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3
Para Gustavo Rodríguez Ostria,
entrañable amigo y compañero de
trajines por los senderos de la historia.
Se fué...pero permanece.
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INDICE
INTRODUCCIÓN
Capítulo VI: CRISIS URBANA: LAS MASAS DE ABRIL PAGAN LOS PLATOS
ROTOS
REFLEXIONES FINALES
INDICE DE CUADROS
BIBLIOGRAFÍA
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Agradecimientos
La obra que tiene en sus manos el lector fue gestada a fines del siglo pasado en el seno del Instituto de
Investigaciones de Arquitectura. Su concreción fue el resultado de un laborioso proceso de recopilación de
datos, análisis de los mismos, construcción de un estructura expositiva, contrastación de hipótesis, donde
esforzados ayudantes de investigación conjuntamente con el autor pasaron largas jornadas en hemerotecas y
archivos de diversas instituciones, ademas de recolectar información de diversos actores directos que
gustosos ofrecieron testimonio de sus recuerdos. A todos ellos, que sería difícil nombrar, sin cometer
omisiones, mi reconocimiento sincero.
Por otro lado, no merece olvido, el esfuerzo de la legendaria secretaria del IIA, la Sra. Ninfa Noriega que
pasó a limpio la primera versión de este trabajo y sin cuyo esfuerzo, el mismo difícilmente hubiera podido ser
llevado a una base de datos electrónica.
La obra sufrió una larga hibernación y tuvo que ser reconfigurada para incluir nuevos y significativos aportes
bibliográficos que se dieron en las últimas dos décadas, y sobre todo, valiosos comentarios y sugerencias de
Gustavo Rodriguez Ostria cuya temprana partida no le permitió examinar la obra concluida.
En fin, todo este esfuerzo no habría impedido que la obra siguiera siendo inédita, sin el concurso decidido y
desinteresado del Arq. Carlos Andrés Loza Ugon, actual Director del Instituto de Investigaciones de
Arquitectura y Ciencias del Hábitat de la Facultad de Arquitectura de la UMSS, así como del apoyo del Arq.
Fabián Farfán, decano de esa unidad académica.
El Autor
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PROLOGO
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te, tenemos el panorama casi completo que permite comprender la situación ac-
tual de esta ciudad.
Pero el análisis de Solares va mucho más allá de las condiciones referidas a
la planificación urbana en sí y permite recomponer el conjunto de intereses y prác-
ticas puestas en juego por los diferentes actores sociales en su lucha por el espa-
cio urbano. Aquí radica la riqueza analítica, manifiesta en la capacidad de dar
cuenta de la dialéctica sociedad/espacio y de sus complejas articulaciones. En
esto, tanto el presente trabajo como el conjunto de la obra de Humberto Solares
son un referente que se diferencia de la inmensa mayoría de documentos e inves -
tigaciones existentes sobre la historia territorial y urbana, los cuales generalmente
no pasan de descripciones, muchas veces apasionantes, pero que encuentran
sus limitaciones en la comprensión de la totalidad histórica y espacialmente deter-
minada..
Para todos quienes trabajamos temas arquitectónicos, urbanos y territoria-
les, desde la docencia, la investigación o la práctica, el presente trabajo es, tam-
bién, un llamado de atención frente a la modorra intelectual que caracteriza nues-
tro tiempo y accionar. El discurso de la complejidad se ha quedado en eso, un dis-
curso, y lo que opera es la segmentación y especialización descontextualizada,
inerte, funcional. Lo holístico no es más que eso, el todo hipostasiado. La integra -
lidad, una linda palabra, reducida a una función abarcadora. Y en medio de todo
esto, nada nuevo. Pues bien, he aquí un documento trascendental, que ojalá pue-
da llegar a nuestros estudiantes, transgrediendo los anquilosados y descontextua-
lizados planes de estudio, ojalá recordemos la importancia de (re)conocernos.
En definitiva, Solares nos ofrece un documento fundamental para el conoci-
miento de la sociedad cochabambina, en general, y de las dinámicas que han de -
lineado a lo largo de estos últimos 70 años los criterios de tratamiento y formas de
intervención territorial y urbana. Estamos seguros que su destino es constituirse
en referencia fundamental, precisamente para construir nuevos caminos, para so-
ñar futuros otros.
Andrés Loza Armand Ugon
Octubre de 2021
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Prefacio
A fines de los años 1930, cuando el mapa político del país comenzaba a tomar la
fisonomía representativa de las aspiraciones de los nuevos protagonistas y la
cuestión social -otrora una suerte de tabú, solo murmurado por cerrados círculos
de subversores-, comenzaba a dominar en la escena nacional, Cochabamba una
vez más, se dio a la tarea de irradiar su posición de eje nacional antes que centro
regional. La llamada generación del Chaco, ya sea desde posiciones de izquierda
o derecha, tomó con seriedad y consecuencia, la tarea de fortalecer la idea del
Estado Nacional en oposición al Estado Oligárquico, como la única alternativa de
modernizar el país y por tanto transformar la osificada sociedad cochabambina.
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Estado, donde sus padres no tendrían cabida, éstos se atrincheraban tercamente,
no tanto, en torno a la viabilidad de reflotar una economía hacendal perforada por
las permanentes crisis de mercado que se sucedieron sin pausa desde la Guerra
del Pacífico, como por conservar, cueste lo que cueste, un ilusorio mundo de
valores coloniales sobre el que todavía ejercían autoridad y donde encontraban y
recibían respeto. Más que bonancibles fortunas y deslumbrantes oropeles, aquí,
se hacía la defensa cerrada del valor que tenía la invocación de los apellidos de la
“gente decente”, que vinculados a antiguas memorias de hechos gloriosos reales
o ficticios, justificaban la vigencia ininterrumpida de antiguos privilegios que
debían permanecer intocables.
La obra que tiene en sus manos el lector, retoma la visión de un trabajo anterior 1,
tomando como referencia un periodo histórico extraordinariamente importante
para comprender lo que es hoy Cochabamba. La Revolución Nacional de 1952
vino a constituir para la región, una suerte de golpe de gracia a la sociedad
tradicional, cuyo lento desmoronamiento definió los matices del periodo que se
inicia con la decadencia de Potosí, se prolonga a lo largo del siglo XIX y culmina
en la primera mitad del siglo XX.
El estudio, se desdobla en dos niveles: por una parte, una visión del universo
regional sacudido por los efectos de la Revolución de Abril de 1952 y dando curso
a la emergencia de los otrora actores subalternos que ahora pasan a recomponer
la realidad económica y social de la región sobre nuevos términos, dándole forma
y configuración a una nueva estructura de poder que reemplaza al viejo orden
gamonal, pero que no suprime necesariamente sus viejas injusticias y menos,
abre alguna viabilidad a la alternativa de un desarrollo agroindustrial o agrícola
moderno. Por otra, una visión del proceso urbano, que finalmente abandona el
contradictorio esquema de ciudad-aldea para alcanzar la jerarquía urbana
propiamente, pero sin abandonar las contradicciones que caracterizan a la nueva
sociedad regional, de tal suerte que lo urbano, lejos de ser la referencia de una
pujante ciudad capitalista industrial, no deja de debatirse entre el seudo
modernismo formal y el campamento informal, que finalmente servirá de espacio
operativo y de reproducción social al reino de la informalidad. Como un
antecedente a estas dos grandes partes, se inserta, a manera de una introducción
necesaria, una alusión a lo que fue Cochabamba en los últimos tiempos del poder
hacendal, para ubicar al lector en el antecedente inmediato de los hechos
analizados.
Por último, la división del trabajo en dos grandes partes, solo tiene un carácter
metodológico, pues las realidades urbanas y rurales contrastadas son parte de
una sola realidad que interactúa: la expansión del minifundio y la aguda
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mercantilización de la producción agrícola reproduce la pobreza campesina en
términos ampliados. Esta pauperización del agro incentiva las migraciones campo
ciudad, en la medida en que La Cancha y otros centros feriales operan como
imanes para atraer contingentes de campesinos pobres, lo que a su vez provoca
la expansión física de la ciudad bajo la forma de una imparable mancha de aceite,
en tanto, simultáneamente, densifica el comercio informal. El producto resultante
fue la materialización de una estructura urbana contradictoria: por una parte,
centrífuga con respecto a la función residencial mayoritariamente dispersa y
configurando barrios-dormitorio, y por otra, centrípeta respecto a las actividades
comerciales y de servicios, ya sean estas, formales o informales, crecientemente
concentradas en espacios inadecuados e irracionalmente densificados.
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actividades improductivas”.
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CAPITULO I
COCHABAMBA EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS DEL PODER OLIGÁRQUICO
Por ello no resultó casual que desde fines de los años 30 del siglo pasado, uno de
los temas que se debatió con intensidad en los círculos intelectuales de la ciudad,
fue la cuestión de la Urbanización de Cochabamba, entendida esta como un
proyecto de modernización de los antiguos soportes materiales urbanos de la
sociedad tradicional, que abandonando el obsesivo modelo colonial pasarían a
recrear los valores de la arquitectura moderna, que justamente desde la citada
década pasó a identificarse plenamente con los valores de la sociedad capitalista
industrial de avanzada. Sin duda, una de las expresiones más importantes de
estas aspiraciones de renovación fue el propio Plano Regulador, que más allá de
su razón técnica, resumía las pretensiones ideológicas de una modernidad formal,
que incluso se permitía prefigurar las aspiraciones de industrialización y
modernización de los procesos productivos, que en ese momento armonizaban
con las aspiraciones de progreso de las burguesías industriales latinoamericanas.
2 La realidad mundial al inicio de los años 1950, era el resultado de sociedades profundamente
conmocionadas por la Segunda Guerra Mundial y el derrumbe de la Alemania nazi. Las élites locales no eran
ajenas a la fobia del anticomunismo obsesivo de los primeros tiempos de la Guerra Fría, pero enarbolar estas
banderas suponía aceptar los nuevo valores de Occidente liderizado por los EE.UU. que desplazaron al
agotado Imperio Británico. O sea, pasar a adoptar como patrón de progreso y nuevo paradigma ideológico
“el modo de vida norteamericano” que ciertamente era incompatible con el mantenimiento de herencias
coloniales y prácticas medievales obsoletas·
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generados por una fuerza de trabajo sometida a relaciones serviles de
producción. Era posible "modernizar" la superestructura jurídico-política e
ideológica hasta cierto punto, pero un expediente más cómodo y menos
comprometedor, era cambiar la fisonomía de la ciudad tradicional. En todo caso,
hacer algo para conciliar las aguas que separaban al mundo señorial, a los
"caballeros", a la “gente decente” de la plebe y la barbarie, era algo no
negociable.
¿Pero que existía en realidad detrás de esta defensa cerrada de los valores de la
sociedad tradicional? El objetivo de este capítulo inicial es intentar formular una
respuesta a esta cuestión intentando fundamentar la hipótesis de que lo que en
realidad estaba en juego no eran grandes bienes materiales, enormes fortunas y
exagerados lujos, sino, y sobre todo, apenas la vigencia de un estatus, de un
reconocimiento social, de una valoración ideológica en favor de una élite, que era
tal, no tanto por su discutible bonanza económica, sino por la posesión
latifundiaria de la tierra, por "sus colonos" y por ejercer, de hecho, el rol de "eje
social", una suerte de distribuidor de favores, premios, castigos y normas de
comportamiento indiscutibles dentro de la esfera de su influencia local 3.
Como podría sugerir Pierre Bourdieu (2006), lo que estaba en juego era la
vigencia y permanencia estable del capital social y cultural, en suma, del capital
simbólico. Cuestiones como el valor del prestigio, el respeto al apellido y a la
tradición familiar, las influencias que se tenían sobre el poder institucional, las
redes de amistad y favores entre iguales, etc., eran ciertamente, cuestiones que
se consideraban más valiosas que los bienes económicos, que a estas alturas se
reducían a fundos retaceados, prácticamente improductivos y en muchos casos,
hipotecados por deudas impagables. Pero veamos el escenario concreto en que
tienen lugar y se tejen estos dramas.
3 Por razones de concepto y método, este ensayo no se limita a la ciudad de Cochabamba y el Cercado, sino
abarca el contexto departamental y regional, cuando la comprensión de los hechos circunscritos al marco
citado, por su profunda articulación con otros escenarios, así lo exigen.
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CUADRO No. 1
BOLIVIA: DISTRIBUCIÓN DE POBLACIÓN POR DEPARTAMENTOS
(1900-1950)
Departamentos Año 1900 Año 1950
Población % Población %
Altiplano 857.312 47,2 1.693.105 56,08
La Paz 447.616 24,5 948.446 31.41
Oruro 86.081 4,7 210.260 6,96
Potosí 325.615 18,0 534.399 17,71
Valles 633.484 35.0 900.207 29.82
Cochabamba 326.163 18,0 490,475 16,25
Chuquisaca 204.434 11.3 282.980 9,37
Tarija 102.887 5,7 126.752 4,20
Llanos 273.605 15.1 425.719 14,10
Santa Cruz 209.592 11,5 286.145 9,48
Beni 32.180 1,8 119.770 3,97
Pando (1) 31.833 1,8 19.804 0,65
Litoral (2) 49.820 2,7 - -
TOTAL 1.814.271 100 3.019.031 100
Notas: (1) En 1900 el Departamento de Pando formaba parte del Territorio de Colonias.
(2) En el censo de 1900 figuraba nominalmente el Departamento de Litoral.
Fuentes: Elaboración propia en base a los censos nacionales de 1900 y 1950.
CUADRO No. 2
BOLIVIA: POBLACIÓN URBANO-RURAL POR DEPARTAMENTOS (1950)
Departamentos Población % Población % TOTAL
urbana rural
Altiplano 634.167 37,4 1.058.938 62,6 1.593.105
La Paz 409.711 43,2 538.735 56,8 948.446
Oruro 95.172 45,3 115.088 54,7 210.260
Potosí 129.284 24,2 405.115 75,8 534.399
Valles 247.757 27.5 652.450 72,5 900.207
Cochabamba 146.444 29,8 344.031 70,2 490.475
Chuquisaca 69.869 24,7 213.111 75,0 282.980
Tarija 31.444 24.8 95.308 75,2 126.752
Llanos 146.441 34,4 279.278 65,6 425.719
Santa Cruz 105.608 36,9 180.537 63,1 286.145
Beni 39.107 32,6 80.663 67,4 119.770
Pando 1.726 8,7 18.078 91,3 19.804
TOTAL 1.028.365 34,0 1.990.666 66,0 3.019.031
Fuente: Elaboración propia en base al Censo Demográfico de 1950.
Tomando las precauciones del caso en cuanto al grado de realidad que expresan
las cifras del cuadro anterior, una vez que el Censo Demográfico de 1950 mostró
deficiencias, tanto en la cobertura de las áreas rurales como en la consideración
del concepto de "urbano" otorgado a aldeas, campamentos y villorrios que no
alcanzaban este rango; en términos generales, se puede establecer que Bolivia a
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mediados del siglo XX era un país eminentemente rural, con casi un 70% de su
población no incorporada a ninguna modalidad de vida urbana. Dentro de este
contexto, relativamente las zonas mineras -excepto el Departamento de Potosí-,
eran las más urbanizadas, en tanto las zonas de los valles andinos, presentaban
los índices de población rural más elevados, incluso -exceptuando Pando-
ligeramente superiores a los registrados por los departamentos orientales.
CUADRO No. 3
DEPARTAMENTO DE COCHABAMBA: POBLACIÓN POR GRANDES ZONAS
ECOLÓGICAS (1900-1950
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CUADRO No. 4
DEPARTAMENTO DE COCHABAMBA: POBLACIÓN RURAL Y URBANA POR PROVINCIAS
EN 1950
Provincias Población % Población % Población %
urbana rural total
Cercado 82.081 92,3 7.781 7,7 88.962 100
Campero 4.568 19,9 18.685 80,1 23.343 100
Ayopaya 2.878 6,8 39.064 93,3 41.942 100
Esteban Arce 5.895 20,0 23.580 80,0 29.575 100
Arani 4.866 17,1 23.650 82,9 28.516 100
Arque 3.251 11.8 24.243 88,2 27.494 100
Capinota 3.142 14,0 19.300 86,0 22.442 100
G. Jordán 5.044 21,5 18.414 78,5 23.458 100
Quillacollo 15.078 27,7 39.308 72,3 54.386 100
Chapare 4.930 11,5 37.819 88,5 42.749 100
Tapacarí 1.699 8,7 17.910 91,3 19.609 100
Carrasco 4.239 14,8 24.407 85,2 28.646 100
Misque 2.549 12,8 17.317 87,2 19.866 100
Punata 7.134 18,0 32.453 82,0 39.587 100
TOTAL 146.444 29,8 344.031 70,2 490.475 100
Fuente: Elaboración propias en base al Censo Demográfico de 1950
En primer lugar se puede constatar que la única provincia con un elevado nivel de
urbanización es el Cercado por ser sede de la capital del Departamento. A partir
de esta situación se puede verificar que en realidad la ciudad y el Cercado son
una suerte de "oasis urbano" en medio de un extenso universo rural, es decir que,
si asumimos que en 1950, la ciudad de Cochabamba y en cierta forma el Cercado
comienzan a plegarse a concepciones y hábitos de vida urbana modernos, ello
implica que, con esfuerzo, se podría admitir que los proyectos modernizadores de
las élites regionales alcanzaban a un 18% de la población departamental, y al
mismo tiempo, que siendo estos esfuerzos de modernidad eminentemente
urbanos, abarcaban al 56% de la población urbana del departamento que se
concentraba en Cochabamba.
CUADRO No. 5
DEPARTAMENTO DE COCHABAMBA: CENTROS URBANOS Y SEMIURBANOS: 1900 – 1950
4 De acuerdo a lo definido por el Instituto Nacional de Estadística se consideran urbanos todos los centros
con 2.000 y más habitantes.
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"semiurbanas" que ahora son más numerosas, en algo más de un 30% con
relación a 1900. Además el total de población urbana y de centros "semiurbanos"
pasa a representar un 26% de la población departamental. Sin embargo, pese a
este incremento, el sistema urbano de Cochabamba en 1950 es aun
extremadamente incipiente y con una fuerte tendencia en el ámbito regional, hacia
un modelo de "primacía urbana" que privilegia a la ciudad capital, reproduciendo
en este orden, a nivel regional, lo que ocurre con la ciudad de La Paz a nivel
nacional5
Tasa de
Ciudades Población en 1900 Población en 1950 crecimiento
anual
La Paz 71.860 321.073 6,94
Cochabamba 21.886 80.795 5.38
Oruro 15.900 62.975 5.92
Sucre 20.900 40.128 1.84
Santa Cruz 18.300 42.476 2.64
Tarija 6.500 16.869 3.19
Potosí 20.900 45.758 2.37
Trinidad 4.294 10.759 3.01
Cobija -- 1.726 --
Total 180.540 622.558 4,90
Fuente; Elaboración propia en base a Censos de los años citados y Solares 1990.
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la fabricación de chicha y muko, y sobro todo, a su comercialización6
En este orden resulta interesante observar, que hacia 1900 el sistema urbano
boliviano presentaba rasgos de relativo equilibrio, con una ciudad-eje todavía en
vías de consolidar su primacía y las ciudades de Cochabamba, Sucre y Potosí
que prácticamente detentaban el mismo rango de población. A principios del siglo
XX, Sucre todavía concentraba gran parte del aparato estatal y en ese momento
era el principal centro administrativo, aunque ya en trance de ser transferido a La
Paz. En el caso de Potosí, todavía estaban presentes los efectos del último boom
de la plata (1880-1890) de la que se benefició colateralmente. En cuanto a
Cochabamba, comenzaba a dar muestras de recuperación después de la pérdida
de sus mercados de exportación en el Altiplano y el Pacífico como consecuencia
de la guerra con Chile. Merced a la dinámica de su mercado interno estos
contrastes tendían a relativizarse. A continuación, observemos cual era la
distribución de la población por ramas de actividad económica y ocupación, de
acuerdo a los censos de 1900 y 1950:
CUADRO No. 7
CIUDAD DE COCHABAMBA: POBLACIÓN POR RAMAS DE ACTIVIDAD ECONÓMICA Y
OCUPACIÓN (1900 – 1950)
ACTIVIDADES Censo de 1900 Censo de 1950
ECONÓMICAS Población % Población %
En suma, Cochabamba a inicios del siglo XX era una típica aldea rural, dominada
por formas económicas tradicionales, con un fuerte predominio de las actividades
terciarias, que dada la modesta dimensión del comercio en ese momento, sin
duda encontraba asidero en la comercialización de productos agrícolas en la Feria
de Cochabamba, así como en el creciente comercio de los derivados del maíz. En
1950, se consolida la ciudad como tal, diversificando su dinamismo económico.
Si bien siguen predominando las actividades terciarias, dentro de estas cobra
significado el crecimiento del aparato estatal. Además el sector secundario, se
podría decir que se "moderniza" al ganar terreno la pequeña y mediana empresa
industrial con relación al artesanado tradicional. En la misma forma, como
corresponde a una ciudad en expansión, crece el sector transportes y
comunicaciones, y en suma, cobra un mayor grado de nitidez y complejización la
división social y técnica del trabajo, constituyendo tal vez esto último, el rasgo
fundamental que contribuye a neutralizar en definitiva los resabios aldeanos que
hasta ese momento predominaron en la organización y el comportamiento de los
estratos sociales urbanos y en la propia producción de su dimensión espacial.
El Estado y la Región
8 Una pormenorizada y documentada historia sobre la minería del estaño se puede consultar en Mitre, 1993.
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Esta connotación es más notoria a partir de 1924, cuando la principal compañía
estañífera boliviana fija la residencia de su sede matriz en Delaware (EE.UU.), en
tanto que el sector minero, dominante sin rival en la economía nacional, asume
las características de un "enclave", es decir:
30
latifundio y la extensa vigencia de las relaciones serviles de producción. En
realidad esta afirmación sólo puede ser admitida parcialmente y corrigiendo su
énfasis cuantitativo, pues la pequeña propiedad rural es casi tan antigua como la
gran hacienda. En efecto su posible origen se remonta por lo menos al siglo XVII,
época en que se hacen evidentes los primeros signos de la irreversible
decadencia potosina que obligó a los encomenderos del valle a debilitar la
institución del yanaconaje y comenzar a dividir sus heredades para entregarlas en
arriendo a los exyanaconas, a fin de subsanar en parte la contracción económica
que trae consigo la pérdida del mercado minero de Potosí (Larson, 1978 Y 1982,
Jakson Y Gordillo, 1987). Estos exyanaconas transformados en arrenderos,
tempranamente se vieron obligados a incursionar en la economía de mercado
para hacer frente a las obligaciones monetarias del arriendo, el diezmo y otras
gabelas coloniales. Así surgió una vocación por dicha economía y se
establecieron las bases para la constitución de un pujante mercado interno
regional a partir del siglo XVIII.
Por tanto no resulta casual que aún mucho antes de la Reforma Agraria, en el
agro cochabambino convivieran lado a lado, haciendas y pequeñas unidades de
producción campesina bajo la modalidad de: pegujales, o sea terrenos de la
hacienda arrendado a los colonos, que a cambio, consumían su fuerza de trabajo
en forma no remunerada en favor de sus patrones, o las citadas piquerías, es
decir, pequeños terrenos resultantes de la fragmentación de los bordes de las
haciendas o parcelas de estas, vendidas a campesinos, colonos, mestizos, etc.
31
la renta de la tierra mediante la coerción extra-económica practicada por los
gamonales con relación a los colonos, lo que implicaba no sólo obligaciones
contractuales en la esfera productiva (siembra, cosecha, pastoreo), sino abarcaba
también la esfera de la circulación (venta de productos en los mercados,
transporte de dichos productos agrícolas a la ciudad, etc.). Además el colono no
era el único sujeto de estas coerciones y obligaciones, ellas se extendían al
conjunto de la familia campesina que prestaba servicios personales en la casa de
hacienda (Rodríguez y Solares, 1990).
Sin embargo ¿Cómo éstos indios y mestizos podían satisfacer las exigencias
monetarias de los ofertantes de tierras? Según el autor citado, a quien
volveremos a mencionar más de una vez, uno de los factores determinantes fue el
amplio proceso de mestizaje que experimentó la región desde el siglo XVII y que,
en cierta forma, nos atrevemos a sugerir, operó como una suerte de condición
general y promovió una atmósfera propicia para la constitución del mercado
interno y el sistema ferial regional. Respecto a la cuestión planteada se
argumentaba la siguiente hipótesis que dejamos a juicio del lector:
32
pequeños recintos de tierras que suelen cultivarlos sin abandonar el
servicio de las haciendas. Un mayor crecimiento de sus ahorros les
permite fabricar chicha, comerciar en las ferias, en la harinería y reventa de
alimentos, y así salen del Departamento llevando los productos del país,
así los cochabambinos que han emigrado a otros distritos en busca de
trabajo (encuentran) sus bebidas y alimentos en todas partes. Este
comercio despierta en la raza el espíritu de observación: conocen el
mecanismo de los negocios, hacen sus cálculos, prosperan. En este
desarrollo son las mujeres las que dirigen generalmente el hogar y los
negocios y tienen la caja y disponen del dinero [...] Así las tierras de este
Departamento se fraccionan ante este impulso y los tenedores de grandes
haciendas las retacean y sacan precios enormes. Más de la mitad de las
120.000 propiedades que existen en el Departamento están en sus manos
y este desplazamiento del propietario blanco por el mestizo continúa activo.
(Salamanca, obra citada: 169-170).
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las cifras censales no diferencian. En contraste, las haciendas apenas
aprovechaban el 2,6% de su enorme extensión territorial, configurando una
situación de franca subutilización del suelo agrícola. En todo caso, es posible
inferir que el 23,56% de las tierras cultivables en pequeñas y medianas
propiedades, al que se podría sumar el 11,86% de las tierras trabajadas por
arrenderos, medieros, etc., totalizando algo más del 35% de las tierras cultivables
en el Departamento, eran las que en gran proporción se destinaban a satisfacer la
demanda del mercado interno y pasaban a nutrir el sistema ferial, en tanto la
producción de las haciendas sólo en parte tenía este mismo destino, una vez que
mayoritariamente las cosechas restantes se dirigían a la exportación cuando esto
era posible.
En efecto:
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CUADRO No. 9
DEPARTAMENTO DE COCHABAMBA: DISTRIBUCIÓN DE UNIDADES AGRÍCOLAS
POR PROVINCIAS Y ZONAS GEOGRÁFICAS (1950)
Provincias Haciendas Pequeñas propiedades Comunidades
Zonas Nº Sup. en Has % Nº Sup. en Has % Nº Sup. en Has
Valles Cercado 23 1.981,78 0,07 862 1.825,50 0,51 1 22,00
Quillacollo 96 13.417,73 0,46 5.251 8.071,06 2,25 - -
Capinota 129 23.922,79 0,83 1.134 5.060,99 1,41 3 43,50
Esteban Arce 259 1.282.680,00 44,36 314 22.165,06 6,18 15 121,00
Arani 160 46.446,15 1,61 2.126 10.225,06 2,85 13 1.337,23
Jordan 67 3.315,28 0,11 3.590 4.954,40 1,38 - -
Punata 253 204.446,66 7,07 715 21.248,31 5,93 4 1.403,00
Totales 987 1.576.210,20 54,51 13.992 73.550,38 20,51 36 2.926,73
Altu- Ayopaya 293 30.685,90 1,06 3.214 14.004,17 3,91 - -
ras Tapacari 258 166.794,54 5,77 2.635 70.825,32 19,75 2 12.505,42
Arque 135 46.683,40 1,61 338 12.165,49 3,39 63 56.165,80
Totales 686 244.163,84 8,44 6.187 96.994,98 27,05 65 68.671,22
Cono Campero 191 796.562,25 27,56 162 112.322,60 31,32 - -
Sur Carrasco 223 207.495,56 7,18 1.146 59.753,29 16,66 1 11,00
Misque 70 7.652 0,26 4.251 9.498,71 2,65 - -
Totales 484 1.011.709,80 35,00 5.559 181.574,60 50,63 1 11,00
Tró- Chapare 200 59.323,00 2,05 53 6.472,31 1,81 30 11.321,50
pico
TOTAL GENERAL 2.357 2.891.406,80 100,00 25.791 358.592,27 100,00 132 82.930,45
Fuente: Elaborado en base a Solares y Gonzales (2010) y el Censo Agropecuario de 1950
36
En las provincias altas (Ayopaya, Tapacari, Arque) que suelen ser caracterizadas
como territorios indiscutibles del régimen de hacienda, el censo también depara
algunas sorpresas: si bien fueron registradas en las tres provincias 686 haciendas
(29 % del total), éstas en términos de la cantidad de hectáreas que detentaban,
no representan sino un modestísimo 8,44 % del total de la tierra hacendal
departamental. En contraposición, en Ayopaya se registraron más de 3.000
pequeñas propiedades y en Tapacarí algo más de 2.600, superando entre ambas
la gran concentración de piqueros de Quillacollo. En este caso, el baluarte
hacendal era Arque, aunque su aporte a la superficie total de las haciendas es
ínfimo. Sin embargo, lo más significativo de esta última provincia, era la nutrida
presencia de comunidades. Específicamente, Arque era la provincia que se
constituía en el último bastión de la propiedad comunal con 63 comunidades
censadas y algo más del 67 % del total de tierras comunales a nivel
departamental.
El Cono Sur también guarda algunas sorpresas: Campero era otra fortaleza de la
propiedad terrateniente con algo más del 27 % del total de tierras de hacienda
registradas en el censo a nivel departamental y una mínima incidencia de
pequeñas propiedades (162) a pesar de que la superficie de estas representaba
el 31,32 % del total censado, lo que hace sospechar que se trataba de estancias o
propiedades en zonas cálidas. La provincia Carrasco (Totora) también estaba
dominada por las haciendas, pero lo notable es que se percibe un crecimiento
significativo de la propiedad parcelaria con la presencia de 1.146 piqueros que
contrastan con las escasas centenas de comienzos del siglo XX. Misque repara
otra sorpresa, pues hacia 1950 estaba tan fragmentada como las provincias de
los valles. En efecto algo más de 4.000 piqueros habían logrado adquirir más del
54 % del total de las tierras provinciales, en tanto las haciendas no solo han
dejado de ser hegemónicas, sino que su superficie total apenas representa el 0,26
% del total departamental. Por último el Chapare muestra el predominio de las
haciendas y una modesta presencia de pequeñas propiedades.
37
y Carrasco en el Cono Sur. En las provincias restantes la gran hacienda no estaba
extinta, ni siquiera en el Cercado pese a la expansión de la ciudad. Sin embargo
existían grandes bolsones provinciales de piquería: Quillacollo, Jordan, Arani en
los valles; Ayopaya y Tapacari en las tierras altas; Misque en el Cono Sur.
Las insoportables presiones tributarias del régimen colonial para mantener los
niveles de recaudación en favor de la Corona mermados por la crisis potosina,
desembocaron en las grandes rebeliones indigenales de 1780 que abarcaron gran
parte del Virreinato de Lima. Finalmente, la administración colonial y los ayllus,
resolvieron reconocer el tributo como un impuesto que se aplicaba a la
comunidad, pero a cambio de que la Corona española reconociera la propiedad
12 Un análisis de este proceso en el caso del valle bajo de Cochabamba se puede encontrar en Gordillo
(1987).
13 Los indios sin tierra eran aquéllos que al abandonar sus ayllus de origen perdían sus asignaciones de
tierras. Al encontrar refugio en otras comunidades, eran considerados forasteros, por tanto sin derecho a
participar como miembros activos de la comunidad receptora.
40
comunal (Soux, 2008).
El diezmo20 fue una de las numerosas estrategias usurarias a las que apelaron los
hacendados para dar liquidez a sus actividades. Otras alternativas se regían por
la regla del “mínimo esfuerzo y la máxima ganancia” que se traducía en la práctica
de realizar las menores inversiones posibles, maximizar la aversión a los riesgos y
explotar a colonos y arrenderos, incluso hasta más allá de lo humanamente
posible. Cada hacienda, en los valles y serranías, se dividía en dos grandes
fracciones: el demesne o sea la porción de tierra irrigada, por tanto la más fértil,
que el hacendado reservaba para sí y cuya explotación queda a cargo de los
colonos; y las tierras sin riego, tanto en los bordes como en el interior de las
haciendas y que, convenientemente fraccionadas, se destinan a la venta cuando
era necesario, pero generalmente al arriendo.
44
pese a los pesados gravámenes municipales y estatales que costean el desarrollo
urbano de la ciudad y las grandes obras públicas, no deja de arrojar jugosas
utilidades a sus principales operadoras, las chicheras (Solares y Rodríguez,
2011).
23 Una problemática sobre la que vale llamar la atención, es que la gran mayoría de los estudios históricos
desarrollados sobre el agro cochabambino, dirigen su mirada al escenario de los valles centrales y sugieren
que el drama histórico que en ellos se desarrolla, se puede aplicar a la totalidad de las regiones que
conforman la realidad departamental, de esta manera, quedan opacadas y relegas situaciones más específicas
que pueden ser la excepción a esta regla. Este es el caso de las haciendas de la Provincia Carrasco (Totora),
una región, que a diferencia de los valles y las tierras de altura, presenta múltiples pisos ecológicos (valles
templados y cálidos, serranías y yungas) que fueron muy bien aprovechados por los latifundistas. Ésos fueron
capaces de visualizar que la economía de la coca y no la de los cereales, se constituía en el eje de su poder y
de su propia existencia como élite. Luego, fueron totalmente racionales en comprender que su hegemonía
sobre el circuito económico de la hoja sagrada, era el fundamento del ejercicio de su dominio absoluto sobre
la región, al punto que no solo logran prosperidad económica, sino consolidan sobre esta sólida base, una
estructura de distinción, opulencia, honorabilidad, respeto y obediencia, jamás alcanzados por sus pares
vallunos. Las grandes haciendas, alguna sobrepasando las 50.000 Has y otras mayores a las 20.000, se
despliegan sobre diversos pisos ecológicos que abarcan los yungas de Totora y Pocona (Arepucho, Icuna,
Chuqioma o Machuyunga), de tal suerte que permiten la explotación de cocales y resuelven el gran desafío
de transportar las cargas de coca hasta Totora y de allí a los mercados de consumo del Sur de Bolivia y el
Norte argentino. Con el excedente que genera este comercio, Totora se convierte en una ciudad señorial que
pese a su pequeñez, no envidia el lujo y la prestancia de las urbes europeas (Gonzales, 2012).
45
La defensa del último baluarte
46
piadoso, a un mundo que se desplomaba lentamente víctima de su propia
inviabilidad. Por ello mismo, la ira de las masas de Abril se dirigirá, sobre todo, a
propiciar la destrucción sañuda de este universo ideológico de figuración y
opresión social.
Sin embargo, lo planteado requiere profundizar más en las cargas ideológicas que
portaban las elites, y en general, la sociedad que las consideraba tales, no tanto
por sus destrezas económicas como por los valores intangibles que operaban
transversalmente y con mucha eficacia, sobre el conjunto de la formación social
valluna.
El poder gamonal, más que un aparato monolítico de ejercicio del mando sobre la
totalidad del territorio departamental e incluso nacional, se rigió por multitud de
poderes locales (cantonales, municipales, provinciales), donde en cada escenario,
un puñado de familias, en algunos casos incluso desde fines de la Colonia,
lograron ocupar distintos ámbitos sociales y profesionales, operando como un
grupo de influencia y poder que: “se fue perpetuando a través de estrategias
complejas de orden matrimonial, económicas y políticas, hasta constituir lo que
24 Esta suposición puede ser válida para un mayoritario porcentaje de haciendas, sin embargo no se puede
descartar la posibilidad de que un hacendado poseyera dos o más latifundios, como sucedía en la Provincia
Carrasco (Solares y Gonzales, 2010), sin embargo esta situación no alcanzaba niveles de incidencia
significativos.
25 Los datos del censo Demográfico de 1950, definen la existencia de 27.634 familias a nivel departamental,
sin embargo, no se específica su procedencia rural o urbana, por una parte, y por otra, las familias
urbanas en general, aunque no en todos los casos, eran familias patriarcales compuestas por la pareja, los
hijos, pero además, los abuelos, los tíos solteros, los allegados, etc., cuestión que el citado censo no dilucida.
Por esta razón, la composición real de la familia censal adoptada no queda adecuadamente definida. Luego,
el cálculo que realizamos solo tiene valor estimativo, pero ello no cambia, puntos porcentuales más o menos,
la realidad de que el universo poblacional del sector latifundista era marcadamente minoritario con respecto a
la población total.
47
convenimos en denominar una élite tradicional” (Gonzales: 85). Es decir, una
suerte de cofradía cerrada, donde no siempre el mérito por los éxitos económicos
y el despliegue de fortunas logradas en el comercio, la minería u otros escenarios,
la popularidad política, el acceso a la cima del poder estatal o el reconocimiento
de las capacidades intelectuales, se convierten en una carta de presentación
suficiente para pertenecer a tan hermética institución. Para ello es necesario ser
parte del cerrado círculo interno del grupo de familias distinguidas que se
reconocen entre sí, más por su apellido y su árbol genealógico, que por su fortuna
material. Encuentran su identidad en los valores de prosapia y el ejercicio
arbitrario de marcar distancias y diferencias para auto excluirse del común de los
mortales. Como afirmaría Pierre Borudieu (2006 y 2011), el capital simbólico, es
decir, el prestigio que se adquiere desde la cuna por llevar un apellido reconocido,
el habitus distinguido de las gentes que se consideran decentes, el círculo
exclusivo de relaciones entre pares que se reconocen y son reconocidos como
respetables y el convencimiento de que grupal e individualmente son portadores
de valores civilizatorios, vendría a ser el cimiento sobre el que reposaba la
mencionada élite tradicional.
Las haciendas, como se puede inferir, por sus relaciones sociales internas, antes
que ser empresas productivas capitalistas, eran unidades de explotación
semifeudales y tal como lo afirma Morner (1979:36): “los mercados eran
demasiado pequeños para que los terratenientes obtuviesen verdaderos
rendimientos”, su función -anota el autor citado- era sobre todo, servir como
unidades de producción para proveer comida europea, ante todo trigo y carne
vacuna para la población blanca y maíz para los trabajadores indígenas, cultivo,
28 Sin embargo no se puede pasar por alto el esfuerzo de los intelectuales orgánicos del gamonalismo para
sugerir que la inferioridad del indio respecto a la elite blancoide, no solo era cultural, sino biológica,
amparándose, para tamaño disparate, en las teorías en boga, a fines del siglo XIX, sobre el “darwinismo
social”. Al respecto se puede consultar el sustancioso artículo de Demelas, 1981.
29 Sobre esta cuestión, se pueden consultar los trabajos de Lagos (1997), Rodriguez (2014), Schramm
(2012), Sánchez (sf), Solares y Gonzales (2010) entre otros. Son especialmente explícitos y hasta
desgarradores los testimonios recogidos por Marianne de Jong (1988) para el caso de la provincia Carrasco
(Totora) y otras regiones.
50
este último, que era dominante en las pequeñas parcelas de arriendo, todo esto,
configurando una oferta a escala de la demanda de ciudades, pueblos y centros
de explotación minera con poblaciones que representaban mercados de consumo
de dimensiones discretas, por decir lo menos. Por tanto el apasionado apego a la
tierra por parte de los latifundistas, no se puede explicar desde un punto de vista
estrictamente económico. Entonces, analicemos cuales otros, podían ser los
factores que incidían en este cerrado afán de monopolizar la tierra para sí.
Veamos lo que sugiere al respecto Gustavo Rodríguez (2014:356):
“La hacienda iba mucho más allí de un control del proceso inmediato de
producción, sino que se erigía en un complejo entramado de poder
cultural, simbólico y político. El latifundista controlaba, regulaba y
sancionaba frecuentemente con violencia real o simbólica, las
manifestaciones disonantes, religiosas y políticas de los colonos y las
reducía a un mundo subterráneo que solo `podía expresarse en momentos
de rebelión o de fiesta. Regulaba los contactos entre colonos fuesen
hombre o mujeres, de distintas haciendas y no fomentaba la apertura de
escuelas para hijos e hijas de sus subordinados”
Queda claro, que los hacendados eran esencialmente operadores del poder
político y el control social en sus localidades, cantones, municipios, provincias y a
nivel departamental, que copaban los cargos públicos de jerarquía e imponían la
visión de orden y obediencia que correspondía al mantenimiento de sus privilegios
e intereses elitarios. La defensa cerrada de lo que conceptualizaban como
decencia, moral, religión, familia y respeto, eran cuestiones irrenunciables e
innegociables con quienes no pertenecían a su círculo social exclusivo. Las
infracciones se castigaban con la excomunión y frecuentemente la cárcel o algo
51
peor30.
“El latifundio señorial (esto es, el que recogió las tradiciones de dominio
sobre la tierra y la ideología de ‘encomienda’ sobre la población indígena)
se constituye como una constelación de poder articulado al monopolio
selectivo sobre la tierra agrícola y al dominio paternalista sobre la mano
de obra adscrita servilmente a esa tierra. Progresivamente el monopolio
sobre la tierra fue ampliándose y transformándose en control hegemónico
sobre los servicios institucionales, sobre los recursos técnicos y
financieros y, finalmente, sobre los sueltos mecanismos de la
representatividad. Dentro de este esquema, el latifundio señorial era
mucho más que una forma de concentración de la propiedad sobre la
tierra y de recaudación de renta fundiaria, obtenida por medio de
colonos, aparceros, arrendatarios, minifundistas y peones: era una
constelación social de poder y, desde luego, un sistema de vida capaz de
seguir sus propias normas de crecimiento. Esa economía se caracterizó
por estar cerrada abajo al nivel de la población campesina sujeta al
dominio señorial y abierta arriba, en cuanto la empresa patronal se
reservó el monopolio de la comercialización de productos agrícolas con el
sistema superior de mercado (ciudades metropolitanas grandes o
pequeñas) (García, 1972: 187)31.
Es sabido que el orden colonial, que formalmente fue derrocado por la victoria de
las armas de los ejércitos libertadores y dio paso a la fundación de repúblicas
independientes, entre ellas la República de Bolivia, a lo largo y ancho del
continente sudamericano de habla hispana desde las primeras décadas del siglo
XIX, dio paso a un nuevo orden formal en términos político-institucionales, pero no
necesariamente en cuanto hace a la base económica del viejo régimen, y menos
aún, en cuanto a las razones ideológicas que sustentaron la superestructura de la
división de castas y razas, que en realidad eran los verdaderos pilares del
régimen hispano, que formalmente fue removido por las ideas libertarias, pero en
realidad las nuevas elites emergentes se las ingeniaron para que no perdieran
vigencia y eficacia. En suma la figura republicana era una suerte de oropel que
escondía la vigencia y la buena salud de la realidad colonial, esta vez ejercida por
los formalmente patriotas criollos.
54
los herederos criollos de los antiguos encomenderos, en los albores de la
República, consideraban que su tenencia era un instrumento de poder nada
desdeñable.
55
privilegios heredados desde el tiempo colonial y la certidumbre absoluta de que
los mismos les correspondían por derecho cuasi divino, se convirtieron en
patrimonio de los sectores apegados a las tradiciones y los valores articulados al
apellido y el abolengo.
56
CAPITULO II
EL DERRUMBE DEL VIEJO ORDEN.
Como es sabido, el poder de los barones del estaño sobre la vida económica del
país era incuestionable, las tres grandes empresas mineras controlaban el 80%
de las exportaciones nacionales, y en la década de los años 30, dichas empresas
llegaron a producir hasta un 25% del estaño mundial. "La rosca" como denominó
el pueblo a este consorcio hegemónico, no sólo dominaba el comercio
internacional, sino que había establecido una alianza tácita con los grandes
terratenientes del Altiplano y los Valles para garantizar la "paz interna" que
requería la explotación minera, así como había colocado en puestos claves del
aparato estatal a un conglomerado de abogados y políticos que con frecuencia
oficiaban de ministros, pero que en realidad se desempeñaban como empleados
de Patiño, Hoshschild o Aramayo. El resultado de todo esto, era el predominio de
una situación de estancamiento y atraso que envolvía el conjunto del país, con
excepción de la urbe paceña articulada a los enclaves mineros 32. En este orden de
cosas el PIB nacional alcanzaba escasamente a 118,6 dólares per cápita, es decir
colocaba a Bolivia entre los países más pobres de América Latina. Por otra parte
más del 72% de la PEA se dedicaba a labores agrícolas, sin embargo la gran
masa campesina en 1950 ocupaba menos del 2% de las tierras agrícolas en
32 Sin embargo el “progreso” de La Paz tenía un sentido altamente elitario y solo favorecía a un puñado de
grandes comerciantes, castas militares y personajes encaramados en el poder, en tanto miles de familias
obreras y de clase media estaban en la miseria.
57
condición de propietaria, sin embargo, era capaz de generar una riqueza
equivalente al 33% del PIB nacional. La industria apenas ocupaba el 4% de la
citada población económicamente activa y, sólo aportaba en conjunto al 9% del
PIB. La minería empleaba el 3,2% de la PEA y producía el 25% del PIB. De los
tres millones de habitantes que registró el Censo Demográfico de 1950, sólo el
22% vivía en núcleos urbanos mayores a 2.000 habitantes. Bolivia tenía menos
escuelas que el Paraguay y el analfabetismo alcanzaba al 70% de la población.
58
La oligarquía y la cuestión del indio.-
Como toda sociedad oligárquica nutrida largamente con los valores coloniales,
como ya vimos en el capítulo anterior, la de Cochabamba era profundamente
racista. "El problema del indio", era el tema que arrojaba sombras, evocaba
fantasmas y convocaba oscuras amenazas que intranquilizaban continuamente a
las élites locales.
“El indio es una esfinge de dos caras [...] la primera le sirve para vivir entre
los suyos, la segunda para tratar con extraños [...]. Bajo el primer aspecto
es franco con el trato [...], bajo el segundo, hipócrita, taimado, receloso,
falso” (citado por Salamanca, 1931).
59
permanecía en los márgenes de la economía de mercado, desinteresado
e incapaz de cualquier iniciativa mercantil o productiva. Obviamente, la
concepción del indio como una inmisericorde criatura que vivía más allá
de las fronteras de la civilización (y del mercado) reflejaba, y al mismo
tiempo, legitimaba tanto el asalto estatal como las fuerzas económicas
desencadenadas en esta época en contra de los ayllus. (Obra citada: 30)
A partir de acá, todo deberá resolverse teniendo en cuenta a los indios que
se vuelven por vez primera y para siempre en hombres interiores al marco
humano del Estado, hecho que implica una vasta democratización de la
sociedad boliviana (Zabaleta, 1977: 107).
61
En el siglo XIX y XX fueron frecuentes las rebeliones en las alturas de Arque,
Tapacarí y Ayopaya, sin embargo no existen estudios sobre este particular y
apenas noticias sueltas y dispersas en la prensa de la época, no obstante, los
valles estuvieron relativamente exentos de estos episodios e incluso la gran
sublevación del Willka Zárate en 1899-1900 no tuvo repercusiones concretas.
Estas connotaciones se vinculan sin duda con el debilitamiento del sistema
hacendal en los valles y el consiguiente fortalecimiento de un campesinado que
en grado significativo se había liberado de las formas compulsorias de
explotación, lo que no ocurría necesariamente con las "provincias altas" limítrofes
con los departamentos de Oruro, Potosí y La Paz. Disposiciones como la "Ley de
Exvinculación" de 1874 y otras, sobre todo, los excesos cometidos por Melgarejo,
que dieron lugar a grandes revueltas en el Altiplano; en los valles fortalecieron el
mercado de tierras. De esta manera, se favoreció no sólo el fraccionamiento de
las haciendas, sino el aporte a este proceso, de las tierras de las comunidades
indígenas35, tal como ya se observó en el capítulo anterior (Rodríguez y Solares,
1990).
En el siglo XIX y la primera mitad del XX, la Hacienda de Cliza de propiedad del
Monasterio de Santa Clara fue el principal latifundio y la principal fuente de
conflictos locales. En 1881 poseía una superficie aproximada de 2.550 Ha. (860
fanegadas), sin embargo, debido a reiterados parcelamientos y subdivisiones de
35 Entre 1878 y 1900, los indígenas comunarios (en Cochabamba) vendieron 2.718 Has que representaban
78 % del total del de sus tierras -3.644,23 has -.(Rodríguez y Solares, obra citada)
62
fracciones menores, en 1915 la extensión de la Hacienda se redujo a 1.000 Ha.,
que nuevos fraccionamientos la redujeron a 400 Ha. en 1926. (Pardo, 1988). En
el último año citado (1926), el cantón Cliza que incluía la hacienda, registraba en
su catastro 1.112 propiedades, de las cuales casi un 48% eran menores a una
hectárea. Pero además siete latifundistas, cuyo origen reposaba en la adquisición
de tierras al Monasterio, compartían con la Hacienda Santa Clara un 37% de las
tierras del cantón. En años posteriores la fragmentación continuó, y este proceso
fue el que generó conflictos y varias revueltas campesinas. Por ejemplo, la
necesidad de construir el templo de Santa Clara en Cochabamba (1912), estimuló
la división de la hacienda en dos grandes fracciones, una de las cuales, a su vez
fue subdividida en 17 parcelas, 3 de las cuales fueron subastadas públicamente
para la finalidad señalada, lo que originó problemas legales que no es el caso
detallar. Sin embargo estos enredos jurídicos permitieron a los colonos instaurar
juicios contra las monjas, "demandando se les declare dueños legítimos de las
parcelas que ocupaban" por haber transformado en productivos terrenos baldíos y
yermos (Pardo, obra cit.).
Fueron episodios como este, los que dieron paso a una nueva forma de lucha por
la tierra, esta vez ya no se trataba de la defensa de tierras de la comunidad, sino
de la aspiración a la propiedad individual. Lo que sigue, como veremos más
adelante, desembocó en la fundación, en 1936, del primer sindicato agrario en
Cochabamba el Sindicato de Ana Rancho que se planteó como objetivo: el
arrendamiento de tierras y luego su compra por los colonos, provocando la alarma
entre los hacendados. Luego de muchos conflictos, incluso el confinamiento de
los dirigentes del sindicato, finalmente entre 1941 y 1942 más de doscientos
colonos compraron 217 Ha. (Dandler, 1984, citado por Rodríguez y Solares,
1990), Rodríguez, 2011, Schelchkov, 2018.
64
mejoraran las condiciones de trabajo incluyendo la abolición de los servicios
gratuitos en las haciendas (Dandler y Torrico, 1986).
66
que a los propios campesinos. A nivel local, prácticamente el sindicato se
constituyó en el eje del poder con capacidad de auto-gobierno. Fue en este nivel
que el sindicato y su liderazgo manifestaron una mayor tendencia a organizarse
democráticamente (elecciones, rotación de líderes, representatividad de las
bases) y a estimular prácticas comunales. En fin, contemporáneamente, todavía
los sindicatos agrarios en los valles de Cochabamba mantienen su vigencia como
la forma principal de organización política, cultural, económica y social del
campesinado (Calderón y Dandler, 1986: 45-46).
