoría de los países del área, bajo el impulso de las exigencias
del desarrollo industrial capitalista de las grandes metrópolis norteamericanas y
europeas, impulsan la articulación de de las mismas, a un proceso manufacturero en
gran escala, donde pasan a desempeñar el papel de proveedoras de materias primas,
dando paso al cabo de pocos años, a la formación de empresas transnacionales
encargadas de la extracción y transporte de productos tan diversos como el café, la caña
de azúcar, la carne y los cueros, el salitre, el caucho, el cobre y el estaño; etc., en un
flujo ininterrumpido orientado hacia el mercado mundial, y que particularmente
repercute, en el crecimiento de los puertos y ciudades que se encuentran sobre las vías
de tránsito de este proceso exportador.
De esta forma, el progreso, que básicamente llega a América Latina bajo la forma de la
articulación de su economía al mercado mundial capitalista, en los términos de
productora y proveedora de materias primas, por una parte, pero por otra, estimulando y
presionando en términos políticos e ideológicos, la conversión de las viejas sociedades
patriarcales y hacendales del siglo XIX, en consumidoras de productos manufacturados;
son fenómenos que dan lugar en muchas ciudades, al crecimiento de su población, a la
creación de nuevas fuentes de trabajo vinculadas con los nuevos procesos productivos, y
fundamentalmente, modificando, a veces con lentitud, otras abruptamente, los hábitos
de vida urbana, hecho que a su vez acelera, no sólo las transformaciones en el escenario
físico de la ciudad, sino en la propia ideología urbana, ligada ahora a concepciones de
progreso cada vez más alejadas, o incluso contrarias, a los añejos valores de la
inmovilidad colonial, abriendo paso a los ideales de modernidad que trae consigo el
siglo XX.
La "modernidad" es una suerte de atmósfera que respiran las clases medias urbanas
letradas, la intelectualidad y los sectores liberales y progresistas en general. En el
ámbito cultural, se discuten los últimos libros provenientes de Paris. Londres o Madrid,
pero además con cierta premura, se adoptan los nuevos gustos en el vestir. Sin embargo,
si en este momento, ciudades tradicionales como Buenos Aires, Río de Janeiro,.
Montevideo, La Habana o aún Lima, Caracas y México, se transforman definitivamente
en grandes urbes de varios cientos de miles de habitantes. A Cochabamba, muy alejada
de este ritmo, sólo le llegan los ecos lejanos de esta dinámica impetuosa. Por ello, las
repercusiones son más modestas, pero no están al margen de algo obvio: toda sociedad
en transformación, de una u otra manera, modifica al mismo ritmo su hábitat, puesto
que al final de cuentas, tal modificación es la dimensión material de sus aspiraciones
transformadoras175.
Estos ideales de progreso urbano, estaban fuertemente influidos por la propuesta que el
Barón de Haussmann, retomando las ideas de Napoleón III, realizó para la
transformación de París, y que a su vez, sirvieron de modelo de referencia a las
remodelaciones de las zonas centrales de Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires.
San Pablo, etc. A este tipo de impulsos, no escaparon otros centros menores como La
Paz, donde se promueven demoliciones extensas para la apertura de los grandes ejes
conformados por las avenidas Santa Cruz, el Prado, la Av. Camacho, etc. en 1as
décadas de 1920 y 1930.
177
En 1883 Cochabamba, solicitó favorecerse con el telégrafo que se planeaba llegaría a Sucre, uniendo
esta ciudad a La Paz. En 1892 contó la ciudad con una línea telegráfica, con Oruro como estacón
intermedia. Sin embargo la conexión era intermitente, por las frecuentes interrupciones. Recién en 1913,
Cochabamba cuenta con una conexión más estable, que mediante la estación de Quime, le proporcionan
las líneas de Inquisivi y Ayopaya, que permiten una comunicación permanente con La Paz. (El Ferrocarril
nº 1014, 02/07/ 1913). Sin embargo en 1909, casi todas las capitales provinciales en el departamento,
poseen este servicio, sumando un total de nueve las oficinas telegráficas, en centros como Cochabamba.
Totora, Colcha, Mizque, Aiquile, Tarata, Punata. Cliza, etc.
20
de hacer su ruidoso recorrido. Apenas en las galerías de la plaza y algunas calles
adyacentes se cuelgan faroles de kerosene”178.
A inicios de 1908, por último, bajo el impulso del industrial Rafael Urquidi y otros
accionistas, se funda la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba, obteniendo en
primer término la concesión detentada por Suárez. Como ya se evidenció, se trata de la
primera empresa moderna fundada en la ciudad, por capitalistas del valle (comerciantes
y hacendados) y mineros de Oruro; quienes desde el inicio de sus operaciones
intentaron diversificar su campo de acción. Es decir, que la flamante empresa, no sólo
estaba capacitada para ofertar el servicio de alumbrado público, sino que amplió su
oferta a la red de tranvías a motor eléctrico, a los ferrocarriles, a una fábrica moderna de
ladrillos y tejas e incluso a los molinos movidos por energía eléctrica. Los principales
accionistas fueron Simón I. Patiño, Gustavo Hinke, Francisco Argandoña, Rafael
Urquidi, Benjamín Blanco, José de la Reza, Rodolfo Kruger y otros. Pertenecían al
fondo social de la Empresa, entre otros bienes, la finca de Chocaya, de donde se tomó la
fuerza motriz para la dotación de energía eléctrica, los molinos y tranvías.
La usina de Chocaya tenía dos turbinas, con un potencial de 300 caballos de fuerza. Su
caída de agua era de unos 80 metros, y de ella se obtenían unos 10.500 voltios de
corriente trifásica. La fuerza eléctrica aprovechable de Chocaya, no era suficiente para
las necesidades de la ciudad y los otros emprendimientos de la Empresa, razón por la
cual, se adquirió otra gran caída de agua en Incachaca. Esta nueva usina contó con tres
turbinas, con 1.050 HP, proporcionando los dinamos 840 Kw. y 30.000 voltios de
corriente trifásica. Además la Empresa adquirió un motor diesel de 120 HP como fuerza
adicional o para casos de emergencia.
noche y pocos han pagado la nueva tasa. Así surgen reclamos de quienes no aprecian las ventajas del
progreso, pues anteponen el costo al beneficio” (El Heraldo nº 5682, 22/07/1909).
182
En 1948, la Empresa Constructora "Combo" realiza estudios de captación de aguas y aprovechamiento
hidroeléctrico a cargo de los ingenieros Alfredo Marrón y Carlos Saavedra, quienes sugieren la
instalación de dos plantas de energía eléctrica en las zonas de Chapisirca y Chusequeri, con capacidad de
3.500 y 1.500 HP respectivamente (El País, 30/12/1948).
20
CUADRO Nº 58: Ciudad de Cochabamba: Producción de energía eléctrica en las
usinas de Chocaya e Incachaca (1921–1930)
Energía eléctrica
generada en
Años Kwh.
1921 980.000
1925 1.580.000
1930 1.650.000
En 1928 se adquirieron dos nuevos grupos turbo generadores con una capacidad total de
560 Kw., en 1939, un sexto grupo de 315 Kva., con lo que Incachaca podría producir
hasta 4.300 Kw., “producción a la que nunca se llegó porque siempre faltó agua”
(Galindo, obra citada).
Es decir, que en tanto la demanda urbana de energía en 1949 alcanzaba a 12.157 Kw., la
Empresa apenas lograba generar 4.000 Kw. A través de la compra de las acciones de
Simón Patiño en 1943, la Alcaldía de Cochabamba pasó a ser el socio mayoritario de la
Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica. En virtud de ello, el municipio se hizo cargo de la
planta hidroeléctrica de Ushpa Ushpa que aprovechaba las aguas del embalse de la
Angostura, con capacidad de generar 2.000 Kw. Sin embargo, todos estos esfuerzos
resultaron insuficientes para cerrar la brecha entre oferta y demanda.
El citado ingeniero reconocía que las disponibilidades de energía eléctrica para atender
la demanda, no alcanzaron nunca la cifra necesaria, y que las conexiones se realizaron
echando mano de las reservas, que se convirtieron en fuentes de producción disponible.
Esta fue la razón por la que, en todos los estiajes hubo que apelar al racionamiento de
corriente, operación que se fue agravando cada año transcurrido, en la medida en que la
demanda de energía fue creciendo en forma constante, y siguiendo una curva cada vez
más pronunciada. Por otra parte, se ponía en relieve el error, consistente en hacer
concesiones basadas en las fuentes de producción adquiridas como reserva, para cubrir
fallas en horas de mayor consumo. El Ing. Oblitas señalaba que “este abuso de
concesiones provoca una inflación en el desarrollo de consumos, causando pérdidas a
la Empresa y a los consumidores en épocas de estiaje”. Anotaba por otra parte que la
deficiencia anotada, se agravaba de año en año “por la incomprensión para realizar en
forma acelerada la construcción de nuevas plantas”.
La Empresa de Luz y Fuerza también aportó al desarrollo urbano con otra gran
contribución: la introducción del servicio de tranvías, una verdadera revolución en el
transporte público, que no sólo desplazó a los viejos carruajes "Victoria" y otros, sino
que abrió a la expansión urbana nuevas áreas que transformarán en urbanización
20
acelerada una inmovilidad de varios siglos. En 1908 se inicia el estudio del primer
tramo de la línea de tranvías proyectada en dirección a Quillacollo. En 1909 la Empresa
amplia esta idea original a la propuesta del Ferrocarril Quillacollo-Arani a ser servido
por trenes eléctricos.
En 1910, (cf. supra Capítulo 10), la Empresa, obtuvo mediante ley la concesión para
construir dicho ferrocarril citado, obteniendo a continuación por parte del Estado, las
garantías del servicio de amortización e intereses de un empréstito de 300.000 libras
esterlinas que había negociado con la Compañía Emilio Erlanger de Londres. En
diciembre del mismo año, se inauguró el servicio de tranvías a Quillacollo. La extensión
del servicio al Valle Alto y el empalme con esta primera red plantean problemas
urbanos inéditos hasta ese momento, en términos de procurar calles y plazas amplias
que permitieran desplazamientos cómodos y desarrollo de curvas de ferrocarril, que el
damero colonial hacía dificultoso. Un primer trazo sugerido en esa época para el
empalme anotado, que afectaba una parte de la ciudad, era el conformado por la plaza
de San Sebastián, la calle Aroma “de más de 12 mts. de ancho” y la Plaza de Caracota
(El Ferrocarril nº 360, 14/03/ 1911); haciéndose patente que dicha línea férrea no sólo
cruzaría la ciudad, sino que este hecho, imprimiría transformaciones en la propia
estructura urbana. Al respecto un editorial de la prensa de la época, contenía este
interesante análisis:
"Hoy por hoy, la región comercial de la ciudad, es la de1 Sur; el tráfico del
Valle aumenta los edificios a esa parte. En menos de 40 años e1 terreno
ocupado por casas, ha avanzado desde la del Sr. Mercado, es decir, de las dos y
media cuadras de la plaza principal. Un ferrocarril de carga busca mercado,
las plazas San Antonio, Calatayud y San Sebastián están destinadas a
transacciones comerciales y todas quedarán bajo la zona del ferrocarril del
Valle". (El Ferrocarril nº 353, 17/03/ 1911).
En 1912, las empresas Luz y Fuerza y Julio Knaudt, presentan propuestas al H. Concejo
municipal para la instalación de tranvías urbanos en la ciudad y la campiña. El Concejo
Municipal, ve por conveniente aceptar ambas propuestas, “considerando saludable la
competencia”, disponiendo que la Empresa de Luz y Fuerza se haga cargo de la
colocación de vías férreas en la zona Oeste de la ciudad, en tanto la Empresa de Julio
Knaudt lo haría en la zona Este. (El Ferrocarril nº 777, 07/09/ 1912). Sin embargo, la
Empresa de Luz y Fuerza adquiere los derechos de la compañía competidora y firma ese
mismo año el contrato definitivo para la instalación del servicio de tranvías. Las rutas
que se definen son cuatro (Ver plano nº 9):
De todas maneras, el intenso uso a que fueron sometidos los tranvías, ocasionó el
continuo deterioro de los mismos, de esta forma, la insuficiencia de renovación y
mantenimiento del material rodante183, por una parte, y el incremento paulatino de
población184, por otra, establecieron una brecha irresoluble, entre la demanda creciente a
favor de este medio de transporte y sus limitadas posibilidades de brindar un servicio
eficiente. La solución de cobrar pasajes adecuados y proporcionales a estas necesidades
no resultó viable por las airadas protestas ciudadanas, ante un reajuste que fue
considerado exorbitante, causando la consiguiente oposición municipal. En
consecuencia, la empresa, se vio obligada, en medio de esta penuria económica, a
amortizar en forma prioritaria la deuda adquirida en 1910, postergando indefinidamente
la renovación del material rodante obsoleto.
Una crónica de 1935, destacaba que si la intención original de los impulsores del
servicio de tranvías, fue promover el desarrollo urbano, el resultado había sido poco
satisfactorio: “El estado decadente del tranvía a Cala Cala y el consiguiente
estacionarismo en el desarrollo urbano”, se atribuían al excesivo costo de los pasajes
cobrados por la Empresa, que no distinguía entre el pasajero que residía en la campiña,
de aquel que efectuaba un simple viaje de placer en forma ocasional. El costo
prohibitivo que significaban los desplazamientos cotidianos de una familia, se señalaba,
determinaban la causa por la cual: “nadie piensa vivir permanentemente en la campiña,
ni nadie trata de construir allí edificios modernos y confortables, pues los gastos
anotados se pueden eludir, con solo vivir en la ciudad”. (Imparcial nº 1371, 21/11 /
1935).185
183
Según ELFEC, en 1923 se vendieron 510.474 pasajes de tranvía y 1.490 libretas de abono con 50
pasajes cada una.
184
En 1913, año en que se inicia el servido de tranvías, estimamos que la población urbana fluctuaba entre
25.000 a 30.000 habitantes. En 1935 esta misma población alcanzaba a 52.000 habitantes, según datos del
censo de ese año.
20
Los reclamos por el “pésimo servicio” que brindan los tranvías fueron una constante
hasta el retiro de los mismos. Es decir, que dicho sistema, al no lograr renovar su
material rodante comenzó a caer en obsolescencia desde la década de 1930, al no poder
responder adecuadamente a la demanda creciente. La Empresa, se debatió, en una suerte
de callejón sin salida, ya que era apremiada por el empréstito Erlanger, que consumía
todas sus utilidades, aspecto que a su vez, hacía inviable la necesidad urgente de
modernizarse. En consecuencia, quedaba permanentemente descapitalizada e impedida
de adquirir tranvías más modernos186, estando también imposibilitada de incrementar el
costo de los pasajes, como se anotó anteriormente. Todo esto condujo a la degradación
paulatina de este servicio, aspecto que desde la percepción ciudadana se traducía en “un
hacinamiento marcado de bultos y personas, debiendo ir estas últimas en las pisaderas,
o en su defecto, esperar el próximo tranvía, que siempre resulta tan lleno como el
anterior. Luego los convoyes andan muy despacio y en el viaje se demora mucho
tiempo, sufriendo en el trayecto todo el polvo que levantan los vehículos que pasan por
el camino carretero”. (El Imparcial nº 1945, 14/07/1936).
En 1938, se inician las obras de pavimentación y con ello, también tiene lugar un litigio
entre la Empresa de Luz y Fuerza y el Municipio, pues era necesario el retiro de los
rieles que atravesaban las principales arterias del centro de la ciudad, para poder ser
pavimentadas. El retiro se hizo efectivo en marzo de 1939, luego de una manifestación
popular que inició una acción directa en este sentido. El retiro de los citados rieles,
paralizó el servicio de tranvías y este hecho, dio lugar a las primeras preocupaciones y
propuestas en torno a la necesidad de un estudio sobre el tráfico urbano. La opinión
pública se dividió entre quienes preconizan el retorno de los tranvías, en tanto otras
voces más radicales señalaban: “los tranvías ya no son necesarios y si lo fueran
tendríamos que atenernos a un servicio absolutamente nuevo... Ahora necesitamos
autobuses, automóviles colectivos, los famosos ‘troley’ y toda movilidad que alivie la
penuria de la población” (El País nº 801, 20/06/1939). Al año siguiente (1939), se
estableció el primer servicio de góndolas-buses, que transformaron la Plaza 14 de
Septiembre en una terminal de transporte público, de donde partían diversas líneas que
se dirigían a Cala Cala. Muyurina, Queru Queru, el Cementerio, la Estación Railway,
Quillacollo y Vinto.
La irrupción de los buses complejizó el tráfico: por primera vez, quedó en evidencia la
incompatibilidad entre las antiguas callejuelas coloniales, apenas apropiadas para
carruajes y diligencias, pero no para motorizados. Las esquinas de ángulo recto o
tímidamente ochavado, eran escenario de frecuentes colisiones y accidentes diversos, al
extremo de que surgieron corrientes que preconizaban un radical ensanche de calles o el
185
El costo de los pasajes era de 5 centavos. Si en una familla, 4 miembros debían hacer viajes diarios a
la ciudad, ello implicaba la suma de 20 centavos/viaje y una erogación mensual de Bs 100 para el gasto
del tranvía, aspecto que era considerado como un "presupuesto prohibitivo para la mayor parte de las
familias de escasos recursos” (El Imparcial. número citado).
186
Los mismos tranvías de 1913 continuaron en servicio, salvo casos excepcionales, hasta la década de
1940.
21
retorno a los tranvías. En 1940 el Municipio se pronunció en este último sentido y votó
una partida presupuestaria para cooperar con los planes de la Empresa de Luz y Fuerza,
sin embargo prosiguió el debate. Se propusieron muchas ideas 187 y se suscitaron airados
reclamos, una vez que la mayor parte de la población suburbana había quedado sin un
medio de transporte adecuado. Los buses, pese a las ventajas de mayor versatilidad para
transitar por vías diversas, se revelan como medios de transporte caro y poco estable,
por el frecuente mantenimiento a que debían se: sometidos y por los no menos
frecuentes accidentes que ocasionaban. La “revolución en el sistema de transporte” que
sugería la opinión pública, impulsada por improvisados urbanistas visionarios, terminó
finalmente reclamando por los viejos tranvías.
187
Una de las más significativas, fue la de los troley-buses en reemplazo de los tranvías, pero no
prosperó por las dificultades económicas de la Empresa de Luz y Fuerza.
188
En 1940 se propuso una línea de circunvalación tranviaria que una Cala Cala, Muyurina, el
Cementerio, para rematar en la estación de Luz y Fuerza.
189
Esta resolución entró en vigor el 1º de junio de 1948.
21
De esta manera, desaparecen los viejos tranvías y se amplían las líneas de colectivos 190.
Esta solución gravitará decisivamente en el posterior proceso de expansión urbana, pues
el nuevo sistema de transporte motorizado, pese a sus iniciales problemas, se mostrará
superior y más flexible que el sistema tranviario en su capacidad de acceder hasta los
nuevos sitios urbanizados, modificar y ampliar sus rutas y acompañar las pautas de la
urbanización en forma oportuna (Ver plano No. 9).
Los primeros vehículos motorizados que irrumpen en la campiña cochabambina son los
importados por la Casa Comercial de Jesús Aguayo en 1905191 que pretendía organizar
un servicio de automotores entre Cochabamba, Oruro y La Paz. En junio del citado año
se libran al servicio público estos vehículos pioneros, realizándose un primer viaje al
Valle de Cliza y promoviendo demostraciones en el Prado, que causan el asombro del
vecindario. Pronto quedaron evidenciadas las enormes ventajas de los automóviles
frente a las carrozas y similares. Así, en una primera excursión a la Coronilla, se
demostró su capacidad ascendente para acceder a lugares donde los carruajes jamás
pudieron llegar, así como su enorme fuerza y empuje, que causaron general admiración,
pese a que estos primeros vehículos solo tenían modestos motores con capacidad de seis
H.P.
190
En 1948 se definen 3 líneas de buses: Línea 1, que va de la Muyuria a la plaza Osorio y se amplía
hasta Jayhuayco. Línea 2, que va de la Recoleta a la Estación Railway, ampliándose hasta le Av. Abaroa.
Línea 3, que va de El Rosal a la plaza Calatayud, y se amplía hasta el barrio Obrero. (Ver en el Plano No.
9 estas rutas modificadas en 1950).
191
Se trata de dos automóviles manufacturados a pedido del importador y adecuados a las condiciones
topográficas del país.
21
CUADRO Nº 60: Ciudad de Cochabamba: transporte urbano 1881 – 1917
Unidades de transporte
Empresas de carruajes Cochas y tílburis de 2 Carretones y Automóviles
Años y y 4 ruedas carretas
Carreteras
1881 2 32 3
1882 13 48 10
1883 3 43 8
1884 3 40 7
1889 2 50
1891 2 56
1892 2 72
1894 2 122
1896 1 34
1898 - 116
1900 2 134
1901 3 128
1905 2 127
1907 3 171
1908 4 192
1909 5 217
1917 173 9
Las pioneras del transporte público, fueron las empresas de carruajes y las empresas
carreteras192 que servían con regularidad en las rutas entre la plaza principal, Cala Cala,
Queru Queru, Muyurina y San Antonio, extendiéndose incluso a Quillacollo y el Valle
Alto. Se trataba de unidades a tracción animal que transportan entre seis y diez
pasajeros como máximo y con horarios determinados. Esta es la época en que los
hacendados y comerciantes notables gustan destacarse conduciendo lujosos “Victorias”
y “Landeaus” que paulatinamente se incorporan a la escena urbana, inicialmente en
ocasiones especiales como fiestas cívicas y acontecimientos sociales, para luego
hacerse familiares en la vida cotidiana. Hacia 1900, estos coches de dos y cuatro ruedas,
se hicieron más comunes, y a partir de 1909 en adelante, fueron utilizados con
frecuencia por las capas medias y profesionales, en sus requerimientos para cumplir con
sus diferentes actividades urbanas. Los automóviles que aparecieron como objetos de
curiosidad en 1905, apenas pasaban de una o dos decenas de unidades hacia 1920, sin
192
Entre las más antiguas se pueden mencionar a la empresa Hispano- Americana y la Empresa Soruco,
que datan de fines de la década de 1870. Hacia 1889, les suceden las empresas de Ismael Tardío y
Unzueta y Cía. En 1900 aparecen las empresas Suárez Solís y Cía. y de Mariano Tardío y Cía. sucediendo
a las anteriores. En 1905 se funda la Empresa Carretera Tunari que cubre tramos interprovinciales e
incluso interdepartamentales. En 1907 se inaugura la Empresa Oriental similar a la anterior. En 1917,
inicia sus operaciones la empresa La Limeña que incorpora por primera vez automóviles.
21
embargo, la apertura de talleres para su mantenimiento y la venta de carburantes,
contribuyeron a su expansión en la década de 1920 a 1930.
Total de vehículos
Años motorizados de todo
tipo
1931 520 (1)
1940 1.880 (1)
1949 2.222 (2)
1950 3.800 (1)
1952 4.455 (3)
Fuentes: (1) Galindo, 1974: 8 (2) El País nº 3.200, 25/01/1969
(3) Guzmán, 1972: 163 y 175
193
Una de las empresas más importantes fue la Beckman y Cía. que operaba vinculando Cochabamba con
Aiquile, Mizque y Sucre, utilizando automóviles y camiones. Una estadística de 1927, anotaba que esta
empresa entre abril y diciembre del citado año, había transportado 1.414 pasajeros 10.113 kilos en
equipajes, 5.421 kilos en encomiendas y 21.475 kilos en cargas (Revista Industria y Comercio nº 189,
13/01/1928).
21
e1 sosiego se hubieran perdido y que e1 ruido que ahora viene a formar parte de la vida
cotidiana, sea “la voz del progreso que ataca el sistema nervioso, molesta a los
viandantes y quita el sueño en las horas destinadas a1 reposo”, señalándose por último,
que sitios como la plaza Colón, la plaza Calatayud y la plaza Guzmán Quitón “se han
sido convertidos en estaciones de autos y de camiones, que a todas horas de1 día y de
la noche, meten un ruido insoportable”, llegando a calificarse las motocicletas de
“aparatos infernales”. (Revista Industria y Comercio nº 31, 07/1 /1931).
Una mirada más atenta al parque vehicular de la ciudad nos permitirá profundizar un
poco en el carácter de esta nueva realidad:
Podemos percibir a partir del cuadro anterior, no sólo el rápido incremento del parque
vehicular que revelan los totales establecidos, sino más específicamente, la realidad
interna que esconden dichas cifras globales. Inicialmente, llama la atención que la
unidad motorizada con mayor tasa de crecimiento no es el automóvil, símbolo de las
nuevas comodidades que ofrece la moderna vida urbana, sino el camión, que al lado del
viejo ferrocarril valluno, aparece como el nuevo protagonista del transporte regional
que, gracias a su capacidad de recorrer los caminos más difíciles y llegar a los mismos
21
sitios de producción agropecuaria, oferta una nueva dinámica al sistema ferial. En este
sentido no resulta casual que el número de camiones sea superior en un 10,6% al
número de automóviles en 1943, y que esta tendencia se incremente en 1947, hasta un
49% a favor del transporte pesado.
Otro aspecto interesante de la estadística anterior, que no puede pasarse por alto, es el
creciente incremento de bicicletas, que más que las góndolas, fueron sin duda, ser el
medio más extendido de transporte popular a nivel urbano. Por último, la relación entre
habitantes por vehículos motorizados, expresa la creciente importancia y difusión de
este medio de transporte, que en apenas un quinquenio, alcanzó un índice de un
vehículo por cada 10 familias aproximadamente.
Se puede afirmar, al margen de lo antes observado, que queda fuera de toda duda, que el
transporté motorizado, introdujo cambios profundos en las pauta de los asentamientos
urbanos imperante hasta ese momento: las nociones de “centro de la ciudad”,
“campiña”, “sitio alejado”, dejaron de tener el sentido tradicional, que por ejemplo en el
siglo XIX, significaba el ir a Cala Cala o Quillacollo. Lo que otrora, se contabilizaba en
horas, incomodidades y contratiempos diversos, ahora simplemente, se trata de
recorridos menores a una hora, dependiendo del estado de calles y avenidas195.
Para concluir este capítulo, analicemos someramente otro importante factor de progreso:
el desarrollo de las comunicaciones urbanas mediante la red telefónica. Este servicio se
implantó en la ciudad, como una innovación que pasó relativamente desapercibida,
194
Este rasgo de las tendencias del crecimiento del parque automotor, mas adelante, posibilitará, sobre
todo en 1952 y 1953, las grandes movilizaciones campesinas, transportadas en grandes caravanas de
camiones, hacia la ciudad.
195
Dirigirse a la campiña de Cala Cala y aledaños en el siglo pasado, tenía el sentido de un viaje y de una
ausencia similar a la que plantea cualquier tipo de viaje a larga distancia. Por ello, la plaza Colon era el
sitio, donde las familias despedían a sus miembros, que se dirigían a estos lugares.
21
hacia 1900, con unas pocas decenas de líneas instaladas por la Empresa de Teléfonos
Peña y Cía. Este primer intento no fructificó, sin embargo dicha Empresa volvió a
reinstalar el servicio en abril de 1908, con nuevo material. En septiembre de dicho año,
la misma, desarrolló la capacidad para instalar 200 líneas, incluso fuera de la ciudad (El
Heraldo, nº 5438, 14/09/ 1908). Hasta 1915 se instalaron centrales de teléfono en
Quillacollo. Sacaba, Cliza. Punata, Arani y Tarata, con lo que quedaron conectados los
principales centros feriales y comerciales de la región, con la ciudad de Cochabamba.
En 1920, la Empresa Peña transfiere sus instalaciones a la Empresa Reza y Cía. que se
hace cargo de este servicio. Los primeros aparatos telefónicos, eran a magneto y
frecuentemente sufrían deficiencias tales como la del abonado que demandaba una
comunicación urgente, y tenía que esperar la buena voluntad del empleado, a veces
entre 30 y 40 minutos. Naturalmente, el clamor del público por este mal trato, se hizo
general (El Heraldo nº 7985, 08/11/1917).
Años 1908 1910 1918 1929 1944 1945 1946 1947 1948 1957
Líneas 110 214 261 350 711 980 1.023 1.052 1.812 3.687
Fuente: El Heraldo (1908, 1910), El Ferrocarril (1918), Revista Industria y Comercio
(1929), El País (1948), Prensa Libre 1957).
196
Por Decreto Ley de 17 de septiembre de 1957 se dispuso la creación de un Consejo de Administración
conformado por representantes del Estado, el Municipio y accionistas particulares por minoría.
21
Capítulo 13
La materialización del desarrollo urbano: las grandes obras públicas
Cochabamba atraviesa el umbral del siglo XX con todas sus características de gran
aldea. En efecto, lo edificado y consolidado a lo largo de algo más de trescientos años,
no ofrecía como resultado un conglomerado urbano que recibiera sin discusión el título
de ciudad, si entendemos como tal, un ámbito donde lo rural era una evocación lejana y
los hábitos de vida tenían ritmo propio y valores nuevos, que los cientistas sociales de
este tiempo se ocuparon de caracterizar como “cultura urbana” y “sociedad urbana”, en
oposición a la vieja sociedad tradicional, cuya erradicación se preconizó en nombre de
la civilización.
El modesto asentamiento urbano estaba muy lejos del ritmo demencial de la expansión
capitalista, que en otros confines extendió sus fronteras en forma irrefrenable, instaló los
emporios fabriles, organizó las explotaciones de materias primas, trazó las redes
ferroviarias, destruyó los paisajes naturales, modificó las relaciones de producción
precapitalistas y promovió la proletarización de los trabajadores. Contrariamente, lo
aldeano y tradicional, con todos sus problemas y conflictos, ingresó intacto en el nuevo
siglo: en medio de una pacífica inmovilidad, apenas perturbada por el deshojar de los
almanaques como única señal de que el tiempo pasaba de largo, sin tocar este escenario
casi fosilizado.
Sin embargo, pese a estos primeros aires de renovación, un otro problema ya presente
en el siglo XIX, continuó agobiando a la ciudad, dando lugar a renovados estudios,
esfuerzos, esperanzas y muchas frustraciones.
Como ya observamos, en uno de los primeros estudios serios que se hicieron sobre este
particular, casi veinte años antes que el editorialista citado mencionara al agua potable
como uno de los principales problemas urbanos del flamante siglo XX, el ingeniero
Bodeslao Maierski, en un informe elevado al municipio como presidente de una
comisión de agua potable creada para realizar los estudios pertinentes, sostenía que se
habían identificado tres vertientes próximas a la ciudad y con abundante agua, es decir,
las vertientes de Tirani, Chacacollo y Arocagua, definiéndose la última como la más
conveniente para su adquisición por el Estado, a favor del municipio (cf. supra Capítulo
9)199
197
En lugares tan exclusivos como el Club Social, en otros más liberales como el Club Alemán,
irrumpen los nuevos vientos y los nuevos ritmos. Las cuadrillas, minuetos y gavotas del ochocientos que
animaban las fastuosas fiestas de la oligarquía valluna ceden paso al fox trot y al can can .
198
Al respecto se anotaba: “Las fuentes públicas forman charcos infectos por falta del correspondiente
desagüe. La hermosa pila de la plaza 14 de Septiembre no puede funcionar por desperfectos o roturas en
las las cañerías…Las vertientes de Arocacagua no están suficientemente defendidas de los aluviones y
las aguas se enturbian los días de lluvia” (El Heraldo nº 3150, 19/01/ 1900).
199
Los primeros estudios técnicos surgen como consecuencia de las terribles sequías y epidemias de
1878-79.
200
Sobre este mismo particular, se insistía en llamar 1a atención en cuanto al estado de abandono de las
pilas públicas, cuya provisión de agua era cada vez más escasa: “Los reventones de la cañería en muchos
puntos de 1a ciudad permanecen a1 descubierto” (El Heraldo nº 3826, 20/08/ 1902).
21
Finalmente, en 1904 se importan mil metros dé cañerías de plomo para sustituir las
deterioradas, sin embargo la deficiencia en el servicio de pilas públicas continuará
latente. Con tediosa periodicidad y fatal resignación se reiteran los reclamos, los
lamentos y las denuncias, pues pareciera que la técnica y la ciencia, son impotentes para
resolver este problema, cuya responsabilidad tiene su parte esencial, en el tradicional
abandono de los poderes públicos centrales y la mala administración de recursos
siempre escasos201
Sobre este último particular (el abandono de los poderes públicos), en 1908, el Heraldo
insistía que desde la adquisición de las aguas de Arocagua, y pese a la existencia de
estudios técnicos necesarios: “la obra no estaba finalizada, se imponía conducir las
aguas hasta la ciudad, distante a cinco kilómetros, perforar un cerro intermedio, hacer
depósitos y en fin, toda la obra de arte necesaria para que las fuentes públicas
distribuyan el beneficioso líquido”.
201
Al respecto un editorial de El Heraldo de mayo de 1906 expresaba “Viene notándose que las (aguas)
que surten las fuentes públicas procedentes de 1as vertientes de Arocagua son bastante sucias,
conteniendo sustancias orgánicas en descomposición. Hemos indagado la causa de aquel desaseo y se
nos ha dicho que las cañerías que sirven para su conducción, se hallan tan deterioradas que en el
trayecto permiten infiltraciones por la muchísima oxidación que tienen”.
202
Por todo ello el editorialista con no poca amargura anotaba: “Cochabamba sólo está obligada a
recordar con gratitud las obras hechas en su distrito, a los siguientes gobiernos: Sucre que adquirió
1ocales para los palacios construidos en la capital de la República, que él y Bolívar, designaron sea
Cochabamba; Ballivián que reconstruyó el hoy llamado Palacio Judicial, Achá que hizo el Teatro que
con justicia lleva su nombre, Arce y Baptista que construyeron las carreteras a Sucre y Oruro y nos
dieron agua... beneficios únicos en los 83 años de vida independiente. Mientras se da noticias de
trabajos de alcantarillado, de construcción de avenidas, de compra de edificios en otras localidades, acá
se nos dice que no hay fondos, se pregona mejoras, se hace creer a este pueblo que se atienden nuestras
necesidades, sin embargo, el aire infectado por charcos que hacen los escapes de agua, diezma nuestra
población y el Gobierno (Montes) parece felicitarse de que disminuyan los soberbios cochabambinos”
(El Heraldo nº 5300, 23/03/ 1908). En 1909, otra crónica sintetizaba esta situación admitiendo que “desde
que se inauguró el servicio de aguas en 1896, no se hicieron reparaciones serias en las cañerlas de
Arocagua colocadas en suelo fangoso. A esto se suma la persistente indiferencia y actitud contraria del
gobierno (…) Esta situación ha determinado el deterioro acelerado de las cañerías hasta el punto de no
poder surtir las fuentes públicas”, llegándose a la conclusión de que la ciudad estaba gravemente
amenazada por la sed, sobre todo “en los barrios más poblados de 1a zona Sur, en los que no hay
manantiales” (El Heraldo nº 5645, 5/06/ 1909).
22
rápidamente las diferencias y las contradicciones regionales, cuyo espíritu ya se percibe
en el tono de los reclamos que expresan las crónicas periodísticas de la época.
En 1918, todavía se clamaba: “hemos vuelto a los tiempos del coloniaje, cuando las
aguas corrían por nuestras calles por acequias naturales, donde mujeres bañaban a
sus criaturas y lavaban sus ropas sucias”, pero “con el transcurso del tiempo las
fuentes se secaron y el agua se hizo tan escasa, que apenas se mantenían unas cuantas
piletas surtidas con baldes”. Este conjunto de anomalías, permitían establecer, que las
obras iniciadas por Aniceto Arce y concluidas por Baptista, no habían tomado en cuenta
su administración y mantenimiento, y menos, se había previsto una asignación
presupuestaria permanente para tales finalidades. De esta forma, y tal como se
denunciaba desde comienzos del siglo XX, “ha resultado que este ramo de aguas
potables se halla totalmente desatendido, sufriendo deterioros de día en día”, a tal
punto, que “las aguas corren por el centro de las calles en cantidades apreciables, con
reventones de cañerías que no se componen”. Es decir, que en tanto Cochabamba
padecía de sed permanente, el agua se perdía por las cañerías reventadas y abandonadas
por el municipio y las autoridades gubernamentales. (El Heraldo nº 8106, 13/05/1918).
En fin, por ley de 29 de noviembre de 1923, se crea el Comité Pro Captación de Aguas
y Pavimentación de Cochabamba, que encomienda a los ingenieros Guillermo
Balderrama y Federico Rocha, realizar estudios sobre las posibles fuentes de captación
203
Estimando que la ciudad tenia en ese momento unos 30.000 habitantes y asignando un consumo diarto
de apenas 50 litros por persona, las necesidades de consumo diario ascendían a 1.500 m3 diarios.
22
de aguas y la situación de las vertientes de Arocagua. El informe prefectural
correspondiente a la gestión 1923-1926 anotaba, que el número de concesiones de agua
a particulares alcanzaba a 639 viviendas, dé las cuales apenas 407 contaba con
instalaciones sanitarias dignas de tal nombre. Además se reconocía que “muchas piletas
públicas se encuentran descompuestas y sensiblemente es inevitable la destrucción de
ellas por muchas precauciones que se tomen”, enfatizándose que, en especial la
situación de los barrios de la zona Sur, era muy crítica204
En 1925, el informe de los estudios realizados por los ingenieros Balderrama y Rocha,
señalaba que la situación de la red de agua potable de la ciudad, era crítica, no sólo por
su antigüedad, sino también:
por las reformas hechas en épocas anteriores, sin mayor estudio unos, y otros,
ceñidos a un presupuesto muy exiguo, han sido la causa para que las redes
existentes, tanto de captación como de distribución de agua sean tan
defectuosas, que además de privar a una parte de la población del suministro de
ese elemento, sean una amenaza para la salubridad pública (El Heraldo nº
9543, 31/01/1925).
204
Se anotaba que para mitigar esta situación, se había logrado que 1a Empresa Bolivian Railway cediera
una parte del sobrante de sus aguas del depósito de la colina de San Sebastián, “para el servicio de los
barrios del Sur de la población”,que mediante la organización de un comité de vecinos, la Prefectura,
había adquirido la cañería suficiente para esos trabajos, con fondos adquiridos por dicho comité, razón
por 1a cual el citado vecindario ya no deberá utilizar “las aguas depositadas en pozos y estanques que
constituían propiamente cultivos fecundos de gérmenes patógenos”. Por último, se anotaba que se habían
instalado tres surtidores en la región de “la Villa” incluyendo un tendido de 2.285 metros de cañería de
una pulgada, así como un surtidor en la zona de Mosoj Llacta (zona Norte), pero que la extensión de la
cañería a Jaihuayco había quedado inconclusa por falta de fondos. (Informe del Prefecto y Comandante
General del Departamento de Cochabamba, 1925-1926)
22
a) Obras de captación: Las obras de captación no dieron el caudal previsto en
los estudios. La napa acuífera resultó pobre. Sólo en época de lluvias alcanzaba
el rendimiento calculado de 60 litros/segundo, en estiaje apenas daba el 30%.
b) Conducción: La conducción de las aguas captadas se realizó con cañería de
30 milímetros de diámetro, longitud de 2.100 metros, capacidad de 60
litros/segundo. El río Rocha se cruzó con sifón.
c) Tanques de Almacenamiento: Se construyeron dos tanques interconectados,
cubiertos con una losa de hormigón armado. La capacidad de cada uno: 1.250
m3. Cámara de llaves completa.
d) Red de distribución: se instaló la red en el casco viejo de la ciudad, en malla
cerrada, con ramificaciones periféricas. Se dejaron 2 700 conexiones
domiciliarias para otras tantas casas de la ciudad. (Galindo, obra citada: 33,
34)205
Los trabajos descritos, si bien fueron los más importantes y completos que se habían
ejecutado hasta el momento, tropezaron con el grave problema de la insuficiencia del
acuífero que los alimentaba. De esta forma la escasez del agua no fue resuelta y las
aflicciones de antaño fueron cosa corriente en la década de 1930206.
La búsqueda de mejores fuentes de captación continuó, pues pese a que había sido
ejecutada una red de distribución domiciliaria completa, la demanda no había quedado
satisfecha. En 1936 el Comité Pro-Cochabamba reclamaba al Gobierno una mayor
atención al problema del agua potable, anotando que el caudal que recibía la ciudad
apenas alcanzaba a 61.200 litros “que se consumen en 4 horas”, cuando “una población
de la densidad de Cochabamba necesita 200 litros de agua por persona, por lo que son
necesarios 8 millones dé litros de agua diarios, reclamándose por la reiniciación de los
estudios y porque se diera curso a la expropiación de las aguas de la ‘canaleta de
Arocagua’ de propiedad del Ing. Julio Knaudt”. (El Imparcial nº 1543, 11/06/1936).
Ese mismo año (1936), el Ing. Vicente Sánchez de Lozada proporcionaba un panorama
completo de la problemática del agua en Cochabamba, en una disertación pública
significativa, cuyo resumen por su importancia damos a conocer a continuación:
205
Esta red prestó servicios hasta 1976-77, en que fue renovada.
206
A este respecto un editorial de El Imparcial sostenía que pese a los muchísimos reclamos que se han
realizado, las sumas de que dispone el gobierno son exiguas, “de ahí que el servicio de aguas potables
sea escaso en Cochabamba, acentuándose en la época de estiaje, en que de 26 litros/segundo, que es la
capacidad de los pozos surgentes de Arocagua, en su mayor torrente, disminuyen hasta 17
litros/segundo. En la época invernal, año tras año, la población tiene que soportar las angustias de la
sequía, pues solamente hay agua corriente cinco horas diarias, de suerte que en cada casa, cada familia
se ve obligada a amontonar recipientes junto a las pilas pilas públicas o particulares, para conseguir
reservas para el resto del día” (El Imparcial nº 1541, 09/07/1936).
22
CUADRO Nº 64: Ciudad de Cochabamba: estudios y propuestas para la dotación
de agua potable (1882 – 1936)
El estudio contenido en la propuesta citada, fue uno de los más completos, pues
abarcaba el examen de todas las fuentes acuíferas: lagos, ríos y aguas subterráneas.
Dicho estudio seleccionaba como probables fuentes de captación: Lagun Mayu, Wara
Wara y las napas subterráneas de Chungara y Wara Wara. En razón de su capacidad
insuficiente, y el alto costo de las obras a realizar, se desecharon las lagunas y se
recomendó la captación de las aguas subterráneas debido a su proximidad á la cuidad (5
kilómetros), su desnivel (120 a 200 metros respecto de la ciudad) lo que permitiría
“mucha presión en todos los barrios y en edificios de hasta 8 pisos” caudal suficiente
para un futuro de 10 años con un costo que se consideraba factible (700.000 Bs.). La
207
El censo de 1935 arrojó una población de 52.000 habitantes y el de 1945, una población de 71.000
habitantes. En consecuencia las estimaciones demográficas eran insuficientes.
22
captación no dañaría intereses agrícolas y la solución podría ser inmediata. Finalmente,
se anotaba que una solución complementaria a largo plazo, consistiría en la captación de
aguas de las lagunas de la cordillera. (El Imparcial nº 1650, 28/11/1936).
Es evidente, que la cuestión del agua potable es uno de los problemas urbanos, que
mereció un volumen importante de estudios y proyectos, sin embargo, ninguno de ellos
se ejecutó a plenitud, por la ausencia de un ente administrativo, técnico y financiero que
los encausara debidamente. El Comité Pro-Cochabamba, fundado en 1930, comenzó a
intervenir en los problemas urbano-regionales después de la guerra del Chaco. Así en
1937, con motivo de la iniciativa prefectural de tramitar un empréstito interno destinado
a obras públicas por el valor de 16 millones de bolivianos, a ser desembolsados por el
Banco Central de Bolivia208, dicho Comité propuso que se destinaran 2 millones de
bolivianos a la captación de aguas potables para la ciudad, ante la renuencia
gubernamental para considerar este problema. Finalmente, se dispuso con destino al
rubro de aguas potables, la suma de Bs. 200.000 obviamente insuficientes para encarar
soluciones adecuadas. En realidad dicho empréstito, cuyo destino a obras públicas
previamente seleccionadas, revelaba el criterio estatal con respecto a los problemas
urbano-regionales. Del mismo, un 27.77% se destinaban a amortizar un otro empréstito
anterior, un 43% se destinaban a obras de vialidad y sólo un 5.23% a obras de
infraestructura urbana básica (agua potable y control del río Rocha). Es decir, que se
valorizaban más en este caso, las obras de vialidad, tanto dentro como fuera de la
ciudad, pero no así la calidad misma de la vida urbana y de la salud pública. En el
fondo, subyace ya desde ese entonces, una filosofía pragmática de modernidad que
prefería calles amplias y pavimentadas y muchos caminos desplegándose sobre los
cuatro puntos cardinales, como símbolos visuales del progreso, aunque todo ello,
escondiera altas tasas de mortalidad y penurias cotidianas para la masa de la población
que poseía alcantarillas de adorno y seguía sufriendo en torno a 1as anacrónicas pilas
públicas.
208
El empréstito del Banco Central por 16.130.000 Bs. Se destinaba a:
1. Redimir el saldo total deudor del empréstito de vialidad y obras públicas: Bs.
4.480.259,21
2. Obras de desagües pluviales, complementarios a la pavimentación Bs.
2.000.000.-
3. Obras de pavimentación hasta 50.000 M2 (73 cuadras) Bs.
5.000.000.-
4. Camino a Oruro por Sayari Bs.
400.000.-
5. Conclusión de las obras de desvío del río Rocha (Proyecto Knaudt) Bs.
400.000.-
6. Captación de aguas potables Bs.
200.000.-
7. Trabajos de la avenida defensiva del río Rocha (Av. Costanera) Bs.
100.000.-
8. Camino Aiquile – Puente Arce (camino a Sucre) Bs.
200.000.-
9. Camino a Santa Cruz, armadura del puente Taperas Bs.
150.000.-
10. Camino Cochabamba – Puerto Mamoré Bs.
3.200.000.-
TOTAL: Bs. 16.130.259,21
La garantía de este empréstito, en lo que a obras urbanas se refiere, reposaba en el 25 y 50 % del
valor de los cordones de aceras y calzadas que los propietarios de inmuebles debían pagar por las
obras de pavimentación.
El País nº 250, 24/04/1937 y nº 263, 11/05/1937
22
En 1937, se firmó un contrato con la firma Boneta. y Milozevich para iniciar trabajos de
captación de agua potable en la confluencia de las quebradas de Wara Wara y Chungara
bajo la supervisión del Ing. Germán de La Reza. Los trabajos se iniciaron en 1938, y
consistían en la ejecución de una galería filtrante de 24 metros de longitud atravesando
la quebrada, captando de esta forma toda el agua subterránea hasta una profundidad de
nueve metros (El País nº 519, 03/07/1938). La captación efectuada consiguió los
resultados procurados, sin embargo, este nuevo volumen de aguas tampoco fue
suficiente para las mitigar las reales necesidades urbanas, lo que dio lugar, a que se
construyera otra galería filtrante en la zona de Tirani, para atender las necesidades de
Cala Cala y Queru Queru, sin que tampoco se lograra el caudal de aguas suficiente.
Ese mismo año (1946), el Arq. Franklin Anaya, Director de Obras Públicas
Municipales, al referirse, en un extenso documento técnico, a las consecuencias del
acelerado crecimiento de la ciudad, señalaba que, entre otros factores producidos por
dicho fenómeno, la carestía de agua potable era el de mayor impacto, anotando que
"desde hace más de 10 años el pueblo de Cochabamba, sufre de escasez de estos
servicios (agua y alcantarillado), tan imprescindibles, con paciencia admirable y
también irritante", admitiendo que la situación de ese momento era peor que la de los
tiempos de la colonia: "causa pavor, como indignación ver la gente pobre que se baña
o lava su ropa en los charcos de los aledaños, charcos inmundos"... (“EL Director de
Obras Públicas Municipales hace interesantes consideraciones sobre la urbanización de
Cochabamba”, El País, 5/ 12/ 1946)211
Se indicaba además que en 2.000 viviendas habitadas por 18.592 personas (el 26% de la
población), se carecía de todos los servicios básicos incluido el agua potable, y que
además, en otras 2.622 casas habitadas por 26.057 personas, se carecía de agua y
alcantarillado. Estas apreciaciones nos proporcionan una idea aproximada de las
enormes carencias que sufría la ciudad en esa época. El Arq. Anaya, por último, sugería
la municipalización de las reparticiones dé agua potable, alcantarillado, pavimentación y
obras del río Rocha.
Los estudios efectuados por la Constructora Boliviana "Conbo" dirigida por los
ingenieros Alfredo Marrón y Carlos Saavedra, consideraban que en el sistema de
Chapisirca podrían captarse hasta 8 millones de metros cúbicos de agua aprovechando
adecuadamente varias fuentes próximas, una vez que dicha laguna por sí sola, apenas
lograba almacenar un millón de metros cúbicos, insuficientes para proveer normalmente
a la ciudad, afirmando que, si se lograraba captar las aguas de Chusequeri, cuyo aporte
medio se calculaba entre 1,5 y 2 millones de m3, “la. Provisión de agua potable estaría
asegurada para una población de 180.000 habitantes” (El País nº 3.179, 30/ 12/
1948)212.
212
Otros estudios realizados en la década de los años 50 y 60, sobre la cuenca de Chusequeri, preveían el
embalse de estas aguas y su traslado mediante un canal aductor que empalmaría con el canal que baja de
Chapisirca. Sin embargo las obras se interrumpieron porque el vaso de Wara Wara, por alguna falla
tectónica, no almacenó sus aguas como se tenía previsto. El fracaso dé Chusequeri dio lugar a la
elaboración de nuevos estudios, esta vez, en los acuíferos subterráneos sobre los que se asienta el Valle de
Cochabamba, como los realizados en la década de los 70, a cargo de la firma alemana Ingeniería Global y
1a americana Doyle Engenering (Galindo, 1974: 37).
22
riego de las tierras agrícolas, pudiendo constituir un recurso bastante
apreciable para el Municipio.
Luego se indicaba que fuera del alcantarillado sugerido debía atenderse el desagüe
transversal de la acequia de la Carbonería "obra de mayor aliento y que requiere un
capital mayor”: (El Heraldo nº 8.218, 28/09/ 1918).
Esta solicitud del pueblo de Cochabamba, a la que se sumaron otras, que incluso
tomaron la forma de enérgicos reclamos; promovieron finalmente estudios financieros,
hacia fines de 1918, que dieron por resultado la creación de un gravamen sobre los
pasajes de los ferrocarriles, tanto a Oruro, como al Valle y Vinto, que fluctuaba entre 5
y 50 centavos, quedando eximidos los pasajeros de segunda y tercera clase en tramos
cortos. También se gravaron las cargas en la línea de Oruro con un 5% sobre los fletes.
Con estas medidas, se perseguía lograr un empréstito y la emisión de bonos que ganaran
un interés del 8% y una amortización mínima del 2% con destino a las obras del
alcantarillado de Cochabamba, tal como había recomendado el Ing. H, J Bingham
Powell, técnico que había dirigido obras similares en Lima y Callao 213 (Informe del
Munícipe Comisionado a las obras de Alcantarillado, Sr. Ernesto Fricke Lemoine,
trascrito por El Heraldo nº 8.283, 5/01/ 1919).
Estos estudios, así como otros anteriores que se remontaban a 1895 y años posteriores,
habían sido elevados periódicamente a consideración del Congreso Nacional para ser
tomados en cuenta en el Presupuesto Nacional, pero sin obtenerse mayores resultados.
El estudio realizado en 1918 por el ing. Bingham Powell, que en principio alarmó y fue
desechado por su elevado costo, dejó de ser considerado prohibitivo, aunque sé decidió
ejecutarlo por etapas, asignándose una partida presupuestaria de un millón de bolivianos
para 1919, mediante un empréstito cuyo servicio de interés y amortización se
asegurarían mediante el incremento de las cuotas de ciertos impuestos y sobre el flete
ferroviario (Rivero, 1918).
Sobre la base del citado empréstito en junio de 1919 el gobierno contrató los servicios
de la ` firma Ulen Contracting Corporation de Delaware EE.UU., para la construcción
de una red completa de alcantarillado sanitario, tanto en La Paz como en Cochabamba.
La longitud de la red a ejecutarse en nuestra ciudad era de casi 50.000 metros lineales
con un costo de 964.644 dólares214. Las obras se iniciaron lentamente a fines de dicho
año, y prosiguen con la misma parsimonia a lo largo de 1920, y meses posteriores en
razón de la dificultad del Estado para cumplir con los desembolsos que exigía la
empresa americana de acuerdo a los términos del convenio suscrito, hasta el punto que,
en 1921, dicha empresa exigió al gobierno la promulgación de una ley creando
impuestos sanitarios que debía erogar el vecindario cochabambino, “a falta de otros
recursos previniéndose que si así no se procede, en breve plazo se verían obligados a
suspender los trabajos ya iniciados”. (El Ferrocarril. No. 3.845, 03/06/1921). Pronto
esta situación cobraría contornos litigiosos por observaciones de tipo técnico y
contractual que reclama el Municipio ante las presiones de la empresa para cobrar los
montos estipulados. Con todo, los trabajos prosiguen, y en 1924, la ejecución del
213
El monto de la obra calculada por el citado ingeniero ascendía a la suma de tres millones de
bolivianos.
214
El monto de los impuestos sanitarios eran del orden del 2 por mil sobre el valor real de la .propiedad
edificada y el de la conexión domiciliaria (Informe del Prefecto del Departamento, 1925-1926).
22
tendido de los ramales y emisarios principales, está concluido en virtud de la
recaudación de los recursos creados por ley para la amortización e intereses que el
Estado reconoce a favor de la Ulen Contracting.
Durante la década de 1930, esta red permaneció intacta, sin experimentar ampliaciones
que acompañaran la expansión de la ciudad217. Con posterioridad a la conclusión de la
Guerra del Chaco, y sobre todo en los años 40, se ejecutaron algunas ampliaciones de
esta red, pero en forma discontinua y no planificada. En 1946, se construyó un único
emisario para ampliar la red hacia la zona Sur, el mismo que arroja sus aguas al río
Tamborada, a dos kilómetros de la ciudad. Otras zonas urbanas nuevas no recibieron
este beneficio hasta los años 1960 y 1970. Por ello, tanto en la zona Norte como en
otras, se extendió ampliamente la solución de los tanques sépticos ejecutados sin mayor
criterio ni seguimiento técnico.
En cuanto a la red de desagües pluviales, los estudios fueron realizados en 1936, por los
ingenieros A Salamanca y Buzón. Las obras, junto con la pavimentación, se adjudicaron
ese mismo año a la Empresa Constructora Cochabamba. Esta red se ejecutó con tubos
de hormigón de sección variable, entre 30 y 100 centímetros, con una extensión total de
8:000 metros lineales. Canales colectores y canales finales, con una extensión de 4.000
y 1.000 metros lineales respectivamente, incluyendo 120 sumideros. Esta red fue
ampliada en 1940 con otros 5.000 metros lineales de tubería y 500 metros lineales de
canales cubiertos, incluyendo 60 sumideros. Estos desagües desembocaban en el río
Rocha y el canal Knaudt en la zona Sur (Galindo: 1974: 42-43).
217
El principal obstáculo para estas ampliaciones era que 1a Compañía Ulen a la conclusión de la obra,
no dejó una provlstón de tubos. Recién en 1939 el Ing. Eudoro Galindo, instaló la primera fábrica de
tubos de hormigón, la misma que en 1950 fue transferida a la Municipalidad de Cochabamba.
23
viviendas), tenían instalaciones de luz eléctrica, en tanto “las casas situadas en las
zonas a las que no alcanza el beneficio del agua potable y del alcantarillado -es decir,
el resto de las zonas que estaban fuera del casco viejo de la ciudad- tienen aguas
propias de vertientes o surgentes y utilizan servicios sanitarios mediante pozos secos o
ciegos”. A este respecto, en 1946, el Arq. Franklin Anaya, Director de Obras Públicas
Municipales anotaba:
Todavía a fines de los años 50 este panorama permanecía vigente. A1 respecto el Dr.
Ricardo Anaya y sus colaboradores anotaban:
Zonas Con todos los Sin agua, luz y Sin agua y Sin Sin luz y
urbanas servicios alcantarillado alcantarillado alcantarillado Sin luz eléctrica alcantarillado
Viv. Hab. Viv. Hab. Viv. Hab. Viv. Hab. Viv. Hab. Viv. Hab.
Noroeste 615 9.203 135 1.477 66 934 34 551 7 47 7 57
Noreste 600 8.303 97 1.011 65 880 36 417 6 38 9 63
Sureste 522 9.052 256 3.528 75 1.156 72 1.059 20 500 36 665
Suroeste 506 8.924 243 2.539 116 1.626 99 1.667 17 345 33 330
La Chimba - - 62 495 2 12 - - - - - -
Hipódromo - - 175 1.206 4 50 - - - - 1 8
Sarco 1 9 51 404 4 63 2 14 - - 12 121
Mayorazgo 1 8 11 123 - - 1 12 - - 2 9
Cala Cala 33 368 188 1.364 109 885 35 324 - - - -
Quero-Queru 13 278 158 1.188 105 1.131 17 219 - - 14 92
Tupuraya - - 64 451 11 88 1 7 - - 2 6
Muyurina 60 1.248 150 1.414 54 604 30 312 2 13 6 62
Las Cuadras 40 542 76 509 - - 3 27 2 24 12 87
Alalay 20 132 91 955 1 8 10 115 - - 1 27
Jaihuayco - - 162 1.316 2 18 3 29 - - 6 41
La Maica - - 89 612 1 10 - - - - 3 20
TOTALES* 2.411 38.067 2.008 18.592 615 7.465 343 4.753 54 967 144 1.588
* A los totales anotados se suman 67 viviendas desocupadas o en construcción el día del censo
Fuente: Censo citado
El cuadro anterior, nos demuestra que en efecto, son las distintas zonas del casco viejo
de la ciudad las que se beneficiaban con las diferentes obras de infraestructura. Sin
embargo, más allá de esta consideración .que en cierta forma resulta obvia es interesante
examinar la real situación de esta infraestructura y de las condiciones de vida urbana
que ello implica, en la Cochabamba de la primera mitad del siglo XX.
Las obras de pavimentación, fueron finalmente licitadas en 1936 219 para dar respuesta
inmediata a un panorama caracterizado de la siguiente manera:
Por todo ello, la cuestión del estado de las vías públicas se puso a la orden del día,
promoviéndose en 1936, la creación del Comité de Obras Públicas y Pavimentación;
bajo la presidencia del Prefecto del Departamento, entidad cuya primera labor fue,
convocar a licitaciones para las obras de pavimentación de la ciudad de Cochabamba, en
base a los estudios y especificaciones definidos por los ingenieros Salamanca y Buzón.
Las obras fueron adjudicadas mediante Resolución Suprema de 23 de julio de 1936, a la
Empresa Constructora Cochabamba, gerentada por el Ing. Eudoro Galindo.
Sin embargo, una antigua práctica cultivada con deleite por los notables de la ciudad y
ampliamente difundida hasta nuestros días, pronto hizo su aparición: voces de
inconformidad y crítica no se dejaron esperar. Alguna prensa de la época, se lamentó
que la Empresa Chilena Saa-Vial “que ofrecía las mejores condiciones” fuera rechazada
por el Ministerio de Fomento, y que, se eligiera una empresa modesta, de escasa
capacidad financiera y relativamente desconocida, pero sobre todo, nacional y no
extranjera. En efecto, instituciones como el Comité Pro Cochabamba, pronto se
convierten en inflexibles fiscalizadores de la empresa encargada de las obras de
pavimentación. Rápidamente se observaron, tanto los términos del contrato, como las
obras iniciales de desagües. Tempranamente, tanto el Comité como el Rotary Club, se
apresuraron a afirmar que la empresa constructora “ha defraudado la esperanza del
pueblo” acusándose a la misma de excesivos gastos administrativos y sugiriéndose la
rescisión del Contrato (El Imparcial nº 2649 y 1653, octubre de 1936)220.
En efecto, al margen de que tales obras permiten a una parte de los habitantes de la
ciudad incorporarse a las ventajas de la vida urbana moderna, también permiten
introducir un cambio significativo en los factores de valorización de las tierras urbanas
y suburbanas. Hasta los años 1925 a 1930, y prácticamente desde la época colonial, un
factor esencial de valorización de la tierra urbana, fue su localización y su
emplazamiento con relación a sitios como la Plaza de Armas, las vías comerciales u
otros sitios valorados por las prácticas cotidianas urbanas. En este aspecto, incluso la
vecindad con inmuebles de notables, se constituía en un factor de valorización.
Durante muchos años, sobre todo en el siglo pasado y buena parte de la primera mitad
del siglo XX, la nomenclatura urbana no se practicaba a partir de la nominación de las
vías públicas o la numeración de manzanas y casas, sino a partir de la mención al
personaje o familia notable que habita la manzana224. Entonces, criterios como la
222
Una crónica interpretaba así el sentir ciudadano: “En este acto de violencia popular, termina la
inveterada lucha por el progreso de esta ciudad, que no debe detenerse en ningún momento, hasta
conseguir que Cochabamba se ponga a la cabeza de la República, pues nadie ignora que es la ciudad del
futuro” (El País, 1º/03/1939).
223
Las avenidas ejecutadas fueron: Ballivián, Libertador Bolívar hasta la Plaza de Cala Cala, Siles hasta
el Aeropuerto, Esteban Arce hasta el cementerio, Aniceto Arce hasta el cuartel de la Muyurina,
Salamanca hasta la plaza de la Recoleta, 14 de Enero hasta el puente de Quillacollo, San Martín hasta el
Km. 0 de la carretera a Santa Cruz y Ayacucho Sur hasta él FFCC. a Oruro. [Galindo, 1974:49).
224
Un ejemplo notable de esto se ve en la identificación de manzanas que muestran los censos del siglo
XIX. Así, en el de 1880, son numeradas 142 manzanas sin embargo muchas de ellas reciben
denominaciones como: “la manzana de Francisca de Aguilera (Manzana nº 2) (…) la de Galindo,
23
proximidad a “sitios de prestigio”, eran los que definían la estructura de los valores de la
tierra urbana. En las áreas suburbanas, estos criterios se ampliaban bajo dos
posibilidades: una, la rentabilidad agrícola de la tierra (dotación de riego, lameos del río
Rocha, etc.) para el caso de huertos y fincas que rodean a la ciudad y que rendían
voluminosas cosechas de cereales (el caso de las Maicas). Otra, era la calificación de las
bondades del reposo, los baños, el paisajes, en suma, “el veraneo”, que ciertos sitios
alejados del centro de la ciudad (huertos y fincas de Cala Cala, Queru Queru, la
Recoleta, el Rosal, la Muyurina, etc.), podían brindar a los cochabambinos notables que
en las épocas de calor emigraban en masa de la ciudad, insufrible por su crónica
insuficiencia de agua, por su variedad de epidemias, etc. En suma, la dotación de las
infraestructuras descritas modificaron estos conceptos.
Finalmente, el casco viejo fue saneado e incrementó su valor, pero al mismo tiempo,
sitios hasta hace poco trabajosamente accesibles, aún para los motorizados, se pusieron
al alcance de la mano. Es decir, que al factor localización, se añadió el del acceso. De
esta forma, las tierras ubicadas sobre avenidas pavimentadas comenzaron a equilibrar su
valor con las del propio centro de la ciudad. De esta forma, áreas poco valorizadas,
pasaron a ser sitios que se convierten en el patrón de referencia de valor del conjunto de
las tierras próximas o lejanas de una determinada zona, atravesada por dicha avenida
pavimentada. Esto hace que, la frontera de la urbanización rígidamente enmarcada por
el valor de la tierra agrícola, vigente en todo el periodo anterior, se amplié y flexibilice
por la acelerada valorización de tierras potencialmente urbanizables, en función de su
proximidad, no ya a ciertos hitos urbanos o a la propiedad de algún vecino notable, sino
a la avenida dotada de infraestructura y pavimento; que pasó a operar como todo un
símbolo de la modernidad y sus ventajas.
Por último, tal como se puso evidencia en el capitulo anterior, la cuestión del río Rocha,
que amenazó con sus desbordes a la ciudad desde su fundación, concitó la atención de
autoridades y opinión pública en forma constante, para la ejecución de defensivos, que
pese al empeño, trabajo y recursos invertidos en realizarlos, eran una y otra vez
superados, por la furia del torrente. Esta situación, hizo que los poderes públicos
estimularan los estudios técnicos para resolver dicho problema. Por ello, el desafió que
planteaba al control de las aguas del río Rocha, se constituyo en el primer asunto de
orden urbano que mereció estudios científicos y diversas alternativas de solución
propuestas por ingenieros nacionales y extranjeros, desde fines del siglo X1X, como las
realizadas por el Ing. F. Lugne ya analizadas225
Según el Ing. Julio Pinkas, las causas del desborde de las aguas del río. eran similares a
las sugeridas por Lugne en 1889, aseverando que las corrientes que pasaban por el río
Rocha a la altura de Arocagua, eran de 800 M3 por segundo y que “no pudiendo
despachar el angosto del Matadero, sino la mitad, el sobrante tenía forzosamente que
(Manzana nº 3) (…) la de Benjamín Blanco (Manzana nº 6) (…) la de Estanislao Gandarillas (Manzana
nº 7) (…) la de Benigno Ferrufino (Manzana nº 9) (…) la de Sanjinez (Manzana nº 10) (…) la de
Zegarra" (Manzana nº 15), etc. (Razón de las Manzanas en que se ha dividido ciudad”. El Heraldo nº
263, 14/05/1880.
225
Recapitulando: el argumenta central del Ing. Lugne para justificar los defensivos o reparos que sugería,
era que “el agua botada de uno a otro de estos reparos aumenta su corriente en el centro y por el hecho
del choque contra las paredes pierde su fuerza en las orillas. En el caso de grandes crecientes de agua,
la cantidad demasiado importante para ser contenida en su lecho artificial, entrará en las partes libres
entre los reparos siguiendo una corriente contraria a la pendiente natural del terreno por lo que su
fuerza irá disminuyendo y se anula después de algunos metros de recorrido”. (Estudio del río Rocha por
F. Lugne, El Heraldo nº 1519, 31/08/1889).
23
desbordarse”. Al respecto el Ing. Kanudt, opinaba que tal apreciación era inexacta, pues
las aguas que inundaban la Muyurina y otras zonas de la ciudad, retornaban al cauce del
río antes del referido angosto; sugiriendo además, que el volumen de aguas era inferior
al apreciado por Pinkas226, y que por tanto, el caudal de las aguas pasaban sin obstáculos
el “angosto del Matadero”. pues caso contrario, debían producirse inundaciones por
reflujo de las aguas De ahí se concluía que “si el angosto no tiene influencia en las
inundaciones menos podrían tener las presas de las Maicas que se encuentran mucho
más abajo” (Knaudt,1909:19)227.
