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Aquellos que quisieran saber la verdad


de la cosas pasadas y por ellas juzgar y
saber otras tales y semejantes que
podrán suceder en adelante, hallarán
útil y provechosa mi historia; por que mi
intención no es componer una farsa o
comedia que de placer por un rato,
sino una historia provechosa que dure
para siempre.

Tucídides, Guerra del Peloponeso

Nada procede de la nada,


Ni nada que se destruye,
puede reducirse a la nada.

Epicuro
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ÍNDICE

Introducción primera edición


Introducción segunda edición

Parte 1: Cochabamba en los siglos XVI a XVIII

Capitulo 1: Antecedentes de la fundación de la Villa de Oropeza


Capitulo 2: Los primeros tiempos de la Villa de Oropeza: del auge cerealero a la
decadencia de Potosí
Capitulo 3: Crisis minera y recomposición de la economía regional
Capítulo 4: Cochabamba en la época de Viedma

Parte 2: Cochabamba en el siglo XIX

Capítulo 5: La fundación de Bolivia, la ruptura de la organización espacial del Estado


colonial y la región de Cochabamba en el siglo XIX
Capítulo 6: Artesanía y feria
Capítulo 7: La apacible ciudad del siglo XIX
Capítulo 8: El comercio urbano: encrucijadas y alternativas
Capítulo 9: Infraestructura básica e higiene: la dimensión de la crisis urbana en el siglo
XIX

Parte 3: Cochabamba hasta la primera mitad del siglo XX

Capítulo 10: Transporte y mercado regional: nuevos desafíos y viajas frustraciones


Capítulo 11: Artesanía e industria
Capítulo 12: Las primeras transformaciones: transporte urbano y comunicaciones
Capítulo 13: La materialización del desarrollo urbano: las grandes obras públicas
Capítulo 14: La ciudad y su población en la primera mitad del siglo XX
Capítulo 15: El comercio y la banca
Capítulo 16: La tradicional chicha: base del progreso urbano
Capítulo 17: Vivienda y urbanización: crisis, tugurios y especulación
Capítulo 18: Del delirio urbanístico a la planificación de la ciudad-jardín

Reflexión final

Índice y Anexo de mapas y planos


Índice de Cuadros
Bibliografía
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Introducción a la primera edición

La historia de los hombres, sus instituciones y el mundo material que recrean se


desarrolla sobre espacios y tiempos concretos. Sin embargo una abrumadora mayoría de
ensayos históricos en Bolivia y América Latina privilegian la dimensión temporal
restringida a personajes singulares, fenómenos económicos, movimientos sociales en los
que el referente de la “civilización material” -como diría Braudel es una variable
abstracta y escasamente considerada.

Un objetivo general de este ensayo es aportar al conocimiento de estos procesos


históricos desde el ángulo de la especificidad regional y urbana que ubica dicha
dimensión temporal en el marco de un territorio, cuyas transformaciones tomamos como
el objeto de conocimiento concreto, capaz de mostrar en el rasgo de su dinámica interna
el testimonio de procesos económicos y sociales preñados de avances, retrocesos, logros
y frustraciones, en el devenir de aquello que entendemos por progreso y por cultura, y
esencialmente por constitución de una personalidad histórica, que imprima a aquél
referente tan abstracto, como es el proceso del desarrollo capitalista, un sello más propio
y original, permitiéndonos al mismo tiempo: por una parte, no caer en las peligrosas
generalizaciones con que las ciencias sociales desde posiciones marxistas o
funcionalistas califican la realidad boliviana y latinoamericana; y por otra, redescubrir
una realidad histórica regional y urbana distinta a las simplificaciones de la
historiografía oficial, mostrando que el desarrollo de nuestra sociedad regional no se ha
plasmado linealmente y en forma mecánica de acuerdo a ciertos estereotipos
sociológicos en boga, sino conservando particularidades y complejidades en un juego
dialéctico de contradicciones igualmente creativas en su particularidad.

Ahora bien: ¿Por qué una historia urbana? En el mundo actual las civilizaciones más
avanzadas, así como las formaciones sociales menos desarrolladas, irrefrenablemente
siguen un curso histórico, que va desde el ancestral universo rural a las más sofisticadas
formas de aglomeración humana, en un proceso que va de la aldea campesina a la gran
metrópoli. En este contexto el conocimiento de nuestra realidad urbana, su origen,
historia y porvenir, dejan de ser meras preocupaciones académicas para constituir una
cuestión profundamente articulada con nuestro destino. En forma creciente, el desarrollo
regional y sus obstáculos tienen que ver con la influencia positiva o negativa de las
grandes urbes: fenómenos como los desequilibrios demográficos, la destrucción del
medio ambiente natural, la destrucción de los recursos naturales, el deteriora acelerado
de la salud, u otros, como los veloces procesos de concentración de riqueza y poder, al
lado de similares tendencias opuestas de pobreza e insatisfacción social, tienen por
escenario nuestras ciudades y sus expresiones anárquicas de transformación y
expansión. Por ello la historia de la ciudad, creemos que llena un vacío en el
conocimiento de nuestra realidad y en la reflexión sobre nuestro propio futuro.

Conocer nuestra historia urbana, es algo más profundo que la simplicidad de un


episodio fundacional y sus consecuencias formales posteriores; es adentrarnos en el
análisis de clases sociales actuando en una dimensión material que propicia la
transformación de un escenario natural en un soporte físico de instituciones sociales,
cuyo producto resultante marca el testimonio real y no abstracto de la coherencia o
incapacidad histórica de un bloque social concreto, para hacer avanzar la sociedad
regional, o como se verá a lo largo de! trabajo, de repetir una y otra vez viejos errores,
pero siempre cargados de consecuencias cada vez mayores.
5
En concreto, el libro que tiene en sus manos el lector, es el resultado de una minuciosa
investigación que ha pretendido profundizar en el antecedente histórico de la ciudad de
Cochabamba, vista desde el ángulo de su proceso socio-espacial en un periodo concreto
que abarca desde su fundación hasta 1950. La obra contiene tres partes: la Primera Parte
abarca el periodo colonial que incluye una explicación del proceso fundacional de la
ciudad, su articulación a la economía potosina., su consolidación como una modestísima
aldea y los efectos de la primera gran crisis regional motivada por la decadencia de la
minería de la plata.

La Segunda Parte, que corresponde al Siglo XIX, inicialmente desarrolla de un breve


examen de los efectos que sobre la organización territorial colonial, tuvo la
segmentación de los Virreinatos de Buenos Aires y Lima, y la constitución sobre dichos
territorios, de tres repúblicas independientes; para avanzar luego, hacia una
caracterización de la dinámica regional y concluir en un análisis más pormenorizado del
proceso urbano que muestra la aldea republicana, intentando explicar el significado de
aquellos factores que gravitaron sobre la prolongada inmovilidad que caracterizó la
realidad de una sociedad contradictoria y apegada a la tradición colonial, cuya
atmósfera ideológica no dejó de impregnar la lenta evolución de la ciudad en este
periodo.

La Tercera parte, que es la más ampliamente tratada., abarca hasta la primera mitad del
Siglo XX. En esta parte se desarrolla un análisis más pormenorizado de los factores,
tanto internos como externos, que nos conducen a! antecedente de la Cochabamba
actual, incluyendo el tratamiento de temas como la influencia de las innovaciones
tecnológicas en e! transporte terrestre, la situación de las artesanías y el desarrollo
industrial, la realización de las grandes obras públicas urbanas, la dinámica poblacional,
e! comercio y la banca; además de un análisis sobre la base económica que permitió la
transformación de la aldea en ciudad, es decir el mercado urbano de la chicha, para
finalmente abordar la cuestión de !a vivienda y los antecedentes y propuestas de la
planificación urbana, mostrando las características del contenido económico, social y
espacial en el que finalmente se impuso !a. ideología del progreso y la modernidad que
transforman la aldea colonial en una ciudad en plena expansión.

El estudio realizado originalmente formó parte dé un perfil de investigación histórica


llevado. a cabo en conjunto por el Instituto de Estudios Sociales y Económicos (IESE) y
el Instituto de Investigaciones de Arquitectura (IIA) a partir de 1985, y cuyos resultados
se publicaron en la prensa en 1986, y se sintetizaron en el Informe de Investigación
titulado: Región, Mercado y Conflicto Social - El Proceso histórico de la constitución
de Cochabamba como región: 1825-1952 (IESE-IIA, 1986).

La presente investigación se realizó en su Primera Parte sobre el estudio analítico de las


referencias bibliográficas citadas. En cambio, la. Segunda y Tercera Partes exigieron un
agotador trabajo de hemeroteca y estudio de innumerables documentos de entidades
estatales y municipales, y extensos paseos por la ciudad. Como parte del programa de
investigación IESE-IIA, se visitó el Archivo Nacional de Bolivia, con sede en Sucre y,
se logró La valiosa colaboración del Lic. Álvaro Moscoso para acceder a parte de los
materiales de la Biblioteca del Gral. Carlos Blanco Galindo; Por ultimo, se desarrollo:
un prolongado estudio de hemeroteca en La Biblioteca Municipal de Cochabamba, todo
lo cual nos llevó algo más de dos años de intensa labor en condiciones no siempre
6
adecuadas, una vez que en todo ese tiempo, nunca fue posible la dedicación exclusiva a
este trabajo.

Este libro, pese al esfuerzo desplegado, no habría pasado de ser un proyecto de


investigación inconcluso sin el concurso de CIDRE y de su director Lic. Álvaro
Moscoso Blanco, que nos alentó permanentemente. Asimismo se debe reconocer la
invalorable colaboración del Arq. Gustavo Knaudt que nos proporcionó valiosa
documentación, sin la cual, nuestra visión del proceso de planificación de la ciudad en
la década de 1940, hubiera sido muy incompleta, así como las fructíferas charlas con el
Arq. Ricardo Sánchez.

Igualmente, debo hacer mención a las invalorables opiniones y observaciones del Lic.
Gustavo Rodríguez, vertidas en charlas, conferencias académicas y diversos artículos y
documentos. Así como los aportes del Lic. Ricardo Azogue. Con ambos compartí
momentos de reflexión, fructíferos trajines, no pocas adversidades y muchas
satisfacciones. Sus puntos de vista no siempre convergentes con nuestras opiniones
tuvieron la virtud de contribuir a la maduración de nuestra visión sobre el proceso
histórico regional y su articulación con el proceso urbano. Sin embargo cabe aclarar que
este trabajo no refleja necesariamente el pensamiento de los citados investigadores, y las
ideas, sugerencias, análisis y conclusiones a los que se llegan son de exclusiva
responsabilidad del autor.

Además se debe mencionar la colaboración del Arq. Freddy Surriabre, los ayudantes del
Instituto de Investigaciones de Arquitectura: Gilda Udaeta, Gonzalo Rojas, José Luís
GumieL y Ramiro Corrales, así como la Sra. Ninfa Noriega de Campero, que me
ayudaron con el trabajo de hemeroteca, así como la inapreciable profesionalidad y
paciencia de La Sra. Patricia Arrázola Z., que transcribió los originales. Expresar, por
último, nuestro agradecimiento a todas aquellas personas que nos colaboraron directa o
indirectamente para culminar esta investigación.

Este trabajo, finalmente pretende ser más un texto referencial para estudiantes
universitarios e investigadores que deseen profundizar en el antecedente histórico de
nuestra ciudad, así como una obra de consulta para un amplio público deseoso de
interpelar el pasado para proyectar un mejor futuro para la comunidad. Por estas
razones, hemos tomado el cuidado de proporcionar las fuentes de información
consultadas, realizar ampliaciones de concepto y descripción de hechos en numerosos
pies de página, elaborar cuadros estadísticos y gráficos para ampliar la comprensión y
explicación de las cuestiones abordadas
H.S.
Cochabamba, octubre de 1988
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Introducción a la Segunda Edición

En 1990 salio a luz este ensayo histórico, que se propuso mostrar la interacción en el
tiempo y en el espacio, de actores sociales, procesos económicos y territorio, como una
manera de explicar y comprender mejor los fundamentos históricos sobre los que reposa
la sociedad cochabambina del presente.

Este objetivo inicial, la reconstrucción del pasado, es decir, el repaso del largo camino
recorrido por la formación valluna para aportar a una comprensión más aguda y
adecuada de los dramas que caracterizan la realidad de los tiempos actuales, parece ser
todavía más pertinente hoy, cuando transcurre la primera mitad de la primera década del
Siglo XXI, que cuando se iniciaba la última década del siglo XX.

Gran parte de las aspiraciones de progreso que se tejían con mucha esperanza e ilusión a
inicios del pasado siglo, todavía son cuestiones no resueltas. Es más, el giro dramático
de los acontecimientos que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo anterior, han
modificado profundamente el rol histórico que había caracterizado el valle central de
Cochabamba y en general, al conjunto de esa referencia socio-geográfica a la que
aludimos, cuando hablamos de la “región de Cochabamba”. En efecto, la despensa o el
granero que hizo posible la expansión Inca hacia el Sur del continente; las prodigiosas
cosechas maiceras y trigueras que alimentaron a mineros y mitayos en Potosí; las arrias
de esforzados productores y comerciantes cochabambinos que transitando el escarpado
territorio andino, hacían llegar a los puertos del Pacífico, a los centros mineros y a las
principales ciudades de la meseta andina, los insumos vitales para hacer llevadera la
vida en esa poco hospitalaria y extensa geografía; han cedido paso a procesos distintos,
y a primera vista, profundamente contradictorios.

En este sentido, la reconstrucción del pasado, la revalorización de una memoria


histórica aparentemente diluida por el devenir de acontecimientos incontrolables, que
han convertido a los cochabambinos en una suerte de víctimas de los caprichosos juegos
del destino, exige una vez más, acudir a la comprensión del antecedente histórico, para
debilitar y, si se quiere, exorcizar el devenir corrosivo de los acontecimientos presentes,
para enfrentarlos, tejiendo solidaridades que nos remitan a nuestros orígenes criollo-
mestizos comunes, y que nos permitan reafirmar identidades que se nutren de
tradiciones remotas, de tal manera, que el gran prestigio y la fuerte gravitación que tuvo
Cochabamba en el pasado para sustentar la viabilidad de Bolivia, se convierta en el
firme respaldo para sustentar la reivindicaciones y las aspiraciones actuales.

Sin embargo, como podrá comprobar el lector, el principal mensaje del texto que tiene
entre sus manos, es mostrar que el pasado, no es solo memoria o conciencia histórica,
sino un proceso real, un factor cargado de consecuencias, capaz de determinar el tiempo
presente. Al revés de la muy extendida idea, de que los acontecimientos del pasado
toman forma, según los intereses de los actores del día de hoy; consideramos que la
historia, comprendida como la interacción inicialmente anotada, es capaz de modelar las
fuerzas que operan sobre el presente y el futuro desde atrás, con toda la fuerza de la
identidad histórica en que, finalmente se fundan las identidades que se reconocen como
pertenecientes a un devenir en que se articulan pasado, presente y futuro.

En el extenso arco de tiempo que abarca la obra (1550-1950), se intenta mostrar en


forma sistemática, que la afortunada fertilidad de los valles centrales de Cochabamba,
8
permitieron el despliegue de modos de producción, difíciles de encasillar en las
categorías universales de la doctrinas marxista, pero cuya riqueza de alternativas,
conflictos y armonías, donde la relación entre tierra, estructuras sociales y mercados,
resultó crucial, componen un paisaje donde, tradición y modernidad se combinan, se
repelen, se vuelven a combinar, y finalmente construyen una sociedad original, que sin
abandonar del todo sus herencias oligárquicas, se reconoce permeable y llena de
oportunidades, para los de abajo, aunque esto sea más una ilusión que una realidad.

En fin, mucho de lo que formalmente se suele decir en una introducción, ya fue objeto
de tratamiento en oportunidad de la primera edición de este libro. Sin embargo, cabe
advertir, que no se trata de una simple reimpresión. En efecto el conjunto del texto ha
sido revisado, partes han sido reestructuradas y algunas reelaboradas, intentando superar
la multitud de errores de imprenta que hacían, reconozco insufrible, la lectura fluida del
primer texto. Sin embargo, se ha deseado respetar la estructura originalmente concebida,
por ello, no se han introducido nuevas consideraciones o reflexiones que se hicieran eco
de los aportes de meritorios investigadores que han trabajado sobre temas vinculados a
este libro en los últimos años, en la medida en que los mismos, lejos de contradecir los
puntos de vista que hemos manejado, los confirman y enriquecen.

Por último, la infaltable anécdota: los originales de este libro, casi 500 páginas
transcritas en una vetusta computadora a lo largo de 1987 y 1988, naturalmente no son
más compatibles con el lenguaje de las computadoras actuales y finalmente se
perdieron. Por si fuera poco, el archivo con los cuadros estadísticos también se
perdieron, por lo que hubo que volver a elaborar más de un centenar de los mismos.
Este infortunado hecho, se transformó en una suerte de barrera que impidió durante
mucho tiempo pensar en una segunda edición. Sin embargo, los avances tecnológicos de
la última década hicieron posible digitalizar nuevamente fotocopias del texto original,
ciertamente no muy nítidas, lo que convirtió este cometido en un trabajo arduo que nos
llevó algo más un par de años, obviamente de labor no continua, pues la naturaleza
tediosa de este procedimiento, tuvo necesariamente que ser alternado con periodos
dedicados a actividades más terrenales que impone la dura tarea de vivir y sobrevivir
todos los días

Cochabamba, enero de 2021


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PARTE 1
COCHABAMBA EN LOS SIGLOS
XVI A XVIII
10
Capítulo 1
Antecedentes de la fundación de la Villa de Oropeza.

La crónica histórica convencional, en lo que se refiere a los orígenes de la Villa de


Oropeza ha desarrollado una interesante polémica sobre el detalle y los protagonistas de
su fundación, pero muy poco se ha referido a las verdaderas causas económicas y
políticas que determinaron que el Virrey Toledo instruyera la fundación de la Villa, ni el
proceso de constitución del espacio colonial en que se inscribe el origen de la ciudad de
Cochabamba. Salvo los aportes de Brooke Larson, la historiografía oficial de la
Cochabamba Colonial, abunda más en el detalle y la anécdota que privilegia con
insistencia monótona, los factores climáticos y de fertilidad de la tierra de este Valle,
como los elementos que pueden explicar el origen de su concentración urbana. Sin
negar la importancia de estos factores, intentaremos explicar el origen de la Villa de
Oropeza desde otro ángulo, que se ubica en un proceso más amplio de organización de
la economía minera y de ordenación de los espacios subregionales dentro de un sistema,
cuya razón principal fue sustentar el primer aspecto citado.

Lo determinante en la organización espacial de la economía colonial fue la producción


minera. Sin embargo, aquí debemos establecer una salvedad a este respecto: la sed de
oro y plata que condujo a los conquistadores españoles a hazañas increíbles para
apoderarse de estos metales, también sirvió para llenar las arcas de la monarquía
española y en forma indirecta fortalecer el naciente capitalismo mercantil europeo en el
siglo XVI. Esta cuestión ampliamente conocida y debatida, puso en relieve la
gravitación de los factores externos en la modelación de las formaciones sociales
latinoamericanas, y a partir de ello, ha ocupado un amplio espacio en el esfuerzo de los
historiadores, para explicar como la minería de la plata, al insertarse en los circuitos
mercantiles de la economía mundial, estimuló el atraso y la postración de las colonias,
en el contexto de una relación desigual y asimétrica centro – periferia, ampliamente
favorable a la metrópoli hispana y a los banqueros florentinos y holandeses, situación
que habría aportado significativamente al desarrollo del capitalismo europeo, pero que a
su vez, habría generado subdesarrollo en los países latinoamericanos1.

Estas concepciones presentes en diversos autores, consideramos que conducen a


apreciaciones inexactas sobre la naturaleza del sistema colonial, al pasar por alto los
procesos internos que lo constituyen y que inducen a “mirar desde afuera” el fenómeno
estudiado, lo que lleva por ejemplo, a considerar la minería potosina como un “enclave”
en medio de un mundo andino atrasado, segmentado y escasamente articulado a las
corrientes transformadoras de la economía mercantil europea. Desde este punto de vista,
resultaría difícil explicar el origen de la Villa de Oropeza. Sin embargo si modificamos
el ángulo del análisis y partimos del concepto, de que si la minería potosina, fue la
columna vertebral ordenadora de la economía colonial de Charcas y de todo el
Virreinato del Perú, no puede ser concebida como "enclave", sino como articuladora de
un amplio conjunto de factores internos que organizaron una estrecha trama de
interrelaciones entre las partes constitutivas, creando en el interior de cada espacio
geográfico concreto una división y una especialización regional del trabajo, que a su vez
organizó un mercado interno, en función del cual se estructuró un sistema de
intercambios que permitió a cada región, desarrollar sus fuerzas productivas con
intensidad diversa, permitiéndole, desarrollar al mismo tiempo, soportes materiales
1
Estas ideas, ampliamente difundidas en las década de 1960-70, por autores como Gunder Frank (1973 y
1985), Emmanuel Wallenstein (1979) y otros, inspiraron la llamada Teoría de la Dependencia.
11
(núcleos urbanos, vías de comunicación, obras de riego, introducción de nuevos cultivos
y técnicas agrícolas y pecuarias, etc.), y en función de esta doble instancia, acelerar el
crecimiento económico de cada subregión, pero al mismo tiempo aportando a la
consolidación del polo de desarrollo minero, pues de dicha consolidación, dependía
también el bienestar económico de cada parte del conjunto regional2.

Tomando como marco de referencia la premisa anterior, intentaremos encuadrar y


describir las razones que favorecieron, desde las primeras épocas de la presencia
española en estos valles, el que esta subregión encontrara su vocación agrícola cerealera
y que el rápido crecimiento de esta economía articulada a un mercado regional-minero
en expansión, determinaran finalmente la propia fundación de la Villa de Oropeza,
como parte de un proceso más amplio de constitución y consolidación del sistema
colonial en el reino del Perú y más específicamente en el espacio charqueño.

Los hechos que culminaron con la ocupación del Perú, el ingreso al Cuzco y la captura
y muerte del último Inca a manos de Francisco Pizarro y sus compañeros, fue
inicialmente una empresa de aventura que partió de Panamá, una suerte de marcha ciega
hacia el desconocido Sur, pero que comenzó a tomar forma concreta de expedición de
conquista, al comprobarse que el reino del Perú, era sinónimo del tipo de riquezas que
ansiaba el conquistador, lo que le alentó a avanzar hacia la altiplanicie andina. La
realidad de lo atesorado y el indicio de mayores riquezas, dividió tempranamente a los
conquistadores, lo que determinó que en 1534, el imperio recientemente conquistado se
fraccionara en la gobernación de Nueva Castilla que le correspondió a Pizarro y la de
Nueva Toledo, a su lugarteniente Diego de Almagro. En 1535, este último encabezó una
expedición, cuyo objetivo fue conquistar Chile, y el recorrido que realizó la misma por
el Altiplano Andino, vino a constituir "la primera presencia europea en Charcas”
(Barnadas, 1973:32) A partir de este hecho, aparentemente poco importante, se
sucedieron una serie de acontecimientos que determinaron lo que Joseph Barnadas
llama el poblamiento de “Charcas nuclear "3, a cargo del Reino de Nueva Castilla que
desplazó al de Nueva Toledo. La rivalidad latente entre Pizarro y Almagro, culminó en
luchas intestinas y la ejecución de este último, lo que permitió a Pizarro organizar una
expedición en 1538, a órdenes de su hermano Hernando "para que saliera a pacificar
las poblaciones que encontrara, desde el río Desaguadero, hasta los Charcas"
(Barnadas, 1973:34).

Dicha expedición, que llegó al lago Titikaka, y alcanzó el altiplano, librando


escaramuzas con los aborígenes, avanzó hasta la cordillera oriental y continuó bajo el
mando de Gonzalo Pizarro, quien luego de nuevas peripecias que demandaron la
presencia de su hermano Hernando, llegó al centro minero de Purku (Porko) ya
explotado en el incario. Este hecho, animó a los conquistadores a fundar una villa que
protegiera dicho yacimiento, escogiéndose para este efecto, un valle donde se
encontraba la aldea Charcas de Chukichaka. Esta villa llamada La Plata o Chuquisaca,
se constituyó en la avanzada para la consolidación del nuevo espacio de dominación.
Entre 1538 y 1545, dicho yacimiento minero y además, los de Chocaya, Colquechaca,
2
Esta hipótesis fue ampliamente corroborada por estudiosos como Sempat Assadouian (1982) que
demostraron que la minería de Charcas no sólo hizo posible el crecimiento económico del Viejo Mundo.
Sino que convirtió el espacio andino y las regiones conexas en una unidad autosuficiente e
interrelacionada que introdujo innovaciones para la formación y ampliación de un sistema mercantil
altamente dinámico.
3
De acuerdo a Barnadas, “Charcas nuclear” es el territorio enlazado por La Paz, Potosí, La Plata, Tarija y
Cochabamba.
12
Berengüela y otros, tomaron creciente importancia, y la región se fue poblando
paulatinamente. En 1545 finalmente, el portentoso Cerro Rico ofreció sus
inconmensurables riquezas y, lo que fue un proceso paulatino de asentamientos
humanos, derivó en un verdadero éxodo de mineros de Chuquisaca y Porco hacia tan
preciado hallazgo. El resultado fue Potosí, villa no ordenada ni fundada por ninguna
autoridad hispana, pero sí por centenares de aventureros y empresarios mineros atraídos
por el brillo de la plata que consolidaron su espacio urbano “dentro de la más delirante
anarquía urbanística” (Barnadas, 1973:37).

La riqueza potosina cambió la fisonomía del anterior proceso de asentamiento


hispánico, de características costeras. El nuevo centro minero, desde un primer
momento, experimentó un espectacular crecimiento demográfico que planteaba
cuestiones trascendentales para la futura organización del espacio subordinado a la
minería de la plata: por una parte, la organización de una gran concentración humana
en un sitio inhóspito y por tanto incapacitado de generar sus propios recursos de
subsistencia, y por otra, la constatación de la enorme distancia que separaba el único
núcleo jurídicamente reconocido, que era La Plata, en cuya vecindad se encontraban dos
yacimientos argentíferos: “uno decadente (Purku o Porco) y otro avasallador (Potosí)”
(Barnadas, 1973:38), del centro político limeño. En realidad la presencia hispana en el
Kollasuyo, se reducía a un pequeño ámbito puntual, muy alejado de las costas del
Pacífico y del asiento constituido como el centro poder colonial. Estos dos aspectos
definían la extrema vulnerabilidad inicial del yacimiento minero, agravada por la lucha
intestina entre las huestes de los conquistadores.

Tales circunstancias ilustran las condicionas bajo las cuales se reformuló la política de
dominación hispana en el Alto Perú. Ya no se trataba de ampliar territorios y fundar
villas de avanzada para consolidar nuevas fronteras en .la búsqueda incansable de
riqueza, pues la riqueza era Potosí. Ahora se trataba de organizar el territorio en dos
líneas estratégicas: en primer término, garantizar la vinculación entre El Callao, como
puerto exportador de la plata, Lima como centro del nuevo poder colonial y Potosí
como el gran proveedor de riqueza para las arcas del imperio español. En segundo
término, subordinar el desarrollo de las regiones circundantes al emporio minero, para
satisfacer las necesidades de éste, tanto en lo que hace al reclutamiento de fuerza de
trabajo, como en lo que se refiere a la provisión de alimentos y de todo tipo de insumos,
a partir de lo cual se organizaran redes de intercambio que abarcaran hasta la propia
metrópoli4. (Ver Mapa 1).

4
“Era pues, la Villa Imperial de Potosí –anota Assadourian (obra citada)- uno de los principales mercados de
consumo de América y la venta de mercancías dejaba tales márgenes de ganancia, que muchos envanecidos
españoles no desdeñaron, a pesar de que la actividad de mercaderes y tratantes era considerada impropia de
los arrogantes caballeros. La feria de Potosí fue muy famosa desde muy temprano y a ella llegaban productos
desde todas partes del mundo” (Assadourian, 1987:137). En dicha feria se encontraba: “Sedas de todas clases
y géneros, tejidos de Granada, medias y espadas de Toledo, ropa de otras partes de España; hierro de
Vizcaya, rico lino del Portugal; tejidos bordados de seda, de oro y de plata y, sombreros de castor de Francia;
tapicerías, espejos, escritorios finamente trabajados, bordados y mercancías de Flandes, espadas y otros
objetos de acero de Alemania, papel de Génova, sedas de Calabria, medias y tejidos de Nápoles, rasos de
Florencia; ropa, bordados y tejidos finos de Toscania, puntas de oro y plata y ropa fina de Milán, pintura y
láminas sagradas de Roma; sombreros y tejidos de lana de Inglaterra, cristales de Venecia, cera blanca de
Chipre, Creta y la costa mediterránea de África; grana, marfil, cristales y piedras preciosas de la India;
diamantes de Ceilán, aromas de Arabia, alfombras de Persia, El Cairo y Turquía; todo género de especies de
Malaya y Goa; cochinillas, cacao, vainilla y maderas preciosas de la Nueva España y de las Indias
Occidentales; perlas de Panamá, ricos paños de Quito, Riobamba, Cusco y otras provincias de las Indias,
diversas materias primas de Tucumán, Cochabamba y Santa Cruz” (Prologo y notas de Lewis Hanke en
Relación general de la Villa Imperial de Potosí de Luís Capoche, Madrid, 1959, citado por Assadourian,
13
A partir de lo anterior, desde sus inicios, dos centros se disputarán las ventajas del
comercio potosino, uno de ellos, Lima que reafirmará su hegemonía, al lograr integrar
Potosí a su jurisdicción, y el otro, Buenos Aires en las orillas del Atlántico, que
fortaleció su porvenir de puerto de primera importancia, por sus vínculos comerciales
con el Alto Perú, aun cuando estos, no estén inicialmente reconocidos por la legislación
hispana. En estos términos se establecieron las condiciones para la formación de una
“red urbana colonial” que giró en torno a Potosí, y cuyo eje central, articuló la región
Cordillerana de Charcas con Lima y Buenos Aires (Rivera y Flores 1982).

En 1557 se creó la Real Audiencia de Charcas, esta medida fue impulsada por varias
razones: consolidar un territorio en términos de gestión administrativa dado que la
distante Lima no podía cumplir con eficiencia estas funciones, definir una estrategia
político-militar para la seguridad potosina, "que es la llave de todo el Perú" (Barnadas,
1973:514), además, agilizar los tramites que demanda la actividad minera, reforzar la
capacidad militar y dotar de una necesaria autonomía decisional al ámbito donde
operaba el centro nervioso de la economía colonial. Las posteriores fundaciones de
Cochabamba. Tarija, Santa Cruz y Oruro, irán a reforzar la solvencia de la Audiencia en
diversos aspectos relacionados a los objetivos perseguidos con su creación.

En cuanto a la organización interna del territorio de la Audiencia y sus zonas vecinas, en


función de consolidar y dar estabilidad al centro minero; conviene señalar, que este
proceso se inició con la conformación de una estructura agraria colonial entre fines de
siglo XVI y principios del XVII. Según Assadourian entre 1530 y 1550, es decir,
inmediatamente después de la caída del imperio incaico, se produjo "la ruptura tajante
de la estructura y dinámica demográfica de la sociedad indígena", es decir. "Se
produce el derrumbe de la población indígena", de tal suerte que hacia 1550 dicha
población se redujo a la mitad o a un tercio de la población de 1525-1530 5. Según dicho
autor, este desplome poblacional ocasionó un fuerte retroceso del espacio agrícola y el
retorno a sistemas de cultivó más extensivos que intensivos, es decir, la tendencia hacia
una regresión en las técnicas agrícolas, por el abandono y deterioro de los canales de
riego entre distintos pisos ecológicos y la pérdida de extensas áreas de cultivo intensivo
beneficiadas por sistemas de riego apoyados, en audaces avances de la ingeniería
hidráulica inca. (Assadourian, 1982:293-294). Sobre este antecedente, entre 1550 y
1575, se desarrolló la fase de subordinación formal del sistema productivo primitivo a la
economía colonial, caracterizada por el orden normativo que el Estado colonial
imprimió al sistema de la encomienda, orden que intentó en principio introducir la renta
de productos, eliminando el servicio personal (renta en trabajo) (Assadourian,
1982:295), aunque luego, en función de los niveles prohibitivos del tributo, se extendió
ampliamente la renta en trabajo o mita.

Los primeros ensayos de racionalización de la producción minera, cuya tecnología de


fundición no sobrepasaba en ese momento el procedimiento de las “huayras” 6, permitió

1982)... “El Potosí de Capoche de 1585 es una ciudad cosmopolita, india sobre todo, blanca en lo alto, lujo,
juego, prostitutas, refinamiento en las clases altas, aprovisionada en parte por las interminables caravanas
que convergen hacia su desierto” (Chaunu, Seville et l’Atlantique 1504-1650, 1955, citado por Larson, 1992).
5
Nicolás Sanchez Albornoz (2014) analiza en forma pormenorizda el impacto letal de la conquista sobre
la estructura demográfica de la población aborigen de América en términos de lo que el autor denomina
“el derrumbe de la población indígena”.
6
Método de fundición primitivo utilizando pequeños y rudimentarios braceros, que aprovechan las corrientes
de viento (huayras) para mantener constante la intensidad de combustión de la paja brava que utilizan como
combustible.
14
a los indígenas controlar el proceso de producción y fundición, y lograr buenos
resultados en tanto la plata era recogida de vetas superficiales. Al afianzarse este
sistema inicial de explotación, se dieron las condiciones de conformación del espacio
colonial andino, lo que a su vez, dio lugar a la formación de un sistema mercantil, donde
el mercado minero potosino, surgió ya como región dominante, en torno a la que se
articularon las subregiones próximas y lejanas que integraron el ámbito espacial
inicialmente mencionado. Esta condición se reforzó todavía más, con el fortalecimiento
del eje estratégico Potosí-Lima, a través de la fundación de la ciudad de Nuestra Señora
de La Paz. en 1548, en el Valle de Chuquiago, región ya conocida por los españoles
desde la expedición de Almagro en 1535, y Pizarro en 1538, que consideraron esta
región por su unidad geográfica, económica y cultural, su población densa, su
agricultura y ganadería, como apropiada para dotar de tierras a nuevos contingentes de
encomenderos. Posteriormente las guerras de Almagro (1538-39) y las de Pizarro
(1544-48), determinaron en el ámbito militar la existencia de: “una llave de Charcas,
cuyo dominio definía muy eficazmente la del resto del territorio Charqueño: el
Desaguadero y más en general, todo el Kollasuyu, eran paso obligado para las
comunicaciones entre Potosí y Lima (y España)” (Barnadas 1973:39). Esta fundación,
por otra parte, vendría a fijar “el límite entre la conquista y el coloniaje: entre el Perú
campamento y el Perú Gobierno. Entre el Perú regido por conquistadores que habían
de adquirir dominios y aquellos que debían conservarlos. (Peñaloza 1981:253).

En la década de 1570 a 1579, marcada por la presencia del genial organizador y


administrador del sistema colonial, el Virrey Francisco de Toledo, se iniciaron procesos
decisivos para la consolidación de este sistema y que influirán en forma determinante en
la fundación de la Villa de Oropeza.

Los procesos tecnológicos aplicados a la extracción de la plata entre 1545 y 1572,


determinaron que, inicialmente la explotación minera, se apoyara en la extracción del
mineral de vetas superficiales de elevada pureza, y que apenas requerían del primitivo
método indígena de fundición de las “huayras”. Sin embargo hacia 1560, este método
rudimentario, se tornó obsoleto, en la medida que las ricas vetas de superficie se
agotaron y descendió la pureza del mineral. Esta situación, que amenazó la producción
minera; se resolvió con el empleo de sistemas de amalgamación o de tratamiento con
mercurio a partir de 1572, aplicación que se vio favorecida por el descubrimiento de las
minas de mercurio de Huancavelica (Perú)7.

Este nuevo sistema de refinación de la plata, permitió la expansión y el auge de la


minería potosina, la misma que trascendió a todo el espacio andino y rebasó sus límites.
Pero, esta renovada expansión, no sólo fue el resultado de una oportuna renovación
tecnológica, sino del empleo de un mayor volumen de fuerza laboral, con el
consiguiente estímulo a la tendencia del centro minero, a una mayor expansión urbana y
demográfica8, la misma que pasó a depender, cada vez en mayor medida, de un
crecimiento agrícola y pecuario sostenido, que exigía, por una parte, la inclusión de
nuevas tierras y la anexión de tierras de indios al modelo hispano de desarrollo
agropecuario (expansión de la encomienda, las chácaras9 y las haciendas); y por otra, la
7
Una detallada descripción de la emergencia de Huancavelica como proveedora de mercurio a Potosí se
puede encontrar en Contreras (1982).
8
En 1572, Potosí contaba con 120.000 habitantes (Schoop, 1981:109)
9
No se ha logrado encontrar una definición satisfactoria para este tipo de unidad agraria hispana, sin
embargo varios autores la homologan con propiedades rurales de tamaño mediano (fincas) o con huertos
suburbanos.
15
intensificación del reclutamiento y movilización de mayores volúmenes de fuerza de
trabajo disciplinada a través de la inflexible aplicación de la mita y la reducción de
indios.

La reestructuración de la minería y del conjunto del aparato productivo colonial,


dirigido a apuntalar la explotación de la plata, impulsada por las medidas que introdujo
el Virrey Toledo, permitieron consolidar la maquinaria del Estado colonial, en una de
las regiones más hostiles y remotas del Virreinato del Perú, reordenando la economía
colonial en torno a las necesidades de Potosí; a partir de ello, podemos comprender las
razones que asistieron al propio Virrey, para instruir la fundación de la Villa de Oropeza
en 1571 y refrendarla en 1574, y en cuyo honor, tomó la citada denominación 10.
Cochabamba, nació por tanto, como parte de un proceso de expansión agrícola,
inducido por la expansión de la minería potosina, proceso que además permitió
consolidar un asentamiento hispano de tipo agrario en los Valles Centrales. La cuestión
concreta que vino a resolver la fundación de la ciudad, se refería a que: “las feraces
chácaras cerealeras constituían una red carente de un núcleo urbano capaz de
garantizar la producción y sus intereses" (Barnadas, 1973:42). Lo importante es
destacar que el Valle de Cochabamba, aun antes de la fundación de la Villa de Oropeza,
articuló su destino al mercado potosino, de tal suerte que el creciente auge minero y la
vocación cerealera de estos valles, que estaban a la altura de las necesidades de la
populosa urbe, determinaron la fundación de la ciudad, y explican el rol que jugó,
dentro del circuito de la minería de la plata.

10
El Virrey Toledo era descendiente de los Condes de Oropeza.
16
Capítulo 2
Los primeros tiempos de la Villa de Oropeza: del auge cerealero a la decadencia de
Potosí.

Los españoles que a fines de 1540 se establecieron en La Plata y en los yacimientos


mineros próximos, dirigieron su mirada hacia los valles templados de Tarija Chuquisaca
y Cochabamba, en busca de sitios próximos de aprovisionamiento, pues la puna
altiplánica entre 3.500 y 4.000 metros de altura, no posee condiciones para una
agricultura propia. Pronto estos valles, se vieron visitados por españoles, que no
encontrando sitio propicio en la minería, vieron en la posesión de tierras de valor
agrícola y la encomienda, una alternativa más llevadera, a sus afanes insaciables de
hacer fortuna. Después de la consolidación de Potosí como centro minero, esta
presencia hispana en los valles, inicialmente esporádica, se hizo más permanente y
asidua.

Los primeros españoles que llegaron a los valles de Cochabamba, lo hicieron en la


década de 1530, indudablemente atraídos por la fama de su excepcional producción
maicera que en tiempos prehispánicos le valieron la denominación de “Granero del
Inca” (Barnadas, 1983:14-24). Sin embargo los españoles, no sólo se sentían atraídos
por el maíz y otros frutos de la tierra valluna, sino porque aquí, encontraron condiciones
adecuadas para introducir nuevas prácticas agrícolas europeas y aclimatar nuevos
cultivos como el trigo, los frutales, los viñedos, las hortalizas, que pronto cubrieron
grandes extensiones y permitieron el surgimiento de chacras, huertos y haciendas de
gran productividad, lo que a su vez, se vio facilitado por las repercusiones que en el
Valle de Cochabamba, tuvo la caída del imperio incaico y la muerte del Inca, y que se
tradujo en la desintegración de las colonias de mitimaes, quedando hacia 1550, muchas
tierras agrícolas en completo abandono (Larson, 1982: 11).

En todo el Virreinato de Lima y otras regiones, los alimentos esenciales eran el trigo y
el maíz, pero incluso aquí, están presentes las diferencias sociales y culturales:

“el trigo se identifica con la dieta de los españoles, los indios y los negros
prefieren o están obligados a valerse del maíz. Por lo mismo, las cosechas de
maíz son cuantitativamente más voluminosas, mientras el trigo puede ocupar el
primer lugar a nivel de producción comercializada". (Assadourian, 1982:146).

En el caso de Cochabamba, el cultivo del maíz reportaba voluminosas cosechas, y otros


cereales como el trigo se adaptaron con éxito; de esta manera ambos alimentos básicos
para el conjunto de la sociedad colonial, pudieron ser incorporados al mercado minero,
y de hecho, además de “granero de maíz”, Cochabamba también se constituye en un
importante centro triguero. Esta conjunción indudablemente, fue lo que justificó y
definió la fundación de la Villa de Oropeza. En efecto, no se trataba ya, sólo de la
aptitud agrícola del valle y de sus atractivas condiciones climáticas, sino de la
convergencia de estos factores para responder comercialmente a la demanda de los
centros mineros. Veamos como, la sola demanda de Potosí, nos da una idea de la
magnitud de estos mercados:

Cifras de 1603 calculan para la Villa Imperial una importación anual de 50.000
fanegas de maíz y más de 90.000 fanegas de trigo. Zonas como Tomina y
Yamparaez de mediana importancia, son oscurecidas por la trascendencia de la
17
producción comercializada del Valle de Cochabamba y los aledaños de Sacaba
y Cliza, verdaderos graneros del Alto Perú, cuya especialización gratificaba a
los hacendados con gruesas rentas anuales” (Assadourian 1982:148).

Una crónica de principios del siglo XVII refrenda esta idea:

Cochabamba quiere decir tanto como valle cenagoso, porque todo está lleno
de ciénagas, si no son a las faldas de los cerros, que por una parte son muy
altos , en estas faldas se da mucho maíz y trigo y aun algunas, parras, frutas de
las nuestras toda (…) Es este valle es el sustento de Potosí: trigo, maíz, tocino,
manteca: hace 34 años se pobló un pueblo de españoles, el que va en mucho
aumento, cuyos vecinos, algunos son ricos de plata pero de ganados nuestros,
casi todos. (Lizarraga, 1928: 219-220, citado por Escobari de Querejazu,
1985:119).

En cuanto a los antecedentes del remoto pasado del Valle y el sitio de fundación, estos
se pierden en el terreno de las hipótesis arqueológicas, las leyendas y los supuestos
históricos11. Una de tantas crónicas que tomamos como referencia, sugiere que en
tiempos prehistóricos el Valle de Cochabamba fue el lecho de un gran lago, que los
primeros habitantes denominaron Kjota-Pankjara (en aymara) y Kjocha-Pampa (en
quechua), "cuyas aguas se evaporaron por el extremo Sudoeste, rompiendo el dique
natural de Pjutina, dando curso a los ríos que abrieron el estrecho o garganta por
donde hoy corren las aguas del río de Pjutina, cuyo origen tributario son los ríos
Tamborada y Rocha”. La tradición igualmente sugiere que en tiempos remotos el Valle
estuvo dominado por tribus belicosas de origen aymara, desalojados luego por los
quechuas:

Conquistando y reinando en estos territorios dos poderosos caciques Kjani y


Zapalla que se enfrascaron en prolongadas luchas intestinas. En este contexto,
los indios kanas (cuyo origen y presencia histórica no está aclarada), se
disputaron las tierras con los belicosos Kotas del Sudeste de Kjocha- Pampa,
ocupando éstos (los Kanas) la región central, la occidental y el Noroeste. que
aun se llama ahora mismo Kana-Rancho; en tanto que los Kotas formaron otro
pueblo de valerosos guerreros en la región de' Kara-Kota morando en torno a
la laguna del mismo nombre o de Alalay, al Sudeste de la actual ciudad de
Cochabamba, y en las comarcas de Kjota-Apachi y Eskilan (pueblos lacustres
totalmente desaparecidos)"12

Con referencia al primigenio paisaje de Kanata, diversos estudios sugieren que en el


remoto pasado constituyó: “un plano cenagoso y cubierto por espeso bosque (...) "Su
suelo constituye un interesante recuerdo de la Edad Cuaternaria siendo lecho de uno
de los grandes lagos desecados”, -al que ya hicimos referencia- (Urquidi, 1949:10--
11)...”Todo el plano de Kanata se hallaba cubierto de paludes (terreno palustre o
pantanoso), baños, baches y tremendales rodeados por la espesura de grandes bosques
de árboles gigantescos, cuya parte alta se hallaba en Kjala-Kjala, Keru-Keru, Kjala-

11
Una relación más completa sobre la realidad preincaíca de los valles se puede encontrar en Solares
(2011)
12
Juan J. Cadima: Aquello que fue Kanata donde se fundó la ciudad de Cochabamba en 1571, Los
Tiempos nº 4139, 02/01/1949).
18
Pampa. Kunti-Pampa. Sarkjo-Pampa, Tjupuraya y ArokJahua, tierras de las cuales
fueron dueños y señores los Kjari y Zapallå'. (Cadima: Artículo citado).

En cuanto al significado de la palabra “Kanata”, no existe un acuerdo y es objeto de


controversias. Al respecto Macedonio Urquidi anota: “De todos modos Kanata sería,
por la bondad de su clima y el encanto de su paisaje, la tierra del amor y de los
amantes" (Urquidi, 1949:11). Con respecto al origen de la palabra “Cochabamba”,
existe consenso de que esta sería el resultado de la deformación del quechua “Kjocha”,
charco, laguna, y “Pampa”, llanura o suelo, que por deficiente pronunciación en el
idioma español, se convirtió en el vocablo castellanizado con el que se identificó la
ciudad, la región y todo el departamento (Los Tiempos, nº 4139, 02/01/1949)13.

Antes de la fundación de la Villa, existían en el Valle ricos hacendados, como Garci


Ruiz de Orellana, en cuyas tierras se encontraba Kanata, Francisco de Orellana y
Francisco de Hinojosa; este último en una escritura pública de 1571, declaraba enviar
para su venta en Potosí “trescientos carneros de la tierra (llamas) cargados con harina
de maíz willcaparu" (Urquidi, 1949:112). En 1646 la Hacienda de Cala Cala de García
de Ávila Villavicencio obtenía por 1.590 costales de maíz y 869 fanegas de trigo la
suma de 19.000 pesos (Escobari de Querejazu, 1985:120). Finalmente Macedonio
Urquidi proporcionó la nómina de 425 españoles y mestizos que ocuparon el valle de
Cochabamba hacia 1571, y que de hecho, además de ser considerados primeros vecinos
de la Villa, fueron en su mayoría hacendados, que desde varias décadas atrás, y con
mucho éxito, desarrollaron, sus actividades en el valle (1949: 59-63).

Sobre el detalle mismo de la fundación, existe una larga polémica aun no resuelta
totalmente: según, el historiador tantas veces citado, Macedonio Urquidi, la verdadera
fundación fue realizada por Jerónimo de Osorio un 15 de agosto de 1571,
proporcionando en su conocida obra “El origen de la noble Villa de Oropeza” muchos
argumentos para probar esta afirmación. En contraposición, José Benito Guzmán afirmó
en su."Crónica de lo que fue y de lo que pudo ser la Villa de Oropeza' (1884), que la
verdadera y definitiva fundación fue llevada a cabo un 1º de enero de 1574, por
Sebastián Barba de Padilla.

Augusto Guzmán, citando a Garcilazo de la Vega, añade que ya hacia 1565 se realizó
una primera fundación de un poblado llamado San Pedro de Cerdeña, a cargo del
Capitán Luis Osorio, y estima que de ser cierto este hecho, el rústico caserío que
emergió en las faldas occidentales del Tatakirikiri, careció de protección oficial y se
"ahogó" en su insignificancia, “la única consecuencia de esta primitiva fundación
habrá sido el cambio de nombre del Cerro Tatakirikiri por el de San Pedro" (1972:81).
Considerando que sobre los aspectos anotados existen numerosos ensayos, y no siendo
nuestra intención perfeccionar el detalle fundacional de la Villa de Oropeza,
simplemente señalaremos que en 1540, llegó un primer grupo de españoles por mandato
del fundador de La Plata, Pedro de Anzures, y entre estos se encontraba Garci Ruiz de
Orellana (Alberto Montaño, Los Tiempos. 10/12/1969, citado por Guzmán 1972:79). En
los años posteriores el Valle de Cochabamba, fue objeto de una serie de transferencias
de tierras en favor de los encomenderos hispanos, a costa de las tierras de comunidad de
13
En todo caso, resulta inobjetable que el Valle Central, en otros tiempos tuvo características muy
diferentes a las actuales. Es posible inferir, que el curso actual del Río Rocha, no solo era diferente, sino
que su cauce, poco profundo, conjuntamente con el aporte de los riachuelos tributarios que descendían de
la cordillera, originaban frecuentes lagunas y bofedales, que constituían la característica que originó su
denominación, es decir, la existencia de una “pampa boscosa con lagunas”.
19
los mitimaes y otros pueblos, que se replegaron hacia las serranías. De esta forma, el
legendario pueblo de Canata vino a formar parte de la encomienda de Sipe Sipe, de la
que se favoreció Hernando Silva, vecino de La Plata:

Los conquistadores quieren casa, huerto y labranza. Garci Ruiz de Orellana,


Gonzalo Rodríguez Gaspar de Ocampo, Rodrigo de Orellana Francisco
Pizarro, (pariente del conquistador del Perú). Polo de Ondegardo. Francisco
de Orellana, fundan los primeros establecimientos y ocupan enormes haciendas
aniquilando por absorción el derecho de propiedad de los caciques colindantes.
Tras ellos llegan paulatinamente muchos otros españoles que se diseminan a lo
largo y a lo ancho de Qhocha Pampa y Cliza". (Guzmán. 1972:80).

En la primera década de esta ocupación española, el Valle fue cambiando su fisonomía,


las tupidas malezas que circundaban los riachuelos y “qhochas” fueron desbrozados por
los nativos asimilados por la encomienda para dar lugar, como ya se mencionó, a la
aparición de nuevos cultivos, como el trigo y las legumbres:

El áspero pan de maíz, es cambiado por el sabroso pan de trigo que fabrican en
los homos de las haciendas (...) las llamas traídas al Valle por los mitimaes y
pueblos Aymaras, desde tiempos remotos, son desplazadas por animales de
carga importados, es decir yeguas, mulos, jumentos, a ellos se añaden diversos
rumiantes como corderos, ovejas cabras toros, vacas, bueyes, a los que se
suman piaras de cerdos y diversas aves de corral (1972:80).

Los repartimientos, encomiendas y chacras proliferaron en todo el valle y regiones


aledañas, observemos algunos datos parciales:

CUADRO Nº 1: Encomiendas en los valles de Cochabamba

Nº de
Propiedad de españoles Localidad indios Producción

Repartimiento de Alonso Pérez


CastllIejo Tapacarí 800 1.500 fanegas de maíz y trigo
Sipe-Sipe 500 1.200 fanegas de maíz y trigo
Repartimiento de Francisco Negral Valle de Cochabamba 450 1.200 fanegas de maíz y trigo
100 costales de coca
Repartimiento de Alonso Camargo
Valle de Cochabamba 550 1.400 fanegas de maíz y trigo
50 costales de coca
Repartimiento de Gaspar de Orellana Mitad pueblo de Totora 500 1.500 costales de coca
Cochivilca
Repartimiento de Luís Perdomo 500 1.200 cestos de coca
500 fanegas de maíz
Repartimiento de Diego López Zúñiga
Fuente: Gabrie Rojas: “Relación de los repartimientos de Charcas” (Citado por Arze, 1969:241-242)14
Los principales repartimientos fueron:

 Garci Ruiz de Orellana: con el Repartimiento de Canata (donde se fundo la


ciudad), adquirida a los caciques de Sipe-Sipe. En compensación a la pérdida de
su heredad, ocupada por la Villa de Oropeza, Garci Ruiz recibió chacras en Cala
Cala.
 Polo de Ondegardo: era dueño de una encomienda en la zona del Pueblo Real

14
La coca seguramente provenía de los Yungas de Vandiola próximos a Totora, localidad que se convirtió en
un gran centro comercializador de este producto, cuyo excedente probablemente se reexportaba desde los valles
de Cochabamba a los centros mineros.
20
de Indios de El Paso, que también se lo conocía como pueblo de Ondegardo, con
600 tributarios e importantes existencias de ganado porcino.
 Francisco de Orellana: dueño de una encomienda en la zona del Pueblo Real de
Indios de Tiquipaya, que se llamó un tiempo pueblo de Orellana, incluyendo la
zona de Taqüiña.
 Andrés de Rivera y Pedro Velez de Guevara: dueños de propiedades en las
zonas de Huayllani y Chimboco, de donde fueron desalojados sus primitivos
ocupantes aborígenes.
 Francisco Gallegos: dueño de la Estancia Tamborada, el repartimiento de
Arocägua y una chacra en Challacollo, contaba con 16 yanaconas.
 Diego Mexia de Ovando: con chacras en Punata y Cala Cala (estas últimas
produjeron 170 fanegas de maíz en 1571).
 Gonzalo Myn: con chacras en Punata, Cliza y Sacaba donde cría ganado
porcino, cuenta con 200 cabezas de ganado vacuno y muchos potros, además de
150 carneros de la tierra (llamas). Posee un molino y casas en el Valle de
Cochabamba, que incluyen 1.000 cabezas de ovejas y cabras.

Es indudable que el Vallé de Cochabamba, al cabo de pocos años, se transformó en un


próspero espacio agrícola bajo moldes europeos, trasplantados por los nuevos
poseedores de la tierra. Según Barnadas (1973), de las cosechas cerealeras se obtuvieron
hasta un millón de pesos. Este auge, no sólo acentuó el poblamiento de la región, sino,
que incrementó su importancia en relación con otras regiones, especialmente Potosí. Las
bondades de su clima, la facilidad de irrigación y la existencia de mano de obra, que
encontraba una alternativa a la mita, adscribiéndose a las labores agrícolas en calidad de
yanaconas, fueron factores que sumados a la expansión del mercado minero,
garantizaron el crecimiento de la agricultura cochabambina y justificaron en los
primeros años de la década de 1570, la fundación de una villa de europeos, donde como
señalaba el Virrey Toledo “las personas que residían allí y tenían sus chácaras y
asiento, viviesen juntos y congregados y no derramados como hasta ahora” (Citado por
Guzmán, 1972).

Este proceso sólo pudo efectivizarse, por la apropiación y expropiación a partir de 1540,
de las tierras más fértiles, dotadas de riego, y que se encontraban en los sitios más
accesibles y pintorescos del Valle. Algunas tierras fueron adquiridas por sumas de
dinero a caciques que obraban supuestamente a nombre de sus comunidades. Estos
asentamientos de los encomenderos, organizaron el espacio de una sociedad agraria
hispánica en franca expansión y pronto cubrieron todo el Valle de Cochabamba, de
donde pasaron al Valle de Sacaba y al Valle Alto (en especial la zona de Cliza, Punata y
Tarata (ver Mapas 2 y 3). La Villa de Oropeza fue fundada por Jerónimo de Osorio en
1571 y vuelta a fundar efectivamente, según analiza Augusto Guzmán, por Sebastián
Barba de Padilla en 157415, en cumplimiento de una segunda instrucción del Virrey
Toledo. Su aspecto en esta época, era la de un paisaje rural, salpicado por las primeras
casas de hacienda, construcciones simples de planta cuadrangular y muros de adobe y
cubiertas de paja o teja de barro cocido, imitados por los aborígenes, quienes
comenzaron a reemplazar sus chozas de planta circular por chozas cuadradas de una
sola puerta de cuero, techo en mojinete con torta de barro y paja. (Guzmán, 1972:80).

15
Guzmán señala que hasta antes de 1574 la Villa de Oropeza solo existía como “expresión jurisdiccional para
uso de escribanías publicas” ,desarrollando a partir de esta afirmación una interpretación de los hechos distinta
a la concebida por Macedonio Urquidi y mostrando que la existencia del cabildo antes de la fundación no
prueba la existencia real de la Villa antes del 1 de enero de 1574 (ver Guzmán, 1972: 86 y siguientes)
21

Realizada finalmente la fundación, el poder español, dio una primera muestra de su


hegemonía, sobre las comunidades andinas sometidas a régimen de tributo y
servidumbre como efecto de la expansión de la economía agrícola, al disponer Barba de
Padilla, que los caciques de El Paso, Tiquipaya, Sipe Sipe, Tapacarí, Paria. Sacaba y
Pocona destinen 200 indios en un término de 10 días, para comenzar con los trabajos de
edificación de la Villa. Se dispuso como lugar para la plaza principal, la actual Plaza 14
de Septiembre 16 donde cuatro años más tarde, según la referencia del Padre Calancha,
se fundó el convento de San Agustín, en el mismo sitio donde hoy funciona el teatro
Achá, ocupando un venerable edificio transformado y remodelado, sin consideración a
su enorme valor histórico (Guzmán. 1972: 94). En 1579, de acuerdo a los documentos
que cursan en el Archivo Histórico Municipal, se tiene constancia de un primer
conflicto por aguas, donde los pobladores de la Villa reclaman que los labradores de
Sacaba retienen este líquido elemento, de tal suerte que la escasa provisión no es
suficiente para las necesidades de la población y menos para los requerimientos de la
construcción. En 1581, se fundó el Convento de San Francisco y en 1599, un acto
filantrópico, que ya tuvo un primer antecedente en 1574, cuando el vecino Martín
Hernández realizó una donación de 649 pesos con destino al Hospital, se hizo efectivo,
por voluntad del vecino Juan Durán ex Alcalde Ordinario del Cabildo de 1572, quien
fundó el Hospital de San Salvador y una capellanía de misas perpetuas. Un acta del
Cabildo de agostó de 1617, consignaba que ambos vecinos, por cláusulas de sus
testamentos, dejaron la mayor parte de sus haciendas “para que se fundase como se
había fundado, un hospital, que tiene por nominación San Salvador”. En 1600, según
Viedma, se adquirieron los terrenos para la fundación de La Merced, cuyas obras se
habrían concluido a mediados del siglo XVII.

Hagamos un alto en este punto, donde la cronología de nuevos edificios religiosos es


una constante, para intentar adentrarnos en lo que fue la primera fisonomía urbana de la
Villa. Por fin la cuestión fundacional y su largo trámite estaban superados, y él
campamento que pomposamente se denominó Villa de Oropeza, fue tomando
características y aspectos de lo que vendría a ser: un simple poblado de modestas
viviendas, donde el material predominante era el adobe y la piedra. A excepción de los
templos, que incluso eran modestos, comparados con los de otras ciudades, las casas en
realidad carecían de comodidad y belleza, y eran simples construcciones de un solo piso
con patios y anexos. Morfológicamente no se diferenciaban los comercios, negocios y
ventas, edificados en la plaza y sus proximidades, de las casas de los hidalgos
españoles. El centro de la plaza y luego sus contornos, serían por mucho tiempo, el
espacio de las transacciones, del mercado y de las ferias semanales, donde el campesino
de las proximidades, yanacona o forastero, sería el principal protagonista.

En sus primeros tiempos, la plaza resultó desproporcionada con la modesta, dimensión


y sencillez de las edificaciones que le rodeaban. Dicha “plaza mayor”, de acuerdo a las
Ordenanzas de Población de Felipe II, que datan de 1573, disponía que su tamaño, se
hiciera de acuerdo al número de vecinos, pero considerando que “han de ir en aumento”
(Domínguez Company, 1978:40-41). Del trazo efectuado por el fundador, sólo es
reconocible el cuadrilátero de la Plaza, en ese tiempo, rodeada de manzanas y calles aun
deshabitadas y donde la vida cotidiana fue fijando senderos y caminos caprichosos e

16
Inicialmente el sitio fundacional fue la actual plaza de San Sebastián, pero el mismo no ofrecía condiciones
para la expansión de la ciudad por la proximidad de la colina y una laguna próxima, razón por la cual la Plaza
de Armas fue trasladada a su emplazamiento actual por Sebastián Barba de Padilla.
22
irregulares que conducían al río o a la campiña. Esos caminos tomarán forma de calles
con el tiempo y fijarán el rumbo de la futura expansión de la Villa.

El problema del agua fue sin duda el primer "problema urbano", su conducción a la
Villa todavía no se resolvía, sino a través de simples acequias y zanjas, muchas de las
cuales atravesaban la ciudad de Norte a Sur. La fuente pública, era una simple
aspiración. Por el momento, era suficiente que llegara el agua y que fuera potable.

Otra constante como problema, desde estos primeros tiempos, fue la salubridad. “La
suciedad, la falta total de higiene pública o privada es característica de todo el mundo
civilizado del occidente europeo de la época”. La Villa indudablemente sufrió los
azotes de las pestes desde épocas tempranas, pues las medidas profilácticas fueron casi
inexistentes17. Así "no tiene nada de particular que las calles sean basureros, donde se
arrojan los desperdicios de las casas" y contaminen las aguas y el medio ambiente, a lo
que se suma, la existencia de animales domésticos que abundan entre este basural
(Domínguez Company. 1978: 42).

Dentro del paisaje urbano fuertemente unitario por su escala, proporción y armonía,
destacaban los primeros templos y conventos, el hospital San Salvador y el Cabildo
como los hitos de los valores de la sociedad colonial, es decir, la autoridad eclesiástica y
la autoridad del Rey. Asimismo un otro rasgo de la sociedad colonial que resulta
esencial para entender la organización espacial que definía el carácter de sus
instituciones, se refiere a su lógica interna articulada en torno a dos estructuras
fundamentales: “la república de indios” o despotismo tributario y la “república de
españoles”, ambos entrelazados, conformando un sistema único, pero donde se
diferencian, por un lado las comunidades indígenas y. por el otro, la burocracia real y la
iglesia. Pero este sistema no se basa únicamente en la explotación económica del sector
oprimido, sino en un proyecto de trasplante de la sociedad ibérica al Nuevo Mundo,
para contrarrestar el peligro que corrían, unas modestas inserciones hispanas, en medio
de un universo de mayoritaria población aborigen, lo que hizo imprescindible un
ordenamiento de la sociedad en términos despóticos, y donde Estado e Iglesia,
armonizan sus intereses para mantener la hegemonía hispánica, a través de valores
ideológicos que pasaban por la división social por castas y la pureza de sangre. La
cuestión súper estructural, resultaba más determinante de lo que se cree. Muchos
emprendimientos de los conquistadores no serían explicables al margen del fanatismo
religioso que los impulsaba, y tampoco sería explicable, la enorme gravitación que tuvo
la Iglesia sobre esta sociedad.

Podemos inferir que el peso gravitacional de esta superestructura, subordinaba en gran


medida, el comportamiento de la esfera económica a finalidades extra económicas, por
lo menos en lo que hace, al comportamiento de importantes fracciones del cuerpo social
hispano, solo así se puede explicar el enorme despilfarro de las riquezas potosinas 18. La
mayor parte de las actividades económicas, no se orientaban hacia la búsqueda ciega de
17
Una antigua crónica oral de aquellos tiempos relataba que los primeros habitantes de la Villa honraron a San
Sebastián como su patrono en acción de gracias, por su intervención para poner a salvo al pequeño poblado de
su extinción temprana a causa de una epidemia.
18
“Los Potosinos se divertían onerosamente. Los mineros costeaban los gastos de espléndidas queridas y los
jugadores profesionales constituían una verdadera plaga. Torneos, corridas de toros y procesiones eran
motivos de ostentación y boato. Ni los motivos religiosos eran ajenos; a tal situación, pues los mineros
competían en hacer donaciones a iglesias y monasterios, como sus deudos rivalizan en las honras fúnebres
que les dispensaban al morir. Todos querían ganar y gastar dinero, y hasta los nobles dejaron de lado
tradicionales exigencias de honra y clase para dedicarse a comerciar y enriquecerse ( Assadourian,1982:135)
23
maximizar utilidades para atesorar riqueza, sino además, esta acción estaba salpicada de
prejuicios, normas morales, religiosas e incluso legales. No significa esto que, las leyes
del mercado no actuaban, pero sí, que eran insuficientes para explicar el funcionamiento
del sistema y sus soportes materiales. Veamos algunos ejemplos: un título de nobleza
vale más que un capital acumulado aun a riesgo de la propia vida: una absolución puede
lograrse convirtiendo un floreciente negocio en un convento; en suma, el status social y
la realeza de la sangre se valoran más, y se gasta más, para alcanzar esta posición, que
para ampliar un capital productivo; es decir, que resultaba justificable, una gran
inversión para comprar un puesto oficial e ingresar así en la burocracia real, que
adquirir e invertir, por ejemplo en un obraje.

Es por ello, que un minero mestizo, por más enorme que fuere su fortuna, no tenía
acceso a los círculos aristocráticos españoles ni a las esferas del poder colonial, tampoco
los indios tenían acceso a las vestimentas, armas, caballos, ni podían ser propietarios de
tierras, ni contraer deudas significativas. Este modelo social también intentaba
reproducirse en el espacio urbano: la plaza de armas, más allá de su realidad física, era
un símbolo del poder colonial despótico y omnímodo, y así como en torno a la realeza,
se organizaba la sociedad colonial, era en torno a su símbolo material, la plaza de armas
o plaza central, que se organizaba la Villa Colonial. La posición social de cada familla y
cada personaje, se medía según el emplazamiento que su residencia ocupaba dentro la
ciudad. La aristocracia gobernante residía en la propia Plaza o en su vecindad
inmediata. Allí también aparecía la iglesia mayor o catedral y otros templos y conventos
(San Agustín, la Compañía), como símbolos del otro poder de la sociedad: la Iglesia que
compartía con el Cabildo, la cárcel, el cuartel, este espacio central. En una distancia
media, se ubicaban las residencias de los comerciantes adinerados, los encomenderos
notables incorporados a los niveles inferiores de la realeza, los mestizos ricos y las
capas bajas de empleados de la burocracia real. Sin embargo, como veremos en el
siguiente capítulo, este ordenamiento espacial no era mecánico y se adaptaba, e incluso
se desfiguraba, en el proceso de su materialización.

Finalmente en la periferia, se ubicaban los chapetones pobres, los mestizos de igual


condición, los artesanos, los forasteros incorporados a la actividad comercial de
productos agrícolas y pecuarios y los indios (arrenderos, yanaconas, agregados, etc.),
que sólo ingresan a la ciudad para abastecerla, pero no para residir en ella,
estableciéndose así un extenso ámbito suburbano, donde edifican sus chozas en forma
dispersa, de tal suerte que se fusionaban con el paisaje rural.

Los grandes acontecimientos sociales eran las fiestas religiosas. El dogma católico
penetró en todas las esferas de la vida cotidiana y cada acto de la misma, estaba
normado por principios y prácticas rígidas. Salir de ellos, significa el marginamiento e
incluso el castigo corporal19. En la plaza de armas se solía erigir la picota, un poste de
madera, que a veces era el patíbulo, y otras el lugar del escarnio y el castigo
ejemplarizador, es decir "el poste de ejecución de la pena, de exposición de los reos a
la vergüenza pública y de la exhibición de los restos corporales de estos, como
escarmiento general" (Quiroz, 1948).
19
Ver por ejemplo las disposiciones del Contador Mayor del Tribunal y Audiencia Real de Cuentas, José
Gonzáles de Prada, de ellas extractamos el siguiente párrafo: “Toda persona, cualquiera sea su estado, calidad
o condición, que viese pasar por la calle al santísimo Sacramento deberá arrodillarse en tierra y esta así hasta
que haya pasado el sacerdote y acompañarle hasta la iglesia de donde salió, y no se excusarán de ejecutarlo
por lodo, polvo ni otra causa alguna, bajo pena de 25 pesos”(1810). (Digesto de Ordenanzas, Acuerdos,
Decretos de la Municipalidad de Cochabamba, tomo II, 1899, compilado por A. Soruco).
24

En fin, para los conquistadores, con meritorias y contadas excepciones, las formaciones
sociales andinas y sus expresiones culturales, no representan ningún valor, eran
ignoradas y en lo posible destruidas. Para los españoles el Alto Perú, fue un espacio de
contenidos estrictamente materiales: la plata y la fuerza de trabajo indígena para extraer
el metal precioso y: por encima de todo ello, un denso barniz de fanatismo religioso: el
resto, la agricultura, la pecuaria, los obrajes sólo surgieron como necesidad subsidiaria a
este fin primordial. Las fundaciones de las ciudades tuvieron este carácter, no se trató
precisamente de crear soportes materiales para llevar adelante tareas civilizatorias, sino
hacer factible la misión de sojuzgar, oprimir y borrar todo rastro de los milenarios
valores andinos. Por ello la ciudad:

"se fundaba sobre la nada, sobre una naturaleza que se desconocía, sobre una
sociedad que se aniquilaba, sobre una cultura que se daba por inexistente. La
ciudad era un reducto europeo en medio de la nada. Dentro de ella, debían
conservarse celosamente las formas de la vida social de los países de origen, la
cultura y la religión cristianas y sobre todo los designios para los cuales los
europeos cruzaban el mar. Una idea resumió aquella tendencia: crear sobre la
nada una nueva Europa". (Romero, 1976: 67).

En realidad este modestísimo núcleo que fue la Villa de Oropeza a fines del siglo XVI e
inicios del XVII, estaba todavía lejos de merecer el calificativo de ciudad, sin embargo
fue ésta, la primera materialización real y válida del nuevo orden y del nuevo Estado
Colonial en los Valles de Cochabamba. En este sentido su fuerza simbólica, ideológica
y de representación, sobre las primigenias comunidades andinas, era más evidente y
eficaz, que la minúscula aldea, que incluso antes de ser sancionada oficialmente como
“Villa”, ya permitía, según Augusto Guzmán, el funcionamiento de organismos legales
que sancionaban la tenencia de las primeras propiedades, realizaban los primeros
bautizos y, establecían y sancionaban los primeros privilegios; anticipándose así a la
constitución del mundo hispano real, la instauración invisible pero efectiva del status
colonial.

Tomando por válida la interpretación de Assadourian, acerca del significado de estas


fundaciones, es inobjetable que ellas respondieron a necesidades vitales:

Sin la concentración en estos pequeños núcleos geográficos las reducidas


huestes (hispánicas) habrían sido devoradas de inmediato por el espacio y las
masas indígenas. Las ciudades funcionan como plazas fuertes y guarniciones
militares, aseguran la defensa del territorio conquistado y sirven de centro de
reunión de hombres y refuerzos que preservarán la continuidad del proceso
expansionista

Pero además estos primeros asentamientos funcionaban como ejes económicos, es decir
que a partir de ellos era posible consolidar en forma más permanente, el control de una
fuerza de trabajo y de unos recursos naturales, sobre los que se organizó una economía,
primero destinada a asegurar la supervivencia del núcleo poblado y luego a proyectarse
a mercados más lejanos:

Las ciudades que habían operado sobre el medio circundante modificándolo,


comienzan al poco tiempo a transformarse ellas mismas. Serán el centro
25
económico de sus extensas áreas rurales, el escenario de trueques locales y del
tráfico interregional, con paso de carretas y mercaderes de una ciudad a otra.
Serán la sede de la burocracia, con que la monarquía pretende ordenar y
centralizar el poder colonial. (Assadourian, 1983: 46).

Por lo tanto, si nos preguntamos cuál fue el rol inicial y fundamental de la Villa de
Oropeza, veremos que su primer objetivo está en su propia existencia material, que
representaba la definitiva ruptura con la antiquísima praxis social andina de la
complementariedad de los pisos ecológicos, y la erección de un símbolo permanente,
que en definitiva materializaba los nuevos valores europeos.

Complementando lo anterior, la consolidación, institucionalización y objetivación de las


nuevas relaciones sociales de vasallaje, que impuso la sociedad hispana a la masa
indígena, la imposición de jurisdicciones y áreas de influencia sobre el espacio
cerealero, que requería la presencia de un símbolo de poder y fuerza -la ciudad-, que
garantizara su eficiencia y estabilidad, y permitiera la articulación eficaz y en niveles
competitivos, de la economía regional con el mercado minero potosino, fueron razones,
por demás suficientes, para justificar la fundación de la Villa. Los otros núcleos, como
La Paz, La Plata, Santa Cruz, juntamente con la Villa de Oropeza, finalmente pusieron
de manifiesto las características generales que comenzaron a transformar el antiguo
Kollasuyo, para dar paso irreversiblemente a un nuevo mundo urbano, que más allá de
representar, lo objetivo de una sociedad escindida entre conquistadores y conquistados,
representaba la condición histórica en que apartadas y desconocidas regiones del planeta
fueron incorporadas al mercado mundial, en términos de un intercambio enormemente
desigual, que muchísimos siglos más tarde aún no podemos modificar.
26
Capítulo 3
Crisis minera y recomposición de la economía regional

La minería potosina en continuó ascenso a partir de la segunda mitad del siglo XVI,
llegará a su apogeo a inicios del siglo XVII, para ir decreciendo lentamente hasta la
década de 1650, para luego caer aceleradamente en sus niveles de producción y
rendimiento hacia 1690-1700, y proseguir con bajos niveles de producción, al margen
de leves fluctuaciones de alza poco significativas, en todo el siglo XVIII,
protagonizando una lenta agonía que aun se prolongará hasta las primeras décadas del
siglo XIX.

En general, se acepta que las causas de esta crisis estuvieron vinculadas a la paulatina
baja de la ley de los minerales, concretamente la plata, cuyas vetas para su explotación,
exigían cada vez mayores inversiones y recursos tecnológicos, para proporcionar en
contrapartida escasos rendimientos, en comparación con las florecientes minas de plata
del reino de Nueva España (México) que llegaron a su apogeo cuando Potosí comenzó a
declinar.

Estos hechos no sólo condujeron, a la paulatina pérdida de la importancia de Potosí


como núcleo urbano, plaza comercial y concentración de población 20, sino que
provocaron la desconcentración del mayor mercado de circulación y consumo de la
economía colonial, y la desintegración de un amplio espacio regional otrora
subordinado a Potosí. Un efecto inmediato de esta crisis fue la pérdida, por parte de
Lima, de la capacidad de imponer su hegemonía comercial y política sobre sus vastos
dominios, llegando incluso a perder jurisdicción sobre Charcas en provecho de Buenos
Aires.

Potosí, gradualmente dejó de ser ese multitudinario mercado de consumidores de gran


solvencia, que concitaba la presencia de miles de comerciantes provenientes de los
lugares más lejanos. Este proceso irreversible de declinación, también afectó
profundamente las economías regionales que se articulaban a este centro, y su primer
efecto, se reflejó en el régimen de precios y el volumen de producción de cada sector
regional subordinado a la economía potosina. Concretamente en el rubro de la
agricultura, se manifestó una tendencia descendente para el consumo de estos
productos, que perdurará durante todo el siglo XVIII.

Veamos como estos acontecimientos influyeron en la economía de Cochabamba. A


inicios del siglo XVII, como ya registramos, el Valle de Cochabamba desarrolló una
economía agrícola de exportación, próspera y en expansión. En esta época existían ricas
haciendas que empleaban numerosa fuerza de trabajo indígena para cultivar enormes
extensiones de tierra (Vásquez de Espinoza, 1969:410) Esta continúa expansión del
sector agrícola descansaba en la sostenida y creciente demanda de cereales por los
centros mineros, la disponibilidad de tierras aptas para la agricultura cerealera y la
provisión regular de mano de obra barata.

20
En comparación con los 120.000 a 150.000 habitantes que Potosí detento a fines del siglo XVI, solo tenía
70.000 habitantes hacia fines del siglo XVII y 56.000 habitantes a inicios del siglo XIX (Assadourian, 1982:
122 )
27
Este último aspecto, las crecientes necesidades de fuerza de trabajo, tanto en el sector
minero, como en el agrícola, resultaron cruciales para el deterioro de la economía
colonial. Pese a las previsiones y disposiciones del Virrey Toledo para imponer un
sistema de tributos, relocalizar en lugares estratégicos (pueblos reales de indios) 21 la
fuerza de trabajo indígena e imponer sistemas de disciplina laboral de tipo obligatorio
(la mita), para sustentar y proveer con regularidad la fuerza de trabajo que necesitaba la
minería de la plata, dicho sistema dio origen a formas de resistencia pasiva, y comenzó
a mostrar fisuras que el régimen colonial no logró subsanar. Los primeros efectos fueron
revelados por los censos, que comenzaron a mostrar una importante disminución de
población indígena en el Alto Perú, en especial, de aquélla fuerza de trabajo asignada a
las minas. La persistente merma de tributarios, hizo del tributo una carga cada vez más
difícil de soportar por las comunidades, y esto impulsó a nuevas emigraciones, a tal
punto que a mediados del siglo XVII, el 45% de la población masculina de indios, vivía
fuera de sus "pueblos reales" o centros de reducción, de esta manera, hacia fines de
dicho siglo, la cuestión de la movilidad laboral se convirtió en un problema crítico, en
especial en el Valle de Cochabamba (Larson, 1982:28 y Sánchez Albornoz, 1978:51-
53). Lo que inicialmente fueron fenómenos migratorios aislados, el abandono de los
tributarios de sus ayllus de origen, como alternativa de evasión a las exacciones
económicas y sobre todo a la mita, a mediados del siglo XVII, se transformó en un
proceso irrefrenable que se colocó en el centro de la crisis del sistema colonial y
precipitó el colapso de la minería potosina22. Este tipo de factores determinaron que el
Virreinato de Lima se debilite política y económicamente, Potosí decline, y se reduzca
drásticamente, tanto la relación comercial con la metrópoli, como el comercio interno de
bienes de consumo.

Esta nueva situación de descomposición de un modelo estatal, fuertemente centralizado


en torno a Potosí y Lima, a partir de la segunda mitad del siglo XVII, significó un nuevo
proceso de descentralización del poder, con la consiguiente secuela de corrupción de los
poderes locales (Larson, 1982:19). De esta forma el Estado dejó de depender de la
minería, pero en cambio, pasó a depender en forma creciente, de los ingresos por rentas.
El sistema de “venta de cargos” político-administrativos, compensó temporalmente la
merma de los tributos y gravámenes sobre la explotación de la plata. El sistema de la
mita dejó de tener razón, y pasó a ser sustituido, por nuevas formas de explotación en
otras esferas de la economía, pero sin abandonar las viejas prácticas coercitivas e
ideológicas, como la imposición de los sistemas de reparto, es decir, la distribución
obligatoria de mercancías insulsas de procedencia peninsular, a los indios de los pueblos
reales, o la creación de nuevas gabelas en favor de diversos burócratas y por los motivos
más absurdos23. La respuesta de la masa indígena oprimida, fue la emigración con
ritmos más acelerados, y el destino de muchos de estos emigrantes, fueron los valles de
Cochabamba, donde comenzó a formarse una población flotante en torno a la que se
estructurarán las ferias locales. Alternativamente, fracciones de esta fuerza laboral
ofertará su trabajo a los hacendados.

21
En Cochabamba se crearon “pueblos reales de indios” en Sipe Sipe, Capinota, Tapacari, El Paso y Tiquipaya.
22
La producción minera y los impuestos que por ella percibía la corona, fueron disminuyendo drásticamente
desde la primeras décadas del siglo XVII para caer verticalmente hacia 1680 y alcanzar sus niveles más bajos a
mediados del siglo XVIII, en tanto la minería mexicana entraba en un periodo de franca expansión.
23
“La compra de cargos era indudablemente un desembolso hecho ante la expectativa de futuros ingresos.
Por eso el precio del cargo de corregidor variaba de acuerdo a los ingresos que podía procurar en el
reparto...El comportamiento de los corregidores estaba orientado hacia la acumulación de riquezas (Golte,
1980: 80 y 108).
28
Estos fueron los antecedentes que influyeron en la nueva realidad que confrontó
Cochabamba. Es decir, por una parte, los cambios que tuvieron lugar en el régimen
laboral y que determinaron la vigencia de nuevas modalidades de explotación, esta vez,
apoyadas en sistemas de control y dominio sobre la esfera de la circulación de bienes, a
través, de todo un aparato jurídico-político e ideológico corrupto, cuyo personaje central
era la figura del corregidor y su corte de intermediarios, que forzaban la formación de
un amplio mercado campesino de consumo de mercaderías de procedencia hispana y de
otras provincias del Perú, de escasa utilidad para los pueblos andinos, a través de
medios coercitivos, como las adquisiciones forzosas a precios prohibitivos, obligando al
endeudamiento y a la venta forzosa de la fuerza de trabajo en condiciones
desfavorables; En tanto por otra parte, la creciente presencia de hacendados, vinculados
a comerciantes inescrupulosos y autoridades venales, entregados a actividades
especulativas y a aplicar exacciones sin límites al universo de productores nativos;
configurando ambas situaciones estrechamente vinculadas, el cuadro de las nuevas
formas alternativas de viabilidad del régimen colonial en respuesta a la recesión de la
minería de la plata.

En base al minucioso análisis desarrollado por Jurgen Golte, hemos elaborado el Cuadro
2, que nos proporciona una idea de este mercado de consumo forzoso, que imponía el
régimen de repartimiento en las provincias altoperuanas, con mayor densidad de
población aborigen:

CUADRO Nº 2: Repartimiento mercantil en 1754 en algunas provincias


altoperuanas

Población Reparto Reparto ropa


Reparto Reparto de
Provincias Indígena Mulas de la tierra
paños de mercadería
Quito europea
Nº de Rela- Nº de Rela- Nº de Rela- Nº de Rela-
cabezas ción piezas ción varas ción qq ción
per per per per
capita capita capita capita
Sica Sica 28.967 4.000 0,14 30.000 1,03 2.700 0,09 50.000 1,73
Omasuyos 20.111 2.000 0,10 16.000 0,80 600 0,03 12.000 0,60
Cochabamba 26.531 2.000 0,08 20.000 0,80 4.000 0,15 50.000 1,88
Chayanta 15.231 2.000 0,13 16.000 1,05 800 0,05 8.000 0,53
Porco 19.589 1.400 0,07 18.000 0,90 400 0,02 8.000 0,41
Pacajes 13.908 2.000 0,14 15.000 1,10 600 0,04 12.000 0,86
Larecaja 11.195 2.000 0,18 9.000 0,80 800 0,07 25.000 2,23
Nota: Sólo se tomaron en cuenta las provincias con una población indígena superior a
10.000 habitantes.

FUENTE: Golte, 1980:90-97

Hacia 1574, entre las provincias altoperuanas, Sica Sica era la que presentaba el
mercado más amplio para el repartimiento mercantil, seguida por Cochabamba y
Larecaja. En cuanto al contenido de este repartimiento, en el caso de las mulas
procedentes de Tucumán y Salta, salvo en el caso de Cochabamba, donde las arrías de
mulas eran muy utilizadas, en las otras provincias competían en desventaja con las
llamas, totalmente adaptadas al medio andino y de mantenimiento menos costoso. En
cuanto a la "ropa de la tierra", se trataba de efectos de lana toscamente tejidos en los
obrajes del sur peruano. Cochabamba recibía un volumen muy próximo a una pieza por
tributario, no obstante que cada familia campesina era autosuficiente en este sentido. En
29
cuanto a los "paños de Quito" eran telas de algodón teñidas en azul y verde producidas
en la Audiencia de Quito. Cochabamba se constituía en el mayor mercado de la región,
no obstante que ello perjudicaba la propia producción local de paños de algodón. Entre
los productos procedentes de Europa, ocupaban un primer puesto los textiles, los tejidos
de lana basta, además de telas policromas de algodón, lino inglés, lana satinada, cintas
de Nápoles, medias de seda, felpa, cuchillos, velas, acero de Milán, índigo, tinte rojo,
etc; artículos todos ellos, perfectamente inútiles para el modo de vida de los campesinos
quechuas y aymaras, y con precios que solían fijarse hasta en cinco y más veces, con
respecto a su costo real. En este caso nuevamente Cochabamba y Sica Sica eran las
provincias más afectadas, con casi dos quintales de estos artículos por persona, aunque
Larecaja mostraba una relación per cápita mayor (Assadourian, 1980: 87-89).

En este contexto, se produjo el descenso y el estancamiento de la agricultura cerealera y


sus exportaciones a Potosí. Junto con ello, también se puso de manifiesto, la
proliferación de campesinos sin tierras o forasteros que huían del sistema expoliador
anteriormente señalado. Analicemos brevemente ambas situaciones, que en sus causas y
efectos se combinaban: la economía cerealera no sólo se restringió por la contracción
del mercado minero, sino, como señala Larson, por la tendencia decreciente de la
población indígena que disminuyó en un 40% entre 1573 y 1683, y que llegará a su
punto más bajo hacia 175024. Una vez más el Valle de Cochabamba, fue el marco de
intensos flujos migratorios, por una parte flujos de indios del altiplano que descendían a
los valles centrales, por otra, los campesinos vallunos que abandonan los pueblos reales,
en dirección a la periferia de los centros urbanos y las grandes haciendas. El saldo fue
un creciente volumen de indios desarraigados (forasteros sin tierra) que transitaban
continuamente entre el altiplano y los valles (Larson, 1978:20).

Cambiando el ángulo de1 análisis, además de lo anterior, el debilitamiento del mercado


potosino, estimuló una mayor intensidad de desarrollo de los vínculos interregionales y
una mayor dispersión de los mercados de consumo. Lima y el Altiplano, fueron después
de Potosí, los otros centros significativos para el mercado de cereales, pero a ellos,
Cochabamba concurrió compitiendo con otras regiones productoras. La escasa
dimensión de estos centros de consumo, no permitía generar una demanda constante,
como lo hacía Potosí en su periodo de expansión y apogeo, por el contrario, se trataba
de centros comerciales poco estables, temporales, fluctuantes y sujetos a la concurrencia
de otros competidores. De esta forma, se fueron debilitando los lazos entre
Cochabamba, los centros mineros del Altiplano y la propia Lima. En consecuencia, el
circulante se tornó privativo de los círculos dominantes de la sociedad y la producción
cerealera en gran escala, dejó de ser un recurso significativo para la acumulación de
capital.

Observando más específicamente la dinámica poblacional en el Valle de Cochabamba y


regiones aledañas, así como las variaciones cualitativas que esta dinámica encierra en lo
que hace a la relación de población “originaria” y de “forasteros”25, tenemos lo
siguiente:
24
Datos aportados por Broke Larson en base a estudios de padrones de población en el Archivo General de la
Nación, Buenos Aires.
25
“originarios” eran los miembros de las comunidades sujetos al servicio de la mita y el tributo, sucesores
directos de los aborígenes que Toledo redujo en pueblos reales. Originario equivalía a tributario. Los
“forasteros” eran, por el contrario, los indios fugitivos y sus descendientes, quienes al haber roto los lazos que
los unían a la comunidad de origen, habían quedado al margen del sistema fiscal y por ende, exentos de hecho,
de toda carga fiscal (Sánchez de Albornoz, 1978:26).
30

CUADRO Nº 3: Provincia de Cochabamba: variación de la población indígena en


e1 valle de Cochabamba y zonas aledañas (1573 - 1683)

Año 1573 Año 1683


Zonas Población Población Población Total Total Total
Total Tributaria Total Indios Indios Indios
Adultos* Originarios Forasteros
Tiquipaya 2.578 504 778 394 66 328
Sipe Sipe 3.591 819 1.573 386 65 321
El Paso 3.298 684 1.350 427 113 314
Tapacarí 6.014 1.117 2.655 587 75 512
TOTAL 15.476 3.180 6.356 1.794 319 1.475
* Población masculina entre 18 y 50 años.
FUENTE: AGN, 9, 17.2.5 y 13,25.5.4 (citado por Sánchez Albornoz, 1978:29)

A1 margen del manifiesto desplome demográfico que contienen los datos de referencia,
se puede subrayar el hecho de la enorme contracción de la población tributaria y el
surgimiento de una nueva categoría: los “forasteros”. Este último aspecto es el que debe
llamar más nuestra atención, pues esta creciente población de indios desarraigados de la
tierra, fueron empujados a nuevas formas de articulación con la sociedad y la economía.
Esta población flotante pronto merodeó los centros urbanos y se introdujo, de una u otra
forma, en todos los intersticios que ofrecía el sistema. Por otra parte, no se debe olvidar,
que el sistema colonial imponía al tenor de su racionalidad ideológica, un criterio
selectivo orientado por la diferenciación racial entre el conquistador y el conquistado,
para la aplicación del tributo, de esta forma, las tareas más duras recaían en la masa
indígena y no así en los “blancos” y sus descendientes. Este rasgo pudo constituirse, sin
desdeñar otros posibles factores, en la alternativa para evadir las cargas tributarias,
resistir la explotación estatal y, debilitar el sistema de castas en que se apoya el
ordenamiento social colonial. Este último aspecto puede resultar significativo para
interpretar la dinámica social que se registró en el Valle de Cochabamba hacia fines del
siglo XVII, en efecto “ya hacia. 1683, 1as autoridades reales distinguían a
Cochabamba como una zona mestiza donde muchos indios se escabullían de 1as redes
de 1os recaudadores de tributos, atribuyéndose asimismo como ‘supuestamente
mestizos o cholos’ (Larson, 1978). Es más, en el siglo XVIII resultaba: “peligroso
distinguir entre un ‘indio’ que reclama su paternidad blanca (y por consiguiente
sentirse libre del tributo) y un ‘mestizo’ genuino, porque como muchos lo observaron,
los indios ‘forasteros’, ‘cholos’ y ‘mestizos’ trabajaban juntos en todos los pueblos y
haciendas de los Valles Centrales de Cochabamba” (Larson, 1982: 174).

Esta población de forasteros incursionó en la periferia de las haciendas y áreas urbanas


y logró encontrar trabajo, en muchos casos en pequeñas propiedades, en un momento en
el que se produjo el descenso de las exportaciones de cereales hacia Potosí, es decir, que
en tanto decrecía la agricultura cerealera intensiva, crecía la pequeña agricultura
extensiva. En suma: ya desde inicios del siglo XVIII, esta producción, estuvo controlada
por pequeños arrendatarios y aparceros. Este fenómeno, podría refrendar la validez de la
hipótesis desarrollada por Brooke Larson, en sentido de que, en tanto en los siglos XVI
y XVII los yanaconas cultivaban maíz y trigo en haciendas dirigidas por los
31
terratenientes, las fincas del siglo XVIII fueron parceladas entre arrendatarios que
pagaban renta en especies y dinero26

En todo caso hacia 1750, la ciudad de Cochabamba era abastecida por gran número de
pequeños productores de granos, los mismos que lograron debilitar el control que
ejercían los hacendados sobre los circuitos de comercialización en el mercado local de
cereales. Este hecho puede resultar crucial para explicar el fortalecimiento del sistema
de ferias agrícolas27, cuya expansión, como ya se indicó, además se vinculaba al
resquebrajamiento del sistema de castas y al crecimiento del mestizaje, fenómenos que
pudieron ser viables en el contexto económico anotado.

En resumen, la desintegración de la economía regional estructurada en torno a las


demandas de Potosí, que había estimulado un sistema de intercambio, a partir de
regiones especializadas en la producción de determinadas mercancías que requería el
mercado minero para su subsistencia, significó y de hecho produjo, el aflojamiento y la
posterior ruptura de los lazos económicos que unían estrechamente el antiguo centro de
gravitación de la economía colonial con sus subregiones tributarias. En el caso de
Cochabamba, dicha desintegración produjo a su vez, la contracción de la exportación
cerealera y el estancamiento de la economía hacendal.

El Estado colonial pretendió encontrar una alternativa fiscal para reemplazar la fuente
de ingresos que le proporcionaba la minería, con el endurecimiento del sistema
tributario, es decir, ampliando artificialmente la esfera de consumo de bienes no
valorados por la masa indígena, y aplicando para este efecto, groseras exacciones
económicas propias un aparato estatal cada vez más corrupto. El cada vez, más injusto y
arbitrario sistema de castas sobre el que se apoyaba el rígido régimen tributario, fue la
causa de numerosos levantamientos indígenas como los de Tupac Katari, Tupac Amaru,
y en Cochabamba, el de Alejo Calatayud.

El impacto negativo de este sistema de coerciones económicas intolerables, precipitó la


fuga de originarios que se convirtieron en forasteros o indios sin tierra, y que como ya
hemos observado, pronto pasaron a tener una presencia significativa en el Valle de
Cochabamba, insertándose en su actividad económica como pequeños productores
agrícolas (arrenderos y aparceros) que reemplazaron a los antiguos yanaconas, y
paulatinamente pasaron a dominar los canales de comercialización de cereales en el
mercado interno. Estos hechos, vinieron a definir las circunstancias históricas
favorables, que permitieron la creación de un mercado interno regional, que comenzó a
operar, apoyándose en una masa de pequeños productores con mayor poder adquisitivo
que sus antecesores yanaconas, lo que permitió, a su vez, el fortalecimiento del sistema
de ferias campesinas, que como veremos más adelante, incidirá en la evolución del
proceso urbano de Cochabamba.

Los estímulos para la formación de un mercado interno campesino que pudiera a


satisfacer sus requerimientos de alimentos, vestimentas y otros, a partir de los propios
recursos regionales, creó las condiciones para la formación y crecimiento, en la década
de 1760, de una industria de textiles en base a algodón importado del Perú. Las bayetas
de Cochabamba, comercializadas en principio en las ferias locales, pronto fueron

26
A fines del siglo XVII, los yanaconas constituían solo un tercio de la población indígena de Cochabamba
(AGN/XIII, citado por Larson,1882).
27
Las principales ferias en la región son las de Cochabamba, Quillacollo y Cliza.
32
exportadas hacia el altiplano, el sur peruano e incluso Buenos Aires y Chile, sin
embargo fue el mercado campesino local, el mayor impulsor de esta expansión. De
acuerdo a Viedma, existió un importante obraje en la zona de Ulincate (Sacaba) que
proveía bayetas y pañetes al consumo local, pero luego, estos fueron importados desde
Cusco por el cierre de esta industria, sin embargo:

los lienzos ordinarios de algodón que llaman ‘tocuyos’ se trabajan en esta


ciudad y muchos de los pueblos de 1a provincia, no sólo para proveer al
vecindario del gran consumo que hay de ellos, sino para un consumo utilísimo
en los demás de la sierra, Tucumán y aún hasta Buenos Aires. En estas
manufacturas se ocupa mucha gente pobre, con lo que mantienen sus familias.
De algodón se proveen de la costa de Arequipa, que traen a vender a esta
ciudad o a la Villa de Oruro (1969: 47).

Estos antecedentes y otros que indicaremos más adelante, nos permiten señalar que la
recomposición de la economía regional de Cochabamba en torno a las ferias, las
artesanías y los obrajes, no sólo estructuró un mercado regional interno, sino un aparato
productivo que se dinamizó en función del mismo, pero además, fue capaz de
fortalecerse, ingresando ventajosamente a otros mercados regionales. De este
movimiento comercial, sólo se conservan algunas estimaciones, y sin duda, la más
completa, es la del Gobernador Intendente de la Provincia de Santa Cruz de la Sierra,
Don Francisco de Viedma, en base a la cual podemos determinar las exportaciones más
significativas y los principales productos de exportación que tenían su origen en la
provincia de Cochabamba.

A este respecto la relación contenida en el “Extracto en que se hace demostrable la


exportación, que por un calculo prudencial se regula, de los frutos y comercio
comprensivo a esta Provincia de Cochabamba” (citado in extenso por Peñaloza,
1981:87 y siguientes), muestra un detalle exhaustivo del movimiento comercial de
importaciones y exportaciones de Cochabamba, Santa Cruz y Moxos en 1787. El citado
extracto muestra que hacia el año mencionado, todavía Cochabamba colocaba 200.000
fanegas de trigo en la plaza comercial de Potosí, constituyéndose en el producto agrícola
con mayor volumen de exportación, seguida por los tocuyos, en una cantidad no
despreciable de 240.000 varas y las harinas de trigo que alcanzaban a 160.000 fanegas,
a lo que se sumaba pequeños volúmenes de una diversidad de productos como
trencillas, muebles, jabón, manteles, medias de lana, loza, incluso gallinas y huevos, etc.
Al Partido de Misque se introducía tocuyo como el principal producto, ocurriendo otro
tanto con Vallegrande. Una actividad comercial que cobraba importancia eran las
reventas de los productos de Castilla, ropa de obrajes, bayetas de Chorrillos, hierba mate
del Paraguay y otros efectos, entre textiles y ropas en cantidades menores, a distintas
provincias próximas y lejanas. De acuerdo a la relación de Viedma, el monto total de la
exportaciones en 1787 alcanzaba a 741.356 pesos. Con respecto a las importaciones, los
rubros más significativos correspondían a los efectos de Castilla, que luego eran
reexportados, telas de diversas calidades provenientes del Perú, algodón en rama desde
Arequipa, aguardientes de la misma procedencia, coca de los Yungas de La Paz, panes
de sal de Chucuito y las salinas de Garci Mendoza; ganado vacuno de Misque; ganado
vacuno, sebo majado, charque y ají de Vallegrande; charque, azúcar y arroz de Santa
Cruz, etc. El monto de las importaciones alcanzaba 387.551,20 Pesos. El siguiente
cuadro nos proporciona un resumen de este movimiento comercial:
33
CUADRO Nº 4: Movimiento comercial de la plaza de Cochabamba en 1787
Exportaciones Montos
a) Exportaciones de
productos regionales 646.981,20
b) Reventas de 94.374,80
productos importados
Total exportaciones 741.356,00
Importaciones Montos
Importaciones de
diversos productos 387.551,20

FUENTE: Informe de Francisco Viedma, trascrito in extenso por Peñaloza (obra citada.)

Esta relación, muestra una situación sumamente favorable para la economía de


Cochabamba, sin embargo, se deben hacer las siguientes puntualizaciones, para no ser
víctimas de una falsa ilusión: La solvencia de la economía regional a fines del siglo
XVIII con un envidiable saldo a favor de 353.804,80 pesos que favorecían a la ciudad y
al conjunto de curatos de la provincia28, resultaba radicalmente mermada por las cargas
tributarias coloniales, que para el año 1787 ascendían a 358.848 pesos (equivalente al
48,4% de la “exportación total de moneda”), quedando un saldo efectivo en favor de la
región, de sólo 28.703 pesos. Esto último, nos da una idea del tremendo peso de los
tributos coloniales que frenaban en forma irracional el desarrollo de las fuerzas
productivas, pero aun en medio de estos obstáculos fiscales, Cochabamba se convirtió
en una región exportadora de economía diversificada.

Como ya se mencionó parcialmente, el comercio a larga distancia, se dirigía a las


provincias del Río de la Plata (principalmente Buenos Aires), Potosí, La Paz, Oruro, el
Sur del Perú (Arica, Cusco, Moquegua, Arequipa), el Norte Argentino (Jujuy, Salta,
Tucumán, Córdova), Chile. En contrapartida, la industria artesanal de Cochabamba y
sus curatos importaban algodón en rama de Arequipa para la industria de tocuyos, añil
de Lima para el mismo fin, sebo de Santa Cruz, Valle Grande y Mizque para la industria
de jabones. Pero también se aprovechan los recursos naturales de la propia región, como
las maderas para la ebanistería y carpintería de muebles, los caolines para las lozas y
cerámicas, los cueros para la industria del sector, etc. De todo esto, se puede inferir, que
una parte significativa de la actividad agropecuaria y artesanal, estaba en manos de
multitud de pequeños productores, cuya dinámica no sólo había logrado establecer un
mercado regional estable a través del sistema ferial en los valles centrales, sino integrar
otras plazas próximas y lejanas, como las ya mencionadas, desarrollando un comercio
intenso y variado

En este punto resulta importante establecer qué ocurrió con los hacendados, y en general
establecer, cuál fue el rol las clases dominantes. Sobre todo, aproximarnos a una
comprensión razonable, sobre las causas por las cuales, las elites del poder regional,
parecen no participar muy activamente del proceso económico señalado. La crisis de las
exportaciones cerealeras en gran escala, a mediados del siglo XVIII, a causa de la
contracción de la minería de Potosí, restaron incentivos a la expansión de la agricultura
comercial, la misma que encontró crecientes dificultades para colocar favorablemente
28
La provincia de Cochabamba estaba subdividida por la administración colonial en los siguientes partidos y
curatos: Partido de Ayopaya con los curatos de Yani, Machacamarca y Charapaya; el partido de Tapacarí con
los curatos de Calliri, Sipe-Sipe, Quillacollo, El Paso y Tiquipaya; el Partido de Arque con los curatos de
Colcha, Capinota y Caraza; el Partido de Cliza con los curatos de Tarata, Punata y Arani y el Partido de
Mizque con los curatos de Pocona, Totora, Aiquile y Pasorapa (Viedma, 1969).
34
su producción de trigo y maíz en grano o harina en las cantidades convenientes que
determinaban la rentabilidad de la economía hacendal.

Según Larson, a fines del siglo XVIII una fracción de propietarios de haciendas,
reorientaron su economía hacia inversiones usurarias, incursionando particularmente en
el negocio de los diezmos, es decir, comenzó a manifestarse en las clases terratenientes
un giro desde la esfera productiva, ahora poco atractiva para obtener las generosas
utilidades de otros tiempos, a la de la circulación, “para lo que especulaban con los
diezmos”. Según la autora citada, “ la propiedad de la tierra era menos importante
como fuente de renta o como factor de producción, que como garantía contra los
riesgos de la inversión" en negocios especulativos (1982: 32). Prontamente, el
fortalecimiento del sistema tributario y en particular los diezmos en favor de la iglesia,
se constituyeron en un gran atractivo para las inversiones, mucho más, que cualquier
género de inversión en el campo de la producción agropecuaria e industrial. El derecho
a recolectar el diezmo fue arduamente disputado por los hacendados de El Cercado y las
provincias, en especial cuando existía certeza de buenas cosechas o cuando se preveía
una caída sustancial del mercado de granos. Sólo en periodos de escasez prolongada de
cereales por acción de las periódicas sequías de la región, los grandes terratenientes, a
través de sus reservas, podían temporalmente reafirmar su monopolio sobre el mercado
local, pero cuando estas circunstancias cesaban, volvían a su actividad de especular con
los diezmos29.

Dichas actividades, además de permitirles ingresos en moneda a los hacendados,


también, les permitía, en forma alternativa, apropiarse de las cosechas de los
arrendatarios insolventes, con lo cual engrosaban sus propias reservas de grano. Este
sistema de usura y especulación, además de ser un medio de concentración de
excedentes extraídos a los pequeños productores y arrenderos, fue la forma de
capitalización alternativa que, como clase social, frente a la reducción irreversible del
mercado potosino, encontraron los terratenientes hispanos y criollos, y a través de ello, a
pesar del control parcial que sobre la producción y la comercialización de cereales
ejercían los pequeños productores, lograron conservar su posición hegemónica sobre la
formación social regional, y concentrar en sus manos riqueza y poder. Es decir, que si
bien sacrificaron el control parcial de los proceso productivos y de intercambio regional,
no cedieron un ápice en el control del aparato político, ideológico y represivo, y menos
todavía, debilitaron el férreo control que ejercían sobre el aparato jurídico, impidiendo
de esta manera, la formación de un campesinado propietario como una nueva clase
social emergente, que podría eventualmente cuestionar su hegemonía.

Sin embargo, es interesante anotar que este auge usurero se apoyó en el soporte más
débil del sistema colonial: el tributo, las ventas coactivas de los corregidores y el
diezmo. La lógica del modelo de acumulación resultante, hacía cuestionable su
viabilidad a largo plazo, pues reposaba sobre una contradicción fundamental: la presión
sobre mayores márgenes de renta, implicaba mayores niveles de abuso y explotación, y
por tanto, no resultó casual que las primeras sublevaciones de indios, en los valles y el
29
La recolección de diezmos era objeto de subasta pública. Los hacendados tomando como referencia el
monto del diezmo (la décima parte del valor de la cosecha de los pequeños productores) fijado por el Estado y
la Iglesia para un determinado curato o zona, realizaban ofertas para cancelar ese importe en forma anticipada
y, así adquirir el derecho de recolectar entre el universo de productores castigados con dicho sistema
impositivo, lo que les reportaba enormes utilidades, en base a actos de exacción implacables, con lo que
multiplicaba el volumen de contribuyentes previamente fijado y este era el secreto del negocio. En este caso, la
hacienda era la garantía que ofrecía el agricultor-rentista para adjudicarse el derecho a recolectar el diezmo.
35
altiplano, no fueron por despojos de tierra, sino por exacciones intolerables. Respecto a
Cochabamba, Larson hace la siguiente precisión: “Cada año, unos diez hacendados
pujaban por el derecho de recolectar cerca de una décima parte de la cosecha de la
parroquia (…) los ingresos de las parroquias de Cochabamba que pertenecían al
Arzobispado de La Plata oscilaban entre 25.000 y 40.000 pesos desde principios de
1770 hasta 1809”30.
.
La lógica de la práctica especuladora en torno a la cuestión de los diezmos se apoyaba
en un cálculo del comportamiento agrícola anual en la región. Los hacendados invertían
en el derecho a recolectar diezmos, en circunstancias en que los ciclos agrícolas anuales
eran normales y proporcionaban buenas cosechas y abundancia de granos, oportunidad
en que solían recaudar diezmos en cereales como alternativa al pago en moneda, para
así atesorar importantes volúmenes de granos que quedaban en reserva. Por el contrario,
si los ciclos agrícolas se veían afectados por sequías u otros factores que mermaban las
cosechas, los hacendados intervenían en el mercado colocando sus reservas de cereales
a precio especulativo. Es decir, en los valles de Cochabamba las haciendas tendieron a
operar como unidades de producción de oportunidad, o sea, que el grano hacendal
concurría al mercado, sólo cuando este era escaso en la cosecha de los pequeños
productores, quienes a su vez, estaban sometidos a la explotación del sistema de
diezmos, a cargo de los propios terratenientes, en épocas de abundancia de granos. En
suma, en épocas de escasez, recibían sus mismos granos acaparados por los hacendados
a precio de especulación. En buenas cuentas, cuando Viedma describió en 1804, las
enormes privaciones y la severa escasez de alimentos que azotaba la región de
Cochabamba, obligando a miles de campesinos a dejar sus tierras improductivas, sólo
describió un aspecto del problema, la otra cara de esta realidad estaba expresada en las
desmedidas utilidades que percibían los hacendados transformados en un puñado de
especuladores sobre diezmos y alimentos escasos, arrancados a sus víctimas en épocas
de cosecha abundante.

En resumen, el sistema de diezmos se constituyó en “un mecanismo de acumulación de


rentas para la Iglesia y capital mercantil para los especuladores” (Larson, 1982:116),
pero además, fue un instrumento de sometimiento del campesinado al sistema colonial.
En el siguiente capítulo observaremos los efectos de los fenómenos señalados sobre el
proceso urbano de la Villa de Oropeza.

30
Broke Larson estudio series de tributación por concepto de diezmos entre 1765 y 1810 que demuestran la
tendencia ascendente de este tributo, en el citado periodo(1982: 132-135)
36
Capítulo 4:
Cochabamba en la época de Viedma

La crisis de la minería potosina significó, para el conjunto de la región de Cochabamba,


la recomposición de su economía en términos, no sólo de un reordenamiento de su
aparato productivo en función de la nueva realidad, sino incluso una recomposición de
las clases sociales en su articulación a dicha estructura económica reordenada. El
resultado de ello, como se constató en el capitulo anterior, se tradujo, por una parte, en
el desplazamiento de la producción agrícola y artesanal hacia los sectores populares,
que a su vez se reajustaron a una nueva escala social, donde la imagen del yanacona y el
indio tributario sujeto a la mita, cedió paso al arrendero y al artesano mestizo. Por otra
parte, también dicha crisis tuvo repercusiones en el cerrado estrato de castas de los
antiguos encomenderos, que el auge de Potosí transformó en prósperos hacendados,
pero cuyo declinio los impulsó a adoptar nuevas estrategias de acumulación, esta vez,
centradas en el control del sistema de tributos y diezmos, con que el régimen colonial
trató de compensar el efecto de la crisis sobre los ingresos a las arcas reales. De esta
forma los ricos encomenderos que tomaban parte activa en la administración de la
producción cerealera, cada vez en mayor medida, se desplazaron de la esfera de la
producción hacia la captación de rentas por la vía especulativa. Tales fenómenos
indudablemente repercutieron sobre la ciudad y sus funciones en relación al territorio
circundante.

La ciudad, cuyo rol original fue erigirse como baluarte militar, político y social de una
economía comercial cerealera en expansión; derivó paulatinamente, sin abandonar
totalmente sus antiguos significados, a un nuevo desempeño, esta vez, como centro de
operaciones mercantiles que concitaron una mayor centralización del aparato
burocrático colonial y de su complemento comercial, como condición general para la
reproducción y apropiación de los excedentes que generaba el sistema de diezmos y
tributos. En estos términos la importancia del centro urbano cambió: de núcleo
destinado a apoyar y controlar la expansión agrícola, se pasó, a la consolidación de una
modesta concentración, cuya viabilidad económica y política, reposaba en la oferta de
un tejido jurídico, administrativo y represivo, que hiciera viable la captación del
excedente agrícola, vía tributos y diezmos, en condiciones de seguridad y estabilidad.
Este nuevo desempeño, sin embargo, no le eximió de contradicciones internas, que se
expresaron en su propia estructura espacial, como veremos más adelante.

Hacia 1750 la Villa se abastecía con preferencia, gracias al concurso de innumerables


pequeños productores de cereales y horticultores, quienes al tomar el control de los
circuitos de comercialización, comenzaron a asumir su hegemonía en el establecimiento
de los precios en las ferias campesinas locales y regionales, otrora controladas por los
hacendados. Es posible que a partir de estas ferias: "verdaderas formas de relación
campo-ciudad y de articulación de economías oprimidas a la economía de mercado"
Solares, 1985:8), se crearan los estímulos y condiciones favorables para el crecimiento
del sector artesanal, con las características ya señaladas con anterioridad. Sin embargo,
esta aparente liberalidad económica, esta suerte de “democracia productiva” no logró
modificar la sustancia fundamental de 1a sociedad colonial, es decir, su férreo sentido
de segregación racial, pese a que tal componente, tal vez en el caso de Cochabamba,
merced a las especificidades que acompañan la recomposición de sus fuerzas
productivas luego del declinio de Potosí, no alcanzaron los tonos de intolerancia que se
expresaron en otros ámbitos del Perú. La ciudad no fue dominantemente un núcleo
37
exclusivo de hacendados y grandes terratenientes, al lado de estos, y compartiendo con
ellos los mejores sitios de la ciudad, encontramos una burocracia estatal y un sector de
comerciantes acomodados, todos ellos sustentándose en el negocio de los diezmos y
tributos, y en medida no despreciable, también en la especulación de harinas y granos,
cuando estos eran escasos. No obstante, la arquitectura civil de la ciudad, es decir, la
dimensión material de estos emprendimientos mercantiles, fue modesta, ella:

no dejó traslucir la prestancia y arrogancia que expresaban las villas


solariegas de otras ciudades coloniales, donde la nobleza terrateniente
paseaba, su ostentación. Parece más bien que Cochabamba. desde su fundación
fue un núcleo de rango menor, residencia de una modesta burocracia estatal y
eclesiástica, acostumbrada a medrar a la sombra de los cotidianos servicios
prestados a encomenderos y hacendados, por cuyo medio accedían a una
fracción de las utilidades de la exportación cerealera. (Solares, 1985:9).

Las circunstancias descritas no se modificaron al modificarse e1 eje de la economía


regional, que como hemos mencionado reiteradamente, se desplazó de la producción de
granos para la exportación, a formas más diversificadas, que sin abandonar la
producción cerealera, incorporó la artesanía y la producción de los obrajes, pero
además, permitió la incursión de los grandes hacendados en el negocio de recaudación
del sistema tributario, como una manera eficaz de volver a capturar el excedente
agrícola, que otrora les brindaba el comercio con Potosí. Por tanto, estas nuevas
condiciones, no pusieron en riesgo la hegemonía de los poderes regionales vigentes
desde los primeros tiempos de la ocupación hispana de los valles centrales, aunque
facilitaron la expansión de estratos de comerciantes, que compitieron arduamente entré
sí, por la apropiación de fracciones de dicho excedente.

En síntesis, todo este conjunto social vivía en función de la explotación de 1a masa


campesina, pero en la ciudad no se percibían los frutos de este patrón de acumulación y
explotación, que beneficiaba en general a los grandes terratenientes y comerciantes,
quienes preferían invertir en la minería o atesorar su riqueza, añorando y tratando de
imitar las pompas de Lima y Buenos Aires. En la base de esta sociedad clasista, se
ubicaba él campesino tributario o el sometido a servidumbre en calidad de yanacona,
que se constituía en el único agente productor de este sistema: “el creador de riqueza y
el constructor de una ciudad y una sociedad que le son ajenas, hostiles y causadoras de
todas sus desgracias” (Solares, 1985:9). Este campesino, en general desligado de su
comunidad de origen, en propiedad “descampesinizado” o en vías de tal, se convirtió en
el “valluno”, el forastero rechazado de la hacienda, que huyendo del diezmo, el tributo y
su aparato coercitivo, se introdujo en la feria, y de agricultor de origen pasó a
comerciante y luego a artesano “en uno o varios oficios: vaquero, carpintero, albañil,
cohetero, sombrerero, ollero, tejedor, canastero, sombrerero, pellonero, pollerero,
ojotero”, es decir, se trata de un personaje versátil, “intermedio entre el mestizo urbano
y el indio rural de las sierras”. (Guzmán, 1972:146). Además se desempañaba como
arriero, se veía a si mismo ciudadano, aspiraba a blancoide y no se ofendía si se lo
califica como “mestizo” o “cholo”:

Vive entre el campo y la ciudad o pueblos, habla castellano y quichua,


generalmente lee y escribe. Viste pantalón de campo con chaleco y saco de
ciudad, sombrero de fieltro y abarcas. La ‘valluna’ es igualmente agricultora,
comerciante, arriera, cohetera, alfarera, cigarrera, carnicera o chichera. En su
38
vestido es más chola que india. Usa jubón adornado con encajes o cintillos,
manta de fleco en vez de reboso y el típico sombrero blanco de copa alta y ala
tiesa (Guzmán, obra citada. 147)

Los aspectos señalados fueron profundizando las contradicciones en que se debatía la


sociedad colonial y fueron resquebrajando su estructura social y su ordenamiento
jurídico-político, en la misma proporción en que las autoridades hispanas y los sectores
dominantes plegados a ellas, procuraban incrementar las exacciones y cargas tributarias
sobre los indios, incluso los forasteros, apoyándose para ello, en abusos de autoridad y
la corrupción generalizada de los corregidores. Esta situación desembocará en las
rebeliones de 1780-1781. Sin embargo en Cochabamba, los indios forasteros y criollos,
que gozaban de mejor posición como artesanos y pequeños productores, no se plegaron
al movimiento indígena, pero sí, la masa de indios tributarios se pronunció en favor de
Tupac Katari y Tupac Amaru en las zonas de Arque, Tapacarí y Ayopaya, con
repercusiones en Sipe Sipe, El Paso y el Valle de Cliza. No obstante cuando el tributo
pretendió ser aplicado a los mestizos (artesanos, pequeños productores, comerciantes,
etc.), estos se levantaron acaudillados por Alejo Calatayud. Pero muy pronto los criollos
que secundaban esta protesta retrocedieron ante el peligro de una masiva rebelión
indígena, que esta vez no sólo amenazaba a la élite dominante de Cochabamba, sino a
los propios mestizos.

En este punto, vale la pena llamar la atención del lector sobre el movimiento
protagonizado por Calatayud en 1730, el mismo que se encuentra vinculado con lo
dicho anteriormente, es decir, el paulatino debilitamiento del sistema de castas y tributos
en los valles de Cochabamba, y más concretamente, el intento de la corona española de
ampliar el universo tributario en dichos valles, incluyendo a criollos y mestizos
mediante la aplicación de revisitas que permitieran levantar un censo de indios y
mestizos para reorganizar la institución de la mita y el tributo. Ante el riesgo que esto
suponía para muchos forasteros asimilados en los pueblos y ferias como mestizos y
criollos, dedicados al comercio y la artesanía, la rebelión en Cochabamba fue
encabezada por estos. Según O'Phelan, citando fuentes de archivos de la Red Andina de
Charcas: “El mismo Alcalde criollo difundió el rumor que los mestizos serían
clasificados como indios y serían obligados a pagar tributo”. Por ello no resulta casual,
que el líder del movimiento fuera un artesanos mestizo y que la principal demanda se
refiriera a que las autoridades locales debían estar constituidas por criollos y no por
españoles, además, que el revisitador debía ser nombrado por estas autoridades,
identificadas con los intereses de mestizos y criollos (1988:94 y siguientes). En
consecuencia resulta explicable la pasividad de Cochabamba en 1780, cuando la
rebelión indígena aspiraba a la destrucción del sistema de castas y tributos, algo que no
estaba en el interés de mestizos y criollos. De esta forma el movimiento insurgente
regional en apoyo a los levantamientos del Cuzco, Chayanta, el Altiplano paceño, etc.
fueron poca significativos en los valles centrales de Cochabamba. Por el contrario, la
Villa de Oropeza aportó con recursos humanos, armas y bagajes, a mantener el orden en
una región que resultaba vital para el sistema colonial en el Alto Perú. Este
comportamiento será reconocido por Carlos III quien por los servicios prestados a la
causa real, concedió a Cochabamba el título de “Ciudad Brava y Leal” en 1786.

Antes, en 1784, se creó la Intendencia de la Provincia de Santa Cruz de la Sierra (Ver


Mapa 2) que comprendía: El Cercado, los partidos de Sacaba, Ayopaya, Tapacarï,
Arque, Cliza, Mízque, además Valle Grande, Santa Cruz y las misiones de Moxos y
39
Chiquitos. El gobernador de esta intendencia entre 1784 y 1809 fue Francisco de
Viedma, excepcional administrador, enérgico y competente, lo cual le valió el respeto y
reconocimiento de sus contemporáneos. A su acuciosidad y lucidez, debemos
descripciones invalorables de lo que fue Cochabamba en su época:

Su diagnóstico a cerca de los males de la economía de Cochabamba -señala B.


Larson- era primordialmente mercantilista, con un fuerte énfasis fisiocrático
sobre la necesidad de mejorar la agricultura. En forma específica Viedma creía
que la prosperidad de la región dependía de una exportación constante de
cosechas para los mercados distantes, donde podían intercambiárselas por
dinero en efectivo. (1982: 84).

Viedma consideraba que la suerte de la región y su porvenir estaban en la agricultura


exportadora de alimentos hacia lejanos mercados, en concreto el espacio minero del
altiplano, al respecto anotaba:

No hay duda que ninguna otra provincia se muestra más benéfica a sostener
con sus frutos inmediatos, donde ya que la naturaleza ha estado tan esquiva en
la esterilidad y avidez de los pelados cerros y riguroso clima de sus punas, se
manifiesta por otra parte muy propicia con las riquezas que ocultan sus senos:
Si estas descubriesen y trabajasen en términos que volviesen a florecer como
antiguamente lo estaban, no necesitaba Cochabamba, otro ramo de industria
que el beneficio de sus trigos y maíces por el despacho que le proporciona
(Viedma, 1969:164-165).

Con esta misma acuciosidad describía Viedma a la ciudad de Cochabamba o "ciudad de


Oropeza" como se la denominaba en su tiempo, abarcando desde las bondades de su
clima al que consideraba que transcurría como una “suave primavera, de modo que muy
poca variedad se halla del invierno a lo riguroso del estío”, la descripción que realizó
sobre el río Rocha “el que tuvo su antigua madre por el centro de ella." (la ciudad), con
el riesgo de arrasar la misma por sus desbordes, a la situación sanitaria en la región con
sus males endémicos. Estos problemas, tan tempranamente identificados, no podrán ser
superados hasta bien avanzado el siglo XX, pero estarán siempre presentes en el
pensamiento de este excepcional administrador.

En la misma forma, nos ofrece esta imagen urbana:

sus calles están a cordel, son de ancho de 9 varas, se empedraron en el centro


de la ciudad en el año de 1785. Tiene dos plazas, la principal y otra llamada de
San Sebastián que se halla en uno de sus cantos. En la primera hay una fuente
en medio de regular y abundante agua, costeada por la magnificencia del señor
D. Carlos III, para lo que le hizo gracia a este Cabildo de 10.000 pesos de sus
reales cajas... Las casas en el medio del pueblo son de dos altos, bastante
grandes, cómodas y sólidas, aunque hechas de adobe crudo, que es el único
material de que se fabrican, a excepción de algunas portadas de piedra; todas
tienen balcones de madera y están cubiertas de teja. Los demás son de un solo
alto y entre ellas hay pocas grandes, como que muchas en los extramuros son
pequeños ranchos del mismo material y cubiertas con paja (1969: 33-34).
40
Una otra crónica sobre el paisaje urbano de la época de Viedma, nos proporciona esta
visión:

Sobre la planicie, allá lejos, se muestra Cochabamba. Las torres de los templos
que recortan con sus flechas la urgencia del cielo ebrio de luz, polarizan en una
ordenada arquitectura, la cuadrícula de las construcciones urbanas, que en un
múltiple desdoblamiento se enfilan hacia la campiña como un fantástico
regimiento policromado en un ansia infinita de prolongación. Los ordenes
arquitectónicos de solera española y su urbanismo, tienen cierta severidad a
pesar de la policromía detonante de las fachadas de sus casas y de la gracia
que envuelve con su euritmia la atmósfera de la ciudad. Las casas chatas y las
de dos pisos, de evocaciones castizas, alinean con los templos trazados sobre
los moldes de la época, que recuerdan fervores que llegan hasta el cielo... La
presencia de los templos, pone una nota de claroscuro a esta visión,
transformándola de alegre, en un reconocimiento místico de
quietud...proyectándose la fantasmagoría de un complejo pulso que hace decir
a las gentes de Cochabamba, que es una ciudad monacal. Cochabamba fue una
de las ciudades más populares después de Potosí. Es el centro económico de la
Colonia, llamada la ‘valencia altoperuano’ (Otero: 1980:191-192).

De las descripciones anteriores, se desprende que las plazas y templos eran los
elementos estructurantes del conjunto urbano, y sobre ellos reposaba, la referencia de
los emplazamientos residenciales y la propia jerarquía social de estos. Las casas de dos
pisos se ubicaban en tomo a 1a plaza de armas y en el área de emplazamiento de los
templos más importantes. En realidad, eran los citados templos los que establecían la
diferencia entre la ciudad y una simple aldea. Incluso edificios como el Cabildo, (de
cuya presencia en 1a actual plaza de armas no quedan rastros), que simbolizan el poder
del Rey, no tenían tanta gravitación, como aquéllos que simbolizaban el poder
eclesiástico. En efecto, como ya se menciono, esta institución era la que ejercía mayor
influencia en la vida de la sociedad colonial, y ello explica su presencia preponderante
en el contexto urbano, no solo como el soporte material de una ideología religiosa
dominante, sino como presencia efectiva del poder del clero altoperuano, que en el caso
de Cochabamba, hacia 1784, estaba representado por “74 frailes, 125 monjas, 80
presbíteros, aparte de los curas de parroquia” (Otero, 1980:145), cuya influencia
abarcaba todos los niveles y ámbitos de la vida cotidiana e institucional de esta
sociedad. En torno a los arzobispados, obispados, canonías, curatos y conventos, se
estructuraba una compleja organización del mejor cuño feudal, que estimulaba el
desarrollo de procesos de acumulación y atesoramiento de riqueza a través del
acaparamiento de tierras y la extracción de rentas de las fincas de propiedad de las
instituciones religiosas31. Un lugar muy destacado ocupaba la institución del diezmo 32
que se constituía en 1a mayor fuente de ingresos e incluso, parece ser, el nudo de

31
La más importante en Cochabamba fue la Hacienda del Monasterio de Santa Clara en Cliza con una
extensión de 860 fanegadas, evaluada en 300.000 pesos y una poblaci6n indígena, en 1808, de 954 indios
(colonos).
32
Se trata de un impuesto eclesiástico que afectaba a la décima parte de las cosechas de los pequeños
agricultores o a la misma proporción de la producción artesana, la misma que se cobraba generalmente
por su equivalente en dinero. Este cobro daba lugar a los remates del diezmo, es decir al concurso de
cobradores del impuesto, bajo la modalidad de ofertar pagos adelantados a la iglesia a cambio de
favorecerse de la cobranza efectiva del impuesto en una determinada región, con derecho de exclusividad,
para recuperar lo invertido y acceder a una utilidad o ganancia. Dichos cobradores eran
predominantemente latifundistas y prominentes comerciantes de los valles de Cochabamba .
41
articulación de los intereses de los grupos dominantes (latifundistas, clero y grandes
comerciantes) y la forma efectiva de apropiación del excedente económico generado por
la agricultura y la artesanía, en favor de dichos sectores.

En la segunda mitad del siglo XVIII, el mercado de productos agrícolas, particularmente


el de granos, era poco estable. Según Larson, el circulante era escaso y eran frecuentes
las transacciones en especie, por lo que no existía un recurso confiable de capital en
dinero que beneficiara a los grandes productores cerealeros. Esta inestabilidad se debía
a que, perdidos los centros tradicionales de exportación de Cochabamba, los partidos y
curatos representaban un universo de consumidores muy modesto y los mercados
estaban atiborrados de granos producidos por arrenderos y pequeños productores, a
quienes los grandes hacendados no podían someter, perdiendo por tanto el control del
precio del grano en el mercado local. Todo esto conformaba un cuadro de escasez de
capitales y bajas utilidades de la producción agrícola, que empujaba a los terratenientes
a parcelar cada vez más sus propiedades en favor de los arrenderos y a acumular
hipotecas y deudas.

Siempre de acuerdo a Brooke Larson, los dueños del escaso capital en la región no eran
los comerciantes, menos aun los arrenderos o artesanos, sino la Iglesia que paso a
desempeñar el papel de un ente financiero, a través del préstamo hipotecario o "censo
en compra" con que operaban monasterios y cofradías, y que consistía en facilitar la
transferencia de los predios rurales a favor de terceros que acudían al citado préstamo,
estableciéndose una obligación para el acreedor que adquiría una propiedad, aceptando
la extensión de los derechos de usufructuó sobre la misma a favor de la institución
religiosa, como forma de amortizar la deuda. En caso de insolvencia, se producía la
adquisici6n directa de la propiedad por la mencionada institución religiosa, a cambio de
una pensión a perpetuidad en favor de dicho acreedor que se declaraba insolvente, o
prefería una vida tranquila y segura, a enfrentar los riesgos de la agricultura. Otro tipo
de financiamiento era el “préstamo de capital”, crucial para los hacendados que debían
hacer inversiones previas a la producci6n, de donde también resultaban apreciables
utilidades para las instituciones religiosas. Otra fuente nada despreciable de ingresos
fueron las "capellanías", un reflejo precisamente de la inseguridad en la actividad
agrícola que creó la acelerada decadencia del mercado potosino, y que consistía en
donaciones de tierras que hacían 1os hacendados próximos a morir, en favor de la
Iglesia, a cambio de la obligación de la institución religiosa favorecida, de proveer
sustento, en forma de anualidades entregadas a un “capellán” que frecuentemente era un
hijo o un familiar próximo del hacendado. Otro importante rubro que era el de los dotes,
que las hijas solteras de 1os propietarios de tierras debían pagar, para que estas ingresen
a los conventos.

Al lado de la elite religiosa que se constituyó en torno a esta floreciente institución


financiera, también se organizó en la Villa una modesta elite civil conformada por
miembros del Cabildo, alcaldes ordinarios, corregidores, diversos administradores
reales y oficiales de la milicia, cuyas propiedades, títulos nobiliarios y militares, les
significan status y poder. Para este sector, la tierra representaba una riqueza rentable, es
decir generadora de rentas y servicios personales, o sea, una forma indirecta de
acumular riqueza. Sin embargo, citando siempre a Larson, esta “era una elite poco
deslumbrante, en relación a los patrones de Lima, Potosí y Ciudad de México” y su
fortuna y prestigio dependía estrictamente de inversiones en negocios de especulación y
usura. (Larson, 1979).
42
El Censo que mandó a levantar Viedma arrojó una poblaci6n, para la Villa y su
Cercado, de 2.305 habitantes (Ver Cuadro 5) de los cuales apenas 75 eran negros
esclavos. Según la historiadora citada “El pequeño numero de esclavos a fines del siglo
XVIII, revela cuán pocos podían alcanzar a invertir en tales lujos”. El resto de esta
pirámide cuyo vértice hemos analizado, estaba constituida por comerciantes afortunados
(eran frecuentes los matrimonios entre comerciantes prósperos e hijas de hacendados y
eran normales los arreglos matrimoniales como forma de mejorar el capital comercial),
hacendados en diversas situaciones de bonanza o penuria, pequeños negociantes,
prestamistas y empleados en cargos inferiores de la administración colonial así como
unos pocos hombres de leyes, escribanos y pendolistas. A ello se sumaba una extensa
población de artesanos, feriantes, fabricantes de chicha, arrenderos, forasteros que se
“desplazaban” de una ocupación a otra, así como todo un conglomerado de indios
adscritos al servicio domestico de las clases altas y medias.

La ciudad resultante (ver plano 1), que proporcionaba cobijo al universo social
analizado, obviamente privilegiaba la arquitectura religiosa. Sin embargo este fenómeno
no es propio de Cochabamba. Todo el ámbito urbano colonial estaba caracterizado por
la presencia de templos, iglesias, conventos y otros edificios religiosos que además de
desplegar lo mas valioso de la arquitectura colonial, también desplegaba el poderío de la
institución eclesiástica en las colonias españolas de América, ostentando una forma
concreta de acumulación de riqueza e intercambio desigual en favor de los centros
urbanos y en desmedro de los entornos rurales.

De acuerdo a Viedma Cochabamba poseía en 1788: “ocho conventos y un beaterio: los


seis de religiosos, a saber: Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, La Merced,
San Juan de Dios y Recoletos Franciscanos, Santa Clara y Carmelitas Descalzas”.
(1969:35). De estos, el más antiguo todavía en pie, es el de San Francisco, cuya iglesia
fue edificada en 1581 y reconstruida en 1782, siendo lamentablemente remodelada y
modernizada en 1926, perdiendo su valor arquitectónico, salvo internamente, el retablo
del altar mayor el púlpito y la espadaña. La iglesia y convento de La Merced, otro de los
más antiguos, obra de Sebastián Montes, hacia 1600-1604, fue sensiblemente demolido
en 1969. El templo de la Compañía de Jesús, fue edificado por los padres Jesuitas en el
siglo XVIII y aunque su fachada fue reformada en 1892, ha sido restituida a su forma
original en 1960, sin embargo, interiormente la iglesia ha sido modernizada. La Iglesia
Catedral fue reedificada en dos oportunidades, la primera vez en 1618 en que se
encomendó la obra a Domingo del Mazo, hacia 1701, fue reconstruida nuevamente y
concluida en 1735, con auspicio del Vicario Francisco de Urquiza. El convento y la
iglesia de Santa Teresa, el conjunto de arquitectura colonial más interesante, fue
iniciado en 1753 por encargo de la orden de las Carmelitas Descalzas de la Santísima
Trinidad. Esta primera iniciativa inconclusa propuso para el templo una planta
polilobulada que no pudo ser solucionada en su cubierta, siendo simplificada por el
Arzobispo de La Plata, San Alberto. a fines del siglo XVIII. Finalmente la iglesia de
Santo Domingo, cuya primera capilla fue edificada en 1631. Sin embargo el actual
templo se construyó entre 1778 y 1794. En 1825, el Gral. Sucre expulsó a los dominicos
y el convento pasó a propiedad del Estado (Byrne de Caballero y Mercado, 1986:37 y
siguientes)

En contraste con este despliegue de arte, arquitectura y riqueza, el resto de la ciudad


guarda proporciones de forma y escala muy modesta. Aun las casas de “altos” donde
habitaba lo mas rancio de la sociedad colonial cochabambina no lucía la prestancia que
43
desplegaban las casonas de Charcas, Potosí o La Paz. Sus paredes eran de adobe, sus
cubiertas utilizan la teja de barro, con caídas a dos aguas, aunque tal vez inicialmente se
emple6 la paja como material alternativo. Estas viviendas se distribuían y organizaban
en torno a uno, dos o más patios, donde se disponían perimetralmente series de
habitaciones en ambos pisos. La planta alta era la planta de honor:

Las habitaciones de "arriba" como se 1as llama, eran defendidas por el


corredor, guarnecido por una orla alta de madera, también ta1lada del estilo de
las puertas y balcones... La habitación principal de la casona es ‘la cuadra’,
llamada así porque tiene forma de un cuadrado, en e1 que se alza el estrado,
sus ventanas dan sobre la calle y sus paredes están enjalbegadas de cal. E1
siglo XVIII contribuyó a que esta habitación estuviera muy adornada y en ella
se hacia derroche de lujo (...) la habitación está alfombrada con unas mantas
tejidas al estilo árabe. Al lado de la cuadra con ingreso especial sobre el
corredor, está el Santo o la Santa, delante de él, se dicen las misas por el
capellán de la familia o simplemente se reza el rosario.(Otero, 1980:173).

En este mismo sector se ubicaba el comedor con la gran mesa familiar cubierta de fina
rnantelería sirviendo como asiento algunos taburetes altos e incómodos y el sillón
frailuno para el jefe de familia. Luego se tenía el dormitorio principal con su amplia
cama de barandillas o granadillas y cantoneras de bronce, las paredes cubiertas por
grandes cortinas de damasco y dominando este ámbito una gran araña de vidrio para
velas, finalmente, en este nivel se situaba el dormitorio de los hijos y el cuarto de
alojados. Las habitaciones de la planta baja o simplemente “los bajos” se destinaban “al
cuarto del chocolatero, al cuarto de monturas, al destinado a escarmenar lana o
tejerla, al de liar cigarrillos y en fin, a los ambientes donde se depositan los víveres
destinados a su venta y que se expenden al por menor en la puerta de la casa” (Otero
1980:174). Esta casona, cuyo primer cuerpo hemos descrito con minuciosidad por ser
reveladora del estilo de vida del funcionario español, del hacendado o del comerciante
que la habitaba, se componía de tres partes: el primero y segundo patios, el corral y el
jardín o huerta. El segundo patio estaba ocupado por la servidumbre: el mayordomo, el
ama de llaves y su familia, los “pongos” y los protegidos. “Además vivía también la
mestiza o indígena concubina de1 señor o del joven de la casa, cuyos hijos se
agregaban a la familia”. (1980:174). En este sector también se ubicaba la cocina y la
despensa y el celebre “cuarto de duendes” (cuarto de trastos), lugar de reclusión de
niños desobedientes.

Esta relación en detalle, de la vivienda de la nobleza hispana, no sólo guarda el interés


de conocer aspectos de su vida cotidiana, sino esencialmente de encontrar en las
mismas, la significación ideológica de su disposición espacial y funcional, expresada en
la valoración social que se da a sus distintos recintos, a su concepción tajante de separar
“arriba” a los dueños de la casa y “abajo”, en los patios interiores al conjunto de la
servidumbre, que no solo presta servicios, sino produce bienes de consumo e
intercambio para esta unidad familiar ampliada. Esta mansión citadina, no cabe duda,
era reproducci6n en escala menor de los valores esenciales y las limitaciones de la
sociedad colonial, en cierta forma, constituía una suerte de radiografía de la vida
colonial, su organización espacial explicaba y reproducía el propio ordenamiento
urbano. Como acertadamente lo señala Gustavo A. Otero: “Si la vida colonial es la
ciudad y el corazón de la ciudad es la plaza, la casona es la imagen reducida del
44
mundo colonial, que en las veinticuatro horas de1 día va destilando la esencia de esta
vida que fue e1 espíritu de aquellos tiempos"33.

En contraste con este espacio urbano consolidado por un conjunto mas o menos denso
de casonas de “altos” y templos u otros edificios religiosos, las casas de “bajos” eran
mas sencillas y sobrias, en ellas habitan “las clases medias” de funcionarios públicos,
escribanos, algunos profesionales y comerciantes mestizos y criollos. Hacia el Sur esta
conformación urbana, mudaba su fisonomía, el pequeño contexto “urbano” construido
con el recurso de diezmos, tributos y gabelas, dejaba de ser tal, las pretensiones de
“ciudad” se diluían frente a un paisaje aldeano e incluso rural dominante, que
organizaban multitud de pequeños comerciantes, artesanos y productores agrícolas, es
decir, ese submundo de mestizos forasteros y arrenderos, que en la época de Viedma, ya
constituían una presencia importante y significativa. La vivienda de esta periferia de
barrios populares (Caracota, Curtiduría, Carbonería, San Antonio, etc.), consistía en una
modesta casa de techo de paja o teja de barro cocido. De acuerdo a Gustavo Adolfo
Otero, la misma presentaba:

sus paredes son construidas con barro apisonado con paja en los moldes
de adobe o en los tapiales. E1 techo esta sustentado por tijeras de palos
entrelazados por cuerdas de cuero, y esta provista de una sola puerta sin
ventana. La puerta era primitivamente de cuero de llama y luego fue de
madera con argollas para sujetar el candado. Interiormente esta casa
estaba amoblada por patillas amplias que hacen el papel de catres y
unas patillas estrechas que sirven para asiento (1980: 169 y 170).

Esta modesta vivienda formaba parte de un paisaje mas amplio que englobaba la
periferia de la ciudad y particularmente la zona Sur, donde barrios como el de la
Curtiduría, Carbonería, Caracota concentraban esa población de forasteros, que al
insertarse en la economía de la ciudad y la región, adquirieron la categoría de
“mestizos” y “cholos”, y al desarrollar una especialidad especifica dentro de la esfera de
la producción o la circulación, se transforman en artesanos o pequeños comerciantes de
feria (ver plano 2)34

Los rasgos anteriores como veremos no necesariamente reproducen en forma mecánica


la clásica imagen urbana académica de segregación social, étnica y espacial por
“anillos” o áreas próximas y gradualmente lejanas al centro de gravedad de esta
sociedad, es decir, las instituciones religiosas y estatales y su Plaza de Armas. La ciudad
hispana, en realidad, se reducía a no mas de una decena de manzanas consolidadas bajo
ese patrón, otras pocas decenas mas, que se debatían entre ser consumidas por las
necesidades urbanas de los hidalgos o mantener una atmósfera rural que combinaba el

33
Respecto del significado de lo que la casona colonial significaba para los encomenderos, Lockhart
afirma: “La casa poblada es decir, el tener la casa llena de gente, era de capital importancia tanto para
los deberes como para las ambiciones del encomendero. Este simple término significaba algo bien
definido para los españoles de la época. Suponía una casa grande, de ser posible una esposa española,
una mesa donde se alimentara a muchos huéspedes”, todos ellos atendidos por “esclavos negros, un
personal de sirvientes indígenas, criados españoles y una caballeriza. La casa poblada era la ambición
individual de mayor importancia en el sueño de una vida señorial y era compartida por todos los
españoles (...) una elevada proporción de la población española vivía en las grandes casas de los
encomenderos”(Lockhart, 1982: 32-33)
34
Estos protagonistas sociales añadirán al modelo urbano hispano, la dimensión material de los circuitos
comerciales de la artesanía, el comercio de granos y harinas, y sobre todo, el comercio de la chicha.
45
modelo hispano de casas quinta con maizales aborígenes. Mas allá se extendía la
“ciudad mestiza” de barrios populares y la campiña con fragmentos hispanos y
autóctonos, donde se combinaba la casa solariega y la alquería campesina. Si
intentáramos un esquema de la estructura físico-espacial resultante, ésta no podría
reducirse a la aldea, sino a su entorno productivo, porque ambos se articulaban y
complementaban. Un rasgo esquemático de esta idea se expresa en el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 5: La Villa de Oropeza y el Cercado: consumo de espacio urbano,


suburbano y rural según patrones de asentamiento a fines del siglo XVIII

ZONAS SEGÚN SECTORES, SITIO O ÁMBITOS CARÁCTER MORFOLÓGICO


PATRÓN DE QUE SE CONSTITUYEN EN DOMINANTE
ASENTAMIENTO CADA ZONA

Zona de asentamiento Plaza de Armas y manzanas Consumo del espacio urbano bajo patrones
urbano con patrón próximas: incluye los templos que reproducen el modelo de ciudad
hispánico dominante religiosos, los conventos y los hispana (trama en damero) que se organiza
edificios dc la administración real, a partir de un espacio central (Plaza de
así como las casas dc altos y bajos Armas) en cuyo perímetro y proximidades
de las familias hidalgas. Este es el se despliegan los soportes arquitectónicos
área de residencia y trabajo de 1as de la Iglesia, el Estado, la realeza local, el
clases dominantes. poder económico, la alta burocracia civil y
militar y los encomenderos de fortuna,
correspondiendo a ello un producto
morfológico que por su escala, calidad y
singularidad, domina la escena urbana y el
espacio regional circundante.
Zona suburbana de Kjara-Kjota (Caracota) pequeño Predominio de casas de bajos, calles
barrios populares caserío indígena absorbido por la angostas y tortuosas, edificación poco
periféricos con un urbanización, asiento de la actividad densa donde la función residencial se
patrón que combina ferial. La Carbonería, barrio donde combina con talleres de artesanos
rasgos hispánicos y se expendía carbón de leña, situado pulperías y chicherías. Los diferentes
aborígenes adaptados en la parte meridional de la Villa barrios no organizaban un tejido urbano
a la organización entre Khasa Pata y el Ticti, dio su continuo. Los espacios abiertos de
espacial dominante nombre a la famosa acequia que Caracota, la Pampa de las Carreras, San
cruzaba diagonalmente la ciudad. Sebastián, eran asientos de la actividad
Khasa Pata o la Mañacería, barrio en ferial y escenarios de bullicioso comercio.
la parte Sureste de San Sebastián, La aridez de la zona y la falta de agua, la
residencia y lugar de faena de los convertían en una zona polvorienta, con
mañazos o carniceros. La Curtiduría, frecuentes focos infecciosos y poco
barrio popular de la zona Suroeste propicios a la expansión del modelo
donde se establecieron grandes urbano hispano, razón por la cual éste, se
curtimbres y peleterías. San Antonio, deforma y concilia con alternativas
otro barrio populoso del Sur de la caprichosas que se originan en la
ciudad, se vinculaba con Caracota y espontaneidad de las iniciativas populares.
San Sebastián a través de la Pampa
de las Carreras (hoy Avenida
Aroma) sitio donde existían varias
factorías de jabones conocidos como
la Jabonería.
46
Zona rural de Cjala Cjala (castellanizado Cala Ámbito rural, cuyo marco natural estaba modificado
por patrones agrícolas hispanos que compartían con
huertos, haciendas, Cala), comarca pintoresca y lugares donde todavía subsistía la cultura aborigen: En
campiñas, maicas, atractiva, originalmente cubierta de el sector Norte compartían el mismo paisaje casas de
balnearios y bosques de ceibos, jacarandas, hacienda, casas-quinta, rancheríos, maizales y huertos,
rancheríos molles y otras especies nativas. en marcado contraste con el árido Sur de llanuras y
tierras agrícolas de secano. En los dispersos poblados
Asiento de fincas, huertos y indígenas se practicaban artesanías y se elaboraba
arboledas. Sitio de recreo y paseos chicha. El vasto espacio que circundaba a la Villa de
de las familias hidalgas. La Chayma Oropeza era compartido pacíficamente por
al Norte de Cala Cala, era una zona hacendados, yanaconas, arrenderos y artesanos de
varios oficios. Esta actividad productiva estructuró la
de huertos particularmente primigenia trama vial que conectaba estos espacios con
concurrida. También sobresalían las ferias y recobas del núcleo urbano.
otras zonas como Jaya Huayco (hoy
Jayhuayco) poblado indígena en la
zona de la Tamborada, con tierras
muy fértiles llamadas maicas;
Lajma, asiento de pequeños talleres
de alfarería y cerámica; Sarikyo
Pampa (hoy Sarco), asiento de
varios rancheríos, maizales y
huertos; Tjupuraya (hoy Tupuraya)
comarca cubierta de bosques; Alba
Rancho, caserío al Sureste de
Khanata, Chavez Rancho comarca
poblada al Oeste de la Villa, con
huertos y maizales; Mayorazgo,
asiento de la mayor hacienda dentro
de la circunscripción del Cercado; la
Recoleta, comarca con muchos
huertos al igual que el Rosal,
Portales, Aranjuez, Miraflores, etc.
Fuente: Elaborado en base a Urquidi, 1949 – Ver planos 1 y 2

Por ultimo en cuanto a la población de Cochabamba y el Cercado, así como la de los


partidos circundantes y aledaños, Viedma revelaba que hacia 1788, Cochabamba y sus
alrededores tenían 22.305 habitantes. Resumiendo, la población del conjunto de la
Intendencia de Santa Cruz, en lo que se refiere a la ciudad y a los partidos del
Corregimiento de Cochabamba presentaba la siguiente relación:

CUADRO Nº 6: Corregimiento de Cochabamba y partidos aledaños: Población en


1788

Localidades Población Españoles Mestizos Cholos Mulatos Negros Indios


total
Ciudad de Oropeza y 22.305 6.368 12.980 - 1.600 175 1.182
Cercado
Partido de Sacaba 7.614 1.249 2.290 - 269 1 3.805
Partido de Ayopaya 8.637 1.275 1.493 - 247 2 5.260
Partido de Tapacari 27.308 3.277 6.283 1.800 1.062 14 14.864
Partido de Arque 22.174 1.354 3.642 1.739 497 26 14.916
Partido de Cliza 37.616 6.673 12.642 - 2.361 30 15.910
Partido de Mizque 13.876 2.962 5.602 - 2.249 - 3.063
TOTAL 145.430 23.158 44.932 3.546 8.285 248 64.361

Fuente: Viedma, 1969: cuadro elaborado por Peñaloza, 1981


Estos datos de población en el caso de la ciudad de Oropeza o Cochabamba, como se la
pasó denominar mas corrientemente, incluyen a la población del Cercado, es decir, la
población suburbana que involucra, unas 14 haciendas, en torno a las que se
47
conformaban pequeños pueblos o rancheríos de indios y mestizos, que se dedican a la
agricultura en calidad de arrenderos, y en menor proporci6n como yanaconas.
Concretamente Viedma señalaba al respecto: "Estas haciendas y pagos (son) tan
poblados, que se les puede regular una tercera parte del vecindario" (1969:46). Si
respetamos la proporción fijada por Viedma entre población urbana y el Cercado, se
puede estimar la poblaci6n urbana de Cochabamba, hacia 1788, en unos l5.000
habitantes, cifra que guardaría proporci6n con los censos de fechas posteriores. A1
margen de lo anterior es interesante comprobar que la ciudad y el Cercado
conjuntamente con el Partido de Cliza configuraban un espacio de centralización de
“mestizos”: el 28,88% del total se concentraba en el Cercado, pero entre ambas zonas
alcanzaban al 57 % del total de la población mestiza. La misma tendencia se evidencia
con relación a la población de “españoles” que en el Cercado representaban 27,50% del
total de estos, pero que junto con Cliza alcanzan al 56,3% del total hispano. Con
relación a población de “indios”, o sea la población de tributarios, esta solo alcanza al
1,84% del total, situación que contrastaba fuertemente con otros partidos como
Tapacarí, Arque y la propia Cliza donde se concentraba el 71 % de esta población.

Al tenor de estos datos, se puede inferir que la poblaci6n dominante en Cochabamba y


aledaños hacia fines del siglo XVIII era predominantemente mestiza, con un 55,7% de
la población total de la ciudad y el Cercado. Sin embargo, comparando, por último,
estos indicadores con los de los partidos restantes se puede apreciar que el Partido de
Cliza, era un otro núcleo importante de concentración, en este caso, de “mestizos e
indios” (33,61% y 24,7 % del total registrado respectivamente). Estas cifras sugieren
que la economía y la dinámica social valluna giraba en torno a dos polos: el centro
administrativo, señorial, artesanal y ferial de la novísima ciudad de Cochabamba y el
centro de españoles hacendados, mestizos, criollos, artesanos y concurrentes diversos a
la gran feria de Cliza. En contraste, los partidos de Tapacari y Arque que presentaban
una población indígena tributaria mayoritaria, sin duda, estaban férreamente controlados
por el régimen hacendal imperante, por ello mismo, se mostraban menos sensibles a los
intereses que guiaban el mundillo de los negocios valluno, y exhibían mayor fidelidad a
las tradiciones culturales de los antiguos ayllus andinos35.

35
Para un mayor detalle sobre la situación de la Intendencia de Santa Cruz en la circunscripción del
Corregimiento de Cochabamba en el siglo XVIII, ver Larson, 1990.
48

Parte 2:

COCHABAMBA EN EL SIGLO
XIX
49
Capítulo 5
La fundación de Bolivia, la ruptura de la organización espacial del Estado Colonial
y la Región de Cochabamba en el siglo XIX

La comprensión de lo que fue Cochabamba y su regi6n en los primeros tiempos de la


República, pasa por la necesaria consideración de lo que fue la realidad nacional en su
primer periodo, en la medida en que Cochabamba a lo largo de su proceso histórico y no
solo en esta circunstancia, siempre fue una región sensible a la incidencia de los factores
que gravitaron sobre la economía y la sociedad boliviana en general. Por esta razón
examinaremos los antecedentes que configuraron la realidad nacional a partir de 1825,
para luego detenernos en una caracterización mas especifica de la situación de
Cochabamba en esta misma época.

La fundación de la República de Bolivia en 1825, en base a los territorios de la Real


Audiencia de Charcas, significó en la interpretación de algunos historiadores como el
peruano Heraclio Bonilla (1980), una de las mayores contradicciones que cometió
Bolívar con su propio pensamiento de unidad americana, en tanto otros autores como
Eduardo Arze Cuadros (1979), al analizar los antecedentes que dan lugar a la
constitución de Bolivia, insiste en que su consolidación como república independiente,
jugó un significativo rol de equilibrio entre el Río de La Plata y el Virreinato de Lima.

Como quedó evidenciado en los capítulos anteriores, los territorios del Alto Perú fueron
el pivote de la economía colonial del Sur del continente americano, en virtud de que
gracias a la existencia de los grandes yacimientos argentíferos potosinos y el soporte de
una agricultura cerealera y una ganadería extensivas, fue posible organizar un espacio
econ6mico amplio, donde se concentró un enorme volumen de mano de obra, cuyos
requerimientos de subsistencia organizaron un mercado regional y lazos comerciales
intensamente explotados a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Esta centralización
de la economía colonial, en un territorio abrupto y de difícil acceso, en pleno coraz6n de
las mesetas andinas, determinó desde los primeros tiempos de la colonia, la apertura de
rutas hacia el Pacífico y el Atlántico, de esta forma el predominio de Lima sobre
Charcas consolidó el eje Potosí-Lima, pero en el siglo XVIII, la incorporación de la
Real Audiencia al Virreinato de Buenos Aires, fortaleció el nexo entre ese puerto del
Atlántico y Potosí. (Ver Mapa 1).

Al fundarse la República, Lima y Buenos Aires reclamaron sus derechos sobre el Alto
Perú y las alternativas giraron en torno a la incorporación de estos territorios a la esfera
limeña o a la Argentina; la opción escogida fue la reafirmación de la soberanía de los
territorios de la Real Audiencia, aunque ello implicó la ruptura y desarticulación de las
rutas comerciales coloniales, en la medida en que las regiones cerealeras y mineras
andinas, dejaron de tener una vinculación directa y sin trabas con los principales puertos
del Atlántico y el Pacífico, puesto que los puertos potosinos de Arica y el Callao,
quedaron desmembrados de la nueva república, al igual que Buenos Aires.(Ver Mapa
4).
Estas circunstancias, así como el propio antecedente de la economía minera colonial,
ordenadora de las determinaciones económicas, sociales y territoriales que sustentaron
su desarrollo y auge y que, de una u otra forma sobrevivieron hasta la ruptura antes
mencionada, en manos del ordenamiento territorial que propusieron las flamantes
repúblicas sudamericanas; vino a constituirse, en uno de los factores modeladores de las
características mas persistentes del ordenamiento territorial y espacial de la República
50
de Bolivia. De este modo, del conjunto del territorio nacional, solo zonas muy
restringidas como la meseta altiplánica que todavía contiene la actividad minera, y los
valles centrales interandinos que concentraban la agricultura cerealera y la actividad
artesanal, fueron las regiones que efectivamente poseían una población relativamente
densa y donde se situaban los centros urbanos mas importantes; el resto del territorio,
incluyendo los extensos llanos orientales, solo contenían población dispersa y una
actividad económica marginal con relación a los escenarios andinos, donde se
concentraba la escasa actividad de la nueva República.

Un informe Consular de 1845, suscrito por Félix Frías, Cónsul Argentino en Chile,
dirigido a Tomas Frías, Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, se refería a: “los
vicios de demarcación de limites trazado por la mano victoriosa de Bolívar” y que:

era de deplorar que ese genio no hubiera previsto que la nación que fundaba,
sin bastante frente al Pacifico y sin comunicación con el Atlántico, quedaba
reducida a una situaci6n llena de embarazos para los progresos de su comercio
y su industria (…) en efecto, basta echar una ojeada sobre e1 mapa de la
América Meridional, para advertir que de todos los estados que la componen,
ninguno se halla peor colocado que la República de Bolivia, si consideramos la
parte de territorio a la que las autoridades extienden su dominio y las vías
actuales de su comercio".

El Cónsul Frías acotaba que el principal problema de la nueva Republica era que se
encontraba entre el desierto de Atacama que lo separa del Pacifico y las selvas habitadas
por tribus salvajes que lo separaban de los afluentes del Amazonas y el Plata. Añadía
que los gobiernos para superar esta situación desventajosa, habían dirigido su atención
hacia el poniente, “con el doble objeto de hacer de Cobija un puerto capaz de satisfacer
todas las exigencias de la República, o de conseguir una parte de territorio peruano
sobre las costas del Pacífico”. Sin embargo, “1a experiencia ha demostrado la
imposibilidad de vencer a la naturaleza, que ha negado a la costa boliviana los
recursos indispensables para alimentar poblaciones regulares, y por otro lado, 1a de
obtener pacíficamente sesiones de territorio peruano”. Destacaba además, que Cobija
como opción era, de todas formas, poco conveniente por su lejanía con respecto a las
principales ciudades del país, pues entre dicho puerto y tales ciudades, se oponía un
desierto extremadamente estéril y la Cordillera de Los Andes, y que aun cuando se
adquiriera el Puerto de Arica, este solo lograría satisfacer las necesidades del
Departamento de La Paz. En fin, haciendo gala de su conocimiento de la realidad
boliviana, Frías realizaba la siguiente caracterización del territorio nacional:

Podemos considerar a Bolivia dividida en tres regiones: 1ro. La región


Occidental que tiene a1 Oeste el Pacífico y en el Centro el inmenso desierto
atravesado por la Cordillera de Los Andes, incapaz de cultivo, y que llega hasta
el Departamento de Potosí. Esta región es llamada en 1a división política de
Bolivia, el distrito del Litoral y sus límites en la costa son: el río Loa a1 Norte y
e1 Pacífico al Sur. 2do. La región Central, que se extiende desde Tarija hasta
las fronteras de1 Norte, sobre los llanos comprendidos entre el Amazonas y e1
Madera y abraza los departamentos de Tarija, Potosí, Chuquisaca
Cochabamba, Oruro y La Paz. 3ro. La región Oriental que comprende los
departamentos de1 Beni, Santa Cruz y el Chaco Boliviano".
51
Señalaba a continuación:

"La región del centro sigue de asiento a la mayor parte de la población


boliviana. EI departamento de La Paz produce coca, esta especie de pan de la
clase indígena que forma las masas de Bolivia. Los otros departamentos de
Tarija, Potosí, Cochabamba, Chuquisaca y Oruro, aunque provistos de todos
los productos destinados a satisfacer las necesidades físicas del hombre y que
abundan en sus valles, no han sido sin embargo favorecidos por la naturaleza
para que puedan sostener la industria agrícola, 1a verdadera industria
americana, exceptuando la cascarilla de La Paz, no tengo noticias de que en los
demás departamentos prospere ninguna otra industria a más de la minera. (La
Época, nºs. 135, 137 y 139, octubre de 1845). (Ver Mapa 4).

Los rasgos que el Cónsul Frías anotaba con respecto a la conformación territorial de
Bolivia en de los primeros tiempos republicanos, salvando alguna imprecisión y los
intereses que guiaban su argumentación, que obviamente abogaba por la vinculación e
integración al Atlántico y a la esfera de influencia del Plata, contiene la suma de
factores geopolíticos y económicos que definieron, en cierta forma hasta nuestros días,
la distribución de la población, la estructura de los espacios regionales y el sistema
urbano, que vertebraron deficientemente el territorio de la antigua Audiencia de
Charcas.

Las circunstancias anotadas no solo configuraron un grado de marcado aislamiento con


relación a los mercados externos, sino también tal situación se proyectó hacia el interior,
en los términos de una similar desarticulación y un aislamiento regional, acentuándose
en cierta forma, el proceso de desintegración regional que paulatinamente se evidenció a
partir de la decadencia de la minería potosina.

Sin embargo, resulta importante aclarar que no fue solo el efecto de ruptura del eje
Buenos Aires-Potosí-Lima, con la creaci6n de tres repúblicas independientes en este
ámbito, la causa de la consiguiente desvertebración territorial que padeció Bolivia desde
su nacimiento, sino al lado de esto, la quiebra de los ideales de “los jacobinos de 1809”,
en el decir de Bonilla, que lejos de fructificar en la larga guerra por la independencia,
quedaron sepultados con sus protagonistas, y quienes ocupan el lugar de los Arze,
Antezana, Padilla, Warnes y otros, en 1825, fueron los nuevos grupos emergentes
altoperuanos, que sustituyeron rápidamente el ideario libertario, por la aspiración a
ocupar el lugar de la desplazada oligarquía hispana.

Este fue el objetivo de Olañeta y sus seguidores, quienes frente a la alternativa de Lima
o de las Provincias Unidas del Río de La Plata, escogieron el camino de constituir una
republica altoperuana, es decir, que

"1os criollos altoperuanos (capitaneados por chuquisaqueños y potosinos) y


liderizando, fundamentalmente altoperuanos de las ciudades y pueblos,
lograron hacerse de un espacio político que en términos geográficos era
aproximadamente 2.500.000 km2 espacio o ámbito que reflejaba e1 poder
económico y político de esos grupos sociales en esa coyuntura histórica".
(Azogue, Rodríguez y Solares, 1986).
52
Al constituirse como República, Bolivia tenia una población aproximada de 1.100.000
habitantes, de los que unos 800.000 eran indios, 200.000 blancos y 100.000 mestizos,
además de una pequeña minoría de negros (Pentland, 1975:41). El sustento de esta
población reposaba sobre una economía frágil, que se debatía entre la prolongada crisis
de la minería potosina y la expansión del imperialismo ingles, que trataba de incorporar
los nuevos mercados latinoamericanos a su esfera de influencia y enrolar estas áreas al
sistema capitalista mundial, como proveedoras de materias primas. Este tipo de factores,
que deben ser añadidos al de la desintegración del espacio minero colonial ya
mencionado, determinaron y permiten comprender las circunstancias que influyeron
para hacer realidad un proyecto, en el fondo opuesto, a los intereses de consolidación de
la nación boliviana a partir de la cohesión ideológica y política de un grupo dominante
que hiciera marchar el país. Por el contrario, desde sus primeros días, la flamante
república se debatió en luchas intestinas entre facciones de las elites criollas
representadas por camarillas de caudillo militares, los unos apostando a abrir las puertas
del país al comercio internacional dominado por Inglaterra, en condiciones de extrema
dependencia; y los otros, abogando por mantener esas puertas herméticamente cerradas
a las influencias externas, a fin de favorecer el desarrollo de una hipotética industria
nacional, pero en el fondo, mantener la vieja estructura colonial de castas y privilegios
intacta36

Dichos factores empujaron al país hacia una suerte de ambigüedad, indefinición y


marcado aislamiento con respecto a las “corrientes de1 progreso”, es decir, los flujos de
inversiones de capital europeo y predominantemente ingles, para articular la economía
nacional al ritmo del desarrollo capitalista, tal como lo hicieron la mayoría de los países
vecinos. El efecto de esta situación en lo social, fue la escasa consolidación de Bolivia
como nación cohesionada; en lo político la ausencia de programas y objetivos
nacionales, los mismos que fueron remplazados por una larga lucha de “caudillos
bárbaros” (utilizando la expresión condenatoria de Arguedas); en tanto, en relación al
ordenamiento territorial y regional: los pequeños espacios, las aldeas parroquiales, los
horizontes provincianos, el renacimiento del conservadorismo colonial reaccionario,
imprimiendo el ritmo pausado de la miserable vida cotidiana de haciendas, aldeas,
ciudades y regiones; se constituyó en la característica dominante.

Delineado en sus grandes rasgos, el paisaje político, económico y social que caracterizó
la emergencia del sistema republicano en los territorios de la Real Audiencia de
Charcas, dirigiremos nuestra atención a la situación de la región de Cochabamba en esta
época, la misma que no fue ajena en ningún modo, al proceso más amplio de
constitución de la República de Bolivia, incluido el conjunto de interrogantes y
contradicciones que se debatían en el seno de esta alternativa histórica.

Los factores anotados, y que incidieron en el precoz aislamiento y débil estructuración


del espacio nacional, de una u otra forma, estuvieron ya presentes a partir de fines del
siglo XVIII37. El Gobernador Intendente de Cochabamba subrayaba la ironía que
36
La propuesta visionaria de una Confederación Perú-Boliviana que trató de ejecutar el mariscal Andrés
de Santa Cruz, pudo ser una respuesta apropiada para resolver estos dilemas, pero no fue viable por la
ausencia de una clase dominante que tuviera clara conciencia de su rol histórico para consolidar la nación
boliviana, en función de un acceso al Pacífico en términos tan ventajosos, como les concedía una
coyuntura militar favorable a principios de la década de 1840.
37
La caída de las exportaciones de granos hacia Potosí determinó que las rutas utilizadas fueran
perdiendo paulatinamente importancia, en tanto, la alternativa de capturar mercados en los llanos
orientales tropezaba con el insuperable obstáculo de la ausencia de caminos estables y seguros.
53
significaba la existencia de una región rica en recursos naturales, pero miserable en la
condición social de la mayoría de sus habitantes, y se preguntaba por la razón de esta
situaci6n. Las iniciativas de su administración en sentido de impulsar la agricultura y
procurar nuevos mercados, estableciendo planes para mejorar las vinculaciones con las
Misiones de Moxos y apostar por un renacimiento de la minería, que permitiera un
nuevo auge cerealero, bajo el amparo de un aparato estatal eficiente, y liberado de las
lacras de la inmoralidad del sistema tributario que ocasionaron los levantamientos
indígenas de 1780; resumían los ideales de las clases dominantes con respecto al
desarrollo regional, incluso en los primeros tiempos republicanos.

Sin embargo, curiosamente estos puntos de vista no fijaban su atenci6n y no le


asignaban ningún interés significativo, a la industria manufacturera y artesanal que
había ido cobrando creciente importancia, tanto en la ciudad de Cochabamba, como en
los valles centrales en general, al extremo de organizar un mercado regional de
intercambio con un amplio espacio de influencia, donde la producción cochabambina de
tocuyos, bayetas, pellones y otros, era muy valorada por consumidores locales y
externos; al mismo tiempo que la chicha y la comercialización interna de una gran
variedad de productos agrícolas, articulaba una red ferial promisoria.

Esta aparente falta de visión no fue casual. Como señalamos anteriormente (cf. supra
Capítulo 3) la desintegración paulatina del espacio económico vinculado a Potosí
supuso, en el caso de Cochabamba, un proceso de recomposición de su economía, pero
no en términos del desarrollo de un proyecto unitario de las clases dominantes que
imponían una alternativa viable al conjunto de la formación social regional, sino por el
contrario, bajo la modalidad de un abanico de opciones diversas, donde las viejas castas
dominantes, se inclinaron por la salida fácil que sugirió el decadente Estado Colonial,
en torno a sustituir los recursos que proporcionaba la explotación de la plata potosina,
por un mayor grado de expoliación de la masa indígena tributaria, estimulando con ello,
una creciente mercantilizaci6n de la economía regional, de tal suerte que el tributo, el
diezmo, la renta en dinero o especies por diversos conceptos y el simple agio y la
especulación en la comercialización de los productos agrícolas, fue el método que
imperó en los Valles hasta 1825 y años posteriores, con pequeñas variantes formales. En
el otro extremo, una creciente multitud de indios sin tierra (forasteros), convertidos en
arrenderos, comerciantes de ferias y artesanos, tomaron en sus manos, la verdadera
organización de la producción agrícola e industrial, e incluso controlaron los circuitos
de comercialización de alimentos, sin embargo, fueron férreamente sometidos a pesadas
gabelas que les obligaron a una transferencia de los excedentes económicos agrícolas y
manufactureros, en favor de los primeros, como condición para gozar de la tolerancia
estatal, que les permitiera desarrollar sus laboriosas actividades.

Esta visión, indudablemente no es mas una hipótesis, que futuras investigaciones podrán
demostrar con mayor riqueza de precisiones. En todo caso, no resulta casual que, si bien
Bolívar derogó la aplicación del oprobioso tributo colonial, y Sucre trató de reorientar la
captación de recursos públicos a través de la emisión de bonos, interviniendo e incluso
confiscando las extensas propiedades de las comunidades monásticas comprometidas
con el orden colonial, gravando la producción de la plata a través de los Bancos de
Rescate y el movimiento de mercaderías a través de las recaudaciones aduaneras, estas
iniciativas para financiar el gasto publico y reforzar económicamente al Estado
Boliviano, no encontraron receptividad entre las clases propietarias del país, que se
mostraron reacias a dar cumplimiento a la ley al ver afectados sus intereses, razón por la
54
cual se hizo indispensable, ejercitar un penoso retroceso, en franca contradicción con los
ideales libertarios, y reponer el tributo colonial, medida que dispuso el por el propio
Sucre en 1826, consolidándose así una estructura fiscal que segmentaba
colonialmente a los diferentes estamentos de la sociedad
boliviana y revelaba la naturaleza real de orden cerradamente conservador que solo
formalmente se adhería al modelo republicano38.

Lo anterior nos permite inferir que la cuestión del tributo y el andamiaje burocrático de
cobranza del mismo, continuó siendo en los primeros tiempos de la Republica, un
recurso importante para los sectores dominantes rurales y urbanos.

No es muy exagerado afirmar que Cochabamba, como el resto del país, mostraba la
realidad de un universo eminentemente rural, donde lo único sustancial, era que los
criollos blancos y mestizos, habían heredado el aparato del Estado Colonial y se habían
apoderado de las haciendas y fincas abandonadas por los españoles. Era evidente, en el
caso boliviano, a diferencia de las clases dominantes del Río de La Plata, Brasil, Chile,
etc., que dirigían su sed de riqueza hacia empresas colosales, como la explotación de las
extensa pampa argentinas o la agricultura intensiva de la caña de azúcar, el algodón, el
café, los yacimientos de cobre, salitre, etc. transformando tempranamente la economía
de sus países, en empresas capitalistas; los criollos del antiguo Alto Perú, y
particularmente de Cochabamba, que agobiados por quince largos años de sangrientas
luchas, con sus mercados cerealeros en bancarrota, carentes de otros recursos
comercializables, no encontraron otra alternativa, ante su escasa imaginación como
clase dominante conservadora, que la apropiación de la tierra y la consolidación de las
haciendas, incluyendo sus relaciones serviles y todo el aparato coercitivo que implicaba
ello, pasando además, como ya se vio, por la renovada vigencia del tributo indigenal. Es
decir, que se terminó apostando por la continuidad del modelo colonial barnizado con
oropeles republicanos39.

En este punto será interesante, hacer un alto, aun a riesgo de cansar al lector, para
analizar dos aspectos importantes: la cuestión de las unidades de producción agrícola y
el problema del tributo indigenal, por ser ambos modeladores de las características
esenciales de la sociedad cochabambina, por lo menos hasta fines del siglo X1X, y sin
las cuales no nos seria posible explicar lo que fue la región, el Cercado y la ciudad en
este periodo.

En Cochabamba, se podían encontrar tres unidades básicas de producción agrícola y


ganadera: las haciendas, las estancias y los sitios. La hacienda era una propiedad
38
Un rasgo característico de la sociedad colonial de castas que ahora se protegía con un tenue barniz
republicano era su actitud frente al indio. A1 respecto un editorial periodístico de ese tiempo sostenía:
"Parece que entre nosotros el infeliz indio hubiera sido condenado por la naturaleza a no tener sobre la
tierra otra misión que la de sufrir y padecer sin gozar jamás de nada (...) Desdichada victima durante
tres largos siglos de los mas espantosos padecimientos y de las mas crueles e inauditas vejaciones, ha
llegado su carácter a sufrir una degradación moral (...) No existiendo entre ellos y nosotros una
verdadera sociedad, puesto que no hay igualdad de derechos y obligaciones, se creen y los consideramos
como seres de distinta especie (...) conquistado en América el principio republicano después de una
tenaz y prolongada lucha, eran de esperarse grandes mejoras en todas las clases de la sociedad, pero
desgraciadamente no ha sucedido así. EI indio es hoy con poquísima diferencia lo mismo que era hace
300 anos" (La Época nº 679, La Paz, 25/06/1850).
39
Tanto para la aristocracia hispana” como la novísima “aristocracia valluna”, los obrajes y las artesanías
eran
trabajos indignos de su condición social y poco relevantes.
55
agrícola mas o menos extensa, generalmente situada en los valles centrales y las tierras
altas, originalmente propiedad de familias españolas y posteriormente de criollos, que
en la República comenzaron a ejercer la hegemonía del poder sobre el ámbito rural y
regional. Estas haciendas eran trabajadas por colonos indígenas e incluso mestizos
sometidos a diversos tipos de servidumbre y, en ellas se cultivaban cereales tubérculos y
otros productos, además de ganado en algunos casos40. Las estancias en general
ubicadas en las cercanías de los pueblos reales, eran desde su origen, casi todas,
propiedad de los criollos, comprendiendo esencialmente tierras de pastoreo en zonas de
altura y al servicio del ganado de las haciendas.

Los sitios eran unidades menos formales, generalmente referidas a una parcela que
contenía un rancho o un pequeño poblado de indios y mestizos, esta unidad también
podía designar una extensión limitada de tierra cultivable desmembrada de una hacienda
o incluso una parcela en los márgenes o limites de una propiedad rural más extensa.
Dichas parcelas estaban ocupadas por colonos, arrenderos y pequeños agricultores. En
el Cercado, se encontraban, al lado de estas unidades agrícolas, los huertos y fincas, es
decir, terrenos mas intensivamente cultivados, dotados con riego casi permanente, a
resultas de lo cual, podían acceder a una producción agrícola mas variada, y donde en
muchos casos, se edificaban “casas quinta”, una variante suburbana de las casas de
hacienda, y sitios de recreo (vergeles, balnearios, sitios de descanso y reposo)41.

Los registros del tributo, entre 1803 y 1808, que corresponden a Cochabamba,
proporcionan una nomina de 689 unidades agrícolas de las cuales 409 se tipificaban
como haciendas, 226 como estancias y 54 como sitios (Larson, 1978) 42. De este
conjunto de propiedades, muchas se ubicaban en los limites del Cercado, donde se
concentraban las tierras de maíz con riego permanente, denominadas “maicas”, es decir,
terrenos bordeados por canales de riego y corrientes de agua, y un suelo de tipo
aluvional, que permitía una producci6n cerealera intensiva. Estas tierras, que eran las
más codiciadas del valle, rodeaban tanto por el Noreste como por el Sudoeste a la
ciudad de Cochabamba, y se extendían a lo largo del camino viejo a Quillacollo,
ostentando las cotizaciones mas elevados en el mercado local de tierras43.

Dichas tierras, se favorecían con los desbordes del río Rocha y sus afluentes, que
permitían organizar un intrincado sistema de irrigación que incluía los turnos o “mitas
de agua” para favorecer a las haciendas más alejadas que no gozaban de riego continuo.
En fin, por todo lo dicho, se puede deducir que las haciendas en el Cercado, se
encontraban entre las mejor valoradas en todo el Departamento, a desmedro de su
escasa extensión, si se comparaban con las extensas propiedades del Valle Alto y las

40
Con frecuencia las haciendas se dividían en fracciones menores por herencias, traspasos, ventas, etc.
Estas fracciones denominadas “fincas”, mantenían las características de la hacienda, aunque por su menor
extensión, tendían a especializarse en cierto tipo de producción (cereales, tubérculos, frutas, crianza de
aves, ganado, etc.).
41
Las principales haciendas estaban en el Valle Alto, Sacaba, Quillacollo y las provincias altas, donde
también se encontraban la mayoría de las estancias.
42
Según Larson, en estos registros los “sitios”, no hacían referencia a pequeñas propiedades
independientes, sino a las parcelas con vivienda de propiedad del hacendado, a quién el “sitiajero”
(trabajador que usufructuaba el sitio) retribuía a este con trabajo.
43
La fanega de tierra en las maicas de Cochabamba alcanzaban a 500 pesos, un monto equivalente al
salario de un año de un teniente de ejercito, dos veces al pago de un oficial de la realeza en la época
colonial, a veinte veces el ingreso bruto anual de un jornalero (AGN, IX, Consulado, 5, 8,5, citado por
Larsón, 1978.
56
provincias altas, que preferentemente se desplegaban sobre tierras de secano. Veamos
cual era la situación de estas propiedades:

CUADRO Nº 7: Nomina parcial de propiedades rurales en el Cercado, hacia fines


del Siglo XIX
Cantón San Joaquín de Itocta
Haciendas Comarcas con fincas y Comarcas con pequeñas Huertos y casa quintas
estancias propiedades
Bella Vista Amachichuma Lazo rancho No se encontraron este tipo
Calahumani Asirumarca Solís Rancho de propiedades
Capellanía Chimba Grande Muyurina
Catari Rancho Chimba Chica Jayhuayco
Escalera Rancho Esquilán Lacma
San José de la Banda Higuerani
Niño Huañusca Ichurata
Pucara Lacma
Santa Vera Cruz Maica
Sivingani Quenamari
Sunchu Pampa Tamborada
Tejería
Uspa Uspa
Cantón Santa Ana de Cala Cala
Haciendas Comarcas con fincas y Comarcas con pequeñas Huertos y casa quintas
estancias propiedades
Canta Cara Alba Rancho Alba Rancho Glorieta
Condebamba Leoqueri Cala Cala La Granja
Inca-Huara Miraflores Pacolla La Isla
Mayorazgo Taquiña Pardo Rancho Cala Cala
Sarcobamba Tupuraya Portales Chorrillos
Tirani Queru Queru Portales
Chorrillos Tupuraya Queru Queru
Recoleta
Rosal
Portales
Taquiña
Fuente: Blanco, 1901

El cuadro anterior, que indudablemente no contiene sino, una relación muy parcial de
propiedades y comarcas, nos permite establecer algunas características que distinguían a
los cantones que todavía conforman la provincia del Cercado en 190044.

Un primer aspecto de interés emerge del hecho de que las pequeñas propiedades, es
decir, huertos y casa quintas, se concentraban en las campiñas de Santa Ana de Cala
Cala, en tanto las haciendas, fincas y estancias se ubican en el cantón de San Joaquín de
Itocta. Los huertos y fincas se desplegaban por toda la zona Norte, Noreste, Noroeste,
Este y Oeste, formando en torno al centro urbano, una especie de “arco o herradura” que
contenía justamente las tierras de mayor fertilidad y productividad, y donde se destacan
comarcas celebradas por su belleza, como Cala Cala, Portales, Queru Queru, el Rosal,
Chorrillos, la Glorieta, Tupuraya, Muyurina, donde se construyeron vistosas casas-
quintas y se organizaron famosos balnearios, que fueron el principal centro de
recreación de la población cochabambina, hasta hace pocas décadas atrás 45 Las
haciendas, fincas y huertos que rodean la ciudad, sin duda eran los principales
proveedores de cereales, frutas, legumbres y otros productos agrícolas, para el consumo
44
A inicios de la República, la provincia Cercado “comprende el valle propiamente dicho de
Cochabamba, el de Sacaba, las grandes vegas que se dilatan en el monte de Tablas (hoy Chapare) y
muchos terrenos de serranías despoblados”...”confina esta provincia por el Norte con la de Yuracaré
(Chapare), por el Sur con la de Arque, por el Este, con la de Cliza, y por el Oeste con Tapacarí y
Ayopaya” (Dalence, 1982:108).
45
Los balnearios más afanados se en encontraban en Cala Cala, Queru Queru, Muyurina, Chorrillos y
Portales, lugar este último donde se encontraban “los mejores baños de duchas del departamento y tal vez
de la república” BLANCO 1901:10.
57
local, y una gran mayoría de estos, se favorecían de las aguas del Río Rocha o de
vertientes y torrenteras que descendían de las estribaciones de la Cordillera del Tunari.
Es indudable, que el grueso de la producción de las haciendas de ambos cantones fuera
el maíz, destinado en proporciones importantes a la elaboración de chicha, sin embargo,
es posible admitir, que algunas haciendas en las estribaciones del Tunari y en zonas de
temporal que caracterizan áreas extensas del Cantón de San Joaquín de Itocta, se
dedicaban a la producción de trigo. Las fincas y huertos se orientaban más, hacia la
producción frutícola, de hortalizas e incluso granos, para su comercialización en los
mercados y la feria de Cochabamba, aunque, también las pequeñas propiedades y sitios,
cultivaban maíz para la citada producción de chicha.

En lo que hace a la cuestión del tributo, que en realidad definía la situación de la fuerza
laboral empleada en la agricultura, anotábamos líneas atrás, que la abolición y
reposición del tributo entre 1825 y 1827, ilustraba la inviabilidad del Estado
Republicano para encontrar otras alternativas fiscales sustitutivas del régimen de
gabelas coloniales. Con posterioridad, el Estado Boliviano, abolió el tributo otras tantas
veces mas pero s6lo como enunciado formal, pues cada vez que quedaba abolido el
mismo, renacía de inmediato bajo modalidades o características aparentemente distintas
pero en sustancia similares, no llegándose a modificar hasta 1952, la esencia de la vieja
estructura social colonial que se nutria del tributo ahora republicano, razón por la cual,
la periódica revisita46 de la época hispánica se prolongó durante gran parte del siglo XIX
republicano47 Veamos algunos indicadores de recaudaci6n de tributos por regiones:

CUADRO Nº 8: Bolivia: tributos entre 1820-1827 por regiones (en Pesos)

Años CHUIQUISA- POTOSI COCHA- ORURO LA PAZ TOTAL


CA BAMBA
1820 32.166 139.910 56.499 74.037 263.850 566.463
1821 37.023 157.267 71.374 74.402 261.464 601.530
1822 39.187 250.403 52.763 65.874 259.330 667.557
1823 37.502 176.766 37.552 68.337 256.215 579.372
1824 19.576 41.305 61.168 222.302 344.351
1825 29.370 146.811 30.208 43.359 240.525 490.273
1826 41.896 181.581 46.781 84.499 269.899 624.656
1827 43.843 183.599 57.758 74.972 260.941 621.113
Lofstrom, 1972: 606.609 (citado por Sanchez Albornoz, 1978: 199)

El Cuadro anterior nos permite establecer que hacia 1820 el aporte de tributo indígena
que correspondía a Cochabamba, alcanzaba apenas al 9,97% del tributo total
contabilizado para dicho año, siendo junto a Chuquisaca, la región que menos
contribuía a esta medida fiscal. Sin embargo, se debe hacer notar que en tanto
Cochabamba era una región densamente poblada, Chuquisaca abarcaba un territorio
abrupto con población poco densa. Este aporte de Cochabamba se incrementó al 11,86%
en 1821, para fluctuar y decaer hasta un 6,16% en 1825, para finalmente recuperar hacia
1827, el nivel alcanzado en 1820. En contraste, La Paz, Oruro y Potosí, aportaban con el
84,35% del tributo a inicios del periodo estudiado y mantuvieron esta situación con
pequeñas variaciones a lo largo del mismo. Sánchez Albornoz señala que en 1846, “los
aborígenes de1 Altiplano (departamentos de La Paz, Potosí y Oruro), pagaron hasta

46
Empadronamiento y reactualización del número de tributarios para la cobranza del tributo indigenal.
47
En el Cercado se practicaron revisitas a partir de 1844, se reiteraron en 1850, 1868, etc.(Tribunal
Nacional de Cuentas, ANB).
58
tres veces más tributo por cabeza que los habitantes de la misma estirpe en los Valles
de Cochabamba y Chuquisaca”48.

Por otro lado, desde la época colonial y con mayor fuerza en la Republica, la cuestión
de la supresión del tributo se vinculaba al reparto o distribución de las tierras
comunales, una vez que prevalecía el viejo principio hispano, de vincular tributo y
comunidad, pues si bien la imposición del gravamen era personal, ante el fisco, la
evasión de dicha responsabilidad no recaía en individuos, sino en la comunidad a la que
se hallaban adscritos. La evolución del sistema fiscal colonial que ocasiono la merma de
la fuerza laboral en los Valles de Cochabamba y otras regiones de la América Hispana,
determinó finalmente, que las Cortes de Cádiz, condicionarán la abolición del tributo al
reparto de los bienes comunales, aun cuando era la parcela familiar y no la comunal, el
objeto de la imposición tributaria. Este tipo de concepciones arraigadas en el cuerpo de
las leyes republicanas, determinó que no siempre la supresión del tributo fuera una
ventaja para los campesinos comunitarios. Así las disposiciones de diciembre de 1825,
mediante las cuales quedaban exceptuados los indios del pago del tributo, también
generó medidas tendientes a disponer la repartición de tierras de comunidad, una vez
que para el Estado, solo era valida la propiedad privada y no la comunitaria. En cambio
la ley del 20 de septiembre de 1826 que reponía el tributo, tuvo su natural
complementación en la disposici6n de abril de 1827, que declaró sin efecto la
repartición de las tierras de comunidad. O sea, que las disposiciones progresistas de
abolición del tributo, acompañado de la universalización del concepto de propiedad
privada, eran mucho más perjudiciales a los indígenas, que la reposición del tributo
acompañado del respeto a la propiedad comunal.

En el caso de Bolivia y en particular de Cochabamba, la cuestión del tributo y la tierra,


eran asuntos inseparables. Las clases dominantes, merced a la crisis minera y a la
ausencia de otras fuentes de enriquecimiento, como ya se manifestó, centraban su
codicia en el único recurso disponible: la tierra 49. En realidad esta codicia estaba
amarrada a una suerte de circulo vicioso: Bolivia ya no disponía de las vetas mineras
que arrojaron riqueza sobre Charcas y España, Cochabamba había perdido sus mejores
mercados cerealeros y las grandes cosechas de antaño ya no se justificaban, el comercio
exportador era pequeño y las riquezas que guardan los llanos orientales, aun eran
inaccesibles; entonces solo queda la tierra como medio de renta, de la que solo podrían
apropiarse, expulsando a sus dueños legítimos desde tiempos precolombinos. Sin
embargo, para “legalizar” esta acción era necesario suprimir el tributo por un tiempo
prolongado, pero como se demostró, luego del primer intento en este sentido, esta
situación no podía ser soportada por el Estado, que carente de otros recursos, se
sustentaba en forma preponderante con dicho tributo indigenal. La complejidad de este
problema, servirá de estimulo a varias generaciones de doctores y tinterillos, que una y
otra vez, prepararán asaltos a la propiedad comunal, combinando la eliminación y
reposición del tributo, con la usurpación “legal” de las tierras50
48
Según Pentland (1975), la población del Departamento de Cochabamba, en 1825, era de 148.000
habitantes.
49
En Cochabamba y sus valles, las cosechas abundantes eran cosas del pasado, el grueso de la clase
dominante vivía del negocio del diezmo y el tributo y soñaba con expandir la frontera de las haciendas, no
para mejorar la producción, sino para tener mayor respaldo en sus operaciones de usura.
50
Veamos algunos episodios de este persistente asalto: la Ley del 28/09/ 1831, declaraba propietarios
particulares de sus lotes, a aquellos indios que denuncien su posesión pacifica por 10 anos. Así bajo el
barniz de “legalizar” la tenencia rural y favorecer al indígena, se trataba de incitarlos a que
voluntariamente se desvinculara de su comunidad. En 1842, un circular poco publicitado, aclaraba que las
59
En efecto, tanto el decadente estado colonial de fines del siglo XVIII, como el nuevo
Estado republicano, no pudieron sustraerse del tributo51. Observemos algunos datos:

CUADRO Nº 9: Número de tributarios entre 1770 Y 1877

Jurisdicciones Años N.º de


tributarios
Charcas 1770 58.571

República de Bolivia 1838 124.312


1858 133.905
1877 143.357
Fuente: Grieshaber, (1977)

Hacia 1846, se estimaba que la población de Bolivia alcanzaba a 1.381.856 habitantes


de los cuales 710.666 (51,4% de la poblaci6n total), eran indígenas. De estos últimos,
un 82% habitaban las punas andinas de los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí, en
tanto Cochabamba, solo concentraba el 15,7% de individuos de raza aborigen (Dalence,
1982). Estos datos, permiten sugerir, según una corriente historiográfica muy extendida,
que el acelerado incremento de tributarios se conectaba a una evidente expansión de las
haciendas, fenómeno que fue una constante en el siglo XIX, aunque con un ritmo muy
moderado en el caso de Cochabamba.

Sin embargo Grieshaber(1977) cuestiona esta conclusión, frecuente en muchos estudios


sobre la problemática rural del siglo XIX, apoyándose en el análisis que dicho autor
realiza de los padrones tributarios republicanos, donde encuentra que entre 1838 y 1873,
las comunidades, lejos de perder su población tributaria, la incrementaron, en tanto en
las haciendas ocurrió un proceso inverso. En base esta constatación, el citado autor
concluye que la relación entre comunidades y haciendas, fue estable y aun más, que las
primeras, incluso tendieron a crecer52. En suma, las haciendas en realidad, no se
nutrieron de las comunidades, sino que ambas fluctuaron conservando sus proporciones,

tierras de comunidad pertenecían al Estado, pues la inexistencia de títulos particulares hacía presumir este
extremo. Este circular fue elevado a rango de ley, sin derogar la ley de 1831, en 1843. Todo lo anterior
bajo el gobierno de José Ballivián. Linares defendi6 a los indígenas pero Melgarejo, por Ley del 20 marzo
de 1866 puso a la venta las tierras de comunidad, las disposiciones de este instrumento jurídico, en forma
falaz, declaraba “propietarios” de las tierras del Estado que ocupan, a los indígenas, para luego señalar
que cada propietario indígena debía obtener del gobierno el título de su propiedad “previo abono de una
cantidad” para lo cual se le concedía 60 días de término, pasados los cuales si “no recabare el expresado
titulo será privado del beneficio y el terreno será enajenado en publica subasta”. Según el Ministro
Lastra, por este método se subastaron 216 comunidades en el departamento de Mejillones (que
comprendía, entre otras, las provincias de Omasuyos, Pacajes, Ingavi, Sica Sica y Muñecas), 109 en La
Paz en la zona de los Yungas, 19 en Cochabamba en la provincia de Tapacarí, otras 15 en Tarata, etc.
Este decreto, fue el que desencadenó las rebeliones indígenas que provocaron el derrocamiento de
Melgarejo en 1871. El nuevo régimen, no tuvo otro remedio que reponer el tributo y eliminar las
anteriores disposiciones. Sin embargo, la Asamblea Nacional de octubre de 1874 aprobó la Ley
Desamortizadora o de Ex Vinculación, donde se especificaba que “ningún individuo o reunión de indios,
podrá tomar el nombre de comunidad o ayllu, ni apersonarse por estos ante ninguna autoridad”, en otras
palabras, se disponía la disolución de las comunidades y su miembros, una vez más, se convertían en
propietarios individuales de la tierra. (Sánchez Albornoz, 1978: 205 y siguientes).
51
Entre 1832 y 1865, un promedio del 41%, del presupuesto nacional, estaba sustentado por el tributo
indígena (Peñaloza, 1983).
52
En 1851 el numero de comunidades en Bolivia era de 3.210 y en 1950 de 3.642 (Grieshaber, obra
citada)
60
tanto en momentos de expansión del sistema hacendal, como en períodos de declinación
de las haciendas.
Según el propio Grieshaber la razón de este fenómeno, se expresaba en el decaimiento
de ciudades como Sucre, Potosí y Cochabamba, al lado de la expansión demográfica de
La Paz y Oruro, situación que no permitió una movilización real de los factores de
producción. Como resultado de esto, la agricultura se estancó, y este fenómeno provocó
entre los indígenas (agregados y forasteros), una tendencia de retorno a sus
comunidades de origen para mejorar sus condiciones de vida. Es decir, que el
estancamiento de la agricultura y su débil o inexistente articulaci6n a los mercados
externos, produjo el fortalecimiento de las comunidades. Pese a ello, el Estado
Boliviano no renuncio en ningún momento, a su proyecto de establecer una republica de
pequeños propietarios, compatible con el ideario liberal dominante. La hipótesis de
fortalecimiento de las comunidades con relación a las haciendas, se apoya en el
comportamiento demográfico de la poblaci6n indígena, distribuida entre haciendas y
comunidades, expuesta por Grieshaber (Ver Cuadro 10), donde se establece que, pese a
que la población indígena decreció en un 17% entre 1838 y 1877, los tributarios se
incrementan en un 26% en el seno de las comunidades, en tanto las haciendas perdieron
tributarios, lo que demostraría que las comunidades no solo sobrevivieron a las
adversidades a que les sometió el nuevo régimen republicano, sino que incluso se
fortalecieron numérica y socialmente.

CUADRO Nº 10: Bolivia: tendencias demográficas de la población entre 1835 y


1877

Totales de la población Años Fluctuaciones


indígena 1838 1877 porcentuales
Comunidades tributarias 87.103 107.755 +26,0
Haciendas tributarias 35.475 34.110 -4,0
Población indígena 490.116 404.466 -17,0
Fuente: Citado por Grieshaber

Sin embargo, lo anterior habría implicado un importante retorno de forasteros,


agregados y pequeños productores al seno de sus comunidades de origen. Por lo menos
en el caso de Cochabamba, y más específicamente el Cercado, no conocemos indicios
documentados de este tipo de fenómeno. Es más, Brooke Larson, pone en tela de juicio
esta conclusi6n, que si bien pudo valer para las comunidades aymaras, no tienen el
mismo efecto en los valles, al señalar que el concepto de “tributario” hacia 1870,
variaba fundamentalmente del adoptado por el régimen colonial, pues ahora este
término se extendía a mujeres y adolescentes menores de 18 anos, es decir que no se
incrementaron los tributarios por incorporación de nueva fuerza de trabajo efectiva, sino
por la inclusión de nuevas categorías de población que antes no eran consideradas
tributarias, lo que parece significar que mas bien el Estado Boliviano apeló a la presión
sobre las unidades familiares de producción campesina para compensar la tendencia
decreciente de la población tributaria, que ahora también pasó a ser soportada por
mujeres y jóvenes campesinos, por lo que este incremento de tributarios en las
comunidades lejos de ser un reforzamiento de estas, expresaba una mayor
intensificación en el grado de explotación de las mismas (Larson, 1982:172)

Un rasgo más específico de estos tributarios en el Departamento de Cochabamba nos


proporciona el cuadro siguiente:
61
CUADRO Nº 11: Departamento de Cochabamba: clasificación de contribuyentes
indígenas por provincias en 1856

Provincias Originarios con Originarios sin Forasteros sin


tierra tierra tierra Totales

Cercado - - (1) -
Cliza - - 722 722
Arque 115 167 2.469 2.751
Tapacarí 682 - 2.760 3.442
Mizque 162 - 616 778
Ayopaya 14 - 220 234

Totales 973 167 6.787 7.927


(1) No se da cuenta del número de forasteros en el Cercado, pero si el monto de su
contribución que ascendía a 3.187 pesos.
Fuente: Elaborado en base al informe de la Mesa del Tribunal General de Valores,
Sucre, “6/10/1856, ANB, citado por Ovando Sanz, 1985.

EI cuadro anterior establece un predominio de “forasteros sin tierra” tanto en los valles
como en las regiones de puna, en tanto en esta ultima zona se concentran “los
originarios con tierra” y en escaso numero “los originarios sin tierra”, de donde se
desprende que los tributarios en Cochabamba, eran mayoritariamente campesinos
desarraigados de sus comunidades de origen, situación que no se reproducía en otros en
departamentos. Por otro lado, en cuanto al ramo de la contribuci6n indigenal, veremos
que ésta se distribuye desigualmente entre altiplano, puna, valles, y llanos tal como
muestra el Cuadro Nº 12:

CUADRO Nº 12: República de Bolivia: contribución indigenal por departamentos 1839-1882

Departamentos 1938 1840 1841 1845 1846 1847 1855 1873 1882
La Paz 357.929 473.527 324.487 375.310 398.257 467.822 192.283 310.556 306.078
Potosí 197.057 197.073 204.729 220.407 220.997 221.824 232.455 120.320 177.145
Chuquisaca 39.061 38.497 54.700 42.183 37.079 44.169 42.264 28.440 10.357
Cochabamba 65.425 66.963 59.646 71.734 101.598 39.433 62.576 17.770 6.964
Oruro 95.249 95.317 91.565 108.776 101.866 83.486 113.410 71.040 85.781
Santa Cruz - - - - - - - - -
Tarija 4.973 4.973 5.424 5.068 4.521 6.260 5.418 1.075 -
Cobija - - - - - - - - -
Beni - - - - - 14.733 13.473 1.546 -

Fuente: Memoria presentada a los congresos y convenciones en los años señalados (Citado por Ovando
Sanz, 1985-Apéndice Nº1).

Geográficamente el 80% de esta población de tributarios se ubicaba en el Altiplano y en


las estribaciones de la Cordillera de los Andes. El 20% restante habitaba los Valles,
entre ellos los de Cochabamba. Ratificando lo que se estableció para los siglos XVII y
XVIII, la deserción de los tributarios en los valles era una practica largamente extendida
y que el régimen colonial no pudo resolver. En la misma forma, la Republica no tuvo
éxito algunos para incrementar la población de tributarios en los valles de Cochabamba
y aun menos, en el Cercado, donde la población indígena que cumplía con las
obligaciones del tributo y el diezmo no alcanzaba al 20 % de los empadronados.
62
Larson explica este comportamiento, como vinculado al incremento constante de la
población “mestiza”, en virtud de que los indios de las comunidades vallunas se
disgregan más rápidamente y sus componentes, aun a costa de renunciar a sus tierras
“en común”, se convertían en “ciudadanos” de pueblos, suburbios y ciudades o en
trabajadores libres que cultivan pequeñas propiedades en los márgenes de las haciendas,
evadiendo así con éxito, al sistema tributario y resistiendo a la expoliación del Estado.

Esta singularidad no repetida en otras regiones del país 53, configuró el carácter único del
Cercado, con respecto a sus pobladores indígenas. Aquí, con mayor fuerza aun que en el
Valle Alto u otros sitios del Valle Central, el sistema de castas en que se apoyó el
régimen tributario colonial, a mediados del siglo pasado, ya casi era inexistente en
Cochabamba y sus suburbios54 donde comenzaron a proliferar un gran contingente de
artesanos, comerciantes de ferias, elaboradores de chicha y muko, arrieros, trabajadores
en servicios diversos y pequeños agricultores involucrados en diversas situaciones
laborales (piqueros, arrenderos, jornaleros, etc.), en muchos casos conformando
pequeñas unidades mercantiles simples, como se verá más adelante.
Como el propio Grieshaber señala, en el caso de Cochabamba, la incapacidad del
Estado para captar nuevos contingentes de tributarios, era manifiesta. En efecto es
revelador el hecho de que la población indígena departamental, declinó de 47.780
personas en 1838 a 29.780 en 1877. Esta contracci6n de la población aborigen en un
38% en el intervalo anotado, a un ritmo próximo al 1% anual, se atribuía a varios
factores como el creciente mestizaje y la acción de enfermedades endémicas que
diezman la población rural. Sin embargo, si bien las epidemias que azotaron los valles
en 1856 y 1878-79, cobraron centenares de victimas, a lo que se sumaban las continuas
crisis agrícolas regionales (sequías, plagas, carestía de alimentos, etc.), que fueron una
constante en gran parte del siglo XIX, consideramos que ello no es suficiente para
explicar esta contracción, sobre todo si se constata que otros grupos raciales no
experimentaron este fenómeno. La interpretación que arriesga el autor citado para
explicar este comportamiento demográfico, en base al supuesto deterioro del sistema
hacendal, que se expresaría en la perdida de colonos y el despoblamiento de los valles,
no parece suficientemente amparado por documentos y datos empíricos. Larson, por el
contrario señala algo, que puede aproximarse mas a la realidad de la Cochabamba del
siglo XIX: la contracción de la población indígena parece ser mas el resultado del
colapso del sistema de castas y barreras raciales en Cochabamba, es decir como ya
sugerimos, la incapacidad del Estado para captar nuevos contingentes de tributarios,
mantener la población tributaria existente y reforzar el sistema colonial de castas, en una
región donde el mestizaje siempre operó como una “válvula de escape” que permitía al
indio tributario adquirir carta de ciudadanía.

Muy lejos de la apocalíptica visión de Grieshaber que creía encontrar en Cochabamba,


valles, campos y pueblos en estado de abandono y desesperanza, Larson sugiere que la
vida económica y social de estos valles era intensa y dinámica; particularmente en el
Cercado, donde sus comarcas, indudablemente fueron las primeras en constituirse en
territorios, donde los campesinos se desprendieron rápidamente de su condición colonial
de “indios tributarios”. De esta forma dicha autora señala que visto el problema así, ya
no resulta curioso y contradictorio que, en tanto el número de indios registrados en cada

53
El escaso número de tributarios en Chuquisaca por ejemplo, se debía más a razones relacionadas con la
escasa tasa de crecimiento de su poblaci6n nativa.
54
Grieshaber señala que hacia 1683, se caracterizaba a Cochabamba como una “zona mestiza” donde
muchos indios evadían el tributo, atribuyéndose a sí mismos el calificativo de “cholos o mestizos”.
63
censo o revisita fue mermando, la población total de la región se incrementó
continuamente en el siglo XIX. Así, en la región Cochabamba, la población en 1788
bordeaba los 200.000 habitantes, en tanto en 1901, esta misma población alcanzaba a
los 328.163 habitantes (Ver Cuadro Nº 13):

CUADRO Nº 13: Departamento de Cochabamba: cambios poblacionales en la


región, 1788-1901
Población según regiones 1788(1) 1901(2)
Población total de la población de Cochabamba incluyendo Misque 200.000 328.163
Población total de los valles centrales y serranías, excluyendo Misque 125.000 248.125
% de cambio en los grupos socio culturales:
- blancos 16% 19%
- mestizos 33% 52%
- indios 45% 23%
- otros 5% 6%
Fuente: (1) Viedma, 1969; (2) Oficina Nacional de Inmigración, citado por Larson, 1982.

En conclusión, podemos establecer que el Cercado con sus dos cantones, sus comarcas,
haciendas, fincas, sitios, huertos y campiñas, en el siglo XlX, fue un territorio muy
poblado y donde la movilidad y el cambio social fueron la estrategia de supervivencia
de los sectores populares. El bello paisaje valluno, con sus primorosos huertos, sus
exuberantes “maicas” y la bella campiña adornada con “casas-quinta” que
caracterizaban la circunscripción del Cercado que rodea a la ciudad, mostraba la
realidad de un ámbito que se hizo mas pródigo y laborioso, por la virtud y el concurso
de unos trabajadores, que habían logrado exitosamente evadir a las presiones tributarias
del Estado y se habían incorporado como fuerza de trabajo libre a una sociedad, todavía
tradicional pero socialmente permeable en sus estratos inferiores.

Estos mestizos y cholos que formaban verdaderas muchedumbres, inundaron los


caminos provinciales, concurrieron multitudinariamente a las ferias, alegraron las fiestas
populares, dinamizan la economía regional, se convirtieron en el rasgo humano
especifico de los valles y terminaron como los portaestandartes de la identidad histórica
y cultural de Cochabamba. Su capacidad de insertarse económica y socialmente en la
sociedad hacendal, de debilitar y destruir los viejos preconceptos coloniales de división
de castas, los hicieron en cierta forma responsables, por lo menos en el caso del
Cercado, de una temprana expansión de un estrato de pequeños propietarios o
campesinos parcelarios, y del crecimiento de la producción mercantil simple,
permitiendo, a partir de ello, la organización de un sistema de abastecimiento urbano a
cargo de pequeños productores que llenaron con sus mercancías agrícolas las ferias de
Cochabamba, Quillacollo, Sacaba y el Valle Alto. Aunque no se poseen datos concretos
al respecto, nos atrevemos a afirmar que las haciendas del Cercado fueron los primeros
escenarios, donde se debilitó el régimen de servidumbre impuesta a los colonos, y
donde se combinaron en forma más extensa, alternativas distintas de captación de fuerza
de trabajo (arriendo, en compañía, al partir, etc.).

En suma, fue en el Cercado, donde tempranamente se quebró el régimen de castas, lo


que a su vez, influyó en el debilitamiento y posterior ruptura de los sistemas de
vasallaje, que todavía afectaban, a fines del siglo XVIII, a los colonos de las haciendas
del Valle Central y de las alturas. Este proceso, también permitió, que tempranamente
en el Cercado, apareciera el pequeño productor parcelario, es decir, el “piquero” que
con su presencia minará el sistema de servidumbre vigente en otras zonas.
64
Por consiguiente, el rol social más significativo del Cercado en el periodo analizado,
queda referido los hechos anotados, y a partir de ello, cabe subrayar que estas
circunstancias permitieron que se organizara en torno a la ciudad, todo un circuito
económico relativamente autosuficiente en relación a la economía hacendal y urbana.

En efecto a través de las circunstancias anotadas, pudo florecer una estrategia


económica, donde “mestizos y cholos” organizaron espacios de producción, circuitos de
circulación e intercambio y mercados regionales de consumo, bajo cuya lógica, es
posible entender fenómenos como la economía de la chicha y el muko, el auge de las
artesanías, los movimientos poblacionales de características itinerantes y la propia
capacidad de la región para absorber, resistir y sobrevivir bajo las condiciones más
adversas.
65
Capítulo 6
Artesanía y feria

La visión anterior no queda completa, si no nos detenemos en la cuestión de la


artesanía, que como hemos podido establecer anteriormente, además de ser un rubro
industrial significativo para la economía de Cochabamba, era esencialmente, una
alternativa de articulación a la misma, desde una posición externa al control de la
sociedad hacendal, y por tanto, esencial para el éxito de la estrategia de resistencia al
tributo y de ruptura del sistema de castas y valores coloniales en que sustentaban su
hegemonía las clases sociales dominantes. Se mencionó anteriormente (cf. supra
Capítulo 3) que los efectos de la recomposición de la economía regional como resultado
de la perdida del mercado minero potosino, permitió al sector popular, constituido
básicamente por indios forasteros que evadían el régimen tributario colonial, articularse
a la economía regional organizando un mercado interno de productos agropecuarios y
artesanales, que cobró un desarrollo creciente y permitió el acceso a nuevos mercados
externos a Cochabamba, proceso mediante el cual, los mestizos, criollos y cholos se
convirtieron en los nuevos protagonistas de la reestructuración del aparato productivo,
en un momento de declinación de la economía cerealera y de reorientación de las clases
poseedoras hacia la captación de excedentes económicos ligados al sistema de
recaudaci6n de los diezmos y tributos. Esta situaci6n se mantuvo más o menos
inalterable en toda la primera época republicana.

Uno de las prácticas económicas menos transformada con relación a la colonia, fue la
institución de las ferias, es decir, la comercialización de la producción agrícola de los
valles, mediante la participación campesina directa, a través de pequeños productores y
trabajadores libres en general. Esta práctica, estaba muy arraigada desde el siglo XVIII,
en que tomó un renovado impulso, pero seguramente, su antecedente se remonta a un
pasado mucho más remoto. Hacia fines de la Colonia y los primeros años republicanos,
ya existía una red de ferias semanales en los tres valles centrales, como hasta el
presente, donde se daban cita, durante determinados días de la semana, verdaderas
muchedumbres que se congregaban desde el amanecer, y donde compradores y
vendedores regateaban el precio de sus productos en ventas al detalle y al por mayor. En
estas ferias se comercializaban cereales, tubérculos, coca, bayetas, tocuyo, sebo, ají,
ganado, artículos de cuero, sal, azúcar, cacao, etc. La feria principal de la región, se
ubicada en la zona Sur de Cochabamba, y tenia lugar, como hasta hoy, los días
sábados55. Otras dos ferias adicionales, tenían lugar los domingos en Quillacollo y Cliza,
en tanto el valle bajo contaba con las ferias de Arque y Tapacari.

La feria de Cochabamba, al igual que las demás, era en realidad un gran mercado de
subsistencia, donde concurría una gran masa de pequeños productores agrícolas, que
comercializaba su modesta o mediana producción en forma semanal. Sin duda, salvo la
incursión en este mercado de propietarios latifundistas, se trataba de transacciones en
pequeña escala, de las cuales lamentablemente no se tienen registros. Sin embargo, dado
que estas ferias se encontraban en zonas densamente pobladas, se puede inferir que las
mismas eran predominantemente centros de intercambio y relacionamiento de ese
conglomerado de pequeños productores, con diversos agentes económicos. Es indudable
que dichos productores ofertantes y la multitud de mestizos demandantes de diversidad

55
La ampliación de la actividad ferial a los días miércoles, se produjo en algún momento de la primera
mitad del siglo XX, para asumir el carácter de feria permanente en las décadas de 1960-.70.
66
de insumos, habían logrado evadir el sistema tributario y habían consolidado su
presencia económica y espacial en el ámbito de dichas ferias.

La pujanza de estas actividades, fue una forma efectiva de ruptura del monopolio de la
comercialización de productos agrícolas, que detentaban las haciendas desde los
tiempos coloniales. Pese a los esfuerzos que periódicamente se desplegaban, solo en
forma cíclica, los latifundistas de Cochabamba lograron recuperar dicho monopolio a lo
largo del siglo XIX56. En realidad, la inexistencia de un monopolio efectivo sobre la
producción cerealera, sobre los molinos y la producción de harinas, chicha, muko, etc.,
no permitía un control eficiente del mercado ferial por parte de los sectores
oligárquicos, facilitando con ello, la persistencia de espacios, las propias ferias, donde la
sociedad tradicional no podrá imponer su control ideológico y su normatividad. Por
consiguiente, una y otra vez, fracasará su autoridad en todos los intentos de controlar y
reglamentar el comercio popular57.

Desde mediados del siglo XVIII, ferias, pequeños productores agrícolas y artesanos, se
encontraban íntimamente vinculados en los valles de Cochabamba, y particularmente en
el Cercado. Estos últimos, de quienes nos ocuparemos a continuación, conformaban,
juntamente con los campesinos parcelarios, el estrato social que impulsó la alternativa
económica que desarrollaron los sectores populares de la citada época. Como se
estableció, la provincia Cercado, ya en este periodo y con mayor nitidez en la primera
mitad del siglo XIX, además de ser un espacio agrícola intensamente explotado por la
calidad excepcional de sus tierras, cada vez se destaca más por su producción artesanal
y manufacturera diversificada, y en especial, por su producción de tocuyos, bayetas
sombreros y productos de cuero que, como se destaco oportunamente, permitieron
circunstancialmente, la apertura de mercados de consumo tan distantes como Buenos
Aires y Lima.

Sin embargo la declinación del imperio colonial español y la emergencia de Inglaterra


como la nueva potencia colonial, así como más directamente los devastadores efectos de
la prolongada guerra por la Independencia, no dejaron de afectar esta floreciente
industria. Pentland, un representante de la corona británica que visito Bolivia en la
época de su fundación, trazó el siguiente panorama sobre este particular en 1826: “Las
únicas manufacturas que merecen noticias desde un punto de vista comercial, son las
de Cochabamba y Moxos”... Las manufacturas de Cochabamba consistían
principalmente en telas burdas de algodón (llamadas tocuyos y barracanes) hechas de
lana y algodón traído desde las provincias marítimas del Bajo Perú. Los tocuyos, según
el citado cronista, eran de una clase tosca de algodón, sin blanquear, “que se parecen a
las clases inferiores de los calicoes norteamericanos y el barracan es un calico azul y
angosto muy usado por los indios”. Siempre siguiendo las apreciaciones del citado
representante de la corona Británica:

El consumo de estos artículos, era anteriormente muy grande no solo a través


de Bolivia, sino en las provincias chilenas, peruanas y bonaerenses y se dice
haber pasado de un millón de dólares anualmente. Eran manufacturados en
56
La recaptura del control de los mercados de productos agrícolas por parte de los hacendados sólo se
producía circunstancialmente en épocas de “mala cosecha” provocadas por sequías prolongadas, plagas,
etc., es decir, en momento de escasez, en que lanzaban a la venta los cereales almacenados para estas
ocasiones, para comercializarlos a precios de usura.
57
Por ejemplo el Estado fracasará en todos sus intentos de establecer precios "oficiales" y en imponer un
sistema de pesas y medidas único.
67
Cochabamba y en Tarata que queda en el mismo Departamento, y se ocupaban
por encima de 20.000 personas; al presente su consumo es comparativamente
insignificante, no alcanza a los 80.000 dólares. Este decrecimiento rápido se
debe a la introducción de prendas de algodón de Inglaterra y de la India (...) EL
consumo de 1as telas de algodón teñidos de Cochabamba, no ha disminuido en
la misma proporción, ya que no se ha importado un articulo similar desde
Europa; pero hay poca duda que los calicoes azules de la India reducirán el
consumo de los barracanes de Cochabamba... (Pentland, 1975: 00).

Estas apreciaciones nos proporcionan una idea del estado de las manufacturas en el
valle, y de los crecientes obstáculos con los que tropiezan, merced a la competencia
desigual entre la tecnología industrial inglesa en rápido proceso de mecanización, lo que
le permitía enormes progresos en la industria textil del algodón frente al viejo telar de
madera y a las técnicas españolas tradicionales heredadas de los árabes y que tenían
plena vigencia en Cochabamba58.

Pentland también hacía referencia a la manufactura del vidrio que igualmente ras de
calidad inferior y destinada al uso de la clase media y baja, consumo que había decaído
aun más, desde la apertura del comercio con Europa. También se refería a la industria
del jabón: “que ha tenido hasta ahora un comercio extensivo en todas las provincias del
Alto Perú; pero en los últimos años una cantidad considerable de jabón británico y
algo del norteamericano, ha sido importado hasta Arica y de allí, llevado a La. Paz,
Oruro y Potosí (Pentland, 1975: 101). Precisando más, el citado autor, señalaba que la
industria manufacturera de Bolivia no alcanzaba a los 300.000 dólares (60.000 libras
esterlinas), mencionando los siguientes datos:

CUADRO Nº 14: Republica de Bolivia: industria manufacturera en 1826


Rubros Montos comercializados
(en dólares)
Manufactura de algodón de Cochabamba 80.000
Jabón, vidrios, cerámica 30.000
Manufacturas de Moxos 40.000
Manufacturas de Sorata, Copacabana y La Paz 50.000
Manufacturas de estaño de Oruro 10.000
Manufacturas de cobre de Coro Coro 25.000
Objetos de hierro de Potosí 10.000
Total 245.000
Fuente: Pentland, 1975

El cuadro anterior, permite establecer que las manufacturas de Cochabamba en los


rubros de manufacturas de algodón, jabones, vidrios, ponchos, etc., venían a ser en
1826, aun en medio de las adversidades, las mayores del país, particularmente la
industria de tocuyos bayetas y barracanes que tenían gran presencia en el Cercado y la
ciudad, aunque también en el Valle Alto, sobre todo en Tarata, Punata y Cliza. En
cuanto a los insumos para esta industria, el propio Pentland establece que la totalidad
del algodón consumido por los telares cochabambinos provenía de las provincias del
Bajo Perú, de donde era importado en bruto y sin clasificar, siendo almacenado en
Paria, en el altiplano orureño, a donde acudían los productores cochabambinos para
58
Es justamente en la industria textil, donde la Revolución Industrial inglesa, con la introducción del telar
mecánico y organización de grandes factorías en Manchester, Birmingham y otros sitios, logra sus
avances más espectaculares mediados del siglo XVIII
68
adquirirlo. (Pentland 1975: 103). Finalmente, el mismo autor, nos proporciona una idea
de la destructiva competencia que ya desde principios de la Republica amenazaba a la
manufactura cochabambina, a través de un flujo no controlado de productos de
importación de origen europeo, que comenzaba a proliferar en los mercados de
consumo del Alto Perú:

Los artículos de manufactura extranjera importados a las provincias bolivianas,


pueden clasificarse bajo Los siguientes títulos: manufacturas de algodón,
manufacturas de lana, seda, calcetería, linos, cuchillería, vidrio alfarería,
talabartería, vinos, hierro y útiles de minería.

Sobre las manufacturas de algodón anota:

consisten principalmente de 1as clases ordinarias de algodón estampado, de


zarazas de esa calidad, de calicoes vidriados llamados madapolanes y de las
telas burdas de algodón gris de manufactura norteamericana; los madapolanes
son sin duda los artículos de mayor demanda, habiendo reemplazado a los de
manufactura domestica, su bajo precio ha hecho que su consumo sea general
entre todas las clases y he sido informado por los agentes británicos en Arica,
que constituye el articulo más importante y negociable de 1as manufacturas
británicas hoy día en el Alto Perú (...) Es verdad que las clases más ordinarias
de telas de la India encontraron una rápida venta en las provincias deL Alto
Perú y especialmente los calicoes azul bengala que remplazarían a los
barracanes azules de Cochabamba, un articulo que aun tiene extenso consumo
entre los aborígenes (Pentland, 1975: 115 y 116).

No resultaba casual que el comercio inglés de telas de algodón, se orientara hacia la


exportación de géneros ordinarios, no solo porque el mercado de los mismos era mucho
mayor que el reducido mercado de las modestas plazas comerciales urbanas para
géneros blancos y estampados, sino, porque el extenso mercado de las clases bajas
(mestizos, criollos, indios parcelarios, etc.) que era el mayor consumidor de la
producción artesanal cochabambina, trataba de ser reorientado y absorbido en favor la
producción inglesa. De allí el interés y el optimismo que se cifra en los calicoes azules
de Bengala, para desplazar a los barracanes vallunos, de amplio consumo popular. No se
han encontrado estadísticas e informes tan minuciosos como los de Pentland en años
posteriores, respecto al movimiento del comercio en Cochabamba, con excepción de los
elaborados por José Maria Dalence en 1848, quien proporcionaba la siguiente
información en relación a la situación de la artesanía y la industria en Cochabamba.
69
CUADRO Nº 15: Departamento de Cochabamba: obrajes y artesanías 1848

Rubros Número de unidades Subtotales


productivas
Telares de algodón 102 -
Telares de lana 450 -
Textiles (generías) 193 745
Lozerías 32 32
Fábricas de polvora 93 93
Panaderías 243 -
Confiterías 7 250
Falcas (destilerías) 62 -
Chicherías 1.128 1.190
Carpinterías 114 114
Herrerías 95 -
Platerías 26 -
Hojalaterías 11 132
Zapaterías 270 -
Talabarterías 58 328
Sombrererías 43 -
Sastrerías 280 32
Fuente: Dalence, 1975 (elaborado en base a los datos de la página 256).