La guerra del Chaco operó como un ariete que demolió el "muro de contención en
que la oligarquía parapetaba su legitimidad" (Rivera, 1985:159). En efecto, el
cuestionamiento a la autoridad de los letrados, que no hicieron otra cosa que
"emboscarse"41 durante el conflicto chaqueño, dio paso a un enorme alud de
voces y posturas contestatarias que carcomieron el aparato de poder del “anciane
regime” interna y externamente. En virtud de ello, surgió una generación de
oficiales salidos de las trincheras y poseídos por la "misión sagrada" de reivindicar
el país resolviendo sus enormes problemas sociales y económicos y, destruyendo
los viejos andamiajes políticos que habían empujado a Bolivia al borde de la
catástrofe. Por ello proliferaron asociaciones de excombatientes y logias militares,
que se convirtieron en la primera expresión organizativa de la recomposición
social y política de la posguerra (Rivera, obra citada). Bajo este impulso llegaron
al poder militares progresistas como David Toro que nacionalizó el petróleo,
expulsó a la Standard Oil y creó el primer Ministerio de Trabajo y Germán Busch,
quien dispuso que el 45% de las divisas de la gran minería favorecieran al Estado,
enfrentando aun a costa de su vida el embate oligárquico.
Este levantamiento conducido por ex soldados del Chaco 43, fue brutalmente
aplastado por fuerzas represivas de Cochabamba. Tal hecho, motivó un cambio
en las tácticas de lucha: "comprendieron que debían unirse y que debían tomar
contacto con otras personas no campesinas pero simpatizantes con la justicia de
la causa”, de esta forma surge la primera organización campesina, amparada por
la acción de partidos políticos como el PIR y el MNR. El 3 de abril del año 1936 se
constituye, en el más absoluto secreto, lo que se llamó en ese momento el
“Sindicato Agrario de Huasacalle” y poco después de Ana Rancho,
constituyéndose en el primer sindicato indígena a nivel nacional. Años más tarde,
cuando salio a la luz y se fortaleció, tomó el nombre de Sindicato de Colonos de
Cliza y tuvo su sede en lo que ahora es la localidad de Ucureña. (Iriarte, obra
cit.17)44.
En fin, el agro cochabambino con anterioridad a 1952, fue más que un ámbito de
bucólica paz rural, un campo de lucha, a veces sorda, pero con frecuencia abierta
46 El lugar donde se erige la escuela, donado por las monjas, pasará a denominarse Ucureña. Junto a la
escuela, los colonos fueron construyendo sus casas, dando lugar al pueblo que hoy lleva ese nombre, que
además, posteriormente fue adoptado por el sindicato.
47 Al respecto, recogemos el testimonio del dirigente campesino Salvador Vásquez: “Antes de la Revolución
había el sacrificio de aquéllos maestros indigenistas. Aquélla vez, los maestros indigenistas, en la escuela
indigenista de Ucureña, eran de un partido, del PIR, en el que estaba el Sr. Ricardo Anaya, Nivardo Paz.
Toda esa gente nos ha ayudado, nos ha enseñado que quería decir la Revolución, para que servía la
Revolución”(Gordillo, compilador, 1998: 70).
70
y sangrienta, que permitió trazar el camino y fijar el rumbo que conduciría a la
"Revolución Agraria" de 1952-53 y a la posterior Reforma Agraria.
48 Los Tiempos hizo el siguiente relato: “El día 9 de abril gran cantidad de gente se reunión en la plaza 14
de Septiembre, donde se organizó un desfile encabezado por mujeres y jóvenes del MNR que llevaban una
bandera nacional. la gente se congregó en torno al kiosco desde donde hablaron el Dr. Germán Vera Tapia,
el obrero José R. Crespo, la Srta. Rosa Morales Guillén, un universitario recién llegado de La Paz y el
popular lustrabotas ‘Zig Zag’ (...) Finalizó la manifestación sin incidentes y luego los miembros del
Comando Departamental del MNR ingresaron al salón del Interventor Municipal (...) La guarnición local y
la Prefectura se mantuvieron leales a la Junta Militar (...) El cuerpo de carabineros se declaró neutral, y
esta institución y la plaza de armas fueron cercadas por el Ejército. se emplazaron ametralladoras en los
edificios altos como el Hotel Bolívar, Radio Cochabamba, el Cine Víctor, torres de la Iglesia Matriz de la
Compañía de Jesús, Santo Domingo e incluso el techo de la Prefectura. Todas las armas apuntaban al
cuartel de carabineros (...) En la tarde, la situación era todavía incierta. A esta altura se registró la única
baja de la revolución, cuando un grupo del MNR descendía por la calle Santivañez, Max Espinoza Nuñez,
militante del MNR, sastre modelista trató de arrebatar el fusil de uno de los soldados apostados en la
esquina Santivañes y Ayacucho, tras breve lucha, consiguió Espinoza su objetivo, pero otro soldado disparó
su arma contra él, hiriéndolo mortalmente (Nº 2.450, 15/04/1952).
49 Decreto Supremo del 15/05/1945 que establecía, entre otras disposiciones, la remuneración del trabajo
campesino y la abolición de las relaciones servidumbrales.
71
“Exigimos una ley que reglamente el trabajo del campesino de acuerdo a
las peculiaridades de cada región, sin modificar la costumbre impuestas
por el medio geográfico pero garantizando la salud y las necesidades del
trabajador boliviano (…) Exigimos el estudio, sobe bases científicas del
problema agrario indígena con vista a incorporar a la vida nacional a los
millones de campesinos marginados de ella, y a lograr una organización
adecuada de la economía agrícola para obtener el máximo rendimiento
(…) Exigimos la organización y el fomento de la educación indígena sobre
bases económicas y pedagógicas que respondan a nuestras posibilidades
y a nuestra realidad” (Bases y Principios del MNR, 1942, paginas 44 y
siguientes).
Sin embargo, dentro del propio MNR no existía unanimidad respecto al problema
agrario. Un sector más conservador, se inclinaba por racionalizar las relaciones de
trabajo en el agro en función de lo expresado líneas arriba: pago justo al trabajo
de los colonos en las haciendas y educación del campesino para incorporarlo
plenamente al goce de la ciudadanía. Sin embargo, un sector más radical
apoyaba la idea pura y simple de abolir los latifundios y distribuir las tierras
divididas en parcelas entre los colonos. En todo caso, los líderes de la Revolución
Nacional de 1952, no plantearon explícitamente, con anterioridad al evento
revolucionario, la cuestión de una Reforma Agraria. Al respecto anota Gabriel
Ponce: “Lo manifiesto de la propuesta emenerrista sobre la cuestión de la tierra
en el periodo pre-revolucionario, es que finca su solución en la superación del
atraso en las formas de explotación en el agro y no así en el problema nodal de la
propiedad” (1986: 352).
72
justificaba plenamente50. La segunda postura consideraba que la propia evolución
histórica de la región “ha logrado abrir una brecha de solución a la contradicción
indio/blanco”, haciendo reposar su esperanza en la mayor apertura del “mestizo”,
una vez que su destreza mercantil, posibilita “una salida a la propiedad parcelaria,
a través de la compra de tierras a sus legítimos propietarios”. Sin embargo, esta
opción se debilitó en favor de la primera postura, cuando los mestizos se
convirtieron en dirigentes campesinos y comandaron el asalto a las haciendas, en
1953. Una tercera postura, de índole más pragmática, sin abandonar el sesgo
racista, consideraba que los problemas en la división y distribución de las tierras
se vinculaban con la ineficiencia estatal que permitió agudas contradicciones en la
forma de distribución del territorio, pero ello no debía ser necesariamente algo
conflictivo, pues podría tener una solución, distribuyendo las abundantes tierras
estatales a todos los que se consideraren afectados por las anomalías citadas.
Esta última, era la postura de la Federación Rural de Cochabamba (obra citada:
154 y siguientes).
50 Según Gordillo, “Este sector de la élite hacendal aconsejaba ‘saturar’ los campos con familias
agricultoras europeas, las cuales introducirán sus técnicas modernas y sus costumbres, contribuyendo a
civilizar por contagio a nuestros indios” (2000: 152-153).
51 La Federación Rural de Cochabamba aceptaba la liquidación del latifundio improductivo pero “previa
calificación y estudio científico de lo que sería considerado como tal,” considerándose también partidarios de
la extinción del minifundio (Gordillo, obra citada: 156).
73
Como puede percibir el lector, los cambios que deseaba introducir el MNR en
materia agraria, para superar el enorme atraso del país, eran en realidad de corte
reformista, pero la dimensión de este atraso era tan profunda y compleja, que la
reforma más tímida y superficial, sacudía como un terremoto la anquilosada
estructura gamonal y la convertía en verdadero acto revolucionario, cuando en
realidad, no existía el menor ánimo de destruir a los latifundistas como clase
social expropiando sus propiedades, sino apenas convencerlos de la necesidad
de modernizar las relaciones capital-trabajo en el interior de la haciendas,
permitiendo que los colonos dejaran de ser tales, y pudieran integrarse a la vida
nacional a través de su elevación cultural mediante la educación intensiva. En
suma, el MNR planteaba la modernización del agro, no un cambio estructural en
las relaciones de producción. Al respecto, Huascar Salazar hace el siguiente y
significativo aporte:
Sin embargo los intentos de esta Federación de tinte "oficialista" para representar
genuinamente a los campesinos del departamento encontró insalvables escollos
en el Valle Alto, donde la tradición de lucha iniciada en 1936, había arrojado como
saldo unas bases combativas y no susceptibles de someterse a maniobras
políticas. De esta forma, el campesinado de Cochabamba se divide
tempranamente, a partir de diciembre de 1952, en el marco del Primer Congreso
Departamental de Campesinos -con la presencia de más de 100 sindicatos-
donde afloraron pugnas políticas, ideológicas y otros motivos como ambiciones
personales, que produjeron la expulsión de Rivas de la F.S.T.C. en enero de 1953
y el ascenso al poder sindical de un nuevo grupo más radical (controlado por el
POR) que logró ser posesionado por el Ministro Juan Lechín. Este episodio
produjo gran alarma entre los sectores oficialistas más conservadores e impulsó
la retoma de la F.S.T.C. a fines del citado mes por los oponentes inicialmente
desplazados. De esta forma surgen dos fuerzas sindicales en los Valles de
Cochabamba: la Federación "amarilla" de Sipe Sipe dirigida por S. Rivas, y otra
aglutinada en torno al Sindicato de Ucureña, más radical (tipificada por el MNR
como "comunista") dirigida por José Rojas (Iriarte, 1980: 41 y Los Tiempos Nº
2689, 5/02/1953)54.
de los latifundistas a través de la venta fraccionada de sus tierras, sobre todo para impedir el remate
inminente de muchos fundos hipotecados, realizar nuevos emprendimientos comerciales, adquirir bienes
inmuebles en Cochabamba o simplemente no perder prestancia en su elevado nivel de vida.
54 Según Hugo Guzmán Vargas (2015), Rojas era un simpatizante del POR, que junto con el universitario de
la Facultad de Derecho de la UMSS, Encarnación Colque, difundía las ideas de este partido a cerca de un
gobierno de obreros y campesinos y la colectivización de la tierra.
76
El surgimiento de la F.S.T.C. fue parte de una amplia movilización que se inició
desde las primeras semanas de abril:
Sin embargo no era sólo el MNR el que se preocupaba por controlar el enorme
potencial de movilización de los campesinos. Otros partidos como el POR, el PIR,
el PCB, e incluso los líderes de izquierda del MNR (Lechín y Ñuflo Chavez Ortiz
entre otros), aprovechando las limitaciones de la postura moderada y conciliadora
de las autoridades departamentales, se disputaban este mismo favor:
La Revolución Agraria
Un editorial de Los Tiempos (Nº 2505, 21/06/52) no sin razón reconocía que "los
indios que por cuatro siglos vivieron bajo la férula del patrón han erguido la cerviz
y tienen en jaque a sus patrones". Era evidente que tales ímpetus iban más allá
de lo planeado por el propio MNR, que inicialmente más que definir una
intencionalidad clara con respecto a la Reforma Agraria (Ponce, 1986) procuró
con premura una base social para consolidar en los valles la Revolución de 1952.
Por ello el pánico que cundía entre los hacendados a mediados de 1952, también
alcanzaba a las esferas de mando del partido gobernante, quienes leían con
absoluta preocupación párrafos como el siguiente:
Los indios anuncian ahora que ellos por cuenta propia realizarán la
Reforma Agraria. Esta es una advertencia alarmante en grado superlativo.
Las fuerzas que mueven al indio después de tantos siglos de opresión son
fuerzas de revancha que no están canalizadas hacia una evolución
orgánica, sino a la anarquía sangrienta, que puede traducirse en los más
luctuosos acontecimientos. (Los Tiempos, Nº cit.)
Lejos de realizar una evaluación de los hechos, de reconocer que gran parte de lo
que ocurría, no era otra cosa que la cosecha de las innumerables semillas de
injusticia que por doquier sembró el sistema hacendal, se recurrió, aun en esta
extrema circunstancia, a negar la posibilidad de que el indio sometido a siglos de
vasallaje fuera capaz por si solo de adquirir conciencia de su sometimiento. Las
autoridades políticas departamentales y la propia oposición -los grandes
hacendados y su entorno social- convinieron unánimemente en explicar la
movilización rural como obra de agitadores que envenenaban con esmero el alma
simple del bueno y sumiso colono. La Federación Rural de Cochabamba en una
78
extensa carta pública dirigida al Prefecto del Departamento, en julio de 1952,
expresaba a cabalidad esta idea:
79
El campesinado en ese momento poseía armamento, una infraestructura militar
-milicias y regimientos-, pero sobre todo no tenía al frente a su enemigo más
poderoso, "el antiguo ejército" derrotado en la Revolución de Abril y que poseía
una larga experiencia represora de alzamientos indígenas, por lo que estaba
capacitado para emprender acciones aún más radicales que su falta de cohesión
le impidió56. De acuerdo a Gerrit Huizer (1974):
En fin, una relación, que resulta extensa, pero que sin embargo, es sintética y
parcial de la forma como la vieja sed de tierra y justicia es saciada de alguna
manera por las masas campesinas movilizadas, esta presente en los siguientes
hechos:
CUADRO No. 10
DEPARTAMENTO DE COCHABAMBA:
RELACIÓN PARCIAL DE HECHOS Y CONFLICTOS GENERADOS POR LAS
MOVILIZACIONES CAMPESINAS DE MAYO DE 1952 A AGOSTO DE 1953
Relación de hechos Haciendas, localidades, provincias Fuentes
Brotes y agitación en haciendas Haciendas de Collpa rancho y Pucara Huani, Los Tiempo, 15/06/52
Arani
Incendio y destrucción de trojes y casas Hacienda Jatum Pampa, Ayopaya Los Tiempos, 15/06/52
de hacienda
Agitación campesina Provincias Ayopaya y Arani, localidades de Los Tiempos, 17/06/52
Cliza, Tarata y Tamborada (Cercado).
Prosigue agitación campesina Cantón Ramada, Tapacarí Los Tiempos , 18/06/52
Cabildos campesinos exigen jornal para Alturas de Tirani y Altamachi, Cercado y Los Tiempos, 26/06/52.
recoger cosechas Quillacollo.
Agitación campesina Haciendas de la región de Pucara Los Tiempos, 30/06/52
Arrenderos solicitan bajar precios de Finca de Vacas, propiedad municipal Los Tiempos, 29/07/52
arriendos
Denuncias de agitación y sabotaje a la Hacienda Liquinas, Cliza Los Tiempos, 1º/08/5
producción
Paralizakción de las labores agrícolas Hacienda Arruman, Mizque Los Tiempos, 15/08/52
Gran concentración campesina para Cochabamba Los Tiempos, 14/09/52
recibir a Víctor Paz E.
Manifestación armada de 4.000 Asalto de las haciendas El Rosario, la Los Tiempos, 07/11/52.
campesinos. Asalto de haciendas, Candelaria, Cusicancha, Pucara y otros.
ocupación y destrucción de casas en Ocupación de Colomi, Chapare.
Colomi
6.000 indígenas del Sindicato Agrario de Cliza El País , 17/11/52
Cliza amenazan atacar la capital
provincial
Concentraciones campesinas. En las afueras de Ucureña y en Tolata. Los Tiempos, 19/11/52
500 campesinos del Sindicato Agrario Hacienda Pucara, Cercado Los Tiempos, 03/12/52
Tamborada ponen sitio a la hacienda
Movilizaciones para exigir desocupación Haciendas Molle Molle Pampa, Sivingani, Los Tiempos, 03/12/52
de administradores de fundos. Chullpa Pama y otras en Esteban Arce.
Sindicato agrario de Santivañez exige Hacienda El Convento, Santivañez Los Tiempos, 04/12/52
desalojo de administrador.
Parcelación de finca por campesinos Finca Tacachi, próxima a Villa Rivero, Jordán Los Tiempos, 22/01/53
Agitación campesina Pojo, Carrasco Los Tiempos, 22/01/53
Saqueo de fincas Pojo, Carrasco Los Tiempos , 22/01/53
Manifestación armada solicitando libertad Cochabamba Los Tiempos, 30/01/53
de dirigentes campesinos
Apropiación de fundo por Sindicato Fundo Liquinas de padres franciscanos El País, 3/03/53
Agrario de Cliza
Despojo de tierras a patrones Haciendas Arrumani y Murucucha, Mizque Los Tiempos, 14/03/53
Campesinos amenazan repartirse Haciendas de Tacachi, Cuchu Muela y Los Tiempos, 31/03/53.
cosechas Tocrocollo, Punata
81
Anuncian organización de regimiento Cochabamba Los Tiempos, 31/03/53.
campesino “Carlos Montenegro” con
10.000 plazas.
Desordenes indígenas. Haciendas de Sacabamba, Matarani, Los Tiempos, 15/04/53.
Sirampu, zona Anzaldo, Esteban Arce
Ataque a hacienda Hacienda Yerba Buena, Carrasco Los Tiempos, 16/04/53.
Sitio a población Tiraque Los Tiempos, 16/04/53.
Temen asalto en masa Totora Los Tiempos, 16/04/53.
Agresión a hacendado Hacienda La Alcoholería, Tolata Los Tiempos, 16/04/53.
Invasiones de haciendas Copachuncho, Duraznillo, Manuari y Yuta Los Tiempos, 19/04/53.
pampa, Carrasco
Asalto de hacienda y flagelación de Hacienda Sikimira, Mizque Los Tiempos, 21/04/53.
hacendado
Concentración de 10.000 campesinos y Totora Los Tiempos, 21/04/53.
amenaza de saqueo de capital de
provincia.
Huelga de brazos caídos Hacienda Pucara, Cercado Los Tiempos, 23/04/53.
Asalto de hacienda y distribución de Hacienda Huayapacha, Carrasco Los Tiempos, 25/04/53.
tierras y cosechas
Campesinos exigen incremento de Hacienda Pairumani, Quillacollo Los Tiempos, 25/04/53.
salarios y subsidios
Se aprestan a defender pueblo Tin Tin, Mizque Los Tiempos, 29/04/53.
amenazado por campesinos
Pueblo sitiado por campesinos armados Tacopaya, provincia Arque Los Tiempos, 30/04/53
Campesinos cosechan directamente en Haciendas de Sipe Sipe y Pojo Los Tiempos, 1º/05/53
varias fincas
Formación de milicias campesinas Arani Los Tiempos, 09/05/53
armadas
Manifestación campesina causa zozobra Tarata Los Tiempos, 12/05/53
Finalmente, pese a los reparos de Paz Estenssoro, que llego a declarar en febrero
de 1953 que "la Reforma Agraria sólo ha de beneficiar a la burguesía". (El Diario,
4/02/1953, citado por Iriarte, 1980: 41), el 2 de agosto del año citado, en medio de
una enorme concentración que se calculó en 100.000 campesinos, se firmó en
Ucureña, el Decreto de Reforma Agraria, que proporcionó plena legalidad a las
ocupaciones de tierras operadas con anterioridad a dicha disposición y consolidó
la tenencia individual de las parcelas en que se subdividieron los fundos
afectados, aunque su titulación individual se demoraría por décadas 60.
Para Cochabamba, este fue un hecho trascendental, sólo equiparable con aquella
lejana "primera reforma agraria"61 que expulsó a los antiguos ayllus, rompió el
sentido de pisos ecológicos complementarios de las comunidades andinas,
impuso la encomienda colonial y el modelo de hacienda hispana. Es decir, las
transformaciones agrarias, desde la llegada de los guerreros Incas a los valles,
pasando por la invasión hispana y finalmente, el Decreto Ley de 1953, no sólo
fueron simples operaciones de parcelamiento de tierras e incremento del universo
terreno del cual ya se creían propietarios, mientras que en otro sector, un grupo de indígenas media los
terrenos utilizando solamente rústicas correas” (Los Tiempos, 26/04/53).
59 Una relación sobre las rivalidades y pugnas en el seno del movimiento campesino, encontrará el lector en
el trabajo de Dandler, 1984, en Calderón y Dandler, 1984.
60 Para un análisis más pormenorizado del contenido del decreto y otros aspectos, existe una amplia
bibliografía entre las que se puede citar: Urquidi 1976, Albo 1979, Canelas 1966, Paz Ballivián 1983, Echazu
1983, Dandler 1975, etc.
61 Ver Solares 2011.
83
de propietarios, sino procesos que conmocionaron en profundidad las
formaciones sociales involucradas.
84
que formalmente representaban. En realidad esta temprana corrupción de la
dirigencia sindical campesina, este irresistible apego a las prácticas clientelistas y
de "incondicional" apoyo a la clase política gobernante, pronto se convirtió en una
estrategia eficaz de acumulación de poder y capital, en medio de un verdadero
torbellino de expansión de la economía de mercado, vertiginosamente
incrementado por la concurrencia de miles de nuevos ofertantes y demandantes,
y cuyo efecto más significativo fue el raudo crecimiento del sistema ferial que
alcanzó los sitios más recónditos de la geografía departamental.
Los ex colonos dueños, por fin, de una parcela de tierra, dejaron de depender del
patrón de hacienda para su subsistencia, pero pasaron a depender de un patrón
más omnímodo y abstracto, el mercado y sus férreas leyes, lo que les obligó, en
unos casos, a desdoblar su vocación campesina con un aprendizaje forzoso de
las artes comerciales del feriante, y en los más, a enrolarse en las complejas
redes de la comercialización de alimentos, donde se acomodaron casi
masivamente los lideres sindicales de escalones medios y superiores, que en un
pasado todavía muy próximo protagonizaron las heroicas jornadas de lucha
contra los k'aras, pero que ahora se transformaron en "rescatiris" prósperos o en
vías de serlo.
85
valores traídos de afuera y soportados "desde arriba", que finalmente aportaron al
logro de los objetivos históricos del campesinado valluno, que sólo muchas
décadas después comprendió, que su relación inicial con el Estado del 52 fue
ingenua. Es decir que todo lo logrado se obtuvo gracias a que este campesinado,
con su elevada conciencia de lucha y enorme capacidad de movilización, fue
capaz de presionar a dicho Estado y arrinconarlo con el fantasma de la
"Revolución Agraria", para arrancarle la conquista del 2 de agosto de 1953.
En fin, el derrumbe del poder oligárquico en las áreas rurales fue la compuerta
que dio curso a la constitución de la Cochabamba actual, donde más allá de los
magros resultados -la miseria del minifundio, la transformación del sistema ferial
en un instrumento eficaz de intercambio desigual y de explotación campesina, el
surgimiento de nuevas élites locales que, como otrora, hacen reposar su poder
sobre dicha expoliación, etc.-, emergió una identidad regional capaz de asimilar la
modernidad y el cambio pero sin renunciar totalmente a su trasfondo andino.
Como veremos más adelante 62, la capital departamental pasó a expresar en grado
sumo esta identidad regional y a su modo, la "revolución urbana" que también
concluyó en una reforma, permitió establecer la dimensión material que
correspondía a esta nueva composición de fuerzas sociales e imaginarios
ideológicos.
Finalmente, todo proceso histórico no deja de tener sus giros irónicos y el drama
del derrumbe oligárquico no es una excepción ni mucho menos, sino algo que
amerita ser puesto en relieve: la cuestión del indio y la tierra, fue una suerte de
pesadilla que quitó el sueño no solo a los conquistadores, sino, y sobre todo, a
sus herederos los criollos que fundaron la República de Bolivia. Como ya
observamos, el régimen colonial, sobre todo los funcionarios borbónicos de la
corona, que trataron de dar un nuevo impulso a la decadente economía minera,
en las últimas décadas del siglo XVIII e inicios del XIX, lograron llegar a una
suerte de pacto entre las comunidades indígenas y el Estado Colonial en torno al
delicado asunto del tributo indígena que fue consolidado a cambio del
reconocimiento de las tierras de comunidad, las mismas que fueron provistas de
títulos de la Corona o títulos de composición 63 En la República, esta protección
estatal a cambio del tributo indigenal se convirtió en una suerte de nudo que no
pudo ser desatado pese a los numerosos intentos para despojar de sus tierras a
62 Ver capítulo IV.
63 La composición de tierras era una figura jurídica del derecho castellano mediante la cual se podían
regularizar las situaciones que estaban al margen de la ley, tales como la ocupación indebida de la tierra.
Era un mecanismo de negociación, pacto o concierto entre el soberano y sus súbditos, en el cual las
dos partes resultaban beneficiadas, pues el vasallo corregía su condición irregular y obtenía certeza legal,
mientras que la Corona se favorecía de la contribución monetaria correspondiente (el tributo), Carrera
Quesada, 2015.
86
las comunidades. La propiedad comunal o colectiva, contra viento y marea, sobre
todo en el altiplano y tierras altas de Cochabamba, pudo sobrevivir a los embates
liberales, pese a la cerrada oposición de la legislación boliviana a reconocer esta
forma de propiedad.
87
CAPITULO III
LA CONSTITUCIÓN DEL NUEVO BLOQUE DE PODER REGIONAL: VIEJOS
ESCENARIOS PARA NUEVOS ROLES
Pero el latifundio era mucho más que una unidad productiva dominante. Volviendo al
planteo de Antonio Garcia, ya abordado en el Capítulo I, la hacienda, era una
constelación compleja de relaciones de poder y sojuzgamiento, que iba más allá de
las relaciones sociales de producción y abarcaba un amplio espectro de la esfera de
los comportamientos, los valores y los imaginarios que imponía el hacendado sobre
sus subordinados, convirtiéndose no solo en el temido patrón, sino también en un
88
ser omnímodo que se atribuía virtudes paternales con relación a sus semejantes
inferiores, poco capacitados para adoptar iniciativas correctas en su vida cotidiana.
89
hacienda, un área de influencia local más o menos extenso, donde la voluntad del
patrón tenía fuerza de ley64.
La alternativa que fue minando este sistema en los valles, fue el surgimiento de
campesinos libres (piqueros) que encontraron en el sistema ferial la opción más
eficaz para liberarse, por lo menos parcialmente, del poder de los patrones, quienes
al despreciar este "mercado de indios", renunciaban al control eficaz de los circuitos
de comercialización de un importante volumen de productos agrícolas 65.
64 Esta constelación de poder, bien puede ejemplificar lo que Gramsci denomina "bloque de poder" en
términos de una visión menos rígida de las luchas de clase, es decir, donde el control de las clases
subalternas, compromete no a una sola clase social (los latifundistas) sino se extiende a una suerte de
alianza de clases, fracciones de clase y estratos sociales que en conjunto aseguran su dominio sobre la
formación social regional, contando para ello con la mediación del Estado.
65 Sin embargo, aunque no existen datos muy específicos al respecto, desde mediados de los años 1930
muchos hacendados comenzaron a producir maíz y fabricar chicha, que posiblemente era exportada a centros
urbanos como La Paz, Oruro y otros menores o vendida en Cochabamba.
90
La emergencia de las nuevas estructuras de poder
Pero además de esta actitud política, para los miles de nuevos pequeños
propietarios, se abría una perspectiva totalmente nueva y relativamente
desconocida. De pronto, desaparecido el patrón y la institución de la hacienda, que
hasta ese momento habían sido el referente concreto de unas relaciones de
producción y de unas modalidades específicas de reproducción de la fuerza de
trabajo, los excolonos comenzaron a comprender la nueva realidad, donde ellos
eran los patrones de si mismos, y que, de la racionalidad mayor o menor de sus
actos económicos dependía su propia subsistencia. Sin duda, la base de
constitución de la nueva fisonomía del poder regional, se materializó a partir de la
forma en que estos nuevos pequeños productores y consumidores se articularon a
la economía de mercado. Al respecto se sugiere que:
66 La predicas del inminente retorno de los antiguos patrones, fue una estrategia eficaz que utilizó el MNR
para mantener estable su base social en las áreas rurales. Este fue uno de los grandes justificativos para que
las dirigencias sindicales abandonaran su condición de campesinos y se convirtieran en el eje de poder de sus
localidades y regiones. Para ello, recibieron el periódico espaldarazo de los inofensivos golpes de estado que
protagonizo la Falange Socialista Boliviana a lo largo de la década de 1950 e inicios de los 60.
91
“Quizás el aspecto más dinámico de la Reforma Agraria en una región como
los valles de Cochabamba, radique en la vinculación de este sector
reformado con el mercado interno, a través de una intensa mercantilización
de productos agropecuarios, un proceso de integración del campesinado
como consumidor y la proliferación del pequeño comercio. Por tanto, si bien
la economía campesina se diversifica, la Reforma Agraria no produjo en la
región un desarrollo sustancial de las fuerzas productivas: hubo una
diversificación de la economía rural de Cochabamba y fundamentalmente los
campesinos lograron posesionarse de la tierra por la cual lucharon.” (Dandler,
1984: 244-245).
Si bien, es incuestionable que existió la relación formal anotada y que el MNR -sobre
todo su ala derecha-, para recobrar la conducción del timón del Estado después de
la Reforma Agraria, se dedicó a controlar el movimiento campesino, quedando claro,
que el objetivo de la Revolución Nacional era finalmente desarrollar una burguesía
nacional y un capitalismo moderno que sustituyera a la antigua oligarquía minero-
feudal. Para ello, no ahorro esfuerzos ni recursos para captar clientelas que
pudieran facilitar la viabilidad de este objetivo central, en el contexto de la estrategia
anotada: “Desarticular la alianza obrero campesina y el cogobierno de los años
iniciales, convirtiéndose el campesinado cada vez más, en un elemento importante
de apoyo a un régimen de una burguesía nacional dependiente (Dandler, obra cit.:
245-246).
94
En este sentido, frente a los planteos modernizantes del MNR no dejó de ser
caricaturesca la prosperidad de los sectores intermediarios (transportistas y
comerciantes) simultáneamente a la persistencia de la pobreza y la franca
pauperización de la fuerza de trabajo rural, la única que producía riqueza y
generaba excedentes; o que, en lugar del florecimiento de la empresa capitalista
rural, la agroindustria y la industria, lo que floreció fue el sistema ferial y la
consiguiente multiplicación -no de los productores- sino de los comerciantes,
quienes en una gran proporción se adhirieron a la economía informal, fenómeno que
incluso se convirtió en un factor decisivo en la expansión urbana que experimentó la
ciudad de Cochabamba desde los años 1950; y que finalmente, en lugar de un
crecimiento del sector industrial basado en la producción agrícola regional, la única
industria que persistió y aun se potenció en los pueblos y ferias provinciales, fue la
tradicional elaboración de chicha. Por ello, tampoco resulta casual, que los nuevos
actores sociales que articulaban para si el nuevo bloque de poder, no fueran los
capitanes de la industria regional y los grandes empresarios comerciales, sino
comerciantes de ferias, rescatiris, excolonos convertidos en caciques sindicales,
camioneros, tamberos, cuperos68 y no pocos contrabandistas.
Una relación sucinta de Cliza y su feria con anterioridad a 1952 revela los siguientes
aspectos:
Sin embargo, la cuestión no era tan simple como aparentaba, lo que estaba en
disputa no eran los asientos feriales, sino el jugoso excedente que generaba el
intercambio desigual campo-ciudad que se materializaba a la sombra del variopinto
paisaje ferial. Los dirigentes campesinos, pero además, una multitud de vallunos de
igual variopinta procedencia: diversos oportunistas de última hora etiquetados como
emenerristas, leguleyos pueblerinos, comerciantes de desarrollado olfato,
camioneros que comenzaron a dominar el arte del rescatiri, en fin, clasemedieros
diversos deslumbrados por la alternativa del enriquecimiento fácil, cada cual a su
manera, quería para sí la mayor tajada de tan suculenta torta. Pero para lograr ese
objetivo, era necesario consolidar, en torno a cada feria, en este caso la de Cliza, un
bloque de poder local que garantizara estabilidad y seguridad en el desarrollo del
proceso de apropiación-expropiación del excedente campesino y el acceso a
posiciones espectables dentro de los aparatos municipales y estatales, sin
posibilidad de que competidores indeseables vinieran a perturbar esta hegemonía71.
Muchos trabajos que han tomado como tema el campesinado y la Reforma Agraria
en Cochabamba, han presentado el esbozo de un universo de colonos sujetos a
relaciones de explotación servil en las haciendas, como los únicos protagonistas de
los hechos, dando la sensación de que la población campesina era muy homogénea
en cuanto a la comunidad de sus intereses y sentimientos. Por el contrario, dicho
campesinado, en el caso que nos ocupa, y en el de otros departamentos, era
heterogéneo. Como hemos señalado con anterioridad, en los valles, además de los
colonos y pegujaleros, estaban presentes pequeños propietarios de tierras agrícolas
o piqueros que conformaban un campesinado libre con respecto al sistema
hacendal desde muchas décadas antes de la Reforma Agraria, a la que se
agregaban multitud de campesinos sin tierra -arrimantes, forasteros, aparceros,
etc.-, los que no necesariamente compartían las aspiraciones e intereses de los
colonos e inclusive, expresaban una actitud hostil con respecto a estos, sobre todo
cuando, después de la Reforma Agraria comenzaron a ver invadidos sus espacios
de actividad comercial en las ferias.
Por otra parte, los pueblos de provincia que, como hemos visto, desempeñaron el rol
de centros de apoyo, residencia y servicios al sector hacendal, concentraban un
vecindario igualmente hostil al avance de los colonos, de tal suerte que en muchos
pueblos como Cliza, Punata, Tarata, Anzaldo existían en forma latente núcleos de
resistencia y resabios del poder gamonal desplazado. El MNR, y sobre todo los
colonos, eran conscientes de esta situación, y con ella justificaron la formación de
milicias campesinas que se empeñaron a fondo en tareas de represión contra todos
aquéllos que consideraban como "enemigos de la Reforma Agraria".
Paulatinamente Ucureña se convirtió en un importante baluarte armado que pasó a
simbolizar el nuevo poder conquistado por los excolonos.
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valle se reproducía la férrea separación entre campo y ciudad: la frontera del pueblo
marcaba el límite que separaba la decencia, el comportamiento civilizado y el temor
a Dios, del oscuro imperio de la barbarie. Sin duda la situación se tornaba más
álgida cuando esta temible horda osaba irrumpir e interferir en "los negocios del
pueblo".
Por otra parte, los pequeños propietarios campesinos o piqueros, que habían
apoyado al MNR y se habían organizado sindicalmente, eran los grandes ausentes
de los beneficios de la Reforma Agraria. Por ello, su rencor y desconfianza hacia los
excolonos tendía a acentuarse, pues dichos piqueros, habían obtenido la tierra con
grandes sacrificios, a un costo elevado y en el marco de no pocos litigios, en tanto
los colonos la recibían sin costo alguno. Pero lo más sensible era, que además,
debían soportar la competencia de estos nuevos productores en el mercado
regional. Para los piqueros, la dotación de tierras a los colonos, no les daba derecho
a concurrir a los mercados.
Sin embargo, y tal vez lo más significativo, era que se tendía a dislocar un delicado
equilibrio de poder, que se había constituido en pueblos como Cliza y otros, ante el
paulatino retroceso de la hegemonía hacendal. El entorno autoritario de los patrones
fue gradualmente invadido y compartido por una capa de "notables", es decir
comerciantes mayoristas de productos agrícolas, transportistas, una pequeña élite
de "letrados" -notarios, maestros, jueces provinciales, abogados, etc.-, a la que se
sumaban grandes fabricantes de chicha; ocupando un peldaño inferior, se
encontraban los pequeños comerciantes de feria y los piqueros o pegujaleros; en
tanto los indios sin tierra y similares, ocupaban, en esta pirámide, la amplia base
inferior. Sin duda resultaba inaudito, que esta estructura todavía no muy sólida en
los años 1950, corriera el riesgo de desplomarse por la irrupción de intrusos
excolonos, sobre todo, cuando la emigración de patrones desde los pueblos entre
1952 y 1953, dejó libre el acceso a la cúspide del poder provincial y local al estrato
de "notables".
Por ello no debe sorprender, que los piqueros, alentados sin duda por otros sectores
que en la década de los 50 "no podían alzar cabeza", comenzaran a nuclearse en
torno a la central campesina de Cliza: “Alrededor de 1959, aproximadamente la
mitad de los sindicatos asociados a la central de Cliza eran de piqueros, mientras
que aquéllos asociados a la central de Ucureña, eran en su mayoría sindicatos de
colonos.” (Dandler, 1984: 257).
“El factor principal para estas peleas entre Cliza y Ucureña fue que antes los
dirigentes campesinos de esta central (la de Cliza) tenían bajo su dominio la
licitación del impuesto a la chicha, luego los impuestos que se pagaban en
las distintas plazas (de la feria) que funcionan los domingos, más algunos
sueldos que percibían tanto de la Alcaldía de esta población como de la
Prefectura de Cochabamba. Ahora, los impuestos son rematados por la
Alcaldía y los impuestos a la chicha son controlados mediante una oficina
independiente, pero siempre hay la injerencia de los dirigentes, más ya no
en forma directa como antes, sino en muy poca escala e igualmente
participan con alguna gratificación en los impuestos rematados por la
Alcaldía. Los dos grupos, tanto dirigentes (de Ucureña) como vallunos (de
Cliza), colocaron en cargos influyentes a sus parientes, quienes
aprovecharon la situación para beneficiarse con grandes cantidades de
dinero. Varios de los nuevos ricos obtuvieron su fortuna porque llegaron a
ser autoridades y desde sus cargos tuvieron acceso a los arbitrios
municipales en nombre de algunos de sus familiares y dicho dinero lo
emplearon para la compra de algún vehículo. A la Alcaldía pagaban recién a
fin de año, y, cuando la Junta de Almonedas exigía el pago de los arbitrios,
hacían un depósito de sólo un 30 o 50% del monto total, diciendo que el
resto lo pagarían posteriormente, o en caso contrario se declaraban en
quiebra.” (1971: 145-146).
El punto de vista de uno de los principales actores del conflicto, el dirigente Miguel
Veizaga de Cliza, arroja luz sobre algunos entretelones que motivaron la división, es
decir, una combinación de pugnas personales e intereses económicos, impregnados
de prácticas políticas del más bajo nivel. El objetivo principal era el control del
aparato sindical campesino, que operaba como una "llave" que abría las puertas de
acceso a las cumbres del poder político y económico. Veamos una síntesis de las
razones que se exponen:
“Como no había peligro para el campo, para que vuelvan los patrones [...] la
gente ya no tenía esa vigilancia [...] La división de Cliza y Ucureña, eso lo
dividió, pues el propio MNR, porque a mí no me tomaron en cuenta las
autoridades de Cochabamba [...] El motivo era que a mí me dijeron que yo
era guevarista, de la derecha [...] porque José Rojas era de izquierda, como
lechinista era. [...] Así me tachaban, antes me tachaban de trotskista, de
porista [...] pero yo no soy de ningún lado [...] El motivo de la división con los
dirigentes de aquel entonces, el principal era José Rojas, Ministro de Asuntos
Campesinos y Secretario Ejecutivo de la Federación de Campesinos de
Cochabamba: yo lo vi mal, las malas intenciones que ha hecho a los
compañeros campesinos. Primero yo pedí informe de una cooperativa que
hemos formado en Ucureña, cooperativa de consumo [...] hemos recibido un
año bien, normalmente. Después, el siguiente ya han gastado mal la plata,
de la cooperativa se ha prestado y no ha devuelto más [...] yo interpelé en
una reunión de dirigentes de Ucureña y pedía que rinda cuentas y porque
desaparecía tanta plata, porque había seiscientos millones, [...] para
entonces José Rojas me amenazó cada vez, llamándome trotskista,
comunista [...] Así fue la división, poco a poco entró en todo el valle de
101
Cochabamba. Primero en Cliza, Ucureña, después en otra parte [...] hemos
hecho un Congreso en la provincia de Sacaba. Ahí era la división más peor
y se veía muy claro que ellos querían rechazar la unión de los campesinos,
han dividido a la clase campesina [...] todos nos hemos retirado porque yo
gane democráticamente y no han aceptado ellos [...] Así fue la división.
“(Testimonio de Miguel Veizaga en Mayorga y Birhuet, 1989).
Estas son las razones valederas que movieron a los contendientes -a partir de
antagonismos políticos formales- a iniciar hostilidades en enero de 1960. Dicho
antagonismo, originado más en los motivos enunciados que en otros, habían
enfrentado desde hacía mucho tiempo atrás a Miguel Veizaga que encabezaba a los
piqueros de Cliza y a José Rojas dirigente máximo de los excolonos de las
haciendas de dicha localidad que se nuclearon en torno al baluarte de Ucureña.
Pronto, el enfrentamiento tomó proporciones que:
En la constitución del nuevo poder regional, no sólo se expreso la faceta bélica, sino
también una faceta pacífica donde la persuasión y la astucia -la picardía q'hochala
según Albo- desplegada por los estratos emergentes jugaron un rol principal. Este
es el caso de Punata.
Sin embargo esta dinámica de recomposición y ampliación del mercado interno, fue
un proceso generalizado que involucró al conjunto de los núcleos y poblaciones de
los valles y otras regiones, donde los nuevos protagonistas: excolonos, rescatistas,
transportistas, piqueros, etc. pasaron a llenar el vacío dejado por el antiguo poder
hacendal. Apelando, una vez más a los valiosos testimonios recogidos por Barnes y
Torrico, podemos inferir que la estructura de poder comenzó a consolidarse en torno
a la forma como cada estrato o grupo pasó a articular su rol y participación en el
proceso de comercialización de la producción agrícola, dejando más o menos
intacto el proceso de producción que se mantuvo, en lo esencial, dentro de los viejos
y arcaicos sistemas tradicionales.
Los factores determinantes para esta participación fueron los diversos grados de
vinculación de los espacios productivos con los centros de comercialización y los
recursos técnicos que en materia de transporte -ferrocarril, camiones, tracción
animal- se emplearon para el acceso a los productos a ser comercializados. Un
informe registrado por los investigadores citados líneas arriba, señalaba que los
rescatistas de Punata, Arani y Villa Rivero -especialmente los que tienen camiones-
recorrían los rancheríos de la zona en busca de productos para "rescatar" y llevarlos
a las ferias de Punata o Cliza. Se enfatizaba que dichos comerciantes "rescataban"
productos sobre todo a agricultores de las alturas "quienes por no tener animales
para el traslado o por no ir hasta la plaza, prefieren vender sus productos en sus
mismas casas o en las ferias que se realizan cerca de sus estancias". Por el
contrario, los campesinos (excolonos y piqueros) que vivían en las proximidades de
Punata o Cliza "no venden sus productos a los rescatistas, sino que ellos los llevan
personalmente a venderlos" (Barnes y Torrico, obra cit. 146).
El testimonio anterior nos permite inferir que en las redes de constitución del espacio
mercantil ampliado, la acción de los dos factores antes mencionados, se
presentaban, a su vez, bajo dos modalidades: Primero el "rescate" o adquisición de
productos agrícolas a larga o mediana distancia, directamente a piqueros y
103
excolonos que vivían en rancheríos y comunidades distantes de los escenarios
feriales más importantes. El medio empleado para este efecto era -aun es- el
camión, por su versatilidad para acceder aun por caminos precarios, a los sitios más
inaccesibles y aislados. De hecho un camión, partiendo de Punata o Cliza, en un
máximo de un día -dependiendo de que la ruta fuera mínimamente transitable
accedía al punto más lejano del Valle Alto. Esta capacidad eliminaba de la
competencia para comerciar a distancias considerables, a las arrias que en décadas
anteriores dominaron el escenario valluno, e incluso al ferrocarril, una vez que al
tratarse de una ruta fija, no tenía la versatilidad para alcanzar a los poblados más
alejados y donde se obtenían las transacciones más expectables75. Por todo ello, la
posesión de un camión era algo sumamente codiciado, pues en la constitución de
este mundo mercantil, dicho motorizado no sólo era una herramienta de trabajo, sino
una suerte de llave que permitía el acceso a una red de acumulación de riqueza y
poder. De hecho la mayor parte de las fortunas que se amasaron en los valles en los
años 1950 evocan la imagen de destartalados camiones Ford, Chevrolet, Mack, etc.
sobrecargados de granos, tubérculos y verduras, recorriendo sinuosos y
polvorientos caminos.
La dinámica descrita, que experimentó un gran impulso desde 1953, fue un factor
fundamental para estimular la ampliación de los escenarios feriales. De hecho, el
incremento del universo de ofertantes de productos agrícolas, requería tanto de
medios de transporte adecuados como de nuevos escenarios de intercambio. En un
primer momento transportistas y rescatistas -en la mayoría de los casos
congregándose ambas funciones en una sola persona- ingresaron a los nuevos
escenarios de producción comprando productos o trasladando campesinos a las
ferias distantes, pero pronto éstos, comenzaron también a aspirar a tener ferias
locales más próximas.
La proliferación de ferias nuevas, sobre todo en las tierras altas, no sólo respondió al
deseo de los nuevos pequeños productores, sino fue una respuesta a necesidades
75 El ferrocarril del valle básicamente permitió estructurar la red ferial de los Valles Alto y Bajo, pero su
opción era muy limitada para las operaciones de "rescate" y en ello no podía competir con el camión.
104
más objetivas: los piqueros, tradicionalmente dominaban los principales escenarios
feriales, por ello, la concurrencia de los excolonos no era bien recibida. Por otro
lado, fueron los propios camioneros y rescatistas quienes estimularon el deseo de
desconcentrar las ferias, pues la concentración de productores lejanos en un solo
asiento ferial cantonal, facilitaba enormemente su actividad comercial. Estas ferias
nuevas, en muchos casos, eclipsaron a centros comerciales tradicionales, tal fue el
caso de la suerte corrida por las ferias de Arani y Tarata. Con respecto al primer
caso, un testimonio recogido por Barnes y Flores revelaba lo siguiente:
105
El siguiente cuadro proporciona una relación de las ferias que surgieron después de
1953 en las provincias de Arani, Esteban Arce (Tarata), Mizque, Chapare (Sacaba) y
otras. Las mismas que representan apenas una idea parcial del proceso de
expansión mercantil que experimentó el conjunto de los valles:
CUADRO No. 11
DEPARTAMENTO DE COCHABAMBA: NUEVOS CENTROS FERIALES
POSTERIORES A 1953
Provincias
Arani Esteban Arce Mizque Chapare Otras
Vacas Sacabamba Lagunillas Colomi Vinto (Quillacollo)
Rodeo Matarani Racay Cotani Colcapirhua
Cañada Chica Liquinas Pampa Aguirre (Quillacollo)
Cañada Grande Tia Taco Molinero Candelaria Parotani
Yacupartina Arbieto Ichulaca (Quillacollo)
Yana Toma Sanra Rosa San Vicente Tiquipaya
Paredones Puca Pila (Quillacollo)
Tuturaya Koari Villa Mendoza
Hicay Huasi Sivingani (Punata)
Cañacota Tin Tin Villa Rivero
Saka Saka Alalay (Punata)
Cuchillada Morochata
Catani (Ayopaya)
El Puente Independencia
(Ayopaya)
Aiquile (Campero)
Omereque
(Campero)
Villa Granado
(Campero)
Puente Arce
(Campero)
Capinota
(Capinota)
Buen Retiro
(Capinota)
Santivanez
(Capinota)
Chillijchi (Carrasco)
Pocona (Carrasco)
Tolata (Jordan)
Toco (Jordan)
El Puente (Jordan)
Uno de los cambios importantes que introdujo esta expansión mercantil fue que se
incrementó la demanda de productos agrícolas, se intensificó la competencia entre
los comerciantes para acaparar dichos productos y se profundizó la importancia de
la economía monetaria, que paulatinamente fue desplazando a la práctica del
trueque que se encontraba muy extendida en los valles con anterioridad a 1952,
sobre todo a nivel de las transacciones que mantenían piqueros y colonos. Al
respecto se señala lo siguiente:
“Un sistema de intercambio muy difundido en las zonas de los ‘piqueros’ era
el trueque, que poco a poco se iba transformando en un comercio peculiar,
debido a que los "truequeros" iban obteniendo más y más ganancias, y
también tendían con esto a especializarse y a vivir de esta actividad.” (Ustariz
y Mendoza, 1982: 11).
Es probable que el antecesor del "rescatiri" fuera el "truequero", es decir el piquero y
el pequeño comerciante pueblerino, que gradualmente fue teniendo un fácil acceso
a ciertos productos y comenzó a acapararlos para comercializarlos en los centros
feriales, para adquirir con el producto de esas ventas, pequeñas cantidades de
mercancías manufacturadas que las revendía o intercambiaba entre los campesinos
de su lugar de origen, ensanchando de paso la modesta esfera de consumo de la
economía campesina (Ustariz y Mendoza, 1982: 11 y siguientes.).
Poco a poco, el piquero percibió que obtenía mayores ventajas vendiendo sus
productos en la feria, en lugar de adjudicarlos al rescatista a pie de finca. Esta
percepción estimuló la tendencia de promover el traspaso de la unidad campesina a
la actividad comercial a tiempo completo, es decir, restar parcialmente fuerza de
trabajo a la esfera productiva en favor de un crecimiento sustancial del sector
terciario76. Sin embargo, la propia dinámica de la esfera del intercambio y, sobre
76 El piquero fue acentuando sus vínculos con el mercado, en la medida en que pudo comprobar que la venta
de los productos de su parcela rendían mejores utilidades en la feria que vendiendo sus cosechas al
comerciante mayorista, permitiéndole un excedente económico que le daba margen al ahorro para adquirir la
107
todo la expansión de las transacciones en moneda, convirtieron al antiguo
"truequero" en "rescatiri"77, es decir, un agente económico intermediario, que
merced a la posesión de un pequeño o mediano capital de arranque, era capaz de
acaparar, a un determinado precio, un cierto volumen de productos y revenderlos a
otro precio -en muchos casos duplicado o triplicado-, apropiándose de este
excedente sin mayor esfuerzo. Sin embargo, con frecuencia se producían
combinaciones de trueque y comercialización, es decir, los rescatistas al tener
acceso a comunidades campesinas muy alejadas de los circuitos feriales, apelaban
al trueque para ejercitar prácticas de intercambio extremadamente desiguales, que
se acentuaban, cuando el producto del trueque se convertía en moneda en la feria
de Cochabamba u otras. Barnes y Torrico proporcionan un claro ejemplo de este
extremo:
parcela arrendada entre otras opciones. La estrategia de esta economía familiar fue convertir a la ama de casa
en comerciante a tiempo completo, en tanto el arrendero seguía en la labores agrícolas y en el transporte de
los productos a la feria. Pero, para que esta operación fuera exitosa, se requería del favor y la mediación de
los administradores municipales de la feria, para consolidar un puesto estable en la misma. De ahí que la
cuestión del control de la feria por sindicatos de piqueros y los rescatiris fuera algo crucial.