En relación a estas presas, que fueron motivo de constante polémica, porque se las
responsabilizaba por las periódicas inundaciones, el ing. Knaudt opinaba que esta idea
no tenía fundamento, pues si bien, los sedimentos incrementaban el nivel del suelo en la
zona de La Maica, éste, era un proceso muy lento y por ello, no significativo. En 1901
el ing. AH. Weir propuso por primera vez, la canalización del río Rocha desde la
Muyurina hasta el camino a Cala Cala, a las que se sumaron las propuestas de reparos
longitudinales del Ing. Hugo Neri en 1907, y otras propuestas más, con enfoques
similares o afines. De todo este conjunto de estudios, fueron indudablemente los del Ing.
Julio Knaudt, los más serios y completos. La síntesis de este trabajo, se resume en un
informe titulado “Anotaciones sobre el río Rocha”, publicado en 1909 y trascrito en
varias ediciones de El Heraldo en 1910. El Ing. Knaudt consideraba el río Rocha, como
uno de tipo torrencial, en el que se distinguen cuatro zonas bien caracterizadas (Ver
Mapa 6): Una zona de erosión o cuenca, constituida por las cabeceras de donde
provienen los materiales de arrastre, esta zona se ubica en las estribaciones que rodean
el Valle de Sacaba. Una segunda zona, contiene el canal de arrastre por donde la
corriente transporta las piedras, guijarros y cascajos extraídos de la primera zona,
incluso incrementados por la acción de quebradas laterales (torronteras); este canal de
arrastre está constituido por el curso del río desde Sacaba a la Muyurina. Una tercera
zona de depósito, donde quedan acumulados los materiales traídos de aguas arriba, y
que en este caso, se ubican desde la Muyurina a la salida al camino a Quillacollo,
afectando directamente la ciudad. Finalmente, una cuarta zona o canal de desagüe,
donde las aguas luego de abandonar la parte gruesa de las sustancias que arrastre, dejan
sólo el limo en suspensión, y continúan su curso. Esta zona correspondía justamente al
sector de las Maicas, desde el camino a Quillacollo hasta su confluencia con el río
Tamborada. Knaudt consideraba que dadas estas características, el estudio de las
torrenteras que afectan el Rocha presenta un interés muy especial, pues además de obras
de ingeniería, debían desarrollarse políticas de control de la erosión, para disminuir el
volumen de los materiales de arrastre en la zona de la cuenca y en el canal de arrastre.
Estimaba que gran parte de la ciudad de Cochabamba, fue construida sobre el cono de
deyección del río Rocha y que por esta causa el núcleo urbano sufrió el efecto de sus
desbordes desde sus orígenes228.
226
“Estudios ulteriores han comprobado que por el río Rocha en sus mayores crecientes, no corren más
dé 300 m3 por segundo” [Knaudt, 1909:20).
227
trataba de represas en la zona de La Maica, la Chimba, San José de la Banda, destinadas a frenar el
ímpetu de 1as aguas a fin de que en las tierras que atravesaba el río, se depositaran los limos que
convertían en extraordinariamente fértiles dichos terrenos
228
A este respecto, el Ing.. Knaudt señalaba certeramente: "Es pues evidente que en anteriores a la
existencia de Cochabamba, el río ocupó sucesivamente toda la reglón comprendida, por lo menos, entre
las Cuadras y su actual curso, y según toda probabilidad, la formación del cono detrítico estaba sujeto a
un proceso muy lento, por motivo de que en tiempos atrás, toda la cuenca tributaria estaba cubierta de
vegetación, la cual impedía 1a acción erosiva de las aguas, de tal manera que la corriente traía y
depositaba poca cantidad de materiales en este lugar. Más tarde con la devastación de los bosques, este
23
El Ing. Knaudt proponía finalmente, dos tipos de acciones: los defensivos destinados a
evitar los desbordes del río, a ser ejecutados en la zona de depósito, consistentes en
malecones de diversas formas y diques longitudinales dispuestos a lo largo de las orilla
del río, aclarando que estas no eran obras definitivas, salvo que simultáneamente se
efectuasen trabajos destinados a controlar la acción destructora de las torrenteras, entre
las que se destacaban, el restablecimiento y conservación de la vegetación en la zona
tributaria. Además, se recomendaba la realización de presas de retención, para impedir
que los productos de disgregación lleguen a las áreas de depósito. Por último, se
recomendaba que si los medios anteriormente sugeridos, eran insuficientes, se debía
tratar de dispersar los materiales de arrastre que lleguen a la zona de depósito, a lo largo
de esta, sin permitir que se depositen en un solo lugar, siendo necesario en este caso,
realizar canalizaciones.
Entre tanto, con periodicidad se escuchaban voces de alarma “ante el grave peligro en
que se encuentra la población con motivo de las crecientes del río Rocha”. (El Heraldo
nº 4113, diciembre de 1903). Sin embargo, 1as obras que se realizaban, apenas eran
simples defensivos, que Knaudt había calificado de paliativos 229 No obstante, ya existía
un grado de conciencia, sobre la necesidad de obras más definitivas en lugar de los
simples defensivos, no sólo para controlar el problema de las inundaciones, sino porque
el Rocha, también era una barrera que se oponía a la expansión urbana. A este respecto,
el ing. Neri manifestaba al poner en relieve la importancia de los trabajos de
canalización del río, “que tanto más útil es proseguir la canalización de la parte
superior, cuanto que la ciudad avanza a esa parte, y que en no lejana fecha, una buena
parte de ella se trasladará a la otra banda del Rocha”. (El Heraldo nº 5335,
09/05/1908).
proceso hubiese podido ser acelerado, pero entonces ya vino la intervención del hombre con la creación
de la ciudad, cuyo crecimiento paralizó e1 desarrollo normal del cono, antes de que este hubiese podido
tomar una forma más visible”. Obligado el río, por la interrupción señalada, a seguir una sola dirección
por su cauce actual, “no hace mas que obedecer a su ley natural, que le obliga a abandonar su curso del
momento, para seguir otro nuevo, y si no se pone atajo a esta tendencia, tomando medidas radicales
para impedir la acumulación de sedimentos en la zona de de depósito, el levantamiento progresivo del
lecho tiene que continuar necesariamente, y las inundaciones, inofensivas hasta ahora, irán aumentando
de gravedad, hasta producir un siniestro”. (Knaudt, 1909:10).
229
En 1906 se construyó en el vecindario de Mosojilacta “un extenso defensivo que reúne 1as
condiciones de solidez y garantía para resguardar la ciudad de las frecuentes inundaciones del Rocha”.
(El Heraldo nº 4714, marzo 1906) . Sin embargo, ninguna de estas obras resultaba eficaz, porque se
ejecutaban en forma intuitiva por desconocimiento de las leyes naturales que rigen el comportamiento del
río Rocha.
23
En 1910, el Ing. Gustavo Knaudt, redondeaba los estudios y recomendaciones
elaborados en 1909, con las siguientes propuestas concretas:
Admitía que la primera y segunda sugerencia, por su largo plazo en surtir efecto en un
caso, y por su alto costo de ejecución en el otro, no permitía el beneficio de soluciones
rápidas, razón por la cual, priorizaba la tercera opción por la posibilidad de sus efectos
inmediatos. De esta forma desarrolló un proyecto que en síntesis consistía en:
abrir un túnel en el cerro San Pedro, formar el depósito para los detritos en la
pampa de Alalay, perforar un segundo túnel en la colina que separa esta pampa
de la del polígono de tiro al blanco, (es decir, en el sector de la garganta
existente entre el cerro San Miguel y Cerro Verde), conducir el agua por un
canal, de aquí, hasta encontrar el nuevo cauce del río Rocha antes de las presas
de las Maicas. E1 Ferrocarril nº 102, abríl 1910).
El proyectista consideraba que el lugar más apropiado para la perforación del primer
túnel “es la zona de El Abra, en el camino (antiguo) de Cochabamba. a Sacaba”230 . (El
Ferrocarril nº 103, 28/04/ 1910). El depósito aluvial, como se mencionó, se ubicaría en
la pampa de Alalay, que consta de una cuenca completamente cerrada sin desagüe por
ninguna parte, por lo que: “en época de lluvias, gran parte se convierte en una laguna”.
Para dar salida a 1as aguas de la pampa de Alalay “se perforaría un segundo túnel en el
cordón de colinas que separan esta pampa de la del polígono de tiro (sector San
Miguel), por debajo del Abra más septentrional”231. Desde la salida del segundo túnel:
“el agua seguiría su curso sin tropezar con otras irregularidades, mediante un canal de
desagüe abierto en tierra blanda, y que atravesaría por la Tejería y Jaihuayco, para
desembocar en el río Rocha antes de las Maicas, en el lugar llamado San José de la
Banda, siguiendo la gradiente natural del terreno. El desarrollo de este canal, sería de
2.700 metros”. (El Ferrocarril nº 105. 3/05/ 1910).
En cuanto a 1a situación del curso originario del río Rocha, el Ing. Knaudt realizaba una
propuesta digna de un planificador con visión de porvenir. Sugería convertir las playas
del río en terrenos de cultivo, “conservando tan solo un canal de 5 a 7 metros de ancho
por 2,5 de profundidad para recoger las aguas de la quebrada. Este canal, serviría
para dar aguas a las propiedades ribereñas. Desde la Muyurina hasta el cruce del
camino a Quillacollo, se podría también establecer, ocupando las playas del río, una
ancha y extensa avenida con plantaciones y jardines, o un hermoso y elegante paseo”.
El Proyecto del Ing. Knaudt, sólo se ejecutó en parte, las obras duraron cerca de 30
años, lapso en el cual fueron lentamente ejecutadas: la presa derivadora sobre el río
Rocha, en la zona de la serranía de San Pedro, parcialmente los túneles bajo los cerros
San Pedro y San Miguel, el embalse en la laguna de Alalay y la zanja guía, desde la
230
El túnel del Abra, proyectado por Knaudt, tenía una longitud de 550 metros, en su entrada habría un
tajo de 200 metros de largo, y en su salida otro de 50 metros, de suerte que la longitud total del canal sería
de 800 metros. Para facilitar el ingreso del agua a dicho túnel, se construiría un dique de entrada
formando un embudo (Knaudt: Proyecto de corrección del río Rocha, El Ferrocarril, números citados,
1910).
231
Este segundo túnel sería de 150 metros de extensión y con tajos de 150 metros en sus extremidades.
24
boca oeste del túnel de San Miguel el hasta el río Rocha. Las obras se paralizaron en
1940 por la rotura de la presa derivadora232.
Paralelamente a los problemas provocados por el río Rocha, otras áreas suburbanas
como las campiñas de Cala Cala y Queru Queru, sufrían el embate de las torrenteras que
descienden de la Cordillera del Tunari. Al respecto la Memoria Municipal presentada al
H. Concejo Municipal por su Presidente Ramón Rivero, en 1918 hacía referencia a que
“antiguas quebradas y torrenteras que tienen en la cordillera del Norte su origen, se
han llenado en los días de fuertes lluvias y han arrastrado sedimentos y despojos, con
los que han inundado campos y caseríos, cambiando notablemente e! curso de sus
cauces”. Como consecuencia de estos siniestros, se dictaron ordenanzas municipales,
que por primera vez, fijaron su atención sobre las torrenteras, disponiéndose, sobre todo
en relación a la torrentera que desembocaba en la calle de El Rosal, la regularización del
cauce de las quebradas y disponiendo la construcción de defensivos; determinándose
además la expropiación de terrenos para formar cauces artificiales directos que
conduzcan las aguas hasta el río Rocha.
232
Con respecto al siniestro del 1º de marzo de 1940, la mayor inundación del Rocha recordada por
Cochabamba, el Ing. Knaudt reconocía, que si bien, el río en avenida suele arrastrar hasta 400
M3/segundo, “el día de la inundación llegó a 800 M3/segundo”. Esto determinó que “el dique y el túnel
destinado a embalsar parte de las aguas del río, en la laguna de Alalay, ha sido destruido por el
tremendo embate de las aguas”, lo que demostró la insuficiencia de dicho dique y del propio túnel (El
Republicano nº 2999, 02/03/1940).
24
arborización de las orillas, el revestimiento con piedra de sus paramentos laterales, y
eventualmente, del fondo del torrente, así como, el escalonamiento del cauce para
reducir la potencia de las aguas (Los Tiempos nº 1224, 22/11/1947). Sin embargo, pese
a que las posibles soluciones en torno a las torrenteras estaban planteadas, muy poco se
hizo en años posteriores, y sólo cuando la ciudad asciende a las faldas de la serranía del
Tunari, la cuestión vuelve a cobrar actualidad.
Hasta 1930, el río Rocha, pese a las numerosas ideas, estudios y sugerencias realizadas
en torno a la problemática que planteaba, permaneció como un amplio cauce cuyas
aguas, con frecuencia, sobrepasaban los precarios defensivos e inundaban, sobre todo, la
campiña de la Muyurina, y a partir dé allí, ingresaban a diferentes calles de la ciudad, lo
que obligó a construir defensivos más sólidos de cal y piedra, que sin embargo no eran
suficientes por la lentitud con que eran ejecutados y por su insuficiente longitud. En
1939, el Ing. Miguel Rodríguez, que realizó los primeros estudios sistemáticos sobre la
urbanización de Cochabamba, retomando algunas ideas del Ing. Julio Knaudt, propuso
proyectar dos avenidas-paseo, en cada lado del río, y que a su vez, conformarían
defensivos continuos y permanentes. Este par de avenidas, profusamente arboladas,
debían extenderse desde la Muyurina hasta el camino a Quillacollo (El País nº 312,
09/08/ 1937).
Todas estas ideas, si bien eran bien acogidas, rápidamente eran olvidadas y sustituidas
por otras, de tal suerte, que en concreto, la ciudad continuaba prácticamente inerme
frente a la furia de las aguas del río Rocha. Con este telón de fondo, como referencia, en
1940, así como en 1941, se producen severas inundaciones en diferentes zonas de la
ciudad, catalogadas como verdaderas catástrofes, que finalmente determinaron la
realización de obras que fueron encaradas con seriedad y se consideraron como
definitivas.
A fines de enero de 1949, una vez más el Rocha castiga a Cochabamba, esta vez la zona
afectada es Jaihuayco, donde son destruidas más de 50 viviendas y seriamente dañadas
más de dos centenares (El Imparcial nº 4163, 30/01/1949).
Estos siniestros finalmente sacuden la conciencia ciudadana, incluso en sus sectores más
apáticos, y pronto los reclamos para una solución definitiva se transforman en
bulliciosas manifestaciones de grandes proporciones, que exigen al gobierno acciones
inmediatas y eficientes. En 1942 el Comité Pro Cochabamba organizó un ciclo de
conferencia sobre la cuestión del río Rocha. En esta oportunidad, el Ing. Eudoro
Galindo planteó con claridad la alternativa de tres soluciones posibles: a) El desvío
completo del río, aguas arriba de la ciudad, retomando la propuesta del Ing. Julio
Knaudt, que quedó inconclusa en su realización. b) El embalse del río en un vaso o
depósito regulador de 1as crecientes y, c) El desvió parcial del río, canalizándolo en su
recorrido por la periferia de la ciudad y, rectificándolo en su curso inferior.
233
El primer puente sobre el río Rocha, un puente metálico de 16.00 metros de luz, fue construido a fines
del siglo XIX, en la zona de la Recoleta. Este puente por el estrechamiento que producía en el río, fue el
causante de las inundaciones de 1940 y 1941.
24
canalización del río Rocha según el proyecto del citado ingeniero, retirando el primer
puente de la Recoleta e iniciando la construcción de puentes de hormigón armado234.
Finalmente el río Rocha fue canalizado según el proyecto del Ing. Eudoro Galindo
desde el puente de Tupuraya hasta el puente de Cala Cala, en los años 1950 y 60, y
hasta e1 puente de Quillacollo en la década de 1970, con lo que las inundaciones
finalmente quedaron conjuradas a lo largo de los tramos que se vieron favorecidos por
la canalización.
234
Los puentes ejecutados a partir de la década de 1940, fueron: “1) El puente sobre el camino a
Quillacollo al final de la Av. 14 de Enero en reemplazo de un angosto puente de madera deteriorado y
viejo que construyó la Empresa de Luz Eléctrica Cochabamba. 2) Reemplazo del puente de dos tramos
de acero construido en 1930 en el camino a Cala Cala, por un puente de hormigón armado. 3) Puente de
acceso a la Recoleta, donde ya en forma provisional se había alargado el puente hasta los.42 metros
mediante tramos, uno de 20 metros de acero y otros de 6 metros de luz de hormigón. ). El puente
metálico del camino a Cala Cala, fue trasladado al camino a Sacaba, donde todavía se encuentra sin
servicio porque ha sido sustituido por un nuevo puente de hormigón del proyecto carretero al Chapare.
5) Los tres tramos del puente de la Recoleta fueron trasladados a la zona de Tupuraya donde continúan
prestando servicios". (Galindo, 1974:58-59).
24
Capítulo 14
La ciudad y su población en la primera mitad del siglo XX
Sin embargo, dicho proceso obligó a los habitantes urbanos a pensar la ciudad en otros
términos. De pronto y sin previsión alguna la aldea dejó de ser lo que era: la relación
entre vivienda, trabajo, recreo, relación social cotidiana, comercio, abastecimiento, etc.,
dejó de estar “a la mano”, dejó de ser una relación lineal, o como añoraba un viejo
cochabambino, rememorando los viejos tiempos: “la ciudad dejó de pasar por bajo mi
balcón, ahora todo es difícil y para todo es necesario desplazarse”... En efecto, un
nuevo sentido ordenador comenzó a imponerse: aunque en esos tiempos, el tecnicismo
“zonificación urbana” era absolutamente desconocido, la expansión de la ciudad y la
paulatina transformación de la campiña en barrio residencial urbano, supuso dar un
nuevo sentido al principio de la localización de las funciones urbanas.
Cuando don Ramón Rivero, hacía alusión a un “plano regulador” en 1898, más lo hacía
en sentido de embellecer y modernizar los paseos públicos que en función a un
reordenamiento más profundo de la funcionalidad urbana. Sin un plan previo,
prácticamente sin ordenanzas municipales específicas, más como fruto del sentido
común, socialmente expresado por munícipes y protagonistas concretos la ciudad “se
zonifica”, consolidando una zona comercial, otra residencial, un sector administrativo,
otro de abastecimiento y ferias, otro de industria y artesanías, etc., que ahora pasan a
depender, cada vez más, de vínculos que dejan de establecerse a la escala del peatón o
de quien acostumbraba a ver lo esencial de la vida urbana desde su balcón, para pasar a
tener, una escala más amplia y compleja, donde los factores de localización, distancia y
tiempo de desplazamiento, comienzan a constituirse en el nuevo parámetro que organiza
la vida cotidiana y que resultaba impensable con el viejo carruaje, pero sí posible, con el
tranvía, el automóvil, la góndola y el teléfono.
Así la cronista inglesa María Robinsón Wright (1907), al describir la ciudad, a más de
citar una vez más, los monumentos coloniales y los escasos testimonios de la
arquitectura republicana, se refería, en lo que respecta a los sitios públicos y paseos,
además de la Plaza de Armas y la de San Sebastián, a otros como: la Plaza Colón y la de
San Antonio, al lado de sitios mucho más modestos, como la Gonzáles Vélez o Plaza de
Toros, la de Santa Teresa, la Jerónimo Osorio y la Plaza del Matadero, que apenas
añadían cambios poco espectaculares al viejo paisaje urbano colonial. Sin embargo, el
escenario social que describe es muy distinto al recreado en el siglo XIX: “Cuando
Cochabamba aparece de paseo en las plazas o en la Alameda, el efecto es e1 mismo
que el de 1os bulevares de París o Londres”, añadiendo a continuación que: “en todas
las estaciones del año, el Prado presenta un aspecto animado en la tarde y en la noche,
cuando está lleno de gente, especialmente en los días de fiesta”, descripción que
redondea este ambiente, ya muy alejado del gusto conservador hispano, con la imagen
de los automóviles: “que han invadido Cochabamba y la residencia popular de muchas
de las principales familias y de casi todos los extranjeros”. En otro nivel, la apatía de la
aldea inmóvil, que resulta una idea fija en las descripciones del siglo XIX, contrasta con
la nueva situación que descubre la cronista, en lo que hace al movimiento comercial, en
relación al cual nos describe, rememorando una escena urbana característica, todavía
imperante, pese a la irrupción del transporte motorizado:
235
A partir de fines del siglo XIX, la crisis de la economía cochambina, comenzó a ser explicada, no
como fruto combinado del atraso de las fuerzas productivas regionales y la liquidación de los mercados
altiplánicos consumidores antaño, de productos vallunos, sino apenas por la falta del ferrocarril.
236
La misma cronista ofrecía una idea de la actividad artesanal a nivel departamental, en lo referente a la
manufactura de calzado, el tejido de ponchos de lana, así como la fabricación de jabones, velas, vidrios y
algunos productos lácteos, añadiendo: “Cochabamba es muy célebre por su manufactura de encajes, y los
visitantes a la ciudad, comúnmente pasan mucho tiempo, examinando los bellos dibujos de los artículos
que se venden en el mercado, muchos adornos se fabrican con algodón del más ordinario, pero la mano
de obra es maravillosa”.
24
Otro visitante ilustre, de comienzos de siglo, que dejó algunas crónicas sobre
Cochabamba, fue el Príncipe Luis de Orleáns y Braganza (1908), cuya primera
impresión fue a su arribo fue: “una plaza de armas brillantemente iluminada, donde
una banda militar interpretaba un ‘bailecito’ en tanto en la calzada circular pululaban
jóvenes y señoritas en trajes domingueros” (El Heraldo, nº 5246, 03/01/1908). Otras
impresiones, del ilustre visitante, como es de rigor, describen la herencia colonial,
destacando sin embargo, que: “las casas con sus patios elegantes, sus barandas de
madera esculpida, tienen una originalidad que consuela de las banales construcciones
modernas del resto de Bolivia”, observando, sin embargo, la permanencia invariable, y
que ya pusieron en evidencia otros viajeros del siglo anterior, con respecto a: “los
arrabales que ocupan el área de una gran capital, forman como una sola y linda
chacra, un bosque continuo de naranjales, higueras, perales, entre los cuales, apunta
apenas uno que otro tejado risueño de una casita al estilo español”. Ambos relatos, que
corresponden a una época inmediatamente anterior a la irrupción de los tranvías,
permite una idea de los nuevos hábitos. ya definitivamente urbanos y de la dinámica de
la ciudad, que mucho antes de transformar su imagen material, va modificando sus
modos de vida al ritmo de las modas y estilos que llegan de ultramar. Es evidente que lo
que D'Orbigny describía como un escenario de continuidad entre arrabal y ciudad, ahora
se transforma: la ciudad comienza a consolidar una identidad y un estilo de vida
urbanos: el arrabal permanece inmutable, pero esa permanencia estática, marca la
fragilidad de estas transformaciones formales, en el sentido de que lo “moderno” o
“civilizado”, es apenas un espacio restringido de unas pocas manzanas: más allá, incluso
a pocas cuadras de la Plaza Principal, los siglos XVIII y XIX, persisten en su vigencia
desafiante.
Una descripción de contenido más técnico, de 1909, anotaba que el trazado de la ciudad
era regular, con calles rectas, cuyos nombres primigenios bautizados con el de algún
propietario notable o de algún convento, habían sido modificados con nombres de los
próceres de la Guerra de la Independencia mediante una ordenanza municipal. Luego se
añadía, que el largo de las cuadras era de 133 2/3 de varas (unos 111 metros y 47 cms.),
con un perfil de calle de 8.36 mts., como promedio. Esta configuración en damero
regular y ordenado, permitía que la ciudad fuera dividida en 4 cuarteles o secciones
determinados por los 4 ángulos de la Plaza 14 de Septiembre, tal como muestra el
siguiente cuadro elaborado en base a la rectificación catastral de 1907237.
237
La ciudad fue dividida en cuarteles desde los tiempos de Viedma, pero éstos sufrieron modificaciones.
Los cuarteles mencionados aquí, datan de 1874.
24
De acuerdo a este último cuadro, podemos observar que los cuarteles A y D eran los que
mostraban un mayor grado de consolidación con un 62% del total del volumen
edificado y presentando los valores de suelo urbano más elevados. Estos dos cuarteles
correspondían a la zona Sur de la ciudad, y su dinamismo indudablemente se vincula al
hecho de que, en ellos se desarrollaba la actividad ferial y se encontraban los barrios
populares de la Curtiduría, Caracota, la Carbonería, etc., y también, el grueso del
comercio de la chicha. Los cuarteles restantes o de la zona Norte, albergaban las zonas
residenciales, donde la tipología urbana era distinta, una vez que se combinaba la
vivienda de tipo colonial con la casa quinta, de donde resultaba un grado de densidad
edificada más bajo. Sin embargo, estos cuarteles representaban en extensión, un 55% de
la superficie urbana total.
Se pueden observar en el cuadro anterior, algunos aspectos significativos. Por una parte,
una vez más en los cuarteles A y D, se concentra el 59.35% de las edificaciones de dos
plantas (o “de altos”), por otra parte, los dos cuarteles restantes, concentraban el 84.17%
de las casas-quinta. A1 mismo tiempo, es notoria la escasa transformación de esta
mancha urbana en cuanto a sus características morfológicas, es decir que de las 2.080
edificaciones inventariadas en 1908, apenas el 16,2 % son de dos plantas, situación que
en esencia, no es sustancialmente diferente a la ciudad descrita por D'Orbigrry en 1830.
Además, una vez más, los datos analizados nos permiten demostrar importantes
diferencias entre las zonas Norte y Sur de la ciudad, que no sólo muestran rasgos
distintivos en el detalle, sino que expresan roles diferenciados, por ejemplo, la zona
Norte, aspira más a un modelo urbano occidental, con sus paseos, edificios públicos
casas-quinta y lo más distinguido del comercio y los servicios; en tanto, zona Sur
materializa más una imagen consolidada en ritmos y emergencias diferentes, donde en
realidad no existe un modelo urbano preestablecido, pero sí la urgencia práctica de
albergar la feria, dar cobijo al taller del artesano, dar espacio al quehacer lúdico que
ofrece la buena chicha, quedando como saldo un producto urbano menos elaborado,
pero más genuino e integrado con el medio social.
los alrededores de la ciudad son muy amenos por las quintas en las que se
mantiene una perpetua primavera. Las campiñas de 1as Cuadras, Muyurina,
Recoleta, Cala Cala, etc., son tan vistosas y de ambiente tan puro, que es de
asegurar que una vez establecidos los tranvías, serán preferidos por los
habitantes, que conservarán en la ciudad sólo sus casas de negocios (El
Ferrocarril, número extraordinario, 14/09/1910).
Luís Felipe Guzmán ese mismo año, brindaba testimonio de otra faceta de la ciudad, la
referida a las penurias de la vida cotidiana decurrente de la crisis regional: “de algunos
años a esta parte y sin que medien poderosos motivos de secas prolongadas, despejos
atmosféricos devastadores y otras irremediables eventos; Cochabamba viene
afirmando el ser merecedora de tan ingrato calificativo (‘ciudad desprovista y cara’),
renunciando a su vieja fama de próspera, abundosa y retozante, que le acordaban las
crónicas de otros tiempos”. A juicio del autor, esta situación se debía, a la continua
crisis agrícola en que se debatía la región, esto es, a la persistencia de una producción
poco renovada, técnicamente atrasada y carente de riego adecuado, agravada por
pesadas cargas impositivas, como el tributo territorial, los gravámenes que en el
mercado se imponían a los productores, los derechos de importación, los impuestos a las
pesas y medidas, etc., que gravaban onerosamente al pequeño productor campesino,
quién se veía obligado a transferir estos sobreprecios a los consumidores, de tal manera,
que el vecindario de Cochabamba, iba menguando su concurrencia al mercado ferial de
las comarcas rurales más importantes y productivas. (El Ferrocarril nº 808 de 17/11/
1912).
En 1917, con motivo de la llegada del ferrocarril, se organizaron con mucha pompa las
“Fiestas del Progreso”. A este respecto un cronista anónimo anotaba, entre irónico y
nostálgico:
Pero al lado de esta atmósfera bullente de innovaciones novedosas, del paso apabullante
del lento devenir aldeano, al ritmo acelerado de la ciudad, también se hacen presentes
los contrastes que niegan la imagen idílica y bienhechora del “progreso” y de las
consiguientes transformaciones urbanas que en su nombre se acometen. Cochabamba no
es una excepción, su transformación material no escapa a las leyes y contradicciones del
desarrollo capitalista y, ello nos muestra el testimonio de otro agudo observador,
25
Leónidas Espada (1918), al revelarnos un aspecto cuidadosamente escondido de esta
realidad, pues al lado de quienes festejaban el progreso hecho ferrocarril y se felicitaban
de que la monotonía aldeana finalmente se hubiera quebrado, se ponía en evidencia el
irritante: "espectáculo que ofrecen los tugurios de Cochabamba, donde masas apiñadas
de holgazanes se entorpecen con libaciones hidrópicas y zarabandas báquicas", y que
la miseria, con sus efectos de prostitución, mortalidad infantil, analfabetismo y
degradación del hábitat, lejos de recibir la benéfica influencia del progreso, parecía
incrementarse con él. (El Heraldo 8050, 02/06/ 1918). Este último cronista, tuvo la
virtud de comprender mejor el nuevo escenario urbano y colocar en su verdadera
dimensión la flamante ideología del progreso y del desarrollo, que lejos de trasformar a
fondo la sociedad hacendal y rectificar viejas injusticias, apenas actuaba en la superficie
del orden social vigente, a manera de un tenue barniz que intentaba con ropaje renovado
y hasta estruendoso, darle una imagen “moderna” a las antiguas instituciones,
costumbres e ideologías raciales, que seguían concibiendo la ciudad como un escenario
limitado a la plaza de armas y los barrios del Norte, en tanto el Sur era un mal necesario
de cholos, mestizos y chicherías, que pese a todo, generaban una dinámica económica
de la cual ningún notable podría prescindir.
A estos hechos se refería un otro cronista de ese tiempo cuando manifestaba: "se piensa
que la llegada del primer tren produce la abundancia, que todas las manos con solo
abrirse reciben pródigos beneficios. Se sumergen en esta bella perspectiva esperando
el ensalmo que nunca llega”. En efecto, las nuevas fuerzas del mercado, la adopción de
nuevos estilos en la comercialización de las mercancías, la exigencia de un criterio más
empresarial en las transacciones, pronto hace que queden rezagados:
una buena parte de los elementos que conocimos en los primeros puestos de la
sociedad, en cambio, otros actores que laboraban con mejor orientación,
perdidos entre la multitud, han salido a la superficie y han ganado los puestos
de preferencia. Es natural, la. 1ey de selección cumple sus incontrastables fines.
Por todo ello, se anotaba, muchos “llegan hasta a maldecir el momento en que se
estableció la funesta máquina”.
Es indudable que en las plazas de abasto hay mucha demanda y mucha escasez
de artículos de primera necesidad. Todo el maíz y todo et trigo que se han
producido en los últimos años en nuestros fértiles valles han sido exportados
por los especuladores... De esta falla proviene la crisis que atravesamos. (La
Pobreza del pueblo y el alza considerable de precios, El Heraldo nº 8150,
06/07/1918).
En este punto, es interesante observar que el Ferrocarril del Valle actúa sobre el marco
urbano regional en otros términos. Es decir, potenciando la dinamización del sistema
ferial y el fortalecimiento del mercado interno regional, sin tocar los intereses de los
grupos dominantes. Este proceso ferial, que en el fondo es una gigantesca economía de
hormigas, no se articula a la gran hacienda, el gran comercio y la banca, y si lo hace, es
en términos de oportunidad238. Sin embargo el ferrocarril impactó en esta relación: en
primer término, la hacienda no respondió con la premura del caso, para controlar las
exportaciones; los pequeños productores a través de intermediarios, resultaron más
ágiles en este empeño, constituyendo la exportación de granos hacendales, un rubro
marginal en la economía. Por otro lado, la concurrencia de los granos cochabambinos, al
lado de los peruanos y chilenos, en los mercados mineros y en las urbes del altiplano, no
ofreció resultados, en orden a materializar las esperanzas acariciadas. Pero lo más
significativo, es que la hacienda no pudo controlar los canales de la exportación de
productos agrícolas: si antes ésta, estaba en manos de multitud de arrieros, los
prohibitivos fletes ferroviarios vigentes en 1917, aún les dieron plena vigencia por
algunos años.
Instrucción Escuela Bolívar Ocupa el local del antiguo convento de santo Fue fundado por decreto de
primaria Domingo, cuenta con 6 profesores y 200 11/12/1825
municipal alumnos.
Escuela Sucre Con local propio en la calle Comercio,
adquirido por el Municipio en 1915. Concurren
150 alumnos atendidos por un director y 6
docentes.
Escuela Torrico Con local propio en la esquina de las calles
Aroma y San Martín, construido con recursos
municipales en 1888. Concurren 200 alumnos
atendidos por un director y 3 profesores.
Con local en la antigua casa de educación
Escuela Urquidi conocida como el Beaterio. Fue fundado por decreto de
Cuenta con una directora, 5 profesoras y 8 11/12/1825
“kindergarterinas”. Asisten 150 alumnas.
Ubicada en la plaza San Sebastián en local
Escuela La Tapia municipal edificado en 1887. Concurren 70
alumnas atendidas por una directora, 2
profesoras y una “kindergarterina”.
Funciona en el mismo local que la escuela de
Escuela Nocturna Calatayud Artes y Oficios de la Muyurina. Tiene
de Artes y Oficios secciones de dibujo ornamental, dibujo técnico,
tejido y el curso general humanístico.
Concurren 50 alumnos.
Escuela Nocturna Aroma Funciona en local alquilado, cuenta con 70
alumnos, un director y 4 profesores.
Escuela Suburbana Baptista Funciona en la Muyurina, en local alquilado,
con 40 alumnos atendidos por un director-
Escuela Suburbana Guzmán profesor.
Aldunate Funciona en Quero-Queru, en local alquilado,
con 40 alumnos atendidos por un director-
Escuela Suburbana Granado profesor.
Se halla en Cala Cala en local propio, cuenta
Escuela Suburbana Gutiérrez con un director- profesor y un auxiliar,
Mariscal concurren 100 alumnos.
Funciona en Chavez Rancho en local municipal
adquirido en 1908. Concurren 40 alumnos a
Escuela Suburbana Luís cargo de un director-profesor.
Quintín Vila Funciona en Coña Coña, con un director-
Escuela Suburbana Carrillo profesor y 30 alumnos
Escuela Suburbana Ascuy. Funciona en Itocta a cargo de un preceptor
Funciona en Queru-Queru, a cargo de una
preceptora.
25
(Continuación Cuadro 70)
Escuelas Instituto Americano Ubicado en la Plaza Colón, cuenta con todas las
particulares comodines. La instrucción que se da en este
establecimiento abarca los ciclos primario,
secundario y comercial para varones, existiendo
una sección especial para niñas. Esta a cargo de
15 profesores, algunos norteamericanos y un
director. Concurren 150 alumnos.
Regentado por un director-catedrático,
Curso de Agrimensura concurren 30 alumnos.
Inicialmente funcionó en el Convento de santo
Colegio de Hijas de Santa Domingo, como “Casa de Caridad”. Luego se Fundado en 1862 por el Dr.
Ana trasladó a la calle Sucre. Está a cargo de las Melchor Urquidi, “para dar asilo a
Hermanas de Santa Ana. Se proporciona huérfanos y niños pobres”.
instrucción primaria y lecciones de piano,
dibujo y labores. Tiene una directora y 10
profesoras. Concurren 350 alumnas.
A cargo de un director y 7 profesoras.
Concurren 80 alumnas del ciclo primario.
Liceo Alianza Escuela de primeras letras a cargo de una
profesora y 20 alumnas.
Escuela de primeras letras a cargo de una
Liceo Independencia profesora y 15 alumnas.
Escuela Cardoso
Instituciones Biblioteca Pública Municipal Se encuentra en la Plaza 14 de Septiembre, en Fundado por Melchor Urquidi
culturales la planta baja del Concejo Municipal, cuenta
con 2.800 volúmenes. Recibe casi todos los
periódicos nacionales.
Museo Municipal Abrió sus puertas en 1917, como parte de las Fundado por Guillermo Urquidi
Fiestas del Progreso. Funciona en el antiguo para museo escolar
templo de Santa Clara. Cuenta con una sección
de Historia Natural y otra de Historia.
Gobierno H. Alcaldía Municipal Palacio Consistorial, se halla situado en la La construcción del Salón de
Municipal Plaza 14 de Septiembre entre la Policía de Actos Públicos data de 1910. El
Seguridad y el Teatro Achá Su planta baja está edificio es antiguo y fue edificado
destinada a la Policía Urbana y a la Biblioteca en el sitio donde se encontraba el
Municipal. La planta alta está ocupada por el convento de los Agustinos.
salón de Actos Públicos del H. Concejo
Municipal, por la Secretaría, el Tesoro y la
Notaría Municipal.
25
Cuadro Nº 70 (continuación)
Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las
estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Abastecimiento Mercado Central de San Ubicado en la acera Sur de la calle Sucre. Entró en servicio a mediados del
urbano Salvador Edificado en el antiguo local del hospital, del siglo XIX.
que una parte se vendió a particulares, y la otra,
se construyó la cárcel. Tiene un solo piso y
varias secciones para la venta de víveres y
mercaderías.
Ubicado en la esquina de las calles Argentina y
Mercado de la Carbonería San Martín. Aquí se expendía combustible y
hortalizas diversas.
Plazas y paseos Plaza 14 de Septiembre Ubicada en el centro de la ciudad, En torno a la plaza, se encuentran
públicos antiguamente sirvió para plaza de armas y edificios como: el Palacio de
ejercicios militares, hasta 1884, en que fue Gobierno, la Policía, el Palacio
convertida en parque. En 1895, adquirió la Consistorial, el Hotel Unión, el
denominación de Plaza 14 de Septiembre. En la Banco Nacional, la Botica de
parte Sur se alzaba una pila monumental de Anchorena y Castelfor Quiroga.
bronce, mandada a construir por Carlos III. En Varios estableci- mientos de
el centro de la plaza se destaca una columna de expendio de bebidas y comercio
piedra en memoria de los patriotas en general. En la acera Sur está la
cochabambinos. En la parte Norte se encuentra Iglesia Catedral y la Botica de
un kiosco de hierro para alojar la banda de Anze.
música en las noches de retreta. En la parte
Oeste, se encuentra la estatua erigida a Cobija Su construcción fue ordenada por
Ubicada en la zona Norte, al final del Paseo del el Gral. José Ballivián.
Plaza Colón Prado. Ostentaba un arco de triunfó en
homenaje a la batalla de Ingavi, demolido en
1894. Su construcción fue ordenada por
Conocida antiguamente como la Alameda, se el Gral. José Ballivián.
Avenida Ballivián extiende desde la acera Norte de la Plaza Colón
hasta la orilla Sur de río Rocha. Estaba
conformada por 5 espaciosas calles, divididas
por hileras de sauces y rosales, con hermosos
jardines centrales. “En este paseo, uno de los
más concurridos por la sociedad cochabambina,
se encuentran hermosos chalets de construcción
moderna. Por la acera oeste, la atravesaba la
línea del tranvía a Cala Cala.
Es una colina de suave declive, donde los
paseantes gozan de un aire puro y del extenso
panorama de la ciudad. Aquí la Alcaldía erigió
Colina de San Sebastián un monumento a la memoria de Calatayud, y
posteriormente, otro sustitutivo en memoria a
las Heroínas de la Coronilla.
25
Cuadro Nº 70 (continuación)
Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las
estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Espectáculos Teatro Achá Ubicado en la calle España, se edificó Construido en 1862 por mandato
públicos remodelando el antiguo convento de san del Gral. José María Achá.
Agustín que ocupaba toda la manzana. El
Teatro Achá en 1918 sufrió serias refacciones
internas y muchas mejoras. Tiene 200
localidades en platea, 20 palcos y una galería
para el pueblo, con una capacidad general para
1.000 espectadores.
Contiguo al Club Social de Cochabamba, se
trata del primer local cinematográfico. Muy
Biógrafo París frecuentado por la sociedad cochabambina.
Establecimientos Hospital Viedma Consta de dos 2 salas para varones y otra de Antigua institución organizada
de Salud y cirugía en general, 2 salas de cirugía para hacia 1577, con el nombre de
Beneficencia mujeres, una de ellas de ginecología, 2 salas de Hospital de San Juan de Dios, y
medicina para varones, otras 2 para mujeres, 2 establecida a orillas del río
salas de cirugía y medicina para niños, un Condorillo (sobre la actual calle
consultorio pediátrico y 2 secciones de Esteban Arce). En 172, fue
aislamiento y curación de enfermedades ampliado, y en 1800, se le agregó
mentales. Cuenta con un director, 10 médicos una sección de enfermería para
de sala, un dentista, 3 médicos internos y 2 mujeres. Posteriormente, F. de
matronas, además 26 hermanas de Santa Ana y Viedma dejó su casa quinta para
21 sirvientes. Cuenta con una capilla educar niñas huérfanas, y en
1827, se estableció allí un colegio
de artes. Desde 1880, se instaló
allá el hospital Bolívar, que en
1907, se denominó Hospital
Viedma, hoy ubicado en la
avenida Aniceto Arce.
Establecimien-tos La Catedral o Iglesia Matriz Edificio inconcluso, desempeña de Catedral El inicio de su construcción data
religiosos para los oficios religiosos. Tiene 3 amplias del siglo XVIII.
naves y su ingreso principal es por la Plaza 14
de Septiembre. Conserva algunas obras
maestras como un San Pedro arrepentido, San
Sebastián, el Señor de la Columna, una Virgen
Iglesia de la Compañía de Lourdes.
Ubicada en la esquina Noroeste de la Plaza, Esta iglesia comenzó a ser
formada por las calles Baptista y General Achá. construida hacia fines del siglo
Tiene 3 naves y un hermoso altar mayor, el XVI.
Convento y Templo de San atrio presenta un jardín.
Francisco El Convento tiene un claustro bajo de las El Convento de San Francisco fue
columnas de madera, bien labradas, sobre bases fundado en 1581.
y pretiles de piedra. La iglesia es de una nave
de cal y canto, con 2 capillas laterales, cubiertas
de cedro, igual que la sillería del coro y las
columnas del claustro.
Templo y Convento de Santa Ocupa una manzana comprendida entre la Plaza El monasterio fue fundado en
Teresa Granado y las calles Baptista y España. La 1753.
iglesia original era reducida y estrecha, su
cubierta se hundió en 1790. El Arzobispo de
Charcas dispuso la reconstrucción de un templo
más amplio. En este recinto religioso se
encuentran 5 cuadros originales de Goya.
Situado en la calle Perú, el edificio actual es
Templo y Convento de Santa nuevo y fue inaugurado en 1917. El templo es El convento se fundó en 1648, en
Clara de arquitectura sencilla y elegante. Posee base a las rentas de la finca de
cuadros valiosos. En 1917, el convento y el Cliza, que donó F. de Vargas.
local del templo se vendieron a la Alcaldía para
organizar un museo.
Situado en la esquina Sudeste de la Plaza
Colon. Se fundó en 1859
Monasterio de las Capuchinas Tiene un hermoso templo de 3 naves, ocupa
Hospicio de los Franciscanos este recinto toda la acera Sur de la Plaza Colón.
El Convento tiene una biblioteca de más de
Santo Domingo 1.000 ejemplares.
Ubicado en la calle del mismo nombre. Construido a fines del siglo XVI y
Templo de San Juan de Dios Templo de la Parroquia de San José, situado en reconstruido en 1788
la calle del mismo nombre. Templo de una sola Templo antiguo, reconstruido en
Templo de San Antonio nave 1782.
Ubicado frente a la Plaza Francisco del Rivero,
de construcción moderna, de una sola nave. Es
sede de la parroquia del mismo nombre.
25
Cuadro Nº 70 (continuación)
Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las
estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Capillas Existen las siguientes capillas: de las Hijas de
María en la calle Sucre; Capilla de la casa de
los mendigos en la calle General Achá; además,
las capillas de San Joaquín, Recoleta, Cala Cala
y Sarco.
Servicios Servicio de agua El caudal actual es insuficiente. El número de Estén en la ciudad 32 piletas
públicos propietarios que gozan de este servicio es sólo
de 180. Las aguas que surten a Cochabamba
vienen de las vertientes de Arocagua y reparten
300 M3 diarios.
Alcantarillado No existe. En junio de 1919, el gobierno a
aprobado una propuesta presentada por Ullen
Contracting Corporation para ejecutar la red de
alcantarillado.
Casi todas las zonas de la ciudad, e incluso
Servicio de luz eléctrica Cala Cala, están servidas por la red de energía
eléctrica.
Teléfonos A cargo de la compañía particular con 300
abonados.
Fuente: Anuario Geográfico y Estadístico de la República de Bolivia, Dirección Nacional de Estadística y
Estudios Geográficos, 1919.
* Ver en el plano nº 11 el emplazamiento de las principales actividades.
De todas formas, este proceso urbano es uno de los más débiles del continente, si lo
comparamos con similares de otros países de América Latina. En efecto, ninguna ciudad
alcanza a los 100.000 habitantes, y apenas una (La Paz), se aproximaba a este umbral,
en tanto otras tres ciudades se ubicaban en el límite de 20.000 habitantes 239, es decir
apenas 135.546 habitantes vivían en centros urbanos con la característica anotada, lo
que apenas representaba el 7.6% de la población total del país.
La ciudad en los términos descritos transcurrió sin mayores variantes hasta la guerra del
Chaco (1932-1935), que al margen de otros efectos de naturaleza política y social,
transformó en “ciudadanos” a los migrantes campesinos, o dicho de otro modo, amplió
el horizonte cerrado de la hacienda y el sitio rural donde permanecían los colonos y
agricultores, quienes finalizada la contienda, comenzaron a sentirse atraídos por la
ciudad, que la consideraban fuente de nuevas oportunidades para volver a iniciar su
existencia. Un cronista (Miguel Mercado) al reseñar estos hechos afirmaba: “a raíz de
la guerra del Chaco (donde una gran mayoría del campesinado cayó prisionero), pudo
asimilar nuevas costumbres y adquirir en cierto modo un mejor confort en sus
costumbres primitivas, tanto en habitaciones, vestuario y alimentación, como en sus
propias diversiones. El mayor porcentaje de hombres que fueron a la guerra, no
volvieron a empuñar el arado con el mismo interés y decisión que antes” reconociendo
que la escuela rural también aceleró esta transformación de la ideología campesina. (El
Imparcial nº 4135, 25/04/1944).
239
El límite de 20.000 habitantes para definir concentraciones humanas establemente consolidadas y que
por tanto, asumen el rango de “ciudad” es admitido internacionalmente en estudios comparativos de los
ritmos de urbanización entre diferentes áreas geográficas o continentales. Hacia inicios del siglo XX, el
número de ciudades de 100.000 y más habitantes en un país, se consideraba como un indicador de su
grado de urbanización.
240
Según la publicación de homenaje a los primeros cien años de vida republicana: “Bolivia en el Primer
Centenario de su Independencia”, Cochabamba tenía en 1925, 40.000 habitantes, y de acuerdo al Censo
Municipal de 1935, 52.000 habitantes, es decir que su tasa de crecimiento hasta 1925, es
aproximadamente de 3,31, ascendiendo en 1935, a 3,93. En tanto, en 1950, esta tasa alcanza a 5,98, o sea
que el incremento real de población, que rompe el lento ritmo demográfico tradicional, se produce a partir
de 1935 y, sobre todo, en la década de 1940.
26
El mismo cronista, aseguraba además que a los factores anteriores se sumaron otros de
orden económico, concretamente: "
La inflación de la moneda de post guerra, que creó una intensa actividad
inversionista de los capitalistas que negociaron durante la guerra, que tuvieron
dinero depositado en los bancos o que negociaron en minas. Había que salvar
el dinero adquiriendo bienes rústicos y urbanos. Había que dar consistencia a
la fortuna privada amenazada seriamente por la inestabilidad del billete. Del
altiplano y de otras ciudades del interior llegaron refuerzos económicos fuertes
sobre Cochabamba. Y bajo este influjo casi loco, el valor de las propiedades fue
subiendo y subiendo. Mineros, comerciantes, e industriales, empleados de
gobierno, etc., empezaron a adquirir lotes urbanos y fundos rústicos, pagando
precios enormísimos, impropios a la calidad y condición de los terrenos. Así
comenzaron también a construir edificios, sin importarles el costo. El afán
constructivo requirió obreros y peones. Hubo que buscarlos en los campos ya
que los elementos propios de la ciudad fueron totalmente ocupados. La escasez
de brazos para edificaciones sobrevino la competencia del salario. Los salarios
comenzaron a subir en crescendo hasta hace poco... Los campos fueron
despoblados de sus mejores elementos. La vida rural perdió a sus elementos
jóvenes que se vinieron hacia la ciudad alucinados por mejores condiciones de
vida. Así progresó Cochabamba en forma material y demográfica desde 1937
(El Imparcial, número citado).
Hacia fines de la década de 1940, una nueva descripción de la ciudad, nos permite una
idea de esta nueva dinámica y sus resultados:
La ciudad se extiende por los cuatro puntos cardinales, y sin embargo de que, ni
la fuerza eléctrica es suficiente ni el agua potable puede llegar a las regiones
urbanizadas y menos todavía la pavimentación; sin embargo la ciudad crece en
forma considerable y el valor de las propiedades va ubicando en beneficio de
los terratenientes que en las afueras disponen de extensos latifundios, de donde
resulta que las clásicas huertas van desapareciendo y en su lugar se levantan
viviendas.
Notas: (1) Estos planos incluían manzanas no consolidadas dentro de criterios hipotéticos de crecimiento
de la ciudad, para fines impositivos. (2) Este plano no tiene manzanas numeradas. Se contabilizaron sólo
manzanas definidas por vías de circulación, sin considerar las extensiones no urbanizadas. (3) Según el
Censo de 1945 existían en la ciudad 360 manzanas en el radio urbano definido por la Ordenanza
Municipal de 18/04/1945. (4) Este plano incorporaba la urbanización de Cala Cala, Quero Queru,
Mayorazgo, Hipódromo, Las Cuadras, Muyurina, Tupuraya, Jaihuayco y La Maica. El Plano Regulador
de la Ciudad publicado en 1961, contemplaba alrededor de 1.600 manzanas.
Alejandro Soruco, en 1879 (El Heraldo nº 161, 7/07/1879), y analizando los censos
municipales de 1880 y 1886, podemos deducir que aproximadamente unas 78 manzanas
en 1880 y unas 82 en 1886, presentaban una fisonomía realmente urbana241
Planos de la ciudad posteriores (1922 y 1928), asignan a la misma, un número de
manzanas mucho mayor, incluso incrementando en algo más de cien manzanas, las
primitivas 142. Sin embargo esta espectacular expansión sólo se opera en los planos,
sobre todo con fines de incluir predios suburbanos y rurales en el radio urbano para
gravarlos con impuestos municipales.
El Censo de 1945, que menciona un total de 360 manzanas dentro del Radio Urbano,
hace referencia a un perímetro ampliado por la Ordenanza Municipal de 18 de abril de
1945, mostrando en este caso, una realidad urbana diferente que merece un análisis más
cuidadoso. La ciudad en el citado año presentaba 16 zonas urbanas a saber:
241
Para esta estimación se ha asumido, el límite de 12 viviendas por manzana (una media de 3 casas por
cuadra) como el mínimo admisible para caracterizar una mancha urbana incipiente, aún cuando este
criterio es aleatorio y podrían asumirse otros más exigentes, con lo que lo “urbano” a fines del siglo XIX
en Cochabamba, se reduciría a unas 2 o 3 decenas de manzanas, pero se correría el riesgo de pasar por
alto la tenue separación entre rural y urbano que existía en realidad, pues muchas casas quintas y casas
con huerto, en realidad cobijaban habitantes entregados a actividades urbanas.
26
A partir del cuadro anterior podemos establecer la existencia de un conglomerado
urbano con rasgos muy característicos. Si comparamos el ámbito urbano definido por el
Radio Urbano establecido en 1945, con la inclusión de las nuevas zonas urbanas que
definía la propuesta del Plano Regulador puesta en vigencia a partir de 1950, y donde
tendrán cabida alrededor de 1.600 manzanas, se comprenderá que las 360 manzanas
mencionadas, no conformaban una aglomeración continua y homogénea, sino apenas un
tejido urbano expandido, conformando un núcleo central denso (zonas centrales del
Norte y Sur), compuesto por 225 manzanas, donde habitaban 54.432 habitantes, o sea,
el 76% de la población censada en 1945. En tanto las restantes 135 manzanas,
conformaban aglomeraciones menores, dispersas y rodeadas por huertos y maizales, tal
como queda demostrado por el Cuadro No. 74, que establece la comparación entre la
realidad de 1945 y lo que proponía el Plano Regulador de 1961, sobre el mismo
perímetro urbano, y que ya en el Plano Guía de 1952, definía la existencia de 720
manzanas:
Nº de Nº de Índice de
Zonas urbanas manzanas manzanas ocupación (*)
1945 1961
Zona Central Noroeste 57 73 78,08
Zona Central Noreste 58 63 92,06
Zona Central Sudeste 54 59 91,52
Zona Central Sudoeste 56 91 61,53
La Chimba 4 194 2,06
Hipódromo 13 164 7,92
Sarco 4 127 3,14
Mayorazgo 1 47 2,12
Cala Cala 20 150 13,33
Queru Queru 25 92 27,17
Tupuraya 8 45 17,77
Muyurina 19 72 26,38
Las Cuadras 7 75 9,33
Alalay 13 198 6,56
Jaihuayco 11 144 7,64
La Maica 10 102 9,80
TOTAL 360 1.696 21,22
(*) El índice de ocupación se establece calculando el % de manzanas existentes
en cada zona en 1945, en relación a las contempladas en 1961 en esa misma
zona urbana.
Fuente: Censo Municipal de Población de 1945 y Plano Regulador de 1961.
El cuadro anterior nos muestra que apenas el 21% del total de 1.696 manzanas y 2.248
hectáreas edificables que contenía el Plano Regulador (Urquidi, 1986: 28), estaban
urbanizadas en 1945. Además del 21% mencionado, conformado por las citadas 360
manzanas, sólo -como se anotó- 225 constituían realmente una mancha urbana densa,
con un índice de ocupación medio, con relación al número de manzanas propuesto por
el citado Plano Regulador, de 81%. Si consideramos como un índice mínimo de
ocupación por funciones urbanas, uno equivalente a un 33% del número de manzanas
por zona propuestas por el plano regulador, veremos que ninguna otra zona en 1945
alcanzaba el rango urbano, llegando apenas a un rango- de conglomerados suburbanos
como es el caso de Queru Queru (con una mancha más o menos compacta en torno a la
26
Recoleta), Muyurina y más débilmente Tupuraya. Cala Cala no alcanza a esta situación,
salvo el pequeño conglomerado en torno a la Plazuela del Regocijo (hoy plaza de Cala
Cala), que resulta insignificante frente a la extensión distrital que le asigna el Plano
Regulador. Las otras zonas no alcanzan rango urbano e indudablemente constituían
pequeños núcleos o concentraciones más o menos compactas de caseríos. de tipo rural242
Sin embargo cabe anotar, que como quiera que los criterios clasificatorios de los
diversos censos, identifican profesiones u ocupaciones diversas, bajo vocablos en
apariencia distintos como es el caso de los transportistas que aparecen como:
“conductores”, “mecánicos”, “chóferes”, etc., aspecto que se extiende a muchas otras
situaciones similares, o que en otros casos, algunas ocupaciones han desaparecido,
como fue lo que ocurrió con los “pregoneros”, “plumarios”, “pendolistas”, etc.; elaborar
un cuadro en detalle de estas ocupaciones además de excesivamente laborioso, no
arrojaría como resultado la claridad necesaria para permitir una interpretación adecuada.
Por esta razón, las distintas clasificaciones, las agruparemos en grandes categorías de
actividad económica a las que anteriormente hicimos referencia:
244
A este respecto ver: Gonzáles de Olarte, 1982. Sobre las implicaciones urbanas del transporte en la
formación de loa precios del suelo urbano ver Topalov 1979 y 1984, Jaramillo. 1983, Viera da Cunha y
Smolka 1985, etc. En este sentido, si en el siglo XIX el transporte urbano tenía un sentido más de
comodidad y placer para las clases dominantes, en el siglo XX se socializa crecientemente y toma cada
vez más un sentido económico, al constituirse en una condición de 1a reproducción del capital.
26
CUADRO Nº 75: Ciudad de Cochabamba: Población total urbana, población
económicamente activa y distribución de la población según actividades
económicas (1880 – 1950)
Sin embargo, pese a que estas y otras deficiencias relativizan la precisión de las
conclusiones que de estos censos se extraigan, de todas formas, proporcionan una idea
aproximada del comportamiento de la población. Con esta salvedad, podemos anotar
algunas consideraciones y observaciones en relación al cuadro anterior:
c) Para establecer con mayor precisión los rasgos de esta economía urbana y emitir
algunos juicios de valor más específicos, remitimos al lector al siguiente cuadro de
resumen:
Del cuadro anterior podemos inferir inicialmente, que las actividades primarlas
mantienen una dimensión con leve incremento en el periodo, pese a que en 1945 se
amplía el radio urbano. Lo anterior puede ser un indicador de que ya hacia la década de
1940, gran parte de la campiña había dejado de ser un espacio de economía agrícola, en
favor de las ventajas que comenzó a brindar la valorización de tierras por efecto de la
expansión de la función residencial y el concepto de paisaje, lugar de veraneo, etc.
d) El comportamiento del sector secundario expresa en alguna medida el
comportamiento económico de la región, cuya rama artesanal se vio fuertemente
perjudicada, inicialmente por la Guerra del Pacífico, mostrando una recuperación hacia
27
1886, que tal vez es más efecto de una mejor práctica censal, que a una real expansión
de este sector, que en realidad seguía sufriendo el impacto del conflicto con Chile,
impresión que se corrobora al observar el índice del censo de 1900, que prácticamente
retorna á los niveles de 1880. Hasta 1945, se acusa un leve crecimiento del sector, para
mostrarse más significativa esta tendencia en 1950, aunque tomando las mismas
reservas que para el caso anterior.
f) Una actividad que experimenta un crecimiento constante, primero muy lento y luego
con mayor ritmo, es el del transporte y las comunicaciones. Es evidente que en la
década de 1940, la incidencia de este factor ya revela la expansión de los sectores
industriales y comerciales y es un síntoma de los cambios que se producen en la
economía de la ciudad.
g) Por último, los dos rubros finales del Cuadro No. 76, no son susceptibles de análisis
por traducir situaciones heterogéneas imputables a problemas técnicos de los censos. Un
dato que podría resultar interesante en los censos de 1880 a 1900, es el de los
“propietarios”, sin embargo, no se señala si estos son poseedores de medios de
producción o medios de intercambio, lo que imposibilita un análisis adecuado de esta
categoría. Ocurre otro tanto en el rubro “sin profesión”, que además parece traducir
limitaciones de clasificación de la actividad económica, que aparentemente se corrigen
en 1950.
Como conclusión de todo lo anterior, podemos anotar que la economía urbana, por lo
menos hasta 1935 e incluso 1940, giró en torno a dos ejes: el comercio y los servicios, a
lo que se añadía, una base productiva relativamente modesta, que reposaba en la
artesanía y la producción agrícola, incluso aquella del Cercado que no se incluyó en
estos censos. Aquí se puede inferir una limitación en la información estudiada, referida
a que no se resalta suficientemente, la importancia de la economía del maíz y la chicha
que ponían de manifiesto otras estadísticas, como veremos más adelante. Dicha
economía, entre los años 1940 y 1950, experimentó una reactivación de su sector
industrial y una ampliación de las actividades comerciales y de servicios en general, que
es coincidente con el proceso efectivo de crecimiento de la mancha urbana y la
aplicación de los instrumentos de la planificación. Lo anterior, vendría a demostrar que
en este caso, el crecimiento de la ciudad y la necesidad de planificarla, expresaban
finalmente, un nivel de crecimiento de las fuerzas productivas urbano regionales que
tratan de adecuar la aldea tradicional a las nuevas exigencias económicas sociales y
técnicas de transformación de la base hacendal de esta economía, sobre todo, en el
Cercado. Esta tendencia se acentuará dramáticamente con posterioridad a 1952, aunque
27
presentando profundas contradicciones que marcarán el carácter posterior que asumirá
la ciudad en las décadas siguientes, modificando su vocación fabril emergente, por una
otra, que privilegiará el sector del comercio y los servicios.
Con estos antecedentes, podemos penetrar mejor en el panorama que ofrece la actividad
económica y social de la ciudad y comprender con más precisión ciertos rasgos que la
estadística fría no revela. Una crónica de 1922 es aleccionadora a este respecto, al
señalar que bajo una cubierta de aparente paz e inmovilidad, se tiene la impresión de
estar presenciando “una tragedia mal escrita y peor representada” pues la realidad que
la ciudad ofrecía en sus zonas centrales, y que tomaban como base las descripciones
turísticas y oficiales que de ella se hacían, no representaban la verdadera ciudad de
Cochabamba, que para ello, era necesario:
ir a los barrios pobres, a los pueblos, a los fundos. En esa parte triunfa el
despotismo más irrisorio, triunfa la miseria más vergonzosa. Hay necesidad de
contemplar aquellos paisajes de profunda desolación, de sentir todo el enorme
dolor de una raza (...) y los barrios pobres, en esos barrios se ven casas que
francamente emocionan a uno. En esos barrios solloza la virtud de las
muchachas bajo la violencia o la paga cínica de los de arriba. El alcohol es el
perfume de esos lugares. Los niños sucios y desnudos se arrastran por la
hediondez de los charcos de agua estancada. ("Ciudad Alegre y confiada". El
Ferrocarril nº 4302, 14/09/1922).
El Alcalde Rafael Torrico Lemoine corrobora alguna de estas impresiones, al emitir los
siguientes conceptos, en una charla con el Director de El Heraldo:
Las impresiones anotadas nos dan una idea de la realidad de la ciudad y la región, que a
partir de l925, sufre el embate de una renovada crisis, motivada entre otras cosas, por la
severa contracción del mercado del maíz utilizado en la fabricación de alcoholes, y por
la irrupción por la vía férrea Villazón-Atocha, de grandes cantidades de grano argentino
barato. Algunos efectos de esta situación, se ponen de manifiesto rápidamente:
En cierto modo, éste resulta el telón de fondo en que se realizan las primeras obras de
infraestructura urbana contempladas en el capitulo anterior. Cabe sugerir que las
mismas, al margen del cambio cualitativo que introducen en la vida urbana, también
fueron un recurso importante de captación de mano de obra desocupada. No obstante
para estos constructores de la ciudad moderna, los beneficios en materia de
mejoramiento urbano, poco o nada significaron, en lo que se refiere a la calidad de su
hábitat, pues dichas obras de desarrollo, como se observó con anterioridad, se
concentraban en la zona central de la ciudad y se prolongan a algunas avenidas, dejando
extensas zonas intermedias y periféricas, en condiciones similares a las que imperaban
en el siglo XVIII o XIX, salvo un ritmo de asentamiento más intenso.
Esta es la razón por la cual un otro indicador fundamental para medir las condiciones
reales de la vida urbana, es la cuestión de la higiene ambiental y la salud de la
población: como vimos en el capitulo 9, un componente esencial de la crisis urbana del
siglo XIX, fue la cuestión de la higiene y la salud de la población, caracterizada por
frecuentes epidemias y una elevada tasa de mortalidad, sobre todo infantil. En las
primeras décadas del siglo XX no se modifica esta situación, tal como se puede
comprobar en la estadística que revela el cuadro siguiente:
El autor de la estadística anterior confesaba “Si hacemos una comparación con el grado
demográfico de otros centros como La Paz, Oruro o Sucre, no podemos menos que
confesar la amarga realidad, de que Cochabamba, sino es la ciudad más mortal de
Bolivia, debe hallarse en primera línea” Comparativamente, dicho analista señalaba,
que por ejemplo, en el año 1923, la tasa de mortalidad en La Paz era de 21.70, en Oruro
de 23,00 y en Sucre de 13,00; en tanto en Cochabamba, alcanzó a la elevada cifra de
44,10. Asimismo, llamaba la atención sobre la relación entre el índice de mortalidad y
natalidad, anotando que en el citado año de 1923, los nacimientos en Cochabamba
alcanzaron a 2.012 (o sea, expresaron una tasa de natalidad de 50,3 por mil) y las
defunciones a 1.764. Resultando una diferencia en favor del incremento vegetativo de la
27
población de 248 nacimientos245. Apoyado en lo anterior, nuestro analista extrae la
siguiente conclusión: “Tomando como base esa relación cuyas diferencias no pueden
ser mayores, llegaríamos a la conclusión de que si Cochabamba no recibiese población
extraña, su densidad sería problemática. Para duplicar la cifra actual de su población
(40.000 habitantes) se necesitarían no menos de 60 años”246. Es difícil hacer una
interpretación de la dinámica poblacional a partir de un dato aislado, sin embargo se
puede presumir que, el ingrediente inmigratorio, ya para esa época, era significativo en
el crecimiento de la población.
Por otra parte, el bajo índice de natalidad, también es un indicador de que las
condiciones sanitarias y de atención al embarazo, no han mejorado sustancialmente con
respecto al siglo anterior. Siguiendo con el razonamiento del autor anónimo de estas
estadísticas, llegamos a una cuestión central para retomar el análisis: ¿A qué se debe
esta elevada tasa de mortalidad? Al respecto se esboza la siguiente respuesta: “A varias
causas: En primer lugar, a la falta absoluta de higiene en la ciudad. En segundo lugar,
al descuido con la salud y la vida del niño. Es increíble que aquí mueran anualmente
872 personas, de edades comprendidas entre 1 día y 7 años”.
