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Candace Ayers Líder equipo oso

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Candace Ayers

Líder equipo
oso

Serie P.O.L.A.R. 0.5


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Candace Ayers Líder equipo oso

Nota a los lectores


Nuestras traducciones están hechas para quienes disfrutan del placer de
la lectura. Adoramos muchos autores pero lamentablemente no podemos
acceder a ellos porque no son traducidos en nuestro idioma.

No pretendemos ser o sustituir el original, ni desvalorizar el trabajo de los


autores, ni el de ninguna editorial. Apreciamos la creatividad y el tiempo
que les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y por eso queremos
que más personas las conozcan y disfruten de ellas.

Ningún colaborador del foro recibe una retribución por este libro más
que un Gracias y se prohíbe a todos los miembros el uso de este con fines
lucrativos.

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olor, la textura y la emoción de abrir un libro nuevo así que encomiamos
a todos a seguir comprando a esos autores que tanto amamos.

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podremos hacerte llegar muchos más.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
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Sinopsis
P.O.L.A.R. (Operaciones Secretas: Liga de Rescate del Ártico1) es un
grupo de trabajo especializado en operaciones secretas, una unidad
marina de osos polares cambiaformas. Parte de un ejército clandestino
mundial compuesto por los mejores cambiaformas, la base de P.O.L.A.R
es Siberia… hasta que el equipo cabrea a alguien y son reasignados a
Sunkissed Key, Florida y estos cambiaformas árticos se encuentran
rodeados de repente por sol, arena, chanclas y palmeras.

1 N. T.: Private Ops: League Arctic Rescue

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Capítulo Uno
Serge
—¿Sabéis cuántos culos he tenido que besar por vosotros chicos y
vuestras payasadas?

Me mantuve en posición firme como el resto de mi unidad


P.O.L.A.R., con los ojos clavados en la vena sobresaliente que bailaba en
la sien del Comandante Chernov mientras nos masticaba por un lado y
por el otro.

Chernov señaló con el dedo enojado a Maxim, nuestro experto en


informática.

—Como cuando hackeasteis la base de datos de la CIA y tuvimos


al gobierno estadounidense metiéndosenos en el culo con una lupa
durante meses. Eso fue tan agradable como cagar alambre de púas.

Me encogí ligeramente y me abstuve de comentar que, para ser


justos, la participación de Maxim nunca fue probada. Casi esperaba que
el propio Maxim interviniera a su favor. Afortunadamente, permaneció en
silencio, sin confirmar ni desmentir.

Chernov dirigió su indignación hacia Dmitry, nuestro asesino, a


continuación.

—Luego estaba el objetivo que, por alguna casualidad aleatoria, fue


destrozado tan salvajemente que se encontraron pedacitos de él
esparcidos por todo el campo durante kilómetros. Pasé cuatro
encantadoras semanas en reuniones con los Jefes sobre eso. Así es,
vuestro servidor se inclinó para que le dieran por el culo por vosotros,
cabezas huecas, hasta que la oficina principal finalmente llamó a sus
sabuesos a casa. —La mirada férrea de Dmitry permaneció fija hacia

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adelante. Ni siquiera se inmutó ante la reprimenda de Chernov—.


Afortunadamente, nadie siente simpatía por los pedófilos en serie.

Bajando por la fila, Chernov, ahora rojo como la remolacha, se


inclinó hasta que su cara estuvo a pocos centímetros de la Roman. Sabía
lo que se avecinaba, todos lo sabíamos. Roman era el Piloto de nuestro
equipo. Nunca se encontró con un avión que no pudiera dominar.

La saliva salía de las comisuras de la boca de Chernov con cada


palabra, sus rasgos se contorsionaban con rabia.

—Este último truco —un helicóptero Helix prestado sin permiso—,


chicos, tenéis la maldita suerte de no estar todos en la cárcel ahora
mismo. Si pudieran probarlo, lo estaríais. Sí, así es, idiotas, esa pequeña
travesura casi os lleva el culo a una década en el gulag del Norte.
¿Paseando en un avión de veinticinco millones de dólares? ¡¿En qué
demonios, imbéciles, estabais… Alexei, borra esa sonrisa tonta de tu cara
antes de que mi bota se meta tan adentro en tu culo que necesites una
retroexcavadora para sacarla… pensando?!

Mientras continuaba la reprimenda, consideré brevemente la


posibilidad de recordar a nuestro Oficial al mando que, aunque los
métodos de mi equipo P.O.L.A.R. eran poco convencionales en ocasiones,
y los chicos tenían tendencia a desdibujar las líneas de vez en cuando,
todavía no habíamos fracasado en ninguna misión asignada. Pero,
mientras mis ojos se concentraban en una gota de saliva que aún se
pegaba al labio inferior de nuestro comandante, decidí no argumentar
nuestro caso.

—El problema es que ninguno de vosotros, lamentables hijos de


puta, sois lo suficientemente sumisos como para seguir una orden
directa. Cada uno de vosotros es malditamente demasiado dominante
para su propio bien. —Chernov volvió a agitar los dedos, esta vez
paseando de un lado a otro frente a nosotros con el ceño fruncido—. Pero

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esto es todo. Estáis todos con dos strikes y en la parte baja de la novena.
Así que será mejor que escuchéis y escuchéis bien. Una metedura de pata
más, un strike más, y no solo estaréis fuera del campo de juego, sino
que…

Me aclaré la garganta. No me apetecía cortarle el rollo, pero sabía


por experiencia que lo mejor era no permitir que la ira de Chernov
siguiera escalando más allá de la fase carmesí del ceño fruncido.

—Puedo asegurarle, señor, que no habrá más desvíos del protocolo,


ni… eh… meteduras de pata. Me encargaré personalmente de que
nuestra próxima misión se lleve a cabo de forma rápida, eficiente y según
las normas.

El comandante Chernov me dirigió una larga y dura mirada antes


de dirigir su penetrante mirada a los ojos de cada uno de mis hombres,
uno por uno. Fue un buen espectáculo, y sospeché que el hecho de
haberles dado una buena bronca habría sacudido a la mayoría de los
agentes hasta la médula. Pero a mis hombres, no. No se dejaban
intimidar fácilmente. Lo cual era parte del problema.

Chernov tenía razón. Cada uno de ellos… de nosotros… tenía un


luchador dominante en su interior. A ninguno de nosotros se le daban
bien seguir las órdenes, lo que a veces hacía difícil mantener el control
como Alfa y líder del equipo, pero no sustituiría a ninguno de ellos.
Nuestras misiones eran peligrosas y altamente clasificadas, y a menudo
arriesgábamos nuestras vidas para completar nuestro objetivo. No había
nadie que prefiriera tener a mi lado en una situación de vida o muerte
que uno de mis chicos. Daría la vida por cualquiera de ellos, y ellos harían
lo mismo por mí, eso lo sabía inequívocamente.

No fue hasta que Chernov dejó de pasearse por fin que solté la
respiración que había estado conteniendo, agradecido de que ninguno de

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mis hombres hubiera soltado una broma o siquiera hubiera hablado, ni


siquiera Alexei.

—Si no fuerais los mejores operativos que tengo, os echaría a cada


uno de vosotros. —El Comandante cogió un expediente de su mesa y me
lo entregó de mala gana. Evidentemente, se trataba de nuestra próxima
misión. Extendí la mano para tomarlo, pero se mantuvo firme hasta que
me encontré con sus ojos—. Chirriantemente limpio y según las normas.
Lo digo en serio.

Cuando asentí, soltó el archivo y nos hizo un gesto para que nos
fuéramos.

—Retiraos.

Los seis salimos en silencio de su despacho, por el pasillo, y nos


adentramos en el aire fresco y gélido de principios de invierno siberiano.
Una vez fuera, los chicos se soltaron.

—Al menos no mencionó la vez que Maxim fue sorprendido en el


armario de suministros con las dos hijas gemelas del Almirante. —Alexei
se golpeó las rodillas.

Maxim sonrió.

—No creo que sepa nada de eso.

Mientras los otros chicos se reían y hacían bromas sobre nuestra


última de una larga lista de broncas, abrí el archivo del caso y escaneé
los detalles impresos.

—Tiene que estar bromeando —gemí, entregando el archivo a


Roman, quien escaneó el papeleo.

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—Entonces, ¿qué? ¿ahora somos conductores Uber


sobrecalificados? —Roman se lo pasó a Dmitry, que le echó un vistazo,
puso cara de asco y se lo pasó a Maxim.

Konstantin leyó por encima del hombro de Maxim.

—Más bien niñeras glorificadas.

Alexei puso los ojos en blanco.

—Esto es un castigo. ¿Esto es un castigo? Porque seguro que


parece un castigo.

Los chicos estaban tan ocupados lloriqueando como niñas que no


oyeron a Chernov acercarse por detrás hasta que ladró una risa aguda.

—Chico, no has visto el castigo. Si crees que esta tarea es mala,


jódela. Vamos, hazlo como siempre. Haz algunas de tus pequeñas
acrobacias. Vas a ver lo que es un castigo de verdad. —Una sonrisa
siniestra se extendió por su cara como si de repente se imaginara a todos
nosotros atados en algún dispositivo de tortura medieval.

Hice chasquear mi cuello y rechiné los dientes. Chernov podía


entretenerse con visiones de tortura todo lo que quisiera. No iba a
suceder. No esta vez. Porque esta vez, no habría ningún desvío.

Sin desvíos del protocolo.

Los otros muchachos podían hacer el tonto con las reglas, pero yo
me tomaba mi trabajo muy en serio y no apreciaba la posición en la que
nos encontrábamos o la implicación de que nuestras carreras estaban en
peligro. Independientemente de lo infantil o tonta que fuera la misión que
acabábamos de recibir, íbamos a llevarla a cabo con éxito, pero lo más
importante es que todos los puntos de las íes estarían puestos, y todas
las t estarían cruzadas; yo me aseguraría de eso.

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Capítulo Dos
Hannah
La vista desde la ventanilla del tren se había transformado hacía
horas en un grueso y esponjoso manto de reluciente nieve. Los cristales
de escarcha decoraban la ventanilla en patrones geométricos y me
enfriaban la frente cuando la apoyaba contra el cristal. El frío contrastaba
con el calor del estrecho compartimento de tercera clase, que desprendía
un penetrante olor a sudor de axilas, calcetines viejos de gimnasia y
pedos de col.

El cansancio tiraba de mis párpados. Consideré la posibilidad de


arrastrarme a una de las literas del otro lado del pasillo, pero una mirada
a los pies descalzos de un hombre calvo y rechoncho que parecía aserrar
troncos en la litera inferior me hizo cambiar de opinión. Sin embargo, eso
explicaba el olor a calcetines viejos de gimnasia.

El sueño podría esperar hasta que el tren llegara a nuestro


siguiente destino que, si recordaba correctamente nuestro itinerario, era
un centro de esquí. Gemí mentalmente. Yo no esquiaba. Sin embargo,
estaba el chocolate. El albergue afirmaba producir uno de los chocolates
más sabrosos de la región, y si había algo a lo que no podía resistirme
era al chocolate.

Estaba encajada en un pequeño banco, separada de Hyacinth, mi


compañera de viaje, por un estrecho y desvencijado tablero. Hyacinth
descansaba plácidamente, con un atisbo de sonrisa en su rostro.

—Deja de mirarme. —Abrió un ojo—. ¿Y qué pasa con el ceño


fruncido? ¿Quién tintineó en tus Froot Loops2?

2 Froot Loops: Cereales azucarados de colores.

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Volví a mirar por la ventanilla y suspiré.

—A riesgo de sonar como una niña de ocho años, ¿llegamos ya?

—Casi.

Suspiré de nuevo, más fuerte esta vez, ganándome una mirada


desagradable de una anciana arrugada que estaba sentada al otro lado
del pasillo con un chal negro y una babushka3.

—Deberías estar durmiendo. —Hyacinth se inclinó, agarró su


mochila y rebuscó en ella distraídamente—. Creo que tengo una pastilla
para dormir aquí, en alguna parte.

—Si ya casi llegamos, ¿por qué necesito un somnífero?

—Es un viaje de quince horas y llevamos unas tres en el tren.

—Mentiste.

—Pareces sorprendida. Aunque te hizo sentir mejor durante unos


segundos, ¿no?

Gruñí.

—No. Nunca te creí.

Ella resopló una carcajada, y juro que la anciana con la babushka


casi sonrió. Hyacinth tenía ese efecto en la gente. Irradiaba buenas
vibraciones que parecían atraer a extraños, incluso a las viejas
amargadas.

Hyacinth y yo nos conocimos en un campo de tulipanes en Holanda


y, aunque ella era casi treinta años mayor que yo, como dos mujeres

3Babushka: Es el pañuelo de una mujer doblado en un triángulo y atado debajo del


mentón. Y también significa abuela.

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solteras y viajeras, nos pegamos la una a la otra. Ella era un retroceso a


los días de los hippies y las fiestas de amor, pero aprendí rápidamente
que Hyacinth no era todo paz, cadenas de margaritas y Joan Baez. No.
La envejecida niña de las flores tenía un ingenio acerado y sarcástico y
no temía utilizarlo.

Hacía semanas que nos divertíamos juntas, aunque todavía no


sabía como había conseguido ella convencerme de que la siguiera a
Rusia. Pero aquí estábamos, en el ferrocarril transiberiano, atravesando
el país más grande del mundo y, junto a la Antártida, el más frío.

Yo odiaba la nieve.

Y el hielo.

Y el frío.

—¿Quieres el somnífero?

Miré la píldora polvorienta que tenía en la palma de la mano y me


acerqué para quitarle una pelusa.

—Paso.

—Como quieras. —Se encogió de hombros, tomó la pastilla y se la


tragó con un trago de agua embotellada—. Despiértame cuando
lleguemos.

Mientras cerraba los ojos y se acurrucaba en su parka, me asaltó


una repentina pizca de temor.

Sola.

Me iba a dejar sola en un vagón de tren abarrotado y maloliente.


Mientras Hyacinth roncaba en un sueño inducido por las drogas, yo
pasaría otras doce horas, ¡sola!

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Claro que podría intentar entablar una conversación con la mujer


de cara amargada y con pinta de babushka, pero a diferencia de
Hyacinth, que hablaba ruso con fluidez… una habilidad que nunca me
explicó adecuadamente… yo tendría que recurrir a la traducción de
Google.

Respiré profundamente un par de veces. Podía hacerlo sola. No


quería, pero podía. Tenía un importante arsenal de técnicas de
afrontamiento obtenidas de una letanía de terapeutas a las que recurrir.
Podía hacerlo sola. Una sensación nauseabunda agitó la boca de mi
estómago.

Mi mente luchaba por mantener la calma y, al mismo tiempo, se


esforzaba por idear un plan para despertarla.

Resultó que no tenía que preocuparme.

El ojo de Hyacinth se abrió y la comisura de su labio se curvó.

—Relájate, saltamontes. —Se incorporó y se rió—. Solo era un tic-


tac.

Zorra. Puse los ojos en blanco.

—Muy graciosa, sensei.

—¿Qué te tiene tan alterada, Hannah?

Volviendo a mirar por la ventanilla, me encogí de hombros.

—No lo sé.

Ella arqueó una ceja con escepticismo.

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—Hemos estado viajando juntas durante semanas. ¿No nos hace


eso lo suficientemente cercanas como para compartir uno o dos secretos
profundos y oscuros?

Solté una risa sin alegría.

—Bueno… solo estaba pensando, preguntándome… —No estaba


segura de como decirlo.

—¿Qué demonios haces viajando por el mundo como una nómada?

Ahora la mujer era una lectora de mentes.

En los últimos seis meses, había tomado un café expreso en una


cafetería de Paris, escalado la Gran Muralla China, atravesado los fiordos
noruegos, montado en una góndola en los canales de Venecia, nadado en
el Mar Muerto, meditado en un ashram4 indio y rezado en una catedral
del Vaticano. Sin embargo, sentía que me faltaba algo. Me sentía como el
hombre de hojalata del Mago de Oz: vacía por dentro.

Para empeorar las cosas, seguía buscando, pero ni siquiera sabía


lo que estaba buscando.

¿Una dirección?

¿Un propósito?

¿El sentido de la vida?

Hyacinth asintió y se inclinó hacia delante apoyando un codo en el


tambaleante tablero de la mesa que nos separaba.

—Eso explica tu actual gira de “Come, Reza, Ama”.

4Ashram: Lugar de meditación y enseñanza hinduista, tanto religiosa como cultural,


en el que los alumnos conviven bajo el mismo techo que sus maestros.

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Dejé escapar un suspiro y un gemido, y me agarré a un borde


desgastado de la tapicería.

—Si me preguntas, tienes que ser más suave contigo misma. Dijiste
que acababas de pasar por un divorcio. Dale tiempo. Las respuestas
llegarán cuando estés preparada para ellas.

Tenía razón. La tinta en los papeles de mi divorcio aún estaba


fresca. Al igual que el recuerdo de los mensajes gráficos en el teléfono de
mi marido, la prueba concreta de su infidelidad.

No estaba segura de qué me dolía más, si los mensajes en sí o el


hecho de que cuando me enfrenté a él no se disculpó, no suplicó otra
oportunidad, no se arrastró a mis pies.

No.

Él pidió el divorcio.

El bastardo eligió a la chica de al lado antes que a mí. Hablando de


abandono y traición.

Dejé caer la cara entre las manos y gemí.

—Todo lo que quiero es recuperar un poco de alegría y entusiasmo


por la vida, pero me sigue eludiendo.

—Te entiendo. Tienes la esperanza de que si sigues buscando, un


día, en algún oscuro rincón del mundo, volcarás una piedra y allí estará:
la pieza que te falta.

Sonreí tímidamente.

—¿Tonto?

Ella se encogió de hombros.

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—¿Cómo diablos voy a saberlo? Tengo cincuenta y ocho años y


estoy vagando por el mundo, durmiendo en albergues, comiendo en
carritos de vendedores ambulantes y viviendo con una mochila como una
universitaria.

Me moví y traté de acomodarme en mi asiento.

—Sí, bueno, yo tenía una casa en los suburbios, era miembro del
club de jardinería local y formaba parte de la junta de asociación de
propietarios. Hazme caso, ser adulto está muy sobrevalorado.

—Bueno, hay una cosa en la que creo que ambas estamos de


acuerdo. —Sonriendo, sacó un antifaz para dormir de un bolsillo de su
mochila y lo colgó en el extremo de su dedo—. Una siesta siempre es una
buena idea.

A regañadientes, le arrebaté el antifaz.

—Bien, pero la próxima vez vamos a derrochar en primera clase.

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Capítulo Tres
Serge
Vasya Pupkin era un dolor en nuestros colectivos traseros.

Nuestro encargo de transportar al político de alto perfil de forma


segura a través del país hasta una cumbre en Moscú era un insulto a
nuestras capacidades. Al parecer, Pupkin… cuyo estilo de política
oscilaba entre lo ofensivo y lo directamente tóxico… había recibido
recientemente una serie de amenazas de muerte.

Las amenazas de muerte no nos sorprendieron a ninguno de


nosotros. Él llevaba poco más de tres horas bajo nuestra supervisión y
yo ya fantaseaba con rodear su escuálido cuello con mis manos y
reventarle la cabeza como si fuera un grano.

El tipo no se callaba y, para colmo, Pupkin tenía amigos dentro de


la Organización. Amigos cuyos cargos estaban muy por encima de mi
nivel salarial.

Cuando me negué rotundamente a su insistencia de que nos


detuviéramos en todas las atracciones olvidadas de Dios a lo largo del
camino, Pupkin se puso en contacto con algunos de esos amigos de las
altas esferas y recibimos órdenes de las altas esferas de la cadena de
mandos… muy altas… de satisfacer sus peticiones de aquí en adelante.

Todas ellas, por muy estúpidas que fueran.

Incluida la de pasar la noche en un centro de esquí para poder


tomar chocolate y disfrutar de la banya5.

5 Banya: Baño de vapor ruso.

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Vi todo rojo.

Me dirigí a Pupkin con la mandíbula apretada con tanta fuerza que


me sorprendió que no se me rompieran los dientes.

—Señor, con el debido respeto, esto no son unas vacaciones en


Disney World. Estamos a cargo de su transporte seguro. En otras
palabras, es nuestro trabajo asegurarnos de que llegue a su destino de
UNA PIEZA. Como tal, desaconsejo encarecidamente que haga esta
parada no prevista. Enérgicamente. No sirve para nada más que para
invitar al peligro.

Pupkin se burló.

—¿Peligro? Se supone que vosotros, muchachos, sois lo mejor de


lo mejor. Me imagino que os reís ante el peligro, ¿no? —Cruzó
obstinadamente sus brazos en el pecho—. Además, vuestro trabajo es
proporcionar seguridad. Si necesito consejo, escribiré a la querida Olga.

Roman sentado junto a Pupkin en la parte trasera del todoterreno,


nos transmitió su pensamiento telepáticamente. Cree que estamos en un
viaje de turismo.

Konstantin, Alexei y Maxim iban en el todoterreno que nos seguía.

Kon, que normalmente permanecía en silencio a menos que se le


hiciera una pregunta directa, comentó de forma inusual: Me alegraré
mucho de llegar a Moscú y dejar su molesto culo.

Eso hizo reír a los demás.

Demasiado enfadado para reír, intenté… sin éxito… reprimir un


gruñido.

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Dmitry se encontró con mis ojos en el espejo retrovisor. Intenta no


comértelo, Serge. No me imagino que sepa a nada más que mierda de toro
y aire caliente, teniendo en cuenta que está tan lleno de ambas cosas.

Maxim contribuyó con su opinión. Tal vez podamos preparar una


avalancha. Ya sabes, enterrarlo vivo. Hacer que parezca un accidente.

No. La oficina principal nos hará desenterrarlo con cucharas, añadió


Alexei.

Alexei tenía razón.

No le importaba lo que dijera Chernov, esta asignación había sido


emitida como un castigo. ¿Por qué, si no, iba a asignar la Organización a
un equipo de agentes altamente capacitados como P.O.L.A.R. para servir
de Guardaespaldas? Se nos llamaba a la acción cuando una misión
requería… bueno, un equipo de operativos altamente capacitados. Sin
embargo, aquí estábamos haciendo de niñeras de una comadreja llorona
que parecía pensar que éramos policías de alquiler pluriempleados como
guías turísticos.

Tan pronto como Sable Mountain Ski Resort, nuestro alojamiento


para pasar la noche, se puso a la vista. Pupkin chilló de alegría y
aplaudió. El bastardo era como un niño, un niño malcriado, podrido y
feo.

—Caballero, te informo de que esta estación de esquí es famosa por


su chocolate, así como por sus banyas de clase mundial; los cuales no
puedo esperar a experimentar.

Me importaba un bledo el chocolate o los banyas. Era un riesgo


innecesario. Lo que deberíamos hacer era conducir directamente
turnándonos cada uno de nosotros al volante.

Malditos políticos y sus acuerdos.

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En el momento en que entré en el aparcamiento del albergue, supe


que algo pasaba. Mi irritación fue sustituida por una sensación
abrumadora que me recorrió en ondas pulsantes.

Mi cuerpo se tensó. Los pelos de la nuca se me erizaron. No tenía


ni idea de qué había provocado esa reacción, ya que no parecía haber
nada raro, pero nunca había experimentado nada parecido.

Los ojos de Roman se entrecerraron mientras me observaba.

—¿Qué pasa, Jefe?

—¿Sientes eso?

—¿Sentir qué?

Todo. Nada. No estaba seguro.

Había algo… simplemente… raro.

Estaba en un estado de expectación elevado. Como la sensación


que se tiene justo antes de una tormenta eléctrica, cuando el olor a ozono
y el cosquilleo de la electricidad estática se sienten en el aire. No tenía ni
idea de dónde venía ni de qué lo causaba.

¿Vosotros no sentís eso?

Mi pregunta fue respondida con sacudidas de cabeza y miradas


ligeramente preocupadas de Roman y Dmitry.

Así que solo era yo.

Mientras Konstantin y Maxim entraban para conseguirnos


habitaciones y examinar los sistemas de seguridad de la posada, y Alexei
y Dmitry salían a explorar el perímetro, yo salí del vehículo y escudriñé
la zona, incapaz de deshacerme de la inquietante sensación.

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Le asigné a Roman la desagradable tarea de vigilar a Pupkin Dolor


en el Culo.

Nada en el edificio de troncos de dos pisos parecía estar mal.