En realidad, aquí se impone un aspecto básico de la ley del valor dentro de la economía de mercado: el
valor final de una mercancía es igual al costo de producción más el consto de transporte al mercado de
consumo. Suponiendo que el costo de producción en los valles de Cochabamba para productos como el maíz
y otros fuera constante (lo que no es necesariamente cierto), el costo de transportar el producto a la Pampa o
a otras ferias es variable y esta variación depende de la distancia entre la parcela y la feria. En el caso de
piqueros situados en torno a la ciudad de Cochabamba (huertistas) o a una distancia que se podría cubrir sin
el flete adicional del transporte automotor, el margen de utilidad que podría obtener de su mercancía era
mayor, es decir, que podría captar para si una mayor proporción del plus valor generado por su trabajo. Pero,
en el caso de un excolono situado en una zona poco accesible y a decenas e incluso centenas de kilómetros de
distancia a la feria (situación que era dominante entre los excolonos), suponiendo que su costo de producción
fuera similar al anterior, el costo de transporte sería prohibitivo, por lo que su producto, si este operador
decidiera concurrir personalmente feria, no sería competitivo y de paso tendría que hacer frente a enormes
dificultades, gastos adicionales y riesgos para lograr vender su producto al consumidor final; entonces la
opción más razonable, pero la menos conveniente, era vender los cereales, las legumbres y otros productos de
una sola vez, al precio que le ofreciera el rescatiri, que si bien correría con el costo del transporte, también
obtendría buenas utilidades, puesto que el precio impuesto al excolono era la mitad o menos del que regía en
la feria (Solares, 1987).
77 El rescatiri generalmente no era un piquero devenido en comerciante salvo excepciones poco gravitantes.
Este intermediario requería además del capital de arranque, un instrumento de trabajo costoso: el camión, que
solo podía ser accesible para un comerciante mestizo que tuviera capacidad, inicialmente de alquilarlo y
luego adquirirlo en propiedad. A manera de hipótesis, el origen social de estos operadores estaría
vinculado con los estratos de pueblerinos notables (comerciantes, tinterillos, administradores de fincas,
etc.) que otrora prestaban servicios a los hacendados y que ahora, roto este vínculo, dirigieron sus
iniciativas al floreciente comercio mayorista de productos agrícolas y pecuarios.
108
CUADRO No. 12
PROVINCIA ESTEBAN ARCE: INTERCAMBIO DESIGUAL EN LA FERIA DE SACABAMBA
Producción campesina Precio del producto Cedido en trueque en Precio del producto
de piqueros y ex adquirido en trueque y Sacabamba, por: cedido en trueque
colonos vendido en en Cochabamba
Cochabamba ($Bs) ($Bs)
3 libras de papa 2,40 a 3,00 8 a 10 cabezas de 1,00
cebolla
3 libras de papa 2,40 a 3,00 10 locotos 1,00
3 libras de papa 2,40 a 3,00 3 cajas de fósforos 0,60
3 latas de papa (1) 30,00 1 litro de alcohol 8,00
3 libras de papalisa, 2,10 4 limones 0,30
oca o papa
6 libras combinadas de 4,20 1 litro de kerosene 0,25
papalisa, oca y papa
(1) La “lata” contiene 16 litros y equivale a una arroba o 25 libras.
Fuente: Elaborad en base a Barnes y Torrico, 1971: 153
Así, en esta suerte de auge del mercantilismo, cuyos espacios eran disputados con
despliegues bélicos o con singular astucia y "olfato", fue emergiendo la figura del
comerciante "rescatista", como la representativa de un estrato social que iba
consolidando cada vez más su predominio sobre el conjunto del campesinado y
heredando, lógicamente con otros estilos y modalidades, el sitial ocupado por el
antiguo patrón.
El comerciantado valluno había logrado este sitial no sólo por el despliegue de los
recursos y habilidades anteriormente descritos -intercambio desigual y uso de
medios coercitivos para eliminar a oponentes y competidores-, sino también merced
a su estrecha vinculación con el sistema de transporte, el comercio de chicha, el
servicio de alojamientos o tambos, las formas de transacción que operan sobre
pago anticipado de las cosechas futuras aceptando como garantía la propia parcela
y el sistema de compadrazgo para articular, consolidar y ejercer dominio estable
sobre redes de producción-intercambio de determinados productos y en
109
determinadas zonas geográficas. El progresivo dominio del rescatista sobre esta
constelación de poder, lo condujo a acumular para así, varias funciones y recursos:
“Muchas veces un comerciante no es solamente un rescatista, sino también, es
dueño de uno o más camiones, tiene una casa en el pueblo que sirve de chicheria y
de alojamiento a sus clientes (compadres) campesinos.” (Obra citada, 1971: 154).
“En Punata hay mayor movimiento económico. No tenemos -en Arani- ni una
tienda con mercaderías, ni un buen almacén de abarrotes. Para buscar una
de estas tiendas hay que ir hasta Punata. A lo único que la gente de Arani se
dedica es a la elaboración de chicha y a rescatar productos para luego
llevarlos a las ferias de Cliza y Punata. Varios de los rescatadores de
productos hoy son los nuevos ricos, mientras que los campesinos que son
los verdaderos productores siguen en las mismas condiciones de vida,
especialmente los campesinos de las alturas, quienes son explotados tanto
por los rescatistas como por los transportistas.” (Citado por Barnes y Torrico,
1971: 155).
Este mismo vecino, con mucha lucidez, ponía de manifiesto que, en efecto, la base
de la acumulación de capital en los valles se debía a la expropiación del excedente
agrícola generado sobre todo por los campesinos de estancia y los excolonos de
haciendas alejadas, en tanto que los piqueros no sólo preservaban su presencia
110
directa en el mercado, sino que imponían sus precios en la venta de sus productos,
e incluso tomaban parte de las actividades de rescatismo a través de sus mujeres;
de esta forma accedían a fracciones expectables del excedente agrícola anotado, lo
que en muchos casos, les permitió adquirir camiones y prosperar, cosa que no
ocurrió necesariamente con muchos excolonos, sobre todo de zonas alejadas.
El pequeño productor que se encontraba muy aislado con relación a los centros de
comercialización, inmediatamente después de la Reforma Agraria, difícilmente
estuvo capacitado para producir en forma rentable bajo las nuevas condiciones. En
estas circunstancias, era este campesino, carente de recursos para organizar
adecuadamente su actividad productiva, el primero en acudir en busca de
intermediarios: "Es así que se encamina a los poblados cercanos o [...] a las
ciudades, procurando ‘prestamos’ o ‘socios’ para el trabajo en compañía. Así, se
estaba relacionando, sin saber, con los futuros rescatistas". (Ustariz y Mendoza,
1982: 17). Pero al mismo tiempo, con esta relación, estaba consolidando, sobre
sólidas bases, la continuidad de su la ancestral miseria.
Entre tanto, las masas campesinas de Abril -los excolonos y demás campesinos sin
tierra- en su condición de flamantes propietarios, estaban enfrascados en cuestiones
más preocupantes. La revolución había quedado atrás... ahora la nueva realidad
llamaba a las puertas de cada rancho y choza campesina, bajo la forma de una
economía de mercado a la vez deseada y temida, es decir escasamente practicada
hasta ese momento por unos ex siervos que por generaciones vivieron y sufrieron a
la sombra paternal de los patrones. Pronto, las inflexibles leyes del capitalismo
mercantil, combinadas con resabios culturales e ideológicos gamonales,
demostraron a dichas desmovilizadas masas, que aun siendo formalmente dueñas
de las sayañas y pegujales, estaban muy lejos aún de ser dueñas de su destino y
que la alternativa que les deparaba el nuevo orden social no era muy distinta del
111
viejo orden: debían permanecer en la base de una estructura clasista que no podía
prescindir de la explotación campesina y de la expropiación de la renta agrícola. Por
ello mismo deberían seguir cumpliendo, a cabalidad, su antiguo rol de productores
de prosperidades ajenas.
112
sólo estaban en esta situación debido a su aislamiento geográfico con relación al
sistema de comunicaciones generado por la actividad ferial, ni a su menor grado de
conciencia política y de recursos que los relacionaran mejor con las clientelas del
partido gobernante, sino y sobre todo, por razones culturales: su dominio del idioma
español era muy precario y en gran medida conservaban sus hábitos y vestimentas
ancestrales. En cambio los "campesinos" -mayoritariamente pequeños productores
piqueros de los valles- que: "han asumido desde 1952 una nueva vestimenta,
hablan más el castellano y tienen una actividad muy independiente", ocupaban una
posición dentro de la actividad comercial de menor dependencia con relación a los
rescatistas por su capacidad de acceder a los centros comerciales por sus propios
medios, lo que los ubicaba en un nivel superior al campesinado de las tierras altas y
de distantes cabeceras de valle, que pasaron a ser denominados como "laris",
"indios", "runas", etc., para diferenciarlos de los "vallunos" como se auto calificaban
los piqueros.
“Los llaman ‘chuños"’porque son gente que vive donde hace frio y en estos
lugares elaboran el chuño [...] Visten con ropa de bayeta y no como los
campesinos que están cerca de la población. Hay discriminación cuando
este campesino (chuño) está vendiendo sus productos y no quiere rebajar,
entonces sí, lo tratan como a ‘chuño’..” (Citado por Barnes y Torrico, 1971:
163).
En fin, no sólo la férrea ley del valor de la economía de mercado, que colocaba a
este campesino en desventaja por su aislamiento físico con relación a los
escenarios mercantiles, sino por la gravitación de condicionantes culturales y
prejuicios raciales, ya sea por su procedencia aymara en muchos casos, o en otros
por su vestimenta, sus hábitos o su desconocimiento del castellano, fue
determinante para que gruesos sectores del campesinado pasaran a relacionarse
con la economía capitalista como pasivos proveedores de productos agrícolas
integrando los niveles inferiores de los circuitos económicos y los mecanismos de
apropiación de renta agrícola, que en unos casos, -hacia arriba-, propiciaba el
fortalecimiento económico y político de las nuevas élites regionales y, en otros -hacia
abajo-, mantenía las ancestrales miserias y penalizaba con prejuicios raciales las
expresiones culturales de las clases y estratos subalternos.
113
Los nuevos instrumentos de dominación
Los recursos que emplearon los rescatistas para consolidar y ampliar su predominio,
no sólo fueron los descritos, también se echó mano de otras formas más sutiles e
indirectas, en las que desempeñaron un rol importante las relaciones de
compadrazgo, las chicherías, tambos y los préstamos. Veamos como operaban
estos instrumentos de dominación en base a los testimonios recogidos por Barnes y
Torrico78:
Los compadrazgos: Este era un recurso esencial que permitía que la relación entre
campesinos y pueblerinos, no fuera un vínculo entre iguales, sino una relación
paternalista entre el compadre o padrino "protector" y "consejero" y el ahijado
psicológicamente dispuesto a reconocer como algo natural la autoridad del primero y
guardar "por respeto" una actitud de sumisión y reconocimiento. El testimonio de
algunos compadres nos permitirá aproximarnos a los mecanismos de explotación
que se esconden en esta respetable y difundida institución. En el caso de Punata un
compadre reconocía que:
Esta búsqueda de mutuas ventajas sobreentendidas que tenía esta relación, empujó
a los campesinos a buscar "protectores" de mayor influencia. Un vecino de Cliza
reconocía que los campesinos, que en los primeros años de la Revolución Nacional
buscaban un compadre entre la gente de poblaciones rurales y ciudades de
provincia, "ahora buscan compadres en la gente que vive en la ciudad de
Cochabamba”, es decir, dueños de tiendas y casas en la ciudad, políticos en función
pública, dirigentes del MNR, etc. Todo esto en razón de que dicho compadre, al
tener mejores posesiones y mayor estatus, les permitía cumplir con el requisito de
presentar un garante solvente cuando se trataba de hacer algún negocio en la
ciudad, como comprar lotes urbanos, casas o camiones. Dicho de otro modo, la
categoría social del compadre también era expresión de la categoría social del
ahijado. Piqueros que accedían al mercado en forma independiente requerían
padrinos en los pueblos que los protegieran de las arbitrariedades de la
competencia o de la autoridad. A medida que prosperaban y diversificaban su
economía, hasta el punto en que comenzaron a tener "negocios" en Cochabamba,
78 Buena parte de la información y los testimonios que se citan en las siguientes páginas -salvo que se mencione
otra fuente, provienen del trabajo de estos investigadores.
114
resultaba imprescindible tener un compadra "de peso" en esta ciudad, que además
de proporcionarles protección, les brindara cierto estatus para realizar dichos
negocios. El compadre o el padrino de la ciudad lógicamente cobraba "sus favores",
ya sea, recibiendo periódicamente jugosos obsequios en productos agrícolas,
adquiriendo con gran ventaja y exclusividad el resto de los productos e incluso
haciendo trabajar sus fincas y propiedades sin mayores remuneraciones.
El mismo vecino anteriormente citado, informaba que los campesinos de las tierras
altas, llegaban a Cliza en busca de compadres que tuvieran camiones, tiendas y
casas, porque alentaban la esperanza de que así gastarían menos en transporte,
tendrían opción de vender en mejor precio y obtendrían alojamiento eventual
cuando fuera necesario. Tal como menciona el citado vecino, el compadre, sin
mayor esfuerzo, ejercía un control absoluto sobre la economía de su protegido: "la
mayoría de las personas que tienen movilidades, tienen en sus casas ventas de
chicha, donde alojan a sus ahijados y además les compran toda la cosecha". En
Cliza, Punata y otros centros resultaba corriente que los campesinos de las alturas
"para no dormir en la calle" buscaran a su compadre para pedirle alojamiento. Una
vez alojado era de rigor que el campesino obsequiara a su comadre con chuño,
quinua, papa u otros productos de la cabecera de valle o puna, en retribución la
comadre le invita chicha y comida: "luego, poco a poco la comadre es la que
compra todo el producto que trae el campesino para vender en el mercado" 79/.
79 En Sacaba un campesino añadía: "Mucha gente en el pueblo se aprovecha de que son compadres de los
campesinos, pues con este motivo hacen sembrar sus tierras en compañía y pagan por sus productos precios
bajos y muchos [...] salen a los campos a realizar los trueques en la época de cosecha" (citado por Barnes y
Torrico 1971).
80 De acuerdo a Jesus Contreras (1985) que realizó un detallado estudio de la comunidad de Chinchero,
Departamento de El Cusco, Perú, el compadrazgo es una estrategia mediante la cual se persiguen
objetivos concretos a partir de alianzas que se establecen en el marco de esta institución. Este autor distingue
dos tipos de compadrazgos: uno horizontal, es decir, una alianza entre iguales o sea entre campesinos; y un
compadrazgo vertical, cuando la alianza se establece entre campesinos y no campesinos (mestizos,
comerciantes, hacendados, funcionarios, etc.). Al respecto se señala: “podemos considerar como
compadrazgo vertical el establecido entre los mestizos residentes en Chinchero y otras personas
generalmente de estatus superior (…) Con ello queremos poner de manifiesto que sobre el compadrazgo
vertical se ha ido entretejiendo una estructura de poder que articula los diversos niveles económicos,
políticos y administrativos y que dicha articulación incluye desde la comunidad campesina hasta la capital
departamental, e incluso, la de la República” (obra citada: 177-179)
115
Las chicherías: Durante el siglo XIX y hasta 1952 por lo menos, las chicherías
cumplieron un importante rol en la constitución y desarrollo del mercado interno
regional, posibilitando que el comercio de granos en gran proporción fuera
controlado por los sectores populares, lo que sin duda contribuyó a debilitar el poder
hacendal. Al margen de ello, la chicheria en sí, se constituyó en una alternativa de
ruptura con la rígida estructura social de élites y castas de la sociedad oligárquica.
Sin embargo, a partir de la Reforma Agraria, por lo menos en lo que hace a las
chicherías de los pueblos, -y muy probablemente también en el caso de
Cochabamba-, este rol comienza a modificarse. La chicheria, que se identificó como
uno de los símbolos más genuinos de la cultura popular, en medio de este torbellino
de recomposición social que origina el derrumbe de la autoridad hacendal, se
convirtió en manos de astutos y codiciosos mestizos en un instrumento útil para
ejercer el control social y la explotación indirecta de ingenuos campesinos -
excolonos-, que en la década de los años 1950, desarrollaban sus primeras
experiencias, en el difícil proceso de insertarse en el mercado.
116
[...] viendo este negocio todas las casas de Cliza se convirtieron en
chicherías, luego varios de los campesinos fueron a vivir a esta población y
el primer negocio que emprendieron fue el de la chicha, con cuyas ganancias
llegaron a comprar un camión o a adquirir algunos valores.”
Indudablemente muchos piqueros y sobre todo dirigentes de sindicatos agrarios,
miembros de los comandos del MNR y rescatiris optaron por abrir chicherías
mediante sus familiares y allegados. Estos negocios les sirvieron como base inicial
de acumulación de sus bastas fortunas y prontamente, no sólo en Cochabamba,
sino en los pueblos del valle surgió todo un estrato de "nuevos ricos". Los nuevos
fabricantes y expendedores de chicha mencionados, prontamente pasaron a
dominar dicho comercio y a exportar a Cochabamba. Sin embargo, este éxito no fue
muy duradero y alcanzó límites que luego mermarían su rentabilidad. Veamos como:
Los mecanismos de crédito.- Un otro recurso utilizado por los rescatistas para
acentuar su dominio sobre el productor campesino fue el crédito, que más que tal
asumía generalmente la forma de un pago anticipado por parte o el total de una
cosecha o de una retribución de trabajo en compañía. El campesino totalmente
desamparado, en este y otros aspectos, por el Estado, muchas veces, para
enfrentar una coyuntura adversa por causas naturales o por contrastes en el
mercado, que era lo más frecuente, se veía obligado a cargarse de deudas y
profundizar su dependencia económica con respecto a sus acreedores82.Un
informante de Sacaba señalaba lo siguiente: muchos campesinos desarrollaban
labores agrícolas por el sistema de compañía asociados a vecinos del pueblo,
incluso corriendo con los gastos de la siembra, como amortización de los intereses
del dinero que se prestaron, el mismo que normalmente era invertido en la compra
de semillas, abonos y herramientas, pero con mucha frecuencia era dilapidado: "lo
usan para beber y luego no pueden pagar el préstamo, por cuya razón están
82 El crédito bancario estaba fuera del alcance del pequeño productor campesino, imposibilitado de dar
cumplimiento a innumerables trabas, garantías y exigencias.
118
obligados a sembrar año tras año para la gente de quien se prestaron el dinero". Por
otra parte los campesinos, por imprevisión o por tener que enfrentar contratiempos y
obligaciones, consumían, vendían o disponían para otros fines, la semilla que
debían utilizar en la siguiente temporada, "razón por la cual siguen en busca de
plata para la siembra de cada año".
“Por 100 pesos prestados, hacen sembrar una romana de papas, equivalente
a un cuarto de hectárea de terreno; por 500 pesos que reciben prestados los
campesinos siembran una hectárea de su terreno, en cuya extensión entra
la cantidad de 5 a 6 romanas de semillas de papa. Los que hacen sembrar
por intereses dan las semillas y el abono y el campesino pone la tierra y su
trabajo. La cosecha recogida de esta siembra es la destinada íntegramente
al prestamista y el contrato del préstamo tiene que ser por dos años, con la
finalidad de mejorar el terreno, ya que en el segundo año vuelven a sembrar
papa, trigo o cebada”.
Otra modalidad muy extendida, era que los prestamistas exigían como pago de los
intereses del préstamo, el hacer trabajar sus propias fincas, sobre todo en las zonas
de Mizque, Sacaba y Tiraque. Tales modalidades y probablemente otras, tendían a
rigidizarse y a estimular mayores situaciones de explotación en las zonas más
alejadas de los circuitos feriales, donde se presentaban frecuentes conflictos por
abusos cometidos por los acreedores. El testimonio ofrecido por uno de éstos
prestamistas, nos permite conocer el punto de vista que tenían respecto a estas
operaciones:
“El campesino negocia sus productos o los productos que tiene que cosechar
con varias personas, o sea que, a cuenta de estos productos saca dinero de
numerosas personas con la finalidad de entregárselos (hacer efectiva la
devolución). Pero en algunos casos, esto no se vuelve efectivo, porque a
ningún de sus acreedores le da sus cosechas, sino las vende a otra persona
o las lleva hasta la ciudad, si se le presenta la oportunidad. Mientras tanto las
personas que le adelantaron el dinero se quedan a la espera que les traiga,
pero él nunca llega ni aparece. Por eso suelen ir hasta la casa del campesino
119
en su busca para cobrarle [...] Cuando los rescatistas no pueden hacer
efectivo el cobro, recurren a las autoridades de la población para que por
medio de éstos puedan cobrar, pero si el campesino no dispone con que
pagar su deuda, les quitan algunos animales que tienen en su casa o en
último caso, recurren a exigir que paguen con el terreno que tienen. Para que
eso no suceda el campesino se compromete a sembrar en el sistema de
compañía con su acreedor, y de tal suerte este recién puede recobrar el
dinero endeudado del campesino.”
Esta declaración demuestra que los préstamos que se hacían a los campesinos no
eran operaciones riesgosas, pues si bien el retorno podía ser lento o litigioso, de
ninguna forma se perdían los intereses y menos aún el capital, pues la garantía real
era la tierra del campesino y la cesión de su fuerza de trabajo. Incluso, no había
mayor apuro por parte del prestamista -rescatista-, para que se hiciera efectiva la
cancelación de la deuda, pues en tanto esta rindiera intereses que fueran saldados
con el trabajo campesino, se cristalizaba una forma expeditiva de apropiación del
excedente agrícola, que en operaciones sucesivas perfectamente equivalía al monto
adeudado o mucho más, sin que en ningún momento corriera riesgo el capital
empeñado, pues finalmente una fracción menor o mayor, o aun toda la parcela
acababan en poder del acreedor. Este tipo de mecanismos indudablemente
aceleraron el proceso de minifundización de la tierra.
Los tambos.- El hospedaje del campesino que debía pernoctar en los pueblos, era
otro recurso que desplegaban los rescatistas para crear condiciones propicias que
les permitieran obtener ventajas de los campesinos. El testimonio de un camionero
nos ilustra sobre la forma como este servicio se transformaba en un elemento de
presión y coerción:
“Los rescatistas que tienen sus camiones convierten sus casas en una
especie de tambos83, a cuyo fin traen al campesino con sus productos y una
vez que llega ahí, al campesino ya no le permiten salir a vender su producto
en el mercado. Los mismos dueños de casa exigen al campesino que les
venda, y si llega a negarse, en otra oportunidad no lo traen al campesino en
su camión.” A lo anterior, una chichera añadía lo siguiente “Los rescatistas o
chicheras que tienen su casa, tienen su balanza, la que está mal regulada y
pesan mayor cantidad de lo que corresponde. Fuera de eso les pagan
precios inferiores a los que están en vigencia en el mercado.”
Queda claro que el alojamiento o tambo, era un servicio que se pagaba con creces,
pues el piquero o pegujalero era prácticamente raptado y presionado
83 Este término, muy usual en La Paz, hace referencia al lugar donde llegan los campesinos a pasar la noche y
vender sus productos.
120
compulsivamente para vender sus productos a la dueña de la casa a precios
ínfimos, e incluso sometiéndolo a engaño en el pesaje de sus cargas.
121
En todo caso, las impresiones anteriores (corrupción, clientelismo, etc.) apenas
hacen referencia a juicios expresados desde un nivel más superficial y global. La
recomposición del mercado, las clases y estratos sociales, con todo el despliegue de
los mecanismos descritos tuvo su propia lógica y unos objetivos perfectamente
claros, que no eran opuestos a la visión reformista del MNR y a su actitud de
estimular la vía capitalista del desarrollo rural en oposición a las tendencias
colectivistas del POR y otros grupos radicales. Tampoco parece casual que el
gobierno, cumplida su palabra de distribuir la tierra en términos de propiedad
individual, abandonara a los nuevos propietarios a su suerte, es decir, no les
proporcionara ninguna asistencia técnica y financiera, ni los encuadrara en ningún
plan de desarrollo rural que propiciara un planificado crecimiento de las fuerzas
productivas agrícolas y menos les permitiera el acceso al crédito bancario en
condiciones ventajosas. Por el contrario, los dejó inermes frente a las fuerzas del
mercado, permitiendo que otros grupos sociales poseedores de recursos, medios de
transporte, pleno conocimiento de los canales del intercambio, cultura mercantil, etc.
pasaran a ocupar el lugar de los antiguos patrones y a consolidar una estructura de
poder que expresaba los intereses de un modelo de desarrollo profundamente
distorsionado y sesgado, donde: al mismo tiempo que permanecían los viejos
escenarios feriales e incluso se multiplicaban por doquier, en un proceso donde lo
viejo se adaptaba a los nuevos roles, también las arcaicas prácticas productivas y
hasta las formalmente abolidas relaciones de servidumbre retoñaban bajo nuevas
determinaciones.
Apostar a las nuevas fórmulas "traídas por los amigos de arriba", es apenas un
aspecto de la cuestión. En realidad las "nuevas fórmulas" estuvieron presentes en
el escenario regional en forma latente o expresándose limitadamente desde mucho
antes de 1953. La Reforma Agraria fue el detonante que abrió las compuertas a la
plena expansión del liberalismo económico con la complacencia de dichos "amigos
de arriba", en realidad "amigos" para las nuevas fracciones dirigentes de la
formación social regional.
122
Los rasgos del citado modelo podrían sintetizarse en los siguientes aspectos: en
primer lugar, en la supervivencia de un aparato productivo tradicional, donde la
desaparición de la hacienda y la multiplicación de pequeños productores operando
con medios de producción arcaicos y bajo modalidades de agricultura extensiva, no
modificaban en sustancia, la realidad de unas relaciones de producción
dominantemente no capitalistas y precapitalistas. En segundo término, el acelerado
crecimiento de una economía de mercado que adoptó los viejos escenarios feriales
e incentivó su expansión, desarrollando una serie de recursos para expropiar el
excedente campesino que sirviera de base material para la constitución del nuevo
bloque de poder regional, y donde los conflictos bélicos, las alineaciones políticas, el
caciquismo, incluso el pacto militar-campesino, se movían en el marco tácito de una
alianza entre Estado y clases medias emergentes, que se disputaban fracciones y
esferas de influencia del nuevo poder, pero que globalmente requerían y aceptaban
el manto de la protección estatal para consolidar su vigencia.
123
pasando por niveles intermedios, normalmente concluyen en el pleno dominio y
sometimiento de una fracción de productores campesinos.
En casi todos los pueblos del valle, la "revolución agraria" y la fuga de los patrones,
dio paso a un pleno dominio de los campesinos -sobre todo excolonos- que entre
fines de 1952 y agosto de 1953 se alzaron con el poder en extensas zonas de la
geografía departamental. Sin embargo, prontamente, los propios dirigentes
campesinos se encargaron de desalojar a sus bases de esta situación, en la medida
en que los cambios en los patrones de la organización de la economía, pronto los
alinearon con los grupos que ejercían dominio sobre los circuitos del intercambio.
Dichos dirigentes, que formalmente expresaban un poder político emanado de la
fuerza de sus bases, en la práctica pasaron a representar los intereses de los
comerciantes mestizos y, ellos mismos se incorporaron a esta legión de buscadores
de fortuna.
124
todo después de 1917 en que se inauguró la línea férrea Cochabamba-Oruro. Pero
todavía mucho antes de estos eventos, pequeños productores campesinos y
arrieros condujeron la producción de los valles a escenarios tan distantes como las
orillas del Pacífico o el sud peruano, esto sin contar el intenso comercio de muko y
chicha entre Cochabamba y los centros mineros y ciudades del altiplano.
La diferencia entre este comercio de larga distancia, donde aparece como una
especialidad el arriero-transportista y comercializador de productos agrícolas y
artesanales en el siglo XVIII, XIX y primera mitad del XX, fue la rápida expansión de
la economía mercantil a partir de 1953, merced a la alternativa innovadora de los
camiones, unas unidades de transporte más versátiles, de mayor capacidad de
carga (100 quintales y más) y capaces de recorrer grandes distancias -100 y más
kilómetros en una sola jornada-, superando además la rigidez de la ruta fija del tren
y la capacidad de las arrias. Por otra parte, gracias a este revolucionario medio de
transporte, los camioneros que desde los años 30 fueron desplazando a los arrieros
del escenario regional, y que pasaron a desempeñarse además como comerciantes
de productos agrícolas (rescatiris), dueños de chicherías y de casas convertidas en
tambos, constituyeron el único estrato social capacitado para responder a los
desafíos que planteaba la repentina incorporación de nuevos productores
campesinos a la economía de mercado.
126
vinculación ágil entre ferias próximas y lejanas, ranchos y espacios de producción,
factor que se constituyó en una condición esencial para el funcionamiento del
modelo de acumulación y expropiación del excedente agrícola que impuso el
comercio de rescate de productos. Por otro lado, el potenciamiento de Cochabamba
como eje central y nudo de una vasta red de circuitos mercantiles y sede de un
mercado capitalista que pasa a nutrirse de este torrente circulatorio.
85 Estos edificios de escaso gusto arquitectónico, en realidad una suerte de paralelepípedos con aberturas,
expresaban más una mezcla de un imaginario imperfecto de modernidad y pragmatismo utilitario. Las
plantas bajas se aprovechaban hasta la saciedad con funciones comerciales, las primeras plantas se
forzaban como depósitos y las plantas superiores, supuestamente destinadas a departamentos solían
permanecer desocupados.
127
CAPITULO IV
LAS MASAS DE ABRIL Y LA CUESTIÓN URBANA
Las tendencias que expresaba este acelerado crecimiento de las ciudades -y que se
confirmarían en los años 1970 y 80- es que América Latina estaba en un proceso de
transición hacia sociedades francamente urbanas. A inicios de los años 1950, el
fenómeno de las migraciones campo-ciudad estaba presente como un factor
importante que explicaba la acelerada urbanización de las nuevas metrópolis del
área, y la consiguiente proliferación de cuadros de miseria y tugurización que
comenzaron a caracterizar las periferias de las grandes urbes, y aun de las ciudades
intermedias86.
Muchos autores, sobre todo a partir de los años 60, incorporaron este acelerado
proceso de transformación de las ciudades, a un cuerpo de argumentaciones más
amplio, que intentó mostrar las nuevas pautas de la modernización y el desarrollo de
las sociedades latinoamericanas que impulsaban el crecimiento urbano, en función
a los roles y posibilidades que les asignaron unos procesos económicos
internacionales, dominados crecientemente por la racionalidad del desarrollo
industrial capitalista, que en términos cada vez más absorbentes y eficientes, pasó a
dominar la economía y las estructuras sociales y políticas de los países de menor
desarrollo. Para estudiosos como Cardozo y Faletto (1969), Furtado (1976), Quijano
(1977), Sunkel y Paz (1974), etc., estas transformaciones fueron efectos de la
industrialización de los países del área, dentro del denominado ciclo de "sustitución
de importaciones", que no sólo profundizó procesos de división social y territorial del
trabajo, sino amplió las diferencias entre campo y ciudad, introdujo factores de
disolución de las economías mercantiles, transformó las pautas culturales de las
sociedades agrarias y creó las condiciones para una profunda modificación de los
comportamientos demográficos, al ampliar las contradicciones entre regiones y
86 Diversos organismos internacionales, a mediados del siglo XX, comenzaron a llamar la atención sobre la
proliferación de tugurios alrededor de la gran Lima, la expansión de las favelas en Rio de Janeiro y en
general, sobre la expansión de las manchas urbanas de las ciudades latinoamericanas como frutos no
deseados de la planificación, es decir, como resultado de invasiones de tierras y un agudo proceso
especulativo de la tierra urbana.
128
territorios sometidos a ritmos desiguales de crecimiento económico e integración a
la economía mundial.
Autores como Laclau (1978) Castañeda y Hett (1978), Kalmanovitz (1983), y otros,
se constituyeron en las voces discordantes de un enfoque que dominó el escenario
latinoamericano, por lo menos durante dos décadas, mostrando los riesgos de hacer
reposar las interpretaciones de la realidad, a partir exclusivamente, de enfoques
totalizadores, donde la naturaleza de los rasgos nacionales, regionales y locales
eran algo secundario y subordinado al sistema capitalista mundial, y que todo el
nudo de contradicciones sociales, étnicas, culturales, etc. se reducían a la lógica de
su articulación con los centros que rigen el comportamiento del sistema capitalista a
escala planetaria.
87 Eran comunes las explicaciones del atraso o deficiente desarrollo de los países latinoamericanos, a partir
de la idea arraigada de la existencia simultánea, dentro del organismo social, de un cuadro de antagonismos
entre un sector, a veces mayoritario de la sociedad, que se aferraba a los valores tradicionales y un sector
moderno que no podía desarrollarse con la suficiente dinámica, pues tenía que cargar con el lastre del sector
conservador. Es decir, que las sociedades subdesarrolladas se debatían en este dualismo de contrarios que
postergaba su efectivo despegue hacia un desarrollo moderno.
129
En esta perspectiva, la interpretación de los hechos analizados en los capítulos
anteriores, y la propia transformación de la ciudad de Cochabamba, apenas se
reducirían a simples datos y episodios secundarios de un proceso más amplio de
articulación del Estado y la economía nacional al sistema capitalista mundial, cuyas
circunstancias expansivas o depresivas, marcarían los ritmos de los
comportamientos económicos y sociales de las realidades regionales y locales. Sin
duda, esta excesiva valorización de los factores externos, tendía a uniformizar y
relativizar el significado de las circunstancias específicas, y sobre todo, a ignorar el
movimiento interno de los procesos sociales, oscurecer sus contradicciones y
simplificar el aporte de estos factores, en la constitución de las realidades nacionales
resultantes.
130
Por ello mismo, la acción de las "masas de Abril" sobre el escenario urbano y sobre
la transformación de su estructura, por una parte, así como la postura modernista y
la naturaleza de las políticas del desarrollo urbano, por otra, son procesos
profundamente influidos por la propia dinámica histórica de la región antes que
resultados mecánicos de la acción del Estado y el capitalismo mundial.
131
Indudablemente que si contemplamos Cochabamba desde este nuevo ángulo
conceptual, podremos admitir que su rol de "ciudad" se remonta al siglo XVI, cuando
aún era una modesta villa perdida en la inmensidad de un amplio universo rural,
pero con la capacidad de extender sobre este, el peso de un poder político, militar e
ideológico, y constituirse en el sostén del orden económico y social impuesto por el
Estado colonial en esta parte del centro de Sud América.
Es en función de estos puntos de vista, que nos proponemos, antes que ofertar un
ensayo puramente descriptivo y ciertamente aburrido, transitar el camino más
complejo, pero más gratificante, de proponer una visión de la ciudad, a mediados del
siglo XX, como el producto resultante de la dinámica de fuerzas sociales internas
(actores urbanos y rurales), fuertemente influidas por el derrumbe del viejo orden
secular. Para este cometido, utilizaremos las escuetas descripciones que se
realizaron al respecto, así como la escasísima relación estadística existente, que
nos permitirán, sin embargo, una aproximación a esta problemática específica88. No
obstante, pedimos de antemano, disculpas al lector por la extensión de este
capítulo, una vez que la ausencia de bibliografía específica a la cual referirnos, nos
obliga al despliegue de todo lo disponible, para dar coherencia a nuestra
argumentación.
Como se observó con anterioridad89, los resultados del censo de 1950 confirmaron
que la ciudad de Cochabamba ocupaba el segundo lugar -después de La Paz- entre
las ciudades de Bolivia, radicando esta importancia no sólo en su peso poblacional,
sino en su posición central dentro del territorio nacional y su gravitación sobre las
comunicaciones entre las diferentes regiones del país, además de su tradicional
importancia agrícola. Al respecto se sostenía: “A la par que el centro del sistema de
aeronavegación nacional, (Cochabamba) es la puerta de entrada a las extensas
áreas inexplotadas del Oriente y el Noroeste bolivianos.” (El País Nº 4.253,
14/09/52).
88 En contraste con los relativamente abundantes estudios sobre las transformaciones sociales que tienen
lugar en el área rural, antes y después de la Reforma Agraria, los estudios urbanos al respecto, son realmente
escasos.
89 Ver capítulo I.
132
circundantes, equilibrio todavía no alterado por los excesos "modernistas" en
materia de arquitectura y urbanismo que décadas más tarde se cometieron. Una
descripción de principios de los años 1950 presentaba esta imagen:
133
“Constituyen un aspecto interesante de la vida rural cochabambina las
tradicionales ferias que durante diferentes días de la semana se realizan en
los pintorescos pueblos de Quillacollo, Cliza, Punata, Totora, Sacaba y Arani.
Tanto por la cuantía de las transacciones como por la diversidad de los
productos que son objeto de ellas, estas ferias revelan el relativo bienestar
de las clases campesinas, a la par que el grado de progreso alcanzado por
las industrias manuales, tales como la alfarería, la manufactura de tejidos,
etc.” (El País, No. cit.).
Otra crónica semejante proporciona una idea de esta realidad urbana, muy diferente
y distante de la antigua aldea decimonónica, que todavía sobrevivía intacta pocos
años antes de la guerra del Chaco, arrastrando pesadamente detrás de sí siglos de
inmovilidad y tradición, que sobre todo, a partir de los años 1940, se vieron
drásticamente sacudidos por la fiebre de la urbanización y el afán de materializar los
nuevos ropajes urbanos modernos, con que tardíamente intentó cubrirse la antigua
clase hacendal. Veamos algunos rasgos de esta nueva realidad desde la
perspectiva de un perspicaz viajero que a bordo de un motorizado paseaba por la
ciudad:
“Un Chrysler deteriorado por el tiempo y el trabajo de muchos años nos lleva
al amplio puente de la Avenida Libertador Bolívar [...] Un hormiguero de
automóviles y peatones sale del Estadio Departamental después de una
emocionante justa deportiva [...] En medio del estrépito de las bocinas y del
torbellino del tránsito, el auto se desliza por la Avenida Ballivián frente a la
estatua de Bolívar [...] Atravesamos plazas y calles. La Coronilla [...] Más allá
el Aeropuerto del Lloyd Aéreo Boliviano: construcciones, pistas asfaltadas,
hangares, cuadrimotores [...] avalancha de pasajeros de todas partes [...]
Pasamos por las dos estaciones de ferrocarriles de pretensiones
interoceánicas […] contemplamos en el trayecto una muchedumbre
abigarrada de obreros y campesinos de porte marcial y placentera expresión:
índice de reivindicaciones posrevolucionarias y de ostensible elevación socio
económica [...] El auto reanuda la velocidad por el camino carretero a la
Refinería de Petroleo cuyas construcciones: oleoductos, tanques, torres,
columnas y chimeneas [...] anuncian la fiebre de trabajo y edifican el futuro
[...] Regresamos por los mercados populares en día de feria: abarrotamiento
de negocios, vendedores ambulantes, tránsito embotellado por el
hacinamiento en demanda de artículos de consumo.” (Anaya: El Pueblo No.
350, 14/09/1954). Citado por Solares, 2011.
Resulta evidente que envueltos en el tráfico de motorizados y muchedumbres que
llenan sus centros comerciales, subyacen dos alternativas de desarrollo urbano:
una, la visión modernizante de las avenidas, los paseos, los grandes equipamientos
134
como las instalaciones deportivas, las terminales de transporte y la refinería de
petróleo que tanto llenaban de orgullo a los cochabambinos, que con frecuencia
apelaban a estos ejemplos de indiscutible progreso, para esbozar alegorías y
aspiraciones a un modelo de ciudad del futuro, que mereciera el pleno
reconocimiento del poderío de una Cochabamba industrial y promotora de la
integración nacional90.
Otra, la dinámica más genuina del mundo ferial, que comenzaba a proyectar
sólidamente su articulación con la ciudad, superando el modelo del antiguo
campamento o "Cancha" rural, para -sin abandonar su sabor andino y popular-
consolidar un marco urbano, que más allá de las populares "casetas", kioscos y
galpones, estructuraba el soporte material que serviría de base para estimular
alternativas -como veremos más adelante- incluso conflictivas y opuestas a la
racionalidad urbanística, pero incuestionablemente lógicas en el contexto de la
expansión de la feria campesina tradicional y su conversión en "mercado negro",
"miamicito", "nylon khatu", etc. Un otro testimonio de Cochabamba, al filo del
régimen de la Revolución Nacional corrobora esta impresión:
“Al presente (la ciudad) se ha hecho más extensa, más variada, ya sea en la
construcción de sus edificios como por los parajes verdes que van
extendiéndose a lo largo de la ciudad; admiramos al Norte poblaciones
nuevas: Cala Cala, Mayorazgo, Temporal, Tupuraya, Muyurina y la Recoleta;
al Sud, Villa las Delicias, Villa Santa Cruz; al Este, Barrio Ferroviario, la
Universidad, 9 de Abril; al Oeste, Villa Galindo, Montenegro.” (Echalar,
Prensa Libre no. 944, 10/01/64).
Un síntoma precoz de esta nueva lógica ordenadora del espacio urbano, fue sin
duda, la presencia de aquellos actores sociales que la sociedad oligárquica había
relegado hacia las periferias de la ciudad, en su afán de consolidar un espacio
urbano a la medida de su imaginario social: un baluarte de modernidad que imitara
91 Charles-Édouard Jeanneret, mejor conocido como Le Corbusier, arquitecto francés autodidácta. A partir
de la década de 1930 descolló como promotor de la arquitectura y el urbanismo racionalistas que
aspiraban a expresar la nueva estética de la modernidad europea pos Primera Guerra Mundial. Organizó
los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) que fundaron los principios de la
organización del espacio sobre bases funcionalistas y la relación coherente entre vivienda colectiva y
diseño urbano. Su influencia fue planetaria y naturalmente tuvo discípulos entre los planificadores
urbanos de Cochabamba en las décadas de 1940-50.
136
en la medida de lo posible los patrones occidentales de urbanización, y que en
consecuencia, erradicara todos los signos, evidencias y referencias de la cultura
andina y de sus expresiones mestizas.
Con motivo de las fiestas septembrinas de 1952, finalmente, las temibles huestes
campesinas se hicieron presentes en la ciudad para recibir a su líder Víctor Paz E.
El recuerdo de los excesos cometidos por los patrones y las temibles venganzas
prometidas, no fueron el marco que guio el ingreso de estos nuevos protagonistas
sociales a la historia de Cochabamba. El desarrollo del singular acontecimiento tomó
un curso muy diferente:
“Ese personaje (el indio) que vivía privado de su yo humano, vencido por los
prejuicios de una pequeña sociedad explotadora [...] -sometido- al ama que
lo había acostumbrado a dormir en las losas de zaguanes, sin más cama
que la jerga de su atadillo ni más tapa que su poncho [...] hasta convertirlo en
una especie de bruto apenas superior al hato de sus acémilas [...] anda hoy
risueño, con la cabeza en alto, hablando sin cortarse ni titubear” (El Pueblo
Nº 25, 22/09/53).
138
La ciudad, esa vieja explotadora del campo, en medio del dislocamiento de los
antiguos valores, si bien no sufrió los castigos bíblicos con que fue amenazada,
experimentó en 1952-53, un agudo desabastecimiento, fruto no sólo de la
intempestiva "invasión" relatada, sino de la propia recomposición del mercado, y
efectivamente, el temporal abandono de los cultivos, que la propia dinámica de la
expansión mercantil se encargó de subsanar sin mayores consecuencias92.
Por ello mismo, las primeras formas de transgresión contra este último baluarte de
tintes ideológicos, fue invadiendo los santuarios vedados a mestizos, cholos e
indios, que como vimos, fueron el escenario de marchas y manifestaciones. La
transformación de la Plaza 14 de Septiembre, la plaza Colón y el Prado en
campamentos de indios y escenarios de fiestas y francachelas tuvieron ese sentido,
de violar y ridiculizar las odiosas prohibiciones, convirtiendo dichos santuarios en
espacios públicos más democráticos. Es probable, que más que las noticias de
haciendas saqueadas y patrones flagelados, el trago más amargo que tuvieron que
apurar las desplazadas élites, fue su impotencia ante la profanación de su mundo y
sus valores.
casos, vivían alrededor de la plaza de armas y sólo en forma muy paulatina se trasladaron a sus propiedades
en la campiña que otrora les sirvieron como sitios de veraneo, cuando los inmuebles del centro histórico
comenzaron a valorizarse para funciones comerciales y sus nuevos sitios de residencia comenzaron a
urbanizarce dando paso a los barrios de la Zona Norte de la ciudad. Pero aún así, estos distinguidos
personajes tuvieron que convivir con vecindades indeseables: una pleyade de nuevos ricos con escasos
barnices de cultura y urbanidad (comerciantes mestizos, ostentosos rescatiris transportistas, negociantes del
impuesto a la chicha, cuperos, antiguas chicheras e incluso grandes contrabandistas) que se apropiaron de las
moderna arquitectura residencial de los chalets que se pusieron de moda justamente en la década de l950-60.
140
La "revolución agraria" no sólo provocó el éxodo de los patrones hacia la ciudad de
Cochabamba, sino la presencia masiva de grandes contingentes campesinos, que si
bien "ocupaban" la ciudad por cortos períodos, su frecuencia fue tornando
permanente la residencia urbana de capas de dirigentes agrarios, que prontamente
abandonaron sus vestimentas indígenas y se integraron a la vida urbana y al mundo
de los negocios. Camioneros, rescatistas, grandes comercializadores de chicha, en
fin, "nuevos ricos" de última hora y de toda laya, junto a grandes masas de pobres
con ilusiones de riqueza demandaron su "derecho a la ciudad". Ex mineros,
piqueros, viejos obreros curtidos en las luchas sociales de los años 1940, también
demandaron un lugar en la ciudad como justa retribución a su trayectoria de entrega
y sacrificio. En fin, las clases medias pobres que habían padecido desde los años
1930 la crisis de vivienda, también al igual que los demás, aspiraban a un "lotecito"
propio y a "una casita con un huertito y unos animalitos" en la campiña
cochabambina94.
Tal vez en este orden, la deficiencia más aguda, -junto con las tradicionales
insuficiencias en materia de abastecimiento de agua, provisión de energía eléctrica,
saneamiento ambiental, penuria de vivienda, etc. que trataremos más adelante-, era
el absoluto desfase entre los crecientes contingentes de trabajadores y ofertantes de
fuerza de trabajo y la modesta capacidad de la economía urbana para generar
empleo productivo o aun en otras ramas de la economía.
94 Sin embargo, la idea que tenían estos nuevos ciudadanos sobre la vivienda no era homogénea, unos apenas
aspiraban a trasladar su choza campesina a la ciudad, otros soñaban con las "casitas funcionales y baratas"
introducidas en los años 1940 por el propio Estado a título de "vivienda obrera", otros se contentaban con
adueñarse de los conventillos y algunos, -los menos- aspiraban a imitar los chalet y a construir " casas de
muchos pisos".
141
Prontamente el sector estatal se constituyó en la única fuente de empleo estable, y
por ello mismo en un poderoso recurso de control sobre una vasta clientela política.
La empleomanía, o más vulgarmente la proliferación de los "busca pegas" se
convirtió en una verdadera obsesión. En torno a este propósito, se articularon
verdaderos circuitos de influencias, esferas de poder y un verdadero sistema de
favores, recomendaciones y compensaciones, que configuraron un amplio espectro
de prácticas corruptas. En estos términos los diferentes cuerpos del aparato estatal -
entre ellos el Municipio con su suculenta Oficina de Recaudación al Impuesto a la
Chicha o la Jefatura de Mercados que administraba la proliferación de sitios y
locales municipales en mercados y ferias- se convirtieron en irresistibles botines, y
en una suerte de agencias de enriquecimiento rápido.
Sin embargo, pese a la gran capacidad de los estratos sociales emergentes para
articularse a la economía de la ciudad, no todos lo hicieron con la misma fortuna. El
desempleo abierto o encubierto y las situaciones de pobreza y aun de miseria
extrema, que estaban presentes como bolsones de alguna significación en los años
1930 y 40, tendieron a incrementarse y profundizarse. Contingencias de orden
económico como las drásticas medidas de estabilización monetaria de 1956, la
ausencia de capitales para apuntalar el sector industrial o apoyar la producción
agrícola, dieron paso, una vez más, sobre todo en los últimos años de la década de
los 1950 e inicios de los 60, a una situación de crisis y estancamiento. Veamos
algunas crónicas a este respecto:
Esta era una clara alusión al declinio de la famosa "gallina de los huevos de oro", es
decir, el impuesto a la chicha, por diversas razones que veremos más adelante y
que, incluso empujaron a la quiebra a los recaudadores provinciales del impuesto al
licor.
142
Un estudio del Instituto Nacional de Vivienda dirigido a fijar condiciones para
adjudicar viviendas de interés social a sectores de bajos recursos, llamaba la
atención sobre la "exagerada promiscuidad de los hogares indigentes", agravada
por situaciones de franca subalimentación donde: "elementos alimenticios como la
leche, fruta y carne son considerados artículos de lujo". En suma este estudio
llegaba a la constatación de que: “El panorama general de las clases humildes
realmente viene a ser desconsolador hasta el momento en que los poderes públicos
no tomen las medidas necesarias para evitar tantos males derivados de la crisis
económica del hogar indigente.” (Prensa Libre Nº 614, 29/11/62).
143
tan preocupante pregunta descubría una realidad diferente y extremadamente
contradictoria de la ciudad. Veamos un resumen de su editorial
144
La extensa pero necesaria cita anterior, finalmente muestra la naturaleza y las
limitaciones del esfuerzo modernista, así como la relatividad del desarrollo urbano. A
más de una década de la Revolución de Abril, la cruda radiografía de la realidad
urbana anteriormente expuesta, mostraba las profundas contradicciones existentes
en el ordenamiento de los espacios urbanos y en la calidad de vida urbana que
propiciaban. Las zonas populares del Sud de la ciudad permanecían con la misma
fisonomía de rancherío rural de comienzos de siglo, el casco viejo -o "la city" como
gustaban la denominarla los urbanistas de los años 1940- se reducía a un perímetro
de diez cuadras asfaltadas en torno a la Plaza de Arma, en cuyo interior
tímidamente asomaban escasos ejemplos de arquitectura moderna, apenas
suficientes para disimular precariamente la fragilidad de los despliegues
modernistas, más ideológicos que materiales. Los nuevos barrios del Norte, Este y
Oeste que se constituían en el principal aporte a la conversión de la gran aldea en
ciudad, no estaban totalmente consolidados, pese a que en ellos se intentaba
reproducir la ciudad-jardín.
En fin los viejos problemas y miserias de hacia cincuenta años y más, estaban
plenamente vigentes e incluso se habían incrementado, pese a los profundos
cambios sociales que introdujo la Revolución Nacional. Sin embargo una evaluación
más cuidadosa del proceso urbano en los años 1950 y 60 muestra, como veremos a
continuación, movimientos de participación popular que introducen otras alternativas
y otros ingredientes en la visión, tal vez muy tecnocrática y poco apegada a la
realidad, de la planificación urbana, y que tomando como motivación, cuestiones
concretas como la aguda demanda de tierras urbanas y la extrema penuria de
vivienda, propiciaron formas distintas de producción del espacio urbano con relación
a los modelos vigentes.
Tanto en los años 1940 como a inicios de los 50, el cuadro de carencia habitacional
y tugurización era muy agudo, pese a la levísima mejoría que aparentemente se dio
en 1950. Hacia 1952 y años siguientes, cuando la población comenzó a
146
incrementarse, sin duda, el problema era extremadamente crítico. A ello se sumaba
la beligerancia de los dueños de casa que no renunciaron a inicios de los 1950, a
exigir la derogatoria de los decretos de Villarroel sobre la rebaja y congelamiento de
alquileres e incluso pretender un reajuste drástico en esta materia.
