Está en la página 1de 420

Querido lector, el libro que tienes en tus manos es

una traducción no oficial, hecha sin fines de lucro,


por fans como tú.

Be My Reason
Samantha Christy
Él tomó su inocencia.
Ella se la obsequió, junto con su corazón.
Toda una noche antes de que él desapareciera.

Brooklyn quería dos cosas: su propia panadería, y a Nate


Riley.
Abrir su propio negocio fue la parte fácil; tratar de olvidar
a Nate cuando desapareció fue la parte difícil.
Ahora, años después, ella dirige su soñada panadería,
mientras está comprometida con el hombre ideal, y entonces
sucede lo inimaginable.
Nate está de vuelta en su vida, rogándole una segunda
oportunidad y dispuesto a todo por recuperarla.
Pero antes, Nate deberá enfrentar a sus demonios o hará
que la vida de Brooklyn caiga en picada ( otra vez ).
¿Podrán volver a conectar y vencer todos los obstáculos
para estar juntos?
Si el destino existe, ¿lo supera todo?
Para mi esposo, Bruce, quien siempre será mi razón.
Be My Reason
(Una Canción)

Something inside me
Algo dentro de mi
Can’t rest until I find
no puede descansar hasta encontrar
The way to make it up to you
la forma de compensarte
The way to make you mine
la manera de hacerte mía

I know I messed up good


Sé bien que me equivoqué
And that you should walk away
y qué debes alejarte
I have no right to ask
y no tengo derecho a preguntar
But I’m begging you to stay
pero te ruego que te quedes
[coro]

Be my reason…
Sé mi razón…
My cause, my light
mi causa, mi luz
Be my reason…
sé mi razón...
My purpose, my life
mi propósito, mi vida
‘Cause baby it was always you
porque bebé, siempre fuiste tú
You’re my reason
tu eres mi razón
You've pulled me through
me has ayudado

I don’t have the words


no tengo las palabras
I just can’t understand
simplemente no puede entender
How everything about you
como todo sobre ti
Makes me a better man
me hace un mejor hombre

Something inside me
algo dentro de mi
Just can’t let you go
simplemente no puedo dejarte ir
If you could let me in
si pudieras dejarme entrar
You could help me grow
podrías ayudarme a crecer

Grow into the man


convertirme en el hombre
I know that I could be
que sé que podría ser
Because everything in you
porque todo en ti
Unfolds something about me
revela algo sobre mí

[coro]
[coro]
He estado enamorada de Nate Riley desde el séptimo grado.
Tal vez estaba enamorada de él incluso antes de eso, pero fue
durante la clase de gimnasia, cuando tenía doce años, cuando me
miró directamente con esos hermosos ojos azul profundo y procedió
a golpearme con la bola de esquivar.
Qué difícil.
Fue entonces cuando supe que había perdido mi corazón. Era
como si hubiera atado un pedazo de su propio corazón a la pelota de
goma roja y cuando me golpeó, su corazón chocó contra el mío. A
partir de ese día, no hubo nadie más para mí.
Ahora, cuatro años más tarde, cuando mi mejor amiga Emma y
yo nos detenemos en la dirección que Nate había anotado en la parte
de atrás de su tarea de álgebra para mí (un pedazo de papel que
prometo no destruir nunca), miro hacia arriba y veo gente caminando
hacia la casa grande.
—Me siento mal— digo, mientras presiono mi cara contra la
ventana del pasajero, tratando de refrescar mi frente en el vidrio.
—No sé qué te preocupa, Lyn— dice Emma. —Nate es quien te
invitó a la fiesta. Ya le gustas.
—No me invitó, Emma, me habló de la fiesta. Es una gran
diferencia.
Suspiro.
—Lo que sea. —Ella rueda los ojos. —Decirte sobre una fiesta es
un código de que él quiere que vayas para poder pasar el rato contigo.
No te preocupes, le gustas, ya verás.
Emma siempre está tan segura de sí misma. Tal vez yo también
lo sería si tuviera una cara que perteneciera a la portada de una
revista de moda. Si no la quisiera tanto, la odiaría. Pero ella es la única
razón por la que llegué tan lejos en la escuela secundaria sin saltar de
un puente.
Creo que si no viviéramos una al lado de la otra y no nos
hubiéramos convertido en hermanas de sangre (verdaderas hermanas
de sangre que se cortan la piel y se frotan las manos) cuando teníamos
ocho años, entonces ni siquiera seríamos amigas. Después de todo,
estoy en la banda y en el club de ciencias, y ella, bueno, digamos que
nunca ha tenido que cargar sus propios libros de la escuela desde
jardín de infantes.
Mi corazón da un vuelco cuando lo veo junto a la puerta principal
mientras pasamos por el camino de entrada en busca de un lugar para
estacionarnos. Está de pie con unos amigos, creo que Jake y Brian,
del equipo de béisbol.
Está mirando las caras que pasan a su lado mientras los recién
llegados entran en la fiesta. Sigue moviéndose de un pie al otro como
si tuviera ganas de orinar. Su mano derecha se levanta para pasar los
dedos por su cabello rubio oscuro que se riza ligeramente en el cuello
y parece que acaba de salir de la cama, pero al mismo tiempo, es
perfecto.
Suspiro, otra vez.
Si no lo conociera mejor, pensaría que está nervioso. Por otra
parte, el tipo es un magnífico jugador de béisbol y un estudiante de
último año en el equipo universitario con toneladas de universidades
que lo buscan, entonces, ¿por qué podría estar nervioso?
Emma encuentra un lugar para estacionar unas pocas casas más
abajo. —¿Lista? —Ella apaga el motor y me mira.
—No… sí… no —vacilo.
—Tal vez esto ayude. —Ella sonríe como un gato de Cheshire
cuando veo su mano pasar por debajo del asiento y sacar un par de
esas pequeñas botellas de licor, de esas que la gente bebe en los
aviones en las películas.
—¿Qué es eso? —Mis ojos se abren como platos y la mirada de
sorpresa en mi rostro la hace reír a carcajadas.
—Mmm. —Ella las mira ceremoniosamente. —Whisky, vodka…
¿realmente importa? Todos sabrán a mierda, pero harán el trabajo.
—Uh, ¿qué trabajo es ese? —Levanto mis cejas hacia ella.
—El que hace que te relajes para que puedas hablar con ese
atractivo jugador de béisbol sin tropezar contigo misma.
Esta chica me conoce demasiado bien.
Me da una. —¿Juntas, a la cuenta de tres? —dice, como si
estuviéramos a punto de agarrarnos de las manos y saltar de un
puente o algo así. Bueno, tal vez lo estamos. Nunca hemos hecho esto
antes en nuestros diecisiete años.
Asiento con la cabeza hacia ella.
—Una, dos ¡Tres!
Me tapo la nariz y bebo el líquido que solo puedo describir como
sabor a gasolina en llamas.
Después de lo que parecen minutos bebiendo, rezo para que
ningún chico me haya visto.
—¡Ewww!— chillo, y miro a Emma para ver su sonrisa satisfecha.
¿Qué? ¿Por qué no está haciendo caras horribles también?
—Realmente no crees que soy lo suficientemente estúpida como
para beber cuando conduzco esta noche, ¿verdad?
—Entonces, ¿todo esto fue solo por mí? —Estrecho mis ojos
hacia ella, queriendo estar enojada con ella por ser tan malditamente
responsable.
—Aquí. —Empuja la otra botella en mi cara. —Toma esta
también. Simplemente no bebas mucho más en la fiesta o podrías
terminar vomitando sobre Nate en lugar de chuparle la cara.
Pongo los ojos en blanco y bebo de mala gana la segunda botella
pequeña, que parece tener un sabor aún más desagradable que la
primera ya que se qué esperar esta vez.
—Al menos dame una menta o algo para que no huela a
alcohólica después de esto.
Mete la mano en su bolso y me lanza una. Le saco la lengua
mientras salgo del coche.
Un minuto después, siento calor y hormigueo por dentro y me
pregunto si es el alcohol o mis nervios.
Miro a mi alrededor mientras nos acercamos a la casa y veo que
todos han entrado a excepción de dos chicas que están sentadas en el
porche delantero, ambas con un cigarrillo en la mano. Al menos
espero que eso sea lo que tienen. No me gustaría estar en ese tipo de
fiesta.
Al pasar por la puerta principal, no tardamos mucho en localizar
a Nate y sus amigos, ya que la mayoría de la gente se ha reunido
alrededor de la gran cocina abierta donde hay un barril de cerveza.
¿Sabes cómo se siente cuando tienes un accidente y ves tu vida
pasar frente a tus ojos? Bueno, en el momento en que mis ojos
encuentran los suyos y él me sonríe, siento que estoy caminando por
un pasillo bordeado de flores, tomando su fuerte mano mientras
hermosos niños de cabello rubio corren alrededor de un prado.
Vaya, ¿qué acabo de pensar?
Echo un vistazo a Emma a mi lado, que está, con gracia, fingiendo
que no se da cuenta de que estoy mirando descaradamente y muy
posiblemente babeando por la persona más perfecta jamás colocada
en la tierra.
Se encoge de hombros con una pequeña expresión de suficiencia
en su rostro y me empuja hacia adelante con tal fuerza que
prácticamente caigo en los brazos de Nate.
Corrección, caigo directamente en los brazos de Nate.
—Oh, Dios mío, lo siento mucho —le digo.
Solo puedo suponer que un rubor rojo sangre está subiendo por
mi cara mientras le envío una mirada desagradable a Emma, que está
fingiendo un silbido mientras mira a cualquier parte menos a mí.
—Está bien, no pasa nada Brooklyn —dice, con una voz fuerte y
áspera que es demasiado sexy para una chica de diecisiete años.
Luego choca los puños con su amigo, quien se aleja moviendo la
cabeza y sonriendo, dejándome a solas con Nate.
—Llámame Lyn. —Intento recuperar la compostura como si no
hubiera caído literalmente a sus pies.
—Pero Brooklyn es un nombre genial —dice. —Es tan original.
Hay toneladas de Lyns, pero nunca había conocido a una Brooklyn.
Justo en este segundo, decido que amo mi nombre de pila que
siempre me ha sonado pretencioso y que solo lo usa mi madre.
—Entonces, Brooklyn —dice, —¿puedo traerte un trago y tal vez
podamos pasar el rato y hablar? —Levanta las cejas esperando mi
respuesta.
—Uh, supongo que tomaré una cerveza. —Observo su vaso rojo
medio lleno con la suya. —Déjame decirle a mi amiga Emma dónde
estaré.
Mirando alrededor de la habitación, y la atrapo observando cada
uno de mis movimientos.
—Voy a estar aquí si me necesitas —murmura ella, señalando
donde se ha congregado el resto del equipo de béisbol.
¿Cómo puede hacer eso, simplemente acercarse y convertirse en
parte de una conversación sin siquiera intentarlo? Asiento con la
cabeza hacia ella y vuelvo a mirar a Nate.
—Vuelvo enseguida. —Él guiña, realmente guiña, su ojo, y creo
que me estoy derritiendo un poco. —Puedes ponerte cómoda en el
sofá si quieres. —Camina la corta distancia hasta el barril.
Observo a un par de chicas acercarse a él mientras me trae la
cerveza. Intentan entablar una conversación con él, pero él me mira,
sonríe dulcemente y levanta levemente la barbilla.
Maldita sea, me atrapó mirando. De nuevo.
No puedo evitarlo.
Miro alrededor para ver quién está en la fiesta. No me sorprende
descubrir que, aunque hay rostros familiares en todas partes, Emma
es mi única amiga real aquí.
Siempre he sido lo que la mayoría de la gente llama una fanática
de las bandas. Toco la flauta, lo que no es tan fácil como dicen. Me
encanta hornear, que es lo menos sexy posible; y corro sola casi todos
los días. Corro para quemar todas esas calorías que como cuando
horneo y también me despeja la cabeza.
Nate y yo no andamos exactamente en el mismo círculo de
amigos, lo que probablemente es por qué estoy tan nerviosa por estar
aquí.
Estoy totalmente fuera de mi elemento.
—Aquí tienes. —Me saca de mis pensamientos. —No lo bebas
demasiado rápido. Y no le des el trago a nadie más que a mí o a tu
amiga, Emma, ¿de acuerdo?
Oh, él está tratando de protegerme, eso es bueno. Pero ¿y si pone
algo en mi bebida? No es que tuviera que ir a tales extremos para
estar conmigo. Soy suya si me quiere.
Un momento, ¿De dónde vino eso? ¿Realmente estaría con él?,
quiero decir, lo haría, como, de verdad. Creo que, si me llama
Brooklyn con esa voz sexy suya una vez más, haría casi cualquier cosa
con él.
Durante la próxima hora, más o menos, me cuenta sobre el
béisbol y su sueño de jugar en las ligas mayores. Me cuenta un poco
sobre su padre, que es arquitecto, y su madre, propietaria de una
pequeña boutique y spa al otro lado de Savannah.
Pero sobre todo, me pregunta sobre mí, qué me gusta hacer y
hacia dónde me veo yendo en la vida.
No sé si es el alcohol o el hecho de que parece que nos llevamos
bien, pero me siento obligada a contarle mi sueño.
—Sé que es una tontería, pero un día me veo abriendo una
pequeña panadería aquí en Savannah. —Lo miro con temor y veo que
no solo no se ríe de mí, sino que su boca está ligeramente abierta
mientras contempla algo.
—Estás bromeando, ¿verdad? —pregunta él—. ¿O sólo estás
jugando conmigo?
¿Eh? Ahora me he perdido. —¿Jugar contigo? ¿cómo?
Estudia mi rostro. —¿Realmente no sabes que antes de cada
juego en casa, tengo que pasar por esa panadería en Fifth Street para
comprar una magdalena de red velvet?
Arruga un poco la nariz, lo cual es increíblemente adorable, y
luego se muerde una uña mientras espera mi respuesta.
—Ummm… no. ¿Cómo podría saber eso? —pregunto.
—Sí, supongo que no tendrías porqué saberlo —dice, asintiendo.
Continúa explicando cómo muchos jugadores de béisbol son
supersticiosos y que hace dos años tuvo un juego sin hits después de
comerse uno de esos pastelitos de red velvet. Así que ahora, tiene que
hacerlo cada vez que juega, o perderá su ventaja.
—Ahora, ¿quién es el tonto? —suspira.
Está esperando que me ría. O decir algo en respuesta.
—No, no es una tontería. Hago lo mismo cuando tengo un solo.
—Niego con la cabeza—. Bueno, no comer un pastelito, pero tengo
esta cosa que hago. Es estúpido, lo sé, pero, me retuerzo el pelo así.
Le muestro cómo tomo un grueso mechón de cabello de mi oreja
derecha y lo retuerzo hasta que parece una toalla escurrida. —Tengo
que hacerlo cinco veces. Creo que es el contar y hacer algo con mis
dedos lo que alivia la tensión, o algún truco psicológico por el estilo—
añado.
—Vaya.
Él sonríe con una hermosa sonrisa que es toda dientes mientras
extiende la mano para tocar mi brazo suavemente.
Podría jurar que chispas se encienden en mi piel en el mismo
lugar en el que me está tocando.
—Te he escuchado tocar algunas veces cuando el equipo
caminaba por el auditorio. Eres muy buena. Genial, de hecho —dice
con… ¿orgullo?
¿Me ha oído tocar?
De alguna manera hemos logrado acercarnos un poco más el uno
al otro en el transcurso de nuestra conversación y ahora su muslo toca
el mío. Puedo sentir el calor de su piel a través de nuestra ropa, y me
hace sentir aún más hormigueo que lo que Emma me hizo beber
antes.
Como no me alejo, se inclina un poco más hacia mí y coloca su
mano en mi pierna, un poco por encima de mi rodilla, sobre mi falda,
pero no demasiado arriba de mi muslo. No puedo apartar los ojos de
su mano en mi pierna.
Nate Riley tiene su mano en mi pierna.
Nate, la atractiva y sexy estrella del béisbol senior, está frotando
pequeños círculos en mi pierna con su pulgar, enviando punzadas de
electricidad directamente a mi centro.
—¿Estás bien? —pregunta cuando me encuentro mirando tan
obviamente esa mano grande, callosa y bronceada suya.
¿Estás bien?
—No muevas esa mano, nunca.
—Está bien, pero, cuando te bese más tarde, es posible que tenga
que moverla hacia tu espalda o algo así.
Él sonríe.
Mierda, ¿dije eso en voz alta?
Podría morir de vergüenza.
¿Hola? ¿Acaba de decir que me va a besar más tarde?
—Brooklyn… —susurra, caliente y entrecortado en mi oído, y eso
es todo, estoy muerta. Haré cualquier cosa por este chico. Contengo
la respiración y espero a ver qué dice a continuación.
—¡Lyn! —Prácticamente salto del sofá cuando escucho a Emma
decir mi nombre justo detrás de mí.
Espera, ¿qué me iba a susurrar al oído? ¡Maldita sea, Emma! Si
hubiera esperado dos segundos…
—¿Eh? —La miro con mi mirada de ¿qué diablos podría ser tan
importante que me interrumpiste mientras Nate me susurraba al oído?
—Lamento mucho hacerte esto, pero tengo que ir a buscar a mi
mamá. Su coche se descompuso y no puede localizar a mi padre en su
móvil. Te llevaría, pero con mi biplaza sería muy estrecho y algo
ilegal.
Ella mira a Nate pero continúa hablándome. —Supongo que
podría volver y recogerte después de ir a buscarla y llevarla a casa.
Pero odiaría que te saltes el toque de queda por mi culpa.
—Um… —interviene Nate, —¿por qué no te llevo a casa más
tarde, Brooklyn? Solo he bebido una cerveza en toda la noche y sería
un desperdicio de gasolina para Emma conducir por toda la ciudad y
luego volver a buscarte.
Miro a Emma y la veo exhalar visiblemente el aliento que estaba
conteniendo.
—Eso sería muy amable de tu parte, Nate. —Ella sonríe. —Lyn,
¿estás bien con eso?
Ella me mira fijamente y sé que es mejor no discutir con esa
mirada. Empiezo a cuestionar si su madre realmente tiene una
situación o no.
—Supongo. —Miro a Nate. —Solo si estás seguro. Quiero decir,
no me importa esperar a Emma.
Inmediatamente me maldigo por darle una salida. ¿Por qué
querría hacer algo para poner en peligro el tiempo a solas con Nate
Riley?
Por favor, di que estás seguro, por favor, di que estás seguro.
—Sí, estoy seguro, Brooklyn. —Él sonríe con sinceridad y ahora
estoy nerviosa y emocionada por pasar unas horas más con él.
Me despido de Emma con un abrazo y le susurro al oído: —Te
arrepentirás por esto. —Pero lo que realmente quiero decir es gracias.
Poco después de que Emma se vaya, la fiesta comienza a salirse
de control. Alguien se cae y rompe una mesa. Algunas chicas se están
emborrachando mucho y sugieren jugar al strip poker. Estoy tan
incómoda aquí.
¿Por qué acepté quedarme sin la única persona que puede
manejar todo esto? Estoy a punto de levantarme y usar el teléfono
para tratar de traer a Emma de regreso cuando Nate se inclina hacia
mí.
—Brooklyn, esto se está volviendo un poco loco, ¿quieres irte y
dar una vuelta? —dice.
Gracias.

Conducimos por la ciudad y hablamos un rato. Me sorprende lo


mucho que tenemos de qué hablar dado que somos tan diferentes.
Resulta que tenemos el mismo gusto musical; a los dos nos
gustan las películas de terror; ambos debemos mojar nuestras papas
fritas en un batido de chocolate; pero lo más importante, ambos
odiamos al Sr. Goodwin, el profesor de biología avanzada que nunca
te mira cuando habla, y que aparentemente no cree en usar
desodorante. Nos reímos contando historias sobre él y algunos de los
otros maestros que tuvo el año pasado y yo tengo este año.
Me lleva por un helado y paga.
¿Es esta una cita?
Luego pregunta si está bien si nos dirigimos hacia The Bend. The
Bend es un lugar apartado donde los chicos a veces pasan el rato por
la noche. Está a lo largo del río Little Black, justo de este lado de la
frontera con Carolina del Sur.
Hay un lugar donde el río se curva como una horquilla, por lo que
se ganó el nombre de The Bend. Ni siquiera estoy segura de que
oficialmente se llame así o si algunos chicos se lo inventaron. Todo
lo que sé es que han sucedido cosas legendarias allí y estoy a punto
de ir allí con nada menos que el magnífico capitán del equipo de
béisbol.
Nos detenemos en el pequeño lote de grava improvisado para ver
el lugar desprovisto de otros autos. Mira a su alrededor, al lote vacío.
—Podemos irnos si no te sientes cómoda estando aquí sola.
¿Qué? ¿está loco? ¡Es exactamente por eso que quiero quedarme!
—No, está bien, podemos quedarnos.
—Bueno. —Él sonríe. —Porque me he estado muriendo por
besarte toda la noche.—
Se desliza más cerca de mí en el asiento de su camioneta. Pone
una mano detrás de mi cuello y otra en mi rodilla. Lentamente cierra
la brecha entre nosotros, sus ojos fijos en los míos, y estoy segura de
que incluso en la relativa oscuridad puedo ver esos profundos ojos
azules suyos ardiendo en los míos.
Mueve sus ojos hacia abajo para ver mi lengua salir,
humedeciendo mis labios en una invitación. Puedo olerlo mientras
se acerca unos centímetros. Huele a ropa limpia y fresca, y a algo más
que es puro Nate.
Mi corazón late con fuerza fuera de mi pecho y juro que puedo
escuchar la sangre fluyendo en mis oídos. Su cálido aliento se mezcla
con el mío mientras se acerca aún más, con una leve vacilación,
preguntándome con la mirada si puede continuar.
Ah, sí, por favor.
No estoy segura de qué hacer con mis manos, así que las dejo caer
sobre sus piernas. Cuando nuestros labios se tocan por primera vez,
es como magia, la forma en que se conectan, como si fueran dos
piezas de un rompecabezas finalmente colocadas en su lugar.
Sus labios acarician suavemente los míos en un baile
aparentemente interminable de toques suaves antes de sentir su
lengua deslizarse por mi labio inferior pidiéndome que le dé más.
Separo mis labios para él y su lengua entra en mi boca, mezclándose
con la mía mientras el calor se eleva a través de mí junto con un deseo
que nunca supe que existía. Sabe a helado de menta con trocitos de
chocolate y juro en silencio no volver a comer ningún otro sabor.
Este, justo aquí, es el mejor momento de mi vida.
Nos besamos por ¿segundos? ¿minutos? Mis labios se sienten
hinchados y lucho por controlar mi respiración.
Necesito saber qué está pasando en su cabeza. Necesito saber qué
está pasando en mi cabeza.
—¿Por qué nunca me has invitado a salir antes?— pregunto,
alejándome un poco. Entonces siento que mi cara se calienta. —
Quiero decir, no es que esta sea una cita.
Oh, Dios mío, ahora piensa que creo que esto es una cita.
—Lo he querido todo el año, pero el béisbol requiere mucho
tiempo y energía. No podía desperdiciar mis posibilidades de ser
reclutado por una de las mejores escuelas —explica. —Pero ahora
que terminó la temporada, tengo más tiempo para hacer otras cosas
y conocer a otras personas. —Él me sonríe. —Y sí, Brooklyn, diría
que esto califica como una cita. —Me aprieta la rodilla. —Nuestra
primera cita. —Me mira con dulzura.
Todavía estoy atascada en he querido todo el año, y luego me doy
cuenta de que ha dicho que estamos en una cita.
Santa mierda.
Una cita, una primera cita.
Eso implica que habrá más.
Quiero dar vueltas, gritar de alegría y chocar los cinco con
alguien. Me sorprendo mirando a mi alrededor para ver si alguien
más es testigo de mí, Brooklyn Vaughn, una chica de banda normal y
aspirante a panadera, en una cita con Nathan Riley.
Recuerdo que estamos solos y que acabo de experimentar lo que
solo puedo describir como el mejor, más increíble y trascendental
beso de todos los tiempos. —Está bien, entonces —le digo con la voz
baja porque no puedo creer lo que estoy a punto de decirle. —
Supongo que no me importaría si hicieras eso un poco más.
Él me sonríe, toma mi rostro entre sus manos y me besa una y
otra vez hasta que no solo no puedo sentir mis labios, sino que estoy
bastante segura de que no me importa nada excepto sus manos sobre
mí y lo que sea. Quiero que esas manos me hagan tantas cosas.
Pienso en los pocos besos y encuentros que tuve con Chris
Wright, el saxo alto principal de la banda. Esas experiencias no
hicieron nada para prepararme para lo que siento cuando las manos
de Nate están sobre mí.
Levanta un poco mi camisa y cuando toca mi costado, sobre las
costillas, comienza a mover sus manos hacia arriba. Creo que me voy
a derretir en un charco de lava caliente si continúa con lo que está
haciendo.
Por favor, por favor continúa con lo que estás haciendo.
Alcanza mi nada especial, no-sabía-que-nadie-iba-a-verlo,
sostén y rompe nuestro beso el tiempo suficiente para preguntar si
puede deshacerse de él. No creo que pueda hablar, así que
simplemente asiento con la cabeza y me agacho para ayudarlo a
maniobrar el clip en la parte delantera.
Gracias a Dios, está oscuro afuera, porque solo puedo imaginar
cómo debo lucir con mi blusa levantada, el sostén colgando de mi, y
lo que solo puedo imaginar debe ser una expresión de sorpresa en mi
rostro de que él quiera hacer esas cosas conmigo.
Agradecida de que deje mi parte superior en su lugar, porque
realmente no quiero lucir desnuda si alguien se detiene a nuestro
lado, me inclino y beso su cuello debajo de la oreja, en un movimiento
audaz que me sorprende pero se siente tan bien.
—Ah, Brooklyn, eso se siente increíble.
Lo siento moverse en el asiento, tratando de acomodarse sus
jeans. Exploto silenciosamente de alegría por el hecho de que lo estoy
afectando de la misma manera que él me está afectando a mí.
Sus manos acarician mis magros pechos. La sensación es
increíble, enviando ondas de electricidad directamente a ese manojo
de nervios entre mis piernas. Dejo escapar un gemido involuntario
de placer que solo lo hace respirar hondo y murmurar oh, dios.
Toma mi mano y la coloca en sus jeans y lentamente la mueve
hacia arriba por su muslo.
No puedo creer que esté haciendo esto. Estoy muerta de miedo,
pero al mismo tiempo aliviada de que me esté ayudando, porque no
estoy segura de saber qué hacer.
En un acto de fe y, segura de que puedo morir de vergüenza, miro
hacia otro lado tímidamente.
—Um, Nate, no he hecho esto antes— le digo.
Oh, dioses de todas las vírgenes que no saben lo que están haciendo,
mátenme ahora.
Mantiene su mano encima de la mía y pasa la otra mano
rápidamente por su cabello antes de colocarla debajo de mi barbilla,
volteando mi cabeza para que estemos frente a frente.
—¿Te sorprendería saber que yo tampoco he hecho esto antes?
—dice él.
Incluso a través de la oscuridad se da cuenta de la sorpresa que
se muestra en mi rostro y se ríe nerviosamente. —Bueno, he hecho
esto antes. —Aprieta mi mano que aún descansa muy cerca de su
dureza. —Pero no he hecho lo que creo que estamos a punto de hacer.
Cierro mi boca abierta y trato de formar otra oración coherente.
—¿Estás seguro? —pregunto.
Sí, no es lo que estaba buscando. Dios, soy tan estúpida.
—¿Qué si estoy seguro de que todavía soy virgen, Brooklyn? —
pregunta con las cejas levantadas. —Sí, estoy seguro.
De repente, la pregunta en el fondo de mi mente (¿lo haré
o no lo haré?) es respondida.
Aunque todavía estoy nerviosa como el infierno, el miedo
se ha ido. Escuchar que podríamos hacer esto juntos, algo
desconocido para ambos, de alguna manera parece aún más
íntimo y emocionante.
Empiezo a pensar en lo que vamos a hacer. ¿Dolerá? Me
pregunto cómo me sentiré después. ¿Tendré un orgasmo y se
sentirá diferente a los que he tenido sola?
Oh, Dios, ¿me verá? ¿Sangraré? Ojalá Emma me hubiera
preparado para esto.
Afortunadamente interrumpe mi enloquecimiento
silencioso. —Quiero decir, si estuvieras pensando en hacer
lo mismo, eso es…
—Um, Nate…—Pienso cuidadosamente en cómo
preguntarle esto. —Si hacemos esto, ¿significa, que eh…? —
Estoy tan nerviosa. —¿Estamos, um…?
—Brooklyn —me interrumpe, —¿saldrías conmigo?
Como, ir a clase, almorzar, llevarte a casa, juntos. ¿Te
gustaría?
Me sonríe y todavía soy muy consciente de dónde ha
mantenido mi mano durante toda esta conversación. Soy aún
más consciente de lo que acecha debajo.
Si no estaba completamente segura hace un minuto,
ahora lo estoy. Este chico ya es dueño de mi corazón.
También podría ser dueño de mi cuerpo.
—Sí, me gustaría eso —digo.
Eso lo hace sonreír con una sonrisa que nunca antes había
visto, una que llega a sus ojos. Pensé que las conocía a todas.
Esta, creo, está reservada solo para mí.
Mueve mi mano hacia los botones de sus jeans y la
intención es clara, quiere que los desabroche. Lo hago con
dedos temblorosos, pero luego no estoy segura de lo que
debería pasar a continuación.
¿Lo toco?
¿Se quitará los pantalones?
¿Cómo se supone que voy a tocarlo?
Me salva de mi dilema tomando mis manos entre las
suyas, y luego usando su boca, deja un rastro de besos desde
mis labios hasta mi cuello. Luego sigue un camino a lo largo
de mi mandíbula hasta mi oreja, haciéndome temblar
mientras la piel de gallina me cubre los brazos.
Siento su sonrisa contra mi piel antes de que succione
suavemente un lugar detrás de mi oreja que prácticamente
me hace jadear. Se echa hacia atrás, respirando con
dificultad, y fija sus ojos en los míos, poniendo una mano en
mi rodilla y deslizándola por mi pierna y debajo de mi falda,
hasta el vértice de mis muslos.
Creo que estoy a punto de entrar en combustión y,
entonces, porque sé que me está pidiendo permiso en
silencio, dejo escapar el aliento que estaba conteniendo, y
asiento levemente con la cabeza.
Ya puedo sentir la humedad en mis bragas y, cuando me
toca allí, dejo escapar un gemido.
—Mierda, Brooklyn —murmura. —Si sigues haciendo
eso, esto terminará antes de que empecemos.
¿En serio? Nota mental: los gemidos vuelven loco a Nate.
Aparta mis bragas a un lado y desliza un dedo dentro de
mí. Estoy tan mojada ahora que simplemente se desliza
dentro y fuera fácilmente. Mete un segundo dedo y empiezo
a sentir un ardor muy adentro.
De nuevo deja un rastro de besos como plumas por mi
cuello y alrededor de mis orejas, soplando en los lugares que
acaba de besar. Su aliento caliente, su respiración pesada y
sus suaves besos solo me envían más y más alto.
Luego comienza a hacer círculos con su pulgar alrededor
de mi protuberancia sensible mientras mantiene el
movimiento con sus dedos todavía dentro de mí. Pronto mis
muslos se tensan y mis entrañas empiezan a temblar.
Oh, Dios mío, voy a venir.
—Ay, Nate. Oh, Dios —digo sin aliento.
—Oh bebé, eso es —susurra.
Escuchar su voz junto con el cariño que usa me empuja al
borde y estoy flotando y luego cayendo mientras las olas
rápidas se deslizan por mi cuerpo y me hacen clavar las uñas
en el brazo de Nate.
Mientras bajo de lo alto, tengo la garganta seca, me duele
el labio de morderlo e incluso me hormiguean los dedos.
Antes de que vuelva a entrar en la realidad por completo,
se ha bajado los vaqueros más allá de los muslos y me pone
encima de él para que quede a horcajadas sobre él, sentada
sobre sus rodillas. Se detiene para sacar algo de su billetera.
Es un preservativo.
Dios mío, lo olvidé por completo.
—Brooklyn, ¿estás segura de esto? —Me saca del
pensamiento. —Me detendré ahora mismo si esto no es lo
que quieres.
Me mira y sé con certeza que se detendría si se lo pidiera.
También sé con certeza que no quiero que lo haga.
—No, Nat. Por favor, no te detengas. Estoy lista —le
suplico.
Con mis bragas todavía empujadas hacia un lado, agarra
mis caderas y, oh, muy lentamente, me deja caer sobre él.
—Mi dios, Brooklyn, esto se siente… —Sus ojos se cierran
y su respiración se acelera mientras me llena como nada y
nadie lo ha hecho antes.
—Oh, Dios —me escucho murmurar mientras me
acostumbro a esta extraña sensación de ser estirada desde
adentro.
No duele como pensé que lo haría, un poco incómodo tal
vez, pero no es doloroso. Comienza a moverse y siento la
plenitud y la fricción y pienso que sí, podría acostumbrarme
a esto.
Abre los ojos y me observa mientras se mueve cada vez
más rápido. A la luz de la luna, puedo ver su boca abierta, sus
ojos vidriosos y sus cejas fruncidas. Luego cierra los ojos con
fuerza.
—Brooke… ¡aaaah!— gime. Agarra mis caderas,
manteniéndome quieta mientras encuentra su liberación.
Permanecemos juntos solo un minuto y luego me ayuda a
bajar de él. Arrugo la nariz y me estremezco cuando nos
separamos.
—¿Estás bien? ¿Eso estuvo bien? —pregunta con
preocupación.
—Sí, estoy bien —digo tímidamente, sin saber muy bien
cómo actuar o qué hacer en este momento. Me bajo la falda
y me ajusto las bragas, pero está demasiado oscuro para ver
nada con claridad.
Oh, por favor, dioses de las vírgenes recién desfloradas, que no
haya sangre en mi falda.
Se deshace del condón y se arregla los jeans, luego se
acerca para tomar mi mano. Nos sentamos así por un rato
escuchando a Nickelback cantar Someday.
Me pregunto si la radio ha estado encendida todo este
tiempo.
Los faros me ciegan cuando un auto se detiene en el
estacionamiento. El increíble momento de esto no se me
escapa. Miro mi reloj y veo que solo me quedan veinte
minutos para el toque de queda. —Tengo que estar en casa a
las once —le recuerdo.
—De acuerdo. Será mejor que nos vayamos entonces.
Se inclina, aún sosteniendo mi mano y coloca un casto
beso en mis labios antes de soltarme brevemente la mano
para encender el motor y salir del estacionamiento. Da la
vuelta y sale del único lugar que recordaré mientras camine
por esta tierra.
Hacemos el corto viaje a mi casa en un cómodo silencio
mientras nos tomamos de la mano y escuchamos la radio.
Sonrío cuando gira hacia mi vecindario y pregunta: —
¿Hacia dónde? —Luego se encoge de hombros porque sabe
que yo sé que él sabe en qué barrio vivo y eso está muy bien.
Lo dirijo a mi casa, y cuando se detiene junto a la acera,
lo primero que noto es el rostro de Emma asomándose por
detrás de la cortina de la ventana del segundo piso. Pongo los
ojos en blanco, pero sonrío, sabiendo que estoy en la
Inquisición española.
Nate apaga el motor. —Espera aquí —dice.
Rápidamente sale y rodea el auto para abrirme la puerta.
Suspiro. Podría acostumbrarme totalmente a esto. Salgo y él
me acompaña hasta la puerta.
—Tengo que pasar todo el día ayudando a mi papá
mañana, pero ¿puedo verte en tu casillero el lunes antes de la
escuela? —me pregunta
Hmm, déjame pensar… ¡SI SI SI!
—Bien, seguro.
—Bueno. Esta noche fue realmente genial, Brooklyn. —
Él sonríe, se inclina y me besa suavemente en los labios y
luego se da vuelta para alejarse, mirándome. —Te veré el
lunes entonces.
Lo observo caminar por la acera hacia su auto, entrar y
alejarse, agitando una mano por la ventana mientras lo hace.
Mientras me siento en el autobús a la escuela, cortesía de
la cita matutina con el dentista de Emma, pienso en que
estuve ayer encerrada con Emma, reviviendo toda la noche
que pasé con Nate hasta el último detalle.
Nada menos para satisfacer su curiosidad.
Las dos lloramos un poco, nos reímos mucho, y es posible
que incluso chocaramos los cinco.
Mientras miro a mi alrededor, me pregunto si me veo
diferente, porque parece que recibo algunas miradas
extrañas.
¿Pueden percibir que ya no soy virgen?
Tal vez es solo esta enorme sonrisa que estoy luciendo
esta mañana.
Escucho fragmentos de conversaciones a través de la
conmoción regular que se produce en el ruidoso autobús.
—… ¿simplemente se levantaron y se fueron?
—… mamá fue arrestada…
—… mi papá dijo que era prostitución…
—… ¿Nate dijo algo?
¿Nate? Esto llama mi atención, y estiro mi cuello en vano
para tratar de escuchar más mientras nos detenemos frente a
la escuela.
Cuando me bajo del autobús, mi amiga y compañera
flautista, Abby, me agarra por el codo y prácticamente me
lleva corriendo al baño más cercano, espantando a todos los
que estaban allí.
—¿Qué pasó contigo y Nate este fin de semana y ya has
oído algo? —pregunta, con una mirada preocupada en su
rostro que me preocupa más.
Le doy la versión abreviada de mi sábado por la noche.
—¿Qué quieres decir con que sí ya escuché algo? —
pregunto.
—Ay, Lyn. —Cierra los ojos y suspira a lo grande. Me
refiero a grande. —No sé cómo decirte esto.
—Oh, Dios mío, ¿pasó algo? ¿Tuvo un accidente? ¿Está
muerto?
Estoy realmente flipando ahora mismo. Mis manos están
temblando y será mejor que empiece a hablar o voy a
golpearla.
—Um, su padre se fue ayer con él y su hermana.
Simplemente se levantaron y se fueron. Al parecer, su madre
y algunas otras mujeres fueron arrestadas el sábado por la
noche. Algo relacionado con la gestión de una red de
prostitución en su spa. Parece que está a punto de llorar
cuando dice: —Nadie parece saber a dónde fueron, pero mi
amigo que vive en la calle de Nate dijo que un camión de
mudanzas llegó tarde ayer y limpió su casa por completo.
—¿Qué?
Estoy tratando de procesar esta información. Dijo que
tuvo que ayudar a su papá todo el día de ayer, pero no dijo
nada sobre mudarse. Estoy tan confundida.
—Dijo que me encontraría en mi casillero hoy.
La miro como si tuviera todas las respuestas.
—Lo siento mucho, Lyn. —Ella me mira con una mirada
de impotencia en su rostro. —Él se fue. Ni siquiera sus
compañeros saben dónde está. No creo que regrese. —Su voz
se quiebra un poco.
Mi camisa se siente mojada y cuando la miro, me doy
cuenta de que estoy llorando. Estoy llorando y no puedo
respirar.
Dejo caer mis libros, derramando papeles sueltos sobre el
linóleo sucio. Me inclino, pongo las manos en las rodillas y
trato de tomar aire, pero todo lo que obtengo son pequeñas
bocanadas de aire mientras inhalo y exhalo.
—Lyn, ¿estás bien?—
Niego con la cabeza hacia ella, incapaz de hablar, apenas
capaz de respirar.
—Creo que estás hiperventilando. Voy a buscar a la
enfermera. Ella sale corriendo del baño y yo me quedo sola.
Sola, como él me ha dejado.
Retrocedo hasta que golpeo la fría y dura pared de
hormigón y me hundo lentamente en el suelo, luchando por
respirar, tratando de averiguar si mi corazón sigue latiendo.
Sé que no lo está, porque ya no está dentro de mí.
Se lo llevó con él.
Ocho años después.

—¿Otra vez, Michael? —pregunto a través de la ola de


agotamiento que se ha apoderado de mi cuerpo. —Sabes que te amo,
pero ¿aún no estás agotado?
—Bueno, ya sabes lo que dicen. Si al principio no tienes éxito…
Lo golpeo juguetonamente en el pecho.
—¿Qué? —dice él. —Realmente quiero llevarte allí, y si seguimos
adelante, creo que puedo.
Creo que las películas les lavan el cerebro a los hombres. Quiero
decir, en la vida real, no siempre nos corremos. Y definitivamente no
siempre nos corremos exactamente al mismo tiempo. De hecho, creo
que podría tocar madera y cruzar los dedos mientras saltaba sobre un
pie en el momento preciso en que todas las estrellas se alinean y eso
aún no sucedería.
Pero bueno, supongo que todo este intento no perjudica
exactamente mis posibilidades.
—Me gustaría que entendieras que es bueno para mí incluso
cuando no siempre me corro.
Además, siempre puedo salir más tarde.
—Lyn —se queja cuando nota el ceño fruncido en mi rostro, —
solo quiero despedirte en una explosión. Te voy a extrañar mucho.
Es tan lindo cuando hace pucheros. Le sonrío.
—Es sólo una una semana. Además, pasarás tanto tiempo en el
hospital que ni siquiera sabrás que me he ido.
—Cariño, un día sin ti es demasiado tiempo.
Besa mi mejilla mientras salta de la cama. ¿Quién salta de la cama
a las cinco de la mañana? Ah, cierto, residentes de tercer año que
están acostumbrados a vivir con cuatro horas de sueño.
—Será mejor que me vaya de todos modos. Tengo rondas en
treinta —dice.
Sonrío mientras veo su culo perfectamente esculpido dirigirse
hacia el baño. Llevo mis rodillas hasta mi pecho y me cubro con la
sábana mientras lo observo pensativamente a través de la puerta
abierta del baño.
Los abdominales tonificados de Michael se contraen y se relajan
cuando se inclina para cepillarse los dientes. Su cabello rubio rojizo
está cortado para caber debajo de su gorro médico. Me pregunto si
algún día lo dejará crecer un poco para que pueda pasar mis dedos en
él.
Cuando se mete en la ducha, entro al baño y agarro su cepillo de
dientes, un hábito mío desde la primera vez que pasé la noche en su
casa. Se siente tan íntimo, como si fuera parte de él de alguna manera.
Me paro y me miro, cepillo de dientes en la boca, y reflexiono
sobre lo que veo en el espejo. Mi piel, demasiado pálida para mi
cabello ondulado oscuro como la noche, se destaca aún más ahora
que he perdido ese brillo de verano. La nariz que obtuve de mi papá
es demasiado puntiaguda, pero lo compensan los ojos verdes de
mamá.
Me inclino para escupir en el fregadero y salto cuando me
incorporo.
—¡Ahhh, Michael! —Grito a medias cuando se acerca para
agarrar mis pechos.
—Mmmm —murmura. —Encajan perfectamente en mis manos.
Me sonríe en el espejo, mirando su cepillo de dientes colgando
de mi boca. —Sabes, ahora que estamos comprometidos, ¿no crees
que al menos deberías tener tu propio cepillo de dientes en mi casa?
Me encojo de hombros, observándolo pasar sus manos por mis
caderas mientras busco una toalla.
—Lyn, no necesitas cubrirte frente a mí. Eres tan hermosa —dice
con tanta dulzura que sé que piensa que es verdad, incluso si no lo es.
No es que me crea gorda, solo curvilínea. Pero creo que las
mujeres están condicionadas a creer que si algo se mueve, excepto
nuestras tetas, es algo malo. Por eso corro. Y con todo lo que corro
para no subir de peso, mis piernas y mi trasero se han convertido en
mis mejores características.
Se desliza una camiseta por la cabeza y rápidamente se viste con
el uniforme médico azul claro necesario para residentes.
—¿Todo cubierto en la tienda? —pregunta él —¿Kaitlyn será
buena dirigiendo sola el programa toda la semana? Podría pasar y
ayudarla —dice, sin siquiera pensar en su propio horario asesino.
No puedo evitar amar a este hombre por todas sus cualidades
abnegadas.
—Lo tengo cubierto —le aseguro, mientras recojo mi cabello en
un moño desordenado y me pongo la ropa de anoche. —Pero es muy
dulce de tu parte preguntar.
Le doy un rápido beso en la mejilla y me dirijo a la cocina para
esperar en trance a que la cafetera automática termine de hervir mi
cordura.
Me siento en la barra, pasando mi dedo sobre la cicatriz brillante
y suave en el dorso de mi mano derecha mientras pienso en cuando
conocí a Michael. Aunque fue hace casi dos años, parece que fue ayer.
Tenía veintitrés años y comenzaba con la panadería cuando sufrí
una quemadura bastante grave en la mano que me llevó al hospital.
Era un residente de primer año que estaba haciendo su rotación en la
sala de emergencias.

—¿Señorita Vaughn? —dijo, entrando a la habitación mientras
miraba el papeleo para que yo solo pudiera ver la parte superior de su
cabeza. —Aquí dice que te quemaste la mano derecha. ¿Me puedes
decir que es lo que pasó?
Rebuscó un poco con el papeleo y echó un vistazo detrás de él.
Luego me miró todo nervioso, pero obviamente tratando de parecer
que sabía lo que estaba haciendo.
Oh, este doctor es muy guapo, pensé. Casi me había olvidado de mi
mano que, solo un momento antes, se sentía como si estuviera
chamuscando sobre brasas encendidas en llamas desde las
profundidades del infierno.
Gracias a Dios no tuve que quitarme ropa ni ponerme en una
posición comprometedora frente al Doctor Adonis. Negué con la
cabeza ante el horrible pensamiento.
—B-Brooklyn —dije en voz baja.
¡Maldita sea! ¿Acabo de tartamudear? ¿Qué tengo, doce?
—¿Brooklyn? ¿Es ahí donde sufriste la quemadura? cuestionó,
con un pequeño surco entre sus ojos como si estuviera tratando de
resolver algo. —¿Es esa un área de Savannah? Soy bastante nuevo
aquí… eh, en Savannah, no al hospital. Bueno, soy de primer año, así
que soy nuevo en el hospital, pero lo que quería decir es que no sé
mucho sobre el área. Todavía no he estado explorando, pero espero
hacerlo muy pronto si puedo encontrar un local que me muestre los
alrededores.
Me miró larga y profundamente como si no me acabara de
quemarme la maldita mano y no necesitara atención médica.
—Ejem —escuché.
Miré detrás de él para encontrar la fuente de la interrupción.
Había otro médico parado en la puerta mirándolo fijamente. Eso
pareció hacer que recuperara la compostura con bastante rapidez.
El rojo subió por su rostro, lo que hizo resaltar el castaño rojizo
de su cabello claro, haciéndolo parecer aún más sexy, si es posible.
—Entonces, ¿estabas hablando de Brooklyn? —Estaba nervioso,
al igual que yo.
¿Estaba coqueteando conmigo? ¿Por qué lo estaría? Él era
médico por el amor de Dios, y yo era yo. No podía apartar los ojos y
probablemente estaba empezando a parecer un poco estúpida
mirándolo así.
—Sí. Uh, no. Quiero decir, sí, me quemé en Brooklyn's. Es mi
panadería y fui tan estúpida que estaba usando un brazalete mientras
sacaba mis bandejas del horno. Se enganchó y no pude soltarlo y mi
mano comenzó a arder y olía horrible y hubo gritos y tal vez un poco
de llanto, y finalmente salió pero rompí mi brazalete, así que Emma
se va a enojar porque me lo dio por mi cumpleaños…
¡Oh, Dios, mátame ahora!
Solo deja de hablar, Lyn. Asumirá que estás loca.
—Pero, también es mi nombre— agregué.
Miré esos ojos grises como el acero y traté de recomponerme. ¿Se
me estaba corriendo la máscara de pestañas? ¿Por qué no me miré en
el espejo antes de llegar? Por supuesto que lo está, tonta, pensé.
Estabas llorando, lo que también significa que tus ojos están
hinchados y te ves horrible en general.
—¿Su nombre? —dijo, todavía luciendo confundido por mis
divagaciones.
—Brooklyn. Es mi nombre. Me llamaste señorita Vaughn. Por
favor, llámame Brooklyn, bueno, Lyn —dije, agradecida de poder
completar una oración.
Él sonrió. ¿Significaba eso que pensaba que me gustaba? Bueno,
está bien, tal vez lo haga, pero eso no significaba que debería
sonreírme.
—Está bien, Brooklyn o Lyn, la chica y la panadería, llámame
Doctor Michael. Echemos un vistazo a esto.
Volvió al modo documentación, porque, bueno, estaba herida y,
bueno, solo podía adivinar que era su jefe quien seguía de pie detrás
de él con esa mirada severa en su rostro.
Pero no creas que no lo vi mirarme repetidamente con una
hermosa sonrisa solo para atraparme mirándolo fijamente.
Maldito sea ese tipo en la puerta, pensé. ¡Déjanos en paz al doctor
Michael y a mí!

Sonrío para mis adentros cuando recuerdo que Michael se refirió
a su jefe como un «bloqueador de pollas».
Digamos que estaba completamente molesto porque el Dr.
bloqueador de pollas nunca se retiró de esa puerta, y no iba a ser
necesaria una visita de seguimiento con Michael.
En el camino a casa ese día, incluso había comenzado a
considerar otros accidentes que podría tener para enviarme de regreso
a la sala de emergencias.
Pienso en este mismo hombre, mi Doctor Michael, que será mío
por el resto de mi vida. Bueno, tan pronto como podamos establecer
una fecha para la boda, por supuesto. Con su horario riguroso, es
posible que nunca lo logremos.
Su especialidad, la cardiología pediátrica, es especialmente ardua
ya que en realidad son dos especialidades. Después de este año,
tendrá que conseguir una beca en alguna parte, lo que presenta toda
una nueva serie de problemas. Aunque ahora trabaja en Memorial
Health aquí en Savannah, necesitará un hospital infantil para su beca
y tendrá que acudir a donde haya ofertas. En este momento, la opción
más cercana aún está a más de tres horas de distancia en el Egleston
Children's Hospital en Atlanta.
Tres horas.
¿Podemos sobrevivir a un matrimonio a distancia?
No creo que me atreva a cerrar Brooklyn's. Puse sangre, sudor y
lágrimas en mi panadería. Es lo único que he logrado en mis
veinticinco años que es todo mío.
De acuerdo, tal vez apenas estoy alcanzando el punto de
equilibrio después de pagar mis gastos. Ni siquiera puedo empezar a
pensar en reubicar la tienda. Nunca podría obtener una oferta de
alquiler tan buena como la que tengo ahora.
Mi mejor amiga y compañera de cuarto, Emma, es propietaria del
espacio donde está mi panadería junto con nuestro apartamento de
dos habitaciones directamente arriba en una pequeña área de moda
de Savannah. Conozco la tarifa vigente para el espacio comercial y
ella más que la redujo a la mitad para mí. Además, no podía dejarla
en la estacada.
¿Qué estoy pensando? No puedo vivir sin Emma. No puedo irme
de Savannah, ¿verdad? Pero tampoco puedo vivir sin Michael.
—¿Café?
¿Qué?
—Cariño, ¿me escuchaste? —dice Michael, arrancándome de mi
pesadilla de tener que elegir entre mi mejor amiga, mi alma gemela
femenina, mi hermana sustituta, y mi prometido.
—¿Tienes tiempo para un café rápido? —pregunta de nuevo,
mirándome dulcemente.
—Por supuesto que sí. —Sonrío débilmente, feliz de ser
arrancada de mis pensamientos deprimentes de decisiones difíciles
por delante. —Tengo unos minutos antes de pasar por la tienda para
asegurarme de que Kaitlyn esté lista y luego veré a Emma en mi
apartamento.
—¿Estás emocionada de ir a Raleigh? —pregunta, sirviendo mi
café.
—Mmm hmm —murmuro.
—Lamento no poder ser yo quien lo experimente contigo por
primera vez. —Él frunce el ceño. —Te prometo que cuando asista,
tendré más tiempo para las vacaciones y luego tú y yo tendremos
muchas primicias juntos.
—Ya tenemos muchas primicias —le aseguro. —Primer
compromiso, primera lesión en Urgencias, primera Navidad como
pareja…
—Pero no la primera vez —interrumpe, luciendo triste. —Ojalá
hubiéramos tenido nuestra primera vez juntos. Odio la idea de que
un pequeño imbécil cachondo que no podía mantener su polla en sus
pantalones te tuviera antes que yo.
Dejo caer mi café sobre el mostrador. —Oh, Dios mío, Michael,
no puedo creer que acabas de decir polla. Siempre eres tan clínico. ¿Y
por qué me harías pensar en ese perdedor de todos modos?
—Está bien, pene —asiente. —Sabes, él puede haber sido un
pequeño imbécil cachondo, pero definitivamente no era un perdedor
si ponía su mirada en ti.
¿Podría ser más dulce?
—¿Cómo se llamaba, Nick, Norman, Neil? —pregunta.
—Michael, él no tenía la vista puesta en mí. Su nombre era Nate.
Estuve enamorada de él en la escuela secundaria. Me usó por una
noche y luego nunca lo volví a ver.
Demonios, ahora estoy de mal humor cuando estoy a punto de
irme y no ver a Michael en toda una semana.
Queriendo irme con una nota feliz, lo miro a través de mis
pestañas. —Um, entonces volvamos a todas las cosas que vas a hacer
para compensarme.
—Oh, planeo compensarte bien, en todo tipo de formas y en todo
tipo de posiciones. —Levanta una ceja. —¿Eso te parece bien, futura
señora Brooklyn Bridges?
—No sé qué tipo de broma enfermiza está tratando de jugarnos
el destino. —No puedo evitar poner los ojos en blanco. —Pero por
millonésima vez, no tomaré tu nombre —afirmo.
—Lo sé, Sra. Vaughn, y lo entiendo. Pero sigue siendo muy
divertido bromear contigo al respecto.
Le sonrío a mi chico perfecto mientras se levanta de la barra con
nuestras tazas, las lleva al fregadero y las enjuaga antes de colocarlas
en el lavavajillas. —Ahora trae tu lindo trasero aquí y despídeme
como es debido.
Sus ojos se oscurecen y observan cada uno de mis movimientos
mientras lamo mis labios deliberada y lentamente cuando camino
alrededor del mostrador hacia él. Está concentrado en mi boca
cuando alargo la mano y coloco mi mano sobre su pecho.
—Te extrañaré mucho —susurro.
Lo beso lentamente al principio; luego quiero que sepa lo que se
perderá, así que trabajo mi lengua en su boca y la enredo con la suya
antes de chupar suavemente su lengua hasta que hace pequeños
gemidos.
Agarra mi cabeza, profundiza el beso y presiona la longitud de su
cuerpo, dureza y todo, contra el mío, presionando muy lentamente.
Maldita sea, él es increíble.
Puedo sentirlo sonreír contra mis labios. Él sabe lo que me está
haciendo. Bueno, al menos no soy yo quien tiene que ajustarse
mientras salgo por la puerta.
Se aleja todavía agarrándome con fuerza. —Es hora de irse,
cariño. No olvides enviarme un mensaje de texto y no te molestes si
me toma un tiempo responderte. Ya sabes lo ocupado que está el
hospital.
Toma mi mano mientras bajamos las escaleras hacia el
estacionamiento. Abre la puerta de mi auto menos que
impresionante y planta un beso en mi mejilla.
—Cuídate y diviértete. Pero no demasiado, sé cómo se puede
poner Emma —dice, y me mira a los ojos. —Te amo, Lyn.
—Tu también cuídate, Michael. —Miro el rostro que extrañaré
terriblemente durante los próximos días. —Y no te preocupes por
Emma, ella será todo trabajo y nada de diversión en Raleigh.
Cierra la puerta y observa mientras salgo y me alejo.

Nunca pasa de moda girar en la calle y ver mi nombre (¡mi
nombre!) estampado en fuerte rosa sobre el contorno de una
magdalena azul claro a seis metros de altura sobre la entrada de mi
tienda.
Después de obtener mi designación de Pastelera Culinaria
Certificada de Savannah Tech, y ahorrar casi cada centavo que gané
como niñera, camarera y trabajo temporal, y bueno, admito que
Emma también me ayudó mucho, pude comenzar una pequeña
panadería.
Todavía se siente como un sueño tener mi propia tienda. Mi
mamá y yo solíamos hornear juntas cuando era pequeña. Recuerdo
que tenía siete años y me di cuenta de lo que quería ser cuando fuera
grande.

Mamá sonrió ante la creación de dulces que había intentado con
la admiración que solo una madre puede tener por algo que se veía
tan horrible.
—Brooklyn, puedes ser lo que quieras cuando seas grande,
siempre y cuando sea algo que te apasione. No hay límites para lo que
puedes hacer. Podrías ser maestra, como papá, o mamá como yo, o
doctora o científica. Incluso podrías ser panadera y hacer pasteles
maravillosos como este.
Mis ojos se abrieron y mi sonrisa casi partió mi rostro en dos
cuando me di cuenta de que podía hornear, como un trabajo, y ganar
dinero con eso.
Eso fue todo para mí. A partir de ese día, si no estaba en la
escuela, estaba haciendo un desastre en la cocina de mamá. Dios, la
amé tanto, ella nunca se quejó de limpiar después de mis
experimentos.

Un destello de rosa me llama la atención y miro hacia arriba para
ver a Kaitlyn, mi única empleada, mientras saca su cabello con
mechas rosadas por la puerta para colocar el tablero especial del día.
Conduzco rápidamente por la parte de atrás, aparco junto al Beemer
de Emma y el Beetle de Kaitlyn, que es, sorpresa, rosa, y entro por la
puerta trasera.
Inmediatamente me sorprende una vez más el poderoso y
embriagador olor de los muffins recién horneados y los rollos de
canela horneados a la perfección. Espero nunca cansarme de esto. No
quiero que llevar la tienda se convierta en un día más en la oficina.
El aire de la panadería es demasiado bueno para darlo por
sentado.
Sé que Emma me está esperando arriba y llego unos minutos
tarde, pero necesito ir a la tienda por un segundo.
Paso por la puerta que tiene escaleras que conducen a nuestro
apartamento y me dirijo a través de la cocina al frente de la panadería
que huele a café recién hecho.
Veo a Kaitlyn preparando las cajas de pastelería, y la habitación
que es realmente demasiado grande para su propósito. La luz de la
mañana entra a través de las ventanas delanteras que un artista local
ha adornado con grabados de productos horneados. La mezcla de
mesas bajas y altas, junto con las pocas cabinas que agregué, le dan
una sensación ecléctica pero pintoresca.
Me dirijo a la estación de café detrás del mostrador para tomar
algunas tazas para llevar para Emma y para mí.
—Hola jefa. ¿Estás lista para tu viaje por carretera?
Kaitlyn levanta la vista mientras toma un sorbo de una de
las tazas de gran tamaño de Brooklyn's Bakery que Michael
había hecho para mi último cumpleaños.
—No sé. —Suspiro, mirando mi tienda y pensando en
cómo la extrañaré esta semana. —Tal vez debería quedarme.
Quiero decir, cinco días completos por tu cuenta aquí es para
mí, pedirte mucho —digo, sabiendo muy bien que no es por
eso que me resisto a irme.
—Lyn, ¿estás loca? —prácticamente grita. —Vivo para
esto. Sabes que necesito esto para ver si algún día puedo abrir
mi propio lugar. Además, sabes que tu mamá probablemente
pasará todos los días para ayudar.
Sé que tiene razón. Mi mamá, mi mayor animadora
después de Emma, pasa casi a diario. También insiste en
trabajar una mañana a la semana para darme tiempo libre.
Convenientemente programa esa mañana para que coincida
con el día libre de Michael. Ella se niega a dejarme pagarle,
dice que esto es lo que haces por la familia y solo espera hasta
que tenga una hija algún día y lo entenderé.
Esa es solo una de las ventajas de vivir en la misma ciudad
que mis padres. También otra razón para no dejar Savannah.
—Está bien, si estás segura. —Empiezo a ir a la cocina.
—Haré una revisión rápida en la parte de atrás para
asegurarme de que tienes todo lo que necesitas.
Ella me mira pasar junto a ella y a través de la gran puerta
batiente; el tipo de puerta que ves en los restaurantes con una
ventana redonda gigante a la altura de la cara. Sé
exactamente lo que está pensando porque sabe que revisé
todo ayer, dos veces.
—Sé que me estás poniendo los ojos en blanco, Kay —
digo sin darme la vuelta.
—Pfff —la escucho resoplar. —No dejes que la puerta
trasera te golpee en el culo al salir —dice ella. —Sabes que te
amo, Lyn. No te preocupes por nada.
En la gran cocina que se ha convertido en mi segundo
hogar, paso la mano por la brillante manija de acero
inoxidable del gran horno que probablemente nunca pagaré
en mi vida.
Levanto mi mano derecha y observo pensativamente mi
cicatriz. No guardo rencor; fue mi culpa por usar ese
brazalete grueso con dijes. He aprendido mi lección. Nunca
volveré a usar una pulsera.
A la izquierda del horno están las rejillas para enfriar que
ya contienen docenas de deliciosos desayunos para la gente
mañanera. Tomando una respiración larga y lenta por la
nariz, de nuevo me ahogo en el olor casi empalagoso que se
ha convertido en la parte favorita de mi mañana.
Aparte de despertar junto a Michael, claro.
Mi mamá tuvo la brillante idea de colocar las rejillas de
enfriamiento junto a la única ventana de la cocina para que
cuando el clima lo permita, podamos abrirlas, lo que
prácticamente garantiza que cualquier persona dentro de un
cuarto de milla seguirá el delicioso olor para encontrar la
fuente.
Tomo un panecillo de arándanos bajo en grasa del estante
para mí y un rollo de canela para Emma, pensando en lo
totalmente injusto que es que ella nunca tenga que contar
calorías como yo, y luego agrego más queso crema pegajoso
lleno de grasa al de ella solo por si acaso.
Luego me dirijo a la parte trasera de la cocina y subo las
escaleras hasta donde Emma sin duda está golpeando el suelo
con el pie esperando mi llegada.
—Hola, Thelma —escucho mientras atravieso la puerta de
nuestro apartamento de arriba.
—¿Thelma?
—Oh, vamos —se queja Emma mientras doy la vuelta en la
esquina hacia la pequeña pero impecable sala de estar que separa
nuestros dormitorios. —Sé que no ves mucha televisión, pero tienes
que saber quién es Thelma.
—¿Picapiedra? —Levanto mis cejas hacia ella en forma de
pregunta.
—De verdad, Lyn, debes sacar tu cabeza de esos libros de
negocios y pasar el rato en el sofá viendo películas viejas de vez en
cuando —me advierte. —Thelma. Como en Thelma y Louise. Como
si fuéramos mejores amigas en un viaje por carretera. ¿Te suena
familiar?
—Lo que sea. —Pongo los ojos en blanco mientras coloco su
desayuno en la mesa de café y me dirijo a mi habitación. —Voy a
tomar una ducha rápida y luego podemos irnos. Ya tengo mi maleta
empacada y lista para salir así que no tardaré mucho.
Cierro la puerta de mi habitación cuando la escucho murmurar
algo sobre Brad Pitt con un sombrero de vaquero.
En la ducha repaso mentalmente la lista de cosas que no debo
olvidar tomar. Mis libros y mis notas encabezan la lista, ya que estaré
estudiando para los exámenes finales en nuestra habitación de hotel
cuando Emma esté en la convención.
Aunque odio admitirlo, estar lejos de la panadería esta semana
será una especie de bendición. Me permitirá concentrarme en
estudiar para los últimos tres exámenes finales que tengo en mis
clases de negocios en línea antes de graduarme en unas pocas
semanas.
Me sonrío a mí misma. Pronto seré una graduada universitaria, y
aunque me tomó el doble de tiempo que a la mayoría de las personas,
finalmente voy a obtener mi título en administración de pequeñas
empresas.
Rápidamente seco mi cabello, dejándolo en ondas largas y
sueltas, me pongo un poco de rímel y brillo de labios y me visto con
algo semi-profesional porque tendré que acompañar a Emma a la
convención hoy ya que nuestra habitación de hotel no estará lista
hasta después de las tres.
Después de luchar para bajar nuestras maletas por las escaleras,
no puedo evitar asomar la cabeza por la esquina de la cocina de la
panadería y mirar con anhelo a través de la ventana hacia el frente a
la multitud matutina que ha comenzado a llegar.
—Ni siquiera lo pienses, Lyn. —Agarra la correa de mi bolso y
tira de mí. —Tenemos que irnos ahora si queremos llegar a tiempo
para el orador principal.
La sigo a regañadientes por la puerta trasera. —Dime otra vez
por qué voy a una convención de diseño y construcción contigo
cuando soy dueña de una panadería.
—Porque me amas y quieres apoyar a tu mejor amiga, que resulta
ser la mejor diseñadora de interiores corporativa de Savannah. —Ella
sonríe de forma brillante con la barbilla levantada.
—Oh, ¿quieres decir que hay más de uno? —bromeo.
—Perra. —Ella golpea mi brazo juguetonamente. —Además,
sabes que no conoceré a una sola persona allí. Te necesito para el
apoyo moral y la diversión después de todas esas horas para no
sentarme y mirar las paredes de la habitación del hotel.
Mientras empacamos nuestras maletas en la cajuela de su auto y
salimos, pienso en lo que dijo. Ella no necesita apoyo moral. Mi mejor
amiga no conoce a ningún extraño, y con su apariencia, no se perdería
si la gente quisiera pasar el rato con ella.
Creo que es solo una excusa para alejarme del trabajo por un
tiempo y «soltarme» como ella dice. Supongo que estoy de acuerdo
con esto, siempre y cuando ella no espere que me «suelte» como ella
lo hace.
Emma no sale con hombres. Ella duerme con ellos y luego sigue
adelante. Ella nunca parece desarrollar sentimientos por ninguno de
ellos y parece estar completamente de acuerdo con eso.
Yo, en cambio, soy todo lo contrario. No me podía imaginar pasar
de un chico a otro y nunca tener una conexión con ellos. Me he
acostado con dos hombres en toda mi vida y eso es demasiado si me
preguntan.
A medida que nos dirigimos hacia la interestatal,
inevitablemente pasamos por el camino de tierra que conduce a The
Bend, un lugar que no he visitado en ocho años y que nunca planeo
volver a visitar.
Emma me mira con simpatía.
—¿Qué? —le espeto.
—Nada. Me preguntaba si todavía te molesta conducir por este
lugar.
Tal vez a veces conduzco fuera de mi camino para evitarlo; tomo
la circunvalación en la dirección opuesta, que son veinte minutos
extra hasta el único otro camino que me lleva a la casa de mis padres.
—No en lo más mínimo —miento, antes de tomar unas cuantas
respiraciones silenciosas y profundas.
—Mmm hmm —murmura. —Es por eso que no abrirás los ojos
en este momento ni mirarás en esa dirección. Ah, y tus dedos se están
poniendo blancos por la forma en que aprietas el asiento.
Un gruñido es toda la respuesta que recibe de mí. —Creo que me
voy a dormir por un rato.
Cierro los ojos, tratando de no pensar en cierto chico de cabello
rubio desaliñado al que le encantaba jugar béisbol.
Hacemos el viaje de cuatro horas a Raleigh en un tiempo récord,
solo nos detenemos una vez para comprar gasolina y una
hamburguesa de autoservicio que agregará dos millas a mi carrera
mañana. Cambiamos de lugares en la gasolinera para que Emma
pueda refrescarse antes de llegar a nuestro destino.
Llegamos justo a tiempo para que ella vea el orador del que estaba
hablando; la dejo en el frente para que pueda entrar corriendo
mientras yo navego por el enorme estacionamiento para encontrar
un lugar.
—Esto dura unas dos horas —dice ella. —Ve a la sala principal
para explorar las exhibiciones y te enviaré un mensaje de texto
después de mi sesión para que podamos encontrarnos.
Salta del coche y se apresura a entrar en el enorme salón de
convenciones.
Conduzco fila tras fila de autos hasta que finalmente encuentro
un lugar a media milla del edificio.
—¿Hay realmente tantos diseñadores y arquitectos? —me digo
en voz alta a mí misma.
Después de llegar al lugar, asegurándome de dejar suficiente
espacio a ambos lados, para que Emma no me mate por darle un golpe
a su bebé, saco mi teléfono y le envío un mensaje de texto a Michael.