Esquiadores sonrientes y de mejillas sonrosadas iban y venían del
albergue a las pistas. Rizos de humo se elevaban desde las chimeneas del
albergue hacia el cielo azul, disipándose en el aire fresco de la montaña.
En general, el entorno ofrecía una imagen alegre, pero algo no encajaba
definitivamente.

Finalmente, Konstantin volvió con las llaves de nuestras


habitaciones.

—Todo despejado. En este momento hay cinco miembros del


personal de cocina, tres empleados en la recepción y cuatro camareras
de servicio. El próximo cambio de turno se producirá a las diecinueve
horas. Maxim está entrevistando al personal ahora. Nuestras
habitaciones son contiguas y han sido registradas a fondo. Hay dos
cámaras de seguridad exteriores. Dmitry está estudiando los planos de
distribución del alojamiento y las salidas de emergencia.

Asentí y le di la espalda, sin apenas registrar lo que había dicho.


Normalmente no me distraía así, pero lo que fuera que había en el aire
me tenía tan en vilo que mi Oso estaba a punto de salir disparado de mi
piel.

Cuando mis garras se extendieron y mis dientes se alargaron, un


Roman con los ojos muy abiertos dio un paso rápido delante de mí,
manteniéndome oculto a los ojos humanos.

—¿Qué coño está pasando, Serge?

—Nada. No sé. Es que… no lo sé, joder. No puedo creer que no


sientas esto. —Sacudí la cabeza y luché duro contra mi Oso. Me tomó

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varios minutos recuperar el control, pero lo conseguí. ¿Un cambio


incontrolado? No había tenido uno de esos desde que era un cachorro
púber. Refunfuñé algo sobre la instalación de Pupkin en el interior.

Kon arqueó las cejas.

—¿Seguro que estás bien?

Hice rodar el cuello, luego flexioné y destensé los dedos, tratando


de que mi oso se tranquilizara.

—Sí, sí. Hay algo en el aire…

Miré a Pupkin. Estaba inmóvil, con los brazos cruzados sobre el


pecho y la nariz levantada. Roman y Konstantin y yo esperamos a que
saliera del vehículo. No lo hizo.

Finalmente, Roman se dio cuenta. Forzando una expresión neutral,


se aclaró la garganta.

—El águila está en vuelo.

Je-sus-jodido-cristo. Puse los ojos en blanco con tanta fuerza que


me dolió el cerebro. Había olvidado que Pupkin insistía en que le
llamáramos por el nombre en clave “Águila” y que utilizáramos su lista
de ridículas frases en clave. Idiota. Era humano, pero sabía muy bien que
nosotros no lo éramos. También sabía que no necesitábamos códigos.
Podíamos comunicarnos telepáticamente.

Roman me miró a los ojos. Cuando todo esto termine, ¿qué te parece
si nos deshacemos del cabrón nosotros mismos?

Sonreí con maldad. Nada me gustaría más.

Cuando Pupkin salió del vehículo con una sonrisa de satisfacción,


lo flanqueamos y lo escoltamos por la zona de aparcamiento. Cuanto más

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nos acercábamos a la puerta principal, más intensa era la sensación de


extrañeza, solo que ahora se combinaba con una mayor sensación de
excitación sexual.

Mi polla se puso en guardia, lista para saludar. ¿Qué cojones?

—¿Seguro que lo has comprobado todo, Kon?

Konstantin asintió.

—A fondo. ¿Por qué? ¿Qué pasa?

—Nada.

Mentí, definitivamente pasaba algo. Algo además de mi polla. La


sensación se amplificó a medida que nos acercábamos al albergue. Para
cuando llegamos a la entrada, apenas estaba sosteniendo la poca
contención que me quedaba.

Maxim se reunió con nosotros justo fuera de la puerta principal,


mirándome con extrañeza.

—Maldita sea, Serge, parece que estás a un paso de perder tu


mierda.

Gruñí y lo empujé hacia el vestíbulo. Los aromas hogareños del


chocolate dulce de la cocina y de la chimenea de leña del gran salón
central llenaban el aire, pero no hacían nada para calmar a mi Oso. Había
otro olor, un aroma que me resultaba deliciosamente irresistible.
Recordaba ligeramente al jazmín y al almizcle que florece en la noche, y
me llamaba como un canto de sirena.

—Solo prepara al gilipollas —gruñí por encima del hombro—. Tengo


que ver… una cosa.

Una cosa deliciosamente irresistible.

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Capítulo Cuatro
Hannah
Sable Mountain Ski Resort no era tan malo como había pensado.
De hecho, después del viaje de quince horas en tren, era el paraíso.
Estábamos en el segundo y último día de nuestra estancia. Para mí, eso
significaba acurrucarme junto a la gran chimenea de la zona común,
disfrutar de las lujosas saunas o relajarme en mi habitación, que tenía
vistas a las pistas de esquí y algunas de las montañas nevadas más
impresionantes del mundo.

También estaba el chocolate caliente, tan espeso y cremoso que era


casi orgásmico. Probablemente engordé dos kilos en los últimos dos días
solo por el chocolate.

Tuve que concedérselo a Hyacinth. A pesar de mi escepticismo


inicial, esta aventura en el frío era justo lo que me había recetado el
médico para superar mi depresión viajando.

Sin embargo, apenas había visto a la mujer. No me sorprendió que


fuera una ávida esquiadora. Hoy se enfrentaba a un recorrido llamado
Dead Man’s Run. Yo, en cambio, no había salido del albergue desde que
llegamos. No tenía ningún deseo de convertirme en un polo helado.
Prefería mi nuevo amor, la banya, que era como llamaba a las saunas de
estilo ruso.

Pasé el rato con Mary, una guapa bibliotecaria rubia de Canadá, y


Paolo, un recién divorciado que escribía un artículo para una revista de
viajes italiana. Ninguno de los tres éramos esquiadores, así que pasamos
horas frente a la chimenea gigante del gran salón tomando chocolate y
contando historias sobre nuestros países de origen.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
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Hoy, después de acordar dormir hasta tarde, nos reunimos para


tomar un desayuno tardío y ahora estábamos disfrutando de una
pausada sesión de rejuvenecimiento en la banya. Me lo estaba pasando
muy bien hasta que me di cuenta de que Mary y Paolo se habían acercado
mucho el uno al otro.

¿Cuándo había ocurrido eso?

De hecho, el brazo de Paolo rodeaba a Mary de forma casual, solo


que no era tan casual. Y se miraban a los ojos con deseo. Cuando Paolo
apretó a Mary contra su pecho y se besaron en los labios, tres de repente
se convirtieron en una multitud, y en mi señal para salir corriendo.

Me levanté en silencio y recogí una de las gruesas batas de rizo que


había en un gancho cerca de la puerta. Sin embargo, no hacía falta que
fuera silenciosa. Aquellos dos estaban tan compenetrados que no se
habrían dado cuenta si yo hubiera detonado una bomba de tubo6.

Ahogándome por la envidia, salí de la cámara caliente. No era una


verdad bonita, y no estaba orgullosa de ello, pero si era honesta, estaba
celosa de Mary. No es que yo quisiera que Paolo me prestara atención; no
lo hacía. De hecho, yo había renunciado por completo a los hombres.

Pero esa mirada en los ojos de Paolo.

Me habría encantado, solo una vez, saber lo que se sentía cuando


alguien te mira a los ojos de esa manera, con pura pasión y total anhelo.
Suspiré.

Señor, la banya está demasiado caliente hoy.

6Una bomba de tubería es un dispositivo explosivo improvisado, que utiliza una sección
de tubería herméticamente sellada llena de material explosivo.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
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Bueno, nada de salir ya con Paolo y Mary esta noche. Se suponía


que íbamos a cenar los tres, pero tendría que cambiar mis planes y cenar
sola. Nuestro grupo de turistas tenía previsto partir por la mañana al
amanecer, así que supuse que me iría a la cama temprano, también sola.

Volví a suspirar, perdida en mi fiesta privada de compasión,


cuando doblé la esquina y me topé con una sólida pared de músculos.

***

Serge

¡Mierda santa! El irresistible aroma que había seguido me llevó


directamente a… una mujer irresistible.

Y sospeché fuertemente que no era una mujer ordinaria. No para


mí.

Ella giró una esquina y prácticamente saltó a mis brazos. Su aroma


era tan delicioso, tan tentador, que mi polla intentó atravesar mis
pantalones. Cuando la atrapé, instintivamente apreté más su suave y
curvilíneo cuerpo contra mí, sin poder reprimir un gemido.

Entonces ella se contoneó. Oh, joder.

Los Cambiaformas solemos reconocer a nuestra pareja nada más


verla. Podemos tontear un poco e incluso encariñarnos de otra persona,
pero una vez que encontramos a nuestra pareja, eso es todo. Todos los
demás palidecen en comparación.

Esa fue la razón por la que sospeché fuertemente que la mujer en


mis brazos era la elegida. Mi Compañera. Todas las demás mujeres que
había conocido, con las que había hablado, que había visto de lejos,
palidecían en comparación. Nunca había experimentado una sensación

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de deseo tan desenfrenado como en ese momento, teniéndola entre mis


brazos.

Pero había algo más… extraño. Algo no estaba del todo bien.

Estaba a punto de descubrirlo cuando ella volvió a contornearse y,


oh joder.

Estaba tan fascinado por ella, que no fue hasta que sus pequeñas
manos empujaron mi pecho que me di cuenta de que ella quería que la
soltara. De mala gana, aflojé mi agarre. Ella se zafó de mis brazos y se
apartó permitiéndome ver su hermosa forma.

Empecé a salivar.

Aunque llevaba un grueso albornoz de rizo y lo tenía cerrado hasta


el cuello, no podía ocultar sus curvas llenas y afelpadas. Su cabello rubio
arenoso estaba peinado hacia atrás, lejos de su cara, y su piel pálida
brillaba por la transpiración de la banya.

—Lo siento por esto. —Su voz suave y sensual recorrió mi espina
dorsal y se dirigió directamente a la cabeza de mi pene.

¿Lo siento? ¿Ella lo sentía? ¿Por qué?

Ella esbozó una pequeña media sonrisa y el corazón casi se me sale


del pecho.

—Supongo que no estaba prestando atención a dónde iba.

Aclaré la garganta al ver como su agarre se soltaba un poco del


cuello de su bata. Se abrió una astilla y mi Oso emitió un gruñido bajo y
audible. Él quería montarla allí, jodidamente. Marcarla, reclamarla y
mantenerla a nuestro lado para siempre. Al imaginarme la impresionante

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belleza del cuerpo que había bajo esa gruesa bata, sus voluptuosas y
deliciosas curvas, yo estuve completamente de acuerdo.

Ella parpadeó con sus ojos castaños dorados hacia mí. Ni en mis
fantasías más salvajes y eróticas podría haber imaginado una belleza más
magnífica que la que tenía ante mí.

Me di cuenta de que yo seguía mirándola con asombro. ¿Y ahora


qué? Tenía que decir o hacer algo más que mirar con asombro,
maravillado por su exquisita perfección.

Y entonces se me ocurrió algo. Aquello que hasta entonces no había


podido precisar se hizo evidente. A pesar de mi intensa atracción, no
estaba detectando el más mínimo rastro de sangre cambiaformas en ella.

¡¿Era completamente humana?!

Imposible. Los Cambiaformas no podían tener parejas humanas.


Inhalé profundamente. ¡Mierda Santa! Vale, quizás no era imposible.

La forma en que ella me afectó… ahora yo estaba confundido. Esta


preciosa criatura estaba ante mí, impactándome como nadie lo había
hecho antes y no había duda de que era cien por cien humana.

Mi cabeza se inundó de preguntas.

La primera de ellas era: ¿qué demonios estaba pasando aquí?

Si no era mi Compañera, ¿por qué era este sentimiento tan potente?

Si era mi Compañera, si era posible que un Cambiaformas y un


humano fueran verdaderos Compañeros predestinados, ¿ella estaba
sintiendo la misma atracción que yo?

Evidentemente, no.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Sabía un poco sobre como funcionaba el apareamiento de los


humanos. Se casaban con personas que no les convenían y acababan
siendo desgraciados o divorciados, a veces más de una vez.

Los Cambiaformas nunca se divorciaban de sus verdaderos


Compañeros. Nunca se desenamoraban; de hecho, el concepto era
absurdo. Para nosotros, una marca de reclamación era para siempre, y
nuestro vínculo de amor solo se hacía más fuerte con el tiempo.

¿Ella estaba sintiendo algo similar a lo que yo estaba sintiendo?


Era difícil de decir.

¿Estaba impactada por mí de la forma que yo lo estaba por ella?


Eso también era difícil de decir.

Ella ya no sonreía, así que me erguí más y flexioné mis músculos,


con la esperanza de impresionarla.

No parecía especialmente entusiasmada. O impresionada.

—Bueno, de todos modos… —Su voz era como una sinfonía. Dulce
y melódica.

Mi Oso me instó a decir algo.

Habla, maldita sea, habla con ella. Impresiónala con tu ingenio y


encanto.

Maldito Oso. Sin embargo, esta vez tenía razón. Necesitaba decir
algo ingenioso y encantador. Pero ¿qué? No se me ocurrió nada.

¿Por qué no me había preparado para este momento? Siempre supe


que algún día conocería a mi Compañera. Vale, quizás no lo había creído
del todo, pero sabía que había una remota posibilidad. ¿Por qué no había

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ensayado mentalmente algo brillante que decir o hacer, algo que hiciera
vibrar a una mujer?

Ella se movió hacia un lado como si intentara rodearme.

Espera, ¿qué? ¿Iba a marcharse sin más?

Yo también me hice a un lado, bloqueándola.

—Mía. —La palabra salió de mis labios involuntariamente.

—¿Perdón? —Su frente se arrugó—. ¿Tu qué?

Esta vez mi voz era ronca, grave, más de Oso que de humano.

—Mía.

Me miró como si estuviera medio loco, lo que sirvió para enfatizar


lo mal que yo lo estaba haciendo.

—Claro. —Me rodeó y avanzó rápidamente por el pasillo mirando


un par de veces por encima del hombro para ver si yo la seguía. La seguía.
De hecho, mientras mis ojos se pegaban al movimiento de sus caderas y
de su redondo y curvilíneo trasero bajo la bata, di pasos en la misma
dirección. Hasta que fui cruelmente interrumpido.

Serge, te necesitamos cuanto antes. El águila ha volado del nido.

Je-sús. Al diablo con Pupkin, necesitaba explorar a esta mujer,


aprender más sobre ella, determinar si realmente era mi Compañera.

Consideré ignorar a Roman, pero lo pensé mejor. Esta misión era


crítica no solo para mi carrera, sino también para la de mis compañeros,
y Pupkin se codeaba con gente bastante influyente.

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Tal vez fuera lo mejor. No quería que ella pensara que era un
espeluznante acosador y, hasta ahora, había dado una impresión
bastante decente de serlo. La localizaría más tarde y haría que pareciera
una coincidencia.

Aunque había decidido no seguir a mi Compañera, el único


pensamiento que tenía mientras me dirigía a nuestra suite era que daría
mi bola izquierda por ser la bata que acariciaba su redondo y curvilíneo
trasero.

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Capítulo Cinco
Hannah
Durante lo que me pareció una eternidad, me senté en el autobús
mientras estaba parado en el aparcamiento, mientras los demás
miembros de nuestro grupo entraban lentamente.

El conductor abría y cerraba la puerta con tanta frecuencia que


había una brisa gélida constante.

Para mi disgusto, mis pensamientos estaban consumidos por el


tipo con el que me había chocado la noche anterior. Incluso había soñado
con él, sueños clasificados X en los que me llevaba a una fábrica de
chocolate con montañas y arroyos de chocolate y teníamos sexo sucio y
fuerte en un lago de delicioso chocolate derretido.

Lástima que ya no tuviera un vibrador. Debido a un mortificante


incidente en un paso fronterizo delante de dos agentes de aduana que
estaban calientes pero no muy divertidos, yo había decidido no volver a
viajar con dispositivos de mejora sexual. Jamás.

Tenía una idea bastante clara de por qué no podía quitarme de la


cabeza a ese chico tan grande y musculoso. Bueno, además del hecho de
que cuando mi cuerpo se estrelló contra el suyo durante esos tres
segundos, había sido el mayor contacto que había tenido con un hombre
en más de un año. Sospechaba que todo el asunto de Paolo-Mary-tres-
es-una-multitud también tenía mucho que ver.

No había estado mirando por dónde iba porque había estado


obsesionada con la forma en que Paolo había mirado a Mary en la banya
y entonces, ¡pum! Me estrellé contra el cuerpo grande y duro del apuesto
desconocido que parecía un modelo de portada y, por lo que mi terapeuta

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Candace Ayers Líder equipo oso

llamaría transferencia, debí imaginar que el magnífico desconocido me


estaba mirando de la misma forma.

Quiero decir que él no tenía realmente esa mirada de deseo, de


intenso anhelo, de hambre profunda y primaria en sus ojos. ¿La tenía?
Tenía que ser mi imaginación la que me estuviera jugando una mala
pasada.

Me arrimé a la fría ventanilla mientras Hyacinth subía al autobús.


Se sentó a mi lado y dejó caer su mochila a sus pies. Mary y Paolo estaban
dos asientos delante de nosotros, encerrados en un apasionado abrazo.
Suspiré mentalmente y me hundí en mi asiento.

Hyacinth masticaba un croissant.

—Te ves terriblemente triste esta mañana. ¿Qué pasa?

Sentí que algo en mi estómago se tensaba, pero me limité a


encogerme de hombros y a presionar mi frente contra el frío cristal.

—Es que ahora me siento rara.

—¿Rara cómo?

—Simplemente rara.

Ella entrecerró los ojos, estudiándome con desconfianza.

—¿Tal vez puedas explicarme cómo es que acabamos de pasar dos


días en un romántico albergue de esquí y todavía no has echado un
polvo?

Se me cayó la mandíbula y la miré como si hubiera perdido la


cabeza.

—¿Estás bromeando? Por favor, dime que estás bromeando.

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—¿Qué? No actúes tan horrorizada. Eres joven, eres hermosa. Vive


un poco. En mis tiempos teníamos una cosa llamada amor libre.

—Hoy en día tenemos una cosa llamada ETS7.

Hizo caso omiso de mi comentario y siguió mordisqueando su


desayuno.

—Las ETS no son nada nuevo. Toma, sujeta esto. —Dejó caer su
croissant a medio comer sobre mi regazo, se agachó y rebuscó en su
mochila—. Además, siempre hay antibióticos… y… voilà. —Sacó una
ristra de condones envueltos en papel de aluminio y los agitó en mi cara.

—¡Jesús! —Se los quité de la mano para que dejara de blandirlos a


la vista de todo el grupo.

La puerta se abrió de nuevo y otra fuerte ráfaga de aire helado


atravesó el autobús.

—¡Oye! Cierra la puerta, ¿quieres? Hace un frío de mil demonios


ahí fuera y mis pezones podrían cortar el cristal. —Hyacinth se volvió
hacia mí como si no acabara de gritar eso para que lo oyera todo el
autobús—. Cariño, ¿has estado alguna vez con otro hombre que no sea
tu ex marido?

Fruncí el ceño.

—Por supuesto. Con muchos hombres. ¿Podemos cambiar de


tema?

Ella enarcó una ceja y continuó mirándome fijamente.

Me encogí bajo su mirada.

7 ETS: Siglas de Enfermedades de Transmisión Sexual.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Bueno, no muchos. No tantos. No realmente. Bueno, no.


Ninguno. Cambio de tema, por favor.

—El sexo no es nada para sentirse culpable. Si te gusta el chico y


ambos sois adultos solteros y dispuestos, ¿cuál es el problema? Además,
los orgasmos tienen propiedades curativas.

Solté una carcajada.

—Bien. Hurra por los orgasmos. ¿Podemos dejarlo ya?

Ella se encogió de hombros y recogió su croissant a medio comer


de mi muslo.

—La mejor manera de superar a alguien es ponerse debajo de


alguien, es todo lo que voy a decir.

—¿Es TODO lo que estás diciendo? —Me sacudí las migas del
regazo—. ¿De verdad? Si eso es todo lo que dices, ¿significa que vas a
dejar de regañarme ahora?

Ella hizo la pantomima de cerrar los labios y tirar la llave por


encima del hombro.

Puse los ojos en blanco y vi a Mary y a Paolo con las caras todavía
pegadas.

Odiaba admitirlo, pero Hyacinth tenía razón. Realmente me vendría


muy bien un orgasmo no auto-inducido. Pero en el último año y medio,
la única persona con la que había tenido el más mínimo deseo de
revolcarme desnuda había sido el tipo grande y sexy con el que había
tenido sueños de Willy Wonka8 toda la noche, un tipo que apenas me

8 William "Willy" Wonka es un personaje de ficción, creado por Roald Dahl: Charlie y la
fábrica de chocolate y Charlie y el gran ascensor de cristal. Willy Wonka es un personaje
al cual le deleitan tanto los dulces que opta por abrir la mejor fábrica del mundo.

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Candace Ayers Líder equipo oso

había dirigido dos palabras. En realidad, había dicho dos palabras. Solo
dos. Y las dos eran iguales. Había dicho “mía”. Dos veces. Lo que sea que
signifique eso. Tal vez era la única palabra que conocía en inglés.

Hyacinth todavía estaba mirándome de reojo, pero yo había


terminado de hablar de mi demacrada vida sexual con ella.

Saqué un par de auriculares del bolsillo de mi chaqueta.

—Por mucho que me gusten estas charlas sobre el regreso de


Jesús, Doctora Phil… —Me metí los auriculares en los oídos y me giré
para mirar por la ventanilla.

Justo cuando me giré, vislumbre una melena oscura. Apoyé la


cabeza en la ventanilla y retorcí el cuello para intentar ver más. Era él, el
apuesto desconocido. Respiré con fuerza. Se dirigía con paso firme hacia
nuestro autobús, con sus largas piernas devorando la distancia. Como si
sintiera mis ojos en él, su mirada voló hacia la mía y se congeló.

¡Y ahí estaba!

Mierda, no me había equivocado. En cuanto sus ojos se


encontraron con los míos, su expresión cambió. Esta vez no había forma
de que fuera mi imaginación. Su mirada tenía claramente el anhelo febril
y la intensidad ardiente de un amante apasionado.

Nuestras miradas permanecieron fijas, sin que ninguno de los dos


se atreviera a mirar para otro lado, cuando el autobús finalmente aceleró
y salió del aparcamiento.

Lo perdí de vista cuando tomamos la carretera principal, pero justo


antes de hacerlo, podría haber jurado que volvió a pronunciar esa palabra
de nuevo: mía.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Capítulo Seis
Serge
Pasé la primera hora de la mañana volviéndome loco en silencio
mientras buscaba en cada centímetro del albergue y de las pistas de
esquí.

¿Dónde se estaba escondiendo?

¿Cómo se me había escapado de los dedos?

Cuando por fin la vi, se me cayó el estómago a los pies. Llevaba el


pelo recogido bajo un gorro de punto rojo, pero reconocería sus ojos
dorados, sus labios perfectamente perfilados y su nariz de botón en
cualquier lugar. Diablos, no había dejado de repasar mentalmente cada
centímetro de ella desde nuestro encuentro de la noche anterior.

Llegué demasiado tarde. Ya estaba sentada en un autobús que


salía del aparcamiento y entraba en la carretera principal. ¡La había
perdido por segundos! Mi Oso me instó a cambiar y a seguirla.

Oso tonto.

Sin embargo, le hice caso. Un poco. No me transformé, pero no


estaba dispuesto a dejar que se me escapara, y seguí caminando detrás
del autobús sin darme cuenta. Mi Oso era un animal enjaulado que
lanzaba su poderoso cuerpo contra los barrotes de su prisión con forma
de hombre. Luché, haciendo uso de la cordura que aún me quedaba, para
negar sus exigencias de persecución.

Cuando el autobús ganó velocidad, echó la cabeza hacia atrás y


soltó un rugido ensordecedor que rebotó en mi cráneo como un pinball.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Luchando, aferrándome a mi forma humana, el corazón se me salió


del pecho. Me sobresalté cuando Roman me dio una palmada en el
hombro.

—¿Qué pasa, Jefe?

Intenté apartar la imagen de mi Compañera y volver a centrarme


en la tarea que tenía entre manos, pero mi mirada se mantuvo
instintivamente en el autobús que se desvanecía en la distancia. ¿Y si no
volvía a encontrarla? No podía dejarla escapar.

—Agarra al maldito águila. Nos largamos de aquí.