Los anteriores datos, revelan que las apreciaciones de Pentland respecto al rápido
retroceso de algunos rubros de la industria artesanal cochabambina como el de los
derivados del algodón, no se cumplieron en los términos deseados por el comercio
ingles. Todavía el volumen de telares de algodón, concentrados sobre todo en el
Cercado y Tarata, eran los más importantes del país.

Asimismo cobra significación la presencia de chicherías, como pequeñas unidades de


producción dirigidas, en lo esencial al consumo local, pero que sin embargo permitían
que un importante volumen de la producción de maíz se consumiera en esta actividad,
permitiendo en cierto modo, la apertura de un circuito económico regional que
articulaba el sitio o pequeña propiedad maicera, incluyendo probablemente las “maicas”
del Cercado, con la elaboración de chicha y las ferias regionales, e incluso, la propia
ciudad de Cochabamba, como los centros de consumo59

Una proporción considerable de pequeños talleres artesanales y de servicios diversos, se


concentraban en el Cercado y la zona Sur de la ciudad, e incluso, lo que podría
denominarse el “sector exportador” (zapatos, pólvora, sombreros, bayetas y tocuyos,
además de jabones no mencionados por Dalence), se emplazaban alrededor de la ciudad
o en la citada zona (barrios de la Carbonería, San Antonio, Caracota y la Curtiduría). Si
bien, la industria artesanal sufrió la competencia de las manufacturas europeas, esta
situación, de ningún modo derivó en proceso de recesión agudo. Si bien, Pentland
acertadamente señalaba que el mercado interno mas apreciable era el de los indígenas
consumidores de los “géneros de la tierra” (tocuyos, barracanes, etc.), dicho mercado se
resistió a la penetración sugerida por el representante consular de SM Británica. En todo
caso, el cuadro era recesivo: hacia 1820 el sector textil en Cochabamba producía
alrededor de un millón de varas anuales de diversos géneros de algodón, en 1846, esta
producción se redujo a 240.000 varas por año; en la misma forma, en dichos años, se

59
Como se analizara mas adelante, parece ser que un gran numero de chicherías en el Cercado y la
ciudad, registradas en las patentes municipales de fines del siglo XIX, estaban vinculadas con el circuito
señalado.
70
exportó trigo y maíz por el valor de 34.200 pesos; jabón y tabaco (procedente de Moxos
o Santa Cruz y reexportado) por el valor de 19.000 pesos y otros, (producción artesanal
de menor volumen) por el valor de 4:000 pesos, sumando todo ello la modesta suma de
57.200 pesos; en tanto las importaciones de mercaderías de ultramar y productos
diversos del Perú, suman 426.000 pesos (Dalence, 1975: 255 y 274).

El panorama trazado, fue motivo de la primera gran polémica política e ideológica de la


era republicana, enfrentando a “libre cambistas” partidarios del libre comercio con los
países industriales de ultramar y contrarios al desarrollo industrial nacional por
considerarlo innecesario; y “proteccionistas” partidarios de las restricciones y
prohibiciones a la importación de productos que podían fabricarse en el país, y en
general, proclives al desarrollo de medidas protectoras en favor de la industria artesanal
y manufacturera nacional. Estos puntos de vista antagónicos enfrentaron los intereses de
grandes comerciantes importadores, mineros, latifundistas, banqueros vinculados al
comercio británico y europeo, contrapuestos a los intereses de pequeños comerciantes,
artesanos e industriales. La expresión política de estas pugnas, con frecuencia eclosionó
bajo la forma de motines y cuartelazos a cargo de caudillos militares, que
ocasionalmente enarbolaron los intereses de uno u otro bando.

Durante el Gobierno de Belzu los artesanos paceños fundaron su órgano de prensa: El


Artesano de La Paz, que se proponía:

Pedir la prohibición de todo artefacto que perjudique la industria nacional y


disminuya 1os productos del trabajo, exigir la instrucción gratuita y obligatoria
de los hijos desgraciados del pueblo, tan descuidada y abandonada por todos
los gobiernos. Respetar los intereses de todas las clases sociales y no entrar en
pugna, sino cuando evidentemente se proteja a ellas con injusticia en perjuicio
de los derechos de las clases miserables (La Época, nº 667, La Paz,
08/06/1850)60.

Bajo la presión de este género de reivindicaciones fue repuesto en 1853 el Colegio de


Artes y Oficios, tanto en La Paz como en Cochabamba. Tales medidas, según la prensa
de la época, “satisfacen una de las necesidades más imperiosas y urgentes de la
sociedad, es decir, viabilizar 1a educación moral y artística de una inmensa mayoría
de1 pueblo”, (El Orden, 04/09/1853).

Dicho establecimiento en el caso de Cochabamba, era una institución fundada en los


últimos años de régimen colonial gracias a un acto de beneficencia del Gobernador
Viedma, quien donó para el efecto su hacienda de Chullpas y su casa-quinta de la
Muyurina. Con el advenimiento del la República, su funcionamiento fue refrendado y
ampliado a las artes y oficios, con la denominaci8n de Colegio Nacional de Ciencias,
manteniéndose además el antiguo Colegio de Educandos, sin embargo la falta de apoyo
60
La aspiración política y la rcivindicaci6n social que perseguían los artesanos paceños quedaba bien
expresada en el siguiente párrafo: “Mejorar la suerte de una gran porci6n de la humanidad que habita al
suelo boliviano, esclava hasta hoy de la ignorancia y de la miseria, haciéndola que lleve un destino
menos adverso sobre la tierra y convertirla a la vez en un poderoso agente de orden, de garantías y
libertad para lo futuro, dar a la institución de imprenta una existencia popular y emanciparla de todo
influjo personal o de partido, alejándola tanto de la esclavitud mercenaria como de la demagogia
interesada; tal es la gran y digna tarea que la clase obrera propone a la inteligencia y al patriotismo de
los hijos de Bolivia.” (La Época, No. citado).
71
de los gobiernos posteriores y las mala administración de los escasos recursos
determinaron su cierre, correspondiendo "a la paternal administración de1 General
Belzu la gloria de restablecer e1 Colegio de Artes y Oficios de esta ciudad y en La
Paz; y crear los Colegios Nacionales de Minas de Potosí y Oruro". El colegio citado,
impartía una instrucción de 3 años, el primero de instrucción general y los dos
siguientes especializados. Estas especialidades y el contenido formativo era el siguiente:

CUADRO Nº 16: Ciudad de Cochabamba: especialidades, oficios y plan de estudios


del colegio de artes y oficios (1854)

Especialidades Oficios Materias de especialidad


Mecánica y otros Herreros Química, mecánica, geometría
Tejedores descriptiva, dibujo lineal y tecnología
Carpinteros

Artistas Ebanistas Dibujo lineal, geometrías descriptiva,


química, dibujo a pulso, tecnología

Agricultores - Geometría descriptiva, química,


tecnología, agricultura
Fuente: Reglamento del Colegio de Artes y Oficios (El Orden nº61, 1854)
.
En cierta forma las artes y oficios incluidos en el Colegio, revelaban las especialidades
que probablemente tenían mayor demanda o eran mejor valoradas; en todo caso, se trata
de formar artesanos en los rubros de los trabajos en madera, cerámica, cuero y metales.
Este establecimiento tuvo poca duración, y nuevamente cerró sus puertas a la caída del
régimen que le dio aliento. Varias décadas más tarde, en 1885, se fundó la Escuela
Nocturna de Artesanos con el patrocinio de la Sociedad Patriótica 14 de Septiembre,
siendo sus especialidades y distribución de alumnos, la siguiente:

CUADRO Nº 17: Ciudad de Cochabamba: Escuela de Artesanos 14 de Septiembre:


Oficios y distribución del alumnado (1885)

Oficios Alumnado
Zapateros 114
Sastres 65
Carpinteros 26
Sombrereros 13
Herreros 13
Talabarteros 9
Pintores 5
Domésticos 4
Agricultores 2
Albañiles 2
Tipógrafos 1
Coheteros 1
Cigarreros 1
Hojalateros 1
Comerciantes 1
Armeros 1
Chocolateros 1
Plateros 1
TOTAL 261
Fuente: EI 14 de Septiembre N°115 de 5/03/ 1885
72
La citada Escuela tenía por objetivo mejorar la técnica de la mano de obra artesana. A
ella concurrían artesanos en ejercicio, que deseaban acceder a una instrucción técnica y
de conocimientos generales más apropiada. Por esta razón los resultados que expresa el
cuadro anterior, pueden asumirse como una proyección de los oficios dominantes en ese
momento en la ciudad. En este sentido, los zapateros representaban el 43.68% del total
del alumnado y expresaban la preferencia que tenía esta actividad en la ciudad, seguida
a mayor distancia, por sastres y carpinteros. Cobraban luego alguna significación, los
sombrereros, los herreros y talabarteros; en tanto otros oficios tenían una escasa
participación. Obviamente lo anterior no sugiere que el mercado artesanal tuviera esas
características en cuanto a oportunidades y demanda de empleo para uno u otro oficio,
sin embargo esta representación numérica de alumnos por oficio, debió responder en
cierta forma a la expectativa comercial que cada oficio ofrecía.

Un informe consular, del Cónsul peruano en Cochabamba Adolfo Zamudio, contenía un


minucioso análisis de la realidad del Departamento de Cochabamba en 1878. Al
referirse al estado de las industrias y artesanías brindaba el siguiente panorama:
Señalaba que la industria mas importante y la que ocupaba una mayor proporción de
fuerza de trabajo, era la fabricación de chicha, agregando que el proceso productivo
acusaba los mismos procedimientos que se empleaban antes de la conquista, “sin más
diferencia que la preparación de la harina en molinos comunes, en vez de los batanes
indígenas”. El Cónsul Zamudio estimaba en unas 30.000 el número de chicherías en
todo el Departamento, consumiendo unas 81.000 fanegas de maíz aproximadamente61

Otra industria que merecía la atención del Cónsul Zamudio era la de los cueros de res,
concretamente la talabartería y, en especial, el ramo de la zapatería. Al respecto anotaba
que en Cochabamba existían entre ocho y diez “maestranzas” principales en las que se
fabricaban “zapatos de munición”, además de talleres menores que existían en gran
cantidad, tanto en la propia ciudad como en las zonas rurales aledañas. En todos estos
talleres, también se fabricaban calzados finos y talabartería muy apreciada por su
calidad y acabado. Las estimaciones del cónsul respecto a esta industria, eran los
siguientes:

CUADRO Nº 18: Departamento de Cochabamba: producción en los talleres de


zapatería en el año 1878
Tipos de calzados Volúmenes
producidos
Zapatos de munición con destino a los
minerales, las salitreras peruanas y el
ejercito 24.000 pares
Zapatos para mujer 24.000 pares
Cordován para niños y mujeres 30.000 pares
Zapatillas o chinelas de cordován 24.000 pares
Fuente: “Informe Consular del Cónsul del Perú Adolfo Zamudio,
EL Heraldo, nºs. 50 al 53, 04 al 14/06/1878

Finalmente el citado informe añadía: “A esto debe agregarse un crecido número de


talleres de botinería en la capital y pueblos del Departamento, que surten en un 95% de

61
La producci6n departamental de maíz estimada por Zamudio para 1878, era de 150.000 fanegas, de las
cuales, según esta fuente, unas 81.000 fanegas eran consumidas en la elaboración de chicha, es decir, que
esta industria consumía un 54% de la producción departamental del cereal en el citado año.
73
su producción a los pobladores de la primera clase social. y que generalmente emplean
la suela cruceña y el becerro o charol extranjero”.

Luis Felipe Guzmán en su “Ligero Bosquejo Geográfico y Estadístico del


Departamento de Cochabamba”, publicado en el periódico El Heraldo en 1889,
respecto a la producci6n artesanal e industrial anotaba:

El Departamento ofrece como artículos de exportación y retorno a las


mercaderías que consume, la quinua, la coca, la diversidad de sus cereales en
bruto o reducidos a harina, el ganado mayor, el mukho, la chicha la lana, la
suela, e1 calzado y rnuchísimos productos elaborados en el lugar, entre los que
figuran 1os dulces, los encajes y bordados blancos y el croché, en cuya
confección son fuertes las mujeres cochabambinas.

Sin embargo, el citado cronista, también reconocía que “ha perdido Cochabamba
desde hace 20 anos muchas de sus preciosas industrias, sin excluir la fabril, merced a
la competencia de1 extranjero y a la falta de caminos y de apoyo, que nunca 1e
prodigaron los poderes públicos, más negligentes que previsores hacia este suelo”. (El
Heraldo nº 1503, 25/07 1889). En cuanto a la composici6n de los gremios, L.F. Guzmán
informa lo siguiente, en relación a la ciudad: (Ver Cuadro 19):

CUADRO Nº 19: Ciudad de Cochabamba: gremios y oficios más significativos


según número de artesanos (1889)

Gremios y oficios Nº de
artesanos
Carpinteros 250
Herreros 83
Plateros 30
Peleteros 11
Pollereros y sastres 576
Sombrereros 185
Zapateros 751
Talabarteros 174
Matarifes 113
Bordadores 179
Costureras 2.223
Hilanderas 213
Encajeras 396
Tejedoras 59
Cigarreras 106
Chocolateras 27
Fuente: Guzmán, 1889

Este ultimo cuadro, y también los anteriores, revelan que tanto a nivel departamental
como urbano, los oficios más importantes eran los de los zapateros y los trabajadores
que confeccionaban ropa (sastres, costureras, pollereros, sombrereros, encajeras,
tejedoras y bordadoras), ocupando un segundo nivel de importancia los ramos
mecánicos, la talabartería, la joyería y la elaboración de cigarros. Es de hacer notar que
un volumen apreciable de la materia prima para la industria del cuero era suministrado
localmente, sin embargo las piezas mas finas se elaboraban con cueros provenientes de
Beni y Santa Cruz. En cuanto a las confecciones, solo una fracción de tejidos e hilados
74
era producida localmente, en cambio las telas de algodón, los casimires, bayetas, hilos,
etc., eran importados, en muchos casos de Europa y EE.UU.

Un análisis sobre las actividades industriales y artesanales que revelan las patentes
municipales de las dos últimas décadas del siglo XIX, arroja el siguiente resultado:

CUADRO Nº 20: Ciudad de Cochabamba: establecimientos industriales y


artesanales 1881-1898

Fábricas, talleres, 1881 1882 1883 1884 1889 1890 1891 1894 1896 1898
locales artesanales(1)
Destilación 10 13 12 16 8 6 4 2 - -
Curtiduría 46 12 15 25 26 44 21 25 23 29
Panaderías 27 18 24 26 23 24 20 22 18 22
Joyerías 1 4 4 4 4 3 2 3 2 2
Imprentas 3 6 8 8 5 5 5 4 5 5
Fabrica de Cerveza - - - - - - - - 1 1
Fabrica de cigarrillos - - - - - - - - 17 6
Fuente: patentes municipales de los años señalados
(1) No se toman en cuenta las chicherías por no ser posible distinguir entre elaboradores y
comercializadores.
Los rubros que consideran los patentes municipales no son exhaustivos del conjunto de
actividades comerciales o productivas que se desarrollaban en la ciudad, sino apenas,
son representativas de una fracción de ellas, es decir, de aquellos establecimientos o
negocios que por el volumen de su capital de giro o productivo, estaban obligados a
abonar los citados gravámenes. Por esta razón, en estas estadísticas no aparecen los
pequeños talleres de zapatería, sastrería, costura, tejidos, bordados, etc. En todo, caso
los establecimientos y talleres artesanales más importantes en la ciudad hacia, fines del
siglo pasado, correspondían a las curtidurías y panaderías. En cierto momento, también
tienen una cierta presencia las destilerías, que decrecen a partir de 1890 y dejan de
figurar en las patentes municipales a partir de 1896, aunque es probable que
permanecieran en actividad pequeñas plantas de destilación. La industria apenas aparece
en estos registros, a partir del citado año de 1896, con la Cervecería Taquiña y pequeños
establecimientos de fabricación de cigarrillos. Otras actividades como las imprentas y
las joyerías eran más estables pero menos significativas.
En fin, las fluctuaciones que se observan en las cifras del Cuadro 20, no necesariamente
revelaban contracciones o expansiones de la actividad económica, sino, apenas
diferentes criterios en la aplicación de la patente, lo que provocaba dichas variaciones.

En resumen, se puede constatar que las unidades de producción de textiles sucumbieron


a la competencia extranjera, salvo en las áreas rurales apartadas de las vías de
comunicación y de los centros urbanos. No obstante otras industrias, como la de
calzados, mostraron su capacidad de resistencia para enfrentar tales adversidades. Los
censos urbanos de fines del siglo pasado permiten mejorar nuestra perspectiva sobre
estos aspectos. Veamos cual era la situación concreta que presentaba el artesanado y
otras actividades productivas, a partir de la estadística censal, entre 1880 y 1900:
75
CUADRO Nº 21: Ciudad de Cochabamba: artesanías y pequeñas unidades
productivas según censos de 1880, 1886 y 1900
Censo urbano Censo Censo urbano
Ocupaciones de 1880 urbano de de 1900
1886
Agricultores 199 465 710
Albañiles 45 103 139
Arrieros 25 34 23
Bordadores 106 279 341
Carpinteros 168 250 270
Chicheros(as) 195 293 553
Curtidores 99 92 23
Herreros 44 87 84
Hilanderas(1) 73 137 104
Sastres 418 554 441
Sombrereros 69 122 105
Zapateros 630 781 1.102
Fuente: Censos citados.

En las áreas rurales la categoría de “hilandera” que era numéricamente mayoritaria entre
la población femenina, hacía referencia a la actividad cotidiana de la mujer campesina
produciendo pequeñas cantidades de tejidos para su autoconsumo. En las áreas urbanas
su equivalente era “la costurera” también presente en gran número, en referencia a la ama
de casa que hace confecciones de ropa en pequeña escala para las necesidades del hogar.
Este sesgo explica la no inclusión de estas actividades en el presente cuadro, por tratarse
eminentemente de una producción no comercial. En cambio, las hilanderas en la ciudad,
eran artesanas que orientaban su producción al mercado.

Los datos del cuadro anterior, revelan por una parte, que “lo urbano” es aun una frontera
débil frente a la inmensidad del mundo rural, tal como lo revela la creciente presencia de
agricultores en el interior del radio urbano, donde efectivamente, aun a pocas cuadras de
la plaza de armas, subsistían numerosos huertos, quintas .y tierras laborables. Por otro
lado, es indudable que la expansión de la actividad de la construcción urbana alentó el
crecimiento artesanal de este rubro (albañiles y carpinteros), en: tanto otros artesanos
como los curtidores, tendieron a desaparecer, no obstante que la industria del cuero,
especialmente la de los calzados se encontraba en plena expansión. Un otro sector
significativo, una vez más, era el de los sastres, cuyo número parece excesivo, un sastre
por cada 35 personas o 7 familias aproximadamente en 1880, e igual relación en 1886;
para pasar a 50 personas o 10 familias por cada sastre en 1900; lo que hace suponer que
hacia fines de siglo un volumen mayoritario de la población, dependía para la confección
de su vestimenta de procedimientos artesanales, aunque sin duda, con géneros importados
en una mayoría de casos. Este aspecto, es todavía más marcado en el caso de las amas de
casa que se dedicaban a la confecci6n de ropa casera para el autoconsumo: Otro sector en
ascenso era el de la elaboración de chicha, que indudablemente comenzó a tener gran
importancia en la ciudad y el Cercado, como anotaremos más adelante. Otros rubros de
exportación importantes en otras épocas, como la fabricación de sombreros, se encontraba
relativamente estancada, sufriendo fluctuaciones expansivas y depresivas. Finalmente la
arriería mostraba signos de estancamiento, aunque es indudable que este indicador no
representa la realidad del Cercado y menos del Departamento.

Si comparamos los Cuadro 19 y 20, podemos verificar que un gran volumen de


unidades artesanales (zapateros, carpinteros, sastres; herreros, albañiles, etc.), no
76
figuraban en 1as cuentas municipales, precisamente por tratarse de actividades de
pequeñas unidades, la mayor de las veces de tipo familiar, unipersonal ó con escasos
aprendices y operarios, y cuya reducida dimensión comercial o industrial, consideradas
aisladamente, les permite evadir cargas tributarias y empadronamientos: aun cuando en
conjunto, como en el caso de los calzados, por ejemplo, representaron un sector
dinámico y uno de los últimos rubros industriales con los que Cochabamba compitió
con similares extranjeros, no solo en el mercado regional, sino en los del altiplano y las
minas en forma más o menos exitosa. En relación al Cercado, tenemos, de acuerdo a
los datos del censo del Cercado de 1886:

CUADRO Nº 22: Cercado: artesanías y pequeñas unidades productivas en 1886

Ocupaciones Resultados del censo


de 1886
Agricultura 2.849
Albañiles 76
Arrieros 64
Bordadores 30
Carpinteros 42
Chicheros(as) 107
Herreros 6
Hilanderas 2.253
Sastres 106
Sombrereros 79
Zapateros 71
Fuente: Censo de Población, 1886.

Comparando estos datos con los del cuadro anterior, podemos establecer que algunas
ocupaciones como la de los curtidores, herreros, bordadores, incluso sastres y zapateros
eran preferentemente urbanas, en tanto otras poco significativas en la ciudad, como los
arrieros e hilanderas, predominan en el área rural. Estas ultimas como ya se llamó la
atención, configuran uno de los componentes de la pequeña unidad productiva familiar
campesina, complementada por el agricultor, y definiendo la preeminencia de
actividades de subsistencia dentro de los términos de la economía mercantil simple, que
reinaba sin rivales, más allá de los extramuros urbanos. La presencia de este tipo de
unidades resultaba dominante en el Cercado y sin duda en el resto del Departamento.
Los otros rubros de importancia eran: la chicha, la sombrerería y la albañilería.

Se hace nítido el predominio de economías de subsistencia, en base a la pequeña


producción auto consumida, con márgenes modestos de comercialización en las ferias.
En realidad, esta situación permanece más o menos inalterable desde la colonia.
Expresaba, no solo la permanencia del sentido de segregación racial que contenía el
aparato económico del Estado Republicano, sino la pervivencia de las razones históricas
y culturales que empujaron a estas pequeñas economías a adoptar posturas de autonomía
y resistencia a la penetración de los circuitos comerciales de productos importados.

En este sentido, una primera conclusión debiera rescatar la relación entre artesanía,
pequeña producción agrícola y feria, relación que se ubicaba en el centro de la
alternativa de supervivencia de los sectores populares, aun cuando dicha alternativa, al
organizar una esfera de consumo para los estratos de bajos ingresos, no sólo abarataba
su reproducción como fuerza de trabajo, sino que comenzaba a marcar una característica
77
que favorecería a la acumulación capitalista, rasgo que no dejara de estar presente a
través de todo el proceso histórico de constitución y reproducción de este sistema.

Otra conclusión a destacar, es que si bien se extinguió la industria obrajera en


Cochabamba, desde fines del siglo XVIII, las artesanías subsistieron durante todo el
siglo XIX, aunque manteniendo su carácter de pequeña escala. Es evidente que la
prolongada situación de aislamiento de la región con respecto a los mercados
internacionales, benefició a 1os artesanos locales, pues durante largos años, se vieron
protegidos de las importaciones extranjeras, que en realidad solo lograron articular un
mercado urbano restringido en la ciudad de Cochabamba, y cuyo efecto permitirá la
lenta “occidentalización” de fragmentos del núcleo urbano, en contraste con el mundo
suburbano y rural cerrado a toda innovación que alterara los valores de la tradición. Sin
embargo, hacia fines del siglo XIX cuando estas condiciones de aislamiento tendieron a
cambiar o hacerse más permeables, las artesanías se restringieron al mercado de
consumo de los sectores más pauperizados, que por esta misma condición y por la
debilidad del desarrollo industrial regional, no ingresaron a la economía capitalista de
mercado.

Una ultima conclusión más especifica, en lo que respecta al ámbito urbano, se refiere a
que tanto en la ciudad como en el Cercado, la esfera de la producción, salvo escasos
enclaves de modestas empresas capitalistas atrasadas o de escasas haciendas, estaba en
manos de pequeños agricultores y artesanos provistos de modestos talleres o vendiendo
su fuerza de trabajo especializada en los ramos de la construcción, la metalmecánica y
los servicios dirigidos a la reproducción social de la población en las zonas urbana; en
contraposición con el bloque dominante de grandes comerciantes, banqueros, burocracia
estatal de alta jerarquía, que controlaba el aparato financiero local, los sistemas de
intercambio articulados al sector hacendal y minero, las importaciones y parte de las
exportaciones, es decir, básicamente la esfera de la circulación de bienes de capital y
consumo industrial. Desde este punto de vista, el espacio que se consolidó como urbano
y que retocaba su estructura colonial con tímidos ropajes neoclásicos y eclécticos, no
era otro que aquél que imprimía rígidamente su sello clasista, señorial y oligárquico al
conjunto urbano, y donde todavía en la primera mitad del siglo XX, prevalecían las
prácticas coloniales de segregación de castas y etnias. Obviamente, este no era el
espacio donde se producía la riqueza, sino donde se la acumulaba y se la dilapidaba.

A partir de lo anterior, podemos inferir que la diversificación de las actividades


económicas, como expresión de las condiciones de supervivencia a que fueron
empujadas las unidades domésticas campesinas en los valles centrales, al igual que las
unidades domésticas de pequeños labradores independientes y artesanos en el Cercado y
la ciudad, formaron parte de un proceso con profundas raíces históricas, no explicable
sólo a partir de 1952, sino dentro de la perspectiva, como ya anotamos, de la
constitución y desarrollo de la formación social capitalista en la región de Cochabamba,
donde la articulación de contrarios y complementarios: feria-ciudad-haciendas,
constituye para el periodo estudiado, la suma de elementos básicos que debieran ser más
profundamente analizados por labores de investigación más específicas.
78
Capítulo 7
La apacible ciudad del siglo XIX

En contraste con la dinámica económica y social de la regi6n, Cochabamba reconocida


como Capital del Departamento en 1825 e incluso fugazmente propuesta por el
Libertador Bolívar como posible capital de la nueva Republica en merito a las glorias
acumuladas en la Guerra de la Independencia, parecía no transformarse con el paso del
tiempo. Hacia 1825, la ciudad no era sustancialmente diferente a la visión aldeana
transmitida por Viedma en 1788 en su informe sobre la Provincia de Santa Cruz de la
Sierra (cf. supra Capítulo 4).

Los cambios y sacudones que sufrió la región: primero con la perdida del fastuoso
mercado potosino, luego con el peso del tributo y las reparticiones, que dieron paso a la
ampliación del fenómeno del mestizaje como una forma de resistencia a estas
exacciones coloniales, además, con las rebeliones indígenas de 1780, el deterioro de la
economía artesanal a fines del siglo XVIII, la Guerra de la Independencia, las renovadas
cargas tributarias republicanas y la persistente crisis de mercado del siglo XIX; no
parecieron alterar la apacible existencia de la ciudad. Es más, los efectos económicos y
sociales de estos hechos, que hoy podrían parecernos como verdaderas crisis de gran
impacto, y que obviamente ocasionarían procesos migratorios, alteraciones en la
estructura laboral, quebrantos y sacrificios en la población; curiosamente no
repercutieron de forma significativa en el ámbito urbano.

Es verdad que si la zona Sur de la ciudad, ya desde la colonia, fue el sitio propicio de
artesanos y mercachifles, ahora presentaba mayor actividad y movimiento, incluso tal
vez mas población, pero parece ser que esta ebullición no se consolidaba en la ciudad
propiamente, sino que respondía a movimientos pendulares de productores y
comerciantes que en gran numero se desplazaban de una feria a otra; o simplemente era
menos significativa de lo que retrospectivamente le atribuimos.

La conocida descripción que hizo de Cochabamba y sus alrededores Alcides D'Orbigny


en 1830, no fue fundamentalmente diferente a la que nos proporcionó Viedma 52 años
antes, pese a que en este medio siglo, la ciudad padeció crisis económica, guerra y
alteraciones en su estructura social, que afectaron sobre todo a sus sectores mas
empobrecidos: así en la descripción de D'Orbigny, se repite idénticamente ese paisaje
urbano y suburbano de extensos arrabales, edificaciones mayoritariamente de una sola
planta, calles y manzanas de trazo regular, con dos plazas (La Plaza de Armas y la de
San Sebastián) y las iglesias ya descritas por Viedma; tampoco los hábitos, costumbres,
vestimentas se han modificado sustancialmente y las agudas observaciones de
D'Orbigny sobre el vestuario de los cochabambinos, sobre la enorme divulgación del
quechua dentro la ciudad y sobre la irrefrenable afición por la chicha que ya había
causado el disgusto de Viedma, fueron rasgos notables de la pervivencia de una forma
de vida que la Republica no modificó62.
62
A1 respecto D'Orbigny, señalaba: “Me impresionó ante todo, el raro vestido de las mujeres de acuerdo
a las diferentes clases de la sociedad Las mujeres ricas con nuestras modas francesas mas o menos
atrasadas. Las mujeres de los artesanos... con la cabeza cubierta de un sombrero de hombre blanco o
negro... sobre un corsé de lana, llevan un rebozo o echarpe de lana de vivos colores rosa, rojo, verde
amarillo... sus polleras son tableadas para aumentar el espesor... cuanto mas rica es la persona mayor el
numero de polleras (...) El idioma de Cochabamba es el quechua. Los indios no conocen otro. Los
mestizos de ambos sexos, solo saben algunas palabras de un pésimo español la lengua quechua esta tan
extendida en la ciudad, que en la intimidad es la única que se habla. Las mujeres de la sociedad
79
La ciudad de extensos arrabales y casas de un solo piso, dispersas y rodeadas de
huertos, jardines y maizales, que "la hacen aparecer infinitamente mas poblada de lo
que es", nos ilustran sobre un tipo de paisaje y fisonomía que dominaba extensas áreas
del Cercado, donde la idea de ámbito suburbano o de zona rural-urbana eran la tónica
dominante, marcando esa impresión de arrabal extenso de una gran urbe. Sin embargo,
era clara la desproporción entre ese cinturón de suburbio, que ya no era francamente
rural pero tampoco claramente urbano, y la modesta ciudad, tal vez más aldea que
ciudad, con su trazado de manzanas y calles ortogonales que concluían en cursos de
agua, acequias y huertos.

Lo relevante no es tanto, poner en primer plano este bucólico paisaje de aparente


inmovilidad, de congelamiento de un pasado que persiste en su vigencia, del transcurrir
beatifico de una sociedad que esta mas próxima a la época colonial, que a la nueva
realidad republicana; sino tratar de desentrañar, que fuerzas se mueven en el subsuelo de
esta realidad. Aquí surgen interrogantes, en torno al contraste que parece marcar una
dinámica provincial de ferias agrícolas y artesanías que atraen a significativos
conglomerados humanos, pero que sin embargo no se sienten atraídos por fijar
residencia urbana y consolidar su condición ciudadana en forma efectiva, sucediendo
otro tanto con esa muchedumbre de forasteros, agregados y en general indios sin tierra,
que escapan del tributo y la opresión hacendal.

La relación campo-ciudad, parece no estar marcada por un franco dominio de la ciudad


sobre su entorno, por el contrario, campo y ciudad parecen ser dos realidades
relativamente diferentes y su interacción no promovía los agudos desequilibrios que
tendrían lugar posteriormente: ¿A que se debía ello? Esta cuestión que nos parece
importante para entender a la Cochabamba del siglo XIX, nos obliga a reflexionar y
analizar algunos temas concretos como el de la poblaci6n, el comercio y en general, las
condiciones de la vida urbana y contrastarlos con la dinámica regional.

No deja de llamar la atención la aparente contradicción entre el proceso de mestizaje y


la ruptura del sistema de castas analizado en el capitulo anterior y que determinaban que
el Cercado y otras provincias en los valles, estuvieran sometidos a constantes presiones
demográficas, en tanto la ciudad parecía no experimentar ningún efecto que alterara su
estructura física, impresión que se acentúa aun mas si comprendemos que el abandono
de la condición de indio tributario para un campesino de una alejada comunidad en las
tierras altas de Arque, Ayopaya Tapacari, Capinota, etc.; implicaba el adoptar algún
“barniz” urbano, incluyendo el balbuceo de algunas palabras en español. Es natural
pensar que la ciudad era el ámbito y la alternativa lógica de este proceso, por cuya
razón, no solo debía incrementar su poblaci6n sino modificar y expandir su tejido, es
decir urbanizar con mayor intensidad ese suburbio extenso en que se convirtió el
Cercado. Sin embargo eso no ocurrió, y la ciudad de Cochabamba entre 1825 y 1900
permaneció prácticamente intacta. Nuestro análisis se dirigirá entonces, a esbozar una
explicación a este fenómeno, profundizando un poco mas en la “apacible ciudad del
siglo XIX” que bajo su apariencia de inmovilidad parece esconder una dinámica social
compleja.

burguesa poseen una idea muy incompleta del castellano (...) Nada iguala la pasión del pueblo por la
chicha es un verdadero furor. Los indios y los mestizos no se contentan con consumirla continuamente,
con beberla en la comida o para refrescarse, buscan también todas las ocasiones posibles en las fiestas
religiosas, para reunirse y beber día y noche, a menudo durante varios días”.
80
La descripci6n que hacía de la ciudad Luís Felipe Guzmán en 1889, confirmaba esta
impresión, la misma que nos permitimos citarla en extenso:

Sus calles rectas aunque estrechas, ostentan edificios de hermoso aspecto en su


mayor parte de dos pisos, siendo sus construcciones de adobe de rara
consistencia. Su dotación de aguas es insuficiente y mal aprovechada y el
anhelo de aumentarlas, es la aspiraci6n más sentida del vecindario... La ciudad
esta dividida en tres parroquias urbanas y dos suburbanas con residencia en la
Recoleta e Itocta, ambas con templos propios. La Parroquia de Santo Domingo
abarca 96 manzanas con 995 casas y 10.673 habitantes, la de la Compañía
encierra 39 manzanas con 448 casas y 5.729 habitantes, e1 curato de San José
comprende solo 21 rnanzanas con 218 casas g 2.383 habitantes. Tiene la ciudad
en conjunto 1.878 casas distribuidas en 189 manzanas y 1as siguientes piazas
públicas: 14 de Septiembre, Colon Santa Teresa, Matadero, San Sebastián,
Caracota y San Antonio, la superficie de la ciudad es de 1.662.000 varas
cuadradas. Posee un palacio de bello aspecto en el que funcionan todas 1as
oficinas públicas, sin excluir las del ramo de justicia. Existe un edificio contiguo
donde se despacha la policía de seguridad y la casa municipal, también con su
policía. Estas tres instituciones junto a dos pequeñas propiedades particulares
forman la acera principal de la plaza. Esta se halla adornada de un precioso
monumento de piedra conmemorativo de la primera revolución patriótica. Se
han establecido avenidas bordeadas de árboles indígenas, que con las idénticas
y vistosas galerías que encuadran dicha plaza y las elevadas cúpulas y torres de
la Catedral, forman un elegante y atractivo conjunto. Tiene además de la
Alameda, el paseo de la Plaza Colón cubierto de árboles frondosos. y a cuyo
costado boreal se alzaba hasta hace poco, una portada inclinada de
arquitectura mixta y de imponentes proporciones con correctas esculturas de
alto y bajo relieve y que ha sido demolida aun antes de estar acabada de
construir. Existe un teatro de muy ventajosas apariencia y comodidad,
establecido en la media naranja de1 antiguo templo de San Agustín, y un bazar
instalado en la Iglesia del extinguido Convento de la Merced. donde también se
halla e1 rebosante mercado de abasto y el expendio de carne. Hay otra plaza
cerrada donde se vende combustible, llamada de San Alberto. Al costado
oriental ostenta Cochabamba un suntuoso hospital de varones y mujeres,
asistido por 12 Hermanas de la Caridad. con todos los perfeccionamientos
apetecibles para la atención de 350 enfermos... Hay otro hospital clausurado
que durante 315 anos sirvió de asilo al dolor... Existen tres cementerios
públicos, cuyos primeros cuerpos se mandó a levantar con 1os despojos
extraídos de los templos, en que antes se hacían todas las inhumaciones. El
hecho indicado fue una de las evoluciones de mayor significado en la vida
civilizada y la higiene publica de la ciudad. En el costado occidental se halla
fundado el Matadero, donde se carnean 8.505 reses, 27.000 corderos y 2.600
cerdos, por término medio anual (Ligero Bosquejo Geográfico y Estadístico del
Departamento de Cochabamba, El Heraldo nº 1503, 25/06/1889).

Esta detallada descripción de la ciudad, muestra que en lo esencial, el paisaje urbano del
tiempo de Viedma permanecía intacto en la Republica, solo se había sustituido el
antiguo Cabildo por un “palacio de bello aspecto” que contenía el aparato político,
administrativo, jurídico, municipal y represivo del nuevo Estado. Se habían
incrementado las casas de dos plantas en ha zona central; se habían añadido plazas y
81
paseos, de los cuales los mas representativos eran la Plaza Colon y la Alameda. Algunos
edificios religiosos habían dado paso a equipamientos urbanos, y por lo menos en el
caso del Teatro Acha, la remodelación y adaptación del antiguo templo de San Agustín,
había pretendido mostrar la magnificencia del gusto republicano, y plasmar un espacio
adecuado donde la nobleza criolla pudiera desplegar sus galas. La Plaza de Armas
también había recibido un ropaje renovado de gusto neoclásico con un obelisco que
simboliza los valores cívicos y libertarios que la sociedad oligárquica se permitía. No
obstante, estas innovaciones eran superficiales, y en lo esencial, el escenario urbano que
organizó la villa colonial, se mantenía sin mayores variantes. Un análisis del Plano 3
nos muestra que el lento crecimiento de la ciudad, había tenido lugar, prosiguiendo con
los lineamientos sugeridos por el modelo urbano colonial.

A partir de esta reflexión, y de los interrogantes que emergen de la misma, intentaremos


analizar la realidad de este espacio urbano, que obviamente no se agota en el lugar
común de señalar su falta de originalidad en relaci6n a la propuesta hispana. Si
convenimos conceptualmente en considerar, que la realidad física urbana de ese
momento, fue el soporte material de la vida social que en ella se desplegaba, pero no en
términos de una formulación abstracta y general, sino más específicamente, con
referencia a la estructura edificada y modificatoria de un ámbito natural, que favorecía o
era condición general de la reproducción de una formación social concreta; debemos
admitir que transfiriendo esta idea al proceso urbano de la Cochabamba del siglo pasado
y a su producto físico resultante; la consideraci6n que se realice, debe partir de
reconocer la necesidad de admitir, que la ciudad republicana escasamente diferenciada
de la villa colonial, no es en absoluto una conclusión, sino apenas un punto de partida
que requiere ser mejor precisado, pues es necesario, sino identificar exhaustivamente,
por lo menos inferir en los procesos económicos y sociales que producían este efecto,
definiendo los indudables despliegues contradictorios de fuerzas sociales opuestas,
donde las aspiraciones de cambio y las determinaciones conservadoras se encontraban
en continuo conflicto, terminando por entrelazarse contradictoriamente en la
materialización de una modesta ciudad, cuya apariencia superficial mostraba la
inmovilidad del lento ritmo de la vida rural dominante; pero que en lo profundo de su
estructura, escondía, sin duda, el continuo conflicto de fuerzas en oposición, que
caracteriza una sociedad, que por una parte se desgarraba entre los urgentes desafíos del
progreso y las aspiraciones de modernidad que exigían emprendimientos y protagonistas
audaces; y por otra, se paralizaba sustentando un compromiso terco con el pasado,
cuyos ritos, códigos y valores permanecían, como una suerte de íconos intocables, en el
seno de una cotidianeidad rutinaria en la que se refugiaba la mediocre seguridad de la
tradición colonial, que nutría la fosilizada visión y el comportamiento ultra conservador
de la oligarquía hacendal.

En consecuencia, si la dimensión urbana del statu era lo dominante en la ciudad, no por


ello era lo exclusivo y universal. También estaba presente el accionar de aquellos
desheredados, oprimidos y marginados de las instituciones y las bondades de la
sociedad republicana, la misma, que al dejar suficientes intersticios y grietas en su
aparentemente sólido armazón señorial, fruto de sus propias debilidades y
contradicciones, permitía que tales sectores pudieran plasmar su propia alternativa,
encontrar sus propios valores y edificar sus propias instituciones, cuyo desarrollo y
vitalidad, más tarde conducirán al desenlace histórico que enterrará a la oligarquía
valluna, pero además, tales iniciativas populares eran portadoras de aquellos factores
82
que transformarán la aldea-ciudad en una bullente urbe, inimaginable para estos
protagonistas iniciales.

Contrariamente a todo lo que se puede pensar, o lo que se puede haber afirmado a este
respecto, la realidad urbana resultante estaba lejos de ser armónica y presentar un
cuadro homogéneo. Lo heterogéneo y contradictorio se encarnaba constantemente en el
lento ritmo de su evolución. Si la ciudad colonial revelaba una estructura legible que
traducía la concepción espacial sobre la que se desplegaba una sociedad férreamente
organizada a partir del principio social de castas; la ciudad republicana al hacer suya
esta concepción ideológico-simbólica del espacio, no reproducía en su clase dominante
criolla, la hegemonía que su antecesora ibérica ejerció sobre el conjunto de la sociedad
colonial; sino solo los rasgos heredados de su decadencia, que se proyectaban en nuevas
contradicciones: las nuevas fuerzas sociales que dominaban este escenario urbano, no
sólo renunciaron a los ideales libertarios que encarnaron las montoneras vallunas en
Aroma, o las heroicas mujeres en la Coronilla; sino que construyeron a partir de esta
renuncia, por lo menos formalmente, los mecanismos del vasallaje y la opresión
colonial, sobre cuya base trataron de fundar su propia hegemonía. Sin embargo, este
proyecto señorial no podía ser completado, pues se hacían presentes otras fuerzas
sociales que pacifica o violentamente resistirán y desarrollarán otras alternativas viables
que imprimirán características propias a la región y a la ciudad.

La aldea-ciudad republicana revelaba en su contenido las contradicciones anotadas. En


efecto, quienes se sentían herederos y continuadores de la tradici6n hispana, no
imaginaron otra cosa que apropiarse y reproducir los espacios constituidos por sus
antecesores, ya sean estos urbanos o arquitect6nicos: la Plaza de Armas, sus edificios y
símbolos, pasaron a ser la expresión física de su poderío, en tanto, las venerables
casonas del siglo XVIII, pasaron a cobijar, a las nuevas familias de notables criollos,
quienes en la intimidad del hogar, se esforzaban por rendir culto a los valores
ideológicos del pasado, pues carecían de otros que convalidaran su nuevo status, y por
ello mismo, eran reacios a cualquier innovación.

Como señalamos inicialmente, las escenas urbanas que describen Viedma a fines del
siglo XVIII, D'Orbigny hacia 1830, Luís Felipe Guzmán en 1889 y Federico Blanco a
fines del siglo XIX, no son diferentes en lo sustancial, y si bien, el paisaje descrito, es
decir, la ubicación de sus componentes: plazas, templos, edificios públicos, etc.,
permiten vislumbrar la estructura de la ciudad colonial, donde apenas en la zona central
predominan las “casas de altos”63 en las que débilmente se insinúan los tímidos atisbos
del liberalismo económico que en todo un siglo, apenas logró consolidar un modesto
centro comercial y bancario, sitiado por multitud de chicherías y despojado de la
bullente actividad que pudiera nutrir su consistencia, contrariamente a lo que sucedía
con la actividad ferial en los barrios de San Antonio, la Curtiduría, Caracota y San
Sebastián, donde los sectores populares, a su modo expresaban y organizan “su
espacio”, también prosiguiendo una tradición no doblegada por el régimen colonial.

Dicho centro comercial, conservaba su escala y su unidad morfológica, es decir que mas
allá de la calidad del detalle prevalecía una homogeneidad formal agradable y modesta,
que en el decir de Wolgang Schoop (1981) era el símbolo del “neoclásico
cochabambino”, licencia que se permitían los patricios de Cochabamba, al añadir a sus
63
Casas de dos plantas, dentro del modelo descrito en el capitulo anterior y cuyas plantas bajas,
lentamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX incorporan actividades comerciales .
83
venerables casonas modernas cornisas, almohadillados, trazos ojivales, decoraciones
coloridas en la parte inferior de los aleros, etc, en tanto, la aristocrática Sucre se
afrancesaba y La Paz transformaba su centro, no solo con distintos emplastes eclécticos
y neoclásico, muy al gusto de los nuevos tiempos, sino con atrevidos despliegues
urbanos, incluidas masivas demoliciones, para dotarse de una alameda y unos ejes viales
de gusto parisino, salvando naturalmente las distancias y diferencias.

El resto de esta escena urbana no se modificó. A dicha zona central poseedora de


templos y edificios públicos, le seguía un sector intermedio constituido dominantemente
por “casas de bajos"” donde proliferaban chicherías y pulperías, en tanto en la zona
Sur, abundan los pequeños talleres de zapatería y sastrería. Luego seguían los extensos
suburbios de huertos, casas quinta y modestos maizales, que causaron la curiosidad de
D'Orbigny.

Sin embargo, este ámbito urbano no llegó a recrear, tan siquiera una burda imitación de
la aristocracia hispana o europea, que intentó practicar la sociedad charqueña en plena
república, y menos imitar el vigoroso empuje en dirección al progreso, que imprimieron
los audaces mestizos mineros y comerciantes, al promover el desarrollo urbano de La
Paz. La ciudad de Cochabamba no poseía un espacio equivalente a la afrancesada plaza
de armas de Sucre o a la no menos francesa alameda chuquisaqueña, o incluso un
equivalente al paseo del Prado de La Paz, donde las clases dominantes no solo exhibían
sus galas, sino concebían y materializaban su modelo de ciudad republicana, lejos ya del
pulso colonial64

Los mestizos y cholos ilustrados o no, que sucedieron al Gobernador Intendente, no


lograron identificarse, sino apenas por un fragilísimo barniz, con la herencia cultural
europea. Al respeto, D'Orbigny se sorprendía por ejemplo, que la lengua de los
sometidos -el quechua- tuviera tan amplia divulgación en todas las capas de la sociedad
cochabambina en 1830, y que muchas damas de la aristocracia valluna apenas
balbucearan el español. Casi cien años mas tarde E. Nordenskiold (citado por Schoop,
1981:143), señalaba que el quechua era más utilizado que el español en la ciudad, lo que
todavía era constatado como una realidad por otro estudioso en 1967 (Goins, 1967:209-
citado por Schoop).

En la misma forma, no resultaba casual que la primera obra urbana republicana en


Cochabamba, la remodelación de la actual plaza 14 de Septiembre, realizada en 1838 en
la administración del Gral. Santa Cruz, no se constituyera precisamente en la
materializaci6n de un espacio clave donde la clase hacendal emergente plasmara su
concepción de lo urbano y desplegara sus propios valores ideológicos. Lejos de ello, la
reconstrucción de las cuatro elevaciones de la plaza, se inspiraron en el modelo de las

64
Una crónica de mediados del siglo XIX nos muestra a la señorial Plaza de Armas convertida en
escenario de fiesta popular: "Estábamos en la Plaza Mayor, que contenía un numero de mas de 12.00
almas .. El terreno estaba preparado por los ágiles movimientos del cuerpo. Las galerías y balcones
brillaban con la gala y el ornato de aquellas hermosas damas (...) Este era cada vez mas y un estruendo
declara la salida de la fiera lujosamente adornada. Las gentes se precipitan unas sobre otras, los gritos y
la algazara se elevan y esparcen por los aires, y en medio de este ruidoso espectáculo, el furioso animal
después de dar una vuelta la plaza ocupa el centro (...) Acá un esforzado adorador de Baco le desafía a
gritos y el toro sacude la cabeza y prepara las armas, da un salto espantoso y hace huir al intrépido
lidiador"... (El Orden, No 54, 03/06/1854 ).
84
plazas coloniales de Oruro y de la extinta Charcas, reproduciendo en el nivel inferior de
las citadas fachadas, un ritmo unitario de arcadas sobre columnas dóricas y jónicas, en
tanto el cuerpo superior de las edificaciones se remataba con frontones y áticos. El
espacio resultante “es una clara remembranza de 1a arquitectura colonial y la prueba
de la persistencia de dos estilos: barroco y neoclásico” (Mesa-Gisbert, 1978:153).

La Plaza de Armas colonial cochabambina, era en realidad austera y su entorno poco


relevante. Un cronista anónimo la evocaba de la siguiente manera: “Aspecto por demás
triste presentaba la Plaza Mayor de Cochabamba, allá en los primeros años de nuestra
vida independiente con sus casitas coloniales, los gigantescos sauces de Castilla que se
hallaban a los lados, el piso natural y lo demás que distingue la vida sencilla y
patriarcal de entonces”. Su jerarquía y su sentido de “espacio de poder” le
proporcionaban su escala monumental en relación con la modesta Villa, rematada por la
señorial fuente, a cuya ejecución contribuyo Carlos V.

Lo que hicieron los patricios notables, fue reforzar su jerarquía para remarcar su sentido
de “asiento del poder”, ahora republicano. Sin embargo lo notable de esta obra fue que
la solución adoptada, que realza el valor arquitectónico de su contorno no respondía a
una concepción acabada y ejecutada en corto tiempo. En realidad la ejecución de las
primeras galerías se inició durante el gobierno del Gral. José Ballivián con la
construcción de la Casa de Gobierno o Prefectura, completándose con arcadas en casi
toda la acera Norte o principal; solución que pareció inspirar luego el tratamiento que se
dio a las aceras restantes, de acuerdo a lo dispuesto en 1838. Sin embargo la ejecución
de las galerías, fue muy lenta y se vio continuamente dificultada por la oposición de
muchos propietarios. Ello oblig6 a la Ordenanza de 17 de diciembre de 1863, que
disponía que “todos los propietarios de las casas en la plaza principal construirán
galerías en el término de 2 años, so pena de ser vendidas, para que el rematador haga
la construcci6n”. Tal disposición draconiana permitió completar los frentes Norte, Este
y Oeste, quedando todavía durante mucho tiempo sin resolverse el amplio frente de la
Catedral, una vez que el Cabildo Eclesiástico se declaro incapacitado para ejecutar las
galerías restantes, por lo cual se tuvo que acudir al poder central y al Congreso para
financiar la obra, por lo que solo recién, a fines de la década de 1860 se completaron las
galerías y arcos, tal como existen actualmente. (El Imparcial No. 1809, 20/07/1937).

En 1848, durante el gobierno del General Ballivián, antes mencionado, se realizó la


apertura del paseo de la Alameda y la Plaza Colón, que conformaron un espacio urbano
unitario que se extendió hasta las orillas del río Rocha. Es probable, aunque no
conocemos ningún documento probatorio, que esta obra se inspirara en los bulevares
parisinos que en esa misma época planeaba el Barón de Haussmann65

Originalmente el paseo estaba conformado por: “cinco espaciosas calles que la forman,
separadas por hileras de hermosos sauces y rosales”. El conjunto remataba en una
imponente portada, construida en base a piedra y cal. Esta portada se ubicaba en el
sector Norte de la plaza Colón, conformando una especie de “arco de triunfo” de acceso
a la Alameda, que fue demolida a fines de la década de 1880 porque se temía su
65
Por encargo de Napoleón III, Haussamann emprende a partir de 1848 la reformulación del plano de
París, proyectando grandes paseos y avenidas en reemplazo las estrechas callejuelas en las que los
insurrectos de las jornadas de 1830 y 1848 (la Comuna de París) levantaron barricadas que muy
difícilmente fueron reducidas. Los amplios espacios proyectados permitirían las cargas de caballería y
mejorarían la eficacia de la fusilería Estas razones militares inauguraron el moderno urbanismo y muchas
ciudades latinoamericanas, adoptaron estas ideas, incluso la ciudad de Sucre
85
desplome. Este espacio pronto fue el lugar preferido de los paseos y el lucimiento de las
galas de lo más granado de la sociedad cochabambina; sin embargo, esta no fue capaz
de reforzar la calidad urbana de este sitio, reproduciendo un ámbito que, por su
esmerada conservación, por la dotación de una adecuada infraestructura, por la
singularidad y belleza de su arquitectura, se constituyera efectivamente en el espacio-
símbolo de la oligarquía terrateniente valluna. Por el contrario, muy pronto sus vías
perimetrales no pavimentadas, alternativamente se convirtieron en lagunas fangosas o
focos de polución, y el paseo mismo se cubría de malezas y desperdicios, sobre 1os que
la prensa de la época reclamaba con poca eficacia66.

Dirigiendo nuestra atención, en forma más específica, a la Portada de la Alameda,


ubicada en el limite Norte de la Plaza Colón, que servía de acceso al paseo del Prado, se
puede afirmar, que indudablemente era la obra escultórica más significativa de la ciudad
en ese momento, a pesar de que tal calificación no gozaba de plena unanimidad en la
opinión pública. En efecto, una descripción muy minuciosa contenida en un informe del
Ingeniero Municipal Melchor Sarmiento elevado al Concejo Municipal, refrendaba este
criterio:

Esta obra está construida de cal y piedra, entreverada con ladrillo, tiene la
extensi8n de 112 varas de largo, 10 y 1/2 de alto y 1 y 1/3 de grueso; contiene
tres arcos mayores y seis menores, sus extremos ocupados por dos torrecillas
que tienen su escalera especial y que dan salida a la cumbre. La fachada está
ornamentada con medias columnas gemelas intercaladas en su macizo,
ocupando e1 resto una porción de figuras de escultura en yeso, mientras tanto
que su respaldo carece de todo ornato y aseo. (El Heraldo nº 883, 14/03/1885).

La cuestión de la estabilidad de este monumento edificado para celebrar la victoria de


Ingavi, pronto generó una polémica entre quienes no encontraban en sus valores
formales algún interés estético y quienes, pese a lo anterior, le asignaban valor histórico
y urbano. La amenaza de su desplome y la consiguiente necesidad de su demolición o
refacción generaron, lo que probablemente fue el primer debate sobre la conservación o
no de los valores urbanos y arquitectónicos del pasado. A este respecto, el citado
ingeniero municipal observaba que la causa del desplome radicaba en la deficiente base
de sustentación que brindaba un suelo excesivamente húmedo, que exigía contrafuertes
robustos para contrarrestar el empuje, además de afear y desmerecer el conjunto, por lo
que recomendaba su demolición. En contraposición, Luís Felipe Guzmán opinaba que la
portada tenia un valor histórico y formal, pues en este ultimo aspecto, la intención del
proyectista, señor Pio Lozada, fue proporcionar a la Plaza Colon la forma regular que
hoy tiene, estableciendo una separación y un acceso mas jerarquizado a la Alameda,
anotando además que su inclinación, mantenida desde hace mas de tres décadas no se
66
Veamos algunos ejemplos: Un afligido periodista señalaba respecto a la cuestión que nos ocupa en una
crónica con el titulo de: "Nuestro Prado": "El caminante que quisiera aventurarse por sus escarpados y
montuosos senderos, tiene que ir armado con el hacha de los exploradores de una selva virgen para
abrirse, camino, esto es si no quiere navegar en un océano de polvo y lodo". (El 14 de Septiembre No
117, 22 de marzo de 1885). Otro cronista perspicaz nos transmite con pinceladas realistas esta escena
tragicómica que, bajo el titulo de "Paseo del Prado" se refería a la costumbre de los estudiantes, hijos de
familias notables de la localidad, de celebrar en la Alameda sus éxitos escolares desplegando sus
destrezas ecuestres, espectáculo al que acudían los complacidos padres y familiares luciendo sus mejores
trajes, sin embargo: “sucede que en las avenidas de los costados, cuyo pavimento es de tierra removida...
se levanta una asfixiadora polvareda tan intensa que no solo los pulmones sufren, sino que el olfato, la
vista y hasta el pobre aspecto de los botines, levitas pantalones y trajes de gala pierden la sensibilidad de
sus flamantes colores..”. (El 14 de Septiembre, nº 141, l6/10/1885).
86
había incrementado, y por tanto, era partidario de su conservación, previo estudio
técnico para su refacción. Finalmente la portada fue demolida en marzo de 1888.

Otra obra urbana de menor importancia, pero de consecuencias significativas para la


posterior urbanización de Cala Cala, fue la apertura en 1863, de la Plaza del Regocijo
para facilitar: “la costumbre inmemorial de las familias de la ciudad de trasladarse
cada mes de noviembre a la campiña de Cala Cala, con objeto de gozar su frescura y
tomar baños”67. El sitio escogido se encontraba en el cruce de dos caminos, uno de ellos
vinculando la ciudad con Queru Queru y prolongándose a Cala Cala, y el otro, que
partía de esta ultima localidad a Tiquipaya, “dando fácil acceso a la gran vertiente de la
Chaima, donde el Gral. Ballivián mando a fundar un gran baño público”. Esta modesta
plazuela recibiría a las diligencias y carruajes de la Empresa Americana, más tarde a los
tranvías y luego a los automóviles y vehículos motorizados del transporte público y se
convertiría en el punto de referencia del futuro proceso de constitución de los barrios
residenciales de la zona Norte, aunque para ello tuviera que transcurrir casi un siglo; en
tanto sería el punto terminal de las líneas de transporte, el ámbito donde se desarrollaron
las famosas festividades de San Andrés, el espacio de reunión de las familias
cochabambinas que huyendo de la ciudad en sus veranos de agua escasa, barriales y
otras penalidades, venían a gozar de las virtudes de la campiña, como una suerte de rito
de retorno a un ámbito rural que contenía atractivos y ventajas que la ciudad no podía
prestar. En 1879 se sugirió, y el municipio acepta, la apertura de una nueva calle,
especie de bulevar de 20 varas de ancho, entre la calle de Foronda y el Rosal, para
contrarrestar el aspecto de calles amuralladas con paredones de adobe motivado por “el
egoísmo de los propietarios que ha destruido este vergel de Cochabamba” (El Heraldo
nº 94, 9/11/ 1878). De esta última obra no quedan testimonios, y tal vez como tantas
similares, quedó en simples planes y deseos, que aquellos duros anos de epidemias,
sequía y hambre no dejaron concretar.

En 1887, se consideró la necesidad de ampliar la Plaza del Regocijo, pero al mismo


tiempo se comprobaron las extremas dificultades para este cometido, dado que en sus
perímetros habían edificaciones nuevas y se oponían los propietarios, razón por la cual
se definió por la apertura de una nueva plaza. El proyecto de trasladar la Plaza del
Regocijo a una ubicación mas ventajosa, originó el primer debate sobre planificación
urbana en la ciudad del que se tenga noticias. Dicho proyecto sugería el traslado de
dicha plaza "al lugar donde se corta la calle de Ponce y la de Queru Queru
prolongada". Dicho proyecto fue cuestionado porque no admitía la posibilidad de un
espacio de trazo regular, y por estar alejado de los centros de atracción de la campiña.
Se anotaba, que el sitio no garantizaba una plaza espaciosa ni expresaba:

"el deseo anhelado por los habitantes de Cochabamba, de comodidades y


satisfacciones que naturalmente les proporciona la existencia de un centro
espléndido de reunión y muy en especial a todas las personas que buscan en la
época veraniega en las campiñas de Cala Cala fresco ambiente y saludables
baños, levantando soberbios edificios en contorno, construyendo fuentes de
sorprendentes juegos de agua, que pasarían después de recrear la vista, a dar

67
Ordenanza Municipal de 10 de diciembre de 1863. Esta disposición señalaba en su Art. 1. "Se abrirá
en el centro de Cala Cala y punto llamado el Estanco una plazuela cuya área tenga mas o menos la
extensi6n de 2/8 de fanegada, vulgarmente llamados viches" .Según una cr6nica del Gral. Acha este dio
orden a dos cuerpos de ingenieros y al Escuadr6n de Rifleros a proceder con la demolición de chozas y la
tala de árboles comprendidos en el límite trazado. (El Heraldo, nº 1114, 08/11/1913).
87
vida a las magnificas plantaciones de calles concéntricas de árboles
uniformemente alineados y de talla colosal (El Heraldo nº 1320, 26/04/1888).

La necesidad de ese traslado, quedaba resumido por Federico Jiménez, ex Presidente del
Concejo Municipal de 1887, en términos de que:

la plazuela actual del Regocijo, en lugar de producir e1 efecto de su irónico


nombre entre las personas que acuden allí, en especial en las tardes de paseo,
sufren y corren riesgo de ser atropellados por los numerosos carruajes que se
apiñan alrededor del hermoso sauce, única reliquia del lugar, el que una vez
desaparecido, daría a la plazuela el aspecto de una plaza de río (El Heraldo, nº
citado).

Alternativamente al nuevo sitio elegido para la citada plaza, se sugería la ejecución de


un proyecto de Celestino Quiroga, en un terreno ubicado frente a la casa y huerto del
Rosal de propiedad de José Domingo Salamanca, por ser:

un sitio a propósito y que se presta a una plantación de árboles semejante a la


que tenemos en nuestra Plaza 14 de Septiembre, formando calles que llevarían
sus asientos, aunque de pronto no fuesen sino como los del Prado... Se
conservaría la plazuela del Regocijo como está en la actualidad para establecer
allí un mercado". Por otro lado, "los rodados aumentan cada día en numero y
encontrarían un vastísimo campo, además reúne 1a ventaja de proximidad a
todos los baños públicos (El Heraldo, nº citado).

Las anteriores ideas demuestran indirectamente las nociones de desarrollo urbano que
primaban en aquel tiempo, donde la idea de ciudad arborizada y matizada por espacios
verdes, como se ve, en Cochabamba no fue una propuesta del siglo XX, y
contrariamente a lo que se piensa, las ideas de desarrollo urbano expresaban ideales bien
definidos. Uno de ellos, el que vimos: reproducir una plaza equivalente a la 14 de
Septiembre en la campiña de Cala Cala; sugerencia que de plasmarse, dando
continuidad al eje de la Alameda en dirección Norte, hubiera generado un desarrollo
urbano muy distinto al actual.

Estos ideales tuvieron su expresión más acabada en una Ordenanza de H. Concejo


Municipal sobre “Alineación de Edificios y Plantación de Árboles”de diciembre de
1889. En concreto, se disponía que toda construcción nueva en la ciudad y la campiña,
que limite sobre la vía pública, no podría ejecutarse sin previo permiso y verificación de
la alineaci6n correspondiente, para lo cual todo propietario debía tramitar el respectivo
permiso y permitir que tal alineación se efectué en el terreno por cuenta del Ingeniero
Municipal. Además se fijaba una rasante de vías: “En el radio urbano el ingeniero
daría a las calles el ancho de 8.00 metros, es decir, 4 metros a partir del eje de la calle
a cada costado”. Además se disponía que el Ingeniero Municipal elaborara un plano
demostrativo de las rectificaciones que ocurran en esa calle o camino, que guié las
rectificaciones posteriores. Disponía la ejecución de ochaves en las esquinas y
recomendaba a los propietarios de huertos, cercar sus sitios con verjas de hierro,
prohibiendo el uso de tapiales. Por ultimo disponía que en las márgenes de acequias y
canales “todo propietario en su pertenencia y en todo e1 frente sobre la vía publica,
88
donde no hay edificios, están desde ahora forzosamente obligados a plantar árboles y
conservarlos en buen estado” (El Heraldo nº 1567, 26/12/1889)68.

La mención en la disposición anterior, sobre la actuación descollante de un“ingeniero


municipal” hacía referencia a una importante evolución del Municipio, que de órgano
eminentemente político y jurídico, paso también a reconocer que la buena
administración de la ciudad, exigía un criterio técnico, hecho que quedó formalizado en
el “Reglamento de la Policía Municipal” de mayo de 1878, donde se disponía la
creación del cargo de ingeniero municipal, a ser elegido por el Concejo, de una terna
elevada por el Presidente de dicho organismo y el Comisionado de Obras Públicas. Este
reglamento establecía que el citado ingeniero tenia autoridad para ejercer control del
ornato a través de “mayordomos” de fuentes publicas y paseos públicos creándose
específicamente un “mayordomo” del Prado y la Plaza Colon, además de un hortelano
encargado de su mantenimiento69 Si bien este técnico quedaba subordinado al
“Comisionado de Obras Públicas”o sea al concejal que desempeñaba ad-honoren estas
funciones y que desde la creación de las alcaldías fue el único personero, tanto
individualmente como conformando y presidiendo comisiones, que administraba las
obras publicas, más guiado por su vocaci6n de servicio y sentido común, que por una
formación técnica que 1e capacitara para tan delicada tarea.

Otra Ordenanza Municipal, de 6 de mayo de 1895, suscrita por el Dr. Julio Rodríguez,
Presidente del Concejo, se ocupaba por primera vez de problemas de trafico urbano y
disponía: la prohibición de ingreso a la plaza principal y a circular por las calles
principales próximas "a los carros de 40 o más animales de tiro, cuya capacidad para
e1 transporte de cargas pasa de 16 quintales". Permitiéndose el acceso de este tipo de
transporte sólo hasta la plaza Colon y los barrios de Las Cuadras, Caracota, San
Antonio, San Sebastián, Matadero y Calle de las Carreras. Igualmente disponía que las
diligencias a provincias o interdepartamentales partieran de sus estaciones respectivas, y
que estas no podían establecerse sino a tres o mas cuadras de la Plaza 14 de Septiembre;
finalmente ordenaba que las recuas de carga solo podrían detenerse en las calles lo
estrictamente lo necesario para su descargue. (Digesto de Ordenanzas... Vol. 2).

Una disposición del mismo año se ocupaba de la estética urbana y expresamente


disponía que los propietarios de sitios con frentes a la plaza Colón y la plazuela del
Regocijo de Cala Cala debían presentar planos de fachadas del edificio que desearan
erigir, “conforme a reglas de arquitectura”, para su respectiva aprobación. Todavía, en
diciembre de ese mismo año, otra ordenanza, ocupándose siempre de la estética urbana,
definía que los edificios ruinosos “que existen en el centro de la ciudad, en las tres
primeras cuadras, calles rectas, a partir de la plaza 14 de Septiembre, y transversales,
serán reconstruidos y arreglados en la línea exterior por los propietarios”;

68
Un antecedente de estas disposiciones constituye la Ordenanza de 27 de diciembre de 1886, que
destacaba que “la estrechez de las calles públicas es un defecto de construcción de esta ciudad y un
grave inconveniente para el trafico”. Disponía que todo propietario para edificar debía pedir la inspección
de la comisión municipal de policía para evitar avances sobre la vía publica, prohibir edificaciones que
obstaculicen la prolongaci6n de calles existentes y que las calles en áreas suburbanas debían tener un
ancho de 16.00 metros. (Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos Municipales - Recopilados por
A. Soruco, 1899, Vol 1).
69
Las atribuciones de este Ingeniero Municipal eran: a) levantar todos los presupuestos y planos que acuerde el Concejo b) Dirigir
personalmente las obras municipales)s, c) Vigilar a sus subordinados, d) Cuidar de la conservaci6n de útiles y herramientas de
propiedad municipal, e) Distribuir el trabajo según ordenes del Comisionado de Obras Publicas.
89
disponiéndose además, que las nuevas construcciones en ese mismo perímetro,
rematarán sus fachadas con "cornisas o en su defecto llevarán aleros entablados".

Otra disposición del H. Concejo Municipal de enero de 1896, suscrita por un pionero
del desarrollo urbano, don Ramón Rivero, al referirse a las irregularidades y estrechez
de las calles coloniales, ponía en evidencia las ideas de que sobre urbanismo tenían los
ciudadanos de aquel tiempo: “El ideal es enderezar todas Las calles, pero en la
imposibilidad de rectificarlas por completo, se debe aspirar a hacerlo lo más que sea
posible, bajo este principio se deben determinar los ejes, cuidando de que la alineación
de los edificios guarden un completo paralelismo a dichos ejes”. A partir de estos
criterios prácticos, se disponía por primera vez de un Plan de Regularización de Vías. Al
respecto se anotaba: “Existen calles muy estrechas y no es posible darles el derecho de
Ordenanza. Si estas se hallan fuera del Plan, tal como la calle del Diablo y otras,
deben ser cerradas o suprimidas; pero las que se hallan sometidas a regularidad
formando cuadras, deberán ser ensanchadas a1 ancho reglamentario no de una vez
sino poco a poco, conforme se operen construcciones en e1las". En suma el citado Plan
disponía (Ver plano 3):

a) Para las calles directas que arrancan de la plaza 14 de Septiembre, el ancho


de su embocadura (unos 8.50 mts.), hasta las cinco cuadras de distancia,
después de lo cual será fácil propender a un ancho mayor.
b) Para Las calles transversales a la Plaza, el ancho que llevan en su
entrecruzamiento con las directas de la primera de estas (entre 8.50 y 9.00 mts)
también hasta el radio de 5 cuadras (11 de largo en total), después de lo cual se
someterán a la ampliación general que determine el Concejo".
c) A falta de estas medidas de referencia se deberá adoptar para las calles e1
ancho de 8.50 mts como medida genera! subsidiaria a la que deben someterse
las mensuras y alineaciones del Ingeniero Municipal". (Digesto de Ordenanza...
Vol. 2).

Este primer plan proponía la necesidad de adoptar el damero colonial de estrechas


callejuelas, algunas de menos de 6.00 mts, a las exigencias del progreso, traducido
inicialmente en cuestiones de trafico de carruajes de pasajeros y carga, que amenazaban
la integridad de los peatones en vías sinuosas y de escaso perfil. El ideal urbano en los
albores del siglo XX era un damero regular, de calles anchas, rectilíneas y ortogonales
perdiéndose en la lejanía, con casas bien alineadas razonablemente edificadas desde el
punto de vista estético. En realidad este primigenio plan, era apenas una propuesta de
mejorar las rasantes de las calles a partir de un ancho practicable y que conciliaba con la
situación imperante, tratando tan solo de eliminar los frentes irregulares.

Estas propuestas contenidas en las Ordenanzas y disposiciones analizadas, revelan una


concepción de la ciudad y una idea del desarrollo urbano, más bien formalista, apegada
a un concepto de orden geométrico y disciplina constructiva, sin alcanzar todavía la
complejidad y creatividad de las propuestas posteriores, puesto que se perseguía un fin
mas pragmático: adecuar sin cambios mayores, el modelo urbano colonial a las
exigencias del modesto desarrollo comercial y administrativo de la ciudad que
provocaba mayores flujos y trafico y por tanto, conflictos de nuevo tipo no previstos por
los españoles. Hacia fines de siglo, de acuerdo a la descripción de Federico Blanco, la
ciudad se hallaba dividida en cuatro cuarteles determinados por los cuatro ángulos de la
90
plaza 14 de Septiembre70: observemos la distribución y densidad de población en estos
cuarteles en diferentes años:

CUADRO Nº 23: Ciudad de Cochabamba: distribución y densidad de la población


por manzanas en cuarteles urbanos, 1880-1900
Años
Nº de 1880 1886 1900
Cuarteles manzanas Pobla- Densi- Pobla- Densi- Pobla- Densi-dad
ción dad Ción dad ción
Noreste 36 3.488 96,66 4.818 133,83 5.299 147,19
Noroeste 24 2.503 104,29 3.294 137,25 3.624 151,00
Sudeste 42 4.102 97,66 5.552 132,19 6.105 145,35
Sudoeste 40 4.620 115,50 5.843 146,07 6.428 160,07
Totales 142 14.705 103,53 19.507 137,33 21.456 150,90
densidad promedio
Fuente: Elaborado en base a censos de población de los años citados.

El cuadro precedente nos permite establecer algunas características que presentaba la


ciudad en el periodo señalado. Por una parte, que la zona Sur en general era más
poblada y había consolidado un mayor número de manzanas con respecto a la zona
Norte. Por otro lado, que la zona más densamente poblada era la del Sudoeste, es decir,
la que concentraba, lo que podríamos convenir en denominar, los sectores populares, o
sea, los artesanos y pequeños comerciantes que se concentran en torno a las plazas de
San Antonio y San Sebastián, y en la propia Curdituria. Se puede observar que a partir
de 1880, un año después de la terrible sequía y su secuela de hambre y miseria que
castigó con mayor rigor justamente estos sectores, este cuartel era, de todas formas, el
más poblado y el que mostraba una relación de densidad de habitantes por manzana más
elevada, tendencia que se consolidará en los años posteriores, de tal suerte que el censo
de 1900 ya mostraba, para esta zona, un incremento poblacional del 39.1% con respecto
a la población registrada en 1880.

La zona Sudeste presentaba características simulares a la anterior, aquí se ubicaba el


populoso barrio de Caracota. Este cuartel era ligeramente inferior en población al
anterior, pero era equivalente en número de manzanas y comparativamente, su
incremento poblacional hacia fines de siglo, era superior al anterior, llegando a un
48.82% con respecto a 1880.
70
Los "cuarteles" eran una forma de división administrativa de la ciudad para fines de tributación censos
y otros, existentes desde la época colonial. Inicialmente la ciudad está dividida en ocho cuarteles pero
hacia 1840 se simplificó a cuatro Una disposición del Concejo Municipal de 1881 fijaba que los limites
del radio urbano definidos en el plano de la ciudad, obsequiado por el vecindario al Gral. Pando en 1899,
confirmaba la disposición de estos cuarteles en la siguiente forma:
El primer cuartel o zona Sudeste con 42 manzanas abarcaba el cuadrante comprendido entre las
calles Bolívar y San Juan de Dios, hasta la zona de Alalay y la salida al Valle.
El segundo cuartel o zona Noreste con 36 manzanas abarcaba el cuadrante comprendido entre las
calles de Santa Teresa (hoy Baptista y Bolívar hasta el río y la calle Rivarola (hoy Av. Oquendo)
El tercer cuartel o zona Noroeste con 24 manzanas, abarcaba el cuadrante comprendido entre las
calles y ta Teresa y Santo Domingo (hoy Santibáñez), hasta el río Rocha.
El cuarto cuartel o zona Sudoeste con 40 manzanas abarcaba el cuadrante comprendido entre las
calles de Santo Domingo y San Juan de Dios (hoy Esteban Arce), hasta la colina de San Sebastián y a
salida al Valle.
La nominación de “primer cuartel" "segundo," etc. no siempre coincide en documentos censales
y otros con los asignados por esta disposición municipal, razón por la que emplearemos la referencia de
su orientación (Noreste, Noroeste, etc.).
91
En los cuarteles Noreste y Noroeste, se podía observar lo siguiente: la zona Noroeste,
que era la menos extensa y con menor número de manzanas, era el lugar de residencia
de las capas medias de comerciantes y funcionarios, además de dueños de casas-quinta
y terrenos de cultivo. Era la mas densamente poblada en 1880, después de la zona
Sudoeste, situación que se mantuvo a lo largo del periodo, hacia 1900 experimentó un
incremento de población del orden del 44,78% con respecto al citado año de referencia.
La zona Noreste que contenía a la plaza Colón y la Alameda, albergaba a los sectores
mejor acomodados de comerciantes importadores, profesionales y propietarios de fincas
y extensos huertos próximos, como los de Mosojllacta y Muyurina. Era la zona menos
densa en 1880, pero esta situación se modificó en los años posteriores, aunque
manteniendo siempre dentro de lo relativo, la característica anotada. En 1900 su
población con respecto a 1880, se incrementó en un 52,27%, situación que mostraba que
era el cuartel que experimentó mayor crecimiento demográfico para el período
estudiado.

De lo anterior podemos inferir, que pese a ser la zona Sudoeste la mas poblada, su ritmo
de crecimiento demográfico era el más bajo con respecto a otras zonas. Este fenómeno
resulta curioso y contradictorio, si se comprende que en esta zona se desarrollaba el
comercio ferial y el de la chicha, así como la actividad artesanal en términos mas
significativos que en otras zonas, razón por la cual debió ser el ámbito natural de
atracción de la población suburbana y rural. Sin embargo, lo anterior nos hace pensar
que el desarrollo de estas actividades en el siglo XIX, no implicaban desplazamientos de
residencia, y sí de mercaderías y agentes de distribución e intercambio, en términos de
“poblaci6n flotante” que se desplazaba de los sitios de producción a los de consumo en
forma regular, motivo por el cual, era normal que los caminos de acceso a la ciudad,
desde el valle de Sacaba, el Valle Alto y Quillacollo, se encontraran congestionados los
días de “cancha”. Por otra parte esta era una zona de construcción precaria poco
propicia a la densificación, donde existía “una considerable cantidad de propiedades de
artesanos que solo tienen una tienda y un corredor y muchas veces una tienda
completamente sola”. (Soruco A, 1880: 12).

Por el contrario la zona de mayor expansión demográfica era la Noreste, donde las
condiciones constructivas y de capacidad de alojamiento eran mucho mejores, y donde
además, las condiciones para edificar nuevas viviendas era mas factibles que en otras
zonas, dado el desahogo económico de sus habitantes, y lo que es mas importante, la
mayor facilidad de provisión de agua, que hacía que esta zona y la Noroeste, sufrieran
menos penurias que las zonas del Sur71.

Observando los documentos censales a los que recurrimos, por ultimo, se puede
constatar que las manzanas más densas (con un promedio mayor a 200 habitantes/Ha) y
que duplicaban la densidad media urbana para 1880, se situaban en las inmediaciones de
la Plaza de Armas e incluso sobre sus aceras Este y Oeste (Ver plano 4). En 1886 estas
manzanas mantuvieron e incluso incrementaron su densidad, a ellas se incorporaron las
situadas en la acera Oeste, además de la segunda cuadra del Prado, que por su extensión
pasaba a albergar a mas de 300 habitantes, sobrepasando con mas del doble la media
urbana de dicho año, además de otras en la zona Sudeste, en Caracota y sus vecindades.
No se tiene la información de este proceso hacia 1900, pero sin duda esta tendencia

71
La Plaza Colón además de muchas “tomas" y "ojos de agua” de particulares, poseía una pila pública
bien provista que permitía que esta zona estuviera aceptablemente servida en contraste con las piletas de
San Antonio y San Sebastián, casi permanentemente secas
92
prosiguió en tomo a la Plaza 14 de Septiembre, la Curtiduría, Caracota, la plaza Colón y
el Prado. Se puede concluir, señalando que este proceso de densificación no era
homogéneo, aunque tendencialmente, privilegiaba más la zona Oeste de la ciudad,
donde la tasa de densidad del cuartel Sudoeste expresaba la concentración de población
vinculada a la actividad artesanal que se desarrolla en la Curtiduría, en torno a la Plaza
Osorio y adyacentes; en tanto contrariamente, el cuartel Noroeste se densificaba por no
poder expandirse en base a la urbanización de los huertos que lo limitaban,
probablemente porque el valor agrícola de los mismos, sobrepasaba en expectativa, la
alternativa de la expansión urbana. De todas maneras, aquí estamos frente a un caso de
densificación residencial de sectores no vinculados directamente a actividades
productivas, pero si al aparato comercial y administrativo urbano, y en menor medida a
los huertos próximos ocupados por casas-quinta aisladas, donde gustaban fijar
residencia las familias de los terratenientes vallunos.

Para determinar las condiciones materiales en que se realiza este proceso de


densificación demográfica, debemos referirnos al proceso de construcción de la propia
ciudad, conteniendo los ritmos o pulsos que expresa la dinámica descrita con
anterioridad. La información disponible, no nos permita penetrar en el movimiento
interno que transforma paulatinamente las distintas zonas de la ciudad, pero sí, percibir
este proceso en sus aspectos globales externos, tal como se expresan en el cuadro que
sigue:

CUADRO Nº 24 Ciudad de Cochabamba: número de manzanas, casas y densidad


edificada, 1812-1908

Promedio
Número de Número de número de Incremento
Años manzanas casas casas por anual de Fuentes consultadas
mnanzana casas
1812 80 - - - Guzmán, 1972
1830 90 - - - Censo 1830, ANB
1879 142 1.616 11,38 - El Heraldo
1880 142 1.663 11,71 47,0 Censo de 1880
1882 142 1.681 11.83 9,0 Inscripción catastral
1886 142 1.787 12,58 26,5 Soruco (obra citada)
1900 142 1.956 13,77 12,0 Guzmán: 1972
1908 142 2.080 14,64 15,5 El Heraldo
Fuente: Solares, 1985b.

El cuadro anterior, muestra dos facetas de la estructura urbana analizada: por una parte,
la realidad de una pequeña aldea en la primera década del siglo XIX que experimenta un
crecimiento, que dentro de la lenta dinámica de ese tiempo, puede calificarse de
significativa y que perdura hasta la segunda mitad de la década de 1870. En este
intervalo la dinámica del proceso urbano agrega a la ciudad 62 manzanas nuevas al
imperceptible ritmo de una manzana anual por término medio. Sin embargo, dicho ritmo
se agota y la ciudad permanece con 142 manzanas por lo menos hasta 1909 en que fue
ampliado el radio urbano. Es decir que la ciudad no incrementa a su tejido ni una
manzana en algo más de tres décadas.

Por otro lado, el volumen edificado se incrementa proporcionalmente a este lentísimo


ritmo. Si pasamos por alto, la excepción a la regla que parece significar el incremento
93
de 47 casas en un solo año entre 1879 y 8072, vemos que esta dinámica escasamente
modifica el contexto urbano, con pequeñas variaciones entre 1882 y 1886; para retornar
a ese lento proceso que continua todavía en la primera decada del siglo XX, como ya se
mencionó. Además las densidades de viviendas por manzanas nos muestran un
promedio de escaso grado de consolidación de las mismas; es decir que, dentro del
perímetro urbano existen o subsisten muchos predios baldíos -huertos, quintas o simples
terrenos no utilizados-, que se alternan con las edificaciones existentes73

Sin embargo, por lo que observaremos a continuación, resulta muy simplista la visión
de una masa edificada más densa en la zona central, que gradualmente se dispersa y
fusiona con el paisaje rural a medida que ese centro queda más alejado. (Ver Cuadro Nº
25).

CUADRO Nº 25: Ciudad de Cochabamba: distribución de viviendas por manzanas


según censos de 1880 y 1886
% de % decre-
Censo de 1880 (*) Censo de 1886 incre- mento
Nº de Nº de Nº total Nº de Nº de Nº total de mento entre
Manzanas casas de casas manzanas casas casas entre 1880 y
p/manzana p/manzan 1880 y 1886
a 1886
1(1) + de 30 33 2(4) + de 30 69 109 -
13 (2) 20 a 30 306 19(5) 20 a 30 447 46 -
56 12 a 19 855 61 12 a 19 906 6 -
43 6 a 11 385 34 6 a 11 291 - 24
29(3) 0a5 84 26 0a5 74 - 12
* Ver plano 4
(1) Manzana 141: Salida al valle- “Casas de bajos”
(2) Manzana 139: San Antonio-“Casas de bajos” / Manzana 4: “Casas de altos” / Manzana 37:
Noroeste “24 casas de bajos y 2 casas de altos”/ Manzana 112: Calle Calama-Curtiduría, “23
casas de altos”/ Manzana 117: “de las señoritas Burgos” ,“20 casas de bajos y una de altos”
(3) Manzanas 131, 82 y 48:del “Buen retiro”, solo una casa
(4) Manzana 122: Alameda-Plaza Colón, “29 casas de bajos y 7 de altos”/ Manzana 141: “33
casas de bajos”.
(5) Manzana 139: “ 30 casas de bajos” /Manzana 112: Calle Calama-Curtiduría, “30 casas de
bajos” / Manzana 64: Caracota “28 casas de bajos” / Manzana 37: Al este del Hospital San
Salvador, “25 pequeñas casas de bajos y 2 de altos”
Fuente: Soruco: Censo general de la Ciudad de Cochabamba, 1880 y Censo General de la Ciudad
de Cochabamba, 1886.

El cuadro anterior, nos permite visualizar algunos aspectos de importancia que las
relaciones numéricas más generales no permiten establecer: por una parte que un
39.43% de las 142 manzanas en 1880, estaban ocupadas por un promedio de 15
viviendas por manzana, las que comprendían el 51,1% del total de viviendas censadas
dicho año. Por otra parte el 9,5% de las manzanas contenían el 20,8% del total de
viviendas con un promedio de 24.2 viviendas por manzana, finalmente 72 manzanas
(50,% del total) presentaban un promedio de 6,5 viviendas por manzana. En 1886 las

72
Es muy improbable que en 1879, justamente en el año mas dramático que recuerda la historia urbana, el
de la sequía, la hambruna y la epidemia, se diera este ritmo de edificaci6n. Parece mas verosímil atribuir
este incremento a las deficiencias de calculo o inventario del conjunto edificado empleados en la época.
Sin embargo los contingentes de victimas de la sequía encontraron en la construcci6n por salarios míseros
una alternativa que tal vez fue bien aprovechada por los dueños de inmuebles
73
Las crónicas de ese tiempo revelan la existencia de huertos incluso a tres cuadras de la Plaza.
94
mismas 142 manzanas presentan los siguientes grados de ocupación: el 42.95% están
ocupadas por un promedio de 14.85 viviendas por manzana y representan el 59.7 del
total de viviendas, constituyendo la tendencia dominante en ese momento. A su vez, 21
manzanas que representan el 14.78% del total contienen al 28.88% de las viviendas, con
un promedio de 24.57 por manzana y finalmente un 42.2% de las citadas manzanas está
ocupada por el 20.42% del conjunto habitacional con un promedio de 6 viviendas por
manzana.

De lo anterior podemos deducir que el proceso de consolidación de la masa edificada en


el periodo analizado, era débil y lento, pues si en 1880 sólo estaban consolidadas con
una media de 15 viviendas por manzana, 56 de las 142 manzanas que poseía la ciudad;
en 1886 este índice alcanzaba a 61 manzanas (es decir un 9% más con respecto al censo
anterior), pero el promedio de ocupación decrecía ligeramente. Así mismo si en 1880
sólo 14 manzanas presentaban niveles de ocupación ligeramente superior al promedio
de ese año; en 1886, 21 manzanas (50%. más) estaban en esa situación, con un índice
ligeramente superior al de 1880. Todavía, en 1880, 72 manzanas, es decir un poco más
de la mitad de las mismas, estaban consolidadas en grados insignificantes (con un
promedio de 6.5 viviendas por manzana), en 1886 esta proporción disminuyó a 60
manzanas, con un promedio ligeramente inferior al anterior.

Este fatigante pero necesario análisis numérico y porcentual, nos conduce a concluir que
el tejido urbano que consolidó la ciudad era poco denso, y aun más, que dentro de lo
urbano oficialmente reconocido, existían significativas y francas inserciones de paisaje
rural. En efecto, al lado de unas pocas manzanas (apenas 14 en 1880 y 21 en 1886), que
muestran densidades altas con relación a la media, lo que predominaba en un tejido
salpicado de áreas baldías y edificaciones de plantas bajas que caracterizaba a 56
manzanas en 1880 y a 61 en 1886. Por otro lado tenemos, 72 manzanas en 1880 y 60 en
1886, que francamente no están consolidadas con usos urbanos; en suma, según el
Censo Municipal de 1880, sólo el 49% (70 manzanas) y en 1886 el 57,7% (82
manzanas) tenían, en diversos grado, una fisonomía urbana, lo que muestra a las claras,
la real y modesta dimensión de nuestra ciudad en el siglo XIX 74 El plano 5 muestra por
una parte, que la mayor densidad de habitantes por manzana no coincide necesariamente
con los sitios de mayor densidad edificada, y que además, ambas situaciones se alternan
con la casona o la casa-quinta de una notabilidad de la ciudad o de un comerciante de
fortuna que se inserta en el paisaje de modestas casas de bajos. En realidad, también en
esto, el tejido urbano resultante muestra la contradicción de distintas formas de “pensar
la ciudad”: en tanto el artesano (sastre, zapatero, orfebre o curtidor de cueros) valoriza
con la máxima jerarquía al espacio urbano de la feria, la misma que necesita de la
concentración urbana para fortalecerse; la percepción del banquero, comerciante
mayorista o aun el minorista, imbuido de una visión más cosmopolita, valoriza este
mismo espacio urbano, como el ámbito que contiene o debe contener “los aires de

74
El damero colonial con manzanas de aproximadamente una hectárea y en algunos casos con mayor
superficie, estaban divididos en propiedades de 500 a 600 m2 aproximadamente, lo que arrojaba una
media de 15 a 20 propiedades por manzana, aspecto que explica el origen de esta baja densidad, más aun,
con el predominio del modelo de casa colonial de numerosos patios. En 1880, de las 142 manzanas
registradas, un 34,5% (45 manzanas) estaban ocupadas por casonas de muchos patios y huertos en el
interior de las manzanas, sobre todo en las proximidades de la Plaza 14 de Septiembre y en los cuarteles
Noroeste y Noreste. Esta realidad hacía que dichas manzanas fueran conocidas no por su ubicación,
apelando al nombre de las calles, sino por sus grandes propietarios que además eran los notables de la
ciudad así hacer referencia a "la manzana de Zegarra", a la "manzana de Salamanca", a la "manzana de
José Dorado", etc, era algo común y corriente. (Ver plano 5).
95
modernidad” donde se mueven los flujos financieros y la circulación del capital
invertido, es decir, la ciudad como “plaza de negocios”, que no es otra, que aquélla que
se materializa con la concurrencia del comercio y sus soportes, reproduciendo lo urbano
como recurso esencial. Sin embargo, en el otro extremo de estas visiones, se encuentra
el propietario de tierras, el latifundista, que nutre su hegemonía social política e
ideológica, e incluso su propio “status” de personaje notable e influyente, poseedor de la
razón y la verdad y hasta de un estilo de vida que juzga el único válido y respetable, en
la posesión de la tierra y en el señorío feudal sobre la fuerza de trabajo. Naturalmente,
esta ideología gamonal se introduce en la ciudad con sus propios valores, y nada más
ilustrativo y simbólico que la casa-quinta periférica o el huerto en el interior de la
manzana a poca distancia de la plaza de armas, intentando reproducir en pequeño la
casa de hacienda en este tejido urbano75.

Por ello, no resulta casual e inexplicable esta suerte de incoherencia en que tiene lugar
la construcción de la ciudad, ni su lento ritmo de crecimiento. En realidad, esta aparente
inmovilidad, este ritmo de pequeños cambios, esconde una dinámica subterránea que no
solo se mueve en la esfera rígidamente económica, con alcances regionales e incluso
más amplios, sino en pugnas ideológicas entre clases sociales, unas, que marchan a
favor del reloj de la historia, y otras que hacen lo indecible para retardar y paralizar esta
marcha irreversible. De esta forma, si la oligarquía terrateniente tuvo éxito en recrear en
gran parte del siglo XIX, una versión de la Villa de Oropeza colonial, no pudo evitar
que, imperceptiblemente, pero a paso seguro, este mundo de tradiciones que aspiraba a
perennidad, se fuera derrumbando, prefigurando las futuras transformaciones que
convertirían la aldea conservadora en ciudad, y anticipando el abrupto final de una
oligarquía que entre otras cosas, aspiró a eternizar su ideal colonial en esta estructura
urbana.

El Plano 6 resume estas constataciones, estableciendo esquemáticamente la estructura


urbana resultante de la convergencia de los factores analizados (Ver Planos 4 y 5).
Funcionalmente la ciudad mantenía y reforzaba el modelo colonial concéntrico, pero
este ya no seguía la pauta primigenia, y se fue deformando por inclusiones y
determinaciones ajenas a este ordenamiento.

El sector central, aglutinaba en torno a la plaza de armas el soporte general de la


sociedad oligárquica, es decir: el aparato estatal administrativo y represivo, el comercio
importador, la banca y el aparato ideológico-religioso, combinado con funciones
residenciales de estratos medios y bajos ligados a las instituciones citadas.
Curiosamente en la propia plaza principal, se situaban, al lado del Palacio Prefectural, el
Palacio Consistorial, la Sede del Poder Judicial, el Teatro Achá y las dependencias
policiales, además de la Iglesia Catedral; muchos "conventillos" e incluso chicherías
hasta más allá de la primera mitad del siglo XIX. Este hecho, en cierto modo reflejaba la
paulatina transformación de la casona colonial, que pasó a ser adaptada para múltiples
determinaciones: comercio, bazares, pulperías y además creciente hacinamiento de
familias dé empleados públicos, tenderos dependientes del comercio importador,
empleados de la banca. etc. Pero sobre todo, marcó la creciente mercantilización de este
espacio urbano, donde la cuestión del “estatus” colonial de residir cerca a la Plaza de

75
Esta idea, va más allá de lo alegórico: el pongueaje o régimen de servidumbre a que están sometidos
los colonos de las fincas se extiende a labores urbanas que no solo incluyen el trabajo domestico en la
casa que el patrón tiene en Cochabamba, sino también el cuidado de sus quintas y huertos en la misma
ciudad.
96
Armas, fue paulatinamente reemplazado por el criterio del rentista, en que se convierte
cada respetable ciudadano que posee inmuebles en esta vecindad. Obviamente algo
impensable y hasta herético para la rígida nobleza hispana, pero que se convierte en una
práctica “normal” para sus presuntos descendientes vallunos, determinando así que este
sector, además de receptor de todas las funciones urbanas anotadas, se convirtiera en la
zona que ostentaba mayores índices de hacinamiento residencial. De esta manera, la
zona Norte (cuarteles urbanos Noreste y Noroeste), recibía las funciones residenciales
de los sectores más acomodados, que se desplazan desde el sector central hacia estos
sitios mejor dotados de recursos hídricos y privilegiados por la presencia del único
paseo urbano de jerarquía (el Prado o Alameda). En este sector el patrón residencial
dominante eran las casonas con “canchones” o huertos situados en el interior de las
manzanas y las casas-quinta en los sectores periféricos. Dicho patrón de residencia, era
un antecesor de la “ciudad jardín”, pero invirtiendo la disposición de los volúmenes
edificados que se disponían en forma compacta sobre la rasante, en tanto los huertos y
jardines estaban volcados hacia el interior, aprovechando que muchas de estas casas
poseían vertientes propias o desviaban aguas de uso público a sus propiedades. La Plaza
Colón y la Alameda, eran los polos de atracción de este sector, atracción que se
ampliaba hacia las campiñas dé Cala Cala y Queru Queru marcando, aunque todavía
tímidamente, el futuro eje de expansión urbana de las décadas siguientes. Obviamente,
dicho sector, incluyendo los huertos y vergeles de su entorno, encontraban en su
vinculación cómoda y eficiente con la zona central, su forma natural de articulación con
el conjunto urbano.

El sector artesanal que se situaba el cuartel urbano Sudoeste, se estructuraba en torno a


las plazas Jerónimo de Osorio y San Sebastián. En este sector se emplazaban formas
residenciales mixtas, que combinan la vivienda con el taller artesanal sobre todo del
gremio de zapateros y trabajadores del cuero, así como varias curtidurías. El patrón de
vivienda, más que el modelo de conventillo, era la pequeña construcción de “bajos” en
manzanas muy fraccionadas, configurando la famosa “tienda redonda”, en realidad una
habitación de planta cuadrada, que es al mismo tiempo hogar de la familia y taller
artesanal. Su vinculación más fuerte no es con el centro urbano, sino con el sector ferial,
sobre todo a través de la sinuosa “Pampa de las Carreras”, (denominada así porque era
un escenario de fiestas populares consistentes en corridas de toros y carreras de
caballos), una especies de paseo criollo que vinculaba San Sebastián con Caracota76.

Por último, el sector ferial que ocupaba el cuartel Sudeste, concentraba todo el bullente
mercado de productos agrícolas, pecuarios y artesanales del Cercado y otras provincias
próximas y lejanas. El escenario principal era Caracota, seguida de la Plaza de San
Antonio. Aquí concurrían muchedumbres de pequeños productores campesinos que
protagonizaban esencialmente actividades mercantiles simples, a través del trueque o
con la mediación de la moneda. Una proporción, sin duda importante de participantes,
estaba constituida por pequeños comerciantes itinerantes, pero que tomaban como una
base principal de sus operaciones, el barrio de Caracota o San Antonio o sitios próximos
en el Cercado.

Especialmente en este sector, el comercio de la chicha era un hecho económico


fundamental, y al tenor de suculentos platos criollos regados con abundante “elixir de

76
Sin embargo debemos llamar la atención que estos dos últimas sectores estaban en realidad muy
fusionados y así como existía mucho comercio en la Plaza San Sebastián, abundaban pequeños talleres de
sastrería y zapatería en la zona de Caracota..
97
maíz”, se movilizaba gran parte de esta economía. La vivienda en esta zona presentaba
dos modalidades: el conventillo albergando estratos medios y bajos vinculados a la feria
y al comercio de la chicha, sobre todo al Norte de la Pampa de las Carreras, y ranchos o
viviendas de sabor rural, en manzanas excesiva e irregularmente fraccionadas y muy
densamente edificadas, en el extremo Sur, particularmente en la salida al Valle Alto y el
camino al “Abra” que se conectaba con el valle de Sacaba, donde la residencia se
combinaba con la pulpería, la chicharronería, la venta de platos y naturalmente la
chichería.

Resumiendo, esta estructura urbana si bien morfológicamente, permite que sea


reconocible el modelo urbano colonial, funcionalmente está ya muy alejado de este. La
ciudad republicana propicia una sectorización y segregación social y ecológica
marcadas. El centro urbano que se pretendía hegemónico para el conjunto, apenas lo es
realmente para las zonas de residencia de los sectores económica y socialmente
vinculados a este. Los otros grandes polos de atracción del Sur (Caracota, San Antonio.
la Plaza Jerónimo Osorio y San Sebastián) estructuraban una alternativa distinta, que
consistía en oponer, al comercio importador de manufacturas de ultramar, la opción de
un comercio urbano de productos agrícolas y artesanales, dirigido a una esfera del
consumo popular, que encontraba en este contexto, no sólo una forma de vida, sino una
manera de concebir y producir el espacio urbano con una lógica diferente, es decir, que
su inserción en la ciudad, seguía un proceso, que introducía mayores libertades e
irregularidades en la ampliación del damero, para dar mejor acomodo a la feria
campesina y la chichería rural y pueblerina, sin alterar sus contenidos y esencias
culturales, ni hacer concesiones a los reclamos modernizantes. De esta forma, el Norte y
el Sur de la ciudad, ya desde el siglo XIX, marcaban la existencia de dos universos que
marchaban con ritmos diferentes, en un proceso de singular coexistencia de valores
oligárquicos y criollos, que la férrea estructura de castas heredada del pasado colonial,
no logró impedir.

En lo que respecta a las principales obras de arquitectura efectuadas en este periodo,


someramente podemos señalar que, la obra republicana más importante de la ciudad, fue
la reconstrucción de la Plaza 14 de Septiembre a partir de 1838, con las características
ya mencionadas. Asimismo en el centro de nuestra Plaza de Armas se erigió, en esta
misma época, la Columna de la Libertad de orden corintio, sobre un pedestal que
sostiene sobre una amplia cornisa, un cóndor con las alas plegadas. Respondía este tipo
de ornato central a la extendida moda de los símbolos libertarios que se encontraba en
muchas plazas de las capitales y principales ciudades de América Latina, y que tuvieron
por modelo, columnas conmemorativas romanas, puestas de moda nuevamente, por el
neoclásico francés (Mesa Y Gisbert, 1978:154). Sin lugar a dudas, la mencionada
columna conmemorativa, además de hito urbano, pasó a ser el símbolo de las glorias y
el civismo cochabambino y la expresión de los ideales libertarios que persiguieron
quienes participaron en la Guerra de la Independencia, pero que hacia 1830, no eran ya,
sino simples ideales lejanos que adornaban los fastos republicanos y como tales
“adornan” el paisaje urbano, una vez que la sociedad real estaba más cerca del modelo
colonial. Otra obra notable fue el Templo del Hospicio, ubicado en la Plaza Colón y que
data de 1865. Según los historiadores Mesa y Gisbert (obra citada): “es el monumento
más representativo de 1a arquitectura cochabambina en la segunda mitad de1 siglo
XIX, en especial por sus altares neoclásicos, su fachada con reminiscencias barrocas y
sus curiosas torres coronadas por bien trazados bulbos”.Otro hecho arquitectónico de
importancia, fue la iglesia y convento de Santa Clara, con una decoración interior donde
98
sobresale un altar mayor que despliega “una curiosa mezcla de escultura y
ornamentación ininteligible”... en tanto, los exteriores son más homogéneos, tratados en
un estilo gótico sencillo donde destaca la torre de tres cuerpos que remata en una aguja
cubierta de chapa metálica. (Mesa y Gisbert, obra citada: 155).

Estas obras en realidad modestas frente al legado de la arquitectura colonial, muestran


las diferencias y las alternativas distintas en que fueron realizadas. Los valores
ideológicos más elevados de la sociedad colonial se reflejaron en su arquitectura y en el
sentido de organización de su espacio urbano. La iglesia y el Estado, los dos pilares
constitutivos del mundo hispanoamericano plasmaron en el despliegue de sus soportes
materiales, su posición hegemónica más allá de lo ideal-abstracto, en la dimensión de la
sociedad real y en la dimensión del espacio urbano, donde la Plaza de Armas, la Iglesia
Catedral, el Palacio del Gobernador-Intendente eran símbolos tan eficaces como los
códigos, los preceptos y las normas que sojuzgaban el mundo andino. El Estado
Republicano no tuvo esa cualidad, al no poder evitar que sus valores y sus preceptos
estuvieran desarticulados en relación con sus ideales. Su arquitectura civil no hizo otra
cosa que retornar una y otra vez al modelo colonial, la casona española cambió de
actores sociales, pero no de sustancias. En cierta forma, otro tanto ocurrió con la
arquitectura religiosa, el intento de apartarse del modelo barroco colonial, condujo a un
resultado ecléctico y por tanto poco genuino. Se reprodujo la misma situación en lo
urbano, donde el antiguo molde hispano no se alteró en lo esencial, a tal punto que la
ciudad de Viedma fue básicamente la misma, que aquella que cruzó el umbral del siglo
XX, conteniendo todas las distorsiones de un proceso de consumo del espacio alejado
de la lógica del modeló hispano, sin embargo, con el mérito de expresar con fidelidad,
las contradicciones no resueltas en que se debatía la sociedad republicana cochabambina
de ese tiempo.

Finalmente, para completar esta visión de la ciudad decimonónica, abordaremos uno de


sus aspectos más controvertidos y contradictorios. Es decir, la cuestión de la población
urbana de Cochabamba y el Cercado en el siglo XIX. En efecto la información
disponible sobre este particular, al no referirse a una práctica debidamente normada y
controlada, sino a levantamientos de información que obedecían a objetivos y criterios
diferentes, dio lugar a fluctuaciones de población en los intervalos intercensales, que no
necesariamente expresaban situaciones reales, sino simples desfases en los criterios de
delimitar lo urbano y lo provincial en términos más homogéneos, o limitaciones propias
de las técnicas rudimentarias y los recursos escasos con que se desarrollaron dichas
operaciones censales.

Bolivia en el siglo X1X, era un país rural replegado en la meseta andina. Gran parte de
su extenso territorio se encontraba al margen de la economía del país. Sus ciudades,
todas fundadas en la Colonia, eran importantes en la medida en que se emplazan en las
regiones mineras o en los valles que les suministran medios de subsistencia. En realidad
los núcleos poblados inmersos en extensas zonas rurales, conformaban regiones
débilmente articuladas, donde “lo urbano” sólo consolidaba pequeños oasis o islas en
medio de un ,universo dominantemente quechua-aymara, ajeno, extraño y hostil.

El vínculo campo-ciudad, no radicó indudablemente en la atracción que la ciudad pudo


ejercer sobre 1as masas campesinas 77, sino en la relación ciudad-feria con las unidades
77
Sucre con sus imitaciones parisinas, o La Paz con el esplendor de su arquitectura renacentista, vivieron
más de una vez, la angustia de la rebelión indígena y el temor al “atropello de la indiada” era un
99
de producción agrícola (haciendas, estancias y sitios de pequeños productores), que
permitió el establecimiento de circuitos de comercialización que dinamizaron dicha
relación dentro de las características ya anotadas con anterioridad. Una primera
aproximación a la realidad demográfica de los primeros tiempos republicanos,
encontramos en la valiosa obra estadística de José María Dalence (Ver Cuadro Nº 26):

CUADRO Nº 26: Bolivia: población departamental y urbana en las principales


ciudades en 1846
Departamentos Población departamental Población de la ciudad % de Población
principal urbana
Litoral 4.520 557 12.3
Potosí 243.263 16.711 6.8
Oruro 95.324 5.687 5,9
Chuquisaca 156.041 19.235 12,3
Cochabamba 279.048 30.396 10,8
La Paz 412.867 42.849 10,3
Beni 48.406 3.194 6,6
Santa Cruz 75.627 6.005 7,9
Tarija 63.800 5.129 8,0
Fuente: Dalence (1975), reelaborado por Blanes y Flores (1982)

El cuadro anterior, expresa el grado de desproporción entre población rural y urbana en


los primeros lustros de la vida republicana. Desproporción que ponía en evidencia la
fragilidad del sistema urbano y su escasa interrelación y vinculación. Cochabamba en
este contexto no escapaba a esta caracterización general, y su condición de ser, ya en
esa época, el departamento más densamente poblado, parecía no influir en la modesta
dimensión de su población urbana, la misma que en función de los datos analizados, la
convertía en la segunda ciudad más poblada del país, constituyendo junto con La Paz,
Sucre y Potosí, uno de los centros urbanos de mayor importancia. Analizando más
concretamente la situación de la población urbana en Cochabamba, tenemos lo
siguiente:
CUADRO Nº 27: Departamento de Cochabamba: ciudades y villas en 1846
Ciudades Nº de habitantes
Cochabamba 30.396(1)
Mizque 875(2)
TOTAL POBLACIÓN
CIUDADES 31.271
Villas
Tapacarí 1.526
Arque 960
Independencia 931
Pocona 720
Tarata 11.438(3)
Pocoata 868
Total población villas 16.443

Total población urbana 47.714


1) Existen serias dudas sobre el volumen de la población urbana en Cochabamba sugerida por Dalence,
siendo muy probable que se trate del total de la población de la ciudad y el Cercado. (2) La inclusión de
Mizque como “ciudad”, es posible que se deba más a la jerarquía que este centro tuvo en la época
colonial. (3) La enorme población de Tarata difícilmente puede ser aceptada como urbana, pero podría
hacer referencia a la gran concentración humana que generaban las ferias próximas.
Fuente: Dalence, 1975:179

sentimiento profundamente arraigado en las clases dominantes.


10
Algo que resalta en primer lugar en la información contenida en el cuadro anterior, es la
definición que fue adoptada para diferenciar “ciudades” de “villas”. Indudablemente no
fueron criterios demográficos, sino de jerarquía administrativas, sólo así se podría
explicar la inclusión de Mizque en el rango de “ciudad” y Tarata en el de “Villa”. Pero
al margen de estos aspectos formales, se puede constatar la existencia de dos grandes
concentraciones humanas en los valles de Cochabamba; una en la ciudad capital y el
Cercado, y otra, en torno a las ferias y mercados, tal vez de Cliza y Punata y que
aparecen, merced a los citados criterios administrativos en la circunscripción de
Tarata78. El resto de la población de las “villas” configuraba pequeños y medianos
asentamientos dispersos, y sin duda, escasamente diferenciados del ámbito rural.

Con este antecedente, analizaremos más de cerca la cuestión de la población urbana de


Cochabamba, alertando una vez más sobre las contradicciones y limitaciones de la
información disponible. Es decir, de los muchos censos efectuados en la ciudad, unos
fueron con fines tributarios y otros de cuantificación de la población; los primeros son
los menos consistentes por la natural resistencia de los habitantes al empadronamiento.
Por otro lado, los censos en la primera mitad del siglo XIX se hacían por cuarteles y
cuadras y no por cuarteles y manzanas, registrándose frecuentemente duplicaciones al
censar indistintamente habitantes de una y otra vereda. A partir de 1880, los censos son
por manzanas y permiten un mayor grado de credibilidad.

Otra limitación, como ya se mencionó, es que con frecuencia se extiende lo urbano al


ámbito provincial del Cercado, tal como parece ocurrir en los censos de 1845 y 1854, de
allí surgen fluctuaciones de población que no tiene un referente real. En consecuencia
tomando en cuenta lo anotado anteriormente haremos mención a los diferentes censos
urbanos realizados en el siglo XIX, diferenciando en cada caso, si sus resultados se
refieren a la población urbana propiamente, a la del Cercado o a ambas tomadas
globalmente. Observemos en el siguiente cuadro los resultados de las operaciones
censales practicadas entre 1826 y 1900:

CUADRO Nº 28: Ciudad y Cercado: censos de población 1826-1900


Censos Población urbana Población del Cercado Población urbana y del
Cercado
1826(1) 8.194 sd sd
1830 7.216 sd sd
1846 sd sd 30.396
78
A este
1854respecto vale la pena
sd destacar lo siguiente: de
sdacuerdo al Gobernador35.837
Intendente Francisco
1880 (1969), hacia
de Viedma 14.7051793, Tarata concentrabasd alguna infraestructurasdartesanal en las
1886
especialidades de tocuyos19.507 12.505 esta actividad no era32.012
jabones y pólvora, sin embargo, suficiente para evitar
mucha1900 21.886
desocupación debido 14.336de población en el curato.
a la excesiva concentración 36.222Al respecto de
esta descripción, en otro trabajo sugerimos la idea de que dicha concentración poblacional hacía
referencia a la presencia de masas de población flotante, no afincadas sino precariamente en torno a
las haciendas próximas a Tarata, aspecto que sugiere el propio Viedma al anotar que la Villa de
Tarata estaba rodeada de pequeños huertos hortícola y frutícolas, en tanto en el resto de las tierras se
destinaban a sembrar maíz y trigo de calidad superior “que ocupaban infinidad de haciendas, las que
parecen pequeñas poblaciones”. Según el informe de Viedma que venimos citando, de 15.800
habitantes que tenía el curato, más de 11.000 eran indios y mestizos, en tanto una población casi
igual a la de Cochabamba eran españoles. Por todo lo anterior Tarata no consolida una estructura
física urbana, como en forma clara lo hace Cochabamba, por el contrario, su atractivo parece
vincularse a su sistema de huertos y haciendas donde arrenderos y forasteros organizan pequeños
villorrios, y por sus artesanías, es decir por todos aquellos factores propicios para la constitución de
redes de producción-comercialización a cargo de sectores populares que pasaron a reforzar la
primitiva tradición ferial pre-urbana. (Solares., 1987: 13).
10
Fuentes: Censos de los años mencionados..
(1) Población estimada por Enrique Soruco en base al Censo de Tributarios de 1826 que involucró sólo a
la población masculina y censos de población de los años citados

Las cifras resultantes de los distintos censos, tanto para la ciudad como para el conjunto
de ciudad y el Cercado, expresan aspectos que generalmente no han sido debidamente
analizados: por una parte podemos registrar un descenso muy marcado de la población
urbana a inicios de la República con respecto a la registrada por Viedma en 1788, para
paulatinamente incrementarse hacia fines del siglo XIX. Por otra parte, se puede
percibir que la población de la ciudad y el Cercado se mantuvieron relativamente
estables a lo largo del periodo considerado. Lo anterior parece indicar, que esta última
población expresó diferentes alternativas en la relación entre ciudad y entorno rural (la
campiña), de tal manera que probablemente, durante y al término de la Guerra de la
Independencia, la relación poblacional entre ambos ámbitos, resultaba favorable al
Cercado, invirtiéndose esta relación en favor de la ciudad, hacia fines del siglo XIX. Es
decir que las fluctuaciones de población muestran apenas desplazamientos entre ciudad
y Cercado o a la inversa, antes que dramáticos vaciamientos o incrementos. Estas
fluctuaciones podrían estar vinculadas a los comportamientos que asume la población
en relación, por ejemplo, a las crisis diversas que agobian periódicamente a la ciudad,
como sequías, epidemias, desabastecimiento, etc.; que determinaban desplazamientos de
una fracción significativa de la población urbana hacia la campiña circundante como
una alternativa para superar tales circunstancias adversas. Si esto fuera cierto. se puede
además asumir que un importante contingente de esta población, no estaba totalmente
arraigada en la ciudad y solía desplazarse hacia el ámbito rural con cierta frecuencia, es
decir, que en cierta forma su ocupación principal tenía más un carácter rural que urbano,
y que la ciudad era más un centro de servicios o apoyo prescindible, en caso de
adversidad. Esta misma situación, probablemente dificultaba una diferenciación nítida
entre campo y ciudad y convertía en algo muy relativo el concepto de “limite urbano”
de tal suerte que unos censos se limitaron a un marco físico muy restringido (el espacio
efectivamente consolidado por actividades urbanas), en tanto en otros casos, se fijaron
límites tan liberales como la ciudad y el Cercado en conjunto.

Hacia 1880, la relación Ciudad-Cercado comenzó a favorecer a la ciudad. Es posible


que a ello contribuyera la mejora paulatina de la infraestructura urbana, la expansión del
comercio y los servicios y sobre todo una mayor inserción de la actividad ferial y
artesanal en el ámbito urbano, todo ello en términos relativamente estables y
satisfactorios. Dicho de otro modo: nos animamos a aseverar que, los habitantes de la
ciudad y el Cercado, en proporción importante, conformaron una población flotante,
particularmente en sus estratos populares. Este rasgo pudo expresar, el carácter de una
división social del trabajo entre campo y ciudad débil y que no precisaba de una frontera
rígida, ni de compromisos de residencia permanente en uno u otro ámbito. Sólo
posteriormente, la diferenciación y complejización de la economía urbana marcó la
individualización del ámbito urbano, su diferenciación más específica con relación a lo
rural y su consolidación más intensa. Esta “movilidad” de la población entre centro
urbano y entorno rural, pudo también estar motivada por la práctica, posiblemente muy
extendida, de escabullirse a las redes del tributo colonial y republicano, de tal suerte que
muchos vecinos de Cochabamba, dejaban de considerarse tales con objeto de evadir a
exacciones económicas y pesados tributos, con que frecuentemente los agobiaba el
Estado. Si comparamos este comportamiento poblacional, con los datos aportados por
Francisco de Viedma en 1788, tanto a nivel de habitantes urbanos y del Cercado, se
puede comprobar por una parte, que evidentemente la ciudad a inicios de la República,
10
perdió un importante contingente de población (alrededor de un 45.8%), pero podemos
inferir que si algo semejante ocurrió con la población del Cercado, fue en menor
proporción, pues ya en 1846 el número de habitantes de Ciudad y Cercado era mayor en
un 36.27% con respecto a lo comprobado por Viedma 79. En cambio la ciudad sólo hacia
1886, casi un siglo después, podrá recuperar y sobrepasar la cantidad de población que
registraba hacia fines del siglo XVIII.

El despoblamiento de Villas y Pueblos en Cochabamba, como efecto del desarrollo de


alternativas de resistencia al sistema de tributo, se remonta a los siglos XVII y XVIII,
dando lugar al fenómeno de la “vagancia”, que denunciaba el propio Viedma, y a la
paulatina formación de una “población flotante” que sin duda giraba en torno a las ferias
regionales y parece influir en las distorsiones que sufren las operaciones censales. Lo
significativo resulta entonces, vincular la dinámica de los desplazamientos de población
en la región, a las respuestas alternativas que se desarrollaron para hacer frente a las
crisis regionales o a las presiones fiscales, respuestas que tuvieron la virtud de expandir
en forma acelerada una población “mestiza” que parece no necesitar de la residencia
urbana para legitimar su condición de “ciudadano” no sujeto a tributo indigenal. Todo
parece señalar, que la parálisis del proceso de desarrollo agrícola regional que provocó
la crisis del paulatino debilitamiento y la pérdida del mercado potosino a partir del siglo
XVIII, provocó un relajamiento de las rígidas relaciones sociales coloniales entre clases
poseedoras y subalternas. La prolongación de este cuadro de crisis, a lo largo del siglo
XIX80, refleja la ausencia de la capacidad de la clase terrateniente para estructurar una
otra alternativa de mercado. Esta suma de factores, parecen influir con fuerza mayor, no
en la región en sí, sino en el ámbito urbano, en el espacio que organizaron dichas clases
poseedoras, y que se inmovilizó por la ausencia de propuestas de desarrollo de los
grupos dominantes, que reacios a los aires de modernidad que impulsó el desarrollo de
otras ciudades, no encontraron nada mejor que intentar reproducir en su mundo
material, la añoranzas del tiempo colonial.

79
Viedma señalaba una población para la ciudad y el Cercado de 22.305 habitantes de los cuales 6.368
eran españoles, 12.980 mestizos 1.600 mulatos 175 negros y 1.182 indios Indicaba que “estas haciendas
y .pagos tan Poblados (que rodean la ciudad), que se les puede regular una tercera parte del vecindario”
(Viedma, 1969:46) En base a esta información se puede estimar que Cochabamba, hacia 1788, tenía una
población de 14.870 habitantes aproximadamente y el Cercado otros 7.435 habitantes.
80
“Cochabamba vivió una prolongada crisis que se inició a mediados del siglo XVIIl con la pérdida de1
mercado potosino, que se acentuó dramáticamente con las guerras de la independencia y con la
frustración de su industria artesanal que no logró consolidar un mercado nacional más amplio, y menos,
enfrentar la competencia de las manufacturas europeas. Sólo en este contexto resulta explicable el hecho
de que a la ciudad le tomó más o menos un siglo recuperar su población de fines del siglo XVIII, o en el
mejor de los casos, que la población estimada hacia 1788, apenas se modifica en todo el siglo XIX”
(Azogue, Rodríguez y Solares, 1996:19)
10
Capítulo 8
El comercio urbano: encrucijadas y alternativas

EI comercio urbano se constituyó en sus momentos de auge o restricciones en una


especie de termómetro del comportamiento económico de la región. Su articulación con
la producción agrícola determinó en cierta forma las razones de su estancamiento o
expansión. En la misma forma, los rasgos específicos que le caracterizan son una
proyección de aquellos rasgos del aparato productivo que se constataron a partir del
siglo XVIII, en lo que hace a las diferentes alternativas económicas, sociales, políticas e
ideológicas que adoptaron las diferentes fracciones del poder dominante o de los
estratos subordinados a éste en los términos analizados anteriormente (cf. supra Cap.3).

La ruptura de las antiguas rutas del comercio altoperuano consolidadas a lo largo de


varios siglos (Ver Mapas 3 y 4), por la fundación de nuevas repúblicas en los territorios
que pertenecieron al Virreinato del Río de La Plata y la transformación de la Real
Audiencia de Charcas en la República de Bolivia, determinaron que las vinculaciones
de estos territorios con los flujos del comercio exterior se vieran limitados, en la medida
en que las vías marítimas de la economía potosina, por ejemplo, quedaron fuera de los
nuevos límites nacionales.

El acceso al Océano Pacífico se tornó excesivamente difícil y los caminos de postas


hacia Buenos Aires dejaron de ser frecuentados. Esta situación marcó en forma
significativa la realidad regional, provocando que, con excepción del Departamento de
La Paz que mantenía un activo comercio con los departamentos peruanos de Arica,
Moquegua. Puno y Cuzco; el resto del país en diverso grado, se viera relegado del
comercio internacional y obligado a desarrollar economías de subsistencia, dentro de un
marco de aislamiento y extrema desvertebración. Cochabamba y sus valles quedaron
aislados de las rutas comerciales del continente. Un precario camino que se interrumpía
en la época lluviosa, lo vinculaba con Oruro y La Paz, la ruta a Santa Cruz era aun más
inestable e imponía al comerciante y sus arrias de mulas, penosas e interminables
jornadas. La ruta por Alquile hacia Potosí y Sucre era igualmente difícil y larga, y dejó
de ser una alternativa para el comercio dada la modesta dimensión de la minería en las
primeras décadas de la República.

Las propias rutas provinciales eran precarias y temporales, sólo los valles centrales se
interrelacionaban con intensidad, de esta forma el Valle Alto, el Central y el Valle Bajo
configuraron un ámbito regional articulado por flujos de comercio muy fluido, que
hicieron factible, como una alternativa a este aislamiento, la constitución de un mercado
interior, cuyo dinamismo definió en gran medida la hegemonía de Cochabamba como
centro regional y su posterior expansión y modernización. Desde los primeros tiempos
de la República el comercio entre las ciudades del antiguo Alto Perú y los puertos del
Pacífico, por los que circulaban las importaciones de ultramar y las exportaciones de
minerales, quina y otros que realizaba Bolivia, tenían dos opciones: el Puerto de Cobija
sobre el Litoral boliviano, o el puerto de Arica sobre el Litoral Peruano. El hecho de que
el segundo desde la época colonial fuera el Puerto de Potosí determinaba que estuviera
dotado de mejores vías de comunicación e infraestructura con respecto al primero;
motivo por el cual el grueso del comercio del altiplano se orientó hacia ese puerto en
desmedro de Cobija y una vinculación propia al Pacífico81
81
En 1845 el Perú gravó las internaciones bolivianas de ultramar para obligar al país a consumir la
industria peruana. Al respecto, un periódico de La Paz señalaba: "Las amistades, los estrechos vínculos
10
El Informe del Cónsul argentino en Chile, Félix Frías dirigió al Ministro de Relaciones
Exteriores de Bolivia, en 1843 (cf. supra Capítulo 5) sintetizaba esta situación en los
siguientes términos: “El problema principal del pueblo boliviano es que se encuentra
entre los desiertos que lo separan del Pacífico y los territorios habitados por tribus
indígenas independientes, que lo dividen del río Paraguay, el Beni, Mamoré,
Pilcomayo y el Bermejo, afluentes del Amazonas y del Plata.”

Esta cuestión inicial puso a la flamante República ante tres alternativas: la primera,
consolidar el puerto de Cobija distante 170 leguas de Potosí superando el enorme
obstáculo representado por el desierto de Atacama; o la segunda, incorporar al territorio
boliviano el puerto de Arica82; o aun, fijar su meta en dirección al Atlántico en busca de
nuevas vías para el comercio boliviano a través de puertos argentinos. Finalmente el
comercio del altiplano y específicamente el comercio de La Paz se inclinaron por la
dependencia del puerto peruano de Arica, de esta manera, se articula la economía del
departamento de La Paz con las provincias peruanas de Moquegua y Puno,
configurando las condiciones de la temprana expansión de la economía paceña. En
1849, un cronista a este respecto señalaba: “de esta manera vemos que las más ricas
producciones de Bolivia dejan de figurar en los mercados extranjeros con graves daños
a la riqueza pública y con agravio de su fama como nación productora”. Las causas de
esta situación, según el mencionado cronista, eran:

1a condición geográfica de Bolivia y !a falta que tiene de vías rápidas y seguras


tanto para la comunicación mercantil, cuanto para !a exportación de sus
productos... Es cosa bien sabida que el Puerto de Cobija apenas puede dar
abasto a los departamentos de Potosí, Tarija y Chuquisaca en el sur de Bolivia
y que a decir verdad, más parece ese puerto establecido para dar desagüe a los
frutos de la industria argentina, que para servir de contacto con el mar a los
demás departamentos de la República. En efecto, ¿qué harían Cochabamba.
Oruro, o aun La. Paz sin la facilidad de conducir sus frutos por !as fronteras
del Perú hasta el Puerto de Arica? ("Rápida ojeada sobre la situación de
Bolivia". La época, No. 542 13/12/1849)83

Sí tales eran los obstáculos que confrontaba Bolivia para dinamizar su comercio
externo, no eran menores los obstáculos para vincular sus regiones y articular su espacio
geográfico en función de los objetivos que se trazó como Estado Nacional Soberano.
Ante la dificultad para superar tales barreras, cada región recreó sus determinaciones
propias: si La Paz encontró en sus vínculos con Arica la alternativa para su crecimiento,

que unen las relaciones e intereses entre Perú y Bolivia, la existencia de otro puerto en aquélla
República, hicieron mirar siempre como superfluo o poco necesario el perfeccionamiento de los caminos
dc Cobija. El viaje dc Cobija al interior de la República era un viaje fabuloso y no faltaba quién al
oírnos decir ‘venimos de Cobija’ se sintiera pasmado. cual si hubiéramos dicho de la Meca”(La Época
No. 31, 5/06/ 1845
82
“Las campañas emprendidas por Santa Cruz al Perú bajo el objetivo de corregir la situación
geográfica de Bolivia, han probado que Perú no consentirá jamás a ceder parte de su territorio a
penetraciones apoyadas en las armas” (La Época, nº citado).
83
El autor de esta “Rápida ojeada, escrita por un boliviano y dedicada al Sr. General Presidente Manuel
Isidoro Belzu”, anotaba además “si no es un problema que esté por resolverse, el que ni el puerto de
Cobija ni el de Arica son suficientes a Bolivia, para la exportación de sus frutos, ensanche de su riqueza
y aumento de su población. Deberá abandonarse a su destino, dormir tranquila al borde de un abismo y
esperar a que el mar saliendo de su seno, altere su estructura y venga a besar humildemente el pie de sus
montañas”. (La Época, nº citado).
10
Cochabamba intentó desarrollar esta alternativa, a partir de mantener para sus harinas,
calzados y mukho, la vigencia de los mercados mineros y los centros urbanos del
altiplano, incluida La Paz. Al mismo tiempo, como ya pusimos en evidencia, procura
articular y dinamizar su propio mercado interior, como una alternativa a la precariedad
constante de sus vínculos con el comercio extra regional e internacional.

La guerra del Pacífico marcó la instancia de definición que el país no pudo resolver en
sus primeras décadas de vida independiente. La posibilidad de una vinculación
interregional y externa a partir de unos objetivos de desarrollo nacional, donde la región
de Cochabamba pudo tener un rol más protagónico, se pierde en definitiva. Esta
articulación pasa a ser dinamizada por el imperialismo inglés primero, y luego por el
norteamericano, en términos de la integración del enclave minero de la plata y luego del
estaño a los procesos de acumulación del capital internacional. Ello significó que la
articulación de las regiones, los mercados internos y los centros urbanos desde las
últimas décadas del siglo XIX, pasaron a obedecer a prioridades ajenas a los intereses
locales y nacionales y fueron a apuntalar procesos de desarrollo en lejanas metrópolis.

A manera de hipótesis, podemos inferir es que este desenlace permitió que en


Cochabamba, a lo largo del el siglo XIX, persistieran modos de producción y relaciones
de producción vigentes desde la segunda mitad del siglo XVIII, es decir que la
economía agrícola al ser escasamente alentada y demandada, al padecer una continua
crisis de mercado, al no poseer vías de comunicación (caminos y ferrocarriles) que le
permitieran mostrar la competitividad de sus productos en mercados lejanos, no
encontró motivos que históricamente le impulsaran a dramáticos cambios tecnológicos,
a profundas reestructuraciones de su aparato productivo, al surgimiento de un
proletariado agrícola e industrial, y menos, de una burguesía industrial y agroindustrial
pujante.

Por el contrario, a partir de los términos que impuso Chile para acordar una tregua con
Bolivia en 1884, y que determinó la libre internación de productos de la industria
chilena a Bolivia; Cochabamba se constituyó en la región más perjudicada, su comercio
de harinas y calzados se interrumpió con la pérdida de los mercados de La Paz. Oruro,
Potosí y Colquechaca, entre otros, razón por la cual, en 1884 la prensa traduciendo el
sentir regional proclamaba que Bolivia había firmado la tregua con Chile, pero que con
Cochabamba continuaba la guerra84

No es de extrañar entonces, que la clase dominante local reaccionara vehementemente


contra la minería y su proyecto de librecambio. Ella comenzó a preguntarse por la causa
de esta situación y buscar formas de remediarla. Para unos se trataba de transformar los
viejos moldes coloniales de producción en la agricultura; para otros como Von Holten 85,
se reducía a una consigna muy simple “caminos, caminos, caminos”. F.A.
(presumiblemente Fidel Aranibar), en un concienzudo análisis de las relaciones con
Chile, publicado en 1892, fue más lejos y señaló, sin duda expresando el sentir de buena

84
Un cronista (Braulio Pereira) a este respecto anotaba: “¡Pobre Cochabamba! no pudo castigarse con
su patriotismo y abnegación, que con la funesta cláusula del Tratado de Tregua que permite la invasión
de los productos de aquel país (Chile). La tregua está pactada con Bolivia y sigue la guerra con
Cochabamba” (El 14 de Septiembre, No. 108 de 28 de diciembre de 1884).
85
Jerman Von Holten emigrante alemán fue uno de los más influyentes comerciantes importadores de esa
época y uno de los portavoces más lúcidos de la burguesía comercial cochabambina .
10
parte de los hacendados y comerciantes cochabambinos, que “la ocupación de nuestro
mercado era más grave que la cesión de nuestro Litoral”86.

Con este antecedente, la conclusión del ferrocarril Antofagasta-Oruro en 1892, ya no


expresaba el objetivo de un proyecto coherente de desarrollo nacional, sino apenas una
respuesta de urgencia al deterioro de los precios de la plata en el mercado mundial a
partir de 1873. En efecto,

a1 promediar la década de 1880 los precios de La Plata acusaron un rápido


descenso y como consecuencia se desató una fuerte tendencia inflacionaria...
Los costos de producción de la plata imitaron esta tendencia... Resultaba obvio
entonces, que la única manera de mantener 1os índices de ganancia era a
través de una reducción drástica de los costos de producción. La construcción
del ferrocarril a la costa fue la solución encontrada (Mitre, 1981).

Es decir, que la modernización del transporte en Bolivia fue producto de la crisis de la


plata y de la necesidad de mantener competitiva su exportación.

El deterioro creciente de esta minería, también tuvo consecuencias políticas. La


oligarquía de la plata, cuyo centro político era Sucre, comenzó a ser desplazada por La
Paz, como centro alternativo de las fuerzas sociales que emergían con el deterioro de
dicha economía:

La Paz que se había fortificado en base al flujo comercial de la República, que


1a convertían en e1 punto de tránsito obligado tanto de las exportaciones como
de las importaciones (aunque también tenía cierta producción de exportación
como la coca y productos artesanales), se veía amenazada por la construcción
del ferrocarril Antofagasta-Oruro-Potosí-Sucre y Oruro-Cochabamba-Santa
Cruz, que 1a hubieran desplazado a un rol secundario. Es ante esta situación
que se explica por qué sus sectores sociales dominantes encabezan y motorizan
la guerra civil que los enfrenta a la tradicional oligarquía argentífera sucrense
(y en menor medida a los terratenientes cochabambinos (Azogue, Rodríguez,
Solares, 1986: 31).

Es decir, que la oligarquía minera, hacendal y comercial incapaz de forjar un proyecto


de desarrollo propio en torno al cual se fortaleciera la nación y se articularan las
diferentes regiones, se disputó la hegemonía del instrumento de relación con los
mercados externos: el ferrocarril, y para ello no dudó en enfrascarse en una guerra civil,
donde “centralidad” o “federalismo” eran simples pretextos que encubrían esta
determinación. Un vez consolidada la condición de la ciudad de La Paz, como la nueva
sede de los poderes ejecutivo y legislativo, se produjo el inmediato abandono de los
aspavientos descentralizadores, para reforzar aun más el poder de un Estado fuertemente
centralizado en provecho de la nueva clase dominante, es decir la naciente oligarquía
del estaño.

Definido el contexto, en que más específicamente se desenvolvió la actividad comercial


en Cochabamba, podemos anotar, como un hecho significativo inicial, que el comercio
urbano importador, comenzó a tomar una fisonomía más institucional a fines de la
década de 1860 y su expansión, más o menos coincide con la revitalización de la
86
Rodríguez O: Cochabamba y la guerra del Pacífico, Economía y Sociedad, Año II No. 4, mayo de 1987.
10
minería de la plata. La Guerra del Pacífico de 1879, interrumpió el desarrollo de esta
actividad, pero sobre todo, como se puso en evidencia anteriormente, desarticuló la
vinculación comercial con las costas del Pacífico que favorecía especialmente a la
producción artesanal, así como a los pequeños agricultores que concurrían a este
intercambio con suministros diversos.

Jérman Von Holten, organizó el primer “Círculo Comercial” de la ciudad, organismo


ante el que presentó en 1889, un esclarecedor informe sobre “La cuestión de caminos en
el Departamento de Cochabamba”, realizando un importante análisis sobre la situación
económica de Cochabamba en la década 1880. Von Holten trazó una vista panorámica
del comercio cochabambino con anterioridad al conflicto con Chile, destacando que sus
productos agrícolas, como la harina de trigo llegaban regularmente al interior del país.
Reconocía la inexistencia de grandes instalaciones industriales “pero en cambio cada
uno de su clase obrera era un industrial trabajando en pequeña escala, y entre todos
ellos formaban realmente un conjunto grande”. Anotaba que esta producción
eminentemente agrícola y artesanal, no sólo atendía el mercado nacional sino que
abarcaba el litoral peruano que se abastecía de muchos artículos específicamente
cochabambinos:

1a agricultura mandaba maíz, trigo, mukho, harina de trigo, harina de maíz,


harina en rama. quinua, almidón, manteca, mantequilla, gallinas, huevos, etc:
1a industria: suelas y vaquetas, calzado, tejidos de lana, como jergón para
pisos, jerga para ropa, barracán, ponchos de lana, sombreros de fieltro,
caronas de fieltro, pelIones de pieles, talabartería, encajes, camisas y ropa
hecha, loza y una infinidad de artículos domésticos. A Tacna se mandaban
suelas y calzado en grandes partidas; sabemos de casas de comercio que
mandaron en un año hasta 3:000 vacas suela y centenares de docenas de
calzado, y esto no llegaba de lejos a la cantidad llevada allí por arrieros y
comerciantes pequeños, piqueros. La Paz Corocoro, Oruro. Colquechaca, se
proveían casi exclusivamente de harinas de Cochabamba; Huanchaca, Potosí y
Sucre, también las necesitaban; 1os mineros no usaban otro calzado que el
cochabambino, la agricultura e industria de Cochabamba se veían por todas
partes (...) Del interior venían tropas de ganado, que después de haberlas
engordado aquí eran mandadas a la costa; de la costa venían 1os arrieros
costeños con sus grandes recuas; creemos no equivocarnos si decimos que la
burrada de los arrieros cochabambinos contaba casi el doble de la que hoy
existe, puesto que había que transportar no sólo los productos de Cochabamba,
sino también los de Santa Cruz, como azúcar, suelas, arroz y otros que se
consumían en 1os otros mercados de la República.

En contraste, anota Von Holten (1889):

Después de1 flagelo de la terciana, la hambruna y el tifus, ha sido 1a


desgraciada guerra con Chile la que enteramente ha arruinado a Cochabamba,
este departamento sólo ha tenido que sufrir las consecuencias funestas de ella,
1os demás no han sentido nada; la guerra 1a ha tenido la nación y no
Cochabamba, y sin embargo es Cochabamba y no la nación la que ha sufrido
1as consecuencias.
10
Señalaba que la pérdida del litoral significó la interrupción de todo negocio de
Cochabamba con aquellos territorios. Las onerosas condiciones del pacto de tregua con
Chile de abril de 1884 y el Protocolo Complementario de mayo de 1885,
fundamentalmente lesionaron a la producción artesanal que era comercializada en las
costas del Pacífico y el Altiplano. El propio Von Holten reconocía que:

Era un negocio del pueblo, no del alto comercio; los arrieros, 1os piqueros, la
gente del campo, los colonos de 1as fincas, marchaban con lo que podían
alcanzar, nadie hacía un negocio grande, pero era un negocio continuo, sin
interrupción; no existen estadísticas, nadie conoce su exacto valor, pero la
exportación de Cochabamba a Tacna y el Litoral es probable que pasaba de un
millón de pesos anuales. (Von (1889)87

El peso fundamental de los perjuicios que se inferían a las exportaciones del comercio
cochabambino, afectaban a estos pequeños comerciantes del pueblo y no tanto al
comercio importador, que contrariamente se favorecía de la ampliación del mercado
manufacturero de origen industrial. Sin embargo, todo esto no significó necesariamente
el derrumbe estrepitoso de la economía artesanal, porque ella, como el conjunto de la
economía regional, incluyendo la agricultura cerealera, una vez más encontraron una
alternativa de sobrevivencia en la dinámica del mercado regional.

En la ciudad, la actividad ferial, hasta donde se pudo comprobar, no dio señales de


decadencia, o por lo menos signos o síntomas de contracción. Es evidente que la
actividad comercial e industrial en la ciudad se resintió con el impacto de la guerra del
Pacífico, pero sus síntomas de decaimiento más visibles fueron pasajeros. El clamor por
mejores caminos. cuyo portavoz era Von Holten, expresaba el sentimiento del gran
comercio, pero no necesariamente el sentir de los pequeños artesanos, quienes intuían
que la carretera estable o el ferrocarril, traerían consigo los torrentes de productos
provenientes de países vecinos o de ultramar, y esa situación les propinaría realmente un
golpe de gracia, en tanto el impracticable camino de postas que provocaba, un penoso
viaje a través de las escarpadas laderas andinas y prohibitivos costos de transporte, hasta
cierto punto garantizaban el aislamiento regional, y por tanto, se reducía el impacto de
esta desleal competencia.

Por ello, la actividad ferial no sufrió una contracción significativa, y contrariamente,


hasta presentó signos de fortalecimiento en rubros como el comercio de la chicha.
Gracia a ello la zona Sur mantuvo su importancia, y muchedumbres bulliciosas
continuaron desplegándose por los barrios de Caracota y San Antonio, como otrora lo
hicieron por otros sitios donde se ubicó esta tradicional forma de comercio popular 88. La
87
El Protocolo Complementario del Pacto de Tregua de 1884 definía las franquicias comerciales que
debían gozar los productos manufacturados de uno u otro país. En concreto se declaraban libres y exentos
de todo derecho de exportación e importación, entre otros muchos artículos, los siguientes que afectaban a
la economía de Cochabamba: aguardientes, ají, azúcar, bayetas y bayetones, calzados de toda clase
canastos, carne salada chancaca, coca, cebada, centeno, cigarrillos, cueros al pelo y curtidos, chicha,
dulces, frutas frescas y secas, galletas, harinas, hortalizas, huevos, jabón. lanas sin preparación, sucias o
lavadas, leña, madera, maíz muebles, pellones. paños y casimires ponchos, alfarería quesos, quinua, sal
común, sebo sombreros de lana y paja, suelas, sillas de montar, trigo, velas, vinagres y vinos. (El 14 de
Septiembre nº 128, 03/07/1885).
88
Inicialmente la feria, durante la colonia se desarrollaba en las aceras de los costados de la Plaza de
Armas. A mediados del siglo XVIII fue transferida a la Plaza de San Sebastián debido justamente a su
expansión. En la segunda mitad del siglo XIX fue nuevamente trasladada a Caracota, pero su continuo
incremento provocó su desborde por la Pampa de las Carreras, hasta alcanzar la Plaza de San Antonio.
10
importancia de la feria de Cochabamba se debía, como hasta hoy, a su gravitación sobre
el “interland” agrícola que organizó la ciudad en base a los huertos, maicas, haciendas y
sitios emplazados en el Cercado y sus alrededores, y articulados al abastecimiento
urbano. En base a ello, la ciudad organizó un modesto mercado de consumo de
productos agrícolas, que no hizo necesaria la modernización de los medios de
producción89.

Fue en el propio ámbito urbano por tanto, donde con mayor fuerza se expresó la
articulación entre el abastecimiento cotidiano de muchos productos esenciales a la
canasta familiar de los diferentes estratos sociales, con los circuitos de producción-
circulación predominantemente controlados por los sectores precapitalistas que
actuaban en el contexto de las ferias regionales, es decir, que un grueso sector de la
clase trabajadora desarrolló iniciativas de producción, distribución, intercambio y
consumo relativamente autónomos con respecto a los canales formales de la economía90

En contraposición a lo anterior, los sectores dominantes (terratenientes, alta y media


burocracia estatal, capas profesionales de ingresos altos, sectores ligados a la banca y el
comercio) organizaron en la misma forma un mercado de circulación y consumo de
mercaderías predominantemente importadas, artículos alimenticios y otros
industrialmente procesados, provenientes de EE.UU., Chile, Argentina (conservas,
pastas, licores, ropa y artículos de uso doméstico diverso), que paulatinamente dieron
lugar al establecimiento de un aparato comercial y financiero, que como se detallará
más adelante, atendía los requerimientos de usuarios de posición económica más
holgada.

Sin embargo este desarrollo fue modesto. Como ya señaló, la ciudad que describió
D'Orbigny era representativa de una sociedad rural trasplantada a una gran aldea, pero
escasamente consolidada en ella. El gusto por lo europeo, y sobre todo, por emular los
resabios aristocráticos de la extinta Charcas colonial, sólo pareció modificarse después
de la Guerra del Pacífico y la articulación de la economía boliviana, a través de la
minería de la plata, al mercado mundial. La irrupción del ferrocarril Antofagasta-Uyuni,
en 1892, en este universo aislado y férreamente conservador, que caracterizaba la
sociedad boliviana, parece modificar estos patrones de comportamiento, incluidos los
gustos y las aspiraciones de las clases dominantes. Sucre se “afrancesa” y La Paz
abandona el fatigante modelo hispano para revestir y remozar sus casonas con los
estilos neoclásicos, neogóticos, renacentista que representan sus nuevas aspiraciones y
la nueva escala de los valores que dominan su escena urbana.

Cochabamba no adopta estos patrones, y salvo pequeñas alteraciones decorativas en sus


clásicos balcones y aleros, sus casonas no cambian el tradicional esquema colonial. Sin

89
En este sentido. las primeras escuelas técnicas de agricultura aparecieron esporádicamente a fines del
siglo XIX y sólo se consolidaron mucho más tarde. En la misma forma los tractores y la maquinaria
agrícola sólo se hicieron presentes después de la primera guerra mundial y su empleo y difusión fueron
poco significativos.
90
Un indicador de esto, es que la Alcaldía de Cochabamba durante todo el siglo XIX no logró imponer un
sistema de pesos y medidas que uniformizara la venta de productos agrícolas, y menos, el
empadronamiento de actividades económicas en el rubro de establecimientos comerciales, disposición
administrativa que no logró ingresar a este universo ferial, salvo en forma muy parcial y esporádica, bajo
la forma del cobro por la ocupación del sitio municipal o “sentaje”.
11
embargo, por detrás de este aparente apego al pasado, las clases dominantes se
acomodan a “los tiempos modernos” en sus gustos, hábitos y aspiraciones. La moda de
Paris, los casimires de Manchester y Birmingham, las sedas de oriente y un sin fin de
artículos manufacturados en Europa y EE.UU., modifican los patrones de consumo y
organizan el respetable comercio de la ciudad, pero, de esa “otra ciudad” que comienza
a vivir más próxima a estos nuevos valores y más alejada del mundanal ruido ferial.

Como una consecuencia de lo anterior, en la primera mitad de la década de 1870


aparecieron los primeros bancos. Los pioneros en la ciudad, fueron el Banco Nacional
de Bolivia y el Banco de Crédito Hipotecario, posteriormente se sumaron: el Banco de
Potosí, el Banco Francisco Argandoña y el Banco Hipotecario Nacional, de los cuales,
los citados Banco Nacional y F. Argandoña operaban como establecimientos emisores
de moneda, en tanto 1os restantes se orientaron al giro y al crédito hipotecario. Al lado
de estas instituciones, surgieron agentes bancarios, corredores de bienes raíces,
comisionistas, prestamista y agencias de seguros, que fueron consolidando un aparato
financiero urbano, inicialmente modesto, pero que en poco tiempo, amplió sus
operaciones con la expansión de la actividad comercial. Entre los operadores financieros
de mayor influencia en la ciudad, podemos citar, entre otros, a la Agencia del Banco
Hipotecario Garantizador de Valores, la Agencia de Richter Lehne y Cía., ligada a
capitales europeos y la Agencia de la New York Life Insurance Co. que fue la primera
agencia de seguros en la ciudad. El cuadro siguiente nos da una idea de la situación del
sector de la banca y finanzas, a fines del siglo XIX:

CUADRO Nº 29: Ciudad de Cochabamba: Banca y agencias financieras (1883-


1900)

Bancos Agencias Agencias Agencias Total de


Años Bancarias Comerciales de seguros unidades
Emisores De crédito
financieras
1883 1 1 - - - 2
1884 1 1 - - - 2
1889 2 1 1 1 1 6
1891 2 1 1 1 1 6
1892 2 1 1 - 2 6
1894 3 2 1 - 1 7
1896 2 2 1 1 1 7
1898 2 2 1 - 1 6
Fuente: Patentes municipales de los años citados

El cuadro anterior es demostrativo de la modesta dimensión inicial del sector bancario


en la primera y segunda mitad de la década de 1880. Inicialmente, las cuentas
municipales, solo registraron un banco de emisión de moneda y otro de crédito. Esta
infraestructura inicial se incrementó a fines de la década de 1880 y mantuvo un nivel
prácticamente uniforme hasta el final del periodo considerado (1900), con una
ampliación del sector financiero, es decir, las agencias bancarias, las agencias
comerciales y los agentes de seguros. Este hecho puede ser interpretado, en términos de
un paulatino afianzamiento y crecimiento del sector comercial importador y del
comercio en general, así como una paulatina vinculación entre sectores terratenientes y
banca, pero inicialmente en términos modestos y signados de excesivas garantías 91. En
91
Un editorialista revelaba este comportamiento de la banca en los siguientes términos: “En plazas de
giros numerosos y de pequeñas cantidades como la de Cochabamba es muy limitado el movimiento y no
11
cuanto al comercio importador mayorista y minorista, se puede observar lo siguiente
(Cuadro Nº 30):

CUADRO Nº 30: Ciudad de Cochabamba: comercio importador mayorista y


minorista (1863-1900)

Categorías de comercio importador registradas en patentes municipales*


Años Primera Segunda Tercera Cuarta Quinta Sexta Totales
categoría categoría categoría categoría categoría categoría anuales

1881 11 11 35 - - - 57
1882 6 2 5 26 - - 39
1883 8 2 8 42 - - 60
1884 10 2 14 30 - - 56
1889 11 6 6 9 4 11 47
1891 12 6 3 8 1 18 48
1892 14 7 6 6 5 13 51
1894 12 7 5 5 9 25 63
1896 15 9 9 21 9 9 63
1898 13 17 8 9 20 - 67
1900 14 11 10 9 17 - 61
Fuente: Patentes municipales de los años citados.
* Los documentos municipales consultados no definen con claridad el criterio de clasificación de las
categorías, pero se puede inferir que estas se vinculan con el volumen de los artículos importados y los
capitales invertidos, sin embargo, la incidencia de comercios por categorías está influido por las
disposiciones administrativas municipales cambiantes de año en año.

La situación del comercio importador (primera categoría) muestra fluctuaciones que son
más bruscas en el sector minorista. Si admitimos que las categorías establecidas por el
sistema tributario municipal estaban el relación con el capital de giro de este comercio y
con el volumen de importaciones que ellos supone, podemos establecer que las primeras
dos categorías que correspondían al sector mayoristas, resultaban menos sensibles a las
ampliaciones y contracciones del mercado local de pequeñas economías populares, pero
a su vez era sensible a las alternativas de la economía de la región.

Deteniéndonos brevemente en este último aspecto, se puede observar que el comercio


mayorista mostraba entre 1881 y 1883 un equilibrio relativo en su composición
numérica, para luego experimentar diversas variaciones de tendencia ascendente en los
años siguientes. Esto parece expresar, que si bien la economía regional se resintió con
los efectos de la Guerra del Pacífico, ello no parecía afectar al comercio en general, que
por el contrario, se beneficiaba con la ampliación de las importaciones, y la mejora del
sistema financiero y bancario, que también en forma paralela experimentó un
crecimiento de sus instituciones a partir de fines de la década de 1880 (ver Cuadro 29),
y la ampliación de la demanda, sobre todo a cargo de las clases medias, por las
novedades de ultramar.

guarda proporción con el que hacen las oficinas principales(...)lo peor es que mientras en las oficinas de
Sucre y La Paz, se realizan operaciones de ambos bancos (es decir, el Banco Nacional y el Banco de
Potosí) en gran escala y con las facilidades que son de desear guardando todo tipo de consideraciones a
los prestamistas; en los demás departamentos y particularmente en Cochabamba, sólo se practican
aquellas operaciones en muy pequeña escala y con carácter de un favor o privilegio, exigiendo
seguridades y garantías de consideración y de primera calidad, para cantidades que no exceden de
centenas” (El Heraldo No. 2068 de mayo de 1893).
11

En relación al comercio importador minorista (segunda a sexta categoría), este se


mostraba más sensible y vulnerable a las alternativas cambiantes de la economía,
probablemente por no poder competir en precios y oportunidad con el sector mayorista
y abarcar a un mercado de demanda de ingresos medios y bajos igualmente sensible a
las contracciones económicas. En relación al comportamiento del comercio minorista,
se tiene lo siguiente (Cuadro Nº 31):

CUADRO Nº 31: Ciudad de Cochabamba: comercio minorista y servicios en


general (1881-1900)

Establecimientos comerciales
Años Abarrotes Librerías Producto Licorerías Imprentas, Panadería Relojería Hoteles Totales
, , boticas, s de , fotografía s s, ,
buhonero vajillas, Santa destilerías s. joyerías tambos
s, telas. Cruz y . .
ferreterí Beni.
a
1881 121 39 6 21 6 27 5 3 228
1883 165 16 6 20 8 24 4 3 246
1884 59 26 11 25 8 26 4 3 162
1889 32 34 13 15 6 23 4 4 131
1891 34 33 14 10 7 20 2 4 124
1892 29 30 10 7 7 19 3 3 108
1894 36 35 8 6 6 22 3 3 119
1896 36 40 7 3 7 18 3 12 126
1898 38 38 5 6 8 22 2 17 136
1900 38 37 6 6 8 23 6 13 137
Fuente: Patentes municipales de los años citados.

El cuadro anterior nos permite establecer globalmente que el comercio minorista y de


oferta de servicios, sufrió con mayor intensidad el impacto de la pérdida de los
mercados peruanos y del altiplano en la década de 1880. Este tipo de comercio estaba
más articulado a la producción agrícola y artesanal, exceptuando algunos rubros que
requerían pequeños volúmenes de insumos o mercancías importadas. Las tiendas de
abarrotes, los buhoneros, los negocios y ventas de telas y perchas experimentaron la
contracción más severa, otro tanto sucedió con las licorerías y las destilerías. En cambio
los negocios como librerías, boticas, ferreterías, porcelana y cristalería, que vendían
artículos importados preferentemente, se mantuvieron dentro de un nivel estable con
fluctuaciones poco significativas, al igual que las imprentas, los estudios fotográficos,
las relojerías y joyerías. Las panaderías constituyeron también otro rubro que se
mantuvo relativamente estable. En cambio los negocios que expendían productos de
Santa Cruz y Beni (azúcar, chancaca, arroz, suelas, cacao, almendras, etc),
experimentaron un periodo de relativa expansión entre 1884 y 1891, para decaer
nuevamente hacia fines de siglo. Contrariamente los tambos, posadas y hoteles
proliferaron abruptamente a partir de 1896. En resumen el conjunto de este sector de
comercio que en 1881 presentaba 228 establecimientos registrados y en 1883, 246, en
1900 se había reducido en un 50% aproximadamente92
92
Volvemos a llamar la atención sobre la prudencia entorno a la interpretación literal de la información
registrada en las Patentes Municipales. Por ello, solo observamos los rasgos generales que revela dicha
fuente. En razón de ello, no se han tomado en cuenta en este análisis los pequeños establecimientos
(pulperías, heladerías, confiterías, chiflerías, bayetas, etc) más vulnerables aún que los establecimientos
comerciales restantes, y por ello sujetos a cambiantes situaciones de incremento o contracción muy
11
De lo anterior, se deduce que el sector comercial urbano en Cochabamba, en lo que
respecta a establecimientos adecuadamente instalados y estables, era todavía débil hacia
fines del siglo XIX y seguramente aun más insignificante a comienzos y mediados de
dicho periodo. Algo que resalta era su vulnerabilidad con relación a las contingencias de
la economía de la región. Por ejemplo, tomando como referencia los dos últimos
cuadros, podemos inferir, un comportamiento contractivo a inicios de la década de 1880
y a lo largo de la década de 1890, que se confirma con el tono de alarma que
desplegaban muchas crónicas de la prensa de esa época. Así, un editorialista revelaba,
que la situación de la actividad comercial en ese momento, “no ofrece beneficios que
correspondan a los capitales y esfuerzos empleados... porque las transacciones han
disminuido considerablemente” y no representan “ni el 50% con relación a 1891”,
situación que se interpreta como la expresión de “una crisis general o por lo menos de
carácter parcial”, capaz de provocar zozobra en aquellas empresas que dependen del
crédito, destacándose que la “dificultad ya se nota para realizar los pagos de parte del
comercio al por menor y este es un indicio nada consolador”. Las causas que provocan
esta situación de contracción comercial, se vinculaban a la situación desventajosa de la
economía regional, en concreto: se lamenta por la pérdida de la plaza de Colquechaca, a
la que se surtía “tanto con especies de ultramar, como con productos de nuestro
Oriente y del mismo Departamento”. Por otro lado, se señala que “e1 decaimiento de
las empresas mineras por una parte, y e1 ferrocarril de Antofagasta por otra, han
aniquilado casi tal intercambio, sin que de pronto haya sido posible reemplazar este
mercado que se pierde, por la falta de caminos al Departamento de Santa Cruz, que es
el llamado a reemplazarlo”.Además, como una causa coyuntural, se señalaba que el
excesivo volumen de importaciones de fines de 1891, había provocado “el
abarrotamiento de los géneros(...)por lo que la mercadería vale menos que nuestra
moneda, sin embargo de que nuestra moneda vale cada día menos ante aquella con la
que se saldan las obligaciones”. Se reconocía que “1os comerciantes no hacen
estadísticas y casi todos son empíricos; la regla que 1os guía es pedir el doble de lo
que vendieron”93 (El Comercio, 16/09/1892).

Estos juicios son reveladores de varias características que presentaba el comercio de la


ciudad en la época: en primer lugar, la estrecha articulación entre economía hacendal,
banca y comercio. En realidad el ingreso del ferrocarril al altiplano trajo consigo la
pérdida final de las plazas comerciales de La Paz, Oruro y las minas de plata para la
producción agrícola generada por las haciendas cochabambinas. Por otra parte, la
reducida dimensión del mercado de consumo de bienes de importación y la extrema
sensibilidad de este mercado a los vaivenes de la economía regional, quedaron mucho
más afectados por los hechos anteriormente anotados. Además, se puede afirmar, que un
volumen importante de casas comerciales, trabajaba con crédito bancario y que las
contracciones en las ventas, amenazaban de inmediato la existencia de estos
establecimientos. Esta puede ser una explicación a las contracciones o expansiones
periódicas del comercio minorista. Por último, la persistencia de prácticas comerciales
aldeanas, donde estaba ausente el manejo contable y el estudio de mercado, para

marcados e irregulares, en la medida en que las situaciones de crisis provocaban tendencias a la evasión
impositiva y era común que un pequeño negocio declarara ingresos por debajo del mínimo imponible.
93
“Así si en un mes realizaban 100 piezas de género, luego piden 200 para el siguiente sin considerar
que las 100 primeras ya llenaron una parte del mercado y que lo probable es que ahora apenas vendan
50” [fuente citada).
11
orientar y prever el comportamiento de los consumidores; aspecto que incrementaba el
rasgo de vulnerabilidad, ya anotado.
El primer aspecto señalado, la articulación entre economía hacendal, banca y comercio,
de todas formas resultaba el aspecto central. A este respecto podemos anotar, por
ejemplo, que la exportación de harinas generaba ingresos no sólo a los hacendados, sino
al conjunto de la economía. En la misma forma, los efectos negativos para la economía
regional, revelaban no sólo la vulnerabilidad y sensibilidad a esta situación por parte del
comercio urbano, sino incluso definían la actuación de las clases sociales en la región,
que en estas circunstancias ponen al descubierto sus intereses: Así, el argumento central
del documento que justificaba la fundación de la Sociedad Agrícola Nacional 94 señalaba
la necesidad de fortalecer socialmente el sector agrícola frente a la competencia
extranjera que “cada vez se hace más preponderante y vigorosa con 1a ayuda del
Ferrocarril de Antofagasta”... para añadir con angustia:

Si ayer sentíamos que la industria cochabambina llegaba a las antiguas plazas


de consumo, encontrándolas provistas de artículos similares traídos de fuera,
hoy nos llenamos de asombro y aun de congoja, al presenciar e1 arribo a !a
capital (Cochabamba) de la primera partida de harina de Chile, encargada de
lanzar el reto de muerte a la producción local, en medio de su mismo emporio.
Viene a ofrecerse barata en oposición a la que nuestra industria agrícola no
puede enajenar sin pérdida. (El Heraldo nº 2021, enero de 1893).

Frente a esta actividad comercial, que se dirigía esencialmente a llenar las necesidades
de un mercado de consumo de ingresos altos y medios que incluían a terratenientes,
burocracia estatal, estratos profesionales, incipientes sectores empresariales, etc., se
desarrollaba paralelamente un “otro comercio”, el de las ferias regionales ya
mencionadas, que además de llenar las necesidades de abastecimiento del conjunto de la
población urbana, permitían la satisfacción de las necesidades de los sectores populares:
artesanos, pequeños productores agrícolas, pequeños comerciantes, empleados del
Estado de bajo rango, empleados en servicios domésticos. etc.

En la ciudad se hicieron famosos los mercados feriales de San Antonio y Caracota


(Plaza Alejo Calatayud), donde se comercializaba los productos del Valle Alto y de
Sacaba, en tanto en la plaza Corazonistas y Osorio (Mercado de la Carbonería), menos
populoso, se comercializaba los productos del Valle Bajo. A comienzos de la República,
el mercado de abasto principal, se encontraba en la Plaza de San Sebastián o “Pampa
Grande” como la describe D'Orbigny en su famosa crónica95. A lado de estos mercados,
se ubicaban la “recoba” o Mercado Municipal, en el predio actualmente ocupado por el
edificio de la H. Alcaldía y un “mercado de combustible” sobre las calles Argentina
(hoy Jordán) y San Martín, ocupando parte del actual mercado 27 de Mayo.

Particularmente los mercados feriales96, le dieron dinámica y una fisonomía particular a


la zona Sur: la Plaza San Sebastián, en esa época muy concurrida por artesanos, la
tortuosa Pampa de las Carreras (hoy la populosa Av. Aroma). la prolongación de la calle

94
Antecesores de la influyente Sociedad Rural de Cochabamba, portavoz de los intereses de los grandes
propietarios de tierras de la región, se organizó por iniciativa de Luis Felipe Guzmán.
95
Originalmente el expendio de artículos de primera necesidad se realizaba en la plaza 14 de Septiembre,
esto durante la Colonia.
96
Desarrollaban sus actividades, como hasta los tiempos actuales, los miércoles y sábados.
11
del Comercio (hoy Nataniel Aguirre) hasta la plazuela del templo de San Antonio, y
finalmente, la plazuela de Caracota que se prolongaba irregularmente hasta el final de
las calles Antezana y Esteban Arze (hoy 16 de Julio), definían los sitios de mayor
actividad del pequeño comercio. Aquí se organizaba el mundillo del intercambio, al que
concurrían desde los sitios más alejados del valle, centenares de pequeños agricultores,
además de artesanos y comerciantes. A pleno sol, en medio de una constante nube de
polvo e insectos, desordenada y precariamente, se ofertaban productos agrícolas:
muchas zonas de los valles aportaban con maíz wilcaparu o morocho, el willcaparillo o
blanco; el kullizara o morado, el chuspillo blanco, amarillo o rosado; chekchi o maíz
gris, los tubérculos como la papa imilla, runa, murmu, ch'ili; la papa lisa, la oca,
provenientes de las alturas de Arque, Tapacarí, Capinota, al igual que la quinua y el
tarhui; excelentes verduras y frutas de temporada provenientes de los huertos de Santa
Ana de Cala Cala y lugares próximos; la harina de trigo flor -la variedad más fina- y
otras muchas más; el azúcar San Nicolás y otros de Santa Cruz; el arroz Carolina,
cruceño, etc., la chancaca, el alcohol y otros productos de la misma procedencia, los
ajíes y locotos, esenciales en toda mesa valluna; además de diversos productos
artesanales: abarcas, zapatos, ponchos, mantas, bayetas, polleras, monturas, etc. Todo
este conglomerado heterogéneo era vendido a la manera tradicional, por indias y cholas
sentadas en el suelo, sobre el que extendían un lienzo donde colocan sus productos,
incluso comidas de las más diversas y preparadas según costumbres que se pierden en lo
remoto de los tiempos. Todo este conjunto abigarrado, estaba precariamente protegido
por una suerte de rústicos toldos criollos, las llantuchas... en fin, muy pocos cambios se
han introducido en este escenario, a tal punto que la descripción anterior, bien podría
pasar por una crónica de los tiempos actuales, sobre todo, en los ámbitos provinciales
que todavía conservan gran parte de esta tradición..

Estos congestionados núcleos de comerciantes y compradores, bulliciosos y


multicolores, estaban rodeados por estrechas callejuelas donde este frenesí se
prolongaba mediante puestos que se desplegaban a lo largo de las estrechas veredas,
disputándoles espacio a modestas y desaliñadas tiendas. Allí, vociferantes tenderos
ofrecían sus mercancías artesanales o suculentas viandas, que exponían a la vista de una
masa densa de peatones: chicharrones. mote, picantes, saices, laguas y una variedad sin
fin de “platos especiales” para todas las horas del día, que eran devorados
incansablemente por esta multitud valluna, que alternaba estos bocadillos con enormes
cantidades de chicha, el licor áureo o el vino de la tierra que reinaba indiscutiblemente
sobre el paladar de pobres y ricos.

En realidad el gran protagonista de este “otro comercio” era la chicha, cuya importancia
económica no fue debidamente comprendida por Viedma 97 ni por el propio D'Orbigny98.
Sin embargo el elemento articulador del mundo ferial es la chichería, en tomo a ella,
que se concentraba un sin fin de negocios complementarios (venta de comidas,
empanadas, tortillas, coca, helados, etc), dando lugar a un flujo continuo de
parroquianos que prolongaban la actividad de este escenario ferial, aun muchas horas
después de que la actividad comercial había concluido.
97
Viedma escandalizado señalaba que en la elaboración de chicha, a fines del siglo XVIII, se consumían
200.000 fanegas de maíz.
98
D'Orbigny (obra citada) anotaba “Nada iguala la pasión del pueblo por la chicha, es un verdadero
furor. Los indios y los mestizos no se contentan con consumirla continuamente, con beberla en la comida
o para refrescarse buscan también todas las ocasiones posibles en las fiestas religiosas, para reunirse y
beber día y noche ... Si el pueblo ama la chicha, los otros miembros de la sociedad no la desean menos...
por eso, el consumo es general”...
11

Fueron las chicherías, con sus banderines a manera de emblema o símbolo de una
cultura vernácula que el gusto importado de Europa no pudo eliminar, lo que le dio a la
ciudad su peculiaridad y sabor aldeano tradicional. A lo largo del siglo XVIII y,
particularmente en las primeras décadas de la República, las chicherías eran
componentes infaltables de este escenario urbano. En cierta forma, esta presencia inicial
y su paulatino alejamiento de las zonas centrales, donde habitaban las familias que
dominaban el escenario político, social y económico de la ciudad, y que aspiraban a
reproducir en este espacio los valores y gustos europeos, aspiraciones que fines del siglo
XIX se volvieron una verdadera obsesión; marcaron los ritmos desiguales del conflicto
entre la persistencia de la vieja aldea y de la ciudad “moderna” que dificultosamente
trataba de ganar vigencia. Ocurría que la chichería, pese a acaparar el gusto de toda
clase de ciudadanos, era y aún es, un símbolo popular, mestizo y tradicional, opuesto a
los valores de los nuevos tiempos. Y si bien, era frecuente que caballeros de bastón,
sombrero y levita continuaran siendo devotos de la tradicional “machu jarra”, ello no
evitaba que se sintieran incómodos con la presencia de estos establecimientos en el
ámbito inmediato donde desplegaban los actos de su vida cotidiana.

De pronto la insalubridad, los malos olores, la mala vecindad, hasta hace poco
ignorados, se volvieron insoportables. No se trataba precisamente de repentinos ataques
de moral, buenas costumbres y apego a los hábitos de higiene, los que provocaban este
cambio de actitud, sino la comprobación de que “el otro comercio”, es decir el afán
mercantil de cholos y cholas, estorbaban sus ansias de modernidad. La presencia de
bancos, casas importadoras, representaciones y agencias del gran comercio paceño y de
otros horizontes, exigía la consolidación de un espacio urbano propio y exclusivo: las
chicherías que “avanzan de Sur a Norte” por las calles San Martín, 25 de Mayo. San
Juan de Dios, Comercio. etc., y que además rodeaban la ciudad e invadían la campiña,
eran, sin duda una amenaza a esa aspiración. Además la flamante industria cervecera 99
comenzó a disputar a la chicha, la preferencia de los paladares de las clases dominantes,
y pronto el “gusto alemán” emergió como el más apropiado para reforzar este barniz de
“modernidad” que trabajosamente trataba de abrirse paso.

A inicios de la República la chichería era una institución respetable que ocupaba su


lugar junto a otras instituciones no menos respetables, compartiendo pacíficamente con
éstas, la propia Plaza Principal y calles adyacentes. Esta situación, sin mayores
variaciones, se mantuvo hasta la gran epidemia y sequía de 1878, en que se recomendó
por razones sanitarias, el desplazamiento de los locales de expendio de chicha, hasta un
radio de tres cuadras de la Plaza 14 de Septiembre, mediante una Ordenanza Municipal
a inicios de la década de 1880. A partir de este antecedente, las chicherías comenzaron a
ser vistas como sinónimos de insalubridad y atentados a la higiene urbana. Este sería el
principal argumento que periódicamente se esgrimía, con razón o sin ella, para ir
desalojando estos establecimientos de la zona central de la ciudad 100. A partir de esta
época, ante cada brote epidémico, estando aun fresca en la memoria ciudadana la
epidemia de 1878 mencionada, se aplicaba con rigor un nuevo desplazamiento de las

99
La Cervecería Taquiña inició sus operaciones en 1883 y la Cervecería Colón en 1895.
100
La falta de higiene y las pésimas condiciones de las chicherías y su frecuente desempeño como focos
infecciosos, era inobjetable, pero una vez producida su remoción poco o nada se hacía para completar y
perfeccionar esta actitud en el orden urbano, con otras medidas complementarias, como la eliminación de
aguas estancadas basurales, innumerables recovecos convertidos en mingitorios, etc, que presentaban las
calles beneficiadas con tal medida.
11
chicherías. Así en 1887, fueron desplazadas una vez más hasta un radio de 5 cuadras en
torno a la Plaza de Armas101

Sin embargo este tipo de disposiciones administrativas no se hacían cumplir con


demasiada severidad, y superada la causa que la provocó, todo volvía a la normalidad,
es decir que los establecimientos de expendio y elaboración de chicha amenazados,
volvían a ser tolerados y el asunto quedaba olvidado hasta una nueva oportunidad. Una
vez más, dicha oportunidad se presentó a mediados de 1888, cuando una amenaza de
difteria conmovió a la ciudad y nuevamente se puso en vigencia la disposición de
relocalizar a las chicherías, recrudeciendo los airados reclamos por la desidia municipal
para hacer cumplir sus propias disposiciones sobre este particular, es decir, que estando
en vigencia un radio de prohibición de 5 cuadras, muchas chicherías aun permanecían
en la vecindad de la Plaza Principal102. Esta nueva ofensiva, tal vez más drástica que las
anteriores, encontró una respuesta a la altura de las circunstancias. A diferencia de la
acostumbrada pasividad del gremio a espera de que “cese la tormenta”, las chicheras
hicieron sentir su presencia como grupo social, escenificando un reclamo que El
Heraldo, totalmente opuesto a esta causa, describía irónicamente como el
desencadenamiento de una curiosa “guerra de la chicha y el chicharrón”, en los
siguientes términos:

Un numeroso y compacto grupo de más de 300 ‘evas’ emperifolladas con


vistoso dominguero, llenaban e1 jueves el estrecho recinto de 1a barra en el
salón de sesiones del Concejo Municipal. Eran de1 gremio de chicheras e iban
a implorar por la vida de millares de inocentes cerdos... humanizado el Concejo
ha concedido 60 días para e1 destierro de los cerdos. La noticia fue acogida
con vivas muestras de alegría. (El Heraldo, No.1369, 25 /08/1888)103.

La pugna continuó sin pausa en la segunda mitad de 1888, entre los “sanitaristas”, que
con asombro y mucho atraso, descubrieron que su ciudad era un enorme foco de
infecciones y los “amantes del néctar de los valles” que acudían a la tradición para
mostrar lo injusto de estos insidiosos argumentos. La campaña de El Heraldo en pro de
erradicarse estos establecimientos, tampoco se dio pausa, de pronto la industria de la
chicha a la que se reconocía esencial para la economía de la ciudad, pasó también a ser
sinónimo de “bebida cochabambina que fomenta 1as fiebres, los sarampiones y otras
enfermedades, que se presentan de tiempo en tiempo con 1a guadaña en 1a mano, y
diezman a la población de una manera espantosa” (El Heraldo, 8/12/1888).

101
Se trata de la Ordenanza Municipal de 22 de enero de 1887, que concedía 3 días para el desalojo de las
chicherías
102
Una denuncia particularmente enérgica acusaba de inoperancia a la Policía de Salubridad creada en
1878. En concreto se anotaba que pese a estar terminantemente prohibidas chicherías dentro de un radio
de 3 cuadras de la Plaza principal “existen a dos cuadras y medias las de Mancilla, Hipólita Abasto
(famosa comerciante de chicha, conocida como la "fondista Hipólita) y otras”(El Heraldo, No. 1347 de 5
d julio de 1888).
103
La ofensiva final para el desalojo de los cerdos y chicherías estaba contenido en el siguiente aviso
municipal: “Se advierte que el plazo último e improrrogable concedido para que los establecimientos de
destilación y chicherías se alejen fuera de las 4 cuadras de La plaza 14 de Septiembre, debe vencer el día
23 que cursa. Si las personas que no den cumplimiento a las disposiciones contenidas en el Reglamento
adicional de 22 de febrero de 1887, en el que se comprende también el alejamiento de los cerdos, se les
aplicará estrictamente las penas y multas que en dicho reglamento se imponen. Arturo Zamudio,
Intendente Municipal. (El Heraldo Nº 1394, 27/10/1888). Sin embargo este plazo fue prorrogado hasta el
23 de noviembre de 1888.
11
Por otro lado, se estableció, con gran aspaviento, que los cerdos que habitaban los
corrales de las chicherías, eran portadores de peligrosas enfermedades y que gracias a
ellos, en la ciudad abundaban ratones y toda clase de insectos (El Heraldo, No.1441,
21/02/1889). El Concejo Municipal de 1889, finalmente adoptó una posición
inconmovible y determinó el alejamiento de las chicherías, además de “el eterno
destierro de los cerdos”. Las chicheras afectadas renovaron sus airados reclamos e
intentaron una vez más la revocatoria de la medida, amenazando los ánimos exaltados
desembocar en una singular poblada en apoyo de una última petición, sin embargo, una
oportuna intervención policial frustró tales preparativos. Una amenaza de epidemia
diftérica finalmente zanjó la cuestión y la policía puso en vigor las disposiciones
municipales pertinentes, es decir, se procedió a eliminar a los cerdos infractores y se
desalojo a las chicherías de las zonas prohibidas para tales instalaciones104

De esta forma se procedió a un paulatino reacomodo de las chicherías, toda vez que, no
se trataba de provocar su extinción, sino de reubicarlas en sitios cada vez más alejados
de la ciudad que se modernizaba. Salvada esta formalidad, nadie negaba que la chicha
fuera una alternativa nada despreciable para enfrentar las adversidades de la exportación
de maíz. En efecto un editorialista de la época anota:

La chichería es una de las industrias principales del Departamento y la que da


salida a la fuerte producción de maíz de nuestros valles (...) pero es preciso
reglamentarla conciliándola en lo posible en el radio de la ciudad, con la
salubridad pública (...) después de la tercera cuadra del radio de la ciudad, no
es ya muy densa la población. Por otra parte el aire es más puro y por tanto
más sano a partir de la cuarta cuadra adelante, donde se encuentra mucha
vegetación que modifica favorablemente la atmósfera (...) con el tiempo, la
cuarta cuadra, 1a quinta y aun la sexta, quedarán despejadas de chicherías y de
sus adyacentes forzosos, los cerdos, como ha sucedido en la Plaza (14 de
Septiembre) y la calle del Teatro (primera cuadra de la actual calle España)
desde el año 1842 a esta parte. El acrecentamiento de los habitantes, el
mejoramiento de las casas, el establecimiento de nuevas industrias, ha ido
retirando poco a poco a las chicherías sin necesidad de la acción municipal.

El mismo editorialista, todavía nos proporciona el siguiente cuadro parcial, pero muy
colorido, de la ubicación de las chicherías en la zona central de la ciudad a mediados del
siglo XIX, donde se muestra que antes de las crisis sanitarias y los aspavientos
modernizantes, que impulsaron el desalojo de las chicherías, estos establecimientos
recibían cobijo en las casas de los notables de la ciudad, sin duda a cambio de jugosos
alquileres que tenían la virtud de aplacar cualquier atisbo prejuicioso. Por tanto eran
perfectamente aceptados en el centro de la ciudad:

En la plaza 14 de Septiembre, había una en la vereda del Palacio (hoy la


Prefectura), con sus enormes ollas de comida en la puerta. En la calle del
Teatro (calle España), dos en la casa que hoy es de la familia Unzueta, una en
la de la viuda de Daza, con sus ollas de comida servidas por un matrimonio de
africanos, una al frente de los señores Fernández, una en la casa que es de las
señoritas Quiroga, otra en la casa que es de la Sra. Clara Villarroel, antes del

104
Este acontecimiento se reseñaba en estos términos: “Ayer ha sido día de actividad para la Policía
Municipal. Era llegada a la hora de la degollación y destierro de los inocentes cerdos y los feroces gritos
y protestas fueron durante todo el día, motivo de especulación” (El Heraldo, No. 1463, 18/05/ 1889).
11
finado Dr. Zacarías Arce, otra, en la que ocupa el hojalatero Cesar N., tres en
la casa que pertenece al Dr. Gutiérrez Argandoña, una en la casa de don Pedro
Loureiro, otra frente a la casa del Dr. Francisco Rojas, otra en la de doña
Juana Ariscain, otras frente a la de doña Manuela Córdova, y otra en la que fue
de don Luciano Sanzetenea, que hoy es propia de una familia Gómez de Misque.
En todo, han desaparecido, una en la plaza y 16 en la calle del Teatro, en sus
dos primeras cuadras (El Heraldo No.1559 de 7/ 12/ 1889).

Retornando al asunto que venimos analizando: esta relocalización se aceleró en las


últimas dos décadas del siglo XIX y dichas chicherías comenzaron a ser clasificadas en
las patentes municipales por “clases”, primera, segunda, tercera, hasta la quinta e
inclusive sexta. El criterio no era la calidad del local de expendio, sino la distancia que
lo separaba del “radio urbano” donde se prohibía su emplazamiento. Este, inicialmente
comprendía un radio de 3 cuadras en torno a la plaza 14 de Septiembre, luego este radio
se amplió a 5 cuadras, y así sucesivamente. La forma eficaz de conseguir el alejamiento
de estas instalaciones respecto a la zona central de la ciudad, se vinculaba con el criterio
municipal, de gravar a las chicherías con patentes diferenciados que premiaban la
lejanía al citado radio urbano y castigaban la proximidad, tal como se observa en el
siguiente cuadro:

CUADRO Nº 32: Ciudad de Cochabamba: Distribución de chicherías por


categorías y montos unitarios de patentes municipales (1883-1900)

Primera clase Segunda clase Tercera clase Cuarta clase Quinta clase Sexta clase Total
Años chicherías
Valor Nº Valor Nº Valor Nº Valor Nº Valor Nº Valor Nº
por años
patente patente patente patente patente patente
1881 20 17 10 57 5 201 - - - - - - 275
1883 20 9 10 34 5 77 2 188 - - - - 308
1889 20 11 16 4 12 14 8 49 4 83 2 239 400
1892 20 7 - - 12 5 8 17 4 80 2 241 350
1894 20 6 16 3 12 4 8 17 4 76 2 294 400
1896 32 7 16 9 8 19 4 93 2 390 - - 518
1900 32 3 16 6 8 45 4 134 2 454 - - 642
Fuente: Patentes municipales de años citados.

Se puede observar que existía una relación, como se sugirió líneas arriba, entre el monto
anual de la patente municipal, la distancia al perímetro central urbano de prohibición y
el número de chicherías, relación que es inversamente proporcional, es decir, que a
menor distancia a la plaza de armas, era mayor el monto de la patente municipal, y en
consecuencia, menor el número de establecimientos que expendían chicha en dichos
emplazamientos. Esta tendencia puede observarse con bastante claridad en el caso de las
chicherías clasificadas en la primera, segunda, e incluso tercera categoría. En el caso de
la cuarta categoría, ocurría algo similar, pero con fluctuaciones que analizaremos más
adelante. La situación opuesta, es decir, la mayor distancia al centro y el mínimo costo
de la patente, determinaban un creciente incremento de chicherías, como se puede
observar en las categorías quinta y sexta. Sin embargo, debemos llamar la atención
sobre los siguientes aspectos: la ubicación de las citadas chicherías en diferentes puntos
de la ciudad, particularmente en la zona central, desde los primeros años de nuestra vida
republicana, dieron lugar a situaciones de conflicto que no siempre se ventilaron a la luz
12
pública. En realidad, se produjo un lento desplazamiento de estos establecimientos
desde la plaza de armas y sus vecindades, en forma más o menos espontánea105.

A partir de 1889, se fue consolidando la expulsión de las chicherías de la zona central


de la ciudad, bajo la presión de una opinión pública dominada por razones sanitaristas y
de índole moral, pero también por razones más prosaicas, como la valorización de los
predios del centro urbano con la presencia de nuevos establecimientos comerciales y
bancarios y la creciente demanda de locales para establecer negocios más rentables que
las viejas chicherías. La herramienta práctica utilizada fue la coerción, mediante la
prohibición expresa a que las chicherías se ubicarán dentro de un radio de 4 cuadras en
torno a la plaza de armas, castigándose la ubicación dentro o en las proximidades de
este perímetro con una suma elevada por concepto de patente. Luego, en 1895, la
ampliación de este radio de prohibición a 5 cuadras, incrementando además el monto
unitario de las patentes para la primera categoría, manteniendo el mismo valor para la
segunda disminuyendo en un 50 % el patente de la cuarta y quinta categoría y
suprimiendo la sexta categoría, mostraba una vez más, que se persistía en la estrategia
de castigar la terquedad de las chicheras en relación a permanecer en las zonas céntricas
y premiaba su docilidad para reubicarse en zonas mas apropiadas. Estos hechos
repercutieron en la disposición espacial de los expendios de chicha: los establecimientos
de primera clase tendieron a disminuir entre 1881 y 1892, casi se extinguieron hacia
1900, sucediendo algo parecido con los de segunda clase. En relación a los de tercera
clase, se observa con mayor claridad, que en tanto la patente se mantuvo alta para esta
categoría, el número de chicherías pertenecientes a la misma, casi se extinguió hacia
1894, sin embargo experimentó un repunte cuando dicha patente fue rebajada a partir de
1896, ocurriendo otro tanto igual, e incluso con un repunte mayor, en los expendios de
cuarta y quinta clase. Los locales de sexta clase que surgieron a raíz de las citadas
disposiciones municipales de 1889, fueron los que hasta 1894 representaban el mayor
número de chicherías, tendencia que se transfirió a la quinta categoría a partir de 1896.

En resumen, el cuadro analizado permite establecer por periodos, la lógica del


comportamiento espacial de este comercio en relación a los factores que lo
condicionaban: así hacia 1881, se establecieron 3 categorías de locales, de los cuales
sólo el 27% se ubicaba en la zona central y adyacente, en tanto el 73% restante se
desplazó a la periferia. En 1889 esta situación era más marcada, pues apenas el 4,7%
(primera. segunda clase) ocupaba la zona próxima al centro (ya se aplica la exclusión
que obliga a las chicherías a ubicarse a partir de la quinta cuadra de cada calle que parte
de la Plaza 14 de Septiembre), un 19,7% ocupan zonas intermedias, en tanto ya se
establece un incremento de chicherías en zonas más alejadas que alcanzaba a un 75,6%
del total registrado dicho año. En 1892 apenas el 2% permanecía en las zonas centrales,
el 6,3% en las zonas intermedias, en tanto un 91,7% se encontraba en zonas alejadas del
centro. En fin, 1894, se mantuvo el 2% mencionado pero disminuyó al 5,2% la
presencia de chicherías en zonas intermedias, incrementándose al 92,7% el volumen de
estos establecimientos en zonas urbanas alejadas o suburbanas.

105
La creciente presencia del comercio, la banca y actividades conexas sobre el sector central, incrementó
el precio del arriendo y dio paso a otras exigencias respecto a las condiciones de higiene de los negocios,
la obligación de hacer refacciones periódicas en dichos ambientes, etc., lo que en el caso de las chicherías
significó un incremento indirecto de gastos y gravámenes que anularon la ventaja de su localización.
12
En 1896, cuando se amplió el radio de prohibición y se modificó la estructura aplicativa
de la patente, las chicherías que permanecieron próximas al centro, esta vez más
alejado, subió al 3%, las que se ubicaban en zonas intermedias alcanzaban al 20,65% y
las ubicadas en la periferia llegaban al 76,35%. Hacia 1900 la presencia de chicherías en
la proximidad relativa a la zona central, apenas alcanzaba al 1,4%, las de zonas
intermedias, se incrementaron al 27,88% y las periféricas llegaban al 70,72% del total
registrado, que además es el mayor de todo el periodo estudiado.

En conclusión, hacia fines de siglo se desarrolló una política municipal que expulsó las
chicherías de la zona central, mediante la aplicación gradual de patentes elevadas a
bajas que castigaban la centralidad y premian la ubicación periférica. Por otro lado, la
creciente expansión del número de estos establecimientos, obligó a mayores
restricciones en el sector central y a una mayor liberalidad en relación a dicha periferia
que fue constantemente ampliada hacia zonas fuera del radio urbano, es decir situadas
ya francamente dentro de la jurisdicción de los cantones de Itocta y Santa Ana de Cala
Cala. Mediante este procedimiento, se estimuló la consolidación de un espacio propio
para el sector comercial considerado legal o compatible con dicha centralidad, en tanto
se relocalizó “el otro comercio” considerado incompatible con los nuevos valores
urbanos.

Sin embargo, no se afectó la proliferación de chicherías, en efecto, la política aplicada a


partir de 1896, de incrementar las patentes en las categorías superiores, pero mantener y
disminuir dicho gravamen en el resto, alentaba la expansión de los emplazamientos
periféricos. De esta forma, la ciudad configuraba su espacio central en torno al comercio
importador, la banca y el comercio minorista de mercaderías de procedencia europea y
norteamericana, mediante las cuales paulatinamente se introdujeron nuevos valores,
nuevos hábitos en el vestir, en las relaciones sociales y en las prácticas del consumo
general. Indudablemente ese modesto comercio importador, que organizó un azaroso
flujo de mercancías desde los lejanos puertos de Arica y Antofagasta, las mismas que
mediante el ferrocarril, llegaban hasta la aduana de Oruro, y de allí, a través del servicio
de arrias de llamas y mulos, arriban finalmente a Cochabamba; fue el responsable de
modificar la cotidianeidad de las clases medias y altas, y a partir de ello, modificar la
apariencia de la ciudad tradicional, refugio de costumbres, hábitos y valores coloniales,
mediante un barniz de “modernidad” que, tímidamente se asomó en el paisaje urbano de
la zona central, el paseo del Prado y la Plaza Colón hacia fines del siglo pasado, en tanto
la chicha y su expendio “urbanizaban” a su modo los extensos suburbios donde
proliferaban rancheríos y caseríos dispersos, cuya paulatina densificación daría lugar a
los núcleos de Cala Cala, Recoleta, Muyurina, las Villas, el Rosal, etc., y donde
abigarradas poblaciones encontraban un medio de vida en este comercio, y en general,
en la dinámica de las ferias regionales.

Un fenómeno que no se puede pasar por alto, es el que se refiere a los efectos diversos
que para la economía de la región ocasionó la llegada del ferrocarril a Oruro, y el
consiguiente arribo de los productos agrícolas y manufacturados de procedencia chilena,
que acapararon el comercio de las plazas urbanas del altiplano y las minas. Como
reacción a este fenómeno, el comercio importador y la banca, tendieron a reducir su
actividad en la ciudad, en medio de reclamos y lamentos por este grave quebranto que
afectaba directamente a las clases poseedoras. Sin embargo, el negocio de la chicha
tendió a incrementarse, tal como muestra el cuadro siguiente:
12
CUADRO Nº 33: Ciudad de Cochabamba: Comercio importador mayorista y
minorista, y comercio de expendio de chicha (1883 – 1900)

Comercio Comercio Total sector Estableci-


Años importador minorista en comercial mientos de
en general general expendio de
chicha
1881 57 222 279 275
1883 60 246 306 308
1884 56 162 218 287
1889 47 131 178 320
1891 48 124 172 358
1892 48 108 156 350
1894 49 119 168 400
1896 63 126 189 518
1898 67 136 203 594
1900 61 137 198 642
Fuente: Patentes Municipales y Cuadros 30, 31 y 32
Resulta ilustrativo observar en el cuadro anterior, que mientras el volumen de
establecimientos comerciales mayoristas y minoristas presentaban una tendencia
depresiva a partir de 1883, y luego se mantuvieron dentro de límites relativamente
constantes, con pequeñas fluctuaciones; el comercio de la chicha presentó un
comportamiento diferente, es decir, experimentó una expansión lenta entre 1883 y 1892,
para luego pasar a un rápido crecimiento entre 1894 y 1900. Es fácil deducir, a partir de
las cifras presentadas, que el comercio importador y minorista en el periodo analizado,
se debatía en una crisis que impidió su crecimiento significativo. Por el contrario, el
expendio de chicha entre 1883 y 1900, permitió el incremento de en un 108% en el
número de establecimientos de expendio, y entre 1881 y 1900, de un 133%... De lo
anterior, se puede inferir un otro rasgo de la cuestión analizada: un creciente volumen
de maíz que ya no era posible colocar con ventaja en las plazas del altiplano, se
reorientó hacia la elaboración de muko y chicha, incrementándose la producción de este
licor y por consiguiente, ampliándose su mercado de consumo. Es decir, que el
incremento de chicherías y del consiguiente volumen de expendio, fue una alternativa
válida para consumir el maíz sobrante e incluso el proveniente de cosechas dirigidas
específicamente a esta finalidad; lo que implica suponer que al lado del pequeño
productor de “maicas” maiceras en el Cercado, dirigidas a la elaboración de chicha,
probablemente surgieron en número creciente, latifundistas que dirigieron el consumo
de sus cosechas hacia este rubro. Entonces, hacia fines del siglo pasado ciudad y
Cercado, configuraban un espacio de producción y consumo de chicha en gran escala, y
ello permitió que la región en su conjunto resistiera los embates de la pérdida de los
mercados cerealeros y evitara el colapso de su economía.

Sin embargo, en el otro extremo, el comercio urbano mostró su fragilidad, y como


consecuencia de ello, su escasa capacidad para consolidar “su espacio” es decir, el
núcleo central de la ciudad que dinamizara al conjunto de los asentamientos humanos
próximos y lejanos y se convirtiera en un referente material de la marcha hacia el
progreso, determinando por el contrario, que Cochabamba hasta la primeras décadas del
siglo XX, conservara más un carácter aldeano que propiamente urbano.

Finalmente el Plano 7 nos proporciona una idea de la forma como este comercio urbano
se desplegaba en la propia ciudad. Podemos observar que el comercio importador
mayorista y minorista, y el propio comercio minorista que se abastecía del primero,
formalizaban un modesto centro comercial que coincidía con el emplazamiento del
12
aparato estatal y los equipamientos urbanos más importantes. En un espacio periférico a
éste se concentraba, en el sector Sur, el comercio minorista que combinaba mercaderías
de importación con artículos provenientes de la industria artesanal local, regional o de
otros departamentos, preferentemente relacionados con el consumo cotidiano de la
población. Hacia el Norte se ubicaba un comercio más disperso de pequeños negocios y
pulperías orientadas a satisfacer las necesidades cotidianas del sector residencial de
clase alta y media.

Todo este conjunto, como se puede verificar, estaba prácticamente "sitiado" por
centenares de chicherías, siendo la zona Sur de barrios populares, la de mayor densidad
en la ubicación estos establecimientos. En efecto, el mercado urbano de la chicha por su
magnitud, era un elemento fundamental de la organización del espacio urbano. El
negocio de la chicha no sólo era privativo de la zona Sur, sino que tenía presencia en los
cuatro puntos cardinales, incluso con una fuerte incidencia en sitios más jerarquizados
socialmente como la Plaza Colón y el Paseo de la Alameda, lo que hace pensar que la
chichería, a lo largo del siglo XIX estuvo articulada a la vida cotidiana del conjunto de
las clases sociales, y que el establecimiento de perímetros de prohibición para el
comercio de la chicha no logró una ruptura con esta tradición rural profundamente
incorporada al ámbito urbano, sino sólo parcialmente y luego de arduas campañas,
como ya se tuvo oportunidad de analizar. En todo caso, este panorama sobre el que
volveremos más adelante, no se modificará significativamente en las siguientes décadas
del siglo XX.
12
Capítulo 9
Infraestructura básica e higiene: la dimensión de la crisis urbana en el siglo XIX

Para completar el cuadro hasta aquí esbozado, nos ocuparemos de analizar la naturaleza
de las cuestiones urbanas que ocupaban la atención de los ciudadanos en el siglo XIX.
Cochabamba, básicamente padecía de tres problemas vinculados entre sí: el agua, la
salud e higiene pública y los desbordes del río Rocha. La falta casi permanente del
líquido elemento acarreaba muy graves problemas de higiene y los desbordes del río, la
salida de cauce de acequias y torrenteras agravaban periódicamente este cuadro.

Algunos de los problemas aquí anotados, como los temibles desbordes del Rocha, se
vinculaban con el propio emplazamiento de la ciudad, que dispusieron los españoles
sobre tierras húmedas, atravesadas por diversos cursos de agua que descendían de la
cordillera del Tunari y arrastraban considerable cantidad de sedimentos, restos vegetales
y animales, que las crecientes del Rocha depositaban sobre el terreno plano que sirvió
de escenario a la fundación de la ciudad y su posterior desarrollo, permitiendo la
formación de las famosas “maicas” de asombrosa fertilidad. Estos terrenos de tipo
aluvional, estaban atravesados por el cauce del río Condorillo, llamado hoy Rocha, cuyo
curso primitivo atravesaba por las vecindades del propio centro de la ciudad: “Hoy
mismo, la calle de San Juan de Dios que sirvió de lecho al río Condorillo tiene un nivel
bastante bajo, por cuyo motivo suele sufrir durante la estación de lluvias frecuentes
inundaciones provenientes del río Rocha” (Blanco, 1900: 43)106.

Pese a que la cuestión de una hipotética modificación del cauce natural del río Rocha,
forme parte más de una tradición, que de una realidad que excedía en mucho a las
posibilidades técnicas de los primeros pobladores de la ciudad, es indudable que este
cause fue paulatinamente modificado, y algunos brazos naturales del río fueron
suprimidos; forzando el curso del río, desde la garganta formada por la serranía de San
Pedro hacia el cauce actual del río Tamborada, formando un arco sinuoso que
originalmente, tal vez tuvo un desarrollo más diagonal. Con ello la ciudad ganó espacio,
pero el nuevo curso del río no se estabilizó y sus torrentes, desbordando su inestable y
precario lecho, fueron una amenaza permanente y la preocupación constante de muchas
generaciones de habitantes urbanos107

106
Al respecto de estos antecedentes, otro autor señala: “Rodeando los solares edificados, existían
baldíos cultivados y huertos regados por las aguas del río Condorillo, mediante acequias que discurrían
por las calles de la Villa. Como en época de lluvias el río traía mucha agua y anegaba la Villa en
distintos niveles provocando con frecuencia inundaciones, un diligente propietario la protegió de sus
desbordes, tratando de darle un lecho más estable, consiguió encausarlo en su curso actual, segando el
brazo que lo cruzaba diagonalmente de NOE a SOE. pasando al sur de la Plaza de Armas. Según la
tradición, el autor de esta obra, fue un señor Rocha en cuya memoria, el río desde la Muyurina, en su
recorrido hasta las Maicas, se llama río Rocha”. (Galindo, 1974: 17-18). En uno da los estudios más
serios realizados sobre el río Rocha, se anota lo siguiente: “Cuando la fundación de la Villa de Oropeza
en 1574, el curso principal del río Rocha, que entonces se llamaba río Condorillo, pasaba todavía por el
centro de la actual población, siguiendo la dirección que ahora ocupa la acequia de la Carbonería. El
hospital San Salvador, después hospital San Juan de Dios, fue establecido en la orilla izquierda del río
Condorillo, cinco años después de la fundación de la Villa de Oropeza (...) Es evidente que en épocas
anteriores a la existencia de Cochabamba, el río ocupó sucesivamente toda la región comprendida entre
las Cuadras y su actual curso”. (Knaudt, 1909:9).
107
Crónicas y correspondencia de fines del siglo XVI, existentes en el Archivo Histórico Municipal de
Cochabamba, atribuyen al capitán Martín de la Rocha, haber ejecutado una represa y una acequia de
cauce ancho, para desviar el río de su cauce natural y así proveer de riego a sus tierras, lo que provocó el
reclamo de propietarios vecinos perjudicados por este desvío.
12
Tales depredaciones de la naturaleza se agravaron aun más, con la paulatina
erradicación de la vegetación natural, y tal como señalan algunos cronistas, la
destrucción de los bosques que cubrían el valle y las laderas que lo limitan, provocaron
las profundas perturbaciones sufridas por el clima, en tanto, las inundaciones deben
atribuirse al desmonte de la montaña.

Un pionero de la defensa de los recursos naturales y el equilibrio ecológico en el Valle


de Cochabamba, Augusto de Ugarte, manifestaba en 1882 que las condiciones
climáticas desfavorables en Cochabamba empeoraban continuamente “por los bárbaros
desmontes operados en vasta escala”, cuyas consecuencias negativas resumía en los
siguientes aspectos: En primer lugar, perjuicios económicos para la población, por el
despilfarro de maderas aptas para el combustible y los materiales de construcción,
perjuicio para la agricultura por la expansión de suelos aptos para el cultivo, pero
demasiado extensos para Cochabamba, por la pequeña suma de capitales disponibles
para este fin, escasez de brazos, ausencia de mercados y exceso de producción no
exportable, lo que condenaba a esos campos al abandono y a la erosión. Además, todo
lo anterior había influido en forma funesta sobre el clima y la salud pública. En segundo
lugar, resultaba igualmente determinante, por sus consecuencias negativas, la
desecación de manantiales y corrientes de agua. Por último, la destrucción de la flora
nativa, en las serranías, pendientes y laderas, había determinado que las quebradas,
cauces, lechos de ríos o riachuelos de cursos regulares, se transformasen en torrentes
alternativamente secos o devastadores que sembraban la destrucción y ruina en sus
riberas ( El Heraldo No. 579, 03/01/1883).

El propio Ugarte, en otro artículo, anotaba que en tiempos prehispánicos el Valle de


Cochabamba tenia un aspecto muy diferente: “sus colinas estaban cubiertas de
inmensos bosques y de sus faldas vertían numerosos arroyos, que los indígenas
aprovechaban para sus cultivos e industrias”. Reprochaba a los españoles no haber
sabido conservar este marco natural, y por el contrario, lamentaba que, ellos y sus
descendientes prosiguieran con una acción de desmontes sistemáticos:

que han alterado profundamente el aspecto y clima de la comarca volviéndola


árida y desnuda (...) Las laderas fuertemente inclinadas, cubiertas por una
pobre tierra vegetal, convienen más al cultivo de árboles que a la agricultura.
La prodigiosa fertilidad de1 Valle de Cochabamba, facilita este deplorable
sistema de destruir los árboles, que ha arruinado muchos países.

Ugarte, con mucha lucidez y pertinencia señalaba el origen de los desastres naturales
que azotaban la ciudad y el valle, originando una verdadera crisis ecológica:

Las profundas perturbaciones sufridas por el clima y 1as inundaciones, deben


atribuirse a1 desmonte de 1as montañas, por consiguiente la replantación es el
medio más eficaz de prevenir estos accidentes graves. En efecto hace poco, las
estaciones eran más regulares, Las inundaciones no eran tan considerables y
desastrosas. Las fuertes crecientes resultan de la coincidencia de ciertas
circunstancias atmosféricas especiales, coincidencias que desgraciadamente se
han hechos demasiado frecuentes. La reproducción de ciertas circunstancias
meteorológicas... tales como lluvias muy prolongadas, cambios súbitos de
temperatura, dan lugar a violentas tormentas, la enorme cantidad de agua que
se precipita a la vez por las pendientes de una quebrada hacia el fondo de1
12
Valle, no puede ser retenida por ningún obstáculo. En las faldas del Tunari, por
ejemplo, la vegetación desaparece a poca altura; si sobreviene la coincidencia
especial de ciertas condiciones atmosféricas en aquel vasto medio, 1os extensos
bosques situados sobre las pendientes inferiores, servirían de obstáculo a la
irrupción de las aguas, como no existen tales obstáculos naturales, las
tormentas desencadenadas en los cerros, anualmente forman torrentes
devastadores, 1as ruinas locales que resultan, son el resultado inevitable.

Por último, de Ugarte ofrecía esta descripción poco alentadora del medio natural que
rodea a la ciudad en la penúltima década del siglo XIX y que ciertamente en nada se
diferencia al paisaje actual de nuestro valle:

Por doquier que se eche la vista en los valles y serranías de


Cochabamba, sólo se percibe la desnudez más lamentable, que contribuye a
aumentar la temperatura y sequedad de1 aire. En las faldas de1 Tunari se ven
aquí y allá pequeños restos de los hermosos bosques que no ha mucho,
embellecían aquellos parajes, proyectando su sombra bienhechora sobre ese
suelo hoy árido e inculto (...) Por todas partes el hacha destruye en un momento
la obra de muchos años: rara vez el árbol cede el puesto al arado, siempre
ocupan su lugar terrenos incultos, la tierra huye, desaparece y se muestra 1a
roca desnuda. Poco falta para que todas las laderas y alturas se conviertan en
un inmenso esqueleto porque la imprudente avidez del hombre ha despojado
esos lugares del abrigo tutelar de los árboles (...) La madera y la leña tenían
poco valor a causa de su abundancia y falta de vías de transporte, se cortaban
los árboles sin previsión por todos los medios imaginables, sin acordarse de
reemplazarlos (El 14 de Septiembre No 91, 11/09/1884

En el contexto de una prolongada historia de destrucción y modificación no siempre


racional del marco natural del valle que rodea a la ciudad, los desbordes del Rocha se
incorporaron a la vida cotidiana y promovieron periódicamente, en medio de la alarma
del vecindario, afanosas movilizaciones para construir defensivos, las más de las veces
simbólicos, con los que se pretendía defender la ciudad de los torrentes desatados por el
río.

El rubro: “Defensivos sobre el río Rocha”, fue una constante en los informes sobre
obras públicas que realizan los presidentes del Concejo Municipal en el siglo XIX.
Numerosas ordenanzas municipales daban testimonio de los continuos sobresaltos a que
estaban sometidos los habitantes de la ciudad por los inesperados desbordes del río, que
en general afectan las zonas de Muyurina, Mosoj Llacta, el Prado y extensas zonas del
Sur. Esto obligaba a verdaderas movilizaciones de trabajo obligatorio para la
construcción de malecones y defensivos diversos, así como la remoción de las arenas
del río mediante el arado por yuntas de bueyes que proporcionaban obligatoriamente los
agricultores ribereños, pues resultaba un imperativo profundizar el lecho del río. En la
zona de Muyurina se construyeron malecones de piedra que debían evitar que las aguas
abrieran nuevos cursos diferentes a los previstos, atenuar la erosión de las orillas e
impedir la acumulación de materiales de arrastre108.
108
Una Ordenanza Municipal de 4/10/1877 disponía el régimen de trabajo obligatorio los domingos en
tareas de limpieza del cauce del río. Otra Ordenanza de 1872, disponía la ejecución de nuevos malecones
en la Muyurina. Una similar dictada en 1894 decidió la ejecución de malecones en la orilla izquierda del
río, desde la Muyurina a la Alameda. Otra disposición del 4 de enero de 1897 reiteró la movilización
obligatoria de todos los habitantes varones que munidos de sus propias herramientas realizarían
12

Dichos defensivos en general, consistían en diques longitudinales dispuestos en las


orillas del río. En ningún caso eran obras definitivas, y casi siempre fueron insuficientes
para contener la furia de las aguas. Estos hechos concitaron la atención preferente de las
oficinas de Obras Públicas, y sin duda, dichos problemas merecieron la atención de los
primeros ingenieros civiles que llegaron a nuestra ciudad, como es el caso del Ing. Julio
Pinkas, que en 1898 desempeñó el cargo de Director General de Obras Públicas y
propuso construir defensivos en el sector de Muyurina, así como aconsejó ensanchar el
cauce del río en la zona del antiguo matadero, eliminando las represas de las Maicas que
ejecutaban los agricultores para favorecerse con el limo del río: sin embargo estos
criterios posteriormente serían observados por el Ing. Knaudt, los mismos que, además
de provocar conflictos entre el Municipio y los agricultores citados, no impedían la
persistencia del problema. Sin embargo la labor del citado ingeniero estimulará la
realización de nuevos estudios desde los primeros años de la década de 1900.

Probablemente uno de los primeros estudios realizados con rigor técnico, fue el
elaborado por el Ing. Federico Lugne, miembro del Consejo Nacional de Ingenieros,
enviado por el gobierno central, para estudiar los defensivos del Rocha en 1889. Dicho
profesional partía de la hipótesis de que las presas de la Maica favorecían los depósitos
aluvionales, hipótesis que luego fue abandonada, pues se pudo comprobar que las dos
presas mayores (la de la Chimba y San José de la Banda), eran destruidas por las
avenidas del río y eran repuestas anualmente. Modificando el punto de vista anterior, se
sugirió, que en realidad, eran los numerosos rneandros del río y la escasa pendiente del
terreno, lo que provocaba tales depósitos y la consiguiente elevación permanente del
lecho del río:

La pendiente del terreno bajando a menos de 2 grados, -anotaba. Lugne-,


obliga al agua a dísminuir mucho de corriente; la curva importante que sigue al
río, viene mucho a influir sobre esta disminución y e1 río con este nuevo
régimen llega a las presas sin choque y encuentra acequias laterales que bastan
para el desagüe normal de 1as aguas... La verdadera solución a 1a cuestión por
consiguiente, está en obligar a1 río a estrecharse en la parte de arriba., a fin de
conservar su corriente primitiva y en darle bastante fuerza para llevar sus
aluviones más abajo".

Lugne proponía en lugar de los dispendiosos malecones de cal y piedra, establecer


reparos de piedra en seco, dispuestos de tal forma, que permitieran lograr el efecto
deseado, de estrechar el cauce del río (El Heraldo nº 1519, 31/08/1889). Otra causa a la
que se atribuían las inundaciones, eran a las numerosas “tomas de agua” para riego que
se practicaba en las propiedades ribereñas, consistentes en acequias transversales y
diagonales construidas por “huertistas”, y por donde penetraban las avenidas del río,
causando estragos en los campos de labor y aún en la ciudad. En fin, otro causal no
menos significativo, de acuerdo a Luis Felipe Guzmán, se debía a la actitud de
indiferencia de los propietarios de los terrenos ribereños que “no concurren con el más
pequeño contingente” a la ejecución de defensivos, dejando que este rubro sea
responsabilidad de las modestas arcas municipales. (El Heraldo nº 964, 29/09/ 1885).
En resumen, este problema, no perderá vigencia en todo el siglo XIX y la primera mitad
del siglo XX. Su incidencia periódica no dejará de causar zozobra, su continua
actualidad producirá mucha literatura, pero las soluciones reales serán insignificantes.

defensivos (Soruco, 1899).


12

Otro problema urbano fundamental, era el del agua potable, a pesar de los numerosos
recursos hídricos que posee la región. Éste, sin duda, junto con el anterior, fue uno de
los problemas más viejos, y pese a ser, de lejos, el más debatido y estudiado, es un
problema aún no totalmente resuelto hasta el presente. Las primeras soluciones
consistieron en la ejecución de depósitos o “cajas de agua” en zonas altas próximas a la
ciudad donde se almacenaba las aguas provenientes de vertientes, que luego se
conducían a la ciudad a través de rudimentarias canaletas de piedra y “cañerías de
loza”109. Esta agua, que frecuentemente se contaminaban con residuos arcillosos,
materias orgánicas y materiales de arrastre de las vertientes que alimentan los depósitos
de agua, enturbiaban el líquido elemento, el mismo que se convertía, con la misma
frecuencia en un agente transmisor de diversas enfermedades.

Las piletas de provisión de agua a la población, en general, sólo proporcionaban un


volumen reducido, pues una cantidad importante se perdía en el trayecto por efecto de
innumerables filtraciones que presentaban las precarias instalaciones descritas. Por
tanto, eran frecuentes los periodos de escasez de agua y el mal funcionamiento de la
infraestructura de distribución. El sistema de piletas públicas heredado de la época
colonial, conectado a fuentes de agua situadas tanto dentro de la ciudad como en los
alrededores, de donde era almacenada en cajas de agua, con frecuencia también se
interrumpía, por agotamiento de las vertientes o el mal estado de las cañerías, por lo que
era constante la búsqueda de nuevos acuíferos.

En 1876, una comisión de concejales encabezados por Juan Crisóstomo Carrillo y otros,
informaba sobre la existencia de 50 fuentes de agua dulce dentro del radio urbano, de
las cuales 30 se encontraban en la campiña inmediatamente circundante a la ciudad
(zonas Noroeste, Mosojilacta y Muyurina) y otras 20 en la zona Norte, en el interior de
la ciudad. La citada comisión afirmaba que:

Examinadas cuidadosamente las fuentes de agua dulce que se encuentran


dentro del radio de la ciudad y en sus alrededores, tanto en sitios públicos,
como en casas y quintas de dominio privado, se ha, reconocido que el caudal de
aguas es suficiente para la formación de un sistema completo de pilas cuyo uso
puede ponerse al alcance de toda la población. -no obstante se reconocía que los
depósitos de dichas aguas-contienen sedimentos acumulados que se
descomponen y corrompen en poco tiempo por el clima cálido. La falta de
trabajos de limpieza frecuentes, hace que el agua contenga sustancias insanas y
conserve el mal gusto y olor desagradable que se nota en las pilas públicas.

Un otro factor de contaminación de estas fuentes, al margen de las malas condiciones de


su conservación en estanques inadecuados y poco higiénicos, era que las mismas con
frecuencia estaban afectadas por infiltraciones de aguas servidas provenientes de pozos
sépticos o pozos ciegos dispuestos muy próximos a estas vertientes, o en sitios donde
interferían las corrientes subterráneas, con los resultados contaminantes detallados con
anterioridad.

Los reclamos del vecindario por el mal funcionamiento de este arcaico sistema de
distribución de agua y por la frecuente carencia de este recurso vital, eran constantes.
Este tema, estaba siempre presente, como una de las mayores preocupaciones de los
109
Presumiblemente tubos de barro cocido empleados desde la época colonial
12
diferentes gobiernos municipales, y la falta de eficacia en las soluciones propuestas, era
motivo de agudas críticas. En la misma forma la prensa en el siglo XIX, como hasta
hoy, con frecuencia registraba noticias sobre la escasez de agua en uno u otro barrio de
la ciudad110
Fijando más nuestra atención sobre esta situación, podemos comprender en parte las
dificultades de la vida cotidiana de aquellos tiempos y la frecuencia de la reproducción
de cuadros epidémicos a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En
realidad, los recursos hídricos en zonas adyacentes a la ciudad, eran abundantes pero
eran muy precarios los medios técnicos y materiales para distribuirlos adecuadamente
mediante redes públicas. La cuestión de cañerías, depósitos de agua, piletas públicas,
eran los elementos-clave de esta situación: su falta, mal estado o ausencia de
renovación, configuraron una verdadera crisis de agua potable en Cochabamba en el
periodo analizado.

Veamos más en detalle la situación de esta infraestructura con anterioridad a 1896, año
en que el gobierno de Aniceto Arze adquirió las vertientes de Arocagua en favor de la
Alcaldía de esta ciudad. Hasta el citado año, la infraestructura de agua potable se
caracterizó por un sistema de distribución a través de piletas públicas, como ya se
mencionó, emplazadas en diferentes sitios de la ciudad y alimentadas por varias
vertientes que se depositaban en cajas de agua o alimentaban directamente dichas
tomas111

Este sistema no poseía una fuente centralizada de abastecimiento de aguas, simplemente


se apoyaba en una serle de vertientes de propiedad pública y privada, y cuyo
componente principal, eran las piletas de la plaza principal. En general la mayor parle
110
Por ejemplo, bajo el titulo: Nuestro Ayuntamiento, un editorial de El Heraldo, marzo de 1891
reclamaba por la urgencia de una serie de obras municipales, siendo la más apremiante la cuestión del
liquido elemento: “La carencia de agua potable, es casi absoluta y las familias en la ciudad sufren las
privaciones y angustias consiguientes”. En la zona Sur si es dable imaginar, la situación era aún peor.
Una noticia suelta y perdida, con el titulo "Pilas de San Sebastián', denunciaba lo siguiente: “La grita
general de los vecinos de ese barrio, reclama inspección de la Policía Municipal para inspeccionar la
acequia que conduce sus aguas, dada su fetidez y corrupción. La pila no surte con regularidad, el agua
no es más potable”. (El Heraldo nº 1533, 01/10/1889). Otra noticia corta señalaba lacónicamente: “Falta
de Agua: se nota bastante escasez de agua en la población. Las fuentes de la Plaza 14 de Septiembre y de
Santa Teresa, así como la de Ingavi, no surten una sola gota de agua. La única que sirve a la población
es la del Colegio Sucre que no llena las necesidades públicas” (El Heraldo nº 1709, 04/12/1890). En fin,
una nota más, entre una serie imposible de registrar por su volumen señalaba: “ Carencia de Agua: En
noches pasadas no había ni una sola gota de agua ni en las heladerías. La pequeña porción que chorrea
dificultosamente en las pilas ocasiona largas demoras a los ‘aguadores’ que se ven obligados a soportar
el turno tardío de una interminable cola humana alrededor del caño. (El Heraldo nº 1713, 13/12/1890).
111
Concretamente existían los siguientes manantiales: “Caja de agua en una quinta de la calle Perú,
junto a la casa del Sr. Cleto Quiroga. De este depósito de cal y piedra venía el agua para la fuente
principal de la plaza que tenía 4 piletas y otros surtidores. Otra pila en la plazuela de Santa Teresa, que
se proveía de la Plaza Colón, el sobrante pasaba a los baños de don Pablo Vergara y de don Juan José
Torres (hoy escuela fiscal). Además de la misma plazuela salían cañerías para las casas de la calle
Argentina de don Luciano Sanzetenea, Benedicto Quiroga, Melchor Urquídi y otros (…) de la misma
Plaza Colón o del Hospicio se proveía de agua la pila de San Antonio. En el Hospicio existía otra caja
de agua (...) En la esquina del Colegio Sucre, frente al Colegio ‘Hijas de María’ (hoy Santa Ana), existía
otro manantial que tenía el nombre de ‘rotupila’. Este manantial fue secuestrado por el Dr. Carrasco
que con una cañería introdujo agua a su casa. Existía otra pila en la pared Norte del Colegio Sucre,
denominada ‘baripila’, que parece que se surtía de uno de los manantiales del Colegio (...) Otra pila se
denominaba ‘Ingavi’ en la calle San Martín, esa sigue funcionando. En la Recoba existía otra pila do la
que se surtía la casa de la familia Osinaga, hoy de don Ruperto Herrera (…) Posteriormente compró el
Concejo uno de los pozos perforados en la casa de don Andrés Pereira, para aumentar el caudal de agua
a la pila de la Plaza” (Editorial "Aguas Potables", El Ferrocarril nº 162, 11/07/1910).
13
de estas pilas públicas se ubicaban en el sector central y Norte, en tanto la zona Sur,
apenas se disponía de una pila en San Antonio, que normalmente por la escasa presión
hidráulica permanecía seca por largos periodos.

Muchas de estas piletas, pese a la abundancia de agua que proveían las vertientes y los
pozos perforados para alimentarlas, al estar conectadas a las mismas mediante cañerías
en mal estado, apenas proporcionaban un pequeño volumen de su capacidad real, pues
el resto se perdía en el trayecto entre vertiente y pileta, a causa de innumerables fugas
de agua, que con frecuencia daban lugar a la formación de pantanosas e insalubres
lagunas. Por otra parte, es interesante anotar, que pese a este cuadro de penuria
generalizada para obtener agua cotidianamente, unas pocas pero influyentes familias de
comerciantes, terratenientes o políticos, poseían agua en abundancia procedente de sus
propias vertientes o producto del despojo que con frecuencia sufrían las vertientes de
uso público. Por otro lado, una significativa proporción de este líquido elemento escaso,
se consumía en el riego de huertos, quintas y jardines en las zonas Norte y aledañas, lo
que propició la construcción de todo un sistema de acequias y canales de riego que
atravesaban la ciudad en una u otra dirección112.
Un editorial de El Heraldo recapitulaba interesantes aspectos de la crisis del agua
potable. Mencionaba que sin duda Cochabamba en sus primeras épocas no padeció esta
penuria merced a los numerosos manantiales de la “parte superior de la ciudad” (la
zona Norte), y además, el río Rocha tenía una corriente permanente, suficiente para el
cultivo de la campiña. Sin embargo, se reconocía que todo cambió con el incremento de
la población, y la consiguiente intensificación de los cultivos, acompañada del desmonte
de los bosques y la vegetación nativa. Ello provocó sucesivos años de sequía y
esterilidad, a tal punto que todos esos manantiales se han agotado o han disminuido
sensiblemente su caudal. Incluso el río Rocha no abastecía más para el riego de las
propiedades. El efecto resultante quedaba tipificado en los siguientes términos:

De aquí esas carencias de agua y las angustias consiguientes para satisfacer


1as necesidades de una numerosa población como la de Cochabamba (...) En
los meses de octubre, noviembre y diciembre, sobre todo, las dificultades suben
de punto. Si no emigraran las familias principales a las inmediatas campiñas en
busca de ambiente fresco, de baño y de solaz, de seguro que no podrían vivir en
la ciudad (...) Las pilas de San Antonio y San Sebastián no tienen agua desde
hace algunos años, desde el comienzo de la sequía (de 1878). La de la Plaza
principal, se sostiene, no por corriente natural, sino por ‘baldeo’ es decir, en
tanto dura el trabajo asiduo de dos mozos encargados de esa faena diurna.