245
Un cálculo realizado por Arturo Taborga y Jesús Lozada en 1927, para la Misión Kermerer en el
Departamento de Cochabamba, fijaba una tasa de crecimiento poblacional anual de 2,06%, apoyada en
una estimación basada en 1as diferencias entre natalidad y mortalidad en el periodo 1922-1926. Este
cálculo sugería para dicho año, una población para Cochabamba y el Cercado de 50.570 habitantes a la
que se añadía un 5% más, como estimación de tasa emigratoria, de donde resultaba una población de
55.513 habitantes, cifra obviamente abultada. (El Republicano, nº 3380, 23/0l/1928.
246
De acuerdo a los datos señalados la composición de la tasa anual de crecimiento para 1923 seria: Tasa
de crecimiento vegetativo: (0,68) + Tasa inmigratoria (0,59) = Tasa de crecimiento anual (1.27).
Sensiblemente no se han encontrado datos de natalidad conformando series correlativas que nos
permitieran ajustar mejor estas apreciaciones. Por lo demás, 1a población de 1950, alcanzará a 80.795
habitantes, indudablemente porque se incrementa 1a tasa de natalidad, pero sobre todo, por que crece
considerablemente el proceso inmigratorio
27
agudizaría en años posteriores, hasta cobrar dimensiones de tragedia en nuestros
tiempos247
Una familia pobre, de escasos recursos para vivir, que pasa días enteros sin
tomar alimentos bastantes, que cuenta con muchos hijos, ha debido ofrecer sirvientes
para las casas de hacienda o de la ciudad, y si sabe que allá o más aquí se los
necesita, no vacila en desprenderse de uno de sus hijos (...) Es entonces que se
acentúa más la. vía crucis dolorosa del pobre niño (...) pero los sufrimientos que se le
dan en privado, en las ciudades o en el campo, donde la acción policiaria no llega,
sino en ocasión de un crimen mayor, no alcanza al conocimiento público (...)
'Todo aquello porque sencillamente para las gentes rústicas de nuestros
campos, poseer hijos es tener una fuente de entradas. He ahí la causa por la que
sacrifica en un comercio clandestino, a esta infancia desvalida y doliente (El
Ferrocarril nº 1519, 30/04/1915).
Otras cifras de mortalidad del año 1909, alarmaban a El Heraldo, que bajo el sugestivo
título de un editorial: “El derecho a la vida” anotaba: "examinando con atención la
estadística de defunciones, encontramos una cifra alarmante: que sin ofender al
municipio, no es posible concebir que hasta hoy, hubiera pasado desapercibida. Nos
referirnos a la mortalidad infantil, que es colosal en Cochabamba”. Se anota que el
motivo de alarma era la estadística de mortalidad del año 1908, que mostraba: de 1.183
defunciones, 432 correspondían a niños de I a 6 años de edad. “Estas cifras son
suficientemente elocuentes para. revelarnos con claridad tétrica, el origen de la
mortalidad en Cochabamba, casi el 40% de la mortalidad. está representada por
niños”. A1 preguntarse, el editorialista, por las causas de este drama, apuntaba:
247
Una estadística de 1890, no difiere mayormente de la anterior: De 1763 defunciones, 913
corresponden a niños entre 1 día y 6 años y 1.037 al primer tercio (0 a 20 años) (Memoria del Presidente
del Consejo Departamental en el año 1890)
27
bárbaros de curación: masajes violentos, drogas venenosas y cataplasmas
nauseabundos”. Señalaba que la causa de muerte que normalmente se asentaba en los
libros de defunción, se resumía en la frase: “murió de arrebato”, vocablo de acepciones
múltiples “que podrían hacer referencia a congestiones y maltratos que podrían ser
curados por un médico pero que con los masajes y emplastos de los curanderos,
precipitan la muerte” (El Ferrocarril nº 54, 26/02/ 1910)248
248
Un informe de 1890 enumeraba las causas más frecuentes de las defunciones infantiles, anotando que
las principales eran: la alfombrilla, la disentería las fiebres tifoideas las intoxicaciones lácteas (uso de
leche contaminada), las pulmonías, la desnutrición, la viruela. 1a difteria y las anginas. (Memoria del
Presidente del Consejo).
249
Un excepcional testimonio de las condiciones sanitarias del siglo XIX, que en lo esencial estuvieron
vigentes hasta bien avanzado el siglo XX, constituye 1a biografía del ilustre médico Julio Rodríguez. (Ver
Rodríguez, 1978).
250
“El edificio asentado en una extensión de 48 metros tiene un frontis artístico, consta de dos salones
con 28 camas y dos piezas pequeñas de aislamiento Esta es la sección niñas. Frente a este, existe otro
pabellón igual para 1a sección niños, con la leyenda “Pabellón Simón I. Patiño para niños". (El
Ferrocarril, 28/ 12/1912).
27
construir algunos hospitales provinciales en Totora y Aiquile, este último, militar
destinado a atender a los evacuados de la contienda del Chaco251.
251
En lo que respecta a la situación del Hospital Viedma, una va más se destaca la ausencia de apoyo
gubernamental: “La Municipalidad hace lo que puede, pues destina más de 200.000 Bs. anuales al
sostenimiento del Hospital Viedma, que es un hospital central porque acuden enfermos de Santa Cruz, el
Beni. Oruro, las zonas mineras y todas las provincias del Departamento, que 1a Municipalidad en un
porcentaje considerable tiene que suministrar alimentación y curación gratuitas. También la
Municipalidad ha cedido lo mejor de su Hospital, el pabellón de pensionistas, flamante construcción
para un Hospital Militar” (El Imparcial nº .314, 07/09/1935).
252
La Oficina de Sanidad Municipal fue inaugurada en 1936, “Contaba con cinco secciones: laboratorio
de química, consultorio infantil, de asistencia escolar, sala de lucha antipalúdica y el consultorio
externo” (El Imparcial nº 1409, 29/0l /1936)
27
CUADRO Nº 79: Ciudad de Cochabamba: Relación parcial de epidemias en el área
urbana (1909 – 1945)
Años Epidemias registradas por la prensa Fuentes
1902 Fiebre tifoidea. Se afirmaba: Hay tal número de enfermos en el Hospital El Heraldo, nº 3836
atacados de fiebre, que no hay recinto ya para ellos
1905 Fiebre tifoidea y viruela Se sugiere crear un lazareto El Heraldo nº 4445 y 4446,
El Heraldo nº 5628
1909 Alarma por elevada mortalidad infantil. No se precisan causas endémicas. Informe Municipal, El
1910 Preocupación por mortalidad infantil muy elevada. No se precisan causas Ferrocarril nº 55
endémicas. El Ferrocarril nº 235,
Presencia de numerosos casos de viruela y tifoidea. Se señala que 1a acequia de
la Carbonería “terrible foco de infección" y calor imperante son loa causantes. El Ferrocarril nº 259
Epidemia de Coqueluche o tos ferina. Este flagelo diezma a los niños. El Heraldo nº 7939
1917 Alarma por índices de mortalidad en especial de niños. “50% de defunciones en
la cuidad, corresponden a niños de I a 6 años". No se señalan causas endémicas. El Heraldo, nº citado.
Epidemia de variolosis. “Según últimos datos estadísticos, existen en el
Hospital 922 enfermos atacados de viruela”. El Heraldo nº 8145 y nº
1918 Epidemia de tifoidea, se instruyen medidas profilácticas y el uso obligatorio de 8246,
la vacuna antitífica Existen 70 casos en el Hospital Viedma. El Ferrocarril nº 4160
1921 Epidemia de influenza. No se dan otros detalles. El Heraldo nº 9913 y El
1926 Epidemias de tifoidea, tos ferina y terciana. Se atribuye a la escasez de agua Comercio nº 465
Epidemia de viruela. El Hospital Viedma registró 124 casos El Republicano 3173
1927 Surgimiento de paludismo. Fuentes
Años Epidemias registradas por la prensa
1935 Fiebre exantemática. Se detectan 28 casos en el Hospital Viedma Epidemia de El Imparcial nº 1208 y nº
fiebre tifoidea entre julio 1934 y junio 1935, se registran 1.460 casos. 1355
1940 Elevado índice de mortalidad por tuberculosis. El País, nº 1277
1942 Epidemia de fiebre tifoidea. Se señala que la causante es la famosa “Serpiente El País nºs 1329, 1345 y
Negra”. Paludismo: se detecta en 1a laguna de Alalay. “La malaria invade la 1360
ciudad de Cochabamba”.
1943 Continúa la amenaza del paludismo. El País nº 1431
1945 Incremento de la tuberculosis. Fallecen 134 personas. El Imparcial nº 4740
Se puede constatar que ciertas enfermedades como el tifus y las viruelas, que causaban
verdaderos estragos en la población infantil, eran endémicas en Cochabamba y
periódicamente, como muestra el cuadro anterior, asolaban a la población. Ahora bien,
tales enfermedades para ser endémicas, necesitaban de ciertas condiciones estables de
ausencia de higiene, como la que brindaban extensos basurales, donde se reproducían
nubes de insectos que contaminaban la ciudad; así como el uso, igualmente constante,
de aguas contaminadas, que por la falta de hábitos de higiene, no era purificada. Esta
presunción se confirma plenamente con lo publicado en la prensa de la época que no
cesaba de registrar denuncias sobre las pésimas condiciones ambientales de la ciudad.
Estas y otras razones abrumadoras aportadas por el Dr. Quiroga son suficientes para
entender la situación de crisis de salubridad que aquejaba a la ciudad. Las evidencias no
sólo se expresaban en el análisis de laboratorio, sino en la cotidianeidad de este
escenario urbano, que no logra ser mejorado, pese a la materialización de las
infraestructuras urbanas anteriormente estudiadas. En efecto, la crisis urbana de los
siglos XVIII, XIX y hasta el final del periodo que abarca este ensayo, es decir la
primera mitad del siglo XX, presenta su expresión más aguda, en la crisis de la salud de
la población. Veamos, aun a riesgo de ser reiterativos, la desproporción que se plantea
entre los tímidos esfuerzos y los escasos recursos del municipio, con respecto a la
extensión y complejidad de este problema: el incumplimiento de ordenanzas
municipales relativas a la higiene de la vivienda, era práctica casi generalizada, la
presencia de focos infecciosos y su multiplicación, constituía un proceso más dinámico
que los esfuerzos comunales para erradicarlos253
253
A título de mero ejemplo registramos algunas de 1as decenas de denuncias que eran publicadas en la
prensa de la época: “Debiera la Policía Municipa1 desplegar mucha severidad con los propietarios que
no cumplan las ordenanzas relativas al aseo del interior de las casas... muchas de las cuales se hallan
convertidas en focos de infección cuyas ingratas e insalubres emanaciones se dejan sentir en las calles a
gran distancia” (El Heraldo nº 3732, 10/03/1902). “Se hace insoportable el foco infeccioso formado en
1a esquina que cortan 1as calles Bolívar y Lanza por 1os desagües de la pila pública de esa esquina...
Estas aguas que confundidas con 1as que provienen de la acequia de la Carbonería, corren por 1a calle
Lanza, se infiltran en las cañerías”. (El Heraldo nº 4417, 06/02/1905). “El depósito de 1a fuente pública
de conocida con el nombre de Ingavi, con grave peligro para los vecinos que se sirven de dicha fuente”
[El Heraldo nº 237, 12/10/1904). “Parte del agua del consumo proviene de las filtraciones del suelo y por
tanto puede ser fácilmente contaminada por entes nocivos a la salud”(El Ferrocarril nº 309, 19/01/1910).
“La acequia de la Carbonería continúa siendo un foco permanente de infección” (El Heraldo nº 7756,
09/01/1917). “Se denuncia la existencia de ‘inmundos charcos’ en la calle Calama y la necesidad de una
canaleta subterránea desde la esquina de la calle 25 de Mayo y Calama” (El Heraldo, 28/05/ 1920) Se
reclama por el barrido de calles el exceso de polvo: “hay razón para que muchos extranjeros al llegar a
Cochabamba, enfermen casi inmediatamente” E1 Ferrocarril nº 4251, 13/07/1922) . Se reclama por que
lotes baldíos en lugares céntricos “están convertidos en cenizales y lodazales inmundos” (El País, nº
1025, 21/04/ 1940.
27
En 1904, se puso en vigencia mediante una ordenanza, el primer reglamento específico
sobre higiene y salubridad. Esta disposición imponía medidas drásticas y plazos
perentorios para lograr la higienización de la ciudad, es decir, erradicar charcos, aguas
estancadas, terrenos pantanosos en el interior de las propiedades urbanas, limpiar y
retirar las obstrucciones de las acequias, separar los desagües de aguas pluviales que del
interior de los domicilios iban a dichas acequias, de los de aguas servidas que debían ir
a pozos ciegos. Igualmente se disponía que: “Las fábricas de jabón. las galerías y
destilaciones de licor, no pueden establecerse en lo sucesivo, sino fuera del radio de la
población y las chicherías, a más de cinco cuadras de la. Plaza 14 de Septiembre”. Esta
prohibición se extendía a las curtiembres, que eran una de las instalaciones más
contaminantes. Además se disponía, la limpieza general de patios, corrales, cocinas,
pesebres y gallineros que abundaban en el interior de la ciudad. Se prohibía “en lo
absoluto la cría de cerdos, patos, gansos, conejos, ovejas, cabras, dentro del radio de
la población”. Se disponía la limpieza de los mercados y se daban instrucciones
precisas, para retirar animales muertos, que con frecuencia entraban en descomposición
en plena vía pública. Por último se instruía sobre el regado y limpieza diario de las
calles, imponiéndose para los renuentes, gran diversidad de multas y apremios. (El
Heraldo nº 4219, 20/05/1904). Complementando estas medidas, se sugería organizar un
sistema de “carros basureros” para superar el enorme problema de eliminar los
desperdicios (El Heraldo nº 4467, 12/04/ 1905).
Estas medidas, que en el plano teórico, sin duda eran acertadas, jamás fueron
implementadas por una firme voluntad de hacerlas cumplir, ni contaron con recursos
financieros suficientes para reforzarlas. De esta forma, a desmedro de medidas
administrativas, las epidemias son una constante, casi diríamos, parte de la vida diaria
de la ciudad. En 1926, o sea en un momento en que las instalaciones de agua potable
están ejecutadas, y las de alcantarillado se ejecutan; una severa epidemia de tifus
ensombrecía todo este esfuerzo. Al respecto, se señalaba que: “la falta de aguas es tal
vez la causa principal, pues la mayor parte de las instalaciones sanitarias son focos de
infección, por la absoluta falta de agua, construyéndose un verdadero peligro, y sin
embargo, se han pagado Bs.141.000 por las decantadas aguas de Arocagua” (El
Heraldo nº 9913, 13/05/1926).
Algunas reflexiones sobre este tema, ya en esta época, encontraban una explicación más
política y social a esta situación, al comprobar que la distribución de los riesgos para la
salud entre la población, permitían diferenciar clases sociales, y que en cierto sentido, la
filosofía de la “modernidad”, era una estrategia de las clases poseedoras para alcanzar
varios objetivos, entre otros: consolidar las funciones comerciales, financieras, de
servicios y administrativas, en las zonas centrales de la ciudad, que de paso se
consideraba "la verdadera ciudad” 254, lograr la valorización de las tierras en este centro,
concentrando la dotación de la infraestructura urbana en estos sitios, que a la vez, eran
residencias de grandes terratenientes, comerciantes importadores, políticos que se
desempeñaban en importantes cargos públicos,
alto clero, notables por fortuna o apellido, etc. En suma, se trataba de materializar un
medio urbano “modernizado” que protegiera mejor a las elites, de los riesgos de este
cuadro de permanente y aguda crisis sanitaria. A este respecto, un periodista con
sensibilidad social, hacía esta, poco frecuente e incisiva observación:
254
La denominada “ciudad moderna”, en realidad, no abarcaba un perímetro mayor a 6 u 8 cuadras en
torno a la plaza de armas, el resto eran quintas y huertos, más allá, en dirección Norte y Este, comenzaba
la campiña, en tanto hacia el Sur, se situaban los “barrios obreros".
28
Este veredicto drástico, bien podía aplicarse a los suburbios urbanos y a los barrios
populares que continuaron en las oscuridades y precariedades del siglo XVIII y XIX, en
tanto “la ciudad”, esto es el actual casco viejo, comenzaba a recibir las bondades del
siglo XX. La pavimentación y los desagües de aguas servidas mejoraron la calidad de
vida de este centro, pero en realidad, lo que se hizo fue reubicar los focos infecciosos en
la periferia urbana.
Algunos años más tarde, a poco de concluida la Guerra del Chaco, que como anotamos
anteriormente, promovió una mejora relativa en la infraestructura de equipamientos de
salud, el problema era sustancialmente el mismo:
En 1937, cuando la mayor parte de la población del sector central está servida por la red
de alcantarillado, se evidencia una curiosa resistencia a utilizar este servicio
indispensable. “Son muy pocos los propietarios que han hecho instalaciones higiénicas
en sus casas”, se quejaba un comentarista de la prensa, “la mayoría de las viviendas se
mantienen como en los mejores tiempos coloniales, en que las necesidades corporales
se hacían en los patios traseros o canchones”. Nuevamente se reclamaba por la
inoperancia municipal, por no hacer cumplir sus propias disposiciones, con respecto a
que cada dueño de casa tuviera un baño bien instalado, y a que no existieran servicios
higiénicos públicos, que erradiquen “la práctica popular de ensuciar las calles” (El
servicio higiénico de la ciudad, El País nº 292, 16/06/1937)258.
Hasta antes de la Guerra del Chaco, la ciudad había consolidado los servicios de energía
eléctrica, agua potable, alcantarillado y desagües pluviales259. El inicio y desarrollo de
las obras de pavimentación y sobre todo los efectos sociales de la posguerra, en el
ámbito urbano, se tradujeron en tres fenómenos principales: la agudización de la penuria
de la vivienda que ya se dejaba sentir en la década de 1920, el incremento de la tasa
emigratoria del campo a la ciudad, factor que modifica el lento crecimiento poblacional,
y la acentuación de la valorización de la tierra urbana, y su incorporación en grado cada
vez más amplio, como una mercancía más, a un mercado capitalista urbano en
expansión. Estos hechos, consolidan la hegemonía del centro de la ciudad en relación al
conjunto urbano, ahora muy extendido, por efecto de sucesivas ampliaciones de su
perímetro, reforzándose así, con los recursos tecnológicos de que dispone el desarrollo
urbano, la estructura concéntrica tradicional, pero esta vez, como veremos más adelante,
como un lugar central que aspira a cobrar la fisonomía de las urbes capitalistas
modernas.
Si bien hacia fines de la década de 1940, en que la concurrencia de los factores anotados
obligaron a pensar la ciudad y su porvenir, en términos de la adopción de previsiones
técnicas especializadas, con el concurso de urbanistas y planificadores, la decadencia de
la sociedad hacendal, no logra debilitar en el ámbito urbano, el sentido señorial, racial y
segregativo de este espacio “que se moderniza”. Los beneficios del agua potable por
cañería, el alcantarillado, los desagües pluviales, el pavimento y las aceras: en fin los
beneficios de la salud y la vida, no están contemplados como beneficios generales, sino
en el plano teórico, para ser ejecutados en lugares no diferentes a aquellos donde se
concentra el capital comercial, financiero e inmobiliario, sin que ésta determinación
provocara ningún rubor ni reflexión, si se considera que los recursos no provenían de la
pujante industria, sino de la criollísima economía del maíz y la chicha. Un vecino de la
zona Sur, en pocas palabras resumía así esta conclusión: “¿Por qué los pobres
habitantes de Caracota y el Barrio Sur (Jaihuayco) estamos abandonados por Dios y
los hombres? ¿Por qué sus calles continúan polvorientas y jamás hemos recibido
mejora alguna?”, para luego añadir: “Nuestro barrio es un barrio alegre, y que tiene
más de 2.000 establecimientos de chicha. Con la chicha se pagan impuestos, con los
impuestos se pavimenta la ciudad, ¿Por qué, entonces, no se pavimenta el barrio que
más contribuye en chicha e impuestos a la pavimentación?” (El País No. 846 de 26/08/
1939)260. Obviamente nadie se molestó en dar respuesta a una pregunta tan
impertinente, La ciudad modernizada con el sudor y el esfuerzo del atraso rural, era algo
que no estaba en discusión
259
El servicio de energía era el único que se había extendido más allá del núcleo urbano consolidado.
260
Esta cifra era exagerada, pero más de un 60 % de las chicherías en la ciudad, se asentaban en la zona
Sur
28
Capítulo 15
El comercio y la banca
261
El primer biógrafo de la ciudad, fue el “París”, que funcionaba en el Club Social hacia 1910
aproximadamente. Fue un antecesor del cine y la televisión.
28
No obstante, estos cambios no se produjeron como parte de un proceso de
transformación y expansión de la economía regional, como resultado de un crecimiento
de las fuerzas productivas agrícolas e industriales. Por el contrario, tanto los años 1921 a
1928, en que se ejecutaron las obras de infraestructura básica, como los años 1935 y
siguientes, en que se ejecutaron las obras de pavimentación y tuvieron lugar las
transformaciones más importantes, corresponden a momentos de crisis regional. En la
década de 1920, Cochabamba se debate en la crisis del alcohol y la caída vertical de los
precios del maíz. En la posguerra del Chaco, le agobian los efectos de la depresión
económica que ocasiona dicho conflicto, con sus secuelas de creciente presión
demográfica, penuria habitacional, devaluación de la moneda, elevado costo de vida y
una continua inestabilidad política que culminará con la Revolución de 1952.
La base financiera de estas obras fueron empréstitos canalizados por el Estado. Sin
embargo, al respecto surgen varias dudas: ¿Cuál fue el respaldo de estas operaciones
crediticias?. ¿Cuál el aval que la región ofrecía al sistema financiero nacional e
internacional para responder estas obligaciones?. ¿Cómo operaba la economía urbana y
en qué medida le afectaba la crisis regional?, ¿Cómo canalizaba la ciudad el excedente
económico agrícola en favor de obras de desarrollo?
Estas y otras cuestiones, son las que intentaremos responder en este y en el siguiente
capítulo, sugiriendo inicialmente que esta aparente incoherencia entre crisis y desarrollo
urbano, y sobre todo, entre un proceso de transformaciones que tienen lugar en la ciudad
y la inexistencia de una base productiva moderna, no son evidentemente el lógico
resultado de una articulación y una participación de la economía regional en la división
internacional del trabajo, a cuyo influjo se debieron operar dichas transformaciones y se
debió imponer la filosofía de la modernidad, como resultado de la creciente
concentración de capital y fuerza de trabajo en torno a centros fabriles, fenómenos que
según la teoría de los procesos de desarrollo urbano capitalista, son fundamentales para
explicar la materialización de las urbes modernas, lo que no ocurre necesariamente en el
caso de Cochabamba.
La economía urbana, en esta época, dependía de dos ejes principales: las cosechas de
maíz de las haciendas que servían de materia prima para la fabricación de alcohol, y el
sistema ferial que se nutría del trabajo de los pequeños productores agrícolas locales y
de los artesanos, pero sobre todo, de la producción del maíz de piqueros y pegujaleros
convertido en muko y chicha, cuyo mercado de consumo fundamental era el Cercado y
la ciudad. Los grandes hacendados procuran capitales en el sistema financiero y
bancario, donde el sistema de préstamos e hipotecas estaba muy extendido. Las ventas
del maíz de las haciendas a las plazas del Altiplano y a las factorías alcoholeras,
transformaba el capital mercancía en moneda, la misma que, a su vez, nutría el sistema
circulatorio de este aparato económico, es decir, a todo el sistema bancario y comercial.
Este proceso generó un ritmo gradualmente acelerado de inversiones en la ciudad, que
desde fines de los años de la década de 1920, no sólo mejora su aspecto infraestructural,
sino que da paso a una nueva expresión arquitectónica que se manifiesta, ya no en los
templos religiosos, como en la época colonial, sino en los edificios de los bancos, en los
hoteles y en ciertas mansiones como el Palacio de Portales, que representan
perfectamente las tendencias anotadas. Sin embargo, si se pretendiera afirmar que el
circuito de la economía hacendal, puesta en relieve, era el dominante, nos dejaríamos
llevar por las apariencias y las simplificaciones.
En efecto, el otro circuito ya mencionado, el del maíz del pequeño propietario agrícola,
dirigido a la industria de la chicha y a la exportación del muko, configuraba la otra cara
de la medalla de esta economía, la misma que organizaba la actividad ferial y artesanal,
prescindiendo de los mecanismos financieros instituidos, pero no de una articulación
con la economía de mercado capitalista, que mediante los poderes del el Estado,
reglamentaba su accionar y organizaba formas de apropiación de excedentes
económicos, vía impuestos de diverso tipo que gravaban el maíz en grano, la harina, el
muko y la chicha, permitiendo recolectar recursos suficientes para dirigirlos
esencialmente a obras públicas. Es decir, que en tanto, en la esfera de “articulación”
feudal-capitalista que simbolizaba la relación hacienda-banca, se producía un plus valor
que era apropiado individualmente por la burguesía terrateniente y financiera para su
reproducción social y su disfrute individual, gozando además de la protección jurídica
que le proporcionaba el Estado; la esfera de la economía del maíz y la chicha,
controlada por multitud de pequeños productores, producía también un excedente, una
parte sustancial del cual, era confiscado por el mismo Estado, mediante impuestos
262
Los abusos a los colonos eran parte de la realidad cotidiana. Los bárbaros maltratos y castigos a los
pongos y la inútil presencia de estos en la ciudad para dejar oír sus quejas a la autoridad, eran episodios
que por repetitivos, apenas ocupan un pequeño espacio en los periódicos, si es que por su gravedad,
merecían alguna difusión, y naturalmente, pasaban desapercibidos para la opinión pública. El indio sólo
es noticia cuando se subleva, como lo hace casi de continuo en las décadas de 1920, 30 y 40.
28
prefecturales que nutrían el Tesoro Departamental o patentes municipales dirigidos a
materializar los proyectos que “modernizan” la ciudad263.
Son estas, las cuestiones que abordaremos en este capítulo, aunque por la especificidad
de nuestro campo de acción, no ingresaremos sino referencialmente a la esfera de la
producción, dedicando un énfasis mayor al universo del intercambio y sobre todo, al
proceso de apropiación y consumo del excedente agrícola, ya sea, el producido en las
haciendas o aquél cosechado en los “sitios” o pequeñas propiedades. Es decir, nos
centraremos en el análisis de la base material, sobre la que efectivamente se apoyó la
filosofía del progreso y el desarrollo urbano, hasta fines de los años 40 del siglo pasado.
Inicialmente analizaremos el comercio urbano, la banca y otras actividades afines, para
luego en el siguiente capítulo, abordar el comercio de la chicha. Las fuentes empleadas
son esencialmente patentes municipales y licitaciones de impuestos por el Tesoro
Departamental.
La cultura del suelo se hace según los procedimientos primitivos del coloniaje,
sin instrumentos de labranza adecuados... todo está confiado a la tosca y
rutinaria acción de1 colono, del indio que trabaja por obligación, sin el
estímulo del salario libre (...) La indolencia del propietario deja hacer a1
colono, sin molestarse en introducir nuevos procedimientos que mejoren el
cultivo (...) La esperanza de transformación y progreso que se alimenta desde
1880 aproximadamente está puesta en el día que desciende a nuestras vegas y
fértiles llanuras la locomotora (Porvenir de Cochabamba, El Heraldo nº 3165,
19/02/ 1900).
La burguesía comercial acudió con sus intereses de clase, a resolver esta delicada
situación. Desde su punto de vista, el libre cambio en sí, no resultaba perjudicial. Lo
restrictivo para la economía era el enclaustramiento geográfico de la región, por tanto el
objetivo de “caminos”, que proclamara el comerciante Jerman Von Holten en 1889, era
una palabra de orden válida, ahora simplemente reemplazada por: “ferrocarril para
Cochabamba”, mágicas palabras que encendían la imaginación de las capas medias y
exaltaban la pasión de los notables de toda laya.
Inicialmente, resultará interesante observar lo que revelan las patentes municipales con
respecto al comercio importador y el comercio minorista desde la última década del
siglo XIX, hasta el arribo del ferrocarril, en que efectuaremos un primer corte en el
análisis. Sin embargo, es necesario advertir que los datos estudiados, contienen
deficiencias propias de las limitaciones de la época, sobre todo en lo que hace a los
diversos criterios de clasificación de las actividades registradas en dichas patentes. Con
estas precauciones, observemos el Cuadro No. 80.
28
CUADRO Nº 80: Ciudad de Cochabamba: Comercio mayorista y minorista
(1896 – 1917)
Años Comerciantes Comerciantes Comerciantes Empresas de
importadores importadores minoristas de servicios Totales
Mayoristas minoristas diverso tipo (2)
(1)
1896 15 48 159 16 238
1898 15 52 167 19 253
1901 26 43 190 23 282
1905 24 41 143 19 227
1907 23 31 165 21 240
1908 27 29 212 22 290
1917 16 49 313 21 399
(1) Incluye: boticas y droguerías, buhonerías, mercerías, estudios fotográficos librerías y
ferreterías, venta de productos de Santa Cruz y Beni, venta de madera, pastelerías, pulperías,
heladerías, tiendas y perchas de géneros por menor, comerciantes compradores en plaza, tiendas de
vino, joyerías, relojerías, peluquerías, venta de coca.
(2) Incluye: hotelería y afines, empresas de transporte y comunicaciones, constructoras
Fuente: Patentes municipales de los años indicados.
El comercio en general, y sobre todo el importador, no sólo se veía limitado por los
costos del transporte, que operaba sobre caminos empinados y tortuosos, sino también
por cargas fiscales bajo la forma de derechos aduaneros, impuestos sobre ventas,
patentes municipales, etc. Hacia 1910 y años posteriores, la penuria económica regional
que no había sido superada, tiende a agudizarse y comienza a escasear el circulante: “El
Comercio importador, es impactado por 1a crisis”, anota un editorial de E1 Ferrocarril,
el mismo que relataba un cuadro sombrío a este respecto:
La paralización de las ventas es completa, los almacenes repletos de
mercadería no se abren (…) informes que hemos tomado, nos hacen conocer
que todos los comerciantes, han suspendido sus pedidos a las fábricas, que los
ya efectuados antes y próximos a ser despachados, se han retirado por orden
cablegráfica (...) los comerciantes de menor cuantía –buhoneros y chifleros-,
piden ampliación de plazo y algunos ofrecen devolver las mercaderías que no
pueden realizarse (El Ferrocarril nº 1035, 26/07/1913).
Hacia fines de 1913, otro editorial que se planteaba el análisis de las causas de esta
situación, sostenía: “La crisis comercial tiene múltiples causas: la suspensión de
operaciones bancarias, el alza de los impuestos aduaneros y la baja en el tipo de
cambio internacional; la situación se exterioriza no sólo en La falta de ventas, sino en
la suspensión de importaciones” A lo anterior, el cronista añadía, que la ausencia de
lluvias perjudicaría la producción de cereales y contribuiría al alza de los artículos de
primera necesidad. La conclusión era severa: “La crisis se generaliza, es económica y
ello será funesto para las finanzas de la Nación sino se ingresa a un sistema de
economías, supresión de servicios fastuosos, rebaja de sueldos y cancelación de obras
que no tienen rentas” (El Ferrocarril nº 1156, 30/12/1913)266.
266
Se anotaban como causas de la crisis: “los despilfarros del poder administrativo, el abuso del crédito
bancario para acometer obras improductivas y remunerar servicios con largueza (...) gastos todos
efectuados sin tomar en cuenta la baja de los productos que se exportan para responder al consumo
nacional (...) depresión en el valor comercial de los principales productos destinados a cubrir los
créditos extranjeros: el estaño, de 232 libras esterlinas la tonelada, baja a 187; el caucho de I2 chelines
la libra pasa a 3,5” (El Ferrocarril nº 1019, 08/07/1913) . En enero de 1910, de acuerdo a la prensa de la
época, la carestía de productos de primera necesidad se tornó intolerable, se agudizó la ocultación, se
evidenció que será un año agrícola malo, se acapararon los productos y el hambre y la desesperanza
amenazaron a los hogares humildes. Cundió la alarma y se produjeron amotinamientos que provocaron
“el asalto al mercado de tubérculos y a algunas casas comerciales” (El Ferrocarril nº 18, 13/0l/1910).
29
La situación descrita se prolongó a lo largo de toda la década de 1910 a 1920. El
encarecimiento de los productos agrícolas fue una constante que ocupó la atención de la
prensa de esta época: El Ferrocarril en 1915 sentenciaba: “Los artículos más
indispensables han duplicado de precios, siguiendo las fluctuaciones de los años
agrícolas, de modo que en fuerza de estricta lógica, es indiscutible el alza”. (nº 1435,
09/01/1915). Un otro editorial sin ambages, añadía: “El comercio que internamente ha
arrancado pingues utilidades a1 pueblo de la noche a la mañana, se ha visto
amenazado de las mayores estrecheces por falta de ventas y por el alza inmoderada de
los artículos de primera necesidad, y habría seguido explotando las emergencias de la
situación, de no haberse interpuesto las medidas restrictivas al agio” (El Ferrocarril nº
1451, 25/01/1915).
Otro rasgo de este comercio urbano que merece ser destacado, es el relativo a la
presencia dominante de ciudadanos extranjeros en las empresas comerciales más
importantes, tal como se aprecia en el Cuadro 81:
Una primera conclusión a que nos conduce el cuadro anterior, es que desde el siglo
pasado, el comercio importador mayorista más estrechamente vinculado con la banca y
el comercio extra-regional e internacional, y cuyo mercado se dirige a atender los
requerimientos de los grandes latifundistas, la jerarquía superior de la administración
pública y lo más selecto de la sociedad cochabambina, que vive pendiente de las
novedades parisinas y europeas en general; está en manos de comerciantes extranjeros,
sobre todo de origen alemán y judío.
Si admitimos que el monto de la patente municipal, guarda relación con el volumen del
capital mercantil y monetario que registra cada empresa, siendo este el concepto que
define su categorización, podemos anotar lo siguiente (Cuadro 82):
Estas tendencias ponen de manifiesto, aunque con rasgos, mas bien emergentes, la
existencia de un núcleo de comerciantes, que trataba de ser dominante al interior del
comercio importador minorista, por concentrar una mayor fracción del capital comercial
de este sector. Aquí, es interesante anotar sin embargo, que son muy pocos los
comerciantes del sector importador minorista que luego pasan al sector importador
mayorista, por lo menos, no se registra este tipo de evolución en las patentes
municipales estudiadas. Es decir, que el origen del capital comercial que representan
estas empresas, a falta de información más precisa, se constituye en otro nivel de
hipótesis. Es decir, por ejemplo, que el comerciante extranjero, que de pronto aparece
en las patentes, como comerciante mayorista, sin ningún antecedente anterior,
probablemente fue un emigrante que trajo al país su capital o que lo adquirió en otros
rubros distintos al comercio, tal vez la minería. En el caso del empresario nacional, se
puede inferir una relación con el sistema hacendal y con el sector minero, incluso en
algunos casos, hijos de terratenientes dejan de ser agricultores y se transforman en
comerciantes.
270
Estos reclamos llegaban hasta a pedir, airadamente al municipio que “ponga fin” a este “comercio tan
excepcionalmente libre” y que “se prohíba 1a venta de mercaderías por las calles o a domicilio,
debiendo 1os que están en estas circunstancias, instalarse en tiendas, establecer sus puestos en el
mercado, tal como hacen nuestras chifleras” (El Heraldo número citado, 1918).
29
1918 un cronista de El Heraldo entre irónico y reflexivo sintetizaba con certeza esta
situación: “en general los cálculos al asomar la primera máquina son optimistas. Se
piensa que la llegada del primer tren produce la abundancia, y que todas las manos
con sólo abrirse, reciben pródigos beneficios. La gente se sumerge en esta bella
perspectiva, esperando el ensalmo que nunca llega”, en efecto, pasadas las efusiones y
disipados los entusiasmos pronto se comprobó este extremo, y se comenzaron a
escuchas voces que “llegan hasta a maldecir el momento en que se estableció la funesta
máquina” (nº 8150, 06/07/ 1918).
El mismo cronista con perspicacia añadía: “La vida se ha intensificado con la llegada
del ferrocarril. Han quedado rezagados una buena parte de los elementos que
conocimos en los primeros puestos de la sociedad, en cambio otros sectores, que
laboraban con mejor orientación, perdidos entre la multitud, han salido a la superficie
y han ganado los puestos de preferencia”. ¿Quienes son los nuevos protagonistas? El
mismo periodista nos proporciona una orientación: “Es indudable que en las plazas de
abasto hay mucha demanda y mucha escasez de los artículos de primera necesidad.
Todo el maíz y todo el trigo que sé han producido en los últimos años, han sido
exportados por los especuladores, sin que las autoridades dicten ninguna medida que
resguarde el consumo de la población”. Estas aseveraciones nos permiten inferir, que
muchos comerciantes se dedicaron a adquirir grandes volúmenes de cereales,
legumbres, huevos, harinas y otros, a pequeños productores para embarcarlos por
ferrocarril con rumbo a las minas y al altiplano, obteniendo con ello importantes
beneficios. Es probable que esta dinámica afectó a los hacendados, cuya producción
aisladamente no era equivalente a los volúmenes adquiridos por los citados
comerciantes, quienes pasaron a controlar los precios de los productos exportados en
desmedro este antiguo privilegio de la hacienda.
El propio local comercial aspiró a más. Paulatinamente fue mejorado, dio paso al gusto
decorativo que disimulará la impresión de viejo salón o antigua dependencia de uso
familiar “adaptada para tienda”. Incluso la tendencia se inclinó a valorar dicho local, no
sólo por su centralidad o “ubicación estratégica”, sino por su amplitud para dar curso a
nuevas exigencias funcionales: el viejo modelo de relación cliente-comerciante,
mediando un pesado mostrador y unos escasamente atractivos estantes, cuyo contenido
apenas se distinguía en la semipenumbra del ofrico local, es gradualmente sustituido por
el espacio de exposición, donde las mercancías reciben el mágico encanto de luces y
colores, y conducen al visitante hasta el espacio de recepción y ventas. Las primeras
casas comerciales que se guiaron por estas nuevas pautas, fueron las sucursales de las
grandes firmas paceñas y algunas firmas de importadores extranjeros y locales 272. Hacia
1920 aparecen las primeras grandes firmas comerciales, vinculadas a firmas
importadoras y exportadoras radicadas en La Paz y el exterior, y también a la banca
local y nacional, e incluso en algunos casos, a las grandes haciendas, tal como muestran
los siguientes cuadros:
271
El centro urbano en el siglo XIX y todavía a inicios del XX, era un centro heterogéneo que combinaba
las actividades comerciales con las residenciales, administrativas e incluso productivas. Lo único
destacable en este escenario era el espacio simbólico cívico-político de la Plaza 14 de Septiembre. Pero el
entorno inmediato, merced a sus elementos formales difícilmente podía ser calificado como “comercial” o
“administrativo” propiamente
272
“En el año 1909 la casa Anze Ortiz de La Paz resolvió establecer una sucursal en esa plaza y tuvo e1
acierto de mandar para fundarla al Sr. Juan Gallardo que fue uno de los primeros en imprimir nuevos
rumbos al comercio en tienda: pronto se abrió campo el Sr. Gallardo (...) En 1911, estableció la Casa
Juan Gallardo (...) al poco tiempo estaba descontento de lo pequeña que le parecí a su tienda y quiso
edificio propio. Obtuvo una casa de esplendida situación en el barrio más moderno de la ciudad y la
transformó en el local más elegante del comercio, sin reparar en gastos ni en dificultades; él deseaba
una tienda de lujo, en armonía a su clientela y la obtuvo. Quién visite 1a Casa Gallardo, se sorprenderá
del surtido y cantidad de mercaderías que se almacena Todos sus compartimientos están bien
distribuidos y ello favorece la comodidad de los compradores” (Revista Arte y Trabajo, número citado).
Este establecimiento estaba en la primera cuadra de la calle Comercio (hoy Nataniel Aguirre): En la
misma forma, se multiplicaron las casas sucursales de grandes firmas comerciales de La Paz e incluso
Santa Cruz.
29
CUADRO Nº 83: Ciudad de Cochabamba: Grandes casas comerciales vinculadas al
capital financiero y agropecuario en la década de 1920
274
A este respecto en una fecha temprana como 1922, un editorial de El Ferrocarril (nº 4222, 8/06)
afirmaba: “Con motivo de la ley de alcoholes, el gobierno ha traído encima de nosotros una grave
consecuencia: la muerte paulatina de nuestra industria agrícola que surgía con bastante expectativa. A
raíz de esta ley tenemos la paralización de las fábricas de alcohol nacional, las únicas que con su
consumo favorecían la industria agrícola del país”.
275
Es interesante no obstante poner en relieve, que en tanto la minería del estaño se encontraba en un
proceso de ascenso y expansión económica, la hacienda cochabambina, lejos de encontrar alternativas que
le permitieran un acceso más sólido a esta economía, se articulaba a actividades más secundarias y
limitadas al marco de un mercado interno restringido como es la de proveer materias rimas -grano de
maíz- a las destilerías de alcohol, en competencia con la caña cruceña y la melaza peruana, en un plano
que ponía la perspectiva del desarrollo regional en situación poco estable y más bien precaria.
29
CUADRO Nº 85: Ciudad de Cochabamba: Comercio mayorista y minorista
(1917 – 1928)
En 1926, la Junta Agrícola de Cochabamba, edita un folleto con el título: “La crisis del
maíz en Cochabamba", donde entre otras cosas, se anota que:
276
A este respecto, el citado año la prensa emitía comentarios como los siguientes: “Hace poco circuló la
noticia de grandes internaciones de cereales argentinos a Bolivia por la vía de Atocha, bastando ese
rumor para la baja de los productos, sobre todo el maíz que se cotiza a muy bajo precio con muy poca
demanda. Se trata pues de una nueva vía comercial perjudicial para Cochabamba puesto que viene a
disputarle el mercado del altiplano (…) La Argentina es una gran potencia económica que, ha
implantado la industria agrícola con maquinarias, abonos químicos y todos los recuraos de la ciencia y
el capital. Los agricultores de Cochabamba que todavía usan arado de palo y los métodos empíricos, no
pueden luchar contra semejante adversario (...) ¿cuál será la consecuencia?. El dinero que circula en
este Departamento irá a poder de los cultivadores de Tucumán y Salta, con gran perjuicio de nuestra
economía” (La agricultura de Cochabamba, El Comercio nº 415, 13/08/1926).
277
Un artículo de 1924 que reclama vehementemente por “imprecisiones, omisiones errores e injusticias
en la fijación de los montos de las patentes municipales”, asumía la defensa de grandes casas
importadoras, hecho que nos permite revelar algunos rasgos de la situación por la que atravesaba el
comercio; observemos algunos de los argumentos empleados: “La Negociación Mercantil Illimani, ha
sido clasificada entre los comerciantes importadores mayoristas, pero se trata de una casa cuyos
mayores negocios, los hace sobre artículos de abarrotes que dejan un margen de utilidad sumamente
estrecho, y en ocasiones pérdidas apreciables” (Esta casa era sucursal de una gran importadora paceña y
se dedicaba al rescate y exportación de productos agrícolas). “Fuera de esto, la plaza de Cochabamba
está deprimida por la crisis latente y los negocios no se hallan a la altura de imposiciones tan onerosas,
y sin embargo ahí se tiene a las casas Bickenbach, Yancovic Hermanos, Quidde y Cia, Gallardo, Bottiger
Trepp y Cia, Hinke y Cia., Boheme y Zeriacks, Herborn, Forcada, Rafael Urquidi y Cia., Findel y
Borgolte, y muchísimos otros que se hallan gravados con patentes inadecuadas, al momento, difíciles
para todos los negocios. La Casa Bickenbach y Cia., paga su patente comercial de Bs.1 000 elevada por
cierto, y por servir como agente del Banco Alemán, otra patente de Bs. 600 esto nos parece una
redundancia” (Revista Industria y Comercio nº 82, 27/07/1924). En 1925 se reclamaba por el Artículo 66
de 1a Ley de 15 de enero de 1925 que creaba impuestos “pro-centenario de la República” con los que
gravaba con el ½ % adicional en timbres, a las operaciones de préstamos bancarios por parte de
particulares, incluyendo los créditos en cuenta corriente, los descuentos y compromisos de venta. Se hacia
notar que “es un impuesto contrario a la marcha normal de los negocios” y que se debía tomar en cuenta
el estado de crisis en que se halla el país, lo que ha provocado un incremento en estas operaciones
bancarias de préstamo y descuento Solo así pueden mantenerse el comercio y las industrias, sin el auxilio
aunque restringido de los bancos, muchas firmas habrían tenido que ir a una segura a ruina. Luego
significativamente, se añadía: “calculamos que una casa mayorista en estos tiempos de achatamiento
general, vende alrededor de Bs. 5.000 al mes. De esta suma, un mínimo del 80% debe corresponder a las
ventas al crédito, comúnmente de letras y muy pocos pagarés a vencimiento fijó” (Revista Industria y
Comercio nº 102, 15/03/1925) La citada ley gravaba con el 1,5 por mil al valor catastral de los inmuebles
y con Bs. 2 por mes a los profesionales y clérigos en ejercicio Todavía en 1928 se insistía: “ Primero han
sido los malos años agrícolas, luego las nuevas gabelas creadas por el Estado, a esto se agrega el atraso
en el pago de sueldos a los funcionarios públicos. Todo este panorama desastroso en la economía de esta
región se hallaba y se halla todavía afectado por una absoluta falta de trabajo y la elevación de precios
en los artículos de primera necesidad”. (Revista Industria y Comercio nº 197, 24/03/1928).
30
La crisis de1 maíz ha afectado tan hondamente la economía del Departamento,
que podría decirse sin pecar de exageración, que no tiene precedentes.
Suspendidas las transacciones de cereales o limitadas al consumo alimenticio,
con una fuerte disminución todavía a causa de la pobreza de la gente del pueblo
en la ciudad y de1 indio en los campos; el comercio que depende de1
movimiento agrícola paralizado en sus operaciones, afecta a honrados
comerciantes que jamás habían dado nota de incumplimiento en sus
obligaciones y que han quedado forzados a causa de esta situación a pedir
plazos o protestar sus compromisos (...) Los bancos hipotecarios demuestran
con sus balances que existen dividendos atrasados e impagos por más de
un millón de bolivianos y se ven en una situación muy delicada, no pueden
prestar más ayuda como lo desearían (...) La usura ha tendido sus garras
(publicado en el Republicano nº 2974, 30/10/1926).
Es evidente que en este contexto, el comercio importador, mal podía expandirse, y que
su permanencia numérica invariable da cuenta, de que si bien algunas pocas casas
importadoras mayoristas cierran, otras nuevas igualmente escasas, las reemplazan. El
comercio de importación en menor escala es más vulnerable y queda más afectado por
la depresión y contracción del mercado. Evidentemente, las fluctuaciones en el volumen
de ventas en términos recesivos, afecta mucho más a este comercio y al comercio
minorista en general278.
278
“Si se observa la vida del comercio, se verá que las ventas han disminuido en una proporción de un
70% sobre la existencia, hoy se vende en la proporción del 20%, con una diferencia del 50%. Estos datos
no son exagerados ni mucho menos. Hace una semana que el que escribe este artículo, visitó varias
casas de comercio con este resultado: En la primera casa con una existencia de medio millón de
bolivianos y quizá más, situada a una cuadra de la plaza principal, a las 4 de la tarde, no tenía más de
15 Bs. por la venta de ese día. En la segunda casa, ubicada en un lugar igualmente céntrico con
existencia aproximada de 100.000 Bs., las ventas del día de nuestra visita ascendían a las 5 de la tarde a
32 Bs. En la tercera casa, con una existencia calculada en 80.000 Bs. en mercaderías nobles, a las 4 de
la tarde del día a que se refiere nuestra investigación, no tenía vendido más de 20 Bs. En las casas
mayoristas los resultados son igualmente desastrosos, en una de ellas, hemos visto que el año 1920, tenía
un promedio mensual de 150.000 Bs., hoy esa misma casa, no alcanza a vender 70.000 Bs. mensuales,
con existencias quizá superiores a la de aquel año” (La situación económica de Cochabamba, Revista
Industria y Comercio nº 197, 24/03, 1928). Un editorialista en 1927, era todavía más explícito: “La
influencia depresiva de la crisis en las actividades comerciales ha sido notable, especialmente porque ha
repercutido en la disminución de las ventas, circunstancia que también ha determinado la cesantía de
numerosos empleados y los consiguientes trastornos de una situación anormal. La extensión de los
negocios está reducida en forma notoria, siendo de escasa importancia las transacciones diarias. No
podía ocurrir tampoco de otra manera, una vez que la relación entre el mayor movimiento comercial y el
más alto precio de nuestros productos agrícolas es constante. Una simple observación haría notar que
los años en que los cereales tenían abundante salida y se cotizaban a buen precio, el comercio estaba
más desahogado y había mucho mayor movimientos que hoy” (El Republicano nº 3219, 11/08/1927.
30
tejidos de algodón (así el tocuyo que pagaba un arancel de 0.35 Bs. el kilo, debía pagar
ahora 1.35 Bs., de donde el costo de la pieza pasaba de 14 Bs. a 22.31 Bs.). (El
Republicano nº 3262, 23/09/1927).
Sin dejar de tomar en cuenta las limitaciones de las fuentes utilizadas, podemos
comprobar que son las pulperías las más sensibles a estas variaciones bruscas de
expansión o reducción.
279
Este tipo de establecimientos comerciales, si bien trabajan con artículos de importación, los adquirían
de 1as grandes casas importadoras locales o de casas importadoras de La Paz, es decir, que en general no
realizaba importaciones directas.
30
Sin embargo antes de intentar una explicación a este comportamiento, resulta necesario
perfeccionar el concepto que sobre este tipo de negocio se pueda tener, específicamente
en el caso que nos ocupa. Es decir, ¿qué tipo de negocios eran las pulperías? Las
patentes municipales sugieren que en general, se trataba de negocios que representan
niveles de inversión y capital reducido, y que incluso, dadas las fluctuaciones que
evidencian los registros de tales patentes, eran establecimientos poco estables y
cambiantes en el sentido de que, según las circunstancias podían incorporar o no la
venta de licores y chicha, o incluso desaparecer, o tal vez evadir el padrón municipal.
Sin embargo, veamos lo que al respecto anotaba Luis Romero Amézaga (Ver Anaya,
1965: 92):
La definición anterior, nos permite comprender mejor esta situación, y sugiere una
posible interpretación: la crisis del maíz y el alcohol en la década de 1920, no sólo se
expresa en la caída de los precios del cereal que afecta a los hacendados y a los grandes
comerciantes, sino que repercute sobre el conjunto de la formación social regional. En
el caso de los sectores populares, es evidente que el costo de vida en constante
incremento, y la escasez de fuentes de empleo, golpean fuertemente su precaria
economía281. Esta situación en el orden urbano, tiene un doble efecto social: por una
parte, los sectores asalariados irrumpen en la escena política con voz propia,
organizando la Federación Obrera de Cochabamba, en abril de 1922 282. En diciembre de
dicho año, la F.O.C. logra la elección de un representante suyo al Concejo Municipal 283.
280
Estas eran las denominadas “tiendas redondas”, es decir habitaciones pequeñas con frente a la calle,
las más de las veces, sin servicios higiénicos ni derecho a ellos, donde además del negocio, era lugar de
residencia del tendero o artesano.
281
A este respecto, una convocatoria para la organización de los gremios de trabajadores afirmaba: “Hoy
las empresas ferrocarrileras han subido sus tarifas de carga y pasajes en proporción increíble, los
dueños de casa cobran alquileres desmesurados por viviendas malsanas e incómodas, los precios de los
artículos de primera necesidad están a la altura de las nubes, los impuestos, patentes y multas y todas las
satánicas invenciones de los politicastros están en proporción de los desfalcos ... mientras los salarlos
siempre ridículos mezquinos e invariables, no hacen ni remota aproximación a lo que cuesta la vida en
este siglo de calamidades” (El Ferrocarril nº 4167, 1º/04/1922).
282
A partir de 1918, se organizan en la ciudad, la Federación Ferroviaria del FF.CC. Antofagasta-Bolivia,
la Federación Ferroviaria de la Compañía de de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba, la Federación de
Zapateros, la Federación de Sastres, la Federación de Carpinteros, la Federación de Hoteleros y gremios
afines, la Federación de Chóferes, la Federación de Peluqueros, el Instituto Superior de Artesanos, la
Unión Gráfica, la Liga Antialcohólica y otras, con cuyo concurso se funda la Federación Obrera de
Cochabamba, cuyos miembros pasan a ser conocidos con la denominación de “federados”.
283
En diciembre de 1922, y pese a las irregularidades y agresiones que la oposición sufre por parte del
Partido Republicano [oficialista), es nombrado como Concejal, el Dr. Juan José Quezada en
representación de la F.O.C.
30
Es decir, que desde l920, se produce un ascenso del movimiento popular no registrado
con anterioridad. Sin embargo en forma paralela, amplios sectores de pequeños
artesanos, pequeños comerciantes, modestos oficinistas, etc., ante la gravedad de la
crisis, se ven obligados a “diversificar” su actividad económica, produciéndose en
consecuencia una primera expansión del sector terciario, bajo la forma de las
denominadas “pulperías”, que presumiblemente son muchísimo más numerosas que las
que registran las patentes municipales analizadas 284, y también, bajo la forma de
“comercio ambulante”, al parecer protagonizado inicialmente por inmigrantes árabes, y
que tampoco aparece en los registros oficiales285
Hacia 1930, en medio del la debacle económica que sufre la economía capitalista, la
crisis regional se extiende al conjunto del país, afectando a la minería y a la industria.
Retornan grandes contingentes de emigrantes de las salitreras de Chile y de las minas de
estaño, agravando la situación descrita. Aparece con mayor fuerza un nuevo fenómeno:
la desocupación, que si encontró inicialmente la alternativa de la expansión del pequeño
comercio, luego se hace presente en proporciones que obligan a la creación de un
Comité de Ayuda a los Desocupados, bajo la presidencia del Prefecto del Departamento,
Luciano Galindo, con cuya iniciativa se realiza un censo de desocupados en la ciudad,
que arroja la cifra de 1.200, de los que 729 corresponden a repatriados de las empresas
salitreras chilenas y 471 a ex-mineros que han sido despedidos de los yacimientos
mineros de Oruro y Potosí. Se trata de “relocalizar” a estos trabajadores en la ejecución
de obras públicas y auxiliarlos organizando una “olla de los pobres”, para atender a los
familiares de los mismos, convocándose al Comité de Obras Públicas y a la Cámara de
Comercio para realizar esfuerzos tendientes a proporcionar trabajo a este contingente.
(El Nuevo Heraldo, 28/ 12/ 1930).
Esta situación se prolonga en los años 1931 y 1932, e inclusive si cabe, alcanzando
contornos más dramáticos que la prensa de la época recoge con franco realismo:
En Cochabamba hay hambre y esto parece una paradoja ¿es posible creer que
en la ciudad, llamada antaño ‘el granero de Bolivia’, existan esas escenas
macabras, en e1 que el padre sale a la calle llevándose toda la angustia del
dolor moral y material que hay en su hogar? ¿Podemos acaso imaginarnos que
en los conventillos de la ciudad, en tos tambos de arrabales, una madre casi
exánime, desmirriada soporta el hambre que la tortura durante días
interminables, porque el mendrugo de pan que ha conseguido, debe dárselo a
sus hijos? (El Imparcial nº 321, 05/03/ 1932)286
284
De acuerdo al censo de 1950, existían 10.932 comerciantes en la ciudad, estimándose en 8.500 los
negocios de diverso tipo, de los que 2 087 están registrados en los padrones municipales y 6.413
aproximadamente no están legalizados. “Esta anomalía se explica porque la mayoría de las mujeres del
pueblo, realizan un comercio al detalle prácticamente en cada casa de la ciudad, para la venta de
contados artículos de uso diario” (Luís Romero Amézaga, en Anaya, 1965:93).
285
) En 1922, un Decreto Prefectural dispone, ante “la proliferación del comercio ilícito clandestino a
domicilio y en la calle”: Art. 1º Se prohíbe el comercio ambulante en las calles y domicilios particulares”
(El Ferrocarril nº 4378, 29/12/1922). En 1926 la Cámara de Comercio señalaba: “La mayor parte de
comerciantes al por menor de origen sirio, venden en competencia con los mayoristas, en condiciones
tales que no es fácil dar una solución. Día a día se abren nuevas tiendas y el público llena sus despachos
en razón de la diferencia colosal de precios” (El Heraldo nº 9859, 3/03/1926).
286
En 1932, nuevamente se organiza la “olla de los desocupados” para alimentar unas 600 personas
desamparadas con el concurso activo de las instituciones de beneficencia y la colectas que se realizan en
las casas bancarias y del comercio.
30
El telón de fondo de esta crisis, constituyen los levantamientos indígenas en diferente
puntos de la República, sobre todo, en el Norte potosino y las tierras altas del
Departamento de Cochabamba. Simultáneamente en la ciudad capital, el cuadro de
desocupación y el creciente malestar social se acentúa, merced a la especulación en los
artículos de primera necesidad. En 1932, iniciadas las hostilidades en el Chaco, se
organiza la Junta Departamental de Giros, que intenta infructuosamente un control sobre
los precios de los artículos de primera necesidad y ejercer un control estatal sobre el
consumo de divisas, surgiendo el sistema de asignaciones o “cupos” para importar
mercaderías de uso diario, quedando restringidas las importaciones de artículos de lujo.
En este contexto aparece también la denominada “bolsa negra” o “mercado negro”, que
es origen de no pocas fortunas: “Los comerciantes de mercaderías ultramarinas,
realmente no tienen consideración con el pueblo e imponen precios caprichosos que el
público se ve obligado a pagar" (El Imparcial nº 1012, 19/07/ 1934).
287
Este censo incluyendo la ciudad y el Cercado, con los cantones de Cala Cala e Itocta, arrojaba un total
de 52.325 habitantes. [El Imparcial nº 1628, 27/06/1935).
30
nos proporciona una idea de la expansión del comercio legalmente establecido a partir
de 1938 (Ver Cuadro No. 87).
El cuadro anterior nos proporciona una idea de la expansión del comercio y el capital
comercial a partir de la posguerra del Chaco, y sobre todo, en la década de 1940.
Inicialmente se puede establecer, que hacia fines de la década de años 30, el comercio
sufrió una contracción con relación a la expansión de los años 20 (Ver Cuadro No. 85).
La Cámara de comercio inicialmente apenas aglutinó a 326 asociados, pese a que la
afiliación a esta institución era obligatoria por Ley. Sin embargo a partir de los años 40,
la expansión fue rápida, cuadruplicando el número de miembros hasta 1948. Otro tanto
ocurrió con el capital declarado, que pese a la situación económica inestable que se
arrastraba desde la guerra del Chaco, no cesó de incrementarse, tanto en términos
globales como en promedio, dando lugar sin duda, a una fuerte concentración de este
capital en el sector importador, aunque sobre este último aspecto no existe un registro
específico.
La propia Cámara de comercio explicaba la expansión del sector, como fruto del
desarrollo del transporte y las comunicaciones. A1 respecto se afirmaba:
Contamos con ferrocarriles que nos traen mercaderías del exterior y otros
centros del país; 1os servicios aéreos internacionales permiten la recepción de
mercaderías nobles y correspondencia en tres días de 1os EE.UU. y cuando
más, cinco días de cualquier punto de Europa. Las líneas aéreas nacionales han
adquirido un notable y franco incremento, que permite el transporte humano y
de carga comercial, prácticamente a todos los confines del territorio nacional,
las comunicaciones telefónicas y radiotelefónicas, facilitan también, en mucho a
288
El primitivo Círculo Comercial que tuvo actuación descollante en las luchas regionales por el
ferrocarril, fue apuntalado y económicamente sostenido por las grandes empresas comerciales de
importación como las firmas Germán Fricke, Otto Schmitd, Rafael Urquidi, Alfredo Barber Bickembach
y Cia., J.C. Torrez e hijos, Colmann-Boheme, Guzmán Achá, Morales y Bertran, Antonio Moreno, E y W
Hardt, Simón López y otros, además los bancos de la Nación Boliviana, Industrial, Francisco Argandoña,
Hipotecario y Mercantil. Sus directivos en los años 1910 y 1920 fueron Rodolfo Kruger y Ramón Rivero.
30
esta actividad, haciendo posibles las comunicaciones instantáneas, en casos de
urgencia, con cualquier punto del país y el exterior de La. República. (Los
Tiempos No. 2279 de 14/09/ 1951).
El desarrollo de las comunicaciones, fue sin duda un factor poderoso para la formación
de un sector comercial moderno e integrado al comercio internacional. Pero otros
factores, como la vinculación de este comercio, a la minería y a la economía hacendal,
que en buena proporción proveyeron los capitales y los incrementaron, no dejó de ser
igualmente determinante.
De todas formas, precisamente en los años que corresponden a las décadas de 1930 y
1940, se produjo la transición de la clásica figura del comerciante valluno, permanente
agente viajero y buscador infatigable de nuevos horizontes y mercados, que combinaba
el negocio con la aventura, basando todos sus cálculos e ilusiones, en la capacidad de
sus arrias, para vencer las estribaciones andinas o los grandes ríos de los llanos
orientales; a la muy respetable figura del empresario comercial, cuya dinámica ya no
tenía límites ni fronteras. Si observamos la expansión del capital comercial e industrial
hasta 1951, podemos comprobar lo siguiente:
Promedio del
Nº de capital por
Rubros empresas Capital (en Bs.) unidad
económica
Comercio * 1.463 465.734..535,45 318.342
Industria** 243 330.706.721,05 1.360.933
Fuente: (*) Cuadro nº 87 – (**) Boletín Cámara de Industria, 1951
Recordando el contenido del Cuadro No.55 (cf. supra Capítulo 11), podemos establecer
que el sector industrial pese a presentar un capital promedio superior en más de 4 veces
al promedio del capital comercial, mostraba una proporción significativa de unidades
manufactureras (47% del total) con niveles de capital fijo por debajo del promedio del
capital comercial (318.342 Bs.). Las unidades industriales que superaban el horizonte
del millón de bolivianos como capital fijo, apenas alcanzaban al 24%, en tanto 7
establecimientos industriales (el 2.88%) concentraban el 44% del total del capital
industrial en 1950-51, lo que sugiere una tasa elevada de concentración del capital del
sector en una pequeña fracción que correspondía, a lo que se podrían considerar,
grandes establecimientos industriales. Es posible que estos rasgos se reprodujeran en la
composición del capital comercial, sobre todo en relación al comercio importador, con
el cual la industria local debía disputar en términos muy desventajosos, un mercado de
consumo bienes manufacturados todavía muy incipiente.
Montos de
Años divisas asignadas
1945 726.000
1946 3.753.000
1947 2.750.000
1948 2.760.000
1949 1.637.000
1950 860.000
1951 688.000
Fuente: "Cámara Departamental de Comercio",
Los Tiempos nº 2.279, 14/09/1951.
289
Desde la posguerra del Chaco, Bolivia vivía un proceso inflacionario que dio lugar a una pluralidad
de cambios para la divisa norteamericana. Concretamente, existían hasta cuatro tipos de cambio: el de Bs.
42 para importar alimentos y artículos de primera necesidad, el de Bs. 56 para importaciones mineras y de
la industria, el de Bs. 115 para importaciones suntuarias y el cambio de bolsa negra. En 1947 el primer
tipo de cambio fue elevado a Bs.60, aunque el dólar, en el mercado paralelo llegaba a 200 Bs. (Los
Tiempos nºs 2216 y 2223, junio y agosto 1951)
30
CUADRO Nº 90: Bolivia: Asignación de divisas por departamento en 1950
Al margen de otras implicaciones que podrían extraerse del cuadro anterior, nos
referiremos a cuestiones que consideramos importantes para enriquecer el análisis hasta
aquí realizado. En primer lugar, llama la atención, la enorme desproporción entre el
volumen de capitales comerciales y la asignación de divisas concentrados en La Paz, en
relación con el resto del país. De lo anterior se deduce, no sólo el carácter de primer
centro comercial que detentaba dicha ciudad, sino su rol como distribuidor e
intermediario monopólico del comercio exterior que intentaban desarrollar otras
regiones. En este sentido, la concentración en la urbe paceña, de casi el 80% de las
divisas disponibles para el comercio importador en 1950, obviamente no respondía tan
sólo a sus necesidades internas, sino se destinaba a atender indirectamente a los
requerimientos del comercio cochabambino y de otras capitales que no obtenían las
suficientes divisas para cubrir sus requerimientos, es decir, que una parte de estas
divisas se desviaba al floreciente mercado negro, donde dichos dólares eran adquiridos
por los necesitados comerciantes de otros departamentos.
En segundo lugar, en La Paz se centralizaba más del 50% del comercio nacional, en
tanto el resto de los centros urbanos guardaban una relación extremadamente
desproporcionada con dicha centralización. En estos términos, el comercio de Oruro y
Cochabamba que eran muy parejos y ocupaban un segundo rango, era cuatro veces más
pequeño con respecto al de la sede de gobierno, expresándose aquí un rasgo, entre otros
muchos, del modelo de centralidad del aparato comercial, industrial y estatal que
caracterizaba el sistema urbano nacional, constituido por una ciudad dominante y
hegemónica a nivel del conjunto del país (La Paz) y ciudades menores, apenas
dominantes en sus respectivos ámbitos regionales y departamentales.
La situación del comercio, pese a mostrar una marcada tendencia expansiva, a desmedro
de las dificultades y restricciones anotadas, no experimentó mejoría en los años
posteriores. Los años de la década de 1950, por el contrario lo someterán a duras
pruebas. La cuestión de las divisas, mucho más escasas todavía, en el primer quinquenio
de la Revolución Nacional, arrojará como resultado no sólo la temprana quiebra del
modesto desarrollo industrial de fines de los años 40, sino incluso la contracción de la
actividad comercial. El Cuadro nº 91, muestra la composición del comercio urbano
registrado en la Cámara de Comercio en 1956:
291
De la aplicación de la política nacional de asignación de divisas al comercio importador, se puede
inferir que la misma, fue un instrumento eficaz para incrementar la centralización de la actividad
comercial en La Paz. Esta situación llegó al extremo, de que gran parte del comercio importador de otras
ciudades, tuvo que conectarse a casas comerciales paceñas y mantener representantes en dicha ciudad
para cumplir penosos trámites no siempre fructíferos y terminar siendo víctimas del apetito de los
mercaderes de dólares del mercado paralelo o adquiriendo las mercaderías requeridas con recargo, de los
grandes casas importadoras paceñas.