“Se tiene el dato estadístico oficial de que en esta ciudad a dos habitaciones
de vivienda con servicio higiénico corresponde un canon mensual de Bs.
4.000.-, que sin embargo no paga ningún inquilino, prefiriendo explotar al
propietario indefenso quien es conceptuado como un explotador, especie de
delincuente, por el único delito de tener casa de inquilinato”.
Revelaba, además que no se respetaba el sacrificio del propietario para construir la
casa, ni los impuestos con que se la gravaba, ni los gastos de conservación y
refacción del predio. En suma se consideraba que el dueño de casa era una víctima
"privada de los más elementales derechos", incluso el derecho a cobrar el alquiler
más conveniente, pues su monto por disposiciones oficiales (la de enero de 1945)
no podía sobrepasar el 10% anual del valor catastral del inmueble: "quedando así
expuesto a una expropiación gratuita de todo el excedente que tenía derecho a
percibir". En fin, le daba al asunto un nuevo giro al sostener que:
Los inquilinos, muchos de los cuales son millonarios, tienen casas propias y
prefieren perpetuarse en inquilinatos logrados antes de los decretos
demagógicos de los gobiernos de facto o seudo socialistas. La famosa ley de
3 de enero de 1945 sobre rebaja obligatoria de alquileres fue obtenida por el
forcejeo de un diputado periodista e inquilino para embromar a su dueño de
casa [...] El decreto reglamentario de esa ley lo elaboró sin duda algún
pinche comunista ministerial. (Corvera, Z., Los Tiempos, Nº 2.370, 5/01/52).
Este y otros puntos de vista simulares revelan, que, pese al enorme repertorio de
recursos para pasar por alto la rebaja de alquileres dispuesta por el Gobierno
147
Villarroel en 194596, estas disposiciones eran un serio freno a la reproducción más
fluida de renta inmobiliaria e impedían inversiones mayores en el campo de la
construcción. Esto en cierta forma explica, por qué fue disminuyendo el ritmo de la
renovación urbana en el centro de la ciudad, en favor de las refacciones,
subdivisiones y remodelaciones poco ortodoxas a que fueron sometidas las viejas
casonas republicanas, desfigurando los proyectos modernistas que apostaron en
favor de una expansión de la empresa capitalista inmobiliaria, lo que en medio del
enorme desgaste del poder oligárquico no podía darse. Irónicamente, este alicaído
poder enormemente necesitado de una base social de sustentación, no se atrevió a
derogar las disposiciones de Villarroel en materia de alquileres, aun a costa de
afectar los intereses de sus aliados naturales.
CUADRO No. 14
DEPARTAMENTO DE COCHABAMBA: RELACIÓN DE PREDIOS RÚSTICOS EXPROPIADOS EN
FAVOR DE LOS TRABAJADORES DE LAS MINAS NACIONALIZADAS
149
15. Arbieto Luís Vallejos
16. San Isidro Plácido Vallejos
17. Huayra Mayu Agustín Villegas
18. Paracaya Sucesores de Samuel Paz Torrico
19. Duraznillo Familia Martinez Villarroel
20. El Convento Caja Nacional de Seguro Social
21. Cocamarca Municipalidad de Cochabamba
22. Charamoco Padres Cordimarianos
23. Marcavi Monasterio de Santa Clara
24. Tambo Emiliano Ríos
25. Cocapata Isabel N. vda. de Ugarte
26. Altamachi Luís dela Reza
27. Tucma Juana Grumeng vda. de Viscarra
28. Novillero Sucesores de Anibal Calvo
29. Coari Severino Camacho
30. Pojo Mateo Zegarra
31. Iturri Lucio Zabalaga
32. Pucara Humberto Cano
33. Yayani Monasterio de Santa Teresa
Fuente: El Pueblo Nº 13, 06/09/53
Esta fue probablemente la referencia más importante que dio inicio a la acelerada
ocupación y urbanización de la periferia urbana. Como se mencionó, los nuevos
propietarios mineros dueños de tierras en las inmediaciones de la ciudad,
comenzaron a gestionar su incorporación a esta y, en los hechos no esperaron
mayores tramitaciones. Frente a esta realidad, la Alcaldía de Cochabamba intentó
encausar esta fiebre de loteo, que en realidad comenzó a manifestarse desde fines
de los años 1940, lanzando una Ordenanza en fecha 19/02/53 suscrita por el
Alcalde Rafael Saavedra, que en sus considerandos anotaba significativamente:
151
afán de lucro de los loteadores, era básicamente correcto. Incluso, disposiciones
como aquellas que obligaban al fraccionador "a realizar por su cuenta" obras
públicas como la apertura de vías, la construcción de cordones y aceras, el ripiado
de las calzadas, la ejecución de desagües pluviales, las instalaciones de agua
potable, los servicios de alcantarillado y la red de distribución de energía eléctrica,
en forma previa a la comercialización de los lotes, o alternativamente, a través de
una fianza para la venta inicial de hasta un 25% de la superficie total útil del
fraccionamiento, consistente en la primera hipoteca en favor del Municipio como
garantía de ejecución de dichas obras; no dejaban de ser medidas "revolucionarias"
a tono con los tiempos e incluso innovadoras, si se las comparaba con los códigos
urbanos, muy conservadores, de otras ciudades de América Latina. Sin embargo,
estas disposiciones que herían profundamente los intereses de los loteadores, es
decir, de las nuevas élites locales empeñadas en la carrera de la fortuna, jamás
fueron aplicadas a plenitud, en la medida en que el Municipio, carente de legitimidad
democrática y de plena participación popular en sus instancias de gobierno, pese al
elevado contenido social de sus decisiones, no tuvo, en ningún momento la
capacidad y el poder político para imponerlas98.
Por otro lado, los loteadores desarrollaron la habilidad de cubrir sus intenciones con
un manto de "interés social", empujando y estimulando enfrentamientos entre
organizaciones sociales adjudicatarias y Municipio, donde siempre salía perdiendo
la institución edilicia, frecuentemente rebasada por los poderes centrales y las no
menos poderosas influencias políticas manejadas como instrumentos usuales de
transgresión y corrupción. En el curso de 1954, arreció la fiebre de los loteos bajo el
impulso de las adjudicaciones efectuadas por el Estado en favor de los ex
trabajadores mineros en septiembre de 1953 y las afectaciones producidas por la
aplicación de la Reforma Agraria. Además, a este proceso se sumaron otros
contingentes sociales, incluso campesinos excolonos y piqueros. Un resumen
parcial de estos hechos se expresa en el siguiente cuadro:
98 Los Municipios a partir de abril de 1952 se convirtieron en apéndices del poder ejecutivo y los alcaldes
eran funcionarios nombrados por el Ministerio del Interior.
152
CUADRO No. 15
CIUDAD DE COCHABAMBA Y CERCADO: DOTACIÓN DE TIERRAS A ORGANIZACIONES
SOCIALES CON ANTERIORIDAD A LA REFORMA URBANA
Organizaciones Ubicación de la Extensió Número de Fuente
sindicales dotación n en Has familias
favorecidas
Federación de Mineros Chujnacollo – 140 30 f. mineras El Pueblo, Nº 157, 23/03/1954
Sindicatos agrarios de Tiquipaya 30 f. campesinas
excolonos 500 20 f. campesinas
Chillimarca - Tiquipaya 36 f. mineras
Trabajadores mineros Viloma - Quillacollo 500 135 f. campesinas
Campesinos 30 f. mineras
excolonos Cocamarca - 600 155 f. campesinas
Quillacollo 30 f. mineras El Pueble, Nº 160, 28/03/1954
450 13 f. campesinas
Vinto Chico - 32 f. mineras
Quillacollo
Sindicato Minero Mixto Mayorazgo - Cercado 35 400 f. mineras El Pueblo Nº 180, 15/06/1954
de Colquiri
Maestros Urbanos de Alalay – Cercado 26,75 s.d. El Pueblo Nº 279, 15/06/1954
Cochabamba Linde - Cercado 30 s.d.
Federación de Mineros La Maica - Cercado 200 34 f. mineras El Pueblo Nº 280, 16/06/1954
Sindicato agrario 24 f. campesinas
excolonos
Federación de Mineros Paracaya - Chapare 644 164 f. mineras y El Pueblo Nº 283, 19/06/1954
Sindicato agrario de campesinas. No
excolonos se hace
diferenciación
Sindicato agrario de Pucara - Cercado 200 45 f. campesinas El Pueblo Nº 284, 20/06/1954
excolonos
Referencia: Elaboración propia en base a las publicaciones citadas.
99 Cada acto de dotación de tierras, culminaba en grandes concentraciones de campesinos y mineros, con
salvas de fusilería, cohetes, cachorros de dinamita, vítores, bandas, transmisiones radiales, filmaciones,
agasajos y discursos de ministros y personalidades como Mario Torrez y Juan Lechín. Estas concentraciones
solían reunir a 10.000 y más campesinos y mineros, que ruidosamente festejaban su nueva condición de
ciudadanos propietarios.
153
En sustitución de las instancias técnicas municipales, y pasando por alto la
referencia del Plano Regulador de la ciudad y el Esquema de Ordenamiento de la
Región de Influencia Inmediata a la misma, se crearon organismos, como la citada
Comisión Calificadora de Dotación de Tierras, dependiente del Ministerio de Asuntos
Campesinos que por Decreto Supremo de febrero de 1954, se convirtió en la
Comisión de Dotación de Tierras dependiente de la Corporación Minera de Bolivia
(COMIBOL) para la transferencia de tierras a favor de los trabajadores mineros. Esta
comisión, incluso creó una: "Sección de Arquitectura": encargada de confeccionar
planos para edificaciones de vivienda para campesinos y mineros [...] edificar los
nuevos edificios [...] realizar los proyectos de urbanización de las zonas vecinales"
(El Pueblo Nº 285, 23/06/54).
La Reforma Urbana
Las tendencias hacia una rápida pérdida del control, sobre las cada vez más
insistentes y radicales reivindicaciones de dotación de tierras, preferentemente
urbanas, a cargo de diversos grupos sociales identificados con la Revolución de
Abril, y que, se convirtieron rápidamente, en francas amenazas al ordenamiento
jurídico de la propiedad privada del suelo urbano, obligaron al Gobierno de Paz
Estenssoro a dictar el Decreto Ley de 26 de agosto de 1954.
Según Calderón (1983: 77) este decreto que pasó más adelante a ser conocido
como "Decreto de Reforma Urbana" intentaba dar respuesta a dos cuestiones: por
una parte, salvar la contradicción entre la apropiación privada y la especulación del
suelo, además, de atender las necesidades de tenencia de dicho medio de
producción por los sectores populares, carentes de este recurso; y por otra parte,
satisfacer la necesidad de vivienda de dichos sectores. En el caso de Cochabamba,
la respuesta que proporcionó el citado decreto fue más específica: a partir de
mediados de 1954, las clases medias urbanas, trabajadores, mineros y no pocos
campesinos migrantes comenzaron a organizar más o menos subterráneamente
"sindicatos de inquilinos" que amenazaban "tomarse tierras" consideradas baldías y
sin cumplir ninguna función social, las que abundaban en el interior del extenso y
ampliado perímetro urbano.
154
Los considerandos del decreto de agosto de 1954 hacían mención específicamente
a la existencia de predios baldíos, que al no ingresar en el mercado de tierras, a
espera de mejoras urbanas y por tanto mejores cotizaciones, impedían encarar la
solución de la vivienda en favor de los sectores populares, y daban margen a
exageradas utilidades, que no eran provenientes del trabajo personal o de mayores
inversiones de capital, sino fruto de la apropiación de la plus-valía urbana provocada
por la creciente presión demográfica que experimentaban las principales ciudades
del país. Esta presión demográfica, que además era presión política y social,
consideramos que se constituyó, en el factor determinante que impulso la dictación
de la mencionada ley. Un resumen de los artículos más importantes del decreto
muestran las siguientes disposiciones:
155
del Chaco comenzaron a operar y controlar especulativamente el mercado de tierras
y vivienda (Solares, 1990 y 2011).
Un otro efecto de este decreto, fue que las cuestiones técnicas que planteaban los
fraccionamientos de tierras, así como la tramitación de las expropiaciones y la
dotación de tierras, pasaban al ámbito municipal. Pese a que la Alcaldía de
Cochabamba, a la inversa que otros municipios, poseía un instrumento técnico de
referencia para encausar el desarrollo urbano y administrar coherentemente la
enorme cantidad de tierras que pasaban a dominio público y privado, no pudo influir
mayormente en el rumbo que tomó la fiebre de loteos que se desató a continuación.
De esta forma, la dispersión y atomización de las áreas verdes y su endémico
déficit, el caprichoso diseño del tejido urbano de muchas zonas y la dispersión
desmedida de las funciones residenciales, incluso vulnerando las propias normas
municipales, fue el saldo de todo este proceso de conversión de los sufridos
inquilinos en propietarios de lotes y viviendas. Un resumen parcial de las dotaciones
dispuestas por la Oficina de Reforma Urbana dependiente del Municipio, hasta
1956, mostraba los siguientes resultados:
CUADRO No. 16
CIUDAD DE COCHABAMBA: DOTACIÓN DE TIERRAS URBANAS A ORGANIZACIONES
SOCIALES, EN EL MARCO DE LA REFORMA URBANA
Exten-
Grupos y organizaciones sociales Ubicación de la sión Propietario anterior
dotación en
Has
Sindicato de obrero y empleados del LAB Actual Barrio Piloto 4,00 Estanislao Vargas
Sindicato de Trabajadores Petroleros Villa Plaffer- Km 0 a 19,66 Familia Quiroga Moreno
Santa Cruz
Sindicato de Mineros de Pulacayo Sarco 12,94 Eduardo Guzmán Vila
Sindicato de OO.PP. municipales Sarco 1,69 Concepción Ocampo vda de Quiroga
Sindicato del Banco Minero Santa Ana de Cala 0,87 Abraham Giacoman
Cala
Sindicato del Banco Hipotecario Cala Cala 1,20 Banco Hipotercario
Federación Trabajadores de la Prensa Las Cuadras 10,40 José Antonio Quiroga y otros
Mutual de Oficiales de Reserva de la Sarco 31,19 Hermanos Gutierrez
Guerra del Chaco
Sindicato de Empleados Municipales Sarco 16,95 Abrahan Asbun
Muyurina 1,77
Empleados Contraloría Gral. de Alalay 72,40 Lucio Salazar
República
Sindicato Trabajadores Petroleros Zona Sudeste 14,76 Carlota Schorth
Federación de Excombatientes Sarco 14,28 Daniel Alvarez
Chimba 1,29
156
Federación de Excombatientes Jayhuayco 29,50 Estanislao Vargas
Sudeste 3,39
Federación de Trabajadores Mineros Sarco 3,63 Angel Maria Garcia
Sindicato Fabril Bressmer Hipodromo 3,36 Zacarías Coca
Sindicato Fabril Tiquipaya Mayorazgo 2,82 Maria de Cornachia
Aduana Nacional - Cochabamba Hipodromo 2,31 Julia vda de Cossio
Federación de Excombatientes Queru Queru 4,58 Carlos Anze
Sindicato COBANA La Chimba 13,30 Antonio Fernández L.
Sindicato Jabones Patria La Chimba 17,04 Emma Fernández L.
Federación Trabajadores Mineros Maica - Jayhuayco 26,47 Herederos José León García
Sindicato de Empleados de Bancos Sarco 26,47 José R. García
Federación de Mineros
Sindicato Agrario de Queru Queru Queru Queru 1,77 Bethsave Ortega vda. de Aguilar
Fuente: El Pueblo Nos. 357, 24/05/54, 875, 26/1/56 y 985, 17/07/56.
157
CUADRO No. 17
CIUDAD DE COCHABAMBA: TERRENOS AFECTADOS POR LA REFORMA URBANA SIN
DEMANDANTES SOCIALES HASTA 1956
Si las estimaciones del Alcalde Montenegro, basadas sin duda en datos catastrales,
no resultaban conservadoras, hasta mediados de 1956, habían sido distribuidas
apenas algo más de un 35% del total afectado, sin embargo, este porcentaje era
suficiente para dotar con lotes a unas 4.300 familias. Los índices anteriores inducen
a pensar, que el volumen de tierras urbanas que, a través de la Reforma Urbana,
ingresaron al proceso de urbanización, eran suficientes para dotar de lotes a la
masa de inquilinos y resolver en poco tiempo el problema de la vivienda.
Sin embargo la realidad social no se guía necesariamente por las frías estimativas
aritméticas, en la medida en que otro tipo de factores diluyen la sólida razón
matemática. En este caso, la composición social de los beneficiarios con la Reforma
Urbana revela un predominio de estratos de empleados públicos, exmineros y
excombatientes que demandaban lotes, si posible próximos a sus centros de
actividad y trabajo, que no coincidían necesariamente, con iguales requerimientos e
interés de los sectores productivos. El fortalecimiento, al lado del centro
administrativo y comercial tradicional, de una gran actividad comercial ferial
transformada en los años 1950, en un gigantesco bazar urbano, hizo que las
preferencias por tierras en la zona sud más o menos próximas a estos escenarios,
fuera absoluta, en desmedro de opciones menos privilegiadas. Por tanto aquí se
introdujo un factor distorsionante: ya no se trataba sólo de la justa reivindicación
social de expropiar a unos 200 terratenientes urbanos para resolver el problema del
techo propio, sino además, de tener acceso a lotes que pudieran valorizarse
rápidamente en términos comerciales, en razón de su favorable ubicación con
relación a los centros de actividad comercial. Esta situación, indudablemente,
produjo distorsiones en la aplicación de la Reforma Urbana.
159
agotamiento de las tierras afectadas disponibles, permite sospechar, que un
importante volumen de estas tierras no demandadas, finalmente ingresaron al
mercado inmobiliario, a través de operaciones mercantiles que violaban el espíritu
de la Ley de Reforma Urbana, pero que favorecían a la legión de "nuevos ricos".
102 Un antecedente de esta iniciativa fue la creación de la Unión de Inquilinos en 1937, que al igual que el
Sindicato de 1945, pasó a denunciar la especulación de los alquileres, focalizando su campaña en la
demostración de que las viviendas habían dejado de ser un bien social y se habían transformado en
mercancías caras y ofertadas en términos absolutamente especulativos (Solares, 1999: 201)
160
capas sociales, en beneficio de unos cuantos privilegiados que se han constituido
en inhumanos explotadores.” (El Pueblo Nº 350, 21/11/54).
“Desde hoy han quedado abolidos para siempre los odiosos privilegios de
alquilar a ‘familias sin hijos’, contratos anticréticos; alquileres en moneda
extranjera [...] No habrán tampoco más desahucios y se creará una Policía
del Sindicato para que practique constantes inspecciones en las casas
denunciadas como desocupadas.” (El Pueblo Nº cit.).
Rápidamente se desató una verdadera casería de habitaciones y casas
desocupadas para ser adjudicadas a afiliados al Sindicato de Inquilinos por montos
de alquiler fijados por esta entidad sindical. Lógicamente estos hechos desataron la
reacción y llenaron de temor a los dueños de casa que optaron por "clausurar" sus
casas, es decir cerrarlas "a piedra y lodo" o llenarlas con ficticios habitantes para
burlar la acción sindical: (Los) “sindicatos de inquilinos cuentan con ‘veedores’
profesionales que se especializan en recorrer las calles observando qué casas se
encuentran desocupadas para tomarlas en seguida por la fuerza e instalar allí a los
que no tienen donde vivir. (El Mundo Nº 921, 3/09/1962.
Por ejemplo, una comisión del Sindicato de Inquilinos visitó el inmueble de Justo
Marañón en la calle Jordán y Suipacha realizando la siguiente descripción:
162
de las propiedades afectadas por dicha reforma, a tal grado que, todavía en la
década de 1960, existían familias viviendo en tugurios de la peor especie.
Tanto los nuevos dueños de lotes resultantes de tierras afectadas por la Reforma
Urbana, como los inquilinos no estaban satisfechos con su situación. Los unos y los
otros, coincidían en que el objetivo real era el acceso a la vivienda propia y no la
simple tenencia de un lote. Además, igualmente coincidían, en considerar que tal
objetivo -la casa propia-, sobre todo por la inversión que representaba, estaba más
allá de la modesta economía de amplios sectores de clase media y otros del campo
popular, por lo que se hacía imperativo considerar tal aspiración, como parte de las
reivindicaciones sociales que debía resolver el Estado y el Gobierno de la
Revolución Nacional.
Por otro lado, el amplio proceso de dotación de tierras descrito anteriormente, dio
origen a nuevos problemas, como la rápida expansión urbana de la ciudad, la
consiguiente ampliación de las necesidades infraestructurales y la renovada
necesidad de nuevas viviendas (Solares, 1990). Esta cuestión a partir de 1954-55
cobró mucha fuerza: no era suficiente redistribuir más equitativamente la tierra
urbana y dejar que cada familia resolviera la cuestión de cobijo por su cuenta, pues
se corría el riesgo de reproducir irrefrenablemente, las formas más precarias de
habitación, que los sindicatos de inquilinos denunciaban continuamente, originando,
a su vez, una riesgosa contradicción que terminaría debilitando políticamente al
régimen gobernante y agravando aún más, toda aquella problemática que se intentó
resolver con la Reforma Urbana.
163
viviendas. Dicha producción de nuevas unidades de alojamiento "se hará de
acuerdo a un plan cuatrienal el que será ejecutado gradualmente con planes
anuales". Los futuros beneficiarios, se nuclearían en torno a grupos independientes
entre si: minería nacionalizada, minería privada, industria fabril, empleados
estatales, petroleros, ferroviarios, comercio y bancos, seguros sociales y privados,
constructores, periodistas, gráficos, gastronómicos, maestros, etc.(El Pueblo Nº cit.).
103 En los años 60 se organizó la Federación de Propietarios Urbanos de Cochabamba, que paso a ser el
oponente principal de la Federación de Inquilinos, siendo frecuentes las denuncias sobre "la deformación de
un sindicalismo convertido en fácil medio de vida de una clase ociosa", en alusión a los sindicatos de
inquilinos y a sus continuos excesos. (Prensa Libre Nº 399 y 28/03/62).
164
Este estado de beligerancia, puso en la orden del día, la cuestión del marco jurídico
y normativo que rodeaba el tratamiento del régimen de alquiler. Unos se esforzaban
por demostrar que las disposiciones sobre esta materia, vigentes desde 1945, eran
contraproducentes y perjudiciales, otros abogaban por su permanencia y
profundización. Menudearon los proyectos de ley sobre alquileres 104, pero no se
logró ningún consenso y menos una acción estatal clara a este respecto. Por el
contrario el Decreto de Estabilización Monetaria de 1956 105 significó un rudo golpe
contra los inquilinos:
“La Ley del Inquilinato que regía hasta hace poco con alguna severidad [...]
era de protección franca al inquilino quien se beneficiaba con los alquileres
congelados y la inamovilidad [...] Desde principios de este año y como
resultado de las medidas de estabilización, las cuestiones de inquilinato han
variado en forma notoria. Los propietarios se han apresurado a adoptar el
sistema de comercio libre o ‘libre trato’ como le llaman ellos, dejando de lado
la Ley del Inquilinato y los tribunales de la vivienda, y ahora el propietario
puede hacer desocupar a sus inquilinos en cualquier momento, puede elevar
los alquileres en la proporción que le venga en gana y, todo lo que antes era
favorable al inquilino, se ha tornado en favor del propietario. Un canon de
alquiler de Bs. 200.000 al mes es cosa corriente y es frecuente que por un
departamento de 5 piezas se cobre 300 o 400 mil bolivianos al mes. Es
sabido que un sueldo de 500 o 600 mil bolivianos es muy raro; de tal modo
que los propietarios pretenden beneficiarse con todo el producto del trabajo
de su inquilino [...] tales dificultades económicas tiene que enfrentar un
inquilino en su vida diaria.” (El Pueblo Nº 1.232, 23/05/1957).
Bajo estas circunstancias la cuestión de la vivienda se puso a la orden del día. Tanto
fue así, que cualquier demolición de un vetusto edificio en el casco viejo, fue motivo
de reclamos, acres recriminaciones y polémicas sobre la vida útil de las
edificaciones, pues en medio de esta carestía y escalada especulativa del
alojamiento, el derrumbe de todo techo que dejaba desamparada a alguna familia,
era un acto condenable, aun cuando tal acción hubiera sido emprendida en
provecho del progreso urbano. La frecuente intervención del Municipio, abocado a
modernizar la ciudad con tales demoliciones, avanzó hacia la riesgosa idea, de que
se "impulse la construcción de viviendas baratas en terrenos municipales", es decir
en áreas verdes. Ciertamente, un verdadero desatino. (El País Nº 1396, 5/12/57).
104 Una de las propuestas más meditadas fueron "Las bases generales para una nueva ley de inquilinato" del
Colegio de Abogados de Cochabamba (El Pueblo N.º 1.168, 15/02/57 y sigts.)
105 Esta disposición dirigida a frenar el proceso hiperinflacionario que vivía el país, cortó de raíz las
subvenciones a artículos de primera necesidad, colocó el dólar en su precio real suprimiendo el régimen de
divisas baratas e impuso en las actividades económicas el juego de las leyes del mercado, afectando con ello la
cuestión de los alquileres.
165
Sin embargo los inquilinos tampoco se dieron por derrotados, y así mediante una
suerte de infinita cadena de acciones y reacciones, leyes y trampas, mañas y
astucias, se fue arrastrando el conflicto. En fin, una nueva modalidad que emplearon
los inquilinos para frenar los desahucios, fue el famoso "derecho de llaves":
166
Municipales
Total 325
Fuente: Elaboración propia en base a Informes Labores del INV, Prensa Libre No. 500, 2/07/62.
168
La maniobra quedaba clara: la política estatal de vivienda no se dirigía a encarar con
seriedad este enorme problema, sino apenas a valerse de él como un instrumento
de promoción política. Para ello, se debían liquidar los resabios de "control obrero"
de la fase inicial de la Revolución Nacional y, crear una entidad sometida al
Ejecutivo. Bajo esta condición sería viable el flujo de capitales para construir algunos
cientos de viviendas baratas que proporcionarían un poco de oxigeno y algún
decorado realista al discurso social, que el agónico gobierno de Paz Estenssoro,
cada vez más huérfano de apoyo, esbozaba en torno a la vivienda107.
De inquilinos a pobladores
Si bien la Reforma Agraria, con todas sus limitaciones e imperfecciones, fue una
medida eficaz para saldar con justicia las reivindicaciones históricas del
campesinado y convertirlo en un aliado poderoso de los gobiernos del MNR, no se
puede decir otro tanto, de la Reforma Urbana, que no sólo, no resolvió otra vieja
reivindicación popular, como es la aspiración al techo propio, sino que su rápido
agotamiento como opción válida, profundizó las contradicciones y las luchas
sociales urbanas.
Este sentimiento generalizado, sobre todo entre los sectores populares, hacía que
opiniones en contrario, incluso aquéllas que desplegaban razones técnicas
indiscutibles, tuvieran escaso eco. Una crítica de fondo a la política de vivienda
vigente, ponía en relieve el carácter disperso o por "cupos" en la ejecución de
pequeños conjuntos de vivienda para uno u otro distrito y para una u otra
organización laboral. Se afirmaba con pertinencia que "esta forma de encarar el
problema resulta muy aleatoria y rutinaria". Por ello mismo, la mayor parte de las
casas construidas por el INV en Cochabamba, carecían de servicios públicos
indispensables. El criterio imperante -que todavía prevalece actualmente-, reposaba
en la creencia de que resolver el problema de vivienda, consistía en construir
exclusivamente casas baratas, olvidando los servicios conexos -agua, luz,
alcantarillado, pavimentación, transporte, etc.- con lo que el problema quedaba mal
resuelto y terminaba en un "despilfarro de tierras y dineros". Al respecto, el Arq.
Jorge Urquidi, argumentaba con mucha lucidez:
110 En 1959, las familias afectadas según el Servicio de Urbanismo, eran 40. Según los afectados, alrededor
de 100. En 1960, reclamaban lotes en la colina San Miguel, 400 familias.
172
“A cubrir alquileres exorbitantes que sobrepasan nuestra capacidad de pago,
a vivir en la intemperie postrados en los andenes de la estación del
ferrocarril, La Cancha, o simplemente a vivir en buhardillas asquerosas, mil
veces preferimos con manos encallecidas construir nuestras propias
viviendas, haciendo una realidad el Barrio San Miguel.” (Prensa Libre Nº 32,
20/12/60).
Nuevas disposiciones en materia de alquileres promulgadas por el Ejecutivo a fines
de 1959, definiendo la vigencia del "régimen de libre contratación" para el arriendo
de locales comerciales y otros, que no fueran destinados a servir de alojamiento y
vivienda, dieron paso a que los dueños de casa extendieran dicho régimen
especialmente a la vivienda, agravándose aún más el conflicto ante los crecidos
reajustes de alquileres y la multiplicación de los desahucios.
De esta forma, a fines del citado año, el Sindicato tomó posesión simbólica de 450
lotes en la colina San Miguel; en un acto ilegal pero revestido de solemnidad y que
contó con la cobertura del propio comando del MNR. A tono con la circunstancia de
este "acto revolucionario", el citado dirigente del Sindicato Pro Vivienda, definió el
sentido de la acción en los términos siguientes: “Si nuestros compañeros
campesinos desde 1953 son propietarios de sus pegujales, es justo que los
proletarios de la ciudad seamos propietarios de unos metros de tierra, para la
construcción de nuestras viviendas, gracias a la Reforma Urbana.” (El Mundo Nº
435, 30/12/60).
A inicios de 1961 unas 400 familias iniciaron la ocupación de la colina de San Miguel
y comenzaron a reclamar en su favor, la dotación de cuatro hectáreas invocando la
Ley de Reforma Urbana. En enero de 1961, se produjeron las primeras
escaramuzas cuando funcionarios del Departamento de Arquitectura, Urbanismo y
Ornato del Municipio, que procedían a la arborización de dicha colina fueron
desalojados violentamente con el empleo de cachorros de dinamita. Una nota
173
periodística realizaba la siguiente descripción: “La totalidad de los miembros del
Sindicato San Miguel agazapados en posición de combate estaban dispuestos a
recurrir a todos los medios de violencia para impedir sean desalojados del cerro.”
(Prensa Libre Nº 51, 12/01/61).
La Dirección de Urbanismo de la H. Municipalidad, a través de su Director, Arq.
Jorge Urquidi Z., definía la posición del Municipio con respecto a este problema,
señalando que la expropiación de terrenos hacia el Este de la Plaza Fidel Aranibar
eran necesarios para la construcción del Gran Mercado Central y de Ferias y que la
resistencia de quienes habían construido clandestinamente alojamientos precarios
en las inmediaciones de la citada Plaza o el cerro San Miguel, postergaban la
realización de estas obras. Con respecto a la pretensión de ocupar la colina,
señalaba:
(El cerro San Miguel) “está destinado a un Bosque Forestal por ser
inapropiado para vivienda, por las pendientes y, la imposibilidad en muchos
años de que pueda ser dotado de agua potable, alcantarillado y luz. -En
consecuencia, los ocupantes- sólo trasladarían sus actuales casuchas al
citado cerro en condiciones más deprimentes, pues se convertirá en un foco
de infección semejante a las famosas favelas de Rio de Janeiro.” (El Mundo
No. 440, 5/01/61).
En respuesta a estos argumentos, el Sindicato Pro Vivienda, al tiempo de reiterar su
rechazo al traslado a otras zonas, manifestaba que el riesgo de no contar con los
servicios básicos en caso de que se erigiera el barrio en la colina, era algo relativo,
pues las zonas periféricas donde se pretendía transferirlos, en la misma forma, no
tenían ninguna infraestructura y era previsible que también esta situación se
mantuviera por muchos años. Por otra parte, también se desestimaba una oferta
municipal de dotación de tierras en otro sitio al precio de Bs. 500/m2., por cuanto de
acuerdo a la Ley de Reforma Urbana "la expropiación debe hacerse de acuerdo al
cálculo catastral y no dentro de los límites de la oferta y la demanda, que es lo que
en realidad propone la Municipalidad", señalando que este precio sólo podría ser
conveniente para sectores de recursos saneados (El Mundo Nº 469, 8/02/61).
Además de estos motivos, indudablemente pesaban otros, a la hora de hacer el
balance sobre el emplazamiento urbano del barrio San Miguel, como ser la penuria
del transporte público, la escasa transitabilidad de las calles en las zonas
suburbanas, etc.
112 De acuerdo al citado documento, este fue el caso de las propiedades de Alberto Aranibar en Sarco y Pablo
Gutiérrez y sucesores en Cala Cala.
177
Este mismo documento revelaba otras formas de transgresión a través de
operaciones de "transacción", mediante los cuales los propietarios vendían tierras
por valores superiores a los permitidos por la Reforma Urbana 113. Estos arreglos
"salomónicos", sostenían los sindicalistas:
“No han hecho otra cosa que desconocer la Ley de Reforma Urbana,
sentando un funesto precedente y sembrando el caos y la anarquía.-Además
se añadía-. En la H. Municipalidad de Cochabamba existen varios planos de
fraccionamiento pendientes de aprobación, desde luego con superficies
mayores a los 10.000 m2. sin que los propietarios ni la H. Municipalidad
hicieran alusión al régimen de afectación [...] En la ciudad de Cochabamba -
se sostenía- existen más de 150 propiedades privadas con extensiones
superficiales mayores a los 10.000 m2 que aún son considerados como tabú
por la H. Alcaldía Municipal. (Documento citado, Prensa Libre Nº 115,
10/04/61).
Más allá del apasionamiento con que los dirigentes de los sindicatos pro-vivienda
defendían aquello que consideraban justo, los hechos materiales expuestos hacían
ver que la Reforma Urbana no había sido aplicada adecuadamente, y que al cabo
de algunos años, no sólo no había coadyuvado a resolver el problema habitacional,
sino que había sufrido distorsiones, merced a las cuales, se amasaron fortunas y se
burocratizaron enormemente los tramites de afectación. Estas circunstancias -en el
decir de los propios protagonistas- fueron las que los impulsaron, en vista de la
acuciante necesidad de vivienda114, a entrar "en posesión de hecho de los terrenos
sujetos al régimen de afectación", en tanto simultáneamente, en cumplimiento de lo
dispuesto por la Reforma Urbana, se demandaba la respectiva dotación.
Indudablemente estas acciones eran impensables sin un mínimo de organización
social, y fue justamente esta condición, la que estimuló la formación de los
sindicatos pro-vivienda. Un somero vistazo a las acciones desarrolladas por estos
sindicatos hasta 1961, mostraba el siguiente panorama:
113 Específicamente se mencionaban, entre otros, los siguientes casos: los sindicatos de trabajadores de
prensa, los gráficos y el sindicato de OO.PP. municipales, para adjudicarse 50.000 m2. del fundo "Las
Cuadras" transó con sus propietarios por el precio catastral de Bs. 27.150.000, pero a cambio los propietarios
se quedaron "con la parte del león" o sea con 198.112 m2 en lugar de los 30.000 m2. permitidos por ley, con
cargo de vender libremente por dos años. Los maestros urbanos en similar operación pagaron 70 millones de
bolivianos a Plaza y Cía. por terrenos en el Temporal de Cala Cala, los trabajadores municipales transaron bajo
el mismo estilo con Asbun y Cía.
114 No se debe olvidar que el Decreto de Estabilización Monetaria relativizó el efecto protectivo de las leyes
de inquilinato de 1945 y posteriores y colocó los alquileres en el régimen de oferta y demanda, lo que significó
un drástico reajuste en esta materia.
178
CUADRO No. 19
CIUDAD DE COCHABAMBA: TRAMITACIONES DE AFECTACIÓN DE TIERRAS
URBANAS EFECTUADAS POR SINDICATOS PRO-VIVIENDA
Sindicatos Pro-Vivienda N.º de Síntesis descriptiva del trámite
afiliados
(Familias)
San Miguel 600 Pendiente de resolución en el Ministerio de Gobierno, el petitorio de enero de
1961, solicitando aclaración sobre el derecho propietario del Municipio con
relación a la Colina de San Miguel, una vez que esta pretensión es “a título
espectaticio”.Si fuera así, la H. Municipalidad, no puede ser juez y parte en su
propia causa. Aclarada esta cuestión, se demandará la afectación
Cerro Verde 400 En situación parecida a la anterior (pendiente de una resolución del Ministerio
de Gobierno), con la ventaja de la aceptación tácita de la H. Alcaldía para la
dotación, “en razón de que no está contemplado en el Plano Regulador y no
distrae la visual de los turistas de este valle”
San Pedro 600 Tiene incorporada demanda de afectación de terrenos de “El Solterito” y
terrenos adyacentes de Las Cuadras pertenecientes a Enrique Sánchez de
Lozada, Alberto Gutierrez y el Country Club. Además, en marzo de 1961, se
instauró demanda de afectación de los terrenos de José Antonio Quiroga y
otros.
Avenida América y San sd. Se solicitó a la H. Alcaldía en marzo de 1961, la afectación de terrenos en
Sebastián Sarco, de propiedad de Pablo Gutierrez y sucesores, pese a estar tipificados
como establecimiento lechero, situación que se pide sea revisada, en virtud
de que la propiedad fue objeto de remate coactivo por demanda contra el
citado propietario.
Villa Galindo y Villa sd Se ha incoado ante la H. Municipalidad, demanda de afectación de terrenos
Montenegro situados en Villa Galindo, Villa Carlos Montenegro y La Chimba, de propiedad
de Eduardo Plaza, Simón I. Patiño y otros
Fuente: Prensa Libre Nº 115, 10/04/61.
115 La construcción de casas en hilera se remonta a una larga tradición de los sectores populares para edificar
el techo propio por etapas, de acuerdo a las disponibilidades económicas y a las necesidades de la familia.
Sin embargo, la aplicación de esta alternativa, con anterioridad a los hechos relatados, era de orden
puntual y no de carácter masivo, como sucedió a partir de mediados de la década de 1950 y a lo largo de
los años 60.
179
A fines de enero de 1962, una Comisión de la Central Obrera Departamental que
visitó los asentamientos citados, realizaba la siguiente evaluación:
181
construyendo ‘el techo que lo abrigará del frio’ [...] su esposa emocionada
dijo: ‘muchas veces sólo comen una vez al día, con el objeto de acelerar la
conclusión de nuestra pequeña vivienda’ (El Mundo Nº 573, 24/06/61).
A fines de diciembre de 1961 el Congreso Nacional aprobó una ley que autorizaba la
expropiación de estas tierras en beneficio de sus ocupantes. La cerrada oposición
municipal a esta disposición ocasionó que los sindicatos pro-vivienda declararan
"enemigo y persona indeseable de las clases humildes de Cochabamba [...] por su
labor obstruccionista" al alcalde Héctor Cossio Salinas (El Mundo Nº 727, 6/01/62).
116 En este clima de beligerancia se vio obligado a dejar su cargo de Director de Urbanismo, el Arq. J.
Urquidi.
182
Pese a todo, la permanencia de los ocupantes de las colinas se fue consolidando.
Sin embargo, todavía en 1965 "aún no se vislumbraba una solución definitiva". El
Decreto promulgado en 1962, expropiando dichas colinas, en el orden jurídico no
surtió efecto, pues los ocupantes no lograron obtener títulos de propiedad (Prensa
Libre Nº 1439, 6/09/65). En realidad el problema se arrastraría por muchos años y
la falta de titulación sólo sería resuelta unas dos décadas más tarde117.
En marzo de 1964 fue promulgada una ley expropiando tierras en las faldas de la
colina de San Pedro, en favor del Sindicato de Inquilinos y la Cooperativa de
Vivienda de esa zona. Sin embargo, sólo varios años más tarde y mediante un
acuerdo amigable con el antiguo propietario, los ocupantes de "El Solterito" -hoy
Barrio de la Concordia, en recuerdo a ese arreglo-, obtuvieron títulos de propiedad.
Otros sindicatos pro-vivienda como los de la Av. América, Pampa Grande, Sarco,
San Sebastián e incluso algunas organizaciones sindicales como las del magisterio,
se enzarzaron en prolongados pleitos con los hermanos Gutiérrez y otros
propietarios que terminaron, también muchos años más tarde, en "arreglos" de
compra-venta no enmarcados necesariamente en la Ley de Reforma Urbana, la
cual, dicho sea de paso, después de la caída del MNR, fue totalmente archivada y
olvidada.
En síntesis: ¿pudo existir otra alternativa para encausar de mejor manera la solución
de los problemas descritos? Creemos que si, pero no hubo la voluntad necesaria
para superar el apasionamiento con que los contendientes defendieron sus
posiciones. Un análisis frio por parte del Municipio, debía mostrar que la cuestión de
la rehubicación de los ocupantes de la colina de San Miguel, -salvo empleando la
fuerza pública, lo que dadas las circunstancias políticas imperantes no era posible-
era impracticable y que, insistir en este aspecto era persistir en una posición no
negociable. Sin embargo, sectores de la opinión pública consideraban que esta
postura irreductible no conducía a ninguna solución adecuada para el interés
117 A fines de 1965, según los datos de un censo levantado por los propios vecinos, la realidad de San Miguel,
era la siguiente: Existían 400 familias e igual número de lotes distribuidos en manzanas concéntricas, las casas
habitadas eran 273 y las en construcción 126. El número total de habitantes del barrio era de 926 personas.
También se mostraba que tanto San Miguel como Cerro Verde eran propiedad de las familias Quiroga Moreno,
Quiroga Vargas, Luis Demartini, Lucio Salazar y herederos de Julio Knaudt (Prensa Libre Nº 1511, 28/11/65).
183
ciudadano, y que en este caso, las autoridades debían mostrar mayor
responsabilidad. Al respecto un editorial de El Mundo anotaba:
Otro editorial del mismo órgano de prensa abogaba por una "solución sensata",
haciendo notar que el conflicto no era de naturaleza irreconciliable. Al respecto se
señalaba:
Una reflexión final necesaria acerca del proceso urbano relatado, no puede dejar de
lado esta difícil cuestión: ¿el impulso que experimentó el crecimiento urbano en los
años 1950 y hasta 1964, fue fruto de un movimiento social urbano genuino o, de
maquiavélicas maquinaciones políticas, en el marco de un amplio campo de
maniobras clientelares?
2o. Las luchas por la tierra entre 1953 a 1954.- Se trata en realidad de una
119 Con frecuencia las luchas entre inquilinos y dueños de casa tomaron un tinte político, donde los primeros
apoyaban al MNR y, los segundos eran alineados con las fuerzas opositoras, sobre todo FSB.
187
extensión de las movilizaciones rurales que alcanzan el perímetro urbano de la
ciudad y penetran en su interior en algunos casos. Las afectaciones de la Reforma
Agraria y las dotaciones de tierras suburbanas a trabajadores mineros de las minas
nacionalizadas, dan lugar a verdaderas movilizaciones minero-campesinas y a
tomas pacíficas de tierras de ex latifundistas, todo ello con el manto protector del
Estado que organiza la distribución de lotes, estimulando así las primeras
tendencias de expansión de la ciudad. En la medida en que estas ocupaciones
tienden a afectar a las grandes propiedades urbanas no consideradas afectables por
la Reforma Agraria, el propio Estado precautelando francas transgresiones al
derecho privado, abre una vía legal, a través de la Reforma Urbana, para encausar
esta situación y reforzar el control político sobre las principales ciudades del país.
188
4o. Los sindicatos de inquilinos.- La propia Reforma Urbana estimuló el
surgimiento y proliferación de estos sindicatos, que retomaron la dinámica de las
grandes movilizaciones de 1952-53, pero con objetivos bastante más limitados y
hasta conservadores, pues su programa de lucha no planteó una profundización de
la Reforma Urbana, de tal forma que también afectará a los casatenientes y
propiciará la reducción de la extensión de tierra urbana inafectable. Su prédica se
dirigió más bien, a hacer respetar la Ley de Inquilinato basada en las disposiciones
que sobre esta materia emitió el Gobierno Villarroel en 1945. La cacería de
departamentos y cuartos vacíos, que son la expresión más radical de este
movimiento, apenas se dirigió a dotar de habitaciones con alquileres bajos, a
diversos sectores de clase media de ingresos modestos. Por ello mismo, este
movimiento se agotó por si solo en 1956, cuando la Ley de Estabilización Monetaria,
introdujo el liberalismo económico en el juego de la renta inmobiliaria. El saldo fue,
que muchos inquilinos, a cambio de permanecer en las zonas céntricas, se
subordinan a los apetitos de los dueños de casa. Sin embargo otros, que tenían
iguales deseos pero ningún soporte económico, se radicalizaron y organizaron los
sindicatos pro-vivienda.
189
naturaleza -una colina rocosa y muy empinada- dificultaban esta tarea, tornándola
penosa.
190
Sin embargo, el caso del Sindicato Pro-vivienda San Miguel y otros similares, puede
ser tipificado como un movimiento social urbano en razón de:
Tratarse de un proceso de movilización por reivindicaciones urbanas
concretas -vivienda y sitios céntricos para residir- que desde un inicio fue
contestatario a las políticas estatales y municipales en materia de
urbanización y vivienda.
Desenmascarar una política municipal incapaz de conciliar el desarrollo
urbano con los intereses populares. Por el contrario, el Plano Regulador
concebido como un proyecto modernizador de la oligarquía derrotada en
1952, pasa a ser el estandarte de las nuevas élites regionales, de ahí que, la
postura de intransigencia técnica obtuviera un apoyo político y social.
Introducir en el ámbito urbano, un patrón de consumo del suelo que, más allá
de su irracionalidad técnica y de las consecuencias negativas que ello
ocasionará a la ciudad, no dejó de ser una alternativa popular contraria a la
planificación municipal en materia de urbanización y vivienda, que modificó
sensiblemente la estructura urbana, aunque lamentablemente sin una
orientación técnica adecuada.
Las luchas de los sindicatos pro-vivienda en los años 1950 y 60 dejaron una
tradición de resistencia en los barrios populares que aún perdura. Las
posteriores juntas vecinales, en muchos momentos, se constituyeron en un
factor de poder y definición de las movilizaciones populares de los años 1970
y 80, aun cuando no llegaron al nivel de un movimiento social urbano.
En fin, las masas de Abril, de una u otra forma, definieron las pautas de
transformación de la ciudad. Por ello, aún es posible percibir el eco de su presencia,
en la bullente zona Sud y en el avance cotidiano de lo popular sobre lo moderno,
que hacen de Cochabamba una ciudad formalmente remozada pero con un espíritu
profundamente mestizo, como un testimonio imperecedero de su compleja
constitución.
Por último, un balance final sobre la relación entre la estructura urbana resultante y
el aparato de poder que emerge como resultado de doce años de vigencia formal de
la Revolución Nacional:
En la ciudad, al contrario que en las áreas rurales, las nuevas élites compartieron el
espacio urbano con los restos de la sociedad hacendal y se adscribieron al
modernismo con respecto al ideal urbano. El Plano Regulador de fines de los años
1940, fue rápidamente adoptado y aplicado, sin tomar en cuenta las
transformaciones económicas y sociales que se operaron en la región a partir de
1952. Por el contrario este instrumento técnico tendió a convertirse en un verdadero
e intocable tabú. A ello contribuyeron una serie de factores, especialmente la
cancelación de la democracia municipal y el surgimiento, en su lugar, de un
191
creciente "burocratismo autoritario", utilizando la acertada calificación de Calderón
(1982).
No cabe duda que la década de los años 1950 fue decisiva en la transformación y
crecimiento de la ciudad, no sólo, porque en definitiva desaparecieron los resabios
aldeanos, sino porque, tanto desde un punto de vista demográfico, como de la
constatación técnica de su crecimiento físico, alcanzó, el rango de ciudad exigido
por los patrones de urbanización internacionalmente aceptados.
Sin embargo, el proceso urbano que acompañó a este resultado, como observamos
en el capitulo anterior, estuvo lejos de ser una simple y tranquila operación de
administración y conducción de la dinámica de este crecimiento. En realidad, el
mismo, fue más un producto de contradictorias circunstancias, donde los
componentes institucionales y políticos, la razón y la visión técnica y las fuerzas
sociales, estuvieron lejos de alcanzar algún grado de conciliación. No obstante,
tampoco lo anterior significa necesariamente, que el desarrollo de la urbanización se
dio en medio de una completa anarquía, sino que, los canales que las nuevas
expresiones del poder regional emplearon para materializar su predominio sobre el
ámbito urbano, estuvieron alejados de las prácticas democráticas, y su adhesión al
modelo de ciudad concebido a fines de los años 1940, tuvo más un tono imperativo
que conciliador, de tal forma que la cuestión de "hacer cumplir" e "imponer" la
normatividad del Plano Regulador, tuvo un carácter represivo con relación a los
grupos sociales que no compartían necesariamente estos puntos de vista.
195
Departamento de Urbanismo con sus secciones de Urbanismo, Arquitectura,
Catastro, Parques y Ornato.
En suma, la Alcaldía a inicios de los años 1950 mantiene y concentra para si, el
conjunto de recursos y responsabilidades que supone la promoción del desarrollo
urbano. No obstante, ello no significa necesariamente, que en ese momento, el
Municipio pudiera desplegar métodos y recursos eficientes de manejo técnico-
administrativo, que le permitieran definir políticas globales y planificar los
lineamientos de una alternativa de desarrollo urbano, que interpretara las
aspiraciones sociales de los nuevos sectores emergentes que irrumpen en la vida
pública, a partir del triunfo de la Revolución Nacional; sino apenas, la prolongación
rutinaria de un modelo municipal, que dadas las modestas dimensiones -casi
aldeanas- de la ciudad tradicional, podía concentrar el conjunto del aparato técnico-
administrativo urbano sin mucho esfuerzo.
Si bien, desde fines de los años 1940, servicios como el agua potable, el
alcantarillado y otros que dependían de la Prefectura pasaron al Municipio, tales
iniciativas que debían tener un carácter transitorio, en función de la creciente
complejidad que promovía el acelerado crecimiento de la ciudad, al limitarse a un
mero traspaso de funciones, en un momento decisivo para el desarrollo urbano,
dieron por resultado, que en realidad no existiera nítidamente una política municipal
en materia de obras públicas y sí, iniciativas parciales de uno u otro burgomaestre,
en la realización de obras puntuales que no ayudaron a consolidar las líneas
maestras del Plano Regulador ni priorizaron sus objetivos. Esto es lo que revela el
siguiente cuadro:
Cuadro N.º 20
Ciudad de Cochabamba:
Principales obras públicas ejecutadas en el periodo 1952-1964
196
1955 * Ensanche del canal de aducción de la planta hidroeléctrica La Angostura
* Tendido de redes de agua potable y alcantarillado Zona N.E., Cala Cala, V.