—Entendido, pero, ¿qué está pasando?

Sacudí mi cabeza.

—Nada.

Él arqueó las cejas con escepticismo.

—¿Nada?

Chasqueé mi cuello a los lados y flexioné mis manos, tratando de


que mi Oso se relajara.

—No lo sé.

—Pupkin nos tiene a todos arrancándonos los pelos, pero nunca te


he visto perder la calma así…

—No es Pupkin. —Me pasé las manos por la cara mientras Roman
permanecía en silencio, con el ceño fruncido, observando y esperando.
No estaba seguro de estar preparado para compartir esto con mi equipo.
Ni yo mismo lo entendía del todo.

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Candace Ayers Líder equipo oso

El miedo me corroía. ¿Y si no la volvía a ver? ¡Gah! Ni siquiera


estaba seguro que fuera realmente mi Compañera, no al cien por cien.
Bueno, estaba bastante seguro.

Tenía que encontrarla.

Sacudiéndome de la mirada preocupada de Roman, me dirigí a la


recepción del hotel y aparté a Alexei de un empujón. Había estado
coqueteando con una atractiva rubia que había detrás del mostrador,
pero me importaba un bledo.

—¿Ese autobús que acaba de salir? ¿A dónde va?

Sobresaltada, no solo por la intromisión, sino por mi tono duro e


insistente, tartamudeó.

—Uh… Um, ¿tal vez a la estación de tren? Era un grupo del Tour
Transiberiano.

—¿Dónde se detiene el tour a continuación?

—No lo sé, pero tengo un viejo programa por aquí. —Rebuscó bajo
el escritorio, sacó un folleto y me lo entregó.

Alexei, como Roman, me miraba con preocupación.

—¿Hay algún problema?

Desplegué el folleto y estudié el mapa impreso en su interior. A la


derecha había un calendario de paradas del tour. Tenía un par de años,
pero confiaba en que el itinerario no cambiara mucho de un año a otro.
Volví a doblar el folleto y lo golpeé contra mi muslo.

—Diles a todo el mundo que se reúna en los vehículos en cinco


minutos.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Las cejas de Alexei se levantaron.

—El águila no va a estar contenta —se rió—. Ahora mismo, está


tomando las pasas para su avena.

—Joder, se lo diré yo mismo.

Efectivamente, Pupkin se levantó bruscamente y empezó a resoplar


de indignación en el momento en que las palabras salieron de mis labios.
Luego echó un vistazo a mi expresión amenazante y retrocedió un paso.

—No he terminado mi desayuno.

Me incliné hasta quedar a centímetros de su cara, con mi mirada


más amenazante.

—Te das cuenta de que los Bratva9 te persiguen, ¿verdad? —Su


rostro palideció—. Eso es cierto. Sabemos que estás en su lista de
blancos. Y si vienen por ti, lo único que se interpone entre tú y ellos somos
nosotros. —Le agarré el brazo y le enseñé los dientes—. Te sugiero que
dejes de cabrearnos y subas al puto vehículo por tus propios medios, o
uno de nosotros te meterá en él. ¿Entendido?

Se resistió, abriendo y cerrando la boca como una carpa, antes de


cerrarla finalmente, sin dejar de mirarme. Pupkin no llegó a donde estaba
en el espectro político por ser un pelele, y no había terminado de discutir.

—Parece que tú y yo hemos llegado a un punto muerto aquí.

O bien no tenía ni idea del peligro, o bien ignoró sus instintos


básicos… instintos básicos que le decían que yo era un depredador de
primer orden y que no debía joder conmigo… porque sacó su teléfono

9
Familia de la mafia rusa.

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Candace Ayers Líder equipo oso

móvil y empezó a dar golpecitos en la pantalla murmurando algo sobre


que yo nunca más volvería a trabajar en este país después de esto.

Mi Oso seguía destrozando mis entrañas mientras nuestra


Compañera se alejaba cada vez más. Le arrebaté el teléfono de la mano,
me lo eché al hombro y lo saqué de la cabaña pateando y gritando.

Roman se aclaró la garganta, algo sorprendido, pero no estaba


dispuesto a enfrentarse a mí.

—Muy bien, entonces. Vámonos.

Frunciendo el ceño, Maxim me apretó el hombro.

—Jefe, parece que estás perdiendo la cabeza.

Me deshice de su mano, continuando la marcha en dirección a


nuestros vehículos.

Antes de llegar a los SUVs, lancé un homerun: el móvil de Pupkin


voló por el centro del jardín y aterrizó en un montón de nieve.

Me importaba una mierda Pupkin o sus amenazas. Mientras él


siguiera vivo, nuestro trabajo estaba hecho.

Probablemente.

Tal vez.

Honestamente, por una vez en mi carrera, no pude encontrar que


me importara.

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Capítulo Siete
Hannah
Lo peor del frío era tener que llevar capa tras capa de ropa abultada
para combatir la amarga temperatura. Llevaba tantas capas, que cada
paso era como si estuviera chapoteando en gelatina.

No chapoteando, caminando como un pato.

Me sentía como el niño de “The Christmas Story”, el hermano


pequeño de Ralphie, una garrapata a punto de estallar. Tras bajar del
autobús y contemplar la inmensa belleza del lago Baikal, el más profundo
del mundo, supe que todo había merecido la pena.

El escenario era algo sacado de un cuento de hadas: pináculos de


hielo que brillaban a la luz del sol, ventisqueros de nieve helada y
brillante, y un suelo de hielo transparente de varios metros de grosor con
enormes grietas que parecían extenderse durante kilómetros.

Las burbujas, bolsas de agua congeladas bajo la superficie del


hielo, eran como fósiles congelados en el tiempo, salvo que desaparecían
con el deshielo de la primavera para volver a aparecer en la siguiente
temporada de invierno. Podía ver, a través del hielo transparente de
varios metros de grosor, las plantas y las piedras del fondo del lago.

Hyacinth me dio una palmada en el hombro.

—¿Merece la pena el frío?

—¡Diablos, sí! Es mágico. Como un bosque de hielo encantado.

Dio unos pasos, inhalando profundas bocanadas de aire cristalino,


y luego asintió con un “Te lo dije”.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—He estado aquí probablemente diez o quince veces, y aún


consigue dejarme sin aliento cada vez.

Escaneé el área, notando una variedad de actividades que estaban


teniendo lugar. Algunas motos de nieve cruzaban la superficie del lago,
un par de grupos de turistas más deambulaban y lo que parecía un
torneo de golf se estaba llevando a cabo cerca. ¿Golf sobre el hielo? Mmm.
No sabía que eso existiera.

Mary y Paolo nos preguntaron a Hyacinth y a mí si queríamos ir a


ver el torneo con ellos, pero yo me negué. Todavía me sentía rara por el
tipo del albergue y quería estar sola unos momentos para pensar. Un
puñado de personas de nuestro grupo de turistas se dirigió hacia allí
mientras otros estaban ocupados con teléfonos móviles, cámaras de vídeo
y otros equipos de grabación fotográfica intentando capturar la
majestuosa belleza de un lugar que, estaba segura, tenía que ser visto en
persona para ser realmente apreciado.

Caminé arrastrándome por el hielo, tanto atesorando la soledad


como saboreando la excursión, pero por muy magnífico que fuera el
escenario o por muy emocionante que fuera la aventura, no podía
quitarme de la cabeza al tipo del albergue. En un momento dado, me
asombraba el impresionante paisaje y al siguiente me involucraba en
traviesas ensoñaciones.

Mientras caminaba como un pato a un afloramiento rocoso no muy


lejano, con la intención de subir un poco más alto y conseguir un mejor
punto de vista desde el que contemplar el lago, me vi obligada a admitir
que tal vez la insistencia de Hyacinth estaba calando por fin en mi cabeza.
Desde que la conocí, siempre me había animado a divertirme más y a
explorar mi sexualidad, como ella decía. Por lo general, la ignoraba porque
yo no era una chica de una sola noche. Pero tal vez ese era el problema.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Durante la única discusión que Bryce, mi ex, y yo tuvimos, después


de que yo encontrara los mensajes de texto incriminatorios, me llamó
“pez frío”. Dijo que yo era aburrida y sin vida. Esas palabras habían dolido
más de lo que quería admitir. Fueron, para ser honesta, el catalizador
para mi viaje por el mundo.

Se suponía que este viaje iba a provocar la aparición de una nueva


Hannah.

Una Hannah recreada, una Hannah 2.0.

Había planeado encontrar mi lado salvaje y dejarlo suelto. ¿Pero lo


había hecho? La verdad es que no. ¿Yo era realmente diferente? De
nuevo, no.

Lo único que había cambiado era el escenario.

Un escenario diferente, la misma Hannah de siempre.

Hyacinth, con toda su insistencia, solo había tratado de animarme


a salir de la caja, y tenía razón. Tal vez lo que necesitaba era un rollo al
azar con un apuesto desconocido.

O no. Ugh. No lo sabía.

Subir el pequeño terraplén cubierto de nieve no fue fácil con mis


casi seis kilos de traje para la nieve. Entre las capas de ropa, las botas,
el gorro y la capucha, por no hablar de la bufanda que me tapaba la vista,
la subida era incómoda, y solo llegué a la mitad del camino antes de que
mi pie resbalara, casi enviándome de vuelta al suelo en un montón de
nylon y plumas de ganso sintéticas.

Respiré hondo y me prometí tener más cuidado, pero cuando


intenté continuar, descubrí que no podía levantar la pierna derecha.
Estaba atascada entre dos tozos de hielo sólido. La sacudí todo lo que mi

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Candace Ayers Líder equipo oso

limitada movilidad me permitía, pero mi pierna solo se hundió en la


grieta. La parte inferior de la pierna, hasta la mitad de la pantorrilla,
estaba atascada. Luché y me retorcí, solo para tropezar hacia adelante y
conseguir que mi otro pie se atascara entre dos trozos de hielo.

Riéndome de mí misma y de mi ridículo momento “Lucille Ball10”


seguí luchando. Mi ropa era demasiado pesada, yo estaba encajada con
demasiada fuerza y mis músculos eran prácticamente inexistentes. Sabía
que debería haber ido más al gimnasio, o al menos haberme hecho socia.

Llamé a mi grupo.

Fue entonces cuando empecé a sentir pánico.

¿Dónde estaba mi grupo? Me quité la capucha de la parka de


encima de mis ojos. No vi a nadie. Ninguno de los otros turistas estaba
en los alrededores. ¿Cómo me había alejado tanto de los demás? Ahora
estaba atascada como una mosca en papel de alquitrán y no había nadie
cerca para ayudar.

No estaba segura de qué tan lejos había vagado o cuánto tiempo


había estado caminando. Ni siquiera vi el autobús por ningún lado. Me
agaché y traté de agarrar mi pierna para tirar de ella hacia atrás, pero
mis manoplas eran enormes. Cuando tiré, terminé cayendo de bruces en
treinta centímetros de nieve. Y ahora mi pierna estaba aún más apretada.

¡Uf!

Me las arreglé para girar un poco sobre mi costado y quitarme parte


de la nieve de la cara con las manoplas, pero no pude volver a levantarme.

10 Lucille Ball: Famosa actriz y comediante estadounidense.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—¡Hyacinth! —Golpeé la nieve y gruñí mientras intentaba zafarme


de la trampa que me había hecho yo misma—. ¿Mary… Paolo? ¡¿Hay
alguien?!... ¡Socorro!

Mi pulso se aceleró. Seguramente no me dejarían atrás. La gente


notaría que no estaba en el grupo, que no estaba en el autobús. Hyacinth
no permitiría que la excursión continuara hasta el siguiente destino sin
mí, a menos que ella estuviera distraída y no se diera cuenta de mi
ausencia. Pero al final se daría cuenta y vendría a buscarme. Enviaría a
un grupo de búsqueda… algo.

Pero, ¿cuánto tiempo llevaría eso?

¿Y si me congelaba antes de que me encontraran?

El miedo me oprimía el pecho como un torno. Nunca antes había


tenido un ataque de pánico, pero en esta situación, podría ser mi primer
ataque, y sería muy fuerte.

Volví a gritar. Mi voz sonaba temblorosa y débil. Aunque mis


movimientos eran limitados, pude girar la cabeza unos centímetros y
escudriñar el lago.

Una forma oscura me llamó la atención. Mientras seguía


observando, se hizo más grande. Se dirigía hacia mí. En pocos segundos,
puede distinguir una figura corpulenta que corría hacia mí. ¡Gracias a
Dios!

El corazón casi se me sale del pecho cuando unas largas piernas


recorrieron el hielo con una agilidad asombrosa. Cuando su bello rostro
se hizo visible, me quedé atónita. Reconocí enseguida esos ojos
penetrantes: mi sexy desconocido. El tío bueno del lodge.

Por loco que fuera, dada la posición en la que me encontraba, en


cuanto lo reconocí me invadió una oleada de calidez. Parecía que mi

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

cuerpo recordaba lo bien que se había sentido al estar pegada a él y


empezó a enviar hordas de mariposas a la región baja de mi abdomen.

El terreno nevado no era rival para las pesadas botas y los sólidos
músculos de las piernas del desconocido. Se movía como si atravesar el
suelo helado y nevado fuera algo natural para él.

Era enorme… más alto que cualquier otro hombre con el que me
hubiera encontrado cara a cara… y de constitución sólida. Cuando sus
gruesos brazos se extendieron hacia abajo, distinguí músculos abultados
bajo el fino abrigo que llevaba. ¿No se estaba congelando?

Sus manos se deslizaron bajo mis brazos y me levantó como si yo


no pesara nada. Jadeé sorprendida tanto por su fuerza como por el hecho
de que el hombre con el que había soñado anoche, el hombre al que había
dejado atrás esta mañana en la estación de esquí, acababa de rescatarme
de una posible congelación. O de la muerte.

El tiempo parecía ir más lento.

No me soltó inmediatamente. Permanecí en sus brazos, abrazada


con fuerza a su pecho. Una mirada a su rostro hizo que mi estómago se
agitara un poco más.

Lenta y suavemente, me bajó al suelo. Mientras me deslizaba por


su duro cuerpo, incluso a través de las capas del hinchado traje de nieve
que llevaba, los sólidos músculos y los duros planos de su masculinidad
eran evidentes. Maldije por el frío y mi vestuario invernal de Pillsbury-
dough-boy11.

11 El Pillsbury Doughboy, popularmente llamado Poppy Fresco, es un logotipo y a su


vez la mascota de la empresa de dulces y repostería Pillsbury Company. Tiene un aire
al muñeco hinchable de Michelín en España.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Mis ojos estaban clavados en él. Mis manoplas se negaban a


abandonar su pecho. Yo necesitaba decir algo antes de que la cosa se
volviera rara.

No, ya era rara.

¿Qué estaba haciendo él aquí? La forma en que sus ojos se


clavaban en mí era inquietante… pero me derretía las bragas.

Debería darle las gracias por salvarme.

Me lamí los labios nerviosamente.

—No esperaba verte aquí. Uhm… ¿Me has seguido? No, claro que
no. ¿Cómo ibas a saber dónde iba el autobús? No había forma de que lo
supieras. Además, ¿por qué me seguirías? Debe haber sido una
coincidencia. ¡Guau! El mundo está lleno de locas coincidencias,
¿verdad?

Sabía que estaba divagando, pero los nervios se apoderaron de mí


y parecía incapaz de callarme.

—De todos modos, puede que me hayas salvado la vida. Quiero


decir, estaba atascada y no podía moverme. De alguna manera me alejé
de todo el mundo… no a propósito… pero estaba atrapada y no había
nadie cerca. Intenté gritar, pero no había nadie que me oyera, hasta que
de repente apareciste tú.

Sus cejas se juntaron y su cabeza se inclinó hacia un lado, como


si estuviera tratando de entenderme. Yo, sin embargo, seguía
balbuceando como una tonta.

—Me has salvado. ¡Eres un héroe! Mi propio héroe. Supongo que


debería darte las gracias. Sí, definitivamente debería darte las gracias.
Así que, bueno, gracias.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Se cernía sobre mí. Sus rasgos masculinos y robustos contenían


una mirada que definitivamente hizo que mi región inferior se
estremeciera. Y no debería haberlo hecho. Sabía que no debería hacerlo,
pero, sin poder resistirme, lo hice de todos modos. Me incliné para darle
un rápido beso de agradecimiento. Apuntaba a su mejilla, pero una
fracción antes de que mis labios tocaran su cara, él se giró y mi beso
aterrizó en sus deliciosos y mullidos labios.

Se suponía que era un piquito casto, pero apartar mis labios de los
suyos me pareció de repente una tarea monumental. Éramos como dos
polos de un imán, el norte y el sur, muy atraídos y, una vez juntos,
difíciles de separar.

El beso comenzó con suavidad, con una intención inocente…


bueno, algo inocente… pero rápidamente se volvió hambriento y
apasionado. Sus labios, aunque mullidos, eran firmes y rápidamente
tomó el control, capturando mi boca con la suya. Un calor crudo y
abrasador me envolvió. Levanté la mano con la manopla y la acerqué a
su cabeza. Su lengua rozó mis labios y se enredó con la mía. No pude
evitar un pequeño gemido que se me escapó de la garganta, como
tampoco pude controlar la presión en mis pechos cuando mis pezones se
endurecieron hasta convertirse en pequeños picos sensibles. Su
desaliñada sombra de las cinco me rozó la cara y un gruñido emanó de
su pecho. Sentí las vibraciones de ese gruñido hasta llegar a mi clítoris.

Su gran mano me acarició el culo y, a través de todas las capas de


ropa, el tacto me hizo desear más. Estaba tan caliente que debería
haberme preocupado de que el hielo que teníamos debajo se derritiera.

Los dedos de su otra mano se deslizaron por debajo de mi gorro y


se tensaron. Al sentir el ligero escozor de un tirón de pelo, me apreté
contra su tensa estructura. ¿Quién iba a decir que iba a gustarme que

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Candace Ayers Líder equipo oso

me tiraran del pelo? Me aferré a su cuello, maldiciendo a mis manoplas


todo el tiempo.

Mi cuerpo se encendió como un incendio forestal. Me fundí con él,


olvidando por completo mi propio nombre mientras nuestras lenguas se
enredaban. Sabía a mis cosas favoritas… chocolate, café y hombre… y
chupé su lengua suavemente, desesperada por obtener más de su
embriagador sabor.

—¡Hannah!

La llamada de Mary me hizo volver a la realidad. Me quedé


boquiabierta cuando me di cuenta de que estaba prácticamente
machacando a un completo extraño. Un extraño caliente que podría
haberme salvado la vida, pero un extraño al fin y al cabo. Le miré
fijamente, mortificada. ¿Qué es lo que me acababa de ocurrir,
confundiendo mis pensamientos y haciéndome comportarme con tanta
audacia?

A pesar de la gélida temperatura, mis mejillas ardían de vergüenza.


Debía de parecer muy desesperada por lanzarme así sobre él… ¡Puf! Tenía
que alejarme antes de que me quitara la ropa y le rogara que me
devastara allí mismo, en el hielo.

—¡Aquí, Mary, estoy aquí! —Salí de la formación rocosa helada que


creía que me ocultaba de su vista y agité los brazos en el aire. Resultó
que no me había escondido en absoluto. Mary había estado observando
y ahora lucía una sonrisa come mierda de oreja a oreja mientras acercaba
la moto de nieve a mi lado y reducía la velocidad del motor.

Me guiñó un ojo con complicidad.

—Podría dar vueltas por el hielo unas cuantas veces más si quieres
volver a intentarlo.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Me ardían las mejillas y, sin ningún tipo de gracia, me subí en la


parte trasera de la moto de nieve. No pude ni siquiera mirar a los ojos del
chico del lodge.

—Bueno, gracias de nuevo. Perdón por casi chuparte la cara. —


Estaba horrorizada por lo que acababa de hacer—. ¡Písale! —siseé.

Mary dudó solo una fracción de segundo, pero lo suficiente para


que el desconocido captara mi atención por última vez. Parecía como si
estuviera a punto de alcanzarme. Luego, volvió a decir esa palabra: Mía.

¿Qué era lo suyo?

Quería saber qué quería decir con eso, pero Mary, respondiendo a
mi demanda, ya había pisado el acelerador. Volé hacia atrás y casi salí
disparada por la cola del vehículo, mientras despegábamos hacia el
autobús.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Capítulo Ocho
Serge
¿Podría ser más idiota? No me extrañaba que saliera corriendo.
Probablemente pensó que yo era un imbécil grande y tonto con un
vocabulario de una sola palabra.

Marché a través del hielo de regreso a los SUV en un ataque de


vergüenza, confusión e ira.

Humana.

Ni una sola vez en mi vida, ni una puta vez, consideré que mi


Compañera sería totalmente humana. Jodidamente increíble. No es que
me estuviera quejando de ella. Ella era increíble, más de lo que podía
esperar. Y ese beso… ¡joder!

Yo, sin embargo, seguía comportándome como un completo y total


imbécil. Sabía como hablar con los no-cambiantes. Me gustaban los no
cambiantes. Mi propia madre era completamente humana, por el amor
de Dios. Lo que no sabía era como reclamar a una Compañera humana.
Hasta hace unas horas, ni siquiera había pensado que fuera posible.

Nunca conocí a mi padre. Amaba a mi madre, pero a menudo me


costaba relacionarme con ella. Por culpa de mis padres… porque mi
padre era un Cambiaformas, casi arruinó a mi madre humana cuando la
dejó por su verdadera Compañera… yo era de la opinión de que los
humanos y los Cambiaformas no debían mezclarse románticamente, ya
que nunca podrían ser Compañeros. Me equivoqué.

—Nos vamos.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Ante mi brusco anuncio, Konstantin, que había estado observando


el hielo que tenía debajo, levantó la vista en forma de pregunta.

Dmitry frunció el ceño y examinó rápidamente la zona en busca de


señales de peligro.

—¿Qué ocurre?

Agarré a Pupkin por la nuca de su chaqueta y comencé a caminar


de regreso hacia los vehículos.

Ya molesto por el incidente del móvil, los rasgos de Pupkin se


contorsionaron hasta que se asemejó vagamente a un sapo enojado de
color escarlata.

—¡Espera un minuto, jovencito!

No tenía un minuto. Tenía que llegar hasta mi Compañera. No tenía


tiempo para discutir con él ni con nadie.

—Vinimos, paramos, vimos. Es hora de seguir adelante.

Con mi vista de Cambiaformas, pude ver cómo mi Compañera se


había deslizado hacia el autobús turístico justo antes de que se
marchara. Basándome en la dirección que tomó y en el antiguo itinerario
de la recepcionista del albergue, supe a dónde se dirigía el grupo turístico.
Y, ahora que la había encontrado y besado, sabía dos cosas con absoluta
certeza. Una, que éramos definitivamente Compañeros. Y dos, que de
ninguna manera dejaría que la geografía se interpusiera entre nosotros.

—¿Serge?

Le lancé una oscura mirada a Alexei. Sígueme la corriente. Te lo


explicaré más tarde.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Los hombres eran leales y confiaban en mí, como su Alfa, para


tomar buenas decisiones. Nunca habrían imaginado que en ese momento
estaba más preocupado en perseguir a mi Compañera que por la misión.
Era tan poco común en mí. También era diferente a mí el hecho de que
no sintiera ni una pizca de culpa por ello.

Tenía que decírselo al equipo, lo sabía, pero no sabía exactamente


como. O cuándo.

Mi cerebro se movía entre emociones de conmoción, desconcierto y


anhelo desesperado. Hacerme una carrera había sido mi principal
prioridad durante mucho tiempo. De hecho, había sido mi única
prioridad. No había pensado en nada más. Supongo que en lo más
recóndito de mi mente, había albergado la duda de que alguna vez
encontraría a mi Compañera predestinada. No, era más que eso. En el
fondo, no había pensado que hubiera alguien para mí. Había asumido
que nunca tendría una Compañera. Y ahora descubrir que no solo tenía
una… una fantástica… sino que era totalmente humana, era…
alucinante. Absolutamente alucinante.

Los chicos se apresuraron a cargar a Pupkin en el SUV,


probablemente pensando que yo había descubierto una amenaza y que
simplemente había decidido no revelar mis hallazgos todavía. En pocos
minutos nos dirigimos a un pequeño pueblo cercano, el destino más
lógico para un autobús lleno de turistas. Sabía de un hostal cercano que
estaba bastante seguro que podría alojar a Pupkin y al equipo.

Yo conducía el SUV líder con Dmitry y Maxim. Roman y Konstantin


y Alexei iban en el todoterreno de atrás con Pupkin.