292
La Cámara Departamental de Comercio de Cochabamba exigía del Gobierno central, una asignación
anual de 6 millones de dólares. (El Imparcial nº 4957, 31/08/ 1948).
31
CUADRO Nº 91: Ciudad de Cochabamba: Casas comerciales registradas en la
Cámara de Comercio en 1956
Casas comerciales Número de
establecimientos
Firmas importadoras que abarcan varios ramos 97
Abarrotes y comestibles en general 201
Telas, confecciones y artículos para caballeros y damas 268
Pulperías 60
Ferreterías 35
Automotores, maquinarias, lubricantes y repuestos 23
Pastelerías 21
Librerías, papelerías y artículos de escritorio 18
Zapaterías 13
Bazares y artículos del país 26
Artículos eléctricos 9
Hoteles y alojamientos 15
Bares y pensiones 16
Otros en número menor: mueblerías, consignaciones, perfumerías,
vidrierías, artículos deportivos, sastrerías, joyerías, agencia de
aduanas, casas de cambio, corredores de inmuebles, bombonerías,
bicicletas, productos del país, radios y afines, turismo, cigarrerías,
representaciones, agencias de publicidad, cines, artículos dentales y
otros no clasificados. 114
Total 916
Este cuadro sintetiza con mayor nitidez, la evolución que experimentó el sector
comercial en la primera mitad del siglo XX, incluso abarcando los primeros seis años de
la década de 1950. Nuestro interés se dirige a constatar, una cierta coincidencia entre la
propia dinámica de cambio de la ciudad y la dinámica de este sector, en la medida que
la “modernidad” más allá de sus innovaciones técnicas y las mejoras que introdujo en
los servicios públicos y en los hábitos urbanos, definió una vocación y un rol para la
ciudad con respecto a su región, que entre 1900 y la guerra del Chaco giró en torno a
dos opciones: la primera, el desarrollo industrial basado en la recomposición y
modernización de la economía hacendal, como posibilidad cierta para reconquistar los
antiguos mercados perdidos con la Guerra del Pacífico. La segunda, la de encontrar su
especialidad, más como un centro de servicios y comercio importador que pasaría a
abastecer al conjunto regional y el Oriente Boliviano, pero al costo de, sacrificar su
desarrollo autónomo y acoplar su propia alternativa de crecimiento a la acción del
Estado, y su política centralizadora en torno al enclave minero y su principal centro
urbano en el Altiplano. La evolución del proceso comercial y el modesto desarrollo
industrial alcanzado en el periodo, demuestran que finalmente el camino elegido fue el
de la segunda opción.
Los diez años que median entre 1928 y 1938, afectan negativamente esta débil
expansión, al confluir en este periodo, tres tipos de factores depresivos para al conjunto
de la economía nacional. En primer lugar, la crisis general del sistema capitalista a fines
de los años 20 e inicios de los 30, que afectó a la minería por la fuerte baja en la
demanda de metales de uso industrial, el consiguiente cierre de muchas minas y el
éxodo de grandes contingentes de desocupados a Cochabamba y otras ciudades, así
como la consiguiente disminución de los flujos del comercio importador. Por otra parte,
la Guerra del Chaco, que si bien permitió una salida a la agricultura hacendal de
Cochabamba, restringió el comercio importador introduciendo por primera vez
mecanismos de control en el uso de la divisa norteamericana e inglesa. Finalmente, la
devaluación de la moneda a partir de mediados de la década de 1930, como
consecuencia del conflicto bélico y sus costos económicos, lo que trajo consigo una
mayor contracción en la disponibilidad de divisas y crecientes dificultades para el
mercado importador, en medio de una situación de extrema desconfianza en la
estabilidad de la moneda y de un excesivo afán de inversiones en bienes inmobiliarios.
En consecuencia, el comercio sufre un impacto negativo severo y experimenta una
contracción significativa en su composición numérica.
En el periodo 1938- 1951, actúan en forma coincidente factores externos e internos para
promover una expansión del sector comercial sin precedentes. Por una parte, el repunte
de la minería, sujeta a una fuerte demanda de la industria bélica norteamericana durante
los años la segunda Guerra Mundial, seguida de la expansión y predominio de la
influencia económica de los EE.UU. sobre América Latina, desplazando en definitiva
los restos del comercio inglés y europeo. Por otra parte, la definitiva ruptura del modelo
aldeano rebasado por el crecimiento demográfico y físico de la ciudad, proceso que se
hace viable, al ser sustentado por la expansión del mercado de la chicha y la economía
del maíz. De esta forma, el crecimiento del comercio se produce aún en medio de las
restricciones de divisas y la inestabilidad de la moneda.
Por último, el periodo 1951-1956, al que nos referiremos sólo muy puntualmente por
exceder los límites temporales que abarca este ensayo, se caracteriza por la incidencia
de factores igualmente internos y externos como ser: las grandes reformas estructurales
que provocan el derrumbe del sistema hacendal, eje de sustentación de la sociedad
oligárquica, y del Estado minero, con profundas repercusiones en la formación social
regional; el bloqueo económico a que es sometido el primer gobierno del MNR por los
EE.UU.; las consiguientes restricciones al comercio exterior y el redoblado control
sobre las divisas, así como la expansión del contrabando, como una alternativa que
perjudica aún más al comercio legal. Estos factores provocan una nueva contracción del
comercio, mucho más severa que la anterior, y que sólo será superada en el nuevo
periodo que se abre con la política de Estabilización Monetaria y la recomposición de
las relaciones entre EE.UU. y Bolivia.
31
De todo lo anterior se pueden extraer algunas conclusiones: la articulación hacienda-
comercio importador-mercado urbano, mantiene un equilibrio equivalente al lento ritmo
de la economía hacendal, que no pudo propiciar una expansión del mercado urbano en
base a un remozamiento de su capacidad productiva, y por tanto, tampoco pudo
auspiciar una mayor expansión del comercio y de la propia urbanización. Entre 1901 y
la posguerra del Chaco, en definitiva la dinámica de la “modernización” de la aldea
tradicional, se mueve y se consolida sobre el eje del comercio importador, y no bajo la
perspectiva del desarrollo industrial y la reestructuración del sistema hacendal. Por
tanto, si en todo el proceso anterior, el atraso urbano se equilibra con el atraso rural, a
partir de la década de 1920, el espacio urbano se “moderniza” y se transforma cada vez
más, en un oasis donde intentan materializarse los ideales de desarrollo de la sociedad
oligárquica, en tanto, el universo rural permanece en su ancestral atraso económico,
social, tecnológico y material, abriéndose así en esa época, y no con posterioridad a
1952, la primera brecha profunda entre campo y ciudad.
El comercio ferial fue, por tanto, el otro componente que explica la expansión urbana, al
completar la dimensión de un mercado urbano, en que se amalgaman los intereses de los
estratos de altos y bajos ingresos. De esta forma feria y centro comercial urbano se
complementan para expandir la ciudad y su población, pero combinando en forma
original, tanto económica como espacialmente, dos alternativas diferentes: la expansión
del capital comercial y financiero, por una parte, y por otra, la reproducción de la
economía mercantil y campesina. Este aspecto que se plasma, con características
293
La tasa de crecimiento anual de la población urbana de Cochabamba, entre 1900 y 1934 fue de 2,40.
Esta misma tasa entre 1935 y 1945 alcanzó a 3.66, para pasar a 3.85 entre 1945 y 1951.
31
singulares en la posguerra del Chaco, se constituye en el rasgo fundamental, que explica
la evolución urbana de la ciudad en las décadas posteriores.
Para completar esta imagen, entonces nos referiremos brevemente a la situación del
comercio ferial a fines de los años 50 del siglo pasado, cuando el contenido y la opción
que asume el desarrollo urbano ya están definidos: Una descripción de esa época,
anterior a los decretos de estabilización monetaria, señalaba que a Caracota acudía un
término medio de 15.000 personas en día de feria. “o sea, un 15% aproximadamente de
los pobladores de la ciudad”294.
Asimismo se calculaban en unos 2.000, los comerciantes que participaban de esta
actividad, de los cuales, por lo menos unos 400 a 500 eran de de origen quechua,
provenientes de las comarcas vecinas. Todo este conglomerado de comerciantes:
A partir de 1956, la escena ferial así descrita, y que era una prolongación de aquella que
en el siglo XIX se realizaba en la Plaza de San Sebastián, se transforma en feria
comercial que combina productos agropecuarios, artesanales y manufacturas diversas,
merced a la política liberal que introducen las medidas de estabilización monetaria,
estableciendo el libre comercio, en contraposición al férreo control de divisas y cupos,
que se remontaba a la época de la guerra del Chaco. Participa de esta variopinta
actividad, un nuevo personaje: el contrabandista de manufacturas extranjeras, que
inunda la feria con centenares de pequeños puestos y otros centenares de comerciantes
ambulantes, que expenden productos de industria peruana, argentina, brasileña, chilena,
etc, internados ilegalmente al país. La feria cambia su tono campesino y artesanal y se
transforma en una suerte supermercado o bazar criollo de manufacturas industriales, que
se integran y acomodan al estilo tradicional de mercadeo de la economía familiar
campesina, con la participación de la moderna empresa capitalista, que desde más allá
de las fronteras nacionales, provee manufacturas que se transforman en artículos de
consumo popular. Sin embargo los efectos de este fenómeno pertenecen a las décadas
posteriores a los años 50295.
294
Una irónica descripción de ese universo ferial que se concentraba en Caracota, nos muestra que casi
nada ha cambiado: “Caracota tiene pinta de un barrio oriental, sólo faltan los encantadores de
serpientes. Aquí hacen su ‘agosto’ los comerciantes los sábados y los miércoles desde los tiempos de
antaño. Tiene policromía de locotos verdes y rojos, de lechugas y zanahorias. Huele a chorizos paisanos
por sus cuatro costados Hay tómbola, agua de orejones, maní. Aquí se venden zapatos impares. Sin
embargo, es también la plaza del agio, de la compra-venta en gran escala, la plaza de las cotizaciones,
la plaza de los sombreros de chola y de la sombrilla decente. Es la plaza de la economía y de la riqueza”
(Álbum Veloz de Cochabamba, El País nº 860, 14/09/ 1939).
295
La creciente expansión ferial obligó al Municipio en la década de 1960 trasladar a la feria a su actual
ubicación en la Pampa y áreas adyacentes.
31
presencia en los registros oficiales. Y otro, de estilo campesino, dirigido al bajo pueblo,
a las capas medias de modestos empleados y artesanos, pero también a la familia rica
que aquí llena su canasta. Dos mundos que comparten la ciudad y la construyen. El
centro nodal para unos ciudadanos es la Plaza 14 de Septiembre, donde convergen vías
de comercio como las calles España, Sucre, Nataniel Aguirre (ex calle Comercio),
Bolívar, donde se asienta la banca y el comercio importador más prestigioso y
respetable, y donde es posible encontrar artículos más acordes con el último gusto
europeo o norteamericano. Para otros, el centro gravitatorio es Caracota, donde
converge la popular Av. Aroma, la San Martín Sur, las calles Brasil, López, Guatemala,
etc. Ambos centros parecen ignorarse, pero en realidad establecen un espacio de
transición, donde lo popular se combina con lo elegante. En cierta forma, los
comerciantes palestinos y judíos de la calle Esteban Arze (ex San Juan de Dios),
parecen jugar este rol: organizan sólidas firmas comerciales donde finas telas de
procedencia europea, comparten su sitio con modestos tocuyos y rasos, compartiendo
también el espacio de sus almacenes, elegantes clientes y modestos artesanos y aún
comerciantes de origen campesino. Esta suerte de "democracia" comercial, permite que
ambos mundos, convivan y compartan este escenario urbano. De esta forma no sólo la
citada calle, sino la 25 de Mayo, la Jordán (ex Argentina) y otras combinan lo señorial
con lo popular y preparan las condiciones para la fisonomía urbana actual. De esta
forma, no resulta contradictorio que una vía típica como la citada calle Esteban Arze, en
su extremo Sur, contenga el ámbito de la buena chicha y de la exaltación de la perenne
tradición popular; que en su sector medio, combine este sabor tradicional, con el gusto
occidental y que en su primera cuadra próxima a la Plaza, reciba a importantes casas
importadoras. De esta forma en la ciudad, la cultura valluna y la cultura europea no se
dan precisamente la mano, pero se toleran y materializan un espacio urbano lleno de
originalidad y creatividad, que el afán modernista posterior, lamentablemente destruirá.
Pasando al tratamiento del último aspecto de este capítulo diremos que, la actividad
bancaria en líneas generales, sigue las pautas del movimiento comercial descrito
anteriormente. Es decir que esencialmente funciona como un aparato financiero auxiliar
de la actividad hacendal y comercial, y sólo muy puntualmente como captador del
capital agrícola para transferirlo a inversiones de tipo industrial o agroindustrial 296. En
todo este periodo la banca no supera un horizonte limitado y conservador de manejarse
básicamente con el crédito restringido y poco flexible, dirigido esencialmente a
financiar las cosechas de maíz y trigo de las haciendas y a la importación de
mercaderías, en el caso del comercio, manifestando incluso por momentos, posturas
usureras, en vez de creatividad y agilidad para guiar y conducir a los capitalistas locales
hacia emprendimientos alternativamente superiores a la tradicional economía de
máximas rentas con pequeños riesgos, que en realidad se traducen en repetitivas
operaciones de renta inmobiliaria, economía hacendal de pequeños vuelos o
realizaciones comerciales rutinarias, ahogadas por su falta de originalidad y por sus
tendencias a las prácticas especulativas y al escaso movimiento de capitales.
Por ello mismo, este aparato bancario no experimenta grandes transformaciones con
relación al siglo XIX, ni orienta su actividad, salvo alguna excepción que veremos más
296
Grandes emprendimientos regionales como el riego agrícola en el Valle Central y el Valle Alto,
reciben escaso interés del sistema bancario, y menos aún, la apertura de caminos, la infraestructura
urbana, la electrificación etc. que esencialmente se apoyan en los empréstitos de capitales externos con el
aval estatal o del Tesoro Nacional, con cargo a amortizaciones provenientes de diversos impuestos
departamentales y locales Sin embargo es posible una articulación entre capital fundiario y minería,
aunque las fuentes que hemos analizado no nos proporcionan información adecuada al respecto.
31
adelante, a otro ámbito que el anteriormente señalado. En todos, o casi todos los casos,
el crédito es de tipo hipotecario, restando confiabilidad a la reproducción del capital
comprometido, esto es a la realización de las cosechas, a la expansión industrial, al
crecimiento de las importaciones y exportaciones, en suma al porvenir del desarrollo
regional. Por ello, no resulta casual que la idea de un banco agrícola, no fuera una
prioridad, e incluso, fuera una idea poco atractiva a lo largo de toda la primera mitad del
siglo XX, y que al hacerse realidad esta institución, la misma fuera resultado de una
iniciativa estatal y no expresión de la dinámica de los empresarios regionales y la banca
comercial.
1900 2 2 1 - - - -
1905 2 2 1 1 - - -
1909 4 1 4 2 - - -
1917 1 1 3 1 3 - -
1920 - 1 2 1 2 1 -
1924 - 1 2 1 2 1 -
1927 - 1 2 1 2 1 -
1956 - 1 1 - 4 1 2
(*) Se considera este año. para contrastar el sistema bancario del periodo estudiado, con las
variables que se introducen en la década de 1950.
Fuente: Patentes municipales de los años citados y Anaya, 1965: 107.
Hasta 1917 por lo menos, el sistema bancario estuvo dominado por el sector privado,
donde resaltan los bancos de emisión que como el caso del Banco Nacional de Bolivia y
el Banco Francisco Argandoña, con casas matrices en Sucre, emitían moneda de curso
legal, además de operar sobre el modesto mercado de capitales. Los bancos hipotecarlos
estaban constituidos por el Banco Hipotecario Nacional con sede en Cochabamba y el
Crédito Hipotecarlo de Bolivia con sede en La Paz. Por otra parte, en los primeros años
de la década de 1900, aparecen sucursales bancarias menores, como el Banco
Hipotecario Garantizador de Valores surgiendo posteriormente las agencias del Banco
Chile y Alemania y el Banco Alemán Trasatlántico, hacia 1906. Sumándose a los
bancos emisores, en el mismo año (1906) se hacen presentes, el Banco Industrial con
sede en La Paz, y el Banco Mercantil, este último de propiedad de Simón I. Patiño. El
Banco de la Nación Boliviana, fue creado en 1909 por el Gobierno Villazón y pasó a ser
el banco oficial emisor de moneda a partir de 1914, por disposición del gobierno del
Gral. Montes, en tanto los antiguos bancos emisores se convierten en bancos
comerciales.
Las frecuentes crisis que se hacen presentes en la escena regional someten a la actividad
comercial, como ya vimos, a procesos recesivos, agravados por el hecho que la banca
tiende a reaccionar compulsivamente en defensa de sus intereses particulares, cuando
los cuadros de insolvencia provocados por las contracciones de la economía, se hacen
patentes. A este respecto un editorial de El Ferrocarril anotaba:
31
Las memorias semestrales de 1os bancos revelan un estado poco más o menos
bonancible... Dadas las especiales condiciones en que entre nosotros juega e1
crédito, no es raro que hayan alcanzado ese éxito, que en primer lugar se debe
al saneamiento y al monto superior de 1as garantías con relación a las deudas y
después a la corrección y honradez, con que en su mayor parte procede 1a
clientela bancaria. Sin embargo esa clientela noble, no siempre recibe un trato
compensatorio cuando, por efecto de 1a contracción de1 mercado, la. caída del
precio de las cosechas y la disminución de 1as ventas, no logra que los
compromisos bancarios sean saldad, quedando expuestos a la liquidación de
sus fortunas (…) Los bancos acostumbran mostrarse férreamente irreductibles
si se trataba de prórrogas (…) 1os bancos al perseguir 1a cancelación de los
préstamos concedidos, no harán otra cosa que apresurar e! derrumbamiento
económico de un mundo de familias, sin conseguir acaso el reembolso de sus
capitales, al menos en su integridad, por la natural depreciación de los bienes
raíces por una parte, y por otra, a causa de la absoluta paralización de las
transacciones (El Ferrocarril nº 1472, 27/02/1915).
En 1918, se abría otro periodo crítico dentro de los moldes anteriormente esbozados, y
con el agravante de que, la llegada del ferrocarril no solo no trajo ninguna bonanza, sino
eliminó muchas ilusiones. Un análisis más sobrio, pero no por ello menos dramático que
los reclamos de 1915, evidenciaba que la agricultura cochabambina, esto es los grandes
latifundios, pasaban por una situación muy delicada y que para evitar su quiebra, era
necesario socorrerla con recursos que les aliviaran de los graves compromisos
contraídos. Al respecto se afirmaba: "Las facilidades que dieron tanto 1os bancos de
emisión, como los hipotecarios para abrir créditos, casi sin limitaciones a un interés
corriente de1 10 y 12 %, lanzó imprudentemente a 1os propietarios en !a vía de 1os
préstamos onerosos, sin fijarse ni en las consecuencias ni en e1 tanto o cuanto habría
de rendir la propiedad”. Admitiéndose a continuación que, una vez más, los montos
adeudados excedían la capacidad productiva de las haciendas y que existía una total
ignorancia en materia de estadísticas agrícolas, rendimiento de las haciendas y sobre
todo, en el conocimiento del comportamiento del mercado cerealero:
La, experiencia vino a demostrar que por regla general, la propiedad agrícola
no rinde más del 6% anual por término medio, cuota inferior en un 4 a1 6%, al
estipulado en 1os préstamos (…) Si a esto se agrega, el poco escrúpulo de los
prestamistas en sus gastos ordinarios y la falta de economía en los ingresos, se
verá cuán fácilmente se marchó hacia la insolvencia por e1 desnivel creciente
entre el compromiso de pago a plazos fijos y el de la deficiencia de recursos
para verificarlo (...) No satisfechas las cuotas en los términos estipulados,
sobrevinieron los intereses penales, agravando 1a situación de los deudores,
llegándose poco a poco a los extremos de 1a ejecución. Más o menos, esto es lo
que ocurre en innumerables casos particulares (El Heraldo nº 8092, 25/04/1918)
De ahí la suerte de callejón sin salida que caracterizan estas crisis de transacciones y
circulante:
Otro intérprete de la opinión ciudadana anotaba, dentro del mismo espíritu anterior que:
“Las crisis económicas se las conjura generalmente por estados medios: liberalidad
bancaria y trabajo para el pueblo”. [Revista Industria y Comercio nº 8, 07/09/1922). La
sugerencia se dirigía a una alternativa significativa: la realización de obras públicas que
proporcionaran trabajo a una creciente masa desocupada, dinamizando de esta forma la
circulación del escaso circulante, mejorando el poder adquisitivo de la población y por
tanto tonificando el movimiento comercial y bancario. Una vieja receta aplicada con
éxito en muchos países, pero que tampoco atraía a los banqueros, más preocupados en
ejecutar las carteras en mora298.
Banca, comercio, hacienda y crisis son cuatro términos que parecen estar continuamente
enlazados. Cochabamba además de granero en quiebra, era tierra dé deudores en apuros.
En 1926 por ejemplo, la Cámara de Comercio presentaba un proyecto de ley a la
Cámara de Diputados, para que se dictara una moratoria y por supuesto que, el
argumento no era otro que: “No puede ser más lamentable el estado actual de1
comercio (...) por tanto juzgamos que la ley de moratoria general por un año, sería
salvadora y tal vez 1a única, ya que se presenta un nuevo mal año agrícola y el
aumento en los impuestos ya tratados en 1as cámaras” (El Heraldo nº 9859,
3/03/1926)299.
que esto se pudo dar en algunos casos, sobre todo en el Cercado, donde el gremio de chicheras poseían
chacras y huertos.
298
En este orden de cosas imperante, no resulta exagerado que se emitiera esta dura sentencia: “ En
nuestra tierra para merecer confianza y obtener empréstitos bancarios, es necesario ser rico: tener casa,
haciendas y bonos con los que garantizar la deuda y en ocasiones, quien creyera, ni estos valores sirven.
¿qué diremos de los que sólo tienen trabajo, iniciativa, un capital módico?. Lo que ocurre es que jamás
realizan sus proyectos por falta de facilidades y porque no son acaudalados. Los banqueros facilitan
dinero a los ricos, aunque no sean comerciantes, ni industriales, y sólo sirvan esos dineros para retechar
una casa o decorarla, para comprar un coche u otra propiedad. No se tiene concepto del beneficio que
debe exigirse al capital, y los préstamos se los hace más, por un concepto de favor, que por un concepto
financiero”. (Revista Industria y Comercio, nº citado).
299
La cuestión de los impuestos, de continuó incrementados a partir de 1925, en medio de una severa
recesión económica regional, marcaba un otro rasgo del problema: el desinterés del Estado para respaldar
32
Esta apelación, cuyo llamado de alerta al sistema bancario de Cochabamba, no era otro
que el hacerles notar que, la ruina de la agricultura era su propia ruina, obtuvo algunos
resultados modestos en términos de flexibilizar la política crediticia, Al respecto, se
anotaba: “El curso de 1a crisis que reina en Cochabamba desde 1922, fue
violentamente impulsado por la restricción del crédito bancario y ningún distrito fue
tan afectado por aquella causa”, y se reconocía, que la riqueza agrícola cochabambina,
“se vincula estrechamente con los intereses comerciales y bancarios", y que el
comportamiento de la primera, es decir la economía cerealera, afectaba la balanza
comercial del Departamento. Un informe de E. O. Detlefsen, Superintendente de
Bancos, dirigido al Ministro de Hacienda, reconocía expresamente la inoperancia e
inconveniencia de la política crediticia del país, recomendando que si bien el marco
normativo, no admite una franca flexibilización, siempre es posible aplicar la alternativa
Esta Ley que restringía las operaciones bancarias y monopolizaba el control de divisas
en el Banco Central, no dejó de causar impacto en Cochabamba, ocasionando que
algunas agencias bancarias como el Banco Alemán Trasatlántico, que operaba en
estrecha vinculación con el comercio exportador, cerrara sus puertas. Al respecto se
señalaba:
Lo sucedido con el Banco Alemán, llegó a causar un estado de pánico, proliferaron los
retiros de depósitos y capitales, se clausuraron las cuentas corrientes. La banca se
defendió exigiendo a los deudores el pago inmediato de sus saldos, y amenazando con
ejecutar a todos los que no podían solventar sus compromisos, cerrándose el crédito y
dejando a muchos comerciantes en situación difícil. En medio de este contexto, se
produjo la quiebra de muchas casas comerciales. Incluso, no se escondía la delicada
situación en que se colocaba el Banco Hipotecarlo Nacional y el Banco Garantizador de
Valores. Finalmente se declaró el quebranto de la Caja de Ahorros de Cochabamba, que
“sufrió una corrida y que como consecuencia tuvo que cerrar sus puertas, que el
301
De acuerdo al Art. 136 (incisos 1 y 2) de 1a Ley General de Bancos de aquella época (1929), las
instituciones de crédito comercial, podían efectuar préstamos con o sin garantía “a plazos que no excedan
un año”, mientras según el Art. 53 de la Ley del Banco Central “el plazo máximo a que esta institución
puede concederlos está fijado en 90 días, salvo el caso de estar garantizados por productos agrícolas o
ganado, en el cual se puede conceder hasta 180 días”. El Superintendente de Bancos Detlefsen reconocía
que incluso el plazo de un año era insuficiente para el agricultor, especialmente si ha solicitado crédito
para el cultivo de sus tierras, para adquirir nuevas o bien maquinaria agrícola, aguas de riego y otros
factores, que incrementen su producción y valoricen al propio tiempo el inmueble, al elevar su
rentabilidad (La crisis agrícola en Cochabamba y el crédito bancario, El Republicano nº 3946, 4/10/
1929).
32
público se amotinó y que e1 Superintendente de Bancos, tuvo que salir de noche en un
auto de plaza”. (Revista citada).
La Guerra del Chaco, que a continuación irrumpe en este escenario de profunda crisis,
imprime a la realidad imperante, un necesario sentido de disciplina económica,
restringiendo el gasto superfluo, las importaciones suntuarias y ejerciendo control sobre
el abastecimiento y los artículos de consumo diario que pasan a ser racionados, por un
sistema de tarjetas y cupos que se extiende a la concesión de divisas para el comercio
exterior.
La posguerra refuerza esta tendencia, la tierra urbana tan devaluada en los años 20, se
valoriza continuamente, y en este contexto, el Banco Hipotecario pasa a jugar un nuevo
rol influyendo sobre los factores que promueven el desarrollo urbano. La nueva crisis
que asoma en el horizonte, ya no es una de naturaleza recesiva, sino motivada por el
crecimiento de la ciudad. Ahora cobra carta de ciudadanía la escasez de la vivienda, la
penuria de alojamiento y la especulación en los alquileres, por tanto la respuesta radical
es construir tantas viviendas como se puedan, y aquí pasa a jugar un papel importante el
crédito bancario para la construcción. Fue el Banco Hipotecario Nacional, el que
desempeñó este rol en gran medida. La memoria anual de esta institución,
correspondiente a 1939 manifestaba:
El número de edificaciones levantadas desde el año 1937, con ser superior a las
que se levantaron en los últimos 30 años precedentes en conjunto, no está en
relación con el aumento de habitantes y la, tendencia a un "standard" de
vivienda con un confort no difundido en épocas anteriores 302. La edificación en
gran escala requiere necesariamente de la ayuda bancaria, y con mayor razón,
si los precios de 1os materiales de construcción fluctúan, elevando los costos
calculados al iniciarse los trabajos. Operaciones a corto plazo, no pueden
prestar un beneficio adecuado. Los préstamos tienen que ser de amortización
lenta por 1a naturaleza misma de la inversión, de otro modo, se producirían
liquidaciones forzadas. De ahí que, las solicitudes para este tipo de operaciones
a nuestra institución, hayan sobrepasado en el último periodo nuestra
302
En esta época, es decir, a fines de la década de 1930 y primera mitad de los 40, aparece la vivienda
tipo “chalet”, con líneas sobrias y sencillas, carente de ornamentos e incorporando conceptos de
funcionalidad no existentes en la casona tradicional.
32
capacidad para atender aquellas, que aún debiendo aplicar una suma para
terminar la edificación, otra suma apreciable debía destinarse a 1a
rendición de préstamos anteriores, contraídos a plazo corto en los bancos
comerciales.
En síntesis este era el balance que presentaba el Banco en 1940 en cuanto al incremento
del préstamo de amortización acumulativa y el incremento del capital financiero con
destino a la construcción:
Resulta notable observar, que en tanto en el periodo de 10 años que va entre 1927 a
1937, el monto de los préstamos apenas sufre una ligera modificación, en los 3 años que
van de 1937 a 1939, este volumen de préstamos se duplica, ocurriendo otro tanto con el
volumen de capital y reservas. Estas cifras nos proporcionan una ligera idea del ritmo
económico y el “boom” constructivo que domina la ciudad a inicios de los años 40. El
propio Banco Hipotecario, reconocía que aún los esfuerzos desplegados no eran
suficientes: “con nuestro capital, no podemos satisfacer sino una mínima parte de la
demanda del público. Ello podrá significar una paralización de gran número de
edificaciones, problema que debemos encararlo en bien de 1a colectividad”. En efecto
en estos años, la ciudad crece, surgen nuevos barrios, se abren y ensanchan muchas
calles, la campiña se urbaniza cada vez con mayor intensidad, las construcciones se
multiplican. El Banco Hipotecario, de alguna manera, responde al nuevo desafío, sin
duda imitado y respaldado por el resto del sistema financiero urbano. Estos son los
antecedentes de los sistemas de ahorro y préstamo para la vivienda en nuestra ciudad.
A mediados del siglo XX, existían nueve bancos en la ciudad, de ellos sólo el Banco
Hipotecario Nacional, actuaba sobre el marco local, el resto eran agencias de casas
matrices radicadas en Sucre (Banco Nacional de Bolivia) y La Paz (Banco Central,
Minero, Agrícola, Mercantil, Popular del Perú, Colombo-Boliviano y Socoinagro). Las
transformaciones que sufre el país a partir de 1952, refuerzan la presencia estatal en el
sector bancario, ampliando su accionar hacia la minería y al agricultura, sin embargo
esto no beneficiará significativamente al Departamento. La situación podría quedar
resumida en esta apreciación: Si se considera el número de establecimientos bancarios y
la diversidad de sus actividades, cabría suponer que en la ciudad existen las fuentes
financieras propicias para promover el desarrollo de la industria, el comercio, la
construcción de viviendas, etc. Sin embargo, el exiguo monto de sus capitales y su
dependencia, han restado importancia a sus actividades. (Anaya, 1965: 107).
32
De todas formas este sistema bancario, deja sentir su presencia en la escena urbana.
Bancos como el Mercantil, el Hipotecario, el Nacional y el Central de Bolivia, edifican
sus sedes regionales, marcando los hitos de la presencia material del aparato financiero
y comercial en el centro urbano y promoviendo sin duda, la presencia arquitectónica
más importante de este periodo. Algo que no puede quedar al margen de este
comentario es que la “calle de los bancos”, se beneficia con esta presencia: la
arquitectura bancaria de la ciudad con su sabor clásico, y sin embargo sobrio, armoniza
con el ámbito urbano colonial, lo enriquece y lo completa. Sin dejar de marcar su
jerarquía y de expresar la fortaleza económica e institucional que simbolizan esto
equipamientos, los mismos no expresan un lenguaje arquitectónico agresivo ni
desarmonizan con el contexto urbano que les rodea. Por el contrario, crean pautas de un
tratamiento urbano y arquitectónico que concilia las nuevas funciones urbanas y la
pujanza económica de la ciudad, con los valores del pasado. Lamentablemente estas
pautas no serán respetadas en la constitución de la fisonomía posterior de dicho centro.
32
Capítulo 16
La tradicional chicha: base del progreso urbano
En todo este periodo, el Estado se mostró reacio en relación a las cuestiones del
desarrollo urbano, y no contempló partidas del Tesoro Nacional con destino a obras
edilicias o de infraestructura, que generalmente eran a fondo perdido. Su rol se limitó a
servir de intermediario para facilitar el acceso a empréstitos de capitalistas extranjeros o
a fondos del Banco Central, pero estipulando religiosamente las condiciones de
amortización, por cierto poco o nada indulgentes, cargadas sobre las espaldas de la
economía regional, es decir, sobre los esmirriados ingresos del Tesoro Departamental.
¿Entonces de dónde salieron los recursos saneados que posibilitaron materializar las
condiciones generales de desarrollo urbano que necesitaba este desarrollo capitalista
incipiente que comenzó a incursionar en el campo inmobiliario e industrial?
Sin embargo, previamente llamaremos la atención del lector, sobre el hecho de que la
base de la economía urbana y regional en este periodo, al girar en torno al maíz como
materia prima del alcohol y la chicha, parece sugerir en el primer caso, que
32
Cochabamba ya no gravita económicamente como la otrora “despensa de la minería”;
por otro lado, pareciera también que el pueblo cochabambino, se ahoga entre los
vapores alcohólicos de la chicha. Este último extremo, muy explotado por la alcaldía
paceña en los años 30, para prohibir el consumo de chicha en La Paz y luego ser imitada
por Oruro, en provecho de los “tucsillos” y otros aguardientes mucho más dañinos, no
tiene asidero real. Es cierto que los artesanos cultivaron una larga tradición de excesivo
culto al licor áureo, pero lo evidente es que el grueso del consumo se destinaba a un
más mesurado empleo, bajo la forma de refresco o refrigerante, uso muy extendido en
toda la ciudad, sobre todo en la zona sur, donde la carencia de agua obligaba a este
sustituto. Por tanto, la presencia de la “machujarra” en la mesa familiar del
cochabambino, no era un indicio de disipación, sino el apego a una vieja tradición, que
se originaba en algo tan antiguo como las permanentes restricciones en el acceso al agua
potable. En cuanto a la gravitación de la economía regional sobre la minería del estaño,
esta no cesó, aunque disminuyó su intensidad en relación a las épocas de auge de la
minería de la plata.
El origen de la chicha se remonta a la cultura incaica y tal vez a un pasado más remoto.
Su uso, pese al repudio que causaba entre los españoles, no pudo ser extinguido en la
colonia, y su consumo, en cierta forma era una demostración del apego de la gente a los
valores americanos. Durante la república, su consumo se expandió, al extremo de que el
General Melgarejo, estableció un sistema de premios para los fabricantes que elaboraran
la bebida nacional en las mejores condiciones. A partir de ello, y tomando como marco,
las ferias y fiestas populares, la chicha, tanto en el área rural como en los centros
urbanos, ha tenido una presencia continua, elevada a categoría de institución por el
propio pueblo303. A continuación dirigiremos nuestra atención a examinar la situación
del mercado urbano de la chicha en Cochabamba, observando inicialmente como la
comercialización de este licor, se organiza dentro del radio urbano y zonas aledañas de
la provincia Cercado, en las tres primeras décadas del siglo XX:
303
Para un estudio más pormenorizado de la elaboración de la chicha, de su composición química, de sus
virtudes y limitaciones, ver: Anze, 1951.
32
(1) Incluye algunos establecimientos del Cercado / (2) Informe Prefectural / (3) Incluye
establecimientos situados fuera del Cercado / (4) Los Tiempos nº 1754, 05/10/1949 - Fuente:
Patentes Municipales.
El cuadro anterior, a primera vista, muestra una apariencia más o menos caprichosa en
relación al número de establecimientos de chicha, con fluctuaciones significativas,
incluso de un año a otro, y aun más si se trata de periodos más extensos. Obviamente,
estos resultados debemos interpretarlos con cuidado, tomando en cuenta que expresan
criterios no homogéneos con referencia a la aplicación de las patentes municipales. Por
ejemplo, existen disparidades sobre el perímetro o ámbito de acción de estos impuestos,
e incluso, para su aplicación, se efectuaban ampliaciones arbitrarias del radio urbano,
hecho que contribuía a las alteraciones anotadas. Por otra parte, el criterio de inclusión
de estos establecimientos en las distintas categorías, es de acuerdo a su distancia a la
plaza 14 de Septiembre, y no en función de sus condiciones de higiene u otros
calificativos de calidad304
304
Desde 1885, se puso en práctica la prohibición de emplazar chicherías en las primeras cuatro cuadras,
contando desde la plaza de armas. Es decir, que los establecimientos de primera clase, se ubican en la
quinta cuadra, los de segunda clase en la sexta cuadra y así sucesivamente, hasta la categoría que
correspondía a la décima cuadra y siguientes, es decir, en las zonas suburbanas.
32
Sin embargo, las anteriores consideraciones no impiden realizar algunas aproximaciones
a la realidad que se desprende de las cifras observadas: No olvidemos que hacia 1900 la
región todavía sufre el impacto de una prolongada crisis agrícola, motivada por la
pérdida de los mercados cerealeros en la Guerra del Pacífico, como ya hemos
mencionado, una y otra vez. Ante esta situación, es presumible que la producción de
chicha, una vez más, fuera una salida viable para la oferta del grano excedente. Este
hecho vendría a explicar la tendencia de un incremento sostenido del volumen de
chicherías a partir de la década de 1880. Dicha tendencia parece alcanzar su punto alto
hacia 1900, para luego declinar paulatinamente, en la medida en que en los años
posteriores, la industria alcoholera resulta una otra opción ventajosa para la producción
del maíz.
Los totales que corresponden a los años 1917 y siguientes, hasta 1923, se incrementan
radicalmente con respecto a los años anteriores. Sin embargo como ya hicimos notar,
que un elevado porcentaje de este incremento corresponde a la inclusión de nuevas
zonas al radio de acción que cubre la patente municipal. Si se descartan estos
excedentes, los totales no son mayores a los definidos para 1900 y 1901305. Es decir, que
atribuir a la llegada del ferrocarril o a otros factores el crecimiento del número de los
locales de expendio de chicha, resulta discutible. Veamos por qué:
Es difícil admitir que, en uno o incluso dos años, surgieran centenares de chicherías,
sobre todo, fuera de la ciudad, atraídas tan sólo por la novedad del tren. Además, como
ya analizamos, los grandes beneficiarios del ferrocarril no fueron las chicheras o las
mukeras, sino los grandes comerciantes, los latifundistas y los rescatistas y exportadores
de productos agrícolas al altiplano y las minas, aún a costas de provocar el
desabastecimiento urbano. Es más plausible pensar que esos locales existían con mucha
anterioridad a los eventos ferrocarrileros, con la feliz circunstancia, de que no eran
sujetos de tributación. Incluso si sólo consideramos las chicherías de la ciudad y la
campiña mejor vinculada a ésta, podemos observar, que estos establecimientos se
incrementan dentro de un límite, que no excede el volumen de comienzos de siglo, aún
cuando la población se ha incrementado. En este sentido, incluso la tendencia de largo
plazo, en relación al comportamiento de estos establecimientos, es a decrecer, es decir,
abandonar el área urbana procurando reubicarse en la periferia, e incluso cuando esto es
posible, sustraerse al control municipal.
Entre 1924 y 1928, es decir, los años que corresponden a la agudización de la crisis del
maíz, se percibe una recuperación del volumen cuantitativo de estas instalaciones,
fenómeno que probablemente exprese, que si el maíz no tiene salida para la industria
alcoholera, una vez más, se lo destina a la producción de chicha, que parece ser la única
actividad económica que, en medio de una aguda recesión, goza de buena salud, o por lo
menos de una aceptable.
La impresión que arroja una observación más cuidadosa del Cuadro 95, es que las
fluctuaciones cuantitativas que se evidencian en el número de chicherías, sobre todo,
afecta a aquellos establecimientos más alejados de la zona central (4ta y 5ta clase) y
aquellos que se ubican en distintas zonas del Cercado. Sin embargo los establecimientos
ubicados dentro la ciudad y clasificados en las categorías restantes (la. a 3ra. clase),
tienden a incrementarse y consolidarse, conformando un conjunto mucho más estable y
solvente, puesto que pueden soportan mejor los incrementos de las patentes, cuyos
montos con respecto a los emplazamientos suburbanos se triplican y hasta quintuplican,
sin que ello altere la expansión señalada, invirtiéndose aquí la tendencia observada en el
siglo XIX para este mismo fenómeno, en que el incremento de esta patente en las zonas
centrales, fue el mecanismo expulsor de que se valió la Alcaldía para despejar dichas
zonas centrales (Ver Cuadro 32)306.
Podemos constatar que de 368 locales empadronados en 1924, 250 que representan el
68% del total, son ocupados por chicheras propietarias de dichos inmuebles, en tanto
118 locales son ocupados bajo el régimen de contratos de alquiler. Por otro lado, se
puede constatar que el mayor índice de propietarios, se concentra en las cuadras más
valorizadas y que corresponden a las primeras categorías, donde dicho porcentaje de
propietarios se eleva al 72%, disminuyendo relativamente en las zonas más alejadas.
Estos indicadores confirman la anterior apreciación, de que una importante proporción
del gremio de expendedoras y elaboradoras de chicha, eran propietarias de inmuebles,
apreciación que se puede ampliar a las pulperas y tenderas que expenden chicha. Incluso
es posible inferir, en una proporción que es difícil determinar, que las chicheras no sólo
controlaban el proceso de producción de la chicha en calidad de propietarias, sino que
incluso con la misma calidad, controlaban las cosechas de maíz y la elaboración de
muko en sus parcelas del Cercado y otras zonas próximas o lejanas, y que en esta
actividad, participaban familias extensas con vinculaciones en las provincias y en
prefecto, el Alcalde Alfredo Quiroga, reconocía "Son tan infundadas y carentes de veracidad tales
aseveraciones, que su autoridad en cualquier momento podrá evidenciar lo contrario, ya que
actualmente se expende chicha aún en los locales situados en la Plaza 14 de Septiembre, con anuencia
municipal, la que sólo exige condiciones higiénicas del local para su venta” (El Imparcial nº 4296,
18/11/1944). “El origen de todas las desgracias que aquejan en espacial a los habitantes dc los aludidos
barrios populares (San Antonio, Curtiduría, Caracota), es la proximidad de las chicherías que sirven de
constante tentación, en especial para el elemento obrero que derrocha aquí el fruto de su trabajo” (El
Imparcial nº 4469, 04/061945).
33
algunos casos, con dos o más establecimientos de venta de chicha en diferentes zonas de
la ciudad308.
En cuanto a la importancia tributaria que poseen las chicherías para el Municipio, éste
es indudablemente significativo y no se puede medir sólo por las patentes, sino por los
diversos impuestos colaterales con que se gravaba el muko y la chicha, y que veremos
más adelante. Sin embargo, inicialmente observaremos el Cuadro 97, en que se destaca
el aporte del rubro “chicherías” al rendimiento de las patentes municipales:
Una primera observación, se refiere al escaso porcentaje del monto recaudado por
expendio de chicha en 1905, con relación al monto global de la patente recaudada, en
efecto, la recaudación por concepto de patentes de chicherías, apenas representaba el
5.53% del rendimiento global de las patentes de aquel año. Este hecho, resume en cierta
forma el rol periférico que los establecimientos de expendio de chicha ocuparon
inicialmente en la economía municipal, en el siglo XIX y primeros años del XX,
momento que justamente coincide con la proliferación de esta actividad, entre otras
cosas, alentada por el monto bajo de las patentes municipales309 .
Entre 1907 y 1908, el rendimiento de la patente por expendio de chicha, en relación con
el monto total, mejora significativamente. Sin embargo (Ver Cuadro 95), en 1907 el
número de chicherías llegó a uno de sus índices más bajos, en contraste con un
incremento del 253% en el rendimiento de la patente por dicho rubro, hecho que sólo se
puede interpretar admitiendo un incremento sustancial de este tributo, lo que significó
indudablemente un desaliento para esta actividad y el consiguiente cierre de muchos de
308
Un examen atento de las nóminas de chicheras que aparecen en las patentes municipales, sugiere esta
impresión.
309
La relación entre el monto de la patente por expendio de chicha y número de chicherías en 1905, era
de Bs. 2.97, promedio que expresa un gravamen muy módico.
33
estos negocios, y probablemente más que ello, la renuencia al pago de esta patente,
recurriendo al expediente simple de declarar que el expendio era sólo temporal 310. Pese a
esta resistencia, el Municipio incrementa sustancialmente el rendimiento de este tributo
que ya en 1908, asciende al 18,20% de la recaudación total.
En 1917, esta participación alcanzará su plenitud para el periodo estudiado, con casi un
26% del monto total recaudado No obstante, contrariamente a 1907, está situación de
expansión tributaria, esta acompañada por un enorme incremento en el número de
chicherías, sobre todo en el Cercado (Ver Cuadro 95), aún cuando el valor de las
patentes se han incrementado sustancialmente para las primeras categorías. Pese a ello,
se mantienen bajos los valores de las patentes para las chicherías más alejadas del
centro urbano y el Cercado, que aglutinan justamente el 77% del total de chicherías
empadronadas. En este caso el Municipio amplía la recaudación por una doble vía:
ampliando el radio de aplicación de la misma, e incrementando el valor de la patente
dentro de la ciudad311.
Esta política prosigue hasta 1923, incrementándose sobre todo las patentes en la ciudad,
para contrarrestar la evasión al impuesto en las áreas suburbanas, pese a que el monto de
la patente en la periferia y el Cercado, no es mayormente incrementado 312. En 1924, se
reduce drásticamente el radio de acción de aplicación de la patente, y con ello, el
número de establecimientos sujetos a la misma. Sin embargo en compensación, se
comienza a incrementar el tributo aplicado a pulperías que expenden chicha y chicherías
dentro de la ciudad, de tal forma que el monto global recaudado es casi igual al del año
anterior. Además, este año marca el retorno a una política municipal que, renunciando a
un radio muy amplio de aplicación de la patente, donde no es posible ejercer un control
fiscal adecuado, se concreta en un radical incremento de estas patentes en las zonas
donde dicho control es efectivo313
Sin embargo, en los años posteriores, esta política entra en contradicción con las
condiciones económicas que trae consigo la creciente crisis del maíz. Pese a ello, el
criterio ciego del municipio de esa época, de no estimular el mercado urbano de la
chicha, como una alternativa real, tal como lo fue en 1900, para dar salida al maíz
almacenado que no tiene compradores y que sufre constantes pérdidas de valor; hace
que se mantengan las patentes elevadas. No obstante, se incrementa el número de
establecimientos, superando la severa reducción de 1924. Es decir, que a pesar de la
310
La relación entre el monto de la patente por venta de chicha en 1907, y el número de establecimientos,
ascendía a 15.48 Bs. En 1908, esta relación era de 13,18 Bs. Por otra parte el cobro de la patente sólo se
hacía efectivo para negocios de actividad permanente.
311
La relación entre el monto de las patentes por número de chicherías en 1917, dentro del radio urbano
(hasta la cuarta clase o cuarta cuadra), era de Bs. 36,32. Esta misma relación para chicherías más alejadas
en la campiña, era de Bs. 8,65. La relación para el conjunto era de Bs.15.
312
La relación para el conjunto de chicherías a la que hicimos referencia en la parte final del anterior pie
de página, era para 1921, de 24,75 Bs. y para 1923 de 27,48 Bs., situación que expresa un fuerte
incremento en relación a 1917.
313
En 1923 una chichería de primera clase cancelaba por concepto de patente municipal, la suma de Bs.
30; en 1924, Bs. 100. Para la segunda categoría en 1923, Bs. 20; en 1924, Bs. 60, etc. En el caso de las
pulperías, una de primera clase en 1923, cancelaba una patente de Bs. 200; en 1924, Bs. 400. Una de
segunda categoría en 1923, Bs. 100; Bs. 200 en 1924, etc.
33
generalizada tendencia depresiva del comercio, el rubro de la chicha experimentó, de
todas maneras, una expansión que se acentúa en los años siguientes314.
Un otro hecho notable a destacar, es que a partir de 1925, entra en vigencia una política
estatal de aplicación de mayores cargas impositivas. En el caso de las patentes
municipales, éstas son incrementadas de una manera general alcanzando por ello, su
punto más alto en 1926, cuando justamente la crisis regional está en su auge. Esta
política de patentes elevadas continúa en 1927, aunque las mismas sufren ligeras rebajas
con relación a 1926. En 1928, finalmente, ocurren dos situaciones que provocan el
derrumbe de este impuesto: el comercio y la ciudadanía en general presionan para una
reducción de las cargas impositivas, y se cierne la amenaza de un cierre de operaciones
de gran parte de dicho comercio. En consecuencia, el Concejo Municipal, comprende
que es insostenible mantener las patentes altas y aplica una nueva política, de introducir
importantes reducciones para el pequeño comercio y las chicherías315.
El análisis anterior nos permite establecer algunas conclusiones con respecto al rol que
juega esta actividad como fuente de ingresos para el municipio. Es evidente que la
política expulsora de este comercio, practicada en el siglo XIX, es abandonada por otra,
que en la primera década de 1900, descubre que el gran volumen de chicherías en la
ciudad, constituye una fuente de recursos municipales nada despreciable. Esta política
inicial parece “desenfrenarse” a fines de la década de 1910 e inicios de los años 20, al
tratar de maximizar el rendimiento impositivo por concepto del comercio de chicha e
incrementar el universo de contribuyentes.
En razón de ello, dirigiremos nuestra atención a esta otra cuestión, que en ocasiones
suscitó fuertes polémicas y se constituyó en un frecuente espacio de fricción entre
Estado y región. El impuesto sobre el maíz, el muko y la chicha, se vinculaba a los
314
La relación entre monto total de la patente aplicada al sector chicha y el número de establecimientos
en 1926, alcanzaba a un promedio de Bs. 51,17, es decir, que se mantenía en el nivel alcanzado en 1924,
que fue de Bs. 50,56. En 1927 dicho promedio se reduce a Bs.45 y en 1928, se reduce nuevamente, hasta
Bs. 23,61, no necesariamente debido a una política de rebaja de las patentes, sino, por la expansión del
número de establecimientos en las categorías que pagan montos menores, hecho que influye sobre el
decremento que expresa el monto promedio anotado.
315
Una chichería de primera clase en 1927, abona por concepto de patente municipal, la suma de Bs.80;
en 1928, Bs.40. Una de segunda clase, cancela en 1927, Bs. 60; en 1928, Bs.30. Una de tercera clase, en
1927, Bs. 40; en 1928, Bs.20, etc. En el caso de las pulperías, en 1927, una de primera clase cancela
Bs.300; en 1928, Bs.100. Una de tercera clase, en 1927, Bs.100; en 1928, Bs.75., etc.
33
empréstitos contraídos por el Estado, a través de sus organismos centralizados o
descentralizados, con destino a obras públicas departamentales. Así el empréstito
Erlanguer de 300.000 libras esterlinas con destino al servicio de tranvías y el ferrocarril
del Valle, que beneficiaba a la Empresa Luz y Fuerza, dio origen a un primer decreto
Ley en 1910, que gravaba el quintal español de muko en 46 centavos, es decir con un
centavo por kilo de pasta316.
El impuesto anotado comenzó a licitarse desde el citado año, a convocatoria del Tesoro
Departamental. Los 46 centavos anotados, se mantuvieron invariables hasta 1920, en
que se incrementan a 92 centavos y luego en 1924, a Bs. 1 con 38 centavos por quintal
español, o sea 3 centavos por kilo de muko.
En 1924, en aras del progreso urbano y sus renovadas exigencias, es decir: estudiar la
factibilidad de pavimentar las calles de la ciudad, mejorar el presupuesto departamental,
crear una subvención en favor del Colegio La Salle para cubrir el déficit de su anterior
gestión, en fin... adquirir instrumental quirúrgico para el Hospital Viedma, construir el
estadio departamental, para obras provinciales y hasta para celebrar dignamente el
Centenario de la República, se concluye que son necesarios 300.000 Bs., ¿Cómo
obtenerlos?. El expediente es fácil y rápido: se propone un impuesto de 5 centavos sobre
cada botella de chicha elaborada en el Departamento de Cochabamba, realizándose con
este motivo, detallados análisis para demostrar la bondad de esta brillante idea que
además, se le da la etiqueta de “fomento a la ley seca”, que regía en esa época para
restringir la industria alcoholera. (El Heraldo nº 9.428 de 2/ 10/ 1924)317
316
El primer problema en la aplicación de este nuevo impuesto, fue que como el mismo se aplicaba sobre
el kilo de muko, chocaba con los usos y costumbres del campesinado en materia de pesos y medidas: “En
la mayoría de los pueblos del Departamento, se acostumbra a hacer uso de una medida convencional y
generalizada, consistente en pesos de piedra que exceden a la arroba ordinaria de 25 libras, en 7 libras en
algunos lugares y en 15 en otros, resultando un caos el pago la y percepción del impuesto, debido a la
dificultad con que se tropieza, pretender generalizar entre la clase indígena el uso del sistema métrico
francés”. (El Ferrocarril nº 1198, 21/02/1914).
317
Se recordará que justamente a partir de 1924, y probablemente como eco de estas inquietudes, el
Municipio practica un fuerte incremento a las patentes por comercialización de chicha en la ciudad.
33
Sin embargo queda en pie una duda: ¿los volúmenes de producción de chicha permitían
realmente hacer reposar sobre un impuesto sobre este producto, todo un conjunto de
planes de ejecución de obras públicas? La respuesta nos proporciona la licitación del
muko correspondiente a 1924, y cuyo monto se basaba en cálculos y verificaciones del
rendimiento de la cosecha de 1923. Veamos una síntesis de la estadística empleada en el
siguiente cuadro:
Las cifras del cuadro anterior, demuestran que el posible rendimiento del citado
impuesto, que gravaba a la botella de chicha, era de tal magnitud, que llegaba a duplicar
el capital que se deseaba invertir en las obras anteriormente anotadas. Pero lo más
sorprendente en realidad, es el enorme volumen de muko que movía el mercado interno
regional. El Cercado y la ciudad producían el 17% de la pasta que se elaboraba en el
Departamento, y entre el Cercado y las provincias de Quillacollo, Cliza y Punata, se
concentraba el 67,30% de la industria del rnuko y la chicha en el Departamento de
Cochabamba318. Las 2.212.300 botellas de chicha que producía el Cercado, sin contar
las miles de botellas que ingresaban del Valle Alto y Quillacollo, se comercializaban en
1924, en 392 chicherías registradas y probablemente en el doble de esa cantidad que
evitaban ese registro por las onerosas cargas impositivas. Un cálculo grueso sobre unas
900 chicherías entre registradas y no empadronadas y temporales, arrojaría un volumen
de consumo de chicha hasta cinco veces mayor que el calculado anteriormente319. De
aquí se concluye que el muko y la chicha realmente eran decisivos para la economía
departamental, y es gracias a este potencial, que la ciudad se atrevió a pensar en el
progreso.
Pasando por alto el contexto y la coyuntura que originaron esta larga serie de
gravámenes, podemos establecer que, de los doce impuestos registrado, por lo menos
siete afectan directamente al muko y a la chicha, tres: sentaje o plazaje a la venta del
grano, gravamen a la harina y catastro a la propiedad agrícola, afectan al universo de
productores (hacendados y piqueros) y otros dos: impuesto al maíz consumido por la
industria alcoholera y el impuesto a los alcoholes, afectaba a los hacendados.
En suma, el gran porcentaje de las cargas impositivas reposaba sobre las espaldas de los
pequeños productores de maíz y los fabricantes y comercializadores de chicha, que eran
33
los verdaderos protagonistas de esta economía. Sin embargo, los terratenientes mucho
menos afectados por dichas gabelas, eran los que dejaban escuchar los reclamos más
airados. Esto no era algo casual, y marcaba la diferencia entre dos alternativas de
producción que se articulaban en torno al maíz: por un lado, la economía hacendal que
dependía de la demanda de granos que articulaba la industria alcoholera no controlada
por los terratenientes, y que incluso, se encontraba mayoritariamente fuera de la región,
generando circuitos de adquisición de la materia prima y venta del producto fuera del
control del hacendado. Por otro lado, la producción de muko y chicha protagonizada por
los sectores populares, que al contrario del caso anterior, desarrollaban un proceso de
producción, intercambio y consumo, controlado por los propios productores, en todas
sus fases y detalles; de ahí que “la crisis del maíz” o la crisis de la fragilidad del maíz
como materia prima del alcohol, no fuera “su crisis”, aun cuando los sectores
poseedores descargaron sobre esta economía popular el peso de la misma; o mejor,
hicieron de ella una cantera que creían inagotable para proveer recursos para el
desarrollo urbano y regional.
Sin embargo, este 30% parece ser, aunque no exclusivamente, el que proveía una
importante proporción del circulante que nutría el movimiento del comercio importador
de la ciudad y que su “crisis”, afecta por tanto, a la esfera alta del consumo urbano. En
cambio, el 60% que configura el universo de la chicha, operaba como un producto
dirigido a la esfera baja y estaba sometido a un intercambio desigual, bajo la forma de
excesivos gravámenes, que era la vía de expropiación por excelencia, del excedente
agrícola que utilizaban los sectores dominantes, para crear las condiciones necesarias de
desarrollo urbano que apuntalara la reproducción capitalista mercantil y financiera en la
región. El rol del Estado, naturalmente no era otro, que el de agente fiscalizador y
represor.
Algunos de los juicios emitidos, sobre todo aquellos que mostraban que la “crisis del
maíz”, era apenas, la crisis de la fracción de granos controlada por las haciendas, se
constituyó en el argumento de quienes se oponían a los puntos de vista de la Junta
Agrícola. Se anotaba que el elevado precio del maíz en la región, se debía a los altos
costos de producción provocado por el empleo de medios de producción
extremadamente obsoletos, y sin embargo, tercamente conservados, a lo que se sumaba
la ausencia de criterios de rotación de tierras, buen uso de abonos y otras prácticas
propias de una empresa agrícola moderna, lo que provocaba bajos rendimientos por
hectárea, hecho que a su vez determinaba que el grano cochabambino destinado a la
33
exportación fuera totalmente no competitivo fuera de la región320, siendo esta la causa
principal de la mencionada crisis, y no así, los fletes ferroviarios o el maíz tucumano.
Antes de proseguir con el análisis observaremos, tomando como base las licitaciones del
Tesoro Departamental de Cochabamba, el rendimiento del impuesto al muko con
anterioridad a 1927 y con posterioridad a dicho año, lo que nos permitirá conocer en
forma aproximada el comportamiento de la producción de muko y chicha en diferentes
años. Sin embargo, se debe señalar, que dichas licitaciones, hacían referencia a un
cálculo sobre una base mínima de producción, que representaba el monto con que el
licitador se obliga frente al Estado321.
320
Se anotaba que el precio de Bs. 8 por quintal español de maíz cochabambino, de 46 kilos, o 17.40 Bs.
por el equivalente a 100 kilos, era un costo prohibitivo, si se comparaba, con el costo de 5,50 Bs. por cien
kilos de maíz puesto en Rosario (Argentina), o de 2,50 Bs. el quintal de 100 libras en EE.UU. En el fondo
lo que analistas como Julio C. Alborta (1926) querían decir, era que el argumento de impuestos altos y
multiplicados fletes ferroviarios adversos, además de una apertura estatal hacia el comercio con la
Argentina, que perjudicaba a Cochabamba, en realidad, escondía la realidad de la incapacidad de las
haciendas para mejorar cualitativamente su proceso productivo y ser más competitivas.
321
E1 impuesto se remataba en puja abierta de licitadores, y con frecuencia el licitador se adjudicaba con
un porcentaje superior a la base establecida por la convocatoria. En otros casos poco frecuentes, al no
existir demanda, la prefectura convocaba a una segunda y tercera licitación practicando las rebajas de
décimas de ley.
33
(1) Los años en que se publican las convocatorias para el remate de arbitrios, hacen
referencia al cálculo del rendimiento de1 impuesto al muko, de acuerdo a la estimación
de la cosecha del año siguiente y lo recaudado cl año anterior.
(2) Se toma corno base de cálculo de la producción de rnuko, el impuesto vigente en cada
año para el quintal español de muko, equivalente a 46 kilos.
(3) Se toma como base de cálculo de la producción de chicha, el término medio de rendimiento
de un quintal de rnuko, que equivale a 100 botellas, adoptado por el Tesoro
Departamental de Cochabamba.
(4) Impuesto al rnuko de 0.46 Bs./qq.
(.5) Impuesto al muko de Bs. 0.92 Bs./qq.
(6) Impuesto al rnuko de Bs. 1,38/qq.
[7) Impuesto único al muko de I3s. 4/qq.
Fuente: Avisos del Tesoro Departamental de Cochabamba, publicados en la prensa de la época.
En 1926, cuando la crisis del grano parece alcanzar su apogeo, la producción sufre otra
merma, esta vez, de un 14,27% con respecto a 1925, sin embargo, esto no es nada
322
A partir de esta época, los reclamos de las chicheras para la rebaja de la patente son constantes.
34
comparable a los negros trazos que caracterizaban la situación del comercio de
exportación del grano. En realidad, en la ciudad y el Cercado, esta caída no impide un
incremento de un 21% en el número de chicherías empadronadas con respecto a 1924.
Este comportamiento muestra que, pese a la crisis regional, a la constante alza de
diversos tipos de gravámenes que pesan sobre el grano y sus subproductos, el mercado
de consumo de chicha en la ciudad y aledaños, mantiene su vitalidad.
El impuesto único al muko, que gravó este producto con Bs.4/qq., a partir de 1927,
provoca la caída de la producción, a su nivel más bajo en el periodo considerado, es
decir un 29,9% inferior al índice más alto, que corresponde a 1919. Sin embargo, el
número de chicherías empadronadas en la ciudad y el Cercado, no dejan de
incrementarse, alcanzando un índice superior al de 1926, en un 39%. Esta aparente
contradicción, evidencia la existencia de ciertos mecanismos de compensación que
operan en el mercado urbano de la chicha, tal vez uno de ellos, es el que pese a todas las
restricciones, se constituye en la única fuente de empleo y supervivencia que ofrece la
crisis a los estratos de bajos ingresos, lo que le permite enfrentar este embate sin
precedentes y recuperar en el siguiente año su nivel normal.
Una vez más, el impuesto al muko en 1924 y 1925 representó el 57.4% y el 61%
respectivamente, del total de los montos recaudados en dichos años, y el impuesto al
muko y a la elaboración de chicha sumados, representaban el 63.85% de lo que se
esperaba recaudar en 1926 y el 74.87% en la proyección para 1927, con destino a las
obras anotadas.
El mismo año de 1926, la Comisión Agrícola que abogaba por lograr una salida a la
crisis del maíz, teorizaba sobre las posibles soluciones: rebaja de fletes ferroviarios,
represión al contrabando de alcoholes y melazas, incentivar la industria del trigo, etc.;
pero básicamente dirigía sus reivindicaciones a desgravar los impuestos a la exportación
de maíz, a la venta de maíz con destino a las destilerías de alcohol y al propio alcohol,
sugiriendo transferir estos gravámenes al muko, bajo la formula de “impuesto único”
323
El cálculo del presupuesto Departamental de Cochabamba para 1930, ascendía a Bs. 1.071.524 de los
que Bs. 526.735 correspondían al impuesto al rnuko, es decir que este solo impuesto representaba el
49.16% del presupuesto departamental, en tanto la contribución territorial (gravamen a las haciendas y
fincas), que era la segunda fuente de ingresos departamentales, sólo representaban el 16,5% del mismo.
(El Republicano nº 3945, 3/10/ 1929).
34
sustitutivo de todas las diversas cargas anteriormente observadas y que afectaban la
economía hacendal.
Se proponía el monto impositivo de 3,40 Bs. por quintal español. Este impuesto
aplicado a partir de 1927, finalmente, termino por gravar la producción de muko en Bs.4
el quintal español de 46 kilogramos. Todo ello, significó, por una parte, la liberación de
impuestos al maíz comercializado por las haciendas y por otra, la transferencia de todas
las cargas impositivas a las espaldas de los productores y comercializadores de muko y
chicha. En resumen, la propuesta del impuesto único, asignaba el siguiente rendimiento
con destino a amortizar empréstitos a obras públicas:
Distribución
Detalle de obras y amortizaciones unitaria (Bs.)
Empréstito Erlanguer 0,46
Servicio de alcantarillado 0,46
Servicio de agua y pavimentación 0,97
Obras en el Hospital Viedma 0,51
Con destino a caminos al Chapare 1,00
Total 3,40
Fuente: El Republicano N.º 3001 de 26/11/1926
325
Los portavoces de los empresarios licitadores eran Ángel Jordán F. y Juan de la Cruz Ahenke.
326
Tomando como referencia este monto, se puede estimar a grosso modo, que se exportaban a La Paz,
12.500 qq. de muko, con los que se podían producir 1.250.000 botellas de chicha.
34
Es posible observar que la producción de chicha y muko en los años de la Guerra del
Chaco y en la inmediata posguerra, retorno a los niveles de la década de 1920, para
luego superarlos hacia 1936. Es notable observar que esta producción se amplía en la
ciudad y el Cercado a niveles no alcanzados en la década anterior. Otro fenómeno
significativo, es que los montos alcanzados por las licitaciones apenas expresan un
tercio de la producción y recaudación efectiva 327, es decir que el negocio de la
adjudicación de los remates para recaudar los impuestos al muko y la chicha, era
realmente suculento.
En las décadas de 1930 y 1940 se fortalece el mercado del maíz y los precios del grano
experimentan sustánciales mejoras, aún cuando continúa pesando sobre él la
competencia del grano argentino e incluso, el de otras regiones del país, que concurren
al mercado nacional de este cereal328. Entretanto, las modificaciones, reformas y
reajustes del impuesto fiscal, siguen su curso. Por ley de 15 de noviembre de 1939 y
Decreto Complementario de 30 de noviembre del mismo año, se suprime el impuesto al
botellaje de chicha y se retorna al concepto de “impuesto único al muko”, refundiéndose
en un solo gravamen, los que habían sido dispuestos a partir de 1936. Esta disposición,
finalmente eleva el impuesto al quintal español de muko a Bs. 30, o sea, a Bs. 7,50 por
arroba. Obviamente, de nuevo se producen airados reclamos de los industriales
chicheros, que amenazan con el cierre de sus establecimientos, en tanto que los
licitadores, que temen no recaudar los montos de las licitaciones rematadas, se unen a
estos reclamos. La cuestión se torna más difícil, cuando un nuevo Decreto-Ley de 11 de
abril de 1940, violando el precepto de “impuesto único”, crea un impuesto adicional de
10 centavos sobre botella de chicha, con destino a la conclusión de las obras del Estadio
Departamental329.