* Inauguración del Centro de Salud Cochabamba Galindo
* Conclusión obra gruesa del Palacio de la Cultura Zona Sudeste
* Depósito de agua en la colina San Miguel Zona central
* Mejoramiento del Paseo del Prado Zona Sudoeste
* Habilitación de parques ribereños al río Rocha Zona Noreste
Zona Noreste
1956 * Arborización de la colina San Miguel Zona Sudoeste
* Apertura de calles y avenidas en zonas residenciales Zona Noreste y Muyurina
* Embellecimiento y modernización de la Plaza de Cala Cala Cala Cala Cala
1957 * Mejoramiento Plaza Barba de Padilla Zona Noroeste
* Mejoramiento de la Av. 9 de Abril Las Cuadras
* Inicio carretera asfaltada a Quillacollo Varias zonas
1958 * Remodelación de la Plaza Guzmán Quitón Zona Sudoeste
* Mejoramiento de la Plaza Cobija Zona Noroeste
* Pavimentación de varias calles Zona Noreste
* Mejoramiento de las plazas Sucre y Busch Zona Noreste y Las Cuadras
* Instalación de la red de agua potable Las Cuadras
* Formación del Parque Infantil Tupac Amaru Zona Noreste
1959 * Remodelación Parque Montenegro y plazas Cobija y S. Sebastián Zonas Noreste y Sudoeste
* Prosecución obras de canalización del río Rocha Zona Noroeste
* Mejoras en la Avenida Villazón y el Prado Zona Noroeste
* Parque infantil en la Plaza Carmela Cerruto Alalay
* Entrega de tribunas del Stadium Departamental (2) Cala Cala
* Tramo de la Avenida de Circunvalación Zona Sudoeste
* Dique de contención de la laguna de Chapisirca Chapisirca
1960 * Trabajos de forestación Zonas Noreste y Sudoeste
* Mejoramiento del alumbrado público con gas de mercurio Zona Noroeste
* Prosecución de obras de asfaltado en el camino a Quillacollo Varias zonas
* Obras de pavimentación de calles Zonas central, N.OE, y N.E.
1961 * Gradería de acceso a la Colina de San Sebastián Zona Sudoeste
* Iluminación plazas Colón, Montenegro, S. Sebastián y L. F. Zonas N.E., N.OE y Cala Cala
Guzmán La Recoleta
* Inicio de obras del Puente Topater
1962 * Entrega del Puente Topater La Recoleta
* Remodelación de la Plaza Sucre Las Cuadras
* Canal aductor de Chusequeri, Escalerani y La Cumbre Cordillera del Tunari
* Obras de pavimentación en el camino a Quillacollo Varias zonas
1963 * Reforzamiento de la estructura del Puente de Cala Cala Cala Cala
* Obras de pavimentación de calles de zonas residenciales Cala Cala y Queru Queru
1964 * Remodelación de la Plaza Constitución Zona Noreste
* Entrega del Hospital Albina Patiño (3) Las Cuadras
* Obras de pavimentación de calles en zonas residenciales Cala Cala, Queru Queru, N.E.
Notas: (1) Parte de esta obra sufrió hundimientos por fallas en su ejecución.
(2) Obra realizada por la Prefectura.
(3) Obra financiada por la Familia Patiño.
Fuente: Elaboración propia en base a Anuarios Municipales 1952-1964. Periódicos: El Pueblo, El
País, El Mundo y Prensa Libre.
197
El cuadro anterior muestra que las obras públicas emprendidas entre 1952-64,
efectivamente, no apuntaron hacia la materialización de los aspectos fundamentales
del Plano Regulador. Exceptuando la ejecución del puente Topater, el ensanche
parcial de un tramo de la Av. Perú, la apertura de la Av. Papa Paulo, América, 9 de
Abril, el asfaltado del camino a Quillacollo y algunas otras vías, siempre en tramos
parciales, o la ejecución de obras de infraestructura básica para el mejoramiento de
la dotación de energía eléctrica, agua y alcantarillado, también en forma parcial; las
obras restantes fueron de menor alcance y respondieron más a la rutina de
administraciones municipales acuciadas políticamente por "mostrar obras", pero
careciendo de un sentido de prioridades, sobre todo para materializar aspectos
importantes del Plano Regulador y que respondieran a una política concreta en este
sentido, y por si fuera poco, constreñidas por recursos económicos siempre
escasos.
198
La planificación urbana: el desfase entre la prédica y la práctica
Los conflictos que afloran en este periodo en torno al problema de la vivienda al que
hicimos referencia en el capítulo anterior, tal vez se constituyen en la expresión
principal de esta difícil transformación, donde como hicimos mención, la ausencia de
una alternativa de participación democrática de las distintas instituciones y grupos
sociales en el planeamiento urbano, dio lugar a estériles, desgastantes y
perjudiciales enfrentamientos entre los técnicos que pasan a encarnar la voluntad de
hacer cumplir el Plano Regulador y diferentes sectores de población inmersos en un
cúmulo de carencias de vivienda, servicios, empleo, etc. que no encuentran en este
instrumento y en la argumentación sobre las bondades del modelo urbano
adoptado, la respuesta urgente a sus vicisitudes cotidianas.
“Como efecto del periodo revolucionario que advino después del 9 de Abril de
1952, se ha producido una migración de las provincias hacia la capital,
especialmente después de la agitación campesina y la dictación de la Ley de
Reforma Agraria. La ciudad no estaba preparada para alojar semejante
población y como resultado de ello, se han creado muchos problemas que
no parecen alcanzar ninguna solución. El pasado año no se contaba con
agua para las premiosas necesidades. El remedio temporal del alumbrado
privado y público está lejos de significar una solución a la escasez de energía
eléctrica [...] Más de sesenta mil personas están lejos de poseer agua, luz y
alcantarillado. El proyecto de Chapisirca importa para su ejecución ocho
millones de dólares, suma astronómica en relación a los magros ingresos de
la Alcaldía que no pasan de ochocientos mil dólares anuales. Es remota la
posibilidad de dotar de los servicios públicos a la población que
paralelamente crece en forma incontenible.” (Prensa Libre Nº 771, 13/06/63).
Haciendo un breve paréntesis, que permita contrastar mejor no sólo el creciente
desfase entre un Municipio con escasos recursos y un crecimiento urbano de
características onerosas, sino la sensible distancia que comienza a verificarse, entre
modelo de urbanización planificada y ciudad real, es pertinente recordar algunos de
los aspectos esenciales del Plano Regulador vigente en ese momento: Para ello nos
vamos a referir a la obra del Arq. Jorge Urquidi (1967) y a las consideraciones del
Arq. Franklín Anaya, (1965: 38 y siguientes.)
En ausencia de todo lo anterior, resulta obvio, que no sólo la razón técnica fuera
frecuentemente arrollada y avasallada por la presión política, sino que resultó
imposible, sustentar un desarrollo urbano teóricamente consistente, pero
inadecuado para la compleja realidad imperante. Por ello, su materialización fue
fragmentaria, propició el desarrollo desigual de la ciudad, y no pudo evitar la
persistencia y ampliación de los problemas que aquejaban a esta en los años 1930
y 40, así como la aparición de nuevas situaciones conflictivas.
Por otro lado, incluso los gestores del Plano Regulador no tuvieron la oportunidad, y
tal vez, la voluntad, para hacer realidad partes esenciales de la propuesta urbana,
como ser, por ejemplo, las Unidades Vecinales, que desde un punto de vista
conceptual eran correctas, pues se proponía descentralizar la excesiva
202
concentración de funciones comerciales, de servicios y administrativas en el Casco
Viejo, en favor de la creación de módulos descentralizados con estas actividades, en
torno a las cuales se aglutinarían las funciones residenciales, de tal manera que
cada Unidad Vecinal (o barrio) gozaría de relativa autonomía para satisfacer sus
necesidades diarias, creando esta alternativa, no solo una relación menos
imperativa con las zonas centrales, sino una intensidad de tráfico periferia-centro-
periferia menos intensivo.
Un síntoma claro de esto último, eran los problemas que atingían a amplios sectores
de población, sobre todo la que habitaba las nuevas zonas urbanas. Resaltaba con
nitidez, que la "modernización" de la ciudad era algo relativo, que apenas
involucraba a un segmento del ámbito urbano. En materia de servicios básicos:
pavimentación, agua, alcantarillado, energía eléctrica, alumbrado público, acceso a
equipamientos -abastecimiento, educación, salud, etc.- y a medios de transporte
adecuados; apenas el casco viejo que se había beneficiado con este tipo de obras
desde los años 1920, y excepcionalmente, algunos ejes de penetración a zonas
residenciales nuevas, presentaban rasgos que podrían ser incorporados a una
203
condición más o menos tolerante de desarrollo. Dada su excepcionalidad y la
implicación socio económica e ideológica que asumía este hecho, el mismo, podría
considerarse, como una suerte de premiación, a los desvelos renovadores de las
élites que habitaban el casco viejo y algunos barrios de la zona Norte de la ciudad.
En tanto su opuesto, la precariedad en todos los órdenes -como una suerte de
castigo-, era el rasgo dominante que caracterizaba el crecimiento del resto de la
ciudad.
De ahí, surgía una sustancial diferencia en la forma como los ciudadanos concebían
el desarrollo urbano: en tanto para unos, incluidos los propios técnicos, sectores
amplios de las capas gobernantes y la opinión pública que habitualmente se
expresa por medios de prensa, se trataba de modernizar los antiguos ropajes
urbanos, en función, por ejemplo, del próximo Cuarto Centenario de Fundación de la
Ciudad, poniéndose énfasis en la realización de nuevos edificios, parques públicos,
mejoramiento del ornato, etc. Para otros, -los más- se trataba de dar respuesta a
necesidades vitales -agua, alcantarillado, saneamiento ambiental, vivienda, etc.-.
Por tanto, con frecuencia estas dos formas de ver el desarrollo urbano, entraban en
conflicto y entredicho, sobre todo, cuando se observaba que los magros recursos
para ejecutar obras públicas, tenían más un sentido de realce de la estética de las
zonas urbanas más favorecidas. Observemos algunos rasgos de estas
concepciones:
204
“Los técnicos y entendidos rehuyen considerar la escasez de grandes
extensiones de terrenos urbanos para viviendas, hecho innegable que obliga
a hacer uso irracional de las áreas verdes (...) si el plano (regulador) señala
ya con su dedo acusador sectores ocupados por gente del pueblo, como
futuras áreas verdes ¿porque no se consideró al faccionar el plano, la
solución que se iba a dar a esos casos? No solo es cuestión de planificar,
porque los terrenos que poseen los perjudicados no pueden ser construidos,
hipotecados ni vendidos (...) ¿Cuántos años estará esa gente en tales
condiciones inhumanas? (...) Por eso sostenemos que se quiere embellecer
la ciudad exagerando en la zona Norte donde estará el gran Parque Tunari, a
costa de gente, en su mayoría pobre y humilde, que necesita conservar su
techo? ¿Tenemos razón?” (El Mundo Nº 1226, 22/12/64).
Al margen de que, detrás de los argumentos de los vecinos, se escondieran los
intereses de grandes propietarios afectados por proyectos como los de creación del
Parque Tunari, era incuestionable que existía una brecha entre la importancia de los
proyectos y obras programadas y las prioridades que identificaban los vecinos de
diferentes zonas sometidos a los rigores de innumerables carencias. Veamos
algunas expresiones ciudadanas recogidas por la prensa, respecto a este último
aspecto. “En 1959 se afirmaba que los problemas vitales de Cochabamba se
resumían en: agua, energía eléctrica y alcantarillado y se reconocía que el Municipio
no tenía capacidad económica para resolver estos problemas, sino apenas para
mitigarlos en forma precaria y parcial” (El Mundo No. 61, 27/08/59). El mismo
órgano de prensa en 1961, remarcaba que:
205
reconocía que la imprevisión y el empirismo de anteriores administraciones, así
como "el extraordinario crecimiento de la población en los últimos años" habían
provocado este estado de cosas (Prensa Libre Nº 361 y siguientes, 11/02/62)125. Con
relación a este último aspecto se desarrolló un criterio crítico respecto a la situación
del Municipio, que apuntaba a resaltar la extrema contradicción entre una situación
de continua penuria económica para enfrentar la problemática urbana y una
frondosa burocracia que esquilmaba estos escasos recursos. A este respecto un
editorialista reclamaba que:
125 Un punto de vista diferente planteaba sobre esta cuestión lo siguiente: "El desajuste del mecanismo
administrativo municipal comenzó en el momento en que se incorporaban al radio urbano nuevos sectores, a
través del irracional loteamiento de terrenos, sin imponer a los propietarios que ostentan pingues beneficios
económicos con su venta, el cumplimiento previo de ciertas normas contempladas en Ordenanzas que no
tienen aplicación práctica. Naturalmente como consecuencia de este crecimiento de la ciudad se han
agudizado los problemas" (Prensa Libre No. 640, 3/01/63).
206
No cabe duda que el desarrollo urbano y, en general, los problemas de la ciudad
eran algo secundario en relación a las prioridades políticas. Las soluciones
integrales o de fondo no estaban en estos cálculos, ya sea por que excedían los
escasos recursos que el Estado estaba dispuesto a erogar en la región, como,
porque tales soluciones superaban el reducido margen de posibilidad y vigencia
política que les podía permitir un cargo jerárquico que no necesariamente era fruto
de la competencia profesional, sino del favor político partidista. Un caso típico a este
respecto fue la visita que realizaron a Cochabamba en 1964, personalidades como
el General Charles de Gaulle, Presidente de Francia y el Mariscal Joseph Broz
(Tito), Presidente de Yugoslavia. En esta coyuntura, el Gobierno Central destinó
fondos "para hermosear un poco la ciudad, especialmente en el trayecto del Prado a
Portales". (Prensa Libre Nº 2001, 17/07/64). Con este motivo, la Plaza de Armas se
favoreció con un justo remozamiento abandonando -merced al oportuno pintado de
las fachadas que la delimitan- su tradicional aspecto de obra antigua y mal
conservada. En la misma forma fueron favorecidos algunos paseos y sobre todo la
avenida de acceso a Portales y la Plaza de la Recoleta, que fueron el punto de
referencia inicial, del posterior progreso de Queru Queru.
Naturalmente las obras prioritarias que reclamaba el Comité eran: agua potable,
alcantarillado, electrificación y, además, el asfaltado de la carretera de penetración al
Chapare. En términos parecidos o similares se pronunciaban en 1965, diversas
instituciones como el Obispado, el Rotary Club, la Cámara Junior, el Club de
Leones, etc. (Prensa Libre Nº 1400, 20/07/5), vislumbrando el nuevo rumbo que
tomarían las reivindicaciones regionales a partir de la segunda mitad de los años
1960.
Bastan y sobran los testimonios anteriores para ofrecer una idea de la problemática
urbana, y de la distancia que existía entre los ideales de desarrollo urbano que
ofertaba el Plano Regulador y la situación de subdesarrollo que caracterizaba la
transformación y ampliación física de la ciudad. No obstante para evitar que los
problemas relievados se mantengan en el nivel de un dato abstracto y
aparentemente homogéneo, dirigiremos nuestra mirada, para concluir esta parte,
hacia la situación de diferentes barrios apremiados por requerimientos no
satisfechos, y que, configuraban el extenso ámbito urbano postergado o "castigado"
con innumerables penurias, en contraste con los comparativamente escasas zonas
"premiadas" con servicios públicos y equipamientos básicos. Dejemos entonces,
que sean los propios protagonistas quienes ofrezcan algunos testimonios:
En 1958, los vecinos del Barrio Obrero, próximo a La Pampa, o actual mercado de
ferias, señalaban al Alcalde Aníbal Zamorano lo siguiente:
Ese mismo año, las demandas de la Zona Sud, encontraban un canal de expresión
en el Jefe del Comando del MNR de dicha zona, que invitó a periodistas a que
verificaren personalmente los siguientes problemas:
209
En 1963, el panorama descrito se mantenía invariable en la zona Sud: Al respecto
se recogía este testimonio:
La realidad de la crisis urbana, a fines de los años 1950 e inicios de los 60 golpeaba
las puertas de todos los hogares cochabambinos. Esto dio cabida, no sólo, al
surgimiento de un vigoroso movimiento cívico que se expresaría en los siguientes
años, sino permitió la reestructuración de las juntas vecinales organizadas en los
años 1940, y que se extinguieron casi completamente en los 50, al calor de disputas
políticas. En la misma forma esta álgida situación promovió la intervención de la
210
clase obrera. La Segunda Conferencia Departamental de Trabajadores en 1961,
enfocó la problemática urbana, y al igual que la Federación de Juntas Vecinales en
1960 (El Mundo Nº 201, 15/03/) coincidió en señalar, que los principales problemas
urbanos se referían a las extremas carencias en materia de agua potable
alcantarillado y energía eléctrica, agravados por la postergación de una serie de
obras de interés regional, como el Plan Chapisirca para dotar de agua potable a la
ciudad, el Proyecto de Corani para producir energía eléctrica y los planes de
vinculación caminera hacia el Chapare. Sin embargo, tal vez lo más lúcido de todo
este análisis de la COD, se refería a la sugerencia de crear una Junta
Departamental de Planeamiento:
127 El enorme desgaste que sufrió el MNR tras doce años en el poder, no solo devaluaron las banderas
de Abril de 1952, sino condujeron a este partido a una orfandad social intensa, de tal suerte, que el simple
episodio de la terquedad de Víctor Paz Estenssoro de volver a ser candidato en las elecciones de 1965,
precipitó un golpe protagonizado por componentes de la propia “célula militar del MNR” encabezada por el
Gral René Barrientos, que también se consideraba presidenciable y que dio curso a un régimen dictatorial de
extrema derecha.
211
La expansión urbana
Sin lugar a dudas los agudos problemas urbanos que caracterizaron a la ciudad
tradicional y que cobraron plena notoriedad en las estadísticas que registró el Censo
Municipal de 1945, no sólo no fueron resueltos, sino que cobraron mayores
dimensiones en la década siguiente.
El hecho de que el citado Plano Regulador, fuera adoptado apenas formalmente por
las nuevas élites políticas, valiéndose de este instrumento para justificar obras
públicas de alcance menor, pero de alto rendimiento político, y tendientes a
favorecer los intereses del capital inmobiliario de los nuevos grupos de poder; no
sólo significaron la postergación indefinida de obras vitales para el desarrollo de la
ciudad, sino inviabilizaron la posibilidad real del nuevo modelo urbano, que no sólo
quedó desfasado con relación a los problemas que planteaba la nueva realidad
urbana, emergente de las intensas movilizaciones sociales de la primera mitad de
los años 1950, sino, comenzó a dar muestras de su temprana caducidad e
impotencia, para reencauzar este agresivo proceso urbano bajo nuevas pautas.
212
3/06/1963 (Urquidi, 1986: 19). En cuanto al primer aspecto, el siguiente cuadro
intenta una relación de los principales proyectos que dieron mayor consistencia al
Plano Regulador, o que, alternativamente mostraron más en detalle el alcance de
algunas de sus disposiciones.
CUADRO Nº 21
CIUDAD DE COCHABAMBA:
PRINCIPALES ESTUDIOS Y PROYECTOS REALIZADOS POR LOS DEPARTAMENTOS DE
ARQUITECTURA Y URBANISMO DE H. MUNICIPALIDAD (1952-64)
Años Planes urbanos sectoriales, estudios especiales, proyectos Zonas urbanas favorecidas
arquitectónicos significativos, paisajismo, normas
1952 * Plano Regulador de Unidad Vecinal Queru – Queu
* Proyecto de Reglamento General de Edificaciones
* Proyectos de plazas y parques Cala Cala, Jaihuayco, Chimba
1953 * Plano Regulador de Unidades Vecinales Muyurina, Jaihuayco, Las
Cuadras
1954 * Proyecto de Unidad Vecinal “El Poligono” Zona Sur
* Complementación de estudios de urbanización de varias unidades vecinales Queru - Queru, Jaihuayco, Las
Cuadras, Muyurina
* Proyecto de remodelación de las plazas Montenegro y Cala Cala Zona Norte, Cala Cala
1955 * Proyecto de Urbanización Incacollo
* Proyecto de remodelación urbana Zona Sudeste
* Proyecto de remodelación urbana del sector Oeste de la colina San Miguel Zona Sudeste
* Proyecto de Unidad Vecinal Las Cuadras
* Proyecto de remodelación de la plazuela La Paz Queru – Queru
* Proyecto de remodelación de la Plaza 14 de Noviembre Jaihuayco
* Proyectos de mercados seccionales en diferentes zonas Muyurina, Chavez Rancho y
* Proyecto de edificio municipal adyacente al Palacio de la Cultura otros
Zona Central
1956 * Proyecto de Urbanización Zona Noroeste
* Proyecto de Urbanización zona El Matadero Zona Sudeste
* Complementación de estudios urbanos Queru – Queru
* Proyecto balneario popular Zona Sud
* Proyecto de viviendas económicas para obreros y empleados municipales Zona Sud
1957 * Estudios complementarios de urbanización Sudeste
* Estudios complementarios de unidad vecinal Queru – Queru, Cala Cala
* Proyectos de urbanización y de Unidad Vecinal Zonas NE y NOE, Cala Cala
* Proyecto de urbanización Sarco
* Proyecto de urbanización Muyurina
* Proyecto de remodelación de la Plaza Barba de Padilla Noreste
* Plan de Forestación de la Colina San Miguel Sudeste
1958 * Proyecto de urbanización de unidades vecinales Cala Cala, NOE
* Proyecto de urbanización de unidades vecinales Shimba Norte y Sud
* Proyecto de urbanización de unidades vecinales Sarco Norte y Sud
* Proyecto de urbanización de unidad vecinal Tupuraya
* Varios estudios de urbanización Alalay. Hipódromo, Jaihuayco
* Proyectos plazas San Sebastián, Francisco del Rivero y 14 de Noviembre Zona Sud, Jaihuayco
* Remodelación Plaza Virrey Toledo Villa Galindo
* Remodelación Plaza Guzmán Quitón Noroeste
213
1959 * Varios estudios de urbanización Queru-Queru, Tupuraya,
* Proyecto paisajístico de la Colina San Sebastián Jaihuayco
* Proyecto del Parque Zoológico Noreste
* Proyecto de remodelación de la Plaza 14 de Septiembre Zona Central
* Proyecto de remodelación de la Plaza Carlos Montenegro Noreste
* Proyecto de remodelación de la Plaza San Sebastián Sudoeste
1960 * Varios estudios urbanos no especificados s.d.
1961 * Estudio final del Plano Regulador
* Proyecto de remodelación del Mercado 27 de Mayo Zona Central
* Elaboración del Reglamento General de Urbanización
1962 * Proyectos de urbanización de varias unidades vecinales Las Cuadras, Barrio Petrolero,
Jaihuayco
* Proyecto del nudo viario del Puente de Quillacollo Noreste
* Estudio del tráfico en la zona del Stadium Departamental Cala Cala
* Proyecto de remodelación de la Plaza Sucre Las Cuadras
1963 * Varios estudios urbanos no especificados s.d.
* Proyectos de nudos viarios Cala Cala
* Proyecto de urbanización de la Vivienda Militar La Chimba
* Estudio urbano parcial de la Av. Blanco Galindo
* Estudio catastral del Parque Tunari
1964 * Varios estudios urbanos no especificados s.d.
* Proyecto de remodelación de la Plaza Constitución Noreste
Fuente: Anuarios Municipales 1952-1964.
El ritmo del crecimiento urbano que los citados estudios trataron de encausar, queda
reflejado en los siguientes cuadros (Nº 22 y 23) referidos a los fraccionamientos
aprobados por la H. Alcaldía en los Años 1950.
214
CUADRO Nº 22
CIUDAD DE COCHABAMBA: FRACCIONAMIENTOS APROBADOS POR EL MUNICIPIO POR
ZONAS URBANAS (1953-1958)
Años Sup. Útil Sup. % Sup. Zonas urbanas
Cesión Total
1953 3,8362 1,4780 27,81 5,3142 Noroeste
1,9807 0,5219 20,85 2,5026 Noreste
59,4237 16,6487 21,88 76,0724 Sudeste
8,0529 3,8625 32,41 11,9154 Cala Cala
1.7419 0,7822 30,98 2,5241 Incacollo
75.0354 23,2933 23,69 98,3287
1954 5,6405 3.2153 36,30 8,8558 Las Cuadras
3,1534 1,4102 30,83 4,5636 Sudeste
16,9986 5,5516 24,62 22,5502 Sudoeste
3,8793 0,9148 19,08 4,7941 Noreste
16,6658 8,7317 34,38 25,3975 La Villa (Zona Sud)
18,2979 8,7368 32,32 27,0347 Mayorazgo
7,9558 4,1344 34,20 12,0902 El Poligono (Z. Sud)
1,1878 0,6358 34,86 1,8236 Cala Calla
0,5341 0,3186 37,36 0,8527 Aranjuez (Z. Norte)
7,6836 3,9602 34,01 11,6438 Muyurinja
81,9968 37,60.94 31,13 119.6062
1955 1,4480 0,4551 23,91 1,9031 Noreste
0,6242 0,0188 2,92 0,6430 Recoleta
1,7732 0,9264 34,83 2,6996 Cala Cala
1,2347 0,7876 43,49 2,0223 Muyurina
1,3833 0,8797 38,87 2,2630 Queru Queru
10,7861 5,4883 33,69 16.2744 Chimba
2,9325 2,0306 40,91 4,9631 Las Cuadras
39.4035 19.4444 33.04 58,4790 La Villa (Z. Sud)
4,4973 2,6333 36,93 7,1306 Sudoeste
64,0828 32,6642 33,76 96,7447
1956 1,8002 0,8959 33,22 2,6910 Noreste
13,9555 8,2630 37,18 22,2185 Sudoeste
5,1075 2,8009 34,32 7,9084 Chimba
3.1391 1,7409 35,67 4,8800 Cala Cala
0,2439 0,0351 12,58 0,2790 Temporal (Z. Norte)
5,6647 3,3198 36,95 8,9845 Lacma (Z. Sud)
29,9109 17,0556 36.31 46,9665
1957 3,4501 1,0290 22,97 4,47910 Sudeste
15,2337 8.0191 34,48 23,2528 Sudoeste
1,2579 0,6236 33,15 1,8815 Noreste
1,0682 0,2619 19,69 1,3301 Noroeste
4,8854 1,8678 27,65 6,7532 Cala Cala
0,6363 0,3134 32,99 0,9497 Recoleta
0,5501 0,2077 27,40 0,7578 Mayorazgo
0,9482 0.1073 10,16 1,0555 Queru Queru
0,2081 0,0837 28,68 0,2918 Muyurina
0,9680 0,1181 10,87 1,0861 Aranjuez
12,1265 7,0875 36,89 19,2140 Sarc0o
41,3325 19,7191 32,30 61,0516
1958 1,7117 0,3660 17,61 2,0777 Noreste
6,3452 3,3978 34,87 9,7430 Noroeste
1,2134 0,5975 33,00 1,8109 Sudeste
22,1597 11,5648 34,29 33,7245 Sudoeste
14,4361 2,8947 16,67 17,3578 Chimba
215
2,0310 1,4840 42,41 3,5150 Sarco
0,3442 0,1096 24.15 0,4538 Recoleta
47,7013 20.4144 29,73 68.1157
340,0597 150,0756 29,97 490,8174
Fuente: Elaboración propia en base a Anuarios Municipales 1953 – 1958
Nota: Se incluyen tierras afectadas por la Reforma Urbana.
CUADRO N.º 23
CIUDAD DE COCHABAMBA: FRACCIONAMIENTOS APROBADOS POR LA H.
MUNICIPALIDAD EN EL PERIODO 1953-1962
El Cuadro No. 22 muestra por una parte, que entre 1953 y 1958 se fraccionaron las
nuevas tierras incorporadas a la urbanización dentro de las unidades vecinales
propuestas por el Plano Regulador. Fue particularmente intenso el fraccionamiento
de tierras en la zona Sud donde grandes propiedades fueron afectadas por la
Reforma Urbana. También se puede percibir, que el régimen de cesiones es
relativamente irregular, no siendo proporcional al tamaño de las tierras fraccionadas.
Esto, probablemente en razón de que el diseño de las unidades vecinales afectó a
las propiedades en forma desigual, sin embargo, esta cuestión, queda mejor
expresada en el Cuadro Nº 23, donde se puede observar que el total de las
superficies cedidas al dominio público solo alcanza al 31,70,00%, quedando un
déficit del 1,30% (9,4628 Has), cuya incorporación a la superficie util de los
fraccionamientos, por decir lo menos, deja un razonable signo de interrogación.
Por otra parte, se puede verificar, que la Revolución de Abril de 1952, tuvo
significativa influencia sobre el mercado de tierras, propiciando una suerte de fiebre
de urbanización, para el periodo 1953-1955, donde se incorporan al tejido urbano
216
314,6796 Has, es decir, el 43,05%, del total de tierras urbanizadas ente 1953 y
1962.
Realizando una evaluación más minuciosa de las tierras fraccionadas por zonas en
el período y contrastándolas con el total de 490,8134 hectáreas urbanizadas entre
1953 y 1958, se tiene lo siguiente:
Que las zonas de expansión urbana más acelerada coinciden con aquéllas
donde las carencias de servicios básicos, las situaciones de contaminación
ambiental y los cuadros de miseria y degradación del hábitat son mas
pronunciadas.
Que frente a este proceso, lamentablemente, el Plano Regulador no logra
formular propuestas alternativas a sus lineamientos originales, de tal suerte
que este instrumento apenas juega un rol indicativo, en un momento en que
las tendencias de la expansión urbana, exigían la participación social en la
definición de los lineamientos técnicos y las políticas municipales que debían
encausar este proceso 129.
129 Hacia 1950, se encontraban consolidados los barrios del Noreste y Noroeste, así como gran parte de la
Muyurina y Las Cuadras, que se urbanizaron en la década anterior. En cambio permanecieron baldíos extensos
terrenos, no afectados por la Reforma Urbana, en Cala Cala, Queru Queru, Hipódromo, Sarco, Tupuraya, etc.
que recién fueron urbanizados a partir de 1965 y sobre todo en los años 70.
218
Tales esfuerzos fueron vistos en general, por los gestores estatales, como
cuestiones casi exóticas, en medio del devenir de las urgencias políticas del
momento, consideradas más apegadas a la realidad. Esta suerte de piadosa
indiferencia estatal, hacia los discursos de los conductores del Plano Regulador,
ciertamente socavó sus posibilidades y posibilitó que ese valioso instrumento
técnico acabará plegándose a las urgencias del dinámico mercado inmobiliario.
Sin embargo, no sólo factores externos atentaron contra la viabilidad del Plano
Regulador. Si bien, es comprensible, la actitud del equipo técnico y algunas
autoridades ediles, de adherirse a una defensa cerrada de los preceptos normativos
del instrumento planificador, frente a la acción avasalladora del propio Estado y sus
agentes políticos, no fue menos ciertos, que no se realizaron esfuerzos mayores
para materializar aspectos fundamentales de la propuesta urbana, aunque fuera
sólo a título de experiencias piloto. Tal fuel caso de las Unidades Vecinales, sin duda
una de las propuestas más lúcidas, para encausar el crecimiento de la ciudad.
Conceptualmente era totalmente correcta, la propuesta de desarrollar módulos
descentralizados de actividades comerciales, de servicios, abastecimiento,
infraestructura social e institucional, entre otros, en torno a los cuales se dispusieran
las funciones residenciales de baja y mediana densidad, que permitieran convertir
dichas unidades o barrios residenciales, en entidades autónomas respecto a las
zonas centrales de la ciudad, para satisfacer sus necesidades y urgencias
cotidianas. De esa manera las tendencias del tráfico motorizado periferia-centro-
periferia en permanente crecimiento, hubieran cambiado su lógica por recorridos
intra e ínter Unidades Vecinales, sin provocar las grandes congestiones, que ya eran
notorias en la década de 1950, facilitando además la organización de un transporte
público urbano más eficiente y menos obsesionado por llegar a las zonas centrales,
una vez que las fuentes laborales, los centros educativos, los servicios de salud y
otros estarían adecuadamente descentralizados.
Esta era sin duda una propuesta que rompía con el modelo urbano centrípeto con
que se fundó la Villa de Oropeza, como ya se mencionó, y que habría camino hacia
una perspectiva diferente del desarrollo urbano, no solo desde el punto de vista
“funcional” que tanto apreciaban los planificadores de esa época, sino también,
desde la perspectiva de una alternativa de crecimiento urbano más amable con las
frágiles condiciones ambientales del Valle Central de Cochabamba.
219
torno a un centro focal distorsionado y tensionado por dos polos antagónicos, la
Plaza de Armas y el caótico Centro Ferial, en torno al cual se despliegan, sin mayor
orden ni concierto, barrios-dormitorio totalmente dependientes de los citados
centros. Incluso, en décadas posteriores, cuando se manifestaron espontáneamente
tendencias para descentralizar funciones comerciales y otras, el peso de los centros
mencionados, sigue gravitando de manera irrefrenable.
220
CAPITULO VI
CRISIS URBANA: LAS MASAS DE ABRIL PAGAN LOS PLATOS ROTOS
La citada institución de salud, a través del Dr. Julio Bustillos, Director de la Unidad
Sanitaria de Cochabamba, realizaba el siguiente diagnóstico del sistema de
abastecimiento de agua: de acuerdo al Censo Demográfico de 1950, y tomando
como base, una tasa de crecimiento anual de 3,2% sugerida por la H. Alcaldía, la
población urbana de Cochabamba en 1960 se estimaba en 120.000 habitantes
ocupando una extensión de 4.600 hectáreas. El sistema de provisión de agua
potable en base a las captaciones de Arocagua y Chapisirca tenía una capacidad
para la época de estiaje de abastecer a 82.080 habitantes, con un promedio diario
de 200 litros por habitante. Sin embargo, en base a la capacidad de los tanques de
sedimentación con un tiempo de retención mínimo de 3 horas, el sistema sólo tenía
una capacidad real para abastecer a 40.800 habitantes, con el promedio señalado
La turbidez del agua se debía al insuficiente tiempo de retención en los depósitos
que en épocas de estiaje se reducía incluso a hora y media. Los filtros tenían una
222
capacidad de filtración máxima de 150 m3/día por m2 de superficie filtrante,
aceptable en aguas bien sedimentadas, con lo que se podía abastecer a 90.000
habitantes con el promedio de 200 litros mencionado. Sin embargo la capacidad
efectiva en 1960, alcanzaba apenas para una población de 72.000 habitantes con
una provisión promedio de 83 litros/día/habitante, o sea que si se aplicaba el índice
normativo internacional de 200 litros/día/habitante, este servicio solo cubría a una
población de 29.880 habitantes. En suma, de los 16.416.000 litros/día que realmente
ingresaban a la red, solo 5.976.000 litros/día eran distribuidos a la población. El área
servida por este precario servicio, apenas abarcaba a 690 hectáreas, que
correspondía sólo el 15% del área total de la ciudad. Las causales de esta situación
quedaban tipificadas en los siguientes aspectos:
Un muestreo realizado por la Unidad Sanitaria para evaluar las pérdidas de agua en
las instalaciones sanitarias arrojaba los siguientes resultados. En un total de 743
grifos y 422 inodoros revisados, se verifico una perdida diaria de 710 litros/minuto,
que correspondía al desperdicio de 511.200 litros/día, considerando solo 12 horas
de suministro, lo que significaba una pérdida de 87 litros/habitante/día sobre el
universo encuestado de 5.909 habitantes. La misma investigación, demostró que un
40% de las fugas y pérdidas totales se originaban en las fuentes, grifos públicos e
hidrantes de riego de parques y jardines, alcanzando estas pérdidas al sorprendente
valor de 145 litros/habitante/día, es decir que 10.440.000 litros/día se
desperdiciaban por el mal estado de la red y los artefactos sanitarios. Además la
distribución promedio de 83 litros/día/habitante no era uniforme al respecto se
anotaba:
“Hay barrios de la ciudad que reciben más de esa dotación y otros barrios en
que cada habitante recibe menos de 10 litros diarios, especialmente en
época de estiaje en que los habitantes tienen que formar ‘colas’ desde
tempranas horas de la madrugada para poder recibir un poco de agua.” (El
Mundo No. 185, 21/02/60).
En fin, el Ing. Héctor Peredo, señalaba que apenas un 9% de la red de agua potable
existente contaba con cañerías adecuadas. Además, que de los 110.000 habitantes
de Cochabamba únicamente 60.000 recibían agua por conexiones domiciliarias con
todas las insuficiencias anotadas, en tanto otros 50.000 se veían obligados a
proveerse por otros medios -aguateros, vertientes y piletas públicas-. La provisión
en 1961 era apenas de 49 litros/habitante/día bajo un régimen intermitente. (El
Mundo Nº 527, 23/04/61).
Sin embargo el sesgo más dramático de este problema se presentaba, -como aun
hoy- bajo la forma de severas penurias y restricciones en cuanto a la disponibilidad
de este líquido vital, como aquéllas que padeció la ciudad al inicio de los años 1960.
En 1961, el periódico El Mundo daba testimonio del clamor ciudadano:
“Ninguna aldea por miserable que sea podría soportar la desgracia de tener
que dar de beber a sus habitantes AGUAS INADMISIBLES POR SU
TURBIDEZ Y CONTAMINADAS DE BACTERIAS INTOLERABLES y, con
racionamiento en los más de los días del año (...) El burgomaestre actual
mostrando un grueso legajo de papeles nos dijo (...) que será una firma
francesa la que se haga cargo de los trabajos de sistema de Chapisirca (...)
¿Hasta cuándo el pueblo vivirá de promesas?”
A continuación, la citada institución realizaba una larga enumeración de promesas
incumplidas con relación a ofertas realizadas por el embajador del Gobierno de
Francia132, palabras empeñadas por el BID133, remarcando que, en tanto en otros
países la "ayuda americana" y la "Alianza para el Progreso" resultaban eficaces
para realizar obras de desarrollo urbano e infraestructura básica, "Cochabamba, la
cenicienta" no obtenía nada. (Prensa Libre No. 624, 12/12/62).
132 Oferta del embajador francés para contar con los servicios de la firma Gromont para resolver el problema
del agua potable.
133 Oferta de apoyo técnico del BID para estudios de ingeniería.
226
expresaban el punto de vista de la opinión pública. Obviamente resultaría
inacabable referirnos a todas las ideas y criterios respecto a las "soluciones" a este
problema, por lo que además de referirnos sólo a los más significativos haremos
mención a las cuestiones concretas que en realidad debían resolverse:
Un informe de los ingenieros Felipe Seleme, Alfonso Balderrama y Luis Calvo, hacía
referencia a que el problema del agua en Cochabamba, contenía dos aspectos: su
volumen insuficiente para la provisión permanente y su falta de potabilidad, es decir,
además de existir un aspecto cuantitativo, también existía una cuestión de calidad.
Para resolver estos problemas, no sólo hacían falta estudios de largo aliento, sino
acciones inmediatas para evitar que los escasos recursos hídricos continuaran
siendo derrochados por un uso irracional y por el mal estado de las instalaciones.
Con respecto a las acciones inmediatas, los citados ingenieros sugerían: la
colocación de medidores de agua "para evitar los fabulosos desperdicios actuales"134
y la perforación de pozos para el riego de parques públicos. Al respecto afirmaban
que: "estas dos simples medidas aumentarían las disponibilidades de agua para
fines sanitarios en 50%.” Con relación a la turbidez y la contaminación, señalaban
que la cuestión no era tan compleja, se debían proteger las aducciones y desarrollar
sistemas de cloración en forma permanente. En cuanto a las "soluciones definitivas"
se recomendaba: a) El levantamiento aerofotogramétrico de la Cordillera de
Cochabamba, y b) En base a lo anterior, se señalaba, que era necesario elaborar un
anteproyecto para el aprovechamiento de las aguas de la hoya, enumerando una
serie de pasos técnicos, que permitirían establecer el monto real de las inversiones
y su factibilidad. (El Pueblo Nº 1494, 8/04/58).
134 A respecto de este punto, la H. Alcaldía amparada por el Decreto Supremo de 2/02/1940 que imponía el
uso de medidores para el consumo de agua en Cochabamba, dictó una Ordenanza Municipal en 1958,
disponiendo el uso obligatorio de medidores de agua. Para este efecto adjudicó a la firma Socoben Ltda., la
tarea de dotar medidores "Bop. Renter" de procedencia alemana, disponiendo la implantación de las siguientes
tasas: viviendas populares" Bs. 30/m3. casas residenciales: Bs. 50/m3. fábricas, estaciones de servicio,
piscinas: Bs. 150/m3.
227
embargo, además de los señalados, se desarrollaron una serie de propuestas de
ingeniería, quedando las más significativas resumidas en el siguiente Cuadro:
228
aprovechar las existentes en La Angostura, con capacidad de técnicos municipales.
producir 150 litros/segundo. El Mundo, N.º 298, 26/05/60
1961 * “Proyecto Integral de Agua Potable”: Captación de aguas de la Ings. Hector Peredo, Freddy Costas
Cordillera del Tunari en las cuencas de Chapisirca y Chusiqueri, y Rosendo Montenegro
mediante embalses de las lagunas de Escalerani, Toro, Wara Wara El Mundo N.º 527, 23/04/61
y La Cumbrey, aprovechando de la caída de aguas de 1.300 mts,
generar energía eléctrica mediante una usina en Tolapucro. Estas
aguas pasarán a una planta de tratamiento en Cala Cala y luego a
un depósito de 66.000 M3, suficientes para atender la demanda de
la población en 24 horas.
1962 * Anteproyecto de dotación de agua potable encargado por el Empresa de Ingeniría Horza. Informe
Municipio, sobre la base del Plan Chapisirca elaborado por del Alcalde Cossio Salinas.
los ingenieros Marrón y Saavedra en 1949. Estos estudios Prensa Libre N.º 333, 9/01/62
comprenden: la captación, aprovechamiento hidroeléctrico,
tratamiento, distribución y eliminación de aguas servidas.
* Propuestas de trabajos inmediatos: Sugerencias del Comité Pro
a) Utilización de las aguas de Suticocha, Wara Wara y San Cochabamba.
Juan en casos de emergencia. Prensa Libre N.º 624, 12/12/62
b) Utilización de las aguas de Laguna Mayu abriendo un
canal.
c) Completar la acequia que conduce las aguas del río
Chasiqueri hasta la Cumbre.
d) Utilizar las aguas de los ríos Tirani, Taquiña y Tiquipaya.
e) Perforar pozos semisurgentres en distintas zonas de la
ciudad.
Trabajos mediatos:
a) Ejecutar el proyecto de aprovechamiento de las aguas del
Sistema de Misicuni propuesto por el Ing. Calvo.
b) Ejecutar el proyecto de aprovechamiento de las aguas del
Sistema de Chapisirca propuesto por el Ing. Saavedra.
1963 * Ideas que sustentan la necesidad de ejecutar el Ing. Rómulo Valdivia
Proyecto Misicuni. Prensa Libre, sd.
229
En este sentido, la crisis del agua, era sobre todo, la expresión de la crisis de
la administración municipal para mantener en debida forma este servicio y
ejecutar una gestión racional sobre el mismo. No otra cosa significa -como
demostraron los estudios realizados por el Servicio Interamericano de Salud
Pública en 1960- que del total de aguas captadas en ese momento por los
sistemas de Arocagua y Chapisirca, -algo más de 16 millones de litros/día-,
se perdieran más de un 60% por el completo estado de colapso en que se
encontraba la red urbana de distribución de agua potable, al margen de que
esta apenas servia a un 50% de la población total urbana, puesto que el otro
50% carecía de redes de distribución de agua potable.
Es presumible, que las sequías que azotaron la región a inicios de los años
60, no hubieran significado padecimientos tan graves en materia de
abastecimiento de agua para los habitantes de Cochabamba, si la
infraestructura de tratamiento y distribución hubieran estado en condiciones
adecuadas. En este sentido, la crisis del agua no hacía alusión
necesariamente, como la opinión pública, las autoridades y los propios
técnicos sugerían, a un cuadro grave de carencia de fuentes hídricas y por
tanto a un grave déficit en los volúmenes del líquido elemento requeridos por
la población, sino -sin negar la gravitación de lo anterior-, en gran medida, al
gran despilfarro de este recurso escaso, a causa del pésimo estado de las
instalaciones sanitarias y la insuficiencia de los depósitos de sedimentación.
En efecto, tomando en cuenta el año 1960, -año en que comienzan a
agudizarse los problemas de abastecimiento de agua-, los 16.416.000
litros/día que según el SISP se captaban de los sistemas de Arocagua y
Chapisirca, de ser distribuidos adecuadamente, hubieran alcanzado para
abastecer a 82.080 habitantes con un promedio de 200 litros/día per cápita.
Considerando, de acuerdo a nuestra propia estimación, una población urbana
de 113.500 habitantes en 1960135, se constata un déficit efectivo de 6.284.000
litros/día para proveer a casi 30.500 habitantes adicionales, lo que era factible
de ser cubierto mejorando el sistema de captación de Chapisirca,
incorporando Chusiqueri o incluso perforando pozos. Sin embargo todo este
esfuerzo resultaba inútil ante un dramático cuadro de pérdida de un 63,6%
del total del caudal captado por la obsolescencia de los sistemas de
almacenamiento, distribución y la ausencia de control efectivo sobre el
consumo mismo, pues en tanto un sector de la población derrochaba agua,
otro amplio sector se moría de sed.
En cuanto a los recaudos a futuro que había que providenciar para enfrentar
el problema del agua en la ciudad, la propuesta del embalse de las aguas del
Valle de Misicuni de Luís de la Reza, el Ing, Luís Calvo y otros, resultaba
profética y, a pesar de que fue un proyecto de curso tortuoso y novelesco,
que fue sometido a intenso debate en la segunda mitad del siglo XX,
finalmente, a inicios del siglo XXI se logró materializar, aunque el disfrute del
agua potable suficiente durante las 24 horas del día, es todavía un problema
a resolver.
En fin, entre otras razones, sin duda fueron las mencionadas, las que gravitaron
para que en la gestión del Alcalde Ramiro Villarroel C., se impulsara el proyecto de
creación del Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (SEMAPA), el
mismo que fue presentado a una reunión de alcaldes del país, que la aprobó
unánimemente en agosto de 1965, quedando así libre el camino para constitución
de un ente autónomo y descentralizado que encarará con un mayor grado de
eficiencia esta difícil situación, aunque sin dejar de debatirse entre las penurias
económicas y las intromisiones políticas.
Uno de los logros más preciados del progreso urbano fue la superación de la tenue
penumbra de velas y bujías, que allá por 1908, pareció ser una realidad efectiva e
irreversible. Sin embargo, la brillante luz de las ampolletas eléctricas, no llegó a
colmar la expectativa de la ciudadanía. Esa deseada iluminación, que de alguna
manera, sustituía la luz del día, era precaria y por momentos, a veces más
prolongados que la más sabia paciencia, se solía extinguir de improviso o apenas
reproducía la penumbra de los siglos pasados, como queriendo recordar a los
cochabambinos que su marcha por las sendas del desarrollo estaban todavía llenas
de zonas oscuras.
231
En los años 1950 y 60, los problemas de las décadas anteriores persistían sin
mayores modificaciones136. Es decir, la producción de energía eléctrica era
persistentemente insuficiente en relación a los requerimientos de consumo de la
población, dejando incluso sin este servicio a grandes sectores de la misma por
imposibilidad de ampliar la red instalada en los años 1940.
137 En el presupuesto municipal de 1952 se destinaron Bs. 48.654.912.- con esta finalidad (Anuario
Municipal 1952).
138 A partir de 1954, se reconstruyó la usina a costa de la citada empresa que realizo una erogación de
5.600.000.- Bs. Entrando la planta en servicio en agosto del citado año. (Anuario Municipal 1954).
232
disposición para realizar estudios y encarar la posterior construcción de una planta
hidroeléctrica en la zona de Corani. Este proyecto que databa de varios años atrás,
apareció como la opción más seria.
Fue esta última virtud, -el interés del Estado para mejorar las condiciones de
producción de la minería nacionalizada-, y no necesariamente la cuestión de las
penumbras en que vivía Cochabamba, lo determinante, para que la inversión, que
alcanzaba los 22 millones de dólares, contemplara el financiamiento y ejecución de
la totalidad de las obras civiles de la planta de Corani y se ampliara la potencia
originalmente contemplada en el proyecto hasta los 27.000 KW: "para servir la
demanda de Cochabamba y abastecer parte de las necesidades del área minera de
Oruro, por medio de una línea de transmisión de 110 Km". Esta nueva proyección
contemplaba además, en una segunda fase, la ejecución de la planta hidroeléctrica
de Santa Isabel, aguas abajo de Corani con capacidad de generar 40.000 KW y
más. En fin, esta obra pasaría a formar parte "del primer sistema interconectado del
país mediante el enlace de las plantas de Corani, Bolivian Power y COMIBOL" (El
Mundo Nº 1162, 12/07/63).
235
es probable que el tiempo de las penumbras hubiera sido aún mucho más
prolongado. Sin embargo, todavía pasarían muchos años, antes de que los distintos
barrios de la ciudad pudieran acceder a este servicio en forma plena.
Para ello, no sólo conjuraba la precaria organización del transporte, sino la falta de
un adecuado mantenimiento de las vías que fueron pavimentadas a partir de 1935-
36 y la calificación de "intransitables" que merecían muchas de las calles de las
nuevas urbanizaciones. En 1961, con mucha razón se hacia la siguiente reflexión:
236
de transporte que en muchos casos databan de los años 1930 y 40. Un testimonio
perspicaz y certero nos ha dejado la siguiente imagen del "colectivo " o "góndola" de
aquellos tiempos:
Esto explica, la preferencia masiva de los cochabambinos por las bicicletas, como
una opción frente a esta situación crítica del transporte público. Unos ciclistas que
reclamaban al Director de Tránsito por sus disposiciones en favor del tránsito
motorizado y que tendían a erradicar el uso de este popular medio de transporte,
acertadamente señalaban:
139 En 1957, existían cuatro líneas de colectivos urbanos: La línea Nº 1 con un recorrido de Muyurina a
Jaihuayco con 14 unidades. Las líneas 2 y 3 con un doble recorrido Mayorazgo-Lacma y Mayorazgo-
Cementerio con 33 unidades. Finalmente la línea 9 con 4 unidades, que hacía el recorrido desde la Av. 9 de
Abril a Villa Berdecio (El Pueblo Nº 1324, 11/09/57).
238
“La bicicleta, en nuestro medio ha dejado de ser un vehículo de paseo, de
placer, entretenimiento o diversión, para constituirse en un elemento
indispensable y necesario de la vida urbana. Es el vehículo imprescindible
que utilizan las personas para su traslado de un lugar a otro. De ahí su
popularidad y su uso mayoritario. Desconocer esta circunstancia es alejarse
de la realidad (...) Las personas tienen que recurrir a este medio motriz
porque precisamente no existe en nuestra ciudad un sistema de transporte
colectivo bien organizado y con tarifas al alcance de las mayorías (...) Las
góndolas son incómodas, escasas y no cumplen sus horarios.” (El Pueblo Nº
1257, 14/06/57).
Fueron estos, los argumentos que convirtieron Cochabamba en los años 1950 y 60
en una ciudad de ciclistas, pues eran miles los ciudadanos que optaron por esta
solución. Según datos oficiales de la Jefatura de Tránsito se reveló que en 1952 sólo
existían 6.200 bicicletas, pero estas pasaban de las 60.000 en 1959 en el
Departamento. (El Pueblo Nº 1869, 28/08/59). Por información que ofrecía la fuente
citada, entre 1952 y 1959 "los campesinos de Cochabamba han adquirido más de
35.000 bicicletas", reconociéndose que la bicicleta se había convertido "en un
elemento indispensable" pues había permitido la ampliación de las actividades de
intercambio. Sin lugar a dudas, la ampliación del mercado regional no sólo se
operaba a partir de los camiones, sino también reposaba en el enérgico pedaleo de
miles de vallunos. De acuerdo a la citada fuente, existían en la ciudad no menos de
24.000 bicicletas140.