Yo: llegué a Raleigh. Ya te extraño.

Estoy a medio camino del salón de convenciones cuando mi


teléfono suena.

Michael: me alegro de que estés a salvo. Te extraño también. La


cama se sentirá fría esta noche.

Yo: sólo cuatro noches. Nos reconciliaremos adecuadamente el


viernes.

Michael: estoy deseando que llegue. Estoy de guardia, tengo que


irme. Llámame más tarde esta noche. Te amo.

Dentro del enorme salón de convenciones, sigo las señales hacia


la conferencia, preguntándome qué haré para mantenerme ocupada
durante las próximas horas.
Me conformo con observar a la gente. Siempre es bueno para
ayudar a pasar el tiempo. Muchas de las personas aquí están vestidas
profesionalmente, por lo que estoy usando mi falda lápiz negra y mi
blusa rosa claro para tratar de parecer que pertenezco.
Emma me dijo una vez que a los diseñadores de interiores les
importan mucho las apariencias porque si no se ven como un millón
de dólares, ¿cómo pensaría un cliente que podría diseñar algo que lo
valga? ¿y quién puede discutir con esa lógica?
No tengo problemas para distinguir a los arquitectos de los
diseñadores, parece que los arquitectos no recibieron el memorando
sobre el código de vestimenta. En su mayoría están en el lado casual,
algunos incluso se ponen camisetas y jeans.
Veo a uno de esos tipos en el pasillo de los baños. Solo puedo ver
la parte de atrás de él, y qué bonita parte de atrás tiene. Se inclina y
besa a una hermosa mujer pelirroja, quien también está
impecablemente vestida.
Miro a mi alrededor para ver si alguien más nota este
comportamiento inapropiado, pero aparentemente soy la única
observadora de personas en este momento.
Me muevo por el enorme salón, lejos del Sr. Inapropiado-buen-
culo y veo una mesa de productos horneados. Oh, esto lo puedo
manejar.
Es una mesa de banquetes pequeña, pero decorada con buen
gusto, con exhibiciones de cientos de golosinas del tamaño de un
bocado, como pastelitos, petit fours y galletas en miniatura. Alcanzo
una magdalena de red velvet y pongo los ojos en blanco ante el
recuerdo fugaz de la noche en que se convirtió en mi dulce favorito.
Me preparo para el dulce sabor a vainilla con ese toque de
chocolate y glaseado de queso crema pegajoso, luego maldigo en
silencio cuando me meto un trozo en la boca y no cumple con mis
expectativas. Esto es malo, y lo sé. Me tomó años perfeccionar mi
propia receta, así que reconozco un buen pastel de red velvet cuando
lo pruebo, y este no lo es.
La inspiración me asalta cuando miro la suntuosa exhibición.
Debería empezar a hacer catering. Hay muchos lugares como este en
Savannah. Bueno, tal vez no tan grande, pero en una escala más
pequeña. Ya he planeado tratar de encontrar inversionistas que me
ayuden a expandir mi negocio tan pronto como me gradúe. Me
encantaría contratar a otra persona y tal vez conseguir otra
ubicación. Tal vez el catering también podría encajar en este plan.
Lanzo el resto de la magdalena sin terminar a la papelera más
cercana y voy en busca de una botella de agua para quitarme el sabor
de la boca. Veo una estación de bebidas al otro lado del salón
principal y me dirijo hacia allí, tomándome el tiempo para leer
detenidamente algunas de las exhibiciones de diseño instaladas en
las cabinas.
En el camino, una vez más veo la espalda del Sr. Buen-culo
mientras frota sus manos arriba y abajo de los brazos de esa tonta.
Un momento, no, una nueva tonta. Esta es rubia. Maldita sea,
realmente está trabajando en este lugar. Debo echarle un vistazo a la
cara y tal vez presentárselo a Emma. Definitivamente es su tipo.
Mr. Playboy y Blondie desaparecen Dios sabe a dónde, realmente
no quiero saber, y decido matar el tiempo escuchando mi iPod y
leyendo uno de mis libros de texto. Me pierdo en la música y mis
estudios por un tiempo y me sobresalto cuando Emma me patea el
dedo del pie, sacándome de mi trance académico.
La miro y ella está toda mareada (no sé porque) de pie junto a un
chico muy lindo.
—Lyn —dice, mientras me quito los auriculares de las orejas, —
te presento a Graham. Es socio junior en un estudio de arquitectura
aquí en Raleigh y accedió a mostrarnos el lugar mientras estemos en
la ciudad.
Sus ojos se agrandan mientras me mira fijamente y sé que en
silencio está deseando que yo esté de acuerdo con esto. —Graham
dice que hay un gran lugar para comer llamado Angus Barn.
—Encantado de conocerte, Lyn —dice. —Emma me dijo que no
estás en el negocio pero que tienes una panadería. Eso es genial.
También dijo que estás comprometido. Felicidades.
Vaya, se acaban de conocer y sin embargo ya sabe casi
todo sobre mí. Me da la mano con un apretón firme pero
suave que no se prolonga demasiado. Bien, puntos por eso.
Es lindo, pero no es uno de esos hermosos tipos de
modelos que Emma suele elegir. Él es alto, por supuesto, ya
que ella prefiere a los hombres mucho más altos que su metro
ochenta, pero aún así me sorprendería si tuviera más de seis
pies de altura. Se ve en forma pero no demasiado musculoso,
tiene cabello oscuro y una cara bonita y redonda con una
buena cantidad de barba incipiente. Me parece un gran oso
de peluche, como alguien con quien puedes acurrucarte y
contarle todos tus secretos.
—Um, gracias. Estoy encantada de conocerte también.
Así que ustedes dos sacaron mucho provecho de ese discurso
de apertura, por lo que veo —digo, sonriendo y sacudiendo la
cabeza hacia mi amiga y su nuevo juguete.
Graham se ríe. —La gente viene a estas cosas
principalmente para hacer conexiones comerciales —dice. —
Podríamos preocuparnos menos por los oradores y los
talleres, pero vamos porque nuestros empleadores esperan
que lo hagamos.
—Graham y su acompañante tienen muchas conexiones
en la costa este, así que creo que sería genial para mí pasar
un rato con ellos mientras estemos aquí —dice, mirándome
con ojos de cachorrito.
¿Quién es esta criatura y qué ha hecho con mi mejor amiga?
—¿Ellos? —Levanto mis cejas.
—Sí. Graham va a traer a su acompañante a cenar. —
Levanta la mano para detener mis próximas palabras. —No
te preocupes, no es una cita ni nada, son solo cosas de
trabajo.
—Lyn —agrega Graham, —no hay de qué preocuparse.
Esto es puramente platónico.
No estoy preocupada. Primero, estoy comprometida. En
segundo lugar, sé que Emma nunca intentaría engancharme
simplemente para poder hacerlo. Es solo que no me siento
exactamente cómoda con extraños, y ¿qué podría tener en
común con un socio junior en arquitectura?
—De todos modos, él no, um…. —Graham se sonroja un
poco.
—Oh, ¿está casado? —cuestiono. Supongo que
podríamos hablar de nuestros seres queridos.
Él niega con la cabeza.
—¿Homosexual? —pregunto, y mis ojos se agrandan.
¿Quizás podríamos hablar de ropa y zapatos y quién ganó
mejor vestido en los Oscar?
Él vuelve a negar con la cabeza. —Oh… es una especie de
jugador. Pero no tienes nada de qué preocuparte si estás
comprometida y no disponible. Probablemente tomará un
bocado rápido con nosotros y luego saldrá a ver a quien
recogió hoy —dice, avergonzado por su amigo.
—Suena como un ganador —y un chico perfecto para
Emma. Tal vez debería dejar al Sr. Cortés osito de peluche e
ir tras su amigo.
Él se encoge de hombros. —Bueno, tengo que ir a mi
próximo taller. Fue un placer conocerte, Lyn, las veré a las
dos más tarde esta noche.
Se aleja y le guiña un ojo a Emma mientras ella mira
descaradamente cada paso que da por la amplia habitación.
Muevo mi mano frente a su cara para llamar su atención.
—¿Qué te pasa, Emma? No estoy segura de haberte visto
babear por un hombre antes. Puede que tenga que traer un
trapeador para limpiar este charco que has hecho.
Me da un manotazo en el brazo y dice: —Él está muy
bueno. E inteligente, muy inteligente. —dice. —Tiene
grandes ideas sobre cómo el diseño y la arquitectura
funcionan juntos. Estará dando una clase sobre eso más
adelante esta semana. Eso me recuerda que tengo que ir a
cambiar mi horario —ella suspira. —Mierda, Lyn, puede que
esté enamorada —bromea.
—Sí, vaya, y ni siquiera le has dado tu número de teléfono
a un chico, y mucho menos una segunda cita.
Niego con la cabeza ante el pensamiento. Amo a Emma
hasta la muerte y ella es muy inteligente, pero es la reina de
«ámalos y déjalos».
Me mira como el gato que se comió al canario.
—¿Qué? —le pregunto
—Es posible que ya le haya dado mi número —dice ella.
Luego mete los labios en la boca y frunce las cejas.
Ella no lo hizo.
—¡No lo hiciste!
—Sí —dice ella.
—¡¿Qué?! —Estoy estupefacta. —Estoy muy orgullosa de
ti, Emma Crawford.
Miro a mi alrededor casi triste por todos los muchachos
en esta conferencia que no podrán presumir ante sus amigos
sobre las cosas que hicieron con mi mejor amiga esta
semana.
—Ya veremos. Ahora mismo tengo que llegar a mi
próxima sesión. Esta solo dura cuarenta y cinco minutos y
luego termino el día. —Ella comienza a alejarse antes de
agregar: —te veré aquí después, ¿de acuerdo?
Asiento y abro mi libro de nuevo cuando suena mi
teléfono.
Un mensaje de texto de Kaitlyn. Sonrío. No iba a hablar
con ella hasta dentro de otros, miro mi reloj, quince minutos.
Kaitlyn: Solo quiero que sepas que no necesitas
bombardearme con tus mensajes de texto y llamadas
preocupadas, todo va muy bien. Ha sido un gran día. La
entrega fue bien. No hay necesidad de llamar, tengo esto bajo
control!!!

Yo: K, eres mi empleada favorita absoluta. Recuérdame que


te lleve a cenar cuando vuelva. Abrazos.

Kaitlyn: Lyn, soy tu ÚNICA empleada, así que eso no pesa


mucho. Sabes que te amo y te aceptaré en esa cena.

Treinta minutos y dos capítulos después, comienza la


fatiga ocular y miro mi reloj. Es casi la hora de encontrarme
con Emma.
Me levanto para buscar el baño más cercano. Unos
minutos más tarde, después de lavarme, salgo a buscar a
Emma. Hay mucha gente alrededor ahora y me doy cuenta de
que la conferencia debe haber terminado por hoy.
Estoy deambulando entre la gente, caminando
lentamente hacia donde Emma me dejó antes, cuando mis
ojos se encuentran con los de un chico que me mira desde el
otro lado de la habitación.
Él parece familiar. ¿Por qué?
Me está mirando totalmente. Sí, sé que mis piernas
atléticas se ven bien con esta falda lápiz, pero sus ojos viajan
más al norte.
Mierda.
Me doy cuenta de quién es él, ¡es el Sr. Playboy de antes!
Sus ojos alcanzan mi rostro y me mira fijamente durante
un largo momento y luego su rostro palidece, en realidad
pierde todo el color, y su boca se abre mientras pasa su mano
derecha por un desorden de cabello rubio oscuro.
Oh Dios, no, no, no.
Mi corazón se hunde. Trato de recuperar el aliento y mi
mano sube para cubrir mi boca para amortiguar el grito
impactante que sale de ella. Giro en la dirección opuesta y
camino tan rápido como mis tacones de tres pulgadas me lo
permiten.
Lo escucho llamar desde muy atrás de mí: —¡Brooklyn,
espera!
Oh Dios, esa voz.
Esa voz que ha perseguido mis sueños durante ocho años.
Camino aún más rápido. Estoy casi corriendo a toda
velocidad cuando veo a Emma aparecer por una puerta.
Su sonrisa cae inmediatamente cuando me mira. —¿Qué
pasa, Lyn?
—Tengo que salir de aquí —digo, y paso corriendo junto
a ella.
Miro por encima del hombro y veo que nadie me sigue,
pero eso no frena mi salida. Tengo que salir del edificio.
Ahora. Las paredes se están cerrando sobre mí y empiezo a
sentirme enferma.
No puedo respirar.
No puedo pensar.
Así que corro.
—¡Lyn, espera! —grita Emma detrás de mí.
Su súplica no hace nada para detenerme.
Llego a la salida, paso a través de la puerta de vidrio y
quedo temporalmente cegada por la brillante luz del sol
poniente. Pero sigo adelante, sin saber si voy en dirección al
auto de Emma. Realmente no me importa mientras deje atrás
a la única persona que me destrozó, me marcó y me dejó
destrozada como ninguna otra.
No estoy segura de cuánto tiempo he estado corriendo
cuando me doy cuenta de que me duelen los pies. Miro a mi
alrededor y no sé dónde estoy. Miro hacia atrás para ver lo
que ahora es un pequeño edificio detrás de mí en la distancia
y lo que parece ser Emma, todavía tratando de alcanzarme,
sus tacones de aguja no son rival para mis años de
entrenamiento.
Me deslizo entre dos vehículos y me agacho para tratar de
recuperar el aliento y absorber lo que acaba de suceder.
¿Siquiera lo vi? ¿Eso realmente sucedió? ¿Estoy segura
de que era él?
—¡Lyn! —Emma está frenética cuando me encuentra
acobardada entre los vehículos. —¿Qué demonios está
pasando? —exige ella.
Estoy doblada por la cintura todavía, tratando de
recuperar el aliento. Puedo sentir una gota de sudor caer
entre mis senos. Levanto un dedo pidiéndole que espere
mientras me recompongo.
Cierro los ojos y espero que lo que acaba de pasar sea una
alucinación o algún fenómeno extraño por estar en una
ciudad extraña con gente desconocida.
Respira Lyn.
Agarro un mechón de cabello del lado derecho de mi
cabeza y lo giro. Una, dos, tres, cuatro, cinco. Estoy
empezando a calmarme. Hago el ritual dos veces más.
Emma está esperando pacientemente y puedo decir que
no sabe qué hacer. Necesito decirle lo que creo que acaba de
pasar, pero no estoy segura de poder decir las palabras.
La miro y siento la humedad rodar por mis mejillas.
Susurro las dos palabras que nunca pensé que diría de
nuevo. —Nate Riley.
Y luego, espectacularmente, vomito mi almuerzo sobre
las ruedas brillantes del nuevo Tahoe de un pobre tipo.
Después de registrarnos en el hotel que está a la vuelta de la
esquina del salón de convenciones, subimos a nuestra suite de dos
dormitorios que Emma ha pagado amablemente. Estoy
silenciosamente agradecida de que tenga su propia habitación en
caso de que decida tener alguna compañía nocturna.
La suite está decorada con arte contemporáneo de buen gusto y
muebles grandes pero cómodos. Huele a lirios, gracias al gran arreglo
floral que adorna la mesa de café.
Le agradezco al conserje por traer mi bolso y luego
inmediatamente me dirijo al baño para limpiar mis zapatos
salpicados de vómito. Si no fueran mis favoritos, simplemente las
tiraría a la basura.
Una vez que estoy segura de que están perfectamente limpios,
miro hacia el espejo para ver mi cara pálida manchada de rímel y con
los ojos hinchados.
Dios, Lyn, eres patética.
¿Realmente acabo de vomitar nada menos que en un lugar
público, por un chico al que no he visto en ocho años? Eso es
simplemente estúpido. Creo que debe haber sido una intoxicación
alimentaria por esa grasienta hamburguesa con queso que comí en el
almuerzo.
Me limpio la cara y me cepillo los dientes y luego me quito la
ropa, cambiándola por la bata del hotel que veo colgada en la parte
trasera de la puerta del baño.
Cuando llego a la sala de estar, Emma ya está en el sofá con dos
bebidas en la mesa de café frente a ella.
—Siéntate —dice ella, y palmea el cojín a su lado.
—¿Cosmos?
Observo el líquido rojo pálido en las copas de martini mientras
una sonrisa intenta dibujarse en mi rostro.
—Pensé que te vendría bien uno.
—Te amo, Emma. ¿Lo sabes, no? —Me siento a su lado y le doy
un abrazo.
—Yo también te amo, chica. Más que nadie en esta vida. —dice,
y se aleja un poco, pero aún mantiene sus manos en mis brazos. —
¿Qué es lo que quieres hacer? Si quieres irte a casa, podemos irnos
ahora mismo.
No dudo que lo diga en serio.
—¿Qué? Por supuesto que no quiero ir a casa. Acabamos de
llegar y tienes muchas más charlas y conexiones que hacer. Además,
no es como si lo fuera a volver a ver ya que me quedaré en el hotel
estudiando mientras tú estás en la conferencia.
Tomo mi copa, tomo un trago y saboreo la dulce quemadura de
mi cóctel favorito.
—Sí, pero el hecho de saber que estás en la misma ciudad que esa
bola de baba, ¿no te volverá loca?
Bueno, no había considerado eso, pero ahora que ella lo
mencionó…
—Bola de baba, claro —hago rodar las palabras sobre mi lengua.
—Emma, no tienes idea. Lo vi unas cuantas veces antes en el día
cuando estabas en tus sesiones, pero no vi su rostro, así que no sabía
que era él. Estaba sobre estas mujeres, mujeres diferentes. Las estaba
besando y acariciando y desapareciendo por el pasillo con ellas, —
suspiro, —es como si ni siquiera fuera él. Nunca fue así en la escuela
secundaria. Por otra parte, eso fue hace mucho tiempo. Hoy estaba…
bueno, parecía… bueno, como el tú masculino. —Me encojo de
hombros.
—Entonces, tal vez no fue él, sino alguien que se parece mucho a
él. De todos modos, ¿qué importa cómo es o si realmente era él? Es
un imbécil de mala vida por el que no vale la pena enfadarse.
Sonrío débilmente ante su elección de palabras coloridas.
—Lo sé. Es solo que nunca esperé volver a verlo. Al principio,
después de que se fue, pensé que podría regresar, pero luego de la
graduación, perdí la esperanza. —Tomo otro trago. —Y, sí, estoy
segura de que fue Nate. Cuando se dio cuenta de que era yo, se puso
blanco como un fantasma. Incluso me llamó por mi nombre.
Cierro los ojos recordando el sonido de su voz hoy después de
tantos años de escucharla solo en mi cabeza.
—Lyn, tal vez deberíamos cancelar esta noche. Podemos pasar el
rato aquí, brindar por Cosmos y pedir Thelma y Louise en la televisión.
—¿Estás loca? ¿Y desperdiciar la oportunidad de ver a Emma
Crawford enamorarse de sí misma por culpa de un chico? De ninguna
manera. Vamos a salir y no le dedicaré otro pensamiento a ese
bastardo.
—Oh gracias gracias gracias. —Ella me abraza fuerte. —Me
gusta mucho Graham, y no estoy hablando de solo querer meterme
en sus pantalones y ver qué tan grande es su pene. Quiero averiguar
sobre su trabajo y su familia y cosas así —divaga. —¿Qué tan raro es
eso?
—Precisamente por eso necesitamos ir a cenar y ver a dónde va
este asunto con él. ¿A qué hora se supone que debemos estar allí?
Mira su reloj con incrustaciones de diamantes. —Alrededor de
una hora, ¿estás bien con eso?

Emma se desliza hacia el interior de una cabina y me siento a su
lado. Ella me da una mirada.
—¿Qué? —pregunto. —No voy a sentarme junto al amigo de
Graham. Ustedes dos solo tendrán que frotarse las rodillas debajo de
la mesa o algo así.
—Pedimos nuestras Coca-Colas dietéticas habituales y hablamos
sobre algunas de las exhibiciones de diseño interesantes que vi hoy.
Le cuento mi idea de catering y ella dice que hablará con su padre,
que es banquero corporativo, sobre formas de encontrar inversores
cuando regresemos.
Me está hablando de su última sesión del día sobre la iluminación
en el diseño cuando una gran sonrisa se dibuja en su rostro. —Ellos
están aquí. ¿Me veo bien?
Rápidamente se acaricia el cabello lacio y toma un trago de su
refresco. El mismo refresco que un segundo después me escupe
encima.
—¿Qué diablos, Emma? —agarro mi servilleta y empiezo a
limpiar mi camisa mientras gotas de Coca-Cola Light corren por mis
jeans.
La miro y sigo sus ojos muy abiertos hacia la puerta por la que
Graham acaba de entrar. Y detrás de él está nada menos que Nathan
Riley.
Me mira y vuelve a palidecer, como antes. Estoy bastante segura
de que la sangre también se ha drenado de mi cara.
¿Cómo me está pasando esto?
—Tienes que estar jodidamente bromeando —dice Emma en voz
alta, mirándolo con incredulidad mientras yo me golpeo el tobillo en
la esquina de la cabina, en un intento por correr hacia el baño de
damas.
¡Ay! Maldita sea, eso duele.
Emma me sigue y mantengo la cabeza gacha, sin hacer contacto
visual mientras cojeo de camino al baño. Oigo a Graham preguntar:
—¿Qué está pasando?
—¿Por qué no le preguntas a tu imbécil amigo —resopla Emma
mientras pasa junto a ellos. —Danos un minuto. —agrega, y cierra la
puerta detrás de ella. —Oh, Dios mío, Lyn. ¿Nate Riley es el amigo
de Graham? Supongo que realmente lo viste antes. Vaya, ¿cuáles son
las probabilidades de…?
—¿Danos un minuto? —La interrumpo. —¿Danos un minuto,
Emma? ¿Qué demonios significa eso? Sé que no esperas que vuelva
y coma junto a esa serpiente.
Me mira fijamente mientras yo me froto el tobillo y casi puedo
ver los engranajes girando en su cerebro.
—Lyn, cálmate. Piensa en esto por un minuto. Si te vas ahora y
regresas llorando al hotel, él te verá débil y destrozada. Pero si
mantienes la cabeza erguida y sales y le muestras la hermosa y fuerte
mujer de la que se perdió, entonces tú ganas, no él.
Maldita sea, ella tiene un punto.
—Por favor, Lyn. Puedes hacerlo. Una hora, eso es todo.
Ella toma su bolso y lo coloca en el mostrador, toma algo de
maquillaje y procede a retocar mi rostro lleno de manchas.
—Perfecto, tan nueva y hermosa como siempre —dice un minuto
después, asintiendo hacia mí en el espejo.
Tomo una respiración profunda y asiento hacia ella. —De
acuerdo. Estoy haciendo esto por ti. Porque te quiero más que a la
vida y creo que te gusta mucho este Graham… y tal vez porque quiero
mostrarle a Nate que no me rompió.
Él no me rompió, ¿verdad?
Estoy temblando y mi garganta se seca mientras regresamos a la
mesa. Agradecida más allá de las palabras, veo a Graham levantarse
de su lado de la cabina y moverse hacia donde está sentado Nate.
—No tenemos que hacer esto esta noche si te sientes incómoda
—dice, mirándome con simpatía.
Obviamente, la serpiente se lo ha contado.
Emma me da un golpecito en la espalda, instándome a decir algo.
—No, está bien, podemos quedarnos a cenar. Está bien. —Pongo una
sonrisa falsa y miro a cualquier lado menos a Nate.
Lo curioso de la palabra bien, es que puede significar casi
cualquier cosa, pero casi siempre significa lo contrario. Puedes estar
enfermo como un perro, pero cuando alguien te pregunta cómo estás,
no dices «Estoy tan enfermo como un perro», dices «Estoy bien»,
incluso cuando lo que realmente quieres decir es «Recé al dios de la
porcelana durante horas» y «no puedes creer que tanto vómito pueda
salir de un cuerpo».
Nos sentamos y ordenamos más bebidas, ya que la primera de
Emma ahora se muestra gloriosamente en la parte delantera de mi
blusa blanca.
Trato de ignorar el hecho de que Nate me está mirando; fallo
miserablemente. No puedo seguir mirando hacia otro lado toda la
noche. Probablemente luzco estúpida mirando a todos lados menos a
él.
Solo hazlo ya.
Muevo lentamente mis ojos hasta que se encuentran con los
suyos. Mi corazón da un vuelco cuando lo miro. Se ve igual, pero con
rasgos más definidos. Esos profundos ojos azules resaltan en su
rostro bronceado y cincelado. Tiene hombros anchos, y puedo ver sus
bíceps sobresaliendo de su camiseta azul marino demasiado ajustada
que solo resalta más el azul en sus ojos.
Vaya, él es caliente.
Inconscientemente, esperaba que hubiera alcanzado su punto
máximo en la escuela secundaria y que terminara con la nariz torcida,
las orejas demasiado grandes para su cabeza y los dientes se le
torcieran.
Pero aquí está, sintiéndome, probablemente evaluándome por la
forma en que me ve.
—Brooklyn, te ves hermosa —dice. —Sabía que lo serías.
¿Sabía que lo sería?
—Um… gracias. Te ves bien también. —¿Qué más se supone que
debo decir? —Y mi nombre es Lyn.
Aparto la mirada y trato de fingir interés en la otra conversación
que se desarrolla en la mesa. Estoy dispuesta a que Emma me incluya
en ella para que pueda empezar a respirar de nuevo.
Ella no me defrauda cuando mira y me encuentra mirando un
agujero en el costado de su cabeza de reina de belleza.
—Entonces, Lyn abrió su propia panadería hace unos años y le
está yendo muy bien. También está a punto de obtener su título en
negocios —dice con el orgullo de una verdadera mejor amiga.
Afortunadamente, Graham parece realmente interesado en mi
negocio y yo estoy en mi elemento hablando de mi verdadera pasión.
Miro hacia él y me doy cuenta de que Nate parece enojado por haber
sido dejado fuera de la conversación.
La camarera se acerca y pregunta por nuestros pedidos. Rezo
para que nadie ordene algo que lleve mucho tiempo de hacer. Cuanto
antes salgamos de aquí, mejor.
Graham y Emma están involucrados en una discusión sobre la
conferencia. Nate está jugueteando con su teléfono. ¿Por qué está
actuando como si nada hubiera pasado, como si no hubiera tomado
mi virginidad y la hubiese tirado al suelo y pisoteado por todas
partes?
Todavía no puedo creer que esté sentado frente a él después de
ocho años. Quiero gritarle. Quiero meter la mano en su pecho y
arrancarle el corazón para que pueda entender lo que se siente
cuando alguien te cuelga el amor como una zanahoria y luego se lo
lleva sin ni siquiera una palabra de explicación. Quiero contarle cómo
era ser una joven enamorada de una leyenda en la escuela, solo para
convertirme en el blanco de las bromas cuando se fue
repentinamente, dejándome hecha un montón de basura derretida en
el piso del baño de la escuela.
Pero no lo hago. Me quedo callada sobre todo eso. No quiero que
sepa cómo me arruinó. Cómo aplastó mi corazón, dejándolo incapaz
de sentir hasta años después. Hasta que encontré a Michael.
Oh Dios. ¿Qué le diré a Michael?
Se enfadará, ¿no? Quiero decir, en realidad no es del tipo celoso,
pero sabe cuánto me lastimó Nate, así que se enfadará.
Probablemente querrá que vuelva a casa de inmediato. No debería
decirle.
No, sí debería. No quiero ocultarle nada. Le diré cuando
hablemos esta noche, para entonces esto habrá terminado y nunca
tendré que volver a ver a Nate. Entonces, está arreglado. Se lo diré.
Tal vez.
Me siento menos cómoda con el siguiente tema de conversación.
Graham me sonríe. —Entonces, Lyn, ¿cuándo es el gran día?
Nate se anima y rompe su silencio. —¿Qué gran día sería ese? —
pregunta.
—Oh, ¿Graham no te dijo que Lyn se va a casar? —Emma tiene
una gran sonrisa maliciosa en su rostro como si acabara de contarle
el final de una película que aún no había visto.
Nate respira hondo. —No. —Le da a Graham una mirada de ¿qué
diablos?
—No, él no mencionó eso. ¿Quién es el bastardo afortunado? —
pregunta mientras me mira fijamente.
Oh, así que ahora quiere hablar.
—Su nombre es Michael digo.
—¿Michael? —Él resopla. —¿Michael? Suena a que cambia los
cartuchos de tóner y usa un protector de bolsillo.
Ahora soy yo quien le da una mirada de ¿qué diablos?
Graham le da un codazo y le da una mirada de desaprobación.
—En realidad —interviene Emma, —Michael es un médico que
está haciendo su residencia en cardiología pediátrica en Savannah.
Me aprieta la pierna debajo de la mesa. Podría chocar los cinco
con ella ahora mismo. Nunca he usado el trabajo de Michael para
hacer que él o yo nos veamos mejor, y no tenía intención de sacar el
tema esta noche, pero maldición, ver la mirada en el rostro de Nate,
valió la pena. Parece que acaba de comerse un limón. O tal vez un
pequeño cuervo.
—Entonces, Nathan Riley —le dice Emma, escupiendo su
nombre como si supiera mal saliendo de su boca, —Pensé que ibas a
ser una gran estrella de béisbol o algo así, pero aquí estás en una
convención de arquitectura.
Oh sí, Emma está desatada.
Si las miradas pudieran matar, Emma estaría muerta. El teléfono
de Nate suena y, afortunadamente, él ignora su ataque, ya que su
temperamento ahora se dirige hacia quien sea que esté al otro lado
del mensaje de texto que acaba de recibir. Golpea su teléfono sobre
la mesa, murmurando algo sobre una perra. Luego se pasa la mano
por el pelo.
Wow, puede que esté comprometida, pero no estoy muerta. Él
todavía es increíblemente sexy.
—¿Claudia? —le pregunta Graham a Nate.
—Ningúna otra. La perra no me deja en paz —dice.
—¿Novia? —Levanto mis cejas hacia él en cuestión.
Sé que han pasado ocho años y todo, pero la idea de alguien a
quien alguna vez amaste, o que creías amar, con otra persona, incluso
si odias a esa persona en este momento, no es un pensamiento
agradable.
—Ex esposa —dice con un suspiro de frustración.
Y ahora soy yo la que tiene la boca abierta.
Emma tose su Coca-Cola Light por segunda vez esta noche.
Afortunadamente fue en la otra dirección esta vez. —¿Estuviste
casado? —pregunta ella con total incredulidad.
—Brevemente —dice, su mano izquierda se acerca para frotar su
bíceps derecho.
Creo que veo la insinuación de un tatuaje asomándose por debajo
de su camiseta. Parece una especie de guión. Se lo frota
distraídamente y mira por la ventana del restaurante.
¿Él estaba casado?
No debería preocuparme por esto. Estoy a punto de casarme yo
también. Entonces, ¿por qué se siente como si un mazo golpeara mi
corazón?
Nuestra comida llega e interrumpe lo que iba a ser una exhaustiva
sesión de preguntas y respuestas de Emma sobre su matrimonio
fallido.
Estudio el reloj en la pared pensando que solo necesito pasar esta
cena y mostrarle que tengo una buena vida, y luego seguir con ella.
Quiero decir, tengo un gran novio y el trabajo de mis sueños.
Nate no parece tener nada de lo que quería a los diecisiete
años. ¿Divorciado a los veinticinco? Bueno, por supuesto que
lo está. Él es un playboy. Yo misma lo vi. ¿Por qué alguien se
casaría con un tipo así? Él llamó así «Claudia, una perra».
Mmm, no, apuesto a que ella es agradable y hermosa y está en
un mundo de dolor lidiando con sus sentimientos por este
mujeriego. Tal vez podríamos empezar un club.
Me saco de ese pensamiento cuando escucho un agudo —
Hola, Nate —que viene de dos mujeres altas y hermosas que
pasan junto a nuestra mesa. Levanta la barbilla y les guiña un
ojo y se ríen mientras salen del restaurante.
¿De verdad solo se rieron?
Nate y yo luchamos por entablar una conversación ociosa
mientras Graham y Emma se llevan bien.
—Entonces —dice Nate, —¿qué vas a hacer todo el día en
el hotel cuando Emma esté en la conferencia?
—Estudiar para mis finales. —Estoy siendo cortante de
forma deliberante porque no tengo ningún deseo de tener
una conversación sincera con él. —Y correr.
Deja de hablar y frunce las cejas mientras se acaricia la
barbilla con el pulgar y el índice. —Mmm, entonces ¿qué
estás estudiando?
—Gestión de pequeñas empresas.
—No te gustan las palabras esta noche, ¿eres Brooklyn?
—Soy Lyn. L. Y. N. —Lo deletreo para él.
—Bueno, Brooklyn.
Pongo los ojos en blanco.
—Parece que has conseguido todo lo que querías. —
Frunce el ceño y mira hacia abajo a su muñeca, que se mueve
en círculos. Noto algunas pequeñas cicatrices pero no
pregunto por ellas. Cuanto menos hablemos mejor.
—Realmente te vas a casar, ¿eh? ¿Por qué harías eso? —
pregunta.
—Por lo general, es la progresión de los eventos después
de conocerse, salir y enamorarse —bromeo; él parece
enojado.
—El matrimonio es un montón de basura, ya sabes,
esperar que dos personas permanezcan juntas para siempre
no es realista.
¡Wow! Hola, Sr. Personal.
No quiero hablar de amor y matrimonio para siempre con
el chico que pensé, hace ocho años, que iba a ser todo eso
para mí.
En el fondo, sé que fue solo una noche y que obviamente
significó mucho más para mí que para él. Pero por un
minuto, en realidad durante treinta y tres horas y veinte
minutos, realmente pensé que él era todo para mí. A los
diecisiete, creí haber encontrado a mi príncipe de camioneta
plateada.
—El hecho de que tu matrimonio fracasó no generaliza al
de todos los demás —digo, girando mi anillo de compromiso
alrededor de mi dedo.
Él niega con la cabeza. —No, no es natural. La mayoría
de las personas terminan divorciándose de todos modos,
entonces, ¿por qué molestarse en tomarse la molestia de
tener citas, flores, conocer a los padres y basura como esa?
—¿El problema de las citas? —Le espeto, levantando la
voz porque ha tocado un nervio. —Oh, sí, ¿cómo podría
olvidarlo? Eso es demasiado problema para ti. Prefieres
acostarte con todas y luego irte.
Ahí, lo he dicho.
Respira hondo y parece que le he dado un puñetazo en el
estómago.
Eso es… ¿Arrepentimiento?
Sacude la cabeza y se recupera rápidamente. —Lo que sea
—dice, con clara frustración. —No funcionará. Ya verás. —
Se frota el tatuaje de nuevo.
Veo por el rabillo del ojo que Emma y Graham han estado
siguiendo nuestra conversación como si estuvieran viendo
un partido de tenis.
Emma se está poniendo roja. Esto no es bueno.
—¿Cuál diablos es tu problema, Nate? —espeta ella. —
No tienes derecho a decirle eso, especialmente porque eres
el prostituto de la Costa Este. ¿Qué podrías saber acerca de
tener una buena relación?
Miro a mi mejor amiga con asombro por su descaro, no
se me escapa la hipocresía de lo que ha dicho, pero tengo que
sonreír mientras defiende mi honor.
—¡No sabes una mierda, Emma! —Golpea su bebida
contra la mesa.
Me estoy cansando bastante de que me salpiquen bebidas
esta noche.
—Un momento. —Graham pone una mano en el pecho
de su amigo para detenerlo. —Creo que ahora podría ser un
buen momento para terminar la noche.
Graham me mira disculpándose mientras le indica a la
camarera que se acerque. Paga la cuenta y todos nos ponemos
de pie y salimos por la puerta en silencio y en fila.
Doy las gracias a Graham por la cena y me dirijo hacia el
auto de Emma para darles a ella y a Graham algo de
privacidad.
Nate me sigue.
—Oye, lo siento por eso —dice. —Han pasado muchas
cosas desde entonces, Brooklyn.
Me tiende la mano y la miro como si pudiera quemarme.
—¿Amigos? —Me mira con esa sonrisa que no he visto
desde esa noche. La que llega a sus ojos.
La que pensé que era solo para mí.
Dado que esta será la última vez que vea a Nate Riley,
extiendo mi mano para estrechar la suya. Él la toma mientras
me mira a los ojos. Cuando nuestras manos se tocan, hay una
chispa familiar de electricidad que me atraviesa y vuelvo a
tener diecisiete años.
Me mira fijamente durante un largo minuto mientras
frota su pulgar en el dorso de mi mano. Debe sentir mi
cicatriz y levanta mi mano hacia la luz.
—Te lesionaste —dice, trazando la cicatriz con cuidado.
Me mira a los ojos de nuevo. —Todos tenemos cicatrices,
Brooklyn. Algunas son simplemente más fáciles de ver.
Se inclina y me da un beso rápido en la mejilla y luego se
aleja.
Confundida como el infierno, saludo a Graham y
rápidamente subo al asiento del pasajero del auto de Emma
para esperarla.
¿Qué acaba de suceder?
Fue un idiota toda la noche hasta ahora. Tal vez sea
bipolar o algo así. Todos estos años de preguntarme qué le
pasó y aquí está, prostituyéndose por toda Carolina del
Norte. Luego me habla de cicatrices. ¿Qué cicatrices, las de
su muñeca? ¿Su tatuaje? No estoy segura de cómo procesar
esta información.
Emma se desliza en el asiento del conductor y me mira.
—Lo siento mucho. Deberíamos habernos ido cuando entró
por esa puerta. Es un idiota. —Se inclina sobre la palanca de
cambios para abrazarme.
—Te amo Emma, pero esto no lo volveré a hacer. Si
alguna vez quieres ver a Graham otra vez, puedes ir por tu
cuenta y yo me quedaré en el hotel.
Tal vez pueda reservar un boleto de avión a casa.
—No haré tal cosa. Te arrastré aquí. Vamos a salir y
divertirnos. No te voy a dejar. Puedo almorzar con Graham
en la conferencia.
Se ve triste y no estoy segura si es porque me duele ver a
Nate o porque no verá a Graham tanto como quisiera.
Probablemente ambos.
—No quiero arruinarte esto. Puedo ver que realmente te
gusta Grah…
—De ninguna manera, Lyn. No te dejaré sola. Somos
Thelma y Louise, ¿recuerdas? Bueno, excepto por matar a
alguien y robar una tienda y tirar cosas por un precipicio. —
Ella ríe. —Aunque estuve terriblemente cerca de matar a
alguien esta noche.
—Vale, has despertado mi curiosidad. Vamos a pedir
unos tragos y a vernos una película.

De vuelta en nuestra suite, Emma pide servicio de bar y
yo me dirijo a mi habitación para llamar a Michael en el
hospital.
—Hola corazón. —Contesta al primer timbre.
Es tan bueno escuchar su voz. Me reprendo a mí misma
sobre cómo podría dejar que otro hombre me atrape. Michael
es mi vida, él es mi futuro.
Empiezo a ahogarme un poco. —Hola Michael, ¿puedes
hablar un minuto?
—Lyn, ¿qué pasa? Suenas triste.
—Nada, realmente te extraño, eso es todo.
Nada, hay otra palabra que, al igual que bien, puede
significar exactamente lo contrario. El problema aquí es que
los hombres tienden a tomar a las mujeres literalmente.
Cuando decimos que no pasa nada, siguen adelante; cuando
decimos que estamos bien, también. —Yo también te
extraño. ¿Lo pasaste bien hoy? —Puedo escuchar la sonrisa
en su voz.
¿Lo pasé bien hoy? Uh, veamos, hoy fue probablemente
el peor día de mi vida desde el tercer año de secundaria. Y
eso incluye el día en que mi gato de seis años, Wiggles, fue
atropellado por un auto.
—Estuvo bien. —Me golpeo mentalmente la frente. —La
conferencia fue larga y hubo muchas exhibiciones de diseño
interesantes. No puedo creer que Emma sepa hacer todas
esas cosas.
¿Por qué no puedo decírselo?
Le cuento mis planes para mañana cuando ella esté en la
conferencia y él me cuenta un poco de su día.
—Lyn, tengo que irme, hay un niño ingresando en este
momento. Lo siento.
—No, está bien, lo sé. Solo envíame un mensaje de texto
más tarde si puedes.
Aprendí bastante pronto que Michael como médico, a
veces, muchas veces, tiene que irse rápidamente y que, por el
momento, me pone en un segundo plano. Eso está bien para
mí. Él está salvando vidas después de todo.
No es como si me estuviera interrumpiendo para ir a
dibujar un estúpido boceto de un edificio o algo así.
—Te amo Lyn. Qué tengas buenas noches.
—Yo también te amo.
Cuelga y me quedo con el teléfono en silencio un poco
más, preguntándome por qué no dije nada.
Escucho algunas voces en la sala y salgo a ver a Emma
agradeciendo a alguien por nuestras bebidas.
—¿Cómo está Michael? —se vuelve hacia mí y me
entrega la mía.
—¿Eh? —chillo una octava demasiado alta.
—Michael. Lo llamaste, ¿verdad? ¿Qué dijo acerca de que
vieras a Nate? ¿Se asustó? Apuesto a que te pidió que
volvieras a casa, ¿no?
—¿Qué? —No la miro a los ojos mientras sorbo mi
bebida y me muevo hacia el sofá.
—Oh, Dios mío, no le dijiste, ¿verdad? —Sus ojos se
abren. —¿Por qué no dijiste nada?
—Uh, supongo que simplemente no quería que se
preocupara por mí. No veo la necesidad de molestarlo cuando
voy a estar fuera toda la semana. Necesita concentrarse en su
trabajo. Le diré cuando llegue a casa y él pueda ver que estoy
bien. —Estaré bien para entonces, ¿verdad? —Además, nunca
volveré a ver a Nate, así que no es gran cosa.
Ella entrecierra sus ojos hacia mí y toma un trago. —
Supongo que eso tiene sentido. Sabes que podemos hablar de
eso si quieres, ¿verdad?
—Lo sé, y gracias, pero ya he terminado de hablar de Nate
Riley. Por favor, veamos esta película para que pueda
descubrir por fin quién diablos es Thelma.
Mis párpados revolotean y luchan por abrirse contra la luz de la
mañana que baila a través de las pesadas cortinas de mi habitación.
Creo que dormiré un poco más; después de todo, no tengo que
levantarme al amanecer y empezar a hornear hoy.
¿Por qué estoy tan caliente?
Luego sonrío cuando siento que Michael pasa sus manos por mi
estómago y sube para ahuecar mis senos. Tiene su pierna sobre las
mías, manteniéndolas cautivas y mueve sus manos de una manera
sensual que nunca antes había sentido. Está prestando especial
atención a mis pezones. Pellizcando, tirando, pasando su pulgar
alrededor de cada pico rígido, enviando pequeñas ondas de choque
hasta mi centro y excitándome de una manera que nunca había
experimentado.
—Mmmm, eso se siente bien. —Un gemido escapa de mi garganta.
—Oh, cariño, déjame oírte —responde él.
Un momento, ¡Esa no es la voz de Michael!
Me pongo rígida, y en una milésima de segundo, mi mente repasa
los eventos de anoche y los cinco… no, seis Cosmos que tuve con
Emma.
Oh Dios, Oh Dios, Oh Dios, ¿qué hice?
Miro hacia abajo para ver la parte superior de un desorden de
cabello rubio justo sobre mi pezón que está siendo succionado en su
boca caliente y húmeda. Trato de ignorar la increíble sensación que
recorre mi cuerpo mientras trato de procesar lo que está pasando y
cuáles podrían ser las ramificaciones.
Me mira con esos ojos azules profundos y esa sonrisa magnífica,
la que es solo para mí, y dice: —Brooklyn, te dejo.
Parpadeo hacia él. ¿Me deja?
—Lyn… Lyn… Brooklyn, me voy ahora. Me despierto de golpe y
miro frenéticamente alrededor de la cama, debajo de las sábanas y
detrás de Emma, que ahora se cierne sobre mí con una mirada muy
confundida en su rostro.
—Lyn, ¿estás bien? —pregunta ella. —Nos dejamos llevar un
poco anoche con todas las bebidas. —Ella pone una botella de agua
en la mesita de noche. —Pensé que te vendría bien esto.
Todavía saliendo de mi bruma, no estoy segura de si estoy
aliviada de que haya sido un sueño o decepcionada de que lo haya
sido.
¿Qué? No. Por supuesto que estoy aliviada de que haya sido un
sueño. Yo nunca engañaría a Michael, especialmente no con alguien
que piensa que es un regalo de Dios y que pasa por las chicas tan
rápido como la mayoría de la gente pasa por un paquete de chicles.
Entonces descubro el horrible sabor en mi boca. Es malo, como
si algo realmente se arrastrara allí y muriera. Silenciosamente
agradezco a Dios que no haya nadie en la cama conmigo para respirar
el olor desagradable que debe estar saliendo de mí en este momento.
Luego está, para rematar, el ligero golpeteo en mis sienes. Juro
no volver a beber. Sí, sí, sé que me estoy engañando a mí misma, pero
lo hago de todos modos.
Me tapo la boca con la sábana.
—Gracias por el agua —le digo a Emma. —Estaré bien. Ve a
divertirte en tu conferencia y te veré más tarde.
—Pedí el desayuno si puedes soportarlo. Algunas tostadas y
cereales, pensé que no podías con mucho más que eso. —Da vueltas
con su falda flotante que puede ser unas pocas pulgadas demasiado
corta para ser profesional, antes de preguntar: —¿Cómo me veo?
Una cosa que sé sobre Emma es que nunca le pregunta a nadie,
ni siquiera a su mejor amiga, si se ve bien. Siempre pensé que era
porque tenía mucha confianza, o tal vez porque simplemente no le
importaba lo que pensaran los demás. Ahora me pregunto si fue
porque ella simplemente no tenía a nadie lo suficientemente
interesante para preocuparse por verse bien.
No estoy segura de cómo lidiar con este nuevo lado de Emma.
—Emma, te ves hermosa y él querrá comerte para el almuerzo.
Sus ojos se abren y se dobla de risa.
Me sonrojo. —No quise decir —me retracto. —olvídalo.
—Se lo que quisiste decir. Dios, a veces eres adorable. —Se da la
vuelta para salir de mi habitación. —Envíame un mensaje de texto si
necesitas algo. ¡Adiós! —grita.
Prácticamente tomo un trago de la botella de agua que me dejó y
luego me tumbo en la almohada del hotel con aroma a lavanda y
contemplo el sueño que acabo de tener. ¿Qué tiene sentido? Acabo
de ver a Nate ayer después de todos estos años. Estaba obligada a
tener algún tipo de reacción subconsciente hacia él.
La cosa es que juro que podía sentirlo. Podía sentir el calor
saliendo de él. Podía sentir sus manos sobre mí. Fue tan real.
Necesito ir a correr. Sí, eso me ayudará a despejarme la cabeza.
Me levanto de la cama y me dirijo al baño. Mirándome en el
espejo, me veo como me siento. Me recojo el cabello oscuro en un
moño desordenado, me echo agua en la cara y me lavo el rímel de
anoche que ahora me hace parecer una muerta viviente. Tomo dos
vasos más de agua, me lavo los dientes y luego me dirijo a la sala de
estar para tomar un desayuno ligero.
Sintiéndome un poco mejor después de un brindis, me pongo mi
ropa deportiva, agarro mi mochila y bajo. Salgo por la puerta trasera
del hotel, donde se supone que hay un buen sendero para correr.
Parece ser un hermoso día con un poco de frío matutino. Me
siento en un trozo de hierba para estirarme antes de partir.
No siempre soy tan buena recordando estirarme antes de correr,
pero creo que con el daño que le hice a mi cuerpo anoche, será mejor
que no tiente mi suerte hoy.
Después de unos minutos, me levanto y ato mi mochila alrededor
de mi cintura. Es un paquete que Michael insiste que use cada vez
que salgo a correr. Él personalmente me lo armó. Consiste en un
vendaje, toallitas antisépticas, una tarjeta de contacto de emergencia,
una pequeña botella de agua y, por supuesto, mi teléfono, que
también tiene mi música.
Casi puedo oírlo decir «No subas demasiado el volumen o no
escucharás lo que te rodea. Nunca se puede estar demasiado seguro».
Ese es mi Michael, siempre tan protector.
Empujo la mochila hacia mi trasero y acelero el paso mientras
pienso en el primer paquete de cuidados que Michael me dio. Fue dos
días después de que lo conocí en la sala de emergencias.

—¿Entrega para la señorita Vaughn? —dijo un adolescente,
caminando por la puerta principal de la tienda.
Llevaba una bolsa de regalo con un globo Mylar adjunto. El globo
tenía la imagen de una gran curita cruzada.
—Esa soy yo —dije, toda emocionada por recibir una entrega que
parecía no tener nada que ver con la panadería.
Le di las gracias al chico, dejándolo elegir un pastelito para él y
me senté para sacar el contenido de la bolsa.
—¿Qué es eso? —Kaitlyn se acercó para ver lo que había puesto
sobre la mesa frente a mí.
Era un paquete de cuidado completo con toallitas desinfectantes,
vendajes esterilizados y nuevos, gel antibacterial, guantes de látex,
crema para reducir la apariencia de las cicatrices e instrucciones
sobre cómo usar todo el contenido.
Pero lo que realmente me impresionó fueron las tiritas que
incluyó. Tenían fotos de pequeños cupcakes en ellos. Y cuando volteé
el papel con las instrucciones, en el reverso estaba el nombre y el
número de teléfono celular del Doctor Michael con las palabras
escritas a mano «Visita a domicilio incluida con el paquete de atención.
Por favor llame para programar una hora».
Pensé que era la cosa más romántica que alguien había hecho y
di el salto y lo llamé esa misma tarde.