En cuanto a los emprendimientos para salir de esta situación, se indicaba que el Concejo
Municipal mandó a efectuar estudios y reconocimientos, y “hasta con apoyo
gubernamental se organizaron ‘comisiones de notables’ para estudiar el asunto”,
reconociéndose que 1a problemática era doble: por una parte la complejidad técnica que
suponía acceder a fuentes de agua abundantes, y por otra, la cuestión financiera para
ejecutar las obras necesarias y realizar la distribución adecuada. Se concluía indicando
que “en cuanto á1 agua, no cabe duda que ella existe de muy buena calidad y en la

112
Estos canales cruzaban sitios como la Alameda, la Plaza Colón, diversas calles como la San Martín,
Bolívar, Santo Domingo (hoy Santibáñez), etc. Con frecuencia, dichos canales, eran empleados para la
eliminación de aguas negras, y en ellas imprudentemente, se arrojaban desperdicios, convirtiéndolas en
eficaces focos de infección como veremos más adelante.
13
proporción que se quiera, pero siendo de propiedad particular, es necesario
previamente expropiarla con todos los trámites de ley”. Obviamente los recursos que
demandaban estas obras y acciones legales sobrepasaban los modestos recursos
comunales y era imprescindible el crédito, la formación de sociedades anónimas de
accionistas, así como la formación de un fondo de amortización acumulativa (El
Heraldo nº 581, 9/0l/ 1883).

A1 tenor de este tipo de reflexiones, el mérito del Concejo Municipal de 1883, fue
estimular el inicio de estudios técnicos que superaran en sus concreciones el limitado
horizonte de las “comisiones de notables” y avanzaran hacia propuestas más específicas.
Es probable, que los primeros de una larga serte de estudios técnicos, fueran los del Ing.
Bodeslao Maierski y el proyecto de la Laguna de San Juan.

El Ing. Maierski fue nombrado presidente de una Comisión Municipal encargada de


elaborar una propuesta para proveer de agua potable a Cochabamba. Concretamente se
solicitaba, identificar cual sería el manantial que, por su calidad, cantidad de agua y por
su ubicación, sería el más conveniente para la solución del problema. Además se
solicitaba definir, cual sería el sistema de conducción de las aguas, la definición del
lugar para construir una nueva caja de agua, el posible trazado del acueducto, el cálculo
de consumo de agua necesario por parte de la población y el presupuesto de la obra.

La citada comisión emitió un largo informe en respuesta a las cuestiones solicitadas. En


resumen se establecía lo siguiente: luego del estudio de tres posibles vertientes (Tirani,
Chacacollo y Arocagua), se consideraba que la vertiente más conveniente, tanto por su
ubicación, como por su caudal, era la de Arocagua, cuyas aguas podrían ser conducidas,
a través de la Muyurina, hasta la caja principal de agua. En cuanto al sistema de
conducción, se sugería el empleo de canales de cal y piedra - salvo en el paso del río
Rocha que se emplearía una cañería subterránea- para conducir el agua hasta la nueva
caja de agua. “de allí se conduciría el agua por cañerías principales y sus respectivos
ramales a las fuentes, a los establecimientos públicos y a las casas particulares,
debiendo ser la cañería principal de hierro o asfalto y las secundarias de plomo”, en
lugar de las antiguas cañerías de loza. En cuanto a la ubicación de la nueva caja de agua
se señalaba un sitio ubicado en el cerro San Pedro. Con respecto al cálculo del consumo
de agua se estimaba lo siguiente: “Para el caso de Cochabamba y para las necesidades
domésticas de sus habitantes, se consideran suficientes 18 litros por habitantes cada 24
horas, y tanto más, cuanto la mayor parte de las casas tienen pozos cuya agua sirve
para muchos usos domésticos y que en varios barrios existen manantiales y vertientes
de agua de buena calidad”. En cuanto a las fuentes públicas. Maierski efectuó el
siguiente cálculo de su provisión actual:
13
CUADRO Nº 34: Ciudad de Cochabamba: Capacidad de provisión de agua potable
en las fuentes públicas, 1883

Fuentes públicas Capacidad en


litros/minuto
Pila de la Plaza 14 de Septiembre 40
Pila de San Sebastián 15
Pila de San Antonio 20
Pila Ingavi 18
Pila Baripila 21
Pila del Carmen 8
TOTAL 135
Fuente: Informe Comisión Municipal de Agua Potable, 1883.

En base al cálculo anterior Maierski señalaba que el conjunto de pilas públicas proveían
en 1883, 114.000 litros, o sea “calculando con exceso una población de 20.000
habitantes, 5 litros por habitante y en 24 horas, mientras que las aguas de Arocagua,
con 15 litros por segundo, darían 1.300.000 litros o sea, 63 litros por día y por
habitante, es decir un total de 70 litros contando las aguas actuales”. Finalmente el
presupuesto calculado para estas obras era de 4.000 Bs. Más otros 24.000 Bs. por la
expropiación de las Aguas de Arocagua (El Heraldo nº 632, 4/06/ 1883)113
En cuanto a las lagunas de San Juan, se trató de un emprendimiento muy ambicioso,
iniciado por una sociedad agrícola comercial patrocinada por el hombre de negocios
Luis Bessand Freres y el Ing. Bruyns, con objeto de aprovechar las aguas de estas
lagunas ubicadas en la Cordillera del Tunari con destino al riego de las propiedades del
Valle e incluso para el consumo urbano. Las obras iniciadas en 1879 consistían en la
construcción de un dique de 60 metros de largo y 14 metros de altura para embalsar las
aguas, la perforación de un túnel en roca viva de 300 metros de largo y la ejecución de
un canal distribuidor. (El Heraldo nº 152, 5/06/1879). Dicho empresario francés
asociado a grandes hacendados “inició la gigantesca obra de abrir un prolongado túnel
a través de una colina granítica que cerraba las aguas hacia el Valle”, invirtiendo en
ello alrededor de tres años de esfuerzo y no pocas frustraciones (El 14 de Septiembre
No. 81, 17/06/1884). Finalmente los trabajos principales concluyeron a inicios de 1885.
Según datos técnicos proporcionados por el propio Bessand, el embalse de la laguna
contenía 860.000 m3 de agua, con una capacidad de proveer al riego, 4.778 m3 de agua
por día: el empresario propuso ampliar la sociedad con los agricultores y otras formas
de participación, demostrando que bajo un régimen de riego controlado, los hacendados
obtendrían buenos rendimientos y excelentes utilidades. Lamentablemente, esta
iniciativa no prosperó, de tal suerte que la obra quedó inconclusa en su fase final y
abandonada hasta hoy114

En octubre de 1891 el Presidente Aniceto Arce destinó 16.000 Bs. para adquirir las
vertientes de Arocagua que fueron entregadas a la Alcaldía de Cochabamba como

113
Como todo emprendimiento iniciado con entusiasmo pero sin planificación ni previsión, episodios en
los que abunda la historia de la ciudad, se le reprochaba años más tarde a Maierski, el haber destrozado
las viejas cañerías: “Relatan nuestros mayores que antes de haberse dado oídos al Ing. Maierski, quien
hizo destrozar a golpes de barreta la cañerla de barro enlozado solidificada por la acción del tiempo, el
estado de la salud pública era superior al de la actualidad, pero desde el establecimiento de los tubos de
plomo se envenena al pueblo, en medio de los tormentos de una desesperante sequía (...) Ha llegado a
convertirse en aforismo la queja del extranjero al pisar nuestro suelo. Se dice comúnmente (cuando se
enferma): pagó su tributo a las aguas do Cochabamba”. (El Heraldo nº 1528, 21/09/1889).
114
La indiferencia que mereció el mayor proyecto de riego del siglo XIX, expresa sin lugar a dudas, la
total ausencia de espíritu empresarial de los hacendados y huertistas del Cercado y el valle central. Siendo
notable su apego a las maneras tradicionales y su aversión a las innovaciones tecnológicas.
13
resultado del estudio realizado por el Ing. Julio Pinkas, quien recomendó el empleo de
las aguas de estas vertientes como los más convenientes en el orden económico y
técnico frente a la alternativa de las Lagunas de San Juan y la laguna de La Chaima en
Cala Cala115. En julio de 1896 finalmente fue inaugurado el servicio de agua potable en
Cochabamba en base a los depósitos de agua que recibían este suministro de las
vertientes de Arocagua, que eran conducidas a la ciudad mediante cañerías metálicas,
que suplieron el sistema de canaletas anterior, aun cuando siguió subsistiendo el sistema
de piletas, que bajo la denominación de “surtidores” divididos en “bocas contra
incendio” y “bocas de irrigación”, en realidad, servían para la provisión de agua a la
población116

Este nuevo sistema permitía una mejor ubicación las pilas públicas y mejoraba
sensiblemente la situación de la zona Sur. Sin embargo, el material empleado en esta
primera red pública de agua potable, en pocos años, quedó obsoleto por múltiples fugas
de agua, que reprodujeron con mayor fuerza aun, los viejos problemas de escasez,
situación que aún se prolongará por mucho tiempo.

En lo que hace a los servicios de desagüe de aguas servidas y pluviales, éstos todavía
eran más precarios y se apoyaban en un sistema antihigiénico de acequias, siendo la
principal, la acequia de la Carbonería que partiendo de la Muyurina a la altura del
Hospital Viedma, cruzaba la ciudad “hasta las huerta de Vera” (inmediaciones de la
actual avenida Siles y 6 de Agosto. Además existían otras acequias en la calle de la
Compañía, del Teatro, Ayacucho y paralelas que desembocaban al río Rocha. A estas
acequias o canales de desagüe, con frecuencia, se arrojaban basuras y desperdicios de
todo tipo que las obstruían, provocando desbordes e inundaciones, que a su vez, daban
lugar a enormes lagunas de aguas estancadas y pútridas, que con frecuencia se
observaban en las calles y plazas de la ciudad. (Ver Plano 8).

La comisión de drenajes y desagües del Consejo Departamental, encabezada por Juan


Crisóstomo Carrillo, hacia las siguientes consideraciones: incidía en la existencia de
excesiva humedad en el suelo y subsuelo de varias zonas de la ciudad, cuya
permanencia era nociva para la salud. Sugería en consecuencia la adopción de un
sistema de desecación en base a una red de canaletas construidas con adoquines de
piedra sin cal, suficientemente profundas para cortar 1as venas de agua que cruzan el
subsuelo, de tal forma, que permitieran la filtración de dichas aguas en las mencionadas

115
La propuesta del Ing. Julio Pinkas, mostraba que la escasez persistente de agua en las pilas públicas se
debía a la rotura de la cañería de plomo de la antigua caja de agua, razón por la que aconsejó qua estás
fueran, sustituidas nuevamente, por cañerías de barro cocido y colocadas dentro de canaletas de cal y
piedra a un metro de profundidad. En cuanto a la alternativa de las fuentes de agua, se calculó que la
capacidad real de Arocagua era de 6,5 litros por segundo, lo que permitiría proporcionar 26 litros por día
a cada habitante de la ciudad, lo suficiente para mantener 12 pilas públicas con una emisión de un litro
por segundo durante 12 horas diarias. Las alternativas de la laguna de San Juan y la Chaima, pesa a tener
una capacidad mucho mayor (50 litros por habitante) fueron desechadas por razones económicas. (El
Heraldo nº 1846, 31/10/1891).
116
Según una ordenanza dictada por el Juez de Aguas A. Valdivieso en mayo de 1897, se definían 15
surtidores de agua o “bocas contra incendio” y 6 “bocas de irrigación”. En relación a los surtidores
algunos emplazamientos eran los siguientes:, existía un surtidor en 1a puerta del Teatro Achá, otros en: la
esquinas de las calles Santo Domingo y Ayacucho, la esquinas de las calles Comercio y Calama, el
hospital San Juan de Dios, la esquina de las calles Calama y, Lanza, la calle San Alberto, la Plaza de San
Sebastián, la Plaza 14 de Septiembre, la cárcel pública, en la calle Sucre en la puerta de la Recova, las
esquinas de las calles Compañía y Aroma y, Bolívar y Lanza. Las bocas de irrigación se ubicaban en las
cuatros esquinas de la Plaza 14 de Septiembre y otras dos en las plazas Colón y San Sebastián.
13
canaletas, las que a su vez, las conducirían a un colector principal que debería correr a
lo largo de las calles. Se añadía, que el plano de la ciudad y su nivel con respecto al
lecho del río y las acequias que la atravesaban, se prestaban a esta solución. En
consecuencia, la citada comisión sugería construir 3 canales o colectores principales, a
lo largo de las calles Argentina, Santo Domingo y la Compañía, a los que vendrían a
confluir, los de las calles transversales y las canaletas de las propiedades particulares.
(Ver plano 8). Sin embargo, este proyecto como muchos otros, fue archivado y la
cuestión no volvería a ser considerada hasta medio siglo más tarde. (Gaceta Municipal
de 1876, páginas 43 y siguientes).

Esta combinación de agua escasa y drenaje precario e inadecuado determinaba, entre


otros factores, una situación severa de deterioro ambiental y de crisis en las condiciones
de higiene y salud publica. En efecto, el panorama descrito determinó, conjuntamente
con la ausencia de normas de higiene y salubridad, la existencia de un cuadro de
epidemias y elevadas tasas de mortalidad, que en general, fueron una constante en las
ciudades latinoamericanas y europeas de los siglos XVIII y XIX, y que en el caso de
Cochabamba, se constituyeron en uno de los factores significativos que determinaron
sus bajos índices de crecimiento demográfico. En realidad, no sólo actuaban sobre esta
problemática las falencias de infraestructura urbana y los hábitos poco ortodoxos de sus
habitantes en materia de salud. Un médico y salubrista del siglo pasado, el Dr. Julio
Rodríguez, anotaba que la ciudad de Cochabamba, podía ser considerada, desde el
punto de vista de la salubridad, como emplazada en un plano pantanoso, de donde se
derivó su nombre quechua de “khocha-pampa”; a este respecto señalaba, que la ciudad
representaba un caso de “pantano de localidad”, que a diferencia de los “pantanos de
región”, producidos por causas naturales, debía considerarse como producido “por la
formación accidental de focos de infección, como sucede en Cochabamba, donde
dentro del radio mismo de la población, y a veces, en la tercera cuadra de la Plaza
Mayor, se ven depósitos permanentes de aguas estancadas”. (Rodríguez, 1877: 150).

Además, se ponía en relieve, que a los citados focos infecciosos, se sumaba la acción de
la Laguna Alalay “que no se deseca sino merced a la lenta evaporación que producen
los calores del estío”, y a lo que todavía se añade, la presencia de innumerables:

pequeños focos de infección diseminados en toda la ciudad y varias acequias de


agua cenagosas y fétidas, que cruzando en diferentes sentidos la población,
descubiertas en la mayor parte del trayecto que recorrían, se depositaban en un
pequeño lago de aguas corrompidas, que está rodeado de tejerías o curtidurías,
construidas sin la más ligera noción de higiene

Bajo estas condiciones, era común que la ciudad y el Cercado, donde se desplegaban
extensos basurales, se desarrollarán fiebres intermitentes y otras dolencias,
posiblemente con alta incidencia de tifoideas y cólera, frecuentemente con caracteres
epidémicos, a lo que contribuían, la contaminación de las aguas subterráneas poco
profundas, que en un sitio eran empleadas como depósitos de materias orgánicas y
detritus, mediante precarios pozos sépticos, para que, a poca distancia, se convirtieran
en acuíferos que proveían al consumo de la población, esta vez, mediante pozos
artesianos o filtraciones que eran tomadas como vertientes de agua potable. Estas eran
las condiciones ambientales presentes casi desde la fundación de la ciudad, la misma
que, en realidad fue edificada sobre campos de labor, atravesados por multitud de
13
acequias que todavía permanecían en el siglo XIX, y que indistintamente, eran
empleadas como canales de riego, o canales de drenaje de aguas servidas.

La más tristemente célebre de estas acequias, denominada de la “Curtiduría” o


“Serpiente Negra”, fue aquella que, partiendo del Norte de la Muyurina, bajaba por la
actual avenida Aniceto Arce, se aproximaba al centro de la ciudad por las actuales calles
Lanza, Sucre, Jordán (afectando incluso los terrenos del Colegio Sucre) para bajar en
dirección Sur, por la calle San Juan de Díos, hoy Esteban Arze y llegar a las
inmediaciones de la actual avenida Aroma y Wayna Kapac, donde se formaba la laguna
pútrida a que hacía referencia el Dr. Rodríguez (Ver Plano 8).

Bajo estas circunstancias, la cotidiana escena urbana de la ciudad, estaba lejos de ser
idílica y romántica. Por el contrarío, se trataba de un escenario de contrastes
desagradables: calles polvorientas, frecuentemente intransitables por la presencia de
enormes charcos fangosos y nauseabundos, acequias cubiertas por desperdicios y restos
orgánicos donde pululan insectos de todo tipo, y donde menos se piensa, grandes
promontorios de basura, matizados por personas y canes que añadían sobre ellos nuevos
desperdicios y detritus. Las campañas de aseo, los reclamos por limpieza, las llamadas
de atención, las quejas cotidianas, los reglamentos sanitarios, parecían naufragar frente a
esta rutina de basurales que rodeaban, crecían y continuamente avanzaban hasta el
mismo centro de la ciudad117.
Retornando a la cuestión de la calidad del agua, como ya se estableció, ésta no sólo era
escasa, sino naturalmente, muy contaminada. Un estudio efectuado por José E. Mercado
(1887) sobre la relación entre la calidad del agua y la salud pública, anotaba que de
acuerdo a su procedencia, presentaba las siguientes características:

 Con respecto a las aguas de pila, se anotaba que éstas se originaban sobre el
antiguo cauce del río Rocha, siguiendo el trayecto de la acequia de la
Carbonería. Sobre dicho trayecto se encontraban las cajas de agua que
alimentaban dichas pilas. Se indica que, por el rumbo de este antiguo cauce,

117
A manera de ejemplo, transcribimos algunas noticias, en realidad denuncias y reclamos insertos en la
sección “Crónica local” del periódico El 14 de Septiembre" de los años 1882, 1883 y 1884, para ilustrar
un panorama, que de otra forma puede parecer exagerado: Aseo, se reclama por la falta de higiene en
sitios distantes a tres o cuatro cuadras de la Plaza principal: “A tres cuadras, los alrededores de la
cochera del Sr. Soruco, se está convirtiendo en un verdadero muladar; a las mismas tres cuadras, la
calle San Francisco (hoy 25 de Mayo), al paso que vamos pronto se convertirá en una laguna de aguas
corrompidas. A otras tres cuadras (número fatal) la calle Aroma, pero, qué ‘aroma’ tan aromático, y por
último, la parte posterior de las clarisas, en su convento, es un verdadero depósito de inmundicias” (nº 2
de 29/09/1882). Calles: “Hay la intolerable costumbre de hacer de las calles de la ciudad el receptáculo
de inmundicias, siendo tan ordinario ver a las personas que habitan en tiendas, ponerse muy formales en
medio de la calle, como que miran al cielo y hacen otra cosa... que ya a nadie llama la atención ” (nº 35
de 05/l1/883). Calle Santo. Domingo (hoy Baptista): “Día a día se va haciendo detestable esta calle por
lo fétido del aire que allí se respira, debido al canal de desagüe…” (nº 42 de 29/06/1883). Plaza Colón:
“El año lluvioso ha puesto en tal estado este lugar de paseo, que es imposible transitar en él ” (nº 38 de
1º/06/1883). Calle Colombia: “Esta calle está convertida en un fango repugnante por que las acequias
que conducen agua a las pilas particulares permanecen abiertas…” (nº 54 de 7/09/1883). Camino a
Muyurina: “Se reclama que en la calle de Soliz Rancho, cerca a la puerta trasera del hospital nuevo,
existe un gran charco pútrido” (nº 62 do 9/09/1883). Acequia: “Así se puede llamar a la que cruza la
esquina de la Plaza Colón delante de la casa quinta del Dr. Rodríguez, formándose en dicho punto un
lodazal insoportable...” (nº 63 de 16/11/1883). La Acequia que atraviesa la ciudad, es decir, la de la
curtiduría, se encuentra descubierta en gran parte y sus emanaciones malsanas molestan a los vecinos
(nº.89 de 3/09/1884), etc., etc.
13
continúan las infiltraciones subterráneas del río, y a no mucha profundidad,
como lo demuestran los pozos comunes y artesianos abiertos sobre dicho
trayecto. El gran problema que se creaba con estas infiltraciones consistía en
que: el origen de los manantiales que alimentan nuestras pilas, provienen de las
infiltraciones del río Rocha por su antiguo cauce, pues que fuera de este
trayecto no encontramos otros manantiales que los que provienen del lodazal
del Hospital Viedma, que reconocen el mismo origen. Dicho nosocomio
establecido sobre este antiguo cauce, no solo se halla en la parte superior de
todas las capas de agua de las pilas, sino sobre un suelo poroso, permeable al
aire y a las aguas pluviales, y sujeto a irrigaciones continuas que disuelven
todas las inmundicias que arroja un hospital (...) entonces estas aguas están
viciadas en su origen y las que se recoge de las pitas no pueden menos que ser
nocivas a la salud.

 En cuanto a las aguas de pozo o crudas, se anotaba que éstas se encontraban a


tan poca profundidad. “que a las 2 o 3 varas brotan generalmente, dando tan
suficiente cantidad que abastece para todas 1as necesidades domésticas de una
casa y hasta de un barrio”. Sin embargo se destacaba:

Estos pozos en la estación de lluvias son el receptáculo común a donde van a


parar todas las materias orgánicas e inorgánicas que 1as aguas pluviales han
disuelto y asimilado a su paso, infiltrándose a través de 1as hendiduras
capilares del suelo en el fondo mismo del pozo, y si el local donde se halla el
pozo, no es muy aseado. -lo que era casi una costumbre-, o se encuentra a poca
distancia de tas letrinas, claro es que todas las sustancias arrojadas a1 suelo
vendrán a parar al pozo.

Se afirmaba con alarma, que:

Algunos pozos, como los de1 Camal, por el uso a que están consagrados sirven
indirectamente a toda la población. A nadie se oculta que el Matadero público
se halla ubicado en el antiguo lodazal de la propiedad de don Julián Ariscaín
del Prado, en donde no sólo se echaban las cloacas de Santa Clara y Santa
Teresa sino todas las basuras provenientes de esa vecindad. Pues bien, en este
cenizal inmundo, la Empresa del Matadero mandó a cavar los pozos que debían
destinarse al tratamiento de un artículo esencial como la carne. Como era de
esperar, muy pronto se advirtió la malignidad de estas aguas... He aquí como se
explica que la fiebre tifoidea se haya hecho endémica en Cochabamba; sí a esto
agregamos la costumbre que tienen muchas gentes del pueblo, que careciendo
de pozos, van a aprovechar para sus usos, de las aguas que corren por la
cloaca de la Carbonería que atraviesa la ciudad, particularmente en e1 estío en
que nuestras aguas de pilas son insuficientes.

 En relación a las aguas de río, se señalaba que:

Se originan en las infiltraciones del río Rocha, en cuyo caudal se hallan


cavados pequeños hoyos llamados ‘juturis’. Se observa que estas aguas son de
buena calidad para el uso doméstico en tanto sus corrientes se hallen libres y en
cantidad suficiente. Sin embargo, una vez pasada la época de lluvias, su caudal
disminuye lo que determina que los detritus y basuras de que están cargadas,
13
provenientes de peleterías, curtidurías, verdulerías, lavanderías, etc., se
precipitan y decantan formando un fango que entra en fermentación y
desmejora la calidad de estas aguas. Una consecuencia de este fenómeno: e1
descenso del nivel de aguas subterráneas por consecuencia de la sequía de los
años I877 y 78; ocasionó en Cochabamba por primera vez, el desarrollo de la
fiebre intermitente.

 Finalmente las aguas de estanque, provenientes de las corrientes meteóricas del


río Rocha y las llamadas “aguas de la Villa”, de origen pluvial, que eran
recibidas y depositadas en unos hoyos o estanques, eran muy apreciadas y
utilizadas. Al respecto, se precisaba: “la vecindad que se sirve de estas aguas es
numerosa y habita las zonas del Este, Sudeste y Sur, comprendiendo Las
Cuadras. Caracota. San Antonio y Jaihuayco”. Sin embargo, se observaba que
tales estanques, estaban generalmente situados en los corrales o próximos a
ellos, al aire libre y sin protección alguna, y por tanto, sujetos a todo tipo de
contaminación. Su uso era frecuentemente compartido entre personas y
animales, el estanque era además criadero de patos, lavandería y lugar de baño
de niños y aún de cerdos. “La simple vista -de estas aguas-, manifiesta
producciones verdes y rojizas que cubren su superficie, llenas de animalucos, su
masa contiene materias vegetales y animales microscópicos que pululan, los
que a1 morir se depositan en el fondo de! líquido en que se putrefacen” (El 14
de Septiembre nº 193, 06/04/1887)
.
Un análisis del agua potable que se bebía en Cochabamba en 1890, realizado por el Dr.
Serapio Quiroga, presentaba este alarmante y peligroso resultado:

En las muestras de agua tomadas existen materias fecales bajo la forma de


pequeños cuerpos globulosos (...) La presencia de bacterias la hemos
comprobado bajo la forma de animalucos que tornan el azul de contraste, en
impuro por su mucha aglomeración, existen infusorios de toda clase, hay
huevos de enterozoarios, botriocéfalos, lombrices, filarias, etc. Hay algas y
otros vegetales inferiores que siempre existen en cualquier agua de esta
población. Hay en disolución algunas materias animales como, fragmentos de
lana, pelos, patas y alas de insectos, células epidérmicas. Además fragmentos
vegetales, fibras de madera, productos textiles, algodón, lino, arena, arcilla,
fosfatos y carbonatos disueltos, partículas de yodo, magnesia y sodio hacen
igualmente parte de su constitución. Su color mismo está lejos de tener la
transparencia de un agua pura (El Heraldo nº 1732, 29/01/1891).

Con relación a las condiciones de calidad del aire que se respiraba en la ciudad, el
mismo Dr. Quiroga, en base a un estudio sobre este particular desarrollado en 1890,
establecía lo siguiente:

El aire atmosférico que circula en el Valle de Cochabamba es por demás


impuro; debe entenderse que este elemento es el necesario e indispensable para
1a vida y sin el cual no podríamos existir. Sin embargo en é1 hay organismos
vivos y materias orgánicas. Es casi uniforme el aire tomado en las casas de 1a
ciudad, excepción hecha del aire que circula en !os cenizales, que por desgracia
abundan en la ciudad.
13

Destacaba la impureza del aire que circula en las casas, sobre todo, y lo que era muy
frecuente, en habitaciones húmedas, carentes de luz natural y ventilación. Señalaba este
distinguido galeno, que: “En el aire exterior hay partículas inorgánicas, sales
calcáreas, partículas de arena, polvos de carbón, fragmentos de insectos, partículas de
plantas, un gran número de infusorios, fibras vegetales, polen, semillas diversas fibras
textiles, gránulos de almidón, y en tiempos de sequedad, un polvo orgánico muy
abundante fluctúa en las capas atmosféricas”. Precisaba además: “hemos encontrado
fragmentos disecados de películas de la viruela qué hemos cultivado positivamente en
medios nutritivos y esterilizados, igual cosa hemos hecho con la escarlatina, 1a
alfombrilla y otras afecciones contagiosas”. Por otro lado establecía que “en el
vecindario de ciertos estanques, en !as inmediaciones de los pozos, en 1as acequias de
algunas calles, e! aire contiene un exceso de ácido carbónico, hidrógeno sulfurado,
carbonatado y fosforado y también amoniaco; existen materias orgánicas esparcidas
en é1; así se comprende cómo y en qué condiciones estallan 1as fiebres intermitentes y
muchas veces 1as tifoideas”. Resaltaba que dichas “fiebres tifoideas, las disenterías,
1as afecciones diarreicas reconocen por causa las emanaciones pútridas de depósitos
de materias estercoráceas que yacen sea en los interiores, sea en los cenizales, sea en
fin, en otros lugares que constituyen los depósitos de infección”.

Este estudio que acusaba la gravedad de unas condiciones ambientales, que en lo


esencial no se han modificado hasta nuestros días, al que se sumaba, la alarmante
situación de contaminación generalizada del agua que consumía la población,
determinaron que el citado galeno expresase a manera de conclusión: “Sin duda no hay
país más desdichado que Cochabamba; las provincias mismas nos superan en medios
salubres; pero en nuestra capital ni agua hay para beber ni buen aire para respirar;
estamos condenados a una pronta decadencia y Cochabamba no existirá, si en
condiciones análogas a las de hoy viniese a estallar el cólera u otra enfermedad
infecciosa”. (El Heraldo, número citado).

Un otro cronista consciente de esta crítica situación y angustiado por sus consecuencias
se interrogaba:

¿Qué remedio pondremos a estas causas de destrucción?” El antídoto es


sin duda el de propagar las plantas, airear la población, segar los focos de
infección y desecar los pantanos. Rodeemos la ciudad especialmente por el
Oriente y el Sur, de una ancha franja de vegetación que se hará frondosa con el
tiempo; multipliquemos las plazoletas para la circulación del aire, llenándolas
de árboles, a fin de que los vientos que nos soplan con frecuencia del Sur y el
Sudeste, nos traigan un aire rico en oxigeno. Dentro de cien años cuando
cuadruplique la población y llegue a más de 100.000 ¿cuál será la triste suerte
de esta ciudad, si es que arriba a esa época sin tomar medidas higiénicas
preventivas? (Suerte higiénica de Cochabamba, El 14 de Septiembre nº 14,
08/12/1882)

Estas y otras numerosas reflexiones similares, eran portadoras de verdaderos programas


visionarios de transformación de la ciudad, conteniendo sin duda, las semillas de las
13
ideas básicas, sobre las que germinará el urbanismo del siglo XX y su pretendida
respuesta a todos estos males: la futura ciudad jardín118.

Los efectos de esta situación eran previsibles: las epidemias, las pestes y las altas tasas
de mortalidad fueron una constantes en la ciudad. Muchas de ellas, son apenas
identificables en los libros de defunciones que llevaban las parroquias desde tiempos de
la colonia, otras ganaron mayor espacio en la opinión pública. A manera de ilustración,
observemos dos situaciones:

En 1857 se declaró una epidemia de fiebre tifoidea en la ciudad y el Cercado, que luego
se extendió a Quillacollo, Tapacarí y Ayopaya 119. Esta epidemia que causó varios
centenares de muertes en la ciudad y muchas más en las provincias, obligará a las
autoridades prefecturales a tomar cartas en el asunto. Al respecto se daba cuenta de las
siguientes medidas: “Se ha cuidado lo bastantes en extinguir las causas de infección, se
han limpiado sucios muladares, se han limpiado y se han secado los charcos más
inmediatos, o mas bien, los que se encuentran dentro de la población”(Transmisión
Legal, 04/08/1857). No obstante, estas medidas profilácticas fueron circunstanciales, en
vez de permanentes, y ello conducirá a la gran epidemia de 1878, agravada por la sequía
y la consiguiente hambruna del fatídico año de 1879.

Las condiciones climáticas imperantes en la década de 1870 configuraron un cuadro de


crecientes sequías entre 1877 y 1879, con una extrema agudización de este fenómeno en
1878. Esta situación precipitó la eclosión de un conjunto de factores latentes, en
términos de una violenta epidemia de “fiebre intermitente”120. Los primeros síntomas de
la sequía comienzan a dejarse sentir a fines de 1877; cundiendo la alarma a partir de
febrero de 1878. A este respecto El Heraldo, expresaba en un editorial, el sentir de la
población, en los términos siguientes:

Es muy aflictiva la situación del Departamento con motivo de la prolongadísima


sequía que casi ha agotado las sementeras del año actual (...) quizá desde e1 año
1804, en que el hambre azotó de una manera cruel a este país, produciendo una
impresión tan profunda que se ha transmitido de padres a hijos, con los detalles
de su horrorosa devastación, quizá desde esa época decimos, Cochabamba no ha
presenciado un año más ingrato ni más severo con los dones de la naturaleza. (El
Heraldo nº 20, 8/02./1878).

El Ayuntamiento presidido por Lucas Vergara, tomó medidas tendentes a aminorar los
efectos de esta situación y precautelar la salud de la población. Se instruyó el riego de
las calles, la limpieza de los inmuebles, la desecación de aguas estancadas, el arreglo y
cubrimiento de acequias, así como la movilización del cuerpo médico; sin embargo,
estas precauciones, de última hora, no fueron suficientes y no lograron evitar el
desencadenamiento del proceso epidémico anotado.

118
Se puede afirmar, que las visiones modernizantes en relación a las áreas verdes y espacios públicos, las
amplias avenidas, los grandes parques, relacionados todos, a la idea de consolidar “los pulmones de la
ciudad”, se vinculan con estos antecedentes.
119
Se denunciaba, en esta coyuntura grave, que el propio Hospital San Juan de Dios era un foco de
infección. La Transmisión Legal, 17/04/1857
120
No se ha encontrado, en toda la documentación revisada, una definición médica exacta en relación a la
naturaleza de esta epidemia. Por los síntomas que manifestaba: fiebres altas intermitentes, dolores
estomacales y decaimiento rápido de los enfermos, se infiere que pudo tratarse de alguna forma de tifus o
fiebre tifoidea.
14

Desde febrero de 1878 la peste se hizo presente, simultáneamente, en varios puntos de


la ciudad, y en varias provincias y sitios de la campiña 121. Desde un primer momento el
cuadro epidémico presentó características extremadamente graves:

La afluencia de enfermos es extraordinaria, la mayor parte procedentes de la


campiña. El sábado último, ingresaron 30, ayer 19, y esto en circunstancias en
que todas las covachas están llenas, así como el suelo de los salones y cuartos,
donde hay esparcidas camas en todas direcciones. Los colchones, sábanas y
cobertores del establecimiento están todos ocupados y faltan más todavía (...)
Los médicos, practicantes y sirvientes, no se bastan ante tal cúmulo de enfermos
que va siempre en aumento (El Heraldo nº 26, 11 /03/ 1878).

A mediados del fatídico año de 1878, los cuadros de dolor se multiplicaban, la epidemia
se; expandía y hacía presa de miles de personas en muchas provincias, en el Cercado y
la propia ciudad. Un periodista de El Heraldo nos proporciona una imagen de esta
tragedia:

Estamos viendo a todos esos desventurados trasladándose moribundos y de


grandes distancias a buscar su salvación en los insuficientes hospitales de la
ciudad; pero aún más lastimoso es todavía ver el aspecto cadavérico dé tantos
convalecientes, que de puerta en puerta recorren mendigando un poco de
alimento, un pedazo de pan (...) La muerte con todos sus horrores y la lúgubre
perspectiva de una espantosa hambruna forman el lamentable cuadro de
nuestra realidad. En el curato más pequeño de nuestras provincias vecinas, no
baja de 600 el número de sepultados hasta la fecha, pero hay curatos como el
de Sipe Sipe, donde pasan ya de 4.000. Los campos se hallan desiertos, las
sementeras abandonadas en estado de cosecha, e1 ganado sin dirección ni
dueño recorre los campos, las cabañas sin habitantes o convertidos en otros
tantos lechos de dolor y desolación; pero lo más cruel todavía, y lo que acaba
de destrozar e1 corazón, es ver a tantas criaturas huérfanas de un momento a
otro, a esos seres inocentes buscando en medio de los sembrados grillos para
alimentarse. (El Heraldo nº 47, 21/05/1878).

Una fuente más precisa, constituye el informe evacuado por el Cuerpo Médico de
Cochabamba a fines de mayo de 1878. El mismo anotaba que la epidemia se inició en el
ámbito departamental a partir de octubre de 1877, expandiéndose en forma lenta por las
comarcas de Tapacarí y Arque, los Valles de Sipe Sipe, Quillacollo, Asirumarca, Itocta,
La Maica. El Paso, todo el Cercado de la ciudad de Cochabamba, penetrando al Valle de
Sacaba por la zona de Muyurina y Puntiti. En cuanto a la naturaleza de la enfermedad
dicho informe sostiene: “Pasando por alto multitud de denominaciones, nosotros de
una manera general la llamaremos fiebre intermitente epidémica”. Se anotaba que su
mayor impacto afectaba a la raza indígena y en general a la clase trabajadora,
121
En marzo y abril de 1878 la epidemia campeaba en gran parte del departamento: diezmó las
provincias de Tapacarí y Arque; también causa estragos en Sipe Sipe y Colcha y dada su magnitud, se
organizaron lazaretos en Quillacollo, Caraza, Arque, Parotani, entre otros. Una información sobre la
situación de las provincias afirmaba que la epidemia: “sigue con fuerza y avanzando por determinadas
comarcas, haciendo sus visitas domiciliarias en cada choza o casa. Las zonas comprendidas desde
Quillacollo, Sipe Sipe, Cala Cala, hasta Sacaba, están convertidas en un hospital inmenso. (El Heraldo
nº 43, 07/05/1878).
14
“notándose que mujeres, niños y ancianos han sido atacados en mayor número que los
jóvenes robustos, pero también han sido víctimas otros grupos raciales”. Se precisaba
por otro lado, que sumándose a la virulencia de la enfermedad, se presentó una situación
de escasez de alimentos. al respecto se afirmaba: “Los indígenas que por lo general
viven mal alimentados, sin abrigo y las más de las veces sin techo y sin las condiciones
higiénicas necesarias, se han visto hoy en peor situación que antes por las condiciones
del año agrícola”, de donde se concluía que "la epidemia ha sido aumentada por la
escasez sostenida de alimentos”.

En cuanto a las características más específicas de dicha epidemia se precisaba:

La fiebre se presente bajo formas muy variadas, siendo las más evidentes: 1. la
fiebre intermitente simple; 2. la fiebre remitente, 3. la fiebre perniciosa (álgida,
comatosa, apoplética, delirante); 4. la fiebre larvada (oculta por multitud de
síntomas de otras enfermedades) y 5. 1a caquexia palúdica, siendo su
característica más general, su efecto debilitante.

Sobre la mortalidad no se ofrecen datos concretos, pero se señala: “La mortalidad es


tanto mayor en los niños, cuanto más se aproximan a1 nacimiento y en los viejos,
cuanto más avanzados son en edad”. Sobre la acción epidémica en la ciudad sé hacían
las siguientes consideraciones: “Habiéndose notado que la epidemia ha circunvalado la
ciudad y que el centro de ella ha estado casi excento de su influencia, se ha creído que
el empedrado de las calles ha servido tal vez de obstáculo al desarrollo de 1a
enfermedad”. No obstante una causa de esta situación epidémica es:

la construcción viciosa, la humedad, la falta de luz, de aire y de aseo en las


habitaciones y el agrupamiento en que viven las familias de los colonos,
reducidas a ocupar un pequeñísimo espacio de terreno, en comunidad con los
animales domésticos, llegando hasta el extremo de que una familia compuesta
de 6 u 8 individuos, no cuenta sino con una sola cama reducida a unos pocos
cueros y harapos (...) Nuestros indios mal alimentados de ordinario, y
obligados a trabajos rudos y penosos, se han visto de poco tiempo a esta parte,
privados de los artículos más necesarios para su alimentación, reduciéndose
éste a unas pocas legumbres y raíces. Esta circunstancia debe ser considerada
en primera línea para explicar la espantosa mortalidad que ha dejado
despoblada nuestra antes hermosa y fértil campiña de Cochabamba (…) A
pesar de que 1a epidemia no se ha presentado sino de una manera aislada en el
centro de la ciudad, se recomienda tomar precauciones como la
descentralización de lazaretos y hospital, pues este último además de producir
los inconvenientes de las grandes acumulaciones, no presenta ya las
condiciones higiénicas necesarias para recibir un tan crecido número de
enfermos. ("Informe Médico suscrito por el Dr. Manuel Fernández a nombre del
Cuerpo Médico de Cochabamba, El Heraldo nº 53 y 54, junio de 1878).

Las consideraciones contenidas en este informe revelan aspectos muy significativos que
ocasionaban el fenómeno epidémico: por una parte que el centro urbano (unas 35 a 40
manzanas) dotadas de una modesta infraestructura: calles empedradas, pilas que
proporcionan el líquido elemento más permanentemente, casas mejor edificadas, áreas
arborizadas mejor conservadas, etc., parecían significar la diferencia entre la vida y el
riesgo de perecer. Por otro lado, la aparente discriminación racial en la incidencia de la
14
epidemia, que en realidad, no era tal, pues su virulencia se concentraba en organismos
mal nutridos y mal tratados por la explotación a que estaban sometidos. Ambos aspectos
muestran con nitidez la naturaleza social del drama: la enfermedad afectó con mayor
intensidad, a quienes vivían en condiciones higiénicas degradantes, a quienes carecían
de los servicios más esenciales, a quienes se subalimentaba, y eran sometidos en estas
condiciones a penosos trabajos físicos, tal como enfatizaba con objetividad el citado
informe. En resumen, la epidemia puso en descubierto un tenebroso sistema de
desigualdades sociales y de explotación de la fuerza de trabajo indígena.

En julio de 1878 la epidemia comenzó a perder virulencia; sin embargo la situación no


mejoró. Otra amenaza, si se puede concebir, aún más temible, se cernía sobre la ciudad.
Ocurría que la sequía no había cejado y que las cosechas de 1878 se habían perdido
completamente, al igual que parte de las de 1877. El hambre se asomó como la secuela
más grave que dejó la epidemia. En realidad esta sequía, cuyos primeros indicios se
manifestaron en 1877 afectó a gran parte del país, en especial los valles andinos y
muchas zonas del altiplano, involucrando a los departamentos de Cochabamba, Oruro,
Chuquisaca, Potosí y parte de La Paz.

En el caso de Cochabamba, ya a inicios de 1878 los munícipes Francisco Velarde y


Enrique Borda, previendo el desenlace de la epidemia y la persistente falta de lluvias,
propusieron un “plan de subsistencias” que tendía a conjurar la excesiva especulación
de artículos de primera necesidad, así como a neutralizar la severa escasez de alimentos
que se podía prever. Dicho plan proponía: 1º “Comprar la mayor cantidad posible de
granos al precio corriente”, para este efecto, se autorizaba al Concejo Departamental a
negociar un empréstito de Bs. 50.000 a Bs. 100.000 en el Banco Nacional “bajo la
garantía de todas las rentas municipales y de1 producto de1 mismo negocio de
granos”. Se sugería que dichos granos se reservarían para ser vendidos más tarde al
precio de compra, con sólo el recargo del interés del capital invertido. 2º “Prohibir la
extracción de las harinas de trigo o siquiera imponer un derecho sobre la exportación,
por e1 tiempo que dure el conflicto”, prohibiendo además la exportación de trigo maíz,
cebada, hortalizas, tubérculos y huevos; además de gravar el muko con 80 centavos por
arroba expedida. 3º “Adoptar medidas restrictivas para disminuir el consumo de la
chicha” (El Heraldo nº 30, 21/04/1878).

El cronista que comentaba esta iniciativa señalaba que el plan fracasó por que el banco
se negó a negociar con el Municipio y la “Junta de Notables” opinó por su
inconveniencia y falta de oportunidad “limitándose a hacer indicaciones generales para
cuando arrecie el peligro”. Es evidente que tales medidas debieron provocar temores
entre comerciantes y latifundistas que, tomando la sequía y epidemia como una de
tantas, pensaron, como en otras oportunidades, sacar buen partido de la crisis, sin
imaginar que así condenaban a muerte a centenares de habitantes de la ciudad y la
campiña. Obviamente los precios del trigo y la harina de trigo se elevaron
especulativamente. Con curiosa ingenuidad, dadas las difíciles condiciones de
transporte en la época, se sugería que la solución más conveniente sería la introducción
de harinas de Chile y California122.
122
José María Santivañez propuso organizar una sociedad anónima con un capital de 50.000 Bs., con
objeto de importar cereales y otros artículos de primera necesidad, para lo que inició una colecta entra los
“principales caballeros de la ciudad” que tampoco arrojó los resultados apetecidos. Con este mismo
objeto se organizó una Sociedad Anónima de Socorro, que se propuso traer cereales de Chile, pero el
conflicto bélico y la insuficiencia de recursos no hicieron posible tales iniciativas, en términos
significativos
14

La ausencia de soluciones reales para el creciente desabastecimiento, produjo un


arrollador proceso especulativo y de encarecimiento de los escasos productos de
primera necesidad. La explosiva combinación de peste, sequía, desabastecimiento y
especulación que, azotó sin piedad a los sectores desposeídos y más vulnerables a esta
crisis, también abrió cauce al cuestionamiento del orden social vigente y a la
proliferación de asaltos a la propiedad privada.

El Valle Alto, que había salido mejor librado de la epidemia, padecía, sin embargo, con
extremo rigor, los embates de la sequía y el hambre. Proliferaron los asaltos a las
haciendas en el Valle de Cliza, hechos que se extendieron al castigado Valle Bajo, en
especial en las zonas de Quillacollo y Sipe Sipe. En Arani se produjeron los desórdenes
más graves y las palabras “comuna” y “comunismo” resonaron por primera vez en los
valles de Cochabamba:

El año es malo, la seca nos amenaza con el hambre y por tanto, debemos apelar
a los trojes de los ricos para tener qué comer (…) al grito de ‘abajo los levitas,
abajo los ricos’, se produjeron desbordes y saqueos. En la feria de Cliza los
excesos especulativos amenazaron con hechos imprevisibles (…) No fue extraño
oír hablar a 1a clase obrera de la comuna, que dicen pronto ha de llegar. (El
Heraldo nº 37 15/04/ I878 y nº 90, 23/ 10/ 1878).

En la propia Cochabamba se producen desórdenes: “la clase obrera dio lugar a escenas
turbulentas... pues acudieron en tropel clamando ante la Municipalidad por la fijación
de 1os precios y la rebaja de los actuales”, expresaba El Heraldo (nº 88, 16/10/1878) y
resumía con tono severo el sentir de las clases dominantes: “Agravase la agitación
natural de los espíritus, por consecuencia de los hechos que se palpan, 1a. zapa sorda y
funesta de ciertos espíritus turbulentos encargados hace ya algún tiempo de sembrar la
cizaña y de derribar la armonía que debe reinar entre el propietario y el artesano,
entre el rico y el pobre, para sacar provecho de conflictos sociales”. En un editorial de
este organismo de prensa del 23 de octubre de I878, se prevenía que: “Rumores
siniestros se dejan oír por todas partes, voces alarmantes se esparcen de la campiña a
la ciudad y de la ciudad a la campiña, atribuyendo ideas disolventes y poco honorables
al pueblo proletario, suponiéndolo capaz de atropellar la propiedad ajena”.

Paralelamente, la cuestión de la seguridad pública se puso a la orden del día y se planteó


la urgente necesidad de organizar un plan de vigilancia pública “para resguardar los
derechos de los ciudadanos y reprimir severamente a los infractores”; a este efecto, se
sugería que la “Sociedad Patriótica” y el “Círculo Comercial” tomaran cartas en el
asunto, por que “se debe reprimir con mano severa todo ataque contra la propiedad y
se debe fomentar la emigración hacia la parte exuberante y cultivable de nuestro
territorio”, es decir, transferir a los menesterosos peligrosos al Chapare. (El Heraldo nº
80 de 18/09/1878)123.

Esta alarmante tensión social obligó al Concejo Municipal, a convocar a un Cabildo


abierto a mediados de octubre de 1878, donde los propietarios (hacendados) se
comprometieron “espontánea y generosamente a vender sus granos y artículos de
123
En noviembre de 1878 se formó en Punata un Comité de Seguridad y Vigilancia “a causa de los
frecuentes amagos de comunismo hecho por algunos perturbadores del orden”. (El Heraldo nº 94 de
9/11/1878).
14
primera necesidad a precios módicos para aliviar las exigencias del pueblo”. En
consecuencia se dictó una Ordenanza que fijó los precios al consumidor de los
productos alimenticios de primera necesidad más escasos (maíz, trigo, habas, quinua,
papa, pan de trigo y maíz, etc.); prohibiéndose las ventas al por mayor de estos
artículos. La venta de los productos se realizaría en el mercado de abasto y, para este
efecto, se nombró un agente de control por manzana de la ciudad, para vigilar el
cumplimiento de los precios fijados124

Pese a estas medidas calificadas “de sacrificio” para las clases propietarias, la situación,
particularmente en el Valle Alto, no mejoró: en Punata, se crea un Comité de Salvación
Pública para asegurar el orden público y la seguridad de los hacendados, temerosos de
las crecientes masas de hambrientos y desamparados. En Cliza “en el gran emporio de
las riquezas, se ha vendido hoy pan de cebada y el pueblo lo ha consumido como último
recurso de su miseria (...) donde antes casi no era conocida la necesidad, hoy se la
palpa grado por grado. Sus mercados se hallan aislados y desiertos, apenas se deja
notar una que otra transacción. Sus hijos poco previsores lloran tarde su descuido”,
lamentaba un corresponsal de El Heraldo (nº 96, 16/11 /1878). En la propia ciudad de
Cochabamba, el hambre y la especulación no pudieron ser controladas. Un editorial a
principios de diciembre describía esta situación en los términos siguientes:

La miseria de las clases menesterosas se agrava. La ciudad está repleta de


mendigos y de gente desvalida. Es una procesión interminable la que cruza por
1as calles con semblante demacrado y macilento (...) gran número de estos
infelices no teniendo donde cobijarse por las noches, duermen al desabrigo,
sobre 1as frías baldosas de las galerías de 1a plaza, de donde se han recogido
dos cadáveres en la mañana de ayer, víctimas sin duda del hambre y de las
grandes miserias (...) tales hechos han despertado el sentimiento de caridad y se
han organizado colectas públicas en favor de los damnificados habiendo sido
encabezada la iniciativa por la colonia extranjera y secundada por el pueblo
acomodado de Cochabamba.(El Heraldo nº 102, 8/12/ 1878).

Rápidamente se organizó la Sociedad Extranjera de Socorros: “La Colonia extranjera


encabezada por el Sr. Jerman Von Holten y su digna esposa e hija, reparte raciones de
comida para 200 personas”, afirmaba una noticia a este respecto. Por otra parte, 1a
Sociedad de Beneficencia promovida por los señores Zacarías Arze, Guillermo Ugarte y
la Sra. Benedicta de Santos, proporcionaban alimentos para 500 a 700 personas en el
Convento de San Francisco. En la misma forma las monjas de Santa Clara, Santa Teresa
y los padres del Hospicio, auxiliaban con alimentos a unas 200 personas; con lo que se
alentaba la esperanza de que “no se repetirían las tristes escenas de los pasados días ni
se morirá persona alguna por falta de alimentación en nuestras calles” (El Heraldo nº
103, 12/12/1878)125.
124
El convenio de bajar los precios de los productos agrícolas, fue suscrito, entre otros, por los siguientes
hacendados: Antonio Cámara, Nataniel Aguirre. José Pol, Pablo Vergara, Enrique Borda, Nemesio
Pereira, Mariano Ayala, Lucas Vergara, Simón López, Fidel Aranibar, José Maria Santibáñez, Enrique
Soruco, Samuel de Ugarte Wálter Montenegro, Benjamín Blanco, Celestino y Facundo Quiroga, etc. Esta
disposición se impuso en todo el departamento, aunque en algunos casos, fue impuesta tumultuosamente
como en Quillacollo.

125
Un informe suscrito por Zacarías Arze destacaba el éxito de una colecta pública para “la manutención
de los pobres y desvalidos que sufren las angustias del hambre y que en número sorprendente han
invadido esta población, presentándonos el triste espectáculo de victimas, que en calles y plazas perecen
14

Pronto el éxodo de campesinos y artesanos hambrientos y desamparados a la ciudad,


provenientes del Valle Alto y Bajo y de otras comarcas, comenzó a causar alarma, un
editorialista planteaba este nuevo problema en los siguientes términos: “Alejar a los
pobres de la ciudad no es posible. No basta decir (aunque es la verdad) que el
vecindario de tal o cual punto, tiene la obligación de socorrer a sus indigentes, como lo
hace el vecindario de Cochabamba y otros pueblos. El hecho, de que si un vecindario
no cumple... por tal falta no se puede condenar a aquellos a la muerte y negarle un
plato de alimentos equivaldría a matarlos”. Se consideraba, que la alternativa debía
dirigirse a “dar trabajo al mayor número de brazos posibles”. El planteo concreto
consistía en realizar una clasificación de la población emigrante y seleccionar al sector
de trabajadores para proporcionarles trabajo en obras públicas, como el empedrado de
las calles de ingreso a la ciudad (calles Santo Domingo, la Compañía. la Alameda y el
camino a la Muyurina).

Esta política de mitigación del hambre que se extiende por doquier, apoyada en unos
escasos recursos de abastecimiento y financieros, y acompañada por el combate al agio,
a la especulación y, particularmente, al uso de materias primas alimenticias en fines
diferentes, comienza a ser severamente aplicado. La cuestión del maíz, alimento básico
de las clases populares, ocupa el primer lugar de estas atenciones y, el consumo de
grandes partidas del grano para la elaboración de chicha, es uno de los aspectos más
polémicos y debatidos. Sin embargo la gravedad de la situación es más fuerte que los
intereses en juego. Un proyecto de Ley Municipal de corte radical sugería que como las
nueve décimas partes del producto anual de maíz se derrochaban en chicha y que la
décima parte restante es insuficiente para la alimentación, en consecuencia se disponía
la ejecución de dos medidas:

1. Que nadie podrá fabricar chicha sin la patente que deberá sacar de la
Municipalidad, bajo multa de Bs. 50 o el remate de las especies y aún de los
muebles del contraventor.
2. Habrá cuatro clasificaciones de patentes para los que quieran hacer chicha:
1a primera clase pagará 200 Bs. anuales, la segunda 100 Bs. la tercera 50 Bs. y
la cuarta 25 Bs.

Se sugería que estas medidas fueran extensivas a todo el Departamento y que además
cada quintal de trigo, maíz o mukho que se exporte, pagaría 2.50 Bs. de derecho
municipal. Para este efecto, se establecen aduanillas en las quebradas de Arque,
Tapacarí, la Llave y Arani126.
Las resoluciones municipales de 22 de enero de 1879 se hacían parcialmente eco del
clamor público para organizar la economía, y las actividades urbanas en función a la
situación crítica que vivía la región: tales disposiciones determinaban suspender las

por falta de sustento”. Se añadía que en San Francisco, la Sra. Josefa vda. de Soria, con colaboración de
los ya nombrados Arze, Ugarte y Sra. de Santos, y el concurso de Enrique Soruco, Luís Felipe Guzmán,
José B., Guzmán y otros, se daba sustento a 700 menesterosos, en tanto continuaba la misma labor en el
domicilio de Von Holten. Se destacaba que “el número de socorridos en ambas casas excede de 1.200”.
(El Heraldo nº 105, 19/12/1878 y nº 106, 23/12/1878). A principios de enero de 1879, los menesterosos
atendidos sólo en San Francisco, llegaban a 1.400.
126
Estas medidas si bien no llegaron a aplicarse de acuerdo al proyecto, dieron lugar a la aplicación de
patentes municipales a chicherías desde 1880 y su clasificación por categorías según su ubicación con
respecto a la Plaza 14 de Septiembre.
14
actividades escolares por el término de un año, para destinar los fondos de las escuelas
municipales al Tesoro Municipal; la creación de dos asilos: uno en Santo Domingo y
otro en la Escuela Central Sucre. Además, se disponía la expropiación de la quinta parte
de la cosecha de maíz y la décima de trigo por recolectarse, previa indemnización. Por
último, se fijaba la imposición de un empréstito de 50.000 Bs. entre “los propietarios
acomodados del Departamento” garantizado con todos los bienes municipales y
aplicable al pago del valor de los cereales expropiados. (El Heraldo No. 114,
22/01/1879).

Estas disposiciones se juzgaron insuficientes y hasta tímidas, pues no tocaban la


cuestión de la chicha y el muko, sobre todo por la gran demanda de este producto en La
Paz y Tacna, lo que iría a determinar la ocultación del cereal y la elevación del precio
del maíz, que en su mayor parte sería destinado, no a la alimentación, sino a la
elaboración de chicha, reiterándose que la política de gravar fuertemente la exportación
del muko y de poner obstáculos a la fabricación de chicha en el Departamento, era una
necesidad impostergable, para disminuir la demanda del maíz y obligar a la baja del
precio comercial de este cereal127. Todas las medidas anotadas no impidieron que la
crisis del abastecimiento y el hambre que afectaba a los sectores desposeídos continuara
con todo rigor. Un análisis de la situación imperante en enero de 1879 destacaba:

Cochabamba el granero de la República, el país productor por excelencia,


donde faltaban brazos para sus faenas agrícolas, hoy ve morir a un crecido
número de sus hijos, bajo el fantasma abrumador del hambre. El señor
Mercado del Hospital San Juan de Dios nos ha suministrado los siguientes
datos: Del 1º al 20 de enero, han sido recogidos en las calles y conducidos al
hospital, 81 cadáveres a causa del hambre. Del 1º a1 20 del mismo mes han
muerto en el hospital de miseria y hambre 125 personas. Total, en 20 días 206
víctimas de la penuria, es decir 10 por día! (El Heraldo nº 114, 22/01/1879).
Por otra parte la emigración departamental también se incrementó: Un despacho
proveniente de Tacna destacaba que:

Con motivo del hambre que acosa al Departamento de Cochabamba multitud de


gente menesterosa está emigrando al Perú y principalmente a esta localidad
(...) De pocos días a esta parte habrá notado el lector, una variedad
extraordinaria de caras nuevas lánguidas, demacradas, que van de puerta en
puerta demandando una limosna... Es verdaderamente asombroso cómo estos
infelices debilitados por el hambre pueden venir a pie desde Cochabamba hasta
Tacna, cuyo trayecto mide por lo menos 140 leguas. (Trascripción de la
“Revista del Sur” de Tacna, publicado en El Heraldo nº 115, 23/01/1879).

La situación en el Valle Alto llegó a su extrema gravedad en este fatídico mes de enero
de I879. Los partes de los subprefectos y otras autoridades provinciales tenían tonos
dramáticos en extremo, y describían escenas verdaderamente dantescas 128. Un despacho
127
El cronista de El Heraldo que observaba las disposiciones municipales mencionadas anotaba que: “sin
la chicha se vive, pero sin comida no (...) la chicha es necesaria al trabajador como estimulante, pero
bien se puede, cuando el alimento falta, pasarse sin ella, o servirse de otros tónicos como la coca. Lo que
en realidad es más difícil. de combatir es la costumbre arraigada de siglos de beberla y fabricarla”.
128
En base a un breve repaso a esta situación, a partir de una voluminosa correspondencia dirigida al
Prefecto del Departamento, y publicada en la prensa de la época, extractamos a continuación, para dar al
lector una idea de la dimensión de la enorme tragedia que se abatió sobre Cochabamba, lo siguiente: Una
nota del Subprefecto de Cliza desde Punata destacaba: “Bástame decir que en esta capital de provincia,
14
de "El Tiempo" de Iquique nos permite una idea de la amplitud que cobra esta
prolongada sequía en el territorio nacional: “La carestía y la escasez de víveres se
hacen sentir de una manera desesperante en Oruro, Sucre y Cochabamba (...) Las
obligaciones de la caridad, la olla de 1os pobres que se ha establecido en varios
conventos de Sucre y Cochabamba no son suficientes para atender a las necesidades de
millares de seres de todas las edades” El Heraldo nº 125 de 5/03/ 1879).

No existen datos exactos sobre los volúmenes de desamparados en Cochabamba y sobre


la estadística de mortalidad en el departamento y la ciudad, debido a que un gran
porcentaje de defunciones no fueron registradas y muchos entierros fueron en fosa
común y sin mayor control. Sobre el primer aspecto se registraron cifras escuetas sobre
el número de raciones que se dieron a los menesterosos, que fluctuaban entre 1.500 a
2.000 personas atendidas por la Casa de Socorros de San Francisco, y otras 500 por la
sociedad Extranjera de Socorros:

CUADRO Nº 35: Ciudad de Cochabamba: Raciones distribuidas por las sociedades


de beneficencia durante la sequía de 1879
Instituciones Periodos y personas atendidas Nº de
raciones
Casa de Socorros de San Del 10 al 13 de enero de 1879, se atiende
Francisco a 1.950 personas 7.800
Del 14 de enero al 10 de febrero de 1879,
se atiende a 2.000 personas. 46.000
Del 7 al 9 de febrero de 1879 se atiende a
500 personas 4.500
Total de Raciones 58.300

todas las noches mueren algunos individuos de hambre y se encuentran cadáveres hasta en los caminos,
la situación no puede ser más aflictiva”... se anotaba que era imposible recaudar impuestos porque “los
más de los contribuyentes han emigrado al Perú, a otras regiones del interior y, los pocos que han
quedado están pordioseando para prolongar su miserable existencia” (El Heraldo nº 113, 18/01/1879).
El párroco de Vacas, por su parte, informaba: “Las pérdidas suben de punto y cada día aumenta la
emigración (...) las comarcas del cantón están silenciosas y es de temer que el curato se vacíe si sigue el
tiempo calamitoso” (El Heraldo nº citado). Otra nota del corregidor de Punata, fechada en 06/01/1879,
anotaba que “desde hace 3 meses se han visto invadidos todos los centros de población por multitud de
mendigos demandando caridad pública: los colonos de todas las fincas han abandonado sus hogares,
después de consumir hasta su ganado de labranza, en busca de un mendrugo de pan y. un puñado de
salvado que llevar a la boca. Con la escasa y mala alimentación se ha desarrollado en ellos una
hidropesía que en poco tiempo los conduce al sepulcro” (El Heraldo nº 114, 22/01/1879). A su vez el
corregidor de Muela expresaba “la mortandad ha sido considerable en la comprensión de la parroquia y
ni el cura de la parroquia sabrá circunstanciadamente cuántos, por que sin darle conocimiento
introducen al enterratorio y a causa de no estar bien sepultados los cadáveres, los perros se han cebado
con ellos” (El Heraldo, nº citado). El corregidor da Arani informaba que en Tarata, Punata y Arani, “ se
hacen esfuerzos y sacrificios para alimentar nubes de gentes escuálidas y macilentas; que cual espectros
sustraídos de los hospitales y los sepulcros inundan y recorren las calles de las poblaciones, los campos
y los caminos demandando piedad y misericordia, al son del estertor de la muerte más cruel, la del
hambre. Me consta que en este pueblo ha habido en un día nueve cadáveres... y el día que menos ha
habido es de 3 a 4” (El Heraldo nº 115, 25/0t/1879). En fin, una nota del corregidor de Tarata destacaba:
“Escenas tristes y dolorosas ocasionadas por el hambre han tenido lugar en estos pueblos. La Alcaldía
se vio en la necesidad de establecer la ‘comida pública’ desde octubre hasta diciembre de 1878... pero
una vez agotados los recursos, cesó la protección que se daba a centenares de hambrientos. Desde
entonces ha crecido la mortalidad en grandes proporciones, llegando en enero (1879) a la fabulosa
suma de 366, sin contar la mortandad en el cantón de Paredón.” (El Heraldo nº 127, 12/03/1879).
14
Continuación Cuadro 35
Sociedad Extranjera de Del 1º al 6 de febrero de 1879 se atiende
Socorro a 500 personas. 3.240
Del 7 al 20 de febrero de 1879, se atiende
a 480 personas. 6.720
Del 21 al 28 de febrero de 1879 se
atiende a 480 personas 3.600

Total de Raciones 13.560


Fuente: El Heraldo nº 121, 16/02/1879 y nº 125, 05/03/1879.

En cuanto a la mortalidad tanto por la epidemia de “fiebre intermitente”, cuanto por el


flagelo de la desnutrición y el hambre provocado en la sequía de los años 1877-79, los
datos parciales disponibles se registran en el cuadro siguiente:

CUADRO Nº 36: Ciudad de Cochabamba: Cuadro de mortalidad: 1874 - 1879

Meses 1874 1875 1876 1877 1878 1879


Enero 99 97 84 118 140 504
Febrero 74 55 76 93 142 342
Marzo 83 50 70 92 150 315
Abril 87 81 66 53 237 307
Mayo 63 76 86 118 446 256
Junio 86 99 115 205 478 204
Julio 95 128 128 213 313 192
Agosto 90 144 148 175 261 148
Septiembre 106 134 148 112 93 115
Octubre 113 126 139 123 133 124
Noviembre 110 124 164 112 153 52
Diciembre 88 110 134 127 325 34
Diciembre 88 110 134 127 325 74
TOTALES 1.094 1.224 1.358 1.541 2.871 2.633
Fuente: Extracto del Libro de Defunciones del Tesoro Municipal
publicado en el Heraldo nº 201, 12/11/1879 y nº 221, 18/01/1880.

A través del cuadro anterior podemos establecer que el número de defunciones de los
años 1878 y 1879 eran muy superiores a los de los años precedentes que representarían
el cuadro de mortalidad en circunstancias consideradas normales. En cuanto al índice de
mortalidad de los dos años citados, podemos establecer igualmente que existen dos
fases de incremento de los decesos; un primer momento, que correspondería al
desarrollo de la epidemia, que comienza a cobrar víctimas a partir del primer trimestre
de 1878, cuyos niveles de mortalidad son superiores a los tres primeros meses de los
años precedentes, aún cuando según el informe del cuerpo médico, los primeros casos
del mal epidémico se detectaron a fines de 1877. Por otra parte, se puede observar que
la fase virulenta de la epidemia, se sitúa entre abril y julio de 1878, con su momento de
apogeo en los meses de mayo y junio, en que se alcanzaron los índices de mortalidad
más elevados, decreciendo bruscamente en agosto, para llegar al punto más bajo de la
curva de mortalidad, en septiembre, incluso alcanzando una cifra inferior a la media de
los años anteriores. Estos índices se mantuvieron en octubre y noviembre de 1878,
dentro de lo que podríamos considerar, el comportamiento normal de defunciones, para
elevarse nuevamente en forma brusca, en diciembre de 1878. Sin embargo este
incremento, es el inicio del nuevo drama: la persistencia sin pausa de la sequía, y la
hambruna consiguiente por la pérdida casi total de las cosechas de 1877 y 1878, y la
14
falta de previsión para implementar una política de abastecimiento e importación de
alimentos adecuado129.

En enero de 1879, el mes, tal vez más trágico en la historia de Cochabamba, los decesos
llegan a su máximo apogeo, para mantenerse en niveles muy elevados hasta abril de
aquel año, para luego ir descendiendo paulatinamente entre mayo y junio y retornar a
niveles de mortalidad similares a la de los años precedentes, a partir de agosto,
especialmente septiembre y meses siguientes. En base a los datos anteriores, resulta
difícil establecer cifras exactas sobre el número de muertes atribuidas a la epidemia y a
la sequía. Un cálculo grueso en base a una media de fallecimientos ocurridos entre 1874
y 1877 y la diferencia de los incrementos ocurridos entre 1878 y 1879, arrojaría una
cantidad de 3.000 muertes aproximadamente en cifras redondas, sólo en la ciudad de
Cochabamba.

Sin embargo este cálculo o cualquier otro, debe ser tomado con reserva, sobre todo, por
que no es posible establecer qué porcentaje de este total, corresponde á residentes en la
ciudad y cual a enfermos procedentes de la campiña y otras provincias. Por otra parte,
los datos empleados corresponden a los fallecimientos debidamente registrados, sin
embargo por noticias de la prensa de ese tiempo; se constataba que muchos indigentes
eran enterrados en fosas comunes, y sin ningún tipo de constancia en los libros de
defunciones. El propio autor de los datos recogidos en el Cuadro 36, señalaba a este
respecto: “En 1878, año por siempre memorable, era ta1 la afluencia de los cadáveres
que se conducían al cementerio público, que ni era posible expedir las boletas de
inhumación, ni inscribir los nombres de 1as víctimas al libro de defunciones”.

Sin dejar de tomar en cuenta las precauciones anteriormente anotadas, con respecto a 1a
estimación realizada, podemos señalar que estas cifras, de todas maneras, dan una idea
de la enormidad de la tragedia que asoló Cochabamba, indudablemente la peor de su
historia y probablemente aún más drástica que lo señalan los cálculos fríos realizados, si
se piensa que muchos de estos decesos involucraron a un enorme porcentaje de
población infantil, que como veremos más adelante fue la gran víctima de estas,
tremendamente insuficientes condiciones de higiene y salubridad que imperaban en la
ciudad. Si tomamos en cuenta que, el censo de población de Cochabamba realizado en
1880, arrojó la cifra de 14.705 personas, a los que nos tomamos la libertad de añadir, los
casi 3.000 fallecidos por la epidemia y la hambruna en los dos años anteriores al censo,
para lograr un 100% de población probable, de no mediar la acción de dichos factores,
podemos admitir que los efectos de esta mortandad afectaron al 16.5% de la población
urbana existente en 1878-79, lo que pudo significar que una gran mayoría de las
familias de la ciudad, sobre todo en sus sectores populares, sufrieron la pérdida de
algunos de sus miembros, o incluso algunas de ellas fueron diezmadas completamente.
Sin embargo superada esta crisis, la ciudad retornó a su rutina, lo que significaba
lamentablemente, a su ausencia de condiciones sanitarias, abandonándose las pocas
precauciones adoptadas en los años de la epidemia, como se puede observar en el
cuadro de mortalidad que registraba la ciudad en la década de los años 80, es decir, a
pocos años de tan terribles experiencias. Veamos a continuación algunas estadísticas
sobre los índices de mortalidad de la ciudad de Cochabamba:

129
En diciembre de 1878, la ciudad soportaba 12 meses de intensa sequía, y las cosechas de 1877 y de
ese año, fueron muy escasas y prácticamente autoconsumidas por los productores.
15
CUADRO Nº 37: Ciudad de Cochabamba: Estadísticas de mortalidad 1875 – 1885

Años Nº de Promedio de mortalidad por


defunciones periodos
1875 1.224 1875 – 1877: 1.319
1876 1.358
1877 1.541
1878 2.871
1879 2.633
1880 799 1880- 1885: 1.127
1881 1.502
1882 801
1883 780
1884 1.004
1885 1.878

Fuente: Extractos del Libro de Defunciones del Tesoro Municipal publicadas por el Heraldo en diversas
fechas.

Se puede establecer a partir del cuadro anterior que si bien hay un notable descenso de
la mortalidad en algunos años, en otros, las cifras se aproximan a las existentes con
anterioridad a 1879. En realidad, dichos saltos bruscos de incremento de defunciones,
corresponden a dos nuevos brotes epidémicos de tifus, en los años 1881 y 1885, que se
transforma en endémico, aún cuando el promedio de defunciones para los años de la
década de 1880 es levemente inferior a la del periodo 1875-77. Estableciendo la
composición por edades y sexos de estos índices mortalidad, tenemos:
CUADRO Nº 38: Ciudad de Cochabamba: Mortalidad según edades y sexos, 1875 -
1890

Adultos Niños Totales Total


Años Hombres Mujeres Hombres Mujeres Adultos Niños General
1875 295 343 291 295 638 586 1.224
1876 316 355 368 319 671 687 1.358
1877 311 316 526 388 627 914 1.541
1878 1.060 882 530 399 1.942 929 2.871
1879 1.125 858 393 257 1.983 650 2.633
1880 251 229 194 125 480 319 799
1881 256 264 532 450 520 982 1.502
1884 326 294 203 181 620 384 1.004
1888 282 327 220 176 609 396 1.005
1890 342 418 483 521 760 1.004 1.764
Fuentes: Años 1875 a 1881, cuadros de mortalidad publicaos por El Heraldo nº 487,
8/02/1882.
Año 1884: Tesoro Municipal de Cochabamba.
Año 1888: El Heraldo nº 1437, de 121/02/1889
Año 1890: Memorias del Concejo Departamental de Cochabamba, 1891.

El cuadro anterior nos permite establecer que, en general, salvo algunas excepciones la
mortalidad infantil era superior a la mortalidad del resto de la población. Un hecho de
interés es que en 1877, la epidemia en su fase inicial, parecía diezmar a la población
infantil, una vez que en dicho año, el 59.54% de las defunciones correspondían a
menores de edad. Sin embargo, en 1878, esta relación se invierte: si bien el número total
de defunciones de niños de ambos sexos se incrementó, ésta ya sólo representa el
32,35% del total. En 1879, el número total de muertes que afectó a la niñez desciende,
pero porcentualmente, experimenta un leve incremento de 32,79% con respecto al total
15
de fallecimientos. Estas relaciones nos permiten establecer, que tanto la epidemia de
1878, cuanto la hambruna de 1879, cegaron vidas principalmente entre la población
adulta, que en muchos casos indudablemente se sacrificó para salvar a sus hijos. En los
años posteriores, se pueden detectar cuadros epidémicos entre la población infantil en
1881 con un 65% de mortalidad infantil con respecto al total, y en 1890 con un 56,89%
de este total de defunciones; haciéndose notar además que, los años 1876 y 1877, fueron
particularmente adversos a la salud infantil.

Con respecto a estas estadísticas de salud un cronista de El 14 de Septiembre, objetaba


la interpretación propuesta por Mariano Guzmán, con respecto al bajo índice de
mortalidad de 1883 (780 defunciones), al sostener que “La proporción que guarda
población con estos guarismos da apenas un 5% de defunciones y, un país con una
mortalidad tan exigua no puede menos de ser sano” El citado cronista al refutar este
criterio anotaba que dicho porcentaje además de ser casual, era poco representativo del
comportamiento medio de mortalidad. El mismo, en realidad alcanzaba a un 7 y 8% del
total de la población, y aún así, “es una cifra exorbitante, sí se tiene en cuenta que en
los países considerados malsanos la proporción se eleva rara vez del 3%”. A este
respecto establecía algunas tasas de mortalidad de algunas ciudades de otras latitudes,
comparadas con Cochabamba:

CUADRO Nº 39: Ciudad de Cochabamba: Tasas de mortalidad de otras ciudades


en relación a Cochabamba en 1883

Tasas de
mortalidad por
Ciudades cada 1.000
habitantes
París 27,6
Bruselas 24,3
Roma 29,1
Nápoles 29,3
Milán 31,0
Munich 35,9
Viena 25,4
Madrid 42,5
Lisboa 26,1
San Petersburgo 39,2
Estocolmo 30,6
Londres 22,6
COCHABAMBA 76,2
Fuente: El 14 de Septiembre nº 68, 25/01/1884

El cronista mencionado, destacaba que un análisis de los cuadros de mortalidad de


Cochabamba en los últimos 12 años, exceptuando los años 1878 y 1879, podía
determinar el promedio anual de 1.121 defunciones, índice que resultaba más apropiado
que el sugerido con relación al del año 1883, considerado “un año excepcionalmente
benigno”. En base a esta constatación, se determinaba la tasa de 76,23 defunciones por
mil habitantes, remarcándose que, aún suponiendo que el total de los fallecidos
correspondiese, no sólo a la ciudad, sino al total de habitantes de 5 leguas a la redonda
(el radio de acción del Hospital Viedma) “la proporción anterior no abandona su forma
15
exorbitante”130. A continuación, observemos algunos otros rasgos de los indicadores de
mortalidad prevalecientes en 1884 y 1890:

CUADRO Nº 40: Ciudad de Cochabamba: Defunciones por edades y sexos, 1884-1890

Edades y sexos
De un día a De 7 a De 18 a De 21 a De 31 a 40 De 41 a De 51 a De 61 a De 71 y +
6 años 17 años 20 años 30 años años 50 años 60 años 70 años años
Año Total
1884 H M H M H M H M H M H M H M H M H M
185 – 187 18 - 24 17 – 10 56 - 46 87 - 74 56 - 53 58 - 56 29 - 17 23 - 38
Total 372 42 27 102 161 109 114 46 61 1.034
1890 443 – 470 40 –51 20 – 13 48 – 52 107 – 103 49 - 51 50 - 67 34 - 57 33 - 75
Total 913 91 33 100 210 100 117 91 108 1.763
Fuente: Año 1884: Cuenta general del Tesoro Municipal de Cochabamba en el año 1884, Imprenta El
Heraldo, 1885. Año 1890: Memoria presentada por el Presidente del Consejo Departamental de
Cochabamba en el año 1890, Imprenta El Heraldo, 1891.
El cuadro anterior nos permite una vez más establecer, que la niñez, particularmente,
aquélla comprendida entre el nacimiento y los 6 años, era la más vulnerable a las
deficientes condiciones higiénicas de la ciudad. El rango de 7 a 20 años era el menos
afectado, es decir, que si un niño superaba la barrera de los 6 años, tenía más posibilidades
de llegar a la adolescencia y a la vida adulta. El rango de 21 a 50 años presentaba, el
segundo un mayor índice de defunciones, con particular intensidad entre los 31 y 40 años,
que aparece como una otra barrera para alcanzar la edad madura y la vejez, y donde
probablemente se establece la esperanza de vida promedio de la población. En cuanto a las
causas de esta mortalidad, en base a estadísticas del movimiento de enfermos del Hospital
Viedma correspondientes al año 1887, podemos ver lo siguiente:

CUADRO Nº 41: Ciudad de Cochabamba: Causas de mortalidad y morbilidad


frecuentes en el hospital Viedma, año 1887

Causas de morbilidad y mortalidad Altas Decesos


Enfermedades contagiosas, infecciosas y miasmáticas 126 15
Enfermedades del sistema nervioso 96 17
Enfermedades del aparato respiratorio 592 99
Enfermedades del aparato digestivo 434 84
Enfermedades del aparato genito-urinario 60 -
Enfermedades de los órganos de locomoción 115 -
Enfermedades constitucionales dietéticas 138 14
Otras enfermedades con incidencias menores 146 87
Totales 1.707 316
Fuente: El Heraldo nº 1288, 07/02/1888

Se puede percibir que las enfermedades dominantes y las causas de mayor incidencia de
desenlaces fatales, correspondían al aparato respiratorio (pulmonías y tuberculosis) y al
aparato digestivo (tifoideas), causadas como ya establecimos, por la excesiva
contaminación del medio ambiente y el agua potable. Si bien estos datos corresponden a
un solo año, no por ello dejan de reflejar una tendencia más amplia respecto a

130
La media aritmética establecida en base a la información del Cuadro No. 37 para el periodo 1875-
1885, exceptuando los años 1878-79, arroja la cifra de 1.223 defunciones, con una tasa anual promedio de
83.16 decesos por cada mil habitantes. Sólo considerando el índice señalado por el Cuadro No. 39,
Cochabamba superaba en un 155 % al promedio de las ciudades del viejo mundo. Sensiblemente no se
dispone de información comparativa sobre ciudades de Bolivia y América Latina para el mismo periodo.
15
persistente incidencia de las enfermedades citadas a lo largo del siglo XIX e incluso el
siglo XX.

Por último, en cuanto a la incidencia de estas tasas de mortalidad sobre los estratos
ocupacionales, tenemos el siguiente resultado, tomando como ejemplo las defunciones
de 1884

CUADRO Nº 42: Ciudad de Cochabamba: Índices de de mortalidad según estratos


ocupacionales en 1884

Ocupaciones Hombres Mujeres Total


Agricultores 174 3 177
Profesionales liberales 3 - 3
Artesanos 68 211 279
Servicios no calificados 27 44 71
Comerciantes 13 15 28
Militares 17 1 18
Propietarios 5 17 22
Otras ocupaciones 12 19 31
Totales 319 310 629
Fuente: Cuenta general del Tesoro Municipal de Cochabamba, 1884.

Los estratos profesionales más afectados por los índices de mortalidad corresponden a
los artesanos, con especial incidencia de artesanas, seguido por los agricultores y
trabajadores en servicios no calificados (domésticos y otros), es decir, justamente afecta
a los sectores de menores ingresos, que constituían el 83.78% del total de fallecimientos
de personas adultas en el año de referencia, destacándose que se trataba de individuos
que preferentemente residían en las zonas menos salubres de la ciudad, es decir la zona
Sur y en la periferia suburbana. Otros contingentes de estratos medios y altos
(comerciantes, propietarios. militares y profesionales), presentaban índices mucho más
moderados. Esto demuestra que la estructura social de esta mortalidad tenía causas
directamente relacionadas con las deficiencias sanitarias que presentaba la ciudad, y que
eran, particularmente graves en los suburbios y en los barrios populares. Fijándonos en
el perfil de género del cuadro anterior, se percibe que los agricultores (colonos y
piqueros), por una parte, y las artesanas (tejedoras y elaboradoras de chicha) por otra,
alcanzaban los niveles más elevados de mortalidad.

Tal vez el único saldo positivo de la crisis de salud analizada, fue la preocupación por
mejorar las condiciones del único hospital de la ciudad. El viejo Hospital de San
Salvador fue organizado en base a donaciones por habitantes de la Villa de Oropeza, en
los primeros años del siglo XVII131 Sin embargo a mediados del siglo XIX, ponía en
evidencia su total caducidad, a tal punto, que la primera noticia que tenemos de una
protesta ciudadana por problemas urbanos, tuvo lugar en 1853, cuando un mitin se
pronunció por el traslado del Hospital San Salvador a otro sitio. Una crónica de la época
señalaba que el Hospital San Salvador, próximo a la recoba, “ha quedado muy en el
centro de la ciudad, bastante estrecho, sin suficiente ventilación, ni luz (...) ese asilo
piadoso fue el foco constante de la insalubridad” (La Transmisión Legal, 27/07/1857)132
131
Ver acta del Ilustra Cabildo y Regimiento de la Villa de Oropeza de 25 de agosto de 1617.
132
Un informe oficial señalaba: “El actual hospital de San Salvador en el Centro de la ciudad, tiene el
doble inconveniente de ser una amenaza constante a la salubridad de la población y no satisfacer a su
objeto” (Memoria del Presidente del Concejo Municipal de Cochabamba, febrero de 1883).
15
Fue la epidemia de 1857 la que determinó, que este clamor público motivara estudios
más serios sobre este problema. Dicho año se iniciaron las discusiones sobre el
emplazamiento del nuevo hospital, inicialmente se consideraban dos posibilidades: la
Recoleta y Caracota e incluso la Plaza de San Sebastián, que condujeron, como no podía
ser de otra manera, a una larga e infructuosa polémica; de tal suerte que superada la
crisis epidémica, este asunto dejó de cobrar relieve. Sin embargo hacia 1874, el
creciente deterioro del vetusto hospital determinó la reactivación de la cuestión del
emplazamiento del nuevo hospital, para cuyo efecto la Alcaldía de Cochabamba
organizó comisiones para hacer sugerencias. Una de las opciones en discusión se refería
a la posible ubicación del hospital “al Noroeste de la población”, en contraposición a
las comisiones de Hacienda y Beneficencia de la Alcaldía que sugerían la zona de Cala
Cala, es decir en el margen derecho del río Rocha, idea que encontró eco en la opinión
del cuerpo médico de la ciudad, dirigido por el Dr. Cleómedes Blanco. Además
surgieron otras ideas, como de ubicarlo en la Plaza de San Antonio y en la zona de El
Solterito.

Esta interesante, y por cierto bullada polémica, pronto derivó en un acucioso examen de
los aspectos ambientales de la ciudad: se argumentaron razones climatológicas, la
cuestión de los recursos hídricos, el régimen de vientos y otros muchos aspectos
contenidos en minuciosos informes publicados en aquella época por una y otra comisión
o institución.

Finalmente se optó, luego de la epidemia de 1879, por emplazar el nuevo Hospital en


los predios de la Quinta de Viedma, que el Gobernador Intendente había dispuesto para
esta finalidad. La obra fue confiada al Concejal José Manuel Torrico, quien luego de
muchos obstáculos y adversidades entregó la obra un 14 de septiembre de 1884, con el
nombre de Hospital Bolívar, el que sólo años más tarde recibiría el nombre de Hospital
Viedma, en honor al ilustre administrador y benefactor de la ciudad.
15

PARTE 3

COCHABAMBA HASTA LA
PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
15
Capitulo 10
Transporte y mercado regional: nuevos desafíos y viejas frustraciones

A lo largo de los anteriores capítulos, hemos observado que en lo esencial los


determinantes económicos, sociales, políticos, ideológicos y espaciales que caracterizan
a la Formación Social Regional emergente de la posguerra del Pacífico se prolongan al
siglo XX. Sin embargo, el contexto de relaciones y articulaciones que definen la
vigencia de esta realidad hacia 1900, no permiten vislumbrar la emergencia de un
aparato productivo de cara a los nuevos desafíos. Los efectos de la crisis y decadencia
de la minería de la plata, no tardan en dejarse sentir y las respuestas a la nueva
situación, a las nuevas formas de articulación entre la naciente minería del estaño y la
economía mundial, son cuestiones que no demoran en tener repercusiones sobre el
mercado y el propio espacio regional y urbano de Cochabamba.

Sin embargo, no nos proponemos aquí realizar un análisis exhaustivo sobre los efectos
de esta creciente integración de la minería nacional al capitalismo mundial y sus
consecuencias sobre la estructura de clases y las nuevas contradicciones que comienzan
a operar sobre la sociedad boliviana. Nuestra visión se orientará a mostrar, sobre todo,
la gravitación que estos fenómenos tienen sobre la economía de Cochabamba,
enmarcando la antigua aspiración del conjunto de la Formación Social cochabambina,
de recuperar y ampliar el mercado de sus productos agrícolas, artesanales e industriales,
pivote sobre el que girará continuamente su aspiración al desarrollo, aspiración que sin
embargo contiene una contradicción esencial no superada hasta hoy. Por una parte, la
necesidad histórica que tiene Cochabamba de integrarse a un mercado nacional que
fundamentalmente justifique su expansión industrial, a partir de un proyecto de
desarrollo capitalista igualmente nacional, en oposición al proyecto de subordinación de
sectores de la burguesía boliviana, vinculados al eje estratégico de la minería de la plata
y el estaño, para promover el desarrollo de dicho capitalismo pero fuera de las fronteras
nacionales. Por otra, la gravitación de una contradicción interna: la debilidad de la
burguesía empresarial regional para constituirse en dominante, socavando efectivamente
las bases económicas y sociales en que se asentó la sociedad hacendal y, con ello dando
curso, a la pervivencia de una estructura económica, política e ideológica que hacen
culto de la inercia en medio de un mundo dinámico y cambiante.

Por ello, como veremos más adelante, la propia modernidad que transformará la Villa
de Oropeza, no dejará de ser un simple ropaje con que se intentará esconder la presencia
continua de unas relaciones de producción, que de ninguna manera corresponden a la
ideología contenida en los nuevos valores materiales del capitalismo y sus imaginarios
modernos, los que en muchos casos, apenas obran como "fetiches" con que muchos
empecinados conservadores tratarán de ostentar su "adecuación" a los nuevos tiempos,
antes que expresar, un nivel de transformación en la mentalidad y en la correlación de
fuerzas sociales que articulan estas clases dominantes.

Un aspecto que consideramos significativo en este contexto, sin desmerecer la


gravitación de muchos otros de naturaleza económica y política, son los proyectos que
la oligarquía latifundista y minera proponen para vincular al país con la economía y el
mercado mundial, y en los que reiteradamente Cochabamba es un protagonista
periférico. La manera como se encara y resuelve esta cuestión a comienzos de siglo,
bajo los efectos de la guerra del Pacífico, son determinantes para explicar la cuestión
regional en Cochabamba, su tardío desarrollo industrial y la vigencia hasta nuestros días
15
de un mercado interno regional dinámico, que aun es una alternativa frente a la difícil
articulación de Cochabamba con la economía nacional. Hemos visto anteriormente, que
tanto en el proceso de la fundación de la República, que significó la ruptura de las
antiguas rutas comerciales con Lima y Buenos Aires, cuanto la guerra con Chile,
significaron para Cochabamba pérdidas de mercado y desafíos para recomponer su
economía que dieron por resultado, el que tanto la ciudad como la región, se aislaran
por largos periodos en el siglo XIX, del comercio internacional y de, incluso una
presencia significativa en el escenario nacional, volcándose más hacia su dinámica
interna, merced a varios factores, como la larga tradición de comercio que por lo menos
desde el siglo XVII desarrollan sus sectores populares, la densidad demográfica de sus
valles, un sistema de comunicaciones internas que conecta los valles centrales entre sí,
en forma más fluida que con relación al resto del país. La gravitación de estos factores
fortalecen la opción de un comercio interno articulado al sistema ferial, como una
alternativa que se desarrolla a espaldas de los intereses y articulaciones de las diferentes
fracciones oligárquicas alineadas en torno a la economía minera y a su proyección
estatal.

De todas maneras, la presencia de Cochabamba en el ámbito nacional y externo,


representó en mayor medida la proyección de la dinámica de esta economía regional,
con amplia base social participativa, donde el arriero arribando a las plazas mineras del
altiplano, o a las costas del Pacífico llevando calzados "de munición" de fabricación
artesanal , muko, harina de maíz y trigo, tejidos e infinidad de productos y objetos de la
industria popular valluna; se constituía en el verdadero embajador y portavoz de esta
economía; en lugar del industrial manufacturero y del empresario latifundista, que
vegeta entre préstamos, hipotecas bancarias, especulaciones de poca monta, siempre con
la mirada puesta en los cielos para pronosticar la sequía que curiosamente les promete
bonanzas, pues las lluvias abundantes significan para ellos irónicamente la depresión
económica; en tanto forja ilusiones y colecciona frustraciones, que de todos modos le
son útiles para explicar su tozuda inoperancia133.

La propuesta de Jerman Von Holten para ampliar las vías de comunicación, abrir
caminos y más caminos para conquistar nuevos mercados o mantener los que
tradicionalmente fueron tributarios del comercio cochabambino; demostrará ser una
fórmula incompleta, en la medida en que la producción hacendal y la incipiente
industria no pueden competir con la producción capitalista moderna, simplemente por el
hecho de que sus costos de producción, su tecnología anacrónica y su modesta escala
productiva, determinan que sean desplazados en las preferencias del consumidor.

Es evidente por tanto, que la nueva realidad exigía a Cochabamba dos enormes tareas
para ingresar al siglo XX, sobre una base sólida en torno a la cual pudiera proyectar su
perspectiva de desarrollo: Por una parte, romper con su enclaustramiento, revirtiendo a
su favor su emplazamiento central, a partir del cual pudiera articularse al mismo tiempo
con las llanuras amazónicas que le permitieran vincularse al Atlántico, y por otra, a la
meseta andina que le posibilitaría la proyección al Pacífico. La otra tarea era romper con
su atraso agrícola, superando los viejos límites tecnológicos, los viejos problemas de
133
El mercado de cereales regional, en veranos lluviosos, estaba dominado por las cosechas de miles de
pequeños productores campesinos, en tanto el grano de las haciendas no ingresaba al mercado por los
bajos precios de oferta, y era almacenado a espera de una mejor coyuntura. Ésta, se presentaba en
periodos de sequía, cuando la concurrencia de la pequeña producción se debilitaba y, el terrateniente
lanzaba al mercado las reservas acumuladas, a precios especulativos.
15
riego y las arcaicas relaciones de producción, pues en el sentir de la gente progresista de
ese tiempo, la prolongación de esta última cuestión: “no puede menos que conducir a la
bancarrota y empobrecimiento de la agricultura, en estos tiempos de libre cambio y de
competencias ruidosas de artículos similares del extranjero”. (La agricultura en
Cochabamba, el Heraldo nº 871, 28/01/ 1885).

Sin embargo, estos desafíos, sólo fueron respondidos a medias. Anteriormente


identificamos algunos pocos factores, que frenaron el desarrollo regional, sin embargo
el antecedente histórico contiene otros más que escapan al marco de este ensayo. En
resumen, podemos decir que los desafíos del nuevo siglo, estuvieron por encima de las
clases dominantes de la región, y el lúcido clamor de Von Holten, Fidel Aranibar,
Fernando Quiroga, J. Francisco Velarde y otros, no encontraron eco en una clase social
protagónica que tomara en sus manos la realización de estas tareas históricas.

La pérdida del Litoral, no implicó la renuncia del capitalismo inglés y norteamericano a


beneficiarse de aquellas riquezas mineras que le eran necesarias. Entre 1884 -año de la
tregua con Chile- y 1904, -año de la firma del tratado de paz-, Bolivia recibe muchas
propuestas para desarrollar tramos ferroviarios que privilegien el comercio con países
vecinos, además le
proporcionen ingresos por fletes y aduanas, y especialmente, le permitan modernizar el
transporte de minerales a los puertos de embarque134

La red ferrocarrilera, desde un primer momento, no expresó la dimensión de los


intereses nacionales, sino la necesidad de articular los enclaves mineros a los puertos del
Pacífico, que
son los más próximos, privilegiando en este proceso, unas regiones con relación a otras,
que quedaban postergadas y dando curso a que los intereses locales se antepusieran a los
del país135. En 1906, la política ferrocarrilera del país contemplaba los siguientes
tramos:
CUADRO N 43: Bolivia: Proyectos ferrocarrileros en 1906
Tramo Distancias Costo/km. Monto de la
Inversión
Oruro – Viacha 202 2.400 492.000
Oruro – Potosí 324 4.000 1.246.000
Potosí – Tupiza 249 4.500 840.000
Oruro – Cochabamba 254 3.500 889.000
La Paz – Puerto Pando - - 1.200.000
El Heraldo de 10/09/1907 y 16/10/1908. Esta fuente no estable en que unidad monetaria están
expresados los costos. Probablemente se trata de libras esterlinas.

De estos proyectos, el poder central prioriza los ramales Oruro-Viacha y Oruro-Potosí,


es decir, los que corresponden a territorios que contienen la riqueza minera del país, en

134
Argentina trata de captar el comercio que se desarrollaba por el Pacífico, dirigiéndolo hacia el
Atlántico a través de su territorio. Para ello se analiza la posibilidad de aprovechar el río Paraguay y sus
afluentes, y alternativamente, el ferrocarril Potosí-La Quiaca, articulando así los principales centros
mineros con el río de La Plata. Sin embargo Chile presiona y obtiene el ferrocarril Arica-La Paz, que
beneficiará esencialmente a este último.
135
A este respecto se señalaba: “Se quiso imponer a la República la dominación comercial, obligando a
salir al Pacífico a todos los departamentos del centro y Sur de la República, tener que ir hasta La Paz
para volver hacia Arica... Por razón de la posición geográfica, los departamentos de Chuquisaca Potosí
Cochabamba Beni y Santa Cruz, tienen que confluir a Oruro y La Paz para pasar a Arica ” La
Centralización Ferrocarrilera, El Heraldo nº 5268, 06/02/1908).
15
tanto el tramo Cochabamba-Oruro pasa a un segundo plano y así se inicia una larga
serie de postergaciones que se prolongarán por más de una década.

Esta determinación, desde la óptica pragmática de Ismael Montes, se reducía a


privilegiar los intereses de la minería del estaño y del comercio paceño: por ello, no
cometía una indiscreción cuando preguntaba: “¿Para que quieren ferrocarriles 1os
cochabambinos?, con que tengan chicha para beber estarán contentos” (El Heraldo,
3/03/1904). La presencia del ferrocarril en la meseta andina, significó para la economía
de Cochabamba, basada en una estructura hacendal donde imperaban relaciones serviles
y técnicas agrícolas arcaicas, y con una producción orientada en lo esencial al mercado
nacional, no otra cosa que, el desplome de la viabilidad de su desarrollo, en tanto
perdurara el esquema oligárquico de los grandes hacendados. En este sentido, la guerra
del Pacífico golpeó duramente a Cochabamba, y la argumentación manejada por las
clases dominantes, a favor de un planteo de caminos y más caminos, orientados hacia el
Chimoré, el Mamoré, el Madera, Moxos y las dilatadas llanuras benianas, no fueron otra
cosa que intentos para compensar la pérdida de sus mercados tradicionales y avanzar
hacia nuevos espacios.

Entre tanto estas aspiraciones llenaron las páginas editoriales de los periódicos, e
intrépidos viajeros, hacia fines del siglo XIX, exploraron afanosamente las rutas
Amazónicas y del Plata136. El saldo concreto y angustioso es que: “El ferrocarril
Antofagasta-Oruro, va a significar el comienzo de la pérdida paulatina y sustancial del
mercado del trigo. Será primero Chile, luego Estados Unidos y Argentina 1os que
desplazarán a Cochabamba de este rubro”. (Azogue, Rodríguez, Solares, 1986: 32).

Para el Partido Liberal, estas cuestiones carecían de significación: la alternativa de


estimular las exportaciones y alentar el crecimiento de la agricultura y la industria
nacional, priorizando el eje ferroviario Oruro-Cochabamba-Chimoré-Santa Cruz. (Obra
citada, 35), eran en esencia, fantasías intrascendentes que no modificaron la decisión de
ejecutar los ferrocarriles Oruro-Viacha, La Paz-Arica-Guaqui, dando curso además a
hipocresías, postergaciones y negociaciones sin fin, que conflictuaron las relaciones
entre Cochabamba y el poder central.

Estos antecedentes promueven los primeros movimientos regionales: En un cabildo


multitudinario realizado en Cochabamba en I907 se manifestaba con relación a la
obcecada política liberal:

Espíritus superficiales han menospreciado el valor económico propio de un


centro populoso como el Departamento de Cochabamba (...) Han
menospreciado sus aspectos de distrito productor y consumidor (...) Han
relegado al límite de un lugar de recreo al mismo departamento, que no hace
mucho era llamado e1 ‘Granero de La República’ (...) sobre todo han
desconocido y ultrajado 1a importancia social y política de Cochabamba, que
a1 fin tiene lugar propio y antiquísimo en el concierto nacional. (El Heraldo nº
5158, 24/09/ de 1907).

136
La Empresa Suárez Arana surge en este contexto, como una alternativa de articular la economía
azucarera de Santa Cruz y gomera del Beni. a través del río Paraguay, el Itenez, el Mamoré, a los puertos
de exportación argentinos y brasileños. Por otra parte el General Román explora con ahínco las rutas del
Chapare para llegar a Santa Cruz.
16
Estas circunstancias adversas empujarán a la región a reforzar y consolidar su mercado
interior. En el citado año (1907), el Círculo Comercial de Cochabamba para demostrar
la falacia gubernamental de que el ferrocarril reivindicado, sería improductivo, elevaba
un informe sobre el monto de importaciones y exportaciones que movilizaba el Valle de
Cochabamba y el conjunto departamental: se anotaba que alrededor de un 50% de la
población del Valle Alto, era de arrieros que “por cuenta propia” llevan productos dé
esa zona a los centros mineros de Oruro y Potosí y traen de retorno carga a flete para el
comercio organizado de Cochabamba, ocurriendo algo similar con la población del
Valle Bajo. Con respecto a la ciudad de Cochabamba se señalaba: “En esta ciudad
existe un gran barrio de traficantes con los distritos mineros”137.

Los principales artículos de exportación consisten en maíz, muko, chicha, papas, chuño,
harina de trigo, legumbres, hortalizas, calzados, suela de Santa Cruz, frutas, aves de
corral huevos, ropa cocida, ají, carbón vegetal, manteca, sebo, jabones, notándose aún,
como algo original, de el comercio mayorista de esta plaza hace ventas de artículos de
importación de no despreciable valor a clientes que los revenden en Uncía y Pulacayo,
hecho que no se explica sino por hallarse poblados aquellos minerales, en buena parte
por cochabambinos. (El Ferrocarril a Cochabamba y el Círculo Comercial, El Heraldo
nº 5167, 02/10/1907).

Este informe todavía anotaba:

a este movimiento de difícil apreciación, por 1o mismo que se halla sostenido


por un extenso enjambre de negociantes, se sumaba el del comercio de tránsito
entre el oriente (goma, cueros, alcohol) y los departamentos de La. Paz , Oruro
y la exportación de las industrias del Departamento (harinas cerveza,
minerales), cuyo volumen se estimaba en 20.000 quintales, no pudiendo bajar el
de los arrieros de unos 60.000 quintales, totalizando 80.000 quintales de
productos exportados; en tanto el volumen de importaciones se estimaba en
70.000 quintales, de 1os cuales 60.000 se internaban en la ciudad y 10.000 se
destinaban a 1as provincias.

Con singular objetividad casi dos décadas antes, Von Holten se refería a las fuerzas
sociales que movilizaban este sistema económico, en términos de un proceso
protagonizado por arrieros. piqueros, artesanos, gentes de pueblo que eran los
verdaderos dinamizadores de la economía regional (Cf. supra Capítulo 8)138.

En 1907 otro analista anotaba:

Los artesanos y labriegos cochabambinos, son esencialmente industriales,


buscan en su terruño, fuentes para negocios, viven una pequeña parte del año
en su casa, e1 resto lo pasan vendiendo y comprando en lejanas tierras, muy
especialmente en los asientos mineros del altiplano. No hay camino, no hay
caserío en el que no se encuentre a1 activo cochabambino; salen de su casa con
pocas cargas, muchas veces de hortalizas y aves, y recorren en peregrinación
centenares de leguas, no encuentra competidores que les quiten sus mercados

137
Sin duda, se trata de una referencia a loa zapateros del barrio de la Curtiduría y Caracota.
138
Sin embargo, los protagonistas de este intenso comercio popular no veían con buenos ojos la demanda
ferrocarrilera de las elites regionales, pero si mejorar la vialidad ínter valles.
16
conocidos (caseros), porque ningún vecindario es tan movible, tan activo 139. (El
Heraldo nº 5168, 05/10/1907).

Este es el universo que la interferencia del ferrocarril con su enorme capacidad de


transporte y su incomparable velocidad, frente a modestas mulas y borricos, trata de
alterar y destruir. Entonces no sólo son los grandes hacendados y comerciantes, quienes
ven perjudicados sus intereses, sino el pueblo llano, quien una vez más volcará su
capacidad creativa hacia el fortalecimiento del mercado interior, es decir, el
reforzamiento del sistema ferial y el desarrollo de la creciente tendencia a hacer del
maíz transformado en chicha el eje de esta resistencia.

Como observamos con anterioridad, por ejemplo, el comercio de la chicha experimenta


una expansión significativa en la década de 1890 a 1900, convirtiendo a la ciudad y el
Cercado en un importante centro de consumo a nivel del Departamento. El mismo
fenómeno en general, experimenta el comercio interior, imprimiéndose una mayor
dinámica a los desplazamientos de personas y productos a los mercados feriales en la
región.

De esta forma, la cuestión de “mejorar los caminos del Valle” alcanzó la misma
importancia que el objetivo de desarrollar las vinculaciones extraregionales. Una mirada
sobre esta red vial interna, nos permitirá conocer la forma como la ciudad de
Cochabamba y el Cercado se vinculaban con las distintas zonas del Departamento: El
camino al Valle Alto “se divide en dos ramales en el Puente de San Miguel, el de la
derecha, conduce a Tarata, y el de la izquierda, va hasta Arco Punco, donde se vuelve
a dividir en dos ramales, uno que se dirige a Cliza y otro a Tolata y los demás pueblos
de la línea hasta Arani”. De éstos, el camino a Cliza permitía el comercio con esta
importante plaza y atendía los flujos provenientes de Tarata, Tolata y Toco. La vía de
Tolata canalizaba el tránsito a Santa Cruz, vinculando entre sí, los pueblos de San
Benito, Punata, Arani, Vacas, Pocona y Totora, razón por la cual desde el punto de vista
del peaje, era el más productivo. Con respecto al camino de Tarata, se manifestaba: “de
allí no viene sino la chicha y los tejidos de lana y no van de aquí, sino hortalizas y
frutas, los miércoles para ser expedidas los jueves”. El camino a Cliza, donde se
recaudaban mayores recursos por concepto de peaje, presentaba un movimiento del
comercio variado los días sábados, domingos y lunes de cada semana. El camino de
Tolata, también permitía una buena recaudación de peaje, por el tránsito a la ciudad, de
Sucre y a los puntos comerciales de Totora, Aiquile, Vallegrande y Santa Cruz
(Gutiérrez, 1885).

Otro tanto se puede decir, del camino que vincula Quillacollo con la ciudad y que se
prolonga a Oruro, vinculando las poblaciones de Vinto, Suticollo. Parotani, Capinota,
Arque y otras del Valle Bajo, de Parotani partía un ramal hacia Calliri y Tapacarí. Por

139
Adentrándose en la hermenéutica de estas prácticas el mismo analista explicaba “Hemos tenido
oportunidad de ver a uno de estos activos negociantes, allá en la frontera del Chaco, llevaba una carga de
‘despepitados’ y duraznos secos, el valor de la carga allí no baja de 8 Bs., siendo su costo acá de 2 Bs. Un
negocio a más de 150 leguas del país productor, con viaje de 15 días para ganar 6 Bs. nos llamó la
atención e investigando nos explicamos: vendido el primer negocio el capital de 8 Bs. sirvió para una
serle de compra-ventas. Durante la feria en el pueblo, veíamos al activo negociante vendiendo hortalizas.
cañas, pescados y otros artículos, como transportando carga en su borrico. En 15 días de este febril
comercio, nos presentó 1a suma de 50 Bs. destinados a aumentar sus medios de transporte comprando
otro borrico más". (El Heraldo, nº citado).
16
último, el camino a Sacaba y Colomi, de donde partían las arrias que penetraban al
Chapare y al Chimoré. (Ver Mapa 5).

Estas redes hicieron viable el fortalecimiento de las ferias locales y regionales como las
de Cliza, Arani. Quillacollo, Cochabamba y otras de menor envergadura que, como ya
se mencionó, permitieron una intensa vinculación entre los distintos centros de
producción y consumo de los valles Alto, Central y Bajo. Cochabamba y el Cercado,
son el centro nodal de estas interrelaciones140.
Estos antecedentes son determinantes para que en octubre de 1908 un grupo de
empresarios encabezados por Roberto Suárez, Gustavo Hinke y otros, organicen la
Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba, que se constituye en la primera
empresa capitalista moderna, cuyo objeto es el de realizar inversiones en obras
hidroeléctricas, de alumbrado público, molinos, tranvías y transporte ferrocarrilero en
Valle Alto y Central. En marzo de 1909 la empresa inicia los estudios del trazo del
tranvía a Quillacollo y en noviembre del mismo año, se realiza la propuesta formal de
construir una vía férrea a tracción eléctrica entre Quillacollo y Arani, con ramales en
Caraza y Vinto, incluyendo la construcción de estaciones en Cochabamba y Arani, y
subestaciones en Angostura, Tarata, Cliza, Punata. Caraza y Quillacollo. (El Heraldo nº
5775, 17/11/1909).

En 1910 se le concede a la Empresa el aval gubernamental para un empréstito de


300.000 libras esterlinas de la firma Emilio Erlanger de Londres141. Los trabajos se
inician en 1911, concluyéndose el tramo Tarata-Cliza en 1912. Ese mismo año, se cubre
el tramo a Punata, y en junio de 1914 se arriba a Arani. En 1913, se ejecuta la línea a
Quillacollo y Vinto. La extensión total de la red entre Vinto y Arani, es de 78
kilómetros, con un costo total de tres millones de Bolivianos. A partir de 1913 comienza
a operar este ramal, incluyendo los tranvías urbanos. Es indudable que esta revolución
tecnológica del transporte regional, dinamizó enormemente el mercado interior.
(Empresa de Luz y Fuerza Cochabamba, Centenario de la República de Bolivia, 1925)

Paralelamente prosiguen, desde 1908, con lentitud desesperante y numerosas


postergaciones, las obras del ferrocarril Oruro-Cochabamba. Finalmente el 26 de julio
de 1917, llega oficialmente el ferrocarril a la ciudad, cubriendo 425 kilómetros, con un
recorrido desde Viacha, que se prolonga por 18 horas de viaje (El Heraldo nº 7910,
31/07/1917).

Sin embargo el "ferrocarril del Valle" como se denominó la línea Vinto-Arani, lejos de
menguar con este acontecimiento, mantiene su importancia, y es de lejos, el ferrocarril

140
Una interesante en de estos flujos hacia 1900 nos proporciona a un noble viajero que visitó
Cochabamba: “Era un sábado y de todas aldeas de la planicie dirigíanse los campesinos a la capital
para el mercado del domingo. Caminábamos escoltados por una interminable procesión de bueyes y
carneros. De vez en cuando una banderita indicaba la existencia de la horrible ‘chichá’, repulsiva
bebida de maíz masticado y fermentado, y sin la cual los habitantes de las provincias de Cochabamba no
podrían vivir”. [De La Paz a Cochabamba). "Como la tarde de nuestra llegada, presentaba la larga
carretera extraordinaria animación, parecía que la provincia entera se movilizaba, transitaban soberbias
parejas de mulas, fogosos jinetes cubiertos de ponchos vistosos, interminables hileras de burros, cargados
de cueros de Santa Cruz y de goma del Beni. Atraídos por el mercado dominguero, desfilaban incontables
campesinos tirando o arreando sus animales". (Orleáns y Braganza, 1908).
141
La amortización reposaba sobre el gravamen de un centavo sobre quintal de muko que comenzó a
aplicarse a partir de 1913.
16
que ostenta mayor número de pasajeros y carga a nivel nacional, tal como se verifica en
el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 44: Bolivia: Transporte ferroviario de pasajeros y cargas (1917-1918)


Tramo ferrocarrilero Distancia Cantidad de Carga en Ingreso
en km. pasajeros toneladas bruto(Bs.)
Ferrocarriles internos (1)
Oruro – Cochabamba 205 55.139 18.211 798.090,03
Uyuni – Atocha 90 15.309 19.574 385.354,45
Río Mulatos – Potosí 174 12.147 41.744 671.837,36
Viacha – Oruro 202 109.895 75.958 1.703.738,82
Ferrocarril del valle (2)
Cochabamba – Vinto 20 527.552 2.803 134.708,00
Cochabamba – Arani 58 422.175 11.818 419.997,48
(1) Los ferrocarriles internos anotados formaban parte de la Red Speyer, ligados al City Bank de Nueva
York. (2) De propiedad de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba.(3) Se refiere sólo al tramo
Ollague-Oruro.
(4) Se refiere a los ramales de Coro Coro, Uyuni-Huanchaca, Machacamarca, Kenko y Viacha-La Paz.
FUENTE: Cuadro elaborado en base a la memoria de Fomento y Hacienda, presentada al Congreso de
1919 y
Memoria del Directorio de la Compañía de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba (Publicada en El Heraldo
nº 8.299 y 8.312 de febrero de 1919).

En lo que hace al contenido del Cuadro anterior, podemos extraer dos conclusiones:

1. El volumen total de pasajeros que se desplazaban por el ferrocarril del Valle


(949.727 personas), representaban el 63,74% del total de pasajeros que se
desplazaron por la red ferroviaria nacional en 1917-18. Este hecho, pone en
evidencia no sólo el aspecto formal de la intensidad de uso de esta línea, sino la
enorme potencialidad del fenómeno que lo provoca, es decir el sistema de ferias
regionales, que se ve favorecido por la concurrencia regular a los eventos
comerciales más importantes, de un volumen de productores y consumidores
constante e incluso creciente, provenientes de uno y otro extremo del conjunto
de los Valles. Sin embargo, el volumen de carga que corresponde a este enorme
número de pasajeros es pequeños, pues sólo representa al 2.68% del tonelaje
total transportado en el periodo analizado, con un promedio de 26,59 kilos por
persona. Es decir, que más que cargas de gran porte, se trata de pequeños bultos
(amarros, canastos, etc), de pequeños productores y comerciantes, tal cual
todavía se acostumbra hoy en día142
2. En contraste con lo anterior, el modesto volumen de pasajeros que transportaba
la línea Cochabamba-Oruro (3,7% del total nacional), puede ser un indicativo de
la frágil relación que aún subsiste en 1918, entre la región y el resto del país,
incluso con los antiguos mercados de consumo de la producción cochabambina,
que justamente mediante esta ferrovía largamente reivindicada, se trataba de
recuperar. El volumen de carga transportado apenas representa el 3,34% del
tonelaje total, pero el promedio de carga y pasajeros, pasa a representar un
índice de 330,27 kilos por persona, lo que marca la diferencia sustancial con la
línea del valle. Esta última relación expresa la real utilidad de la vía férrea a
Oruro, como transportadora de importaciones y exportaciones a cargo de
142
Una estimación gruesa, considerando el número total de eventos feriales que en forma anual tenían
lugar en Arani, Cliza, Cochabamba y Quillacollo, permite establecer un promedio de alrededor de 4.500
personas que continuamente estaban presentes y se desplazaban de una a otra feria.
16
comerciantes mayoristas, rescatistas de productos agrícolas y hacendados que
movilizan individualmente cargas importantes en contraste con el caso anterior.
Otro aspecto relevante, es que de todas formas, este movimiento de cargas está
muy lejos de ser significativo en relación al volumen que transportan los
ferrocarriles que se dirigen a los centros mineros o aquellos que vienen de las
costas del Pacífico y que representan más del 90% del tonelaje de cargas
transportado.

El ferrocarril Cochabamba-Oruro, que en forma persistente se había reclamado desde la


última década del siglo XIX, llenó las expectativas de hacendados y comerciantes: "El
ferrocarril desató un verdadero pandemónium en la economía regional. La exportación
hacia los centros mineros creció en amplia proporción. Por ejemplo, hacia 1919 La
harina de trigo cochabambina ya igualaba en cantidad a 1a extranjera, consumida en
Oruro. Como antaño esta ciudad y las minas aledañas, se hicieron tributarias del
aprovisionamiento cochabambino". (Azogue, Rodríguez, Solares, 1986:37). Sin
embargo la mala administración de los empréstitos, las dificultades en la ejecución de la
vía ferrocarrilera, sobre todo en el sector de la quebrada de Arque y los hábiles recursos
de la Bolivian Railway para descargar sus pérdidas al erario nacional y resarcir sus
expectativas, en base a la rentabilidad de la vía, determinaron el alza de los fletes de
carga:
CUADRO Nº 45: Bolivia: Fletes ferroviarios por carga (1917-1918)

Tramo ferrocarrilero Fletes en Bs./tonelada


Cochabamba – Oruro 26,60
Uyuni – Atocha 3,29
Viacha – Oruro 16,65
Río Mulatos – Potosí 15,54
Antofagasta – Oruro 16,81
Arica – La Paz 14.61
Guaqui – La Paz 5,53
Cochabamba – Arani 6,52
Cochabamba - Vinto 1,62
Fuente: Elaborado en base a fuentes citadas en el Cuadro nº 44,
tomando en cuenta la relación entre el tonelaje de carga y el monto
recaudado en Bs. por este efecto.

Evidentemente los citados fletes, en el caso del tramo a Cochabamba, son los más
elevados. Si comparamos el valor del flete del citado tramo, con los de Arica-La Paz y
Viacha-La Paz, que tienen una extensión similar a la ferrovía Cochabamba-Oruro,
veremos que este es un 82% y un 59% más elevado con respecto a los fletes de los
ferrocarriles que convergen a La Paz. Sin embargo, lo que llama más la atención, es que
el flete del tramo Antofagasta-Oruro, con una extensión que supera en más del doble a
la de Cochabamba, y atravesando también zonas de montaña, es de apenas 16,81 Bs., es
decir un 63% más barato que éste, de acuerdo a la estimación elaborada en el cuadro
anterior. Esta circunstancia permite que las harinas chilenas, además de otros productos
de esta procedencia o del Perú, continúen siendo competitivos en las plazas del
Altiplano, aun con posterioridad a 1917.

Es por todo ello, que a un año de la llegada del ferrocarril al Valle, había quienes no
dudaban en afirmar que, todavía las arrias de mulos y borricos eran el medio de
transporte más ventajoso para las exportaciones de Cochabamba. Bajo estas
circunstancias, los reclamos para dar mejores facilidades a los comerciantes e
16
industriales para transportar sus productos a los centros de consumo, son frecuentes y
reiteran una y otra vez, que “el recargo del 35% que ha fijado la empresa (Bolivian
Railway) a1 ramal Cochabamba. , tanto en los fletes como en los pasajes, ha motivado
a que nuestros comerciantes vuelvan, como en e1 presente caso, a trasladar sus
productos a lomo de bestia como en los tiempos pasados” (Ruiz, 1922).

Pronto quedó en evidencia, la insuficiencia de la fórmula de Von Holten de caminos y


más caminos (alternativamente el ferrocarril), si paralelamente no se incrementaba la
producción, no se abarataban sus costos mejorando la productividad del trabajo y la
calidad de los medios de producción, en suma transformando las relaciones de
producción tradicionales, es decir, convirtiendo la hacienda semifeudal en empresa
capitalista. De ahí que el efecto inmediato del ferrocarril, no es la deseada prosperidad,
sino el encarecimiento del costo de vida, por el desequilibrio que el nuevo medio de
transporte provoca entre los volúmenes de cereales y sus derivados y otros productos
agrícolas, que ahora se transfieren del mercado interno a la exportación, provocando con
ello el desabastecimiento y la escasez, con el efecto ya mencionado, al extremo de que
los artesanos y otros sectores de escasos ingresos, promueven protestas para prohibir las
exportaciones indiscriminadas143.

En este contexto, se harán presentes otros factores como la Ley de Nacionalización de


los Alcoholes de enero de 1918, cuyos efectos analizaremos más adelante, y que
permitirán una nueva articulación de la región con los mercados del altiplano. No
obstante el mercado interno no se debilita. Para la región, el maíz o “grano de oro”
como se lo denomina con justa razón, mantiene su importancia convertido en harina,
muko y chicha durante todo el periodo estudiado. Sin embargo, el intenso flujo de
pasajeros del ferrocarril del valle que movilizaba esta red ferial, cuyo eje era el maíz y
sus derivados, ocasionó un acelerado desgaste del material rodante utilizado, incluso,
mucho antes de que el empréstito de E. Erlanger fuera amortizado 144. Esta situación que
imposibilitaba la renovación urgente del material obsoleto, obliga a la Empresa a
transferir el ferrocarril del Valle, en favor del Estado en 1925 (Revista Industria y
Comercio nº 102, 15/03/ 1925). A partir de esa época, los trenes eléctricos son
sustituidos por trenes ordinarios y autocarriles, que desde fines de los años 30 prestan
servicios en esta línea. No obstante, nada de esto influye en el carácter de medio de
transporte masivo que posee este ferrocarril, así como su importancia creciente para el
abastecimiento de artículos de primera necesidad para la propia ciudad de Cochabamba,
dada la enorme dinámica que adquiere la red ferial145
143
A este respecto la prensa registraba comentarios como el siguiente: “Se creyó que el ferrocarril de
Oruro era un mensajero de auge y que los valores inmuebles tenían que subir sin más explicación que la
llegada de la locomotora y la suposición de que un ferrocarril no sólo es un medio fácil de intercambio y
comercio o de transporte, sino un amuleto, que sin más motivo realza el costo de las cosas (…) En esa
suposición es que 1a vida en Cochabamba antes llevadera y barata, se tornó de improviso insoportable”.
(El Problema de la Vivienda y su especulación, El Ferrocarril, nº 4163, 28/03/ 1922)
144
Hasta 1925, en once años de servicio el ferrocarril de la línea Vinto- Arani recaudó Bs. 2 206.746 en
pasajeros y Bs. 781.026 en carga, los que no resultaron suficientes para enfrentar la amortización de la
deuda, los intereses, costos de administración y mantenimiento de la línea. Dicha deuda ascendía a 3
301.010.95 Bs., sin contar intereses y otros recargos. Por esta razón un informe de la Empresa de Luz y
Fuerza señalaba “que los socios hace 10 años que no reciben dividendos”. (Empresa de Luz y Fuerza
Eléctrica Cochabamba, Centenario de la República de Bolivia, 1925)
145
El traspaso al Estado del FF.CC. del Valle fue por vía experimental por un tiempo determinado. Como
quiera que la experiencia resultó negativa, la Empresa continuó operando esta línea, con subvención
estatal, hasta el año 1927 en que el tramo Cochabamba-Arani fue vendido al Estado para la línea
Cochabamba-Santa Cruz.
16
En 1941, la creciente contradicción entre la magnitud de los masivos desplazamientos
que estimula el mercado interno regional y los recursos cuantitativos y cualitativos del
transporte ferroviario, hacen crisis. En junio de dicho año, el Ferrocarril del Valle,
interrumpe sus servicios porque, la empresa para hacer marchar los obsoletos trenes a
leña, requieren de un mercado de adquisición del combustible a bajo costo, muy inferior
a la alternativa de venta de
“callapos”146 para la floreciente minería del estaño, que impulsada por los EE.UU. en
plena guerra mundial, amplía su producción. Esto provoca la escasez de leña para un
ferrocarril que se muestra incapaz de renovar su parque por unidades a diesel o carbón
de mayor potencia y más acordes con las necesidades que plantean los enormes
volúmenes de pasajeros147.

Este episodio sacude la economía regional y urbana drásticamente. Un periodista


resumía así esta situación:

sabemos perfectamente que la denominada ‘cancha’ de esta ciudad es la sede


de todas las transacciones sobre productos agrícolas, a la cual concurren
productores de todas las poblaciones vecinas con finalidad del sustento y la
oferta de la producción, problema que es un hecho de vida o muerte, tanto para
aquellos que vienen de los valles, como para !as personas que esperan la
realización de sus negocios (...) El miércoles y el sábado, son dos días que
afectan profundamente a la despensa, la economía, el pequeño comercio y e1
abastecimiento total de la ciudad de Cochabamba: ¿Y si ese itinerario de trenes
ha sido fracturado por causas que nadie puede aceptar como justificadas, en
qué situación queda 1a población de Cochabamba? (El País, nº 1334,
13/06/1941)148.

En contra de opiniones que trataban de justificar la mala administración del ferrocarril


aludiendo a inconvenientes económicos, otro cronista anotaba:

Este estado de desorganización ha culminado con la suspensión del servicio


diario a1 Valle. Nadie dirá que el ferrocarril a Arani no tiene rendimiento. Al
contrario, él es tan considerable que es raro el ferrocarril en Bolivia, donde
exista tanta actividad. Diariamente viajan y hacen intercambios con la ciudad,
millares de pasajeros, cientos de miles de carga se transportan por semana, y
casi en su mayoría con destino a cubrir las exigencias de !os mercados de
Cochabamba y el interior. Es lógico pues, imaginar que La suspensión de los
trenes a1 Valle, han afectado profundamente a la economía regional. (El País nº
1336, 15/06/ 1941).

146
Los callapos o troncos de eucalipto y otras especies, tenían gran demanda por parte de las empresas
mineras, para apuntalar las estructuras de los socavones.
147
Resulta significativo, que pese a las crónicas pérdidas que arroja en Ferrocarril del Valle, no se
realizan ajustes tarifarios, para hacer frente a sus enormes costos de mantenimiento y amortización de
deudas. En realidad, ocurre que la gran masa de usuarios, en general, pequeños operadores con capitales
ínfimos, no acepta tal política y amenaza con volver a recurrir a las viejas prácticas de transporte u optar
por el transporte motorizado en plena expansión. Entonces, la alternativa fue la subvención estatal.
148
Lo mismo se podría decir de cada uno de los centros feriales del Valle Central y Alto, y de las
poblaciones que a ellos concurrían en algún día fijo de cada semana, sin contar con la enorme población
flotante que concurría a todas o a la mayoría de las ferias.
16
Estos hechos determinarán que a partir de esta época, el ferrocarril al Valle, sea
paulatinamente sustituido por el transporte motorizado, y de esta forma, al paisaje ferial
se añadirán interminables columnas de camiones, autobuses, micros y otros que
permitirán que las otroras multitudes de pasajeros de dicho ferrocarril, ahora se
movilicen por los nuevos medios de transporte alternativo. Pero sin duda, correspondió
al ferrocarril valluno dinamizar la red ferial regional y contribuir a su fortalecimiento en
un periodo extremadamente difícil para la economía de la región y crucial para afianzar
aquellos rasgos contradictorios que posibilitarán las grandes transformaciones de 1952.

Los altos fletes del ferrocarril a Oruro incrementaban los ya, los elevados costos de
producción de las haciendas, motivados entre otros factores: por el apego a la tradición
agrícola de servidumbre, la falta de riego, la falta de uso de abonos, etc., lo que arrojaba
como saldo: bajos rendimiento por hectárea, la existencia predominante de una
agricultura temporal o de secano y una escasa productividad de la fuerza de trabajo. Si
se comparaba esta actividad hacendal, o la labor de pequeños arrenderos y piqueros, con
las empresas capitalistas chilenas y argentinas, o aún con la agricultura peruana; el
cuadro era extremadamente deprimente y, en consecuencia, la búsqueda de nuevas
alternativas era algo crucial. La realidad anotada expresaba, la extrema fragilidad de la
economía regional para concurrir a mercados externos, en términos competitivos
aceptables. De esta forma, la aspiración cochabambina de 1884 de retener los mercados
mineros para la agricultura regional, no se concretó149.

La opción que encontraron las clases dominantes, se limitó a estimular la búsqueda de


mercados hacia el Oriente, procurando la apertura de las plazas de Santa Cruz y el Beni,
e incluso una vía fluvial de acceso al Atlántico. Así, en la última década del siglo XIX
se desarrollan una serie de exploraciones y prospecciones para apertura de vías férreas y
carreteras en dirección al Chapare, los llanos de Moxos y el río Paraguay, así como
hacia el Departamento del Beni. Uno de los pioneros más importantes de estas empresas
fue Juan Francisco Velarde150 quién recorrió afanosamente los ríos Madre de Dios y
Beni. Remontó en un vapor las aguas del Madera, en su infatigable búsqueda de una vía
factible hacia el Amazonas y el Atlántico. Exploró el Chapare, fundó el Puerto de Todos
Santos y fue uno de los primeros en reconocer la importancia vital de enlazar los Valles
de Cochabamba con los llanos amazónicos.

A fines del siglo pasado, se reconoce que las producciones del Cercado, el Valle Alto,
Totora y el Chapare, necesitan nuevos ámbitos comerciales y nuevas vías de
comunicación. Esta constatación estimula y multiplica los afanes exploratorios,
permitiendo acumular numerosas propuestas, algunas francamente fantasiosas, pero
otras factibles y oportunas. Entre estas podemos citar algunas, a manera de ejemplo:
149
Las ilusiones que se tejían en innumerables tertulias de hacendados y comerciantes, se basaban en el
hecho de constatar que, en las provincias de Arque, Chayanta, Charcas, Paria, Carangas y Cercado de
Oruro, se ubicaban 82 asientos mineros de los 320 con que cuenta Bolivia. “Estas provincias deben ser
miradas por los cochabambinos con el mayor interés, ellas son nuestro mercado natural y deben ser el
objetivo para el porvenir”. Sin embargo la carretera a Oruro no responde a estas determinaciones: la
antigua ruta por Leque, que atravesaba territorios inhóspitos era considerada por los grandes señores", “la
meta de sus aspiraciones, es decir un complemento para las comodidades de los acaudalados por donde
traerían sin peligro alguno pianos y espejos de salón, en tanto los intereses de la clase chacarera y
labradora no eran considerados ni dignos de ser tomados en cuenta. Para el verdadero productor había
bastante con sus asnos, sus llamas y sus hojalatas”. En la misma forma, las variantes por Tapacarí Arque
Safari no prosperan, y hasta la llegada del ferrocarril, esta vinculación será precaria (El 14 de Septiembre
nº 38, 01/06 /1883.
150
Notable hombre público, fundador y propietario de El Heraldo.
16
- El camino del Chimoré, que fue explorado por J. Von Holten quien llegó hasta los
Yungas de Vandiola, y por el Ing. Víctor Gisbert, que por encargo de la "Sociedad
Geográfica de Cochabamba" continuó con estas exploraciones hasta alcanzar el río
Ichilo, afluente del Chimoré, proponiéndose la vía Chimoré-Vandiola-Tiraque e incluso
con un ramal que alcanzase Totora.
- La vía del Sécure por Moleto, exploración realizada según el itinerario seguido por
D'Orbigny en su exploración del Sécure, a cargo del Coronel Muñoz y el Dr. Federico
A. Blackudt, quienes alcanzaron los ríos Sécure y Altamachi, abriendo una otra
posibilidad de acceso al Chapare.
- La vía de Santa Elena, exploración y apertura de senda al Chapare, a cargo de los
señores Samuel Kemp y Gerardo Jáuregui, por instrucciones de la Dirección de
Caminos (El Heraldo nº 1708, 8/03/ 1898).

Estas y otras propuestas similares, tuvieron gran difusión en su época y alimentaron no


pocas esperanzas, no obstante ninguna se materializó. Los capitalistas de la región
jamás estuvieron a la altura de estos proyectos ni comprendieron su magnitud histórica.
Es más, la famosa Propuesta Patiño de 1919-1920, para promover el desarrollo
industrial del Chimoré y el Chapare, se perdió en largas discusiones locales e incluso
parlamentarias, en torno a la conveniencia de abrir un camino como proponía Simón
Patiño, ó un ferrocarril como opinaban corrientes de opinión disidentes. Sin embargo
esta propuesta fue la más seria, y sin duda, uno de los proyectos de desarrollo más
ambiciosos, pues se proponía la fundación de puertos fluviales sobre los ríos Chimoré y
Chapare, la canalización de tramos de los mismos, la colonización e industrialización de
estas regiones, la construcción de un camino que conectara Cochabamba con dichos
puertos fluviales, además la concesión al gobierno de un préstamo de diez millones de
dólares. Todo ello, a cambio de transferir las tierras que Simón Patiño poseía en
Isiboro, por otras similares en la zona del Chapare, la exclusividad para construir un
ferrocarril futuro entre Cochabamba y un puerto fluvial, la explotación de la carretera
por 50 años y la liberación de derechos aduaneros por 30 años. (Revista Industria y
Comercio nº 198, 14/04/ 1928). No obstante este proyecto no prosperó; las estrechas
miras locales no comprendieron su alcance, la carretera al Chapare llegará muchas
décadas más tarde, cuando ya las oportunidades de un desarrollo agroindustrial pionero
se han agotado.

Proceso más o menos similar sufrirá la vinculación con Santa Cruz: En 1915 se dicta
una primera ley que crea recursos para el ferrocarril Cochabamba- Santa Cruz. En 1916
surgen las primeras ideas divergentes. Una corriente camaral propugna la conveniencia
de prolongar hacia el oriente la línea férrea a Sucre por la zona de Lagunillas, en
contraposición a la alternativa de construir esa ferrovía desde Cochabamba, en función
de la pronta conclusión de la línea Cochabamba-Oruro. Este último criterio es el que se
impone, y en dicho año, se sancionan nuevas disposiciones legales que crean nuevos
recursos para este proyecto.

En 1920 se inician las primeras exploraciones y se encomienda al Dr. Hans Grether el


reconocimiento de posibles rutas. De este hecho surgen nuevas controversias: El
General Román propone llevar la línea por la vía de Todos Santos, explorada por J. F.
Velarde el siglo anterior, en tanto el Dr. Aponte propone la ruta del sur, a través del
Valle Alto y Valle Grande o alternativamente Aiquile y Totora. Este último criterio
prevalece y se dictan nuevas disposiciones entre 1923 y 1928. La Guerra del Chaco
interrumpe estos proyectos, pese a que en 1927, el Estado se hace cargo del ferrocarril
16
del Valle y lo reconstruye en el tramo a Arani, ensanchando su trocha y prolongando la
línea en dirección a Vila Vila, sobreviniendo luego un periodo de varios años de
estancamiento, pues al término del conflicto chaqueño, se juzga irrealizable la inmediata
construcción de esta vía, proponiéndose alternativamente un camino carretero cuyo
trazado se encomienda al Ing. Rocha (El País nº 522, 07/07/1938).

En 1942, ante fuertes presiones de la opinión pública, se prosigue la obra ferroviaria


hasta las vecindades de Mizque, en tanto en Cochabamba se ejecuta la actual estación
de ferrocarril. Este tramo fue supervisado por el Ing. Eudoro Galindo. Posteriormente en
1948 la línea llega hasta Aiquile y allí se paraliza hasta nuestros días.

No obstante, en la década de los años 40, la opción ferrocarrilera al Oriente pasa a


segundo plano:

Producida la Segunda Guerra Mundial y ante 1a necesidad de obtener


materiales estratégicos que podía brindar Bolivia, la Misión Bohan de EE.UU.,
en 1942, recomienda 1a construcción de una carretera asfaltada entre
Cochabamba y Santa Cruz, recomendación que después de un largo trámite, en
1as esferas de1 Gobierno Nacional, fue acogida favorablemente, dejando a un
lado la prosecución de1 ferrocarril Cochabamba-Santa Cruz. Financiada 1a
obra con ayuda de1 gobierno de 1os EE.UU., se inició su construcción en 1944.
(Galindo, 1974:79).

Esta carretera será concluida en 1955 y sus efectos, serán muy diferentes a los
vislumbrados por quienes desde fines del siglo XIX, pensaron que esa vinculación
abriría nuevos mercados y nuevos horizontes para el desarrollo regional.

En resumen, podemos establecer, que si bien Cochabamba, logra consolidar su mercado


interior, en cambio, no logra recuperar sus mercados mineros tradicionales, ni ampliar la
frontera de su influencia hacia nuevos horizontes. Las clases dominantes en la región,
pese al concurso de hombres como Von Holten, Velarde y muchos otros, no logran
estructurar una estrategia de desarrollo en torno a la cual se plantease un plan de
vinculaciones coherente. Si los objetivos de abrirse paso a las llanuras amazónicas fue
correcto, su realización fue desordenada y contradictoria, y muchas de las metas
definidas desde 1880, sólo se materializarán en la segunda mitad del siglo XX, cuando
muchos de los objetivos originales que justificaban esta empresa, estaban superados por
una dinámica adversa a las alternativas del desarrollo regional.
17
Capítulo 11
Artesanías e Industria

Como hemos tenido oportunidad de analizar en capítulos anteriores, el antecedente


histórico más relevante de la industria departamental, fue la artesanía, cuyo auge desde
mediados del siglo XVIII, no fue encabezado por terratenientes progresistas, que
intentaban rearticular la economía hacendal a las nuevas condiciones creadas por la
decadencia de Potosí. Por el contrario, dicha opción en los valles de Cochabamba,
surgió como consecuencia de la descomposición de la economía cerealera, y se vinculó
estrechamente con la alternativa de constitución del mercado regional, a través del
sistema ferial, y luego mediante éste, a la ampliación de dicho mercado para ganar
nuevos espacios: los centros mineros del altiplano y la costa del Pacífico, en la primera
mitad del siglo XIX. Sus protagonistas fueron pequeños productores por cuenta propia,
que ocupaban dentro de la economía regional, ámbitos en los que no se interesaban
mayormente las clases dirigentes.

Este antecedente, no obstante, puede situarse dentro de una perspectiva más amplia, y
que fue una constante en la historia de la región: el contradictorio proceso del conjunto
de la formación social para aprovechar su emplazamiento geográfico central,
desplegando esfuerzos, en favor del desarrollo agrícola y del sector artesanal, vinculado
a satisfacer la demanda de los mercados extra regionales circundantes. Sin embargo esta
constante, carece en sus expresiones políticas, ideológicas y sociales de una lucidez
programática. En efecto, cada clase social, más que estar consciente de la necesidad de
responder a este desafío, movilizando y desarrollando el conjunto de las fuerzas
productivas, lo hizo en términos casi intuitivos, y con una estrechez de miras, que por
momentos resulta desesperante.

La vieja oligarquía terrateniente, ni aún después, del severo revés que sufre
Cochabamba con el resultado de la Guerra del Pacífico y la pérdida de mercados que
esto significó para la producción de productos agrícolas y artesanales, puso de
manifiesto su voluntad y determinación para superar los límites rígidos de una
tecnología tradicional articulada a un mercado inestable y vulnerable a la irrupción del
comercio internacional. Sin embargo, la intelectualidad cochabambina, cuyos
portavoces demostraron un mayor grado de conciencia de esta situación, articularon un
discurso correcto: mejorar las condiciones de productividad, modernizar los procesos de
producción, adoptar nuevas técnicas, sustituir por maquinaria los viejos y obsoletos
instrumentos de trabajo agrícola. En suma, transformar las relaciones sociales de
producción, era la única alternativa viable para que Cochabamba respondiera a los
desafíos que el desarrollo capitalista mundial le planteaba. Sin embargo, esta prédica,
cuyo testimonio encontramos en muchos editoriales de El Heraldo, El 14 de Septiembre,
El Comercio, El Ferrocarril y otros órganos periodísticos de la época, así como en
diversos ensayos y publicaciones, como hasta hoy, no encuentran eco ni protagonistas
sociales decididos a tomar con seriedad y consecuencia estas banderas.

En este contexto, surgen las primeras industrias, más como fruto de iniciativas aisladas
y preñadas de riego, que como resultado de decisiones empresariales planificadas, es
decir, casi como emprendimientos quijotescos. Estos primeros intentos característicos
de las dos últimas décadas del siglo XIX no influyen significativamente en la economía
regional, y menos responden a los síntomas de surgimiento de una burguesía industrial.
En general, son el resultado aislado, de coyunturas y restringidas aberturas que dejan los
17
términos del intercambio comercial, que a cambio de productos agrícolas tradicionales
de la región, trae de los puertos de Arica. Tacna y Mollendo, productos de ultramar y de
los países vecinos, sobre todo de Chile y Perú, que cubren con facilidad los
requerimientos del mercado urbano de Cochabamba, en especial de sus estratos altos y
medios, que son los principales sujetos de este consumo, dejando espacios muy
restringidos para el desarrollo de una industria local.

En cierta forma, la cuestión del ferrocarril y los caminos, y en general, el constante


reclamo regional para mejorar las vías de comunicación, no respondía a la aspiración de
mejorar las condiciones de este intercambio, mediante el aprovechamiento industrial de
los recursos naturales del Departamento, sino simplemente hacer competitivos la harina
de trigo y el maíz de los hacendados en los mercados del altiplano, sometidos a la
presión de los similares extranjeros y dinamizar aún más los flujos de productos
importados.

Sin embargo no sería justo inscribir las primeras iniciativas industriales, como simples
hechos casuales y atípicos. En realidad la tradición artesana de Cochabamba había
permitido la constitución de un mercado de consumo popular, alimentando al mismo
tiempo, sentimientos proteccionistas en relación a la producción nacional, y estimulando
moralmente los emprendimientos de estas primeras iniciativas industriales, que además
encontraban en este ámbito, los recursos de mano de obra calificada o semicalificada
para materializarse. Observemos brevemente estos antecedentes, que nos permitirán
ubicar el contexto en que los primeros industriales cochabambinos emergen en la escena
regional.

Con regularidad surgían voces que añoraban y gustaban de establecer comparaciones,


entre por ejemplo, la ciudad de Oropeza de 1810, con la ciudad de Cochabamba de fines
del siglo XIX o de los primeros años de la década de 1900, y reconocer, sin disimular su
amargura que la producción artesanal y la expectativa industrial de otrora, se habían
disipado, que en este rubro, no se podían contabilizar progresos, sino frustraciones y
retrocesos, y que resultaba crucial recuperar “el prestigio industrial perdido”151

Estas constataciones, y en medio de todo ello, el enorme muro de indiferencia que se


erigía en torno a las iniciativas del desarrollo industrial, incluyendo la pasividad de los
funcionarios del Estado y de los municipios, ilustran la ingrata tarea que significó en
Cochabamba, abrir un espacio modesto para la industria:

¡Qué país tan sui generis! -exclamaba un pionero de la industria cervecera en el


Departamento- en todas partes donde hay cultura y civilización, se estima lo que
es digno, se fomentan las buenas intenciones, se colabora a la industria
nacional y los gobiernos son los primeros que concurren con el contingente de

151
En 1909 en relación a una iniciativa del Concejo Municipal para organizar una Feria Exposición con
motivo del Centenario del 14 de Septiembre de 1910, se sostenía que esta sería una forma eficaz de
comprobar “el adelanto obtenido en el siglo transcurrido”. Al respecto, se anotaba: “Dura puede ser la
comprobación, puesto que no se puede olvidar que en 1810 tenía la Villa de Oropeza una industria que
hacía que se la calificase entre los pueblos obreros; sus grandes telares de algodón, sus tornos movidos
por las aguas de la Chaima en la Plaza del Estanco, en Cala Cala, hoy Plaza del Regocijo, centro de
reunión social, no de industria; tiene que comprobar Cochabamba que su pregonada autonomía le hace
prosperar, que sus primitivas industrias de tejidos, fabricación de artefactos de vidrio y otros han
mejorado; que por lo que hace a sus producciones agrícolas, mostrar que un siglo después mantiene el
honroso calificativo de Granero del Alto Perú” El Heraldo nº 722 ,11/ 09/1909).
17
su apoyo. Pero en Bolivia... doloroso es decirlo, la indeferencia de los
mandatarios abre la fosa en que se sepultan multitud de industrias... (La
Cervecería de Braulio Maldonado, El Heraldo nº 2090, 27/07/ 1893)152.
Por lo ya analizado en un capítulo anterior (cf. supra: capítulo 6), se puede comprobar
que las iniciativas desplegadas en el siglo anterior para revitalizar la industria artesanal,
fueron emprendimientos modestos y esporádicos, de los que, exceptuando la instalación
de la Escuela Nocturna de Artesanos en 1885153, no superaron la perspectiva de
iniciativas puntuales y pasajeras, y por ello mismo, carentes de convicción en la
alternativa de la industria regional.

Sin embargo como ya se tuvo oportunidad de comprobar la actividad artesanal en toda


la primera mitad del siglo XIX, e incluso hasta la guerra del Pacífico, protagonizó un
comercio activo y permitió la presencia regional en mercados lejanos. No obstante, sólo
cuando dichos mercados se cerraron para este comercio, se escucharon lamentos y se
resaltó su importancia. Por lo demás, la figura del artesano fue pobremente valorada por
la oligarquía cochabambina y relegada a los estratos inferiores de la sociedad. La
actividad artesanal para esta sociedad de
castas era poco enaltecedora. Se trataba de un oficio del pueblo llano, y por tanto, antes
que promoverla y comprometerse con ella, había que guardar distancia, enumerar sus
defectos y esconder sus virtudes. En este orden de cosas, los industriosos artesanos, no
participaban de los ideales del progreso que tejían los selectos caballeros y propietarios
latifundistas. Por el contrario, los artesanos eran sinónimo de un mundo plebeyo,
demasiado apegado a la chicha, a la feria y al mestizaje, fenómenos estos, que
vehementemente deseaban apartar de su camino, por lo menos como actitud formal,
pues obviamente mucho de su poderío económico y su prestigio social, se cimentaba en
el predominio despótico que ejercían sobre este mundo de cholos, indios y mestizos.

En 1907, a los ojos de un cronista extranjero que publicó un ensayo sobre Bolivia, la
realidad descrita hasta aquí, mantenía en lo esencial los rasgos anotados. Al trazar un
panorama de la industria en el Departamento, destacaba la importancia de la artesanía
del cuero, sobre todo, la manufactura de calzados y además la producción de tejidos y
de productos alimenticios como la mantequilla o de aquellos de consumo diario como
los jabones, sebo, artefactos de vidrio, etc., que todavía se producían en pequeña escala.
Anotaba, con énfasis, que “las cervecerías en la ciudad, producen un millón de botellas
anuales”154 agregando además, que también ocupaban lugar destacable, los talleres de
152
En igual tono de denuncia, dicho industrial se preguntaba: “¿Qué es de la fábrica de botellas de
vidrio vende?, qué de los telares que tejían géneros blancos y casimires?, qué de la desfalleciente
sericultura?, qué de la fábrica de tejas y ladrillos? .. La respuesta es lacónica: la indiferencia de los
gobiernos y la envidia de nuestros conciudadanos las han muerto al nacer”. (Fuente citada). El destino
de esta primera empresa no superó el pronóstico trazado y desapareció a los pocos años.
153
La Escuela Nocturna de Artesanos fue patrocinada por la Sociedad 14 de septiembre agrupación
cívico-política de la juventud cochabambina, que aglutinaba a jóvenes profesionales, empresarios y otros,
provenientes de connotadas familias de comerciantes y latifundistas, que propugnan cambios en la vieja y
conservadora estructura oligárquica, en sentido de modernizarla y colocarla a tono con los nuevos
tiempos. En cierta forma, se puede decir que esta sociedad, encarna al germen de los ideales de cambio y
modernización que asumirán los sectores intelectuales de la ciudad, en la primera mitad del siglo XX.
Dicha sociedad, fundó el periódico El 14 de Septiembre, órgano de prensa donde se expresan estos
ideales progresistas.
154
La primera industria en la ciudad fue la cervecera. La fábrica de cerveza Taquiña inició su meritoria
trayectoria en 1895 y la Cervecería Colón, en 1897, además de pequeñas plantas de elaboración de
bebidas gaseosas y aguas minerales de corta vida, dentro de un proceso que combina emprendimientos de
breve existencia, con la renovación de nuevos intentos en este rubro, que sustituyen a los intentos fallidos.
17
productos de algodón y lana, la fabricación de sombreros y los establecimientos de
sedería155. Sin embargo rescata en su valoración, un otro aspecto notable de las virtudes
artesanales, no considerado por otros autores, al señalar: “los visitantes de la ciudad
comúnmente pasan mucho tiempo examinando los bellos dibujos de los artículos que se
venden en el mercado. Muchos adornos se fabrican con algodón del más ordinario,
pero la mano de obra es maravillosa. No es raro ver a las pobres vendedoras, llevando
una falda orillada con encajes de media vara, hecho por ellas mismas”, para finalmente
puntualizar con agudeza, el carácter social de este oficio: “En algunos de los más
pobres se adopta tal industria, como medio de obtener una fuente de rentas para la
familia, además del salario ganado por el marido y en las casas más humildes,
generalmente se encuentra un telar para tejer ponchos, o un cojín para hacer encajes”
(Robinson Wright, 1907: 283 y siguientes).

Hacia 1900, la industria artesanal, comenzó a resentirse de los severos golpes que le
ocasionan los efectos, que sobre el comercio exterior boliviano, ejerce la Guerra del
Pacífico. El pacto de tregua de 1884, y en especial, el Protocolo Complementario a
dicho pacto, firmado por Chile y Bolivia en mayo de 1885, como ya se mencionó,
determinaron franquicias comerciales muy ventajosas en favor del primer país, que
afectaron radicalmente las exportaciones cochabambinas, al permitir el libre ingreso a
los mercados del altiplano, de productos procedentes de Chile, entre otros: bayetas,
calzados de toda clase, lanas, paños y casimires, ponchos, sombreros, suelas y otros que
afectaban al sector artesanal, así corno harinas, trigo, azúcar, aguardientes que
perjudicaban igualmente al sector terrateniente y al comercio con Santa Cruz. A su vez
el, Perú le exigía a Bolivia el mismo trato con sus productos, como compensación del
derecho de tránsito internacional por sus puertos, de las exportaciones bolivianas. Las
exigencias chilenas culminaron con la liberación para sus productos, de toda forma de
gravámenes, incluso los gravámenes municipales (El 14 de Septiembre nº 128, 3/07/
1885 y El Heraldo nº 3182 de 3/03/ 1900).

La consecuencia de estas liberaciones, anotaba El Heraldo, no era otra que:

la depresión de nuestros propios productos por la competencia irresistible de


los similares extranjeros que elaborados con más economía, por el uso de
máquinas apropiadas, pueden venderse a más bajo precio (…)así se han visto
desalojados nuestros trigos, harinas y azúcares de las plazas de1 Norte y Sur de
la República (…) suerte igual ha cabido a una multitud de pequeñas industrias,
(…) así por ejemplo en vez de fomentar la fabricación de bayetas de paño burdo
con que se vestía a1 soldado, han ido a Chile a buscar paño más fino y más
caro, con lo cual han destruido aquella industria (...) El calzado de parque,
botas, fornituras, monturas, etc. con que Cochabamba y La Paz proveían al
ejercito, fueron sustituidos por productos elaborados en Chile (El Heraldo, nº
citado)

Este era el sombrío panorama, y en realidad, la triste agonía de la otrora pujante


industria artesanal cochabambina, que no sobrevivirá, sino fraccionada y reducida ante
la indiferente y fría determinación del liberalismo de imponer una política de libre-
cambio, ciega y profundamente antinacional. Los instrumentos de esta política eran las
155
Los establecimientos de seda que trataron de ser implementados inmigrantes extranjeros, pese a
ventajas climáticas y calidad de producción, jamás pudieron prosperar.
17
liberaciones y franquicias aduaneras en los ferrocarriles Antofagasta-Oruro, y
posteriormente, Arica-La Paz:

con sus rápidos transportes - anotaba una vez más un editorialista de EL


Heraldo-, han llevado esta competencia al último extremo (...) pudiendo decirse
que la gran industria azucarera de Santa Cruz, ha sido desalojada de los
mercados de1 interior de Bolivia, en beneficio del azúcar extranjera, que se
consume aún en 1a ciudad de Cochabamba (...) otro tanto (ocurre) con 1a
harina y otros productos agrícolas y artesanales que se transportaban en
cantidades fabulosas a las plazas de la altiplanicie, mientras que en la
actualidad, sirven tan sólo al consumo local (...) Ya más antes se vio
desaparecer a los tocuyos cochabambinos, a los bayetones de Oruro, a nuestras
jergas de1 valle, por efecto de 1a misma doctrina del libre cambio. El resultado
natural no fue otro que la restricción de los cultivos y 1a producción artesanal,
y por tanto, la ruina de los gremios agrícolas e industriales (El Heraldo nº 3313,
26/07/ 1900).

La encrucijada en que se situaba la economía cochabambina, al ingresar en el siglo XX


no podía ser más dramáticas. Su alternativa, una vez más, no era otra que mejorar la
calidad de su producción modernizando sus técnicas productivas, sustituyendo los
instrumentos de trabajo arcaicos y, esencialmente transformando unas relaciones de
producción que reposaban en el vasallaje feudal en el agro y en supervivencias del
mismo tipo y de raíz colonial, que subyacían en la manufactura, que no avanzaba más
allá de precarias fórmulas de supervivencia de artesanos aislados.

Nos aventuramos a afirmar, que en el marco de estos dramáticos apremios,


encontramos, sin embargo, las primeras semillas de los anhelos “modernistas” que
impregnaron las razones y la cotidianeidad de los ciudadanos de aquel tiempo, y en
realidad, del conjunto de los estratos sociales urbanos, que a su modo, buscaban
caminos alternativos: los unos, comerciantes y terratenientes, haciendo reposar su
esperanza y la disculpa a su inercia, en la cuestión del ferrocarril. Los otros, fortificando
el mercado regional, ampliando la acción del sistema ferial, y más adelante, dotándolo
del ansiado ferrocarril, pero en una escala regional.

No obstante la situación creada por la descomposición de la economía departamental, en


lo inmediato, se manifiesta en dos expresiones opuestas: el fortalecimiento de la
industria de la chicha, uno de los pocos productos no afectados por la política liberal, y
que se constituía, en una alternativa no despreciable para la producción maicera que no
encuentra otro mercado. La otra expresión, se vincula con la emigración de artesanos y
ex arrenderos, que no encontrando ubicación en el desarrollo de la alternativa citada,
fueron expulsados irremediablemente hacia las salitreras del Pacífico u opcionalmente
más adelante, a las obras del ferrocarril156 .
156
“La principal causa de la emigración en nuestro país no puede ser otra que la falta de trabajo,
carencia de industrias que den ocupación a la clase obrera”. (El Heraldo nº 3837, 21 /07/ 1902). “La
fuerte crisis agraria que va soportando actualmente nuestro país tiende a una espantosa miseria Hemos
visto con el alma acongojada la emigración de familias hacia las salitreras de la costa del Pacífico Se
van las fuerzas vivas a enriquecer el suelo hoy definitivamente Chileno” (El Heraldo nº 4478, 5/05/ 1905)
“Motivo general de inquietud es el movimiento emigratorio que deja abandonados nuestros valles, y en
completa decadencia las pequeñas poblaciones rurales. De esta misma capital (Cochabamba) es grande
el número de familias que va tomando el camino de las costas” (El Heraldo nº 4545, 22/07/ 1905). En
1908 la prensa denuncia la responsabilidad que le corresponde al gobierno por permitir que más de
17
Este último fenómeno, recibido con una suerte de aureola romántica, que presenta al
cochabambino como un cosmopolita por excelencia, un trabajador laborioso capaz de
cosechar éxitos en playas lejanas; en realidad expresa una verdad distinta, y arroja sobre
la misma un piadoso manto de aventura con final feliz... La diáspora cochabambina que
se hizo más patente a partir de 1880, y que prosigue hasta nuestros días, expresa, por el
contrario dolorosamente, la insuficiencia del desarrollo regional, sus estrechas miras y
esa suerte de fatalismo estático que paraliza a la sociedad cochabambina en el
restringido universo de las cosas pequeñas y los intereses mezquinos del que no logran
hasta el presente salir sus cúpulas dirigentes.

En 1907, como ya se analizó en el capítulo anterior, el gobierno central no justificaba la


construcción del ferrocarril Oruro- Cochabamba, porque consideraba que la crisis
agrícola y la contracción de la industria artesanal, no justificaban como prioritario este
proyecto, que se constituiría en una inversión costosa e improductiva. El círculo
Comercial, demostraba que esta apreciación era errónea y mal intencionada, pues los
volúmenes de cargas y de importación y exportación que manejaba la región, eran
suficientes para garantizar el buen rendimiento de esta línea férrea. Sin embargo, se
reconocía que no era posible elaborar una contabilidad exacta de este comercio, pues el
mismo “se sostiene en sus tres cuartas partes por la gente del pueblo”, que se
encontraba tan enormemente diseminada, que asemejaba "al incesante movimiento de
un hormiguero inmenso”. Así se establecía que, hasta un 90% de las poblaciones de
Punata, Cliza y Tarata, estaba compuesta por arrieros que establecieron relaciones
comerciales con los centros mineros de Oruro, Uncía y Pulacayo, y en el retorno, traían
mercaderías para el comercio de Cochabamba. Incluso se anotaba que en esta última
ciudad, “existe un gran barrio de traficantes” con los distritos mineros. En suma, se
reconocía que el comercio exportador, había escapado en ese momento, al control de las
haciendas y que la provisión a la minería y a las plazas del altiplano, era obra de
pequeños productores, los mismos que además, dinamizaban las respectivas ferias
locales. Dentro de las estimaciones realizadas por el Círculo Comercial, se mencionaban
sólo dos productos industriales, sujetos a la exportación: la cerveza con 6.000 qq y la
harina con 3.000 qq que configuraban apenas un 11.25% del volumen de exportación de
diversos productos, que se estimaba, totalizaban unos 80.000 qq. (El Heraldo nº 5167,
2/10/ 1907).

Esta evidente debilidad del despegue industrial, también se relacionaba con una
inveterada actitud de los acaudalados terratenientes y comerciantes, de evitar las
inversiones de riesgo, aunque potencialmente tuvieran amplio porvenir, en favor de
pequeñas operaciones mercantiles, que generaban modestas rentas, pero eran tipificadas
como seguras. A este respecto, por ejemplo, se establecía que en el Banco Hipotecario
Nacional y en otros bancos y casas de comercio, existían en 1907, 3.000.000 Bs. “que
no producen más de un 4% de renta”. En realidad, detrás de este fenómeno, se
expresaba la ausencia de miras de la clase dominante y su postura tradicionalmente
especulativa, antes que inversora en la esfera productiva157. En suma, si en otros ámbitos

30.000 bolivianos “casi todos hijos de Cochabamba” emigren a la costa chilena donde son masacrados en
Iquique: “¿Entre los 2.000 muertos, cuantos son bolivianos?, nadie puede decimos, pues el Cónsul que
vela por nuestros intereses allí es un ente que no tiene más título que ser ‘hijo de La Paz’ “(El Heraldo nº
5420, 11/01 / 1908).

157
En el caso de la agricultura por ejemplo, como ya mencionamos, ocurre una paradoja: un año de
buena cosecha es mala para Cochabamba, o dicho de otro modo, los años de escasa producción agrícola,
dejaban mayor utilidad a los hacendados que los años de abundancia. En suma, la abundancia de cereales
17
se desarrollaba el proceso de conversión del terrateniente en capitán de la industria, en
Cochabamba se producía una transferencia menos relevante: de latifundista a rentista
especulativo.

De acuerdo a las Patentes Municipales la situación de la actividad artesanal e industrial


registrada en las mismas, entre 1900 y 1927 era la siguiente (Ver Cuadro Nº 46):

CUADRO Nº 46: Ciudad de Cochabamba: Industrias y unidades artesanales


registradas en las patentes municipales 1900 - 1928
Fuente: Patentes municipales de los años citados

Años 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9
0 0 0 0 0 0 1 1 1 2 2 2 2 2 2 2
Rubros 0 1 5 7 8 9 5 7 9 0 1 3 4 6 7 8
Industrias
Cerveza 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2
Bebidas gaseosas - - - - - - 2 2 2 - - 4 4 1 2 2
Aguas minerales - - - - - - - - - - - 2 2 - 1 -
Chocolates - - - - - - 3 - - - - - - 1 1 5
Pastillas y bombones - - - - - - - - - - - - - 2 1 1
Fideos - - - - - ´- 4 - - - - - - - 1 1
Velas - - - - - - - - - - - - - 1 1 -
Baldosas y mosaicos - - - - - - - - - - - 2 3 3 1 2
Cigarrillos 7 5 5 4 2 4 - - - - - - - - - -
Bujías - - - - - - 6 - - - - - - - - -
Vinos y licores - - - - - - - 2 - - - - 2 3 6 8
Molinos - - - - - - - - - - - - 3 1 - -
Salchichas, embutidos - - - - - - - - - - - - - - - 1
TOTALES 9 7 7 6 4 6 17 6 4 2 2 10 16 14 16 22
Unidades artesanales
Curtidurías 26 27 31 31 30 36 28 28 14 37 13 11 6 14 16 9
Destilerías - - - 20 18 21 30 28 - - - - - - 4 -
Adoberas - - - - - - 24 14 - - - - - - - -
Tejerías y ladrillos - - - - - - 56 97 - - - - - - - -
Jabonerías - - - - - - 5 - - - - - - - - -
Canteras - - - - - - - 6 6 5 4 9 5 4 3 11
Panaderías 23 26 18 22 32 30 12 12 12 - - - - - - 30
TOTALES 49 53 49 73 80 87 155 185 32 42 17 20 11 18 23 50
Nota: Los registros de las patentes sólo expresan el número de establecimientos empadronados.

Por el cuadro anterior, podemos establecer, considerando los registros para pagos de
patentes municipales, además del modesto desarrollo industrial para el periodo
analizado, que éste se reduce a las industrias tradicionales de bebidas y tabacos, en
forma preponderante. Sin embargo, las industrias de alimentos, materiales de
construcción y otros artículos de consumo, se hacen presentes a partir de 1915. La
industria cervecera es la que muestra una mayor regularidad en todo el periodo, en tanto

deprime los precios del mercado, en tanto que los años de sequía u otros fenómenos naturales
perjudiciales, al generar escasez, incrementaban estos precios. Bajo esta lógica mezquina, no interesa
incrementar ni mejorar la tecnología de la agricultura, sino acaparar la cosecha abundante para
comercializarla en los años de escasez. Dicho en las palabras de un cronista: “Como los años malos se
han ido sucediendo, ha resultado que los agricultores han multiplicado sus capitales (...) como los años
buenos comienzan, los agricultores se hallan desalentados y guardan sus capitales ociosos en los
bancos, y el movimiento industrial decae (...) Al mismo tiempo en las épocas de buena cosecha, los
precios de las casas suben por que las ganancias obtenidas por los agricultores tratan de acomodarlas
en casas que dan una renta mayor que el interés pagado por los bancos” (El Heraldo nº 5004, 15/03/
1907).
17
las fábricas de cigarrillos, sin duda pequeños establecimientos, dejan de ser registrados
en años posteriores a 1915, mostrando entre 1900 y el último año citado, una tendencia
decreciente. Se puede anotar en base a la fuente analizada, que entre 1923 y 1928, se
experimentaba un modesto nivel de expansión industrial, sobre todo en el rubro de
alimentos. En lo que corresponde a los establecimientos artesana1es, podemos anotar,
que en las patentes estudiadas, no se registran sino ciertas actividades, seguramente
tipificadas como de escala mayor o de movimiento de capital más significativo, en
tanto, el grueso de los pequeños talleres domiciliarios de zapateros, sastres, costureras,
etc., no están registrados. Con esta salvedad, observamos que los establecimientos de
curtiduría son predominantes en todo el periodo, tendiendo a decaer hacia el final de
éste. Las destilerías son registradas a partir de 1907, mostrando un periodo de auge entre
1915 y 1917, aunque sin duda, en los años posteriores a 1917, esta tendencia se
mantiene por lo que veremos más adelante, para mostrar signos de decaimiento, recién
en 1927. Los establecimientos de materiales de construcción que aparecen registrados,
sólo en 1915 y 1917, muestran la magnitud significativa del sector, que sin duda se
mantiene en estos términos en los años posteriores en que la dinámica de la expansión
urbana y la consiguiente construcción, se van incrementando en forma continua. Si bien,
los datos registrados en el Cuadro nº 46, sólo tienen valor indicativo, nos permiten
establecer, que en realidad no existen grandes industrias, sino apenas pequeños pero
numerosos establecimientos fabriles y artesanales, que dada su modesta producción, no
siempre se registran en el padrón municipal.

CUADRO Nº 47: Ciudad de Cochabamba: Artesanos y obreros por rama de


actividad según censos de 1900 y 1945
Trabajadores Ramas de actividad Censo Censo
1900 1945
Artesanos Bordadores 341 21
Carpinteros 270 849
Cigarreros 84 60
Curtidores 23 48
Chicheros 553 171
Ebanistas 11 268
Hilanderos 104 105
Hojalateros 31 34
Panaderos 207 367
Pollereros 29 29
Plateros 31 -
Sastres 441 782
Sombrereros 105 177
Talabarteros 73 28
Tejedores 64 68
Tejeros - 82
Zapateros 1.102 1.051
Otros oficios 25 110
TOTAL 3.494 6.771
Obreros Trabajadores de la industria - 1.511
Trabajadores del transporte - 300
Empleados de la industria - 369
Trabajadores de la construcción 139 1.459
TOTAL 139 3.639

Fuente: Censos mencionados


NOTA: Incluye ramas de actividad en ambos sexos. No incluye el gran volumen de costureras por no
poderse establecer la diferencia entre "labores del hogar' y "costura que aparecen como sinónimos en esta
17
época, y las artesanas "costureras" propiamente. En el Censo de 1945 se clasifican a 1.511 "mecánicos",
en realidad operadores de maquinaria industrial y trabajadores de la metalmecánica.

Previamente, es necesario dejar establecido, que los datos de los censos de 1900 y 1945
no guardan una relación metodológica similar a la que propone el censo de 1950. Esta
ha sido la razón por la cual, este último, al no resultar comparable con los otros dos, no
ha sido incluido en el cuadro anterior. Tomando en cuenta estas precauciones, debernos
anotar que hacia 1900 el grueso de los trabajadores urbanos son artesanos. Hacia 1945,
esta caracterización parece mantenerse, pero dando paso a un sector de trabajadores del
ramo industrial mucho más significativo, que por los rasgos que revela el censo de
1950, se puede inferir que, ya en esta época, y en realidad a lo largo de la década de
1940, se da una paulatina transferencia de fuerza de trabajo del sector artesanal al sector
industrial en general. Sin embargo, los resultados del censo de 1945, al acomodarse a
las normas de clasificación de población vigentes en censos del siglo XIX, no muestran
con claridad estas transformaciones. Podemos observar en relación a lo señalado, el
comportamiento tendencial de algunos gremios artesanales, tomando en consideración
los datos censales de 1900 y 1945: así los bordadores tienden a desaparecer hacia 1945,
lo mismo ocurre con quienes elaboran chicha dentro del radio urbano. Otro tanto ocurre
con los talabarteros y más drásticamente con los plateros u orfebres de la plata. Sin
embargo, otros gremios como el de los carpinteros, los ebanistas, los tejeros y el de los
obreros de la construcción, experimentan crecimientos espectaculares, indudablemente
vinculados al creciente desarrollo de la demanda habitacional y la consiguiente
expansión de la urbanización en general. Otros gremios como el de los sastres,
sombrereros, panaderos, curtidores, también experimentaron incrementos, pero en
proporciones menores, que inferimos, se vinculan a las condiciones creadas por el
incremento demográfico en la ciudad. Otros gremios, como el caso de los zapateros,
tejedores, pollereros. hilanderos y otros, experimentan escasas fluctuaciones, es decir,
que los factores que permiten la expansión de los otros gremios, en mayor o menor
escala, no inciden sobre estos últimos, pudiendo expresar este comportamiento, un
síntoma del probable estancamiento que experimentan dichas actividades artesanales
hacia 1950, motivado ta1 vez, por lo menos en el caso de los zapateros, hilanderos y
tejedores, por el surgimiento de industrias en estos campos, lo que indudablemente
deprime el espacio artesanal.

CUADRO Nº 48: Ciudad de Cochabamba: Artesanos según ramas artesanales,


especialidades, gremios y oficios - Censos de 1900 y 1945

Ramas artesanales Especialidades Oficios y Censo de Censo de


gremios 1900 1945
Textil Hilados Hilanderos 104 105
Tejidos Tejedores 64 68
Confecciones Bordadores 341 21
Pollereros 29 29
Sastres 441 782
Sombrereros 105 177
Cuero Curtido Curtidores 23 48
Confección Talabarteros 73 28
Zapateros 1.102 1.051
Madera Carpinteros 270 849
Ebanistas 11 268
Metales no preciosos Hojalateros 31 34
Metales preciosos Plateros 31 -
17
Alimentos y bebidas Elaboradores Chicheros 553 171
Panaderos 207 367
Varios Cigarreros 84 60
Tejeros - 82
Otros oficios 25 110
Totales 3.494 6.771
Fuente: Elaborado en base al Cuadro nº 47.
Clasificación adoptada de Gonzáles Angulo, 1983: 30 y siguientes.

Observando los datos aportados por este cuadro, se puede constatar, que la estructura
productiva del sector artesanal hacia 1905, en los ramos de cueros, textiles, alimentos y
bebidas, en ese orden, son francamente dominantes, sobresaliendo el gremio de
zapateros como el más numeroso. En 1945 el ramo textil es ligeramente superior a los
demás, el de las maderas, ocupa un segundo lugar en importancia, seguido muy de
cerca, por la artesanía del cuero, y a mucha mayor distancia, por los alimentos y
bebidas. Estos desplazamientos y pérdidas de importancia entre los ramos artesanales
del cuero, los alimentos y otros, así como el repunte de la rama de maderas y textiles,
parecen sugerir la influencia del desarrollo de la industria, particularmente del calzado,
los alimentos y la construcción, sobre la producción artesanal.

CUADRO Nº 49: Departamento de Cochabamba: Rama de actividad económica


por categorías de empleo según el censo de 1950 *
Categoría de empleo
Patrones Emplea- Obreros Colonos Trabaja-
Rama de actividad económica dos y dores por Totales
jornale- cuenta
ros propia
Agricultura 222 85 438 372 307 1.424
Minería e industria extractiva 33 44 37 - 3 117
Industrias de transformación 698 946 3.947 4 2.420 8.015
Edificación y construcción 54 397 1.643 - 136 2.230
Ganadería 10 12 1 - 6 29
Transporte y comunicaciones 69 1.130 242 - 298 1.739
Totales 1.086 2.614 6.308 376 3.170 13554
Fuente: Censo Nacional de 1950
* Incluye el empleo en ambos sexos.

Desde otro ángulo, podemos observar, de acuerdo al censo de 1950, que la categoría de
empleo dominante, dentro de la población económicamente activa (PEA), perteneciente
al sector productivo, corresponde a “obreros y jornaleros”, con especial incidencia en la
rama de “industrias de transformación”. Un segundo lugar está ocupado por la categoría
de “trabajadores por cuenta propia”, que sin duda se refiere al conjunto del sector
artesanal, seguido por las categorías de “empleados” y “patrones”. Fijando nuestra
atención sobre la actividad industrial propiamente, vemos que del conjunto de la PEA
en el sector productivo, es ésta la predominante, con un 59% del total de participantes
en el conjunto de las actividades productivas consideradas. De total de esta rama de
actividad, 3.947 son “obreros y jornaleros” y, 2.420 son “trabajadores por cuenta
propia”, configurando un total de trabajadores del sector industrial, equivalente al 46%
del total general, y de los cuales, un 29% son trabajadores asalariados. Estos últimos
elementos de juicio, nos permiten establecer que, la industria instalada en Cochabamba
a inicios de la década de los años 50, y en términos más generales, las actividades
productivas urbanas experimentan un crecimiento significativo. En efecto, si a título de
simple aproximación, nos permitimos comparar la relación de la PEA del sector
18
productivo, con la de otros sectores, de acuerdo a los censos de 1900 y 1950, según
grandes grupos ocupacionales, tenemos:

CUADRO Nº 50: Ciudad de Cochabamba: población económicamente activa por


grupos ocupacionales según censos de 1900 y 1950

Grupos ocupacionales en ambos sexos Censo de 1900 Censo de 1950


1. Profesionales, técnicos y afines 738 1.209
2. Gerentes, administradores, directivos, propietarios 863 1934
3. Comerciantes, vendedores y afines 784 3.757
4. Artesanos y obreros 3.633 9.478
5. Trabajadores en servicios y afines 2.922 3.969
6. Agricultores, ganaderos y afines 772 1.296
Total PEA 9.712 21.643
Total Población urbana 21.886 80.795
Fuen
te: Censos nacionales de población de los años citados

Se puede observar en el cuadro anterior, que el porcentaje de la PEA que participa de


los grupos ocupacionales inscritos directamente en la esfera productiva, alcanzaba en
1900 al 45,3% del total de la PEA registrada en dichos grupos. En 1950, este porcentaje
alcanzaba al 49,8%. Cabe remarcar, que en 1900, el total de la PEA empleada,
alcanzaba al 44,37% del total de la población urbana, en tanto, en 1950 dicha relación
alcanzaba al 26,78% de dicho total. Este resultado aparentemente contradictorio, se
puede explicar en los cambios que experimentó la estructura demográfica urbana,
emergente de los avances en el campo de la salubridad, que permiten un incremento de
la población infantil y en edad escolar en general en términos significativos; sin
embargo pese a este decremento de la PEA hacia 1950, se mantiene el incremento de los
grupos ocupacionales productivos, hecho que expresa un crecimiento relativo del sector
industrial. En efecto, el total de artesanos y obreros que registra el censo de 1900 con
respecto al total de la población integrante de los grupos ocupacionales, alcanza al
37,4%, en tanto esta misma relación pasa en 1950 al 43,8% un porcentaje significativo,
y sin duda, uno de las puntos altos de incorporación de la PEA urbana al sector
productivo, pues los censos posteriores (1976 y 1983) ilustrarán el fenómeno de la
expansión del denominado sector terciario (comercio, servicios, administración, etc.), en
detrimento del sector citado.

Sin embargo, la información analizada, si bien revela algunos aspectos de la estructura


ocupacional urbana, influida por indicadores del crecimiento industrial que experimenta
la ciudad hacia 1950, no nos muestra su naturaleza específica, ni tampoco aborda
sectores importantes, que por no ubicarse en la ciudad misma, no aparecen en los
registros de patentes municipales. Tal es el caso por ejemplo, de los molinos y la
elaboración de alcoholes, que no pueden dejar de enunciarse, si se desea una
caracterización aproximada de este proceso industrial.

La industria harinera tiene una larga tradición en Cochabamba, y se remonta incluso a


los primeros años de la Villa de Oropeza. Los primeros molinos construidos por los
españoles, consistentes en pesadas piedras labradas, cucharas impulsoras, gradientes de
chiflón y el requisito de un fuerte caudal de aguas para mover las pesadas ruedas
graníticas, se mantuvieron sin grandes variaciones hasta muy avanzado el siglo XIX.
Las primeras paradas de molino se ubicaron en el río Arque, cuyo caudal era apropiado
á dicha finalidad, al igual que el río Tapacarí, y luego otros sitios del departamento,
donde se daban estas condiciones y donde la producción de maíz y trigo, resultaban
18
abundantes. Sin embargo dichos molinos al depender de una corriente de agua
apreciable y constante, no siempre se encontraban en lugares accesibles a los
agricultores. En consecuencia, el transporte de los cereales hasta los lugares de
molienda, encarecía los costos de la producción de la harina.

Según una crónica de El Ferrocarril, fue J. Mariano Urquidi, en su finca de Iscaipata,


quien introdujo las primeras innovaciones a este sistema secular, construyendo “el
primer molino con piedras francesas”. El mejoramiento del chiflón, en la caída de agua
que impulsa el movimiento de las piedras, pudo ser una innovación introducida por el
Ing. Boleslao Mayerski o Julio Becourt. En todo caso, se introduce una nueva
tecnología en los molinos de Arani y en los de la finca El Convento de Caraza, que se
mueven mediante presión vertical del agua, disminuyendo por tanto. la exigencia de un
gran caudal. Un otro industrial, José D. Salamanca, construyó molinos en sus
propiedades de Bella Vista y Montecillo, reemplazando el chiflón de caída de agua, con
la presión en el tubo de la turbina, con lo que duplicó el rendimiento de sus molinos,
con el empleo de la misma cantidad de agua. El empresario Benjamín Chinchilla,
posteriormente construye en su finca de Chiriguanani, los famosos molinos de San
Pedro con importantes innovaciones: “turbina, piedras francesas, sección de limpieza,
cernidores y mejoras completas. Desgraciadamente faltaron capitales y Ia empresa
fracasó”, sin embargo estas instalaciones fueron adquiridas por otro industrial, Abel
Nouvellón, quien aprovechando la caída de agua y la infraestructura existente, instaló
un molino de cilindros “en e1 que se elabora harina de trigo en todas sus variedades,
desde la más fina”. Finalmente, los molinos de la Empresa de Luz y Fuerza inaugurados
el 14 de septiembre de 1909, desplazaron el empleo de la fuerza hidráulica para mover
las enormes ruedas de piedra, por energía eléctrica, pero “son molinos que dan harina
de maíz sin selección como !os antiguos”. Sin embargo, “la baratura de su tarifa,
compensa las pérdidas que sufre el harinero por la evaporación que es mayor en estos
molinos de gran rapidez” (El Ferrocarril, nº 65, 11 /03/ 1910).

Entre los molinos más importantes se mencionan los de Chiriguanani, que dominan una
vasta región productora de trigo en la ruta al Altiplano. En el Cercado, los molinos del
Carmen de Arocagua, montados por Carlos A. Dopuis, que “al entrar en
funcionamiento han motivado que en el trayecto hasta Arocagua se note gran
actividad: carros cargados con saquillos de harina y recuas con sacos de trigo,
recorren los 7 kilómetros desde la ciudad hasta la nueva instalación”. De acuerdo a la
crónica que citamos, el mecánico Miguel Sonaglia, luego de estudiar los tipos de trigo
que se producen, discurrió combinar distintas clases de molinos y hacer uno apropiado
para los trigos de Cochabamba.

La industria alcoholera que si bien no tiene una presencia significativa con destilerías en
la ciudad, salvo bajo la forma de instalaciones modestas que aparecen registradas en las
patentes municipales entre 1907 y 1927, con un punto alto entre 1915 y 1917, se
constituyó junto con la elaboración de chicha, en una alternativa importante para el
consumo de la producción de maíz, desde los primeros años del siglo XX, y
experimentó un gran impulso a partir de 1918, en que se dicta una ley de
nacionalización de la industria alcoholera, que prohibía la importación de melazas y
alcoholes desde el Perú. Por consiguiente “la demanda de cereales, particularmente
maíz, creció considerablemente. Las fábricas de alcohol se multiplicaron en Oruro, La.
Paz, Cochabamba” (Azogue, Rodríguez, Solares, 1986: 38). Hacia fines de la década de
1920, esta industria se deteriora por el creciente contrabando de alcoholes peruanos, y
18
luego a partir de 1925, por la competencia del maíz argentino que ingresa por el
ferrocarril de la Quiaca158.

El panorama industrial de Cochabamba hacia 1909, según un Boletín de 1a Oficina de


Estadística de La Paz, era insignificante: “Como país productor, Cochabamba ocupa
todavía un lugar muy secundario. Sobre 50 millones que representa e! valor de la
exportación total de la República, Cochabamba no figura sino con la suma de Bs.
100.000. Como industria local característica, no hay ninguna de importancia que sea
digna de mencionarse...” En 1910 con motivo del centenario del 14 de septiembre, se
evaluaba esta situación industrial y se mostraba un cuadro menos negativo: entre las
principales industrias se citaban: las cervecerías Taquiña y Colón, una nueva empresa
de peletería, dos fábricas de aguas gaseosas, una fábrica a vapor de pasta de chocolate y
la Empresa de Luz y Fuerza, que merece un punto aparte.

Esta última empresa fue sin lugar a dudas, la primera con características modernas y
capitalistas que se organizaron en Cochabamba. Fue fundada en 1908 por iniciativa y
aportes de capital de los empresarios Gustavo Hinke y Simón I. Patiño y ampliada luego
bajo las características de una sociedad anónima. Su capital inicial fue de Bs. 800.000.
invertidos para proveer de fluido eléctrico a la ciudad de Cochabamba, establecer
molinos eléctricos, una fábrica de ladrillos, organizando además, en 1913 una línea de
tranvías urbanos con conexiones a Quillacollo y Cala Cala, y que se prolonga a la línea
Vinto-Arani con el servicio de trenes eléctricos. En 1909 consigue el aval del Estado
para negociar un empréstito de 300.000 libras esterlinas, obligación que a la larga, será
causa de las dificultades y la quiebra de la Empresa en su rubro de transportes, como se
anotó en el capítulo anterior. No obstante, se debe destacar que gracias al fluido
eléctrico que genera, se establecen las condiciones infraestructurales imprescindibles
para la instalación de otras futuras industrias.

En 1911 se ponía en relieve que Cochabamba experimentaba “síntomas de progreso”


por el surgimiento de una renovada actividad industrial que opera con capitales
acumulados por acciones y sin el amparo estatal. En este orden, se hacía referencia a las
empresas molineras de Chiriguanani y el Carmen, ya citadas, “que no sólo responden al
consumo local, sino producen harina para exportarla al Beni”, a 1a industria cervecera,
que no sólo cubría el consumo local, sino que estaba en vías de ampliar su mercado a
los distritos de Santa Cruz, Beni, Oruro y Chuquisaca; a la existencia de seis o más
fábricas de alcohol, “fuera de pequeños alambiques, que hacen esfuerzos para dominar
a los similares extranjeros”, una curtiembre modelo “única en su clase en la República,
que beneficia cueros iguales a los que se importan del extranjero”, finalmente, una
fábrica de chocolate “que elaborará pastillas de cacao tan buenas como 1as que se
traen de Suiza o Francia, y que además, “gracias a su buena calidad ha monopolizado
los mercados del altiplano”.(El Ferrocarril nº 563, 06/ 12/1911.

Hasta 1917 el panorama trazado no se modifica sustancialmente. Dicho año con la


llegada del ferrocarril, llegan también los primeros stocks de productos importados,
como la harina y otros que comienzan a competir con la industria local. En 1918 ya se
escuchan voces que plantean el “proteccionismo” y recuerdan que “con la liberación

158
Las destilerías más importantes se ubicaban en provincias, entre ellas podemos citar, dos grandes
destilerías en Quillacollo, otra importante en Changolla en el camino a Oruro, una fábrica de alcoholes en
Tarata, dos empresas de destilación en Saipina y Quinori, en las provincias de Totora y Aiquile. (El
Ferrocarril nº 129, 1º/06/ 1910)
18
absoluta a los productos peruanos, se mató la industria azucarera de Santa Cruz y con
igual liberación a los productos chilenos, a mérito del Pacto de Tregua, las harinas y
otros artículos de Cochabamba sufrieron enorme competencia”, por tanto, se reclama
protección efectiva para la producción nacional, en especial en lo que respecta a
Cochabamba, al trigo, a la harina de trigo, la cerveza, el calzado y la ropa hecha. Sobre
todo cunde el malestar y la alarma por la competencia de la harina chilena y la merma
en la producción de los molinos locales159.

En 1922, la industria del cuero da síntomas de crisis: el municipio no logra rematar sus
cueros vacunos por la caída de esta materia prima en el mercado internacional y la
competencia de los cueros de Santa Cruz y La Paz. Nuevamente se reclama protección
para esta industria, mediante la aplicación de aranceles elevados a la importación de
cueros y calzados, y la aplicación de un impuesto a los cueros introducidos de otros
departamentos.

En este mismo año (1922), se organiza la Federación Obrera de Cochabamba que


aglutina a obreros y artesanos del distrito, su composición es reveladora de la debilidad
del sector fabril propiamente, pues las organizaciones de mayor peso son la Federación
de Ferroviarios de la Empresa de Luz y Fuerza, la Federación Ferroviaria del Ferrocarril
Antofagasta-Bolivia, las Federaciones de sastres, zapateros, carpinteros y albañiles,
además de la Unión Gráfica, la Federación de Chóferes, empleados de hoteles, el
Partido Socialista y la Liga Antialcohólica, en suma, dicha Federación estuvo
constituida por artesanos, trabajadores del transporte y del sector servicios, de donde se
puede inferir, que el sector fabril aún es diminuto e incluso está atomizado en unidades
de pocos obreros no sindicalizados.

Esta última impresión, se ve refrendada por el panorama de la industria que traza un


matutino de la época, que expresa: “Guerra sorda y sin cuartel se hace a las industrias
nacionales, víctimas de todo tipo de obstáculos, en especial desmedidos gravámenes
municipales y fiscales que les impiden competir con ventaja al producto extranjero” una
vez más se reclama protección e incentivos para los industriales, que aún en medio de
esta situación adversa, fundan nuevas empresas entre las que se destacan: una fábrica de
tejidos de jerga, que pese a producir todavía un producto muy rudimentario, utiliza una
materia prima de óptima calidad; una fábrica de mantequilla que surte al mercado local
y al de Oruro, y cuyo producto se considera superior al similar extranjero; por último,
algunas fábricas de mosaicos que intentan responder al creciente mercado de la
construcción. (El Ferrocarril nº 4189, 29/04/1922). Asimismo, continúa la depresión de
la industria harinera, y por lo menos, en toda la primera mitad de la década de l920,
Cochabamba atraviesa una aguda crisis, que tiende a agravarse cuando el maíz, el único
cereal que no sufría competencia extranjera, se ve amenazado por la producción
argentina160.
159
Una circular del Ministerio de Hacienda al presidente del Circulo Comercial de Cochabamba, llamaba
la atención sobre el creciente volumen de exportación de harinas: “en 1913, 16.000 T.; en 1914, 15 000
T.; en 1915 14.000 T.; en 1916 31.000 T. y en 1917 han pasado ya las 23.000 ”. Para dicho ministerio, la
exportación de 91.000 T., en 5 años demostraba “la disminución de las cosechas en el territorio nacional
y la paralización de faenas en los molinos”. En base a lo anotado, se llegaba a la conclusión de que había
que "declarar nuevamente que 1a harina de trigo es absolutamente libre en su comercio interior, a fin de
proteger la producción de trigo y la elaboración de la harina nacional”.(El Heraldo, nº 8195, 4/09/
1918).
160
A1 respecto se reclamaba: “nuestras harinas sufren la competencia de las harinas argentinas y
chilenas, vendiéndose éstas en un boliviano menos que las nuestras”. Se hacía notar que antes
Cochabamba había sido el principal proveedor de la plaza de Oruro: “cuando no arribaba el tren de
18

Este cuadro se completa con una suerte de cadena de adversidades que se abaten sobre
la agricultura:

El año 1921, fue perjudicado por 1a excesiva lluvia; el año 1922, la agricultura
sufrió las consecuencias terribles de la invasión de langostas; el año 1923 falló
el agua, lo mismo que los años 1924 y 1925. En 1926, se operó e1 descenso del
maíz, y esa desvalorización ha continuado hasta hoy en que su precio es de Bs.
5, es decir, 1a mitad y menos de la mitad dé lo que valía el año 1920. (La
situación económica de Cochabamba, Revista Industrial y Comercio nº 197,
24/03/ 1928).

Tal evolución económica deriva en una crisis generalizada: “

La situación de Cochabamba es sencillamente desastrosa. A 1os malos años


agrícolas que se suceden desde 1922, se agrega la falta de trabajo para el
proletariado y la clase media (…) La carestía de la vida, es insoportable y se
incrementan los flujos migratorios con destino a las salitreras. La alternativa
deja de ser la creación de fuentes de trabajo en la industria, por el reclamo
para realizar obras públicas, como la prosecución del ferrocarril a Santa Cruz
en el tramo de Aiquile, o la captación de aguas potables, la pavimentación, la
construcción del matadero y otras en la ciudad para emplear a la gran masa de
desocupados (Revista Industria y Comercio nº 101, 08/03/ 1925).

En 1928 al perdurar esta situación, un párrafo de un artículo, ante citado, que analiza el
estado de la economía cochabambina, no puede ser más elocuente: “El panorama es
pavoroso, un pueblo que a pesar de su escasísima población urbana, no puede dar
trabajo a sus hombres, es un pueblo expuesto a todos los rigores y eventualidades”.
(Artículo citado, Revista Industria y Comercio nº 197).

No obstante pese a todo este panorama enormemente desalentador para el desarrollo


industrial imperante en la década de 1920, éste no quedó totalmente anulado. Una
relación incompleta de las industrias existentes en esta época, nos dan una idea de su
persistencia

Cochabamba había escasez en Oruro”, de esta forma, proporcionaba un rendimiento “sólo a la


Municipalidad de esa ciudad de más de Bs. 900 en cada tren de carga, pero hoy esa recaudación ha
mermado a unos 50 Bs.”. (El Ferrocarril nº 4302, 14/09/ 1921.
18
CUADRO Nº 51: Departamento de Cochabamba: Relación parcial de industrias
1921-1929

Años Relación de industrias


1921 Fábrica Nacional de tejidos de Punto de J. Munne
Fábrica de Mosaicos de Miguel Tapias
1922 Fábrica de Tubos de Colvin y Compañía
Fábrica Nacional de Chocolate de Aldo Rosati
Fabrica de Mosaicos de Pedro Rigol
Bodega Oriente, Fábrica de Licores, Jarabes y Vinos de Aldo Rosati
Fábrica de Jabones y Velas “La Providencia”
Viña Muyurina (vinos)
Fábrica de Muebles “La Proveedora del Hogar”
1923 Boero y Compañía, fabricante de vinos, licores, jarabes y aguas gaseosas
1924 Fábrica de Cuellos, Camisas y Corbatas de Pedro Selma
Fábrica Nacional de Tejidos
Fábrica de Hielo de la Cervecería Boliviana Nacional
Viña y Colmenar “La Esmeralda”
1925 Panadería Mecánica y Molino San José
Fábrica de Hielo y Soda de Maldonado e Hijos
Fábrica de Hielo
Cervecería Colón Sociedad Anónima
Cervecería Taquiña
Vinos San Marcos y Cia (vinos y conservas) – Capinota
1928 Fábrica de cocinas y calentadores de José Rueda
1929 Empresa Cayacayani, embasadora de aguas minerales
Fábrica de Calzados Zamora
Molinos El Tunari, elaboración harinas flor – Hacienda Pairumani
Fábrica de Mantequilla Pairumani
Fuente: Recopilado de avisos comerciales de la Revista “Industria y Comercio” de los
Años citados.

La caída de los precios de los minerales en el mercado mundial, como repercusión de la


"Gran Depresión" de 1929, la consiguiente contracción de los mercados mineros, la
contracción del crédito bancario, y a todo ello, sumándose la caída del precio del maíz,
sometido a la fuerte competencia argentina; configuraban sin duda una extremadamente
adversa combinación de factores que paralizaron el comercio y la industria
cochabambina, y se tradujeron en una alarmante tasa de desempleo y en un renovado
reforzamiento de la emigración de la fuerza de trabajo desocupada. La quiebra de
numerosos establecimientos comerciales, la situación de penuria que atravesaban los
hacendados, agobiados por obligaciones bancarias que no podían honrar, y obviamente
la liquidación de muchos establecimientos industriales, entre ellos la Cervecería Colón,
ilustran la situación que vive Cochabamba en los años inmediatamente anteriores a la
guerra del Chaco.

El conflicto chaqueño permite una suerte de desahogo a esta situación. Los suministros
para el ejército reactivan la producción cerealera y de otros rubros, incluso de naturaleza
industrial; las oficinas de abastecimiento del ejército adquieren estos productos a
precios ventajosos para los hacendados, quienes se ven fuertemente estimulados a
incrementar sus producciones al ver asegurada la compra de sus cosechas. Por otra
parte, la política crediticia de los bancos se modifica y los préstamos comienzan
nuevamente a fluir, al mismo tiempo, las exportaciones de productos agrícolas al
altiplano, también experimentaban sensibles incrementos161.
161
Durante la guerra, eran frecuentes los reclamos de los hacendados cuyos colonos afectados por las
movilizaciones con destino al frente, reducían sensiblemente la fuerza de trabajo agrícola
18

En 1935, se crea la Dirección Departamental de. Consumo, cuyas funciones se dirigen


no solo a racionar los artículos de primera necesidad y controlar su precio para evita el
agio o el desvío de estos insumos con destino al Ejército, sino también a levantar
estadísticas de esta producción, en lo que vienen a ser los primeros registros serios que
se realizan sobre la economía de la ciudad y el Departamento162.

La información que sobre el sector industrial registran las citadas estadísticas, nos
ilustran sobre la situación de este ramo en la inmediata posguerra:

CUADRO Nº 52: Departamento de Cochabamba: Tipos de industria, montos de capital,


materias primas y productos manufacturados, año 1935
Tipos de industria Capital fijo Procedencia nacional Procedencia extranjera Producto
en Bs. manufacturado
Perfumería y 3.000 Arroz, grasa, carbón, Talco de Venecia, óxido de zinc, Polvos de arroz, rimel,
cosméticos productos vegetales humo de pez, extractos finos rouge, esmalte de uñas
Molinos de cilindro 700.000 Trigo y maíz Trigo Variedad de harinas,
Molinos rústicos 3.600.000 afrecho. Afrechillo
Fábrica Alcoholes 995.000 Chancaca, melaza Envases de hojalata, ácido tartárico, Alcohol potable y des-
Fábrica de vinos y 78.000 Frutas, uva corchos, botellas, etiquetas, barriles, naturalizado, vinos y
aguardientes cápsulas, azúcar aguardientes.
Fabrica Conservas 370.000 Ganado porcino y va- Hojalata, soldadura, azúcar, acido
cuno, frutas, legum- tartárico, acético, muriático,
bres, leche, cereales especies, goma para empaquetadura
Curtidurías 75.000 Cueros vacunos, ca- Productos químicos diversos Suelas, cueros curtidos
bríos, porcinos, caba- de diversas clases.
llares, sal, afrecho, cal
viva.
Velas 70.000 Madera, Parafina en pasta, acido esteárico, Velas diversas
mechas trenzadas
Fábrica de tejidos 30.000 Algodón y lana Lana Chompas. Abrigos,
mecanizados vestidos
Fábrica de tejidos 100.000 Algodón y lana Ningún insumo Frazadas, mantas,
rústicos (estimado) paños, pisos.
Fábrica de bebidas 120.000 Etiquetas Esencias, azúcar, botellas, Bebidas gaseosas,
gaseosas, hielo tapacoronas. hielo en barras
Fábrica de aceites 220.000 Tártago, maní, sorgo, Ácido sulfúrico, tanino, hojalata, Aceites comestibles,
comestibles e indus- girasoles, poroto de alambre, semillas medicinales, industria-
triales soya les
Fábrica de sombre- 10.000 Ningún insumo Trencillas de viruta, trencillas de Sombreros de viruta y
ros de paja paja, cordones, cintas paja
Fábrica de quesos y 200.000 Leche Ganado vacuno Quesos y mantequilla
mantequilla
Fábrica de fideos 40.000 Harina Harina Variedad de fideos
Fuente: Dirección Departamental de Consumo, marzo de 1936.

162
Por ejemplo, en lo que se refiere al maíz se establecía que en 1935 se produjeron 1.133.510 qq
españoles en el departamento, de los cuales 655.260 (57,8%) se destinaron a la elaboración de harina, de
esta última cantidad 155.307 qq (20,6%) se destinaron a la producción de chicha Se exportaron 55 000
qq. del cereal y otra cantidad similar de harina. Del total de esta exportación sólo 9.065 qq. (9%), fueron
conducidos por arrieros, los que supone que, finalmente en la vinculación con el altiplano, el ferrocarril
desplaza a las arrias, que todavía le hicieron competencia en toda la década anterior. También se puede
observar que este volumen exportado, apenas alcanza al 8,8% de la producción total, el saldo según esta
estadística, es consumido por los 550.000 habitantes en que se estima la población departamental, donde
el citado cereal aparece como la opción del consumo popular, incluida la chicha, frente a la situación de
carestía de otros artículos alimenticios consumidos por el Ejército.
18
Nota: estos datos no son completos y fueron registrados por la citada dirección en base a un cuestionario que
encontró resistencia entre algunos industriales, razón por la que no se incluyen varias industrias.

El cuadro anterior, nos proporciona una idea parcial de la industria en el Departamento,


la misma que en general, se concentra en la ciudad de Cochabamba y sus proximidades.
Podemos establecer, en primer término, que las industrias de harinas y alcoholes, siguen
siendo todavía las predominantes, pues de un total de 6.491.000 Bs. que representa el
monto total aproximado de capital fijo que ha sido invertido en el ramo industrial,
4.300.000 Bs., o sea el 66% del total, corresponden al rubro de molinos, de los cuales,
los molinos rústicos, o sea los movidos por fuerza hidráulica, tal como fueron descritos
anteriormente, resultan ser los predominantes en el nivel departamental, los que
indudablemente fueron incrementados para solventar las demandas de harina generadas
por el conflicto bélico. La industria alcoholera con un 15,3% del volumen total de
capital, ocupa un segundo rango. Al igual que en el caso anterior, sé trata de un
conglomerado disperso en distintas zonas del departamento, tal vez, como expresión
remanente del auge alcoholero de la década anterior. Otro tanto ocurre con las industrias
de tejidos rústicos y de quesos y mantequillas que configuran inversiones importantes
en conjunto, pero que en realidad hacen referencia a pequeñas instalaciones dispersas en
núcleos urbanos provinciales y en áreas rurales, o el caso de las curtidurías, que se
agrupan en el barrio de ese nombre, bajo la modalidad de establecimientos medianos y
pequeños163

A1 lado de estos conglomerados dispersos pero dominantes en el escenario


departamental, podemos distinguir también establecimientos fabriles propiamente, con
un capital fijo total de Bs. 935.000 (apenas el 14,4% del capital fijo total del sector). De
éstos, se distinguen dos establecimientos: la fábrica de conservas de Ricardo Dillman y
la fábrica de aceites de Suticollo, que representan como inversión el 63% del capital
total del sector fabril propiamente, en consecuencia, se trata de las industrias más
importantes en este periodo164
Un segundo lugar en conjunto, corresponde a las fábricas de bebidas gaseosas y hielo,
las fábricas de vinos y aguardientes y las de velas que globalmente representan una
inversión que alcanza el 28% del total invertido en la industria fabril. Por último,
tenemos pequeños establecimientos, calificados así, por expresar modestas inversiones
y corresponden a la actividad de elaboración de perfumes y cosméticos, la fábrica de
tejidos mecánicos, la de sombreros y la de fideos.

Variando el ángulo de análisis podemos establecer, en lo que hace al empleo de


materias primas, que la mayor parte de ellas depende fuertemente del extranjero,
particularmente con respecto a los envases y a productos químicos empleados como
reactivos. Una de ellas, la de sombreros, dependía totalmente de materia prima
importada. Por otra parte, también se puede observar, que las materias primas
nacionales consisten esencialmente en productos agrícolas y pecuarios, muchos
procedentes de la propia región y otros traídos de Santa Cruz y el Beni. En todo caso, se

163
La artesanía del tejido se concentraba en las unidades familiares campesinas de arrenderos y
pegujaleros, además, en algunas comarcas, aldeas y capitales de provincia, La industria de derivados de la
leche contaba con establecimientos ubicados en granjas y haciendas del Valle Central y Alto, e incluso,
pequeñas lecherías en la zona de La Maica.
164
La fábrica Dillmann, en realidad configuraba un complejo industrial de doce establecimientos o
.secciones: salchichería y conservas de carnes, conservas de frutas y mermeladas, leche condensada,
mantequilla, quesos, aguas gaseosas, jarabes y cremas y otros de apoyo. (El País nº 207, 03/03/ 1937).
18
puede constatar, con excepción de las industrias molineras, que los establecimientos de
tejidos mecanizados y rústicos, de productos lácteos y fideos, que además dependían en
lo esencial, de insumos de elaboración compleja y de recursos tecnológicos
provenientes del exterior, configurando una situación que no ha sufrido modificaciones
hasta el presente, por el contrario, la dependencia tecnológica y de suministros es
mucho más aguda hoy en día. Por último, se puede constatar que, todas estas industrias
elaboran productos de consumo final en los rubros de alimentos, bebidas, vestuarios y
cueros, constituyendo una excepción el caso de las fábricas de velas (derivados del
petróleo). En suma, estamos ante un complejo industrial de modestas proporciones y
que no avanza más allá de la rama de “industrias tradicionales”, es decir, de los
peldaños iniciales del desarrollo industrial.

Resulta importante completar el análisis anterior, llamando la atención sobre la


diversificación de la producción de algunas haciendas del Cercado, Quillacollo y el
Valle Alto, tanto en lo que hace a la crianza de ganado como a la actividad lechera y de
elaboración de productos lácteos, que además, configuran el antecedente de uno de los
sectores dinámicos de nuestra industria actual, así como una alternativa significativa de
modernización de nuestra tradicional agricultura en su posibilidad de tránsito a la
agroindustria. Para ello observamos el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 53: Departamento de Cochabamba: haciendas ganaderas y con


elaboración de productos lácteos y otros en 1935

Haciendas Propietarios Lácteos y derivados Ganadería


Pairumani Simón I. Patiño Mantequilla, harina de trigo Vacuno, ovino, porcino y caballar
La Chimba Simón I. Patiño Crema de leche Vacuno y ovino
Cotapachi Sd. No elabora Vacuno (800 cabezas), ovino y porcino
Esquilán Tomás Porro Mantequilla y queso Vacuno (200 cabezas)
El Convento Simón F. Bedoya Mantequilla Vacuno (200 cabeza), ovino, porcino
Sarco Antonio Aranibar Leche Vacuno fino
La Angostura Demetrio Canelas Mantequilla y queso Vacuno (200 cabezas)
Vilomilla Cesar Canelas Mantequilla Vacuno (700 cabezas)
Paracaya Paz Torrico Hnos. Mantequilla Vacuno, porcino y caballar
Puntiti Ramón Rivero Mantequilla Vacuno y porcino
Molle Molle Josefa Zegarra Mantequilla Vacuno
Venchi-Capinota Harold Lewis Mantequilla Vacuno y ovino
Florida Enrique Adriázola Mantequilla Vacuno y ovino
Capacachi Guillermo Hinojosa Leche Vacuno
Cala Cala Blanca Granado Leche Vacuno
Arocagua Familia Meza Mantequilla Vacuno
Sin nombre Castell Quiroga Leche Vacuno
Toco Familia Canedo Mantequilla Vacuno
Cotane-Quillacollo Néstor Navarro Leche Vacuno
Parotani Familia Urquidi Leche y mantequilla Vacuno
Fuente: El Imparcial nº 1682, 04/12/1935
Nota: La fuente citada hacía mención a las siguientes fábricas de mayor importancia en la ciudad: Fábrica
"Ricardo Dillman", productora de mantequilla, conservas, leche y queso. Fábrica de Luís Demartini
produce mantequilla y Fábrica R Gralf, productora de mantequilla.

El cuadro anterior expresa la vocación predominante por la producción de leche y sus


derivados en todas las haciendas, a excepción de Pairumani de Simón I. Patiño que
incursiona en la producción harinera. No existen cifras precisas sobre la cantidad de
ganado en las haciendas, pero además de Cotapachi y Vilomilla que en conjunto
detentaban 1.500 cabezas de ganado vacuno, existían otras tres con 200 cabezas cada
una, presumiéndose que el resto, solo tenía cantidades menores, dedicadas la producción
18
de leche y mantequilla en su gran mayoría, que probablemente suministraban, en parte
al mercado local, pero también a algunas industrias del ramo como la Fábrica Dillman.
Estas haciendas, en realidad eran la excepción en relación a otros centenares, y
expresaban el esfuerzo, aunque modesto, por transformar la vieja hacienda de vasallaje
en unidades productivas modernas.

En cuanto a las condiciones de trabajo en estas industrias, no existen informaciones


claras a respecto, que provengan de fuente oficial. No obstante se puede anotar que, no
en todos los casos era respetada la jornada laboral de 8 horas, ni las relaciones obrero-
patronales eran armoniosas, o existían normas de seguridad industrial y social
adecuadas165

La perspectiva que se abre con este desarrollo industrial, permite en esta misma época,
la existencia de un Instituto Tecnológico dependiente de la Universidad Mayor de San
Simón, que ofrece a estudiantes y obreros la posibilidad de una formación técnica media
en especialidades como Electrotecnia, Mecánica, Ayudantía de Ingeniería Civil,
Tipografía y Encuadernación, Herrería, Carpintería y Ebanistería. Dicho Instituto
además, se dirigía a la formación de técnicos industriales para el desempeño de labores
como oficiales de industria en las ramas citadas y contaba, con una Escuela Superior
Técnica para promover Técnicos Industriales. Indudablemente se trata, de una iniciativa
cualitativamente superior a las viejas escuelas de artesanos del siglo XIX y se inscribe,
en la formulación de una respuesta concreta a los nuevos requerimientos industriales de
mano de obra especializada y familiarizada con la tecnología industrial (El País, nº 437,
23/02/ 1938).

La década de los años 40 puede ser tipificada como la de nuestro despegue industrial.
Esta dinámica se concentra en dos direcciones: la tímida transformación de las
haciendas y huertos en pequeñas empresas agrícolas lecheras, de productos lácteos,
crianza de ganado y aves en general. Intentos de éxito diverso para superar la
monoproducción maicera e ingresar en el desarrollo fabril propiamente.

Como ya se vio anteriormente, esta primera tendencia ya tiene una presencia


significativa a fines de la guerra del Chaco en el Cercado y en otros sitios del Valle
Central y Bajo, sin embargo, sus antecedentes se remontan a las primeras décadas de
1900166. En 1940 se promueven estudios de riego en el Valle Central y con este motivo
arriba una misión técnica mejicana, que propone la construcción de una represa en la
zona de la Angostura para embalsar las aguas de dicha laguna, de la que son tributarias
varias quebradas de la región, y la construcción de un sistema de riegos por acequias,

165
En 1938 la Federación Obrera Sindical (FOT) denunciaba por ejemplo, que en la Cervecería Taquiña
la jornada laboral era de 12 horas para un solo tumo, además que siendo mas de 70 sus obreros, carecían
de asistencia médica y de condiciones adecuadas de trabajo, fuera de sufrir malos tratos Por otro lado se
denuncia que en la fábrica Dillmann, la jornada laboral era de 14 horas para ganar jornales que oscilaban
entre 5.50 y 7 Bs./día, además de malos tratos, etc. (El País nº 431, 16/03/ 1938 y nº 405, 8/03/ 1938). En
1935 los jornales diarios de los obreros eran de Bs. 8.- (Revista de la Dirección Departamental de
Consumos, 1936).
166
En la Exposición Industrial del Centenario de la República organizada en La Paz, los productos lácteos
de la hacienda Villacataco de Colcapirhua, de Desiderio Gandarillas fueron motivo de admiración
general. Así mismo, en 1925 la hacienda Salvadora de la Chimba, de Félix G. Sarmiento y Alfredo
Suárez, establecía una granja modelo para elaborar derivados de leche. (Bolivia en el Primer Centenario
de su Independencia, 1925).
19
que permitieran el riego de tierras de secano abundantes y de buena calidad agrícola.
Para administrar este proyecto se crea la Dirección Nacional de Riegos y se expropian

tierras afectadas por la obra. Esta se inicia en 1942-43, y la represa entra en operación
en 1946167, pero los canales de riego no se completan si no hasta la siguiente década.

La ejecución de esta obra y sobre todo la administración de sus efectos no dejan de


tropezar, como es de rigor en nuestro medio, con serios obstáculos. Así el Decreto
Supremo de 1º / 10/ 1946 que restringía la subdivisión de tierras de regadío servidas por
la represa chocó con la fuerte oposición de los propietarios de tierras que encontraron en
el Comité Pro Cochabamba, el portavoz de sus intereses 168. En 1950, el Ing. Claudio
Salinas, Gerente del Sistema de Riegos de la Angostura, declaraba a Los Tiempos:

El sistema de riego pretende cubrir 10.000 Has., pero aún este objetivo no ha
sido alcanzado. Algunos propietarios son reacios a pagar sus obligaciones, no
obstante de que sus tierras ya se han beneficiado con el riego; en cambio, los
propietarios modestos, pagan puntualmente. Son los grandes propietarios de
tierras los que más se oponen a reconocer los beneficios obtenidos y han
llegado a1 extremo de hacer campañas contra la obra de la Angostura,
incitando a no pagar nada al Estado169.

Un colaborador anónimo de Los Tiempos, al examinar el estado de la agricultura en


Bolivia, al inicio de la década de 1950, señalaba que Cochabamba y concretamente las
tierras de las provincias del Cercado, Quillacollo, Punata, Arani, Cliza, Tarata y el Valle
de Sacaba, reunían las condiciones adecuadas para un desarrollo agrícola moderno y
sostenido, pues se trata de una región con vías de comunicación que se conectan con los
principales centros del país, pudiendo configurar con ellos, un mercado interior estable
para sus productos, rompiendo con el monocultivo maicero, que si bien permite la
elaboración de la chicha, de la que el fisco obtiene importantes ingresos, paraliza otras
opciones. En concreto, señalaba que se podría intentar el cultivo de remolacha como
alternativa agroindustrial del azúcar, ante las dificultades de acceder ventajosamente al
azúcar cruceño. Además se podrían aprovechar las tierras del Chapare con cultivos de
algodón para la industria textil nacional, y otros productos con los que una moderna
agricultura cochabambina, podía aportar y responder a los requerimientos de materia
prima de la industria nacional170. El resultado concreto de estos ideales de desarrollo que
hacen de la represa de la Angostura una suerte de símbolo, no llegan a plasmarse: El
167
Las obras civiles de la represa de la Angostura, fueron dirigidas por los ingenieros mexicanos Vásquez,
Esquivel y Marrón.
168
El Dr. Fidel Anze, Presidente del Comité Pro Cochabamba señalaba al respecto. “El caso de las
tierras de Cochabamba es único, las tierras son de propiedad privada y todo el sistema nacional de
riegos se vuelca hacia los alrededores de la ciudad y toda la campiña circundante, donde ya la tierra
estaba valorizada y relativamente cultivada, aún antes de recibir el beneficio del regadío. Decretar en
estas circunstancias la subdivisión particular restrictiva en parcelas no menores de 3 Has, no es
constitucional. Esta medida ha de detener el progreso de Cochabamba causando grave daño a la
expansión urbana de su capital” (El País, 24/ 11/1946). En realidad, el daño se causaba a los apetitos de
los propietarios de tierras, que revalorizadas por el servicio de riego, tenían gran demanda y la
subdivisión especulativa se ponía a la orden del día.
169
Eran excepcionales los visionarios que como el Ing. René Saavedra sugerían la alternativa de la
industria frutícola para transformar el Valle de Cochabamba en una “California Boliviana, comparable al
Valle de Santa Clara de este estado norteamericano” (El País nº 736, 02/04/ 1939).
19
propio Ing. Salinas, antes nombrado, reconocía que no se aprovechaban adecuadamente
las aguas de riego y que en la práctica agrícola, se cometían enormes errores, entre
otros:

Los grandes propietarios y algunos medianos encargan el cuidado de sus


cultivos a gente que no sabe de agricultura o a sus arrenderos. Estos no ponen
el mismo empeño que los propietarios modestos que cultivan ellos mismos la
tierra y tratan de obtener el máximo de provecho. Entre los numerosos errores
que se pueden señalar, la repetición del mismo producto año tras año. Así, por
ejemplo, hay quienes sólo cultivan maíz durante mucho tiempo y no hay nada
más indicado para empobrecer 1a tierra que este producto. Pero el maíz, es el
preferido para venderlo a buen precio, sin interesar nada más...(Los Tiempos,
17/08/ 1950).

La realidad se traduce entonces en que La Angostura y su sistema de riegos, no


sustentan proyectos de desarrollo agrícola e industrial, sino simplemente permiten el
riego de pequeñas extensiones, muchas de las cuales, serán rápidamente tomadas por la
expansión urbana171

En cuanto al proceso fabril propiamente, la masiva concurrencia de la industria


cochabambina a la Exposición Agrícola, Ganadera e Industrial del 14 de Septiembre de
1948, nos proporcionan una idea aproximada de su volumen y características,
expresadas en el Cuadro Nº 54:

Cuadro N.º 54: Ciudad de Cochabamba,Cercado y zonas próximas: Relación de


industrias en distintas ramas de producción en 1948

Ramas de producción industrial Nómina de establecimientos


I. Industrias de bienes de consumo no 1. Fábrica Nacional de Conservas Dillman de Carlos Peña
duraderos 2. Compañía Molinera Boliviana S.A.
A. Alimentos y bebidas 3. Molinos Chiriguanani de J. Eterovic y Hnos.
4. Fábrica de Dulces Sumaj Miski de Aurora Fuentelsaz
5. Fábrica de Fideos Santa Ana de José Zambrana
6. Molinos Coronilla de Franulic y Compañía
7. Fabrica de Bombones de Moisés Gutiérrez
8. Fábrica de Bombones de Roberto Gutiérrez
9. Fábrica de Fideos Quillacollo de Andrés Tomsick
10. Fábrica de Aceites de maní y Girasol de Arturo Rojas
11. Fábrica de Mantequilla de la hacienda Sarco
12. Cervecería Taquiña S.A.
13. Empresa de Aguas Gaseosas Cayacayani
14. Fábrica de Aguas Gaseosas Tunari de Jorge C. Vargas
170
Sin embargo el articulista reconocía la inviabilidad de sus ideas por ausencia de una clase empresarial
agroindustrial moderna y trazaba, con lucidez singular, estos rasgos del latifundista cochabambino: “Todo
propietario rural. es incapaz de concebir que muchos de sus problemas e inquietudes, grandes y
pequeñas podrían ser modificadas eficientemente por medio de un entendimiento o cooperación mutuos,
pero el dueño de fundos agrícolas es irreconciliable enemigo de sus vecinos, y ellos de él, formando en
este estado de cosas, una maraña de encontrados intereses que culminan en pleitos ruidosos que no se
solucionan jamás, dando origen a profundos rencores transmitidos de generación en generación,
manteniéndose cada vez más agudo, el sistema individualista disociante”. (Las Industrias en Bolivia, Los
Tiempos nº 3041 y siguientes, 10/ 11/ 1950 y fechas sucesivas).
171
Los suelos agrícolas susceptibles de contar con riego proporcionado por la represa de la Angostura o
México en 1956, alcanzaban a 13.056 Has, de las cuales, 8.500 Has, ya se beneficiaban con este recurso,
en el citado año
19
15. Fábrica de Aguas Gaseosas Citrus de Franklin Maldonado
16. Viñas Muyurina de Juan de la Cruz Torrez e hijos.
17. Fábrica de Sodas Quillacollo de Isaac España
18. Vinos Santa Elena de Pedro Rojas M.
19. Fábrica de Aguas Gaseosas Layhf
20. Fábrica de Vinos Boero e hijos
21. Fábrica de Aguas Gaseosas Inca de F. Barrancos
B) Calzados y vestuario 1. Fábrica de Cueros y Calzados Tardío S.A.
2. Calzados MANACO, Manufactura Boliviana S.A.
3. Zapatería Ideal de Víctor Campero
4. Fábrica de Calzados El Portavoz de la Moda
5. Fábrica de Calzados Ideal
6. Fábrica de Impermeables de Brechner y Hermanos
7. Fábrica de Confecciones Patricia de Fernando Silbermann
8. Industria Botonera Boliviana de Abraham Asbun
9. Fábrica de Camisas Hollywood de Rally Eichenguren
10. Fábrica de Carteras Lady de Jacobo Szulbert
11. Confecciones el Mercado de H. Hohenstein
12. Taller de Labores de Mano de Clara Baldt
13. Sombrerería Borda de Julián Borda
C) Impresos 1) Editorial América de Laredo y Cia Limitada
D) Cueros 1. Fábrica de Cueros Hércules
2. Curtiembre y Charolería Demix
3. Curtiembre el Cóndor de Manuel Herbas
4. Curtiembre Quillacollo de Herbert Berge
E. Otros 1. Fábrica de Juguetes de Paz Vda. de Luna Pizarro
2. Fábrica de Juguetes de Desiderio Choque
3. Fábrica de Juguetes de Prudencio Orozco
II. Industrias de bienes intermedios 1. Fábrica de Tejidos Weka de Max Wiener
A. Textiles 2. Fábrica de Tejidos de Punto Mundial
3. Fábrica de Alfombras de María Urey
B) Materiales de construcción 1. Compañía de Materiales de Construcción S.A. COMACO
2. Fábrica de Tejas de Asbesto y Cartones OTAKAR
3. Cerámica de Ladrillos Refractarios de Humberto Asin
4. Fábrica de vidrios de Eduardo Castellón
5. Fábrica de tejas de cemento Rocatex
6. Forestal Chapare (maderas) de Gross y Horowitz
7. Manufacturas Record (tejas de fibrocemento)
8. Fabrica Nacional de Pisos de Madera (parket)
C) Caucho 1. Industria Nacional de Goma INAGO Ldta
D) Derivados de petróleo 1. Fabrica de Velas El Sol de Goldslager y Hnos.
E) Derivados de productos químicos 1. Fábrica de Jabones Franja de Jacob James
2. Fábrica de Jabones Sublich de Emma Arze de Jordán
3. Fábrica de Jabones Tunari de Julio Guzmán
G) Metálicas básicas 1. Fundición Arze
III. Industrias de bienes de consumo
duradero 1. Mueblería Muriel de Víctor Muriel
A) Madera 2. Muebles Clavijo de Ernesto Clavijo
B) Metalmecánica 1. Fábrica de Objetos Metálicos
2. Metalmecánica - Talleres Fein y Orowan
Fuente: El País nº 3104, 26/10/1948

El cuadro anterior, que contiene la nómina por ramas de producción, de las industrias
que concurrieron al evento de 1948 ante citado, nos permite establecer que los
establecimientos de elaboración de alimentos, bebidas, calzados y vestuarios alcanzaban
al 55% del total de los 62 establecimientos registrados, quedando el saldo restante
distribuido entre diferentes rubros, siendo el segundo en importancia el de los materiales
de construcción, aunque porcentualmente muy alejado de los primeros. Los ramos
industriales de calzados, bebidas y construcciones aglutinaban lo más significativo de la
19
industria departamental con firmas como Manaco, Tardío, Taquiña, Comaco, Otakar,
Viñas Muyurina, etc. que alcanzarían renombre en la región y aún en el país. El cuadro
Nº 55 nos permite ampliar este panorama con precisiones más específicas:

CUADRO nº 55: Ciudad de Cochabamba, Cercado y zonas próximas: relación de


industrias por ramas de producción según monto de capital fijo invertido (1951)

Montos de capital fijo en Bs. Total de


Ramas de producción De De De estable-
Hasta 100.001 a 500.001 a 1.000.001 a Mas de cimientos
100.000 500.000 1.000.000 10.000.000 10.000.000
Confecciones 12 11 1 6 - 30
Conservas de carne, frutas y 1 4 - - 1 6
legumbres
Bebidas gaseosas y jarabes 4 10 1 - - 15
Cervecería - - 1 1
Calzados 3 4 1 1 2 11
Artículos de cuero - 2 - - - 2
Curtiembres - 3 3 4 - 10
Vinos, alcoholes, aguardientes y 3 2 2 1 - 8
licores
Maderas, muebles, carpinterías - 8 5 11 - 24
Objetos de metal, metalmecánicas 3 6 1 1 - 11
Materiales de construcción 2 10 2 1 - 15
Cerámica - - - 1 - 1
Jabones para lavar ropa, velas 2 1 2 1 - 6
Botones - - - 1 - 1
Molinos 4 3 1 3 - 12
Tejidos e hilados - 1 1 6 1 8
Electricidad - - - - - 1
Industria gráfica - 4 - 4 1 8
Derivados de la caña de azúcar - - - 1 - 1
Joyería 1 2 - - - 3
Cepillos y brochas 2 1 - 1 - 4
Huiñapu 1 - - - - 1
Abarcas - 1 - - - 1
Transporte urbano - 1 - - - 1
Artículos de tocador - 1 - - - 1
Industria hotelera - - 2 2 - 2
Bombones, chocolates, cocoa, 2 1 1 1 - 5
confites
Pastelerías, heladerías 1 1 - - - 2
Estampado de tejidos - - 1 1 - 1
Quesos, mantequillas 1 2 - - - 3
Fotografía - 1 - - - 1
Vulcanización de llantas 1 1 - - - 2
Sombreros de paja - 1 - - - 1
Vidrios, lentes - 1 - 1 - 2
Artículos de goma - 4 - - - 4
Radios, artículos eléctricos - - 2 - - 2
Pitas - 1 - 1
Productos químicos 1 1 - - - 3
Productos químicos alimenticios - 1 - 1 - 1
Hielo 1 1 1 - - 3
19
Letreros - 1 - - - 1
Fundición de minerales de plomo - - - 1 - 1
Trigo, mote 1 1 - - -´ 2
Juguetes y utensilios domésticos - - - 1 1 1
Aceite comestible - - - - - 1
Fideos - 3 2 1 - 6
Panaderías 14 2 - - - 16
TOTALES 60 98 26 52 7 243
Fuente: Los Tiempos nº 2279, 14/09/1951

Este último cuadro, permite inferir, que de un total de 243 establecimientos inscritos en
la Cámara de Industrias, un gran porcentaje, eran en realidad, pequeñas unidades
fabriles y de servicios, en muchos casos tal vez semiartesanales o utilizando
manufactura atrasada. De éstos un 24,7% no representaban una inversión de capital
mayor a 100.000 Bs. equivalentes a 1.667 dólares aproximadamente 172. Sin embargo,
muchos de estos establecimientos no alcanzan a una inversión superior a 10.000 Bs.
(167 $us) y algunas incluso menos, correspondiendo a pequeños locales de elaboración
de alimentos, sobre todo panaderías.