Este fue sin duda, uno de los logros no planeados de la Revolución Nacional. Antes
de 1952, la bicicleta era un artículo de lujo propio de "snobs", un sueño inalcanzable
para la plebe. Posteriormente, factores como la dinamización de las ferias, el acceso
de los ex colonos a la economía de mercado y la amplia movilidad de la fuerza de
trabajo liberada de las viejas ataduras hacendales, la pusieron al alcance del
campesino valluno.
Por todo ello, pronto los mecanismos de control sobre los ciclistas fueron
desbordados. En 1961-62 la Oficina de Tránsito intentó poner algún orden en esta
situación imponiendo la inscripción obligatoria de las bicicletas y el uso de una placa
numerada, amenazando con severas batidas. Es claro que estas medidas nunca
llegaron a aplicarse, pues el asunto causó la reacción de la ciudadanía. Al respecto
declaraba lo siguiente un dirigente de la COD: “A la iniciación del año escolar
cuando los padres de familia, particularmente los trabajadores, que viven en el
cinturón de la ciudad deben trasladar a sus hijos, el Tránsito no puede proceder a la
140 En 1959 estaban registradas 21.729 bicicletas en las oficinas de Tránsito, pero se admitía que muchísimas
más no cumplieron con este requisito. (El Pueblo No. cit.).
239
batida de bicicletas amputando los pies de la ciudadanía.” (El Mundo Nº 747,
30/01/62).
Toda forma de asentamiento humano relativamente denso, y sobre todo aquel que
asume características urbanas, se desarrolla alterando, modificando y aun
destruyendo el medio natural primigenio. La Villa de Oropeza, desde su fundación, y
con mayor intensidad la posterior ciudad de Cochabamba, alteraron este medio
natural y tuvieron que abonar un elevado costo social para evitar, por ejemplo, que
el Rio Rocha arrasara con el núcleo urbano. Este fue uno de los problemas
centrales que ocuparon la atención ciudadana en los siglos pasados y no dejaron de
causar hondas preocupaciones hasta los años 1960141.
Con respecto a la primera cuestión, el tema de "los defensivos del Rio Rocha",
formaba parte de una antigua tradición de encarar soluciones precarias y
momentáneas. Entre los muchos estudios que se desarrollaron, sobre todo a partir
de las décadas finales del siglo XIX y primeros del XX, destaca el proyecto del Ing.
Julio Knaudt, que lamentablemente, luego de casi 30 años de lenta ejecución de la
obra de desvío del Rio Rocha hacia el vaso de Alalay y a un canal guía de desfogue
por la zona Sud, sufrió el contraste de la ruptura de la presa derivadora de San
Pedro durante la gran inundación de 1940 (Ver Solares 1990 y Galindo 1974).
Los citados ingenieros distinguían dos tramos para las obras de canalización: del
puente Siles al Bolivar (puente de Cala Cala) y del citado Puente Bolivar "hasta el
cruce de la matriz del alcantarillado o sea 500 mts. aguas abajo del puente Blanco
Galindo". En 1959, parte del primer tramo se encontraba ejecutado, quedando
pendiente la realización de los muros laterales de mampostería de piedra; en tanto
el segundo tramo no tenía ningún grado de realización. Estas obras fueron
estimadas en 80.000 dólares. Al respecto, una nota del Alcalde dirigida al Prefecto
del Departamento solicitando soporte económico del poder central (El Mundo Nº 67,
3/09/59), encontraba una respuesta desalentadora, pues se reconocía que no
existían recursos ni siquiera para atender las obras de carácter urgente. (El Pueblo
Nº 1874, 3/09/59).
142 En realidad estos temores se materializaron en enero de 1965 cuando Villa Galindo, Mayorazgo, el
Aeropuerto, Cala Cala y otras zonas fueron gravemente afectadas por inundaciones.
143 Este problema, pese a tratarse de una ocupación ilegal de construcciones clandestinas se arrastró por
muchos años, perjudicando las obras de regularización.
242
armado, del puente de acero de dos tramos existente en el camino a Cala Cala; un
puente de hormigón armado de acceso a la Recoleta; traslado del puente metálico
de Cala Cala al camino a Sacaba, el que posteriormente fue sustituido por uno de
hormigón, como parte del proyecto carretero al Chapare, y finalmente, traslado del
antiguo puente de tres tramos de la Recoleta a la zona de Tupuraya, donde prestó
servicios hasta las décadas finales del siglo XX, en que fue sustituido por otro
puente de hormigón (Galindo, 1974: 58 y 59).
De esta manea, a través de la canalización, el peligro del río Rocha que atormentó a
muchas generaciones de ciudadanos a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX,
dejo de ser un problema significativo, sin embargo, todavía en décadas posteriores a
1960, las inundaciones del río en la zona de la Tamborada y otras siguió causando
zozobra.
En relación al problema planteado por las torrenteras, sin duda su irrupción, fue el
resultado combinado de un largo proceso de depredación del manto vegetal
cordillerano, particularmente, las talas indiscriminadas de árboles para proveer de
troncas a las obras ferrocarrileras, a la minería y a los centenares de braseros
donde fermentaba la tradicional chicha; pero sobre todo, al avance de la
urbanización sobre zonas afectadas por la erosión y convertidas en áreas de riesgo
natural. En los años 1940, como consecuencia de la expansión de la ciudad sobre la
campiña de Cala Cala y Queru Queru, se produjeron los primeros desbordes de
torrentes que afectaron asentamientos urbanos. Estas situaciones se repitieron
periódicamente: en 1958, diez años después de inundaciones similares en la zona
Norte, una vez más, las llamadas torrenteras de Mayorazgo, Aranjuez y Cala Cala
se desbordaron de su cauce natural (El Pueblo Nº 1437, 24/01/58). Como
consecuencia de estos hechos, se comprobó que las zonas de Linde, Rosedal,
Calampampa, Taquiña y aledaños se encontraban en inminente peligro, por la
acción de las aguas y mazamorras que arrastraban las quebradas de Tirani y
Chaquimayu (El Pueblo Nº 1439, 26/01/58). Dicho peligro, se materializó con el total
anegamiento de la zona de Calampampa, por efecto del desborde de la quebrada
de Chaquimayu la noche del 21 de enero de 1958. Una de las víctimas daba el
siguiente testimonio:
243
miles de piedras gigantescas desprendidas de los despeñaderos por efecto
de la lluvia.” (El Pueblo Nº 1443, 31/01/58)144.
Estos hechos, una vez más, como en el caso de los desbordes del río Rocha,
motivaron no sólo alarma, sino la búsqueda de soluciones que fueran más allá de la
simple limpieza y dragado de las numerosas quebradas que amenazaban la zona
Norte de la ciudad. Un antecedente importante, eran los planteos que contenían los
estudios del Anteproyecto del Plan Regional del área de influencia inmediata a la
ciudad, y el propio Plano Regulador. Dichos estudios contemplaban la forestación
del sector afectado por las torrenteras. En función de ello, existía una política
concreta de evitar y conciliar el avance de la urbanización hacia zonas de riesgo, y
definidas como destinadas a formar parte de un Parque Nacional, que pasó a ser
mejor conocido como Parque Tunari. A este respecto el Arq. Jorge Urquidi
puntualizaba: “En las zonas factibles de urbanización solamente se permitiría la
formación de huertos agrícolas en una extensión suficiente, quedando prohibidos
los fraccionamientos y una densidad de edificación máxima del 5%” (El Pueblo Nº.
1894, 30/04/59).
Inicialmente, este estudio realizaba un análisis retrospectivo para mostrar que los
valles centrales de Cochabamba estuvieron sometidos a severas agresiones a su
marco natural, prácticamente desde la llegada de los españoles, quienes
introdujeron la peligrosa y dañina práctica de las talas indiscriminadas y la "roza a
fuego", es decir la costumbre de habilitar anualmente tierras destinadas zonas de
cultivo o pastoreo, mediante la destrucción de la flora nativa y el manto vegetal
natural a través de la acción del fuego. A tiempo de hacer un repaso de la
insuficiente legislación existente para preservar los recursos naturales, señalaban a
manera de antecedente sobre el agravamiento del problema de las torrenteras, lo
siguiente:
144Estas escenas se repetirán una y otra vez, afectando a las zonas de Tiquipaya y otras situadas al pie del
Tunari, inclusive en pleno siglo XXI.
244
conservación de los recursos naturales, se ha venido practicando a un ritmo
vertiginoso la tala indiscriminada de la vegetación de la zona, así como la
aplicación del sistema de roza a fuego de pajonales y matorrales (...) En la
región del Temporal, los grandes propietarios que han seguido los
procedimientos de afectación contemplados por el Decreto-Ley de Reforma
Agraria, han procedido a la tala de las especies forestales existentes en la
zona, con un criterio absolutamente contrario a una sana política de
conservación de estos recursos, y al parecer, con el fin de obtener ingresos
que ellos estimaban perdidos como consecuencia de la Reforma Agraria.
Por otra parte, los campesinos del lugar y otras personas, vinculadas con
algunas actividades artesanales han procedido a talar los matorrales en
forma arbitraria. Como consecuencia de esto, la región del Temporal que
hasta hace algunos años conservaba todavía una capa de vegetación
bastante apreciable ha perdido esta protección vegetal. A ello se añade, que
los vecinos de la zona y personas dedicadas a la industria de la construcción
han procedido a recolectar piedras con remoción de tierra, lo cual sumado a
la falta de protección vegetal, ha dejado la zona en condiciones de ser
atacada por la erosión.” (El Pueblo Nº 1667, 20/11/58).
En suma a manera de un diagnostico se ponía en relieve que la intensa depredación
de la flora natural "sometida durante siglos a la acción del fuego y del hacha", dado
el agudo proceso de erosión y desertificación resultante, terminaron por convertirse
en una amenaza para la ciudad, al transformar los torrentes naturales en corrientes
descontroladas, cargadas de materiales (piedras, tierra, lama, etc.) que la cubierta
natural destruida ya no podía retener, dando lugar a la formación de grandes conos
de deyección que inutilizaron extensas zonas cultivables, además de causar
estragos en las nuevas urbanizaciones.
La extensión del parque abarcaría unos 300 Km2., desde la Avenida América al Sur
hasta las cabeceras del rio Tablas al Norte, desde la primera quebrada de Tupuraya
al Este hasta la quebrada de Alisukhasa al Oeste. En dicha extensión se distinguían
las siguientes zonas:
Zona de Temporal, por ser esta la zona más afectada por la erosión se
sugería prohibir totalmente la roza a fuego y la tala de árboles y arbustos. Se
proponía crear dos tipos de franjas forestales: a) Una franja protectora de 200
metros de ancho que delimite las zonas de la campiña y del Temporal. b)
Franjas protectoras de 200 a 300 mts. de ancho a lo largo de las quebradas
que cruzan el Temporal, es decir franjas transversales a las anteriores y que
se extenderían hasta la cordillera delimitando el curso de las aguas e
impidiendo la formación de conos de deyección. No obstante, el raudo
avance de los fraccionamientos urbanos en 1958, ya habían incursionado en
esta zona, donde existían asentamientos como la Villa Paz Estenssoro, la
Urbanización de la Quinta del Beato Salomón, Villa del Cortijo, a las que se
añadirían muchas más en años inmediatamente posteriores, en franca
vulneración del Plano Regulador de la ciudad. Los proyectistas reconocían
que esta situación era irreversible dado el avanzado estado de consolidación
de los citados asentamientos, sugiriendo en consecuencia, la creación de
"unidades vecinales de un tipo especial", es decir que además de respetar en
el trazado de calles y manzanas, las condicionantes topográficas, "se
procedería el fraccionamiento de los terrenos de acuerdo al criterio de crear
en ellos quintas de 2 a 3 Ha. destinadas a la producción de frutales,
hortalizas y legumbres".
La creación del Parque Nacional Tunari, fue sancionada por el Decreto Supremo Nº
06045 de 30/03/62. El texto fue autoría del Arq. Jorge Urquidi y la parte legal fue
gestionada por el Senador Fernando Ayala Requena y el Dr. Héctor Cossio Salinas.
Esta disposición, definía en su primer artículo como área afectada por el Parque: al
Norte, la ceja de monte en la región de Tablas, al Sud la Avenida de Circunvalación,
al Este la Quebrada de Arocagua y al Oeste la Quebrada de la Taquiña. El artículo
segundo declaraba de utilidad y necesidad pública, los terrenos comprendidos
dentro de la jurisdicción del Parque. El artículo tercero disponía los alcances de un
Plan General de Construcción del Parque146. El Artículo séptimo, definía que los
fondos necesarios para este emprendimiento provendrían de las arcas fiscales, del
producto de la venta en subasta pública de especies forestales comerciales, del 2%
146 El Arq. Jorge Urquidi en un extenso trabajo publicado en el matutino Prensa Libre, en 1963, bajo el título
"Importancia y Proyecciones del Gran Parque Nacional Tunari" desarrollaba una amplia y erudita
fundamentación sobre la importancia de este proyecto, así como el detalle del Plan General mencionado en el
Art. 3ro. del Decreto. Con respecto a dicho plan se proponían tres etapas: Primera: Plan de estudios previos.
Segunda: Planificación de obras. Tercera: Plan de ejecución de obras. Los estudios previos comprendían, entre
otros, el levantamiento topográfico general del área, trabajos exploratorios, trabajos de catastro, lo que
permitiría levantar censos demográficos, de producción agrícola, ganadera e industrial. La planificación de
obras, comprendía entre otros, la planificación física general, el estudio de zonificación, la planificación de
vías, la captación de agua, el sistema de riego, la electrificación y el Plan de Ejecución de Obras de defensivos
y regularización de las torrenteras. El Plan General de Ejecución de Obras propiamente, definía aspectos de
gestión y administrativos (Nº 793, 10/07/63 y siguientes).
248
del presupuesto anual prefectural y del 2% del presupuesto municipal, así como de
partidas que se voten en el Presupuesto Nacional147.
Si bien, el destino posterior de este Proyecto excede los límites temporales de este
ensayo, es importante llamar la atención sobre la envergadura del mismo, en
relación a las modestas disponibilidades de la economía regional. Sin embargo, el
conflicto mayor radicaba en disposiciones expropiatorias, que al no ejecutarse con la
necesaria oportunidad, propiciaron situaciones de vulneración a la ley, que
terminaron por convertir al proyecto en algo que sólo existía en el plano teórico, en
tanto en la realidad, la expansión urbana -incluso estimulada por el propio Estado-
"desbordaba" los hipotéticos espacios destinados a este ambicioso e incomprendido
emprendimiento. Entre tanto, el problema de las torrenteras que dio lugar a la
formulación de este Parque, no fue resuelto, y sobre la ciudad aún se cierne este
peligro.
Como todo proyecto, con una fuerte consistencia técnica y un elevado nivel de
sentido común, pero no comprendido por los niveles estatales, y menos por las
élites locales, que desde los orígenes del Parque vieron en éste, un obstáculo para
sus intereses y horizontes inmobiliarios; término convirtiéndose en un escenario de
transgresiones y arreglos corruptos, para dar vía libre al mercado de tierras,
minimizar el riesgo de las torrenteras, ridiculizar las airadas protestas de los técnicos
y hacer la vista gorda o incluso despliegues teatrales, cuando se precipitaban las
tragedias. Naturalmente, quienes pagaban (pagan todavía) los platos rotos eran
familias humildes engatusadas por hábiles loteadores.
147 El propio Arq. Urquidi reconocía que los fondos creados por el Art. 7o. del Decreto fueron insuficientes, al
extremo que no se llegó a crear el Departamento Técnico que debía ejecutar el Plan de Obras (Urquidi, 1986:
70).
249
en proveedores de grandes masas de polvo y tierra que contamina la
atmósfera que respira la ciudad.
En fin la capsula de tierra, monoxido de carbono (C02) y otros agentes químicos que
hoy delimitan la atmósfera que respira la ciudad, se originó en los años 1950 y 60,
como resultado de un modelo de expansión urbana sin desarrollo, es decir que
apenas se nutría del afán especulativo y mercantil, concibiéndo como "normal" la
producción de un espacio urbano compuesto de lotes, calles y casas carentes de los
reales beneficios que diferencian un simple campamento de lo que conceptual y
técnicamente se considera como ciudad. Otra vez, son los barrios de la periferia
Norte, pero sobre todo, los de la periferia Sud, quienes padecen de cuadros de
polución permanente. Es decir, nuevamente pagan los platos rotos los menos
favorecidos por la fortuna.
250
Las grandes obras públicas emprendidas en los años 1920, y que proporcionaron a
la aldea su fisonomía urbana, en realidad se convirtieron en obras inconclusas y
continuamente rebasadas por renovados requerimientos. Veamos como: los
emprendimientos en materia de instalación de redes de agua potable, alcantarillado,
desagües pluviales, pavimentación, energía eléctrica resultaban fatalmente
obsoletos frente a la dinámica de la expansión urbana. El resultado era, un franco y
contradictorio cuadro de contradicciones: apenas un restringido ámbito de la ciudad
podía aspirar y mostrar incompletos atributos que le permitieran alcanzar la
designación de "espacio urbano" propiamente, en oposición a extensos suburbios,
que muy lejos del ideal de "unidades vecinales", eran apenas barriadas dispersas,
casi campamentos o aglomeraciones semirurales ahogadas en un mar de
necesidades y carencias, que con frecuencia se transformaban en un peligro
mortífero para sus habitantes, dadas las extremas condiciones de insalubridad que
desplegaban y acumulaban.
No cabe sino aceptar el veredicto de esta reflexión, que además aun es plenamente
vigente: los oropeles, los discursos y las fanfarrias para inaugurar, y a veces
reinaugurar, elementos de ornato en cada efemérides cívica resultaba (resulta) una
251
obsesión para la autoridad municipal, que bajo esta lógica terminaba invirtiendo el
orden de prioridades, requerimientos y urgencias, hasta convertir las
manifestaciones más agudas y perversas de la crisis urbana en "asunto de
importancia inferior", en una suerte de fatalidad que de una u otra manera debía
sobrellevarse. En razón de ello, el alarmante cuadro sanitario de la ciudad pasaba
desapercibido, una vez que, dada su antigüedad y permanencia, había pasado a
constituir parte de la rutina diaria, casi una tradición consuetudinaria, por ello sólo
cuando amenazaban y se extendían brotes epidémicos, la ciudadanía salía de su
modorra y se admiraba de como podía sobrevivir en medio de tan precarias
condiciones. Recién entonces surgían pasajeras voces de protesta:
252
Entre tanto Cochabamba se debatía en su tradicional crisis sanitaria, arrastrada a lo
largo de varios siglos, y para la cual los aprestos modernistas no habían logrado
ninguna respuesta. El problema no sólo era económico, sino político, en el sentido
de que los escasos recursos se malgastaban en hechos superfluos, pero reditables
desde el ángulo político partidario. En fin, los temas de salud pública sufrían de falta
de jerarquía en el orden de las prioridades que en la práctica se definían como
factibles con los presupuestos disponibles.
CUADRO Nº 29:
CIUDAD DE COCHABAMBA: MORTALIDAD Y MORBILIDAD GENERAL E INFANTIL
Defunciones Años
1948 1949 1950 1953 1963
Cantidad % Cantidad % Cantidad % Cantidad % Cantidad %
Adultos de 869 52 871 56 989 56 869 55 863 51
ambos sexos
Niños de 800 48 689 44 768 44 725 45 847 49
ambos sexos
Totales 1.669 100 1.560 100 1757 100 1.594 100 1.710 100
Aun cuando los datos disponibles, no son técnicamente satisfactorios, ellos son
suficientemente explícitos para sugerir que los índices de mortalidad infantil entre
1948 y 1963 fueron elevados, y que tal situación no se modificó a lo largo de esos
15 años. En cierta forma, los factores de morbilidad que habían influido en el lento
crecimiento de la población hasta 1950, permanecían inalterables, con la salvedad
de que los movimientos migratorios pasaban a constituirse en el fenómeno que
modificó el pausado crecimiento demográfico, sumado a las mejoras que introduce
por ejemplo el régimen de seguridad social a las condiciones materno infantiles
imperantes.
Una de las causas que afectaba con mayor intensidad a este deterioro de las
condiciones de salubridad, no sólo era la escasez de agua, sino su insuficiente
253
potabilidad. A este respecto eran continuas las denuncias. Veamos algunos
ejemplos:
Un informe del Dr. Luis Mealla C., Inspector Distrital de Salud Pública, elevado al
Prefecto del Departamento, con motivo de una epidemia de fiebre tifoidea que
asolaba a la ciudad en el verano de 1956 revelaba lo siguiente:
Siete años más tarde, los problemas anotados lejos de mejorar tendían a
agudizarse. Al respecto se señalaba:
254
público consumidor son bebidos con el agua que debiera hervirse
previamente” (Prensa Libre No. 870, 10/10/63).
No es extraño, como se mencionó, que los brotes epidémicos fueran frecuentes. En
1956 la fiebre tifoidea que tenía carácter endémico asoló una vez más a la ciudad.
1957 fue un año particularmente crítico en materia de salud pública, pues además
de la amenaza de una epidemia de viruela que campeaba en las provincias del
Departamento, se sumó la veloz propagación de una epidemia de gripe o influenza
que afectó a gran parte de la población. En 1963, continuaron los brotes de tifoidea
que cobraron la vida de muchos niños. En 1958, a través de estudios de laboratorio
efectuados por especialistas del Servicio Cooperativo Interamericano de Salud
Pública, se constató la proliferación de otra temible enfermedad: el mal de Chagas
ampliamente difundido en la ciudad, dadas sus precarias condiciones
habitacionales148.
Sin duda uno de los mayores focos infecciosos de la ciudad era la Laguna de Alalay,
cuyas aguas estancadas periódicamente lanzaban sobre la ciudad emanaciones
pútridas, que ante la falta de renovación de las aguas y la falta de lluvias se hacían
insoportables. Particularmente en 1962, esta situación afectó al conjunto de la
ciudad al extremo de que la idea de "desecar la laguna" emergió como una tarea de
urgencia que ganó a grandes sectores de la opinión pública, frente a otras que
sugerían cubrir de petroleo su superficie o de vaciar en sus aguas "algunas
toneladas de hipoclorito de sodio o de calcio". (El Mundo Nº 721, 21/02/62 y Nº 768,
23/02/62)149. Tan delicada cuestión como era de esperar, provocó polémicas entre
partidarios de soluciones radicales (Universidad, Comité Pro-Cochabamba) y
soluciones intermedias como la renovación anual de las aguas a través de un canal
que condujera las del Rio Rocha, retomando el proyecto Knaudt (Sistema de
Riegos, Municipio, COD). Como quiera que primó este último criterio, la Alcaldía
inició las obras dejadas inconclusas en 1940 por el Ing. Knaudt para captar las
aguas del Rio Rocha y verterlas sobre Alalay a través de un túnel en la región de El
Abra. (El Mundo Nº 773, 1/03/62). No obstante todo este empeño, las emanaciones
de Alalay aun atormentan periódicamente a la ciudad.
Sin embargo no todo eran calamidades. Una de las obras más importantes de la
Revolución Nacional en el campo de la salubridad, fue la implantación del Régimen
de Seguridad Social. Por Decreto Supremo de 9 de abril de 1953 y similar de 3 de
abril de 1954, se estableció en favor de la clase laboral un régimen de subsidios
familiares, creándose la Caja Nacional de Seguro Social y el Fondo Nacional de
Compensación de Subsidios Familiares, en base al aporte patronal del 13% sobre el
total de sueldos y salarios. En diciembre de 1956 entró en vigencia el Código de
Seguridad Social que contemplaba los siguientes seguros: enfermedad y
maternidad, riesgos profesionales, invalidez, vejez, muerte y asignaciones familiares
(Anaya, 1965: 83 y siguientes).
Una relación de los asegurados a la C.N.S.S. en 1959, nos proporciona una idea de
la importancia de este régimen:
150 Una evaluación de la situación del Hospital Viedma en esta época concluía con la siguiente sentencia: "En
resumen puede anotarse que este nosocomio se encuentra completamente abandonado, que lejos de ser una
Casa de Salud, es una pocilga donde campean el desaseo y la miseria”. (Anaya, 1965: 77).
256
CUADRO No. 30:
CIUDAD DE COCHABAMBA: RELACIÓN DE POBLACIÓN ASEGURADA Y BENEFICIARIA POR
EL RÉGIMEN DE SEGURIDAD SOCIAL EN COCHABAMBA (1959).
De acuerdo con las cifras que contiene el cuadro anterior, la relación entre el
volumen de población asegurada y beneficiada (59.556 asegurados) y la población
total urbana estimada en 1959 por personeros del a C.N.S.S. en 86.241 habitantes,
mostraba que un 69% de los habitantes de la ciudad estaban bajo protección del
Régimen de Seguridad Social, lo que significaba un espectacular avance en relación
al panorama de precariedad que hemos constatado. (El Pueblo Nº 1819, 20/06/59).
Sin embargo, otra estimación realizada, más o menos en la misma época, revelaba
un total de asegurados activos y pasivos de 15.410 personas, al que se agregaban
unos 38.525 beneficiarios, totalizando unos 53.935 personas que representaban el
40% de la población total urbana (Anaya, 1965: 89)151.
151 El manejo porcentual de esta relación sufría manipulación en función de la estimación de la población
total urbana. Por ejemplo resulta poco probable que entre 1950 y 1959 la población se hubiera incrementado
257
En todo caso, pasando por alto un afán de exactitud preciosista, resulta significativa
la elevada incorporación de población urbana al Régimen de Seguridad Social. De
todas maneras, un vistazo a las ramas de actividad de la población asegurada,
permite verificar el marginamiento de importantes sectores de la población
económicamente activa, como los pequeños comerciantes, los artesanos y los
trabajadores por cuenta propia en general, sin contar la multitud de pequeños
agricultores y campesinos, que también se encontraban fuera de este régimen.
Por otra parte, los asegurados de las ramas de actividad que corresponderían a los
productores directos (obreros fabriles, mineros, petroleros y constructores)
representaban apenas el 36% del total de activos y pasivos. En cambio los sectores
de trabajadores no directos (transportistas, servicios, administración, magisterio,
etc.) representaban el volumen mayoritario de beneficiarios. De aquí se puede
inferir, que este beneficio favoreció sobre todo a los estratos de clase media, y sólo
muy parcialmente a la clase trabajadora, marginando a importantes sectores
(alrededor del 50% de la población) cuya relación con el aparato productivo y la
economía en general no se plegaba a las formas institucionales y a los mecanismos
de aporte laboral que fijaba el Estado. Este rasgo, además de las deficiencias del
sistema, relativizaban el efecto benéfico de la seguridad social, por ello, pese a su
sorprendente expansión el impacto cualitativo no era necesariamente proporcional a
los indicadores estadísticos. En fin, es posible inferir que justamente los sectores
más deprimidos y más necesitados de protección resultaban los más
desamparados, es decir, como afirmamos más de una vez, eran los que pagaban
los platos rotos152.
A partir de inicios de los años 1950, tomaron nuevo énfasis los estudios de los
fenómenos urbanos, no sólo en el ámbito académico, sino institucional. Organismos
como las NN.UU., la OEA, la CEPAL y otras, estimularon este trabajo y propiciaron
eventos internacionales donde se debatieron las diferentes facetas de los procesos
urbanos. Aquí se fueron evidenciando las peculiaridades continentales y regionales,
y sobre todo, fueron quedando neutralizados los supuestos de que la urbanización
era una consecuencia directa del crecimiento industrial. A partir de los resultados
que arrojó el debate de las experiencias consideradas en estos eventos, se introdujo
la necesaria diferenciación entre procesos urbanos de países industrializados y la
urbanización del llamado Tercer Mundo, dentro del cual se destacó con especial
énfasis el caso latinoamericano
259
Al respecto, un sugerente informe presentado a la Décima Sección de Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), en 1963, a tiempo de constatar la rauda
urbanización latinoamericana señalaba:
Pero al mismo tiempo también se constató que este "tipo de urbanización" estaba
muy alejado del ideal urbano perseguido por la planificación y aun por las
260
expectativas más modestas de los ideólogos modernistas. Pronto resultó totalmente
evidente que:
Uno de los hechos más palpables de este modelo de desarrollo desigual, fue el
ensanchamiento de la brecha entre campo y ciudad, es decir la acelerada
pauperización del medio rural, en oposición a la aparente opulencia que exhibían los
centros urbanos. Quedó fuera de duda que el crecimiento de las ciudades no era
impulsado por los sectores "avanzados", "dinámicos" o "modernos" de la economía,
como prescribían los manuales del desarrollo urbano, sino por los sectores más
rezagados, que adoptaron la forma de imparables torrentes migratorios de masas
campesinas y urbanas de zonas deprimidas. La figura del "migrante" pasó a ser el
protagonista obligado de todas las referencias desarrolladas en torno al crecimiento
acelerado de las principales ciudades del continente. Términos como la "explosión
urbana", "la primacía de las ciudades”, "la macrocefalia urbana", etc., pasaron a ser
261
acuñados profusamente para explicar este fenómeno. En realidad no existían
medias tintas para reconocer esta situación:
Estos migrantes, tanto en Cochabamba como en Lima, San Pablo o Buenos Aires,
pasaron a ser tipificados como "marginales" en el sentido de constituir un segmento
de población "impermeable" a la ideología de la modernidad, es decir, reacios a
integrarse a la economía, a las instituciones y al orden social "moderno", una vez
que culturalmente, pese a vivir en la ciudad, continuaban aferrados a los valores
tradicionales, y por tanto, se "marginaban" de los canales de participación en la vida
ciudadana153.
265
CAPITULO VII
EL ESPEJISMO DEL DESARROLLO REGIONAL Y LA CRÓNICA
FRUSTRACIÓN DEL DESPEGUE DE LA MODERNIDAD
Las banderas de Abril enarboladas por la Nación Boliviana contra la vieja oligarquía
minero-feudal, eran representativas de un profundo sentimiento de afirmación
nacional nacido en las arenas del Chaco, para recuperar para sí un país ajeno, que
no había dejado de esgrimir su contenido colonial, su aspiración extranjerizante y su
rígido sentido de castas y privilegios para someter a la servidumbre y marginación a
la mayoría de la población.
Tal como sugiere Zabaleta Mercado (1977: 104), la perspectiva que en realidad
ofertaba el MNR al país no era otra que "algo así como un país bien alimentado, con
escuelas suficientes y buenas costumbres personales", es decir un programa
moderado, apacible y practicable, ajeno a las fobias y a los extremismos,
obviamente muy lejos de un modelo estatal obrero-campesino, y que aspiraba sobre
todo, a la materialización de un plan económico que promoviera la integración
nacional, como base para la constitución de una burguesía nacional moderna.
Esta tarea, como sugiere el citado autor, en cualquier otro país del continente, no
hubiera requerido una revolución que derrumbara el orden vigente, sino apenas el
ejercicio de reajuste que puede practicar sobre sí mismo cualquier estado
burgués154. No obstante, el grado de atraso del país resultaba tan enorme, que las
tareas de transformación adquirían contornos de obras monumentales e
impracticables dentro de los límites de un modelo democrático representativo, razón
por la cual los líderes más equilibrados de la Revolución Nacional, como Paz
154 Zabaleta destaca que Aguirre Cerda en Chile y el propio Perón habían ido bastante más lejos sin semejantes
exageraciones en el proceso social. Sin embargo en Bolivia para un plan tan modesto que ni siquiera implicaba el
surgimiento de una burguesía industrial, ya era necesario destruir el aparato estatal previo (1977: 104).
266
Estenssoro y Siles Zuazo que tempranamente se dedicaron a negar viabilidad a
transformaciones demasiado atrevidas, para avocarse a imaginar: "concretos planes
posibles, no importa si al precio de ciertas abdicaciones", es decir para materializar
una salida conservadora que pusiera freno a la temible e indeseable anarquía que
imprevisiblemente había generado la Revolución de Abril.
155 Ver al respecto: Solares, 1990, Rodríguez 1993. Las iniciativas desarrolladas durante la colonia, estan muy
bien documentadas en Hans van den Berg, 2008.
267
carretera entre Cochabamba y Santa Cruz dispuesta por el Gobierno Villarroel en
1943156.
156 Para una relación detallada de los antecedentes y el proceso de ejecución de la carretera Cochabamba –
Santa Cruz, consultar a Limpias (2009).
268
Expropiación o compra por el Estado, de tierras de valor estratégico para la
consolidación de proyectos agro industriales a ser materializados por el
sector publico o la Corporación Boliviana de Fomento creada en 1942.
157 A respecto del significado y alcance de estos estudios Arze Cuadros señala: "Es bien conocida la proverbial
ineptitud que muestran los expertos norteamericanos en el diseño de planes globales de desarrollo, hecho tan
universalmente reconocido como su reputada habilidad en la concepción de proyectos específicos: basta hojear
cualquiera de los informes... (y el de Bohan es de lejos el mejor precisamente por su especificidad) para concluir
inmediatamente en que no constituyen, bajo la definición prescrita, planes de desarrollo y ni siguiera aun
diagnósticos más o menos adecuados a la realidad nacional” (1979: 266).
269
mediana y pequeña propiedad campesina liberada del yugo hacendal, fue
masivamente desviada hacia el Departamento de Santa Cruz158.
272
presentaba condiciones convenientes de accesibilidad, de tal suerte que fue aquí
donde se dirigió el mayor esfuerzo de la política diversificadora, a través del real y
efectivo potenciamiento de la agricultura y de la industria del petróleo (Arrieta et al,
1990:98)163.
Los objetivos específicos definidos por el Plan Inmediato se referían entre otros a:
Es posible inferir que los ímpetus y motivos de los Von Holten, Quiroga y Velarde,
que reivindicaron la importancia esencial que tenía para Cochabamba este vínculo,
ya no tenían razón de ser, pues los promotores y los objetivos eran diferentes. Ya no
se trataba de llevar los granos y harinas cochabambinas a los mercados orientales y
cambiarlos por chancaca, azúcar, arroz y otros preciados productos cruceños, para
revenderlos con ventaja en los mercados altiplánicos, e incluso invertir en el
mejoramiento de esta producción, es decir dinamizar un comercio que revitalizara
las alicaídas arcas de los gamonales y comerciantes vallunos. Por el contrario,
Cochabamba apenas era un punto en el itinerario de los flujos del comercio
internacional que llegaban pujantes a los llanos orientales. En todo caso, la carretera
mejoraba la importancia comercial de Cochabamba, pero sobre todo, beneficiaba a
Santa Cruz, la región minera y a La Paz, pues finalmente, aunque en forma
modesta, se habría una vía entre el Atlántico y el Pacífico que dinamizaría la
economía de ambas ciudades permitiendo que rápidamente alcanzaran una
fisonomía metropolitana.
276
Sin embargo, no sólo se trataba de la materialización del "puente" entre los Andes y
los llanos, que terminarían con el marginamiento de una extensa región, sino en
opinión del citado periodista, su alcance y significación era mucho más amplio, pues
suponía que:
164 Con relación a los cultivos de coca, René Cuadros Q. destacaba lo siguiente: "También la producción de
coca por sí sola puede pagar el camino. Pero ella llega laboriosamente después de dos años y medio y la
cultivan ahora los nuevos agricultores del Chapare en pequeñas superficies por su demanda y precio
contingente, prefiriéndose el plátano por su cultivo fácil y su mercado seguro" (El Pueblo No. 2950, 10/12/59).
278
“Unos 20.000 hombres del valle (...) laboran en los cultivos, principalmente
de caña, que desde la hermosa capital de Oriente se extiende a la vera de
las grandes carreteras que conducen al Río Grande o a Portachuelo, San
Carlos y Yapacaní rumbo al trópico subandino. Son los clásicos emigrantes
de Cochabamba que fueron con los grandes convoyes de la vitalidad
empresaria o por su cuenta, sin encontrar obras de magnitud y trabajo más o
menos asegurado con el cual pudieran sustentar sus familias en los pagos
cochabambinos (...) Fueron y van sin medidas protectoras, sin organización
alguna, como parias de trabajo incondicional, como iban antes al Norte
argentino. Regresaban de los cañaverales de Salta o Tucumám con la
máquina de coser, símbolo del adelanto familiar, algunos enseres y
pequeñas economías (...) Ahora trabajan en el Oriente con salarios a tope
con sus necesidades (...) dando ejemplo de empeño y persistencia en sus
tareas de año redondo, aliviando considerablemente con su valluna
capacidad de trabajo pesado y su disciplina, el logro del rápido progreso
cruceño como buenos misioneros de la obra boliviana.” (Editorial de Prensa
Libre Nº 143, 20/05/61).
En suma para Cochabamba no se vislumbraban cambios significativos.
Nuevamente, afloraban los viejos roles históricos: los vínculos y los músculos de
Cochabamba impulsaban el desarrollo de otras regiones.
Las tímidas formulaciones que esbozó la región al poder central, para la realización
de obras postergadas una y otra vez, como fue el caso, del problema del agua de
consumo urbano y de riego o la ejecución de vías de penetración al Chapare, en la
esperanza de que este vínculo formalizaría el ansiado "despegue" de Cochabamba
rumbo a un futuro promisorio, en realidad no llegaban a conjugar un discurso
coherente, ni menos a esbozar o delinear articulaciones de un proyecto
medianamente consistente de desarrollo regional.
280
poco desarrolladas en nuestro departamento- han provocado también la
presencia de un nuevo factor de crisis en Cochabamba, aumentando el
marasmo económico, la desocupación de numerosísimas personas y,
finalmente, el que la actividad económica en general se trasplantara a otros
centros del país (...) Teniendo en cuenta tal situación y si analizamos con
criterio desapasionado el problema, tenemos que convencernos que en el
momento Cochabamba no cuente con ninguna actividad fundamental que
genere el movimiento económico, una vez que lo fundamental de la
agricultura ha retrocedido al estado de una especie de economía natural que
no produce esencialmente para el mercado sino para el consumo ya
considerablemente disminuido de los propios campesinos (...) En lo que se
refiere a la actividad industrial, estadísticas de la CNSS muestran que más
del 50% de los establecimientos (...) Tuvieron que cerrar sus puertas con el
consiguiente despido de los trabajadores (...) En el ramo de la construcción,
la situación, es aun peor (...) estando poco menos que paralizada.” (El Mundo
Nº 822, 12/05/62).
Paralelamente a este panorama, la conciencia ciudadana parecía adormecida: el
Comité Cívico había dejado de gravitar en la opinión pública desde hacía muchos
años. Esta situación se reflejaba claramente en el agrio reclamo que formulaba la
ciudadanía al matutino El Mundo:
281
dichas estratos, sirvió de base para estructurar las nuevas relaciones sociales y de
poder en la región, sobre la base inamovible de la persistente subordinación de la
masa campesina, si bien, ya no al régimen hacendal, pero sí y férreamente, a la
lógica capitalista del intercambio.
165 Un logro significativo fue el enorme desarrollo de la educación rural, sin embargo este proceso por sí solo,
estimuló la emigración hacia las ciudades, de las nuevas generaciones de campesinos.
166 Al respecto, Dandler (1987: 651), sugiere que bajo estas condiciones toman forma nuevas estrategias
campesinas orientadas a configurar la unidad doméstica, es decir, “una unidad de gestión y distribución de
recursos productivos que maneja problemas de presupuesto y estrategias de vida, al mismo tiempo que se
ocupa de satisfacer las necesidades de consumo. También es la unidad legalmente reconocida para tratar
cuestiones de herencia e impuestos y, es a través de ella que los individuos adquieren derechos y
obligaciones en la comunidad”. Dicha unidad está íntimamente articulada a la capacidad de diversificación
laboral de la economía campesina que finalmente, sin abandonar las tareas agrícolas, extiende sus
expectativas hacia una amplia esfera de servicios urbanos poco calificados que le ofertan nuevas
oportunidades, haciendo de la migración campo-ciudad un ejercicio elástico y muy dinámico.
167 Muchas capitales de provincia de zonas alejadas del sistema de ferias e incluso alguna localidades del
Valle Alto y Bajo, se convirtieron en una suerte de asilos de niños y ancianos, pues la fuerza de trabajo
económicamente activa de hombres y mujeres había emigrado hacia el Oriente, la ciudad de Cochabamba, las
minas e incluso el Norte argentino.
282
determinaciones de un mercado capitalista de productos agrícolas, que se movía y
aun se mueve, bajo la lógica de abaratar al máximo los costos de producción del
agro, para obtener los mayores márgenes de utilidad posibles. Dicho de otra
manera, la prosperidad de los intermediarios reposaba (aún reposa) en la baratura
de los productos alimenticios que aportaban los campesinos para este cometido.
En fin, a inicios de los años 1960, las esperanzas puestas en la Reforma Agraria
como vehículo efectivo del desarrollo rural y regional, se habían debilitado
considerablemente y, una vez más, la inviabilidad de dicho desarrollo se ubicaba en
el centro de la crisis regional168.
“Es del dominio de nuestro pueblo y del de los poderes del Estado, la crítica
situación económica y social del Departamento de Cochabamba, sobre todo
en los tiempos recientes, con su producción agropecuaria en completa
desorganización y descenso y su minería a punto de periclitar, mientras la
168 Miguel Urioste, (1987: 147), hacía este drástico balance: “Han transcurrido más de 30 años (de la
Reforma Agraria) y las condiciones de vida de casi cuatro millones de campesinos continúan siendo
inhumanas: altísima mortalidad infantil, desnutrición, vivienda inadecuada, analfabetismo y pobreza
extrema”.
283
industria y el comercio se hallan a su vez en pleno proceso de paralización y
decaimiento como lo demuestran las estadísticas, haciendo notar que en los
últimos diez años cesaron sus actividades más del 50% de los
establecimientos fabriles con la consiguiente desocupación de miles de
trabajadores y empleados” (Prensa Libre Nº 519, 1/08/62).
A este respecto, vale la pena añadir, que esta apreciación no era totalmente
exagerada. Particularmente a partir de 1956, año de la Estabilización Monetaria, que
además de poner freno a la hiperinflación imperante, y terminar con el sistema de
divisas diferenciales que permitieron amasar importantes fortunas, abrió las puertas
a un pleno liberalismo comercial, incluyendo la libertad de importación que en poco
tiempo socavó la modesta industria regional e incluso determinó el cierre de muchas
empresas comerciales, que sólo habían sido viables merced a las ventajas que
brindaba el negocio de las divisas. En este sentido, un editorial de la época hacía la
siguiente consideración:
284
A este ensombrecedor panorama todavía se sumaba:
Tardó diez años Cochabamba para percibir que su auge mercantil no era el
equivalente al progreso, por ello, el sentimiento general, interpretado por un
periodista en una sencilla pregunta: "Cochabamba necesita saber con urgencia,
¿qué lugar ocupa dentro de los planes de Gobierno?", resultaba a estas alturas, no
sólo ingenua sino extemporánea, pues la respuesta era palpable, Cochabamba
había permitido que se la convirtiera en una suerte de centro periférico, y sólo a
posteriori mostraba su asombro y desazón.
Tal vez lo más curioso de todo esto, es que la "inteligencia mestiza" fortalecida por
notables intelectuales de cuna gamonal, que fue capaz de desarrollar un discurso
orientado hacia la opción de un proyecto de Estado Nacional sustitutivo del viejo
esquema estatal, no tuvo las mismas luces para "mirar" la región y trazar una
viabilidad para la misma, dentro de este proyecto de basto alcance. Por ello mismo,
se puede verificar que entre este discurso excepcionalmente lúcido para ver la
nación en su globalidad y difuso para ver el universo regional, se expresa la
ausencia de objetivos claros y voluntades que mostraran firmeza y militancia en la
169 En diciembre de 1962, quedó constituido formalmente un Comité de Defensa de los Intereses de
Cochabamba con respaldo de la Cámara de Comercio y la Central Obrera Departamental, pero de vida efímera.
No obstante esto motivó el resurgimiento del Comité Pro Cochabamba, que a fines de dicho año emitió un
extenso manifiesto refrendando en líneas generales el panorama trazado por el Centro de Defensa Nacional.
285
exposición de unas aspiraciones, que articularan indisolublemente el proyecto de
desarrollo regional con el proyecto de hegemonía política, económica y social, en
favor de una clase o un bloque social, que hiciera gravitar la viabilidad histórica de
su condición dominante en función de dicho desarrollo, como sucedió en el caso de
Santa Cruz.
La profunda crisis que vivió Cochabamba desde mediados de los años 1950 y con
particular crudeza a inicios de los 60, no fue suficiente para torcer esta actitud. Cuál
fue la razón para que no sucedieran emergencias cívico-sociales como las
protagonizadas por Santa Cruz?.
170 José M. Gordillo et al (2007) al analizar las estructuras de poder en Cochabamba, describen bien la
incapacitad de las viejas elites gamonales para amoldarse a la nueva realidad creada por la Revolución
Nacional y hacer suyas las banderas de la modernidad proyectadas hacia el desarrollo departamental,
como ocurrió en Santa Cruz, sino lejos de ello, se diluyeron en una suerte de ambigüedad y búsqueda de
oportunidades familiares, en las alternativas que les ofrecía dispersamente el aparato estatal o las siempre
frágiles empresas privadas. De esta manera, su gravitación como elite, si así se las puede considerar, no
sobrepasa la vecindad de los barrios residenciales que habitan o, en el mejor de los casos, el radio urbano
de la ciudad.
286
Defensa Nacional y del Comité de Defensa de los Intereses de Cochabamba fueran
muy efímeros, y el discurso del Comité Pro Cochabamba no pudo salir del esquema
antes citado.
Esta fue en realidad, la pauta que siguió, por ejemplo, el Comité Cuarto Centenario,
creado en enero de 1964, con motivo de organizar debidamente la celebración del
cuarto centenario de la fundación de la ciudad, que se cumplía en 1971. Con este
motivo, se concebía la realización de una serie de obras y proyectos que debían
permitir a Cochabamba, en tan magna oportunidad, demostrar que efectivamente
había iniciado un proceso de franco desarrollo. Las obras que se barajaban, en
realidad, constituían un conjunto heterogéneo, que iban desde la búsqueda de
financiamiento para realizar el proyecto hidroeléctrico de Corani y la captación de
aguas para riego, y para satisfacer la demanda urbana, hasta obras de simple
embellecimiento urbano como la construcción de un centro cívico, el ensanche de
vías y la conformación de avenidas urbanas (Perú y Ayacucho), construcción de
nuevos puentes sobre el río Rocha, la conformación del Parque Forestal Tunari, la
apertura de un prado comercial en la zona Sud, la urbanización de la laguna Alalay,
etc. (El Mundo Nº 1306, 10/10/64). De acuerdo a esta óptica, la idea de desarrollo
regional, consistía en realizar emprendimientos puntuales como Corani, la carretera
a Puerto Villarroel, la irrigación del valle, la instalación de algunas industrias
(cemento, llantas, etc.), además de la modernización más acelerada de la ciudad y
la solución de sus problemas de infraestructura básica. (El Mundo Nº 1391,
29/04/64).
287
escenografía de desarrollo. Para esto eran suficientes los listados de obras que
debía proveer el Estado171.
Por todo ello, la primera crisis regional que experimentó Cochabamba en la segunda
mitad del siglo XX, ya no es comparable con las crisis de las décadas anteriores y
las del siglo XIX, pues no se trata de crisis de mercado para los excedentes de
producción de granos u otros productos, sino de una crisis que expresa las
contradicciones estructurales de un modelo de acumulación y desarrollo relativo,
que persiste en sustentarse sobre el ancestral atraso rural. Es decir, el sello de la
nueva crisis hace referencia, no a la dificultad de realización comercial, para el
sector hacendal, de los ponderados frutos del "granero de Bolivia", sino de la
ausencia, casi absoluta de algún producto valluno que pudiera ingresar con ventaja
a la economía nacional o internacional.
En síntesis, las crisis del nuevo reino de los intermediarios -del que nos ocuparemos
más adelante-, hace referencia, a los denodados esfuerzos a que se someten estos
actores, para hacer frente con provecho, a una situación desproporcionada, entre un
creciente universo de pequeños, medianos y grandes empresarios comerciales, y un
cada vez más reducido ejército de productores, que materializan una "torta" llamada
riqueza agrícola, cada vez más pequeña, y cuyas delgadas tajadas ya no satisfacen
a la multitud de demandantes. Por ello mismo, como pasaremos a observar, los
componentes de la economía regional sólo pueden ser comprendidos en este
contexto. Inicialmente pasaremos a examinar la situación del sector industrial,
teóricamente el pivote de cualquier género de desarrollo que pudiera merecer tal
nombre y el único instrumento válido para proporcionar realismo a la modernidad, tal
como fue vista por los protagonistas de la Revolución Industrial.
La industria
La industria de Cochabamba a mediados de los años 1950, según revelaba el
Censo de aquel año y el Censo Municipal de 1945, presentaba dimensiones
modestas, y en cierta forma, su existencia era resultado de un lento tránsito desde la
artesanía a una todavía incipiente manufactura, donde destacaban el ramo textil, el
de alimentos y cueros, aunque todavía conservando un fuerte predominio artesanal.
Así al lado de la naciente industria del calzado, persistían en su labor artesanal, algo
más de un millar de zapateros. Por otro lado, el Censo de 1950 revelaba que la
categoría de empleo del sector productivo de la PEA tenía un significativo
componente de "obreros y jornaleros" por una parte, y por otra, de "trabajadores por
171 Dado este comportamiento acomodaticio y conservador, ¿se podría hablar de la emergencia de una suerte
de “lumpen-burguesía”? como plantea Gunder Frank (1974) al analizar comportamientos similares de las
burguesías latinoamericanas, parafraseando el concepto marxistas de lumpen-proletariado aplicado a los
estratos desclasados, degradados y no organizados de la clase obrera.
288
cuenta propia" (artesanos) aunque el sector de "asalariados" propiamente resultaba
minoritario172.
Desde inicios de los años 1950, el sector industrial estuvo fuertemente condicionado
en su posibilidad de desarrollo por el sistema de control de divisas para la
importación de materias primas, accesorios y repuestos. En 1954, la asignación de
"cupos" o "cuotas" de importación de insumos para la industria de Cochabamba,
para el segundo semestre del citado año, alcanzaba a un monto próximo a los
800.000 dólares. Asumiendo que la distribución del cupo, era relativamente
representativa del rango y capacidad de la industria, pese a las distorsiones
políticas, se obtiene el siguiente resultado por ramas de producción:
Seguían en este orden, las “Industrias alimenticias” (12.17% del total de divisas),
donde destacaban la “Sociedad Industrial y Agrícola” y la “Fábrica Nacional de
290
Conservas Dillmann” Un cuarto rango estaba ocupado por las “Industrias textiles”
que accedían globalmente a un 11,45% del total de divisas asignado en el semestre
citado. En este caso sobresalía nítidamente la “Fábrica de Tejidos e Hilados de
Brechner Hnos.” que recibía una cuota equivalente al 49% de las disponibilidades
de moneda norteamericana destinada a los requerimientos de dicho sector. En fin,
en el rango inmediatamente posterior, se situaban las "Industrias de cueros", que en
conjunto accedían al 9.9% de las citadas divisas, y de las que, hasta un 73.44%
correspondía a los requerimientos de las curtiembres. De este monto, las
curtiembres “San Miguel Ltda.” y “Fénix Limitada”, accedían al 53,6%. Un discreto
quinto lugar, correspondía a las “Industrias de bebidas” que sólo demandaban el
8.9% del total de divisas, pero donde se destacaba la “Cervecería Taquiña” que
retenía el 70% de las divisas destinadas a este sector, ocupando un segundo lugar
dentro de las industrias locales que demandaban mayores montos para importar
insumos173. Seguían las “Industrias de madera” (7.6% del total de divisas) con
predominio de las industrias del mueble. Finalmente, se tenían a las “Industrias
mecánicas y metalúrgicas” (7.05% del total de divisas) donde predominaban las
fábricas de muebles y objetos metálicos y los talleres de motores.