Encuentro mi ritmo mientras corro por los hermosos terrenos del
hotel y el parque contiguo. Admiro los hermosos robles que bordean
el sendero. Hacen que parezca que estoy corriendo por un túnel con
rayos de luz que se asoman a través de las pesadas ramas.
Mientras avanzo por el sendero que serpentea alrededor de la
parte trasera del centro de convenciones, empiezo a preguntarme si
él está allí.
¿Está empujando a otra rubia o pelirroja alta y hermosa contra la
pared? ¿A cuántas de ellas les ha entregado su tarjeta de
presentación? Lo más probable es que tenga su número de teléfono
celular y tal vez incluso un número de habitación de hotel impreso en
la parte de atrás.
Me pregunto qué hace con ellas. ¿Es gentil como lo fue conmigo
o es rudo y dominante? ¿Se toma el tiempo para conocerlas como lo
hizo conmigo? Tal vez ese sea su modus operandi, te hace pensar que
eres la única chica para él y luego, una vez que tiene lo que quiere, te
deja rota y hecha jirones.
Tranquilízate, Lyn.
Subo el volumen de la música, con la esperanza de que ahogue
estos pensamientos ridículos, y paso junto a algunos vendedores que
venden café y pasteles y el olor me hace pensar en Brooklyn's y en
cómo espero que Kaitlyn se las arregle bien. Debo acordarme de
llamarla tan pronto como regrese, después del ajetreo matutino.
Estoy perdida en mis pensamientos, repasando mentalmente el
inventario que necesito ordenar cuando regrese el viernes, cuando lo
veo.
Al principio, simplemente veo a un tipo estirado en el césped más
adelante. Bien parecido, sí, pero ese cuerpo con esos pantalones
cortos ajustados para correr con una camiseta colgada del hombro
me hace envidiar un poco la hierba en la que está sentado.
Bien, mucho.
Mi corazón ya está latiendo rápidamente con el ritmo que
mantengo, pero juro que aumenta a Mach Dos cuando mis ojos se
encuentran con los suyos y me doy cuenta de que este es el mismo
hombre que estaba en mis sueños hace una hora.
Oh Dios, no tropieces, no tropieces.
Requiero toda mi fuerza para mantener mis ojos al frente y
centrados en el pavimento frente a mí y pasar corriendo junto a él sin
siquiera mover la cabeza o mover la barbilla.
¿Qué está haciendo él aquí?
Se necesita un montón de fuerza de voluntad para no dar la vuelta
y mirar para ver si está detrás de mí. Sé que lo está. Puedo sentirlo.
Mierda. ¿Qué debo hacer? ¿Debería dejar de correr y acostarme
con él? Sigo como si no lo viera. ¿Actúo como si no me molestara que
él esté aquí? ¿Y si corre aquí todas las mañanas? No, esto es pura
coincidencia, no tiene nada que ver con que yo esté aquí.
Justo cuando me convenzo de no hacer nada y pretender que no
está corriendo detrás de mí, mirando mi trasero probablemente, veo
por el rabillo del ojo que él viene corriendo a mi lado.
También puedo ver por el rabillo del ojo que tiene una gran
sonrisa en su carita engreída.
Este sendero para correr es bastante ancho, aproximadamente
del tamaño de un camino de carritos de golf, más grande que una
acera normal pero más pequeño que una carretera de un solo carril.
Y de acuerdo con la Regla 101 de etiqueta para correr, debo
permanecer en el lado derecho del sendero para permitir que los
corredores que se aproximan tengan su propio espacio. No puedo
distanciarme muy bien de él sin romper esta regla y no soy más que
una seguidora de reglas.
Disminuyo la velocidad y él también. Acelero el paso con la
esperanza de que capte la indirecta, pero ahí está, justo a mi lado,
paso a paso.
Sigo así durante aproximadamente una milla, pero al ritmo que
he establecido, estoy teniendo un serio dolor de cabeza y sé que no
puedo continuar sin la posibilidad de otra sesión de vómitos en
público.
Disminuyo la velocidad a trote y luego me dirijo a una gran área
de césped. Camino en círculos durante un minuto y luego sucumbo
al cansancio y me siento en la hierba húmeda.
Mientras tanto, él me mira fijamente con una gran sonrisa.
—¿Qué? —Prácticamente le grito mientras levanta sus manos en
defensa. —¿Me estás acosando? ¿Ibas a esperar aquí todo el día? ¿No
tienes una conferencia a la que ir?
Se acerca y se sienta a unos metros de mí.
—Bueno, sin ningún orden en particular, no te estoy
acechando, pero sí quería hablar contigo hoy y recordé que
te gusta correr por la mañana. Y, sí, probablemente iré a las
sesiones de la tarde, pero odio estas conferencias. Solo voy
porque mi papá quiere que intente generar más negocios.
Recuerdo vagamente que dijo que su padre era arquitecto.
Debe trabajar para él. Decido no preguntar sobre su padre o
su negocio, ya que podría parecer que estoy interesada en
conversar, lo cual no es así.
—¿Cómo sabes exactamente que me gusta correr por la
mañana? —pregunto.
—En la escuela secundaria, te veía correr en la pista todas
las mañanas antes de la escuela. El equipo de béisbol tenía
algunas prácticas matutinas y tú siempre estabas allí. No
importaba si hacía mucho frío o llovía, siempre aparecías.
Estaba impresionado.
Se quita la camisa de nuevo, se la echa por encima del
hombro y estira los brazos por encima de la cabeza.
Santo Dios, mira hacia otro lado.
Puede que atraiga a todas las damas a la vista, pero esto
no va a funcionar conmigo. Ahí está ese tatuaje otra vez, en
su bíceps derecho. No me atrevo a mirarlo, pero parece un
guión que le rodea todo el brazo. La escritura está impresa
sobre el contorno de algo en la parte inferior de su brazo,
pero no puedo distinguirlo.
—Hablando de la escuela secundaria… —digo, ya que lo
mencionó primero.
—Eso no es de lo que vine aquí a hablar. Quiero hablar
sobre Emma y Graham.
—¿Qué hay de ellos?
—Bueno, asumo que Emma te ha hablado de Graham, y
seguro que Graham no dejará de hablar de Emma. Sabes que
no estoy para toda esa mierda de dos personas juntas para
siempre, pero Graham terminó una relación bastante mala el
año pasado y esta es la primera vez que lo veo realmente
interesado en una mujer. Demonios, solo la conoce desde
hace un día y ya está hablando de los negocios que podría
hacer en Savannah.
Echo la cabeza hacia atrás y suspiro. Es peor de lo que
pensaba. Sé que a Emma le gusta Graham, pero pensé que tal
vez se acostaría con él y lo superaría como siempre lo hace.
Pero luego, después de la cena de anoche, me di cuenta de
que realmente siente algo por este chico. Lo sé porque ella
no se acostó con él anoche.
¿Por qué tiene que estar pasando esto con el mejor amigo
y compañero de Nate? ¿Cuántos otros hombres hay en esta
estúpida convención que son hermosos y están disponibles y
no tienen a un putón como amigo?
—Está bien, gustan el uno del otro, ¿qué pasa con eso?
Sé que debo sonar como una perra, pero prácticamente
me dejó con la boca abierta cuando comencé a hablar sobre
la escuela secundaria.
—Escucha, entiendo que me odias. Soy un idiota.
Tampoco me gusto a mí mismo la mayor parte del tiempo. —
Cierra los ojos y niega con la cabeza. —Pero Graham es un
gran tipo. Él ha estado allí para mí a través de algunas cosas
bastante terribles y se lo debo.
¿Cosas terribles? Me pregunto qué quiere decir. Tal vez
tenga que ver con esas cicatrices que mencionó anoche.
O tal vez con su ex esposa.
—¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? —Me estoy
irritando.
—Bueno, Graham quiere pasar tiempo con Emma esta
semana. Sin embargo, él dice que ella no socializará fuera de
la conferencia, porque te niegas a ser una tercera rueda y que
no irás si yo estoy allí.
Sí, eso lo resume todo. Un segundo, ¿cómo sabe él esto?
—Mmm, ¿cómo sabes esto? —pregunto.
—Entonces, ¿no los escuchaste hablar por teléfono hasta
las tres de la mañana anoche?
No, estaba borracha y aparentemente soñaba contigo.
—No, en realidad dormí profundamente anoche. No
habría oído ni un tren de carga.
Emma estuvo al teléfono hasta las tres de la mañana con
un chico. Estoy anonadada por esta noticia.
—Entonces, estaba pensando que podrías poner tu… dejar
a un lado mi antipatía. —Me guiña un ojo. — Aguantar y
pasar el rato con nosotros durante las próximas noches. Ya
sabes, ¿por ellos?
Haría cualquier cosa por mi mejor amiga. Cualquier cosa
menos esto. Ella lo entenderá. Hablaré con ella de nuevo.
Siempre podría irme y volver a Savannah. Incluso podría
fingir una emergencia en la panadería.
—Brooklyn, antes de que digas algo, piénsalo. Graham
me contó algunas cosas que Emma le contó anoche acerca de
que en realidad nunca tiene citas y que no ha tenido un novio
serio. Él le contó sobre su relación pasada. Hablaron durante
horas. Se están llevando bien. Tienes que hacer esto por ella.
¿No te apoyaría si fuese al revés?
Ahora ha tocado un nervio. Hablando de amigos que
están allí para apoyarme, Emma ha pasado por cosas bastante
horribles conmigo.
El día que él se fue, por ejemplo. Eso fue horrible. Se quedó
despierta conmigo durante las noches cuando lloraba hasta
que las lágrimas se secaron y mi cuerpo simplemente
convulsionaba. Ella me consoló todas esas veces que deseaba
tener novio pero tenía miedo de volver a acercarme
demasiado a alguien. Ella fue mi mayor animadora cuando
me lancé y llamé a Michael después de ese maravilloso
paquete de atención que me envió. Ella me ha ayudado a
planear mi boda. Ella me ha dado un lugar para vivir. Y, sobre
todo, me ayudó con mi sueño de abrir Brooklyn's. Nunca
podré pagarle por lo que ha hecho.
Maldigo a los dioses por hacer lo correcto.
—Bien —consiento. Él suelta el aliento; se ve demasiado
feliz. —Con dos reglas básicas.
La sonrisa desaparece de su rostro y levanta las cejas
hacia mí.
—Uno, esto no es, repito, no es una cita doble. Estoy
comprometida y enamorada de Michael. Haré esto por la
única razón de apoyar a Emma.
—Está bien, no es una cita. ¿Cuál es tu segunda
condición?
—No tocar. No me tocarás, no me abrazarás, no bailarás
conmigo ni me atraparás si tropiezo y caigo. ¿Comprendido?
Mientras esas últimas palabras salen de mi boca, no
puedo evitar recordar un momento en el que me atrapó
cuando caí sobre él a la edad de diecisiete años. Me enamoré
de él en ese entonces.
—¿Qué pasa si estás cruzando la calle y un auto está a
punto de atropellarte y tengo que salir corriendo y sacarte del
camino? ¿Qué pasa si estás atrapada en un edificio en llamas
y tengo que llevarte a un lugar seguro? ¿Puedo tocarte
entonces? —Él ríe.
—Ni siquiera entonces. Deja que el coche me arrastre por
la carretera. Déjame arder en el fuego. ¿Entendido?
Me levanto y me doy la vuelta para terminar mi carrera de
regreso al hotel.
—¿Tanto me odias? —son las últimas palabras que
escucho de él antes de doblar la esquina.
No. Te quise, mucho.
Y no estoy dispuesta a arriesgar todo lo que tengo con
Michael para revivir lo que seguramente sería una repetición
de la pesadilla que aún me persigue después de todo este
tiempo.
—Lyn, eres una santa —escucho decir a Emma, que entra
bailando en la habitación. —¿segura que quieres hacer esto?
No, no quiero hacer esto, pero ella es mi mejor amiga, mi
cómplice y la otra mitad de mi alma femenina. Y, si me lo
pidiera, me tiraría por un precipicio con ella.
—Por décima vez, sí, estoy segura de esto. —Pongo los
ojos en blanco.
—Está bien, entonces, Graham prometió mantenerlo
informal.
Gracias a Dios por los pequeños favores.
Graham me está empezando a gustar mucho, en el
sentido de que es perfecto para mi mejor amiga. Es una
buena persona que parece preocuparse realmente por los
demás. No podría estar más feliz por Emma, ya era hora de
que encontrara un hombre con poder de permanencia.
Me pregunto qué hará cuando volvamos el viernes.
Seguramente esto es más que un asunto de una semana.
Quiero decir que no han dormido juntos. Veinticuatro horas
de conocer a un nuevo chico lindo y sin sexo… eso es un
récord para ella.
Me pregunto qué pensará Graham de sus aventuras
sexuales anteriores a él.
Me puse un par de jeans y un suéter corto. No uso
tacones, sugieren querer impresionar, y hacen que mis
caderas se muevan mucho y lo último que quiero es que Nate
esté mirando mis caderas o cualquier otra parte de mi cuerpo.
Me recojo el pelo en una cola de caballo baja y me aplico un
poco de brillo y rímel.
Emma, por otro lado, como la diosa que es, se ve
totalmente caliente con sus jeans negros ajustados, tacones
de tiras y blusa ajustada con mangas casquillo. Se ha dejado
el pelo suelto y lacio. Somos tan completamente diferentes.
Soy su doncella y ella la princesa; la Phoebe de su Raquel.
Los chicos nos están esperando en el vestíbulo. Tomo una
respiración profunda mientras se dirigen hacia nosotras.
Puedo hacer esto. Por Emma. Como si pudiera leer mi mente,
me da un rápido abrazo y susurra: —Te amo, Lyn. Eres la
mejor.
Maldición.
Estaba a punto de decirle que de ninguna manera me
sentaría en el asiento trasero con él, pero mantuve la boca
cerrada. Como sospechaba, Graham y Emma se sientan en el
frente con Nate y yo en la parte de atrás. Me alegro de que
Graham conduzca un todoterreno grande, principalmente
para poder apegarme a la regla de no tocar. Tuve que rodear
el coche y entrar por la otra puerta porque no iba a entrar por
la que me abrió Nate. Tengo que recordar que sigue siendo
la serpiente que rompió mi corazón a los diecisiete años.
Que no crea que no me he dado cuenta de que ignora
cualquier referencia a esa noche y a la escuela secundaria en
general. Miro mi reloj, solo faltan tres o cuatro horas más.
Puaj.
Terminamos en una pizzería de moda local. La cena
transcurre sin incidentes con Emma y Graham una vez más
llevándose bien. Creo que incluso vi una mano sujetando por
debajo de la mesa, que por suerte es cuadrada con una silla a
cada lado.
Nate y yo nos quedamos con temas seguros como el
clima, correr y mi panadería, de los que siempre estoy feliz
de hablar.
—Entonces, pensamos en invitarlas a jugar un poco de
golf después de la cena —dice Graham.
—Um, ¿qué? —Emma se ve confundida antes de agregar:
—No vas a emborracharnos y llevarnos a un club de campo,
¿verdad?
Graham y Nate comparten una mirada y comienzan a
reírse a carcajadas. —No. Pero eso podría arreglarse. —Él le
guiña un ojo. —Goofy golf. Ya sabes, minigolf, putt-putt,
como lo llamen los sureños.
—Oooo… Eso suena divertido. —Ella me mira —¿No te
parece divertido, Lyn?
—Un montón —digo inexpresiva.
El campo de golf está justo al final de la calle. Tengo que
reconocérselo a Graham, él está haciendo todo lo posible
para complacerme. Esta noche solo grita platónico.
De hecho, nunca antes había jugado al minigolf. Michael
y yo nunca tenemos tiempo para esas cosas. Estoy segura de
que una vez que sea asistente, tendremos todo tipo de
aventuras divertidas. Hasta entonces, estoy feliz
simplemente dirigiendo la tienda y trabajando para obtener
mi título.
Graham nos da un resumen de las reglas y luego, cada uno
lleva sus pelotas de golf de colores fluorescentes y sus putters
a un marcador número uno.
Les digo a todos que vayan primero ya que nunca he
jugado. Los observo y creo que parece bastante simple. Dejo
mi pelota verde brillante y procedo a hacer el swing, dejando
dicha pelota exactamente donde la puse.
Graham y Emma se agarran y tratan de ahogar su risa. No
muy bien, podría agregar. Por supuesto, me estoy poniendo
de tres tonos de rojo. ¿Cómo pude perder la pelota? Parecía
tan fácil.
Estoy pensando en mi próximo movimiento cuando los
fuertes brazos de Nate me rodean, envolviéndome mientras
sus manos agarran el palo sobre mis manos. Juntos
golpeamos la bola, justo hacia el pequeño agujero al final del
green.
Todos aplauden; todos menos yo, claro
Me doy la vuelta y golpeo mi palo hacia él como un bate.
Apenas tiene tiempo de estirarse y frenar el impulso antes de
que golpee su brazo derecho.
—¡Ay! —dice, demasiado alto.
Denme un respiro, ¡ni siquiera lo golpeé tan fuerte como
me hubiera gustado!
—¿Por qué diablos fue eso?
—Por romper la regla número dos —siseo entre dientes.
Emma se acerca a donde él se frota el brazo y le sube la
manga. —Nate, ¿qué tipo de tatuaje es ese?
Ahora esto tiene toda mi atención. He querido saber
sobre su tatuaje desde anoche. Bueno, puramente desde el
punto de vista de la curiosidad. No pude ver lo que era ayer,
o incluso hoy cuando se quitó la camisa.
Suspiro.
Oh Dios, ¿acabo de suspirar al pensar en él sin camisa?
—No te molestes, Emma. —Graham gira la cabeza en
dirección a Nate. —Ni siquiera a mi me deja echarle un buen
vistazo y seguro que no hablará de eso.
Nate parece irritado. —Ocúpate de tus malditos asuntos,
Graham.
—Amigo, nunca entenderé por qué te harías un tatuaje
cuando sabes que la gente querrá verlo y te preguntarán por
qué te lo hiciste. —Graham niega con la cabeza.
—Solo porque me emborraché estúpidamente una noche
e hice esto —señala su brazo, diciendo «esto» como si supiera
amargo saliendo de su boca, —no lo hace menos personal.
Déjalo ir ya.
Personal, y no quiere hablar de eso, al igual que no quiere
hablar de la escuela secundaria. Ahora realmente me
molesta. ¿Qué diablos es ese tatuaje? Obviamente dice algo,
pero no en inglés. Tampoco alemán. Yo debería saber. Tomé
cuatro años de eso en la escuela secundaria.
Terminamos nuestros dieciocho hoyos sin más toques de
Nate o golpes de mi parte.
Estoy bastante callada, observando simplemente la
dinámica Graham-Emma. Ellos, por otro lado, se tocan tanto
como dos personas pueden sin que alguien les diga que
consigan una habitación.
Atrapo a Nate mirándolos también. En realidad, está más
que mirando. Está mirando fijamente, estudiándolos
mientras Graham pasa la mano por el brazo de Emma.
Nate parpadea rápidamente, niega con la cabeza y me
mira con cara de tristeza, luego me observa de la cabeza a los
pies, cierra los ojos y respira hondo mientras se pasa la mano
por el pelo.
Cuando abre los ojos y vuelve a mirar, sonríe y hace un
gesto hacia el bar. —¿Qué tal una cerveza para terminar la
noche? —dice.
A fin de cuentas, esta noche ha sido casi completamente
benigna. Nate ha sido prácticamente un perfecto caballero y
no ha habido muchos momentos incómodos. De hecho, dudo
en decir que fue casi divertido.
Nos sentamos y bebemos nuestras cervezas durante otra
hora, entablando una conversación cómoda. Graham y
Emma ahora están abiertamente tomados de la mano y
claramente se están deseando el uno al otro.
Nate ha sido sorprendentemente agradable esta noche.
Es una persona totalmente diferente a la que era ayer. Ahora
que lo pienso, ni siquiera lo he visto comerse con los ojos a
ninguna mujer aquí.
De vuelta en el hotel, les doy las buenas noches a Nate y
Graham en el auto. Nate me tiende la mano para que se la
estreche, pero la retira casi de inmediato y arruga la nariz.
—Lo siento —murmura. —Olvidé las reglas.
—No, está bien. —Sonrío y le ofrezco mi mano. Después
de todo, él fue un buen chico hoy, en su mayor parte.
Él me dedica esa sonrisa de nuevo. No la había visto en
toda la noche y algo me remueve por dentro. Toma mi mano
entre las suyas. Siento sus dedos callosos contra mi piel suave
mientras, una vez más, las chispas se disparan por mi brazo
desde el punto de contacto.
Retiro mi mano cuando él se inclina cerca de mi cabello y
susurra: —Yo también lo siento.
Luego se da la vuelta y vuelve al coche y me dirijo arriba
sola, pero no antes de entrar en el bar del hotel y pedir un
Cosmo para llevar conmigo.

Mientras corro de nuevo por los hermosos senderos
bordeados de robles, no puedo evitar sonreír por la forma en
que Emma entró flotando en mi habitación anoche. Se quitó
los zapatos, se subió a la cama conmigo y procedió a
contarme todo sobre el beso que derrite bragas que Graham
le plantó en la puerta de nuestra suite.
Me sentí como si fuéramos adolescentes en una fiesta de
pijamas, porque la forma en que lo describía era como un
primer beso. Lo que me sorprende es que ella no durmió con
él y se detuvieron ahí, en ese beso.
Esto es serio. Serio a lo grande.
Estoy tratando de averiguar si debo apoyarla o tratar de
separarlos para no tener que volver a ver a Nate, cuando nada
menos que el mismo hombre aparece a mi lado y me sigue
paso a paso.
Decido seguir corriendo y ver qué pasa. Al igual que ayer,
reduzco la velocidad una fracción y luego acelero un poco y
dado que él parece empeñado en mantener el ritmo a mi lado,
decido mantener mi tiempo natural.
De vez en cuando lo veo sonriéndome. Pongo los ojos en
blanco. Eso solo lo hace sonreír más fuerte.
A veces acelera, corre delante de mí, y creo que es para
poder admirar su trasero. Admito que es agradable y, como
estoy justo detrás de él y realmente no hay ningún otro lugar
para mirar, me veo obligada a verlo.
Se mantiene a mi derecha, lo que significa que no veo
bien el tatuaje en su brazo. Nunca he sido de las que
encuentran los tatuajes muy sexys. Yo nunca me haría uno.
Pero, en él, con ese bíceps abultado, funciona. Y que Dios me
ayude si no quiero pasar los dedos por todos lados.
Michael. Necesito pensar en Michael.
Michael no tiene un tatuaje.
Está bien, eso no.
Algo más sobre Michael.
Cuando hablamos anoche, recordé todas las maravillosas
cualidades que lo hacen perfecto. No es su culpa que no
pueda hacer viajes como este conmigo. Es médico por el
amor de Dios.
Hablamos de nuestra boda e incluso escogimos una fecha
para la próxima primavera, el diecinueve de marzo para ser
exactos.
Se suponía que debía salir a buscar vestidos de novia
mientras estoy aquí, pero no puedo encontrar el tiempo entre
correr, estudiar y ser la compañera de Emma.
Michael me dijo que pasó por la panadería ayer solo para
encontrar a mi madre ya ahí, ayudando. Me alegro por eso.
Pensar en Michael, la panadería y mi madre casi me hace
olvidar quién corre a mi lado. Tal vez si no fuera por los vellos
de mi piel sudorosa, lo olvidaría.
No ha pronunciado una palabra en todo este tiempo.
Veinte minutos después llegamos a la entrada del hotel y
disminuimos la velocidad hasta detenernos. Ambos nos
quitamos los auriculares.
—Gracias por correr. —dice él.
Luego se da la vuelta y comienza a correr en la otra
dirección.
Esa tiene que ser la media hora más extraña de mi vida.
Emma regresa poco tiempo después de que termino de estudiar
por hoy. Ella me dice que Graham nos está invitando a The Raleigh
Experience esta noche, una noche de cosas imprescindibles que
comienzan con una cena en The Angus Barn.
Supongo que eso suena bien para mi. Anoche estuvo bien, y si
Nate se comporta de nuevo así esta noche, no debería haber ningún
problema.
Plancho mi cabello y lo dejo caer recto sobre mi espalda; luego
me pongo un par de jeans blancos con mis zapatos limpios y lo
completo con mi suéter azul y blanco favorito con los hombros
descubiertos. Si vamos a los lugares de moda, también podría lucir el
papel.
Los muchachos se encuentran con nosotros en el vestíbulo
nuevamente y tenemos los mismos asientos en el auto de Graham, lo
cual no es tan extraño esta noche. Incluso dejé que Nate me
sostuviera la puerta. Me imagino que mientras sea caballeroso,
debería dejarlo. Es mejor que él siendo el idiota que fue esa primera
noche.
Pero que no crea que no capté su sonrisa cuando entré al auto a
través de la puerta que él sostenía abierta.
Llegamos al restaurante y me río, porque realmente parece un
granero, y me pregunto si vamos a tener algún tipo de parrillada o
algo así. Sin embargo, una vez que estamos sentados, me queda
bastante claro que este no es solo un restaurante de granero común y
corriente. Este es un buen lugar. Comida de alta gama, bebidas de
alta gama, excelente servicio. Básicamente todas las cosas a las que
no estoy acostumbrada.
Graham y Emma se deslizan hacia una cabina mientras ella me
mira nerviosamente detrás de su hombro como si fuera a arrancarle
la cabeza. Ruedo los ojos hacia ella. A veces me pregunto si mi madre
tenía razón y mis ojos podrían quedarse atascados en la parte
superior de sus órbitas si los giro demasiado. Estoy probando esa
teoría esta semana.
Me deslizo en la cabina primero y coloco mi bolso a mi lado,
dándome un amortiguador mientras Nate se sienta a mi lado. Mira la
ubicación de mi bolso mientras sonríe y niega con la cabeza.
Sí, amigo, así es, sin tocar.
La conversación es ligera, como anoche, y encuentro que cada vez
es más fácil estar cerca de Nate sin odiarlo tanto. Es una persona tan
diferente de la primera noche que casi parece que es alguien
diferente, simplemente otro amigo de Graham para el viaje; así que
no soy una tercera rueda.
Si no fuera por ese olor a ropa recién lavada y Nate puro que
impregna incluso el aroma de la carne cocinada, pensaría que era
alguien completamente diferente.
Estamos a la mitad de la cena cuando una mujer atractiva y con
curvas se detiene repentinamente mientras camina junto a la mesa.
Oh, aquí vamos, entra el Sr. Playboy.
Tiene el pelo largo, rubio y rizado, y me refiero a espirales
sedosas desde la raíz hasta las puntas, del tipo que envidiamos las que
tenemos rizos encrespados.
Ella pone sus manos sobre la mesa frente a Nate y se inclina para
que su escote se exhiba gloriosamente para él… y para mí.
Ella comienza a hablar con él, pero me está mirando, como si
pudiera disparar dagas de sus ojos.
—Hola, cariño —dice con un toque de acento francés. —No me
di cuenta de que ahora las estás alimentando antes de follarlas.
Mis ojos se agrandan y mi boca se abre, Nate palidece cuando sus
puños se cierran debajo de la mesa, Graham cierra los ojos y niega
con la cabeza, y Emma está a punto de saltar de la cabina y agarrar a
la señorita Curly-pelo-tetas y arrancarle la cabeza.
Nate bromea sin dudarlo: —¿No está esto un poco lejos de la
esquina en la que estás trabajando, Claudia?
Oh Dios. Claudia. La ex mujer.
Ahora el color desaparece de mi cara.
Estoy mirando cara a cara a la mujer que atrapó al que se me
escapó.
No se parece en nada a como la imaginaba. De acuerdo, tal vez
me he estado imaginando cómo se ve, aunque sé que no debería
preocuparme por eso. Pensé que se vería angelical, como una niña
herida que había sido aplastada cuando el amor de su vida la agravió.
Me doy cuenta de que probablemente estaba proyectando cómo me
veía a los diecisiete en la imagen de ella, pero esto no me lo esperaba.
Ella se ve… bueno, parece una perra total. Está vestida como una zorra
y aunque es muy guapa, también parece un poco zorra.
No puedo decidir con qué emoción ir. ¿Celos? ¿Odio? ¿Enfado?
¿Compasión? Después de todo, ella fue agraviada y probablemente
merece mi simpatía. Pero ella es quien lo atrapó, aunque solo sea por
un tiempo, cuando yo solo lo tuve por una noche.
Me decido por el odio, es lo más fácil de expresar para mí.
—Cariño, no te molestes en pedir una segunda cita —me dice con
una gran sonrisa en su rostro.
No hay nada peor que ser llamada cariño por otra mujer,
especialmente una de tu edad. Gotea condescendencia.
La miro directamente a los ojos y, sin pensar demasiado en ello,
tomo la mano de Nate, entrelazo sus dedos con los míos, coloco
nuestras manos entrelazadas sobre la mesa justo debajo de sus
pechos y digo: —No te preocupes, cariño. Le debe gustar tanto esta
leche que decidió comprarla.
Entonces le muestro mi gran anillo de compromiso.
Creo que hará falta una grúa para levantar su mandíbula del
suelo. Ella mira de un lado a otro entre Nate y yo por lo que parece
una eternidad. Luego resopla, enciende su Jimmy Choo de una milla
de altura y se aleja.
Las otras tres personas en la mesa tardan unos dos segundos en
reír, balbucear y gritar de emoción ante mi arrebato decididamente
fuera de lugar.
—Chica, creo que estoy enamorado de ti —dice Graham con un
guiño a Emma. —¡Eso fue épico! Nunca había visto a alguien ponerla
en su lugar de esa manera.
Los chicos chocan los puños y hablan de lo genial que fue cuando
me doy cuenta de que Nate todavía está sosteniendo mi mano. O tal
vez yo esté todavía sosteniendo la suya.
Lo retiro rápidamente, encogiéndome de hombros. —
Simplemente odio cuando la gente me llama cariño —digo.
—Debidamente anotado. —Nate se inclina para que solo yo
pueda escucharlo susurrar: —Bebé, entonces.
Estoy a punto de patearlo en la espinilla cuando la sonrisa
desaparece instantáneamente de su rostro y se congela como un
ciervo atrapado por los faros. Todos en la mesa siguen su mirada
hasta donde vemos a Claudia al otro lado de la habitación siendo
ayudada a ponerse su abrigo por un chico muy atractivo y musculoso.
—¿Quién es ese chico con el que está? —le pregunta Emma a
Graham.
Graham mira con simpatía a Nate. —Ese es Jonathon Cassidy. Es
un lanzador de Los Bravos. —Luego trata de aligerar el ambiente. —
¿Qué dices si abrimos esta botella de vino?
No estoy segura de por qué Nate se ve tan derrumbado por verla
con otro hombre. ¿No la llamó perra por no dejarlo en paz después
de que ella le envió un mensaje de texto la otra noche?
Levanta una mano para frotar su bíceps sobre su camisa donde
su tatuaje se esconde debajo, y me doy cuenta.
Claudia. Claudia con el acento francés.
La escritura en su tatuaje debe ser francesa. Lo hizo por ella. Pero
si la engañó, ¿por qué es tan reacio a hablar sobre el tatuaje?
Luego vuelve a hacer lo mismo que hizo antes con la muñeca
derecha, moverla en círculos. La muñeca con todas las pequeñas
cicatrices. No creo que sea consciente de lo que está haciendo. Está
como distraído, mirando su copa de vino. Luego se pasa la mano por
el pelo, respira hondo y se bebe todo el vaso de un trago.
Nate pasa el resto de la cena muy callado y reservado. Graham
nos dice que iremos a Fayetteville Street después de la cena. Es una
popular zona de vida nocturna con tiendas, restaurantes y discotecas.
Puedo ver a Emma retorciéndose en su asiento; esto
definitivamente le gusta.
Graham paga la cuenta. Ni siquiera quiero saber a cuánto
asciende, pero no me sorprendería si fueran unos cientos de dólares
según lo que vi en mi menú.
Afortunadamente, Claudia y el Sr. Béisbol ya se habían ido
cuando llegamos al estacionamiento. Me encuentro realmente
sintiéndome mal por Nate y ni siquiera sé por qué.
De camino a nuestro próximo destino, mi teléfono emite un
pitido y veo que Michael me ha enviado un mensaje de texto.

Michael: Hola cariño, tomé un pequeño descanso, quería decirte que te


extraño.

Cierro los ojos e imagino su rostro.

Yo: Hola a ti también. Te extraño más. Nos dirigimos a “un lugar de


vida nocturna de moda” en este momento. Acabo de comer el mejor bistec
del mundo. Te gustaría estar aquí.

Michael: Ten cuidado, Lyn. No bebas demasiado y no tomes un trago


de nadie más que del cantinero. Por cierto, ¿Bistec? ¿Tú? ¡No lo creo!

Sí, no me gusta mucho la carne roja. Pero pensé que era uno de
esos momentos de cuando en Roma.

Yo: Bueno, cuando comes en un lugar llamado granero, ¡vas con la


corriente!

Michael: jaja. Tengo que irme. Te amo. Llámame cuando llegues a


casa.

Yo: También te amo. Adiós.


Guardo mi teléfono mientras estacionamos el auto en un
estacionamiento enorme. Espero que alguien recuerde dónde
estacionamos.
Pasamos por todo tipo de tiendas y restaurantes únicos y me
pregunto si hay panaderías aquí. Salimos un poco de la calle principal
y llegamos al club que, acertadamente, se llama El Arquitecto.
Miro el toldo preguntándome sobre esta coincidencia mientras
Graham y Nate comparten una mirada. Tengo la sensación de que
esta no es su primera vez aquí.
Nate engancha una de las pocas mesas cerca de la pista de baile
y Graham pide una botella de champán, y cuando la mesera la trae y
la sirve en nuestras cuatro copas, Graham levanta la suya en un
brindis.
—A los nuevos amigos. —Le guiña un ojo a Emma y chocan sus
copas antes de girarse para chocar las nuestras también.
Nate se inclina hacia mí y susurra: —Y a los viejos.
Él sonríe brillantemente y luego bebe su champán
mientras me mira por encima de su copa.
Terminamos la botella y luego salimos a bailar con los
últimos cuarenta éxitos.
Esto está bien. Puedo hacer esto. El baile en grupo no es
muy personal, y mientras no nos separemos como parejas,
puedo aguantar. Miro fijamente a Emma y ella asiente con la
cabeza. Me encanta que podamos tener una conversación
completa con solo una mirada o un movimiento.
Bailamos en una especie de cuadrado con la misma
distancia entre nosotros. Esto continúa de manera bastante
efectiva durante un tiempo, y en este momento todos
tenemos una fina capa de sudor en algún lugar de nuestro
cuerpo.
¿Qué tiene el sudor que hace que los hombres se vean más
atractivos? Alguien me dijo una vez que cuando un hombre
suda, su cuerpo emite algún tipo de olor que está
genéticamente probado para atraer a las mujeres.
Bueno, si mirar alrededor de este club es evidencia, diría
que la teoría es acertada. Los cuerpos se juntan, moviéndose
como uno solo. Las chicas se quitan las capas exteriores ante
la emoción de los hombres que las rodean. Incluso Graham y
Emma se están acercando poco a poco y parecen perdidos en
su pequeño mundo de baile.
Bailar puede ser como una droga. Libera endorfinas y te
hace sentir mejor aunque estés de mal humor. Deben ser esas
endorfinas que se activan cuando miro a Nate.
Verlo bailar es como ver una receta perfectamente
estructurada. Se acumula con cada ingrediente, y luego lo
revuelves todo junto y todos los sabores se mezclan, y luego
eres recompensado con el aroma de la deliciosa masa
mientras se hornea.
Pero, como la mayoría de los dulces que hago, no puedo
tenerlo, ni lo quiero. De acuerdo, con toda honestidad, quiero
todo lo que horneo.
Pero no quiero a Nate.
No, no lo quiero a él ni a su cabello rubio oscuro y
sudoroso por el que a veces se pasa las manos. No quiero sus
anchos hombros o incluso esa franja de piel entre sus jeans
caídos y su camisa que se sube cuando levanta las manos
sobre su cabeza.
Admito, sin embargo, que él es atractivo para las mujeres.
De hecho, hay una mujer atractiva y con curvas detrás de él.
Ella comienza a frotarse contra él por detrás.
¿Hola? ¿Ni siquiera estoy aquí?
Quiero decir que no estamos bailando juntos, pero
debería ser algo obvio que estamos bailando juntos.
Luce una gran sonrisa mientras se mueve contra ella. Por
supuesto que lo hace. Luego abre los ojos y me ve frente a él y
una mirada de sorpresa cruza su rostro. Rápidamente se
acerca y toma mi mano, dándonos la vuelta para que yo sea la
que ahora está de pie de espaldas a la chica sudorosa. Suelta
mi mano en el instante en que cambiamos de posición.
La chica sudorosa hace pucheros detrás de mí y se aleja y
Nate está sonriendo una vez más.
Suena una canción lenta, así que me dirijo a la mesa y
bebo agua. Nate me sigue, pero Graham y Emma se quedan
en la pista de baile, pegados, con las manos moviéndose en
todas direcciones.
Seguimos adelante y pedimos otra ronda de bebidas para
todos. Intento pagarle a la camarera, pero Nate no me deja.
Estamos disfrutando de nuestras bebidas y mirando la pista
de baile cuando otra mujer se acerca a Nate y lo invita a
bailar.
En serio, ¿soy invisible?
Él le dice que no, gracias, y se encoge de hombros para
disculparse.
—Sabes, está bien si quieres bailar con alguien. No es
como si yo fuera tu cita. —Me sonrojo. —Quiero decir, no
estamos juntos. Bueno, no juntos, juntos. —Pongo los ojos
en blanco.
—Brooklyn, no voy a dejarte sentada aquí sola. —Me
sonríe y levanta la barbilla hacia la pista de baile. —Pero si
quieres bailar conmigo, sería genial.
Bailar con él.
Tocar ese cuerpo sudoroso.
Moverme cerca de él.
No, no creo que sea una buena idea. No quiero darle una
mala impresión. Ya no soy esa niña pequeña que se
enamoraba de algunas líneas románticas y luego se acostaba
con él.
No, estoy perfectamente bien sentada aquí donde es
seguro. Sólo unas horas más esta noche y mañana será lo
último que vea a Nathan Riley.
Emma y Graham vuelven a la mesa para tomar una copa.
Termino mi segundo Cosmo en poco tiempo, agarro la mano
de Emma y la arrastro a la pista de baile.
—Baile de chicas —digo, mientras señalo a los chicos
para que se queden quietos.
En la pista de baile, Emma no puede dejar de hablar sobre
Graham y lo buen bailarín que es y lo bueno que es y lo bien
que huele y así sucesivamente.
Entre mis ojos en blanco, noto que Nate y Graham hablan
intermitentemente y nos miran fijamente. Sé que están
hablando de nosotras; espero que estén hablando de Emma,
porque realmente no tiene sentido hablar de mí. Mi historia
ya está escrita, no hay finales alternativos, no hay
posibilidades de cambiar las tornas, de ninguna manera voy
a ceder ante el playboy del mundo moderno.
Veo la forma en que me mira cuando bailo, como si
quisiera comerme viva. Debería hacerme sentir incómoda,
pero no lo permito. Después de todo, probablemente soy la
única mujer aquí que no puede tener.
Mira todo lo que quieras, Nate, este libro está cerrado y
perdido para ti.
Emma y yo bailamos como locas hasta que creo que mis
pies se desconectarán de mi cuerpo. Estoy tan necesitada de
agua en este momento. Nos acercamos a la mesa donde los
muchachos tienen agua fresca y otra ronda de bebidas
esperando.
—Maldita sea, ustedes dos se ven calientes. —Graham le
sonríe a Emma. —Y no me refiero a tu temperatura. Ustedes
se veían geniales. Creo que todos los muchachos en este club
desearían ser nosotros en este momento. —Señala con el
dedo entre él y Nate.
Comienza una canción lenta. —Más tarde ustedes dos —
dice Emma, levantando a Graham de la mesa.
Sorprendentemente, algunos chicos vienen y me invitan
a bailar. El segundo chico no acepta un no por respuesta
hasta que le muestro mi anillo. Luego se vuelve hacia Nate y
le dice: —Eres un tipo con suerte, hombre.
Nate simplemente dice: —No tienes idea.
El otro tipo se aleja y Nate se ve molesto.
—Escucha —dice, mientras señala mi anillo, —si bailas
conmigo, te prometo que respetaré el anillo.
No sé si me creo esas palabras, o si el alcohol me está
haciendo efecto, pero por alguna razón, en contra del buen
juicio de las mujeres y el maldito Pepito Grillo en mi hombro,
digo: —Bien, pero será mejor que seas bueno. —Me sonrojo.
—Quiero decir, será mejor que te comportes.
Él se ríe. —Sé lo que quieres decir, Brooklyn. Y estoy bien.
Ignoro sus palabras y me dirijo a la pista de baile. Él se
para frente a mí, extendiendo sus manos mientras levanta
una ceja para pedir permiso para ponérmelas. Le doy un
ligero asentimiento y contengo la respiración.
Tan pronto como sus manos tocan mis costados, mis ojos
se cierran espontáneamente y mi respiración se acelera. Mi
carne está ardiendo bajo esas manos grandes y la electricidad
se abre camino a través de mis venas.
Me pregunto si mantengo los ojos cerrados e imagino que
estoy bailando con Michael, si eso hará que esto sea más
tolerable. Solo que no puedo hacer eso, porque lo que estoy
oliendo, ahora que él está tan cerca de mí, ese olor a ropa
limpia y Nate que ahora se mezcla con una dosis
embriagadora de sudor masculino; ese olor definitivamente
no es Michael.
—Um, Brooklyn, por lo general, la forma en que funciona
es que tú también me pones las manos encima. —Él sonríe
mientras mis ojos se abren.
Me alegro de que la pista de baile esté oscura porque
estoy segura de que me estoy sonrojando de nuevo.
—Oh, cierto —digo, poniendo mis manos sobre sus
hombros y luego alrededor de la parte posterior de su cuello
mientras bailamos lento. Trato de no mover mucho los
dedos, pero puedo sentir el brillo del sudor junto con los
músculos rígidos de su cuello. Normalmente esto me daría
asco. No soy como Michael. No estoy acostumbrada a que los
fluidos corporales de otras personas me afecten. Pero en
lugar de alejarse, mi cuerpo traiciona a mi mente y se planta
contra él.
Lo escucho respirar profundamente por la nariz.
¿Está oliendo mi cabello?
Todavía hay pequeñas chispas que se encienden debajo
de mi piel cada vez que frota su pulgar en círculos donde
colocó su mano en mi espalda baja.
Esto es más difícil de lo que pensé que sería. Creo que
estoy un poco borracha y probablemente no debería estar
haciendo esto. Esto se siente demasiado bien para alguien
que está felizmente comprometida. Mientras mi conciencia
discute con mi diosa interior, decido darle una canción más.
Pero eso es todo.
Me sonrío a mí misma por tener tal determinación.
El karma es una cosa divertida. Realmente nunca creí en
ella antes. La teoría del conjunto, haz lo correcto y te pasarán
cosas buenas, no lo creo. Creo que debes hacer lo correcto
porque lo correcto se siente bien, no porque temas que una
ola de maldad cósmica siga tu alma.
Bueno, aparentemente esta noche, soy la perra del Karma,
porque la canción que comienza a sonar a través de los
parlantes de este club muy ruidoso y de moda es la misma
canción que sonó unos cinco segundos después de que perdí
mi virginidad con el mismo tipo cuyas manos están
quemando la tela de mi suéter favorito.
Nickelback está cantando Someday, y me transformo de
nuevo en una chica de diecisiete años, sentada en el asiento
delantero de la camioneta de Nate, pensando que fue el mejor
día de mi vida y que mi futuro acababa de ser decidido por
mí y fue exactamente lo que había soñado.
Estoy congelada en el tiempo, mi cuerpo se pone rígido,
y solo porque el Karma quiere sus brownies con helado,
cobertura de dulce de azúcar y una maldita cereza encima,
una lágrima rueda por mi mejilla.
Nate se aparta de mí y mira mi cara, que sé que debe estar
horriblemente manchada de rímel.
Sus cejas se juntan. —Brooklyn, yo…
—Lo siento —interrumpo. —Necesito ir al baño.
Me libero de su agarre y trato de no avergonzarme
corriendo al baño.
Oigo pasos rápidos detrás de mí.
No me sigas, por favor, no me sigas.
Sigo adelante, acelerando el paso hasta que me doy
cuenta de que el sonido del chasquido detrás de mí no puede
ser de Nate. Me giro para ver a Emma siguiéndome al baño.
—¿Qué sucedió?
Moja unas toallas de papel y las pasa por debajo de mis
ojos.
Explico lo mejor que puedo a través de mi respiración
pesada, sintiéndome tonta todo el tiempo porque esta
canción me ha afectado. He evitado escuchar esta canción,
bueno, todas las canciones de Nickelback, durante los
últimos ocho años. Pero esta noche, entre el alcohol, la
diversión que hemos tenido y el hecho de que estoy fuera de
mi elemento, las líneas se están difuminando y claramente no
estoy en el estado de ánimo correcto.
Una vez que estoy calmada y limpia, volvemos a la mesa
donde bebo otro vaso de agua. No más alcohol para mí esta
noche.
—¿Todo bien? —pregunta Nate, luciendo genuinamente
preocupado.
—Está bien, no es nada —miento.
Me mira fijamente, se pasa la mano por el cabello y luego
abre la boca para hablar, pero aparentemente decide dejarlo
ir.
Espero que no sepa por qué me asusté. Seguro que no
recuerda la canción. Por supuesto que no, los chicos nunca
recuerdan cosas así.
Emma y yo bailamos algunas canciones más para poder
despejarme. Bailar con Emma es una gran terapia para
cualquier cosa. Es prácticamente un deporte. Ella me hace
reír y volver a mí misma en poco tiempo.
Decidimos terminar la noche y regresar al auto. Tenemos
una larga caminata ya que estacionamos en un extremo de la
calle Fayetteville y terminamos en el extremo opuesto.
Nate me sigue el paso mientras Emma y Graham caminan
lentamente y se quedan muy por detrás de nosotros,
balanceando sus manos entrelazadas entre ellos como un par
de niños pequeños. No estamos hablando pero es un silencio
cómodo. Siento que podría dejar de lado esta ira que he
albergado contra él todos estos años.
Estamos al menos a media milla del auto cuando
comienza a salpicar y nuestros pasos se aceleran. Entonces
comienza a llover ligeramente y compartimos una mirada de
¿Es en serio?
Al darnos cuenta de que no estamos cerca del automóvil
y de que todas las tiendas están cerradas, no hay otro lugar al
que ir sino hacia adelante, así que caminamos más rápido.
Cuando la lluvia realmente comienza a caer, Nate se quita la
chaqueta y cubre nuestras cabezas mientras seguimos
adelante. Estamos prácticamente corriendo. Bueno, tanto
como podemos, considerando mis tacones y el hecho de que
estamos prácticamente pegados como siameses por el abrigo
que cubre nuestras cabezas.
Para cuando llegamos al auto, estamos riendo, sonriendo
y empapados.
Casi simultáneamente, miramos el auto y nos damos
cuenta de que Graham tiene las llaves y que no está justo
detrás de nosotros. Nuestros ojos se agrandan y nos miramos
por un segundo antes de estallar en histeria.
Afortunadamente, fui al baño antes de irme, porque juro
que podría orinarme encima. Creo que incluso pude haber
resoplado un par de veces, pero no me importa, porque Nate
está haciendo algunos sonidos bastante extraños. Me duelen
los músculos del estómago y mi cara está a punto de abrirse
de tanto sonreír.
La lluvia amaina y ambos tratamos de recuperar el
aliento. Me mira con su cabello mojado y desordenado y su
rostro reluciente y se estira para sacar un mechón de cabello
mojado de mi boca.
Sus dedos tocan mi cara, enviando un hormigueo a mi
pecho. Su mano ahueca mi barbilla y mi corazón comienza a
latir a mil millas por hora.
Me siento como si estuviera fuera de mi cuerpo, viendo a
otra chica.
Bésalo.
¿Qué no? Eso no es lo que quiero.
Entonces, ¿por qué dejo que pase su pulgar por mi labio
inferior?
Estoy mirando su boca.
Me está mirando a los ojos.
Oh Dios, esto realmente va a suceder. Se inclina
ligeramente, probablemente para ver si me alejo.
Aléjate.
Agarra mi cadera con la otra mano y me atrae hacia él.
Con su pulgar, saca mi labio inferior de entre mis dientes
mientras sonríe y se acerca.
Puedo oler la menta y la cerveza en su cálido aliento y
luego no puedo pensar en nada más excepto en cómo quiero
que sus labios toquen los míos. Y entonces…
—Oh, Dios mío, ustedes están empapados —chilla
Emma, e instantáneamente vuelvo a mi cuerpo.
Me alejo de él y niego con la cabeza. Escucho el bip-bip
del auto al abrirse, así que corro por la parte trasera del auto,
entro y cierro la puerta de golpe.
Emma y Graham entran y no parecen estar peor.
Tampoco parecen tener idea de lo que interrumpieron.
Oh, gracias a los dioses de todas las chicas estúpidas que casi
engañan a sus novios perfectos que nos interrumpieron.
Nate se toma un minuto para sacudirse el agua y meterse
en el auto. Está mirando un agujero en un lado de mi cabeza,
pero no puedo mirarlo. Me doy cuenta de que me estoy
retorciendo el pelo y contando hasta cinco una y otra vez.
Cálmate, Lyn, respira.
No sé qué me pasó. ¿Iba a dejar que me besara? ¿Estoy
perdiendo la cabeza? Por supuesto que no iba a besarlo; es
un prostituto mujeriego. Estoy comprometida. Amo a
Michael.
Me invade una oleada de náuseas.
—No me siento muy bien —le digo, mientras Graham se
detiene en la acera del hotel. —Voy a dirigirme hacia arriba.
Gracias por una gran noche, los veré más tarde.
Salgo rápidamente del auto y entro al hotel, dejando a
Graham y Emma mirándose confundidos.
—¡Voy a subir! —grita Emma por la ventana.
—No. —Me doy la vuelta brevemente. —Tómate su
tiempo. Voy a ducharme e irme a la cama.
No quiero que me persiga, otra vez, así puedo explicar lo
débil que soy cuando se trata de Nate Riley. Lo que necesito
es dormir bien y olvidarme de los últimos quince minutos de
mi vida. Atribuirlo al alcohol y la adrenalina, eso es todo.
Después de mi ducha, recuerdo que se suponía que debía
llamar a Michael. No puedo llamarlo. No sé lo que diría.
Necesito tiempo para alejarme un poco de esta noche. Le
escribo un mensaje de texto rápido que dice que creo que me
he intoxicado con la cena, así que no puedo llamar.
Él, siendo el médico servicial y amoroso que es,
inmediatamente me envía un mensaje de texto con
instrucciones sobre cómo manejar la intoxicación
alimentaria y llamarlo si no puedo retener el agua después de
ocho horas. Escribo otro mensaje para agradecerle y decirle
que lo llamaré mañana.
Me acuesto en la cama y trato de dormir. Finjo hacerlo
cuando Emma abre la puerta media hora más tarde.
Luego me revuelvo en la cama y finalmente veo salir el sol
a través de las pesadas cortinas.
Por la mañana, le digo a Emma que no me siento bien,
fingiendo una intoxicación alimentaria. Le digo que no debe
contar conmigo para esta noche. Ella dice que enviará mis
disculpas a los chicos y que me revisará más tarde.
Finalmente me las arreglo para conseguir un par de horas
de sueño. Me aclara la cabeza y decido que no debería volver
a ver a Nate. Es un desastre esperando a suceder y solo
terminaré herida. ¿Por qué arriesgarse a arruinar lo que
Michael y yo tenemos juntos? Eso no es justo.
Pero no quiero que Emma se pierda la oportunidad de ver
a Graham la última noche que esté aquí, así que tengo que
seguir con toda esta farsa de la enfermedad.
Paso la mañana estudiando. Luego, después de una siesta
corta y un almuerzo ligero, me dirijo al gimnasio del hotel
para hacer ejercicio en la caminadora. De ninguna manera
voy a arriesgarme a salir al sendero y ver a Nate.
Cuando regreso a la suite, hay un nuevo ramo de flores en
la mesa de café con una nota que sobresale del jarrón. Soy
entrometida, así que miro la tarjeta.
Oh, no es para Emma, es para mí. Mi corazón late un poco
más rápido.
Abro la tarjeta.
Brooklyn, te extrañé esta mañana. Espero que te sientas mejor.
Nate.
¿Me envió flores?
Tiro la tarjeta para no tener que explicarle nada a Emma.
Después de todo, estamos en una suite y nos han
proporcionado flores frescas todos los días, ¿qué tendría de
raro otro ramo?
El resto de mi tarde lo paso devolviendo mensajes de
texto de Kaitlyn, mi mamá y la misma Emma.
Afortunadamente, cuando llamo a Michael, me recibe su
contestadora, así que le dejo un lindo mensaje diciéndole que
no veo la hora de verlo mañana y que me siento mucho mejor.
Antes de que Emma regrese, escondo la evidencia del
almuerzo y mi carrera y me subo a la cama con la esperanza
de que me deje en paz y salga con Graham.
Debo ser mejor actriz de lo que pensaba, porque ella lo
compra sin siquiera un «¿estás segura?». Eso o ella se alegra
de estar finalmente a solas con él sin que nosotros la
acompañemos.
Estoy estudiando de nuevo cuando llaman a la puerta y
escucho un: —servicio de habitaciones.
No pedí nada, pero miro el reloj y es casi la hora de la
cena, así que abro la puerta y le digo al mesero que ponga lo
que sea en la mesa mientras busco una propina.
Cuando el mesero se va, miro la bandeja que tiene un
batido de chocolate, y cuando levanto la cúpula plateada que
cubre la comida, veo un plato de papas fritas. Hay una nota,
pero no tengo que mirarla para ver quién envió esto. Por
supuesto, leo la nota de todos modos.
Brooklyn, espero que puedas comer algo esta noche. Siento que
no te sientas bien. Mejórate pronto. Nate.
Estoy muriendo de hambre. No debería comer esto. ¿Es
como hacer trampa si me como esto? Nadie está aquí para
ver si me lo como o no. Incluso podría haberlo pedido yo
misma. Excepto que no he comido esta combinación desde
esa noche en la escuela secundaria.
¿Cómo siquiera lo recuerda? Fue una breve conversación
que tuvimos hace ocho años.
No, no significa nada si me lo como. Estoy siendo
estúpida.
Es comida, solo cómela.
Tomo una patata frita y la sumerjo en el batido y luego la
llevo a mis labios. Dios, esto es tan bueno. ¿Por qué pasé
tanto tiempo sin comer esto?
Me termino toda la bandeja.
Me aseguro de estar en la cama antes de que vuelva
Emma. Le dejo una nota para decirle que me siento mejor y
que no veo la hora de volver a Savannah mañana.

En el camino de regreso a casa, obtengo los detalles de su
cita de anoche. Aparentemente, Graham ya ha hecho planes
para venir de visita en unas pocas semanas. Ella no deja de
sonreír y me alegro de que esté tan envuelta en Graham que
no me interrogue sobre mis propios sentimientos.
Me aseguro de mantener la conversación enfocada en la
planificación de la boda para que ella entienda que nada ha
cambiado ni cambiará nunca.
Estoy realmente emocionada de volver y ver a Michael. Él
es mi vida, él es mi futuro. Me quedo dormida en el auto con
la esperanza de soñar con él y solo con él.
He pasado los últimos días tratando de volver al ritmo de las
cosas en la panadería. Ahora que sé que el lugar funcionará sin
problemas y no se quemará literalmente en mi ausencia, puedo
sentirme cómoda después de la graduación encontrando formas de
expandirme.
Mi primera noche con Michael fue genial. Él es genial. Llegué a
su apartamento antes que él, y cuando usé el baño, me di cuenta de
que me había comprado mi propio cepillo de dientes y allí estaba en
el mostrador del baño, todavía en el empaque. Procedí a abrir un
cajón en el tocador y coloqué el cepillo de dientes sin abrir en la parte
de atrás, detrás de otros artículos de tocador. Me gustó el gesto, pero
siendo un chico, simplemente no entendería el vínculo sentimental
que he creado al usar el suyo. Tal vez una vez que estemos casados,
dejaré de usarlo.
A la mañana siguiente, cuando notó que todavía usaba su cepillo
de dientes, sonrió, sacudió la cabeza y se metió en la ducha sin decir
una palabra. Creo que tal vez entendió la idea.
Hoy estoy en la parte de atrás de la panadería después del ajetreo
de la mañana cuando suena mi teléfono. Lo miro para ver un número
que no reconozco. Abro el texto.

Número Desconocido: Brooklyn, espero que te sientas mejor. Fue tan


agradable verte de nuevo. N.
Si no lo delató la «N», lo hizo el «Brooklyn». Él es la única persona
que me llama por mi nombre propio además de mi mamá.
Maldita Emma. Debe haberle dado mi número. ¿Por qué haría
eso?
Se lo pregunto.

Yo: ¿Por qué le diste mi número a Nate? Me está enviando mensajes de


texto.

Casi inmediatamente, ella responde.

Emma: Lyn, te juro que no le di tu número y tampoco se lo di a Graham.

Tiene que habérselo dado. No está asociado con la panadería, por


lo que no hay forma de que lo haya conseguido.

Nate: Antes de que te enojes con Emma, busqué tu número en su teléfono


cuando ambas estaban en el baño. N.

Al menos es honesto, pero todavía no estoy segura de querer que


me envíe un mensaje de texto.
No somos amigos, ¡y estoy con Michael!
Decido no responderle y dejo mi teléfono en la oficina cuando
salgo. Hago todo lo posible por no volver a la oficina para revisar mi
teléfono. No es que quiera recibir más mensajes de él, pero es
convincente de todos modos. Como cuando ves un accidente de
coche. Sabes que no puede ser bueno y no quieres mirar. Te dices a ti
mismo que cuando lo pases, seguirás adelante y no volverás la cabeza
como todos los demás. Pero cuando se trata de eso, no puedes dejar
de mirar. Tienes que mirar. Tienes que mirar o te matará.
Así que miro. Maldición.

Nate: Brooklyn, lo siento si te sentías incómoda en el club, y luego otra vez


bajo la lluvia. Pero al menos admítete a ti misma qué sentiste algo. Sé que
no fui el único. N.

¿Qué tiene eso que ver con nada? Incluso si sintiera algo, y eso
es un gran maldito si, nunca haría nada al respecto. Fue mi primer
enamoramiento, mi primer amor. Es comprensible que pueda tener
algunos sentimientos residuales. Además, él es caliente. Sin
embargo, no voy a convertirme en una estadística de Nathan Riley;
así que le digo.

Yo: Nunca soñaría con convertirme en otra muesca en el poste de tu cama,


incluso SI tuviera sentimientos por ti, los cuales NO tengo. B.

Firmo mi texto de la misma manera en que él firmó el suyo. Con


retraso, me doy cuenta de que usé una B, no una L.
Unos segundos después, me envía un mensaje de texto.
¿No tiene nada mejor que hacer?

Nate: ¿Así que le has contado a cómo se llame todo sobre nuestra semana
juntos? N.

Vale, ahora me estoy enfadando.


Yo: En primer lugar, su nombre es Michael. Y no fue NUESTRA semana
juntos, fue mi semana con Emma. B.

Nate: puramente semántica. Supongo que no le dijiste entonces. Fue muy


bueno verte. He pensado mucho en ti y desearía que las cosas hubieran sido
diferentes. Quiero decir, lo siento, por tantas cosas. Cosas que sucedieron
hace mucho tiempo. Cosas de las que no puedo hablar. Solo sé que lo siento.
N.

¿Por qué no pudo haber dicho esto la semana pasada? ¿Qué


tienen los chicos y su incapacidad para comunicarse?

Yo: Te agradezco que digas eso, aunque no cambia las cosas. B.

Nate: Ojalá pudiera. Ojalá me dieras la oportunidad de probarlo. Tiraría


mi viejo poste de la cama y tú podrías ser la ÚNICA muesca en el nuevo.
N.

Palabras, solo palabras. No estoy segura de por qué querría


perder el tiempo con alguien que está tan lejos cuando claramente
tiene muchas candidatas dispuestas a su alrededor.
Decido ignorar su último mensaje y empiezo a limpiar.
Afortunadamente, él no me envía ningún otro mensaje de texto.
Pero eso no me impide revisar mi teléfono cada pocos minutos.

Han pasado unos días desde que Nate me envió aquel mensaje de
texto. Supongo que ha perdido su interés ya que yo no mostré
ninguno. Emma me interrogó sobre todo acerca de la escena de los
mensajes de texto con él y cree que lo manejé apropiadamente, lo cual
es bueno, porque si sabe algo, es cómo manejar a los hombres.
Estoy saliendo a cenar con Emma cuando suena mi teléfono.

Nate: Sabes, es costumbre en este país agradecer al dador de regalos.


¿Asumo que lo haces? N.

Bueno, esto es genial. Ahora tengo que mostrarle a Emma el texto


porque no lo dejará pasar, y luego querrá saber todo sobre las flores
y la comida que él envió y de las que nunca le conté.
Así que confieso todo.
Entonces la conversación toma un giro que no esperaba.
—Bueno, ¿por qué no le has dicho a Michael? —pregunta ella
Mierda, ¿Por qué no le he dicho?
¿Por la perra está del karma? ¿Por qué me siento culpable incluso
al mirar en la dirección de otro hombre? ¿Por qué si lo admito, en el
fondo sigo albergando sentimientos incluso si el sentido común me
dice que es solo porque él fue el primero?
—Porque no quiero causar problemas donde no los hay, Emma.
Nate no es un problema. Amo a Michael. Fin de la historia. No hay
razón para molestar a Michael.
No estoy segura si estoy tratando de convencer a Emma o a mí
misma, pero ella no insiste en el tema y yo no respondo al mensaje de
texto de Nate.

Es viernes por la noche y Emma tiene una cita con Graham. De
acuerdo, no es una cita real ya que ella está, de hecho, en la habitación
de al lado y él todavía está en Raleigh. Es una cita por Skype, pero ella
cree que es real, así que la acompañaré.
Así que aquí estoy, sola. Sola porque Michael está en el hospital,
otra vez. Estoy sentada en casa tratando de averiguar qué película
slasher ver. Emma es más una chica de comedias románticas. Yo no,
denme la sangre, las tripas y los cadáveres. Nunca me cansaré de
gritarle a la televisión porque alguien en la película es lo
suficientemente estúpido como para ir a algún lado solo. Entonces,
mi teléfono suena.

Nate: La mayoría de la gente dice que Viernes 13 es mejor que Pesadilla


en la calle Elm porque es demasiado increíble que la gente pueda morir en
sus sueños. ¿Tu qué piensas? N.

¿Qué? ¿Cómo diablos?


Miro por encima de mi hombro y alrededor de la habitación. Mi
teléfono vuelve a sonar antes de que pueda responder.

Nate: Si asumo correctamente, Emma está en la habitación contigua a la


tuya, al igual que Graham a mí, dejándonos tranquilos por el resto de la
noche. ¿Todavía te gustan las películas de miedo? N.

Él es bueno. ¿Qué, grabó todo nuestro encuentro en la escuela


secundaria?

Yo: Primero, ¿cómo sabes que no estoy sentada aquí con Michael? En
segundo lugar, ¿por qué no estás galanteando en caza de tu próxima
conquista? B.
Nate: ¿Galanteando? Eres toda una artífice de las palabras. Oí a Emma
hablar de que estabas sola en casa, y yo no. Galanteo, si. Compré un poste
de cama nuevo. N.

Suspiro y, como estoy (estamos) tan aburrida, ponemos la misma


película y de vez en cuando enviamos mensajes de texto sobre lo
estúpidos que son los personajes.
Cuando termina la película y estoy lista para acostarme, le envío
un último mensaje de texto.

Yo: A la cama. Por favor, no comentes nada sobre eso. PD: Gracias por las
flores, y esas cosas. B.

Nate: De nada por las flores y «esas cosas». Duerme bien, hermosa. N.

Bueno, mierda.

Vuelvo a leer su texto. Justo esto es por lo que tengo que terminar
esta… cosa. Sea lo que sea esto. Él no puede llamarme hermosa. No
puede hacer referencias a su cama y a mí.
Tengo que decirle a Michael.

Sentada en la tienda después del ajetreo del lunes por la mañana,
pienso en el fin de semana que pasé con Michael. El raro fin de
semana en el que realmente estuvo cuarenta y ocho horas seguidas
fuera del hospital.
El fin de semana perfecto con el chico perfecto.
Realmente no pensé que iba a resultar de esa manera. Había
decidido exponerlo todo allí. Bueno, casi todo. Pueden haber habido
algunos detalles menores que omití, pero, en su mayor parte, fui
completamente honesta, diciéndole lo incómoda que estaba con Nate
y cómo él es un mujeriego y que sí, bailamos lento una vez pero solo
porque todos los demás lo estaban haciendo y que no. NO nos
besamos.
Técnicamente, es la verdad, no lo hicimos. Nosotros podríamos
haberlo. Casi lo hicimos. Pero al final, no nos besamos, y no hice nada
malo.
Incluso dije que de alguna manera había conseguido mi número
y me había enviado un mensaje de texto. Me ofrecí a mostrarle los
textos si quería. Por supuesto, dijo que no necesitaba ver los textos.
Dijo que confía completamente en mí y que si quisiera a alguien más,
estaría con alguien más y que sabe que nunca lo dejaría por alguien
como Nate, un infiel que abandonó a una joven y arruinó un
matrimonio.
Una vez un tramposo, siempre un tramposo, dijo.
Cuando lo pienso, me doy cuenta de que todo lo que dijo Michael
es verdad. Si quisiera estar con Nate, podría estar con Nate. Pero,
¿qué lograría con eso? Él simplemente me lastimaría de nuevo.
Incluso si tuviera sentimientos por él, que no los tengo, me engañaría
y pasaría a su próxima conquista.
Sabía todo esto, pero de alguna manera Michael me lo dijo para
que realmente lo entendiera.
Sé lo que tengo que hacer. Si vuelve a contactarme, le rogaré que
me deje en paz. Le pediré a Graham que haga lo que sea necesario
para mantenerlo alejado de mí. Necesito concentrarme en Michael.
Mi vida está con él, con el hombre perfecto que sé que me será fiel.
Me invade una sensación de alivio. El peso ha sido quitado de mis
hombros.
Estoy en paz.

Ha pasado casi una semana desde que Nate me escribió por
última vez y realmente pensé que simplemente se marcharía para no
tener que confrontarlo. Soy mala para las confrontaciones. Pero mi
teléfono suena, y el Karma simplemente no me deja en paz.

Nate: He intentado mantenerme alejado, hacer lo correcto, pero no puedo.


Sé la razón por la que lloraste esa noche en el club. Yo también recuerdo la
canción. Recuerdo todo sobre esa noche. Brooklyn, siempre quise que
fueras tú. Ojalá pudiera explicar las cosas, por favor déjame hacerlo. N.

Maldición.
Desearía que detuviera esto, solo lo está haciendo más difícil.
Tengo que decirle que se vaya, si quiero tener la oportunidad de ser
feliz.
Tomo una respiración profunda y escribo un texto.

Yo: Nate, le conté todo a Michael y fue muy comprensivo. Él es al que amo.
No quiero a nadie más. No te quiero a ti. Lamento lo que pasó en aquel
entonces y que hizo que te fueras, pero esta es mi vida ahora. No puedo
tenerte en ella. He hecho mi elección. No vuelvas a contactarme. Por favor.

Estoy temblando mientras releo el texto. Cierro los ojos, suspiro


y presiono enviar.
Abro una botella de vino y bebo una copa bastante rápido. Estoy
orgullosa de mí misma por mi determinación. Hice lo correcto, y
ahora estoy lista para seguir adelante.
Mi teléfono suena.
¡Increíble!

Nate: Brooklyn, prometo respetar tu solicitud de no volver a contactarte.


Solo tenía que enviarte un mensaje de texto final. Por favor, haz algo por
mí, por el viejo yo que conociste en la escuela secundaria antes de que me
fuera y arruinara todo. Escucha una canción para mí. Be My Reason. Es
mi historia. Así es como me siento. Dice todo lo que yo no puedo decir. Dice
todo lo que quiero. Siempre has sido tú. Nate.

Al igual que el maldito accidente automovilístico que no puedo


dejar de mirar, se necesita una batalla de cinco segundos entre mi
conciencia y la diosa interior antes de que tome mi teléfono y
descargue la canción.
Escucho atentamente el coro.

Sé mi razón.
Mi causa, mi luz
Sé mi razón
Mi propósito, mi vida
Porque bebé, siempre fuiste tú
tu eres mi razón
me has ayudado.

La canción suena familiar. Se trata de un hombre que había


lastimado a una mujer y le pide ayuda, que ella sea la razón para que
él cambie y se convierta en una mejor persona. Al final de la canción,
las lágrimas corren por mis mejillas. Es un gesto muy romántico, que
habría sido agradable hace unos ocho años. Incluso podría haber
funcionado conmigo entonces.
Pero esta emoción que estoy sintiendo en este momento… la
lucho… no es real. Es la emoción de aquella chica de diecisiete años
que ya no soy.
Busco los mensajes de texto que me envió y presiono borrar todo.
Entre estudiar para los exámenes y todo mi tiempo en la
panadería, y por darle a Kaitlyn unas merecidas vacaciones, las
últimas semanas han pasado volando.
La vida es buena. La vida es cómoda.
Michael y yo hemos estado planeando una boda. Probamos
pasteles y escuchamos algunas bandas en sus raras noches libres. En
todo caso, siento una conexión más profunda con él que nunca.
Nate se ha mantenido fiel a su palabra y no me ha contactado en
absoluto. Mi corazón se ha curado en su mayor parte, y tal vez fue
algo bueno ir a Raleigh con Emma y encontrarme con él. Creo que
podría haber llevado esa ira y resentimiento para siempre. La he
dejado ir ahora.
Incluso puedo volver a tomar el atajo a la casa de mis padres, lo
que significa pasar por la entrada de The Bend. Todavía no creo que
alguna vez vaya a volver allí, pero los pasos de bebé son buenos.
Incluso me encuentro pidiendo mi golosina favorita nuevamente, un
batido de chocolate y papas fritas, cada vez que salimos. Me
avergüenzo de privarme de esta delicia durante tanto tiempo.
Una noche más de estudio y nunca más tendré que abrir un libro
de texto. Por una vez, me alegro de que Michael tenga un turno largo
que incluya la noche. Si hoy fuera uno de sus días libres, sentiría la
necesidad de pasarlo con él ya que tenemos muy pocos juntos. Pero,
por suerte, él está allí y yo estoy aprovechando su tranquilo
apartamento para estudiar durante la noche.
Mañana por la mañana tendré que visitar el campus al otro lado
de Savannah para tomar los tres exámenes de mis cursos en línea. No
me dejarán graduarme a menos que me presente en persona a los
exámenes. No estoy preocupada por los exámenes en absoluto. Sé que
los pasaré. Pero al igual que tuve que perfeccionar mi receta de red
velvet a pesar de que mi receta original era buena, no puedo
presentarme a un examen sabiendo que simplemente aprobaré.
Tengo que saber que aprobaré con gran éxito.
Así que estudio todo el material una y otra vez.