Por las miradas que Dmitry y Maxim me dirigían, estaba claro que
no iba a poder escaparme mucho más tiempo sin ofrecer una explicación.

—He encontrado a mi Compañera.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Mi declaración fue recibida con expresiones de asombro.

—Cuando llegamos al albergue, supe que algo era… diferente. Solo


que no sabía qué. Entonces nos topamos, literalmente. Hasta hoy no
estaba seguro al cien por cien. Ella es parte de ese grupo de turistas.

Maxim lanzó un agudo silbido.

—¿Estás hablando en serio?

Gruñí.

—Sí, joder, lo digo en serio.

—Bueno, ¿dónde está ella?

Hice un gesto con la barbilla.

—Allí arriba. —Para entonces, casi habíamos alcanzado al autobús


que se movía lentamente.

Dmitry se inclinó hacia adelante, como si fuera a verla a través de


la parte trasera del autobús.

—¿Por qué no ha venido con nosotros?

Mi mandíbula se apretó.

—Ella… eh… corrió lejos de mí.

Maxim inhaló bruscamente.

—¿Ella te rechazó? Amigo, lo siento.

—Vete a la mierda. —Estuve a dos segundos de estirar la mano y


romperle la cara a Maxim—. Ella no me rechazó.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Él asintió con la cabeza.

—Uh huh. Entonces, correr lejos es… ¿qué exactamente? ¿Jugar


duro para conseguirla?

—Ya he terminado. No vamos a hablar de esto. NO estamos


hablando de esto. No quiero vuestras opiniones. No quiero vuestros
comentarios. No quiero vuestro consejo. ¿Qué podría saber cualquiera de
vosotros al respecto, de todos modos?

Maxim dejó escapar una risita.

—Ay. Creía que los Cambiaformas se suavizaban un poco cuando


conocían a su Compañera.

Dmitry resopló.

—¿Has conocido alguna vez a un macho apareado? No hay nada


suave en ellos. Por el contrario, los hombres normales y racionales se
convierten en neandertales celosos, posesivos que se golpean el pecho,
desafiando a cualquiera que siquiera mire a su hembra.

Maxim fingió una arcada.

—Maldita sea, no, gracias.

—Los dos, cerrad la boca como el infierno.

¿Qué está pasando ahí arriba? Los pensamientos de Roman se


metieron en nuestras cabezas. Estáis acelerando y dando volantazos por
todos lados.

Maxim se rió a carcajadas. Serge ha encontrado a su Compañera.


Pero no te preocupes. Está perfectamente cuerdo y sensato en todo este
asunto.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Alexei intervino. ¿Tenéis a una mujer ahí arriba?

No. No, ella se escapó. Maxim me sonrió. Yo lo fulminé con la


mirada. Pero de nuevo, no os preocupéis, ella definitivamente NO lo ha
rechazado.

Mi gruñido fue tan fuerte que sacudió la camioneta.

De acuerdo, bueno, Pupkin está prácticamente llorando como un


bebé aquí atrás. Se aferró a la descabellada suposición de que sus
enemigos Bratva han venido a buscarlo y que actualmente estamos
tratando de dejarlos atrás.

Gruñí. Decidle que no nos están siguiendo, pero que estamos dando
un rodeo para quitarnos de encima a cualquier posible combatiente.

Dmitry me dio una palmada en el hombro antes de recostarse en


su asiento.

—Una Compañera. Huh. No me lo puedo imaginar.

Maxim se estremeció.

—Suena como una sentencia de prisión. No me gustaría


imaginarlo. Soy demasiado joven. Todavía tengo avena salvaje que
sembrar y todo eso.

Dmitry se rió.

—Has sembrado suficiente avena como para rivalizar con Quaker12.

Mi Oso estaba perdiendo su mierda. No podía soportar que ella se


hubiera escapado de nosotros y no la hubiera atrapado. Actualmente su

12Quaker Oats Company es una corporación estadounidense de alimentos con sede en


Chicago, Illinois.

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Candace Ayers Líder equipo oso

único objetivo era montarla y hundir sus dientes en su cuello,


reclamándola. Quería mostrar al mundo que ella era nuestra. Estaba en
modo bestia salvaje total. No puedo decir que yo me sintiera muy
diferente. Nunca había experimentado nada tan intenso como el deseo
embriagador que sentía por ella.

Desconecté de los chicos mientras me ponía detrás del autobús,


que había disminuido su velocidad. No estaba seguro de lo que debía
hacer a continuación, si esperar o formular un plan.

Lo que quería hacer era exactamente lo que mi Oso me pedía: ir


hasta el maldito aparato, subir a él, echármela al hombro y arrastrarla a
algún lugar para reclamarla. En realidad, cuanto más pensaba en ello,
más sentido tenía la idea. Si la marcaba con una marca de reclamación,
todo este dilema entre humano-cambiaformas sería discutible.

Probablemente.

No estaba del todo seguro, ya que no sabía como funcionaba


exactamente un apareamiento entre humanos y Cambiaformas. Lo que
sí sabía era que podía llevarla al bosque a las afueras de la ciudad y hacer
que llevara mi marca de reclamación en poco tiempo.

Cuando el autobús finalmente se detuvo, aparcando frente a un


pequeño motel, nuestro SUV estaba justo detrás. Las puertas del autobús
se abrieron y la gente empezó a salir lentamente con su equipaje.

Muy bien. Así que este era el alojamiento previsto para el grupo de
turistas. Sabía que no se quedarían mucho tiempo, probablemente solo
una noche, antes de volver a subir al tren y viajar al siguiente destino. Si
iba a poner en práctica mi apresurado plan, ahora era el momento.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Puse el SUV en marcha, maniobré alrededor del autobús y derrapé


hasta detenerme a dos manzanas de distancia, frente al albergue que, me
sentí aliviado al descubrir, seguía funcionando.

—Registra a Pupkin y acomódalo. Tengo que ocuparme de una…


cosa.

—Buena suerte. —Dmitry se rió—. Con tu cosa.

—Volveré en poco tiempo.

—Si ella no vuelve a huir de ti. —Maxim movió dos dedos hacia
adelante y hacia atrás para imitar las piernas caminando, o corriendo,
luego esquivó mi puño y se echó a reír.

Que se jodan estos tipos. Ya verían. Observé cómo prácticamente


arrastraban a Pupkin por la nieve y entraban en el gran edificio que servía
de albergue. Mierda. Esto iba a volver y morderme el culo, lo sabía. De
todos los momentos para que sucediera algo así, tenía que ocurrir con
nuestras carreras pendiendo de un hilo.

Yo siempre seguí la línea. Siempre.

Por supuesto, los otros chicos del equipo solían hacer algún que
otro lío, alguna travesura, y se saltaban las normas en mayor o menor
medida. Aunque yo les reprendía, tal y como exigía mi trabajo, no me
enfadaba demasiado con ellos. Así eran ellos. Tenían demasiada energía,
demasiada habilidad y demasiada chulería.

Yo, sin embargo, nunca rompí las reglas. Nunca me aparté del
protocolo. Hasta ahora.

Estaba aprendiendo rápidamente que el dicho de nunca digas


nunca era cierto.

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Candace Ayers Líder equipo oso

De todos los momentos para desviarme de mi norma, éste era el


peor. No solo mi carrera, sino todas nuestras carreras, estaban en juego.

Cuando volví a aparcar detrás del autobús, éste estaba vacío.

Me quedé sentando en el todoterreno durante un minuto,


debatiendo mi próximo curso de acción. Era difícil pensar con claridad
con mi Oso, mi polla y mi instinto de apareamiento tomando las
decisiones, pero casi me habían convencido de irrumpir en el lugar y
llamar a todas las puertas hasta encontrar la habitación de mi
Compañera cuando ella salió del motel. Su rosto estaba parcialmente
oculto por la enorme capucha de su parka, pero supe que era ella. Una
sacudida de lujuria me atravesó con tal intensidad que sentí como si
acabara de masticar un cable con corriente.

Salí del vehículo y me puse en marcha antes de que pudiera dudar


de mí mismo. Al sentirme, su cabeza se movió en mi dirección. Sus ojos
dorados se abrieron de par en par y su boca se abrió por sorpresa.
Cuando el aroma a jazmín que florece de noche y el almizcle me golpeó
con fuerza, mi Oso soltó un gruñido posesivo. Mía.

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Capítulo Nueve
Hannah
Las mariposas en mi estómago acababan de empezar a calmarse
un poco por el encuentro de besos cuando me di cuenta de que me había
dejado mi gorro de punto en el autobús. Con la promesa de Hyacinth de
asegurarnos una habitación, salí corriendo con la esperanza de alcanzar
el autobús antes de que se fuera. Apenas había atravesado las puertas
del motel, cuando miré dos veces.

¿El bombón del lodge? ¿Qué…?

Se acercó a mí rápidamente, con esa intensa mirada que aún ardía


en sus ojos. ¡Oh, Dios! Era la mirada que Paolo le dirigía a Mary… pasión
y anhelo absoluto… multiplicada por diez.

Por veinte veces.

Este hombre me deseaba. Debería haberle tenido miedo… un


hombre alto y musculoso que prácticamente me embestía… pero mi
cuerpo estaba haciendo cosas estúpidas. Estúpidas, estúpidas cosas. En
lugar de reaccionar con miedo, mis bragas se derritieron.

Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa, pero no salió ningún
sonido. Probablemente porque estaba aturdida estúpidamente por el
Señor-Sexy-viniendo-hacia-mí-rápido.

Antes de que pudiera conseguir que mi cerebro funcionara lo


suficiente como para decidir una reacción apropiada, él estaba de pie
ante mí. Guau.

—Mía… Compañera… mía. —Sacudió la cabeza como si estuviera


frustrado consigo mismo.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Qué dulce. Me encantaba como se esforzaba por comunicarse


conmigo en mi propio idioma.

—Supongo que es todo el inglés que sabes. Bueno, hola. Soy


Hannah, de Oklahoma. —Me golpeé el pecho—. Siento no hablar mucho
ruso. En realidad no hablo nada de ruso. Pero tengo el traductor de
Google. —Agité mi teléfono delante de él y me puse a trabajar sacando la
aplicación.

—Hablo inglés fluido. —Su voz era un delicioso gruñido de


barítono, y si mis bragas estaban mojadas antes, ahora estaban
empapadas—. Ven conmigo.

El vientre me revoloteaba. Di un paso sin sentido en su dirección


antes de darme cuenta de la locura de la situación. ¿Había perdido todo
el sentido común? ¿Ir con él? Mala idea.

—Bueno, me gustaría. Quiero decir que ese beso fue… —Agité mi


mano frente a mí, abanicando mi cara—. Oh, Dios, fue increíble. Y luego
me seguiste. —¿Acosándome? Eso era… hmm… o bien aterrador o bien
romántico, no estaba segura. Era tan guapo y masculino y magnético que
todo lo que podía oír era a Hyacinth diciéndome, como cien veces, que
encontrara a un desconocido y me acostara con él, seguido por la voz
resonante de Bryce llamándome pez aburrido y frío.

Hannah 2.0, me recordé.

¿Pero era seguro? Es decir, quería hacerlo, de verdad, pero no


sabía… Retrocedí un paso.

—No estoy segura de que sea una buena idea que te acompañe a
cualquier sitio. El peligro de los extraños y todo eso.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Los ojos del chico del resort se entrecerraron. Sin decir nada más,
se agachó ligeramente y me echó por encima del hombro como si fuera
un saco de comida para perros.

—¡Oye! ¿Qué estás haciendo?

—Eres mía —dijo con un gruñido áspero en su voz que hizo que se
me acelerara el pulso. Cuando su mano se posó en mi trasero, volví a
maldecir todas las capas de ropa para el frío—. Eres mi Compañera y te
llevo conmigo.

Me resistí, no mucho. Solo un poco.

—¿Perdón? Creo que necesito saber un poco más que eso, señor.
Me refiero a que estoy de acuerdo con la sensación de “Yo Tarzán, tú
Jane” que proyectas, pero esto es exagerado. ¿A dónde vamos? ¿A dónde
me llevas? Me vas a traer de vuelta, ¿verdad?

—No hasta que te reclame como mía.

—Reclamarme como… ¡oh! De a… cuerdo. —Me puse rígida—.


Espera, ¡¿qué?! —Luché con más fuerza—. Ni siquiera sé tu nombre. —
Más contoneos—. Podría gritar, sabes.

—Oh, gritarás, pequeña Compañera. Gritar de placer. Gritar de


arrebato. —Su timbre ronco hizo que el calor corriera por mis venas. Su
mano golpeó la mejilla de mi culo acolchado en fibra y volvió a gruñir. ¿A
qué venían esos gruñidos?—. Tengo que quitarte esta ropa.

—¿Quitar mi ropa? Bueno, eso es bastante presuponer. —¿Lo era


realmente, teniendo en cuenta que estaba colgada sobre su hombro con
su mano en mi trasero?

—Puedo oler tu excitación. Sé que me deseas tanto como yo a ti.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Eso me hizo callar momentáneamente. Parpadeé.

—¿Puedes olerme?

—Hueles delicioso, Hannah. —Comenzó a caminar—. Tienes la


fragancia más deliciosa que he tenido el placer de experimentar.

Mi corazón dio un pequeño salto mortal.

Al oír la puerta de un coche que se abría, me bajó del hombro y lo


siguiente que supe fue que estaba sentada en la parte trasera de un
todoterreno. Inclinándose el galán del lodge me miró fijamente a los ojos.

—Soy Serge. Soy tuyo.

No tenía ni idea de lo que quería decir con eso. ¿Él era mío? ¿En
qué sentido? Pero había dos cosas que sí sabía con certeza. Una, que esas
palabras, dichas así, por un hombre como él, eran fueeeego. Dos, si era
un asesino en serie, dejar que me transportara a un lugar secundario
probablemente significaba que yo era carne muerta. Lo sabía por haber
visto programas de crímenes reales. No quería ser carne muerta, aunque
Serge me prometiera un buen rato antes.

Pateé la pierna en un movimiento defensivo, solo para que él la


atrapara y la usara para inclinarme hacia atrás en el asiento. De pie entre
mis muslos, me miró y sonrió. Desde algún extraño lugar dentro de mí,
gruñí, con la intención de darle a probar su propia medicina.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Me estás secuestrando?

Se inclinó más cerca, y su dura longitud se frotó contra mí de una


manera que me robó el aliento. Podía sentirlo a través de los pantalones
de nieve acolchados. Bien, eso era definitivamente caliente. Su mano se
deslizó por detrás de mi cabeza y acercó mi cara a la suya para otro de
sus besos, un beso que hizo que un géiser de lava corriera por mis venas.

64
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Candace Ayers Líder equipo oso

Si esto era un secuestro, no estaba tan mal.

Ni siquiera me había dado cuenta de que le había rodeado el cuello


con los brazos hasta que él los separó para poder enderezarse en toda su
altura. Aturdida, me limité a ver como movía mis piernas fuera del
camino y cerraba la puerta. Mi cerebro estaba revuelto. Cosas como estas
no les pasaban a chicas como yo. Les ocurrían a las vivaces, extrovertidas
y magníficas supermodelos. Lo único que pude hacer fue observar con
asombro como rodeaba el exterior del vehículo y se deslizaba tras el
volante.

Puso en marcha el todoterreno y apuntó hacia mí las rejillas del


aire caliente antes de encender la calefacción a tope. El aire caliente
circuló rápidamente, penetrando en mis capas de ropa, mientras él nos
conducía una corta distancia hasta las afueras del pequeño pueblo y
aparcaba detrás de un grupo de árboles congelados y cargados de nieve
antes de girarse para mirarme.

—Estás sudando.

Lo estaba.

—No vas a matarme, ¿verdad?

—¿Matarte? —Parecía horrorizado.

—Solo estoy preguntando. ¿Cuál es tu intención aquí?

—No voy a matarte. Nunca te haría daño. Mi intención es probar,


tocar y explorar cada parte de tu increíble cuerpo antes de reclamarte.

¡Oh-Dios-Mío! ¿Reclamarme? Utilizó una frase tan romántica.


Debería haber escuchado a Hyacinth y haberme enrollado con un extraño
hace mucho tiempo. Aunque si era honesta, hasta el tío bueno del lodge…

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Candace Ayers Líder equipo oso

Serge… no había sentido realmente deseo por ningún hombre. De hecho,


nunca había deseado a nadie como deseaba a Serge. Ni siquiera a Bryce.

Realmente iba a hacer esto. Hice un brindis mental por las nuevas
experiencias, las bellezas rusas y el amor libre, esto último en honor a
Hyacinth.

Abriendo la cremallera de mi chaqueta, la deslicé por mis brazos.


Las manos me temblaban mientras lo hacía, una ansiedad creciendo en
mí que no tenía nada que ver con el miedo y todo que ver con una
deliciosa anticipación. Había algo en mí que parecía reconocerlo. Como
si nos hubiéramos conocido antes, hace mucho tiempo. Pero eso era
imposible, y yo sabía que no lo habíamos hecho.

Sus ojos se movieron sobre mi cuerpo, el azul más pálido del


interior de sus ojos se oscureció para coincidir con el anillo exterior. Se
lamió los labios y se pasó las manos por el pelo.

—Cuando te vi en el albergue, supe que eras mía. Al principio me


sorprendió, me daba miedo creerlo. Luego, me enfadé conmigo por
haberte dejado escapar. Sin embargo, en el lago, te dejé escapar de nuevo.
—Salió y abrió la puerta trasera. Su gran cuerpo llenó el espacio vacío
del asiento trasero mientras se subía y cerraba la puerta tras de sí. De
repente estaba allí, junto a mí—. No volveré a cometer ese error. Esta vez,
no te perderé de vista hasta que te haya reclamado.

Sentí que el aliento abandonaba mis pulmones de golpe.

—Así que me has seguido. —Era una afirmación, no una


pregunta—. Desde el albergue, y luego desde el lago hasta aquí.

—Lo hice —asintió y extendió la mano para pasar un nudillo por la


piel de mi mejilla—. Hannah, eres la mujer más hermosa que he visto
nunca.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Bueno, estábamos a mano porque él era sin duda el hombre más


guapo que yo había visto nunca.

Aspiré un poco y sacudí la cabeza.

—Esto es una locura.

—No, en absoluto. Esto es el destino. —Se bajó la cremallera de su


chaqueta y se encogió de hombros antes de pasar por encima de su
cabeza, agarrar la parte trasera de su camiseta y quitársela de un tirón.

Se mi hizo la boca agua al contemplar los cincelados pectorales y


los abdominales de Serge. Guau. Estaba aún más bueno sin camiseta.
Musculoso, grande, con el pecho desnudo y aquí conmigo. Me giré para
encararlo más.

—Esto no es algo que yo haga. De hecho. Nunca he hecho antes


esto.

Sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Eres virgen?

—¡No! Me refiero a que nunca he tenido sexo con un completo


desconocido. —O en la parte trasera de un todoterreno en un pintoresco
pueblo de Siberia—. De hecho, el único otro hombre con el que he estado
es mi marido.

Una expresión de enfado recorrió sus rasgos haciéndole parecer


positivamente violento.

—¿Estás casada?

Respiré con fuerza.

—Divorciada.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Bien. Así no tendré que deshacerme de él.

Me reí.

Él no lo hizo.

—Mi ex-marido era una especie de perdedor.

—Claramente. Si ya no te tiene, perdió a lo grande. —Entonces


Serge se abalanzó. Dejé escapar un chillido de sorpresa cuando sus
manos me agarraron por la cintura y me tiró sobre su regazo para que
me sentara a horcajadas sobre él—. Pero su pérdida es mi ganancia. Y a
diferencia del perdedor, yo nunca te dejaré ir.

De acuerdo, esto podría ser ir un poco lejos para un rollo al azar


con un extraño. Pero, ¿qué demonios? Si él quería jugar a los roles, crear
una fantasía y hacer creer que éramos dos personas enamoradas y que
lo que teníamos era para siempre, entonces yo estaba de acuerdo. Me
excitaba. En realidad, todo en él era excitante. Incluso la fantasía del
secuestro.

Tomó mi mano y la colocó en su pecho desnudo, sobre su corazón.


Cuando sentí el latido de nuestros dos corazones, jadeé. Estaban latiendo
en perfecta sincronía. No sabía que eso fuera posible.

Serge y yo volvimos a cruzar nuestras miradas. La intensidad en


sus ojos casi me hace llorar.

La comisura de su boca se curvó levemente en un atisbo de sonrisa.

—Estamos predestinados, tú y yo.

Por muy descabellado que fuera, la fantasía que pintó era mágica,
y me metí de lleno en ella, como Alicia cayendo en la madriguera del
conejo.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Capítulo Diez
Hannah
En el momento en que sus labios descendieron sobre los míos, mi
cuerpo se fundió con él. Sosteniéndome con mis manos en sus hombros,
anhelaba más. Él era tan delicioso que sentía que no podía acercarme lo
suficiente.

Sus dientes rasparon mi labio inferior y mis caderas se agitaron en


respuesta. Cuando gimió, lo hice de nuevo. Le mordí la lengua mientras
exploraba mi boca y su agarre en mis caderas se hizo más fuerte. Se
apartó lo suficiente como para quitarme el jersey por la cabeza y
encontrar otro debajo. Su gruñido de frustrada impaciencia me hizo
sonreír. Yo me quité el jersey.

Debajo del segundo jersey había una prenda térmica de manga


larga. Él maldijo y me la quitó, seguida de mi camiseta, luego una
camiseta de tirantes antes de quedarme solo con el sujetador. No era
nada especial. Algo que compré en una tienda de ofertas hace unos años,
pero por la forma en que me miraba, me pareció que estaba cosido con
hilo de oro y adornado con diamantes.

Se inclinó hacia mí y me dio un suave y tierno beso en el hombro


antes de deslizar la correa por mi brazo.

—¿Tu mitad inferior está vestida con tantas capas?

Sonreí y negué con la cabeza.

—No.

Su boca volvió a la mía con un mordisco burlón que me volvió loca


mientras deslizaba el otro tirante del sujetador por mi brazo y lo

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Candace Ayers Líder equipo oso

desabrochaba en la espalda. Después de quitarme el sujetador, siguió


besándome.

Su boca devoraba la mía, su lengua saqueaba, sus dientes


mordían. Me besó hasta que mi cuerpo se estremeció en sus brazos por
la necesidad y moví mis caderas contra el gran bulto de sus pantalones,
ansiosa de más fricción.

De repente, me levantó de su regazo y me colocó en el asiento junto


a él. Tuve medio segundo para sentirme despojada, echando de menos
su calor, antes de que él estuviera allí, cerniéndose sobre mí en el
reducido espacio. Sus nudillos me acariciaron el estómago y luego sus
dedos trabajaron en mis pantalones de nieve mientras sus ojos vagaban
por mi pecho desnudo.

De un solo golpe, me guitó los pantalones para la nieve y los


calzoncillos térmicos largos, y podría haber jurado que sus ojos brillaban
mientras recorrían lentamente mi cuerpo.

Fue un poco angustioso, no miento.

—No estoy exactamente firme y tonificada. Dejé que caducara mi


membresía en el gimnasio… o lo habría dejado caducar si alguna vez
hubiera tendido uno.

Él depositó un beso en mi esternón, casi con reverencia.

—Lo sacrificaría todo por ti, por esto.

—Um… ¿gracias…? —Lo miré con total incredulidad, pero sus ojos
me dijeron que no estaba bromeando—. Espera, ¿hablas en serio?

—Hablo muy en serio, Hannah. —Me agarró la cara y me acarició


la cara con el pulgar—. Hermosa niña, las guerras se libran por mujeres
como tú. Títulos arrebatados. Reinos vencidos.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Se me cortó la respiración.

—¿Co… cómo puedes decir eso?

Su pulgar se detuvo y acercó su cara a la mía.

—¿Cómo podría no hacerlo? Mírate. No hay nada que yo no haría,


que no daría, que no dejara por ti.

Lo miré fijamente durante varios segundos antes de recuperar la


capacidad de hablar.

—Guau. Eso es como… el mejor cumplido de la historia.

Abrumada por la emoción, atraje su rostro hacia el mío y lo besé.


Su mano recorrió mi garganta y mi pecho, deteniéndose para sostener el
peso de cada pecho antes de bajar para ahuecar mi trasero. Respiré con
fuerza cuando su boca siguió a sus manos, haciendo arder mi piel. Se
tomó su tiempo para devorarme mientras me bajaba las bragas por las
piernas. Luego se introdujo entre mis muslos, y la presión de su pantalón
de lona se hizo sentir contra mi núcleo desnudo.