Un otro conjunto de industrias con una inversión de capital que fluctuaba entre 101.000
a 500.000 Bs. (1.668 dólares a 8.333 dólares), y representaban a un 40,3% del total, con
una concentración importante de las ramas de alimentos y bebidas, calzados y vestuario.
De estos establecimientos, un número significativo, apenas llegaba a los 2.000 dólares
de inversión, sobre todo en los rubros de confecciones y bebidas gaseosas, situación,
que permite establecer, que en realidad, se trataban de pequeñas industrias de tecnología
poco renovada e incluso, probablemente, con componentes artesanales. Solo 26
establecimientos (10,7% del total), representaban una inversión que oscilaba entre
101.000 y 500.00 Bs. (8.334 a 16.667 dólares), con predominio de las ramas de
alimentos, bebidas y maderas.

Un volumen que resulta significativo, 52 industrias (21% del total) representaban


inversiones que fluctuaban entre un millón y 10 millones de Bs. 16.667 dólares y
167.000 dólares, con predominio de los ramas de alimentos, calzados y vestuarios y
madera. Se trata, sin duda de establecimientos de mayor complejidad en el proceso
productivo y con un mayor despliegue de tecnología y maquinaria. Destacan los
establecimientos de carpinterías, confecciones de ropa, tejidos e hilados. Finalmente se
tiene la presencia de 7 industrias (2,89% del total) cuyas inversiones sobrepasan los 10
millones de Bs. y que pueden ser tipificadas como empresas industriales modernas
Dentro de este último grupo, los establecimientos que representaban mayores
inversiones son: la Compañía Agropecuaria del Oriente de capitales cruceños y
operaciones muy extendidas en Cochabamba, sobre todo en el rubro de aceites
comestibles, las fábricas de calzados MANACO y Tardío, la cervecería Taquiña, la
fabrica de Conservas Dillman, los Molinos "San Luís" y la Empresa de Luz y Fuerza
Eléctrica Cochabamba.

En conclusión, fuera de este último grupo de industrias, el resto en realidad, eran


pequeñas unidades de pocos obreros e instalaciones sencillas, además de una capacidad
productiva de escala reducida. El volumen total de capital fijo que representaban los
172
El cambio oficial del dólar en 1951 era de Bs. 60 por cada unidad norteamericana, según decreto
suprema de abril de ese año (La verdadera desvalorización de de nuestra moneda, Los Tiempos nº 2216,
17/06/ 1951).
19
243 establecimientos industriales alcanzaba a la suma de 330.706.721 Bs. (ver fuente
citada en el cuadro 55), equivalentes a 5.511.779 dólares aproximadamente, monto,
sumamente modesto, si se comparan con inversiones industriales, que por la misma
época, tienen lugar en La Paz, sin hablar de otros escenarios latinoamericanos. Lo
anterior nos induce a concluir que el desarrollo industrial en la región, si bien se acelera,
está aún en una fase muy preliminar de consolidación y control del mercado interno,
donde la pequeña manufactura de modesta inversión de capital, es la forma más
extendida. Dicho de otro modo, el desarrollo industrial aún pisaba el primer peldaño de
un largo camino. Para completar la visión de este desarrollo industrial intentaremos una
aproximación comparativa entre la situación descrita en 1951 y su evolución hasta
1956, a fin de fijar la tendencia de este proceso. Inicialmente observemos el siguiente
cuadro:

CUADRO Nº 56: Ciudad de Cochabamba, Cercado y zonas próximas: evolución


del sector industrial entre 1951 y 1956
Nº de
establecimientos
Rama de actividad industrial industriales
1951 1956
I. Industria de bienes de consumo no duradero
a) Alimentos y bebidas 84 56
b) Calzados y vestuario 49 58
c) Impresos 10 7
d) Cuero 10 -
e) Otros 10 1
TOTAL 163 122
II. Industria de bienes intermedios
a) Textil 9 7
b) Materiales de construcción 16 10
c) Caucho 6 -
d) Derivados del petróleo y productos químicos 9 23
e) Productos minerales no metálicos 2 3
f) Metálicas básicas 1 10
TOTAL 43 53
III. Industrias de bienes de consumo duradero
a) Madera 24
b) Metalmecánica 11
c) Artefactos eléctricos 2
TOTAL 37
TOTAL GENERAL 243 201

Fuente Citada en nº 55 y Anuario Cámara de Industrias, 1957

Se puede verificar, que entre 1951 y 1956, la industria regional se deprime severamente,
afectando sobre todo a las industrias de bienes de consumo no duraderos, en especial a
la rama de alimentos y bebidas, a la industria del cuero que se extingue a nivel de
establecimientos industriales, y a otros rubros menores. El sector de bienes intermedios
experimenta una pequeña expansión sobre todo en las industrias de derivados de
petróleo y productos químicos, pero también experimenta una fuerte depresión la
industria de materiales de construcción y la del caucho que deja de figurar. Otro tanto
ocurre con el sector de bienes de consumo duradero, donde sobre todo la
metalmecánica, sufre una aguda depresión y la de artefactos eléctricos, igualmente deja
de figurar en los registros. Este cuadro de crisis, indudablemente es fruto de la política
económica, particularmente del régimen de control de divisas y la estabilización
19
monetaria, que imprime el gobierno del MNR en 1956. Sin embargo, en el periodo
analizado, de todas formas se mantiene el predominio de la industria de alimentos,
bebidas, calzados y vestuario.

El predominio anotado, de acuerdo a la clasificación de industrias de Héctor Soza


(1973: 276), empleada en los cuadros anteriores, es característico de la industria
tradicional, es decir “la transformación de los recursos naturales para proporcionar
alimentos, bebidas, tabaco y textiles, calzado, vestuario” (Valdivieso:1979:19) en tanto
las industrias intermedias y mecánicas se desarrollan en forma poco relevante.

De acuerdo a Roberto Valdivieso, este carácter de la industria cochabambina, expresa


un fenómeno similar al que caracteriza a la industria nacional, y que corresponde a una
fase de intensificación de industrias tradicionales que se apoya en la “absorción de
tecnología e importación de materias prima”, es decir, como ya se mencionó, en un
peldaño inicial del desarrollo industrial173

Por último, para completar nuestro análisis, pasaremos a examinar el lugar que ocupa
este desarrollo industrial dentro del contexto nacional. Para ello, pasaremos a analizar el
Cuadro Nº 57:

CUADRO nº 57: Bolivia: número de establecimientos industriales, valor de la


producción y mano de obra emplea: nivel nacional, La Paz y Cochabamba (1936 –
1950)
Años y ámbitos Nº de Valor de la Nº de obreros y
considerados establecimientos producción en empleados
miles de Bs. industriales
Cantidad % Cantidad % Cantidad %
1936 Nacional 236 100 63.711 100 6.147 100
La Paz (1) 93 35,36 47.237 74,14 3.849 62,62
Cochabamba 33 12,55 3.656 5,73 655 10,66
1940 Nacional 1.053 100 538.851 100 11.577 100
La Paz 402 38,46 412.306 76,52 7.602 65,66
Cochabamba 44 4,18 26.494 4,91 896 7,14
1942 Nacional 1.231 100 856.377 100 14.295 100
La Paz (1) 655 53,29 631.707 73.77 9.241 64,64
Cochabamba 59 4,79 50.081 5,85 869 6,08
1950 Nacional 1.109 100 3.487.272 100 14.646 100
La Paz 622 56,09 2.420.356 69,41 9.514 64,96
Cochabamba(2) 243 21,82 330.706 9,48 1.577 10,77

(1) Datos solo del segundo semestre de 1936


(2) Según datos de los Cuadros Nº 55 y 56 y la fuente citada.
FUENTE: (Azogue, Rodríguez, Solares 1986:79).

Este último cuadro permite establecer, que el ritmo de crecimiento industrial, tanto a
nivel nacional, como de las dos ciudades consideradas, fue muy significativo entre 1936
y 1950. En efecto, en dicho periodo el volumen de establecimiento industriales a nivel
nacional crece en 4,7 veces, La Paz sobrepasa el promedio nacional e incrementa su

173
En el análisis desarrollado no se considera la refinería de Valle Hermoso, al no estar incluida en la
información utilizada, tal vez por no ser significativa su incidencia en la dinámica de la economía
regional. A título de información: la Refinería de Valle Hermoso fue instalada a partir de 1946 por Foster
Wheeler Co. A1 inaugurarse en 1950, su capacidad de refinación era de 6.000 barriles diarios.
19
stock industrial en 6,76 veces, en tanto Cochabamba pareciera superar esta dinámica,
particularmente con un salto espectacular entre 1942 y 1950, que arrojan un crecimiento
impresionante, equivalente a 7,36 veces respecto a 1936. Sin embargo, es necesario
tomar precauciones respecto a esta información. Si observamos una vez más el cuadro
55, donde queda reflejada la composición de los 243 establecimientos industriales de
Cochabamba, veremos que allí se aglutinan, junto a industrias propiamente, un volumen
considerable de unidades artesanales y pequeños talleres de servicios diversos. Si
adoptamos el criterio elástico de considerar como unidades industriales a aquellas cuyas
inversiones tienen un nivel igual o superior a los 500.000 Bs. de ese tiempo (unos
8.3334 dólares), la cifra se reduce a 85 establecimientos; en este caso, el crecimiento de
dichas unidades para el periodo analizado es inferior al promedio nacional y solo
alcanzaría a 2, 57 veces. Si todavía nuestro criterio fuera más rígido respecto al criterio
anterior, se debieran considerar solo 59 establecimientos y el índice de crecimiento se
reduce a 1,78 veces.

En relación al incremento en el valor de la producción, vemos que en el nivel nacional,


para el periodo considerado, este índice se incremento en 54,7 veces, con una tasa anual
de crecimiento para el periodo del 39%. En el caso de la ciudad de La Paz, este
incremento equivale a 51,2 veces respecto a 1936, con una tasa anual de crecimiento de
36,59%. Cochabamba, en este orden, expresa un crecimiento en el valor de la
producción industrial de 90,4 veces! y una tasa anual de incremento del orden del
64,6%. Una vez más un impulso extraordinario, pero sin duda sobredimensionado, en
razón de las consideraciones anotadas anteriormente.

Finalmente, en relación a la fuerza de trabajo del sector industrial, se tiene que la misma
a nivel nacional ha experimentado un crecimiento de 2,38 veces en el periodo
considerando, expresando una tasa de crecimiento anual de 0,17 %. En el caso de La
Paz, esta misma variable, expresa un crecimiento de 2,47 veces y una tasa anual de 0,18,
es decir ligeramente superior al promedio nacional. Respecto a Cochabamba, el
incremento de obreros y empleados en el sector industrial se incrementa en 2,4 veces y
una tasa anual de incremento similar al promedio nacional.

Tomando en cuenta estos indicadores, se puede establecer, que Cochabamba, pese a ser
el segundo centro industrial del país en el periodo 1936-1951, esta a distancia
considerable de la dinámica industrial del primer centro, es decir, la ciudad de La Paz.
Si bien, el ritmo de industrialización de la región se acelera a fines de la década de 1940
e inicios de la siguiente década, los porcentajes que ocupa en relación al volumen de
establecimientos, valor de la producción generada y fuerza de trabajo empleada, son en
realidad modestos e incluso bajos. Un indicador, del predominio de formas artesanales
en los procesos de producción del sector industrial cochabambino queda establecido por
el promedio de obreros y empleados por unidad industrial. En tanto, en el nivel
nacional, este promedio para 1950, alcanzaba a 13,2 obreros/fábrica, en La Paz, donde
se concentraba el 65% del proletariado del país, alcanzaba a 15,3 obreros/fábrica.
Cochabamba, esta lejos de estos indicadores con apenas 6,48 obreros/fabrica, es decir,
que en este caso, lo dominante como promedio estadístico es el modelo de pequeño
taller del maestro artesano y sus ayudantes, si bien esto no omite la realidad de unas
pocas decenas de industrias con una proporción de obreros sustancialmente mayor a
dicho promedio (la Cervecería Taquiña, la fábrica Dillman, Manaco, algunos molinos,
etc.).
19
En suma, se corrobora la idea, de que el proceso de industrialización en Cochabamba, a
mediados del siglo XX era todavía incipiente, aunque sin duda, mostrando una
tendencia expansiva acorde con los aires de modernización que se abrían paso entre
innumerables obstáculos que les proponían los hábitos conservadores, que todavía
predominaban, tanto entre las élites regionales como entre amplios sectores de las clases
subalternas.
19
Capítulo 12
Las primeras transformaciones: transporte urbano y comunicaciones

Desde las últimas décadas del siglo XIX, una gran mayoría de las ciudades
latinoamericanas comenzaron a experimentar cambios, no sólo en la composición de sus
clases sociales, sino en su propia estructura física. Las transformaciones que se operan
en la economía de la mayoría de los países del área, bajo el impulso de las exigencias
del desarrollo industrial capitalista de las grandes metrópolis norteamericanas y
europeas, impulsan la articulación de de las mismas, a un proceso manufacturero en
gran escala, donde pasan a desempeñar el papel de proveedoras de materias primas,
dando paso al cabo de pocos años, a la formación de empresas transnacionales
encargadas de la extracción y transporte de productos tan diversos como el café, la caña
de azúcar, la carne y los cueros, el salitre, el caucho, el cobre y el estaño; etc., en un
flujo ininterrumpido orientado hacia el mercado mundial, y que particularmente
repercute, en el crecimiento de los puertos y ciudades que se encuentran sobre las vías
de tránsito de este proceso exportador.

De esta forma, el progreso, que básicamente llega a América Latina bajo la forma de la
articulación de su economía al mercado mundial capitalista, en los términos de
productora y proveedora de materias primas, por una parte, pero por otra, estimulando y
presionando en términos políticos e ideológicos, la conversión de las viejas sociedades
patriarcales y hacendales del siglo XIX, en consumidoras de productos manufacturados;
son fenómenos que dan lugar en muchas ciudades, al crecimiento de su población, a la
creación de nuevas fuentes de trabajo vinculadas con los nuevos procesos productivos, y
fundamentalmente, modificando, a veces con lentitud, otras abruptamente, los hábitos
de vida urbana, hecho que a su vez acelera, no sólo las transformaciones en el escenario
físico de la ciudad, sino en la propia ideología urbana, ligada ahora a concepciones de
progreso cada vez más alejadas, o incluso contrarias, a los añejos valores de la
inmovilidad colonial, abriendo paso a los ideales de modernidad que trae consigo el
siglo XX.

Sin embargo, la articulación de la economía latinoamericana al mercado capitalista


mundial y a los grandes centros industriales, no es homogénea y con valores iguales. En
tanto ciertas regiones poseedoras de recursos naturales solicitados por el desarrollo
capitalista, vinculados a ciertos puertos y ciudades, que a su vez, desarrollaron la
capacidad de captar los flujos de productos, inversiones y fuerza de trabajo; logran
integrarse mejor a este proceso. y respondieron con mayor coherencia, al llamado del
progreso, con la dramática transformación de su primigenia fisonomía aldeana en urbe -
capitalista. Otras regiones y ciudades no inscritas en las necesidades del creciente
desarrollo industrial, permanecieron básicamente estancadas. El influjo del progreso
revitalizó en cierto modo, el viejo esquema colonial de ordenamiento territorial de
enclaves regionales y nacionales proveedores de recursos naturales transformados en
diversas materias primas. Estas operaciones, en muchos casos, más próximas al simple
saqueo de recursos, fueron organizadas bajo los términos de empresas capitalistas
transnacionales, y recibieron el eficaz resguardo de la política del "gran garrote"
formulada por los EE.UU., hacia 1900. y, prolijamente distribuido en el traspatio
centroamericano, por lo menos, hasta 1930.

En algunos casos, se estimula el surgimiento de empresas capitalistas nacionales


articuladas hacia el mercado mundial, como es el caso de la minería boliviana, las que
20
pasan a controlar férreamente el territorio poseedor de los minerales de exportación y se
conectan con una ciudad-capital estratégica, que pasa a operar como soporte y centro
operativo del aparato estatal, administrativo; político, comercial, de abastecimiento,
comunicaciones y transportes, y de control policial militar, puesto al servicio del
espacio de producción de los recursos naturales exportables.

En Bolivia. el descubrimiento de grandes yacimientos de estaño, en un momento de


gran demanda mundial de este metal, estimuló la formación rauda de un pujante
empresariado minero y determinó el plegamiento estatal a los intereses de la gran
minería, de tal manera que, ésta por su definitiva gravitación política, económica e
ideológica sobre dicho aparato, terminó estructurando lo que se convino en llamar: el
Súper Estado Minero, que incorporó a su órbita las regiones mineras del altiplano y los
centros urbanos de La Paz y Oruro, dotados de un sistema ferroviario que vincula
eficientemente estas ciudades y los territorios mineros, con los puertos de Antofagasta y
Arica174

Otras regiones, como es el caso de Cochabamba, no participan del proceso anotado en


términos significativos. En realidad el aporte de los valles cochabambinos a la
producción minera se establece bajo la forma de emigraciones de fuerza de trabajo y
exportación, en escala variable, de diferentes productos agrícolas y muko para elaborar
chicha. Tal vez lo más significativo, sin embargo, no radica en ese tipo de aporte, sino
en la emergencia de la ciudad de Cochabamba como un mercado de consumo de bienes
industriales, portadores a su vez, de los valores ideológicos de la sociedad industrial
capitalista. Así la idea de modernidad, aparece vinculada, ya desde las dos últimas
décadas del siglo XIX, a la alternativa de resolver la crisis regional provocada por la
guerra del Pacífico, mediante la apertura de caminos, la mejora de las condiciones del
transporte y las comunicaciones, así como las propuestas de mejorar la tecnología de la
producción agrícola e incentivar la industria local.

La "modernidad" es una suerte de atmósfera que respiran las clases medias urbanas
letradas, la intelectualidad y los sectores liberales y progresistas en general. En el
ámbito cultural, se discuten los últimos libros provenientes de Paris. Londres o Madrid,
pero además con cierta premura, se adoptan los nuevos gustos en el vestir. Sin embargo,
si en este momento, ciudades tradicionales como Buenos Aires, Río de Janeiro,.
Montevideo, La Habana o aún Lima, Caracas y México, se transforman definitivamente
en grandes urbes de varios cientos de miles de habitantes. A Cochabamba, muy alejada
de este ritmo, sólo le llegan los ecos lejanos de esta dinámica impetuosa. Por ello, las
repercusiones son más modestas, pero no están al margen de algo obvio: toda sociedad
en transformación, de una u otra manera, modifica al mismo ritmo su hábitat, puesto
que al final de cuentas, tal modificación es la dimensión material de sus aspiraciones
transformadoras175.

El raudo crecimiento demográfico de las urbes latinoamericanas, obligó a la ocupación


de zonas rurales aledañas a las ciudades para establecer nuevas áreas residenciales,
174
La eficiencia de esta vinculación permitía afirmar, que era más fácil establecer comunicación desde la
Paz con la bolsa de valores de Nueva York, que con Cochabamba o Santa Cruz.
175
Los primeros "chalets" de fines de los años 20 y la década de 1930, expresan la imitación formal de
estos procesos de cambio en el hábitat de las clases poseedoras en América Latina, que trasplantados a
ciudades como Cochabamba, apenas significaban para los ricos comerciantes banqueros y terratenientes
de la más pura sociedad tradicional “ponerse a tono con los nuevos tiempos”, es decir, arrojar un tenue
barniz de modernidad a una sociedad que no desea cambios mayores
20
comerciales e industriales, que paulatinamente fueron deformando su antiguo espacio
urbano central, dando paso a una expansión urbana de tipo lineal, tentacular o por
inclusión extensiva de nuevas tierras. En la mayoría de los casos se trata de expansiones
espontáneas que amplían la periferia de las ciudades, antes que modificar sus zonas
centrales176. En general, el casco viejo urbano mantiene su fisonomía tradicional, incluso
deteriorada por la ausencia de conservación y por la ocupación de estratos sociales de
bajos recursos, de dicha zona central; donde las viejas casonas se tugurizan al ser
abandonadas por sus ricos propietarios, que ahora buscan en nuevos sitios, la
consolidación de barrios residenciales exclusivos, que expresen mejor su condición de
“elite moderna”. Los nuevos ideales urbanos encarnados por las burguesías emergentes,
reniegan y se ruborizan frente al aire aldeano de los centros históricos, y así en varias
ciudades, el progreso es también sinónimo de demolición de distritos íntegros, cargados
de tradición. Si bien esto último, demoler el sitio histórico para dar curso a un nuevo
trazado urbano, no fue felizmente la regla general aplicada en todos los casos,
representa una aspiración latente o francamente demandada, de lo que se entendía por
modernidad y desarrollo urbano.

En más de un caso, se procedió a la ruptura del centro histórico. Una preocupación


permanente de estas primeras iniciativas de modernización urbana, fue el ensanche de
las antiguas calles coloniales y el estímulo a un nuevo gusto arquitectónico, “un
barroco burgués” en expresión de José Luís Romero (1976), que.

se manifestaba en la preferencia por los edificios públicos monumentales con


una amplia perspectiva, por los monumentos emplazados en lugares destacados,
también por una edificación privada suntuosa y de aire señorial. Extensos
parques, grandes avenidas, servicios públicos modernos y eficaces, debían
‘asombrar al viajero’, según una reiterada .frase de comienzos del siglo XX.

Estos ideales de progreso urbano, estaban fuertemente influidos por la propuesta que el
Barón de Haussmann, retomando las ideas de Napoleón III, realizó para la
transformación de París, y que a su vez, sirvieron de modelo de referencia a las
remodelaciones de las zonas centrales de Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires.
San Pablo, etc. A este tipo de impulsos, no escaparon otros centros menores como La
Paz, donde se promueven demoliciones extensas para la apertura de los grandes ejes
conformados por las avenidas Santa Cruz, el Prado, la Av. Camacho, etc. en 1as
décadas de 1920 y 1930.

Es en este contexto de ideas renovadoras sobre la ciudad, se van abriendo paso en la


conciencia ciudadana, aunque con extrema lentitud, los ideales de modernidad, en que
se inscriben los primeros atisbos del progreso. De todas maneras, persiste una actitud
fatalista e indolente frente a las antiguas deficiencias de la vida cotidiana: la estrechez
de las calles, su sinuosidad, las carencia de parques y paseos, la falta de higiene, etc.,
son admitidas como parte de la tradición y por tanto irremediables. Su superación,
debatida de tarde en tarde, finalmente se sitúa en el terreno de la fantasía y la
especulación. Incluso, cuando se proponía una solución transformadora bien
argumentada, con razonamientos lógicos, calidad científica, costos factibles y ventajas
palpables, de todos modos, la misma fracasaba, al chocar con el muro infranqueable de
la más terca incredulidad, alimentada por esa suerte de “cofradía de vacas sagradas”, los
notables de la ciudad, quienes acostumbraban aplastar con el peso de su sapiencia y su
176
Los primeros planos reguladores de ciudades latinoamericanas datan de la década de 1930.
20
prestigio, cualquier iniciativa de cambio proveniente de “intelectuales inexpertos”. De
esta forma, referencias y noticias sobre los avances tecnológicos y científicos del siglo
XlX, como los inventos de Thomas Alba Edison, Samuel Morse, Marconi, los primeros
tranvías eléctricos alemanes de 1884, la introducción del hormigón armado en Europa
en 1877, o el primer “carruaje a motor de explosión” de Benz en 1885, fueron noticias
perdidas en la prensa de la época, e incluso, jamás registradas. De cualquier forma, se
trataba de curiosidades de otro mundo, que no alteraban ni convocaban a 1a reflexión a
los habitantes de la pacífica e inmóvil aldea.

Una primera incursión de modernidad en el campo de las comunicaciones fue el


telégrafo: una innovación y una primera respuesta efectiva al viejo aislamiento regional,
que pasó inadvertido, pero que sin embargo gravitó en la dinamización y modernización
del comercio y las finanzas, pues ahora era posible estructurar precios, costos y
beneficios con referencias extra regionales, y lo más importante, tomar previsiones
oportunas con relación a las fluctuaciones de los precio de las importaciones del
ultramar o del valor de los productos exportables de cada región en los mercados del
Altiplano y el Pacifico. Tal vez, lo más relevante, es que el telégrafo permitió sentar las
bases del sistema ferial valluno, a través del control simultáneo en todas las ferias, de
los precios de mercado de los cereales, tubérculos, harinas, muko, chicha y otros
productos177

Otro adelanto que reivindica insistentemente la ciudadanía, es el servicio de


iluminación. Ya en 1888 se sugiere la creación de una “Empresa de Alumbrado
Eléctrico y Aguas Potables” en Cochabamba, para atender estas dos sentidas
necesidades, calculándose el servicio de fluido eléctrico para atender el requerimiento
de 1.800 domicilios y 19.507 personas. Además de su posible ampliación al Cercado, en
base a turbinas movidas por energía hidráulica proveniente de la laguna de San Juan. (El
Heraldo nº 1410, 20/11/1888).

Un cronista en 1890, describe la ausencia de fluido eléctrico en los siguientes términos:


“Durante 1a noche presenta Cochabamba, un aspecto de pavorosa lobreguez. No se
concibe cómo sus activos habitantes, con tendencias tan marcadas a la sociabilidad,
entregados a las faenas cotidianas de múltiples negocios, se entreguen a estas tinieblas
a 1a hora del descanso”. El mismo cronista, nos proporciona una idea de los primitivos
sistemas de alumbrado público en base a la “luz de cebo” que se implantó en la plaza de
armas y unas dos o tres cuadras a la redonda, todo ello bajo la administración de la
policía, que se ocupaba del encendido de mecheros de los faroles empotrados en las
paredes de las viviendas. Este sistema fue simplificado en esa época, creando la
obligación para los dueños de casa de encender en las puertas o ventanas de su
domicilio “una pequeña vela que arroja luz incierta y melancólica, y que se apaga en
las primeras horas de la noche, apenas la falange de los rondines municipales concluye

177
En 1883 Cochabamba, solicitó favorecerse con el telégrafo que se planeaba llegaría a Sucre, uniendo
esta ciudad a La Paz. En 1892 contó la ciudad con una línea telegráfica, con Oruro como estacón
intermedia. Sin embargo la conexión era intermitente, por las frecuentes interrupciones. Recién en 1913,
Cochabamba cuenta con una conexión más estable, que mediante la estación de Quime, le proporcionan
las líneas de Inquisivi y Ayopaya, que permiten una comunicación permanente con La Paz. (El Ferrocarril
nº 1014, 02/07/ 1913). Sin embargo en 1909, casi todas las capitales provinciales en el departamento,
poseen este servicio, sumando un total de nueve las oficinas telegráficas, en centros como Cochabamba.
Totora, Colcha, Mizque, Aiquile, Tarata, Punata. Cliza, etc.
20
de hacer su ruidoso recorrido. Apenas en las galerías de la plaza y algunas calles
adyacentes se cuelgan faroles de kerosene”178.

Bajo estas condiciones de extrema penuria en su alumbrado público y privado, la ciudad


atravesó el umbral del siglo XX, conservando aún, mucho de la aldea colonial,
exhibiendo apenas tenues matices de modernidad urbana. Hacia 1900, se extendió el uso
de faroles a kerosén, y ya en 1902, existían 258 unidades en uso a cargo de un
concesionario, abarcando este servicio 60 cuadras dentro la ciudad. A fines de ese
mismo año, el Concejo Municipal intentó comprar un motor y toda la maquinaria
proveedora de luz eléctrica a la Compañía Hellec, empresa que instaló el primer
biógrafo en Cochabamba179. Con este motivo, se hizo la primera prueba de alumbrado
eléctrico, con gran éxito. (El Heraldo nº 3981, 19/11/i902)180.

En 1905, el empresario José Díaz vinculado a una empresa extranjera, ofertó


incrementar el sistema de alumbrado con 600 lámparas incandescentes, que abarcarían
gran parte de la zona central. A fines de 1906, el Concejo Municipal llama a propuestas
para la instalación de un sistema de alumbrado eléctrico y un servicio de tranvías con
tracción eléctrica. Antes en 1901, Roberto Suárez, había obtenido la concesión para
instalar una línea de tranvías de Cochabamba a Quillacollo.

A inicios de 1908, por último, bajo el impulso del industrial Rafael Urquidi y otros
accionistas, se funda la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba, obteniendo en
primer término la concesión detentada por Suárez. Como ya se evidenció, se trata de la
primera empresa moderna fundada en la ciudad, por capitalistas del valle (comerciantes
y hacendados) y mineros de Oruro; quienes desde el inicio de sus operaciones
intentaron diversificar su campo de acción. Es decir, que la flamante empresa, no sólo
estaba capacitada para ofertar el servicio de alumbrado público, sino que amplió su
oferta a la red de tranvías a motor eléctrico, a los ferrocarriles, a una fábrica moderna de
ladrillos y tejas e incluso a los molinos movidos por energía eléctrica. Los principales
accionistas fueron Simón I. Patiño, Gustavo Hinke, Francisco Argandoña, Rafael
Urquidi, Benjamín Blanco, José de la Reza, Rodolfo Kruger y otros. Pertenecían al
fondo social de la Empresa, entre otros bienes, la finca de Chocaya, de donde se tomó la
fuerza motriz para la dotación de energía eléctrica, los molinos y tranvías.

El 14 de septiembre de 1908, se libra al servicio público la primera instalación de


alumbrado, que beneficia a la Plaza de Armas y a unas 20 manzanas, que incluyen
alrededor de 60 cuadras, es decir, la casi totalidad de la zona central. Hacia fines del
mismo año, el nuevo sistema de alumbrado se extiende al resto del sector urbano
consolidado181
178
En esta época, La Paz ya contaba con servicios de fluido eléctrico, en tanto en Cochabamba, distintas
propuestas particulares para hacerse cargo del alumbrado público con faroles a kerosén, no obtuvieron
buenos resultados. La prensa de la época, fustigó, una y otra vez, a los empresarios que no arriesgaban sus
capitales en empresas de bien público, con medios más modernos.
179
Los biógrafos fueron los antecesores de las empresas de cine, se trataba de salones con telones en los
que se proyectaban las primeras películas de procedencia europea. Muchas empresas llegan a la ciudad,
dotadas de su propio equipo electrógeno. El primer salón permanente fue el Biógrafo París, que
funcionaba en el Club Social
180
Un rasgo notable de las disposiciones municipales en materia de alumbrado público, se refiere al hecho
curioso de que los faroles se encendían solo en noches sin luna.
181
Una Ordenanza Municipal de octubre de 1908, disponía el cobro de este servicio a los propietarios de
inmuebles, según la extensión del frente iluminado del mismo. Sin embargo, la “mayoría de los
propietarios de casas, apenas van apreciando 1a ventaja de tener las calles alumbradas durante la
20

La usina de Chocaya tenía dos turbinas, con un potencial de 300 caballos de fuerza. Su
caída de agua era de unos 80 metros, y de ella se obtenían unos 10.500 voltios de
corriente trifásica. La fuerza eléctrica aprovechable de Chocaya, no era suficiente para
las necesidades de la ciudad y los otros emprendimientos de la Empresa, razón por la
cual, se adquirió otra gran caída de agua en Incachaca. Esta nueva usina contó con tres
turbinas, con 1.050 HP, proporcionando los dinamos 840 Kw. y 30.000 voltios de
corriente trifásica. Además la Empresa adquirió un motor diesel de 120 HP como fuerza
adicional o para casos de emergencia.

En 1917 se extiende el servicio de alumbrado público y domiciliario a las campiñas de


Cala Cala y Queru Queru. En 1923 las instalaciones domiciliarias con medidor
alcanzaban a 980 en la ciudad y Cala Cala. Las instalaciones con limitador eran 130 y
otras 50 las instalaciones sin medidor, totalizando l.160 conexiones, además de 295
enchufes para calefacción. Ese año el consumo de energía alcanzó 248.368 Kw. hora.
En cuanto al alumbrado público, existían en el año mencionado, 628 puntos de
iluminación. (La Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba, en Bolivia en el
Primer Centenario de su Independencia. 1925: 984-985).

El proceso de expansión de la ciudad en los años 30 y especialmente 40, y la no


sustitución de las antiguas usinas por nuevas de mayor capacidad, determinó que
paulatinamente bajara el nivel del servicio. Un informe del Director de Obras Públicas
Municipales., Arq. Franklin Anaya señalaba:

La producción de energía eléctrica de Cochabamba apenas alcanza


providencialmente a 2.I00 Kw. en época de lluvias y empleando reservas
térmicas; para bajar a unos 1.200 Kw. en época de estiaje, precisamente
cuando las necesidades domésticas y comerciales demandan más energía. -
Decimos que apenas alcanza provisionalmente a 2.I00 Kw. porque las máquinas
e instalaciones de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba, situadas
en Incachaca, pueden sufrir en cualquier momento desperfectos de larga y
difícil reparación, y porque las necesidades de la población para abastecer
solamente la demanda actual, llegan a los 5.000 Kw., explicándose de esta
manera, la penumbra en que vive Cochabamba (El País, de 5/ 12/ 1946).

Estas limitaciones no sólo entorpecían la vida nocturna de los cochabambinos de aquel


tiempo, sino que eran un obstáculo importante para la expansión de la industria local y
de la economía en general182 Las dificultades económicas constantes por las que
atravesó la Empresa de Luz y Fuerza, determinaron que si bien, ya desde 1918, se
comprobó la necesidad de incrementar la producción de energía eléctrica, esta demanda
no pudo ser atendida, sino en forma muy paulatina, tal como muestra el siguiente
cuadro:

noche y pocos han pagado la nueva tasa. Así surgen reclamos de quienes no aprecian las ventajas del
progreso, pues anteponen el costo al beneficio” (El Heraldo nº 5682, 22/07/1909).

182
En 1948, la Empresa Constructora "Combo" realiza estudios de captación de aguas y aprovechamiento
hidroeléctrico a cargo de los ingenieros Alfredo Marrón y Carlos Saavedra, quienes sugieren la
instalación de dos plantas de energía eléctrica en las zonas de Chapisirca y Chusequeri, con capacidad de
3.500 y 1.500 HP respectivamente (El País, 30/12/1948).
20
CUADRO Nº 58: Ciudad de Cochabamba: Producción de energía eléctrica en las
usinas de Chocaya e Incachaca (1921–1930)
Energía eléctrica
generada en
Años Kwh.
1921 980.000
1925 1.580.000
1930 1.650.000

Fuente: Galindo, 1974: 67.

En 1928 se adquirieron dos nuevos grupos turbo generadores con una capacidad total de
560 Kw., en 1939, un sexto grupo de 315 Kva., con lo que Incachaca podría producir
hasta 4.300 Kw., “producción a la que nunca se llegó porque siempre faltó agua”
(Galindo, obra citada).

El agotamiento paulatino de los recursos hídricos de Incachaca y la dificultad de


mejorarlos determinaron que la ciudad, en realidad, no dispusiera de un servicio
adecuado hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XX. Desde la década de 1930,
a las necesidades de alumbrado, se sumaron el uso extenso de aparatos de radio y otros
artículos electrodomésticos, además de surgir las primeras industrias que reclamaban
fluido eléctrico para operar su maquinaria. De esta forma se pasa de la producción
hidroeléctrica a la termoeléctrica, con grupos electrógenos a diesel:

En 1944 se instaló e grupo Sulzer de 350 Kw. y en 1947 el segundo grupo


termoeléctrico Nordberg de 1.000 Kw., ampliaciones con las que teóricamente
la ciudad podía disponer un total de 5.650 Kw. instalados. En la práctica, el
rendimiento de ambas instalaciones hidroeléctricas y termoeléctricas, daba en
el año una producción media de 4.000 Kw., siempre insuficiente para las
necesidades de la ciudad. (Galindo, obra citada)

Es decir, que en tanto la demanda urbana de energía en 1949 alcanzaba a 12.157 Kw., la
Empresa apenas lograba generar 4.000 Kw. A través de la compra de las acciones de
Simón Patiño en 1943, la Alcaldía de Cochabamba pasó a ser el socio mayoritario de la
Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica. En virtud de ello, el municipio se hizo cargo de la
planta hidroeléctrica de Ushpa Ushpa que aprovechaba las aguas del embalse de la
Angostura, con capacidad de generar 2.000 Kw. Sin embargo, todos estos esfuerzos
resultaron insuficientes para cerrar la brecha entre oferta y demanda.

En 1951 el entonces Gerente de la Empresa de Luz y Fuerza e Interventor Municipal del


Gobierno Ballivián, Ing. Dick Oblitas, destacaba en un informe minucioso, la situación
de ELFEC, señalando, por una parte, que desde 1940 en que se instaló en Incachaca un
grupo electrógeno de 1.370 Kw. de potencia y otro en Chocaya de 160 Kw., se dispuso
en conjunto de 1.530 Kw. que no fueron incrementados hasta 1950, año en que se
instaló una nueva maquinaria que amplió la potencia hasta 2.000 Kw. Sin embargo, tal
como nuestra el Cuadro No. 59, “la corriente técnicamente disponible todo el año,
desde 1940, no ha sido en ningún momento suficiente para atender la demanda”:
20
CUADRO nº 59: Ciudad de Cochabamba: Instalaciones, reservas y consumos
urbanos (1940-1953)

Años Potencia utilizable en


Potencia hidráulica Reserva Potencia todo el año
Instalada Utilizada calórica total Disponible Necesaria Fuente de producción
en Kw. en estiaje (Kv.) instalada (Kv.) (Kv.)
(Kv.) (Kv.)
1940 1.530 700 90 1.620 730 1.400 Incachaca, Chocaya, pequeño diesel
1943 1.530 700 420 1.950 825 1.600 Ídem, motor Sulzer
1945 1.530 700 1.350 1.950 825 1.800 Ídem, motor Sulzer
1947 1.530 700 1.350 2.880 1.150 2.000 Ídem, motores Sulzer y Nordberg
1949 1.530 700 1.350 2.880 1.150 2.500 Ídem, motores Sulzer y Nordberg
1950 1.530 700 1.350 2.880 1.150 2.700 Ídem, motores Sulzer y Nordberg
1951 2.000 700 900 2.880 1.150 3.000 Ídem + turbina grande en Incachaca
1952 3.200 2.200 1.350 4.550 2.350 3.300 Ídem + 2 turbinas Incachaca y Angostura
1953 4.300 3.600 1.350 5.750 3.550 3.500 Ídem + 3 turbinas Incachaca y Angostura
Fuente: Causas de la grave crisis de energía eléctrica, Ing. Dick Oblitas, Los Tiempos 28/08/1951

El citado ingeniero reconocía que las disponibilidades de energía eléctrica para atender
la demanda, no alcanzaron nunca la cifra necesaria, y que las conexiones se realizaron
echando mano de las reservas, que se convirtieron en fuentes de producción disponible.
Esta fue la razón por la que, en todos los estiajes hubo que apelar al racionamiento de
corriente, operación que se fue agravando cada año transcurrido, en la medida en que la
demanda de energía fue creciendo en forma constante, y siguiendo una curva cada vez
más pronunciada. Por otra parte, se ponía en relieve el error, consistente en hacer
concesiones basadas en las fuentes de producción adquiridas como reserva, para cubrir
fallas en horas de mayor consumo. El Ing. Oblitas señalaba que “este abuso de
concesiones provoca una inflación en el desarrollo de consumos, causando pérdidas a
la Empresa y a los consumidores en épocas de estiaje”. Anotaba por otra parte que la
deficiencia anotada, se agravaba de año en año “por la incomprensión para realizar en
forma acelerada la construcción de nuevas plantas”.

De acuerdo al citado técnico, la solución inmediata a este problema estaba al alcance de


la mano. Consistía en concluir la planta hidroeléctrica de la Angostura, obra que de
acuerdo a ley estaba en manos de la Prefectura, institución que debía realizar las
inversiones anuales calculadas entre l5 y 20 millones de bolivianos (provenientes del
impuesto a la chicha). Un otro proyecto alternativo, era la planta de Chapisirca,
propuesta por los ingenieros Marrón y Saavedra, que podía financiarse con el producto
de la venta de fincas municipales. En base a estos proyectos, el Ing. Oblitas, consideraba
que la potencia eléctrica utilizable y disponible se incrementaría hasta 1953, año en que
la oferta de energía y la demanda quedarían equilibradas.

Sin embargo el problema tardaría mucho más en resolverse. A mediados de la década de


1950, la Corporación Boliviana de Fomento, intervino la Empresa de Luz y Fuerza e
instaló nuevos grupos electrógenos. No obstante el servicio de energía eléctrica no
mejoró y el racionamiento se convirtió en una constante en la vida de la ciudad hasta
1967, año en que comenzó a funcionar la planta hidroeléctrica de Corani.

La Empresa de Luz y Fuerza también aportó al desarrollo urbano con otra gran
contribución: la introducción del servicio de tranvías, una verdadera revolución en el
transporte público, que no sólo desplazó a los viejos carruajes "Victoria" y otros, sino
que abrió a la expansión urbana nuevas áreas que transformarán en urbanización
20
acelerada una inmovilidad de varios siglos. En 1908 se inicia el estudio del primer
tramo de la línea de tranvías proyectada en dirección a Quillacollo. En 1909 la Empresa
amplia esta idea original a la propuesta del Ferrocarril Quillacollo-Arani a ser servido
por trenes eléctricos.

En 1910, (cf. supra Capítulo 10), la Empresa, obtuvo mediante ley la concesión para
construir dicho ferrocarril citado, obteniendo a continuación por parte del Estado, las
garantías del servicio de amortización e intereses de un empréstito de 300.000 libras
esterlinas que había negociado con la Compañía Emilio Erlanger de Londres. En
diciembre del mismo año, se inauguró el servicio de tranvías a Quillacollo. La extensión
del servicio al Valle Alto y el empalme con esta primera red plantean problemas
urbanos inéditos hasta ese momento, en términos de procurar calles y plazas amplias
que permitieran desplazamientos cómodos y desarrollo de curvas de ferrocarril, que el
damero colonial hacía dificultoso. Un primer trazo sugerido en esa época para el
empalme anotado, que afectaba una parte de la ciudad, era el conformado por la plaza
de San Sebastián, la calle Aroma “de más de 12 mts. de ancho” y la Plaza de Caracota
(El Ferrocarril nº 360, 14/03/ 1911); haciéndose patente que dicha línea férrea no sólo
cruzaría la ciudad, sino que este hecho, imprimiría transformaciones en la propia
estructura urbana. Al respecto un editorial de la prensa de la época, contenía este
interesante análisis:

"Hoy por hoy, la región comercial de la ciudad, es la de1 Sur; el tráfico del
Valle aumenta los edificios a esa parte. En menos de 40 años e1 terreno
ocupado por casas, ha avanzado desde la del Sr. Mercado, es decir, de las dos y
media cuadras de la plaza principal. Un ferrocarril de carga busca mercado,
las plazas San Antonio, Calatayud y San Sebastián están destinadas a
transacciones comerciales y todas quedarán bajo la zona del ferrocarril del
Valle". (El Ferrocarril nº 353, 17/03/ 1911).

En 1912, las empresas Luz y Fuerza y Julio Knaudt, presentan propuestas al H. Concejo
municipal para la instalación de tranvías urbanos en la ciudad y la campiña. El Concejo
Municipal, ve por conveniente aceptar ambas propuestas, “considerando saludable la
competencia”, disponiendo que la Empresa de Luz y Fuerza se haga cargo de la
colocación de vías férreas en la zona Oeste de la ciudad, en tanto la Empresa de Julio
Knaudt lo haría en la zona Este. (El Ferrocarril nº 777, 07/09/ 1912). Sin embargo, la
Empresa de Luz y Fuerza adquiere los derechos de la compañía competidora y firma ese
mismo año el contrato definitivo para la instalación del servicio de tranvías. Las rutas
que se definen son cuatro (Ver plano nº 9):

a) De la estación de tranvías de la calle Perú (hoy instalaciones de ELFEC en la


actual Av. Heroínas) a la plaza 14 de Septiembre.
b) De la Plaza 14 de Septiembre a la plazuela de Cala Cala, pasando por la calle
España, el Paseo del Prado, para ingresar a Queru Queru y luego al destino final
mencionado.
c) Una otra línea, que partiendo de la misma Plaza 14 de Septiembre, llegaba a la
plaza de. San Sebastián y el Ferrocarril a Oruro.,
d) Finalmente, un ramal que se desprende del cruce de las calles Colombia y
España con dirección al Hospital Viedma. Además se contemplaban, de posibles
ampliaciones al Matadero, al Cementerio, a Quem Queru y la Muyurina.
20
En agosto de 1913, ingresa a la Alameda el primer tranvía, y en noviembre de ese año,
se libran al público, los tres primeros ramales anteriormente citados. Hacia 1920 la
infraestructura del transporte, sobre todo el material rodante del ferrocarril y los
tranvías, dado su intenso uso, estaban muy deteriorados, una vez que, la pesada
obligación en que se convirtió la amortización del empréstito Erlanger, no permitió una
oportuna renovación con materiales de mejor calidad, a lo que se sumó la falta de
adecuado mantenimiento de la citada infraestructura. Sin embargo, Simón I. Patiño
salvó esta situación, suscribiendo 30.000 acciones por Bs.1.500.000, lo que permitió
saldar deudas urgentes, cambiar tramos de rieles y adquirir nuevas unidades de
transporte.

En 1925, la ciudad está atravesada por dos líneas troncales:

Una de Este a Oeste, que partiendo de la Estación de Luz y Fuerza, termina a1


frente de1 colegio de Artes y Oficios (Muyurina) con recorrido por las calles
Perú, Achá, Plaza 14 de Septiembre, Sucre. Oquendo y Aniceto Arce; y la otra,
que parte del bonito pueblo de Cala. Cala y termina frente a la estación de The
Bolivian Railway, después de haber recorrido los extensos y poblados barrios
de Cala Cala, Queru Queru, Av. Ballivián y las Calles España Esteban Arze y
Aroma (La Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba", en Bolivia...,
1925)

De todas maneras, el intenso uso a que fueron sometidos los tranvías, ocasionó el
continuo deterioro de los mismos, de esta forma, la insuficiencia de renovación y
mantenimiento del material rodante183, por una parte, y el incremento paulatino de
población184, por otra, establecieron una brecha irresoluble, entre la demanda creciente a
favor de este medio de transporte y sus limitadas posibilidades de brindar un servicio
eficiente. La solución de cobrar pasajes adecuados y proporcionales a estas necesidades
no resultó viable por las airadas protestas ciudadanas, ante un reajuste que fue
considerado exorbitante, causando la consiguiente oposición municipal. En
consecuencia, la empresa, se vio obligada, en medio de esta penuria económica, a
amortizar en forma prioritaria la deuda adquirida en 1910, postergando indefinidamente
la renovación del material rodante obsoleto.

Una crónica de 1935, destacaba que si la intención original de los impulsores del
servicio de tranvías, fue promover el desarrollo urbano, el resultado había sido poco
satisfactorio: “El estado decadente del tranvía a Cala Cala y el consiguiente
estacionarismo en el desarrollo urbano”, se atribuían al excesivo costo de los pasajes
cobrados por la Empresa, que no distinguía entre el pasajero que residía en la campiña,
de aquel que efectuaba un simple viaje de placer en forma ocasional. El costo
prohibitivo que significaban los desplazamientos cotidianos de una familia, se señalaba,
determinaban la causa por la cual: “nadie piensa vivir permanentemente en la campiña,
ni nadie trata de construir allí edificios modernos y confortables, pues los gastos
anotados se pueden eludir, con solo vivir en la ciudad”. (Imparcial nº 1371, 21/11 /
1935).185

183
Según ELFEC, en 1923 se vendieron 510.474 pasajes de tranvía y 1.490 libretas de abono con 50
pasajes cada una.
184
En 1913, año en que se inicia el servido de tranvías, estimamos que la población urbana fluctuaba entre
25.000 a 30.000 habitantes. En 1935 esta misma población alcanzaba a 52.000 habitantes, según datos del
censo de ese año.
20
Los reclamos por el “pésimo servicio” que brindan los tranvías fueron una constante
hasta el retiro de los mismos. Es decir, que dicho sistema, al no lograr renovar su
material rodante comenzó a caer en obsolescencia desde la década de 1930, al no poder
responder adecuadamente a la demanda creciente. La Empresa, se debatió, en una suerte
de callejón sin salida, ya que era apremiada por el empréstito Erlanger, que consumía
todas sus utilidades, aspecto que a su vez, hacía inviable la necesidad urgente de
modernizarse. En consecuencia, quedaba permanentemente descapitalizada e impedida
de adquirir tranvías más modernos186, estando también imposibilitada de incrementar el
costo de los pasajes, como se anotó anteriormente. Todo esto condujo a la degradación
paulatina de este servicio, aspecto que desde la percepción ciudadana se traducía en “un
hacinamiento marcado de bultos y personas, debiendo ir estas últimas en las pisaderas,
o en su defecto, esperar el próximo tranvía, que siempre resulta tan lleno como el
anterior. Luego los convoyes andan muy despacio y en el viaje se demora mucho
tiempo, sufriendo en el trayecto todo el polvo que levantan los vehículos que pasan por
el camino carretero”. (El Imparcial nº 1945, 14/07/1936).

En 1938, se inician las obras de pavimentación y con ello, también tiene lugar un litigio
entre la Empresa de Luz y Fuerza y el Municipio, pues era necesario el retiro de los
rieles que atravesaban las principales arterias del centro de la ciudad, para poder ser
pavimentadas. El retiro se hizo efectivo en marzo de 1939, luego de una manifestación
popular que inició una acción directa en este sentido. El retiro de los citados rieles,
paralizó el servicio de tranvías y este hecho, dio lugar a las primeras preocupaciones y
propuestas en torno a la necesidad de un estudio sobre el tráfico urbano. La opinión
pública se dividió entre quienes preconizan el retorno de los tranvías, en tanto otras
voces más radicales señalaban: “los tranvías ya no son necesarios y si lo fueran
tendríamos que atenernos a un servicio absolutamente nuevo... Ahora necesitamos
autobuses, automóviles colectivos, los famosos ‘troley’ y toda movilidad que alivie la
penuria de la población” (El País nº 801, 20/06/1939). Al año siguiente (1939), se
estableció el primer servicio de góndolas-buses, que transformaron la Plaza 14 de
Septiembre en una terminal de transporte público, de donde partían diversas líneas que
se dirigían a Cala Cala. Muyurina, Queru Queru, el Cementerio, la Estación Railway,
Quillacollo y Vinto.

La Empresa de Luz y Fuerza, al reconocer la eficaz competencia que significaba el


sistema de transporte colectivo motorizado, propuso para reponer su servicio y construir
un nuevo tramo, solicitando en compensación al gobierno, una subvención de Bs.
100.000 y una liberación de impuestos municipales y fiscales por 25 años. Esta
propuesta fue aceptada por el Gobierno Busch y sancionada mediante Decreto Supremo
de 31 de julio de 1939.

La irrupción de los buses complejizó el tráfico: por primera vez, quedó en evidencia la
incompatibilidad entre las antiguas callejuelas coloniales, apenas apropiadas para
carruajes y diligencias, pero no para motorizados. Las esquinas de ángulo recto o
tímidamente ochavado, eran escenario de frecuentes colisiones y accidentes diversos, al
extremo de que surgieron corrientes que preconizaban un radical ensanche de calles o el
185
El costo de los pasajes era de 5 centavos. Si en una familla, 4 miembros debían hacer viajes diarios a
la ciudad, ello implicaba la suma de 20 centavos/viaje y una erogación mensual de Bs 100 para el gasto
del tranvía, aspecto que era considerado como un "presupuesto prohibitivo para la mayor parte de las
familias de escasos recursos” (El Imparcial. número citado).
186
Los mismos tranvías de 1913 continuaron en servicio, salvo casos excepcionales, hasta la década de
1940.
21
retorno a los tranvías. En 1940 el Municipio se pronunció en este último sentido y votó
una partida presupuestaria para cooperar con los planes de la Empresa de Luz y Fuerza,
sin embargo prosiguió el debate. Se propusieron muchas ideas 187 y se suscitaron airados
reclamos, una vez que la mayor parte de la población suburbana había quedado sin un
medio de transporte adecuado. Los buses, pese a las ventajas de mayor versatilidad para
transitar por vías diversas, se revelan como medios de transporte caro y poco estable,
por el frecuente mantenimiento a que debían se: sometidos y por los no menos
frecuentes accidentes que ocasionaban. La “revolución en el sistema de transporte” que
sugería la opinión pública, impulsada por improvisados urbanistas visionarios, terminó
finalmente reclamando por los viejos tranvías.

Ahora los análisis urbanos cambian de tónica, se considera que el debilitamiento de 1a


vinculación vial con las campiñas de Cala Cala, Queru Queru y Muyurína está
desvalorizando la tierra, antes con “una cotización apreciable por las perspectivas
halagadoras que ofrecía la vinculación segura con el centro de la población, en donde
la actividad comercial absorbe la casi totalidad del bullicio humano”. Además, los
sectores populares reclamaban con vehemencia, la reinstalación de la línea a Caracota y
al Cementerio (El País nº 1003, 17/03/1940)188.

Estos argumentos ponen en evidencia las importantes transformaciones que, desde la


óptica de lo urbano, ha provocado la masificación del transporte pese a todas sus
deficiencias. La ciudad ha dejado de ser la plaza y sus alrededores, que han quedado
transformados en centro comercial; en tanto la campiña abandona con mayor celeridad
su significado tradicional de zona rural y productiva, para asumir su papel de espacio
que alberga nuevos y pujantes barrios urbanos. Por lo mismo, es esencial, que la tierra
no pierda valor para consolidar esta nueva función, que además, se relaciona
estrechamente a la alternativa exitosa de una vinculación viaria estable y barata con el
conjunto de la ciudad.

En 1941, se reinicia el servicio tranviario, según los términos de la propuesta y el


Decreto Supremo de 1939 antes mencionado, pero el debate sobre esta cuestión no cesa.
Dicho servicio coexiste con el de góndolas y pronto se pone en evidencia, que ambos se
complementan y conjuntamente resuelven, en alguna medida, las demandas crecientes
de movilidad dentro de la ciudad. Sin embargo, pese a esta perspectiva promisoria, la
Empresa de Luz y Fuerza no renueva su material rodante. De esta forma, dicho servicio
paulatinamente va deteriorándose aun más, al punto que prácticamente cesa a partir de
1946 y entra en colapso definitivo a fines de 1947. En febrero de 1948 el Honorable
Concejo Deliberante de la Municipalidad de Cochabamba, decide la suspensión
definitiva del mismo, y su sustitución por el sistema de colectivos y góndolas, además
se dispone la elaboración de un reglamento de transporte urbano y mejoras en la
infraestructura vial, sobre todo, la refacción de los puentes sobre el río Rocha189

187
Una de las más significativas, fue la de los troley-buses en reemplazo de los tranvías, pero no
prosperó por las dificultades económicas de la Empresa de Luz y Fuerza.
188
En 1940 se propuso una línea de circunvalación tranviaria que una Cala Cala, Muyurina, el
Cementerio, para rematar en la estación de Luz y Fuerza.
189
Esta resolución entró en vigor el 1º de junio de 1948.
21
De esta manera, desaparecen los viejos tranvías y se amplían las líneas de colectivos 190.
Esta solución gravitará decisivamente en el posterior proceso de expansión urbana, pues
el nuevo sistema de transporte motorizado, pese a sus iniciales problemas, se mostrará
superior y más flexible que el sistema tranviario en su capacidad de acceder hasta los
nuevos sitios urbanizados, modificar y ampliar sus rutas y acompañar las pautas de la
urbanización en forma oportuna (Ver plano No. 9).

Los primeros vehículos motorizados que irrumpen en la campiña cochabambina son los
importados por la Casa Comercial de Jesús Aguayo en 1905191 que pretendía organizar
un servicio de automotores entre Cochabamba, Oruro y La Paz. En junio del citado año
se libran al servicio público estos vehículos pioneros, realizándose un primer viaje al
Valle de Cliza y promoviendo demostraciones en el Prado, que causan el asombro del
vecindario. Pronto quedaron evidenciadas las enormes ventajas de los automóviles
frente a las carrozas y similares. Así, en una primera excursión a la Coronilla, se
demostró su capacidad ascendente para acceder a lugares donde los carruajes jamás
pudieron llegar, así como su enorme fuerza y empuje, que causaron general admiración,
pese a que estos primeros vehículos solo tenían modestos motores con capacidad de seis
H.P.

En realidad, el hecho anecdótico antes relatado, supuso un cambio profundo en el


concepto de funcionalidad urbana, y fue el hecho modernizador más relevante en ese
momento, puesto que abrió paso a la transformación morfológica de ciudad tradicional,
la valorización del suelo urbano y la consiguiente expansión de un modelo urbanización
de baja densidad y fuertemente dependiente de medios de transporte motorizados. Sin
embargo esta innovación no mereció una adhesión inmediata. El sistema de transporte
urbano a tracción animal, anterior a la innovación que introdujo el Sr. Aguayo, era parte
de una vieja tradición iniciada en el siglo XVIII, que mantuvo su vigencia a lo largo del
siglo XIX e incluso las primeras décadas del XX (Ver cuadro Nº 60)

190
En 1948 se definen 3 líneas de buses: Línea 1, que va de la Muyuria a la plaza Osorio y se amplía
hasta Jayhuayco. Línea 2, que va de la Recoleta a la Estación Railway, ampliándose hasta le Av. Abaroa.
Línea 3, que va de El Rosal a la plaza Calatayud, y se amplía hasta el barrio Obrero. (Ver en el Plano No.
9 estas rutas modificadas en 1950).
191
Se trata de dos automóviles manufacturados a pedido del importador y adecuados a las condiciones
topográficas del país.
21
CUADRO Nº 60: Ciudad de Cochabamba: transporte urbano 1881 – 1917
Unidades de transporte
Empresas de carruajes Cochas y tílburis de 2 Carretones y Automóviles
Años y y 4 ruedas carretas
Carreteras
1881 2 32 3
1882 13 48 10
1883 3 43 8
1884 3 40 7
1889 2 50
1891 2 56
1892 2 72
1894 2 122
1896 1 34
1898 - 116
1900 2 134
1901 3 128
1905 2 127
1907 3 171
1908 4 192
1909 5 217
1917 173 9

Fuente: Patentes municipales de los años citados

Podemos observar en el Cuadro anterior, en primera instancia, el predominio abrumador


de los sistemas tradicionales de transporte con relación al transporte motorizado
introducido como curiosidad en 1905, de tal manera que entre el año citado y 1917, es
decir, en los 12 años siguientes, el padrón municipal sólo registró 9 automóviles, lo que
muestra con claridad que estos primeros vehículos, eran considerados más como una
novedad exótica o pasatiempo para gente rica, que un medio de transporte útil y
necesario para la vida urbana. Hasta la década de 1880, apenas existían unos modestos
30 tílburis y coches de 2 y 4 ruedas, que a las claras también tenían la misma
connotación anterior, lo que no es extraño, en una ciudad que todavía se movilizaba
masivamente en forma peatonal, pues en realidad vivienda y fuente de trabajo estaban
casi lado a lado, de tal suerte que el coche de briosos caballos, sólo era un medio de
paseo por la campiña.

Las pioneras del transporte público, fueron las empresas de carruajes y las empresas
carreteras192 que servían con regularidad en las rutas entre la plaza principal, Cala Cala,
Queru Queru, Muyurina y San Antonio, extendiéndose incluso a Quillacollo y el Valle
Alto. Se trataba de unidades a tracción animal que transportan entre seis y diez
pasajeros como máximo y con horarios determinados. Esta es la época en que los
hacendados y comerciantes notables gustan destacarse conduciendo lujosos “Victorias”
y “Landeaus” que paulatinamente se incorporan a la escena urbana, inicialmente en
ocasiones especiales como fiestas cívicas y acontecimientos sociales, para luego
hacerse familiares en la vida cotidiana. Hacia 1900, estos coches de dos y cuatro ruedas,
se hicieron más comunes, y a partir de 1909 en adelante, fueron utilizados con
frecuencia por las capas medias y profesionales, en sus requerimientos para cumplir con
sus diferentes actividades urbanas. Los automóviles que aparecieron como objetos de
curiosidad en 1905, apenas pasaban de una o dos decenas de unidades hacia 1920, sin

192
Entre las más antiguas se pueden mencionar a la empresa Hispano- Americana y la Empresa Soruco,
que datan de fines de la década de 1870. Hacia 1889, les suceden las empresas de Ismael Tardío y
Unzueta y Cía. En 1900 aparecen las empresas Suárez Solís y Cía. y de Mariano Tardío y Cía. sucediendo
a las anteriores. En 1905 se funda la Empresa Carretera Tunari que cubre tramos interprovinciales e
incluso interdepartamentales. En 1907 se inaugura la Empresa Oriental similar a la anterior. En 1917,
inicia sus operaciones la empresa La Limeña que incorpora por primera vez automóviles.
21
embargo, la apertura de talleres para su mantenimiento y la venta de carburantes,
contribuyeron a su expansión en la década de 1920 a 1930.

Una alternativa anterior al ferrocarril, fue el empleo de vehículos motorizados, como


góndolas y “auto-camiones” en el transporte de pasajeros y carga a nivel regional e
interdepartamental. Fue el propio Jesús Aguayo, quien organizó la primera empresa de
transporte de “autos expresos” urbanos e interprovinciales, con conexiones a Tarata,
Punata. Cliza, Sacaba, Quillacollo, Arani. Parotani y Capinota, empleando modelos
Lennox, Tuxedo y Adams, con capacidad para seis y catorce pasajeros. (Guzmán,
1972:156). Posteriormente, se organizaron pequeñas empresas de transporte que
prestaban servicios de transporte de pasajeros al Valle Alto, Totora, Aiquile, Arque, etc.
para ampliarse luego a Oruro, Sucre y otras ciudades fuera del Departamento193

Como se mencionó, a partir de fines de la década de l920, el parque automotor de la


ciudad comenzó a expandirse rápidamente y en forma sostenida, de tal manera que a
inicios de la década siguiente, dicho transporte se incorporó plenamente a la dinámica
urbana:

CUADRO Nº 61: Ciudad de Cochabamba: expansión del transporte automotor


1931 - 1952

Total de vehículos
Años motorizados de todo
tipo
1931 520 (1)
1940 1.880 (1)
1949 2.222 (2)
1950 3.800 (1)
1952 4.455 (3)
Fuentes: (1) Galindo, 1974: 8 (2) El País nº 3.200, 25/01/1969
(3) Guzmán, 1972: 163 y 175

Se puede establecer que el volumen de motorizados a inicio de la década de los 1930, ha


superado ampliamente el número de coches y carruajes que transitaban por las calles de
la ciudad en los primeros años del presente siglo. En general, el transporte a tracción
animal había sido erradicado del ámbito urbano hacia esta época. El volumen de
motorizados se incrementó con ritmo regular hasta 1940 y con mayor lentitud hasta
1949, para expandirse rápidamente a partir del citado año. No queda duda que este
número de motorizados transformó el ritmo de la vida urbana e introdujo nuevos
problemas que ya no eran controlables a partir de simples medidas administrativas,
como ocurría con el viejo sistema de transporte público y privado.

Un cronista de inicios de 1930, refiriéndose a estas cuestiones, anotaba: “La invención


de algunas máquinas han venido a perturbar de modo profundo 1a tranquilidad de la
vida urbana (...) a la voz chillona de 1os vendedores ambulantes, se agrega el
estridente ruido de los autos, autocamiones y motocicletas” Se lamentaba que la paz y

193
Una de las empresas más importantes fue la Beckman y Cía. que operaba vinculando Cochabamba con
Aiquile, Mizque y Sucre, utilizando automóviles y camiones. Una estadística de 1927, anotaba que esta
empresa entre abril y diciembre del citado año, había transportado 1.414 pasajeros 10.113 kilos en
equipajes, 5.421 kilos en encomiendas y 21.475 kilos en cargas (Revista Industria y Comercio nº 189,
13/01/1928).
21
e1 sosiego se hubieran perdido y que e1 ruido que ahora viene a formar parte de la vida
cotidiana, sea “la voz del progreso que ataca el sistema nervioso, molesta a los
viandantes y quita el sueño en las horas destinadas a1 reposo”, señalándose por último,
que sitios como la plaza Colón, la plaza Calatayud y la plaza Guzmán Quitón “se han
sido convertidos en estaciones de autos y de camiones, que a todas horas de1 día y de
la noche, meten un ruido insoportable”, llegando a calificarse las motocicletas de
“aparatos infernales”. (Revista Industria y Comercio nº 31, 07/1 /1931).

La vida monacal y el silenció aldeano, finalmente se convirtieron en valores perdidos y


sustituidos por la “voz del progreso” como señalaba el cronista antes citado. Se
interrumpió la secular meditación del campanario y cundió la alarma en el vecindario
apegado a los ritmos lentos de la vieja aldea que fue quedando, cada vez más, en el
simple recuerdo de los mayores. Este fue el precio que se debió pagar para
transformarse la villa colonial en ciudad. En efecto, aquello que eran simples
aspiraciones y visiones oníricas que se forjaban al calor de encendidos relatos de las
maravillas de la ciudad industrial europea y norteamericana, de pronto, tomaba
dimensiones materiales no previstas y causaban reacciones antagónicas, ante la ruptura
no deseada, de hábitos de vida sencillos e impregnados de la cotidianeidad de la vida
rural, que todavía persistía con terquedad en el recinto urbano, donde lo moderno, hasta
ese momento, no había dejado de ser un simple snobismo y hasta una chifladura, que se
consideraba pasajera.

Una mirada más atenta al parque vehicular de la ciudad nos permitirá profundizar un
poco en el carácter de esta nueva realidad:

CUADRO nº 62: Ciudad de Cochabamba: registro vehicular por tipos y relación de


habitantes por unidad motorizada (1943 – 1947)

Tipos de vehículos 1943 1944 1945 1946 1947(*)


Automóviles 206 363 443 536 561
Camiones 228 411 496 780 838
Góndolas 19 35 66 79 84
Camionetas 50 80 121 213 249
Total de motorizados 503 889 1.126 1.608 1.732
Motocicletas 6 8 10 12 14
Bicicletas 576 826 1.367 1.617 1.884
Carretas y carros a tracción animal 22 30 37 41 45
Carritos de mano 35 55 75 95 201
Total de otras formas de transporte 639 919 1.489 1.765 2.144
Habitantes por vehículo motorizado(**) 149 86 69 50 47
(*) Solo figuran datos de los primeros 4 meses de 1947
(**) Relación establecida en base a las siguientes estimaciones municipales de población:
1943: 75.000 h., 1944: 76.500 h., 1945: 78.000 h., 1946: 80.000 h., 1947: 81.500 h.
Fuente: Cuadro elaborado sobre la base del original de Luís Bedregal, jefe de la Sección
Estadística de la H. Comuna de Cochabamba, 1947.

Podemos percibir a partir del cuadro anterior, no sólo el rápido incremento del parque
vehicular que revelan los totales establecidos, sino más específicamente, la realidad
interna que esconden dichas cifras globales. Inicialmente, llama la atención que la
unidad motorizada con mayor tasa de crecimiento no es el automóvil, símbolo de las
nuevas comodidades que ofrece la moderna vida urbana, sino el camión, que al lado del
viejo ferrocarril valluno, aparece como el nuevo protagonista del transporte regional
que, gracias a su capacidad de recorrer los caminos más difíciles y llegar a los mismos
21
sitios de producción agropecuaria, oferta una nueva dinámica al sistema ferial. En este
sentido no resulta casual que el número de camiones sea superior en un 10,6% al
número de automóviles en 1943, y que esta tendencia se incremente en 1947, hasta un
49% a favor del transporte pesado.

Tal fenómeno muestra que un importante sector de la población, ve al vehículo


motorizado con un sentido más pragmático, como condición general para promover el
intercambio y la producción en términos más ventajosos. Es decir, le asigna un valor
económico antes que suntuario. Aquí se puede especular, que este rasgo, pudo constituir
un síntoma de la emergencia de nuevos actores sociales: chicheras, piqueros,
comerciantes diversos, en fin potentes clases medias, que invierten en motorizados de
transporte pesado, para expandir sus operaciones, en franca competencia con las elites
tradicionales, a las que desplazaran en forma efectiva, en la década de 1950. En este
contexto, el camión se convertirá en un protagonista fundamental de la nueva fisonomía
que adquirirán las relaciones campo-ciudad. Por tanto, tratar de explicar la expansión
del parque automotor como un fenómeno exclusivamente articulado al proceso de
expansión urbana, parece ser algo relativo194.

Otro aspecto interesante de la estadística anterior, que no puede pasarse por alto, es el
creciente incremento de bicicletas, que más que las góndolas, fueron sin duda, ser el
medio más extendido de transporte popular a nivel urbano. Por último, la relación entre
habitantes por vehículos motorizados, expresa la creciente importancia y difusión de
este medio de transporte, que en apenas un quinquenio, alcanzó un índice de un
vehículo por cada 10 familias aproximadamente.

Se puede afirmar, al margen de lo antes observado, que queda fuera de toda duda, que el
transporté motorizado, introdujo cambios profundos en las pauta de los asentamientos
urbanos imperante hasta ese momento: las nociones de “centro de la ciudad”,
“campiña”, “sitio alejado”, dejaron de tener el sentido tradicional, que por ejemplo en el
siglo XIX, significaba el ir a Cala Cala o Quillacollo. Lo que otrora, se contabilizaba en
horas, incomodidades y contratiempos diversos, ahora simplemente, se trata de
recorridos menores a una hora, dependiendo del estado de calles y avenidas195.

Al acortarse los tiempos de recorrido en forma considerable, e incluso radical, gracias a


los motorizados, los pintorescos huertos comenzaron a transformarse en barrios, pues ya
era posible vivir en forma permanente, lejos del centro urbano. Al mismo tiempo, esta
alternativa planteó nuevos desafíos que obligaron a repensar la ciudad, a preocuparse en
su expansión y en la urbanización de los sitios destinados a dicho crecimiento, con lo
que también fueron madurando las condiciones económicas y sociales, que impulsarán
la realización del futuro plano regulador de la ciudad.

Para concluir este capítulo, analicemos someramente otro importante factor de progreso:
el desarrollo de las comunicaciones urbanas mediante la red telefónica. Este servicio se
implantó en la ciudad, como una innovación que pasó relativamente desapercibida,
194
Este rasgo de las tendencias del crecimiento del parque automotor, mas adelante, posibilitará, sobre
todo en 1952 y 1953, las grandes movilizaciones campesinas, transportadas en grandes caravanas de
camiones, hacia la ciudad.
195
Dirigirse a la campiña de Cala Cala y aledaños en el siglo pasado, tenía el sentido de un viaje y de una
ausencia similar a la que plantea cualquier tipo de viaje a larga distancia. Por ello, la plaza Colon era el
sitio, donde las familias despedían a sus miembros, que se dirigían a estos lugares.
21
hacia 1900, con unas pocas decenas de líneas instaladas por la Empresa de Teléfonos
Peña y Cía. Este primer intento no fructificó, sin embargo dicha Empresa volvió a
reinstalar el servicio en abril de 1908, con nuevo material. En septiembre de dicho año,
la misma, desarrolló la capacidad para instalar 200 líneas, incluso fuera de la ciudad (El
Heraldo, nº 5438, 14/09/ 1908). Hasta 1915 se instalaron centrales de teléfono en
Quillacollo. Sacaba, Cliza. Punata, Arani y Tarata, con lo que quedaron conectados los
principales centros feriales y comerciales de la región, con la ciudad de Cochabamba.
En 1920, la Empresa Peña transfiere sus instalaciones a la Empresa Reza y Cía. que se
hace cargo de este servicio. Los primeros aparatos telefónicos, eran a magneto y
frecuentemente sufrían deficiencias tales como la del abonado que demandaba una
comunicación urgente, y tenía que esperar la buena voluntad del empleado, a veces
entre 30 y 40 minutos. Naturalmente, el clamor del público por este mal trato, se hizo
general (El Heraldo nº 7985, 08/11/1917).

De todas maneras, de un objeto de curiosidad, raro y entretenido, el teléfono


paulatinamente se introdujo en la vida cotidiana y se convirtió en un instrumento
imprescindible para las comunicaciones urbanas, agilizando la vida comercial e
industrial, y permitiendo al lado de la mejora en los sistemas de transporte, la expansión
de los flujos de comunicación, esenciales para la modernización del aparato comercial,
administrativo y financiero, que merced entre otras cosas a este adelanto, comenzó a
consolidarse con mayor fuerza en las zona central, sustituyendo los inconvenientes de
vinculación con los centros de consumo y transporte imperantes en el siglo XIX, por
sistemas más ágiles y directos, que liberaron el emplazamiento comercial de los
obstáculos físicos y de distancia, que suponía, el que la banca, las casas importadoras,
los centros de comercio, los servicios administrativos, etc., quedaran paulatinamente
rodeados por funciones residenciales. Analizando la expansión de este servicio, que a
fines de los años 20, pasó a manos de la Empresa Bolivian Power Company, hasta la
constitución de la Empresa de Teléfonos Automáticos S.A., podemos observar lo
siguiente:

CUADRO Nº 63 Ciudad de Cochabamba: crecimiento del servicio telefónico


urbano (1908 – 1957)

Años 1908 1910 1918 1929 1944 1945 1946 1947 1948 1957
Líneas 110 214 261 350 711 980 1.023 1.052 1.812 3.687
Fuente: El Heraldo (1908, 1910), El Ferrocarril (1918), Revista Industria y Comercio
(1929), El País (1948), Prensa Libre 1957).

En la década de 1940, se organizó la Empresa Municipal de Teléfonos Automático S.A,


organizándose como una sociedad mixta con capitales aportados por la Municipalidad,
el Gobierno Central y los abonados particulares 196. En 1944, esta empresa municipal
inauguró una central automática Ericsson, con capacidad para 1.000 líneas. Dicha
central fue ampliada con dos plantas, de 500 líneas cada una, las mismas que casi fueron
copadas en 1948, razón por la que se continuaron efectuando ampliaciones periódicas.
Este servicio se expandió rápidamente con los efectos anotados, de tal suerte que el
tráfico de llamadas, que era de unos pocos centenares a comienzos de siglo, alcanzó un
promedio diario de 5.000 en 1944-45, para llegar a varios centenares de miles de
llamadas por día en la actualidad.

196
Por Decreto Ley de 17 de septiembre de 1957 se dispuso la creación de un Consejo de Administración
conformado por representantes del Estado, el Municipio y accionistas particulares por minoría.
21
Capítulo 13
La materialización del desarrollo urbano: las grandes obras públicas

Cochabamba atraviesa el umbral del siglo XX con todas sus características de gran
aldea. En efecto, lo edificado y consolidado a lo largo de algo más de trescientos años,
no ofrecía como resultado un conglomerado urbano que recibiera sin discusión el título
de ciudad, si entendemos como tal, un ámbito donde lo rural era una evocación lejana y
los hábitos de vida tenían ritmo propio y valores nuevos, que los cientistas sociales de
este tiempo se ocuparon de caracterizar como “cultura urbana” y “sociedad urbana”, en
oposición a la vieja sociedad tradicional, cuya erradicación se preconizó en nombre de
la civilización.

El modesto asentamiento urbano estaba muy lejos del ritmo demencial de la expansión
capitalista, que en otros confines extendió sus fronteras en forma irrefrenable, instaló los
emporios fabriles, organizó las explotaciones de materias primas, trazó las redes
ferroviarias, destruyó los paisajes naturales, modificó las relaciones de producción
precapitalistas y promovió la proletarización de los trabajadores. Contrariamente, lo
aldeano y tradicional, con todos sus problemas y conflictos, ingresó intacto en el nuevo
siglo: en medio de una pacífica inmovilidad, apenas perturbada por el deshojar de los
almanaques como única señal de que el tiempo pasaba de largo, sin tocar este escenario
casi fosilizado.

Como vimos anteriormente, la difícil circunstancia que atravesó el Departamento con la


pérdida del litoral boliviano y las duras condiciones de paz que le fueron impuestas al
país, permitiendo el ingreso del comercio chileno al mercado nacional; finalmente
determinan, que razones más poderosas que el estatismo y la rutina se impusieran, para
clamar por cambios que sintetizan el afán de reconquistar los mercados del comercio
cochabambino, en base a la modernización de las vías de transporte y comunicación,
dando inicio, a la prolongada lucha regional por el ferrocarril a Oruro, que para
Cochabamba significaba asomarse nuevamente a la vecindad del mundo. Si bien hasta
1917 no se cumplió esta aspiración, el ferrocarril del Valle en 1912, acumuló nuevos
ingredientes a los cambios que comenzaron a operarse en la ciudad, con la inclusión,
anexa a este movimiento para modernizar el transporte regional, de los tranvías en el
escenario urbano. La formación de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba
en 1908, en los términos ya descritos en el capítulo anterior, fue una respuesta a estas
aspiraciones de cambió, que irremediablemente, y pese al temor de pacatos y ultra
conservadores patriarcas y ciudadanos, se extendió al conjunto del escenario urbano.

El primer adelanto digno de tal nombre en la ciudad, fue el alumbrado público y


domiciliario, que permitió a sus habitantes salir de las tinieblas medievales en que
durante siglos estuvieron sumergidos. Sin duda, este beneficio alteró necesariamente el
hábito aldeano que transformaba Cochabamba en ciudad paralizada y abandonada
apenas caían las sombras de la noche. De esta forma, se dio paso a una ampliación de la
jornada de actividades diarias, lo que permitió hacer más llevadera la pesada rutina
urbana. Se promovió el surgimiento de la vida nocturna y se expandieron las actividades
recreativas: los salones de té, los restaurantes, los clubes, ampliaron su horario de
atención y mejoraron sus servicios. Los abuelos se escandalizaban, pero
irresistiblemente, merced a este simple hecho, (la energía eléctrica) la ciudad se articuló
al ritmo abrumador de la civilización industrial de la "belle epoque", y las nuevas
generaciones, a través del invento más popular: la radio y el fonógrafo, adquirieron
21
nuevos valores y se plegaron a los nuevos gustos, modas y danzas, con mayor velocidad
que sus antepasados197

Sin embargo, pese a estos primeros aires de renovación, un otro problema ya presente
en el siglo XIX, continuó agobiando a la ciudad, dando lugar a renovados estudios,
esfuerzos, esperanzas y muchas frustraciones.

A pocos años de inaugurado el primer servicio de agua potable de la ciudad, en base a


las vertientes de Arocagua, adquiridas por el Gobierno de Aniceto Arce, en favor del
municipio cochabambino, en 1900, un editorialista de El Heraldo, al hacer un inventarlo
de los problemas urbanos que aquejaban a la ciudad al ingresar al nuevo siglo, anotaba
como uno de los problemas latentes, la cuestión del agua, dando a entender que el
sistema de distribución imperante, era muy imperfecto 198. En realidad este viejo
problema, una y otra vez, hará parte de las preocupaciones locales, de los programas de
obras públicas, de los presupuestos municipales, de estudios técnicos acuciosos, y
también, reiteradamente se concluirá que Cochabamba es rica en recursos hídricos pero
que no existen “fondos para traerla y distribuirla convenientemente”. (El Heraldo nº
581, 9/01/ 1883).

Como ya observamos, en uno de los primeros estudios serios que se hicieron sobre este
particular, casi veinte años antes que el editorialista citado mencionara al agua potable
como uno de los principales problemas urbanos del flamante siglo XX, el ingeniero
Bodeslao Maierski, en un informe elevado al municipio como presidente de una
comisión de agua potable creada para realizar los estudios pertinentes, sostenía que se
habían identificado tres vertientes próximas a la ciudad y con abundante agua, es decir,
las vertientes de Tirani, Chacacollo y Arocagua, definiéndose la última como la más
conveniente para su adquisición por el Estado, a favor del municipio (cf. supra Capítulo
9)199

Sin embargo esta suma de emprendimientos, exploraciones, fatigosos trabajos,


minuciosos estudios, certeras recomendaciones técnicas, que dieron por resultado
interesantes proyectos para superar el ancestral problema, fracasaron una y otra vez,
frente a la realidad de una crónica estrechez económica, que terminaba estimulando la
realización de obras improvisadas y deficientemente ejecutadas, a tal extremo que en
abríl de 1900, el propia Juez de Aguas de la ciudad, denunciaba que “las cañerías de las
fuentes públicas, se hallan casi totalmente destruidas y que dentro de muy poco, es
probable que nos quedemos sin agua para tomar y expuestos a morir de sed” (El
Heraldo nº 3995, 24/04/ 1900)200.

197
En lugares tan exclusivos como el Club Social, en otros más liberales como el Club Alemán,
irrumpen los nuevos vientos y los nuevos ritmos. Las cuadrillas, minuetos y gavotas del ochocientos que
animaban las fastuosas fiestas de la oligarquía valluna ceden paso al fox trot y al can can .
198
Al respecto se anotaba: “Las fuentes públicas forman charcos infectos por falta del correspondiente
desagüe. La hermosa pila de la plaza 14 de Septiembre no puede funcionar por desperfectos o roturas en
las las cañerías…Las vertientes de Arocacagua no están suficientemente defendidas de los aluviones y
las aguas se enturbian los días de lluvia” (El Heraldo nº 3150, 19/01/ 1900).
199
Los primeros estudios técnicos surgen como consecuencia de las terribles sequías y epidemias de
1878-79.
200
Sobre este mismo particular, se insistía en llamar 1a atención en cuanto al estado de abandono de las
pilas públicas, cuya provisión de agua era cada vez más escasa: “Los reventones de la cañería en muchos
puntos de 1a ciudad permanecen a1 descubierto” (El Heraldo nº 3826, 20/08/ 1902).
21
Finalmente, en 1904 se importan mil metros dé cañerías de plomo para sustituir las
deterioradas, sin embargo la deficiencia en el servicio de pilas públicas continuará
latente. Con tediosa periodicidad y fatal resignación se reiteran los reclamos, los
lamentos y las denuncias, pues pareciera que la técnica y la ciencia, son impotentes para
resolver este problema, cuya responsabilidad tiene su parte esencial, en el tradicional
abandono de los poderes públicos centrales y la mala administración de recursos
siempre escasos201

Sobre este último particular (el abandono de los poderes públicos), en 1908, el Heraldo
insistía que desde la adquisición de las aguas de Arocagua, y pese a la existencia de
estudios técnicos necesarios: “la obra no estaba finalizada, se imponía conducir las
aguas hasta la ciudad, distante a cinco kilómetros, perforar un cerro intermedio, hacer
depósitos y en fin, toda la obra de arte necesaria para que las fuentes públicas
distribuyan el beneficioso líquido”.

La crónica ausencia de recursos, fue subsanada en parte mediante un crédito personal


del filántropo Carlos Arce y de los ingenieros Julio Pinkas y Alberto Manno que
ejecutaron las obras y en las que se invirtieron Bs.100.000. De esta forma quedaba claro
que, salvo contadas actuaciones del gobierno central, ayer como hoy, Cochabamba se
veía obligada a resolver sus angustiosos problemas a partir del concurso de sus propios
medios202. En realidad en este tipo de problemas, como la cuestión del agua y otros
requerimientos urbanos, donde resultaba necesario el concurso de fuertes inversiones
públicas, el Estado mostró su reiterada renuencia a propiciar tales desembolsos, sobre
todo si se trataba de ciudades situadas en la periferia de la economía minera y por tanto,
no incluidas en los intereses inmediatos de la floreciente industria estañífera y del
desarrollo capitalista del país. De esta manera, quedó en evidencia, desde estas épocas
tempranas, el significado económico, social y espacial de un poder central consolidado
en torno a una región minera y una ciudad eje (La Paz), que configuraban el modelo de
enclave capitalista insertado en un universo semifeudal, donde se profundizarían

201
Al respecto un editorial de El Heraldo de mayo de 1906 expresaba “Viene notándose que las (aguas)
que surten las fuentes públicas procedentes de 1as vertientes de Arocagua son bastante sucias,
conteniendo sustancias orgánicas en descomposición. Hemos indagado la causa de aquel desaseo y se
nos ha dicho que las cañerías que sirven para su conducción, se hallan tan deterioradas que en el
trayecto permiten infiltraciones por la muchísima oxidación que tienen”.
202
Por todo ello el editorialista con no poca amargura anotaba: “Cochabamba sólo está obligada a
recordar con gratitud las obras hechas en su distrito, a los siguientes gobiernos: Sucre que adquirió
1ocales para los palacios construidos en la capital de la República, que él y Bolívar, designaron sea
Cochabamba; Ballivián que reconstruyó el hoy llamado Palacio Judicial, Achá que hizo el Teatro que
con justicia lleva su nombre, Arce y Baptista que construyeron las carreteras a Sucre y Oruro y nos
dieron agua... beneficios únicos en los 83 años de vida independiente. Mientras se da noticias de
trabajos de alcantarillado, de construcción de avenidas, de compra de edificios en otras localidades, acá
se nos dice que no hay fondos, se pregona mejoras, se hace creer a este pueblo que se atienden nuestras
necesidades, sin embargo, el aire infectado por charcos que hacen los escapes de agua, diezma nuestra
población y el Gobierno (Montes) parece felicitarse de que disminuyan los soberbios cochabambinos”
(El Heraldo nº 5300, 23/03/ 1908). En 1909, otra crónica sintetizaba esta situación admitiendo que “desde
que se inauguró el servicio de aguas en 1896, no se hicieron reparaciones serias en las cañerlas de
Arocagua colocadas en suelo fangoso. A esto se suma la persistente indiferencia y actitud contraria del
gobierno (…) Esta situación ha determinado el deterioro acelerado de las cañerías hasta el punto de no
poder surtir las fuentes públicas”, llegándose a la conclusión de que la ciudad estaba gravemente
amenazada por la sed, sobre todo “en los barrios más poblados de 1a zona Sur, en los que no hay
manantiales” (El Heraldo nº 5645, 5/06/ 1909).
22
rápidamente las diferencias y las contradicciones regionales, cuyo espíritu ya se percibe
en el tono de los reclamos que expresan las crónicas periodísticas de la época.

En años posteriores, la caducidad de este servicio se fue acentuando. Las obras


realizadas durante la administración del Presidente Mariano Baptista para conducir las
aguas de Arocagua a las piletas públicas, mediante cañerías de plomo, se encontraban
en ruinas. En 1911, se reconocía que parte del agua consumida provenía, no de la red
pública, sino de sus abundantes filtraciones, y por tanto se trataba de aguas
contaminadas por diversos agentes patógenos (El Ferrocarril nº 309, 19/01/1911).
Todavía al respecto de esta situación de penuria, se observaba que la misma no era
equitativa, que tal cuadro de deterioro, solía ser aprovechado por particulares que
acostumbraban a desviar las aguas a su propiedad, ya sea merced a graciosas
concesiones o por el simple expediente de adquirirlas a precios especulativos. De esta
manera. -anotaba un periodista- “los ricos tienen en su vivienda este elemento
primordial, imprescindible para la vida, mientras que los pobres no pueden
conseguirlo en las fuentes públicas que sólo sirven de adorno en muchas calles” (El
Ferrocarril nº 478, 21 /08/ 1911). Las largas colas y las prolongadas esperas para llenar
un pequeño recipiente, penosamente con un delgado chorro de agua, son escenas
frecuentes de la vida diaria de aquellos años: “es tal la carencia de las necesidades de
agua -se anotaba, en 1912, que se requieren horas de espera para obtenerlas” (El
Ferrocarril nº 814,25/ 10/1912).

En 1918, todavía se clamaba: “hemos vuelto a los tiempos del coloniaje, cuando las
aguas corrían por nuestras calles por acequias naturales, donde mujeres bañaban a
sus criaturas y lavaban sus ropas sucias”, pero “con el transcurso del tiempo las
fuentes se secaron y el agua se hizo tan escasa, que apenas se mantenían unas cuantas
piletas surtidas con baldes”. Este conjunto de anomalías, permitían establecer, que las
obras iniciadas por Aniceto Arce y concluidas por Baptista, no habían tomado en cuenta
su administración y mantenimiento, y menos, se había previsto una asignación
presupuestaria permanente para tales finalidades. De esta forma, y tal como se
denunciaba desde comienzos del siglo XX, “ha resultado que este ramo de aguas
potables se halla totalmente desatendido, sufriendo deterioros de día en día”, a tal
punto, que “las aguas corren por el centro de las calles en cantidades apreciables, con
reventones de cañerías que no se componen”. Es decir, que en tanto Cochabamba
padecía de sed permanente, el agua se perdía por las cañerías reventadas y abandonadas
por el municipio y las autoridades gubernamentales. (El Heraldo nº 8106, 13/05/1918).

En 1919, se reconocía que el servicio de agua potable, era absolutamente insuficiente


para cubrir los requerimientos de la población y que las aguas de Arocagua, sólo
distribuían diariamente 300 m3 de agua203. Igualmente se pone de manifiesto, que
apenas 180 viviendas privilegiadas, de las más de 2.000 existentes, se beneficiaban con
este servicio, existiendo para atender las enormes necesidades del resto de la población,
apenas 32 pilas públicas con todas las deficiencias ya descritas (Anuario Geográfico y
Estadístico de la República, 1919: 315).

En fin, por ley de 29 de noviembre de 1923, se crea el Comité Pro Captación de Aguas
y Pavimentación de Cochabamba, que encomienda a los ingenieros Guillermo
Balderrama y Federico Rocha, realizar estudios sobre las posibles fuentes de captación
203
Estimando que la ciudad tenia en ese momento unos 30.000 habitantes y asignando un consumo diarto
de apenas 50 litros por persona, las necesidades de consumo diario ascendían a 1.500 m3 diarios.
22
de aguas y la situación de las vertientes de Arocagua. El informe prefectural
correspondiente a la gestión 1923-1926 anotaba, que el número de concesiones de agua
a particulares alcanzaba a 639 viviendas, dé las cuales apenas 407 contaba con
instalaciones sanitarias dignas de tal nombre. Además se reconocía que “muchas piletas
públicas se encuentran descompuestas y sensiblemente es inevitable la destrucción de
ellas por muchas precauciones que se tomen”, enfatizándose que, en especial la
situación de los barrios de la zona Sur, era muy crítica204
En 1925, el informe de los estudios realizados por los ingenieros Balderrama y Rocha,
señalaba que la situación de la red de agua potable de la ciudad, era crítica, no sólo por
su antigüedad, sino también:

por las reformas hechas en épocas anteriores, sin mayor estudio unos, y otros,
ceñidos a un presupuesto muy exiguo, han sido la causa para que las redes
existentes, tanto de captación como de distribución de agua sean tan
defectuosas, que además de privar a una parte de la población del suministro de
ese elemento, sean una amenaza para la salubridad pública (El Heraldo nº
9543, 31/01/1925).

Los estudios de la formación geológica de Arocagua, definían que la zona hidrológica


subterránea, presentaba un rendimiento tan abundante, “que se podría suministrar agua
de inmediato a una población de 50.000 habitantes” (El Heraldo, número citado). De
acuerdo a los citados ingenieros, las vertientes de Arocagua, podrían rendir una dotación
media de 80 litros por día y habitante. Su propuesta de captación, una vez más como
otras anteriores, privilegiaba la captación de las citadas vertientes, pues por aforos
realizados por dichos técnicos, se dedujo que la napa acuífera proporcionaría un caudal
medio de 60 litros/segundo, en términos prácticamente inagotables, captada mediante
pozos excavados hasta una profundidad de 10 metros. Este proyecto comprendía
además la cañería de aducción del agua desde la cámara de carga de Arocagua hasta los
depósitos de regulación y almacenamiento de San Pedro y la red de distribución a la
ciudad (Galindo, 1974: 32).

En 1926 el Gobierno autoriza al Comité de Aguas Potables, adquirir un empréstito de


un millón de bolivianos, destinados a ejecutar el proyecto anteriormente mencionado,
para cuyo efecto el Banco de la Nación Boliviana emitió bonos de obras públicas. Sobre
la base de los recursos obtenidos se licitaron las obras. Dichas obras fueron adjudicadas
en 1927, a la Empresa Salamanca-Rigol, siendo nombrado Fiscal de Obra, el Ing.
Eudoro Galindo, encargándose de la provisión de 48.000 metros lineales de tubos de
acero, la firma Hinke y Cía. Las obras concluyeron en 1929 y se alcanzaron los
siguientes resultados:

204
Se anotaba que para mitigar esta situación, se había logrado que 1a Empresa Bolivian Railway cediera
una parte del sobrante de sus aguas del depósito de la colina de San Sebastián, “para el servicio de los
barrios del Sur de la población”,que mediante la organización de un comité de vecinos, la Prefectura,
había adquirido la cañería suficiente para esos trabajos, con fondos adquiridos por dicho comité, razón
por 1a cual el citado vecindario ya no deberá utilizar “las aguas depositadas en pozos y estanques que
constituían propiamente cultivos fecundos de gérmenes patógenos”. Por último, se anotaba que se habían
instalado tres surtidores en la región de “la Villa” incluyendo un tendido de 2.285 metros de cañería de
una pulgada, así como un surtidor en la zona de Mosoj Llacta (zona Norte), pero que la extensión de la
cañería a Jaihuayco había quedado inconclusa por falta de fondos. (Informe del Prefecto y Comandante
General del Departamento de Cochabamba, 1925-1926)
22
a) Obras de captación: Las obras de captación no dieron el caudal previsto en
los estudios. La napa acuífera resultó pobre. Sólo en época de lluvias alcanzaba
el rendimiento calculado de 60 litros/segundo, en estiaje apenas daba el 30%.
b) Conducción: La conducción de las aguas captadas se realizó con cañería de
30 milímetros de diámetro, longitud de 2.100 metros, capacidad de 60
litros/segundo. El río Rocha se cruzó con sifón.
c) Tanques de Almacenamiento: Se construyeron dos tanques interconectados,
cubiertos con una losa de hormigón armado. La capacidad de cada uno: 1.250
m3. Cámara de llaves completa.
d) Red de distribución: se instaló la red en el casco viejo de la ciudad, en malla
cerrada, con ramificaciones periféricas. Se dejaron 2 700 conexiones
domiciliarias para otras tantas casas de la ciudad. (Galindo, obra citada: 33,
34)205

Los trabajos descritos, si bien fueron los más importantes y completos que se habían
ejecutado hasta el momento, tropezaron con el grave problema de la insuficiencia del
acuífero que los alimentaba. De esta forma la escasez del agua no fue resuelta y las
aflicciones de antaño fueron cosa corriente en la década de 1930206.

La búsqueda de mejores fuentes de captación continuó, pues pese a que había sido
ejecutada una red de distribución domiciliaria completa, la demanda no había quedado
satisfecha. En 1936 el Comité Pro-Cochabamba reclamaba al Gobierno una mayor
atención al problema del agua potable, anotando que el caudal que recibía la ciudad
apenas alcanzaba a 61.200 litros “que se consumen en 4 horas”, cuando “una población
de la densidad de Cochabamba necesita 200 litros de agua por persona, por lo que son
necesarios 8 millones dé litros de agua diarios, reclamándose por la reiniciación de los
estudios y porque se diera curso a la expropiación de las aguas de la ‘canaleta de
Arocagua’ de propiedad del Ing. Julio Knaudt”. (El Imparcial nº 1543, 11/06/1936).

Ese mismo año (1936), el Ing. Vicente Sánchez de Lozada proporcionaba un panorama
completo de la problemática del agua en Cochabamba, en una disertación pública
significativa, cuyo resumen por su importancia damos a conocer a continuación:

De acuerdo al citado ingeniero, Cochabamba se emplazaba en una zona acuífera


contenedora de un enorme caudal de aguas no aprovechadas, merced a la incapacidad
crónica para administrar debidamente estos recursos. Enfatizaba qué este problema
había merecido numerosos estudios y propuestas, sobre los cuales era necesario extraer
conclusiones adecuadas. Entre las propuestas más importantes, se destacaban las
siguientes, sintetizadas en el siguiente cuadro:

205
Esta red prestó servicios hasta 1976-77, en que fue renovada.
206
A este respecto un editorial de El Imparcial sostenía que pese a los muchísimos reclamos que se han
realizado, las sumas de que dispone el gobierno son exiguas, “de ahí que el servicio de aguas potables
sea escaso en Cochabamba, acentuándose en la época de estiaje, en que de 26 litros/segundo, que es la
capacidad de los pozos surgentes de Arocagua, en su mayor torrente, disminuyen hasta 17
litros/segundo. En la época invernal, año tras año, la población tiene que soportar las angustias de la
sequía, pues solamente hay agua corriente cinco horas diarias, de suerte que en cada casa, cada familia
se ve obligada a amontonar recipientes junto a las pilas pilas públicas o particulares, para conseguir
reservas para el resto del día” (El Imparcial nº 1541, 09/07/1936).
22
CUADRO Nº 64: Ciudad de Cochabamba: estudios y propuestas para la dotación
de agua potable (1882 – 1936)

Años Autores Síntesis del contenido de las propuestas


1882 Ing. Bodeslao Maierski * Propone utilizar manantiales de La Chaima en Cala Cala con
aporte de 5 litros/segundo, además de los manantiales de los baños
de Balderrama, igualmente en Cala Cala, “los Jalus” en Queru
Queru y los mantéales de Arocagua.
1891 Ing. Julio Pinkas e Ing. * Proyecto para la captación de las vertientes de Arocagua con un
Alberto Manno caudal de 28 litros/segundo.
1919 Ulen y Cia. * Estudio de acuíferos: canaleta de Arocagua con 25 litros/segundo
y posibilidades de llegar a 200 litros. Vertiente de Montecillo y
Chacacollo con 20 litros/segundo, posibilidad de captar aguas de
Wara Wara y Chungara.
1925 Ing. Guillermo * Se propone incrementar el caudal de Arocagua con el aporte de 5
Valderrama e Ing. pozos de 4 metros de diámetro y profundidad variable. El caudal
Federico Rocha supuesto de la napa subterránea se calcula en 900 litros/segundo.
1926 Ing. Vicente Sánchez de * Propone la captación de aguas subterráneas en la conjugación de
Lozada las quebradas Chungara y Wara Wara con un caudal probable de
100 litros/segundo.
1929 Ing. Ellis Janson * Examina la posibilidad de lagos y quebradas, y aguas profundas en
la cuenca de Sacaba con caudal de 350 litros/segundo y,
profundidad de 180 a 200 metros, deshecha sin fundamento las
primeras, y recomienda las aguas profundas.
1930 Ing. Geólogo T. Serghisco * Estudia la posible ubicación de un pozo artesiano de aguas
profundas.
1930 Ing. Alberto Cornejo * Estudios sobre el incremento del caudal de Arocagua. Examina
fuentes posibles en Pacata, canaleta de Arocagua, pozos de
Quintanilla.
1930 Dr. Valdivieso Estudia las posibilidades de Lagun Mayu, Chacacollo, la canaleta
con un caudal de 30 litros/segundo.
1930 Ing. L. Ivansevich * Examina la captación Salcedo con 22 litros/segundo y posible
incremento a 100 litros, proyecto Janson, canaleta con 25
litros/segundo y posibilidad de aumentar a 100 litros. Laguna de la
cuenca de Arocagua, bombeo de la captación colonial, etc.
1936 Ing. Ricardo Urquidi * Informe sobre abastecimiento de agua a la ciudad, y sondeo de las
quebradas de Reara Wara y Chungara
Fuente: Disertación del Ing. Vicente Sánchez de I.ozada publicada en el Imparcial nº 1650, 28/11/1936.

La propuesta del Ing. Sánchez de Lozada, se basaba en las necesidades presentes y


futuras de la ciudad estimándose que la población de Cochabamba alcanzaría los 50.000
habitantes en los próximos diez años, con un consumo de 50 lt/día, lo que exigía un
caudal de 89 litros/segundo, pero estimando las pérdidas, lo óptimo serían 100
litros/segundo para un consumo mensual de 2.600.000 litros207.

El estudio contenido en la propuesta citada, fue uno de los más completos, pues
abarcaba el examen de todas las fuentes acuíferas: lagos, ríos y aguas subterráneas.
Dicho estudio seleccionaba como probables fuentes de captación: Lagun Mayu, Wara
Wara y las napas subterráneas de Chungara y Wara Wara. En razón de su capacidad
insuficiente, y el alto costo de las obras a realizar, se desecharon las lagunas y se
recomendó la captación de las aguas subterráneas debido a su proximidad á la cuidad (5
kilómetros), su desnivel (120 a 200 metros respecto de la ciudad) lo que permitiría
“mucha presión en todos los barrios y en edificios de hasta 8 pisos” caudal suficiente
para un futuro de 10 años con un costo que se consideraba factible (700.000 Bs.). La
207
El censo de 1935 arrojó una población de 52.000 habitantes y el de 1945, una población de 71.000
habitantes. En consecuencia las estimaciones demográficas eran insuficientes.
22
captación no dañaría intereses agrícolas y la solución podría ser inmediata. Finalmente,
se anotaba que una solución complementaria a largo plazo, consistiría en la captación de
aguas de las lagunas de la cordillera. (El Imparcial nº 1650, 28/11/1936).

Es evidente, que la cuestión del agua potable es uno de los problemas urbanos, que
mereció un volumen importante de estudios y proyectos, sin embargo, ninguno de ellos
se ejecutó a plenitud, por la ausencia de un ente administrativo, técnico y financiero que
los encausara debidamente. El Comité Pro-Cochabamba, fundado en 1930, comenzó a
intervenir en los problemas urbano-regionales después de la guerra del Chaco. Así en
1937, con motivo de la iniciativa prefectural de tramitar un empréstito interno destinado
a obras públicas por el valor de 16 millones de bolivianos, a ser desembolsados por el
Banco Central de Bolivia208, dicho Comité propuso que se destinaran 2 millones de
bolivianos a la captación de aguas potables para la ciudad, ante la renuencia
gubernamental para considerar este problema. Finalmente, se dispuso con destino al
rubro de aguas potables, la suma de Bs. 200.000 obviamente insuficientes para encarar
soluciones adecuadas. En realidad dicho empréstito, cuyo destino a obras públicas
previamente seleccionadas, revelaba el criterio estatal con respecto a los problemas
urbano-regionales. Del mismo, un 27.77% se destinaban a amortizar un otro empréstito
anterior, un 43% se destinaban a obras de vialidad y sólo un 5.23% a obras de
infraestructura urbana básica (agua potable y control del río Rocha). Es decir, que se
valorizaban más en este caso, las obras de vialidad, tanto dentro como fuera de la
ciudad, pero no así la calidad misma de la vida urbana y de la salud pública. En el
fondo, subyace ya desde ese entonces, una filosofía pragmática de modernidad que
prefería calles amplias y pavimentadas y muchos caminos desplegándose sobre los
cuatro puntos cardinales, como símbolos visuales del progreso, aunque todo ello,
escondiera altas tasas de mortalidad y penurias cotidianas para la masa de la población
que poseía alcantarillas de adorno y seguía sufriendo en torno a 1as anacrónicas pilas
públicas.
208
El empréstito del Banco Central por 16.130.000 Bs. Se destinaba a:
1. Redimir el saldo total deudor del empréstito de vialidad y obras públicas: Bs.
4.480.259,21
2. Obras de desagües pluviales, complementarios a la pavimentación Bs.
2.000.000.-
3. Obras de pavimentación hasta 50.000 M2 (73 cuadras) Bs.
5.000.000.-
4. Camino a Oruro por Sayari Bs.
400.000.-
5. Conclusión de las obras de desvío del río Rocha (Proyecto Knaudt) Bs.
400.000.-
6. Captación de aguas potables Bs.
200.000.-
7. Trabajos de la avenida defensiva del río Rocha (Av. Costanera) Bs.
100.000.-
8. Camino Aiquile – Puente Arce (camino a Sucre) Bs.
200.000.-
9. Camino a Santa Cruz, armadura del puente Taperas Bs.
150.000.-
10. Camino Cochabamba – Puerto Mamoré Bs.
3.200.000.-
TOTAL: Bs. 16.130.259,21
La garantía de este empréstito, en lo que a obras urbanas se refiere, reposaba en el 25 y 50 % del
valor de los cordones de aceras y calzadas que los propietarios de inmuebles debían pagar por las
obras de pavimentación.
El País nº 250, 24/04/1937 y nº 263, 11/05/1937
22
En 1937, se firmó un contrato con la firma Boneta. y Milozevich para iniciar trabajos de
captación de agua potable en la confluencia de las quebradas de Wara Wara y Chungara
bajo la supervisión del Ing. Germán de La Reza. Los trabajos se iniciaron en 1938, y
consistían en la ejecución de una galería filtrante de 24 metros de longitud atravesando
la quebrada, captando de esta forma toda el agua subterránea hasta una profundidad de
nueve metros (El País nº 519, 03/07/1938). La captación efectuada consiguió los
resultados procurados, sin embargo, este nuevo volumen de aguas tampoco fue
suficiente para las mitigar las reales necesidades urbanas, lo que dio lugar, a que se
construyera otra galería filtrante en la zona de Tirani, para atender las necesidades de
Cala Cala y Queru Queru, sin que tampoco se lograra el caudal de aguas suficiente.

En la década de 1940, la falta de agua persiste. A inicios de esta década la crónica


escasez se acentúa una vez más y la prensa reitera que “Cochabamba se morirá de
sed”209 Este recrudecimiento de la falta de recursos hídricos para la ciudad, se acentúa
en años posteriores. La insuficiencia de resultados de los trabajos y estudios
desarrollados en los años 30, determinan que el análisis de nuevas alternativas se dirija,
hacia las lagunas existentes en la cima de la cordillera del Tunari, conformadas y
renovadas anualmente por el régimen de lluvias. Estas lagunas fueron aprovechadas
desde la colonia para el riego del Valle de Cochabamba, estableciéndose un régimen de
turnos o mitas por derechos adquiridos por los agricultores sobre dichas aguas.

Sin embargo las necesidades urbanas apremiantes obligaron a la expropiación de las


aguas de Chapisirca, de propiedad de los herederos del Dr. Daniel Salamanca (El País nº
1444, 30/01/ 1943). Se realizaron estudios para mejorar el embalse de las aguas, la
conducción se efectuó mediante un canal abierto hasta Tolapucro, desde donde se
utilizó tubería que condujo las aguas hasta la planta de tratamiento de Cala Cala, dotada
de desarenadores, filtros, dos tanques de almacenamiento de 2.500 M3 cada uno. El
sistema de Chapisirca comprende las lagunas de Torolagua, Escalerani y otras menores,
con las que la ciudad era proveída en tiempo de lluvias, sin embargo esta provisión en
tiempo de estiaje debía ser resuelta con el refuerzo de las aguas de las lagunas de San
Juan, Wara Wara, Saitucocha y Lagun Mayu (Galindo, 1974: 36).

No obstante todos estos esfuerzos, el problema continuó latente. En 1946, el entonces


Jefe del Departamento de Arquitectura de la Comuna, Arq. Jorge Urquidi Z., sugería la
organización de un “Comité Técnico-Financiero constituido por funcionarios
dependientes de la Municipalidad y la Prefectura, que aunando esfuerzos de ambas
reparticiones públicas, se encarguen de estudiar dentro de un plazo determinado, el
plan que debe seguirse para resolver con carácter definitivo, la abundante provisión de
agua potable a esta ciudad.” (Carta del director de Obras Públicas Municipales
transcrita por El País, 18/09/ 1946)210.
209
A este respecto un órgano de prensa de 1a época anotaba que era notorio el hecho de que día que pasa,
la provisión de agua potable era menor y por unas pocas horas... “lo que produce de por sí, un
desequilibrio total en 1a vida de 1a población predisponiéndola a toda clase de enfermedades y a un
estado miserable de higiene que no adolecen ni los pobladores del Congo. Esta no es una exageración, el
pueblo más desamparado del universo es Cochabamba”. (El País nº 1028, 27/04/1940).
210
El Arq. Urquidi en dicha nota, entre otros aspectos, sugería estudiar la posibilidad de aprovechar las
aguas de la región de Colomi, proyecto que consideraba factible por que los acuíferos indicados, estaban
a 60 kilómetros de la ciudad. También sugería el estudio de aprovechamiento de las aguas de Llachoc
Mayu y otras, sobre las alturas de la laguna Larati, y 1a posibilidad, mediante obras de ingeniería
hidráulica, de volcar a la cuenca de Chocaya, las corrientes del salto de Santa Rosa, estudios estos que
estarían a cargo de la comisión sugerida, una vez que reconocía que 1as aguas de Chapisirca, que estaban
próximas a ser libradas al servicio público, estaban calculadas sólo “para llenar las necesidades de los
22
En la misma forma, el citado arquitecto, sugería la organización de un Departamento de
Ingeniería dependiente de la Dirección de Obras Públicas Municipales, encargado de la
inspección del estado constructivo y sanitario de los locales públicos, de controlar el uso
del agua potable, que siendo tan escasa era frecuentemente desperdiciada, de estudiar la
dotación de agua para el riego de las plazas públicas, etc.

Ese mismo año (1946), el Arq. Franklin Anaya, Director de Obras Públicas
Municipales, al referirse, en un extenso documento técnico, a las consecuencias del
acelerado crecimiento de la ciudad, señalaba que, entre otros factores producidos por
dicho fenómeno, la carestía de agua potable era el de mayor impacto, anotando que
"desde hace más de 10 años el pueblo de Cochabamba, sufre de escasez de estos
servicios (agua y alcantarillado), tan imprescindibles, con paciencia admirable y
también irritante", admitiendo que la situación de ese momento era peor que la de los
tiempos de la colonia: "causa pavor, como indignación ver la gente pobre que se baña
o lava su ropa en los charcos de los aledaños, charcos inmundos"... (“EL Director de
Obras Públicas Municipales hace interesantes consideraciones sobre la urbanización de
Cochabamba”, El País, 5/ 12/ 1946)211
Se indicaba además que en 2.000 viviendas habitadas por 18.592 personas (el 26% de la
población), se carecía de todos los servicios básicos incluido el agua potable, y que
además, en otras 2.622 casas habitadas por 26.057 personas, se carecía de agua y
alcantarillado. Estas apreciaciones nos proporcionan una idea aproximada de las
enormes carencias que sufría la ciudad en esa época. El Arq. Anaya, por último, sugería
la municipalización de las reparticiones dé agua potable, alcantarillado, pavimentación y
obras del río Rocha.

En 1948, se obtiene un empréstito de 10 millones de bolivianos, con destino a obras


públicas. De éstos recursos, al hacerse efectivo el desembolso de 3 millones, el Prefecto
Germán Zegarra declaraba a 1a prensa, que se destinarían 2 millones para mejorar los
trabajos de captación de agua potable de la laguna de Chapasirca, y para ampliar los
estudios de otras fuentes de captación en la cordillera, pues como reconocía un editorial
del matutino Ultima. Hora de La Paz (citado por El País nº 3179, 30/12/1948), la
disponibilidad de agua potable en la ciudad, proveniente de Chapisirca, apenas servía
“para remojar la garganta”, añadiendo que “las exigencias de baño, riego de jardines
o calles, son cosas que por ignoradas ya no suscitan protesta alguna”.

Los estudios efectuados por la Constructora Boliviana "Conbo" dirigida por los
ingenieros Alfredo Marrón y Carlos Saavedra, consideraban que en el sistema de
Chapisirca podrían captarse hasta 8 millones de metros cúbicos de agua aprovechando
adecuadamente varias fuentes próximas, una vez que dicha laguna por sí sola, apenas
lograba almacenar un millón de metros cúbicos, insuficientes para proveer normalmente
a la ciudad, afirmando que, si se lograraba captar las aguas de Chusequeri, cuyo aporte
medio se calculaba entre 1,5 y 2 millones de m3, “la. Provisión de agua potable estaría
asegurada para una población de 180.000 habitantes” (El País nº 3.179, 30/ 12/
1948)212.

próximos tres años”.


211
Este análisis incluso nos ilustra sobre los problemas de la vida cotidiana que ocasiona el problema del
agua: “cuando se piensa que en los hogares, (recordamos) que1a ropa sucia se amontona porque 1as
horas de lavar son tan precisas como reducidas, y por un descuido cualquiera, o 1a travesura de un
niño, el ciudadano no puede asearse 1a boca o 1as manos, y que la vecina, mandó a pedir una ollita de
agua para cocinar”
22
Por último, llegada la primera mitad del siglo XX, el problema no fue resuelto. En 1950
los servicios de agua potable que dependían de la Prefectura del Departamento, pasaron
a depender de la Municipalidad de Cochabamba, sentándose así las bases del futuro
Servicio Municipal de Aguas Potables y Alcantarillado.

En lo referente al sistema de desagües de aguas pluviales y alcantarillado, la situación


con respecto al siglo XIX, no varía hasta las primeras décadas del siglo XX, no obstante
de que los primeros estudios y sugerencias, datan de 1876.

En 1900, el H. Concejo Municipal, mostraba preocupación y al mismo tiempo reconocía


su impotencia para poder encarar obras de alcantarillado en la ciudad, dado su alto
costo, sugiriéndose alternativamente un "plan general" de desarrollo progresivo, que se
iniciaría con la canalización de la acequia de la Carbonería, que partiendo de la
Muyurina (Hospital Viedma), cruzaba por el centro de la ciudad hasta la zona Sur
("Huertas de Vera), terminando “en las miasmas que producía este foco de infección";
acotándose que en una etapa siguiente se canalizarían las acequias de la calle de la
Compañía y paralelas, que permiten la desecación de los barrios atravesados por dichos
cursos de aguas servidas. (El Heraldo, 06/04/1900).
Pese a esta y a otras muchas sugerencias, la situación de los desagües permaneció
inalterable,
al punto que, los frecuentes desbordes de las citadas acequias y canales en época
lluviosa, o su conversión en enormes basurales en tiempo seco, transformaba las mismas
en peligrosos focos de infección y contaminación ambiental. Calles como la de Santo
Domingo, San Juan de Dios, San Martín. Lanza. etc. periódicamente se convertían en
pantanos intransitables.

A fines de septiembre de 1918, el H. Concejo Municipal, el Prefecto del Departamento,


la Corte Superior de Justicia y el vecindario en todas sus clases sociales, suscriben una
petición a la Cámara de Diputados, solicitando una partida presupuestaria para la
ejecución del alcantarillado. Una vez más se anota que las circunstancias de un subsuelo
húmedo y barroso y la acumulación "de detritus infecciosos dentro del radio urbano"
configuran una crítica situación. Se argumenta que: “la ciudad aunque bastarte
poblada, no cuenta en el día con los medios necesarios, ni su potencia económica,
comercial e industrial se hallan a la altura de un esfuerzo de esta naturaleza”. Esta
petición, también incluía, algunas argumentaciones técnicas para demostrar la
factibilidad de ejecutar las obras solicitadas. Al respecto, se anotaba:

Nuestra ciudad se presta a un trabajo paulatino y por fracciones, ya que las


calles en general corren en plano inclinado de naciente a poniente, permitiendo
ejecutar canales de desagüe en esa dirección y con el drenaje suficiente, cuya
agua se obtendría abriéndose pozos de hundimiento en cada propiedad con
bombas de bastante fuerza en cada una de ellas, para establecer la debida
limpieza, aguas que colectadas a orillas del río Rocha; se utilizarían para el

212
Otros estudios realizados en la década de los años 50 y 60, sobre la cuenca de Chusequeri, preveían el
embalse de estas aguas y su traslado mediante un canal aductor que empalmaría con el canal que baja de
Chapisirca. Sin embargo las obras se interrumpieron porque el vaso de Wara Wara, por alguna falla
tectónica, no almacenó sus aguas como se tenía previsto. El fracaso dé Chusequeri dio lugar a la
elaboración de nuevos estudios, esta vez, en los acuíferos subterráneos sobre los que se asienta el Valle de
Cochabamba, como los realizados en la década de los 70, a cargo de la firma alemana Ingeniería Global y
1a americana Doyle Engenering (Galindo, 1974: 37).
22
riego de las tierras agrícolas, pudiendo constituir un recurso bastante
apreciable para el Municipio.

Luego se indicaba que fuera del alcantarillado sugerido debía atenderse el desagüe
transversal de la acequia de la Carbonería "obra de mayor aliento y que requiere un
capital mayor”: (El Heraldo nº 8.218, 28/09/ 1918).

Esta solicitud del pueblo de Cochabamba, a la que se sumaron otras, que incluso
tomaron la forma de enérgicos reclamos; promovieron finalmente estudios financieros,
hacia fines de 1918, que dieron por resultado la creación de un gravamen sobre los
pasajes de los ferrocarriles, tanto a Oruro, como al Valle y Vinto, que fluctuaba entre 5
y 50 centavos, quedando eximidos los pasajeros de segunda y tercera clase en tramos
cortos. También se gravaron las cargas en la línea de Oruro con un 5% sobre los fletes.
Con estas medidas, se perseguía lograr un empréstito y la emisión de bonos que ganaran
un interés del 8% y una amortización mínima del 2% con destino a las obras del
alcantarillado de Cochabamba, tal como había recomendado el Ing. H, J Bingham
Powell, técnico que había dirigido obras similares en Lima y Callao 213 (Informe del
Munícipe Comisionado a las obras de Alcantarillado, Sr. Ernesto Fricke Lemoine,
trascrito por El Heraldo nº 8.283, 5/01/ 1919).

Estos estudios, así como otros anteriores que se remontaban a 1895 y años posteriores,
habían sido elevados periódicamente a consideración del Congreso Nacional para ser
tomados en cuenta en el Presupuesto Nacional, pero sin obtenerse mayores resultados.
El estudio realizado en 1918 por el ing. Bingham Powell, que en principio alarmó y fue
desechado por su elevado costo, dejó de ser considerado prohibitivo, aunque sé decidió
ejecutarlo por etapas, asignándose una partida presupuestaria de un millón de bolivianos
para 1919, mediante un empréstito cuyo servicio de interés y amortización se
asegurarían mediante el incremento de las cuotas de ciertos impuestos y sobre el flete
ferroviario (Rivero, 1918).

Sobre la base del citado empréstito en junio de 1919 el gobierno contrató los servicios
de la ` firma Ulen Contracting Corporation de Delaware EE.UU., para la construcción
de una red completa de alcantarillado sanitario, tanto en La Paz como en Cochabamba.
La longitud de la red a ejecutarse en nuestra ciudad era de casi 50.000 metros lineales
con un costo de 964.644 dólares214. Las obras se iniciaron lentamente a fines de dicho
año, y prosiguen con la misma parsimonia a lo largo de 1920, y meses posteriores en
razón de la dificultad del Estado para cumplir con los desembolsos que exigía la
empresa americana de acuerdo a los términos del convenio suscrito, hasta el punto que,
en 1921, dicha empresa exigió al gobierno la promulgación de una ley creando
impuestos sanitarios que debía erogar el vecindario cochabambino, “a falta de otros
recursos previniéndose que si así no se procede, en breve plazo se verían obligados a
suspender los trabajos ya iniciados”. (El Ferrocarril. No. 3.845, 03/06/1921). Pronto
esta situación cobraría contornos litigiosos por observaciones de tipo técnico y
contractual que reclama el Municipio ante las presiones de la empresa para cobrar los
montos estipulados. Con todo, los trabajos prosiguen, y en 1924, la ejecución del

213
El monto de la obra calculada por el citado ingeniero ascendía a la suma de tres millones de
bolivianos.
214
El monto de los impuestos sanitarios eran del orden del 2 por mil sobre el valor real de la .propiedad
edificada y el de la conexión domiciliaria (Informe del Prefecto del Departamento, 1925-1926).
22
tendido de los ramales y emisarios principales, está concluido en virtud de la
recaudación de los recursos creados por ley para la amortización e intereses que el
Estado reconoce a favor de la Ulen Contracting.

A partir de 1923 se procede paulatinamente al trabajo de las instalaciones domiciliarias,


obras que promueven el surgimiento de pequeñas y medianas empresas constructoras
que se encargan de esta labor. Un informe de la Inspección Fiscal de Alcantarillado,
correspondiente al periodo de junio dé 1925 a junio de 1926, daba cuenta de la
ejecución de 409 instalaciones domiciliarias: [Ver Cuadro No. 65).

CUADRO Nº 65: Ciudad de Cochabamba: Instalaciones domiciliarias de


alcantarillado 1925 - 1926
Empresas constructoras Instalaciones
ejecutadas
Pedro Rigor e hijo 106
Empresa Calvin y Cia. 71
Deich y Grase 71
Luís J. Valle 63
Sanzetenea y Cia. 27
Víctor Collao 25
Narciso Colque 21
Luís Pers 15
Enrique Cossio 8
(*) Dos TOTAL 407(*) instalaciones faltantes
y no concluidas no fueron incluidas en el informe de referencia.
Fuente: Inspección Fiscal del Alcantarillado de Cochabamba, El Republicano nº 2.888,
30/07/1926.

Estos trabajos de instalación proseguirán en los años posteriores, surgiendo al tenor de


este modesto aunque extenso mercado de la construcción muchas empresas y un,
numeroso contingente de agrimensores peritos y arquitectos: estos últimos divididos en
arquitectos, contratistas de obras civiles" y "arquitectos contratistas de conexiones de
alcantarillado” (Patentes municipales de 1925 y 1926). No obstante estas obras no
dejaron de ser, como todo lo que se realiza en Cochabamba, fuente permanente de
reclamos, litigios e incomprensiones siendo frecuentes las polémicas entre ciudadanos
identificados con el progreso y “la modernidad”, y otros más apegados a la comodidad
de la tradición, de tal suerte que en tanto unos exhortaban a enfrentar filosóficamente las
incomodidades de calles semidestruidas y atravesadas por prolongadas trincheras, otros
clamaban a los cielos por semejante situación215.

Las obras de desagües y alcantarillado ejecutadas por la empresa norteamericana,


comprendían dos sistemas, uno para la evacuación de las aguas servidas, y otro para
desalojar las aguas pluviales. La red fue tendida en base a tubos de hormigón de
diámetros variables, entre 6" y 13", calculados y considerados suficientes para la
población urbana de la época.216 El emisario de esta red, partía del final Oeste de la calle
215
A manera de anécdota, citamos un párrafo de un cronista sumergido en la conflictiva vida cotidiana de
la ciudad, que anotaba: “una obra de civilización, nosotros creíamos que sólo arrancaría aplausos y
gratitud del vecindario que la recibe. Pero en este país de los imposibles, 1a construcción del
alcantarillado ha producido pavor, que bien parece, se creyera que tras la instalación de retretes se va a
exigir la adquisición de baños con obligación diaria de poner el cuerpo en remojo, conminando de este
modo a que muchos por primera vez conozcan lo que es un baño, malgrado el horror que sientan por el
agua”. (El Heraldo nº 9760, 23/10/1925
216
Esta población se estimaba en unos 30.000 a 35.000 habitantes
23
Jordán, cruzaba por debajo del lecho del río Rocha e iba a desembocar en uno de los
meandros de este mismo río, en la región de las Maicas, a unos 3 kilómetros de la
ciudad. (Galindo: 1974: 42-43)

Durante la década de 1930, esta red permaneció intacta, sin experimentar ampliaciones
que acompañaran la expansión de la ciudad217. Con posterioridad a la conclusión de la
Guerra del Chaco, y sobre todo en los años 40, se ejecutaron algunas ampliaciones de
esta red, pero en forma discontinua y no planificada. En 1946, se construyó un único
emisario para ampliar la red hacia la zona Sur, el mismo que arroja sus aguas al río
Tamborada, a dos kilómetros de la ciudad. Otras zonas urbanas nuevas no recibieron
este beneficio hasta los años 1960 y 1970. Por ello, tanto en la zona Norte como en
otras, se extendió ampliamente la solución de los tanques sépticos ejecutados sin mayor
criterio ni seguimiento técnico.

En cuanto a la red de desagües pluviales, los estudios fueron realizados en 1936, por los
ingenieros A Salamanca y Buzón. Las obras, junto con la pavimentación, se adjudicaron
ese mismo año a la Empresa Constructora Cochabamba. Esta red se ejecutó con tubos
de hormigón de sección variable, entre 30 y 100 centímetros, con una extensión total de
8:000 metros lineales. Canales colectores y canales finales, con una extensión de 4.000
y 1.000 metros lineales respectivamente, incluyendo 120 sumideros. Esta red fue
ampliada en 1940 con otros 5.000 metros lineales de tubería y 500 metros lineales de
canales cubiertos, incluyendo 60 sumideros. Estos desagües desembocaban en el río
Rocha y el canal Knaudt en la zona Sur (Galindo: 1974: 42-43).

Sin embargo, el problema de la acequia de la Carbonería no fue resuelto de inmediato.


Esta acequia, que como se mencionó anteriormente, sirvió de canal de riegos en la
época colonial y luego, sobre todo en él siglo XIX, y hasta la instalación de las redes de
alcantarillado y desagüe, como colector de aguas servidas de letrinas, convirtiéndose en
un verdadero azote para la ciudad por sus emanaciones y su capacidad de
contaminación, que le valieron el nombre de “serpiente negra”, echaba sus aguas al
Sur-Oeste de la ciudad, donde las mismas, se empleaban para regar cultivos de
hortalizas diversas. En 1940, por instrucciones del Comité de Obras Públicas y de la
Prefectura del Departamento, y luego de décadas de reclamos y dubitaciones, se
encomendó al Ing. Eudoro Galindo cegar dicha acequia sin vulnerar los derechos
adquiridos por los agricultores beneficiados por el riego. Las obras consistieron en
trabajos de drenaje de las aguas freáticas del subsuelo para ser introducidas al sistema
de desagüe de aguas pluviales, las que se realizaron sin pérdida del volumen de agua
que reclamaban los agricultores. Estas obras, permitieron cubrir gran parte de la acequia
que atravesaba la ciudad, y sin duda, este hecho por sí sólo, justificó todo el conjunto de
obras ejecutadas, incluyendo las dificultades y los sacrificios. En síntesis, podemos
establecer que hacia 1945, en una época de plena ebullición urbanística, la situación de
la infraestructura urbana básica (agua. luz y alcantarillado), estaba lejos de estar
satisfactoriamente resuelta, y que en gran medida el “espacio urbano” o el ámbito físico
digno de denominarse “ciudad”, se reducía al viejo casco urbano.
En efecto, de 5.641 viviendas registradas en el Censo Municipal de 1945 sólo el 51.22%
(2.889 viviendas), poseían conexiones de agua potable; apenas el 42.92% (2.421
viviendas) se beneficiaban de los servicias de alcantarillado, y sólo el 58.47% (3.298

217
El principal obstáculo para estas ampliaciones era que 1a Compañía Ulen a la conclusión de la obra,
no dejó una provlstón de tubos. Recién en 1939 el Ing. Eudoro Galindo, instaló la primera fábrica de
tubos de hormigón, la misma que en 1950 fue transferida a la Municipalidad de Cochabamba.
23
viviendas), tenían instalaciones de luz eléctrica, en tanto “las casas situadas en las
zonas a las que no alcanza el beneficio del agua potable y del alcantarillado -es decir,
el resto de las zonas que estaban fuera del casco viejo de la ciudad- tienen aguas
propias de vertientes o surgentes y utilizan servicios sanitarios mediante pozos secos o
ciegos”. A este respecto, en 1946, el Arq. Franklin Anaya, Director de Obras Públicas
Municipales anotaba:

En 2.007, casas en que habitan 18.592 personas que construyen el 26% de la


población, no existen servicios de agua potable, alcantarillado y luz eléctrica;
en 2.622 casas, con 26.057 habitantes, se carece de agua potable, y en 3.109
casas habitadas por 32.500 personas que hacen el 45.5% de la población, se
carece de alcantarillado, lo cual querría decir que diariamente más de 40
toneladas de estiércol y orines humanos, no tienen acomodo higiénico dentro de
la ciudad (Informe citado, El País, 05/ 12/ 1946).

Todavía a fines de los años 50 este panorama permanecía vigente. A1 respecto el Dr.
Ricardo Anaya y sus colaboradores anotaban:

El servicio de agua potable abarca sólo una parte de la ciudad. La población


entera por otra parte sufre carestía durante tres estaciones del año (...) Las
instalaciones del alcantarillado abarcan el casco viejo de 1a ciudad de
Cochabamba (...) Fuera del casco viejo las viviendas de unidades vecinales se
ven obligadas a construir sus propios pozos sépticos o a prescindir de ellos en
los barrios pobres. Esta última circunstancia, unida a la falta de retretes
públicos en toda la ciudad, constituyen el problema mas desagradable y
peligroso que la Municipalidad, por motivos inexplicables, no ha afrontado
seriamente (…) el alcantarillado, las instalaciones de cámaras y tuberías de
desagüe pluvial convierten a la mayos parte de 1a ciudad en barriales (1965: 42
y siguientes).

La situación en detalle demostrada por el Censo de 1945, era la siguiente:


23
CUADRO Nº 66: Ciudad de Cochabamba: situación de los servicios básicos por
zonas urbanas, según Censo Municipal de 1945

Zonas Con todos los Sin agua, luz y Sin agua y Sin Sin luz y
urbanas servicios alcantarillado alcantarillado alcantarillado Sin luz eléctrica alcantarillado
Viv. Hab. Viv. Hab. Viv. Hab. Viv. Hab. Viv. Hab. Viv. Hab.
Noroeste 615 9.203 135 1.477 66 934 34 551 7 47 7 57
Noreste 600 8.303 97 1.011 65 880 36 417 6 38 9 63
Sureste 522 9.052 256 3.528 75 1.156 72 1.059 20 500 36 665
Suroeste 506 8.924 243 2.539 116 1.626 99 1.667 17 345 33 330
La Chimba - - 62 495 2 12 - - - - - -
Hipódromo - - 175 1.206 4 50 - - - - 1 8
Sarco 1 9 51 404 4 63 2 14 - - 12 121
Mayorazgo 1 8 11 123 - - 1 12 - - 2 9
Cala Cala 33 368 188 1.364 109 885 35 324 - - - -
Quero-Queru 13 278 158 1.188 105 1.131 17 219 - - 14 92
Tupuraya - - 64 451 11 88 1 7 - - 2 6
Muyurina 60 1.248 150 1.414 54 604 30 312 2 13 6 62
Las Cuadras 40 542 76 509 - - 3 27 2 24 12 87
Alalay 20 132 91 955 1 8 10 115 - - 1 27
Jaihuayco - - 162 1.316 2 18 3 29 - - 6 41
La Maica - - 89 612 1 10 - - - - 3 20
TOTALES* 2.411 38.067 2.008 18.592 615 7.465 343 4.753 54 967 144 1.588
* A los totales anotados se suman 67 viviendas desocupadas o en construcción el día del censo
Fuente: Censo citado

El cuadro anterior, nos demuestra que en efecto, son las distintas zonas del casco viejo
de la ciudad las que se beneficiaban con las diferentes obras de infraestructura. Sin
embargo, más allá de esta consideración .que en cierta forma resulta obvia es interesante
examinar la real situación de esta infraestructura y de las condiciones de vida urbana
que ello implica, en la Cochabamba de la primera mitad del siglo XX.

Otro factor que contribuyó significativamente a la paulatina transformación de la


ciudad, e incluso, dio mayor consistencia a los criterios tempranos de planificar la
misma, fue la cuestión de la pavimentación. El estado de higiene y transitabilidad de las
calles, fue por tanto, un otro tema donde se concentraron en forma amplia 1as
preocupaciones de munícipes y ciudadanos. y que con mucha frecuencia ocupó los
editoriales y crónicas de los periódicos.

El precario empedrado de las calles de la época colonial, merced a la humedad del


subsuelo y la ausencia de drenajes, con frecuencia sufría hundimientos y
desnivelaciones pronunciadas en las que se detenían las aguas pluviales y servidas,
formando peligrosos focos de contaminación. Esta situación se agravó con 1a
proliferación de pesados carruajes que circulaban por las calles centrales a fines del
siglo pasado, y sobre todo, con las obras de tendido de rieles para el tranvía, que
introdujeron la necesidad de diferenciar un área de circulación de rodados o calzada,
generalmente empedrada con piedras semiesféricas (piedra manzana), y las aceras
cubiertas con losetas de piedra, que en época de lluvias se aflojaban y esparcían aguas
sucias al paso de los peatones. La ejecución del tendido de la red de agua potable y
sobre todo, la ejecución de la red de alcantarillado y desagües, terminó por destruir este
viejo y anticuado empedrado, creando una verdadera crisis en el estado de
transitabilidad de las calles, que rápidamente se convirtieron en grandes lodazales y
promontorios de tierra suelta, que generaban intensas polvaredas o penosos
23
enfangamientos218. Este fue, por tanto, un otro tema donde se concentraron en forma
amplia las preocupaciones de munícipes y ciudadanos, y con mucha frecuencia, ocupo
los editoriales y crónicas de los periódicos.

A partir de 1925-26, este problema alcanzó la urgencia y perentoriedad asignada a las


cuestiones .del agua y el alcantarillado, y se comenzó a analizar el mismo, en términos
financieros. Un primer arranque, constituían los fondos que entregó la Compañía Ulen
Contracting Corporation, con destino a reponer el empedrado de las calles destruidas.
Así mismo, un antecedente inicial constituyó la creación en 1923, de un Comité Pro
Captación de Aguas Potables y Pavimentación, creado por Ley de 29 de noviembre de
dicho año y cuyo mayor énfasis se dirigió a lograr un empréstito de un millón de
bolivianos con destino a la captación de aguas potables.

Las obras de pavimentación, fueron finalmente licitadas en 1936 219 para dar respuesta
inmediata a un panorama caracterizado de la siguiente manera:

Después de la guerra del Chaco, en 1936, la ciudad presentaba. el mismo


aspecto de principios de siglo. Las calles céntricas del casco viejo estaban
empedradas con pequeñas piedras rodadas obtenidas del río Rocha, con una
canaleta en media calle para recoger las aguas de lluvia. que corrían
superficialmente. Las aceras constaban de cordones delgados de piedra del
Ticti, lo mismo que las pequeñas losas con que estaban cubiertas. Todas las
piedras eran de mala calidad, quebradizas, mal asentadas, en época de lluvias,
al paso de tos peatones salpicaban agua. Las calzadas en forma de V,
recolectaban aguas de lluvias, formando verdaderos arroyos que impedían el
cruce de la calle de una acera a otra. Era notable en este aspecto, la calle
Calama, entre Nataniel Aguirre y Ayacucho, donde con una lluvia fuerte,
formaba. un verdadero cauce de río. Fuera del casco viejo empedrado en esta
forma, las avenidas de acceso y calles laterales eran de tierra, algunas mal
ripiadas. Nubes de polvo se levantaban con los más ligeros vientos. (Galindo,
1974: 46- 47).

Las condiciones que presentaban las calles de la ciudad, naturalmente ocasionaban,


como se mencionó, innumerables incomodidades y penurias, tanto a peatones como a
rodados. Eran continuos los desperfectos de las calles (desnivelaciones y hundimientos
del empedrado). Para enfrentar esta demanda de reparaciones urgentes, la Alcaldía
apenas disponía de unas pocas cuadrillas de trabajadores, totalmente insuficientes para
la enormidad del problema, lo que provocaba continuamente el clamor público. Esta
situación dio lugar a la creación del citado Comité Pro Captación de Aguas Potables y
Pavimentación en 1923, el cual fundamentalmente se abocó a la cuestión de la provisión
del agua potable. La ejecución de las obras de alcantarillado en 1925-26 y siguientes y
las obras de desagües pluviales iniciadas en 1936, constituyen las principales
218
A este respecto una nota de El Heraldo señalaba "No puede ser más lamentable y desastroso el estado
en que se hallan las calles de nuestra ciudad asegurándose que son las peores de la República y
constituyendo no sólo un aspecto detestable, sino también un peligro, fuera de que los charcos formados,
son un foco de infección que causan repugnancia, y en varias calles el transeúnte, tiene necesidad de
taparse las narices, echando pestes contra la inercia del Concejo Municipal en este asunto de vital
importancia”.(El Heraldo nº 9862, 06/03/1926).
219
Las empresas concurrentes fueron: Foundation y Cía. de EE.UU., Saa-Vial de Chile, Cristian Nielsen
de Holanda y la Compañía Constructora "Cochabamba".
23
instalaciones subterráneos previas a la pavimentación y cuya ejecución terminó por
agravar el panorama descrito líneas arriba.

Por todo ello, la cuestión del estado de las vías públicas se puso a la orden del día,
promoviéndose en 1936, la creación del Comité de Obras Públicas y Pavimentación;
bajo la presidencia del Prefecto del Departamento, entidad cuya primera labor fue,
convocar a licitaciones para las obras de pavimentación de la ciudad de Cochabamba, en
base a los estudios y especificaciones definidos por los ingenieros Salamanca y Buzón.
Las obras fueron adjudicadas mediante Resolución Suprema de 23 de julio de 1936, a la
Empresa Constructora Cochabamba, gerentada por el Ing. Eudoro Galindo.

Sin embargo, una antigua práctica cultivada con deleite por los notables de la ciudad y
ampliamente difundida hasta nuestros días, pronto hizo su aparición: voces de
inconformidad y crítica no se dejaron esperar. Alguna prensa de la época, se lamentó
que la Empresa Chilena Saa-Vial “que ofrecía las mejores condiciones” fuera rechazada
por el Ministerio de Fomento, y que, se eligiera una empresa modesta, de escasa
capacidad financiera y relativamente desconocida, pero sobre todo, nacional y no
extranjera. En efecto, instituciones como el Comité Pro Cochabamba, pronto se
convierten en inflexibles fiscalizadores de la empresa encargada de las obras de
pavimentación. Rápidamente se observaron, tanto los términos del contrato, como las
obras iniciales de desagües. Tempranamente, tanto el Comité como el Rotary Club, se
apresuraron a afirmar que la empresa constructora “ha defraudado la esperanza del
pueblo” acusándose a la misma de excesivos gastos administrativos y sugiriéndose la
rescisión del Contrato (El Imparcial nº 2649 y 1653, octubre de 1936)220.

Superados estos obstáculos iniciales, las obras de pavimentación propiamente, se


iniciaron en 1938. Sin embargo, pronto surgieron nuevos problemas ante la resistencia
de la Empresa de Luz y Fuerza a retirar los rieles de los tranvías de las arterias céntricas
de la ciudad, a lo que se sumó, la falta de un perfil definitivo en otras calles donde la
rasante tenía un trazo irregular y caprichoso221. Estos hechos plantearon la necesidad de
llegar a definiciones en torno a la cuestión de “planificar la ciudad”. Si antes, la
cuestión del “plan regulador” se vinculaba a la idea de una operación de levantamiento
topográfico de calles e inmuebles, y la rectificación o enderezamiento de algunas vías;
ahora se planteaba la necesidad de definir rasantes y anchos de calles, en función a una
previsión que debía estar contenida en una visión sobre el porvenir de la ciudad, esto es,
un plan de desarrollo urbano, que definiera técnicamente dicha concepción. Finalmente
la cuestión de las rieles, que ocasionaron un otro largo conflicto entre la empresa
constructora y la empresa de energía eléctrica, concluyó expeditivamente en una
220
En una Asamblea General propiciada por el Comité Pro Cochabamba, que fue calificada como
“acalorada” y que se prolongó por varias jornadas, con objeto de analizar las obras de pavimentación, se
dio lugar a la elaboración de dos informes: uno por mayoría, en sentido de reconocer que la compañía
constructora Cochabamba, cumplió fielmente su contrato, solicitando que se le conceda un voto de
confianza, y otro, por minoría, que si bien reconocía el cumplimiento de dicho contrato, anotaba que el
monto de éste era oneroso para los intereses del Estado, y que por tanto, se pidiese al gobierno su
revisión. Luego de nuevas y prolongadas discusiones, se adoptó mediante voto, la moción por minoría
solicitándose al gobierno la revisión del contrato y el restablecimiento del Comité Asesor Pro
Pavimentación creado por Ley, además de un incremento al fondo económico de la obra. (El Imparcial nº
1672, 25/12/1936).
221
Una nota periodística que mostraba su complacencia con las obras de pavimentación, hacia notar que
el único problema grave era “la falta de configuración de las calles y las rasantes de las casas”, así como
“la estrechez de los accesos de algunas calles y la falta de ochaves de muchas esquinas”. [Crónica de
Isaac Quiroga: El País. 1º/03 / 1939)
23
manifestación ciudadana, que se proclamó defensora del progreso urbano y que al grito
de “a las rieles”, procedió a retirar dichos obstáculos que se oponían a la prosecución de
las obras de pavimentación222 Las obras de pavimentación propiamente, concluidos los
trabajos de desagüe de aguas pluviales, como se mencionó, se iniciaron en 1938, a la
conclusión de las mismas en 1940, se suscribió un nuevo contrato con el gobierno, para
emprender una segunda fase, la misma que se prolongó hasta 1950. (El País, No. 972,
20/02/1940). Desde 1938 a 1950 las obras realizadas fueron las siguientes:

CUADRO Nº 67: Ciudad de Cochabamba: obras de pavimentación


Obras ejecutadas Cantidad Unidad
Movimiento de tierras 11.000 M3
Aceras: Cordones de hormigón para aceras 72.000 Ml
Losas de hormigón para aceras 112.000 M2
Pavimento: Pavimento de macadam hidraúlkico y hormigón asfáltico 153.200 M2
Pavimento de hormigón de cemento 3.200 M2
TOTAL PAVIMENTADO HASTA 1950 233.100 M2
Fuente: Galindo, 1974: 48-49
Las obras ejecutadas comprendían la casi totalidad de las calles del casco viejo de la
ciudad, así como las principales avenidas, a excepción de algunas arterias donde las
rasantes no habían quedado regularizadas y definidas223.

En conjunto, las obras de instalación de agua potable alcantarillado, desagües pluviales


y pavimentación, se concentraron en el casco viejo, que especialmente con el asfaltado,
cambió su fisonomía y mejoró significativamente sus condiciones ambientales. En el
resto del conglomerado urbano, sólo se consolidan con las mejoras anotadas, algunas
fracciones en forma de “ejes de penetración”, en que se constituyen las numerosas
avenidas que parten del casco viejo en diferentes direcciones y que, al recibir los
beneficios totales o parciales de las infraestructuras anotadas, valorizan los inmuebles
que sobre ellas se encuentran.

En efecto, al margen de que tales obras permiten a una parte de los habitantes de la
ciudad incorporarse a las ventajas de la vida urbana moderna, también permiten
introducir un cambio significativo en los factores de valorización de las tierras urbanas
y suburbanas. Hasta los años 1925 a 1930, y prácticamente desde la época colonial, un
factor esencial de valorización de la tierra urbana, fue su localización y su
emplazamiento con relación a sitios como la Plaza de Armas, las vías comerciales u
otros sitios valorados por las prácticas cotidianas urbanas. En este aspecto, incluso la
vecindad con inmuebles de notables, se constituía en un factor de valorización.

Durante muchos años, sobre todo en el siglo pasado y buena parte de la primera mitad
del siglo XX, la nomenclatura urbana no se practicaba a partir de la nominación de las
vías públicas o la numeración de manzanas y casas, sino a partir de la mención al
personaje o familia notable que habita la manzana224. Entonces, criterios como la
222
Una crónica interpretaba así el sentir ciudadano: “En este acto de violencia popular, termina la
inveterada lucha por el progreso de esta ciudad, que no debe detenerse en ningún momento, hasta
conseguir que Cochabamba se ponga a la cabeza de la República, pues nadie ignora que es la ciudad del
futuro” (El País, 1º/03/1939).
223
Las avenidas ejecutadas fueron: Ballivián, Libertador Bolívar hasta la Plaza de Cala Cala, Siles hasta
el Aeropuerto, Esteban Arce hasta el cementerio, Aniceto Arce hasta el cuartel de la Muyurina,
Salamanca hasta la plaza de la Recoleta, 14 de Enero hasta el puente de Quillacollo, San Martín hasta el
Km. 0 de la carretera a Santa Cruz y Ayacucho Sur hasta él FFCC. a Oruro. [Galindo, 1974:49).
224
Un ejemplo notable de esto se ve en la identificación de manzanas que muestran los censos del siglo
XIX. Así, en el de 1880, son numeradas 142 manzanas sin embargo muchas de ellas reciben
denominaciones como: “la manzana de Francisca de Aguilera (Manzana nº 2) (…) la de Galindo,
23
proximidad a “sitios de prestigio”, eran los que definían la estructura de los valores de la
tierra urbana. En las áreas suburbanas, estos criterios se ampliaban bajo dos
posibilidades: una, la rentabilidad agrícola de la tierra (dotación de riego, lameos del río
Rocha, etc.) para el caso de huertos y fincas que rodean a la ciudad y que rendían
voluminosas cosechas de cereales (el caso de las Maicas). Otra, era la calificación de las
bondades del reposo, los baños, el paisajes, en suma, “el veraneo”, que ciertos sitios
alejados del centro de la ciudad (huertos y fincas de Cala Cala, Queru Queru, la
Recoleta, el Rosal, la Muyurina, etc.), podían brindar a los cochabambinos notables que
en las épocas de calor emigraban en masa de la ciudad, insufrible por su crónica
insuficiencia de agua, por su variedad de epidemias, etc. En suma, la dotación de las
infraestructuras descritas modificaron estos conceptos.

Finalmente, el casco viejo fue saneado e incrementó su valor, pero al mismo tiempo,
sitios hasta hace poco trabajosamente accesibles, aún para los motorizados, se pusieron
al alcance de la mano. Es decir, que al factor localización, se añadió el del acceso. De
esta forma, las tierras ubicadas sobre avenidas pavimentadas comenzaron a equilibrar su
valor con las del propio centro de la ciudad. De esta forma, áreas poco valorizadas,
pasaron a ser sitios que se convierten en el patrón de referencia de valor del conjunto de
las tierras próximas o lejanas de una determinada zona, atravesada por dicha avenida
pavimentada. Esto hace que, la frontera de la urbanización rígidamente enmarcada por
el valor de la tierra agrícola, vigente en todo el periodo anterior, se amplié y flexibilice
por la acelerada valorización de tierras potencialmente urbanizables, en función de su
proximidad, no ya a ciertos hitos urbanos o a la propiedad de algún vecino notable, sino
a la avenida dotada de infraestructura y pavimento; que pasó a operar como todo un
símbolo de la modernidad y sus ventajas.

Por último, tal como se puso evidencia en el capitulo anterior, la cuestión del río Rocha,
que amenazó con sus desbordes a la ciudad desde su fundación, concitó la atención de
autoridades y opinión pública en forma constante, para la ejecución de defensivos, que
pese al empeño, trabajo y recursos invertidos en realizarlos, eran una y otra vez
superados, por la furia del torrente. Esta situación, hizo que los poderes públicos
estimularan los estudios técnicos para resolver dicho problema. Por ello, el desafió que
planteaba al control de las aguas del río Rocha, se constituyo en el primer asunto de
orden urbano que mereció estudios científicos y diversas alternativas de solución
propuestas por ingenieros nacionales y extranjeros, desde fines del siglo X1X, como las
realizadas por el Ing. F. Lugne ya analizadas225

Según el Ing. Julio Pinkas, las causas del desborde de las aguas del río. eran similares a
las sugeridas por Lugne en 1889, aseverando que las corrientes que pasaban por el río
Rocha a la altura de Arocagua, eran de 800 M3 por segundo y que “no pudiendo
despachar el angosto del Matadero, sino la mitad, el sobrante tenía forzosamente que
(Manzana nº 3) (…) la de Benjamín Blanco (Manzana nº 6) (…) la de Estanislao Gandarillas (Manzana
nº 7) (…) la de Benigno Ferrufino (Manzana nº 9) (…) la de Sanjinez (Manzana nº 10) (…) la de
Zegarra" (Manzana nº 15), etc. (Razón de las Manzanas en que se ha dividido ciudad”. El Heraldo nº
263, 14/05/1880.
225
Recapitulando: el argumenta central del Ing. Lugne para justificar los defensivos o reparos que sugería,
era que “el agua botada de uno a otro de estos reparos aumenta su corriente en el centro y por el hecho
del choque contra las paredes pierde su fuerza en las orillas. En el caso de grandes crecientes de agua,
la cantidad demasiado importante para ser contenida en su lecho artificial, entrará en las partes libres
entre los reparos siguiendo una corriente contraria a la pendiente natural del terreno por lo que su
fuerza irá disminuyendo y se anula después de algunos metros de recorrido”. (Estudio del río Rocha por
F. Lugne, El Heraldo nº 1519, 31/08/1889).
23
desbordarse”. Al respecto el Ing. Kanudt, opinaba que tal apreciación era inexacta, pues
las aguas que inundaban la Muyurina y otras zonas de la ciudad, retornaban al cauce del
río antes del referido angosto; sugiriendo además, que el volumen de aguas era inferior
al apreciado por Pinkas226, y que por tanto, el caudal de las aguas pasaban sin obstáculos
el “angosto del Matadero”. pues caso contrario, debían producirse inundaciones por
reflujo de las aguas De ahí se concluía que “si el angosto no tiene influencia en las
inundaciones menos podrían tener las presas de las Maicas que se encuentran mucho
más abajo” (Knaudt,1909:19)227.

En relación a estas presas, que fueron motivo de constante polémica, porque se las
responsabilizaba por las periódicas inundaciones, el ing. Knaudt opinaba que esta idea
no tenía fundamento, pues si bien, los sedimentos incrementaban el nivel del suelo en la
zona de La Maica, éste, era un proceso muy lento y por ello, no significativo. En 1901
el ing. AH. Weir propuso por primera vez, la canalización del río Rocha desde la
Muyurina hasta el camino a Cala Cala, a las que se sumaron las propuestas de reparos
longitudinales del Ing. Hugo Neri en 1907, y otras propuestas más, con enfoques
similares o afines. De todo este conjunto de estudios, fueron indudablemente los del Ing.
Julio Knaudt, los más serios y completos. La síntesis de este trabajo, se resume en un
informe titulado “Anotaciones sobre el río Rocha”, publicado en 1909 y trascrito en
varias ediciones de El Heraldo en 1910. El Ing. Knaudt consideraba el río Rocha, como
uno de tipo torrencial, en el que se distinguen cuatro zonas bien caracterizadas (Ver
Mapa 6): Una zona de erosión o cuenca, constituida por las cabeceras de donde
provienen los materiales de arrastre, esta zona se ubica en las estribaciones que rodean
el Valle de Sacaba. Una segunda zona, contiene el canal de arrastre por donde la
corriente transporta las piedras, guijarros y cascajos extraídos de la primera zona,
incluso incrementados por la acción de quebradas laterales (torronteras); este canal de
arrastre está constituido por el curso del río desde Sacaba a la Muyurina. Una tercera
zona de depósito, donde quedan acumulados los materiales traídos de aguas arriba, y
que en este caso, se ubican desde la Muyurina a la salida al camino a Quillacollo,
afectando directamente la ciudad. Finalmente, una cuarta zona o canal de desagüe,
donde las aguas luego de abandonar la parte gruesa de las sustancias que arrastre, dejan
sólo el limo en suspensión, y continúan su curso. Esta zona correspondía justamente al
sector de las Maicas, desde el camino a Quillacollo hasta su confluencia con el río
Tamborada. Knaudt consideraba que dadas estas características, el estudio de las
torrenteras que afectan el Rocha presenta un interés muy especial, pues además de obras
de ingeniería, debían desarrollarse políticas de control de la erosión, para disminuir el
volumen de los materiales de arrastre en la zona de la cuenca y en el canal de arrastre.
Estimaba que gran parte de la ciudad de Cochabamba, fue construida sobre el cono de
deyección del río Rocha y que por esta causa el núcleo urbano sufrió el efecto de sus
desbordes desde sus orígenes228.
226
“Estudios ulteriores han comprobado que por el río Rocha en sus mayores crecientes, no corren más
dé 300 m3 por segundo” [Knaudt, 1909:20).
227
trataba de represas en la zona de La Maica, la Chimba, San José de la Banda, destinadas a frenar el
ímpetu de 1as aguas a fin de que en las tierras que atravesaba el río, se depositaran los limos que
convertían en extraordinariamente fértiles dichos terrenos
228
A este respecto, el Ing.. Knaudt señalaba certeramente: "Es pues evidente que en anteriores a la
existencia de Cochabamba, el río ocupó sucesivamente toda la reglón comprendida, por lo menos, entre
las Cuadras y su actual curso, y según toda probabilidad, la formación del cono detrítico estaba sujeto a
un proceso muy lento, por motivo de que en tiempos atrás, toda la cuenca tributaria estaba cubierta de
vegetación, la cual impedía 1a acción erosiva de las aguas, de tal manera que la corriente traía y
depositaba poca cantidad de materiales en este lugar. Más tarde con la devastación de los bosques, este
23
El Ing. Knaudt proponía finalmente, dos tipos de acciones: los defensivos destinados a
evitar los desbordes del río, a ser ejecutados en la zona de depósito, consistentes en
malecones de diversas formas y diques longitudinales dispuestos a lo largo de las orilla
del río, aclarando que estas no eran obras definitivas, salvo que simultáneamente se
efectuasen trabajos destinados a controlar la acción destructora de las torrenteras, entre
las que se destacaban, el restablecimiento y conservación de la vegetación en la zona
tributaria. Además, se recomendaba la realización de presas de retención, para impedir
que los productos de disgregación lleguen a las áreas de depósito. Por último, se
recomendaba que si los medios anteriormente sugeridos, eran insuficientes, se debía
tratar de dispersar los materiales de arrastre que lleguen a la zona de depósito, a lo largo
de esta, sin permitir que se depositen en un solo lugar, siendo necesario en este caso,
realizar canalizaciones.

La recomendación del Ing. Knaudt de contrarrestar el proceso de erosión, nunca fue


suficientemente comprendida, pese a que la situación de creciente destrucción de la
flora fue denunciada una y otra vez en el siglo XIX. A este respecto un editorial de el
Heraldo de febrero de 1900 (nº 3166), anotaba:

Vino el colonizador con su sistema devastador, cortando árboles, sin jamás


reponer uno solo, con la plantación artificial, y con el transcurso de los siglos,
la tala inmoderada y persistente, ha producido lo que ahora vemos: campos
áridos en grandes zonas, montañas desnudas y áridas, el desierto y la tristeza,
con sus lamentables consecuencias: la falta de lluvias y persistentes sequías.

Entre tanto, con periodicidad se escuchaban voces de alarma “ante el grave peligro en
que se encuentra la población con motivo de las crecientes del río Rocha”. (El Heraldo
nº 4113, diciembre de 1903). Sin embargo, 1as obras que se realizaban, apenas eran
simples defensivos, que Knaudt había calificado de paliativos 229 No obstante, ya existía
un grado de conciencia, sobre la necesidad de obras más definitivas en lugar de los
simples defensivos, no sólo para controlar el problema de las inundaciones, sino porque
el Rocha, también era una barrera que se oponía a la expansión urbana. A este respecto,
el ing. Neri manifestaba al poner en relieve la importancia de los trabajos de
canalización del río, “que tanto más útil es proseguir la canalización de la parte
superior, cuanto que la ciudad avanza a esa parte, y que en no lejana fecha, una buena
parte de ella se trasladará a la otra banda del Rocha”. (El Heraldo nº 5335,
09/05/1908).

proceso hubiese podido ser acelerado, pero entonces ya vino la intervención del hombre con la creación
de la ciudad, cuyo crecimiento paralizó e1 desarrollo normal del cono, antes de que este hubiese podido
tomar una forma más visible”. Obligado el río, por la interrupción señalada, a seguir una sola dirección
por su cauce actual, “no hace mas que obedecer a su ley natural, que le obliga a abandonar su curso del
momento, para seguir otro nuevo, y si no se pone atajo a esta tendencia, tomando medidas radicales
para impedir la acumulación de sedimentos en la zona de de depósito, el levantamiento progresivo del
lecho tiene que continuar necesariamente, y las inundaciones, inofensivas hasta ahora, irán aumentando
de gravedad, hasta producir un siniestro”. (Knaudt, 1909:10).

229
En 1906 se construyó en el vecindario de Mosojilacta “un extenso defensivo que reúne 1as
condiciones de solidez y garantía para resguardar la ciudad de las frecuentes inundaciones del Rocha”.
(El Heraldo nº 4714, marzo 1906) . Sin embargo, ninguna de estas obras resultaba eficaz, porque se
ejecutaban en forma intuitiva por desconocimiento de las leyes naturales que rigen el comportamiento del
río Rocha.
23
En 1910, el Ing. Gustavo Knaudt, redondeaba los estudios y recomendaciones
elaborados en 1909, con las siguientes propuestas concretas:

1. El restablecimiento y conservación de la vegetación en la región tributaria.


2. La reconstrucción de presas de retención en la zona de arrastre y en los
torrentes tributarios
3. La desviación del curso del río Rocha. (El Ferrocarril nº 102, 27/04/ 1910).

Admitía que la primera y segunda sugerencia, por su largo plazo en surtir efecto en un
caso, y por su alto costo de ejecución en el otro, no permitía el beneficio de soluciones
rápidas, razón por la cual, priorizaba la tercera opción por la posibilidad de sus efectos
inmediatos. De esta forma desarrolló un proyecto que en síntesis consistía en:

abrir un túnel en el cerro San Pedro, formar el depósito para los detritos en la
pampa de Alalay, perforar un segundo túnel en la colina que separa esta pampa
de la del polígono de tiro al blanco, (es decir, en el sector de la garganta
existente entre el cerro San Miguel y Cerro Verde), conducir el agua por un
canal, de aquí, hasta encontrar el nuevo cauce del río Rocha antes de las presas
de las Maicas. E1 Ferrocarril nº 102, abríl 1910).

El proyectista consideraba que el lugar más apropiado para la perforación del primer
túnel “es la zona de El Abra, en el camino (antiguo) de Cochabamba. a Sacaba”230 . (El
Ferrocarril nº 103, 28/04/ 1910). El depósito aluvial, como se mencionó, se ubicaría en
la pampa de Alalay, que consta de una cuenca completamente cerrada sin desagüe por
ninguna parte, por lo que: “en época de lluvias, gran parte se convierte en una laguna”.
Para dar salida a 1as aguas de la pampa de Alalay “se perforaría un segundo túnel en el
cordón de colinas que separan esta pampa de la del polígono de tiro (sector San
Miguel), por debajo del Abra más septentrional”231. Desde la salida del segundo túnel:
“el agua seguiría su curso sin tropezar con otras irregularidades, mediante un canal de
desagüe abierto en tierra blanda, y que atravesaría por la Tejería y Jaihuayco, para
desembocar en el río Rocha antes de las Maicas, en el lugar llamado San José de la
Banda, siguiendo la gradiente natural del terreno. El desarrollo de este canal, sería de
2.700 metros”. (El Ferrocarril nº 105. 3/05/ 1910).

En cuanto a 1a situación del curso originario del río Rocha, el Ing. Knaudt realizaba una
propuesta digna de un planificador con visión de porvenir. Sugería convertir las playas
del río en terrenos de cultivo, “conservando tan solo un canal de 5 a 7 metros de ancho
por 2,5 de profundidad para recoger las aguas de la quebrada. Este canal, serviría
para dar aguas a las propiedades ribereñas. Desde la Muyurina hasta el cruce del
camino a Quillacollo, se podría también establecer, ocupando las playas del río, una
ancha y extensa avenida con plantaciones y jardines, o un hermoso y elegante paseo”.
El Proyecto del Ing. Knaudt, sólo se ejecutó en parte, las obras duraron cerca de 30
años, lapso en el cual fueron lentamente ejecutadas: la presa derivadora sobre el río
Rocha, en la zona de la serranía de San Pedro, parcialmente los túneles bajo los cerros
San Pedro y San Miguel, el embalse en la laguna de Alalay y la zanja guía, desde la
230
El túnel del Abra, proyectado por Knaudt, tenía una longitud de 550 metros, en su entrada habría un
tajo de 200 metros de largo, y en su salida otro de 50 metros, de suerte que la longitud total del canal sería
de 800 metros. Para facilitar el ingreso del agua a dicho túnel, se construiría un dique de entrada
formando un embudo (Knaudt: Proyecto de corrección del río Rocha, El Ferrocarril, números citados,
1910).
231
Este segundo túnel sería de 150 metros de extensión y con tajos de 150 metros en sus extremidades.
24
boca oeste del túnel de San Miguel el hasta el río Rocha. Las obras se paralizaron en
1940 por la rotura de la presa derivadora232.

Paralelamente a los problemas provocados por el río Rocha, otras áreas suburbanas
como las campiñas de Cala Cala y Queru Queru, sufrían el embate de las torrenteras que
descienden de la Cordillera del Tunari. Al respecto la Memoria Municipal presentada al
H. Concejo Municipal por su Presidente Ramón Rivero, en 1918 hacía referencia a que
“antiguas quebradas y torrenteras que tienen en la cordillera del Norte su origen, se
han llenado en los días de fuertes lluvias y han arrastrado sedimentos y despojos, con
los que han inundado campos y caseríos, cambiando notablemente e! curso de sus
cauces”. Como consecuencia de estos siniestros, se dictaron ordenanzas municipales,
que por primera vez, fijaron su atención sobre las torrenteras, disponiéndose, sobre todo
en relación a la torrentera que desembocaba en la calle de El Rosal, la regularización del
cauce de las quebradas y disponiendo la construcción de defensivos; determinándose
además la expropiación de terrenos para formar cauces artificiales directos que
conduzcan las aguas hasta el río Rocha.

Ramón Rivero afirmaba con certera lucidez, que:

la causa primordial de estos aluviones , que bien pueden hacer desaparecer


nuestras más bellas campiñas, convirtiéndolas en campos yermos, no es otra
que 1a inmoderada tala de árboles en las cercanías de los torrentes y la quema
de tos pastizales, quitando así la malla o trama vegetal que servía, de
contención de los terrenos de las faldas de las montañas, que sin esa protección
se desintegran rápidamente.

A continuación, se preguntaba: “¿Cómo hacer comprender a los leñadores, a los


pastores y
aún a los viajeros mismos, que no deben desmontar ni incendiar los bosques y pastos
de los cerros?, mostrándose partidarios de campañas de concientización, que sin duda,
todavía serían pertinentes en nuestras días.

Una disposición Municipal de 1915, y puesta en vigencia en 1919, resumía los


acuerdos tomados entre el Municipio y un Comité de Defensivos de Cala Cala y Queru
Queru, que disponía qué el curso de varias torrenteras, entre otras, Chaqui Mayu, Tirani,
Soto Mayu, tendrían un ancho de 8,00 rnts., definiendo el curso regularizado de otras
tantas, prohibiéndose expresamente a los propietarios ribereños: “edificar
construcciones y hacer plantaciones de árboles, setos y estacones, a menor distancia de
1.00 metro de los bordes señalados a los alveos de las corrientes” (El Heraldo nº 8309,
12/02/1919).

En 1947; el Arquitecto Jorge Urquidi, Director de Obras Públicas Municipales y el


Agrónomo Francisco Rojas, Director de Parques, manifestaban con respecto a las
torrenteras, que las mismas, especialmente la quebrada de Tupuraya, debían ser
regularizadas en su cauce, es decir en sus tramos de carga y descarga, mediante la

232
Con respecto al siniestro del 1º de marzo de 1940, la mayor inundación del Rocha recordada por
Cochabamba, el Ing. Knaudt reconocía, que si bien, el río en avenida suele arrastrar hasta 400
M3/segundo, “el día de la inundación llegó a 800 M3/segundo”. Esto determinó que “el dique y el túnel
destinado a embalsar parte de las aguas del río, en la laguna de Alalay, ha sido destruido por el
tremendo embate de las aguas”, lo que demostró la insuficiencia de dicho dique y del propio túnel (El
Republicano nº 2999, 02/03/1940).
24
arborización de las orillas, el revestimiento con piedra de sus paramentos laterales, y
eventualmente, del fondo del torrente, así como, el escalonamiento del cauce para
reducir la potencia de las aguas (Los Tiempos nº 1224, 22/11/1947). Sin embargo, pese
a que las posibles soluciones en torno a las torrenteras estaban planteadas, muy poco se
hizo en años posteriores, y sólo cuando la ciudad asciende a las faldas de la serranía del
Tunari, la cuestión vuelve a cobrar actualidad.

Hasta 1930, el río Rocha, pese a las numerosas ideas, estudios y sugerencias realizadas
en torno a la problemática que planteaba, permaneció como un amplio cauce cuyas
aguas, con frecuencia, sobrepasaban los precarios defensivos e inundaban, sobre todo, la
campiña de la Muyurina, y a partir dé allí, ingresaban a diferentes calles de la ciudad, lo
que obligó a construir defensivos más sólidos de cal y piedra, que sin embargo no eran
suficientes por la lentitud con que eran ejecutados y por su insuficiente longitud. En
1939, el Ing. Miguel Rodríguez, que realizó los primeros estudios sistemáticos sobre la
urbanización de Cochabamba, retomando algunas ideas del Ing. Julio Knaudt, propuso
proyectar dos avenidas-paseo, en cada lado del río, y que a su vez, conformarían
defensivos continuos y permanentes. Este par de avenidas, profusamente arboladas,
debían extenderse desde la Muyurina hasta el camino a Quillacollo (El País nº 312,
09/08/ 1937).

Todas estas ideas, si bien eran bien acogidas, rápidamente eran olvidadas y sustituidas
por otras, de tal suerte, que en concreto, la ciudad continuaba prácticamente inerme
frente a la furia de las aguas del río Rocha. Con este telón de fondo, como referencia, en
1940, así como en 1941, se producen severas inundaciones en diferentes zonas de la
ciudad, catalogadas como verdaderas catástrofes, que finalmente determinaron la
realización de obras que fueron encaradas con seriedad y se consideraron como
definitivas.

El 29 de febrero y el 1º de marzo de 1940, luego de torrenciales lluvias, el río


incrementó su caudal en muy poco tiempo, saliendo de su cauce y destruyendo los
diques de contención en la zona de Muyurina. Inmediatamente y luego de arrasar con
muchas construcciones ribereñas de gente de escasos recursos, irrumpió en el Prado y
calles aledañas con furia incontenible, alcanzando una altura de hasta 1.40 mts. Una
nota periodística reflejaba detalles del drama que se desarrolló “los muebles de la zona
residencial de la Av. Ballivián fueron saliendo por puertas y ventanas, en medio del
azoramiento de sus propietarios, que no atinaban a salvar sus objetos o a buscar
alturas para proteger a los niños”. Inundado el Prado y la Plaza Calón, las aguas
ingresaron hacia el centro por las calles 25 de Mayo, España, Baptista, Ecuador, San
Martín, etc., alcanzando la propia Plaza 14 de Septiembre ( El Imparcial nº 2998,
1º/03/1940). Este siniestro que cobró muchas vidas, arrasó varias centenas de viviendas
y causó enormes perjuicios en la campiña, se repetiría al año siguiente, es decir en los
primeros días de febrero de 194I, cuando una riada de grandes proporciones destruyó la
Recoleta, inundó Queru Queru y penetró en la ciudad, una vez más por el Prado y la
calle España. Al respecto, una nota periodística hacia en siguiente balance:

Como consecuencia de la forma encajonada en que se encuentra el río Rocha a


la altura del puente de la Recoleta, logró pasar por encima de éste, cubrir et
puente del tranvía a Cala Cala, y en la región de Muyurina, abrió brecha en el
borde derecho, corriendo las aguas por las cementeras de la Recoleta,
destruyendo absolutamente todas ellas, y arrasando la plazuela de esta región.
24
Todas las casas que quedaban en Queru Queru y la. Av. Libertador, a horas
18:30 se desmoronaban, pues el agua alcanzaba hasta 2.00 metros de alto (El
País, No. 1235 de 5/02 / 1941).

A fines de enero de 1949, una vez más el Rocha castiga a Cochabamba, esta vez la zona
afectada es Jaihuayco, donde son destruidas más de 50 viviendas y seriamente dañadas
más de dos centenares (El Imparcial nº 4163, 30/01/1949).

Estos siniestros finalmente sacuden la conciencia ciudadana, incluso en sus sectores más
apáticos, y pronto los reclamos para una solución definitiva se transforman en
bulliciosas manifestaciones de grandes proporciones, que exigen al gobierno acciones
inmediatas y eficientes. En 1942 el Comité Pro Cochabamba organizó un ciclo de
conferencia sobre la cuestión del río Rocha. En esta oportunidad, el Ing. Eudoro
Galindo planteó con claridad la alternativa de tres soluciones posibles: a) El desvío
completo del río, aguas arriba de la ciudad, retomando la propuesta del Ing. Julio
Knaudt, que quedó inconclusa en su realización. b) El embalse del río en un vaso o
depósito regulador de 1as crecientes y, c) El desvió parcial del río, canalizándolo en su
recorrido por la periferia de la ciudad y, rectificándolo en su curso inferior.

De estas tres alternativas, se consideró la viabilidad de la ultima, por ser la más


practicable en función de los recursos técnicos y financieros disponibles,
reconociéndose, de todas formas, que no existían soluciones inmediatas y que las obras
necesarias, incluso aquéllas que se consideraban factibles, eran de largo aliento. Por
tanto, era menester proseguir en forma transitoria con los tradicionales defensivos. El
mismo Ing. Galindo recomendaba al respecto:

a) Seguir protegiendo las orillas con mamposterías de piedra y terraplenes, entre la


Escuela de Armas y el Angosto del Matadero. b) Ensanchar el cauce del río a la
altura del puente de la Recoleta, aumentando la luz del puente a un claro no menor
de 30 mts. c) Revisar las condiciones de los puentes de tranvías a Queru Queru y
Quillacollo, para cerciorarse si no se constituyen en obstáculos al normal
escurrimiento de las aguas. d) Limpiar el lecho del río en todo su recorrido. e)
Sustituir el rudimentario y primitivo sistema de presas en las Maicas por obras de
ingeniería. f) Prohibición de edificar en las zonas anegadizas

Sin embargo la conclusión más importante, giraba en tomo a la necesidad de “crear un


organismo técnico encargado de estudiar el problema en todos los aspectos de él”.
(Acción Defensiva de Cochabamba en el grave problema del río Rocha, 1942: 26 y
siguientes).

Ya en 1930, el Ing. Eudoro Galindo propuso un proyecto de canalización, dando al


cauce del río Rocha, “un ancho de 42 metros, capaz de dejar escurrir hasta 480 m3 por
segundo” (Galindo, 1974:58). Ese mismo año, el citado ingeniero proyectó y dirigió la
construcción de un puente metálico de dos tramos sobre el camino a Cala Cala 233. Luego
de los desastres anotados, el municipio volcó todos sus esfuerzos para concretar la

233
El primer puente sobre el río Rocha, un puente metálico de 16.00 metros de luz, fue construido a fines
del siglo XIX, en la zona de la Recoleta. Este puente por el estrechamiento que producía en el río, fue el
causante de las inundaciones de 1940 y 1941.
24
canalización del río Rocha según el proyecto del citado ingeniero, retirando el primer
puente de la Recoleta e iniciando la construcción de puentes de hormigón armado234.

Finalmente el río Rocha fue canalizado según el proyecto del Ing. Eudoro Galindo
desde el puente de Tupuraya hasta el puente de Cala Cala, en los años 1950 y 60, y
hasta e1 puente de Quillacollo en la década de 1970, con lo que las inundaciones
finalmente quedaron conjuradas a lo largo de los tramos que se vieron favorecidos por
la canalización.

234
Los puentes ejecutados a partir de la década de 1940, fueron: “1) El puente sobre el camino a
Quillacollo al final de la Av. 14 de Enero en reemplazo de un angosto puente de madera deteriorado y
viejo que construyó la Empresa de Luz Eléctrica Cochabamba. 2) Reemplazo del puente de dos tramos
de acero construido en 1930 en el camino a Cala Cala, por un puente de hormigón armado. 3) Puente de
acceso a la Recoleta, donde ya en forma provisional se había alargado el puente hasta los.42 metros
mediante tramos, uno de 20 metros de acero y otros de 6 metros de luz de hormigón. ). El puente
metálico del camino a Cala Cala, fue trasladado al camino a Sacaba, donde todavía se encuentra sin
servicio porque ha sido sustituido por un nuevo puente de hormigón del proyecto carretero al Chapare.
5) Los tres tramos del puente de la Recoleta fueron trasladados a la zona de Tupuraya donde continúan
prestando servicios". (Galindo, 1974:58-59).
24
Capítulo 14
La ciudad y su población en la primera mitad del siglo XX

La situación del transporte y las comunicaciones anteriormente examinadas, así como la


dotación de algunos servicios básicos, nos proporcionan las pautas de lo que en
principio fue apenas un imperceptible y a veces novedoso ajuste de la sociedad hacendal
y la vida aldeana con a las innovaciones que traía consigo el siglo XX. No obstante más
allá, de los nuevos vientos de modernidad que soplaban en el viejo mundo y en la
Norteamérica industrializada, y cuyos efectos, llegaban aunque muy atenuados, a los
valles de Cochabamba; también arribaba, al lado de dichas innovaciones materiales y
los prolíficos inventos que transformaban el insufrible arcaísmo de la vida cotidiana,
una nueva ideología consumista, una necesidad de abandonar el modo de vida patriarcal
de los pro hombres de la hacienda del siglo XIX, y retomar el espíritu de cambio y
progreso preconizado por Von Holten, por los idealistas de la Sociedad 14 de
Septiembre y por el propio Juan Francisco Velarde, aunque no necesariamente, en el
sentido de una transformación económica o una reforma social, sino más modestamente,
en términos de una adecuación a los nuevos tiempos por parte de las generaciones
jóvenes; es decir apenas un ajuste de cuentas formal con la pesada herencia del pasado,
que en el orden urbano abrió curso, a partir de importantes avances en el transporte
urbano, las comunicaciones y la dotación de infraestructura, a la expansión de la ciudad.

Sin embargo, dicho proceso obligó a los habitantes urbanos a pensar la ciudad en otros
términos. De pronto y sin previsión alguna la aldea dejó de ser lo que era: la relación
entre vivienda, trabajo, recreo, relación social cotidiana, comercio, abastecimiento, etc.,
dejó de estar “a la mano”, dejó de ser una relación lineal, o como añoraba un viejo
cochabambino, rememorando los viejos tiempos: “la ciudad dejó de pasar por bajo mi
balcón, ahora todo es difícil y para todo es necesario desplazarse”... En efecto, un
nuevo sentido ordenador comenzó a imponerse: aunque en esos tiempos, el tecnicismo
“zonificación urbana” era absolutamente desconocido, la expansión de la ciudad y la
paulatina transformación de la campiña en barrio residencial urbano, supuso dar un
nuevo sentido al principio de la localización de las funciones urbanas.

Cuando don Ramón Rivero, hacía alusión a un “plano regulador” en 1898, más lo hacía
en sentido de embellecer y modernizar los paseos públicos que en función a un
reordenamiento más profundo de la funcionalidad urbana. Sin un plan previo,
prácticamente sin ordenanzas municipales específicas, más como fruto del sentido
común, socialmente expresado por munícipes y protagonistas concretos la ciudad “se
zonifica”, consolidando una zona comercial, otra residencial, un sector administrativo,
otro de abastecimiento y ferias, otro de industria y artesanías, etc., que ahora pasan a
depender, cada vez más, de vínculos que dejan de establecerse a la escala del peatón o
de quien acostumbraba a ver lo esencial de la vida urbana desde su balcón, para pasar a
tener, una escala más amplia y compleja, donde los factores de localización, distancia y
tiempo de desplazamiento, comienzan a constituirse en el nuevo parámetro que organiza
la vida cotidiana y que resultaba impensable con el viejo carruaje, pero sí posible, con el
tranvía, el automóvil, la góndola y el teléfono.

Resultará interesante a partir de algunos testimonios de la época, acompañar esta


evolución: Un editorial de El Heraldo de enero de 1900, resumía los problemas urbanos
en tres cuestiones centrales no resueltas en todo el siglo anterior: agua, alumbrado e
higiene pública. Otros editoriales se quejaban del “rutinarismo” que sólo podría
24
transformarse con la llegada del ferrocarril, brioso símbolo identificado con una imagen
de progreso, que ofrecía abundancia y solución a todos los problemas, a la manera de
los cuentos de hadas y los resultados mágicos 235. Pero más allá de las abstracciones y
frustraciones que ello significaba, esta idea de progreso resultaba ambigua y no
implicaba una propuesta de imagen urbana, es decir, más allá del deseo vehemente de
ferrocarril, no existían ideas sobre la ciudad, a partir de las transformaciones que se
suponían, introduciría este heraldo del progreso. Por esta razón las descripciones que se
hacen de la ciudad, por lo menos hasta la década de 1930, apenas se diferencian en el
detalle de las descripciones que cien años antes hiciera D'Orbigny.

Así la cronista inglesa María Robinsón Wright (1907), al describir la ciudad, a más de
citar una vez más, los monumentos coloniales y los escasos testimonios de la
arquitectura republicana, se refería, en lo que respecta a los sitios públicos y paseos,
además de la Plaza de Armas y la de San Sebastián, a otros como: la Plaza Colón y la de
San Antonio, al lado de sitios mucho más modestos, como la Gonzáles Vélez o Plaza de
Toros, la de Santa Teresa, la Jerónimo Osorio y la Plaza del Matadero, que apenas
añadían cambios poco espectaculares al viejo paisaje urbano colonial. Sin embargo, el
escenario social que describe es muy distinto al recreado en el siglo XIX: “Cuando
Cochabamba aparece de paseo en las plazas o en la Alameda, el efecto es e1 mismo
que el de 1os bulevares de París o Londres”, añadiendo a continuación que: “en todas
las estaciones del año, el Prado presenta un aspecto animado en la tarde y en la noche,
cuando está lleno de gente, especialmente en los días de fiesta”, descripción que
redondea este ambiente, ya muy alejado del gusto conservador hispano, con la imagen
de los automóviles: “que han invadido Cochabamba y la residencia popular de muchas
de las principales familias y de casi todos los extranjeros”. En otro nivel, la apatía de la
aldea inmóvil, que resulta una idea fija en las descripciones del siglo XIX, contrasta con
la nueva situación que descubre la cronista, en lo que hace al movimiento comercial, en
relación al cual nos describe, rememorando una escena urbana característica, todavía
imperante, pese a la irrupción del transporte motorizado:

Cochabamba ofrece una apariencia de mucho más movimiento cuando llegan


las cargas, estos productos de las granjas y bosques del interior, y no es raro
que estas caravanas interrumpan el tráfico de una calle. Grandes casas
importadoras y exportadoras, reciben comúnmente los productos y dirigen su
embarque. Las provincias vecinas no sólo abastecen el mercado con los más
importantes productos alimenticios y medicinales, sino que de sus colinas se
saca el mármol, la piedra, 1a arcilla, la cal, la arena y otros materiales que se
usan en la construcción de los edificios más modernos de la ciudad (Robinsón,
1907:280 y siguientes)236.

235
A partir de fines del siglo XIX, la crisis de la economía cochambina, comenzó a ser explicada, no
como fruto combinado del atraso de las fuerzas productivas regionales y la liquidación de los mercados
altiplánicos consumidores antaño, de productos vallunos, sino apenas por la falta del ferrocarril.
236
La misma cronista ofrecía una idea de la actividad artesanal a nivel departamental, en lo referente a la
manufactura de calzado, el tejido de ponchos de lana, así como la fabricación de jabones, velas, vidrios y
algunos productos lácteos, añadiendo: “Cochabamba es muy célebre por su manufactura de encajes, y los
visitantes a la ciudad, comúnmente pasan mucho tiempo, examinando los bellos dibujos de los artículos
que se venden en el mercado, muchos adornos se fabrican con algodón del más ordinario, pero la mano
de obra es maravillosa”.
24
Otro visitante ilustre, de comienzos de siglo, que dejó algunas crónicas sobre
Cochabamba, fue el Príncipe Luis de Orleáns y Braganza (1908), cuya primera
impresión fue a su arribo fue: “una plaza de armas brillantemente iluminada, donde
una banda militar interpretaba un ‘bailecito’ en tanto en la calzada circular pululaban
jóvenes y señoritas en trajes domingueros” (El Heraldo, nº 5246, 03/01/1908). Otras
impresiones, del ilustre visitante, como es de rigor, describen la herencia colonial,
destacando sin embargo, que: “las casas con sus patios elegantes, sus barandas de
madera esculpida, tienen una originalidad que consuela de las banales construcciones
modernas del resto de Bolivia”, observando, sin embargo, la permanencia invariable, y
que ya pusieron en evidencia otros viajeros del siglo anterior, con respecto a: “los
arrabales que ocupan el área de una gran capital, forman como una sola y linda
chacra, un bosque continuo de naranjales, higueras, perales, entre los cuales, apunta
apenas uno que otro tejado risueño de una casita al estilo español”. Ambos relatos, que
corresponden a una época inmediatamente anterior a la irrupción de los tranvías,
permite una idea de los nuevos hábitos. ya definitivamente urbanos y de la dinámica de
la ciudad, que mucho antes de transformar su imagen material, va modificando sus
modos de vida al ritmo de las modas y estilos que llegan de ultramar. Es evidente que lo
que D'Orbigny describía como un escenario de continuidad entre arrabal y ciudad, ahora
se transforma: la ciudad comienza a consolidar una identidad y un estilo de vida
urbanos: el arrabal permanece inmutable, pero esa permanencia estática, marca la
fragilidad de estas transformaciones formales, en el sentido de que lo “moderno” o
“civilizado”, es apenas un espacio restringido de unas pocas manzanas: más allá, incluso
a pocas cuadras de la Plaza Principal, los siglos XVIII y XIX, persisten en su vigencia
desafiante.

Una descripción de contenido más técnico, de 1909, anotaba que el trazado de la ciudad
era regular, con calles rectas, cuyos nombres primigenios bautizados con el de algún
propietario notable o de algún convento, habían sido modificados con nombres de los
próceres de la Guerra de la Independencia mediante una ordenanza municipal. Luego se
añadía, que el largo de las cuadras era de 133 2/3 de varas (unos 111 metros y 47 cms.),
con un perfil de calle de 8.36 mts., como promedio. Esta configuración en damero
regular y ordenado, permitía que la ciudad fuera dividida en 4 cuarteles o secciones
determinados por los 4 ángulos de la Plaza 14 de Septiembre, tal como muestra el
siguiente cuadro elaborado en base a la rectificación catastral de 1907237.

CUADRO Nº 68: Ciudad de Cochabamba: Cuarteles urbanos, extensión, número


de casas, valor catastral y valor promedio por M2
Cuarteles (*) Extensión (Has) Nº de casas Valor catastral Valor promedio
(Bs) por M2 en Bs.
A. Sudoeste 19,9408 616 3.469.192,80 17,38
B. Noroeste 30,0000 448 4.024.117,00 13,41
C. Noreste 36,0696 335 3.840.615,00 10,65
D. Sudeste 33,2992 681 7.027.545,00 21,10
TOTALES 119,3096 2.080 18.357.469.80 -
Fuente: Boletín de la Oficina de estadística, segundo trimestre 1909, La Paz.
(*) Consultar el plano nº 4 para verificar la ubicación de los cuarteles urbanos.

237
La ciudad fue dividida en cuarteles desde los tiempos de Viedma, pero éstos sufrieron modificaciones.
Los cuarteles mencionados aquí, datan de 1874.
24
De acuerdo a este último cuadro, podemos observar que los cuarteles A y D eran los que
mostraban un mayor grado de consolidación con un 62% del total del volumen
edificado y presentando los valores de suelo urbano más elevados. Estos dos cuarteles
correspondían a la zona Sur de la ciudad, y su dinamismo indudablemente se vincula al
hecho de que, en ellos se desarrollaba la actividad ferial y se encontraban los barrios
populares de la Curtiduría, Caracota, la Carbonería, etc., y también, el grueso del
comercio de la chicha. Los cuarteles restantes o de la zona Norte, albergaban las zonas
residenciales, donde la tipología urbana era distinta, una vez que se combinaba la
vivienda de tipo colonial con la casa quinta, de donde resultaba un grado de densidad
edificada más bajo. Sin embargo, estos cuarteles representaban en extensión, un 55% de
la superficie urbana total.

Retornando a la descripción anterior, la misma nos permite una mejor comprensión de


los equipamientos que contenían estos cuarteles: así el primer cuartel (A), contenía entre
sus edificios principales, el Banco Nacional de Bolivia, el templo de la Compañía, el
Colegio Seminario, la Compañía de coches Unzueta y el antiguo matadero; sin embargo
también aquí, se encontraba la Curtiduría, las Plazas de San Sebastián y San Antonio, y
la salida al Valle; sitios donde se desarrollaba una importante actividad artesanal. En el
segundo cuartel (B), se encontraba el Teatro Achá, el Palacio de Gobierno o Prefectura,
los tribunales de justicia, el Tesoro Público, la Administración de Correos y Telégrafos,
las oficinas notariales, la Policía de Seguridad, el Palacio Consistorial (Alcaldía), la
Biblioteca Municipal, la oficina de Crédito Hipotecario y diversos edificios religiosos.
En realidad este cuartel además de contener los equipamientos esenciales del poder
político local y gubernamental, del poder judicial y del aparato represivo, también
contenía barrios de casas-quinta de muchas familias notables de la ciudad y la vía
carretera de Oruro a Cochabamba. En la Tercera Sección (C), se encontraba el Banco
Argandoña, el Colegio Nacional Sucre, la Universidad San Simón, el Colegio San
Alberto, el Convento de San Francisco. También a este cuartel pertenecía la Plaza
Colón y el paseo del Prado, en torno a los cuales se establecían las residencias o casas
quinta de ricos comerciantes y hacendados. La Cuarta Sección [D), comprendía: la
Catedral, la estación de coches de la Empresa Tardío, el local de la Sociedad Pro-Patria,
además la Plaza de San Antonio, la de San Sebastián y la Plaza Jerónimo de Osorio, en
torno a las cuales se encontraban las viviendas de los sectores populares, pero lo más
significativo, es que en este cuartel se emplazaba la actividad ferial que se extendía, de
la Plaza de San Sebastián en el Cuartel A, para prolongarse a lo largo de la calle de las
Carreras [hoy Av. Aroma), hasta Caracota y San Antonio. Un hecho significativo que
aquí se percibe, es que la tierra urbana no se valoriza con la función residencial de clase
media y alta, pero sí con la actividad ferial, artesanal y de comercio en general, que ya
desde ese tiempo, se orientaba o encontraba mejores condiciones de desarrollo,
justamente en la vecindad con las actividades anotadas, previamente consolidadas, es
decir el desarrollo artesanal, el comercio de chicha y la vecindad con los barrios
populares. Esto permite inferir que, de hecho la real dinámica de la ciudad gravitaba
sobre los cuarteles A y D, donde se produce la mayor demanda de tierra urbana, lo que
se expresaría en la diferencia de valores de dicha tierra, entre la zona Sur y Norte de la
ciudad, lo que expresaría además, una mayor intensidad en la ocupación del suelo
urbano. Es decir, si observamos en el cuadro siguiente, la relación entre casas de dos
pisos y de planta baja, esta es favorable a las zonas de mayor dinámica económica. Esta
impresión en cierta forma queda corroborada por la tendencia, no sólo a una mayor
cantidad numérica, sino a la mayor densidad edificada en los cuarteles señalados.
24
CUADRO Nº 69: Ciudad de Cochabamba: Tipos de edificación por cuarteles
urbanos

Tipos de edificación Cuartel A Cuartel B Cuartel C Cuartel D Totales


Edificación de planta baja 498 290 252 556 1.596
Edificación de dos plantas 87 68 69 113 337
Casas quintas 30 87 13 9 139
TOTALES 615 445 334 678 2.072
Fuente: El Heraldo nº 5438, 14/09/1908

Se pueden observar en el cuadro anterior, algunos aspectos significativos. Por una parte,
una vez más en los cuarteles A y D, se concentra el 59.35% de las edificaciones de dos
plantas (o “de altos”), por otra parte, los dos cuarteles restantes, concentraban el 84.17%
de las casas-quinta. A1 mismo tiempo, es notoria la escasa transformación de esta
mancha urbana en cuanto a sus características morfológicas, es decir que de las 2.080
edificaciones inventariadas en 1908, apenas el 16,2 % son de dos plantas, situación que
en esencia, no es sustancialmente diferente a la ciudad descrita por D'Orbigrry en 1830.

Además, una vez más, los datos analizados nos permiten demostrar importantes
diferencias entre las zonas Norte y Sur de la ciudad, que no sólo muestran rasgos
distintivos en el detalle, sino que expresan roles diferenciados, por ejemplo, la zona
Norte, aspira más a un modelo urbano occidental, con sus paseos, edificios públicos
casas-quinta y lo más distinguido del comercio y los servicios; en tanto, zona Sur
materializa más una imagen consolidada en ritmos y emergencias diferentes, donde en
realidad no existe un modelo urbano preestablecido, pero sí la urgencia práctica de
albergar la feria, dar cobijo al taller del artesano, dar espacio al quehacer lúdico que
ofrece la buena chicha, quedando como saldo un producto urbano menos elaborado,
pero más genuino e integrado con el medio social.

Una descripción de la ciudad realízala en 1910, con motivo de la celebración del


Centenario del 14 de Septiembre de 1810, no aporta nuevos elementos de juicio con
relación a las descripciones anteriores. Sin embargo, de ella extraemos un párrafo
significativo, y sobre todo, profético de lo que vendría a ser la expansión urbana que
tendría lugar muchas décadas más tarde, y algunos de sus efectos:

los alrededores de la ciudad son muy amenos por las quintas en las que se
mantiene una perpetua primavera. Las campiñas de 1as Cuadras, Muyurina,
Recoleta, Cala Cala, etc., son tan vistosas y de ambiente tan puro, que es de
asegurar que una vez establecidos los tranvías, serán preferidos por los
habitantes, que conservarán en la ciudad sólo sus casas de negocios (El
Ferrocarril, número extraordinario, 14/09/1910).

En 1912, el Dr. José M. Sierra, resumía la contradicción que se establecía, entre un


conglomerado urbano que de todas maneras estaba más próximo a la aldea rural del
siglo XIX, y donde dicho pasado, era una realidad más poderosa que los tenues destellos
de progreso y cambio. Tal situación, a inicios de la segunda década del siglo XX,
resultaba anacrónica e incomprensible para el cronista citado, que certeramente anotaba:

Cochabamba ha progresado materialmente, pero ¡ay! social, política y


administrativamente, quizá ha retrocedido. Ese pueblo febril, apasionado, lleno
de hermosas cualidades, tiene que despercudirse de viejos prejuicios heredados
24
de la intolerancia ibérica, e ingresar de frente por la ancha vía de1 progreso, y
para ello, es necesario un mayor acercamiento al mundo moderno, mediante el
mayor comercio de ideas y la terminación de la línea ferrocarrilera Oruro-
Cochabamba (El Ferrocarril nº 764, 23/08/1912).

Luís Felipe Guzmán ese mismo año, brindaba testimonio de otra faceta de la ciudad, la
referida a las penurias de la vida cotidiana decurrente de la crisis regional: “de algunos
años a esta parte y sin que medien poderosos motivos de secas prolongadas, despejos
atmosféricos devastadores y otras irremediables eventos; Cochabamba viene
afirmando el ser merecedora de tan ingrato calificativo (‘ciudad desprovista y cara’),
renunciando a su vieja fama de próspera, abundosa y retozante, que le acordaban las
crónicas de otros tiempos”. A juicio del autor, esta situación se debía, a la continua
crisis agrícola en que se debatía la región, esto es, a la persistencia de una producción
poco renovada, técnicamente atrasada y carente de riego adecuado, agravada por
pesadas cargas impositivas, como el tributo territorial, los gravámenes que en el
mercado se imponían a los productores, los derechos de importación, los impuestos a las
pesas y medidas, etc., que gravaban onerosamente al pequeño productor campesino,
quién se veía obligado a transferir estos sobreprecios a los consumidores, de tal manera,
que el vecindario de Cochabamba, iba menguando su concurrencia al mercado ferial de
las comarcas rurales más importantes y productivas. (El Ferrocarril nº 808 de 17/11/
1912).

En 1917, con motivo de la llegada del ferrocarril, se organizaron con mucha pompa las
“Fiestas del Progreso”. A este respecto un cronista anónimo anotaba, entre irónico y
nostálgico:

Cochabamba colonial y austera ha tenido en sus calles ajedrezadas el tumulto


abigarrado y bullicioso de una Cochabamba cosmopolita. y trasnochadora; la
Villa de Oropeza, legendaria y antigua, tuvo los cosquilleos histéricos y el
vértigo de la ciudad-colmena; el modernismo ha violado las puertas de la.
ciudad y se ha arrastrado ondulante y sinuoso por nuestras calles cubiertas de
piedras, guijarros y polvo; la locomotora audaz, vertiginosa, los raudos
automóviles, los ceremoniosos coches de librea, los dog carts, falcones,
berlinas, breaks y mil vehículos, han hecho temblar de miedo las viejas
espadañas de los sombríos conventos y los muros agrietados de vetustos
caserones. Los pitos, campanillas y .flautines, han aturdido a miedosos
habitantes y la fanfarria de las músicas, turbó el ensueño romántico de los
ascetas conventuales. (El Heraldo No. 7910, 31/07/1917)

Notables párrafos que mostraban el choque entre la aldea soñolienta y el progreso


arrollador que comenzaba a galopar por sus calles, bajo la forma de tranvías y
automóviles, y que con la llegada del ferrocarril, se había integrado en definitiva a la
vecindad del mundo.

Pero al lado de esta atmósfera bullente de innovaciones novedosas, del paso apabullante
del lento devenir aldeano, al ritmo acelerado de la ciudad, también se hacen presentes
los contrastes que niegan la imagen idílica y bienhechora del “progreso” y de las
consiguientes transformaciones urbanas que en su nombre se acometen. Cochabamba no
es una excepción, su transformación material no escapa a las leyes y contradicciones del
desarrollo capitalista y, ello nos muestra el testimonio de otro agudo observador,
25
Leónidas Espada (1918), al revelarnos un aspecto cuidadosamente escondido de esta
realidad, pues al lado de quienes festejaban el progreso hecho ferrocarril y se felicitaban
de que la monotonía aldeana finalmente se hubiera quebrado, se ponía en evidencia el
irritante: "espectáculo que ofrecen los tugurios de Cochabamba, donde masas apiñadas
de holgazanes se entorpecen con libaciones hidrópicas y zarabandas báquicas", y que
la miseria, con sus efectos de prostitución, mortalidad infantil, analfabetismo y
degradación del hábitat, lejos de recibir la benéfica influencia del progreso, parecía
incrementarse con él. (El Heraldo 8050, 02/06/ 1918). Este último cronista, tuvo la
virtud de comprender mejor el nuevo escenario urbano y colocar en su verdadera
dimensión la flamante ideología del progreso y del desarrollo, que lejos de trasformar a
fondo la sociedad hacendal y rectificar viejas injusticias, apenas actuaba en la superficie
del orden social vigente, a manera de un tenue barniz que intentaba con ropaje renovado
y hasta estruendoso, darle una imagen “moderna” a las antiguas instituciones,
costumbres e ideologías raciales, que seguían concibiendo la ciudad como un escenario
limitado a la plaza de armas y los barrios del Norte, en tanto el Sur era un mal necesario
de cholos, mestizos y chicherías, que pese a todo, generaban una dinámica económica
de la cual ningún notable podría prescindir.

A estos hechos se refería un otro cronista de ese tiempo cuando manifestaba: "se piensa
que la llegada del primer tren produce la abundancia, que todas las manos con solo
abrirse reciben pródigos beneficios. Se sumergen en esta bella perspectiva esperando
el ensalmo que nunca llega”. En efecto, las nuevas fuerzas del mercado, la adopción de
nuevos estilos en la comercialización de las mercancías, la exigencia de un criterio más
empresarial en las transacciones, pronto hace que queden rezagados:

una buena parte de los elementos que conocimos en los primeros puestos de la
sociedad, en cambio, otros actores que laboraban con mejor orientación,
perdidos entre la multitud, han salido a la superficie y han ganado los puestos
de preferencia. Es natural, la. 1ey de selección cumple sus incontrastables fines.

Por todo ello, se anotaba, muchos “llegan hasta a maldecir el momento en que se
estableció la funesta máquina”.

No cabe duda que el ferrocarril Cochabamba-Oruro obligó a una recomposición de las


esferas del poder local y regional. Muchos intereses lejos de favorecerse, declinaron en
su capacidad de acumular capital, otros más versátiles, se acomodaron a las nuevas
condiciones y se enriquecieron rápidamente con ellas. Nos arriesgamos a afirmar que en
la década de 1920, se consolida definitivamente el gran empresariado comercial urbano,
que compartirá con la oligarquía hacendal este poder local. Estos hechos no eran
casuales ni episódicos. Durante décadas, por lo menos desde 1880, las clases
dominantes cochabambinas justificaban su inercia, su actitud especulativa y su
oportunismo, por la falta de vínculos viales adecuados con otras regiones, la falta de
ferrocarril era el gran argumento que explicaba su inoperancia. Llegado éste, se
descubre que las ironías del Presidente Montes en 1905, acerca de las dudas que
expresaba sobre la necesidad que Cochabamba tenía de un ferrocarril, se confirmaban,
pues la vieja empresa hacendal, celosamente conservadora de unas relaciones de
producción arcaicas, basadas en la pervivencia de técnicas prehispánicas, y
acostumbrada a medrar con las alzas artificiales de los productos agrícolas, y a
manipular con el crédito bancario, no se constituía ya, en la unidad productiva que
Cochabamba requería para reconquistar los mercados del altiplano.
25

De pronto, el ferrocarril trastrocó un delicado equilibrio mercantil entre economía


hacendal y urbana: las plazas de Oruro y La Paz recibieron grandes cantidades de
productos de Cochabamba, hasta el punto de producir alza y escasez en el mercado
local, protagonizados por unos personajes nuevos: los especuladores o intermediarios
paceños y orureños que comenzaron a comprar las cosechas a los pequeños productores
que abastecían la ciudad, para llenar con ellos, convoyes íntegros del ferrocarril con
destino al altiplano. A este respecto, el cronista antes citado anotaba:

Es indudable que en las plazas de abasto hay mucha demanda y mucha escasez
de artículos de primera necesidad. Todo el maíz y todo et trigo que se han
producido en los últimos años en nuestros fértiles valles han sido exportados
por los especuladores... De esta falla proviene la crisis que atravesamos. (La
Pobreza del pueblo y el alza considerable de precios, El Heraldo nº 8150,
06/07/1918).

En este proceso, no es de dudar, que se amasaron nuevas fortunas y se forjaron muchas


quiebras. Como afirmaba el cronista citado líneas arriba, “la ley de la selección", esto
es, el sesgo darvinista de la ley del mercado capitalista, se cumplía a plenitud.

En este punto, es interesante observar que el Ferrocarril del Valle actúa sobre el marco
urbano regional en otros términos. Es decir, potenciando la dinamización del sistema
ferial y el fortalecimiento del mercado interno regional, sin tocar los intereses de los
grupos dominantes. Este proceso ferial, que en el fondo es una gigantesca economía de
hormigas, no se articula a la gran hacienda, el gran comercio y la banca, y si lo hace, es
en términos de oportunidad238. Sin embargo el ferrocarril impactó en esta relación: en
primer término, la hacienda no respondió con la premura del caso, para controlar las
exportaciones; los pequeños productores a través de intermediarios, resultaron más
ágiles en este empeño, constituyendo la exportación de granos hacendales, un rubro
marginal en la economía. Por otro lado, la concurrencia de los granos cochabambinos, al
lado de los peruanos y chilenos, en los mercados mineros y en las urbes del altiplano, no
ofreció resultados, en orden a materializar las esperanzas acariciadas. Pero lo más
significativo, es que la hacienda no pudo controlar los canales de la exportación de
productos agrícolas: si antes ésta, estaba en manos de multitud de arrieros, los
prohibitivos fletes ferroviarios vigentes en 1917, aún les dieron plena vigencia por
algunos años.

Posteriormente, muchos de estos arrieros, incluso décadas antes de la Reforma Agraria,


se convertirían en “transportistas” e “intermediarios”, que regularmente acapararían la
pequeña producción agrícola y competirían exitosamente con la hacienda, no sólo en la
exportación, sino en la comercialización de granos, harinas y otros productos. Es por
ello, que finalmente, las haciendas en un periodo posterior, se volcarán a la economía
del alcohol de maíz. Este hecho de todas formas tendrá su influencia sobre el ámbito
urbano: se reforzará el sector comercial, se transformará paulatinamente el carácter de
238
Esta oportunidad se reduce a 1a capacidad de la hacienda y el comercio, para especular y controlar
esporádicamente los precios del mercado ferial, a partir del cínico principio de que un año lluvioso era
malo para Cochabamba, pues las abundantes cosechas de los pequeños productores dejaban sin opción a
la oferta hacendal; pero un año de sequía, hambruna y escasez, era promisorio, puesto que la producción
campesina era muy vulnerable a las condiciones climáticas, en tanto, las haciendas, en general dotadas de
riego propio, no temían correr estos albures y ofertaban en los mercados, el escaso grano, a precio
especulativo.
25
las ferias campesinas que con el concurso del intermediario o rescatista, incluirá un
agente social de tipo capitalista en su ámbito, el que al lado del comerciante importador,
del abarrotero, del banquero y el hacendado, conformarán un estamento suficientemente
numeroso como para generar la posterior expansión urbana.

Desde otro ángulo muy diferente, un colaborador de la “Revista de Bolivia”, completaba


esta imagen urbana a fines de la década de 1910, al hacer referencia a los ajetreos
veraniegos de los cochabambinos, viejo ritual de cada año, que ahora era matizado por
el ritmo y la moda de los nuevos tiempos:

La población se va. El cauce principal está cubierto hacia las vertientes de la


cordillera y por ahí se desborda la corriente, cada vez mayor, que como una
inundación va empujando a los indígenas hacia el Norte. No son pocas las
familias que van a las haciendas más o menos lejanas ‘a pasar el verano’. Lo
esencial es salir, la ciudad se hace pesada, las ruedas del engranaje social
funcionan torpemente, y parece que está próximo e1 momento en que todo su
mecanismo se quedará en suspenso. En cambio, allá en la otra margen de1
Rocha, se encuentra toda una población que ha sentado sus reales en pleno
territorio indígena, y los sufridos y laboriosos labriegos que van dejando la
planicie libre a los invasores; ahora como en los años pasados, con carácter
provisional, pero un 50% de la población indígena ha sido ya definitivamente
expulsada de las campiñas, y allí donde se hacía. el cultivo intensivo de
legumbres y cereales, se construyen casuchas y chalets que lentamente van
diseñando la nueva ciudad (...) los indios con inquietud y tristeza ven turbado el
reposo de sus campos (...) no es un espectáculo consolador para ellos el trajín
cotidiano de automóviles, ciclistas y jinetes (...) El sport es ahora la pasión
dominante. E1 lawn tenis está en boga y hay verdadero entusiasmo por los
caballos, las raquetas y los fuetes (...) Es de prever que después de pocos años,
Cala Cala, Queru Queru, Muyurina y todos los ‘lugares de veraneo’, serán la
monarquía absoluta del placer. Y aquéllos que buscan rincones solitarios para
adormecer sus pesares, tendrán que ir a buscarlos un poco más lejos...
(Quiroga, 1918).

Resulta claro que paulatinamente la ciudad invade el campo y que la urbanización


ocupa los antiguos sembradíos. Las valiosas maicas que resistieron la expansión urbana
en el siglo XIX, van sucumbiendo ante el ímpetu de los nuevos medios de locomoción y
la masificación de los veraneantes, que ahora ya no están compuestas sólo de selectas
familias de hacendados y comerciantes, sino de una numerosa clase media comercial,
que paulatinamente, sin prisa pero sin pausa, irá fijando residencia en los sitios de
veraneo, convertidos en villas y luego en barrios. La nueva realidad que ofrece la ciudad
a fines de la década de 1910 se expresa en el siguiente cuadro:
25
CUADRO Nº 70: Ciudad de Cochabamba: Relación descriptiva de sus principales
instituciones, edificaciones y ámbitos urbanos en 1919

Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las


estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Administración Prefectura y Comandancia Palacio de Gobierno: ubicado en la acera Norte El Palacio de Gobierno o Palacio
política y General del Departamento. de la Plaza 14 de Septiembre. La fachada forma Prefectural se construyó durante
administrativa Tesoro Departamental. parte de la galería. No ofrece comodidades el gobierno de José Ballivián.
Oficina de Prestación Vial deseables y presenta interiormente aspecto
ruinoso.
Poder judicial Corte Superior, juzgados y No cuenta con edificio propio. Sus
reparticiones afines dependencias funcionan en la planta alta del
Palacio de Gobierno, donde se acomodan: la
Corte Superior de Distrito, dos agencias
fiscales, cuatro juzgados de partido, tres
juzgados de instrucción, tres notarías, una
notaría de hacienda, un juzgado de apelaciones
catastrales.
Universidad Facultad de Derecho Funcionaba en un local modesto alquilado en la En 1919 sólo funcionaban cursos
calle Baptista. libres.
Instrucción Escuela de Artes y Oficios Ubicada en la salida de la Muyurina, La sección tejidos contaba con 2
Técnica construcción muy antigua. Contaba con un telares construidos por los alumno
taller de carpintería y otros de mecánica y
tejidos. Una clase de sericultura y dos cursos
generales. Dependían de esta unidad
Escuela de Trabajo Ubicada en la jurisdicción de Sacaba, se escuelas elementales instaladas en
enseñaba oficios a los indígenas en las ramas de las fincas.
zapatería, sastrería, etc.
Escuela de Comercio y Con local propio en la esquina Junín y Perú.
Agricultura Local vetusto, pero amplio Se formaban maestros para
Escuela Normal Rural Mixta Con locales amplios en la jurisdicción de enseñar a la “clase indígena”.
Instituto de Agronomía y Sacaba, a 6 leguas de Cochabamba
Veterinaria Con local en la calle Colombia, de un solo piso Sólo concurrían alumnos becados
y amplio, Contaba con salas de veterinaria, un de la ciudad y el interior de la
Escuela de Agricultura y botiquín y biblioteca. República.
Ganadería Funcionaba anexo al instituto anterior, fue
establecido en 1918, otras dependencias se
encontraban en la finca La Violeta, en
Tiquipaya. Fue fundado en 1849 por el
Funcionaba en la manzana del templo de la primer obispo de Cochabamba
Compañía de Jesús. Poseía un hermoso frontis José María Yánez de Montenegro.
y una galería sobre la calle Baptista, a media Posteriormente sufrió cierres y
cuadra de la Plaza de Armas, Constaba de una reestructuraciones
sección de instrucción secundaria, con 5 cursos
y 200 alumnos, dirigidos por un rector y 11
docentes.
Instrucción Colegio Nacional Sucre Desde su fundación cuenta con un local propio Fue fundado por decreto de
secundaria en la calle Sucre, amplio y de construcción 11/10/1825, adquiriendo el
antigua, dotado de 11 aulas y un gimnasio. gobierno, para este efecto, la casa
Concuerden unos 300 alumnos atendidos por del cura Manuel M. Centeno.
un director y 15 profesores. El Colegio Sucre y el Colegio
También ubicado en la calle Sucre,, cuenta con Bolívar comparten el mismo
Colegio Nacional Bolívar 10 aulas y un gimnasio. Concurren 250 local.
alumnos atendidos por un director y 11
profesores.
25
(Continuación Cuadro 70)
Instituciones Reparticiones pertenecientes a
estatales, las instituciones del Estado o Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las Observaciones
departamentales religiosas instituciones: aspectos funcionales y técnicos
o urbanas
Instrucción Colegio Primario Modelo de Con local propio en la calle Junín, con 8 aulas y
primaria fiscal Niños A 300 alumnos atendidos por un director y 8
profesores normalistas.
Con local alquilado en la calle Baptista, con 8
Colegio Primario Modelo de aulas y 200 alumnos atendidos por un director y
Niños B 8 profesores normalistas.
Colegio Primario de Niñas Ocupa local moderno alquilado en la calle
Argentina. Cuenta con una directora y 12
profesoras. Concurren 250 alumnas.

Instrucción Escuela Bolívar Ocupa el local del antiguo convento de santo Fue fundado por decreto de
primaria Domingo, cuenta con 6 profesores y 200 11/12/1825
municipal alumnos.
Escuela Sucre Con local propio en la calle Comercio,
adquirido por el Municipio en 1915. Concurren
150 alumnos atendidos por un director y 6
docentes.
Escuela Torrico Con local propio en la esquina de las calles
Aroma y San Martín, construido con recursos
municipales en 1888. Concurren 200 alumnos
atendidos por un director y 3 profesores.
Con local en la antigua casa de educación
Escuela Urquidi conocida como el Beaterio. Fue fundado por decreto de
Cuenta con una directora, 5 profesoras y 8 11/12/1825
“kindergarterinas”. Asisten 150 alumnas.
Ubicada en la plaza San Sebastián en local
Escuela La Tapia municipal edificado en 1887. Concurren 70
alumnas atendidas por una directora, 2
profesoras y una “kindergarterina”.
Funciona en el mismo local que la escuela de
Escuela Nocturna Calatayud Artes y Oficios de la Muyurina. Tiene
de Artes y Oficios secciones de dibujo ornamental, dibujo técnico,
tejido y el curso general humanístico.
Concurren 50 alumnos.
Escuela Nocturna Aroma Funciona en local alquilado, cuenta con 70
alumnos, un director y 4 profesores.
Escuela Suburbana Baptista Funciona en la Muyurina, en local alquilado,
con 40 alumnos atendidos por un director-
Escuela Suburbana Guzmán profesor.
Aldunate Funciona en Quero-Queru, en local alquilado,
con 40 alumnos atendidos por un director-
Escuela Suburbana Granado profesor.
Se halla en Cala Cala en local propio, cuenta
Escuela Suburbana Gutiérrez con un director- profesor y un auxiliar,
Mariscal concurren 100 alumnos.
Funciona en Chavez Rancho en local municipal
adquirido en 1908. Concurren 40 alumnos a
Escuela Suburbana Luís cargo de un director-profesor.
Quintín Vila Funciona en Coña Coña, con un director-
Escuela Suburbana Carrillo profesor y 30 alumnos
Escuela Suburbana Ascuy. Funciona en Itocta a cargo de un preceptor
Funciona en Queru-Queru, a cargo de una
preceptora.
25
(Continuación Cuadro 70)

Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las


estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Escuela Esteban Arce Destinado exclusivamente a las domésticas,
cuenta con 20 alumnas y una directora-
profesora.
Escuela Francisco del Rivero También dedicada a la instrucción de las
empleadas domésticas, a cargo de una
Escuela José Pol directora-profesora y 30 alumnas.
Funciona en Cala Cala, en local alquilado,
cuenta con una directora, una auxiliar y 30
Escuela Vacas alumnas.
En local alquilado, con una directora -
profesora y 30 alumnas.

Escuelas Instituto Americano Ubicado en la Plaza Colón, cuenta con todas las
particulares comodines. La instrucción que se da en este
establecimiento abarca los ciclos primario,
secundario y comercial para varones, existiendo
una sección especial para niñas. Esta a cargo de
15 profesores, algunos norteamericanos y un
director. Concurren 150 alumnos.
Regentado por un director-catedrático,
Curso de Agrimensura concurren 30 alumnos.
Inicialmente funcionó en el Convento de santo
Colegio de Hijas de Santa Domingo, como “Casa de Caridad”. Luego se Fundado en 1862 por el Dr.
Ana trasladó a la calle Sucre. Está a cargo de las Melchor Urquidi, “para dar asilo a
Hermanas de Santa Ana. Se proporciona huérfanos y niños pobres”.
instrucción primaria y lecciones de piano,
dibujo y labores. Tiene una directora y 10
profesoras. Concurren 350 alumnas.
A cargo de un director y 7 profesoras.
Concurren 80 alumnas del ciclo primario.
Liceo Alianza Escuela de primeras letras a cargo de una
profesora y 20 alumnas.
Escuela de primeras letras a cargo de una
Liceo Independencia profesora y 15 alumnas.

Escuela Cardoso

Instituciones Biblioteca Pública Municipal Se encuentra en la Plaza 14 de Septiembre, en Fundado por Melchor Urquidi
culturales la planta baja del Concejo Municipal, cuenta
con 2.800 volúmenes. Recibe casi todos los
periódicos nacionales.
Museo Municipal Abrió sus puertas en 1917, como parte de las Fundado por Guillermo Urquidi
Fiestas del Progreso. Funciona en el antiguo para museo escolar
templo de Santa Clara. Cuenta con una sección
de Historia Natural y otra de Historia.