Pese a que se reitera una vez más la sentencia de que “la gallina de los huevos de oro”,
es decir, la industria de la chicha agoniza, esto no impide que los planes de desarrollo
327
Con esta referencia, es posible estimar que, la producción de chicha en la ciudad y el Cercado, alcanzó
en 1934 a 3.350.000 botellas, en 1935 a 4.250.000, y en 1936, a 4.808.000 e incluso tal vez cinco
millones.
328
El quintal de maíz puesto en La Paz en 1933 se cotizaba en 6,00 Bs., en 1936 en 14,00 Bs. y en 1940,
101,70 Bs. (El Imparcial, nº 3121, 11/08/1940).
329
El Inspector Departamental del Impuesto a la chicha, Roberto Ramallo, dirigió una carta pública a
Luís Zambrana, Administrador del Tesoro Departamental en términos airados “Cochabamba pide y
quiere que su pavimentación se halle conclusa en toda la ciudad, que se calme de una vez la sed del
pueblo, que sus obras públicas sean una realidad en todo orden, que su Universidad tenga eco sagrado y
siga el ejemplo de la Docta y bien mentada Charcas, que aumenten los colegios y escuelas, que no exista
el analfabetismo, que se proteja al huérfano, que los desvalidos tengan hogar, y después ya dar paso a
los Stadiums. No por construir palacios y conservar un Stadium se va a matar a la industria chichera, la
única a la que debe Cochabamba su progreso” (El Imparcial nº 3065, 29/05/1940).
34
urbano continúen su curso en base a idear empréstitos y argumentos para seguir
gravando el maíz. Así, la cuestión del agua era un problema tan agudo en 1940, que se
llega al extremo de proponer el aprovechamiento de las aguas de la laguna de Alalay
para el uso de la población330. Se estimaba que eran necesarios unos 50 millones de
bolivianos para resolver el problema del agua en forma definitiva, con una proyección
de 20 años y para una población de 120.000 habitantes. La base financiera de estos
deseos se expresa en el Cuadro 105:
El cuadro anterior, demostraba que de una disponibilidad anual para obras públicas de
5.613.282 Bs., el 100%, lo cubría el impuesto a la chicha y el muko, en tanto, incluso un
pequeño excedente de dicho impuesto y el resto de los gravámenes, eran absorbidos por
el Tesoro Nacional y gastos administrativos331. Entre tanto, coadyuvando estas políticas
de los poderes locales y departamentales, la cuestión del Decreto de 9 de abril de 1940,
que creaba el impuesto de 10 centavos sobre botella de chicha, quedaba totalmente
confirmado, con la variante de que se aplicaría este incremento sobre el muko, que
queda gravado con Bs.35 sobre el quintal español, calculándose el siguiente rendimiento
anual:
330
E1 proyecto fue elaborado por el Ingeniero mexicano Eligio Esquivel y mereció el apoyo del
Sindicato de Ingenieros y del Comité Departamental de Obras Públicas., aunque obviamente, la censura
del Cuerpo Médico.
331
La Ley de 29 de noviembre de 1939, refundía los impuestos al muko y la chicha estipulados por el
Decreto Ley de 9/ 12/ 1936 y 12/09/ 1927, nuevamente en un impuesto único de Bs. 25 sobre el quintal
español de 46 kilos de muko. El rendimiento de este impuesto se disponía de la siguiente forma: el 28%
para el servicio de los empréstitos de vialidad y obras públicas dc Cochabamba concedidos por el Banco
Central; el 43% para el servicio del empréstito destinado a la pavimentación; el 15% para obras públicas
provinciales. El porcentaje correspondiente al Cercado se destina a la refacción del palacio prefectural; el
4% para el servicio de los empréstitos Ulen y Erlanguer, el 5% para la construcción del stadium y el
restante 5% para gastos administrativos del Tesoro Departamental (El País nº 914, 26/11/1939)
34
CUADRO Nº 106: Departamento de Cochabamba: Distribución anual del
rendimiento del Impuesto Único al Muko (Ley de 09/04/1940)
Montos distribuidos
Detalle (en Bs.)
. Un 50% para obras públicas 3.821.300
. Un 20% para captación de aguas potables 1.528.520
. Un 15% para obras públicas en provincias y el Cercado 1.146.390
. Un 10% para la construcción del stadium 746.260
. Un 15% para gastos administrativos 382.130
Total 7.642.600*
Fuente: El Imparcial nº 3135, 28/08/1940 /
(*) El cálculo de un rendimiento anual para el impuesto único al muko, se apoyaba en una
estimación de producción de 305.704 qq de muko que representaban a su ver una producción de
unas 30.570.400 botellas de chicha en el Departamento, un volumen muy superior al de los años 20
y 30, considerando lo definido por la Ley de 29/ 11/1939.
Se puede comprobar sin lugar a dudas, que un 80% de la recaudación pasó a favorecer a
la ciudad, incluyendo amortizaciones de empréstitos de obras públicas, como la red de
agua potable, el alcantarillado y la pavimentación. También se puede percibir que
apenas un 15% se dirigió a obras provinciales, donde el Cercado, es decir el área
suburbana a la ciudad se llevaba la mayor proporción, por lo que, probablemente las
obras públicas en provincias apenas se beneficiaban con menos del 10%. De todas
maneras, la dinámica de los impuestos no se da reposo. Una ley de 8 de noviembre de
1945, sustituye el impuesto al muko que estaba gravado desde fines de 1940, en la
proporción de Bs.16,20 por arroba (o sea Bs. 50,40 por quintal español) y lo transforma
en el impuesto a la chicha. La unidad de medida pasa a ser la botella de 0,66 litros, y el
impuesto que la grava, pasa a 0,48 Bs., incluido el recargo de 20% (Bs.0,08), con
destino a la Universidad de San Simón332. Una nueva ley, de 17 de noviembre de 1947
elevaba el impuesto a la chicha a Bs.1,00 por botella de 0.66 libros, introduciendo una
modificación en la distribución del rendimiento de este impuesto. En definitiva el
impuesto al muko es sustituido por el gravamen a la botella de chicha. La citada ley
disponía el siguiente rendimiento al impuesto único de Bs.1,00 sobre botella de chicha:
332
La citada ley disponía que del monto recaudado que correspondía a la ciudad y el Cercado, el 85% se
destinaba a amortizaciones e intereses de los empréstitos contraídos para obras públicas en la Capital, el
10% para los trabajos del stadium y el 5%, para gastos administrativos. Del monto que correspondía a las
provincias el 43% se destinaba a la amortización de empréstitos e intereses contraídos para obras públicas
en la capital, el 10% para la obra del estadio departamental, y sólo el 42% para obras públicas
provinciales a cargo de Comités Provinciales de Obras Públicas (que ciertamente. se debatían en la
miseria) y el 5% restante destinado a gastos administrativos.
34
CUADRO Nº 107: Departamento de Cochabamba: Distribución porcentual del
rendimiento del Impuesto Único de Un Boliviano por botella de chicha (1947)
Una relación muy incompleta del destino dado al impuesto al muko y la chicha desde
1910 a 1950, sería la siguiente:
Los licitadores rápidamente juzgaron estas propuestas como utópicas y pusieron en tela
de juicio la capacidad de los municipios para efectuarla “debido a que es imposible
contar con 1os factores de honestidad y corrección en 1a planta de funcionarios”. Por
otra parte, se argumentaba que la recaudación del impuesto era un proceso muy
334
Un otro argumento que se esgrime, es que cuando se aplicaba el impuesto de Bs.1,00 por botella de
chicha, el costo de esta para la venta al público, era de Bs. 6,00, pero como este precio había sido
duplicado por las chicheras, era justo que el impuesto fuera de Bs.2,00.
35
complejo, pues el número de fabricantes de chicha no era constante. A este respecto se
manifestaba: “La chicha es fabricada por casi todos 1os cochabambinos en forma
eventual, exigiendo 1a percepción de su impuesto 1a presencia oportuna de los
recaudadores en valles, estancias, serranías y demás confines alejados de 1os centros
poblados del Departamento” (El Imparcial nº 5605, 23/11/1949). Un cronista contrario
a los intereses de los licitadores, revelaba lo siguiente:
La ley de 17/11/1947 que elevó el impuesto a la chicha de Bs.0,48 a Bs.1,00 por botella,
determinó la elevación del producto, de 4,00 y 5,00 Bs. a 7,00 y 8,00 Bs. Este hecho
produjo intenso malestar, pues se trataba de la bebida privilegiada por las clases
populares, y eran ellas las más perjudicadas con este incremento. Un consumidor fiel
del áureo licor, Pacomino Gamboa, resumía el fondo social de la cuestión en los
siguientes términos:
Por otra parte se precisaba que: “las revendedoras (del licor) atribuyen en este caso (el
alza del precio), a la elevación máxima del último impuesto fijado por acuerdos
tomados por los famosos licitadores que quieren sacar pingues utilidades explotando
escandalosamente a los pobres fabricantes que viven de estos ingresos”. Se lamentaba
que “justos pagaban por pecadores” y se sacaba una amenazadora conclusión: “si el
impuesto sube, el pueblo se abstendrá del consumo, y pronto vendrá la espantosa crisis
de los fabricantes de esta bebida, pues los consumidores manifiestan que es preferible
el consumo de la cerveza” (El Imparcial nº 4934, 1º/02/1943). Sin embargo la
especulación siguió su curso y en el carnaval de 1948 la botella de chicha se cotizó en
10,00 Bs., casi a la par de la cerveza.
Las exportaciones de chicha a los mercados del Altiplano, que beneficiaban al Tesoro
Departamental, y sobre todo a la ciudad de Cochabamba, eran modestas, pero no
despreciables. Su magnitud se registra en el Cuadro 109, donde además se establece una
comparación con las exportaciones de cerveza:
35
CUADRO Nº 109: Departamento de Cochabamba: Exportaciones de chicha y
cerveza a los mercados del altiplano (1942 – 1949)
Chicha
Años Cantidad en % en relación a la Cerveza en
litros producción litros
departamental
1942 304.187 4,50 68.250
1943 351.551 4,36 32.856
1944 303.610 2,72 275.909
1945 324.968 1,96 763.560
1946 333.556 1,70 556.926
1947 307.458 1,09 269.061
1948 231.700 0,93 82.807
1949 342.439 1,42 161.954
Fuente: Gacetas Municipales de las gestiones 1942 a 1949
y Cuadro 108.
335
La Cervecería Taquiña que inició su producción en 1893, inicialmente produjo en pequeña escala, en
fuerte competencia con la chicha, esto por lo menos, hasta 1915, época en que mejora sus instalaciones e
incrementa su capital a Bs.104.000, para incrementarlo nuevamente en 1937 a Bs.250.000, procediéndose
además a ampliaciones y modernizaciones, llegando su capital a 23 millones de Bolivianos en 1951,
ampliando su producción en forma extremadamente acelerada, es decir, de una producción anual de
48.000 botellas en 1936, pasa a un volumen que fluctúa entre 5.5 y 6 millones de botellas anuales en
1950, que encuentran su mercado de consumo esencial en la propia ciudad de Cochabamba, lo que nos da
una idea del desplazamiento que comienza a sufrir la chicha entre los consumidores. (Los Tiempos nº
2279, 14/09/1951).
35
inmuebles desplegaban los licitadores, para alcanzar los montos de adjudicación a que
aspiraban:
(1) Comparten Ángel Jordán y Eduardo Plaza / (2) Comparten Demetrio Torrico y Eduardo Plaza /
(3) Comparten Demetrio Torrico y Eduardo Plaza / (4) Comparte Ángel Jordán y José Rojas /
(5) Comparten Ángel Jordán y José Rojas.
Fuente: Relación parcial de fianzas y licitaciones publicada por El País nº 2905, 21/12/1947.
Por el cuadro anterior es posible percibir la existencia de dos o tres grandes licitadores,
que en sociedad o individualmente, copaban los distritos más importantes, es decir,
monopolizaban el control sobre las recaudaciones de mayor utilidad. Indudablemente,
esta es una pequeña muestra de un negocio que englobaba familias y clanes, y donde las
prácticas clientelares, las presiones y el tráfico de influencias era determinante
Estos mismos estudios, tal vez los más minuciosos que en materia contable se llevaron a
cabo hasta ese momento, no sólo pusieran al descubierto el origen de las grandes
fortunas que se originaron a la sombra de las licitaciones, sino también una más nítida
comprensión de la forma en que la ciudad y el Cercado se apropiaba del excedente
agrícola, mediante el sistema tributario analizado, y que la recaudación directa, en
realidad trataba de optimizar, para acelerar el desarrollo urbano, pero postergando la
oportunidad del resto de los centros provinciales. Al respecto, veamos el siguiente
cuadro:
Rubros Monto
asignado en porcentaje
Bs.
1. Obras públicas en la capital 10.314.469,70 33,46
2. Estadio departamental 2.465.9094,80 8,00
3. Universidad Mayor de San Simón 6.164.762,15 20,00
4. Forestación UMSS 924.714,33 3,00
5. Forestación colina San Sebastián 924.714,33 3,00
6. Club Hípico 462.357,18 1,50
7. Municipalidad de Cochabamba 616.476,23 2,00
8. Obras públicas en provincias (1)
a) Punata 1.592.000 5,17
337
Un factor que se consideraba como negativo a la recaudación directa, era la política de continuar
incrementando el impuesto a la chicha, al respecto se opinaba: “Cualquier aumento en el impuesto a la
chicha, por pequeño que fuera, ha de refluir en perjuicio de su recaudación directa, creando un ambiente
de hostilidad contra la comuna a quien los fabricantes atribuirán toda la culpa por la ignorancia de los
orígenes de ese aumento; más aún si a tiempo de efectuarse el empadronamiento ya se hubo constatado
que los licitadores les habían instruido para que se negaran a proporcionar ningún dato, debido a que el
objeto que perseguían ellos, era el de la elevación dcl impuesto”. (El País nº 3437, 18/11/1949).
35
Cuadro Nº 111 (continuación)
Monto
Rubros asignado en Porcentaje
Bs.
b) San Benito (2) -- --
c) Sipe Sipe 284.534,00 0,92
d) Quillacollo 1.581.297,60 5,13
e) Cliza 1.770.000,00 5,74
f) Villa Rivero 214.432,00 0,70
g) Sacaba 518.544,00 1,68
h) Tarata 610.467,85 1,98
i) Arani 437.400,00 1,42
j) Tiraque 246.432,00 0,80
9. Criadero Departamental de Semillas 924.714,33 3,00
10. Gastos de administración 770.595.25 2,50
(1) Sólo se consideran los distritos principales / (2) No se realizaron obras públicas.
Fuente: Tesoro Municipal, publicado en el País nº 3439, 20/11/1949
Por el cuadro anterior, se puede constatar que en el año 1949, el 70.96% del monto
recaudado por concepto del impuesto a la chicha, favoreció a la realización de obras
diversas en la Capital y el Cercado, incluyendo proyectos de envergadura como el
Estadio Departamental y la Ciudad Universitaria; en tanto globalmente, apenas 23.54%
del citado monto recaudado, se invirtió en obras públicas en provincias, y solo un 3%,
se dirigió a inversiones productivas en beneficio del desarrollo agrícola338.
Esta utilidad, descontando los gastos de recaudación fue de 10.712.061,67 Bs. que se
distribuyeron en la siguiente forma:
338
El monto total recaudado por el impuesto a la chicha en 1949 alcanzó a 36.407.550.79 Bs. Los
cálculos hechos por el Tesoro Municipal en dicho año sólo abarcaron los diez primeros meses (enero a
octubre).
35
CUADRO Nº 112: Departamento de Cochabamba: Distribución del superávit
obtenido por la recaudación directa del impuesto a la chicha en 1950
Sin embargo, a falta de industria y sobre todo, estando fuera de cualquier posibilidad, la
conversión de la hacienda en empresa capitalista, el recurso empleado para la
apropiación de excedentes económicos de la agricultura, se lo realiza a través del
Estado, por la tradicional vía impositiva que ya practicara ampliamente el Estado
colonial. La materialización de las condiciones generales para la acumulación capitalista
en el centro urbano que requiere el desarrollo del comercio importador, la banca y la
propia expansión del capital mercantil e inmobiliario, se realiza mediante la
urbanización, cuyo nivel de inversiones públicas, es decir, provisión de fluido eléctrico,
provisión de agua potable, pavimentación, edificios públicos, canalización del río
Rocha, etc., son financiados y asumidos por un solo protagonista: la economía del maíz
y la chicha.
Retornando a una idea anterior: el mundo agrario de la gran hacienda, es ajeno a estas
vicisitudes, pero siempre está presto a dirigir su interés a los negocios inmobiliarios en
“los nuevos barrios residenciales” o en el ámbito de “la city” 339, a participar de ese gran
mundo del comercio, la banca y la civilización capitalista, aspirando a formar parte de
esa alta esfera del consumo generoso, del lujo y la fanfarria, aunque para ello tuvieran
que pasar de hacendados a licitadores, y luego a vulgares especuladores, que se
disputaban sin recato la recaudación del impuesto a la chicha.
Pero para que esto fuera posible, previamente se han valorizado las tierras urbanas, han
sido pavimentadas sus calles, ha sido embellecido el paisaje urbano, se han hecho
propicias las condiciones para invertir en chalets y palacetes ¿Quiénes han provisto los
recursos para que estas condiciones estuvieran dadas? No otros que los participantes en
ese otro amplio mundo de piqueros, arrenderos, pequeños y medianos agricultores del
maíz; esa multitud de mukeras340, y esa no menos numerosa humanidad de chicheras,
339
Denominativo del centro urbano-comercial que introducen los jóvenes planificadores para referirse a
lo que ellos consideraban la verdadera ciudad, es decir, la ciudad moderna en oposición a la ciudad
tradicional.
340
Masticadoras de muko, es decir de harina de maíz, cuya pasta ensalivada era la materia prima que
iniciaba la fermentación del licor.
35
que religiosamente, salvo excepciones conflictivas, cancelaban a título de impuesto 46
centavos primero, después 92, luego 1,38 Bs., después 4 Bs., más adelante 25, 30, 35
Bs., etc., por quintal español de muko, y otro tanto por botella de chicha.
Así centavo a centavo, y en casos, hasta con extremo sacrificio, ayudaron a acumular
verdaderas fortunas, que los hacendados-licitadores y sobre todo la ciudad señorial,
devoraban ansiosamente con la complacencia del Estado, que a su vez, quedaba eximido
de sus obligaciones hacia la región, en la medida en que el progreso de Cochabamba, no
tuvo prácticamente ningún costo para la clase minera dominante. La danza de
empréstitos, los préstamos y desembolsos del Banco de la Nación, los avales y
compromisos, todo! reposaba sobre el impuesto al muko y la chicha.
Este es el marco estructural en que se mueve la ciudad hasta la primera mitad del siglo
XX. La subversión de esta realidad y su desplome, que dará paso a nuevos protagonistas
y nuevas realidades, pertenecen a los años posteriores a 1952.
36
Capítulo 17
Vivienda y urbanización: crisis, tugurios y especulación
El debate de la cuestión urbana de fines de la década de 1930 y los años 40, de ninguna
forma constituyó una suma de hechos aislados y casuales. Por el contrario, éste
fenómeno representó una suerte de síntesis y desemboque, de toda una problemática
cuyas raíces económicas, sociales e incluso ideológicas, se fundían contradictoriamente
en la diferenciación social, cada vez más marcada en el consumo del espacio urbano,
pero sobre todo, en la calidad de ese consumo, que incidía no sólo en cuestiones tan
candentes como la penuria de vivienda, la escasa capacidad de la industria de la
construcción para enfrentar una enorme demanda de habitación y la especulación
inmobiliaria; sino que por primera vez, los cuadros de crisis sanitaria, contaminación
ambiental, escasez de agua, etc., no eran ya problemas del conjunto de la comunidad
urbana, sino de algunos de sus componentes, es decir, aquellos estratos de escasos
recursos que pasaron a habitar los parajes que se beneficiaban poco o nada de esta
dinámica modernizadora.
La ciudad no sólo cambió su fisonomía y rompió los viejos límites que marcaban su
expansión física, sino que distribuyó los beneficios de este desarrollo y las deficiencias
que no logra superar, en forma desigual y segregativa. De esta forma, el paisaje
resultante ya no presentaba la homogeneidad del siglo XIX. Al lado de las modernas
urbanizaciones en la campiña Norte con sus chalets característicos de la arquitectura de
la década de 1940, sus bien cuidados paseos y sus flamantes calles pavimentadas, que
transformaron radicalmente la fisonomía colonial, transformación que se consolidó con
el apabullante brillo de los letreros luminosos y todo el despliegue propagandístico del
centro comercial, que caracteriza el paso irreversible de la sociedad tradicional a la
sociedad de consumo; permanecieron invariables los tugurios y las callejuelas tristes y
perdidas, la pila pública seca, el familiar basural y la infaltable chichería.
Sin ánimo de examinar las primeras propuestas de ordenamiento urbano de fines del
siglo XIX y primeros años del XX, asunto que abordaremos en el siguiente capítulo, nos
limitaremos a poner en evidencia, que la visión que guió a estos pioneros de la
planificación, no incluía una comprensión integral de la dinámica campo-ciudad, o una
noción de la problemática urbana concebida como una síntesis, donde concurren
innumerables factores. Su lógica era más lineal y directa, si se quiere más intuitiva y
pragmática: la ciudad se resiente de muchos problemas y a cada uno de ellos
aisladamente corresponde algún tipo de solución, igualmente aislada. De esta forma el
ensanche de calles, su rectificación o la apertura de nuevas vías, etc., no respondía
claramente a la idea de un “modelo” o “plan” preestablecido, sino eran respuestas a
problemas particulares y específicos, aún cuando el tratamiento de muchos de esos
episodios, trasunten una concepción de desarrollo urbano, realmente precursora de lo
que ocurrirá sólo muchas décadas más tarde.
No obstante seria ingenuo pensar que la vivienda como problema, sólo se hizo presente
a partir de 1935. Su presencia, seguramente es tan vieja como la propia ciudad. Lo
nuevo, fue la gravitación de un conjunto de circunstancias que modificaron los
comportamientos demográficos y la distribución espacial de la población en la región, y
simultáneamente promovieron la valorización de la tierra urbana, estimulando la
inversión en bienes inmuebles dentro la ciudad. Sin embargo, resulta importante hacer
un seguimiento de la problemática habitacional con una visión retrospectiva amplia para
verificar que la penuria de la vivienda, fue un otro antiguo componente de la crisis de la
ciudad tradicional y sobre todo, para verificar, cómo muchos de estos problemas no se
modifican en sustancia con el transcurso del tiempo, pero sí cambian las actitudes
sociales e institucionales con respecto a ellos.
Estos datos nos dan una pauta de la distribución de habitantes y familias por el número
de viviendas disponibles, arrojando un cuadro de densificación significativo, pero tal
vez, sin alcanzar la situación de tugurizaciones extremas, que ya en esta época se
contemplan en otros escenarios urbanos del continente. Si con fines puramente
ilustrativos, admitimos que las casonas coloniales podían admitir hasta dos familias en
condiciones de incomodidad tolerable para las condiciones de la época, un 25% de la
población en 1880 y un 35% en 1886, se podría decir que vivía en condiciones que se
podrían equiparar a los actuales “conventillos” que todavía subsisten en las zonas
centrales de la ciudad.
342
Por los datos de los censos de 1880 y 1886, se puede estimar que la familia promedio, era 9.5
miembros, aunque en realidad esta cifra podría incluir el personal doméstico y algunos parientes de ramas
colaterales, que conformaban una composición familiar prácticamente, el doble de numerosa que en la
actualidad.
36
Sin embargo estas condiciones de la vivienda urbana a fines del siglo XIX,
probablemente marcaban un umbral entre el límite de lo tolerable y el inicio de un
deterioro por saturación de uso, de un hábitat poco apto para admitir un proceso de
densificación demográfica. En efecto, un higienista pionero, el Dr. Serapio Quiroga
(1891), analizando las condiciones de salubridad de esas viviendas, anotaba con
evidente franqueza:
Estas condiciones se mantuvieron intactas, sino empeoraron, en las viviendas del casco
viejo urbano, en la primera mitad del siglo XX. De esta manera, otro cronista anónimo
en la década de 1920, realizaba las siguientes observaciones a este respecto:
A continuación se anotaba que en tales condiciones, era obvio que las epidemias
tuvieran características endémicas:
Ese mismo año (1922), por fin surgía, como una realidad preocupante, el problema de la
vivienda. Un editorialista emitía estos conceptos, respeto a la especulación de que era
objeto este bien social:
343
Se trataba de la “Sociedad Constructora Cochabamba”. A manera de conocer los problemas de la
construcción en esa época proporcionamos los siguientes detalles en palabras de su promotor “Los
materiales de construcción han subido en estos últimos años en un 100 y hasta en un 300%. Además que
han obedecido a la ley de alza general, desde el maíz, la carne, los jornales, hasta las casas y campos;
los que hacen adobes y ladrillos sólo ocupan en estos trabajos unos tres meses. El resto del año son
agricultores, trabajan cuando se les hace un pedido y entonces, son ellos los que imponen el precio y la
condición de dinero adelantado (…) Ahora sólo puede comprar una casa el rico que tiene un capital
especial a este objeto”. El portavoz de la sociedad constructora, estimaba que el costo de una vivienda
económica en 6 a 7.000 Bs. y una vivienda sin esa pretensión, en 10 a 12.000 Bs. Esta Empresa fue la
primera que propuso la vivienda económica o de interés social a ser amortizada a largo plazo. (El Heraldo
nº 1616, 16/09/1890).
344
A este respecto Alejandro y Enrique Soruco observaban, que en 1880, en la ciudad un crecido número
de casas que sólo contaban con 2 a 6 habitantes, correspondía a una considerable cantidad de propiedades
de artesanos, quienes “sólo tienen una tienda y un corredor, y muchas veces una tienda completamente
sola”. (Censo General de la ciudad de Cochabamba, mayo de 1880).
36
para e1 que todo sube de precio, menos los sueldos y salarios. (El Ferrocarril No.
4258 de 21 /07/ 1922).
Dos eran las causas que explican la especulación inmobiliaria de ese momento: la
apertura de la línea férrea Oruro-Cochabamba, que promovió un flujo emigratorio de
sectores de clase media urbana, que esperaban encontrar en Cochabamba un lugar
propicio para negociar con productos agrícolas rescatados y exportados a los mercados
de las minas y el altiplano. Al respecto se sostenía: “todo ese elemento viene en buenas
condiciones económicas, paga el capricho de los alquileres, porque generalmente viene
a lucrar en las distintas esferas del comercio, razón por la cual, los hijos de1 pueblo,
van siendo retirados poco a poco hacia las afueras” La otra causa, era e1 denominado
“impuesto sanitario” destinado a gravar a la propiedad inmueble urbana, con la
finalidad de soportar el empréstito destinado a las obras de la red de alcantarillado, y
que automáticamente, producía el reajuste de los alquileres, mecanismo mediante el
cual se transfería esta obligación, naturalmente a los inquilinos, cuyos componentes de
bajos ingresos, eran generalmente, los que absorbían las cargas más onerosas.
Otro factor que también se esgrimía, era el alto costo de la construcción y la elevada
demanda, que en ciudades como La Paz, era gravitante. Sin embargo, otra crónica de
1929, anotaba a este respecto, que: “Hay ciudades como Cochabamba, Sucre y Potosí,
donde 1a edificación no tiene las mismas dificultades y precios que en La Paz y Oruro,
y no obstante, el alquiler de la habitación ha sufrido un alza inmoderada”. La razón de
este fenómeno se explicaba, a partir del antecedente de la primera escasez de
alojamiento que conoció Cochabamba, con motivo de la presencia de un contingente de
visitantes que realzaron las “Fiestas del Progreso”, con que se celebró la llegada del
primer tren del altiplano al Valle, en 1917 345 Luego continuaron las alzas con el pretexto
del impuesto al alcantarillado y el impuesto al consumo de luz.
Cochabamba ofrece hoy el aspecto de Sucre hacia el año 1900. Por una parte,
se ven letreros anunciando almacenes y tenduchas en alquiler, por otra,
departamentos. No cabe duda que la oferta de habitaciones es mayor que las
necesidades y demanda, y no obstante, 1os alquileres se mantienen en el mismo
tipo que hace cinco años en que se inició la última alza (La cuestión de los
alquileres, Revista Industria y Comercio nº 247, 8/07/1929).
A inicios de los años 20, la cuestión de los alquileres tuvo la suficiente resonancia como
para promover una primera propuesta de planificar el crecimiento de la ciudad (cf. infra
Capítulo 18), y poner en relieve, un problema social suficientemente importante y digno
de ser incorporado en el primer programa de gobierno municipal que proponía la
345
Un pasaje de la descripción de esos festejos señalaba: “La población flotante tuvo una elevada cifra:
10.000 habitantes hemos cobijado y los gatazos uñilargos de los hoteleros, esos piratas del comercio que
ocultaron su vergüenza y dignidad en su caja de ahorros, los han esquilmado sin misericordia” (El
Heraldo nº 7910, 031/07/1917).
36
“candidatura obrera” que concurría a las elecciones para el Concejo Municipal de
1923346.
346
El citado “Programa Obrero” incorporaba las siguientes reivindicaciones: 1) Inamovilidad de los
empleados municipales, mejoramiento de sus haberes. 2) Reglamentación de casas de alquiler 3)
Reorganización de la instrucción primaria popular. Reorganización del Instituto Superior de Artesanos y
de la Escuela de Artes y Oficios de niñas obreras. 4) Intensificación de la vigilancia y atención del
Hospital Viedma 5) Higienización de la ciudad, sobre todo de los barrios suburbanos. 6) Ornato en
general. Creación de parque en los barrios suburbanos. 7) ) Mercados seccionales. 8) Fomento a las
exposiciones industriales y artesanales (El Ferrocarril nº 4366, 09/12/1922 )
36
preventivas de propiedades por obligaciones contraídas, lo que comprometía a 754
propiedades, las mismas que a su vez, correspondían al 29% del total de propiedades
gravadas por obligaciones en todo el departamento. Asimismo, se puede notar una
significativa desproporción, entre el monto de cancelaciones e hipotecas: así en la
ciudad y el Cercado, éstas apenas alcanzan al 21% del monto de las hipotecas, aspecto
que se acentuaba aún más, con respecto del departamento, pues este porcentaje se
reducía al 13%, configurando una alarmante insolvencia del conjunto departamental,
aspecto que refuerza los criterios anteriormente emitidos y que incluso parecen afectar
aún más severamente la propiedad agrícola347.
En 1927 se dictan las primeras disposiciones legales sobre la vivienda de interés social.
(Leyes del 14 y el 26 de diciembre de 1927). Se crea un fondo de ahorro obrero con
destino a la vivienda y la formación de “barrios obreros”, aunque estas disposiciones,
sólo tienen efectos prácticos muchos años más tarde y en forma puntual. Entretanto la
lógica de la propia crisis, pese a una contracción de la demanda, hace que el problema
de los alquileres continúe golpeando a los sectores populares. Veamos a titulo
ilustrativo, algunos datos sobre la relación entre ingresos personales por sueldos, y lo
que porcentualmente en relación a dichos ingresos, significó a mediados de la década de
1910 y fines de la década de 1920, la erogación por concepto de alquileres:
347
A este respecto se anotaba en 1926 “Actualmente la ciudad atraviesa por una fuerte depresión
económica, causada por el excesivo aumento del costo de vida y el enorme recargo del impuesto que se
paga Como un signo evidente de este hecho, la depreciación del valor de la propiedad urbana se ha hecho
notable. Más del 50% de la renta está consagrada a la atención de las deudas contraídas durante los años
anteriores a 1924, que fueron muy malos para la agricultura. En el primer semestre de este año (1926), el
movimiento de la propiedad acusa una diferencia de más de 800.000 Bs. entre el valor de las ventas y el
de las hipotecas, diferencia que puede indicar la depresión que hay en la compra-venta de propiedades y
el excesivo aumento de las deudas”. (El Departamento de Cochabamba, El Republicano nº 2931,
14/09/1926). En 1928 el monto de las cancelaciones alcanzaban al 33% del monto de las hipotecas.
36
Cuadro nº 115 (continuación)
Año 1914
Sueldo o Capacidad Nº de Zonas urbanas que
Estratos Cargo u ocupación salario de pago de habitaciones puede habitar (3)
alquiler (1) que puede
alquilar (2) C PC B P
Estratos de ingre- -Maestro albañil 100 25 0 no no no si
sos muy bajos -Jornalero 80 20 0 no no no si
Año 1927
Estratos de altos -Contador de Banco 8.000 2.000 12 si si si si
ingresos -Coronel de Ejercito 7.200 1.800 10 si si si si
-Vocal del Tribunal 6.000 1.500 9 si si si si
Nacional de Cuentas
-Fiscal de Distrito 5.400 1.350 8 si si si si
En el caso de los estratos de ingresos medios, como ya se mencionó, sólo una fracción
de éstos, podía acceder al standard de vivienda señorial con 10 o más habitaciones, en
tanto otro sector, sólo podía alquilar parte de una vivienda con estas características. En
1927, esta capacidad se deteriora y en una mayoría de casos, se reduce a la capacidad de
37
alquilar “departamentos”348, en la zona central o alejarse a zonas próximas al centro o a
otros barrios, para alquilar viviendas más amplias, llegándose al caso extremo de los
profesores que hacia 1927, sólo podían alquilar, habitaciones sueltas si querían
mantenerse en la zona central.
Los estratos de ingresos bajos en 1914, sólo tenían capacidad para alquilar habitaciones
sueltas en “conventillos”349 del centro urbano. En 1927 esta modesta capacidad, sólo era
conservada por una fracción minoritaria, en tanto la fracción restante, perdió dicha
capacidad, y obviamente, no tenía ya acceso al centro de la ciudad e incluso a las zonas
aledañas y los barrios más alejados en términos aceptables, restándoles, al igual que a
los estratos de ingresos muy bajos, la opción de modestísimas habitaciones en la
periferia suburbana y el Cercado o su incorporación a tugurios en la ciudad. Es decir, la
rústica choza campesina o, dentro la ciudad la “tienda” artesana, esto es, la habitación
que no posee las mínimas condiciones de habitabilidad.
De lo anterior se pueden extraer por lo menos dos conclusiones: en primer lugar, que
entre 1914 y 1927, se produjo un alza de alquileres no equivalente al incremento de
sueldos y salarios, que afectó al conjunto de los estratos sociales, y con mayor impacto,
a los estratos inferiores. En segundo lugar, se evidencia que el monto de alquiler, jugaba
(como hasta hoy) un rol preponderante en la reproducción de la segregación residencial,
y era un eficaz medio de deterioro y tugurización de las condiciones del hábitat de los
estratos de ingresos medios y bajos, constituyéndose además, en un poderosos factor de
expulsión de éstos, hacia zonas cada vez más lejanas del centro urbano. Este último
factor, es decir el acelerado deterioro de la capacidad de arriendo de un sitio habitable
adecuado, influirá decisivamente en la expansión urbana y la consiguiente urbanización
que se iniciará en las décadas siguientes.
348
Los “departamentos” eran agrupaciones de habitaciones continuas en planta baja o alta con desarrollo
lineal o de otro tipo, a las que arbitrariamente se les bautizaba como sala-comedor y dormitorios,
pertenecientes a una vecindad, incluso un conventillo, que ha sido conformado sobre la base de alquilar
sus habitaciones por cuartos aislados o departamentos, es decir, subdividiendo arbitrariamente una casona
de modelo colonial en unidades de alojamiento de diverso tamaño.
349
El conventillo o casa de vecindad, era el resultado de transformar las habitaciones de una antigua
casona señorial con 10, 15 o más habitaciones dispuestas perimetralmente en torno a uno, dos o más
patios, tanto en planta baja como en planta alta; en habitaciones sueltas que se ofertaban a familias o
personas solas. Cada conventillo solía disponer de patios de uso común y algunas letrinas con las mismas
características.
350
Tanto en 1914 como en 1927, las diferencias del canon de alquiler era marcadamente distinto, de
acuerdo a la localización del sitio con respecto a la zona central y a la accesibilidad, desde dicho centro al
local ofertado en arriendo. En efecto en 1914 una habitación en alquiler en las proximidades a la plaza de
armas, se cotizaba en 80 Bs. por término medio, en tanto esa habitación, en una zona alejada de la
periferia se arriendaba en 9 Bs. En 1927, una habitación en el centro fluctuaba entre 170 y 200 Bs. y otra
en zonas periféricas se ofertaba entre 30 y 40 Bs.
37
las primeras ideas de un modelo de ciudad que pretendiera, en forma más integral y
coherente, dar respuesta a dicha situación, tal como veremos en el próximo capítulo.
Igualmente la Guerra del Chaco, si bien permitió a través del suministro de víveres al
Ejército, una salida a las cosechas de maíz, que no tenían colocación en los mercados de
consumo desde mediados de la década de 1920, ello no alivió la situación de las clases
medias urbanas. En las ciudades, el costo de vida siguió su vertiginoso ascenso y
naturalmente los alquileres acompañaron esta tendencia. Si bien los latifundistas, se
beneficiaron a partir de 1932 con moratorias bancarias, no por ello dejaron de enfrentar
nuevos problemas, como la escasez de fuerza de trabajo agrícola provocada por el
propio conflicto bélico. Sin embargo, todos estos obstáculos fueron compensados con
nuevas moratorias que concedió, bajo aval estatal, la oficina de Crédito Hipotecario, el
principal acreedor de los grandes terratenientes del Valle351. Esta política de Estado, dio
alivio a la frágil economía hacendal y permitió que este sector social fuera uno de los
pocos beneficiarios con la guerra y lograra acumular significativas fortunas, que sin
embargo, prontamente fueron amenazadas por el fantasma de la inflación y la
devaluación monetaria que provocó el esfuerzo bélico352.
351
Daniel Salamanca, Presidente Constitucional de la República, en ese tiempo, era uno de los
connotados latifundistas de Cochabamba.
352
El tipo de cambio de la divisa norteamericana, se elevó desde Bs. 12 hasta Bs. 80 (Peñaloza, 1985,
Vol. VI, Cap. V).
37
detallistas, etc., agobiados por las hipotecas y las inminentes ejecuciones de sus
propiedades comprometidas en garantías bancarias, las transfirieron a los hacendados y
a los pequeños y medianos empresarios mineros, que encontraron en la compra de
casas, huertas, tierras baldías y de cultivos dentro de la ciudad o en su inmediata
periferia, incluyendo las campiñas de la zona Norte; una forma de inversión saneada
para evitar la devaluación del capital-moneda acumulado.
Una crónica que analizaba este fenómeno, al respecto anotaba: Sobre esas
circunstancias de índole social y moral se produjo la inflación de la moneda de
posguerra, creando una intensa actividad inversionista de los capitalistas que
negociaron durante la guerra, que tuvieron dinero depositado en los bancos o
que negociaron en minas. Había que salvar el dinero adquiriendo bienes
rústicos o urbanos Había que dar consistencia a la fortuna privada amenazada
seriamente por la inestabilidad de la moneda Del altiplano y de otras ciudades
del interior, llegaron refuerzos económicos fuertes a Cochabamba. Y bajo este
influjo casi loco, el valor de las propiedades subió. Mineros, comerciantes
industriales, empleados de Gobierno etc., empezaron a adquirir lotes urbanos y
fundos rústicos, pagando precios enormísimos, impropios a la calidad y
condición de los terrenos. ¿Qué mas daba, si ellos no iban a trabajar la tierra,
ni vivían en la casa, y lo único que perseguían, era invertir en algo sólido el
capital bien o mal adquirido? Así comenzaron también a construir edificios sin
importarles el costo. (Cochabamba impulsada por la Guerra del Chaco, El
Imparcial nº 4135, 25/04/ 1944).
En realidad, en esta época muchos o casi todos los dueños de haciendas, tenían
propiedades en la ciudad, sobre todo, en áreas céntricas como las proximidades de la
Plaza 14 de Septiembre, la Alameda y las principales arterias aledañas, sobre todo, en
las zonas Noreste y Noroeste, incluyendo sectores, todavía predominantemente
agrícolas, como la Muyurina, las Cuadras y particularmente la Recoleta, Queru Queru,
el Rosal y Cala Cala. En general se trataba de enormes casonas coloniales mandadas a
construir a sus colonos en el siglo pasado, o adquiridas en los primeros años de la
década de 1900, además de huertos, canchones, maizales y simples extensiones vacías,
en las zonas anteriormente citadas. De esta manera, en la década de 1930, irrumpió en la
campiña, áreas suburbanas e incluso dentro de los límites de la ciudad, una nueva
generación de propietarios que adquirieron estos inmuebles, pero además, al lado de
ellos, se fortalecieron antiguos propietarios en situación de prosperidad, que pudieron
añadir a su patrimonio, nuevas extensiones, a costa de los menos afortunados que se
veían obligados a transferirlas.
inmobiliarias. Desde 1936 arrancó ese auge limitado, ese proceso de expansión violento. No fue amplio,
porque la Municipalidad fue sorprendida sin ningún plan, sin ningún estudio, sin ninguna previsión.
¿Cuánto edificio no pudo ser erigido porque nadie sabía dónde pasaría una calle o se abriría una
plaza?” (El Imparcial nº 4127, 15/04/1944).
354
En realidad el proceso fue: de las haciendas al Chaco y de allá a los primigenios pegujales y
haciendas de origen, pero sólo en forma temporal, para luego, dirigirse a la ciudad, donde indudablemente
la atractiva feria de San Antonio y aledaños, jugó un rol muy importante.
355
“Cochabamba carece de suficientes hoteles, ya que existe en la ciudad, una población flotante de
considerable índice”. (El Imparcial nº citado).
37
A partir de 1936 la crisis hotelera llega a su apogeo 356, sin embargo, la inviabilidad de
encausar el hospedaje a través de las empresas hoteleras, reactualiza la alternativa del
arriendo de habitaciones y viviendas, y no tarda en reconocerse, al margen de toda
postura de naturaleza social, que: “el negocio de la vivienda” y la construcción de
habitaciones y de nuevas unidades de alojamiento significa que:
Por Decreto Supremo de 19 de enero de 1936, se congelaron los alquileres que regían en
ese momento; sin embargo ésta, como otras disposiciones legales que trataban de
amparar al inquilino, tropezaron con el insalvable muro del ordenamiento judicial que
356
“Los hoteles han duplicado sus tarifas y no obstante las utilidades que han podido lograr esta
temporada ya larga de movimiento de población flotante, ninguno de ellos ha sido ampliado (...) En
llegadas de trenes a la capital han ocurrido casos en que pasajeros, cansados de deambular por todos
los hoteles, alojamientos, pensiones, etc.., han tenido que pedir albergue momentáneo en las porterías de
los conventos, en casas particulares y dormir al aire libre”. (Editorial de El Imparcial, nº 1447,
15/03/1936).
357
”La escasez de vivienda y habitaciones, es poderoso estímulo para llevar el abuso de 1os dueños de
casa a términos inconcebibles y jamás vistos”, afirmaba el Editorial anteriormente citado.
37
protegía el principio de propiedad privada, permitiendo que los inquilinos que
reclamaban a los propietarios el acatamiento a esta disposición, se expusieran a
expeditivos juicios de desahucio (Editorial de El Imparcial nº 1608, 29/09/1936)358.
sólo quienes podían satisfacer las demandas de los dueños de inmuebles, tenían
acceso a viviendas que ofrecían relativa comodidad, privacidad y dignidad;
pero “el empleado, el oficinista y e1 obrero, que suman una inmensa mayoría
de ciudadanos, que no pueden satisfacer tan desmedidas pretensiones, y como
no colman la codicia de sus patrones, tienen que sufrir una serie de
hostilidades, agravios, ofensas, juicios, lanzamientos (...) y lo que es peor,
reducir su hábitat y el de sus familias a pocas habitaciones -eufemísticamente
llamados‘ departamentos’, o a una sola miserable habitación, en ‘conventillos’
que comienzan a proliferar por doquier (El Imparcial No. citado).
Un primer síntoma de estas transformaciones, que fueron más allá de las obras públicas
que se realizaban o planificaban en la época, se puso de manifiesto en el incremento de
las construcciones, sobre todo de tipo residencial. La irrupción de esta temprana “fiebre
constructiva” consistió inicialmente en remodelaciones, refacciones y ampliaciones de
las viejas casonas que sufrieron la metamorfosis anteriormente anotada, para mejorar su
capacidad de renta; y la ejecución de “chalets” en las nuevas zonas urbanas. Es decir
una vivienda de nuevo tipo, que supuso un cambio radical en relación al modelo
colonial vigente en el siglo XIX y primeras décadas del XX. Se trataba de un modelo
que incorporaba los principios de las escuelas de arquitectura moderna y
particularmente anglosajona de la década de 1920; que en los 30, se internacionalizó y
fue introducida por los primeros arquitectos diplomados que llegaron a la ciudad,
formados en facultades de arquitectura de países vecinos, donde asimilaron estas
innovaciones359. A diferencia del viejo modelo de patios interiores y habitaciones
358
Tales actos merecieron reprobaciones de contenido social y protestas airadas: “Si a lo menos
fuera posible conseguir habitaciones, la cuestión no asumiría los caracteres salvajes que hoy tiene un
lanzamiento (...) Tal es la situación desesperada en que hoy se halla el pueblo, el abnegado defensor del
país que ayer empuñó el fusil para defender al capitalista, y hoy es el desgraciado que sufre el más
inaudito flagelo por parte de los propietarios de inmuebles”. (El Imparcial, número citado).
359
En las Patentes Municipales de 1928 y 1931 figuraban como arquitectos titulados Max Franz y Pedro
Rigol, además de otros que aparecen sólo como “arquitectos prácticos” y contratistas de obras.
37
dispuestas perimetralmente, se trataba ahora de un diseño “funcional” es decir, que
eliminaba el patio y proponía una articulación de habitaciones en torno a un “hall” de
ingresos y distribuidor de circulaciones, introduciendo además el concepto de
“zonificación” (zona social íntima de servicios, etc). Morfológicamente definía un
volumen compacto de aristas rectas y ventanas cuadradas o rectangulares, con la
cubierta generalmente escondida por pesadas cornisas carentes de aditamentos
decorativos. El aspecto exterior se asemejaba a una volumetría de cubos superpuestos,
donde la relación de llenos y vacíos se equilibra en unos casos y en otros era
decisivamente avara en el uso de vanos y aberturas, sobre todo cuando se incluían
ciertas libertades de gusto “colonial” en su versión “modernizada”. Sin embargo las
audacias de “modernidad" propiamente, consistía en la sustitución las ventanitas
modestas, por ventanales amplios y balcones corridos y macizos, en lugar de los
balcones coloniales. Muchas de estas innovaciones fueron posibles por la introducción y
popularización del empleo del hormigón armado, que es el material por excelencia de la
arquitectura moderna.
360
Esta doctrina de diseño moderno a la que aportan los grandes maestros de la arquitectura de ese
momento: Le Corbusier, Gropius, Aalto y otros, quedó sintetizado en la década de 1920, en un manual
clásico “El arte de proyectar en arquitectura” de Ernest Neufert, que resume el contenido formativo de
muchas generaciones de arquitectos. En propiedad, la idea de “ciudad jardín” fue propuesta por Ebenezer
Howard a inicios del siglo XX, como una alternativa al hacinamiento y la falta de higiene de las barriadas
londinenses. Se trataba de ciudades satélites de no más de 30.000 habitantes, próximas a las urbes
industriales. Sus principales características eran: introducir un espacio verde público en la zona central,
generar un plano radio céntrico con anillos viales y zonas de equipamientos, organizar separadamente
zonas de residencia con calles arboladas y viviendas con jardines, zonas de comercio y un cinturón de
industria periférico, separando la ciudad de las zonas agrícolas.
37
Otro tanto ocurría con la escasa mano de obra, que solicitada en extremo por una
creciente demanda, incrementó el valor de su fuerza de trabajo. Pronto se produjo una
situación de escasez de albañiles, maestros y peones:
Esta repentina necesidad de edificar, que obviamente fue producto del malestar que
provocaba el continuo alza de alquileres y la inestabilidad en que se encontraban los
inquilinos, siempre expuestos a recibir la invitación a desocupar, porque otro potencial
inquilino había hecho una oferta sustanciosa por las habitaciones que éste ocupaba;
determinaron que personas de economía holgada y aún modesta, que en el pasado, no
pensaban en casa propia, porque la alquilada les satisfacía, ahora se desesperaran por
tener, aunque fuera unas pocas habitaciones en propiedad361.
Son estos estratos de clase media, los que presionan por el abaratamiento de los
materiales de construcción y prontamente se estrellan contra el monopolio del cemento
que practicaba la fábrica de Viacha362. En realidad, el problema de la vivienda era
verdaderamente álgido y el afán de construir “casa propia” estaba a la orden del día. Los
planteos, peticiones e ideas para aliviar la enorme odisea que suponía construir en
aquella época, no mellaba la determinación de proceder y con suma urgencia, pero
curiosamente, no se pensó en el Estado como un posible promotor de habitaciones y
viviendas económicas para clases medias, sino simplemente se le solicitó aliviar los
gravámenes y destinar divisas para la importación de materiales de construcción cuyos
costos prohibitivos eran un imperativo disminuir363.
361
La variante económica de esta nueva arquitectura emergente de los factores anotados, fue
popularizada con el denominativo de “casitas funcionales” y “viviendas obreras”, en realidad, alusiones
tempranas a la “vivienda mínima” de nuestros días
362
Un editorial que expresaba estos intereses, anotaba que para conjurar la crisis habitacional, era
necesario que se dispusiera la importación de materiales sin gravamen alguno por determinado tiempo:
“Por un periodo de 3 años, el Estado debía dejar de beneficiarse con impuestos que pesan sobre la
importación de cemento, calamina, empapelados, maderas, chapas y vidrios, dando oportunidad a todos
los propietarios de lotes a que edifiquen viviendas (...) Es verdad que la medida lastimará las utilidades
de la fábrica de cemento de Viacha, pero ¿valen más los intereses de una empresa anónima, que ha
obtenido ganancias formidables y no puede satisfacer los pedidos que se le hacen?. Tan deficiente es la
producción de la Fábrica de Viacha que el cemento tiene que ser racionado, existiendo muchas obras
públicas y particulares que no pueden ser concluidas por falta de materiales” (Editorial de El País nº
264, 12/06/1937).
363
Otro editorial sintetizaba estas preocupaciones en los siguientes términos: “Hay urgencia en resolver
este problema (la vivienda), pues el 80% de la población se halla formada por inquilinos, es decir, por
aquellos que no tienen habitaciones propias para vivir, estando sujetos a la voracidad de los
propietarios o dueños de casa.”. El editorialista proponía las siguientes soluciones: “a) Establecer
control sobre la venta de materiales de construcción nacionales, no permitiéndose una utilidad superior
al 10%. b) Proceder a la importación de materiales e implementos extranjeros para construcciones,
como fierro, madera, artículos de ferretería, sanitarios, solicitando un 50% de rebaja sobre impuesto
fiscal. c) Solicitar divisas para la importación de materiales de construcción d) Pedir a las Alcaldías
deroguen impuestos sobre materiales de construcción” (Editorial de El País nº 246, 20/04/1937).
37
Un primer estudio más global de la problemática urbana a cargo del Ing. Miguel
Rodríguez, hacía referencia a que Cochabamba había:
Ese mismo año (1937), surge a la luz pública la “Unión de Inquilinos”, que comenzó a
encausar el creciente malestar de éstos, y a denunciar la creciente especulación de los
alquileres, centrando su campaña, en demostrar que la vivienda había dejado de ser un
bien social y cada vez más, se había convertido en una mercancía cara y ofertada en
términos absolutamente especulativos. Puso en evidencia los abusos de los dueños de
casa y los procedimientos irregulares en los trámites de desahucio y acciones judiciales
conexas.
364
El citado ingeniero en su apreciación, si bien probablemente reflejaba el sentir de los innumerables
interesados en edificar, no por ello dejaba de cometer exageraciones, cuando afirmaba: “Aquí (en
Cochabamba), no se puede hacer lo que en otras ciudades es posible, aquí no debemos contar con
ningún buen material de construcción de producción local, pues no tenemos buena piedra, ni buena
madera, ni buena cal y el ladrillo resulta caro y malo, debido a la carencia de buenas arcillas y del
combustible necesario para su cocción”. (El País, número citado).
365
Probablemente este tipo de filosofía, fue el origen de la posterior pretensión de derruir el casco viejo y
sustituirlo por la “city”, es decir un paisaje “moderno” de vidrio y hormigón.
37
Este ambiente de creciente malestar por la especulación de que eran objeto los contratos
de alquiler, promovió igualmente la necesidad de encarar la solución de tan angustioso
problema con un tratamiento esencialmente social. A1 principio se insinuaron
iniciativas ingenuas, como promover que los capitales de los grandes empresarios
mineros y otros depositados en el exterior, retornaran al país para ser invertidos “en la
construcción de casas para entregarlos a sus empleados, quienes amortizarían el costo
e incluso los intereses, con pagos mensuales”. (El País nº 380, 08/01/1938). Sin
embargo, presiones más consistentes, se orientan en dirección del Estado, a quien se le
comenzó a exigir una intervención. En realidad, de lo que se trataba, era de la puesta en
vigor de una legislación existente, pero notoriamente no practicada. Así el Gobierno de
Hernando Siles, emitió el Decreto Supremo de 14 de diciembre de 1927, que
complementaba la Ley, que en 1924 creaba el Ahorro Obrero obligatorio y cuyo
Artículo 4to, instruía la creación, en cada capital de departamento, de una junta para el
fomento de la vivienda obrera. Dicha junta, compuesta por autoridades departamentales
y personeros del Departamento Nacional del Trabajo, creado también en 1924, debía
“estudiar las posibilidades de formación de1 barrio obrero con levantamiento de
planos y el mejor modo de convocatoria a propuestas a las sociedades constructoras,
para que radicalmente se vaya emprendiendo la construcción de habitaciones obreras
y sus dependencias”. (Cornejo 1950: 123)366 .
Otro jurista, el Dr. Víctor Neri, compartía esta opinión, al señalar que los poderes
públicos presionados por la complejidad de este problema y el deseo de favorecer a los
inquilinos de modestos ingresos, habían dictado disposiciones legales que limitaban el
desahucio y restringían la elevación de alquileres con penalidades fuertes, tal el caso del
Decreto-Ley de 1937, que pretendía establecer un límite a la especulación de los
alquileres y prohibía su elevación, bajo pena de sanciones pecuniarias. Al respecto
señalaba: “Tales disposiciones sin embargo, no pasan de ser medidas artificiales cuyo
resultado es nulo o contraproducente” (El País No. 491 de 29 de mayo de 1938).
El cuadro anterior nos permite establecer en primer lugar, que hasta 1945 por lo menos,
el índice de incremento de los alquileres, tomando como base el valor de 100 en 1936,
sufrió un aumento superior al de los artículos de primera necesidad, con referencia al
mismo año y al mismo porcentaje referencial de partida. Se puede observar asimismo,
que la elevación de alquileres en el periodo considerado, alcanzó su índice mayor en
1944, descendiendo levemente y estabilizándose a partir de 1945. Este comportamiento
indudablemente se debió a dos circunstancias: el ascenso al poder de la Junta Militar de
Gobierno, presidida por el Coronel Gualberto Villarroel en 1944 y el Decreto Ley de
menos servicio higiénico aceptable en relación al número de sus moradores. 2. Que las habitaciones
sean saludables, por lo que respecta a ventilación, luz, agua potable, inexistencia de focos de infección,
etc.”. Sin embargo, todas estas disposiciones, no impidieron que se especule aún con mayor intensidad en
los años de la década de 1940, y que ningún dueño de casa se preocupe de compatibilizar la realidad
sanitaria de su inmueble con los términos de esta última disposición legal. Por el contrario a partir de
1936, los conventillos o tugurios. Con pésimas condiciones de salubridad y ambiéntales, tendieron a
proliferar.
368
“La clase trabajadora se constriñe constantemente a la menor cantidad de habitaciones, y al mismo
tiempo busca los precios más bajos”. O sea, todo ello sólo podía corresponder a un hábitat cada vez más
precario. (Cornejo, obra citada).
38
Rebaja de Alquileres dictado por dicho gobierno a inicios de 1945, aspecto que
analizaremos más adelante. Por último, otra cuestión que se puede constatar en el
cuadro de referencia, es que entre 1938 y 1944, se incrementaron los alquileres en forma
exorbitante, en coincidencia con un periodo en que el índice de edificaciones, también
alcanza sus valores más elevados.
Es indudable que las clases medias, los artesanos, obreros y sectores populares en
general, soportaban el enorme peso de esta crisis, cuya persistencia parece hacer caso
omiso de las disposiciones legales que tímidamente anuncian los gobiernos posteriores
al régimen de Busch. Al respecto se sostenía airadamente:
Los dueños de viviendas recurren a mil medios para evadirse a las puniciones
que contemplan las disposiciones vigentes contra el abuso y la especulación que
siembra el pánico entre la clase media y menesterosa, que no sabe a quien
recurrir en demanda de protección contra los propietarios de viviendas, que
están constituyendo una especie de ‘roscas’ para imponer los alquileres en
términos tales, que significan una expoliación insoportable para los empleados
(públicos y del sector privado) y la clase media, es decir, para quienes tienen la
desgracia de no tener vivienda propia.
Este era el reclamo que hacía un cronista de El Imparcial (nº 3111, 26/07/1940), que
terminaba con esta sentencia: “inútiles resultan leyes y disposiciones que se dictan en
amparo de los inquilinos, puesto que no hay una mano fuerte capaz de contener y
controlar el abuso”371.
369
Los Juzgados de vivienda, fueron creados por el Gobierno de Germán Busch en 1939.
370
Un articulista que reclamaba por la inoperancia de los jueces de vivienda, anotaba que no se hacía
nada para controlar el alza de los alquileres, permitiendo que se pidan: “sumas fantásticas... por piezas
minúsculas o alcobas inmundas, antihigiénicas e insalubres y se preguntaba: ¿Qué pensar entonces de
una casa más o menos cómoda y con las instalaciones necesarias? Habitar decentemente es una ilusión
que jamás alcanzará el proletariado, ya que hoy los dueños de casa, o prefieren alquilar sus
habitaciones a judíos inmigrantes que, por necesidad y por desconocer el medio, pagan crecidas sumas,
o al matrimonio burgués que no tenga hijos y que se haga atender la mesa en el hotel”, todo esto,“ante
la decidía de las autoridades” que permiten impasibles que la cuestión de la vivienda se convirtiera
realmente, en un eficaz instrumento de segregación social y acumulación de capital mercantil (El
Imparcial nº 3095, 04/07/1940).
371
Algunas de las argucias utilizadas que destacaba la crónica anterior, eran las ventas ficticias de
inmuebles “con el oculto propósito de echar a la calle al inquilino, para alquilar sus locales a otros, en
condiciones verdaderamente leoninas” (El Imparcial número citado).
38
Una estimación de las erogaciones mensuales de una familia de clase media en esta
época, se expresa en el siguiente cuadro:
Podemos establecer, en base al cuadro anterior, que una familia de clase media de cinco
miembros, realizaba en 1941 el 86,49% de sus gastos, par cubrir necesidades vitales en
materia de alimentación, vivienda y vestuario, en tanto sólo el 13.51% restante de sus
recursos, los orientaba para atender sus necesidades de educación, recreación, servicio
doméstico y otros. Si comparamos la situación de esta familia, en lo que hace a su
capacidad de pagar un alquiler, que implicaba la ocupación de una vivienda de cierta
calidad o característica, con lo que ocurría con familias de estratos medios en 1914 y
1927 (Ver Cuadro 115), podemos observar que aquellos estratos sociales que en 1914,
tenían una capacidad económica de alquilar, por término medio una casa de 8
habitaciones; en 1927, apenas tenían la posibilidad de acceder a una casa o vivienda con
5 habitaciones. Sin embargo en 1941, esta posibilidad se redujo a 3 o 4 habitaciones
como máximo, con las características que expresa el Cuadro 118:
1941 1.200 (3) 3 Estar-comedor en un solo ambiente, Se trata de piezas sueltas sobre unos 30 a 40
dormitorio y cocina (en caso de baño m2. Ya no representan estas piezas una
compartido con otros inquilinos) o vivienda propiamente, sino un espacio
baño propio con cocina adaptada al insuficiente e incomodo, con serias
ambiente de estar-comedor u otra deficiencias higiénicas, típico de un proceso de
solución precaria (2) hacinamiento y tugurización.
(1) Estimación para una familia de 5 miembros habitando en la zona central.
(2) El promedio de número de habitaciones podía mejorar a 4 en zonas más alejadas del centro,
existiendo en este caso, la posibilidad de baño propio o una cocina mejor organizada, o incluso
sacrificando esta última opción, un segundo dormitorio.
38
(3) El alquiler de una habitación en la zona central en 1941-42, fluctuaba entre 350 y 400 Bs. En zonas
más alejadas, llegaba a 300 Bs.
Fuente: Elaboración propia en base a los cuadros 115 y 117.
En las primeras décadas del siglo XX, no es aventurado decir, que ya era difícil
encontrar casonas habitadas por nobles patriarcas y sus extensas familias, en las zonas
centrales de la ciudad. Lo corriente pasó a ser la paulatina subdivisión del enorme
inmueble en conjuntos de habitaciones que se denominan "departamentos" o
“casajuntas”, donde convivía, inicialmente el dueño de casa y su familia en los pisos
altos, junto a un selecto grupo de inquilinos (una o dos familias), que ocupaban las
plantas bajas, trasformándose además el nobilísimo salón colonial, con frente a la vía
pública, en uno, dos y hasta tres “almacenes”, “tiendas” o “pulperías”. Es probable que,
la crisis de los años 1920 y 30, acelerara este proceso, y tornara más apremiante la
tentación de practicar más subdivisiones de grupos de ambientes cada vez más
reducidos en su composición, para que fueran ocupados por nuevos contingentes de
inquilinos cada vez menos selectos, incluso sacrificando para esta finalidad, las plantas
38
altas, lo que supuso la renuncia de la familia del noble terrateniente o comerciante a
ocupar este espacio y trasladarse, muy lejos, a la casa-quinta de la campiña, y más tarde,
al chalet del moderno barrio residencial en formación.
Ahora bien, esta casa de vecindad de la década de 1920, en lo esencial, fue producto de
un esfuerzo de adaptación para contener un número máximo de “departamentos” y un
cierto número de habitaciones sueltas que ocupaban espacio residuales, y que
normalmente se destinaban a personas solteras, matrimonios sin hijos, o en muchos
casos, a oficinas de profesionales, consultorios, etc.
372
El Arq. Franklin Anaya, sintetizaba estas causas de la expansión urbana de la posguerra, que
merecerá un análisis más específico en el capítulo siguiente, en la confluencia de los siguientes factores:
“a) La desvalorización de la moneda que al liberar a la propiedad de sus gravámenes hipotecarios,
habilita capitales que se invierten en la edificación urbana. b) La aglomeración en la ciudad de
elementos campesinos (especialmente desmovilizados del Chaco) y de inmigrantes europeos. c) La
iniciación de obras públicas de gran magnitud, que atraen u ocupan trabajadores y movilizan moneda,
tales como las obras de regadío de la Angostura, la del camino a Santa Cruz, la de la pavimentación, etc.
(…) A estas se suman ciertas condiciones naturales que posee Cochabamba favorables a su desarrollo
que son su situación geográfica, su clima, su topografía, sus medios de comunicación aérea y terrestre y
las posibilidades que ofrece su plano a la urbanización”. (El País, 05/12/1946).
38
rearticulación de las clases sociales en el seno de la sociedad señorial, en la posguerra.
Un poderoso factor que articuló la problemática de la vivienda con la urbanización,
resultó de la propia necesidad de expansión que experimentó el mercado de tierras
urbanas, como una lógica respuesta a la presión de la demanda por nuevas viviendas y
alojamientos, para dar cabida a nuevos contingentes de habitantes urbanos que llegaban
continuamente a Cochabamba desde mediados de la década de 1930. Esta ampliación
del mercado inmobiliario, se produjo inicialmente, promoviendo el incremento de la
edificación como vimos anteriormente, pero luego muy rápidamente, procediéndose al
fraccionamiento indiscriminado de tierras, tal como expresa una crónica de la época:
A continuación, el mismo cronista, emitía una severa sentencia: “todo aquel que
especule con lotes, haciendo problemático el plan de embellecimiento de la ciudad,
debe ser ejecutado sumariamente”.
Otro personaje importante que surge en esta época es el “loteador” que promueve
fraccionamientos dispersos en diferentes sitios de la campiña y oferta “lotes de ocasión”
en “urbanizaciones modernas”, que vienen a ser el tejido urbano primigenio de los
futuros barrios residenciales, cuya trazado de calles, avenidas, parques aparentemente
caprichoso, irracional, extravagante o incoherente, no expresa otra cosa que el “pie
forzado” con que tropezó posteriormente el planificador urbano, ante la existencia
antelada de una serie de loteos aprobados por el municipio, como una suerte de
minúsculas, pero problemáticas islas urbanas, rodeadas de un mar agrícola 373, que
niegan esa suposición mitológica, de que la urbanización de Cochabamba fue una
operación técnica impecable, donde los urbanistas tuvieron excepcionales libertades
373
En esta época surgen con fuerza urbanizaciones atomizadas sobre la base de antiguos huertos y casas-
quintas, tanto en Queru Queru, Recoleta, Portales, Cala Cala, Muyurina, Mosojllacta, etc.
38
para modelar la ciudad, y que sus posibilidades no tuvieron otro límite que su
imaginación374.
Las disposiciones legales más importantes sobre materia de vivienda, tienen su origen
en los gobiernos de Busch y Villarroel, y tocan los aspectos más sensibles y polémicos
del problema, es decir, los desahucios y el régimen de alquileres. Un Decreto-Ley de 24
de mayo de 1939 definía claramente las causales de desahucio que reducían a las
siguientes: “a) Falta de pago por 3 meses de alquileres. b) Cuando el inquilino
proporciona molestias por embriaguez, etc. c) Cuando el propietario necesita el
inmueble para uno de sus hijos que debe formar nuevo hogar. d) Cuando el propietario
tiene necesidad de hacer reconstruir el edificio”.