—Ábreme los pantalones, pequeña Compañera. —Sus palabras


surgieron más como un gruñido que como una voz, y sus ojos, al
encontrarse con los míos, parecieron brillar de nuevo. Supuse que era un
truco de la luz.

Acababa de desabrocharle la cinturilla cuando sus dedos


acariciaron mis resbaladizos pliegues. Aspiré con fuerza y levanté las
caderas todo lo que pude buscando más. Me recompensó con suaves y
perezosas caricias sobre mi sensible clítoris.

—Serge.

Enterró su nariz en mi pelo y gruñó.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

—Di mi nombre otra vez.

—Serge. —Me esforcé por bajarle la cremallera y, cuando por fin lo


conseguí, intenté empujarle los pantalones por debajo de las caderas. No
me ayudó. Parecía contentarse con seguir tocándome.

Pasó sus dedos por mi humedad y luego los deslizó dentro de mí.
Gemí contra el lateral de su cuello y me olvidé de sus pantalones por el
momento. Intenté separar las piernas para aliviar un poco la sensación
de plenitud mientras sus largos y gruesos dedos se deslizaban más
profundamente, pero el espacio era demasiado estrecho. Hizo tijera con
sus dedos, estirándome, y utilizó su pulgar para rodear mi clítoris.

Me corrí vergonzosamente rápido. Podría haberme inventado


cientos de excusas… había pasado una eternidad para mí, era la emoción
de experimentar a un extraño, o el riesgo de ser atrapada… pero no era
ninguna de esas cosas. Era él. Parecía conocer mi cuerpo mejor que yo.

Serge no se detuvo. Introdujo otro dedo en mi núcleo empapado y


me acarició el punto más sensible detrás de la oreja cuando el ligero dolor
se combinó con el placer extremo para hacerme gemir.

—No soy pequeño, cariño. No quiero hacerte daño. Necesito saber


que estás preparada para mí.

Mi cuerpo se tensó cuando me invadió una oleada de placer y me


encontré cantando su nombre en su hombro mientras otro orgasmo me
estremecía. Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho y podía sentir el
mismo ritmo palpitando alrededor de sus dedos.

Como si supiera que necesitaba un descanso, retiró el pulgar de mi


clítoris sobre-estimulado, pero siguió metiendo y sacando dos dedos,
manteniendo el contacto con mis sensibles terminaciones nerviosas. Se

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Candace Ayers Líder equipo oso

sentó erguido, viendo como sus dedos penetraban profundamente y luego


se retiraban, cubiertos de mis jugos.

—Joder, eres preciosa.

Invadida por un súbito arrebato de timidez por alguna razón,


intenté cerrar mis muslos, pero él los mantuvo abiertos.

—Voy a follarte, preciosa Hannah. Dime que lo deseas. Dime que


quieres que deslice mi polla dentro de ti y que te marque como mía. —Su
voz era gruesa y ronca, y sus ojos definitivamente brillaban—. Dilo.

Me había dado dos orgasmos, y yo todavía quería más. Era


codiciosa. Necesitaba sentirlo dentro de mí. Excepto…

—Um, sí quiero eso, pero… —Respiré profundamente—. ¿Tienes un


condón?

Por favor, di que sí, por favor, di que sí.

—¿Condón?

Asentí.

—Sí, ya sabes, un preservativo… una goma.

Él parpadeó. Luego se pasó una mano por el pelo.

—No tengo un condón, pero yo…

Mi corazón se hundió, pero tenía que hacerlo. Era un límite duro


para mí.

—Detente ahí. —Le puse una mano delante de la cara—. Una cosa
es que te echen al hombro, te secuestren, te lleven a un lugar apartado y

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Candace Ayers Líder equipo oso

te seduzcan, pero pongo el límite en arriesgar mi seguridad siguiendo a


pelo.

Aunque era inflexible, estaba decepcionada. Esto prometía ser un


encuentro que nunca, jamás olvidaría, incluso si fuera en un vehículo
empañado aparcado en una zona pública en la que podrían pillarnos en
cualquier momento.

Y luego recordé algo.

—Espera. —Me agaché bajo el asiento y rebusqué entre mis


prendas desechadas en busca de mi parka. Efectivamente, en el bolsillo
estaba la ristra de condones que Hyacinth me había dado en el autobús
esa mañana. En ese momento me había irritado un poco con ella. Ahora
podría besarla.

Los agité en el aire entre nosotros. Serge no parecía complacido.


Bueno, eso no era demasiado malo.

—Lo siento, sin goma, no hay amor. Es un factor decisivo. Envuelto


antes de tocar.

Se rascó la barbilla con la uña del pulgar.

—Llegaremos a un acuerdo. Yo llevaré puesto el condón y tú mi


marca de reclamación.

¿Marca de reclamación? No estaba exactamente segura, pero


supuse que se refería a que iba a quitarse el condón en el último segundo
y disparar su carga sobre mi estómago, mis pechos o algo así. Los tíos
podían ser cavernícolas en ese tipo de cosas y, tenía que admitirlo, mi
núcleo se apretó ante la idea. Me sonaba atrevido y divertido, y en este
momento me apetecía mucho ser Hannah 2.0.

—Sí, por favor, tu marca de reclamación.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Me soltó y luchó por quitarse los pantalones en el estrecho asiento


trasero. En cuestión de segundos, estaba sentado, tenía el condón
extendido en su gruesa longitud y me estaba arrastrando a su regazo.
Sin ningún esfuerzo, me sujetó por las caderas, suspendida sobre su
rígida polla.

—Eres mía.

Para desmayarse.

Cuando la cabeza de su polla se introdujo en mí, agradecí al


instante que se hubiera tomado la molestia de estirarme lo suficiente
para acomodar su grosor. Era enorme e incluso con la preparación,
estaba estirada al máximo. Mis dedos se clavaron en sus hombros y
respiré hondo tratando de relajarme mientras me hundía permitiendo
que su longitud me penetrara lentamente, rozando cada deliciosa
terminación nerviosa en el camino. Me bajó centímetro a centímetro, con
los ojos clavados en mi cara, como si me estuviera estudiando y se guiara
por mis reacciones. Finalmente, nuestros muslos se encontraron con una
suave palmada que nos hizo gemir a los dos en voz alta.

Me rodeó con sus brazos y me estrechó contra su pecho, con su


cara enterrada en el pliegue de mi cuello de nuevo. Sentí sus dientes allí.

Eché la cabeza hacia atrás y le di más de mi garganta.

—Por favor, Serge.

Gruñó y me levantó antes de volver a tirar de mí hacia abajo. Volvió


a hacerlo, arrastrándome hacia arriba y hacia abajo sobre su eje mientras
raspaba sus dientes sobre mi garganta. Una y otra vez, me levantó y me
bajó, utilizando mi resbaladizo centro para bombear su polla. Sus
dientes, sus labios y su lengua trabajaron desde mi cuello hasta mi

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Candace Ayers Líder equipo oso

pecho, mis pechos, mis pezones, y de nuevo hasta mi cuello mientras sus
empujones ganaban impulso, haciéndose más rápidos y más duros.

Mientras sus dedos se clavaban en mi cintura, sus caderas se


clavaban en mí, despertando el conocido dolor hasta que grité con el
salvaje orgasmo que sacudió mi cuerpo.

Sin embargo, no fue nada comparado con lo que ocurrió después.

Yo seguía volando, con mis paredes palpitando alrededor de él en


espasmos, cuando las caderas de Serge dieron un último y duro empujón
justo cuando sus dientes se hundieron en mi garganta.

El agudo pinchazo duró menos de un segundo antes de que una


ola de euforia más potente que cincuenta orgasmos me inundara.

Mi cuerpo gritó de placer en todas partes, en cada centímetro de


mi anatomía. Delirante y luchando por respirar, me derrumbé contra él,
cayendo sin fuerza en sus brazos.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Capítulo Once
Serge
El tiempo se detuvo mientras acunaba a mi preciosa Compañera
contra mi pecho. Su cabeza estaba apoyada en mi hombro, los ojos
cerrados y la respiración entrecortada. Nuestro apareamiento había sido
más de lo que jamás había imaginado.

Mi polla seguía dentro de ella, y seguía dura, a pesar de que


acababa de tener el orgasmo más potente de mi vida. Esperaba que la
próxima vez fuera sin condón, una vez que le explicara que, como
Cambiaformas, no era portador de ninguna enfermedad y que era inmune
a cualquier enfermedad humana. Por supuesto, siempre existía la
posibilidad de la concepción. Me encantaría verla embarazada de mi
cachorro.

Primero tenía que explicarle que era un Cambiaformas.

Teníamos para pasar una eternidad juntos, pero esto era


importante para quitarlo de en medio. Cuanto antes, mejor.

Mis ojos se posaron en la piel desgarrada en el pliegue entre su


cuello y su hombro. Mi Oso estaba satisfecho. No solo ella había aceptado
nuestra marca de reclamación, sino que la había suplicado. Una
Compañera perfecta.

Le acaricié el pelo y le di un beso en la frente. Hannah era


incomparable.

Ella se agitó en mis brazos, sus párpados revolotearon antes de


abrirse lentamente.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Observé como sus hermosos ojos dorados se centraban en los míos


y una pequeña sonrisa asomaba por la comisura de sus labios.

—Casi pensé que eras un sueño.

Flexioné mis caderas y negué con la cabeza.

—Esto es de verdad, cariño.

Ella gimió y sus uñas se clavaron en mi pecho.

—Demasiado dolorida.

Le di un suave beso en sus dulces labios y la ayudé a deslizarse


fuera de mi regazo hasta el asiento de al lado.

Después de quitarme el condón, no sabía qué hacer con él, así que
lo até y lo metí en el bolsillo de mis pantalones cargo, que estaban
cubriendo el asiento del pasajero.

Cuando Hannah tembló ligeramente, mis brazos volvieron a


rodearla y la atraje hacia mi pecho.

—¿Estás bien, Compañera?

Ella asintió.

—Sí. —Luego negó con la cabeza—. No… no lo sé. De repente me


golpea lo que acabo de hacer.

—Lo que hicimos nosotros. —Besé su sien.

—Vale, lo que hemos hecho. —En su cara se dibujó una enorme


sonrisa—. Fue espectacular. Mejor que espectacular. Fue… no creo que
haya palabras.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Es porque somos Compañeros. Esto solo ocurre… esta


intensidad, este placer elevado, este nivel de saciedad… con los
verdaderos Compañeros.

—Verdaderos Compañeros. ¿Qué quieres decir con eso?

—Compañeros verdaderos, predestinados, significa que estamos


predestinados a estar juntos. Destinados. Tú estás hecha para mí. Yo
estoy hecho para ti.

Su espalda se puso rígida.

—¿De verdad crees en eso?

—Por supuesto. Soy un Oso Polar, así que he sabido de los


Compañeros predestinados toda mi vida. Es algo que aprendemos a una
edad temprana. —No me di cuenta de que su cuerpo se había puesto
rígido hasta que se apartó de mí.

—¿Qué acabas de decir?

Dudé, y fingí una risa alegre, pero empezaba a pensar que estaba
en un montón de problemas.

—Es algo de lo que tengo que hablar contigo.

—Dijiste… ¿Oso Polar?

Asentí, pero antes de que yo pudiera decir más, la voz de Dmitry


atravesó mis pensamientos.

Serge. Tenemos una situación.

Hannah se estaba alejando físicamente de mí. No en cuanto a la


distancia, sino que había cruzado las piernas, cruzado los brazos sobre
el pecho e inclinado su cuerpo hacia la puerta opuesta. No me gustó. Se

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Candace Ayers Líder equipo oso

estaba escondiendo de mí, y yo quería agarrarla y acercarla, pero la


expresión en su cara me decía que sería una mala idea.

—Cuando dices Oso Polar, te refieres metafóricamente, como por


haberte desarrollado en un clima frío, ¿verdad?

Resoplé.

—Sí me gusta el clima frío, pero cuando digo Oso Polar, me refiero
literalmente, no metafóricamente.

Serge. Esta vez fue Alexei. Alerta roja. Te necesitamos aquí.

Estaba seguro de que los chicos no interrumpirían por algo frívolo.


Sabían con quién estaba y por qué. Pero el miedo, el arrepentimiento y la
repulsión en la cara de Hannah eclipsaron todas las demás
preocupaciones.

Los ojos de Hannah eran platillos mientras empezaba a buscar a


tientas su ropa, metiendo apresuradamente sus brazos y piernas dentro
de las prendas y saltándose por completo varias capas que había usado
anteriormente.

—¿Qué estás haciendo? ¿Por qué te estás vistiendo?

—Estás hablando de ser un peludo, ¿no? ¿Lo del fandom13?

—¿Peludo?

Serge. Roman esta vez, ¡joder! Ahora que Pupkin tiene acceso a un
teléfono amenaza con llamar al cuartel general. Lo tenemos
temporalmente… ah… sometido. Esperando tus instrucciones.

13 Fandom: Grupos de fan o aficionados a alguna cosa.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Solté un suspiro. Dame veinte.

Alargue la mano hacia Hannah, pero me la apartó de un manotazo.

—No me toques. Debería haberlo sabido. —Soltó una risa amarga


y sacudió la cabeza hacia el techo—. Debería haber sabido que esto era
demasiado bueno para ser verdad. Conocer a un tipo que por fin me hace
sentir completa y que dice que se disfraza de animal antropomórfico.
Probablemente asiste a convenciones con otros locos. Odio
avergonzarme, pero o está loco o es un gilipollas que se lo está inventando
para que yo me vaya a toda prisa. ¿Es eso? ¿Te rascaste una picazón y
ahora eres demasiado cobarde para decirme que me vaya, así que te estás
haciendo el loco?

Me sorprendió.

—¿De qué demonios estás hablando?

No creo que podamos retenerlo más, fue la respuesta de Roman.

—¿De qué estoy hablando? ¡Estoy hablando de que no me gusta la


peluchofilia14! No es que esté juzgando. —Se pasó la mano por el pelo—.
Oh, ¿a quién demonios estoy engañando? Estoy juzgando, así que
demándame.

—Realmente no sé de qué estás hablando. No estoy seguro de lo


que es la peluchofilia, pero suena como el tipo de enfermedad a la que
soy inmune, así que no hay necesidad de preocuparse por eso. Y no hay
convenciones para los de mi tipo. Soy un Cambiaformas. Y sí, soy
bastante peludo cuando paso de esta forma humana —Señalé a lo largo
de mi cuerpo—, a mi forma de Oso Polar.

14 Peluchofilia: excitación sexual con juguetes de peluche, o gente disfrazada con


peluches.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Cambiaformas. No puede ser. ¿Quieres decir Cambiante? ¿Como


en los libros? Los libros de ficción.

Oye, líder de equipo, Águila está agitando sus plumas. ¡Jodido


Dmitry!

—¡Solo un maldito minuto! —Joder. Me pasé una mano por la cara


para intentar calmarme, y entonces me fijé en la expresión de Hannah—
. Perdona. No quería decir eso en voz alta. No estaba hablando contigo.

¿Podríais, imbéciles, dadme un minuto? ¡Estoy lidiando con una


situación aquí!

Me volví hacia Hannah, que ahora parecía aún más repugnada.

—Lo siento, Hannah. Estaba hablando con los chicos. ¿Qué libros?

—¿Qué chicos? —Ella miró a su alrededor con horror.

—No, no, no te preocupes. No están aquí. Estaba hablando con


ellos en mi cabeza.

Ella parpadeó.

—En tu cabeza… Y crees que eres un Cambiaformas… —Hannah


se estaba retorciendo las manos y miraba nerviosa a su alrededor. Esto
estaba yendo rápidamente hacia abajo.

—No lo creo. Lo sé. Soy un Cambiaformas. —Empezaba a ver como


podría parecerle esto a alguien que no supiera de la existencia de los
Cambiaformas… nada bueno—. Probablemente pienses que estoy loco.

—Subestimación —murmuró en voz baja, pero mi oído de


cambiante lo captó alto y claro.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Con los chicos metidos en mi trasero, y Hannah sacando


conclusiones, solo había una cosa que yo podía hacer, y era terminar esto
aquí mismo.

—Mira. Solo mira.

Abrí la puerta y salí a la nieve desnudo. Hannah se estremeció y


cerró la puerta tras de mí.

—Sigue mirando, cariño —dije por encima del hombro—. Te voy a


enseñar la locura.

Alejándome unos metros del todoterreno, respiré profundamente


un par de veces para calmarme primero. Necesitaba mantener mi ira bajo
control. Nada de esto era culpa de Hannah. Por supuesto que estaba
dudosa. ¿Quién no lo estaría en su situación? Todo estaría bien una vez
que ella viera a mi impresionante Oso.

Estaba a mitad del cambio cuando oí que saltaba el seguro de las


cerraduras.

Una vez que me transformé por completo, miré a Hannah para


evaluar su reacción, pero ya no estaba en la parte de atrás. Ella había
saltado al asiento del conductor. Solo tardé una fracción de segundo en
darme cuenta de su intención, pero fue una fracción de segundo
demasiado larga. En el momento en que intenté golpear la puerta para
abrirla, el vehículo se tambaleó hacia adelante. Tuve que retroceder de
un salto para evitar que me atropellaran mientras el todoterreno
arrancaba y aceleraba por la carretera a toda velocidad.

Perseguí al SUV solo unos metros antes de darme cuenta que no


sería bueno que los aldeanos me vieran en forma de Oso Polar. Ellos
dispararían a matar.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Dudaba que me fuera a ir mucho mejor como hombre corriendo


desnudo por el pueblo. Lo único que pude hacer fue soltar una retahíla
de maldiciones mientras veía desvanecerse las luces traseras.

Jefe, ¿qué está pasando? La voz preocupada de Roman llenó mi


cabeza.

Reúnete conmigo en el extremo norte del pueblo. Trae a Águila.


Suspiré con una derrota temporal. Y ropa.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Capítulo Doce
Hannah
Mi cerebro estaba haciendo una copia precisa del Demonio de
Tasmania de los viejos dibujos animados de Disney, con pensamientos
que se arremolinaban como un tornado. Serge, el tipo con el que acababa
de tener un sexo alucinante… alucinante era poco… y el tipo con el que
había caído en la lujuria instantánea, no solo era un acosador, era un
chiflado. Qué suerte la mía.

Y le robé su todoterreno.

Sin embargo, realmente había habido un Oso Polar. Lo vi a través


del espejo retrovisor mientras conducía. Serge había estado allí un
minuto, y al siguiente, había un enorme Oso Polar. Por un momento,
pensé que tendría que volver a rescatarlo, pero no estaba a la vista y no
había sangre, así que él debió ponerse a salvo.

Extraña coincidencia, sin embargo. Muy extraña.

Tal vez también era un mago. ¿O preferían que los llamaran


Ilusionistas hoy en día? No estaba segura.

Todo lo que sabía era que no había forma de que él se transformara


en un Oso Polar.

Porque eso era imposible.

Lo era. Era completamente imposible. ¿No es así?

Ladré una carcajada. Hannah, ahora tú estás perdiendo la cabeza.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Me hundí en la cama de la pequeña habitación del motel que


Hyacinth había reservado para nosotras y dejé caer mi cabeza entre las
manos.

—Creo que me estoy volviendo loca.

Ella levantó la vista del cuaderno de viaje en el que estaba


escribiendo.

—No es un mal lugar para serlo. Créeme, lo sé. Pero donde deberías
estar es echando un polvo con un guapo ruso en lugar de estar sentada
en una aburrida habitación de motel conmigo. Te dije que te acostaras
con alguien.

Abrí los brazos de par en par.

—Misión cumplida.

—¡¿Qué?! Oh, chica. —Hyacinth aplaudió frente a ella—. Estoy


orgullosa de ti.

—No lo estés. No funcionó muy bien.

Hizo una mueca.

—¿Eyaculación precoz?

—¡No! No, esa parte fue… —Suspiré teatralmente—. Fue después.

—Ah, ¿un abrazador?

Puse los ojos en blanco.

—Ojalá. Oye voces en su cabeza. Y habla con ellas.

Hizo una mueca.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Gemí.

—Bueno, no es como si fueras a casarte con él o algo así. ¿Cómo


fue el sexo?

—Um, bien. —Subestimación. Fue demoledor. El calor inundó mis


venas y sentí que latía mi núcleo, como si mi cuerpo lo buscara de nuevo.

—¿Solo bien? —Estaba claro por su expresión que no me creía. Me


señaló con un dedo—. Te acabas de poner en ocho tonos diferentes de
rojo.

—De acuerdo, de acuerdo. Fue el mejor sexo de mi vida, sin duda.


¡Lo que no cambia nada! La locura sigue siendo locura. —Me clavé los
talones de las manos en los ojos—. Hyacinth, déjame preguntarte algo.
—Dejé caer mis manos. Ella me miró a los ojos y esperó mientras yo
reflexionaba sobre como expresarlo—. ¿Cómo de comunes son los Osos
Polares por estos lugares? Me refiero a zonas civilizadas como pueblos y
ciudades.

Ella negó con la cabeza.

—No mucho. Aunque cada vez son más comunes. El cambio


climático está calentando sus hábitats marinos, normalmente gélidos y
helados, por lo que los Osos se ven obligados a buscar comida en tierra.
Los que son lo suficientemente valientes como para aventurarse en los
pueblos y ciudades son cosas delgadas, escuálidas y hambrientas.

No el que yo vi.

—No te preocupes. No verás ninguno por aquí.

Bueno, yo lo hice. No estaba alucinando. Quiero decir, el sexo fue


de otro mundo, pero incluso un sexo espectacular no causaba
alucinaciones. Definitivamente vi un Oso Polar.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Entonces, cuéntame sobre tu ligue. ¿Habló con amigos


imaginarios?

—No solo conversaba con voces en su cabeza, ¡también decía que


él era un Oso Polar! —Grité las palabras y luego me tapé la boca con las
manos y me dejé caer en la cama gimiendo.

Esperé risa histérica, pero nunca llegó. De hecho, Hyacinth estaba


callada. Demasiado silenciosa.

Con el ceño fruncido, me apoyé en los codos.

Mi compañera de viaje me miraba con los ojos muy abiertos y la


mandíbula desencajada. Por primera vez desde que la conocí, parecía
realmente sorprendida.

—¿Un Oso Polar?

Me senté y junté las manos.

—Sí. Dijo que era un Oso Polar, que oía voces y que hablaba con
ellas. Además… —Me bajé el cuello de la camiseta para mostrarle la
marca de mordedura a la que se acababa de formar una costra.

A Hyacinth se le fue la sangre de la cara. Su voz se redujo a un


susurro.

—Una marca de reclamación.

Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendidos.

—Eso es exactamente lo que él la llamó. Una marca de reclamación.

—¡Oh, cariño! —Cruzó la pequeña habitación, se dejó caer en la


cama a mi lado y me abrazó—. ¿Cómo era exactamente el Cambiaformas?
Descríbelo.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—¡¿Cambiaformas?! Acabas de llamarlo a él Cambiaformas.

—Por supuesto. —Señaló la marca de mordedura—. Ahora estás


emparejada con un Cambiaformas Oso Polar. Sabes que tuve la
sensación de que… —Hizo una pausa, y luego agitó una mano en el aire,
apartando lo que fuera a decir—. Bueno, eso no es aquí ni allá. Continúa,
descríbelo.

—Um, grande. Él era grande. Y guapo. Y su cuerpo era todo


músculos y caliente… ¿Te refieres a un Cambiaformas, como en los
libros? ¿Y por qué no pareces sorprendida o indignada, u horrorizada o
algo así? Podría haberme matado un acosador psicópata.

—Con esa marca de reclamación no podría. El tipo que te la dio te


protegería con su vida, y déjame decirte que el cielo ayude a cualquiera
que pretenda hacerte daño. Esos Osos Polares pueden ser muy feroces
cuando se trata de proteger a su pareja.

—¿Hablas en serio?

—Por supuesto.

—¿Realmente crees en todas esas locuras?

—Por supuesto que sí. ¿Por qué no lo haces tú?

Tragué saliva, sintiendo que gran parte de mi indignación anterior


se drenaba de mis extremidades.

—Um… porque… ¿No existe un Cambiaformas de Oso Polar…?

—Por supuesto que existe. ¿No le pediste que cambiara para ti?