Me despierto en la cama de Michael rodeada de libros de texto
aún abiertos y notas esparcidas por toda la cama. Sonrío sabiendo que
este es el último día de clases.
Les envío un mensaje de texto a Michael y Emma.
Yo: Deseadme suerte. ¡Aquí voy!
Emma me envía inmediatamente un mensaje de texto a pesar de
que es temprano.
Emma: Lyn, tú no necesitas suerte. ¡Eres asombrosa!
No recibo una respuesta de Michael, pero no espero una. Cuando
está trabajando, le toma un tiempo volver conmigo. Estará en casa,
probablemente durmiendo, cuando termine con mis pruebas, y tengo
planes especiales que involucran cómo despertarlo.
Cuatro horas después salgo, zombificada, de mis tres pruebas.
¿Cómo puede una persona regurgitar tanta información en esa
cantidad de tiempo?
Miro a los estudiantes que caminan por el campus y sonrío con
una enorme sonrisa que me rompe la cara porque ya no soy una
estudiante, bueno, técnicamente no hasta después de que me
entreguen mi diploma el próximo mes, pero no estoy contando eso.
Meto la mano en mi bolso y enciendo mi teléfono de nuevo.
Sonrío cuando veo que tengo varios mensajes de voz de Michael, de
Emma y de mi mamá.
Sonrío cuando escucho la voz de Michael.
—Lyn, sé que probablemente no entenderás esto hasta después
de tus exámenes, pero estoy seguro de que lo hiciste muy bien. Eres
tan inteligente y hermosa y no puedo esperar para compartir toda mi
vida contigo. Me dirijo a casa ahora y probablemente estaré
durmiendo, pero quiero que me despiertes. Deberíamos celebrarlo,
como más quieras. —Él ríe. —Te veré más tarde. Te quiero cariño.
¿De la forma que yo quiera? Sí, eso es algo en lo que yo también
estaba pensando. Prácticamente estoy saltando a mi auto mientras
escucho el siguiente mensaje de voz de Emma.
—Lyn, eh, necesito que vengas al hospital. Ha habido un
accidente y —hace una pausa y se aclara la garganta, —solo ven a la
sala de emergencias, estaré aquí.
Parece nerviosa, incluso ansiosa, pero también emocionada.
Creo que sé lo que está pasando aquí. Escucho el siguiente
mensaje de voz, este de mamá.
—Cariño, no quiero que te preocupes y necesitamos que
conduzcas con cuidado, pero debes venir al hospital tan pronto como
recibas este mensaje. Te veremos pronto.
Sonrío. Sí, tal como lo sospechaba.
De verdad, podrían ser un poco más originales, pero supongo que
cuando prácticamente vives en el hospital, haces lo que tienes que
hacer.
Miro mi reloj para asegurarme de que llegaré a la hora que le dije
que podría terminar con mis exámenes. No quiero llegar demasiado
pronto y arruinar la sorpresa.
Mientras conduzco veinte minutos hasta el hospital, recuerdo la
última vez que hubo una emergencia.

—¡Lyn, tienes que venir al hospital ahora mismo! —chilló la voz
temblorosa de Emma en mi correo de voz cuando salía de la
panadería ese día. —Michael está bien, pero colapsó en el trabajo y
pregunta por ti.
Traté de devolverle la llamada, pero no pude comunicarme con
ella, lo cual era inusual ya que prácticamente se ducha con su
teléfono.
Traté de llamar a Michael pero fue directo al correo de voz.
Ni siquiera pude contactar a mis padres. Me estaba preocupando
y conduje en un tiempo récord.
Al llegar a la sala de emergencias, no pude encontrar a Emma, así
que le dije a una enfermera quién era y ella me hizo pasar de
inmediato a una habitación grande y se fue sin decir una sola palabra.
Mirando alrededor de la habitación, me di cuenta de que era la misma
habitación donde conocí a Michael por primera vez, dieciocho meses
antes.
Era una sala clínica muy blanca con una de esas cortinas que
separan a todos los pacientes que están en el área.
Escuché que alguien se aclaraba la garganta y pensé que debía
ser Michael, así que me acerqué a la cortina, la aparté rápidamente
hacia un lado y me sorprendió lo que vi.
De pie allí, con sonrisas estúpidas en sus rostros, estaban casi
todos los que conocía. Mis padres, los padres de Michael, el hermano
y la hermana de Michael, Emma, Kaitlyn, algunos otros amigos
cercanos y algunos miembros del personal del hospital a los que
Michael llamaba amigos.
Luego miré hacia abajo para ver a Michael frente a mí, de
rodillas, todavía con su bata, sosteniendo una pequeña caja de
terciopelo negro.
—Lyn, sé que este no es el lugar más romántico para esto, pero
pensé que si no estás acostumbrada a esto ya, habrías salido
corriendo por esa puerta hace mucho tiempo.
Ya tenía lágrimas corriendo por mi rostro.
—Creo que me enamoré de ti en el momento en que te vi en esta
misma habitación. Eres lo mejor que me ha pasado y quiero pasar el
resto de mi vida contigo. —Las lágrimas comenzaron a correr por su
rostro también. —Lyn, ¿quieres casarte conmigo?

Me pregunto qué va a hacer para superar eso. Debo admitir que
planear algo hoy me tomó por sorpresa. Esperaba algo después de la
graduación el próximo mes, pero no ahora, y especialmente no el día
después de uno de sus largos turnos de treinta y seis horas.
Probablemente por eso mismo eligió hoy, porque no me lo esperaba.
Él es un amor.
Llego al hospital y aparco en la plaza de urgencias. Una vez dejé
mi auto en la plaza de ambulancias; casi lo remolcan. Eso no volverá
a pasar.
Cuando entro a la sala de emergencias, hay una enfermera
esperándome. Casi todos me conocen ahora. Ella me está dirigiendo
a una habitación privada. Habitación privada, buen toque.
Cuando entro en la habitación, estoy tan emocionada de ver a
todos allí. Los reconozco a todos. Nuevamente, son los padres de
Michael, su hermano y hermana y sus hijos. Un poco exagerado traer
a los niños, pero lo aceptaré. Mis padres están allí. Veo a Emma, pero
a ninguno de mis otros amigos. Tal vez salten y me sorprendan en un
minuto.
Emma se abre paso entre todos para llegar a mí cuando me ve
entrar en la habitación. Tiene lágrimas corriendo por su rostro. Me
abraza, casi empujándome, y puedo sentir su cuerpo agitarse
mientras me aprieta.
¿Qué está pasando? ¿Dónde están los globos y el pastel?
Es entonces cuando realmente examino las caras de todos en la
sala. La mayoría están llorando. Mi padre está sentado con la cabeza
entre las manos. La hermana mayor de Michael, Janie, está en la
esquina con su hija de diez años, Amanda, tratando de consolar al
niño que está prácticamente histérico. La madre y el padre de
Michael están abrazados y ella está temblando y llorando.
¿Dónde está Michael?
Miro frenéticamente alrededor de la habitación otra vez,
insegura. Él no está aquí. Miro detrás de mí hacia el pasillo y no lo
encuentro allí, pero veo a varios miembros del personal dando
vueltas, llorando y abrazándose.
—Lyn, lo siento mucho. —Emma hipa las palabras. —Lo siento
mucho.
¿De qué se arrepiente? ¿Qué ha sucedido?
Levanto la mano para detener el cosquilleo en mi cara y me doy
cuenta de que tengo lágrimas corriendo por mis mejillas.
—Alguien dígame qué está pasando. ¿Dónde está Michael?
Todos se miran por un segundo antes de que mi padre se levante
y se acerque para tomar mis manos entre las suyas.
—Brookie —dice, llamándome por un apodo que no ha usado
desde que yo era una niña pequeña, —Michael tuvo un accidente de
camino a casa después del trabajo esta mañana. Creen que podría
haberse quedado dormido. Su auto se salió de la carretera y chocó
contra un muro de contención. —Toma una respiración profunda que
parece que dolorosa. —Brook.
No, no, no, no, no, no, no, no.
—No, no lo digas —le suplico.
—Brookie, lo siento. No parece que lo vaya a lograr. —Me atrae
en un abrazo con Emma.
—¡No! —grito. —Detente. Deja de hablar. Él estará bien. Michael
está bien. Llévenme con él. Solo necesita verme. Todo estará bien
cuando me vea. Estamos en medio de la planificación de nuestra
boda, no me dejará ahora. No. Esto no está bien. Esto no está
pasando.
Intento separarme de Emma y de mi padre, pero me sujetan con
tanta fuerza que no puedo moverme. Mi papá me lleva a una silla y
me ayuda a sentarme cuando algunos médicos entran en la
habitación para hablar conmigo.
Ni siquiera estoy aquí, en ésta habitación. No estoy aquí. Estoy
fuera de mi cuerpo, flotando hacia arriba, mirando a mis amigos y
familiares mientras se desmoronan. Me siento entumecida. No puedo
moverme. Las lágrimas ruedan por mi rostro, empapando la tela de
la parte delantera de mi blusa de seda. Escucho palabras como
soporte vital y muerte cerebral, pero en realidad no estoy escuchando.
No puedo armar un pensamiento y mucho menos prestar atención a
estos médicos y sus términos técnicos cuando sé que lo que me están
diciendo es que mi vida ha terminado.
Mi amor. Mi Michael. Él me está dejando.
Mi estómago da vueltas. Me voy a enfermar.
Salgo de mi silla y una de las enfermeras me agarra del brazo y
me lleva al baño más cercano justo a tiempo para que pierda mi
desayuno en el lavabo.
Los pasos se escuchan detrás de mí y luego mi madre y Emma
están aquí frotándome la espalda y entregándome algunas toallas de
papel mojadas.
Me hundo en el suelo y me quedo ahí hasta que estoy segura de
que no volveré a vomitar.
Emma me da un chicle. Ella siempre está preparada.
Miro alrededor del baño. Huele a lejía. Observo el suelo y
distraídamente espero que esté limpio. Está tranquilo aquí. El
zumbido del sistema de calefacción es lo único que puedo escuchar y
es inquietantemente tranquilo.
Todo el mundo está esperando que yo haga algo. No quiero irme
de este lugar. Tan pronto como lo haga, nada será igual.
—¿Brooklyn? —Mamá me saca de mi trance.
Miro a mi madre y a Emma. —No se que hacer. ¿Qué se supone
que debo hacer? Dime qué hacer.
Mi madre, con vestido de diseñador y todo, se sienta en el piso
del baño de la sala de emergencias a mi lado y toma mis manos. Me
mira a los ojos. —Ve a despedirte de él —dice.
Aquí es cuando empiezo a perderlo. Lloro fuerte, muy fuerte. Me
duele tanto el corazón que creo que debo ser la única persona en el
mundo que ha sentido tanto dolor.
Siento el suave toque de mi madre, su mano recorriendo mi largo
cabello. Comienza en la parte superior de mi cabeza y alisa mi cabello
hasta que llega a las puntas. Esto es algo que ella hizo por mí cuando
era niña y me lastimaba una rodilla, o cuando no me eligieron para el
equipo de fútbol en la escuela secundaria, o cuando mi proyecto de la
feria de ciencias no funcionó.
O cuando mi prometido se está muriendo.
Minutos después, u horas, he perdido la noción del tiempo, ella y
Emma me ayudan a levantarme y me sacan del baño. Dejo que me
lleven porque soy nada más que un cascarón de persona. Soy un títere
sin vida llevado por otros. No puedo sentir mis piernas moverse, pero
puedo ver que estamos caminando porque pasamos junto a extraños
en la sala de emergencias.
Veo a un niño pequeño con un brazo torcido que está siendo
consolado por su madre mientras su hermana pequeña dibuja con sus
crayones en la mesa junto a ellos. La madre hace contacto visual
conmigo y puedo ver en sus ojos que ella sabe. Ella sabe que nunca
tendré un niño pequeño con cabello castaño rojizo que se caiga de la
bicicleta y necesite que su madre lo lleve al hospital para que su papá
pueda curarlo. Ella sabe que nunca tendré una niña de ojos grises que
crezca y le encante hornear como su mami.
Mientras caminamos por el pasillo, veo a una señora mayor
empujando a su esposo en una silla de ruedas que está adornada con
globos que dicen «mejórate, abuelo». Mi paso vacila. Michael nunca
llegará a ser abuelo. Él no envejecerá conmigo. No envejecerá en
absoluto.
Cierro los ojos y me niego a mirar a nada ni nadie más.
Debemos subirnos a un elevador porque aunque he dejado de
caminar aún siento movimiento. Al igual que mi corazón ha dejado
de latir, todavía estoy viva.
—Estamos aquí —susurra mi madre contra mi cabello, todavía
manteniendo un fuerte agarre alrededor de mis hombros.
Abro los ojos y veo a los padres de Michael afuera de una puerta
cerrada. La puerta que me conducirá a mi prometido. La puerta de la
tumba que lo encierra. Quiero entrar allí con él y nunca salir.
Miro a sus padres, a su madre en particular, y me doy cuenta de
que ella está tan rota como yo. Nunca he estado muy cerca de ella,
pero en este momento compartimos un vínculo que nadie más puede
imaginar. Somos parte de un club al que nadie quiere unirse.
Amamos al hombre detrás de esa puerta más que cualquier otra
mujer en este mundo.
Nos acercamos simultáneamente y nos abrazamos, temblando y
llorando. Es extrañamente reconfortante saber que alguien más
siente el alcance de mi dolor.
Ella se aparta y me mira.
—Lyn, pensamos que te gustaría un momento para estar a solas
con él antes de…
Ella no puede decir las palabras. Yo ni siquiera puedo pensar las
palabras.
Miro hacia la puerta y no puedo evitar pensar que en cuanto la
atraviese y él me vea, me oiga, me huela, se despertará. Nuestro amor
es tan fuerte que seré yo quien lo saque de donde está.
Todos verán que los médicos se equivocaron. Se equivocan a
veces. Michael siempre me cuenta historias de cómo las personas
tienen estas recuperaciones milagrosas que van más allá de lo que la
ciencia puede explicar. No tengo ninguna duda de que él será uno de
esos casos.
Encuentro, por fin, las palabras.
—Sí, me gustaría eso. Gracias —digo, y le doy un último abrazo.
Vuelvo a mirar a Emma y a mi madre. Esta última me da una
sonrisa débil.
—Estaremos justo afuera de esta puerta si nos necesitas— me
dice.
Me doy la vuelta para empujar la puerta cuando una enfermera
me agarra del codo y procede a decirme que hay muchos cables
conectados y una máquina que está respirando por él, por lo que le
sale un tubo por la boca. También me dice que hay un vendaje
envolviendo su cabeza y algunos otros en sus brazos.
Todo lo que puedo hacer es asentir hacia ella y mirar
fijamente.
Me deja pasar por la puerta y la cierra suavemente detrás
de mí. Estoy abrumada por los suaves sonidos en la
habitación. El zumbido del ventilador y el bip-bip-bip del
monitor cardíaco resuenan en la habitación oscura. Intento
hacer coincidir los latidos de mi corazón con los de él, pero
el mío late demasiado rápido.
Tomo nota de su apariencia, comenzando con los
vendajes en la parte superior de su cabeza. Todavía puedo ver
su hermoso rostro, pero ahora está estropeado por un corte
en la frente y algunos rasguños en la mejilla.
Todavía se parece a mi Michael.
Lleva una bata de hospital blanca y azul, y sus brazos
están extendidos y descansando a su lado. Uno de ellos está
vendado casi por completo desde el hombro hasta la muñeca,
mientras que el otro parece completamente ileso.
Me siento en la silla cerca de la cama y tomo su mano en
la mía. Su mano es mucho más cálida de lo que pensé que
sería. Lo llevo a mis labios y beso su piel intacta.
—Michael —susurro. —Te necesito. No me dejes.
Las lágrimas caen sobre su mano y ruedan sobre la cama.
Me siento, frotándole la mano, siendo arrullada por el ruido
rítmico de las máquinas. Es extrañamente reconfortante
estar envuelta en este sonido. Tal vez por eso él no se
despierta.
—¡Michael! —gimo. —Tienes que despertar ya. Tenemos
tantos planes que hacer. Mis exámenes terminaron y ahora
puedo concentrarme en nuestra boda.
Le hablo de eso, de nuestra boda que será de ensueño. Le
hablo de nuestros hijos; un niño y una niña, tal como lo
planeamos.
Hablo y hablo hasta que se me seca la garganta.
La puerta se abre y entran sus padres.
—No, no estoy lista. No estoy lista —lloro, negándome a
soltar su mano.
—Lyn, cariño —me dice el padre de Michael. —Ya se ha
ido. Este no es Michael. Es hora de dejarlo ir. —Él tira de mí
y de su esposa en un abrazo. —Nadie más quería estar aquí
cuando… —su esposa deja escapar un grito ahogado mientras
él continúa, —bueno, si quieres quedarte, estaremos aquí
también.
Algunos médicos y enfermeras entran en la habitación.
Dios, esto está ocurriendo. Esto realmente está sucediendo.
No suelto su mano. Un médico le dice algo al padre de
Michael, quien asiente con la cabeza. El médico nos explica
a todos lo que sucederá, pero no puedo verlo a través de mis
lágrimas borrosas y no puedo escucharlo a través del sonido
de mi corazón latiendo en mis oídos.
Su mamá y su papá caminan hacia el otro lado de la cama
y su mamá sostiene la otra mano de Michael.
Su padre asiente con la cabeza a los médicos.
Primero apagan el monitor cardíaco e inmediatamente
pongo mi cabeza en su pecho para que todavía pueda sentir
los latidos de su corazón.
¡No te vayas! ¡No me dejes!, grito en mi cabeza.
Oigo que alguien acciona un interruptor y cesan los
silbidos y zumbidos. La puerta se abre y algunas personas
salen. La habitación está tan tranquila, casi pacífica. Los
únicos sonidos son sollozos ahogados.
Su pecho sube y baja unas cuantas veces más y luego se
queda quieto.
Respira, le imploro.
Su corazón sigue latiendo, aunque puedo sentir que se
desacelera. Se vuelve más y más ligero y cuando siento que se
escapa, agarro su mano con más fuerza. Pongo mi otra mano
alrededor de él, debajo de su espalda y me amoldo a su pecho.
Quiero ser parte de él, parte de su cuerpo, parte de su alma.
Quiero volverme una con él en este momento para que
dondequiera que vaya, sea cual sea el viaje que emprenda,
pueda llevarme con él.
Sus latidos son más y más lentos en mi oído, y entonces,
nada.
Michael… llévame contigo.
Dos años más tarde.

—Emma, si hubieras tenido un ensayo, como cualquier


otra novia, no estarías tan asustada en este momento.
—No estoy asustada, Lyn —dice, mientras el peluquero le
quita los rulos súper grandes de la parte superior de la
cabeza. —Estoy emocionada. Sabes que Graham no podía
tomarse más tiempo libre que las dos semanas de nuestra
luna de miel. Así que no tuvimos un ensayo. ¿Qué tan difícil
puede ser recordar en qué orden caminar por el pasillo? —
Me señala en el espejo. —Tú eres la que está enloqueciendo.
—No lo estoy —me quejo. Aparentemente soy una niña
de diez años.
—Lyn, lo entiendo. No lo has visto en casi dos años. Sé
que estás nerviosa aunque no lo admitas.
Pongo los ojos en blanco.
—Lo que sea. De todos modos, ¿viste el mapa de
asientos? El nombre de su acompañante es Candy. ¿Qué tipo
de nombre es ese? Si me preguntas, parece que pertenece a
una película de «garganta profunda». O tal vez es una
stripper.
Emma se ríe de mí y me da una gran sonrisa mientras
sacude la cabeza. Los grandes rizos rebotan sobre sus
hombros. Ella está preciosa. Quiero decir, Emma es hermosa
todo el tiempo, pero hoy… wow, incluso me quita el aliento.
Graham será hombre muerto en el altar.
El altar. El lugar donde voy a verlo de nuevo. De todos los
lugares en todo el mundo, tiene que ser en el maldito altar de
una iglesia donde lo veré.
Me veo a mí misma en el espejo. Me encanta lo que ha
hecho el peluquero con mi pelo. Lo tengo en un toque francés
con zarcillos saliendo por todas partes. El maquillador ha
transformado mi cara en algo que incluso creo que es bonito.
¿Cómo usa diez libras de maquillaje pero hace que parezca
que ni siquiera tengo puesto?
—Chica… estamos calientes. —Emma se ríe. —Los
muchachos tendrán un colapso total.
—¿A quién le importa cómo luzco yo? Tú eres la que está
caliente. —Tengo una lágrima en mi ojo. —Emma, eres tan
hermosa y estoy tan feliz por ti.
—Dios, Lyn, no llores y arruines el maquillaje. Y no todos
los ojos estarán puestos en mí. —Ella me guiña un ojo en el
espejo. —Dudo que Nate siquiera me note después de que
camines por el pasillo luciendo como… —Ella mueve su mano
por mi cuerpo.
—Dos años, Emma. Han pasado dos años y ambos hemos
seguido adelante. No estoy interesada en otra relación.
Especialmente no con él. Además, está aquí con Cherry,
Chicklet o como se llame.
—Es Candy —me recuerda, poniendo los ojos en blanco.
Veinte minutos después estoy parada en las puertas del
santuario, haciendo todo lo posible para apoyar a Emma.
Después de todo, este es su gran día. No puedo dejar de
pensar en lo que sucederá en unos treinta segundos cuando
atraviese estas puertas.
—Todo estará bien, Lyn. Ya verás —dice, consolándome.
Soy la peor mejor amiga de la historia. —Lo siento,
Emma. Soy yo quien debería decirte eso. —Arrugo la frente.
—Emma, eres la mejor amiga que cualquiera podría desear y
te mereces toda la felicidad que has encontrado con Graham.
—Tiro de ella para abrazarla, con cuidado de no tirar de su
velo. —Te voy a extrañar mucho.
—Yo también te quiero cariño. —Ella se aparta y me
empuja hacia la puerta. —No te preocupes, Thelma, nos
seguiremos viendo mucho, incluso después de que me mude
a Raleigh. Ahora, vamos a casarme.
Las puertas se abren y nos alineamos para entrar en la
enorme sala con techos altos que ha sido adornada con flores
moradas y blancas. Flores a juego con el vestido que llevo. El
vestido que eligió Emma específicamente porque pensó que
iba muy bien con mi cabello oscuro.
El portador del anillo y la niña de las flores comienzan su
caminata, seguidos por dos de las hermanas de la hermandad
de mujeres de Emma y luego la hermana de Graham. Cuando
es mi turno, tengo que recordarme mover mis pies.
Este es el día de Emma, me recuerdo. No lo arruines.
Comienzo mi procesión por el pasillo y prometo no mirar
hacia donde están Graham y sus padrinos de boda. Miro a los
invitados sentados en los bancos. Busco a mi mamá y mi papá
y me concentro en ellos.
Tengo que cerrar los ojos por un segundo para detener las
lágrimas que amenazan con salir cuando se me cruza por la
mente que esta debería haber sido mi boda. Debería caminar
por el pasillo vestida de blanco, no de morado. Y debería ser
Michael el que esté esperandome en el altar.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas y abro los
ojos. Entonces pasa, porque es como ese accidente que no
puedes dejar de mirar.
Lentamente levanto los ojos y muevo la mirada de la
alfombra a mis pies a los escalones en la parte superior del
altar. Veo los zapatos negros brillantes a juego de muchos
pies parados uno al lado del otro. Mis ojos inmediatamente
encuentran el par de zapatos justo a la derecha del primer
par. Sé que pertenecen a Nate.
Observo los pantalones negro azabache del esmoquin y el
contraste de la camisa blanca, la delgada corbata negra y la
chaqueta negra que cuelga tan gloriosamente sobre sus
anchos hombros. Mi corazón late con fuerza y estoy segura
de que los que me rodean pueden oírlo.
Cuando mis ojos se encuentran con los suyos, mi corazón
salta fuera de mi pecho y se estrella contra el suyo. Me mira
con la boca abierta. Creo que lo veo decir «oh, Dios mío».
Graham le da un codazo y sonríe.
Está tan guapo con el esmoquin que no puedo apartar la
mirada. Su pelo es más largo que hace unos años y se enrolla
en los extremos, como en la escuela secundaria. Esos ojos
azules saltan hacia mí y casi olvido dónde estoy.
La música procesional cambia a Here Comes the Bride.
Emma no fue más que tradicional en la planificación de su
boda.
Respiro y arrastro mis ojos lejos de los de Nate y termino
mi camino hacia el frente.
Debería estar pensando en Emma ahora mismo mientras
camina por el pasillo, mirando a Graham a los ojos. Pero todo
en lo que puedo pensar es en cómo voy a pasar esta noche con
él en la misma habitación. Él en la misma habitación luciendo
delicioso en ese esmoquin a la medida. Él en la misma
habitación con Candy, la estrella porno.
No debería importarme.
En silencio juro que no me importará.
Estoy tan jodida.
Afortunadamente, puedo cumplir con mis deberes de
dama de honor y me las arreglo para pasar la breve ceremonia
sin mirar a Nate. Sin embargo, cuando el ministro los declara
marido y mujer y todos aplauden, no puedo evitar mirarlo.
Tiene una sonrisa orgullosa en su rostro y está viendo a
su mejor amigo besar a mi mejor amiga. Mueve sus ojos en
mi dirección y me da la sonrisa. Esa sonrisa. La que persigue
mis sueños.
Graham y Emma comienzan a caminar juntos por el
pasillo.
Oh diablos.
Esto es lo que pasa cuando no tienes un ensayo. Me
estrello contra el hecho de que tengo que apresurarme a ir al
centro del escenario y hacer la misma caminata con Nate.
Mis piernas temblorosas apenas me sostienen mientras lo
hago. Él, por otro lado, parece ser la confianza reencarnada y
me sonríe. Extiende su codo hacia mí y lo tomo. Después de
todo, ¿qué opción tengo?
—Brooklyn —dice en un susurro.
Coloca su otra mano sobre la mía donde nuestros brazos
están entrelazados. Mi piel está en llamas donde él me está
tocando. Hay pequeñas ondas de choque atravesando mi
cuerpo y creo que debe ser electricidad estática de mi vestido
largo que se arrastra por la alfombra debajo de mí.
Mi corazón late con fuerza en mis oídos. Mis palmas
están sudando. Mi vestido, que me quedó perfecto esta
mañana, de repente me queda demasiado apretado y tengo
problemas para respirar.
Recorremos el pasillo y salimos por las grandes puertas
después de los treinta segundos más largos de mi vida.
Derramé algunas lágrimas de felicidad por Emma, antes
de realizar las fotos.
En la recepción, terminamos nuestros brindis con
muchas risas y algunas lágrimas más.
Cuando veo a Candy sentada junto a Nate en la cena, tiro
dagas a Emma, que se ríe de mí junto con Graham como si
estuvieran compartiendo una broma privada.
Esa perra. ¿Por qué no me lo dijo?
Sentada junto a Nate está la niña de cabello rubio y ojos
azules más adorable que he visto en mi vida. No es una
stripper. Ella se parece a él; debe ser su sobrina.
Cuando miro a Nate, él está disparando sus propias dagas
directamente al hombre sentado a mi lado.
Tuve que traer a alguien. Sabía que vería a Nate y no
quería que pensara que estoy disponible. No lo estoy, no para
él, no para nadie. Ryan era una apuesta segura. Él y yo nos
hemos hecho buenos amigos desde que lo acepté como mi
socio comercial hace seis meses. Él conoce los límites. Él
conoce mi pasado. Tiene una novia increíble y comprensiva.
Él es la cita perfecta para mí.
Trato de no mirar a Nate, pero cuando miro y veo que está
lejos de su asiento, me encuentro escaneando la habitación
para ver dónde está. Lo pillo bailando con su sobrina. O más
bien la pillo de pie mientras él baila.
Ella le sonríe como si él fuera su héroe. Él la hace reír y
chillar pequeños ruidos que solo un niño de seis años puede
hacer.
De pronto, un hombre mayor se acerca, bloqueando mi
vista de Nate.
—Ah, la ilustre Brooklyn. Finalmente nos encontramos
—dice.
¿Finalmente?
Me sonríe y al instante sé quién es. Solo hay otra persona
en el mundo que es capaz de derretirme con esa sonrisa. La
sonrisa que hace que mi corazón se acelere y que me suden
las palmas de las manos.
—Sr. Riley, supongo. —Tomo la mano que me ofrece.
—Por favor, llámame Nathan.
Me está evaluando de una manera que no me hace sentir
incómoda, pero sé que me está evaluando.
—Ahora puedo ver por qué mi hijo se siente atraído por
ti, tú…
—¡Papá! Ven a bailar conmigo —interrumpe Candy, que
ha venido corriendo.
—¿Cómo puedo decir que no a eso? —Él la balancea
hacia arriba y sobre su cadera. —Brooklyn, discúlpame,
¿quieres?
—Por supuesto. Fue un placer conocerlo, ejem, Sr.
Nathan. —Me sonrojo.
Estoy sentada aquí sin saber qué iba a decir. Nate se
siente atraído por mí… ¿todavía?
Ha pasado mucho tiempo.
¿Ha hablado con su padre sobre mí?
Tantas preguntas pasan por mi mente.
Ryan agarra mi mano. —Parece que tú también necesitas
bailar. No estoy seguro de querer que estés de pie sobre mis
pies.
—¿Me estás llamando gorda? —sonrío.
—Claro que no, mujer. ¿Qué tipo de deseo suicida crees
que tengo? —bromea
Bailamos algunas de mis canciones favoritas. Emma me
dejó ayudar con la lista de reproducción. Le hice jurar que no
Nickelback. Todavía no lo escucho, y especialmente menos
cuando Nate va a estar en la misma habitación.
Mi cabeza descansa sobre el hombro de Ryan mientras
bailamos lento cuando atrapo a Nate mirándonos. Me mira
con los mismos ojos que tenía cuando caminaba por el
pasillo. Luego clava sus ojos en Ryan y su rostro pasa por una
transformación de enojado a herido a frustrado mientras su
mano pasa por ese cabello desordenado pero increíble que
tiene.
Me doy la vuelta y termino el baile, determinada a que
Nate no arruine mi velada.
¿A quién estoy engañando? Ya lo ha estropeado. Oh yo lo
he hecho, porque no puedo dejar de pensar en él.
Deja de pensar en él, Lyn.
Mis pies me están matando, así que saco a Ryan de la
pista de baile, pero entonces Nate está ahí, respira hondo y
se vuelve hacia Ryan, extendiendo su mano.
—Michael, solo quería decirte que eres un tipo
afortunado.
Oh, mierda.
Ryan le da la mano y dice: —Estoy de acuerdo contigo en
que soy un tipo afortunado por acompañar a esta hermosa
mujer, pero no soy Michael. Ryan Thompson. —Se vuelve
hacia mí y dice: —Michael, ¿no era ese tu prometido?
Mierda, mierda, mierda.
—¿Era tu prometido? —repite Nate. —Como en, ¿ya no?
—Levanta una ceja.
Ryan mira a Nate, y luego a mí. Varios escenarios se
desarrollan simultáneamente en mi cabeza sobre cómo debo
manejar esto. Al final, sin embargo, me quedo en silencio.
Confundido, Ryan mira a Nate.
—Eh, Michael murió hace casi dos años, Sr…?
La sangre se drena del rostro de Nate y lucha por recordar
su propio nombre. —N-Nate. Riley —se ahoga.
—Oh, mierda… ¡Nate Riley! —Ryan levanta las cejas hacia
mí. Prácticamente puedo ver cómo se apaga la bombilla
sobre su cabeza. Me mira como si me fuera a desplomar aquí
mismo, al borde de la pista de baile. —Bueno, esto no podría
haber sido más incómodo, ¿verdad?
Nate sonríe, el bastardo.
Todavía no he dicho una palabra, no se que decir.
Lo siento, Nate, mi prometido murió poco después de que casi
nos besáramos y les dije a Emma y Graham que no te lo dijeran
porque no te quería en mi vida. De hecho, no te quiero a ti ni a
ningún otro hombre nunca más, así que déjame en paz.
—Ryan —Nate se dirige a él, —¿te molestaría si pidiera
bailar con Brooklyn?
—No lo sé, hombre. Eso depende de Brooklyn, ¿no?
Ambos se giran y me miran.
—Bien —digo. —Un baile.
Avanzo con él hacia la pista de baile mientras comienza
a sonar una canción lenta. Me toma en sus brazos sin siquiera
preguntar, colocando sus manos alrededor de mi espalda
baja.
Pongo mis manos sobre sus hombros e instantáneamente
su olor me inunda. Ese olor a ropa recién lavada y a Nate que
evoca tantos recuerdos.
Me acerca más y no tengo más remedio que envolver mis
brazos alrededor de su cuello. Bailamos así durante minutos
sin pronunciar una palabra. No creo que sea capaz de hablar
en este momento.
Está acariciando mi espalda a través de mi delgado
vestido de seda. Todo mi enfoque está en los pequeños
círculos que frota con esas manos grandes y el calor que
genera con su toque.
Puedo sentir su corazón latiendo a través de la pared de
su pecho. O tal vez es mi corazón. Está igualando mi
respiración pesada respiración por respiración.
Esto está mal, no puedo hacer esto.
Cierro los ojos con fuerza y trato de reunir el coraje para
alejarme de él.
Él suelta un suspiro.
—Brooklyn, ¿por qué no me dijiste? ¿Por qué Graham o
Emma no me lo dijeron? Quiero decir, lo siento, sé que debe
haber sido terrible para ti. No puedo imaginar por lo que
tuviste que pasar. Pero, qué diablos, Brooklyn… ¿por qué?
—¿Por qué no te lo dije? —Retrocedo y lo miro como si
estuviera loco. —¿Por qué no te lo dije? —Repito, mientras
dejamos de bailar. —Porque sabía que intentarías atraerme a
tu cama tan pronto como te enteraras. Estaba de luto por la
pérdida del hombre que amaba. El hombre que debería haber
sido mi esposo. —Tomo un respiro. —Pero, de nuevo,
aparentemente no te importa la santidad del matrimonio ya
que tiraste el tuyo por el inodoro cuando engañaste a tu
esposa.
Deja caer mis manos como si acabara de quemarlo.
—No soy un infiel, Brooklyn. Nunca he engañado a nadie
en mi vida. Mi esposa fue la que me engañó. Arruinó mi
maldita vida y luego arruinó mi maldito matrimonio.
Se da vuelta y se aleja, dejando a una pequeña multitud
mirándome.
Les sonrío mientras un rubor se apodera de mi rostro, y
luego regreso a mi mesa y a la seguridad de Ryan.
No quiero liberar a Emma de este gran abrazo de oso,
porque tan pronto como lo haga, ella me dejará, y mi vida
como la conozco cambiará para siempre.
Me he tomado la mañana libre para verlos en su camino
cuando se vayan a París. Sabía que este día llegaría. He
tratado de prepararme. Tengo que dejarla ir a vivir su vida
con Graham, pero no tengo que estar feliz por eso.
—Lyn, volveremos en dos semanas y pasaremos todo el
fin de semana juntas antes de que tenga que mudarme. —Le
guiña un ojo a Graham, quien le da una mirada de
complicidad. —Además, volveremos muchísimo los fines de
semana y días festivos. Te cansarás de nosotros.
—Lo sé y estoy muy feliz por ustedes. Voy a extrañarte
muchísimo.
Me seco las lágrimas, otra vez. Emma y yo nos estamos
poniendo todas sensibleras y llorosas.
Llaman a la puerta y Graham salta para abrirla,
probablemente feliz de salir de esta habitación tan llena de
estrógeno.
Cuando nos recuperamos y estamos por servirnos otra
taza de café, cuando Graham regresa a la habitación, y Nate
entra justo detrás de él.
—¿Qué está haciendo él aquí? —espeto, no muy
amablemente.
Todavía estoy enojada con él por alejarse pisoteando
después de la revelación que me hizo anoche. No habló, ni
siquiera me miró por el resto de la noche.
No he tenido la oportunidad de preguntarle a Emma
sobre eso. Estoy segura de que Emma sabe todo sobre todo,
ya que prácticamente ha vivido en Raleigh al menos a tiempo
parcial durante los últimos seis meses.
Todo este tiempo, le he dicho que no me hable de Nate.
Pero después de lo de anoche, me pregunto por qué al menos
no me dijo que él no era el rompehogares que yo pensaba que
era.
Nate se da la vuelta para salir.
—Dijiste que ella estaría en el trabajo —le resopla a
Graham.
—Relájate, hombre, y siéntate en el maldito sofá por un
minuto. —Graham empuja a su amigo hacia la sección de
nuestra sala de estar.
—Emma, ¿pueden Lyn y tú traer un poco de café, por
favor? —pregunta Graham dulcemente a su nueva esposa.
—Estamos en eso —dice ella, plantando un beso en su
mejilla, antes de volverse hacia mí. —No te preocupes.
Saldremos de aquí en unos minutos.
Emma sirve un poco de café en dos tazas y me pasa una.
Niego con la cabeza. De ninguna manera le pienso servir.
Ella rueda los ojos. —Sígueme —dice.
En la sala de estar, no se me escapa que Emma y Graham
permanecen de pie entre el sofá y la puerta principal. Nate
está sentado con cara de enfado y no tengo ni idea de qué
hacer o decir.
—Siéntate. —Emma señala el sofá.
—¿Qué? ¿Por qué? —Le dedico mi mirada de ¿qué
demonios?
—Lyn, sienta tu lindo trasero en el sofá ahora mismo —
me advierte.
Caray. Qué mandona.
Camino unos pocos pasos y me siento en el extremo
opuesto del sofá. Miro a Emma y Graham nerviosamente,
preguntándome de qué se trata todo esto.
Graham mira de Nate a mí y de nuevo a Nate. Nos señala
a los dos.
—Ustedes dos tienen que trabajar en su mierda. Tú —
señala a Nate —eres mi mejor amigo, y tú —me señala a mi
—eres la mejor amiga de Emma. Tienen que aprender a
llevarse bien.
—Estamos cansados de estar en el medio —dice Emma,
mirándome. —Lyn, te amo y hemos cumplido con tu pedido
de no decir nada sobre ti a Nate y sobre Nate a ti. Pero es
agotador. Básicamente les hemos estado mintiendo al ocultar
los hechos y estamos cansados de eso. —Mira a Nate. —Y tú,
no le hemos dicho nada a Lyn sobre tu situación porque…
bueno, ella no nos dejaba hablar de ti, y porque no es nuestra
historia para contarla. Pero después de tu pequeño arrebato
de anoche, es mejor que lo cuentes todo.
Graham agrega: —Dejen de actuar como adolescentes y
traten de ser amigos. Por nuestro bien y el suyo. Resuelvanlo.
Y con eso, Emma agarra su bolso, se dan la vuelta y salen
por la puerta, hacia su luna de miel de dos semanas, sin
despedida ni nada.
La puerta se cierra detrás de ellos, dejándonos a Nate y a
mí sentados en el sofá, estupefactos.
Mis ojos buscan en la habitación algo que mirar. Se
podría oír un alfiler caer. No tengo ni idea de qué hacer.
Nate se remueve en el sofá y sé que me está mirando.
Lentamente, giro mi cabeza en su dirección y lo miro a los
ojos. Nos miramos el uno al otro durante unos cinco
segundos, y entonces estallamos en una risa histérica. Mis
ojos están llorosos y me duele el estómago, pero no puedo
dejar de reír. Ambos tratamos de parar, pero luego nos
miramos y comenzamos de nuevo.
—¿Por qué siento que nuestros padres nos dieron un
sermón y luego un tiempo para pensar en ello? —pregunta
Nate, y nos reímos un poco más.
—Porque eso es más o menos lo que pasó —digo.
Una vez que nuestra risa se calma, todo se vuelve un poco
incómodo nuevamente.
Me imagino, qué demonios, voy a tener que romperlo.
—Lo siento.
Ambos lo decimos al mismo tiempo y luego nos
sonreímos torpemente.
—Primero tú —dice.
Tomo una respiración profunda y trato de no
concentrarme en la forma en que su pulgar está frotando
círculos en el sofá, de la misma forma en que lo hizo en mi
espalda anoche.
—De acuerdo, mmm, después de que Michael murió yo
era un desastre, y por supuesto pensé que eras un tramposo
mujeriego, acostándote con todas, así que no quería que te
dijeran que se había ido. Me costó mucho superarlo. Todavía
tengo días malos. No necesitaba la presión añadida de ti… —
arrugo la nariz —molestándome. —Bajo la mirada a mis
manos.
Y no tengo la intención de entrar en otra relación, nunca más.
—Entonces, déjame ver si entiendo esto correctamente.
—Se aclara la garganta. —Le dijiste a Graham y Emma que
no me dijeran que Michael murió.
Asiento con la cabeza.
—Y les dijiste que no hablaran de mí cuando estaban
cerca de ti.
Asiento de nuevo.
—Entonces, todo este tiempo, ¿pensaste que no solo me
acostaba con mi esposa, sino que me acostaba con toda la que
llevara una falda?
—Eso prácticamente lo resume todo. —Muerdo mi labio.
—Dios, Brooklyn. Eso no podría estar más lejos de la
verdad. —Cierra los ojos y su cabeza cae hacia atrás contra
los cojines. —Odio que hayas pensado eso de mí todo este
tiempo. Claudia, mi esposa —dice, luego respira hondo, —
mi ex esposa, ella me engañó, así que terminé el matrimonio.
Me quedo en silencio y espero a que continúe. Tengo
muchas ganas de escuchar toda la historia.
—Me volví un poco salvaje después de nuestro divorcio.
Me acosté con demasiadas mujeres, pero todas sabían que
era algo de una noche. No fui deshonesto acerca de mis
intenciones. Pero cambié. Cuando te vi en Raleigh hace dos
años, cambié.
Se mueve para estar más cerca de mí.
—Brooklyn, todo esto fue solo un gran malentendido.
Siento muchísimo que hayas perdido a Michael. Créeme, lo
siento. Pero, realmente creo que podríamos ser geniales
juntos. No puedes negar la química que tenemos, incluso
después de todos estos años.
Se estira para tomar mi mano.
Me alejo. Me alejo a pesar de que quiero sentir su toque.
Sé cómo se sienten sus manos sobre las mías. Sé cómo se
sienten en mi cuerpo. Lo sentí de nuevo anoche cuando
bailamos. Sé que si dejo que me toque, podría perder el
control. Él es mi kriptonita. Lo ha sido desde que yo tenía
diecisiete años. Estaré bien mientras me mantenga alejada,
muy lejos. Debo mantenerme enfocada. No puedo dejar que
mis emociones se interpongan en el camino. Las emociones
conducen a la angustia, cada una de ellas, todo el tiempo.
Parece herido y está mirando la mano que aparté.
—Brooklyn…
—Nate, aprecio lo que me has dicho, y me alegro de que
no seas la terrible persona que pensé que eras.
Lo veo encogerse y pasarse la mano por el pelo.
—¿Pero?
—Pero eso realmente no cambia nada. No busco una
relación. No contigo, ni con nadie. Nunca más. Lo siento.
—¿Qué? Eso es una locura. ¿Cómo puedes decir que
nunca tendrás otra relación? Sólo tienes veintisiete años.
Además, parecía que te estabas divirtiendo bastante anoche
con… ¿Ryan era? —Él se aleja de mí.
—Ryan es un muy buen amigo. Es mi socio en
Brooklyn's… ¿Recuerdas mi panadería?
—¿Socio?
—Sí. Un inversor que me está ayudando a expandir mi
negocio.
—Socio —dice de nuevo, como si estuviera probando la
palabra. —No se parecía a tu socio anoche. Era más como tu
novio.
—Él no es mi novio —le digo.
—¿Él sabe eso?
—¡Por supuesto que lo sabe! —Muerdo mi labio. —No es
lo que crees. Además, tiene novia.
—Ella debe ser muy comprensiva. Te vi bailando con él
anoche.
Pongo los ojos en blanco. —Sí, ella lo es. Es una
enfermera que trabaja de noche, así que Ryan y yo salimos de
vez en cuando, como amigos. Ella está bien con eso.
—Qué conveniente —dice, y parece enojado ahora.
—Lo que sea. —Me levanto del sofá. —No tengo que
justificarte nada, Nate. Y ya que estamos compartiendo, ¿por
qué no me dices qué diablos pasó en la escuela secundaria?
Levanta las manos en señal de rendición. —Bien vale. No
quiero pelear contigo, Brooklyn. —Él suspira. —Esa es una
larga historia. Una para la que no tengo tiempo ahora. Todo
lo que puedo decir es que yo era un chico joven y estúpido.
—Se pasa la mano por el pelo y se pone de pie. —Tengo que
volver a Raleigh, pero me alegro de que hayamos tenido esta
charla.
Él sonríe, pero su sonrisa no llega a sus ojos.
Lo miro. Se ve en conflicto. Quiero tanto que él me cuente
lo que sucedió en ese entonces. Odio que me importe. Odio
pensar en eso todo el tiempo y preguntarme si las cosas
podrían haber resultado diferentes. ¿Y si podría haber sido
su esposa en lugar de esa Claudia?
Tal vez mi vida no estaría llena de culpa y vergüenza si las
cosas hubieran ido como se suponía que debían haber sido
hace tantos años.
—Sí, yo también me alegro. Lamento haber pensado tan
mal de ti y lamento que tu… esposa, te engañara. Eso debe
haber sido terrible. —Casi me ahogo con la palabra esposa.
Todavía no puedo creer que estuviera casado. Todavía me
duele un poco, en el fondo, saber que eligió a alguien más que
a mí. Aunque yo hice lo mismo con él.
Veo un indicio de su tatuaje cuando la manga de su
camisa se sube al ponerse la chaqueta. La chaqueta
demasiado familiar de hace unos años. Es la que puso sobre
nuestras cabezas bajo la lluvia esa noche. La noche del casi-
beso.
Me pregunto cómo se sentirían sus labios sobre los míos
después de todos estos años. ¿Todavía sabe a menta?
¿Llevaría un rastro de besos hasta ese lugar detrás de mi oreja
que me volvía loco a los diecisiete? ¿Seguiría ardiendo como
un rastro de lava caliente?
Se acerca y saco mi labio de entre mis dientes, con los ojos
fijos en mi boca.
—Ten cuidado con lo que deseas, Brooklyn —susurra.
—¿Qué…?
—¿Amigos? —Me tiende la mano.
—No estoy segura —Observo su mano. —Pero podemos
intentarlo. —Sonrío débilmente.
Coloco mi mano en la suya y me preparo para la sacudida
que corre directamente desde el punto de su toque hasta mi
brazo y en mi pecho, como una bala moviéndose a la
velocidad de la luz, haciendo que mi corazón lata con fuerza
y mi respiración se entrecorte.
—Te veré pronto, Brooklyn —dice, mientras retira su
mano lentamente y se gira para salir por la puerta.
La puerta que miro durante minutos después de que se
haya ido.
Tengo que admitir que es duro estar aquí sin Emma. Ella
es la única persona que me mantiene anclada a la tierra, a
pesar de mi mierda, lo dice todo como es y me ha mantenido
a su lado en los malos momentos.
A pesar de que él no pueda reemplazar a Emma, Ryan y
yo hemos estado quedando. Nos llevamos muy bien, sin la
presión de que nos vamos a acostar, y hemos establecido en
cierta manera una relación de hermanos. Puede que tenga
que ver con el hecho de que los dos seamos como niños.
Sea cual sea la razón, él cuida de mí y yo escucho
atentamente las historias de sus aventuras.
Es adicto a la adrenalina. Es emprendedor por naturaleza,
pero un temerario de corazón. Él encontrará una gran
oportunidad para hacer dinero, lo ayudará a florecer durante
un año más o menos y luego pasará a la próxima empresa,
mientras su cuenta bancaria continúa creciendo.
Así que parece ser que lo perderé también después de un
tiempo. Mientras tanto es muy divertido salir con él. Ya me
ha llevado a hacer puenting, a surfear y está hablando de que
hagamos paracaidismo en un avión.
Esta mañana está en mi apartamento esperando para que
Emma le diga que cajas van a Raleigh y cuáles se quedan aquí
para que sus padres las recojan.
Emma y Graham llegaron de París hace dos días. Después
de dormir por casi dieciocho horas ella y yo pasamos el día
entero haciendo nuestras cosas favoritas.
Nos hicimos la manicura, fuimos de compras y comimos
en nuestro restaurante favorito, uno donde las mesas son
mini acuarios y sirven la comida justo encima. Lo siento,
pero comer sushi mientras los peces nadan debajo de tu plato
nunca pasa de moda.
Emma y yo estamos empacando sus cosas en cajas, y estoy
sorprendida de cuántas cosas ha podido meter en su pequeña
habitación de nuestro apartamento. Ella, por suerte, me está
dejando todos los muebles y la mayoría de los artículos para
el hogar, ya que Graham no tiene suficiente espacio.
Estamos llevando algunas de sus mejores prendas para
colgarlas en una varilla en el asiento trasero de su coche
porque, Dios no lo quiera, podrían arrugarse en menos de
cuatro horas en coche.
Creo que estoy alucinando, porque podría jurar que veo a
Nate detenerse en un elegante Ford F-150. Por un momento
me encuentro soñando despierta, siendo una chica de
diecisiete años en el asiento delantero de una camioneta,
perdiendo mi virginidad con el jugador de béisbol más
hermoso de la escuela.
Aprieto mis piernas juntas con el pensamiento de él
haciéndome venir en mis bragas con solo poner sus manos
sobre mi. Dentro de mi. Y su voz, su rasposa y sexi voz cuando
él me susurraba en mi oído.
—Brooklyn…
Si, esa misma.
¡Oh! ¡Oh dios mío! Me sacudo. Ese mismo chico está
delante de mí, solo que ahora es diez años mayor.
Diez años más sexi.
Diez más caliente.
Mi corazón está acelerado y estoy segura que él puede
notarlo a través de mi fina camiseta.
¿Desde cuando me he convertido en esta desastrosa bola
de emociones cuando él está a mi alrededor?
—Um… ¿Nate? —Miro a Emma con confusión. —¿Qué
estás haciendo aquí?
No tengo idea de porque estoy tan emocionada por verlo.
Tengo que morder mi labio para evitar mostrar la sonrisa que
quiere salir.
—He venido a ayudar a Graham a mudar a Emma, por
supuesto —dice, mirando mis labios.
Me giro para mirar a Emma que mira hacia el cielo.
—Oh. Um... todavía hay muchas cajas en el
departamento. Puedes usar las escaleras traseras.
Apuntó hacia la entrada del apartamento que está
separado de la que está dentro de la panadería.
—Gracias, me dirijo hacia allí entonces. —Me guiña un
ojo.
Le doy una mirada a Emma. Ese tipo de mirada que dice
que sé lo que estás tratando de hacer.
—Vale, vale. —Ella levanta las manos en rendición. —
Puede que supiera que venía. Pero no quería que te enfadaras
conmigo y arruinaras nuestro último fin de semana juntas.
Sigo mirándola fijamente.
—Pero por la mirada en tu cara cuando se detuvo, diría
que definitivamente no estás enfadada conmigo. —Ella
sonríe. —De hecho, creo que quieres abrazarme ahora mismo
por traer ese caramelo para ayudar a mudarme. Ya sabes,
hace suficiente calor como para que tenga que quitarse la
camisa. —Ella me da un codazo.
Le ruedo los ojos. Soy consciente de que tiendo a poner
los ojos en blanco cuando estoy cerca, hablando o
simplemente pensando en Nathan Riley. Hasta ahora todo
bien, porque a pesar de la advertencia de mi madre, se han
mantenido en sus cuencas.
De vuelta en el apartamento, me queda claro que Emma y
yo nos hemos perdido algo. Nate parece cabreado y está
mirando fijamente a Ryan.
Mierda.
Sé que a Ryan no le gusta Nate. Traté de explicarle que no
era el malo que pensaba que era. Creo que Ryan simplemente
me está protegiendo de nuevo, actuando como el hermano
mayor que nunca tuve.
También tengo la clara impresión de la conversación en
nuestra «intervención» de que Nate cree que está pasando
algo entre Ryan y yo.
No es que me importe.
Porque no es el caso.
Excepto por que me importa.
Supongo que no quiero que Nate piense que estoy
saliendo con Ryan después de que le dije que no saldría con
nadie, e incluso si salía con alguien no sería con Nate, porque
eso sería traicionar a Michael. Pero si saliera con alguien la
única cara que me viene a la mente es la de Nate.
Estoy confundiéndome. Es por esto que no me involucro
con nadie. Demasiado drama.
Demasiadas emociones. Demasiada perdida.
Ryan coje fácilmente una caja y la pone sobre su hombro.
Sus musculos se flexionan y su largo cabello negro cae sobre
sus ojos antes de que lo aparte.
Nate infla el pecho mirando a Ryan como un depredador.
—Cálmate chico —le susurra Emma a Nate. —Sabes que
solo son amigos ¿verdad?
—Y una mierda. —dice Nate, lo suficientemente fuerte
para que todos lo oyamos. —Él quiere meterse en sus
pantalones.
—Tío, si yo quisiera meterme en sus pantalones, creeme
que ya lo hubiera conseguido —resopla Ryan.
Normalmente, este comentario me hubiera ofendido,
pero conozco a Ryan y sé que él solo lo está molestando. No
está siendo un engreído. Pero eso Nate no lo sabe.
La cara de Nate se pone roja y sus puños se aprietan
momentáneamente. Luego se inclina y recoge dos cajas. Dos
cajas que sé que son muy pesadas porque acababa de
empacar algunos de los libros de diseño de Emma en ellas.
Sus músculos están abultados, ya que obviamente está
luchando por llevarlas y son más pesadas de lo que esperaba.
Es casi cómico verlo tratar de equilibrarlas. Pero no dejará
ninguna. Le asiente a Ryan para que baje las escaleras
primero. Probablemente para que pueda dejar caer una o dos
cajas sobre su cabeza.
Él sigue a Ryan y le grita.
—Hey tío, no metas nada en mi camioneta.
—¿Qué fue eso? —le pregunto a Emma.
—Eso fue un combate de ver quién mea más lejos. —Se
ríe.
—No, no me refería a eso. ¿Por qué no podemos poner
nada en la camioneta de Nate?
Los ojos de Emma se agrandan y mira a Graham.
—Um… él ha venido a visitar a su sobrina en Richmond
Hill esta noche —me dice Graham. —Te acuerdas de Candy,
la estrella porno, ¿verdad? —se ríe.
—Vaya. —Me sonrojo al recordar su noche de bodas y lo
celosa que estaba por lo que resultó ser una niña adorable.
Un momento… ¿celosa?
Sacudo mi cabeza ante el ridículo pensamiento.
—Queremos desempacar de inmediato y no tener que
esperar a que vuelva —dice Emma. —Por eso no podemos
poner cosas en su camión. Además, es un conductor terrible
y no quiero que mis cosas se derramen por toda la interestatal
—divaga. —Y tal vez mi seguro no lo cubriría si él…
—Emma, estoy seguro que a Lyn no le va a importar eso
—la interrumpe, llevándosela hacia la sala. Seguramente
para besarla. Sus PDA están alcanzando unas proporciones
épicas.
Cojo una lámpara y bajo las escaleras solo para no tener
que presenciar eso.
Dos horas después tenemos el SUV de Graham y el BMW
de Emma llenos de cajas. Paso al lado de la camioneta de
Nate y veo un par de cajas por lo que supongo que al final han
decidido usarlo después de todo.
Graham consigue pizza y cerveza para todos nosotros y
estos pobres tres chicos tienen que sentarse y escuchar a
Emma y a mí mientras nos reímos y lloramos por las historias
que contamos sobre la escuela secundaria.
—Oh, dios, ¿te acuerdas de la bienvenida? ¿Cómo se
llamaba el chico con quien fuiste? —pregunta Emma.
—Jeremy Bender —le digo.
Me doy cuenta de cómo Nate se endereza y se inclina más
para captar nuestra conversación. Me pregunto si conocía a
Jeremy. Trato de recordar si eran amigos.
—Eso —dice ella. —Fender Bender, así era como todo el
mundo lo llamaba. —Ella se empieza a reír fuerte. —Nadie
se quería subir a un coche con él porque había destruido
cómo cuatro coches cuando era un estudiante de último año.
Pero insistió en conducir a la bienvenida, así que Lyn tuvo que
ir conmigo y con mi cita a cenar y bailar.
Mis ojos lagrimean cuando intentamos contar la historia
del baile de Jeremy. Fue peor que su conducción.
De repente hay un fuerte chasquido. Todos nos giramos
para ver que Nate ha aplastado una lata de cerveza con sus
manos. ¿Por qué tengo la sensación de que la lata de cerveza
es una representación del pobre Jeremy Bender?
—Um… lo siento —murmura Nate cuando ve que todos lo
miramos fijamente. —¿Alguien quiere otra cerveza? —Él se
levanta y se dirige hacia la cocina sin esperar una respuesta.
No fue una cita real. Solo fui al baile para hacer compañía
a Emma. Jeremy resultó ser el amigo de su cita. No salí con
nadie después de Nate. Hasta Michael, claro.
Pero Nate no tiene por qué saberlo.
Más tarde, cuando todos se han ido, le escribo a Ryan:
Yo: ¿Qué pasó entre tu y Nate cuando llegó hoy?

Ryan: Se sorprendió de verme. Tenemos cosas que resolver. Sé lo


que sientes por él, así que le dije que se retirara.

Yo: Oh, demonios.¿Qué dijo?

Ryan: No dijo nada. Pero no tengo miedo de decirte que temí por
mi vida antes de que tu y E aparecieran. Lyn, me gusta el chaval.
No seas muy dura con él.

Genial, otro de mis amigos que está de su lado. Bueno, al


menos Ryan le dijo que retrocediera antes de que se
convirtiera en su nuevo mejor amigo.
Tal vez por eso Nate no me presionó hoy. Supuse que,
dado que ya no nos veríamos, él realmente se lo iba a tomar
en serio. No hizo ningún drama. Me estrechó la mano,
causando, obviamente, que todo mi cuerpo hormigueara en
respuesta a sus fuertes dedos tocando mi piel.
Pero la forma en que se marchó fue extraña, casi como
despedirse de alguien a quien verás todos los días.
Esta mañana, Derek y yo vamos camino a un trabajo de
catering. No es muy grande, solo unos cien cupcakes junto
con nuestra barra móvil de café espresso.
Derek ha sido un salvavidas ahora que estamos de
catering. Pude contratarlo con los fondos adicionales que
invirtió Ryan; es el complemento perfecto para Brooklyn's.
Le encanta hornear y es la fuerza que necesitábamos para
todo el equipo pesado de catering. Sí, él es homosexual, pero
también es fuerte, divertido y los clientes lo adoran.
Vamos a una ceremonia de inauguración de un nuevo
edificio. La empresa que nos contrató, RAD, nos tiene riendo
en la furgoneta. Estamos tratando de adivinar lo que
significa. Hasta ahora todo lo que he encontrado es que son
un negocio de skate o surf. Derek cree que es un fabricante
de marihuana. Really Awesome Dope1.
Rápidamente instalamos la mesa del banquete y la
cafetería en la esquina de una gran carpa que está justo al
lado de un sitio de construcción acordonado. Nos paramos a
un lado, adornados con nuestros delantales de Brooklyn's

1
Drogas Realmente Asombrosas
Bakery, listos para ayudar a los novatos con la máquina de
espresso.
—Brooklyn —dice alguien detrás de mí.
Cierro mis ojos. Conozco esa voz. Está en mis sueños. Esa
voz baja, rasposa y sexy que hace que mi corazón lata rápido
y mis piernas se vuelvan como gelatina.
Me giro rápidamente y me encuentro cara a cara con
Nate. Instantáneamente, varias emociones se apoderan de
mí. Felicidad, alivio, confusión.
—¡Nate! ¿Qué estás haciendo aquí?
Entonces miro su camisa. Hay un logotipo de un edificio
con las letras RAD justo encima.
—¿Tú? —pregunto, sorprendida. —¿Me contrataste?
—Bueno no exactamente. Mi empresa, o más bien la
empresa de mi padre, te contrató.
Todavía estoy mirando su camisa. Señalo el logo, casi
tocándolo. Quiero tocarlo. Quiero sentir los músculos que sé
que están debajo de la camisa que lleva puesta. Pero no lo
hago, porque… bueno, sería raro. Estoy en el trabajo después
de todo, y lo que es más importante, está fuera de los límites.
Todos los hombres están fuera de los límites.
—¿Riley…? —Me detengo y levanto las cejas, mirando
desde su camisa hasta su rostro y sus profundos ojos azules.
—Diseños arquitectónicos —finaliza.
—Vaya. Bien. —Me río, pensando en los nombres tontos
que se nos ocurrieron en la camioneta. —Entonces, ¿qué
estás haciendo aquí? —pregunto. —Quiero decir, no dijiste
nada ayer.
—No estaba seguro de cómo te ibas a sentir acerca de
esto. —Mira a su alrededor con nerviosismo y agrega: —
Brooklyn, estaré en la ciudad por un tiempo. Mi papá me
puso en este proyecto y estoy aquí para supervisarlo.
En la ciudad por un tiempo. Mi corazón salta de alegría.
Espera, ¿qué? ¿Alegría?
Mi buen juicio asoma su cabeza. No, esto no es algo
bueno. Soy débil a su alrededor. Necesito mantenerme lejos
de él por mi propio bien.
—¿Cuánto tiempo estarás aquí? —¿Días, semanas?
Oh, sí, por favor, semanas.
—Probablemente unos meses. Lleva tiempo poner en
marcha estos proyectos. Básicamente, tenemos que cuidar a
los ingenieros en cada paso del camino para asegurarnos de
que todo salga según lo planeado.
¡Meses!
Ni siquiera escuché una palabra de lo que dijo después de
eso.
Derek se acerca y se aclara la garganta. —Lyn, ¿puedes
ayudarme con la máquina de espresso? Esa palanca se está
atascando de nuevo.
—Oh, sí, lo siento.
Rápidamente le presento a Nate a Derek y luego vuelvo al
trabajo.
Tardo el doble de lo habitual en hacer que la máquina
vuelva a funcionar. Soy muy consciente de que Nate me está
mirando. Sin embargo, no estoy del todo segura de que lo que
siento sea incomodidad, sino más bien que espero que mi
trasero se vea bien en estos pantalones.
Pienso en esta mañana y me pregunto si me puse
suficiente rímel para que mis ojos se vean bonitos. Incluso
me paso la lengua por los dientes y siento alivio cuando
pruebo los restos del enjuague bucal, dado que él estaba
parado tan cerca de mí hace unos momentos.
—Te veré luego, Brooklyn —susurra Nate en mi oído al
pasar.
Olvido lo que estoy haciendo. De hecho, dejo de moverme
y no puedo formar un pensamiento cognitivo en mi cabeza
después de sentir su aliento caliente en mi cuello.

De vuelta en la panadería esta tarde, no puedo dejar de
pensar en lo que sucedió esta mañana. Nate estará aquí
durante meses. ¿Lo veré seguido?
Por supuesto que lo harás, estúpida, probablemente él se
asegurará de eso.
Recuerdo las miradas furtivas que nos lanzamos esta
mañana. Todavía puedo sentir el calor de su toque cuando
rozó mi brazo mientras caminaba a mi lado y el brillo de sus
ojos cuando me miraba desde el otro lado de la tienda. Él
estaba ocupado y yo estaba ocupada, pero de alguna manera,
siempre sabíamos dónde estaba el otro.
¿Qué estoy haciendo? Tengo que dejar de pensar en él de
esta manera. Es un simple enamoramiento, una fantasía de
colegiala que nunca más volveré a experimentar.
Necesito fortalecer mi determinación. Tengo que
asegurarme de que no estemos juntos a solas. ¿Qué tan difícil
puede ser eso? No es como si lo fuera a ver todos los días.
Puedo hacer esto. ¿O no puedo?
Sí.
No.
No sé.
Tonterías. Estoy tostada.