No obstante, que estas causales abarcan un amplio abanico de posibilidades que tenían
los propietarios para hacer desocupar a sus inquilinos, de todas maneras, la misma con
respecto a la jurisprudencia anterior, amparaba de alguna forma a los inquilinos de los
excesos de los propietarios. Sin embargo, el Dr. Julio López al examinar la aplicación
de esta legislación observaba: “De nada le sirve a1 inquilino salir victorioso en un
juicio de desahucio. Su triunfo no pasa de ser una burla, o diremos mejor, una ironía
sangrienta. EI éxito judicial que obtiene ante los tribunales superiores, se trueca a muy
a muy corto plazo en una pérdida irreparable”. La paradoja de este enunciado consistía
en que, pese a que los juicios de desahucio en segunda instancia y en recurso de nulidad,
declaraban improbada la demanda y por consiguiente, sin lugar a la desocupación,
revocándose sentencias injustas dictadas por jueces de primera instancia, todo ello, no
servía de nada o de muy poco, porque si el inquilino perdía el juicio de desahucio en esa
primera instancia (lo que ocurría con enorme frecuencia), era desalojado de inmediato y,
aún cuando en las instancias de apelación, nulidad, etc., salía victorioso, en los hechos
había perdido las habitaciones, departamento o casa alquilada, y si quería volver a
recobrarlos, debía entablar un larguísimo juicio ordinario, al que generalmente ningún
inquilino a estas alturas desmoralizado, se atrevía. (El País nº 728, 23/03/ 1939). La
mecánica interna de este aparente contrasentido, era más o menos la siguiente:
Estas medidas encomiables por su elevado sentido social, sin embargo, no arrojaron
resultados prácticos positivos. Los alquileres continuaron incrementándose, y en el
fondo poco o nada se modificó, entre otras causas, porque como ya vimos, los recursos
jurídicos para evadir la ley, eran infinitos, en tanto los mecanismos para hacerla
cumplir, eran limitados.
El Gobierno del General Gualberto Villarroel, dictó la ley de 3 de enero de 1945, que
inspirándose en la anterior disposición, decretaba una nueva rebaja de alquileres
conforme a una escala variable similar a la anterior, pero incrementando los porcentajes
38
de rebaja375. Esta misma ley disponía la terminante prohibición a los propietarios, de
presionar a sus inquilinos con privación de suministro de energía eléctrica, agua potable,
acceso a servicios higiénicos, etc.; suspendía los juicios de desahucio para los inquilinos
que cotizaban los alquileres más bajos, paralizaba la actitud de no alquilar habitaciones
desocupadas y las negativas a alquilar a matrimonios con hijos. La reglamentación de
esta ley, promulgada mediante Decreto Supremo de 30 de abril de 1945, otorgaba a las
Municipalidades la atribución de conocer y resolver las reclamaciones relativas a
locación, creando para este efecto las Comisarías de Vivienda.
Un editorial del órgano de prensa citado anteriormente, era aún más explícito: “Las
leyes sociales han protegido ampliamente al inquilino, pero esas leyes le han dado una
protección teórica. Los dueños de casa hilan muy fino para dejarse absorber con tales
leyes, que verdaderamente son libérrimas” (El Imparcial nº 4095, 04/03/1944).
Sin embargo, las disposiciones del Gobierno Villarroel, por primera vez, ponen en
aprietos a los propietarios y también por primera vez, los inquilinos se sienten
relativamente protegidos. La lucha entre estos y aquéllos, que hasta entonces fue un
conflicto estrictamente individual y privado, tiende a tomar una franca dimensión social,
de tal manera que se puede percibir, que en el fondo, este conflicto era una expresión de
una verdadera confrontación de clases. Por una parte, la lucha de una clase propietaria
de un medio esencial de reproducción de la fuerza de trabajo, que por la propia lógica
de agilizar la realización del ciclo del capital y reproducción del mismo en términos
ampliados, procuraba estratos sociales cada vez más solventes en relación a su
necesidad de incrementar alquileres como forma de resistir al Estado y conformar un
inquilinato que además de dócil, le garantizara el nivel de acumulación deseado; y por
otra, una masa de inquilinos de bajos recursos, que se resistía a tales apetitos
especulativos, viéndose obligado a organizarse socialmente, aunque con muchas
limitaciones y debilidades, donde las propias políticas estatales al limitar el problema y
la solución a una escala individual, no hacía viable la opción de la movilización social
375
Este Decreto disponía los siguientes porcentajes de rebaja: alquileres hasta Bs. 1.000, el 30% de
rebaja mensual. De Bs. 1.001 hasta 2.000, el 20% de rebaja mensual. De Bs. 2001 basta 3.000, el 15% de
rebaja mensual. De Bs. 3.001 hasta 5.000, el 10% de rebaja mensual.
39
organizada. Por esta razón no resultaban extraños este tipo de comentarios de tono
fatalista:
Como ya observamos, esta lucha por el techo en cierta forma, era una lucha por el
derecho de los sectores de menores ingresos a un sitio en la ciudad, más precisamente
las zonas céntricas, de las que los elevados alquileres trataban de expulsarlos, para
permitir la solidez y bienestar de un negocio como es el poseer inmuebles, que se
tornaba muy lucrativo, “aún más que e1 de la agricultura”. (El Imparcial, nº citado).
Ello explica el afán constructivo y la expansión urbana sobre zonas agrícolas, incluidas
“las maicas”, tan valorizadas en el siglo XVIII y XIX, por su prodigiosa fertilidad. Las
disposiciones de la Ley de Rebaja de Alquileres, pretendían quebrar este proceso.
Naturalmente los propietarios respondieron a esta ofensiva. No rebajaron los alquileres,
pero si se incrementaron las argucias (hecha la ley, hecha la trampa). De esta forma, se
pusieron de moda, por una parte, “el cobro de alquileres adelantados” por varios meses,
sin renunciar a las amenazas y los compromisos privados leoninos, en que algunos
llegan a renunciar a los beneficios de esta ley, y por otra, “los contratos dobles”, uno
nominal, con rebaja, pàra guardar apariencias, y otro, el real, naturalmente sujeto a
incrementos. Además, las tradicionales formas represivas de clausura de baños, cortes
de energía eléctrica, etc., no cesan. Por toda la ciudad surgen conflictos, los inquilinos
reclaman la rebaja de ley, los propietarios se niegan a concederla. Los pleitos se
multiplican... El flamante juzgado de vivienda de Cochabamba, no se da abasto, y en
muchos casos, los reclamos ya no son en torno a la interpretación de la ley, sino por
ultrajes mutuos, en un clima de franca beligerancia.
Se añadía que estas obras, eran financiadas por préstamos bancarios o de particulares,
sobre la base de responder al servicio de los intereses y amortizaciones del capital “con
e1 producto lega1 de los alquileres de sus casas (...) viéndose hoy en la dolorosa
necesidad de proporcionar rebajas, sufrir vejámenes e insultos y hasta sostener juicios
criminales con los inquilinos insolentes”, añadiendo que: “Los propietarios han
quedado con la soga al cuello y semiasfixiados con la acción contraproducente de la
citada ley”. Concluía el pronunciamiento informando que el Comité Pro Cochabamba,
había impetrado ante la H. Convención Nacional, la derogatoria de la Ley de Rebaja de
Alquileres “por que afecta hondamente y ataca el derecho de propiedad amparado por
1a Constitución Política de1 Estado” (El Imparcial nº 4520, 02/09/1945).
Es indudable que el objetivo de suprimir esta ley, fue un otro elemento que aglutinó la
oposición contra Villarroel y de hecho, la misma dejó de tener vigencia después de los
luctuosos hechos del 21 de julio de 1946 que culminaron con el asesinato y colgamiento
del presidente. Su último vestigio, las Comisarías de Vivienda, fueron suprimidas por
Decreto Supremo de 25 de junio de 1948, emitida por el Gobierno de Enrique Hertzog.
Si bien los órganos de prensa expresaron el fondo social del problema, su prédica no
encontró la respuesta adecuada, y en ningún momento, existió la posibilidad de acciones
colectivas de inquilinos en defensa de su derecho a una vivienda digna o aún al simple
cumplimiento de la legislación vigente. Si bien, el grado de agravamiento de multitud
de conflictos localizados por toda la ciudad, inundó con reclamos la Comisaría de
Vivienda y los estrados judiciales, esta suma de antagonismos individuales, no llegó a
estructurar un movimiento social urbano organizado. Lo que se puede inferir a partir de
este fenómeno, es una hipótesis que transcurre por dos vertientes:
Por último, para cerrar el capítulo vivienda, resulta importante observar cómo esta
dinámica de crisis, conflicto y dominación social, se materializa en el ámbito urbano. El
Censo Municipal de 1945, nos permite esta aproximación, conocido el marco social y
jurídico-político que rodea a las expresiones estadísticas que pasaremos a examinar a
continuación, procurando explicaciones que saliendo del límite puramente cuantitativo,
profundicen en algunos conceptos expresados en términos, tal vez muy generales.
Comenzaremos analizando la relación entre número de habitantes, familias, manzanas y
casas que existen en el momento del citado Censo:
39
CUADRO Nº 119: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas por población, número
de manzanas y viviendas, 1945
Zonas urbanas Número de Número de Número de Número de
habitantes familias manzanas viviendas
Noroeste 12.269 1.997 57 874
Noreste 10.712 1.809 58 823
Sudeste 15.960 2.955 54 998
Sudoeste 15.491 2.842 56 1.037
La Chimba 507 98 4 64
Hipódromo 1.264 246 13 180
Sarco 611 111 4 70
Mayorazgo 152 20 1 15
Cala Cala 2.941 502 20 368
Quero Queru 2.908 527 25 310
Tupuraya 552 110 8 78
Muyurina 3653 564 19 302
Las Cuadras 1.189 227 7 133
Alalay 1.237 238 13 123
Jaihuayco 1.404 292 11 173
La Maica 642 114 10 93
Totales 71.492 12.652 360 5.641 Fuente:
Censo Demográfico de la ciudad de Cochabamba 1945, Imprenta
Universitaria, 1949.
Podemos comprobar a través del cuadro anterior, que la ciudad como ya habíamos
observado anteriormente, no configuraba una mancha urbana homogénea y continua,
sino más bien, se caracterizaba por la existencia de un área central de consolidación
urbana y pequeños núcleos dispersos vinculados por vías diversas al área central
mencionada. La misma, contenía las cuatro zonas tradicionales o "casco viejo" con
54.432 habitantes, es decir, el 76.14% del total censado, lo que equivalía a 9.603
familias (75.90% del total) que ocupaban 225 manzanas (62.5% del total de manzanas)
y 3.732 viviendas (66.16% del total). Los núcleos situados fuera de este núcleo central,
eran en realidad pequeñas aglomeraciones, todavía fuertemente articuladas a un entorno
rural de huertos y maizales. De ellos, Muyurina, Cala Cala y Queru Queru, que eran los
núcleos más importantes, apenas habían consolidado unas dos decenas de manzanas y
unos centenares de casas (Ver Plano 13).
Los promedios que expresa el cuadro anterior, nos permiten una aproximación a una
realidad más precisa. Ahora no sólo podemos inferir que las cuatro zonas de la ciudad
tradicional, son las mejor consolidadas y las más densas, tanto por su número de
habitantes como por su cantidad de edificaciones, sino que además, presentan un
promedio de habitantes por vivienda, que en todos los casos, supera a las dos e incluso
se aproxima a las tres familias, permitiendo percibir la inexistencia de la vivienda
unifamiliar en las zonas centrales, en 1945, por lo menos en términos estadísticos
significativos. Por el contrario, la casa de vecindad era la forma más frecuente y
extendida. Visto el fenómeno globalmente, se debe admitir que el índice de ocupación
de cada vivienda en el “casco viejo” era elevado, y probablemente, la calificación de
“tugurios” para ese tipo de alojamiento colectivo y “tugurización” para ese tipo de
función residencial, no era un dictamen demasiado severo ni exagerados, tomando en
cuenta naturalmente, nuestra actual concepción de residencia y vivienda377.
Por otra parte se puede verificar que las zonas populares del Sur, eran las más densas y
las que expresaban indicadores de aglomeración de habitantes más elevados. Se puede
sugerir incluso, por ejemplo, que la zona Sudeste, ya en este tiempo, presentaba una
mayor densidad edificada en función de la actividad ferial, y esencialmente, de la
actividad comercial que comenzaba a articular. Muchas de las viviendas de los
alrededores de Caracota, la Av. Aroma, la parte Sur de la Av. San Martín, 25 de Mayo,
Esteban Arze., etc., además de concurridas colmenas, eran el lugar donde se ubicaban
prósperas chicherías, “viviendas-taller” de artesanos, “viviendas-tienda”, “viviendas-
377
Bajo el término “vivienda” entendemos el espacio vital de un hogar, donde cada miembro de la
familia y el conjunto familiar, gozan de privacidad, seguridad e intimidad, al mismo tiempo que disponen
de un medio ambiente no contaminado, disfrutan de una adecuada infraestructura, de un adecuado
soleamiento y ventilación, y cada individuo además, posee un espacio individual donde cultiva su
personalidad e identidad.
39
pulperías”, o más genéricamente, “viviendas-negocio” de multitud de pequeños
comerciantes y trabajadores por cuenta propia.
.
La casona señorial, en la forma en que fue concebida y consumida en el siglo XVIII y
buena parte del XIX, traducía en su estructura y en el uso simbólico de sus espacios, un
remedo de la sociedad hacendal de castas y privilegios. Sin embargo esta vivienda,
ahora ha sido totalmente transformada y caóticamente “popularizada”. Por ejemplo, la
adaptación de “cuartos a la calle”, significó que venerables salones fueran tabicados, y
que primorosos ventanales con artísticos enrejados, fueron transformados en accesos,
dejando lugar a horrorosas cortinas metálicas enrolladas que protegían ambientes
lóbregos, que luego eran disputados por comerciantes sirios, semitas y vallunos. En el
primer patio, se organizaban “departamentos” de 2 y 3 habitaciones, tanto en la planta
baja como en “los altos”, donde se alojaban quejumbrosas familias de clase media. Las
habitaciones de los segundos patios, e incluso de los terceros, eran alquilados por
cuartos o “departamentos” menos presuntuosos, a familias de clase media de menores
recursos, a artesanos y todo tipo de gente pobre o que estaba próxima al umbral de la
pobreza. Finalmente, “los canchones” de los fondos de la propiedad, eran una suerte de
letrina “democrática” donde cada cual hacía lo suyo. En algún caso, el baño era
privilegio de los del “primer patio”, e incluso algunos servicios como la energía
eléctrica, el agua y el alcantarillado, que en esa época eran francamente deficientes. Es
difícil imaginar cómo, sobre este escenario, muchas veces se agregaban la chichería y
los pequeños talleres de zapateros remendones, sastres, cerrajeros, etc. En fin, sobre este
abigarrado “conventillo” se cernía la omnipotente presencia del “dueño de casa”,
siempre atento al calendario de sus cobranzas, aunque por lo general, ciego y sordo a las
necesidades de mejoras constructivas, sanitarias o funcionales de su indiscutido imperio.
Otros barrios como Cala Cala, Jaihuayco, La Chimba, Hipódromo, Tupuraya -al que ya
nos referimos- y, La Maica, combinaban situaciones diversas, aunque con un resultado
aparentemente homogéneo, es decir la no existencia o existencia poco significativa, de
conventillos, en favor de una más extensa presencia de viviendas unifamiliares. Cala
Cala vendría a expresar una combinación de chalets y casas-quinta, similares al caso de
Queru Queru, pero sin combinar como en dicho caso, con viejas casas convertidas en
conventillos; su composición próxima a una familia por vivienda, sugiere escaso
inquilinato y residencias con viviendas unifamiliares y servidumbre, como corresponde
al hábitat de los estratos de ingresos altos. Contrariamente Jaihuayco, muestra la
composición familiar más baja de la ciudad, aunque una relación familias/vivienda
próxima a dos; estos indicadores sugieren, la existencia de viviendas modestas,
conformadas por pocas habitaciones, tal vez “medias aguas” -cuartos en hileras, donde
habitan 2 y hasta un máximo de 3 familias de pequeños comerciantes, elaboradores de
chicha, artesanos y unos pocos agricultores y, quien sabe, gentes que hacía todo esto por
temporadas. Este paisaje de vivienda campesina que se adaptaba a la forma del lote
urbano -las habitaciones de “medias aguas”-, matizadas por pocos chalets dispersos,
también era el caso de los caseríos de zonas como Tupuraya, el Hipódromo y La Maica,
habitados por pequeños agricultores, artesanos y clase media pobre, estos últimos,
expulsados de las zonas centrales de la ciudad.
Este exceso de detalle, fatigoso pero necesario, nos permite una mejor definición de esta
estructura urbana, en los primordios de su acelerada transformación posterior. En
realidad la ciudad de Cochabamba en esta época, era el resultado, de la combinación
poco elaborada del viejo casco urbano, cada vez más denso y menos habitable, y un
conglomerado aún difuso, heterogéneo y disperso de modestos caseríos y tímidos
atisbos de “urbanizaciones” para “casas modernas”, en realidad, débilmente vinculados
por avenidas, que en muchos casos, más se asemejaban a caminos vecinales, que se
transforman en cenagales en la temporada lluviosa y en polvorientos desiertos en el
estío. Todo este conjunto, estaba rodeado e incluso penetrado por el mundo rural, que en
buenas cuentas, era todavía ampliamente dominante más allá del “casco viejo”. Los
recién constituidos barrios residenciales, todavía expresaban una singular mezcla de
casas-quinta y huertos, que guardaban mucho de la vieja campiña llena de recuerdos de
antiguos placeres veraniegos, con inserciones puntuales de “ciudad- jardín”, como
sinónimo de modernidad, que más que innovación espectacular, representaba el caer de
un telón que marcaba la conclusión de la romántica y señorial aldea.
Ese tiempo de transición que marca la realidad urbana en 1945, todavía poseía muchos
componentes de la vieja ciudad, pero este predominio ya no era gravitante. Los nuevos
39
símbolos de la urbanización moderna con sus chalets, sus amplias avenidas, sus vías
pavimentadas, su sentido de orden y limpieza, a pesar de ser francamente minoritarios,
tenían la fuerza del porvenir y representan la dinámica de una sociedad que no sólo
comenzaba a transformar su apariencia externa, sino que además, comenzaba a plantear
su viabilidad, cuestionando los viejos valores de su cimiento estructural. Observando la
relación específica del número de viviendas por número de familias que arrojaba el
censo de 1945, tenemos:
Un otro tipo de vivienda que alcanzaba a algo más del 20% del total en 1945, era
aquella donde habitan dos familias, también indudablemente con mayor presencia en las
zonas centrales y en algunos barrios como Queru Queru, Muyurina, Las Cuadras,
Alalay y Jaihuayco donde el promedio familias-vivienda se aproxima a dos (Cuadro
120). Las viviendas que contenían 3 y más familias, alcanzaban en conjunto a un
27.66%, que sin duda en un porcentaje mayoritario, se encontraban en las zonas
centrales, particularmente los barrios del sur.
Retornando a una anterior observación sobre las condiciones de vivienda del sector
central, podemos admitir que las vetustas casonas, con dificultad podían ofrecer
condiciones aceptables de habitabilidad a dos familias, tornándose ya francamente
deficitaria esta condición, a partir de una tercera familia habitando estas casas. Es obvio
que el deterioro de las condiciones de habitación, empeoraban en relación directa con la
aglomeración de familias por vivienda. Si admitimos a partir de lo anterior, que tres
familias por vivienda marcaban el umbral de la incomodidad crítica para compartir este
espacio, en la gran mayoría de los casos, no proyectado para esta intensidad de uso,
situación que se podía tipificar como hacinamiento; cuatro familias por vivienda, ya era
sinónimo de franca tugurización379. Observemos más atentamente ese casi 30% restante
de viviendas que configuraban diversas situaciones críticas de habitabilidad:
379
También hacia 1945, aparecen los primeros edificios de departamentos de 3 plantas, sobre todo
ubicados en la Av. San Martín, la Diagonal, la Alameda. etc., aunque en un porcentaje poco significativo
(74 unidades según el Censo de 1945).
39
CUADRO Nº 122: Ciudad de Cochabamba: Número de viviendas según diversos
grados de hacinamiento de familias en 1945 (1)
De las 1.547 viviendas (27.66% del total urbano), que presentaban diversos grados de
hacinamiento, un 39% se ubicaba en el umbral anteriormente anotado, involucrando a
610 viviendas. A partir de este límite, podemos asumir que en la ciudad, existían en
1945, 937 viviendas que se pueden considerar como tugurios, mejor conocidos como
“conventillos.”
El propio análisis que realizó Carlos Soruco, comisionado del Censo de 1945 fue, en
sentido de que eran “contadas las casas (popularmente ‘conventillos', en cada una de
las cuales vive un crecido número de familias”381. A partir de todo lo anterior podemos
380
En 1945, la familia promedio en Cochabamba era de 4,9 miembros.
381
Soruco por ejemplo, citaba el caso de una sola casa que alojaba 39 familias en la zona central
Sudoeste y reconocía, que la zona Sudeste era la más populosa, y presenta una frecuencia de
hacinamiento urbano más extendida. Es decir, en este sector existían dos casas con 22 familias, una con
23, una con 24, dos con 26 y una con 37 familias. Por otro lado, llamaba la atención que en la misma
zona Sur, en 17 chozas vivían 139 personas, y otras 64 personas, ocupaban 15 "casuchas", reconociendo
al mismo tiempo que “los señores empadronadores sólo han tomado en cuenta este dato en las zonas
40
asumir que la zona central y particularmente la zona Sudeste y Sudoeste, fueron las más
afectadas por situaciones de tugurización y que, los casos extremos, fueron más
situaciones de tipo puntual, en tanto, las situaciones correspondientes a los dos primeros
niveles anotados líneas arriba, se restringían mayormente a estas zonas. Sin embargo, se
debe tener cuidado de no homologar “vivienda unifamiliar”, automáticamente con un
nivel superior de habitabilidad, pues sin duda un porcentaje respetable, que
lamentablemente no consigna el censo de 1945, correspondía a las “chozas” y
“casuchas” a las que se refería Soruco y cuyas modestas dimensiones implicaban
situaciones de promiscuidad y tugurización, aún tratándose de una única familia que las
habitara. En la misma forma, tampoco se debe caer en el error de homologar vivienda
unifamiliar con vivienda propia. Para despejar esta cuestión, observemos el Cuadro 123:
centrales, descuidando de hacerlo en las circunvecinas,, cuyos pobladores viven en su mayor parte en
chozas y casuchas". . En 1948, el entonces Alcalde Carlos La Torre en una inspección realizada a los
tugurios de las calles Jordán, L. Cabrera y Suipacha, constataba que en dicho inmueble “que ocupa una
manzana”, vivían cerca de 100 familias compuestas por 5 a 6 miembros cada una, ocupando cada una de
ellas “una habitación de adobe generalmente de 16,00 m2 y 1,70 metros de altura, con una puerta
pequeña y sin ventanas”. El alquiler de estas “viviendas” era de 60 Bs. La misma autoridad edilicia
evidenciaba: “Impresiona dolorosamente, visitar esas casonas grandes y destartaladas de tos suburbios,
en cuyos cuartuchos ófricos, húmedos y sin ventilación, vegetan numerosas familias proletarias. Hay
niños y ancianos en esas habitaciones oscuras, que duermen en e1 suelo, lugar donde preparan sus
alimentos en el día, donde se sientan a comer y donde se divierten mirando gatear a sus criaturas
desnutridas Esa miseria humana, da a la vida un repugnante sentido de promiscuidad en que las mujeres
y 1os niños están confundidos día y noche, compartiendo su sitio con ratas y aves de corral ” (El País nº
3.081, 13/07/1948)
40
La crisis habitacional y la importancia de la cuestión de los alquileres, asumen su real
dimensión, cuando observamos el contenido del cuadro anterior. En efecto, de 12.627
familias que registraba el Censo de 1945, el 73.06% habitaba viviendas en alquiler y
sólo el 26.34% era propietaria de la vivienda que ocupaba. Proyectando esta relación al
sector central de la ciudad, sobre 9.666 familias, el 74.31% vivía en casas,
departamentos y cuartos alquilados, en tanto sólo el 25.03% habitaban sus propios
inmuebles. Los índices más elevados de inquilinato (77.30%), se registraba en las zonas
Sudeste y Sudoeste. La cantidad de inquilinos en zonas aledañas o periféricas a dicho
centro, alcanzaba al 69% de las familias que habitaban estos barrios, en tanto, en las
zonas residenciales del Norte y el Este, al 75%. De dichos barrios residenciales, Queru
Queru presentaba el índice más elevado de inquilinos, con casi un 92% de las familias
que lo habitaban. En cuanto a las otras zonas del Sur y el Oeste, las familias que
alquilaban viviendas, alcanzaban al 60% registrando el índice más bajo con respecto al
promedio urbano general, con barrios como Hipódromo, La Chimba, Sarco, Mayorazgo
y La Maica, donde este promedio era aún menor.
Observando el número de casas por zonas y las habitadas por sus propietarios, también
podemos comprobar que sólo el 59% aproximadamente estaba ocupada por sus
propietarios, en tanto el 41% restante, estaba totalmente ocupada por inquilinos. Este
indicador en la zona central, se elevaba a casi el 65% de casas ocupadas por sus
propietarios, en cambio en las zonas residenciales, apenas alcanzaba a algo más del
37%. En el resto de los barrios, este índice se elevaba al 61%. En función de estos
nuevos indicadores, se puede precisar que las viviendas de las zonas residenciales eran
las más intensamente alquiladas en términos de la cesión total del inmueble bajo este
régimen, en tanto en el resto de la ciudad la forma más extendida, era la coexistencia de
propietarios e inquilinos.
Sin embargo, el índice de propietarios que no habitan sus viviendas, resulta muy
elevado para admitir una ausencia de la ciudad de éstos en forma tan masiva, ya sea
porque vivían en sus fincas, o estaban en otras actividades como minas, comercio, etc.,
en otras ciudades. Esta situación podría admitirse para una fracción del porcentaje de
40
propietarios ausente, pero no para todos los casos. Nos parece razonable pensar que en
realidad muchos propietarios, (hacendados, banqueros, comerciantes, mayoristas y
minoristas, alta jerarquía estatal, etc.), al ser beneficiada durante la Guerra del Chaco,
pudo adquirir más de un inmueble y ampliar sus ambientes originales, siendo posible en
este caso, que el número de propietarios fuera realmente mucho menor al estimado bajo
el criterio simplista, de que a cada una de las 5.641 casas censadas en 1945, les
correspondía necesariamente un propietario distinto. Nuestro cálculo, aunque no
apoyado en una investigación catastral, es que el número de propietarios de casas de
todo tipo en Cochabamba en 1945, no alcanzaba a 4.000, y de ellos alrededor de un
40% podría ser propietario de por lo menos 2 casas, además que una fracción de los
mismos, era indudablemente poseedor de grandes extensiones de tierra rural que será
fraccionada en los años de la década de 1950 y siguientes, siendo incluso afectada por la
Reforma Urbana de 1956382.
Los juicios y presupuestos anteriores, nos permiten una idea más exacta de las
características del mercado urbano de viviendas, que indudablemente, presentaba rasgos
ideales para la especulación y justificaba las ardorosas polémicas entre inquilinos y
propietarios a raíz de la Ley de Rebaja de Alquileres y las innumerables reflexiones
reclamos, amonestaciones y exhortaciones de la prensa en favor de unos y otros. En
términos generales, es fácil percibir que la capacidad de alojamiento permanente que
ofrecía la ciudad en 1945, se reducía a 5.592 viviendas (descartando hoteles, cuarteles,
conventos, etc), para una población de 71.492 habitantes compuesta por 12.652
familias, sin contar más de dos millares de personas que viven en viviendas colectivas y
más de un millar que viven solas383. La relación entre demanda y oferta, arrojaba una
media urbana de 2,26 familias por cada vivienda disponible. La distribución de este
índice por zonas urbanas era el siguiente:
La Chimba 98 64 1,53
Hipódromo 246 180 1,37
Sarco 111 70 1,58 Resto urbano:
Mayorazgo 20 15 1,33 1,50
Tupuraya 110 78 1,40
Alalay 238 123 1,93
Jaihuayco 292 173 1,68
La Maica 114 93 1,22
382
Por ejemplo los licitadores del impuesto a la chicha solían tener varios inmuebles en la ciudad (cf.
supra Capítulo 16).
383
2.540 habitantes habitan 49 viviendas colectivas en alojamientos, hospitales cuarteles conventos,
cárcel etc. En la zona Noroeste existían 18 alojamientos de este tipo, en tanto en la zona Noreste, 15. En
la zona Sudeste., 3 y en la zona Sudoeste, 6. En Queru Queru 3 y en Muyurina 4. En habitaciones sueltas
vivían 1.779 personas solas.
40
(1) Sólo se toman en cuenta viviendas no colectivas
Fuente: Censo Demográfico de Cochabamba, 1945
A partir del cuadro anterior se puede afirmar, que la demanda de vivienda era muy
intensa en la zona central, particularmente en el sur, decreciendo en las zonas
residenciales y mucho más aun, en las zonas periféricas, con excepción de Alalay y
Jaihuayco. Es interesante observar, que la demanda de vivienda en Cala Cala era baja,
incluso inferior a otras zonas menos atractivas, en cambio Muyurina, Queru Queru y las
Cuadras, presentaban una demanda alta. En las zonas populares, sobresalía Alalay con
una demanda alta, probablemente por su proximidad a Caracota y su actividad ferial y
comercial, y por la misma razón, Jaihuayco. También se puede establecer, en función de
esta estructura de demanda, que los alquileres y las tierras urbanas de mayor precio,
estaban en la zona Sudeste en el sector central, en Muyurina en la zona residencial y, en
Alalay en las zonas populares.
En Cala Cala y Queru Queru también se registraban fluctuaciones notorias, así terrenos
sobre la Av. Bolívar o la Plazuela de la Recoleta, alcanzaban hasta 250 y casi 300 Bs. el
m2, con un término medio no inferior a los 200 Bs./m2. En la Av. América y aledaños,
se ofertaban terrenos en 100 y 150 Bs./m2, ocurriendo otro tanto en la Plaza de Cala
Cala. Sin embargo en tierras no urbanizadas y consideradas de “temporal”, incluso
próximas a las vías de penetración anotadas, el precio descendía bruscamente a 60, 50 y
40 Bs./m2, llegando a 15 y 20 Bs./m2 en las zonas consideradas menos favorecidas. En
otras zonas urbanas, como La Maica, Sarco, Lacma, Jaihuayco, etc.., era posible
adquirir lotes en 8, 10, 12 y 15 Bs./m2, incrementándose este valor hasta 30, 35 incluso
50 y 60 Bs./m2, en zonas consideradas de interés por el acceso al centro urbano o por su
proximidad a Caracota, San Antonio, El Ferrocarril a Oruro, etc.384
384
El mercado de la tierra urbana, es todavía un campo de investigación intacto, sobre todo en lo que
hace a su evolución histórica y a una comprensión de la constitución de la ciudad desde este punto de
vista. Una acotación que nos proporciona el Arq. Franklin Anaya evidenciaba que: “la demanda de
vivienda determina el aumento de valor de los terrenos de edificación. Si hasta 1936 el m2 en el centro
de la ciudad tiene un precio que no pasa de Bs. 100, hoy (1946) alcanza a Bs. 2.000, y si este fenómeno
hasta cierto punto podría resultar transitorio, ya ha dejado un saldo perjudicial para la salud y el
confort colectivos al dar margen a una mayor parcelación de los terrenos, parcelación que es sinónimo
de estrechez de la vivienda y dificultades mayores para la urbanización de la ciudad” (El País,
29/11/1946). El Arq. Anaya, señalaba que este era un factor importante para definir el costo excesivo de
40
En cuanto al valor de las casas, es muy difícil establecer términos comparativos, pues
una mayoría de inscripciones catastrales no consignaban la extensión del terreno o la
superficie edificada, haciendo referencia sólo a valores globales, razón por la cual el
lector no debe extrañar alguna incoherencia: Una casa en la zona central (obviamente
dependiendo de su estado de conservación, tamaño, etc.), costaba entre 200.000 a
450.000 Bs. Un edificio de 4 plantas, próximo a la Plaza Colón, costaba 1.500.000 Bs.
Una casa quinta en la Av. América se cotizaba en 200.000 Bs., otra similar próxima a la
Av. Salamanca en 220.000 Bs., un chalet en Cala Cala, fue vendido en 300.000 Bs., etc.
Una idea de la dinámica de este mercado de predios urbanos, en cuanto al volumen de
transacciones y el monto del capital invertido, nos proporciona el cuadro siguiente:
En cuanto a la dinámica del fraccionamiento de tierras en esta época, los datos que se
disponen no son suficientes, no obstante, es posible admitir que considerables
extensiones de tierras incluidas las de cultivo, huertos y fincas, fueron siendo,
paulatinamente transformadas en lotes, manzanas y calles, además de ser incorporadas
como predios urbanos, al activo mercado inmobiliario386.
la vivienda: “costo superior a los de la ciudad de La Paz y muy superior a los del extranjero”.
385
Como ya era habitual el precio del maíz y su viabilidad comercial en los mercados extra regionales era
motivo de angustias anuales. Es posible que, 1943 fuera particularmente un año poco propicio a la
economía hacendal, y ello provocó la contracción de las operaciones inmobiliarias, y el alza especulativa
de estos bienes, sin embargo, corregidas las perturbaciones, estos valores tienden a retornar a su nivel
habitual.
386
Con respecto a esta cuestión, un informe suscrito por el Arq. Jorge Urquidi, Director de Obras
Públicas Municipales, proporcionaba la siguiente nómina de propiedades particulares urbanizadas:
40
No cabe duda que la valorización acelerada de la tierra urbana fue el motor que impulsó
la urbanización de la campiña, y que factores como la pavimentación de la ciudad, con
expectativas a ampliar este beneficio a los nuevos barrios, la regularización y
canalización del río Rocha, el inicio de las obras de la carretera a Santa Cruz, la
instalación de la Refinería, la construcción y puesta en marcha de la Represa México en
la Angostura, crearon una imagen de porvenir que no hicieron más que reforzar la
confianza en la inversiones urbanas.
Por último, una conclusión obvia: en este momento, la tierra urbana como generadora
de rentas y como un bien que continuamente se capitaliza, ha superado el valor de la
tierra agrícola, aún de aquella dotada de riego y de la que se obtienen abundantes
cosechas. La cuestión del “radio urbano”, planteó en 1946, una polémica respecto a lo
anterior, a partir de dos puntos de vista diferentes: A1 límite urbano propuesto, se
oponían reparos porque involucraba gran parte de la campiña del norte, en tanto se
observaba que hacia el Sur y Oeste existían planicies de escaso valor agrícola hacia
donde la ciudad podía crecer387. A este respecto el Arq. Jorge Urquidi (1946) anotaba:
“Propiedad de Plaza y Cia. en La Chimba, de la Sociedad Ingensol en San Rafael y Mosojllacta, del Sr.
Martínez Vargas en Queru Queru, del Sr. Capriles en La Villa; del Sr. Tardío en Cala Cala, del Sr.
Demartini en La Maica y Las Cuadras, de los señores Vega y Laredo en Queru Queru, de la Sra.
Carmen v. de Barrientos y Calixta v. de Urquidi en Mosojllacta; de la Sra. Amelia v. de Ayala en Lacma,
del Sr. Adrián Pereira en Cala Cala etc. Todas estas propiedades son de extensiones que oscilan entre 10
y 30 hectáreas”. (Informe Municipal, el Imparcial 4099, 10/11/1947). Otro informe municipal anotaba:
“A1 Servicio de Urbanismo, le correspondió asimismo el estudio completo de 16 proyectos de
fraccionamiento, incorporándose al dominio público 513.745,75 m2 con un valor de Bs. 32.113.371,70
En la gestión vencida de 1950 se incorporó a tan respetable cifra 118.288,25 m2 con un valor de Bs.
19.755.530”. (La administración Municipal 1950, Los Tiempos nº 2090, 10/01/1951). A grosso modo,
este volumen de cesiones correspondía a unas 200 Ha. aproximadamente.
387
Un periodista que sólo usaba el seudónimo de “Verdier” sugería que el radio urbano en dirección
norte, debía llegar sólo hasta orillas del río Rocha a fin de que las campiñas norteñas “continuaran como
tales”, añadiendo que en “las campiñas como Cala Cala y Queru Queru, sólo deben permitirse
construcciones sobre un mínimo de 1.000 m2 de terreno, y obligatoriamente rodeársele de jardines (…)
en estas áreas el Municipio debe crear verdaderos parques y espacios estéticamente estructurados sin
permitir que el capricho y las arbitrariedades deformen el atrayente panorama” (La cuestión del Radio
Urbano de la ciudad, El País nº 2618, 23/11/1946).
40
norte al límite marcado por del río Rocha, era de antemano una batalla perdida. En
consecuencia, se opinaba que:
Con todos Sin agua, luz Sin agua ni Sin Sin luz Sin luz ni
Zonas los servicios ni alcantarillado alcantarillado eléctrica alcantarillado
urbanas alcantarillado
Viv. Habit. Viv. Habit. Viv. Habit. Viv. Habit. Viv. Habit. Viv. Habit.
Noroeste 615 9.203 135 1.477 66 934 34 551 7 47 7 57
Noreste 600 8.303 97 1.011 65 880 36 417 6 38 9 63
Sudeste 522 9.052 256 3.528 75 1.156 72 1.059 20 500 36 665
Sudoeste 506 8.924 243 2.539 116 1.626 99 1.667 17 345 33 330
La Chimba - - 62 495 2 12 - - - - - -
Hipódromo - - 175 1.206 4 50 - - - - 1 8
Sarco 1 9 51 404 4 63 2 14 - - 12 121
Mayorazgo 1 8 11 123 - - 1 12 - - 2 9
Cala Cala 33 368 188 1.364 109 885 35 324 - - - -
Quero Queru 13 278 158 1.188 105 1.131 17 219 - - 14 92
Tupuraya - - 64 451 11 88 1 7 - - 2 6
Muyurina 60 1.248 150 1.414 54 604 30 312 2 13 6 62
Las Cuadras 40 542 76 509 - - 3 27 2 24 12 87
Alalay 20 132 91 955 1 8 10 115 - - 1 27
Jaihuayco - - 162 1.316 2 18 3 29 - - 6 41
La Maica - - 89 612 1 10 - - - - 3 20
Totales 2.411 38.067 2.007 18.592 615 7.465 343 4.753 54 967 144 1.648
Fuente: Censo demográfico de la ciudad de Cochabamba, 1945
CUADRO Nº 127: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas según porcentaje del nivel
de prestación de los servicios básicos
Niveles de prestación de servicios básicos
Viviendas con todos Viviendas sin ningún Viviendas con
Zonas urbanas los servicios servicio dotación deficitaria Totales
Viv. % Viv. % Viv. % Viv. %
Noroeste 615 71,26 135 15,53 114 13,21 863 100
Noreste 600 73,80 97 11,93 116 14,27 813 100
Sudeste 522 53,21 256 26,10 203 20,69 981 100
Sudoeste 506 49,90 243 23,96 265 26,14 1.014 100
La Chimba - - 62 96,87 2 3,13 64 100
Hipódromo - - 175 97,22 5 2,77 180 100
Sarco 1 1,43 51 76,86 18 25,71 70 100
Mayorazgo 1 6,67 11 73,33 3 20,00 15 100
Cala Cala 33 9,04 188 51,51 144 39,45 365 100
Quero Queru 13 4,23 158 51,47 136 44,30 307 100
Tupuraya - - 64 82,05 14 17,95 78 100
Muyurina 60 19,87 150 49,67 92 30,46 302 100
Las Cuadras 40 30,07 76 57,15 17 12,78 133 100
Alalay 20 - 132 88,48 12 7,31 164 100
Jaihuayco - - 162 93,64 11 6,35 173 100
La Maica - - 89 95,56 4 4,30 93
Totales 2.411 42,93 2.049 36,48 1.156 20,58 5.616 100
40
Fuente: Elaborado en base al Cuadro 126
Este cuadro complementario del anterior, muestra más explícitamente la manera en que
se distribuían, los en realidad modestos recursos de infraestructura urbana. Los barrios
centrales que resultaban muy privilegiados en contraste con el resto de la ciudad, sin
embargo, no mostraban un cuadro homogéneo, por el contrario, el sector Norte se
presentaba como francamente favorecido y expresaba el nivel más elevado de dotación
de servicios que podía exponer la ciudad.
El sector Sur de este centro, mucho más populoso presentaba una situación más
modesta, donde prácticamente se combinaban en proporciones iguales, viviendas que
gozaban de servicios urbanos y otras que no los poseían o los tenían en forma
incompleta. En cuanto a los barrios restantes, simplemente casi no existía una red de
instalaciones urbanas de agua y alcantarillado, pero sí, una muy restringida instalación
de energía eléctrica. Curiosamente y negando la idea muy extendida de que Cala Cala y
Queru Queru eran las zonas de la campiña que más rápidamente se urbanizaron, Las
Cuadras y la Muyurina, en cuanto al sector residencial, y Alalay, aunque muy
modestamente, en cuanto a los barrios populares, presentaban niveles de dotación de
servicios mejores a los registrados en los citados barrios residenciales y populares
respectivamente. La Muyurina era el barrio residencial más poblado, y el que
presentaba, fuera de la zona central, mayor número de viviendas dotadas con todos los
servicios básicos, aunque Las Cuadras, porcentualmente expresaba una situación más
favorable. Por otra parte si consideramos que Cala Cala, Queru Queru, Muyurina y Las
Cuadras, son los barrios residenciales representativos del hábitat de las clases altas y
medias, en situación de solvencia económica, constataremos que del modestísimo
número de viviendas con servicios básicos completos, fuera del sector central (168
unidades en total), casi el 87% se concentraba en los citados barrios.
De la misma manera, de las 458 viviendas que fuera de la zona central disponían en
forma incompleta de servicios básicos, el 83% se ubicaban en los barrios residenciales
mencionados. En contraste, las zonas caracterizadas como populares -Jaihuayco, La
Maica, Sarco, La Chimba, etc.- en proceso todavía muy preliminar de transición entre lo
rural y lo urbano, estadísticamente lo único que expresaban eran elevados porcentajes
(del orden del 70% y mucho más) de viviendas que no disponían de ningún servicio, ni
siquiera energía eléctrica. La excepción era Alalay388 que presentaba un modesto
conjunto de viviendas (20 unidades) que disponían de los servicios básicos completos, y
otro conjunto igualmente pequeño, que disponía de ellos en forma incompleta,
presentando, de todas formas, un porcentaje de carencia absoluta de casi el 74%.
Observando las mismas estadísticas que utilizamos, el Arq. Franklin Anaya en 1946
anotaba: “El Censo de 1945 constató que el 73% de la población, vive en casas
alquiladas”... añadiendo que existían tugurios que alojaban más de 20 familias cada uno
y chozas o “casuchas” donde se alojan muchas familias. Añadía:
Por último, el Arq. Anaya, se refería al tema de una política de vivienda, casi en
términos pioneros, en relación a las soluciones que planteaba. Al respecto sostenía:
Con este objeto y demostrando, una cabal percepción y sentido de integralidad sobre la
política habitacional que sugería, añadía:
Los planes habitacionales que se realizaron en los años de la década de 1940, fueron
extremadamente modestos. La “vivienda obrera” mereció un abundante tratamiento
legal, como ya tuvimos oportunidad de observar, pero su implementación financiera,
técnica y constructiva, fue muy incipiente. A este respecto el propio Arq. Anaya todavía
debe merecer nuestra atención, pues ocupándose siempre de este problema, en su marco
389
Una sugerencia concreta del Arq. Anaya, era que: “la Municipalidad debe otorgar o hacer que se
otorguen becas para estudios de arquitectura y urbanismo en los países en que están ensayando las
soluciones que corresponden a las metrópolis ciudades y aldeas de nuestra civilización maquinista”. Este
tipo de planteos son los que permiten la constitución del Instituto Tecnológico primero, luego de la
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y a fines de los años 50, de la Facultad de Arquitectura de la
UMSS.
41
institucional, en 1948 manifestaba: “Es necesario pensar que e1 80% de la población
cochabambina, vive en casas alquiladas, a un precio que causaría estupor en el
extranjero y a base del cual podrían financiarse nuevas viviendas. Una política
crediticia a base de bancos que presten dinero a las clases pobres pero trabajadoras y
no exclusivamente a los ricos, sería e1 medio de solución adecuado para este
importante problema colectivo”. A continuación, y en forma mucho más explícita
sostenía, que la construcción de casas mínimas para obreros y empleados públicos,
requerían no sólo financiamiento, sino medidas previsoras en el orden urbanístico,
teórico, social e institucional, en suma, en todo lo que hace a una política de vivienda
fiscal efectiva, esto es: que el emplazamiento de los barrios de vivienda de interés
social, tuvieran relación con el centro de trabajo de sus moradores, y que a este respecto,
el municipio debía crear “áreas de reserva para planes habitacionales” destinados a
sectores de bajos ingresos, que los materiales de construcción, fueran liberados de
cargas impositivas, como ya se manifestó anteriormente, haciendo especial énfasis en la
necesidad de la instalación de una fábrica de cemento en Cochabamba. Además
consideraba, que se debía concientizar al pueblo sobre el problema habitacional y sobre
sus necesidades. Finalmente, consideraba que se debía crear una “Caja de Fomento de
la Edificación Barata”, con fondos municipales y fiscales. (El País, nº 3083, 03/08/
1948)390.
A partir de 1945, se inicia en Cochabamba, así como en otras ciudades del país, un
modesto plan de viviendas que reciben la denominación de “Barrio Obrero”, en terrenos
adquiridos por el municipio al Sur del actual mercado de ferias (La Pampa), se trata de
un conjunto de pequeñas manzanas semicirculares, hoy limitadas por las avenidas
República y Barrientos por el Este y el Oeste, y por el Sur por la calle Guayaramerín.
Dicho plan, consistía inicialmente en unas 50 unidades que fueron entregadas a fines de
1946391. El plan de vivienda más importante que se realizó en Cochabamba en esta
época, fue la urbanización de la Chimba, que no fue transferida a la Alcaldía como
sugería el Arq. Anaya. Esta urbanización conformó la Unidad Vecinal de la Chimba, de
propiedad de Vivienda Militar, dio cabida a unos 2.000 lotes y abarcó una extensión de
casi 190 ha., de las cuales, casi una mitad pasaron a dominio público.
390
El Arq. Anaya sugería que el Municipio se adjudicara la propiedad de la Chimba. Al respecto sostenía,
entre otras cosas, que la Chimba (cuyo propietario eran las FF.AA), sería una base financiera de
consideración para el municipio. Dichos terrenos, se constituirían en una llave reguladora del crecimiento
urbano y habilitaría zonas para vivienda popular, vivienda de empleados públicos, maestros, militares,
etc. El País nº 2629, 06/12/1946).
391
Las obras encomendadas por la Prefectura, fueron realizadas por la Empresa constructora Ascui. De
las 50 casas anotadas, 35 eran del tipo "A", es decir con un solo dormitorio, las 15 restantes del tipo "B",
con dos dormitorios. Las casas del tipo "A" comprendían además un porche, living-comedor, cocina,
baño con ducha y un patio pequeño con lavandería. Las del tipo "B", contemplan una habitación común,
cocina, baño con ducha y su porche. Se reclamaba que el barrio carecía de agua potable, pese a que la red
se encontraba en la vecina Av. San Martín. (El País, 4/04/1946).
41
es menor hacia comienzos del siglo XX (apenas unas 14 construcciones nuevas por
año). Indudablemente la llegada del ferrocarril y sobre todo, la crisis de vivienda que se
dejó sentir a partir de los años 20, incrementaron estos bajísimos índices, pudiendo
estimarse que hasta antes de la Guerra del Chaco, dicho ritmo pudo subir hasta unas 30
a 40 viviendas nuevas por año. El censo de 1945, reveló la existencia de 5.641
viviendas, lo que a grosso modo significaba un promedio de edificaciones, entre 1907 y
el citado año, de 93 nuevas viviendas anuales. Índice sorprendente, pero que no implica
necesariamente un espectacular surgimiento del afán constructivo. En realidad ocurre
que entre 1907 y 1945 el radio urbano se amplío y muchas edificaciones del Cercado,
no incluidas en 1907, se contabilizaron como urbanas en 1945.
El real auge constructivo se inició en la posguerra del Chaco, pero aún así con muchos
tropiezos, como el elevado precio de los terrenos, la escasez de materiales de
construcción, la ausencia de financiamiento, etc., a los que ya hicimos referencia, se
incrementaron las inversiones en la rama de construcción de vivienda. No obstante un
análisis sobre la crisis de vivienda contenida en una memoria de Banco Hipotecario,
reconocía que: “El número de edificaciones levantadas desde el año 1937, con ser
superior a las que se levantaron en el curso de los 30 años precedentes en conjunto, no
está en relación con el aumento de habitantes y la tendencia a un estándar de vivienda
con un confort no difundido en épocas anteriores”. Se añadía que en 1939, se edificaron
139 casas, fuera de ampliaciones y reconstrucciones, y que el Banco había concedido
152 préstamos a plazo fijo por Bs. 3.690.500, invertidos en su totalidad en edificaciones
urbanas, sin embargo, las solicitudes de préstamo, alcanzaron a 198. (El Imparcial nº
3031, 13/04/1940). Otra crónica de 1940, anotaba que “el auge de las construcciones
que ha comenzado desde 1936, siguió e1 año anterior (1939) y comprobamos que se ha
extendido la capital en todas direcciones; en muchos casos, se han habilitado zonas
que anteriormente apenas si tenían casas rústicas”. Así tenemos que la estadística
oficial proporcionaba los siguientes datos para 1939: construcciones nuevas autorizadas:
102; reconstrucciones: 100: refacciones, adaptaciones y varios trabajos: 353. (El
Imparcial nº 2967, 06/01/1940).
Con estos antecedentes, es admisible una estimación del índice de edificaciones, en unas
100 unidades anuales, y un cálculo global de incremento de vivienda entre 1936 y 1945,
de unas 800 a 1.000 viviendas. Una estadística de la década de 1950, en base a los
censos de 1945 y 1950, señalaba que el número de “departamentos” o “unidades de
vivienda” (aquí se incluían habitaciones simples, agrupadas, etc. y todo ámbito físico
habitado por una familia), según su tenencia era el siguiente:
El cuadro anterior, sugiere que el déficit habitacional en el año citado era 7.289
unidades en Cochabamba, cálculo establecido en base a datos del censo de 1950. Sin
embargo, esta estimación proyectada a los años 45 y 50, en nuestra opinión, resulta
conservadora, si consideramos la gran masa de población que vivía en régimen de
inquilinato. Así en 1945, habrían sido precisas por lo menos unas 9.000 viviendas para
resolver la crisis habitacional, esto sin contar el subido porcentaje de vetustas casonas y
“casuchas” que debían ser renovadas. En 1950 este índice ascendía a, por lo menos
10.000 a 11.000 nuevas viviendas, es decir que entre 1945 y 1950, debían haberse
edificado unas 900 viviendas anuales en lugar de las 260 a 270 unidades de vivienda
que se ejecutaron. Indudablemente este nivel de producción de viviendas, dados los
escasos recursos financieros, la rudimentaria tecnología, la escasez de materiales, etc,
era inviable.
Se puede establecer que pese a las fluctuaciones numéricas, que indican los ritmos de un
mercado de la construcción sensible a las situaciones favorables o desfavorables en el
orden económico, político y social que vive el país, los promedios de superficies
construidas son altos, y no corresponden precisamente, admitiendo la edificación de
algunos edificios públicos, que los mismos expresen un volumen mayoritario de
construcción de viviendas o unidades de habitación de interés social, sino mas bien,
hagan referencia a chalets y verdaderas mansiones con un promedio de 4 a 5
dormitorios, zonas de recepción (estar-comedor) cómodas, amplias dependencias de
servicio y habitaciones anexas confortablemente dispuestas, configurando un hábitat de
altos ingresos. Una idea aproximada de como se disponen espacialmente estas nuevas
edificaciones nos muestra el siguiente cuadro:
En función de todo lo anterior, y a modo de reflexión final, podemos señalar que tanto
por la forma en que se distribuyó la dotación de servicios públicos domiciliarios, como
por la naturaleza del propio déficit habitacional, este proceso urbano, con sus
contradictorias y conflictivas manifestaciones, no se limitó sólo a una modificación
profunda de la estructura urbana tradicional, sino incorporó una estructura diferente,
pero manteniendo su articulación con la primera, y promoviendo, con igual vigor que la
vieja estructura, el principio de segregación social y espacial. Es posible inferir
igualmente que la apropiación y el consumo del espacio por clases sociales, marca estas
diferencias: los estratos de bajos ingresos, no estructuran fuera del centro urbano,
“barrios” en el sentido urbano del término, sino “villas”, es decir, densifican antiguas
agrupaciones o caseríos de vivienda rural, que en realidad aparecen como “urbanos”
porque son “engullidos” por la expansión, no precisamente de la mancha urbana, sino
de su expresión administrativa: el radio urbano.
En cambio, en el caso del nuevo hábitat de los sectores acomodados, éstos consolidan
“unidades vecinales” y efectivamente urbanizan las nuevas tierras incorporadas al
ámbito urbano, con el despliegue de los mejores recursos técnicos y de diseño,
existentes o disponibles en la época. Sin embargo no adelantemos mayores juicios sobre
este particular, una vez que será tema del último capítulo. No obstante, diremos, para
cerrar este análisis, que la penuria de la vivienda, la valorización de la tierra urbana, la
dinamización del capital inmobiliario y la débil actitud estatal para refrenar la
especulación de los alquileres, el costo del suelo urbano y la construcción, se
constituyeron en realidad, más allá de las teorías y dogmas urbanísticos en boga, en los
nuevos instrumentos que propiciaron la transformación urbana tan largamente deseada
por los ideólogos de la modernidad, aunque la ciudad resultante no se aproximó a estos
ideales, pero pasó a expresar con mayor nitidez y fidelidad, el nuevo rumbo que tomó la
formación social regional en la segunda mitad del siglo XX, cada vez más alejada de la
alegoría de los graneros y las despensas que proporcionaban suministros vitales a la
minería y a mercados distantes.
392
Estos índices ascendentes de renovación urbana alimentaron proyecciones optimistas en relación a la
materialización de la moderna city que sustituiría el viejo centro: Una estadística de 1947 estimaba que
los 2.645 predios existentes en el casco viejo, todos ellos, serían demolidos y totalmente reconstruidos
hasta 1956. Sobre este aspecto ver el siguiente capítulo.
41
Capítulo 18
Del delirio urbanístico a la planificación de la ciudad jardín
La crisis regional dejó de ser explicada como un problema simple, de precios, mercados
y fletes, ahora se la explicaba, como producto de la supervivencia de modos de
producción arcaicos que frenaban, incluso el desarrollo capitalista. Cuestiones como la
Reforma Agraria, la Nacionalización de las Minas y la necesidad histórica de construir
un Estado Nacional en lugar del Estado Minero, eran temas que se discutieron en las
aulas universitarias y los círculos intelectuales de la ciudad. La razón de las viejas castas
perdió vigor, en la misma forma como también se debilitó su poder real. La influencia
de los gobiernos de Busch y Villarroel, repercutió en profundidad en las entrañas de la
sociedad regional. Bajo la aparente indiferencia que mostraba la prensa de la época con
respecto al sentido social de estas administraciones y a cuestiones tan candentes como el
Primer Congreso Indigenal de 1946, o la eliminación por ley, de las relaciones sociales
de servidumbre en las haciendas; se gestaron las movilizaciones campesinas de de la
década de 1940 y se obligó al viejo régimen a reemplazar su código de moral y buenas
costumbres por la represión vulgar y salvaje. En la posguerra del Chaco, se reforzó la
presencia en el marco urbano, de las clases medias y la burguesía comercial e industrial;
sectores que si bien, en mayor o menor medida, ya dejaban sentir su vigencia desde
fines del siglo XIX, sólo en este momento, alcanzaron una influencia económica,
política y cultural que resultó decisiva para impulsar las transformaciones que se
operaron en la ciudad.
41
Si durante el siglo XIX y primeras décadas del XX, Cochabamba en lo que hace a su
casco urbano, no fue otra cosa en último término, que el soporte material que prestó
servicios, proveyó bienes de consumo, residencia, educación; en fin, cobijo a la “alta
sociedad” hacendal; desde mediados de la década de 1920 y con mayor evidencia en los
30 y 40, la ciudad complejizó su estructura social y también los roles que emergieron de
este proceso. La irrupción de los nuevos protagonistas sociales anotados, en especial, la
ampliación de los estratos medios: pequeños comerciantes del sector ferial y los
similares que emergen de la propia expansión del comercio, empleados públicos,
magisterio, empleados del sector servicios, pequeños propietarios inmobiliarios, etc.,
que paulatinamente ampliaron su capacidad económica, se sumaron, al lado de los
sectores de mayores ingresos, a la creciente demanda de vivienda y de mejores
condiciones de vida urbana, fenómeno que terminó articulando la base social sobre la
que finalmente pasaría a operar un modelo urbano que, al no ser otra cosa, que una fiel
expresión de los antiguos valores oligárquicos combinados a los nuevos valores del
poder capitalista mercantil, promovió la transformación de la ciudad, profundizando la
segregación social en el consumo del espacio, y sobre todo, la distribución desigual de
las ventajas del desarrollo urbano.
A1 término de la Gran Guerra (1914- 1918), y sobre todo, en los años de la década de
1920, en Europa la problemática urbana y aún arquitectónica, giró en torno a la cuestión
de ampliar o transformar la ciudad tradicional, a partir de las estructuras del hábitat
residencial, renovado con nuevas concepciones que introducen en la vivienda los
valores de la sociedad industrial. En algunos países como EE.UU., tales operaciones
masivas de renovación urbana sobre urbes semidestruidas como en Europa, no eran
posibles; por ello, las operaciones de renovación y reconstrucción pasaron a privilegiar
la cuestión de incrementar los usos urbanos que mejoraran la renta inmobiliaria, a partir
de políticas de densificación y maximización de los índices de edificación en zonas
urbanas de elevado valor económico, pero imposibilitadas de expandirse. Este fue el
41
origen de las edificaciones en altura. Estas operaciones, tanto en Europa como en
EE.UU., que eran imprescindibles para crear las nuevas condiciones que requería el
desarrollo capitalista, sólo pudieron ser viables a partir de una concepción global y
centralizada del desarrollo urbano, que a su vez, sólo podía proyectarse, mediante un
plan urbano unitario, aceptado por el conjunto de la comunidad, y elevado a rango de
instrumento técnico jurídico que regulara la ejecución del mismo, pese a que su
cumplimiento fracasase y se desvirtuase una y otra vez, “frente al dominio absoluto de
la iniciativa privada sobre la tierra urbana, cuyos intereses especulativos se
contraponen a los planteamientos de contenido social” (Segre, 1985:198).
Estos nuevos vientos de renovación formal, que se dejaron sentir en la ciudad desde
1880, y con mayor fuerza, en la década siguiente, configuraron una praxis institucional
que si bien débil y contradictoriamente, estuvo presente en la administración municipal
desde sus orígenes; para hacerse más consistente en esta época. Dicha praxis, se apoyó
en dos fundamentos: por una parte, una actitud pragmática y tecnicista, que separaba la
problemática urbana de la base económica que la sustentaba, considerando que los
problemas de la ciudad, más que sociales y económicos, eran de índole técnico y que su
superación, dependía de una profundización en el dominio técnico-científico que
41
proveyera una metodología apropiada de intervención sobre problemas concretos. Por
otra parte, la creciente y cuidadosa separación entre el dominio público y el privado, en
la organización y construcción de la ciudad, hacía reposar sobre el siempre insuficiente
erario municipal, el peso de darle forma material a los imaginarios modernizantes. Se
establecía, tanto en el cuerpo fundamental de nuestro aparato legal, como en la propia
gestión de la ciudad, la necesidad de asegurar, un máximo de libertad de acción a los
procesos privados de apropiación y consumo del espacio urbano, pero al mismo tiempo,
garantizando que el ente público, y particularmente el municipio, se encargaran de la
dotación de las redes de infraestructura urbana.
Las primeras ordenanzas y disposiciones municipales que avanzaron más allá de las
orientaciones puntuales de higiene pública, alumbrado, ancho de calles, etc., fueron
elaborando paulatinamente, toda una serie de instrumentos de control, que trataban de
adaptarse a las condiciones peculiares y a los ritmos pausados de la aldea-ciudad que se
deseaba transformar. Gradualmente, y hasta en forma imperceptible primero, las normas
de alineamiento de construcción, selección de usos del suelo permisibles en unas zonas
de la ciudad y en otras no, los reglamentos de control sobre la división del suelo, etc;
acabaron dando sentido a innumerables e intuitivas iniciativas edilicias, que culminaron
con la idea de concebir un “modelo” o “plano de la ciudad”, donde, de la simple
ubicación de los edificios y funciones urbanas más jerarquizadas, se pasó a la cuestión
del aspecto “funcional” de la ciudad, es decir, a la noción de definición espacial de los
usos del suelo (zoning) y sus interrelaciones, y a la incorporación de otros instrumentos,
como el ordenamiento del transporte, la jerarquización de las vías, las normas de
edificación, etc; que dosificados entre sí, de forma variada y cambiante, permitirían la
constitución de un bagaje técnico-disciplinar, que partiendo de la hipótesis de una
actuación que diferencie la composición-división entre espacio público y privado, se
planteará desarrollar propuestas sectoriales cada vez más amplias y complejas (Sica,
1981:52 y siguientes).
Detengamos un poco más nuestra atención en esta concepción: fue Ebenezer Howard,
quien a partir de un esquema utópico, de lograr la unidad vivienda-trabajo, ideal de la
pequeña burguesía, desplazada a zonas de vivienda barata por la valorización de las
zonas centrales; concibió la propuesta del suburbio habitacional, barrio-dormitorio de
los estratos de clase media y obreros, obligados a trabajar en las empresas e industrias
de las grandes metrópolis capitalistas. La factibilidad de edificar conjuntos de viviendas
matizados por parques y jardines, en zonas cada vez más alejadas del centro, merced al
desarrollo del transporte individual y público, hizo que los propietarios de tierras
agrícolas y los especuladores en general, “urbanicen” todos los terrenos posibles y los
fragmenten en lotes, originando caprichosos espacios residenciales impregnados de
anonimato urbano, por su cansina morfología repetitiva, resultado de la aplicación
ortodoxa de reglamentaciones rígidas, que organizaban el tejido urbano como una suma
de funciones estandarizadas: comercio de primera clase, segunda clase, etc., según su
intensidad; funciones de pequeña industria, industria liviana, etc., vivienda compacta,
vivienda en altura, vivienda aislada, etc.; y por la práctica generalizada del "zoning",
que culminaba en la “Unidad Vecinal” [neighborhood unit), propuesta por primera vez
en 1923, por Clarence Perry (Segre, obra citada).
En la década de los años 30, surgen sobre todo en EE.UU., las primeras propuestas de
orden regional. Finalmente se reconoce, que la ciudad no es un objeto en sí, sino un
fenómeno que recibe la convergencia de muchos factores, tanto internos como externos,
y además, que toda ciudad ejerce influencia sobre un área productiva de la cual se nutre.
Cuestiones como la organización de la red vial, la localización industrial, la protección
de los recursos naturales, etc., sólo pueden lograrse a partir de una política de desarrollo
42
que involucre el campo y la ciudad, es decir, que unifique ambos extremos en términos
de una “región” y de un plan regional de desarrollo.
Las ciudades se modernizaron, pero todo lo que debiera haber desaparecido, en realidad,
se perfeccionó y extendió, sobre todo, la acumulación del capital y la ampliación de las
penurias urbanas que se quisieron corregir en base a la aplicación de dogmas abstractos
y ahistóricos. Sin embargo, el lector no debe tomar el juicio anterior, como una
sentencia condenatoria al desarrollo urbano de los años 30 y 40. Estas ideas, que traen
consigo los primeros arquitectos que poseen una formación académica que combina
ciencia, técnica y arte, emergente de la dura confrontación entre academicismo y
modernismo que tuvo lugar en los centros de enseñanza superior de arquitectura;
introdujeron en Cochabamba opciones innovadoras, que sin lugar a dudas, fueron
progresivas en relación a la realidad social y urbana imperante, aun pese a sus
limitaciones, y al transplante mecánico de estas premisas a un medio social
absolutamente distinto al de las sociedades capitalistas industriales o al del los modelos
académicos estudiados.
El único problema urbano que mereció la atención de los poderes centrales, fue el de la
vivienda, pero esta atención, como se examinó en el anterior capítulo, se redujo al
aspecto jurídico-administrativo, y no así, al técnico-constructivo y urbano. Los planes
de “barrios obreros”, fueron extremadamente modestos para pretender incluso, ser algo
parecido al esbozo de una política estatal de vivienda en los años 40. En suma, fueron
los poderes locales, los únicos órganos estatales sensibles a la problemática urbana, la
que por otra parte, nunca mereció el tratamiento de una cuestión de Estado. Los
reclamos por obras públicas, infraestructura, protección contra desastres naturales,
fueron absorbidos y conciliados por los municipios. El poder legislativo sólo votaba los
empréstitos y examinaba la capacidad de cada economía regional y comunal para
redimirlos. Esporádica mente el Ministerio de Obras Públicas enviaba un agente técnico
para recomendar o dirimir alguna polémica sobre cuestiones como la dotación de agua a
Cochabamba, pero el resto, corría por cuenta de los órganos locales, o mejor decirlo en
forma explícita, por la creación de nuevos gravámenes al maíz, el muko y la chicha.