—No. Pero creo que lo hizo de todos modos. Yo simplemente… le


robe su SUV y me largué.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Hubo un momento de silencio antes de que ella echara la cabeza


hacia atrás y cayera en un ataque de risa. Cuando por fin se calmó, se
limpió las lágrimas de los ojos.

—Es una de las cosas más divertidas que he oído nunca.

Gemí.

—Lo robé después de que él dijera que me mostraría que era un


Oso Polar. Salió y me aterrorizó que fuera a asesinarme, así que me largué
de allí. —Esperé hasta que terminó otra ronda de risas histéricas—. ¿Qué
hago ahora?

—No tienes que hacer nada.

—Bueno, siento que necesito encontrarlo y disculparme. —Pero


realmente, esto era mucho para asimilar. Me enrosqué un mechón de
pelo en el dedo, nerviosa—. Y devolverle su SUV.

—Créeme, quien te haya hecho esa marca en el cuello vendrá a


buscarte. Perra afortunada.

Caí de espaldas sobre la cama de nuevo y miré al techo. No


esperaba tener sexo con el extraño, pero eso lo podía aceptar. Lo que
realmente me desconcertaba eran todos estos sentimientos sensibleros
que estaba teniendo.

¿Por qué este encuentro de una sola vez con un desconocido


extranjero caliente se sentía como mucho más?

Bueno, duh, Hannah, por las intensas miradas, la increíble química


y las cosas que repetía como que eras la mujer más hermosa que había
visto, que te reclamaba y tu favorita personal: las guerras se libran por
mujeres como tú.

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Candace Ayers Líder equipo oso

No estaba segura de como sentirme con nada de eso.

Poniéndose de pie, Hyacinth se estiró y rodó los hombros.

—Paolo y Mary están esperando.

—¿Para qué? ¿A dónde vais a ir?

—Nosotros vamos a un parque de atracciones cubierto.

Mi mente estaba zumbando. Nada tenía sentido. Los hombres no


se transformaban en animales.

Te equivocas, Hannah. Aparentemente, lo hacían.

Luego estaba el pequeño incidente en el que le había robado su


vehículo y lo había dejado tirado a él. No estaba segura de poder volver
de eso.

—¿Tal vez tengo que encontrarlo y disculparme?

—No te preocupes. Te dije que él te encontraría. —Ella deslizó un


brazo dentro de su parka—. Oh, una cosa más. Cuando lo veas, que no
dudo que será muy pronto, asegúrate de que te explique en profundidad
esa marca de reclamación en tu cuello.

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Capítulo Trece
Serge
—¿Un puto parque de atracciones?

La expresión agria de Pupkin reflejó lo que pensaba de mí y de mi


opinión.

—Si yo fuera tú, no me quejaría, Oso Polar. Ya estás patinando


sobre hielo fino. Una vez que hable con el director sobre como me habéis
tratado… —Se pasó el dedo por el cuello, un gesto que implicaba que
rodarían cabezas. Más concretamente, mi cabeza. Y no se equivocaba.
Solo esperaba que la Organización no sancionara al resto del equipo por
mis acciones.

En cualquier caso, mi prioridad era mi Compañera.

De hecho, estaba completamente preocupado pensando en ella y


preguntándome cuál debería ser mi siguiente curso de acción.

Maxim me miró con simpatía y se encogió de hombros.

—Es el mayor parque de atracciones de Rusia.

—¿Pero el Pueblo de los Pitufos? —Miré fijamente a las pequeñas


criaturas azules que correteaban por ahí mientras pasábamos por una
cabaña en forma de seta etiquetada como Casa de Pitufina de camino
hacia la Torre de Gargamel—. ¿Esto no es para niños?

—Si te portas bien, tal vez podamos visitar el Salón de Belleza de


Hello Kitty a continuación. —Alexei se alborotó el pelo y agitó las pestañas
de forma teatral.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Ya no me importaba una mierda Pupkin. La única razón por la que


permití nuestra excursión al parque de atracciones fue porque era una
de las paradas programadas impresas en el viejo folleto de viaje. Lo que
significaba que, a menos que el itinerario hubiera cambiado, mi
Compañera podría aparecer aquí.

Llevábamos más o menos una hora siguiendo a Pupkin mientras


disfrutaba de los sonidos de los niños que gritaban, las atracciones
mecánicas que zumbaban y la música de carnaval cuando percibí un olor
a jazmín nocturno en flor y almizcle. Mi Compañera estaba cerca.

Respiré profundamente y me volví hacia Roman.

—No me importa lo que hagas con el idiota. Necesito encontrar a


Hannah.

Me alejé furiosamente en dirección al olor de Hannah, mi nariz


inclinada en el aire. Todo mi cuerpo estaba al límite, mi piel
repentinamente demasiado tensa para mi estructura. Mi Oso estaba
arañando para ser liberado, queriendo que yo cambiara. No podía creer
que la hubiera dejado escapar en primer lugar.

No podía creer que ella hubiera querido escaparse.

Los chicos sugirieron que tal vez me había transformado


demasiado rápido, me había acercado demasiado y la había asustado,
pero ninguno de ellos estaba emparejado, así que, ¿qué sabían? Además,
nunca habían oído hablar de un Cambiaformas con una pareja humana.
Sus consejos sobre como manejar la situación eran igual de juegos de
adivinanzas como los míos.

Sabía que Hannah había estado ahí conmigo, sintiendo la


conexión, experimentando el vínculo de pareja, pero no sabía si ella lo
sentía tan abrumadoramente como yo.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Estaba teniendo dificultades para seguir su rastro de olor. Capté


fragmentos, pero el parque estaba lleno de una multitud de aromas, así
que cuando finalmente la vi de pie en la base de una gran noria, mirando
las luces, casi atropellé a una familia de cuatro personas para llegar a
ella.

Aunque todo el parque estaba encerrado en una enorme estructura


abovedada, esta parte del parque estaba oscurecida para simular una
noche llena de estrellas. Las luces parpadeantes proyectaban un
resplandor sobre sus rizos rubios oscuros.

Se giró y me vio acercarme. Sus labios se separaron y sus ojos se


abrieron de par en par.

No pude evitar que mi mirada recorriera con anhelo sus curvas. Mi


Compañera. Absolutamente sin duda, mía. Se me hizo la boca agua.

—Te he estado buscando por todo el parque. —Mientras la miraba


fijamente, luché contra el impulso de inclinarme y probar sus labios.

—Yo… um… te debo una disculpa. Ya sabes, por salir corriendo. Y


por robar tu vehículo. Y por dejarte a la intemperie. —Sonrió
tímidamente—. Desnudo. Así que… eh… lo siento.

Mis dedos se crisparon y extendí la mano, queriendo sentirla. Como


si estuviera en trance, levantó su mano para encontrarse con la mía.
Cuando las yemas de nuestros dedos se tocaron, una descarga corrió a
través de nosotros, como una corriente eléctrica, conectándonos.

—¿Vosotros dos, vais a montar?

Me aparté y miré por encima de la cabeza de Hannah al joven que


nos esperaba. El encargado de la atracción señaló la góndola abierta en
la base de la gran rueda. Miré a Hannah y una sonrisa se formó en mis
labios.

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—Te diré algo, puedes compensarme. —Señalé a la noria con la


barbilla.

Ella miró la atracción con cautela. Tuve la impresión de que la


inquietaba un poco, pero necesitaba llevarla a un lugar para hablar, un
lugar donde no pudiera levantarse y salir corriendo de nuevo.

La comisura de sus labios se torció en una leve sonrisa y asintió,


así que la introduje rápidamente en la góndola antes de que cambiara de
opinión. Subió y se sentó en la esquina más alejada. Yo subí a su lado y
el asistente aseguró una media puerta lateral de la cabina colgante.

Cuando la rueda gigante se movió unos metros, sonreí al ver como


sus manos se cerraban en puños blancos.

Ella respiró profundamente antes de hablar.

—Antes me has asustado. Por eso corrí.

—Nunca fue mi intención. Es que… supongo que me adelanté.


Debería haberte hablado de mi Oso de otra manera, Hannah.

—Bueno, para ser justos, no estoy seguro de que pudieras


habérmelo dicho de alguna manera que no me hubiera hecho correr hacia
las colinas. Eso del Oso Polar es mucho para procesar.

Estiré mi brazo por detrás de ella y acaricié con mis dedos su


hombro y la parte superior de su brazo.

—Hay mucha gente como yo. Cambiaformas, quiero decir. De


hecho, trabajo con un equipo muy unido de Cambiaformas Osos Polares.

Sus ojos recorrieron mi ropa.

—¿Eres un soldado o algo así?

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Trabajo para una rama del gobierno de los Cambiaformas. Es


como las Fuerzas Especiales del Ejército. Somos una liga de rescate
ártica.

—¡Guau! Eso es impresionante. ¿Cómo los SEALS de la Marina?

Sonreí.

—Algo así. Excepto que podemos transformarnos en Osos Polares.

Se inclinó para mirarme más.

—¿Cómo es cambiar?

—Es como ponerse tu camiseta favorita. Mi Oso es mi otra mitad.


Él es tan yo como el que estás mirando ahora.

—Claro. —Parecía escéptica y me recordé que debía ser difícil de


entender para ella—. ¿Sigues siendo consciente de las cosas cuando eres
un Oso?

—Sí. Incluso más consciente en algunos aspectos. Puedo oler


mejor, ver mejor y oír cosas a kilómetros de distancia. Pero sigo siendo
yo.

Cuando la noria volvió a girar, Hannah se estremeció y dejó escapar


un pequeño jadeo. Nuestra góndola subió más alto y luego se balanceó
lentamente hacia adelante y hacia atrás. Su mano agarró mi muslo y se
apretó contra mi costado.

Intentando tranquilizarla, comencé nuestra conversación


haciéndole preguntas fáciles.

—¿Tienes familia en Oklahoma?

Ella levantó la cabeza.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—¿Cómo supiste que yo era de Oklahoma?

—Me lo dijiste cuando te presentaste. Dijiste: “Soy Hannah. Soy de


Oklahoma”.

Ella soltó una risita tímida.

—Oh. Uh, solo mi abuela. Ella me crió. Mis padres me dejaron con
ella cuando era joven y luego murieron unos años después en un
accidente de navegación.

Mientras la atracción cargaba pasajeros y nuestra góndola se


acercaba lentamente a la cima, Hannah se puso rígida y miró a su
alrededor, ligeramente presa del pánico. La subí a mi regazo rodeándola
con mis brazos. Ante mi férreo abrazo, la tensión que había acumulado
en sus músculos se disipó y se relajó contra mí.

—¿Y tú? Me refiero a como es estar en una familia de


Cambiaformas.

Mis labios rozaron su frente antes de responder.

—No crecí en una familia de Cambiaformas. Mi madre es


completamente humana, y mi padre Cambiaformas se fue antes de que
yo naciera. —Odiaba hablar de este tipo de cosas, pero si eso hacía que
Hannah se sintiera más cómoda y evitara que huyera, con gusto
desnudaría mi alma. Después de todo, ella era mi Compañera. Se merecía
saber todo lo que había que saber sobre mí—. Siempre sentí que tenía
que esforzarme el doble para probarme a mí mismo, ya que no tenía un
padre que me diera un ejemplo. Por no mencionar el hecho de que mi
madre es… un tipo diferente, incluso para un humano.

Me di cuenta de que Hannah fruncía el ceño en señal de


interrogación.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Mamá tiene un buen corazón y siempre tuvo las mejores


intenciones. Incluso me crió en Siberia en vez de en su país natal para
asegurarse de que estuviera rodeado de otros Cambiaformas Osos
Polares.

Sus ojos dorados se clavaron en los míos mientras hablaba y le


pasé el pulgar por la mejilla. Cuando sus labios se separaron ligeramente
en respuesta, mis pulmones se contrajeron.

—Cuéntame más sobre tu abuela.

La pregunta pareció entristecerla, y deseé no haber preguntado.


Intentaba seguir el consejo de los chicos y tomarme las cosas con más
calma esta vez.

—Tiene demencia y vive en un centro de asistencia.

—¿La has metido en una residencia de ancianos? —Se me escapó


antes de que tuviera tiempo de censurarme. Ella se puso rígida y yo quise
darme una patada en el culo por no haber mantenido mi bocaza cerrada.

—¡No! No lo hice. Hace unos cinco años, justo después de que la


diagnosticaran, ella me informó de que se iba a mudar a un centro y que
había hecho todos los preparativos. Le rogué que se quedara y me dejara
cuidarla, pero se negó. —Hannah se miró las manos—. Eso fue más o
menos cuando me casé. Mirando hacia atrás, creo que simplemente yo
no quería estar sola. Más tarde descubrí que él había empezado a
engañarme cuando éramos novios y probablemente solo se casó conmigo
para hacerse con el pequeño fondo fiduciario que me dejaron mis padres.
—Un gruñido bajo retumbó en mi pecho—. Esa no es la peor parte. Lo
peor es que él fue el que me dejó. —Ella soltó una risa quebradiza—. Yo
me habría quedado, incluso después de descubrirlo.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Más vale que el cabrón rece para que nunca me encuentre cara
a cara con él, porque solo uno de nosotros saldrá de esa reunión todavía
con la cara.

Y, ahí de nuevo. Soltando mierda antes de tener la oportunidad de


pensar en qué demonios le estaba diciendo. Contuve la respiración
esperando su reacción. Hannah se movió en mis brazos y luego su mano
se acercó a mi nuca. Mi polla se endureció al instante hasta convertirse
en granito. Sé que la sintió pinchar en su nalga.

Su mirada se encontró con la mía y se lamió los labios.

—Me haces sentir tan importante y especial.

—¡Tú ERES especial! —Suspiró y apoyó la cabeza en mi pecho—.


Hannah, sé que tu corazón ha sido golpeado y maltratado. Necesita
tiempo para sanar. Necesita sentirse seguro y amado. Probablemente es
un proceso…

—¡Exactamente! Soy un desastre. No estoy en condiciones de tener


una relación sana. Probablemente deberías encontrar a otra persona.
Creo que elegiste a la mujer equivocada.

—Te lo dije antes, estamos predestinados.

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Capítulo Catorce
Hannah
Estamos predestinados.

Me quedé mirando al falso cielo nocturno. Estábamos cerca de la


cima de la noria, pero la atracción aún no había iniciado su recorrido
completo. El operario de la parte inferior todavía estaba cargando la
última góndola. Mi pulso se aceleraba y mi cuerpo reaccionaba con fuerza
a todo lo que Serge decía y hacía, pero mi mente se tambaleaba. El miedo
y el temor serpenteaban por mi espina dorsal ante la sola idea de esto…
lo que fuera entre nosotros.

Los ojos de Serge bajaron hasta mis labios. Iba a besarme.

Y yo deseaba su beso, pero los sentimientos que brotaban a la


superficie y amenazaban con abrirse paso eran peligrosos. Gritaban
pasión, lujuria al rojo vivo, sexo sudoroso y sin aliento. ¿Pero qué pasaría
cuando descubriera que yo no era ese tipo de chica? ¿Que lo que
habíamos hecho antes en el todoterreno, el sexo alucinante, era una cosa
rara de una sola vez que probablemente nunca se volviera a repetir?

¿Y entonces qué?

Al final se daría cuenta de que yo no inspiraba ese tipo de pasión.


Yo era lenta, constante, y la mayor parte del tiempo, como dijo Bryce, un
pez frío.

¿Qué pasaría entonces? Ni siquiera necesitaba hacer la pregunta.


No era mi primer rodeo, por así decirlo. Me encariñaría con él, confiaría
en él, tal vez incluso lo amaría. Levanté la mirada hacia su bello rostro.
Sí, seguramente me enamoraría de él. Entonces, él se iría.

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Estamos predestinados. Esa fue su respuesta.

Sencilla. Ingenua.

Sin embargo, yo sabía la verdad. La había experimentado con todas


las personas que me habían importado en mi vida. Bryce. Mis padres,
que me habían dejado atrás mucho antes de perder sus propias vidas.
Incluso Nana, aunque involuntariamente, se había ido. Si yo bajaba la
guardia, llegaría a confiar en Serge solo para acabar rechazada y
abandonada de nuevo. Sola.

—Estás molesta.

Consideré negarlo, pero ¿para qué molestarme?

—Sí, lo estoy.

Entonces recordé algo que me había dicho Hyacinth: Asegúrate de


obtener una explicación detallada de esa marca de reclamación.

—Esto. —Me froté la carne aún tierna y desgarrada de mi cuello.


Nunca me había gustado morder ni ese tipo de cosas durante el sexo,
pero no podía negar que se había sentido espectacular.

—Mi marca de reclamación.

—Sí, marca de reclamación. —Pasé las palabras por mi lengua


saboreándolas—. ¿Qué… quiero decir… por qué me mordiste?

—Esa marca de ahí, le dice a todo el mundo que eres mía.

—Tuya. —Mi corazón revoloteó salvajemente—. ¿Por cuánto


tiempo? —Oops, no había querido decirlo en voz alta.

—Para siempre.

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Mis mejillas se calentaron.

—¿Para siempre?

—Los Cambiaformas se emparejan de por vida. —Pasó el pulgar


por la marca y gruñó—. Es como el matrimonio de los humanos. Solo que
nosotros no nos divorciamos.

Sí, claro. Todavía no me conoces lo suficiente como para decir eso,


amigo.

La noria ahora estaba dando vueltas.

La mitad de mí quería inclinarse hacia delante, agarrar a Serge por


los hombros y plantarle un beso abrasador en esos labios severos, serios
y sexys. La otra mitad, la más enérgica, quería dejarlo antes de que él me
dejara a mí.

—Esto simplemente no es bueno.

Las líneas del ceño fruncido en su frente se hicieron más


profundas.

—¿No es bueno? ¿Por qué?

—Porque… porque… —Levanté las manos en el aire


dramáticamente—. Todo este asunto del matrimonio Cambiaformas.
Simplemente te levantaste y me reclamaste, por eso. Sin mi permiso.
¿Cómo te atreves? Y deja de decirme “eres mía”. Soy una persona. No le
pertenezco a nadie más que a mí misma. ¿Entendido?

Pareció meditarlo un momento y luego enarcó una ceja


burlonamente.

—Bien. Yo soy tuyo. ¿Mejor?

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Alguien gritó en la góndola debajo de nosotros. El chillido feliz de


un niño. Eso rompió el trance en el que me encontraba. Allí estaba yo,
sentada con un perfecto desconocido que me dijo que estábamos casados.
Le estudié. Su rostro no contenía ni una pica de insinceridad.

Estar junto a Serge era embriagador. Era toda la pasión que me


faltaba en la vida. Pero no podía durar mucho.

El dolor en mi pecho crecía. Estaba destrozada, pero no podía


volver a pasar por eso. Me bajé de su regazo para sentarme a su lado en
el asiento del banco.

—¿Hannah?

Miré a Serge y vi cómo se frotaba el pecho. Me di cuenta de que yo


había estado haciendo lo mismo y me obligué a bajar la mano a mi regazo.

—Puedo sentir que estás entrando en pánico.

—No deberías haber hecho esto. No puedes simplemente… decidir


las cosas por la gente. No puedes decidir por mí.

—Hannah, yo no decidí. El destino lo hizo.

—¡Genial! Entonces, ni siquiera era que me quisieras. Es solo que


el destino eligió.

—Por supuesto te quería. Te quiero. —Maldijo en voz baja y se pasó


una mano por el pelo—. Lo que quiero decir es que yo no estaba buscando
exactamente una Compañera. Estoy ocupado. Mi trabajo es mi vida. De
hecho, se supone que estoy trabajando ahora mismo. Puede que no lo
haya decidido yo, pero el destino intervino y yo no lo lamento.

—Oh, bueno, discúlpame. ¿Por qué no vuelves a tu ajetreada vida?


—Crucé los brazos sobre el pecho y sacudí la cabeza consciente de que

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estaba actuando como una chica psicópata. El pánico hacía que una
persona hiciera cosas extrañas.

—Creo que no estoy diciendo nada de esto correctamente. —Se


recolocó, haciendo que la góndola se balanceara hacia adelante y hacia
atrás, luego maldijo cuando me sobresalté y agarré el costado de la
góndola. Él abrió la boca, la cerró, la volvió a abrir y luego lanzó un
suspiro—. ¿Por qué estás enojada conmigo?

—Estoy enojada porque… porque… —Porque te deseo tanto que


cuando descubras que ya no te excito, que soy un pez aburrido, insípido y
frío, y me dejes, me destruirá—. ¡Porque me quitaste la posibilidad de
elegir!

—¡Ninguno de los dos teníamos elección!

De repente sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas y que se


me formaba un nudo en la garganta. Como no quería que Serge fuera
testigo de mi arrebato de emociones, me di la vuelta.

—Maldita sea, Hannah. No llores. —Me rodeó con sus brazos y me


apretó contra él—. Lo siento, cariño. No era mi intención molestarte. Por
favor, no llores, Compañera.

—No me llames Compañera. —Dios mío, yo era un caso perdido.


Mi terapeuta se divertiría mucho con esta conversación. Me limpié las
lágrimas que se me escapaban de los ojos y negué con la cabeza—.
Actuemos como si esta marca de reclamación nunca hubiera ocurrido,
¿de acuerdo? Volveré a casa para… —Para nada. Volveré a casa a nada
más que al vacío. Una sensación de vacío en mi pecho. ¿Pero no era esa
sensación de vacío mucho mejor que el abandono y la traición? Haría
cualquier cosa, sacrificaría cualquier cosa para no volver a sentirme
abandonada.

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—No. —Su voz adquirió un tono grave—. No está bien.

El pánico me envolvía el pecho, apretando como una boa


constrictor. Necesitaba escapar de esto.

—Entonces, ¿qué? En una semana más o menos, vuelvo a Estados


Unidos. ¿Y luego qué? Tú vives aquí, y mi casa está en Estados Unidos.
Quiero decir, una relación a distancia ya es difícil, pero, ¿vivir en lados
opuestos del globo? Imposible.

—No vamos a estar a larga distancia. Necesito estar cerca de ti. —


Acarició su cara en mi cuello y suspiró—. No quiero pelear.

—Entonces, ¿crees que yo voy a dejar toda mi vida y mudarme


aquí?

¿Qué vida, Hannah? No tienes nada a lo que volver, excepto una


Nana que no saber quién eres la mayor parte del tiempo.

—Sí. Si no, yo me iré contigo, de regreso a Oklahoma.

—¿Eh? ¿Quieres decir que dejarías tu trabajo, tu equipo? ¿Por mí?

—Somos un equipo. Tú y yo. El equipo que más valoro. Por


supuesto que lo dejaría si es lo que tengo que hacer para mantenerte. Sin
dudarlo.

Respiré profundamente y pensé en gritar. En lugar de eso, me


mordí la lengua y decidí que no me importaba lo que dijera, nos íbamos
a divorciar como Cambiaformas.

Serge me abrazó mientras la noria hacía paradas intermitentes,


descargando pasajeros ahora. Su aliento en mi cuello era una burla, pero
yo estaba en un estado tan temeroso y agitado que lo único en lo que
podía pensar era en huir de él lo más rápido posible. Cuando por fin nos

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tocó bajar, intenté escabullirme entre la multitud y perderme, pero la


mano de Serge se posó en la base de mi cuello y me sujetó con fuerza.

Bajó su boca hasta mi oído y gruñó.

—Una cosa que te vas a dar cuenta es que nunca voy a dejarte ir.
¿Esa picazón por huir? Déjalo, Hannah, porque no va a suceder. No te
vas a escapar de mí.

Le di un codazo en las costillas y me estremecí cuando me dolió. A


mí. Él estaba bien; mi codo dolía.

—Suéltame.

—Nunca.

—Suéltame, Serge, o gritaré.

Me dio la vuelta para poder agacharse y quedar de frente a mí.

—Grita. Intenta correr. No me importa. Eres la única mujer en el


mundo destinada para mí y no voy a dejarte ir. Eres mía, Hannah.
Trabajaremos a través de lo que sea que te esté reteniendo.

Reaccioné sin pensarlo, levantando mi rodilla con fuerza y


golpeándola contra su entrepierna. Él se dobló, soltándose de mí
mientras sus manos volaban para ahuecar sus pelotas.

No lo dudé. Hui.

No volvería a quedar atrapada en una posición vulnerable.

La ira era más fácil que el miedo y la incertidumbre.

Incluso mientras corría por el parque buscando la salida, tenía


dudas y segundos pensamientos.

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¿Por qué estaba huyendo de él? Aún así, no reduje la velocidad.