Además, vale la pena añadir que el cuadro anterior muestra palpablemente que el
grueso del sector industrial dependía de insumos y materias primas que debía
importar, es decir que del monto global de divisas asignado para el citado segundo
semestre de 1954, el 75% era destinado exclusivamente a dicha finalidad.
En base al cuadro anterior, es posible percibir que sólo eran cinco las industrias que
requerían divisas por montos superiores a los 50.000 dólares anuales para importar
materias primas y repuestos, de lo que se infiere que el valor de su producción era
proporcional a tal volumen de egresos. Estas industrias: una del ramo de bebidas,
dos del de cueros y otras dos de textiles, en conjunto, accedían a casi el 60% del
monto concentrado en torno a las 17 empresas más importantes por los volúmenes
de importaciones anuales que movilizan, y casi al 40% del monto total de divisas
destinado al sector industrial en Cochabamba, en 1955. Dentro de este conjunto
destacan la Fábrica de Calzados MANACO y la Fábrica de Tejidos de Brechner
Hnos. que en conjunto detentaban el 23% del total de divisas citado.
293
“De 1957 a 1960, la industria boliviana pasa por una etapa de contracción
emergente de la aplicación del programa de estabilización monetaria. La
estabilización monetaria, el sistema de libre comercio adoptado en diciembre
de 1956 y la competencia de un contrabando masivo de mercaderías, hizo
caer verticalmente la demanda de las manufacturas nacionales, a tal punto
que en 1957, la industria sólo ha contribuido al Producto Bruto Interno con el
10%” (Ministerio de Hacienda, 1963).
294
y 1963, La Paz vio reducido su stock industrial en un 41,9%, Oruro en un 60%,
Potosí en un 79%; en tanto Cochabamba sólo en un 15,7% y Santa Cruz en un
22,9%. Sólo Tarija experimentó un leve crecimiento y Cochabamba solo presentaba
un índice de disminución bajo, comparado con otros departamentos y con la media
nacional que alcanzaba al 40%. En todo caso, como se verá más adelante, el
panorama industrial, particularmente a partir de 1959 no era nada optimista, pese a
que Cochabamba no había experimentado la escalada depresiva de otros
departamentos.
Por último el cuadro anterior, al margen de mostrar la involución crítica del sector, es
demostrativo de la excesiva concentración de la industria nacional en La Paz,
Cochabamba, Oruro y en menor grado Santa Cruz, con fuerte predominio de La
Paz, donde radicaba más del 50% del total de industrias del país. Observando más
en detalle la composición de este sector industrial y el valor de la producción de la
industria en Cochabamba, en relación con otros departamentos y el país, se puede
profundizar en el análisis anterior, a partir del siguiente cuadro:
CUADRO No. 35
BOLIVIA: VALOR DE LA PRODUCCION (EN $BS.) ESTABLECIMIENTOS INDUSTRIALES
POR RAMAS Y PRINCIPALES DEPARTAMENTOS INDUSTRIALES 1956-1963)
Rubros Año 1956 Año 1963
Total La Paz Cocha- Oruro Total La Paz Cocha- Oruro
Nacional bamba Nacional bamba
Textiles VP 40.234.508 36.025.919 1.818.768 2.389.821 104.536.790 92.995.279 3.154.365 8.387.151
NUP 414 284 64 40 174 121 14 14
Piedra, vidrio, VP 6.412.191 5.724.169 587.243 86.457 19.477.999 19.091.845 314.475 71.679
cerámica NUP 66 43 7 10 38 19 12 4
Metales VP 3.413.276 1.767.973 577.973 1.023.371 56.816.816 8.117.091 1.242.995 47.456.730
NUP 53 37 5 8 49 35 5 5
Empresas de VP 67.904 67.904 sd sd sd sd sd Sd
construcción NUP 1 1 sd sd sd sd sd sd
Alimentos VP 22.380.450 12.898.956 2.898.131 3.280.219 84.246.710 39.700.396 14.098.034 11.200.364
NUP 440 223 41 140 299 188 45 45
Bebidas VP 14.479.910 6.304.241 1.321.447 894.120 84.105.949 64.950.394 5.366.191 6.182.818
NUP 115 59 10 10 82 30 22 4
Madera y muebles VP 2.158.598 685.158 663.897 16.137 8.291.866 2.449.742 3.916.722 Sd
NUP 75 44 10 4 47 22 11 sd
Caucho VP 1.400.295 646.103 754.192 sd 3.834.558 869.685 2.964.863 Sd
NUP 10 9 1 sd 10 8 2 sd
Cueros VP 11.927.142 2.584.805 7.515.520 1.297.948 42.594.447 8.211.078 31.244.566 1.787.166
NUP 175 89 38 27 113 41 34 16
Electricidad VP 4.036.825 2.593.133 964.867 302..036 17.696.700 11.525.339 sd 5.122.409
NUP 21 15 3 1 11 8 sd 2
Papel, cartón VP 2.930.544 2.413.748 186.160 318.270 23.316.387 20.607.982 662.789 1.748.322
NUP 53 39 4 6 39 28 5 4
Cine y fotografía VP 34.727 34.727 sd sd 124.728 124.728 sd Sd
NUP 5 5 sd sd 5 5 sd sd
Varios otros VP 489.445 411.100 65.608 12.737 5.769.679 5.729.733 39.946 Sd
NUP 8 6 1 1 7 6 1 sd
Totales VP 109,965.815 72.157.936 17.353.805 9.630.116 450.812.678 304.373.292 63.004.646 84.003.438
NUP 1436 854 184 247 859 511 151 105
Referencias: VP = Valor de la producción en dólares - NUP = Número de unidades de producción
295
Fuente: Ministerio de Hacienda: Anuarios Industriales 1956 y 1963.
Al margen de lo anterior se puede comprobar que desde el punto de vista del valor
de la producción industrial que genera Cochabamba con relación al resto del país,
esta representaba en 1956 el 15,78% y el 1963, el 13,98%, es decir que entre
ambos años se produce un decremento relativo que acompaña la tendencia de
disminución de sus unidades industriales, en lo que hace a su aporte al PIB
industrial nacional. Algo similar ocurre con La Paz; sin embargo en el caso de Oruro,
la situación es distinta: este departamento en 1956 generaba un valor de producción
equivalente al 8,75% del valor nacional, casi duplicando esta tasa en 1963 (16,80.
Al tenor de lo anterior se puede establecer, que indudablemente La Paz era el polo
industrial indiscutible del país. En 1963, Cochabamba aventajaba a Oruro en el
número de unidades de producción industrial, empero Oruro presentaba un stock
con mayor capacidad de generación de valor, es decir cualitativamente superior en
los volúmenes producidos y en la agregación de valor al producto industrial, razón
por la cual pese a su relativa inferioridad cuantitativa con relación a Cochabamba,
conservaba su rango de segundo centro industrial del país.
Considerando el nivel nacional, en 1956, el 90, 15% del valor generado por el sector
industrial y el 89% de las unidades de producción industrial se concentraban en tres
ciudades (La Paz, Cochabamba y Oruro): en tanto que, en 1963, esta concentración
del valor generado por las industrias, se había incrementado hasta llegar al 98% en
tanto el nivel de concentración de unidades de producción industrial se mantenía
casi estable (88%). En síntesis, las características de la concentración industrial
descrita, permite deducir que en el resto del país el desarrollo industrial era
inexistente o muy incipiente, por otro lado, observando la incidencia de unidades
174 El tipo de cambio en 1956 llegó a 12.000 Bs. descendió hasta 7.500 Bs. en enero de 1957 y retornó a 12 $Bs.
(12.000 Bs.) aproximadamente en 1962-63).
296
industriales por ramas de este sector en los dos años considerados, se puede
establecer que el grueso de las unidades industriales se situaban en la categoría de
industria ligera destinada a satisfacer las necesidades básicas de la población.
Observando el valor de producción por ramas industriales expresados en el Cuadro
No 35, se observa para el caso de Cochabamba, que en 1956, tanto por su volumen
numérico, cuanto por el valor producido, sus sectores más importantes eran las
industrias del cuero con el 40,9% del valor industrial producido, las industrias
alimenticias con el 16,5% y los textiles con el 10,4%, lo que en conjunto
representaba el 67,8% del valor de las manufacturas departamentales. En 1963 la
situación era la siguiente: la dinámica industrial más significativa se concentran en
torno a las industrias del cuero, cuya producción representaba el 49,3% del valor de
la producción industrial del Departamento, seguida por la industria de alimentos con
el 22% y la de bebidas con el 8,3%; lo que en conjunto representaba el 79,6% del
valor citado. Lo anterior permite constatar que uno de los sectores industriales más
golpeados en Cochabamba por la recesión del sector en el período estudiado, fue la
rama textil que sufrió una fuerte contracción, tanto en el volumen de unidades de
producción como en su capacidad de generación de valor, siendo esto determinante
para que Cochabamba mantuviera su condición de tercer centro industrial del país.
Nº de Nº de empresas por
Ramas de Producción empresas por rama
rubro
1. Alimentos 10
* Molinos 12
* Panaderías y productos afines 13
* Confituras, chocolate, cacao 2
* Productos lácteos 6
* Conservas y carnes preparadas (embutidos) 1
* Aceites comestibles - 44
2. Alcoholes y bebidas gaseosas
* Cerveza 1
* Alcoholes y aguardientes 4
* Bebidas gaseosas y aguas minerales 7 12
3. Textiles 7 7
297
4. Vestuarios y calzados 58 58
5. Madera y derivados 21 21
6. Papel y cartón (imprentas) 7 7
7. Productos químicos y famaceúticos
* Productos farmacéuticos 1
* Fábricas de velas 2
* Fabricas de jabones 1
* Otros productos (perfumería) 13 17
8. Materiales de construcción
* Materiales en base a cemento 10
* Losas y cerámica 1 11
9. Metalmecánicas y metalúrgicas
* Maestranzas y fundiciones 10
* Objetos metálicos y afines 5 15
Totales 192 192
Fuente: Anaya, 1965: 113.
298
CUADRO No. 37:
COCHABAMBA: CARACTERÍSTICAS Y PROBLEMÁTICA QUE PRESENTAN ALGUNAS
EMPRESAS INDUSTRIALES EN 1959.
Año inicial
Empresa y propiedades de Maquinaria Capacidad Algunas características y problemas
operación
Molinos Coronilla de Antonio Molino italiano 90.000 qq/año En 1959 produce por debajo de su
Banovic y AntonioFranulic 1946 automático 250 qq/día capacidad. A mediados de dicho año el
molino suspende sus actividades por
falta de mercado. Sufre fuerte impacto
del contrabando y exportaciones de
países vecinos (incluso las donaciones
de trigo de los EE.UU). La materia
prima acumulada (trigo) y la harina
producida corrían el riesgo de perderse.
Industrias Hispano Bolivianas Maquinaria 150.000 a Fábrica de envases de hojalata y cartón,
de Jorge Ramirez y Ernesto 1951 especial producida 200.000 archivadores, tampones. Además fábrica
Villaplana por la propia envases/año. de cocinas a queroseno.
empresa 2.000 a 2.500 Desde 1957 experimentó fuerte caída de
cocinas/año mercado. Su producción anual se redujo
a 20.000 envases y 100 cocinas. Sufre
competencia desleal del contrabando.
Fabrica MOTORBOL de Maquinaria Fabricaban motores a gasolina de 3, 6 y
Ignacio Wohanka moderna, tornos, 9 HP, grupos electrógenos, autobombas
sd. centrífugas, sd. y otros para embarcaciones y uso
rectificadores, industrial. Experimenta fuerte caída de
fundición mercado por cierre de empresas
demandantes y competencia desleal.
Fábrica de Medias Nylon Maquinaria 19.200 docenas/ Solo producía el 65% de su capacidad,
INTEX de Enrique Palazzi 1947 moderna, tejedoras año. unas 1.00 docenas/mes. Sufría
mecánicas 1.600 docenas/ contracción de mercado y fuerte
mes. competencia desleal por acción del
contrabando.
Fábrica de Calzados MANACO Maquinaria Más de un Experimenta fuerte bajas de producción,
de Tomás Bata 1940 moderna millón de pares 1956: 1.078.166 pares, 1958: 605.777
de zapatos/año pares. Pérdida del mercado por acción
del contrabando no
controlado por las autoridades.
Fábrica de Conservas Dillmann Maquinaria Sufre fuerte contracción de mercado por
de E. Dillmann traspasada a 1923 moderna sd. acción del contrabando. Además se
Carlos Peña perjudica por la caída de la calidad de
los productos agrícolas, la falta de
crédito y otros.
Fuente: Periódicos El Mundo Nºs118,12/12/59; 119, 3/12/59., El Pueblo Nº 2944, 3/12/59; Nº 2247,
6/12/59; Nº 2249, 9/1259 y el Mundo Nº 125, 10/12/50.
Nº de obreros % de % de
Ramas de producción 1956 1957 decre- incre-
mento mento
por rubro por rubro
01. Alimentos (1)
* Panadería, pastelería y afines 251 183 27,09
* Molinos 89 81 8,9
* Conservas y carnes 56 61 8,92
* Lácteos 11 10 9,09
* Confituras, chocolate, cacao 54 47 12,96
Total Rama 461 382 - -
02. Bebidas gaseosa y alcohólicas en general
(2) 179 155 - -
03. Textiles 177 154 - -
04. Ropas y calzados
* Ropas y vestuario en general 1.117 943 15,57
* Calzados 516 339 34,30
Total Rama 1.633 1.282 - -
05. Maderas y derivados
* Aserraderos 175 117 33,14
* Muebles, materiales de construcción 107 102 4,67
Total Rama 282 219 - -
06. Papel y cartón (imprentas) 20 16
07. Químicos y farmacéuticos (3)
* Velas y jabones 30 29 3.33
08. Cemento y cerámica
* Materiales de construcción 69 49 29,00
* Loza y alfarería 131 72 45,03
Total Rama 200 121
09. Mecánicos, metalúrgicos, eléctricos (4)
* Productos metálicos
* Artículos eléctricos 216 174 19,44
25 9 64,00
Total Rama 241 183
10. Cueros
* Curtiembres 184 109 40,76
* Artículos de cuero 4 9 125
Total Rama 188 118
11. Minero extractiva
* Minería 884 370 58,14
* Yesería 62 29 53,22
Total Rama 946 399
12. Otras ramas
* Artículos de goma 38 24 36,84
*/ Joyería 50 42 16,00
* Empresas agrícolas 60 61 1,66
Total Rama 148 127
Total General 4.505 3.131
300
Notas:
1) No se incluye aceites comestibles.
2) La información disponible no diferencia rubros.
3) No se incluyen perfumerías y productos farmacéuticos
4) No se incluye maestranzas y fundiciones.
5) No distingue minería estatal y privada. Presumiblemente se trata de pequeñas empresas
mineras afiliadas a la C.N.S.S.
Fuente: Anaya, 1965: 115, en base a datos de archivos de la Caja Nacional de Seguridad Social.
Inicialmente se debe destacar que entre los años 1956 y 57, la industria en
Cochabamba sufre una fuerte contracción que repercute drásticamente sobre el
empleo industrial, pues este se reduce en un 30,5%, lo que significó el despido de
1.374 obreros. Al margen de la situación del sector minero-extractivo que redujo su
planta de obreros en casi un 58%, y que induce a pensar, en el cierre de empresas
mineras pequeñas y medianas que trabajaban en la restringida franja minera del
Departamento, subsistiendo gracias a la subvención estatal consistente en divisas
baratas para sufragar costos de operación elevados y, que se cortan a partir del
Decreto de Estabilización de 1956; es percibible una situación de crisis aguda en
algunas ramas, y una situación de contracción que aquejaba al conjunto del sector
industrial.
Al 28/01/1938: 16
Al 1/01/1939: 40
Al 28/03/1940: 84
Al 22/04/1941: 220
Al 30/06/1942: 253
Al 30/03/1943: 207
Al 25/08/1944: 182
Al 25/03/1945: 183
Al 25/03/1946: 172
Al 25/03/1947: 189
Al 20/03/1948: 186
Al 5/03/1949: 203
Al 23/03/1950: 216
119).
302
Al 27/06/1951: 242
Al 30/06/1952: 246
Al 26/06/1953: 253
Al 10/06/1954: 272
Al 24/06/1955: 334
Al 3/07/1956: 321
Al 2/07/1957: 274
Al 16/07/1958: 210
Al 29/06/1959: 155
Al 15/07/1960: 154
Al 31/07/1961: 117
Al 26/06/1962: 89
Al 26/01/1963: 81
Fuente: Cámara de Industrias, El Mundo Nº 1033, 27/01/1963.
177 Los registros del Ministerio de Hacienda contabilizaban 161 industrias en el Departamento de Cochabamba
en 1963, lo que sugiere que muchas empresas se desafiliaron posiblemente porque sus actividades eran mínimas.
303
Cuáles fueron las causas de esta dramática situación, que hasta 1963 había dejado
sin empleo a 2.400 trabajadores y había reducido el empleo industrial a un 31% con
relación a 1955?
Por una parte, es evidente que el florecimiento industrial cochabambino desde fines
de los años 40 fue más o menos artificial, pues se vio fuertemente estimulado por el
régimen de divisas preferenciales y a costo irrisorio con relación al valor de la
moneda norteamericana en el mercado negro. En consecuencia resultaba un
negocio atractivo realizar emprendimientos industriales para acceder a los famosos
"cupos" o asignaciones de divisas donde el favor político era decisivo. A la sombra
de estos mecanismos de fácil enriquecimiento, se organizaron no pocas empresas
estructuralmente frágiles y prácticamente organizadas tan solo para sobrevivir bajo
el régimen citado. Por esta razón, los decretos de Estabilización Monetaria de
diciembre de 1956, que daban curso al régimen de libre cambio, elevando la divisa
al valor que le asignaba el mercado, liquidaron los incentivos que estimularon el
auge industrial. Al respecto se anotaba:
305
sus puertas. Se insistía en que sectores como los textiles, conservas, fideos, vinos,
galletas, jabones, chocolate, caramelos, medias y confecciones, carecían casi
totalmente de mercado para su producción178.
La realidad que se trazaba iba mucho más allá que la simple denuncia de hechos
delictivos puntuales que siempre estuvieron presentes, y hacían referencia, a un
cuadro de institucionalización y consolidación extensa de la práctica comercial
alimentada por el contrabando, que incluso habían logrado un base social amplia y
había estimulado el surgimiento de aguerridos "sindicatos" que reclamaban
airadamente su derecho al "libre comercio", es decir a que se reconociera, sin
restricción el reinado de los intermediarios, sin fijarse en el “pequeño detalle” de la
procedencia de su mercadería. La Cámara de Industria denunciaba al respecto:
Sin embargo, pese a que la cuestión del contrabando era un argumento irrebatible
para explicar la crisis de la industria, no dejaban de existir voces contestarias que
argumentaban que la vulnerabilidad del sector industrial tenía otras raíces, que
178Al respecto se citaban casos concretos: la Fábrica de Medios INTEX, pese a su modernidad y capacidad
productiva había cerrado sus puertas: el precio de costo de su producción era de 7.000 Bs. pero las medias de
contrabando se ofertaban en 6.000 Bs. La Fábrica de Chocolates Venus, de Pastillas Las Delicias y Rucar no
podían competir con el contrabando, por lo que habían reducido drásticamente su personal y trabajaban a pérdida.
Viñas Muyurina, una de las industrias más antiguas de la ciudad, operaba apenas con parte de su capacidad
productiva, sin posibilidad de ampliar sus instalaciones pese a tener todo lo necesario para ello. Esta situación
también alcanzaba a la mayor parte de los molinos, a la industria del calzado y otras ramas de importancia,
dejando sin protección y en completa ruina particularmente a las pequeñas factorías (El Mundo No. 1033,
27/01/63).
306
tornaban la cuestión bastante polémica y la ubicaban en la perspectiva trazada por
las dos vertientes contrapuestas que intentaban explicar el problema industrial,
anteriormente mencionado.
Al margen del bullado asunto del contrabando, todavía existían otros problemas que
aquejaban al sector industrial: Por una parte, una excesiva carga impositiva que
agobiaba a este sector; esta consistía en derechos arancelarios, servicios
prestados, impuestos aduaneros, a los que se sumaban los impuestos que cobraba
la Administración de la Renta, la H. Municipalidad y la Caja Nacional de Seguro
Social179. Por otra parte, gravitaban negativamente enormes restricciones crediticias.
Al respecto se denunciaba:
Sin embargo la solución no consistía en reflotar una "industria artificial", sino que la
empresa industrial pudiera racionalizar su proceso productivo, encarar seriamente el
mejoramiento técnico de sus plantas, la mejor calificación de su mano de obra, la
diversificación de sus líneas de producción, que redundará en la disminución de los
costos de producción y en la posibilidad de producir artículos competitivos dentro del
mercado nacional, es decir, convertir la industria tradicional acostumbrada a mermar
a la sombra de la protección estatal, en una empresa eficiente. Pocas industrias
salieron airosas de este desafió, que para el caso de Cochabamba resultaba crucial,
pues no se dio la alternativa del favor del Estado que impulsó, por ejemplo, a la
industria de Santa Cruz o La Paz, más o menos en la misma época180.
La única actividad industrial que por ese entonces aparecía como promisoria, era la
lechería. En 1959 existían próximas a la ciudad 62 lecherías, instaladas sobre todo
en la zona de La Maica y aledaños, contando con casi 5.000 cabezas de ganado
vacuno, que arrojaban un promedio de producción diario de 9.688 litros. Una
relación de la importancia de las granjas lecheras, según su capacidad de
producción diaria, nos lo proporciona el siguiente cuadro:
180 Al respecto de la extrema dependencia de distintas ramas de la industria nacional con respecto a materias
primas importadas, se trazaba el siguiente panorama: "LOS TEJIDOS: A pesar de las condiciones climáticas
favorables para la producción de algodón y lana, la industria nacional depende casi en su totalidad de materias
primas importadas. Las fábricas de tejidos hacen grandes importaciones de algodón (...) igual cosa que los
tintes y demás aditamentos para la fabricación de casisetes, driles, kakis, oxford, vichies, tocuyos, lanas, etc.
LOS CALZADOS: Las fábricas de calzados utilizan, pero no en su totalidad suela cruceña u otra del país e
importan cueros de becerros "Rusia", "Box-calf", cabretillas, gamuzas, así como tacones, ojetillos, pasadores,
ganchos, trenzas y como un colmo, hasta estaquillas de madera, lo que quiere decir que a excepción de una
reducida cantidad de suela de origen nacional, absolutamente todo lo demás viene de mercados extranjeros.
SOMBRERERIAS: Las fábricas de sombreros importan íntegramente todo cuanto es preciso para el armado de
ellos. Vienen hechas las copas y faldas, se trae toquillas, cintas, forros, etiquetas, etc. de donde tenemos que la
"fábrica" no es más que un taller de armaduría”. (Ascarrunz, El Mundo Nº 298, 12/07/1960).
309
CUADRO No. 40:
COCHABAMBA: ESTABLECIMIENTOS LECHEROS SEGUN PROMEDIO DE PRODUCCION
DIARIA
N.º total de
establecimientos 62
Fuente: Anaya:1965: 15
Las consiguientes pérdidas que arrojaba esta situación pasaron a ser absorbidas
por C.B.F. Los problemas enumerados desnudaban viejos problemas: altos costos
de producción agropecuaria por el permanente atraso y la precariedad valluna en
este orden, altos costos industriales por una incipiente producción que no aprovecha
toda la capacidad instalada, a lo que se suman rudimentarias vías de transporte,
mercado constreñido y proclive a preferir productos similares por su bajo precio y no
por su calidad. Todavía a ello se sumaba la endemia del contrabando. Pese a todo
ello, y dentro del panorama que presentaba la industria en Cochabamba, resultaba
el sector más dinámico y que había producido mejores efectos multiplicadores al
apoyarse en un tipo de materia prima que estimulaba el desarrollo del sector
agropecuario, fundamental para pensar en la viabilidad del desarrollo regional.
Lo expresado hasta aquí, hace ver que la industria era una empresa de riesgo,
sobre todo con posterioridad a la aplicación de la política de Estabilización Monetaria
de 1956, ¿Pero quienes eran estos empresarios casi pioneros, que se embarcaban
en la quijotesca tarea de forjar contra la corriente, una industria nacional que
continuamente amenazaba desplomarse dada su precariedad? No dejaba de
resultar paradójico que en medio de un proceso de constitución de una burguesía
nacional moderna que propiciaba el Estado del 52, la embrionaria burguesía
industrial cochabambina enfrentara adversidades aun más severas y
desalentadoras que las que se daban en la época del dominio gamonal. ¿Pero,
realmente los capitalistas vallunos apostaban en favor de esta difícil empresa?
Veamos, en el siguiente cuadro algunos indicadores a este respecto:
312
Fuente: Elaborado en base al Cuadro Nº 39 y el "Cuadro de asignación de divisas a la
industria de Cochabamba", El Pueblo Nº 714, 1º/07/55.
314
CUADRO No. 43:
COCHABAMBA: TRABAJADORES POR CUENTA PROPIA SEGÚN RAMAS DE ACTIVIDAD
ECONÓMICA
Del total de trabajadores por cuenta propia que registra el cuadro anterior, unos
2.420 que aparecen en la rama de industrias de transformación eran sin duda
artesanos (el 37,7% del total), apareciendo la participación femenina como
ligeramente mayoritaria. Los gremios más destacados eran los de zapateros,
sastres, costureras, curtidores, etc. Sin duda, la relación registrada anteriormente,
que ya mostraba un predominio de pequeños comerciantes en 1950, a fines de
dicha década mostraban un incremento muy importante, por ello, nos atrevemos a
firmar que los gremios de artesanos mantuvieron su vigencia, pese a que también
sufrieron la competencia de manufacturas baratas (ropas, plásticos -incluso zapatos
de este material-, alimentos, etc.) introducidos por el contrabando, que resultaban
muy atractivos para los sectores de menores recursos, razón por la cual muchas de
estas actividades, si bien no desaparecieron, gracias a la dinámica ferial que les
ofertaba una alternativa, tendieron a evolucionar hacia formas más especializadas y
orientadas hacia el consumo turístico, en calidad de "curiosidades" folclóricas y
medios de consumo para los citados estratos de menores ingresos.
315
CAPITULO VIII
EL IRRESISTIBLE DESPEGUE DEL REINO DE LOS INTERMEDIARIOS
316
consecuencia, una ‘clase social’ típicamente campesina que deja de trabajar
para la hacienda y con el tiempo deviene parcialmente en asalariada e
intensifica relaciones comerciales con otros sectores de la población. La
campesinización del ‘indio’ empieza a tener lugar con el relativo autocontrol de
algunos de sus medios de producción, de la tierra, de la venta de su fuerza de
trabajo y por medio de sistemas de comercialización que implementan los
intermediarios” (1984:57)
Si bien la hacienda secular se había extinguido y había sido reemplazada por otras
unidades de producción, las antiguas formas de trabajo y los cultivos tradicionales
persistían invariables: el maíz continuaba siendo el cultivo dominante y continuaba
constituyendo la base de la alimentación del campesinado y de otros gruesos
sectores de población, además de servir de materia prima a la chicha. Al respecto
se anotaba:
Una relación del registro de fundos rústicos efectuado entre 1953 y 1958 permite
desarrollar algunas consideraciones:
Sin embargo, resulta un tanto cómodo y mecánico reducir la problemática del atraso
del agro a la cuestión de la extrema parcelación de la tierra, aunque ciertamente
este es un factor que no puede ser tenido a menos en su gravitación. No obstante,
al lado de este factor gravitan otros no menos significativos. La inserción del
campesino minifundiario en la economía de mercado en las condiciones que fueron
descritas en el Capítulo III, es decir, su dominio parcial de la economía agrícola,
reducida a la esfera de la producción, pero dejando en manos de intermediarios la
circulación y el acceso a los mercados de consumo, resultan determinantes para
mantener sus ingresos en los límites de la subsistencia, pero además, como su
persistente miseria no mejora con la tenencia de su parcela y ya no existe la figura
del patrón para identificarlo como el causante de esta situación frustrante, emerge
en su lugar, la figura abstracta de la economía de mercado con sus implacables
operadores que hablan un lenguaje de oferta-demanda, costo-beneficio y otras
fórmulas complicadas, que le resultan incomprensibles y lo empujan desarrollar
actitudes conservadoras y de desconfianza respecto a las innovaciones
tecnológicas que apuntan a mejorar los índices de productividad de la parcela
campesina para responder mejor a las urgencias de ese misterioso mercado, que
resulta más implacable que el antiguo patrón.
184 En el Cercado existían hacia 1952-53 ya muy pocos fundos afectables por la Reforma Agraria.
319
Al respecto de esta problemática, se señalaba con acierto, para que no quedaran
dudas a este respecto:
Sin embargo, hacia 1953 y los años siguientes. la dependencia del campesino y su
familia es creciente respecto a la economía de mercado, en su rol de proveedor de
alimentos a los centros de consumo urbanos y feriales 187. En virtud de su propia
evolución social y cultural, ha desarrollado prácticas que lo alejan del inerme ex
colono de otros tiempos. En efecto, la familia campesina es capaz de realizar un
cálculo económico para planificar la producción destinada al mercado. Este cálculo,
que en la práctica se traduce, en la forma como dispondrá en su parcela, del cultivo
de una cierta cantidad de productos comercializables y de otra destinados al
autoconsumo, de hecho, no solo se apoya en el dominio de la ciencia agrícola
campesina y en su profundo conocimiento de los condicionantes climáticos y
185 El pequeño productor minifundiario no tiene ningún control sobre los precios del producto-mercancía
que oferta. Este valor unitario está determinado por el juego de la oferta y demanda del mercado mediada por
el intermediario que es el portavoz de esta determinación. Por tanto, la reproducción la fuerza de trabajo del
campesino, los abonos, aperos, semillas, riego y otros insumos que forman parte del costo de producción, son
subvalorados o simplemente no existen en esta relación desigual entre economía precapitalista y economía de
mercado.
186 Para un análisis más detallado y completo, que los límites de este trabajo no nos permiten, se puede
consultar: Miguel Morales, coordinador (2011)
187 La familia campesina depende cada vez más del acceso al circulante monetario para satisfacer nuevas
necesidades de consumo, que solo su conexión con el mercado capitalista puede satisfacer. En su vida diaria,
la espartana lagua de maíz, el mote, el quesillo, el chuño y el charque, que era su dieta básica de otros
tiempos, se ha ampliado con los fideos, el arroz, el aceite, el azúcar, las gaseosas, las golosinas y un sin fin de
novedades y tentaciones que incluyen, aunque ello signifique muchas privaciones, el acceso a una bicicleta y
una radio portátil. Sin embargo, el amplio horizonte de sus deseos solo se materializa a cuenta gotas y
parcialmente dada la siempre insuficiente utilidad que extrae de la cosecha que rinde su parcela.
320
ambientales, sino, en el desarrollo de un agudo olfato respecto al potencial
comercializable de su producción, una igualmente aguda percepción del juego de
los precios de los productos que ofertará y de los máximos beneficios que podría
obtener en función del comportamiento de la competencia y de las argucias del
intermediario para convencerlo a plegarse a sus requiebros de hábil comerciante.
Por ello, para las dimensiones del mercado de alimentos en los años 1960, sumado
a los obstáculos insuperables que habría que vencer para romper el sistema de
intermediación que contaba con el amparo estatal de esa época, el comportamiento
de cautela y desconfianza del pequeño productor campesino respecto a lo nuevo
recubierto de promesas y fantasías, era una postura lógica y su actitud
321
conservadora de tener un pie firme en el autoconsumo y otro calculador en el
mercado, era acertada y expresaba el vacío creado por la ausencia de políticas
coherentes respecto al desarrollo rural y su viabilidad articulada al desarrollo
industrial regional (Solares, 1989)188.
La economía de la chicha
Sin embargo, el buen comer y el buen beber de los cochabambinos, al inicio de los
años 1950, mantenía los viejos imaginarios populares de buenas comilonas regadas
por el licor de la tierra. Veamos al respecto un valioso testimonio:
No cabe duda, que bajo el barniz de maneras occidentales, subsistía con fuerza la
pasión por los gustos populares y que, a pesar de que la Revolución Nacional era
una suerte de parteaguas entre mestizos emblanquecidos y caballeros de rancio
pedigree, la chicha todavía tenía la capacidad de armonizar y democratizar los
gustos de unos y otros, sucediendo otro tanto con su importancia económica, pues
ni a los más radicales y obstinados opositores de los cambios que tenían lugar, se
les ocurriría prescindir de los ingresos que generaba la buena chicha.
Desde fines de los años 1940, la recaudación del impuesto a la chicha, que era
licitada por la Prefectura, fue traspasada a dominio municipal, aplicándose la
modalidad de la recaudación directa del impuesto a cargo de funcionarios
323
municipales, creándose para el efecto una oficina municipal recaudadora. Como se
señaló en estudios anteriores190, en el caso de Cochabamba, se tejía una curiosa
contradicción entre el afán de "modernizar" la ciudad con los recursos generados
por la recaudación del impuesto citado y la insistencia de "exiliar" los centenares de
chicherías, más allá de las fronteras urbanas... pero no tan lejos como para afectar
el negocio y con ello mermar los fondos destinados a obras de desarrollo urbano.
“Por el Norte: Gran Plaza de Ferrocarril (Plaza Fidel Aranibar y Francisco del
Rivero) hasta la Avenida Ayacucho, continuando por esta vía hasta la igual
Aroma, siguiendo por la misma a la Avenida Diagonal que une las Avenidas
Aroma y Rivereña, concluyendo en ésta.
Por el Oeste: Avenida Rivereña hasta el canal de riegos, para continuar por
éste hasta la Avenida Siles, siguiendo la misma hacia el Sud.
Por el Este: La Avenida de Circunvalación (Este) a partir de la Gran Plaza del
Ferrocarril, hacia el Sud.
Por el Sud: Sin limitaciones.” (Disposiciones legales...).
325
coloniales y oligárquicos: la chicha era un brebaje de indios, incompatible con las
buenas maneras a que aspiraban formalmente los mestizos ricos, sedientos de
estatus y reconocimiento social para su flamante condición elitaria.
Hacia los años 1960, las chicherías habían sido plenamente incorporadas a las
densas redes de la burocracia municipal, y si otrora, su funcionamiento sin tropiezos
dependía de los padrinazgos entre chicheras y "notables", ahora pasaba a depender
de un subterráneo sistema de favores y gratificaciones que determinaron la rápida
prosperidad de más de un funcionario municipal. Este despliegue de control
administrativo y de incremento de la eficacia en el cobro impositivo demuestra que la
importancia económica de la chicha se mantenía invariable y continuaba
constituyendo un rubro que proporcionaba ingresos saneados al Estado.
La cuestión era tan seria que vecinos notables que formaban parte de un consistorio
o cuerpo consultivo municipal sugerían:
327
La cuestión de la chicha, dada su creciente importancia como fuente de suculentos
ingresos para las arcas fiscales, paulatinamente dejó de ser materia de información
seria y cristalina sobre su manejo administrativo y contable. Dejaron de publicarse
los padrones municipales sobre este capítulo y, la cuestión del número de chicherías
en la ciudad y el Cercado, por ejemplo, adquirió los contornos de una información
extremadamente confidencial, casi un secreto de Estado, y más aun, el volumen
real de consumo sobre el que se aplicaba el impuesto, por ello, es difícil establecer
cuantitativamente este crecimiento, razón por la cual, sólo apelamos a estimaciones
gruesas. En este sentido se señalaba lo siguiente:
328
“Casi se mata a la gallina de los huevos de oro con una medida
completamente ajena a la realidad en que se desenvuelve la industria
chichera, uno de los filones inagotables que más ingresos da a la economía
departamental y nacional.” (El Pueblo Nº 1831, 10/07/59).
Esta lógica, no sólo expresaba el posible interés particular de camadas burocráticas
preocupadas más en el aspecto del provecho personal que se podía extraer de tan
portentoso filón, sino una realidad incontrovertible: a falta de otras opciones que
diversificarán la economía regional, los ingresos generados por el impuesto a la
chicha continuaban constituyendo el rubro más importante para llenar las arcas
fiscales en el Departamento de Cochabamba.
Por ello, el nuevo régimen continuó con la práctica de sus predecesores en cuanto
al recurso de gravar el licor con impuestos cuyo rendimiento servía para cubrir
innumerables propósitos. Una relación de la política impositiva sobre la chicha, que
desarrollaron los gobiernos del MNR, esta expresada en el siguiente Cuadro:
Notas.-
(1) El criterio de aplicación del impuesto es muy confuso. El expendio de chicha se realizaba en
unidades diferentes: generalmente latas (originariamente utilizadas como envases de manteca de
cerdo), pero también en baldes, jarras, tutumas, bidones, cántaros y en menor escala en botellas de
0,66 litros. Lo presumible es que el impuesto se aplicaba genéricamente a la lata de 40 a 45 litros,
dada la dificultad, casi insuperable de gravar al litro de chicha. En este caso y tomando como
referencia 45 litros a groso modo, en 1954 el gravamen sobre litro de chicha sería estimativamente de
329
unos 30 centavos. En 1957 y años posteriores, este gravamen sería de 3,60 Bs/litro y en 1963 de 10
Bs/litro.
(2) Con destino a obras de FF.CC. Cbba-Santa Cruz.
(3) En este decreto no se detalla distribución porcentual del impuesto.
(4) Con destino a gastos de recaudación.
(5) Incluye porcentaje para obras provinciales.
El cuadro anterior permite establecer, por una parte que el impuesto a la chicha
aportaba significativamente al Tesoro Nacional, así como al Tesoro Municipal, pues a
título de "obras departamentales" como el Stadium, el asfaltado de la carretera a
Quillacollo, ampliaciones en el Hospital Viedma, etc. importantes partidas de las
recaudaciones con destino a provincias, se invertían en obras que favorecían a la
capital departamental. El incremento del impuesto entre 1954 y 1957, se debe más
al ajuste monetario que ocasionaron las medidas de estabilización económica de
1956. Sin embargo el incremento del impuesto en más de un 80% entre 1960 y
1963 se dirigía sin duda a incrementar la recaudación.
Los volúmenes de producción de chicha sujetos a los gravámenes citados no
presentan una información adecuada en vista de que desde los años 1940, la
Alcaldía, en la medida de lo posible, evitó hacer público estos montos, que
significativamente se convirtieron en “información confidencial”. Por ello la
información disponible es fragmentaría y contradictoria como ya se puso en
evidencia, y en su mayor parte, ha sido deducida sobre la base del total de
recaudaciones contenidas en informes municipales o publicaciones de prensa.
Veamos el siguiente cuadro:
Sin embargo, los conflictos no tardaron en estallar: en febrero del citado año, el
Sindicato de Productores de Chicha de Cliza planteó la derogatoria de la
adjudicación de la recaudación del impuesto en favor de un licitador particular y la
readjudicación en favor del propio Sindicato. En vista de que este temperamento no
fue aceptado por anomalías legales en el propio planteó, se produjo -algo nunca
visto antes- una huelga indefinida de productores de chicha (El Pueblo Nº 1737,
15/02/59) y el desencadenamiento de acciones de hecho, como disturbios
provocados por turbas de huelguistas que allanaron domicilios y destruyeron
implementos de elaboración del licor de productores que no se adhirieron al paro (El
Pueblo N.º 1766, 21/03/59). Dicho movimiento, indudablemente expresaba intereses
creados, tanto de los propios productores ligados a sectores campesinos, como de
los funcionarios municipales que se beneficiaban con el sistema anterior. Al
respecto el atribulado licitador cuestionado declaraba:
194 Este conflicto, como se vio en el capítulo III, terminó enfrentando a la Central Campesina de Cliza que
apoyaba a los productores, con la Central de Ucureña partidaria de la licitación, siendo éste uno de los factores
importantes que desencadenó el conflicto bélico.
332
destacándose el caso del licitador Eduardo Vergara que operaba en los distritos de
la capital y el Cercado, Cliza, Punata, Tarata, Quillacollo y Sipe Sipe, que acumuló
una deuda superior a mil millones de bolivianos (El Pueblo No. 1901, 8/10/59). El
total de la deuda acumulada en la gestión de 1959 excedía los dos mil millones de
bolivianos195.
“En nuestro país se han venido organizando bajo pretextos sindicales una
serie de organizaciones ajenas por completo a los fines y funciones propias
del sindicalismo; y este es el caso del llamado Sindicato de Productores de
Chicha (...) Si defiende sus intereses económicos será una asociación o
sociedad mercantil (...) pero nunca un sindicato, pues no tiene propiamente
una función o prerrogativa característica de las entidades laborales y
defiende más bien los intereses de los capitalistas, pues dentro de los
productores hay verdaderos capitalistas (...) Se ha denunciado también que
la directiva de los productores chicheros se halla compuesta por gentes de
195 Dos millones de pesos bolivianos, de acuerdo al nuevo signo monetario vigente desde 1956.
196 De acuerdo a la Ley N.º 238 de 02/01/1963 se destinaba en favor de las universidades públicas el 14%
del total de la recaudación departamental. En realidad esta participación regía desde la década de 1950
por lo menos.
333
oficios varios: joyeros, carpinteros, comerciantes, etc. lo que demuestra
claramente la disparidad de intereses económicos clasistas y de finalidad
verdaderamente social (...) si el Sindicato de Productores desea adjudicarse
ahora la cobranza del impuesto, no es por otro motivo que el de continuar
produciendo mucho y pagando poco, promoviendo una defraudación de
cuantiosos recursos.” (El Mundo Nº 169, 3/02/60).
Lo expuesto anteriormente resulta muy revelador, pues dichos "sindicatos" en
realidad nucleaban a quienes, gracias a las fortunas amasadas con el expendio de
chicha, el rescate de productos agrícolas y el monopolio de transporte, detentaban
virtualmente el poder provincial. Ahora se trataba de cerrar este círculo de
dominación eliminando a los otrora poderosos licitadores para fortalecer aún más su
propio predominio.
Por último, la H. Alcaldía tomó una actitud resuelta en contra de los licitadores que
habían caído en mora, rechazando las solicitudes de condonación y rebajas a los
montos adeudados. Sin embargo, el pleito entre Municipio y licitadores se extendió
por varios años197.
En fin, todo este arduo conflicto, no era apenas una simple disputa en torno al
control de las jugosas recaudaciones por el impuesto a la chicha y los innumerables
intereses que ello generó, sino además, una clara muestra de que el maíz y la
chicha, se constituían en los únicos productos del sector agrícola e industrial que, no
habían experimentado un impacto negativo con la Reforma Agraria y la política de
estabilización monetaria. De esta forma, tanto en este período, como desde fines del
siglo XIX, el virtuoso "grano de oro", siguió alimentando las arcas fiscales con
destino a obras públicas y a otros emprendimientos, e incluso creando la
prosperidad de toda una capa de políticos y burócratas que actuaban en el entorno
del ámbito municipal y de las oficinas recaudadoras de impuestos al licor.
En este sentido, se puede decir, que el tema de los recursos que generaba el
impuesto a la chicha y todo lo que directa e indirectamente tenía que ver con ello,
como el periódico reajuste al monto del impuesto, que de ser uno estrictamente
departamental, en los años 1960 se convirtió en un gravamen de tipo nacional;
suscitaban grandes expectativas y preocupaciones entre autoridades y opinión
pública, pues este no era un asunto cualquiera, sino aquel que resultaba de máxima
sensibilidad para la economía local y departamental. Así en 1962, el incremento del
impuesto al licor en 300 Bs/botella, causó alarma y agitación social, que culminó con
la huelga de la poderosa Federación Departamental de Productores de Chicha y la
consiguiente "caída de la producción" en aquel año, -en realidad la casi masiva
335
evasión y resistencia al cobro de la nueva tasa-, lo que dio lugar al
empadronamiento departamental del sector, por disposición municipal, cuyo
resultado pasó a ser uno de los "secretos" mejor guardados.
Lo singular es que, los devotos consumidores de la chicha, que hacían posible que
esta rueda de la fortuna, pese a todos los avatares, continuara girando imperturable,
y que absorbían sin mayor protesta las alzas que gravaban el comercio del licor,
lejos de menoscabar su expendio, se afianzaban en la firme creencia de que el
consumo de la "buena", estaba más allá de todo sacrificio, pues el rendimiento del
impuesto generaba progreso, y así, bajo esta curiosa combinación típicamente
cochabambina de buen beber y buen comer para hacer "progresar a la llajta",
transcurría la vida cotidiana de los vallunos querendones de su tierra. Todo este
sentimiento, fue expresado con admirable precisión por Armando Montenegro
cuando, refiriéndose a la chicha, descubría y desnudaba sus secretos encantos, que
la hacen irresistible:
“Alguien dijo que ella era el espíritu del maíz y ese alguien ciertamente
filósofo quedó corto en el pensamiento, porque la chicha no es sólo el
espíritu del maíz; es también el alma de la fiesta, de la alegría, del
enardecimiento amoroso, de la pelea callejera y hasta del buen trato en los
negocios. Es el origen del pavimento de nuestras calles y es el veinte por
ciento responsable de la sabiduría de la Universidad198. Es el alma de la
mesa que rodean los ‘cóndores’, esos viejos filósofos y humoristas sentados
casi bajo las alas del cóndor tradicional de nuestra plaza. La chicha es el
alma del sapo rotativo de los jueces y -según dicen los expertos- la causa
ancestral de los fenómenos de la fecundidad.
Tiene la chicha sobre nombres sonoros, suaves, tiernos, velados y artísticos.
Se la llama ‘Nylon’ a la espumosa, delgada y burbujeante; ‘Clicot’ a la fina de
Cliza, ‘Chichisbeo’ a la consumida en disimulados lugares por discretos
caballeros; ‘Chipriorato de soda’ le llaman los enamorados farmacéuticos y
químicos; ‘Canario’ por su color y estímulo para el canto; ‘Criatura’ por una
rara y especial influencia y, ‘Gagarín’199 debido a su capacidad para elevar al
hombre sobre las miserias humanas (...) Con ese clima, ese paisaje, esa
llajua y esa chicha, como pueden quejarse de su hermoso destino los
cochabambinos.” (Presa Libre Nº 1149, 14/09/64).
Ciertamente el áureo licor estaba anclado en la profundidad de las raíces
identitarias de los cochabambinos, sin embargo, más allá de las virtudes y los
estandartes de la tradición, no disminuía con su rigor, el peso de la permanencia de
una economía que combinaba procesos de producción no capitalistas y formas
198Alusión al 20% de participación en el Impuesto a la Chicha que detentaba la Universidad Mayor de San
Simón a partir de 1964.
199Alusión al primer cosmonauta soviético.
336
mercantiles atrasadas en la esfera de la circulación, de tal manera que la
acumulación de capital que generaba este proceso, era una suma de
procedimientos poco ortodoxos: la explotación de excolonos -ahora minifundistas-
productores del maíz- combinada con creativas engañifas200, un esfuerzo continuo
para bajar los costos de producción del licor a través del sacrificio de su calidad,
esfuerzos todavía mayores para evadir los impuestos, y de paso, hacerse con el
poder local de los centros de producción. Que una parte significativa de la economía
departamental y las economías municipales dependieran de tan tortuosa economía,
revelaba que la Revolución Nacional en los valles, poco o nada habían cambiado
con respecto a la anquilosada estructura de su aparato productivo.
El saldo que se puede extraer de todo este análisis, no puede dejar de tener
contornos irónicos, pues resulta indiscutible que la única actividad productiva que
merece la categoría de agroindustria con insumos totalmente provenientes del
propio valle, fue la industria de la chicha, en buenas cuentas una suerte de
agroindustria muy a la cochabambina! Pero veamos que pasa con el sector
moderno de la economía mercantil.
El comercio
La actividad comercial urbana en los años 1950, no presenta rasgos distintos a los
definidos para las décadas anteriores201, salvo su mayor intensidad en el orden
cuantitativo, pero sin cambios sustanciales en lo cualitativo. El sector del comercio
legal y que se tipifica como "moderno" había consolidado a partir de las primeras
décadas del siglo pasado -a través de la expulsión de las chicherías- un espacio
propio que compartía con el sistema bancario. De esta manera, el viejo centro
colonial y republicano tradicional, comenzó a modificar su fisonomía, si bien no en
forma espectacular -salvo las inserciones neoclásicas y eclécticas de la arquitectura
bancaria y la remodelación del perímetro de la Plaza 14 de Septiembre en el siglo
XIX-, pero sí, en forma persistente. Paulatinamente, los antiguos tugurios y casas de
vecindad, en que se habían transformado a lo largo del siglo XIX, las casonas
señoriales que rodeaban a la plaza de armas, dieron paso a establecimientos
comerciales diversos y oficinas (bufetes de abogados, empresas contables,
gestorías, bienes raíces, etc.) que pasaron a restar espacio a las funciones
residenciales.
El "centro" pasó a ser sinónimo de zona comercial, tomando como eje la Plaza 14
de Septiembre y las distintas arterias que desembocaban a ella. A las tradicionales
vías comerciales -E. Arze, N. Aguirre, Sucre, Bolívar, 25 de Mayo y Jordán en sus
tramos centrales, etc.-, se sumaron nuevas calles y avenidas como la San Martín,
Perú, España y Baptista hacia el Norte y muchas más hacia el Sud, hasta
200 Ver Capitulo III
201 Ver Solares, 1990: Cap. 3.6.
337
encontrarse con la popular Avenida Aroma que se constituía en una especie de
"frontera" que separaba el comercio de tipo ferial e informal, del comercio
institucionalizado. Sin embargo este ámbito, con mayor o menor impacto, tomó la
fisonomía caótica de un escenario donde la atención y la atracción a los potenciales
consumidores bajo modalidades poco ortodoxas, y la proliferación de innumerables
formas de propaganda comercial, terminaron creando un extraño y hasta ridículo
efecto, donde se entremezclaba el despliegue de luces de neón y letreros luminosos
adosados sin ninguna creatividad a venerables casonas, con los antiguos salones
señoriales de las mismas, que habían sido convertidos en tiendas improvisadas y
almacenes, dando paso a toscas vitrinas enmarcadas con emplastos seudo
modernistas en lugar de los artísticos portones y preciosos enrejados de gusto
colonial que fueron extirpados sin piedad.
Junto con este comercio centralizado, surgió esta vez con plena pujanza, una febril
expansión del comercio callejero: "La Cancha" en los años 1950, llegó a su apogeo
en relación a tiempos pasados. La famosa plaza de Caracota y más adelante, la
"plaza del ferrocarril" y “La Pampa" se convirtieron en escenarios muy semejantes a
"mercados persas", donde las tradicionales "llantuchas" campesinas fueron
paulatinamente reemplazadas por "casetas", kioscos y galpones de calamina, los
toldos fueron sustituidos por plásticos, y el "sabor campesino" de la feria cedió paso
a una curiosa mescolanza "mestiza", donde era posible encontrar desde el
tradicional maíz, la chicha y las exquisiteces vallunas, hasta los objetos más
sofisticados producidos en lejanas y modernas factorías industriales.
338
Como un desprendimiento de este comercio popular, proliferaron también las
tiendas de barrio, proveedoras y pulperías que se diseminaron por toda la ciudad.