En cierta forma, los ideales urbanos del siglo XIX, quedaron sinterizados en un editorial
de El Heraldo de 1877 que vale la pena reproducir en sus partes salientes: Un primer
reparo frecuentemente era el propio sitio de fundación de la ciudad “en un lugar bajo y
húmedo”, para luego observar el trazado del damero. A este respecto el editorialista se
preguntaba:
“¿cuál fue el ingeniero español, que sobre tan extenso llano trazó sus calles
bajo una escala tan estrecha. (...) Lo que de tal estrechez se deduce, es que la
ciencia española de entonces era estrecha, pues no sabía lo que importa para la
salubridad pública la amplia circulación del aire y la luz, la belleza y
comodidad que presta a una ciudad la anchura de sus calles. Si en lugar de las
9 y 1/3 de varas castellanas que miden de ancho nuestras calles, se les hubiera
42
dado los 20 metros que hoy se consideran necesarios, tendríamos en la
actualidad veredas de 4 metros de ancho orilladas de árboles gigantes y una
calle al medio de 12 metros de ancho para el libre tránsito de los carruajes y
caballos (...) Desgraciadamente el mal está hecho, y es casi irremediable
Nuestras calles son angostas, más angostas que las de otras ciudades de
América, que a lo menos miden 12 varas de ancho, razón por la cual con el
incrementó que cada día adquiere el uso de los carruajes, entre nosotros, y el
tráfico de los caballos siempre abundantes en países agrícolas, pronto nuestras
calles se harán intransitables.
Sin exigir que nuestro Ayuntamiento rompa, como Napoleón III, la ciudad en
todas direcciones y demuela barrios enteros para abrir ‘bulevares’, nos
permitimos indicarle, la necesidad de formarlos en las principales salidas de la
ciudad, y la de abrir en el centro, algunas plazuelas (como la de Santa Teresa)
en las esquinas ocupadas hoy por casas viejas de alguna extensión. (El Heraldo
No. 14 de 13/09/ 1877).
En fin, Un jocoso “Programa de Gobierno” del Cnl. Celestino Góngora, un valluno que
a tono con la época, no sólo fundó un efímero “Partido Gongorista” , sino que expresó,
o tal vez resumió, con tono original, la mezcla de modernismo y sabiduría popular, con
que se prefiguraba la conurbación de Cochabamba de ochenta años mas tarde, en los
siguientes términos:
Se tendrá una gran ciudad, uniendo Quillacollo con Cochabamba (...) Entre los
dos lugares, pondré una línea férrea, de donde pasará a Cuchicancha (la feria
de Quillacollo), llamada así vulgarmente, y hoy Alejandría, todos podrán
trasladarse allí obteniendo sitios gratuitos para construir sus casas y su
‘corralito’. A los dueños de los sitios se les pagará una bicoca y si no quieren
desprenderse, se los desterrará al trabajo de la goma. (“Programa de
Gobierno”, La Maica, mayo de 1900).
Bajo la influencia de este tipo de criterios, sin duda ampliamente discutidos en las
tertulias familiares y en los ambientes intelectuales, otra ordenanza de 1895, disponía
que los propietarios de inmuebles sobre la Plaza Colón y la Plazuela del Regocijo de
Cala Cala, debían presentar “planos de fachada de1 edificio levantado conforme a
reglas de arquitectura para su correspondiente aprobación”. Una ordenanza de 1896,
suscrita por Ramón Rivero manifestaba: “El ideal es enderezar todas las calles, pero en
la imposibilidad de rectificarlas por completo, se debe aspirar a hacerlo, lo más que
sea posible”. Bajo este tenor se sugería incluso, que calles muy estrechas como el
“Pasaje del Diablo” debían ser suprimidas, en tanto las calles que se hallan “sometidas
a regularidad, formando cuadras, deberán ser ensanchadas al ancho reglamentario, no
de una vez, sino poco a poco, conforme se operen construcciones en ellas”. Este ancho
reglamentario era de 8.50 mts. (Soruco, 1899, Volumen II).
Una disposición posterior, de 1909, suscrita por el propio Ramón Rivero en su calidad
de Munícipe de la Comisión de Obras Públicas del Gobierno Comunal de ese tiempo,
contenía lo que podríamos denominar, el germen de las ideas y planteamientos iniciales
de la planificación urbana: En efecto en este informe apareció por vez primera la
42
mención: “adopción de1 plan modelo o Plano Regulador al que deben adaptarse y
subordinarse 1as construcciones futuras y las nuevas calles que han de abrirse o
prolongarse”, instruyéndose al ingeniero Municipal, el faccionamiento de un plano de
la ciudad que sirviera de base a esta concepción.
Sin duda la penuria habitacional y la crisis sanitaria que agobiaba la ciudad fueron
factores que influyeron en el pensamiento de quienes formularon los primeros criterios,
que rebasando la vieja práctica municipal, dominante en todo el siglo XIX, de
intervenciones puntuales de rectificación, ensanche y apertura de calles sin un criterio
de plan urbano, avanzaron en 1909, hacia un conjunto de disposiciones que combinaba
la práctica anterior de reformar partes dispersas del casco viejo. con algo novedoso
como fue la introducción del concepto de “Avenidas de Circunvalación”, y de una
avenida central de penetración, destinada a vincular la Alameda con la zona sur, hasta la
Avenida Aroma (ex calle de las Carreras), tal como mencionamos anteriormente. Sin
embargo lo realmente significativo, fue que conjuntamente con estas determinaciones
aprobadas por el Concejo Municipal, se instruyó al ingeniero Municipal “que
faccionará el plano de 1a ciudad en escala 1:5.000, el que serviría de base a la
adopción de un Plan Modelo o Plano Regulador, a1 que deben adaptarse y
subordinarse las construcciones futuras y !as nuevas calles que han de abrirse o
prolongarse”. (El Ferrocarril nº 5779, 22/11/1909).
El promotor de estas ideas, como ya se destacó, fue el eminente ciudadano don Ramón
Rivero, entonces Munícipe Comisionado de Obras Públicas del Concejo Municipal.
Estas sugerencias, sin embargo, hubieran corrido la suerte, tal vez de muchas otras, de
ser olvidadas en los archivos del Concejo Municipal, de no mediar la necesidad de
ampliar la ciudad hacia nuevas áreas para hacer frente al problema habitacional,
fenómeno que propiciaba la urbanización de tierras circunvecinas al casco viejo. Por
tanto, la idea de Rivero, cuando mencionó un “Plan Modelo” no era otra que el lograr
que esa futura expansión, transcurriera en forma ordenada y preestablecida. Por esta
razón, una década más tarde, el propio Ramón Rivero, cuando ocupó las funciones de
Presidente del H. Concejo Municipal, retornó sobre la temática del “Plano Regulador”.
Sus ideas a este respecto eran admirables, si se considera que fueron emitidas en una
época donde todavía el espíritu conservador del siglo XIX, era una realidad dominante.
Rivero (1919) afirmaba en un documento oficial:
42
No es posible concebir una comunidad, ni aún una simple asociación de
personas, sin suponer que tengan un plan dentro del cual se desenvuelve su
acción progresiva y su marcha normal hacia los objetivos que no se obtienen de
una sola vez, ni en poco tiempo, sino que demandaron esfuerzos y tiempo largo
para su realización (...) Esto es lo que hemos buscado, sino para hoy, para
mañana, con la formación de plano regulador que consulta el desenvolvimiento
de la ciudad dentro de sus condiciones peculiares de topografía, clima y
situación (...) Levantado en 1909, ha sido completado en el año actual (1919),
siendo de desear que sus indicaciones se cumplan poco a poco, a medida de las
construcciones o reconstrucciones que se presenten. (El Heraldo nº 8292,
22/01/1919).
Un primer efecto práctico del plano aludido, fue generar un criterio de denominación de
calles y de numeración general de edificaciones 393. Las características de esta primera
propuesta quedan resumidas en las palabras del propio Rivero:
Esta propuesta actualizada, si bien ya no mantenía la idea del Bulevar Central de 1909,
proponía la apertura de avenidas de circunvalación, tanto limitando el perímetro urbano
del extremo sur, como proyectando avenidas ribereñas a lo largo del río Rocha, con 30
metros de perfil, que se unieran con la avenida Aniceto Arce, que también formaba
parte de esta propuesta, y que se deseaba prolongar hasta la Avenida Ribereña de
Circunvalación Norte, en tanto por el sur, se prolongaba hasta la zona de Alalay,
uniéndola a la antigua salida a Sacaba por este sector. Esta avenida atravesaba Las
Cuadras y Muyurina en un sector próximo al cerro San Pedro y, tenía un trazo mucho
más nítido que la posterior avenida Rubén Darío, por estar mucho menos comprometida
con la serranía. Dicha avenida, al igual que su contemporánea tenía la función urbana de
393
El Concejo Municipal de 1916, contrató, mediante un empresario, la adquisición de las placas con
denominación de calles que fueron fabricadas en Buenos Aires, en base a planchas de hierro con esmalte
de loza, en color azul y letras blancas. “La denominación de las calles, obedece al sencillo y claro plan
que observa la Municipalidad en 1864, al bautizarlas por primera vez: dar nombres geográficos a las
que corren de este a oeste, con excepción de las cuatro que desembocan en la Plaza 14 de Septiembre, y
nombres históricos a las que corren de norte a sur. Los nombres son casi los mismos, habiéndose
cambiado muy pocos por las exigencias de la época. Tal ha pasado con la calle del Teatro, hoy España,
con la de San Juan de Dios, hoy Esteban Arze, con la de Santo Domingo o hoy Santivañez, con la
Compañía hoy General Achá, con la de Santa Teresa hoy Baptista, con la del Prado hoy 25 de Mayo”.
42
cerrar el anillo de avenidas de circunvalación que enmarcaban el perímetro urbano de la
ciudad en ese momento (Ver Plano 14)394.
Un primer factor gravitante, tiene que ver con los problemas sanitarios, en especial la
ausencia de agua y alcantarillado, a los que una y otra vez se acusó, como los causantes
de las formas endémicas que adquirieron muchas epidemias. Las diversas ideas y
propuestas que se hicieron al respecto de posibles soluciones, terminaron por impulsar
la idea de una urbanización planificada, una vez que se fue identificando el desarrollo
urbano y la consiguiente ciudad moderna, con la esperanza de encontrar una solución
definitiva a de todos esos antiguos problemas, sobre todo los de salud. En todo caso, y
tal como fue descrito en el capítulo respectivo, las obras de alcantarillado y red de agua
potable que se ejecutaron en la década de 1920, dieron de alguna forma respuesta, a esa
largamente perseguida aspiración, a lo que se sumo, el hecho de que su ejecución se
realizó en un momento en que una obra pública de esa magnitud, podía resolver la
desocupación e iliquidez de sectores sociales agobiados por la crisis regional de dicha
época.
394
El Plano Regulador de Cochabamba que contenía las ideas de la primera propuesta de Ramón Rivero
fue reproducido en 1929, y mantuvo una vigencia nominal hasta la década de 1940.
42
amenazaba con paralizar la prosecución de la ansiada pavimentación, es decir, frenaba
el desarrollo urbano.
Otro factor importante fue la penuria de vivienda, la misma que se vio agravada por un
incremento de población sin precedentes, es decir, la confluencia sobre Cochabamba de
ex soldados y ex colonos, que aventuraban su porvenir en la ciudad, además de la
emigración de comerciantes, profesionales y capas medias de centros urbanos del
interior de la República, atraídos por el clima cochabambino, pero sobre todo, por esa
suerte de intuición que guía a las clases medias hacia centros que juzgan dinámicos y
“de porvenir”. A todo este éxodo, se sumaba la llegada de mineros ricos y comerciantes
acomodados que venían a Cochabamba a “comprar casa”. Pero además, todavía a todo
esto se añadían las migraciones de palestinos, judíos y otras nacionalidades, que
acudieron a Cochabamba por razones similares a las anteriores. Esta inusitada e
imprevista expansión demográfica, puso a prueba y luego desbordó la capacidad de
alojamiento de la ciudad, creando el cuadro de crisis habitacional ya relatado en el
capítulo anterior, lo que a su vez, obligó a pensar una vez más, en intensificar la
edificación de nuevas viviendas, lo que a su vez obviamente, puso en relieve, la
cuestión de la planificación urbana de la ciudad para definir las zonas de crecimiento de
la misma.
En fin, a todo lo anterior, se suman otros factores, como el inicio efectivo de la carretera
Cochabamba-Santa Cruz, en lugar del reclamado ferrocarril que movilizó la conciencia
cívica cochabambina en las décadas de los años 20 y 30, además la realización de otras
obras de magnitud como la canalización del río Rocha, la ejecución de la represa de la
Angostura, la construcción de numerosos edificios públicos y privados, la expansión del
comercio y sobre todo de la industria, que hicieron de Cochabamba una tierra de
esperanza y porvenir395.
Por tanto, la urbanización de la zona residencial Noroeste giró en torno a este “paseo”
que luego se consolidó como una avenida, con la consiguiente ampliación de calles
transversales que buscan una salida por el Este hacia el Prado y por el Oeste hacia la
Avenida de Circunvalación o Ribereña, proyectada por el citado Plano de 1910. Sin
embargo esta nueva vía, inicialmente proyectada como una “nueva alameda” y luego
consolidada, como una fracción de avenida que no conduce a ningún lugar, no tenía otra
posibilidad, si se trataba de valorizar y mantener en un nivel alto la nueva tierra urbana
incorporada, que reivindicar la necesidad de prolongar la calle Ayacucho convertida en
avenida hacia el Sur. Por tal razón y desde 1935, se consideró de hecho dicha arteria
como avenida, con el referido perfil de 23.00 mts. Esta definición prontamente se volvió
conflictiva y dio origen a una de las más prolongadas polémicas que conoció la ciudad
en materia de desarrollo urbano396.
397
A fines de 1936 el Municipio es felicitado por su labor en pro del ornato de la Av. Villazón pero se le
reprochaba “la lentitud en la ejecución del ensanche de 23 mts. de la Av. Ayacucho lo que posterga el
deseo de muchos propietarios de construir sus chalets”. Se comentaba a este respecto: “Sabemos de
fuente autorizada, que uno de los terratenientes de la citada Av., que es el Banco Central, habría cedido
gratuitamente una considerable parte de su solar con destino a la prolongación inmediata de la calle
Reza” (El Imparcial nº 1667, 18/12/1936). Una cuestión tan importante como la consolidación de la
avenida para la valorización urbana de la zona, era la apertura de vías transversales como la Calle Reza,
La Paz y otras.
398
Este pronóstico no fue compartido por posteriores propuestas, como veremos más adelante.
42
De esta forma se señalaba la necesidad y urgencia de “un plan de urbanismo que
rectifique el trazado de las actuales calles y avenidas y al mismo tiempo, señale las
nuevas líneas de nuevos barrios que deben erigirse y no continuar como hasta ahora,
siguiendo la línea que más se acomode a Los propietarios”. Con este propósito, se
informaba: “el Prefecto del Departamento Coronel Capriles ha invitado al Ing.
Rodríguez para venir a esta ciudad y hacer un estudio sobre este particular, habiendo
sido aceptada tal invitación”. Se acotaba al respecto: “E1 Ing. Rodríguez es muy
conocido por sus trabajos de urbanismo en la República Argentina y es autor de un
notable proyecto de canalización de1 río Grande (…) existe e1 ánimo de entregar al
Ing. Rodríguez la misión de elaborar el plan de urbanización de la ciudad” ((El País nº
176, 10/01/1937)399.
Sin embargo, el propio La Torre, con singular lucidez, esbozaba una respuesta a la
cuestión planteada, en los términos siguientes, que los transcribimos in extenso:
399
No se conocen los antecedentes curriculares del el Ing. Miguel Rodríguez que según parece realizó
estudios en la Argentina y varias obras de ingeniería civil en diversas zonas de Bolivia y el citado país. Lo
cierto es que fue nombrado “Ingeniero Urbanista Municipal”, a fines de enero de 1937 (El País nº 194,
31/01/1937).
43
Oeste de la Av. Ballivián con el Límite del río Rocha. A la margen derecha de1
Rocha, esta zona residencial podría extenderse hasta donde fuese necesario,
conservando el carácter genuino de ‘campiña’, 1a zona de Tupuraya, Aranjuez,
Recoleta, Queru Queru y Cala Cala, pero dotándole de una cierta
regularización.
3. Tanto La barriada obrera como la residencial, deberán presentar e1 sello típico
que está obligada a demostrar Cochabamba, de ‘ciudad- jardín’, con avenidas
y amplios jardines delante de las casas.
4. La ciudad actual como un nexo obligado entre ambas zonas de ensanche.
deberá abrir arterias de comunicación que permitan un tráfico rápido e intenso
(Gaceta Municipal de 1937, trascrito en El País nº 208 de la fecha citada)400.
En este mismo rumbo, las medidas del Alcalde Luis Castell Quiroga, para regularizar y
darle alguna coherencia al afán constructivo señalado, tienen el sello anotado. El citado
Alcalde, disponía en el año 1937, que “toda construcción o reconstrucción deberá
acompañarse de los planos y croquis técnicos correspondientes. Además que en las
calles directas (que desembocan a la plaza principal), hasta la quinta cuadra inclusive,
y en la transversal, hasta la cuarta, deberán ejecutarse edificaciones de dos pisos
cuando menos”. Esta administración, emitió una ordenanza liberando de todo impuesto
municipal por dos años, a todas las edificaciones nuevas y creó el Premio Anual de
Edificación. (Reseña de la labor de la Alcaldía, El País nº 268, 10/05/1937)401.
400
Es importante destacar, que en el caso de Cochabamba la concepción de “ciudad-jardín”, no era un
privilegio privativo de los urbanistas. En realidad, mucho antes de la presencia institucional de los
mismos, el vocablo era utilizado por los sectores intelectuales y la ciudadanía en general, como sinónimo
de un cierto tipo de modernidad compatible con los valores paisajísticos y climáticos del Valle de
Cochabamba. El ideal de conservar la campiña, pero al mismo tiempo la necesidad de urbanizarla,
parecen entrar en conciliación con esta prefiguración.
401
La primera obra que mereció el Premio Municipal de Edificación a la mejor vivienda construida en
1937, fue la del señor Eduardo Laredo Quiroga ubicada en la Avenida Ballivián, concediéndose mención
honorífica al Sr. Octavio Lafaye por su casa edificada en la Plaza Luis Felipe Guzmán de Cala Cala,
concediéndosele además un diploma de honor al Arq. Hugo Blanco “por haber contribuido como ningún
otro profesional al embellecimiento de la capital”, contándose entre sus obras un hermoso conjunto en la
Av. 14 de Enero. (El País, nº 381, 09/01/1938).
43
Fue este contexto, en que el antes citado Ing. Rodríguez, desarrolló una primera
propuesta urbana para encausar el crecimiento de la ciudad de Cochabamba. El estudio
desarrollado presentaba tres cuerpos: uno inicial de antecedentes y situación urbana de
Cochabamba en 1937, un segundo cuerpo que contenía la concepción global de
encauzamiento del desarrollo urbano y un tercero, que abarcaba el tratamiento
específico de situaciones concretas:
Cuando sea posible, debe procederse a levantar la gran poligonal que encierra
dentro de ella, todo e1 tejido de 1a ciudad determinando los límites de esta o
sea, el territorio efectivo sobre el que ejerce jurisdicción 1a autoridad
Municipal (...) La unión de esas villas o núcleos de población (los
conglomerados dispersos de Muyurina, Cala Cala, Queru Queru, Jaihuayco,
etc), al núcleo central, deberá hacerse por avenidas. Tiene que realizarse un
estudio muy prolijo de la situación de los núcleos en cuanto a su importancia
actual, como a su importancia futura.
Añadía que resuelta esta cuestión y definidos los centros de gravedad, “e1 cálculo de
tráfico nos permitiría determinar el mejor trazado y 1a importancia real de las vías de
primer orden, segundo orden, tercer orden” Luego destacaba que:
Los núcleos adicionales, han estado hasta ahora privados de toda directriz
edilicia y se han desarrollado en condiciones lamentables para su
urbanización: cada propietario ha edificado su casa donde ha podido o donde
ha querido, y las calles, pese a la calidad edificada, son detestables por e1
grandísimo desorden y hoy para corregir esos errores van a ser necesarios
enormes sacrificios.
Anotaba a seguir, que las vías principales de comunicación de los citados núcleos deben
responder a las condiciones generales del citado tipo de vías, a la intensidad del tráfico y
a la comunicación con los “centros de atracción”, es decir: “oficinas públicas, casas
comerciales, los mercados y las estaciones de ferrocarril en primer término, y las
escuelas y colegios, las iglesias, 1os teatros, 1os cines y los stadiums, en segundo
término”.
Rodríguez consideraba en su propuesta, que las “avenidas de primer orden”, que debían
vincular “las poblaciones del Norte con los centros de atracción” eran: “La avenida
Simón Bolívar, que existe de Cala Cala al Prado y una avenida nueva que deberá
402
A este respecto anotaba: “Las avenidas que he proyectado para esta ciudad, deben tener un ancho
uniforme de 25.00 mts., distribuidos en dos veredas de 5.50 mts., cada una, dos calzadas de 6 mts. cada
una, separadas ambas por un espacio de 2 mts., destinados a refugio de peatones y la instalación de
columnas para el alumbrado y para el estacionamiento de vehículos. Estas avenidas serán bordeadas de
árboles no frutales ni florales”.
43
trazarse y unirse al Puente de la Recoleta, con e1 extremo de a Av. Ballivián y 1a Plaza
Colón”. Sugería la apertura de dos avenidas diagonales:
A1 respecto de estos planteos el citado ingeniero, consideraba que era un error obligar
al ensanche de todas las calles, y que lo conveniente eran la ejecución de las dos
diagonales proyectadas. Opinaba que de este modo, no se agravaría la crisis de la
vivienda, “pues las diagonales cortarían la parte media de las manzanas sin tocar el
frontis de los edificios, resultando consiguientemente la expropiación más económica"
(Sugerencias sobre un plan de urbanismo, Gaceta Municipal, 1937).
En cuanto a las zonas Este y Sudeste de la ciudad, el Ing. Rodríguez evidenciaba una
opinión prejuiciosa, y representativa del sentido segregativo que se deseaba imprimir al
desarrollo urbano; manifestaba al efecto:
Los núcleos del Este de 1a ciudad tienen en realidad muy poca importancia y es
muy difícil que la adquieran en e1 futuro, de modo que estarán bien servidas,
prolongando una de las calles, Sucre o Bolívar ensanchadas y bien alineadas.
Pero la parte Sudeste de la ciudad, requiere muchísima atención de parte del
Gobierno comunal, pues por lo mismo de ser e1 barrio pobre, y que ahora es un
verdadero campamento de gitanos, necesita la atención diligente de las
autoridades, la procura de un mayor bienestar, de una mejor organización y de
una mayor higiene física y moral de esos desgraciados, hacinados en
habitaciones estrechas y sucias, sin tener más modelos que la degeneración y el
vicio ( El País nº 313, 10/07/1937).
Estas eran, entre otras, las razones que se esgrimían para oponerse tenazmente al
ensanche de la calle San Martín.
Asimismo, manifestaba su oposición a la apertura de la avenida Ayacucho, en los
términos anotados con anterioridad, y sentenciaba con respecto a la apertura de calles
nuevas: “también debo manifestar mi oposición a la apertura de nuevas calles por el
puro gusto de abrirlas, es dañino a los intereses comunales, porque complica los
43
servicios enormemente, lo que implica costos crecientes no justificados (alumbrado,
pavimentación, veredas, etc)”. Por último, recomendaba el ensanche perentorio de
algunas otras vías como las calles Venezuela, México, Ecuador y todas las del sector
Sudoeste, asi mismo, recomendaba la proyección a orillas del río Rocha, “en base a dos
franjas de terreno de 30 mts. de ancho, para hacer una gran avenida-paseo a cada lado
del río, pero sobre todo, en su orilla izquierda”. Estas avenidas debían extenderse desde
la Muyurina hasta el actual puente a Quillacollo, con un perfil de 25 mts. y
profusamente arboladas. La razón de las avenidas diagonales se inspiran en el antiguo
principio huissmaniano de la apertura de vías con el menor costo: “las diagonales
cuestan menos que los ensanches, pues comprometen las partes menos valiosas de los
edificios”.
En este debate se enfrentaron dos concepciones de urbanización: por una parte, ampliar
el radio urbano e incorporar nuevas tierras agrícolas a la ciudad, en un procedimiento
43
típico de valorización y ampliación del mercado de tierras urbano; y por otra,
modernizar el centro con afectaciones generalizadas a la propiedad particular, que de
todos modos se valorizaría como sitio urbano “modernizado”. En realidad la
combinación de ambas propuestas en los estudios posteriores, será la forma cómo se
resuelva este impasse. Sin embargo, es destacable el hecho de que ya en esta época
estaban presentes en el pensamiento urbanístico de las autoridades edilicias y sus
técnicos, aquellos componentes que formalizarán más adelante el plano regulador de la
ciudad.
Este proyecto, elaborado y aprobado en la gestión del entonces Alcalde Carlos La Torre,
pretendía ser: “el punto de partida de un vasto plan de urbanización” que debía ser
completado con el plano de las zonas de la campiña (Cala Cala, Queru Queru, Recoleta)
y los de Muyurina y Las Cuadras, y fue interpretado como “1a iniciación de la
esperada ciudad-jardín con amplias vías públicas de 15 y 20 mts., todas arborizadas”.
(El País, 8/05/1938)405.
404
Un reflejo del nivel de desacuerdo de la comuna con respecto a las sugerencias del Ing. Rodríguez, fue
la decisión de ensanchar la Calle San Martín, a pocos días de emitido el estudio urbano analizado. El
Alcalde Castell Quiroga en la ordenanza respectiva anotaba que, la calle San Martín comunicaba
directamente la campiña de Cala Cala con la zona Sur, y por tanto, requería tener un ancho adecuado para
facilitar el tráfico de rodados, por lo que disponía que esa vía seria una avenida en toda su extensión “o
sea de la Plaza Colón por el Norte a la Plaza Francisco del Rivero por el Sur” definiendo un perfil de
15.00 mts., y la edificación obligatoria en dos plantas además de establecer que esta avenida (y no las
diagonales recomendadas) se constituiría en el eje de la ciudad en el sentido Norte-Sur. (El País nº 327,
27/06/1937).
405
Según el Arq. Gustavo Knaudt, hacia 1940 llegó a Cochabamba, por gestiones emprendidas por el
Prefecto Julio Arauco Prado, el arquitecto urbanista húngaro Zoltan Bajor, quien influido por la escuela
europea de diseño urbano, sugirió la introducción en la avenida diagonal de dos plazoletas circulares (hoy
plazas Constitución y Quintanilla) que se convirtieron en estructurantes del espacio urbano residencial de
la zona.
Este mismo arquitecto posteriormente proyectó el edificio de la maternidad Germán Urquidi del
Hospital Viedma, hoy demolido.
43
calles del centro urbano, era todavía materia de intensos debates, pues ambas cuestiones
aparecían como impostergables: unos trataban de promover la urgente urbanización de
Queru Queru, Cala Cala. Tupuraya, Muyurina, etc., arguyendo que la crisis de vivienda
y las exigencias de fijación de rasantes para nuevas edificaciones en esas zonas así lo
exigían. Otros eran partidarios de regularizar previamente la parte antigua, a este
respecto, se argumentaba que era necesario modificar con urgencia “el vetusto y nada
edificante aspecto general de la urbe: calles estrechas, pésimamente diseñadas, con
vericuetos y sinuosidades de pueblo abandonado por autoridades y técnicos, veredas y
calzadas hechas a capricho, anchas por una parte, angostas por otra., chalets que se
han construido donde en gana les ha dado a los propietarios” (El País nº 762, 05/05/
1939).
Este magno propósito no logró concretarse por la prematura muerte del Presidente
Busch. En todo caso, el reclamo por la ausencia de recursos humanos capacitados, de
origen nacional, para llevar adelante estas tareas no resultaba del todo cierto. En el caso
de Cochabamba, en un porcentaje mayoritario, el desarrollo de las políticas de
43
planificación, será realizado por técnicos nacionales. No obstante, el recurso de invitar a
personalidades técnicas del extranjero, persistió constantemente en el pensamiento de
las autoridades edilicias, sobre todo, porque hacia 1939-1940, los recursos profesionales
del medio eran efectivamente escasos, y evidentemente en el país, no existían
antecedentes de grandes emprendimientos de planificación urbana. De esta manera, en
1940 se tramitó ante el consulado general de Bolivia en Santiago, por intermedio de las
Alcaldías de La Paz, Oruro y Cochabamba, el arribo de una comisión de arquitectos
chilenos y estudiantes de arquitectura bolivianos, que estudiaban en la Universidad de
Chile, para emitir criterios en torno al problema urbano de las citadas ciudades y
recomendar la mejor forma de encausar su tratamiento técnico (El País nº 956,
25/01/1940)406.
Estas y otras dificultades para encausar los estudios urbanos que exigía la dinámica de
la ciudad, determinaron que las decisiones en materia de urbanismo que se adoptaron,
fueran parciales y generalmente inconexas. La urbanización aislada de Mosojllacta
proporcionó una peligrosa posibilidad que el Municipio trató de adoptar entre 1939 y
1943, es decir, la urbanización por partes o zonas aisladas, realizando intentos en este
sentido en Muyurina, Las Cuadras, Queru Queru, Cala Cala y áreas aledañas al centro
urbano, donde aún no se había definido el trazado de vías y el correspondiente
fraccionamiento. Estas operaciones se vieron favorecidas por la ampliación del radio
urbano, mediante Ordenanza Municipal de 31 de agosto de 1939, en la administración
del Alcalde Joaquín Soruco.
De esta manera, la ciudad por primera vez se extendía oficialmente más allá de sus
límites tradicionales, integrando al perímetro urbano, zonas como Sarco, Cala Cala.
Mayorazgo, Muyurina, Aranjuez, Tupuraya, La Chimba 407. Bajo estas circunstancias se
multiplicaron los fraccionamientos y las presiones ciudadanas para aperturas y
ensanches de calles, que sólo se guiaban por los intereses y urgencias de los
fraccionadores, y la no menos afanosa intuición de los topógrafos, a la que se sumaban
oficiosamente funcionarios técnicos municipales, que obraban simultáneamente de
jueces y parte interesada. A título de ilustración, señalaremos algunas de estas
operaciones urbanísticas: creación de nuevas calles y ensanches de otras, que forman
parte de lo que podríamos llamar “el delirio” de construir la nueva ciudad sin esperar el
Plan, tal como se expresa en el siguiente cuadro:
406
Se trataba de una comisión encabezada por los arquitectos y docentes de la Universidad de Chile
Waldo Parraguez y José Bocher. La Alcaldía de Cochabamba y la de Oruro, dispusieron de los fondos
respectivos al efecto para el traslado y permanencia en el país de dicha comisión pero ésta no se
efectivizó por una imprevisión administrativa. Los fondos que destinó la comuna de Cochabamba fueron
desviados a gastos imprevisibles derivados de un agasajo a personalidades del gobierno central.
407
En realidad es esta Ordenanza de 1939 y no el radio urbano fijado en 1945, la que incorporó la
campiña y núcleos periféricos que rodeaban la ciudad, al ámbito de la futura urbanización. La disposición
de 1945 sólo amplió estos límites.
43
CUADRO Nº 133: Ciudad de Cochabamba: Apertura y ensanche de vías
(1931 – 1940)
Se puede comprobar que con anterioridad a las propuestas urbanas definitivas, muchas
calles y avenidas fueron proyectadas y consolidadas. Algunas como la Av. Aniceto
Arce, las avenidas ribereñas y la Av. Aroma, ya fueron tomadas en cuenta a partir del
Plano Regulador de 1910; otras como la Av. Libertador Bolívar, la Av. América, la
Simón López, la Av. Siles (camino al Aeropuerto), quedaron definidas en su trazo e
incluso fueron ejecutadas total o parcialmente, con anterioridad a 1936. Otras como la
Av. Salamanca, la Av. Papa Paulo, la Av. Villazón, la Av. Oblitas, la Av. Perú, Santa
Cruz, Pando, Oquendo, Portales, Avenida a Quillacollo, etc., quedaron definidas entre
1936 y 1940. Al mismo tiempo, las zonas urbanas Noreste y Noroeste, parte de las
Cuadras y Muyurina, algunos sectores de Queru Queru (La Recoleta, Portales, el Rosal,
etc.), otros de Cala Cala (alrededores de la Plaza Luis Felipe Guzmán), algunos sectores
de Alalay, Jaihuayco, etc., también fueron urbanizados en esta época. Todas estas
intervenciones, cuya visión parcial hemos ofrecido, de hecho se constituyeron, en algo
así como “pies forzados” prácticamente intocables, que los futuros estudios no hicieron
más que respetar e integrar a las nuevas propuestas (Ver Plano 17)408.
408
En este sentido, al contrario de lo que comúnmente se piensa, tanto la campiña, como otras zonas al
Oeste y el Sur, ya antes de 1945, están fraccionadas en proporciones importantes, y uno de los problemas
de la planificación, fue justamente conciliar las propuestas desarrolladas, con estas intervenciones
aisladas e integrarlas a un plan unitario.
44
en orden a conciliar diversos intereses y criterios no coincidentes, cuyos resultados
debían finalmente, crear una conciencia sobre la necesidad de llegar a decisiones
administrativas y técnicas precisas, en función de los intereses superiores del desarrollo
urbano como instrumento del bienestar público. Sin embargo, los intrincados intereses
que impulsaban la dinámica del mercado inmobiliario y los criterios de la
administración comunal, obviamente no coincidieron. De esta forma, las intervenciones
urbanas sectoriales, desligadas de una idea de plan urbano integral, fueron fuertemente
estimuladas, por intereses particulares diversos. Este fenómeno, no expresó otra cosa,
que un inicial avasallamiento del aparato institucional por las urgencias del naciente
mercado capitalista del suelo urbano, a partir de 1935-1936, situación que se prolongó
hasta 1945-1946, por lo menos.
Sin embargo esta no fue revocada, pues la práctica demostró, que demoler por pequeñas
fracciones la vieja aldea y construir velozmente la nueva ciudad, no eran acciones
incompatibles y que era posible conciliar los intereses, tanto de propietarios de predios
en el casco urbano como en la campiña. El acuerdo no escrito pero sí ampliamente
practicado fue la cesión gratuita a dominio público de toda afectación como tributo a la
nueva imagen urbana que se deseaba edificar.
4º En las avenidas Ballivián y Bolívar, las construcciones que en el futuro se efectúen deberán situarse
cuando menos a 6 mts. de la línea de rasante que limita la vía pública, sitio que será destinado a la
formación de jardines”. Complementando la anterior, la Ordenanza de 28/01/ 1937 disponía: “Art. 1º
En las calles directas hasta la quinta cuadra y en las calles transversales hasta la cuarta cuadra, con
respecto a la plaza principal, sólo podrán construirse casas de 2 o más pisos”. La Ordenanza de 18 de
septiembre de 1936, sostenía que “es necesario reglamentar en forma adecuada las construcciones
estableciendo normas concretas para el mejor trámite de las solicitudes. Que los croquis o dibujos
defectuosos faccionados muchas veces por empíricos o por lo mismos interesados, ocasionan errores de
apreciación e irregularidades”, por tanto, resolvía: “Art. 1º Toda solicitud para el verificativo de
construcción o reconstrucción, deberá contener en forma clara y expresa, el detalle de los trabajos a
realizarse. Art. 2º A la correspondiente solicitud se acompañará un plano con firma del técnico
matriculado en la Dirección de Obras Públicas Municipales, sujeto a escala 1: 100 que contenga: a)
Detalle de construcción (planta) b) Croquis de fachada, c) Plano para la instalación de servicios
higiénicos debidamente visados por la Inspección Fiscal de Alcantarillado” (Resumen de Labores de la
Municipalidad de Cochabamba, 1936 y Gaceta Municipal de 1937).
44
Pese a las conciliaciones resultantes de estos primeros debates, que dieron curso a las
diferentes alternativas a desarrollar frente al acelerado ritmo de transformación y
expansión de la ciudad; resultaba cada vez más evidente, que la visión parcelada de la
problemática urbana, encerraba muchos más riesgos que ventajas. El propio ritmo de
apertura de calles y avenidas nuevas, las prolongaciones de las existentes, impulsadas
por la influencia y la impaciencia de dar acceso y ventajas crecientes a multitud de
propietarios privados que desean ingresar al mercado de oferta de tierras en la forma
más promisoria posible; alimentaba ideas, especulaciones y fantasías de toda índole.
Todos los propietarios deseaban que sus tierras estuvieran próximas a grandes avenidas,
a hermosos y amplios parques y paseos, a portentosos edificios; pero no necesariamente,
que ello significara desmembraciones, afectaciones y expropiaciones dolorosas de sus
patrimonios, pues para ello, tenían vecinos terratenientes que podían “sacrificar” con
mayor facilidad parte de su heredad, como tributo a estos costos del progreso. De esta
forma, cada urbanización nueva y cada paquete de ordenanzas expropiatorias encerraba
expectativas y angustias, grandes satisfacciones y no menos frecuentes disgustos.
En los años siguientes el proceso descrito siguió su curso sin mayores modificaciones.
Bajo esta circunstancia, el convencimiento de la necesidad de un plan urbano
actualizado, fue cada vez mayor. Fracasadas las gestiones realizadas en 1939 y 1940,
para contratar los servicios de asesoría en materia de urbanismo, de técnicos extranjeros,
la Alcaldía recibió la propuesta presentada en diciembre de 1941, por la Sociedad
General de Urbanización, representada por el Ing. Francisco D'Avis, para realizar
trabajos topográficos, de nivelación, regularización de vías y otros, que posibilitarán
reactualizar el Plano Regulador de 1910; sin embargo la consideración de esta propuesta
sufrió, durante tres años, el tratamiento lento de la pesada burocracia municipal y la
escasa o ninguna operatividad del Consejo de Urbanismo y Obras Públicas creado por el
Alcalde Luis Felipe Guzmán en 1940. A fines de 1944, la propuesta fue retirada y ello
motivó la reorganización del citado Consejo, aunque esta iniciativa se verificó en el
contexto de una nueva coyuntura, razón por la cual analizaremos este hecho más
adelante.
Obras Públicas Municipales, e integrado por: 1) el Ing. Director de OO.PP: Departamentales, 2) El Ing.
Jefe de Urbanismo de la Dirección de OO.PP. Departamentales, 3) El Ing. de la Dirección de OO.PP.
Departamentales 4) El Ing. Inspector Fiscal de Pavimentación 5) El Ing. Jefe de la Empresa de Luz y
Fuerza, 6) Dos arquitectos delegados del Sindicato de ingenieros de esta ciudad” (Gaceta Municipal de
1940).
44
Esta estructura urbana de segregación social y racial, lejos de aminorar en el siglo XX,
se intensificó a partir de las década de 1920 y 1930. Por ello, lo que se consideraba “la
ciudad” es decir las zonas Noreste y Noroeste y más adelante los nuevos barrios
residenciales, recibieron el beneficio del agua, el alcantarillado, la pavimentación, la
canalización del río Rocha, la creciente eficiencia del transporte motorizado la
arquitectura moderna, la imagen de ciudad jardín, etc; en tanto, aquello que se
consideraba “la aldea” es decir la Curtiduría, la Carbonería, Caracota, San Antonio,
Jaihuayco, en suma “la zona sur” en pleno, recibieron escasos beneficios412.
Por tanto, "la ciudad" (el centro, las zonas Noreste y Noroeste y la Campiña), era el
escenario de una vertiginosa transformación, mientras “la aldea” (es decir, las zonas
anteriormente citadas) permanecieron casi imperturbables y exhibiendo notables
combinaciones y contrastes, entre por ejemplo, tropeles de acémilas y modernos autos
Ford y Chevrolet estorbándose mutuamente en la Av. Aroma, o un paisaje de pendones
(símbolos del comercio de la Chicha), mezclados con los primeros letreros luminosos
que el municipio exigía a mediados de los 40 a los comerciantes de la parte Sur, sobre
todo, en las calles comerciales ( E. Arze, 25 de Mayo, San Martín, Nataniel Aguirre,
etc.). Es decir que esta diferenciación social y urbana, se fortaleció y paso a definir la
estructura del espacio urbano, proporcionó sentido a la racionalidad del mercado de la
tierra que privilegiaba la expansión de la ciudad hacia el Norte, marcó el sentido elitario
de la posterior planificación del sistema vial, del uso del suelo y del propio despliegue
de la arquitectura, como símbolo máximo de modernidad en la Cochabamba de los años
40413.
La propia autoridad municipal, en este caso el Alcalde Carlos La Torre, en una
inspección que realizó a la zona Sur, reconocía que por ejemplo “Jaihuayco es un
barrio urbano abandonado y que no goza de ningún beneficio”. Un funcionario
municipal próximo a la citada autoridad confesaba, refiriéndose a la misma zona Sur:
412
El único beneficio general, pero casi simbólico fue el de la energía eléctrica, que si en los años 30 y 40
era claramente deficiente a nivel urbano, en la zona Sur, era especialmente incompleto y sujeto a
continuos cortes.
413
El País a este respecto anotaba, que constaba a todo el pueblo, que el progreso urbano se había
concretado a desplegarse en la zona Norte: “El olvido o descuido (de la zona Sur), quizá voluntario, no
sólo ha ocurrido con las calles y pasajes, sino también con las plazas y plazuelas como la Jerónimo
Osorio, San Sebastián, Francisco del Rivero y Calatayud” Constatando asimismo, que poco o nada había
cambiado en estos barrios sino que, por el contrario: “En cuanto a edificaciones nuevas, sean
particulares o fiscales, en las zonas Oeste, Sur y Sudoeste, ni en figura siquiera, se ve una casa de
construcción moderna” (El País nº 1299, 27/04/1941).
44
importantes del espacio urbano, estaban realizadas414. Como resultado de ello, habían
sido urbanizadas fragmentariamente las zonas Noreste, Noroeste, sectores de Cala Cala,
Queru Queru, Muyurina, Las Cuadras y partes de la zona Sudeste, e incluso, se había
incursionado en la elaboración de esbozos de un marco reglamentario415.
Es importante destacar, que las ideas que sobre el desarrollo urbano, ponían de
manifiesto los miembros del Consorcio de Arquitectos Nacionales, y que en algún caso,
fueron parcialmente aplicados o públicamente expresados, contenían al lado de una
fuerte consistencia y racionalidad, indicios de la determinación de aplicar una necesaria
disciplina reglamentaria en materia de urbanismo, obviamente no del gusto de los
propietarios de predios urbanos grandes o medianos, acostumbrados a la liberal política
de prolongar calles indefinidamente, o de abrir nuevas, donde les resultaba
conveniente421.
El Alcalde Alfredo Galindo, interpretando en cierta forma los intereses en pugna, se
decidió por una salida salomónica. No se contrató a ninguno de los proponentes ni se
llamó a nuevas propuestas. En abril de 1945, la citada autoridad se ausentó a Chile,
donde realizó gestiones y contrató, por un breve periodo, los servicios del urbanista
chileno Luis Muñoz Maluschka, con la misión de que sentara las bases maestras sobre
las que debía elaborarse el futuro plano regulador de la ciudad, y la organización de la
gestión técnica y de planificación que debía garantizar la prosecución normal de los
trabajos a ejecutar. A fines de 1944, la citada autoridad edilicia reconociendo que “no es
posible diferir por mas tiempo la solución de tan trascendental problema (la
urbanización de Cochabamba) sin causar perjuicios irreparables al desarrollo
421
El Arq. Urquidi trabajó en el Departamento de Obras Públicas Municipales entre 1942 y 1943, y sin
duda, allí aplicó inicialmente sus concepciones. El Arq. Gustavo Knaudt en 1944, en ocasión de definirse
la apertura de la Avenida General Blanco Galindo, exponía en el Comité Pro-Cochabamba, sus ideas
sobre urbanismo, que sin duda, eran las del grupo de jóvenes arquitectos que retornaron al país desde las
universidades chilenas, a inicios de los años 40. Señalaba, con referencia a dicha avenida, que su
formulación debía hacer parte de un estudio más integral, y que el perfil de la misma, como consecuencia
de lo anterior, debía contemplar “diferentes categorías de circulación, de manera a garantizar dentro de
su eficiencia la economía en los transportes y la seguridad personal de los transeúntes, asimismo, debía
responder a un sentido de “coordinación que debe existir con las demás vías de comunicación, sean
estas territoriales regionales o urbanas, de modo que complementándose formen un conjunto armónico,
siendo estos factores los que debían determinar las características de la Avenida ”. A continuación,
expresaba sus criterios sobre la dinámica de la vida urbana moderna y el rol que en ella desempeñaban el
transporte y los motorizados, a este respecto añadía: “La Avenida Blanco Galindo, además de servir a las
necesidades locales, deberá también servir a las comunicaciones rápidas interprovinciales, formando
parte de la red vial nacional”. De esta forma, distinguía circulaciones rápidas y lentas que debían
desarrollarse cómodamente, por lo que recomendaba que su perfil, no debiera ser inferior a 60 mts.
Ampliando su visión al ámbito regional, expresaba que era necesario que la citada empalmara en Vinto
con la carretera a Oruro, “pasando sin tocar a Quillacollo, sino mediante una vía lateral”. Además, debía
lograrse su fácil comunicación con el camino a Sacaba y la carretera al Valle Alto y Santa Cruz, razón por
la cual, daba mucha importancia a las avenidas ribereñas que contemplaba el plan de canalización del río
Rocha, y que se constituirían en el verdadero eje de la futura urbanización (El Imparcial nº 4114,
26/03/1944). Las ideas esbozadas por el Arq. Knaudt nos permiten afirmar, que los criterios urbanísticos
del Consorcio de Arquitectos Nacionales habían sido madurados con amplitud, y demostraban ya una
concepción definida sobre lo que debía hacerse en materia de planificación urbana en la ciudad.
45
armónico de la ciudad, siendo el deber de las autoridades municipales buscar el
consejo de elementos técnicos de reconocida competencia y civismo”, creaba mediante
Ordenanza 18/44 de 10 de noviembre de 1944, el Consejo de Urbanismo, que se
encargaría justamente de apoyar y supervisar las tareas de los técnicos que fueran
contratados para elaborar los planos urbanos proyectados422.
En realidad, la decisión de contratar al Arq. Muñoz M., fue definida por la Alcaldía a
fines de 1944. La cuestión del alcance del trabajo a encomendarle, fue tratada en el
flamante Consejo, y provocó tempranas observaciones acerca de su operatividad. En el
seno de dicho Consejo, chocaban dos concepciones sobre el urbanismo, totalmente
diferentes, que emergían de dos escuelas de formación profesional que no lograban
ponerse de acuerdo sobre la metodología a seguir: Para la mayoría de sus miembros,
profesionales de diferentes especialidades de la ingeniería, la problemática urbana tenía
una dimensión más pragmática y mecánica. Para los escasos arquitectos, esta dimensión
combinaba la visión teórica con acciones prácticas adecuadamente programadas en
función de materializar un plan básico o modelo de ciudad deseable, imagen, esta
última, totalmente ausente en la visión de los ingenieros. Esta contradicción en el seno
del Consejo, no le permitió a este ente, un desempeño eficaz, ágil y atinado, en el
tratamiento de los problemas: pero sí, como veremos más adelante, aun a costa de su
clausura en 1946, le permitió deslindar los campos de acción de la noble práctica
urbana, y ello indudablemente permitió posteriormente, la apertura de un campo de
acción fundamental para el ejercicio profesional de los arquitectos.
Retomando nuestra atención sobre las actividades del Arq. Muñoz Maluschka, éste con
antelación a su llegada al país, solicitó de la Alcaldía encausar una encuesta entre los
funcionarios de jerarquía del Municipio y otras entidades, que le permitieran acumular
antecedentes de orden general y específico, en base a los cuales pudiera orientar su
labor423.
422
La citada ordenanza en su parte resolutiva definía: “Art. 1º Se organiza una comisión especial que con
el nombre de Consejo de Urbanismo, se encargará de asesorar a las autoridades municipales en la
solución de las cuestiones técnicas que presente la urbanización de Cochabamba Art. 2º Se encomienda
a la H. Alcaldía Municipal la designación con carácter honorífico, de un grupo de profesionales
ingenieros para constituir el referido organismo, el que será integrado por el Director de Obras
Públicas Municipales, el Jefe de la Sección Hidráulica de la Dirección de Obras Públicas Municipales y
el Jefe de la Sección de Catastro Urbano”. La Ordenanza 19/44 modificó el Art. 2º de la Ordenanza
anterior, y redefiniendo la composición del Consejo: se mantenía a los anteriormente citados, excepto el
ingeniero de la Sección Hidráulica, y se incorporaba al Ing. Jefe de Obras de Regularización del río
Rocha, al Jefe de Aguas Potables y Alcantarillado, al Inspector Fiscal de Obras de Pavimentación y al
Gerente de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba (Gaceta Municipal 1944). La composición
del Consejo de Urbanismo estaba integrado por el Ing. Julio Knaudt como presidente del mismo y los
ingenieros Eudoro Galindo, Francisco D'Avis, Huascar Velarde, Francisco Nardín, Luís Laredo, Eduardo
Prudencio, Alberto Tezanos Pinto, Gabriel Almaraz. Posteriormente se agregaron a este cuerpo
consultivo, los arquitectos Alejandro Guardia, Hugo Blanco y Jorge Urquidi, en representación del Centro
de Arquitectos. El citado Centro de Arquitectos, fue fundado en abril de 1945, y su primer Presidente, fue
justamente el Arq. Jorge Urquidi Zambrana.
423
Se trataba de una frondosa encuesta, cuyo contenido, a título de simple información que satisfaga la
curiosidad del lector más acucioso, contemplaba entre otros, los siguientes aspectos: a) Antecedentes de
tipo legal (jurisprudencia sobre expropiaciones de predios urbanos con destino a obras públicas, derechos
de medianería régimen de servidumbre etc.); b) Régimen de parcelamiento de tierras (antecedentes
legales y otros); c) Atribuciones municipales en el orden técnico, financiero, económico; d) Antecedentes
sobre disposiciones para la formación de nuevas poblaciones, barrios nuevos, aperturas de calles y
políticas sobre la expansión urbana (acción estatal y privada); e) Situación del crédito hipotecario
(organización de ahorro y crédito para la vivienda, bancos hipotecarios, etc.); f) Barrios industriales
(legislación industrial); g) Iniciativa Municipal sobre la urbanización y la expansión urbana. h) Problemas
45
Es importante tener una idea del panorama que ofrecía la ciudad al urbanista Muñoz
Maluschka, situación que en la medida de lo posible, reconstruiremos en base a las
respuestas a la citada encuesta e informaciones, que en esa oportunidad ofreció el
Director de Obras Públicas Municipales, Ing. Julio Knaudt. Entre otras cosas, dicha
autoridad manifestaba:
En lo que toca al estado de la estadística urbana, el Ing. Knaud, reconocía que no existía
prácticamente alguna organizada, ocurriendo otro tanto, con la demografía, en tanto que
la información económica comercial, contaba con el registro existente en el Tesoro
Municipal. Para cubrir esta falencia, se recomendaba un censo de población424.
424
Dicho censo de población se efectuó en septiembre de 1945.
45
En lo que respecta a la vivienda, anotaba que las que se podrían considerar realmente
insalubres, eran las llamadas “tiendas redondas”, es decir, aquellas que no tenían acceso
a los servicios higiénicos del interior de la casa y cuyo único acceso generalmente se
realizaba directamente desde la calle. Al respecto se hacía la siguiente descripción, que
además abarcaba a la situación, en general de la vivienda popular:
Hay mucha más demanda de vivienda popular y de clase media, y es por esta
razón que se han dictado leyes protectoras de inquilinos, que conceden e1
desahucio sólo en muy contados casos (…) desde hace algunos años, se ha
presentado una gran crisis de vivienda, debido al rápido crecimiento de la
población, por tal motivo los alquileres han subido inmoderadamente.
(Respuesta de la Dirección de Obras Públicas Municipales a la encuesta
presentada por el Ing. Urbanista Luis Muñoz Maluschka, Cochabamba 28 de
mayo de 1945).
Esta amplia exposición en respuesta a la encuesta citada, que abarcaba muchos temas ya
abordados a lo largo de los capítulos anteriores, tuvo la virtud de proporcionar una
visión muy próxima a la realidad de la ciudad en el umbral de los estudios urbanos, bajo
cuya vigencia se operaría la transformación que nos conduce a la Cochabamba actual y
sobre todo, situarnos en la perspectiva de unas condiciones sociales, económicas y
técnicas, que al contrario de lo que se piensa, fueron muy complejas. Sin duda un real
desafío para el estado de desarrollo de la ciencia y la técnica urbanística de aquel
tiempo. Resulta crucial para orientar el análisis de lo que sigue, el penetrar en esta
realidad e intentar hacerlo, no como simples observadores, sino tomando una actitud
honesta frente a la pregunta clave de: ¿Pudo existir una alternativa distinta a la que
finalmente se logró con el Plano Regulador de Cochabamba?
Lo que intentaremos a continuación, superando el simple relato de hechos cronológicos,
será exponer nuestro punto de vista a este respectó, a partir del examen de los materiales
investigados, abandonando los prejuicios o limitaciones especulativas, que en cierta
forma son inevitables, cuando se pretende analizar un resultado, desconociendo su
proceso histórico.
Ambos proyectos de Ley, sin lugar a duda, no sólo eran innovadores en relación a todo
lo que se había dispuesto con anterioridad en materia de legislación urbana, sino que
además, proporcionaban la garantía y el resguardo legal que precisaban las tareas de
urbanización de la ciudad. El hecho de que estos y otros proyectos normativos de
Muñoz Maluschka no hubieran sido aprobados, no impide afirmar, que se constituyeron
en un aporte innegable para crear la necesaria conciencia del contenido social y jurídico
que expresaban las operaciones técnicas de la planificación urbana, en medio de una
sociedad conservadora y apegada a las viejas figuras legales del siglo XIX, al margen
del valor intrínseco de estas disposiciones, que en muchos aspectos fueron precursoras
de la legislación actual, y en otras, sus sugerencias aún hoy son plenamente pertinentes.
Otras labores encaradas en esa época por Muñoz Maluschka, fueron las de perfeccionar
la información estadística. Sugirió y asesoró el faccionamiento de la boleta censal del
425
Se definía la reparcelación como “un cambio de linderos prediales a base de permuta, dentro de los
sectores del amanzanamiento antiguo español y en sectores de edificación ruinosa, con el objeto de
conformar la antigua ciudad a los principios de la técnica urbana contemporánea”. A continuación se
anotaba que la reparcelación de una manzana podía ser solicitada a la H. Municipalidad por la mayoría de
los propietarios., para este efecto, los propietarios debían quedar constituidos transitoriamente en
comunidad o comuneros de bienes, de lo cual se dejaba constancia en los títulos de propiedad registrados
en Derechos Reales. Los propietarios podían transferir sus partes en la comunidad, durante el tiempo que
dure el procedimiento. Además, las hipotecas y gravámenes recaían transitoriamente sobre la parte
comunal indivisa hasta que se hiciera la nueva adjudicación predial. La nueva adjudicación de predios, se
haría por el mismo valor de la parte comunal, y en lo posible en un lugar equivalente, pero dentro de una
nueva conformación y orientación. Finalmente, el registrador de Derechos reales extendería nuevos
títulos en reemplazo de los antiguos. Los propietarios inconformes con la nueva adjudicación hecha,
podrían solicitar el pago de la indemnización de su parte, una vez que la Comisión de reparcelación
creada para este procedimiento, estaba facultada a disminuir o aumentar el número de lotes y espacios
libres, pudiendo además reducir proporcionalmente las superficies de los lotes de adjudicación en
proporción inversa al mayor valor que adquiere el sector a consecuencia de la reparcelación operada. En
palabras sencillas: se trataba de una suerte de borrón y cuenta nueva, para regularizar divisiones,
subdivisiones, particiones, parcelas de herencia, etc. que habían despedazado y atomizado las propiedades
originales de las manzanas de buena parte del casco viejo, definiendo frentes y formas caprichosas,
inconvenientes para la nueva edificación. Una sugerencia, sin duda radical para mejorar el uso del suelo,
pero que, ayer como hoy, hizo y haría parar los pelos de punta, a la mayoría de los propietarios,
dispuestos siempre a librar verdaderas batallas judiciales por unos pocos centímetros más o menos.
45
Censo Municipal Demográfico de la ciudad de Cochabamba, de septiembre de 1945,
que por primera vez, incluyó un inventario completo sobre el estado de la vivienda
urbana. Asimismo, prolongando su estadía hasta fines de julio de aquel año, dejó un
estudio sobre una clasificación de vías urbanas y sus respectivos perfiles para las zonas
consolidadas por la urbanización que con mayor urgencia requerían de esta definición.
Finalmente dejó las especificaciones técnicas en base a las cuales se debía elaborar el
Anteproyecto del Plano-Ley de Urbanización y de Ordenanza Local de Cochabamba,
así como el Anteproyecto del Plano Ley de Urbanización de Cochabamba.
En lo que se refiere al estudio de vías, los aspectos más salientes eran los siguientes: El
concepto para definir el perfil de las vías involucradas, se apoyaba el principio de que
dentro del sector urbano consolidado, debiera considerarse una diferencia jerárquica en
el ancho de las vías:
estableciendo arterias para doble tránsito por lo menos cada cinco cuadras,
considerando además 1a disposición de una avenida vertebral céntrica tanto en
dirección Norte-Sur, corno Oriente-Poniente (…) Para la apertura de calles
que subdividen manzanas, por iniciativa privada, podrá adoptarse el ancho
mínimo de 8.00 mts., en sectores edificados en dos pisos y de 10.00 mts., en
aquellos destinados a tres pisos (...) En las zonas de vivienda popular, la
iniciativa privada podrá lograr aperturas de pasajes y galerías con anchos de
5.00 mts., para edificaciones de un piso y de 6.00 mts., para las de dos pisos.
En base a los criterios anteriores, sugería las normas para fijar el ancho de las calles de
la ciudad, a partir de la siguiente clasificación de vías:
A continuación en el Cuadro 134 se resume el ancho de vías que el Arq. Muñoz sugería
para el sector central de la ciudad de Cochabamba.
45
CUADRO Nº 134: Ciudad de Cochabamba: Perfiles de vías en las zonas urbanas
consolidadas hasta 1945 (Propuesta del Arq. Luís Muñoz Malushka)
Perfiles en
metros Detalle de las vías afectadas Zonas
100,00 Costanera al Sur del río Rocha y faja jardín Noreste-Sudoeste
30,00 Calle Perú y 14 de Enero Noroeste-Noreste
25,00 a 30,00 Avenida Aroma de acuerdo a un nuevo trazo Noroeste-Sudeste
25,00 Calle Esteban Arze, desde Tapacarí a plaza Francisco del Rivero Sudeste
Calle Ayacucho – Avenida Villazón Sudoeste-Noroeste
Av. Ballivián –Eje Norte-Sur, entre plaza Colon estación FF.CC. Noreste-Sudeste
Calle Oquendo Muyurina-Las Cuadras
Calle México Noroeste
Av. Aniceto Arce Muyurina
20,00 Av. San Martín, desde la Av. Aroma hacia el Sur Sudeste
Calle Junín y Tumusla Sudoeste-Noroeste
Calle Sucre Sudeste
Calle Santibáñez Sudoeste
Calle Ladislao Cabrera Sudeste-Sudoeste
Calle 25 de Mayo Noroeste-Sudeste
Calles Punata y Tarata Sudeste
Calle Antezana Noreste
Ocho calles innominadas en Mosojllacta Noreste
Avenida innominada ---
14,00 Calle Mayor Rocha Noroeste
12,50 Calles Oruro y La Paz, entre Av. Ballivián y Av. Oquendo Noreste
Calle La Paz entre Baptista y Hamiraya, calle Reza Noroeste
Calle Chuquisaca Noreste
Calles Ecuador y Colombia Noreste-Noroeste
Calle General Achá Noroeste
Calles Bolívar y España Noreste
Calles Jordán, Calama Y Uruguay Sudeste-Sudoeste
Calles Montes, Brasil y Honduras Sudeste
Calle Pasteur Las Cuadras-Muyurina
Calle Antezana, hasta la calle México Noreste
Calle Esteban Arze, al Sur de la plaza Francisco del Rivero Sudoeste
Calle Baptista Noreste
Calles Nataniel Aguirre y Agustín López Sudoeste
Calles Hamiraya y Suipacha Sudoeste-Noroeste
Calle Venezuela, hasta la Diagonal Muyurina
Calle 16 de Julio Sudeste-Noreste
12,50 a 15,00 Calle Venezuela Noroeste
12,50 a 14,00 Estudio especial calles Tarapacá y Falsuri Sudoeste-Noroeste
Fuente: Carta dirigida por el Arq. Luís Muñoz Malushka al Alcalde Alfredo Galindo, 27/06/1946
Además de la propuesta anterior, finalmente el citado urbanista dejó sentadas las bases,
a las que ya hicimos referencia, para la elaboración del Anteproyecto del Plano Ley de
Urbanización y de Ordenanza Local, consistentes en sugerencias para efectuar
45
investigaciones específicas en el ámbito regional y urbano426. Por otra parte, las
especificaciones para la elaboración del Plano Ley de Urbanización de Cochabamba
proponían las siguientes tareas:
En resumen Luís Muñoz Maluschka, en esta su primera estadía, no sólo dejó un cuerpo
normativo y legal que permitiera el encauzamiento adecuado de los futuros proyectos,
sino que incursionó en este último aspecto, dejando importantes sugerencias.
Por último el citado urbanista, a invitación del Alcalde, presentó un borrador a ser
sometido al Consejo de Urbanismo, con las especificaciones globales de los términos de
referencia para una segunda contratación, que se pretendía fuese ampliada a un nivel
más operativo que la simple asesoría, y culminarse con la elaboración misma de los
proyectos. A este respecto el propio Muñoz manifestaba:
La cuestión de los términos de este contrato fue un tema que ocupó la atención del
Consejo de Urbanismo por largos meses, y pronto desató una segunda polémica en el
seno del mismo, enfrentando una vez más, a ingenieros y arquitectos. En realidad,
nuevamente se contraponían dos concepciones opuestas sobre la ciudad, además de
criterios herméticos y casi verticales, que dejaban aflorar los soportes autoritarios, en
que en último término, se refugiaban las viejas concepciones, a las que naturalmente fue
ajeno Muñoz M., pero involuntariamente fue el eje de esta polémica. El conflicto pronto
evolucionó hacia un cuestionamiento a la composición de dicho Consejo, del que se
hizo eco el Centro de Arquitectos, que en una de sus primeras intervenciones públicas,
mediante una extensa nota dirigida al Alcalde Alfredo Galindo, le hizo conocer sus
preocupaciones con respecto al manejo de la gestión urbana, al mismo tiempo que
clarificaba conceptos básicos sobre la urbanización y el rol profesional de los
arquitectos, realizando en primer término, observaciones de fondo acerca de la eficacia,
y sobre todo composición, del citado Consejo de Urbanismo. En concreto, se observaba
que dicho organismo tenía un número de participantes muy ampuloso y con una
mayoría de empleados públicos, lo que dificultaba formar quórum, y peor aún, se
denunciaba que la mayor parte de sus miembros demostraba escaso interés en resolver
los problemas urbanos. Todavía algo peor, a juicio del Centro de Arquitectos, “la
"mayoría de sus componentes, que si bien son distinguidos profesionales, en cambio no
tienen preparación especial en materias referentes a urbanismo”. Luego se sentenciaba:
“No se trata solamente de emitir opiniones de buen sentido, sino de afrontar y resolver
problemas que requieren especialización y una preparación técnica”. Las
recomendaciones obvias eran: reducir la composición del Consejo a 5 o 6 miembros,
compuesta por 3 o 4 arquitectos y 2 ingenieros, todos ellos profesionales independientes
con relación al Estado o al Municipio429.
428
La Oferta global esbozada por Muñoz para proseguir su labor en 1946, se refería a la elaboración de
los siguientes proyectos: Ley de Urbanización de Cochabamba, Re lamentación de edificaciones,
reorganización y complementación de la Dirección de Obras Públicas Municipales, Plan Económico para
la realización de las obras de urbanización y Plano Oficial de Urbanización, además de proyectos
definitivos para sectores no urbanizados como Las Cuadras, Tupuraya, Aranjuez, Recoleta Queru Queru,
Cala Cala, La Chimba, Jaihuayco, La Villa, etc. {Borrador de Proyecto de Contrato, elaborado por
Muñoz, 1946).
429
Justificaba el Centro de Arquitectos la nueva composición del Consejo de Urbanismo en los siguientes
términos: “Es conveniente que la mayoría de los miembros esté integrado por arquitectos, porque
tratándose de planificación, el arquitecto está en una excelente situación para tomar parte principal en
este trabajo, ya que su práctica normal es coordinar necesidades (...) Cuando se menciona la palabra
‘urbanista’ se quiere hablar erróneamente de un profesional que superpone avenidas sobre la ciudad sin
mucha idea de lo que está ocurriendo El planificador, en vez de trazar simples planos de ciudades, debe
empezar por pensar que, todo lo que se refiere a la vida, exige cierta investigación, alguna coordinación
de datos y después una guía (plano regulador), trazado por un urbanista, para dar el próximo paso hacia
una vida mejor (...) Mas, el que sólo investiga, recopila datos y no sabe planificar, esto es componer y
organizar funcional y artísticamente en el plano y en el espacio, no puede ser urbanista. De ahí que el
arquitecto con preparación en materias de urbanismo, sea el llamado a tomar parte en la dirección
general de la urbanización de una ciudad. Los ingenieros especialistas en obras de catastro,
alcantarillado, riegos, aguas potables, instalaciones eléctricas etc., sólo pueden suministrar datos
cuando las oficinas encargadas de la urbanización los piden” (El País, 15/01/1946).
46
Asimismo, el citado gremio profesional reclamaba la puesta en vigencia de un
Reglamento de Construcciones, aunque fuera con carácter provisorio, anotando que
existían cuestiones de urgente definición, como las referidas a la higiene de los locales,
a la estabilidad de las edificaciones, a aspectos de orden estético, a cuestiones de
seguridad de la construcción, a aspectos legales y a una necesaria categorización de los
profesionales. Sin embargo, además de solicitar la reestructuración del consejo de
urbanismo, el objetivo principal de esta nota, se dirigía a la propia reorganización de la
Dirección de Obras Públicas Municipales y a reivindicar que el Director debía ser un
profesional arquitecto: “Pues corresponde al arquitecto y no a otro profesional, tomar
bajo su control el desempeño de este cargo, porque dentro de las atenciones que
supone el desarrollo de la actividad arquitectural y urbanística, éste es el elemento
esencial y e1 más importante”. (El País de 15/01/1946). Esta nota del Centro de
Arquitectos estaba suscrita por su Presidente, Arq. Jorge Urquidi Z., con fecha:
22/10/1945. Obviamente, la misma, debió causar incomodidad en las altas esferas de la
administración municipal, sobretodo debió causar enfado en los ingenieros en funciones
de jefatura, no mereciendo en consecuencia, respuesta de la autoridad edilicia.