Gobierno H. Alcaldía Municipal Palacio Consistorial, se halla situado en la La construcción del Salón de
Municipal Plaza 14 de Septiembre entre la Policía de Actos Públicos data de 1910. El
Seguridad y el Teatro Achá Su planta baja está edificio es antiguo y fue edificado
destinada a la Policía Urbana y a la Biblioteca en el sitio donde se encontraba el
Municipal. La planta alta está ocupada por el convento de los Agustinos.
salón de Actos Públicos del H. Concejo
Municipal, por la Secretaría, el Tesoro y la
Notaría Municipal.
25
Cuadro Nº 70 (continuación)
Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las
estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Abastecimiento Mercado Central de San Ubicado en la acera Sur de la calle Sucre. Entró en servicio a mediados del
urbano Salvador Edificado en el antiguo local del hospital, del siglo XIX.
que una parte se vendió a particulares, y la otra,
se construyó la cárcel. Tiene un solo piso y
varias secciones para la venta de víveres y
mercaderías.
Ubicado en la esquina de las calles Argentina y
Mercado de la Carbonería San Martín. Aquí se expendía combustible y
hortalizas diversas.

Mercado de la Plaza Guzmán Se expende cereales y artículos de primera


Quitón necesidad.
Mercado de la Plaza Barba de Se expanden artículos similares a los
Padilla mencionados.

Plazas y paseos Plaza 14 de Septiembre Ubicada en el centro de la ciudad, En torno a la plaza, se encuentran
públicos antiguamente sirvió para plaza de armas y edificios como: el Palacio de
ejercicios militares, hasta 1884, en que fue Gobierno, la Policía, el Palacio
convertida en parque. En 1895, adquirió la Consistorial, el Hotel Unión, el
denominación de Plaza 14 de Septiembre. En la Banco Nacional, la Botica de
parte Sur se alzaba una pila monumental de Anchorena y Castelfor Quiroga.
bronce, mandada a construir por Carlos III. En Varios estableci- mientos de
el centro de la plaza se destaca una columna de expendio de bebidas y comercio
piedra en memoria de los patriotas en general. En la acera Sur está la
cochabambinos. En la parte Norte se encuentra Iglesia Catedral y la Botica de
un kiosco de hierro para alojar la banda de Anze.
música en las noches de retreta. En la parte
Oeste, se encuentra la estatua erigida a Cobija Su construcción fue ordenada por
Ubicada en la zona Norte, al final del Paseo del el Gral. José Ballivián.
Plaza Colón Prado. Ostentaba un arco de triunfó en
homenaje a la batalla de Ingavi, demolido en
1894. Su construcción fue ordenada por
Conocida antiguamente como la Alameda, se el Gral. José Ballivián.
Avenida Ballivián extiende desde la acera Norte de la Plaza Colón
hasta la orilla Sur de río Rocha. Estaba
conformada por 5 espaciosas calles, divididas
por hileras de sauces y rosales, con hermosos
jardines centrales. “En este paseo, uno de los
más concurridos por la sociedad cochabambina,
se encuentran hermosos chalets de construcción
moderna. Por la acera oeste, la atravesaba la
línea del tranvía a Cala Cala.
Es una colina de suave declive, donde los
paseantes gozan de un aire puro y del extenso
panorama de la ciudad. Aquí la Alcaldía erigió
Colina de San Sebastián un monumento a la memoria de Calatayud, y
posteriormente, otro sustitutivo en memoria a
las Heroínas de la Coronilla.
25
Cuadro Nº 70 (continuación)
Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las
estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Espectáculos Teatro Achá Ubicado en la calle España, se edificó Construido en 1862 por mandato
públicos remodelando el antiguo convento de san del Gral. José María Achá.
Agustín que ocupaba toda la manzana. El
Teatro Achá en 1918 sufrió serias refacciones
internas y muchas mejoras. Tiene 200
localidades en platea, 20 palcos y una galería
para el pueblo, con una capacidad general para
1.000 espectadores.
Contiguo al Club Social de Cochabamba, se
trata del primer local cinematográfico. Muy
Biógrafo París frecuentado por la sociedad cochabambina.

Establecimientos Hospital Viedma Consta de dos 2 salas para varones y otra de Antigua institución organizada
de Salud y cirugía en general, 2 salas de cirugía para hacia 1577, con el nombre de
Beneficencia mujeres, una de ellas de ginecología, 2 salas de Hospital de San Juan de Dios, y
medicina para varones, otras 2 para mujeres, 2 establecida a orillas del río
salas de cirugía y medicina para niños, un Condorillo (sobre la actual calle
consultorio pediátrico y 2 secciones de Esteban Arce). En 172, fue
aislamiento y curación de enfermedades ampliado, y en 1800, se le agregó
mentales. Cuenta con un director, 10 médicos una sección de enfermería para
de sala, un dentista, 3 médicos internos y 2 mujeres. Posteriormente, F. de
matronas, además 26 hermanas de Santa Ana y Viedma dejó su casa quinta para
21 sirvientes. Cuenta con una capilla educar niñas huérfanas, y en
1827, se estableció allí un colegio
de artes. Desde 1880, se instaló
allá el hospital Bolívar, que en
1907, se denominó Hospital
Viedma, hoy ubicado en la
avenida Aniceto Arce.

Adjunto al hospital Viedma. Consta de un


Consultorio público consultorio odontológico y otro para niños,
denominado Albina Patiño.

De reciente creación. Presta servicios médicos


Asistencia Pública de urgencia. Se encuentra en la primera cuadra
Departamental de la calle Baptista.
Cuenta con edificio propio entre las calles
Asilo de Mendigos y Santibáñez, Falsuri y General Achá. Adquirido
Huérfanos de la Providencia. en base a donaciones. Consta de tres cuerpos en
estado vetusto, un sector nuevo destinado a
salones de los asilados y una capilla con
ingreso por la calle General Achá. Cuenta con
100 asilados.
Asilo de Recogidas Se encuentra en la calle San Juan de Dios. El primer cuerpo de este recinto,
en 1820, se mandó a instalar con
Cementerio Público Al pie de la colina de San Sebastián, los despojos de los templos que
comprende tres cementerios dependientes del antes cumplían con esa tarea.
Municipio. Posee una capilla elegante y está
dividido en cuarteles arborizados. También
existen algunos mausoleos.
25
Cuadro Nº 70 (continuación)
Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las
estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Orden Público y Policía de Seguridad Ocupa un lugar adyacente al Palacio de
Seguridad Gobierno sobre la Plaza 14 de Septiembre,
donde está el Cuartel de Gendarmería.
Cárceles Dos locales para mujeres y varones, situados en
la Plaza de san Sebastián, en situación ruinosa.

Establecimien-tos La Catedral o Iglesia Matriz Edificio inconcluso, desempeña de Catedral El inicio de su construcción data
religiosos para los oficios religiosos. Tiene 3 amplias del siglo XVIII.
naves y su ingreso principal es por la Plaza 14
de Septiembre. Conserva algunas obras
maestras como un San Pedro arrepentido, San
Sebastián, el Señor de la Columna, una Virgen
Iglesia de la Compañía de Lourdes.
Ubicada en la esquina Noroeste de la Plaza, Esta iglesia comenzó a ser
formada por las calles Baptista y General Achá. construida hacia fines del siglo
Tiene 3 naves y un hermoso altar mayor, el XVI.
Convento y Templo de San atrio presenta un jardín.
Francisco El Convento tiene un claustro bajo de las El Convento de San Francisco fue
columnas de madera, bien labradas, sobre bases fundado en 1581.
y pretiles de piedra. La iglesia es de una nave
de cal y canto, con 2 capillas laterales, cubiertas
de cedro, igual que la sillería del coro y las
columnas del claustro.
Templo y Convento de Santa Ocupa una manzana comprendida entre la Plaza El monasterio fue fundado en
Teresa Granado y las calles Baptista y España. La 1753.
iglesia original era reducida y estrecha, su
cubierta se hundió en 1790. El Arzobispo de
Charcas dispuso la reconstrucción de un templo
más amplio. En este recinto religioso se
encuentran 5 cuadros originales de Goya.
Situado en la calle Perú, el edificio actual es
Templo y Convento de Santa nuevo y fue inaugurado en 1917. El templo es El convento se fundó en 1648, en
Clara de arquitectura sencilla y elegante. Posee base a las rentas de la finca de
cuadros valiosos. En 1917, el convento y el Cliza, que donó F. de Vargas.
local del templo se vendieron a la Alcaldía para
organizar un museo.
Situado en la esquina Sudeste de la Plaza
Colon. Se fundó en 1859
Monasterio de las Capuchinas Tiene un hermoso templo de 3 naves, ocupa
Hospicio de los Franciscanos este recinto toda la acera Sur de la Plaza Colón.
El Convento tiene una biblioteca de más de
Santo Domingo 1.000 ejemplares.
Ubicado en la calle del mismo nombre. Construido a fines del siglo XVI y
Templo de San Juan de Dios Templo de la Parroquia de San José, situado en reconstruido en 1788
la calle del mismo nombre. Templo de una sola Templo antiguo, reconstruido en
Templo de San Antonio nave 1782.
Ubicado frente a la Plaza Francisco del Rivero,
de construcción moderna, de una sola nave. Es
sede de la parroquia del mismo nombre.
25
Cuadro Nº 70 (continuación)
Instituciones Reparticiones pertenecientes a Edificios públicos o ámbitos que cobijan a las
estatales, las instituciones del Estado o instituciones: aspectos funcionales y técnicos Observaciones
departamentales religiosas
o urbanas
Capillas Existen las siguientes capillas: de las Hijas de
María en la calle Sucre; Capilla de la casa de
los mendigos en la calle General Achá; además,
las capillas de San Joaquín, Recoleta, Cala Cala
y Sarco.
Servicios Servicio de agua El caudal actual es insuficiente. El número de Estén en la ciudad 32 piletas
públicos propietarios que gozan de este servicio es sólo
de 180. Las aguas que surten a Cochabamba
vienen de las vertientes de Arocagua y reparten
300 M3 diarios.
Alcantarillado No existe. En junio de 1919, el gobierno a
aprobado una propuesta presentada por Ullen
Contracting Corporation para ejecutar la red de
alcantarillado.
Casi todas las zonas de la ciudad, e incluso
Servicio de luz eléctrica Cala Cala, están servidas por la red de energía
eléctrica.
Teléfonos A cargo de la compañía particular con 300
abonados.
Fuente: Anuario Geográfico y Estadístico de la República de Bolivia, Dirección Nacional de Estadística y
Estudios Geográficos, 1919.
* Ver en el plano nº 11 el emplazamiento de las principales actividades.

Hacia 1926, la estructura urbana que se perfila, es idéntica a la registrada por el


acucioso Anuario Geográfico y Estadístico de 1919, expresado en el extenso cuadro
anterior. Según la voluminosa obra de homenaje a los primeros cien años de vida
republicana: “Bolivia en el Primer Centenario de su Independencia”, amen de lo ya
detalladamente descrito, Cochabamba, haciendo honor a una larga tradición, se
constituía en un importante centro de la vida intelectual del país, cuyo núcleo más
destacado se agrupaba en el Círculo de Bellas Artes fundado en 1923, y en cuyo seno se
encontraban poetisas de la talla de Adela Zamudio, hombres de letras ilustres como
Félix del Granado y pintores como Avelino Nogales, que seguían las huellas dejadas por
Nataniel Aguirre, Néstor Galindo, Benjamín Blanco, Mariano
Ricardo Terrazas, José Aguirre Acha y otros.

Con las características anotadas, la ciudad ingresa en la década de 1930, persistiendo en


su lenta evolución hacia una imagen de ciudad, donde todavía persisten con terquedad
jirones importantes de la vieja aldea colonial. Sin embargo, esta evolución parsimoniosa
acompaña un proceso más amplio de transformación urbana que experimenta el país
entre 1900 y 1950 y cuyas características, a nivel de capitales departamentales, muestra
el siguiente cuadro:
26
CUADRO Nº 71: Bolivia: Población urbana por capitales de departamento, según
censos de 1900 y 1950
Ciudades Población urbana Población urbana Tasa anual de
según censo de 1900 según censo de 1950 crecimiento
La Paz 71.860 321.073 6.93
Cochabamba 21.886 80.795 5,38
Oruro 15.900 62.975 5,92
Potosí 6.500 45.758 2,37
Santa Cruz 20.900 42.476 2,64
Sucre 20.900 40.128 1,84
Tarija 6.500 16.869 3,19
Trinidad 4.294 10.759 3,01
Cobija --- 1.726 --
Fuente: Censos nacionales de los años citados

La población urbana en las capitales de departamento registrada en el Censo Nacional


de Población de 1900, sintetizaba el resultado final de las tendencias que modelan el
proceso urbano en el territorio del Alto Perú y posteriormente Bolivia, a partir del siglo
XVIII, organizando un sistema urbano más estable a partir de 1870-80, con el
resurgimiento de la minería de la plata. A inicios del siglo XX, La Paz, se destacaba con
nitidez como el mayor centro urbano del país, característica que se remonta a la época
de la fundación de la República, merced a su articulación con los puertos del Pacífico, a
través de las provincias del Sur peruano, y con los centros mineros del altiplano,
convirtiéndose en un centro vital de abastecimiento de la minería, en uno similar para la
comercialización de la coca de los Yungas, la exportación de la castaña de la misma
procedencia, y otros productos, incluso controlando el comercio exterior de otros
departamentos como Cochabamba con Perú y Chile, recibiendo a cambio productos de
ultramar para satisfacer la demanda del comercio paceño, pero también para ser
distribuido por casas mayoristas, a otras ciudades del país. Estas actividades
dinamizaron y ampliaron su característica de gran centro comercial, lo que terminó
atrayendo flujos migratorios persistentes que incrementaron su población urbana. Esta
preeminencia se incrementó con el auge de la plata y la transferencia permanente de la
sede de gobierno, como resultado de la Revolución Federal de 1898-99. En 1900, el
sistema urbano resultante, puso en evidencia la existencia de un modelo centralizado
con la hegemonía de una ciudad comercial y sede de los principales poderes del Estado,
y tres ciudades -Cochabamba, Sucre y Potosí-, que mantenían entre sí un relativo
equilibrio, quedando en tercer rango Santa Cruz y Oruro. La preeminencia de La Paz en
1900, pese a que la oligarquía de la plata era dominantemente chuquisaqueña y
potosina, y que, la capital de la república, Sucre, fue “modernizada” en las últimas
décadas del siglo XIX, expresaba la consistencia de las articulaciones comerciales que
mantenía la urbe paceña con los centros de producción argentíferos y los puertos
externos de embarque de la producción minera con destino al comercio mundial. La
pérdida de Antofagasta en 1879, reforzó su posición como centro vital y soporte de las
exportaciones mineras, lo que estimuló poderosamente la formación de un aparato
político, administrativo y técnico, que se hizo más eficiente, con su transformación en
sede de gobierno.

Cochabamba, se situó entre las ciudades de segundo rango, no necesariamente debido a


su rol, por cierto modesto, dentro de la economía minera y reducido a región periférica
abastecedora de la minería, sino, al fortalecimiento de su economía volcada a potenciar
un dinámico mercado interno regional, que hizo frente exitosamente, a la pérdida de los
mercados tradicionales del Sur del Perú, la costa del Pacífico y el altiplano, merced a la
26
masiva concurrencia de los productos chilenos, a través del ferrocarril y gozando de las
franquicias aduaneras de que fue objeto.

De todas formas, este proceso urbano es uno de los más débiles del continente, si lo
comparamos con similares de otros países de América Latina. En efecto, ninguna ciudad
alcanza a los 100.000 habitantes, y apenas una (La Paz), se aproximaba a este umbral,
en tanto otras tres ciudades se ubicaban en el límite de 20.000 habitantes 239, es decir
apenas 135.546 habitantes vivían en centros urbanos con la característica anotada, lo
que apenas representaba el 7.6% de la población total del país.

En 1950, dicho proceso urbano había consolidado la primacía de La Paz, que en


relación a su población, era 4 veces mayor que la segunda, Cochabamba, 5 veces mayor
que la tercera, Oruro y 7 veces mayor que Potosí, que ocupaba el cuarto lugar. Este
resultado ya muestra el acelerado proceso de centralización del Estado y la franca
conversión de La Paz en un enclave de la moderna economía capitalista articulada a la
minería del estaño. Oruro surge como un centro complementario de La Paz y se
beneficia marginalmente de la dinámica minera. Sin embargo Cochabamba no participa
de dicha dinámica e indudablemente su incremento poblacional, supone un proceso
acelerado de transformaciones urbanas que aparentemente contradicen las apreciaciones
y descripciones que se hicieron sobre la misma, por lo menos, hasta antes de la Guerra
del Chaco. Es decir que si bien son frecuentes las ampliaciones del radio urbano, la
ciudad consolidada no experimentó transformaciones sustanciales, por lo menos, hasta
mediados de la década de 1930240.

La ciudad en los términos descritos transcurrió sin mayores variantes hasta la guerra del
Chaco (1932-1935), que al margen de otros efectos de naturaleza política y social,
transformó en “ciudadanos” a los migrantes campesinos, o dicho de otro modo, amplió
el horizonte cerrado de la hacienda y el sitio rural donde permanecían los colonos y
agricultores, quienes finalizada la contienda, comenzaron a sentirse atraídos por la
ciudad, que la consideraban fuente de nuevas oportunidades para volver a iniciar su
existencia. Un cronista (Miguel Mercado) al reseñar estos hechos afirmaba: “a raíz de
la guerra del Chaco (donde una gran mayoría del campesinado cayó prisionero), pudo
asimilar nuevas costumbres y adquirir en cierto modo un mejor confort en sus
costumbres primitivas, tanto en habitaciones, vestuario y alimentación, como en sus
propias diversiones. El mayor porcentaje de hombres que fueron a la guerra, no
volvieron a empuñar el arado con el mismo interés y decisión que antes” reconociendo
que la escuela rural también aceleró esta transformación de la ideología campesina. (El
Imparcial nº 4135, 25/04/1944).

239
El límite de 20.000 habitantes para definir concentraciones humanas establemente consolidadas y que
por tanto, asumen el rango de “ciudad” es admitido internacionalmente en estudios comparativos de los
ritmos de urbanización entre diferentes áreas geográficas o continentales. Hacia inicios del siglo XX, el
número de ciudades de 100.000 y más habitantes en un país, se consideraba como un indicador de su
grado de urbanización.
240
Según la publicación de homenaje a los primeros cien años de vida republicana: “Bolivia en el Primer
Centenario de su Independencia”, Cochabamba tenía en 1925, 40.000 habitantes, y de acuerdo al Censo
Municipal de 1935, 52.000 habitantes, es decir que su tasa de crecimiento hasta 1925, es
aproximadamente de 3,31, ascendiendo en 1935, a 3,93. En tanto, en 1950, esta tasa alcanza a 5,98, o sea
que el incremento real de población, que rompe el lento ritmo demográfico tradicional, se produce a partir
de 1935 y, sobre todo, en la década de 1940.
26
El mismo cronista, aseguraba además que a los factores anteriores se sumaron otros de
orden económico, concretamente: "
La inflación de la moneda de post guerra, que creó una intensa actividad
inversionista de los capitalistas que negociaron durante la guerra, que tuvieron
dinero depositado en los bancos o que negociaron en minas. Había que salvar
el dinero adquiriendo bienes rústicos y urbanos. Había que dar consistencia a
la fortuna privada amenazada seriamente por la inestabilidad del billete. Del
altiplano y de otras ciudades del interior llegaron refuerzos económicos fuertes
sobre Cochabamba. Y bajo este influjo casi loco, el valor de las propiedades fue
subiendo y subiendo. Mineros, comerciantes, e industriales, empleados de
gobierno, etc., empezaron a adquirir lotes urbanos y fundos rústicos, pagando
precios enormísimos, impropios a la calidad y condición de los terrenos. Así
comenzaron también a construir edificios, sin importarles el costo. El afán
constructivo requirió obreros y peones. Hubo que buscarlos en los campos ya
que los elementos propios de la ciudad fueron totalmente ocupados. La escasez
de brazos para edificaciones sobrevino la competencia del salario. Los salarios
comenzaron a subir en crescendo hasta hace poco... Los campos fueron
despoblados de sus mejores elementos. La vida rural perdió a sus elementos
jóvenes que se vinieron hacia la ciudad alucinados por mejores condiciones de
vida. Así progresó Cochabamba en forma material y demográfica desde 1937
(El Imparcial, número citado).

La crónica anterior por su claridad no merece comentarios ampliatorios, simplemente


cabe destacar que súbitamente la inmovilidad de siglos, se transformó en “un influjo
casi loco”, una fiebre de invertir en tierras urbanas y suburbanas, y de construir como
nunca antes en la historia de la ciudad. El resultado de todo esto, como veremos más
adelante, será un proceso urbano que comienza a escapar a la modesta capacidad de
gestión del municipio e impone la necesidad de planificar la ciudad y su incontenible
crecimiento.

Hacia fines de la década de 1940, una nueva descripción de la ciudad, nos permite una
idea de esta nueva dinámica y sus resultados:

La ciudad se extiende por los cuatro puntos cardinales, y sin embargo de que, ni
la fuerza eléctrica es suficiente ni el agua potable puede llegar a las regiones
urbanizadas y menos todavía la pavimentación; sin embargo la ciudad crece en
forma considerable y el valor de las propiedades va ubicando en beneficio de
los terratenientes que en las afueras disponen de extensos latifundios, de donde
resulta que las clásicas huertas van desapareciendo y en su lugar se levantan
viviendas.

Añorando el pasado inmediato el anónimo cronista añadía:

Apenas pasan 10 años de cuando el aspecto de nuestra ciudad era casi


provinciano, los propietarios de casas preferían mantener sus balcones
señoriales y sus techumbres semiderruidas, y 1os interiores, casi siempre eran
galpones o canchones, donde podía descansar el ganado que llegaba desde las
propiedades: grandes caravanas de acémilas recorrían las principales arterias
de la ciudad, trayendo desde las provincias y las estancias, los productos de las
inconmensurables fincas... hoy en este pequeño lapso todo ha cambiado (...) Los
26
huertos, los jardines y los patios soleados van desapareciendo, porque hay que
dar paso al comercio y a la industria que requiere cuanto espacio sea posible
para dar cabida a los almacenes y a las pequeñas fábricas. La población está
desplazándose hacia los alrededores en busca de aire puro y de sol, de donde
resulta que inclusive empleados de reducido emolumento van haciendo
economías para comprar reducidos terrenos donde lentamente van
construyendo su casa (El Progreso Cochabambino, editorial de El País, nº 3289,
17/05/1949).

Bajo estas características, en que la ciudad, finalmente se despoja de su ancestral ropaje


y procura, no sin conflicto, una nueva fisonomía, se alcanza 1a primera mitad del siglo
XX, hito temporal que marca un nuevo periodo en la historia urbana, signado por
características opuesta al estatismo de todo el prolongado periodo anterior. Verificando
estadísticamente este proceso de expansión y transformación del paisaje aldeano en
ciudad, que como hemos visto, se inicia a mediados de la década de 1930, y toma
impulso en los años 40, aún cuando sus antecedentes son anteriores, observaremos la
expresión, que en el ámbito físico de la ciudad, asume este proceso. Para ello será
interesante analizar la evolución del número de manzanas entre 1900 y 1952,
expresados en el siguiente cuadro y plano nº 12.

CUADRO Nº 72: Ciudad de Cochabamba: Expansión de la mancha urbana según


número de manzanas (1900 – 1952)
Años Nº de Fuentes
manzanas
1900 142 Plano de la ciudad de 1899
1908 142 Plano de Cochabamba, El Heraldo, 14/09/1908
1922 222 Plano de inspección fiscal de alcantarillado (1)
1928 244 Plano Regulador de Cochabamba (1)
1930 131 Plano General de Cochabamba: Proyecto de
Pavimentación y aguas Pluviales (2)
1945 360 Según Censo Municipal de 1945 (3)
1952 720 Plano Guía de Cochabamba, de acuerdo al plano
regulador vigente (4)

Notas: (1) Estos planos incluían manzanas no consolidadas dentro de criterios hipotéticos de crecimiento
de la ciudad, para fines impositivos. (2) Este plano no tiene manzanas numeradas. Se contabilizaron sólo
manzanas definidas por vías de circulación, sin considerar las extensiones no urbanizadas. (3) Según el
Censo de 1945 existían en la ciudad 360 manzanas en el radio urbano definido por la Ordenanza
Municipal de 18/04/1945. (4) Este plano incorporaba la urbanización de Cala Cala, Quero Queru,
Mayorazgo, Hipódromo, Las Cuadras, Muyurina, Tupuraya, Jaihuayco y La Maica. El Plano Regulador
de la Ciudad publicado en 1961, contemplaba alrededor de 1.600 manzanas.

El análisis de la cartografía disponible, si bien no expresa con claridad el grado de


consolidación de la mancha urbana, revela un proceso de expansión de la urbanización
más o menos sostenido desde la década de 1920. En contraste, desde 1870, la ciudad
oficialmente poseía 142 manzanas, manteniéndose este número invariable hasta 1910
por lo menos. Aparentemente la ausencia de expansión de esta mancha urbana en 40
años, no significa necesariamente una ausencia de incremento de la población, sino la
desproporción entre las modestas dimensiones del espacio urbano efectivamente
consolidado y el perímetro de los límites urbanos fijado por la administración
municipal, que sobre todo, para fines impositivos y de reforzamiento del Tesoro
Municipal, incluían dentro del área urbana, extensas zonas agrícolas.
26
En realidad, un primer momento o etapa de la expansión urbana, no se expresó en
términos de un determinado crecimiento físico, es decir, de una ampliación del
perímetro urbano, sino de un lento pero persistente proceso de densificación. De las 142
manzanas definidas por

Alejandro Soruco, en 1879 (El Heraldo nº 161, 7/07/1879), y analizando los censos
municipales de 1880 y 1886, podemos deducir que aproximadamente unas 78 manzanas
en 1880 y unas 82 en 1886, presentaban una fisonomía realmente urbana241
Planos de la ciudad posteriores (1922 y 1928), asignan a la misma, un número de
manzanas mucho mayor, incluso incrementando en algo más de cien manzanas, las
primitivas 142. Sin embargo esta espectacular expansión sólo se opera en los planos,
sobre todo con fines de incluir predios suburbanos y rurales en el radio urbano para
gravarlos con impuestos municipales.

En todo caso, la realidad no era substancialmente distinta a la anteriormente descrita. En


efecto de las 244 manzanas numeradas en el “Plano Regulador” de 1928, apenas 131
estaban conformadas como tales en el Proyecto de Pavimentación y Aguas Pluviales de
Cochabamba de 1930, e indudablemente, el número de manzanas que efectivamente
habían sido consolidadas por funciones propiamente urbanas, era mucho menor.

El Censo de 1945, que menciona un total de 360 manzanas dentro del Radio Urbano,
hace referencia a un perímetro ampliado por la Ordenanza Municipal de 18 de abril de
1945, mostrando en este caso, una realidad urbana diferente que merece un análisis más
cuidadoso. La ciudad en el citado año presentaba 16 zonas urbanas a saber:

CUADRO Nº 73: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas, número de manzanas y


población en 1945

Zonas urbanas N.º de manzanas Población Densidad H/Ha


Zona Central Noroeste 57 12.269 215,52
Zona Central Noreste 58 10.712 184,69
Zona Central Sudeste 54 15.960 295,55
Zona Central Sudoeste 56
15.491 276,62
La Chimba 4
Hipódromo 13 507 126,75
Sarco 4 1.264 97,23
Mayorazgo 1 611 152,75
Cala Cala 20 152 152,00
Queru Queru 25 2.941 147,05
Tupuraya 8 2.908 116,32
Muyurina 19
552 69,00
Las Cuadras 7
Alalay 13 3.653 192,26
Jaihuayco 11 1.189 169,85
La Maica 10 1.237 95,15
1.404 127,63
642 64,20
Total 360 71.492 198,59
Fuente: Censo Municipal de Población de 1945

241
Para esta estimación se ha asumido, el límite de 12 viviendas por manzana (una media de 3 casas por
cuadra) como el mínimo admisible para caracterizar una mancha urbana incipiente, aún cuando este
criterio es aleatorio y podrían asumirse otros más exigentes, con lo que lo “urbano” a fines del siglo XIX
en Cochabamba, se reduciría a unas 2 o 3 decenas de manzanas, pero se correría el riesgo de pasar por
alto la tenue separación entre rural y urbano que existía en realidad, pues muchas casas quintas y casas
con huerto, en realidad cobijaban habitantes entregados a actividades urbanas.
26
A partir del cuadro anterior podemos establecer la existencia de un conglomerado
urbano con rasgos muy característicos. Si comparamos el ámbito urbano definido por el
Radio Urbano establecido en 1945, con la inclusión de las nuevas zonas urbanas que
definía la propuesta del Plano Regulador puesta en vigencia a partir de 1950, y donde
tendrán cabida alrededor de 1.600 manzanas, se comprenderá que las 360 manzanas
mencionadas, no conformaban una aglomeración continua y homogénea, sino apenas un
tejido urbano expandido, conformando un núcleo central denso (zonas centrales del
Norte y Sur), compuesto por 225 manzanas, donde habitaban 54.432 habitantes, o sea,
el 76% de la población censada en 1945. En tanto las restantes 135 manzanas,
conformaban aglomeraciones menores, dispersas y rodeadas por huertos y maizales, tal
como queda demostrado por el Cuadro No. 74, que establece la comparación entre la
realidad de 1945 y lo que proponía el Plano Regulador de 1961, sobre el mismo
perímetro urbano, y que ya en el Plano Guía de 1952, definía la existencia de 720
manzanas:

CUADRO Nº 74: Ciudad de Cochabamba: Número de manzanas por zonas y grado


de consolidación de la mancha urbana entre 1945 y 1961

Nº de Nº de Índice de
Zonas urbanas manzanas manzanas ocupación (*)
1945 1961
Zona Central Noroeste 57 73 78,08
Zona Central Noreste 58 63 92,06
Zona Central Sudeste 54 59 91,52
Zona Central Sudoeste 56 91 61,53
La Chimba 4 194 2,06
Hipódromo 13 164 7,92
Sarco 4 127 3,14
Mayorazgo 1 47 2,12
Cala Cala 20 150 13,33
Queru Queru 25 92 27,17
Tupuraya 8 45 17,77
Muyurina 19 72 26,38
Las Cuadras 7 75 9,33
Alalay 13 198 6,56
Jaihuayco 11 144 7,64
La Maica 10 102 9,80
TOTAL 360 1.696 21,22
(*) El índice de ocupación se establece calculando el % de manzanas existentes
en cada zona en 1945, en relación a las contempladas en 1961 en esa misma
zona urbana.
Fuente: Censo Municipal de Población de 1945 y Plano Regulador de 1961.

El cuadro anterior nos muestra que apenas el 21% del total de 1.696 manzanas y 2.248
hectáreas edificables que contenía el Plano Regulador (Urquidi, 1986: 28), estaban
urbanizadas en 1945. Además del 21% mencionado, conformado por las citadas 360
manzanas, sólo -como se anotó- 225 constituían realmente una mancha urbana densa,
con un índice de ocupación medio, con relación al número de manzanas propuesto por
el citado Plano Regulador, de 81%. Si consideramos como un índice mínimo de
ocupación por funciones urbanas, uno equivalente a un 33% del número de manzanas
por zona propuestas por el plano regulador, veremos que ninguna otra zona en 1945
alcanzaba el rango urbano, llegando apenas a un rango- de conglomerados suburbanos
como es el caso de Queru Queru (con una mancha más o menos compacta en torno a la
26
Recoleta), Muyurina y más débilmente Tupuraya. Cala Cala no alcanza a esta situación,
salvo el pequeño conglomerado en torno a la Plazuela del Regocijo (hoy plaza de Cala
Cala), que resulta insignificante frente a la extensión distrital que le asigna el Plano
Regulador. Las otras zonas no alcanzan rango urbano e indudablemente constituían
pequeños núcleos o concentraciones más o menos compactas de caseríos. de tipo rural242

De todo lo anterior, se desprende que pese a los progresos en materia de transporte


urbano, comunicaciones, infraestructura, etc., la ciudad en lo esencial, por lo menos
hasta 1952, mantuvo el modelo hispano primigenio y no logró romper la barrera del río
Rocha para expandirse hacia el Norte, ni consolidar una aglomeración continua en
zona Sur, más allá de la Estación de Ferrocarril y la Colina de San Sebastián. Serán
necesarios profundos cambios en la estructura social de la región, verdaderos sacudones
que hicieran desplomar la sociedad hacendal, para que la ciudad finalmente se
transformara, y esta transformación, que pertenece a una etapa posterior a los límites
temporales de este ensayo, no podría ser comprendida al margen de procesos como el de
la Reforma Agraria y la Reforma Urbana, que incorporarán nuevos protagonistas y
nuevos sectores sociales, quienes modificarán el escenario urbano aquí caracterizado.

Sin embargo, la Cochabamba actual, su particular fisonomía y su estructura urbana,


están constituidas por la combinación de los fenómenos sociales mencionados, un
conjunto complejo de factores que delinearon los tempranos ideales de progreso de las
décadas de 1920 y 1930 y las reflexiones sobre la cuestión urbana que llevaron a cabo
jóvenes arquitectos en la década 1940, además de toda una base material de avances, en
el arduo proceso de transformar la aldea en ciudad y la sociedad hacendal en sociedad
moderna.

Esta caracterización de la ciudad en la primera mitad del siglo XX, no quedaría


completa si sólo nos remitimos al aspecto físico de la mancha urbana y a la descripción
de sus principales componentes en este nivel. Obviamente, la ciudad “física”, no es otra
cosa, que la dimensión material de la ciudad “social”, “económica”, “cultural”, etc., es
decir, que el ámbito urbano no puede quedar definido, sino como un sistema de
actividades interrelacionadas, o dicho de otro modo, la realidad urbana más allá de su
forma físico-espacial, posee una dimensión social, económica. política y cultural, y este
conjunto es esencialmente dinámico. Es decir, que la apariencia material y la apariencia
social, constituyen una unidad inseparable que sólo como método de análisis es posible
diferenciar243

Consiguientemente cabe una cuestión a dilucidar: a pesar de los escasos recursos


estadísticos de que se disponen, para aproximarnos a una idea de lo que fue la sociedad
urbana que habitó la ciudad en este periodo, intentaremos especificar una otra visión de
lo urbano, a partir del análisis de algunos rasgos de la actividad económica y de algunas
242
Si bien este análisis no recoge datos del consumo de tierras por actividades urbanas en términos de
hectáreas, sino de "manzanas”, que resulta un referente más ambiguo, pues existen manzanas de diversos
tamaños. no por ello, la conclusión a que se llegue resultaría distinta, si se dispusiera de este tipo de
información.
243
A este respecto, diferentes investigadores urbanos han dejado sentada la insuficiencia de considerar a
la ciudad como una forma física, un artefacto estadístico rígido y relativamente inaltérenle y ajeno al
proceso social. Numerosos autores (Yujnovsky 1971, Lefebvre 1976, Castells 1971 y 1974, han realizado
sustanciales avances en la interpretación del fenómeno urbano, a partir de la crítica radical a 1a
concepción anotada.
26
aproximaciones a la identificación de los estratos sociales que la clasificación socio-
profesional contenida en los diversos censos disponibles permite. Para ello tomaremos
como marco referencial las sugerencias de Ciro F., Cardozo y Héctor Pérez Brigrnoli,
que a su vez hacen mención a la tesis de grado de María Luisa Marcilio (La Ville de Sao
Paulo: Peuplement et Population 1750-1850, Université de Rouen, 1968, pg. 152-154),
que propone una división de la población económicamente activa por actividades
primarias, secundarias y terciarias incluyendo en esta última categoría, las profesiones
liberales, el clero, la administración civil, el comercio, el transporte los servicios y las
actividades poco definidas (mendigos desocupados, etc. (Cardozo, y Pérez Bignoli,
1976: 313 y siguientes). La actividad del transporte en clasificaciones de actividades
económicas, ha dejado de ser incluida en el sector terciario por considerarse que la
misma, forma parte del proceso de producción, que no se reduce a la actividad
propiamente industrial en sí, sino que incluye la circulación de los bienes producidos
hacia el mercado de consumo: siendo esta variable (distancia al mercado y costo del
transporte empleado), un factor esencial en la formación de los precios de dichos
productos y en el comportamiento general de una economía de mercado sujeta a la
acción de la ley del valor244

Este es el motivo por el cual, dentro de la clasificación anteriormente sugerida,


introduciremos la variable “transporte y las comunicaciones” en un rubro aparte, sobre
todo porque su evolución permite llegar a algunas conclusiones sobre la dinámica
económica urbana, que se vería limitada, si se considerara el transporte como un simple
servicio. Con estos antecedentes, analizaremos en el Cuadro 75 la distribución de la
población económicamente activa (PEA) por rama de actividad económica, de acuerdo
a la información proporcionada por los censos del siglo XIX. y XX, hasta el año 1950,
a fin de contrastar e identificar los cambios que se producen en esta distribución, de
acuerdo al propio desarrollo de la economía urbana y regional.

Sin embargo cabe anotar, que como quiera que los criterios clasificatorios de los
diversos censos, identifican profesiones u ocupaciones diversas, bajo vocablos en
apariencia distintos como es el caso de los transportistas que aparecen como:
“conductores”, “mecánicos”, “chóferes”, etc., aspecto que se extiende a muchas otras
situaciones similares, o que en otros casos, algunas ocupaciones han desaparecido,
como fue lo que ocurrió con los “pregoneros”, “plumarios”, “pendolistas”, etc.; elaborar
un cuadro en detalle de estas ocupaciones además de excesivamente laborioso, no
arrojaría como resultado la claridad necesaria para permitir una interpretación adecuada.
Por esta razón, las distintas clasificaciones, las agruparemos en grandes categorías de
actividad económica a las que anteriormente hicimos referencia:

244
A este respecto ver: Gonzáles de Olarte, 1982. Sobre las implicaciones urbanas del transporte en la
formación de loa precios del suelo urbano ver Topalov 1979 y 1984, Jaramillo. 1983, Viera da Cunha y
Smolka 1985, etc. En este sentido, si en el siglo XIX el transporte urbano tenía un sentido más de
comodidad y placer para las clases dominantes, en el siglo XX se socializa crecientemente y toma cada
vez más un sentido económico, al constituirse en una condición de 1a reproducción del capital.
26
CUADRO Nº 75: Ciudad de Cochabamba: Población total urbana, población
económicamente activa y distribución de la población según actividades
económicas (1880 – 1950)

Actividades Censos de población


económicas
1880 (1) 1886 (2) 1900 (3) 1945 (4) 1950 (5)
Sector I 228 500 750 2.092 1.667
Secto II 1.597 3.591 3.281 10.066 10.492
a) Artesanos 1.597 3.591 3.281 9.697 2.777
b) Obreros - - - 369 5.590
c) Empleados - - - - 1.343
d) Patrones - - - - 752
Sector III 4.723 5.177 6.069 14.872 15.848
a) Profesionales 300 263 391 1.623 1.253
b) Iglesia 173 223 125 288 252
c) Administración civil 328 334 343 2.084 3.904
d) Comercio 1.052 970 1.995 3.796 4.364
e) Servicios 2.840 3.887 3.215 7.079 6.075
Transporte y comunicaciones 27 50 65 2.186 2.423
a) Transporte 27 50 54 2.044 2.099
b) Comunicaciones - - 11 142 374
Otras ramas no clasificadas 863 1.350 3.342 2.073 640
a) Propietarios diversos 863 1.350 1.647 - -
b) Ramas sin clasificación - - 1.695 2.073 640
Sin profesión 97 740 294 5.352 -
Total PEA 7.535 11.408 13.717 36.641 31.040
POBLACIÓN TOTAL 14.705 19.507 21.886 71.492 78.819
URBANA
Fuentes:
1) Censo General de la Ciudad de Cochabamba, mayo1880
2) Censo General de la Ciudad de Cochabamba, julio 1886
(3) Censo Nacional de Población (1900), Ciudad de Cochabamba, julio 1901
(4) Censo demográfico de la Ciudad de Cochabamba, 1945
(5) Censo Nacional de Población, 1950 y Anaya 1965:28
Referencias: Sector I: Actividades primarias: agricultura, ganadería, selvicultura, pesca, caza,
canteras.
Sector II: Industria, artesanía, construcción.
Sector III: Profesiones, comercio, servicios, clero, administración, personal militar.

Un aspecto inicial a observar es que los censos considerado no siempre coincidieron en


sus objetivos, sobre todo los del siglo XIX. Estos, además de proponerse construir una
estadística demográfica, con frecuencia también eran utilizados como instrumento útil
para operaciones impositivas. Ello provocaba la evasión al registro censal, sobre todo de
los sectores de bajos ingresos. Por ello, una práctica usual era añadir más o menos a
priori, una cifra adicional de población al resultado final del censo.

Sin embargo, pese a que estas y otras deficiencias relativizan la precisión de las
conclusiones que de estos censos se extraigan, de todas formas, proporcionan una idea
aproximada del comportamiento de la población. Con esta salvedad, podemos anotar
algunas consideraciones y observaciones en relación al cuadro anterior:

a) Que las actividades primarias estuvieron presentes en la ciudad en términos


significativos en relación a la población involucrada en esta actividad dentro del radio
urbano considerado en cada censo. En principio (hacia 1880- 1900), ocupando, sin
26
duda, extensiones de manzanas no urbanizadas en el interior de la ciudad. Sin embargo
la expansión de esta actividad, no debe tomarse exclusivamente como un incremento de
“agricultores-urbanos”, sino como efecto de la ampliación de los radios urbanos que
incorporaban al límite de la ciudad extensiones agrícolas que se mantenían inalterables
por mucho tiempo más. No obstante como veremos más adelante, las relaciones
porcentuales entre ramas de actividad, modificarán esta impresión inicial.

b) En el sector secundario se puede observar, por lo menos hasta 1945, un promedio


elevado de artesanos y productores por cuenta propia. El censo del citado año registra
un modesto volumen de obreros y el censo de 1950 muestra un cuadro donde la
situación inicial de predominio artesanal se invierte en favor del sector asalariado. Sin
embargo, el valor de estos datos es indicativo, en la medida en que el censo de 1950
introduce una división de la actividad económica de la población muy deferente a las
listas de ocupaciones que registran los censos anteriores, donde no es posible diferenciar
las categorías del empleo (patrones, empleados, obreros. trabajadores por cuenta propia
etc.), que el último censo permite establecer. En este sentido, no es posible interpretar
las cifras registradas por los censos de 1945 y 1950, respecto al crecimiento de la
población obrera, como una explosión de desarrollo industrial. Por el contrario, todo lo
anotado anteriormente, y todo lo investigado, permite establecer la realidad de un
paulatino desarrollo del sector industrial desde principios de siglo, y con un énfasis
mayor, aunque no con tintes espectaculares. en los años de la década de 1930, y sobre
todo en la de 1940. El hecho de que este proceso no quede bien identificado en los
censos de 1900 y 1945, se debe esencialmente a los defectos de clasificación del empleo
que los mismos registran.

c) Para establecer con mayor precisión los rasgos de esta economía urbana y emitir
algunos juicios de valor más específicos, remitimos al lector al siguiente cuadro de
resumen:

CUADRO Nº 76: Ciudad de Cochabamba: Distribución porcentual de la población


según actividad económica (1880 – 1950)
Censos de Población
Actividades económicas 1880 1886 1900 1945 1950
Sector I 3,03 4,38 5,37 5,71 5,37
Sector II 21,19 31,48 23,56 27,47 33,70
Sector III 62,68 45,38 44,24 40,59 51,06
Transporte y Comunicaciones 0,36 0,44 0,47 5,97 7,81
Otras ramas no clasificadas 11,45 11,83 24,36 5,66 2,06
Sin profesión 1,29 6,49 2,00 14,60 -
Total PEA 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00

Fuente: En base datos del Cuadro Nº 75

Del cuadro anterior podemos inferir inicialmente, que las actividades primarlas
mantienen una dimensión con leve incremento en el periodo, pese a que en 1945 se
amplía el radio urbano. Lo anterior puede ser un indicador de que ya hacia la década de
1940, gran parte de la campiña había dejado de ser un espacio de economía agrícola, en
favor de las ventajas que comenzó a brindar la valorización de tierras por efecto de la
expansión de la función residencial y el concepto de paisaje, lugar de veraneo, etc.
d) El comportamiento del sector secundario expresa en alguna medida el
comportamiento económico de la región, cuya rama artesanal se vio fuertemente
perjudicada, inicialmente por la Guerra del Pacífico, mostrando una recuperación hacia
27
1886, que tal vez es más efecto de una mejor práctica censal, que a una real expansión
de este sector, que en realidad seguía sufriendo el impacto del conflicto con Chile,
impresión que se corrobora al observar el índice del censo de 1900, que prácticamente
retorna á los niveles de 1880. Hasta 1945, se acusa un leve crecimiento del sector, para
mostrarse más significativa esta tendencia en 1950, aunque tomando las mismas
reservas que para el caso anterior.

e) El comportamiento del sector servicios, también acusa alguna inconsistencia


estadística, sin embargo, exceptuando los resultados de 1880, que además de los
problemas anotados, puede reflejar la tendencia de la economía, que atraviesa la peor
crisis del siglo XIX, la dimensión de este sector es regular y en cierta forma,
proporcional al sector secundario, es decir, que no muestra un cuadro de expansión
aguda de estas actividades como revelarán los censos posteriores a 1950. Evidentemente
este sector, a excepción de 1880, en ningún caso duplica la incidencia del sector
secundario, aunque paulatinamente la proporción del predominio que se puede observar,
se amplía entre 1900 y 1945, y tiende a ampliarse nuevamente hacia 1950, aunque este
último resultado, puede también ser efecto de los cambios introducidos en este último
censo para clasificar el empleo, como se señaló con anterioridad.

f) Una actividad que experimenta un crecimiento constante, primero muy lento y luego
con mayor ritmo, es el del transporte y las comunicaciones. Es evidente que en la
década de 1940, la incidencia de este factor ya revela la expansión de los sectores
industriales y comerciales y es un síntoma de los cambios que se producen en la
economía de la ciudad.

g) Por último, los dos rubros finales del Cuadro No. 76, no son susceptibles de análisis
por traducir situaciones heterogéneas imputables a problemas técnicos de los censos. Un
dato que podría resultar interesante en los censos de 1880 a 1900, es el de los
“propietarios”, sin embargo, no se señala si estos son poseedores de medios de
producción o medios de intercambio, lo que imposibilita un análisis adecuado de esta
categoría. Ocurre otro tanto en el rubro “sin profesión”, que además parece traducir
limitaciones de clasificación de la actividad económica, que aparentemente se corrigen
en 1950.

Como conclusión de todo lo anterior, podemos anotar que la economía urbana, por lo
menos hasta 1935 e incluso 1940, giró en torno a dos ejes: el comercio y los servicios, a
lo que se añadía, una base productiva relativamente modesta, que reposaba en la
artesanía y la producción agrícola, incluso aquella del Cercado que no se incluyó en
estos censos. Aquí se puede inferir una limitación en la información estudiada, referida
a que no se resalta suficientemente, la importancia de la economía del maíz y la chicha
que ponían de manifiesto otras estadísticas, como veremos más adelante. Dicha
economía, entre los años 1940 y 1950, experimentó una reactivación de su sector
industrial y una ampliación de las actividades comerciales y de servicios en general, que
es coincidente con el proceso efectivo de crecimiento de la mancha urbana y la
aplicación de los instrumentos de la planificación. Lo anterior, vendría a demostrar que
en este caso, el crecimiento de la ciudad y la necesidad de planificarla, expresaban
finalmente, un nivel de crecimiento de las fuerzas productivas urbano regionales que
tratan de adecuar la aldea tradicional a las nuevas exigencias económicas sociales y
técnicas de transformación de la base hacendal de esta economía, sobre todo, en el
Cercado. Esta tendencia se acentuará dramáticamente con posterioridad a 1952, aunque
27
presentando profundas contradicciones que marcarán el carácter posterior que asumirá
la ciudad en las décadas siguientes, modificando su vocación fabril emergente, por una
otra, que privilegiará el sector del comercio y los servicios.

Con estos antecedentes, podemos penetrar mejor en el panorama que ofrece la actividad
económica y social de la ciudad y comprender con más precisión ciertos rasgos que la
estadística fría no revela. Una crónica de 1922 es aleccionadora a este respecto, al
señalar que bajo una cubierta de aparente paz e inmovilidad, se tiene la impresión de
estar presenciando “una tragedia mal escrita y peor representada” pues la realidad que
la ciudad ofrecía en sus zonas centrales, y que tomaban como base las descripciones
turísticas y oficiales que de ella se hacían, no representaban la verdadera ciudad de
Cochabamba, que para ello, era necesario:

ir a los barrios pobres, a los pueblos, a los fundos. En esa parte triunfa el
despotismo más irrisorio, triunfa la miseria más vergonzosa. Hay necesidad de
contemplar aquellos paisajes de profunda desolación, de sentir todo el enorme
dolor de una raza (...) y los barrios pobres, en esos barrios se ven casas que
francamente emocionan a uno. En esos barrios solloza la virtud de las
muchachas bajo la violencia o la paga cínica de los de arriba. El alcohol es el
perfume de esos lugares. Los niños sucios y desnudos se arrastran por la
hediondez de los charcos de agua estancada. ("Ciudad Alegre y confiada". El
Ferrocarril nº 4302, 14/09/1922).

El Alcalde Rafael Torrico Lemoine corrobora alguna de estas impresiones, al emitir los
siguientes conceptos, en una charla con el Director de El Heraldo:

Es tan triste contemplar el lamentable atraso de la localidad, que cuando se


lega de algún tiempo a esta privilegiada tierra, hace el aspecto de una ciudad
dormida. sin industrias y sin comercio. Cochabamba es una ciudad colonial,
donde no hay el bullicio y la algarabía del progreso y donde las actividades
incipientes no alcanzan vuelo ninguno (...) es una metrópoli dormida, alegre y
confiada (...) Un país sin trabajo, s1n industria y sin actividades. Tiene que ir
forzosamente a la ruina estrepitosa. (Charla con el Alcalde, El Heraldo nº
9584, 18/03/1925).

Las impresiones anotadas nos dan una idea de la realidad de la ciudad y la región, que a
partir de l925, sufre el embate de una renovada crisis, motivada entre otras cosas, por la
severa contracción del mercado del maíz utilizado en la fabricación de alcoholes, y por
la irrupción por la vía férrea Villazón-Atocha, de grandes cantidades de grano argentino
barato. Algunos efectos de esta situación, se ponen de manifiesto rápidamente:

Actualmente la ciudad atraviesa por una fuerte depresión económica causada


por el excesivo aumento del costo de vida y el enorme recargo del impuesto que
paga. Como un signo evidente de este hecho, la depreciación del valor de la
propiedad urbana se ha hecho notable. Más de un 50% de la renta está
consagrada a la atención de las deudas contraídas durante los años anteriores
a 1924, que fueron muy malos para la agricultura. En el primer semestre de este
año, el movimiento de la propiedad acusa una diferencia de más de 800.000
Bs. entre el valor de las ventas y el de las hipotecas, diferencia que puede
indicar la depresión que hay en la compra-venta de propiedades y el excesivo
27
aumento de las deudas". (El Departamento de Cochabamba, El Republicano nº
2931, 14/09/ 1926).

En cierto modo, éste resulta el telón de fondo en que se realizan las primeras obras de
infraestructura urbana contempladas en el capitulo anterior. Cabe sugerir que las
mismas, al margen del cambio cualitativo que introducen en la vida urbana, también
fueron un recurso importante de captación de mano de obra desocupada. No obstante
para estos constructores de la ciudad moderna, los beneficios en materia de
mejoramiento urbano, poco o nada significaron, en lo que se refiere a la calidad de su
hábitat, pues dichas obras de desarrollo, como se observó con anterioridad, se
concentraban en la zona central de la ciudad y se prolongan a algunas avenidas, dejando
extensas zonas intermedias y periféricas, en condiciones similares a las que imperaban
en el siglo XVIII o XIX, salvo un ritmo de asentamiento más intenso.

Esta es la razón por la cual un otro indicador fundamental para medir las condiciones
reales de la vida urbana, es la cuestión de la higiene ambiental y la salud de la
población: como vimos en el capitulo 9, un componente esencial de la crisis urbana del
siglo XIX, fue la cuestión de la higiene y la salud de la población, caracterizada por
frecuentes epidemias y una elevada tasa de mortalidad, sobre todo infantil. En las
primeras décadas del siglo XX no se modifica esta situación, tal como se puede
comprobar en la estadística que revela el cuadro siguiente:

CUADRO Nº 77: Ciudad de Cochabamba: Tasas de mortalidad (1919 – 1923)

Años Número de Tasa de Tasa de


defunciones mortalidad (por mortalidad
mil habitantes) corregida (1)
1919 1.750 43,75 55,55
1920 1.706 42,50 54,15
1921 2.540 63,50 80,63
1922 1.500 37,50 47,62
1923 1.764 44,10 56,00

(1) La estadística anterior, se estableció, de acuerdo a la fuente utilizada, sobre un cálculo de


población de 40.000 habitantes. Sin embargo, tomando en cuenta el resultado de los censos de 1900 y
1935, para la ciudad y el Cercado (36.222 y 62.325 habitantes respectivamente), se establece una tasa
de crecimiento anual de apenas 1.27, por tanto la población media para el periodo 1919-23 sería de
46.890, correspondiendo a la ciudad unos 31.550 habitantes: sobre esta base se introducen
correcciones a la tasa de mortalidad de esta estadística.
Fuente: Revista Industria y Comercio nº 82, 26/08/1924.

El autor de la estadística anterior confesaba “Si hacemos una comparación con el grado
demográfico de otros centros como La Paz, Oruro o Sucre, no podemos menos que
confesar la amarga realidad, de que Cochabamba, sino es la ciudad más mortal de
Bolivia, debe hallarse en primera línea” Comparativamente, dicho analista señalaba,
que por ejemplo, en el año 1923, la tasa de mortalidad en La Paz era de 21.70, en Oruro
de 23,00 y en Sucre de 13,00; en tanto en Cochabamba, alcanzó a la elevada cifra de
44,10. Asimismo, llamaba la atención sobre la relación entre el índice de mortalidad y
natalidad, anotando que en el citado año de 1923, los nacimientos en Cochabamba
alcanzaron a 2.012 (o sea, expresaron una tasa de natalidad de 50,3 por mil) y las
defunciones a 1.764. Resultando una diferencia en favor del incremento vegetativo de la
27
población de 248 nacimientos245. Apoyado en lo anterior, nuestro analista extrae la
siguiente conclusión: “Tomando como base esa relación cuyas diferencias no pueden
ser mayores, llegaríamos a la conclusión de que si Cochabamba no recibiese población
extraña, su densidad sería problemática. Para duplicar la cifra actual de su población
(40.000 habitantes) se necesitarían no menos de 60 años”246. Es difícil hacer una
interpretación de la dinámica poblacional a partir de un dato aislado, sin embargo se
puede presumir que, el ingrediente inmigratorio, ya para esa época, era significativo en
el crecimiento de la población.

Por otra parte, el bajo índice de natalidad, también es un indicador de que las
condiciones sanitarias y de atención al embarazo, no han mejorado sustancialmente con
respecto al siglo anterior. Siguiendo con el razonamiento del autor anónimo de estas
estadísticas, llegamos a una cuestión central para retomar el análisis: ¿A qué se debe
esta elevada tasa de mortalidad? Al respecto se esboza la siguiente respuesta: “A varias
causas: En primer lugar, a la falta absoluta de higiene en la ciudad. En segundo lugar,
al descuido con la salud y la vida del niño. Es increíble que aquí mueran anualmente
872 personas, de edades comprendidas entre 1 día y 7 años”.

Estableciendo la distribución por edades del volumen de defunciones registrado para


1923, se proporciona la siguiente información, considerando un periodo vital de 100
años, que el autor de esta relación estadística divide en tres periodos:

CUADRO Nº 78: Ciudad de Cochabamba: Mortalidad en 1923: Distribución por


grandes grupos de edades

Grupos Distribución por Número de


edades defunciones
Primer Tercio 0 a 20 años 981
Segundo Tercio 21 a 60 años 470
Tercer Tercio 61 a 100 años 313
Total 1.764
Fuente: La citada en el Cuadro nº 77

A continuación, se sugiere la siguiente interpretación: “Hemos hecho la anterior


relación para mostrar que la época más vital del hombre es la que recibe el golpe más
rudo. Los primeros 20 años son en Cochabamba, el ciclo de la mayor defunción”. Si a
lo anterior añadimos que de este primer conjunto de defunciones, un 88.89%
corresponde a la primera infancia, constataremos la realidad de la vigencia de un viejo y
doloroso problema: la enorme mortalidad infantil, que lejos de solucionarse se

245
Un cálculo realizado por Arturo Taborga y Jesús Lozada en 1927, para la Misión Kermerer en el
Departamento de Cochabamba, fijaba una tasa de crecimiento poblacional anual de 2,06%, apoyada en
una estimación basada en 1as diferencias entre natalidad y mortalidad en el periodo 1922-1926. Este
cálculo sugería para dicho año, una población para Cochabamba y el Cercado de 50.570 habitantes a la
que se añadía un 5% más, como estimación de tasa emigratoria, de donde resultaba una población de
55.513 habitantes, cifra obviamente abultada. (El Republicano, nº 3380, 23/0l/1928.
246
De acuerdo a los datos señalados la composición de la tasa anual de crecimiento para 1923 seria: Tasa
de crecimiento vegetativo: (0,68) + Tasa inmigratoria (0,59) = Tasa de crecimiento anual (1.27).
Sensiblemente no se han encontrado datos de natalidad conformando series correlativas que nos
permitieran ajustar mejor estas apreciaciones. Por lo demás, 1a población de 1950, alcanzará a 80.795
habitantes, indudablemente porque se incrementa 1a tasa de natalidad, pero sobre todo, por que crece
considerablemente el proceso inmigratorio
27
agudizaría en años posteriores, hasta cobrar dimensiones de tragedia en nuestros
tiempos247

Este cuadro de elevada mortalidad y en general, la situación de la niñez de familias


pobres, no obstante, no concitaba excesiva atención de las autoridades. Muy de tarde en
tarde algún editorial o crónica periodística, tocaba este tema. Sólo esporádicas
relaciones estadísticas raramente interpretadas, daban cuenta de esta situación.
Obviamente que la situación en las áreas suburbanas y rurales, debió ser aún más
dramática: Un editorial que excepcionalmente se ocupa de este tema anotaba:

Una familia pobre, de escasos recursos para vivir, que pasa días enteros sin
tomar alimentos bastantes, que cuenta con muchos hijos, ha debido ofrecer sirvientes
para las casas de hacienda o de la ciudad, y si sabe que allá o más aquí se los
necesita, no vacila en desprenderse de uno de sus hijos (...) Es entonces que se
acentúa más la. vía crucis dolorosa del pobre niño (...) pero los sufrimientos que se le
dan en privado, en las ciudades o en el campo, donde la acción policiaria no llega,
sino en ocasión de un crimen mayor, no alcanza al conocimiento público (...)
'Todo aquello porque sencillamente para las gentes rústicas de nuestros
campos, poseer hijos es tener una fuente de entradas. He ahí la causa por la que
sacrifica en un comercio clandestino, a esta infancia desvalida y doliente (El
Ferrocarril nº 1519, 30/04/1915).

Otras cifras de mortalidad del año 1909, alarmaban a El Heraldo, que bajo el sugestivo
título de un editorial: “El derecho a la vida” anotaba: "examinando con atención la
estadística de defunciones, encontramos una cifra alarmante: que sin ofender al
municipio, no es posible concebir que hasta hoy, hubiera pasado desapercibida. Nos
referirnos a la mortalidad infantil, que es colosal en Cochabamba”. Se anota que el
motivo de alarma era la estadística de mortalidad del año 1908, que mostraba: de 1.183
defunciones, 432 correspondían a niños de I a 6 años de edad. “Estas cifras son
suficientemente elocuentes para. revelarnos con claridad tétrica, el origen de la
mortalidad en Cochabamba, casi el 40% de la mortalidad. está representada por
niños”. A1 preguntarse, el editorialista, por las causas de este drama, apuntaba:

La infancia en Cochabamba, se halla completamente abandonada, los poderes


públicos jamás han fijado en ella su atención. Para curar a los adultos existen
hospitales, para atender a la sanidad de los niños, ninguna institución. Ni una
sola medida, nada absolutamente, ni el menor acto de protección a la infancia...
El resultado es lógico, los niños mueren por centenas y nadie parar mientes en
ello. (El Heraldo nº 5600, 13/04/1909).

En 1910, el Munícipe Rafael Ugarte en vista de la elevada mortalidad infantil, planteó la


necesidad de crear un presupuesto especial para organizar un consultorio médico para
niños, incluyendo un despacho gratuito de medicamentos. A este respecto se anotaba
que esta iniciativa iría fundamentalmente a proteger a la clase proletaria, que ante la
imposibilidad de procurarse medios para acudir ante los facultativos y comprar drogas:
“entrega sus hijos a empíricos que precipitan la muerte, empleando procedimientos

247
Una estadística de 1890, no difiere mayormente de la anterior: De 1763 defunciones, 913
corresponden a niños entre 1 día y 6 años y 1.037 al primer tercio (0 a 20 años) (Memoria del Presidente
del Consejo Departamental en el año 1890)
27
bárbaros de curación: masajes violentos, drogas venenosas y cataplasmas
nauseabundos”. Señalaba que la causa de muerte que normalmente se asentaba en los
libros de defunción, se resumía en la frase: “murió de arrebato”, vocablo de acepciones
múltiples “que podrían hacer referencia a congestiones y maltratos que podrían ser
curados por un médico pero que con los masajes y emplastos de los curanderos,
precipitan la muerte” (El Ferrocarril nº 54, 26/02/ 1910)248

Las condiciones sanitarias de la ciudad, que generaban constantes epidemias de diverso


tipo, eran la causa principal de este cuadro de mortalidad infantil, que recogía sus
víctimas tanto entre los hijos de familias acomodadas, como entre los de familias más
humildes, pero en este último caso, con especial saña. En realidad, si hubo algún
problema con rasgos de segregación social, el más marcado fue éste. Las oportunidades
de supervivencia se vinculaban directamente con la situación económica, social y
cultural de la familia, con la calidad de su hábitat con el acceso a la escasa
infraestructura y a los precarios servicios médicos, en un medio donde los progresos de
la ciencia médica y la salud pública eran extremadamente lentos249

Una primera y enormemente meritoria respuesta concreta a la necesidad de proteger la


infancia de nuestra ciudad, fue la creación en el Hospital Viedma, de un pabellón de
niños, patrocinado por doña Albina Patiño en 1912250

El cuadro de mortalidad urbana analizado, demostraba que las condiciones sanitarias y


de higiene pública, no experimentaron variantes con respeto al siglo XIX. Uno de los
hechos más significativos en el siglo pasado, fue la construcción del Hospital Viedma,
sin embargo, hacia 1900 ya se consideraba la idea de un nuevo hospital, en vista de las
crecientes deficiencias del primero. Desde esta época los partidarios de una nueva
instalación y quienes propugnan reformas y ampliaciones en la edificación existente,
exponen sus razones, pero la realidad presupuestaria define la cuestión, dando paso a un
lento proceso de ampliaciones y añadidos, que si bien resuelven momentáneamente un
requerimiento, no se logra consolidar una estructura hospitalaria eficiente y planificada.
Son frecuentes reclamos de este tipo: “El Hospital cuyo origen fue fiscal, fue
abandonado por los gobiernos de la República sobre los hombros de nuestro pobrísimo
ayuntamiento dándole para su sostén el miserable ingreso de los diezmos del Chapare,
que hoy, en forma. de catastro, rinde menos de Bs. 20.000 anuales” (El Heraldo nº
3847, 18/ 11 / 1902).

Este es el contexto en que penosamente sobrevive el Hospital Viedma. Recién en la


década de 1930, durante la Guerra del Chaco, y sobre todo en la posguerra, se
diversifican los servicios de salud. Así se plantea en 1935, la necesidad de un Hospital
para tuberculosos, antes se organizó un Hospital Militar. Ese mismo año, se proyectaron

248
Un informe de 1890 enumeraba las causas más frecuentes de las defunciones infantiles, anotando que
las principales eran: la alfombrilla, la disentería las fiebres tifoideas las intoxicaciones lácteas (uso de
leche contaminada), las pulmonías, la desnutrición, la viruela. 1a difteria y las anginas. (Memoria del
Presidente del Consejo).
249
Un excepcional testimonio de las condiciones sanitarias del siglo XIX, que en lo esencial estuvieron
vigentes hasta bien avanzado el siglo XX, constituye 1a biografía del ilustre médico Julio Rodríguez. (Ver
Rodríguez, 1978).
250
“El edificio asentado en una extensión de 48 metros tiene un frontis artístico, consta de dos salones
con 28 camas y dos piezas pequeñas de aislamiento Esta es la sección niñas. Frente a este, existe otro
pabellón igual para 1a sección niños, con la leyenda “Pabellón Simón I. Patiño para niños". (El
Ferrocarril, 28/ 12/1912).
27
construir algunos hospitales provinciales en Totora y Aiquile, este último, militar
destinado a atender a los evacuados de la contienda del Chaco251.

No obstante en 1927, se convocó a un concurso para elaborar “planos de


modernización” del Hospital Viedma, propiciado por un Comité Pro- Hospital. En enero
de 1928, se entregaron cuatro anteproyectos en el despacho prefectural. Sin embargo los
resultados no fueron conocidos. (El Republicano nº 3393, 5/02/1928). Igualmente en la
década de 1930, se organizó la Dirección General de Sanidad, dependiente del
Ministerio del ramo y en 1935, el Municipio dispuso la suma de 30.000 Bs. para
organizar la Sanidad Municipal, “cuya atención se dirige sobre todo a la gente
proletaria que no tiene recursos para pagar un médico”, en tanto, también con motivo
del conflicto del Chaco, se organizó la Jefatura de Sanidad Departamental, cuyo primer
director fue Dr. Aurelio Meleán. Luego, como consecuencia de una epidemia palúdica,
se organizó la Oficina de Lucha Antipalúdica (El País, nº 448 5/04/ 1938).252

En la década de 1940, los servicios de salud se nuclean en torno a la Dirección de


Sanidad Departamental, organismo del que depende el Centro de Salud Cochabamba,
que en 1946 libra al servicio público sus secciones de: clínica del niño sano (medicina
preventiva), clínica de la madre, clínica dental, vacunaciones, clínica de higiene social
(antivenérea), sección antipalúdica, rayos X y la sección de enfermedades bronco
pulmonares. (El País, 30/11/ 1946).

Pese a todos estos esfuerzos, el tradicional cuadro epidemiológico que caracterizó a la


ciudad, no se modifica sustancialmente. Observemos la constancia de algunas epidemias
que se desarrollan en la ciudad en la primera mitad del siglo XX, aunque aclarando que
esta relación, está lejos de ser exhaustiva y no toma en cuenta las llamadas
“enfermedades de la temporada”, sino aquellas que registró la prensa con características
de proceso epidémico evidente:

251
En lo que respecta a la situación del Hospital Viedma, una va más se destaca la ausencia de apoyo
gubernamental: “La Municipalidad hace lo que puede, pues destina más de 200.000 Bs. anuales al
sostenimiento del Hospital Viedma, que es un hospital central porque acuden enfermos de Santa Cruz, el
Beni. Oruro, las zonas mineras y todas las provincias del Departamento, que 1a Municipalidad en un
porcentaje considerable tiene que suministrar alimentación y curación gratuitas. También la
Municipalidad ha cedido lo mejor de su Hospital, el pabellón de pensionistas, flamante construcción
para un Hospital Militar” (El Imparcial nº .314, 07/09/1935).
252
La Oficina de Sanidad Municipal fue inaugurada en 1936, “Contaba con cinco secciones: laboratorio
de química, consultorio infantil, de asistencia escolar, sala de lucha antipalúdica y el consultorio
externo” (El Imparcial nº 1409, 29/0l /1936)
27
CUADRO Nº 79: Ciudad de Cochabamba: Relación parcial de epidemias en el área
urbana (1909 – 1945)
Años Epidemias registradas por la prensa Fuentes
1902 Fiebre tifoidea. Se afirmaba: Hay tal número de enfermos en el Hospital El Heraldo, nº 3836
atacados de fiebre, que no hay recinto ya para ellos
1905 Fiebre tifoidea y viruela Se sugiere crear un lazareto El Heraldo nº 4445 y 4446,
El Heraldo nº 5628
1909 Alarma por elevada mortalidad infantil. No se precisan causas endémicas. Informe Municipal, El
1910 Preocupación por mortalidad infantil muy elevada. No se precisan causas Ferrocarril nº 55
endémicas. El Ferrocarril nº 235,
Presencia de numerosos casos de viruela y tifoidea. Se señala que 1a acequia de
la Carbonería “terrible foco de infección" y calor imperante son loa causantes. El Ferrocarril nº 259
Epidemia de Coqueluche o tos ferina. Este flagelo diezma a los niños. El Heraldo nº 7939
1917 Alarma por índices de mortalidad en especial de niños. “50% de defunciones en
la cuidad, corresponden a niños de I a 6 años". No se señalan causas endémicas. El Heraldo, nº citado.
Epidemia de variolosis. “Según últimos datos estadísticos, existen en el
Hospital 922 enfermos atacados de viruela”. El Heraldo nº 8145 y nº
1918 Epidemia de tifoidea, se instruyen medidas profilácticas y el uso obligatorio de 8246,
la vacuna antitífica Existen 70 casos en el Hospital Viedma. El Ferrocarril nº 4160
1921 Epidemia de influenza. No se dan otros detalles. El Heraldo nº 9913 y El
1926 Epidemias de tifoidea, tos ferina y terciana. Se atribuye a la escasez de agua Comercio nº 465
Epidemia de viruela. El Hospital Viedma registró 124 casos El Republicano 3173
1927 Surgimiento de paludismo. Fuentes
Años Epidemias registradas por la prensa
1935 Fiebre exantemática. Se detectan 28 casos en el Hospital Viedma Epidemia de El Imparcial nº 1208 y nº
fiebre tifoidea entre julio 1934 y junio 1935, se registran 1.460 casos. 1355
1940 Elevado índice de mortalidad por tuberculosis. El País, nº 1277
1942 Epidemia de fiebre tifoidea. Se señala que la causante es la famosa “Serpiente El País nºs 1329, 1345 y
Negra”. Paludismo: se detecta en 1a laguna de Alalay. “La malaria invade la 1360
ciudad de Cochabamba”.
1943 Continúa la amenaza del paludismo. El País nº 1431
1945 Incremento de la tuberculosis. Fallecen 134 personas. El Imparcial nº 4740

Se puede constatar que ciertas enfermedades como el tifus y las viruelas, que causaban
verdaderos estragos en la población infantil, eran endémicas en Cochabamba y
periódicamente, como muestra el cuadro anterior, asolaban a la población. Ahora bien,
tales enfermedades para ser endémicas, necesitaban de ciertas condiciones estables de
ausencia de higiene, como la que brindaban extensos basurales, donde se reproducían
nubes de insectos que contaminaban la ciudad; así como el uso, igualmente constante,
de aguas contaminadas, que por la falta de hábitos de higiene, no era purificada. Esta
presunción se confirma plenamente con lo publicado en la prensa de la época que no
cesaba de registrar denuncias sobre las pésimas condiciones ambientales de la ciudad.

Un acucioso estudio de las condiciones ambientales de la ciudad, realizado por el Dr.


Serapio Quiroga (1891), a fines del siglo pasado, y que no tiene un antecedente
equivalente posterior, muestra esta problemática con matices que no cambian en lo
esencial hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XX. El Dr. Quiroga se
preguntaba por la frecuencia de los flagelos epidémicos, y anotaba que los vectores que
incidían en este cuadro, eran las condiciones antihigiénicas de la vivienda, la
contaminación atmosférica y las condiciones de no potabilidad del agua que consumía
la población (cf, supra Capítulo 9). Con respecto a las condiciones de la vivienda
anotaba:
27
A parte de la mala e infecta construcción de las casas con muros de adobe
(mezcla de barro, bosta y paja), la distribución interior merece toda nuestra
atención (...) Hay generalmente en las casas que habitamos, uno o dos patios y
un sitio interior destinado a recibir toda clase de materias y todo lo inmundo
que encierran. las casas: es el depósito de desperdicios, donde las
fermentaciones se elaboran y dan nacimiento a millares de microorganismos
que pululan en el aire y están al alance de nuestro aparato respiratorio (...)de
esta forma, claro es, que las habitaciones y departamentos contengan agentes
diversos y seres orgánicos que están disputándose la ocasión de un
enfriamiento o de una miseria fisiológica, para hacer sus víctimas y verificar su
incubación hasta determinar un proceso proliferativo que da margen a una
enfermedad infecciosa (...) Ahora bien, si durante seis meses del año no se han
aseado estos depósitos, la estación lluviosa en lugar de lavar y concentrar todos
los focos de infección, los disemina y los vierte por un sistema de canales, en vía
pública: estas aguas impregnan al propio tiempo los suelos y los paredes.
Pasan los tiempos de agua, y entonces la atmósfera enfriándose y desecándose,
pone en libertad millones de microorganismos y agentes nocivos que nadan y
fluctúan en las capas atmosféricas, esperando un momento favorable para
realizar su desarrollo

Estas y otras razones abrumadoras aportadas por el Dr. Quiroga son suficientes para
entender la situación de crisis de salubridad que aquejaba a la ciudad. Las evidencias no
sólo se expresaban en el análisis de laboratorio, sino en la cotidianeidad de este
escenario urbano, que no logra ser mejorado, pese a la materialización de las
infraestructuras urbanas anteriormente estudiadas. En efecto, la crisis urbana de los
siglos XVIII, XIX y hasta el final del periodo que abarca este ensayo, es decir la
primera mitad del siglo XX, presenta su expresión más aguda, en la crisis de la salud de
la población. Veamos, aun a riesgo de ser reiterativos, la desproporción que se plantea
entre los tímidos esfuerzos y los escasos recursos del municipio, con respecto a la
extensión y complejidad de este problema: el incumplimiento de ordenanzas
municipales relativas a la higiene de la vivienda, era práctica casi generalizada, la
presencia de focos infecciosos y su multiplicación, constituía un proceso más dinámico
que los esfuerzos comunales para erradicarlos253

253
A título de mero ejemplo registramos algunas de 1as decenas de denuncias que eran publicadas en la
prensa de la época: “Debiera la Policía Municipa1 desplegar mucha severidad con los propietarios que
no cumplan las ordenanzas relativas al aseo del interior de las casas... muchas de las cuales se hallan
convertidas en focos de infección cuyas ingratas e insalubres emanaciones se dejan sentir en las calles a
gran distancia” (El Heraldo nº 3732, 10/03/1902). “Se hace insoportable el foco infeccioso formado en
1a esquina que cortan 1as calles Bolívar y Lanza por 1os desagües de la pila pública de esa esquina...
Estas aguas que confundidas con 1as que provienen de la acequia de la Carbonería, corren por 1a calle
Lanza, se infiltran en las cañerías”. (El Heraldo nº 4417, 06/02/1905). “El depósito de 1a fuente pública
de conocida con el nombre de Ingavi, con grave peligro para los vecinos que se sirven de dicha fuente”
[El Heraldo nº 237, 12/10/1904). “Parte del agua del consumo proviene de las filtraciones del suelo y por
tanto puede ser fácilmente contaminada por entes nocivos a la salud”(El Ferrocarril nº 309, 19/01/1910).
“La acequia de la Carbonería continúa siendo un foco permanente de infección” (El Heraldo nº 7756,
09/01/1917). “Se denuncia la existencia de ‘inmundos charcos’ en la calle Calama y la necesidad de una
canaleta subterránea desde la esquina de la calle 25 de Mayo y Calama” (El Heraldo, 28/05/ 1920) Se
reclama por el barrido de calles el exceso de polvo: “hay razón para que muchos extranjeros al llegar a
Cochabamba, enfermen casi inmediatamente” E1 Ferrocarril nº 4251, 13/07/1922) . Se reclama por que
lotes baldíos en lugares céntricos “están convertidos en cenizales y lodazales inmundos” (El País, nº
1025, 21/04/ 1940.
27
En 1904, se puso en vigencia mediante una ordenanza, el primer reglamento específico
sobre higiene y salubridad. Esta disposición imponía medidas drásticas y plazos
perentorios para lograr la higienización de la ciudad, es decir, erradicar charcos, aguas
estancadas, terrenos pantanosos en el interior de las propiedades urbanas, limpiar y
retirar las obstrucciones de las acequias, separar los desagües de aguas pluviales que del
interior de los domicilios iban a dichas acequias, de los de aguas servidas que debían ir
a pozos ciegos. Igualmente se disponía que: “Las fábricas de jabón. las galerías y
destilaciones de licor, no pueden establecerse en lo sucesivo, sino fuera del radio de la
población y las chicherías, a más de cinco cuadras de la. Plaza 14 de Septiembre”. Esta
prohibición se extendía a las curtiembres, que eran una de las instalaciones más
contaminantes. Además se disponía, la limpieza general de patios, corrales, cocinas,
pesebres y gallineros que abundaban en el interior de la ciudad. Se prohibía “en lo
absoluto la cría de cerdos, patos, gansos, conejos, ovejas, cabras, dentro del radio de
la población”. Se disponía la limpieza de los mercados y se daban instrucciones
precisas, para retirar animales muertos, que con frecuencia entraban en descomposición
en plena vía pública. Por último se instruía sobre el regado y limpieza diario de las
calles, imponiéndose para los renuentes, gran diversidad de multas y apremios. (El
Heraldo nº 4219, 20/05/1904). Complementando estas medidas, se sugería organizar un
sistema de “carros basureros” para superar el enorme problema de eliminar los
desperdicios (El Heraldo nº 4467, 12/04/ 1905).

Estas medidas, que en el plano teórico, sin duda eran acertadas, jamás fueron
implementadas por una firme voluntad de hacerlas cumplir, ni contaron con recursos
financieros suficientes para reforzarlas. De esta forma, a desmedro de medidas
administrativas, las epidemias son una constante, casi diríamos, parte de la vida diaria
de la ciudad. En 1926, o sea en un momento en que las instalaciones de agua potable
están ejecutadas, y las de alcantarillado se ejecutan; una severa epidemia de tifus
ensombrecía todo este esfuerzo. Al respecto, se señalaba que: “la falta de aguas es tal
vez la causa principal, pues la mayor parte de las instalaciones sanitarias son focos de
infección, por la absoluta falta de agua, construyéndose un verdadero peligro, y sin
embargo, se han pagado Bs.141.000 por las decantadas aguas de Arocagua” (El
Heraldo nº 9913, 13/05/1926).

Algunas reflexiones sobre este tema, ya en esta época, encontraban una explicación más
política y social a esta situación, al comprobar que la distribución de los riesgos para la
salud entre la población, permitían diferenciar clases sociales, y que en cierto sentido, la
filosofía de la “modernidad”, era una estrategia de las clases poseedoras para alcanzar
varios objetivos, entre otros: consolidar las funciones comerciales, financieras, de
servicios y administrativas, en las zonas centrales de la ciudad, que de paso se
consideraba "la verdadera ciudad” 254, lograr la valorización de las tierras en este centro,
concentrando la dotación de la infraestructura urbana en estos sitios, que a la vez, eran
residencias de grandes terratenientes, comerciantes importadores, políticos que se
desempeñaban en importantes cargos públicos,
alto clero, notables por fortuna o apellido, etc. En suma, se trataba de materializar un
medio urbano “modernizado” que protegiera mejor a las elites, de los riesgos de este
cuadro de permanente y aguda crisis sanitaria. A este respecto, un periodista con
sensibilidad social, hacía esta, poco frecuente e incisiva observación:
254
La denominada “ciudad moderna”, en realidad, no abarcaba un perímetro mayor a 6 u 8 cuadras en
torno a la plaza de armas, el resto eran quintas y huertos, más allá, en dirección Norte y Este, comenzaba
la campiña, en tanto hacia el Sur, se situaban los “barrios obreros".
28

Si se hace un estudio conciso sobre la situación actual, en lo referente al estado


de la salubridad en Cochabamba, habrá que confesar que jamás se ha visto en peores
condiciones. Si la malaria hubiera atacado a la gente de sociedad, al rico, a los
llamados nobles, habríamos tenido el alboroto más grande, comisiones médicas,
drogas valiosas, conferencias sobre la manera de curar y evitar la propagación
del mal... pero se trata del indio, y no importa que muera, que desaparezca, a quién
le va ni le viene, es un animal desgraciado, para él no hay caridad. (El Heraldo No.
9930, 7/06/ 1926).

Este veredicto drástico, bien podía aplicarse a los suburbios urbanos y a los barrios
populares que continuaron en las oscuridades y precariedades del siglo XVIII y XIX, en
tanto “la ciudad”, esto es el actual casco viejo, comenzaba a recibir las bondades del
siglo XX. La pavimentación y los desagües de aguas servidas mejoraron la calidad de
vida de este centro, pero en realidad, lo que se hizo fue reubicar los focos infecciosos en
la periferia urbana.

En todo caso, queda en evidencia, no sólo la ineficiencia de la administración


Municipal255, cuya Policía Municipal, no poseía recursos, medios, ni voluntad para
enfrentar la crisis urbana; pero sí, cuidaba con celo, que la zona “limpia”, esto es la
parte “moderna” de la ciudad, (lo que equivale a decir: pavimentada, con energía
eléctrica, agua y alcantarillado) fuera preservada de la acción “incivilizada” de incultos
indios y artesanos. Es decir, que el concepto de “higiene”, era más una práctica de
“barrido de escorias” materiales y sociales hacia los extramuros. Lo importante era, que
la plaza principal y unas 6 u 8 cuadras a la redonda, mantuvieran cierto decoro. Más allá
de este límite, se pretendía que la belleza de la campiña ocultara todos los males,
aunque esto, no se daba precisamente de esta manera. En efecto, esta situación tuvo en
un cronista anónimo de El Republicano, a un crítico implacable, tal vez el más severo
de todos los que hemos podido estudiar. Al respecto afirmaba, que Cochabamba era la
ciudad más sucia de la República: “está rodeada de cenizales por todas partes de
manera que parece Cochabamba una capital confinada por montañas y lagunas de
inmundicia. La existencia de un sin número de muladares, constituye casi el carácter
de la ciudad”. Añadía además, que la ausencia de sistemas de control y de
infraestructura adecuada para promover las prácticas higiénicas de la población, hacía
que el surgimiento de basurales fuera algo incontrolable: “una especie de lepra que
siempre se desarrolla en lugares donde tiene que haber mayor aglomeración de gente:
junto a la Estación de Ferrocarril, a la Luz y Fuerza y a la. Railway. Junto al Hospital,
detrás de la Escuela La Tapia, cerca del Asilo de Mendigos y otras vecindades
parecidas”256. Reclamaba que el municipio debía declarar “guerra sin cuartel a la lepra
de los muladares clásicos de Cochabamba”· En cuanto a la situación imperante en la
periferia de la ciudad anotaba: “Las industrias principales en los suburbios son las de la
elaboración de la chicha. y la crianza de puercos, actividades que son por si mismas
255
La Policía Municipal estaba constituida por un Intendente, un Comisario Mayor, 9 Comisarlos de
Cuartel y unos 20 agentes de 1impieza, apoyados por 6 carretas de recojo de basura Sólo esto, para
atender el saneamiento de una población de unos 40.000 habitantes, a fines de la década de 1930.
256
E1 cronista citado. crudamente y sin recato nos transmite esta realidad de la ciudad, que bien merece
ser conocida: “La ciudad en si es asquerosa. Basta para ratificar ello, que existan pocas instalaciones
sanitarias, siendo ellas mismas focos de infección por falta de agua en la ciudad, de manera que sigue
ésta ahogada por la atmósfera malsana de los corrales de 1es casas ..Andar por 1as calles de la ciudad
es una verdadera empresa, por paso que se dé, se encuentra con un niño o una chola, que encuentran,
por mala educación del país, perfectamente natural ensuciarse en la calle”
28
sucias, dada la índole personal de los industriales. Las aguas servidas se echan a la
calle, a pesar de todas las prohibiciones municipales, por que la mayoría de las
personas vive en ‘tiendas’ y no tiene donde arrojarlas, máxime si no hay servicio
municipal para recogerlas” (La Limpieza de la ciudad y la Policía Municipal, El
Republicano nº 3414 de 28/02/1928)257

Algunos años más tarde, a poco de concluida la Guerra del Chaco, que como anotamos
anteriormente, promovió una mejora relativa en la infraestructura de equipamientos de
salud, el problema era sustancialmente el mismo:

Montones de basuras inundan todas las calles, formando charcos inmundos en


muchas de ellas, y cuyas consecuencias las autoridades no quieren tomar en
cuenta, manteniéndose los cenizales en los barrios apartados (...) Parece que la
Municipalidad no se interesa por esa población numerosa que es obligada a
habitar casas y barrios insalubres y donde se originan las muchas
enfermedades que se propagan con rapidez, como la fiebre tifoidea y la viruela.
(El Imparcial No. 1463 de 3/04/ 1936).

En 1937, cuando la mayor parte de la población del sector central está servida por la red
de alcantarillado, se evidencia una curiosa resistencia a utilizar este servicio
indispensable. “Son muy pocos los propietarios que han hecho instalaciones higiénicas
en sus casas”, se quejaba un comentarista de la prensa, “la mayoría de las viviendas se
mantienen como en los mejores tiempos coloniales, en que las necesidades corporales
se hacían en los patios traseros o canchones”. Nuevamente se reclamaba por la
inoperancia municipal, por no hacer cumplir sus propias disposiciones, con respecto a
que cada dueño de casa tuviera un baño bien instalado, y a que no existieran servicios
higiénicos públicos, que erradiquen “la práctica popular de ensuciar las calles” (El
servicio higiénico de la ciudad, El País nº 292, 16/06/1937)258.

Es evidente que las, en realidad modestas transformaciones que recibe la ciudad, si se


las compara con los progresos de La Paz y ciudades importantes de América Latina,
conforman un escenario urbano que todavía contiene muchos ingredientes del pasado
que la nueva fisonomía emergente no logra esconder. Esto es especialmente válido, en
relación a la persistencia tenaz de los hábitos tradicionales de la vida cotidiana, que se
transforman mucho menos, e incluso se resisten a cambiar, en relación con las nuevas
apariencias de “ciudad progresista” que se materializan en dicho escenario. La rígida
estructura señorial y racial de la sociedad hacendal, pudo asimilar los vientos
modernizantes de Europa Occidental y EE.UU., pudo incluso reemplazar la figura del
257
Otra crónica de la misma época sostenía: "1a ciudad de Cochabamba tiene la suerte de estar rodeada
de una espacie de muralla o fortaleza de inmundos cenizales que constituyen horribles focos de todo
género de enfermedades (…) en los cuatro puntos cardinales de la población se alzan esas colinas
formadas de asquerosos residuos orgánicos en plena descomposición, donde la desgraciada gente que
carece de servicios sanitarios se ve obligada a realizar actos de acrobacia para el desahogo de sus
necesidades fisiológicas” (Revista Industria y Comercio nº 189, de 13/01/1928).
258
Dicha crónica una vez más acotaba algo que ya resulta familiar: “tanto va la despreocupación que no
sabemos cómo en pleno centro de la ciudad se permite a los inquilinos de tiendas botar orines e
inmundicias a la calle (…) La Municipalidad contribuye en gran medida que se perpetúe la costumbre:
¿Qué hace 1a gente que habita 1as tiendas del Mercado Viejo (el espacio que hoy ocupa el edificio
municipal) entre las calles 25 de Mayo y Jordán, sino dispone de servicios higiénicos?... Pues, lo que ha
hecho siempre: ocupar la calle con 1os desperdicios que esa gente tiene en las tiendas municipales, su
taller, su alcoba, su cocina y su criadero de animales” (El País, número citado).
28
“caballero” por la del “gentleman” y el “clubman”, pero no pudo prescindir de su visión
clasista y segregacionista, en lo que respecta al tratamiento de la crisis de la salud, y en
general, al sesgo que debía tomar el desarrollo urbano.

Hasta antes de la Guerra del Chaco, la ciudad había consolidado los servicios de energía
eléctrica, agua potable, alcantarillado y desagües pluviales259. El inicio y desarrollo de
las obras de pavimentación y sobre todo los efectos sociales de la posguerra, en el
ámbito urbano, se tradujeron en tres fenómenos principales: la agudización de la penuria
de la vivienda que ya se dejaba sentir en la década de 1920, el incremento de la tasa
emigratoria del campo a la ciudad, factor que modifica el lento crecimiento poblacional,
y la acentuación de la valorización de la tierra urbana, y su incorporación en grado cada
vez más amplio, como una mercancía más, a un mercado capitalista urbano en
expansión. Estos hechos, consolidan la hegemonía del centro de la ciudad en relación al
conjunto urbano, ahora muy extendido, por efecto de sucesivas ampliaciones de su
perímetro, reforzándose así, con los recursos tecnológicos de que dispone el desarrollo
urbano, la estructura concéntrica tradicional, pero esta vez, como veremos más adelante,
como un lugar central que aspira a cobrar la fisonomía de las urbes capitalistas
modernas.

Si bien hacia fines de la década de 1940, en que la concurrencia de los factores anotados
obligaron a pensar la ciudad y su porvenir, en términos de la adopción de previsiones
técnicas especializadas, con el concurso de urbanistas y planificadores, la decadencia de
la sociedad hacendal, no logra debilitar en el ámbito urbano, el sentido señorial, racial y
segregativo de este espacio “que se moderniza”. Los beneficios del agua potable por
cañería, el alcantarillado, los desagües pluviales, el pavimento y las aceras: en fin los
beneficios de la salud y la vida, no están contemplados como beneficios generales, sino
en el plano teórico, para ser ejecutados en lugares no diferentes a aquellos donde se
concentra el capital comercial, financiero e inmobiliario, sin que ésta determinación
provocara ningún rubor ni reflexión, si se considera que los recursos no provenían de la
pujante industria, sino de la criollísima economía del maíz y la chicha. Un vecino de la
zona Sur, en pocas palabras resumía así esta conclusión: “¿Por qué los pobres
habitantes de Caracota y el Barrio Sur (Jaihuayco) estamos abandonados por Dios y
los hombres? ¿Por qué sus calles continúan polvorientas y jamás hemos recibido
mejora alguna?”, para luego añadir: “Nuestro barrio es un barrio alegre, y que tiene
más de 2.000 establecimientos de chicha. Con la chicha se pagan impuestos, con los
impuestos se pavimenta la ciudad, ¿Por qué, entonces, no se pavimenta el barrio que
más contribuye en chicha e impuestos a la pavimentación?” (El País No. 846 de 26/08/
1939)260. Obviamente nadie se molestó en dar respuesta a una pregunta tan
impertinente, La ciudad modernizada con el sudor y el esfuerzo del atraso rural, era algo
que no estaba en discusión

259
El servicio de energía era el único que se había extendido más allá del núcleo urbano consolidado.
260
Esta cifra era exagerada, pero más de un 60 % de las chicherías en la ciudad, se asentaban en la zona
Sur
28
Capítulo 15
El comercio y la banca

Los ideales de progreso que iluminaron el pensamiento de los más esclarecidos


ciudadanos del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, no reposaban en la
interpretación de las transformaciones que se debían operar en la sociedad tradicional,
sino apenas expresaban aspiraciones, que eran una combinación de ilusiones, esperanzas
y deseos más o menos abstractos. A veces quienes comparaban su inmóvil campanario
con la dinámica del mundo capitalista al que se asomaban, no dejaban de evidenciar un
dejo de ironía y amargura al reflexionar sobre la lenta marcha de la sociedad de su
tiempo.

Un notable patricio, que luego de largos años de permanencia en Europa, retornaba a su


ciudad para ocupar el cargo de Alcalde de Cochabamba, expresaba la impresión que los
agudos contrastes entre una sociedad industrial dinámica y la inmovilidad aldeana le
producían señalando:

Cochabamba es una ciudad colonial, donde no hay el bullicio y 1a algazara de1


progreso, y donde las actividades incipientes no alcanzan vuelo ninguno (...) es
una ciudad dominada, sin industrias y sin comercio (...) vueltos a 1a casa
solariega de muchos años, hemos contemplado el querido terruño sumido en el
marasmo más agobiante... (Charla con el Sr. Alcalde, Rafael Torrico Meleán, El
Heraldo nº 9584, 18/03/1925).

Expresiones de esta naturaleza eran frecuentes y no sólo eran privativas de notables


eminencias, sino en especial de la intelectualidad joven, que aún con anterioridad a la
Guerra del Chaco, comenzó a cuestionar la sociedad hacendal y sus enormes injusticias.
Los cambios que se operan en la ciudad y que fueron relatados e interpretados en los
capítulos anteriores, reforzaron los ideales de progreso, que paulatinamente dejaron de
ser una entidad ilusoria, para ser identificados con el desarrollo del campanario. De esta
forma “la tierra de los mayores”, dejó de ser un espacio de veneración intocable: la
modernidad invadió la vida cotidiana, los gustos, las vestimentas, los viejos hábitos
paulatinamente se fueron modificando. Pero, algunas innovaciones fueron aún más
radicales: un día el venerable carruaje o la berlina, fueron reemplazados por el
bullicioso automóvil, la diligencia por el tranvía y las anacrónicas velas de cebo por
brillantes ampollas de vidrio que se alimentaban con energía eléctrica. Luego irrumpió
el biógrafo261 y por último la radio emisora, que acabó con siglos de aislamiento
aldeano, e indudablemente fue un instrumento poderoso de transformación de la
sociedad tradicional.

Finalmente, llegó el progreso material bajo la forma de innovaciones tecnológicas para


enfrentar viejos problemas. Que los mismos fueran superados o no, fue una variable que
no influyó mayormente en la formación de una conciencia ciudadana de cambio. Es
incuestionable, que las tradicionales viviendas coloniales con agua en cañería, baños
modernos, alcantarillado, aceras de concreto y calzadas asfaltada, teléfono, etc.,
permitían establecer una realidad muy diferente.

261
El primer biógrafo de la ciudad, fue el “París”, que funcionaba en el Club Social hacia 1910
aproximadamente. Fue un antecesor del cine y la televisión.
28
No obstante, estos cambios no se produjeron como parte de un proceso de
transformación y expansión de la economía regional, como resultado de un crecimiento
de las fuerzas productivas agrícolas e industriales. Por el contrario, tanto los años 1921 a
1928, en que se ejecutaron las obras de infraestructura básica, como los años 1935 y
siguientes, en que se ejecutaron las obras de pavimentación y tuvieron lugar las
transformaciones más importantes, corresponden a momentos de crisis regional. En la
década de 1920, Cochabamba se debate en la crisis del alcohol y la caída vertical de los
precios del maíz. En la posguerra del Chaco, le agobian los efectos de la depresión
económica que ocasiona dicho conflicto, con sus secuelas de creciente presión
demográfica, penuria habitacional, devaluación de la moneda, elevado costo de vida y
una continua inestabilidad política que culminará con la Revolución de 1952.

La base financiera de estas obras fueron empréstitos canalizados por el Estado. Sin
embargo, al respecto surgen varias dudas: ¿Cuál fue el respaldo de estas operaciones
crediticias?. ¿Cuál el aval que la región ofrecía al sistema financiero nacional e
internacional para responder estas obligaciones?. ¿Cómo operaba la economía urbana y
en qué medida le afectaba la crisis regional?, ¿Cómo canalizaba la ciudad el excedente
económico agrícola en favor de obras de desarrollo?

Estas y otras cuestiones, son las que intentaremos responder en este y en el siguiente
capítulo, sugiriendo inicialmente que esta aparente incoherencia entre crisis y desarrollo
urbano, y sobre todo, entre un proceso de transformaciones que tienen lugar en la ciudad
y la inexistencia de una base productiva moderna, no son evidentemente el lógico
resultado de una articulación y una participación de la economía regional en la división
internacional del trabajo, a cuyo influjo se debieron operar dichas transformaciones y se
debió imponer la filosofía de la modernidad, como resultado de la creciente
concentración de capital y fuerza de trabajo en torno a centros fabriles, fenómenos que
según la teoría de los procesos de desarrollo urbano capitalista, son fundamentales para
explicar la materialización de las urbes modernas, lo que no ocurre necesariamente en el
caso de Cochabamba.

En opinión de José Luis Romero:

En las zonas rurales de Latinoamérica, se estimuló el trabajo con un criterio


empresarial para que un país produjera más café, otros más caña de azúcar,
otros más salitres. Las empresas eran casi siempre de capital extranjero y
extranjeros fueron sus gerentes, sus mayordomos y a veces, hasta sus
capataces; la mano de obra en cambio, era nacional y nacional fue también
todo el mundillo de intermediarios que la producción y comercialización
engendraron (…) ese mundillo fue el que creció en las ciudades que se
llenaron de bancos -más extranjeros que nacionales- y de oficinas en las que
despachaban sus asuntos agentes comerciales y financieros de toda laya, unos
para comprar o vender, otros para invertir capitales, otros finalmente, para
especular en cualquiera de los sectores que comprendía la inexplorada
economía de cada país (Romero, 1976:248-249).

Sin embargo, el “mundillo” cochabambino, no sigue en absoluto estas pautas ni sus


orígenes se relacionan con la dinámica descrita. Sus aspiraciones de cambio y progreso
no reposan en la gran industria capitalista o en la modernización de la hacienda
latifundista: Lejos de ello, el mundillo de los intermediarlos portadores de las ideas de
28
"modernidad" encarnan, casi diríamos un universo de ficciones y apariencias. La idea de
"progreso" que acaricia la sociedad regional, es una variante caricaturesca de los
modelos capitalistas europeos y norteamericanos. Su contradicción insalvable, es que
pretende modernizar la esfera superestructural de la sociedad, cambiar el mundo de las
imágenes, remozar las apariencias, "civilizar" (occidentalizar) la vida cotidiana y
recuperar un espacio urbano exclusivo (“la city” de los planificadores de la década de
1940), para los caballeros de las finanzas, el comercio y las “buenas costumbres”, pero
sin modificar la base estructural, donde el miserable reinado de la servidumbre que
impera en haciendas y estancias, debía seguir siendo mantenido con celo y constancia262

La economía urbana, en esta época, dependía de dos ejes principales: las cosechas de
maíz de las haciendas que servían de materia prima para la fabricación de alcohol, y el
sistema ferial que se nutría del trabajo de los pequeños productores agrícolas locales y
de los artesanos, pero sobre todo, de la producción del maíz de piqueros y pegujaleros
convertido en muko y chicha, cuyo mercado de consumo fundamental era el Cercado y
la ciudad. Los grandes hacendados procuran capitales en el sistema financiero y
bancario, donde el sistema de préstamos e hipotecas estaba muy extendido. Las ventas
del maíz de las haciendas a las plazas del Altiplano y a las factorías alcoholeras,
transformaba el capital mercancía en moneda, la misma que, a su vez, nutría el sistema
circulatorio de este aparato económico, es decir, a todo el sistema bancario y comercial.
Este proceso generó un ritmo gradualmente acelerado de inversiones en la ciudad, que
desde fines de los años de la década de 1920, no sólo mejora su aspecto infraestructural,
sino que da paso a una nueva expresión arquitectónica que se manifiesta, ya no en los
templos religiosos, como en la época colonial, sino en los edificios de los bancos, en los
hoteles y en ciertas mansiones como el Palacio de Portales, que representan
perfectamente las tendencias anotadas. Sin embargo, si se pretendiera afirmar que el
circuito de la economía hacendal, puesta en relieve, era el dominante, nos dejaríamos
llevar por las apariencias y las simplificaciones.

En efecto, el otro circuito ya mencionado, el del maíz del pequeño propietario agrícola,
dirigido a la industria de la chicha y a la exportación del muko, configuraba la otra cara
de la medalla de esta economía, la misma que organizaba la actividad ferial y artesanal,
prescindiendo de los mecanismos financieros instituidos, pero no de una articulación
con la economía de mercado capitalista, que mediante los poderes del el Estado,
reglamentaba su accionar y organizaba formas de apropiación de excedentes
económicos, vía impuestos de diverso tipo que gravaban el maíz en grano, la harina, el
muko y la chicha, permitiendo recolectar recursos suficientes para dirigirlos
esencialmente a obras públicas. Es decir, que en tanto, en la esfera de “articulación”
feudal-capitalista que simbolizaba la relación hacienda-banca, se producía un plus valor
que era apropiado individualmente por la burguesía terrateniente y financiera para su
reproducción social y su disfrute individual, gozando además de la protección jurídica
que le proporcionaba el Estado; la esfera de la economía del maíz y la chicha,
controlada por multitud de pequeños productores, producía también un excedente, una
parte sustancial del cual, era confiscado por el mismo Estado, mediante impuestos

262
Los abusos a los colonos eran parte de la realidad cotidiana. Los bárbaros maltratos y castigos a los
pongos y la inútil presencia de estos en la ciudad para dejar oír sus quejas a la autoridad, eran episodios
que por repetitivos, apenas ocupan un pequeño espacio en los periódicos, si es que por su gravedad,
merecían alguna difusión, y naturalmente, pasaban desapercibidos para la opinión pública. El indio sólo
es noticia cuando se subleva, como lo hace casi de continuo en las décadas de 1920, 30 y 40.
28
prefecturales que nutrían el Tesoro Departamental o patentes municipales dirigidos a
materializar los proyectos que “modernizan” la ciudad263.

Son estas, las cuestiones que abordaremos en este capítulo, aunque por la especificidad
de nuestro campo de acción, no ingresaremos sino referencialmente a la esfera de la
producción, dedicando un énfasis mayor al universo del intercambio y sobre todo, al
proceso de apropiación y consumo del excedente agrícola, ya sea, el producido en las
haciendas o aquél cosechado en los “sitios” o pequeñas propiedades. Es decir, nos
centraremos en el análisis de la base material, sobre la que efectivamente se apoyó la
filosofía del progreso y el desarrollo urbano, hasta fines de los años 40 del siglo pasado.
Inicialmente analizaremos el comercio urbano, la banca y otras actividades afines, para
luego en el siguiente capítulo, abordar el comercio de la chicha. Las fuentes empleadas
son esencialmente patentes municipales y licitaciones de impuestos por el Tesoro
Departamental.

A comienzos de 1900, la economía de Cochabamba sufría aún los efectos de la Guerra


del Pacífico, y se debatía entre dos nudos contradictorios que impedían el desarrollo de
sus fuerzas productivas: la precariedad de sus vías de comunicación, que no podían
competir con la red ferrocarrilera chilena que penetra en el Altiplano boliviano y el
arcaísmo de los medios de producción imperante en las haciendas y las pequeñas
propiedades agrícolas. A este respecto, uno de muchos artículos y editoriales de la
época sostenía:

La cultura del suelo se hace según los procedimientos primitivos del coloniaje,
sin instrumentos de labranza adecuados... todo está confiado a la tosca y
rutinaria acción de1 colono, del indio que trabaja por obligación, sin el
estímulo del salario libre (...) La indolencia del propietario deja hacer a1
colono, sin molestarse en introducir nuevos procedimientos que mejoren el
cultivo (...) La esperanza de transformación y progreso que se alimenta desde
1880 aproximadamente está puesta en el día que desciende a nuestras vegas y
fértiles llanuras la locomotora (Porvenir de Cochabamba, El Heraldo nº 3165,
19/02/ 1900).

La expresión palpable de la crisis residía, no sólo en la pérdida de los mercados


tradicionales de Cochabamba en las costas del Pacífico y el Altiplano, sino en la
irrupción de mercaderías y productos agrícolas (harinas, cereales, azúcar, etc) en
grandes cantidades y bajo costo, tanto por la acción del ferrocarril Antofagasta-Oruro,
como por las liberaciones de impuestos aduaneros que beneficiaban a los artículos
peruanos y chilenos en desmedro de la industria nacional. Frente a esta situación,
surgieron en la ciudad corrientes proteccionistas que clamaban contra “1os deplorables
resultados de la política del libre cambio, una vez que los productos nacionales
elaborados a mayor costo y gravados con impuestos, no pueden competir con similares
extranjeros que gozan de exención absoluta, además de ser elaborados con métodos
más modernos y económicos”. (Protección a la Industria, Editorial de El Heraldo nº
3313, 28/08/1900).
263
Desde este punto de vista, no es posible compartir con la idea de “ciudad dual” que propone Roberto
Segre, con un criterio más de diferenciación y segregación espacial, en el proceso de formación de la
ciudad capitalista, que distingue barrios burgueses de proletarios. Si bien esta segregación, es una realidad
física, sin embargo su diferenciación estructural es aparente, sería más propio hablar de una “unidad de
contrarios”, donde la miseria de unos barrios, es el costo social de la riqueza de otros (1985: 66 y
siguientes).
28

Situaciones como la descrita estimulaban la recesión de la economía hacendal y de la


industria local, y por tanto, impactaban en la actividad comercial. La búsqueda de
soluciones solo podía pasar por una reformulación profunda de lo que hasta ese
momento fue la hacienda como unidad productiva, y por una identificación de que las
causas de los altos costos de producción, no sólo se debían a un cuadro de atraso
tecnológico crónico, sino a la pervivencia de relaciones de producción arcaicas. En
efecto, resultaba impensable simplemente sustituir el arado egipcio por el tractor,
introducir el abono industrial y el riego planificado, para ponerlo en manos del mismo
colono o siervo de la hacienda. Éste, de todas maneras, debía convertirse en un
trabajador libre, se debía dar curso al surgimiento de un proletariado rural independiente
y se debía estimular la formación de un mercado de fuerza de trabajo agrícola. Sin
embargo, esto resultaba absolutamente inaceptable para los terratenientes y el mundo
señorial construido en torno, precisamente a este poder de dominio y vasallaje sobre la
fuerza de trabajo rural.

La burguesía comercial acudió con sus intereses de clase, a resolver esta delicada
situación. Desde su punto de vista, el libre cambio en sí, no resultaba perjudicial. Lo
restrictivo para la economía era el enclaustramiento geográfico de la región, por tanto el
objetivo de “caminos”, que proclamara el comerciante Jerman Von Holten en 1889, era
una palabra de orden válida, ahora simplemente reemplazada por: “ferrocarril para
Cochabamba”, mágicas palabras que encendían la imaginación de las capas medias y
exaltaban la pasión de los notables de toda laya.

Como se vio con anterioridad, la cuestión del ferrocarril se transformó en todo un


sistema ideológico. Ferrocarril, progreso y modernidad pasaban a ser sinónimos. Los
sectores dominantes se auto convencían de ello, la línea férrea era la esperanza del
porvenir. Su esperado arribo permitiría “reconquistar nuestros perdidos mercados de
La Paz, Oruro, Colquechaca, Pulacayo, etc., plazas que han sido cerradas a nuestros
productos por la competencia que nos hacen los industriales chilenos” (El Ferrocarril y
la Agricultura, El Heraldo nº 3849, 20/09/ 1902). Este es el tipo de pensamiento que
dominaba a la opinión pública, era el argumento que esgrimido por el sector comercial,
permitía nuclear a las diversas clases sociales en torno a dicho reclamo, el mismo que
obviamente, se convirtió en aspiración regional, en cuestión de vida o muerte para
Cochabamba, promoviendo la movilización ciudadana de 1907 y los sucesivos reclamos
posteriores (cf. supra capítulo 10). Este es el contexto que rodea la situación del
comercio urbano que intentaremos analizar y que predomina por lo menos hasta la
llegada del ferrocarril en 1918.

Inicialmente, resultará interesante observar lo que revelan las patentes municipales con
respecto al comercio importador y el comercio minorista desde la última década del
siglo XIX, hasta el arribo del ferrocarril, en que efectuaremos un primer corte en el
análisis. Sin embargo, es necesario advertir que los datos estudiados, contienen
deficiencias propias de las limitaciones de la época, sobre todo en lo que hace a los
diversos criterios de clasificación de las actividades registradas en dichas patentes. Con
estas precauciones, observemos el Cuadro No. 80.
28
CUADRO Nº 80: Ciudad de Cochabamba: Comercio mayorista y minorista
(1896 – 1917)
Años Comerciantes Comerciantes Comerciantes Empresas de
importadores importadores minoristas de servicios Totales
Mayoristas minoristas diverso tipo (2)
(1)
1896 15 48 159 16 238
1898 15 52 167 19 253
1901 26 43 190 23 282
1905 24 41 143 19 227
1907 23 31 165 21 240
1908 27 29 212 22 290
1917 16 49 313 21 399
(1) Incluye: boticas y droguerías, buhonerías, mercerías, estudios fotográficos librerías y
ferreterías, venta de productos de Santa Cruz y Beni, venta de madera, pastelerías, pulperías,
heladerías, tiendas y perchas de géneros por menor, comerciantes compradores en plaza, tiendas de
vino, joyerías, relojerías, peluquerías, venta de coca.
(2) Incluye: hotelería y afines, empresas de transporte y comunicaciones, constructoras
Fuente: Patentes municipales de los años indicados.

En principio se puede notar que el comercio importador mayorista tiende a


incrementarse por lo menos hasta 1908, sin embargo, el registro de 1917 no se puede
interpretar como una contracción del sector, sino como una posible modificación en el
criterio de formulación del Patente Municipal, y tal vez, como una expresión de la
tendencia a la concentración del capital comercial en un número menor de comerciantes
mayoristas. La aseveración anterior se apoya en el hecho de que el citado año (1917), en
tanto el comercio importador mayorista se comprime, los comerciantes minoristas
importadores se incrementan en un 69% aproximadamente con respecto a 1908. De
cualquier forma, el sector importador en su conjunto, se expande por lo menos hasta los
primeros años de la década de 1900, mostrando una contracción hacia 1907, momento
en que justamente llega a su apogeo el movimiento cívico en pro del ferrocarril,
encabezado por el Círculo Comercial de Cochabamba264

El comercio minorista importador, así como el comercio minorista de diverso tipo,


presentaba fluctuaciones de expansión y depresión mucho más pronunciadas. Las
mismas, de alguna forma expresan la dinámica del pequeño comercio, que así como
rápidamente proliferaba bajo el impulso de momentáneos auges, también se mostraba
muy vulnerable a las contracciones económicas, comprimiéndose con un ritmo
similar265. Otro factor que indudablemente fue afectando este pequeño comercio, son los
cambios en las pautas del consumo que introducen los productos de importación; tal es
el caso de las “perchas”, es decir pequeños negocios de telas, que exponían colgados en
varillas de madera, en la puerta de modestas tiendas, los paños, bayetas y tejidos de
origen artesanal, y que desaparecen hacia 1910, sustituidos por las casas importadoras
de géneros de ultramar o las modestas “heladerías” que antaño obtenían su materia
264
Ver en el Capítulo 10 los argumentos que exponía el Círculo Comercial para rebatir el argumento
oficial de que el ferrocarril a Cochabamba sería improductivo.
265
A manera de ejemplo podemos citar el caso de las “pastelerías, pulperías, heladerías”, que en las
patentes de 1896 registran en número de 62 negocios; en 1907, 72; en 1908, 76; en 1909 206 y en 1917,
80. Otro caso, es el de las “tiendas de abarrotes, lozas y cristalería” que en 1896, son 289; en 1900, 25;
1907-1908 13, y no figuran más en las patentes de 1917. Otro tanto ocurre con 1as “tiendas y perchas de
géneros por menor”, que en 1896, son 30; en 1900, 32; en 1901, 36; 1905 ,25; en 1907-1908 ,5, y ya no
figuran en las patentes de 1917 .
28
prima en las faldas nevadas de la cordillera del Tunari, y que son desplazadas por
empresas mayores que se surten de fábricas de hielo para una producción en escala
mayor.
.
Las empresas de servicios, mantuvieron una presencia relativamente constante, lo que
en cierta forma revelan la existencia de un mercado más estable para los mismos, sin
embargo, de crecimiento poco significativo y escasamente dinámico. Es evidente, por
ejemplo, que hasta 1917, la demanda de alojamientos y hospedajes, era irrelevante. Las
casas de huéspedes, las pensiones, los tambos populares y los escasísimos hoteles, eran
suficientes para el modesto flujo de turistas y visitantes. Recién en 1917, con motivo de
las “fiestas del Progreso”, con que se recibe al ferrocarril, que propicia el arribo de
cientos de visitantes, incluyendo las primeras autoridades del país, se produce la primera
crisis de alojamiento.

El comercio en general, y sobre todo el importador, no sólo se veía limitado por los
costos del transporte, que operaba sobre caminos empinados y tortuosos, sino también
por cargas fiscales bajo la forma de derechos aduaneros, impuestos sobre ventas,
patentes municipales, etc. Hacia 1910 y años posteriores, la penuria económica regional
que no había sido superada, tiende a agudizarse y comienza a escasear el circulante: “El
Comercio importador, es impactado por 1a crisis”, anota un editorial de E1 Ferrocarril,
el mismo que relataba un cuadro sombrío a este respecto:
La paralización de las ventas es completa, los almacenes repletos de
mercadería no se abren (…) informes que hemos tomado, nos hacen conocer
que todos los comerciantes, han suspendido sus pedidos a las fábricas, que los
ya efectuados antes y próximos a ser despachados, se han retirado por orden
cablegráfica (...) los comerciantes de menor cuantía –buhoneros y chifleros-,
piden ampliación de plazo y algunos ofrecen devolver las mercaderías que no
pueden realizarse (El Ferrocarril nº 1035, 26/07/1913).

Hacia fines de 1913, otro editorial que se planteaba el análisis de las causas de esta
situación, sostenía: “La crisis comercial tiene múltiples causas: la suspensión de
operaciones bancarias, el alza de los impuestos aduaneros y la baja en el tipo de
cambio internacional; la situación se exterioriza no sólo en La falta de ventas, sino en
la suspensión de importaciones” A lo anterior, el cronista añadía, que la ausencia de
lluvias perjudicaría la producción de cereales y contribuiría al alza de los artículos de
primera necesidad. La conclusión era severa: “La crisis se generaliza, es económica y
ello será funesto para las finanzas de la Nación sino se ingresa a un sistema de
economías, supresión de servicios fastuosos, rebaja de sueldos y cancelación de obras
que no tienen rentas” (El Ferrocarril nº 1156, 30/12/1913)266.

266
Se anotaban como causas de la crisis: “los despilfarros del poder administrativo, el abuso del crédito
bancario para acometer obras improductivas y remunerar servicios con largueza (...) gastos todos
efectuados sin tomar en cuenta la baja de los productos que se exportan para responder al consumo
nacional (...) depresión en el valor comercial de los principales productos destinados a cubrir los
créditos extranjeros: el estaño, de 232 libras esterlinas la tonelada, baja a 187; el caucho de I2 chelines
la libra pasa a 3,5” (El Ferrocarril nº 1019, 08/07/1913) . En enero de 1910, de acuerdo a la prensa de la
época, la carestía de productos de primera necesidad se tornó intolerable, se agudizó la ocultación, se
evidenció que será un año agrícola malo, se acapararon los productos y el hambre y la desesperanza
amenazaron a los hogares humildes. Cundió la alarma y se produjeron amotinamientos que provocaron
“el asalto al mercado de tubérculos y a algunas casas comerciales” (El Ferrocarril nº 18, 13/0l/1910).
29
La situación descrita se prolongó a lo largo de toda la década de 1910 a 1920. El
encarecimiento de los productos agrícolas fue una constante que ocupó la atención de la
prensa de esta época: El Ferrocarril en 1915 sentenciaba: “Los artículos más
indispensables han duplicado de precios, siguiendo las fluctuaciones de los años
agrícolas, de modo que en fuerza de estricta lógica, es indiscutible el alza”. (nº 1435,
09/01/1915). Un otro editorial sin ambages, añadía: “El comercio que internamente ha
arrancado pingues utilidades a1 pueblo de la noche a la mañana, se ha visto
amenazado de las mayores estrecheces por falta de ventas y por el alza inmoderada de
los artículos de primera necesidad, y habría seguido explotando las emergencias de la
situación, de no haberse interpuesto las medidas restrictivas al agio” (El Ferrocarril nº
1451, 25/01/1915).

A todo lo anterior, contribuye también el estallido de la Primera Guerra Mundial, en


agosto de 1914, situación que provoca la suspensión temporal de las importaciones y la
suspensión de los créditos de origen europeo que nutrían al comercio y a la banca. Un
indicador de esta situación, puede ser la disminución de las casas importadoras
mayoristas, según muestra la patente municipal de 1917, aunque sin descartar que el
fenómeno sea más complejo, como anotamos con anterioridad, en el sentido de que la
crisis, también pudo producir concentración del capital comercial.

Otro rasgo de este comercio urbano que merece ser destacado, es el relativo a la
presencia dominante de ciudadanos extranjeros en las empresas comerciales más
importantes, tal como se aprecia en el Cuadro 81:

CUADRO Nº 81: Ciudad de Cochabamba: Relación de empresarios nacionales y


extranjeros en el aparato comercial urbano (1886 – 1917)

Comerciantes Comerciantes Comerciantes


Años importadores minoristas minoristas en
Mayoristas importadores general Observaciones
N E T N E T N E T
1896 3 12 15 33 15 48 153 6 159
1898 3 12 15 37 15 52 161 6 167 N - Nacionales
1905 5 19 24 25 16 41 sd sd 143 E - Extranjeros
1907 6 17 23 23 08 31 160 5 165 T - Totales
1908 5 21 26 20 09 29 208 4 212
1917 3 13 16 39 10 49 195 7 202
Fuente: Patentes municipales de los años citados

Una primera conclusión a que nos conduce el cuadro anterior, es que desde el siglo
pasado, el comercio importador mayorista más estrechamente vinculado con la banca y
el comercio extra-regional e internacional, y cuyo mercado se dirige a atender los
requerimientos de los grandes latifundistas, la jerarquía superior de la administración
pública y lo más selecto de la sociedad cochabambina, que vive pendiente de las
novedades parisinas y europeas en general; está en manos de comerciantes extranjeros,
sobre todo de origen alemán y judío.

Firmas muy respetables como la de Alfredo W. Barber, Hirschmann y Cía., Otto


Schmidt y Cía., German Fricke y sucesores, se remontan al siglo pasado, siendo la firma
G. Fricke la más antigua. Entre los importadores nacionales se destacaban: la firma
Torres Hermanos y Zegarra Urquidi y Cia., que operan desde fines del siglo pasado,
extendiendo esta última sus operaciones por lo menos hasta 1910. Luego surgen otros
29
importantes empresarios como Juan de la Cruz Torrez, Simón López, Gabino Aquino,
etc., que comparten con 1os comerciantes extranjeros la cúpula del comercio local.

En 1907, las firmas comerciales de Alfredo W. Barber, Germán Fricke, Hirschmann y


Cia y Harrison y Bottiger son las más importantes de la ciudad, manteniéndose esta
situación invariable durante muchos años, con pequeñas variantes en la composición de
dichas firmas. En 1917, Barber, Htrschmann, Fricke y Sucesores, mantienen su
primacía, la misma que es compartida por las firmas E y W. Hardt, Bickembach y Cía.,
Colsmann, Boheme y Cia. y Erhorn y Cia., no participando firmas locales en esta
selecta corporación de “comerciantes importadores de categoría superior”, como los
definen las patentes municipales de aquella época.

En lo que hace a las otras categorías de comercio: minoristas importadores y minoristas


en general, la situación es diferente, pues se observa un amplio dominio de las firmas
comerciales locales, que en el primer caso corresponden, por lo menos en unos dos
tercios de su volumen, a empresarios nacionales y el tercio restante a extranjeros,
generalmente judíos y árabes, y con absoluto predominio nacional en el pequeño
comercio. Lo anterior sugiere que, el gran capital comercial se concentraba en las firmas
de empresarios extranjeros, que son los que conducen y promueven las importaciones y
las vinculaciones con el comercio externo, en tanto el mediano y pequeño comercio
subordinado en menor o mayor medida al primero, quedó predominantemente en manos
de empresarios locales.

Si admitimos que el monto de la patente municipal, guarda relación con el volumen del
capital mercantil y monetario que registra cada empresa, siendo este el concepto que
define su categorización, podemos anotar lo siguiente (Cuadro 82):

CUADRO Nº 82: Ciudad de Cochabamba: Montos de patentes municipales según


jerarquía de la empresa comercial (1886 – 1917)

Comercio importador Comercio importador Comercio minorista en


Años mayorista minorista general Total de
Unidades Monto Unidades Monto Unidades Monto recaudaciones
comerciale de la comerciale de la comerciale de la anuales (*)
s patente s patente s patente
1896 15 4.500 48 2.940 159 2.101 9.541
1905 24 8.800 41 3.440 143 1.830 14.070
1907 23 10.200 31 4.000 160 4.010 18.210
1908 27 10.600 29 3.600 208 5.432 19.632
1917 16 13.000 49 9.100 195 9.325 31.425
Fuente: Patentes municipales de los años anotados.
(*) Los montos de las patentes están expresados en Bolivianos.

Se puede establecer que la categoría de “comercio importador mayorista” era la que


aportaba el monto mayor por concepto de patentes municipales, llegando a este a
representar entre un 40 y un 50% del total anual recaudado por el sector, excepto en
1917. Por otra parte, el monto medio de esta patente, va siendo paulatinamente
incrementado, así 1896, este monto tenía un promedio de Bs. 300, en tanto en 1917,
para una relación cuantitativa muy próxima a la anterior, dicho promedio alcanzaba a
812,50 Bs. Examinando la categorización del sector importador mayorista, que aparece
en diversas patentes a partir de 1907, se constata la existencia de cuatro grandes firmas
comerciales, las mismas que aportaban Bs. 3.200 en conjunto, sea algo mas del 31% del
29
total aportado por este sector. En 1917, otras siete grandes firmas comerciales, incluso
algunas que ya figuraban en este grupo en 1907, aportaban 7.400Bs., es decir casi el
60% del monto total aportado por el gran comercio mayorista.

Los indicadores anteriores sugieren, no solo una política municipal de incremento de


patentes, sino que estas indudablemente, son proporcionales al capital fijo y al capital de
giro de estas empresas comerciales. De otra forma, el incremento en apariencia
exorbitante de dichas patentes, donde unas pocas firmas hacían aportes fundamentales,
debería haber generado enérgicos reclamos y movimientos de presión contra el
municipio de parte de este influyente y poderoso sector; sin embargo nada de ello
registra la prensa de la época 267. De lo antes analizado, podemos inferir que la
evolución en la participación tributaria municipal del sector comercial importador
mayorista, es reveladora del proceso de concentración del capital mercantil, que surge
con características dominante en el escenario urbano268.

El comercio importador minorista bajo el criterio anterior, se ubicaría en un escalón


intermedio en lo que hace a su capacidad de concentrar capital comercial. El monto
global de su participación en la recaudación municipal alcanzaba a un 31%
aproximadamente en 1896, disminuía a un 18.3% en 1908, repuntando a un 29% en
1917, correspondiendo estas fluctuaciones al comportamiento numérico de dicho sector:
El promedio individual de aporte del sector es de Bs. 61,21 en 1896, de Bs. 124 en 1908
y de casi 186 Bs., en 1917. Esta relación obviamente no es homogénea y solo tiene
valor estadístico. En la misma forma que en el caso anterior, aquí también se nota la
presencia un pequeño sector que aporta en mayor proporción: 9 comerciantes en
conjunto, aportan 1.440 Bs., o sea casi el 42% del total del comercio importador
minorista en 1905; 16 comerciantes aportan el 64% de dicho total en 1907, y 12
comerciantes aportan con casi el 40% en 1917.

Estas tendencias ponen de manifiesto, aunque con rasgos, mas bien emergentes, la
existencia de un núcleo de comerciantes, que trataba de ser dominante al interior del
comercio importador minorista, por concentrar una mayor fracción del capital comercial
de este sector. Aquí, es interesante anotar sin embargo, que son muy pocos los
comerciantes del sector importador minorista que luego pasan al sector importador
mayorista, por lo menos, no se registra este tipo de evolución en las patentes
municipales estudiadas. Es decir, que el origen del capital comercial que representan
estas empresas, a falta de información más precisa, se constituye en otro nivel de
hipótesis. Es decir, por ejemplo, que el comerciante extranjero, que de pronto aparece
en las patentes, como comerciante mayorista, sin ningún antecedente anterior,
probablemente fue un emigrante que trajo al país su capital o que lo adquirió en otros
rubros distintos al comercio, tal vez la minería. En el caso del empresario nacional, se
puede inferir una relación con el sistema hacendal y con el sector minero, incluso en
algunos casos, hijos de terratenientes dejan de ser agricultores y se transforman en
comerciantes.

En lo que respecta al comercio minorista, éste obviamente representa la pequeña


empresa comercial con capital reducido, excepto en el caso de algunas boticas, librerías
267
Los análisis del Círculo Comercial de Cochabamba y los de los periodistas vinculados a esta entidad,
al enfocar el tema de las dificultades del comercio y tocar la cuestión tributaria, se referían sobre todo, a
los impuestos aduaneros y otros de orden fiscal, pero no así, a las patentes municipales..
268
Lamentablemente no se han encontrado otras fuentes de información, como los registros del
movimiento económico de estas empresas, para poder proporcionar datos más precisos.
29
y joyerías que por la naturaleza de estos negocios, representaban concentración de
capital mercantil significativo. Sin embargo, la mayoría de dichos negocios son
empresas de tipo familiar, muy sensibles a las situaciones de cambio económico, lo que
determinaba sus fluctuaciones numéricas. El promedio individual de su participación en
el tributo municipal apenas alcanzaba a 1,3 Bs. en 1896 y se duplicaba en 1908, sin
embargo ascendía hasta casi 48 Bs. en 1917, pese a que en el periodo transcurrido entre
estos dos últimos años, el volumen de empresas del sector, se mantiene igual o
ligeramente menor. La explicación en este caso, difícilmente sería un incremento
generalizado del capital de cada negocio, en razón de que la situación de crisis
anteriormente relatada, justamente afectaba con mayor rigor al comercio minorista.
Entonces, lo que las cifras promedio sugieren, es que el Municipio recargó
paulatinamente el monto de estas patentes, posible motivo por el cual, entre otras
causas, dicho comercio no experimentó una expansión significativa hasta 1917. Sin
embargo en las patentes del citado año, ya aparece la categoría de “vendedores
ambulantes”, todos ellos extranjeros, de origen árabe en su mayoría269

Obviamente el registro, en especial del pequeño comercio, en las patentes municipales


no era satisfactorio ni completo, ni en él figuraban los pequeños comerciantes e
intermediarios de las ferias, que quedaban englobados en los rubros de “sentaje”
licitados anualmente en forma global, lo que imposibilita conocer su composición por
ausencia de un registro ordenado de datos, de lo que era realmente esta actividad ferial.
De todas formas, hacia 1918, aparece, como ya indicamos, un nuevo personaje: el
comerciante minorista ambulante, que seguramente ya estuvo presente en la escena
comercial desde mucho tiempo atrás, pero en número tan discreto que no concitaba la
atención fiscal o de la opinión pública. Sin embargo, a partir del citado año, su
proliferación produce reclamos por tratarse aparentemente de un sector “que no
satisface ni la patente municipal ni ningún otro gravamen”, por tanto, “además de
defraudar algún ingreso al Tesoro de la Comuna, pone en situación desigual a los
comerciantes que están sujetos a todas las cargas directas o indirectas”270

La llegada del ferrocarril, como comprobamos con anterioridad, no significó


automáticamente la presencia de un mensajero de progreso que transportaba el cuerno
de la abundancia y el bienestar, y que sus poderes mágicos corregirían las tercas
limitaciones de la sociedad hacendal. Pronto se comprobó que la mejora sustancial del
transporte terrestre, en términos de capacidad de carga y tiempo, acompañado de una
actitud conservadora en lo que toca a la transformación de las haciendas en unidades
productivas y competitivas, sólo agudizó las contradicciones y los desequilibrios. En
269
A1 respecto del fenómeno del comercio ambulante que comenzaba a concitar la atención pública, un
colaborador anónimo de El Heraldo afirmaba: “En nuestra ciudad, podemos decir que hay toda una tribu
de asirios o turcos de los que, como llevamos dicho, todos son comerciantes, unos con negocios en
forma, instalados en puertas de calle, y los más, de ambulantes entre los que si unos van por las casas
ofreciendo mercaderías al detalle, no faltan los que de hurtadillas, y de una manera más o menos velada,
recorren tiendas y almacenes, ofreciendo partidas de artículos al por mayor, y casi siempre en precios
que no admiten competencia, lo que para el menos avisado, no tiene otra explicación, que se trata de
mercadería que no ha satisfecho todos los impuestos que la gravan, o es poco menos que, caída del
cielo” (nº 8049, 1º/03/1918).

270
Estos reclamos llegaban hasta a pedir, airadamente al municipio que “ponga fin” a este “comercio tan
excepcionalmente libre” y que “se prohíba 1a venta de mercaderías por las calles o a domicilio,
debiendo 1os que están en estas circunstancias, instalarse en tiendas, establecer sus puestos en el
mercado, tal como hacen nuestras chifleras” (El Heraldo número citado, 1918).
29
1918 un cronista de El Heraldo entre irónico y reflexivo sintetizaba con certeza esta
situación: “en general los cálculos al asomar la primera máquina son optimistas. Se
piensa que la llegada del primer tren produce la abundancia, y que todas las manos
con sólo abrirse, reciben pródigos beneficios. La gente se sumerge en esta bella
perspectiva, esperando el ensalmo que nunca llega”, en efecto, pasadas las efusiones y
disipados los entusiasmos pronto se comprobó este extremo, y se comenzaron a
escuchas voces que “llegan hasta a maldecir el momento en que se estableció la funesta
máquina” (nº 8150, 06/07/ 1918).

El mismo cronista con perspicacia añadía: “La vida se ha intensificado con la llegada
del ferrocarril. Han quedado rezagados una buena parte de los elementos que
conocimos en los primeros puestos de la sociedad, en cambio otros sectores, que
laboraban con mejor orientación, perdidos entre la multitud, han salido a la superficie
y han ganado los puestos de preferencia”. ¿Quienes son los nuevos protagonistas? El
mismo periodista nos proporciona una orientación: “Es indudable que en las plazas de
abasto hay mucha demanda y mucha escasez de los artículos de primera necesidad.
Todo el maíz y todo el trigo que sé han producido en los últimos años, han sido
exportados por los especuladores, sin que las autoridades dicten ninguna medida que
resguarde el consumo de la población”. Estas aseveraciones nos permiten inferir, que
muchos comerciantes se dedicaron a adquirir grandes volúmenes de cereales,
legumbres, huevos, harinas y otros, a pequeños productores para embarcarlos por
ferrocarril con rumbo a las minas y al altiplano, obteniendo con ello importantes
beneficios. Es probable que esta dinámica afectó a los hacendados, cuya producción
aisladamente no era equivalente a los volúmenes adquiridos por los citados
comerciantes, quienes pasaron a controlar los precios de los productos exportados en
desmedro este antiguo privilegio de la hacienda.

Este es el contexto en que se inicia un nuevo periodo en la evolución del comercio


urbano, que bajo el impulso de la apertura de una vía franca y eficaz hacia los mercados
del altiplano, promueve y practica la libre exportación e importación que en los albores
de la década de 1920, motivará desequilibrios en el mercado interno, que se traducen en
intensas carestías de artículos de primera necesidad: “Cochabamba -puntualiza un
cronista que se hace eco del sentir ciudadano: viene sufriendo la carestía inmotivada y
nada proporcional con relación al costo de la vida, desde hace 5 años. Resulta que esa
carestía obedece a la exportación sin control, que los acaparadores y agiotistas
inescrupulosos realizan, extrayendo nuestros productos, al extremo de no dejar nada
con que mitigar el hambre del pueblo”. Para comprobar lo anterior añadía. “basta
verificar el movimiento de carga en el ferrocarril para darse cuenta con verdadera
lástima, que todo se va con igual facilidad que la brisa” (El Heraldo nº 8408, 22/06/
1920).

No obstante, este resulta el ámbito propicio para el desarrollo de las empresas


comerciales. Poco a poco, se va abandonando esa mentalidad estrecha que definía al
comerciante individual “que se dedicaba a vender lo que había comprado, con una
acción mecánica que hacía odiosa su profesión”. La seguridad de sentirse
imprescindible le inclinaba a pensar que “el público precisaba de sus artículos y que
obligado por esta necesidad, concurriría a su establecimiento; no le importaba gran
cosa el aspecto que debía dar a su negocio, ni se cuidaba de tratar al cliente con
esmero: era un déspota que se reducía a hacer dinero”. (Revista Arte y Trabajo nº 4,
20/03/ 1921).
29

La concurrencia de emigrantes extranjeros desde la segunda mitad del siglo XIX,


indudablemente fue modificando estas pautas tradicionales e introduciendo en la
práctica comercial otros valores necesarios, en una situación de competencia creciente y
donde la clientela debía ser ganada, ya no en base a !a compulsión, sino en base a la
atracción que brinda un local comercial pulcro, bien abastecido y donde “el cliente
siempre tiene la razón”.

Estos conceptos fueron modificando el escenario comercial: la necesidad. de anunciar


los productos, de exponerlos a la vista del público, de llamar la atención sobre ellos y de
incluso guiar sus gustos y hábitos hacia el consumo de esas mercancías, introdujo la
innovación de los escaparates y el surgimiento de la propaganda comercial de diversos
tipo. Estos nuevos fenómenos determinaron el paulatino surgimiento de un escenario
urbano peculiar: la zona comercial caracterizada no sólo por la presencia más o, menos
densa de negocios diversos, sino por el predominio de un lenguaje gráfico y formal que
anunciaba la presencia y la jerarquía máxima de esta función urbana, sobre la función
residencial o administrativa que también compartían dicho escenario271.

El propio local comercial aspiró a más. Paulatinamente fue mejorado, dio paso al gusto
decorativo que disimulará la impresión de viejo salón o antigua dependencia de uso
familiar “adaptada para tienda”. Incluso la tendencia se inclinó a valorar dicho local, no
sólo por su centralidad o “ubicación estratégica”, sino por su amplitud para dar curso a
nuevas exigencias funcionales: el viejo modelo de relación cliente-comerciante,
mediando un pesado mostrador y unos escasamente atractivos estantes, cuyo contenido
apenas se distinguía en la semipenumbra del ofrico local, es gradualmente sustituido por
el espacio de exposición, donde las mercancías reciben el mágico encanto de luces y
colores, y conducen al visitante hasta el espacio de recepción y ventas. Las primeras
casas comerciales que se guiaron por estas nuevas pautas, fueron las sucursales de las
grandes firmas paceñas y algunas firmas de importadores extranjeros y locales 272. Hacia
1920 aparecen las primeras grandes firmas comerciales, vinculadas a firmas
importadoras y exportadoras radicadas en La Paz y el exterior, y también a la banca
local y nacional, e incluso en algunos casos, a las grandes haciendas, tal como muestran
los siguientes cuadros:

271
El centro urbano en el siglo XIX y todavía a inicios del XX, era un centro heterogéneo que combinaba
las actividades comerciales con las residenciales, administrativas e incluso productivas. Lo único
destacable en este escenario era el espacio simbólico cívico-político de la Plaza 14 de Septiembre. Pero el
entorno inmediato, merced a sus elementos formales difícilmente podía ser calificado como “comercial” o
“administrativo” propiamente

272
“En el año 1909 la casa Anze Ortiz de La Paz resolvió establecer una sucursal en esa plaza y tuvo e1
acierto de mandar para fundarla al Sr. Juan Gallardo que fue uno de los primeros en imprimir nuevos
rumbos al comercio en tienda: pronto se abrió campo el Sr. Gallardo (...) En 1911, estableció la Casa
Juan Gallardo (...) al poco tiempo estaba descontento de lo pequeña que le parecí a su tienda y quiso
edificio propio. Obtuvo una casa de esplendida situación en el barrio más moderno de la ciudad y la
transformó en el local más elegante del comercio, sin reparar en gastos ni en dificultades; él deseaba
una tienda de lujo, en armonía a su clientela y la obtuvo. Quién visite 1a Casa Gallardo, se sorprenderá
del surtido y cantidad de mercaderías que se almacena Todos sus compartimientos están bien
distribuidos y ello favorece la comodidad de los compradores” (Revista Arte y Trabajo, número citado).
Este establecimiento estaba en la primera cuadra de la calle Comercio (hoy Nataniel Aguirre): En la
misma forma, se multiplicaron las casas sucursales de grandes firmas comerciales de La Paz e incluso
Santa Cruz.
29
CUADRO Nº 83: Ciudad de Cochabamba: Grandes casas comerciales vinculadas al
capital financiero y agropecuario en la década de 1920

Casas comerciales Rubros de actividad comercial


Bickembach y Cia. Importaciones en general. Sucursal con ventas en detalle.
Agencia del Banco Alemán Trasatlántico. Agencia de la
Compañía de Seguros “La Previsora” de Buenos Aires.
Representante de Suela Agente de M. Hoschild y Cia. en operaciones de rescate de
Cruceña San Lorenzo minerales. Comercialización de suelas y cueros.
E.W.Hardt y Cia. Representante de Said y Yapar para la comercialización de
tocuyos y tejidos.
Bottiger Trepp y Cia. Importaciones en general. Casa rescatadora de productos
agrícolas. Importaciones en general. Agente de la Cervecería
Nacional.
Torres e Hijos Fabricante y comercializador de vinos Muyurina. Agente del
Banco Garantizador de Valores.

CUADRO Nº 84: Ciudad de Cochabamba: Casas sucursales de firmas comerciales


nacionales y extranjeras en la década de 1920
Casas sucursales Actividad Sede de la casa
matriz
Casa Ortiz Telas y casimires La Paz
Arnó Hermanos Librería La Paz
Arauco Prado y Cia. Artículos de escritorio y eléctricos La Paz
Oscar A. Erhorn Casimires, telas y bayetas de la Fábrica Edgard y Rawson Halifax, Inglaterra
Casa Cornelius Gundlach Importador de automóviles La Paz
Casa Zeller y Moser Alcohol de caña, suela cruceña, rescate de cereales. Santa Cruz
W.R. Grace y Cia. Casa importadora. Agente de viajes marítimos EE.UU.
Negocios Mercantiles Illimani Comercio de arroz y azúcar, rescate de productos agrícolas. La Paz
T. Yamamoto Importaciones en general La Paz
Montaño y Cia. Importaciones en general La Paz
Serafín Ferrufino Importaciones en general La Paz
Herdiner y Cia Importaciones en general La Paz
Fuente para ambos cuadros: Revistas Industria y Comercio

Además de las casas comerciales mencionadas, surgieron entre fines de la década de


1920 y la década de 1930, otras en el ramo de importaciones que, pronto ganaron
prestigio e influencia en los círculos comerciales locales273
Los datos aportados nos permiten tener una idea más aproximada de la realidad
comercial de la ciudad en las primeras décadas del siglo XX, actividad que se ampliará
en las siguientes décadas, constituyéndose en un factor fundamental de las
transformaciones que comienza a experimentar el centro urbano, que definitivamente
pasa a ser conocido como el “centro comercial”, donde se respira una atmósfera de
modernidad, que ya poco o nada tiene que ver con el paisaje urbano de otrora.

Sin embargo, lo esencial es que el comercio no sólo se complejiza y especializa; sino


que se expande y fortifica. En este sentido, el ferrocarril indudablemente jugó un papel
central, y más que latifundistas, industriales y artesanos e incluso pequeños productores
273
Entre las casas importadoras locales de mayor importancia y prestigio, podemos citar: La Casa
Morales Bertram y Schuett importadores de alfombras y tapices; la Casa Boheme Zeriacks importadores
en general; La Casa Jesús Aguayo, importador de casimires europeos e introductor de los primeros
automóviles en Cochabamba; Gustavo Hinke y Cia, importador de maquinarla agrícola y de la tubería que
se utilizó en la instalación de la red de agua potable; la Casa Manuel Asbun, importador de casimires;
Yancovic Hnos., abarrotes y licores finos; La Faye y Cia. artículos fotográficos; E. Findel y Cia. ferretería
y maquinaria agrícola; Zapatería Tolstoy y Victoria; Quidde y Cia., importadores de té e hilos,
comercializadores de suela cruceña y beniana etc.
29
agrícolas; es esta burguesía comercial, la que refuerza su influencia social y su poderío
económico, no sólo en función de ampliar y reforzar un mercado para los productos de
ultramar, sino por articularse al aparato financiero y abarcar ámbitos nuevos, como es el
caso de la comercialización y exportación de cereales y productos agrícolas diversos,
lograr la representación de firmas nacionales y extranjeras y vincularse estrechamente
con el sector financiero e industrial.

Desde inicios de la década de 1920, se cierne sobre la región de Cochabamba la sombra


de una nueva y prolongada crisis: la de la economía alcoholera, a la que se articulaba la
producción del maíz utilizado como materia prima en las destilerías de Oruro, La Paz y
la propia Cochabamba. Hacia 1922, se puso en vigencia una ley de alcoholes que
permitía su libre importación, así como creaba nuevos gravámenes sobre la industria
alcoholera nacional. Las destilerías comenzaron a restringir su producción y a cerrar
paulatinamente, sin embargo su primera reacción fue dejar de comprar el grano
cochabambino, determinando su devaluación y su almacenamiento, sin encontrar una
alternativa posible para su comercialización274.

Este es en líneas generales, el cuadro de fondo en que se desarrolla la actividad


comercial en los años 20 y hasta la guerra del Chaco. Las grandes haciendas, ferrocarril
mediante, comenzaron a exportar maíz en gran escala hacia las destilerías del altiplano,
y muchos hacendados en las provincias limítrofes con La Paz y Oruro, montaron sus
propias instalaciones. Sin embargo esta actividad que fue haciéndose gradualmente
importante desde los primeros años de 1900, comenzó a decrecer justamente cuando las
condiciones generales de este comercio a través de la modernización del transporte,
prometían contrariamente su expansión. No nos detendremos a un examen de este
problema, cuyo análisis más exhaustivo, pertenece al ámbito de una historia económica
de la hacienda cochabambina275.

Tomando en cuenta este antecedente, examinaremos la estructura del comercio urbano


en los años posteriores al arribo del ferrocarril, y contrastaremos la situación de crisis de
la agricultura con el comportamiento de dicho sector. Para este efecto, ampliando el
análisis realizado sobre los primeros síntomas del desarrollo comercial hacia 1920, y
utilizando una vez más la información que proporcionan las patentes municipales de
aquella época, podemos observar lo siguiente:

274
A este respecto en una fecha temprana como 1922, un editorial de El Ferrocarril (nº 4222, 8/06)
afirmaba: “Con motivo de la ley de alcoholes, el gobierno ha traído encima de nosotros una grave
consecuencia: la muerte paulatina de nuestra industria agrícola que surgía con bastante expectativa. A
raíz de esta ley tenemos la paralización de las fábricas de alcohol nacional, las únicas que con su
consumo favorecían la industria agrícola del país”.
275
Es interesante no obstante poner en relieve, que en tanto la minería del estaño se encontraba en un
proceso de ascenso y expansión económica, la hacienda cochabambina, lejos de encontrar alternativas que
le permitieran un acceso más sólido a esta economía, se articulaba a actividades más secundarias y
limitadas al marco de un mercado interno restringido como es la de proveer materias rimas -grano de
maíz- a las destilerías de alcohol, en competencia con la caña cruceña y la melaza peruana, en un plano
que ponía la perspectiva del desarrollo regional en situación poco estable y más bien precaria.
29
CUADRO Nº 85: Ciudad de Cochabamba: Comercio mayorista y minorista
(1917 – 1928)

Años Comerciantes Comerciantes Comerciantes Empresas


importadores mayoristas minoristas de de Totales
mayoristas con ventas diverso tipo servicios
por menor
1917 16 40 313 21 399
1920 16 60 275 15 366
1921 15 53 231 17 316
1923 14 52 301 21 388
1924 16 50 236 26 328
1926 18 41 268 31 358
1927 16 35 424 17 492
1928 18 48 489 15 570
Fuente: Patentes municipales de los años citados

Podemos observar en primer lugar, que el comercio importador mayorista, es el más


estable y el que presenta mayor regularidad en cuanto al número de establecimientos.
En algunos patentes se pudo observar que las fluctuaciones que contiene esta primera
columna del cuadro anterior, se debe más a los criterios de clasificación cambiantes que
se adoptaban en la confección de dichas patentes que a expansiones o depresiones de
este sector. La regularidad anotada se mantiene incluso en circunstancias en que el
conjunto del comercio urbano tiende a expandirse. En efecto, si comparamos la relación
de establecimientos importadores mayoristas e importadores con venta al por menor, en
1917 ambos representaban en total 65 establecimientos comerciales que podrían
tipificarse como los más importantes de la ciudad, correspondiendo en ese momento
5,13 establecimientos comerciales minoristas (compradores en plaza) y de servicios, por
cada establecimiento importador en general. El número de establecimientos
importadores sufre variantes, sobre todo por las pronunciadas fluctuaciones del
comercio importador con ventas al detalle; sin embargo hacia fines del periodo
estudiado (1928), su número es muy similar al de 1917 (66 establecimientos), pero la
relación anotada es ahora de 7.6 negocios comerciales minoristas y de servicios, por
cada firma importadora.

Al respecto de la expansión, sobre todo del comercio minorista, podemos plantearnos un


par de preguntas: ¿Este fenómeno fue expresión del incremento de las importaciones, a
efectos de un crecimiento del mercado de consumo urbano en general? ¿El lento
crecimiento del número de establecimientos comerciales importadores expresa una
tendencia al monopolio del comercio importador que se ve fortalecido por la
consolidación de un mercado en expansión de bienes manufacturados? Contrastando
estas impresiones con el desarrollo de la crisis agrícola regional, que se hace más aguda
29
hacia 1926, la respuesta posible es de orden negativo276, sin embargo, este panorama
parece no afectar al comerciante minorista.
Por otra parte, la cuestión de las patentes y los impuestos, que siempre fue un tema
polémico, en los años 20, son causa de verdaderos conflictos entre el Concejo
Municipal y multitud de tributarios. En realidad este aspecto, que no sería motivo de
preocupación en una situación de economía en crecimiento, lo es necesariamente en una
situación opuesta, y aquellos reclamos, que normalmente involucraban al pequeño
comercio y que se ventilaban en las oficinas municipales, sin llegar a la prensa, también
en esta época, como un otro síntoma de la crisis, alcanzan al gran comercio y plantean
reclamos que con frecuencia introducen cambios en la categorización de las patentes,
hecho que contribuye a algunas alteraciones en la composición numérica del comercio
importador277.

En 1926, la Junta Agrícola de Cochabamba, edita un folleto con el título: “La crisis del
maíz en Cochabamba", donde entre otras cosas, se anota que:

276
A este respecto, el citado año la prensa emitía comentarios como los siguientes: “Hace poco circuló la
noticia de grandes internaciones de cereales argentinos a Bolivia por la vía de Atocha, bastando ese
rumor para la baja de los productos, sobre todo el maíz que se cotiza a muy bajo precio con muy poca
demanda. Se trata pues de una nueva vía comercial perjudicial para Cochabamba puesto que viene a
disputarle el mercado del altiplano (…) La Argentina es una gran potencia económica que, ha
implantado la industria agrícola con maquinarias, abonos químicos y todos los recuraos de la ciencia y
el capital. Los agricultores de Cochabamba que todavía usan arado de palo y los métodos empíricos, no
pueden luchar contra semejante adversario (...) ¿cuál será la consecuencia?. El dinero que circula en
este Departamento irá a poder de los cultivadores de Tucumán y Salta, con gran perjuicio de nuestra
economía” (La agricultura de Cochabamba, El Comercio nº 415, 13/08/1926).
277
Un artículo de 1924 que reclama vehementemente por “imprecisiones, omisiones errores e injusticias
en la fijación de los montos de las patentes municipales”, asumía la defensa de grandes casas
importadoras, hecho que nos permite revelar algunos rasgos de la situación por la que atravesaba el
comercio; observemos algunos de los argumentos empleados: “La Negociación Mercantil Illimani, ha
sido clasificada entre los comerciantes importadores mayoristas, pero se trata de una casa cuyos
mayores negocios, los hace sobre artículos de abarrotes que dejan un margen de utilidad sumamente
estrecho, y en ocasiones pérdidas apreciables” (Esta casa era sucursal de una gran importadora paceña y
se dedicaba al rescate y exportación de productos agrícolas). “Fuera de esto, la plaza de Cochabamba
está deprimida por la crisis latente y los negocios no se hallan a la altura de imposiciones tan onerosas,
y sin embargo ahí se tiene a las casas Bickenbach, Yancovic Hermanos, Quidde y Cia, Gallardo, Bottiger
Trepp y Cia, Hinke y Cia., Boheme y Zeriacks, Herborn, Forcada, Rafael Urquidi y Cia., Findel y
Borgolte, y muchísimos otros que se hallan gravados con patentes inadecuadas, al momento, difíciles
para todos los negocios. La Casa Bickenbach y Cia., paga su patente comercial de Bs.1 000 elevada por
cierto, y por servir como agente del Banco Alemán, otra patente de Bs. 600 esto nos parece una
redundancia” (Revista Industria y Comercio nº 82, 27/07/1924). En 1925 se reclamaba por el Artículo 66
de 1a Ley de 15 de enero de 1925 que creaba impuestos “pro-centenario de la República” con los que
gravaba con el ½ % adicional en timbres, a las operaciones de préstamos bancarios por parte de
particulares, incluyendo los créditos en cuenta corriente, los descuentos y compromisos de venta. Se hacia
notar que “es un impuesto contrario a la marcha normal de los negocios” y que se debía tomar en cuenta
el estado de crisis en que se halla el país, lo que ha provocado un incremento en estas operaciones
bancarias de préstamo y descuento Solo así pueden mantenerse el comercio y las industrias, sin el auxilio
aunque restringido de los bancos, muchas firmas habrían tenido que ir a una segura a ruina. Luego
significativamente, se añadía: “calculamos que una casa mayorista en estos tiempos de achatamiento
general, vende alrededor de Bs. 5.000 al mes. De esta suma, un mínimo del 80% debe corresponder a las
ventas al crédito, comúnmente de letras y muy pocos pagarés a vencimiento fijó” (Revista Industria y
Comercio nº 102, 15/03/1925) La citada ley gravaba con el 1,5 por mil al valor catastral de los inmuebles
y con Bs. 2 por mes a los profesionales y clérigos en ejercicio Todavía en 1928 se insistía: “ Primero han
sido los malos años agrícolas, luego las nuevas gabelas creadas por el Estado, a esto se agrega el atraso
en el pago de sueldos a los funcionarios públicos. Todo este panorama desastroso en la economía de esta
región se hallaba y se halla todavía afectado por una absoluta falta de trabajo y la elevación de precios
en los artículos de primera necesidad”. (Revista Industria y Comercio nº 197, 24/03/1928).
30
La crisis de1 maíz ha afectado tan hondamente la economía del Departamento,
que podría decirse sin pecar de exageración, que no tiene precedentes.
Suspendidas las transacciones de cereales o limitadas al consumo alimenticio,
con una fuerte disminución todavía a causa de la pobreza de la gente del pueblo
en la ciudad y de1 indio en los campos; el comercio que depende de1
movimiento agrícola paralizado en sus operaciones, afecta a honrados
comerciantes que jamás habían dado nota de incumplimiento en sus
obligaciones y que han quedado forzados a causa de esta situación a pedir
plazos o protestar sus compromisos (...) Los bancos hipotecarios demuestran
con sus balances que existen dividendos atrasados e impagos por más de
un millón de bolivianos y se ven en una situación muy delicada, no pueden
prestar más ayuda como lo desearían (...) La usura ha tendido sus garras
(publicado en el Republicano nº 2974, 30/10/1926).

Es evidente que en este contexto, el comercio importador, mal podía expandirse, y que
su permanencia numérica invariable da cuenta, de que si bien algunas pocas casas
importadoras mayoristas cierran, otras nuevas igualmente escasas, las reemplazan. El
comercio de importación en menor escala es más vulnerable y queda más afectado por
la depresión y contracción del mercado. Evidentemente, las fluctuaciones en el volumen
de ventas en términos recesivos, afecta mucho más a este comercio y al comercio
minorista en general278.

A todo lo anterior, por último, se suman las presiones de la Misión Norteamericana


Kemmerer, a quienes, el gobierno de Hernando Siles, encomendó realizar correctivos en
la economía nacional, practicando a este título una política de mayores gravámenes
impositivos para fortalecer el Tesoro Nacional. Con este objeto, se pone en vigencia el
Decreto Supremo de 19 de septiembre de 1927, que incrementa los aranceles aduaneros.
A1 respecto la Cámara de Comercio hacía notar que este hecho, en medio de la crisis
que asolaba a Cochabamba, no solo era un golpe para el comercio importador, sino un
revés todavía mayor para el pueblo, pues afectaba no sólo al consumo de artículos de
lujo, sino también al consumo de bienes de consumo popular, como era el caso de los

278
“Si se observa la vida del comercio, se verá que las ventas han disminuido en una proporción de un
70% sobre la existencia, hoy se vende en la proporción del 20%, con una diferencia del 50%. Estos datos
no son exagerados ni mucho menos. Hace una semana que el que escribe este artículo, visitó varias
casas de comercio con este resultado: En la primera casa con una existencia de medio millón de
bolivianos y quizá más, situada a una cuadra de la plaza principal, a las 4 de la tarde, no tenía más de
15 Bs. por la venta de ese día. En la segunda casa, ubicada en un lugar igualmente céntrico con
existencia aproximada de 100.000 Bs., las ventas del día de nuestra visita ascendían a las 5 de la tarde a
32 Bs. En la tercera casa, con una existencia calculada en 80.000 Bs. en mercaderías nobles, a las 4 de
la tarde del día a que se refiere nuestra investigación, no tenía vendido más de 20 Bs. En las casas
mayoristas los resultados son igualmente desastrosos, en una de ellas, hemos visto que el año 1920, tenía
un promedio mensual de 150.000 Bs., hoy esa misma casa, no alcanza a vender 70.000 Bs. mensuales,
con existencias quizá superiores a la de aquel año” (La situación económica de Cochabamba, Revista
Industria y Comercio nº 197, 24/03, 1928). Un editorialista en 1927, era todavía más explícito: “La
influencia depresiva de la crisis en las actividades comerciales ha sido notable, especialmente porque ha
repercutido en la disminución de las ventas, circunstancia que también ha determinado la cesantía de
numerosos empleados y los consiguientes trastornos de una situación anormal. La extensión de los
negocios está reducida en forma notoria, siendo de escasa importancia las transacciones diarias. No
podía ocurrir tampoco de otra manera, una vez que la relación entre el mayor movimiento comercial y el
más alto precio de nuestros productos agrícolas es constante. Una simple observación haría notar que
los años en que los cereales tenían abundante salida y se cotizaban a buen precio, el comercio estaba
más desahogado y había mucho mayor movimientos que hoy” (El Republicano nº 3219, 11/08/1927.
30
tejidos de algodón (así el tocuyo que pagaba un arancel de 0.35 Bs. el kilo, debía pagar
ahora 1.35 Bs., de donde el costo de la pieza pasaba de 14 Bs. a 22.31 Bs.). (El
Republicano nº 3262, 23/09/1927).

Resulta evidente luego de todo lo anotado, que el comercio importador, luego de un


corto periodo de relativa prosperidad, entre 1917 y 1920, muestra un comportamiento,
de acuerdo al Cuadro No. 85, que resulta coherente con el proceso de aguda crisis
económica registrada. Sin embargo, la situación del comercio minorista en general, no
resulta tan comprensible, pues la estadística muestra que, en tanto la crisis regional se
torna más álgida, este comercio se expande. Sin embargo, contrariamente entre los
años1917 y 1920, no da signos de expansión, por el contrario, da señales de una
tendencia contractiva, con un aparente florecimiento hacia 1923, impresión que tal vez
está sobredimensionada por modificaciones en los criterios de clasificación de la patente
municipal. En todo caso, se produce una recuperación a partir del citado año, con una
llamativa expansión a partir de 1926, justamente cuando la Junta Agrícola y las fuerzas
vivas del departamento dan a conocer que la crisis está en su auge. Entonces, ¿cómo
podemos explicar esta aparente incoherencia del comportamiento del pequeño
comercio?

Observando las patentes municipales de aquellos años, se comprueba que dicho


comercio minorista comporta dos grandes categorías diferenciadas: un sector de
establecimientos comerciales que muestran un comportamiento relativamente estable en
este periodo (boticas, librerías, casas compradoras en plaza, joyerías y otros279 y, un otro
sector, que estaba dominantemente constituido por pequeños negocios, como por
ejemplo, pulperías, con o sin venta de licores y chicha, proveedoras y otros similares
que se aprovisionaban de productos agrícolas o localmente manufacturados, que
resultaban mucho más sensibles al panorama económico anotado, tal como se observa
en el cuadro siguiente:

CUADRO Nº 86: Ciudad de Cochabamba: Comercio minorista


(1917 – 1928)
Años Boticas y Comercio Comercio Casas Comercio Pulpería, Pulpería Otros
droguerías Librerías de de coca compra- de cuero Provisión con menores Totales
madera doras y suela general venta
de licor
1917 4 6 13 26 52 - - 182 30 313
1920 4 2 23 13 94 - - 127 12 275
1921 4 1 19 10 70 - - 115 12 231
1923 4 1 18 9 95 6 - 146 22 301
1924 5 2 11 - 80 6 - 119 13 236
1926 5 1 12 2 73 2 140 67 16 309
1927 5 2 9 10 83 4 215 66 30 424
1928 6 2 17 8 82 3 191 115 65 489
Fuente: Patentes municipales de los años citados

Sin dejar de tomar en cuenta las limitaciones de las fuentes utilizadas, podemos
comprobar que son las pulperías las más sensibles a estas variaciones bruscas de
expansión o reducción.

279
Este tipo de establecimientos comerciales, si bien trabajan con artículos de importación, los adquirían
de 1as grandes casas importadoras locales o de casas importadoras de La Paz, es decir, que en general no
realizaba importaciones directas.
30
Sin embargo antes de intentar una explicación a este comportamiento, resulta necesario
perfeccionar el concepto que sobre este tipo de negocio se pueda tener, específicamente
en el caso que nos ocupa. Es decir, ¿qué tipo de negocios eran las pulperías? Las
patentes municipales sugieren que en general, se trataba de negocios que representan
niveles de inversión y capital reducido, y que incluso, dadas las fluctuaciones que
evidencian los registros de tales patentes, eran establecimientos poco estables y
cambiantes en el sentido de que, según las circunstancias podían incorporar o no la
venta de licores y chicha, o incluso desaparecer, o tal vez evadir el padrón municipal.
Sin embargo, veamos lo que al respecto anotaba Luis Romero Amézaga (Ver Anaya,
1965: 92):

Caracterizan a las Pulperías:


a) El escaso volumen de sus existencias y consiguientemente de sus actividades.
b) Su localización caprichosa, no obedece a una distribución racional de zonas
de influencia comercial, sino al hecho de que existan habitaciones (tiendas),
sobre la calle. (La construcción colonial superviviente en el casco viejo, es de
una ‘tienda’ sobre la calle, cuando menos en cada casa)280
c) El tendero (o más propiamente la tendera), no es precisamente comerciante,
sino que por el hecho de ocupar habitación sobre la calle, instala tienda como
medio auxiliar de sus ingresos familiares.
d) En tales circunstancias de un modo general, el comercio de pulpería es
rutinario y caprichoso. No da lugar a un verdadero juego comercial, ni en
cuanto a los precios, ni en cuanto a la variedad de las mercaderías.

La definición anterior, nos permite comprender mejor esta situación, y sugiere una
posible interpretación: la crisis del maíz y el alcohol en la década de 1920, no sólo se
expresa en la caída de los precios del cereal que afecta a los hacendados y a los grandes
comerciantes, sino que repercute sobre el conjunto de la formación social regional. En
el caso de los sectores populares, es evidente que el costo de vida en constante
incremento, y la escasez de fuentes de empleo, golpean fuertemente su precaria
economía281. Esta situación en el orden urbano, tiene un doble efecto social: por una
parte, los sectores asalariados irrumpen en la escena política con voz propia,
organizando la Federación Obrera de Cochabamba, en abril de 1922 282. En diciembre de
dicho año, la F.O.C. logra la elección de un representante suyo al Concejo Municipal 283.
280
Estas eran las denominadas “tiendas redondas”, es decir habitaciones pequeñas con frente a la calle,
las más de las veces, sin servicios higiénicos ni derecho a ellos, donde además del negocio, era lugar de
residencia del tendero o artesano.
281
A este respecto, una convocatoria para la organización de los gremios de trabajadores afirmaba: “Hoy
las empresas ferrocarrileras han subido sus tarifas de carga y pasajes en proporción increíble, los
dueños de casa cobran alquileres desmesurados por viviendas malsanas e incómodas, los precios de los
artículos de primera necesidad están a la altura de las nubes, los impuestos, patentes y multas y todas las
satánicas invenciones de los politicastros están en proporción de los desfalcos ... mientras los salarlos
siempre ridículos mezquinos e invariables, no hacen ni remota aproximación a lo que cuesta la vida en
este siglo de calamidades” (El Ferrocarril nº 4167, 1º/04/1922).
282
A partir de 1918, se organizan en la ciudad, la Federación Ferroviaria del FF.CC. Antofagasta-Bolivia,
la Federación Ferroviaria de la Compañía de de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba, la Federación de
Zapateros, la Federación de Sastres, la Federación de Carpinteros, la Federación de Hoteleros y gremios
afines, la Federación de Chóferes, la Federación de Peluqueros, el Instituto Superior de Artesanos, la
Unión Gráfica, la Liga Antialcohólica y otras, con cuyo concurso se funda la Federación Obrera de
Cochabamba, cuyos miembros pasan a ser conocidos con la denominación de “federados”.
283
En diciembre de 1922, y pese a las irregularidades y agresiones que la oposición sufre por parte del
Partido Republicano [oficialista), es nombrado como Concejal, el Dr. Juan José Quezada en
representación de la F.O.C.
30
Es decir, que desde l920, se produce un ascenso del movimiento popular no registrado
con anterioridad. Sin embargo en forma paralela, amplios sectores de pequeños
artesanos, pequeños comerciantes, modestos oficinistas, etc., ante la gravedad de la
crisis, se ven obligados a “diversificar” su actividad económica, produciéndose en
consecuencia una primera expansión del sector terciario, bajo la forma de las
denominadas “pulperías”, que presumiblemente son muchísimo más numerosas que las
que registran las patentes municipales analizadas 284, y también, bajo la forma de
“comercio ambulante”, al parecer protagonizado inicialmente por inmigrantes árabes, y
que tampoco aparece en los registros oficiales285

Hacia 1930, en medio del la debacle económica que sufre la economía capitalista, la
crisis regional se extiende al conjunto del país, afectando a la minería y a la industria.
Retornan grandes contingentes de emigrantes de las salitreras de Chile y de las minas de
estaño, agravando la situación descrita. Aparece con mayor fuerza un nuevo fenómeno:
la desocupación, que si encontró inicialmente la alternativa de la expansión del pequeño
comercio, luego se hace presente en proporciones que obligan a la creación de un
Comité de Ayuda a los Desocupados, bajo la presidencia del Prefecto del Departamento,
Luciano Galindo, con cuya iniciativa se realiza un censo de desocupados en la ciudad,
que arroja la cifra de 1.200, de los que 729 corresponden a repatriados de las empresas
salitreras chilenas y 471 a ex-mineros que han sido despedidos de los yacimientos
mineros de Oruro y Potosí. Se trata de “relocalizar” a estos trabajadores en la ejecución
de obras públicas y auxiliarlos organizando una “olla de los pobres”, para atender a los
familiares de los mismos, convocándose al Comité de Obras Públicas y a la Cámara de
Comercio para realizar esfuerzos tendientes a proporcionar trabajo a este contingente.
(El Nuevo Heraldo, 28/ 12/ 1930).

Esta situación se prolonga en los años 1931 y 1932, e inclusive si cabe, alcanzando
contornos más dramáticos que la prensa de la época recoge con franco realismo:

En Cochabamba hay hambre y esto parece una paradoja ¿es posible creer que
en la ciudad, llamada antaño ‘el granero de Bolivia’, existan esas escenas
macabras, en e1 que el padre sale a la calle llevándose toda la angustia del
dolor moral y material que hay en su hogar? ¿Podemos acaso imaginarnos que
en los conventillos de la ciudad, en tos tambos de arrabales, una madre casi
exánime, desmirriada soporta el hambre que la tortura durante días
interminables, porque el mendrugo de pan que ha conseguido, debe dárselo a
sus hijos? (El Imparcial nº 321, 05/03/ 1932)286

284
De acuerdo al censo de 1950, existían 10.932 comerciantes en la ciudad, estimándose en 8.500 los
negocios de diverso tipo, de los que 2 087 están registrados en los padrones municipales y 6.413
aproximadamente no están legalizados. “Esta anomalía se explica porque la mayoría de las mujeres del
pueblo, realizan un comercio al detalle prácticamente en cada casa de la ciudad, para la venta de
contados artículos de uso diario” (Luís Romero Amézaga, en Anaya, 1965:93).
285
) En 1922, un Decreto Prefectural dispone, ante “la proliferación del comercio ilícito clandestino a
domicilio y en la calle”: Art. 1º Se prohíbe el comercio ambulante en las calles y domicilios particulares”
(El Ferrocarril nº 4378, 29/12/1922). En 1926 la Cámara de Comercio señalaba: “La mayor parte de
comerciantes al por menor de origen sirio, venden en competencia con los mayoristas, en condiciones
tales que no es fácil dar una solución. Día a día se abren nuevas tiendas y el público llena sus despachos
en razón de la diferencia colosal de precios” (El Heraldo nº 9859, 3/03/1926).
286
En 1932, nuevamente se organiza la “olla de los desocupados” para alimentar unas 600 personas
desamparadas con el concurso activo de las instituciones de beneficencia y la colectas que se realizan en
las casas bancarias y del comercio.
30
El telón de fondo de esta crisis, constituyen los levantamientos indígenas en diferente
puntos de la República, sobre todo, en el Norte potosino y las tierras altas del
Departamento de Cochabamba. Simultáneamente en la ciudad capital, el cuadro de
desocupación y el creciente malestar social se acentúa, merced a la especulación en los
artículos de primera necesidad. En 1932, iniciadas las hostilidades en el Chaco, se
organiza la Junta Departamental de Giros, que intenta infructuosamente un control sobre
los precios de los artículos de primera necesidad y ejercer un control estatal sobre el
consumo de divisas, surgiendo el sistema de asignaciones o “cupos” para importar
mercaderías de uso diario, quedando restringidas las importaciones de artículos de lujo.
En este contexto aparece también la denominada “bolsa negra” o “mercado negro”, que
es origen de no pocas fortunas: “Los comerciantes de mercaderías ultramarinas,
realmente no tienen consideración con el pueblo e imponen precios caprichosos que el
público se ve obligado a pagar" (El Imparcial nº 1012, 19/07/ 1934).

En 1935 se organiza la Dirección Departamental de Consumos, que se encarga de


supervisar la aplicación de una política de racionamiento sobre el consumo de alimentos
y otros, implantando tarjetas de racionamiento, previo censo de la población de la
ciudad de Cochabamba y el Cercado, efectuada aquel año287. Mediante esta Dirección a
través de sus secciones de racionamiento, estadística y control de precios, se logra una
cierta disciplina en el consumo y comercialización de muchos productos como la harina,
el pan, los tubérculos, el azúcar, la manteca, el tocuyo, que antes habían sido objeto dé
intensa especulación y ocultamiento. Sin embargo en estos años se acentúan las
exportaciones de productos agrícolas e incluso el maíz, que en la década de l1920 no
tenía salida, ahora pasa a abastecer al ejército, al igual que otros productos,
revitalizando la economía del departamento y en especial de la ciudad, donde la
distorsión de los sistemas de control de divisas y la especulación permitirán una
creciente concentración de capitales en manos de latifundistas y sobre todo,
comerciantes importadores y exportadores.

Hacia el final de la Guerra del Chaco, situaciones como: la desmovilización del


Ejército, la mejora sustancial de las vinculaciones terrestres con el altiplano y con el
oriente, la ampliación de estos vínculos con los servicios aéreos que paulatinamente se
tornan más eficaces, a lo que se suma, la presencia de los primeros flujos migratorios de
las provincias, configuran una serie de factores que fueron transformando la ciudad. El
desarrollo del comercio urbano, adquiere nuevas dimensiones, con lo que la zona central
de Cochabamba, toma una nueva fisonomía: al margen de la invasión de la propaganda
comercial, lo más significativo es que, de la adaptación de habitaciones de las viejas
casonas de influencia hispana para recibir locales comerciales, se pasa al proyecto de los
primeros edificios de renta y comercio, es decir, se proyectan ambientes expresamente
concebidos con esa finalidad. En fin, la actividad comercial consolida definitivamente
su presencia en torno a la Plaza 14 de Septiembre y calles adyacentes (Esteban Arze,
Sucre, Bolívar, Jordán, España, General Achá, 25 de Mayo, Av. San Martín, Perú, etc).

En agosto de 1922, se funda la Cámara de Comercio, en sustitución del antiguo Círculo


Comercial organizado en el siglo pasado por Von Holten y otros, para pasar en función
del Decreto-Ley de 25 de abril de 1937 y disposiciones reglamentarias de 1938, a
denominarse Cámara Departamental de Comercio288 Una estadística de dicha institución

287
Este censo incluyendo la ciudad y el Cercado, con los cantones de Cala Cala e Itocta, arrojaba un total
de 52.325 habitantes. [El Imparcial nº 1628, 27/06/1935).
30
nos proporciona una idea de la expansión del comercio legalmente establecido a partir
de 1938 (Ver Cuadro No. 87).

CUADRO Nº 87: Ciudad de Cochabamba: Comercio asociado y capitales (1938 –


1950)*
Nº de
asociados a la Promedio del
Años Cámara Capitales (en Bs.) capital
Deptal. de comercial (en
Comercio Bs.)
1938 326 45.560.826,05 139.757
1943 867 108.713.161,18 125.390
1944 930 146.860.923,80 157.756
1945 862 161.130.364,26 186.926
1946 1.009 194.975.793,99 193.237
1947 1.146 251.468.090,80 219.431
1948 1.225 317.800.018,63 259.428
1949 1.240 386.848.441,05 311.974
1950 1.463 465.734.535,45 318.342
(*) Incluye un porcentaje de asociados no mayor al 10 % de algunos
Centros provinciales como Quillacollo, Cliza y Punata.
Fuente: Cámara Departamental de Comercio, Los Tiempos nº 2279,
14/09/1951.

El cuadro anterior nos proporciona una idea de la expansión del comercio y el capital
comercial a partir de la posguerra del Chaco, y sobre todo, en la década de 1940.
Inicialmente se puede establecer, que hacia fines de la década de años 30, el comercio
sufrió una contracción con relación a la expansión de los años 20 (Ver Cuadro No. 85).
La Cámara de comercio inicialmente apenas aglutinó a 326 asociados, pese a que la
afiliación a esta institución era obligatoria por Ley. Sin embargo a partir de los años 40,
la expansión fue rápida, cuadruplicando el número de miembros hasta 1948. Otro tanto
ocurrió con el capital declarado, que pese a la situación económica inestable que se
arrastraba desde la guerra del Chaco, no cesó de incrementarse, tanto en términos
globales como en promedio, dando lugar sin duda, a una fuerte concentración de este
capital en el sector importador, aunque sobre este último aspecto no existe un registro
específico.

La propia Cámara de comercio explicaba la expansión del sector, como fruto del
desarrollo del transporte y las comunicaciones. A1 respecto se afirmaba:

Contamos con ferrocarriles que nos traen mercaderías del exterior y otros
centros del país; 1os servicios aéreos internacionales permiten la recepción de
mercaderías nobles y correspondencia en tres días de 1os EE.UU. y cuando
más, cinco días de cualquier punto de Europa. Las líneas aéreas nacionales han
adquirido un notable y franco incremento, que permite el transporte humano y
de carga comercial, prácticamente a todos los confines del territorio nacional,
las comunicaciones telefónicas y radiotelefónicas, facilitan también, en mucho a
288
El primitivo Círculo Comercial que tuvo actuación descollante en las luchas regionales por el
ferrocarril, fue apuntalado y económicamente sostenido por las grandes empresas comerciales de
importación como las firmas Germán Fricke, Otto Schmitd, Rafael Urquidi, Alfredo Barber Bickembach
y Cia., J.C. Torrez e hijos, Colmann-Boheme, Guzmán Achá, Morales y Bertran, Antonio Moreno, E y W
Hardt, Simón López y otros, además los bancos de la Nación Boliviana, Industrial, Francisco Argandoña,
Hipotecario y Mercantil. Sus directivos en los años 1910 y 1920 fueron Rodolfo Kruger y Ramón Rivero.
30
esta actividad, haciendo posibles las comunicaciones instantáneas, en casos de
urgencia, con cualquier punto del país y el exterior de La. República. (Los
Tiempos No. 2279 de 14/09/ 1951).

El desarrollo de las comunicaciones, fue sin duda un factor poderoso para la formación
de un sector comercial moderno e integrado al comercio internacional. Pero otros
factores, como la vinculación de este comercio, a la minería y a la economía hacendal,
que en buena proporción proveyeron los capitales y los incrementaron, no dejó de ser
igualmente determinante.

De todas formas, precisamente en los años que corresponden a las décadas de 1930 y
1940, se produjo la transición de la clásica figura del comerciante valluno, permanente
agente viajero y buscador infatigable de nuevos horizontes y mercados, que combinaba
el negocio con la aventura, basando todos sus cálculos e ilusiones, en la capacidad de
sus arrias, para vencer las estribaciones andinas o los grandes ríos de los llanos
orientales; a la muy respetable figura del empresario comercial, cuya dinámica ya no
tenía límites ni fronteras. Si observamos la expansión del capital comercial e industrial
hasta 1951, podemos comprobar lo siguiente:

CUADRO Nº 88: Ciudad de Cochabamba: La situación de la industria y el


comercio en 1950 - 1951

Promedio del
Nº de capital por
Rubros empresas Capital (en Bs.) unidad
económica
Comercio * 1.463 465.734..535,45 318.342
Industria** 243 330.706.721,05 1.360.933
Fuente: (*) Cuadro nº 87 – (**) Boletín Cámara de Industria, 1951

Recordando el contenido del Cuadro No.55 (cf. supra Capítulo 11), podemos establecer
que el sector industrial pese a presentar un capital promedio superior en más de 4 veces
al promedio del capital comercial, mostraba una proporción significativa de unidades
manufactureras (47% del total) con niveles de capital fijo por debajo del promedio del
capital comercial (318.342 Bs.). Las unidades industriales que superaban el horizonte
del millón de bolivianos como capital fijo, apenas alcanzaban al 24%, en tanto 7
establecimientos industriales (el 2.88%) concentraban el 44% del total del capital
industrial en 1950-51, lo que sugiere una tasa elevada de concentración del capital del
sector en una pequeña fracción que correspondía, a lo que se podrían considerar,
grandes establecimientos industriales. Es posible que estos rasgos se reprodujeran en la
composición del capital comercial, sobre todo en relación al comercio importador, con
el cual la industria local debía disputar en términos muy desventajosos, un mercado de
consumo bienes manufacturados todavía muy incipiente.

Según la Cámara de Comercio, el ritmo expansivo del sector comercial se vio


fuertemente limitado por la política cambiaria. Desde 1931, en Bolivia se estableció el
control cambiario, y el comercio desde esa época tuvo que depender de las asignaciones
de divisas que efectuaba el Estado, situación que se hizo más rígida a partir de 1945,
cuando se estableció el régimen de permiso previo para importaciones. Con anterioridad
a esta determinación, el comercio mayorista adquiría libremente sus mercaderías en el
exterior y luego tramitaba la obtención de divisas, siendo frecuente que los montos de
moneda norteamericana conseguidos, no cubrieran las obligaciones contraídas,
30
debiendo cubrirse el saldo con dólares adquiridos en el mercado libre 289. Con el sistema
de control señalado, el flujo de divisas al departamento se vio restringido, sobre todo a
inicios de la década de 1950, tal como muestra el cuadro siguiente:

CUADRO Nº 89: Ciudad de Cochabamba: Divisas para importaciones asignadas al


comercio entre 1945 y 1951

Montos de
Años divisas asignadas

1945 726.000
1946 3.753.000
1947 2.750.000
1948 2.760.000
1949 1.637.000
1950 860.000
1951 688.000
Fuente: "Cámara Departamental de Comercio",
Los Tiempos nº 2.279, 14/09/1951.

La asignación estatal de divisas al departamento, que se situó en su nivel más alto en


1946, al quintuplicarse con relación a 1945, experimentó un paulatino descenso a partir
1947, para alcanzar su nivel más bajo en 1951, incluso inferior al nivel alcanzado en
1945. Esta situación, sin duda, expresaba una tendencia opuesta a los intereses del
comercio y a la expansión comercial (Ver Cuadro 87), dando lugar a enérgicos
reclamos: del comercio local:

la declinación visible en el monto de cuotas asignadas al Departamento de


Cochabamba para cubrir el valor de sus importaciones destinadas al consumo
público, ha originado que gran parte del comercio de este Departamento tenga
que hacer sus adquisiciones en el interior de la República, particularmente en
la ciudad de La Paz, lo que como es de suponer ocasiona mayor elevación de
precios, por la intervención de intermediarios que podría eliminarse mediante
importaciones directa (Fuente citada en el Cuadro 89).

Se destacaba que esta contracción en la oferta de divisas determinó la declinación de las


transacciones del comercio importador y del comercio minorista que dependían de
aquél, agudizándose el incremento del costo de la vida. El siguiente cuadro nos
proporciona una idea de la política de asignación de divisas en 1950:

289
Desde la posguerra del Chaco, Bolivia vivía un proceso inflacionario que dio lugar a una pluralidad
de cambios para la divisa norteamericana. Concretamente, existían hasta cuatro tipos de cambio: el de Bs.
42 para importar alimentos y artículos de primera necesidad, el de Bs. 56 para importaciones mineras y de
la industria, el de Bs. 115 para importaciones suntuarias y el cambio de bolsa negra. En 1947 el primer
tipo de cambio fue elevado a Bs.60, aunque el dólar, en el mercado paralelo llegaba a 200 Bs. (Los
Tiempos nºs 2216 y 2223, junio y agosto 1951)
30
CUADRO Nº 90: Bolivia: Asignación de divisas por departamento en 1950

Departamentos Capitales comerciales Divisas asignadas


Monto en Bs. % Monto en us$ %
La Paz 1.492.000.000 51,59 12.209.800 79,23
Cochabamba 334.000.000 11,55 860.520 5,58
Potosí 138.000.000 4,77 438.480 2,85
Chuquisaca 78.000.000 2,70 270.040 1,75
Santa Cruz 166.000.000 5,74 417.600 2,71
Oruro 346.000.000 11,96 781.360 5,07
Tarija 87.000.000 3,01 234.240 1,52
Beni 244.000.000 8,44 152.960 0,99
Pando 7.000.000 0,24 44.800 0,29
Totales 2.892.000.000 100,00 15.409.800 100,00
Fuente: Cámara Departamental de Comercio de Cochabamba,
Los Tiempos nº 2279, 14//09/1951

Al margen de otras implicaciones que podrían extraerse del cuadro anterior, nos
referiremos a cuestiones que consideramos importantes para enriquecer el análisis hasta
aquí realizado. En primer lugar, llama la atención, la enorme desproporción entre el
volumen de capitales comerciales y la asignación de divisas concentrados en La Paz, en
relación con el resto del país. De lo anterior se deduce, no sólo el carácter de primer
centro comercial que detentaba dicha ciudad, sino su rol como distribuidor e
intermediario monopólico del comercio exterior que intentaban desarrollar otras
regiones. En este sentido, la concentración en la urbe paceña, de casi el 80% de las
divisas disponibles para el comercio importador en 1950, obviamente no respondía tan
sólo a sus necesidades internas, sino se destinaba a atender indirectamente a los
requerimientos del comercio cochabambino y de otras capitales que no obtenían las
suficientes divisas para cubrir sus requerimientos, es decir, que una parte de estas
divisas se desviaba al floreciente mercado negro, donde dichos dólares eran adquiridos
por los necesitados comerciantes de otros departamentos.

En segundo lugar, en La Paz se centralizaba más del 50% del comercio nacional, en
tanto el resto de los centros urbanos guardaban una relación extremadamente
desproporcionada con dicha centralización. En estos términos, el comercio de Oruro y
Cochabamba que eran muy parejos y ocupaban un segundo rango, era cuatro veces más
pequeño con respecto al de la sede de gobierno, expresándose aquí un rasgo, entre otros
muchos, del modelo de centralidad del aparato comercial, industrial y estatal que
caracterizaba el sistema urbano nacional, constituido por una ciudad dominante y
hegemónica a nivel del conjunto del país (La Paz) y ciudades menores, apenas
dominantes en sus respectivos ámbitos regionales y departamentales.

Un memorando de la Cámara Departamental de Comercio de Cochabamba, suscrito por


su presidente Walter Dotzauer, en julio de 1948, abordaba una vez más la cuestión de
las divisas290. En dicho documento se desarrollaba un minucioso análisis de la situación
del comercio en Bolivia, destacando la excesiva polarización del capital comercial en el
Departamento de La Paz “como consecuencia lógica de la preponderancia política y
administrativa que dicho departamento, ha llegado a tener dentro del concierto
nacional”. En virtud de lo anterior, había desplazado de este sitial a Oruro, que en su
momento, por ser el nudo ferroviario más importante del país y el centro de
290
En 1948, La Paz había recibido el 48% de las divisas disponibles(22.208.665,49 dólares), en tanto
Cochabamba sólo recibía el 12.96%, seguido por Oruro con un 10.80% y 5anta Cruz con el 7,78%
30
aprovisionamiento a la minería, llegó a detentar un sitial de primer orden. Sin embargo,
debido al desplazamiento de las firmas importadoras de mayor importancia hacia la sede
de gobierno, así como por la centralización de la venta de divisas en proporciones
mayoritarias en La Paz desde 1931, esta situación perjudicó profundamente al comercio
orureño. Al respecto se anotaba: “Es innegable que los capitales han ido en busca de
las divisas cuando debiera haber sido a la inversa, esto es, que las divisas sean
provistas allí donde se las requería” (El Imparcial nº 4954, 4/08/ 1948)291.

Con referencia al comercio de Cochabamba, el citado documento destacaba que nuestro


Departamento por su situación central, su sólida vinculación con el Oriente y por su
densidad demográfica, también se constituía en un centro comercial importante,
centralizado en la ciudad de Cochabamba. Desde este centro comercial, se proveían las
necesidades de consumo de Vallegrande, el Beni, Pando y Santa Cruz, así como del
norte potosino, en lo que hace sobre todo a productos importados. Sin embargo la
situación de permanente escasez de divisas determinaba que estos lazos se debilitaran y
que el propio comercio minorista de la ciudad de Cochabamba, se viera obligado a
efectuar sus compras en La Paz, donde siempre existía una provisión suficiente aunque
ello significaba un precio mayor en la venta final de estas mercaderías por la
concurrencia de un mayor número de intermediarios, como ya se observó anteriormente.
Como un ejemplo de esta dependencia, se destacaba que, si en 1947 el valor de las
mercaderías adquiridas en la ciudad de Cochabamba ascendían a 7.302.134.55 dólares,
las divisas asignadas a Cochabamba para dicho año, apenas alcanzaban a 2.760.000, de
donde se deduce que dicha asignación apenas cubría el 37.80% de las necesidades del
comercio local, el que dependía por ello mismo, en más del 60% de sus demandas de
mercaderías importadas del comercio paceño que las revendía ventajosamente a
Cochabamba. (El Imparcial No. 4955 de 6/08/ 1948) 292.

La situación del comercio, pese a mostrar una marcada tendencia expansiva, a desmedro
de las dificultades y restricciones anotadas, no experimentó mejoría en los años
posteriores. Los años de la década de 1950, por el contrario lo someterán a duras
pruebas. La cuestión de las divisas, mucho más escasas todavía, en el primer quinquenio
de la Revolución Nacional, arrojará como resultado no sólo la temprana quiebra del
modesto desarrollo industrial de fines de los años 40, sino incluso la contracción de la
actividad comercial. El Cuadro nº 91, muestra la composición del comercio urbano
registrado en la Cámara de Comercio en 1956:

291
De la aplicación de la política nacional de asignación de divisas al comercio importador, se puede
inferir que la misma, fue un instrumento eficaz para incrementar la centralización de la actividad
comercial en La Paz. Esta situación llegó al extremo, de que gran parte del comercio importador de otras
ciudades, tuvo que conectarse a casas comerciales paceñas y mantener representantes en dicha ciudad
para cumplir penosos trámites no siempre fructíferos y terminar siendo víctimas del apetito de los
mercaderes de dólares del mercado paralelo o adquiriendo las mercaderías requeridas con recargo, de los
grandes casas importadoras paceñas.

292
La Cámara Departamental de Comercio de Cochabamba exigía del Gobierno central, una asignación
anual de 6 millones de dólares. (El Imparcial nº 4957, 31/08/ 1948).
31
CUADRO Nº 91: Ciudad de Cochabamba: Casas comerciales registradas en la
Cámara de Comercio en 1956
Casas comerciales Número de
establecimientos
Firmas importadoras que abarcan varios ramos 97
Abarrotes y comestibles en general 201
Telas, confecciones y artículos para caballeros y damas 268
Pulperías 60
Ferreterías 35
Automotores, maquinarias, lubricantes y repuestos 23
Pastelerías 21
Librerías, papelerías y artículos de escritorio 18
Zapaterías 13
Bazares y artículos del país 26
Artículos eléctricos 9
Hoteles y alojamientos 15
Bares y pensiones 16
Otros en número menor: mueblerías, consignaciones, perfumerías,
vidrierías, artículos deportivos, sastrerías, joyerías, agencia de
aduanas, casas de cambio, corredores de inmuebles, bombonerías,
bicicletas, productos del país, radios y afines, turismo, cigarrerías,
representaciones, agencias de publicidad, cines, artículos dentales y
otros no clasificados. 114
Total 916

Fuente: Anaya, 1965: 94

Considerando, dentro lo relativo que permiten las estadísticas disponibles, el


crecimiento del comercio registrado en las cuentas regionales (padrones municipales y
Cámara de Comercio) entre 1901 y 1956, es irregular y refleja globalmente el
comportamiento del sector frente a los momentos de crisis y expansión de la economía
regional. El Cuadro siguiente sintetiza este proceso:
31
CUADRO Nº 92: Ciudad de Cochabamba: Comportamiento del sector comercial
urbano registrado en las cuentas regionales (1901 – 1956)

Número de Incremento o decremento


establecimientos Comportamiento % promedio anual de
Grandes unidades comerciales
periodos Año Año Característica del
de inicial final Expansión Contracción Crecimiento Contracción periodo
evolución del del anual Anual
periodo periodo
1901 - 282 399 41,50 - 7,3 - El comercio antes de
1917 la llegada del
ferrocarril.
El comercio durante
1917 – 399 570 42,86 - 15,54 - la crisis regional del
1928 maíz y el alcohol
La crisis mundial de
1928 - 570 326 - 42,80 - 24,4 1929. La guerra del
1938 Chaco y el control de
divisas
Resurgimiento de la
1938 – 326 1.463 348,77 - 87,46 - economía maicera. El
1951 crecimiento
demográfico y la
expansión urbana
1951 - 1.463 916 - 37,39 - 109,4 El primer periodo de
1956 la Revolución
Nacional hasta la
estabilización
monetaria
Fuente: La información contenida en los cuadros 80, 85, 87 y 91

Este cuadro sintetiza con mayor nitidez, la evolución que experimentó el sector
comercial en la primera mitad del siglo XX, incluso abarcando los primeros seis años de
la década de 1950. Nuestro interés se dirige a constatar, una cierta coincidencia entre la
propia dinámica de cambio de la ciudad y la dinámica de este sector, en la medida que
la “modernidad” más allá de sus innovaciones técnicas y las mejoras que introdujo en
los servicios públicos y en los hábitos urbanos, definió una vocación y un rol para la
ciudad con respecto a su región, que entre 1900 y la guerra del Chaco giró en torno a
dos opciones: la primera, el desarrollo industrial basado en la recomposición y
modernización de la economía hacendal, como posibilidad cierta para reconquistar los
antiguos mercados perdidos con la Guerra del Pacífico. La segunda, la de encontrar su
especialidad, más como un centro de servicios y comercio importador que pasaría a
abastecer al conjunto regional y el Oriente Boliviano, pero al costo de, sacrificar su
desarrollo autónomo y acoplar su propia alternativa de crecimiento a la acción del
Estado, y su política centralizadora en torno al enclave minero y su principal centro
urbano en el Altiplano. La evolución del proceso comercial y el modesto desarrollo
industrial alcanzado en el periodo, demuestran que finalmente el camino elegido fue el
de la segunda opción.

A partir de esta conclusión, es posible, observando más cuidadosamente el Cuadro nº


92, precisar que entre 1901 y 1928, años que se caracterizan por prolongadas etapas de
recesión y crisis económica, que afectaron particularmente a la economía del maíz y al
sector artesanal, simultáneamente, fueron los años en que se consolidó el mercado
31
interno de la chicha, y en torno a éste, el propio proceso ferial. Además se debe
establecer, que pese a este cuadro recesivo amplio, se producen periodos más cortos de
expansión de la economía regional, gracias al auge de la industria alcoholera de la
década de los años 1910 a 1920. El comercio urbano en este periodo muestra un ritmo
de expansión lento y uniforme, con indicadores de crecimientos promedio modestos y
poco modificados por el beneficio de la conexión ferroviaria de la ciudad y la región al
altiplano y a los puertos del Pacífico.

Los diez años que median entre 1928 y 1938, afectan negativamente esta débil
expansión, al confluir en este periodo, tres tipos de factores depresivos para al conjunto
de la economía nacional. En primer lugar, la crisis general del sistema capitalista a fines
de los años 20 e inicios de los 30, que afectó a la minería por la fuerte baja en la
demanda de metales de uso industrial, el consiguiente cierre de muchas minas y el
éxodo de grandes contingentes de desocupados a Cochabamba y otras ciudades, así
como la consiguiente disminución de los flujos del comercio importador. Por otra parte,
la Guerra del Chaco, que si bien permitió una salida a la agricultura hacendal de
Cochabamba, restringió el comercio importador introduciendo por primera vez
mecanismos de control en el uso de la divisa norteamericana e inglesa. Finalmente, la
devaluación de la moneda a partir de mediados de la década de 1930, como
consecuencia del conflicto bélico y sus costos económicos, lo que trajo consigo una
mayor contracción en la disponibilidad de divisas y crecientes dificultades para el
mercado importador, en medio de una situación de extrema desconfianza en la
estabilidad de la moneda y de un excesivo afán de inversiones en bienes inmobiliarios.
En consecuencia, el comercio sufre un impacto negativo severo y experimenta una
contracción significativa en su composición numérica.

En el periodo 1938- 1951, actúan en forma coincidente factores externos e internos para
promover una expansión del sector comercial sin precedentes. Por una parte, el repunte
de la minería, sujeta a una fuerte demanda de la industria bélica norteamericana durante
los años la segunda Guerra Mundial, seguida de la expansión y predominio de la
influencia económica de los EE.UU. sobre América Latina, desplazando en definitiva
los restos del comercio inglés y europeo. Por otra parte, la definitiva ruptura del modelo
aldeano rebasado por el crecimiento demográfico y físico de la ciudad, proceso que se
hace viable, al ser sustentado por la expansión del mercado de la chicha y la economía
del maíz. De esta forma, el crecimiento del comercio se produce aún en medio de las
restricciones de divisas y la inestabilidad de la moneda.

Por último, el periodo 1951-1956, al que nos referiremos sólo muy puntualmente por
exceder los límites temporales que abarca este ensayo, se caracteriza por la incidencia
de factores igualmente internos y externos como ser: las grandes reformas estructurales
que provocan el derrumbe del sistema hacendal, eje de sustentación de la sociedad
oligárquica, y del Estado minero, con profundas repercusiones en la formación social
regional; el bloqueo económico a que es sometido el primer gobierno del MNR por los
EE.UU.; las consiguientes restricciones al comercio exterior y el redoblado control
sobre las divisas, así como la expansión del contrabando, como una alternativa que
perjudica aún más al comercio legal. Estos factores provocan una nueva contracción del
comercio, mucho más severa que la anterior, y que sólo será superada en el nuevo
periodo que se abre con la política de Estabilización Monetaria y la recomposición de
las relaciones entre EE.UU. y Bolivia.
31
De todo lo anterior se pueden extraer algunas conclusiones: la articulación hacienda-
comercio importador-mercado urbano, mantiene un equilibrio equivalente al lento ritmo
de la economía hacendal, que no pudo propiciar una expansión del mercado urbano en
base a un remozamiento de su capacidad productiva, y por tanto, tampoco pudo
auspiciar una mayor expansión del comercio y de la propia urbanización. Entre 1901 y
la posguerra del Chaco, en definitiva la dinámica de la “modernización” de la aldea
tradicional, se mueve y se consolida sobre el eje del comercio importador, y no bajo la
perspectiva del desarrollo industrial y la reestructuración del sistema hacendal. Por
tanto, si en todo el proceso anterior, el atraso urbano se equilibra con el atraso rural, a
partir de la década de 1920, el espacio urbano se “moderniza” y se transforma cada vez
más, en un oasis donde intentan materializarse los ideales de desarrollo de la sociedad
oligárquica, en tanto, el universo rural permanece en su ancestral atraso económico,
social, tecnológico y material, abriéndose así en esa época, y no con posterioridad a
1952, la primera brecha profunda entre campo y ciudad.

Entre 1935 y 1951 la expansión del comercio, paralelo al boom de la urbanización y el


crecimiento poblacional293, marcan la consolidación y crecimiento de este “oasis de
modernidad”, donde la dinámica comercial es determinante, como impulsora de las
necesidades y respuestas para ordenar y planificar la moderna urbe. En este contexto, si
la ciudad y el conjunto de su economía en el siglo XIX y en las dos primeras décadas
del siglo XX, fueron sensibles al transcurrir de la economía regional, a partir de los año
30, una parte de dicha economía, lo fue más, al comportamiento de la economía
nacional e internacional, en la medida en que su componente esencial, el comercio
importador, responde con mayor claridad y prontitud a los pulsos negativos o positivos
de esta dimensión, debilitándose cada vez más su articulación con la economía
hacendal, que es sustituida por la relación dependiente con el comercio externo y un
mercado de consumo, que al ampliarse desde el selecto pero restringido grupo de
hacendados consumidores de ultramarinos, a la más amplia participación de las capas
medias y aún, de los estratos de modestos ingresos, hacen necesaria la expansión de su
soporte material: el centro comercial y la ciudad en su conjunto.

Sin embargo el antecedente de la relación desarrollo comercial- expansión urbana, no es


totalmente lineal ni sólo tiene como protagonistas al gran comercio y sus intermediarios.
Al lado de este, existía otra dinámica, que como ya observamos anteriormente, permitía
relativizar los procesos de contracción del comercio en general, sobre todo porque, la
opción de la empresa minorista en tiempos de adversidad, era buscar refugio en la
alternativa “marginal” o “subterránea” del universo ferial, no sujeto a las cuentas
regionales y las exacciones tributarias.

El comercio ferial fue, por tanto, el otro componente que explica la expansión urbana, al
completar la dimensión de un mercado urbano, en que se amalgaman los intereses de los
estratos de altos y bajos ingresos. De esta forma feria y centro comercial urbano se
complementan para expandir la ciudad y su población, pero combinando en forma
original, tanto económica como espacialmente, dos alternativas diferentes: la expansión
del capital comercial y financiero, por una parte, y por otra, la reproducción de la
economía mercantil y campesina. Este aspecto que se plasma, con características

293
La tasa de crecimiento anual de la población urbana de Cochabamba, entre 1900 y 1934 fue de 2,40.
Esta misma tasa entre 1935 y 1945 alcanzó a 3.66, para pasar a 3.85 entre 1945 y 1951.
31
singulares en la posguerra del Chaco, se constituye en el rasgo fundamental, que explica
la evolución urbana de la ciudad en las décadas posteriores.

Para completar esta imagen, entonces nos referiremos brevemente a la situación del
comercio ferial a fines de los años 50 del siglo pasado, cuando el contenido y la opción
que asume el desarrollo urbano ya están definidos: Una descripción de esa época,
anterior a los decretos de estabilización monetaria, señalaba que a Caracota acudía un
término medio de 15.000 personas en día de feria. “o sea, un 15% aproximadamente de
los pobladores de la ciudad”294.
Asimismo se calculaban en unos 2.000, los comerciantes que participaban de esta
actividad, de los cuales, por lo menos unos 400 a 500 eran de de origen quechua,
provenientes de las comarcas vecinas. Todo este conglomerado de comerciantes:

instalan sus puestos de venta en galpones, en toldos o sobre el suelo al aire


libre. La feria se asienta sobre una superficie aproximada de dos hectáreas.
Dada la enorme afluencia de compradores y comerciantes se plantean serios
problemas de circulación. El congestionamiento es enorme” (Anaya, 1965: 95).

A partir de 1956, la escena ferial así descrita, y que era una prolongación de aquella que
en el siglo XIX se realizaba en la Plaza de San Sebastián, se transforma en feria
comercial que combina productos agropecuarios, artesanales y manufacturas diversas,
merced a la política liberal que introducen las medidas de estabilización monetaria,
estableciendo el libre comercio, en contraposición al férreo control de divisas y cupos,
que se remontaba a la época de la guerra del Chaco. Participa de esta variopinta
actividad, un nuevo personaje: el contrabandista de manufacturas extranjeras, que
inunda la feria con centenares de pequeños puestos y otros centenares de comerciantes
ambulantes, que expenden productos de industria peruana, argentina, brasileña, chilena,
etc, internados ilegalmente al país. La feria cambia su tono campesino y artesanal y se
transforma en una suerte supermercado o bazar criollo de manufacturas industriales, que
se integran y acomodan al estilo tradicional de mercadeo de la economía familiar
campesina, con la participación de la moderna empresa capitalista, que desde más allá
de las fronteras nacionales, provee manufacturas que se transforman en artículos de
consumo popular. Sin embargo los efectos de este fenómeno pertenecen a las décadas
posteriores a los años 50295.

La estructura urbana que corresponde al conjunto de esta actividad comercial en el


periodo estudiado, y que cobra una fisonomía más concreta en la década de 1940, se
resuelve en la coexistencia relativamente pacifica de estas dos formas
institucionalizadas de comercio: uno “moderno”, de moldes occidentales, dirigido a las
clases señoriales y a las capas medias penetradas por los hábitos del consumo
capitalista, y que asimismo se reconoce como comercio legal, y como tal, testimonia su

294
Una irónica descripción de ese universo ferial que se concentraba en Caracota, nos muestra que casi
nada ha cambiado: “Caracota tiene pinta de un barrio oriental, sólo faltan los encantadores de
serpientes. Aquí hacen su ‘agosto’ los comerciantes los sábados y los miércoles desde los tiempos de
antaño. Tiene policromía de locotos verdes y rojos, de lechugas y zanahorias. Huele a chorizos paisanos
por sus cuatro costados Hay tómbola, agua de orejones, maní. Aquí se venden zapatos impares. Sin
embargo, es también la plaza del agio, de la compra-venta en gran escala, la plaza de las cotizaciones,
la plaza de los sombreros de chola y de la sombrilla decente. Es la plaza de la economía y de la riqueza”
(Álbum Veloz de Cochabamba, El País nº 860, 14/09/ 1939).
295
La creciente expansión ferial obligó al Municipio en la década de 1960 trasladar a la feria a su actual
ubicación en la Pampa y áreas adyacentes.
31
presencia en los registros oficiales. Y otro, de estilo campesino, dirigido al bajo pueblo,
a las capas medias de modestos empleados y artesanos, pero también a la familia rica
que aquí llena su canasta. Dos mundos que comparten la ciudad y la construyen. El
centro nodal para unos ciudadanos es la Plaza 14 de Septiembre, donde convergen vías
de comercio como las calles España, Sucre, Nataniel Aguirre (ex calle Comercio),
Bolívar, donde se asienta la banca y el comercio importador más prestigioso y
respetable, y donde es posible encontrar artículos más acordes con el último gusto
europeo o norteamericano. Para otros, el centro gravitatorio es Caracota, donde
converge la popular Av. Aroma, la San Martín Sur, las calles Brasil, López, Guatemala,
etc. Ambos centros parecen ignorarse, pero en realidad establecen un espacio de
transición, donde lo popular se combina con lo elegante. En cierta forma, los
comerciantes palestinos y judíos de la calle Esteban Arze (ex San Juan de Dios),
parecen jugar este rol: organizan sólidas firmas comerciales donde finas telas de
procedencia europea, comparten su sitio con modestos tocuyos y rasos, compartiendo
también el espacio de sus almacenes, elegantes clientes y modestos artesanos y aún
comerciantes de origen campesino. Esta suerte de "democracia" comercial, permite que
ambos mundos, convivan y compartan este escenario urbano. De esta forma no sólo la
citada calle, sino la 25 de Mayo, la Jordán (ex Argentina) y otras combinan lo señorial
con lo popular y preparan las condiciones para la fisonomía urbana actual. De esta
forma, no resulta contradictorio que una vía típica como la citada calle Esteban Arze, en
su extremo Sur, contenga el ámbito de la buena chicha y de la exaltación de la perenne
tradición popular; que en su sector medio, combine este sabor tradicional, con el gusto
occidental y que en su primera cuadra próxima a la Plaza, reciba a importantes casas
importadoras. De esta forma en la ciudad, la cultura valluna y la cultura europea no se
dan precisamente la mano, pero se toleran y materializan un espacio urbano lleno de
originalidad y creatividad, que el afán modernista posterior, lamentablemente destruirá.

Pasando al tratamiento del último aspecto de este capítulo diremos que, la actividad
bancaria en líneas generales, sigue las pautas del movimiento comercial descrito
anteriormente. Es decir que esencialmente funciona como un aparato financiero auxiliar
de la actividad hacendal y comercial, y sólo muy puntualmente como captador del
capital agrícola para transferirlo a inversiones de tipo industrial o agroindustrial 296. En
todo este periodo la banca no supera un horizonte limitado y conservador de manejarse
básicamente con el crédito restringido y poco flexible, dirigido esencialmente a
financiar las cosechas de maíz y trigo de las haciendas y a la importación de
mercaderías, en el caso del comercio, manifestando incluso por momentos, posturas
usureras, en vez de creatividad y agilidad para guiar y conducir a los capitalistas locales
hacia emprendimientos alternativamente superiores a la tradicional economía de
máximas rentas con pequeños riesgos, que en realidad se traducen en repetitivas
operaciones de renta inmobiliaria, economía hacendal de pequeños vuelos o
realizaciones comerciales rutinarias, ahogadas por su falta de originalidad y por sus
tendencias a las prácticas especulativas y al escaso movimiento de capitales.

Por ello mismo, este aparato bancario no experimenta grandes transformaciones con
relación al siglo XIX, ni orienta su actividad, salvo alguna excepción que veremos más
296
Grandes emprendimientos regionales como el riego agrícola en el Valle Central y el Valle Alto,
reciben escaso interés del sistema bancario, y menos aún, la apertura de caminos, la infraestructura
urbana, la electrificación etc. que esencialmente se apoyan en los empréstitos de capitales externos con el
aval estatal o del Tesoro Nacional, con cargo a amortizaciones provenientes de diversos impuestos
departamentales y locales Sin embargo es posible una articulación entre capital fundiario y minería,
aunque las fuentes que hemos analizado no nos proporcionan información adecuada al respecto.
31
adelante, a otro ámbito que el anteriormente señalado. En todos, o casi todos los casos,
el crédito es de tipo hipotecario, restando confiabilidad a la reproducción del capital
comprometido, esto es a la realización de las cosechas, a la expansión industrial, al
crecimiento de las importaciones y exportaciones, en suma al porvenir del desarrollo
regional. Por ello, no resulta casual que la idea de un banco agrícola, no fuera una
prioridad, e incluso, fuera una idea poco atractiva a lo largo de toda la primera mitad del
siglo XX, y que al hacerse realidad esta institución, la misma fuera resultado de una
iniciativa estatal y no expresión de la dinámica de los empresarios regionales y la banca
comercial.

En el siguiente cuadro podemos observar la composición del sistema bancario entre


1900 y 1956:

CUADRO Nº 93: Ciudad de Cochabamba: Sistema bancario entre 1900 y 1956*

Banca privada Banca estatal


Bancos Bancos Agencias Institucio- Bancos Bancos Crédito
Años de Hipote- bancarias nes de comerciale de agrícola
emisión carios ahorro s emisión y minero

1900 2 2 1 - - - -
1905 2 2 1 1 - - -
1909 4 1 4 2 - - -
1917 1 1 3 1 3 - -
1920 - 1 2 1 2 1 -
1924 - 1 2 1 2 1 -
1927 - 1 2 1 2 1 -
1956 - 1 1 - 4 1 2
(*) Se considera este año. para contrastar el sistema bancario del periodo estudiado, con las
variables que se introducen en la década de 1950.
Fuente: Patentes municipales de los años citados y Anaya, 1965: 107.

Hasta 1917 por lo menos, el sistema bancario estuvo dominado por el sector privado,
donde resaltan los bancos de emisión que como el caso del Banco Nacional de Bolivia y
el Banco Francisco Argandoña, con casas matrices en Sucre, emitían moneda de curso
legal, además de operar sobre el modesto mercado de capitales. Los bancos hipotecarlos
estaban constituidos por el Banco Hipotecario Nacional con sede en Cochabamba y el
Crédito Hipotecarlo de Bolivia con sede en La Paz. Por otra parte, en los primeros años
de la década de 1900, aparecen sucursales bancarias menores, como el Banco
Hipotecario Garantizador de Valores surgiendo posteriormente las agencias del Banco
Chile y Alemania y el Banco Alemán Trasatlántico, hacia 1906. Sumándose a los
bancos emisores, en el mismo año (1906) se hacen presentes, el Banco Industrial con
sede en La Paz, y el Banco Mercantil, este último de propiedad de Simón I. Patiño. El
Banco de la Nación Boliviana, fue creado en 1909 por el Gobierno Villazón y pasó a ser
el banco oficial emisor de moneda a partir de 1914, por disposición del gobierno del
Gral. Montes, en tanto los antiguos bancos emisores se convierten en bancos
comerciales.

Las frecuentes crisis que se hacen presentes en la escena regional someten a la actividad
comercial, como ya vimos, a procesos recesivos, agravados por el hecho que la banca
tiende a reaccionar compulsivamente en defensa de sus intereses particulares, cuando
los cuadros de insolvencia provocados por las contracciones de la economía, se hacen
patentes. A este respecto un editorial de El Ferrocarril anotaba:
31

Los bancos agraviados por las reformas financieras y la privación de la


facultad emisora de billetes, se han complacido de las complicaciones de la
situación, como si ellas se hubieran desprendido de las restricciones anotadas.
No de otro modo, se explica 1a pertinencia con que cierran sus cajas al público,
en 1os momentos en que con mayor urgencia reclaman los auxilios de esas
instituciones creadas para satisfacer las exigencias de aquel... En épocas
normales, cuando pocos necesitaban de las combinaciones crediticias, no para
atender 1as imperiosas necesidades de1 momento, sino principalmente para
realizar negocios de grandes perspectivas utilitarias, franqueaban capitales
más o menos fuertes... Ahora que todos, quien más quien menos, requieren de
los auxilios de1 crédito para equilibrar sus finanzas y acaso atender la posesión
de bienes amenazados de fuertes perjuicios o de posible desaparición, no hay
un sólo banco que a1 mismo tiempo de hacer negocios, habilite al urgido de
recursos. (El Ferrocarril nº 1451, 25/01/1915).

El editorialista citado, resume en pocas líneas el comportamiento del sistema bancario,


que hace de las operaciones sobre seguro, una suerte de regla de oro. En efecto:

Las memorias semestrales de 1os bancos revelan un estado poco más o menos
bonancible... Dadas las especiales condiciones en que entre nosotros juega e1
crédito, no es raro que hayan alcanzado ese éxito, que en primer lugar se debe
al saneamiento y al monto superior de 1as garantías con relación a las deudas y
después a la corrección y honradez, con que en su mayor parte procede 1a
clientela bancaria. Sin embargo esa clientela noble, no siempre recibe un trato
compensatorio cuando, por efecto de 1a contracción de1 mercado, la. caída del
precio de las cosechas y la disminución de 1as ventas, no logra que los
compromisos bancarios sean saldad, quedando expuestos a la liquidación de
sus fortunas (…) Los bancos acostumbran mostrarse férreamente irreductibles
si se trataba de prórrogas (…) 1os bancos al perseguir 1a cancelación de los
préstamos concedidos, no harán otra cosa que apresurar e! derrumbamiento
económico de un mundo de familias, sin conseguir acaso el reembolso de sus
capitales, al menos en su integridad, por la natural depreciación de los bienes
raíces por una parte, y por otra, a causa de la absoluta paralización de las
transacciones (El Ferrocarril nº 1472, 27/02/1915).

La banca en Cochabamba operaba sobre dos pilares, naturalmente ninguno de ellos


demasiado sólido: las haciendas y el gran comercio importador. El hacendado procuraba
no empañar su capital, sino “prestarse del banco" para realizar sus operaciones
productivas, con todas las características ya conocidas: poca imaginación, -fuera del
maíz y el trigo existía muy poca diversificación agrícola-, tecnología rudimentaria,
fuerza de trabajo servil y abandono de la hacienda en mano de administradores.
Apostaba a concurrir a un mercado cerealero poco estable y muy vulnerable, como era
la provisión de grano a la industria alcoholera nacional, en competición con la caña de
azúcar cruceña, la melaza peruana o el maíz tucumano. En realidad, los ciclos de
“buenos y malos” tiempos, expresaban el comportamiento de este débil andamiaje,
donde dicho hacendado con frecuencia pasaba de una vida fastuosa “a la europea”, que
el comerciante se encargaba de alimentar, a una condición de deudor moroso, al borde
de la ruina, por el apremio bancario. Obviamente el mercado de las casas importadoras,
sufría los mismos avatares, aún cuando los comerciantes extranjeros más previsores, o
31
tal vez mejor provistos de capitales, podían hacer frente en mejores condiciones a estos
vaivenes de bonanza y crisis, que finalmente repercutían en el alza constante del costo
de vida.

En 1918, se abría otro periodo crítico dentro de los moldes anteriormente esbozados, y
con el agravante de que, la llegada del ferrocarril no solo no trajo ninguna bonanza, sino
eliminó muchas ilusiones. Un análisis más sobrio, pero no por ello menos dramático que
los reclamos de 1915, evidenciaba que la agricultura cochabambina, esto es los grandes
latifundios, pasaban por una situación muy delicada y que para evitar su quiebra, era
necesario socorrerla con recursos que les aliviaran de los graves compromisos
contraídos. Al respecto se afirmaba: "Las facilidades que dieron tanto 1os bancos de
emisión, como los hipotecarios para abrir créditos, casi sin limitaciones a un interés
corriente de1 10 y 12 %, lanzó imprudentemente a 1os propietarios en !a vía de 1os
préstamos onerosos, sin fijarse ni en las consecuencias ni en e1 tanto o cuanto habría
de rendir la propiedad”. Admitiéndose a continuación que, una vez más, los montos
adeudados excedían la capacidad productiva de las haciendas y que existía una total
ignorancia en materia de estadísticas agrícolas, rendimiento de las haciendas y sobre
todo, en el conocimiento del comportamiento del mercado cerealero:

La, experiencia vino a demostrar que por regla general, la propiedad agrícola
no rinde más del 6% anual por término medio, cuota inferior en un 4 a1 6%, al
estipulado en 1os préstamos (…) Si a esto se agrega, el poco escrúpulo de los
prestamistas en sus gastos ordinarios y la falta de economía en los ingresos, se
verá cuán fácilmente se marchó hacia la insolvencia por e1 desnivel creciente
entre el compromiso de pago a plazos fijos y el de la deficiencia de recursos
para verificarlo (...) No satisfechas las cuotas en los términos estipulados,
sobrevinieron los intereses penales, agravando 1a situación de los deudores,
llegándose poco a poco a los extremos de 1a ejecución. Más o menos, esto es lo
que ocurre en innumerables casos particulares (El Heraldo nº 8092, 25/04/1918)

Lo anterior no necesita de mayores comentarios, queda claro que muchos hacendados se


prestaban para financiar la siembra y la cosecha, pero las utilidades eran dilapidadas, y
si la siguiente cosecha no rendía, la empresa amenazaba quiebra. Sin embargo este
cuadro no es tan simple; además a él convergían otros factores que pueden sintetizarse
en la propia debilidad de la economía regional, para cuyo fortalecimiento los
protagonistas sociales citados, no estaban capacitados.

De ahí la suerte de callejón sin salida que caracterizan estas crisis de transacciones y
circulante:

Si los bancos no prestan ni realizan operaciones de crédito, limitando su acción


a realizar cobranzas de sus deudores, que a su vez se hallan entrabados en sus
negocios, inmovilizados por falta de capital activo, queda sólo una solución: e1
remate de las propiedades afectadas, no por su valor intrínseco, sino por e1
total de lo adeudado, que es la base del remate”. Y para completar el drama:
“No habiendo compradores por falta de capital circulante, la situación de los
ejecutados se hace sumamente aflictiva, pues se hallan expuestos a perder su
propiedad por la mitad o el tercio de su valor real” (El Heraldo, nº citado)297.
297
No se ha encontrado información concreta sobre la adquisición de haciendas, vía remate, por estratos
sociales intermedios: pequeños comerciantes, chicheras o artesanos prósperos, aunque no descartamos
31

Al margen de la solución coyuntural o él milagro que salvó, o el desastre que atormentó


a la economía hacendal, la conclusión que se extrae de todo esto, es que la banca
aplicaba una política crediticia indiferenciada entre comercio y hacienda, es decir, no
tomaba en cuenta la naturaleza distinta de ambas actividades, por tanto, no acomodaba
sus criterios de amortización y el techo de sus préstamos, a la naturaleza real de estas
empresas. El crédito sólo busca la reproducción ampliada del capital financiero, sin
interesarse en el progreso de la agricultura, única vía para una real expansión de este
capital y del conjunto de la economía.

En consecuencia, una tecnología arcaica, unas relaciones de producción obsoletas, un


mercado cerealero muy vulnerable y un crédito bancario manejado con criterio
extremadamente conservador, configuraban los rasgos de la postración de Cochabamba,
por lo menos hasta la Guerra del Chaco. De ahí que recomendaciones como las que
hacía el cronista citado: “E1 propietario deudor necesita facilidades para intensificar
su trabajo en condiciones económicas y esas facilidades sólo podrían darlas 1a
institución de bancos agrícolas que realicen préstamos a largo plazo y a un interés
módico, que guarde relación con la producción agrícola”. (El Heraldo, nº citado), no
encontraban eco alguno.

Otro intérprete de la opinión ciudadana anotaba, dentro del mismo espíritu anterior que:
“Las crisis económicas se las conjura generalmente por estados medios: liberalidad
bancaria y trabajo para el pueblo”. [Revista Industria y Comercio nº 8, 07/09/1922). La
sugerencia se dirigía a una alternativa significativa: la realización de obras públicas que
proporcionaran trabajo a una creciente masa desocupada, dinamizando de esta forma la
circulación del escaso circulante, mejorando el poder adquisitivo de la población y por
tanto tonificando el movimiento comercial y bancario. Una vieja receta aplicada con
éxito en muchos países, pero que tampoco atraía a los banqueros, más preocupados en
ejecutar las carteras en mora298.