No tenía ningún deseo de sentarme en el autobús turístico durante


las siguientes horas hasta que estuviera previsto que volviera al pueblo.
En lugar de eso, encontré una parada de taxis y, con un poco de ayuda
de la aplicación del traductor de Google, me dirigí al hotel antes de que
Serge pudiera alcanzarme.

Si es que intentaba alcanzarme.

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Capítulo Quince
Hannah
Me sentí mal por dejar a Hyacinth en el parque de atracciones. Más
o menos. En realidad no.

Hyacinth no era el tipo de persona a la que normalmente le


importaba estar sola. Y si lo hacía, no me cabía duda de que encontraría
a alguien que le hiciera compañía. Alguien del sexo masculino,
probablemente.

Acurrucada en la cama, con la manta puesta sobre la cabeza, me


giré para enterrar la cara en la almohada.

Sabía que estaba siendo una perra irracional. Lo sabía.

Sabía que estaba permitiendo que mi relación fallida con Bryce


arruinara cualquier futuro que pudiera tener con Serge. Había visto a
suficientes psiquiatras a lo largo de los años como para poder
autoanalizar algunas de mis locuras, especialmente en relación con algo
tan obvio.

No era solo las similitudes entre mi matrimonio con Bryce y este


asunto con Serge lo que creaba un miedo tan petrificante, sino también
las diferencias. La traición de Bryce había picado como cien pequeñas
agujas, como si me hubiera atacado un enjambre de abejas. Sin embargo,
nunca, ni siquiera al principio de nuestra relación, cuando todo era
nuevo, fresco e inmaculado, había sentido por Bryce un deseo tan intenso
como el que sentía por Serge.

Una traición y el posterior abandono de Serge no se sentirían como


un enjambre de abejas, a menos que éstas tuvieran aguijones tan
grandes como bayonetas y pudieran atravesar mi carne limpiamente.

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Bryce nunca me había mirado como me miraba Serge. O dijo las


cosas que Serge dijo.

Las guerras se libran por mujeres como tú.

Serge también lo decía en serio. Lo sabía con cada fibra de mí ser.

Mi corazón me rogaba que volviera con él. Sé valiente. Hazlo


funcionar. Mi cabeza, por otro lado, era una perra terca y resistente.

Claro, esencialmente se había casado conmigo sin permiso. Claro,


todo lo que sabía sobre la vida acababa de cambiar: que los hombres se
convirtieran en Osos Polares era una cosa.

Pero cuando me tocó, todo mi cuerpo se iluminó. Todos esos huecos


interiores se redujeron y ya no me sentí vacía. Me hizo sentir como si no
necesitara continuar mi búsqueda de esa cosa esquiva que faltaba en mi
vida. Serge era lo que había estado buscando: la pieza que me faltaba.

Que absolutamente petrificante.

El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis cavilaciones. Me


incorporé y luché por quitarme la manta de la cabeza. Una Hyacinth de
mejillas sonrosadas estaba en la puerta.

—Y ahí está. —Hyacinth se dejó caer a los pies de mi cama—. He


oído que te fuiste pronto. ¿Qué ha pasado? Realmente esperaba que tú y
tu Compañero Polar estuvierais juntos.

—Lo estábamos. Él estaba allí, en el parque.

—Entonces, ¿por qué estás aquí sola?

Mi estómago se apretó.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
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—Es una larga historia. Pero resumiendo, le di un rodillazo en las


pelotas y salí corriendo. Necesitaba espacio.

Ella negó con la cabeza, y realmente parecía decepcionada


conmigo. Eso era nuevo. Hyacinth aconsejaba a menudo, pero rara vez
juzgaba. No me gustaba como me hacía sentir su decepción, pero
francamente, estaba decepcionada conmigo misma. Había sido un golpe
bajo por mi parte. No era un juego de palabras.

—Sé que fue una estupidez y un error. Pero tengo miedo a abrirme
a él y acabar traicionada y abandonada de nuevo como con Bryce.

Ella estaba sacudiendo la cabeza enfáticamente.

—Solo estás siendo una cobarde. Eso no ocurre. El apareamiento


es para toda la vida. Así es con los Cambiaformas. Una vez que
encuentran a su Compañera, no hay nadie más para ellos. Nunca. —Ella
pareció triste por un momento. Fue solo una fracción de segundo, pero
vi claramente que una ola de melancolía cruzaba sus rasgos antes de que
volviera a ser la misma audaz, sarcástica y extrovertida.

Quería preguntarle cómo sabía todo eso, pero Hyacinth sabía


mucho sobre todo tipo de cosas oscuras. Había pasado décadas viajando
por el mundo y había vivido en casi todos los continentes.

Además, sabía que ella tenía razón. Yo estaba siendo una gallina.
Hannah 2.0 salió volando por la ventana y Hannah Gallina-de-mierda la
sustituyó.

—La vida es demasiado corta, Hannah. —Me observó en silencio


durante otro minuto y luego golpeó las palmas de sus manos en sus
muslos—. Y hablando de corta, tengo una cita caliente para esta noche.

Mis cejas se alzaron.

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—De acuerdo, es una cita sexual. No estoy muy segura de este. Se


parece un poco a un sapo, pero si puede comer coños, a quién le importa,
¿no?

—Argh. Demasiada información. —Me metí las puntas de los dedos


índices en los oídos.

—¿Qué? Ya no puedes actuar de forma pura y mojigata.

Resoplé una carcajada sin humor en respuesta.

—Me reuniré con él en cuanto sepa que estás bien.

—¿Dónde?

—En el albergue de la esquina. Está justo al final de la manzana.

Sacudí la cabeza.

—Espera un segundo, Hyacinth. ¿No es peligroso?

—En primer lugar, tengo un gran sexto sentido cuando se trata de


personas, especialmente de hombres. Lo he perfeccionado con años de
práctica. En segundo lugar, es una figura pública… una especie de
político… y viaja con escoltas. Estarán haciendo guardia.

—¿Qué hace por aquí?

—No lo sé. Tal vez le pregunte. —Se levantó y ajustó las tetas—. Si
tenemos tiempo para conversar, claro. Entre tú y yo, espero que no lo
tengamos. Si tengo suerte, el pequeño sapo va colgando como un caballo
y quiere arar en mí de seis maneras hasta el domingo.

Me cubrí la cabeza con la manta y fingí una arcada.

—Si lo hace, no dudes en guardártelo para ti.

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—Mmm-hmm. Bueno, te dejo con unas sabias palabras de


despedida. Puede que yo no sepa mucho, pero sí sé que no encontrarás
esa pieza que te falta jugando a lo seguro y cerca del chaleco, sin importar
cómo de lejos o el tiempo que viajes. Tienes que arriesgarte. Si tienes éxito
o fracasas, ganas porque aprendes algo sobre ti misma en el proceso.
Chica, pon a prueba tu temple. Ya te conozco lo suficiente como para
saber que lo tienes a raudales.

Consideré la posibilidad de lanzarle una almohada, pero cuando


me incorporé, ella ya estaba al otro lado de la puerta cerrada.

Me había dado algo en lo que pensar.

Me puse en pie.

Había cruzado océanos para encontrar algo que me hiciera sentir


viva y completa. En lugar de algo, encontré a alguien. Lo que sentía por
Serge era una locura, pero todo mi cuerpo cobraba vida por él, y gracias
a él, el mundo era más vívido: los colores eran más brillantes, los olores
más dulces.

Volví a sentarme.

Pero me había quitado mi libertad de elección. Me acababa de dar


esa marca de reclamación… supuestamente para toda la vida… sin que
yo tuviera nada que decir al respecto.

Me levanté de nuevo.

Pero, ¿importaba realmente si, al fin y al cabo, era él con quien


estaba destinada a estar? Si estábamos destinados a estar el uno con el
otro, ¿qué diferencia había a la larga en cómo había sucedido?

Volví a sentarme.

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Todavía había muchas cosas que no sabía sobre él. Como sus
favoritos: color, comida, libro, pasatiempo, aficiones, etcétera.

Me puse de pie.

Necesitaba verlo. Necesitábamos hablar más.

Salí a toda prisa de mi habitación y decidí buscar a Serge antes de


que me diera tiempo a recapacitar y a convencerme de que no lo hiciera.

Mientras cerraba la puerta tras de mí, caí en la cuenta de que sería


difícil encontrarlo cuando todo lo que sabía era su nombre de pila. Me
preguntaba si habría algo en el todoterreno que le había robado que me
diera una pista sobre dónde podría encontrarlo cuando una mano me
tapó la boca. Luego me empujaron hacia atrás, hacia un nicho en
sombras.

En el fondo de mi estómago, sabía que esto no iba a terminar bien.

Luché, pataleé y peleé con todas mis fuerzas. Sorprendentemente,


los brazos que me sujetaban me soltaron y tropecé hacia adelante. Solo
tuve un breve momento para disfrutar de mi victoria antes de sentir un
fuerte impacto en la base de mi cráneo, y todo se volvió oscuro.

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Capítulo Dieciséis
Serge
Una buena patada con la suela de mi bota de combate y la puerta
de la habitación del motel se abrió con tanta fuerza que hizo una
abolladura en la pared.

A pesar de haberme prometido tener paciencia con mi


Compañera… darle tiempo, espacio y cualquier otra cosa que
necesitara… había seguido su rastro de olor hasta el motel y luego hasta
esta habitación.

Probablemente era un iluso, lo sabía, pero si podía hablar con ella,


explicarle mejor las cosas, creía que podría hacerle entender lo mucho
que la quería, que no todo era cuestión del destino.

Mientras me acercaba, el olor acre del miedo flotaba en el aire a lo


largo del pasillo y se mezclaba con el olor natural de jazmín de Hannah.

No tuve más remedio que derribar la puerta cuando ella no


respondió a mi llamada. Tenía la sospecha de que tal vez me estaba
evitando.

Pero tal vez no.

La habitación era pequeña, con dos camas individuales, un


pequeño escritorio y una silla plegable. Y estaba vacía. Hijodeputa. El
aroma almizclado de jazmín de Hannah era fuerte en la habitación, y
había otro olor, uno que me era familiar, pero todo estaba dominado por
el olor de Hannah.

Un cosquilleo de inquietud recorrió mi piel. Fue ese olor a miedo


en el pasillo, como vegetación rancia, lo que me inquietó.

Busqué en los alrededores del hotel. Nada. ¿Cómo se había


escapado? ¿A dónde se había ido? El SUV que ella había robado estaba
aparcado detrás del motel, pero ella aún tenía las llaves. Yo podría

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Candace Ayers Líder equipo oso

haberle hecho un puente, pero ya tenía bastantes problemas. En lugar


de eso, decidí volver al hostal por nuestro otro SUV.

Desafortunadamente, tuve que subir a la habitación para recoger


las llaves, pero estaba decidido a no aceptar ninguna mierda de los
chicos. Si creían que podían detenerme, que lo intentaran.

Nunca me había sentido tan al límite. Sabía que necesitaba respirar


y calmarme antes de perder la cabeza, pero mi Oso tenía otras ideas.
Quería que fuera a buscar a nuestra Compañera, que la encontrara, que
me asegurara que estaba a salvo. Necesitaba una explicación, y yo
también, sobre por qué su olor se había desvanecido en el aire.

Dmitry y Konstantin estaban en el pasillo fuera de nuestras


habitaciones. Parecían estar haciendo guardia.

Cuando Dmitry me vio, parecía confundido.

—¿Qué haces de vuelta? Creía que te habías ido…

Le ignoré. A estas alturas, mi inquietud se había multiplicado por


diez y me encontraba en un estado de extrema agitación. Lo único que
me importaba eran las llaves del coche y la búsqueda de mi Compañera.

—Serge, no entres ahí. Pupkin está con… —Ignorando a Dmitry, lo


empujé y abrí la puerta con el hombro. Porque a la mierda los pomos de
las puertas.

Me detuve bruscamente mientras mi cerebro intentaba procesar lo


que veía.

Pupkin estaba de rodillas entre los muslos desnudos de… oh… oh,
no… ¡Oh, señor, mátame ahora!

—¡Rápido, que alguien me ciegue con un atizador al rojo vivo! O


una lobotomía. Me conformaré con una lobotomía.

Mi voz sobresaltó a la mujer de la cama, que se apoyó en los codos


mientras yo me tapaba los ojos con una palma.

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—Vaya, hola, Sergey.

No.

Me.

Jodas.

—¿Sergey? —Las cejas de Dmitry se dispararon hasta la línea del


cabello.

Se oyó un crujido de sábanas y ropa, y solté un suspiro exasperado,


manteniendo la mano sujeta firmemente sobre los ojos.

—Hola, madre.

—¡¿Madre?! —Tanto Kon, como Dmitry jadearon.

—Ya puedes mirar, hijo. Estoy decente.

—Eso es discutible. —Dejé caer mi mano.

—Cuida tu boca. Puede que seas mayor, pero sigo siendo tu madre.
Y no actúes como si te estuvieran torturando.

—¿Torturando? Preferiría que me torturaran antes de ver eso.

Pupkin escupía, con la cara roja, húmeda y todavía como un sapo.

—¡Tú! ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Exigí privacidad!

—Es mi madre a la que estabas… ugh. —Levanté las manos—.


Olvídalo. Simplemente, olvídalo. Je-sús, solo quiero olvidarlo.

Atónito, Pupkin se volvió hacia mi madre.

—Hyacinth, ¿es verdad?

Antes de que ella tuviera la oportunidad de responder, Roman,


Alexei y Maxim aparecieron en lo alto de la escalera, con los brazos
cargados de comida para llevar.

Alexei entregó una bolsa a Kon y otra a Dmitry.

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—Hola, jefe. Creí que habías ido a hacer algo súper-agradable con
tu Compañera Hannah después de haberla asustado antes.

—¿Hannah? —Los dedos de mi madre se congelaron en medio de


abotonarse la blusa—. Espera un minuto, ¿tú eres el Cambiaformas Oso
Polar que le dio a Hannah esa marca de reclamación? ¿Tú eres el
Compañero de Hannah? —Se llevó una mano al corazón, como si
estuviera abrumada por la emoción—. Oh, Sergey.

¿Cómo demonios conocía Ma a Hannah? Y entonces me di cuenta


de por qué el otro olor de la habitación del hotel era tan familiar.
Pertenecía a mi propia madre.

—Estoy tratando de encontrarla. Estaba enfadada conmigo y


desapareció.

Mi madre agitó una mano en el aire.

—Está en nuestra habitación del motel. La número doce.

—No, Ma, no está en la habitación. Acabo de estar allí.

—Estuve con ella no hace ni veinte minutos. —Ma se metió los


brazos en el abrigo y se lo puso—. Voy a ver.

—¡Espera! ¿Vas a volver? ¡Hyacinth, querida, vuelve! —Los gritos


de Pupkin no recibieron respuesta mientras mi madre, Roman, Alexei,
Maxim y yo bajamos corriendo los escalones y salimos al camino.

Ma estaba a la cabeza.

—¿Buscaste en el vestíbulo, Sergey?

—Busqué por todas partes. Su olor simplemente… desapareció.

Seguimos a mi madre al interior del hotel y bajamos por el pasillo


hasta la número doce. Ma metió la mano en su mochila, pero antes de
que pudiera sacar una llave, la puerta crujió sobre sus goznes.

Dirigiendo su mirada hacia mí, Ma negó con la cabeza. Me encogí


de hombros. Ella se volvió hacia Maxim y Alexei.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—También era así de niño. Siempre rompiendo cosas. No conocías


tu propia fuerza, hijo mío.

—Ma, por favor. No es el momento. —Mis manos estaban apretadas


en puños con fuerza mientras me enfrentaba de nuevo a la habitación
vacía.

Mi madre entró y se sentó al borde de la cama, rebuscando en su


mochila hasta que sacó un teléfono. Después de pulsar la pantalla, se lo
acercó a la oreja.

—Voy a llamar a…

Todos nos detuvimos en seco cuando sonó el timbre en la cama de


Hannah. Me acerqué, removí las mantas y saqué el móvil que estaba
sonando de Hannah, con el corazón alojado en la garganta.

—¿Habría dejado su teléfono?

El rostro de mi madre se había puesto pálido. Parecía que iba a


ponerse enferma.

—No si ella iba a salir, Sergey, ¿y si le ha pasara algo?

—La encontraré. Te prometo que la encontraré.

—Sergey, Hannah es especial.

—Lo sé mamá.

—Solo digo que ella ha pasado por muchas cosas el año pasado.
Espero que la trates…

—Ma, ella es mi Compañera.

Mi madre asintió entendiendo. Sabía que estaba nerviosa, pero


antes de que pudiera tranquilizarla más, Dmitry proyectó sus
pensamientos telepáticamente a todos nosotros.

Serge, alerta roja. Los Bratva acaban de contactar por teléfono con
Pupkin. Tienen a Hannah.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Mi Compañera. Tenían a mi Compañera. Mi Oso se encabritó hacia


la superficie y antes de que pudiera detenerlo, un rugido atronador y
ensordecedor emergió de mis pulmones, tan fuerte que sacudió todo el
edificio del hotel.

Todos iban a morir.

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Capítulo Diecisiete
Hannah
Yo estaba cabreada. Había secuestros y luego había secuestros.
Una cosa era que tu pareja te manoseara, te echara al hombro y te llevase
a disfrutar de múltiples orgasmos, y otra muy distinta era que te dejasen
inconsciente de un golpe en la cabeza con un objeto contundente y que
al despertarte te encontraras encadenada a un retrete.

Bueno, encerrada en un baño, y encadenada junto a un inodoro.


Lo cual era una gran diferencia, ya que necesitaba hacer mis necesidades
y la cadena era demasiado corta para alcanzar la taza del váter, por unos
diez centímetros.

No tenía idea de qué iba todo este secuestro. Oí muchas


conversaciones procedentes de la otra habitación y supuse que había al
menos tres, tal vez cuatro, tipos ahí fuera, pero no pude entender ni una
palabra de su conversación en ruso. Puede que me estuviera arriesgando,
pero me aferré a la esperanza de que se tratara de un caso de confusión
de identidades. No dejaba de imaginarme lo avergonzados que iban a
estar mis captores cuando descubrieran que habían secuestrado a la
mujer equivocada y la habían encadenado en un baño sucio. Asqueroso.

Estaba sorprendentemente tranquila. Si esto hubiera sucedido


hace un día o más, habría estado en un modo enloquecido total.

Hoy no, secuestradores.

Hoy, tenía un Compañero. Un Compañero que vendría por mí.


Puede que estuviera cabreado porque yo tuve un momento de pánico, le
diera un rodillazo en los huevos y huyera de él, otra vez, pero vendría por
mí. Eso lo sabía. No sabía como, pero lo sabía hasta el fondo de mi alma.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Iba a tener una historia infernal de viaje cuando saliera de aquí.


Por fin tendría una para rivalizar con la de Hyacinth.

Estaba bastante segura de que me habían drogado con algo, porque


además de dolor de cabeza por el impacto en el cráneo, me sentía lenta y
aletargada. Lo que me dieran parecía estar todavía en mi sistema, porque
no estaba completamente coherente. Mis pensamientos eran erráticos. Y
realmente tenía que orinar.

—¡Hey! Hola. —Ninguna respuesta—. ¡Hey, vosotros, amigos rusos,


necesito orinar!

Traté de pensar en nombres rusos con la esperanza de que uno de


ellos respondiera.

—¿Boris…? —Sin respuesta.

—¿Yuri…? —Nada.

—¿Mikhail…?

—¿Rasputín? —Todavía nada.

Crucé las piernas y me contoneé tratando de aguantar. Lo último


que quería era tener un accidente. No me importaba que los
secuestradores rusos me encontraran empapada de orina cuando me
revisaran… bueno, además de la incomodidad de la ropa sucia, y una
posible situación de sarpullido… pero Serge iba a venir. No quería que
me viera así. Sería mortificante.

Tiré de la cadena que ataba mis manos esposadas al tubo de


desagüe bajo el lavabo. No se movió. Cuando saliera de aquí, iba a
empezar a levantar pesas. O, al menos, a pensar en hacerme socia de un
gimnasio.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—¿Hay alguien ahí fuera? ¡Necesito orinar! ¡No puedo llegar al


váter! ¡Yu-hu!

La sólida puerta se abrió lentamente con su sonoro chirrido de


metal contra metal y un hombre grande y fornido con la cara aplastada
me miró con desprecio.

—Deja de gritar. —Tenía un marcado acento ruso.

—Déjame usar el baño, entonces. —Le devolví la mirada—. Esto es


un castigo cruel e inusual. Necesito orinar y no puedo alcanzarlo.
Desencadéname.

—Cierra la boca o te abriré la cabeza contra esa cómoda. ¿Me oyes?

Resoplé indignada.

—¿Qué te pasa? Solo necesito orinar y ahí mismo hay un retrete.


Creo que ni siquiera te das cuenta de que te has equivocado de señora,
amigo.

Cara Aplastada fue empujada por un hombre pequeño que le dio


un codazo para colarse por la puerta y entrar al baño. La cara del hombre
más pequeño no estaba aplastada, pero su nariz estaba seriamente
torcida, como si se hubiera roto varias veces y nunca se hubiera soldado
correctamente. Se acercó y se puso en cuclillas frente a mí agarrando mi
barbilla pellizcándola firmemente entre sus dedos y pulgar. Manteniendo
mi cara firme, me recorrió con sus ojos brillantes.

—No eres la equivocada. Eres la perra que se apareó con el líder de


los Osos Polares y eres la perra que es nuestro billete a Pupkin.

Mi estómago se hundió.

—¿Qué… qué Osos Polares?

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Me apretó la barbilla con más fuerza.

—No intentes ser, como decís los americanos, jodidamente linda.


Tu Compañero vendrá corriendo pronto. Y cuando lo haga, entregará a
Pupkin, o morirás. Dolorosamente.

Oh, mierda. Por eso me querían. Yo era el cebo y él esperaba


cambiarme por alguien más. Como un intercambio de prisioneros.

—Yo… yo solo necesito orinar.

Me sacudió la cara y me soltó tan bruscamente que mi cabeza


retrocedió y golpeó el tubo de desagüe al que estaba encadenada.

—Entonces, mea.

Contuve la respiración. Las lágrimas amenazaban con derramarse,


pero no dejaría que los imbéciles me vieran llorar. Que se jodan. Ambos
hombres se retiraron y la puerta se cerró de nuevo.

Todavía encerrada en el pequeño y sucio cuarto de baño, me esforcé


por recuperar el aliento. Nada en la habitación había cambiado, salvo que
ahora sabía que era a mí a quién pretendía secuestrar y que si Serge no
venía a buscarme pronto, iba a morir.

No sabía quién era ese Pupkin, peo debía ser alguien importante.
¿Y yo? Yo solo era Hannah, una turista americana de veinticuatro años
que vivía de su modesto fondo fiduciario. No era nadie. Tenía fe en que
Serge movería cielo y tierra para rescatarme. No sabía como lo sabía, ni
por qué estaba tan segura, solo que lo estaba.

Pero, ¿y si un intercambio de cautivos estaba más allá de su


autoridad? O, ¿y si llegaba demasiado tarde?

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Candace Ayers Líder equipo oso

Tuve una imagen mental de Serge abriendo un paquete postal y


encontrando mi cabeza cortada dentro. Las lágrimas ardían en mis ojos.
Sabía que él sufriría. Al igual que sabía que no quería que mi vida
terminara antes de tener la oportunidad de pasar varias décadas con él.

No estaba preparada para morir. Un gran sollozo me ahogó en la


garganta y enterré mi cara en el pliegue de mi codo para mantenerme lo
más callada posible. Ya no quería molestar a mis captores. Podrían
matarme más rápido.

Sabía que Serge me salvaría si pudiera.

Las guerras se libran por mujeres como tú.

Él lucharía por mí. Aunque no entendía del todo su charla sobre


los Compañeros, sabía que era verdad. Yo era su Compañera. Si viviera,
me aseguraría de decírselo. Él era mío.

Me hundí contra el lavabo y seguí luchando contra las lágrimas y


el pánico. No servirían de nada. Tenía que concentrarme en seguir viva.

No viajé por medio mundo llevando mi alma hueca, conocer al amor


de mi vida… el hombre que llena mi alma… solo para terminar muerta
en algún sucio y maloliente baño ruso antes de que tuviéramos
oportunidad de conocernos.

De ninguna manera yo iba a terminar así.

Empecé a tirar de la tubería con renovado vigor. Yo iba a salvarme.