De todas formas, esta enmienda fue recogida por la mayoría del Concejo en términos
muy cautelosos, y finalmente, primó la razón burocrática de “la palabra empeñada por
el Alcalde” en torno a la propuesta original y mediante voto, en la cesión de 25 de enero
de 1946 fue rechazada la moción de enmienda y aprobada la recomendación de
suscripción del contrato en su forma original (El País, 26/01/1946)430.
Los desacuerdos internos sin solución, los errores administrativos y de procedimiento
cometidos en la nueva contratación del Arq. Muñoz M., y los reparos a su composición
interna interpuestos por el Centro de Arquitectos, finalmente precipitaron la clausura del
Consejo de Urbanismo, mediante Ordenanza de 24 de abril de 1946, emitida por el H.
Concejo Deliberante Municipal, que así puso punto final a la engorrosa cuestión en que
culminó esta nueva polémica sobre la planificación urbana, pero que tuvo su lado
430
En realidad las alternativas de aprobación de este contrato fueron confusas. Parece que, el Alcalde
pasando por encima del propio Consejo de Urbanismo, suscribió el mismo haciendo figurar en el
documento una “Aprobación” de dicho Consejo que los arquitectos reclamaron no ser evidente. En
febrero de 1946 el Centro de Arquitectos hacía conocer su desacuerdo con lo obrado y reclamaba que se
“acababa de aprobar una fórmula de contrato confuso y deficiente en sus bases científicas y una vez más
incidía en la falta de comprensión del Consejo en cuestiones urbanas en función de su inadecuada
composición” (Los Tiempos nº 701, 14/02/1946).
46
positivo, al demostrar que finalmente existía en la ciudad un cuerpo profesional, que se
sentía suficientemente capacitado para encarar la difícil tarea de encausar el desarrollo
urbano. (El País, 26/04/1946).
En esta segunda estadía Muñoz M., elaboró los siguientes instrumentos: proyecto de
Ley de Urbanización, proyecto de Ordenanza Local de Urbanización, proyecto de
Ordenanza Local de Urbanización y Proyecto de Reorganización de las oficinas de
Obras Públicas Municipales. Además, sus planteos de planificación se hicieron más
legibles, a través de los primeros esbozos de diseño urbano, que anticiparon el
contenido de las futuras propuestas mucho más elaboradas.
431
Inicialmente la propuesta del Eje Norte-Sur (prolongación de la Av. Ballivián hacia el Sur),
contemplaba un perfil de 25 00 mts., pero luego este perfil en 1946., fue ampliado a 40,00 mts., para
conservar el carácter de paseo que se deseaba imprimir.
46
densas. Las zonas de Cala Cala y Queru Queru, se calificaban también como
residenciales, pero de edificación menos intensiva, extendiéndose esta
calificación, hasta la Av. América que se la proyectaba como una avenida de
circunvalación intermedia, que separaba la mancha urbana efectiva de las zonas
de futura expansión. La zona Sudoeste (a partir del puente de Quillacollo hacia
el Sur), así como otras fracciones menores de la zona Sur, Jaihuayco y parte de
la Chimba y el actual Distrito Urbano del Hipódromo, se tipificaban como zonas
de vivienda económica, con características similares a las del sector residencial.
La parte central de la Chimba, el sector Norte de Jaihuayco y sectores próximos
a la serranía del Ticti (Villa Felicidad, Villa Santa Cruz) y la zona de la actual
Pampa, se clasificaban como industriales, la primera (La Chimba), corno
industrial propiamente y las otras como artesanales (Ver Plano 19).
Este planteo, cuyos rasgos más visibles hemos descrito, marca el origen de algunas
constantes que perduran hasta nuestros días, a saber:
Por lo demás, los aspectos señalados, no serán superados por los futuros planteos, y en
cierta forma se podría agregar que, las “reglas del juego” de este proceso urbano: la
valorización de un centro comercial (ocupado por el casco viejo que debe ser renovado
para ampliar las condiciones propicias a la reproducción capitalista) y la valorización de
las zonas residenciales (para lo cual se deben monopolizar las mejores tierras y los
mejores paisajes); exige un sistema vial centralizado, que además, convierta en simples
zonas subsidiarias o secundarias, las demás partes del conjunto urbano; a tal punto que,
dentro de esta estructura, es la condición de mejor o peor acceso a este “corazón” de la
ciudad, lo que define el valor-mercancía del suelo urbano, e incluso el lugar de
residencia de cada cual, tiende a sugerir el lugar que en relación a la “pirámide social”
ocupa cada habitante; definiendo, un proceso urbano cuyas normas implícitas no podían
ser infringidas con posibilidad de éxito.
Las disposiciones legales que se elaboraron en 1946, también merecen nuestra atención.
Desarrollando lo ya enunciado líneas atrás, haremos referencia en primer lugar al
Anteproyecto de Ley General de Urbanización que perfeccionaba el Proyecto de Ley
General de Urbanismo redactado en 1945, al ampliar el campo de acción del urbanismo
al ámbito de la planificación territorial, y definir que ambos, interactúan para promover
el desarrollo. En el Capítulo Primero, y para los fines de la gestión de la planificación
territorial y urbana, proponía la creación de organismos específicos y especializados
como: la Dirección General de Planificación Territorial y Urbana, que entre otras
atribuciones, debía realizar la coordinación técnica interinstitucional, fomentar los
planes urbanos, dictaminar sobre los planes reguladores a ser puestos en vigencia, en
fin, centralizar las políticas de desarrollo urbano y regional y definir sus cursos de
acción. Además se sugería, la creación de un Consejo de Planificación Territorial y
Urbano, conformado por el Ministerio de Obras Públicas y la Dirección Técnica del
Estado, a objeto de establecer un organismo asesor que dictaminase sobre aspectos
técnicos del desarrollo urbano y regional, cumpliendo un nivel de asesoría y consulta
del organismo anterior. Se proponía además que en las capitales de departamento y
ciudades con más de 20.000 habitantes, debían organizar Direcciones del Plan Urbano,
que incluyese un Departamento de Urbanismo.
El criterio asumido era distinto al tradicional de fijar la cesión municipal por el tamaño
de la propiedad. En este caso, se pretendía aplicar dicha cesión, según la densidad de la
lotificación, que implicaba que, a mayor densidad de edificación y habitantes, se
requería mayores espacios abiertos con destino a vías, áreas verdes, equipamiento etc.,
en consecuencia, el porcentaje de cesión se incrementaba. Por otra parte, esta
reglamentación zonificaba la ciudad en los siguientes sectores (Ver Plano 19):
Las características de la superficie mínima de lotes y frentes de estos, así como el porcentaje
edificable, el índice de aprovechamiento medio y el número de pisos, por zonas, se expresa en
el cuadro siguiente::
432
Se proponían seis tipos de perfiles que correspondían a alternativas de calles de 9,00 mts., 11,00;
13,20 y 15,00 mts. y, a avenidas de 20,00; 25,00 y 30,00 mts.
46
CUADRO Nº 136: Ciudad de Cochabamba: Proyecto de Ordenanza Local de
Construcción y Urbanización: Superficies mínimas de lotes, frentes mínimos,
porcentajes edificados, índices de aprovechamiento y número de pisos por zona
Producida la Revolución del 21 de julio de 1946, el Alcalde Carlos D'Avis que sustituyó
a Alfredo Galindo, se dirigió al Centro de Arquitectos para solicitarle ternas para la
provisión de los cargos de Director de Obras Públicas Municipales y de Jefe del
Departamento de Arquitectura, recayendo dicha Dirección en la persona del Arq.
Franklin Anaya y la Jefatura, en la del Arq. Jorge Urquidi Z., llamándose a concurso de
méritos para la provisión del resto de los cargos técnicos, siendo incorporados de esta
forma, los arquitectos Daniel Bustos G. y Hugo Ferrufino M. Este flamante equipo
técnico, al que se agregó más adelante, el Arq. Gustavo Knaudt, como Jefe del
Departamento de Urbanismo, encaminó por nuevos rumbos la labor técnica municipal,
retomando los estudios de Muñoz M. Una de las primeras tareas de la nueva dirección
del D.O.P.M., fue hacer más eficiente la labor del Departamento de Catastro, que fue
convertido “según el modelo europeo”, en un verdadero registro de la propiedad urbana
46
en cuanto a derecho, magnitud y valor; creándose simultáneamente la Sección
Estadística, sobre cuya base y la labor catastral anotada, afirmaba el Arq. Anaya: “Sería
finalmente conocible el movimiento socio-económico de la ciudad, y sólo entonces, la
Municipalidad definiría una política frente a la urbanización, a la carestía de la vida y
1a vivienda, el racionamiento, la salubridad, etc.”. ("Informe sobre las labores de la
Dirección de OO.PP. Municipales durante el año 1946, El País nº 2660, 11/01/1947).
Respecto al nuevo Plano Regulador, el Informe del Arq. Anaya señalaba: “Durante los
cinco meses últimos meses, desde agosto de 1946, hemos trabajado intensamente de día
y de noche en la confección de dicho plano y sus leyes y ordenanzas correspondientes,
sobre la base de las líneas generales dejadas por el urbanista chileno Muñoz
Maluschka”. Se consideraba que una condición fundamental para llevar a buen término
esta labor y además garantizar un mejor nivel de los servicios públicos, era la necesaria
municipalización de los servicios de agua potable, alcantarillado y pavimentación
dependientes hasta ese momento de la Dirección de Obras Públicas Prefecturales.
¿Cuál era el pensamiento y el criterio que sobre la problemática urbana tenía este equipo
de jóvenes profesionales?433
La respuesta que se puede formular sobre este particular, tiene dos niveles: Uno referido
a la concepción teórica que ellos tenían como parte de su formación profesional y su
ubicación dentro de las corrientes de la Arquitectura Moderna; y otro, en relación a la
problemática concreta que presentaba su ciudad.
433
Algunos de ellos habían sido prominentes participantes del Consorcio de Arquitectos Nacionales que
había ganado la licitación de 1943 para desarrollar el proyecto de la urbanización de la ciudad.
46
El principio del desarrollo armónico y su viabilidad, fue el eje que guió las posibles
actuaciones técnicas sobre la ciudad. Al respecto se señalaba: “Para que esa armonía
pueda verificarse, es necesario someter a las ciudades, a un plan de transformación o
crecimiento, plan que instituyendo el restringido plano municipal abarque el conjunto
formado por la ciudad y toda su región de influencia, ya que en realidad el límite de un
centro urbano se encuentra en e1 término de su radio de acción económica”. Estas
ideas se dirigían a proponer la transformación y modernización de la ciudad, a partir de
replantear y fortalecer la eficiencia de las funciones urbanas enunciadas, considerando
que la misma, es una realidad orgánica, cuya salud reposa en la forma como se
coordinan y comportan satisfactoriamente tales funciones esenciales. Esta noción se
extendía al conjunto regional, dentro de una visión de ciudades, centros satélites y zonas
anexas o de influencia inmediata, conformando conjuntos armónicos que se los definía
como “sistemas” territoriales. En este sentido se anotaba: “el planeamiento territorial o
dirigido tiene por objeto racionalizar 1as fuerzas económico-sociales de un territorio y
regular sus formas de relación. Toma en consideración al territorio de acuerdo a sus
condiciones geográficas, sus recursos hídricos, mineros, agrícolas, forestales y
zoológicos. Estudia la ubicación de 1as masas humanas urbanas o rurales,
armonizando el sitio de acción y de trabajo con el espacio que los contiene”. En suma
46
todos estos principios, que revelan la sensibilidad innovadora y la ruptura radical de sus
autores, con las viejas concepciones académicas que aún predominaban en las
facultades de arquitectura dé América Latina e incluso Europa, establecía los
fundamentos teóricos básicos sobre los que desarrollarían sus propuestas concretas. En
este sentido podemos decir que estos jóvenes arquitectos, sabían lo que querían, y a ello
se sumaban unas circunstancias excepcionalmente favorables, que permitieron que
dichas ideas se plasmaran en estudios, que se constituyeron en los primeros en este
campo a nivel nacional.
I. Todo plan urbanístico debe propender a financiarse por sí mismo. II. La labor
Municipal está íntegramente supeditada al plan de urbanización. III.
Considerando que la sociedad está en transformación continua, el plan de
urbanización debe ser revisado periódicamente, pues será necesario introducir
en él modificaciones, a fin de que no se pierda la relación armónica que debe
existir entre el plan y estas transformaciones
Los estudios definitivos del Proyecto del Plano Regulador, fueron realizados entre 1947
y 1950, periodo en que el equipo inicial, del que se retiró el Arq. Anaya en 1947, se vio
reforzado por el concurso del Arq. Gustavo Urquidi. En esta etapa, la labor desplegada
por el Arq. Jorge Urquidi Z., fue fundamental. Estudiaremos los resultados de ambas
etapas, aunque en todo caso, evitaremos al analizar el proyecto definitivo, repetir
aquellas partes que ya fueron concretadas hasta 1947. Esto, para no recargar la
434
En ocasión de la presentación de la ardua labor técnica desplegada por el entonces Servicio de Obras
Públicas y Urbanismo y específicamente, por el Departamento de Urbanismo, su director el Jorge Urquidi
Z , manifestaba a tiempo de hacer una reseña de los antecedentes del Plano Regulador: “En 1942, cuando
ejercía de Alcalde el Dr. Fidel Anze, se dio la primera iniciativa para urbanizar la ciudad, el Alcalde
Carlos La Torre, hizo el primer llamamiento para comenzar dichos trabajos, el Dr. Damián Z Rejas
introdujo algunas reformas de fondo en el mismo, el planteamiento serio data de 1943, cuando el
Alcalde Alfredo Galindo, contrató al Arq. Muñoz Maluschka, quien definió la urbanización de nuestra
capital y dejó las disposiciones y reglamentos del caso, habiéndole tocado al Departamento de
Urbanismo desde su fundación, continuar con tales iniciativas bajo la dirección de su actual Jefe, el Arq.
Gustavo Knaudt, quien habiendo concluido el estudio de los planos definitivos, los ha elevado a
consideración del Concejo Deliberante para su aprobación”. (El País nº 2774, 26/07/1947).
47
descripción de un material, que ya es más ampliamente conocido por los lectores,
gracias a los trabajos del propio Arq. Urquidi435.
Más adelante, analizando el perfil de las calles del casco viejo, que eran
dominantemente de 8.00 metros (con aceras de 1.50 y calzada de 5.00 mts), concluía
que las mismas eran francamente obsoletas, en vista de los cambios que se habían
operado en este centro, como el crecimiento de las actividades comerciales,
administrativas y culturales que motivaban grandes aglomeraciones de personas y
vehículos que caotizaban el tráfico y ocasionaban múltiples conflictos y accidentes. En
suma el viejo armazón edificado en la época colonial y completado en el siglo XIX,
pese a innumerables adaptaciones y ampliaciones, no respondía más a los
requerimientos de la nueva ciudad.
En un plano demostrativo del perfil de las calles en 1947 (Ver Plano 20), el Arq. Knaudt
mostraba que prácticamente todas las vías que rodean la Plaza de Armas, tenían perfiles
no mayores a 8.00 y 9.00 metros, en tanto las vías más alejadas, mostraban perfiles más
amplios (que variaban entre 11.20 y 20.00 mts), expresando la situación paradójica de
un espacio urbano central cada vez más saturado de funciones urbanas, y que presentaba
435
Para una profundización de los estudios y propuestas del Plano Regulador de Cochabamba ver:
Urquidi, 1967 y 1986.
47
las calles más estrechas de la ciudad, en tanto, el sector de vías más amplias
correspondía a zonas menos solicitadas por dichas actividades. En suma, “el
ensanchamiento de las calles se ha hecho en forma diametralmente opuesta, ampliando
las calles a medida que se alejan de la zona central”. El pronóstico resultante, en vista
de la probable evolución de la ciudad, influida por el impacto de manifestaciones
económicas, como “la próxima conclusión de la carretera a Santa Cruz, la próxima
inauguración de la refinería de Valle Hermoso, la ejecución de la represa de la.
Angostura, el decaimiento de la minería”; determinaría la presencia de un elevado flujo
inmigratorio, con el consiguiente incremento de población, vehículos y edificaciones.
La lógica conclusión era terminante: el casco viejo debía ser inaplazablemente adecuado
para dar respuesta a los desafíos de la modernización de la ciudad.
El Arq. Knaudt (1947) era claro a este respecto: “Para el centro urbano que
crecientemente incrementaba sus actividades comerciales, administrativas, incluso
residenciales, hay solamente una solución, factible que permitiría que tales funciones
sean realizadas en debido forma: tal es la remodelación del sector, es decir, la
adaptación a las nuevas solicitudes”. Esta idea se veía reforzada por un punto de vista
más práctico, aunque hasta el día de hoy es un tema enormemente polémico: “Es aun
posible realizar la transformación del sector, porque la enorme mayoría de los
edificios ubicados en él, carecen de valor, son de barro, de uno a dos pisos y de una
data de 100 años o más, es decir que han pagado varias veces su valor”436.
436
En cuanto a la alternativa de “descentralización de funciones urbanas” que se adoptaría décadas más
tarde, el Knaudt manifestaba: “trasladar dichas actividades, las que se ubicaban en el centro urbano, a
otros puntos de la ciudad, seria poco menos que imposible por múltiples razones: su ubicación actual
está en relación con otras zonas y con los accesos viarios y ferroviarios de la ciudad, diversas
instituciones fiscales, municipales, comerciales, bancarias etc. tienen invertidas cuantiosas sumas en
bienes inmuebles, y algunas de ellas, han construido nuevos edificios en los que funcionan sus
respectivas oficinas, además existe el factor de la tradición, pues muchas instituciones están establecidas
en los mismo locales desde hace siglos”. (1947).
47
rodeaba el casco viejo y que aprovechaba en gran medida avenidas ya existentes y
proyectaba otras, particularmente hacia el Sudeste y el Este.
Con esta definición de la función de las vías, detallando en cada caso su pertenencia al
anillo vial, al sistema de arterias de penetración o al de calles secundarias, se proponían
finalmente dos alternativas: La primera solución o alternativa, consistía en ensanchar
todas las calles secundarias hasta una dimensión adecuada; la segunda, consistiría en el
ensanche selectivo de algunas de ellas y la rectificación o pequeña ampliación de las
demás. Dicha primera alternativa, había sido previamente considerada por el Arq.
Muñoz en el proyecto de Ordenanza de Urbanización de Cochabamba, analizado
anteriormente (Ver Plano 18), que establecía un perfil de 13.20 mts., lo que implicaba
una afectación general de todas las calles, incluidas las ensanchadas al tenor de
disposiciones municipales anteriores, razón por la cual finalmente, se adoptó el ancho
de 12.50 mts. Además de la viabilidad económica de esta última opción, se anotaba,
entre otras ventajas, que el ensanche general de vías resolvería el problema de las
circulaciones en la zona central, además la altura de los edificios podría ser
incrementada en forma proporcional al ancho de las calles, con lo que, a su vez, se
incrementaría la densidad poblacional y se ampliaría la capacidad de este centro para
recibir nuevas o ampliar las funciones urbanas existentes, además de mejorar el aspecto
morfológico. De esta manera, teóricamente se lograban los objetivos que justificaban
esta acción, aunque en contraposición, se reconocía el alto costo de esta alternativa, así
como su impopularidad, como consecuencia de los intereses privados que estarían en
juego, principalmente en la parte central de la ciudad (Ver planos 23 y 24).
El Arq. Knaudt, respecto al cuadro anterior, señalaba que el número de predios urbanos,
llegaba en la zona central de la ciudad a unos 2.263, aunque estadísticamente se asumía
la cifra de 2.645. Hasta 1946, se habían construido 354 nuevos edificios, restando
437
Otra alternativa fue sugerida por el Arq. Franklin Anaya en 1951, recomendando a la Municipalidad
“La política de restringir en una primera etapa la renovación del casco viejo y, fomentar en cambio la
formación de unidades vecinales. Cuando el primer anillo de unidades vecinales se edifique, decía el
Arq. Anaya, se intensificará la presión centrípeta con fuerza capaz de renovar el casco viejo, que por su
vetusta arquitectura y sus construcciones de poca importancia, se vería obligado a reconstruirse en
bloques aislados de muchos pisos, financiables ya dentro de las modalidades de una nueva economía Así
el casco viejo, que podría ser un hacinamiento de casas se convertiría en un área verde donde la
naturaleza domine y la arquitectura sea además un símbolo” (Anaya, 1965:41).
47
alrededor de unos 1.909 predios, incluyendo casas viejas y terrenos baldíos, que debían
recibir edificaciones nuevas. Al respecto, el Arq. Knaudt argumentaba:
Sin embargo, antes de emitir otros juicios acerca de esta propuesta, y en razón de evitar
consideraciones que luego sería necesario duplicar; pasaremos por último a examinar la
propuesta final del Plano Regulador de la ciudad, concluido a fines de 1949 y aprobado
mediante la Ordenanza Municipal 8/50 de 14 de febrero de 1950, en la gestión del
Alcalde Carlos Aranibar Orozco y Carlos D'Avis como Presidente del H. Concejo
Deliberante.
Estos estudios fueron organizados en tres grandes partes, que cubrían propuestas, que
abarcaban desde el ámbito regional a la urbanización del casco viejo. Concretamente
fueron elaborados: a) Un estudio de Anteproyecto del Plan Regional, b) Anteproyecto
del Plano Regulador de la ciudad de Cochabamba y c) Anteproyecto de Urbanización
del casco viejo de la ciudad. En razón de que estos estudios han sido ampliamente
divulgados en libros, artículos de prensa, revistas y conferencias diversas, de una u otra
manera el lector está más familiarizado con ellos, de tal suerte que no incidiremos en
una descripción detallada, sino simplemente abarcaremos los aspectos que juzgamos
más significativos:
Nuestro propósito era establecer una premisa o pauta general, que nos
condujera a deducir y determinar las posibilidades máximas de la región, o sea
la ciudad de Cochabamba y 1os valles circunvecinos, sin provocar un
desequilibrio económico-social y ecológico. Para ello fue menester establecer
la relación entre el potencial logrado de una óptima productividad y 1a
población máxima que pudiera beneficiarse con ella en condiciones aceptables
de bienestar (Urquidi, 1986: 28).
En todo caso, en base a estos cálculos, el estudio establecía una población probable para
la región de 390.000 habitantes, que encontrarían abastecimiento suficiente en este
ámbito, estimándose incluso, en base a una mayor expansión del desarrollo agrícola, la
posibilidad de que dicha población en un lapso de medio siglo, alcanzaría el millón y
medio de habitantes, de los cuales 500.000 incrementarían la población urbana de
Cochabamba “siempre y cuando el crecimiento económico-social fuese armónico”. En
función de esto “el propósito del Plan Regional era evitar el éxodo de los habitantes de
1os centros poblados y rurales hacia la ciudad y mantener una distribución de
población equilibrada y con un crecimiento uniforme, a través de un desarrollo
integral de toda 1a región” (Urquidi J., 1986: 23).
De estos supuestos, se extraen los parámetros-guía que orientarán las decisiones en los
diferentes niveles de la planificación: Se establece linealmente un deseo de armonía
entre crecimiento de la agricultura, la industria y el crecimiento de la población, e
incluso, se avizora una profunda transformación tecnológica y social del agro que
permitiría un espectacular incremento del rendimiento productivo por hectárea 439. En
base a este precepto, se fundamenta la intervención sobre el ámbito urbano, se
estructura su crecimiento a largo plazo y se proyecta la distribución de esta población
urbana dentro de los límites de la ciudad, que de acuerdo a las estimaciones realizadas,
tenía suficiente capacidad para esta expansión poblacional y teóricamente no tenía que
rebasar los límites del radio urbano de 1945, por lo menos hasta fines del siglo XX.
(Ver Cuadro 139).
439
“Cabe aclarar, que no obstante la relación que se planteó en el estudio del Anteproyecto del Plan
Regional del año 1950, entre la producción agrícola y la probable población, obteniendo 390.000
habitantes con abastecimiento propio, a que hemos hecho referencia; se previó que el aumento del
número de habitantes en los próximos 50 años, sería bastante mayor especialmente en la ciudad, debido
no solamente al crecimiento vegetativo, sino a corrientes migratorias, recomendándose por tanto, la
necesidad de impulsar una política de desarrollo agrícola intensiva, así como industrial que permitiese
una población fluctuante de 1.500.000 habitantes en ese lapso (del que han transcurrido algo más de 30
años). De la mencionada población, de cumplirse el plan, unos 500.000 habitantes quedarían absorbidos
por la ciudad, y el resto, 1.000.000 de habitantes, por las demás localidades del área regional, siempre y
cuando el crecimiento económico-social fuese armónico” (Urquidi, 1986: 23).
48
capitalista industrial y de la economía de mercado, desde los tiempos de Adán Smith,
muy en boga en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en que se inició la
reconstrucción de las economías capitalistas destruidas por el conflicto bélico, y se
dieron curso a la aplicación de las grandes políticas de desarrollo económico en Europa
Occidental y Japón; reposaban en la idea del desarrollo integral y armónico que fue
ampliamente teorizado para neutralizar el peligroso avance del sistema socialista. La
aplicación de dichas políticas, por ejemplo, a través del Plan Marshall, en los países
capitalistas avanzados, como Alemania Federal, Francia, Inglaterra, el Japón, lograron
rápidamente resultados esperanzadores, aunque no por ello eliminaron sus
contradicciones sociales. Sin embargo, esta misma receta aplicada a los países de
América Latina (Brasil, México, Argentina, Chile), no arrojó como resultado sociedades
armónicas y alianzas de clases sociales estables, que se materializarán en ordenamientos
espaciales igualmente armónicos. Contrariamente, el saldo de dichas políticas
(sustitución de exportaciones e industrialización dependiente) se expresó en cuadros de
macrocefalia urbana y escisión de las emergentes sociedades industriales, en estratos
con una enorme capacidad de acumular capital, frente a otros muy depauperados, al
lado de la proliferación de crecientes capas medias frustradas y alienadas. Las continuas
crisis en que se debate la economía capitalista desde los años 50, y que, además incide
en el desarrollo cochabambino, antes que realidades armónicas mostraron el carácter
universal de una ley económica de este sistema: el desarrollo desigual.
Otro tanto ocurrió con la concepción de la ciudad orgánica y celular, donde cada
“célula” debía estructurarse en torno a un conglomerado ordenado de células menores,
cuya expresión básica reposaba en la familia, luego en la comunidad del barrio, en la del
distrito y finalmente en el conjunto de la sociedad urbana. Contexto en el cual, la
estructura social armónica, se expresaría organizando en el espacio urbano, los soportes
materiales que permitan este desarrollo celular, es decir, un sistema viario eficiente, una
zonificación traducida en la distribución espacial adecuada y equilibrada de las
funciones urbanas, un control normativo ecuánime y aplicado con justicia y
oportunidad. El resultado debía permitir alcanzar el objetivo más elevado del Plan
Regulador: “una estructuración social de la ciudad” como un nivel superior de
organización espacial, que corresponda a una comunidad social homogénea y
equilibrada, y no a una “muchedumbre” heterogénea y contradictoria.
Pero, ¿era previsible con los recursos técnicos de la época, realizar un pronóstico de la
realidad urbano-regional menos idealizado y más próximo a su posterior evolución?.
Consideramos que sí. Examinando las estadísticas de ese tiempo, que además no eran
peores a las actuales, comprobamos que era posible incorporar al análisis, variables que
extrañamente no surgen: cuestiones como “los intereses en juego” contrapuestos a los
intereses de la planificación, a que se refería el Arq. Knaudt, al analizar las alternativas
de regularización del casco viejo y que regían la “popularidad” o “impopularidad” de
una u otra decisión, es decir la dinámica del funcionamiento interno del mercado de
tierras, que entre 1937 y 1945 había “urbanizado la campiña y otras áreas urbanas”. A
partir de lo anterior, se podía haber comprendido mejor, que los contrastes entre el
Norte y el Sur urbano, no eran sólo ecológicos, sino profundamente sociales, es decir,
definían una manifestación y un comportamiento concreto de clases sociales nada
armónico ni equilibrado, sino propenso a establecer relaciones asimétricas de privilegio
y dominación441.
Otro factor no considerado, pese a que con sus recursos se edificaba la ciudad y se
implementaban las obras de desarrollo urbano, fue la economía de la chicha y el
440
Como recordará el lector, esta alternativa consistía en practicar un ensanche parcial y paulatino de
vías, dejando que paulatinamente, a medida que se construyan nuevos edificios, los predios afectados
entren en rasante. El problema no previsto, fue que el casco viejo tan despectivamente tratado, era
portador de un patrimonio valioso, que en forma tardía fue reconocido como tal, dando lugar a políticas
municipales ambivalentes: definir la existencia de un “distrito de preservación histórica”, pero permitir
ensanches que lo afectaban, permitir edificaciones nuevas que alteraron y deformaron el antiguo perfil, o
que trataron de acomodarse en este contexto, expresando lenguajes seudo coloniales de dudoso valor.
441
Resulta curioso el constatar que la acuciosa encuesta que llevó adelante Muñoz Maluschka en 1945 y
los resultados del Censo de ese año, no fueran utilizados para ampliar el análisis y el conocimiento de la
realidad económico-social e institucional de la ciudad ,incluso se podría sugerir, que en el periodo en que
se elaboró el Plano Regulador (1946-1947) existía un nivel de información sin precedentes, suficiente
para realizar un análisis bastante más exhaustivo de la realidad urbana y regional. Además, se contaba con
una oficina de estadística municipal que podría haber facilitado esta opción.
48
universo ferial comercial, artesanal y popular que este fenómeno estructuraba, en
oposición a la “city” y su ideología de sociedad de consumo, ágil y moderna. Era difícil
establecer relaciones armónicas, entre dos concepciones de ciudad, que emergían de
raíces ideológicas tan diferentes: el pensamiento burgués industrial y comercial, y el
pensamiento campesino, adaptado a la circunstancia de una economía mercantil, que
penetraba cada vez más en el mundo rural y urbano. Por último, consideramos que era
posible realizar algún pronóstico sobre el rumbo que tomaba el país en ese momento, y
los posibles efectos que la ciudad podría experimentar, con el impacto de las grandes
reformas sociales que ocupaban el escenario político regional de entonces442.
442
La guerra civil de 1949, las masacres obreras y las frustradas elecciones de 1950, que dieron un
triunfo inobjetable al MNR, contenían suficientes presagios para advertir que el tiempo de la sociedad y la
ciudad señorial se había agotado, y que grandes transformaciones como la Reforma Agraria, se
avecinaban incontenibles.
48
podía neutralizarse, dando a dicha gestión un contenido participativo y popular, y no
esgrimiendo represivamente la letra muerta del reglamento, por muy lógico y técnico
que este fuera, contra fuerzas sociales que operaban en una perspectiva diferente y un
rumbo opuesto al modelo planificado, el mismo que con toda su ciencia y bondad,
entonces quedaba condenado a alejarse cada vez más de esta realidad, y de la alternativa
de conducir realmente el desarrollo urbano, bajo las condiciones concretas de un
proceso social absolutamente distinto al imperante en la década de 1940443.
Para concluir, haremos referencia a las primeras experiencias de aplicación del Plano
Regulador en sus primeros años de vigencia, con anterioridad a 1952. Una primera
prueba a que fue sometido, fue la cerrada oposición que recibió el proyecto de ensanche
de la Calle Perú en 1948. En este caso, al igual que en la calle Ayacucho, se establecía
la necesidad de continuar con la apertura de una avenida, es decir, prolongar la Avenida
14 de Enero que concluía en una calle estrecha. De acuerdo a la definición urbana de la
citada vía, se pretendió, a partir de 1947, ensancharla hasta su perfil actual en dirección
Este. Tal acción encontró la decidida oposición del Comité Pro-Cochabamba,
institución que expresaba en ese momento, los intereses de los sectores más
conservadores de la ciudad. El Centro de Arquitectos, en contraposición, apoyó dicho
ensanche e incluso, sugirió que el perfil de la Avenida de 25.00 metros fuera ampliado.
Una comisión de dicho organismo gremial, de la que formó parte el Arq. Franklin
Anaya, el Ing. Eudoro Galindo y otros, en una carta dirigida al presidente de dicha
institución, afirmaban: “No se puede negar que la ciudad necesita una vía importante
de tránsito que 1a atraviese de Oriente a Poniente y que vincule su centro comercial y
administrativo, con las penetraciones camineras de Sacaba y Quillacollo. Esa vía no
puede ser otra que la calle Perú convertida en avenida, debido a que su rumbo
empalma de manera natural, con las mencionadas penetraciones camineras” (El País,
30/10/1947). Sin embargo, el Comité Pro-Cochabamba, no cejó en su empeño y dicha
avenida penosamente fue ensanchada hasta la calle España, Posteriormente en la década
de 1970, con más de dos décadas de atraso, este ensanche pudo ser completado.
Estos hechos permitían avizorar, las enormes dificultades que debería enfrentar el
modelo urbano que propugnaba el Plano Regulador, para aplicarlo en una ciudad cuya
443
“El resultado de la mala política seguida en el caso de la Reforma Urbana, no pasó de ser un
despilfarro de tierras, que bien habrían servido para encauzar mejor la solución del problema de la
vivienda... Además de que una de sus consecuencias en el aspecto general urbano, fue que precipitó la
urbanización de extensas zonas, sin dar oportunidad a una planificación más adecuada” (Urquidi,
1967:26).
48
lógica de expansión era otra. Por ello no resultaba casual que en años posteriores, el
Plan no pudiera materializar sus elementos más importantes con relación al sistema vial
planteado, la jerarquía de vías en el casco viejo, las unidades vecinales tal como fueron
teorizadas, etc., pero en cambio si, se diera curso a aquellos aspectos que eran
favorables al capital inmobiliario y a su reproducción. Así se fue estimulando una
expansión urbana horizontal que ampliaba el mercado de tierras, pero no hacía realidad
lo fundamental del Plan.
Un ejemplo patético, una vez más, fue la idea de la moderna "city" que debía quedar
edificada sobre los escombros del casco viejo, en un plazo no mayor a un par de
décadas, sobre la base de convertir sus 2.645 predios en modernos edificios. Sin
embargo tal pronóstico no se cumplió, ni siquiera medio siglo más tarde. ¿Qué ocurrió?,
de acuerdo al Cuadro 139 los predios urbanos del centro casi se quintuplican (de
acuerdo a la citada estadística llegan a unos 10.000 en las zonas comerciales C1 y C2),
pero este centro no tiene donde expandirse ni introduce con amplitud la propiedad
horizontal. Lo que ocurre es sencillo, en los veinte años del pronóstico y los restantes
transcurridos, el centro no se renueva a ritmo acelerado, pero sí, aceleradamente se
divide y subdivide una y otra vez, porque la evolución de la economía urbana convierte
a este espacio, en una suerte de capital-fijo, al que le basta esta inmovilidad, cada vez
más atomizada para incrementarse, sin necesidad de poner en juego grandes inversiones
en forma extensiva.
(1) Relación parcial / (2) Incluye los barrios de la Tejería y Villa San Luís / (3) Las cesiones a dominio
público eran gratuitas y quedaban compensadas por la mayor valorización de la superficie útil, cuyo costo
comercial era naturalmente mayor al que registra este cuadro.
Fuente: Gaceta y Memorias Municipales.
Este cuadro nos permite identificar algunos rasgos importantes del proceso anotado, aún
cuando sus datos no son exhaustivos, pero sí lo suficientemente significativos, por
48
cubrir más de un 70% de las zonas incorporadas a la urbanización por el Plano
Regulador. Así, se puede constatar que en el periodo de 1946 a 1952, se incorporaron a
la ciudad 462 hectáreas, de las cuales 273.98 Ha. eran lotes edificables y 184 Ha. eran
espacios de dominio público. Sin embargo, si tomamos en cuenta que del total de
hectáreas destinadas a la urbanización, 104,44 hectáreas correspondían al Barrio Militar
de la Chimba y 115,14 era la cesión efectuada para la configuración de dicho barrio, se
puede establecer que la superficie efectiva de urbanización de propiedades de
particulares, alcanzaba solo a 169,54 hectáreas, con una cesión de 68.9 ha. (o sea solo el
28.89%). Obviando una vez más el caso de la Chimba, podemos inferir que las zonas de
fraccionamientos más intensivos eran Jaihuayco y Las Cuadras, donde fueron loteadas
el 64% de las propiedades privadas anteriormente definidas 444. Además Las Cuadras
presentaban el valor de tierra urbana por m2, más elevado en ese momento, seguida por
las zonas Noreste, Queru Queru, Cala Cala, es decir, los barrios residenciales. En tanto
en la zona Sur, sobresalen por el valor de la propiedad, las zonas centrales Sudeste y
Sudoeste, y el barrio de San Miguel, aledaño a Caracota. Pero en compensación,
también en este sector se encontraban los valores más bajos de tierra urbana.
Volviendo a un tema que habíamos abordado en el capítulo anterior, se puede notar que
la dinámica del mercado de tierras operaba básicamente en la zona Este (Las Cuadras),
donde radicaba el 50% del valor total de la propiedad inmueble efectivamente
urbanizada (incluyendo La Chimba), que para el periodo estudiado, ascendía a un
58,24%, si sólo tomamos en cuenta el sector privado. También podemos notar, que este
mercado movía los volúmenes monetarios más importantes en las zonas Norte y Este,
que en conjunto alcanzaba el 87,26% del valor de los predios urbanos de particulares
fraccionados y el 71% del valor de todas las propiedades fraccionadas (incluso La
Chimba), siendo esto válido para los seis años considerados. Estos datos, aunque no
incluyen algunas zonas importantes, como Muyurina, Tupuraya, Hipódromo, son
suficientemente reveladores, del verdadero “motor” que movilizaba a la planificación, y
también suficientemente claros, de las prioridades que se definían en términos de
materializar fracciones del Plano Regulador, que no por casualidad coinciden con las
zonas residenciales. (Las zonas Noreste y Noroeste estaban urbanizadas en gran medida
antes de 1946), quedando así verificado el tipo de presiones y solicitudes a que estaban
sometidos los niveles técnicos municipales; ello sin tomar en cuenta otro importante
espectro de esta dinámica, constituida por los intereses de centenares de propietarios del
casco viejo, que querían todos los beneficios de la planificación con la menor cuota de
sacrificio posible dentro de la tradicional y oportunista postura ideológica de las clases
medias y altas de “máximas ganancias con esfuerzos mínimos”. De ahí, por una parte la
oposición a ensanches de vías muy radicales, como en el caso de la Avenida Perú, y por
otra, reclamos para que todo el damero de la parte antigua de la ciudad se reproduzca
mecánicamente en las nuevas zonas urbanas, sin tasa ni medida.
Bajo las vicisitudes de esta fiebre urbanizadora, la ciudad es sorprendida por la primera
mitad del siglo XX, un periodo, sin duda corto, en relación a la edad de la ciudad, pero
crucial e intenso por el ritmo de las transformaciones profundas que se operan en su
seno. En fin, si a fines del siglo XIX, se constataba con cierta ironía, que don Francisco
Viedma, que había hecho una descripción detallada de la ciudad en 1788, podría
reconocer perfectamente su ciudad hacia 1900, esto ya no sería posible en 1950. Incluso
el visionario Ramón Rivero, sin lugar a dudas, el pionero de la urbanización valluna,
444
El Plano de Urbanización de Las Cuadras fue elaborado en 1950-51.
48
quedaría asombrado de cómo la ciudad había cambiado en solo algunas pocas décadas y
peor aún, si constataba que la generosa expansión urbana que propuso en 1910, había
resultado insignificante, frente al ritmo con que florecían los nuevos barrios
residenciales, situados mucho más allá del río Rocha, que por siglo había sido la barrera
natural que separaba la ciudad del mundo rural.
Sin embargo, pudo ser factible la alternativa de una política urbana con mayor
participación ciudadana. El Plano Regulador impuesto como una indiscutible receta de
corte autoritario, tal vez reflejando la práctica política tradicional de la sociedad
oligárquica, que a esas alturas se derrumbaba, era a todas luces, una opción inviable. Sin
embargo, podría haberse revertido tal situación, permitiendo que los objetivos del Plano
Regulador, abandonando su postura académica a ultranza, se mostraran afines a las
reivindicaciones sociales que condujeron a las jornadas de Abril de 1952. Cuestiones
como la penuria de vivienda, servicios básicos, salubridad y otros, gestionados a través
respuestas técnicas adecuadas, podrían haber encausado un modelo de desarrollo urbano
comprometido con las demandas populares, en detrimento de los intereses especulativos
sobre la tierra urbana. Esta alternativa, eventualmente podría haber neutralizado o por lo
menos debilitado los factores que deformaron la aplicación de la planificación urbana
propuesta, esto es: la destrucción de la débil democracia municipal, la conversión de los
alcaldes en agentes políticos del Ministerio del Interior, la poderosa intromisión de
dirigentes sindicales para resolver cuestiones de política urbana a favor de loteadores y
negociantes del suelo urbano, etc., permitiendo que los planteos técnicos en juego,
tuvieran una plataforma o base social receptiva, en lugar de la soledad institucional en
que tuvieron que debatirse, librando batallas, naturalmente perdidas de antemano.
49
REFLEXIÓN FINAL
Esta cuestión intencionalmente hemos deseado dejar para la reflexión final de este
ensayo, en la medida en que no era conveniente encasillarnos en periodos y
clasificaciones que propone la abundante bibliografía sobre la Historia del Urbanismo,
una vez que nuestro objetivo, no fue recrear una historia de la "forma urbana", sino
analizar el desarrollo histórico de la sociedad cochabambina, desde la perspectiva de la
dimensión material que fue capaz de plasmar. Por ello consideramos, que sería poco útil
someternos a los criterios generales de periodización que sugieren autores clásicos
como Leonardo Benévolo (1982) o Fernando Chueca Goitia (1968), en la medida en
que el objeto de estudio: la ciudad como realidad morfológica exclusivamente, no se
ajusta a nuestro punto de vista.
Sin embargo, desde un enfoque diferente, que asume que todo hábitat humano, por
modesto que fuese, es simultáneamente el producto y el escenario viviente, donde
diversos protagonistas sociales y económicos se confrontan e interactúan, para
materializar la grandeza de sus ambiciones o la miseria de sus frustraciones; constituye
de hecho, una perspectiva enriquecedora de la comprensión de una sociedad que se la
pretende conocer en su dinámica temporal y espacial, como una forma eficaz de
penetrar en su identidad histórica, al margen de los estereotipos que proponen las
versiones histórico-formalistas de la arquitectura y el urbanismo.
Cochabamba, asumió este papel, y dentro de sus modestos muros, recreó los atributos
de la sociedad colonial; pero este rol no fue asumido bajo las características de un
modelo mecánico. Cada ciudad de origen hispánico, desarrolló esta tarea de transmisora
e intermediaria de la ideología de la metrópoli, desde perspectivas y situaciones
particulares, es decir, que este proceso se combinó con circunstancias cambiantes y
hasta originales. Por ello, ni Cochabamba fue igual a La Paz, ni Lima fue igual a
Buenos Aires, ni siquiera dentro un mismo contexto geográfico, Tarata imitó a Cliza.
Cada ciudad, asumió con originalidad la combinación de los factores locales y externos,
que modelaron su desempeño, y de esta forma, al lado de la primigenia razón
ideológica, surgieron nuevas posturas del mismo signo, que dieron contenido a las
respuestas que todo núcleo urbano ejercitó para sobrevivir, desarrollarse e imponerse
como hegemónico, en un espacio geográfico del cual pasó a nutrirse, para consolidar su
propia existencia. Por todo ello, Cochabamba y otras ciudades dejaron poco a poco, de
ser remedos de la legislación urbana española que las concibió, para encontrar sus
rasgos originales en la naturaleza de las relaciones de producción y de las estructuras
sociales, que edificaron simultáneamente con sus ajedrezadas calles o sus solemnes
edificios religiosos, en un proceso donde, curiosamente la repetitiva Plaza Mayor, la
cuadricula de manzanas, las torres de templos y conventos, parecen inútilmente dar
uniformidad a sociedades coloniales con rasgos definitivamente diferenciados.
Estos elementos conceptuales, son válidos no sólo para la Colonia, sino para el conjunto
del periodo estudiado. Por ello no resulta provechoso forzar similitudes, aun cuando
todas las apariencias inviten a efectuarlas. Otra cosa, es verificar cuál era el mundo
urbano continental en los diferentes momentos del desarrollo de Cochabamba, y es
sobre este último aspecto, sobre el que estructuraremos nuestras reflexiones finales.
El hombre de la ciudad viste e1 traje europeo, vive de la vida civilizada (...) allí
están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción, alguna
organización municipal, el gobierno regular, etc. Saliendo de1 recinto de la
ciudad, todo cambia de aspecto; e1 hombre de campo lleva otro traje, que
llamaré americano, por ser común a todos los pueblos: Sus hábitos de vida son
diversos, sus necesidades peculiares y limitadas. Parecen dos sociedades
distintas, dos pueblos extraños uno del otro”. (1958: 18).
Sociedad rural y sociedad urbana, que para Sarmiento aparecen como dos mundos
opuestos y en conflicto, de cuyo resultado depende la expansión de la civilización o el
retorno a la barbarie, resumen el enfrentamiento y la postura de las ciudades
republicanas de la primera mitad del Siglo XIX, que se constituían en el soporte del
aparato jurídico, político e ideológico, que apoyaba la expansión hacendal y aspiraba a
recuperar la hegemonía de dominación, que detentaron los centros urbanos en la
Colonia, pero esta vez, intentando ser los portadores de los estandartes del progreso, en
cuyo nombre, trataban de retomar el cauce de la vieja opresión colonial del mundo rural
por la civilización urbana, adornada con símbolos republicanos.
Que fueran Rosas o Belzu los que amenazaban los valores que representaban las
ciudades señoriales, no cambia sustancialmente el hecho anteriormente señalado. En el
caso de Cochabamba, lo que encuentra D'Orbigny en 1830, es una sociedad criolla que
penosamente se esfuerza por dominar la lengua española e imitar los gustos europeos,
para ponerse a tono con los nuevos privilegios adquiridos, y su nueva condición de
propietarios terratenientes, que les obligan a establecer las diferencias elitarias, tal como
sugieren Sarmiento y otros ideólogos de las nuevas clases dominantes. Buenos Aires
logró capturar el conjunto de la inmensa pampa argentina para construir su modernidad,
en tanto Cochabamba, apenas logró ser cabecera de un modesto mercado interior y una
región cautiva en los Andes centrales. Ambas ciudades, naturalmente atravesaron
circunstancias históricas distintas, y recrearon su realidad material, en geografías
también diferentes, pese a ejercitar razones ideológicas afines. Sin embargo, no son las
similitudes, sino las circunstancias y coyunturas diferentes, las que marcan las
profundas diferencias y especificidades, no explicables a partir de simplificaciones
tipológicas o clasificatorias de rasgos formales.
Otros autores como el colombiano Miguel Samper (1969), al analizar la cruda realidad
del Bogotá de su tiempo (1867), manifestaba que esta, se convirtió en una ciudad
parasitaria, asiento de grupos dominantes y consumidores improductivos, asilo de
empleados civiles y militares, de abogados y aventureros de toda especie. Un veredicto
afín al anterior, expresaba Joaquín Capelo (1937) con respecto a Lima en 1900.
Otro pensador, esta vez el argentino Juan Agustín García (1964) en su “Ciudad
Indiana”, refiriéndose, una vez más, al Buenos Aires del último periodo colonial,
manifestaba que “el control de la tierra era la base de la agrupación, pues la tierra era
la única fuente de riqueza y prestigio, en una sociedad sin profesiones liberales, donde
el comercio era despreciable y funcionaba al margen de la Ley” (1964). Una vez más,
esta reflexión es perfectamente aplicable a la Cochabamba de los Siglos XVIII, XIX y
primera mitad del XX. En cierta forma, la referencia de García, es certera para
desentrañar la contradicción esencial de la formación social valluna: el dominio sobre la
tierra en la lógica de los hacendados es sinónimo de fuente de poder, privilegio y status.
En contraposición, la pertenencia al “despreciable” comercio interno regional y al
sistema ferial, que funciona al margen de la ley, es fuente de supervivencia para
pequeños productores campesinos y artesanos. Estás dos lógicas, aparentemente
estructuran los mundos opuestos de Sarmiento, pero sólo es apariencia. La realidad es
más compleja, y tal vez más cargada de cruel cinismo: el dominio sobre la tierra, como
la base material que permite que la sociedad hacendal y sus intelectuales desarrollen
elucubraciones poéticas sobre la civilización, el progreso y la buena vida, reposa sobre
un miserable universo de productores campesinos y artesanos, sometidos a relaciones
serviles o a sobrevivir penosamente, generando sustanciosos ingresos a las arcas
estatales, a través, de la aplicación de pesados tributos con que se gravaba la pequeña
agricultura del maíz y la industria de sus derivados.
Una primera cuestión a constatar, fue el rol que jugó Cochabamba con relación a la
Audiencia de Charcas primero, y a la República de Bolivia después. En realidad, si
hubo un momento en que la economía cerealera cochabambina se articuló al proceso
más amplio de apoyar al desarrollo de la minería altoperuana, es decir, a la razón
económica fundamental que articulaba la inhóspita Potosí con la metrópoli hispánica y
el comercio mundial; ese fue comparativamente, un momento relativamente breve, si se
lo compara con los varios siglos de aislamiento, que se inician con la decadencia
potosina a mediados del Siglo XVII. En cierta forma la historia de Cochabamba, es la
historia del grano de maíz, pues sus auges y sus crisis en todo momento, expresaron la
realidad de los mercados de consumo y de los procesos productivos, que provocaban
estas alternativas.
El terco apego a esa fuente de poder que es la tierra, empujó a los hacendados, a negar
la inexorable marcha del tiempo. En plena república, vivían en un mundo de valores
coloniales. Cultivaban con esmero la conservación de las viejas formas serviles, y como
sus antepasados hispanos, dueños de chácaras y encomiendas, pensaban en la región en
términos de una extensa finca, sobre la que extendían su manto patriarcal, pero también
su espíritu especulador innato, el mismo que transformó la economía hacendal en un
curioso juego de complicados cálculos que trastocaban toda lógica: las abundantes
cosechas de maíz significaban “malos tiempos”, pero las sequías, las plagas y las
cosechas escasas eran recibidas con beneplácito, pues esta era la única circunstancia en
que la hacienda podía imponer los precios del maíz almacenado, a los demandantes del
mercado regional..
Por todo ello Cochabamba, antes que una región central que organizó y dio sentido a la
consolidación de la Nación, en un espacio geográfico, coherentemente estructurado, a
partir de un proyecto oligárquico de desarrollo nacional, que planteara la viabilidad de
su clase dirigente, a partir de su capacidad para convertirse en el protagonista principal
de un proyecto de desarrollo industrial y agroindustrial; prefirió la opción del desarrollo
endógeno, y estructuró un mercado regional, cuya principal originalidad, consistió en
que sus protagonistas, curiosamente, no eran experimentados hacendados, sino humildes
campesinos despectivamente bautizados como “arrenderos”, “piqueros”, “pegujaleros”,
además, artesanos, chicheras y feriantes. La irradiación de este mercado de pueblo, es lo
que permitió a Cochabamba, articularse al país, pero no sólo con valores económicos,
sino difundiendo valores culturales y aquellas singulares prácticas de la cultura del maíz
que se entroncan en lo profundo de lo nacional y popular.
Desde la última década del siglo XIX, la consigna de “Ferrocarril para Cochabamba”
resumía toda la aspiración de latifundistas y notables de cuello blanco. Mientras más
demoraba el ferrocarril en llegar, más leyendas, mitos y fantasías de progreso se le
atribuían. La “civilización maquinista” que sacude el viejo mundo, tiene un símbolo en
el monstruo de acero y vapor remontando los Andes para llegar al Valle de
Cochabamba. Sin embargo pasadas las fastuosas “Fiestas del Progreso”, con que se
recibe el ferrocarril en 1917, lo que trae éste, no es precisamente la abundancia, pero si
la proyección férrea de las leyes de la economía capitalista, que exigen a la región
eficiencia y racionalidad productiva para hacer competitiva y viable su economía en los
centros del altiplano y las minas, tomadas por el agresivo comercio chileno y peruano.
En ausencia de ello, lo que se hace presente, es una vez más la familiar crisis
acompañada de especulación y carestía. Si los restringidos graneros cochabambinos
49
fueron, rápidamente vaciados por multitud de negociantes y rescatistas paceños y
orureños, que trajo como pasajeros el tren; de este también descendieron indeseables
competidores, como las harinas y calzados chilenos; pero al mismo tiempo también
aparecieron numerosos portadores de la vida moderna. Los convoyes del ferrocarril
condujeron multitud de objetos suntuarios. Ya era posible, que damitas y caballeros
pasearan por la Alameda, exhibiendo las modas del vestir más refinado,
simultáneamente con sus congéneres europeos.
Bajo este tenor, la ciudad sobrepasó su antigua dimensión. La campiña que le rodeaba,
dejó de ser valorizada como refugio rural de veraneo, y comenzó a ser transformada en
sitio residencial permanente. Prontamente, en especial después de la Guerra del Chaco,
los maizales dejaron de tener el valor económico de antaño. El recuerdo de la crisis del
alcohol y la incertidumbre de una economía regional y nacional maltrechas, permitieron
operar un cambio profundo en la valoración de estas tierras. La demanda de viviendas y
el afán de invertir moneda devaluada en bienes raíces convirtieron la campiña en sitio
de promisorias operaciones inmobiliarias de tipo especulativo. Los decaídos huertos de
los años 20, se cotizaron a precio de oro a fines de los años 30, para ser rápida e
inmisericordemente fraccionados en los años 40. A los aspavientos por conciliar la
urbanización con el bucólico paisaje natural de Cala Cala o Queru Queru, se contrapuso
la racionalidad del mercado de tierra urbana, que encontró su expresión más acabada en
el mito de la “ciudad jardín” que fue profusamente ofertado por las propuestas de
desarrollo urbano de esa época.
Por último, al lado de este avasallador galope del “progreso” que sacude y transforma la
vieja aldea, se mantiene inalterable en su terca presencia, una otra forma de pensar la
ciudad y organizar su espacio. Al lado de la Cochabamba que se incorpora al ritmo del
urbanismo moderno, permanece la dimensión material de los verdaderos protagonistas
que posibilitan estos vuelos de imaginación renovadora. El mercado interno, en su
enorme pujanza, ha consolidado un sistema ferial y ha hecho de la ciudad, el centro
regional principal del mercado del maíz, el mukho y la chicha, que producían millares
de economías domésticas campesinas. San Antonio, Caracota, Jaihuayco, fueron los
“espacios urbanos” de esta dinámica económica, que no requería otra cosa, que la
reproducción de las formas aldeanas aborrecidas por los modernistas, para expresar su
vitalidad material.
De esta forma la Cochabamba de los años 40 e inicios de los 50 del siglo XX, encerraba
esa doble y contradictoria imagen de ciudad-aldea, reveladora por otra parte de la
artificialidad y fragilidad de su progreso, pues el mismo no era fruto de la expansión
49
capitalista de las fuerzas productivas regionales, de la conversión de la hacienda
colonial en empresa moderna y eficiente, de la transformación, diríamos milagrosa de
tercas mentalidades coloniales que pasaron a operar como audaces inversores; sino
apenas, fruto de la vitalidad del despreciable comercio ferial, de ese negocio de indios y
cholos que masticaban muko y fabricaban chicha, transgrediendo las buenas
costumbres, pero proporcionando viabilidad a las fantasías modernistas de una sociedad
oligárquica que superficialmente se mostraba renovadora, pero que en lo profundo de su
ser, no renunciaba a sus privilegios coloniales, y consideraba algo muy natural, que la
modernidad fuera financiada por los bárbaros que no deseaban integrarse a ella.
Fueron éstas las circunstancias que modelan los rasgos históricos de la Cochabamba
actual, esta ciudad profundamente original, donde las fronteras entre lo moderno y lo
tradicional, lo exclusivo y lo popular, lo sagrado y lo profano son extremadamente
frágiles y contradictorias. Por ello mismo, en el caso de Cochabamba. Historia, Espacio
y Sociedad se reducen, por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX, al devenir de
la economía del maíz y a las curiosas combinaciones de tradición y modernidad que se
tejen en su dimensión urbana y regional. De esta forma, en tanto los notables del Valle
desesperaban por reproducir algo de los valores europeos en la vecindad de sus
heredades, los vallunos iletrados, tercamente reproducían la Cochabamba popular en el
Valle, en el Altiplano, en las minas, en las salitreras... La “ciudad letrada” como diría
Ángel Rama (1984), sólo fue posible, con la vitalidad de la economía del maíz y la
cultura del mote y la chicha.
49
MAPAS
49
50
50
50
50
50
50
50
PLANOS
50
50
50
51
51
51
51
51
51
51
51
51
51
52
52
52
52
52
52
52
52
52
52
53
53
53
ÍNDICE DE CUADROS
Capítulo 2
CUADRO Nº 1: Encomiendas en los valles de Cochabamba
Capítulo 3
CUADRO Nº 2: Repartimiento mercantil en 1754 en algunas provincias altoperuanas.
CUADRO Nº 3: Provincia de Cochabamba: variación de la población indígena en e1
valle de Cochabamba y zonas aledañas (1573 - 1683)
CUADRO Nº 4: Movimiento comercial de la plaza de Cochabamba en 1787
Capítulo 4
CUADRO Nº 5: La Villa de Oropeza y el Cercado: consumo de espacio urbano,
suburbano y rural según patrones de asentamiento a fines del siglo XVIII
CUADRO Nº 6: Corregimiento de Cochabamba y partidos aledaños: Población en 1788
Capítulo 5
CUADRO Nº 7: Nomina parcial de propiedades rurales en el Cercado, hacia fines del
Siglo XIX
CUADRO Nº 8: Bolivia: tributos entre 1820-1827 por regiones (en Pesos)
CUADRO Nº 9: Número de tributarios entre 1770 Y 1877
CUADRO Nº 10: Bolivia: tendencias demográficas de la población entre 1835 y 1877
CUADRO Nº 11: Departamento de Cochabamba: clasificación de contribuyentes
indígenas por provincias en 1856
CUADRO Nº 12: República de Bolivia: contribución indigenal por departamentos 1839
- 1882
CUADRO Nº 13: Departamento de Cochabamba: cambios poblacionales en la región,
1788-1901
Capítulo 6
CUADRO Nº 14: Republica de Bolivia: industria manufacturera en 1826
CUADRO Nº 15: Departamento de Cochabamba: obrajes y artesanías 1848
CUADRO Nº 16: Ciudad de Cochabamba: especialidades, oficios y plan de estudios del
colegio de artes y oficios (1854)
CUADRO Nº 17: Ciudad de Cochabamba: Escuela de Artesanos 14 de Septiembre:
Oficios y distribución del alumnado (1885)
CUADRO Nº 18: Departamento de Cochabamba: producción en los talleres de
zapatería en el año 1878
CUADRO Nº 19: Ciudad de Cochabamba: gremios y oficios más significativos según
número de artesanos (1889)
CUADRO Nº 20: Ciudad de Cochabamba: establecimientos industriales y artesanales
1881-1898
CUADRO Nº 21: Ciudad de Cochabamba: artesanías y pequeñas unidades productivas
según censos de 1886 y 1900
CUADRO Nº 22: Cercado: artesanías y pequeñas unidades productivas en 1886
Capítulo 7
CUADRO Nº 23: Ciudad de Cochabamba: distribución y densidad de la población por
manzanas en cuarteles urbanos, 1880-1900
53
CUADRO Nº 24 Ciudad de Cochabamba: número de manzanas, casas y densidad
edificada, 1812-1908
CUADRO Nº 25: Ciudad de Cochabamba: distribución de viviendas por manzanas
según censos de 1880 y 1886
CUADRO Nº 26: Bolivia: población departamental y urbana en las principales
ciudades en 1846
CUADRO Nº 27: Departamento de Cochabamba: ciudades y villas en 1846
CUADRO Nº 28: Ciudad y Cercado: censos de población 1826-1900
Capítulo 8
CUADRO Nº 29: Ciudad de Cochabamba: Banca y agencias financieras (1883-1900)
CUADRO Nº 30: Ciudad de Cochabamba: comercio importador mayorista y minorista
(1863-1900)
CUADRO Nº 31: Ciudad de Cochabamba: comercio minorista y servicios en general
(1881-1900)
CUADRO Nº 32: Ciudad de Cochabamba: Distribución de chicherías por categorías y
montos unitarios de patentes municipales (1883-1900)
CUADRO Nº 33: Ciudad de Cochabamba: Comercio importador mayorista y minorista,
y comercio de expendio de chicha (1883 – 1900)
Capítulo 9
CUADRO Nº 34: Ciudad de Cochabamba: Capacidad de provisión de agua potable en
las fuentes públicas, 1883
CUADRO Nº 35: Ciudad de Cochabamba: Raciones distribuidas por las sociedades de
beneficencia durante la sequía de 1879
CUADRO Nº 36: Ciudad de Cochabamba: Cuadro de mortalidad: 1874 – 1879
CUADRO Nº 37: Ciudad de Cochabamba: Estadísticas de mortalidad 1875 – 1885
CUADRO Nº 38: Ciudad de Cochabamba: Mortalidad según edades y sexos, 1875 -
1890
CUADRO Nº 39: Ciudad de Cochabamba: Tasas de mortalidad de otras ciudades en
relación a Cochabamba en 1883
CUADRO Nº 40: Ciudad de Cochabamba: Defunciones por edades y sexos, 1884-1890
CUADRO Nº 41: Ciudad de Cochabamba: Causas de mortalidad y morbilidad
frecuentes en el hospital Viedma, año 1887
CUADRO Nº 42: Ciudad de Cochabamba: Índices de de mortalidad según estratos
ocupacionales en 1884
Capítulo 10
CUADRO Nº 43: Bolivia: Proyectos ferrocarrileros en 1906
CUADRO Nº 44: Bolivia: Transporte ferroviario de pasajeros y cargas (1917-1918)
CUADRO Nº 45: Bolivia: Fletes ferroviarios por carga (1917-1918)
Capítulo 11
CUADRO Nº 46: Ciudad de Cochabamba: Industrias y unidades artesanales registradas
en las patentes municipales 1900 – 1928
CUADRO Nº 47: Ciudad de Cochabamba: Artesanos y obreros por rama de actividad
según censos de 1900 y 1945
CUADRO Nº 48: Ciudad de Cochabamba: Artesanos según ramas artesanales,
especialidades, gremios y oficios - Censos de 1900 y 1945
CUADRO Nº 49: Departamento de Cochabamba: Rama de actividad económica por
categorías de empleo según el censo de 1950
CUADRO Nº 50: Ciudad de Cochabamba: población económicamente activa por
grupos ocupacionales según censos de 1900 y 1950
53
CUADRO Nº 51: Departamento de Cochabamba: Relación parcial de industrias 1921-
1929
CUADRO Nº 52: Departamento de Cochabamba: Tipos de industria, montos de capital,
materias primas y productos manufacturados, año 1935
CUADRO Nº 53: Departamento de Cochabamba: haciendas ganaderas y con
elaboración de productos lácteos y otros en 1935
CUADRO Nº 54: Ciudad de Cochabamba, Cercado y zonas próximas: relación de
industrias en distintas ramas de producción en 1948
CUADRO nº 55: Ciudad de Cochabamba, Cercado y zonas próximas: relación de
industrias por ramas de producción según monto de capital fijo
invertido (1951)
CUADRO Nº 56: Ciudad de Cochabamba, Cercado y zonas próximas: evolución del
sector industrial entre 1951 y 1956
CUADRO nº 57: Bolivia: número de establecimientos industriales, valor de la
producción y mano de obra emplea: nivel nacional, La Paz y
Cochabamba (1936 – 1950)
Capítulo 12
CUADRO Nº 58: Ciudad de Cochabamba: Producción de energía eléctrica en las usinas
de Chocaya e Incachaca (1921–1930)
CUADRO nº 59: Ciudad de Cochabamba: Instalaciones, reservas y consumos urbanos
(1940-1953)
CUADRO Nº 60: Ciudad de Cochabamba: transporte urbano 1881 – 1917
CUADRO Nº 61: Ciudad de Cochabamba: expansión del transporte automotor
1931-1952
CUADRO nº 62: Ciudad de Cochabamba: registro vehicular por tipos y relación de
habitantes por unidad motorizada (1943–1947)
CUADRO Nº 63: Ciudad de Cochabamba: crecimiento del servicio telefónico urbano
(1908 – 1957)
Capítulo 13
CUADRO Nº 64: Ciudad de Cochabamba: estudios y propuestas para la dotación de
agua potable (1882 – 1936)
CUADRO Nº 65: Ciudad de Cochabamba: Instalaciones domiciliarias de alcantarillado
1925 – 1926
CUADRO Nº 66: Ciudad de Cochabamba: situación de los servicios básicos por zonas
urbanas, según Censo Municipal de 1945
CUADRO Nº 67: Ciudad de Cochabamba: obras de pavimentación
Capítulo 14
CUADRO Nº 68: Ciudad de Cochabamba: Cuarteles urbanos, extensión, número de
casas, valor catastral y valor promedio por M2
CUADRO Nº 69: Ciudad de Cochabamba: Tipos de edificación por cuarteles urbanos
CUADRO Nº 70: Ciudad de Cochabamba: Relación descriptiva de sus principales
instituciones, edificaciones y ámbitos urbanos en 1919
CUADRO Nº 71: Bolivia: Población urbana por capitales de departamento, según
censos de 1900 y 1950
CUADRO nº 72: Ciudad de Cochabamba: Expansión de la mancha urbana según
número de manzanas (1900 – 1952)
CUADRO Nº 73: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas, número de manzanas y
población en 1945
CUADRO Nº 74: Ciudad de Cochabamba: Número de manzanas por zonas y grado de
consolidación de la mancha urbana entre 1945 y 1961
53
CUADRO Nº 75: Ciudad de Cochabamba: Población total urbana, población
económicamente activa y distribución de la población según
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Fuentes hemerográficas
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