El beneficio de vivir donde trabajas es que cuando trabajo
hasta tarde, como hoy, puedo ir directamente a mi
apartamento y relajarme. Sin desplazamientos, sin esperas
en el tráfico. Es una de las razones por las que amo este lugar.
No es demasiado tarde, solo alrededor de las seis, pero es
tarde para mí, ya que normalmente salgo alrededor de las tres
en punto. Estoy gastada. Mis manos están en carne viva
después de la limpieza a fondo del equipo de catering. Estoy
arrastrando mis pies por las escaleras. Ni siquiera creo que
tenga la energía para preparar la cena. No puedo esperar para
sumergirme en un helado y ver un par de programas que he
grabado.
Me dirijo directamente a la cocina y abro el congelador.
¿Compré tanto helado?
Hay dos galones de helado de menta con chispas de
chocolate mirándome a la cara. Un regalo de despedida de
Emma, tal vez. Agarro uno junto con una cuchara, pasando
por alto el tazón y me dirijo al sofá.
Ahí es cuando me golpea. Algo es diferente. Incluso huele
diferente aquí. Miro a mi alrededor y veo algunas cajas
apiladas detrás del sofá.
Pensé que se las habían llevado todas.
Dejo el helado en la mesa de café y me dirijo a mi
habitación. Todo se ve bien aquí. Me dirijo a la habitación de
Emma, bueno, el dormitorio de invitados. Mis ojos se abren
como platos y me asalta la confusión cuando veo varias cajas
más en su cama y algunas maletas junto al armario.
—¿Emma? —le pregunto a nadie en particular, porque
aquí no hay nadie más.
¿Qué está pasando?
Vuelvo a asomar la cabeza hacia la sala de estar y miro a
mi alrededor. Luego cruzo la habitación a grandes zancadas
hacia las maletas y encuentro una etiqueta de identificación
colgando de una de ellas. La abro, tirando de la pequeña
solapa de cuero de la ventana de visualización y respiro
hondo cuando leo el nombre.
Nathan Riley.
—¿Qué demonios? —exclamo en voz alta.
Salgo corriendo a la cocina y cojo mi teléfono.
Tonterías. Borré su número hace años. Toco mi pantalla
varias veces y obtengo un número diferente. Suena solo una
vez.
—Lyn, cariño, ¿cómo estás? —pregunta Emma sobre una
octava demasiado alta.
Oh Dios. Ella sabe de esto.
—¿En serio, Emma? —grito. —¿Qué estás pensando? De
ninguna manera voy a dejar que Nate Riley viva conmigo
unos meses. No quiero a ese hombre en el mismo pueblo y
mucho menos en el mismo departamento. Llámalo ahora
mismo, en este instante. Le dices que venga a recoger sus
cosas y vaya a un hotel, o a casa de su hermana, o en cualquier
lugar menos aquí.
—Cálmate, Lyn—. Puedo oírla sonreír y eso me enfada
aún más.
—¿Cálmate? —grito. —¿Cálmate? ¿Desde cuándo
puedes tomar decisiones sobre mi vida sin consultarme?
—Porque te conozco —dice ella. —Porque sabía que no
estarías de acuerdo. Pero también porque sé que es lo mejor
para ti. Estás sola ahora y odio eso. Él está solo en una ciudad
que desprecia. Ustedes se necesitan el uno al otro, ya sea que
lo sepan ahora o no. Además —agrega, —soy dueña del
edificio.
—Oh, ¿acabas de jugar la carta del propietario conmigo?
—Lo siento, Lyn. No debería haber dicho eso. Pero por
favor, solo dale algo de tiempo. Realmente necesitaba un
lugar para quedarse. Ya nadie hace arrendamientos a corto
plazo.
Escucho la súplica en su voz.
Tengo que salir de aquí antes de que llegue a casa.
Rápidamente devuelvo el helado al congelador, tomo mis
llaves y salgo volando por la puerta escaleras abajo.
—Hablaré contigo más tarde, Emma.
—Espera… —es todo lo que escucho antes de que la
interrumpa.
Luego apago mi teléfono.

Trato de informar a mis padres lo mejor que puedo, pero
es bastante incómodo contarles que perdí mi virginidad a los
diecisiete años. Sabían que estaba enamorada de él. Vieron
lo destrozada que estaba después de que se fue. Pero esto es
probablemente algo que nunca quisieron saber, no
realmente.
Me dejan hablar hasta que me duele la garganta, luego
mamá me lleva a mi antigua habitación.
Mi habitación. Mi santuario mientras crecía. Nunca
cambiaron nada. Se ve exactamente igual que cuando me
mudé hace cuatro años. Incluso la foto de Nate metida en el
lado del espejo está ahí, arrugada y desgastada por los años
que pasó debajo de mi almohada, pero Emma nunca me dejó
tirarla. Ella dijo que algún día me alegraría de haberla
guardado.
Todavía estoy esperando ese día.
Mi mamá me arropa en la cama, como lo hacía cuando era
pequeña.
—Quiero contarte algo que sucedió en la boda de Emma
—dice. —Probablemente debería habértelo dicho hace
semanas, pero no pensé que volverías a ver a Nate. —Ella está
frotando mi cabello y es tan calmante y reconfortante como
siempre. —Me encontré con el padre de Nate.
Giro la cabeza para ver su rostro y levanto las cejas hacia
ella.
—Quería disculparse con nosotros por lastimarte hace
tantos años —me dice.
—¿Qué? ¿Por qué tendría que hacer eso? No fue su culpa.
—Oh, pero él cree que lo fue. Algo sobre hacerles creer a
sus hijos que sus amigos ya no se relacionarían con ellos.
—Sigo pensando que si Nate quisiera ponerse en
contacto conmigo, lo habría hecho. —Arrugo la frente. —Fue
su elección. Podría haber encontrado una manera incluso si
su padre no hubiera querido que lo hiciera.
—Tal vez eso sea cierto —dice ella. —Pero, ¿por qué no
darle el beneficio de la duda? O al menos habla con él sobre
eso antes de condenarlo. Él era joven en ese entonces, al igual
que tú, y, como descubrimos esta noche, no siempre tomaste
las decisiones más sabias.
Levanta las cejas hacia mí y me da una mirada que solo
una madre puede dar.
—Aún así, mamá, eso no cambia el hecho de que no
quiero vivir con él. No quiero vivir con ningún hombre,
nunca más.
Ella me sonríe dulcemente. —Duerme querida. Mañana
será mejor. Has tenido un largo día. —Besa mi frente y se
dirige a la puerta. —Nunca digas nunca, Brooklyn.
No puedo evitar mirar por la ventana delantera de la
tienda. Allí está, de nuevo, como ha estado todas las mañanas
de esta semana. Nate está estirado en el parque al otro lado
de la calle, preparándose para correr. Está sin camisa, así que
puedo ver las curvas de su abdomen, los contornos de sus
músculos, la dureza de su cuerpo. Casi puedo oler su aroma.
Esa mezcla de frescura limpia y Nate con un toque de sudor
masculino. Una combinación embriagadora.
Respiro hondo, sabiendo que podré disfrutar de su aroma
de primera mano cuando, en unos cuarenta y cinco minutos,
entre en la tienda y pida un café negro y un muffin de
arándanos, lo mismo de cada día. Luego saldrá por la puerta
principal de la panadería y dará la vuelta por la parte trasera
hasta la entrada privada de nuestro apartamento.
¿Cuándo se convirtió en nuestro apartamento?
Sé que lo hace a propósito. Bueno, creo que lo hace a
propósito. Nunca me mira de esa manera para ver si lo he
notado, así que tal vez es solo su rutina.
Oh, me he dado cuenta. También todas las demás mujeres
de sangre roja en la panadería a las siete de la mañana. Y
algunos hombres también.
—Él es bueno para los negocios —dice una linda
pelirroja, sacándome de mi trance.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que la tienda está
más llena de gente que de costumbre. La gente está dando
vueltas en lugar de ir a tomar un café y luego irse a trabajar.
Pongo los ojos en blanco y muestro una sonrisa falsa. —
¿Qué puedo conseguirte?
Intento completar su pedido sin volver a mirar afuera. En
cambio, miro a todas las mujeres mirando a mi nuevo
compañero de cuarto. Me giro para ver a Kaitlyn con los ojos
muy abiertos y congelada mientras limpia el filtro de café.
Uso una servilleta para secar la baba invisible de su
barbilla.
—Lyn. —Ella rompe la mirada y me observa. —Si no
sacas la cabeza de tu trasero pronto y te subes a esa obra
maestra de hombre, alguien más lo hará.
Alguien más. Aborrezco la idea de que alguien más esté
con él, tocándolo, oliéndolo.
Entonces me castigo a mí misma. Soy tan hipócrita.
¿Cómo puedo estar enojada con otras mujeres por quererlo?
Él no es mío. Él nunca será mío.
Vuelvo al trabajo y trato de concentrarme en cualquier
cosa menos en el hombre que sé que entrará en mi tienda en,
miro el reloj, treinta minutos.
Pienso en esta semana cuando tomé la decisión de tratar
de vivir con esta situación. Aprovechar al máximo. Limonada
de limones y todo eso.
Cuando Emma se fue a la universidad, la colocaron con
una compañera de cuarto infernal en su primer año. No pudo
cambiar la asignación de su dormitorio, así que reorganizó
su horario de clases para no estar cuando su compañera de
cuarto estaba ahí.
Decidí tomar una página de las crónicas de Emma e ir con
la evasión también. He trasladado mis habituales carreras
matutinas al final de la tarde para estar fuera cuando Nate
llega a casa del trabajo. Me he puesto al día con un montón
de contabilidad en la tienda viniendo aquí después de mi
ducha. Luego, cuando vuelvo arriba, leo en la cama durante
horas, evitándolo en la sala de estar donde ve la televisión.
Está funcionando. Apenas le he dicho dos palabras en
toda la semana. De hecho, creo que hablo más con él cuando
hace su pedido aquí en la panadería que cuando está en
nuestro departamento.
Ojalá saliera más. Se sienta en casa todas las noches a ver
películas o trabajar en la mesa de dibujo que instaló en su
dormitorio.
Salgo de la parte de atrás con una bandeja de muffins
recién hechos cuando él entra. Lo observo dirigirse al
mostrador. Está caminando hacia mí y todo lo que puedo ver
es ese cuerpo sudoroso, los músculos brillantes y ondulados.
Sus ojos están sobre mí, devorándome como el muffin que
sé que está a punto de pedir.
Las mujeres están prácticamente alineadas a cada lado de
él mientras camina junto a ellas, como un jugador de fútbol
pasa junto a las porristas que se alinean en el camino hacia
el campo. Colectivamente, sus barbillas golpean el suelo
cuando llega al mostrador y saca unas cuantas servilletas
para limpiarse la cara.
No mira a ninguna de ellas. Él no rompe el contacto visual
conmigo. Creo que debe haber veinte mujeres aquí a las que
les gustaría verme muerta en el acto. Desearía que me muriera
en el acto si fuera una de ellas, mirando la forma en que me
mira como si fuera la polilla de mi llama.
Sólo temo ser yo quien se queme.
—Buenos días, Brooklyn.
Él sonríe con esa sonrisa blanca y llena de dientes que
hace fluir mis jugos internos.
—Buenos días. ¿Lo de siempre? —pregunto.
—Sí. Gracias.
Saca un billete de diez del bolsillo de sus pantalones
cortos de correr y me lo da. Está húmedo por el sudor y
resisto el impulso adolescente de ponérmelo en la nariz. Eso
estaría mal en muchos niveles. Lo pongo en la caja
registradora y le doy su cambio que tira en el cubo de
propinas.
—Gracias, Brooklyn. Te ves encantadora hoy.
Es lo mismo que ha dicho todas las mañanas de esta
semana.
Este baile es el mismo que hacemos todos los días. Se da
la vuelta para salir por la puerta principal, más allá de la
docena de ojos que lo miran como un trozo de carne, como
leonas esperando para atacar.
Hoy, sin embargo, antes de que pueda pensarlo dos veces
y evitar que las palabras salten de mi boca, digo: —Nate, ¿por
qué no vienes y usas la entrada trasera?
Se detiene en seco. Puedo ver el reflejo de su enorme
sonrisa en la ventana. Da media vuelta y vuelve a pasar junto
a las mujeres, luego pasa junto al mostrador y entra en la
trastienda.
¡Ja!, me digo a mí misma mientras las leonas me miran
con incredulidad.
Después del trabajo, me preparo para salir a correr.
Agarro una botella de agua de la cocina, y mientras me la
llevo a los labios, veo que Nate ha desempaquetado la última
de sus cajas y su colección de películas bastante grande se
extiende por los estantes del centro de entretenimiento.
Hojeo su colección. Sabía que compartíamos un interés
por las películas; es una de las cosas de las que hablamos en
aquella fiesta hace tantos años.
Creo que debe tener todas las películas slasher que se
hayan hecho.
Distraídamente tomo mi favorita, Scream, la primera.
Nunca pasa de moda.
Oigo su llave en la puerta, así que rápidamente dejo el
DVD y voy a la cocina a terminar mi agua.
Me mira sin decir una palabra cuando paso a su lado al
salir.
Sí, estoy usando mis shorts rojos favoritos para correr, los
que hacen que mi trasero se vea muy bien. Creo que es el
spandex extra.
Más tarde, después de mi ducha, me dirijo a la cocina y
preparo un sándwich para bajar cuando escucho las primeras
líneas de mi película favorita.
Estoy de pie en la puerta de la cocina, con los ojos
pegados a la televisión, perdiéndome en el programa.
—Sabes, no te morderé si vienes a sentarte en el sofá —
dice, palmeando el lugar a su lado.
Me doy la vuelta, termino de hacer mi cena y luego me
dirijo hacia el otro extremo del sofá. Es mi película favorita,
después de todo.
Los dos nos reímos de las mismas partes, las que hacen
que la mayoría de la gente salte, grite y tape sus ojos. Pero
nos reímos. Y luego nos miramos con el rabillo del ojo y
sonreímos, porque sabemos que somos idiotas.
Nunca he encontrado a otra persona que pueda ver una
película slasher como si fuera una comedia.
Hasta ahora.
Michael y yo solíamos mirarlas, pero él me apretaba la
pierna cada vez que se asustaba, aunque nunca admitiría que
estaba asustado. Incluso me pidió que dejara la luz de la
cocina encendida una noche. Dios, fue gracioso.
Me río en voz alta. Pero no por la película, por lo que Nate
pregunta: —¿Qué es tan divertido?
—Nada. Estaba recordando algo.
Y me doy cuenta. Acabo de tener un recuerdo feliz de
Michael. Creo que sonrío todo el resto de la película.
Las siguientes noches lo repetimos con Freddy vs. Jason y
luego Halloween H20.
Hemos establecido una rutina. No hablamos de eso,
simplemente lo hacemos. Vuelvo de correr, me ducho, me
preparo algo de comer y luego nos sentamos a ver la película
que haya elegido.
Anoche incluso hizo algo para la cena antes de que yo
volviera. Creo que lo hizo a propósito, pero casualmente
mencionó que hizo demasiado para que él comiera, así que
podría tomar algo si quisiera.
Nate nunca sale. Una noche fue a cenar a casa de su
hermana, pero aparte de eso, solo es trabajo o casa para él.
Yo, por otro lado, estoy tratando de impulsar mi vida
social sin Emma, así que salí esta noche para una Noche de
Chicas con Kaitlyn y Derek. Técnicamente, puedo llamarlo
así, ya que los tres podemos babear por los chicos lindos,
¿verdad?
Llego a casa pasada la medianoche y encuentro a Nate
dormido en el sofá. No puedo apartar mis ojos de él. Se ve tan
pacífico, incluso infantil. Su cabello está aún más
desordenado de lo normal porque su brazo está sobre su
cabeza.
Oh, ahí está el tatuaje, en toda su gloria para que yo lo
vea. No debería mirar. Dice que no es asunto de nadie. Aún
así, camino de puntillas hacia la parte trasera del sofá,
observándolo todo el camino. Veo su pecho para asegurarme
de que su respiración sigue siendo constante y profunda.
¿Por qué me siento como un gato ladrón?
Cuando estoy a unos metros de distancia, puedo
distinguir claramente el tatuaje y mi respiración se acelera.
Nunca he visto algo así. Bueno, no es que sea una experta en
tatuajes ni nada por el estilo, pero este es absolutamente
morboso.
En la parte inferior de su brazo está el contorno negro de
un corazón del que sobresale un cuchillo. El único color en
todo el tatuaje son las gotas de sangre roja que salen del
cuchillo. Y cuando digo corazón, me refiero a la
representación anatómica de un corazón real, con válvulas y
vasos. Es terrible. Quiero decir, es una gran obra de arte, pero
es horrible.
Hay palabras sobre él, palabras que también se pueden
ver envolviendo la parte delantera de su brazo. Van todo el
camino alrededor y sobre el corazón. Están escritas en
francés, así que no tengo idea de lo que dicen. «Mourir Pour»
es la parte de la frase que grabo en mi memoria para poder
buscarla en Google más tarde.
—¿Te gusta lo que ves?
Lo miro a la cara y veo que me está sonriendo.
¿Cuánto tiempo he estado parada aquí mirando su
tatuaje? Busco en mi mente una excusa para estar tan cerca
de él.
Agarro la almohada de la silla a mi derecha y digo: —Um,
parecías incómodo, así que pensé que podrías querer esto.
Se lo lanzo y luego salgo de la habitación solo para
escuchar su risa ahogada detrás de mí.
En mi habitación, abro mi computadora portátil y busco
en Google la traducción de las pocas palabras que vi en su
tatuaje.
«Morir por».
Me despierto de golpe y me toma un minuto recordar
dónde estoy. Escucho música de El Resplandor una y otra vez
mientras el DVD está atascado en la pantalla del menú. Miro
el reloj y veo que son más de las once. Los eventos del día
pasan por mi mente y recuerdo lo exhausta que estaba
cuando salí de mi inventario mensual.
Oh, nos quedamos dormidos en el sofá. Juntos.
Mi cabeza está en su hombro y mi mano en su pierna.
Mierda.
Salto en el sofá y eso despierta a Nate, que tiene una
sonrisa en su rostro.
—Okay, ¿exactamente cuánto tiempo estuve durmiendo
así? —pregunto
Siento un rubor subir por mi rostro.
—No mucho —dice. —No podría soportar empujarte
lejos de mí, hueles como una magdalena.
—¿Qué? —Lo miro como si estuviera loco. —Me duché
después del trabajo, lo sabes.
—Lo sé. Puedo oler tu champú. ¿Flores?
—Mmmm —murmuro.
—De todos modos, siempre hueles a pastelitos —agrega.
—Vainilla, creo. Pasas tanto tiempo horneando que
probablemente rezuma por tus poros.
Él ríe y yo lo golpeo con una almohada antes de olfatear
mi brazo.
—Brooklyn, es un cumplido. Hueles bien. Nunca podré
volver a comer dulces sin pensar en ti.
—Vaya. Bueno… gracias, supongo.
Decido preguntarle lo qué me ha estado molestando
durante semanas.
—Nate, ¿cómo es que nunca sales? Quiero decir, debe ser
aburrido pasar el rato y ver películas conmigo.
Pone su brazo en el respaldo del sofá para que su mano
esté a solo unos centímetros de mí.
—Primero, nunca es aburrido pasar el rato contigo. En
segundo lugar, realmente no quiero salir y arriesgarme a
encontrarme con gente de la escuela secundaria.
Se encoge de hombros y se ve avergonzado e incómodo,
así que no lo presiono sobre el tema. Se levanta y camina
hacia la cocina. Puedo escucharlo abrir el refrigerador.
Cuando regresa, coloca dos cervezas en la mesa frente a
nosotros y luego procede a abrir las tapas y me entrega una
botella.
Oh, supongo que estamos conversando.
Me cuenta sobre su trabajo y lo emocionante que es ver
un edificio surgir de la nada. De hecho, le brillan los ojos
cuando habla de ello. Es muy apasionado en su explicación
de lo que se necesita para diseñar una nueva estructura, y
aunque me ha perdido con todos los términos técnicos, estoy
asombrada de lo inteligente que es en el tema.
Le cuento sobre la apertura de la panadería hace cuatro
años y parece realmente interesado. Él pregunta sobre
cualquier plan para expandir la panadería o incluso
franquiciarla.
—De ninguna manera. —Tomo un trago y luego niego
con la cabeza con vehemencia. —Nunca revelaría mis
secretos a extraños virtuales. Además, mi sueño de niña
siempre fue dirigir una panadería familiar que fuera toda
mía. —Miro hacia arriba y veo su confusión. —Sé que traje a
un compañero —digo. —Pero eso es principalmente para
poder diversificarme en la restauración. —Tomo entre mis
dedos una bola de pelusa en el sofá. —Supongo que
consideraría una segunda ubicación, pero tendría que
participar en todo. Está prácticamente escrito.
Se vuelve a reír y coloca su brazo en el respaldo del sofá
para que su manga suba por su bíceps mostrando su tatuaje.
Lo observo. Me pregunto qué dicen el resto de las
palabras.
«Morir por».
¿Qué significa eso? ¿Claudia es por quien él moriría?
Pero, ¿por qué el cuchillo y la sangre?
—Es solo un tatuaje, Brooklyn —dice.
Solo puedo imaginar lo idiota que debo parecer
mirándolo.
—¿Qué dice? —Muerdo mi labio. —Quiero decir, si no te
importa que pregunte. ¿Lo hiciste para ella? ¿Tu esposa?
—Ex-esposa —dice con dureza. —Y no, no lo hice para
ella. Ni siquiera estoy seguro de haberlo hecho gracias a ella.
Es un proverbio marroquí. Dice: «Quien no tiene nada por qué
morir, no tiene nada por qué vivir».
Estoy atónita. Eso es profundo. muy profundo. No estoy
segura de qué decir. ¿Estoy lista para tener este tipo de
conversación con él?
—No le des demasiada importancia, Brooklyn —suspira.
—Estaba en un mal momento cuando me lo hice. Estoy bien
ahora.
Él está bien ahora.
¿Pensaba que no tenía nada por lo que vivir?
Un cuchillo en el corazón. Ella realmente debe haberlo
roto de la misma forma en que yo estoy rota. La única
diferencia es que no lo llevo en la manga.
Se levanta y se dirige a su colección de películas.
—De acuerdo con el tema de Stephen King, ¿qué tal
Children of the Corn?
Miro el reloj. 11:30. Es tarde y debería irme a la cama.
—De acuerdo.
Agarro la manta a mi lado y la tiro sobre mis piernas.

Aprieto los ojos con fuerza y trato de mantener la claridad
fuera. Todavía no estoy lista para levantarme. Me duele el
cuello, así que lo muevo un poco sobre mi almohada llena de
bultos.
A medida que empiezo a despertarme más, estiro la mano
para esponjar mi almohada y me encuentro hurgando en el
regazo de Nate.
Ay dios mío.
Con horror, me doy cuenta de que he estado tocando la
erección que está presionando contra la bragueta de sus
jeans.
Me doy la vuelta y me caigo del sofá, golpeándome la
cabeza contra el costado de la mesa de café.
—¡Ay! —chillo, despertando a Nate.
Entonces me golpeo la espinilla con el costado del sofá y
no puedo alejarme cojeando lo suficientemente rápido. Me
estoy frotando la cabeza y sosteniéndome la espinilla cuando
me doy la vuelta y veo a Nate riéndose histéricamente en el
sofá. Creo que debo ponerme de color rojo remolacha. No
puedo pensar coherentemente y tampoco mantenerme en
pie, así que me dejo caer en el sofá y me cubro la cara con las
manos.
Se acerca y sube mi pierna al sofá y frota el bulto rojo que
se está formando.
—¿Estás bien? —pregunta con toda seriedad, ahora que
ve que estoy herida.
—Estoy bien —digo sin mirarlo.
Miro a cualquier parte menos a él. Sé que si levanto la
vista, mis ojos irán directamente a su regazo y eso me
mortificará aún más.
Aparto mi pierna y él dice: —Brooklyn, está bien. No hay
nada de qué avergonzarse. Nos quedamos dormidos viendo
la película. Suele suceder. —Se ríe y mira su regazo. —Um…
lamento eso. También suele suceder. —Se encoge de
hombros.
Lo miro ahora, rogándole a mis ojos que se mantengan
por encima de su cuello.
—Si quieres avergonzarte de algo, avergüénzate del
sueño que tuviste anoche —dice.
—¿Qué?
—El sueño. Ya sabes, ¿aquel en el que gemías y gritabas
mi nombre? —Él se ríe.
—Yo no tuve ningún sueño así —hago un puchero.
Se levanta del sofá y se dirige a su habitación. —Está bien,
lo que tú digas. —Se aleja. —Así que supongo que trataré de
no ofenderme porque huelo a... ¿qué era? ¿ropa limpia? —
Cierra su puerta.
Mierda.
Mierda. Mierda. Mierda.
¿Qué dije en mi sueño? Michael solía decirme que a veces
hablaba en sueños pero nunca podía entender lo que decía.
Me devano los sesos tratando de recordar los sueños que tuve
anoche.
Me aseguro de no volver a encontrarme con Nate antes
del trabajo. Estoy tan avergonzada. No puedo imaginar lo
que debe pensar de mí. Lo último que necesito es que sepa
que sueño con él.

Hoy resulta ser uno de esos días en los que desearías
haberte quedado en la cama todo el día.
Perdí una oferta de catering. Dijeron que no tenía
suficiente experiencia con eventos importantes. Es verdad, lo
sé. Pero, ¿cómo podemos obtener experiencia con grandes
eventos si nadie nos contrata para grandes eventos?
Realmente contaba con esto para poner mi nombre allí.
Ryan se enfadará. Antes de irse a Costa Rica, pensó que
teníamos esto en la bolsa.
Corro unas pocas millas más esta noche para ayudarme a
calmarme. Nada me aclara más la cabeza que golpear el
pavimento mientras escucho música.
Casi tropiezo en la acera cuando suena una canción en mi
iPod. Una canción que no está en mi lista de reproducción.
Una canción que no he escuchado en más de dos años. Be My
Reason.
Fue el último mensaje que me envió Nate después de
Raleigh.
¡Nate!
Puso esto en mi lista de reproducción, el muy bastardo.
Sin embargo, no lo quito.
Escucho cada palabra.

Something inside me
(Algo dentro de mi)
Can’t rest until I find
(no puede descansar hasta encontrar)
The way to make it up to you
(la forma de compensarte)
The way to make you mine
(la manera de hacerte mía)

I know I messed up good


(Sé bien que me equivoqué)
And that you should walk away
(y que debes alejarte)
I have no right to ask
(y no tengo derecho a preguntar)
But I’m begging you to stay
(pero te ruego que te quedes)
¿Está tratando de decir que lamenta haberme dejado en
la escuela secundaria? ¿Qué quiso cambiar su actitud de
mujeriego después de que Claudia lo engañó?
Lo que no entiendo es porqué él pasaría por todos esos
problemas por mí.
¿Por qué yo?
Mientras escucho el coro, pienso en el amigo que ha sido
para mí últimamente. Ha hecho mucho para aliviar el dolor
de que Emma no esté cerca. Me consuela repetidamente
mientras vive en una ciudad que odia. Todo lo que ha hecho
ha sido por mí.

Be my reason…
(Sé mi razón…)
My cause, my light
(mi causa, mi luz)
Be my reason…
(sé mi razón…)
My purpose, my life
(mi propósito, mi vida)
‘Cause baby it was always you
( porque bebé, siempre fuiste tú)
You’re my reason
(tu eres mi razón)
You've pulled me through
(me has ayudado)

Y como soy una glotona de castigos, la pongo en


repetición.
Nate debe haber notado mi mal humor cuando llegué a
casa.
—Tienes que salir a tomar una copa —dice, cuando salgo
de mi habitación después de la ducha.
—Lo haré. Hoy fue un día de mierda. Pero no creo que
nadie esté disponible para acompañarme.
Se apunta a sí mismo y niega con la cabeza.
—¿Qué soy, hígado picado?
—Pensé que no querías salir.
—Bueno, por ti haría una excepción —dice, y sonríe.
—Oh, no. —Levanto mi mano para que se quede donde
está. —No voy a caer en esa trampa. Estuvimos de acuerdo
en eso. Sin presión, sin citas.
Pienso en la conversación que tuvimos después de la
primera noche de ver películas. Establecí las reglas básicas y
él aceptó mis límites. Esto movería las barreras.
—No, no es una cita. Solo unos tragos, como amigos. —
Suelta un profundo resoplido.
Pienso en cómo han sido estas semanas. Él se ha
mantenido fiel a su palabra y no me ha invitado a salir. Ni
siquiera me ha tocado. Bueno, si no cuento las veces que me
he quedado dormida sobre él. Pero, técnicamente, podría
argumentar que fue mi culpa. No ha sido más que un amigo.
Un buen amigo.
Así que digo que sí.
Elegimos un bar pequeño y agradable a unas pocas
cuadras de la panadería. Me gusta caminar cuando puedo por
si bebo demasiado. Pero eso no será un problema esta noche.
No confío en mí misma cerca de Nate cuando he tomado
unas copas. Me limitaré a dos Cosmos.
Es realmente divertido pasar el rato con Nate. Incluso
comenzamos a hablar sobre la escuela secundaria, pero solo
sobre los primeros años, no sobre el tercero, o lo que pasó
con nosotros, o su mamá.
Él es excelente para observar a la gente, al igual que yo, y
nos sentamos e inventamos historias sobre la gente en el bar.
Vemos a una pareja peleando y Nate dice que le ha
informado al hombre que está embarazada; solo que ella no
es su esposa, su esposa es la dama sentada en la mesa de al
lado mirándolos con furia.
Nos reímos y nos llevamos como si fuéramos amigos
desde siempre. Es una noche fácil y cómoda y mis
preocupaciones laborales finalmente se desvanecen.
Se disculpa para ir al baño y, ni un minuto después de irse,
un hombre grande que huele a hamburguesa grasienta se
sienta en el taburete de la barra donde estaba Nate. Le hace
señas al cantinero para que me traiga otra bebida.
—Me llamo Ben y tú eres la cosa más linda aquí —dice,
arrastrando las palabras.
El cantinero pone otro Cosmopolitan al lado del mío sin
terminar. Me volteo hacia el hombre
—Gracias, pero estoy aquí con un amigo —le digo.
—No significa que no puedas hablar conmigo, ¿verdad?
Se inclina demasiado cerca y su aliento apesta a whisky y
cigarrillos. Cuando retrocede, Nate está parado detrás de él.
Su rostro está rojo y está mirando la parte posterior de la
cabeza del hombre.
Oh, dioses de las moscas borrachas, por favor, que el hombre
se levante y nos deje en paz.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Nate, mirando al
hombre. —Brooklyn, ¿estás bien?
—Le estaba invitando un trago a la bella dama —dice el
tipo borracho de whisky sin ni siquiera girarse para mirar a
Nate, quién mete la mano en el bolsillo, saca un billete de
veinte y se lo tira al tipo. —Gracias, hombre, pero lo tengo
cubierto.
—La señora aquí... ¿Brooke lo dijo? —Me señala. —Dice
que no tiene novio. Dice que está aquí con un amigo.
Entonces, ¿por qué te enojas?
Oh, no.
—Por favor, señor, solo váyase —le suplico.
—Ya la escuchaste —gruñe Nate, —¡lárgate de aquí!
El tipo se vuelve hacia mí y dice: —¿Esa es la forma de
tratar a un buen tipo que solo te trajo un trago?
Nate se acerca y agarra el brazo del hombre y lo tira del
taburete de la barra. —Vete —dice mientras lo aparta de
nosotros.
Lo siguiente que veo es al tipo golpeando a Nate y luego
escucho un ¡crack! antes de que el borracho se caiga.
Nate cae de rodillas, acunando su mano. —¡Hijo de puta!
—le grita.
Patea el taburete varias veces hasta que se cae y golpea el
suelo, llamando aún más la atención sobre la situación.
El cantinero rodea el bar con un palo de golf y nos dirige
a todos hacia la puerta.
—Lo siento, hombre —le dice a Nate. —Sé que no fue tu
culpa, pero tienes que irte o mi jefe lo tendrá en mi contra.
Reglas del bar.
Los amigos de Ben lo levantan del suelo y se disculpan
por su comportamiento.
En nuestro camino de regreso a la panadería, puedo ver
que Nate claramente tiene mucho dolor. Está tratando de
ocultarlo, pero las venas de su cuello están hinchadas, respira
rápidamente y sus ojos están llorosos.
—Tienes que ver a un médico —le digo.
—Si, lo sé. —Se mira la mano. La misma mano que tiene
todas esas pequeñas cicatrices. —¿Irás conmigo al hospital,
Brooklyn?
Mi corazón cae en mi estómago e instantáneamente soy
arrastrada de regreso a una pequeña habitación con paredes
blancas y máquinas que emiten pitidos. La habitación donde
vi a Michael por última vez, sin vida y roto. La habitación que
acecha en mis sueños cuando las paredes se cierran sobre mí,
asfixiándome mientras azoto frenéticamente para encontrar
una puerta que me permita escapar de la pesadilla.
Cierro mis ojos. —Yo… no puedo.
Aparto la mirada, avergonzada de ser tan débil.
—Ah, okey.
Parece dolido, y no solo por el dolor en su mano.
—No. No es que no quiera ir contigo. Yo, eh… bueno, ya
no voy a los hospitales. Después de Michael…
—Dios, Brooklyn. Lo siento. No pensé.
Se ve triste, mordiéndose el labio mientras piensa.
—¿Considerarías una sala de urgencias? —pregunta.
Respiro hondo y miro al hombre al que he llamado amigo.
No ha sido más que amable y me ha apoyado. ¿Cómo puedo
negarlo? Además, su mano está empezando a hincharse, por
lo que no puede conducir por sí mismo a ninguna parte.
—Sí, puedo hacer eso. —Le ordeno que se pare junto a mi
auto cuando lleguemos a casa. —Iré corriendo a buscar las
llaves de mi auto.
—Gracias.
Me mira entrar por la puerta lateral del apartamento.
Afortunadamente, el centro de urgencias no está tan
ocupado y solo tenemos una corta espera. Se lo llevan para
una radiografía mientras le envío un mensaje de texto a
Emma para decirles a ella y a Graham lo que está pasando.
Se necesitan diez o veinte mensajes de texto y una
llamada telefónica para hacerle entender que no estábamos
en una cita. Ella no escucha. Creo que está empeñada en
casarme para que yo pueda ser tan feliz como ella y Graham.
La enfermera sale a buscarme. —Puedes entrar ahora, él
está preguntando por ti.
La sigo por el pasillo hasta una habitación privada con
una cama con barandilla y máquinas médicas y cuadros de
enfermedades en la pared. Una habitación de hospital.
Respiro hondo y cruzo el umbral.
—Esto debe ser difícil para ti —dice Nate. —Lo siento.
No debería haberte pedido que vinieras.
Está preocupado por mí. Probablemente se ha roto la
mano, y está sumergido en un mundo de dolor, y aún así está
pensando en mis sentimientos. Dios, soy una persona terrible
incluso por decir algo.
—Nate. Está bien, de verdad. De todos modos, esto no se
parece en nada a un hospital —miento. —¿Cómo estás?
—Me dieron una inyección para el dolor mientras
esperamos que el médico lea las radiografías.
—Bueno. Hablé con Emma. Dijo que Graham quiere que
lo llames cuando llegues a casa más tarde.
Él asiente.
La puerta se abre y un joven médico entra y coloca los
rayos X en esa máquina de luz. Se da la vuelta y mira a Nate,
luego me mira a mí.
—¡Oh, vaya! —exclama él. —Nate Riley.
—¿John Morgan? —pregunta Nate. —Ha pasado un
tiempo. ¿Ahora eres médico? ¡Eso es increíble! Te daría la
mano pero… —Se encoge de hombros y levanta su mano
hinchada.
John comienza a preguntarle a Nate sobre béisbol ya que
estaban juntos en el equipo de la escuela secundaria, pero
Nate lo interrumpe.
—John, hombre, ¿está rota?
Echa un buen vistazo a las radiografías. —Jesús, Nate,
tienes más alfileres en la muñeca que una maldita bolera. —
Él lo observa. —¿Qué sucedió?
Nate me mira y luego lo mira a él. —Bate de béisbol.
—Vaya, lo siento hombre. ¿Es por eso que no estás en la
MLB? Siempre pensé que llegarías a las mayores, hermano.
—Sí, escucha… sobre la mano, ¿está rota?
Nate parece irritado. Todavía debe sentir mucho dolor.
—No. Tienes suerte. Probablemente sea más fuerte
debido a todos los alfileres. Tendrá algo de hinchazón
durante unos días. Asegúrate de mantenerla elevada y
ponerle hielo.
Nate se ve aliviado y deja escapar un largo suspiro.
—Bien gracias. Eh, ¿recuerdas a Brooklyn Vaughn?
Él asiente con la cabeza hacia mí.
—Encantado de verte, Brooklyn.
Por supuesto que no me recuerda. Cualquiera que me
conociera entonces, me conocía como Lyn. Simplemente está
siendo amable.
—Igualmente —digo. —Gracias por tu ayuda.
Le entrega a Nate su tarjeta, junto con una receta para
algunos analgésicos, y le dice que lo llame para pasar el rato
en algún momento.
—No estaré mucho tiempo en la ciudad, pero lo intentaré
—dice Nate.
Él no lo llamará. Odia este pueblo. Ni siquiera estoy
segura de por qué accedió a venir aquí. Tal vez su padre lo
obligó a tomar este trabajo. ¿Por qué si no se torturaría a sí
mismo en un pueblo lleno de gente que no quiere ver?
Por ti, me dice mi diosa interior.
En el camino a casa, solo mira su muñeca.
Bate de béisbol, ¿qué significa eso? ¿Se rompió la muñeca
con un bate de béisbol y ahora tiene un brazo biónico? Tengo
muchas ganas de preguntarle al respecto, pero como todo lo
demás en su pasado, es muy reservado.
Me habló del tatuaje. Quizá algún día me hable de esto.
Observo la cicatriz en mi propia mano derecha. Tal vez
algún día le hable de la mía también.
—Tal vez deberíamos quedarnos con las películas —
bromea mientras subimos las escaleras hacia el apartamento.
—Está bien, tú eliges esta noche.
Me sonríe con esa hermosa sonrisa suya y luego toma mi
mano y me lleva al sofá. Soy consciente de que está cruzando
la línea, pero no me importa. Su mano se siente como el cielo
en mi piel.
Me sienta y me suelta e instantáneamente siento frío.
Echo de menos su mano, la que sostuvo la mía por meros
segundos. Lo quiero de vuelta.
Pone la película y se sienta a mi lado en el sofá, más cerca
de lo normal, pero no demasiado. Caemos en nuestra rutina
de reír y gritar a los personajes. Nunca me había divertido
tanto quedándome en casa como con él estas últimas
semanas.
Mi cabello me hace cosquillas en el cuello y me doy
cuenta de que Nate está jugando con un mechón detrás de mi
oreja. Lo está haciendo girar, una y otra vez. Ni siquiera estoy
segura de si es consciente de que lo está haciendo, pero de
repente es todo lo que sé.
Cierro los ojos y controlo mi respiración y mi cabeza cae
hacia atrás contra el sofá. Me está poniendo en trance con el
rítmico giro de mi cabello. Entonces siento su mano acariciar
suavemente mi mejilla, y podría jurar que lo escucho inhalar
profundamente por la nariz.
¿Me está oliendo?
Oh, Dios, cree que estoy dormida.
Mi corazón se acelera y trato de controlar mi respiración.
No quiero que sepa que estoy despierta. ¿Por qué está
haciendo esto? Debería parar, pero no creo querer que se
detenga. Creo que quiero que siga adelante. Mi diosa interior
y mi conciencia están ocupadas discutiendo sobre lo que
quiero cuando él me levanta del sofá.
Sin esfuerzo, me carga. Puedo sentir su corazón latiendo
a través de su camisa. Puedo oler su aliento mentolado
mientras me recorre la cara. Creo que esto debe estar
matando su mano, pero no emite ni un sonido. Intento, pero
fallo, controlar los latidos de mi propio corazón para que no
pueda ver cómo me afecta esto.
¿Adónde me lleva?
Por favor, no me lleves a tu habitación.
Hazlo.
No, no lo hagas.
Me coloca en una cama y puedo decir por el olor que no
es su cama. No me atrevo a abrir los ojos todavía. Puedo
sentirlo en la habitación, mirándome. ¿Qué está haciendo?
Debería abrir los ojos. Debería decir algo. Siento una manta
que me cubre y luego siento su cálido aliento en mi cara. Me
va a besar.
Sí, por favor, bésame.
Sé que no debería, pero si me besara aquí mismo, ahora
mismo, no creo que pudiera resistirme. Sé a qué sabe,
recuerdo sus besos. Sé que no debería quererlo. Sé que no
puedo tenerlo. Pero en este momento, lo necesito. Necesito
que me bese.
—Buenas noches, Brooklyn —susurra. Su cálido aliento
flotando en mi cara.
Luego, sus labios suaves y firmes tocan mi mejilla en un
beso prolongado pero casto. Deja escapar un profundo
suspiro y lo escucho salir de la habitación y cerrar
suavemente la puerta.
Abro los ojos y las lágrimas ruedan por mi rostro. Lloro
porque en ese momento me doy cuenta de que quiero a Nate
Riley. Lo deseo tanto que mi piel zumba dondequiera que me
ha tocado.
Levanto la mano y toco el lugar en mi mejilla donde sus
labios cayeron hace unos momentos, y sé que lo quiero hasta
el fondo de mi alma.
Y es exactamente por eso que no puedo tenerlo.
Me encantan los perezosos sábados por la mañana.
Cuando era pequeña, solía gatear en la cama con mis padres
y ver dibujos animados. Ahora que soy mayor, me quedo con
mis pantalones cortos de dormir y mi camiseta sin mangas y
me acurruco en el sofá, viendo reposiciones de estúpidos
reality shows. Los programas pueden haber cambiado, pero
los sentimientos siguen siendo los mismos.
Son las nueve en punto y me imagino que será mejor que
vaya a correr antes de desperdiciar el día, así que me levanto
y me pongo la ropa para correr.
Paso por la puerta de Nate en mi camino por el pasillo.
Está al teléfono, pero me mira y me sonríe y me saluda con la
mano.
Al salir por la puerta de la panadería, corto demasiado la
esquina y mi camisa se engancha en la bisagra de la puerta.
La observo y, maldita sea, se hizo un agujero en una de mis
mejores camisetas para correr. Maldiciendo en silencio,
recorro mi camino de regreso al apartamento, vuelvo a entrar
y escucho dos voces.
Camino hacia la habitación de Nate y me doy cuenta de
que es la voz de Graham la que escucho, y que Nate lo tiene
en el altavoz. Estoy a punto de darme la vuelta e ir a buscar
una camisa nueva cuando escucho mi nombre.
¿Eh?
No soy una persona entrometida por naturaleza. Vive y
deja vivir y todo eso. Pero cuando el tipo que penetra mis
sueños está hablando de mí con su mejor amigo, bueno, eso
claramente tiene un dilema escrito por todas partes.
¿Escucho?
Sé que no debería. Él no sabe que estoy de vuelta en el
apartamento. Está teniendo una conversación privada.
Nada bueno puede salir de esto. Necesito cambiarme la
camisa y salir a escondidas. Entonces, ¿por qué mis pies
están firmemente plantados fuera de su puerta? Estoy
presionada contra la pared tratando de no respirar. No puedo
hacer que mis piernas se muevan.
Me iré al infierno.
—Ya no sé qué hacer, hombre. Le hice esta promesa. Una
promesa de no invitarla a salir, de no tocarla. ¿Sabes lo difícil
que es eso? Es como intentar no respirar. Es tan jodidamente
hermosa y ni siquiera lo sabe. Ella no tiene ni puta idea.
—Nate, dale tiempo. Dijiste que parece estar mejorando,
actuando como si fueran amigos y pasándosela bien contigo.
Es solo cuestión de tiempo antes de que se dé cuenta de que
te quiere.
—No sé si puedo esperar tanto tiempo. Es como dar
pequeños pasos con ella. Me hace pensar que tal vez, solo tal
vez, me esté metiendo debajo de su piel y luego hace un
comentario sobre nunca tener citas. Está hecha un lío por la
muerte de Michael o algo así. Todo lo que hago es pensar en
ella. ¿Sabes lo difícil que es para mí hacer despegar este
proyecto cuando todo lo que puedo ver es su rostro, cada vez
que me siento a dibujar? —Hace una pausa para respirar. —
Maldita sea, ahora sueno como un idiota, ¿Qué me está
pasando?
—Creo que a eso lo llaman amor, hermano —Graham se
ríe.
¿Qué? ¿Amor?
No no no no.
Él no me ama. Simplemente quiere acostarse conmigo.
Me alejo.
No quiero escuchar lo que dice Nate a continuación.
Tengo que salir de aquí.
Bajo corriendo las escaleras, sin siquiera preocuparme de
haber olvidado cambiarme la camisa rota. Corro hasta casi
vomitar.
Él no puede amarme.
Tengo que arreglar esto. Tengo una idea sobre cómo
hacer eso. En mi camino de regreso, me detengo en la
panadería y hablo con Kaitlyn, poniendo en marcha mi plan.
Me ducho y trato de evitar a Nate durante la mayor parte
de la tarde, pero eventualmente tendré que enfrentarlo. Se
preguntará por qué no estoy despierta para la noche de cine.
Tomo algunas respiraciones profundas y medito por un
minuto, reuniendo el coraje para hacer lo que tengo que
hacer. Lo que sé que lo lastimará. Pero es por su propio bien.
Si puedo evitarle el dolor, debería hacerlo.
Lo encuentro en su mesa de dibujo en su dormitorio.
Vislumbro lo que está dibujando antes de que me vea y lo
cubra. No eran las habituales líneas afiladas de un edificio.
Parecía más una cara.
—Oye —dice.
—Hola. —Muerdo mi labio. —Um, quería hacerte saber…
uh, quería decirte que voy a tener una cita esta noche.
Salto hacia atrás cuando él me sobresalta poniéndose de
pie tan rápido que su silla se cae y golpea contra el suelo.
—¿Qué? —Me mira con sus intensos ojos. —Pensé que
no tenías citas, Brooklyn.
—Y no las tengo, pero pensé que tal vez debería ser
momento de retomarlas.
Me mira a los ojos y sé que está herido. Está tratando de
mantener la compostura, pero quiere arrancarme la cabeza y
gritarme. Lo que no entiende es que estoy haciendo esto por
él.
—¿Quién es él? —pregunta con los dientes apretados.
—Nadie, solo un amigo de Kaitlyn. —Trato de sonar
indiferente.
Agarra las llaves del escritorio, tirando papeles y lápices
por el suelo.
—Haz lo que te dé la gana. Terminé.
Camina hacia el pasillo y da un portazo tan fuerte al salir
que creo que incluso podría haber roto el marco.
Me quedo ahí de pie en la puerta de su habitación,
incapaz de moverme, mirando un dibujo mío que aterrizó en
el suelo a mis pies. Es un artista increíble. Él me hace lucir
hermosa.
Una lágrima espontánea corre por mi mejilla.
Estoy haciendo esto por él, me recuerdo, y me doy la
vuelta. Tengo que prepararme para mi cita.