No me iba a convertir en una estadística. A la mierda. No importaba que
me superaran en número, en armas y, muy probablemente, en astucia.
Yo estaba motivada. Tenía un Compañero Oso Polar con el que quería
pasar el resto de mi vida. No podía morir. No ahora, cuando la vida
acababa de empezar.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Me hundí todo lo que pude y apoyé mis pies en la pared detrás del
lavabo. Tiré y tiré todo lo que pude. El tiempo pasaba. Hice descansos.
Tiré más. El ciclo continuó hasta que apenas podía mover las piernas y
las muñecas se habían vuelto sangrientas y en carne viva. Aún así, luché
a rachas para liberarme.

Me congelé cuando la puerta se abrió de nuevo. Nariz Torcida se


quedó allí, con una pistola en la mano mientras me miraba. Su otra mano
sostenía un teléfono y me lo apuntó.

—¿Ves? Sigue viva. Una luchadora, ¿no es así? Ha estado luchado


para liberarse durante horas. Para que lo sepas, esa sangre, se hizo eso
a sí misma. —Apuntó la cámara a mis muñecas y luego a mi cara—. Sin
embargo, su cara sigue siendo bonita.

Le siseé.

—¿Qué coño estás haciendo?

La voz de Serge llenó la habitación de repente, oscura y mortal.

—Te arrancaré la puta cabeza.

—¿Serge? ¡Serge!

Nariz Torcida se agachó a mi lado y levantó su teléfono para que


viera la pantalla. Cambió la cámara para que nos captara a los dos.

—Tráeme a Vasya Pupkin y no le joderé la cara. —Sonrió mientras


se acercaba y me daba unas palmaditas en la mejilla—. No demasiado
mal.

—Tú. Estás. Jodidamente. Muerto.

Creí a Serge. Nariz Torcida no tenía ninguna probabilidad. Miré


fijamente a la cámara queriendo que Serge viera dentro de mi corazón.

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Por si acaso no llegaba a tiempo, quería que supiera que me hacía sentir
completa. Abrí la boca para decirlo en voz alta, pero antes de que hablara,
Nariz Torcida se llevó el teléfono a la oreja y gruñó.

—Tráelo o empezaremos a desmembrarla.

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Capítulo Dieciocho
Hannah
Según mi estimación, eran once, tal vez doce minutos más tarde…
después de que se desconectó la llamada telefónica y se cerrara la puerta
conmigo por dentro y con mis secuestradores fuera… cuando llegaron
sonidos estridentes que venían del otro lado del baño. Parecía que el
infierno se estuviera desatando allí.

Intenté alejarme de la puerta todo lo que pude, tragándome los


gritos que querían salir de mi garganta. El caos al otro lado me
aterrorizaba: gritos fuertes, gruñidos, pum y crack agudos.

Minutos más tarde, cuando la puerta fue arrancada de sus


bisagras, grité. No pude evitarlo. Grité con todo el aire de mis pulmones
y enterré mi rostro en mis rodillas dobladas. No podía mirar. Si iba a
morir, prefería no mirar.

Una voz ronca y gruesa gritó:

—Mía.

¡Serge!

Mis ojos se abrieron de golpe y me levanté bruscamente. Mi Serge


estaba sobre mí, desnudo y chorreando sangre. Sus ojos brillaban y tenía
los dientes desnudos. Se inclinó y, de un tirón, arrancó el tubo del
desagüe de la pared, y luego me tomó en brazos. Me abrazó con fuerza
mientras me sacaba del baño.

Fue la primera vez que vi el lugar en el que me habían retenido. Por


alguna razón, había pensado que era una casa antigua. No lo era.
Estábamos dentro de un gran almacén, y sus paredes ahora estaban

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pintadas de sangre. Al ver los charcos de color rojo oscuro en el suelo de


cemento y las rayas que cubrían las paredes, cerré los ojos con fuerza y
utilicé el pliegue del codo como venda.

—Siento que hayas tenido que ver esto, Hannah, pero no volverán
a hacerte daño. Están todos muertos.

Sabía que la sangre que cubría su cuerpo estaba empapando mi


ropa, pero no pude evitar apretarme más contra él. La necesidad de
contacto con él era tan grande.

—¿Algo de eso es tu sangre?

—No.

Solté un gran suspiro de alivio. Fue entonces cuando comencé a


llorar.

—Sabía que vendrías.

—Siempre. —Sin soltarme, se subió a la parte trasera de un


vehículo manteniéndome en su regazo. Sus brazos permanecieron a mí
alrededor, estrechándome contra él.

Me estremecí mientras mis emociones se desbordaban.

—Sabía que no me dejarías ni abandonarías.

—Nunca, Compañera mía. Nunca.

—Nos dirigimos a la casa franca más cercana, jefe. Allí podremos


limpiarnos. Kon y Max se han adelantado para entregar… er… a Águila
a otro equipo. —El hombre que nos hablaba desde el asiento del
conductor estaba cubierto de sangre y parecía estar también desnudo.
Siguió mirándonos durante un minuto más antes de poner el vehículo en
marcha.

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Candace Ayers Líder equipo oso

—Gracias, Roman.

Tenía preguntas. Quería saber qué había pasado, quién era Pupkin
y como me había encontrado, pero podía esperar. Apoyé mi cabeza en el
hombro ensangrentado de Serge.

—Realmente necesitas una ducha.

Mientras nos alejábamos, sentí que el cuerpo de Serge por fin


empezaba a liberar algo de tensión. Sin embargo, no fue hasta que
estuvimos dentro de la gran casa, bajo el chorro caliente de la ducha, que
se relajó por completo. Se arrodilló frente a mí y enterró su cara en mi
estómago. Todavía con la ropa puesta, me aferré a su cabeza y me
estremecí.

Con los hombros ligeramente temblorosos, las lágrimas llenaron


sus ojos mientras me miraba y negaba con la cabeza.

—Nunca volverá a ocurrir. Lo siento mucho.

Acariciando su cara, me tragué un sollozo.

—¿Estás bien?

—Ahora. Ahora, lo estoy. Si te hubiera pasado algo… habría


quemado la tierra. Quemado la puta tierra.

—Basándome en lo que vi de ese almacén, creo que lo hiciste.

Soltó una carcajada que no contenía ningún indicio de alegría.

—Hannah, no lo he hecho lo suficientemente bien. Debería haberlo


hecho mejor. Te mereces algo mejor.

Empecé a decir algo, a decirle que no estaba de acuerdo, pero me


cortó.

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—Tienes que saber lo mucho que significas para mí. Sin ti, moriría.
Sin ti, moriría con gusto.

Me frente a él y enterré mi cara en su pecho.

—Creo que lo has demostrado al rescatarme. Dudo que dejes que


algo así vuelva a suceder.

—Tienes razón. No volveré a perderte de vista.

Reprimí una sonrisa.

—Probablemente esa no sea la solución más práctica.

—Eres mía.

Mis dedos se enroscaron en su pelo mojado.

—Y tú eres mío.

—Tú eres mi dueña, Hannah de Oklahoma. Bien podría estar


atado, amarrado y marcado. —Me plantó un suave beso en los labios—.
Nunca he estado más aterrorizado en mi vida.

Me acurruqué contra él.

—Yo tampoco. Sin embargo, viniste por mí tan rápido. No me pasó


nada.

Tomó mis manos en las suyas y miró la piel de mis muñecas y


volvió a enseñar los dientes. Observé como empezaba a brotar pelaje
blanco en su cara, brazos y pecho. Sabía que era su Oso intentando salir
a la superficie.

—Fuiste herida.

Acaricié su pecho y negué con la cabeza.

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—Me lo hice yo misma, tratando de apresurar el plan de escape. No


me di cuenta de que estabas en camino, o simplemente me habría echado
atrás y relajado.

Mi intento de frivolidad no pareció aligerar su humor.

—He fallado. —Se puso de pie, tirando de mí con él, y comenzó a


quitarme la ropa mojada. La mayor parte de la sangre se había lavado—
. Te perdí de vista y podrías haberte matado.

—No puedes tenerme a tu lado las veinticuatro horas del día, siete
días a la semana.

Me reí.

Él no lo hizo.

—Hablaremos de ello más tarde. Ahora mismo, solo necesito


tocarte, Hannah. Por todas partes.

Me levantó en sus brazos y, mientras mis piernas se enredaban en


su cintura, me apoyó contra la pared de la ducha para tener las manos
libres. La pared estaba fría, pero cuando Serge empezó a besarme, apenas
lo noté. Él tenía toda mi atención.

Me aferré a su cabeza mientras dejaba besos por mi cuello y los


pechos. Arqueándome hacia él, le pedí más en silencio.

—No vuelvas a huir de mí.

—No lo haré.

—Prométemelo.

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—No volveré a huir de ti. Te lo prometo. —Jadeé cuando sus manos


se deslizaron bajo mis muslos abiertos sosteniéndome en alto mientras
él se arrodillaba, su cara a nivel de mi núcleo.

Su lengua recorrió mis pliegues.

—Mía.

Mis párpados se cerraron y mi cabeza cayó contra la pared de la


ducha.

—Tuya.

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Capítulo Diecinueve
Serge
Alejé el teléfono de la oreja y me estremecí al escuchar el sonido
que salía de él y que casi me revienta el tímpano. Después de cuarenta y
cinco minutos, o lo que me pareció ese tiempo, finalmente desconecté la
llamada de Chernov y solté un suspiro laborioso.

El resto de mi equipo estaba sentado en la sala de estar del piso


franco. Todos los ojos estaban puestos en mí. No me sentí tan mal como
debería. Había tomado decisiones que sabotearon nuestra misión,
empañaron al equipo y pusieron a nuestro encargo en peligro potencial.

Pero no pude encontrar en mí mismo la forma de preocuparme, al


menos como debería.

Hannah estaba a salvo y era mía. Eso era lo único que importaba.

—Tengo buenas y malas noticias.

Roman hizo un movimiento de balanceo con su mano instándome


a seguir adelante.

—¿Y?

—El veredicto final…

Me cortaron antes de que terminara cuando se dispararon algunas


conjeturas sobre nuestro destino.

—¿Despedidos?

—¿Despojados del rango?

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—¿Gulag? —Todo el mundo se volvió para fruncir el ceño a Dmitry,


que se limitó a encogerse de hombros—. ¿Qué?

—Ninguna de las anteriores. —Hice una pausa, me aclaré la


garganta y continué—: He aceptado toda la responsabilidad por el fracaso
de esta misión. El resto de vosotros será amonestado, pero he negociado
vuestra acción disciplinaria a nada más que un tirón de orejas. —Hice
girar el cuello, tratando de mantener mi disposición ligera mientras daba
la noticia—. Nada a lo que no estéis acostumbrados.

Dmitry y Konstantin intercambiaron miradas.

Maxim se puso de pie y cruzó la habitación.

—¿Y tú?

Dejé escapar una respiración lenta.

—Seré reemplazado como líder de vuestro equipo. Vosotros


seguiréis como unidad P.O.L.A.R., con un nuevo líder de equipo en su
lugar. Me asignarán un trabajo de escritorio… en algún sitio. —Fingí una
sonrisa—. Hey, no es el gulag, ¿verdad?

—Espera. ¿Qué? —Roman se sentó, su cara se puso roja de


indignación—. De ninguna manera. No. Prefiero que me envíen al gulag.

Aunque Roman fue el que habló, pude ver por sus caras que los
demás reflejaban sus sentimientos.

Levanté ambas manos tratando de calmarlos antes de que esto se


intensificara.

—Mirad, yo soy el que la ha cagado. Tomé las decisiones que


condujeron a una misión fallida. Incluso si no lo hubiera hecho, como
líder del equipo y Alfa, la responsabilidad recae aquí. Seré honesto, tuve

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que mover hilos para aceptar la mayor parte del castigo y evitar que los
jefes cayeran sobre la unidad en su conjunto. Lo cual, de nuevo, es mi
decisión.

Maxim se calmó.

—¿Tan fácilmente romperías el equipo?

Suspiré.

—Es la única manera. —Parecía que estaba a punto de discutir—.


Mira, hice lo que tenía que hacer. —Me pasé los dedos por el pelo—.
Vosotros sois más que mi equipo. Sois mis hermanos. Lo sabéis. No
puedo dejar que todos paguéis el precio de mis decisiones.

Alexei me frunció el ceño. Era inusual ver la ira en su rostro


normalmente relajado, pero ahora estaba allí.

—¿Quién coño te crees que somos? —se burló, mirándome


fijamente—. ¿Crees que somos una panda de cobardes con el culo al aire?

Roman cruzó los brazos sobre el pecho.

—Cree que no podemos estar juntos y tomar lo que nos


corresponde como equipo. —Sus ojos se entrecerraron y negó con la
cabeza—. Cualquiera de nosotros podría haber hablado de que
perseguías a tu Compañera. Todos sabíamos lo que estaba pasando.
¿Oíste a alguno de nosotros decir una palabra al respecto? ¿Una puta
palabra? No, no lo hiciste.

Dmitry se levantó y me dio una palmada en la espalda.

—¿Cambiarías el resultado si pudieras?

—¿Además de evitar el secuestro de Hannah? —Sacudí la cabeza—


. Ni una maldita cosa.

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—Lo mismo nosotros. Esta es la mano que nos tocó. La jugaremos.


Además, nos has cubierto y has rescatado nuestro culo muchas veces.

El resto del equipo murmuró un acuerdo incondicional.

Konstantin recogió su cerveza de la mesa de café.

—Vuelve a llamarlos y diles que todos exigimos que nos hagan


responsables de esto. Y que nos negamos a trabajar bajo otro jefe de
equipo.

La mirada de Kon contenía un desafío. Me estaba retando a


discutir. Y yo quería hacerlo, pero al mirar a cada uno de mis chicos, vi
en sus ojos que discutir sería inútil. Era raro el vínculo que
compartíamos. Nuestra especie de Cambiaformas tiende a ser solitaria.
Pero, como siempre había sabido, no solo daría mi vida por cualquiera de
ellos, sino que ellos harían lo mismo por mí.

Así que hice la llamada. Varias llamadas… con la continua


insistencia del equipo… y se hizo oficial. Nos iban a amonestar como
unidad.

Todavía no sabíamos exactamente como, ni cuando caería el mazo.


Eso se determinaría probablemente después de las reuniones
disciplinarias de última hora, y las juntas de revisión de emergencia, y
similares. Pero seguiríamos junto como una liga de operaciones secretas.
Por desgracia, nuestra unión podría pasar tras las rejas, en una prisión
militar Cambiaformas.

Nadie tenía la impresión de que saldríamos bien parados de esto, y


el sentimiento de culpa me invadió pero todos los chicos se rieron.

—¿Quién sabe? —Maxim sonrió—. Tal vez acabemos todos


empujando lápices en la misma oficina mal ventilada. Podríamos tener
cubículos adyacentes.

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Dmitry levantó su cerveza.

—Por sufrir las consecuencias. —Me miró fijamente—. Juntos.

Pasó un rato y entonces Alexei resopló y levantó su cerveza.

—Por que nos den por el culo. Otra vez.

El resto de los chicos tomó sus cervezas.

—Por sufrir las consecuencias, juntos y por que nos den por culo,
otra vez.

Como tenía algo que hacer todavía, me escabullí del equipo y seguí
el dulce aroma del jazmín nocturno y almizcle que provenía del dormitorio
de atrás.

Hannah estaba en el suelo haciendo algún tipo de estiramiento


cuando entré en la habitación. La suave piel de su estómago estaba
expuesta, y observé como mi presencia se registraba y aparecía la piel de
gallina, salpicando su piel.

Me sonrió.

—Hola.

—Hola. —Le devolví la sonrisa—. ¿Qué estás haciendo?

—Bueno, he decidido empezar un régimen de ejercicios. En


realidad, decidí inscribirme en un gimnasio, pero pensé que debía esperar
a ver qué pasaba con tu llamada telefónica primero. —Hannah sabía todo
sobre el agua caliente en la que me encontraba por haber roto el
protocolo.

—Sí, sobre eso.

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Su expresión cambió a una de espanto. Se puso rápidamente de


pie y se sentó en el extremo de la cama.

—¿Qué? Solo dilo. Sea lo que sea, dímelo.

—Vamos a ser amonestados como equipo. Todavía no sabemos


exactamente como. Estamos esperando que nos digan.

Se quedó callada durante unos instantes y luego me miró con los


ojos muy abiertos y la mandíbula apretada.

—Si es una sentencia de prisión, estaré esperando cuando te


liberen. Si es una reasignación, iré donde tú vayas.

Desconcertado me acerqué a ella.

—¿Irás donde yo vaya? —No habíamos hablado de nuestros planes


para el futuro. Sabía que mi futuro pasaría con Hannah en él, pero no
sabía lo mucho que tendría que trabajar para convencerla de ello.

—Me iría contigo si me dijeras que te han reasignado a Marte. —Se


dio un golpecito en la marca de reclamación en el lateral de su cuello—.
Casada, ¿verdad? Sin divorcio. Te estoy obligando en eso.

La tomé en mis brazos, nos di la vuelta y me dejé caer sobre la


cama, así que ambos aterrizamos sobre ella. Rodando, la inmovilicé
debajo de mí.

—Las guerras se libran por mujeres como tú. —La besé en la


frente—. Títulos incautados. —Besé la punta de su nariz—. Reinos
vencidos. —Mi mano subió por su muslo mientras besaba la piel ahora
cicatrizada de su marca de reclamación. Necesitaba estar dentro de ella
pronto, o iba a arder—. Lucharía con cualquier enemigo por ti, Hannah.

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—Lo sé, Serge. —Sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas—


. Sé que lo harías.

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Capítulo Veinte
Hannah
Hannah 2.0 era una zorra sin complejos.

Lo cual no era difícil, ya que tener a Serge como Compañero


significaba ser bombardeada con las más tranquilizadoras afirmaciones
positivas todos los días. Ni siquiera él tenía que decir una palabra. Estaba
en las cosas que hacía, la forma en que me miraba y la forma en la que
me tocaba.

Llevábamos una semana en el piso franco. Me quedé con los chicos


esperando noticias de la Organización sobre su destino.

Serge me quitó un mechón de pelo de la mejilla.

—¿En qué estás pensando?

Seguíamos tumbados en la cama después de una larga mañana de


pereza amorosa.

—En la suerte que tengo de tenerte.

Se rió.

—Aunque viaje con un montón de machos Alfa cargados de


testosterona.

Me reí. Los chicos no eran tan malos, aunque él tenía razón en lo


de los machos Alfa. Sin embargo, era divertido hablar con ellos y nunca
me hicieron sentir mal. Me estaba encariñando con cada uno de ellos, y
realmente quería gustarles y que me aceptaran.

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Me acerqué y agarré mi teléfono de la mesita de noche. Seguía


esperando mensaje de Hyacinth, pero nada.

Sabía que era mejor no contener la respiración.

Hyacinth, que ahora esencialmente era mi suegra, se fue a


Kazajstán con solo un breve mensaje de despedida.

Eso fue el martes pasado.

Conociendo a Hyacinth, probablemente había visitado tres países


desde entonces.

—Todavía no puedo creer que Hyacinth sea tu madre. Pero todo lo


que dijiste sobre que tu madre era humana y tu padre os abandonó a los
dos, explica muchas cosas.

Hyacinth nunca me dijo de qué huía o por qué vivía… con sus
palabras… como una estudiante universitaria, pero después de lo que
Serge me contó sobre ella y su padre, podía entender que nunca eligiera
comprometerse con un lugar lo suficiente como para llamarlo hogar.
Sabía cuán profundamente cortaba el abandono.

—Mmm…

—¿Mmm? —Serge arqueó una ceja.

—Bueno, me pregunto… no.

—¿Me pregunto qué? —Se puso de lado y tiró de mí contra su


cuerpo, acurrucándome desde detrás—. Vamos, cuéntalo.

—Bueno, fue Hyacinth quien me convenció de hacer este viaje


transiberiano con ella. Y eso no fue fácil. Prácticamente me retorció el
brazo. Así que, me preguntaba… ¿no crees que ella planeó que esto
sucediera? Me refiero a ti y a mí.

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Soltó una carcajada.

—Mira, mi madre está chiflada. La quiero, no me malinterpretes,


pero está chiflada. —Luego se rascó la barbilla y contempló mi pregunta—
. Sabes, no puedo desacreditar completamente la idea.

Nuestra conversación se interrumpió cuando Serge gimió y se dejó


caer sobre la espalda.

—¿Qué pasa?

—Se solicita nuestra presencia en la sala. Parece que el equipo ha


recibido un paquete.

Ah, los chicos estaban hablando telepáticamente de nuevo. Era


difícil acostumbrarse a eso, pero no más que verlos transformarse en
enormes Osos Polares, algo que había presenciado dos veces hasta ahora.

Dmitry levantó la vista cuando entramos en el salón.

—Acaban de entregar una caja. Ha sido enviada por correo desde


la Organización. —Dmitry cortó la cinta de embalar y desplegó las solapas
de cartón mientras el resto de los chicos se quedaban mirando
ansiosamente.

La frente de Maxim se arrugó en señal de confusión, luego metió la


mano en la caja y sacó una chancla de goma.

—¿Qué clase de zapatos son estos?

Solté una risita.

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—Se llaman flip flops15. Son ropa de playa. —Rebuscó en la caja


para encontrar la pareja y le pasó el par a Konstantin.

—Bueno, no en las playas del Ártico, obviamente. —Me encogí de


hombros—. Playas con sol caliente, arena y palmeras.

Serge me rodeó con su brazo y me atrajo hacia su lado.

—Pero, ¿para qué las enviaron?

Era una pregunta hipotética.

—Oye, mira. Incluso hay un par pequeñito para ti, Hannah. —


Alexei levantó unas chanclas rosas brillante con purpurina—. Ay, cuqui
tan cortadita pequeñita las flipi-flopi. Qué moonas.

El lenguaje infantil de Alexei provocó un gruñido de advertencia por


parte de Serge, pero Alexei se limitó a reírse y me entregó la chancla.

Me sentí más que halagada por haber sido incluida en el grupo.

—¿Para mí? ¿De verdad?

Alexei buscó en la caja la chancla a juego.

—Bueno, ahora eres una de los nuestros.

Esperaba que los chicos se opusieran, pero, para mi sorpresa, hubo


asentimientos de acuerdo por todos lados.

Dmitry sonrió.

—Parte de la familia, Hannah.

15 Flip-flop o chanclas.

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Candace Ayers Líder equipo oso

Maxim me guiñó un ojo.

—Así es, hermanita.

Estos chicos eran más que compañeros de equipo entre sí, eran
hermanos. Eran una familia. Y me estaban incluyendo como parte de esa
familia.

Se me llenaron los ojos de lágrimas.

Quería decir algo, darles las gracias, decirles que los apreciaba,
hacerles saber lo honrada que me sentía, pero estaba tan aturdida que
me costaba tragar a través del nudo de mi garganta.

Roman sacó un papel de la caja.

—Oíd, hay una nota de Chernov. —La levantó mientras todos nos
apiñábamos para leerla por encima de su hombro.

Disfrutad de los subtrópicos. Jodidos-locos. Vuestro nuevo destino


será Sunkissed Key, Florida. Presentaros en las próximas setenta y dos
horas.

Fin

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Candace Ayers Líder equipo oso

Staff
Traductora: Mdf30y
Correctora: Pily1
Diseño: Lelu
Lectura Final: Auxa

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Candace Ayers Líder equipo oso

Serie P.O.L.A.R.
0’5 – Líder equipo oso
P.O.L.A.R. (Operaciones Secretas: Liga de
Rescate del Ártico) es un grupo de trabajo
especializado en operaciones secretas, una unidad
marina de osos polares cambiaformas. Parte de un
ejército clandestino mundial compuesto por los
mejores cambiaformas, la base de P.O.L.A.R es
Siberia… hasta que el equipo cabrea a alguien y son
reasignados a Sunkissed Key, Florida y estos
cambiaformas árticos se encuentran rodeados de
repente por sol, arena, chanclas y palmeras.

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Próximamente

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Serie P.O.L.A.R. 0.5
Candace Ayers Líder equipo oso

Sobre la autora
¿Leones? ¿Tigres? ¿Osos? ¿Historias
candentes sobre romances ardientes?

En un día cualquiera, Candace Ayers se


encuentra en su pequeño escritorio en el
rincón más alejado de su dormitorio,
picoteando con dos dedos su portátil, su
perrito tirado en la cama de al lado preparado
para entrar en acción en cualquier momento y protegerla blandiendo
sus temibles ladridos para ahuyentar a los demonios amenazantes
(también conocidos como repartidores).

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