Banca, comercio, hacienda y crisis son cuatro términos que parecen estar continuamente
enlazados. Cochabamba además de granero en quiebra, era tierra dé deudores en apuros.
En 1926 por ejemplo, la Cámara de Comercio presentaba un proyecto de ley a la
Cámara de Diputados, para que se dictara una moratoria y por supuesto que, el
argumento no era otro que: “No puede ser más lamentable el estado actual de1
comercio (...) por tanto juzgamos que la ley de moratoria general por un año, sería
salvadora y tal vez 1a única, ya que se presenta un nuevo mal año agrícola y el
aumento en los impuestos ya tratados en 1as cámaras” (El Heraldo nº 9859,
3/03/1926)299.
que esto se pudo dar en algunos casos, sobre todo en el Cercado, donde el gremio de chicheras poseían
chacras y huertos.
298
En este orden de cosas imperante, no resulta exagerado que se emitiera esta dura sentencia: “ En
nuestra tierra para merecer confianza y obtener empréstitos bancarios, es necesario ser rico: tener casa,
haciendas y bonos con los que garantizar la deuda y en ocasiones, quien creyera, ni estos valores sirven.
¿qué diremos de los que sólo tienen trabajo, iniciativa, un capital módico?. Lo que ocurre es que jamás
realizan sus proyectos por falta de facilidades y porque no son acaudalados. Los banqueros facilitan
dinero a los ricos, aunque no sean comerciantes, ni industriales, y sólo sirvan esos dineros para retechar
una casa o decorarla, para comprar un coche u otra propiedad. No se tiene concepto del beneficio que
debe exigirse al capital, y los préstamos se los hace más, por un concepto de favor, que por un concepto
financiero”. (Revista Industria y Comercio, nº citado).
299
La cuestión de los impuestos, de continuó incrementados a partir de 1925, en medio de una severa
recesión económica regional, marcaba un otro rasgo del problema: el desinterés del Estado para respaldar
32

En 1928, una vez más cundía la alarma:

En 1os bancos e1 movimiento de dinero ha descendido, los depósitos y los


cheques han sufrido una gran disminución Los últimos años en cambio, hay
gran movimiento judicial en razón de los concursos y ejecuciones que se siguen
contra 1os deudores morosos. La sección financiera de los bancos se halla en
pleno letargo, no se hacen operaciones de préstamo, a menos que se tratara
de firmas como las de Patiño, las de Aramayo, Suárez Soux o tal vez de la
señora Teodosia Sáenz (rica propietaria de tierras en la época). Para los demás
se hallan clausuradas las puertas de los bancos (Revista Industria y
Comercio nº 197, 24/03/1928).

Estos y otros conceptos parecidos y cuya trascripción o referencia no mejora el


panorama trazado, pero sí puede agobiar al lector, son una constante de los años 20 del
siglo pasado. En fin en 1929, un alto directivo del Banco de la Nación, reconoce que la
problemática económica de Cochabamba “es peculiar y no comparable con otros
departamentos, por tanto los problemas que afectan los negocios son de factura
especial”. Por fin, un personero de la banca en forma pública reconocía que, los factores
que alimentaban la crisis de la catastrófica y continua caída de los precios del maíz y los
continuos malos años agrícolas, no sólo se explicaban por sí mismos, sino que a ello
contribuía la estrechez del crédito bancario, la consiguiente desvalorización de la
propiedad en general, la ausencia de bancos agrícolas que ofertaran créditos a largo
plazo, la falta de irrigación de circulante y las maniobras de los bancos para recuperar
sus capitales, que terminaban empujando a muchos propietarios, a que, impotentes vean
rematados sus bienes, quedando muchos en la miseria 300. Como una alternativa para esta
situación, se introdujo la idea de “la prenda agraria”, es decir que los bancos operasen
sobre productos depositados en los graneros, bajo el control de estas instituciones o de
un garante, pero la factibilidad de esta idea, pasaba por una flexibilización de la política
bancaria y un reconocimiento de que el sistema bancario también se perjudicaba si el
agricultor era empujado a sacrificar, en favor de especuladores, el producto de su
trabajo. (Discurso del Gerente del Banco de la Nación, Sr. Enrique Tejada, Revista
Industria y Comercio nº 257, 30/09/1929).

Esta apelación, cuyo llamado de alerta al sistema bancario de Cochabamba, no era otro
que el hacerles notar que, la ruina de la agricultura era su propia ruina, obtuvo algunos
resultados modestos en términos de flexibilizar la política crediticia, Al respecto, se
anotaba: “El curso de 1a crisis que reina en Cochabamba desde 1922, fue
violentamente impulsado por la restricción del crédito bancario y ningún distrito fue
tan afectado por aquella causa”, y se reconocía, que la riqueza agrícola cochabambina,
“se vincula estrechamente con los intereses comerciales y bancarios", y que el
comportamiento de la primera, es decir la economía cerealera, afectaba la balanza
comercial del Departamento. Un informe de E. O. Detlefsen, Superintendente de
Bancos, dirigido al Ministro de Hacienda, reconocía expresamente la inoperancia e
inconveniencia de la política crediticia del país, recomendando que si bien el marco
normativo, no admite una franca flexibilización, siempre es posible aplicar la alternativa

a Cochabamba en un trance difícil.


300
Tal vez la apreciación es exagerada, pero indudablemente muchos latifundistas y comerciantes
sufrieron los rigores de una rígida política bancaria
32
de “renovar los préstamos agrícolas”, en tanto se viabilice la aplicación del crédito
agrícola como una necesidad impostergable301.
En 1930, el Gobierno de Hernando Siles, decidió contratar un empréstito con Dillon,
Read y Cia. de EE.UU., por 14 millones de dólares, pagaderos en 25 años, con destino a
obras ferrocarrileras, ofreciendo como garantía, parte de las rentas nacionales que no
estaban comprometidas por el empréstito Nicolaus; sin embargo los banqueros
norteamericanos abrigaron dudas sobre la capacidad de pago del Estado boliviano, de
manera que a título de garantía, exigieron y obtuvieron la creación de una Comisión
Mixta, entre ambos países, más conocida como Misión Kemmerer, facultada para
reorganizar las finanzas del país. Esta misión entre otras cosas, sugirió una reforma
monetaria, además presentó un proyecto de Ley General de Bancos, estableciendo
mecanismos de control sobre la entrega de divisas por parte de los exportadores y un
control sobre las importaciones, creando además un Banco Central y una
Superintendencia General de Bancos, dirigida a controlar la banca privada (Velarde
1981, Tomo III: 127).

Esta Ley que restringía las operaciones bancarias y monopolizaba el control de divisas
en el Banco Central, no dejó de causar impacto en Cochabamba, ocasionando que
algunas agencias bancarias como el Banco Alemán Trasatlántico, que operaba en
estrecha vinculación con el comercio exportador, cerrara sus puertas. Al respecto se
señalaba:

Este solo hecho ha determinado el descoyuntamiento de las operaciones


comerciales y bancarias, colocando en un despeñadero a muchas, firmas que
tenían radicadas sus operaciones en dicha entidad financiera. La liquidación
de1 Banco Alemán obligó a un natural recojo de capitales, y si bien este hecho
podría haberse salvado fácilmente en otras circunstancias, fue desastroso,
pues este momento no es e1 más apropiado para cubrir violentamente créditos
pendientes. (Revista de Industria y Comercio nº 305, 14/06/1931).

Lo sucedido con el Banco Alemán, llegó a causar un estado de pánico, proliferaron los
retiros de depósitos y capitales, se clausuraron las cuentas corrientes. La banca se
defendió exigiendo a los deudores el pago inmediato de sus saldos, y amenazando con
ejecutar a todos los que no podían solventar sus compromisos, cerrándose el crédito y
dejando a muchos comerciantes en situación difícil. En medio de este contexto, se
produjo la quiebra de muchas casas comerciales. Incluso, no se escondía la delicada
situación en que se colocaba el Banco Hipotecarlo Nacional y el Banco Garantizador de
Valores. Finalmente se declaró el quebranto de la Caja de Ahorros de Cochabamba, que
“sufrió una corrida y que como consecuencia tuvo que cerrar sus puertas, que el

301
De acuerdo al Art. 136 (incisos 1 y 2) de 1a Ley General de Bancos de aquella época (1929), las
instituciones de crédito comercial, podían efectuar préstamos con o sin garantía “a plazos que no excedan
un año”, mientras según el Art. 53 de la Ley del Banco Central “el plazo máximo a que esta institución
puede concederlos está fijado en 90 días, salvo el caso de estar garantizados por productos agrícolas o
ganado, en el cual se puede conceder hasta 180 días”. El Superintendente de Bancos Detlefsen reconocía
que incluso el plazo de un año era insuficiente para el agricultor, especialmente si ha solicitado crédito
para el cultivo de sus tierras, para adquirir nuevas o bien maquinaria agrícola, aguas de riego y otros
factores, que incrementen su producción y valoricen al propio tiempo el inmueble, al elevar su
rentabilidad (La crisis agrícola en Cochabamba y el crédito bancario, El Republicano nº 3946, 4/10/
1929).
32
público se amotinó y que e1 Superintendente de Bancos, tuvo que salir de noche en un
auto de plaza”. (Revista citada).

La Guerra del Chaco, que a continuación irrumpe en este escenario de profunda crisis,
imprime a la realidad imperante, un necesario sentido de disciplina económica,
restringiendo el gasto superfluo, las importaciones suntuarias y ejerciendo control sobre
el abastecimiento y los artículos de consumo diario que pasan a ser racionados, por un
sistema de tarjetas y cupos que se extiende a la concesión de divisas para el comercio
exterior.

La nueva situación, el conflicto bélico y sus necesidades básicas, exigen a la región su


producción agrícola para abastecer al ejército en campaña. De pronto, el maíz que
durante años no tenía un mercado aceptable, pasa a ser requerido en grandes cantidades,
de tal forma que, este cereal se exporta en partidas apreciables y se normaliza la
economía regional. El pueblo descubre el secreto de esta normalidad, los terratenientes
“llenan su bolsa”, con esa bolsa llena, pagan sus deudas, salvan sus propiedades, pero se
cuidan de no atesorar sus fortunas en los bancos. Sin duda, el recuerdo del pánico
bancario de 1931 y los negros presagios de una desvalorización de la moneda,
incentivan al retorno de la práctica ancestral de guardar el dinero “bajo el colchón”.
Tampoco era fácil transformar la moneda en divisas fuertes, por tanto la opción, para
evitar el riesgo de que los billetes atesorados se convirtieran en papel impreso sin valor,
era la adquisición de tierras, es decir, la compra de quintas, huertos y fincas en la
campiña cochabambina, y de lotes y casas en la ciudad.

La posguerra refuerza esta tendencia, la tierra urbana tan devaluada en los años 20, se
valoriza continuamente, y en este contexto, el Banco Hipotecario pasa a jugar un nuevo
rol influyendo sobre los factores que promueven el desarrollo urbano. La nueva crisis
que asoma en el horizonte, ya no es una de naturaleza recesiva, sino motivada por el
crecimiento de la ciudad. Ahora cobra carta de ciudadanía la escasez de la vivienda, la
penuria de alojamiento y la especulación en los alquileres, por tanto la respuesta radical
es construir tantas viviendas como se puedan, y aquí pasa a jugar un papel importante el
crédito bancario para la construcción. Fue el Banco Hipotecario Nacional, el que
desempeñó este rol en gran medida. La memoria anual de esta institución,
correspondiente a 1939 manifestaba:

El número de edificaciones levantadas desde el año 1937, con ser superior a las
que se levantaron en los últimos 30 años precedentes en conjunto, no está en
relación con el aumento de habitantes y la, tendencia a un "standard" de
vivienda con un confort no difundido en épocas anteriores 302. La edificación en
gran escala requiere necesariamente de la ayuda bancaria, y con mayor razón,
si los precios de 1os materiales de construcción fluctúan, elevando los costos
calculados al iniciarse los trabajos. Operaciones a corto plazo, no pueden
prestar un beneficio adecuado. Los préstamos tienen que ser de amortización
lenta por 1a naturaleza misma de la inversión, de otro modo, se producirían
liquidaciones forzadas. De ahí que, las solicitudes para este tipo de operaciones
a nuestra institución, hayan sobrepasado en el último periodo nuestra

302
En esta época, es decir, a fines de la década de 1930 y primera mitad de los 40, aparece la vivienda
tipo “chalet”, con líneas sobrias y sencillas, carente de ornamentos e incorporando conceptos de
funcionalidad no existentes en la casona tradicional.
32
capacidad para atender aquellas, que aún debiendo aplicar una suma para
terminar la edificación, otra suma apreciable debía destinarse a 1a
rendición de préstamos anteriores, contraídos a plazo corto en los bancos
comerciales.

En síntesis este era el balance que presentaba el Banco en 1940 en cuanto al incremento
del préstamo de amortización acumulativa y el incremento del capital financiero con
destino a la construcción:

CUADRO Nº 94: Ciudad de Cochabamba: Comportamiento del crédito hipotecario


con destino a la vivienda (1927 – 1939)

Prestamos de Incremento del


amortización capital y
Años Acumulativa reservas
(en Bs.) (en Bs.)
1927 1.138.500 -
1937 1.158.000 870.520
1938 1.525.000 1.270.534,95
1939 2.616.000 1.764.920,30
Fuente: Memoria Anual (1940) del Banco Hipotecario
Nacional (El Imparcial nº 3.031, 13/04/1940).

Resulta notable observar, que en tanto en el periodo de 10 años que va entre 1927 a
1937, el monto de los préstamos apenas sufre una ligera modificación, en los 3 años que
van de 1937 a 1939, este volumen de préstamos se duplica, ocurriendo otro tanto con el
volumen de capital y reservas. Estas cifras nos proporcionan una ligera idea del ritmo
económico y el “boom” constructivo que domina la ciudad a inicios de los años 40. El
propio Banco Hipotecario, reconocía que aún los esfuerzos desplegados no eran
suficientes: “con nuestro capital, no podemos satisfacer sino una mínima parte de la
demanda del público. Ello podrá significar una paralización de gran número de
edificaciones, problema que debemos encararlo en bien de 1a colectividad”. En efecto
en estos años, la ciudad crece, surgen nuevos barrios, se abren y ensanchan muchas
calles, la campiña se urbaniza cada vez con mayor intensidad, las construcciones se
multiplican. El Banco Hipotecario, de alguna manera, responde al nuevo desafío, sin
duda imitado y respaldado por el resto del sistema financiero urbano. Estos son los
antecedentes de los sistemas de ahorro y préstamo para la vivienda en nuestra ciudad.

A mediados del siglo XX, existían nueve bancos en la ciudad, de ellos sólo el Banco
Hipotecario Nacional, actuaba sobre el marco local, el resto eran agencias de casas
matrices radicadas en Sucre (Banco Nacional de Bolivia) y La Paz (Banco Central,
Minero, Agrícola, Mercantil, Popular del Perú, Colombo-Boliviano y Socoinagro). Las
transformaciones que sufre el país a partir de 1952, refuerzan la presencia estatal en el
sector bancario, ampliando su accionar hacia la minería y al agricultura, sin embargo
esto no beneficiará significativamente al Departamento. La situación podría quedar
resumida en esta apreciación: Si se considera el número de establecimientos bancarios y
la diversidad de sus actividades, cabría suponer que en la ciudad existen las fuentes
financieras propicias para promover el desarrollo de la industria, el comercio, la
construcción de viviendas, etc. Sin embargo, el exiguo monto de sus capitales y su
dependencia, han restado importancia a sus actividades. (Anaya, 1965: 107).
32
De todas formas este sistema bancario, deja sentir su presencia en la escena urbana.
Bancos como el Mercantil, el Hipotecario, el Nacional y el Central de Bolivia, edifican
sus sedes regionales, marcando los hitos de la presencia material del aparato financiero
y comercial en el centro urbano y promoviendo sin duda, la presencia arquitectónica
más importante de este periodo. Algo que no puede quedar al margen de este
comentario es que la “calle de los bancos”, se beneficia con esta presencia: la
arquitectura bancaria de la ciudad con su sabor clásico, y sin embargo sobrio, armoniza
con el ámbito urbano colonial, lo enriquece y lo completa. Sin dejar de marcar su
jerarquía y de expresar la fortaleza económica e institucional que simbolizan esto
equipamientos, los mismos no expresan un lenguaje arquitectónico agresivo ni
desarmonizan con el contexto urbano que les rodea. Por el contrario, crean pautas de un
tratamiento urbano y arquitectónico que concilia las nuevas funciones urbanas y la
pujanza económica de la ciudad, con los valores del pasado. Lamentablemente estas
pautas no serán respetadas en la constitución de la fisonomía posterior de dicho centro.
32

Capítulo 16
La tradicional chicha: base del progreso urbano

El análisis de banca y comercio no establece con claridad, como se dispusieron de los


recursos necesarios para promover el desarrollo urbano de mediados de la década de
1920, y que prosiguió en los años posteriores a la conclusión de la Guerra del Chaco. Se
ha podido percibir, que el excedente agrícola extraído a los colonos de las haciendas se
invertía en el despliegue de una vida suntuaria y despreocupada que se permitían las
clases dominantes, asistidas por el gran comercio importador y sus ramas afines. Parte
de este excedente, al igual que parte del capital comercial ampliado, se dirigieron, sobre
todo a partir de 1936-1937, a las inversiones inmobiliarias, en especial, a la edificación
de “casas modernas”, pero indudablemente otra parte, aunque no se disponga de un
registro al respecto, aportó al crecimiento de la metrópoli paceña, también se invirtió en
la minería, e incluso en menor grado, en la industria local, sobre todo en el ramo fabril
de calzados y alimentos.

En todo este periodo, el Estado se mostró reacio en relación a las cuestiones del
desarrollo urbano, y no contempló partidas del Tesoro Nacional con destino a obras
edilicias o de infraestructura, que generalmente eran a fondo perdido. Su rol se limitó a
servir de intermediario para facilitar el acceso a empréstitos de capitalistas extranjeros o
a fondos del Banco Central, pero estipulando religiosamente las condiciones de
amortización, por cierto poco o nada indulgentes, cargadas sobre las espaldas de la
economía regional, es decir, sobre los esmirriados ingresos del Tesoro Departamental.
¿Entonces de dónde salieron los recursos saneados que posibilitaron materializar las
condiciones generales de desarrollo urbano que necesitaba este desarrollo capitalista
incipiente que comenzó a incursionar en el campo inmobiliario e industrial?

En el presente capítulo, intentaremos responder a esta pregunta y arrojar mayores luces


en torno a la cuestión inicialmente planteada, a cerca de cómo la ciudad lograba
canalizar un fragmento sustancial del excedente agrícola, en favor de obras de
desarrollo. Para ello, será necesario remitirnos a una dimensión distinta a la realidad
urbana que analizamos anteriormente, salir del centro urbano, del mundillo agitado de
comerciantes y banqueros, e introducirnos en otro contexto no menos agitado y
dinámico, pero sin embargo, tal vez menos vulnerable a las contingencias de las
prolongadas crisis relatadas. Se trata, del circuito económico que articulaban pequeños
productores de maíz en el Cercado y aledaños, fabricantes de muko y chicha, e infinidad
de comercializadores que incursionan en la ciudad y su periferia

Retomando el análisis desarrollado en el capítulo 8, en relación a la cuestión de la


producción y el comercio de chicha en el siglo XIX, analizaremos la evolución de este
fenómeno, utilizando, en primera instancia las mismas fuentes de información ya
utilizadas con anterioridad, es decir, las patentes municipales, a las que se suma, el
examen de las licitaciones del muko y la chicha, además de otros documentos relativos
a la crisis del maíz, la cuestión de los impuestos y su impacto sobre el comportamiento
de este otro gran componente de la actividad económica urbana.

Sin embargo, previamente llamaremos la atención del lector, sobre el hecho de que la
base de la economía urbana y regional en este periodo, al girar en torno al maíz como
materia prima del alcohol y la chicha, parece sugerir en el primer caso, que
32
Cochabamba ya no gravita económicamente como la otrora “despensa de la minería”;
por otro lado, pareciera también que el pueblo cochabambino, se ahoga entre los
vapores alcohólicos de la chicha. Este último extremo, muy explotado por la alcaldía
paceña en los años 30, para prohibir el consumo de chicha en La Paz y luego ser imitada
por Oruro, en provecho de los “tucsillos” y otros aguardientes mucho más dañinos, no
tiene asidero real. Es cierto que los artesanos cultivaron una larga tradición de excesivo
culto al licor áureo, pero lo evidente es que el grueso del consumo se destinaba a un
más mesurado empleo, bajo la forma de refresco o refrigerante, uso muy extendido en
toda la ciudad, sobre todo en la zona sur, donde la carencia de agua obligaba a este
sustituto. Por tanto, la presencia de la “machujarra” en la mesa familiar del
cochabambino, no era un indicio de disipación, sino el apego a una vieja tradición, que
se originaba en algo tan antiguo como las permanentes restricciones en el acceso al agua
potable. En cuanto a la gravitación de la economía regional sobre la minería del estaño,
esta no cesó, aunque disminuyó su intensidad en relación a las épocas de auge de la
minería de la plata.

El origen de la chicha se remonta a la cultura incaica y tal vez a un pasado más remoto.
Su uso, pese al repudio que causaba entre los españoles, no pudo ser extinguido en la
colonia, y su consumo, en cierta forma era una demostración del apego de la gente a los
valores americanos. Durante la república, su consumo se expandió, al extremo de que el
General Melgarejo, estableció un sistema de premios para los fabricantes que elaboraran
la bebida nacional en las mejores condiciones. A partir de ello, y tomando como marco,
las ferias y fiestas populares, la chicha, tanto en el área rural como en los centros
urbanos, ha tenido una presencia continua, elevada a categoría de institución por el
propio pueblo303. A continuación dirigiremos nuestra atención a examinar la situación
del mercado urbano de la chicha en Cochabamba, observando inicialmente como la
comercialización de este licor, se organiza dentro del radio urbano y zonas aledañas de
la provincia Cercado, en las tres primeras décadas del siglo XX:

CUADRO Nº 95: Ciudad de Cochabamba: Número y distribución de chicherías y


afines por categorías (1900 – 1949)

Chicherías Pulperías y tiendas


Clase Otros Clase Total
Años 1ra 2da 3ra 4ta 5ta en Total 1ra 2da 3ra 4ta 5ta Total general
Cercado
1900(1) 3 6 46 134 454 - 643 - - - - - - 643
1901(1) 3 66 43 132 479 - 722 - - - - - - 722
1905(1) 2 4 30 103 385 - 524 - - - - - - 524
1907(1) 77 63 44 30 140 - 354 - - - - - - 354
1908(1) 92 80 54 43 275 - 544 - - - - - - 544
1909(1) 84 84 53 46 222 - 489 - - - - - - 489
1917(2) 89 86 85 61 92 870 1.283 23 50 38 - - 111 1.394
1919 81 85 87 42 84 865 1.244 8 8 16 - - 32 1.276
1920(3) 87 94 56 83 47 686 1.053 12 28 11 7 4 62 1.115
1921(3) 79 65 35 55 47 605 886 4 16 12 - 3 35 921
1923 71 53 34 34 66 449 707 5 4 12 8 - 29 736
1924 66 60 38 34 96 74 368 1 - 7 7 9 24 392
1926 84 66 37 26 78 140 431 3 1 7 6 26 43 474
1927 110 109 66 43 106 142 576 2 6 17 13 46 84 660
1928 137 104 67 47 52 195 602 3 5 15 10 17 50 652
1949(4) - - - - - - 854 - - - - - - 854

303
Para un estudio más pormenorizado de la elaboración de la chicha, de su composición química, de sus
virtudes y limitaciones, ver: Anze, 1951.
32
(1) Incluye algunos establecimientos del Cercado / (2) Informe Prefectural / (3) Incluye
establecimientos situados fuera del Cercado / (4) Los Tiempos nº 1754, 05/10/1949 - Fuente:
Patentes Municipales.

El cuadro anterior, a primera vista, muestra una apariencia más o menos caprichosa en
relación al número de establecimientos de chicha, con fluctuaciones significativas,
incluso de un año a otro, y aun más si se trata de periodos más extensos. Obviamente,
estos resultados debemos interpretarlos con cuidado, tomando en cuenta que expresan
criterios no homogéneos con referencia a la aplicación de las patentes municipales. Por
ejemplo, existen disparidades sobre el perímetro o ámbito de acción de estos impuestos,
e incluso, para su aplicación, se efectuaban ampliaciones arbitrarias del radio urbano,
hecho que contribuía a las alteraciones anotadas. Por otra parte, el criterio de inclusión
de estos establecimientos en las distintas categorías, es de acuerdo a su distancia a la
plaza 14 de Septiembre, y no en función de sus condiciones de higiene u otros
calificativos de calidad304

En consecuencia, la incorporación de los citados establecimientos en una u otra “clase”,


era más o menos caprichosa, sobre todo si se trataba de locales ubicados en calles
transversales a aquellas que arrancan de las esquinas de la Plaza de Armas. De esta
forma, por ejemplo, la fluctuación que se registra en el número de chicherías, entre 1905
y 1908, además de expresar un determinado comportamiento que luego examinaremos,
sin duda también contiene alteraciones en los criterios clasificatorios, así en 1905
existen 2 establecimientos de primera clase y en 1907, nada menos que 77!

La razón para estas bruscas fluctuaciones, no radica necesariamente en el cierre de unos


establecimientos ubicados en una categoría y la apertura de otros, en otra, sino, que las
chicherías incluidas en una cierta clase en un año, pasan al año siguiente, a engrosar
otras categorías, en función a que son reclasificadas respecto a una caprichosa
recalificación de los límites físicos que definen este tipo de acciones administrativas, sin
duda con la finalidad de mejorar la recaudación Municipal. Obviamente, en este sentido,
la lógica de los recaudadores de patentes era incluir el máximo posible de
establecimientos en las primeas categorías por ser estas las que quedaban gravadas con
montos mayores. Esta misma finalidad hace que el cobro de patentes, entre 1917 y
1924, se extendiera a chicherías ubicadas en pleno Cercado, o francamente alejadas del
perímetro urbano y de la atribución Municipal. (Santa Vera Cruz, Taquiña, Pucara,
Uspa Uspa, Tarnborada, etc.); situación que se rectifica a partir de 1926,
circunscribiéndose el cobro de tales patentes a los establecimientos situados en la propia
ciudad y en las jurisdicciones de Queru Queru, Recoleta y Cala Cala, lo que significó un
recorte de centenares de chicherías, hecho que se expresa en las diferencias numéricas
que se registraron entre 1924 y los años siguientes. Es posible admitir, fenómenos
similares, en relación a las “pulperías y tiendas” que aparecen en las patentes a partir de
1920. Por último también se debe admitir que pudo haber existido un cierto porcentaje
de evasión y renuencia, sobre todo, utilizando el recurso de declarar cerrado el negocio
por un año, y luego oficializar la apertura el siguiente, aunque ello no fuera obstáculo
para un funcionamiento ininterrumpido de estos locales.

304
Desde 1885, se puso en práctica la prohibición de emplazar chicherías en las primeras cuatro cuadras,
contando desde la plaza de armas. Es decir, que los establecimientos de primera clase, se ubican en la
quinta cuadra, los de segunda clase en la sexta cuadra y así sucesivamente, hasta la categoría que
correspondía a la décima cuadra y siguientes, es decir, en las zonas suburbanas.
32
Sin embargo, las anteriores consideraciones no impiden realizar algunas aproximaciones
a la realidad que se desprende de las cifras observadas: No olvidemos que hacia 1900 la
región todavía sufre el impacto de una prolongada crisis agrícola, motivada por la
pérdida de los mercados cerealeros en la Guerra del Pacífico, como ya hemos
mencionado, una y otra vez. Ante esta situación, es presumible que la producción de
chicha, una vez más, fuera una salida viable para la oferta del grano excedente. Este
hecho vendría a explicar la tendencia de un incremento sostenido del volumen de
chicherías a partir de la década de 1880. Dicha tendencia parece alcanzar su punto alto
hacia 1900, para luego declinar paulatinamente, en la medida en que en los años
posteriores, la industria alcoholera resulta una otra opción ventajosa para la producción
del maíz.

Los totales que corresponden a los años 1917 y siguientes, hasta 1923, se incrementan
radicalmente con respecto a los años anteriores. Sin embargo como ya hicimos notar,
que un elevado porcentaje de este incremento corresponde a la inclusión de nuevas
zonas al radio de acción que cubre la patente municipal. Si se descartan estos
excedentes, los totales no son mayores a los definidos para 1900 y 1901305. Es decir, que
atribuir a la llegada del ferrocarril o a otros factores el crecimiento del número de los
locales de expendio de chicha, resulta discutible. Veamos por qué:

Es difícil admitir que, en uno o incluso dos años, surgieran centenares de chicherías,
sobre todo, fuera de la ciudad, atraídas tan sólo por la novedad del tren. Además, como
ya analizamos, los grandes beneficiarios del ferrocarril no fueron las chicheras o las
mukeras, sino los grandes comerciantes, los latifundistas y los rescatistas y exportadores
de productos agrícolas al altiplano y las minas, aún a costas de provocar el
desabastecimiento urbano. Es más plausible pensar que esos locales existían con mucha
anterioridad a los eventos ferrocarrileros, con la feliz circunstancia, de que no eran
sujetos de tributación. Incluso si sólo consideramos las chicherías de la ciudad y la
campiña mejor vinculada a ésta, podemos observar, que estos establecimientos se
incrementan dentro de un límite, que no excede el volumen de comienzos de siglo, aún
cuando la población se ha incrementado. En este sentido, incluso la tendencia de largo
plazo, en relación al comportamiento de estos establecimientos, es a decrecer, es decir,
abandonar el área urbana procurando reubicarse en la periferia, e incluso cuando esto es
posible, sustraerse al control municipal.

La virtud de la exageración que cometió el municipio en 1917, y tal vez en años


anteriores, al disponer la ampliación del área de cobro de patentes, consiste en que ello,
nos permite una idea del tamaño del mercado de consumo del licor, y pone en evidencia
un comportamiento, en relación a su emplazamiento, diferente al imperante en el siglo
XIX, cuando las chicherías se situaban en forma dominante en la ciudad, y se aferran a
ella. Ahora, esta actitud se modifica, es decir, un mayor volumen de chicherías parece
establecerse en el Cercado, especialmente sobre las vías de acceso a la ciudad, inclusive
los caminos de herraduras y peatonales que conectan la ciudad con pequeños poblados,
donde habitan piqueros, huertistas, arrenderos, arrieros y pequeños artesanos. Ello nos
induce a pensar, que el volumen de chicherías en la ciudad y ciertas áreas de la campiña
(Queru Queru, Cala Cala, Recoleta, Tupuraya, Mayorazgo), pudo haber representado
apenas un 50 a 60% del número real de chicherías en el Cercado. El camino antiguo a
305
Considerando solo la ciudad y zonas de la campiña que normalmente abarcarían las patentes
anteriores a 1917 y posteriores a 1923, cl número total aproximado de chicherías para 1917 sería de 650,
1919: 512, 1920: 520, 1921: 530 y para 1923: 443
32
Quillacollo, la salida al Valle Alto, la salida a Sacaba, etc., parecen haber sido lugares
donde la densidad de estos locales era muy elevada.

Entre 1924 y 1928, es decir, los años que corresponden a la agudización de la crisis del
maíz, se percibe una recuperación del volumen cuantitativo de estas instalaciones,
fenómeno que probablemente exprese, que si el maíz no tiene salida para la industria
alcoholera, una vez más, se lo destina a la producción de chicha, que parece ser la única
actividad económica que, en medio de una aguda recesión, goza de buena salud, o por lo
menos de una aceptable.

La impresión que arroja una observación más cuidadosa del Cuadro 95, es que las
fluctuaciones cuantitativas que se evidencian en el número de chicherías, sobre todo,
afecta a aquellos establecimientos más alejados de la zona central (4ta y 5ta clase) y
aquellos que se ubican en distintas zonas del Cercado. Sin embargo los establecimientos
ubicados dentro la ciudad y clasificados en las categorías restantes (la. a 3ra. clase),
tienden a incrementarse y consolidarse, conformando un conjunto mucho más estable y
solvente, puesto que pueden soportan mejor los incrementos de las patentes, cuyos
montos con respecto a los emplazamientos suburbanos se triplican y hasta quintuplican,
sin que ello altere la expansión señalada, invirtiéndose aquí la tendencia observada en el
siglo XIX para este mismo fenómeno, en que el incremento de esta patente en las zonas
centrales, fue el mecanismo expulsor de que se valió la Alcaldía para despejar dichas
zonas centrales (Ver Cuadro 32)306.

Un otro elemento que en cierta forma corrobora lo anterior, es la inclusión


probablemente a partir de 1916 o 1917, de la categoría de “pulperías o tiendas con
expendio de chichas”, que indudablemente en principio, fueron simples chicherías que
se resistieron a la presión municipal para desalojar la zona central, y que se acomodaron
a las circunstancias, cambiando su fisonomía, es decir combinando la pulpería o tienda
expendedora de artículos varios de uso diario, con chicha embotellada, cuyo consumo
en el mismo local, estaba implementado con mejores comodidades. El Municipio aplicó
a estos locales, patentes extremadamente elevadas, incluso superiores a las que se aplica
al comercio minorista. Dichos establecimientos, si bien sufren fluctuaciones de
expansión y reducción, se mantienen en un volumen significativo, probablemente
merced a que, muchos de ellos logran clientelas estables entre las clases altas y medias,
lo que les permite solventar la presión tributaria. En cierta forma estos locales pasan a
ser una suerte de “chicherías de lujo” que mal o bien, son aceptadas en medio de zonas
comerciales de primera jerarquía, aunque no siempre esta coexistencia sea pacífica307.
306
Las patentes municipales en los años de la década de 1920, aplicadas a las chicherías fueron: para la
primera, segunda y tercera clase, las sumas de 100, 80 y 40 Bs. Respectivamente, en cambio para la
cuarta y quinta categorías, 20 y 10 Bs. Para las ubicadas en cl Cercado, 5 Bs., excepto en Cala Cala,
donde según su ubicación cotizaban entre 50 y 10 Bs. Las pulperías con expendio de chicha, cancelaban
por concepto de patentes: la primera clase, 400 Bs., la segunda 300 Bs., la tercera 200 Bs., la cuarta 150
Bs. y la quinta 100 Bs., para locales situados entre la segunda y sexta cuadras con respecto a la Plaza. Las
pulperías sin este expendio cancelaban 10 y 5 Bs., por el concepto anotado
307
Con cierta periodicidad, se suceden reclamos publicados la prensa, como el siguiente: “Sabemos que
mediante la última ordenanza, la elaboración de la chicha debe efectuarse más allá de las 6 cuadras de
la plaza principal. Esta medida ha sido burlada por los productores, porque actualmente existen
numerosas fábricas a las 4 y 5 cuadras de la plaza, con sus corralones inmundos llenos de residuos de
muko, aguas servidas y cántaros, que incluso son lavados en plena calle, y así fomentando estos focos
infecciosos hablamos de progreso” (El País nº 1956, 31/ 12/ 1942). En la misma forma, las chicheras
reclamaban sobre las intenciones de la Alcaldía de expulsarlas del radio urbano en contravención con la
propia reglamentación de ubicación de los locales de expendio de chicha. A este respecto en una carta al
33
Hacia fines de la década de 1940, estos establecimientos se incrementaron
sensiblemente, aunque en cierta forma, este hecho sólo vendría a expresar el propio
crecimiento de la ciudad. En realidad, como ya observamos, lo que se puede establecer
entre 1900 y 1950, con relación a la misma, es la conformación de un mercado urbano
de consumo de chicha más bien estable, en contraste con la dinámica que parece
registrarse en las áreas suburbanas. Bajo tales condiciones propicias, el gremio de
chicheras en la ciudad, parece superar una fase de constitución y logra acomodarse en
una sociedad urbana que aspira a la modernidad, compartiendo incluso esta aspiración,
al tratar de acceder a un nivel económico que estableciera una diferencia cada vez
mayor, en relación con los estratos de bajos ingresos, pese a que estos constituyen el
grueso de su clientela, y que les permitiera aproximarse al universo de las clases
poseedoras que se reclamaban como las abanderadas de la modernidad. Para una
verificación de este extremo observemos el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 96: Ciudad de Cochabamba: Chicherías por categorías, según la


tenencia del local que ocupan en 1924

Categorías de Local propio Local alquilado Totales


establecimientos Número % Número % Número %
1ra Clase (6ta cuadra) 45 68,18 21 31,82 66 100
2da Clase (7ma cuadra) 44 73,33 16 26,67 60 100
3ra Clase (8va cuadra) 29 76,31 9 23,69 38 100
4ta Clase (9na cuadra) 20 58,82 14 41,18 34 100
5ta Clase (10ma cuadra) 65 67,60 31 32,30 96 100
Campiña: Cala Cala, 47 63,51 27 36,49 74 100
Queru Queru, Recoleta
Fuente: Patente municipal de 1924

Podemos constatar que de 368 locales empadronados en 1924, 250 que representan el
68% del total, son ocupados por chicheras propietarias de dichos inmuebles, en tanto
118 locales son ocupados bajo el régimen de contratos de alquiler. Por otro lado, se
puede constatar que el mayor índice de propietarios, se concentra en las cuadras más
valorizadas y que corresponden a las primeras categorías, donde dicho porcentaje de
propietarios se eleva al 72%, disminuyendo relativamente en las zonas más alejadas.
Estos indicadores confirman la anterior apreciación, de que una importante proporción
del gremio de expendedoras y elaboradoras de chicha, eran propietarias de inmuebles,
apreciación que se puede ampliar a las pulperas y tenderas que expenden chicha. Incluso
es posible inferir, en una proporción que es difícil determinar, que las chicheras no sólo
controlaban el proceso de producción de la chicha en calidad de propietarias, sino que
incluso con la misma calidad, controlaban las cosechas de maíz y la elaboración de
muko en sus parcelas del Cercado y otras zonas próximas o lejanas, y que en esta
actividad, participaban familias extensas con vinculaciones en las provincias y en

prefecto, el Alcalde Alfredo Quiroga, reconocía "Son tan infundadas y carentes de veracidad tales
aseveraciones, que su autoridad en cualquier momento podrá evidenciar lo contrario, ya que
actualmente se expende chicha aún en los locales situados en la Plaza 14 de Septiembre, con anuencia
municipal, la que sólo exige condiciones higiénicas del local para su venta” (El Imparcial nº 4296,
18/11/1944). “El origen de todas las desgracias que aquejan en espacial a los habitantes dc los aludidos
barrios populares (San Antonio, Curtiduría, Caracota), es la proximidad de las chicherías que sirven de
constante tentación, en especial para el elemento obrero que derrocha aquí el fruto de su trabajo” (El
Imparcial nº 4469, 04/061945).
33
algunos casos, con dos o más establecimientos de venta de chicha en diferentes zonas de
la ciudad308.

En cuanto a la importancia tributaria que poseen las chicherías para el Municipio, éste
es indudablemente significativo y no se puede medir sólo por las patentes, sino por los
diversos impuestos colaterales con que se gravaba el muko y la chicha, y que veremos
más adelante. Sin embargo, inicialmente observaremos el Cuadro 97, en que se destaca
el aporte del rubro “chicherías” al rendimiento de las patentes municipales:

CUADRO Nº 97: Ciudad de Cochabamba: Chicherías según monto total de la


patente municipal por categorías y participación en la configuración del
rendimiento anual de la misma en Bs. (1905 – 1928)

Rendimiento Rendimiento Rendimiento total Monto total de


de la patente en de la patente de la patente de patentes
la ciudad: 6ta a Rendimiento de pulperías y rubros que comerciales,
Años 10ma cuadras y de la patente tiendas que expenden chicha industriales y Totales
más en el Cercado expenden profesionales
chicha (1)
Monto % Monto % Monto % Monto % Monto % Monto %
1905 1.550 5,53 (2) - - - 1.550 5,53 26.490 94,47 28.040 100
1907 5.480 15,60 (2) - - - 5.480 15.60 29.645 84,40 35.125 100
1908 7.172 18,20 (2) - - - 7.172 18,20 32.235 81,80 39.407 100
1917 12.580 15,51 4.960 6,12 3.410 4,20 20.950 25,83 60.145 74,17 81.095 100
1921 16.360 17,22 4.925 5,18 1.515 1,50 22.800 24,00 72.245 76,00 95.045 100
1923 14.140 15,11 3.890 4,16 2.200 2,35 20.230 21,62 73.315 78,38 93.545 100
1924 14.560 15,36 1.660 1,75 3.600 3,80 19.820 20,91 74.960 79,09 94.780 100
1926 16.460 13,27 1725 1,39 6.070 4,89 24.255 19,55 99.810 80,45 124.065 100
1927 19.900 16,52 2.280 1,89 7.575 6,29 29.755 24,70 90.700 75,30 120.455 100
1928 11.147 11.88 1.300 1,39 2.950 3,14 15.397 16,41 78.393 83,59 93.790 100
(1) Excepto el rubro de chicha / (2) Las patentes del Cercado están incluidas en las que corresponden a la
ciudad, sin que sea posible efectuar una diferenciación.
Fuente: Cálculo efectuado en base a las patentes de los años citados.

Una primera observación, se refiere al escaso porcentaje del monto recaudado por
expendio de chicha en 1905, con relación al monto global de la patente recaudada, en
efecto, la recaudación por concepto de patentes de chicherías, apenas representaba el
5.53% del rendimiento global de las patentes de aquel año. Este hecho, resume en cierta
forma el rol periférico que los establecimientos de expendio de chicha ocuparon
inicialmente en la economía municipal, en el siglo XIX y primeros años del XX,
momento que justamente coincide con la proliferación de esta actividad, entre otras
cosas, alentada por el monto bajo de las patentes municipales309 .

Entre 1907 y 1908, el rendimiento de la patente por expendio de chicha, en relación con
el monto total, mejora significativamente. Sin embargo (Ver Cuadro 95), en 1907 el
número de chicherías llegó a uno de sus índices más bajos, en contraste con un
incremento del 253% en el rendimiento de la patente por dicho rubro, hecho que sólo se
puede interpretar admitiendo un incremento sustancial de este tributo, lo que significó
indudablemente un desaliento para esta actividad y el consiguiente cierre de muchos de
308
Un examen atento de las nóminas de chicheras que aparecen en las patentes municipales, sugiere esta
impresión.

309
La relación entre el monto de la patente por expendio de chicha y número de chicherías en 1905, era
de Bs. 2.97, promedio que expresa un gravamen muy módico.
33
estos negocios, y probablemente más que ello, la renuencia al pago de esta patente,
recurriendo al expediente simple de declarar que el expendio era sólo temporal 310. Pese a
esta resistencia, el Municipio incrementa sustancialmente el rendimiento de este tributo
que ya en 1908, asciende al 18,20% de la recaudación total.

En 1917, esta participación alcanzará su plenitud para el periodo estudiado, con casi un
26% del monto total recaudado No obstante, contrariamente a 1907, está situación de
expansión tributaria, esta acompañada por un enorme incremento en el número de
chicherías, sobre todo en el Cercado (Ver Cuadro 95), aún cuando el valor de las
patentes se han incrementado sustancialmente para las primeras categorías. Pese a ello,
se mantienen bajos los valores de las patentes para las chicherías más alejadas del
centro urbano y el Cercado, que aglutinan justamente el 77% del total de chicherías
empadronadas. En este caso el Municipio amplía la recaudación por una doble vía:
ampliando el radio de aplicación de la misma, e incrementando el valor de la patente
dentro de la ciudad311.

Esta política prosigue hasta 1923, incrementándose sobre todo las patentes en la ciudad,
para contrarrestar la evasión al impuesto en las áreas suburbanas, pese a que el monto de
la patente en la periferia y el Cercado, no es mayormente incrementado 312. En 1924, se
reduce drásticamente el radio de acción de aplicación de la patente, y con ello, el
número de establecimientos sujetos a la misma. Sin embargo en compensación, se
comienza a incrementar el tributo aplicado a pulperías que expenden chicha y chicherías
dentro de la ciudad, de tal forma que el monto global recaudado es casi igual al del año
anterior. Además, este año marca el retorno a una política municipal que, renunciando a
un radio muy amplio de aplicación de la patente, donde no es posible ejercer un control
fiscal adecuado, se concreta en un radical incremento de estas patentes en las zonas
donde dicho control es efectivo313

Sin embargo, en los años posteriores, esta política entra en contradicción con las
condiciones económicas que trae consigo la creciente crisis del maíz. Pese a ello, el
criterio ciego del municipio de esa época, de no estimular el mercado urbano de la
chicha, como una alternativa real, tal como lo fue en 1900, para dar salida al maíz
almacenado que no tiene compradores y que sufre constantes pérdidas de valor; hace
que se mantengan las patentes elevadas. No obstante, se incrementa el número de
establecimientos, superando la severa reducción de 1924. Es decir, que a pesar de la

310
La relación entre el monto de la patente por venta de chicha en 1907, y el número de establecimientos,
ascendía a 15.48 Bs. En 1908, esta relación era de 13,18 Bs. Por otra parte el cobro de la patente sólo se
hacía efectivo para negocios de actividad permanente.

311
La relación entre el monto de las patentes por número de chicherías en 1917, dentro del radio urbano
(hasta la cuarta clase o cuarta cuadra), era de Bs. 36,32. Esta misma relación para chicherías más alejadas
en la campiña, era de Bs. 8,65. La relación para el conjunto era de Bs.15.
312
La relación para el conjunto de chicherías a la que hicimos referencia en la parte final del anterior pie
de página, era para 1921, de 24,75 Bs. y para 1923 de 27,48 Bs., situación que expresa un fuerte
incremento en relación a 1917.
313
En 1923 una chichería de primera clase cancelaba por concepto de patente municipal, la suma de Bs.
30; en 1924, Bs. 100. Para la segunda categoría en 1923, Bs. 20; en 1924, Bs. 60, etc. En el caso de las
pulperías, una de primera clase en 1923, cancelaba una patente de Bs. 200; en 1924, Bs. 400. Una de
segunda categoría en 1923, Bs. 100; Bs. 200 en 1924, etc.
33
generalizada tendencia depresiva del comercio, el rubro de la chicha experimentó, de
todas maneras, una expansión que se acentúa en los años siguientes314.

Un otro hecho notable a destacar, es que a partir de 1925, entra en vigencia una política
estatal de aplicación de mayores cargas impositivas. En el caso de las patentes
municipales, éstas son incrementadas de una manera general alcanzando por ello, su
punto más alto en 1926, cuando justamente la crisis regional está en su auge. Esta
política de patentes elevadas continúa en 1927, aunque las mismas sufren ligeras rebajas
con relación a 1926. En 1928, finalmente, ocurren dos situaciones que provocan el
derrumbe de este impuesto: el comercio y la ciudadanía en general presionan para una
reducción de las cargas impositivas, y se cierne la amenaza de un cierre de operaciones
de gran parte de dicho comercio. En consecuencia, el Concejo Municipal, comprende
que es insostenible mantener las patentes altas y aplica una nueva política, de introducir
importantes reducciones para el pequeño comercio y las chicherías315.

El análisis anterior nos permite establecer algunas conclusiones con respecto al rol que
juega esta actividad como fuente de ingresos para el municipio. Es evidente que la
política expulsora de este comercio, practicada en el siglo XIX, es abandonada por otra,
que en la primera década de 1900, descubre que el gran volumen de chicherías en la
ciudad, constituye una fuente de recursos municipales nada despreciable. Esta política
inicial parece “desenfrenarse” a fines de la década de 1910 e inicios de los años 20, al
tratar de maximizar el rendimiento impositivo por concepto del comercio de chicha e
incrementar el universo de contribuyentes.

Esta última política alcanza rápidamente su límite de aplicación a mediados de la


década de 1920, merced sin duda, a un proceso conflictivo que la misma ocasiona. Por
ello, la Alcaldía se ve obligada a reducir el ámbito de su fiscalización, pero en
compensación, incrementa desmesuradamente las patentes, al extremo de que, esta
política, aplicada en un momento de extrema contracción económica, amenaza con la
integridad del comercio de la chicha y obliga a fines de la citada década, a un reducción
significativa de los montos de las patentes. Esta última acción en realidad, no se aplica
tanto porque lo que percibe el municipio por concepto de patentes de chicherías, fuera
algo muy fundamental, sino porque dicha política amenazaba finalmente con disuadir a
productores y comercializadores de chicha, a permanecer en la ciudad y el Cercado y
con ello, se ponía en riesgo la aplicación de otros impuestos sobre el muko y la botella
de chicha, que resultaban mucho más importantes.

En razón de ello, dirigiremos nuestra atención a esta otra cuestión, que en ocasiones
suscitó fuertes polémicas y se constituyó en un frecuente espacio de fricción entre
Estado y región. El impuesto sobre el maíz, el muko y la chicha, se vinculaba a los

314
La relación entre monto total de la patente aplicada al sector chicha y el número de establecimientos
en 1926, alcanzaba a un promedio de Bs. 51,17, es decir, que se mantenía en el nivel alcanzado en 1924,
que fue de Bs. 50,56. En 1927 dicho promedio se reduce a Bs.45 y en 1928, se reduce nuevamente, hasta
Bs. 23,61, no necesariamente debido a una política de rebaja de las patentes, sino, por la expansión del
número de establecimientos en las categorías que pagan montos menores, hecho que influye sobre el
decremento que expresa el monto promedio anotado.

315
Una chichería de primera clase en 1927, abona por concepto de patente municipal, la suma de Bs.80;
en 1928, Bs.40. Una de segunda clase, cancela en 1927, Bs. 60; en 1928, Bs.30. Una de tercera clase, en
1927, Bs. 40; en 1928, Bs.20, etc. En el caso de las pulperías, en 1927, una de primera clase cancela
Bs.300; en 1928, Bs.100. Una de tercera clase, en 1927, Bs.100; en 1928, Bs.75., etc.
33
empréstitos contraídos por el Estado, a través de sus organismos centralizados o
descentralizados, con destino a obras públicas departamentales. Así el empréstito
Erlanguer de 300.000 libras esterlinas con destino al servicio de tranvías y el ferrocarril
del Valle, que beneficiaba a la Empresa Luz y Fuerza, dio origen a un primer decreto
Ley en 1910, que gravaba el quintal español de muko en 46 centavos, es decir con un
centavo por kilo de pasta316.

El impuesto anotado comenzó a licitarse desde el citado año, a convocatoria del Tesoro
Departamental. Los 46 centavos anotados, se mantuvieron invariables hasta 1920, en
que se incrementan a 92 centavos y luego en 1924, a Bs. 1 con 38 centavos por quintal
español, o sea 3 centavos por kilo de muko.

A1 lado de este impuesto, en los años 20 se crean otros, a la exportación de chicha, al


expendio de chicha embotellada e incluso a la introducción de chicha en la ciudad y el
Cercado. La Ley de 7 de diciembre de 1923, crea un impuesto de 10 y 5 centavos sobre
el quintal de maíz y cebada destinado a la fabricación de alcohol y cerveza, o exportado
del Departamento, o vendido en casas rescatadoras. Esta Ley suscita un primer reclamo
en la región sobre este tema, al señalarse que: “La agricultura en Bolivia, es una
industria incipiente y abandonada de los poderes públicos, incapaz de resistir fuertes
gravámenes, y sin embargo, soporta ya muchos impuestos” (El Heraldo nº 9241,
20/02/1924). Se admite ya dicho año, que sobre el maíz “pesan infinitas cargas”: los
impuestos municipales, el fuerte impuesto fiscal sobre las alcoholerías donde el maíz
sirve de materia prima, el gravamen de 1,38 Bs. sobre quintal de muko, nuevas patentes
sobre la chicha en cada sección municipal y varios impuestos fiscales sobre internación
de esta bebida a la ciudad y la exportación a otros departamentos. Un quintal de maíz
hasta ser consumido en forma de alcohol o de chicha, paga por lo menos 4 Bs. (El
Heraldo, número citado).

En 1924, en aras del progreso urbano y sus renovadas exigencias, es decir: estudiar la
factibilidad de pavimentar las calles de la ciudad, mejorar el presupuesto departamental,
crear una subvención en favor del Colegio La Salle para cubrir el déficit de su anterior
gestión, en fin... adquirir instrumental quirúrgico para el Hospital Viedma, construir el
estadio departamental, para obras provinciales y hasta para celebrar dignamente el
Centenario de la República, se concluye que son necesarios 300.000 Bs., ¿Cómo
obtenerlos?. El expediente es fácil y rápido: se propone un impuesto de 5 centavos sobre
cada botella de chicha elaborada en el Departamento de Cochabamba, realizándose con
este motivo, detallados análisis para demostrar la bondad de esta brillante idea que
además, se le da la etiqueta de “fomento a la ley seca”, que regía en esa época para
restringir la industria alcoholera. (El Heraldo nº 9.428 de 2/ 10/ 1924)317

316
El primer problema en la aplicación de este nuevo impuesto, fue que como el mismo se aplicaba sobre
el kilo de muko, chocaba con los usos y costumbres del campesinado en materia de pesos y medidas: “En
la mayoría de los pueblos del Departamento, se acostumbra a hacer uso de una medida convencional y
generalizada, consistente en pesos de piedra que exceden a la arroba ordinaria de 25 libras, en 7 libras en
algunos lugares y en 15 en otros, resultando un caos el pago la y percepción del impuesto, debido a la
dificultad con que se tropieza, pretender generalizar entre la clase indígena el uso del sistema métrico
francés”. (El Ferrocarril nº 1198, 21/02/1914).

317
Se recordará que justamente a partir de 1924, y probablemente como eco de estas inquietudes, el
Municipio practica un fuerte incremento a las patentes por comercialización de chicha en la ciudad.
33
Sin embargo queda en pie una duda: ¿los volúmenes de producción de chicha permitían
realmente hacer reposar sobre un impuesto sobre este producto, todo un conjunto de
planes de ejecución de obras públicas? La respuesta nos proporciona la licitación del
muko correspondiente a 1924, y cuyo monto se basaba en cálculos y verificaciones del
rendimiento de la cosecha de 1923. Veamos una síntesis de la estadística empleada en el
siguiente cuadro:

CUADRO Nº 98: Departamento de Cochabamba: Índices de producción de muko y


chicha en base a los cálculos efectuados para la licitación del impuesto al muko en
1924
Licitación al Cantidad de Botellas de Rendimiento del
Provincia muko 1924, en muko en qq chicha(1) impuesto de 5
Bs.) centavos (en Bs.)
Ciudad y Cercado 30.600 22.123 2.212.300 110.865
Resto del Departamento 148.089 107.360 10.736.000 536.550
Total 178.689 129.483 12.948.300 647.415
(1) de un quintal de de muko se obtenían 120 botellas de chicha. Para el presente cálculo, se tomó un
promedio de 100 botellas, que readoptaba en las licitaciones. / Fuente: El Heraldo nº 9428, 02/10/1924

Las cifras del cuadro anterior, demuestran que el posible rendimiento del citado
impuesto, que gravaba a la botella de chicha, era de tal magnitud, que llegaba a duplicar
el capital que se deseaba invertir en las obras anteriormente anotadas. Pero lo más
sorprendente en realidad, es el enorme volumen de muko que movía el mercado interno
regional. El Cercado y la ciudad producían el 17% de la pasta que se elaboraba en el
Departamento, y entre el Cercado y las provincias de Quillacollo, Cliza y Punata, se
concentraba el 67,30% de la industria del rnuko y la chicha en el Departamento de
Cochabamba318. Las 2.212.300 botellas de chicha que producía el Cercado, sin contar
las miles de botellas que ingresaban del Valle Alto y Quillacollo, se comercializaban en
1924, en 392 chicherías registradas y probablemente en el doble de esa cantidad que
evitaban ese registro por las onerosas cargas impositivas. Un cálculo grueso sobre unas
900 chicherías entre registradas y no empadronadas y temporales, arrojaría un volumen
de consumo de chicha hasta cinco veces mayor que el calculado anteriormente319. De
aquí se concluye que el muko y la chicha realmente eran decisivos para la economía
departamental, y es gracias a este potencial, que la ciudad se atrevió a pensar en el
progreso.

El impuesto de 5 centavos sobre botella de chicha, finalmente fue aplicado a partir de


1925. En 1926, cuando la crisis del grano golpeaba más duramente la ciudad y el resto
del Departamento, nuevamente se levantaron voces que reclamaban por los impuestos
excesivos, sobre todo los aplicados al maíz en grano, en harina, en muko y en licor
elaborado. Se evidenciaba que los famosos 5 centavos sobre botella de chicha, había
mermado el consumo y esto arruinaba a las chicheras, obligadas a pagar por botellas no
consumidas. Al respecto una nota periodística proclamaba que: “El peor arbitrio es
matar a la gallina de los huevos de oro” (El Comercio nº 415, 13/08/1926).
318
Quillacollo era la primera provincia productora, superando incluso al Cercado con 35.404 qq. de muko
y 3.590.400 botellas de chicha, producción dirigida sobre todo a la exportación a las minas y al Altiplano
en forma de muko. El segundo productor era el Cercado, el tercer productor Cliza con 14.855 qq de muko
y 1.485.500 botellas de chicha. El cuarto productor era Punata con 14.768 qq de muko y 1.476.800
botellas de chicha.
319
Es difícil estimar la producción real de muko y el número de botellas de chicha que se consumían
anualmente en la ciudad y el Cercado. Una estimación nuestra propone unas 8 a 10 millones de
botellas/año.
33
En esta época, la crisis del maíz fue el problema central que ocupó la atención de la
opinión pública. Numerosas teorías contrapuestas, unas inspiradas en el campo de
intereses de los latifundistas y, otras desde puntos de vista opuestos, ocupaban las
páginas de la prensa editada en Cochabamba. La voz de los sectores dominantes, se
expresaba en un folleto que con el título “La crisis del maíz en Cochabamba” publicada
la Junta Agrícola Departamental en 1926, trazaba un cuadro dramático de la situación
agrícola del Departamento, anotando que la crisis del grano se explicaba por varias
causas: sequías frecuentes, problemas de riego y otros, pero la argumentación central se
dirigía a demostrar que las causas de la crisis eran los impuestos excesivos, el
contrabando de alcohol y materias primas, las rectificaciones catastrales que gravaban
crecientemente a la propiedad agrícola y los altos fletes ferrocarrileros. No analizaremos
este conjunto de hechos que exceden el marco de nuestro ensayo; sin embargo,
centraremos nuestra atención en la cuestión impositiva que nos atañe.

De acuerdo al estudio citado, el maíz se encontraba gravado por un conjunto de


impuestos Municipales, departamentales y nacionales que se sintetizan en el Cuadro 99:

CUADRO Nº 99: Departamento de Cochabamba: Impuestos fiscales sobre el maíz


y sus subproductos (1926)

Impuestos Detalle Monto Unidad


en Bs. gravada
Municipales Sobre toda venta (plazaje a venta de 0.10 quintal
maíz en grano)
Harina de maíz 0.15 quintal
Internación de chicha a la ciudad 0,05 botella
Patentes a venta de grano 0.10 quintal
Catastro a la propiedad agrícola 0,80 quintal
Internación de chicha a Oruro 0,05 botella

Departamentale Impuesto al muko (leyes de 06/01/1910, 1,38 quintal


s 25/02/1920 y 24/11/1924)
Sobre exportación de chicha fuera del 7,00 barril
departamento (Ley de 10/06/1921)
Internación a la ciudad (Ley de 07! 0,02 botella
12/1923)
Impuesto a la elaboración de chicha 0,05 botella
(Ley 11/02/1924)
Sobre materia prima para elaboración de 0,10 quintal
alcoholes (Ley 07/12/1923)

Impuesto sobre alcoholes (Ley de 14,30 Bidón


Nacionales 18/01/1923) 1,10 litro
Fuente: “La crisis del Maíz en Cochabamba” El Republicano nº 2974, 29/10/1926

Pasando por alto el contexto y la coyuntura que originaron esta larga serie de
gravámenes, podemos establecer que, de los doce impuestos registrado, por lo menos
siete afectan directamente al muko y a la chicha, tres: sentaje o plazaje a la venta del
grano, gravamen a la harina y catastro a la propiedad agrícola, afectan al universo de
productores (hacendados y piqueros) y otros dos: impuesto al maíz consumido por la
industria alcoholera y el impuesto a los alcoholes, afectaba a los hacendados.

En suma, el gran porcentaje de las cargas impositivas reposaba sobre las espaldas de los
pequeños productores de maíz y los fabricantes y comercializadores de chicha, que eran
33
los verdaderos protagonistas de esta economía. Sin embargo, los terratenientes mucho
menos afectados por dichas gabelas, eran los que dejaban escuchar los reclamos más
airados. Esto no era algo casual, y marcaba la diferencia entre dos alternativas de
producción que se articulaban en torno al maíz: por un lado, la economía hacendal que
dependía de la demanda de granos que articulaba la industria alcoholera no controlada
por los terratenientes, y que incluso, se encontraba mayoritariamente fuera de la región,
generando circuitos de adquisición de la materia prima y venta del producto fuera del
control del hacendado. Por otro lado, la producción de muko y chicha protagonizada por
los sectores populares, que al contrario del caso anterior, desarrollaban un proceso de
producción, intercambio y consumo, controlado por los propios productores, en todas
sus fases y detalles; de ahí que “la crisis del maíz” o la crisis de la fragilidad del maíz
como materia prima del alcohol, no fuera “su crisis”, aun cuando los sectores
poseedores descargaron sobre esta economía popular el peso de la misma; o mejor,
hicieron de ella una cantera que creían inagotable para proveer recursos para el
desarrollo urbano y regional.

El documento de la Junta Agrícola, antes citado, ponía en evidencia la dinámica de estas


dos opciones, al admitir que la producción de maíz, por término medio, tenía un
rendimiento 250.000 quintales en el Departamento, los cuales, hasta el primer semestre
de 1925, se habían dispuesto de la siguiente manera: en el consumo alimenticio: el 10%;
en la elaboración de alcoholes: el 30%; en la elaboración de chicha: el 60%. Es decir,
que admitiendo que el 10% en forma de grano, choclo o harina dirigida a la
alimentación, era generada por las haciendas, aunque esto no es totalmente real, a lo que
se suma, el porcentaje dirigido a la fabricación de alcohol, del volumen total anotado,
un máximo del 40% movía la economía hacendal, por tanto, la bullada crisis del maíz,
afectaba apenas a un 30% de la producción departamental.

Sin embargo, este 30% parece ser, aunque no exclusivamente, el que proveía una
importante proporción del circulante que nutría el movimiento del comercio importador
de la ciudad y que su “crisis”, afecta por tanto, a la esfera alta del consumo urbano. En
cambio, el 60% que configura el universo de la chicha, operaba como un producto
dirigido a la esfera baja y estaba sometido a un intercambio desigual, bajo la forma de
excesivos gravámenes, que era la vía de expropiación por excelencia, del excedente
agrícola que utilizaban los sectores dominantes, para crear las condiciones necesarias de
desarrollo urbano que apuntalara la reproducción capitalista mercantil y financiera en la
región. El rol del Estado, naturalmente no era otro, que el de agente fiscalizador y
represor.

Algunos de los juicios emitidos, sobre todo aquellos que mostraban que la “crisis del
maíz”, era apenas, la crisis de la fracción de granos controlada por las haciendas, se
constituyó en el argumento de quienes se oponían a los puntos de vista de la Junta
Agrícola. Se anotaba que el elevado precio del maíz en la región, se debía a los altos
costos de producción provocado por el empleo de medios de producción
extremadamente obsoletos, y sin embargo, tercamente conservados, a lo que se sumaba
la ausencia de criterios de rotación de tierras, buen uso de abonos y otras prácticas
propias de una empresa agrícola moderna, lo que provocaba bajos rendimientos por
hectárea, hecho que a su vez determinaba que el grano cochabambino destinado a la
33
exportación fuera totalmente no competitivo fuera de la región320, siendo esta la causa
principal de la mencionada crisis, y no así, los fletes ferroviarios o el maíz tucumano.

En oposición a este tipo de conclusiones, la Junta Agrícola proponía centralizar el


conjunto de impuestos que gravaban al maíz, en un “impuesto único” al muko, que
quedaría gravado en Bs. 3,40 el quintal, cargando una vez más todo el problema, sobre
los productores de chicha. Finalmente en 1927, se puso en vigencia dicho impuesto
único sobre el muko, con Bs. 4 por quintal.

Antes de proseguir con el análisis observaremos, tomando como base las licitaciones del
Tesoro Departamental de Cochabamba, el rendimiento del impuesto al muko con
anterioridad a 1927 y con posterioridad a dicho año, lo que nos permitirá conocer en
forma aproximada el comportamiento de la producción de muko y chicha en diferentes
años. Sin embargo, se debe señalar, que dichas licitaciones, hacían referencia a un
cálculo sobre una base mínima de producción, que representaba el monto con que el
licitador se obliga frente al Estado321.

El negocio de la licitación, justamente consistía en que el licitador superaba este


mínimo, quedando el saldo como una utilidad neta. En función de ello, muchos
licitadores enriquecieron y se convirtieron en unos personajes influyentes y poderosos
que merecerán nuestra atención más adelante. Por el momento, tan solo indicaremos que
las sumas de dinero que servían de base a la licitación, normalmente eran inferiores a
los montos recaudados y expresaban sólo un porcentaje de la producción real. Sin
embargo, para fines de nuestro análisis, asumiremos que este porcentaje es
representativo del comportamiento del aparato productivo que sustenta el muko y la
chicha, y expresa con claridad la parte del excedente agrícola convertido en moneda, de
que se apropia el Estado para distribuirlo entre otros sectores bajo la forma de obras
públicas que valorizan la propiedad urbana. Veamos el Cuadro 100:

CUADRO Nº 100: Departamento de Cochabamba: Licitación del impuesto al muko


y estimación del volumen de producción de muko y chicha (1919 – 1928)
Licitación anual del Cálculo de producción de Cálculo de producción de
impuesto al muko (en Bs.) muko en qq español (2) chicha en botellas (3)
Años (1) Ciudad y Resto del Ciudad y Resto del Ciudad y Resto del Dpto.
Cercado Dpto. Cercado Dpto. Cercado
1919 (4) 12.400 50.335 29.524 119.845 2.952.400 11. 984.500
1921 (5) 20.488 106.672 22.269 115.948 2.226.900 11.594.800
1922 (5) 25.350 143.712 27554 156.209 2.755.400 15.620.900
1923 (5) 30600 173.230 22.174 125.529 2.217.400 12.529.200
1924 (6) 36.720 214.427 26.809 153.382 2.609.000 15.538.200
1925 (6) 37.000 217.000 26.812 157.246 2.681.200 15.724.600
1926 (6) 31.720 183.655 22.985 133.083 2.298.500 13.308.300
1927 (7) 84.000 381.873 21.000 95.468 2.100.000 9.546.800
1928 (7) 102.000 334.736 25.500 83.684 2.550.000 8.368.400

320
Se anotaba que el precio de Bs. 8 por quintal español de maíz cochabambino, de 46 kilos, o 17.40 Bs.
por el equivalente a 100 kilos, era un costo prohibitivo, si se comparaba, con el costo de 5,50 Bs. por cien
kilos de maíz puesto en Rosario (Argentina), o de 2,50 Bs. el quintal de 100 libras en EE.UU. En el fondo
lo que analistas como Julio C. Alborta (1926) querían decir, era que el argumento de impuestos altos y
multiplicados fletes ferroviarios adversos, además de una apertura estatal hacia el comercio con la
Argentina, que perjudicaba a Cochabamba, en realidad, escondía la realidad de la incapacidad de las
haciendas para mejorar cualitativamente su proceso productivo y ser más competitivas.
321
E1 impuesto se remataba en puja abierta de licitadores, y con frecuencia el licitador se adjudicaba con
un porcentaje superior a la base establecida por la convocatoria. En otros casos poco frecuentes, al no
existir demanda, la prefectura convocaba a una segunda y tercera licitación practicando las rebajas de
décimas de ley.
33

(1) Los años en que se publican las convocatorias para el remate de arbitrios, hacen
referencia al cálculo del rendimiento de1 impuesto al muko, de acuerdo a la estimación
de la cosecha del año siguiente y lo recaudado cl año anterior.
(2) Se toma corno base de cálculo de la producción de rnuko, el impuesto vigente en cada
año para el quintal español de muko, equivalente a 46 kilos.
(3) Se toma como base de cálculo de la producción de chicha, el término medio de rendimiento
de un quintal de rnuko, que equivale a 100 botellas, adoptado por el Tesoro
Departamental de Cochabamba.
(4) Impuesto al rnuko de 0.46 Bs./qq.
(.5) Impuesto al muko de Bs. 0.92 Bs./qq.
(6) Impuesto al rnuko de Bs. 1,38/qq.
[7) Impuesto único al muko de I3s. 4/qq.
Fuente: Avisos del Tesoro Departamental de Cochabamba, publicados en la prensa de la época.

Podernos observar en el cuadro anterior, el comportamiento de la producción de muko,


tanto en el Cercado como en el resto del Departamento, durante una década. Este
comportamiento como se puede comprobar, es sensible a la política impositiva; así
hacia 1910, el muko, como ya vimos anteriormente, fue gravado con 46 centavos el
quintal, manteniéndose este gravamen por una década, es decir hasta febrero de 1920,
en que se duplica a 92 centavos. Este hecho, provoca una primera reacción que se
traduce en 1921, en una disminución en el volumen de producción de muko y chicha en
un 24,6% en la ciudad y el Cercado, aunque en el resto del Departamento, apenas
decrece en un 3,25% con respecto a 1919, que también corresponde, si se observa el
Cuadro 95, a una reducción del número de chicherías empadronadas con relación a los
años anotados, en un 27,8%. Esta verificación, nos da un primer indicio de la
sensibilidad del mercado de la chicha en Cochabamba y el Cercado a las fluctuaciones
impositivas, hecho que acarrea indudablemente, el cierre de muchos establecimientos de
chicha, además de su resistencia a pagar impuestos municipales, tendencia que también
se fue incrementando, como verificamos con anterioridad322.

La situación imperante en 1919, tiende a volver a la normalidad en 1922, aunque la


producción nuevamente decae en 1923, en medio de la creciente alarma, que se inicia,
más o menos por esa época, debido a la caída constante de la demanda de maíz como
materia prima para la elaboración de alcohol. Sin embargo, pese a que en 1924 este
panorama de crisis se acentúa y agrava, con la política estatal de incrementar los
impuestos catastrales, industriales y comerciales, incluyendo el impuesto al rnuko, que
por ley del 24 de noviembre de 1924, pasa a ser cotizado en Bs. 1,38/qq., la producción
de muko y chicha con respecto a 1923, parece incrementarse, en por lo menos un 20%
en el Cercado, continuando esta tendencia en 1925. Ocurre otro tanto en el resto del
departamento, donde este incremento alcanza el 23,8%. Sin embargo, este aumento de
la producción coincide ahora con una fuerte reducción del número de chicherías en la
ciudad, por las causas ya anotadas, a las que sin duda, contribuyó un incremento del
precio comercial del quintal de muko para contrarrestar el aumento del impuesto fiscal.
En todo caso, esta aparente anomalía entre oferta y demanda, posiblemente encontró un
cauce favorable, bajo la alternativa de que el excedente de la oferta de muko no
consumida localmente, se destinó a la exportación a mercados del altiplano y las minas.

En 1926, cuando la crisis del grano parece alcanzar su apogeo, la producción sufre otra
merma, esta vez, de un 14,27% con respecto a 1925, sin embargo, esto no es nada

322
A partir de esta época, los reclamos de las chicheras para la rebaja de la patente son constantes.
34
comparable a los negros trazos que caracterizaban la situación del comercio de
exportación del grano. En realidad, en la ciudad y el Cercado, esta caída no impide un
incremento de un 21% en el número de chicherías empadronadas con respecto a 1924.
Este comportamiento muestra que, pese a la crisis regional, a la constante alza de
diversos tipos de gravámenes que pesan sobre el grano y sus subproductos, el mercado
de consumo de chicha en la ciudad y aledaños, mantiene su vitalidad.

El impuesto único al muko, que gravó este producto con Bs.4/qq., a partir de 1927,
provoca la caída de la producción, a su nivel más bajo en el periodo considerado, es
decir un 29,9% inferior al índice más alto, que corresponde a 1919. Sin embargo, el
número de chicherías empadronadas en la ciudad y el Cercado, no dejan de
incrementarse, alcanzando un índice superior al de 1926, en un 39%. Esta aparente
contradicción, evidencia la existencia de ciertos mecanismos de compensación que
operan en el mercado urbano de la chicha, tal vez uno de ellos, es el que pese a todas las
restricciones, se constituye en la única fuente de empleo y supervivencia que ofrece la
crisis a los estratos de bajos ingresos, lo que le permite enfrentar este embate sin
precedentes y recuperar en el siguiente año su nivel normal.

Como resultado de las observaciones anteriores, podemos establecer que la producción


de muko y potencialmente de chicha, pese a la profundidad de la crisis del maíz, que
afecta severamente el comercio, la industria y el costo de vida, no se traduce en
espectaculares fluctuaciones, en expansiones y depresiones violentas. Por el contrario,
dentro de lo relativo, este proceso se mueve en el marco de unos límites máximos y
mínimos equidistantes, que para la ciudad y el Cercado, se sitúan en un término medio
de 2.487.867 botellas de chicha, es decir, no se marcan extremos de producción máxima
y mínima muy contradictorios. De ello se puede inferir que este mercado, y en general,
la producción del grano y sus derivados para el consumo local y regional, en realidad no
son afectados directamente por la crisis del maíz de exportación producido por las
haciendas, pero deben soportar sus efectos en los términos de una suerte de “colchón” al
que el Estado debe recurrir para promover el desarrollo urbano y regional, y sobre todo
encontrar alternativas para enfrentar la crisis, sin recurrir al mermado Tesoro Nacional o
a gravámenes sobre la minería que transfieran a ésta, parte de la crisis regional.Todo lo
anterior, queda corroborado con una simple observación al movimiento del Tesoro
Departamental, correspondiente en este caso, al primer semestre de la gestión de 1927,
que resulta de especial interés, porque corresponde a los primeros meses de aplicación
del impuesto único al muko:

CUADRO Nº 101: Departamento de Cochabamba: Ingresos y egresos del Tesoro


Departamental correspondientes al primer semestre de 1927
Rubros Ingresos Rubros Egresos
Contribución territorial 92.036,60 Servicio de Gobierno 27.004,95
Impuesto sobre cal y yeso 1.001,11 Servicio catastral 13.340,20
Impuesto sobre herencias indirectas 22.500,28 Culto 6.696,00
Prestación vial 4.323,00 Sanidad 3.640,00
Impuesto sobre coca 20.013,15 Subvenciones 35.385,00
Impuesto sobre el muko 313,304,33 Gastos diversos 3.943,75
Impuesto sobre la cerveza 22.781,50 Servicio de vialidad 3.751,93
Impuestos sanitarios 21.360,85 Camino a Yungas 11.938,15
Aguas de Arocagua 3.114,00 Servicio de empréstito y bonos 181.949, 84
Aguas sobrantes 675,00 Servicio de obras públicas 165.802,25
Varios impuestos 26.977,23
Ingresos extraordinarios 737,12
Total ingresos 528.824,17 Total egresos 453.452,07
Fuente: El Republicano nº 3252, 14/09/1927
34
En efecto, el impuesto al muko representaba para el Tesoro Departamental, el 59% de
sus ingresos, los mismos que se dirigían básicamente a amortizar el empréstito
Erlanguer contraído por la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba en 1910 y,
las obligaciones contraídas con Ulen Contracting Corporation a partir de 1924 para
ejecutar las obras de la red de agua potable iniciadas en 1926, es decir, amortizar el
empréstito de un millón de bolivianos que se destinó a este efecto, además de otras
obras menores, e incluso los renovados estudios de captación de aguas potables para
Cochabamba. Todo ello, abarcaba el 76.69% de los egresos, en tanto el resto de los
ingresos se dirige a absolver los gastos administrativos del aparato estatal y pequeñas
obras de vialidad. Dicho de otra forma, los ingresos que generaba el impuesto sobre el
muko, permitían solventar el 69 % de los egresos departamentales y captar el 90% de
los recursos destinados a obras públicas y amortizaciones de las deudas contraídas por
este concepto323.

En 1926 el comité Pro Captación de Aguas y Pavimentación de Cochabamba, que se


encontraba empeñado en viabilizar las obras de instalación de la red de agua potable,
realizaba el siguiente resumen de los recursos que se habían recaudado en 1924 y 1925,
y de aquellos que esperaban, rendirían las licitaciones de 1926 y 1927:

CUADRO Nº 102: Ciudad de Cochabamba: Recaudaciones de impuestos varios con


destino a las obras de instalación de la red agua potable (1924 – 1926) en Bs.

Detalle de las recaudaciones Años


1924 1925 1926 1927
Prestación vial 6.864,00 7.300,00 11.527,98 12.000,00
Impuesto adicional al muko 59.185,76 49.063,35 34.490,70 40.000,00
Impuesto sobre consumo de cerveza 21.050,00 12.275,00 36.875,00 12.000,00
Impuesto sobre aguas de Arocagua 14.826,00 11.790,00 14.000,00 15.000,00
Impuesto sobre elaboración de chicha -- -- 75.730,00 100.000,00
Superávit, ahorros, economías y otros 1.136,02 -- -- 8.000,00
Totales 103.061,78 80.428,35 172.623,68 187.000,00
Fuente: Informe prefectural 1926

Una vez más, el impuesto al muko en 1924 y 1925 representó el 57.4% y el 61%
respectivamente, del total de los montos recaudados en dichos años, y el impuesto al
muko y a la elaboración de chicha sumados, representaban el 63.85% de lo que se
esperaba recaudar en 1926 y el 74.87% en la proyección para 1927, con destino a las
obras anotadas.

El mismo año de 1926, la Comisión Agrícola que abogaba por lograr una salida a la
crisis del maíz, teorizaba sobre las posibles soluciones: rebaja de fletes ferroviarios,
represión al contrabando de alcoholes y melazas, incentivar la industria del trigo, etc.;
pero básicamente dirigía sus reivindicaciones a desgravar los impuestos a la exportación
de maíz, a la venta de maíz con destino a las destilerías de alcohol y al propio alcohol,
sugiriendo transferir estos gravámenes al muko, bajo la formula de “impuesto único”

323
El cálculo del presupuesto Departamental de Cochabamba para 1930, ascendía a Bs. 1.071.524 de los
que Bs. 526.735 correspondían al impuesto al rnuko, es decir que este solo impuesto representaba el
49.16% del presupuesto departamental, en tanto la contribución territorial (gravamen a las haciendas y
fincas), que era la segunda fuente de ingresos departamentales, sólo representaban el 16,5% del mismo.
(El Republicano nº 3945, 3/10/ 1929).
34
sustitutivo de todas las diversas cargas anteriormente observadas y que afectaban la
economía hacendal.

Se proponía el monto impositivo de 3,40 Bs. por quintal español. Este impuesto
aplicado a partir de 1927, finalmente, termino por gravar la producción de muko en Bs.4
el quintal español de 46 kilogramos. Todo ello, significó, por una parte, la liberación de
impuestos al maíz comercializado por las haciendas y por otra, la transferencia de todas
las cargas impositivas a las espaldas de los productores y comercializadores de muko y
chicha. En resumen, la propuesta del impuesto único, asignaba el siguiente rendimiento
con destino a amortizar empréstitos a obras públicas:

CUADRO Nº 103: Ciudad de Cochabamba: Distribución del rendimiento del


monto unitario del Impuesto Único al Muko con destino a obras de desarrollo
urbano y amortizar su financiamiento (1926)

Distribución
Detalle de obras y amortizaciones unitaria (Bs.)
Empréstito Erlanguer 0,46
Servicio de alcantarillado 0,46
Servicio de agua y pavimentación 0,97
Obras en el Hospital Viedma 0,51
Con destino a caminos al Chapare 1,00
Total 3,40
Fuente: El Republicano N.º 3001 de 26/11/1926

El punto de vista de uno de los mayores adjudicatarios de las licitaciones de impuesto al


rnuko y la chicha en el Departamento, con respecto a esta política impositiva, anotaba
que el verdadero impacto de la crisis que asolaba a Cochabamba en la segunda mitad de
la década de 1920, no era tal, en tanto se trató del problema del alcohol, pero asumió las
características de una verdadera crisis cuando comenzó a disminuir el volumen de
fabricación de chicha, “como consecuencia de los múltiples impuestos que hoy gravitan
sobre el muko y la chicha”324. Añadía que la producción del muko había disminuido en
unas cuatro quintas partes, y que por tanto, la demanda de maíz había sufrido un
descenso similar, causando esto un verdadero quebranto sobre la agricultura.

Sin embargo, como ya evidenciamos, la producción de muko y chicha, se recupera a


partir de 1928 y la perspectiva de la licitación del impuesto único, se torna muy
atractiva una vez que el verdadero monto recaudado en 1928, sobrepasa los 400.000 Bs.
arrojando ganancias nada despreciables, para los licitadores locales, a tal punto que se
admitía que “la riqueza que encierra la recaudación del merituado impuesto (ha
provocado) que los rematadores de él, se hayan enriquecido de manera asombrosa”.
Se afirmaba, que les basta el transcurso de un año para forjar fortunas considerables,
apreciadas en centenas de miles... “De ahí el bienestar económico de los Humerez,
Méndez, Jordán, Ahenke, Céspedes y otros, que dentro de lo correcto, han sabido
explotar en su beneficio ese importante negocio que a su vez, ha dado fondos
324
Para respaldar esta afirmación anotaba: “en el año 1924, que le sirvió al actual Administrador del
Tesoro Departamental, para proyectar la creación del impuesto de 5 cts. Sobre la botella de chicha
elaborada, se extendía en la provincia de Cliza, un promedio mensual de 3.600 boletas por concepto de
impuesto de muko, en Punata, la cantidad de boletas era más o menos aproximada a la de Cliza. En la
actualidad no alcanzan a 650 boletas mensuales, las que se extienden en ambos distritos de Cliza y
Punata” (El Republicano nº. 3041, 07/0/ 1927).
34
apreciables a nuestro Tesoro Departamental”. Lógicamente, este negocio no pasó
desapercibido, y en 1929, se formó en La Paz una empresa de los licitadores más
importantes de Cochabamba, patrocinada por representantes departamentales al
Congreso, que lograron que el remate del impuesto fuera ejecutado en dicha ciudad y no
en Cochabamba, sobre la base de 600.000 Bs. (El Republicano nº 4003, 20/ 12/ 1929).
De esta forma, el remate del impuesto del muko, como sucede con todo negociado
donde están envueltos los poderes del Estado, dejó de ser de dominio público y se tornó
más difícil hacer su seguimiento.

No obstante, el alza de los montos rematados no correspondía a la realidad de una


dinámica parecida en el incremento de la producción del muko, razón por la cual el
negocio llegó rápidamente a un peligroso límite. Los mismos empresarios y poderosos
licitadores del muko en Cochabamba, que habían obtenido la licitación del impuesto al
muko en el Departamento por la suma alzada de Bs. 600.000, se vieron obligados a
solicitar una rebaja para la obligación contraída, pues estaban convencidos de que “su
rendimiento en el próximo año, sufrirá un quebranto tan grande, que adquirirá los
caracteres de una verdadera quiebra”325. Como factores de tan grave pronóstico se
mencionaba la persistente elevación de las patentes municipales con que se grava a los
locales de expendio de chicha, incluso transgrediendo la ley de 18 de enero de 1927,
que creaba el impuesto único. Por otro lado, se destacaba que, el H. Concejo Municipal
de La Paz, había emprendido en 1930 una campaña severa contra la introducción,
elaboración y expendio de chicha, prohibiendo todo comercio del licor y el muko. Se
añadía que, esta prohibición significaba una pérdida de unos 50.000 Bs. anuales a los
licitadores326. Esta medida prohibitiva también se aplicó en Oruro y el Gobierno la
extendió a los centros mineros: “De esta manera, el importante comercio de pastas y
bebidas de maíz que se hacía en Cochabamba por quintal, ha quedado totalmente
suprimido”, con el agravante de que “1a resistencia de los contribuyentes es cada día
mayor y la impopularidad del impuesto se agrava con la situación de penuria y hasta
de miseria que aflige a las poblaciones del Departamento de de Cochabamba” (El
Nuevo Heraldo de 4/ 11 / 1930). De alguna manera, la Guerra del Chaco vino a cerrar
este panorama de crisis y probablemente a mediatizar las prohibiciones que pesaban
sobre la comercialización de la chicha. En la primera mitad de la década de 1930, esta
economía comienza a dar signos de recuperación, tal como muestra el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 104: Departamento de Cochabamba: Licitación del impuesto al


muko, producción de muko y chicha de acuerdo a este impuesto y producción
efectiva (1934 - 1936)
Licitación y producción Monto en Bs. Cantidad de muko en qq. Cantidad de chicha en botellas
Años efectiva
Ciudad y Resto del Dpto. Ciudad y Resto del Ciudad y Resto del Dpto.
Cercado Cercado Dpto. Cercado
1934 Licitación 99.700 366.270 24.925 95.576 2.492.500 9.156.700
Producción efectiva (1) -- 626.400 (2) -- 155.600 (2) -- 15. 660.000 (2)
1935 Licitación 126.528 384.498 31.632 96.124 3.163.200 9.612.400
Producción efectiva (1) -- 686.800 (2) -- 171.700 (2) -- 17.170.000 (2)
1936 Licitación 141.400 430.994 35.550 107.748 3.555.000 10.774.000
Producción efectiva (1) -- 769.297 (2) -- 192.324 (2) -- 19.232.000 (2)

(1) Estimación en base al incremento de los años 1934 – 1935


(2) Incluye todo el departamento
Fuente: Dirección Departamental de Consumos – Segundo Semestre de 1936

325
Los portavoces de los empresarios licitadores eran Ángel Jordán F. y Juan de la Cruz Ahenke.
326
Tomando como referencia este monto, se puede estimar a grosso modo, que se exportaban a La Paz,
12.500 qq. de muko, con los que se podían producir 1.250.000 botellas de chicha.
34

Es posible observar que la producción de chicha y muko en los años de la Guerra del
Chaco y en la inmediata posguerra, retorno a los niveles de la década de 1920, para
luego superarlos hacia 1936. Es notable observar que esta producción se amplía en la
ciudad y el Cercado a niveles no alcanzados en la década anterior. Otro fenómeno
significativo, es que los montos alcanzados por las licitaciones apenas expresan un
tercio de la producción y recaudación efectiva 327, es decir que el negocio de la
adjudicación de los remates para recaudar los impuestos al muko y la chicha, era
realmente suculento.

Bajo esta perspectiva, la Cochabamba de la posguerra encara el porvenir con optimismo


y ve fructificar en su seno la aspiración a la modernidad, ya no como un deseo mítico e
inalcanzable, sino como un objetivo realizable. A partir de 1936, la cuestión de la obras
públicas postergadas por el conflicto del Chaco, vuelven a ocupar un lugar
privililegiado en la atención de la ciudadanía, y una vez más, la base que da sustento a
estos deseos, no es otro que los recursos que crecientemente proporcionan las
recaudaciones de los impuestos al muko y la chicha. En 1938, una vez más, se grava
con 10 centavos la botella de chicha, para amortizar el empréstito contraído por el
gobierno para la pavimentación de las calles en Cochabamba.

En las décadas de 1930 y 1940 se fortalece el mercado del maíz y los precios del grano
experimentan sustánciales mejoras, aún cuando continúa pesando sobre él la
competencia del grano argentino e incluso, el de otras regiones del país, que concurren
al mercado nacional de este cereal328. Entretanto, las modificaciones, reformas y
reajustes del impuesto fiscal, siguen su curso. Por ley de 15 de noviembre de 1939 y
Decreto Complementario de 30 de noviembre del mismo año, se suprime el impuesto al
botellaje de chicha y se retorna al concepto de “impuesto único al muko”, refundiéndose
en un solo gravamen, los que habían sido dispuestos a partir de 1936. Esta disposición,
finalmente eleva el impuesto al quintal español de muko a Bs. 30, o sea, a Bs. 7,50 por
arroba. Obviamente, de nuevo se producen airados reclamos de los industriales
chicheros, que amenazan con el cierre de sus establecimientos, en tanto que los
licitadores, que temen no recaudar los montos de las licitaciones rematadas, se unen a
estos reclamos. La cuestión se torna más difícil, cuando un nuevo Decreto-Ley de 11 de
abril de 1940, violando el precepto de “impuesto único”, crea un impuesto adicional de
10 centavos sobre botella de chicha, con destino a la conclusión de las obras del Estadio
Departamental329.

Pese a que se reitera una vez más la sentencia de que “la gallina de los huevos de oro”,
es decir, la industria de la chicha agoniza, esto no impide que los planes de desarrollo
327
Con esta referencia, es posible estimar que, la producción de chicha en la ciudad y el Cercado, alcanzó
en 1934 a 3.350.000 botellas, en 1935 a 4.250.000, y en 1936, a 4.808.000 e incluso tal vez cinco
millones.
328
El quintal de maíz puesto en La Paz en 1933 se cotizaba en 6,00 Bs., en 1936 en 14,00 Bs. y en 1940,
101,70 Bs. (El Imparcial, nº 3121, 11/08/1940).
329
El Inspector Departamental del Impuesto a la chicha, Roberto Ramallo, dirigió una carta pública a
Luís Zambrana, Administrador del Tesoro Departamental en términos airados “Cochabamba pide y
quiere que su pavimentación se halle conclusa en toda la ciudad, que se calme de una vez la sed del
pueblo, que sus obras públicas sean una realidad en todo orden, que su Universidad tenga eco sagrado y
siga el ejemplo de la Docta y bien mentada Charcas, que aumenten los colegios y escuelas, que no exista
el analfabetismo, que se proteja al huérfano, que los desvalidos tengan hogar, y después ya dar paso a
los Stadiums. No por construir palacios y conservar un Stadium se va a matar a la industria chichera, la
única a la que debe Cochabamba su progreso” (El Imparcial nº 3065, 29/05/1940).
34
urbano continúen su curso en base a idear empréstitos y argumentos para seguir
gravando el maíz. Así, la cuestión del agua era un problema tan agudo en 1940, que se
llega al extremo de proponer el aprovechamiento de las aguas de la laguna de Alalay
para el uso de la población330. Se estimaba que eran necesarios unos 50 millones de
bolivianos para resolver el problema del agua en forma definitiva, con una proyección
de 20 años y para una población de 120.000 habitantes. La base financiera de estos
deseos se expresa en el Cuadro 105:

CUADRO Nº 105: Ciudad de Cochabamba: Cálculo del rendimiento anual de los


impuestos departamentales para negociar un empréstito que resuelva el problema
del agua potable en la ciudad de Cochabamba (1940)

Detalle de los impuestos y gravámenes Rendimiento (en


Bs.)
. 80% del impuesto al muko y al botellaje de chicha 5.808.376
. Alcoholes y aguardientes 830.000
. Prestación vial de la capital 150.000
. Impuesto sobre importaciones y exportaciones 281.000
. Impuesto adicional del 5% sobre espectáculos públicos 55.000
. 50% del pago efectuado por propietarios para ejecutar aceras 300.000
. 50% del arrendamiento de aguas potables 60.000
TOTAL 7.484.376
MENOS
. 15% para el Tesoro Nacional 1.122.656
. 10% para comisión a recaudaciones 748.437
SALDO (1) 5.613.282
(1) Total corregido con relación al monto original publicado
Fuente: Informe del Prefecto José Arauco Prado, Presidente del Comité de Obras
Públicas, El Imparcial nº 3125, 16/08/1940)

El cuadro anterior, demostraba que de una disponibilidad anual para obras públicas de
5.613.282 Bs., el 100%, lo cubría el impuesto a la chicha y el muko, en tanto, incluso un
pequeño excedente de dicho impuesto y el resto de los gravámenes, eran absorbidos por
el Tesoro Nacional y gastos administrativos331. Entre tanto, coadyuvando estas políticas
de los poderes locales y departamentales, la cuestión del Decreto de 9 de abril de 1940,
que creaba el impuesto de 10 centavos sobre botella de chicha, quedaba totalmente
confirmado, con la variante de que se aplicaría este incremento sobre el muko, que
queda gravado con Bs.35 sobre el quintal español, calculándose el siguiente rendimiento
anual:

330
E1 proyecto fue elaborado por el Ingeniero mexicano Eligio Esquivel y mereció el apoyo del
Sindicato de Ingenieros y del Comité Departamental de Obras Públicas., aunque obviamente, la censura
del Cuerpo Médico.

331
La Ley de 29 de noviembre de 1939, refundía los impuestos al muko y la chicha estipulados por el
Decreto Ley de 9/ 12/ 1936 y 12/09/ 1927, nuevamente en un impuesto único de Bs. 25 sobre el quintal
español de 46 kilos de muko. El rendimiento de este impuesto se disponía de la siguiente forma: el 28%
para el servicio de los empréstitos de vialidad y obras públicas dc Cochabamba concedidos por el Banco
Central; el 43% para el servicio del empréstito destinado a la pavimentación; el 15% para obras públicas
provinciales. El porcentaje correspondiente al Cercado se destina a la refacción del palacio prefectural; el
4% para el servicio de los empréstitos Ulen y Erlanguer, el 5% para la construcción del stadium y el
restante 5% para gastos administrativos del Tesoro Departamental (El País nº 914, 26/11/1939)
34
CUADRO Nº 106: Departamento de Cochabamba: Distribución anual del
rendimiento del Impuesto Único al Muko (Ley de 09/04/1940)

Montos distribuidos
Detalle (en Bs.)
. Un 50% para obras públicas 3.821.300
. Un 20% para captación de aguas potables 1.528.520
. Un 15% para obras públicas en provincias y el Cercado 1.146.390
. Un 10% para la construcción del stadium 746.260
. Un 15% para gastos administrativos 382.130
Total 7.642.600*
Fuente: El Imparcial nº 3135, 28/08/1940 /
(*) El cálculo de un rendimiento anual para el impuesto único al muko, se apoyaba en una
estimación de producción de 305.704 qq de muko que representaban a su ver una producción de
unas 30.570.400 botellas de chicha en el Departamento, un volumen muy superior al de los años 20
y 30, considerando lo definido por la Ley de 29/ 11/1939.

Se puede comprobar sin lugar a dudas, que un 80% de la recaudación pasó a favorecer a
la ciudad, incluyendo amortizaciones de empréstitos de obras públicas, como la red de
agua potable, el alcantarillado y la pavimentación. También se puede percibir que
apenas un 15% se dirigió a obras provinciales, donde el Cercado, es decir el área
suburbana a la ciudad se llevaba la mayor proporción, por lo que, probablemente las
obras públicas en provincias apenas se beneficiaban con menos del 10%. De todas
maneras, la dinámica de los impuestos no se da reposo. Una ley de 8 de noviembre de
1945, sustituye el impuesto al muko que estaba gravado desde fines de 1940, en la
proporción de Bs.16,20 por arroba (o sea Bs. 50,40 por quintal español) y lo transforma
en el impuesto a la chicha. La unidad de medida pasa a ser la botella de 0,66 litros, y el
impuesto que la grava, pasa a 0,48 Bs., incluido el recargo de 20% (Bs.0,08), con
destino a la Universidad de San Simón332. Una nueva ley, de 17 de noviembre de 1947
elevaba el impuesto a la chicha a Bs.1,00 por botella de 0.66 libros, introduciendo una
modificación en la distribución del rendimiento de este impuesto. En definitiva el
impuesto al muko es sustituido por el gravamen a la botella de chicha. La citada ley
disponía el siguiente rendimiento al impuesto único de Bs.1,00 sobre botella de chicha:

332
La citada ley disponía que del monto recaudado que correspondía a la ciudad y el Cercado, el 85% se
destinaba a amortizaciones e intereses de los empréstitos contraídos para obras públicas en la Capital, el
10% para los trabajos del stadium y el 5%, para gastos administrativos. Del monto que correspondía a las
provincias el 43% se destinaba a la amortización de empréstitos e intereses contraídos para obras públicas
en la capital, el 10% para la obra del estadio departamental, y sólo el 42% para obras públicas
provinciales a cargo de Comités Provinciales de Obras Públicas (que ciertamente. se debatían en la
miseria) y el 5% restante destinado a gastos administrativos.
34
CUADRO Nº 107: Departamento de Cochabamba: Distribución porcentual del
rendimiento del Impuesto Único de Un Boliviano por botella de chicha (1947)

Detalle de rubros beneficiados Distribución


porcentual
 Servicio de interés y amortización a los empréstitos
autorizados por ley de 05/01/1945, con destino a obras 25%
públicas de Cochabamba
 Para la construcción del stadium Félix Capriles y campos 8%
deportivos en la ciudad y provincias
 Gastos de administración departamental 2,5%
 Obras públicas provinciales a cargo de los respectivos 32%
municipios de acuerdo al rendimiento del impuesto en cada
distrito
 Para la Universidad Mayor de San Simón 20%
 Para el Club Hípico Nacional de Cochabamba 2%
 Para la arborización y arreglos de la colina de San Sebastián 3%
y otros monumentos históricos
3%
 Para la forestación de los predios de la UMSS
 Para la organización y sostenimiento de un criadero
3%
departamental de semillas en la propiedad fiscal de la
Tamborada
Total (1) 100%
Fuente: Capítulo I de la Ley de 17/11/1947, Los tiempos, 04/12/1947 –
(1) De este total distribuido, un 70 % favorece a la ciudad de Cochabamba

En el cuadro siguiente, observamos el rendimiento de esta política impositiva y una


estimación de la producción de chicha en la década de 1940:

CUADRO Nº 108: Departamento de Cochabamba: Producción de chicha y


recaudaciones en favor de obras públicas: 1940 - 1950

Años Estimación del


Producción de Producción de Monto monto empleado
muko en chicha en litros departamental en obras
arrobas recaudado públicas(4)
1940 (1) 406.693,11 6.710.436 5.124.333,33 3.894.493,20
1941 (1) 488.238,53 8.055.935 6.151.805,51 4.575.372,10
1942 (1) 501.954,93 8.282.256 6.324.632,24 4.806.720,40
1943 (1) 675.427,77 11.144.558 8.510.390,00 6.856,640,50
1944 (1) 715.472,13 11.805.289 9.014.948,98 6.851.361.10
1945 (1) 1.006.765,60 16.611.632 12.685.248,04 9.640.788,10
1946 (2) -- 19.600.199 14.254.691,47 8.552.814,60
1947 (2) -- 28.181.243 20.495.450,00 12.297.270,00
1948 (3) -- 25.014.676 37.901.025,71 22.740.615,00
1949 (3) -- 24.028.983 36.407.550,79 21.844.590,00
1950 (3) -- 23.985.720 36.342.000,00 21.805.200,00
(1) Años en que está vigente el impuesto de 12,60 Bs. por arroba de muko.
(2) Años en que está vigente cl impuesto de 0.48 Bs. por botella de chicha.
(3) Años en que está vigente el impuesto de 1.00 Bs. por botella de chicha.
(4) Estas estimaciones incluyen amortizaciones de empréstitos, para obras públicas.
(5) Recaudación del impuesto de enero a octubre de 1950.
Fuente: Estudio realizado por Carlos Morales P., Director del Tesoro Municipal de
Cochabamba, 1949 y Estudio de Eduardo Tardío Q., 1550. Cuadro reelaborado de
“Región, Mercado y Conflicto Social”, de Azogue, Rodríguez y Solares, 1986.
34
Este cuadro, muestra la expansión de la producción y el mercado de la chicha en la
década considerada, a pesar de los sucesivos incrementos del impuesto a este producto.
A partir de 1943 se superaron francamente los mejores índices de las dos décadas
anteriores, y en sólo cuatro años, se duplicó esta producción 333. La gran proporción de
estos impuestos fueron invertidos en obras públicas y en la amortización de los
empréstitos contraídos en la década de 1930 y siguientes, para poder concluir la
pavimentación de las principales arterias de la ciudad y otros emprendimientos. En
realidad los recursos que generaron estos impuestos se destinaron a la ejecución de
infinidad de obras de diverso tipo.

Una relación muy incompleta del destino dado al impuesto al muko y la chicha desde
1910 a 1950, sería la siguiente:

 Amortización del Empréstito Erlanguer para la instalación del Ferrocarril del


Valle y el servicio de tranvías en Cochabamba.
 Ampliaciones periódicas de pabellones en el Hospital Viedma.
 Amortización del Empréstito para el alcantarillado en la ciudad de Cochabamba.
 Amortización del Empréstito para la instalación de la red de agua potable.
 Obras de desagües pluviales.
 Construcción del Mercado Central de la calle 25 de Mayo y mercados
seccionales.
 Varios empréstitos para la pavimentación de la ciudad de Cochabamba.
 Obras de canalización del río Rocha y amortización de empréstitos para este fin.
 Estudios y captación de aguas potables para la ciudad de Cochabamba.
 Construcción de varias escuelas y colegios.
 Arborización y embellecimiento de varias plazas y paseos de la ciudad.
 Adquisición de terrenos y ejecución de obras en la Universidad Mayor de San
Simón.
 Modernización y renovación de los sistemas de provisión de energía eléctrica en
la ciudad de Cochabamba.
 Diversas obras viales en provincias, incluyendo la apertura de la Av. Blanco
Galindo, el pago de expropiaciones y otros.
 Apoyo a la creación de carreras técnicas y a la Facultad de Agronomía de la
UMSS.
 Arborización de los predios de San Simón y la Coronilla.
 Indemnizaciones por ensanches y apertura de calle y avenidas.
 Amortización de los empréstitos para la ejecución de la represa de la Angostura.
 Construcción de edificios públicos: Edificio Municipal, Casa de la Cultura, etc.
 Construcción de puentes sobre el río Rocha y otras obras.

Finalmente, mediante Ley de 31 de octubre de 1950, se modifica la Ley de 16/11/1947,


elevando a 2,00Bs. la tasa impositiva sobre la botella de chicha, con el argumento de
que los recursos que se obtengan mediante la modificación de la citada Ley:

están destinados a favorecer a Cochabamba para encarar obras de


electrificación, vinculación vial de la capital con las provincias mediante
333
En 1947 la producción de chicha asciende a 28.181.243 litros, que equivalen a la increíble suma de
42.698.853 botellas de chicha en todo el Departamento, estimándose en unas 12.800.000 las que se
consumían anualmente en la ciudad y el Cercado.
34
caminos asfaltados, restablecer el servicio tranviario a Quillacollo y Vinto,
crear 1as nuevas facultades de Ingeniería y Química Industrial de la UMSS,
obras sanitarias en la capital y provincias, continuación de los trabajos del
ferrocarril Cochabamba-Santa Cruz (Los Tiempos nº 2036, 4/ 11/1950).

Estos sucesivos aumentos, siguen suscitando reclamos y continúan escuchándose voces


que alertan sobre la quiebra de la economía de la chicha, sin embargo, es innegable que
los años 40 son su “década de oro”, pues no sólo absorbe las nuevas gabelas, sino que
no deja de expandir su producción, atribuyéndose las fluctuaciones menores en los
índices del rendimiento, a problemas propios de la agricultura, es decir, sequía y lluvias
extemporáneas (Informe del Prefecto Rodolfo Granier, Los Tiempos nº 3039,
8/11/1950)334.

El eje maíz-chicha, cuyo excedente económico en un significativo porcentaje, vía


impuestos, fue apropiado por la ciudad, con la salvaguarda del propio Estado, se
constituyó en el factor fundamental que impulsó la materialización el desarrollo urbano
de la década de 1940, aún cuando también visto desde otro ángulo, este boom maicero
confirmaba la naturaleza mono productora de la agricultura cochabambina y la
tendencia a que un elevado porcentaje de esta producción (60% en los años 20 y 30; 70
y 80% en los años 40), se destinara a la fabricación de chicha. Esta industria
departamental, sin negar que exportara un porcentaje de su producción a las minas y el
altiplano, básicamente reposaba sobre el mercado interno regional de consumo de este
producto, que pasó a concentrarse mayoritariamente en el Cercado y Quillacollo. La
expresión espacial de este fenómeno, no fue otro que, el desarrollo relativo del conjunto
del Valle Central, que en oposición con las feraces planicies del Valle Alto, comenzó a
ser receptáculo de obras de vialidad y sobre todo, la mayor obra de riego en el
Departamento: la represa de la Angostura y la ejecución de los sistemas de riego, que
cambian su fisonomía. Sin embargo los cambios más dramáticos se operan en la ciudad,
a través de las obras que enumeramos anteriormente.

El auge de la economía de la chicha en la década de 1940, y su creciente repunte,


incluso desde los años 30, dio lugar a que el negocio de las licitaciones fuera una
actividad muy floreciente. Como ya vimos puntualmente con anterioridad, los
licitadores se fueron consolidando como un estrato social muy influyente, merced a un
poderío económico significativo, logrado en poco menos de una década. Este proceso de
enriquecimiento rápido y la marcada tendencia de sus participantes a monopolizar el
control sobre las licitaciones, motivaron reclamos sobre los exorbitantes márgenes de
utilidad que proporcionaba un negocio, que se había transformado en tal, merced a una
deformación del sentido de la tributación y la renuencia del Estado a administrar
directamente su captación. A fines de los años 40, se comenzó a debatir la conveniencia
de municipalizar el impuesto único a la chicha, así como efectuar el cobro directo del
mismo por parte de dicha institución.

Los licitadores rápidamente juzgaron estas propuestas como utópicas y pusieron en tela
de juicio la capacidad de los municipios para efectuarla “debido a que es imposible
contar con 1os factores de honestidad y corrección en 1a planta de funcionarios”. Por
otra parte, se argumentaba que la recaudación del impuesto era un proceso muy

334
Un otro argumento que se esgrime, es que cuando se aplicaba el impuesto de Bs.1,00 por botella de
chicha, el costo de esta para la venta al público, era de Bs. 6,00, pero como este precio había sido
duplicado por las chicheras, era justo que el impuesto fuera de Bs.2,00.
35
complejo, pues el número de fabricantes de chicha no era constante. A este respecto se
manifestaba: “La chicha es fabricada por casi todos 1os cochabambinos en forma
eventual, exigiendo 1a percepción de su impuesto 1a presencia oportuna de los
recaudadores en valles, estancias, serranías y demás confines alejados de 1os centros
poblados del Departamento” (El Imparcial nº 5605, 23/11/1949). Un cronista contrario
a los intereses de los licitadores, revelaba lo siguiente:

Desde 1938, en que realmente se fisonomizó este impuesto se observaba la


práctica de la licitación de estos arbitrios, habiéndose formado un verdadero
bloque de licitadores, que año tras año han obtenido fuertes ganancias, gracias
a maquinaciones que realizaban en vísperas de tales licitaciones. No escapa al
dominio público e1 hecho de que en momentos en que se realizaban las pujas,
las transacciones entre interesados se realizaban descaradamente y habían
personas que por e1 solo hecho de presentar una propuesta y hacerse de los
interesados, recibían sumas cuantiosas para no elevar e1 precio de las
licitaciones en la puja (...) por otra parte, los licitadores so pretexto de
aumento de1 impuesto, cometían exacciones contra los industriales chicheros,
1os mismos que a su vez, recargaban el precio de 1a chicha contra los
consumidores convirtiéndose la especulación en un círculo inmoral (el País nº
3411, 15/10/1949)

La ley de 17/11/1947 que elevó el impuesto a la chicha de Bs.0,48 a Bs.1,00 por botella,
determinó la elevación del producto, de 4,00 y 5,00 Bs. a 7,00 y 8,00 Bs. Este hecho
produjo intenso malestar, pues se trataba de la bebida privilegiada por las clases
populares, y eran ellas las más perjudicadas con este incremento. Un consumidor fiel
del áureo licor, Pacomino Gamboa, resumía el fondo social de la cuestión en los
siguientes términos:

si se arguyese que (la chicha) no se trata dietéticamente de un artículo de


primera necesidad, para que pudiese intervenir en el control (del precio) la
Municipalidad, en realidad lo es, porque el agua llamada potable es mala y
escasa, constituyendo esta situación, uno de los problemas insolubles, no
obstante haberse comprado hace varios años las aguas de Chapisirca en tres
millones de bolivianos (...) por lo que se hace necesario estimular el
consumo de ‘la buena’ pero defendiendo el bolsillo de los consumidores (El
Imparcial nº 4932 de 30/01/1948).

Por otra parte se precisaba que: “las revendedoras (del licor) atribuyen en este caso (el
alza del precio), a la elevación máxima del último impuesto fijado por acuerdos
tomados por los famosos licitadores que quieren sacar pingues utilidades explotando
escandalosamente a los pobres fabricantes que viven de estos ingresos”. Se lamentaba
que “justos pagaban por pecadores” y se sacaba una amenazadora conclusión: “si el
impuesto sube, el pueblo se abstendrá del consumo, y pronto vendrá la espantosa crisis
de los fabricantes de esta bebida, pues los consumidores manifiestan que es preferible
el consumo de la cerveza” (El Imparcial nº 4934, 1º/02/1943). Sin embargo la
especulación siguió su curso y en el carnaval de 1948 la botella de chicha se cotizó en
10,00 Bs., casi a la par de la cerveza.

El debate que se origina en torno a la mejor manera de recaudar el impuesto a la chicha


puso al descubierto una faceta de la cuestión, hasta ese momento poco conocida: el que
35
los crecientes niveles de producción del licor establecían una brecha, con relación a los
conservadores cálculos anuales de rendimiento de la licitación, hecho que permitía que
volúmenes igualmente crecientes del monto recaudado beneficiaran al “trust de
licitadores”, como los denominó un periodista de ese tiempo, permitiéndoles amasar
fortunas, que no tenían antecedentes, ni en los mejores momentos de la economía
hacendal o en los más promisorios emprendimientos comerciales e industriales.

Un periodista al respecto de este delicado asunto afirmaba:

De un análisis practicado por el Tesoro Municipal, se desprende que en el año


1949, los ingresos por administración directa del impuesto a la chicha,
alcanzarían a la suma mínima de 70 millones de Bolivianos, y deduciendo de
ésta, el 10% para cubrir los gastos de administración directos, se tendría la
suma de 63 millones. Mediante la Ley en vigencia y con los licitadores se han
obtenido Bs. 36.407.345.79 Bs., o lo que es lo mismo que la diferencia en favor
del pueblo que se obtendría, es de Bs. 26.592.654.21 que es la suma
actualmente ganada en forma líquida por los licitadores chicheros. (El País nº
3411, 15/10/1949).

A1 margen de la precisión en torno la utilidad que obtenían los licitadores, lo cierto es


que esta era suculenta. Por ello, las prácticas especulativas se agudizaron en torno al
negocio de la chicha, de tal forma que cada incremento en el impuesto, ya no era motivo
de contracciones en los volúmenes de producción, pero si de merma en la calidad del
licor, con graves riesgos para la salud de los consumidores. Los propios reclamos de los
licitadores en torno a las alzas continuas que experimentaba el impuesto, cumplían más
una formalidad, tendiente a encubrir el manejo arbitrario y especulativo que se daba al
licor, manejo que por otra parte, estimulaba su adulteración en gran escala para
compensar costos y utilidades. Una reflexión sobre el peligroso rumbo que seguía el
mercado de la chicha, merced a los continuos incrementos del impuesto destacaba lo
siguiente:

De ningún modo es admisible aumentar más el impuesto, porque esto refluye


contra los intereses de 1a pequeña industria que sostiene 1as principales obras
públicas de Cochabamba y lógicamente va contra los intereses de la
agricultura. No escapa a un ligero análisis que e1 hecho de que a mayor costo
de la chicha, esta no podría ser colocada fácilmente en otros mercados como
ocurre en La Paz, donde el precio elevado en la actualidad difícilmente compite
con el precio de 1a cerveza, de modo que si se eleva este costo para la chicha,
este artículo quedará desplazado definitivamente del mercado paceño,
perdiendo nosotros un buen capítulo de ingresos, esto mismo ocurrirá en 1os
centros mineros y en otros donde se consume chicha cochabambina, y que a
nuestro juicio, es lo que persiguen los industriales cerveceros del altiplano (El
País, número citado).

Las exportaciones de chicha a los mercados del Altiplano, que beneficiaban al Tesoro
Departamental, y sobre todo a la ciudad de Cochabamba, eran modestas, pero no
despreciables. Su magnitud se registra en el Cuadro 109, donde además se establece una
comparación con las exportaciones de cerveza:
35
CUADRO Nº 109: Departamento de Cochabamba: Exportaciones de chicha y
cerveza a los mercados del altiplano (1942 – 1949)

Chicha
Años Cantidad en % en relación a la Cerveza en
litros producción litros
departamental
1942 304.187 4,50 68.250
1943 351.551 4,36 32.856
1944 303.610 2,72 275.909
1945 324.968 1,96 763.560
1946 333.556 1,70 556.926
1947 307.458 1,09 269.061
1948 231.700 0,93 82.807
1949 342.439 1,42 161.954
Fuente: Gacetas Municipales de las gestiones 1942 a 1949
y Cuadro 108.

El cuadro anterior nos permite inferir un proceso de contracción de las exportaciones de


chicha en los años 40, hecho que sin duda, tuvo su origen en las prohibiciones
municipales para el consumo de este licor en La Paz, Oruro y las minas a inicios de los
años 30. Sin embargo, los registros anteriores son parciales y sólo se refieren a la
exportación de chicha pero no de muko. De todas maneras, los porcentajes exportados
en relación con la producción departamental eran muy pequeños y seguían una
tendencia inversa a la expansión de la producción del licor en la segunda mitad de la
década de los 40. El gran competidor era la cerveza que mostraba un comportamiento
irregular, con una notable expansión en 1945-1946, para decaer en años posteriores. De
todas formas, en tanto las exportaciones de cerveza tendían a incrementarse, el volumen
de exportación de chicha se mantenía estacionario y con predisposición a decaer. La
razón de esta situación, no era otra que los crecientes impuestos y las campañas
municipales contra el licor en los centros urbanos del altiplano. A ello se sumaba, los
precios especulativos y en alza de la chicha y el muko, lo que le hacía, cada vez menos
competitiva en mercados lejanos con relación a los aguardientes y la cerveza335.

El malestar que produce la especulación y la pérdida de calidad de la chicha, como


respuesta al alza de los impuestos, agravado por las manipulaciones de los recaudadores
y licitadores del impuesto, permitió que la alternativa de la municipalización gane
terreno. Por otra parte, el negocio de la licitación dejó de ser una empresa para los
pequeños comerciantes vallunos, que en la década de 1920 incursionaban en este
campo. A partir de la década de 1930, se convirtió en un negocio que agrupaba a
grandes propietarios de tierras urbanas y rurales, esto es, hacendados que utilizan sus
propiedades como garantía y fianza para concurrir a las operaciones de remate de las
licitaciones. El siguiente cuadro nos proporciona una idea de las fortunas, que en bienes

335
La Cervecería Taquiña que inició su producción en 1893, inicialmente produjo en pequeña escala, en
fuerte competencia con la chicha, esto por lo menos, hasta 1915, época en que mejora sus instalaciones e
incrementa su capital a Bs.104.000, para incrementarlo nuevamente en 1937 a Bs.250.000, procediéndose
además a ampliaciones y modernizaciones, llegando su capital a 23 millones de Bolivianos en 1951,
ampliando su producción en forma extremadamente acelerada, es decir, de una producción anual de
48.000 botellas en 1936, pasa a un volumen que fluctúa entre 5.5 y 6 millones de botellas anuales en
1950, que encuentran su mercado de consumo esencial en la propia ciudad de Cochabamba, lo que nos da
una idea del desplazamiento que comienza a sufrir la chicha entre los consumidores. (Los Tiempos nº
2279, 14/09/1951).
35
inmuebles desplegaban los licitadores, para alcanzar los montos de adjudicación a que
aspiraban:

CUADRO Nº 110: Departamento de Cochabamba: Fianzas de bienes inmuebles


urbanos y rústicos ofertados por postulantes a la licitación del impuesto a la chicha
en 1947

Fianzas ofertadas y montos Licitación del impuesto


Nombre del Propiedades urbanas Propiedades rústicas Monto a la chicha
aspirante a máximo de
adjudicarse la Total la opción
licitación Ubicación y evaluado para Monto Localidad
Ubicación Valor en nombre de la Valor en en Bs. postular a en Bs.
Bs. propiedad Bs. la licitación
Jesús Céspedes Casa 294.000 50% de la 187.731 487.731 1.926.924 sd sd
Calama y estancia Kochi,
San Martín Punata

Semiramis Jaldín -- -- Finca La Maica 4.868.304 4.868.304 19.473.216 862.499 Colomi


de U. Cuevas 268.000 Pojo
789.750 Totora
José López -- -- Fincas La Guinda 2.600.000 2.600.000 10.400.000 7.546.000 Cercado
Guzmán en Canco y Santa
Isabel en Chapare
Vicente Alborta Casa calle 129.000 Finca La Palca, 2.000.000 2.129.000 8.516.000 sd sd
Lanza Chapare
Eduardo Plaza -- -- Finca La 3.000.000 3.000.000 12.000.000 -- Quillacollo
Maravilla, (1) -Sacaba
Cercado (2) - Sipe Sipe
(5)
René Peredo Casa calle 343.000 Finca El Potrero 2.400.000 2.743.000 10.972.000 sd sd
N. Aguirre
Abel Andrade por Casas calle Finca Coari, 700.000 1.446.000 5.784.000 sd sd
José Abujder Ecuador, 250.000 Vacas. Sitio 100.00
Uruguay y 188.000 Chullcumayu,
Aroma 208.000 Arani
Demetrio Torrico Casa en 205.000 Sitio Serrano, 600.000 1.405.000 5.520.000 1.800.000 Sacaba (2)
Punata Arani. Sitio San 300.00 5.531.250 Cliza (3)
José, Finca Rochi 300.00
Pedro Rodriguez Casas y 100.832 -- -- 100.8.32 403.328 sd sd
sitios, calle
A. López
y Tejería
Angel Casa calle 155.000 -- -- 155.000 620.000 sd sd
Gandarillas Junín
Jose Luís Torrico Casa calle 600.000 2/3 Finca San 606.293 1.790.043 7.161.172 sd sd
Calama y Juan de Liquinas.
Perú Finca Kehuiña. 325.000
Finca SJ 243.750
Liquinas. Huerta
SJ Liquinas 15.000
Ángel Jordán Casa calle 399.000 Dos fincas en 2.600.000 4.381.854 17.527.417 5.490 Quillacollo
Sucre. Cliza. Finca 1.506.854 (1)
Casa y 351.000 Chullpas, 6 275.000 4.975.000 Punata (4)
sitios en fracciones 1.096.875 Sipe Sipe(5)
Av. Inde- 759.375 Capinota
pendencia.
Sitios en 732.000
Cliza. Lote
en Av. 24.000
Siles
35
Cuadro Nº 110 (continuación)
Fianzas ofertadas y montos Licitación del impuesto
Nombre del Propiedades urbanas Propiedades rústicas Monto a la chicha
aspirante a máximo de
adjudicarse la Total la opción
licitación Ubicación y evaluado para Monto Localidad
Ubicación Valor en nombre de la Valor en en Bs. postular a en Bs.
Bs. propiedad Bs. la licitación
José Rojas G. -- -- Finca El Chilcar, 1.100.000 1.560.000 Sd 403.000 Punata (4)
Punata. Sitio S.
Miguel, Cercado. 300.000
Sitios S. Antonio, 180.000
Pabellones y
Robles

(1) Comparten Ángel Jordán y Eduardo Plaza / (2) Comparten Demetrio Torrico y Eduardo Plaza /
(3) Comparten Demetrio Torrico y Eduardo Plaza / (4) Comparte Ángel Jordán y José Rojas /
(5) Comparten Ángel Jordán y José Rojas.
Fuente: Relación parcial de fianzas y licitaciones publicada por El País nº 2905, 21/12/1947.

Por el cuadro anterior es posible percibir la existencia de dos o tres grandes licitadores,
que en sociedad o individualmente, copaban los distritos más importantes, es decir,
monopolizaban el control sobre las recaudaciones de mayor utilidad. Indudablemente,
esta es una pequeña muestra de un negocio que englobaba familias y clanes, y donde las
prácticas clientelares, las presiones y el tráfico de influencias era determinante

En 1949 arreciaron las solicitudes y reclamos para municipalizar la recaudación del


impuesto, lográndose obtener un decreto supremo, por el que se disponía que desde
1950, dicha recaudación quedaría en la jurisdicción municipal. Entre los argumentos
que finalmente pesaron en la adopción de esta decisión, tenazmente resistida por los
licitadores que veían amenazados sus negocios, se mencionaba el estudio realizado por
el Administrador del Tesoro Municipal Carlos Morales Paz Soldán, quién demostraba
que: “sólo en nueve de 1os veintiséis distritos municipales de1 Departamento, los
licitadores de1 impuesto a 1a chicha obtienen la fabulosa ganancia anual de 26
millones de Bolivianos”, utilidades que se tipificaban como “cuantiosas pérdidas para
el Tesoro Departamental y ganancias para los licitadores que hoy son un
conglomerado de millonarios poderosos” (El País nº 3362, 16/08/1949)336.

Un nuevo estudio del Tesoro Municipal, respecto a la recaudación directa, además de


justificar su necesidad, nos proporciona una muestra de la dinámica de esta industria y
de sus dimensiones, merced a la cual el negocio de la licitación de la chicha, fue sin
lugar a dudas, el mejor de todos los que fueron generados por la economía regional del
maíz en la primera mitad del siglo XX. Un párrafo de este estudio trascrito en parte en
la prensa de la época, señalaba que la investigación sobre el terreno “se encargó a uno
de los empleados de mayor experiencia”, el mismo que visitó todas las fábricas de
chicha “anotando el número de veces que fabricaba por mes o por año, cada una de
ellas y calculando sobre esta base el monto total del impuesto que hubo pagado
durante este año”. Se aclaró que dada la complejidad e insumo de tiempo que exigía
esta labor, no se abarcaron sino once distritos, considerados los más importantes:
Capital y Cercado, Punata, San Benito, Quillacollo, Sipe Sipe, Cliza, Villa Rivero,
Sacaba, Tarata, Arani y Tiraque, “que representaban el 85% del rendimiento total de
336
Muchos de los licitadores del impuesto a la chicha tenían extensos fundos urbanos y suburbanos que
comenzaron a ser fraccionados y urbanizados desde fines de la década de 1940, cuando los negocios de la
recaudación del impuesto a la chicha cesaron.
35
este impuesto en el Departamento por el sistema de licitación”. Los resultados
obtenidos en esta investigación eran los siguientes:

 Número de fabricantes registrados 7.018


 Suma del Padrón recaudado (1949) 63.662.675,00
Bs.
 Suma en que se ha licitado 30.823.810,75
Bs.
 Diferencia a favor de los licitadores 32.838.864,25
Bs.

A manera de conclusión se anotaba que “sin pretensiones de infalibilidad,


consideramos que la suma que puede recuperarse en beneficio del pueblo
contribuyente, no podría ser una menor a Bs.20.000.000 en los once distritos
empadronados, siempre que no mediaran influencias extrañas que se hallan
interesadas en e1 fracaso de 1a recaudación directa” (El País nº 3437, 18/11/1949)337.

Estos mismos estudios, tal vez los más minuciosos que en materia contable se llevaron a
cabo hasta ese momento, no sólo pusieran al descubierto el origen de las grandes
fortunas que se originaron a la sombra de las licitaciones, sino también una más nítida
comprensión de la forma en que la ciudad y el Cercado se apropiaba del excedente
agrícola, mediante el sistema tributario analizado, y que la recaudación directa, en
realidad trataba de optimizar, para acelerar el desarrollo urbano, pero postergando la
oportunidad del resto de los centros provinciales. Al respecto, veamos el siguiente
cuadro:

CUADRO Nº 111: Departamento de Cochabamba: Distribución del rendimiento


del impuesto a la chicha del año 1949 por rubros

Rubros Monto
asignado en porcentaje
Bs.
1. Obras públicas en la capital 10.314.469,70 33,46
2. Estadio departamental 2.465.9094,80 8,00
3. Universidad Mayor de San Simón 6.164.762,15 20,00
4. Forestación UMSS 924.714,33 3,00
5. Forestación colina San Sebastián 924.714,33 3,00
6. Club Hípico 462.357,18 1,50
7. Municipalidad de Cochabamba 616.476,23 2,00
8. Obras públicas en provincias (1)
a) Punata 1.592.000 5,17

337
Un factor que se consideraba como negativo a la recaudación directa, era la política de continuar
incrementando el impuesto a la chicha, al respecto se opinaba: “Cualquier aumento en el impuesto a la
chicha, por pequeño que fuera, ha de refluir en perjuicio de su recaudación directa, creando un ambiente
de hostilidad contra la comuna a quien los fabricantes atribuirán toda la culpa por la ignorancia de los
orígenes de ese aumento; más aún si a tiempo de efectuarse el empadronamiento ya se hubo constatado
que los licitadores les habían instruido para que se negaran a proporcionar ningún dato, debido a que el
objeto que perseguían ellos, era el de la elevación dcl impuesto”. (El País nº 3437, 18/11/1949).
35
Cuadro Nº 111 (continuación)
Monto
Rubros asignado en Porcentaje
Bs.
b) San Benito (2) -- --
c) Sipe Sipe 284.534,00 0,92
d) Quillacollo 1.581.297,60 5,13
e) Cliza 1.770.000,00 5,74
f) Villa Rivero 214.432,00 0,70
g) Sacaba 518.544,00 1,68
h) Tarata 610.467,85 1,98
i) Arani 437.400,00 1,42
j) Tiraque 246.432,00 0,80
9. Criadero Departamental de Semillas 924.714,33 3,00
10. Gastos de administración 770.595.25 2,50
(1) Sólo se consideran los distritos principales / (2) No se realizaron obras públicas.
Fuente: Tesoro Municipal, publicado en el País nº 3439, 20/11/1949

Por el cuadro anterior, se puede constatar que en el año 1949, el 70.96% del monto
recaudado por concepto del impuesto a la chicha, favoreció a la realización de obras
diversas en la Capital y el Cercado, incluyendo proyectos de envergadura como el
Estadio Departamental y la Ciudad Universitaria; en tanto globalmente, apenas 23.54%
del citado monto recaudado, se invirtió en obras públicas en provincias, y solo un 3%,
se dirigió a inversiones productivas en beneficio del desarrollo agrícola338.

Con todos estos antecedentes, y en medio de la expectativa de la opinión pública, se


ejecutó a partir de 1950 la recaudación directa del impuesto a la chicha a cargo del
municipio. Una evaluación de los resultados obtenidos era calificada como de “rotundo
éxito” por un informe de la Administración Municipal. En efecto se indicaba que “en
1os primeros once meses del año se llegó a obtener un superávit total o utilidad bruta
de 11.595.902.88 Bs. con relación a lo recaudado en igual periodo de tiempo por la
Prefectura en 1949 mediante e1 atrasado y colonial sistema de 1as licitaciones,
solamente favorable a la economía privada de los agraciados” (Los Tiempos nº 2089,
09/01/1951).

Al respecto de estos resultados, se hacía notar que en la gestión de 1950 la aplicación


del sistema de recaudación directa fue parcial, y que en los distritos alejados y de
importancia menor, que representaban el 15.34% de la totalidad del impuesto a la
chicha, todavía se aplicó el sistema de licitación. El resultado final de esta experiencia
arrojó los siguientes resultados:

 Recaudación del impuesto a la chicha en 1949 Bs. 36,407.450,79


 Recaudación del impuesto a la chicha en 1950 Bs. 50.134.288,00
 Superávit total Bs. 13.761.337.21

Esta utilidad, descontando los gastos de recaudación fue de 10.712.061,67 Bs. que se
distribuyeron en la siguiente forma:

338
El monto total recaudado por el impuesto a la chicha en 1949 alcanzó a 36.407.550.79 Bs. Los
cálculos hechos por el Tesoro Municipal en dicho año sólo abarcaron los diez primeros meses (enero a
octubre).
35
CUADRO Nº 112: Departamento de Cochabamba: Distribución del superávit
obtenido por la recaudación directa del impuesto a la chicha en 1950

Rubros Monto Porcentaje


asignado en Bs.
1. Stadium departamental 1.018.146,97 9,50
2. Universidad 2.927.172,58 27,33
3. Club Hípico Nacional 190.902,57 1,78
4. Municipalidad de Cochabamba 2.401.730,16 22,42
5. Juntas municipales (provincias) 3.792.304,28 35,40
6. Criadero de Semillas 381.805,11 3,57
Total 10.712.061,67 100
Fuente: Los Tiempos nº 2089, 09/01/1951

Nuevamente la ciudad se benefició con el 61% de estas utilidades, contra el 35%


subdividido entre 26 distritos provinciales, quedando así demostrado que el objetivo de
esta política, era incrementar la apropiación del excedente generado por la economía de
la chicha en favor de la capital.

Finalmente el sistema municipal de recaudación directa se consolidó, incorporándose a


la administración comunal, la Oficina de Recaudación del Impuesto a la Chicha, que la
posterior burocratización del municipio en la década de 1950, la transformó en una
suerte de jugoso botín en manos de funcionarios poco escrupulosos, que desvirtuaron el
objetivo que en principio persiguió esta política, es decir dirigir la totalidad del
rendimiento del impuesto a la finalidad prevista por ley, evitando el enriquecimiento de
intermediarios.

Resumiendo todo el análisis desarrollado en torno a la economía de la chicha: podemos


establecer que la ideología de la modernidad que programó y materializó las obras
públicas, reposaba sobre una base económica tradicional no capitalista, y que la
transformación de la ciudad consistió, en esencia, en la renovación de un ropaje
considerado obsoleto y la adopción de una nueva imagen urbana, con la que se deseaba
esconder la realidad de una vieja sociedad señorial, cuyo tiempo estaba agotado y cuyo
réquiem no tardaría en llegar.

No obstante, ello no impide volver a nuestra reflexión inicial: ¿cómo la ciudad se


apropió del excedente agrícola en su provecho? y aun más ¿a quién benefició este
proceso? Es sabido, que el desarrollo capitalista, requiere previamente de la
consolidación de un paisaje industrial de altas chimeneas y miles de obreros laboriosos,
la constitución de un mercado interno suficientemente amplio y estable, y también, que
el grueso de sus participantes, sobre todo en el caso de Cochabamba, fueran campesinos
libres que se adhieren a esta economía de mercado e introducen en su economía
tradicional, la mercancía-dinero, la que al ser intercambiada por productos agrícolas y a
su vez, ser nuevamente cambiada por productos manufacturados, promovería la
desintegración de la economía comunal y permitiría el avance de la economía de
mercado con sus leyes de oferta y demanda. La ruina del campesinado indudablemente
restringiría este mercado, y colaboraría al retorno a las formas de subsistencia
campesina no capitalista. Ahora bien, al introducirse la chicha en una economía de
mercado, ampliaba la acción de éste, pero si no había industria, ¿qué sentido podría
tener acumular papel moneda? La cuestión no era tan simple: el mercado de la chicha,
era en realidad el puente que conducía a las mercancías de ultramar, vía el comercio
importador, donde jugaba un rol preponderante la pulpería que expende chicha, la tienda
35
“popular” del emigrante árabe que se integra bien con la idiosincrasia del comerciante
valluno, y la oportunidad todavía tenue, pero oportunidad al fin, de ascenso social en
medio de una sociedad tremendamente rígida y racista.
Estos y otros factores de tipo cultural, político, social y sobre todo ideológico,
permitieron la coexistencia de feria y ciudad, coexistencia que se convirtió, cada vez
más, en una suerte de dependencia entre el gran comercio importador de moldes
occidentales y una amplia clientela criolla. La dinámica de esta articulación, giró en
torno a la chicha, el dorado líquido a cuya poderosa convocatoria, se enriquecen los
licitadores, se vuelven prósperas renombradas chicheras, hace circular los capitales
monetarios más voluminosos de la ciudad; y lo más importante, permite que la
economía de mercado penetre en todos los poros de la vieja sociedad hacendal.

El comercio de la chicha, entonces no se limita a una simple operación de intercambio y


consumo, es mucho más que eso, es la apertura democrática a una realidad nueva, a un
mundo de oportunidades diferentes a la rutina campesina. La posguerra del Chaco abre
las compuertas de estas posibilidades. En la medida en que la hacienda se debilita y se
resquebraja su férreo dominio sobre la fuerza de trabajo servil, la emigración a la ciudad
se incrementa, sus barrios se extienden, la feria crece y el mercado de la chicha se
expande.

Sin embargo, a falta de industria y sobre todo, estando fuera de cualquier posibilidad, la
conversión de la hacienda en empresa capitalista, el recurso empleado para la
apropiación de excedentes económicos de la agricultura, se lo realiza a través del
Estado, por la tradicional vía impositiva que ya practicara ampliamente el Estado
colonial. La materialización de las condiciones generales para la acumulación capitalista
en el centro urbano que requiere el desarrollo del comercio importador, la banca y la
propia expansión del capital mercantil e inmobiliario, se realiza mediante la
urbanización, cuyo nivel de inversiones públicas, es decir, provisión de fluido eléctrico,
provisión de agua potable, pavimentación, edificios públicos, canalización del río
Rocha, etc., son financiados y asumidos por un solo protagonista: la economía del maíz
y la chicha.

Retornando a una idea anterior: el mundo agrario de la gran hacienda, es ajeno a estas
vicisitudes, pero siempre está presto a dirigir su interés a los negocios inmobiliarios en
“los nuevos barrios residenciales” o en el ámbito de “la city” 339, a participar de ese gran
mundo del comercio, la banca y la civilización capitalista, aspirando a formar parte de
esa alta esfera del consumo generoso, del lujo y la fanfarria, aunque para ello tuvieran
que pasar de hacendados a licitadores, y luego a vulgares especuladores, que se
disputaban sin recato la recaudación del impuesto a la chicha.

Pero para que esto fuera posible, previamente se han valorizado las tierras urbanas, han
sido pavimentadas sus calles, ha sido embellecido el paisaje urbano, se han hecho
propicias las condiciones para invertir en chalets y palacetes ¿Quiénes han provisto los
recursos para que estas condiciones estuvieran dadas? No otros que los participantes en
ese otro amplio mundo de piqueros, arrenderos, pequeños y medianos agricultores del
maíz; esa multitud de mukeras340, y esa no menos numerosa humanidad de chicheras,
339
Denominativo del centro urbano-comercial que introducen los jóvenes planificadores para referirse a
lo que ellos consideraban la verdadera ciudad, es decir, la ciudad moderna en oposición a la ciudad
tradicional.
340
Masticadoras de muko, es decir de harina de maíz, cuya pasta ensalivada era la materia prima que
iniciaba la fermentación del licor.
35
que religiosamente, salvo excepciones conflictivas, cancelaban a título de impuesto 46
centavos primero, después 92, luego 1,38 Bs., después 4 Bs., más adelante 25, 30, 35
Bs., etc., por quintal español de muko, y otro tanto por botella de chicha.

Así centavo a centavo, y en casos, hasta con extremo sacrificio, ayudaron a acumular
verdaderas fortunas, que los hacendados-licitadores y sobre todo la ciudad señorial,
devoraban ansiosamente con la complacencia del Estado, que a su vez, quedaba eximido
de sus obligaciones hacia la región, en la medida en que el progreso de Cochabamba, no
tuvo prácticamente ningún costo para la clase minera dominante. La danza de
empréstitos, los préstamos y desembolsos del Banco de la Nación, los avales y
compromisos, todo! reposaba sobre el impuesto al muko y la chicha.

Este es el marco estructural en que se mueve la ciudad hasta la primera mitad del siglo
XX. La subversión de esta realidad y su desplome, que dará paso a nuevos protagonistas
y nuevas realidades, pertenecen a los años posteriores a 1952.
36
Capítulo 17
Vivienda y urbanización: crisis, tugurios y especulación

Comprendido el contexto en que comienzan a operarse las transformaciones urbanas, la


base económica que las posibilitó y la superestructura político-institucional y social que
las motivó; finalmente, nos introduciremos en el análisis de aquellas primeras
propuestas de desarrollo urbano y esencialmente de proyecciones de la ciudad futura,
que más allá de su rigor técnico, encarnaron en su momento, las ansias de cambio de
una sociedad excesivamente doblegada por el peso de la tradición.

El debate de la cuestión urbana de fines de la década de 1930 y los años 40, de ninguna
forma constituyó una suma de hechos aislados y casuales. Por el contrario, éste
fenómeno representó una suerte de síntesis y desemboque, de toda una problemática
cuyas raíces económicas, sociales e incluso ideológicas, se fundían contradictoriamente
en la diferenciación social, cada vez más marcada en el consumo del espacio urbano,
pero sobre todo, en la calidad de ese consumo, que incidía no sólo en cuestiones tan
candentes como la penuria de vivienda, la escasa capacidad de la industria de la
construcción para enfrentar una enorme demanda de habitación y la especulación
inmobiliaria; sino que por primera vez, los cuadros de crisis sanitaria, contaminación
ambiental, escasez de agua, etc., no eran ya problemas del conjunto de la comunidad
urbana, sino de algunos de sus componentes, es decir, aquellos estratos de escasos
recursos que pasaron a habitar los parajes que se beneficiaban poco o nada de esta
dinámica modernizadora.

La ciudad no sólo cambió su fisonomía y rompió los viejos límites que marcaban su
expansión física, sino que distribuyó los beneficios de este desarrollo y las deficiencias
que no logra superar, en forma desigual y segregativa. De esta forma, el paisaje
resultante ya no presentaba la homogeneidad del siglo XIX. Al lado de las modernas
urbanizaciones en la campiña Norte con sus chalets característicos de la arquitectura de
la década de 1940, sus bien cuidados paseos y sus flamantes calles pavimentadas, que
transformaron radicalmente la fisonomía colonial, transformación que se consolidó con
el apabullante brillo de los letreros luminosos y todo el despliegue propagandístico del
centro comercial, que caracteriza el paso irreversible de la sociedad tradicional a la
sociedad de consumo; permanecieron invariables los tugurios y las callejuelas tristes y
perdidas, la pila pública seca, el familiar basural y la infaltable chichería.

Si bien es cierto que la nueva realidad urbana es el resultado de la trama compleja de


muchos factores que se combinan, se mediatizan o exacerban, y algunos de los cuales
hemos analizado en los capítulos anteriores, nuestra hipótesis de partida es que, dicha
dinámica no se agota en la descripción del curso particular de cada problema, llámese
agua, salud pública, vivienda, chicha, etc., sino, que es necesario, identificar a sus
protagonistas sociales, pues es posible, al calor de sus intereses confrontados, en el
examen del discurso ideológico que trasuntan las propuestas de ordenamiento urbano y
sobre todo, en el accionar de los mecanismos del mercado inmobiliario y la
reproducción ampliada de este capital; identificar la naturaleza del combustible que
mueve esta pesada maquinaria y la agiliza, ante la sola invocación de transformar la
aldea en ciudad, esto es: “urbanizar”.
36
En consecuencia, orientaremos el análisis de los dos últimos capítulos de este ensayo,
hacia aquellas cuestiones capaces de echar luz sobre los aspectos puestos en relieve
anteriormente, es decir asuntos como:

 un intento explicativo a la pérdida del valor agrícola de la enorme extensión de


tierras laborables, tanto dentro como fuera del perímetro urbano y su
consiguiente conversión en tierras urbanizables y de hecho consumidas por
funciones urbanas;
 la influencia y el rol que jugó la penuria habitacional y la especulación sobre el
régimen de arrendamiento de los inmuebles,
 y por último, el tipo de respuestas técnicas e ideológicas que se sugieren, como
alternativas a la dinámica del difícil desarrollo capitalista en la región.

Inicialmente, estableceremos las diferencias entre la problemática habitacional y las


primeras propuestas para imponer algún orden lógico, al pausado ritmo de urbanización
espontáneo y el rumbo que estos mismos elementos asumen desde comienzos de siglo
hasta la Guerra del Chaco, para luego pasar a establecer el carácter del nuevo panorama
que se abre a la conclusión de dicho conflicto. De esta forma, ordenaremos nuestra
exposición, distinguiendo estos dos periodos.

La cuestión de cómo “planificar la ciudad”, fue una preocupación muy anterior a la


presencia de los urbanistas. No es posible fijar una fecha o un episodio concreto que
marcara el antecedente inicial del ordenamiento urbano en Cochabamba. La apertura de
calles nuevas, la rectificación de otras, la fijación del ancho de éstas y aún las
disposiciones para controlar la ejecución de edificios y viviendas que guardaran un
cierto sentido de alineamiento y armonía, fueron preocupaciones que merecieron
reflexión y trataron de encontrar alternativas de solución a través de disposiciones
municipales desde el siglo XIX.

Sin ánimo de examinar las primeras propuestas de ordenamiento urbano de fines del
siglo XIX y primeros años del XX, asunto que abordaremos en el siguiente capítulo, nos
limitaremos a poner en evidencia, que la visión que guió a estos pioneros de la
planificación, no incluía una comprensión integral de la dinámica campo-ciudad, o una
noción de la problemática urbana concebida como una síntesis, donde concurren
innumerables factores. Su lógica era más lineal y directa, si se quiere más intuitiva y
pragmática: la ciudad se resiente de muchos problemas y a cada uno de ellos
aisladamente corresponde algún tipo de solución, igualmente aislada. De esta forma el
ensanche de calles, su rectificación o la apertura de nuevas vías, etc., no respondía
claramente a la idea de un “modelo” o “plan” preestablecido, sino eran respuestas a
problemas particulares y específicos, aún cuando el tratamiento de muchos de esos
episodios, trasunten una concepción de desarrollo urbano, realmente precursora de lo
que ocurrirá sólo muchas décadas más tarde.

Este tratamiento puntual y poco sistemático de los problemas urbanos, no puede


explicarse, sin embargo, sólo por la ausencia de una base conceptual de lo urbano más
totalizadora, ni menos por la ausencia de unos problemas que abarquen al conjunto de la
ciudad, por el contrario, la crisis de salubridad, agua potable, el flagelo de las
inundaciones, eran problemas del conjunto de la población; sino porque dichos
problemas no se articulaban a procesos de dinámica económica que estimulara los
intereses generales y particulares de clases sociales específicas, y cuya solución, si bien
36
era reclamada vehementemente por la comunidad en general, escapaba a la alternativa
de ser asumida por empresarios privados que combinaran la distribución de servicios de
bien público, con beneficios comerciales o generación de rentas equivalentes. En
consecuencia, la presión social que promovía la crisis urbana, se convertía en una
demanda y una interpelación al municipio y al Estado en general, como las únicas
entidades capaces de ofrecer soluciones y canalizar inversiones.

Sin embargo, la cuestión de la vivienda se va a constituir en un tipo de problema para el


cual existen diversas alternativas y respuestas. A diferencia de los grandes capitales y la
acción administrativa centralizada que exigen los problemas sanitarios o
infraestructurales, esta cuestión puede ser asumida por centenares de pequeños
inversores y proporcionar a través de la captación (vía alquileres especialmente) de la
renta inmobiliaria, una circulación y reproducción ampliada de capital, que si bien es
lenta, no por ello deja de ser atractiva, en un medio donde otras formas de captación de
plus valor, eran restringidas a favor de los grandes propietarios de medios de producción
agrícola o pecuaria, en oposición a la amplia participación de las clases medias urbanas
que propicia la producción de vivienda y la búsqueda de renta, aún en proporciones
modestas. Sin embargo esta opción para ser real, requería de dos condiciones: por una
parte, la existencia de una presión demográfica significativa y permanente, que a su vez
se tradujera en crisis de alojamiento, y por otra, un fuerte incremento de la de la
demanda de vivienda capaz de ser respondida con una oferta equivalente, condiciones
que sólo surgirán con posterioridad al conflicto del Chaco.

No obstante seria ingenuo pensar que la vivienda como problema, sólo se hizo presente
a partir de 1935. Su presencia, seguramente es tan vieja como la propia ciudad. Lo
nuevo, fue la gravitación de un conjunto de circunstancias que modificaron los
comportamientos demográficos y la distribución espacial de la población en la región, y
simultáneamente promovieron la valorización de la tierra urbana, estimulando la
inversión en bienes inmuebles dentro la ciudad. Sin embargo, resulta importante hacer
un seguimiento de la problemática habitacional con una visión retrospectiva amplia para
verificar que la penuria de la vivienda, fue un otro antiguo componente de la crisis de la
ciudad tradicional y sobre todo, para verificar, cómo muchos de estos problemas no se
modifican en sustancia con el transcurso del tiempo, pero sí cambian las actitudes
sociales e institucionales con respecto a ellos.

En los primeros años de la década 1900, la problemática habitacional era una


prolongación de lo que ocurría en el siglo XIX, es decir la paulatina readaptación de la
casona colonial a las nuevas funciones urbanas: comercio, banca, actividades
administrativas diversas, y en menor proporción, la industria. Internamente también se
producen transformaciones. La vieja familia patriarcal extensa del siglo XVIII y primera
mitad del siglo XIX, fue gradualmente sustituida por la familia nuclear de comerciantes
y otros estratos sociales de ingresos altos y medios, que comenzaron a compartir el
espacio de las clases terratenientes de antaño. Sólo parte de las 15 a 20 habitaciones que
poseía cada una de estas viviendas, fue ocupada por los nuevos propietarios, el resto
pasó a ser alquilada a otras familias nucleares de estratos medios bajos341.
341
Desde fines del siglo XIX y con mayor intensidad en las primeras dos décadas del siglo XX, las
campiñas de veraneo de Cala Cala, la Recoleta y Queru Queru, se transforman paulatinamente en zonas
de residencia de grandes comerciantes, banqueros, políticos y latifundistas, quienes poco a poco
abandonan sus casonas de la zona central en favor de inquilinos de clase media (funcionarios de la
administración pública, maestros, pequeños comerciantes, etc.).
36
A1 respecto son reveladores los datos que nos ofrecen los censos de 1880 y 1886:

CUADRO Nº 113: Ciudad de Cochabamba: Relación de número de habitantes por


vivienda, según censos de 1880 y 1886

Índices de relación Censo de 1880 Censo de 1886


Nº de Nº de Nº de Nº de
casas habitantes casas habitantes
60 y más personas por vivienda. - - 2 122
Entre 50 y 59 personas por vivienda - - 8 424
Entre 40 y 49 personas por vivienda 9 384 9 398
Entre 30 y 39 personas por vivienda 28 911 57 1.947
Entre 20 y 29 personas por vivienda 103 2.417 159 3.761
Entre 10 y 19 personas por vivienda 392 5.227 493 6.678
Entre 1 y 9 personas por vivienda 1.104 5.580 1.044 5.703
Casas desocupadas 24 - 10 -
Vivienda colectiva (hospitales, 3 186 5 474
monasterios, cuarteles y otros)
Totales (*) 1.660 14.519 1.782 19.033
(*) Se exceptúan las viviendas colectivas
Fuente: censos anotados.

Tomando en consideración que en 1880, la ciudad emergía penosamente de una


catastrófica epidemia y una prolongada sequía, que indudablemente provocó el éxodo
de una parte de la población hacia zonas rurales o urbanas no comprometidas con estos
males, se puede observar, que de 14.519 personas que habitaban unidades de vivienda,
el 61.56% vivía en casas que compartían con 10 y más personas, siendo la forma más
habitual dentro de este porcentaje, la relación entre 10 y 19 personas por vivienda que
pudieron corresponder a una familia ampliada, pero tal vez más propiamente a dos
familias, en tanto los casos más extremos pero menos numerosos, parecen abarcar a 5
familias por vivienda. En 1886, cuando la ciudad ha recobrado su ritmo habitual, las
densidades son más elevadas: de esta manera, el 70% de la población censada, vivía en
casas que compartían con 10 y más personas, manteniéndose esta relación en un
promedio de 50 a 60 personas por vivienda, es decir, un posible equivalente a unas 5 a 6
familias342.

Estos datos nos dan una pauta de la distribución de habitantes y familias por el número
de viviendas disponibles, arrojando un cuadro de densificación significativo, pero tal
vez, sin alcanzar la situación de tugurizaciones extremas, que ya en esta época se
contemplan en otros escenarios urbanos del continente. Si con fines puramente
ilustrativos, admitimos que las casonas coloniales podían admitir hasta dos familias en
condiciones de incomodidad tolerable para las condiciones de la época, un 25% de la
población en 1880 y un 35% en 1886, se podría decir que vivía en condiciones que se
podrían equiparar a los actuales “conventillos” que todavía subsisten en las zonas
centrales de la ciudad.

342
Por los datos de los censos de 1880 y 1886, se puede estimar que la familia promedio, era 9.5
miembros, aunque en realidad esta cifra podría incluir el personal doméstico y algunos parientes de ramas
colaterales, que conformaban una composición familiar prácticamente, el doble de numerosa que en la
actualidad.
36
Sin embargo estas condiciones de la vivienda urbana a fines del siglo XIX,
probablemente marcaban un umbral entre el límite de lo tolerable y el inicio de un
deterioro por saturación de uso, de un hábitat poco apto para admitir un proceso de
densificación demográfica. En efecto, un higienista pionero, el Dr. Serapio Quiroga
(1891), analizando las condiciones de salubridad de esas viviendas, anotaba con
evidente franqueza:

Aparte de la mala e infecta construcción de las casas con muros de adobe


(mezcla de barro, bosta y paja), la distribución interior merece toda nuestra
atención (...) Hay generalmente en las casas que habitamos, uno o dos patios y
un canchón interior, destinado a recibir toda clase de materias y todo lo
inmundo que encierran las casas... Estos locales, son los depósitos de todas las
suciedades y de todo lo más deletéreo que existe en cada casa (Estudio
microbiológico del aire y el agua de Cochabamba, El Heraldo nº 1732, 29/01
/1891).

Estas condiciones se mantuvieron intactas, sino empeoraron, en las viviendas del casco
viejo urbano, en la primera mitad del siglo XX. De esta manera, otro cronista anónimo
en la década de 1920, realizaba las siguientes observaciones a este respecto:

La falta de agua potable y alcantarillado adecuados, es común y asimismo, 1os


casos en que 1os inquilinos dependen del agua procedente de depósitos o
aljibes contaminados. En los traspatios de muchas casas, se encuentran
depósitos de basuras y desechos debido a la falta de receptáculos adecuados y
al hecho de no haber tomado el propietario o la Municipalidad, medida alguna
para el traslado de estas materias inconvenientes. Es un hecho notorio, que en
casos incontables los inmundos excusados envenenan el aire de 1a vecindad (...)
Las mismas casas resultan peligrosas (...) La casa vieja como el pecador viejo,
mientras más envejece más inconveniente resulta. Cada generación de
inquilinos contribuye con su cuota al desaseo y ma1 estado (...) Son contadas
1as casas que están debidamente ventiladas... En algunas casas, se alquilan
cuartos en 1os altos de almacenes y establecimientos que como tienen una
profundidad mayor a dos cuartos, siempre tienen por lo menos un cuarto
interior oscuro y sin ventanas, e1 cual para empeorar aún más la situación, es
empleado como cuarto de dormir (...) En casas de cinco cuartos, se alojan
además de la familia, entre 1 y 20 huéspedes, entre los cuales, siempre hay por
lo menos uno o dos tísicos.

A continuación se anotaba que en tales condiciones, era obvio que las epidemias
tuvieran características endémicas:

En las casas de los barrios pobres o en congestionadas casas colectivas,


siempre existen enfermedades. En realidad uno se maravilla, cómo estos
inquilinos pueden gozar alguna vez de buena salud, ya que todos en promedio
en aquellas casas, respiran e1 aire impuro de cuartos húmedos, desprovistos de
aire fresco y de los rayos del sol (...) En tales casas, prevalece la tuberculosis en
sus formas más temibles, así mismo la fiebre tifoidea y otras enfermedades
infecciosas, debidas a aguas impuras y al deficiente desagüe. (El Heraldo No.
9402 de 1 /09/ 1924).
36
No obstante, las tasas de densidad de habitantes por vivienda, no dejaron de
incrementarse en la última década del siglo XIX y en los años posteriores. Adolfo
Zamudio, tal vez el primer empresario que organizó una empresa constructora en
Cochabamba343, hacía la siguiente consideración al analizar la factibilidad de su
emprendimiento:

No puede temerse una falta de compradores en una ciudad en que la escasez de


habitaciones es tal, que no se consigue ni un departamento para vivir, llegando
este punto, hasta el extremo de que familias enteras se han ido a los campos
circunvecinos en busca de un techo, esperando una oportunidad para instalarse
en unas cuantas viviendas o en cuartos recientes y casualmente desocupados.
(El Heraldo nº 1616, 16/09/1890).

En los años posteriores a 1900, la problemática habitacional, no dejó de deteriorarse, a


tal punto que, se comenzaron a escuchar las primeras voces que denunciaban un
panorama no constatado en el siglo anterior: “Irritantes es el espectáculo que ofrecen
los tugurios de Cochabamba, donde masas apiñadas de holgazanes se entorpecen con
libaciones y zarabandas báquicas” admitía Leónidas Espada (1918), al analizar las
condiciones de vida de la clase trabajadora. Unos pocos años más tarde, sobre este
particular, se vertía una sugerencia más específica: “se debe reflexionar sobre la forma
de dotar a1 elemento trabajador sujeto a salario, de una vivienda, por pequeña que
sea, pero de la cual sea dueño, para no estar sujeto a los caprichos y constantes
vejámenes de los que hoy 1e alquilan a precios fabulosos una pocilga, bajo la
denominación de tienda” (La vida obrera debe preocuparnos, El Ferrocarril no 4318,
05/10/1922)344.

Ese mismo año (1922), por fin surgía, como una realidad preocupante, el problema de la
vivienda. Un editorialista emitía estos conceptos, respeto a la especulación de que era
objeto este bien social:

Un problema que hasta hoy ha escapado a la cuenta de nuestros legisladores,


ha sido y es indudablemente, el de los alquileres de habitaciones urbanas,
entregado de modo absoluto al capricho y gazuza de lucro de los dueños, que
año que pasa, y por más que en razón de1 tiempo, 1os edificios objeto de su
negocio vayan sufriendo deterioros, suben cada vez más los alquileres,
haciendo difícil e insoportable la vida, especialmente del pueblo proletario,

343
Se trataba de la “Sociedad Constructora Cochabamba”. A manera de conocer los problemas de la
construcción en esa época proporcionamos los siguientes detalles en palabras de su promotor “Los
materiales de construcción han subido en estos últimos años en un 100 y hasta en un 300%. Además que
han obedecido a la ley de alza general, desde el maíz, la carne, los jornales, hasta las casas y campos;
los que hacen adobes y ladrillos sólo ocupan en estos trabajos unos tres meses. El resto del año son
agricultores, trabajan cuando se les hace un pedido y entonces, son ellos los que imponen el precio y la
condición de dinero adelantado (…) Ahora sólo puede comprar una casa el rico que tiene un capital
especial a este objeto”. El portavoz de la sociedad constructora, estimaba que el costo de una vivienda
económica en 6 a 7.000 Bs. y una vivienda sin esa pretensión, en 10 a 12.000 Bs. Esta Empresa fue la
primera que propuso la vivienda económica o de interés social a ser amortizada a largo plazo. (El Heraldo
nº 1616, 16/09/1890).
344
A este respecto Alejandro y Enrique Soruco observaban, que en 1880, en la ciudad un crecido número
de casas que sólo contaban con 2 a 6 habitantes, correspondía a una considerable cantidad de propiedades
de artesanos, quienes “sólo tienen una tienda y un corredor, y muchas veces una tienda completamente
sola”. (Censo General de la ciudad de Cochabamba, mayo de 1880).
36
para e1 que todo sube de precio, menos los sueldos y salarios. (El Ferrocarril No.
4258 de 21 /07/ 1922).

Dos eran las causas que explican la especulación inmobiliaria de ese momento: la
apertura de la línea férrea Oruro-Cochabamba, que promovió un flujo emigratorio de
sectores de clase media urbana, que esperaban encontrar en Cochabamba un lugar
propicio para negociar con productos agrícolas rescatados y exportados a los mercados
de las minas y el altiplano. Al respecto se sostenía: “todo ese elemento viene en buenas
condiciones económicas, paga el capricho de los alquileres, porque generalmente viene
a lucrar en las distintas esferas del comercio, razón por la cual, los hijos de1 pueblo,
van siendo retirados poco a poco hacia las afueras” La otra causa, era e1 denominado
“impuesto sanitario” destinado a gravar a la propiedad inmueble urbana, con la
finalidad de soportar el empréstito destinado a las obras de la red de alcantarillado, y
que automáticamente, producía el reajuste de los alquileres, mecanismo mediante el
cual se transfería esta obligación, naturalmente a los inquilinos, cuyos componentes de
bajos ingresos, eran generalmente, los que absorbían las cargas más onerosas.

Otro factor que también se esgrimía, era el alto costo de la construcción y la elevada
demanda, que en ciudades como La Paz, era gravitante. Sin embargo, otra crónica de
1929, anotaba a este respecto, que: “Hay ciudades como Cochabamba, Sucre y Potosí,
donde 1a edificación no tiene las mismas dificultades y precios que en La Paz y Oruro,
y no obstante, el alquiler de la habitación ha sufrido un alza inmoderada”. La razón de
este fenómeno se explicaba, a partir del antecedente de la primera escasez de
alojamiento que conoció Cochabamba, con motivo de la presencia de un contingente de
visitantes que realzaron las “Fiestas del Progreso”, con que se celebró la llegada del
primer tren del altiplano al Valle, en 1917 345 Luego continuaron las alzas con el pretexto
del impuesto al alcantarillado y el impuesto al consumo de luz.

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurriría en años posteriores, estos primeros


síntomas de la crisis de vivienda, todavía no respondían ni estructuraban una demanda
sostenida y francamente superior a la oferta disponible. Fenómenos como las
emigraciones de vallunos hacia las salitreras, el norte argentino y las minas,
relativizaban esta presión. A1 respecto, el mismo cronista afirmaba:

Cochabamba ofrece hoy el aspecto de Sucre hacia el año 1900. Por una parte,
se ven letreros anunciando almacenes y tenduchas en alquiler, por otra,
departamentos. No cabe duda que la oferta de habitaciones es mayor que las
necesidades y demanda, y no obstante, 1os alquileres se mantienen en el mismo
tipo que hace cinco años en que se inició la última alza (La cuestión de los
alquileres, Revista Industria y Comercio nº 247, 8/07/1929).

A inicios de los años 20, la cuestión de los alquileres tuvo la suficiente resonancia como
para promover una primera propuesta de planificar el crecimiento de la ciudad (cf. infra
Capítulo 18), y poner en relieve, un problema social suficientemente importante y digno
de ser incorporado en el primer programa de gobierno municipal que proponía la

345
Un pasaje de la descripción de esos festejos señalaba: “La población flotante tuvo una elevada cifra:
10.000 habitantes hemos cobijado y los gatazos uñilargos de los hoteleros, esos piratas del comercio que
ocultaron su vergüenza y dignidad en su caja de ahorros, los han esquilmado sin misericordia” (El
Heraldo nº 7910, 031/07/1917).
36
“candidatura obrera” que concurría a las elecciones para el Concejo Municipal de
1923346.

En la segunda mitad de la década de 1920, la cuestión de los gravámenes a la propiedad


inmueble por diversos conceptos, incluidas las tasas por amortización de los servicios
de alcantarillado y la conexión domiciliaria de la red de agua potable, se constituyeron
en el argumento central de los reajustes del alquiler de vivienda, aspecto que se
convirtió en una fuente constante de fricciones y reclamos, a veces enérgicos y airados,
por parte de los afectados. A este paulatino agravamiento del problema habitacional, se
sumó la penuria económica que asolaba la ciudad en ese momento, como resultado de la
caída de las exportaciones de maíz (cf. supra Capítulo 15). En realidad, el conjunto de
las operaciones comerciales se realizaban en base al crédito bancario, garantizado con
hipotecas sobre inmuebles. La crisis del maíz determinó, a partir de 1925, la
proliferación de obligaciones en mora con el sistema financiero que afectaba a la
propiedad inmueble hipotecada. La amenaza de ejecución de las deudas, determinó
obviamente, un incremento de la oferta de ventas de dichas propiedades, en medio de un
escenario de severa contracción de circulante, que sólo trajo como consecuencia, la
devaluación de los inmuebles urbanos e incluso los rurales, restando como alternativa
única, gravar con el peso de la crisis a los arriendos por alquiler, y pactar con los
acreedores en base a este tipo de renta. Examinaremos en el siguiente cuadro, algunos
elementos de juicio a este respecto:

CUADRO Nº 114: Departamento de Cochabamba: Movimiento de la propiedad


inmueble en el año 1927
Propiedades Hipotecas Cancelaciones Anotaciones
preventivas
Distritos Inscritos Valores Inscritos Valores Inscritos Valores Inscritos Valores en
en Bs. en Bs. en Bs. Bs.
Ciudad y cercado 538 2.938.190 505 4.388.321 205 938.266 249 263.246
Resto del Depto. 2812 4.272.854 1.176 2.959.634 277 391.144 671 315.751
Totales 3.350 6.671.045 1.681 7.347.955 482 1.329.410 920 578.997
Fuente: Oficina de Derechos Reales del Departamento de Cochabamba, El Republicano nº 3363,
06/01/1928

En un estudio sobre la economía de Cochabamba, realizado por Arturo Taborga y Jesús


Lozada, por encargo de la Misión Kermmerer, se asignaba al Departamento de
Cochabamba, una renta anual de 9.000.000 Bs., correspondiente a su producción
agrícola anual. Sobre esta base, se fijaba el valor de la propiedad en explotación en 72
millones de bolivianos. En 1926, el monto de las hipotecas en el Departamento, había
alcanzado la enorme suma de 11.316.657.85 Bs. y en 1927, la suma de 7.347.955.23
Bs., es decir, que en el primer caso, se había sobregirado la capacidad de crédito, razón
por la cual, el monto de obligaciones en 1927, disminuyó hasta la suma anotada. En el
cuadro anterior se puede observar, que de este monto de hipotecas, casi el 60%
correspondía a la ciudad y el Cercado, a lo que se sumaba el 45% de las anotaciones

346
El citado “Programa Obrero” incorporaba las siguientes reivindicaciones: 1) Inamovilidad de los
empleados municipales, mejoramiento de sus haberes. 2) Reglamentación de casas de alquiler 3)
Reorganización de la instrucción primaria popular. Reorganización del Instituto Superior de Artesanos y
de la Escuela de Artes y Oficios de niñas obreras. 4) Intensificación de la vigilancia y atención del
Hospital Viedma 5) Higienización de la ciudad, sobre todo de los barrios suburbanos. 6) Ornato en
general. Creación de parque en los barrios suburbanos. 7) ) Mercados seccionales. 8) Fomento a las
exposiciones industriales y artesanales (El Ferrocarril nº 4366, 09/12/1922 )
36
preventivas de propiedades por obligaciones contraídas, lo que comprometía a 754
propiedades, las mismas que a su vez, correspondían al 29% del total de propiedades
gravadas por obligaciones en todo el departamento. Asimismo, se puede notar una
significativa desproporción, entre el monto de cancelaciones e hipotecas: así en la
ciudad y el Cercado, éstas apenas alcanzan al 21% del monto de las hipotecas, aspecto
que se acentuaba aún más, con respecto del departamento, pues este porcentaje se
reducía al 13%, configurando una alarmante insolvencia del conjunto departamental,
aspecto que refuerza los criterios anteriormente emitidos y que incluso parecen afectar
aún más severamente la propiedad agrícola347.

En 1927 se dictan las primeras disposiciones legales sobre la vivienda de interés social.
(Leyes del 14 y el 26 de diciembre de 1927). Se crea un fondo de ahorro obrero con
destino a la vivienda y la formación de “barrios obreros”, aunque estas disposiciones,
sólo tienen efectos prácticos muchos años más tarde y en forma puntual. Entretanto la
lógica de la propia crisis, pese a una contracción de la demanda, hace que el problema
de los alquileres continúe golpeando a los sectores populares. Veamos a titulo
ilustrativo, algunos datos sobre la relación entre ingresos personales por sueldos, y lo
que porcentualmente en relación a dichos ingresos, significó a mediados de la década de
1910 y fines de la década de 1920, la erogación por concepto de alquileres:

CUADRO Nº 115: Ciudad de Cochabamba: Relación de ingresos y capacidad de pago


de alquileres por estratos sociales (1914 – 1927)
Año 1914
Sueldo o Capacidad Nº de Zonas urbanas que
Estratos Cargo u ocupación salario de pago de habitaciones puede habitar (3)
alquiler (1) que puede
alquilar (2) C PC B P
Estratos de altos -Contador de Banco 5.600 1.400 17 si si si si
ingresos -Coronel de Ejercito 4.800 1.200 15 si si si si
-Vocal del Tribunal 4.800 1.200 15 si si si si
Nacional de Cuentas
-Fiscal de Distrito 5.000 1250 16 si si si si

Estratos de -Director de colegio 3.600 900 11 si si si si


ingrsesos medios -Director de escuela 3.600 900 11 si si si si
-Mayor de Ejercito 2.640 660 8 si si si si
-Capitán de Ejercito 2.640 660 8 si si si si
-Jefe de tienda 2.400 600 7 si si si si
-Profesor 2.400 600 7 si si si si

Estratos de -Auxiliar Administ. 960 240 3 no no si si


ingresos bajos -Empleado comercio 940 235 3 no no si si
-Sargento de Ejercito 480 120 1 no no no si
-Portero de escuela 600 150 2 no no si si

347
A este respecto se anotaba en 1926 “Actualmente la ciudad atraviesa por una fuerte depresión
económica, causada por el excesivo aumento del costo de vida y el enorme recargo del impuesto que se
paga Como un signo evidente de este hecho, la depreciación del valor de la propiedad urbana se ha hecho
notable. Más del 50% de la renta está consagrada a la atención de las deudas contraídas durante los años
anteriores a 1924, que fueron muy malos para la agricultura. En el primer semestre de este año (1926), el
movimiento de la propiedad acusa una diferencia de más de 800.000 Bs. entre el valor de las ventas y el
de las hipotecas, diferencia que puede indicar la depresión que hay en la compra-venta de propiedades y
el excesivo aumento de las deudas”. (El Departamento de Cochabamba, El Republicano nº 2931,
14/09/1926). En 1928 el monto de las cancelaciones alcanzaban al 33% del monto de las hipotecas.
36
Cuadro nº 115 (continuación)

Año 1914
Sueldo o Capacidad Nº de Zonas urbanas que
Estratos Cargo u ocupación salario de pago de habitaciones puede habitar (3)
alquiler (1) que puede
alquilar (2) C PC B P
Estratos de ingre- -Maestro albañil 100 25 0 no no no si
sos muy bajos -Jornalero 80 20 0 no no no si
Año 1927
Estratos de altos -Contador de Banco 8.000 2.000 12 si si si si
ingresos -Coronel de Ejercito 7.200 1.800 10 si si si si
-Vocal del Tribunal 6.000 1.500 9 si si si si
Nacional de Cuentas
-Fiscal de Distrito 5.400 1.350 8 si si si si

Estratos de -Director de colegio 4.800 1.200 7 si si si si


ingresos medios -Director de escuela 3.600 900 5 si si si si
-Mayor de Ejercito 4.800 900 7 si si si si
-Capitán de Ejercito 3.600 900 5 si si si si
-Jefe de tienda 3.600 900 5 si si si si
-Profesor 2.400 600 3 no no si si

Estratos de -Auxiliar Administ. 1.500 375 2 no no si si


ingresos bajos -Empleado comercio 1.500 375 2 no no si si
-Sargento de Ejercito 600 150 0 no no no si
-Portero de escuela 600 150 0 no no no si

Estratos de ingre- Maestro albañil 200 50 0 no no no si


sos muy bajos Jornalero 160 40 0 no no no si
Para los fines ilustrativos de este cuadro, se estimó un gasto máximo en alquiler, equivalente al 25% del
sueldo o salario. / (2) Se estableció como referencia para esta casilla, el monto de alquiler de una
habitación de tamaño regular en la zona central de la ciudad. O sea, 80.-Bs. en 1914 y 170.-Bs. en 1927.
(3) C = Zona central / PC = Zona próxima al centro / B = Barrio dentro del perímetro urbano / P =
Periferia suburbana.
Fuente: Cuadro elaborado en base al estudio realizado por Manuel Ernesto Mariaca sobre sueldos y
salarios publicado en El Republicano nº 3092, 27/02/1927.

El cuadro anterior, es expresivo de las diferencias sociales, que se evidenciaban en la


capacidad de cada estrato para acceder a un tipo de vivienda, que dentro de lo relativo,
era representativo de su nivel de ingreso por concepto de sueldo, salario o jornal. Se
puede constatar que los estratos de ingresos altos y las capas superiores de los estratos
de ingresos medios, en 1914, podían alquilar una casa con más de 10 habitaciones, que
de acuerda al patrón de la época, correspondía a una casona señorial con, por lo menos,
dos patios y una planta alta, ubicada en el centro de la ciudad o en sus proximidades. En
1927, esta capacidad se reduce a una pequeña fracción con poder económico, que
todavía puede conservar el patrón de vivienda anterior, en tanto otra fracción de
ingresos altos, pero de nivel inferior a los primeros, apenas puede alquilar una parte de
este tipo de residencia o, alternativamente, declinar esta pretensión en la zona central y
buscar una similar en áreas urbanas más alejadas, donde el alquiler era inferior.

En el caso de los estratos de ingresos medios, como ya se mencionó, sólo una fracción
de éstos, podía acceder al standard de vivienda señorial con 10 o más habitaciones, en
tanto otro sector, sólo podía alquilar parte de una vivienda con estas características. En
1927, esta capacidad se deteriora y en una mayoría de casos, se reduce a la capacidad de
37
alquilar “departamentos”348, en la zona central o alejarse a zonas próximas al centro o a
otros barrios, para alquilar viviendas más amplias, llegándose al caso extremo de los
profesores que hacia 1927, sólo podían alquilar, habitaciones sueltas si querían
mantenerse en la zona central.

Los estratos de ingresos bajos en 1914, sólo tenían capacidad para alquilar habitaciones
sueltas en “conventillos”349 del centro urbano. En 1927 esta modesta capacidad, sólo era
conservada por una fracción minoritaria, en tanto la fracción restante, perdió dicha
capacidad, y obviamente, no tenía ya acceso al centro de la ciudad e incluso a las zonas
aledañas y los barrios más alejados en términos aceptables, restándoles, al igual que a
los estratos de ingresos muy bajos, la opción de modestísimas habitaciones en la
periferia suburbana y el Cercado o su incorporación a tugurios en la ciudad. Es decir, la
rústica choza campesina o, dentro la ciudad la “tienda” artesana, esto es, la habitación
que no posee las mínimas condiciones de habitabilidad.

De lo anterior se pueden extraer por lo menos dos conclusiones: en primer lugar, que
entre 1914 y 1927, se produjo un alza de alquileres no equivalente al incremento de
sueldos y salarios, que afectó al conjunto de los estratos sociales, y con mayor impacto,
a los estratos inferiores. En segundo lugar, se evidencia que el monto de alquiler, jugaba
(como hasta hoy) un rol preponderante en la reproducción de la segregación residencial,
y era un eficaz medio de deterioro y tugurización de las condiciones del hábitat de los
estratos de ingresos medios y bajos, constituyéndose además, en un poderosos factor de
expulsión de éstos, hacia zonas cada vez más lejanas del centro urbano. Este último
factor, es decir el acelerado deterioro de la capacidad de arriendo de un sitio habitable
adecuado, influirá decisivamente en la expansión urbana y la consiguiente urbanización
que se iniciará en las décadas siguientes.

Por tanto, los fenómenos de alza de alquileres se vinculaban a procesos de valorización


del suelo urbano, obviamente producidos por obras públicas que beneficiaban
preferentemente el centro urbano en la década de 1920, situación que no hará más que
agudizarse cuando las corrientes inmigratorias posteriores a la Guerra del Chaco,
incrementen el universo de la demanda y conviertan la cuestión de la vivienda, en el
elemento protagónico y eje de todo el proceso urbano posterior350. En todo caso, la
penuria habitacional hasta aquí descrita, tuvo repercusiones sobre el ámbito urbano e
influyo en quienes, motivados por la creciente complejidad del problema, formularon

348
Los “departamentos” eran agrupaciones de habitaciones continuas en planta baja o alta con desarrollo
lineal o de otro tipo, a las que arbitrariamente se les bautizaba como sala-comedor y dormitorios,
pertenecientes a una vecindad, incluso un conventillo, que ha sido conformado sobre la base de alquilar
sus habitaciones por cuartos aislados o departamentos, es decir, subdividiendo arbitrariamente una casona
de modelo colonial en unidades de alojamiento de diverso tamaño.
349
El conventillo o casa de vecindad, era el resultado de transformar las habitaciones de una antigua
casona señorial con 10, 15 o más habitaciones dispuestas perimetralmente en torno a uno, dos o más
patios, tanto en planta baja como en planta alta; en habitaciones sueltas que se ofertaban a familias o
personas solas. Cada conventillo solía disponer de patios de uso común y algunas letrinas con las mismas
características.
350
Tanto en 1914 como en 1927, las diferencias del canon de alquiler era marcadamente distinto, de
acuerdo a la localización del sitio con respecto a la zona central y a la accesibilidad, desde dicho centro al
local ofertado en arriendo. En efecto en 1914 una habitación en alquiler en las proximidades a la plaza de
armas, se cotizaba en 80 Bs. por término medio, en tanto esa habitación, en una zona alejada de la
periferia se arriendaba en 9 Bs. En 1927, una habitación en el centro fluctuaba entre 170 y 200 Bs. y otra
en zonas periféricas se ofertaba entre 30 y 40 Bs.
37
las primeras ideas de un modelo de ciudad que pretendiera, en forma más integral y
coherente, dar respuesta a dicha situación, tal como veremos en el próximo capítulo.

La crisis de la vivienda en los años 20, tendió a agudizarse a inicios de la década


siguiente, cuando la crisis capitalista mundial finalmente golpeó a la minería boliviana y
determinó la expulsión de fuerza de trabajo excedente hacia las ciudades, creándose en
el caso de Cochabamba, una situación de demanda de fuentes de trabajo inexistente y de
habitación inalcanzable para los inmigrantes mineros que, al no tener otra alternativa,
reprodujeron en la periferia las imágenes de “campamento minero”, es decir, caseríos
dispersos y tugurios, aunque obviamente, en una escala menor a lo que ocurriría en las
décadas finales del siglo XX, bajo circunstancias similares de crisis, en este caso, de la
minería estatal. La Guerra del Chaco con la consiguiente movilización de los diferentes
escalones militares, en cierta forma vino a atenuar y dejar en un segundo plano esta
situación, que no obstante al persistir, se convertirá en un factor de primera magnitud
que impulsará las transformaciones que experimentará la ciudad a la conclusión del
conflicto.

Igualmente la Guerra del Chaco, si bien permitió a través del suministro de víveres al
Ejército, una salida a las cosechas de maíz, que no tenían colocación en los mercados de
consumo desde mediados de la década de 1920, ello no alivió la situación de las clases
medias urbanas. En las ciudades, el costo de vida siguió su vertiginoso ascenso y
naturalmente los alquileres acompañaron esta tendencia. Si bien los latifundistas, se
beneficiaron a partir de 1932 con moratorias bancarias, no por ello dejaron de enfrentar
nuevos problemas, como la escasez de fuerza de trabajo agrícola provocada por el
propio conflicto bélico. Sin embargo, todos estos obstáculos fueron compensados con
nuevas moratorias que concedió, bajo aval estatal, la oficina de Crédito Hipotecario, el
principal acreedor de los grandes terratenientes del Valle351. Esta política de Estado, dio
alivio a la frágil economía hacendal y permitió que este sector social fuera uno de los
pocos beneficiarios con la guerra y lograra acumular significativas fortunas, que sin
embargo, prontamente fueron amenazadas por el fantasma de la inflación y la
devaluación monetaria que provocó el esfuerzo bélico352.

Muy pronto, quienes acumularon dinero con la economía de guerra: latifundistas,


mineros e incluso los comerciantes urbanos, que especularon con la escasa
disponibilidad de divisas, percibieron con angustia, que la moneda se desvalorizaba, y
que por la vigencia de los mecanismos de control sobre las exportaciones de capital que
la guerra impuso, no era posible sacar fuera del país estas fortunas. Entonces la única
opción posible era adquirir bienes que no corrieran el riesgo de desvalorizarse tan
rápidamente como el papel moneda. La única opción posible fue adquisición de bienes
inmuebles.

En efecto, el movimiento de transacciones en la propiedad inmueble rural y urbana en


los años de la guerra e inmediatamente posteriores, se intensificó. Aunque no
disponemos de datos estadísticos sobre este particular; podemos inferir, por lo menos en
el caso de la ciudad y áreas suburbanas, que predios de huertistas, pequeños
agricultores, comerciantes, tal vez algunos importadores, pero sobre todo medianos y

351
Daniel Salamanca, Presidente Constitucional de la República, en ese tiempo, era uno de los
connotados latifundistas de Cochabamba.
352
El tipo de cambio de la divisa norteamericana, se elevó desde Bs. 12 hasta Bs. 80 (Peñaloza, 1985,
Vol. VI, Cap. V).
37
detallistas, etc., agobiados por las hipotecas y las inminentes ejecuciones de sus
propiedades comprometidas en garantías bancarias, las transfirieron a los hacendados y
a los pequeños y medianos empresarios mineros, que encontraron en la compra de
casas, huertas, tierras baldías y de cultivos dentro de la ciudad o en su inmediata
periferia, incluyendo las campiñas de la zona Norte; una forma de inversión saneada
para evitar la devaluación del capital-moneda acumulado.

Una crónica que analizaba este fenómeno, al respecto anotaba: Sobre esas
circunstancias de índole social y moral se produjo la inflación de la moneda de
posguerra, creando una intensa actividad inversionista de los capitalistas que
negociaron durante la guerra, que tuvieron dinero depositado en los bancos o
que negociaron en minas. Había que salvar el dinero adquiriendo bienes
rústicos o urbanos Había que dar consistencia a la fortuna privada amenazada
seriamente por la inestabilidad de la moneda Del altiplano y de otras ciudades
del interior, llegaron refuerzos económicos fuertes a Cochabamba. Y bajo este
influjo casi loco, el valor de las propiedades subió. Mineros, comerciantes
industriales, empleados de Gobierno etc., empezaron a adquirir lotes urbanos y
fundos rústicos, pagando precios enormísimos, impropios a la calidad y
condición de los terrenos. ¿Qué mas daba, si ellos no iban a trabajar la tierra,
ni vivían en la casa, y lo único que perseguían, era invertir en algo sólido el
capital bien o mal adquirido? Así comenzaron también a construir edificios sin
importarles el costo. (Cochabamba impulsada por la Guerra del Chaco, El
Imparcial nº 4135, 25/04/ 1944).

En realidad, en esta época muchos o casi todos los dueños de haciendas, tenían
propiedades en la ciudad, sobre todo, en áreas céntricas como las proximidades de la
Plaza 14 de Septiembre, la Alameda y las principales arterias aledañas, sobre todo, en
las zonas Noreste y Noroeste, incluyendo sectores, todavía predominantemente
agrícolas, como la Muyurina, las Cuadras y particularmente la Recoleta, Queru Queru,
el Rosal y Cala Cala. En general se trataba de enormes casonas coloniales mandadas a
construir a sus colonos en el siglo pasado, o adquiridas en los primeros años de la
década de 1900, además de huertos, canchones, maizales y simples extensiones vacías,
en las zonas anteriormente citadas. De esta manera, en la década de 1930, irrumpió en la
campiña, áreas suburbanas e incluso dentro de los límites de la ciudad, una nueva
generación de propietarios que adquirieron estos inmuebles, pero además, al lado de
ellos, se fortalecieron antiguos propietarios en situación de prosperidad, que pudieron
añadir a su patrimonio, nuevas extensiones, a costa de los menos afortunados que se
veían obligados a transferirlas.

El fenómeno anterior, incluso con antelación al recrudecimiento de la penuria de la


vivienda, planteó la necesidad de un plan urbano que definiera el delicado problema del
ancho de calles y avenidas y proporcionará rasantes municipales permanentes, y lo que
es más, permitiera despejar la incógnita de cómo urbanizar la campiña que rodeaba la
ciudad, pues indudablemente la ausencia de respuestas que garantizaran la rentabilidad
del capital inmobiliario, fue entre otros factores, una razón poderosa para colocar la
cuestión del desarrollo urbano en un primer plano353.
353
A este respecto una crónica anotaba: “Cochabamba mucho habría ganado durante la inflación de la
moneda inmediata a la posguerra del Chaco, si hubiera habido un plan de urbanización. Sobre
Cochabamba se vaciaron corrientes inmigratorias internas, con capitales destinados a inversiones
37
Otro factor que tuvo su origen en el conflicto del Chaco, fue la inmigración que recibió
la ciudad de Cochabamba a partir de 1935, protagonizada especialmente por campesinos
movilizados durante la campaña, que no retornaron a las haciendas y se evadieron de las
relaciones serviles que les proponían sus antiguos patrones. Sin embargo, este
fenómeno, probablemente no paso de ser un primer síntoma de algo muy significativo:
nada del pasado volvió a ser igual en la posguerra, quiérase o no, la dura prueba que
supuso el conflicto, logró despertar la conciencia de las clases oprimidas en torno a su
condición, bajo este manto, se incubaron nuevos protagonistas sociales, que no sólo
transformarán la sociedad regional tradicional, sino también la ciudad que durante
mucho tiempo simbolizó los valores de la sociedad colonial. Un editorial de la época,
sintetizaba los temores de las clases poseedoras. A1 respecto se decía: “Han ido a la
guerra un porcentaje elevado de indígenas que vienen de1 Chaco, y acaso éste sea el
elemento más peligroso contra la seguridad social”, y se sentenciaba a continuación:
“Esta generación de indígenas se ha redimido por la acción del fuego, de la
semiesclavitud del pongueaje, pues no habrá indio-soldado que al retornar a 1a
hacienda de donde partió, admita esa vergonzosa conscripción doméstica”. (El
Imparcial nº 1208, 30/08/1935).

Es evidente que el colono de hacienda y aún el piquero. que fueron enrolados en el


ejército, se vieron envueltos en un conflicto que no les pertenecía, pero que les permitió
no sólo adquirir conciencia de su realidad social, sino asimilar costumbres y
relacionarse con otros estratos sociales en las trincheras, en igualdad de condiciones, e
incluso acceder a un mejor confort en relación a su primitivo modo de vida, tanto en lo
que hace ocasionalmente a alojamiento, vestuario y alimentación, así como a sus hábitos
recreativos y lo que es más, descubrir que el mundo era más ancho que su antigua
hacienda y más lleno de posibilidades que su triste condición servil. Por ello, se
afirmaba que: “E1 mayor porcentaje de hombres que fueron a la guerra, no volvieron a
empuñar el arado con el mismo interés y decisión que antes” (El Imparcial nº 4135,
25/04/1944).

Bajo este contexto, se producen las primeras migraciones campo-ciudad354, reforzadas


por migraciones de clase media de provincias y otros centros urbanos, incluso
migraciones internacionales protagonizadas por ciudadanos judíos y de otras
nacionalidades, que escapaban a la ferocidad de la dictadura nazi. Lo cierto es que como
consecuencia de este proceso demográfico, la frágil estructura hotelera y de hospedajes,
en la ciudad no tardó en entrar en crisis, y la cuestión de alojamiento para los recién
llegados, paulatinamente se transformó en un problema de difícil solución. Una vez
más, se evidenciaba que: “no hay habitaciones para los recién llegados a Cochabamba,
el ferrocarril de Oruro o de 1as provincias de1 Valle y de Quillacollo, o el ferrocarril
de Santa Cruz, vacía sus convoyes repletos de pasajeros que tienen que pasar por un
penoso peregrinaje en pos de alojamiento” (El Imparcial nº 1318, 17/09/1935)355.

inmobiliarias. Desde 1936 arrancó ese auge limitado, ese proceso de expansión violento. No fue amplio,
porque la Municipalidad fue sorprendida sin ningún plan, sin ningún estudio, sin ninguna previsión.
¿Cuánto edificio no pudo ser erigido porque nadie sabía dónde pasaría una calle o se abriría una
plaza?” (El Imparcial nº 4127, 15/04/1944).
354
En realidad el proceso fue: de las haciendas al Chaco y de allá a los primigenios pegujales y
haciendas de origen, pero sólo en forma temporal, para luego, dirigirse a la ciudad, donde indudablemente
la atractiva feria de San Antonio y aledaños, jugó un rol muy importante.

355
“Cochabamba carece de suficientes hoteles, ya que existe en la ciudad, una población flotante de
considerable índice”. (El Imparcial nº citado).
37

Para comprender esta dinámica, es necesario recordar que Cochabamba a mediados de


la década de 1930, aunque precariamente todavía, ya se desempeña como la “región
central"”que servia de puente al oriente, especialmente al departamento de Santa Cruz
que inició la ruptura de su largo enclaustramiento, para articularse con el altiplano, las
minas y la sede de gobierno; es decir, bajo este impulso Cochabamba se convirtió en
una suerte de “espacio central” del Estado Minero. De esta manera, numerosos
contingentes de viajeros, una suerte de diáspora que produjo la desmovilización del
Ejército del Chaco, tomó a la capital del Valle, como un lugar de paso obligado o
deseado, pero con frecuencia, como un lugar de destino largamente acariciado.

Paulatinamente la relación entre capacidad de alojamiento que ofertaba la ciudad y los


nuevos contingentes que demandaban cobijo, fue cada vez más y más asimétrica.
Prontamente, aunque en ello no exista ninguna novedad, de la problemática del
hospedaje se pasó a la penuria de la vivienda, y al tenor de esta creciente insatisfacción,
a las primeras intenciones de “modernizar” la ciudad, y finalmente, a la planificación de
dicha modernización, a estas alturas, elevada a la categoría de ideología dominante.

A partir de 1936 la crisis hotelera llega a su apogeo 356, sin embargo, la inviabilidad de
encausar el hospedaje a través de las empresas hoteleras, reactualiza la alternativa del
arriendo de habitaciones y viviendas, y no tarda en reconocerse, al margen de toda
postura de naturaleza social, que: “el negocio de la vivienda” y la construcción de
habitaciones y de nuevas unidades de alojamiento significa que:

El individuo que invierte su dinero en edificaciones, lo tiene tan seguro y más,


que si lo depositara en un banco, porque contra la contingencia de la quiebra
del banco, en que podría llegar a perder la totalidad de sus dineros guardados,
o contra una confiscación de dineros en depósito, siempre queda e1 terreno, que
representa La unidad del valor del edificio. (Editorial de El Imparcial nº 1447,
15/03/ 1936).

Esta filosofía pragmática, rápidamente se encarna en los propietarios de inmuebles, que


consideraron con acierto, que esta coyuntura es totalmente propicia para maximizar las
rentas por concepto de alquiler. El monto de éstos, rápidamente se incrementó a tal
punto que se multiplicaron las denuncias y proliferaron reflexiones condenatorias como
la siguiente: “Todas esas personas que sacaron máximo provecho de 1a guerra,
llenando sus arcas y adquiriendo propiedades rústicas y urbanas, mientras los otros
rifaban su vida en los campos de batalla; vuelven hoy sus garras afiladas contra el
desmirriado inquilino” (Editorial de El Imparcial No. 1608 de 29/09/ 1936)357.

Por Decreto Supremo de 19 de enero de 1936, se congelaron los alquileres que regían en
ese momento; sin embargo ésta, como otras disposiciones legales que trataban de
amparar al inquilino, tropezaron con el insalvable muro del ordenamiento judicial que
356
“Los hoteles han duplicado sus tarifas y no obstante las utilidades que han podido lograr esta
temporada ya larga de movimiento de población flotante, ninguno de ellos ha sido ampliado (...) En
llegadas de trenes a la capital han ocurrido casos en que pasajeros, cansados de deambular por todos
los hoteles, alojamientos, pensiones, etc.., han tenido que pedir albergue momentáneo en las porterías de
los conventos, en casas particulares y dormir al aire libre”. (Editorial de El Imparcial, nº 1447,
15/03/1936).
357
”La escasez de vivienda y habitaciones, es poderoso estímulo para llevar el abuso de 1os dueños de
casa a términos inconcebibles y jamás vistos”, afirmaba el Editorial anteriormente citado.
37
protegía el principio de propiedad privada, permitiendo que los inquilinos que
reclamaban a los propietarios el acatamiento a esta disposición, se expusieran a
expeditivos juicios de desahucio (Editorial de El Imparcial nº 1608, 29/09/1936)358.

La devaluación de la moneda, se constituyó en el gran argumento que amparaba todas


las exacciones. El razonamiento era simple y eficaz: “Si La moneda nacional se
devalúa, tenemos que subir los alquileres”, e incluso si se mejoraban los sueldos y
salarios, al argumento anterior los propietarios añaden otro: “Si los empleados ganan
más sueldos, es muy justo que también paguen mayor alquiler”. Estos parámetros
configuraban los mecanismos que ya señalamos anteriormente:

sólo quienes podían satisfacer las demandas de los dueños de inmuebles, tenían
acceso a viviendas que ofrecían relativa comodidad, privacidad y dignidad;
pero “el empleado, el oficinista y e1 obrero, que suman una inmensa mayoría
de ciudadanos, que no pueden satisfacer tan desmedidas pretensiones, y como
no colman la codicia de sus patrones, tienen que sufrir una serie de
hostilidades, agravios, ofensas, juicios, lanzamientos (...) y lo que es peor,
reducir su hábitat y el de sus familias a pocas habitaciones -eufemísticamente
llamados‘ departamentos’, o a una sola miserable habitación, en ‘conventillos’
que comienzan a proliferar por doquier (El Imparcial No. citado).

La perturbación económica que provocó el conflicto del Chaco y que se proyectó a la


posguerra, bajo la forma de un Estado deudor y las arcas nacionales exhaustas, que
provocaron la caída de la moneda nacional y la proliferación de inversiones en bienes
inmuebles urbanos y rurales; también tuvo incidencia en la ruptura de las lentas tasas de
crecimiento urbano, que en el caso de Cochabamba, fueron protagonizadas por
importantes torrentes migratorios, cuyas demandas de habitación y servicios básicos,
delinearon el escenario en que comenzaron a operarse transformaciones urbanas, aún
más significativas y profundas que todo lo ocurrido en periodos anteriores.

Un primer síntoma de estas transformaciones, que fueron más allá de las obras públicas
que se realizaban o planificaban en la época, se puso de manifiesto en el incremento de
las construcciones, sobre todo de tipo residencial. La irrupción de esta temprana “fiebre
constructiva” consistió inicialmente en remodelaciones, refacciones y ampliaciones de
las viejas casonas que sufrieron la metamorfosis anteriormente anotada, para mejorar su
capacidad de renta; y la ejecución de “chalets” en las nuevas zonas urbanas. Es decir
una vivienda de nuevo tipo, que supuso un cambio radical en relación al modelo
colonial vigente en el siglo XIX y primeras décadas del XX. Se trataba de un modelo
que incorporaba los principios de las escuelas de arquitectura moderna y
particularmente anglosajona de la década de 1920; que en los 30, se internacionalizó y
fue introducida por los primeros arquitectos diplomados que llegaron a la ciudad,
formados en facultades de arquitectura de países vecinos, donde asimilaron estas
innovaciones359. A diferencia del viejo modelo de patios interiores y habitaciones

358
Tales actos merecieron reprobaciones de contenido social y protestas airadas: “Si a lo menos
fuera posible conseguir habitaciones, la cuestión no asumiría los caracteres salvajes que hoy tiene un
lanzamiento (...) Tal es la situación desesperada en que hoy se halla el pueblo, el abnegado defensor del
país que ayer empuñó el fusil para defender al capitalista, y hoy es el desgraciado que sufre el más
inaudito flagelo por parte de los propietarios de inmuebles”. (El Imparcial, número citado).
359
En las Patentes Municipales de 1928 y 1931 figuraban como arquitectos titulados Max Franz y Pedro
Rigol, además de otros que aparecen sólo como “arquitectos prácticos” y contratistas de obras.
37
dispuestas perimetralmente, se trataba ahora de un diseño “funcional” es decir, que
eliminaba el patio y proponía una articulación de habitaciones en torno a un “hall” de
ingresos y distribuidor de circulaciones, introduciendo además el concepto de
“zonificación” (zona social íntima de servicios, etc). Morfológicamente definía un
volumen compacto de aristas rectas y ventanas cuadradas o rectangulares, con la
cubierta generalmente escondida por pesadas cornisas carentes de aditamentos
decorativos. El aspecto exterior se asemejaba a una volumetría de cubos superpuestos,
donde la relación de llenos y vacíos se equilibra en unos casos y en otros era
decisivamente avara en el uso de vanos y aberturas, sobre todo cuando se incluían
ciertas libertades de gusto “colonial” en su versión “modernizada”. Sin embargo las
audacias de “modernidad" propiamente, consistía en la sustitución las ventanitas
modestas, por ventanales amplios y balcones corridos y macizos, en lugar de los
balcones coloniales. Muchas de estas innovaciones fueron posibles por la introducción y
popularización del empleo del hormigón armado, que es el material por excelencia de la
arquitectura moderna.

El concepto de aprovechamiento del lote, también cambió sustancialmente. La vivienda


abandonó la línea de rasante y dejó en la parte frontal y en los laterales, áreas destinadas
a un “jardín interior”, es decir, se proyecta una edificación aislada rodeada de “áreas
verdes”. El correlato urbano de esta vivienda, incorporada al paisaje citadino en forma
masiva, dio como resultado el modelo de “ciudad jardín”360 .

Estas transformaciones en los procesos constructivos, sumados a la intensificación de la


industria de la construcción, provocó la escasez y el alza de los materiales de
construcción, particularmente el cemento y los insumos importados, cuya
comercialización por otro lado, se vio entorpecida por el riguroso control de divisas a
que obligaba la quebrantada economía del país. A fines de 1936, un grupo de inquilinos
de Cochabamba, tal vez el primer atisbo organizativo de éstos, se dirigió al Gobierno,
para plantear el problema habitacional, admitiendo que su solución real pasaba por
disminuir el creciente déficit habitacional, lo que suponía facilidades para construir
nuevas viviendas, pero para ello, era necesaria:

La concesión especial de divisas para importar materiales de construcción y e1


consiguiente abaratamiento de 1os manufacturados en el país, que por falta de
debido control, suben cotidianamente a proporciones imposibles y fantásticas,
entorpeciendo de esta manera la construcción de nuevas edificaciones, que se
hace indispensable efectuar a cualquier costo, muy especialmente tratándose de
habitaciones para obreros y gente pobre. (El Imparcial nº 1611, 20/10/ 1936).

360
Esta doctrina de diseño moderno a la que aportan los grandes maestros de la arquitectura de ese
momento: Le Corbusier, Gropius, Aalto y otros, quedó sintetizado en la década de 1920, en un manual
clásico “El arte de proyectar en arquitectura” de Ernest Neufert, que resume el contenido formativo de
muchas generaciones de arquitectos. En propiedad, la idea de “ciudad jardín” fue propuesta por Ebenezer
Howard a inicios del siglo XX, como una alternativa al hacinamiento y la falta de higiene de las barriadas
londinenses. Se trataba de ciudades satélites de no más de 30.000 habitantes, próximas a las urbes
industriales. Sus principales características eran: introducir un espacio verde público en la zona central,
generar un plano radio céntrico con anillos viales y zonas de equipamientos, organizar separadamente
zonas de residencia con calles arboladas y viviendas con jardines, zonas de comercio y un cinturón de
industria periférico, separando la ciudad de las zonas agrícolas.
37
Otro tanto ocurría con la escasa mano de obra, que solicitada en extremo por una
creciente demanda, incrementó el valor de su fuerza de trabajo. Pronto se produjo una
situación de escasez de albañiles, maestros y peones:

E1 afán constructivo requiere obreros y peones. Hubo que buscarlos en los


campos ya que 1os elementos propios de la ciudad, fueron totalmente ocupados.
La escasez de brazos para edificaciones sobrevino a la competencia del salario.
Los salarios comenzaron a subir ‘in crescendo’, hasta hace poco (…) esta
demanda determinó que los campos fueran despoblados de sus mejores
elementos. La vida rural perdió a sus elementos jóvenes, que se vinieron hacia
la ciudad alucinados por mejores condiciones de vida. (El Imparcial nº 4135,
25/04/1944).

Esta repentina necesidad de edificar, que obviamente fue producto del malestar que
provocaba el continuo alza de alquileres y la inestabilidad en que se encontraban los
inquilinos, siempre expuestos a recibir la invitación a desocupar, porque otro potencial
inquilino había hecho una oferta sustanciosa por las habitaciones que éste ocupaba;
determinaron que personas de economía holgada y aún modesta, que en el pasado, no
pensaban en casa propia, porque la alquilada les satisfacía, ahora se desesperaran por
tener, aunque fuera unas pocas habitaciones en propiedad361.

Son estos estratos de clase media, los que presionan por el abaratamiento de los
materiales de construcción y prontamente se estrellan contra el monopolio del cemento
que practicaba la fábrica de Viacha362. En realidad, el problema de la vivienda era
verdaderamente álgido y el afán de construir “casa propia” estaba a la orden del día. Los
planteos, peticiones e ideas para aliviar la enorme odisea que suponía construir en
aquella época, no mellaba la determinación de proceder y con suma urgencia, pero
curiosamente, no se pensó en el Estado como un posible promotor de habitaciones y
viviendas económicas para clases medias, sino simplemente se le solicitó aliviar los
gravámenes y destinar divisas para la importación de materiales de construcción cuyos
costos prohibitivos eran un imperativo disminuir363.
361
La variante económica de esta nueva arquitectura emergente de los factores anotados, fue
popularizada con el denominativo de “casitas funcionales” y “viviendas obreras”, en realidad, alusiones
tempranas a la “vivienda mínima” de nuestros días
362
Un editorial que expresaba estos intereses, anotaba que para conjurar la crisis habitacional, era
necesario que se dispusiera la importación de materiales sin gravamen alguno por determinado tiempo:
“Por un periodo de 3 años, el Estado debía dejar de beneficiarse con impuestos que pesan sobre la
importación de cemento, calamina, empapelados, maderas, chapas y vidrios, dando oportunidad a todos
los propietarios de lotes a que edifiquen viviendas (...) Es verdad que la medida lastimará las utilidades
de la fábrica de cemento de Viacha, pero ¿valen más los intereses de una empresa anónima, que ha
obtenido ganancias formidables y no puede satisfacer los pedidos que se le hacen?. Tan deficiente es la
producción de la Fábrica de Viacha que el cemento tiene que ser racionado, existiendo muchas obras
públicas y particulares que no pueden ser concluidas por falta de materiales” (Editorial de El País nº
264, 12/06/1937).
363
Otro editorial sintetizaba estas preocupaciones en los siguientes términos: “Hay urgencia en resolver
este problema (la vivienda), pues el 80% de la población se halla formada por inquilinos, es decir, por
aquellos que no tienen habitaciones propias para vivir, estando sujetos a la voracidad de los
propietarios o dueños de casa.”. El editorialista proponía las siguientes soluciones: “a) Establecer
control sobre la venta de materiales de construcción nacionales, no permitiéndose una utilidad superior
al 10%. b) Proceder a la importación de materiales e implementos extranjeros para construcciones,
como fierro, madera, artículos de ferretería, sanitarios, solicitando un 50% de rebaja sobre impuesto
fiscal. c) Solicitar divisas para la importación de materiales de construcción d) Pedir a las Alcaldías
deroguen impuestos sobre materiales de construcción” (Editorial de El País nº 246, 20/04/1937).
37
Un primer estudio más global de la problemática urbana a cargo del Ing. Miguel
Rodríguez, hacía referencia a que Cochabamba había:

nacido y crecido debido solamente al esfuerzo propio y titánico de sus


habitantes, en lucha tenaz contra una naturaleza absolutamente pobre en
materiales de construcción y que ahora, como antes, sólo podrá contarse para
el mejoramiento de su urbanismo, con el trabajo de sus habitantes, reducido a
dinero para 1a importación de materiales que no brinda 1a propia. Naturaleza
(…) Debe prescribirse el empleo de materiales de mala calidad, debe
prescribirse el uso de teja española, sustituyéndola por la francesa o mejor por
el hierro canaleta o calamina, pero sobre todo habría que introducir la
construcción de las azoteas, que darían excelente resultado para el clima de
Cochabamba (...) De propósito no se ha mencionado el adobe como uno de los
materiales a emplear, pues es tan grosero y su empleo presenta tantos
inconvenientes, que él no puede ser base de ningún urbanismo en ciudades de
cierta importancia y su empleo debe ser proscrito dentro de las ciudades (El
País nº 307, 3/07/1937) 364.

Resultaba coherente, pese a que en la actualidad nos parecería muy prejuiciosos y


equivocado, este tipo de razonamiento, en relación con la apertura de nuevos estándares
arquitectónicos y urbanos. Lo “moderno”, no sólo significaba una vivienda de diseño
“funcional”, sino una nueva fisonomía, es decir la preferencia por una imagen
arquitectónica, que no se podía imaginar ejecutada con los viejos materiales: el adobe,
la teja de barro o colonial, las bovedillas de ladrillo cosido, los dinteles de madera... que
justamente se identificaban con un sistema constructivo imperfecto, con una rutina que
había proporcionado a la ciudad “el aspecto ruinoso que presentan sus edificaciones
hasta en e1 mismo centro de la ciudad”, en palabras del citado ingeniero.

El cemento, el hierro de construcción, la cerámica industrializada, los modernos


revestimientos, la calamina, el parket, etc., eran los materiales de la nueva arquitectura y
estos debían ser importados, pues los otros materiales tradicionales de allí por delante,
serían excluidos de la vivienda “moderna” para propietarios solventes; y su empleo
pasaría a ser sinónimo de autoconstrucción popular, paisaje de tugurios y barrios
pobres365.

Ese mismo año (1937), surge a la luz pública la “Unión de Inquilinos”, que comenzó a
encausar el creciente malestar de éstos, y a denunciar la creciente especulación de los
alquileres, centrando su campaña, en demostrar que la vivienda había dejado de ser un
bien social y cada vez más, se había convertido en una mercancía cara y ofertada en
términos absolutamente especulativos. Puso en evidencia los abusos de los dueños de
casa y los procedimientos irregulares en los trámites de desahucio y acciones judiciales
conexas.

364
El citado ingeniero en su apreciación, si bien probablemente reflejaba el sentir de los innumerables
interesados en edificar, no por ello dejaba de cometer exageraciones, cuando afirmaba: “Aquí (en
Cochabamba), no se puede hacer lo que en otras ciudades es posible, aquí no debemos contar con
ningún buen material de construcción de producción local, pues no tenemos buena piedra, ni buena
madera, ni buena cal y el ladrillo resulta caro y malo, debido a la carencia de buenas arcillas y del
combustible necesario para su cocción”. (El País, número citado).
365
Probablemente este tipo de filosofía, fue el origen de la posterior pretensión de derruir el casco viejo y
sustituirlo por la “city”, es decir un paisaje “moderno” de vidrio y hormigón.
37
Este ambiente de creciente malestar por la especulación de que eran objeto los contratos
de alquiler, promovió igualmente la necesidad de encarar la solución de tan angustioso
problema con un tratamiento esencialmente social. A1 principio se insinuaron
iniciativas ingenuas, como promover que los capitales de los grandes empresarios
mineros y otros depositados en el exterior, retornaran al país para ser invertidos “en la
construcción de casas para entregarlos a sus empleados, quienes amortizarían el costo
e incluso los intereses, con pagos mensuales”. (El País nº 380, 08/01/1938). Sin
embargo, presiones más consistentes, se orientan en dirección del Estado, a quien se le
comenzó a exigir una intervención. En realidad, de lo que se trataba, era de la puesta en
vigor de una legislación existente, pero notoriamente no practicada. Así el Gobierno de
Hernando Siles, emitió el Decreto Supremo de 14 de diciembre de 1927, que
complementaba la Ley, que en 1924 creaba el Ahorro Obrero obligatorio y cuyo
Artículo 4to, instruía la creación, en cada capital de departamento, de una junta para el
fomento de la vivienda obrera. Dicha junta, compuesta por autoridades departamentales
y personeros del Departamento Nacional del Trabajo, creado también en 1924, debía
“estudiar las posibilidades de formación de1 barrio obrero con levantamiento de
planos y el mejor modo de convocatoria a propuestas a las sociedades constructoras,
para que radicalmente se vaya emprendiendo la construcción de habitaciones obreras
y sus dependencias”. (Cornejo 1950: 123)366 .

En 1935, el Gobierno de Tejada Sorzano emitió un Decreto Supremo, disponiendo la


organización de un Comité Pro Barrio Obrero, pero circunscrito a la ciudad de La Paz.
Sin embargo, las disposiciones más importantes, provienen del Gobierno de Germán
Busch. Así, el Decreto Ley de 24 de mayo de 1939, disponía que la Caja de Crédito
Hipotecario y la Caja de Seguro y Ahorro Obrero, debieran facilitar operaciones de
préstamo en moneda, hasta un monto equivalente al 70% del valor del terreno, con
destino a la vivienda a ejecutarse en dicho inmueble. El Decreto-Ley de 10 de junio de
1939, disponía gravámenes sobre sellos postales y el consumo de cerveza y alcohol, y
cuyo rendimiento, se dirigía “a la construcción de viviendas para trabajadores”. El
Decreto-Ley de 28 de junio de 1939, autorizaba al Banco Central de Bolivia, a facilitar
un empréstito al Comité Central Pro Vivienda Obrera para adquirir terrenos. Otro
Decreto-Ley de esa misma fecha, organizaba un comité consultivo de vivienda obrera,
que entre otras atribuciones, “debía resolver la ubicación de los barrios obreros y
correr con los trámites legales de expropiación”; creándose también Comités
Departamentales con esta misma finalidad. Por último, el Decreto Supremo de 2 de
agosto de 1939, disponía ampliar las atribuciones de la Caja de Seguro y Ahorro
Obrero, para entre otras cosas, realizar “préstamos para construcción y reconstrucción
de casas ubicadas en barrios urbanos o suburbanos de capitales de departamento”,
además, dichas atribuciones se ampliaban a: “construir casas baratas para venderlas a
empleados y obreros con facilidades de pago”. (Cornejo, obra citada: 130 y siguientes).

A este conjunto de disposiciones que se orientaban a la promoción de la vivienda de


interés social, se sumaban otras, que trataban de frenar la especulación de que era objeto
la vivienda. Según Alberto Cornejo, este tipo de iniciativas y las anteriores, testimonian
la manera en que el Estado boliviano, intentó a partir de los años 20 y por lo menos,
hasta mediados del siglo pasado, resolver la problemática habitacional, es decir,
propiciar facilidades de construcción y promover el control sobre los alquileres. A este
366
Dicho "Ahorro Obrero" disponía para su materialización, de un descuento obligatorio del 5% de todos
los asalariados con destino a obras sociales. (Ley de 24 de enero de 1924).
38
respecto, dicho autor anotaba, que estas iniciativas giraron en torno a congelar el monto
de dichos alquileres y a establecer límites máximos para el canon de alquiler, ya sea
clasificando los diferentes tipos de vivienda o fijando la renta máxima sobre el capital
invertido. Sin embargo, anotaba que en general, estas medidas eran contraproducentes al
causar los siguientes efectos:

1) Una suspensión o limitación de mayores construcciones, por que el capitalista


prefiere entonces invertir sus capitales en diferentes actividades económicas.
donde puede obtener mayores rentas.
2) Un estado de anarquía. y engaño social, pues el propietario dentro de su plan
de defensa, ha tenido que recurrir a medios engañosos, haciendo figurar
alquileres menores de 1os cobrados realmente con anuencia del inquilino, que
frente a1 peligro de ser desahuciado, prefiere someterse a este régimen ficticio.
3) Un estado de violencia, entre el propietario que desea mayor pago y e!
inquilino que se resiste. Como consecuencia, tiene lugar, una pugna social, que
se traduce en la multiplicación de pleitos.
4) Menor deseo de mantener los edificios en condiciones de mayor habitabilidad;
pues como los roles catastrales, sirven de base para fijar 1a renta, el
propietario se resiste a emplear ningún recurso en mantener et edificio en
mejores condiciones de higiene, aseo, etc. (Cornejo, obra citada: 14 y 15).

Otro jurista, el Dr. Víctor Neri, compartía esta opinión, al señalar que los poderes
públicos presionados por la complejidad de este problema y el deseo de favorecer a los
inquilinos de modestos ingresos, habían dictado disposiciones legales que limitaban el
desahucio y restringían la elevación de alquileres con penalidades fuertes, tal el caso del
Decreto-Ley de 1937, que pretendía establecer un límite a la especulación de los
alquileres y prohibía su elevación, bajo pena de sanciones pecuniarias. Al respecto
señalaba: “Tales disposiciones sin embargo, no pasan de ser medidas artificiales cuyo
resultado es nulo o contraproducente” (El País No. 491 de 29 de mayo de 1938).

En realidad, pese a los buenos deseos y a la energía que proyectaban ciertas


disposiciones gubernamentales con respecto al problema de la vivienda, la actitud del
Estado era contemplativa y con frecuencia simplemente inoperante. Por ejemplo, con
respecto a la Caja de Ahorro Obrero, cuyo campo de acción era amplio y lleno de
posibilidades, el Dr. Neri anotaba: “Estos decretos -los referidos a !a adquisición de
terrenos y la construcción de vivienda obrera-, no fueron aplicados y permanecieron
fuertes depósitos de ‘ahorro obrero obligatorio’ en 1os bancos sin utilizarlos”. Ocurrió
otro tanto, “con el Art. 11 de la Ley de 14 de enero de 1938, que disponía que los
ingresos que rinde el impuesto al mayor alquiler y las multas se inviertan en el
Departamento que 1as produzca, en la adquisición de terrenos y la cesión gratuita de
ellos, a sociedades gremiales o cooperativas, que construyan casas baratas para sus
asociados, sean empleados u obreros”, sin embargo, disposiciones de este tipo, jamás
rindieron ningún fruto efectivo367.
367
Otra Ley que no tuvo efectos prácticos, pese a su importancia, fue 1a del Gobierno de David Toro, de
12 de septiembre de 1936, que creaba un Comité de Abaratamiento de la Vivienda, que se encargaría de
fijar los alcances de una nueva ley catastral y elaborar un proyecto de ley de inquilinato, así como un plan
financiero para construir barrios obreros, y cuyo Art. 5to expresamente fijaba tres categorías como monto
de alquiler de la vivienda: Las de Primera Categoría, autorizadas a cobrar por el concepto de alquiler
hasta un 12% anual de su valor catastral, las de Segunda Categoría, hasta un 10%, y las de Tercera, hasta
un 8% . El Art. 6to, era aún más explícito: “Toda vivienda (para ser alquilada) deberá contar con las
siguientes condiciones: 1. Que el edificio de que se trate, tenga instalaciones de alcantarillado o por lo
38
Pese a todo ello la Federación Obrera del Trabajo de Cochabamba, hizo suyas las ideas
sobre barrios obreros y dirigió petitorios en ese sentido al Gobierno Busch,
promoviendo además un primer plan de vivienda, cuyo proyectista fue el ingeniero
italiano Pedro Roveda. Sin embargo, todo ello no impidió que “los dueños de casa
tomen estas medidas como referencia, para seguir elevando arbitrariamente el valor de
sus propiedades y cobrar alquileres sin ningún control ni mesura”. De esta forma, los
estratos de bajos ingresos, en lugar de ocupar “barrios obreros”, fueron condenados a
ocupar miserables tugurios, tanto en el centro de la ciudad, como en zonas aledañas,
pues tan sólo a este tipo de hábitat, podían acceder con sus magros recursos368 .

Tales míseros salarios en efecto, no permitían otra perspectiva. La inflación monetaria


iniciada en la segunda mitad de la década de 1930, permitió una elevación constante del
costo de vida, y dentro de este costo, el del alquiler, rubro que consumía el mayor
porcentaje del salario congelado o miserablemente incrementado. Veamos la dinámica
porcentual de estos reajustes de artículos de primera necesidad y alquileres:

CUADRO Nº 116: Ciudad de Cochabamba: Relación porcentual comparada de


alza de artículos de primer necesidad y alquileres de vivienda (1936–1947)

Años Alza de artículos de primera Elevación de alquileres


necesidad

1936 100 100


1937 193 171
1938 231 300
1939 287 511
1940 357 532
1941 514 621
1942 609 895
1943 648 909
1944 749 942
1945 749 942
1946 1.031 886
1947 1.059 886
Fuente: Cornejo, 1950:13

El cuadro anterior nos permite establecer en primer lugar, que hasta 1945 por lo menos,
el índice de incremento de los alquileres, tomando como base el valor de 100 en 1936,
sufrió un aumento superior al de los artículos de primera necesidad, con referencia al
mismo año y al mismo porcentaje referencial de partida. Se puede observar asimismo,
que la elevación de alquileres en el periodo considerado, alcanzó su índice mayor en
1944, descendiendo levemente y estabilizándose a partir de 1945. Este comportamiento
indudablemente se debió a dos circunstancias: el ascenso al poder de la Junta Militar de
Gobierno, presidida por el Coronel Gualberto Villarroel en 1944 y el Decreto Ley de
menos servicio higiénico aceptable en relación al número de sus moradores. 2. Que las habitaciones
sean saludables, por lo que respecta a ventilación, luz, agua potable, inexistencia de focos de infección,
etc.”. Sin embargo, todas estas disposiciones, no impidieron que se especule aún con mayor intensidad en
los años de la década de 1940, y que ningún dueño de casa se preocupe de compatibilizar la realidad
sanitaria de su inmueble con los términos de esta última disposición legal. Por el contrario a partir de
1936, los conventillos o tugurios. Con pésimas condiciones de salubridad y ambiéntales, tendieron a
proliferar.
368
“La clase trabajadora se constriñe constantemente a la menor cantidad de habitaciones, y al mismo
tiempo busca los precios más bajos”. O sea, todo ello sólo podía corresponder a un hábitat cada vez más
precario. (Cornejo, obra citada).
38
Rebaja de Alquileres dictado por dicho gobierno a inicios de 1945, aspecto que
analizaremos más adelante. Por último, otra cuestión que se puede constatar en el
cuadro de referencia, es que entre 1938 y 1944, se incrementaron los alquileres en forma
exorbitante, en coincidencia con un periodo en que el índice de edificaciones, también
alcanza sus valores más elevados.

El aspecto jurídico de los innumerables conflictos de inquilinato, caía dentro de la.:


jurisdicción de los jueces de vivienda369. Sin embargo la acción de estas autoridades, era
casi contemplativa y se circunscribía a la tarea administrativa de dirimir querellas. Sin
embargo, esta actividad no alcanzó un ejercicio pleno de su potestad, en relación al
control del desenfrenado afán especulativo de los dueños de casa, sino apenas a zanjar
situaciones de confrontación, de donde además, pocas veces salía airoso el inquilino. No
obstante, en esta conducta se refleja en cierta forma, la actitud del Estado, que a inicios
de los años 40, se limitaba más al control social del problema que a encarar su solución
o aliviar su efecto sobre los sectores populares370.