Nunca antes había estado en este club y me alegro de que
esté al otro lado de la ciudad. Cuanto más lejos esté de Nate,
mejor.
El novio de Kaitlyn, Carl, ha traído a un amigo para que
sea mi cita. Scott tiene treinta y tantos años, su cabello es
oscuro y tiene un cuerpo sólido y una gran sonrisa. Es
bombero, así que me imagino que debajo de esa camisa verde
ajustada, tiene músculos para morirse.
Él es hermoso. La cita soñada de toda mujer.
Lo miro y trato de calentarme y sentir un hormigueo por
dentro. Me río de sus bromas y tenemos una conversación
amena. Por fuera parece que tal vez nos llevamos bien, pero
en el interior, todo lo que puedo pensar es en cómo él no tiene
ese cabello rubio que se riza en las puntas ni esa sonrisa que
está reservada solo para mí.
Él no tiene ese olor.
Cierro los ojos y trato de invocar ese olor a ropa limpia y
Nate. Cuando los abro, pienso que debo ser una especie de
bruja que ha conjurado al hombre perfecto de sus sueños,
porque cuando miro a través de la amplia barra, allí está
sentado.
Parpadeo dos veces y miro a mi alrededor. Debo estar
alucinando. Miro hacia atrás otra vez y ahí está. Sé que es él,
pero no me mira.
Está mirando a la hermosa mujer sentada a su lado.
Miro a mi derecha y veo que Kaitlyn también ha notado a
Nate. Le doy mi mirada de ¿qué demonios? y ella me hace
señas con su dedo para que me acerque.
Me susurra al oído: —Él vino a la panadería antes para
preguntarme adónde íbamos a ir esta noche. —dice, sonríe y
se encoge de hombros.
—¿Y se lo dijiste? —pregunto un poco demasiado alto y
luego miro alrededor para asegurarme de que Scott y Carl no
están prestando atención.
—Seguro, ¿Por qué no? Pensé que sería divertido, y
¿quién no quiere un poco de emoción en su sábado por la
noche?
La miro fijamente a los ojos. —Estás tan despedida.
Ella se ríe de mí y exclama: —Vamos a bailar.
En la pista de baile todos estamos encontrando nuestro
ritmo, bailando como un cuarteto. Scott es un buen bailarín
y está comenzando a atraer miradas de hordas de mujeres.
Me pregunto si alguna de ellas lo invitará a bailar. Me doy
cuenta de que no me molestaría en lo más mínimo si lo
hicieran.
Miro a Nate. Tiene una cerveza en una mano y a la mujer
en la otra, rodeando su cintura; su pulgar está frotando
pequeños círculos en su espalda. Él le susurra algo al oído y
ella echa la cabeza hacia atrás, riéndose con una risa
profunda, ronca y sexy que puedo escuchar hasta el otro lado
de la habitación.
Sé que esto no debería hacerme enojar. Después de todo,
soy yo quien tiene una cita. Él debería poder hacer lo que
quiera. Pero entonces, ¿por qué me siento obligada a ir allí y
arrancarle los ojos y verter ácido en sus cuencas?
Finalmente mira en mi dirección y me apunta con su
cerveza antes de tomar su mano, frotar su brazo hasta su
cuello y jugar con su cabello de la misma manera en que jugó
con mi cabello anoche.
Dos pueden jugar este juego.
Aparto la mirada, jurando olvidar que está allí con la
señorita risas y doy unos pasos hacia Scott para quedar justo
contra él; empiezo a moverme. Me muevo lento y sexy. Cierro
los ojos y trato de olvidarme de todo por un minuto, sintiendo
como la música me inunda.
Scott responde de inmediato, agarrando mis caderas y
moviéndose conmigo.
—Esto me gusta más —dice, con una voz profunda que
debería hacerme rogar por más.
Sus manos se frotan en mis caderas. Su pecho está
tocando mis pechos. Su aliento está en mi cara. Este hermoso
trozo de hombre es mío para tomarlo y no siento nada. Ni
una chispa, ni una punzada. Nada.
Pero Nate no tiene que saber eso. Así que finjo. Monto un
espectáculo para que todos lo vieran.
Scott me hace girar y tira de mi espalda contra su pecho.
Estoy bailando contra él con mis manos sobre mi cabeza.
Pasa sus manos arriba y abajo de mis costillas. Pone su mano
sobre mi estómago y me tira con fuerza contra él, tan fuerte
que puedo sentir su erección creciendo en mi espalda. Esto
me sorprende y abro los ojos solo para mirar a Nate, que
ahora está en la pista de baile haciendo cosas similares con
su pareja.
Trato de no pensar que tal vez él tiene su propia erección
por la molienda que su pareja está haciendo contra él. Ella
echa la cabeza hacia atrás para poder verlo y su lengua sale
para lamer un lugar debajo de su oreja. Me mira y una lenta
sonrisa se dibuja en su rostro. No la sonrisa que guarda para
mí. Esta es diferente. Esta sonrisa grita jódete.
Las paredes se están cerrando sobre mí. No puedo
respirar. Siento que la bilis sube y me quema la garganta.
Tengo que salir de aquí.
—Tengo que ir al baño —le digo a Scott, y me dirijo en
línea recta hacia allí.
¿Por qué me estoy desmoronando por esto?
Eso es lo que quería que pasara, que me dejara en paz y
siguiera con su vida. Pero cada vez que pienso en él siguiendo
adelante, se me hace un nudo en el estómago y mis puños se
cierran. Quiero volver ahí y decirle a su cita que se vaya, que
él es mío. Entonces me doy cuenta de lo ridículo que es que
pueda siquiera pensar en reclamarlo. Va en contra de todo lo
que creo, todo lo que sé que es verdad. Nadie puede volver a
ser mío nunca más porque no merezco el derecho de
reclamar a nadie, y si lo hiciera, seguramente me lo quitarían.
Pero en el pasillo, antes de que pueda llegar a la puerta
del baño, algo me agarra del brazo y tira de mí hacia atrás.
Me giro y me estrello contra el pecho de Nate.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le grito
—¿Qué estás haciendo tú, Brooklyn?
—Me voy, eso es lo que estoy haciendo. —Me giro para
alejarme.
Nate me atrae hacia él y antes de que pueda protestar,
toma mi cabeza entre sus manos y me besa. Me besa fuerte.
Está reclamando mi boca de una manera que nunca ha sido
reclamada.
Estoy instantáneamente perdida para el mundo. La
música, la gente que nos rodea, todo se desvanece, porque
todo lo que puedo sentir es él y sus manos en mi cara. Separa
mis labios con su lengua y cuando entra en mi boca y explora
mi propia lengua, mi cuerpo se estremece. Mis entrañas se
derriten como un copo de nieve bajo el sol de verano.
Sabe como sabía que lo haría, como lo he recordado todos
estos años. Mi boca se enoja con el deseo y chupo
suavemente su lengua, sacando un gemido de su garganta
que envía pulsos directamente a mi centro.
Una puerta se cierra de golpe detrás de nosotros,
devolviéndome a la realidad.
¿Qué estoy haciendo?
Esto está mal. No podemos hacer esto. Esto solo
conducirá a la angustia; así que lo empujo lejos. Mi corazón
está bombeando, mi adrenalina fluyendo. Hago lo único que
se me ocurre que terminará con esto.
Lo abofeteo.
Luego me doy la vuelta y entro en el baño.
Me siento en el inodoro cerrado y trato de inventar
excusas para irme de este lugar. No puedo quedarme aquí.
No puedo verlo con otra mujer sabiendo que no puedo
tenerlo. Me recobro y me vuelvo a unir a mi cuarteto que
ahora está en el bar. Estoy a punto de decirles que tengo que
irme cuando el cantinero trae una bandeja de tragos. Los
contemplo por un minuto antes de llevar uno a mis labios.
Arde cuando baja, entumeciendo mi garganta en el camino.
Adormecer, ¿funcionará? Agarro otro trago. Pido uno
más.
No vuelvo a bailar con Scott. No quiero lastimar a Nate
más de lo que ya lo he hecho. Solo quiero que se haga una
idea y siga adelante.
Nate, sin embargo, no parece estar en la misma página (la
página sobre no lastimarme), porque en este momento, él
está besando a la mujer con la risa ronca y sexy. La está
besando con los mismos labios que hace minutos estaban en
los míos.
Y me está mirando mientras lo hace.
Luego, para colmo de males, le susurra al oído. Ella
sonríe, se gira para recoger su bolso y luego se levantan y
salen del bar. Mi corazón se sale de mi pecho y golpea el
suelo. Me siento y observo. Una lágrima se desliza por mi
rostro. Rápidamente la limpio, pero no antes de que Kaitlyn
se dé cuenta.
—Bastardo —susurra en mi oído. —Lyn, lo siento,
realmente no pensé que iba a suceder así. Todo esto es mi
culpa.
—Sácame de aquí —le suplico.
Tardamos un rato en llegar a casa, algo sobre que Scott
tiene que ir a ver a su hermana. Ni siquiera me importa en
este momento mientras estoy desplomada contra la puerta
del auto, llorando en silencio. Kaitlyn explicó lo que sucedió
de la mejor manera posible y los muchachos fueron muy
comprensivos. Scott incluso me preguntó si debería ir a
patearle el trasero.
Para cuando me dejan, ha pasado al menos una hora. Veo
la camioneta de Nate en el estacionamiento detrás de la
panadería. Miro a mi alrededor en busca de otro coche. No
veo ninguno, pero eso solo significa que ella podría haber
viajado con él. Contemplo dormir en la cocina de la
panadería, pero no puedo pensar en nada que pueda usar
como cama.
Estoy temblando mientras pongo la llave en la cerradura
del apartamento.
Por favor, que estés solo.
Trato de hacer mucho ruido al entrar al apartamento.
¿Qué pasa si están teniendo sexo en el sofá?
Dios mío, por favor que no estén teniendo sexo en el sofá. O
en el dormitorio. O en cualquier lugar.
Yo soy la que empezó este lío, lo sé. Es mi culpa que esto
sucediera. ¿Por qué no dejé que las cosas siguieran como
estaban? ¿Por qué tuve que ir y estropear las cosas?
Podríamos haber sido simplemente amigos.
Soy una idiota.
El apartamento es bastante oscuro. Solo la luz de la
cocina está encendida, proyectando sombras por el pasillo.
Me preparo para lo que veré cuando llegue a la esquina de la
sala de estar.
Pero al único que veo es a Nate. Miro a mi alrededor
rápidamente para asegurarme de que no hay nadie más aquí.
Él está sentado allí, sosteniendo una cerveza. Me oye entrar,
pero no me mira. Su mirada viaja hacia mis espaldas,
buscando a quién he traído conmigo.
El alivio se apodera de mí. El alivio lo inunda.
Deja la cerveza y se inclina hacia adelante para que sus
codos descansen sobre sus rodillas. Luego grita: —¿Qué
diablos fue todo eso, Brooklyn?
—¿Yo? —le grito. —Tú eres el que besó a esa zorra y
luego se fue con ella. —Miro a mi alrededor y señalo con la
mano el apartamento vacío. —¿Qué, ya has terminado con
ella?
Se pone de pie y parece enojado.
—¡Increíble! —Se pasa la mano por el pelo. —Tú eres la
que tuvo una cita. ¿Qué te importa lo que haga y con quién
diablos lo haga?
—Oh, así que no estás negando que la trajiste aquí. Sabía
que no cambiaste. Ve y acuéstate con la primera chica que
veas en el bar.
—¡Me abofeteaste, Brooklyn! —Patea el sofá con el talón
de su pie. —Te besé y me abofeteaste. No tienes voz en lo que
hago si no me quieres.
El tiene razón. Sé que tiene razón. Pero eso no cambia la
forma en que me duele el corazón en este momento.
Trajo a una mujer aquí, a nuestro apartamento. Este en el
que compartimos y nos reímos de las películas. Este en el que
me colé en su habitación y olí su almohada. Este en el que me
roba besos cuando cree que estoy dormida.
¿Por qué tuvo que traerla aquí?
—Al menos llévate a tus putas a otro lado —le digo.
—¡Yo no la traje aquí, Brooklyn! —grita exasperado—.
No la traje a ningún lado. Nos despedimos en el
estacionamiento.
—Pero la besaste. Justo después de que me besaste. ¿Le
dijiste eso? ¿Le dijiste que besaste a otra persona dos
minutos antes de poner tus labios sobre los de ella?
—Dios, Brooklyn. ¿Viste la forma en que bailabas con ese
tipo? Prácticamente estabas teniendo sexo con él mientras
todos miraban. ¿No crees que eres un poco hipócrita?
—Solo estaba bailando con él de esa manera porque tú
tenías tus manos sobre esa en el bar.
Él ríe. —¿Ves? ¿Cual es tu problema? Me quieres.
Estabas celosa. ¿Por qué no lo admites y sales conmigo?
—¿Qué? Estás loco. No te quiero. Tú fuiste quien me besó,
¿recuerdas?
Tal vez comenzó de esa manera, pero no pareció
importarme que metería su lengua en mi boca.
Camino por detrás del sofá.
—Había estado bebiendo y tú te aprovechaste. Tan
pronto como me di cuenta de lo que estaba pasando, te
abofeteé. ¿O olvidaste esa parte?
—Tan pronto como te diste cuenta, mi trasero, Brooklyn.
Me estabas chupando la lengua. Me deseabas tanto como yo
te deseaba a ti. ¿Por qué no dejas de esconderte detrás de tu
prometido muerto y lo admites ya?
Oh, él no acaba de decir eso.
—¡Idiota! —le grito. Cojo una almohada y se la tiro. —
Esto no tiene nada que ver con Michael.
—Esto tiene todo que ver con él. Él murió. Lo amabas y
él murió. Respira hondo y mira al techo. Tu no moriste.
Todavía estás aquí. ¿Por qué no empiezas a actuar así?
—Tú no sabes nada de mí. —Lo señalo. —¿Crees que una
aventura de una noche hace diez años y un par de semanas
de ver películas juntos te convierte en un experto?
—Dios, mujer, me estás volviendo jodidamente loco…
—¡No he terminado! —Me acerco a él y pongo mi dedo en
su pecho. —Tú eres el hipócrita, Nate. Tú eres el que fue
engañado y luego te hiciste un estúpido tatuaje porque
estabas roto. Sabes lo que es estar roto y, sin embargo, te
sientas aquí y me dices que no lo esté.
Ambos tenemos la cara roja, respiramos con dificultad y
nos miramos de forma asesina. Y luego, así como así, nos
inclinamos hacia adelante y nuestros labios chocan entre sí.
Nos besamos tan fuerte que creo que mis labios se van a
magullar. Él chupa mi labio inferior, yo lamo el superior.
Entonces nuestras lenguas se entrelazan mientras
exploramos la boca del otro. Nos besamos hasta que ya no
podemos respirar sin separarnos.
Respira, pero no permite que sus labios se separen de mi
piel. Deja un rastro de besos desde la comisura de mi boca a
lo largo de mi cuello y hasta ese punto detrás de mi oreja. Ese
mismo lugar que encontró hace tanto tiempo en el asiento
delantero de su camioneta. Me besa suavemente allí. Luego
me lame y sopla una corriente de aire frío sobre él.
—Brooklyn, sabes tan bien.
—Mmmm.
Mi cabeza cae hacia atrás, dándole un mejor acceso a mi
cuello mientras continúa el rastro de besos hasta que cubre
cada centímetro de piel de oreja a oreja.
Mi piel hormiguea dondequiera que hayan estado sus
labios. Sus manos están agarrando mi cabello, mis caderas,
mis hombros, mi espalda. Están deambulando, tocándose y
apretándose como si no pudiera tener suficiente de mí; como
si necesitara tocar cada parte de mí a la vez.
Paso mis manos por sus brazos, alrededor de sus anchos
hombros y sobre su espalda. Tiro de su cabello y se le escapa
un gemido. Intenta apartarse un poco para mirarme, pero no
lo dejo. Me temo que si rompemos el hechizo, huiré, y en este
momento no quiero correr. Quiero absorber cada parte de él,
cada toque, cada sentimiento, y no quiero pensar. No quiero
pensar en lo que pasará después. Qué pasará después. Solo
quiero aquí y ahora.
Me agarra de las caderas y me levanta. Envuelvo mis
piernas alrededor de él y él me sostiene por mi trasero. Mi
falda se sube y mis bragas son todo lo que se interpone entre
la bragueta de sus jeans y yo. La fricción que resulta de
nuestro roce es suficiente para hacer que me corra.
Ha pasado tanto tiempo. Esto se siente tan bien. Puedo
sentir su erección creciendo y presionando contra mí a través
de la tela de sus pantalones.
Se inclina y hunde su lengua en mi escote, lamiendo su
camino de regreso a mi cuello, enviando chispas hacia mi
centro. Pasa su boca sobre mi pecho y toma mi pezón en su
boca, justo a través de la tela de mi delgada blusa y sujetador
de encaje. Instantáneamente me estremezco bajo su toque.
Como sus manos todavía están ocupadas sosteniéndome,
me agacho y agarro el dobladillo de mi camisa y la levanto
por encima de mi cabeza. Luego desabrocho rápidamente el
broche de mi sostén y lo dejo caer por mis brazos hacia el
suelo. Mira mis pechos y luego vuelve a mirarme a la cara.
—Brooklyn, eres tan hermosa.
Se inclina y toma mi pezón en su boca, chupándolo
suavemente y luego girando su lengua alrededor de la
aureola. Luego hace lo mismo con el otro.
—Eso se siente tan bien —susurro en su cabello.
Me lleva a la encimera de la cocina y me deja sobre ella,
todo el tiempo besando y chupando mis labios. Pasa su
lengua por mi boca y de nuevo, me abro para él. Tomo su
lengua en mi boca y la chupo, sacando más gemidos de su
garganta.
Empuja mis bragas a un lado. Sé que están empapadas.
Puedo sentir lo húmedas que están. Desliza un dedo dentro
de mí con su respiración pesada.
—Brooklyn, estás tan mojada.
Eso se siente bien.
Casi olvido lo que es tener las manos de un hombre sobre
mí, dentro de mí.
Mete otro dedo dentro y otro en mi clítoris. Lo frota en
círculos y puedo sentir el hormigueo en mi vientre.
Está besando mi cuello, bajando hasta mis pechos de
nuevo, y siento que voy a explotar si no me corro pronto.
Se pone de rodillas y pone su boca sobre mí.
—Oh, Dios —digo, jadeando en busca de aire.
Sus dedos están trabajando lentamente dentro y fuera de
mí mientras su lengua rodea mi punto dulce, lamiendo y
chupando suavemente, empujándome hacia el borde de un
precipicio por el que desesperadamente quiero caer.
—Ay, Nate… oh sí… por favor —lloriqueo.
Aprieto mis muslos alrededor de su rostro mientras las
olas caen en cascada a través de mí. Grito de placer
agonizante cuando el orgasmo se apodera de mi cuerpo.
Mientras supero los pulsos persistentes, estoy agradecida de
que él todavía esté sosteniendo mis piernas, o me caería del
mostrador.
Nate se pone de pie, me mira y dice: —Dios, Brooklyn,
sabes increíble. He soñado durante años con hacerte eso.
Un sonrojo recorre mi rostro cuando él me levanta y me
lleva a su dormitorio. Todavía estoy cabalgando en el
resplandor crepuscular y, sin embargo, mi cuerpo grita por
más. Antes de que me tenga en la cama, estoy tirando del
dobladillo de su camisa.
Me deja en el suelo y se quita la camisa por la cabeza.
Instantáneamente tengo mis manos sobre él, desplazándolas
sobre sus pectorales, sus hombros fuertes y sus brazos
tonificados. Alcanzo el botón de sus jeans y observo su rostro
mientras lentamente bajo la bragueta. Cierra los ojos y
respira hondo.
Rápidamente se quita los jeans y los calzoncillos con un
solo movimiento, y luego está de pie gloriosamente desnudo
frente a mí.
Observo, descaradamente, su hombría. No puedo creer
mi audacia. Admiro sus abdominales marcados y ese camino
feliz que conduce a lo que quiero tener en mis manos.
Me estiro para tocarlo. Él gime y cierro los ojos ante la
sensación embriagadora que tengo al sostener su barra de
acero aterciopelado en mis manos, sabiendo que puedo
obtener este sonido de él.
Empiezo a mover la mano hacia arriba y hacia abajo, pero
después de unas cuantas caricias, él la aparta y dice: —
Brooklyn, será mejor que dejes de hacer eso o esto terminará
muy rápido.
Me vuelve a deslizar sobre la cama y me quita la falda. Me
sonríe, luego se muerde el labio y arranca mis bragas de mi
cuerpo. En realidad las rompe en dos.
—¡Oh! —exclamo. Si que está caliente.
—Siempre he querido hacer eso —dice, besando un
camino por mi cuerpo.
Me río.
—Ese es un sonido maravilloso —susurra en mi oído.
Me besa de nuevo, más suave esta vez; no tan apresurado;
no tan exigente. Lenta y deliberadamente, besa mis labios,
mi cuello y mis senos. Se turna con cada pezón, chupándolos
suavemente. Su mano se ocupa del pezón que no está en su
boca. Está tirando y girando hasta que la sensación comienza
a construirse de nuevo.
—Nate, por favor… —le suplico, ansiosa por ser llenada
por él.
Abre el cajón de su mesita de noche y saca un condón.
Intento quitárselo pero me detiene.
—Ha pasado un tiempo, Brooklyn. Si me pones esto,
podría correrme en el acto.
Oh.
Me pregunto cuánto tiempo. Quiero decir, han pasado
más de dos años para mí y eso parece una eternidad. Con todo
lo que sé sobre los chicos, y Nate en particular, un tiempo es
más que probable que sean unas pocas semanas; tal vez
incluso algunos meses.
—Define un tiempo —digo entre jadeos.
—Bien… ¿cuánto tiempo ha pasado desde que te vi en la
convención?
¿Qué?
Antes de que pueda pronunciar una palabra, me empuja,
duro y profundo. Se entierra en mí por completo y se queda
quieto.
—Dios, estás tan apretada, Brooklyn. Te sientes increíble.
Él comienza a moverse. Lentamente al principio, luego
aumenta el ritmo. Mis caderas se levantan de la cama y me
encuentro con un empujón tras otro. Nos movemos juntos,
una danza apasionada de piernas enredadas y manos
errantes. Me estiro y acaricio su trasero esculpido,
haciéndolo gemir. Luego agarra mis manos entre las suyas y
las coloca sobre el colchón a cada lado de mi cabeza,
sosteniéndome, cautiva de su pesado cuerpo.
Cambia de posición colocándose en un ángulo y, oh Dios,
golpea un punto dentro de mí que dispara un placer al rojo
vivo a través de mi cuerpo. Empiezo a temblar, la sensación
crece rápidamente.
Está respirando más fuerte, más errático, y puedo decir
que se está acercando.
—Oh baby, Te sientes muy bien —dice, jadeando.
Sus palabras son mi perdición. —Oh sí… Nate… ¡sí! —
jadeo, mientras mi mundo da vueltas y mis entrañas se
tensan y se contraen alrededor de su dura longitud.
Se entierra completamente dentro de mi sexo tembloroso.
Se queda quieto, y luego un sonido profundo y gruñido se le
escapa mientras se estremece con su propia liberación.
Nos acostamos enredados y respiramos pesadamente el
uno al otro mientras bajamos de nuestro subidón. Nunca
había experimentado un orgasmo tan intenso y alucinante
como el que me acaba de dar.
—Eso fue increíble —dice.
Levanto la cabeza y le sonrío. —Mmm mmm —Es todo lo
que puedo decir.
Una vez que recupero mi respiración y estoy bajo control,
recuerdo lo que dijo acerca de no estar con nadie desde que
me vio en la convención.
—¿Por qué no te has acostado con nadie en dos años?
—Te dije que iba a cambiar. —Se apoya en un codo y
juega con un mechón de mi cabello. —No planeé permanecer
célibe todo ese tiempo. Sabía que estabas comprometida y
que debía seguir adelante. Pero cada vez que salía con una
mujer, me daba cuenta de que no quería acostarme con ella.
—Mete el mechón de cabello detrás de mi oreja y planta un
suave beso en la punta de mi nariz. —Ninguna de ellas eras
tú. Ni siquiera un poco. Y todo este tiempo, asumí que solo
estabas comprometida, y creo que pensé que hasta que
supiera que estabas casada, todavía podría haber esperanza.
Esperanza.
Contemplo la palabra que se me ha vuelto tan ajena
mientras frota esos pequeños círculos en mis caderas hasta
que me duermo.
Cuando me despierto, estoy a su lado en su cama, todavía
sobre su pecho. Lo observo dormir. Él es hermoso. No puedo
creer que estoy despertando a su lado. Paso mis ojos por su
cuerpo aún desnudo y lo observo. Anoche fue increíble.
Nunca pensé que hacer el amor pudiera ser así… profundo.
Miro a este hombre, este hombre que amaba cuando era
joven, este hombre que ha estado en el infierno y ha vuelto, y
aún así está dispuesto a arriesgarlo todo.
Nunca dejó de ser el hombre de mis sueños, incluso
cuando estaba con otra. Él era con quien se suponía que debía
estar, terminar, envejecer. Es su voz la que escucho en mi
cabeza cuando estoy triste. Son sus manos las que quiero en
mi cuerpo. Y es su corazón el que quiero sentir latir al lado
del mío. Mi propio corazón da un vuelco.
Me encanta.
Mis ojos se agrandan. Me desenredo suavemente de él y
luego le doy un beso en la mejilla. Un último beso. Quiero
recordarlo así para siempre.
Salgo silenciosamente de la habitación. Rápidamente,
recojo algo de ropa y tomo mi bolso. Entonces le escribo una
nota antes de irme.
Me doy la vuelta una vez para mirar a su puerta antes de
dejar la nota sobre la mesa. La nota que tiene solo dos
palabras, junto con algunas de mis lágrimas.
Lo siento.
He estado conduciendo durante horas y el sol ha
comenzado a salir. Me pregunto si ya se habrá despertado
para encontrar que me he ido. Me pregunto cuánto me odiará
cuando lo haga.
No puedo conducir para siempre, así que voy al único
lugar que siempre me ha brindado consuelo y amor
incondicional. Mi hogar.
Mi madre ya sabe que algo anda mal porque la llamé para
que me cubriera en la panadería esta mañana. Ese es el
primer lugar en el que me buscaría, y no voy a tener una
confrontación allí.
Es decir, si aún le importa.
Tal vez anoche fue solo otra aventura de una noche para
él. Tal vez necesitaba sacarme de su sistema para poder
seguir adelante.
Afortunadamente, mi papá se ha ido y no estará en casa
hasta mucho más tarde. Necesito un tiempo a solas sin que
nadie intente ayudarme o arreglar esto. Tomé mi decisión. Es
lo mejor. Ojalá todos pudieran entender eso.
Estoy acostada en mi vieja cama, mirando al techo con
estrellas y planetas que brillan en la oscuridad que mi papá
colocó cuando yo era pequeña, cuando no había drama, ni
daño, ni dolor. Tal vez si me quedo aquí el tiempo suficiente,
pueda volver a ser esa niña despreocupada.
Me acuesto aquí intentando no recordar cada beso, cada
caricia, cada orgasmo de anoche, cuando la música me
sobresalta. Tardo un segundo en darme cuenta de que es mi
teléfono.
Ni siquiera tengo que adivinar quién me llama. Debe
haber cambiado mi tono de llamada para él con esa canción
que ahora me ruega sea su motivo, su causa, su luz. Esa canción
de la que no me deja escapar.
No puedo soportar escucharla más, así que meto la mano
en mi bolso y apago mi teléfono. Luego me quedo dormida,
agotada físicamente por la noche anterior, agotada
mentalmente por esta mañana.
Me despierto con golpes en la puerta principal. Lo
ignoro, por supuesto, pensando que eventualmente se irá.
Entonces escucho a Emma gritando en mi ventana a todo
pulmón.
—¡Lyn! —aúlla —Lyn, abre la maldita puerta. No me iré
hasta que me dejes entrar.
Maldición, se que lo dice en serio.
Rápidamente me miro en el espejo y limpio el rímel
corrido de ayer de debajo de mis ojos. Luego miro el reloj y
veo que he estado durmiendo durante horas.
Bajo las escaleras y miro por la ventana junto a la puerta
principal. Ella está sola, gracias a Dios.
Abro la puerta y Emma sale disparada, casi empujándome
al suelo.
—¿Qué diablos te pasa, Lyn? —grita.
—Bueno, hola a ti también —gruño.
—No me vengas con eso. —Ella me señala con el dedo. —
¿Sabes por qué estoy aquí? ¿Por qué he conducido el viaje de
cuatro horas desde Raleigh en tres? —Ella levanta las cejas.
—¿Mmm?
—¿Para devolver mi CD de JLo que te presté hace doce
años? —pregunto inexpresiva.
—No es divertido. —Me lleva a la sala de estar y me sienta
en el sofá. —Escúchame, Lyn, y escucha bien. Estoy aquí
porque Nate llamó a su padre esta mañana y le pidió que lo
sacara del trabajo y se lo diera a Graham.
La observo.
—Está empacando sus cosas mientras hablamos y
regresará a Raleigh. —Golpea la almohada a mi lado con el
puño cerrado. —Para siempre.
—Bueno. Eso es exactamente lo que quiero —le digo. —
Tiene que seguir con su vida. Cuanto antes se dé cuenta de
que no podemos estar juntos, mejor. Incluso mientras digo
las palabras que sé que son ciertas, tengo que luchar contra
las lágrimas que amenazan con caer.
—¿Por qué es que todos los demás pueden ver que
pertenecen el uno al otro, menos tú, Lyn?
—Tal vez eso fue cierto una vez, hace mucho tiempo. Pero
ya no, han pasado muchas cosas y no podemos estar juntos
—digo.
—¿Qué? Dime qué ha pasado. ¿Qué es lo que te vuelve tan
terca que te niegas a hacer lo único que todos saben que te
hará feliz?
—¡Michael! —le grito. —Michael sucedió. —Una lágrima
rueda por mi mejilla.
Emma respira hondo y pone su mano sobre la mía.
—Lyn, sé que amabas a Michael. Era un gran tipo. Pero
él querría que fueras feliz. Sé que estás lista para seguir
adelante. Me di cuenta hace seis meses, cuando finalmente
te deshiciste de ese viejo cepillo de dientes suyo.
Ella me sonríe.
Yo también recuerdo ese día. El día que traté de dejarlo
atrás. Pero no fue para que pudiera encontrar a otro hombre.
Fue el día que acepté el hecho de que podía estar sola y estar
bien con eso.
No necesitaba a nadie más para hacerme feliz. Tenía mi
tienda, mis padres, algunos amigos cercanos, y eso me iba a
bastar.
Entonces, sí, tiré ese viejo cepillo de dientes, el que
todavía usaba de vez en cuando, solo para sentirme cerca de
él nuevamente. Luego me quité el anillo de compromiso y lo
metí en el fondo de mi joyero.
Niego con la cabeza hacia ella. —No.
—¿Por qué? —Ella se está frustrando conmigo. —¿Por
qué no puedes permitirte ser feliz?
Cierro los ojos y me quedo en silencio. Ella no sabe;
posiblemente no podría entender el peso de la traición que
llevo conmigo. Mi traición a un hombre que posiblemente
fue la persona más perfecta que jamás haya tocado mi vida.
Michael no se merecía lo que le pasó. No merecía estar con
una mujer cuyo corazón estaba fracturado y nunca podría
repararse por completo. Él era mucho más de lo que jamás
podría haber vivido.
—¡Brooklyn Anne Vaughn! —me grita Emma. —¿Cuál
diablos es tu problema? Las lágrimas están empujando a
través de mis párpados cerrados y no puedo soportarlo más.
—¡No merezco ser feliz! —le respondo a gritos. —Lo maté.
—¿Qué? —Ella me mira con las cejas juntas. —¿A quién?
—Maté a Michael —digo en voz baja y miro al suelo, —y
no merezco ser feliz, especialmente no con Nate.
Ahí, lo dije.
Finalmente dejé salir lo que había estado sintiendo estos
últimos años. Se siente bien sacarlo de mi pecho y contárselo
a alguien, pero no cambia los hechos.
Ella niega con la cabeza hacia mí. —Michael murió en un
accidente automovilístico cuando estabas tomando tus
exámenes. ¿Cómo es posible que eso te haga responsable?
—Porque estaba con Nate, en Raleigh. Tenía
sentimientos por él. Soy una persona terrible.
—Eso es una locura, Lyn. —Emma toma mi mano una vez
más. —Por supuesto que tenías sentimientos por él. Él fue tu
primer amor. El chico con el que perdiste tu virginidad. Eso
no te convierte en una mala persona. Y no pasó nada. No
tienes nada de qué sentirte culpable.
—Hubo un beso —digo. —Bueno, habría habido, de todos
modos. Esa noche bajo la lluvia.
Le cuento toda la historia sobre lo que ella y Graham
interrumpieron sin saberlo esa noche.
—Lyn, incluso si lo hubieras besado, eso no te hace
responsable de la muerte de Michael. Al final, hiciste lo
correcto, fuiste leal a Michael. Estarías casada con Michael
ahora mismo si él todavía estuviera vivo. No tienes nada de
qué sentirte culpable.
Me frota la espalda para consolarme.
—No, no lo entiendes, Emma. Soy responsable. —Tomo
una respiración profunda y digo lo que nunca me he admitido
hasta ahora. —Pensé… solo por un segundo entonces pensé…
¿Y si Michael no estuviera cerca? Podría estar con Nate si
Michael no estuviera cerca.
Dejo caer mi cabeza en su hombro y sollozo. Lloro hasta
que mis lágrimas se secan y no queda nada más que arcadas
e hipo.
Emma me abraza a ella mientras continúa acariciando mi
espalda. —Ay, Lyn. Todos hemos pensado cosas así en un
momento u otro. Incluso ahora, por mucho que amo a
Graham y nunca lo dejaría, puedo ver a un chico realmente
atractivo y me pregunto cómo sería si estuviera soltera.
Levanta mi rostro y coloca sus manos a cada lado,
mirándome directamente a los ojos. —No podemos controlar
nuestros pensamientos y sentimientos. Pero lo que sí
podemos controlar son nuestras acciones. No tienes nada de
qué sentirte culpable. No hiciste nada mal. Amabas a
Michael y le eras leal. Por favor, Lyn, tienes que aceptar eso.
Asiento débilmente hacia ella. Oigo lo que dice y quiero
creerle. Pero en el fondo sé que tengo parte de culpa.
—Gracias por venir hasta aquí, Emma, pero eso no
cambia nada. —Me levanto del sofá y subo las escaleras por
mi bolso. —Necesito alejarme por un tiempo. Por favor, no
me sigas.
—Estás cometiendo un error, Lyn —dice cuando regreso
a la habitación. —Un día te darás cuenta de eso y entonces
será demasiado tarde. Nate dice que ha terminado. Él ya no
te está esperando. Si dejas que se vaya, no lo recuperarás.
—Lo sé —digo, mientras salgo por la puerta principal y
la cierro, dejando atrás a Emma.
Horas más tarde, después de conducir y tratar de aclarar
mi mente, estoy sentada en un banco de concreto duro y frío,
hablando con la persona a la que he lastimado más que a
nadie en esta vida.
—Siento mucho haberte hecho esto. Lamento haber
tenido sentimientos por él. Espero que puedas perdonarme
algún día, Michael.
Miro su tumba.
Cierro los ojos y recuerdo los buenos momentos que
pasamos juntos. Pienso en la vez que me dio ochenta y seis
rosas solo porque habíamos estado juntos ochenta y seis días.
Luego estuvo la rara escapada de fin de semana que tuvimos
en la playa, haciendo el amor en la arena al amanecer. Fue
tan romántico.
Salto un poco del banco cuando unas manos pequeñas y
suaves me rodean por detrás.
—¡Tía Lyn!
Me doy la vuelta para encontrar a mi casi sobrina,
Amanda, sonriéndome. Es una linda niña de doce años que
tiene el pelo rojo de Michael y las pecas más adorables que
he visto en mi vida. Y me encanta la forma en que me llama
tía Lyn a pesar de que no somos parientes.
Le devuelvo el abrazo y luego le pregunto a Janie, la
hermana mayor de Michael y su madre: —¿Qué hacen aquí?
Oh Dios, soy estúpida.
Janie le hace señas a Amanda.
—Tuvo un sueño sobre Michael, así que me obligó a
traerla aquí. Es bueno verte, Lyn.
Ella sonríe y nos abrazamos.
—El tío Michael me dijo que debería ir a visitarlo —dice
Amanda.
Miro a Janie y ella se encoge de hombros.
Amanda continúa: —Me dijo que tenía que venir aquí y
que cuando lo hiciera, vería mi razón.
Al instante empiezo a temblar. —Amanda, ¿qué acabas
de decir?
Me mira divertida, pone los ojos en blanco y repite: —El
tío Michael me dijo que debería venir aquí y que si lo hacía
encontraría mi razón.
Mis pies están congelados en el lugar, mis ojos fijos en
Amanda. Luego miro lentamente la lápida de Michael.
Sacudo la cabeza con asombro mientras las letras de las
canciones pasan por mi mente.

Be my reason…
(Sé mi razón…)
My cause, my light
(mi causa, mi luz)
Be my reason…
(sé mi razón…)
My purpose, my life
(mi propósito, mi vida)
‘Cause baby it was always you
( porque bebé, siempre fuiste tú)
You’re my reason
(tu eres mi razón)
You've pulled me through
(me has ayudado)

Michael no conocía esta canción, ¿verdad?


Esta es la canción de Nate.
Vuelvo a mirar a Amanda y la encuentro mirando a su
alrededor. Mira al suelo, luego al banco, camina alrededor de
su lápida con ojos curiosos. Luego mira a Janie y dice: —No
lo entiendo, mamá, me dijo que viniera aquí… pero lo único
que hay aquí es la tía Lyn.
Miro la tumba de Michael. Las lágrimas brotan de mis
ojos, borrando las fechas perfectamente grabadas que
definen sus veintiocho años en esta tierra. Nunca he sido una
persona muy espiritual. Creo que las cosas son muy en blanco
y negro. Pero esto, lo que está sucediendo en este momento,
¿podría ser esto realmente…?
Cierro los ojos y la paz, a través de mí, me inunda. Todo
lo que pensé que sabía que era verdad se reemplaza con la
realización de lo que podría ser mi vida si dejara entrar a la
única persona que me robó el corazón hace tantos años.
Lo sé ahora. Lo sé con seguridad. Amo a Nate. Lo quiero.
Lo quiero para siempre. Incluso si eso significa que mi
corazón se romperá algún día. Incluso si él no es perfecto.
Porque sé que él no es perfecto. No es un hombre perfecto,
pero es el hombre perfecto para mí.
Me doy la vuelta y abrazo a Amanda.
Esta niña no tiene idea de por qué estoy llorando,
sonriendo, abrazándola y riendo. Ella debe pensar que estoy
loca.
Janie se ríe conmigo y le dice a Amanda: —Cariño, creo
que encontraste exactamente la razón.
Ella me guiña un ojo y me susurra al oído: —Un día me
dirás lo que pasó aquí, ¿verdad?
Asiento con la cabeza hacia ella. Tengo que irme. Tengo
que encontrar a Nate. Rápidamente me despido y vuelvo a la
tumba de Michael. Cierro los ojos y en silencio le doy las
gracias. Luego me río de nuevo porque esto era algo muy de
Michael, siempre pendiente de los demás.
Lo amaré por siempre.
Mientras me subo al auto, saco mi teléfono de mi bolso.
Nueve llamadas perdidas. Dos de Nate, una temprano esta
mañana y otra unas horas después. El resto eran de Emma,
mi mamá y Kaitlyn. No tengo tiempo para escucharlas todas.
Pero hay dos que tengo que escuchar. Presiono mi código y
escucho.
—Brooklyn, ¿dónde estás? ¿Qué diablos quieres decir
con que lo sientes? ¿Perdón por qué? ¿Por dormir conmigo?
¿perdón por irte? Solo quiero hablar. Anoche fue increíble.
Sé que tienes miedo. Por favor, déjame hablar contigo.
Llámame. Por favor, devuélveme la llamada.
Suena frenético, preocupado y triste.
Soy una perra.
Su segunda llamada fue horas después. —Brooklyn, solo
puedo suponer que como no has llamado y no te presentaste
a trabajar hoy, no quieres tener nada más conmigo. Bien.
Ahora lo entiendo. Graham tomará mi lugar en el trabajo, así
que supongo que finalmente obtuviste lo que querías. Me voy
de Savannah. Me voy de tu vida de una vez por todas. —Hace
una pausa larga. —Pero, Brooklyn, cuando cambies de
opinión, no te molestes en llamarme. He terminado.
Lo he arruinado todo. Mis dedos temblorosos llaman a
Nate. Va directamente a su correo de voz, una señal segura
de que tiene el teléfono apagado. Él no quiere saber de mí.
En el coche, conduciendo demasiado rápido de vuelta al
apartamento, llamo a Emma.
—Lyn —es todo lo que dice y luego se queda callada.
—Emma. Estaba equivocada. Tan equivocada. No puedo
explicarlo ahora, tengo que encontrar a Nate pero tiene el
teléfono apagado. ¿Estás con él? ¿Puedes pedirle que por
favor se ponga al teléfono?
—Lyn. —Ella exhala una respiración profunda en el
teléfono. —Es demasiado tarde, se ha ido.
—Se fue hace unos quince minutos —dice Emma. —Te
dije que se iba. ¿Y qué quieres decir con que estabas
equivocada?
—No tengo tiempo para hablar. ¿Va a volver a Raleigh?
¿Se dirigió a la interestatal? —pregunto frenéticamente.
—Supongo. ¿A dónde más podría...?
La interrumpo y tiro el teléfono. No hay tiempo para eso,
tengo que concentrarme en conducir. Me disculparé con
Emma más tarde.
Mi teléfono suena pero es Emma, no Nate. Puedo decirlo
por el tono de llamada, así que lo dejo ir al correo de voz. Por
primera vez, quiero escuchar esa canción, nuestra canción.
Estoy dispuesta a que comience a reproducirse en mi
teléfono.
Si se fue hace poco tiempo, quizás pueda alcanzarlo
porque estoy más cerca de la interestatal que él.
Llego allí en cinco minutos, pero me imagino que él ya
está delante de mí, así que conduzco mucho más rápido de lo
que es seguro; más rápido de lo que he conducido antes.
Rezo para que la policía no me vea, porque eso detendría
definitivamente mis planes para perseguirlo.
Su camión será fácil de detectar. ¿Qué voy a hacer cuando
lo encuentre, sacarlo de la carretera? Supongo que lo haré si
tengo que hacerlo. Tengo que llamar su atención. Tiene que
parar y hablar conmigo. Haré que escuche.
Mierda.
Observo mi indicador de gas.
Mierda, mierda, mierda.
La luz de advertencia está encendida. Miro hacia el cielo.
¿Por qué tenía que pasar esto ahora?
Hay una salida justo adelante. Solo me detendré el tiempo
suficiente para unos pocos galones. No puede estar tan lejos
de mí.
Me detengo en el surtidor y hay un cartel de solo efectivo.
Me giro para mirar en la tienda y veo una larga fila de gente
esperando para pagar.
Ay dios mío. ¿Qué más puede salir mal?
Rápidamente bombeo cinco galones y busco algo de
dinero en mi bolso mientras corro hacia la tienda. Trato de
pensar en alguna razón que pueda llevarme al frente de la fila.
Cuando estoy a punto de gritar «¡Fuego!», miro por la ventana
delantera.
Mi corazón se detiene. Ahí está Nate, cargando gasolina
en su camión justo afuera de la tienda.
Gracias Dios.
Me golpean por detrás por retrasar la fila. Aparto los ojos
de Nate el tiempo suficiente para poner mis veinte en el
mostrador y decirle al empleado que se quede con el cambio.
Me tiemblan tanto las piernas que no estoy segura de
poder caminar. Lentamente abro la puerta y empiezo a
caminar hacia él. Él no me ha visto todavía. Está apoyado en
su camioneta mirando hacia otro lado.
Veo que su pecho se expande mientras cierra los ojos e
inclina la cabeza hacia arriba, y luego suelta un largo y lento
suspiro. Está sacudiendo la cabeza de un lado a otro. Su mano
izquierda parece estar momentáneamente frotando su
tatuaje y me pregunto si se da cuenta cuando lo hace. Su
lenguaje corporal cuenta una historia de derrota; está roto
una vez más por una mujer.
Termina de llenar el tanque, reemplaza la boquilla y va
por su billetera cuando nuestros ojos se encuentran.
Parpadea un par de veces y luego me mira fijamente.
—Brooklyn.
Se pasa la mano por el cabello y se recuesta contra su
camioneta, esperando que diga algo.
Doy los últimos pasos y me coloco justo a su lado,
apoyándome también en la camioneta. Respiro hondo y trato
de armarme de valor para decirle todo lo que estoy pensando.
—Nate. Lo siento.
—Sí, lo sé, ya dijiste eso en tu nota —me interrumpe con
un mordisco agudo en sus palabras.
—Nate, por favor. Sólo déjame hablar. Necesito decirte
algunas cosas.
Cierro los ojos, me inclino y luego le cuento todo lo que
pasó hoy, cada detalle, hasta lo que solo puedo creer que fue
una intervención divina en el cementerio. Bueno, tal vez no
todos los detalles. Ciertamente no pienso confesarle mi amor
aquí en medio de una gasolinera.
Abro los ojos y lo miro. Todavía no habla, pero al menos
ya no parece enojado, así que continúo.
—Nate, siento mucho haberme asustado y haberme ido.
Sé que he sido difícil. He sido una perra, y no he sido justa
contigo en absoluto. Tenías razón en todo. Acerca de
Michael.
Las lágrimas corren por mi rostro y estoy segura de que
me veo horrible, pero no me importa.
—Pero estoy lista ahora. Quiero estar contigo. En algún
nivel, siempre quise estar contigo. ¿Podrías volver a casa
conmigo, por favor? —Me acerco y tomo su mano en la mía.
—¿Por favor?
Se ve en conflicto. Puedo decir que hay una batalla dentro
de su cabeza. Solo espero que en esta guerra por su corazón,
yo salga vencedora. Cualquier otro resultado no es una
opción.
Él no se aparta, y frota rítmicamente su pulgar sobre el
dorso de mi mano, disparando chispas por mi brazo. Se
vuelve hacia mí para que quedemos cara a cara.
—Está bien —dice mientras una lenta sonrisa se dibuja
en su rostro. —Pero habrá reglas básicas.
Y luego me besa.
Sus manos sostienen mi cuello y me besa suavemente,
tomando mi labio superior en su boca y luego pasando su
lengua por mi labio inferior pidiendo entrada. Me abro a él.
Por supuesto que sí. Quiero besarlo así para siempre. Sus
labios tienen un sabor salado y me doy cuenta de que todavía
debo estar llorando; sólo que ahora son lágrimas de felicidad.
Está dejando un rastro de besos hasta mi oreja, aquí
mismo, en medio de los surtidores de gasolina; me está
besando el cuello.
—¿Cómo? —respiro en un susurro.
Lo siento sonreír contra mi cuello. —Sexo —susurra en
mi oído. —Mucho, mucho sexo.

Cuando regresamos al apartamento, Emma salta del sofá.
—¡Contesta tu maldito teléfono de vez en cuando, Lyn! —
me grita. Entonces su boca se abre cuando Nate entra detrás
de mí. —Oh —suelta, sonriéndonos.
Me duele la cara por la sonrisa que he llevado durante los
últimos treinta minutos.
Emma mira entre Nate y yo.
—¿Ahora que? —pregunta. —Quiero decir, ¿están
juntos-juntos? —Ella me mira con las cejas levantadas. —
¿Esto es en serio? —mira a Nate, —¿Vas a quedarte en el
trabajo? ¿Te mudarás a su habitación para que Graham y yo
tengamos un lugar donde quedarnos cuando estemos aquí?
Nate comienza a reírse.
—Emma, hemos estado juntos durante dos coma cinco
segundos. Cuando resolvamos todo esto, les enviaremos un
memorándum.
—Lo que sea —dice, y me señala. —Será mejor que me
llames mañana y lo derrames todo.
Toma su bolso y se dirige a la puerta.
—¿Vas a conducir de regreso esta noche? —le pregunto
—No pensarás que me quedaré aquí, ¿verdad? No
necesito escucharlos a ustedes dos reconciliarse —dice,
haciendo comillas en el aire. —Puaj. Me quedaré en casa de
mis padres y mañana regresaré a Raleigh. —Luego se dirige
a Nate, claramente tratando de extraer más información. —
¿Qué debo decirle a Graham?
—Ya hablé con él de camino aquí. Está todo bien —
sonríe.
Al salir, Emma me da un abrazo y me susurra al oído: —
Me alegro mucho por ti.
Me doy la vuelta y miro a Nate. Él está parado ahí
luciendo todo delicioso, con ojos que parecen querer
comerme viva.
¡Ay, sí, por favor!
—¿Sexo o hablar primero? —me pregunta
Mi corazón late con fuerza al recordar lo de anoche. —
Sexo, por favor —digo en la voz más baja y sensual que soy
capaz de producir.
—Sabía que había una razón por la que me gustabas. —
Él sonríe mientras camina hacia mí y me lanza sobre su
hombro como un hombre de las cavernas. —¿Mi cama o la
tuya?
—Aaaaah —chillo mientras golpeo su trasero. —Será
mejor que sea la mía a menos que hayas dejado tu cama hecha
mientras escapabas.
—Correcto, la tuya entonces.
Me lleva a mi dormitorio y me tira sobre la cama. Me mira
fijamente y empiezo a sentirme cohibida. Él niega con la
cabeza.
—Lo siento —dice. —Simplemente no puedo creer que
estés aquí. Realmente pensé que ese sería el fin para
nosotros.
Mis ojos se cierran y me estremezco al pensar que casi lo
pierdo. Casi lo empujé tan lejos que nunca más volvería a
tener este sentimiento de que todo es brillante y nuevo, que
el mundo está al alcance de mi mano. Y, tal vez, solo tal vez,
estaba equivocada y podría merecer otra oportunidad de ser
feliz.
Me estiro hacia adelante, agarro su cinturón y tiro de él
hacia mí. —No, eso no fue todo para nosotros.
Se sube a la cama y trepa por mi cuerpo, poniendo sus
manos a cada lado de mi cabeza.
—Gracias a Dios, Brooklyn —dice, justo antes de que sus
labios choquen contra los míos.
Me besa suavemente, dejando sus labios sobre los míos
antes de presionar con más determinación. Mis manos se
entrelazan en su cabello, agarrando suavemente los
mechones del cielo rubio desordenado que he codiciado en
mis sueños. Sus manos encuentran la piel entre mis jeans y
mi camisa y se abre camino debajo de mi blusa, acariciando
un camino alrededor de mi espalda.
Es evidente que ambos estamos increíblemente excitados
por el fervor de nuestros besos. Puedo sentir la dureza de su
erección donde está presionando mi muslo.
Rompe nuestros besos solo lo suficiente para quitarse su
camisa y la mía, y entonces su boca está sobre mí otra vez.
Suaves besos caen en cascada por mi cuello y sobre mis
hombros. Cuando pasa su lengua por mis pechos, me
estremezco de placer.
Me agacho para desabrochar sus pantalones y deslizo mi
mano entre los bóxers de algodón y su piel desnuda. Cierro
mi mano alrededor de él y lo acaricio, haciéndolo gemir en
mi escote.
—Dios, Brooklyn. Te quiero más que a mi próximo
aliento.
Me mira a los ojos y me besa con una pasión que nunca
antes había sentido. No quiero que este sentimiento termine
nunca. Quiero patearme por pensar que podría vivir sin esto,
sin él. Él es como el aire para mí. Lo necesito para vivir.
Nunca me alejaré de él mientras esté en esta tierra.
—Entonces tómame —susurro en su boca.
Rápidamente nos deshacemos del resto de nuestra ropa,
lanzándola en una pila desordenada en mi piso. Pasa sus
manos por mi estómago, dejando un rastro caliente de
chispas dondequiera que ha tocado mi piel.
Sus dedos encuentran mi anhelante hendidura y atrae la
humedad hacia mis sedosos pliegues. Sus dedos juegan
conmigo y me estremezco bajo su toque experto. Ese
cosquilleo familiar comienza a acumularse dentro de mí. El
mundo se derrumba y todo lo que puedo pensar es cuánto lo
quiero dentro de mí. Cuanta hambre tengo de él.
—Por favor, Nat. Te necesito dentro de mí —le suplico.
—No todavía —dice, frotando círculos en mi
protuberancia sensible, enviando ondas de sensación a la
esencia de mi ser. —Tú primero —dice. —Siempre, tú
primero.
Luego se inclina y me lame el pezón, pasando la lengua
por todo el pico rígido, jalándolo suavemente dentro de su
boca y succionando. Soy toda sentimiento y asombro cuando
sus dedos se deslizan hacia adentro y hacia afuera mientras
su pulgar trabaja en mi clítoris. Mis muslos se aprietan y olas
blancas y calientes rompen a través de mi cuerpo mientras
pulso alrededor de sus dedos.
—Sí, cariño… eso es todo. Ven por mí —susurra, su
aliento caliente en mi oído, mientras aguanto el tembloroso
orgasmo que está rodando por mi cuerpo.
Sus palabras, su cariño, provocan hasta el último de mis
escalofríos, haciéndome correrme más fuerte y por más
tiempo que nunca.
Antes de que baje de mi altura, se sube encima de mí.
Duda y le pregunto, sin aliento: —¿Qué estás esperando?
—Oh… no tengo preservativo. Empaqué mi habitación y
todos están en el camión.
Golpea con el puño el colchón cerca de un lado de mi
cabeza. Toma mi cabeza entre sus manos y besa mis
párpados. —¿Confías en mí, Brooklyn? —pregunta. —Sí, por
supuesto —digo.
—Te prometo que estoy limpio.
—Nate, si dices que es seguro, entonces te creo. Por favor,
te deseo mucho.
Sus ojos se encuentran con los míos mientras desliza
lentamente su longitud dentro de mí. Sus ojos ruedan hacia
su cabeza mientras los cierra y su respiración se acelera.
Aprieta mi cuello y respira en mi cabello.
—Brooklyn, te sientes tan bien. Cariño, es increíble. Yo…
oh… Dios… es tan bueno —gime mientras acelera el ritmo.
Me agarra con fuerza y rueda sobre su espalda,
llevándome con él para que esté encima. Sus manos están en
mis caderas, guiando mis movimientos arriba y abajo de su
largo eje. Froto mis manos sobre su duro pecho, sintiendo
cada músculo rígido. Luego coloco mis manos sobre el
colchón junto a su cabeza mientras me muevo hacia arriba y
hacia abajo. Ejerzo más fuerza contra él, encontrando ese
pequeño lugar dentro que me destroza cada vez que lo frota.
—Nate, oh sí, no te detengas.
Empiezo a tensarme y respiro pesadamente a través de
mis dientes apretados mientras él me lleva a mi segundo
orgasmo. Me inclino a través de las olas de placer y muerdo
su hombro.
—Ahhh… Brooklyn. —Deja escapar un largo gemido y se
queda quieto mientras se libera dentro de mí.
Me desplomo sobre su pecho y respiramos, pesados y
trabajosos, hasta que bajamos de la mejor experiencia de mi
vida. Apenas puedo hablar. No me queda saliva en la boca
reseca.
—Wow.
Ruedo hacia un lado y él hace una mueca cuando sale de
mí.
—Sí, wow —dice. —Eso fue… Brooklyn, eso fue increíble.
Quiero decir, anoche también lo fue, pero esto, esto estuvo
fuera de serie, fue genial. Quiero decir, fue un jonrón.
Me río. Entonces me doy cuenta de que era la primera vez
que hacía una referencia al béisbol desde que volvió a mi
vida.
Se levanta sobre un codo y me mira. Pasa una mano por
su glorioso cabello desordenado por el sexo.
—Brooklyn, nunca antes había tenido sexo sin condón.
Esa fue mi primera vez.
¿Qué?
Creo que debo mirarlo como si estuviera loco. ¿Se olvidó
de esa cosita llamada esposa que solía tener?
—Lo sé, estuve casado —dice, leyendo mi mente, y luego
duda. —Dios, Brooklyn, lo último de lo que quiero hablar en
este momento es de mi ex esposa.
—Está bien —le aseguro. —¿Pero cómo…?
—Ella eh… ella no me dejaba ir sin uno. —Parece
avergonzado de decirme esto. —También estaba tomando la
píldora. Dijo que no quería arruinar su cuerpo con un
embarazo.
Pienso en lo egoísta que debe haber sido. Me pregunto
cómo terminó con ella en primer lugar. Pero creo que es
momento de disfrutar del resplandor de nuestro increíble
acto de amor y no de preguntar. Esa es una conversación para
otro día.
Lo último que recuerdo antes de quedarme dormida es a
Nate frotando pequeños círculos en mi cadera desnuda
mientras me meto entre su cuello y su fuerte brazo para
encontrar un lugar cómodo para acariciarme.
Me despierto con la luz de la luna que se filtra a través de
las persianas abiertas de mi ventana. Me giro para encontrar
los ojos de Nate pesados sobre mí. Levanta una mano para
apartar el pelo de mis ojos.
—¿Sigues conmigo, Brooklyn? —pregunta en un susurro.
Mi mente recuerda lo que pasó ayer. Podría haberme
marchado fácilmente. Fui tan increíblemente ingenua al
pensar que tenía algún control sobre mis sentimientos. No
estoy segura de que alguna vez entienda completamente la
atracción que Nate tiene sobre mí. Podría haberse dado por
vencido conmigo.
Ambos hemos pasado por mucho para llegar a este
momento.
¿Estoy con él?
Sí.
Por supuesto.
Pongo mi mano en su pecho y le sonrío. —Sí.
Deja escapar el aliento que estaba conteniendo. —
Entonces repasemos esas reglas básicas de nuevo.
Me río. Luego procede a sacudir mi mundo, una vez más,
con dos orgasmos devastadores.
Después, cuando aún respiro con dificultad, con la cabeza
apoyada en su pecho, me sorprende.
—No quería dejarte en ese entonces —revela.
Levanto la cabeza de su pecho para mirarlo. —
Cuéntamelo.
—No tenía ni idea. Nosotros, mi papá, mi hermana y yo,
no teníamos idea de que su spa era una fachada para… —
vacila y luego se estremece cuando dice —para un prostíbulo.
Cierra los ojos y deja caer la cabeza contra la almohada.
—Esa noche, cuando llegué a casa después de dejarte, la
policía ya estaba en mi casa arrestándola. No obtuvimos
todos los detalles hasta la mañana siguiente. Mi papá se
volvió loco. Llamó a una empresa de mudanzas y les pagó el
doble para que vinieran ese mismo día y nos sacaran de
nuestra casa. Dijo que teníamos que irnos de Savannah, que
seríamos el hazmerreír de la ciudad.
Juega con un mechón de mi cabello mientras continúa.
—Cuando le dije que tenía que verte primero, dijo que
nadie querría asociarse conmigo, ni siquiera una chica a la
que tal vez le gustaba. Que mi madre era una puta barata y
que la gente nos trataría como leprosos. Ojalá en ese
entonces hubiéramos tenido teléfonos que pudieran enviar
mensajes de texto como ahora. Quiero decir, ni siquiera tenía
un teléfono celular, pero si lo tuviera, podría haberte enviado
un mensaje de texto y haber descubierto que no me odiabas…
—se apaga. —Pero no tuve el coraje de aparecer o incluso de
llamarte. Estaba seguro de que no querías tener nada que ver
conmigo como dijo mi padre. —Me tira con fuerza contra él.
—Tenía diecisiete años y era un niño estúpido. Dios,
Brooklyn, nunca sabrás cuánto me lamento por eso.
Me desgarro y lo beso. Lo beso con suaves y largas
caricias de mi lengua para que sepa que lo perdono.
—Está bien —le susurro al oído. —Gracias por decirmelo.
—Nunca me perdonaré por eso. Esa noche contigo, fue la
mejor noche de mi vida, hasta anoche —dice dulcemente en
mi cabello.
Seguramente no fue mejor que su noche de bodas.
Me acerca y me mira a los ojos. —La mejor noche,
Brooklyn.
Bien, entonces.
Mi diosa interior me choca los cinco.

Las cinco en punto llegan demasiado pronto esta mañana.
Beso a Nate en la mejilla, con cuidado de no despertarlo,
luego me ducho rápidamente y bajo las escaleras.
Derek ya está allí, sacando los pasteles frescos para esta
mañana. Me estudia por un minuto cuando entro por la
puerta.
—No dormiste mucho, ¿eh? —Él junta sus cejas,
evaluándome.
—¿Me veo tan mal?
—Cariño, te ves positivamente brillante… obviamente no
dormiste —añade.
—¡Derek! —Puedo sentir el calor subiendo por mi cara.
—Entonces, ¿supongo que la crisis ha pasado y has
dejado a ese pedazo de hombre en tu cama?
Lo ignoro y me dirijo al frente para preparar el café.
—Oh, espera. —Me atrapa antes de que atraviese la
puerta. —Recibí una llamada extraña esta mañana de alguien
que buscaba a Ryan.
—¿Por qué no llamaron a su celular? —pregunto,
sabiendo que él nunca toma llamadas en la tienda.
—El tipo dijo que había estado tratando de comunicarse
con él durante semanas, pero que Ryan nunca se comunicaría
con él. Algo sobre necesitar todos los números si todavía
quiere seguir adelante. —Se encoge de hombros.
—No tengo idea de lo que eso significa, Derek. Solo
déjale una nota, supongo.
La mañana pasa volando, y en poco tiempo, es mediodía
y me doy cuenta de que Nate nunca vino a tomar su desayuno
habitual. Tampoco nos honró a mí y a mis clientes con su
sudorosa presencia después de su carrera matutina.
Él no está teniendo segundos pensamientos, ¿verdad?
Justo cuando creo que podría volverme loca de asombro,
mi teléfono suena con Be My Reason, que ahora es mi canción
favorita. La canción que he llegado a conocer y amar, y sonrío
de oreja a oreja. Incluso tarareo durante unos segundos antes
de responder.
—Hey, tú —dice cuando contesto. —Quería asegurarme
de que estabas bien.
—Estoy bien —le digo.
Se ríe y dice: —Sí, dices eso, pero por lo que sé, podrías
estar al sur de la frontera en este momento.
—Siento mucho haberme ido ayer. No voy a volver a irme
corriendo —le aseguro.
—Es posible que tengas que seguir diciéndome eso por
un tiempo —suspira.
—Nate, no voy a irme de nuevo. Estoy aquí. Estoy
contigo. Soy tuya.
Oh Dios… ¿Acabo de decir soy tuya?
Soy una idiota.
Él no habla, pero puedo escucharlo respirar en el
teléfono. Mi mente se vuelve loca con lo que debe estar
pensando. Probablemente que me estoy convirtiendo en una
chica acosadora que le hará rendir cuentas por cada minuto
de su día lejos de mí.
Tal vez él no quiere que yo sea suya. Tal vez solo soy algo
para ocupar su tiempo cuando está en el trabajo aquí en
Savannah.
—Dilo de nuevo, Brooklyn. Di que eres mía.
El alivio me inunda, mi cuerpo se relaja y estoy radiante
cuando declaro: —Soy tuya, Nate.
Prácticamente puedo escucharlo sonreír al teléfono.
—Oye, ¿por qué no saliste a correr esta mañana? —le
pregunto. —Tuve algunos clientes muy decepcionados.
—Clientes decepcionados, ¿eh?
—Está bien, también eché un poco de menos el show de
Nate Riley —me río.
Él también ríe. —Te daré tu propio show privado esta
noche.
Sí, por favor.
—Pensé que podríamos correr juntos cuando llegue a
casa del trabajo —dice.
Si una cara pudiera dividirse en dos por sonreír
demasiado, entonces la mía se dividiría justo por la mitad
ahora.

—¿Ducha? —pregunta, después de nuestra carrera,
mientras regresamos a nuestro apartamento.
—Duh. —Pongo los ojos en blanco y luego me dirijo a mi
habitación. —Te veo después.
—Brooklyn. —Él me sigue. —Me refería, a ducharnos
juntos. —Su voz me envuelve seductoramente y el deseo
nubla sus ojos.
Una sonrisa juega en mis labios mientras mi hambre por
él se enciende.
—¡Vaya! —Me río, y extiendo mi mano hacia él. —
Absolutamente. ¿La mía o la tuya? —pregunto, pero ya lo
estoy empujando hacia mi habitación.
Él me está arrancando la sudada parte superior incluso
antes de que entremos en mi baño.
Besa mi hombro salado y dice: —Sabes, podríamos
aceptar la sugerencia de Emma y eliminar todo el dilema de
mi habitación/tu habitación. —Se quita el resto de nuestra
ropa y abre la ducha. —Quiero decir, ya vivimos juntos.
Por ahora.
Me mete bajo el chorro de agua tibia y se enjabona las
manos antes de pasarlas por todo mi cuerpo, asegurándose
de limpiar cada pedacito. Tiene especial cuidado con mis
senos, pasando sus manos sobre cada uno de ellos,
apretándolos rítmicamente y tirando suavemente de mis
rígidos pezones.
—¿Qué dices, Brooklyn? —pregunta, su mano
arrastrándose hacia abajo. —Quiero despertarme ver tu
hermoso rostro todos los días.
Pasa sus dedos por mi pequeño montón de vello, trazando
su camino hacia mi resbaladiza abertura.
—Oooh, si —dejo escapar en un gemido entrecortado, y
siento su sonrisa contra mi piel.
De repente me da la vuelta y coloca mis manos contra la
pared de azulejos de la ducha. —Aguanta cariño.— Frota su
erección en mi trasero. —Voy a tomarte fuerte y rápido.
Fácilmente desliza su dura longitud dentro de mí. Se
siente divino. Se retira y agarra la carne de mis caderas y
luego me golpea con fuerza, haciendo que sus bolas golpeen
contra mí.
¡Dios!
—Eres tan apretada así. Te sientes muy bien.
Se acerca para acariciar mis pechos; pellizcando y tirando
de ambos pezones, haciéndome gemir y rogar.
—Nat, si, no te detengas —le imploro.
Manteniendo una mano sobre un pecho, mueve la otra
hacia abajo para encontrar el vértice de mis muslos, frotando
círculos lentos y deliberados hasta que siento el familiar
dolor de placer en mi vientre.
—Dímelo otra vez —gime. —Dime que eres mía. —Su voz
hace que me estremezca y me apriete a su alrededor.
—Sí, Nat… Oh Dios… tuya, ¡soy tuya! —grito a través de
mi orgasmo cuando escucho sus propias exaltaciones
mientras se corre dentro de mí, vaciándose por completo.

Fuera del trabajo, pasamos la mayor parte de la última
semana encerrados en el apartamento, comiendo helado de
menta con chispas de chocolate, teniendo sexo y cenando
comida para llevar.
Esta noche, sin embargo, saldremos en nuestra primera
cita oficial.
Mientras me preparo para nuestra salida nocturna, me
pregunto cómo será tener una cita real con él. Nos hemos
vuelto tan cómodos el uno con el otro aquí en casa.
Compartir un dormitorio incluso parece natural para
nosotros. Hemos estado viviendo en una burbuja, nuestra
pequeña burbuja sexual perfecta.
¿Estallará la burbuja cuando dejemos entrar al mundo
real?
No sé adónde me lleva, no lo dijo, simplemente me dijo
que trajera una chaqueta.
Cuando salgo del baño, tiene una manta y una hielera
grande lista para usar.
En su camioneta, alejándose del apartamento, gira en
dirección a la casa de mis padres. Sé que no me llevará allí.
Sólo puedo pensar en otro lugar por aquí.
The Bend.
Lo miro fijamente mientras giramos hacia el camino de
grava.
Él pregunta: —¿Has estado aquí? Ya que…
Sonrío. Tampoco está listo para reventar la burbuja.
Pienso en la última vez que vine aquí. Fue el momento
más increíble de mi vida. Si hubiera podido escribir el guión
de la noche en que perdí la virginidad, la realidad sería diez
veces mejor.
Tal vez fue porque había estado enamorada de él desde el
séptimo grado. Tal vez fue por sus amables palabras y manos
suaves. Tal vez fueron las inyecciones de coraje líquido que
Emma me obligó a bajar por la garganta. Cualquiera que sea
la razón, fue la mejor noche de mi vida.
Hasta hace poco, claro.
—No. —Agarro su mano. —Solo hay una persona con la
que volvería aquí.

Nunca imaginé que Nate pudiera ser tan romántico. Me
acuesto en la manta mirando las estrellas y pienso en esta
noche. Es tan increíblemente lento y gentil, casi como si
fuera ese chico de diecisiete años que desfloraba a una virgen
otra vez… solo que con comida y vino esta vez.
Me acurruco contra él y apoyo mi cabeza en su pecho. Los
latidos de su corazón y su respiración rítmica son
reconfortantes. Nuestros dedos están entrelazados y trazo
distraídamente las pequeñas cicatrices en su mano derecha.
—Tenía veintidós años cuando sucedió —dice. Luego
deja escapar un largo suspiro mientras me preparo para
escuchar su historia. —Estaba en mi último año en Clemson.
Claudia y yo llevábamos casados unos seis meses y estábamos
celebrando. Los Red Sox me habían seleccionado y, aunque
comenzaría en su equipo AA en Portland, era lo mejor que se
puede hacer para un bateador novato.
¿Portland?
Nunca lo hubiera encontrado tan lejos.
Puedo sentir el corazón acelerado en su pecho y sé que lo
que está a punto de decirme es un recuerdo doloroso para él.
—Estábamos en un bar y habíamos tomado algunos
tragos. Claudia se levantó para usar el baño y unos minutos
después de que ella regresara, unos tipos se nos acercaron y
comenzaron a hablar basura. Dijeron que era mejor que le
pusiera una correa a la perra de mi esposa, y ¿quién diablos
me creía que era? Me levanté para defenderla, defendernos,
cuando uno de los tipos me golpeó.
Oh, Dios, no. ¿Perdió su carrera en una pelea de bar?
—Naturalmente, giré hacia atrás y derribé al tipo,
mientras me maldecía por golpearlo con mi brazo de
lanzador. Luego, de la nada, su amigo se me acercó y me
lanzó un bate a la cabeza. Instintivamente levanté el brazo
para protegerme. Mi brazo derecho. Mi brazo estrella.
Me estremezco. —Oh Dios, Nate.
—Me rompí la muñeca en seis lugares, me pusieron diez
alfileres. No pude volver a jugar béisbol después de eso.
—Lo siento mucho. —Abrazo su pecho con fuerza. Las
lágrimas brotan de mis ojos.
—Esa no es la peor parte. —duda. —Más tarde, descubrí
que Claudia estaba en el baño esa noche alardeando de mí
con algunas de las otras damas, diciéndoles que sus novios
no eran lo suficientemente buenos para ser reclutados y que
yo era mucho mejor que ellos. —Toma una respiración
profunda. —Fue ella. Ella provocó la pelea —suspira. —
Luego, unos meses después, la encontré en la cama, en
nuestra cama, con otro jugador. Resulta que no era a mí a
quien ella quería. Ella solo quería la vida de la esposa de un
jugador estrella.
Las lágrimas fluyen libremente de mis ojos, goteando
sobre su pecho desnudo. Levanta mi cabeza para ver lo
destrozada que estoy.
—No llores, bebé —dice.
—Pero eso era lo único que querías más que nada en la
vida —tartamudeo.
—No más que nada, Brooklyn.
Me toma en sus brazos, besando mis lágrimas. —He
estado pensando mucho en eso esta semana. Si no me hubiera
metido en esa pelea, no estaría aquí contigo. Creo que es por
eso que finalmente puedo hablar de eso. Perdí el béisbol,
pero te tengo a ti. Siento que he ganado la maldita lotería.
Choca sus labios contra los míos.
Las cargas eléctricas se disparan a través de mi ingle
cuando me despierto a la luz de la mañana. Me froto el sueño
de los ojos y me doy cuenta de que no estoy soñando, sino
que el hombre de mis sueños está ocupado agrediéndome los
muslos con su mandíbula sin afeitar, haciéndome retorcerme
debajo de él.
Me agacho y enredo mis dedos en su cabello, acercándolo
a mi centro mientras él me acerca a mi orgasmo. Estoy tan
cerca.
¿Cuánto tiempo ha estado en esto?
Mi tensión aumenta, rogando por la liberación mientras
gimo: —Por favor… no te detengas.
Siento su sonrisa contra mi carne caliente e hinchada.
Levanta una mano y hace rodar mi pezón entre su pulgar y
otro índice trayendo ese dolor de placer que hace que pierda
todo sentido de la realidad cuando mi orgasmo se derrumba.
Mis paredes se tensan y palpitan alrededor de sus dedos.
Sube lentamente por mi cuerpo, besando mi estómago,
mis pechos, mi cuello. La sensación me abruma.
—Dios Nate, te amo… —Me pongo rígida. —Oh… me
encanta cuando haces eso —tartamudeo.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios.
¿Casi acabo de decir eso?
¿Sabe que casi acabo de decir eso?
—Mmmmm —murmura en mi oído, sin darse cuenta de
mi casi-declaración. —Me encanta cuando hago eso también.
Sabes a vainilla… siempre a vainilla.
Él lame mi hombro mientras empuja su impresionante
longitud dentro de mí.
Su mano pasa por debajo de mi espalda y levanta mi
trasero para estrujarlo. Sus labios poseen los míos mientras
gemimos entre jadeos. El fuego se enciende en mi vientre una
vez más cuando se retuerce para frotarse contra ese punto
dulce en el frente de mis paredes apretadas.
—Eres mía, Brooklyn —dice, jadeando. —Di que siempre
serás mía.
—Sí, tuya… para siempre —murmuro en el hueco de su
cuello.
Extiende una mano entre nosotros, enviando ondas que
recorren cada nervio de mi cuerpo mientras me levanto y
luego me estrello, apretando su eje duro con las olas de mi
segundo orgasmo. Segundos después está gritando mi
nombre en la dulce agonía de su propia liberación.
Se acuesta sobre mí y respiramos el uno al otro mientras
nos recuperamos de otra ronda de sexo increíble. Me besa
con ternura mientras sale de mi cuerpo y se mueve a mi lado.
Nos acostamos boca arriba, tomados de la mano en el
silencio más cómodo que jamás haya experimentado. Me
aprieta la mano y sonrío. Lleva mi mano a su boca y besa cada
dedo individualmente. Luego derrama besos a lo largo de mi
cicatriz.
—¿Quid pro quo?2
Mira mi cicatriz y luego me mira con una ceja levantada.
Es justo que le hable de mi cicatriz; no fue tan traumática
como la suya, pero fue el día que conocí a Michael lo que hace
que me duela un poco el corazón.
Apoyo la cabeza en su pecho. No estoy segura de querer
que me vea la cara mientras le cuento la historia. No se la he
contado a nadie desde que murió Michael, y tengo miedo de
que me lleve de vuelta a lugares más oscuros.
Me sorprendo a mí misma cuando soy capaz de contar
toda la historia sin siquiera derramar una lágrima. Incluso
me encuentro sonriendo y provocando risas en Nate cuando
le cuento sobre el Dr. Bloqueador de pollas.
—Entonces, es por eso que nunca te veo usando
brazaletes. Tienes miedo de que se enganchen de nuevo en el
horno causándote otra quemadura —dice, estudiando
distraídamente mi muñeca.
—Sí. Es una pena porque tengo un joyero lleno de ellos.

2
Del latín: “Una cosa por otra”
—Gracias por decirmelo. —Vuelve a besar mi muñeca y
me saca de la cama con él. —Ducha —exige.
—¿En serio? ¿Todavía no has tenido suficiente? —
pregunto.
—Brooklyn, esperé más de dos años. Tengo mucho que
compensar. —Pasa sus ojos de arriba abajo por mi cuerpo
desnudo. —Y nunca me cansaré de ti.

Apenas puedo contener mi emoción, sabiendo que mi
mejor amiga entrará por la puerta de nuestro apartamento en
solo unos minutos. Han pasado semanas desde que la vi y la
última vez que estuvo aquí, no tuvimos exactamente un
tiempo de calidad de chicas.
Nate también está emocionado de ver a Graham.
Mudamos todas las cosas de Nate a mi habitación la semana
pasada, dejando la antigua habitación de Emma lista para
ellos. Lo único que Nate dejó en su habitación fue su mesa
de dibujo. Utiliza la habitación como oficina para no
molestarme cuando está trabajando, como si mirarlo fuera a
ser una molestia. Es más como un afrodisíaco. Siempre se
muerde el labio y se pasa la mano por el pelo mientras dibuja.
Es sexy.
A veces me paro en la puerta y lo observo. No en vano,
siempre logramos hacer el amor cuando él termina de
trabajar.
—¡Ahhhh! —escucho a Emma gritar mientras empuja la
puerta, deja caer su bolso al suelo y se lanza hacia mí.
Compartimos un abrazo que solo puede ser entendido
por verdaderas BFF.
No importa lo lejos que estemos, siempre tendremos esta
conexión.
Una lágrima rueda por mi mejilla. Estoy feliz de verla y
triste porque ya no podemos compartir nuestra vida
cotidiana.
—¡Este fin de semana va a rockear! —le grita al cielo.
Tenemos planes de salir de discoteca con Ryan y su novia,
Laura. Ryan está de regreso en la ciudad por unas semanas
entre sus aventuras en búsqueda de emociones. Nuestra
primera cita grupal oficial.
Estoy mareada como una colegiala sabiendo que Nate y
yo podemos estar juntos frente al mundo. No hay más culpa,
no más amargura, no más dolor. Solo hay amor.
Mucho amor.
Graham y Nate se están poniendo al día con unas
cervezas cuando aparecen Ryan y Laura. Laura nunca ha
conocido a Nate, así que se los presento.
—Nate, esta es Laura. Laura, este es mi… mi… oh.
—Novio. —dice Nate, extendiendo su mano hacia ella. —
Soy su novio.
Él posa sus ojos en mí.
Novio.
Sí, me gusta cómo suena eso.
Nunca lo había dicho antes al hacer referencia a Nate.
Soñé con llamarlo así cuando era adolescente. Incluso
bailaba por la casa con una almohada grande, fingiendo que
era mi novio, Nate. Pero en realidad nunca he dicho las
palabras en voz alta.
Me acerca para que solo yo pueda escucharlo susurrar sus
calientes palabras en mi oído, —Y tú eres mi novia. Mía. Por
siempre.
Y una vez más, otra parte de mi corazón es arrancada,
encontrando su camino hacia Nathan Riley.