En muchos casos los garajes y las salas de las viviendas fueron adaptados como
improvisadas tiendas. Las mismas funcionaban en base a captar pequeñas
clientelas o "caseros" a quienes se expendía -como aún hoy- pequeñas cantidades
de artículos de primera necesidad. En suma, estos negocios de ventas "al centavo",
no eran otra cosa que formas alternativas de mejorar los magros ingresos de
amplios sectores de clase media.
339
El citado año, como ya se mencionó, existían en los registros de la Cámara de
Comercio de Cochabamba 916 establecimientos comerciales. Si se compara esta
cifra con registros similares de fines de los años 40, y particularmente con los 1.463
negocios inscritos en la Cámara en 1950, se puede percibir que el comercio
asociado en 1956 había sufrido una reducción de un 37,4%, y en este orden se
había retornado al mismo volumen de casas comerciales registradas, que tenía la
ciudad en 1944202.
Por otra parte, se puede observar que las ramas de comercio dominantes eran los
negocios de textiles y ropa confeccionada, además de abarrotes y alimentos, que en
conjunto representaban el 51,2% del total de registros existentes en la Cámara, en
tanto el porcentaje restante se distribuía en un amplio y heterogéneo conjunto de
rubros con incidencias no mayores a unas pocas decenas de establecimientos,
exceptuando el caso de las pulperías que indudablemente eran muchísimas más
que las oficialmente registradas, que sin duda, ostentaban una jerarquía mayor
respecto a los pequeños negocios descritos anteriormente.
Esta composición del comercio permite identificar algunos rasgos: una mayoritaria
proporción de establecimientos (más de un 60%) se dirigía a satisfacer el consumo
individual y familiar, es decir a permitir la reproducción social de la población. Menos
de un 10% ofertaba insumos aprovechables en procesos productivos, y porcentajes
igualmente modestos se dirigían a cubrir requerimientos de consumo no productivo
necesario para el funcionamiento del aparato público y privado (menos del 1%) y
servicios diversos. De lo anterior se infiere, que el comercio urbano se dirigía
básicamente a sustentar las necesidades vitales de la población y en este orden
permanecía en el marco tradicional de países y regiones de escaso desarrollo
industrial.
Para obtener una idea más pormenorizada de este comercio, pasaremos a observar
aspectos relativos a la adquisición de divisas, que muestra el siguiente cuadro,
según los montos recibidos durante el año 1954:
341
CUADRO No. 49:
COCHABAMBA: DISTRIBUCIÓN DE LAS DIVISAS ASIGNADAS SEGÚN RANGOS DE MONTOS
Y NACIONALIDAD DE LOS COMERCIANTES (1954).
Fuente: Elaborado en base al Cuadro No.49 y Cuadro de "Divisas entregadas a los comerciantes de
Cochabamba". El Pueblo Nº 413, 6/02/55.
343
adquisición de bienes de capital, restándola a la cantidad posible de ser
empleada en artículos de consumo, hace que sea menor la cantidad de
bienes disponibles para cada consumidor.” (Informe Presidencial, El Pueblo
Nº 1037, 9/09/56).
No cabe duda que los recursos que generaba la minería como el único sector
exportador, con costos crecientes de producción y la mencionada caída del precio
de los minerales, resultaban insuficientes para atender todos los gastos del Estado.
Por tanto, la adquisición de bienes de capital para sustentar la política de
diversificación económica: concretamente el desarrollo agroindustrial del Oriente y la
atención a la prematura situación deficitaria de las flamantes entidades estatales,
ocasionaba el incremento de erogaciones monetarias del tesoro público en términos
no previstos, situación que terminó provocando una aguda escasez de divisas y una
escalada especulativa de la moneda norteamericana que terminó en una inflación
monetaria sin precedentes hasta ese momento:
“El grado de crisis era impresionante y 1956 resultó el año más crítico de
todos. El índice de los precios de alimentos en La Paz subió de 100 en 1931
a 7.036 en 1952; de 52.627 en 1955 a 86.010 en marzo de 1956 y luego
aceleradamente a 390.492 durante los nueve meses siguientes. El índice del
costo de vida en su conjunto de 100 en 1952 a 2.270 a fines de 1956; la
emisión de dinero a 2.229 y la cotización del dólar paralelo a 3.104. Las
reservas en moneda extranjera en el Banco Central se mantuvieron en una
cifra irrelevante de 1,2 millones de dólares.” (DUNKERLEY, 87: 83).
Este panorama dio curso a un proceso de especulación de grandes proporciones
con la divisa norteamericana, que fue poderosamente estimulada desde las propias
esferas gubernamentales, al permitir la continuación del irracional sistema de
múltiples tipos de cambio implementada desde mediados de los años 40, así como
el complicado sistema de distribución y racionalización del consumo de productos
básicos. De esta forma, floreció un vigoroso mercado negro promovido por los
privilegiados de este "rio revuelto", es decir los "diviseros" y "los cuperos" como los
denominó la picardía popular, quienes generalmente gracias al favor político y al
establecimiento de verdaderas redes de corrupción provocaron, por una parte un
vertiginoso desabastecimiento de artículos de primera necesidad, y por otro,
mediante el contrabando, propiciaron la implantación de un distorsionado sistema de
abastecimiento, que terminó legitimando los famosos "mercados negros" que
hicieron zozobrar al comercio y la industria legalmente establecidos.
344
anteriormente, no obstante, consideramos que el crecimiento del comercio valluno
ofrece peculiaridades, pero no adelantemos juicios. Previamente observemos lo que
ocurre en la ciudad como efecto de la grave crisis económica de la primera mitad de
los años 1950.
345
existencia de cuatro a cinco mil piezas de tocuyo para su venta todos los
domingos.”204 (El Pueblo Nº 349, 11/09/54).
Otro ejemplo: en septiembre de 1956 la Oficina de Abastecimiento y Control de
Precios de la H. Alcaldía de Cochabamba dispuso la realización de un "censo de
confrontación" de los habitantes del radio urbano, que serviría para verificar las
estadísticas de población que se manejaban para distribuir artículos de primera
necesidad. Naturalmente salieron a luz serias irregularidades: se constató,
comparando las nóminas de familias y personas servidas por el sistema de "libretas
familiares" y la población realmente existente, que existía un exceso de 527 familias
y 5.483 personas. Al respecto se sostenía lo siguiente:
204 De acuerdo a estas mismas declaraciones el cupo bimensual de tocuyo asignado a Cochabamba era de 4.000
piezas. Lo que hace pensar que casi todo el tocuyo tenía el destino denunciado por el Alcalde.
205 Otro asunto no menos escandaloso era el de los deudores de los "fondos de contrapartida". Al respecto un
editorial de prensa sostenía: "Los beneficiarios por este concepto permanecen impávidos y no tienen la menor
intención de cumplir sus obligaciones, porque se han dado perfecta cuenta de la forma en que el Estado
supervigila sus intereses. Algunos de ellos ya están en el exterior a buen recaudo, pasando una vida principesca
y burlándose de la inutilidad o complicidad de los funcionarios bolivianos (...) Los continuos negociados a la
sombra del poder político, las coimas tan generalizadas o la complicidad en los mismos negocios dolosos de
funcionarios subalternos encargados precisamente de velar por la buena marcha de la administración, provocan
verdadera indignación, por la forma cínica e irresponsable en que se llevan las cosas” (Editorial Prensa Libre
No.... 30/12/1960).
346
transformaron las ferias tradicionales en campamentos de ofertantes irregulares de
todo tipo de mercaderías imaginables.
Pero no sólo los "cuperos" y los contrabandistas fueron los responsables de esta
transformación, sino también los "rescatiris" que febrilmente se dedicaron a
“rescatar” productos agrícolas y pecuarios y, para ello desarrollaron mecanismos
que exacerbaron los términos desiguales del intercambio entre campo y ciudad,
para a su vez, intensificar la apropiación de mayores niveles de excedentes
económicos generados por el sector agrícola, como vinos anteriormente en el
Capítulo III. Así, favorecidos por esta atmósfera de especulación generalizada, los
esfuerzos por controlar los precios de comercialización de hortalizas, tubérculos y
cereales provenientes de los valles y tierras altas, fueron completamente estériles.
206 Una detallada descripción de los mercados en la ciudad de Cochabamba se puede encontrar en
Lavayen (2020)
347
"Un 20% de ellos, constituido por campesinos de las comarcas vecinas.
Instalan sus puestos de venta en galpones, en toldos o sobre el suelo al aire
libre. La Feria se asienta sobre una superficie aproximada de 2 Ha. dada la
enorme afluencia de compradores y vendedores, se plantean serios
problemas de circulación. El congestionamiento es enorme.” (ANAYA, Obra
cit.: 95).
Una crónica de 1955 ofrecía este detalle que enriquecía la anterior apreciación:
“Desde los más rústicos trabajos de alfarería, hasta el más fino acabado de
porcelana, desde una tuerca enmohecida hasta un martillo de reciente
importación, se expusieron a la venta durante la tradicional Feria de
Caracota. En aquel centro de febril actividad comercial, se pueden adquirir
todos los productos de manufactura nacional y la más variada gama de
artículos de ultramar (...) Lo más atrayente -de la "Cancha"207, señalaba el
articulista- es la exposición completa de todas las mercancías y productos
que pueda imaginarse. La calle Guatemala en una extensión de 300 metros
esta surtida de puestos de venta de cambalacheras que ofrecen a los ávidos
ojos de los curiosos desde ropa en desuso o tornillos enmohecidos hasta
herramientas flamantes (...) Desde la calle Calama, la Avenida San Martín
presenta en hilera numerosos puestos de venta de artículos de ultramar.
Acaso parezca increíble que lo que no se puede conseguir en el comercio
importador a ningún precio, le ofrecen en "La Cancha". Té a granel de varias
marcas a Bs. 10.000 el kilo (unos 3.5 dólares), avena, leche, conservas, y
todo lo concerniente a abarrotes, productos químicos, farmacéuticos y
derivados, incluso biberones que fueron últimamente importados.” (El Pueblo
Nº 752, 18/08/55)
Es difícil establecer el monto de las transacciones que tenían lugar en un día de
Feria. En la monografía de Anaya se sugiere que esta cifra, en 1957, ascendía a
Bs. 200 millones (unos 25.800 dólares), que representaba un movimiento anual de
20.800 millones de bolivianos (unos 2.683.870 $US.) equivalentes a un 18.5% de
las ventas registradas por el comercio legalmente establecido (obra Cit. 95). En
contraste con este punto de vista, la opinión de Guillermo Aldunate 208, el imponente
Jefe de Mercados, es que en un día de feria en 1955, este monto de transacciones
ascendía a 600 millones de bolivianos (unos 200.000 $US.!). (El Pueblo No. cit.).
Evidentemente, si consideramos que la estimación de 1957 era muy conservadora,
la de 1955 podría resultar francamente exagerada. Sin embargo, este pujante
comercio no presentaba altibajos de esta naturaleza. Tal vez un promedio más
207 La palabra "Cancha" era empleada para designar los patios o corrales amplios y cercados con muros de
adobe, que servían para las transacciones comerciales desde tiempos remotos. Contemporáneamente se pasó a
designar así cualquier espacio abierto donde tenía lugar una actividad ferial.
208 Este fue un personaje casi legendario, que imponía su respeto y el temor a la autoridad, tan mermada en
aquellos tiempos. Ejerció su cargo por varias décadas.
348
prudente, sería estimar que la Feria movilizaba diariamente montos superiores a los
50.000 dólares, y en algún caso, próximos al doble de esta cifra, la misma que no
sólo representaba un importante porcentaje del volumen de ventas del comercio
legal, sino que era equivalente a este o incluso superior209.
Una descripción del mercado de la Plaza Calatayud de 1940, al margen del volumen
de transacciones monetarias que allí se desarrollaban, nos mostraba la faceta de su
enorme vitalidad social y cultural que no se modificaron en la década de los años
1950 y, en parte, hasta la actualidad:
Esta aguda descripción saca a luz algo más palpable que las frías cifras del
movimiento comercial: Caracota o el Mercado Calatayud operaba como una suerte
de “casa del jabonero” donde todos, khochalas o extranjeros, concurrían por angas o
mangas, ya sea para experimentar la pequeña satisfacción de comprar más barato o
por simple hábito. La búsqueda de oportunidades y el regateo con las cateras o
caseritas era parte del habitus cochabambino y una parte esencial de un buen
209 Si se asumiera a título de simple comparación, sin mayores pretensiones, que el promedio de ventas
alcanzaba semanalmente la cifra de 50.000 dólares, es decir unos 2.400.000 $US. anuales y lo comparamos con
los 8.760 millones de Bs. anuales (unos 2.737.500 $Us.) que alcanzaron las ventas del comercio mayorista en
1956 (El Pueblo Nº 859, 1/01/56), podemos percibir que el comercio de la Cancha no era nada desdeñable.
349
manejo de la economía doméstica210. A este respecto se hace la siguiente y valiosa
precisión:
No cabe duda que las viejas ferias de arrenderos y piqueros habían quedado atrás,
pero había permanecido "La Cancha" como un símbolo andino que había sido
adoptado por el espíritu pragmático de los mestizos, que si bien eran antiguos
210 Una crónica con agudo sentido de la ironía, describía muy bien, a fines de la década de 1930 pero
totalmente actual para dos décadas más tarde, el siguiente escenario: “Caracota tiene pinta de un
barrio oriental, sólo faltan los encantadores de serpientes. Aquí hacen su ‘agosto’ los comerciantes los
sábados y los miércoles desde los tiempos de antaño. Tiene policromía de locotos verdes y rojos, de lechugas
y zanahorias. Huele a chorizos paisanos por sus cuatro costados Hay tómbola, agua de orejones, maní. Aquí
se venden zapatos impares. Sin embargo, es también la plaza del agio, de la compra-venta en gran escala, la
plaza de las cotizaciones, la plaza de los sombreros de chola y de la sombrilla decente. Es la plaza de la
economía y de la riqueza” (Álbum Veloz de Cochabamba, El País 14/09/ 1939).
350
protagonistas del escenario ferial, ahora reforzaban su vigencia en calidad de
actores principales. Se adoptó la organización espacial del intercambio nativo y se la
"urbanizó", pero al mismo tiempo ese mismo pragmatismo comenzó a erradicar lo
superfluo y a apropiarse de aquello que se juzgaba útil, no ya para la finalidad del
viejo trueque, sino para el funcionamiento adecuado de una original economía de
mercado, donde la paulatina erradicación del toldo campesino (o llantucha) y la
galponización de los ámbitos comerciales211, así como la sustitución del tocuyo y la
bayeta para preservar las mercancías, por plásticos y polietilenos, si bien cambió
formalmente el espectáculo, no modificó su esencia y su despliegue, pues el
resultado no fue un intento de "modernizar" el mercado, y ni siquiera de cubrirlo de
ropajes que tuvieran esa intencionalidad: las grises calaminas, las arcaicas
"casetas", las toscas estructuras metálicas, los callejones ófricos cubiertos de
infinidad de vestimentas y telas a manera de curiosas banderas multicolores, no
buscaban un efecto estético, sino apenas soluciones de emergencia, soluciones
prácticas a que apelaban los nuevos estratos emergentes -rescatiris, cuperos,
contrabandistas, etc.- para consolidar algo que en su inicio apenas fue un frágil
"mercado negro" o paralelo, en medio del torbellino de la crisis, para articularlo al
viejo modelo ferial, del que toman el concepto pero no la forma, introduciendo
nuevos componentes que establecen un caos formal y hasta chocante por su
aparente irracionalidad, pero que en esencia posee el orden exacto que requería y
aún requiere el funcionamiento de este comercio, formalmente "popular" pero
fuertemente regido por las leyes de la economía mercantil capitalista.
352
tempranas horas de la mañana, se oyen los gritos de "Chinawata",
"Chinawata", lugar que hasta hace poco era conocido como ‘la capital de la
cocaína en Bolivia’. También en las inmediaciones se hallan las paradas de
los transportistas de Colomi, Punata, Valle Alto, Santa Cruz, etc. (...) En el
sector de los comerciantes que se dedican a vender artefactos eléctricos, las
vendedoras tienen que estar ‘ojo al charque’, porque al menor descuido
ágiles manos hacen desaparecer lo que está a la vista. Entre las que venden
ropa sucede otro tanto (...) Cuando la noche asoma por sobre los tejados de
las casonas y edificios que rodean La Cancha, la actividad va decreciendo.
Mientras el bullicio va amainando y poco a poco La Cancha se va vaciando
de gente, en las esquinas de la estación de ferrocarriles y de la calle Punata
y San Martín, se instalan otras mujeres, que durante el transcurso de la
noche, hasta las primeras horas de la madrugada, venden a los
noctámbulos sándwiches de carne, de salchichas y de huevo. A partir de las
diez de la noche, entre las casetas de la Punata, hacen acto de presencia,
por enésima vez, las infaltables vendedoras de tragos (Víctor Hugo Viscarra:
Radiografía de la Cancha, Facetas de Los Tiempos, 14/09/1986).
Este extraordinario relato, es una suerte de tomografía de los complejos mecanismos
que vinculan la economía campesina, la economía mercantil e incluso la empresa
comercial necesitada de estos escenarios de comercio. Aquí se oferta y se compra
de todo, ningún cachivache es despreciable, todo se monetiza y se dilapida, incluso
las ilusiones y la impresión de que la miseria de hoy es pasajera y que la oportunidad
esta a la vuelta de la esquina, se abonan con buenos cascos de chicha. El campo y
la ciudad se dan la mano, pero no en condición de iguales. Revestido con vistosos
oropeles y regado con la buena, no deja de operar con la frialdad del metálico
circulante, la incansable obsesión por apoderarse del mayor retazo de plus valor que
traen consigo, o a través de intermediarios, los productores del campo.
Con posterioridad a los decretos de Estabilización Monetaria promulgados por el
gobierno de Hernán Siles Zuazo en diciembre de 1956, en que fue suprimido el
sistema de divisas diferenciales, e implantado el cambio único, eliminando a su vez
el sistema de abastecimiento por cupos y promoviendo, en su lugar, el libre cambio;
el comercio ferial fue acentuando las características anteriormente descritas: Si bien
el negocio de cupos y divisas cesó, este había sido lo suficientemente amplio y
lucrativo como para permitir un nivel de acumulación de capital mercantil que fue
volcado hacia el contrabando, que se fue generalizando en términos aún más
intensivos.
354
distorsionada del problema, o sencillamente lo ignoren.” (El Mundo Nº 113,
26/11/59).
Este era el tipo de reflexión que ponía el dedo en la llaga y aludía directamente a
importantes personajes del partido gobernante. Sin duda, el grueso del pequeño
comerciantado operaba en términos de intermediarios de grande "importadores",
que en muchos casos ni siquiera radicaban en Cochabamba, sino en los centros
distribuidores como Santa Cruz, Oruro y La Paz212. Esta versatilidad y racionalidad
en la asignación y diferenciación de los roles que desempeñaba cada agente
económico, permitió simultáneamente la expansión de una amplia y democrática
base de pequeños y medianos intermediarios, que ejercitaban desde modestas
transacciones de centavos hasta significativas operaciones con márgenes de
utilidad aceptables; y la concentración en el vértice superior de esta estructura
comercial, de una pequeña élite de "peces gordos", los grandes mayoristas que
practicaban masivas operaciones de internación ilícita de mercaderías de todo tipo.
Por ello, no resultaba casual que esta actividad, una vez suprimidos los suculentos
negocios de cupos y divisas, en lugar de sufrir una contracción, pareciera florecer en
medio de la aparente adversidad. Una descripción de la Cancha en 1957, ponía en
evidencia lo siguiente:
212 Este fenómeno hizo que el volumen de viajeros comerciantes a los distritos citados se intensificara
enormemente a mediados de los años 1950 y popularizara el transporte por "flotas" o buses, que encontraron así
usuarios seguros y permanentes.
355
Ahora nadie pugna por adquirir ningún artículo. Al contrario, las vendedoras
de la Cancha prácticamente ruegan a las amas de casa para que lleven sus
productos, y estas, con ese agudo sentido que tienen de la economía
familiar, recorren previamente los diferentes puestos para consultar precios y
calidad del artículo que desean comprar.” (El Pueblo Nº 1146, 21/01/57).
Curiosa situación de expansión de la oferta comercial, en un momento en que, como
emergencia de los ajustes económicos, el dólar oficial era catapultado de 190 Bs. a
7.750, con la consiguiente drástica elevación de precios de todos los artículos de
consumo, que como es de rigor, un modestísimo incremento salarial no podía
contrarrestar. A lo anterior se sumó el cierre de muchas empresas o drásticas
reducciones de personal, es decir, una marcada contracción de la oferta de trabajo
urbano asalariado y, en general, una tendencia depresiva que reducía
significativamente el volumen de demandantes.
Si consideramos que los actos económicos, por principio no son irreflexivos y, todos
ellos, poseen una fría lógica, las respuestas que aquí caben al fenómeno anotado
no son muy abundantes ni necesariamente muy complejas: en primer lugar, el
comportamiento de los ofertantes, no era una respuesta mecánica y equívoca a una
coyuntura mal analizada, sino, tenía el ingrediente de un estímulo político digitado
desde la propia esfera estatal.
En segundo lugar -clarificando lo anterior-, el MNR que se había hecho del poder
gracias a la radicalización de las clases medias, y a los obreros y campesinos
ganados por su prédica, no había logrado un nivel de desarrollo económico y de
oferta de empleos suficiente para satisfacer a las expectativas de su base de
militantes; la politización extrema del aparato estatal y otras alternativas como "la
marcha al Oriente" para colonizar nuevas tierras, no fueron eficaces. Luego en
medio del torbellino de la crisis emergió la cuestión de los racionamientos y los
consiguientes negociados de cupos y divisas que se tejieron en torno a ellos: pronto
ganó carta de ciudadanía una capa de negociantes fieles al partido oficial, y que
además estimulaban el comercio popular y el trabajo "por cuenta propia" que
aparecía como una fórmula ideal para un Estado y una estructura política cuya
estabilidad dependía de una base social amplia y sólida, pero a la cual no podía
ofertar casi nada.
356
gremiales, encuadrados orgánicamente en las estructuras partidarias oficialistas,
enfrentadas en desgastantes conflictos con las autoridades municipales y las
jerarquías estatales más elevadas, que además también estaban representadas por
meritorios militantes del MNR. En consecuencia la expansión del comercio callejero
y el desborde de la actividad comercial de la Plaza Calatayud no implicaban otra
cosa que el buen funcionamiento de una estrategia de relocalización de empleos y
el mantenimiento bajo control, de una base social, que en casos como el de
Cochabamba, resultaba eficaz para oxigenar el cada vez más impopular gobierno
de Siles Zuazo213.
213 A este respecto, una carta abierta de los comerciantes de Cochabamba al Presidente Siles señalaba: "No
escapa a su conocimiento el hecho de que desde principios de este año, se ha presentado en Bolivia en forma
perfectamente organizada, un ejército de contrabandistas, que en los hechos actúan libremente, ante la fría
contemplación de las autoridades encargadas de su represión. Sin embargo de que este comercio clandestino
lleva el respaldo popular -especialmente en estos momentos de crisis en que vive el país, puesto que el
consumidor recibe el beneficio de los ‘precios más baratos’- es un factor completamente negativo para la
economía de nuestro pueblo. (El Pueblo Nº 1386, 2186, 23/XI/57). En 1959 un articulista era más explícito
cuando sostenía: "se hace patente reorganizar las aduanas, el servicio diplomático y las policías aduaneras,
triángulo de la triquiñuela contrabandista.” (El Mundo Nº 119, 3/12/59).
357
municipales en los años 1960 y posteriores, cuando se hacía referencia a la
problemática de los mercados.
Todavía existe una nebulosa en torno a la estructura interna de este denso mundillo
de informalidad urbana. No resulta suficiente considerar el ascendente volumen
numérico de los operadores de este comercio ni caracterizar con gruesos brochazos
las formas pragmáticas de adhesión al modelo ferial andino de estos nuevos
operadores. Es menester introducirnos al interior de esta estructura para entender
como este reino de intermediarios es capaz de desafiar el ordenamiento institucional
del comercio, capear las regulaciones estatales y municipales y construir unas
sólidas fundaciones para hacer viable su existencia hasta nuestros días.
A diferencia de las ferias de las décadas anteriores a los años mencionados, que
eran esencialmente de productos agrícolas y pecuarios, a los que se sumaban en
volúmenes relativamente menores, productos artesanales (cerámicas, tejidos de la
tierra y otros); las ferias de Cochabamba (Mercado Calatayud y luego La Pampa),
Quillacollo, Cliza, luego Punata y otras menores, formando constelaciones de astros
y satélites como sugieren Calderón y Rivera (1984) a partir de la década de los años
1950, fueron perdiendo su carácter exclusivamente campesino y se diversificaron
con la incursión de una variopinta pléyade de comerciantes mestizos que fueron
convirtiendo estos escenarios en verdaderos bazares persas.
215 Para esta aproximación utilizaremos unas pocas fuentes bibliográficas disponibles que trazan un
panorama consistente de los que era el mercado ferial de La Cancha y aledaños. Nos referimos al Informe
Final de la Consultora CONSBOL que realizo el proyecto de Mercado Central y de Ferias en 1978, el valioso
aporte de Calderón y Rivera (1984) y el trabajo de Solares (1987).
359
distancia al lugar de consumo, son los que gravitan sobre el costo y
permiten la articulación ventajosa o no, a los mecanismos de oferta y
demanda mencionados. El plus valor resultante pasa a ser crecientemente
controlado por los comerciantes ‘mayoristas’ -grandes rescatistas, grandes
contrabandistas y monopolistas del transporte- que actúan como agentes
capitalistas que transfieren este excedente del campo a los grandes centros
urbanos” (Solares. 1987)216
Para responder a esta delicada cuestión que se relaciona con la raíz estructural del
fenómeno que analizamos, la hipótesis que podemos enarbolar, se relaciona con la
fractura del viejo orden gamonal de castas, apellidos y privilegios de origen colonial
que analizamos en el Capítulo I, y que es sustituido después de 1953, por una
estructura social aparentemente más laxa y abierta, más porosa y permisible al
ascenso social. A través de la dinámica de los hechos analizados en el capítulo III,
emergen poderosas dirigencias campesinas, transportistas convertidos en eximios
“rescatiris”, multitud de aventajados acaparadores de divisas baratas y hábiles
“cuperos” que negociaban con la escasez de alimentos que caracterizaron los
primeros años de la Revolución Nacional.
De esta manera, las ferias se diversifican para dar oportunidad a estos nuevos
actores, que ante la profundidad del estancamiento económico de la región, a pesar
de notables esfuerzos puntuales, no logra a lo largo de más de medio siglo,
desarrollar un nivel decoroso de desarrollo industrial que brindara opciones
diferentes a las emergentes clases medias; las mismas que no encuentran otra
opción, que convertirse en comerciantes feriales, desarrollando al interior de ellas,
sus propias lógicas organizativas, como veremos a continuación.
Las grandes ferias vallunas, pero sobre todo la que se estructura en los años 1950,
en el antiguo Mercado de Caracota (Plaza Calatayud), y luego, dado el enorme caos
que produce el desborde de la creciente concurrencia de comerciantes y usuarios,
es desplazada al sector genéricamente conocido como La Cancha, que
posteriormente se desdoblará es distintos escenarios de comercio más
especializado como La Pampa, el Mercado La Paz o Miamicito, las plazas de San
Antonio y Fidel Aranibar y muchas calles aledañas; generan una estructura
organizativa espontánea diferenciada por rubros. En todo caso, esta creciente
multiplicación de comerciantes que ofertan productos de la canasta familiar, pero
además infinidad de productos textiles, calzados, utensilios de cocina y un sin fin de
todo tipo de artículos, terminan convirtiendo la feria tradicional en un gran bazar
donde se pueden distinguir cuatro grandes sectores: un sector tradicional de
productos agrícolas y pecuarios, otro de comercio de productos artesanales, a los
que se añade, un sector de productos manufacturados, generalmente de
procedencia extranjera y un sector de servicios varios, más dirigido a servir a las
necesidades de los comerciantes.
361
estrictamente particulares, que tienen que ver con cuestiones como su ventajoso
emplazamiento, la aversión a la vecindad de una competencia sobre el mismo rubro
comercial que oferta, la funcionalidad del espacio comercial para atraer una clientela
segura, la renovación periódica de su oferta según la temporada, etc. Su manto
social de protección contra las arbitrariedades estatales o municipales es la Cámara
de Comercio y cuando es necesario, el concurso de prestigiosos abogados que
defiendan sus sagrados derechos constitucionales. Gradualmente, y con mucha
posterioridad a la década de los años 1950, este comercio adoptó otras
modalidades bajo otras lógicas, como la galería comercial, el mall, los súper
mercados, etc., pero esto forma parte de otra historia muy distinta a la que nos
ocupa.
362
por grandes rubros, dando paso a las federaciones de comerciantes minoristas o
federaciones gremiales, que fueron capaces de defenestrar o poner en vilo a más
de una autoridad municipal.
363
social extremadamente complejo y dominado por multitud de economías familiares
protagonizadas por familias extensas y redes familiares que despliegan
innumerables habilidades para combinar sus actividades de feriantes con otras
alternativa laborales complementarias o diferenciadas. Al respecto anotaban
Calderón y Rivera:
“Todo lo anterior nos conduce a concluir que el mercado feria, lejos de ser
un lugar de libre competencia con igualdad de oportunidades, es un
escenario donde concurren intereses bien estructurados para apropiarse del
excedente agrícola. Es más, se puede inferir que la rigidez de este mercado
emerge del manipuleo de los sistemas de mercadeo, donde la búsqueda
del margen de utilidad para reproducir el capital mercantil, es el espíritu que
guía y define el carácter de la producción agrícola y el que fija el techo o
nivel de la reproductividad social” (Solares, 1989:33)
Respecto al sector de productos agrícolas y pecuarios, sin duda se trata del más
complejo e intrincado de todos, puesto que cada conjunto de rubros como las
hortalizas se desdobla en muchas particularidades, ocurriendo otro tanto con los
tubérculos, las frutas, las carnes, etc. No obstante, es posible distinguir rasgos de
una jerarquía social que es relativamente común a todos ellos.
219 Generalmente los comerciantes ambulantes adquieren pequeñas cantidades de los productos que
expenden los intermediarios, quienes suelen ofertarles los saldos y residuos que no pudieron comercializar.
Luego, los ambulantes, para adquirir sus productos deben esperar a que concluyan primero los minoristas de
puestos fijos.
366
varones, entre tanto, contribuyen colateralmente a la economía de la familia con
labores alternativas: albañiles, transportistas, garzones, artesanos, empleados
públicos de baja jerarquía, etc., siendo su aporte, un complemento al ingreso
principal de la familia, pero en general por debajo del que logra su pareja. Algunas
familias, como señalan Calderón y Rivera, suelen poseer pequeñas parcelas en el
Valle Alto y otras regiones, lo que les permite captar utilidades mayores en la venta
de los productos que comercializan, pero siempre limitadas al volumen de
producción que pueden obtener y que ciertamente no compite con las operaciones
de los mayoristas.
Como se puede percibir, La Cancha tenía (sin duda, aún los tiene) actores invisibles
y visibles. Los primeros, los grandes intermediarios y rescatadores de importantes
volúmenes de productos agrícolas y pecuarios, pero además, los grandes
“importadores” de, igualmente grandes volúmenes de mercancías manufacturadas
provenientes de diversos países industriales y que ingresaban a Cochabamba por
dos vías fundamentales: el gran polo distribuidor de Oruro para las mercancías que
arribaban por los puertos del Pacífico, y el polo no menos importante de Santa Cruz
para las manufacturas que ingresaban desde Brasil y la Argentina. Los segundos,
miles de familias que vivían confiando en la destreza de las cholas-comerciantes,
que desde el centro operativo de sus puestos fijos desplegaban innumerables
destrezas y recursos para asegurar, no solo el pan de cada día, sino márgenes de
utilidades suficientes para asegurar con holgura la reproducción de la fuerza de
trabajo de ellas y de sus extensas familias. Al respecto, Calderón y Rivera (1984)
sugieren lo siguiente:
369
parcelas. Por otra, que, que la debilidad del sector capitalista moderno permite que
La Cancha se convierta en un gran escenario de comercialización de productos que
se relacionan directamente con la reproducción social del conjunto urbano, sin que
la poca competitiva industria local pueda desempeñar ningún rol relevante. Como
señalan una vez más los autores citados:
A partir de todo lo analizado hasta ahora, es posible arrojar luces sobre el significado
estructural que representa La Cancha. Podríamos afirmar, que este imponente
fenómeno ferial y el amplio sistema del que forma parte, son criaturas que se
fortalecieron y cobraron inusitado vigor con la Reforma Agraria. La distribución de
parcelas a los excolonos y la consiguiente minifundización del agro cochabambino
acompañada de una actitud estatal satisfecha con esta acción y sin ninguna otra
iniciativa que complementara la distribución de las tierras de hacienda con
incentivos para generar el desarrollo rural, encontraron su perfecto complemento
con similar comportamiento de las elites empresariales locales, sobre todo las del
sector industrial, que ignoraron la alternativa de articular la expansión del sector
propiciando el desarrollo de las fuerzas productivas del agro cochabambino, y de
paso, haciendo viable el viejo sueño de modernizar el aparato productivo
departamental.
A falta de esta visión programática, lo único que se les ocurrió a las elites locales fue
medrar de las dádivas estatales en materia de divisas norteamericanas, porque
curiosamente, diríamos casi contra natura, estos potenciales capitanes de un
despegue industrial factible en la década de 1950, salvo contadas excepciones,
apostaron por el atesoramiento de un capital especulativo orientado a hacer crecer
el sector terciario de la economía.
En consecuencia, ante el vacío creado por la omisión estatal para hacer arrancar un
desarrollo agroindustrial, como el que se impulsó en Santa Cruz y la ausencia de
iniciativas locales para resistir esta actitud irresponsable del Estado y propiciar
iniciativas que hicieran frente a los apetitos voraces de los intermediarios,
proporcionándole la opción al productor minifundista, de orientar parte de su
producción agrícola a un proceso de agregación de valor a través de la industria; la
única salida posible fue la expansión del sistema ferial, con todas las consecuencias
que hemos analizado a lo largo de estas páginas.
370
Como quiera que esta alternativa no sucedió, para el caso de la ciudad de
Cochabamba, el otrora motor de su desarrollo urbano, es decir la economía de la
chicha, dejo de ser la única fuente que alimentaba sus expectativas modernizantes,
y esta pasó a ser reforzada por la apropiación extensa del excedente agrícola,
donde incluso, en la segunda mitad del siglo XX, mercancías singulares como la
cocaína no fueron ajenas a este proceso. (Solares, 1987) En suma, el irresistible
despegue del reino de los intermediarios tuvo esta raíz estructural. La Pampa, más
allá de todas las connotaciones anotadas, expresa la dimensión de una relación
campo-ciudad anómala, ante la incapacidad de las elites emergentes locales, de
materializar la armonía posible entre desarrollo industrial y desarrollo rural.
371
Reflexiones finales
372
bocas inútiles en que se convirtieron las multitudes de yanaconas y hacerles pagar
el arriendo en circulante, para así mantener, por lo menos en parte, su dignidad de
patrones necesitados de continuar con su vida ostentosa.
Este antecedente, echó raíces profundas en la región y su sombra gravitó sobre los
valles y otras latitudes del departamento a lo largo del siglo XIX e incluso primera
mitad del XX. La economía hacendal en tiempos republicanos transcurrió con
marcados altibajos caracterizados por periodos más o menos prolongados, donde
solo la alternativa del arriendo permitía acceder al circulante y periodos cortos, que
coincidían con las sequías periódicas, cuando las tierras de secano de los arriendos
bajaban su producción y daban vía libre a la incursión del producto agrícola
hacendal privilegiado por riego, a los mercados feriales de la ciudad y los valles.
A mediados del Siglo XX, las haciendas cochabambinas, salvo muy escasas
excepciones, eran empresas estancadas y poco rentables. Los colonos eran
empleados crecientemente en tareas de servidumbre y solo en forma espaciada, y
hasta marginal, en labores agrícolas. El Censo Agrícola de 1950 revelaba que la
producción agrícola de los latifundios era realmente mínima, que el uso de sus
tierras en labores agrícolas estaba por debajo del nivel modesto de la producción
parcelaria y que, en general, la producción de alimentos para la ciudad e incluso las
minas y otras regiones, reposaba mayoritariamente sobre la fuerza de trabajo de los
arrenderos y los piqueros.
Este fue el estado de convulsión que obligó al indeciso MNR a dictar el decreto de
Reforma Agraria en Agosto de 1953. Sin embargo, las viejas reivindicaciones del
agro habían cambiado de tono. Desde fines de los años 1940 e inicios de los 50,
dichas reivindicaciones ya no se dirigían a exigir la restitución de las tierras de los
ayllus que habían sido usurpadas por los terratenientes, merced a disposiciones
legales fraudulentas, y a exigir al Estado, que sin subterfugios, reconociera la
propiedad colectiva de la tierra. Ahora, la lucha había tomado rasgos más cercanos
a la ideología liberal de la propiedad privada de la tierra. Los colonos de hacienda
deseaban alcanzar el estatus de sus semejantes piqueros o pegujaleros que habían
comprado pequeñas parcelas con mucha anterioridad a los años 50; por su parte,
373
los arrenderos demandaban la propiedad de las tierras de arriendo, también en
términos de propiedad individual. El lema “la tierra es de quien la trabaja” sintetizaba
muy bien esta postura, totalmente alejada de las luchas de los ayllus del altiplano
por el respeto a las tierras de comunidad.
Es cierto que esta postura en los valles, tiene una larga raíz histórica vinculada al
retroceso de los ayllus de las tierras cerealeras y su refugio en las serranías
vinculadas con el mundo aymara, pero también no es menos ciertos, que los ayllus
sobrevivientes tuvieron escaso protagonismo en las luchas pre Reforma Agraria.
Sus intereses de protección de las formas ancestrales de organización social y de
restituir las tierras de comunidad usurpadas por el latifundio, no coincidían con los
interese que enarbolaban los arrenderos, piqueros y colonos sindicalizados en pro
de la parcela propia.
374
finales. Ambos factores serán determinantes para, por una parte, mantener sumisos
a los ex colonos en su relación subalterna con la economía de mercado, cuyos
secretos y giros les son totalmente desconocidos; y por otra, la permisibilidad de
estos ex-colonos para ser expropiados del excedente agrícola que producen, por
agentes ajenos al proceso productivo, pero que ejercen el dominio político y social
sobre los escenarios de mercado. Ambas circunstancias sellaran su suerte de
productores pobres, incluso hasta nuestros días.
El saldo de todo este proceso, es que esta nueva transformación del agro que
impulsa la Reforma Agraria no modifica las formas tradicionales de producción, ni
modifica en forma significativa las condiciones de vida del campesino parcelario. Sin
embargo, se convierte en un factor determinante para impulsar la terciarización de la
economía departamental y estimular la emergencia del reino de intermediarios en
que se convierten las antiguas ferias campesinas y la propia ciudad de
Cochabamba.
Más de un lector, se preguntará entonces, por qué se aplicó una Reforma Agraria
que no garantizaba el desarrollo y la modernización del agro. La cuestión, no pasa
por una visión deficiente de los proyectistas de la reforma, sino por una
intencionalidad del Estado de aplicar la reforma, apenas como un distribuidor de
tierras en los territorios dominados por el latifundio en el altiplano y sobre todo en los
valles, a la inversa, de la actitud asumida en los llanos amazónicos, donde las
grandes propiedades permanecen intocadas. Esta aparente contradicción, tiene que
ver con los roles que define el Estado de 1952 para cada una de las regiones del
375
país. En concreto, los planes de desarrollo aplicados a lo largo de los 12 años de
Revolución Nacional, estimulan el desarrollo de dos polos de crecimiento: la minería
nacionalizada en Occidente y la agroindustria en Oriente. Cochabamba, es apenas
un espacio geográfico central, una suerte de puente entre estos dos polos. Es decir,
el consiguiente “eje de desarrollo” apenas favorece a sus extremos, y deja al centro
en una suerte de irrelevancia periférica.
376
La ciudad y su proceso urbano, en forma más nítida que las confusas disputas de
las dirigencias agrarias por controlar las ferias y administrar el impuesto a la chicha,
ponía en evidencia el rumbo que tomaban las políticas del MNR respecto a los
distintos temas que preocupaban a la ciudadanía y en particular, a las masas de
Abril que todavía tenían viva la ilusión de ser favorecida por el nuevo régimen y ver
colmadas, por lo menos en parte, sus viejas reivindicaciones de salario justo,
vivienda propia y acceso adecuado a los servicios básicos.
El gobierno del MNR, ante el riesgo de perder el control sobre la delicada cuestión
de la defensa de la propiedad privada de la tierra, dictó la Ley de Reforma Urbana
que desató una suerte de pandemonio de reivindicaciones y exigencias,
acompañado de una febril sindicalización de las clases medias urbanas para
adjudicarse un lote, lo mejor ubicado posible. Las tierras afectadas por la reforma se
tradujeron en una oferta de miles de hectáreas, suficientes para resolver el tema del
lote y la vivienda propia. Sin embargo, todo este proceso de demanda, adjudicación
y compra de los terrenos afectados, a cargo de infinidad de sindicatos, se impregnó
de manejos corruptos y de maniobras clientelares por parte del MNR. Al mismo
tiempo, los esfuerzos estatales para ofertar viviendas de interés social resultaron
insignificantes para hacer frente al déficit habitacional.
Pronto quedó en evidencia que la oferta de tierras afectadas por la reforma se fue
agotando. Pero, lo más significativo fue que el tono de las demandas, sobre todo de
los sectores populares de la zona Sud, se fue modificando, al vincular la relación
complicada de vivienda-trabajo a sus aspiraciones, es decir, la reivindicación de
acceder a una casa propia en las vecindades de La Cancha. Como no existían
terrenos expropiables que cumplieran esta virtud, la cuestión se orientó,
aprovechando la falta de tino del Municipio (enredarse en la oferta de un mercado
de ferias y un parque urbano) para desatar un conflicto que rápidamente tomó las
características de un movimiento social-urbano, que terminó urbanizando áreas
verdes municipales (las colinas de Cerro Verde y San Miguel), introduciendo
377
además prácticas de autoconstrucción de barrios populares y masificando la
autoconstrucción de habitaciones en hilera (“medias aguas”).
La suerte de incautación del plan regulador que efectuó el MNR para gestionar la
cuestión urbana, desde la perspectiva de lo que podía o no podía tolerar, evito que
este instrumento pudiera ser reencausado y ajustado a la nueva realidad social de
Cochabamba que emergió con la Revolución de 1952. El impacto de la Reforma
Agraria sobre el ámbito urbano, rápidamente tomo la forma de significativos y
continuos torrentes migratorios campo-ciudad, las demandas para mejorar el
consumo colectivo (infraestructura básica) y ampliarlo a las nuevos barrios urbanos,
y finalmente, la expansión física de la ciudad más allá de lo previsto por el plan
regulador, pronto se tradujo en dos graves consecuencias que podrían haber sido
mejor encausadas: una aguda crisis urbana expresada en el deterioro de la calidad
de vida de los habitantes de la ciudad y un profundo desfase entre la limitada
capacidad técnica y financiera del Municipio para atender las necesidades urbanas,
y el creciente volumen de necesidades insatisfechas diversas (agua, alcantarillado,
desagües pluviales, gestión adecuada de los residuos sólidos, déficit de
equipamientos sociales, pavimentación, extensión de redes de energía eléctrica,
iluminación de vías públicas, etc.) que simplemente eran ignoradas.
378
los lineamientos de las políticas sociales del MNR, evitó que este instrumento fuera
debatido por los diversos actores urbanos, y que a través de ello, se fuera forjando
una necesaria relación armónica y constructiva entre planificación urbana y la
ciudadanía. La alternativa de un ejercicio de la planificación que orientara las
demandas sociales y proporcionara un contenido técnico a sus iniciativas,
seguramente hubiera evitado, que en la década de 1960, el plano regulador
terminara siendo perforado por los movimientos sociales y hasta violentado por el
propio Estado y por más de una autoridad edilicia. Al carecer, el citado instrumento
técnico de una base social necesaria, terminó convirtiéndose en un instrumento
represivo, inoperante y tempranamente obsoleto.
Estas son las circunstancias que favorecen el potenciamiento del carácter terciario
de la economía urbana. El empleo asalariado, afines de 1950 e inicios de los 60, era
francamente marginal, frente al volumen dominante de economías familiares y
trabajadores por cuenta propia. El porcentaje mayoritario de esta PEA, sobrevivía el
día a día, gracias a ese gran emporio comercial que era La Cancha, una suerte de
gigantesca esponja que absorbía a una enorme cantidad de demandantes de
trabajo, que de otra forma se hubieran convertido en una peligrosa fuente de
agitación social. En el recinto ferial era posible acumular fortuna, pero también,
sobrevivir inmerso en actividades económicas de pocos centavos diarios.
Aparentemente era un maravilloso lugar de oportunidades, pero en realidad, aquí
también regían, como pudimos observar, las diferenciaciones sociales, los clanes
familiares, las reglas sindicales y una jerarquía estricta de quienes mandan y
quienes obedecen.
379
con celo extremo.
No cabe duda, que La Cancha era el centro más dinámico de la economía urbana y
regional, en las décadas de 1950 y posteriores. No existía nada comparable a este
gigantesco mall de tintes populares y múltiples facetas. Ni siquiera, aglutinando a la
totalidad del comercio legal en un solo espacio imaginario, dicha aglomeración
hipotética podría echar alguna sombra a este enorme mercado, que ciertamente
excedía en proporción con relación a la la totalidad urbana. Veamos algunos datos a
este respecto, pero una vez más, ante la ausencia de información estadística
relativa a la época que nos ocupa, utilizaremos como indicadores que nos
proporcionen una idea aproximada de este fenómeno, los censos comerciales y
demográficos que se llevaron a cabo en décadas posteriores222.
381
IMÁGENES DE LOS TIEMPOS DE REVOLUCIÓN
NACIONAL EN COCHABAMBA
382
El estadio Félix Capriles en la década de 1960, Opinión,
22/04/2018
383
Vendedora de La Cancha, años 1960-70, Los
Tiempos, 03/06/2012
384
Feria campesina dominical en Quillacollo,
posiblemente en los años 1940,
https://centroturistico.wordpress.com/
385
La Plaza 14 de Septiembre hacia 1960,
www.gettyimages.es/fotos/cochabamba-
386
El presidente Victor Paz Estenssoro en una localidad
del Valle Alto, en los años 1950,
www.gettyimages.es/fotos/cochabamba-
387
Un colectivo o góndola en la calle Sucre, mediados
de los años 1950,
www.gettyimages.es/fotos/cochabamba-
388
Represa de la Angostura en los años 1950,
www.gettyimages.es/fotos/Cochabamba
389
Inauguración de la carretera Cochabamba-Santa
Cruz, The LIFE Picture Collection via Getty Images
390
Campesinos vitoreando a Victor Paz Estenssoro, The LIFE
Picture Collection via Getty Images
391
La Plaza 14 de Septiembre desde la esquina Sucre y
Esteban Arze,, hacia 1960, The LIFE Picture
Collection via Getty Images)
392
Milicias armadas campesinas del Valle Alto en 1953,
http://www.payer.de/bolivien2/bolivien0220.htm
393
Milicianos mineros desfilando en La Paz en 1953,
http://www.payer.de/bolivien2/bolivien0220.htm
394
Obras en la Plaza de San Antonio, 1956, Opinión,
14/09/2013
395
Una vista de La Pampa hacia 1965-70, fotografía del autor
396
Concentración en Ucureña en ocasión de la firma del decreto
de Reforma Agraria, 1953, Croni-K, Pasajes de nuestra
historia, Ministerio de Educación
397
Paz Estenssoro firma el decreto de Reforma Agraria en
Ucureña, 1953, Croni-K, Pasajes de nuestra historia, Ministerio
de Educación
398
La concentración de campesinos en Ucureña para presenciar
la firma del decreto de Reforma Agraria, 1953, Croni-K,
Pasajes de nuestra historia, Ministerio de Educación.
399
Ucureña: celebrando la firma del decreto de Reforma Agraria,
1953, Croni-K, Pasajes de nuestra historia, Ministerio de
Educación.
400
Índice de cuadros
Capítulo I
Cuadro Nº 1: Bolivia: distribución de la población por departamentos /1900-1950)
Cuadro N.º 2: Bolivia: Población urbano-rural por departamentos (1950)
Cuadro N.º 3: Departamento de Cochabamba: Población por grandes zonas
ecológicas (1900-1950)
Cuadro N.º 5: Departamento de Cochabamba; Población rural y urbana por
provincias en 1950
Cuadro N.º 6: Bolivia: Población de la capitales de departamento (1900-1950)
Cuadro N.º 7: Ciudad de Cochabamba: Población por ramas de actividad económica
y ocupación (1900-1950)
Cuadro N.º 8: Departamento de Cochabamba: Unidades censales según grado de
acceso a la tierra (1950)
Cuadro N.º 9: Departamento de Cochabamba: Distribución de unidades agrícolas
por provincias y zonas geográficas
Capítulo II
Cuadro N.º 10: Relación parcial de hechos y conflictos generados por las
movilizaciones campesinas de Mayo de 1952 a Agosto de 1953
Capítulo III
Capítulo IV
Cuadro N.º 17: Ciudad de Cochabamba: Terrenos afectados por la Reforma Urbana
401
sin demandantes sociales hasta 1956
Cuadro N.º 18: Ciudad de Cochabamba: Viviendas de interés social construidas o
en construcción por el INV entre 1956 y 1962
Cuadro N.º 19: Ciudad de Cochabamba: Tramitaciones de afectaciones de tierras
urbanas efectuadas por sindicatos pro-vivienda
Capitulo V
Capitulo VII
402
importancia de los montos unitarios requeridos por la empresas
industriales (1955)
Cuadro N.º 33: Ciudad de Cochabamba: Asignaciones de divisas superiores
20.000 dólares a empresas el sector industrial (1955)
Cuadro N.º 34: Bolivia: Número de establecimientos industriales por departamentos
(1956-1963)
Cuadro N.º 35: Bolivia: Valor de la producción (en $Bs), establecimientos
industriales por ramas y principales departamentos industriales
(1956-1963)
Cuadro N.º 36: Ciudad de Cochabamba: Número de industrias por grandes ramas
de producción (1959)
Cuadro N.º 37: Ciudad de Cochabamba: Características y problemática que
presentaban algunas empresas industriales en 1959
Cuadro N.º 38: Ciudad de Cochabamba: Empleo industrial por ramas de producción
(1956-1957)
Cuadro N.º 39: Ciudad de Cochabamba: Registro de empresas asociadas a la
Cámara de Industrias (1938-1963)
Cuadro N.º 40: Ciudad de Cochabamba: Establecimientos lecheros según promedio
de producción diaria
Cuadro N.º 41: Ciudad de Cochabamba: Relación de empresas industriales por su
pertenencia a empresarios nacionales y extranjeros y por los rangos de los
montos de divisas que percibían en 1955
Cuadro N.º 42: Ciudad de Cochabamba: Número de talleres artesanales por rubros
(1958)
Cuadro N.º 43: Ciudad de Cochabamba: Trabajadores por cuenta propia según
ramas de actividad económica
Capitulo VIII
403
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