Es indudable que las clases medias, los artesanos, obreros y sectores populares en
general, soportaban el enorme peso de esta crisis, cuya persistencia parece hacer caso
omiso de las disposiciones legales que tímidamente anuncian los gobiernos posteriores
al régimen de Busch. Al respecto se sostenía airadamente:

Los dueños de viviendas recurren a mil medios para evadirse a las puniciones
que contemplan las disposiciones vigentes contra el abuso y la especulación que
siembra el pánico entre la clase media y menesterosa, que no sabe a quien
recurrir en demanda de protección contra los propietarios de viviendas, que
están constituyendo una especie de ‘roscas’ para imponer los alquileres en
términos tales, que significan una expoliación insoportable para los empleados
(públicos y del sector privado) y la clase media, es decir, para quienes tienen la
desgracia de no tener vivienda propia.

Este era el reclamo que hacía un cronista de El Imparcial (nº 3111, 26/07/1940), que
terminaba con esta sentencia: “inútiles resultan leyes y disposiciones que se dictan en
amparo de los inquilinos, puesto que no hay una mano fuerte capaz de contener y
controlar el abuso”371.

369
Los Juzgados de vivienda, fueron creados por el Gobierno de Germán Busch en 1939.
370
Un articulista que reclamaba por la inoperancia de los jueces de vivienda, anotaba que no se hacía
nada para controlar el alza de los alquileres, permitiendo que se pidan: “sumas fantásticas... por piezas
minúsculas o alcobas inmundas, antihigiénicas e insalubres y se preguntaba: ¿Qué pensar entonces de
una casa más o menos cómoda y con las instalaciones necesarias? Habitar decentemente es una ilusión
que jamás alcanzará el proletariado, ya que hoy los dueños de casa, o prefieren alquilar sus
habitaciones a judíos inmigrantes que, por necesidad y por desconocer el medio, pagan crecidas sumas,
o al matrimonio burgués que no tenga hijos y que se haga atender la mesa en el hotel”, todo esto,“ante
la decidía de las autoridades” que permiten impasibles que la cuestión de la vivienda se convirtiera
realmente, en un eficaz instrumento de segregación social y acumulación de capital mercantil (El
Imparcial nº 3095, 04/07/1940).

371
Algunas de las argucias utilizadas que destacaba la crónica anterior, eran las ventas ficticias de
inmuebles “con el oculto propósito de echar a la calle al inquilino, para alquilar sus locales a otros, en
condiciones verdaderamente leoninas” (El Imparcial número citado).
38

Una estimación de las erogaciones mensuales de una familia de clase media en esta
época, se expresa en el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 117: Ciudad de Cochabamba: Gastos mensuales de una familia de


tres hijos en 1941

Rubros Monto en Bs. Porcentaje


Alimentación 1.500 40,54
Vestuario 500 13,52
Instrucción 100 2,70
Servicio doméstico 150 4,05
Alquiler de casa 1.200 32,43
Otros gastos 250 6,76
Totales 3.700 100
Fuente: El País. Nº 1251, 22/02/1941

Podemos establecer, en base al cuadro anterior, que una familia de clase media de cinco
miembros, realizaba en 1941 el 86,49% de sus gastos, par cubrir necesidades vitales en
materia de alimentación, vivienda y vestuario, en tanto sólo el 13.51% restante de sus
recursos, los orientaba para atender sus necesidades de educación, recreación, servicio
doméstico y otros. Si comparamos la situación de esta familia, en lo que hace a su
capacidad de pagar un alquiler, que implicaba la ocupación de una vivienda de cierta
calidad o característica, con lo que ocurría con familias de estratos medios en 1914 y
1927 (Ver Cuadro 115), podemos observar que aquellos estratos sociales que en 1914,
tenían una capacidad económica de alquilar, por término medio una casa de 8
habitaciones; en 1927, apenas tenían la posibilidad de acceder a una casa o vivienda con
5 habitaciones. Sin embargo en 1941, esta posibilidad se redujo a 3 o 4 habitaciones
como máximo, con las características que expresa el Cuadro 118:

CUADRO Nº 118: Ciudad de Cochabamba: Calidad de la vivienda alquilada a la


que podía acceder una familia de clase media, según promedio de alquiler, número
de habitaciones y composición de ambientes (1914 – 1941) (1)

Años Promedio del Promedio del Composición de ambientes Tipo de vivienda


alquiler en Bs. número de
habitaciones
1914 640 8 Estar, comedor, baño, 3 dormitorios Vivienda de 180 a 200 m2, en 2 plantas o
y habitaciones de servicio o 4 planta baja con 2 patios. Muy cómoda para la
dormitorios. época.

1927 850 5 Estar-comedor en un solo ambiente, Vivienda mínima o un departamento pequeño


cocina, baño y 2 dormitorios. de 70 a 90 m2. Generalmente se trata de la
fracción de una casa mayor que se comparte
con otros inquilinos.

1941 1.200 (3) 3 Estar-comedor en un solo ambiente, Se trata de piezas sueltas sobre unos 30 a 40
dormitorio y cocina (en caso de baño m2. Ya no representan estas piezas una
compartido con otros inquilinos) o vivienda propiamente, sino un espacio
baño propio con cocina adaptada al insuficiente e incomodo, con serias
ambiente de estar-comedor u otra deficiencias higiénicas, típico de un proceso de
solución precaria (2) hacinamiento y tugurización.
(1) Estimación para una familia de 5 miembros habitando en la zona central.
(2) El promedio de número de habitaciones podía mejorar a 4 en zonas más alejadas del centro,
existiendo en este caso, la posibilidad de baño propio o una cocina mejor organizada, o incluso
sacrificando esta última opción, un segundo dormitorio.
38
(3) El alquiler de una habitación en la zona central en 1941-42, fluctuaba entre 350 y 400 Bs. En zonas
más alejadas, llegaba a 300 Bs.
Fuente: Elaboración propia en base a los cuadros 115 y 117.

El cuadro anterior es explicito en mostrar el deterioro de la calidad de la vivienda que


tuvieron que sufrir las clases medias urbanas, las mismas que si bien, a fines de las
década de los años 20 y en el transcurso de los años 30, de las cómodas casas que
disfrutaban hacia 1914, se vieron obligadas a trasladarse a casas y departamentos
mínimos para mantenerse en la zona central. Sin embargo, hacia fines de esta última
década (1930) y años posteriores, sólo tuvieron la opción, si deseaban permanecer en
dicha zona central de la ciudad, de ocupar incómodos cuartos en que se subdividieron
las casonas, en un proceso sin pausa, que se inició hacia de 1910, para ir conformando
"conventillos", donde imperaban condiciones precarias de habitabilidad, y donde, la
situación sanitaria, el confort, la privacidad, eran prácticamente inexistentes, en tanto,
las situaciones de hacinamiento y todos los problemas que derivaban de esta situación,
comenzaron a ser dominantes.

Lo anterior no significa que el hacinamiento habitacional apareció recién en la


posguerra del Chaco. Los “conventillos” datan del siglo XVIII y XIX, y no dejaron de
estar presentes con anterioridad al evento bélico citado. Lo que deseamos, es llamar la
atención del lector sobre la evolución de esta vivienda, que si bien no sufrió
transformaciones espectaculares en su fisonomía, experimentó la transformación
cualitativa del escenario social que le caracterizaba. En efecto, esta tipología de
vivienda colonial, que como se recordará fue el domicilio señorial del antiguo
encomendero o el noble funcionario, cedió paso en el siglo XIX, al hacendado
republicano o al acaudalado comerciante, banquero o afortunado minero, deseoso no
sólo de ocupar el lugar de la vieja casta dominante hispana, sino de practicar sus hábitos
y gustar de sus valores ideológicos.
Los altibajos de la economía urbana y regional, influyeron de alguna manera, para que
muchos de estos personajes no siempre se situaran en ese espacio cambiante llamado
"prosperidad" y cayeran con mucha frecuencia, en la franja más amplia y democrática
de la "necesidad", y en consecuencia, se vieran obligados a incrementar sus rentas con
ingresos adicionales provenientes de sus posesiones urbanas transformadas en
alojamientos precarios o “conventillos". No es posible determinar temporalmente, en
qué momento del siglo XIX, o tal vez en algún caso, del siglo XVIII, se inició este
proceso; lo cierto es que el censo de 1844 y con mayor evidencia, los de 1880 y 1886,
ya evidenciaban la existencia de este fenómeno, que indudablemente tendió a ampliarse
en años posteriores.

En las primeras décadas del siglo XX, no es aventurado decir, que ya era difícil
encontrar casonas habitadas por nobles patriarcas y sus extensas familias, en las zonas
centrales de la ciudad. Lo corriente pasó a ser la paulatina subdivisión del enorme
inmueble en conjuntos de habitaciones que se denominan "departamentos" o
“casajuntas”, donde convivía, inicialmente el dueño de casa y su familia en los pisos
altos, junto a un selecto grupo de inquilinos (una o dos familias), que ocupaban las
plantas bajas, trasformándose además el nobilísimo salón colonial, con frente a la vía
pública, en uno, dos y hasta tres “almacenes”, “tiendas” o “pulperías”. Es probable que,
la crisis de los años 1920 y 30, acelerara este proceso, y tornara más apremiante la
tentación de practicar más subdivisiones de grupos de ambientes cada vez más
reducidos en su composición, para que fueran ocupados por nuevos contingentes de
inquilinos cada vez menos selectos, incluso sacrificando para esta finalidad, las plantas
38
altas, lo que supuso la renuncia de la familia del noble terrateniente o comerciante a
ocupar este espacio y trasladarse, muy lejos, a la casa-quinta de la campiña, y más tarde,
al chalet del moderno barrio residencial en formación.

Ahora bien, esta casa de vecindad de la década de 1920, en lo esencial, fue producto de
un esfuerzo de adaptación para contener un número máximo de “departamentos” y un
cierto número de habitaciones sueltas que ocupaban espacio residuales, y que
normalmente se destinaban a personas solteras, matrimonios sin hijos, o en muchos
casos, a oficinas de profesionales, consultorios, etc.

En la posguerra del Chaco, este escenario sufrió nuevas transformaciones, merced a la


confluencia de las causas que señalamos anteriormente. Lo expresado en el cuadro 118,
con respecto a las condiciones de habitación de una familia de clase media hacia 1941,
ilustra una situación de hábitat ampliamente extendida, no solo en la zona central, sino
en otras zonas urbanas e incluso de la campiña. En este último periodo, la demanda de
habitaciones, acompañada de la rápida valorización de la tierra urbana y de los bienes
inmuebles en general, merced a la situación de inestabilidad de la moneda, crearon las
condiciones adecuadas para que la adaptación de la vieja casona transformada en
alojamiento colectivo, ofertara espacios precarios a un número máximo de inquilinos,
agudizándose esta situación a tal extremo, que las habitaciones sueltas pasaron a ser el
cobijo de familias numerosas de escasos recursos y los “departamentos” de 2, 3 y 4
cuartos, se convierten en la “vivienda” de las clases medias, todo ello dentro de
condiciones de absoluta incomodidad, falta de privacidad e higiene, que terminaron
transformando la señorial casona de otros tiempos, en tenebroso tugurio, del que
termina saliendo el dueño de casa en forma definitiva, para ocupar un flamante chalet en
las vecindades de la Alameda, la Avenida Diagonal (hoy Salamanca), la Plaza
Quintanilla, Muyurina, la Av. América, la Recoleta o Cala Cala372.

Por lo que se puede percibir, este proceso de transformación de la casona en tugurio,


generó un doble efecto: la transformación del espacio habitable en mercancía sujeta a
una desaforada especulación, y la incorporación de tierras laborables, que existían tanto
dentro del radio urbano como en la campiña, a la dinámica de la expansión urbana, de
donde emerge la urgencia de “urbanizar”, y en consecuencia, una cuestión
eminentemente técnica como es el “plano de urbanización”, adquirió el rango de una
necesidad social impostergable y fue ampliamente debatido por todas las capas de la
población.

Es innegable que la problemática habitacional que venimos estudiando, no puede ser


entendida al margen del proceso urbano general, y más ampliamente, al margen de la
dinámica social y de la trama de contradicciones resultantes del agrietamiento y

372
El Arq. Franklin Anaya, sintetizaba estas causas de la expansión urbana de la posguerra, que
merecerá un análisis más específico en el capítulo siguiente, en la confluencia de los siguientes factores:
“a) La desvalorización de la moneda que al liberar a la propiedad de sus gravámenes hipotecarios,
habilita capitales que se invierten en la edificación urbana. b) La aglomeración en la ciudad de
elementos campesinos (especialmente desmovilizados del Chaco) y de inmigrantes europeos. c) La
iniciación de obras públicas de gran magnitud, que atraen u ocupan trabajadores y movilizan moneda,
tales como las obras de regadío de la Angostura, la del camino a Santa Cruz, la de la pavimentación, etc.
(…) A estas se suman ciertas condiciones naturales que posee Cochabamba favorables a su desarrollo
que son su situación geográfica, su clima, su topografía, sus medios de comunicación aérea y terrestre y
las posibilidades que ofrece su plano a la urbanización”. (El País, 05/12/1946).
38
rearticulación de las clases sociales en el seno de la sociedad señorial, en la posguerra.
Un poderoso factor que articuló la problemática de la vivienda con la urbanización,
resultó de la propia necesidad de expansión que experimentó el mercado de tierras
urbanas, como una lógica respuesta a la presión de la demanda por nuevas viviendas y
alojamientos, para dar cabida a nuevos contingentes de habitantes urbanos que llegaban
continuamente a Cochabamba desde mediados de la década de 1930. Esta ampliación
del mercado inmobiliario, se produjo inicialmente, promoviendo el incremento de la
edificación como vimos anteriormente, pero luego muy rápidamente, procediéndose al
fraccionamiento indiscriminado de tierras, tal como expresa una crónica de la época:

Zonas extensas han sido habitadas y vendidas en lotes para la construcción de


edificios, (sin embargo) el problema de la vivienda sigue como en el primer día,
sin solución ninguna, a esto se añade e1 elevado costo de alquileres que han
implantado arbitrariamente los dueños de casa, cobrando por dos habitaciones
antihigiénicas, 800 y hasta 1.000 Bs. (El País nº 1007, 24/02/1940).

El encabezado de un comentario periodístico de El País en 1941, proclamaba:


“Negociadores con lotes, enemigos de Cochabamba”, dando así a conocer una nueva
faceta del problema: la emergencia de un nuevo protagonista: el especulador de tierra
urbana o “corredor de tierras” que disimulaba sus oscuros trajines con una apariencia
empresarial. Dicha crónica evidenciaba: “no es raro entre nosotros, escuchar que la
firma tal, ofrece lotes de terrenos en zonas de la ciudad. Hay sólo para venderlos a
precios fabulosos, perjudicando de esta manera a los particulares que se ven obligados
a someterse a los caprichos de estos omnipotentes de la tierra”. El argumento central a
este respecto era:
El perjuicio se refiere no sólo a los que desean construir su domicilio o quieren
dedicarse a la agricultura, sino que en esta forma, perjudican el progreso de
Cochabamba, toda vez que los precios astronómicos de dichos lotes y los no
menos fantásticos de los materiales de construcción, prácticamente hacen
imposible el aventurarse en una ‘empresa diabólica’ (la construcción de una
vivienda), a menos que se trate de un negociante en trapos, artículos de primera
necesidad u otros, que tienen la virtud de convertirse en millonarios, cuando
antes no tenían más fortuna que un vestido en el cuerpo.

A continuación, el mismo cronista, emitía una severa sentencia: “todo aquel que
especule con lotes, haciendo problemático el plan de embellecimiento de la ciudad,
debe ser ejecutado sumariamente”.

Otro personaje importante que surge en esta época es el “loteador” que promueve
fraccionamientos dispersos en diferentes sitios de la campiña y oferta “lotes de ocasión”
en “urbanizaciones modernas”, que vienen a ser el tejido urbano primigenio de los
futuros barrios residenciales, cuya trazado de calles, avenidas, parques aparentemente
caprichoso, irracional, extravagante o incoherente, no expresa otra cosa que el “pie
forzado” con que tropezó posteriormente el planificador urbano, ante la existencia
antelada de una serie de loteos aprobados por el municipio, como una suerte de
minúsculas, pero problemáticas islas urbanas, rodeadas de un mar agrícola 373, que
niegan esa suposición mitológica, de que la urbanización de Cochabamba fue una
operación técnica impecable, donde los urbanistas tuvieron excepcionales libertades
373
En esta época surgen con fuerza urbanizaciones atomizadas sobre la base de antiguos huertos y casas-
quintas, tanto en Queru Queru, Recoleta, Portales, Cala Cala, Muyurina, Mosojllacta, etc.
38
para modelar la ciudad, y que sus posibilidades no tuvieron otro límite que su
imaginación374.

Retomando el tratamiento de la cuestión habitacional, completaremos este análisis,


examinando el entorno legal y la actuación teórica y práctica del Estado en este campo.
Son innumerables las disposiciones legales y es voluminoso el cuerpo de leyes que
emite el Estado boliviano desde los años 20, como ya constatamos. Tanto es así, que su
sólo examen justificaría un tema de investigación específico, que rebasaría con amplitud
el marco y el objetivo de este ensayo. Sin embargo a título de ilustrar esta acción de la
estructura jurídica del Estado en función del problema de la vivienda, examinaremos
algunas situaciones concretas:

Las disposiciones legales más importantes sobre materia de vivienda, tienen su origen
en los gobiernos de Busch y Villarroel, y tocan los aspectos más sensibles y polémicos
del problema, es decir, los desahucios y el régimen de alquileres. Un Decreto-Ley de 24
de mayo de 1939 definía claramente las causales de desahucio que reducían a las
siguientes: “a) Falta de pago por 3 meses de alquileres. b) Cuando el inquilino
proporciona molestias por embriaguez, etc. c) Cuando el propietario necesita el
inmueble para uno de sus hijos que debe formar nuevo hogar. d) Cuando el propietario
tiene necesidad de hacer reconstruir el edificio”.

No obstante, que estas causales abarcan un amplio abanico de posibilidades que tenían
los propietarios para hacer desocupar a sus inquilinos, de todas maneras, la misma con
respecto a la jurisprudencia anterior, amparaba de alguna forma a los inquilinos de los
excesos de los propietarios. Sin embargo, el Dr. Julio López al examinar la aplicación
de esta legislación observaba: “De nada le sirve a1 inquilino salir victorioso en un
juicio de desahucio. Su triunfo no pasa de ser una burla, o diremos mejor, una ironía
sangrienta. EI éxito judicial que obtiene ante los tribunales superiores, se trueca a muy
a muy corto plazo en una pérdida irreparable”. La paradoja de este enunciado consistía
en que, pese a que los juicios de desahucio en segunda instancia y en recurso de nulidad,
declaraban improbada la demanda y por consiguiente, sin lugar a la desocupación,
revocándose sentencias injustas dictadas por jueces de primera instancia, todo ello, no
servía de nada o de muy poco, porque si el inquilino perdía el juicio de desahucio en esa
primera instancia (lo que ocurría con enorme frecuencia), era desalojado de inmediato y,
aún cuando en las instancias de apelación, nulidad, etc., salía victorioso, en los hechos
había perdido las habitaciones, departamento o casa alquilada, y si quería volver a
recobrarlos, debía entablar un larguísimo juicio ordinario, al que generalmente ningún
inquilino a estas alturas desmoralizado, se atrevía. (El País nº 728, 23/03/ 1939). La
mecánica interna de este aparente contrasentido, era más o menos la siguiente:

Los propietarios en la generalidad de los casos, ganan el juicio de desahucio


ante el juez de primera instancia, que por lo regular, es un Alcalde parroquial;
por mucho que la demanda no esté comprendida en las únicas causales que
reconocen las leyes vigentes: falta de pago de alquileres, mala vecindad y
374
Si bien, volveremos más adelante sobre este tema, es honesto admitir que muchas criticas cómodas al
Plano Regulador de 1946-1947, hechas en décadas posteriores, se referían en lo formal, a la aparente
irracionalidad de avenidas, parques y calles inconexas, torturadas atomizadas, cuando en realidad, este
resultado testimoniaba aquello que los primeros loteadores urbanos de fines de los años 30 e inicios de los
40, dejaron como herencia a la ciudad, motivando con sus acciones no controladas, la necesidad del Plano
Urbano.
38
reconstrucción del edificio en la de la parte ocupada por el inquilino.
Obteniendo (el propietario) sentencia favorable en primera instancia, hace
ejecutar este fallo, prestando “fianza de resultas”. Tal garantía es ofrecida por
haber apelado el inquilino. Como consecuencia de esa ejecución enfáticamente
llamada provisional, se dicta la orden de lanzamiento y el pobre inquilino es
desalojado en el acto (...) A1 propietario no le importa absolutamente nada que
los tribunales superiores, revoquen o declaren ilegal la sentencia, esto porque
llegado tal caso, es suficiente alegar que ha terminado la competencia del juez
del desahucio y que han cambiado las condiciones de la casa alquilada llamase
edificio, departamento, tienda o almacén, con sólo cambiar el piso de las
habitaciones (era suficiente añadirle un pequeño desván, mezanine, etc.) y que
en tal virtud, si el inquilino quiere recobrar la posesión de la casa alquilada o
reclamar su restitución, debe hacerlo en juicio separado, dirigiendo su acción
contra ‘el fiador de resultas’ que garantizó el lanzamiento. Tal es la doctrina
que acaba de preconizar el Presidente de la Corte, estableciendo de esta
manera una norma, cuya aplicación da lugar en último análisis, a que el triunfo
obtenido por el inquilino, sea enteramente nominal y sin ningún resultado
práctico, ya que ningún inquilino está en condiciones de entablar un nuevo
juicio contra el fiador, que por lo regular es irresponsable, y todavía con la
contingencia de poder perder, si el propietario ha recurrido al ardid de
cambiar el piso de las habitaciones, con lo que cambia la estructura de la casa
alquilada. Ya saben los propietarios el camino que deben seguir: les basta
obtener sentencia favorable en la primera instancia, aunque su demanda sea
injusta... Luego debe prestar fianza de resultas que es sólo de carácter
personal... y hacer ejecutar la sentencia... Si se revoca el fallo por los tribunales
superiores, podrá obsequiar a su inquilino una sonrisa y decirle: ‘Vaya usted a
reclamar en juicio ordinario la restitución'. (El Imparcial, nº citado).

El otro gran tema generador de fricciones y conflictos fue la cuestión de la rebaja de


alquileres o los intentos de limitar su monto. Las medidas legales en este sentido,
tuvieron un primer antecedente en las disposiciones del Gobierno del Tcnl. Germán
Busch. Un primer Decreto Ley de 28 de diciembre de 1937 disponía la prohibición de
elevar alquileres “por casa-habitaciones, almacenes, garajes, oficinas, depósitos y
viviendas en general”. El Decreto Ley de 14 de enero de 1938, sobre la limitación de
rentas disponía que: “los propietarios de casas urbanas y suburbanas, sus apoderados
o quienes 1as subarrienden por su cuenta, podrán percibir por concepto de locación,
hasta el 10% anual de renta bruta, libre del impuesto que crea este Decreto Ley”. Tal
impuesto consistía en que, el exceso de cada un quinto (0.20%), sobre el límite fijado,
cotizaría el 2% de impuesto, computable sobre el total de la renta de acuerdo a una
escala progresiva hasta el 15% de impuesto.

Estas medidas encomiables por su elevado sentido social, sin embargo, no arrojaron
resultados prácticos positivos. Los alquileres continuaron incrementándose, y en el
fondo poco o nada se modificó, entre otras causas, porque como ya vimos, los recursos
jurídicos para evadir la ley, eran infinitos, en tanto los mecanismos para hacerla
cumplir, eran limitados.

El Gobierno del General Gualberto Villarroel, dictó la ley de 3 de enero de 1945, que
inspirándose en la anterior disposición, decretaba una nueva rebaja de alquileres
conforme a una escala variable similar a la anterior, pero incrementando los porcentajes
38
de rebaja375. Esta misma ley disponía la terminante prohibición a los propietarios, de
presionar a sus inquilinos con privación de suministro de energía eléctrica, agua potable,
acceso a servicios higiénicos, etc.; suspendía los juicios de desahucio para los inquilinos
que cotizaban los alquileres más bajos, paralizaba la actitud de no alquilar habitaciones
desocupadas y las negativas a alquilar a matrimonios con hijos. La reglamentación de
esta ley, promulgada mediante Decreto Supremo de 30 de abril de 1945, otorgaba a las
Municipalidades la atribución de conocer y resolver las reclamaciones relativas a
locación, creando para este efecto las Comisarías de Vivienda.

El antecedente de estas disposiciones legales, particularmente en Cochabamba, fue la


creciente especulación en materia de vivienda, determinando que en muchos casos, el
monto del alquiler se convirtiera en una carga muy onerosa que influía en la atención
deficiente a otros gastos como alimentación y vestido, en tanto los sueldos y salarios no
se incrementaban. Se denunciaba en 1944:

En vano el gobierno ha dictado medidas que prohíben la elevación de


alquileres, pero los propietarios siguen exigiendo que se les pague más y más, y
para conseguir su propósito, recurren a molestar de todos modos a los
inquilinos, quienes presionados por amenazas y ante 1a falta de protección de
las autoridades, se ven obligados a hacer cruentos sacrificios para satisfacer la
insaciable especulación (…)Si se hace un análisis de las posibilidades
económicas de los inquilinos, que por su misma condición de tales, son
elementos pobres, se llega a la conclusión de que una gran parte de sus
ingresos tienen que destinar para pagar el alquiler, reservándose una menor
parte para satisfacer sus necesidades de alimentación, vestuario, etc. (El
Imparcial nº 4086, 23/02/1944).

Un editorial del órgano de prensa citado anteriormente, era aún más explícito: “Las
leyes sociales han protegido ampliamente al inquilino, pero esas leyes le han dado una
protección teórica. Los dueños de casa hilan muy fino para dejarse absorber con tales
leyes, que verdaderamente son libérrimas” (El Imparcial nº 4095, 04/03/1944).

Sin embargo, las disposiciones del Gobierno Villarroel, por primera vez, ponen en
aprietos a los propietarios y también por primera vez, los inquilinos se sienten
relativamente protegidos. La lucha entre estos y aquéllos, que hasta entonces fue un
conflicto estrictamente individual y privado, tiende a tomar una franca dimensión social,
de tal manera que se puede percibir, que en el fondo, este conflicto era una expresión de
una verdadera confrontación de clases. Por una parte, la lucha de una clase propietaria
de un medio esencial de reproducción de la fuerza de trabajo, que por la propia lógica
de agilizar la realización del ciclo del capital y reproducción del mismo en términos
ampliados, procuraba estratos sociales cada vez más solventes en relación a su
necesidad de incrementar alquileres como forma de resistir al Estado y conformar un
inquilinato que además de dócil, le garantizara el nivel de acumulación deseado; y por
otra, una masa de inquilinos de bajos recursos, que se resistía a tales apetitos
especulativos, viéndose obligado a organizarse socialmente, aunque con muchas
limitaciones y debilidades, donde las propias políticas estatales al limitar el problema y
la solución a una escala individual, no hacía viable la opción de la movilización social

375
Este Decreto disponía los siguientes porcentajes de rebaja: alquileres hasta Bs. 1.000, el 30% de
rebaja mensual. De Bs. 1.001 hasta 2.000, el 20% de rebaja mensual. De Bs. 2001 basta 3.000, el 15% de
rebaja mensual. De Bs. 3.001 hasta 5.000, el 10% de rebaja mensual.
39
organizada. Por esta razón no resultaban extraños este tipo de comentarios de tono
fatalista:

La vivienda ha llegado a consumir por lo menos la tercera parte y hasta el 38%


de las rentas de los elementos burocráticos y de1 proletariado. Un empleado o
funcionario público, que gana un sueldo de Bs. 6.000, es seguro que paga,
cuando menos, un alquiler de Bs.2.000, porque 1a vivienda tiene que estar
desmantelada (en ruinas), si se compone de una sala, dos dormitorios, de un
comedor, donde puede caber una familia de más o menos 5 miembros, para que
cueste nada más que Bs. 1.000 por mes (…) Un obrero que gane 1.000 Bs.
ocupará una pieza grande, cuyo valor nunca es menor que Bs. 300 (El Imparcial
nº 4358, 02/02/1945).

Como ya observamos, esta lucha por el techo en cierta forma, era una lucha por el
derecho de los sectores de menores ingresos a un sitio en la ciudad, más precisamente
las zonas céntricas, de las que los elevados alquileres trataban de expulsarlos, para
permitir la solidez y bienestar de un negocio como es el poseer inmuebles, que se
tornaba muy lucrativo, “aún más que e1 de la agricultura”. (El Imparcial, nº citado).
Ello explica el afán constructivo y la expansión urbana sobre zonas agrícolas, incluidas
“las maicas”, tan valorizadas en el siglo XVIII y XIX, por su prodigiosa fertilidad. Las
disposiciones de la Ley de Rebaja de Alquileres, pretendían quebrar este proceso.
Naturalmente los propietarios respondieron a esta ofensiva. No rebajaron los alquileres,
pero si se incrementaron las argucias (hecha la ley, hecha la trampa). De esta forma, se
pusieron de moda, por una parte, “el cobro de alquileres adelantados” por varios meses,
sin renunciar a las amenazas y los compromisos privados leoninos, en que algunos
llegan a renunciar a los beneficios de esta ley, y por otra, “los contratos dobles”, uno
nominal, con rebaja, pàra guardar apariencias, y otro, el real, naturalmente sujeto a
incrementos. Además, las tradicionales formas represivas de clausura de baños, cortes
de energía eléctrica, etc., no cesan. Por toda la ciudad surgen conflictos, los inquilinos
reclaman la rebaja de ley, los propietarios se niegan a concederla. Los pleitos se
multiplican... El flamante juzgado de vivienda de Cochabamba, no se da abasto, y en
muchos casos, los reclamos ya no son en torno a la interpretación de la ley, sino por
ultrajes mutuos, en un clima de franca beligerancia.

El conflicto gana proporciones significativas. Prontamente la prensa toma el partido de


los propietarios, primero tímidamente, pero luego en forma más franca, dejándose oír
voces que reclaman, que; “Apoyados en la ley de rebaja de alquileres, los inquilinos se
han colocado en las nubes, desconociendo los derechos y 1a personalidad de los
propietarios de casas que son ultrajados de hecho”. (El Imparcial nº 4475, 30/06/
1945)376.

Pronto los propietarios encuentran un poderoso portavoz en el Comité Pro Cochabamba,


que reclama que “los inquilinos dando mala interpretación a los términos sustanciales
de tal disposición (1a ley de rebaja de alquileres), tratan de despojar de sus derechos y
prerrogativas a 1os propietarios de casas”. Se denuncia que la “citada disposición
376
Se anotaba que si habían ganadores en este conflicto, éstos eran de hecho: “los almaceneros,
bodegueros pulperos y bolicheros, que depositan los alquileres con las rebajas concedidas, siendo éstos
los beneficiarios por el Estado por que pagan mal y rebajado el alquiler de los almacenes y siguen
explotando descaradamente al pueblo, vendiendo mercaderías y alimentos a precios que les viene en
gana” (El Imparcial, número citado).
39
legal, favorece casi exclusivamente a los inquilinos, colocando en un verdadero
conflicto a los propietarios que son presionados a hacer considerables rebajas en
menoscabo de sus intereses y economía”. Si bien el pronunciamiento del Comité
reconocía el alcance humanitario de la política, en relación a los sectores de escasos
recursos, censuraba el afianzamiento económico de los comerciantes, que veían
rebajados los alquileres de sus establecimientos, pero no por eso, cejaban en sus
actitudes especulativas. El argumento de mayor fuerza, giraba en torno al impacto de la
aplicación de esta ley sobre la construcción:

Con motivo de las restricciones de alquileres, 1a mayoría de los propietarios de


fundos urbanos, han suspendido trabajos de suma importancia, relacionados
con el progreso urbano de la ciudad. Muchos chalets en construcción, han
quedado en medio trabajo, porque los propietarios restringidos en sus cálculos
y economías, por la Ley de Rebajas de Alquileres, han suspendido las obras
significando esta circunstancia, un retroceso para el progreso urbano

Se añadía que estas obras, eran financiadas por préstamos bancarios o de particulares,
sobre la base de responder al servicio de los intereses y amortizaciones del capital “con
e1 producto lega1 de los alquileres de sus casas (...) viéndose hoy en la dolorosa
necesidad de proporcionar rebajas, sufrir vejámenes e insultos y hasta sostener juicios
criminales con los inquilinos insolentes”, añadiendo que: “Los propietarios han
quedado con la soga al cuello y semiasfixiados con la acción contraproducente de la
citada ley”. Concluía el pronunciamiento informando que el Comité Pro Cochabamba,
había impetrado ante la H. Convención Nacional, la derogatoria de la Ley de Rebaja de
Alquileres “por que afecta hondamente y ataca el derecho de propiedad amparado por
1a Constitución Política de1 Estado” (El Imparcial nº 4520, 02/09/1945).

Es indudable que el objetivo de suprimir esta ley, fue un otro elemento que aglutinó la
oposición contra Villarroel y de hecho, la misma dejó de tener vigencia después de los
luctuosos hechos del 21 de julio de 1946 que culminaron con el asesinato y colgamiento
del presidente. Su último vestigio, las Comisarías de Vivienda, fueron suprimidas por
Decreto Supremo de 25 de junio de 1948, emitida por el Gobierno de Enrique Hertzog.

De todo lo anterior, podemos inferir que la cuestión de la vivienda, fue un primer


escenario de conflicto social entre poseedores y desposeídos, marcando una actitud del
Estado ante este problema, más de tipo administrativo, en la medida en que los dos
protagonistas centrales de la legislación de interés social sobre la vivienda: Busch y
Villarroel, jugaron a la carta de la reforma social, a través de decretos y leyes, que
pasaron a aplicarse sobre un cuerpo jurídico-político intacto y estructurado en función
de garantizar los pilares de la sociedad tradicional, es decir, la defensa cerrada del
santuario de la propiedad privada y la libre empresa, cuyo afán de búsqueda de plus
valor, inútilmente trató de ser controlado, en la medida en que el propio Estado evitó
una movilización social en torno a la reivindicación de la vivienda y sus pretensiones de
mejorar la situación habitacional de las masas urbanas empobrecidas, prefiriendo
encausar esta política por canales burocráticos-administrativos, donde fueron
despojados de cualquier eficacia y viabilidad.

Lo anterior se tradujo en el hecho, de que en ciudades como Cochabamba, el conflicto


entre dueños de casa e inquilinos, fuera dirimido, en la arena de lo estrictamente
individual, en pleitos judiciales y conciliaciones, cuyo resultado desembocaba en
39
frecuentes derrotas de los locatarios, que las absorbían y sobrellevaban en la intimidad
del drama familiar. No se produjeron significativas movilizaciones populares respecto a
estos dramas, y las organizaciones de inquilinos jamás adquirieron la fuerza necesaria.

Si bien los órganos de prensa expresaron el fondo social del problema, su prédica no
encontró la respuesta adecuada, y en ningún momento, existió la posibilidad de acciones
colectivas de inquilinos en defensa de su derecho a una vivienda digna o aún al simple
cumplimiento de la legislación vigente. Si bien, el grado de agravamiento de multitud
de conflictos localizados por toda la ciudad, inundó con reclamos la Comisaría de
Vivienda y los estrados judiciales, esta suma de antagonismos individuales, no llegó a
estructurar un movimiento social urbano organizado. Lo que se puede inferir a partir de
este fenómeno, es una hipótesis que transcurre por dos vertientes:

 Primero, que los actores sociales involucrados en el proceso conflictivo descrito,


están constituidos por diferentes estratos de clase media -empleados públicos,
profesores, profesionales liberales, pequeños comerciantes, etc.- que se
enfrentan con los propietarios, sin salir nunca de los moldes jurídicos de la
estructura social imperante aun, cuando era de todos conocido, que dichos
propietarios de inmuebles tenían a su favor todas las reglas del juego de ese
aparato jurídico y se sabían en el fondo protegidos por un Estado, que en ningún
momento, puso en duda esta salvaguarda; pero sí se desdobló, en formas
alegóricas de protección social al desamparado inquilino, procurando más su
control social, político e ideológico, así como evitando su organización militante
en defensa de sus derechos.
 Segundo, muchos componentes de los estratos de menores ingresos -artesanos,
obreros, comerciantes ambulantes, trabajadores en servicios personales,
trabajadores por cuenta propia, domésticos, etc.-, habitaban las zonas sudeste y
sudoeste de la ciudad en calidad de propietarios de pequeños fundos, adquiridos
desde fines del siglo XIX. Otros, atingidos por la crisis de la vivienda,
voluntariamente salieron de la zona central y se aglutinaron en caseríos de la
periferia, o se redujeron a habitar una simple habitación en los tugurios en que se
convirtieron las casonas del centro urbano. El peso de la crisis habitacional de la
década de 1940 recae, sobre todo, sobre las clases medias necesitadas de habitar
el centro urbano, en razón del vínculo con sus fuentes de trabajo, es decir, en
unos actores poco dispuestos a confrontarse socialmente con los propietarios.

Estos factores, hicieron que la aspiración de vivienda para los trabajadores, no se


orientara con vehemencia hacia la cuestión de los alquileres, sino hacia la aspiración de
la construcción de “barrios obreros” y “vivienda barata” que expresaban organizaciones
como la Federación Obrera Sindical (FOS).

Por último, para cerrar el capítulo vivienda, resulta importante observar cómo esta
dinámica de crisis, conflicto y dominación social, se materializa en el ámbito urbano. El
Censo Municipal de 1945, nos permite esta aproximación, conocido el marco social y
jurídico-político que rodea a las expresiones estadísticas que pasaremos a examinar a
continuación, procurando explicaciones que saliendo del límite puramente cuantitativo,
profundicen en algunos conceptos expresados en términos, tal vez muy generales.
Comenzaremos analizando la relación entre número de habitantes, familias, manzanas y
casas que existen en el momento del citado Censo:
39
CUADRO Nº 119: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas por población, número
de manzanas y viviendas, 1945
Zonas urbanas Número de Número de Número de Número de
habitantes familias manzanas viviendas
Noroeste 12.269 1.997 57 874
Noreste 10.712 1.809 58 823
Sudeste 15.960 2.955 54 998
Sudoeste 15.491 2.842 56 1.037
La Chimba 507 98 4 64
Hipódromo 1.264 246 13 180
Sarco 611 111 4 70
Mayorazgo 152 20 1 15
Cala Cala 2.941 502 20 368
Quero Queru 2.908 527 25 310
Tupuraya 552 110 8 78
Muyurina 3653 564 19 302
Las Cuadras 1.189 227 7 133
Alalay 1.237 238 13 123
Jaihuayco 1.404 292 11 173
La Maica 642 114 10 93
Totales 71.492 12.652 360 5.641 Fuente:
Censo Demográfico de la ciudad de Cochabamba 1945, Imprenta
Universitaria, 1949.

Podemos comprobar a través del cuadro anterior, que la ciudad como ya habíamos
observado anteriormente, no configuraba una mancha urbana homogénea y continua,
sino más bien, se caracterizaba por la existencia de un área central de consolidación
urbana y pequeños núcleos dispersos vinculados por vías diversas al área central
mencionada. La misma, contenía las cuatro zonas tradicionales o "casco viejo" con
54.432 habitantes, es decir, el 76.14% del total censado, lo que equivalía a 9.603
familias (75.90% del total) que ocupaban 225 manzanas (62.5% del total de manzanas)
y 3.732 viviendas (66.16% del total). Los núcleos situados fuera de este núcleo central,
eran en realidad pequeñas aglomeraciones, todavía fuertemente articuladas a un entorno
rural de huertos y maizales. De ellos, Muyurina, Cala Cala y Queru Queru, que eran los
núcleos más importantes, apenas habían consolidado unas dos decenas de manzanas y
unos centenares de casas (Ver Plano 13).

Profundizando en la información anterior, a partir de establecer coeficientes y


promedios de la distribución espacial de esta población por manzanas y viviendas,
tenemos
39
CUADRO Nº 120: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas según familias
promedio, densidad de habitantes, familias por manzana, promedio de familias por
casa y promedio de habitantes por casa, 1945

Zonas urbanas Familia Número de Número de Número de Promedio de Promedio de


promedio habitantes familias casas familias Habitaciones
p/manzana p/manzana p/manzana p/casa p/casa
Noroeste 6,14 215 35 15 2,33 14
Noreste 5,92 185 31 14 2,21 13
Sudeste 5,40 295 55 18 2,96 16
Sudoeste 5,54 277 51 18 2,74 15
La Chimba 5,17 127 24 16 1,53 8
Hipódromo 5,13 97 19 14 1,37 7
Sarco 5,50 153 28 17 1,58 9
Mayorazgo 7,60 152 20 15 1,33 10
Cala Cala 5,85 147 25 18 1,36 8
Quero Queru 5,51 116 21 12 1,70 9
Tupuraya 5,01 69 14 10 1,41 7
Muyurina 6,48 192 30 16 1,87 12
Las Cuadras 5,24 170 32 19 1,71 9
Alalay 5,20 95 18 9 1,93 10
Jaihuayco 4,81 128 26 16 1,69 8
La Maica 5,63 64 11 9 1,22 7
Fuente: Elaboración propia en base al Cuadro 119

Los promedios que expresa el cuadro anterior, nos permiten una aproximación a una
realidad más precisa. Ahora no sólo podemos inferir que las cuatro zonas de la ciudad
tradicional, son las mejor consolidadas y las más densas, tanto por su número de
habitantes como por su cantidad de edificaciones, sino que además, presentan un
promedio de habitantes por vivienda, que en todos los casos, supera a las dos e incluso
se aproxima a las tres familias, permitiendo percibir la inexistencia de la vivienda
unifamiliar en las zonas centrales, en 1945, por lo menos en términos estadísticos
significativos. Por el contrario, la casa de vecindad era la forma más frecuente y
extendida. Visto el fenómeno globalmente, se debe admitir que el índice de ocupación
de cada vivienda en el “casco viejo” era elevado, y probablemente, la calificación de
“tugurios” para ese tipo de alojamiento colectivo y “tugurización” para ese tipo de
función residencial, no era un dictamen demasiado severo ni exagerados, tomando en
cuenta naturalmente, nuestra actual concepción de residencia y vivienda377.

Por otra parte se puede verificar que las zonas populares del Sur, eran las más densas y
las que expresaban indicadores de aglomeración de habitantes más elevados. Se puede
sugerir incluso, por ejemplo, que la zona Sudeste, ya en este tiempo, presentaba una
mayor densidad edificada en función de la actividad ferial, y esencialmente, de la
actividad comercial que comenzaba a articular. Muchas de las viviendas de los
alrededores de Caracota, la Av. Aroma, la parte Sur de la Av. San Martín, 25 de Mayo,
Esteban Arze., etc., además de concurridas colmenas, eran el lugar donde se ubicaban
prósperas chicherías, “viviendas-taller” de artesanos, “viviendas-tienda”, “viviendas-

377
Bajo el término “vivienda” entendemos el espacio vital de un hogar, donde cada miembro de la
familia y el conjunto familiar, gozan de privacidad, seguridad e intimidad, al mismo tiempo que disponen
de un medio ambiente no contaminado, disfrutan de una adecuada infraestructura, de un adecuado
soleamiento y ventilación, y cada individuo además, posee un espacio individual donde cultiva su
personalidad e identidad.
39
pulperías”, o más genéricamente, “viviendas-negocio” de multitud de pequeños
comerciantes y trabajadores por cuenta propia.
.
La casona señorial, en la forma en que fue concebida y consumida en el siglo XVIII y
buena parte del XIX, traducía en su estructura y en el uso simbólico de sus espacios, un
remedo de la sociedad hacendal de castas y privilegios. Sin embargo esta vivienda,
ahora ha sido totalmente transformada y caóticamente “popularizada”. Por ejemplo, la
adaptación de “cuartos a la calle”, significó que venerables salones fueran tabicados, y
que primorosos ventanales con artísticos enrejados, fueron transformados en accesos,
dejando lugar a horrorosas cortinas metálicas enrolladas que protegían ambientes
lóbregos, que luego eran disputados por comerciantes sirios, semitas y vallunos. En el
primer patio, se organizaban “departamentos” de 2 y 3 habitaciones, tanto en la planta
baja como en “los altos”, donde se alojaban quejumbrosas familias de clase media. Las
habitaciones de los segundos patios, e incluso de los terceros, eran alquilados por
cuartos o “departamentos” menos presuntuosos, a familias de clase media de menores
recursos, a artesanos y todo tipo de gente pobre o que estaba próxima al umbral de la
pobreza. Finalmente, “los canchones” de los fondos de la propiedad, eran una suerte de
letrina “democrática” donde cada cual hacía lo suyo. En algún caso, el baño era
privilegio de los del “primer patio”, e incluso algunos servicios como la energía
eléctrica, el agua y el alcantarillado, que en esa época eran francamente deficientes. Es
difícil imaginar cómo, sobre este escenario, muchas veces se agregaban la chichería y
los pequeños talleres de zapateros remendones, sastres, cerrajeros, etc. En fin, sobre este
abigarrado “conventillo” se cernía la omnipotente presencia del “dueño de casa”,
siempre atento al calendario de sus cobranzas, aunque por lo general, ciego y sordo a las
necesidades de mejoras constructivas, sanitarias o funcionales de su indiscutido imperio.

Retornando al contenido del Cuadro 120, podemos comprobar, observando lo que


ocurría en zonas alejadas del centro, como Muyurina, Mayorazgo, Alalay, Las Cuadras,
Tupuraya, Queru Queru y Sarco, que también en mayor o menor grado, expresaban
situaciones de alojamiento similares a los de la zona central. En el caso de Mayorazgo,
se puede observar que la familia promedio era la más numerosa de la ciudad, aunque la
relación habitante por vivienda era uno de las más bajos, esto sugiere, la existencia de
familias ampliadas, pero muy probablemente, la presencia de agricultores-huertistas,
criadores de ganado, granjeros etc., además de poseedores de casas-quinta, que incluían
en el marco familiar, a dependientes y personal doméstico. En el caso de la Muyurina,
parece ocurrir otro tanto similar, aunque con una variante, emergente de su relación
habitantes por vivienda, que se aproxima a las dos familias, lo que se traduciría en la
combinación de la forma anterior, con viviendas de pequeños artesanos, elaboradores de
chicha y otros que organizaban conventillos en ciertos lugares, como la salida del
camino a Sacaba y otros caseríos, que incluso datan de la época colonial.

El caso de Tupuraya, sugiere ser diferente al de la Muyurina, en este caso, la familia


promedio era de apenas 5 miembros, y sin embargo, el promedio de familias/viviendas
se aproxima a dos familias por cada unidad de vivienda, lo que permite inferir la
existencia de familias de pequeños agricultores y otras ocupaciones, aunque con escasa
servidumbre. En el caso de Alalay, el pequeño núcleo existente estaba constituido sobre
todo, por pequeños comerciantes y artesanos, tal vez supervivientes o herederos de lo
que restaba de los viejos barrios coloniales de la Jabonería y la Carbonería, también en
este caso, la relación habitantes/vivienda se aproxima a dos familias y es indudable que
39
en esta zona, también existieron conventillos, pese a las modestas proporciones del
conglomerado (13 manzanas) y los extensos campos hacia donde podía expandirse.

Queru Queru parece combinar dos situaciones: la casa-chalet en zonas recientemente


urbanizadas (el Rosal, Portales, etc.), con antiguas casas, muchas de ellas convertidas en
conventillos concentrados en torno a la Recoleta desde el siglo pasado, y teniendo por
punto focal, el Templo del mismo nombre. Las Cuadras pasó a ser un barrio nuevo,
indudablemente presentaba viviendas más modernas, pero por su relación
habitantes/vivienda, muy próxima a dos familias, sugiere chalets con inquilinos en
edificaciones anexas, tal vez bajo la modalidad tan extendida hoy. Por último Sarco
configuraba un caso parecido al de Tupuraya.

Otros barrios como Cala Cala, Jaihuayco, La Chimba, Hipódromo, Tupuraya -al que ya
nos referimos- y, La Maica, combinaban situaciones diversas, aunque con un resultado
aparentemente homogéneo, es decir la no existencia o existencia poco significativa, de
conventillos, en favor de una más extensa presencia de viviendas unifamiliares. Cala
Cala vendría a expresar una combinación de chalets y casas-quinta, similares al caso de
Queru Queru, pero sin combinar como en dicho caso, con viejas casas convertidas en
conventillos; su composición próxima a una familia por vivienda, sugiere escaso
inquilinato y residencias con viviendas unifamiliares y servidumbre, como corresponde
al hábitat de los estratos de ingresos altos. Contrariamente Jaihuayco, muestra la
composición familiar más baja de la ciudad, aunque una relación familias/vivienda
próxima a dos; estos indicadores sugieren, la existencia de viviendas modestas,
conformadas por pocas habitaciones, tal vez “medias aguas” -cuartos en hileras, donde
habitan 2 y hasta un máximo de 3 familias de pequeños comerciantes, elaboradores de
chicha, artesanos y unos pocos agricultores y, quien sabe, gentes que hacía todo esto por
temporadas. Este paisaje de vivienda campesina que se adaptaba a la forma del lote
urbano -las habitaciones de “medias aguas”-, matizadas por pocos chalets dispersos,
también era el caso de los caseríos de zonas como Tupuraya, el Hipódromo y La Maica,
habitados por pequeños agricultores, artesanos y clase media pobre, estos últimos,
expulsados de las zonas centrales de la ciudad.

Este exceso de detalle, fatigoso pero necesario, nos permite una mejor definición de esta
estructura urbana, en los primordios de su acelerada transformación posterior. En
realidad la ciudad de Cochabamba en esta época, era el resultado, de la combinación
poco elaborada del viejo casco urbano, cada vez más denso y menos habitable, y un
conglomerado aún difuso, heterogéneo y disperso de modestos caseríos y tímidos
atisbos de “urbanizaciones” para “casas modernas”, en realidad, débilmente vinculados
por avenidas, que en muchos casos, más se asemejaban a caminos vecinales, que se
transforman en cenagales en la temporada lluviosa y en polvorientos desiertos en el
estío. Todo este conjunto, estaba rodeado e incluso penetrado por el mundo rural, que en
buenas cuentas, era todavía ampliamente dominante más allá del “casco viejo”. Los
recién constituidos barrios residenciales, todavía expresaban una singular mezcla de
casas-quinta y huertos, que guardaban mucho de la vieja campiña llena de recuerdos de
antiguos placeres veraniegos, con inserciones puntuales de “ciudad- jardín”, como
sinónimo de modernidad, que más que innovación espectacular, representaba el caer de
un telón que marcaba la conclusión de la romántica y señorial aldea.

Ese tiempo de transición que marca la realidad urbana en 1945, todavía poseía muchos
componentes de la vieja ciudad, pero este predominio ya no era gravitante. Los nuevos
39
símbolos de la urbanización moderna con sus chalets, sus amplias avenidas, sus vías
pavimentadas, su sentido de orden y limpieza, a pesar de ser francamente minoritarios,
tenían la fuerza del porvenir y representan la dinámica de una sociedad que no sólo
comenzaba a transformar su apariencia externa, sino que además, comenzaba a plantear
su viabilidad, cuestionando los viejos valores de su cimiento estructural. Observando la
relación específica del número de viviendas por número de familias que arrojaba el
censo de 1945, tenemos:

CUADRO Nº 121: Ciudad de Cochabamba: Viviendas según el número de familias


que las ocupaban en 1945

N.º de viviendas N.º de familias % de viviendas


por vivienda en cada caso
2.767 1 49,48
1.139 2 20,37
610 3 10,91
336 4 6,01
188 5 3,22
137 6 2,45
89 7 1,59
55 8 0,98
38 9 0,68
23 10 0,41
19 11 0,34
8 13 0,14
6 14 0,11
4 16 0,07
2 17 0,03
4 18 0,07
1 20 0,02
2 22 0,03
1 23 0,02
1 24 0,02
2 26 0,03
2 37 0,03
1 39 0,02
67 Desocupadas 1,20
72 c/cuidadores 1,29
5.592 - 100
(1) No se consideraron 49 viviendas colectivas
(Hoteles, hospedajes, conventos, cuarteles).
Fuente: Censo Demográfico de la ciudad de Cochabamba, 1945.

El cuadro anterior transcribe textualmente la estadística del censo de referencia y nos


permite perfeccionar algunos aspectos del análisis de los cuadros 119 y 120. Sin
embargo, la inexistencia de una referencia sobre la distribución espacial de estas
viviendas, en contraste con los cuadros anotados, limita su correcta interpretación y
podría relativizarla hacia apreciaciones muy generales, y por ello mismo, riesgosamente
inexactas, razón por la cual sólo realizamos un análisis global: Una primera cuestión a
considerar, es que casi un 50% de las viviendas en 1945, son del tipo unifamiliar. Este
porcentaje, si se compara con los censos de 1880 y 1886, donde esta misma relación
alcanzaba a 66.38% y 58.42% respectivamente378, y con las precauciones del caso, nos
378
Esta estimación resulta aproximada y se basa en que en 1880, en 1.104 casas habitaban entre 1 y 9
personas, y en 1886, esta situación se reducía a 1.044 casas, que de todas formas representaban el
39
permite inferir que en 1945, el tipo de vivienda anotado no representaba
tendencialmente una situación de expansión, sino de una relativa contracción. Si
observamos, con respecto a la citada vivienda unifamiliar, los promedios de
familia/vivienda, anotados en el cuadro No. 121, podemos arriesgar que un porcentaje
significativos de las mismas, se ubicaba en los nuevos barrios residenciales y populares.
y otro no menos importante, en las zonas Noreste y Noroeste, en urbanizaciones nuevas
como Mosojllacta, la Avenida Villazón, Alameda, etc, estando también presente, en la
zona sur, pero tal vez no en términos tan amplios. Si esto fuera así, también se puede
inferir que por “vivienda unifamiliar”, debemos entender una gama de variantes, que
van desde el chalet residencial, pasando por la “casita funcional de bajos y altos” de la
década de 1930 (donde “lo moderno” era sobre todo la cubierta escondida y un
predominio de líneas rectas y sobrias), la casona subdividida en una planta baja de uso
comercial y una planta alta residencial, etc., hasta el simple cobijo de uno o dos cuartos
que solía habitar el artesano, el modesto comerciante o el pequeño agricultor de
extramuros.

Un otro tipo de vivienda que alcanzaba a algo más del 20% del total en 1945, era
aquella donde habitan dos familias, también indudablemente con mayor presencia en las
zonas centrales y en algunos barrios como Queru Queru, Muyurina, Las Cuadras,
Alalay y Jaihuayco donde el promedio familias-vivienda se aproxima a dos (Cuadro
120). Las viviendas que contenían 3 y más familias, alcanzaban en conjunto a un
27.66%, que sin duda en un porcentaje mayoritario, se encontraban en las zonas
centrales, particularmente los barrios del sur.

Retornando a una anterior observación sobre las condiciones de vivienda del sector
central, podemos admitir que las vetustas casonas, con dificultad podían ofrecer
condiciones aceptables de habitabilidad a dos familias, tornándose ya francamente
deficitaria esta condición, a partir de una tercera familia habitando estas casas. Es obvio
que el deterioro de las condiciones de habitación, empeoraban en relación directa con la
aglomeración de familias por vivienda. Si admitimos a partir de lo anterior, que tres
familias por vivienda marcaban el umbral de la incomodidad crítica para compartir este
espacio, en la gran mayoría de los casos, no proyectado para esta intensidad de uso,
situación que se podía tipificar como hacinamiento; cuatro familias por vivienda, ya era
sinónimo de franca tugurización379. Observemos más atentamente ese casi 30% restante
de viviendas que configuraban diversas situaciones críticas de habitabilidad:

porcentaje mayoritario de las viviendas existentes.

379
También hacia 1945, aparecen los primeros edificios de departamentos de 3 plantas, sobre todo
ubicados en la Av. San Martín, la Diagonal, la Alameda. etc., aunque en un porcentaje poco significativo
(74 unidades según el Censo de 1945).
39
CUADRO Nº 122: Ciudad de Cochabamba: Número de viviendas según diversos
grados de hacinamiento de familias en 1945 (1)

Familias por vivienda Número de Porcentaje


viviendas
3 familias 610 39,43
4 a 6 familias 661 42,72
7 a 9 familias 182 11,76
10 a 12 familias 54 3,49
13 a 15 familias 20 1,29
16 a 18 familias 10 0,65
19 a 26 familias 7 0,46
27 y más familias 3 0,20
Total 1.547 100
(1) Solo se consideran viviendas con 3 y más familias
Fuente: Elaborado en base al Cuadro 121

De las 1.547 viviendas (27.66% del total urbano), que presentaban diversos grados de
hacinamiento, un 39% se ubicaba en el umbral anteriormente anotado, involucrando a
610 viviendas. A partir de este límite, podemos asumir que en la ciudad, existían en
1945, 937 viviendas que se pueden considerar como tugurios, mejor conocidos como
“conventillos.”

Del conjunto de tugurios, un primer nivel crítico, se ubicaba en la franja de 4 a 6


familias380, es decir, 20 a 29 personas por vivienda, esta característica afectaba a 661
viviendas, con casi un 43% del total considerado. Un segundo nivel critico, más agudo
que el anterior, abarcaba una franja de 7 a 12 familias 34 a 59 personas por vivienda,
esta situación involucraba a 236 viviendas que representaban el 15.25% del total
considerado. Un tercer nivel de hacinamiento extremo, abarcaba una franja entre 13 y
18 familias, o sea, 64 a 88 personas por vivienda, afectando a 30 casonas donde
obviamente las condiciones de habitabilidad eran ya infrahumanas. Por último un cuarto
nivel de gravedad máxima, abarca una franja más estrecha de 19 y más familias, 93 a
191 personas por vivienda en el caso extremo, afectando a 10 casonas donde los cuadros
de hacinamiento y promiscuidad que caracterizaban los tugurios de las metrópolis
latinoamericanas de ese tiempo, estaban, sin duda, plenamente presentes. No obstante
podemos anotar que los cuadros de hacinamiento agudo, eran poco significativos
numéricamente, y en general, si bien los niveles de dicho fenómeno se incrementaron
con respecto al siglo pasado, todavía hasta un 81% de la población, que comprendía
tanto estratos sociales de ingresos altos, medios y bajos, ocupaban viviendas, cuya
calidad de habitabilidad variaba desde una situación óptima a una francamente
deficitaria, pero sin constituir un franco proceso de tugurización.

El propio análisis que realizó Carlos Soruco, comisionado del Censo de 1945 fue, en
sentido de que eran “contadas las casas (popularmente ‘conventillos', en cada una de
las cuales vive un crecido número de familias”381. A partir de todo lo anterior podemos
380
En 1945, la familia promedio en Cochabamba era de 4,9 miembros.

381
Soruco por ejemplo, citaba el caso de una sola casa que alojaba 39 familias en la zona central
Sudoeste y reconocía, que la zona Sudeste era la más populosa, y presenta una frecuencia de
hacinamiento urbano más extendida. Es decir, en este sector existían dos casas con 22 familias, una con
23, una con 24, dos con 26 y una con 37 familias. Por otro lado, llamaba la atención que en la misma
zona Sur, en 17 chozas vivían 139 personas, y otras 64 personas, ocupaban 15 "casuchas", reconociendo
al mismo tiempo que “los señores empadronadores sólo han tomado en cuenta este dato en las zonas
40
asumir que la zona central y particularmente la zona Sudeste y Sudoeste, fueron las más
afectadas por situaciones de tugurización y que, los casos extremos, fueron más
situaciones de tipo puntual, en tanto, las situaciones correspondientes a los dos primeros
niveles anotados líneas arriba, se restringían mayormente a estas zonas. Sin embargo, se
debe tener cuidado de no homologar “vivienda unifamiliar”, automáticamente con un
nivel superior de habitabilidad, pues sin duda un porcentaje respetable, que
lamentablemente no consigna el censo de 1945, correspondía a las “chozas” y
“casuchas” a las que se refería Soruco y cuyas modestas dimensiones implicaban
situaciones de promiscuidad y tugurización, aún tratándose de una única familia que las
habitara. En la misma forma, tampoco se debe caer en el error de homologar vivienda
unifamiliar con vivienda propia. Para despejar esta cuestión, observemos el Cuadro 123:

CUADRO Nº 123: Ciudad de Cochabamba: Tenencia de la vivienda por zonas


urbanas en 1945

Número de Número de Número de


familias familias familias que Número de
que viven que viven viven en casas por
Zonas urbanas en casa en casas casa ajena zona
propia alquiladas sin arriendo
Noroeste 606 1.391 19 874
Noreste 528 1.281 5 823
Sudeste 644 2.311 9 998
Sudoeste 642 2.200 30 1.037
La Chimba 44 54 - 64
Hipódromo 120 126 2 180
Sarco 47 64 - 70
Mayorazgo 10 10 - 15
Cala Cala 153 349 - 368
Quero Queru 132 395 3 310
Tupuraya 47 63 - 78
Muyurina 192 372 2 302
Las Cuadras 41 186 4 133
Alalay 61 177 1 123
Jaihuayco 104 188 - 173
La Maica 55 59 - 93
Totales 3.426 9.226 75 5.641
Nota: Las familias que vivían en casa ajena sin pagar estaban compuestas de
cuidadores o parientes de los dueños de casa.
Fuente: Censo Demográfico de Cochabamba, 1945

centrales, descuidando de hacerlo en las circunvecinas,, cuyos pobladores viven en su mayor parte en
chozas y casuchas". . En 1948, el entonces Alcalde Carlos La Torre en una inspección realizada a los
tugurios de las calles Jordán, L. Cabrera y Suipacha, constataba que en dicho inmueble “que ocupa una
manzana”, vivían cerca de 100 familias compuestas por 5 a 6 miembros cada una, ocupando cada una de
ellas “una habitación de adobe generalmente de 16,00 m2 y 1,70 metros de altura, con una puerta
pequeña y sin ventanas”. El alquiler de estas “viviendas” era de 60 Bs. La misma autoridad edilicia
evidenciaba: “Impresiona dolorosamente, visitar esas casonas grandes y destartaladas de tos suburbios,
en cuyos cuartuchos ófricos, húmedos y sin ventilación, vegetan numerosas familias proletarias. Hay
niños y ancianos en esas habitaciones oscuras, que duermen en e1 suelo, lugar donde preparan sus
alimentos en el día, donde se sientan a comer y donde se divierten mirando gatear a sus criaturas
desnutridas Esa miseria humana, da a la vida un repugnante sentido de promiscuidad en que las mujeres
y 1os niños están confundidos día y noche, compartiendo su sitio con ratas y aves de corral ” (El País nº
3.081, 13/07/1948)
40
La crisis habitacional y la importancia de la cuestión de los alquileres, asumen su real
dimensión, cuando observamos el contenido del cuadro anterior. En efecto, de 12.627
familias que registraba el Censo de 1945, el 73.06% habitaba viviendas en alquiler y
sólo el 26.34% era propietaria de la vivienda que ocupaba. Proyectando esta relación al
sector central de la ciudad, sobre 9.666 familias, el 74.31% vivía en casas,
departamentos y cuartos alquilados, en tanto sólo el 25.03% habitaban sus propios
inmuebles. Los índices más elevados de inquilinato (77.30%), se registraba en las zonas
Sudeste y Sudoeste. La cantidad de inquilinos en zonas aledañas o periféricas a dicho
centro, alcanzaba al 69% de las familias que habitaban estos barrios, en tanto, en las
zonas residenciales del Norte y el Este, al 75%. De dichos barrios residenciales, Queru
Queru presentaba el índice más elevado de inquilinos, con casi un 92% de las familias
que lo habitaban. En cuanto a las otras zonas del Sur y el Oeste, las familias que
alquilaban viviendas, alcanzaban al 60% registrando el índice más bajo con respecto al
promedio urbano general, con barrios como Hipódromo, La Chimba, Sarco, Mayorazgo
y La Maica, donde este promedio era aún menor.

Los indicadores analizados, demuestran que el inquilinato no era homogéneo,


presentando en conjunto una mayor frecuencia en las áreas centrales, particularmente en
las zonas del sur de la ciudad, en tanto era menor esta incidencia, en las zonas
residenciales y populares dispersas.

Observando el número de casas por zonas y las habitadas por sus propietarios, también
podemos comprobar que sólo el 59% aproximadamente estaba ocupada por sus
propietarios, en tanto el 41% restante, estaba totalmente ocupada por inquilinos. Este
indicador en la zona central, se elevaba a casi el 65% de casas ocupadas por sus
propietarios, en cambio en las zonas residenciales, apenas alcanzaba a algo más del
37%. En el resto de los barrios, este índice se elevaba al 61%. En función de estos
nuevos indicadores, se puede precisar que las viviendas de las zonas residenciales eran
las más intensamente alquiladas en términos de la cesión total del inmueble bajo este
régimen, en tanto en el resto de la ciudad la forma más extendida, era la coexistencia de
propietarios e inquilinos.

De todo lo anterior podemos extraer algunas conclusiones: en primer lugar, que en la


ciudad sólo una fracción de propietarios ocupaba sus viviendas, de ellos una minoría sin
inquilinos, y el saldo mayoritario, compartiendo las mismas con inquilinos. Casi un
40% de propietarios no habitaba sus casas, las mismas que eran alquiladas en el 100%
de sus ambientes. A este respecto, se pueden esbozar algunas hipótesis explicativas: es
posible que una fracción de estos propietarios no vivieran en la ciudad, sino en sus
haciendas o casas-quinta ubicadas en sitios fuera del radio urbano; también es posible,
que otra fracción poseía más de una vivienda, siendo de éstas, una casona en el centro
urbano, la que compartía con inquilinos, y otras en el propio centro o un chalet en zonas
residenciales, era ocupada en su totalidad por inquilinos; por último, un cierto
porcentaje de propietarios no residía en Cochabamba y alquilaba sus inmuebles, en
tanto que en las ausencias temporales, éstos quedaban a cuidado de parientes o
cuidadores.

Sin embargo, el índice de propietarios que no habitan sus viviendas, resulta muy
elevado para admitir una ausencia de la ciudad de éstos en forma tan masiva, ya sea
porque vivían en sus fincas, o estaban en otras actividades como minas, comercio, etc.,
en otras ciudades. Esta situación podría admitirse para una fracción del porcentaje de
40
propietarios ausente, pero no para todos los casos. Nos parece razonable pensar que en
realidad muchos propietarios, (hacendados, banqueros, comerciantes, mayoristas y
minoristas, alta jerarquía estatal, etc.), al ser beneficiada durante la Guerra del Chaco,
pudo adquirir más de un inmueble y ampliar sus ambientes originales, siendo posible en
este caso, que el número de propietarios fuera realmente mucho menor al estimado bajo
el criterio simplista, de que a cada una de las 5.641 casas censadas en 1945, les
correspondía necesariamente un propietario distinto. Nuestro cálculo, aunque no
apoyado en una investigación catastral, es que el número de propietarios de casas de
todo tipo en Cochabamba en 1945, no alcanzaba a 4.000, y de ellos alrededor de un
40% podría ser propietario de por lo menos 2 casas, además que una fracción de los
mismos, era indudablemente poseedor de grandes extensiones de tierra rural que será
fraccionada en los años de la década de 1950 y siguientes, siendo incluso afectada por la
Reforma Urbana de 1956382.
Los juicios y presupuestos anteriores, nos permiten una idea más exacta de las
características del mercado urbano de viviendas, que indudablemente, presentaba rasgos
ideales para la especulación y justificaba las ardorosas polémicas entre inquilinos y
propietarios a raíz de la Ley de Rebaja de Alquileres y las innumerables reflexiones
reclamos, amonestaciones y exhortaciones de la prensa en favor de unos y otros. En
términos generales, es fácil percibir que la capacidad de alojamiento permanente que
ofrecía la ciudad en 1945, se reducía a 5.592 viviendas (descartando hoteles, cuarteles,
conventos, etc), para una población de 71.492 habitantes compuesta por 12.652
familias, sin contar más de dos millares de personas que viven en viviendas colectivas y
más de un millar que viven solas383. La relación entre demanda y oferta, arrojaba una
media urbana de 2,26 familias por cada vivienda disponible. La distribución de este
índice por zonas urbanas era el siguiente:

CUADRO Nº 124: Ciudad de Cochabamba: Situación de la oferta y demanda de


viviendas por zonas en 1945 (1)
Zonas urbanas Número de Número de Relación de Relación de
familias viviendas familias/vivienda familias/vivienda
por zonas por sectores
Noroeste 1.997 856 2,33
Noreste 1.809 808 2,24 Sector central:
Sudeste 2.995 995 2,97 2,57
Sudoeste 2.842 1.032 2,76

Cala Cala 502 368 1,36


Queru Queru 527 307 1,72 Sector residencial: 1,67
Muyurina 564 298 1,82
Las Cuadras 227 133 1,71

La Chimba 98 64 1,53
Hipódromo 246 180 1,37
Sarco 111 70 1,58 Resto urbano:
Mayorazgo 20 15 1,33 1,50
Tupuraya 110 78 1,40
Alalay 238 123 1,93
Jaihuayco 292 173 1,68
La Maica 114 93 1,22

382
Por ejemplo los licitadores del impuesto a la chicha solían tener varios inmuebles en la ciudad (cf.
supra Capítulo 16).

383
2.540 habitantes habitan 49 viviendas colectivas en alojamientos, hospitales cuarteles conventos,
cárcel etc. En la zona Noroeste existían 18 alojamientos de este tipo, en tanto en la zona Noreste, 15. En
la zona Sudeste., 3 y en la zona Sudoeste, 6. En Queru Queru 3 y en Muyurina 4. En habitaciones sueltas
vivían 1.779 personas solas.
40
(1) Sólo se toman en cuenta viviendas no colectivas
Fuente: Censo Demográfico de Cochabamba, 1945

A partir del cuadro anterior se puede afirmar, que la demanda de vivienda era muy
intensa en la zona central, particularmente en el sur, decreciendo en las zonas
residenciales y mucho más aun, en las zonas periféricas, con excepción de Alalay y
Jaihuayco. Es interesante observar, que la demanda de vivienda en Cala Cala era baja,
incluso inferior a otras zonas menos atractivas, en cambio Muyurina, Queru Queru y las
Cuadras, presentaban una demanda alta. En las zonas populares, sobresalía Alalay con
una demanda alta, probablemente por su proximidad a Caracota y su actividad ferial y
comercial, y por la misma razón, Jaihuayco. También se puede establecer, en función de
esta estructura de demanda, que los alquileres y las tierras urbanas de mayor precio,
estaban en la zona Sudeste en el sector central, en Muyurina en la zona residencial y, en
Alalay en las zonas populares.

Observando publicaciones de ofertas de propiedades urbanas en 1946, registradas


esporádicamente en la prensa de la época, podemos tener una idea muy aproximada del
valor de la tierra urbana que correspondía a este mercado de vivienda: En las zonas
centrales, dicho valor fluctuaba entre 350 y 600 Bs. por rn2, correspondiendo los
valores más altos, a aquellos sitios próximos a la Plaza de Armas, a las calles del
comercio importador (Nataniel Aguirre, Gral. Achá, Sucre, España. etc.), así como en la
zona Sudeste (calles 25 de mayo, E. Arce, transversales, y la Av. San Martín). Hacia el
norte del casco viejo, los valores descendían algo y fluctuaban entre 200 y 450 Bs. por
m2, con valores máximos en las proximidades de la Plaza Colón y la Alameda, y los
menores en las nuevas áreas urbanas de Mosojllacta y aledaños, donde incluso era
posible encontrar terrenos de hasta 180 Bs./m2. En la Muyurina y Las Cuadras se
registraban fluctuaciones más severas, así los terrenos próximos a la serranía de San
Pedro o relativamente de difícil acceso, se cotizaban entre 30 y 50 Bs. por m2, en tanto
las tierras más próximas a la zona central, sobre la Plaza Sucre, Av. Oquendo, Aniceto
Arce, ascendían hasta 200 Bs./m2, aunque era posible adquirir lotes en 150 a 180
Bs./m2 en zonas consideradas bien ubicadas.

En Cala Cala y Queru Queru también se registraban fluctuaciones notorias, así terrenos
sobre la Av. Bolívar o la Plazuela de la Recoleta, alcanzaban hasta 250 y casi 300 Bs. el
m2, con un término medio no inferior a los 200 Bs./m2. En la Av. América y aledaños,
se ofertaban terrenos en 100 y 150 Bs./m2, ocurriendo otro tanto en la Plaza de Cala
Cala. Sin embargo en tierras no urbanizadas y consideradas de “temporal”, incluso
próximas a las vías de penetración anotadas, el precio descendía bruscamente a 60, 50 y
40 Bs./m2, llegando a 15 y 20 Bs./m2 en las zonas consideradas menos favorecidas. En
otras zonas urbanas, como La Maica, Sarco, Lacma, Jaihuayco, etc.., era posible
adquirir lotes en 8, 10, 12 y 15 Bs./m2, incrementándose este valor hasta 30, 35 incluso
50 y 60 Bs./m2, en zonas consideradas de interés por el acceso al centro urbano o por su
proximidad a Caracota, San Antonio, El Ferrocarril a Oruro, etc.384
384
El mercado de la tierra urbana, es todavía un campo de investigación intacto, sobre todo en lo que
hace a su evolución histórica y a una comprensión de la constitución de la ciudad desde este punto de
vista. Una acotación que nos proporciona el Arq. Franklin Anaya evidenciaba que: “la demanda de
vivienda determina el aumento de valor de los terrenos de edificación. Si hasta 1936 el m2 en el centro
de la ciudad tiene un precio que no pasa de Bs. 100, hoy (1946) alcanza a Bs. 2.000, y si este fenómeno
hasta cierto punto podría resultar transitorio, ya ha dejado un saldo perjudicial para la salud y el
confort colectivos al dar margen a una mayor parcelación de los terrenos, parcelación que es sinónimo
de estrechez de la vivienda y dificultades mayores para la urbanización de la ciudad” (El País,
29/11/1946). El Arq. Anaya, señalaba que este era un factor importante para definir el costo excesivo de
40
En cuanto al valor de las casas, es muy difícil establecer términos comparativos, pues
una mayoría de inscripciones catastrales no consignaban la extensión del terreno o la
superficie edificada, haciendo referencia sólo a valores globales, razón por la cual el
lector no debe extrañar alguna incoherencia: Una casa en la zona central (obviamente
dependiendo de su estado de conservación, tamaño, etc.), costaba entre 200.000 a
450.000 Bs. Un edificio de 4 plantas, próximo a la Plaza Colón, costaba 1.500.000 Bs.
Una casa quinta en la Av. América se cotizaba en 200.000 Bs., otra similar próxima a la
Av. Salamanca en 220.000 Bs., un chalet en Cala Cala, fue vendido en 300.000 Bs., etc.
Una idea de la dinámica de este mercado de predios urbanos, en cuanto al volumen de
transacciones y el monto del capital invertido, nos proporciona el cuadro siguiente:

CUADRO Nº 125: Ciudad de Cochabamba: Movimiento de transacciones de predios


urbanos 1941- 1946
Valor promedio de
Número de Monto invertido cada transacción en
Años transacciones en Bs. Bs.
1941 383 30.120.121 78.642,61
1942 400 35.038.564 87.596,41
1943 376 44.799.497 119.147,59
1944 662 51.316.317 77.517,09
1945 617 66.146.535 107.206,70
1946 959 91.086.874 94.981,09
Fuente: El País nº 2687, 20/04/1947

Podemos observar que la tendencia general de las transacciones de predios urbanos,


tiende a incrementarse en por lo menos 2,5 veces entre 1941 y 1946, ocurriendo otro
tanto con el monto de capitales invertidos en dichas transacciones inmobiliarias, que
crecen en por lo menos 3 veces en el mismo periodo. Las fluctuaciones en el valor
promedio de estas transacciones, también muestran un incremento que puede
interpretarse como un indicador de la valorización que experimentan los predios en los
años considerados, con un alza marcada hacia 1943, para retornar hacia 1945-1946 a
valores que probablemente guardaban mejor proporción con la capacidad del mercado
inmobiliario. El alza de 1943 y la contracción en el volumen de transacciones, parecen
marcar un comportamiento específico, respecto a las fluctuaciones de la divisa y la
problemática regional de aquel momento 385. Sin embargo, otros factores de perturbación
como la Ley de Rebaja de Alquileres vigente en 1945-1946, no influyó en el
movimiento de transacciones de predios urbanos en forma significativa; alcanzando su
punto alto justamente en 1946, cuando el riesgo que pudo significar el régimen de
Villarroel para los propietarios de inmuebles, había sido despejado.

En cuanto a la dinámica del fraccionamiento de tierras en esta época, los datos que se
disponen no son suficientes, no obstante, es posible admitir que considerables
extensiones de tierras incluidas las de cultivo, huertos y fincas, fueron siendo,
paulatinamente transformadas en lotes, manzanas y calles, además de ser incorporadas
como predios urbanos, al activo mercado inmobiliario386.

la vivienda: “costo superior a los de la ciudad de La Paz y muy superior a los del extranjero”.

385
Como ya era habitual el precio del maíz y su viabilidad comercial en los mercados extra regionales era
motivo de angustias anuales. Es posible que, 1943 fuera particularmente un año poco propicio a la
economía hacendal, y ello provocó la contracción de las operaciones inmobiliarias, y el alza especulativa
de estos bienes, sin embargo, corregidas las perturbaciones, estos valores tienden a retornar a su nivel
habitual.
386
Con respecto a esta cuestión, un informe suscrito por el Arq. Jorge Urquidi, Director de Obras
Públicas Municipales, proporcionaba la siguiente nómina de propiedades particulares urbanizadas:
40
No cabe duda que la valorización acelerada de la tierra urbana fue el motor que impulsó
la urbanización de la campiña, y que factores como la pavimentación de la ciudad, con
expectativas a ampliar este beneficio a los nuevos barrios, la regularización y
canalización del río Rocha, el inicio de las obras de la carretera a Santa Cruz, la
instalación de la Refinería, la construcción y puesta en marcha de la Represa México en
la Angostura, crearon una imagen de porvenir que no hicieron más que reforzar la
confianza en la inversiones urbanas.

Por último, una conclusión obvia: en este momento, la tierra urbana como generadora
de rentas y como un bien que continuamente se capitaliza, ha superado el valor de la
tierra agrícola, aún de aquella dotada de riego y de la que se obtienen abundantes
cosechas. La cuestión del “radio urbano”, planteó en 1946, una polémica respecto a lo
anterior, a partir de dos puntos de vista diferentes: A1 límite urbano propuesto, se
oponían reparos porque involucraba gran parte de la campiña del norte, en tanto se
observaba que hacia el Sur y Oeste existían planicies de escaso valor agrícola hacia
donde la ciudad podía crecer387. A este respecto el Arq. Jorge Urquidi (1946) anotaba:

Declaradas o no ‘radio urbano’, las regiones de Cala Cala, Recoleta, Queru


Queru, Mayorazgo y Sarco, tendrán forzosamente que transformarse en una
población de carácter urbano, como lo prueba el sinnúmero de solicitudes que
cursan en la Dirección de Obras Públicas Municipales para edificar en esos
lugares, aparte de que existen solicitudes para loteos y de que hay
construcciones que se hacen sin autorización Municipal (a continuación se
añadía algo muy revelador). No es de ninguna manera extraño, que mucha gente
prefiera fijar residencia allá, por lo mismo que se tratan de lugares de fácil
acceso al centro de la ciudad, por ser los mejores servidos con el transporte
urbano y por otra parte, reinen inmejorables condiciones como zonas
residenciales”

En suma, todo el impulso y la lógica de esta expansión se traducía en lo anotado:


generar buenas vías de acceso, buen servicio de transporté, equipamientos atractivos
como el Estadio Departamental, para incorporar al mercado inmobiliario las mejores
tierras del entorno urbano, y obviamente, las que podrían producir las mejores rentas.
Por todo ello, se admitía, que la pretensión de limitar el crecimiento de la ciudad por el

“Propiedad de Plaza y Cia. en La Chimba, de la Sociedad Ingensol en San Rafael y Mosojllacta, del Sr.
Martínez Vargas en Queru Queru, del Sr. Capriles en La Villa; del Sr. Tardío en Cala Cala, del Sr.
Demartini en La Maica y Las Cuadras, de los señores Vega y Laredo en Queru Queru, de la Sra.
Carmen v. de Barrientos y Calixta v. de Urquidi en Mosojllacta; de la Sra. Amelia v. de Ayala en Lacma,
del Sr. Adrián Pereira en Cala Cala etc. Todas estas propiedades son de extensiones que oscilan entre 10
y 30 hectáreas”. (Informe Municipal, el Imparcial 4099, 10/11/1947). Otro informe municipal anotaba:
“A1 Servicio de Urbanismo, le correspondió asimismo el estudio completo de 16 proyectos de
fraccionamiento, incorporándose al dominio público 513.745,75 m2 con un valor de Bs. 32.113.371,70
En la gestión vencida de 1950 se incorporó a tan respetable cifra 118.288,25 m2 con un valor de Bs.
19.755.530”. (La administración Municipal 1950, Los Tiempos nº 2090, 10/01/1951). A grosso modo,
este volumen de cesiones correspondía a unas 200 Ha. aproximadamente.
387
Un periodista que sólo usaba el seudónimo de “Verdier” sugería que el radio urbano en dirección
norte, debía llegar sólo hasta orillas del río Rocha a fin de que las campiñas norteñas “continuaran como
tales”, añadiendo que en “las campiñas como Cala Cala y Queru Queru, sólo deben permitirse
construcciones sobre un mínimo de 1.000 m2 de terreno, y obligatoriamente rodeársele de jardines (…)
en estas áreas el Municipio debe crear verdaderos parques y espacios estéticamente estructurados sin
permitir que el capricho y las arbitrariedades deformen el atrayente panorama” (La cuestión del Radio
Urbano de la ciudad, El País nº 2618, 23/11/1946).
40
norte al límite marcado por del río Rocha, era de antemano una batalla perdida. En
consecuencia, se opinaba que:

Sería difícil limitar la construcción, sino se establecen restricciones, pues debe


tomarse en cuenta que como en todo, existe preponderancia de los intereses de
carácter privado sobre el interés de la colectividad y así lo demuestran no sólo
Las solicitudes de construcción, sino los loteamientos de propiedades
particulares, en parcelas diminutas, con calles estrechas y sin consultar áreas
verdes y cuya única finalidad es la especulación. (y se acotaba) Si a pesar del
control municipal, no es fácil contener la invasión de edificios, menos podrá
hacerse sin este control, y sucederá más bien, que será arrasada ciegamente la
campiña por un amontonamiento de viviendas desorganizado y antiestético (El
País nº 2614, 19/ 11/1946).

La recomendación resulta explícita: salvar la campiña sólo era posible planificando


sobre ella la “ciudad- jardín”, no porque los urbanistas de la época hubieran decidido
aquello, (indudablemente “Verdier”, el cronista anónimo -ver pie de página 383- tenía
plena razón urbanística cuando reclamaba que la ciudad se detenga por el norte en el río
Rocha), sino porque fuerzas económicas y sociales más poderosas, operaban con una
lógica diferente, persiguiendo, antes que nada, la captación de plus valor, y esta razón
indudablemente, aquí o en cualquier otro sitio, donde imperen sin freno los mecanismos
de acumulación de capital, se convertía en un argumento irresistible, todavía
plenamente vigente. La campiña con todo su encanto y verdor, simplemente había
perdido valor económico como renta agrícola, y este valor había que recuperarlo
mediante la incorporación de estas tierras al floreciente mercado inmobiliario.

Finalmente, se hace necesario examinar la situación material de la vivienda urbana en


este periodo, utilizando una vez más la información contenida en el Censo de 1945,
especialmente en lo que se refiere al estado de la dotación de servicios públicos
domiciliarios. Inicialmente anotaremos que la pavimentación favoreció esencialmente a
las zonas del centro urbano. Sólo a fines de la década de 1940, se inició la
pavimentación de arterias, como las avenidas Bolívar, Oquendo. Aroma, Siles, Aniceto
Arce y otras, consolidando la expansión urbana. En cuanto al estado de la dotación de
servicios básicos mencionada, la misma queda expresada en el siguiente cuadro:
40
CUADRO Nº 126: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas según dotación de
servicios básicos en 1945

Con todos Sin agua, luz Sin agua ni Sin Sin luz Sin luz ni
Zonas los servicios ni alcantarillado alcantarillado eléctrica alcantarillado
urbanas alcantarillado
Viv. Habit. Viv. Habit. Viv. Habit. Viv. Habit. Viv. Habit. Viv. Habit.
Noroeste 615 9.203 135 1.477 66 934 34 551 7 47 7 57
Noreste 600 8.303 97 1.011 65 880 36 417 6 38 9 63
Sudeste 522 9.052 256 3.528 75 1.156 72 1.059 20 500 36 665
Sudoeste 506 8.924 243 2.539 116 1.626 99 1.667 17 345 33 330
La Chimba - - 62 495 2 12 - - - - - -
Hipódromo - - 175 1.206 4 50 - - - - 1 8
Sarco 1 9 51 404 4 63 2 14 - - 12 121
Mayorazgo 1 8 11 123 - - 1 12 - - 2 9
Cala Cala 33 368 188 1.364 109 885 35 324 - - - -
Quero Queru 13 278 158 1.188 105 1.131 17 219 - - 14 92
Tupuraya - - 64 451 11 88 1 7 - - 2 6
Muyurina 60 1.248 150 1.414 54 604 30 312 2 13 6 62
Las Cuadras 40 542 76 509 - - 3 27 2 24 12 87
Alalay 20 132 91 955 1 8 10 115 - - 1 27
Jaihuayco - - 162 1.316 2 18 3 29 - - 6 41
La Maica - - 89 612 1 10 - - - - 3 20
Totales 2.411 38.067 2.007 18.592 615 7.465 343 4.753 54 967 144 1.648
Fuente: Censo demográfico de la ciudad de Cochabamba, 1945

En 1945, la ciudad de Cochabamba presentaba un fuerte déficit en materia de dotación


domiciliaria de servicios básicos (agua, luz alcantarillado), puesto que, sólo el 43,25%
de sus viviendas se beneficiaban con estas instalaciones. Esto significaba que sólo el
53% de su población se beneficiaba de los mismos. Por otro lado, esta dotación se
concentraba casi exclusivamente en los distritos del centro urbano, donde se ubicaba el
93% de las casas que poseían todos estos servicios. Lo que significa que otras zonas de
la ciudad, estaban prácticamente al margen de los servicios básicos urbanos. El
siguiente cuadro nos mostrará mejor el armazón de este fenómeno:

CUADRO Nº 127: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas según porcentaje del nivel
de prestación de los servicios básicos
Niveles de prestación de servicios básicos
Viviendas con todos Viviendas sin ningún Viviendas con
Zonas urbanas los servicios servicio dotación deficitaria Totales
Viv. % Viv. % Viv. % Viv. %
Noroeste 615 71,26 135 15,53 114 13,21 863 100
Noreste 600 73,80 97 11,93 116 14,27 813 100
Sudeste 522 53,21 256 26,10 203 20,69 981 100
Sudoeste 506 49,90 243 23,96 265 26,14 1.014 100
La Chimba - - 62 96,87 2 3,13 64 100
Hipódromo - - 175 97,22 5 2,77 180 100
Sarco 1 1,43 51 76,86 18 25,71 70 100
Mayorazgo 1 6,67 11 73,33 3 20,00 15 100
Cala Cala 33 9,04 188 51,51 144 39,45 365 100
Quero Queru 13 4,23 158 51,47 136 44,30 307 100
Tupuraya - - 64 82,05 14 17,95 78 100
Muyurina 60 19,87 150 49,67 92 30,46 302 100
Las Cuadras 40 30,07 76 57,15 17 12,78 133 100
Alalay 20 - 132 88,48 12 7,31 164 100
Jaihuayco - - 162 93,64 11 6,35 173 100
La Maica - - 89 95,56 4 4,30 93
Totales 2.411 42,93 2.049 36,48 1.156 20,58 5.616 100
40
Fuente: Elaborado en base al Cuadro 126

Este cuadro complementario del anterior, muestra más explícitamente la manera en que
se distribuían, los en realidad modestos recursos de infraestructura urbana. Los barrios
centrales que resultaban muy privilegiados en contraste con el resto de la ciudad, sin
embargo, no mostraban un cuadro homogéneo, por el contrario, el sector Norte se
presentaba como francamente favorecido y expresaba el nivel más elevado de dotación
de servicios que podía exponer la ciudad.

El sector Sur de este centro, mucho más populoso presentaba una situación más
modesta, donde prácticamente se combinaban en proporciones iguales, viviendas que
gozaban de servicios urbanos y otras que no los poseían o los tenían en forma
incompleta. En cuanto a los barrios restantes, simplemente casi no existía una red de
instalaciones urbanas de agua y alcantarillado, pero sí, una muy restringida instalación
de energía eléctrica. Curiosamente y negando la idea muy extendida de que Cala Cala y
Queru Queru eran las zonas de la campiña que más rápidamente se urbanizaron, Las
Cuadras y la Muyurina, en cuanto al sector residencial, y Alalay, aunque muy
modestamente, en cuanto a los barrios populares, presentaban niveles de dotación de
servicios mejores a los registrados en los citados barrios residenciales y populares
respectivamente. La Muyurina era el barrio residencial más poblado, y el que
presentaba, fuera de la zona central, mayor número de viviendas dotadas con todos los
servicios básicos, aunque Las Cuadras, porcentualmente expresaba una situación más
favorable. Por otra parte si consideramos que Cala Cala, Queru Queru, Muyurina y Las
Cuadras, son los barrios residenciales representativos del hábitat de las clases altas y
medias, en situación de solvencia económica, constataremos que del modestísimo
número de viviendas con servicios básicos completos, fuera del sector central (168
unidades en total), casi el 87% se concentraba en los citados barrios.

De la misma manera, de las 458 viviendas que fuera de la zona central disponían en
forma incompleta de servicios básicos, el 83% se ubicaban en los barrios residenciales
mencionados. En contraste, las zonas caracterizadas como populares -Jaihuayco, La
Maica, Sarco, La Chimba, etc.- en proceso todavía muy preliminar de transición entre lo
rural y lo urbano, estadísticamente lo único que expresaban eran elevados porcentajes
(del orden del 70% y mucho más) de viviendas que no disponían de ningún servicio, ni
siquiera energía eléctrica. La excepción era Alalay388 que presentaba un modesto
conjunto de viviendas (20 unidades) que disponían de los servicios básicos completos, y
otro conjunto igualmente pequeño, que disponía de ellos en forma incompleta,
presentando, de todas formas, un porcentaje de carencia absoluta de casi el 74%.

Observando las mismas estadísticas que utilizamos, el Arq. Franklin Anaya en 1946
anotaba: “El Censo de 1945 constató que el 73% de la población, vive en casas
alquiladas”... añadiendo que existían tugurios que alojaban más de 20 familias cada uno
y chozas o “casuchas” donde se alojan muchas familias. Añadía:

En 2007 casas en que habitan 18.952 personas, que constituyen el 26% de la


población, no existen servicios de agua potable, alcantarillado y luz eléctrica;
2.622 casas, con 26.057 habitantes, carecen de agua potable y 3.109 casas
388
Alalay era un modesto caserío, parte del cual se extendía hasta las vecindades de la actual avenida 9 de
Abril, y probablemente, este era el sector mejor atendido, pues posiblemente se beneficiaba de la red de
agua, energía y alcantarillado que poseía su barrio vecino de Las Cuadras En tanto otro sector que
ocupaba el pie de las colinas de San Miguel y Cerro Verde, no se beneficiaba de esta posibilidad.
40
habitadas por 32.500 personas que hacen el 45.5% de 1a población carecen de
alcantarillado; lo cual querría decir que diariamente más de 40 toneladas de
estiércol y orines humanos, no tienen acomodo higiénico dentro de la ciudad (El
Director de Obras Públicas Municipales. hace interesantes consideraciones sobre
la urbanización de Cochabamba, El País, 05/12/1946).

Por último, el Arq. Anaya, se refería al tema de una política de vivienda, casi en
términos pioneros, en relación a las soluciones que planteaba. Al respecto sostenía:

Para solucionar la carestía de la vivienda en Cochabamba, la Municipalidad


puede seguir una política definida con un plan previamente estudiado. Este plan
se encontrará supeditado a la solución de los problemas de agua potable,
alcantarillado, luz, etc. y al estudio de la urbanización de la ciudad, pero entre
tanto, siempre es posible tener en vista, las medidas que posibiliten por una
parte, el abaratamiento de la construcción y por otra, su incremento.

Con este objeto y demostrando, una cabal percepción y sentido de integralidad sobre la
política habitacional que sugería, añadía:

Para lo primero se hace necesaria la formación, con criterio social y no


solamente académico, de artesanos, constructores de obras, arquitectos y
técnicos en general de la construcción, ya que el capítulo que eleva mayormente
el costo de 1as viviendas, es el escaso rendimiento de la mano de obra y la
deficiencia de las soluciones técnicas. Para esta labor de formación de
artesanos, técnicos y profesionales, es necesario pedirle a la Universidad de
Cochabamba, la ampliación, reforma, atención preferente del Instituto
Politécnico, la reforma del Plan de Estudios de la Escuela de Arquitectura de
La Paz y 1a creación de 1a Facultad de1 mismo nombre en Cochabamba (...) El
segundo capítulo que eleva el costo de 1a vivienda, es el de valor de los
materiales. Si la vivienda junto a1 pan y el vestido, es el artículo de necesidad
por excelencia, y si constituye el instrumento principal para el desenvolvimiento
de la misma, es justo y cuerdo, que la actividad constructiva sea protegida por
el Estado, con liberación de impuestos catastrales, impuestos a la importación
de materiales y protección a las fábricas e industrias que se relacionen con
aquella (...) Para incrementar la vivienda se hace necesaria la creación de
algún organismo que aliente y lleve a efecto la construcción de viviendas
baratas, cuyo número debemos calcular no sólo en atención a las necesidades
actuales, sino a las emergentes, a las expropiaciones por urbanización y el
crecimiento que padece la ciudad (El País, fecha citada)389.

Los planes habitacionales que se realizaron en los años de la década de 1940, fueron
extremadamente modestos. La “vivienda obrera” mereció un abundante tratamiento
legal, como ya tuvimos oportunidad de observar, pero su implementación financiera,
técnica y constructiva, fue muy incipiente. A este respecto el propio Arq. Anaya todavía
debe merecer nuestra atención, pues ocupándose siempre de este problema, en su marco
389
Una sugerencia concreta del Arq. Anaya, era que: “la Municipalidad debe otorgar o hacer que se
otorguen becas para estudios de arquitectura y urbanismo en los países en que están ensayando las
soluciones que corresponden a las metrópolis ciudades y aldeas de nuestra civilización maquinista”. Este
tipo de planteos son los que permiten la constitución del Instituto Tecnológico primero, luego de la
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y a fines de los años 50, de la Facultad de Arquitectura de la
UMSS.
41
institucional, en 1948 manifestaba: “Es necesario pensar que e1 80% de la población
cochabambina, vive en casas alquiladas, a un precio que causaría estupor en el
extranjero y a base del cual podrían financiarse nuevas viviendas. Una política
crediticia a base de bancos que presten dinero a las clases pobres pero trabajadoras y
no exclusivamente a los ricos, sería e1 medio de solución adecuado para este
importante problema colectivo”. A continuación, y en forma mucho más explícita
sostenía, que la construcción de casas mínimas para obreros y empleados públicos,
requerían no sólo financiamiento, sino medidas previsoras en el orden urbanístico,
teórico, social e institucional, en suma, en todo lo que hace a una política de vivienda
fiscal efectiva, esto es: que el emplazamiento de los barrios de vivienda de interés
social, tuvieran relación con el centro de trabajo de sus moradores, y que a este respecto,
el municipio debía crear “áreas de reserva para planes habitacionales” destinados a
sectores de bajos ingresos, que los materiales de construcción, fueran liberados de
cargas impositivas, como ya se manifestó anteriormente, haciendo especial énfasis en la
necesidad de la instalación de una fábrica de cemento en Cochabamba. Además
consideraba, que se debía concientizar al pueblo sobre el problema habitacional y sobre
sus necesidades. Finalmente, consideraba que se debía crear una “Caja de Fomento de
la Edificación Barata”, con fondos municipales y fiscales. (El País, nº 3083, 03/08/
1948)390.

A partir de 1945, se inicia en Cochabamba, así como en otras ciudades del país, un
modesto plan de viviendas que reciben la denominación de “Barrio Obrero”, en terrenos
adquiridos por el municipio al Sur del actual mercado de ferias (La Pampa), se trata de
un conjunto de pequeñas manzanas semicirculares, hoy limitadas por las avenidas
República y Barrientos por el Este y el Oeste, y por el Sur por la calle Guayaramerín.
Dicho plan, consistía inicialmente en unas 50 unidades que fueron entregadas a fines de
1946391. El plan de vivienda más importante que se realizó en Cochabamba en esta
época, fue la urbanización de la Chimba, que no fue transferida a la Alcaldía como
sugería el Arq. Anaya. Esta urbanización conformó la Unidad Vecinal de la Chimba, de
propiedad de Vivienda Militar, dio cabida a unos 2.000 lotes y abarcó una extensión de
casi 190 ha., de las cuales, casi una mitad pasaron a dominio público.

En lo que respecta al ritmo de edificaciones, los datos disponibles no son completos, no


obstante, se pueden establecer algunos indicadores. Hasta el siglo pasado, las
edificaciones nuevas se realizaban con un ritmo verdaderamente insignificante. Los
censos de 1880 y 1886, son reveladores: muestran un índice de apenas 20 edificaciones
nuevas anualmente. Los años posteriores no son mejores, en 1907 se registran 2.080
casas en la ciudad (Boletín de la Oficina de Estadística No. 52, La Paz, 1909). Es decir,
que lo que aparece como un índice constructivo mínimo en el siglo pasado, si cabe, aún

390
El Arq. Anaya sugería que el Municipio se adjudicara la propiedad de la Chimba. Al respecto sostenía,
entre otras cosas, que la Chimba (cuyo propietario eran las FF.AA), sería una base financiera de
consideración para el municipio. Dichos terrenos, se constituirían en una llave reguladora del crecimiento
urbano y habilitaría zonas para vivienda popular, vivienda de empleados públicos, maestros, militares,
etc. El País nº 2629, 06/12/1946).
391
Las obras encomendadas por la Prefectura, fueron realizadas por la Empresa constructora Ascui. De
las 50 casas anotadas, 35 eran del tipo "A", es decir con un solo dormitorio, las 15 restantes del tipo "B",
con dos dormitorios. Las casas del tipo "A" comprendían además un porche, living-comedor, cocina,
baño con ducha y un patio pequeño con lavandería. Las del tipo "B", contemplan una habitación común,
cocina, baño con ducha y su porche. Se reclamaba que el barrio carecía de agua potable, pese a que la red
se encontraba en la vecina Av. San Martín. (El País, 4/04/1946).
41
es menor hacia comienzos del siglo XX (apenas unas 14 construcciones nuevas por
año). Indudablemente la llegada del ferrocarril y sobre todo, la crisis de vivienda que se
dejó sentir a partir de los años 20, incrementaron estos bajísimos índices, pudiendo
estimarse que hasta antes de la Guerra del Chaco, dicho ritmo pudo subir hasta unas 30
a 40 viviendas nuevas por año. El censo de 1945, reveló la existencia de 5.641
viviendas, lo que a grosso modo significaba un promedio de edificaciones, entre 1907 y
el citado año, de 93 nuevas viviendas anuales. Índice sorprendente, pero que no implica
necesariamente un espectacular surgimiento del afán constructivo. En realidad ocurre
que entre 1907 y 1945 el radio urbano se amplío y muchas edificaciones del Cercado,
no incluidas en 1907, se contabilizaron como urbanas en 1945.

El real auge constructivo se inició en la posguerra del Chaco, pero aún así con muchos
tropiezos, como el elevado precio de los terrenos, la escasez de materiales de
construcción, la ausencia de financiamiento, etc., a los que ya hicimos referencia, se
incrementaron las inversiones en la rama de construcción de vivienda. No obstante un
análisis sobre la crisis de vivienda contenida en una memoria de Banco Hipotecario,
reconocía que: “El número de edificaciones levantadas desde el año 1937, con ser
superior a las que se levantaron en el curso de los 30 años precedentes en conjunto, no
está en relación con el aumento de habitantes y la tendencia a un estándar de vivienda
con un confort no difundido en épocas anteriores”. Se añadía que en 1939, se edificaron
139 casas, fuera de ampliaciones y reconstrucciones, y que el Banco había concedido
152 préstamos a plazo fijo por Bs. 3.690.500, invertidos en su totalidad en edificaciones
urbanas, sin embargo, las solicitudes de préstamo, alcanzaron a 198. (El Imparcial nº
3031, 13/04/1940). Otra crónica de 1940, anotaba que “el auge de las construcciones
que ha comenzado desde 1936, siguió e1 año anterior (1939) y comprobamos que se ha
extendido la capital en todas direcciones; en muchos casos, se han habilitado zonas
que anteriormente apenas si tenían casas rústicas”. Así tenemos que la estadística
oficial proporcionaba los siguientes datos para 1939: construcciones nuevas autorizadas:
102; reconstrucciones: 100: refacciones, adaptaciones y varios trabajos: 353. (El
Imparcial nº 2967, 06/01/1940).

Con estos antecedentes, es admisible una estimación del índice de edificaciones, en unas
100 unidades anuales, y un cálculo global de incremento de vivienda entre 1936 y 1945,
de unas 800 a 1.000 viviendas. Una estadística de la década de 1950, en base a los
censos de 1945 y 1950, señalaba que el número de “departamentos” o “unidades de
vivienda” (aquí se incluían habitaciones simples, agrupadas, etc. y todo ámbito físico
habitado por una familia), según su tenencia era el siguiente:

CUADRO Nº 128: Ciudad de Cochabamba: Número de unidades de vivienda entre


1945 y 1950, según tenencia

Unidades Tenencia en porcentaje


Años de Vivienda Vivienda
vivienda propia alquilada
1945 12.656 27 73
1950 15.770 30 70
Fuente; Anaya 1965: 58

Según el cuadro anterior, entre 1945 y 1950, se incrementaron 3.144 unidades de


viviendas, que estimativamente corresponderían a un índice de 260 a 270 unidades
nuevas anualmente, sin que ello significara una mejora sustancial en el déficit
habitacional. Además, este volumen no, necesariamente correspondía a viviendas, sino
41
también a habitaciones sueltas o agrupadas y a inclusión en las viejas casonas del centro
urbano de nuevos espacios de habitación adaptados, ampliados y remodelados.

En cuanto al déficit habitacional, el estudio urbano realizado por Ricardo Anaya,


consignaba lo siguiente: “De acuerdo con los estudios realizados por John Bland,
Asesor Técnico de las NN.UU. (El Diario, 25/03/1958), tal déficit alcanzaba a la cifra
de 56.074 viviendas a nivel nacional (4 habitaciones por vivienda)”. El porcentaje por
ciudades, era el siguiente:

CUADRO Nº 129: Bolivia: Déficit habitacional por ciudades en 1958

Ciudades N.º de viviendas Porcentaje


La Paz 25.794 46,0
Cochabamba 7.289 13,0
Oruro 6.392 11,4
Santa Cruz 5.046 9,0
Sucre 4.598 8,2
Potosí 4.261 7,6
Tarija 1.626 2,9
Trinidad 1.065 1,9
Fuente: Anaya 1965: 60

El cuadro anterior, sugiere que el déficit habitacional en el año citado era 7.289
unidades en Cochabamba, cálculo establecido en base a datos del censo de 1950. Sin
embargo, esta estimación proyectada a los años 45 y 50, en nuestra opinión, resulta
conservadora, si consideramos la gran masa de población que vivía en régimen de
inquilinato. Así en 1945, habrían sido precisas por lo menos unas 9.000 viviendas para
resolver la crisis habitacional, esto sin contar el subido porcentaje de vetustas casonas y
“casuchas” que debían ser renovadas. En 1950 este índice ascendía a, por lo menos
10.000 a 11.000 nuevas viviendas, es decir que entre 1945 y 1950, debían haberse
edificado unas 900 viviendas anuales en lugar de las 260 a 270 unidades de vivienda
que se ejecutaron. Indudablemente este nivel de producción de viviendas, dados los
escasos recursos financieros, la rudimentaria tecnología, la escasez de materiales, etc,
era inviable.

Observando más de cerca esta producción de vivienda, podremos constatar algunas de


sus modalidades. Inicialmente analicemos el ritmo de edificación entre 1936 y 1942:

CUADRO Nº 130: Ciudad de Cochabamba: Ritmo de la construcción en el periodo


1936 – 1942
Tipo de construcción Años Totales
1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942
Construcciones nuevas 34 106 63 108 209 150 129 799
Reconstrucciones y remodelaciones 102 83 97 100 37 31 31 481
Totales 136 189 160 208 246 181 160 1.280
Fuente: Gacetas municipales de los años citados.

Se puede constatar que en 1936, las reconstrucciones, remodelaciones, ampliaciones,


aun eran fuertemente dominantes, con respecto a las edificaciones nuevas. En 1937 este
comportamiento parsimonioso del mercado de la construcción, que se puede tipificar
como tradicional, se quiebra abruptamente para continuar en ascenso en los años
siguientes, aunque lógicamente con bruscas fluctuaciones motivadas por factores como
41
el alza de los materiales de construcción, la escasez de capital financiero, mano de obra
y otros que ya analizamos; pero que no impiden que, el índice promedio para este
periodo sea de 114 viviendas anuales, algo realmente inédito hasta ese momento. En
contraposición las reconstrucciones, refacciones y remodelaciones que dominaban el
tradicional escenario de la construcción, descienden a un promedio anual para el
periodo, de 68 obras en este rubro. Otra estadística municipal, de un periodo posterior,
nos proporciona una idea aun más concreta sobre este proceso de construcción en
cuanto al detalle de los volúmenes totales y en promedio, edificados entre 1948 y 1952:

CUADRO Nº 131: Ciudad de Cochabamba: Superficies globales y superficies


promedio edificadas en el periodo 1948 - 1951

Número de Superficies Superficies


Años construcciones Promedio globales
nuevas edificadas construidas en
en m2 m2
1948 56 278,77 15.611,21
1949 97 273,62 26.541,64
1950 54 284,98 15.389,43
1951 103 235,63 24.270,10
Totales 310 263,91 81.812,38
Fuente: Gacetas municipales de los años citados

Se puede establecer que pese a las fluctuaciones numéricas, que indican los ritmos de un
mercado de la construcción sensible a las situaciones favorables o desfavorables en el
orden económico, político y social que vive el país, los promedios de superficies
construidas son altos, y no corresponden precisamente, admitiendo la edificación de
algunos edificios públicos, que los mismos expresen un volumen mayoritario de
construcción de viviendas o unidades de habitación de interés social, sino mas bien,
hagan referencia a chalets y verdaderas mansiones con un promedio de 4 a 5
dormitorios, zonas de recepción (estar-comedor) cómodas, amplias dependencias de
servicio y habitaciones anexas confortablemente dispuestas, configurando un hábitat de
altos ingresos. Una idea aproximada de como se disponen espacialmente estas nuevas
edificaciones nos muestra el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 132: Ciudad de Cochabamba: Relación de edificaciones nuevas en el


centro de la ciudad y zonas residenciales (1937 – 1942)

Años Total construcciones Total construcciones


Total nuevas en la zona nuevas en zonas
edificaciones central (Casco viejo) residenciales
nuevas
Nº % Nº % Nº %
1937 106 100 26 24,53 80 75,47
1938 63 100 22 34,92 41 65,08
1939 108 100 12 11,11 96 88,89
1940 209 100 32 15,31 177 84,69
1941 150 100 23 15,33 127 84,67
1942 129 100 32 24,80 97 75,20
Fuente: Cuadro 130 y Sección estadística HAM, 1947

Pese a sus limitaciones, el cuadro anterior, proporciona una idea global de la


distribución espacial de las nuevas edificaciones. En promedio, entre 1937 y 1942 se
edificaron 765 viviendas, de estas, 147 que representaban el 19,21% del total edificado,
41
fueron construidas en sectores de la zona central de la ciudad (casco viejo). Esta
distribución permite inferir que el esfuerzo mayoritario de este proceso constructivo se
dirigió a urbanizar la campiña, en tanto, un 20% en cifras redondas, se edificó en
predios baldíos en el centro urbano, y muy modestamente, renovando los viejos predios.
Sin embargo hacia 1944 y 1945, el índice de renovación del centro urbano se
incrementa hasta alcanzar un promedio, para el periodo 1943-1947, de 60,6 nuevas
edificaciones anuales en la zona central 392. Este repunte sin duda, se debió a la
valorización de la tierra urbana en dicho centro, ya que, pese a las limitaciones de la Ley
de Rebaja de Alquileres, aún era posible captar niveles de renta inmobiliaria apetecibles,
lo que estimulaba que a su vez, la construcción de nuevas viviendas en las nuevas zonas
residenciales, donde propietarios acomodados fijaban residencia, abandonando en
manos de inquilinos las antiguas casonas crecientemente tugurizadas.

En función de todo lo anterior, y a modo de reflexión final, podemos señalar que tanto
por la forma en que se distribuyó la dotación de servicios públicos domiciliarios, como
por la naturaleza del propio déficit habitacional, este proceso urbano, con sus
contradictorias y conflictivas manifestaciones, no se limitó sólo a una modificación
profunda de la estructura urbana tradicional, sino incorporó una estructura diferente,
pero manteniendo su articulación con la primera, y promoviendo, con igual vigor que la
vieja estructura, el principio de segregación social y espacial. Es posible inferir
igualmente que la apropiación y el consumo del espacio por clases sociales, marca estas
diferencias: los estratos de bajos ingresos, no estructuran fuera del centro urbano,
“barrios” en el sentido urbano del término, sino “villas”, es decir, densifican antiguas
agrupaciones o caseríos de vivienda rural, que en realidad aparecen como “urbanos”
porque son “engullidos” por la expansión, no precisamente de la mancha urbana, sino
de su expresión administrativa: el radio urbano.

En cambio, en el caso del nuevo hábitat de los sectores acomodados, éstos consolidan
“unidades vecinales” y efectivamente urbanizan las nuevas tierras incorporadas al
ámbito urbano, con el despliegue de los mejores recursos técnicos y de diseño,
existentes o disponibles en la época. Sin embargo no adelantemos mayores juicios sobre
este particular, una vez que será tema del último capítulo. No obstante, diremos, para
cerrar este análisis, que la penuria de la vivienda, la valorización de la tierra urbana, la
dinamización del capital inmobiliario y la débil actitud estatal para refrenar la
especulación de los alquileres, el costo del suelo urbano y la construcción, se
constituyeron en realidad, más allá de las teorías y dogmas urbanísticos en boga, en los
nuevos instrumentos que propiciaron la transformación urbana tan largamente deseada
por los ideólogos de la modernidad, aunque la ciudad resultante no se aproximó a estos
ideales, pero pasó a expresar con mayor nitidez y fidelidad, el nuevo rumbo que tomó la
formación social regional en la segunda mitad del siglo XX, cada vez más alejada de la
alegoría de los graneros y las despensas que proporcionaban suministros vitales a la
minería y a mercados distantes.

392
Estos índices ascendentes de renovación urbana alimentaron proyecciones optimistas en relación a la
materialización de la moderna city que sustituiría el viejo centro: Una estadística de 1947 estimaba que
los 2.645 predios existentes en el casco viejo, todos ellos, serían demolidos y totalmente reconstruidos
hasta 1956. Sobre este aspecto ver el siguiente capítulo.
41

Capítulo 18
Del delirio urbanístico a la planificación de la ciudad jardín

Examinados los diferentes factores que incidieron, tanto en la paulatina decadencia de la


sociedad tradicional, como en la dinámica de transformación de la aldea colonial
inmóvil durante siglos, y que sin embargo, logró cambiar su fisonomía en unos pocos
años; podemos aseverar, aunque sin ánimo todavía de adelantar conclusiones, que la
cuestión habitacional y urbana traducidas en una suerte de fiebre constructiva y delirio
urbanístico que imperaron a partir de la posguerra del Chaco, vinieron a representar la
dimensión física y espacial de una transformación más profunda, tanto social cuanto
ideológica, que se operó en el seno de la sociedad hacendal y oligárquica. El escenario
institucional e incluso el espacio político de las clases dominantes, pudo continuar
relativamente favorable a su predominio, pero sólo relativamente, pues nuevas fuerzas
sociales, nuevas propuestas políticas y audaces reivindicaciones, que en otros tiempos
fueron simples casos de subversión y resguardo del orden público, comenzaron a
encarnarse y a fortalecerse en la conciencia ciudadana.

Las antiguas clases urbanas oprimidas, de artesanos, obreros y humildes funcionarios,


tradicionalmente dóciles a los dictados de los patriarcas liberales, conservadores y
republicanos genuinos de vieja cepa, comenzaron a tener voz propia, y paulatinamente
trasladaron el eje de las luchas sociales, largamente radicadas en la escena rural y
minera, hacia las ciudades. Si bien, en cierta forma estas nuevas expresiones políticas de
masas, no encontraron todavía en Cochabamba su escenario propicio, sino hasta
después de 1952; otras ciudades como La Paz, Oruro y Potosí las inauguraron con
jornadas que marcaron el vaticinio de los nuevos tiempos que se aproximaban. En todo
caso, un indicador elocuente de este proceso, fueron los movimientos universitarios, que
desde la conquista de la Autonomía Universitaria en los años 30, y su profundización en
los 40, se constituyeron en la vanguardia de la conciencia social urbana, contestataria a
los viejos dictados y a los viejos valores.

La crisis regional dejó de ser explicada como un problema simple, de precios, mercados
y fletes, ahora se la explicaba, como producto de la supervivencia de modos de
producción arcaicos que frenaban, incluso el desarrollo capitalista. Cuestiones como la
Reforma Agraria, la Nacionalización de las Minas y la necesidad histórica de construir
un Estado Nacional en lugar del Estado Minero, eran temas que se discutieron en las
aulas universitarias y los círculos intelectuales de la ciudad. La razón de las viejas castas
perdió vigor, en la misma forma como también se debilitó su poder real. La influencia
de los gobiernos de Busch y Villarroel, repercutió en profundidad en las entrañas de la
sociedad regional. Bajo la aparente indiferencia que mostraba la prensa de la época con
respecto al sentido social de estas administraciones y a cuestiones tan candentes como el
Primer Congreso Indigenal de 1946, o la eliminación por ley, de las relaciones sociales
de servidumbre en las haciendas; se gestaron las movilizaciones campesinas de de la
década de 1940 y se obligó al viejo régimen a reemplazar su código de moral y buenas
costumbres por la represión vulgar y salvaje. En la posguerra del Chaco, se reforzó la
presencia en el marco urbano, de las clases medias y la burguesía comercial e industrial;
sectores que si bien, en mayor o menor medida, ya dejaban sentir su vigencia desde
fines del siglo XIX, sólo en este momento, alcanzaron una influencia económica,
política y cultural que resultó decisiva para impulsar las transformaciones que se
operaron en la ciudad.
41
Si durante el siglo XIX y primeras décadas del XX, Cochabamba en lo que hace a su
casco urbano, no fue otra cosa en último término, que el soporte material que prestó
servicios, proveyó bienes de consumo, residencia, educación; en fin, cobijo a la “alta
sociedad” hacendal; desde mediados de la década de 1920 y con mayor evidencia en los
30 y 40, la ciudad complejizó su estructura social y también los roles que emergieron de
este proceso. La irrupción de los nuevos protagonistas sociales anotados, en especial, la
ampliación de los estratos medios: pequeños comerciantes del sector ferial y los
similares que emergen de la propia expansión del comercio, empleados públicos,
magisterio, empleados del sector servicios, pequeños propietarios inmobiliarios, etc.,
que paulatinamente ampliaron su capacidad económica, se sumaron, al lado de los
sectores de mayores ingresos, a la creciente demanda de vivienda y de mejores
condiciones de vida urbana, fenómeno que terminó articulando la base social sobre la
que finalmente pasaría a operar un modelo urbano que, al no ser otra cosa, que una fiel
expresión de los antiguos valores oligárquicos combinados a los nuevos valores del
poder capitalista mercantil, promovió la transformación de la ciudad, profundizando la
segregación social en el consumo del espacio, y sobre todo, la distribución desigual de
las ventajas del desarrollo urbano.

La “ciudad-jardín” de los años 40, formalmente, era lo opuesto a la ciudad oligárquica y


señorial decimonónica. En cierta forma, en el plano de la ideología de las formas
urbanas, de sus símbolos y modelos, la sociedad hacendal fue derrotada muchos años
antes que en 1952. Los nuevos ideales urbanos, encarnaron las aspiraciones de la
burguesía comercial e industrial, e inclusive, las aspiraciones de las clases medias y aún
de los sectores oprimidos, pero al mismo tiempo, estos ideales sólo pudieron ser
concebidos sobre los escombros de la ciudad tradicional. Aunque no se hiciera
acreedora a la furia represiva, la palabra de orden: “modernizar la ciudad” en el fondo
poseía la misma eficacia subversiva que otras, como “expropiar los latifundios” o
“nacionalizar las minas de los varones del estaño”, pues en tanto ésta, apunta a destruir
los símbolos ideológicos de la superestructura de la sociedad que durante muchos años,
aún en pleno siglo XX, hizo de la aldea colonial una trinchera contra la historia y el
desarrollo social, los otros apuntaban a subvertir su base económica. No resulta casual
que todas las propuestas urbanas que se plantearon a partir de fines de los años 30,
condenaron la vieja ciudad, su falta de higiene, sus estrechas calles, sus casonas de
adobe (sinónimo de construcciones de mala calidad), su obsolescencia en materia de
servicios públicos, equipamientos, etc., todo ello, en nombre del progreso y la ciencia
urbana. En nombre de estos mismos valores, se cuestionó la cultura señorial que
representaba la antigua ciudad. Veamos muy esquemáticamente algunas de las fuentes
en que se inspiraron las corrientes urbanas que alimentaron las propuestas que luego
examinaremos.

A1 término de la Gran Guerra (1914- 1918), y sobre todo, en los años de la década de
1920, en Europa la problemática urbana y aún arquitectónica, giró en torno a la cuestión
de ampliar o transformar la ciudad tradicional, a partir de las estructuras del hábitat
residencial, renovado con nuevas concepciones que introducen en la vivienda los
valores de la sociedad industrial. En algunos países como EE.UU., tales operaciones
masivas de renovación urbana sobre urbes semidestruidas como en Europa, no eran
posibles; por ello, las operaciones de renovación y reconstrucción pasaron a privilegiar
la cuestión de incrementar los usos urbanos que mejoraran la renta inmobiliaria, a partir
de políticas de densificación y maximización de los índices de edificación en zonas
urbanas de elevado valor económico, pero imposibilitadas de expandirse. Este fue el
41
origen de las edificaciones en altura. Estas operaciones, tanto en Europa como en
EE.UU., que eran imprescindibles para crear las nuevas condiciones que requería el
desarrollo capitalista, sólo pudieron ser viables a partir de una concepción global y
centralizada del desarrollo urbano, que a su vez, sólo podía proyectarse, mediante un
plan urbano unitario, aceptado por el conjunto de la comunidad, y elevado a rango de
instrumento técnico jurídico que regulara la ejecución del mismo, pese a que su
cumplimiento fracasase y se desvirtuase una y otra vez, “frente al dominio absoluto de
la iniciativa privada sobre la tierra urbana, cuyos intereses especulativos se
contraponen a los planteamientos de contenido social” (Segre, 1985:198).

El antecedente inmediato a la ciudad planificada, fueron las profundas transformaciones


introducidas en Europa por la Revolución Industrial, que no sólo supuso la vigencia de
radicales innovaciones tecnológicas en el proceso de producción y en los valores
sociales y culturales, sino cambios sustanciales en los patrones de organización de los
ámbitos urbanos, que pasaron a ser reestructurados en función de los requerimientos del
desarrollo industrial. Los ecos de estas modificaciones que afectaron en forma
irreversible a Europa Occidental y EE.UU., alcanzaron el continente latinoamericano
tardíamente, y bajo la forma de participaciones subordinadas a las determinaciones del
capital industrial monopólico, generándose enclaves proveedores de materias primas a
lo largo y ancho de Sur y Centro América. Extensas regiones, como es el caso de
Cochabamba no participaron orgánicamente de estos procesos, sin embargo, hacia fines
del siglo XIX, su influencia asomó en el imaginario de los patriarcas del valle, que no
permanecieron indiferentes frente a un mundo en acelerada y espectacular
transformación.

Dichas aspiraciones que forjaron la ideología de la modernidad, sólo superficialmente se


detuvieron en la base productiva que les proporcionaba su razón de ser, evitando
reconocer que justamente esta aspiración al cambio, se fortalecía con la destrucción de
las relaciones de producción semifeudales. En realidad, se pasó a valorar simplemente el
contenido formal y supra estructural. En este contexto, se pasó a cultivar el barniz de la
moda, el gusto renovado y sofisticado por el consumismo de manufacturas ultramarinas,
la aspiración a imitar en el aldeano paisaje alguna reminiscencia de los nuevos valores
urbanos de la ciudad industrial; todo ello para intentar esforzadamente convencer y auto
convencerse, de que para modernizarse a tono con los nuevos tiempos, era suficiente
tender un manto de ideología, apariencias y cambios favorables en ciertos aspectos,
como mejorar la calidad de la vida cotidiana; pero escondiendo cuidadosamente la poco
deseable, es decir, la irrenunciable necesidad de mantener la hacienda con sus relaciones
serviles intactas. La modernidad entonces, se redujo a la transformación del rudo y
sudoroso hacendado, en caballero de fino trato e impecable figura, que deseaba pasear
su porte, por amplias avenidas y paseos, frecuentar exclusivos clubes y modernos
palacios bancarios, donde acumulaba su riqueza y comprobaba su salud financiera.

Estos nuevos vientos de renovación formal, que se dejaron sentir en la ciudad desde
1880, y con mayor fuerza, en la década siguiente, configuraron una praxis institucional
que si bien débil y contradictoriamente, estuvo presente en la administración municipal
desde sus orígenes; para hacerse más consistente en esta época. Dicha praxis, se apoyó
en dos fundamentos: por una parte, una actitud pragmática y tecnicista, que separaba la
problemática urbana de la base económica que la sustentaba, considerando que los
problemas de la ciudad, más que sociales y económicos, eran de índole técnico y que su
superación, dependía de una profundización en el dominio técnico-científico que
41
proveyera una metodología apropiada de intervención sobre problemas concretos. Por
otra parte, la creciente y cuidadosa separación entre el dominio público y el privado, en
la organización y construcción de la ciudad, hacía reposar sobre el siempre insuficiente
erario municipal, el peso de darle forma material a los imaginarios modernizantes. Se
establecía, tanto en el cuerpo fundamental de nuestro aparato legal, como en la propia
gestión de la ciudad, la necesidad de asegurar, un máximo de libertad de acción a los
procesos privados de apropiación y consumo del espacio urbano, pero al mismo tiempo,
garantizando que el ente público, y particularmente el municipio, se encargaran de la
dotación de las redes de infraestructura urbana.

Las primeras ordenanzas y disposiciones municipales que avanzaron más allá de las
orientaciones puntuales de higiene pública, alumbrado, ancho de calles, etc., fueron
elaborando paulatinamente, toda una serie de instrumentos de control, que trataban de
adaptarse a las condiciones peculiares y a los ritmos pausados de la aldea-ciudad que se
deseaba transformar. Gradualmente, y hasta en forma imperceptible primero, las normas
de alineamiento de construcción, selección de usos del suelo permisibles en unas zonas
de la ciudad y en otras no, los reglamentos de control sobre la división del suelo, etc;
acabaron dando sentido a innumerables e intuitivas iniciativas edilicias, que culminaron
con la idea de concebir un “modelo” o “plano de la ciudad”, donde, de la simple
ubicación de los edificios y funciones urbanas más jerarquizadas, se pasó a la cuestión
del aspecto “funcional” de la ciudad, es decir, a la noción de definición espacial de los
usos del suelo (zoning) y sus interrelaciones, y a la incorporación de otros instrumentos,
como el ordenamiento del transporte, la jerarquización de las vías, las normas de
edificación, etc; que dosificados entre sí, de forma variada y cambiante, permitirían la
constitución de un bagaje técnico-disciplinar, que partiendo de la hipótesis de una
actuación que diferencie la composición-división entre espacio público y privado, se
planteará desarrollar propuestas sectoriales cada vez más amplias y complejas (Sica,
1981:52 y siguientes).

Estos instrumentos de actuación técnica, como el control normativo sobre la


construcción, o la combinación de esta regulación con el régimen de fraccionamientos
de la propiedad; si bien constituyeron la forma más difundida, y el modo más concreto
de actuación urbanística sobre la ciudad decimonónica (Sica., obra citada); no se
aplicaron en Bolivia, y particularmente en Cochabamba sino en forma tardía, en las
postrimerías de la primera mitad del siglo XX. En este contexto, y con mucho atraso en
relación a Europa e incluso a países vecinos, la problemática urbana que se puso en
consideración en los años 30 y 40 en Cochabamba, giraba en torno a cuestiones, que
constituían capítulos clásicos y esenciales de los “planos directores” y “reguladores”, es
decir: “1) la modernización del sistema vial; 2) la configuración del centro comercial-
administrativo; 3) la expansión del hábitat suburbano” (Segre, obra citada: 199).

En EE.UU. y en algunos países europeos -Inglaterra, Alemania, Francia- , bajo estas


premisas, se ejecutan grandes obras de ingeniería vial: las autopistas y los grandes
nudos viarios, en respuesta a la creciente importancia de la industria automotriz. El
perfil de las ciudades norteamericanas fue transformado por los rascacielos en las zonas
centrales, esto es la "city" o "downtown" de las urbes anglosajonas, en tanto en las zonas
de residencia, se desplegó ampliamente la “vivienda individual aislada” que pasó a
caracterizar el hábitat suburbano, y cuya reproducción en gran escala, acompañada de
calles arborizadas rectilíneas y áreas verdes metódicamente dispersas, materializan el
41
modelo de “ciudad jardín” que se popularizó ampliamente como sinónimo de de zona
residencial moderna, por todo el mundo.

Detengamos un poco más nuestra atención en esta concepción: fue Ebenezer Howard,
quien a partir de un esquema utópico, de lograr la unidad vivienda-trabajo, ideal de la
pequeña burguesía, desplazada a zonas de vivienda barata por la valorización de las
zonas centrales; concibió la propuesta del suburbio habitacional, barrio-dormitorio de
los estratos de clase media y obreros, obligados a trabajar en las empresas e industrias
de las grandes metrópolis capitalistas. La factibilidad de edificar conjuntos de viviendas
matizados por parques y jardines, en zonas cada vez más alejadas del centro, merced al
desarrollo del transporte individual y público, hizo que los propietarios de tierras
agrícolas y los especuladores en general, “urbanicen” todos los terrenos posibles y los
fragmenten en lotes, originando caprichosos espacios residenciales impregnados de
anonimato urbano, por su cansina morfología repetitiva, resultado de la aplicación
ortodoxa de reglamentaciones rígidas, que organizaban el tejido urbano como una suma
de funciones estandarizadas: comercio de primera clase, segunda clase, etc., según su
intensidad; funciones de pequeña industria, industria liviana, etc., vivienda compacta,
vivienda en altura, vivienda aislada, etc.; y por la práctica generalizada del "zoning",
que culminaba en la “Unidad Vecinal” [neighborhood unit), propuesta por primera vez
en 1923, por Clarence Perry (Segre, obra citada).

Dicha “Unidad Vecinal”, según Perry, comprendía un núcleo de residencia de 1.000 a


1.500 habitantes, articuladada en torno a una célula básica comunitaria, en cuyo centro
se situaba el comercio, los equipamientos de educación, salud, abastecimiento,
guarderías infantiles, lavanderías, etc. La circulación vehicular era externa al núcleo
básico, y el tránsito pesado no penetra en la Unidad Vecinal. El modelo de Perry, tuvo
amplia difusión, y pasó a convertirse en una suerte de solución universal para todo tipo
de asentamiento residencial suburbano. Sin embargo, los ideales de promover la vida
comunitaria en estas unidades, no se cumplieron, porque la promoción de los valores e
intereses individuales, resultan más poderosos en la sociedad capitalista.

Paulatinamente, el saldo resultante de la aplicación de este modelo, fue su conversión en


un instrumento segregativo en la esfera económica, social, racial y cultural,
diferenciando y aislando eficazmente, cada conjunto residencial, con relación a otros, de
acuerdo a su composición social y a la posición que cada clase social ocupaba dentro
del sistema económico capitalista. El resultado fue un proceso profundamente
segregativo, donde cada individuo pasó a ocupar un sitio en la ciudad, según su nivel de
ingreso económico y las relaciones sociales de producción a las que estaba sometido.
Perry no fue un diseñador urbano aislado, rápidamente fue imitado por muchos
seguidores, y en cierta forma estas propuestas resultaron válidas, desde el punto de vista
de que pese a sus limitaciones, se convirtieron en una alternativa a la anarquía urbana
que amenazaba desencadenar el mercado capitalista del suelo urbano, libre de todo
control y fiscalización.

En la década de los años 30, surgen sobre todo en EE.UU., las primeras propuestas de
orden regional. Finalmente se reconoce, que la ciudad no es un objeto en sí, sino un
fenómeno que recibe la convergencia de muchos factores, tanto internos como externos,
y además, que toda ciudad ejerce influencia sobre un área productiva de la cual se nutre.
Cuestiones como la organización de la red vial, la localización industrial, la protección
de los recursos naturales, etc., sólo pueden lograrse a partir de una política de desarrollo
42
que involucre el campo y la ciudad, es decir, que unifique ambos extremos en términos
de una “región” y de un plan regional de desarrollo.

Las ideas anteriores dieron forma y consistencia a la arquitectura y el urbanismo


moderno. El racionalismo fue la nueva filosofía, y los congresos de Arquitectura
Moderna (CIAM), iniciados en 1928, por Le Corbusier y sus seguidores, se
constituyeron en los ámbitos de difusión universal de estos nuevos valores. En 1934, el
Cuarto y más célebre Congreso, dedicado a la “ciudad funcional” elaboró uno de los
documentos básicos del urbanismo: la Carta de Atenas, que bajo fórmulas abstractas de
calidad de vida urbana, expresa una concepción de la ciudad coherente con los intereses
del sistema capitalista: la ciudad no encierra una problemática social, o mejor las
contradicciones sociales pueden ser resueltas a través del principio de “racionalidad
espacial y funcional” aplicado al ordenamiento de las actividades humanas. Las claves
del urbanismo se encuentran en el enunciado abstracto de cuatro funciones: habitar,
trabajar, recrearse y circular. Si el urbanismo cumple con estos cuatro objetivos
esenciales: asegurar a los hombres alojamiento sano, organizar los lugares de trabajo,
prever las instalaciones necesarias para la recreación y establecer el vínculo adecuado
entre estas diversas organizaciones espaciales, mediante una red circulatoria eficaz.
(Carta de Atenas, 1957); los conflictos sociales, la contradicción entre capital y trabajo,
la explotación del hombre por el hombre, terminarán desapareciendo.

Las ciudades se modernizaron, pero todo lo que debiera haber desaparecido, en realidad,
se perfeccionó y extendió, sobre todo, la acumulación del capital y la ampliación de las
penurias urbanas que se quisieron corregir en base a la aplicación de dogmas abstractos
y ahistóricos. Sin embargo, el lector no debe tomar el juicio anterior, como una
sentencia condenatoria al desarrollo urbano de los años 30 y 40. Estas ideas, que traen
consigo los primeros arquitectos que poseen una formación académica que combina
ciencia, técnica y arte, emergente de la dura confrontación entre academicismo y
modernismo que tuvo lugar en los centros de enseñanza superior de arquitectura;
introdujeron en Cochabamba opciones innovadoras, que sin lugar a dudas, fueron
progresivas en relación a la realidad social y urbana imperante, aun pese a sus
limitaciones, y al transplante mecánico de estas premisas a un medio social
absolutamente distinto al de las sociedades capitalistas industriales o al del los modelos
académicos estudiados.

En general, tanto en el contexto latinoamericano, como en el de otros países, el gran


promotor del nuevo pensamiento urbanístico, fue el Estado. Las primeras legislaciones
urbanas se promulgan incluso desde fines del siglo XIX y los primeros planes urbanos,
también datan más o menos de la misma época e incluso antes. En realidad Bolivia, a
través de la planificación urbana que se propuso para Cochabamba, fue uno de los
últimos países del continente en adoptar este pensamiento, y aun así, sólo muchas
décadas más tarde, lo incorporó plenamente en la regulación del desarrollo urbano de
las principales ciudades del país. La actitud del Estado boliviano, en la primera mitad
del siglo XX, con respecto a la problemática urbana, el crecimiento de las ciudades, sus
roles y jerarquías, y su importancia económica, así como su participación en planes de
desarrollo regional y aun nacional, fue en general ambigua y escasamente considerada,
incluso, solemnemente ignorada. Hasta muchos años después de 1952, no existirá un
Ministerio de Urbanismo. En realidad la organización territorial que propuso el Estado
Minero, se circunscribió a articular su espacio económico, esto es, las minas de estaño y
un modesto sistema urbano (Oruro como un centro de servicios y La Paz, como sede del
42
poder político y del aparato administrativo y represivo), a la economía mundial. El
desarrollo de las principales vías de comunicación, de la red ferroviaria y carretera,
desde la época de la minería de la plata, tuvo ese sentido. Las vinculaciones con el Sur
de la República y los valles de Cochabamba, se produjo luego de prolongadas presiones
y conflictos regionales, en tanto el Oriente, sólo logro vincularse al resto del país en la
décadas de 1950.

El único problema urbano que mereció la atención de los poderes centrales, fue el de la
vivienda, pero esta atención, como se examinó en el anterior capítulo, se redujo al
aspecto jurídico-administrativo, y no así, al técnico-constructivo y urbano. Los planes
de “barrios obreros”, fueron extremadamente modestos para pretender incluso, ser algo
parecido al esbozo de una política estatal de vivienda en los años 40. En suma, fueron
los poderes locales, los únicos órganos estatales sensibles a la problemática urbana, la
que por otra parte, nunca mereció el tratamiento de una cuestión de Estado. Los
reclamos por obras públicas, infraestructura, protección contra desastres naturales,
fueron absorbidos y conciliados por los municipios. El poder legislativo sólo votaba los
empréstitos y examinaba la capacidad de cada economía regional y comunal para
redimirlos. Esporádica mente el Ministerio de Obras Públicas enviaba un agente técnico
para recomendar o dirimir alguna polémica sobre cuestiones como la dotación de agua a
Cochabamba, pero el resto, corría por cuenta de los órganos locales, o mejor decirlo en
forma explícita, por la creación de nuevos gravámenes al maíz, el muko y la chicha.

Este es el contexto en el que en Cochabamba, el problema urbano, merced a las causas


ya anotadas en el capítulo anterior, emergió como una cuestión lo suficientemente
importante como para ocupar la atención pública. Sin embargo esta problemática fue
esencialmente local y no trascendió más allá del ámbito municipal.

En Cochabamba los primeros atisbos de “planificar la ciudad”, fueron en principio


sumamente modestos. Una ordenanza del Concejo Municipal de 1889, expresaba
preocupación por el porvenir de la ciudad y destacaba la urgencia de “evitar
especialmente en la campiña, a donde tiende a extenderse la ciudad, que se continúen
construyendo edificios, paredes y cercas en las mismas condiciones actuales de
estrechez e irregularidad, y que por tanto, deben dictarse prescripciones que han de
regular la conveniente alineación de los márgenes de los caminos y las calles",
disponiéndose que toda construcción nueva o reconstrucción, con frente a la vía pública,
sólo podía iniciarse previa licencia y verificación de la alineación del nuevo predio;
disponiéndose que el ancho de las calles, sea de 8.00 (Soruco, 1899).

En cierta forma, los ideales urbanos del siglo XIX, quedaron sinterizados en un editorial
de El Heraldo de 1877 que vale la pena reproducir en sus partes salientes: Un primer
reparo frecuentemente era el propio sitio de fundación de la ciudad “en un lugar bajo y
húmedo”, para luego observar el trazado del damero. A este respecto el editorialista se
preguntaba:

“¿cuál fue el ingeniero español, que sobre tan extenso llano trazó sus calles
bajo una escala tan estrecha. (...) Lo que de tal estrechez se deduce, es que la
ciencia española de entonces era estrecha, pues no sabía lo que importa para la
salubridad pública la amplia circulación del aire y la luz, la belleza y
comodidad que presta a una ciudad la anchura de sus calles. Si en lugar de las
9 y 1/3 de varas castellanas que miden de ancho nuestras calles, se les hubiera
42
dado los 20 metros que hoy se consideran necesarios, tendríamos en la
actualidad veredas de 4 metros de ancho orilladas de árboles gigantes y una
calle al medio de 12 metros de ancho para el libre tránsito de los carruajes y
caballos (...) Desgraciadamente el mal está hecho, y es casi irremediable
Nuestras calles son angostas, más angostas que las de otras ciudades de
América, que a lo menos miden 12 varas de ancho, razón por la cual con el
incrementó que cada día adquiere el uso de los carruajes, entre nosotros, y el
tráfico de los caballos siempre abundantes en países agrícolas, pronto nuestras
calles se harán intransitables.

Toda esta preocupación se resumía en una propuesta concreta:

Sin exigir que nuestro Ayuntamiento rompa, como Napoleón III, la ciudad en
todas direcciones y demuela barrios enteros para abrir ‘bulevares’, nos
permitimos indicarle, la necesidad de formarlos en las principales salidas de la
ciudad, y la de abrir en el centro, algunas plazuelas (como la de Santa Teresa)
en las esquinas ocupadas hoy por casas viejas de alguna extensión. (El Heraldo
No. 14 de 13/09/ 1877).

En fin, Un jocoso “Programa de Gobierno” del Cnl. Celestino Góngora, un valluno que
a tono con la época, no sólo fundó un efímero “Partido Gongorista” , sino que expresó,
o tal vez resumió, con tono original, la mezcla de modernismo y sabiduría popular, con
que se prefiguraba la conurbación de Cochabamba de ochenta años mas tarde, en los
siguientes términos:

Se tendrá una gran ciudad, uniendo Quillacollo con Cochabamba (...) Entre los
dos lugares, pondré una línea férrea, de donde pasará a Cuchicancha (la feria
de Quillacollo), llamada así vulgarmente, y hoy Alejandría, todos podrán
trasladarse allí obteniendo sitios gratuitos para construir sus casas y su
‘corralito’. A los dueños de los sitios se les pagará una bicoca y si no quieren
desprenderse, se los desterrará al trabajo de la goma. (“Programa de
Gobierno”, La Maica, mayo de 1900).

Bajo la influencia de este tipo de criterios, sin duda ampliamente discutidos en las
tertulias familiares y en los ambientes intelectuales, otra ordenanza de 1895, disponía
que los propietarios de inmuebles sobre la Plaza Colón y la Plazuela del Regocijo de
Cala Cala, debían presentar “planos de fachada de1 edificio levantado conforme a
reglas de arquitectura para su correspondiente aprobación”. Una ordenanza de 1896,
suscrita por Ramón Rivero manifestaba: “El ideal es enderezar todas las calles, pero en
la imposibilidad de rectificarlas por completo, se debe aspirar a hacerlo, lo más que
sea posible”. Bajo este tenor se sugería incluso, que calles muy estrechas como el
“Pasaje del Diablo” debían ser suprimidas, en tanto las calles que se hallan “sometidas
a regularidad, formando cuadras, deberán ser ensanchadas al ancho reglamentario, no
de una vez, sino poco a poco, conforme se operen construcciones en ellas”. Este ancho
reglamentario era de 8.50 mts. (Soruco, 1899, Volumen II).

Una disposición posterior, de 1909, suscrita por el propio Ramón Rivero en su calidad
de Munícipe de la Comisión de Obras Públicas del Gobierno Comunal de ese tiempo,
contenía lo que podríamos denominar, el germen de las ideas y planteamientos iniciales
de la planificación urbana: En efecto en este informe apareció por vez primera la
42
mención: “adopción de1 plan modelo o Plano Regulador al que deben adaptarse y
subordinarse 1as construcciones futuras y las nuevas calles que han de abrirse o
prolongarse”, instruyéndose al ingeniero Municipal, el faccionamiento de un plano de
la ciudad que sirviera de base a esta concepción.

Así, además de un extenso y detallado listado de calles que debían ensancharse y


prolongarse, se propuso una clasificación de vías, concretamente: de avenidas de primer
orden con un perfil de 30 mts; de segundo orden con 20 mts y de tercer orden con 15
mts., “siempre que no se puedan corregir y ensanchar”, en tanto las calles nuevas pasan
a tener un perfil de 12.50 mts., considerado “normal”. Luego, se establece “la creación
de un camino que circunvale la población” al que se denomina "Avenida de
Circunvalación", y sobre cuyo trazo, se da una descripción detallada. Sin embargo, la
más significativa de estas iniciativas, fue la sugerencia de crear una “Avenida Central,
"destinada a ligar la Alameda (actual Prado) con la Avenida Aroma, a lo largo de la
actual calle San Martín, que para e1 efecto, se ensanchará en su lado occidental. Esta
vía, que en lo futuro sería el 'Bulevar Central de Cochabamba, tendrá un ancho de 30
metros, teniendo su extremo norte en la Plaza Colón” (El Heraldo nº 5779, 22/11/
1909).

Sin duda la penuria habitacional y la crisis sanitaria que agobiaba la ciudad fueron
factores que influyeron en el pensamiento de quienes formularon los primeros criterios,
que rebasando la vieja práctica municipal, dominante en todo el siglo XIX, de
intervenciones puntuales de rectificación, ensanche y apertura de calles sin un criterio
de plan urbano, avanzaron en 1909, hacia un conjunto de disposiciones que combinaba
la práctica anterior de reformar partes dispersas del casco viejo. con algo novedoso
como fue la introducción del concepto de “Avenidas de Circunvalación”, y de una
avenida central de penetración, destinada a vincular la Alameda con la zona sur, hasta la
Avenida Aroma (ex calle de las Carreras), tal como mencionamos anteriormente. Sin
embargo lo realmente significativo, fue que conjuntamente con estas determinaciones
aprobadas por el Concejo Municipal, se instruyó al ingeniero Municipal “que
faccionará el plano de 1a ciudad en escala 1:5.000, el que serviría de base a la
adopción de un Plan Modelo o Plano Regulador, a1 que deben adaptarse y
subordinarse las construcciones futuras y !as nuevas calles que han de abrirse o
prolongarse”. (El Ferrocarril nº 5779, 22/11/1909).

El promotor de estas ideas, como ya se destacó, fue el eminente ciudadano don Ramón
Rivero, entonces Munícipe Comisionado de Obras Públicas del Concejo Municipal.
Estas sugerencias, sin embargo, hubieran corrido la suerte, tal vez de muchas otras, de
ser olvidadas en los archivos del Concejo Municipal, de no mediar la necesidad de
ampliar la ciudad hacia nuevas áreas para hacer frente al problema habitacional,
fenómeno que propiciaba la urbanización de tierras circunvecinas al casco viejo. Por
tanto, la idea de Rivero, cuando mencionó un “Plan Modelo” no era otra que el lograr
que esa futura expansión, transcurriera en forma ordenada y preestablecida. Por esta
razón, una década más tarde, el propio Ramón Rivero, cuando ocupó las funciones de
Presidente del H. Concejo Municipal, retornó sobre la temática del “Plano Regulador”.

Sus ideas a este respecto eran admirables, si se considera que fueron emitidas en una
época donde todavía el espíritu conservador del siglo XIX, era una realidad dominante.
Rivero (1919) afirmaba en un documento oficial:
42
No es posible concebir una comunidad, ni aún una simple asociación de
personas, sin suponer que tengan un plan dentro del cual se desenvuelve su
acción progresiva y su marcha normal hacia los objetivos que no se obtienen de
una sola vez, ni en poco tiempo, sino que demandaron esfuerzos y tiempo largo
para su realización (...) Esto es lo que hemos buscado, sino para hoy, para
mañana, con la formación de plano regulador que consulta el desenvolvimiento
de la ciudad dentro de sus condiciones peculiares de topografía, clima y
situación (...) Levantado en 1909, ha sido completado en el año actual (1919),
siendo de desear que sus indicaciones se cumplan poco a poco, a medida de las
construcciones o reconstrucciones que se presenten. (El Heraldo nº 8292,
22/01/1919).

Un primer efecto práctico del plano aludido, fue generar un criterio de denominación de
calles y de numeración general de edificaciones 393. Las características de esta primera
propuesta quedan resumidas en las palabras del propio Rivero:

Prácticamente los ejes de la ciudad de Cochabamba son: Avenida Ballivián,


calle España, Plaza 14 de Septiembre, calle Esteban Arze, de norte a sur; Calle
Santibáñez, Plaza 14 de Septiembre, calle Sucre, de este a oeste. El primer eje
divide la ciudad en dos secciones: Oriental y Occidental. El segundo la parte en
dos, la del Norte y la del Sur (…) En cuanto a plazas, el plano regulador las
consulta y localiza en lugares adecuados, tratando de multiplicarlas, a fin de
corregir con su implementación, el gran defecto de la estrechez de nuestras
calles. Algunas de ellas, ya han sido dibujadas sobre el terreno, como la de
Queru Queru, que con el nombre de Plaza La Paz se inauguró en noviembre de
1918, celebrando la conclusión de la guerra europea, y la de Muyurina, que se
ha trazado a la salida de la carretera a Sacaba, en la que se erigirá la fuente
regalada por la familia Torrez, y que no es otra, que la del Convento de la
Recoleta (El Heraldo número citado).

Esta propuesta actualizada, si bien ya no mantenía la idea del Bulevar Central de 1909,
proponía la apertura de avenidas de circunvalación, tanto limitando el perímetro urbano
del extremo sur, como proyectando avenidas ribereñas a lo largo del río Rocha, con 30
metros de perfil, que se unieran con la avenida Aniceto Arce, que también formaba
parte de esta propuesta, y que se deseaba prolongar hasta la Avenida Ribereña de
Circunvalación Norte, en tanto por el sur, se prolongaba hasta la zona de Alalay,
uniéndola a la antigua salida a Sacaba por este sector. Esta avenida atravesaba Las
Cuadras y Muyurina en un sector próximo al cerro San Pedro y, tenía un trazo mucho
más nítido que la posterior avenida Rubén Darío, por estar mucho menos comprometida
con la serranía. Dicha avenida, al igual que su contemporánea tenía la función urbana de

393
El Concejo Municipal de 1916, contrató, mediante un empresario, la adquisición de las placas con
denominación de calles que fueron fabricadas en Buenos Aires, en base a planchas de hierro con esmalte
de loza, en color azul y letras blancas. “La denominación de las calles, obedece al sencillo y claro plan
que observa la Municipalidad en 1864, al bautizarlas por primera vez: dar nombres geográficos a las
que corren de este a oeste, con excepción de las cuatro que desembocan en la Plaza 14 de Septiembre, y
nombres históricos a las que corren de norte a sur. Los nombres son casi los mismos, habiéndose
cambiado muy pocos por las exigencias de la época. Tal ha pasado con la calle del Teatro, hoy España,
con la de San Juan de Dios, hoy Esteban Arze, con la de Santo Domingo o hoy Santivañez, con la
Compañía hoy General Achá, con la de Santa Teresa hoy Baptista, con la del Prado hoy 25 de Mayo”.
42
cerrar el anillo de avenidas de circunvalación que enmarcaban el perímetro urbano de la
ciudad en ese momento (Ver Plano 14)394.

Otro aspecto significativo de esta propuesta inicial fue la incorporación de nuevas


extensiones en el Noreste y Noroeste de la ciudad, a la urbanización existente,
rompiendo con el límite físico de 142 manzanas que esta presentaba desde 1870, para
incorporar alrededor de 100 nuevas manzanas, que se consolidarán con modificaciones
diversas, muchas décadas más tarde. Sin llegar a una afirmación rotunda, es posible
inferir en este hecho, un primer antecedente de expansión del modesto mercado de tierra
urbana.

Sin embargo, lo dominante fue la preocupación por imponer a la ciudad un sentido de


racionalidad, en realidad una vieja temática, que estuvo presente en el pensamiento de
muchas administraciones municipales a lo largo del siglo XIX, pero, sin alcanzar la
claridad ni profundidad de la propuesta de Rivero. Estas ideas pioneras de sobre
desarrollo urbano, contra todo pronóstico, tuvieron la virtud de configurar una
alternativa a la concurrencia de una serie de factores que pusieron en entredicho la
postura conservadora de considerar el desarrollo urbano como algo rutinario limitado al
ornato y a la realización de pequeñas obras dispersas, abriendo paso, al reconocimiento
franco de que la respuesta a los nuevos problemas que planteaba la ciudad, solo podrían
resolverse planificando su transformación y crecimiento.

Un primer factor gravitante, tiene que ver con los problemas sanitarios, en especial la
ausencia de agua y alcantarillado, a los que una y otra vez se acusó, como los causantes
de las formas endémicas que adquirieron muchas epidemias. Las diversas ideas y
propuestas que se hicieron al respecto de posibles soluciones, terminaron por impulsar
la idea de una urbanización planificada, una vez que se fue identificando el desarrollo
urbano y la consiguiente ciudad moderna, con la esperanza de encontrar una solución
definitiva a de todos esos antiguos problemas, sobre todo los de salud. En todo caso, y
tal como fue descrito en el capítulo respectivo, las obras de alcantarillado y red de agua
potable que se ejecutaron en la década de 1920, dieron de alguna forma respuesta, a esa
largamente perseguida aspiración, a lo que se sumo, el hecho de que su ejecución se
realizó en un momento en que una obra pública de esa magnitud, podía resolver la
desocupación e iliquidez de sectores sociales agobiados por la crisis regional de dicha
época.

Estas obras, si bien no llegaron a satisfacer totalmente la expectativa de mejora urbana


creada en torno a ellas, alentaron la urgencia de otras obras complementarias. Desde
fines de la década citada, se reclamó el asfaltado de las calles y esta demanda,
postergada por el conflicto del Chaco, comenzó a ser ejecutada a partir de fines de 1936.
La paulatina ejecución de esta obra, no tardó en plantear nuevos problemas,
estrictamente pertinentes al campo de la planificación urbana: cuestiones como las
rasantes, las alineaciones de las casas, el ancho de las calles, su rectificación, etc.,
dejaron a descubierto, la necesidad urgente de profundizar y actualizar la propuesta de
Ramón Rivero para tener una referencia técnica actualizada, que pudiera resolver
globalmente este problema y lo sancionara con fuerza de ley, pues lo contrario,

394
El Plano Regulador de Cochabamba que contenía las ideas de la primera propuesta de Ramón Rivero
fue reproducido en 1929, y mantuvo una vigencia nominal hasta la década de 1940.
42
amenazaba con paralizar la prosecución de la ansiada pavimentación, es decir, frenaba
el desarrollo urbano.

Otro factor importante fue la penuria de vivienda, la misma que se vio agravada por un
incremento de población sin precedentes, es decir, la confluencia sobre Cochabamba de
ex soldados y ex colonos, que aventuraban su porvenir en la ciudad, además de la
emigración de comerciantes, profesionales y capas medias de centros urbanos del
interior de la República, atraídos por el clima cochabambino, pero sobre todo, por esa
suerte de intuición que guía a las clases medias hacia centros que juzgan dinámicos y
“de porvenir”. A todo este éxodo, se sumaba la llegada de mineros ricos y comerciantes
acomodados que venían a Cochabamba a “comprar casa”. Pero además, todavía a todo
esto se añadían las migraciones de palestinos, judíos y otras nacionalidades, que
acudieron a Cochabamba por razones similares a las anteriores. Esta inusitada e
imprevista expansión demográfica, puso a prueba y luego desbordó la capacidad de
alojamiento de la ciudad, creando el cuadro de crisis habitacional ya relatado en el
capítulo anterior, lo que a su vez, obligó a pensar una vez más, en intensificar la
edificación de nuevas viviendas, lo que a su vez obviamente, puso en relieve, la
cuestión de la planificación urbana de la ciudad para definir las zonas de crecimiento de
la misma.

Otro factor no menos importante, que explica el repentino afán urbanizador de


mediados de la década de 1930, fue la amenaza devaluatoria, que hizo peligrar a las
fortunas acumuladas por terratenientes y comerciantes durante la Guerra del Chaco. En
cierta forma, es posible afirmar que la crisis del maíz de los años 20 e inicios de los 30,
fue frenada por el conflicto bélico citado. El ejército y sus necesidades de
abastecimiento se constituyeron en el mercado alternativo y propicio que reclamaban las
clases dirigentes cochabambinas desde 1925. La caída de la moneda a partir de 1935,
como consecuencia de una economía nacional agobiada por una importante deuda
externa vinculada al costo de la Guerra, provocó una especie de corrida hacia
inversiones en la adquisición de bienes inmobiliarios precisamente en la ciudad y el
Cercado.

En fin, a todo lo anterior, se suman otros factores, como el inicio efectivo de la carretera
Cochabamba-Santa Cruz, en lugar del reclamado ferrocarril que movilizó la conciencia
cívica cochabambina en las décadas de los años 20 y 30, además la realización de otras
obras de magnitud como la canalización del río Rocha, la ejecución de la represa de la
Angostura, la construcción de numerosos edificios públicos y privados, la expansión del
comercio y sobre todo de la industria, que hicieron de Cochabamba una tierra de
esperanza y porvenir395.

Las primeras acciones urbanísticas no rebasaron el esquema tradicional de regularizar y


abrir nuevas calles, aunque esta última operación se incrementó considerablemente en
1935 y 1936, sobre todo en la zona Noroeste de la ciudad, sobre extensiones de tierra,
que si bien el Plano que elaboró Ramón Rivero en 1919, las incorporaba a la mancha
395
“Producida la Segunda Guerra Mundial y ante la necesidad de obtener materiales estratégicos que
podría brindar Bolivia, la Misión Bohan de EE.UU. en 1942, recomendó la construcción de una
carretera asfaltada de Cochabamba a Santa Cruz, recomendación que después de un largo trámite en las
esferas del gobierno nacional, fue acogida favorablemente dejando a un lado la prosecución del
ferrocarril Cochabamba Santa Cruz. Financiada la carretera con la ayuda del gobierno de los EE.UU.
se inició la construcción en 1944, para quedar terminada en 1955” (Galindo, 1974:79).
42
urbana, hasta ese momento, salvo aisladas edificaciones, era dominantemente un ámbito
de tipo rural, con abundancia de huertos y maizales y sin ninguna referencia efectiva de
trazado urbano.

A manera de ejemplo de este primer síntoma de urbanización, enfocando el caso de la


zona anotada, señalaremos que los propietarios de estas tierras, comenzaron a practicar
fraccionamientos a partir de 1935 y reclamaron a la Municipalidad, la apertura de calles
que conectaran dichos predios con el paseo del Prado. Inicialmente, esta fue una zona
poco atractiva a la expansión urbana a pesar de su proximidad del paseo de la Alameda,
porque periódicamente los desbordes del río Rocha, la anegaban. Ello indudablemente
influía en el valor urbano de estas tierras, que si bien se beneficiarían a plazo mediato
con la canalización del río, estaban amenazadas de no participar en el mercado
inmobiliario como una oferta ventajosa, en un momento de auge en la valorización de
los predios urbanos. Ello impulsó a estos propietarios -comerciantes y terratenientes
notables- a una acción muy creativa: plantear en lugar de la simple prolongación de la
calle Ayacucho hasta el río; tal como sugería el “Plano Regulador” de 1910 para ésta y
las demás calles del sector, el desarrollo de Norte a Sur de una avenida o mejor “un
paseo” que reprodujera el escenario de la Alameda en base a la cesión voluntaria de
terrenos para este objeto. Así nació la Avenida Ayacucho (posteriormente Villazón),
sancionada por una Ordenanza Municipal de 21 de agosto de 1935, con un perfil de
23.00 mts., aunque inicialmente se preveía un mayor perfil, el mismo que fue retaceado
por los afectados en el momento de hacer efectiva la cesión. En suma esta vía no fue
fruto de ningún criterio planificador específicamente, y sí, de la necesidad inicial de
valorizar estas tierras en un momento crucial para su realización comercial.

Por tanto, la urbanización de la zona residencial Noroeste giró en torno a este “paseo”
que luego se consolidó como una avenida, con la consiguiente ampliación de calles
transversales que buscan una salida por el Este hacia el Prado y por el Oeste hacia la
Avenida de Circunvalación o Ribereña, proyectada por el citado Plano de 1910. Sin
embargo esta nueva vía, inicialmente proyectada como una “nueva alameda” y luego
consolidada, como una fracción de avenida que no conduce a ningún lugar, no tenía otra
posibilidad, si se trataba de valorizar y mantener en un nivel alto la nueva tierra urbana
incorporada, que reivindicar la necesidad de prolongar la calle Ayacucho convertida en
avenida hacia el Sur. Por tal razón y desde 1935, se consideró de hecho dicha arteria
como avenida, con el referido perfil de 23.00 mts. Esta definición prontamente se volvió
conflictiva y dio origen a una de las más prolongadas polémicas que conoció la ciudad
en materia de desarrollo urbano396.

Ya en 1936, surgieron partidarios y oponentes a la idea de la avenida Ayacucho, unos


atemorizados por que su prolongación hacia el Sur afectara propiedades consolidadas;
otros atemorizados porque finalmente, si esta avenida fuera reducida a una calle de
12.00 mts., ello iría en desmedro de sus expectativas de valorización del suelo urbano,
como sugerían los primeros. A este respecto, un comentario de la prensa de aquella
época señalaba:
396
Todavía en 1988, cuando finalmente, luego de más de una década de intensa discusión se resolvió el
ensanche de la calle Ayacucho, la posiciones opuestas y favorables a esta acción, no cesaron. El
ensanche, que se describió como una cirugía sin misericordia y respeto por el patrimonio histórico, dio
fama al alcalde ejecutor, Humberto Coronel Rivas, que paso a ser mejor conocido como el “Alcalde
Topadora”, una suerte de moderno Barón de Hausmann a quien no le tembló la mano para liquidar una de
las últimas imágenes de la vieja aldea, todo ello en nombre del progreso urbano.
42

Es necesario declarar que la mayor parte de los vecinos de la avenida en


cuestión, es decir los que están guiados por un espíritu de progreso y
embellecimiento de la población, extrañan por la campaña a que se han
dedicado algunos propietarios, insistiendo en cerrar la avenida, por no
resignarse a perder algunos metros de terreno, que por otra parte, son
indemnizables por la Municipalidad (...) De acuerdo a la última disposición
Municipal de 21 de agosto de 1935, que anula todas las demás, el ancho de la
citada avenida es de 23.00 mts., (...) La mayoría de 1os vecinos de la zona se
han sometido sin dificultad a 1a disposición señalada y ¿cómo ahora, por
acceder a las clásicas exigencias de uno o dos vecinos, se obligaría a avanzar a
quienes ya tienen hechas sus construcciones, hasta colocarse en la distancia de
12.50 mts., forzándose todavía a pagar el valor de los terrenos que tendrán que
cubrir? (...) No es verdad -como asumen los partidarios de la calle-, que la Av.
Ayacucho se concreta solamente a la extensión de algunas cuadras, sino que su
proyección en el futuro es hasta su conexión con la Avenida transversal Aroma,
transformación que se efectuará en el futuro y a medida que se realicen nuevas
edificaciones en su trayectoria (Los proyectos sobre la Avenida Ayacucho, El
Imparcial nº 1622, 16/10/1936)397.

Un argumento en contrario, al proyecto anterior, queda expuesto en la explicación que


realizó en 1937 el Ing. Miguel Rodríguez, autor de una segunda propuestas de plan
urbano que examinaremos más adelante. El citado ingeniero expresaba: “Opongo
reparos al ensanche de calles cuyo tráfico no justifique y que no haya posibilidad
futura de que ese tráfico se incremente: por ejemplo, la parte Norte de la calle
Ayacucho que se detiene frente al río. Esa calle, jamás ha de tener un tráfico intenso y
no se justifica su ensanche hasta los 23 metros. Actualmente ese ensanche en término
medio ha alcanzado 12 metros y pienso que habría que dejarlo así”. (El País No. 313
de 10/07/ 1937)398.

Esta urgencia, a partir de 1935, de abrir calles, rectificarlas, convertirlas en avenidas,


crear plazas, que promovían los propietarios de fundos suburbanos, particularmente en
las inmediaciones de la zona central, es decir, Muyurina, Mosojllacta, la citada zona
Noroeste, pero además otras más alejadas, como Queru Queru, Portales, el Rosal y
otras, siguiendo las pautas del plano de 1910, que en realidad, era más era un esbozo de
intenciones que una propuesta técnicamente viable, terminaron creando tantos
problemas al propio Municipio, que hicieron impostergable la necesidad de reactualizar
la propuesta de Ramón Rivero y acomodarla a las nuevas urgencias y concepciones
urbanas.

397
A fines de 1936 el Municipio es felicitado por su labor en pro del ornato de la Av. Villazón pero se le
reprochaba “la lentitud en la ejecución del ensanche de 23 mts. de la Av. Ayacucho lo que posterga el
deseo de muchos propietarios de construir sus chalets”. Se comentaba a este respecto: “Sabemos de
fuente autorizada, que uno de los terratenientes de la citada Av., que es el Banco Central, habría cedido
gratuitamente una considerable parte de su solar con destino a la prolongación inmediata de la calle
Reza” (El Imparcial nº 1667, 18/12/1936). Una cuestión tan importante como la consolidación de la
avenida para la valorización urbana de la zona, era la apertura de vías transversales como la Calle Reza,
La Paz y otras.
398
Este pronóstico no fue compartido por posteriores propuestas, como veremos más adelante.
42
De esta forma se señalaba la necesidad y urgencia de “un plan de urbanismo que
rectifique el trazado de las actuales calles y avenidas y al mismo tiempo, señale las
nuevas líneas de nuevos barrios que deben erigirse y no continuar como hasta ahora,
siguiendo la línea que más se acomode a Los propietarios”. Con este propósito, se
informaba: “el Prefecto del Departamento Coronel Capriles ha invitado al Ing.
Rodríguez para venir a esta ciudad y hacer un estudio sobre este particular, habiendo
sido aceptada tal invitación”. Se acotaba al respecto: “E1 Ing. Rodríguez es muy
conocido por sus trabajos de urbanismo en la República Argentina y es autor de un
notable proyecto de canalización de1 río Grande (…) existe e1 ánimo de entregar al
Ing. Rodríguez la misión de elaborar el plan de urbanización de la ciudad” ((El País nº
176, 10/01/1937)399.

El Concejo Consultivo Municipal, cuyo presidente era Carlos La Torre, también se


ocupó de este problema. La Torre resumía la cuestión que se presentaba ante quienes
tenían la responsabilidad de definir el destino de la ciudad en ese momento crucial de su
evolución, planteando el siguiente interrogante: ¿Se moderniza la población actual
ensanchando sus calles, o se atiende a la formación de nuevos barrios extendiendo el
radio urbano? La nueva dinámica del proceso urbano, su violento cambio de ritmo, de
una casi imperceptible marcha intrascendente, a un ritmo que parecía desenfrenado,
exigía una respuesta perentoria. Dicha autoridad manifestaba:

El fenómeno que actualmente se registra en la República, es una afluencia de


gente hacia las ciudades. Las singulares condiciones climáticas de
Cochabamba, hacen que La afluencia beneficie más a ésta, que a ningún otro
departamento (…) Hay una natural tendencia a dar acomodo seguro a la
moneda abundante y depreciada, mediante 1a adquisición de bienes raíces
rústicos y urbanos. Se edifica febrilmente, pero no se da abasto a esta fiebre,
porque el radio urbano es limitado y 1o que es peor se permite 1a construcción
extrarradio, sin que exista un plan de nueva urbanización (El País nº 208,
04/03/1937).

De esta forma, La Torre, sintetizaba la encrucijada en que se encontraba la ciudad en


ese momento, en el que no sólo el antiguo trazado urbano, sino el propio aparato de
gestión urbana, habían sido rebasados y se mostraban obsoletos para responder con un
mínimo de eficacia a las crecientes demandas de nuevos trazados de vías, nuevas
rasantes, nuevos parámetros técnicos, que simplemente no existían.

Sin embargo, el propio La Torre, con singular lucidez, esbozaba una respuesta a la
cuestión planteada, en los términos siguientes, que los transcribimos in extenso:

1. Hay que atender con carácter primordial la expansión de la población,


ampliando e1 radio urbano o urbanizable en la medida de lo racional,
extendiendo 1a población actual.
2. La ciudad ya ha fisonomizado su distribución de zonas: Barrio Obrero o Fabril
a1 Sur y residencial a1 Este y Norte: Las Cuadras, Muyurina, Mosojllacta y el

399
No se conocen los antecedentes curriculares del el Ing. Miguel Rodríguez que según parece realizó
estudios en la Argentina y varias obras de ingeniería civil en diversas zonas de Bolivia y el citado país. Lo
cierto es que fue nombrado “Ingeniero Urbanista Municipal”, a fines de enero de 1937 (El País nº 194,
31/01/1937).
43
Oeste de la Av. Ballivián con el Límite del río Rocha. A la margen derecha de1
Rocha, esta zona residencial podría extenderse hasta donde fuese necesario,
conservando el carácter genuino de ‘campiña’, 1a zona de Tupuraya, Aranjuez,
Recoleta, Queru Queru y Cala Cala, pero dotándole de una cierta
regularización.
3. Tanto La barriada obrera como la residencial, deberán presentar e1 sello típico
que está obligada a demostrar Cochabamba, de ‘ciudad- jardín’, con avenidas
y amplios jardines delante de las casas.
4. La ciudad actual como un nexo obligado entre ambas zonas de ensanche.
deberá abrir arterias de comunicación que permitan un tráfico rápido e intenso
(Gaceta Municipal de 1937, trascrito en El País nº 208 de la fecha citada)400.

La puntualización anterior sintetizaba en forma excepcional, todo lo que se discutirá y


planteará en materia de urbanismo en la década siguiente, e incluso abordaba toda
aquella temática de la expansión urbana, que aún hoy no ha perdido vigencia. Las
formulaciones de La Torre expresaban en buenas cuentas, una política urbana con
respecto al momento que vivía la ciudad y también en relación al porvenir que se desea
para ella. Esta y otras propuestas, muchas poco conocidas por no haber merecido la
atención de los medios impresos de la época, desmienten la peregrina creencia sobre la
intervención de urbanistas excepcionales que tradujeron de una sola vez, en propuestas
técnicas, el espíritu de renovación y modernidad que demandaba el cuerpo social
cochabambino. A1 contrario, tales propuestas, y no puede ser de otra manera, no fueron
el fruto de un golpe de genialidad repentino, sino tuvieron una larga maduración, tanto
en la esfera intelectual más esclarecida de la sociedad valluna, como en la percepción
ciudadana que demandaba soluciones técnicas a los problemas urbanos. Sin duda, no
son ajenos a este proceso de enriquecimiento de ideas sobre el presente y el futuro de la
ciudad, los aportes de un Ramón Rivero y de muchos otros, que enriquecieron e
inspiraron la claridad y sencillez del planteo de La Torre, ya en 1937, cuando todavía
los futuros urbanistas estaban iniciando los primeros pasos en su formación profesional.

En este mismo rumbo, las medidas del Alcalde Luis Castell Quiroga, para regularizar y
darle alguna coherencia al afán constructivo señalado, tienen el sello anotado. El citado
Alcalde, disponía en el año 1937, que “toda construcción o reconstrucción deberá
acompañarse de los planos y croquis técnicos correspondientes. Además que en las
calles directas (que desembocan a la plaza principal), hasta la quinta cuadra inclusive,
y en la transversal, hasta la cuarta, deberán ejecutarse edificaciones de dos pisos
cuando menos”. Esta administración, emitió una ordenanza liberando de todo impuesto
municipal por dos años, a todas las edificaciones nuevas y creó el Premio Anual de
Edificación. (Reseña de la labor de la Alcaldía, El País nº 268, 10/05/1937)401.
400
Es importante destacar, que en el caso de Cochabamba la concepción de “ciudad-jardín”, no era un
privilegio privativo de los urbanistas. En realidad, mucho antes de la presencia institucional de los
mismos, el vocablo era utilizado por los sectores intelectuales y la ciudadanía en general, como sinónimo
de un cierto tipo de modernidad compatible con los valores paisajísticos y climáticos del Valle de
Cochabamba. El ideal de conservar la campiña, pero al mismo tiempo la necesidad de urbanizarla,
parecen entrar en conciliación con esta prefiguración.
401
La primera obra que mereció el Premio Municipal de Edificación a la mejor vivienda construida en
1937, fue la del señor Eduardo Laredo Quiroga ubicada en la Avenida Ballivián, concediéndose mención
honorífica al Sr. Octavio Lafaye por su casa edificada en la Plaza Luis Felipe Guzmán de Cala Cala,
concediéndosele además un diploma de honor al Arq. Hugo Blanco “por haber contribuido como ningún
otro profesional al embellecimiento de la capital”, contándose entre sus obras un hermoso conjunto en la
Av. 14 de Enero. (El País, nº 381, 09/01/1938).
43

Fue este contexto, en que el antes citado Ing. Rodríguez, desarrolló una primera
propuesta urbana para encausar el crecimiento de la ciudad de Cochabamba. El estudio
desarrollado presentaba tres cuerpos: uno inicial de antecedentes y situación urbana de
Cochabamba en 1937, un segundo cuerpo que contenía la concepción global de
encauzamiento del desarrollo urbano y un tercero, que abarcaba el tratamiento
específico de situaciones concretas:

Inicialmente, la apreciación del Ing. Rodríguez acerca de la realidad urbana edificada,


era que la misma se materializó venciendo muchos obstáculos y superando situaciones
francamente adversas, que no estuvieron presentes en el caso de otras ciudades. A1
respecto anotaba:

Cochabamba ha nacido y ha crecido debido solamente al esfuerzo propio y


titánico de sus habitantes en lucha tenaz contra una naturaleza absolutamente
pobre en materiales de construcción y que, ahora como antes, sólo podrá contar
para e1 mejoramiento de su urbanismo, con el trabajo de sus habitantes,
reducido a dinero, para la importación de materiales que no brinda 1a propia
naturaleza.

Bajo esta línea de pensamiento, consideraba que la inexistencia de buenos materiales de


construcción, conclusión que sin duda no fue debidamente verificada por el autor, se
expresaba en ese espectáculo de casonas extremadamente vetustas y semiderruidas que
ofrecía el casco viejo; y allí radicaba una de las principales problemáticas de la ciudad.

En función de ello, consideraba que:

El problema fundamental del urbanismo en esta ciudad, debe ser el de la


economía de la construcción... y esa economía habrá que tenerla de dos modos:
señalando con precisión y de un modo definitivo la mejor ubicación de cada
edificio con respecto a las necesidades públicas o del conjunto, y después,
velando por 1a economía de las construcciones propiamente dichas, es decir
por e1 mejor y más adecuado empleo de los materiales de construcción y por su
abaratamiento. (El País No. 307 de 3/07/ 1,937).

El uso adecuado y racional de estos materiales, consistía en la eliminación de aquellos


con los que fue construida la ciudad colonial. Para el Ing. Rodríguez, el desafío de
varios siglos de existencia de los templos coloniales hechos en base a piedra, adobe y
teja colonial, no eran una buena carta de presentación, y por tanto se sugería, su
sustitución por el ladrillo cerámico y la calamina.

A continuación, siguiendo la argumentación de esta parte inicial de la propuesta, se


examinaba el tejido urbano de la ciudad y se emitía el siguiente juicio:

Es curioso observar cómo el trazado primitivo, o sea el trazado colonial de esta


ciudad, se ha hecho con más prolijidad que el que se ha observado en el
crecimiento posterior (...) Las calles centrales son rectas, pero las
prolongaciones de esas calles, se van desviando de la línea recta para tomar la
quebrada o sinuosa y estrechándose hasta límites inconcebibles. Es decir, que
la acción absolutamente retrógrada de las autoridades comunales que nos han
43
precedido ha permitido este resultado. Es de trascendental importancia la
rectificación de1 trazado de las vías, tanto en cuanto al sentido de su dirección,
como en cuanto a su capacidad de tráfico, es decir el ancho que debe
corresponder a cada arteria en relación con el tráfico que por ella debe
hacerse, ahora como en e! futuro, dados los centros de atracción probables que
ella debe servir. (El País nº 307 de la fecha citada).

Finalmente en la última parte del primer cuerpo de su propuesta, abundaba en


recomendaciones técnicas sobre la forma de ejecutar las veredas y calzadas de las calle,
sobre el riego de las mismas para evitar la polución, sobre la ornamentación de las
plazas y sobre el perfil de las avenidas402.

En la segunda parte de la propuesta, destacaba inicialmente la necesidad del


levantamiento de un “plano regulador”. En concreto recomendaba:

Cuando sea posible, debe procederse a levantar la gran poligonal que encierra
dentro de ella, todo e1 tejido de 1a ciudad determinando los límites de esta o
sea, el territorio efectivo sobre el que ejerce jurisdicción 1a autoridad
Municipal (...) La unión de esas villas o núcleos de población (los
conglomerados dispersos de Muyurina, Cala Cala, Queru Queru, Jaihuayco,
etc), al núcleo central, deberá hacerse por avenidas. Tiene que realizarse un
estudio muy prolijo de la situación de los núcleos en cuanto a su importancia
actual, como a su importancia futura.

Añadía que resuelta esta cuestión y definidos los centros de gravedad, “e1 cálculo de
tráfico nos permitiría determinar el mejor trazado y 1a importancia real de las vías de
primer orden, segundo orden, tercer orden” Luego destacaba que:

Los núcleos adicionales, han estado hasta ahora privados de toda directriz
edilicia y se han desarrollado en condiciones lamentables para su
urbanización: cada propietario ha edificado su casa donde ha podido o donde
ha querido, y las calles, pese a la calidad edificada, son detestables por e1
grandísimo desorden y hoy para corregir esos errores van a ser necesarios
enormes sacrificios.

Anotaba a seguir, que las vías principales de comunicación de los citados núcleos deben
responder a las condiciones generales del citado tipo de vías, a la intensidad del tráfico y
a la comunicación con los “centros de atracción”, es decir: “oficinas públicas, casas
comerciales, los mercados y las estaciones de ferrocarril en primer término, y las
escuelas y colegios, las iglesias, 1os teatros, 1os cines y los stadiums, en segundo
término”.

Rodríguez consideraba en su propuesta, que las “avenidas de primer orden”, que debían
vincular “las poblaciones del Norte con los centros de atracción” eran: “La avenida
Simón Bolívar, que existe de Cala Cala al Prado y una avenida nueva que deberá
402
A este respecto anotaba: “Las avenidas que he proyectado para esta ciudad, deben tener un ancho
uniforme de 25.00 mts., distribuidos en dos veredas de 5.50 mts., cada una, dos calzadas de 6 mts. cada
una, separadas ambas por un espacio de 2 mts., destinados a refugio de peatones y la instalación de
columnas para el alumbrado y para el estacionamiento de vehículos. Estas avenidas serán bordeadas de
árboles no frutales ni florales”.
43
trazarse y unirse al Puente de la Recoleta, con e1 extremo de a Av. Ballivián y 1a Plaza
Colón”. Sugería la apertura de dos avenidas diagonales:

La primera, entre la Plaza Colón y La Plaza 14 de Septiembre; y la segunda, de


la Plaza 14 de Septiembre hasta la terminal de 1a ca1le Junín, frente a 1a
Estación de1 Ferrocarril Cochabamba-Oruro (...) Con esta red de avenidas
cuyo punto de bifurcación va, a ser 1a plaza Colón, quedarán servidos los
núcleos del Norte para su comunicación rápida con los centros de atracción de
primer orden (Ver Plano 15).

A1 respecto de estos planteos el citado ingeniero, consideraba que era un error obligar
al ensanche de todas las calles, y que lo conveniente eran la ejecución de las dos
diagonales proyectadas. Opinaba que de este modo, no se agravaría la crisis de la
vivienda, “pues las diagonales cortarían la parte media de las manzanas sin tocar el
frontis de los edificios, resultando consiguientemente la expropiación más económica"
(Sugerencias sobre un plan de urbanismo, Gaceta Municipal, 1937).

La tercera parte de la propuesta hacía referencia a situaciones más específicas: con


relación a la calle Perú (hoy Av. Heroínas) anotaba: “Siguiendo con la red de vías
principales que proyecto, he de indicar el ensanche de la calle Perú, desde la calle
Hamiraya hasta empalmar con la diagonal proyectada desde la Plaza Colón a la Plaza
14 de Septiembre, para facilitar la comunicación con 1a Estación de Luz y Fuerza,
utilizando el ensanche existente hasta la Hamiraya, es decir, que sólo habrá que
ensanchar 4 cuadras”. Por otra parte, anotaba que, en lo que hace, “a las vías
principales de comunicación de los núcleos del Oriente y Noreste, existen ya vías
amplias y sólo se necesita replantearlas, alineándolas debidamente y haciéndolas
empalmar con la red central, mediante intersecciones con la calle Venezuela,
prolongada, ensanchada y bien alineada”.

En cuanto a las zonas Este y Sudeste de la ciudad, el Ing. Rodríguez evidenciaba una
opinión prejuiciosa, y representativa del sentido segregativo que se deseaba imprimir al
desarrollo urbano; manifestaba al efecto:

Los núcleos del Este de 1a ciudad tienen en realidad muy poca importancia y es
muy difícil que la adquieran en e1 futuro, de modo que estarán bien servidas,
prolongando una de las calles, Sucre o Bolívar ensanchadas y bien alineadas.
Pero la parte Sudeste de la ciudad, requiere muchísima atención de parte del
Gobierno comunal, pues por lo mismo de ser e1 barrio pobre, y que ahora es un
verdadero campamento de gitanos, necesita la atención diligente de las
autoridades, la procura de un mayor bienestar, de una mejor organización y de
una mayor higiene física y moral de esos desgraciados, hacinados en
habitaciones estrechas y sucias, sin tener más modelos que la degeneración y el
vicio ( El País nº 313, 10/07/1937).

Estas eran, entre otras, las razones que se esgrimían para oponerse tenazmente al
ensanche de la calle San Martín.
Asimismo, manifestaba su oposición a la apertura de la avenida Ayacucho, en los
términos anotados con anterioridad, y sentenciaba con respecto a la apertura de calles
nuevas: “también debo manifestar mi oposición a la apertura de nuevas calles por el
puro gusto de abrirlas, es dañino a los intereses comunales, porque complica los
43
servicios enormemente, lo que implica costos crecientes no justificados (alumbrado,
pavimentación, veredas, etc)”. Por último, recomendaba el ensanche perentorio de
algunas otras vías como las calles Venezuela, México, Ecuador y todas las del sector
Sudoeste, asi mismo, recomendaba la proyección a orillas del río Rocha, “en base a dos
franjas de terreno de 30 mts. de ancho, para hacer una gran avenida-paseo a cada lado
del río, pero sobre todo, en su orilla izquierda”. Estas avenidas debían extenderse desde
la Muyurina hasta el actual puente a Quillacollo, con un perfil de 25 mts. y
profusamente arboladas. La razón de las avenidas diagonales se inspiran en el antiguo
principio huissmaniano de la apertura de vías con el menor costo: “las diagonales
cuestan menos que los ensanches, pues comprometen las partes menos valiosas de los
edificios”.

Globalmente el conjunto de ideas, recomendaciones y sugerencias que contiene la


propuesta urbana del Ing. Miguel Rodríguez, combinaba puntos de vista de detalle, casi
propios de una especificación técnica que se podía ajustar mejor a la ejecución de obras
públicas, con apreciaciones sobre aspectos, también desagregados de un cuerpo de
diagnóstico, poco trabajado, que iba desde la óptica con que se juzgaba la cuestión de
los materiales de construcción, a la proposición de una estructura vial alternativa a la
existente. El problema, es que la exposición anotada, carece de una estructura analítica y
adecuadamente dispuesta en función de un cierto orden o criterio conceptual, así por
ejemplo, resultaba desfasada la preocupación por los problemas constructivos y la
calidad de los materiales de construcción, una vez que estos criterios no se redondeaban
en algún esbozo reglamentario. Ocurría algo similar con relación a la apertura de las
avenidas diagonales y normales para unir los núcleos periféricos con las zonas de
atracción del sector central, al no incluir la propuesta, alguna definición sobre el uso del
suelo. Observando con atención el contenido de esta propuesta, se puede concluir que la
misma antes que definir un “plan urbano”, pretendía introducir mejoras y ser
complementaria al plan esbozado por Ramón Rivero (Ver plano 14) en 1910.

De esta manera, se enfatizaba en la necesidad de mejorar las vinculaciones entre los


barrios residenciales de las zonas Noreste y Noroeste del casco urbano con el área
central y la terminal de transporte en el Sudoeste, haciendo más ágil el desarrollo de los
flujos entre las zonas urbanas que se juzgaban de mayor jerarquía. Estas ideas, que no
dejaban de ser interesantes y hasta novedosas, sin embargo, no despejaban muchas
cuestiones que quedaban sin respuesta, como la cuestión de la vinculación del núcleo
urbano con el valle Central y las otras zonas adyacentes, la definición de una política de
uso del suelo y, sobre todo, el esbozo de una alternativa que respondiera a los
planteamientos de Carlos La Torre, en cuanto al alcance o límite de la expansión
urbana, reduciéndose lo esencial de la idea de Rodríguez, aun planteo de sistema viario
apoyado en razonamientos muy generales403.

No obstante la limitación anotada, estas proposiciones son ilustrativas de una visión de


la estructura urbana, en el momento de transición de la antigua aldea a la ciudad que
todavía tímidamente trata de ampliar su horizonte. La idea básica que subyace en todo
esto, es la existencia de un núcleo central consolidado y contenedor de centros de
403
Es importante aclarar que la versión del informe que el Ing. Rodríguez dirigió al Alcalde de
Cochabamba en fecha 20 de junio de 1937, que hemos utilizado y cuyas partes importantes hemos
trascrito, corresponden al material publicado por la prensa, y no al documento original que no ha sido
posible encontrar en los archivos municipales.
43
atracción de valor económico, social, cultural e institucional, y un conjunto de núcleos
dispersos de jerarquía variable, a los que había que articular, vincular y estructurar en
función a dicho centro de gravedad. Estas ideas serán retomadas por las propuestas
mucho más elaboradas que se realizarán en la década de los años 40, y en cierta forma,
la cuestión de cómo se planea la armonización de este conjunto, definirá la futura
fisonomía y estructura de la ciudad. En este orden, el aporte más importante del
proyecto del Ing. Rodríguez se relaciona con el análisis integral desplegado, mostrando
que finalmente, zona central, barrios residenciales y núcleos dispersos en vías de
urbanización debían considerarse como una sola unidad y no como fragmentos, cuya
problemática puntual se debía resolver aisladamente. Al margen de esto, algunos
aspectos más específicos como el ensanche de la calle Perú y la idea de una avenida
diagonal en la zona Noreste (hoy Salamanca), fueron finalmente incorporados a los
planteamientos posteriores.

En contraposición a la opción sugerida por el Ing. Manuel Rodríguez, el Alcalde Luís


Castell Quiroga promulgó una ordenanza Municipal, en enero de 1937, determinando el
ensanche general de vías en toda la ciudad, sobre todo en la zona central, hasta definir
un perfil de 12.50 mts. Esta determinación puso a prueba en la práctica, la
predisposición real de los propietarios, a aportar con el sacrificio de parte de sus predios
para materializar sus aspiraciones de transformar la aldea en ciudad. Obviamente los
entusiasmos modernistas no llegaban a tanto: en una sección extraordinaria del H.
Concejo Municipal en marzo de aquel año, se expresó mediante la opinión de la
mayoría de los concejales, la alarma y el punto de vista opuesto de sus representados,
los propietarios de inmuebles en el casco viejo urbano, que consideraron dicha
ordenanza como perjudicial. La posición con respecto a la urbanización de la ciudad
sustentado por los intereses de dichos propietarios se sintetizaba en el resumen que
realizó Carlos La Torre, Presidente del Concejo, al definir una alternativa distinta,
anteriormente mencionada.

La Torre se mostraba partidario de planificar con prioridad la expansión de la ciudad,


antes que ingresar al proceso de renovación urbana, haciéndose eco de la urgencia de
los propietarios de inmuebles, sobre todo suburbanos, que deseaban edificar en
diferentes sitios de la campiña, e incluso muchos de ellos, fraccionar tierras que
ingresaran con ventaja al promisorio mercado inmobiliario de fines de los años 30, y
que demandaban una definición del municipio, para incorporar dichos predios a la
ciudad, ampliando los límites urbanos fijados por Ramón Rivero 1910. En cierta forma,
el proyecto del Ing. Rodríguez favorecía esta alternativa, al considerar como innecesario
el ensanche de las vías del centro urbano, propiciando en lugar de ello, el trazado de
diagonales que, si bien afectarían el interior de las manzanas, en contrapartida,
valorizarían comercialmente los canchones y fondos de lote, sin tocar los frentes de
negocios instalados, priorizándose además por otro lado, la apertura de vías que
vincularan el centro urbano con los núcleos dispersos en la campiña. Sin embargo, el
Alcalde Castell Quiroga fundamentaba su posición, anotando que Cochabamba no
contaba con edificios valiosos, “siendo así posible llevar a efecto el propósito de dotar
a la ciudad de calles amplias, cómodas y estables, en forma gradual y paulatina,
tomando como mira no el presente, sino el futuro de 1a ciudad”. (Gaceta Municipal
citada).

En este debate se enfrentaron dos concepciones de urbanización: por una parte, ampliar
el radio urbano e incorporar nuevas tierras agrícolas a la ciudad, en un procedimiento
43
típico de valorización y ampliación del mercado de tierras urbano; y por otra,
modernizar el centro con afectaciones generalizadas a la propiedad particular, que de
todos modos se valorizaría como sitio urbano “modernizado”. En realidad la
combinación de ambas propuestas en los estudios posteriores, será la forma cómo se
resuelva este impasse. Sin embargo, es destacable el hecho de que ya en esta época
estaban presentes en el pensamiento urbanístico de las autoridades edilicias y sus
técnicos, aquellos componentes que formalizarán más adelante el plano regulador de la
ciudad.

No obstante, las propuestas del Ing. Rodríguez y La Torre, no lograron suficiente


receptividad por parle de la Municipalidad, salvo en lo que se refiere a algunos aspectos
parciales404. En mayo de 1938, se aprobó el plano de urbanización de la zona Noreste
(Mosojllacta), donde se contempló una de las diagonales propuestas por el Ing.
Rodríguez (aquella, que une el puente de la Recoleta con la Plaza Colón y que hoy
recibe el nombre de la Av. Daniel Salamanca, y una otra diagonal, que partiendo de la
Plaza Quintanilla se uniría con la Av. Aniceto Arce, es decir, la actual Av. Papa Paulo
(Ver Plano 16).

Este proyecto, elaborado y aprobado en la gestión del entonces Alcalde Carlos La Torre,
pretendía ser: “el punto de partida de un vasto plan de urbanización” que debía ser
completado con el plano de las zonas de la campiña (Cala Cala, Queru Queru, Recoleta)
y los de Muyurina y Las Cuadras, y fue interpretado como “1a iniciación de la
esperada ciudad-jardín con amplias vías públicas de 15 y 20 mts., todas arborizadas”.
(El País, 8/05/1938)405.

Esta primera propuesta y, sus recomendaciones y repercusiones, no impidieron que la


apertura irregular de vías continuara durante el resto de 1937 y los años siguientes,
particularmente en la zona Norte. De estas innumerables aperturas, sobre las que más
adelante fijaremos nuestra atención, a más de la urbanización mencionada, lo más
significativo fue, sin duda, la decisión de “construir una gran avenida de Cochabamba
a Quillacollo, con un perfil de 30 mts”. (El País 376, 29/09/1937).

En 1938 y 1939, se agudizan los problemas de regularización de vías, motivados por el


avance de las obras de pavimentación y el incremento de las edificaciones. La cuestión
planteada por La Torre de urbanizar primero la campiña o regularizar y ensanchar las

404
Un reflejo del nivel de desacuerdo de la comuna con respecto a las sugerencias del Ing. Rodríguez, fue
la decisión de ensanchar la Calle San Martín, a pocos días de emitido el estudio urbano analizado. El
Alcalde Castell Quiroga en la ordenanza respectiva anotaba que, la calle San Martín comunicaba
directamente la campiña de Cala Cala con la zona Sur, y por tanto, requería tener un ancho adecuado para
facilitar el tráfico de rodados, por lo que disponía que esa vía seria una avenida en toda su extensión “o
sea de la Plaza Colón por el Norte a la Plaza Francisco del Rivero por el Sur” definiendo un perfil de
15.00 mts., y la edificación obligatoria en dos plantas además de establecer que esta avenida (y no las
diagonales recomendadas) se constituiría en el eje de la ciudad en el sentido Norte-Sur. (El País nº 327,
27/06/1937).
405
Según el Arq. Gustavo Knaudt, hacia 1940 llegó a Cochabamba, por gestiones emprendidas por el
Prefecto Julio Arauco Prado, el arquitecto urbanista húngaro Zoltan Bajor, quien influido por la escuela
europea de diseño urbano, sugirió la introducción en la avenida diagonal de dos plazoletas circulares (hoy
plazas Constitución y Quintanilla) que se convirtieron en estructurantes del espacio urbano residencial de
la zona.
Este mismo arquitecto posteriormente proyectó el edificio de la maternidad Germán Urquidi del
Hospital Viedma, hoy demolido.
43
calles del centro urbano, era todavía materia de intensos debates, pues ambas cuestiones
aparecían como impostergables: unos trataban de promover la urgente urbanización de
Queru Queru, Cala Cala. Tupuraya, Muyurina, etc., arguyendo que la crisis de vivienda
y las exigencias de fijación de rasantes para nuevas edificaciones en esas zonas así lo
exigían. Otros eran partidarios de regularizar previamente la parte antigua, a este
respecto, se argumentaba que era necesario modificar con urgencia “el vetusto y nada
edificante aspecto general de la urbe: calles estrechas, pésimamente diseñadas, con
vericuetos y sinuosidades de pueblo abandonado por autoridades y técnicos, veredas y
calzadas hechas a capricho, anchas por una parte, angostas por otra., chalets que se
han construido donde en gana les ha dado a los propietarios” (El País nº 762, 05/05/
1939).

En enero de 1939. el Alcalde Castell Quiroga, envía un oficio al Presidente Tcnl.


Germán Busch, solicitándole su cooperación y la del ramo diplomático para la
constitución de una comisión de técnicos extranjeros, que incluyera a Le Corbusier, que
en ese entonces elaboraba el Plano Regulador de Buenos Aires. El oficio del Alcalde
Luís Castell Quiroga en sus partes salientes expresaba:

Las principales ciudades de la República se hallan en un momento por demás


propicio para empeñar todos los esfuerzos del Estado, en dotarles de una
estructuración científica, de un plan coordinado de desarrollo y de normas
técnicas de urbanismo, antes de que un crecimiento desordenado, anárquico,
carente de toda lógica y de toda inspiración científica, les conduzca a una
irremediable deformación que en el futuro sólo podría subsanarse a base de
ingentes capitales arrojados por el Tesoro de la Nación (...) Ha sido ya
verificado por varias naciones del continente que en América no existen
técnicos cuyos conocimientos se hallen a la altura de un trabajo de
urbanización trascendental de gran aliento por decirlo así: de creación integral
de una ciudad. En Bolivia, es aún más notoria y penosa la ausencia de
arquitectos eminentes, y por consiguiente, la enorme obra de urbanización de
las ciudades bolivianas no puede emprenderse sólo con la dirección de
ingenieros nacionales, cuyos conocimientos no se hallan a la altura de la obra a
la que me refiero, que debe ejecutarse con un criterio múltiple, amplio y
profundo, que dirija la vista no sólo a la realidad actual o próxima de las
ciudades, sino al futuro de ellas

Luego se solicitaba mediante el Cuerpo Diplomático y Consular, la contratación de una


comisión de técnicos extranjeros:

que acaso no es exceso de pretensión, fuera dirigida por el eminente francés Le


Corbusier u otro profesional de calificado prestigio universal, para que dentro
de un plazo determinado, practique un estudio definitivo y profundo respecto
del Urbanismo de nuestras capitales (...) Cochabamba por su parte y al impulso
de su más decidido propósito, no omitirá sacrificio alguno para cooperar al
Estado en esa magna obra. (Fdo. Luís Castell Quiroga). (El País, 11/02/1939).

Este magno propósito no logró concretarse por la prematura muerte del Presidente
Busch. En todo caso, el reclamo por la ausencia de recursos humanos capacitados, de
origen nacional, para llevar adelante estas tareas no resultaba del todo cierto. En el caso
de Cochabamba, en un porcentaje mayoritario, el desarrollo de las políticas de
43
planificación, será realizado por técnicos nacionales. No obstante, el recurso de invitar a
personalidades técnicas del extranjero, persistió constantemente en el pensamiento de
las autoridades edilicias, sobre todo, porque hacia 1939-1940, los recursos profesionales
del medio eran efectivamente escasos, y evidentemente en el país, no existían
antecedentes de grandes emprendimientos de planificación urbana. De esta manera, en
1940 se tramitó ante el consulado general de Bolivia en Santiago, por intermedio de las
Alcaldías de La Paz, Oruro y Cochabamba, el arribo de una comisión de arquitectos
chilenos y estudiantes de arquitectura bolivianos, que estudiaban en la Universidad de
Chile, para emitir criterios en torno al problema urbano de las citadas ciudades y
recomendar la mejor forma de encausar su tratamiento técnico (El País nº 956,
25/01/1940)406.

Estas y otras dificultades para encausar los estudios urbanos que exigía la dinámica de
la ciudad, determinaron que las decisiones en materia de urbanismo que se adoptaron,
fueran parciales y generalmente inconexas. La urbanización aislada de Mosojllacta
proporcionó una peligrosa posibilidad que el Municipio trató de adoptar entre 1939 y
1943, es decir, la urbanización por partes o zonas aisladas, realizando intentos en este
sentido en Muyurina, Las Cuadras, Queru Queru, Cala Cala y áreas aledañas al centro
urbano, donde aún no se había definido el trazado de vías y el correspondiente
fraccionamiento. Estas operaciones se vieron favorecidas por la ampliación del radio
urbano, mediante Ordenanza Municipal de 31 de agosto de 1939, en la administración
del Alcalde Joaquín Soruco.

De esta manera, la ciudad por primera vez se extendía oficialmente más allá de sus
límites tradicionales, integrando al perímetro urbano, zonas como Sarco, Cala Cala.
Mayorazgo, Muyurina, Aranjuez, Tupuraya, La Chimba 407. Bajo estas circunstancias se
multiplicaron los fraccionamientos y las presiones ciudadanas para aperturas y
ensanches de calles, que sólo se guiaban por los intereses y urgencias de los
fraccionadores, y la no menos afanosa intuición de los topógrafos, a la que se sumaban
oficiosamente funcionarios técnicos municipales, que obraban simultáneamente de
jueces y parte interesada. A título de ilustración, señalaremos algunas de estas
operaciones urbanísticas: creación de nuevas calles y ensanches de otras, que forman
parte de lo que podríamos llamar “el delirio” de construir la nueva ciudad sin esperar el
Plan, tal como se expresa en el siguiente cuadro:

406
Se trataba de una comisión encabezada por los arquitectos y docentes de la Universidad de Chile
Waldo Parraguez y José Bocher. La Alcaldía de Cochabamba y la de Oruro, dispusieron de los fondos
respectivos al efecto para el traslado y permanencia en el país de dicha comisión pero ésta no se
efectivizó por una imprevisión administrativa. Los fondos que destinó la comuna de Cochabamba fueron
desviados a gastos imprevisibles derivados de un agasajo a personalidades del gobierno central.
407
En realidad es esta Ordenanza de 1939 y no el radio urbano fijado en 1945, la que incorporó la
campiña y núcleos periféricos que rodeaban la ciudad, al ámbito de la futura urbanización. La disposición
de 1945 sólo amplió estos límites.
43
CUADRO Nº 133: Ciudad de Cochabamba: Apertura y ensanche de vías
(1931 – 1940)

Años Zona Nombre de la vía Ensa Aper- Observaciones


n- tura
che
1931 Cala Cala Av. Jorge Oblitas X Trazado y nominación
Las Cuadras Plaza Sucre X
Muyurina Calle J. de la C. Torrez X
Sudeste Plaza Calatayud X
Sudeste Calle Esteban Arze X Prolongación Cementerio.
Sudeste Calle San Martín X Prolongación hacia el sur.
Noreste Calle Ecuador X Prolongación hasta Av. Oquendo
1932 Noreste Calle Oruro X Cesión de predios para apertura
Noreste-S.E. Calle Lanza X
1933 Cala Cala-Q.Q. Av. Germán Jordán X Primera nominación de la Av. América
Sudoeste Calle Ladislao Cabrera X Prolongación hacia el Oeste.
1934 Noreste Calle La Paz X
1935 Noreste Calle Lanza X Desde la calle La Paz
Noreste Calle España X Entre calle México y plaza B. de Padilla
Noroeste-SOE. Calle Ayacucho X Ensanche y regularización de trazo
Noroeste Av. Villazón X
1936 Cala Cala-Q.Q. Av. América X Nominación final de la vía
Quero Queru Av. Santa Cruz X
Cala Cala Calle Tarija X Antigua calle de “El Rosal”
Noreste Calle Sucre X Regularización hasta Av. Oquendo
Queru Queru Calle nueva X Hoy, Av. Portales
Cala Cala Calle innominada X Hoy, calle Atahuallpa
Sudoeste Plaza F. del Rivero X
Noreste Calles La Paz y Oruro X Prolongación hacia el Norte
Alalay Calle Mizque X Sin identificación actual
Noroeste Calle Reza X Prolongación hasta el río Rocha
1937 Sudoeste-NOE. Calle Suipacha X
Noroeste Av. Villazón X
Noroeste Calle La Paz X Prolongación hasta el río Rocha
Noroeste Calle Tumusla X Prolongación hasta el río Rocha
Muyurina Calle nueva X Actual calle Pasteur
Noroeste Av. nueva-(R.Rivero) X Desde final Prado a puente Recoleta
Noreste Calle Chuquisaca X Hasta el camino a la Recoleta
Queru Quero Avenida nueva X Hoy, Av. Pando
1938 Noreste Av. San Martín X Entre Colombia y Ecuador
Muyurina Calle Pasteur X Nominación y apertura
Cala Cala Calle Man Cesped X Nominación y apertura
Cala Cala Calle Atahuallpa X Nueva nominación a antigua calle Ponce
Sudoeste Calle Nataniel Aguirre X Regularización segunda cuadra
Noreste Calle 16 de Julio X Prolongación hacia el Norte
Noreste Calle Venezuela X Entre plaza Colón y Lanza
1939 Noreste Calle 25 de Mayo X Entre Colombia y Plaza Colón
Noreste Calle España X Regularización
Noroeste Calle Tumusla X Entre Colombia y Reza
Noroeste Calle Hamiraya X Prolongación al Norte hasta la calle Reza
Noreste Av. San Martín X Entre Bolívar y Sucre
44
Cuadro 133 (continuación)
Años Zona Nombre de la vía Ensan- Aper- Observaciones
che tura
1939 Noreste Plaza Busch X Nominación y ampliación
Cala Cala Av. América X Prolongación hacia el Oeste
Noreste Calle España X Entre México y Venezuela
1940 Noroeste Calle Lanza X Prolongación hacia el Norte
Noreste Calle La Paz X Prolongación hasta Plaza Quintanilla
Noreste Plaza nueva X Hoy plaza Carlos Montenegro
Queru Queru Calle Beni X Prolongación hasta la Recoleta
Sudoeste Calle Montes X Entre Esteban Arze y Ayacucho
Noreste Avenida nueva X Hoy Ramón Rivero, hasta calle Oruro
Sudoeste-SE. Avenida Aroma X Entre Nataniel Aguirre y San Martín
Sudeste-SOE. Calle Suipacha X Entre Jordán y Gral. Achá
Noreste Calle México X Hacia el Este, hasta la Av. Oquendo
Sudoeste Calle Ladislao Cabrera X Prolongación hacia el Oeste
Sudeste Calle 25 de Mayo X Entre Uruguay y Av. Aroma
Noreste Av. Independencia X Hoy, Avenida Daniel Salamanca
Noreste Plaza Constitución X Nominación y apertura
Noreste Av. Diagonal Oeste X Hoy, Av. Papa Paulo
Noreste Calle Venezuela X Entre lanza y San Martín
Noreste Calle Antezana X Prolongación al Norte
Queru Queru Dos calles nuevas X Hoy, Juan Carriles y Buenos Aires
Muyurina Av. Aniceto Arce X Ensanche hacia el Norte
Fuente: Gacetas municipales de los años considerados.

Se puede comprobar que con anterioridad a las propuestas urbanas definitivas, muchas
calles y avenidas fueron proyectadas y consolidadas. Algunas como la Av. Aniceto
Arce, las avenidas ribereñas y la Av. Aroma, ya fueron tomadas en cuenta a partir del
Plano Regulador de 1910; otras como la Av. Libertador Bolívar, la Av. América, la
Simón López, la Av. Siles (camino al Aeropuerto), quedaron definidas en su trazo e
incluso fueron ejecutadas total o parcialmente, con anterioridad a 1936. Otras como la
Av. Salamanca, la Av. Papa Paulo, la Av. Villazón, la Av. Oblitas, la Av. Perú, Santa
Cruz, Pando, Oquendo, Portales, Avenida a Quillacollo, etc., quedaron definidas entre
1936 y 1940. Al mismo tiempo, las zonas urbanas Noreste y Noroeste, parte de las
Cuadras y Muyurina, algunos sectores de Queru Queru (La Recoleta, Portales, el Rosal,
etc.), otros de Cala Cala (alrededores de la Plaza Luis Felipe Guzmán), algunos sectores
de Alalay, Jaihuayco, etc., también fueron urbanizados en esta época. Todas estas
intervenciones, cuya visión parcial hemos ofrecido, de hecho se constituyeron, en algo
así como “pies forzados” prácticamente intocables, que los futuros estudios no hicieron
más que respetar e integrar a las nuevas propuestas (Ver Plano 17)408.

El avance de las obras de pavimentación, la penuria de la vivienda, la creciente


demanda de lotes, y sumando a todo ello, el afán de valorizar la tierra urbana adquirida
o la vivienda recién edificada o remodelada, fueron factores que combinados,
articularon una presión social irresistible, la misma que no atendía razones técnicas ni
aguardaba los plazos mínimos que todo proceso planificador requiere, sobre todo si ésta
era una experiencia inédita, donde además de la intervención de los técnicos, se requería
de la continúa armonización entre la estructura del poder local y el aparato institucional,

408
En este sentido, al contrario de lo que comúnmente se piensa, tanto la campiña, como otras zonas al
Oeste y el Sur, ya antes de 1945, están fraccionadas en proporciones importantes, y uno de los problemas
de la planificación, fue justamente conciliar las propuestas desarrolladas, con estas intervenciones
aisladas e integrarlas a un plan unitario.
44
en orden a conciliar diversos intereses y criterios no coincidentes, cuyos resultados
debían finalmente, crear una conciencia sobre la necesidad de llegar a decisiones
administrativas y técnicas precisas, en función de los intereses superiores del desarrollo
urbano como instrumento del bienestar público. Sin embargo, los intrincados intereses
que impulsaban la dinámica del mercado inmobiliario y los criterios de la
administración comunal, obviamente no coincidieron. De esta forma, las intervenciones
urbanas sectoriales, desligadas de una idea de plan urbano integral, fueron fuertemente
estimuladas, por intereses particulares diversos. Este fenómeno, no expresó otra cosa,
que un inicial avasallamiento del aparato institucional por las urgencias del naciente
mercado capitalista del suelo urbano, a partir de 1935-1936, situación que se prolongó
hasta 1945-1946, por lo menos.

Una crónica de esta época, vinculaba directamente la expansión urbana con el


crecimiento de la población, y consideraba que el agravamiento de la crisis habitacional,
exigía nuevas edificaciones y por tanto, más urbanización. Al respecto se anotaba, que
al ritmo irresistible de este proceso, cada zona urbana cobraba una fisonomía propia:

La zona Sur se va caracterizando como un barrio popular, la zona Oeste (hacia


Quillacollo), como industrial, la zona Este como barrio universitario y La zona
Norte como de recreo (...) Entre estas zonas se sitúan los barrios residenciales,
señalándose como tales 1os del Noreste y Noroeste, estos últimos, amplios y de
mucho porvenir con campos sanos y extensos (...) Concretándonos al Noreste de
la ciudad, o sea al perímetro que encierran las calles Perú (al Este hasta el
cerro San Pedro), Av. San Martín hasta la Ballivián, y luego hasta el río Rocha,
siguiendo su curso hasta la Muyurina; se dice que constituye un verdadero
barrio residencial que abarca más de 800.000 m2 ocupados hoy por huertos y
campos de cultivo, cuya expropiación para calles y plazas, no costaría mucho.
Así, puede constituir el futuro centro de Cochabamba como barrio
esencialmente residencial (...) La urbanización de esta zona, requiere la
apertura de la calle Lanza, Antezana, 16 de Julio, Oquendo hasta tocar e1 río
Rocha, esto en lo que hace a vías de Sur a Norte; en cuanto a las calles de Este
a Oeste, se impone prolongar la calle Perú, Colombia, La Paz, Oruro (...) Se
afirma que con estas ampliaciones la ciudad se incrementaría en un 50%, pues
a los 1.600.000 m2 que abarcaba, se añadirían no menos de 800.000 m2. (El
País nº 909, 21/11/1939).

Podríamos considerar el análisis anterior, como típico del razonamiento que se


efectuaba en la época, para justificar la concepción de la urbanización sectorial o por
partes. En este caso, la zona Noreste, hacia mediados de la década de 1940, estaba
completamente definida, al igual que, en gran medida la zona Noroeste y las vías
troncales de las futuras unidades vecinales de Cala Cala y Queru Queru. Obviamente
ello no significaba, que el grado de consolidación urbana de dichas zonas, fuera
igualmente elevado, muchas de ellas recién se densificaron en la década de 1970, pero
la tierra había sido casi totalmente fraccionada en calles y manzanas, tanto a nivel de
planos técnicos, como jurídicamente, varias décadas antes de que realmente cobraran
una fisonomía propiamente urbana.
Otra crónica de este tiempo, nos proporciona una visión todavía más explícita:

Crece Cochabamba sorprendentemente, con un índice que ocupa los primeros


planos en el desarrollo de 1as poblaciones. La ciudad se va extendiendo al
44
Norte, tomando ubicaciones ventajosas en todos aquellos barrios que se
extienden desde la Muyurina hasta el Prado. Es indudable que irán
congestionándose las construcciones, las nuevas calles, las nuevas zonas de la
moderna Cochabamba, en tanto e1 centro y el Sur de la ciudad, quedarán con
e1 viejo diseñó de lo colonial, con unos cuantos palacios y chalets
residenciales. Pero es más que seguro que se ha de valorizar inmensamente la
propiedad inmueble hacia el Norte con sus adyacencias de Queru Queru, Cala
Cala, etc. (El Imparcial nº 3081, 16/06/1940).

Esta última cuestión: la inmensa valorización de la propiedad inmueble de la zona


Norte, donde comenzaba a surgir la nueva Cochabamba en oposición al “viejo diseñó
colonial” del centro y la zona Sur; contiene la clave que impulsó toda esta ansiosa
urgencia de urbanizar409.

Sin embargo, no sólo se incursiona en la urbanización, donde inspirados munícipes y


diligentes “ingenieros urbanistas” del municipio demostraron su eficacia práctica, sino
también, en la reglamentación de las concepciones de modernidad urbana que
predominan ampliamente. El alcalde Luís Castell Quiroga, ayudado por muchos
anónimos colaboradores, emerge como el “ideólogo” de propuestas audaces que luego
serán incorporadas a los posteriores estudios urbanos. No solo deseaba traer a
Cochabamba un cuerpo técnico compuesto por notables urbanistas -incluido Le
Corbusier-, sino que demostró poseer criterios definidos sobre lo que se deseaba,
cuando se hablaba de modernizar la ciudad. Es decir: modificar el centro urbano, pero
no revistiendo el viejo ropaje colonial con una decoración nueva como quisieron hacer
los patriarcas vallunos de fines del siglo XIX, sino echando abajo totalmente ese
escenario vetusto, para sustituirlo por otro que correspondiera a la “ciudad moderna”
que no es otra que la ciudad-jardín. Tres singulares Ordenanzas, una, la No. 127/36 de
21 de octubre de 1936, que define el perfil de 12.50 mts., en las calles principales del
casco viejo, aplicando los principios básicos de la edificación aislada residencial,
esencial del modelo de ciudad jardín, otra, de 4 de enero de 1937, que disponía el
ensanche general de calles del casco viejo; a la que se sumó una tercera, la Ordenanza
No.112/36 de 18 de septiembre de 1936, son demostrativas de este vehemente deseo410.
409
Sólo en la gestión Municipal de 1939, se expropian 100.806.47 m2, la mayor parte de los cuales se
encuentran en la zona Norte (Gaceta Municipal de 1940).
410
La Ordenanza de 21 de octubre de 1936 señalaba en su parte considerativa: “Que el progreso de
Cochabamba requiere la formación de calles y avenidas amplias, tanto dentro del radio central como en
las campiñas de Cala Cala, Queru Queru, Recoleta y Muyurina, que las Ordenanzas de Obras Públicas
dictadas en 1912 y 1923, en cuanto se refieren al ensanche de vías, resultan ya inapropiadas para el
momento actual”. La parte resolutiva definía: “Art. 1º Las calles transversales tendrán igual ancho de 12
50 mts., desde la tercera cuadra computable desde la misma Plaza. Art.3° Los propietarios que deseen
construir edificios en las Avenidas Ballivián, Libertador Bolívar, Oquendo, Aroma, 14 de Enero, Aniceto
Arte Hernando Siles, América, Santa Cruz, Potosí, Tarija y otras que posteriormente fueran formadas,
deberán dejar en el frente de sus propiedades un retiro no menor a 3.50 mts., a medir desde la línea que
según ordenanza debe limitar la vía pública y otro espacio no menor a 2.50 mts., en cada uno de sus
límites laterales, con destino a la formación de jardines que serán cercados con rejas de fierro o
madera”. Indudablemente este tercer artículo ya contiene la idea de faja jardín frontal y retiros laterales
ajardinados que luego se impondrán ampliamente. La Ordenanza de 4 de enero de 1937 en su parte
considerativa señalaba. “Que las calles en el centro de la población, tienen un ancho reducido,
inconveniente para el tráfico urbano. Que es necesario subsanar tal deficiencia adoptando medidas que
aunque a largo plazo, procuren el ensanche de las vías públicas en forma que consulte las necesidades
cada día crecientes de la población”. La parte resolutiva disponía: "Art. 1º Todas las vías públicas de la
ciudad, en toda su extensión, tendrán el ancho de 12 50 mts. Art. 2° Quedan exceptuadas de la anterior
disposición aquellas que por su condición especial de avenidas, deben sujetarse a un ancho mayor. Art.
44
Estas disposiciones, sobre todo, aquellas que definían el ensanche general de calles,
implicaban no sólo un cambio radical con los hábitos constructivos heredados de la
época colonial, sino incluso, una suerte de decreto general de demolición para todo
aquello que había sido edificado en los tres y más siglos anteriores a estas disposiciones.
En cierta forma, las ordenanzas mencionadas exacerbaron el enfrentamiento entre las
dos actitudes dominantes en torno al progreso urbano: la transformación del centro
urbano (su modernización) o la urbanización de la campiña circundante (la edificación
de la nueva ciudad), ambas con visiones del desarrollo urbano contrapuestas, en los
términos anteriormente referidos.

En la cesión del Consejo Deliberante de 3 de marzo de 1937 presidida por su Presidente


Carlos La Torre, y a la que concurren como invitados los arquitectos Max Franz y
Alejandro Guardia, el Ing. Federico Rocha, el Ing. Urbanista Municipal Miguel
Rodríguez y Rómulo Castellón, Director de El Imparcial, además de personal técnico
municipal y el propio Alcalde; La Torre, quien cuestionó la eficacia de la Ordenanza de
4 de enero de 1937, específicamente de su Art. 1º, sobre ensanche general de calles del
casco viejo urbano, desarrolla aquellos importantes criterios a los que ya hicimos
referencia anteriormente. En realidad La Torre, no defendía la tradición ni el
patrimonio, en torno a la cuestión de una renovación urbana total del centro histórico,
no había desacuerdo, lo que le preocupaba, era la urgencia de las acciones y las
respuestas consiguientes, por ello señalaba: “Las disposiciones vigentes (el Art. 1° de la
Ordenanza de 4 de enero), son contrarias a la expansión de la ciudad y la ejecución
obligatoriamente lenta de la merituada Ordenanza (el retroceso general de las viejas
edificaciones a la rasante de 12.50 mts), determinará en la ciudad un aspecto nada
estético”. Por tanto, preocupación de La Torre era más práctica: temía que el Tesoro
Municipal se desangrara en voluminosas expropiaciones, en lugar de dirigir estos
recursos a las urbanizaciones nuevas. El Ing. Rodríguez expuso sus ideas sobre la
apertura de diagonales en lugar del ensanche generalizado, y en ello fue apoyado por los
técnicos invitados. A moción del Concejal Nery, finalmente el Consejo Deliberante
resolvió pedir la revocatoria del primer artículo de la citada Ordenanza.

Sin embargo esta no fue revocada, pues la práctica demostró, que demoler por pequeñas
fracciones la vieja aldea y construir velozmente la nueva ciudad, no eran acciones
incompatibles y que era posible conciliar los intereses, tanto de propietarios de predios
en el casco urbano como en la campiña. El acuerdo no escrito pero sí ampliamente
practicado fue la cesión gratuita a dominio público de toda afectación como tributo a la
nueva imagen urbana que se deseaba edificar.