El club que Emma ha elegido es uno de moda con música
de los mejores cuarenta en su mayoría, muy fácil para bailar.
Los seis pedimos unos tragos y charlamos un rato.
Ryan nos ha estado regalando historias de su última
excursión: estuvo buceando en cuevas en Costa Rica. Estoy
asombrada por todas las cosas increíbles que ha
experimentado.
Laura, por otro lado, parece aburrida y pone los ojos en
blanco ante sus historias. Ella debe haberlas oído mil veces
antes.
Ryan me da un codazo y empieza a contarme la historia
de cuando me enseñó a surfear. Hace que todos se rían a
carcajadas con su historia de tratar de hacer que mantenga el
equilibrio.
Les digo que, aunque parece fácil desde tierra, es bastante
diferente cuando intentas pararte en una tabla de surf en una
oleada de agua en movimiento.
—Cuando perdiste tu blusa, casi me muero de risa —dice
Ryan. —Te recuerdo tratando de usar la tabla de surf de siete
pies para cubrirte, en aguas de quince pies de profundidad
con olas rompiendo a tu alrededor. Fue hilarante. —Sus ojos
comienzan a lagrimear.
Nate se pone rígido y aprieta mi muslo. Lo miro y ya no
se ríe con el resto de nosotros. Está mirando a Ryan como si
quisiera darle un puñetazo, así que llevo su mano a mis labios
y la beso suavemente.
—Baila conmigo, cariño —susurro, probando el cariño en
él.
Mueve su cabeza hacia mí, aparentemente olvidándose de
Ryan y mi bikini perdido y dice: —¿Cariño? —sonríe. —Eso
sonó caliente. Dilo otra vez.
Me aclaro la garganta y luego le susurro al oído en voz
baja y sensual: —Cariño, te deseo, en la pista de baile, ahora.
Se retuerce en su asiento, reacomodándose.
¿Realmente puedo afectarlo tanto simplemente con mis
palabras? Es un pensamiento embriagador.
Me levanta de la mesa y dice: —Baby, puedes tener lo que
quieras cuando me hablas así.
Nos perdemos el uno en el otro en la pista de baile.
Gracias a Dios que está oscuro y hay mucha gente bailando.
No importa si la canción es rápida o lenta, nuestros cuerpos
se presionan uno contra el otro prácticamente de pies a
cabeza.
Desliza su mano entre mi falda y blusa y pasa sus dedos
alrededor de la tira de piel hasta mi espalda, enviando
descargas eléctricas a través de mi cuerpo.
Mis manos no pueden decidir si quieren agarrar su
cabello, agarrar sus bíceps o trazar los músculos de su
espalda, así que hago cada uno por turnos. No puedo tener
suficiente de su piel bajo mis dedos temblorosos.
Me hace girar para que mi espalda quede frente a él. Me
agarra de las caderas y me mueve con él para que bailemos
como uno al son de la música a todo volumen. Puedo sentir
su creciente erección presionando mi espalda.
Cierro los ojos y dejo caer mi cabeza contra su hombro.
Él lame mi cuello.
—Mmmm, salado y dulce. Mi combinación favorita —
dice contra mi piel.
Bailamos así toda la noche. ¿Quién necesita drogas?
¿Quién necesita alcohol? Nate es una adicción que debo
satisfacer. Es como si estuviera desarrollando una tolerancia
y necesitara más y más de él para obtener mi dosis. Nunca
me cansaré de esto, de él.
Sólo puedo esperar que él sienta lo mismo.
Dado que nuestra noche de pareja se convirtió en un
festival de rutinas para Nate y para mí, Emma y yo decidimos
en el camino a casa que mañana tendremos un día de chicas.
Pero esta noche… esta noche Nate y yo terminaremos lo
que empezamos en esa pista de baile.
Dos horas y tres orgasmos después, Nate y yo nos
acostamos juntos en la cama, pasando nuestros dedos por la
piel desnuda del cuerpo del otro. Comienza a dibujar algo en
mi estómago. Me hace cosquillas, pero no quiero que se
detenga.
—¿Qué estás dibujando? —pregunto.
—Mi cosa favorita. Tú —dice, besándome donde sus
dedos tocan mi piel.
Esto me recuerda a ese boceto que vi caer al suelo la
noche que salió de su habitación porque yo iba a tener una
cita.
—Vi el boceto que hiciste de mí esa primera noche —
confieso.
—¿Cuál? —Levanta las cejas.
—¿Hay más de uno? —pregunto emocionada.
—Um… podría decirse. —Suena avergonzado. Me
pregunto, si no estuviera tan oscuro aquí, ¿vería un rubor
subir por su rostro? —Puedo mostrarte si quieres.
Me siento y declaro: —Si, quiero.
Se ríe y se da la vuelta para encender la luz. Busca en el
último cajón de su mesita de noche y saca un cuaderno de
bocetos. Me mira, deja escapar un largo suspiro y me lo
entrega.
Lo abro lentamente y no puedo creer lo que veo. El libro
contiene página tras página de mí. Algunos bocetos son míos
de cerca. Hay un dibujo de mí en la panadería; otro de mí
acostada boca abajo en la cama con la cabeza apoyada en mis
manos entrelazadas.
Los más impactantes de todos son los de mí cuando era
joven, en la escuela secundaria. Hay un boceto mío
estirándome en la pista después de correr. Otro con la flauta
en mi boca. Compruebo la fecha en la esquina. Está fechado
en el año en que conectamos. El año en que desapareció.
Ay dios mío.
—Nate, Dios mío, estos son increíbles —digo con
entusiasmo.
—Eso es solo porque eres mi musa. —Se inclina para
besarme en la mejilla.
—Es increíble la forma en que me ves. Me haces lucir tan
hermosa.
Me sonrojo.
—Brooklyn, eres hermosa. Simplemente no te ves a ti
misma de esa manera. Esa es una de las cosas que me
encantan de ti.
—¿Una de las cosas? —Dejo escapar sin filtrar mis
pensamientos.
Oh mierda.
—Sí, bebé, una de las cosas.
Toma el cuaderno de bocetos de mis manos y lo coloca en
la mesita de noche. Empuja un cabello errante detrás de mi
oreja y ahueca mi rostro. Me mira a los ojos, sus iris azules
profundos bailan con pasión y propósito.
—Hay demasiadas para enumerarlos… porque amo todo
de ti.
Mi corazón salta y dejo de respirar.
—Te amo Brooklyn. —Frota su pulgar a través de mi labio
inferior. —Creo que te he amado desde la escuela secundaria.
Sé que te he amado desde Raleigh.
Cierro los ojos y dejo que las palabras penetren.
Él me ama.
Creo que este debe ser el momento más perfecto de mi
vida. He tenido otros momentos dignos de mención, pero
este quiero recordarlo cuando tenga cien años.
Tomo una respiración profunda. Huelo a Nate, a su olor
varonil mezclado con ropa limpia y sexo.
Puedo oír su respiración entrecortada mientras espera
que yo hable. Puedo escuchar los latidos de mi corazón
mientras se aleja de mi cuerpo y choca con el suyo. Puedo
sentir el hormigueo de su toque mientras desliza su pulgar
sobre mi labio.
Grabo el conglomerado de los cinco sentidos en un
recuerdo que durará toda la vida.
Abro los ojos para ver al hombre que he anhelado desde
mi juventud. El hombre que me esperó incluso cuando pensó
que estaba perdida. El hombre con el que espero pasar el
resto de mi vida.
—Yo también te amo, Nathan Riley.
La luz de la mañana comienza a filtrarse a través de mis
persianas. Trato de no despertar a Nate, que no está
acostumbrado a levantarse tan temprano como yo. Nuestros
cuerpos siguen entrelazados. Su pierna sobre la mía, mi
cabeza en su pecho, su brazo sobre mi cintura.
Repaso los eventos de anoche en mi cabeza,
reproduciéndolos una y otra vez, asegurándome de que no
estaba soñando.
Dijo que me ama. Que ama todo sobre mí.
Nunca pensé que volvería a escuchar esas palabras de un
hombre.
Estaba tan segura de que terminaría sola, de que nunca
me arriesgaría a volver a intentarlo. Pero llegó él, y ni
siquiera puedo comenzar a decirle lo agradecida que estoy de
que haya sido tan persistente.
Todavía tengo mucho miedo de lo que nos deparará el
futuro. No sé si podría soportar que se fuera.
¿Y si me lo quitaran, como a Michael?
Niego con la cabeza ante el pensamiento. Seguramente el
destino no sería tan cruel.
Su brazo derecho descansa a su lado dejando su tatuaje a
la vista para que yo lo mire. Mientras me pregunto sobre el
verdadero significado de su tatuaje, empiezo a darme cuenta
de que me sentiría igual si Nate alguna vez me dejara.
Sentiría que mi corazón está hecho trizas y seguramente
quisiera morir. ¿Es eso lo que estaba pensando cuando se lo
hizo?
Me inclino para colocar un suave beso en su tatuaje
cuando siento su otra mano recorrer mi columna, dejando
una línea de chispas en mi cuerpo. Rápidamente me separo
de su brazo.
—Buenos días preciosa.
Se inclina para besarme, sacudiendo la cabeza porque me
atrapó mirándolo. Otra vez.
—Buenos días a ti también. —Le sonrío, arrugando la
nariz con aire de culpabilidad.
—¿Qué pasa, bebé? —pregunta, tomando un mechón de
mi cabello y retorciéndolo entre sus dedos.
—Me preguntaba acerca de tu tatuaje —le digo
tímidamente. —Cuando te lo hiciste, ¿querías, eh…?
¿Querías morir?
Respira hondo y exhala mientras sus ojos se clavan en los
míos. Su mano sube para pasar por su ya desordenado cabello
matutino y se muerde el labio en contemplación.
—No, Brooklyn. No quería morir. —Nos da la vuelta de
modo que me está acurrucando por detrás y pasando su mano
arriba y abajo de mi brazo. —No estaba en un muy buen
lugar. Acababa de perder el béisbol y, por supuesto, había
descubierto que mi matrimonio era una farsa. Agregue todo
eso a lo que sucedió con mi madre. Estaba muy jodido.
Besa mi cabello antes de continuar.
—Nunca debí haberme casado con ella. Al principio,
cuando nos conocimos, parecía ser la chica perfecta. A ella le
gustaba lo que a mí me gustaba, e hizo todo lo posible para
hacerme feliz. Estaba llena de bondad y compasión. Todo eso
cambió en los meses posteriores a nuestra boda. Todo fue un
acto para atraparme. Demonios, ni siquiera sabía que ella no
quería tener hijos hasta después de casarnos.
¿Quiere hijos?
Hay tantas preguntas en mi cabeza, pero trato de
permanecer quieta y en silencio, ya que parece ser el mejor
camino a seguir cuando él está de humor para compartir
información.
—Mi mamá… ella también hizo todo lo posible para
hacerme feliz. Por fuera, ella era la madre perfecta. Todo fue
un acto también.
Puedo sentirlo sacudir la cabeza y suspirar en mi espalda.
—Jodido por dos mujeres. Aparentemente, es por eso que
me volví rebelde.
Decido intervenir en sus revelaciones.
—Tienes una visión bastante rara de ti mismo.
—Debería —admite. —Le pago una maldita fortuna a mi
psiquiatra.
Oh, esto es una noticia.
Por un lado, me sorprende que Nate vea a un terapeuta.
Parece el tipo de persona que nunca acudiría a otra persona
con sus problemas. Pero, de nuevo, me alivia saber que lo
hizo.
Me pregunto si por eso dejó de acostarse con cada mujer
que encontraba. Explica por qué parece tan diferente de lo
que era hace unos años en Raleigh. No tiene tanta ira en sus
ojos.
—¿Sorprendida? —me pregunta
Asiento con la cabeza.
—¿Cuánto tiempo ha estado viendo a un terapeuta?
—De forma intermitente durante un par de años. Supe
después de que viniste a Raleigh que tenía que hacer algo
para aclarar mi cabeza. —Se ríe en silencio. —La cosa es que
intenté sacarte de mi cabeza, pero todo lo que hice fue hacer
que te quisiera más.
—¿Por qué? —lo observo sobre mi hombro.
—Porque una vez que saqué a Claudia de mi sistema y de
mi mente, me di cuenta de que no podía haber nadie más para
mí que tú. No importa cuánto traté de encontrar a alguien
más, no pude. Y mi psiquiatra no me dejó romper mi promesa
de no contactarte. Ya sabes lo que dicen sobre la ausencia,
¿verdad?
Besa mi frente.
—Bueno, supongo que necesito conocerlo y agradecerle
—bromeo.
—Ya lo hice. —Él ríe. —Le di las gracias, quiero decir. Lo
llamé la semana pasada y le conté la noticia.
—¿Vaya? ¿Y qué dijo?
—Lo normal. ¿Me haces feliz? ¿Cómo me siento al
respecto? Ya sabes, esas mierdas —suspira. —Luego me
volvió a criticar por mi madre.
—¿Por qué tendría que hacer eso? —pregunto.
Su cuerpo se tensa detrás de mí. —Porque ella todavía
vive aquí y él cree que debería verla.
Muevo mi cuerpo y me siento. —Ella vive aquí… en
Savannah?
Él asiente con la cabeza.
—Ella todavía me envía tarjetas de cumpleaños y de
Navidad todos los años, y la dirección del remitente está aquí
en Savannah.
—¿Qué dice? En las tarjetas que te envía.
—No lo sé. —Se mira las manos. —Las tiro sin leerlas.
—¿No crees que podría estar tratando de disculparse
contigo? ¿Para hacerte saber que todavía te ama? —
pregunto.
—Por supuesto, eso es lo que dicen. —Se aleja de mí,
luciendo enojado. —Mi hermana se traga esas cosas, pero yo
no. No quiero volver a hablar con esa mujer nunca más.
—Pero ella sigue siendo tu madre. No importa lo que
haya hecho, estoy segura de que todavía te ama —le suplico.
—No vayas allí, Brooklyn —me advierte. —Ya tengo a mi
hermana y a mi psiquiatra a cuestas. No te necesito allí
también.
Decido dejarlo, no queriendo arruinar lo que
compartimos anoche discutiendo esta mañana. Me deslizo
hacia él y me siento a horcajadas sobre sus caderas.
—Está bien, ¿qué tal si estoy en tu frente entonces? —
bromeo.
Veo que la tensión desaparece de su rostro mientras mira
mi cuerpo desnudo.
—Dios, te amo —dice.
Pasa sus manos por mi caja torácica hasta mis senos y
pone uno en cada mano, estudiándolos con la cabeza
inclinada hacia un lado. Luego frunce el ceño y pone una
mirada amarga en su rostro.
—Odio el hecho de que Ryan haya visto tus senos.
Sonrío dulcemente y pongo mis manos sobre las suyas. —
¿Qué importa, cariño? Te pertenecen ahora —digo,
esperando que el uso del cariño lo saque de ese pensamiento.
Él sonríe a medias. —Sé lo que estás haciendo… bebé.
Me guiña un ojo y pasa sus dedos por mis pezones,
haciéndome estremecer mientras las ondas de choque bailan
a través de mi cuerpo.
—Y me encanta lo que estás haciendo.
Lo observo jugar con mis senos como un niño juega con
su juguete favorito.
—Háblame de tu relación comercial con él. —Su mirada
es toda seria y endurecida.
Bien, entonces nada de sexo matutino.
Mi diosa interior frunce el ceño.
Le explico que necesitaba un inversionista para construir
mi negocio. Que, con los fondos que invirtió Ryan, pude
comprar un segundo horno industrial, una furgoneta de
catering y contratar ayuda adicional.
Digo que hemos podido expandir nuestra oferta en la
panadería y aceptar trabajos de catering más grandes. Le
digo que Ryan no tiene ningún control creativo sobre el
negocio, que solo tiene voz en la parte financiera y que aún
conservo más de la mitad del negocio general a mi nombre.
Veo los engranajes trabajando en su cabeza mientras
procesa la información que le estoy diciendo.
—Entonces, él controla cuándo, dónde y cómo, pero no el
qué.
—Supongo que si lo miras de esa manera. Pero es más
detallado que eso. No puede cerrar la panadería en la
ubicación actual, si eso es lo que estás preguntando. Emma
es propietaria del edificio y yo alquilo directamente con ella.
Nuestro contrato establece que no puede meterse con mi
ubicación. Pero tiene la autoridad para dictar otras
decisiones comerciales importantes en caso de que surjan.
—Mmm. —Me mira con los ojos entrecerrados y me doy
cuenta de que todavía tiene las manos firmemente sobre mis
pechos como si se los reclamara a Ryan.
Un golpe en la puerta del dormitorio seguido de un grito
de —¡Día de chicas! —pone fin a nuestra discusión.
—Pero aún no he terminado. —Nate besa mis pechos y
luego traza una línea desde mi mandíbula hasta el lugar
sensible detrás de mi oreja. Luego me susurra al oído: —
Nunca terminaré contigo.
Mi corazón late erráticamente al escuchar sus palabras y
sentir su cálido aliento rozar mi oído. No quiero nada más
que quedarme en la cama y adorar su cuerpo. Que él adore mi
cuerpo. Quiero sentirlo dentro de mí cada minuto de cada
día.
Ya no soy una persona completa sin él. Cuando me
levante de esta cama, una parte de mí se quedará con él y no
puedo reclamar esa parte de mí hasta que estemos juntos de
nuevo. Ahora entiendo lo que significa cuando la gente se
refiere a «su otra mitad». Él es, de hecho, una parte de mí y
yo soy una parte de él. Encajamos como un rompecabezas
perfecto que solo podemos resolver juntos.
—¿Estás bien? —Me mira con preocupación mientras
limpia una lágrima que ha caído por mi mejilla.
—Estoy más que bien. Te amo. —Me inclino para besarlo.
Cuando nos separamos, simplemente dice: —Yo
también, bebé. Yo también.
Estamos en la camioneta de Graham, conduciendo hacia
River Street Seafood Fest al otro lado de Savannah.
Estoy tan emocionada de poder compartir este pedacito
de la ciudad con Nate. Sé que todavía está preocupado de que
pueda encontrarse con alguien de la escuela secundaria.
Está muy callado en el auto, solo mira por la ventana. Me
estiro y aprieto su mano y él me da una pequeña sonrisa antes
de alejarse.
Miro la parte de atrás de su perfecto cabello desordenado
mientras pienso en lo que dijo Emma ayer:
»—Lyn, sabes que los he querido a los dos juntos durante
años. Pero míralo. Creo que tiene un gran problema con los
celos. Tal vez se deba a que su ex esposa lo engañó. Parecía
que quería abalanzarse a Ryan cada vez que el hombre
simplemente te hablaba. Y cuando Ryan puso su brazo
alrededor de ti para darte un abrazo, pensé que Nate podría
tener un maldito ataque.
Continuó recordándome que él terminó en cuidados de
urgencia después de golpear a un tipo que estaba hablando
conmigo en un bar. Bueno, eso no es exactamente como
sucedió. El chico golpeó a Nate primero.
Le aseguré que Nate está bien y que solo está siendo
territorial con nuestra nueva relación.
La verdad es que creo que está un poco celoso de Ryan por
nuestra relación comercial. Probablemente yo también
estaría celosa si Nate tuviera una hermosa pareja femenina.
Me escabullo para quedar presionada contra Nate y le
susurro al oído: —Muchas gracias por venir. —Beso su cuello
y lamo el lóbulo de su oreja. —Definitivamente te mostraré
mi aprecio más tarde.
Veo el reflejo de su lenta sonrisa en la ventanilla del
coche.
Se vuelve hacia mí y tira de mi cara hacia la suya, nuestros
labios casi se tocan y respira en mi boca.
—Será mejor que te cuides o podría llevarte a la parte
trasera de la camioneta de Graham.
Luego me tira en un beso que tiene demasiada lengua
para la decencia pública.
—Escuché eso. Consigue una habitación antes de que
arruines mi tapicería personalizada —dice Graham,
sacudiendo la cabeza y riéndose.
—¡Estoy aquí! —chilla Emma mientras rebota en su
asiento.
Salimos del auto y somos bombardeados con las vistas,
los sonidos y los olores del festival. La gente está por todas
partes, riendo, comiendo, bebiendo y bailando en las calles
cerradas con barricadas. Se instalan tiendas de campaña para
cada vendedor de alimentos y el olor de los mariscos asados
y fritos flota en el aire.
Una hora después el cielo se oscurece y muchos clientes
se dirigen a sus vehículos. Nosotros, sin embargo, somos
soldados y vamos a intentar esperar.
Cuando empieza a llover, nos amontonamos todos bajo
las pequeñas tiendas de campaña. Los cuerpos se amontonan
todos mojados por la lluvia y sudorosos por el calor. La
música sigue sonando en los enormes altavoces y me
pregunto cuánto tiempo pasará antes de que cierren todo el
festival.
Entonces la oigo: la canción que sonaba en la radio de la
camioneta de Nate hace tanto tiempo, justo después de que
perdí la virginidad. Justo antes de que me dejara: la canción
de Nickelback, Someday, que me hizo negarme a escuchar sus
canciones durante los últimos diez años.
Nate se pone rígido detrás de mí. Conoce el significado
de la canción. Me lo dijo después de Raleigh.
—Brooklyn… —susurra en mi oído.
Luego agarra mi mano, arrastrándome bajo la lluvia en
medio de la calle abandonada. Nos estamos empapando de
pies a cabeza.
Lo miro como si estuviera loco. Intento resistirme a que
tire de mí.
—Nate, ¿qué estás haciendo? —grito por encima del
sonido de la música y la lluvia.
—¡Estoy bailando con mi novia! —grita, sonriéndome
mientras riachuelos de lluvia caen de su cabeza. —Recuerdo
otro momento contigo bajo la lluvia que no funcionó tan
bien. Entonces, pensé que podríamos hacer un mejor
recuerdo para ti.
Me hace girar a su alrededor.
—Además, me gusta mucho Nickelback —dice,
guiñándome un ojo.
Entonces, mientras todos los demás se apiñan bajo las
tiendas, Nate y yo bailamos bajo la lluvia. Bailamos toda la
canción, nuestros cuerpos apretados, moviéndose como uno
solo, sin perder nunca el contacto visual.
Debemos parecer idiotas, pero no me importa. Ahora
mismo, en este minuto, solo estamos Nate y yo.
Estoy asombrada por el romanticismo inesperado de esto.
Cómo se las arregla para llegar a mi pecho y agarrar más
pedazos de mi corazón simplemente me sorprende.
Este hombre, que anhela permanecer en el anonimato en
esta ciudad, ha bailado en público y de manera bastante
llamativa frente a la mitad de la población solo para darme
un buen recuerdo.
Creo que las lágrimas corren por mi rostro, pero la lluvia
las enmascara.
Estoy abrumada por mi amor por este hombre.
La música se detiene. Creo que cerraron todo, pero no me
importa porque Nate me está besando bajo la lluvia. Me está
besando como yo quería que lo hiciera esa noche en Raleigh.
Me está besando como si fuera nuestro primer y último beso,
todo en uno. Estoy perdida en la sensación de sus labios. Es
el beso más húmedo, caliente y sexy que he experimentado.
Creo que nos decimos más con este beso que con nuestras
declaraciones de amor la otra noche.
Salto con el sonido de un trueno. Pero cuando nos
separamos, me doy cuenta de que no son truenos, sino
aplausos. Todos debajo de las tiendas nos miran y aplauden
y vitorean. Volteo y veo a Emma y Graham sacudiendo la
cabeza hacia nosotros mientras se unen a los aplausos.
Nate hace una reverencia y luego me agarra la mano y les
indica a Graham y Emma que nos sigan y todos corremos
hacia el auto.
De vuelta en el apartamento, estoy agradecida de que
Graham y Emma fueran a visitar a sus padres, porque ni
siquiera subimos las escaleras sin quitarnos algo de ropa.
Hay un rastro de pantalones cortos, camisas y ropa interior
mojados que suben las escaleras y llegan a nuestro
dormitorio.
Nate me levanta y mis piernas se envuelven alrededor de
él mientras siento que su erección crece. Chocamos con
muebles al azar tratando de llegar a la cama cuando él se da
por vencido y me deja en la cómoda.
—Tengo que probarte. —Me mira fijamente, sus ojos
azules casi negros de deseo. —Ahora.
Separa mis piernas lentamente, sus manos queman mi
piel dondequiera que me toca.
—Sí —es la única palabra que soy capaz de decir.
Todavía me estoy recuperando de nuestro baile bajo la
lluvia, aún drogada por el increíble beso que compartimos
frente a cientos de personas, todavía temblando por la
intensidad de mis sentimientos por él.
Se pone de rodillas y envuelve mis piernas alrededor de
sus hombros. No puedo apartar mis ojos de él. Observo
mientras besa mi vientre y juega con mis muslos.
Estoy ardiendo en deseo. Quiero empujar su boca donde
mi cuerpo ruega que esté. No lo hago, porque sé que la
anticipación solo aumentará mi sensación cuando
finalmente me toque allí.
Sus ojos miran hacia arriba para encontrarme mirándolo.
Una lenta sonrisa se extiende por su rostro.
—Mírame hacer que te corras, Brooklyn.
No puedo evitar cerrar momentáneamente los ojos. Esa
es la cosa más sexy que he oído decir a alguien.
Lo miro cuando encuentra mi clítoris, rodando su lengua
sobre él en círculos. La vista de él dándome placer me empuja
más alto y más rápido que nunca. Extiendo la mano para
agarrar los lados de la cómoda, enviando todo lo que está
encima volando al suelo mientras arremeto.
—Dios, Nate… ¡sí!
Empuja un dedo en mi resbaladiza abertura y luego
agrega otro, torciéndolos hacia arriba para encontrar ese
punto que convierte mi cuerpo en calor líquido.
Destellos de luz nublan mi visión mientras mis entrañas
tiemblan. Nate succiona mi clítoris con su boca y luego lo
mueve con su lengua, enviándome al borde, latiendo
alrededor de sus dedos, mis muslos apretando su cabeza
mientras saca hasta la última ola de mí.
Me levanta de la cómoda, mi cuerpo aún temblando por
las réplicas, y me coloca en la cama.
—Eres increíblemente caliente cuando te corres.
Besa alrededor de mi cuello, hasta mi oreja y de regreso a
mis labios. Puedo saborearme en él. Es extrañamente erótico.
Me recuerda dónde ha estado, y de repente siento la
necesidad de devolverle el favor.
Lo empujo sobre la cama y clavo mis ojos en su dureza,
lamiendo distraídamente mis labios. Puedo verlo sonreír. Él
sabe lo que estoy a punto de hacer. Su pene salta con
anticipación.
Me inclino y lamo la cabeza, girando mi lengua alrededor
del lado inferior, provocando un gemido profundo y
apreciativo. Tomo su longitud en mi boca, pasando mi mano
arriba y abajo de la base. Mi otra mano baja para ahuecar y
acariciar sus bolas.
Lo siguiente que sé es que me tiran de espaldas y Nate me
está embistiendo.
—Jesús… ibas a despojarme antes de que pudiera
enterrarme en ti.
Es un sentimiento embriagador saber que mi boca sobre
él lo afecta tanto como cuando él tiene su boca sobre mí.
Establece un ritmo constante y levanto mis caderas para
encontrarlo golpe por golpe. Estoy a punto de tener otro
orgasmo, y quiero que Nate experimente el mismo placer
trascendental que me da.
—Nate, quiero estar arriba —le susurro al oído.
—Sí —murmura mientras nos da la vuelta,
permaneciendo dentro de mí todo el tiempo.
Me inclino sobre él, colgando mis pechos cerca de su
cara. Se acerca para agarrarlos mientras planto un beso lento
y sensual en sus labios. Mueve su lengua en mi boca y la
chupo, tal como estaba chupando su hombría hace unos
momentos. Él gime un aliento caliente en mi boca.
Me empujo hacia arriba y arqueo la espalda, haciendo que
su longitud se hunda profundamente dentro de mí. Se agacha
y pone su pulgar sobre mi clítoris, frotando círculos y
enviando pulsos de ondas de choque a través de mi cuerpo.
Lo miro a los ojos y levanto las manos para acariciar mis
pechos. Sus ojos se vuelven salvajes con deseo mientras sus
caderas se sacuden y se mueven debajo de mí. Pellizco y tiro
de mis pezones, extrayendo gemidos de cada uno de
nosotros.
—Ahhhhhhhh —gime. —Me voy a correr, bebé.
Se queda quieto momentáneamente, agarrando mis
caderas y sosteniéndome con fuerza contra él, todo mientras
recita mi nombre junto a declaraciones de amor confusas una
y otra vez.
Su voz me empuja al límite y la sensación me abruma
mientras el deseo detona dentro de mi cuerpo y exploto a su
alrededor.
Me derrumbo sobre su pecho y respiramos pesadamente
mientras bajamos de nuestra liberación. No puedo moverme.
No puedo pensar. He perdido todo sentido de la realidad
fuera de lo que somos, aquí y ahora.
—Santa mierda —murmura en mi cabello, y ambos nos
disolvemos en un ataque de risa.
Después de limpiarme, salgo de nuestro baño y veo a Nate
arrodillado junto a mi tocador sosteniendo algunas joyas que
se habían caído de mi joyero cuando las tiré al suelo.
Está tratando de limpiarlo, pero no tiene idea de qué va a
dónde. Parece estar estudiando mis pulseras. Luego se le
entrecorta la respiración y estira la mano para agarrar algo.
Me acerco a él y lo veo sosteniendo el anillo de compromiso
que Michael me dio.
—¿Es esto… ? —Él no me mira.
—Sí.
Y por primera vez, me encuentro mirando el anillo de
Michael sin sentirme abrumada por la tristeza. El
pensamiento trae una sonrisa a mis labios.
Examina el anillo, primero sosteniéndolo entre sus dedos,
luego colocándolo en la palma de su mano. Cierra los ojos y
se pasa la mano por el pelo. Es la misma pose que veo cuando
se sienta en su mesa de dibujo. Cierra su mano alrededor del
anillo y me mira.
—¿Puedo tenerlo? —pregunta. —Quiero decir … ¿Me lo
confiarías?
Frunzo el ceño mientras trato de absorber la pregunta
que me está haciendo. ¿Por qué diablos querría este anillo?
Oh, no. Seguramente no.
Mi mente se vuelve loca con todo tipo de pensamientos
extravagantes.
Nate me sobresalta de vuelta a la realidad cuando toca mi
brazo. Debe ver la expresión confundida en mi rostro.
Sacude la cabeza y dice: —Brooklyn, cuando te pida que
te cases conmigo, seguro que no será con el anillo de otro
hombre.
Oh, gracias a Dios.
Dejo escapar un largo suspiro y mi diosa interior se
limpia la frente.
¿Espera, qué?
Creo que acaba de decir cuándo…
Oh, Dios, acaba de decir cuándo.
¿Estoy lista para volver a ser la prometida de alguien?
No resultó tan bien la última vez. Todavía estamos en la
burbuja. La burbuja perfecta de novio/novia. Todo va tan
bien. Quiero que las cosas se queden exactamente como
están. No quiero tentar al destino ni cabrear al Karma.
Un aliento cálido me baña la oreja. —Oye, ¿estás bien?
—¿Eh? —me sobresalto.
—Te distrajiste por un minuto. Estaba preguntando por
el anillo. ¿Me confiarías eso?
Me está rogando con los ojos. Él me mira con nada más
que amor y cariño. ¿Cómo podría no confiarle el anillo
cuando le confiaría mi vida?
—Sí —susurro.
Me giro para ir a darme una ducha. Quiero lavar mis
miedos, todas mis dudas sobre nuestro futuro… y también
mis preocupaciones del pasado.
Estoy llenando las vitrinas con los pasteles de esta
mañana, sin dejar de pensar en el anillo. Ha pasado más de
una semana y no le he preguntado por qué lo quería.
Me pregunto si cree que todavía lo saco, lo miro y sueño
con Michael. No lo hago. Ya no. No desde que supe que
estaba enamorada de Nate.
Michael siempre tendrá un lugar especial en mi corazón,
pero Nate es el hombre que siempre quise, incluso cuando no
podía admitirlo.
Frunzo el ceño cuando miro el calendario en la pared
detrás del mostrador. Empecé la cuenta regresiva para la
partida de Nate. Dos semanas. Se habrá ido en catorce días,
y ninguno de nosotros ha dicho una sola palabra sobre lo que
sucederá entonces.
Es la burbuja. Todavía estamos en eso y ninguno de
nosotros quiere que explote.
También en el calendario, dentro de un círculo con
marcador rojo, hay una reunión importante para la que Ryan
y yo nos hemos estado preparando. Si podemos conseguir
este cliente, significará un gran negocio para Brooklyn's.
Ryan entra desde la parte de atrás de la tienda, luciendo
como el infierno. Pasa los siguientes diez minutos
contándome sobre su ruptura con Laura. Cuando va a irse, lo
acompaño a través de la cocina hasta la puerta trasera. Le doy
un abrazo.
—Todo saldrá bien al final, ya verás.
Lo abrazo fuerte y espero que mis palabras sean ciertas,
para él y para mí.
—¿Quieres quitarle las manos de encima a mi novia,
hombre?
Ryan me suelta y levanta las manos en señal de rendición.
Me giro para ver a Nate mirándonos desde el último escalón.
Pongo los ojos en blanco y me despido de Ryan. Mientras
camina por la puerta trasera, recuerdo nuestra gran reunión
de hoy.
—Ryan, te ves terrible, ¿quieres que reprograme nuestra
reunión de las dos en punto?
—De ninguna manera, Lyn. Iré a dormir un poco y
volveré más tarde —dice, y cierra la puerta tras él.
—Bueno, ¿no es acogedor? —Nate entrecierra sus ojos
hacia mí. —¿Disfrutaste tu abrazo?
No puedo decir si está bromeando o simplemente siendo
un idiota, así que trato de ignorar su actitud.
—Laura rompió con él y lo está pasando mal.
—Qué conveniente que de repente esté soltero justo
antes de que tenga que regresar a Raleigh.
Sus palabras me hieren. Ahora sé que está siendo un
idiota. No puedo creer que elija hablar de irse ahora mismo.
¿Y por qué tiene que hacerlo por Ryan?
Empiezo a enfurecerme y a punto estoy de discutir con él
cuando me doy cuenta de que probablemente esté teniendo
dificultades para lidiar con el hecho de que se va, por lo que
está desviando sus emociones hacia Ryan.
Me acerco a Nate y tiro de él hacia mí. Pongo mis manos
en su rostro y bajo sus labios para encontrar los míos. Él es
todo frescor y menta, y lo beso suavemente con la esperanza
de que entienda que soy suya.
Pero como la mayoría de los hombres, simplemente no lo
entienden a menos que esté justo frente a ellos, estampado
en un letrero de neón intermitente. Rompo el beso y lo miro
fijamente a los ojos.
—Soy tuya, Nate. No importa dónde vivas.
Deja escapar un suspiro y besa mi frente. —Lo siento,
Brooklyn. No quiero ser un imbécil. Es que no confío en él.
—Pero deberías confiar en mí, Nate. —Suspiro en su
hombro. —Y si no crees en mi palabra, pregúntale tú mismo.
—Lo hice —dice.
—¿Lo hiciste? —Esto me sorprende y me alejo de él para
poder ver bien su rostro. —¿Cuándo?
—El otro día, cuando Emma y tú salieron para su día de
chicas.
Vuelvo a pensar. Eso fue justo después de la cita grupal,
cuando se puso nervioso porque Ryan me había visto las tetas
por cortesía del mal funcionamiento del bikini.
—Entonces deberías saber que él no es una amenaza para
ti —digo.
—Demonios —masculla, y posesivamente pasa sus
manos arriba y abajo de mis brazos. —De hecho, tengo más
motivos para odiarlo después de lo que descubrí. Pero
todavía no he tenido tiempo de decidir qué hacer al respecto.
—Nate, me has perdido. Solo escúpelo.
—El bastardo va a franquiciar la panadería, Brooklyn. —
Sacude la cabeza y frunce los labios con ira.
—¿Qué? —saco mis brazos de los suyos. —Eso es una
locura. No tengo idea de dónde se te ocurrió eso, pero él sabía
muy bien cuando lo contraté que quería mantenerlo
pequeño. Él sabe que yo nunca franquiciaría, de eso no se
trata Brooklyn's.
—Bueno, tal vez quieras recordárselo, según los planos
que vi en la mesa de su cocina el otro día.
—No necesito preguntarle nada, porque sé con seguridad
que ese no es el plan. No viste lo que crees que viste. Tiene
muchas otras inversiones comerciales con las que trata,
algunas que realmente son franquicias. Eso es lo que viste.
Voy a buscarle una taza de café para llevar.
—Desearía que dejaras de hacer de Ryan el malo.
—No le estoy haciendo nada, Brooklyn. Él es el malo. Él
tomará tu negocio y hará exactamente lo que juraste que
nunca harías.
Le entrego su taza de café, mi señal de que quiero
terminar esta conversación. —Nate, me has pedido, en más
de una ocasión cuando confíe en ti. Entonces, ahora te pido
que confíes en mí.
Él gime de frustración y puedo decir que está tratando de
contenerse para no molestarme continuando con la
discusión.
Me siento aliviada cuando el bien gana al mal en su
batalla mental y me da un beso de despedida.
Pero mientras lo observo salir por la puerta trasera, tengo
que preguntarme si es capaz de confiar en una mujer, de
confiar en mí.

Nate decidió invitarme para celebrar el gran contrato de
catering que obtuvimos hoy. Si todo sale según lo planeado,
el contrato generará más negocios en el futuro cercano. Este
es el tipo de cliente que he estado esperando desde que traje
a Ryan. Requerirá mucho trabajo y planificación, pero con
Ryan en la tarea, podremos manejarlo.
—Por ti, bebé. —Nate levanta su copa de champán.
—Por Brooklyn's. —Choco mi vaso con el suyo y no
puedo contener la gran sonrisa en mi rostro.
Comemos lo que podría decirse que es la mejor cena de
langosta que he tenido. Me ha llevado a The Olde Pink House.
Crecí escuchando siempre sobre este lugar, pero nunca pude
permitirme cenar aquí. Todavía no puedo, pero Nate no me
dejaba dar mucha pelea. Cuando el hombre se propone algo,
por lo general obtiene lo que quiere.
—Quiero llevarte a todas partes, experimentar todo
contigo —me dice, mientras me mete a la boca un tenedor
lleno de pastel de chocolate.
Pongo los ojos en blanco y gimo ante la avalancha de
sabores que explotan en mis papilas gustativas y me
pregunto si me darían la receta.
—No necesito nada más mientras te tenga a ti —le digo.
Lo miro largo y tendido a los ojos y espero que entienda
lo mucho que quiero decir con las palabras. Él me devuelve
la mirada mientras el deseo florece dentro de mí. Levanto la
mano y paso los dedos por su mandíbula sin afeitar. Agarra
mi mano y la baja a su regazo donde su excitación es
evidente, encendiendo el fuego dentro de mí una vez más.
—Oh, me tienes a mí. Definitivamente me tienes —dice.
Le doy un pequeño apretón ahí abajo. —Por los huevos,
aparentemente —agrega, haciéndome reír.
Saluda con la mano al camarero y rápidamente le da su
tarjeta de crédito. Acaricia mi cuello, luego sus labios se
demoran para chupar suavemente mi oreja.
—Mmmm… chocolate mezclado con vainilla. ¿Puede ser
mejor que esto?
Prácticamente salimos corriendo por la puerta principal
del restaurante, dándonos tirones para darnos prisa. No es de
extrañar que apenas salgamos de casa.
De repente, soy sacudida por Nate, que ha dejado de
caminar.
Me doy la vuelta para ver por qué y descubro que se ha
convertido en una estatua de hombre. Su rostro caído, su
expresión en blanco, su boca ligeramente abierta y sus ojos
muy abiertos. Miro detrás de mí para ver lo que está mirando.
Veo a una mujer delgada, hermosa e increíblemente
elegante caminando hacia nosotros. Parece estar en sus
cuarenta, tal vez cincuenta.
—¡Nathan, mi dulce niño! —exclama con acento francés
mientras se acerca a nosotros.
Siento que toda la sangre se me va de la cara cuando hago
la conexión. Veo toda la sangre drenarse de Nate .
—¡No! —lo escucho gritar detrás de mí.
Me atrae hacia él y señala con el dedo a la mujer para
mantener su distancia.
—Nathan. Por favor háblame. —Las lágrimas caen por su
rostro. —Por favor, ¿me darías un minuto?
Un hombre de aspecto distinguido con un traje de tres
piezas se acerca a su lado. —Sofía, cariño, ¿estás bien? —
pregunta con preocupación. Luego se vuelve hacia Nate y
escupe: —¿Qué has hecho para molestar a mi esposa?
Oigo un grito estrangulado desde lo más profundo de la
garganta de Nate. Me aprieta la mano con tanta fuerza que
creo que mis dedos han perdido la circulación.
—Esposa —dice con un crujido en la voz. Se aclara la
garganta y continúa: —¿Esposa? —él mira al hombre. —
¿Sabías que tu esposa es una puta de dos centavos que
muestra sus tetas y chupa a cualquier hombre por cincuenta
dólares?
Parece que el hombre podría avanzar y derribar a Nate.
Pero luego mira a su esposa y luego a Nate, y debe darse
cuenta de lo que el resto de nosotros ya sabemos.
La mujer es la madre de Nate.
—¿Nathan Riley? —pregunta, mirándonos. Toda la ira se
ha ido y solo hay compasión en su voz.
Miro a Nate y lo que veo es un chico roto de diecisiete
años. Hay tanto dolor en sus ojos; tanta rabia. Lo veo luchar
con sus emociones. Qué confuso debe ser ver a tu propia
madre después de diez largos años. Él la idolatraba. Ella era
la maldita June Cleaver.
Justo hasta que se convirtió en la zorra que dirigía un
prostíbulo disfrazado de spa.
Sin decir una palabra, Nate se gira conmigo y nos
acompaña hasta su coche. Su mamá no nos sigue, pero lo
llama todo el tiempo.
Una vez que estamos dentro del auto, deja escapar un
suspiro, pero todavía no me mira. No sé qué decirle a este
hermoso hombre que fue pisoteado por las acciones de su
madre. Me acerco y pongo mi mano en su pierna.
—No —dice, cerrando los ojos. —Simplemente no lo
hagas.
—Nate, yo…
—Maldita sea, Brooklyn, no necesito que me digas que
debo hablar con esa mujer. Ella está muerta para mí. Murió
la misma noche que te lastimé. Ella es la razón por la que mi
vida está tan jodida.
Se sienta en silencio por un minuto antes de continuar.
—Si no fuera por ella, nunca te hubiera dejado, nunca
hubiera conocido a Claudia, y seguro que nunca habría
perdido el béisbol.
Miro su rostro y veo el brillo de las lágrimas a la luz de la
luna.
—Nate, eso no es lo que yo…
—¿Podemos no hablar de esto? —súplica —¿Puedes, por
favor, simplemente callarte?
Arranca el auto y sale del estacionamiento. Gracias a Dios
que estamos a solo unas pocas millas de casa o me
preocuparía genuinamente por nuestra seguridad por la
forma en que conduce.
Quiero decirle que entiendo su reacción. Que está bien
que él se sienta así. Que no lo empujaré a hacer nada que no
quiera hacer. Pero no creo que escuche nada de eso, así que
me quedo callada.
Se detiene junto a la acera y se estira sobre mi regazo para
abrir la puerta. Lo miro con preguntas no formuladas.
—Fuera —dice.
—Pero Nate...
—Dame mi maldito espacio, Brooklyn.
No me mira a los ojos.
Tengo miedo por él. Demonios, ahora mismo le tengo un
poco de miedo. Entonces, hago lo único que puedo hacer: salir
del auto.
—¡Te amo! —lloro, mientras tira de la puerta para
cerrarla antes de que los neumáticos chirríen en su huida.
¿Y si hace alguna locura? ¿Me está dejando? Oh, Dios, ¿y
si tiene un accidente automovilístico?
Empiezo a hiperventilar justo aquí en la acera cuando
escucho: —¿Qué diablos pasó, Lyn? Estaba repasando esta
propuesta cuando escuché un auto arrancar.
Miro hacia arriba para ver a Ryan aquí.
Me lleva de regreso a la oficina y rápidamente guarda
algunos papeles en su escritorio. Después de explicarle lo que
pasó, me dice que cree que estoy exagerando por lo que le
pasó a Michael. Él dice que Nate necesita espacio para
procesar ver a su mamá y a su nuevo esposo, y que se lo debo
dar.
—Quiero que sepas que estoy aquí si me necesitas.
Todos muy buenos consejos, pero no me impiden pensar
lo peor.
La burbuja... ha sido reventada. Tiene una cuchilla de
afeitar clavada en su maldito corazón.
Me siento impotente. Desearía que pudiera hablar
conmigo en lugar de huir.
Huir, al igual que yo lo hice.
Y el Karma levanta su fea cabeza una vez más.
De vuelta en mi apartamento, hago que mi teléfono suene
con nuestra canción. Hago esto durante horas hasta que mis
ojos se cansan de dormir. Cuando no puedo soportarlo más,
le envío un mensaje de texto.

Yo: Nate. Estoy aquí para ti. Te amo. B.


Cuando abro la puerta de mi habitación, puedo olerlo,
incluso sentirlo, antes de verlo. Paso justo por donde está
sentado en el sofá sin siquiera mirar en su dirección.
Tomo mi taza de café y luego, porque estoy tan enojada
con él, cierro la puerta de mi (nuestra) habitación.
Me tomo más tiempo de lo normal en la ducha solo para
dejarlo estofarse.
Cuando salgo de la ducha, Nate está sentado exactamente
en la misma posición que cuando pasé junto a él hace casi
una hora. Me siento en el extremo opuesto del sofá.
Cuando ninguno de los dos ha hablado por lo que deben
ser minutos, finalmente digo: —¿Es así cómo va a ser? ¿Me
excluirás cuando las cosas se pongan difíciles?
Sus ojos se cierran y deja escapar un suspiro de
frustración. —No podría permitir que me vieras así,
Brooklyn.
—¿Cómo? ¿Enfadado, triste, con emociones? —Me dirijo
a él y agrego: —Necesitas decirme cuál es nuestra posición,
Nate, porque supuse que teníamos una relación.
—Oh, ¿quieres decir como en una relación en la que le
crees a tu novio cuando te dice que tu socio comercial está
yendo a tus espaldas?
Pongo los ojos en blanco. —Nate, estoy harta de hablar
de esto. ¿Cómo se convirtió una situación con tu madre en
otra discusión sobre Ryan? Si no vas a confiar en mí,
entonces no sé por qué estamos haciendo esto.
—¿Qué tiene que ver confiar en ti con el hecho de que él
quiere venderte, Brooklyn? Y ciertamente no tiene nada que
ver con el hecho de que quiera acostarse contigo.
—¿Oh sí? ¿Es eso lo que te dijo cuando fuiste a verlo?
¿que quiere acostarse conmigo?
—Él no tenía que decírmelo. Un chico sabe cuándo otro
chico quiere a su chica.
—No voy a quedarme aquí y defenderme a mi y a mi
amigo y compañero, ante ti. —Me levanto para irme al
trabajo.
—¡No te vayas, Brooklyn! —grita detrás de mí.
—No me iré, Nate. Tu me estás alejando con todas tus
falsas acusaciones.
—¿Falsas acusaciones? —Se pone de pie y se pasa la
mano por el pelo.
Levanto mis manos en frustración. —Llego tarde al
trabajo —digo, mientras camino hacia la puerta.
—Sí, no querrás llegar tarde y decepcionarlo , ¿verdad? —
escupe.
Me giro bruscamente hacia él. —¿Sabes que? ¡Vete a la
mierda, Nate!
Oh Dios, eso se sintió tan bien, como si dejara salir el
vapor de una olla a presión. Decido no parar ahí.
—Estoy cansada de que lo trates como si siempre
estuviera haciendo algo mal. Estoy cansada de andar con pies
de plomo a tu alrededor porque tengo miedo de herir tu frágil
ego. ¡Y estoy cansada de sentirme culpable cada vez que
hablo con otro chico solo porque tuviste una esposa infiel y
perra!
Me largo al pasillo, dejándolo antes de que pueda
responder, en lo que solo puedo imaginar que es un estado de
shock, porque su novia, normalmente tranquila y obediente,
le sirvió una dosis de realidad.
Me resulta difícil concentrarme en el trabajo sin saber lo
que podría encontrar cuando vuelva arriba.
¿Estará allí?
Tal vez después de ver a su madre y escuchar mi diatriba,
decida que Savannah es demasiado para él. Tal vez su regreso
a Raleigh en diez días sea algo bueno. Lo amo, pero cada vez
es más difícil vivir con las constantes acusaciones. Sus celos
eran una cosa, comprensibles incluso, dado su pasado. Pero
esta cosa con Ryan y mi negocio está yendo demasiado lejos.
Cuando salgo del trabajo, he decidido darme un poco de
espacio para pensar en nuestra relación. Es hora de averiguar
lo que quiero y necesito a largo plazo. Distanciarme del
hombre al que cederé si simplemente me toca.
Le dejo una nota a Nate en la barra de desayuno.

Esto no funciona, necesito algo de espacio.

Me aseguro de que Kaitlyn y Derek puedan cubrirme


durante algunos turnos antes de salir. Empaco una bolsa
pequeña con ropa para un par de días. Ni siquiera estoy
segura de adónde voy.
La casa de mamá está demasiado cerca. Emma está
demasiado lejos. Además, tengo muchas ganas de estar sola.
Mi teléfono suena.

Nate: ¿Quién está excluyendo a quién ahora?

Yo: Nate, no quiero dejarte fuera, pero no puedo lidiar con todas
tus acusaciones en este momento. Por favor, dame algo de tiempo.

Nate: En diez días tendrás todo el tiempo que necesites. ¿Quieres


que me vaya ahora?

Sus palabras me golpean en el pecho y me quitan el aire


de los pulmones. No, no quiero que se vaya ahora. No quiero
que se vaya nunca. Pero al mismo tiempo, no lo quiero con
todo su equipaje. Estoy tan confundida.

Yo: No sé lo que quiero. Por favor, dame unos días. No te pido


mucho.

Tarda unos minutos, pero finalmente responde.

Nate: Está bien. Escucha la canción, Brooklyn.

En poco tiempo, me encuentro conduciendo hacia la


costa para quedarme en un pequeño hotel junto a la playa al
que Emma me arrastró después de la muerte de Michael.
Todavía puedo escuchar sus palabras en mi cabeza:
No hay nada como la playa, con el sonido rítmico de las
olas y la arena caliente bajo los dedos de los pies, para hacerte
sentir mejor y traer claridad a tu vida.
Claridad.
eso es exactamente lo que necesito en este momento.

Me levanto temprano para ver el amanecer, buscando esa
claridad que Emma me aseguró que estaba aquí.
Estoy sentada en la playa, tratando de recordar lo que me
atrajo de Nate en primer lugar. Claro, fue su apariencia;
quiero decir que no estaría engañando a nadie si dijera lo
contrario. Y también su bondadoso corazón. Todavía puedo
ver eso a veces, como cuando me llevó a bailar bajo la lluvia.
Pero también fue su confianza.
Tal vez eso es lo que falta ahora.
Está más que confiado cuando se trata de su trabajo y del
resto de su vida, pero cuando se trata de mí…
¿Por qué no puede parecerse más a Michael?
Demonios, incluso cuando Michael tenía una razón para
estar celoso y arremeter contra mí, no lo hizo.
Niego con la cabeza y me río de mí misma, recordando
una época en la que deseaba que Michael pudiera parecerse
más a Nate.
Llamo a Emma. Ella sabrá qué hacer. Siempre lo sabe
cuando se trata de hombres.
—Lyn —dice, después de que la he puesto al día, —estos
son dos hombres asombrosos de los que estamos hablando.
Aparte de los celos, porque ambos sabemos por qué Nate
tiene esos problemas, ¿realmente crees que te mentiría para
tratar de sacar a Ryan de tu vida? Por otro lado, ¿crees que
Ryan es capaz de hacer lo que dice Nate? Quiero decir, él es
como tu nuevo yo.
¿En quién confío más?
Eso es lo que realmente me está preguntando.
Quiero confiar en Nate, de verdad, pero con todos sus
problemas pasados, ¿puedo?
Luego está Ryan, quien no solo conocía mis deseos para
la tienda desde el principio, sino que no ha sido más que un
apoyo para mí y mi relación con Nate.
Me despido de Emma y decido irme a la playa, con suerte
darme una doble dosis de claridad.
Escucho nuestra canción. Las palabras me imploran que
lo deje entrar, lo ayude a superar sus inseguridades, que sea
su razón para convertirse en una mejor persona. Sé que
quiere decirme estas cosas y no puede. Esta canción es su
forma de comunicarse conmigo cuando se siente derrotado,
como cuando me la envió hace dos años.
Deseo tanto ser su razón. Quiero apoyarlo y amarlo
incondicionalmente. El hecho de que no pueda, puede ser la
claridad que estoy buscando. La realización me detiene en
seco. Estoy a cinco millas de la playa, pero camino de regreso
todo el camino, incapaz de correr a través de mis lágrimas,
que están cayendo porque en la batalla entre mi cabeza y mi
corazón, mi cabeza está ganando.
Cuando me acerco al hotel, veo una cara familiar sentada
en la playa.
Ryan.
Me acerco a él. —¿Cómo…?
—Emma me llamó. —Mira hacia el suelo donde sus dedos
han estado cavando un agujero en la arena.
Oh, no. Emma debe haberle contado todo.
—Ryan, lo siento mucho. Nate no tiene por qué hacer
tales acusaciones. Está celoso de ti y…
—Lyn, escúchame —interrumpe. Luego cierra los ojos y
deja escapar un suspiro largo y lento, una señal segura de que
está a punto de decirme algo difícil.
—Por favor, no me odies, Lyn. —Me mira de nuevo con
ojos culpables.
Oh Dios. Él me quiere.
No no no no.
¿Cómo pude haberme perdido esto?
—Nate tenía razón. Iba a franquiciar la panadería. —Él
se estremece y parece que las palabras físicamente duelen al
salir de su boca.
—¿Qué?
No sé si estoy aliviada de que no me quiera, o enojada
porque iba a hacer exactamente lo que le dije que no quería
cuando lo acepté como mi socio.
—¿De qué estás hablando, Ryan? Sabías que no quería
eso desde el principio.
Niego con la cabeza en confusión.
—Sé que no querías. Es por eso que redacté el contrato
excluyendo específicamente cualquier cláusula relacionada
con la franquicia. Entré en esto con esa misma intención,
antes de conocerte, antes de que te convirtieras en una
familia para mí, así que me aseguré de poder franquiciar
legalmente, sabiendo que te arruinaría.
No puedo creer lo que estoy escuchando. Iba a venderme.
Nate tenía razón.
—Entonces, ¿estabas jugando conmigo todo el tiempo?
—Al principio, sí. Pero estos últimos meses, después de
que realmente te conocí, me di cuenta de que no podía
meterme con tu sueño. Eres una de las personas más
bondadosas que conozco, Lyn. Así que cambié de opinión y
me retiré del trato que estaba negociando.
Nate tenía razón.
—Nunca quise que te enteraras de esto. Pensé que podría
tirar todo el papeleo y nunca lo sabrías. No quería hacerte
daño y no sabía cómo decírtelo.
Al menos tiene la decencia de parecer avergonzado.
—No tenía idea de que cuando Nate vino a mi casa hace
unas semanas, vio la colección de contratos y negociaciones
sobre la mesa que estaba reuniendo para tirar.
Nate tenía razón.
—Lyn, ¿puedes perdonarme por favor? Te prometo que
cumpliré el contrato. Demonios, te dejaré echarme,
comprarme, ser un socio silencioso, lo que sea que necesites
para que vuelvas a confiar en mí.
Nate tenía razón. Tenía razón todo el tiempo. Y lo llamé
mentiroso.
Mis ojos bajan al suelo.
—Ryan, todo lo que puedo pensar en este momento es que
Nate me estaba diciendo la verdad y no le creí. —Lo veo
herido, así que agrego: —Honestamente, estoy casi feliz de
que esto haya sucedido, porque estaba a punto de… No sé qué
estaba a punto de hacer, pero en este momento, solo puedo
agradecerte por ser una bola de baba que apuñala por la
espalda.
Él se ríe de mí. —¿De nada? —dice.
—Tengo que irme. Tengo que volver con Nate. —
Empiezo a correr de regreso al hotel.
—Um, entonces, ¿estamos bien? —grita detrás de mí. —
¿Quieres que me vaya?
Me doy la vuelta y le grito: —No, Ryan. Eres un gran
compañero y creo que tienes un buen corazón, al menos para
aquellos de nosotros a los que llamas familia. Simplemente
no la arruines de nuevo.
Lo dejo parado en la playa y subo a ducharme. Pero
primero tengo que enviarle un mensaje de texto a Nate.

Yo: Me voy a casa, ¿podemos hablar? ¿Sigues ahí?

Mi corazón se acelera cuando casi de inmediato


responde.
Nate: Nunca me fui, cariño.
Conduciendo de regreso desde la costa, pienso en cómo
disculparme con Nate. Este es un territorio nuevo para mí.
Las flores parecen demasiado femeninas. Una tarjeta parece
demasiado barata. Él tiene que saber que es sincero y de mi
corazón.
Treinta minutos después, estoy subiendo las escaleras
hacia nuestro apartamento, con las manos llenas de dos
batidos de chocolate y un par de papas fritas del mismo lugar
al que fuimos aquella noche en la escuela secundaria.
Estoy tan nerviosa. Sé, por el tono del último mensaje que
me envió, que probablemente no me dejará, ni nada tan
drástico. Pero estoy aterrorizada por su reacción y he venido
completamente preparada para arrastrarme.
Nate me observa en silencio cruzar la habitación hacia
donde se sienta en el sofá. Coloco mi ofrenda en la mesa
frente a él y él la mira con los labios fruncidos antes de
levantar las cejas hacia mí.
Me siento en el sofá a su lado e inclino mi cuerpo hacia
él, respirando para calmarme.
—Nate, no puedo ni comenzar a decirte lo mal que me
siento por no confiar en ti. Tenías razón todo el tiempo. No
sobre los sentimientos de Ryan por mí, él no me quiere, sino
sobre la panadería. Estaba planeando franquiciarla desde el
principio.
Nate inclina la cabeza hacia un lado, mirándome
fijamente, invitándome a continuar con la disculpa.
—Incluso dijo que orquestó el contrato para poder salirse
con la suya legalmente a pesar de que me dijo que ese no era
su plan cuando lo contraté. Debes saber que lo que viste ese
día, en la mesa de su cocina, eran las negociaciones de
franquicia que iba a destruir. Verás, cambió de opinión. Lo
cambió hace meses cuando nos hicimos tan buenos amigos y
no quiso joderme.
Nate parece aburrido con mi disculpa, así que decido
lanzar un poco más de servilismo.
—Siento mucho no haber confiado en ti. Solo pensé que
porque no te gusta, que tú… bueno, no importa, porque me
equivoqué. Yo estaba equivocada y tú tenías razón, y prometo
confiar en tus instintos en el futuro. Bueno, no sobre que él
me quiera, sino sobre otras cosas…
Dejo que mis palabras se apaguen cuando me doy cuenta
de que todo lo que estoy haciendo es divagar. Entonces miro
hacia arriba para ver una sonrisa en el rostro de Nate y me
doy cuenta de que está tratando de reprimir una risa.
—¿Qué? —pregunto, confundida por su reacción.
—Um… —me sonríe tímidamente. —Emma me llamó y
me contó toda la historia esta mañana. Supongo que no
quería que me largara de aquí sin hablar contigo primero.
Le tiro una patata frita.
—Idiota. —Le sonrío. —¿Me dejaste hablar y hablar
cuando lo supiste todo el tiempo?
—Bien… sí. —Se encoge de hombros. —Es una ocasión
tan rara en la que te disculpas conmigo, que creo que debería
aprovechar todo lo que vale. —Se acerca para tomar mi mano.
—Todavía no confío en el tipo. Y, Brooklyn, deberías hacerle
firmar un nuevo contrato.
—Lo sé, él dijo que lo hará —le aseguro.
Él asiente con la cabeza.
—Pero, Nate, todavía tenemos que trabajar en algunos de
nuestros problemas. —Aprieto su mano. —Quiero decir,
primero me dejaste fuera y te escapaste porque no confiabas
en mí con tus sentimientos, y luego necesitaba espacio
porque no confiaba en que fueras sincero conmigo.
Acerca mi cara a la suya. —Sé que la cagué, bebé.
Lamento haberte lastimado cuando me fui. Mi cabeza estaba
desordenada y no estaba pensando en nada más que en mí
mismo.
Entre batidos y papas fritas, me habla de su mamá, y me
doy cuenta de que fue ella, tanto como Claudia, quien lo jodió
tanto.
Jodido por dos mujeres, me dijo una vez.
Todo este tiempo, pensé que las palabras de su tatuaje
estaban en francés debido a su ex esposa. Ahora sé que
también llevan las cicatrices de su madre.
—Entonces, ¿está bien? ¿Estamos bien? —pregunta,
empujando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
—Sí, estamos bien. —Extiendo la mano para pasar mis
dedos por su fuerte mandíbula.
Besa la palma de mi mano.
—Pero, habrá reglas básicas —digo.
Sus ojos se agrandan y me sonríe con una ceja levantada.
Lo golpeo en el brazo. —No esas reglas básicas, idiota.
Mis reglas básicas.
—Cualquier cosa. Tú dilo. —Me tira a su regazo.
—No correr. No importa qué. Resolveremos nuestros
problemas juntos.
—Hecho —dice rápidamente.
—Aún no he terminado —lo regaño
—Lo siento —dice con una sonrisa infantil.
—Confianza. Tenemos que tratar de confiar el uno en el
otro. Prometo tomar lo que digas más en consideración de lo
que lo he hecho en el pasado. Pero, Nate, tienes que confiar
en mí, a pesar de tu pasado, tienes que depositar tu confianza
en mí hasta que te dé razones para cuestionarlo.
Cierra los ojos y asiente con la cabeza. —De acuerdo,
bebé. Por ti… voy a tratar de hacerlo.
Me libero de su regazo y reúno el coraje para la
conversación que estoy a punto de iniciar. He pensado
mucho en los últimos días. Se irá pronto y tenemos que lidiar
con eso. Además, la burbuja ya estalló…
—Nate, ¿qué vamos a hacer cuando te vayas en nueve
días?
Me preparo para su respuesta.
Se recuesta contra el cojín del sofá y tira de mis piernas
sobre su regazo. —Sí, pensé que querrías hablar de eso.
—Es solo que, estos últimos días separados, fueron
horribles. No estoy segura de lo que haré sin ti aquí. —
Levanto la mano y rozo con mis dedos su barba de tres días
que he llegado a amar tanto. —Sé que las circunstancias
fueron diferentes, pero aun así…
—He pensado mucho en esto —dice. —No solo en los
últimos días, sino desde que me mudé aquí. Incluso antes de
que estuviéramos juntos, me preguntaba cómo sería cuando
no pudiéramos vernos todos los días.
Me mira directamente a los ojos. —Brooklyn, si me pides
que me mude aquí, lo haré.
¿Qué?
Vale, esto no me lo esperaba. ¿Él se mudaría aquí? Pensé
que me pediría que fuera con él a Raleigh. Estaba segura de
ello. También estaba segura de que no podría hacerlo. No
podía dejar Brooklyn's.
Pero se ofrece a mudarse aquí, por mí; es la solución
perfecta.
—¿Puedes trabajar desde Savannah? —pregunto, con
esperanza.
—Bueno, sí y no. —Frunce el ceño. —No podré quedarme
en RAD, pero hay muchas otras empresas que
probablemente me harían una buena oferta.
Bien, entonces no es una solución perfecta.
Tendría que renunciar a su trabajo como socio menor en
la empresa de su padre. La empresa que espera dirigir algún
día.
Además, está el hecho de que odia estar aquí. Su madre
está aquí. Evita salir siempre que puede. Recuerdo cuando
estábamos en Raleigh, cómo tenía tanta energía y entusiasmo
por la ciudad. No veía la hora de salir y mostrarnos sus
lugares favoritos.
No. No puedo pedirle que deje la ciudad y el trabajo que
ama. Lo amo demasiado como para pedirle que haga eso.
—No puedo pedirte que te mudes aquí. —Cierro los ojos
y suspiro. —No puedo pedirte que renuncies a todas las cosas
que amas.
—Te amo, Brooklyn. —Lleva mi mano a sus labios y besa
el dorso. —Te amo más que esas cosas.
Si es posible, mi corazón se llena de más amor y adoración
por este hombre. Siento una lágrima rodar por mi mejilla.
—Ay, Nate. Yo también te amo. Y es por eso que no te
pediré que te mudes aquí.
Me siento y me vuelvo hacia él con las piernas cruzadas
frente a mí. —Emma y Graham vivieron separados durante
dos años. Dos años enteros. Y terminaron casados. —Siento el
rubor subir por mi rostro. —Bueno, eso no… eh…
Nate se ríe. —Lo entiendo. Lo sé. Viví con la otra mitad,
¿recuerdas? Vi el Skype nocturno y las llamadas telefónicas
interminables y las visitas de fin de semana.
—¿Crees que podríamos hacer eso? ¿Vivir sin tocarnos
todos los días? ¿Vivir los fines de semana?
Se ve a sí mismo pasar un dedo por el costado de mi brazo,
haciendo que se me ponga la piel de gallina por todo el
cuerpo.
—Será difícil, no voy a mentir. No tocarte prácticamente
me va a matar.
En una muestra audaz de coraje, digo: —Bueno, cuando
no puedes tocarme… hablaremos por Skype y lo haré por ti.
Cierro los ojos con fuerza y siento el calor subir por mi cara.
—Brooklyn, acabas de hacer que me ponga duro al
instante. —dice, girándose totalmente hacia mí. Toma mi
mano y la dirige a su regazo. —¿Realmente tengo que esperar
hasta que esté de vuelta en Raleigh para eso?
—Sí. Tendrás que esperar. —Le doy un apretón a su dura
longitud. —Tengo que darte algo que esperar.
—Ahora no puedo esperar para mudarme —bromea.
Luego me levanta y me lleva a nuestra habitación. —Creo que
será mejor que te muestre lo que te estarás perdiendo.