4º En las avenidas Ballivián y Bolívar, las construcciones que en el futuro se efectúen deberán situarse
cuando menos a 6 mts. de la línea de rasante que limita la vía pública, sitio que será destinado a la
formación de jardines”. Complementando la anterior, la Ordenanza de 28/01/ 1937 disponía: “Art. 1º
En las calles directas hasta la quinta cuadra y en las calles transversales hasta la cuarta cuadra, con
respecto a la plaza principal, sólo podrán construirse casas de 2 o más pisos”. La Ordenanza de 18 de
septiembre de 1936, sostenía que “es necesario reglamentar en forma adecuada las construcciones
estableciendo normas concretas para el mejor trámite de las solicitudes. Que los croquis o dibujos
defectuosos faccionados muchas veces por empíricos o por lo mismos interesados, ocasionan errores de
apreciación e irregularidades”, por tanto, resolvía: “Art. 1º Toda solicitud para el verificativo de
construcción o reconstrucción, deberá contener en forma clara y expresa, el detalle de los trabajos a
realizarse. Art. 2º A la correspondiente solicitud se acompañará un plano con firma del técnico
matriculado en la Dirección de Obras Públicas Municipales, sujeto a escala 1: 100 que contenga: a)
Detalle de construcción (planta) b) Croquis de fachada, c) Plano para la instalación de servicios
higiénicos debidamente visados por la Inspección Fiscal de Alcantarillado” (Resumen de Labores de la
Municipalidad de Cochabamba, 1936 y Gaceta Municipal de 1937).
44

Pese a las conciliaciones resultantes de estos primeros debates, que dieron curso a las
diferentes alternativas a desarrollar frente al acelerado ritmo de transformación y
expansión de la ciudad; resultaba cada vez más evidente, que la visión parcelada de la
problemática urbana, encerraba muchos más riesgos que ventajas. El propio ritmo de
apertura de calles y avenidas nuevas, las prolongaciones de las existentes, impulsadas
por la influencia y la impaciencia de dar acceso y ventajas crecientes a multitud de
propietarios privados que desean ingresar al mercado de oferta de tierras en la forma
más promisoria posible; alimentaba ideas, especulaciones y fantasías de toda índole.
Todos los propietarios deseaban que sus tierras estuvieran próximas a grandes avenidas,
a hermosos y amplios parques y paseos, a portentosos edificios; pero no necesariamente,
que ello significara desmembraciones, afectaciones y expropiaciones dolorosas de sus
patrimonios, pues para ello, tenían vecinos terratenientes que podían “sacrificar” con
mayor facilidad parte de su heredad, como tributo a estos costos del progreso. De esta
forma, cada urbanización nueva y cada paquete de ordenanzas expropiatorias encerraba
expectativas y angustias, grandes satisfacciones y no menos frecuentes disgustos.

El Plan urbano de 1910, había sido ampliamente superado y modificado, y la


inexistencia de un referente actualizado y uniformemente respetado por todos los
propietarios, finalmente como se señaló, se convirtió en un factor más perjudicial que
ventajoso. Un comentario sobre los problemas urbanos de este momento, resumía así
estas preocupaciones:

La carencia de seguridad para los vecinos que construyen, radica


esencialmente en que e1 plano regulador que estaba en vigencia ha sufrido
demasiadas modificaciones parciales, y sin lugar a dudas en lo posterior, será
objeto de otras rectificaciones más; hecho que le resta seriedad y trae dudas a
quienes desean levantar edificios, porque no existe un plan preestablecido al
que en cualquier momento se pueda uno referir y para el aspecto mismo de la
urbanización, esta es una grave falta, puesto que la ciudad crecerá
anárquicamente y cuando nos demos cuenta, la misma distribución de zonas de
industria, residenciales, escolares y otras, ya no serán posibles lograr a ningún
precio, o si se lo hace, costará muchísimos millones. (Estética y necesidades de
1a ciudad, El Imparcial nº 3122, 13/08/ 1940).

Estas preocupaciones finalmente indujeron al Alcalde Luis Felipe Guzmán, a dictar la


Ordenanza de 4 de octubre de 1940, que reconocía que la dimensión que asumía la
problemática urbana, amenazaba escapar al control Municipal y que el “buen criterio”
de las autoridades edilicias tenía un límite, y debía ser ampliado por el “criterio
técnico”, lo que supuso la creación de “un organismo técnicamente responsable que
represente a diversas entidades puestas a1 servicio público, que asesoren las labores
de la Alcaldía, en todo aquello que se relacione con et urbanismo de 1a Capital”. El
organismo técnico que creó dicha ordenanza fue el Consejo de Urbanismo y Obras
Públicas, como un ente que desarrollaría funciones de asesoría y consultoría en la
administración, de la cada vez más compleja problemática, de la ciudad411.
411
En su parte resolutiva la citada Ordenanza de 4 de octubre de 1940 señalaba: “Art. 1º Créase con
carácter oficial y permanente el CONSEJO DE URBANISMO Y OBRAS PUBLICAS como organismo
encargado de presentar informaciones y dictámenes en los asuntos que le fueran consultados por la
Alcaldía Municipal y otros organismos al servicio público, y de asesorar igualmente a la H. Comuna en
todas aquellas gestiones encaminadas a la implantación y mejora de los diversos servicios públicos
municipales. Art. 2° El Consejo de Urbanismo y Obras públicas será precedido por el Ing. Director de
44

En los años siguientes el proceso descrito siguió su curso sin mayores modificaciones.
Bajo esta circunstancia, el convencimiento de la necesidad de un plan urbano
actualizado, fue cada vez mayor. Fracasadas las gestiones realizadas en 1939 y 1940,
para contratar los servicios de asesoría en materia de urbanismo, de técnicos extranjeros,
la Alcaldía recibió la propuesta presentada en diciembre de 1941, por la Sociedad
General de Urbanización, representada por el Ing. Francisco D'Avis, para realizar
trabajos topográficos, de nivelación, regularización de vías y otros, que posibilitarán
reactualizar el Plano Regulador de 1910; sin embargo la consideración de esta propuesta
sufrió, durante tres años, el tratamiento lento de la pesada burocracia municipal y la
escasa o ninguna operatividad del Consejo de Urbanismo y Obras Públicas creado por el
Alcalde Luis Felipe Guzmán en 1940. A fines de 1944, la propuesta fue retirada y ello
motivó la reorganización del citado Consejo, aunque esta iniciativa se verificó en el
contexto de una nueva coyuntura, razón por la cual analizaremos este hecho más
adelante.

La prensa retomó con vehemencia el tema urbano y centró su atención en la ausencia de


una política urbana municipal: "Se ha insistido hasta e1 cansancio, -reclamaba El País,
en 1941- es ya tiempo que la sección técnica de 1a Municipalidad, en colaboración con
e1 Instituto Geográfico Militar si fuera necesario, defina el Plano Regulador de la
ciudad con proyección hacia el futuro. No es posible que las calles, la pavimentación
misma se efectúen en forma caprichosa, obedeciendo a intereses personales” ( nº 1322,
29/05/1941). Este mismo órgano de prensa, también recogía en esta mismo época, una
otra constatación reveladora del sentido social de esta transformación de la ciudad: El
desarrollo urbano, el progreso, la modernización de la sociedad, el ritmo acelerado que
toma la ejecución de obras públicas, edificios, hoteles, diversos equipamientos y
viviendas, no beneficiaban equitativamente a todos los sectores sociales y por tanto, su
presencia no se distribuía homogéneamente sobre el conjunto de las zonas urbanas.

En efecto, la diferenciación originaria que marcó la distancia entre el Norte, rico en


recursos hídricos y por tanto privilegiado en recursos naturales y paisajes y, el Sur árido,
polvoriento, carente de aquellos recursos, observable ya desde la época colonial, y con
mayor nitidez en el siglo XIX; ahora asumía una dimensión social: la parte urbana de la
antigua aldea, mantuvo su centro de gravedad en la Plaza de Armas, pero las zonas
residenciales más distinguidas se emplazaron hacia el Norte en torno a la Plaza Colón y
a la Alameda; las casas quinta y los huertos más hermosos estructuraron la famosa
campiña de Cala Cala, Queru Queru, e incluso en el extremo oriental, Muyurina y más
modestamente Las Cuadras. En el sector Norte fijaron residencia todos aquellos que de
una u otra forma gozaban en diverso grado, de prestigio y riqueza. En cambio, el Sur se
convirtió en sinónimo de sed y abandono, pero además, sinónimo de lugar de “indios y
mestizos”, de chicherías, en el sentido más peyorativo que pueda tener este término, y
lógicamente, en símbolo de diversos grados de pobreza y miseria humana. En torno a un
centro de gravedad: Caracota y su “paseo”, la Avenida Aroma, se aglomeraban los
conventillos y las casuchas que herían la sensibilidad de los hidalgos.

Obras Públicas Municipales, e integrado por: 1) el Ing. Director de OO.PP: Departamentales, 2) El Ing.
Jefe de Urbanismo de la Dirección de OO.PP. Departamentales, 3) El Ing. de la Dirección de OO.PP.
Departamentales 4) El Ing. Inspector Fiscal de Pavimentación 5) El Ing. Jefe de la Empresa de Luz y
Fuerza, 6) Dos arquitectos delegados del Sindicato de ingenieros de esta ciudad” (Gaceta Municipal de
1940).
44
Esta estructura urbana de segregación social y racial, lejos de aminorar en el siglo XX,
se intensificó a partir de las década de 1920 y 1930. Por ello, lo que se consideraba “la
ciudad” es decir las zonas Noreste y Noroeste y más adelante los nuevos barrios
residenciales, recibieron el beneficio del agua, el alcantarillado, la pavimentación, la
canalización del río Rocha, la creciente eficiencia del transporte motorizado la
arquitectura moderna, la imagen de ciudad jardín, etc; en tanto, aquello que se
consideraba “la aldea” es decir la Curtiduría, la Carbonería, Caracota, San Antonio,
Jaihuayco, en suma “la zona sur” en pleno, recibieron escasos beneficios412.

Por tanto, "la ciudad" (el centro, las zonas Noreste y Noroeste y la Campiña), era el
escenario de una vertiginosa transformación, mientras “la aldea” (es decir, las zonas
anteriormente citadas) permanecieron casi imperturbables y exhibiendo notables
combinaciones y contrastes, entre por ejemplo, tropeles de acémilas y modernos autos
Ford y Chevrolet estorbándose mutuamente en la Av. Aroma, o un paisaje de pendones
(símbolos del comercio de la Chicha), mezclados con los primeros letreros luminosos
que el municipio exigía a mediados de los 40 a los comerciantes de la parte Sur, sobre
todo, en las calles comerciales ( E. Arze, 25 de Mayo, San Martín, Nataniel Aguirre,
etc.). Es decir que esta diferenciación social y urbana, se fortaleció y paso a definir la
estructura del espacio urbano, proporcionó sentido a la racionalidad del mercado de la
tierra que privilegiaba la expansión de la ciudad hacia el Norte, marcó el sentido elitario
de la posterior planificación del sistema vial, del uso del suelo y del propio despliegue
de la arquitectura, como símbolo máximo de modernidad en la Cochabamba de los años
40413.
La propia autoridad municipal, en este caso el Alcalde Carlos La Torre, en una
inspección que realizó a la zona Sur, reconocía que por ejemplo “Jaihuayco es un
barrio urbano abandonado y que no goza de ningún beneficio”. Un funcionario
municipal próximo a la citada autoridad confesaba, refiriéndose a la misma zona Sur:

Es la zona más desgraciada de 1a ciudad, pese a su ya numerosa población. Es


una zona tan importante como Cala Cala, La. Recoleta y Aranjuez, donde no
existe población tan grande como en Jaihuayco y sin embargo, estas otras
cuentan con muchas facilidades (...) Se verificó que el servicio de luz, apenas
llega a una mitad de la Av. Siles, sin que Jaihuayco goce de este servicio,
también carece de agua y alcantarillado (El País nº 1689, 19/07/1943).

En 1943, la urbanización fragmentada y desarticulada, con zonas urbanas dispersas que


dominaba el escenario de la ciudad desde 1936, había llegado al límite de su
posibilidad. Todo lo que la presión social, la influencia política, la razón técnica o el
buen sentido de la autoridad podían hacer en materia de urbanización de fracciones

412
El único beneficio general, pero casi simbólico fue el de la energía eléctrica, que si en los años 30 y 40
era claramente deficiente a nivel urbano, en la zona Sur, era especialmente incompleto y sujeto a
continuos cortes.
413
El País a este respecto anotaba, que constaba a todo el pueblo, que el progreso urbano se había
concretado a desplegarse en la zona Norte: “El olvido o descuido (de la zona Sur), quizá voluntario, no
sólo ha ocurrido con las calles y pasajes, sino también con las plazas y plazuelas como la Jerónimo
Osorio, San Sebastián, Francisco del Rivero y Calatayud” Constatando asimismo, que poco o nada había
cambiado en estos barrios sino que, por el contrario: “En cuanto a edificaciones nuevas, sean
particulares o fiscales, en las zonas Oeste, Sur y Sudoeste, ni en figura siquiera, se ve una casa de
construcción moderna” (El País nº 1299, 27/04/1941).
44
importantes del espacio urbano, estaban realizadas414. Como resultado de ello, habían
sido urbanizadas fragmentariamente las zonas Noreste, Noroeste, sectores de Cala Cala,
Queru Queru, Muyurina, Las Cuadras y partes de la zona Sudeste, e incluso, se había
incursionado en la elaboración de esbozos de un marco reglamentario415.

La ausencia de un plan, amenazaba conducir todo este esfuerzo a una completa


anarquía. Esta problemática era sintetizada por Alfredo Galindo, entonces Presidente del
Concejo Deliberante de Cochabamba en los siguientes términos: “El principal
problema que encara la Alcaldía Municipal de Cochabamba es la urbanización
integral de la ciudad. Antes se intentó hacer un estudio de urbanización por zonas, pero
este trabajo resulta dificultoso, por lo cual preferimos hacer un estudio de
urbanización total. Se hará un nuevo plano regulador a base del antiguo plano que
existe” (Declaraciones emitidas en ocasión del Primer Congreso de Municipalidades,
recogidas por El País nº 1705, 9/07/ 1943). Por esa misma época, el Alcalde Carlos La
Torre anunciaba públicamente, que se había convocado a propuestas para la elaboración
de los planos de la urbanización de Cochabamba, en la que podrían participar técnicos
nacionales y extranjeros416.

En justicia se debe reconocer que los antecedentes, de aquello que en 1943 se


evidenciaba como una verdad inapelable, es decir, la necesidad de encausar el desarrollo
urbano a partir de una propuestas y un plan integral, que definan científicamente las
jerarquías y las prioridades de las acciones y obras urbanas a emprenderse, se remontan
al año 1938, en que un grupo de jóvenes universitarios que cursan estudios en la
Universidad de Chile, plantearon la necesidad de enfocar los trabajos de urbanización
en forma ordenada, sistemática y con una visión amplia del tratamiento de la
414
El Ing. Rómulo Castellón explicando en 1942 la urbanización de la zona Sudeste, mostraba una
concepción que continuaba con el antiguo damero en la definición de manzanas y la prolongación
ortogonal de las calles existentes. Lo más importante de esta propuesta era la ampliación de la Plaza
Francisco del Rivero hacia el Este hasta la Av. San Martín, para crear un recinto urbano que sirviera de
marco a la instalación del ferrocarril Cochabamba-Santa Cruz. En las zonas de Cala Cala y Queru Queru,
los ejes definidos por las Av. Libertador Bolívar de Norte a Sur, y la Av. América de Este a Oeste, habían
estructurado otros ejes secundarios como las avenidas Oblitas, Santa Cruz, Aniceto Padilla, Pando,
Villlarroel, la calle Tarija, Atahuallpa etc., definiendo un tejido urbano que se consolidaba a un ritmo
veloz. En la zona Noreste, la campiña de Mosojllacta, fue la primera en contar con una urbanización
completa que se estructuró a partir de un par de diagonales inspiradas en las propuestas del Ing.
Rodríguez en 1937, además de algunas transversales como las calles Oruro, La Paz, Chuquisaca y
Venezuela. Muyurina comenzó a urbanizarse a partir del eje estructurado por la Av. Aniceto Arce y la
Av. de Circunvalación hacia el Norte. Muchas calles de trazado caprichoso como la Juan de la Cruz
Torrez, Aurelio Meleán, etc., fueron adaptadas a las condiciones extremadamente irregulares del
fraccionamiento de tierras en esa zona. La zona Noreste quedó definida por la prolongación Norte de la
calle Ayacucho, transformada en la Av. Villazón y transversales, es decir, muchas prolongaciones de vías
existentes como las calles Reza, La Paz , México, etc. Las Cuadras organizaba su urbanización en torno al
predio de la Universidad. Una descripción del plano aprobado por el municipio, anotaba que aquí también
se extendía el tradicional damero, en base a la prolongación de calles ya existentes, pero ensanchadas a 19
mts. y las avenidas a 25 mts., el conjunto se estructuraba en torno a una Av. proyectada con perfil de 40
mts., la actual Av. Guillermo Urquidi. Se estimaba que el barrio proyectado daría cabida a unas 1.100
viviendas modernas a ser edificadas en lotes de 25 mts., de frente por 35 de fondo (875 m2).
415
Un ejemplo de esto es la Ordenanza de 28 de noviembre de 1936 emitida por el alcalde L. Castell
Quiroga o el Reglamento General de Edificaciones, Reconstrucciones y Refacciones de 1941.
416
La Torre declaraba: “Amparados en una partida especial creada dentro del Presupuesto Adicional,
hemos procedido al llamamiento a propuestas para la urbanización integral y técnica del radio urbano
La medida era necesaria porque la ciudad se venía extendiendo anárquicamente; el hecho determinaba
un rápido desarrollo urbano, pero ese desarrollo era defectuoso. Contando con un plan definitivo de
urbanización, con previsiones para el crecimiento urbano dentro de 50 años, la ciudad cobrará un nuevo
aspecto, amparado en 1as normas más modernas de urbanización” (El País nº 1728, 6/08/1943).
44
problemática del desarrollo urbano, una vez que este debía articularse a una noción del
desarrollo regional y a una política nacional de urbanización417.

La convocatoria a propuestas para la “Urbanización Integral del Radio Urbano” sobre


la base de “levantamientos topográficos completos realizados por la Oficina de
Catastro”, acompañado por una propuesta paralela para el "levantamiento (topográfico)
del Plano del Radio Urbano", fueron publicados en agosto de 1943, en términos bastante
escuetos y sin dar a conocer ninguna especificación técnica. Sin embargo, por el estudio
de algunas propuestas, se puede inferir que contenía tres partes importantes: En primer
lugar, la urbanización del centro urbano, o sea de las zonas del sector antiguo de la
ciudad consolidadas por la edificación y las actividades urbanas. Un segundo aspecto, se
refería al proyecto de urbanización de las nuevas áreas incorporadas a la ciudad por el
Radio Urbano definido en 1939, es decir fijando las directrices a que debía sujetarse la
expansión urbana, tanto hacia el Norte y al Este, como hacia otros sectores todavía no
comprometidos con la misma intensidad que los anteriores por el proceso de
urbanización. Por último, el tercer aspecto, hacía referencia a un trabajo de replanteo,
amojonamiento y nivelación de las nuevas áreas integradas a la mancha urbana.

Oficialmente, fueron dos las propuestas que respondieron esta convocatoria: el


Consorcio de Arquitectos Nacionales y la Sociedad General de Urbanización. Sin
embargo, también llegaron al Concejo Deliberante y al Alcalde Galindo, otras
propuestas de países vecinos418. En I944, y examinadas dichas propuestas, el Municipio
consideró que la más conveniente era la presentada por el Consorcio de Arquitectos
Nacionales, firma con la que decidió suscribir un contrato que, luego de los trámites
legales de rigor, fue suscrito en abril de aquel año, destacándose que la primera labor
sería la de elaborar un plano regulador, al cual deberá regirse el futuro desarrollo de la
ciudad (El Imparcial nº 4126, 14/04/1944) 419. Sin embargo, pocos días más tarde, la
Junta de Almonedas de la H. Alcaldía determinó desechar dicha propuesta “por
contener vicios legales, pues dos de los componentes, eran funcionarios públicos”,
razón por la que se recomendaba hacer un nuevo llamamiento a propuestas (Los
Tiempos nº 174, 19/04/1944)420.
417
Dichos estudiantes fueron: Franklin Anaya A, Jorge Urquidi Z , Gustavo Knaudt C., Daniel Bustos
G., Hugo Ferrufino M. y otros. En una nota cursada en 1947 al Presidente del H. Consejo Deliberante
Municipal, en un momento particularmente difícil para la continuidad de las labores de la planificación
urbana de la ciudad, anotaban: “Desde el año 1938 y siguientes, un grupo de estudiantes bolivianos de
arquitectura de las universidades de Chile planteó la necesidad de enfocar el problema de la
urbanización de nuestras ciudades, empezando por Cochabamba, debido a la circunstancia de
desarrollo y evolución en que se encontraba ésta Las conferencias públicas dictadas en ese entonces, y la
campaña de prensa que se hiciera, despertaron la inquietud de los sectores progresistas de la
ciudadanía, dando margen por otro lado, a una resistencia enconada de parte de elementos retrógrados
y de los que defendían intereses inconfesables”.
418
El Consorcio de Arquitectos Nacionales, estaba conformado por los arquitectos Jorge Urquidi
Zambrana, Luís Claure Quiroga, Gustavo Knaudt, Ernesto Pérez Rivero, Alberto Contreras y Oscar
Cortes. La Sociedad General de Urbanización, estaba constituida por los arquitectos Luís Iturralde L y
Alberto Iturralde L con residencia en La Paz y el Ing. Francisco D'Avis en Cochabamba. Otros
proponentes fueron: La Empresa Coimbra Bueno y Cia, urbanistas de Río de Janeiro, cuyo gerente era el
Arq. Abelardo Coimbra B, además, la propuesta del Arquitecto peruano Manuel Chacón con residencia
en Lima.
419
El monto del contrato ascendía a Bs. 394.036.
420
Se pretextaba que el Arq. Jorge Urquidi desempeñaba función pública en el Ministerio de Defensa a
tiempo de presentar la propuesta y el Arq. Oscar Cortes, en el servicio Cooperativo Interamericano de
Salud Pública dependiente del Gobierno de los EE.UU. (“Apelación a Resolución Municipal”, El País, nº
4136, 27/04/1944).
44

Es indudable, al margen de los aspectos formales que justificaron, o mejor “forzaron” la


anulación del contrato señalado, que la urbanización de Cochabamba, como cualquier
otra operación de esta envergadura, por todo lo que ya analizamos, no constituía sólo un
ámbito donde concurrían intereses y razones técnicas, sino allí también concurrían
intereses políticos y económicos. En cierta forma, por detrás de las propuestas técnicas,
se alineaban intereses creados de grandes propietarios urbanos. La propuesta ganadora,
al no articular este tipo de compromisos y representar tan sólo la razón técnica pura,
resultaba inconveniente al conjunto de los intereses en juego, y por tanto, vulnerable a
las argucias legales.

Es importante destacar, que las ideas que sobre el desarrollo urbano, ponían de
manifiesto los miembros del Consorcio de Arquitectos Nacionales, y que en algún caso,
fueron parcialmente aplicados o públicamente expresados, contenían al lado de una
fuerte consistencia y racionalidad, indicios de la determinación de aplicar una necesaria
disciplina reglamentaria en materia de urbanismo, obviamente no del gusto de los
propietarios de predios urbanos grandes o medianos, acostumbrados a la liberal política
de prolongar calles indefinidamente, o de abrir nuevas, donde les resultaba
conveniente421.
El Alcalde Alfredo Galindo, interpretando en cierta forma los intereses en pugna, se
decidió por una salida salomónica. No se contrató a ninguno de los proponentes ni se
llamó a nuevas propuestas. En abril de 1945, la citada autoridad se ausentó a Chile,
donde realizó gestiones y contrató, por un breve periodo, los servicios del urbanista
chileno Luis Muñoz Maluschka, con la misión de que sentara las bases maestras sobre
las que debía elaborarse el futuro plano regulador de la ciudad, y la organización de la
gestión técnica y de planificación que debía garantizar la prosecución normal de los
trabajos a ejecutar. A fines de 1944, la citada autoridad edilicia reconociendo que “no es
posible diferir por mas tiempo la solución de tan trascendental problema (la
urbanización de Cochabamba) sin causar perjuicios irreparables al desarrollo
421
El Arq. Urquidi trabajó en el Departamento de Obras Públicas Municipales entre 1942 y 1943, y sin
duda, allí aplicó inicialmente sus concepciones. El Arq. Gustavo Knaudt en 1944, en ocasión de definirse
la apertura de la Avenida General Blanco Galindo, exponía en el Comité Pro-Cochabamba, sus ideas
sobre urbanismo, que sin duda, eran las del grupo de jóvenes arquitectos que retornaron al país desde las
universidades chilenas, a inicios de los años 40. Señalaba, con referencia a dicha avenida, que su
formulación debía hacer parte de un estudio más integral, y que el perfil de la misma, como consecuencia
de lo anterior, debía contemplar “diferentes categorías de circulación, de manera a garantizar dentro de
su eficiencia la economía en los transportes y la seguridad personal de los transeúntes, asimismo, debía
responder a un sentido de “coordinación que debe existir con las demás vías de comunicación, sean
estas territoriales regionales o urbanas, de modo que complementándose formen un conjunto armónico,
siendo estos factores los que debían determinar las características de la Avenida ”. A continuación,
expresaba sus criterios sobre la dinámica de la vida urbana moderna y el rol que en ella desempeñaban el
transporte y los motorizados, a este respecto añadía: “La Avenida Blanco Galindo, además de servir a las
necesidades locales, deberá también servir a las comunicaciones rápidas interprovinciales, formando
parte de la red vial nacional”. De esta forma, distinguía circulaciones rápidas y lentas que debían
desarrollarse cómodamente, por lo que recomendaba que su perfil, no debiera ser inferior a 60 mts.
Ampliando su visión al ámbito regional, expresaba que era necesario que la citada empalmara en Vinto
con la carretera a Oruro, “pasando sin tocar a Quillacollo, sino mediante una vía lateral”. Además, debía
lograrse su fácil comunicación con el camino a Sacaba y la carretera al Valle Alto y Santa Cruz, razón por
la cual, daba mucha importancia a las avenidas ribereñas que contemplaba el plan de canalización del río
Rocha, y que se constituirían en el verdadero eje de la futura urbanización (El Imparcial nº 4114,
26/03/1944). Las ideas esbozadas por el Arq. Knaudt nos permiten afirmar, que los criterios urbanísticos
del Consorcio de Arquitectos Nacionales habían sido madurados con amplitud, y demostraban ya una
concepción definida sobre lo que debía hacerse en materia de planificación urbana en la ciudad.
45
armónico de la ciudad, siendo el deber de las autoridades municipales buscar el
consejo de elementos técnicos de reconocida competencia y civismo”, creaba mediante
Ordenanza 18/44 de 10 de noviembre de 1944, el Consejo de Urbanismo, que se
encargaría justamente de apoyar y supervisar las tareas de los técnicos que fueran
contratados para elaborar los planos urbanos proyectados422.

En realidad, la decisión de contratar al Arq. Muñoz M., fue definida por la Alcaldía a
fines de 1944. La cuestión del alcance del trabajo a encomendarle, fue tratada en el
flamante Consejo, y provocó tempranas observaciones acerca de su operatividad. En el
seno de dicho Consejo, chocaban dos concepciones sobre el urbanismo, totalmente
diferentes, que emergían de dos escuelas de formación profesional que no lograban
ponerse de acuerdo sobre la metodología a seguir: Para la mayoría de sus miembros,
profesionales de diferentes especialidades de la ingeniería, la problemática urbana tenía
una dimensión más pragmática y mecánica. Para los escasos arquitectos, esta dimensión
combinaba la visión teórica con acciones prácticas adecuadamente programadas en
función de materializar un plan básico o modelo de ciudad deseable, imagen, esta
última, totalmente ausente en la visión de los ingenieros. Esta contradicción en el seno
del Consejo, no le permitió a este ente, un desempeño eficaz, ágil y atinado, en el
tratamiento de los problemas: pero sí, como veremos más adelante, aun a costa de su
clausura en 1946, le permitió deslindar los campos de acción de la noble práctica
urbana, y ello indudablemente permitió posteriormente, la apertura de un campo de
acción fundamental para el ejercicio profesional de los arquitectos.

Retomando nuestra atención sobre las actividades del Arq. Muñoz Maluschka, éste con
antelación a su llegada al país, solicitó de la Alcaldía encausar una encuesta entre los
funcionarios de jerarquía del Municipio y otras entidades, que le permitieran acumular
antecedentes de orden general y específico, en base a los cuales pudiera orientar su
labor423.
422
La citada ordenanza en su parte resolutiva definía: “Art. 1º Se organiza una comisión especial que con
el nombre de Consejo de Urbanismo, se encargará de asesorar a las autoridades municipales en la
solución de las cuestiones técnicas que presente la urbanización de Cochabamba Art. 2º Se encomienda
a la H. Alcaldía Municipal la designación con carácter honorífico, de un grupo de profesionales
ingenieros para constituir el referido organismo, el que será integrado por el Director de Obras
Públicas Municipales, el Jefe de la Sección Hidráulica de la Dirección de Obras Públicas Municipales y
el Jefe de la Sección de Catastro Urbano”. La Ordenanza 19/44 modificó el Art. 2º de la Ordenanza
anterior, y redefiniendo la composición del Consejo: se mantenía a los anteriormente citados, excepto el
ingeniero de la Sección Hidráulica, y se incorporaba al Ing. Jefe de Obras de Regularización del río
Rocha, al Jefe de Aguas Potables y Alcantarillado, al Inspector Fiscal de Obras de Pavimentación y al
Gerente de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba (Gaceta Municipal 1944). La composición
del Consejo de Urbanismo estaba integrado por el Ing. Julio Knaudt como presidente del mismo y los
ingenieros Eudoro Galindo, Francisco D'Avis, Huascar Velarde, Francisco Nardín, Luís Laredo, Eduardo
Prudencio, Alberto Tezanos Pinto, Gabriel Almaraz. Posteriormente se agregaron a este cuerpo
consultivo, los arquitectos Alejandro Guardia, Hugo Blanco y Jorge Urquidi, en representación del Centro
de Arquitectos. El citado Centro de Arquitectos, fue fundado en abril de 1945, y su primer Presidente, fue
justamente el Arq. Jorge Urquidi Zambrana.
423
Se trataba de una frondosa encuesta, cuyo contenido, a título de simple información que satisfaga la
curiosidad del lector más acucioso, contemplaba entre otros, los siguientes aspectos: a) Antecedentes de
tipo legal (jurisprudencia sobre expropiaciones de predios urbanos con destino a obras públicas, derechos
de medianería régimen de servidumbre etc.); b) Régimen de parcelamiento de tierras (antecedentes
legales y otros); c) Atribuciones municipales en el orden técnico, financiero, económico; d) Antecedentes
sobre disposiciones para la formación de nuevas poblaciones, barrios nuevos, aperturas de calles y
políticas sobre la expansión urbana (acción estatal y privada); e) Situación del crédito hipotecario
(organización de ahorro y crédito para la vivienda, bancos hipotecarios, etc.); f) Barrios industriales
(legislación industrial); g) Iniciativa Municipal sobre la urbanización y la expansión urbana. h) Problemas
45

Es importante tener una idea del panorama que ofrecía la ciudad al urbanista Muñoz
Maluschka, situación que en la medida de lo posible, reconstruiremos en base a las
respuestas a la citada encuesta e informaciones, que en esa oportunidad ofreció el
Director de Obras Públicas Municipales, Ing. Julio Knaudt. Entre otras cosas, dicha
autoridad manifestaba:

En cuanto al control de la edificación, sólo existe un Reglamento faccionado


por el Sindicato de Ingenieros, puesto en vigencia por la Alcaldía en mayo de
1941, aunque sin estar aprobado por el H. Concejo Deliberante (...) En cuanto
al régimen de subdivisiones, sólo existe la disposición de la intervención
municipal para aprobar los planos relativos a las subdivisiones y loteos, pero
no existe concretamente superficie mínima alguna”.

Por otra parte en 1945, no existía

Plano alguno de zonificación de la ciudad (...) e1 plano actual, muestra que la


parte central de 1a población, podría reputarse como zona cívica y comercial
(...) Las zonas de 1a Campiña, la Noreste, la Noroeste y la Este (Las Cuadras),
serían zonas residenciales (...) La zona Sur a partir de 1a Av. Aroma y 1as
regiones circunvecinas, formarían la zona obrera (...) La zona industrial no está
propiamente fijada ya que la escasa industria de Cochabamba, se halla
repartida por todo el radio urbano, notándose mayor densidad de la misma en
la parte central.

El Ing. Knaudt, también hacía referencia a la existencia de un plano de tipos de


edificación, en que se reglamentaba la altura de los edificios, pero no existía ninguna
norma sobre la relación entre superficie de terreno y área máxima edificable. Sin
embargo, como ya observamos anteriormente, existían ordenanzas que fijaban el retiro
frontal de 3.50 en la zona central y 5.00 mts en la campiña, así como los retiros laterales
(de 2.00 mts), para las nuevas viviendas tipo chalet. En cuanto al régimen de
parcelaciones los antecedentes legales eran muy escasos y prácticamente no existía
ninguna ley en que se apoyase un plano oficial de urbanización. Por esta razón el Ing.
Knaudt sugería, sobre la necesidad de que el resultado de los estudios a emprenderse
tuviera el carácter de “un plano Ley”.

En lo que toca a la atribución de las municipalidades en materia de urbanización la


situación era la siguiente en el orden técnico: “Las municipalidades tienen 1a
atribución de regular e intervenir en todo lo relativo al ornato, la salubridad y
comodidad de los habitantes, así como atender la higiene de las poblaciones”. En
cuanto al plano económico y financiero el Ing. Knaudt aclaraba que “Los servicios de
urbanización, dependen de 1as Municipalidades en todo el radio urbano de las
respectivas poblaciones, mediante sus correspondientes direcciones de obras públicas
municipales”. Una interesante pregunta sobre cuál era la superficie mínima del terreno
considerado agrícola y sobre ¿qué son las “quintas” o “casas-quinta”?, era respondida
de esta manera:

tributarios, rentas municipales; i) Servicios Públicos (equipamientos); j) Estado de la estadística urbana;


k) Situación de la vivienda (Los Tiempos nº 46, 19/04/ 1945).
45
La superficie mínima considerada agrícola de acuerdo al primitivo sistema de
pesas y medidas español, es e1 almud, que tiene 452,78 m2. En Bolivia se
llaman ‘quintas o ‘casas-quinta’, a aquellas que tienen una gran superficie
descubierta, destinada al cultivo de huertos y jardines (...) en el caso de las
casas quinta, algunas de ellas ocupan una manzana entera (...) no existe una
clara distinción entre ‘quinta’ y ‘superficie urbana’ (...) Las quintas en Bolivia
pueden estar dentro de1 radio urbano o fuera del mismo, estas últimas siempre
en las proximidades de las poblaciones.

En lo que respecta a los límites de la expansión urbana, se anotaba que el único


instrumento era. la previsión que se tenía para establecer el futuro crecimiento de la
población, a través de la fijación de los radios urbanos. En cuanto a la situación del
crédito hipotecario, se reconocía la existencia de algunas entidades como las cajas de
pensiones y jubilaciones, la Caja de Seguro y Ahorro Obrero, y otras que invierten sus
capitales en construcción de viviendas, préstamos hipotecarios para el mismo fin y
construcción de barrios obreros, en las principales ciudades del país. Sin embargo
dentro del sistema mutual y bancario, estas actividades estaban restringidas por normas
estatutarias y reglamentarias rígidas. Se afirmaba que el Banco Hipotecario Nacional,
era la institución de crédito más importante, y una de sus finalidades, era estimular la
edificación urbana, añadiéndose que personeros de esa institución afirmaban, que cerca
del 80% de la nueva edificación en Cochabamba, se había ejecutado en base al crédito
del citado Banco.

Con referencia a la acción municipal sobre el crecimiento urbano, el Ing. Knaudt


anotaba: “La Ley Orgánica de Municipalidades faculta a estos organismos para
controlar todas las manifestaciones urbanas (...) La apertura de nuevas calles se
efectúa por resorte Municipal y el usual procedimiento de expropiación por
Ordenanza, por el H. Concejo Deliberante, previa declaratoria de necesidad y utilidad,
de acuerdo a ley”. En cuanto a la acción de 1a iniciativa privada sobre la tierra urbana
anotaba:

Desde hace algunos años, cuando se presentó 1a fiebre de edificaciones y el


súbito crecimiento de la población en Cochabamba, 1os sitios urbanos que
tenían un valor relativamente bajo, fueron valorizándose cada día más,
llegando a adquirir precios extraordinariamente altos. Es entonces que vino la
especulación de dichos bienes, formándose sociedades de compra y venta de
lotes e inmuebles urbanos, sociedades que se ocupan exclusivamente de este
negocio (...) Uno de los factores que contribuyó a esta alza inmoderada de
precios fue la súbita elevación de los artículos de primera necesidad,
determinando que los agricultores grandes pudieran disponer de cuantiosos
capitales ociosos, y acuciados por el temor de una baja del signo monetario,
procuraron invertir esos dineros en cualquier bien raíz realmente rentable.

En lo que toca al estado de la estadística urbana, el Ing. Knaud, reconocía que no existía
prácticamente alguna organizada, ocurriendo otro tanto, con la demografía, en tanto que
la información económica comercial, contaba con el registro existente en el Tesoro
Municipal. Para cubrir esta falencia, se recomendaba un censo de población424.

424
Dicho censo de población se efectuó en septiembre de 1945.
45
En lo que respecta a la vivienda, anotaba que las que se podrían considerar realmente
insalubres, eran las llamadas “tiendas redondas”, es decir, aquellas que no tenían acceso
a los servicios higiénicos del interior de la casa y cuyo único acceso generalmente se
realizaba directamente desde la calle. Al respecto se hacía la siguiente descripción, que
además abarcaba a la situación, en general de la vivienda popular:

Estas tiendas ocupadas en general por pulperías o pequeños talleres, son al


mismo tiempo, dormitorios, comedores y salas de recibo. E1 desaseo y la
promiscuidad que en ellos existe es realmente alarmante (...) En las afueras de
1a población hay pequeñas casitas muy rústicas, edificadas por gente pobre
pero no se conoce el hacinamiento de las grandes poblaciones, todas esas
pequeñas viviendas disponen por lo general de un pequeño espacio de terreno
de modo que son casas aisladas (...) No se ha hecho clasificación entre vivienda
popular, clase media, vivienda comercial y de renta.

En lo que respecta al régimen de arriendo anotaba:

Hay mucha más demanda de vivienda popular y de clase media, y es por esta
razón que se han dictado leyes protectoras de inquilinos, que conceden e1
desahucio sólo en muy contados casos (…) desde hace algunos años, se ha
presentado una gran crisis de vivienda, debido al rápido crecimiento de la
población, por tal motivo los alquileres han subido inmoderadamente.
(Respuesta de la Dirección de Obras Públicas Municipales a la encuesta
presentada por el Ing. Urbanista Luis Muñoz Maluschka, Cochabamba 28 de
mayo de 1945).

Esta amplia exposición en respuesta a la encuesta citada, que abarcaba muchos temas ya
abordados a lo largo de los capítulos anteriores, tuvo la virtud de proporcionar una
visión muy próxima a la realidad de la ciudad en el umbral de los estudios urbanos, bajo
cuya vigencia se operaría la transformación que nos conduce a la Cochabamba actual y
sobre todo, situarnos en la perspectiva de unas condiciones sociales, económicas y
técnicas, que al contrario de lo que se piensa, fueron muy complejas. Sin duda un real
desafío para el estado de desarrollo de la ciencia y la técnica urbanística de aquel
tiempo. Resulta crucial para orientar el análisis de lo que sigue, el penetrar en esta
realidad e intentar hacerlo, no como simples observadores, sino tomando una actitud
honesta frente a la pregunta clave de: ¿Pudo existir una alternativa distinta a la que
finalmente se logró con el Plano Regulador de Cochabamba?
Lo que intentaremos a continuación, superando el simple relato de hechos cronológicos,
será exponer nuestro punto de vista a este respectó, a partir del examen de los materiales
investigados, abandonando los prejuicios o limitaciones especulativas, que en cierta
forma son inevitables, cuando se pretende analizar un resultado, desconociendo su
proceso histórico.

Pero prosigamos con el análisis de los hechos objetivos. El Urbanista Muñoz


Maluschka, arribó a Cochabamba a fines de mayo de 1945, desarrollando una intensa
labor; los resultados de la misma fueron un conjunto de anteproyectos de legislación
urbana y algunos anticipos de su concepción de diseño urbano, que recién plasmará más
específicamente en 1946 en ocasión de su segunda estadía en la ciudad. En concreto en
1945, Muñoz Maluschka elaboró los siguientes documentos: a) Proyecto de Ley
General de Urbanización, b) Proyecto de Ley General de Reconstrucción y Urbanismo
45
de Cochabamba, además de otros estudios parciales y anexos como un estudio sobre el
perfil de calles y avenidas en la ciudad.

El panorama urbano, tanto en el plano técnico, legal e institucional encontrado por


Muñoz, indudablemente le indujeron a preocuparse por el escaso sustento que el
municipio y en general la legislación del país ofrecía, para asignar algún porvenir
duradero a un estudio integral de urbanización, no olvidemos, absolutamente inédito en
Bolivia. De ahí su énfasis, por dotar a los futuros estudios, de un marco legal e
institucional propicio, sin cuya posibilidad todo lo demás resultaría especulativo,
retórico e inaplicable. La información recopilada en la extensa encuesta mencionada, la
observación igualmente atenta de la ciudad y sus instituciones, las prácticas sociales
urbanas y la situación rudimentaria de la organización técnica municipal, llevaron al
investigador, juzgamos correctamente, a la conclusión anotada.

El proyecto de Ley General de Urbanismo se componía de tres cuerpos: un primer


cuerpo en el que a partir de una definición de “urbanismo” que para los fines legales
pertinentes, quedaba identificado como: “EL conjunto de disposiciones legales,
decretos y ordenanzas tendentes a que todas las ciudades de la República, lleguen a
cumplir eficientemente con las condiciones culturales, sociales y económicas impuestas
por el progreso de 1a técnica urbana”. A partir de esta concepción, se establecía que
todas las acciones de urbanización son materia de interés público; que la urbanización
de las ciudades en Bolivia debía ser atribución privativa de las alcaldías; que en las
ciudades de más de 20.000 habitantes, las alcaldías debían crear un Departamento de
Urbanismo; que cada municipio debía organizar un cuerpo consultivo denominado Junta
Departamental de Urbanismo; en fin, que definido el modelo urbano a que se sujetaría
el desarrollo urbano de una ciudad o población, su ejecución “deberá ser precedida
ineludiblemente por 1a formación de un Plano Regulador”. Sin duda, se trata de un
conjunto de disposiciones muy avanzadas para su época, y naturalmente para el país,
cuya abrumadora mayoría de ciudades y pueblos, incluida su capital y la sede de
gobierno, aún se dejaban guiar en el plano administrativo, por legislaciones heredadas
del siglo XIX e incluso de la época colonial. El segundo cuerpo de este documento
abordaba, más cuestiones técnico jurídicas referidas a expropiaciones, tasaciones y
subdivisiones de inmuebles y los procedimientos administrativos propios en estos casos.
Por último, un tercer cuerpo se ocupaba de la captación de recursos con destino a los
trabajos de urbanización.

El Proyecto de Ley General de Reconstrucción y Urbanismo de Cochabamba, se


componía de tres capítulos y cinco títulos, cada uno con un conjunto de disposiciones
abordando el tratamiento de cuestiones específicas. El Capítulo I “De la urbanización
de la ciudad”, contenía: El Título I “Del Plano Ley de Urbanización”, que definía un
concepto de urbanismo similar al del Proyecto de Ley anterior, a partir del cual, se
disponía que el Municipio sometiera al Poder Ejecutivo y Legislativo, un Proyecto de
Plano Ley de Urbanización de la ciudad y un Proyecto de Ordenanza Local de
Urbanización, que darían aplicabilidad al principio constitucional de que “la propiedad
cumple una función social”, a partir de lo cual, se impondrían las restricciones técnicas
y jurídicas que todo procedimiento de urbanización imponía a la propiedad inmueble,
para garantizar el uso económico y social del suelo urbano. A1 tenor de estos principios
legales, se amparaban las reglamentaciones en materia de subdivisión de predios,
higiene y seguridad de los inmuebles, códigos de construcción, etc. Asimismo se fijaban
los límites jurídicos a la expansión urbana e incluso se establecía que toda propiedad
45
rural o baldía dentro del radio urbano “que no cumpla una función social” podía ser
expropiada así como “todo aquel inmueble afectado por las operaciones de
urbanización contempladas en el Plano Ley de Urbanización”, diferenciando estas
actuaciones en términos de “trazados facultativos”, o sea, proyectos de apertura de
calles dentro del sector edificado y “trazados obligatorios”, es decir, proyectos de
apertura de vías en sectores no urbanizados. El título II, se refería al ensanche y apertura
de calles en el sector edificado. El Título III, era similar al anterior, pero para sectores
no urbanizados. El título IV “De la Reparcelación de los predios”, se refería
específicamente a las regularizaciones de la propiedad inmueble en el interior de las
manzanas, sugiriendo ideas que aún hoy, son novedosas425. El Título V se ocupaba de
las “Expropiaciones”.

El Capítulo II “De la Ordenanza Local de Urbanización” se ocupaba de aspectos


inherentes a los límites de la futura urbanización, así como a su régimen interno en
materia de zonificación, jerarquía de vías, la superficie mínima de predios, los sistemas
constructivos, autorizaciones y códigos de edificación, registros profesionales, etc.
Finalmente el Capítulo III se refería al tema necesario de “Las Sanciones”, es decir, toda
la legislación acerca de las infracciones y penalidades.

Ambos proyectos de Ley, sin lugar a duda, no sólo eran innovadores en relación a todo
lo que se había dispuesto con anterioridad en materia de legislación urbana, sino que
además, proporcionaban la garantía y el resguardo legal que precisaban las tareas de
urbanización de la ciudad. El hecho de que estos y otros proyectos normativos de
Muñoz Maluschka no hubieran sido aprobados, no impide afirmar, que se constituyeron
en un aporte innegable para crear la necesaria conciencia del contenido social y jurídico
que expresaban las operaciones técnicas de la planificación urbana, en medio de una
sociedad conservadora y apegada a las viejas figuras legales del siglo XIX, al margen
del valor intrínseco de estas disposiciones, que en muchos aspectos fueron precursoras
de la legislación actual, y en otras, sus sugerencias aún hoy son plenamente pertinentes.

Otras labores encaradas en esa época por Muñoz Maluschka, fueron las de perfeccionar
la información estadística. Sugirió y asesoró el faccionamiento de la boleta censal del
425
Se definía la reparcelación como “un cambio de linderos prediales a base de permuta, dentro de los
sectores del amanzanamiento antiguo español y en sectores de edificación ruinosa, con el objeto de
conformar la antigua ciudad a los principios de la técnica urbana contemporánea”. A continuación se
anotaba que la reparcelación de una manzana podía ser solicitada a la H. Municipalidad por la mayoría de
los propietarios., para este efecto, los propietarios debían quedar constituidos transitoriamente en
comunidad o comuneros de bienes, de lo cual se dejaba constancia en los títulos de propiedad registrados
en Derechos Reales. Los propietarios podían transferir sus partes en la comunidad, durante el tiempo que
dure el procedimiento. Además, las hipotecas y gravámenes recaían transitoriamente sobre la parte
comunal indivisa hasta que se hiciera la nueva adjudicación predial. La nueva adjudicación de predios, se
haría por el mismo valor de la parte comunal, y en lo posible en un lugar equivalente, pero dentro de una
nueva conformación y orientación. Finalmente, el registrador de Derechos reales extendería nuevos
títulos en reemplazo de los antiguos. Los propietarios inconformes con la nueva adjudicación hecha,
podrían solicitar el pago de la indemnización de su parte, una vez que la Comisión de reparcelación
creada para este procedimiento, estaba facultada a disminuir o aumentar el número de lotes y espacios
libres, pudiendo además reducir proporcionalmente las superficies de los lotes de adjudicación en
proporción inversa al mayor valor que adquiere el sector a consecuencia de la reparcelación operada. En
palabras sencillas: se trataba de una suerte de borrón y cuenta nueva, para regularizar divisiones,
subdivisiones, particiones, parcelas de herencia, etc. que habían despedazado y atomizado las propiedades
originales de las manzanas de buena parte del casco viejo, definiendo frentes y formas caprichosas,
inconvenientes para la nueva edificación. Una sugerencia, sin duda radical para mejorar el uso del suelo,
pero que, ayer como hoy, hizo y haría parar los pelos de punta, a la mayoría de los propietarios,
dispuestos siempre a librar verdaderas batallas judiciales por unos pocos centímetros más o menos.
45
Censo Municipal Demográfico de la ciudad de Cochabamba, de septiembre de 1945,
que por primera vez, incluyó un inventario completo sobre el estado de la vivienda
urbana. Asimismo, prolongando su estadía hasta fines de julio de aquel año, dejó un
estudio sobre una clasificación de vías urbanas y sus respectivos perfiles para las zonas
consolidadas por la urbanización que con mayor urgencia requerían de esta definición.
Finalmente dejó las especificaciones técnicas en base a las cuales se debía elaborar el
Anteproyecto del Plano-Ley de Urbanización y de Ordenanza Local de Cochabamba,
así como el Anteproyecto del Plano Ley de Urbanización de Cochabamba.

En lo que se refiere al estudio de vías, los aspectos más salientes eran los siguientes: El
concepto para definir el perfil de las vías involucradas, se apoyaba el principio de que
dentro del sector urbano consolidado, debiera considerarse una diferencia jerárquica en
el ancho de las vías:

estableciendo arterias para doble tránsito por lo menos cada cinco cuadras,
considerando además 1a disposición de una avenida vertebral céntrica tanto en
dirección Norte-Sur, corno Oriente-Poniente (…) Para la apertura de calles
que subdividen manzanas, por iniciativa privada, podrá adoptarse el ancho
mínimo de 8.00 mts., en sectores edificados en dos pisos y de 10.00 mts., en
aquellos destinados a tres pisos (...) En las zonas de vivienda popular, la
iniciativa privada podrá lograr aperturas de pasajes y galerías con anchos de
5.00 mts., para edificaciones de un piso y de 6.00 mts., para las de dos pisos.

En base a los criterios anteriores, sugería las normas para fijar el ancho de las calles de
la ciudad, a partir de la siguiente clasificación de vías:

1. Senderos: es decir, pasajes de 5.00 mts., cuando atraviesan zonas de edificación


dominante de planta baja. De 6.00 mts. y faja jardín, cuando las edificaciones
son de dos o más plantas. En estos senderos abiertos “por iniciativa privada”,
los servicios básicos debían correr por cuenta de los propietarios.
2. Calles públicas: el ancho mínimo de apertura que podría ser respetado por la
Municipalidad, sería de 8.00 mts., en sectores residenciales y de vivienda
económica. En estos casos, la faja jardín frontal debía ser de 2.50 mts. Asimismo
especificaba que las calles residenciales céntricas no podrían tener un ancho
inferior a 10.00 mts., en tanto que, en las vías comerciales el perfil mínimo debía
ser de 12.50 mts. en zonas de comercio de segunda categoría. Las arterias
comerciales de doble tráfico dispuestas cada cinco cuadras, debían tener un
ancho mínimo de 22.00 mts. y el ancho exigible para las avenidas que formen
las vértebras urbanas, debería ser de 30.000 mts. Por último: “al considerar el
tránsito resultante de las entradas y salidas camineras de la ciudad y de las vías
que coinciden con estas entradas y salidas, deberán además considerarse fajas
jardín no inferiores a 10.00 mts., de manera que la edificación con frente a vías
de penetración caminera, deberá distanciarse de la misma en 50 mts.

A continuación en el Cuadro 134 se resume el ancho de vías que el Arq. Muñoz sugería
para el sector central de la ciudad de Cochabamba.
45
CUADRO Nº 134: Ciudad de Cochabamba: Perfiles de vías en las zonas urbanas
consolidadas hasta 1945 (Propuesta del Arq. Luís Muñoz Malushka)

Perfiles en
metros Detalle de las vías afectadas Zonas
100,00 Costanera al Sur del río Rocha y faja jardín Noreste-Sudoeste
30,00 Calle Perú y 14 de Enero Noroeste-Noreste
25,00 a 30,00 Avenida Aroma de acuerdo a un nuevo trazo Noroeste-Sudeste
25,00 Calle Esteban Arze, desde Tapacarí a plaza Francisco del Rivero Sudeste
Calle Ayacucho – Avenida Villazón Sudoeste-Noroeste
Av. Ballivián –Eje Norte-Sur, entre plaza Colon estación FF.CC. Noreste-Sudeste
Calle Oquendo Muyurina-Las Cuadras
Calle México Noroeste
Av. Aniceto Arce Muyurina
20,00 Av. San Martín, desde la Av. Aroma hacia el Sur Sudeste
Calle Junín y Tumusla Sudoeste-Noroeste
Calle Sucre Sudeste
Calle Santibáñez Sudoeste
Calle Ladislao Cabrera Sudeste-Sudoeste
Calle 25 de Mayo Noroeste-Sudeste
Calles Punata y Tarata Sudeste
Calle Antezana Noreste
Ocho calles innominadas en Mosojllacta Noreste
Avenida innominada ---
14,00 Calle Mayor Rocha Noroeste
12,50 Calles Oruro y La Paz, entre Av. Ballivián y Av. Oquendo Noreste
Calle La Paz entre Baptista y Hamiraya, calle Reza Noroeste
Calle Chuquisaca Noreste
Calles Ecuador y Colombia Noreste-Noroeste
Calle General Achá Noroeste
Calles Bolívar y España Noreste
Calles Jordán, Calama Y Uruguay Sudeste-Sudoeste
Calles Montes, Brasil y Honduras Sudeste
Calle Pasteur Las Cuadras-Muyurina
Calle Antezana, hasta la calle México Noreste
Calle Esteban Arze, al Sur de la plaza Francisco del Rivero Sudoeste
Calle Baptista Noreste
Calles Nataniel Aguirre y Agustín López Sudoeste
Calles Hamiraya y Suipacha Sudoeste-Noroeste
Calle Venezuela, hasta la Diagonal Muyurina
Calle 16 de Julio Sudeste-Noreste
12,50 a 15,00 Calle Venezuela Noroeste
12,50 a 14,00 Estudio especial calles Tarapacá y Falsuri Sudoeste-Noroeste
Fuente: Carta dirigida por el Arq. Luís Muñoz Malushka al Alcalde Alfredo Galindo, 27/06/1946

La propuesta de ensanche de vías contenida en el cuadro anterior, sin duda respondía a


una idea elaborada con respecto a la regularización y reconstrucción del sector urbano
consolidado, y cuyo resultado quedaría de alguna manera reflejado en la definición de
los perfiles asumidos, y sobre todo, en la selección de las vías que debían ajustarse a
esos perfiles diferenciados (Ver Plano 18). Sin embargo, postergamos, en forma
momentánea, el análisis de lo sugerido por estas intervenciones, para analizar las
mismas, en el contexto de lo expresado por el croquis que elaboró Muñoz Maluschka en
1946. [Ver plano nº 19).

Además de la propuesta anterior, finalmente el citado urbanista dejó sentadas las bases,
a las que ya hicimos referencia, para la elaboración del Anteproyecto del Plano Ley de
Urbanización y de Ordenanza Local, consistentes en sugerencias para efectuar
45
investigaciones específicas en el ámbito regional y urbano426. Por otra parte, las
especificaciones para la elaboración del Plano Ley de Urbanización de Cochabamba
proponían las siguientes tareas:

I) Estructuración definitiva de las vías dominantes,


II) Estructuración de los espacios libres,
III) Ordenanza Local de Urbanización, además de un plan de prioridades para
la ejecución de las labores sugerida427s.

En resumen Luís Muñoz Maluschka, en esta su primera estadía, no sólo dejó un cuerpo
normativo y legal que permitiera el encauzamiento adecuado de los futuros proyectos,
sino que incursionó en este último aspecto, dejando importantes sugerencias.

Por último el citado urbanista, a invitación del Alcalde, presentó un borrador a ser
sometido al Consejo de Urbanismo, con las especificaciones globales de los términos de
referencia para una segunda contratación, que se pretendía fuese ampliada a un nivel
más operativo que la simple asesoría, y culminarse con la elaboración misma de los
proyectos. A este respecto el propio Muñoz manifestaba:

Quedaría pendiente para un regreso eventual, el estudio de la Ordenanza local


de Urbanización y 1a estructuración de1 sector de crecimiento de 1a futura
expansión; además, la formación de una oficina que daría desarrollo al
proyecto definitivo del Plano Ley de Urbanización. La etapa definitiva que
426
En el ámbito regional, Muñoz Maluschka sugería: un estudio planimétrico de zonas de tiempo
constante (curvas isócronas), índices de producción regional (agrícola y pecuaria), índices sobre los
recursos y riqueza potencial de cada zona de tiempo constante, estimaciones sobre el incremento de la
producción en base al Plan de Irrigación de la Angostura y estimaciones sobre el posible incremento de la
población rural. En el ámbito urbano, sugería elaborar un plano de densidades teóricas de población por
manzana, en base a las superficies teóricas del Plano Catastral. Otra, de densidad efectiva, en base a los
resultados del Censo de septiembre de 1945 Un plano esquemático del estado de la edificación, la curva
teórica del crecimiento demográfico en base a las tasas de crecimiento vegetativo anual. La curva
demostrativa del incremento de la superficie edificada entre 1940-1946. Cifras índice por 1.000 habitantes
respecto a tributos cancelados (Muñoz M: Especificaciones Técnicas para la confección del Anteproyecto
del Plano Ley de urbanización y Ordenanza Local, 22/06/1945).
427
El detalle de algunas de las especificaciones contenidas en los puntos propuestos son: Para el punto I:
“Estructuración de una vértebra dorsal y central de Norte a Sur, de un ancho no inferior a 40.00 metros
como vía de tránsito continuo y diferenciado y como vía representativa para desfiles y actos públicos”
(ampliación de la Av. Ballivián al Sur). “Vías dominantes de Oriente-Poniente a distancias de 5
manzanas, una de otra, con un ancho de 25 a 30 mts. Red de subdominantes de 2do. Orden. Circuitos de
vías anulares y de circunvalación para tránsito preferido. Penetración de las vías camineras a la ciudad.
Subdominantes en vías de tercer orden”. Para el punto II: “Áreas de estacionamiento en diferentes zonas,
campo de juegos infantiles en el sector popular más densamente poblado. Plazas para fines
representativos, destacando la importancia de determinadas funciones públicas (Magistratura,
Prefectura, Universidad, etc.). Sistemas de áreas verdes” Para el Punto III: “Delimitación y clasificación
de las zonas urbanas según el destino socio-económico de sus edificios. Superficie predial mínima según
su uso y la superficie máxima edificable según zonas. Sistemas determinados de edificación según su
destino, alturas máximas y mínimas, mayor altura admisible y conformación plástica. Sistemas de
agrupamiento de los edificios. De las condiciones de higiene y seguridad de los edificios destinados a
congregar gente: escaleras, ascensores, ventilación, soleamiento, cubo mínimo de aire, condiciones de
aspecto exterior disposiciones administrativas y de penalidades. Estudios especiales: perfiles
transversales de vías en los costados del río Rocha y estructuración definitiva longitudinal. Ubicación de
los puentes en relación de las calzadas y ejes definitivos de la Av. Blanco Galindo y Av. Libertador
Bolívar. Urbanización de la Chimba. Revisión de los planos de rasantes vigentes”. (Muñoz M.:
Especificaciones Técnicas, 1945).
45
deberá ser acometida por profesionales bolivianos en la Dirección de Obras
Públicas Municipales, comprende e1 estudio técnico, financiero y económico de
los trazados del Anteproyecto con miras a su realización, ya sea inmediata o de
acción paulatina. (Nota dirigida por el Arq. Muñoz M. al Presidente del Consejo
de Urbanismo, en fecha 07/06/1945)428.

La cuestión de los términos de este contrato fue un tema que ocupó la atención del
Consejo de Urbanismo por largos meses, y pronto desató una segunda polémica en el
seno del mismo, enfrentando una vez más, a ingenieros y arquitectos. En realidad,
nuevamente se contraponían dos concepciones opuestas sobre la ciudad, además de
criterios herméticos y casi verticales, que dejaban aflorar los soportes autoritarios, en
que en último término, se refugiaban las viejas concepciones, a las que naturalmente fue
ajeno Muñoz M., pero involuntariamente fue el eje de esta polémica. El conflicto pronto
evolucionó hacia un cuestionamiento a la composición de dicho Consejo, del que se
hizo eco el Centro de Arquitectos, que en una de sus primeras intervenciones públicas,
mediante una extensa nota dirigida al Alcalde Alfredo Galindo, le hizo conocer sus
preocupaciones con respecto al manejo de la gestión urbana, al mismo tiempo que
clarificaba conceptos básicos sobre la urbanización y el rol profesional de los
arquitectos, realizando en primer término, observaciones de fondo acerca de la eficacia,
y sobre todo composición, del citado Consejo de Urbanismo. En concreto, se observaba
que dicho organismo tenía un número de participantes muy ampuloso y con una
mayoría de empleados públicos, lo que dificultaba formar quórum, y peor aún, se
denunciaba que la mayor parte de sus miembros demostraba escaso interés en resolver
los problemas urbanos. Todavía algo peor, a juicio del Centro de Arquitectos, “la
"mayoría de sus componentes, que si bien son distinguidos profesionales, en cambio no
tienen preparación especial en materias referentes a urbanismo”. Luego se sentenciaba:
“No se trata solamente de emitir opiniones de buen sentido, sino de afrontar y resolver
problemas que requieren especialización y una preparación técnica”. Las
recomendaciones obvias eran: reducir la composición del Consejo a 5 o 6 miembros,
compuesta por 3 o 4 arquitectos y 2 ingenieros, todos ellos profesionales independientes
con relación al Estado o al Municipio429.

428
La Oferta global esbozada por Muñoz para proseguir su labor en 1946, se refería a la elaboración de
los siguientes proyectos: Ley de Urbanización de Cochabamba, Re lamentación de edificaciones,
reorganización y complementación de la Dirección de Obras Públicas Municipales, Plan Económico para
la realización de las obras de urbanización y Plano Oficial de Urbanización, además de proyectos
definitivos para sectores no urbanizados como Las Cuadras, Tupuraya, Aranjuez, Recoleta Queru Queru,
Cala Cala, La Chimba, Jaihuayco, La Villa, etc. {Borrador de Proyecto de Contrato, elaborado por
Muñoz, 1946).
429
Justificaba el Centro de Arquitectos la nueva composición del Consejo de Urbanismo en los siguientes
términos: “Es conveniente que la mayoría de los miembros esté integrado por arquitectos, porque
tratándose de planificación, el arquitecto está en una excelente situación para tomar parte principal en
este trabajo, ya que su práctica normal es coordinar necesidades (...) Cuando se menciona la palabra
‘urbanista’ se quiere hablar erróneamente de un profesional que superpone avenidas sobre la ciudad sin
mucha idea de lo que está ocurriendo El planificador, en vez de trazar simples planos de ciudades, debe
empezar por pensar que, todo lo que se refiere a la vida, exige cierta investigación, alguna coordinación
de datos y después una guía (plano regulador), trazado por un urbanista, para dar el próximo paso hacia
una vida mejor (...) Mas, el que sólo investiga, recopila datos y no sabe planificar, esto es componer y
organizar funcional y artísticamente en el plano y en el espacio, no puede ser urbanista. De ahí que el
arquitecto con preparación en materias de urbanismo, sea el llamado a tomar parte en la dirección
general de la urbanización de una ciudad. Los ingenieros especialistas en obras de catastro,
alcantarillado, riegos, aguas potables, instalaciones eléctricas etc., sólo pueden suministrar datos
cuando las oficinas encargadas de la urbanización los piden” (El País, 15/01/1946).
46
Asimismo, el citado gremio profesional reclamaba la puesta en vigencia de un
Reglamento de Construcciones, aunque fuera con carácter provisorio, anotando que
existían cuestiones de urgente definición, como las referidas a la higiene de los locales,
a la estabilidad de las edificaciones, a aspectos de orden estético, a cuestiones de
seguridad de la construcción, a aspectos legales y a una necesaria categorización de los
profesionales. Sin embargo, además de solicitar la reestructuración del consejo de
urbanismo, el objetivo principal de esta nota, se dirigía a la propia reorganización de la
Dirección de Obras Públicas Municipales y a reivindicar que el Director debía ser un
profesional arquitecto: “Pues corresponde al arquitecto y no a otro profesional, tomar
bajo su control el desempeño de este cargo, porque dentro de las atenciones que
supone el desarrollo de la actividad arquitectural y urbanística, éste es el elemento
esencial y e1 más importante”. (El País de 15/01/1946). Esta nota del Centro de
Arquitectos estaba suscrita por su Presidente, Arq. Jorge Urquidi Z., con fecha:
22/10/1945. Obviamente, la misma, debió causar incomodidad en las altas esferas de la
administración municipal, sobretodo debió causar enfado en los ingenieros en funciones
de jefatura, no mereciendo en consecuencia, respuesta de la autoridad edilicia.

Tales observaciones por último, se ampliaban al pliego de especificaciones elaborado,


en base al esbozo preliminar de contrato presentado por Muñoz M. al Consejo en 1945.
Dichas objeciones, se centraban en tomo a la ambigüedad de los alcances de la
propuesta, así como, en la tarea específica a desarrollar. Fue en torno a esta última
cuestión, que la fragilidad de la coherencia interna del citado Consejo hizo crisis. A
inicios de 1946, los arquitectos Concejales efectuaron críticas a la forma y al contenido
del contrato aludido, y como emergencia de ello, se encomendó al Arq. Urquidi redactar
los términos modificatorios del mismo. El citado arquitecto presentó una propuesta
alternativa que dividía con claridad la parte normativa que regiría la urbanización
integral de la ciudad, a encomendarse en su fase de proyecto al Arq. Muñoz M., de la
parte relativa a la elaboración misma del Plano Regulador y estudios complementarios
que quedaría, a cargo de una oficina permanente de urbanismo, que debía organizar la
Alcaldía, aspecto que no aparecía aparentemente, en la propuesta original, aunque como
vimos anteriormente, estaba presente en el pensamiento del técnico chileno.

De todas formas, esta enmienda fue recogida por la mayoría del Concejo en términos
muy cautelosos, y finalmente, primó la razón burocrática de “la palabra empeñada por
el Alcalde” en torno a la propuesta original y mediante voto, en la cesión de 25 de enero
de 1946 fue rechazada la moción de enmienda y aprobada la recomendación de
suscripción del contrato en su forma original (El País, 26/01/1946)430.
Los desacuerdos internos sin solución, los errores administrativos y de procedimiento
cometidos en la nueva contratación del Arq. Muñoz M., y los reparos a su composición
interna interpuestos por el Centro de Arquitectos, finalmente precipitaron la clausura del
Consejo de Urbanismo, mediante Ordenanza de 24 de abril de 1946, emitida por el H.
Concejo Deliberante Municipal, que así puso punto final a la engorrosa cuestión en que
culminó esta nueva polémica sobre la planificación urbana, pero que tuvo su lado
430
En realidad las alternativas de aprobación de este contrato fueron confusas. Parece que, el Alcalde
pasando por encima del propio Consejo de Urbanismo, suscribió el mismo haciendo figurar en el
documento una “Aprobación” de dicho Consejo que los arquitectos reclamaron no ser evidente. En
febrero de 1946 el Centro de Arquitectos hacía conocer su desacuerdo con lo obrado y reclamaba que se
“acababa de aprobar una fórmula de contrato confuso y deficiente en sus bases científicas y una vez más
incidía en la falta de comprensión del Consejo en cuestiones urbanas en función de su inadecuada
composición” (Los Tiempos nº 701, 14/02/1946).
46
positivo, al demostrar que finalmente existía en la ciudad un cuerpo profesional, que se
sentía suficientemente capacitado para encarar la difícil tarea de encausar el desarrollo
urbano. (El País, 26/04/1946).

De esta forma, el Concejo Deliberante terminó aprobando el polémico contrato que


definía el retorno del Arq. Muñoz M., por un plazo de 3 meses, divididos en dos
periodos de 45 días interrumpidos por un breve retorno a su país, computables a partir
de julio de 1946. En realidad los sucesos políticos de esa época, que precipitaron la
caída del Gobierno Villarroel, y la consiguiente intervención del Municipio local,
determinaron que la presencia del citado urbanista se redujera al primer periodo
establecido, lo que no fue óbice, para que elaborara otro importante conjunto de ideas y
recomendaciones, que una vez más pasaremos a examinar:

En esta segunda estadía Muñoz M., elaboró los siguientes instrumentos: proyecto de
Ley de Urbanización, proyecto de Ordenanza Local de Urbanización, proyecto de
Ordenanza Local de Urbanización y Proyecto de Reorganización de las oficinas de
Obras Públicas Municipales. Además, sus planteos de planificación se hicieron más
legibles, a través de los primeros esbozos de diseño urbano, que anticiparon el
contenido de las futuras propuestas mucho más elaboradas.

Iniciaremos este nuevo análisis de la labor de Muñoz M., examinando su pensamiento


urbanístico acerca de la ciudad. En un ensayo breve, publicado en la prensa
Cochabambina en agosto de 1946, bajo el título: “La urbanización de Cochabamba”,
apuntaba en sus observaciones, puntos neurálgicos de la cuestión urbana, como ser: la
ausencia de control sobre los nuevos loteos y fraccionamientos y las nuevas
edificaciones, por no existir una base legal adecuada para encausarlos, lo que
imposibilitaba planificar el desarrollo urbano. Por otra parte, que este control no seria
posible sin un cambio radical de los procedimientos de fraccionamiento de tierras, una
vez que consideraba que el volumen de propiedades urbanizables, dentro del llamado
radio urbano, excedía las necesidades de la ciudad, y ello permitía, que los propietarios
se pusieran a esperar a que el Municipio urbanice sus tierras con los fondos de la
colectividad, obsequiando con ello a determinadas personas, beneficios que de alguna
forma deberían ser retribuidos a la colectividad, ya que el sistema tributario corriente no
recupera en manera alguna las mejoras de urbanización operadas con los recursos de los
contribuyentes, insuficientes en todo caso para el desarrollo urbano. Señalaba que otro
factor negativo para el desarrollo urbano de Cochabamba, era la falta de un Plano
Regulador que definiera una estructura urbana, que fuera capaz de combinar
adecuadamente el sistema vial, con las zonas de trabajo y residencia. Anotaba
significativamente que fueron “un grupo de jóvenes arquitectos de Cochabamba”,
quienes plantearon este problema ante la opinión pública y el Municipio, permitiendo
así, que se iniciaran estudios urbanos serios e integrales, considerando que el paso
inicial consistía en: “forjar las herramientas de trabajo, que en este caso son el estudio
de la legislación y de los reglamentos necesarios para establecer en Bolivia 1a
posibilidad de aplicación de la técnica de urbanización”. (El País 18/08/ 1946).

Lo observado por Muñoz M., apuntaba directamente al cuadro especulativo de la tierra


urbana que encontró en Cochabamba. Es inobjetable y certera su observación acerca del
exceso de tierra librada al mercado inmobiliario, en relación a las reales necesidades de
la ciudad para incorporar extensiones, que en 1946 e incluso décadas más tarde, no se
justificaban. Otra observación igualmente importante, y que corrobora algunos criterios
46
anteriormente emitidos, se relacionaba con la lógica del “delirio urbano” de fraccionar y
lotear, pero a partir de presionar al Municipio para prolongar calles, abrir nuevas,
pavimentar, etc., invirtiendo los recursos públicos escasos en la valorización de selectas
propiedades privadas. Estos y otros criterios, revelaban al técnico socialmente sensible,
y capaz de apuntar directamente los males que frenaban, y continúan frenando hasta
hoy, un desarrollo urbano integral y armónico. Pero, veamos de inmediato sus planteos
urbanos, ya parcialmente desarrollados, en ocasión de su primera estadía, y sintetizados
en 1946 en algunos planos. Sin embargo, salvo muy esporádicas referencias, no existe
ningún documento explicativo de estas sugerencias. No obstante ello, el Plano Oficial
de Urbanización - "Estudio de Zonificación Económica y Vialidad Dominante" (Ver
plano 19), nos permite esbozar algunos criterios concretos:

 Sistema vial: Retornando al Cuadro 134 (Perfiles de vías en zonas urbanas


consolidadas), y sugiriendo una observación más atenta del plano 18
(interpretativo del cuadro citado), podemos concluir que el sistema vial
propuesto por Muñoz, partía de la definición de dos ejes urbanos dominantes:
uno Norte-Sur, en palabras del proyectista: “vértebra dorsal y central (...) de un
ancho no inferior a 40.000 mts” que prolongaba el trazado de la Av. Ballivián,
hasta la prolongación de la Plaza Francisco del Rivero, en la Estación del
FF.CC. a Santa Cruz431 y un eje Este-Oeste, es decir, la calle Perú transformada
en avenida, con un perfil de 25 mts (ampliado a 30.00 mts. en 1946): Ambos
ejes estructuraban el conjunto urbano, encausaban el tráfico que penetraba al
centro urbano, y permitían una disposición y una jerarquía espacial
particularmente nítida, a partir de una avenida-paseo monumental. Este par de
ejes, se conectaban con una trama de vías de jerarquía diferenciada: vías
dominantes, circuitos de vías anulares y de circunvalación, vías subdominantes
de primero y segundo orden, que encerraban e intercomunicaban espacios
urbanos de vocación específica. Sin embargo, el piano analizado muestra un
conjunto, aparentemente excesivo de vías dominantes, en algunos casos pares y
aun paralelas sucesivas, sin embargo la ausencia de una memoria explicativa
impide apreciar mejor su objetivo o desempeño. En todo caso esta trama definía
muchos rasgos que serán adoptados por las propuestas posteriores, que si bien
constituyen estudios más elaborados y pulidos, no deja de ser evidente, que su
primer antecedente evolutivo, se nutre en muchos aspectos, de este planteo
inicial. (Ver plano 19).
 Zonificación: Se proponía un centro comercial, dividido en una zona de
Comercio de Primera Clase, cuyo centro nervioso debía ser la Plaza principal y
el eje Norte-Sur a partir de su sector ampliado. Este centro cubría prácticamente
la totalidad del casco viejo y los sectores de Caracota y San Antonio, definiendo
en esta zona, un sistema de vías perimetrales y otras de penetración y
distribución, donde se distinguían de Norte a Sur: la Avenida Ayacucho y el par
complementario al paseo monumental: San Martín - 25 de Mayo. De de Este a
Oeste: el eje conformado por la Av. Perú y el secundario Santiváñez - Sucre,
prolongándose por el Oeste hasta la gran Av. Ribereña, y por el Este hasta Las
Cuadras. Los sectores Noreste y Noroeste se definían como zonas residenciales

431
Inicialmente la propuesta del Eje Norte-Sur (prolongación de la Av. Ballivián hacia el Sur),
contemplaba un perfil de 25 00 mts., pero luego este perfil en 1946., fue ampliado a 40,00 mts., para
conservar el carácter de paseo que se deseaba imprimir.
46
densas. Las zonas de Cala Cala y Queru Queru, se calificaban también como
residenciales, pero de edificación menos intensiva, extendiéndose esta
calificación, hasta la Av. América que se la proyectaba como una avenida de
circunvalación intermedia, que separaba la mancha urbana efectiva de las zonas
de futura expansión. La zona Sudoeste (a partir del puente de Quillacollo hacia
el Sur), así como otras fracciones menores de la zona Sur, Jaihuayco y parte de
la Chimba y el actual Distrito Urbano del Hipódromo, se tipificaban como zonas
de vivienda económica, con características similares a las del sector residencial.
La parte central de la Chimba, el sector Norte de Jaihuayco y sectores próximos
a la serranía del Ticti (Villa Felicidad, Villa Santa Cruz) y la zona de la actual
Pampa, se clasificaban como industriales, la primera (La Chimba), corno
industrial propiamente y las otras como artesanales (Ver Plano 19).

Este planteo, cuyos rasgos más visibles hemos descrito, marca el origen de algunas
constantes que perduran hasta nuestros días, a saber:

1. La consolidación de un modelo urbano concéntrico, donde los dos ejes


vertebrales marcando su punto de encuentro en el centro de gravedad de este
planteo (la zona comercial), enfatizan este principio.
2. La delimitación perimetral de este centro mediante barrios-dormitorio
(residenciales y populares) y zonas de pequeña industria artesanal e industrial
compatible con funciones residenciales, definía los términos de una fuerte
dependencia funcional y espacial de este perímetro con relación a dicho núcleo
central, que actúa como organizador y vertebrador del conjunto.
3. Un sistema vial, que igualmente tiene su centro gravitatorio en el núcleo central,
de tal suerte que el grueso de los flujos Norte-Sur deben atravesar el mismo,
ocurriendo otro tanto con los de dirección Este-Oeste.
4. No se altera la estructura segregativa Norte-Sur y en este sentido, la fijación de
las funciones residenciales en los barrios Norte y la industria y la vivienda
económica en el Sur, remarcaban dicha tendencia, y con ello, el planteo era
coherente con los intereses de valorización del suelo urbano y su consumo
diferenciado por clases sociales.

Por lo demás, los aspectos señalados, no serán superados por los futuros planteos, y en
cierta forma se podría agregar que, las “reglas del juego” de este proceso urbano: la
valorización de un centro comercial (ocupado por el casco viejo que debe ser renovado
para ampliar las condiciones propicias a la reproducción capitalista) y la valorización de
las zonas residenciales (para lo cual se deben monopolizar las mejores tierras y los
mejores paisajes); exige un sistema vial centralizado, que además, convierta en simples
zonas subsidiarias o secundarias, las demás partes del conjunto urbano; a tal punto que,
dentro de esta estructura, es la condición de mejor o peor acceso a este “corazón” de la
ciudad, lo que define el valor-mercancía del suelo urbano, e incluso el lugar de
residencia de cada cual, tiende a sugerir el lugar que en relación a la “pirámide social”
ocupa cada habitante; definiendo, un proceso urbano cuyas normas implícitas no podían
ser infringidas con posibilidad de éxito.

La construcción de la ciudad actual, adoptando lo útil de estas regulaciones y retirando


los adornos o accesorios de fantasía del Plano Regulador, confirmarán este acierto.
Obviamente la monumental Alameda, era una fantasía demasiado grande, no sólo para
la ciudad de los conservadores hacendados y prudentes comerciantes, sino incluso para
46
los más entusiastas modernistas, una vez que expresaba una trasgresión flagrante con
relación a los intereses de los que habían atesorado inmuebles en una de las zonas más
privilegiadas del centro urbano por su capacidad de renta. Su apertura, si bien
supervalorizaba al conjunto, en el sentido haussmanniano y afectaba a las manzanas por
sus partes centrales menos valorizadas, multiplicando los frentes comerciales, implicaba
de todas maneras, severos sacrificios y recortes al patrimonio privado, además de la
acción y concurrencia de grandes capitales inmobiliarios, que ciudades como Buenos
Aires, con su Avenida 9 de Julio, Río de Janeiro con su Avenida Getulio Vargas, San
Pablo con su Vale de Anhagabaú y Av. Paulista, podían proporcionarse, pero no la
modesta Cochabamba de permanentes crisis maíceras, modestísimas industrias y sobre
todo, limitada por el modesto vuelo de sus hombres de empresa. En este sentido, esta
propuesta de Muñoz, fue una especie de guante arrojado al rostro de los pequeños
especuladores, a quienes se ofrecía la oportunidad de negocios de gran alzada, que no
osaron recoger. De ahí que esta idea, sólo mereciera un piadoso silencio y un oscuro
anonimato del que hemos tratado de rescatarlo, pues fantasía o locura, es una parte
singular de la historia urbana de la ciudad.

Las disposiciones legales que se elaboraron en 1946, también merecen nuestra atención.
Desarrollando lo ya enunciado líneas atrás, haremos referencia en primer lugar al
Anteproyecto de Ley General de Urbanización que perfeccionaba el Proyecto de Ley
General de Urbanismo redactado en 1945, al ampliar el campo de acción del urbanismo
al ámbito de la planificación territorial, y definir que ambos, interactúan para promover
el desarrollo. En el Capítulo Primero, y para los fines de la gestión de la planificación
territorial y urbana, proponía la creación de organismos específicos y especializados
como: la Dirección General de Planificación Territorial y Urbana, que entre otras
atribuciones, debía realizar la coordinación técnica interinstitucional, fomentar los
planes urbanos, dictaminar sobre los planes reguladores a ser puestos en vigencia, en
fin, centralizar las políticas de desarrollo urbano y regional y definir sus cursos de
acción. Además se sugería, la creación de un Consejo de Planificación Territorial y
Urbano, conformado por el Ministerio de Obras Públicas y la Dirección Técnica del
Estado, a objeto de establecer un organismo asesor que dictaminase sobre aspectos
técnicos del desarrollo urbano y regional, cumpliendo un nivel de asesoría y consulta
del organismo anterior. Se proponía además que en las capitales de departamento y
ciudades con más de 20.000 habitantes, debían organizar Direcciones del Plan Urbano,
que incluyese un Departamento de Urbanismo.

El Capítulo Segundo, proponía una legislación que definía la elaboración y


administración de los planes reguladores y las atribuciones municipales y estatales sobre
este tema. El Capítulo Tercero abordaba la cuestión de los alcances de las ordenanzas de
urbanización y construcción. Los Capítulos Cuarto y Quinto, tocaban aspectos ya
abordados en los proyectos de ley de 1945, es decir la Reparcelación o Remodelación
de los predios y la División y partición de las propiedades urbanas, los restantes
capítulos, hasta el Noveno, abordaban cuestiones más específicas y propiamente
normativas de casos particulares, como la situación de predios construidos fuera de la
rasante municipal, la creación de recursos para financiar las obras de desarrollo urbano,
la cuestión de las expropiaciones y el régimen de prohibiciones y sanciones.

En cuanto al Proyecto de Ordenanza Local de Construcciones y Urbanización de


Cochabamba, definía y normaba las condiciones de edificación y urbanización,
componiendo un extenso cuerpo reglamentario de 23 títulos y 132 artículos, que por su
46
amplitud no es posible analizarlos con detalle razón por la cual, a título ilustrativo, sólo
haremos mención a algunos aspectos salientes: definía las rasantes municipales de la
totalidad de las vías existentes en ese momento, consolidando los perfiles propuestos en
1945 (Ver Cuadro134). Una síntesis de esta propuesta, queda contenida en el Plano No.
18)432. Asimismo otro aspecto importante, era el régimen de cesiones que se proponía y
que se explica en el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 135: Ciudad de Cochabamba: Proyecto de Ordenanza Local de


construcciones y urbanización. Régimen de cesiones con destino a la propiedad
pública

Superficie del lote Porcentaje


en m2 mínimo de
cesión
200 – 350 35
400 – 700 30
750 – 1.000 25
1.000 – 2000 20
2.500 – 5.000 15
5.000 – 10.000 10
Fuente: Elaborado por el Arq. Muñoz M.

El criterio asumido era distinto al tradicional de fijar la cesión municipal por el tamaño
de la propiedad. En este caso, se pretendía aplicar dicha cesión, según la densidad de la
lotificación, que implicaba que, a mayor densidad de edificación y habitantes, se
requería mayores espacios abiertos con destino a vías, áreas verdes, equipamiento etc.,
en consecuencia, el porcentaje de cesión se incrementaba. Por otra parte, esta
reglamentación zonificaba la ciudad en los siguientes sectores (Ver Plano 19):

1. Zonas especiales representativas sometidas a servidumbre de aspecto exterior,


2. Zonas de Servicios Públicos y Comercio de primera categoría.
3. Zonas de Comercio de segunda categoría; de artesanías, de bodegas y depósitos;
4. Zonas de Vivienda económica mixta.
5. Zona residencial exclusiva;
6. Zona industrial excluyente, insalubre y peligrosa, donde se establecía una
categoría ‘A’ excluyente no peligrosa y ‘B’ con la calificación de peligrosa.

Las características de la superficie mínima de lotes y frentes de estos, así como el porcentaje
edificable, el índice de aprovechamiento medio y el número de pisos, por zonas, se expresa en
el cuadro siguiente::

432
Se proponían seis tipos de perfiles que correspondían a alternativas de calles de 9,00 mts., 11,00;
13,20 y 15,00 mts. y, a avenidas de 20,00; 25,00 y 30,00 mts.
46
CUADRO Nº 136: Ciudad de Cochabamba: Proyecto de Ordenanza Local de
Construcción y Urbanización: Superficies mínimas de lotes, frentes mínimos,
porcentajes edificados, índices de aprovechamiento y número de pisos por zona

Superficie Frente % de Índice de Altura


Mínima mínimo edifica- aprove- (nº de
Zonas de lote en de lote ciones chamien- pisos)
m2 en ml to (1)
1. Sectores de distinción especial 300 a 500 12 a 20 70 28 3a4
2. Comercio Primera Clase 350 12 60 24 3
3. Comercio segunda Clase y Artesanía 250 10 50 20 2
4. Artesanía, industrias no molestas 350 12 40 16 1
5. Vivienda económica 200 a 350 8 a 12 30 a 40 6 a 12 1
6. Residencial exclusiva 300 a 500 12 a 16 25 a 35 5a7 1a2
7. Industria exclusiva 600 20 60 15 -
(1) Alturas: Planta baja o 1 piso = 3,80 mts., 2 pisos = 6,80 mts. 3 pisos = 9, 80 mts.,
4 pisos = 12,80 mts.
Fuente: Propuesta del Arq. Muñoz M (Ver plano 19)

Finalmente el Proyecto de “Reglamento de Organización de la Obra General del Plan


Urbano”, partía de la concepción de que el existente Departamento de Obras Públicas
Municipales, era “francamente anacrónico”. En su lugar, se proponía crear la Dirección
General del Plan Urbano, compuesta por las siguientes reparticiones: el Departamento
de Catastro y Topografía, el Departamento de Urbanismo y Planificación con un
Subdepartamento de Parques y Jardines; el Departamento de Policía de Edificación con
dos secciones: Examen de Planos e Inspección de Construcciones y Obras, y el
Departamento de Servicios Públicos Municipales que se ocuparía del control de las
empresas autónomas fiscales o municipales de servicios públicos, en lo que hace a la
calidad de estos servicios y de su ejecución en nuevas áreas urbanizadas. Además
Muñoz proponía, que los directores de cada uno de los anteriores departamentos y el
Director General, formaran el Consejo Técnico de Urbanismo, que debía ser el cuerpo
consultivo de la Comisión Municipal de Urbanismo, órgano sustitutivo del Consejo de
Urbanismo suprimido en abril de 1946.

El Proyecto de Ley General de Urbanización, revisado y aprobado en la administración


del Alcalde Carlos D'Avis fue elevado a consideración del Supremo Gobierno para su
promulgación, sin embargo al tratarse de un Gobierno de facto, éste consideró que no le
correspondía arrogarse atribuciones legislativas. El Gobierno Constitucional de 1947, lo
sometió al poder legislativo, donde mereció una aprobación “en grande” pero no llegó a
ser sancionado como ley de la república, quedando el asunto en el olvido.

Producida la Revolución del 21 de julio de 1946, el Alcalde Carlos D'Avis que sustituyó
a Alfredo Galindo, se dirigió al Centro de Arquitectos para solicitarle ternas para la
provisión de los cargos de Director de Obras Públicas Municipales y de Jefe del
Departamento de Arquitectura, recayendo dicha Dirección en la persona del Arq.
Franklin Anaya y la Jefatura, en la del Arq. Jorge Urquidi Z., llamándose a concurso de
méritos para la provisión del resto de los cargos técnicos, siendo incorporados de esta
forma, los arquitectos Daniel Bustos G. y Hugo Ferrufino M. Este flamante equipo
técnico, al que se agregó más adelante, el Arq. Gustavo Knaudt, como Jefe del
Departamento de Urbanismo, encaminó por nuevos rumbos la labor técnica municipal,
retomando los estudios de Muñoz M. Una de las primeras tareas de la nueva dirección
del D.O.P.M., fue hacer más eficiente la labor del Departamento de Catastro, que fue
convertido “según el modelo europeo”, en un verdadero registro de la propiedad urbana
46
en cuanto a derecho, magnitud y valor; creándose simultáneamente la Sección
Estadística, sobre cuya base y la labor catastral anotada, afirmaba el Arq. Anaya: “Sería
finalmente conocible el movimiento socio-económico de la ciudad, y sólo entonces, la
Municipalidad definiría una política frente a la urbanización, a la carestía de la vida y
1a vivienda, el racionamiento, la salubridad, etc.”. ("Informe sobre las labores de la
Dirección de OO.PP. Municipales durante el año 1946, El País nº 2660, 11/01/1947).

Además quedó definida la existencia del Departamento de Urbanismo. “cuya función es


la de elaborar y actualizar el plano regulador de 1a ciudad y sus ordenanzas y
reglamentos correspondientes, y súper vigilar la aplicación de 1os mismos”. También
fue creado el Departamento de Control de Edificaciones, encargado de ejecutar las
edificaciones municipales y proteger los intereses particulares y colectivos de la
edificación, y en fin, fue establecido el Departamento de Servicios Públicos encargado
de la organización y fiscalización de las instalaciones de servicio público. Por último,
siguiendo siempre la pauta de lo propuesto por Muñoz, la D.O.P.M. fue rebautizada
como Dirección del Plan Urbano (DIPLA).

Respecto al nuevo Plano Regulador, el Informe del Arq. Anaya señalaba: “Durante los
cinco meses últimos meses, desde agosto de 1946, hemos trabajado intensamente de día
y de noche en la confección de dicho plano y sus leyes y ordenanzas correspondientes,
sobre la base de las líneas generales dejadas por el urbanista chileno Muñoz
Maluschka”. Se consideraba que una condición fundamental para llevar a buen término
esta labor y además garantizar un mejor nivel de los servicios públicos, era la necesaria
municipalización de los servicios de agua potable, alcantarillado y pavimentación
dependientes hasta ese momento de la Dirección de Obras Públicas Prefecturales.

A este respecto el Alcalde Carlos D'Avis sostenía: “La urbanización de la ciudad, ha


planteado al Municipio tres puntos que han requerido especial atención: 1) La
Municipalización de los servicios urbanos. 2) Mejoramiento de la Higiene Urbana y
saneamiento de sus zonas. 3) Reorganización de 1as Oficinas Técnicas de la
Municipalidad”. Manifestaba en cuanto al primer punto, que la municipalización de los
servicios de agua potable, alcantarillado y pavimentación constituían una necesidad
pública impostergable, no sólo por tratarse de servicios urbanos cuyo control debía ser
municipal, sino porque al hallarse a cargo de varias oficinas del Estado dependientes de
la Prefectura, estaban “sujetas a un plan de trabajo individual, sin conexión ni
dirección de conjunto (...) Realizados los planos de urbanización, la dirección y
extensión de esos servicios por la Municipalidad, es de impostergable urgencia, no sólo
por economía de energías, tiempo y dinero, que es ya un factor importante, sino por la
eficacia y coordinación del servicio público en general” (Memoria Municipal del año
1946).

¿Cuál era el pensamiento y el criterio que sobre la problemática urbana tenía este equipo
de jóvenes profesionales?433

La respuesta que se puede formular sobre este particular, tiene dos niveles: Uno referido
a la concepción teórica que ellos tenían como parte de su formación profesional y su
ubicación dentro de las corrientes de la Arquitectura Moderna; y otro, en relación a la
problemática concreta que presentaba su ciudad.
433
Algunos de ellos habían sido prominentes participantes del Consorcio de Arquitectos Nacionales que
había ganado la licitación de 1943 para desarrollar el proyecto de la urbanización de la ciudad.
46

En cuanto al primer aspecto, resulta esclarecedor un documento elaborado en Santiago


de Chile en julio de 1942, con el título: “El proceso de urbanización de una ciudad.
Bases generales para la urbanización de Cochabamba”, suscrito por los estudiantes de
arquitectura: Franklin Anaya, Guillermo Ovando, Daniel Bustos y Gustavo Knaudt.
Dicho documento que se dividía en dos grandes capítulos, uno más doctrinario sobre los
“Principios fundamentales del Urbanismo”, y otro más instrumental o aplicativo de las
concepciones teóricas, denominado “Base Estadística del Urbanismo”, no negaba su
estrecho vínculo e inspiración, en los postulados desarrollados por los Congresos
Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM). La base conceptual de partida, no
deja lugar a dudas, cuando se formula la siguiente definición, tomada textualmente de la
Carta de Atenas:

El Urbanismo es 1a organización de las funciones de la vida colectiva, tanto en


las aglomeraciones urbanas como en los campos. No puede estar condicionada
por premisas de un estatismo previo, su esencia es e1 orden funcional. Este
orden comprende cuatro funciones: 1) Habitar, 2) Producir, 3) Descansar, 4)
Circular, que liga las anteriores entre sí.

A partir de este postulado, se sostenía que la Arquitectura y el Urbanismo modernos


recuperan sus sentidos de “organización y expresión plástica de las funciones
biopsicológicas económico-sociales y técnico-constructivas del proceso de la. vida
colectiva” Tomando en cuenta, todo lo anterior, se señalaba que: “el Urbanismo
preconiza la zonificación del plano como el mejor sistema de organizar las cuatro
funciones mencionadas en zonas de habitación: residencial, obrera; zona de trabajo o
producción: industrial, comercial, burocrática, zona de reposo: áreas verdes, paseos,
deportes, etc.”. En función de esta 1ínea de pensamiento, por último, se considera a la
ciudad como: “e1 organismo vivo -comprendido en un sentido netamente biológico-,
que contiene y encausa armónicamente el desarrollo de las funciones de la vida
colectiva”

El principio del desarrollo armónico y su viabilidad, fue el eje que guió las posibles
actuaciones técnicas sobre la ciudad. Al respecto se señalaba: “Para que esa armonía
pueda verificarse, es necesario someter a las ciudades, a un plan de transformación o
crecimiento, plan que instituyendo el restringido plano municipal abarque el conjunto
formado por la ciudad y toda su región de influencia, ya que en realidad el límite de un
centro urbano se encuentra en e1 término de su radio de acción económica”. Estas
ideas se dirigían a proponer la transformación y modernización de la ciudad, a partir de
replantear y fortalecer la eficiencia de las funciones urbanas enunciadas, considerando
que la misma, es una realidad orgánica, cuya salud reposa en la forma como se
coordinan y comportan satisfactoriamente tales funciones esenciales. Esta noción se
extendía al conjunto regional, dentro de una visión de ciudades, centros satélites y zonas
anexas o de influencia inmediata, conformando conjuntos armónicos que se los definía
como “sistemas” territoriales. En este sentido se anotaba: “el planeamiento territorial o
dirigido tiene por objeto racionalizar 1as fuerzas económico-sociales de un territorio y
regular sus formas de relación. Toma en consideración al territorio de acuerdo a sus
condiciones geográficas, sus recursos hídricos, mineros, agrícolas, forestales y
zoológicos. Estudia la ubicación de 1as masas humanas urbanas o rurales,
armonizando el sitio de acción y de trabajo con el espacio que los contiene”. En suma
46
todos estos principios, que revelan la sensibilidad innovadora y la ruptura radical de sus
autores, con las viejas concepciones académicas que aún predominaban en las
facultades de arquitectura dé América Latina e incluso Europa, establecía los
fundamentos teóricos básicos sobre los que desarrollarían sus propuestas concretas. En
este sentido podemos decir que estos jóvenes arquitectos, sabían lo que querían, y a ello
se sumaban unas circunstancias excepcionalmente favorables, que permitieron que
dichas ideas se plasmaran en estudios, que se constituyeron en los primeros en este
campo a nivel nacional.

En lo que respecta a la parte metodológico-aplicativa del documento que comentamos,


este también revela la madurez de las acciones que se pretendían desarrollar, tanto en el
plano de la investigación urbana propiamente, como en el marco de las acciones
institucionales que debían dar fundamento a las propuestas programáticas como a la
materialización del propio plan, proponiendo como conclusión, unos principios muy
lúcidos y cuya pertinencia es perfectamente vigente hoy:

I. Todo plan urbanístico debe propender a financiarse por sí mismo. II. La labor
Municipal está íntegramente supeditada al plan de urbanización. III.
Considerando que la sociedad está en transformación continua, el plan de
urbanización debe ser revisado periódicamente, pues será necesario introducir
en él modificaciones, a fin de que no se pierda la relación armónica que debe
existir entre el plan y estas transformaciones

Por último en lo que hace a la problemática concreta que presentaba la ciudad, un


informe del Arq. Anaya de diciembre de 1946, arrojaba luz sobre esta cuestión. Veamos
algunos aspectos de las consideraciones que sobre la problemática urbana desarrollaba
el citado documento: Un primer aspecto que dicho informe dilucidaba, era una
interpretación de las causas del crecimiento de la ciudad de Cochabamba. El Arq.
Anaya era claro al establecer aquellos criterios que ya analizamos anteriormente, y que
revelaban una comprensión de este fenómeno, que superaba el juicio superficial que
predominaba en la opinión pública de aquélla época. En cuanto a las consecuencias de
esta expansión, el Arq. Anaya mencionaba las siguientes: “carestía de vivienda y mayor
valor del sitio urbano”, opinión a la cual ya hicimos referencia, y que también, tenía una
profundidad analítica notable para la época. Una segunda consecuencia era la “carestía
de agua potable y alcantarillado” a lo que se sumaba la “carestía de alumbrado y
energía”, configurando una crisis de servicios públicos, que revelaba uno de los rasgos
más contradictorios de este proceso.

Sin embargo, su comprensión de la problemática urbana, queda más evidente al analizar


una otra consecuencia: “la forma de la expansión”. A este respecto se señalaba: “La
ciudad ha crecido de preferencia a lo largo de las vías que la atraviesan
longitudinalmente, ligando 1a penetración caminera del Sur, con e1 centro de la
población y con la zona de recreación y producción hortícola de Cala. Cala”. Se
anotaba que la edificación había sido más intensa en la zona Norte, en función de sus
mejores recursos hídricos, los servicios de transporte y un menor valor originario de las
tierras; en tanto en la zona Sur, este crecimiento había sido menor como consecuencia
de la ausencia de servicios públicos, y porque esta expansión se veía dificultada por
encontrarse comprimida por obstáculos naturales, como los cerros de San Pedro y San
Miguel y por la Chimba, propiedad del Ejército. (El País nº 2628, 05/12/1946).
47
En suma la interpretación que se tenía de la problemática urbana en el momento en que
se iniciaron los estudios del Plano Regulador definitivo, resumidos en los anteriores
aspectos, tocaba lo esencial de aquel conjunto de factores que actuaban sobre la misma,
aunque no se llegaba a articular una explicación de la lógica económica, que permitía la
reproducción y agravamiento de dichos factores, vinculados entre otras cosas, a un
mercado capitalista de la tierra urbana en igual expansión, y que requería de la
reproducción de dicha crisis urbana, con todo el agravamiento de las contradicciones
anotadas, para facilitar la acumulación ampliada del capital mercantil y financiero.

El Alcalde D'Avis, en un discurso de circunstancias en homenaje al Arq. Muñoz,


también dejaba traslucir el pensamiento que alentaba a las autoridades, y que
indudablemente interpretaba el pensamiento de los sectores progresistas, que ya en ese
momento no eran más la minoría profética de las décadas pasadas. D'Avis señalaba:

Queremos abrir el horizonte de Cochabamba y divisar en el futuro una ciudad


próspera y científicamente estructurada. Para ello, no podemos abandonarnos
al empirismo que en nuestros días ya ha sido desterrado de todas las
actividades; seguirernos las normas de las ciencias urbanísticas que son, a no
dudar, una de 1as disciplinas que más se han beneficiado de la tecnificación
actual y a la que han recurrido los grandes centros del mundo para aplicar su
desarrollo (Los Tiempos, 8/09/1946).

Esta armonía de criterios y decisiones, entre técnicos y autoridades, conjugaron una


feliz coincidencia, que muy pocas veces, se había establecido anteriormente. Ello
permitió que la labor de Muñoz Maluschka, al retorno de éste a Chile a fines de
septiembre de 1946, no se viera interrumpida, sino por el contrario fuera continuada con
redoblado ahínco. La revisión y reformulación de los criterios preliminares esbozados
por el citado urbanista dieron lugar a una propuesta más depurada, fruto de un intenso
trabajo colectivo, que se extendió desde agosto de 1946 hasta julio de 1947, en que el
Anteproyecto de Plano Regulador y sus disposiciones consiguientes, fueron elevados a
consideración del Concejo Deliberante. En esta etapa jugó un rol importante dentro del
equipo, el Arq. Gustavo Knaudt, Jefe del Departamento de Urbanismo, en cuya
dependencia se elaboró el citado Anteproyecto434.

Los estudios definitivos del Proyecto del Plano Regulador, fueron realizados entre 1947
y 1950, periodo en que el equipo inicial, del que se retiró el Arq. Anaya en 1947, se vio
reforzado por el concurso del Arq. Gustavo Urquidi. En esta etapa, la labor desplegada
por el Arq. Jorge Urquidi Z., fue fundamental. Estudiaremos los resultados de ambas
etapas, aunque en todo caso, evitaremos al analizar el proyecto definitivo, repetir
aquellas partes que ya fueron concretadas hasta 1947. Esto, para no recargar la

434
En ocasión de la presentación de la ardua labor técnica desplegada por el entonces Servicio de Obras
Públicas y Urbanismo y específicamente, por el Departamento de Urbanismo, su director el Jorge Urquidi
Z , manifestaba a tiempo de hacer una reseña de los antecedentes del Plano Regulador: “En 1942, cuando
ejercía de Alcalde el Dr. Fidel Anze, se dio la primera iniciativa para urbanizar la ciudad, el Alcalde
Carlos La Torre, hizo el primer llamamiento para comenzar dichos trabajos, el Dr. Damián Z Rejas
introdujo algunas reformas de fondo en el mismo, el planteamiento serio data de 1943, cuando el
Alcalde Alfredo Galindo, contrató al Arq. Muñoz Maluschka, quien definió la urbanización de nuestra
capital y dejó las disposiciones y reglamentos del caso, habiéndole tocado al Departamento de
Urbanismo desde su fundación, continuar con tales iniciativas bajo la dirección de su actual Jefe, el Arq.
Gustavo Knaudt, quien habiendo concluido el estudio de los planos definitivos, los ha elevado a
consideración del Concejo Deliberante para su aprobación”. (El País nº 2774, 26/07/1947).
47
descripción de un material, que ya es más ampliamente conocido por los lectores,
gracias a los trabajos del propio Arq. Urquidi435.

Los estudios desarrollados en esta primera etapa, se centraron en la regularización del


centro urbano (casco viejo), enfatizándose en el estudio y proyecto de su configuración
urbana, es decir la definición final del ancho de sus vías, el régimen de edificación y el
sistema viario. Para ello se desarrollaron dos alternativas y los proyectos de ordenanzas
respectivos. Inicialmente se aclaraba, que esta etapa se había anticipado a la
presentación del anteproyecto del Plano Regulador, en vista de la urgente necesidad que
se tenía, de contar con un cuerpo normativo general, que orientara convenientemente la
paulatina y continua transformación que se operaba en el sector antiguo de la ciudad. El
aspecto central del estudio, radicaba en la definición del perfil de las vías del casco
viejo. Los criterios que fundamentaban las decisiones a adoptarse eran de tipo funcional,
de salubridad, densidad poblacional y estéticos. El Arq. Knaudt manifestaba:

A cada zona de la ciudad, de acuerdo a sus características, debe corresponderle


un determinado tipo de calle: así una vía de tipo comercial necesita de aceras
amplias que puedan contener la aglomeración de peatones, de calzadas que
permitan la libre circulación de varias filas de vehículos y de espacios
adecuados para el estacionamiento de éstos, junto a las casas comérciales. Una
calle del sector residencial, precisa en cambio, de aceras menos espaciosas
dotadas de árboles y jardines, y de calzadas también de menor amplitud,
adecuada al escaso tránsito y a 1a tranquilidad que debe reinar en el sector(…)
El ancho de las calles está estrechamente relacionado con las condiciones de
salubridad de 1as edificaciones que forman el conglomerado urbano, con el
asoleamiento y 1a ventilación (…) La altura de 1os edificios también esta
íntimamente vinculada con la densidad de la población y por tanto, con la
extensión y costo de los servicios públicos (…) los efectos estéticos, la
valorización plástica de las edificaciones, las combinaciones de volúmenes
espaciales y sólidos, la mejor visual de determinados locales, etc, son factores
que también contribuyen a fijar las características de las calles. (Informe del
Arq. Knaudt al Consejo deliberante, 1947).

Más adelante, analizando el perfil de las calles del casco viejo, que eran
dominantemente de 8.00 metros (con aceras de 1.50 y calzada de 5.00 mts), concluía
que las mismas eran francamente obsoletas, en vista de los cambios que se habían
operado en este centro, como el crecimiento de las actividades comerciales,
administrativas y culturales que motivaban grandes aglomeraciones de personas y
vehículos que caotizaban el tráfico y ocasionaban múltiples conflictos y accidentes. En
suma el viejo armazón edificado en la época colonial y completado en el siglo XIX,
pese a innumerables adaptaciones y ampliaciones, no respondía más a los
requerimientos de la nueva ciudad.

En un plano demostrativo del perfil de las calles en 1947 (Ver Plano 20), el Arq. Knaudt
mostraba que prácticamente todas las vías que rodean la Plaza de Armas, tenían perfiles
no mayores a 8.00 y 9.00 metros, en tanto las vías más alejadas, mostraban perfiles más
amplios (que variaban entre 11.20 y 20.00 mts), expresando la situación paradójica de
un espacio urbano central cada vez más saturado de funciones urbanas, y que presentaba
435
Para una profundización de los estudios y propuestas del Plano Regulador de Cochabamba ver:
Urquidi, 1967 y 1986.
47
las calles más estrechas de la ciudad, en tanto, el sector de vías más amplias
correspondía a zonas menos solicitadas por dichas actividades. En suma, “el
ensanchamiento de las calles se ha hecho en forma diametralmente opuesta, ampliando
las calles a medida que se alejan de la zona central”. El pronóstico resultante, en vista
de la probable evolución de la ciudad, influida por el impacto de manifestaciones
económicas, como “la próxima conclusión de la carretera a Santa Cruz, la próxima
inauguración de la refinería de Valle Hermoso, la ejecución de la represa de la.
Angostura, el decaimiento de la minería”; determinaría la presencia de un elevado flujo
inmigratorio, con el consiguiente incremento de población, vehículos y edificaciones.
La lógica conclusión era terminante: el casco viejo debía ser inaplazablemente adecuado
para dar respuesta a los desafíos de la modernización de la ciudad.

El Arq. Knaudt (1947) era claro a este respecto: “Para el centro urbano que
crecientemente incrementaba sus actividades comerciales, administrativas, incluso
residenciales, hay solamente una solución, factible que permitiría que tales funciones
sean realizadas en debido forma: tal es la remodelación del sector, es decir, la
adaptación a las nuevas solicitudes”. Esta idea se veía reforzada por un punto de vista
más práctico, aunque hasta el día de hoy es un tema enormemente polémico: “Es aun
posible realizar la transformación del sector, porque la enorme mayoría de los
edificios ubicados en él, carecen de valor, son de barro, de uno a dos pisos y de una
data de 100 años o más, es decir que han pagado varias veces su valor”436.

Con tales criterios, se proponía la conformación de una red de arterias principales en el


centro urbano, “asignando a cada arteria el papel que le corresponde”. En este orden,
se definían dos tipos de vías principales: de circunvalación, o sea vías que evitarían la
penetración del tránsito pesado y rápido al centro de la ciudad, conectándose tanto con
los sectores urbanos periféricos a este centro, como con los caminos
interdepartamentales. El otro tipo, eran las vías radiales y tangenciales que “permitirían
penetrar a las partes céntricas de la población desde las arterias de circunvalación y
caminos de acceso a la ciudad”. En cuanto a las calles secundarias, cuya función se
definía como “la de conducir el tránsito desde la arteria principal hasta su punto de
destino”, también debía ser ensanchadas. (Ver plano 21).
A continuación se esbozaban los criterios que definirían el futuro sistema viario (Ver
plano 22), partiendo de la forma cómo accedían a la ciudad los caminos
interdepartamentales y regionales, que “se juntan en cuatro brazos importantes: en el
Sur la carretera asfaltada (a Santa Cruz), en el Este, el camino de Sacaba, en el Norte
e1 camino a Tiquipaya y en el Oeste, la Av. Blanco Galindo (carretera a Oruro)”. Estas
vías debían confluir a un “anillo vial” que las uniera entre sí, y que las vinculara con las
terminales de transporte, con la zona donde se realizan las ferias, en las proximidades de
la Plaza Francisco del Rivero y con la zona donde quedaban ubicadas la bodegas y
depósitos de cargas, quedando establecido así, el primer anillo de circunvalación que

436
En cuanto a la alternativa de “descentralización de funciones urbanas” que se adoptaría décadas más
tarde, el Knaudt manifestaba: “trasladar dichas actividades, las que se ubicaban en el centro urbano, a
otros puntos de la ciudad, seria poco menos que imposible por múltiples razones: su ubicación actual
está en relación con otras zonas y con los accesos viarios y ferroviarios de la ciudad, diversas
instituciones fiscales, municipales, comerciales, bancarias etc. tienen invertidas cuantiosas sumas en
bienes inmuebles, y algunas de ellas, han construido nuevos edificios en los que funcionan sus
respectivas oficinas, además existe el factor de la tradición, pues muchas instituciones están establecidas
en los mismo locales desde hace siglos”. (1947).
47
rodeaba el casco viejo y que aprovechaba en gran medida avenidas ya existentes y
proyectaba otras, particularmente hacia el Sudeste y el Este.

Con esta definición de la función de las vías, detallando en cada caso su pertenencia al
anillo vial, al sistema de arterias de penetración o al de calles secundarias, se proponían
finalmente dos alternativas: La primera solución o alternativa, consistía en ensanchar
todas las calles secundarias hasta una dimensión adecuada; la segunda, consistiría en el
ensanche selectivo de algunas de ellas y la rectificación o pequeña ampliación de las
demás. Dicha primera alternativa, había sido previamente considerada por el Arq.
Muñoz en el proyecto de Ordenanza de Urbanización de Cochabamba, analizado
anteriormente (Ver Plano 18), que establecía un perfil de 13.20 mts., lo que implicaba
una afectación general de todas las calles, incluidas las ensanchadas al tenor de
disposiciones municipales anteriores, razón por la cual finalmente, se adoptó el ancho
de 12.50 mts. Además de la viabilidad económica de esta última opción, se anotaba,
entre otras ventajas, que el ensanche general de vías resolvería el problema de las
circulaciones en la zona central, además la altura de los edificios podría ser
incrementada en forma proporcional al ancho de las calles, con lo que, a su vez, se
incrementaría la densidad poblacional y se ampliaría la capacidad de este centro para
recibir nuevas o ampliar las funciones urbanas existentes, además de mejorar el aspecto
morfológico. De esta manera, teóricamente se lograban los objetivos que justificaban
esta acción, aunque en contraposición, se reconocía el alto costo de esta alternativa, así
como su impopularidad, como consecuencia de los intereses privados que estarían en
juego, principalmente en la parte central de la ciudad (Ver planos 23 y 24).

La segunda alternativa consistía en ensanchar algunas calles consideradas necesarias,


para enlazar con las ya ampliadas al sistema viario proyectado, y rodear el sector urbano
no afectado, mediante vías amplias e incluso avenidas. En este caso no se afectaban
segmentos de vías particularmente en las zonas Sudeste, Sudoeste y Noreste. Las
ventajas que se asignaba a esta propuesta, eran su mayor viabilidad, su costo menor y su
mayor aceptación “como consecuencia del menor número de intereses en juego”. Las
desventajas radicaban en que, no se cumplían los objetivos trazados en todos los
aspectos enunciados para justificar la política de intervención en la zona central. (Ver
plano 25).

El estudio concluía recomendando la primera alternativa (ensanche general de vías


secundarias) y realizaba una interesante estimación referente “a1 tiempo que
demandará a la ciudad en transformarse y adoptar una nueva fisonomía”. El objetivo
de cambiar la fisonomía de aldea ruinosa que presentaba el casco viejo, sumadas a las
razones funcionales y económicas, se constituía en la plataforma que movía todo este
proceso. Internamente sin embargo, como reconocía el propio Arq. Knaudt, operaban
intereses en realidad contrapuestos: una corriente de latifundistas tradicionales
poseedores de predios en la zona central y otras zonas, muchos en ese momento
convertidos en rentables “conventillos”, construidos o adquiridos con anterioridad a la
guerra del Chaco, se oponían tenazmente al ensanche de vías, porque ello afectaba a sus
saneadas rentas inmobiliarias. En tanto, otro sector de acomodados comerciantes,
mineros, empresarios e incluso hacendados que habían adquirido inmuebles durante la
guerra del Chaco o posteriormente, como alternativa para proteger sus fortunas ante la
devaluación monetaria, eran partidarios de ese sacrificio, en tanto, “la nueva fisonomía”
urbana significaba la valorización de sus propiedades y la posibilidad de recuperar lo
invertido o incrementar la renta mediante nuevas edificaciones, que aprovecharan mejor
47
un suelo urbano cada vez más caro. Para este último sector, naturalmente, la opción del
tradicional conventillo, no sólo era insatisfactoria, sino incluso poco conveniente para la
imagen y el prestigio de un espacio urbano que se reclamaba moderno, y que era la
condición principal, para quienes querían agilizar el ciclo de rotación de sus capitales437.

La decisión de una política de ensanche general de vías, a más de su coherencia técnica


interna, contaba con esta base social y por ello, resultaba importante el calcular el
tiempo que se invertiría en modificar el centro urbano. La estimación realizada por la
Sección de Estadística Municipal, se expresa en el siguiente cuadro:

CUADRO Nº 137: Ciudad de Cochabamba: Proyecto de Urbanización del Centro


Urbano - Proceso de edificación en la Zona Central de Cochabamba (1937–1946) y
estimación proyectiva (1947-1956)
Años Número anual de % con
considerados construcciones relación al Total Porcentaje
nuevas en la total de sitios acumulado acumulado
zona central a edificar
1937 26 0,98 26 0,98
1938 22 0,83 43 1,81
1939 12 0,45 60 2,26
1940 32 1,21 92 3,47
1941 23 0,87 115 4,34
1942 32 1,21 147 5,55
1943 35 1,32 182 6,87
1944 40 1,51 222 8,38
1945 52 1,97 274 10,35
1946 80 3,02 354 13,37
1947 96 3,63 450 17,00
1948 113 4,27 563 21,27
1949 134 5,07 697 26,34
1950 158 5,97 855 32,31
1951 185 7,11 1.043 39,42
1952 222 8,39 1.265 47,81
1953 263 9,94 1.528 57,75
1954 311 11,77 1.839 69,54
1955 369 13,95 2.208 83,47
1956 437 16,52 2.645 100,00
Total 2.645 100,00 - -
Fuente: Propuesta Arq. Gustavo Knaudt

El Arq. Knaudt, respecto al cuadro anterior, señalaba que el número de predios urbanos,
llegaba en la zona central de la ciudad a unos 2.263, aunque estadísticamente se asumía
la cifra de 2.645. Hasta 1946, se habían construido 354 nuevos edificios, restando

437
Otra alternativa fue sugerida por el Arq. Franklin Anaya en 1951, recomendando a la Municipalidad
“La política de restringir en una primera etapa la renovación del casco viejo y, fomentar en cambio la
formación de unidades vecinales. Cuando el primer anillo de unidades vecinales se edifique, decía el
Arq. Anaya, se intensificará la presión centrípeta con fuerza capaz de renovar el casco viejo, que por su
vetusta arquitectura y sus construcciones de poca importancia, se vería obligado a reconstruirse en
bloques aislados de muchos pisos, financiables ya dentro de las modalidades de una nueva economía Así
el casco viejo, que podría ser un hacinamiento de casas se convertiría en un área verde donde la
naturaleza domine y la arquitectura sea además un símbolo” (Anaya, 1965:41).
47
alrededor de unos 1.909 predios, incluyendo casas viejas y terrenos baldíos, que debían
recibir edificaciones nuevas. Al respecto, el Arq. Knaudt argumentaba:

Si suponemos que la construcción seguirá en los años venideros al mismo ritmo


con que se ha desarrollado desde 1941, cuya curva de incremento, corresponde
a una curva exponencial, tendremos que en 6 años, serán construidos 1.909
edificios que sustituirán a los antiguos. Sin embargo, un cálculo más moderado
y cuidadoso, nos da 11 años para esta renovación total.(Problemas de
Urbanismo en Cochabamba, Exposición del Arq. Gustavo Knaudt, Los Tiempos
nº 1145, 19/08/1947).

Este cálculo consideraba que la demolición completa y la renovación total de las


edificaciones del casco viejo, se darían en un plazo que podría fluctuar entre seis años
(1953) y once años (1958), considerándose un máximo, que incluía todos los
imprevisibles del caso de 22 años (1969) para que culminara y se materializara la
aspiración de un centro urbano totalmente renovado y sin ninguna huella del pasado
colonial y aldeano. Este sería el momento culminante que se habría hecho realidad la
“nueva fisonomía urbana”, esto es la moderna “city”.Sin embargo, estos pronósticos,
incluso el más moderado y conservador, resultaron demasiado optimistas. Obviamente,
en 1947, los técnicos no podían pronosticar con detalle los cambios que se operarían en
el país cinco años más tarde, y consiguientemente, la naturaleza de las nuevas relaciones
sociales que emergerían de esta nueva realidad histórica, situación que determinó que
dicho cálculo, en realidad, no llegara a expresar la realidad del centro urbano de
Cochabamba a inicios de la década de 1970, e incluso, a fines del siglo XX. La
aspiración a un centro urbano, bajo los cánones de la ciudad moderna lecorbusieriana,
que pensaron los primeros planificadores de la ciudad, finalmente se convirtió en un
asunto anecdótico, en la medida en que la realidad que construyó el proceso histórico
consiguiente, elaboró un producto reñido con todas las reglas académicas y técnicas con
que se efectuó este ejercicio de lectura del futuro.

Sin embargo, antes de emitir otros juicios acerca de esta propuesta, y en razón de evitar
consideraciones que luego sería necesario duplicar; pasaremos por último a examinar la
propuesta final del Plano Regulador de la ciudad, concluido a fines de 1949 y aprobado
mediante la Ordenanza Municipal 8/50 de 14 de febrero de 1950, en la gestión del
Alcalde Carlos Aranibar Orozco y Carlos D'Avis como Presidente del H. Concejo
Deliberante.

Estos estudios fueron organizados en tres grandes partes, que cubrían propuestas, que
abarcaban desde el ámbito regional a la urbanización del casco viejo. Concretamente
fueron elaborados: a) Un estudio de Anteproyecto del Plan Regional, b) Anteproyecto
del Plano Regulador de la ciudad de Cochabamba y c) Anteproyecto de Urbanización
del casco viejo de la ciudad. En razón de que estos estudios han sido ampliamente
divulgados en libros, artículos de prensa, revistas y conferencias diversas, de una u otra
manera el lector está más familiarizado con ellos, de tal suerte que no incidiremos en
una descripción detallada, sino simplemente abarcaremos los aspectos que juzgamos
más significativos:

A) Estudio de Anteproyecto de Plan Regional:


Se trata del primer estudio en el país, que relacionó el marco regional con el tratamiento
del desarrollo urbano, abarcando un ámbito no sólo más amplio e integral, sino
47
desarrollando un enfoque que sólo fue valorizado varias décadas más tarde. Por primera
vez, se consideró la problemática campo-ciudad-región y se establecieron parámetros,
que en su momento proporcionaron una consistencia mayor a las propuestas urbanas,
con relación a los anteriores planteos. Su autor fue el arquitecto Jorge Urquidi, de quien
citaremos reiteradamente su Memoria Explicativa del Estudio de Urbanización de
Cochabamba, contenida en su libro “La urbanización de la ciudad de Cochabamba,
Síntesis del estudio, Antecedentes (1967) y el capítulo sobre el Anteproyecto del Plan
Regional de su libro “La urbanización de la ciudad de Cochabamba y el Desarrollo
Regional y Urbano” (1986). Sobre las razones de este estudio singular, el Arq. Urquidi
explica:

Nuestro propósito era establecer una premisa o pauta general, que nos
condujera a deducir y determinar las posibilidades máximas de la región, o sea
la ciudad de Cochabamba y 1os valles circunvecinos, sin provocar un
desequilibrio económico-social y ecológico. Para ello fue menester establecer
la relación entre el potencial logrado de una óptima productividad y 1a
población máxima que pudiera beneficiarse con ella en condiciones aceptables
de bienestar (Urquidi, 1986: 28).

Es decir, el punto de partida, fue una aproximación al viejo ideal de la planificación: el


desarrollo armónico de las fuerzas productivas, capaz de equilibrar el desarrollo social,
con la organización racional del espacio urbano y regional. Con este objeto, se definió
una “región de influencia inmediata” de Cochabamba, que involucraba el Valle Central
y el Valle Alto; además del de Sacaba y otros menores. El estudio apuntaba a
incrementar la producción en el ámbito regional definido, partiendo de la hipótesis de
que existía la posibilidad de mejorar el rendimiento agrícola por hectárea, hasta un
ingreso o renta per cápita para este sector, de 500 dólares por persona lo que
indudablemente implicaba una revolución tecnológica, una transformación profunda de
las anacrónicas relaciones sociales de producción vigentes en las haciendas de la época,
y una modernización del agro sin precedentes, esto es, el salto de los cultivos extensivos
y temporales, a las formas intensivas y permanentes, lo que significaba a su vez, no otra
cosa que la transformación de la hacienda colonial en una eficiente empresa capitalista.
Sin embargo el proceso histórico posterior se encargó de alterar este optimismo
futurista, permitiendo que la hacienda terminara por desaparecer, pero a costa de exaltar
el fraccionamiento de la tierra agrícola, dejar intocable el viejo atraso tecnológico e
incluso propiciar la permanencia de formas precapitalistas de producción.

En todo caso, en base a estos cálculos, el estudio establecía una población probable para
la región de 390.000 habitantes, que encontrarían abastecimiento suficiente en este
ámbito, estimándose incluso, en base a una mayor expansión del desarrollo agrícola, la
posibilidad de que dicha población en un lapso de medio siglo, alcanzaría el millón y
medio de habitantes, de los cuales 500.000 incrementarían la población urbana de
Cochabamba “siempre y cuando el crecimiento económico-social fuese armónico”. En
función de esto “el propósito del Plan Regional era evitar el éxodo de los habitantes de
1os centros poblados y rurales hacia la ciudad y mantener una distribución de
población equilibrada y con un crecimiento uniforme, a través de un desarrollo
integral de toda 1a región” (Urquidi J., 1986: 23).

En lo operativo, y en concordancia con el objetivo anterior, se trataba de evitar un


desequilibrio demográfico entre una urbe excesivamente poblada y una región vacía.
47
Para tal objetivo, se proponía una política de “descentralización metropolitana y
desarrollo regional orgánico”, que consideraba los siguientes aspectos:

 El desarrollo de los siguientes núcleos de poblacionales como ciudades satélites


de la capital: Quillacollo, Valle Hermoso, Sacaba (...) De otra parte Cliza, que
por su posición geográfica ventajosa y como nudo ferroviario y caminero del
Valle, está destinada a ocupar el papel preponderante de centro urbano de la
zona.
 Organización de centros rurales, manteniendo los existentes o creando otros:
granjas colectivas, estancias, etc., dotándolas de un minino de comodidades.
(Urquidi, J., 1967: 40-41).

La propuesta igualmente contenía, un esquema de sistema vial y ferroviario, definiendo


como vías de primer orden, las interdepartamentales; las de segundo, las provinciales y
las de tercer orden, los caminos y sendas cantonales o de desarrollo local. Igualmente se
visualizaba la posibilidad de que la ciudad de Cochabamba, se convirtiera en una
importante terminal ferrocarrilera y aérea, que conectara los llanos orientales y el
Altiplano. Por último, el anteproyecto de Plan Regional proponía una zonificación.
definiendo zonas de: “a) Núcleos de población y distribución de ella, b) Áreas
agrícolas semi-rurales, c) Áreas agrícolas rurales, d) Centros fabriles e) Áreas por
forestar y f) Áreas de residencia turística y lugares de veraneo” (Urquidi J., 1967: 43).
Lo más importante y visionario, era la formación de centros fabriles, que se proponía se
desarrollarían en Valle Hermoso, Quillacollo y Cliza. (Ver Mapa 7). Por último se
sugería la formación de una Comisión Municipal de Planificación que profundizara en
este estudio, que se consideró “un enfoque somero del problema que debe ser estudiado
y resuelto en una nueva fase de alcance mucho más amplio”. .

B) Anteproyecto del Plano Regulador de ha Ciudad de Cochabamba:


Este Anteproyecto, que se constituye en el punto culminante de una labor de más de una
década, que protagonizó la primera generación de arquitectos cochabambinos, fue
finalmente el instrumento técnico que reclamaron vehementemente los ciudadanos
progresistas de la ciudad, en los años 30 y 40. El estudio brevemente contenía los
siguientes aspectos:

 Anteproyecto de sistema viario: Este estudio partía del concepto de


“organización celular” de la ciudad, cuyo centro nucleador era la “city”,
constituida por el remodelado y modernizado centro urbano, alrededor del cual
se disponían células o “unidades vecinales” dispuestas en forma concéntrica, a
través de ejes radiales que podrían ampliarse según la ciudad fuera creciendo.
Cada “unidad vecinal” debía contener una población, entre 15 y 20.000
habitantes, las de mayor amplitud, y de 5 a 10.000 habitantes las células
menores. Se consideraba a la "city" como “el centro de trabajo de las “unidades
vecinales” del primer anillo, situadas a media. hora de recorrido a pie (...) Las
unidades vecinales situadas a mayor distancia, tienen a su vez, sus respectivas
zonas de trabajo (...) Por otra parte, las zonas industriales, se constituyen
también el centro de1 trabajo de las unidades vecinales que las rodean”
(Urquidi, J.. 1967: 49). Esta visión celular, se apoya en una concepción orgánica
de la ciudad, es decir, cada célula dentro del “organismo urbano” poseía todo lo
necesario para su existencia: residencia, establecimientos públicos, comerciales,
locales escolares, centros de producción, etc. Dicho de otra manera, cada
47
“unidad vecinal”, debía ser un organismo con vida propia, capaz de generar vida
comunitaria en torno a actividades productivas, sociales, culturales, recreativas
que propiciarán “la estructuración social de la ciudad sustituyendo los
rancheríos y tugurios, donde se deteriora la raza física y moralmente, por
barrios de trazado nuevo, agradable y hermoso como unidades vecinales” (Arq.
José M., Pastor, citado por Urquidi, 1967: 90).

Bajo estas premisas el Plano Regulador establecía tres anillos concéntricos en


torno a los cuales se disponían las unidades vecinales, su rol era múltiple: evitar
que el tránsito pesado y rápido proveniente de la región penetrara al interior de
la “city”, permitir la relación periférica con las vías provinciales e
interdepartamentales, y comunicar entre sí, diversas zonas de la ciudad donde
converge el tránsito pesado. El Primer anillo, rodeaba el núcleo central o “city”,
el mismo, entre otras funciones debía permitir el acceso fácil a las terminales de
transporte, las ferias, etc. El Segundo anillo o intermedio, atravesaba las
unidades vecinales, y su función era vincular éstas entre sí, sin atravesar la
ciudad. El Tercer anillo, limitaba el radio máximo de expansión de la ciudad y
empalmaba con la red vial regional. Por otro lado, se proponían Avenidas
radiales o de acceso al centro urbano, su función es la de permitir el acceso a las
zonas céntricas desde la periferia. Además, se consideraba una Avenida
Complementaria de los anillos viarios, que específicamente vinculaba la
terminal ferroviaria con el sistema de anillos.

 Anteproyecto del Plan de Zonificación: Dentro de la concepción “de desarrollo


armónico de la ciudad”, se asignaba a la zonificación una gran importancia: “Es
la base de1 Plano Regulador, cuya aplicación fracasaría sin ella y las distintas
actividades quedarían entremezcladas sembrándose el caos”. (Urquidi, 1967:
55). Se proponían en concreto las siguientes zonas: Distrito Administrativo,
Zonas: comercial de primera y segunda clase, residencial especial, residencial
media, residencial económica, artesanal (industrias no nocivas ni molestas),
terminales de transporte terrestre ferroviario y aéreo, cementerios, universidades,
parques públicos, áreas forestales, semirrurales, rurales, de equipamiento,
mercado central de ferias. Cada zona se la pretendía especializada en la vocación
propuesta. y complementaria, así como armónica y equilibrada, en relación al
conjunto del organismo urbano. Por ello, se conceptualizaba el “zooning” como
“la aplicación del buen sentido y de la justicia a las reglamentaciones que rigen
e1 uso de 1a propiedad privada”. (citado por el Arq. Urquidi).

 Anteproyecto del Plan de Normas de edificación: “Establece las características


generales de los edificios de acuerdo a la zona donde se encuentran, el destino
que tienen (comercial, vivienda, administración, enseñanza, etc.), la densidad
de población admisible en el lugar, el ancho de las calles, el asoleamiento,
etc.”. (Urquidi, 1976: 56).

Finalmente en su capítulo de “Consideraciones finales” se estimaba que el Plano


Regulador, constituía la base técnico-legal que debe regir el desarrollo urbano en
lo que toca a la organización de la red viaria a partir del principio de las
unidades vecinales, la zonificación y el cuerpo normativo que rige el control
47
sobre la edificación y el fraccionamiento de los predios urbanos de propiedad
privada438.

 Anteproyecto de Urbanización del Casco Viejo de la Ciudad: Este último


anteproyecto concluido a fines de 1950, fue elaborado por los Arquitectos Jorge
Urquidi Z., y Gustavo Urquidi A. Fue desarrollado como un estudio
complementario del Plano Regulador, que perfeccionaba el elaborado con
carácter transitorio por el Arq. Gustavo Knaud en 1946-47. La propuesta
contenía dos grandes etapas de evolución del centro urbano: La primera etapa,
no implicaba un proceso de remodelación total como sugería el estudio de 1947,
sino que tendía a aprovechar “de modo general el antiguo trazado,
introduciendo un orden funcional tanto en lo relativo a la red viaria, como al
uso de la tierra y a las normas generales de la edificación” (Urquidi, 1967:63).
El proyecto aparentemente abandonaba la idea del acelerado ritmo de
renovación urbana del primer proyecto, por una acción “más realista (...) Para
que las previsiones adoptadas puedan llevarse a la práctica sin mucho costo y
mediante soluciones técnicas sencillas, armonizando en 1o posible el interés
público con el particular”. En esta primera etapa, la propuesta se amoldaba a la
zonificación y normas generales del Plano Regulador, adoptando para resolver el
tránsito de rodados y peatones en la zona central, el principio de separar la
circulación de vehículos, de la de peatones, por vías separadas definiendo la
existencia diferenciada de: vías de tránsito intenso para vehículos, vías de
tránsito lento o de servicios y vías de tránsito para peatones.

En base a estas vías, se organizaba una trama circulatoria sumamente


interesante, de tal suerte que las vías de tránsito intenso, conformando una red
continua irían a canalizar el tránsito vehicular y el transporte público urbano,
“ligando puntos distantes e importantes de la ciudad y definiendo a su vez
distritos constituidos por varias manzanas, 1os cuales quedaban encerrados o
rodeados por estas vía”. Las vías de tránsito lento o de servicio, no
estructuraban una red continua, sino apenas, un conjunto fragmentado que no
permitía la circulación de un distrito a otro, pero si, el ingreso eventual de
438
Un último estudio que contemplaba el Anteproyecto del Plano Regulador, fue el “Proyecto de
Reglamento de Tramitación de Obras y Urbanización de Cochabamba” elaborado por el Arq. Gustavo
Knaudt. Dicho reglamento, precursor de las disposiciones que aún rigen en muchos aspectos el cuerpo
normativo de edificaciones y fraccionamientos de la ciudad, fue presentado al H Concejo Deliberante, en
mayo de 1950. Dicho proyecto se subdividía en cuatro partes: En la primera parte: “De la
Administración” quedaban agrupadas todas las disposiciones que se refieren a la tramitación de permisos
ante el municipio, para edificar y fraccionar la propiedad inmueble, así como los mecanismos de control
en la ejecución de las mismas y el régimen de sanciones a los infractores. La segunda parte: “ De la
urbanización”, fijaba los alcances del Plano Regulador, y de lo que el proyectista denominaba “los planes
reguladores parciales” (Diseño de las unidades vecinales), definiendo las características y actuaciones
que la ejecución del conjunto de estudios suponía. En este capítulo también quedaban normadas las
apreciaciones sobre expropiación de inmuebles y fijaba el procedimiento a se ir para la aplicación del
Decreto Ley relativo al Impuesto de Plus Valía. La tercera parte: “De la planificación”, establecía el
vínculo entre el inmueble, sus usos y relación con el con unto urbano, se fundaba en el concepto de
higiene urbana y previsión social. Definía la división del territorio comunal fijando sus límites y
estableciendo sus usos. Abarcaba además la reglamentación de las edificaciones tomando en
consideración criterios técnicos acordes con los objetivos anteriores. Finalmente, en la parte de
“Disposiciones Generales” se tomaban en cuenta aspectos más puntuales y específicos, como terrenos
sobrantes por afectaciones, ochaves, pasajes, servidumbres, galerías. etc. (Memoria Explicativa del
Proyecto, Arq. G. Knaudt, mayo de 1950).
48
vehículos al interior de algunos de éstos. “Para lograr la discontinuidad, se
cortan determinadas bocacalles, mediante bandejas centrales de jardines,
aceras o calles para peatones”. Las vías destinadas al tránsito de peatones, van
intercaladas entre las anteriores, su función era permitir la circulación peatonal
cómoda dentro de cada distrito. “Con este criterio, sin cambiar el tipo de la
ciudad, formada por manzanas dispuestas en tablero de ajedrez, se trata de
lograr un orden más racional, pues mientras para el vehículo se agrandan las
manzanas (distritos), para el peatón se conservan sus dimensiones,
disminuyendo así puntos de conflicto e introduciendo de otra parte una
organización funcional en la circulación general, que evite 1a concentración
del tránsito vehicular en determinadas vías y puntos como ocurre a1 presente”.
(Urquidi, J. 1967: 64).

La segunda etapa de evolución urbana del centro, se iniciaba a partir del


aprovechamiento de lo organizado por la primera, es decir, la red viaria descrita
y los distritos que conservan el antiguo tejido urbano: “de modo que, con un
nuevo régimen económico y legal, se proceda a su reconstrucción por distritos,
comenzando por la expropiación total de terreno o declarándolo bien común de
los propietarios de las casas y terrenos del distrito, para proseguir luego con la
demolición de los edificios existentes y erigiendo otros de tipo aislado y en
varios pisos, rodeados de amplios espacios libres comunes a todos los
habitantes (...) desapareciendo de esta manera las típicas calles ‘corredor’ de
las ciudades construidas bajo conceptos antiguos” (Urquidi, 1967: 69).

Complementando al conjunto de la propuesta del Plano Regulador, a fin de perfeccionar


una comprensión más justa de su alcance, concluimos con el análisis del mismo,
proporcionando una información estadística de apoyo: (Ver Cuadros 138, 139 y 140).

CUADRO Nº 138: Ciudad de Cochabamba: Plano regulador de la Ciudad:


Relación de superficies y densidades
Indicador Datos Porcentaje
Superficie total del radio urbano definido por el Plano Regulador 4.235 Ha 100
Superficie de manzanas edificables 2.248 Ha 53
Superficie de dominio público (calles, parques, etc.) 1.987 Ha 47
Densidad general con una población de 500.000 habitantes 118 Hab/Ha -
Densidad neta, descontando superficies de dominio público 222 Hab/Ha -
Número total de familias 100.000 -
Densidad actual con población de 205.000 habitantes (1976) 48 Hab/Ha -
Densidad neta descontando superficies de dominio público 91 Hab/Ha -
Número total de familias (1976) 41.000 -
Fuente: Urquidi, 1986: 28
48
CUADRO Nº 139: Ciudad de Cochabamba: Plano regulador de la Ciudad: Áreas
promedio, numero de lotes, número de pisos y número de habitantes por distrito
urbano (Proyección del momento de saturación urbana)

Distritos urbanos Areas Superficie útil Número Total


promedio edificable por de lotes Número habitantes Total
de lotes distrito por de pisos por habitantes
distrito distrito por zona
V-1 Vivienda intensiva: Noreste y 350 652.171,10 2.174 1(50%) 5.435 16.305
Noroeste 1 (50%) 10.870
V-2 Vivienda semi intensiva : Las 350 2.548.714,57 7.282 1 (60%) 21.845 50.975
Cuadras – Muyurina 2 (40%) 29.130
V-3 Vivienda residencial: Cala Cala 350 4.431.936,96 12.627 1 (70%) 44.195 83.075
Norte, Queru Queru y Mayorazgo 2 (30%) 38.880
V-4 Vivienda económica: Cala Cala 350 11.513.511,25 32.896 1 (80%) 65.790 197.375
Sur, Sarco, Hipódromo, Chimba, 2 (20%) 131.585
Matadero Sur, Jaihuayco y Sudeste
C-1 Comercial Primera Clase: Zona 230 1.043.724,67 4.175 3 (80%) 29.220 48.000
Central 4 (20%) 18.780
C-2 Comercial Primera Clase: Zona 250 1.345.456,93 5.849 2 (70%) 46.440 63.855
Central, rodeando anterior 3 (30%) 17.415
I-3 Industrial zonas: Sudeste, 500 949.678,23 1.900 1 (90%) 8.550 10,450
Sudoeste, Jaihuayco, Aeropuerto y 2 (10 %) 1.900
Av. Blanco Galindo
Totales - 22.485.202,00 66.903 - 470.035 470.035
Fuente: Urquidi, 1986: 28 y Reglamento General de Urbanización

CUADRO Nº 140: Ciudad de Cochabamba: Plano regulador de la Ciudad: Frentes,


fondos y superficies mínima de lotes, por zonas

Frente mínimo Fondo Superficie


Zonas urbanas en metros mínimo en mínima en M2
metros
Comercial de Primera Clase 8,50 25,00 212,50
Comercial de segunda Clase 10,00 25,00 250,00
Residencial 12,50 30,00 375,00
Vivienda Obrera 8,00 30,00 240,00
Artesanía e Industria no molesta 15,00 30,00 450,00
Industria pesada nociva y molesta 25,00 50,00 1.250,00
Semi rural 25,00 Variable 2.000,00
Rural 50,00 Variable 5.000,00
Fuente: Art. 27, Reglamento General de Fraccionamiento y Urbanización, Ordenanza Mpal. 132, 4/05/1954

Las propuestas analizadas en las páginas anteriores, aplicadas a partir de la década de


1950, son las que condujeron u orientaron la posterior evolución urbana de la ciudad. En
cierta forma, la evaluación final de sus resultados y su contrastación con la realidad
urbana de los años 60 y 70, escapan al marco del periodo histórico que estamos
estudiando; es decir, el momento de constitución de los instrumentos técnicos y
jurídicos que pretendieron modelar Cochabamba en los años posteriores a 1950. Es por
ello, que no profundizaremos un juicio sobre las distancias que se abren entre práctica
urbana y planificación. Sin embargo, ocupará nuestra atención, un intento de
explicación de los antecedentes del producto urbano resultante: la ciudad de las décadas
de 1970 y 1980: a todas luces muy diferente a la visión profética de quienes se ocuparon
del desarrollo urbano en los años 40, en la medida que juzgamos, que los ingredientes
esenciales de este desenlace no deseado, estaban presentes en la realidad urbana de la
época, en que culminaron los estudios del Plano Regulador.
48
Tanto el Anteproyecto de Plan Regional, como el Anteproyecto del Plano Regulador y
el Anteproyecto de Urbanización del Casco Viejo, así como los estudios que les
precedieron, presentan sus limitaciones más marcadas, no tanto en la lógica interna de
su razón técnica, donde por el contrario los tres planteos, así como los de Muñoz
Maluschka y el estudio del centro urbano del Arq. Knaudt, son sólidamente coherentes
en relación a los postulados en que apoyan sus decisiones, sino en la lectura de la
sociedad de ese tiempo, es decir en la comprensión de los factores económicos, sociales,
políticos e ideológicos, que iban a liquidar el antiguo régimen oligárquico e incluso el
tipo de Estado que le daba sustento, unos pocos años más tarde. Sin embargo, el Plan
Regional y el Plano Regulador de 1950, revelan, de todas maneras, una concepción
unitaria y lúcida de la relación ciudad-región, poco frecuente todavía en los estudios
urbanísticos de la época, incluso en el ámbito continental.

No obstante, este conjunto de estudios rinde tributo al límite académico y científico de


su tiempo: es decir, se sustituye el análisis de la formación social por imágenes y
perspectivas idealizadas de la sociedad. Por ejemplo, el Plan Regional articulaba su
lógica interna, a partir de un supuesto histórico utópico: el desarrollo armónico de las
fuerzas productivas, es decir, por una parte, el equilibrio entre una agricultura
capitalista moderna, destructora de las viejas formas de vasallaje feudal campesino,
impulsora de un desarrollo fabril igualmente equilibrado, transformadora de la pequeña
economía campesina mercantil simple; y por otra, un desarrollo urbano basado en el
logro de una estructura social igualmente armónica, justa y racional. Estos principios,
que obviamente sólo fueron debatidos en la esfera intelectual de los urbanistas, en su
momento, eran inviables y no existían razones serias, ni siquiera después de los cambios
operados en 1952, para pensar que fueran posibles bajo las nuevas circunstancias
históricas imperantes.

De estos supuestos, se extraen los parámetros-guía que orientarán las decisiones en los
diferentes niveles de la planificación: Se establece linealmente un deseo de armonía
entre crecimiento de la agricultura, la industria y el crecimiento de la población, e
incluso, se avizora una profunda transformación tecnológica y social del agro que
permitiría un espectacular incremento del rendimiento productivo por hectárea 439. En
base a este precepto, se fundamenta la intervención sobre el ámbito urbano, se
estructura su crecimiento a largo plazo y se proyecta la distribución de esta población
urbana dentro de los límites de la ciudad, que de acuerdo a las estimaciones realizadas,
tenía suficiente capacidad para esta expansión poblacional y teóricamente no tenía que
rebasar los límites del radio urbano de 1945, por lo menos hasta fines del siglo XX.
(Ver Cuadro 139).

Si ocurrió justamente lo contrario, fue porque la teoría y no la realidad, anduvieron


equivocados. La apuesta a un desarrollo armónico, uno de los ideales del sistema

439
“Cabe aclarar, que no obstante la relación que se planteó en el estudio del Anteproyecto del Plan
Regional del año 1950, entre la producción agrícola y la probable población, obteniendo 390.000
habitantes con abastecimiento propio, a que hemos hecho referencia; se previó que el aumento del
número de habitantes en los próximos 50 años, sería bastante mayor especialmente en la ciudad, debido
no solamente al crecimiento vegetativo, sino a corrientes migratorias, recomendándose por tanto, la
necesidad de impulsar una política de desarrollo agrícola intensiva, así como industrial que permitiese
una población fluctuante de 1.500.000 habitantes en ese lapso (del que han transcurrido algo más de 30
años). De la mencionada población, de cumplirse el plan, unos 500.000 habitantes quedarían absorbidos
por la ciudad, y el resto, 1.000.000 de habitantes, por las demás localidades del área regional, siempre y
cuando el crecimiento económico-social fuese armónico” (Urquidi, 1986: 23).
48
capitalista industrial y de la economía de mercado, desde los tiempos de Adán Smith,
muy en boga en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en que se inició la
reconstrucción de las economías capitalistas destruidas por el conflicto bélico, y se
dieron curso a la aplicación de las grandes políticas de desarrollo económico en Europa
Occidental y Japón; reposaban en la idea del desarrollo integral y armónico que fue
ampliamente teorizado para neutralizar el peligroso avance del sistema socialista. La
aplicación de dichas políticas, por ejemplo, a través del Plan Marshall, en los países
capitalistas avanzados, como Alemania Federal, Francia, Inglaterra, el Japón, lograron
rápidamente resultados esperanzadores, aunque no por ello eliminaron sus
contradicciones sociales. Sin embargo, esta misma receta aplicada a los países de
América Latina (Brasil, México, Argentina, Chile), no arrojó como resultado sociedades
armónicas y alianzas de clases sociales estables, que se materializarán en ordenamientos
espaciales igualmente armónicos. Contrariamente, el saldo de dichas políticas
(sustitución de exportaciones e industrialización dependiente) se expresó en cuadros de
macrocefalia urbana y escisión de las emergentes sociedades industriales, en estratos
con una enorme capacidad de acumular capital, frente a otros muy depauperados, al
lado de la proliferación de crecientes capas medias frustradas y alienadas. Las continuas
crisis en que se debate la economía capitalista desde los años 50, y que, además incide
en el desarrollo cochabambino, antes que realidades armónicas mostraron el carácter
universal de una ley económica de este sistema: el desarrollo desigual.

Otro tanto ocurrió con la concepción de la ciudad orgánica y celular, donde cada
“célula” debía estructurarse en torno a un conglomerado ordenado de células menores,
cuya expresión básica reposaba en la familia, luego en la comunidad del barrio, en la del
distrito y finalmente en el conjunto de la sociedad urbana. Contexto en el cual, la
estructura social armónica, se expresaría organizando en el espacio urbano, los soportes
materiales que permitan este desarrollo celular, es decir, un sistema viario eficiente, una
zonificación traducida en la distribución espacial adecuada y equilibrada de las
funciones urbanas, un control normativo ecuánime y aplicado con justicia y
oportunidad. El resultado debía permitir alcanzar el objetivo más elevado del Plan
Regulador: “una estructuración social de la ciudad” como un nivel superior de
organización espacial, que corresponda a una comunidad social homogénea y
equilibrada, y no a una “muchedumbre” heterogénea y contradictoria.

La propia realidad del desarrollo urbano posterior, se encargó de mostrar el idealismo de


este postulado. A la visión de una “city” ordenada, en torno a la cual se disponen
Unidades Vecinales formando anillos concéntricos y radiales por donde fluyen las
actividades económicas y sociales; donde la relación entre vivienda y trabajo está
adecuadamente equilibrada, donde las células más distantes no precisan de las
actividades centralizadas, pues contienen en su seno todo lo necesario para el desarrollo
de las actividades productivas, educativas, sanitarias, recreacionales y culturales de sus
felices habitantes; se opone la dura realidad de una ciudad caóticamente rebosante de
actividades urbanas contradictorias, y una dispersión incontrolable del resto de la
ciudad, que no se organiza en “células vecinales”, sino en “barrios-dormitorio”
horizontales y poco densos. El Anteproyecto de Urbanización del Casco Viejo, también
pagó tributo a este desfase, entre el buen criterio técnico y la irracionalidad de los actos
económicos y sociales de los habitantes urbanos y sus instituciones, que se ocupan de
trastocarlo todo. De las propuestas que se elaboraron sobre la remodelación del casco
viejo y su transformación en moderna “city”, la primera fase de la última propuesta era
la más valiosa y sugerente. Sin embargo la solución “de urgencia” elaborada por el Arq.
48
Knaudt en su “segunda alternativa” que era la menos recomendable, fue finalmente la
que se aplicó, dando por resultado, no la imagen de centro urbano moderno edificado
sobre las ruinas de la aldea colonial, sino un híbrido, donde lo moderno y lo vetusto se
combinaron de forma lamentable440.

Aparentemente, este desfase entre Planificación y realidad, el lector puede asumirlo


como deficiencia de los planificadores. Sin embargo, esta sería una conclusión
mecánica e injusta. No olvidemos que estos estudios, expresaban a su manera, las ansias
de cambio de una ciudad y sociedad que por siglos fue un baluarte de la tradición y el
estatismo. Consecuentemente, la sociedad ideal que se desarrolla armónicamente como
un organismo sabio, equilibrado y justo, era una figura ideológica atractiva para amplios
sectores progresistas que despertaron a la vida política del país. Por otra parte, este fue
el pensamiento que inspiró a varias generaciones de urbanistas, desde los utopistas del
siglo XIX al maestro Le Corbusier, porque de ellas extrajeron la base pragmática y
operativa de las acciones que proyectan, es decir el “plan” o “modelo urbano” que se
debía materializar invariablemente, aunque para ello, fueran necesarios 50 o más años.
En consecuencia, lo logrado por nuestros primeros urbanistas en los años 40, era
académicamente impecable. Lo que ocurrió en el proceso aplicativo, debe ser entendido
y valorado en una perspectiva histórica y social, y no con el esquema simplista de los
acertijos urbanísticos versus los caprichos de la realidad imprevisible.

Pero, ¿era previsible con los recursos técnicos de la época, realizar un pronóstico de la
realidad urbano-regional menos idealizado y más próximo a su posterior evolución?.

Consideramos que sí. Examinando las estadísticas de ese tiempo, que además no eran
peores a las actuales, comprobamos que era posible incorporar al análisis, variables que
extrañamente no surgen: cuestiones como “los intereses en juego” contrapuestos a los
intereses de la planificación, a que se refería el Arq. Knaudt, al analizar las alternativas
de regularización del casco viejo y que regían la “popularidad” o “impopularidad” de
una u otra decisión, es decir la dinámica del funcionamiento interno del mercado de
tierras, que entre 1937 y 1945 había “urbanizado la campiña y otras áreas urbanas”. A
partir de lo anterior, se podía haber comprendido mejor, que los contrastes entre el
Norte y el Sur urbano, no eran sólo ecológicos, sino profundamente sociales, es decir,
definían una manifestación y un comportamiento concreto de clases sociales nada
armónico ni equilibrado, sino propenso a establecer relaciones asimétricas de privilegio
y dominación441.

Otro factor no considerado, pese a que con sus recursos se edificaba la ciudad y se
implementaban las obras de desarrollo urbano, fue la economía de la chicha y el
440
Como recordará el lector, esta alternativa consistía en practicar un ensanche parcial y paulatino de
vías, dejando que paulatinamente, a medida que se construyan nuevos edificios, los predios afectados
entren en rasante. El problema no previsto, fue que el casco viejo tan despectivamente tratado, era
portador de un patrimonio valioso, que en forma tardía fue reconocido como tal, dando lugar a políticas
municipales ambivalentes: definir la existencia de un “distrito de preservación histórica”, pero permitir
ensanches que lo afectaban, permitir edificaciones nuevas que alteraron y deformaron el antiguo perfil, o
que trataron de acomodarse en este contexto, expresando lenguajes seudo coloniales de dudoso valor.
441
Resulta curioso el constatar que la acuciosa encuesta que llevó adelante Muñoz Maluschka en 1945 y
los resultados del Censo de ese año, no fueran utilizados para ampliar el análisis y el conocimiento de la
realidad económico-social e institucional de la ciudad ,incluso se podría sugerir, que en el periodo en que
se elaboró el Plano Regulador (1946-1947) existía un nivel de información sin precedentes, suficiente
para realizar un análisis bastante más exhaustivo de la realidad urbana y regional. Además, se contaba con
una oficina de estadística municipal que podría haber facilitado esta opción.
48
universo ferial comercial, artesanal y popular que este fenómeno estructuraba, en
oposición a la “city” y su ideología de sociedad de consumo, ágil y moderna. Era difícil
establecer relaciones armónicas, entre dos concepciones de ciudad, que emergían de
raíces ideológicas tan diferentes: el pensamiento burgués industrial y comercial, y el
pensamiento campesino, adaptado a la circunstancia de una economía mercantil, que
penetraba cada vez más en el mundo rural y urbano. Por último, consideramos que era
posible realizar algún pronóstico sobre el rumbo que tomaba el país en ese momento, y
los posibles efectos que la ciudad podría experimentar, con el impacto de las grandes
reformas sociales que ocupaban el escenario político regional de entonces442.

El postulado teórico y la hipótesis, hoy clásica, de que la planificación de un orden


espacial armonioso y equilibrado operaba y reformaba la sociedad, en dirección a un
ideal social previamente programado; tal vez fue una visión doctrinaria, que entorpeció
el descenso a un análisis político y social más apegado a la realidad de ese momento, y
proyectado a la cuestión urbana. Ante esta omisión, fue la propia realidad, la que se
ocupó luego, de reubicar los términos de este postulado: la dimensión físico-espacial de
la ciudad expresaba la naturaleza de la estructura económica y social, o dicho de otra
forma: dicha dimensión, en ultima instancia, era y es, el soporte material y el producto
físico resultante de unas relaciones de producción, de acumulación de capital y de
reproducción de la fuerza de trabajo vigentes en un determinado momento de la vida de
la ciudad. Además, dichos soportes se transforman en la misma medida en que los
componentes anotados se modifican y no, a la inversa. En consecuencia, un plan urbano
que no tomaba en cuenta, y no operaba sobre estas “fuerzas ciegas”, no podía controlar
el proceso urbano resultante. En consecuencia, el “modelo urbano” proyectado era
diferente, en progresión geométrica, a la realidad resultante en cada momento.
Situaciones puntuales, como la creciente burocratización del aparato municipal, la
prolongada eliminación de los Concejos Deliberantes y de los mecanismos consultivos
democráticos, la concentración creciente de poderes omnímodos en manos de Alcaldes
autoritarios y digitados por el poder ejecutivo, etc., además de acontecimientos
trascendentales como la Reformas Agraria y Urbana, y sus extensas consecuencias,
paradójicamente conformaron, una suerte de bloque de contingencias opuestas al
modelo de planificación urbana implementando en 1950, contribuyendo decididamente
al resultado señalado.
Por último otras dos limitaciones: el modelo urbano puesto a punto en 1950, debió
convertirse en un instrumento muy flexible. Además de herramienta técnica y legal,
necesitaba trasformarse en instrumento de política urbana, dentro de un juego dialéctico
y creativo, para dar respuesta oportuna a las presiones deformantes e incluso anticiparse
a ellas, con alternativas orientadoras. En todo caso, en este juego de negociaciones y
concertaciones delicadas, en que debió trasformarse la gestión urbana, si finalmente,
existía la necesidad de modificar partes del plan, era preferible admitir esta realidad
introduciendo correcciones con orientación técnica, y no dejar, que fuerzas ajenas y
destructoras lo transformasen a su manera. Lo anterior suponía, una igual agilidad en la
gestión del Plan, es decir en analizar en cada momento, la correlación de fuerzas
sociales que operaban a favor y en contra de sus normas y perspectivas; incluso, si el
propio Municipio era crecientemente hostil al cumplimiento del plan, tal hecho sólo

442
La guerra civil de 1949, las masacres obreras y las frustradas elecciones de 1950, que dieron un
triunfo inobjetable al MNR, contenían suficientes presagios para advertir que el tiempo de la sociedad y la
ciudad señorial se había agotado, y que grandes transformaciones como la Reforma Agraria, se
avecinaban incontenibles.
48
podía neutralizarse, dando a dicha gestión un contenido participativo y popular, y no
esgrimiendo represivamente la letra muerta del reglamento, por muy lógico y técnico
que este fuera, contra fuerzas sociales que operaban en una perspectiva diferente y un
rumbo opuesto al modelo planificado, el mismo que con toda su ciencia y bondad,
entonces quedaba condenado a alejarse cada vez más de esta realidad, y de la alternativa
de conducir realmente el desarrollo urbano, bajo las condiciones concretas de un
proceso social absolutamente distinto al imperante en la década de 1940443.

Para concluir, haremos referencia a las primeras experiencias de aplicación del Plano
Regulador en sus primeros años de vigencia, con anterioridad a 1952. Una primera
prueba a que fue sometido, fue la cerrada oposición que recibió el proyecto de ensanche
de la Calle Perú en 1948. En este caso, al igual que en la calle Ayacucho, se establecía
la necesidad de continuar con la apertura de una avenida, es decir, prolongar la Avenida
14 de Enero que concluía en una calle estrecha. De acuerdo a la definición urbana de la
citada vía, se pretendió, a partir de 1947, ensancharla hasta su perfil actual en dirección
Este. Tal acción encontró la decidida oposición del Comité Pro-Cochabamba,
institución que expresaba en ese momento, los intereses de los sectores más
conservadores de la ciudad. El Centro de Arquitectos, en contraposición, apoyó dicho
ensanche e incluso, sugirió que el perfil de la Avenida de 25.00 metros fuera ampliado.
Una comisión de dicho organismo gremial, de la que formó parte el Arq. Franklin
Anaya, el Ing. Eudoro Galindo y otros, en una carta dirigida al presidente de dicha
institución, afirmaban: “No se puede negar que la ciudad necesita una vía importante
de tránsito que 1a atraviese de Oriente a Poniente y que vincule su centro comercial y
administrativo, con las penetraciones camineras de Sacaba y Quillacollo. Esa vía no
puede ser otra que la calle Perú convertida en avenida, debido a que su rumbo
empalma de manera natural, con las mencionadas penetraciones camineras” (El País,
30/10/1947). Sin embargo, el Comité Pro-Cochabamba, no cejó en su empeño y dicha
avenida penosamente fue ensanchada hasta la calle España, Posteriormente en la década
de 1970, con más de dos décadas de atraso, este ensanche pudo ser completado.

Las críticas y observaciones de todo tipo se multiplicaron, y cada prolongación o


ensanche que no satisfacía los intereses inmobiliarios, eran materia de conflicto y
polémica. Un caso típico fue, la prolongación de la calle Bolívar hacia el Este, que
apenas se extendía en dicha dirección unos 100 metros, sin intentar la penetración
franca, que los propietarios de tierras del barrio de Las Cuadras deseaban. El Arq.
Urquidi en una excelente exposición de su pensamiento urbanístico, aclaraba a un
iracundo vecino en 1951, los alcances de la urbanización de dicho barrio y por qué
dicha vía no debía prolongarse. (Los Tiempos nº 2271 y 2272, 1º y 2/09/1951). No
obstante, esta arteria terminó prolongándose, al igual que otras, en los términos que
definió la dinámica del mercado de la tierra urbana. En este u otros casos, la razón
técnica, comenzó a ser sobrepasada por el cálculo económico y político, como ocurre
todavía hasta el presente.

Estos hechos permitían avizorar, las enormes dificultades que debería enfrentar el
modelo urbano que propugnaba el Plano Regulador, para aplicarlo en una ciudad cuya
443
“El resultado de la mala política seguida en el caso de la Reforma Urbana, no pasó de ser un
despilfarro de tierras, que bien habrían servido para encauzar mejor la solución del problema de la
vivienda... Además de que una de sus consecuencias en el aspecto general urbano, fue que precipitó la
urbanización de extensas zonas, sin dar oportunidad a una planificación más adecuada” (Urquidi,
1967:26).
48
lógica de expansión era otra. Por ello no resultaba casual que en años posteriores, el
Plan no pudiera materializar sus elementos más importantes con relación al sistema vial
planteado, la jerarquía de vías en el casco viejo, las unidades vecinales tal como fueron
teorizadas, etc., pero en cambio si, se diera curso a aquellos aspectos que eran
favorables al capital inmobiliario y a su reproducción. Así se fue estimulando una
expansión urbana horizontal que ampliaba el mercado de tierras, pero no hacía realidad
lo fundamental del Plan.

Un ejemplo patético, una vez más, fue la idea de la moderna "city" que debía quedar
edificada sobre los escombros del casco viejo, en un plazo no mayor a un par de
décadas, sobre la base de convertir sus 2.645 predios en modernos edificios. Sin
embargo tal pronóstico no se cumplió, ni siquiera medio siglo más tarde. ¿Qué ocurrió?,
de acuerdo al Cuadro 139 los predios urbanos del centro casi se quintuplican (de
acuerdo a la citada estadística llegan a unos 10.000 en las zonas comerciales C1 y C2),
pero este centro no tiene donde expandirse ni introduce con amplitud la propiedad
horizontal. Lo que ocurre es sencillo, en los veinte años del pronóstico y los restantes
transcurridos, el centro no se renueva a ritmo acelerado, pero sí, aceleradamente se
divide y subdivide una y otra vez, porque la evolución de la economía urbana convierte
a este espacio, en una suerte de capital-fijo, al que le basta esta inmovilidad, cada vez
más atomizada para incrementarse, sin necesidad de poner en juego grandes inversiones
en forma extensiva.

El proceso de incorporación de nuevas tierras a la urbanización, que tiene lugar a partir


de 1946, año en que se inician los estudios de urbanización definitivos, queda expresado
en el Cuadro Nº 141:

CUADRO Nº 141: Ciudad de Cochabamba: Fraccionamiento de propiedades,


cesiones y valores de las tierras urbanizadas, por zonas (1946 – 1952 (1)

Zonas Superficie Superficie Superficie Valor de Valor de la Valor de Valor total


total útil cesión a % de la superficie cesión Bs. inmuebles
propiedad fraccionada dominio cesión propiedad útil. Bs. (3) Bs.
es público M2/Bs.
Noreste 86.606 80.776 5.882 6,73 379 29.887.316 2.157.040 32.040.357
Noroeste 59.121 46.365 12.755 21,57 270 12.518.655 3.444.068 15.962.724
Sudeste 23.133 16.300 6.833 29,53 250 4.075.177 1.708.280 5.783.457
Sudoeste 187.009 129.399 57.609 30,80 180 23.291.892 10.369.728 33.661.620
Quero Quero 65.510 52.215 13.294 20,29 355 18.536.396 4.719.654 23.256.050
Cala Cala 146,589 103.219 43.370 29,59 333 34.372.053 14.442.349 48.814.403
Chimba 2.195.827 1.044.405 1.151.422 52,44 60 62.664.312 69.085.338 131.749.650
Las Cuadras 857.039 603.376 253.663 29,60 383 231.093.140 97.152.994 328.246.134
Jaihuayco (2) 903.931 644.924 259.006 28,65 70 38.695.498 15.540.366 54.235.864
La Maica 66.378 40.078 26.300 39,62 70 2.805.495 1.841.000 4.646.495
San Miguel 29.149 18.806 10.342 35,48 142 1.468.635 2.670.523 4.139.158

Totales 4.620.292 2.739.863 1.840.423 39,83 - 459.408.569 223.131.340 682.539.912

(1) Relación parcial / (2) Incluye los barrios de la Tejería y Villa San Luís / (3) Las cesiones a dominio
público eran gratuitas y quedaban compensadas por la mayor valorización de la superficie útil, cuyo costo
comercial era naturalmente mayor al que registra este cuadro.
Fuente: Gaceta y Memorias Municipales.

Este cuadro nos permite identificar algunos rasgos importantes del proceso anotado, aún
cuando sus datos no son exhaustivos, pero sí lo suficientemente significativos, por
48
cubrir más de un 70% de las zonas incorporadas a la urbanización por el Plano
Regulador. Así, se puede constatar que en el periodo de 1946 a 1952, se incorporaron a
la ciudad 462 hectáreas, de las cuales 273.98 Ha. eran lotes edificables y 184 Ha. eran
espacios de dominio público. Sin embargo, si tomamos en cuenta que del total de
hectáreas destinadas a la urbanización, 104,44 hectáreas correspondían al Barrio Militar
de la Chimba y 115,14 era la cesión efectuada para la configuración de dicho barrio, se
puede establecer que la superficie efectiva de urbanización de propiedades de
particulares, alcanzaba solo a 169,54 hectáreas, con una cesión de 68.9 ha. (o sea solo el
28.89%). Obviando una vez más el caso de la Chimba, podemos inferir que las zonas de
fraccionamientos más intensivos eran Jaihuayco y Las Cuadras, donde fueron loteadas
el 64% de las propiedades privadas anteriormente definidas 444. Además Las Cuadras
presentaban el valor de tierra urbana por m2, más elevado en ese momento, seguida por
las zonas Noreste, Queru Queru, Cala Cala, es decir, los barrios residenciales. En tanto
en la zona Sur, sobresalen por el valor de la propiedad, las zonas centrales Sudeste y
Sudoeste, y el barrio de San Miguel, aledaño a Caracota. Pero en compensación,
también en este sector se encontraban los valores más bajos de tierra urbana.

Volviendo a un tema que habíamos abordado en el capítulo anterior, se puede notar que
la dinámica del mercado de tierras operaba básicamente en la zona Este (Las Cuadras),
donde radicaba el 50% del valor total de la propiedad inmueble efectivamente
urbanizada (incluyendo La Chimba), que para el periodo estudiado, ascendía a un
58,24%, si sólo tomamos en cuenta el sector privado. También podemos notar, que este
mercado movía los volúmenes monetarios más importantes en las zonas Norte y Este,
que en conjunto alcanzaba el 87,26% del valor de los predios urbanos de particulares
fraccionados y el 71% del valor de todas las propiedades fraccionadas (incluso La
Chimba), siendo esto válido para los seis años considerados. Estos datos, aunque no
incluyen algunas zonas importantes, como Muyurina, Tupuraya, Hipódromo, son
suficientemente reveladores, del verdadero “motor” que movilizaba a la planificación, y
también suficientemente claros, de las prioridades que se definían en términos de
materializar fracciones del Plano Regulador, que no por casualidad coinciden con las
zonas residenciales. (Las zonas Noreste y Noroeste estaban urbanizadas en gran medida
antes de 1946), quedando así verificado el tipo de presiones y solicitudes a que estaban
sometidos los niveles técnicos municipales; ello sin tomar en cuenta otro importante
espectro de esta dinámica, constituida por los intereses de centenares de propietarios del
casco viejo, que querían todos los beneficios de la planificación con la menor cuota de
sacrificio posible dentro de la tradicional y oportunista postura ideológica de las clases
medias y altas de “máximas ganancias con esfuerzos mínimos”. De ahí, por una parte la
oposición a ensanches de vías muy radicales, como en el caso de la Avenida Perú, y por
otra, reclamos para que todo el damero de la parte antigua de la ciudad se reproduzca
mecánicamente en las nuevas zonas urbanas, sin tasa ni medida.

Bajo las vicisitudes de esta fiebre urbanizadora, la ciudad es sorprendida por la primera
mitad del siglo XX, un periodo, sin duda corto, en relación a la edad de la ciudad, pero
crucial e intenso por el ritmo de las transformaciones profundas que se operan en su
seno. En fin, si a fines del siglo XIX, se constataba con cierta ironía, que don Francisco
Viedma, que había hecho una descripción detallada de la ciudad en 1788, podría
reconocer perfectamente su ciudad hacia 1900, esto ya no sería posible en 1950. Incluso
el visionario Ramón Rivero, sin lugar a dudas, el pionero de la urbanización valluna,
444
El Plano de Urbanización de Las Cuadras fue elaborado en 1950-51.
48
quedaría asombrado de cómo la ciudad había cambiado en solo algunas pocas décadas y
peor aún, si constataba que la generosa expansión urbana que propuso en 1910, había
resultado insignificante, frente al ritmo con que florecían los nuevos barrios
residenciales, situados mucho más allá del río Rocha, que por siglo había sido la barrera
natural que separaba la ciudad del mundo rural.

Finalmente, retornando a la cuestión planteada al inicio de este análisis (cf: 431) en


relación a la pregunta de si pudo darse otra alternativa diferente al planteo del Plano
Regulador que se aplicó, para orientar el desarrollo urbano de la ciudad, se puede
afirmar, que dadas las circunstancias superestructurales imperantes: una ideología
urbanística fuertemente dominada por la razón funcionalista del Movimiento Moderno,
una demanda social con poder económico y político que presionaba en forma irresistible
para que un volumen creciente de tierras laborables ingresará al mercado de bienes
raíces urbano, además de intereses diversos, incluidas las demandas de los sectores
populares, que presionaban por mejorar los servicios públicos y la calidad de la vida
urbana, resultaba muy difícil la viabilidad de una visión distinta a la adoptada, máxime
si se verifica que hacia mediados del siglo XX, el único posible referente contestario al
ideario lecorbusieriano, es decir, las experiencias vanguardista del Constructivismo
soviético de la década de 1920-30 habían sido suprimidas en favor un retorno a las
figuras arquitectónicas y urbanas de un neoclásico decimonónico, muy del gusto del
totalitarismo estalinista, con que se comenzó a reconstruir la URSS y los países bajo su
esfera de influencia, a partir de 1945.

Sin embargo, pudo ser factible la alternativa de una política urbana con mayor
participación ciudadana. El Plano Regulador impuesto como una indiscutible receta de
corte autoritario, tal vez reflejando la práctica política tradicional de la sociedad
oligárquica, que a esas alturas se derrumbaba, era a todas luces, una opción inviable. Sin
embargo, podría haberse revertido tal situación, permitiendo que los objetivos del Plano
Regulador, abandonando su postura académica a ultranza, se mostraran afines a las
reivindicaciones sociales que condujeron a las jornadas de Abril de 1952. Cuestiones
como la penuria de vivienda, servicios básicos, salubridad y otros, gestionados a través
respuestas técnicas adecuadas, podrían haber encausado un modelo de desarrollo urbano
comprometido con las demandas populares, en detrimento de los intereses especulativos
sobre la tierra urbana. Esta alternativa, eventualmente podría haber neutralizado o por lo
menos debilitado los factores que deformaron la aplicación de la planificación urbana
propuesta, esto es: la destrucción de la débil democracia municipal, la conversión de los
alcaldes en agentes políticos del Ministerio del Interior, la poderosa intromisión de
dirigentes sindicales para resolver cuestiones de política urbana a favor de loteadores y
negociantes del suelo urbano, etc., permitiendo que los planteos técnicos en juego,
tuvieran una plataforma o base social receptiva, en lugar de la soledad institucional en
que tuvieron que debatirse, librando batallas, naturalmente perdidas de antemano.
49
REFLEXIÓN FINAL

¿Constituye el proceso histórico de la ciudad de Cochabamba, en el periodo analizado,


una historia excepcional y diferente al desarrollo urbano del contexto Latinoamericano?
Aparentemente una respuesta afirmativa sería una conclusión lógica que se desprende
de la lectura del texto, en la medida en que no hemos establecido comparaciones entre
ésta y otras ciudades, en diferentes épocas y circunstancias, para apreciar si su
evolución transcurrió por cauces similares a la de otros centros urbanos.

Esta cuestión intencionalmente hemos deseado dejar para la reflexión final de este
ensayo, en la medida en que no era conveniente encasillarnos en periodos y
clasificaciones que propone la abundante bibliografía sobre la Historia del Urbanismo,
una vez que nuestro objetivo, no fue recrear una historia de la "forma urbana", sino
analizar el desarrollo histórico de la sociedad cochabambina, desde la perspectiva de la
dimensión material que fue capaz de plasmar. Por ello consideramos, que sería poco útil
someternos a los criterios generales de periodización que sugieren autores clásicos
como Leonardo Benévolo (1982) o Fernando Chueca Goitia (1968), en la medida en
que el objeto de estudio: la ciudad como realidad morfológica exclusivamente, no se
ajusta a nuestro punto de vista.

En realidad, si asumiéramos la ciudad como temática expositiva de su riqueza formal y


arquitectónica, dentro del enfoque metodológico que sugieren los citados autores,
pensando en el desarrollo de la ciudad europea, que evolucionó desde el modelo
esclavista y feudal al industrial, poco o casi nada tendríamos que decir con respecto a un
núcleo tan modesto como Cochabamba, desde la óptica de este tipo de concepciones.

Sin embargo, desde un enfoque diferente, que asume que todo hábitat humano, por
modesto que fuese, es simultáneamente el producto y el escenario viviente, donde
diversos protagonistas sociales y económicos se confrontan e interactúan, para
materializar la grandeza de sus ambiciones o la miseria de sus frustraciones; constituye
de hecho, una perspectiva enriquecedora de la comprensión de una sociedad que se la
pretende conocer en su dinámica temporal y espacial, como una forma eficaz de
penetrar en su identidad histórica, al margen de los estereotipos que proponen las
versiones histórico-formalistas de la arquitectura y el urbanismo.

En este contexto, la historia urbana, se constituye en un eficaz instrumento para


desentrañar la realidad de una formación social-regional, estableciendo una dimensión
más precisa para la comprensión de la misma, aspecto que no se agota en la
minuciosidad de su dinámica económica, social, política, cultural e ideológica, si todo
ello, no tiene el referente del mundo material que fue capaz de organizar y que le sirvió
de escenario para evidenciar su proceso de desarrollo.

Es esta ausencia, la que habitualmente transforma a las historias económicas, políticas y


sociales, en ensayos abstractos de personajes y pueblos que se mueven sobre la nada, o
desde un ángulo opuesto, lo que ocurre con los estudios históricos de la arquitectura y el
urbanismo, que se transforman en pesados ejercicios de descripciones de formas y
estilos desprendidos de su contexto socioeconómico.

Pero retornando a la cuestión inicial: Cochabamba como el resto de las ciudades


fundadas por España en el Siglo XVI, más allá de la repetitiva constatación de sus
49
modestos inicios, desempeñó un rol esencialmente simbólico: el de ser la primera
referencia material palpable, de una sociedad que se consideraba superior a la barbarte
que le rodeaba. Cochabamba tanto, como cualquier otra de las centenares de villas que
fundaron los españoles, a lo largo y ancho de América Latina, representó el lugar de
irradiación ideológica de una cultura, de unas férreas creencias religiosas, de toda una
concepción de sociedad y civilización, y de toda una práctica política de dominación y
sojuzgamiento de todo aquello que se consideraba contrario a esta dimensión de valores
y verdades indiscutibles.

Cochabamba, asumió este papel, y dentro de sus modestos muros, recreó los atributos
de la sociedad colonial; pero este rol no fue asumido bajo las características de un
modelo mecánico. Cada ciudad de origen hispánico, desarrolló esta tarea de transmisora
e intermediaria de la ideología de la metrópoli, desde perspectivas y situaciones
particulares, es decir, que este proceso se combinó con circunstancias cambiantes y
hasta originales. Por ello, ni Cochabamba fue igual a La Paz, ni Lima fue igual a
Buenos Aires, ni siquiera dentro un mismo contexto geográfico, Tarata imitó a Cliza.
Cada ciudad, asumió con originalidad la combinación de los factores locales y externos,
que modelaron su desempeño, y de esta forma, al lado de la primigenia razón
ideológica, surgieron nuevas posturas del mismo signo, que dieron contenido a las
respuestas que todo núcleo urbano ejercitó para sobrevivir, desarrollarse e imponerse
como hegemónico, en un espacio geográfico del cual pasó a nutrirse, para consolidar su
propia existencia. Por todo ello, Cochabamba y otras ciudades dejaron poco a poco, de
ser remedos de la legislación urbana española que las concibió, para encontrar sus
rasgos originales en la naturaleza de las relaciones de producción y de las estructuras
sociales, que edificaron simultáneamente con sus ajedrezadas calles o sus solemnes
edificios religiosos, en un proceso donde, curiosamente la repetitiva Plaza Mayor, la
cuadricula de manzanas, las torres de templos y conventos, parecen inútilmente dar
uniformidad a sociedades coloniales con rasgos definitivamente diferenciados.

Por ello, la Cochabamba de la espléndida economía cerealera, no era comparable a otras


constituciones regionales, a otras relaciones de producción concretas que ejercitan su
porvenir en torno a los obrajes, a las economías de plantación, al comercio
metropolitano, a la minería, etc; aunque formalmente, todas reconocían la autoridad del
Rey, del Santo Oficio y de los Virreyes de Lima o Buenos Aires, y todas practicaban, la
explotación de la mano de obra aborigen sometida a servidumbre, pero todo ello,
especialmente esto último, desarrollando rasgos específicos en función de la forma
cómo opresores y oprimidos, bárbaros y civilizados, blancos e indios constituían una
formación social con diversos grados de asimilación, oposición, contradicción y hasta
franca resistencia, pero tan bien, con grados de tolerancia, acuerdo y concertación.

Estos elementos conceptuales, son válidos no sólo para la Colonia, sino para el conjunto
del periodo estudiado. Por ello no resulta provechoso forzar similitudes, aun cuando
todas las apariencias inviten a efectuarlas. Otra cosa, es verificar cuál era el mundo
urbano continental en los diferentes momentos del desarrollo de Cochabamba, y es
sobre este último aspecto, sobre el que estructuraremos nuestras reflexiones finales.

Fue particularmente con la fundación de las nuevas repúblicas latinoamericanas en el


Siglo XIX, cuando se ampliaron los horizontes intelectuales y surgieron pensadores que
formularon juicios, a veces eufóricos, sobre el porvenir del continente y de las nuevas
naciones, correspondiendo originalmente a Domingo F. Sarmiento hacer severas
49
reflexiones sobre la ciudad y el campo al identificar a la primera con el lugar donde se
establece la “modernidad” o “el desarrollo”, frente al avasallamiento rural que
representa la barbarie, que pregonaba el tirano Rosas, férreo defensor de la tradición.
Sarmiento resumía así su pensamiento:

El hombre de la ciudad viste e1 traje europeo, vive de la vida civilizada (...) allí
están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción, alguna
organización municipal, el gobierno regular, etc. Saliendo de1 recinto de la
ciudad, todo cambia de aspecto; e1 hombre de campo lleva otro traje, que
llamaré americano, por ser común a todos los pueblos: Sus hábitos de vida son
diversos, sus necesidades peculiares y limitadas. Parecen dos sociedades
distintas, dos pueblos extraños uno del otro”. (1958: 18).

Sociedad rural y sociedad urbana, que para Sarmiento aparecen como dos mundos
opuestos y en conflicto, de cuyo resultado depende la expansión de la civilización o el
retorno a la barbarie, resumen el enfrentamiento y la postura de las ciudades
republicanas de la primera mitad del Siglo XIX, que se constituían en el soporte del
aparato jurídico, político e ideológico, que apoyaba la expansión hacendal y aspiraba a
recuperar la hegemonía de dominación, que detentaron los centros urbanos en la
Colonia, pero esta vez, intentando ser los portadores de los estandartes del progreso, en
cuyo nombre, trataban de retomar el cauce de la vieja opresión colonial del mundo rural
por la civilización urbana, adornada con símbolos republicanos.

Que fueran Rosas o Belzu los que amenazaban los valores que representaban las
ciudades señoriales, no cambia sustancialmente el hecho anteriormente señalado. En el
caso de Cochabamba, lo que encuentra D'Orbigny en 1830, es una sociedad criolla que
penosamente se esfuerza por dominar la lengua española e imitar los gustos europeos,
para ponerse a tono con los nuevos privilegios adquiridos, y su nueva condición de
propietarios terratenientes, que les obligan a establecer las diferencias elitarias, tal como
sugieren Sarmiento y otros ideólogos de las nuevas clases dominantes. Buenos Aires
logró capturar el conjunto de la inmensa pampa argentina para construir su modernidad,
en tanto Cochabamba, apenas logró ser cabecera de un modesto mercado interior y una
región cautiva en los Andes centrales. Ambas ciudades, naturalmente atravesaron
circunstancias históricas distintas, y recrearon su realidad material, en geografías
también diferentes, pese a ejercitar razones ideológicas afines. Sin embargo, no son las
similitudes, sino las circunstancias y coyunturas diferentes, las que marcan las
profundas diferencias y especificidades, no explicables a partir de simplificaciones
tipológicas o clasificatorias de rasgos formales.

Otros autores como el colombiano Miguel Samper (1969), al analizar la cruda realidad
del Bogotá de su tiempo (1867), manifestaba que esta, se convirtió en una ciudad
parasitaria, asiento de grupos dominantes y consumidores improductivos, asilo de
empleados civiles y militares, de abogados y aventureros de toda especie. Un veredicto
afín al anterior, expresaba Joaquín Capelo (1937) con respecto a Lima en 1900.

Cochabamba en la época en que estos escritores reflexionaban sobre sus realidades


urbanas, no presentaba una situación esencialmente diferente, aunque tal vez sí, con
tonalidades locales significativas. En todo caso lo que se cuestiona y condena es el
“parasitismo” de las clases poseedoras e improductivas, que hacen reposar su condición
de tales sobre las clases subalternas del campo y la ciudad.
49

La Cochabamba de la década de 1870 y en realidad de todo el periodo estudiado, no es


menos merecedora del duro calificativo de Samper, en lo que hace al rol que
desempeñaba su élite hacendal y su aristocracia comercial. La ciudad a partir de la gran
epidemia y hambruna de 1878-1879, desnudó sus contradicciones sociales: el centro de
la ciudad mejor edificado y con calles empedradas relativamente higiénicas, permitía la
eficaz protección de sus habitantes, los notables de la ciudad, como lo reconoce la
Sociedad Médica de aquel tiempo, en tanto, el flagelo del tifus exterminaba a centenares
de campesinos y artesanos que no gozaban de este privilegio. Otros dramas menores,
como el problema del agua, definirán la existencia de diferencias ecológicas y sociales
al interior de la ciudad: las zonas residenciales prosperaron en las tierras húmedas y
generosamente fértiles del Norte, en tanto los caseríos, ranchos y chicherías,
proliferaron en medio de la polvareda de los desérticos terrenos del Sur.

Otro pensador, esta vez el argentino Juan Agustín García (1964) en su “Ciudad
Indiana”, refiriéndose, una vez más, al Buenos Aires del último periodo colonial,
manifestaba que “el control de la tierra era la base de la agrupación, pues la tierra era
la única fuente de riqueza y prestigio, en una sociedad sin profesiones liberales, donde
el comercio era despreciable y funcionaba al margen de la Ley” (1964). Una vez más,
esta reflexión es perfectamente aplicable a la Cochabamba de los Siglos XVIII, XIX y
primera mitad del XX. En cierta forma, la referencia de García, es certera para
desentrañar la contradicción esencial de la formación social valluna: el dominio sobre la
tierra en la lógica de los hacendados es sinónimo de fuente de poder, privilegio y status.
En contraposición, la pertenencia al “despreciable” comercio interno regional y al
sistema ferial, que funciona al margen de la ley, es fuente de supervivencia para
pequeños productores campesinos y artesanos. Estás dos lógicas, aparentemente
estructuran los mundos opuestos de Sarmiento, pero sólo es apariencia. La realidad es
más compleja, y tal vez más cargada de cruel cinismo: el dominio sobre la tierra, como
la base material que permite que la sociedad hacendal y sus intelectuales desarrollen
elucubraciones poéticas sobre la civilización, el progreso y la buena vida, reposa sobre
un miserable universo de productores campesinos y artesanos, sometidos a relaciones
serviles o a sobrevivir penosamente, generando sustanciosos ingresos a las arcas
estatales, a través, de la aplicación de pesados tributos con que se gravaba la pequeña
agricultura del maíz y la industria de sus derivados.

Por último, el escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada, al referirse al desarrollo


urbano de Buenos Aires de las primeras décadas del novecientos, sostenía: “Ensanchar
una calle es reducirle el fondo, pues el mal original de Buenos Aires es, tanto en las
calles estrechas como en los solares de diez varas de frente por setenta y cinco de
profundidad. Sin duda en el trazado primitivo, se previó la ulterior necesidad de
ampliar las calles. Toda ciudad mal trazada es fuente inagotable de riqueza para los
industriales del urbanismo” (1981, Volumen 1). Sin duda preocupaciones similares a
ésta, son las que ocuparon la atención de munícipes y gran parte de la opinión pública
cochabambina, desde fines de la década de 1930. Cuidando las diferentes circunstancias
y magnitudes, es posible decir que la cuestión de calles estrechas, que imperativamente
debían ser ensanchadas e “industriales de la urbanización” que deseaban hacer de esas
operaciones, y de la propia ampliación de la ciudad, fuente de riqueza sin límites, define
una combinación, que estuvo y aun está ampliamente presente en Cochabamba.
49
En los años 30 y 40 la cuestión del porvenir de la ciudad y la necesidad de planificar su
desarrollo urbano, fueron temas intensamente debatidos, e indudablemente la lucidez de
autoridades edilicias, corno Ramón Rivero, Carlos La Torre, Luis Castell Quiroga,
Alfredo Galindo, Carlos D'Avis y otros, fue lo que permitió que se formularan
propuestas y crearan espacios para el desarrollo de alternativas técnicas, donde
germinarían las ideas de los Muñoz Maluschka, Knaudt, Urquidi, Anaya y otros jóvenes
arquitectos, quienes plasmaron razonables respuestas, para revertir el veredicto que un
editorialista lanzó a los cochabambinos en 1937 cuando sostenía: “En Cochabamba se
hace todo lo contrario de lo que se hace en todas partes, primero se construyen los
edificios para recién trazar las calles” (Editorial: La Urbanización de Cochabamba, El
País, 24/07/1937).

Sin embargo, todo ello no evitó la preocupación de Martínez Estrada sobre la


generación de riquezas en base al comercio de tierras, ni que se cometieran excesos que,
a un otro editorialista en la misma época, le hicieran exclamar que los especuladores de
lotes eran enemigos de la ciudad; o que aun finalmente, tanto en uno como en otro caso,
el resultado final de la modernización de la ciudad, en el decir del citado autor, fueran:
"Calles con vida y calles momificadas: por unas se vive andando y por otras se pasa
caminando. Las primeras, préstanse al recuerdo, 1a evocación y a todas las
actividades reconstructoras del pasado; las otras se entregan pasivamente al tránsito y
nada más”.

Profundizando un poco más, en una visión más global de la evolución de la ciudad,


podemos en fin, intentar unos rasgos finales a manera de conclusiones del análisis
desarrollado a lo largo de los capítulos anteriores:

Una primera cuestión a constatar, fue el rol que jugó Cochabamba con relación a la
Audiencia de Charcas primero, y a la República de Bolivia después. En realidad, si
hubo un momento en que la economía cerealera cochabambina se articuló al proceso
más amplio de apoyar al desarrollo de la minería altoperuana, es decir, a la razón
económica fundamental que articulaba la inhóspita Potosí con la metrópoli hispánica y
el comercio mundial; ese fue comparativamente, un momento relativamente breve, si se
lo compara con los varios siglos de aislamiento, que se inician con la decadencia
potosina a mediados del Siglo XVII. En cierta forma la historia de Cochabamba, es la
historia del grano de maíz, pues sus auges y sus crisis en todo momento, expresaron la
realidad de los mercados de consumo y de los procesos productivos, que provocaban
estas alternativas.

La Cochabamba de la época borbónica, con su eminente administrador don Francisco


Viedma, como aquella de las primeras décadas republicanas, o la de los Santivañez,
Aguirre, F. Guzmán, F. Araníbar y otros patriarcas vallunos, no dejaba de suspirar y
compadecerse por su frágil economía. La sombra de la crisis era una realidad
permanente. Maíz y mercados perdidos y añorados, fueron una constante monótona
como materia de reflexión cotidiana. Como en toda sociedad rural, sus clases dirigentes
durante varios siglos se pasaron auscultando los cielos y pronosticando lluvias y
sequías. Las nieves del Tunari y sus caprichosas formas, fueron un tema serio y
respetable en las interpretaciones de multitud de “profetas del tiempo”. Es que
Cochabamba y su región, prisioneras en el centro de un país andino, no gozaba de la
proximidad de los flujos comerciales internacionales, sus productos agrícolas debían
trepar penosamente hasta la meseta andina para ser comercializados, por ello mismo, las
49
contingencias climatológicas y los comportamientos de las plazas comerciales lejanas
eran cruciales para el curso de la economía cerealera.

El terco apego a esa fuente de poder que es la tierra, empujó a los hacendados, a negar
la inexorable marcha del tiempo. En plena república, vivían en un mundo de valores
coloniales. Cultivaban con esmero la conservación de las viejas formas serviles, y como
sus antepasados hispanos, dueños de chácaras y encomiendas, pensaban en la región en
términos de una extensa finca, sobre la que extendían su manto patriarcal, pero también
su espíritu especulador innato, el mismo que transformó la economía hacendal en un
curioso juego de complicados cálculos que trastocaban toda lógica: las abundantes
cosechas de maíz significaban “malos tiempos”, pero las sequías, las plagas y las
cosechas escasas eran recibidas con beneplácito, pues esta era la única circunstancia en
que la hacienda podía imponer los precios del maíz almacenado, a los demandantes del
mercado regional..

Por todo ello Cochabamba, antes que una región central que organizó y dio sentido a la
consolidación de la Nación, en un espacio geográfico, coherentemente estructurado, a
partir de un proyecto oligárquico de desarrollo nacional, que planteara la viabilidad de
su clase dirigente, a partir de su capacidad para convertirse en el protagonista principal
de un proyecto de desarrollo industrial y agroindustrial; prefirió la opción del desarrollo
endógeno, y estructuró un mercado regional, cuya principal originalidad, consistió en
que sus protagonistas, curiosamente, no eran experimentados hacendados, sino humildes
campesinos despectivamente bautizados como “arrenderos”, “piqueros”, “pegujaleros”,
además, artesanos, chicheras y feriantes. La irradiación de este mercado de pueblo, es lo
que permitió a Cochabamba, articularse al país, pero no sólo con valores económicos,
sino difundiendo valores culturales y aquellas singulares prácticas de la cultura del maíz
que se entroncan en lo profundo de lo nacional y popular.

Es en razón de lo anterior, una segunda cuestión a destacar, es la pervivencia no


conflictiva, pero sí contradictoria, de dos formas de pensar la ciudad y el mundo
regional. Con posterioridad a la Guerra del Pacífico, grandes comerciantes y
terratenientes, repentinamente cobran conciencia del enclaustramiento de Cochabamba
y de la necesidad de encarar el desafió de abrir la región a nuevos escenarios. Sin
embargo, el imaginario de la clase dominante, no supera el marco formal de reivindicar
la modernización de ciertas condiciones generales que apuntalen la conservadora
economía hacendal.

Desde la última década del siglo XIX, la consigna de “Ferrocarril para Cochabamba”
resumía toda la aspiración de latifundistas y notables de cuello blanco. Mientras más
demoraba el ferrocarril en llegar, más leyendas, mitos y fantasías de progreso se le
atribuían. La “civilización maquinista” que sacude el viejo mundo, tiene un símbolo en
el monstruo de acero y vapor remontando los Andes para llegar al Valle de
Cochabamba. Sin embargo pasadas las fastuosas “Fiestas del Progreso”, con que se
recibe el ferrocarril en 1917, lo que trae éste, no es precisamente la abundancia, pero si
la proyección férrea de las leyes de la economía capitalista, que exigen a la región
eficiencia y racionalidad productiva para hacer competitiva y viable su economía en los
centros del altiplano y las minas, tomadas por el agresivo comercio chileno y peruano.

En ausencia de ello, lo que se hace presente, es una vez más la familiar crisis
acompañada de especulación y carestía. Si los restringidos graneros cochabambinos
49
fueron, rápidamente vaciados por multitud de negociantes y rescatistas paceños y
orureños, que trajo como pasajeros el tren; de este también descendieron indeseables
competidores, como las harinas y calzados chilenos; pero al mismo tiempo también
aparecieron numerosos portadores de la vida moderna. Los convoyes del ferrocarril
condujeron multitud de objetos suntuarios. Ya era posible, que damitas y caballeros
pasearan por la Alameda, exhibiendo las modas del vestir más refinado,
simultáneamente con sus congéneres europeos.

Si la pasión de la inteligencia valluna hacia 1890 y décadas siguientes, fue reproducir en


la escala de la vida cotidiana, un remedo de la modernidad europea, ahora esto fue
ampliamente posible. Gruesos brochazos de un barniz de “modernidad” fueron
aplicados sobre las diferentes facetas de la realidad colonial. Nuevos hábitos de
consumo exigían un marco urbano apropiado. El modelo de ciudad tradicional dejó de
ser adecuado. El comercio y su adaptación a los moldes modernos dieron empuje a las
aspiraciones de transformar la vieja Plaza de Armas, en un recinto dinámico a tono con
los paradigmas parisinos o londinenses. En la misma forma, la casona colonial de
patios, canchones y mugres, dejó de ser compatible con el gusto por los flamantes
automóviles que se lucían mejor en el marco de chalets y mansiones modernistas de
líneas sobrias, dentro del estilo de lo novísimo, en materia de arquitectura.

Bajo este tenor, la ciudad sobrepasó su antigua dimensión. La campiña que le rodeaba,
dejó de ser valorizada como refugio rural de veraneo, y comenzó a ser transformada en
sitio residencial permanente. Prontamente, en especial después de la Guerra del Chaco,
los maizales dejaron de tener el valor económico de antaño. El recuerdo de la crisis del
alcohol y la incertidumbre de una economía regional y nacional maltrechas, permitieron
operar un cambio profundo en la valoración de estas tierras. La demanda de viviendas y
el afán de invertir moneda devaluada en bienes raíces convirtieron la campiña en sitio
de promisorias operaciones inmobiliarias de tipo especulativo. Los decaídos huertos de
los años 20, se cotizaron a precio de oro a fines de los años 30, para ser rápida e
inmisericordemente fraccionados en los años 40. A los aspavientos por conciliar la
urbanización con el bucólico paisaje natural de Cala Cala o Queru Queru, se contrapuso
la racionalidad del mercado de tierra urbana, que encontró su expresión más acabada en
el mito de la “ciudad jardín” que fue profusamente ofertado por las propuestas de
desarrollo urbano de esa época.

Por último, al lado de este avasallador galope del “progreso” que sacude y transforma la
vieja aldea, se mantiene inalterable en su terca presencia, una otra forma de pensar la
ciudad y organizar su espacio. Al lado de la Cochabamba que se incorpora al ritmo del
urbanismo moderno, permanece la dimensión material de los verdaderos protagonistas
que posibilitan estos vuelos de imaginación renovadora. El mercado interno, en su
enorme pujanza, ha consolidado un sistema ferial y ha hecho de la ciudad, el centro
regional principal del mercado del maíz, el mukho y la chicha, que producían millares
de economías domésticas campesinas. San Antonio, Caracota, Jaihuayco, fueron los
“espacios urbanos” de esta dinámica económica, que no requería otra cosa, que la
reproducción de las formas aldeanas aborrecidas por los modernistas, para expresar su
vitalidad material.

De esta forma la Cochabamba de los años 40 e inicios de los 50 del siglo XX, encerraba
esa doble y contradictoria imagen de ciudad-aldea, reveladora por otra parte de la
artificialidad y fragilidad de su progreso, pues el mismo no era fruto de la expansión
49
capitalista de las fuerzas productivas regionales, de la conversión de la hacienda
colonial en empresa moderna y eficiente, de la transformación, diríamos milagrosa de
tercas mentalidades coloniales que pasaron a operar como audaces inversores; sino
apenas, fruto de la vitalidad del despreciable comercio ferial, de ese negocio de indios y
cholos que masticaban muko y fabricaban chicha, transgrediendo las buenas
costumbres, pero proporcionando viabilidad a las fantasías modernistas de una sociedad
oligárquica que superficialmente se mostraba renovadora, pero que en lo profundo de su
ser, no renunciaba a sus privilegios coloniales, y consideraba algo muy natural, que la
modernidad fuera financiada por los bárbaros que no deseaban integrarse a ella.

Fueron éstas las circunstancias que modelan los rasgos históricos de la Cochabamba
actual, esta ciudad profundamente original, donde las fronteras entre lo moderno y lo
tradicional, lo exclusivo y lo popular, lo sagrado y lo profano son extremadamente
frágiles y contradictorias. Por ello mismo, en el caso de Cochabamba. Historia, Espacio
y Sociedad se reducen, por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX, al devenir de
la economía del maíz y a las curiosas combinaciones de tradición y modernidad que se
tejen en su dimensión urbana y regional. De esta forma, en tanto los notables del Valle
desesperaban por reproducir algo de los valores europeos en la vecindad de sus
heredades, los vallunos iletrados, tercamente reproducían la Cochabamba popular en el
Valle, en el Altiplano, en las minas, en las salitreras... La “ciudad letrada” como diría
Ángel Rama (1984), sólo fue posible, con la vitalidad de la economía del maíz y la
cultura del mote y la chicha.
49

MAPAS
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50
50
50
50
50
50

PLANOS
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51
51
51
51
51
51
51
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52
52
52
52
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53
53

ÍNDICE DE CUADROS

Capítulo 2
CUADRO Nº 1: Encomiendas en los valles de Cochabamba
Capítulo 3
CUADRO Nº 2: Repartimiento mercantil en 1754 en algunas provincias altoperuanas.
CUADRO Nº 3: Provincia de Cochabamba: variación de la población indígena en e1
valle de Cochabamba y zonas aledañas (1573 - 1683)
CUADRO Nº 4: Movimiento comercial de la plaza de Cochabamba en 1787
Capítulo 4
CUADRO Nº 5: La Villa de Oropeza y el Cercado: consumo de espacio urbano,
suburbano y rural según patrones de asentamiento a fines del siglo XVIII
CUADRO Nº 6: Corregimiento de Cochabamba y partidos aledaños: Población en 1788
Capítulo 5
CUADRO Nº 7: Nomina parcial de propiedades rurales en el Cercado, hacia fines del
Siglo XIX
CUADRO Nº 8: Bolivia: tributos entre 1820-1827 por regiones (en Pesos)
CUADRO Nº 9: Número de tributarios entre 1770 Y 1877
CUADRO Nº 10: Bolivia: tendencias demográficas de la población entre 1835 y 1877
CUADRO Nº 11: Departamento de Cochabamba: clasificación de contribuyentes
indígenas por provincias en 1856
CUADRO Nº 12: República de Bolivia: contribución indigenal por departamentos 1839
- 1882
CUADRO Nº 13: Departamento de Cochabamba: cambios poblacionales en la región,
1788-1901
Capítulo 6
CUADRO Nº 14: Republica de Bolivia: industria manufacturera en 1826
CUADRO Nº 15: Departamento de Cochabamba: obrajes y artesanías 1848
CUADRO Nº 16: Ciudad de Cochabamba: especialidades, oficios y plan de estudios del
colegio de artes y oficios (1854)
CUADRO Nº 17: Ciudad de Cochabamba: Escuela de Artesanos 14 de Septiembre:
Oficios y distribución del alumnado (1885)
CUADRO Nº 18: Departamento de Cochabamba: producción en los talleres de
zapatería en el año 1878
CUADRO Nº 19: Ciudad de Cochabamba: gremios y oficios más significativos según
número de artesanos (1889)
CUADRO Nº 20: Ciudad de Cochabamba: establecimientos industriales y artesanales
1881-1898
CUADRO Nº 21: Ciudad de Cochabamba: artesanías y pequeñas unidades productivas
según censos de 1886 y 1900
CUADRO Nº 22: Cercado: artesanías y pequeñas unidades productivas en 1886
Capítulo 7
CUADRO Nº 23: Ciudad de Cochabamba: distribución y densidad de la población por
manzanas en cuarteles urbanos, 1880-1900
53
CUADRO Nº 24 Ciudad de Cochabamba: número de manzanas, casas y densidad
edificada, 1812-1908
CUADRO Nº 25: Ciudad de Cochabamba: distribución de viviendas por manzanas
según censos de 1880 y 1886
CUADRO Nº 26: Bolivia: población departamental y urbana en las principales
ciudades en 1846
CUADRO Nº 27: Departamento de Cochabamba: ciudades y villas en 1846
CUADRO Nº 28: Ciudad y Cercado: censos de población 1826-1900
Capítulo 8
CUADRO Nº 29: Ciudad de Cochabamba: Banca y agencias financieras (1883-1900)
CUADRO Nº 30: Ciudad de Cochabamba: comercio importador mayorista y minorista
(1863-1900)
CUADRO Nº 31: Ciudad de Cochabamba: comercio minorista y servicios en general
(1881-1900)
CUADRO Nº 32: Ciudad de Cochabamba: Distribución de chicherías por categorías y
montos unitarios de patentes municipales (1883-1900)
CUADRO Nº 33: Ciudad de Cochabamba: Comercio importador mayorista y minorista,
y comercio de expendio de chicha (1883 – 1900)
Capítulo 9
CUADRO Nº 34: Ciudad de Cochabamba: Capacidad de provisión de agua potable en
las fuentes públicas, 1883
CUADRO Nº 35: Ciudad de Cochabamba: Raciones distribuidas por las sociedades de
beneficencia durante la sequía de 1879
CUADRO Nº 36: Ciudad de Cochabamba: Cuadro de mortalidad: 1874 – 1879
CUADRO Nº 37: Ciudad de Cochabamba: Estadísticas de mortalidad 1875 – 1885
CUADRO Nº 38: Ciudad de Cochabamba: Mortalidad según edades y sexos, 1875 -
1890
CUADRO Nº 39: Ciudad de Cochabamba: Tasas de mortalidad de otras ciudades en
relación a Cochabamba en 1883
CUADRO Nº 40: Ciudad de Cochabamba: Defunciones por edades y sexos, 1884-1890
CUADRO Nº 41: Ciudad de Cochabamba: Causas de mortalidad y morbilidad
frecuentes en el hospital Viedma, año 1887
CUADRO Nº 42: Ciudad de Cochabamba: Índices de de mortalidad según estratos
ocupacionales en 1884
Capítulo 10
CUADRO Nº 43: Bolivia: Proyectos ferrocarrileros en 1906
CUADRO Nº 44: Bolivia: Transporte ferroviario de pasajeros y cargas (1917-1918)
CUADRO Nº 45: Bolivia: Fletes ferroviarios por carga (1917-1918)
Capítulo 11
CUADRO Nº 46: Ciudad de Cochabamba: Industrias y unidades artesanales registradas
en las patentes municipales 1900 – 1928
CUADRO Nº 47: Ciudad de Cochabamba: Artesanos y obreros por rama de actividad
según censos de 1900 y 1945
CUADRO Nº 48: Ciudad de Cochabamba: Artesanos según ramas artesanales,
especialidades, gremios y oficios - Censos de 1900 y 1945
CUADRO Nº 49: Departamento de Cochabamba: Rama de actividad económica por
categorías de empleo según el censo de 1950
CUADRO Nº 50: Ciudad de Cochabamba: población económicamente activa por
grupos ocupacionales según censos de 1900 y 1950
53
CUADRO Nº 51: Departamento de Cochabamba: Relación parcial de industrias 1921-
1929
CUADRO Nº 52: Departamento de Cochabamba: Tipos de industria, montos de capital,
materias primas y productos manufacturados, año 1935
CUADRO Nº 53: Departamento de Cochabamba: haciendas ganaderas y con
elaboración de productos lácteos y otros en 1935
CUADRO Nº 54: Ciudad de Cochabamba, Cercado y zonas próximas: relación de
industrias en distintas ramas de producción en 1948
CUADRO nº 55: Ciudad de Cochabamba, Cercado y zonas próximas: relación de
industrias por ramas de producción según monto de capital fijo
invertido (1951)
CUADRO Nº 56: Ciudad de Cochabamba, Cercado y zonas próximas: evolución del
sector industrial entre 1951 y 1956
CUADRO nº 57: Bolivia: número de establecimientos industriales, valor de la
producción y mano de obra emplea: nivel nacional, La Paz y
Cochabamba (1936 – 1950)
Capítulo 12
CUADRO Nº 58: Ciudad de Cochabamba: Producción de energía eléctrica en las usinas
de Chocaya e Incachaca (1921–1930)
CUADRO nº 59: Ciudad de Cochabamba: Instalaciones, reservas y consumos urbanos
(1940-1953)
CUADRO Nº 60: Ciudad de Cochabamba: transporte urbano 1881 – 1917
CUADRO Nº 61: Ciudad de Cochabamba: expansión del transporte automotor
1931-1952
CUADRO nº 62: Ciudad de Cochabamba: registro vehicular por tipos y relación de
habitantes por unidad motorizada (1943–1947)
CUADRO Nº 63: Ciudad de Cochabamba: crecimiento del servicio telefónico urbano
(1908 – 1957)
Capítulo 13
CUADRO Nº 64: Ciudad de Cochabamba: estudios y propuestas para la dotación de
agua potable (1882 – 1936)
CUADRO Nº 65: Ciudad de Cochabamba: Instalaciones domiciliarias de alcantarillado
1925 – 1926
CUADRO Nº 66: Ciudad de Cochabamba: situación de los servicios básicos por zonas
urbanas, según Censo Municipal de 1945
CUADRO Nº 67: Ciudad de Cochabamba: obras de pavimentación
Capítulo 14
CUADRO Nº 68: Ciudad de Cochabamba: Cuarteles urbanos, extensión, número de
casas, valor catastral y valor promedio por M2
CUADRO Nº 69: Ciudad de Cochabamba: Tipos de edificación por cuarteles urbanos
CUADRO Nº 70: Ciudad de Cochabamba: Relación descriptiva de sus principales
instituciones, edificaciones y ámbitos urbanos en 1919
CUADRO Nº 71: Bolivia: Población urbana por capitales de departamento, según
censos de 1900 y 1950
CUADRO nº 72: Ciudad de Cochabamba: Expansión de la mancha urbana según
número de manzanas (1900 – 1952)
CUADRO Nº 73: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas, número de manzanas y
población en 1945
CUADRO Nº 74: Ciudad de Cochabamba: Número de manzanas por zonas y grado de
consolidación de la mancha urbana entre 1945 y 1961
53
CUADRO Nº 75: Ciudad de Cochabamba: Población total urbana, población
económicamente activa y distribución de la población según
actividades económicas (1880 – 1950)

CUADRO Nº 76: Ciudad de Cochabamba: Distribución porcentual de la población


según actividad económica (1880 – 1950)
CUADRO Nº 77: Ciudad de Cochabamba: Tasas de mortalidad (1919 – 1923)
CUADRO Nº 78: Ciudad de Cochabamba: Mortalidad en 1923: Distribución por
grandes grupos de edades
CUADRO Nº 79: Ciudad de Cochabamba: Relación parcial de epidemias en el área
urbana (1909 – 1945)
Capítulo 15
CUADRO Nº 80: Ciudad de Cochabamba: Comercio mayorista y minorista
(1896 – 1917)
CUADRO Nº 81: Ciudad de Cochabamba: Relación de empresarios nacionales y
extranjeros en el aparato comercial urbano (1886 – 1917)
CUADRO Nº 82: Ciudad de Cochabamba: Montos de patentes municipales según
jerarquía de la empresa comercial (1886 – 1917)
CUADRO Nº 83: Ciudad de Cochabamba: Grandes casas comerciales vinculadas al
capital financiero y agropecuario en la década de 1920
CUADRO Nº 84: Ciudad de Cochabamba: Casas sucursales de firmas comerciales
nacionales y extranjeras en la década de 1920
CUADRO Nº 85: Ciudad de Cochabamba: Comercio mayorista y minorista
(1917 – 1928)
CUADRO Nº 86: Ciudad de Cochabamba: Comercio minorista (1917 – 1928)
CUADRO Nº 87: Ciudad de Cochabamba: Comercio asociado y capitales (1938 –1950)
CUADRO Nº 88: Ciudad de Cochabamba: La situación de la industria y el comercio en
1950 – 1951
CUADRO Nº 89: Ciudad de Cochabamba: Divisas para importaciones asignadas al
comercio entre 1945 y 1951
CUADRO Nº 90: Bolivia: Asignación de divisas por departamento en 1950
CUADRO Nº 91: Ciudad de Cochabamba: Casas comerciales registradas en la Cámara
de Comercio en 1956
CUADRO Nº 92: Ciudad de Cochabamba: Comportamiento del sector comercial
urbano registrado en las cuentas regionales (1901 – 1956)
CUADRO Nº 93: Ciudad de Cochabamba: Sistema bancario entre 1900 y 1956
CUADRO Nº 94: Ciudad de Cochabamba: Comportamiento del crédito hipotecario con
destino a la vivienda (1927 – 1939)
Capítulo 16
CUADRO Nº 95: Ciudad de Cochabamba: Número y distribución de chicherías y afines
por categorías (1900 – 1949)
CUADRO Nº 96: Ciudad de Cochabamba: Chicherías por categorías, según la tenencia
del local que ocupan en 1924
CUADRO Nº 97: Ciudad de Cochabamba: Chicherías según monto total de la patente
municipal por categorías y participación en la configuración del
rendimiento anual de la misma en Bs. (1905 – 1928)
CUADRO Nº 98: Departamento de Cochabamba: Índices de producción de muko y
chicha en base a los cálculos efectuados para la licitación del
impuesto al muko en 1924
53
CUADRO Nº 99: Departamento de Cochabamba: Impuestos fiscales sobre el maíz y sus
subproductos (1926)
CUADRO Nº 100: Departamento de Cochabamba: Licitación del impuesto al muko y
estimación del volumen de producción de muko y chicha (1919 –
1928)

CUADRO Nº 101: Departamento de Cochabamba: Ingresos y egresos del Tesoro


Departamental correspondientes al primer semestre de 1927
CUADRO Nº 102: Ciudad de Cochabamba: Recaudaciones de impuestos varios con
destino a las obras de instalación de la red agua potable (1924 –
1926) en Bs.
CUADRO Nº 103: Ciudad de Cochabamba: Distribución del rendimiento del monto
unitario del Impuesto Único al Muko con destino a obras de
desarrollo urbano y amortizar su financiamiento (1926)
CUADRO Nº 104: Departamento de Cochabamba: Licitación del impuesto al muko,
producción de muko y chicha de acuerdo a este impuesto y
producción efectiva (1934 - 1936)
CUADRO Nº 105: Ciudad de Cochabamba: Cálculo del rendimiento anual de los
impuestos departamentales para negociar un empréstito que resuelva
el problema del agua potable en la ciudad de Cochabamba (1940)
CUADRO Nº 106: Departamento de Cochabamba: Distribución anual del rendimiento
del Impuesto Único al Muko (Ley de 09/04/1940)
CUADRO Nº 107: Departamento de Cochabamba: Distribución porcentual del
rendimiento del Impuesto Único de Un Boliviano por botella de
chicha (1947)
CUADRO Nº 108: Departamento de Cochabamba: Producción de chicha y
recaudaciones en favor de obras públicas: 1940 – 1950
CUADRO Nº 109: Departamento de Cochabamba: Exportaciones de chicha y cerveza a
los mercados del altiplano (1942 – 1949)
CUADRO Nº 110: Departamento de Cochabamba: Fianzas de bienes inmuebles
urbanos y rústicos ofertados por postulantes a la licitación del
impuesto a la chicha en 1947
CUADRO Nº 111: Departamento de Cochabamba: Distribución del rendimiento del
impuesto a la chicha del año 1949 por rubros
CUADRO Nº 112: Departamento de Cochabamba: Distribución del superávit obtenido
por la recaudación directa del impuesto a la chicha en 1950
Capítulo 17
CUADRO Nº 113: Ciudad de Cochabamba: Relación de número de habitantes por
vivienda, según censos de 1880 y 1886
CUADRO Nº 114: Departamento de Cochabamba: Movimiento de la propiedad
inmueble en el año 1927
CUADRO Nº 115: Ciudad de Cochabamba: Relación de ingresos y capacidad de pago
de alquileres por estratos sociales (1914 – 1927)
CUADRO Nº 116: Ciudad de Cochabamba: Relación porcentual comparada de alza de
artículos de primer necesidad y alquileres de vivienda (1936–1947)
CUADRO Nº 117: Ciudad de Cochabamba: Gastos mensuales de una familia de tres
hijos en 1941
CUADRO Nº 118: Ciudad de Cochabamba: Calidad de la vivienda alquilada a la que
podía acceder una familia de clase media, según promedio de
53
alquiler, número de habitaciones y composición de ambientes (1914
– 1941)
CUADRO Nº 119: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas por población, número de
manzanas y viviendas, 1945

CUADRO Nº 120: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas según familias promedio,


densidad de habitantes, familias por manzana, promedio de familias
por casa y promedio de habitantes por casa, 1945
CUADRO Nº 121: Ciudad de Cochabamba: Viviendas según el número de familias que
las ocupaban en 1945
CUADRO Nº 122: Ciudad de Cochabamba: Número de viviendas según diversos
grados de hacinamiento de familias en 1945
CUADRO Nº 123: Ciudad de Cochabamba: Tenencia de la vivienda por zonas urbanas
en 1945
CUADRO Nº 124: Ciudad de Cochabamba: Situación de la oferta y demanda de
viviendas por zonas en 1945
CUADRO Nº 125: Ciudad de Cochabamba: Movimiento de transacciones de predios
urbanos 1941-1946
CUADRO Nº 126: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas según dotación de servicios
básicos en 1945
CUADRO nº 127: Ciudad de Cochabamba: Zonas urbanas según porcentaje del nivel de
prestación de los servicios básicos
CUADRO Nº 128: Ciudad de Cochabamba: Número de unidades de vivienda entre
1945 y 1950, según tenencia
CUADRO Nº 129: Bolivia: Déficit habitacional por ciudades en 1958
CUADRO Nº 130: Ciudad de Cochabamba: Ritmo de la construcción en el periodo
1936 – 1942
CUADRO Nº 131: Ciudad de Cochabamba: Superficies globales y superficies promedio
edificadas en el periodo 1948 – 1951
CUADRO Nº 132: Ciudad de Cochabamba: Relación de edificaciones nuevas en el
centro de la ciudad y zonas residenciales (1937 – 1942)
Capítulo 18
CUADRO Nº 133: Ciudad de Cochabamba: Apertura y ensanche de vías (1931- 1940)
CUADRO Nº 134: Ciudad de Cochabamba: Perfiles de vías en las zonas urbanas
consolidadas hasta 1945 (Propuesta del Arq. Luís Muñoz Malushka)
CUADRO Nº 135: Ciudad de Cochabamba: Proyecto de Ordenanza Local de
construcciones y urbanización. Régimen de cesiones con destino a
la propiedad pública
CUADRO Nº 136: Ciudad de Cochabamba: Proyecto de Ordenanza Local de
Construcción y Urbanización: Superficies mínimas de lotes, frentes
mínimos, porcentajes edificados, índices de aprovechamiento y
número de pisos por zona
CUADRO Nº 137: Ciudad de Cochabamba: Proyecto de Urbanización del Centro
Urbano - Proceso de edificación en la Zona Central de Cochabamba
(1937–1946) y estimación proyectiva (1947-1956)
CUADRO Nº 138: Ciudad de Cochabamba: Plano regulador de la Ciudad: Relación de
superficies y densidades
53
CUADRO Nº 139: Ciudad de Cochabamba: Plano regulador de la Ciudad: Áreas
promedio, numero de lotes, número de pisos y número de habitantes
por distrito urbano (Proyección del momento de saturación urbana)
CUADRO Nº 140: Ciudad de Cochabamba: Plano regulador de la Ciudad: Frentes,
fondos y superficies mínima de lotes, por zonas
CUADRO Nº 141: Ciudad de Cochabamba: Fraccionamiento de propiedades, cesiones
y valores de las tierras urbanizadas, por zonas (1946 – 1952
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Archivos y Bibliotecas consultadas

Archivo Nacional de Bolivia (ANB)


Archivo Histórico de la Prefectura de Cochabamba (AHPC)
Archivo y Biblioteca del General Blanco Galindo (BBG)
Hemeroteca Municipal de Cochabamba (HMC)
Biblioteca Municipal de Cochabamba BMC
Biblioteca de la Universidad Mayor de San Simón BUMSS

Fuentes hemerográficas

El Comercio, Cochabamba, 1892 a 1926, ANB y HMC


El Correo del Interior, Cochabamba, 1846, ANB.
El Ferrocarril, Cochabamba, 1910 a 1922, HMC
El Heraldo, Cochabamba, 1877 a 1926, ANB, BBG, HMC.
El Imparcial, Cochabamba, 1931 a 1948, HMC.
El Nuevo Heraldo, Cochabamba, 1930, ANB
El Orden, Cochabamba, 1853-1854, BBG.
El País, Cochabamba, 1937 a 1951, HMC
El 14 de Septiembre, Cochabamba, 1882 a 1887, BBG, HMC.
La Época, La Paz, años 1845 a 1854, BBG.
La Transmisión Legal, Cochabamba, 1857, ANB
Los Tiempos, Cochabamba, 1944 a 1951, HMC

Revistas y folletos

Gaceta Municipal, 1877-1879, BBG / 1931 a 1951, BMC


Memorias Municipales, 1874 a 1895, BUMSS.
Memorias de juntas municipales provinciales, siglo XIX, ANB.
Boletín de la Oficina Nacional de Estadística, 1909 a 1919, BBG.
Informes prefecturales, 1890 a 1923, AHPC, ANB, BBG, HMC.
Patentes municipales, 1881 a 1931, ANB, BBG y HMC
Revista de Cochabamba, 1852, 1862 y 1864, ANB y BBG.
Revista Arte y Trabajo, 1920-1921, BBG y ANB
Revista Industria y Comercio, 1922 a 1931, BBG

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