No hace falta decir que hicimos exactamente eso. Me
acuesto aquí en la cama, en la mañana de su partida y pienso
en la última semana y media.
Nos metemos firmemente de nuevo en nuestra burbuja.
Nate realmente disfrutó mis repetidas disculpas. Tuvimos
tanto sexo que terminé teniendo una infección urinaria: luna
de miel-itis, lo llamaban. Pero valió la pena.
También elaboramos un horario. Cada fin de semana,
alternaremos visitándonos. Nate incluso salió y nos compró
nuevas computadoras portátiles a juego con las pantallas más
grandes posibles, para la «mejor experiencia de Skype» dijo.
Es un idiota.
Pero es mi idiota.
Y lo amo más de lo que las palabras pueden expresar.
Lo observo dormir. He estado despierta desde el
amanecer mirándolo dormir. Esto es lo que más voy a
extrañar: despertar en sus brazos, nuestras extremidades
entrelazadas, sus manos recorriendo mi espalda. Su aliento
en mi oído. Su boca en mi cuerpo.
—¿Me estás objetivando?
Lentamente abre los ojos mientras su boca se abre en una
gran sonrisa.
—Cada oportunidad que tengo —digo, inclinándome
para plantar un suave beso en sus labios.
—Mmmm —murmura. Rompe el beso y se aleja,
acercándose a su mesita de noche para abrir el cajón. —Antes
de entrar en esto, y créeme, entraremos en esto, hay algo que
quiero darte.
Pasa su pie a lo largo de mi pierna, haciéndome temblar.
Me presenta una pequeña caja. Es más grande que una
caja de anillos, gracias a Dios. No estoy segura de que mi
corazón pueda soportar eso hoy. Observo la bonita caja
aterciopelada y paso los dedos por los bordes.
—¿Un regalo de despedida? —Arrugo la frente. —Pero,
no te conseguí uno.
—Brooklyn, me das un regalo todos los días. —Me guiña
un ojo. —A veces dos o tres veces.
Me río mientras examino la caja.
—No es un regalo de despedida. Te habría dado esto si
me hubiera quedado —dice.
Lo miro antes de abrirlo. Se muerde el labio y luego se
pasa los dedos por el pelo. Está nervioso.
Dios, ¿qué hay en la caja?
Mis dedos ahora temblorosos abren la tapa. Lo que yace
sobre una cama de suave terciopelo negro es un brazalete.
Hay una superficie de platino plana, pero ligeramente
redondeada, que parece casi una banda de identificación, y
unidos a cada extremo hay eslabones planos de cadena de
platino que, en total, parecen demasiado pequeños para mi
muñeca. Y justo en el centro de la banda de platino está
incrustado el inconfundible diamante del anillo de
compromiso de Michael. Luego, a cada lado de la piedra
central, hay un par de diamantes incrustados más pequeños,
cada uno un poco más pequeño que la piedra anterior, hasta
el borde de la banda.
Mi respiración se engancha. Es la cosa más hermosa que
he visto. Pero frunzo el ceño. No uso pulseras. Pensé que él
sabía esto. Dudo por un minuto preguntándome si debería
decir algo.
—Nate, es hermoso… impresionante incluso. Pero yo…
—Tú no usas brazaletes —me interrumpe. —Confía en
mí. Intentalo.
Lo abre y me lo ofrece. Me lo pone en la muñeca y tira de
un diminuto trozo de cadena por el broche que lo aprieta y
hace que el brazalete me quede como una segunda piel.
—Ahí. Es un ajuste perfecto. —Él sonríe, admirando mi
muñeca. —Está tan apretado que no debería engancharse en
nada, pero si lo hace, hice que el cierre cediera mientras
evitaba que el brazalete se cayera de la muñeca. Para eso es
este pedacito de cadena.
—¿Lo hiciste diseñar? —pregunto, con lágrimas en los
ojos.
—Sí. Y lo hice inscribir, también. —Me lo quita de la
muñeca y le da la vuelta. —¿Ves?
Leo la letra pequeña.
Recuerda el pasado ~ Confía en el futuro.
—Considéralo un regalo tanto de Michael como mío. —
Me aparta el pelo suelto detrás de la oreja. —Pero si no te
gusta, puedo devolverte el anillo exactamente como estaba.
Les pedí que mantuvieran el diseño por si acaso.
Las lágrimas se derraman y corren por mis mejillas. No
puedo entender cómo este hombre sigue sorprendiéndome
de formas que nunca creí posibles. ¿Quién hace esto? ¿Quién
toma el anillo de compromiso de otro hombre y lo convierte
en algo maravilloso que me hace pensar en los dos hombres
más importantes de mi vida?
Es lo más increíble, romántico y desinteresado que puedo
imaginarlo haciendo. Siento que me han quitado el aire. Mis
manos tiemblan y mi respiración es superficial.
—Dios, Brooklyn. No te gusta. Baja la cabeza. —Lo
siento, pensé…
Muevo mis dedos hasta sus labios para evitar que hable.
—Nate. —Aclaro la rana en mi garganta. —Este es sin
duda el mejor regalo que he recibido en toda mi vida. —Otra
lágrima cae por mi mejilla y se acerca para secarla con el
pulgar. —Las palabras no pueden describir cómo me has
hecho sentir al darme esto. Gracias simplemente no parece
suficiente. Es… es increíble. Eres increíble. Lo usaré todos los
días. Promesa.
Deja escapar un suspiro y se relaja visiblemente con mi
revelación.
—¡Gracias a Dios! —Él niega con la cabeza. —Me
asustaste por un minuto. Pensé que lo odiabas.
—Nunca podría odiar nada de lo que me das. Y después
de esto… quiero decir, de alguna manera será más fácil
dejarte ir hoy, porque siempre tendré una parte de ti
conmigo.
Empuja el joyero a un lado y se inclina para susurrar a
través de mi cabello en mi oído: —No iré a ningún lado hasta
que vea que te corres dos o tres veces más.
Y con eso, todos los pensamientos de joyas y mudanzas
se han ido. Solo puedo pensar en lo que me está haciendo, a
dónde irán después sus manos, sus dedos y su boca.
Qué sensación extraerá de mi cuerpo.
Que amor infundirá en mi corazón.
He hecho un trabajo decente al mantenerme ocupada con
la panadería estas últimas semanas. Estoy trabajando mucho
más de lo habitual para ayudar a pasar el tiempo.
Mi teléfono prácticamente se está sobrecalentando con
todos los mensajes de texto entre Nate y yo, y tenemos una
cita nocturna por Skype exactamente a las nueve en punto.
Fui a Raleigh el fin de semana pasado y él regresará
mañana después del trabajo. Todo va exactamente como
estaba planeado. Nuestra burbuja acaba de expandirse unas
cientas de millas.
Brooklyn's ha tenido mucho revuelo con los nuevos
negocios de catering, y Ryan y yo estamos en el proceso de
contratar a otro empleado. Subimos a mi departamento para
revisar todas las solicitudes y decidimos comer comida china
para llevar mientras trabajamos.
Mi computadora suena y cuando miro el reloj, me doy
cuenta de que hemos perdido completamente la noción del
tiempo y mi tiempo de Skype nocturno con Nate está sobre
mí. Me excuso de Ryan y corro a mi habitación para
saludarlo.
—Oye, tú —digo cuando su hermoso rostro aparece en la
pantalla.
—Dios, me encanta escuchar tu voz y ver tu hermoso
rostro al final de cada día. —Se muerde el labio
seductoramente y luego continúa: —Y no puedo esperar para
tenerte en persona en —mira su reloj —veintitrés horas.
Me río y empiezo a decirle que tendré que devolverle la
llamada cuando veo una mirada severa en su rostro.
—¿Quién diablos es él? —pregunta, mirando por encima
de mi hombro.
Me doy la vuelta y veo a Ryan parado en la puerta detrás
de mí.
—Hola, ¿cómo está Raleigh?. —le pregunta Ryan a Nate,
y luego me dice «lo siento» como si Nate no pudiera verlo.
—Solo —dice Nate con dureza. —¿Te importaría decirme
de qué te arrepientes y por qué diablos estás en la habitación
de mi novia a las nueve de la noche?
Pongo los ojos en blanco ante mi novio sobreprotector y
digo: —Ryan estaba por irse. Estábamos revisando las
solicitudes de empleo durante la cena y perdimos la noción
del tiempo.
—¿Estabas revisando un nuevo contrato también? ¿Uno
que proteja tus intereses?
Niego con la cabeza. —No, todavía no, pero lo haremos.
¿Quieres que te llame por Skype en un minuto, después de
que Ryan se vaya?
—No. Esperaré aquí mientras lo despides.
Puedo verlo reclinarse en su silla y cruzarse de brazos.
—Bien —resoplo.
Me levanto y acompaño a Ryan a la puerta principal
mientras le susurro mis disculpas.
—No te preocupes por eso. No culpo al chico por tratar
de marcar su territorio —dice. —Le has dicho que no tiene
nada de qué preocuparse, ¿verdad? Quiero decir, ¿por qué
querría a una chica con una cara tan fea como la tuya? —se
burla.
—Muy gracioso —le digo. —Hasta mañana, idiota.
Regreso a mi habitación y soy recompensado con un: —
Te tomó mucho tiempo, ¿trató de besarte o algo así?
Dejo escapar un largo suspiro mientras me siento frente
a mi computadora. —Nate, realmente necesitas ser más
amable con el chico. Le agradas, y debes recordar que cuando
estoy con él, mantiene a raya a los demás.
—¿A los demás? —Sus ojos se abren de par en par. —
¿Quiénes? —pregunta. —¿Y lo invitaste a tu apartamento, a
nuestro apartamento, a cenar?
Bueno, mierda. Ahora sí que me estoy enojado. Estoy
cansada de la misma vieja discusión sobre Ryan. Casi todas
las noches hacemos algún tipo de baile en torno al tema de
Ryan. Paso mucho tiempo con él, sí. Él es mi compañero. Él
es mi amigo. Pero mi razonamiento cae en saco roto.
En lugar de desperdiciar nuestra preciosa cita de Skype
en discusiones sin sentido, hago lo único que sé que hará que
no piense más en Ryan.
Me pongo de pie y ajusto el monitor. Doy unos pasos
hacia atrás y lentamente me quito la camisa. Sonrío cuando
la camiseta me cubre la cabeza porque Nate ha dejado de
hablar a mitad de la frase. Nunca antes había hecho un
striptease para nadie. Ni siquiera he sido capaz de tocarme
como le dije a Nate que lo haría, y que alguien lo bendiga, él
no me ha insistido.
Pero el Cosmo que me bebí antes me está haciendo
valiente, y me comprometo a seguir adelante.
Nate todavía está sentado cerca de su pantalla, por lo que
puedo ver el deseo creciendo en sus ojos mientras
desabrocho mi sostén y lo deslizo por mi brazo, colgando de
mi dedo antes de dejarlo caer al suelo.
Su boca se abre ligeramente y se muerde el labio.
Así que sé que está disfrutando esto.
Continúo con mi juego de seducción al quitarme los jeans
lenta y deliberadamente y alejarlos de mi cuerpo. Luego
engancho mis pulgares en mis diminutas bragas rosas y las
deslizo por mis muslos muy lentamente.
Estoy avergonzada y completamente fuera de mi
elemento, pero cuando miro hacia arriba y veo a Nate
lamiéndose los labios y devorando cada centímetro de mi
cuerpo con sus ojos, tengo el coraje para continuar.
Cuando paso mis manos por los costados de mi cuerpo y
ahueco cada uno de mis senos, lo escucho gemir.
Entonces escucho: —¡Espera! Dame un segundo.
Lo veo moviendo la computadora portátil y me doy cuenta
de que la está llevando de vuelta a su dormitorio. Puedo decir
que la ha colocado en su cama, y anhelo meterme debajo de
las sábanas con él y envolverme en su calor.
Inclina la computadora portátil para que podamos
vernos. Hago lo mismo y pongo la mía a mi lado en la cama.
Una vez que ambos estamos en posición, Nate se quita la
ropa. No tan seductoramente como lo hice yo. De hecho, creo
que acaba de establecer un récord para el striptease más
rápido de la historia.
Me río de él y me dice: —Continúe, por favor —de una
manera muy profesional.
—Sí, señor.
Reanudo las caricias de mis manos sobre mis senos,
apretandolos y amasandolos, dándole una vista de cerca de
mi escote.
Pronto me doy cuenta de que mis acciones no solo lo
afectan a él, sino que siento mi propia acumulación, lo que
hace que la humedad se extienda entre mis muslos. Pellizco
y hago rodar mis pezones, cerrando los ojos para imaginar
que son las manos de Nate sobre mí. Echo la cabeza hacia
atrás y gimo.
—Dios mío, mujer —gime él.
Cuando abro los ojos, respiro sorprendida cuando lo veo
pasar su mano arriba y abajo de su dura longitud.
Oh. Mi. Dios. Eso es increíblemente caliente.
El calor líquido se acumula dentro de mí. Verlo tocarse a
sí mismo es lo más erótico que he visto en mi vida. El
pensamiento de que él siente lo mismo por mí me da el coraje
para dar el paso.
Saco una mano de mi pecho y la paso por mi estómago
hasta mi pequeño montoncito de rizos oscuros. Encuentro
mi resbaladiza abertura y uso mi dedo para esparcir la
humedad hasta mi clítoris.
—Dulce Jesús —escucho exhalar a Nate. Sus caricias son
cada vez más rápidas y veo que sus ojos se nublan de deseo.
Mientras mi dedo mojado se frota en pequeños círculos
alrededor de mi protuberancia, observo su mano acariciar
rítmicamente su eje y siento que mi orgasmo se acumula en
el interior. El temblor comienza en mi cintura, se extiende
hasta mis muslos y sé que me estoy acercando.
—Bebé, me voy a correr —gruñe. —Vente conmigo.
Desliza tus dedos dentro de ti y correte conmigo —ordena.
Hago lo que dice sin pensarlo. Estoy tan excitada en este
momento, mirándolo y escuchándolo dirigir mis acciones
que instantáneamente empiezo a tener espasmos y
explosiones cuando mi clímax se apodera de mí y me retuerce
bajo mis propias manos.
Mis ojos están cerrados mientras cabalgo las olas finales
cuando lo escucho jadear. Abro los ojos justo a tiempo para
ver un fuerte chorro sobre su vientre desnudo.
Mientras salgo de la experiencia erótica más ilícita que
he tenido, me doy cuenta de lo que acabo de hacer y siento
que todo mi rostro se calienta. Subo la sábana para cubrirme.
Veo a Nate alcanzar un pañuelo y limpiarse. Luego mira
la pantalla y encuentra mis ojos.
—Wow, Brooklyn —Él me sonríe. —Eso fue increíble.
—¡Por nosotros! —exclama Ryan, entregándome un vaso
de cristal que compró justo después de nuestra reunión más
exitosa con un cliente.
Pienso en lo nervioso que estaba hoy durante nuestra
propuesta con una editorial literaria local. Pero lo logramos
gracias a Ryan, y de repente, Brooklyn's Bakery está en el
mapa.
Casi grito cuando escucho la puerta de mi apartamento
cerrarse de golpe y veo a Nate irrumpir y mirarnos a Ryan ya
mí, observando las copas de champán en nuestras manos.
—¡Nate, me asustaste! —Miro el reloj y sonrío. —Llegaste
temprano.
—Aparentemente no lo suficientemente temprano. —
Puedo ver el dolor en sus ojos. Se gira para volver a salir.
Rápidamente le entrego mi vaso a Ryan y corro tras él,
alcanzándolo en la escalera.
—Nate, no estoy segura de lo que crees que está pasando
aquí, pero déjame explicarte.
—Me pareció bastante claro lo que estaba pasando. —
Quita mi mano de su brazo.
Lo bloqueo en la pequeña escalera, impidiendo su salida,
y pongo mis manos sobre su pecho. —Espera. Acabamos de
obtener un gran trabajo de catering. Más grande de lo que
pensé que sería: duplicará mi negocio. Estamos celebrando.
Vuelve y celebra con nosotros. Conmigo.
Me pongo de puntillas, le planto un beso en la mejilla y le
paso la mano por la barba incipiente de su mandíbula.
Puedo sentirlo relajarse bajo mi toque. Se recuesta contra
la pared, cierra los ojos y murmura algo para sí mismo acerca
de no ser como ella, pero sus palabras son confusas y no
puedo entender lo que está diciendo.
Agarra mis manos, tirando de mí contra la longitud de su
cuerpo. —Por supuesto, lo celebraré contigo. Dios, Brooklyn,
lo siento. Pensé… cuando lo escuché decir por nosotros,
pensé…
—Lo sé, Nat. Está bien. —Envuelvo mis brazos alrededor
de él. —Soy tuya… siempre.
Me levanta para darme un beso de bienvenida, luego me
lleva de regreso por las escaleras hasta el apartamento, donde
Ryan, confundido y un poco enojado, está empacando sus
papeles para irse.
—Ryan, no te vayas —le suplico. —Fuiste el catalizador
para este trabajo. Por favor, quédate y celebra.
Él mira a Nate y deben tener una breve conversación de
hombres en silencio con solo su mirada, porque niega con la
cabeza a Nate y me dice: —No, está bien. Disfruten el resto
del champán. Sé cuánto esperas el tiempo que pasan juntos.
Empiezo a protestar cuando Nate interviene: —Gracias,
hombre, eso significa mucho. Nos vemos a la vuelta
entonces.
La puerta se cierra después de que Ryan salga. Nate se
acerca y agarra los dos vasos medio llenos, los llena a tope y
dice: —Escuchaste al hombre. Hagamos un buen uso de esto.
Mi cuerpo todavía está drogado por el recuerdo de
anoche, y la adrenalina todavía corre por mis venas desde mi
reunión. No quiero arruinar esta noche peleando con Nate
por Ryan. Eventualmente tendrá que acostumbrarse a que yo
esté cerca de él.
Entonces, hago lo que mejor sé hacer, me acerco y me
pierdo en él por el resto de la noche.

Los sábados por la mañana son como la mañana de
navidad ahora. Despertar en los brazos de Nate después de
estar separados toda la semana es un regalo precioso. Nos
acostamos en la cama explorándonos, contándonos historias
de nuestra semana y riéndonos bajo las sábanas.
Estos son los momentos que más apreciaré cuando él se
vaya mañana. Intento no pensar en ello, simplemente quiero
vivir el momento.
Mi teléfono suena entonces.
—¿En serio? —Nate estira su cabeza sobre mí para mirar
el reloj. —Son solo las siete de la mañana, ¿qué podría ser tan
importante? —dice, bostezando.
Alcanzo mi teléfono y veo que Ryan me ha enviado un
mensaje de texto. Leo el texto y suspiro, sabiendo que esto
no augura nada bueno.
—Nate —digo dulcemente mientras me vuelvo hacia él,
—parece que tengo que ir a trabajar por unas horas. Ryan
pudo programar algunas entrevistas para esta mañana.
—Por supuesto que lo hizo.
Se levanta y saca sus calzoncillos de la pila de ropa que
dejamos a un lado de la cama anoche y se dirige al baño.
—Seré rápida. Lo prometo. ¡Un par de horas como
máximo! —le grito a través de la puerta que acaba de cerrar.
—Lo que sea —se queja. Entonces lo escucho abrir la
ducha.
Menos de dos horas después, Missy se ha convertido en
la última incorporación a Brooklyn's Bakery. De regreso al
apartamento, me doy cuenta de que ahora tengo tres
empleados y un socio.
He recorrido un largo camino desde hace un año, cuando
solo éramos Kaitlyn y yo. Estoy prácticamente saltando por
las escaleras. No puedo esperar para volver a meterme en la
cama con Nate.
Pero llego a un apartamento vacío. Nate me ha dejado una
nota en el mostrador diciéndome que se ha ido a correr.
Decido, en lugar de contar los minutos hasta su regreso, que
bajaré y le daré a Kaitlyn un pequeño descanso.
Mientras reabastezco las cajas después del ajetreo de la
mañana, miro hacia el frente y veo a Nate estirándose
después de su carrera. Me estoy preparando para babear
sobre su cuerpo caliente y sudoroso cuando noto a la mujer
parada a su lado.
Una mujer que también es caliente y sudorosa.
Mis ojos están pegados a la ventana delantera mientras la
veo quitarse la diadema, sacudiendo su cabello
seductoramente sobre sus hombros. Hablan durante unos
minutos, y cuando ella le pone la mano en el antebrazo y se
ríe, todo mi cuerpo se pone rígido. Él le da la mano y permite
que su mano permanezca en la de ella demasiado tiempo.
Luego observo a la señorita hairflipper3 desnudar
mentalmente a mi novio mientras se aleja de ella y entra en
la panadería.
Me sonríe dulcemente mientras pasa, pero no dice una
palabra. Lo sigo hasta la parte de atrás.
—¿Nate? —susurro, haciéndole mil preguntas con esa
sola palabra.
Se vuelve hacia mí justo antes de llegar a las escaleras y
dice: —Apesta, ¿no es así? —y luego se aleja.
¿Qué acaba de suceder?

3
Juego de palabras que se traduce como “Cabello Ondulante”
Kaitlyn me releva después de su descanso y llego al
apartamento justo cuando Nate sale de la ducha.
Lanzo mi teléfono sobre la cama solo para enfatizar lo
enojada que estoy. He tenido unos minutos para
preocuparme por esto. Entiendo que esté celoso de Ryan,
pero nunca le he dado una razón para estarlo. Ryan no me
quiere como la señorita pantalones sudados quería a Nate.
No coqueteo con Ryan, es un socio comercial y un amigo.
Esa es una gran diferencia.
—Escucha, Nat. —Me siento y cruzo los brazos sobre mi
pecho. —Sé lo que estás haciendo. Estás tratando de
ponerme celosa.
—¿Está funcionando? —Levanta las cejas hacia mí y
trato de ignorar las gotas de agua que corren por las líneas de
su torso.
—¡Por supuesto que lo está, idiota! —le grito —Esa chica
era bonita y obviamente te quiere. Y no parecía que la
estuvieras desanimando. —Dudo antes de preguntarle: —¿La
quieres?
Rápidamente responde: —No, Brooklyn, no la quiero.
Pero quería que sintieras lo que es que alguien más me desee.
Pongo los ojos en blanco. No estoy lista para otra pelea
por Ryan.
—Nate, no sé qué más puedo hacer para mostrarte que no
quiero a Ryan y él no me quiere a mí. ¿Por qué no vas a hablar
con él? Deja que te lo cuente.
Él ríe.
—Oh, ¿y crees que él saldrá y me dirá que está detrás de
mi chica? Sí claro. Además, ya lo intenté una vez antes, y si
mal no recuerdo, resultó que me dijiste vete a la mierda antes
de tener tus pequeñas vacaciones en la playa —provoca.
—Oh, Dios mío, Nate, eres tan frustrante —golpeo el
suelo con mi pie. —Te amo. te quiero. No importa si otros
hombres me quieren, que no es así, estoy contigo y nada más
importa.
—Aparentemente, él importa.
Mira al suelo y… ¿Está haciendo pucheros?
Acerco mis labios a mi boca para sofocar una sonrisa que
quiere dibujarse en mi rostro.
—Sí, por supuesto que importa. Como mi compañero y
amigo. Pero no lo amo. —Me levanto y me acerco a él y tomo
su rostro entre mis manos. —Nate, te amo a ti. Y tú importas
más. Tú eres lo más importante —le digo.
Él me agarra con fuerza, poniendo nuestros cuerpos en
perfecta alineación para que pueda sentir cada curva y
ondulación de sus abdominales contra mi. Luego susurra en
mi cabello: —Dios, te amo.
—No más de lo que te amo yo —le aseguro.
Y con eso deja caer su toalla al piso y procedemos a
terminar lo que no pudimos en la cama esta mañana.
Nate y yo pasamos el resto del fin de semana en la cama,
aparte del momento en que tuvimos sexo en el sofá. Y en la
cocina. Ah, y la ducha. Hicimos un pequeño descanso para
que pudiera prepararnos la cena. Cuando se fue, nuestra
burbuja estaba completamente intacta y no podríamos haber
estado más felices.
Apenas es lunes ahora, y ni siquiera se ha ido veinticuatro
horas, pero lo extraño con locura. Es bueno que Missy haya
podido comenzar a trabajar inmediatamente, porque puedo
estar ocupada entrenándola esta semana. Espero que el
tiempo pase volando.
Después del trabajo, Ryan me pregunta si quiero ir a
escalar rocas con él.
—Obviamente será en un gimnasio —dice, poniendo los
ojos en blanco, —ni siquiera está cerca de lo real, pero tengo
que hacer algo para que mi sangre bombee.
Suena emocionante y me vendría bien algo para pasar el
tiempo hasta mi cita por Skype con Nate.
—Claro —le digo, —siempre y cuando esté de vuelta a las
nueve. —Sonrío tímidamente. Él sabe todo acerca de mi
Skyping nocturno con Nate.
Bueno, no todo al respecto.

Apenas puedo contener mi emoción al conducir por la
interestatal. En unos minutos, podré ver a Nate.
Sé que solo han pasado cinco días desde que lo vi. Bueno,
en realidad, solo dieciocho horas desde que lo he visto, pero
cinco días desde que lo he tocado y eso es lo que importa. Su
toque, sus besos, su olor; esas son las cosas que no puedo
obtener a través de una pantalla.
Solo hemos estado haciendo esto durante tres semanas y,
a veces, me pregunto cuánto tiempo podremos seguir así. Me
vuelvo loca sin él cerca de mí todos los días. Se vuelve loco
sabiendo que Ryan está cerca de mí a pesar de que lo
tranquilizo cada vez que tengo la oportunidad.
Mi teléfono suena.

Nate: No puedo esperar a verte, cariño. Date prisa y ven aquí.


Cuidate. Pero apurate. Y no envíes mensajes de texto mientras
conduces. XOXO.

Me río. Realmente quiero enviarle un mensaje de texto y


decirle «entonces deja de enviarme mensajes de texto», pero
tengo la sensación de que no lo encontraría tan divertido.
Cuando se trata de mi seguridad, Nate está alerta. Insistió
en agregar un sistema de seguridad a mi edificio e hizo
instalar cerrojos adicionales en las puertas del apartamento
antes de mudarse. Mi seguridad es definitivamente algo que
él y Michael tienen en común. Al igual que Michael, insiste
en que tenga provisiones y mi teléfono conmigo en todo
momento mientras corro.
Echo un vistazo rápido a mi pulsera y pienso en los dos
únicos hombres a los que he amado. Niego con la cabeza,
todavía sin creer que él diseñó esto para mí. El diamante de
Michael brilla intensamente cuando el sol de la tarde lo
golpea, y pienso cuánto amo a Nate por haberlo hecho para
mí.
Minutos más tarde, toco la bocina mientras me detengo
en el edificio de Nate.
La puerta de su apartamento se abre y él baja corriendo
las escaleras para encontrarse conmigo en mi coche antes de
que pueda apagar el motor. Me abre la puerta y se agacha
para sacarme del auto. Agarro mi bolso antes de que él me
tenga completamente fuera. Estoy riendo mientras besa mi
cuello.
—Supongo que buscaremos mis cosas más tarde —me
río.
—Maldita sea, lo haremos —susurra en mi oído.
Me apoyo en su pecho, respiro hondo y disfruto del aroma
que es ropa fresca y puro Nate. Echaba de menos el olor.
Incluso me negué a lavar la funda de su almohada esta
semana porque no quería que se lavara su olor.
Pero nunca se lo admitiré a nadie.

Esta mañana una vez más estoy haciendo lo que más me
gusta: disfrutar de estar envuelta en Nathan Riley.
Nos quedamos despiertos hasta tarde viendo películas de
terror, comiendo cualquier cosa que pudiéramos encontrar,
lo que consistió básicamente en chocolate y mantequilla de
maní que convertimos en una copa de Reese desordenada y
pegajosa, pero valió la pena por los tres orgasmos que me dio.
Lo observo mientras duerme. Su respiración es profunda
y regular. Su cabello está espectacularmente desordenado,
especialmente desde que nos acostamos mojados después de
nuestra ducha nocturna.
Cómo este hombre es capaz de verse increíble las
veinticuatro horas del día está más allá de la razón. Me doy
cuenta con retraso de que no se ha afeitado en al menos unos
días. Sé que ha hecho esto sólo por mí. Él sabe que creo que
se ve sexy de esta manera.
Mi teléfono suena en la sala de estar, y tengo cuidado de
desenredarme sin despertarlo. Silenciosamente me pongo la
camisa de Nate de ayer, me tomo un segundo para oler el
cuello y luego salgo a revisar mi teléfono.
Es un mensaje de texto de Ryan. Están teniendo
problemas con la máquina de expresso nuevamente. Nadie
parece ser capaz de arreglarlo excepto yo. Llamo a Ryan, con
la esperanza de ayudarlo rápidamente para poder regresar y
disfrutar de un precioso tiempo de ocio con Nate, pero parece
que no puede explicarme el estado en el que se encuentra la
máquina.
Exhalo con frustración y le digo que cuelguen y me llame
por Skype para ver lo que están haciendo.
Dejo el teléfono y tomo mi computadora portátil del piso
donde todas mis cosas aterrizaron después de que finalmente
bajamos para descargar el auto anoche. De regreso a la sala
de estar, cierro la puerta de la habitación de Nate para que
no lo despertemos.
No toma mucho tiempo guiarlo a través de la reparación
ahora que puedo ver lo que están haciendo. Diez minutos
después, vuelve a funcionar y escucho los vítores colectivos
de algunos clientes.
Ryan lleva la computadora portátil a la cocina y la coloca
en el mostrador mientras nos despedimos.
—¿Nos vemos mañana por la noche en el gimnasio? —
pregunto.
—Absolutamente, Lyn. —Él me sonríe. —Eres la mejor y
sabes que te amo, ¿verdad?
Me río. —Yo también —respondo y cierro la tapa de mi
computadora.
Entonces salto del sofá cuando escucho algo romperse
detrás de mí. Miro y veo que Nate ha tirado algo sobre la
mesa de cristal del sofá, destrozándola por completo. Mi ojo
capta una pelota de béisbol que se aleja rodando.
—¿Q-qué pasó? —le pregunto con horror. —¿Por qué
hiciste eso?
Sus ojos se llenan de rabia y sus puños se cierran. La única
otra vez que lo vi así fue cuando ese tipo en el bar trató de
ligar conmigo.
—¿Por qué crees que hice eso, Lyn?
No se me escapa que ha usado mi apodo.
—¿Te reunirás con él mañana en el gimnasio? ¿Justo
después de que me dejes? —grita. —Eres la mejor, Lyn… Te
amo, Lyn —me cita las palabras de Ryan.
Da vueltas alrededor del respaldo del sofá, sin siquiera
importarle que sus pies descalzos caminen justo sobre
algunos vidrios rotos. —¿Te lo estás follando?
Mi mandíbula se abre y mis ojos se agrandan. Ni siquiera
puedo creer que me haya preguntado eso, después de la
increíble noche que compartimos; tras las declaraciones de
amor y susurros de siempre en las primeras horas de la
madrugada.
—¡Claro que no! —le grito. —Nate, no sé lo que
escuchaste, pero Ryan me llamó desde la tienda, tuve que
ayudarlo a arreglar la máquina de expresso nuevamente. No
pasa nada entre nosotros.
Me muevo para levantarme y acercarme a él.
—¡No! —me señala, evitando que me mueva. —No me
toques. Sé lo que estás haciendo. No creas que no me he dado
cuenta de que cada vez que hablamos de él, me distraes para
no tener que confesarte.
—¿Confesarme? —Niego con la cabeza. —Nate, no hay
nada que confesar. Ryan es mi amigo y mi socio. Eso es todo.
—Apuesto a que ni siquiera ha firmado un nuevo contrato
todavía, ¿verdad? Sacude la cabeza con ira.
—No pero…
—No lo creo —interrumpe. —¿Qué pasa con el gimnasio,
y el te amo? —Cierra los ojos ante las palabras. —Eso no
suena como si fuera tu amigo. Suena como si fuera tu maldito
amigo con beneficios.
—Nate, no es así —suspiro. —Ya sabes como soy. Te
amo. Creo que estar separados está causando que tengas
inseguridades basadas en tus relaciones pasadas —intento
razonar.
—¿Niegas que usas el sexo para desviar mis preguntas
sobre él? —Me mira fijamente a los ojos.
—No es así, Nate —le suplico. —Preferiría hacer el amor
contigo que desperdiciar momentos preciosos peleando por
él. Especialmente cuando no hay nada por lo que pelear.
Nate está paseando por el apartamento, sus manos
frenéticamente pasando por su cabello. —Confiaba en ti,
Brooklyn. ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?
Levanto las manos en señal de derrota. —¡No te he hecho
nada, Nate! —resoplo.
Sus ojos se nublan y tiene una mirada salvaje a su
alrededor. —No puedo creer que esto esté sucediendo de
nuevo. Sabía que no duraría. Nada bueno nunca lo hace.
Tenías razón. Nunca debimos haber hecho esto.
Levanta su mano izquierda y frota ciegamente su tatuaje
una y otra vez.
—¿De nuevo? —le pregunto. —¿Qué quieres decir con
eso? —Me devano los sesos, observando el movimiento
rítmico de su mano sobre su bíceps. Entonces me doy cuenta.
—No estarás diciendo que soy como ellas, ¿verdad? ¿Claudia
y tu mamá?
—Si el zapato te queda —dice con la mandíbula apretada.
Creo que nunca había visto sus ojos tan oscuros y
distantes.
—Nate, por favor cálmate, me estás asustando. No está
pasando nada. —Tomo su teléfono y lo acerco a él. —Llama
a Ryan, él te lo dirá.
Toma el teléfono, pero en lugar de hacer la llamada, lo
envía volando contra la pared. Cae al suelo, rompiéndose en
pedazos. Sé cómo se siente. Mi corazón se está rompiendo en
este momento también.
Retrocedo, sorprendida y herida por sus palabras y
acciones. Las lágrimas corren por mi rostro. Mira fijamente
su teléfono roto. Luego mira por encima de los fragmentos
de vidrio y finalmente me mira, estudiando mi rostro y
siguiendo el rastro de mis lágrimas mientras caen por mi
barbilla.
Visiblemente toma una respiración profunda, dejándola
salir lentamente y creo que se está calmando. Creo que debe
ver lo fuera de control que está. Rezo en silencio para que
salga de esto y se dé cuenta de que, en su paranoia, ha
evocado todo esto en su cabeza.
No estoy preparada en lo más mínimo para lo que sale de
su boca a continuación.
—Él o yo —dice con dureza, mirándome con ojos fríos y
vacíos.
—¿Qué? —lloro. —¿Qué estás diciendo?
—Él o yo —repite. —Es tu elección. ¿Lo quieres a él o me
quieres a mí?
—¡A ti! —le grito. —Te deseo. Siempre has sido tú, Nate
—digo, tratando de atravesar la pared que se ha levantado
entre nosotros.
—Entonces déjalo. Cómpralo. Haz lo que sea necesario
para sacarlo de tu vida.
—Nate, eso es una locura. Es mi socio, tenemos un
contrato legal. Además, es mi amigo —le suplico.
—Él o yo, Brooklyn —dice rotundamente.
Dios mío.
Me está dando un ultimátum real. Cierro los ojos y mi
cuerpo se desploma en el sofá.
¿Cómo puede esperar que elija entre mi negocio y él?
Porque eso es lo que está haciendo al pedirme que lo elija
a él sobre Ryan. Nunca le pediría eso, es por eso que no le
pediría que se quedara conmigo en Savannah.
—Si me amas —le suplico, —si realmente me amas, no
me pedirías que elija.
Él permanece en silencio. Lo veo mirar fijamente por la
ventana de su apartamento. Mi hombre roto, que tal vez no
se pueda arreglar. Que tal vez es incapaz de estar una
relación.
No puedo vivir mi vida con un hombre que no puede
confiar en mí.
Me giro y voy a su habitación y rápidamente me pongo la
ropa de anoche. Luego tomo mi computadora portátil y mi
bolso aún empacado y me dirijo a la puerta principal.
Me giro para mirarlo. No se ha movido y sigue mirando
por la ventana. Este no es el hombre que conozco. Este no es
el hombre que pensé que amaba.
Cuando extiendo mi mano para girar la manija de la
puerta principal, dice: —Entonces, ya ha hecho su elección.
Los sollozos amenazan con salir de mi cuerpo. Las
lágrimas corren por mi rostro más rápido de lo que puedo
limpiarlas. Mi corazón está siendo destrozado, al igual que el
que está tallado en su brazo.
—No —me ahogo, —tú la hiciste.
Atravieso la puerta y la cierro detrás de mí.
No estoy segura de cómo hice el viaje de diez minutos
hasta la casa de Emma. Todo lo que puedo recordar es
detenerme para perder el contenido de mi estómago en una
zanja al costado de la carretera.
—¡Oh, Dios mío, Lyn! —grita Emma cuando abre la
puerta y ve mi destrozado estado. —¿Qué sucedió?
Me desplomo en sus brazos y me hundo en el suelo; mi
cuerpo tiembla incontrolablemente. Creo que Graham debe
haber aparecido en algún momento y me llevó adentro,
porque termino sentada en el sofá, cubierta por una manta
con una taza de café humeante frente a mí.
Miro a Emma que está esperando pacientemente a que
diga algo. Está frotando su mano en mi espalda con dulzura.
Debo parecer un completo y absoluto desastre. Miro
hacia abajo a mi ropa arrugada que está salpicada de
húmedas manchas de lágrimas. Levanto la mano para
secarme los ojos y veo que el rímel de ayer está corrido por
mis manos. Paso mis dedos por los enredos de mi cabello.
Dios, debo ser un espectáculo.
—Es mejor que esa bola de baba se vea peor que tú o le
patearé el trasero —dice Emma cuando finalmente habla.
La miro y rompo mi propio silencio. —¿Graham? —
pregunto, mirando alrededor de su apartamento.
—Fue a casa de Nate. Todavía no he sabido nada de él—
dice ella, poniendo su mano en mi brazo para consolarme.
Paso las próximas horas alternando entre ataques de
sollozos que me destrozan el cuerpo, diciéndole lo que pasó
y jadeando sobre su inodoro.
Cuando Graham finalmente regresa, lo veo encogerse de
hombros y sacudir lentamente la cabeza hacia Emma. La
mirada en sus ojos lo dice todo. Puedo decir que siente pena
por mí, y sé lo que eso significa.
Nate ha terminado conmigo.
Tengo que irme. Tengo que salir de aquí, pero Emma
prácticamente me obliga a entrar en la ducha. Supongo que
no la culpo, debo oler a vómito.
Luego me lleva de regreso a Savannah en mi auto con
Graham siguiéndome detrás en su SUV. Todo el camino trato
de darle sentido a lo que pasó. Sé que tiene problemas de
confianza, pero ¿cómo se supone que voy a estar con alguien
que me acusa de engañarlo con todos los hombres con los que
entro en contacto?
Intento convencerme de que he hecho lo correcto.
Lo amo, pero no dejaré que él ni ningún hombre me
controle.

Me despierto el domingo por la tarde sintiéndome bien
descansada gracias a la pastilla para dormir que Emma me
hizo tomar. Lo primero que me llama la atención, además de
revivir los horribles momentos de ayer por la mañana, es el
olor que emana de la almohada de Nate.
Las lágrimas una vez más brotan de mis ojos y me siento
mal, así que corro al baño. No queda nada en mi estómago.
No he comido en treinta y seis horas, así que solo sollozo
sobre el inodoro.
Me ducho y me pongo una camiseta sin mangas y
pantalones de yoga antes de ir a buscar mi teléfono.
Encuentro a Emma y Graham sentados en la mesa de la
cocina tomando café y discutiendo.
Emma le dice que es mejor que mantenga a su amigo
psicópata alejado de mí. Graham dice que no es un psicópata,
pero tiene problemas de confianza que se remontan a su
madre. Ella le dice que será mejor que Nate resuelva su
mierda si alguna vez quiere volver a hablarme. Él está de
acuerdo con ella en que debemos mantenernos separados,
pero admite que no está seguro de que Nate alguna vez pueda
tener una relación normal.
Mi corazón se hunde, una vez más.
Emma se levanta para traerme un poco de café. Mis
manos tiemblan mientras llevo la taza a mis labios.
—¿Llamó? —pregunto, mirando mi teléfono que está
sobre la mesa entre ellos.
—No, cariño, no lo hizo —responde ella.
—¿Algún mensaje? —pregunto con esperanza.
Ella niega con la cabeza y baja la mirada.
—Lo siento mucho, Lyn. —Se mueve, guiándome para
que me siente a su lado. —Realmente creo que es posible que
tengas que dejarlo ir —suspira —Él necesita descubrir su
vida y tú debes dejarlo.
Graham y Emma se quedan el resto del día. Me
consuelan; me alimentan, bueno, lo intentan, no tengo
muchas ganas de comer, y me convencen para que deje ir a
Nate, por mi propio bien. Por su propio bien.
Quién sabe hasta dónde llegaría si de verdad cree que lo
estoy engañando. Graham me cuenta hasta dónde llegó
después de que Claudia lo engañara. Pensó que Nate podría
matar al bastardo que se acostó con su ex esposa, y Graham
tuvo que sujetarlo físicamente en varias ocasiones hasta que
pudo convencerlo de que Claudia no valía la pena.
Sin embargo, Graham tiene un punto. Tal vez Nate crea
que valgo la pena.
¿Realmente vendría tras Ryan?
Me gustaría pensar que no lo haría, pero si Nate y yo no
estamos juntos, no tendría ninguna razón para hacerlo.
He dejado de tratar de evitar que las lágrimas caigan, pero
es un esfuerzo inútil. Me doy cuenta de que tengo que dejarlo
ir. Tengo que dejarlo ir para protegerlo de sí mismo.
La bilis me sube a la garganta ante la idea de no volver a
estar con él nunca más; nunca volver a sentir su cuerpo
estremeciéndose bajo mi toque; nunca sentir latir el corazón
que se abrió paso en mi alma.
Finalmente Emma y Graham se van después de
convencerlos de que no soy una suicida.
Tomo otra pastilla para dormir y espero que borre todos
los pensamientos de mi mente y me dé paz temporal.

Las últimas semanas he parecido un robot haciendo los
mismos movimientos día tras día. Hago lo que sea necesario
para llegar desde la mañana hasta la noche. Me duele la
cabeza de tanto hablar cuando la gente pregunta por Nate.
Kaitlyn, Ryan, mis padres, otros amigos; estoy cansada de
contar la historia. Y aunque omito la mayoría de los detalles,
todavía me agota cada vez que lo hago.
Exhausta. Sí, esa es la única palabra que me describe.
Todo en mí está cansado, y aunque ya no tomo pastillas para
dormir, sigo durmiendo al menos doce horas al día. Me
imagino que es la forma en que mi cuerpo supera a Nate.
Cuanto más duermo, menos pienso en él.
Pero la cosa es que todavía pienso en él. Pienso en él cada
minuto de cada día.
Cuando veo algo divertido, lo busco a mi alrededor para
ver si también se está riendo. Cuando corro, mi mente se
acelera con pensamientos sobre su cuerpo caliente y
sudoroso.
Todas las mañanas cuando me despierto y me doy cuenta
de que no estoy en los brazos de Nate, corro al baño y me
enfermo.
Y maldita sea, me castigo escuchando los grandes éxitos
de Nickelback y nuestra canción, Be My Reason, una y otra
vez.
Supongo que yo no era realmente su razón para cambiar.
Tal vez él quería que lo fuera, pero su amor por mí no era lo
suficientemente fuerte.
Me estiro y agarro la almohada que todavía huele a Nate.
Sé que tendré que lavarla algún día, pero todavía no estoy
lista. Así como tampoco estoy lista para quitarme el brazalete
que ha adornado mi muñeca desde que él me lo colocó allí.
Ahora es solo un recordatorio de los hombres que he
amado y perdido.
Todos los días, lucho contra el impulso de contactarlo. No
sé cuántas veces he escrito un correo electrónico o un
mensaje de texto y lo he borrado en el último segundo. Tengo
que recordarme a mí misma que incluso si pudiéramos ser
geniales juntos, él siempre tendrá problemas y podría ser una
amenaza para Ryan o cualquier otro hombre en mi vida.
Estoy protegiendo a Nate manteniéndolo alejado.
Recito esto una y otra vez. Se ha convertido en mi mantra.
También me recuerdo a mí misma que no me ha
contactado ni una vez en las últimas dos semanas. Si me
amara, si se preocupara por mí en absoluto, me habría
contactado. Para disculparse, para explicarme, incluso para
ver si estoy bien. Pero nada.
Ryan ha sido mi apoyo cuando Emma no puede estar aquí.
Está constantemente vigilándome. Me reemplaza abajo
cuando estoy demasiado cansada para moverme. Incluso
canceló su viaje a Australia, donde se suponía que iba a
bucear en la Gran Barrera de Coral.
Esta noche, ha venido a hacerme la cena, una vez más.
—¿Ya estás lista? —pregunta, mientras entra por la
puerta principal.
—No todavía. Quizás mañana.
Es el mismo intercambio que tenemos todas las noches
cuando él viene. Quiere que vuelva a vivir, que vaya al
gimnasio de escalada e intente patearle el trasero en la pared
de roca otra vez. Y todos los días le doy la misma respuesta.
Todos los días espero que sea la verdad, que mañana estaré
lista.
Me ha hecho lasaña esta noche, y es celestial. El hombre
puede cocinar. Él es el chico perfecto de verdad. Él lo tiene
todo. Apariencia, dinero, encanto. Tal vez él es exactamente
lo que necesito para superar a Nate.
Sin pensarlo, me inclino sobre la mesa y lo beso. Quiero
borrar el pasado y el mal recuerdo de ese horrible día en que
Nate me hizo elegir. Quiero hacer algo que adormecerá mi
cuerpo y mi mente. Quiero perderme en algo o en alguien.
Rápidamente me doy cuenta de que Ryan no solo no me
está devolviendo el beso, sino que me está alejando. Deja caer
su servilleta sobre la mesa y me levanta por los hombros,
luego me lleva al sofá y me empuja suavemente para que me
siente. Se sienta a mi lado y toma una respiración profunda y
luego la deja salir.
Me mira directamente a los ojos.
—Lyn, ¿es esto lo que quieres? —pregunta. —Quiero
decir, en el fondo, cuando me miras, y cuando me besaste
hace un momento, ¿qué sientes por mí?
Bajo la cabeza avergonzada y miro mis dedos mientras
juguetean con mi pulsera. —Te amo —admito. —Te amo
como el hermano que nunca tuve.
—Y yo te amo como a una hermana pequeña —dice.
—Pensé… me refiero a que él piensa que lo estoy
engañando contigo… que bien podría serlo. —Ahora que lo
digo en voz alta, me doy cuenta de lo ridículo que suena. —
Oh, Dios, Ryan —digo, el calor se desliza por mi rostro. —Lo
siento. Soy una idiota. ¿Puedes perdonarme?
Se ríe de mí y niega con la cabeza. —Ni siquiera tienes
que preguntar, Lyn. Por supuesto, te perdono. Y es
comprensible que quieras hacer algo radical para salir de este
apuro en el que te encuentras —Se estira para agarrar mi
mano. —Pero, ¿qué tal algo más constructivo como
kickboxing o paracaidismo? ¿Quizás el buceo? Puedo
llevarnos allí en cuestión de días —dice esperanzado.
Le sonrío. —No dudo que harías eso por mí.
Nos levantamos para ir a terminar nuestra cena.
El teléfono de Ryan suena y él responde rápidamente y
sale de mi apartamento para hablar con quien sea que esté al
otro lado. Él es el Sr. Misterioso últimamente. Ha hecho esto
mucho en los últimos días, dejando todo lo que estaba
haciendo para dedicar toda su atención a una llamada
telefónica.
Debe tener una chica nueva en su vida y no quiere que
escuche su conversación amorosa cuando todavía soy un
completo desastre. Lo aprecio por eso.
Pero cada vez que le pregunto con quién estaba hablando,
siempre dice que nadie. Supongo que la relación es tan nueva
que todavía no quiere reventar la burbuja.
La burbuja.
Mis pensamientos vuelven instantáneamente a Nate.
Cada día se pone infinitesimalmente mejor. Aunque
estoy mejorando un poco emocionalmente, parece que mi
cuerpo no puede ponerse al día físicamente y todavía me
siento como una mierda.
Entonces, en un esfuerzo por volver a ponerme en marcha
y tener una vida, he decidido aprovechar el día. Dar el salto,
el paso decisivo.
Le he pedido a Kaitlyn que me arregle nuevamente. Sé
muy bien que Scott, el bombero de cuerpo de ensueño,
probablemente no me tocará ni con un poste de diez pies
después de la exhibición emocional que hice. Pero pensé que
tal vez Carl podría tener otro amigo que se arriesgaría
conmigo.
Ryan entra en la cocina de la panadería mientras Kaitlyn
revisa la lista de amigos de Carl que cree que son buenas
perspectivas. Ella está hablando de cabellos fabulosos y culos
esculpidos cuando Ryan la interrumpe.
—Bueno, gracias, señoras. Creo que ambas son bastante
atractivas también. —Nos guiña un ojo.
—Tú no, Ryan —ríe. —Estamos revisando una lista de
posibles ligues para Lyn. Aparentemente, esta potranca está
lista para volver a subirse al caballo, por así decirlo.
Me da un codazo y levanta las cejas.
Está bien, no lo dije de esa manera cuando le pregunté.
—No tengo la intención de subirme a nadie… um, ningún
caballo —digo, avergonzándome. —Creo que después de casi
un mes, es hora de que piense en seguir adelante.
Ryan palidece. Deja lo que sea que estaba haciendo y se
acerca a mí.
—Lyn, ¿estás segura de que estás lista? Quiero decir, tal
vez deberías esperar. ¿Y ya hablaste con Emma sobre esto?
Realmente deberías hablar con ella antes de hacer algo
precipitado.
—¿Precipitado? ¿Crees que ir a una cita es precipitado?
Pensé que querías que dejara de estar deprimida. —Le frunzo
el ceño.
—Todo lo que digo es que tal vez deberías hablarlo con
Emma. Ya sabes, con tu mejor amiga —enfatiza.
Creo que realmente no he discutido esto con ella todavía.
Dejó sus visitas semanales de simpatía aquí después de los
primeros dos fines de semana después de Nate, cuando le dije
que volviera a su propia vida.
—Bien —acepto.
Regresa para recoger unos papeles que se cayeron del
mostrador. —No lo olvides, habla con ella primero.
—Sí. Hablaré con ella, Geesh.
Realmente está haciendo el papel de hermano. Hermano
sobreprotector, diría yo.
Me inclino para ayudarlo a recoger sus archivos y veo la
factura original de la compañía que fabricó la marquesina
Brooklyn's Bakery cuando abrí la tienda por primera vez. Ni
siquiera sabía que todavía tenía registros que se remontan
tan lejos.
—¿Qué estás haciendo con esto, Ryan? —le pregunto
Me quita la factura y la coloca, junto con todos los demás
papeles esparcidos, en su carpeta de archivos antes de
responderme.
—Uh, bueno, me gusta tanto el letrero que pensé que
podría querer usar la misma compañía para otro negocio
mío.
Le doy esa mirada. Una mirada fría y dura con una ligera
elevación de mi ceja que dice: no estoy segura de que me estés
diciendo la verdad.
—Lyn, sé que tienes todo el derecho de estar paranoica,
dado lo que iba a hacer, pero te prometo que esto no tiene
nada que ver con franquiciar la panadería.
—Hmmm —murmuro.
—Oye, eso me recuerda —dice, girándose hacia mí, —
tengo que irme de la ciudad por un par de días para ver otro
negocio.
—¿Vaya? ¿Qué tipo de negocio?
Tengo curiosidad y estoy un poco desanimada por una
oportunidad que podría alejarlo de Savannah. Aunque he
sabido todo el tiempo que no se quedaría para siempre.
—Realmente no quiero decir nada todavía. Es de mala
suerte.
Me pregunto si realmente es otra oportunidad para un
negocio. Ha estado tan reservado con todas las llamadas
telefónicas últimamente que apuesto a que se va a ir a una
cita con su nueva aventura. Pero mantengo la boca cerrada y
no digo nada.
—De acuerdo. Bueno, buena suerte entonces —le digo.
Más tarde, cuando llevo la basura al contenedor de basura
en la parte de atrás, escucho a Ryan afuera de la panadería
hablando por teléfono.
—… Me escuchas … no, por supuesto que no… lo sé …
simplemente haz algo y rápido… esta bien te veo luego.
Subo las escaleras y hago mi llamada telefónica diaria a
Emma.
—Oye chica, ¿cómo te va? —me saluda.
—Bien, supongo. —Intercambiamos cumplidos y
hablamos de nuestro día como de costumbre. —Oye, quería
saber tu opinión sobre algo —le digo.
—Claro, dilo.
—Bueno, estoy pensando en salir con Kaitlyn y Carl.
Las palabras se sienten extrañas cuando las obligo a salir
de mi boca por segunda vez hoy.
—¡No! —chilla Emma, y tengo que apartar el teléfono de
mi oreja.
—Okaaaaay, dime cómo te sientes realmente. —Pongo
los ojos en blanco ante el teléfono. —No, de verdad, ¿por qué
no?
—Lyn, solo ha pasado un mes. Creo que cualquier chico
con el que salgas seguramente será algo pasajero. Eso no es
realmente justo para él, ¿verdad?
Bueno, realmente no pensé en eso. Supongo que tiene un
buen punto.
—Dime, ¿por qué quieres volver a salir tan pronto? —me
pregunta.
Decido que la verdad es la mejor manera de ir con ella. De
todos modos, verá a través de mí si le doy un montón de
mierda.
—No es que realmente quiera. —Mi dedo traza un punto
invisible en el mostrador frente a mí. —Es solo que me siento
fatal. Como todos los días. Estoy cansada y de mal humor y
estoy harta de estar físicamente enferma por él. —Suspiro en
el teléfono. —Creo que si conozco a un chico y veo que hay
otros tipos geniales, tal vez me dé esperanza para el futuro
y…
—Espera —me interrumpe. —Espera un maldito
segundo y regresa.
Estoy confundida ahora. —¿Eh?
—Dijiste que estás cansada y malhumorada y que te
sientes enferma. ¿Has estado vomitando?
—Uh, bueno, si, he estado vomitando mucho. Pero luego
normalmente me siento mejor. Por lo general, es por la
mañana cuando me despierto y me doy cuenta de que Nate
no está aquí y no va a volver. —Arrugo la frente.
—¿Qué otra cosa? ¿Hay algo más que te suceda
físicamente? —pregunta.
Pienso por un minuto. —Dolor de cabeza, supongo. Ah, y
ya no soporto el olor de sus muffins de arándanos. Me
enferman.
Los favoritos de Nate, pienso para mis adentros.
—Lyn. Oh, Dios mío —dice con preocupación. —Parece
que estás embarazada. Hay una chica en mi oficina que
recientemente descubrió que está embarazada y te juro que
me dijo las mismas cosas que tú dices. Cansancio, mal
humor, dolores de cabeza, aversiones a la comida y náuseas
matutinas.
¿Náuseas matutinas? ¿Aversiones a la comida? Dios no.
Eso no es lo que está pasando. Emma está siendo dramática.
Es solo mi cuerpo tratando de superar a Nate.
—¿Has tenido tu período últimamente? —me interroga.
—Sí, por supuesto. Lo tuve hace unas semanas —le
aseguro. —Además, estoy tomando la píldora, lo sabes.
—Sabes que la píldora no es cien por ciento efectiva,
¿verdad?
Vuelvo a pensar.
—Dios, Emma, estaba muy mal. Aun lo estoy. Por eso
estoy tan enferma.
—No estás enferma, Lyn. Estás embarazada —dice con
seguridad. —Apostaría mi vida a ello.
Pienso en lo que ha dicho. Pienso en cómo me he estado
sintiendo últimamente: enferma por las mañanas, cansada
todo el día.
¿Podría ser?
Seguramente no.
El destino no sería tan cruel.
—¡Oh, Dios, Emma! —grito
La escucho moverse y hacer todo tipo de ruido al otro
lado.
—No te muevas —dice ella, casi sin aliento. —Quédate
donde estás. Estaré allí en cuatro horas.

Acostada en la mesa de examen, con los pies en estribos,
todavía no me creo la prueba de embarazo casera que Emma
me hizo hacer anoche. Sí, había una línea tenue, y sí, las
instrucciones decían que cualquier línea, incluso una tenue,
era un resultado positivo.
Pero, aun así, no me lo creo.
No puedo comprender lo que esto podría significar para
mí, así que me niego a aceptarlo sin pruebas concretas.
Emma se sienta a mi lado, sosteniendo mi mano mientras
el médico inserta una varita muy incómoda dentro de mí,
que, irónicamente, está cubierta con lo que parece ser un
condón, lo mismo que habría evitado problemas como este.
La ironía no se pierde en mi.
Mis ojos están cerrados mientras rezo en silencio una y
otra vez porque la prueba fuese una casualidad. Que
realmente he estado enferma por perder a Nate. Que mi vida
no está a punto de caer en picada.
—Aquí —dice el doctor sonriendo, y abro los ojos y miro
el monitor que está señalando. —Este pequeño saquito de
aquí, ese es tu bebé. Y ese latido justo ahí, ese es el latido de
su corazón. —Él me sonríe brillantemente. —Felicitaciones,
Sra. Vaughn. Parece que está embarazada de unas ocho
semanas.
La expresión de mi rostro debe alertar al médico de que
esto no es exactamente una noticia para celebrar.
Rápidamente quita el instrumento, me limpia y dice que nos
dará un minuto mientras sale de la habitación.
—Ay, Lyn. —Emma me atrae en un abrazo. —No te
preocupes. Todo estará bien. Espera y verás. Las cosas irán
para mejor. Te lo prometo.
De vuelta en mi departamento, me acuesto en la cama
tratando de digerir todo lo que me dijo el doctor.
Aparentemente, los antibióticos que tomé hace un
tiempo para mi UTI probablemente interfirieron con la
potencia de mis píldoras anticonceptivas. Y me dijo que no
sospechaba que estaba embarazada porque tomar la píldora
me provocó un sangrado intermenstrual justo en el momento
en que esperaba mi período.
Las lágrimas ruedan por mis mejillas hasta la almohada
de Nate mientras miro el pequeño trozo de papel negro que
el médico imprimió para mí con una foto de mi «pequeño
saquito».
El bebé de Nate.
Emma juró guardar el secreto, aunque por supuesto,
tendré que contarle esto a Nate tarde o temprano. Pero tengo
que resolver algunas cosas por mí misma primero. Ella dice
que se quedará conmigo los próximos días ya que de todos
modos planeaba visitarme este fin de semana.
Emma se arrastra en la cama conmigo. Después de llorar,
una vez más, se me ocurren algunas ideas que hacen que toda
esta situación sea más fácil de digerir. Me limpio la cara y
trato de parecer segura.
—Puedo hacer esto. —Asiento con la cabeza hacia ella.
—Puedo ser una madre soltera. Mira mi negocio, es perfecto
para una madre trabajadora. Puedo instalar un corralito en la
esquina de la cocina de la panadería. Diablos, incluso puedo
poner al bebé a dormir aquí arriba y conseguir uno de esos
monitores de video para vigilarlo.
Ella me sonríe dulcemente.
—Sé que puedes. Y serás la mejor mamá, Lyn. No te
preocupes por nada. Todo saldrá bien, ya verás.
Me duermo soñando con un precioso bebé de ojos azules,
cabello largo y oscuro y los adorables hoyuelos de Nate.
Dos días después de que el Dr. Felicidades me arrojara la
bomba, sigo dando vueltas con incredulidad, pero poco a
poco estoy aceptando lo que está sucediendo.
Incluso he pensado en levantar el teléfono un par de veces
para llamar a Nate. Me acobardo cada una de las veces, por
supuesto. Tal vez piense que estoy tratando de atraparlo. O
peor aún, dirá que no quiere tener nada que ver con el bebé.
Estoy sentada en la oficina de la panadería con las
lágrimas rodando por mi mejilla por enésima vez (malditas
hormonas) mientras miro el brazalete que todavía está
firmemente sujeto a mi muñeca y contemplo ser madre
soltera.
Lo desabrocho por primera vez desde que Nate me lo
puso. Me lo quito, le doy la vuelta y froto con el pulgar la
inscripción.
Recuerda el pasado ~ Confía en el futuro.
Cierro los ojos con fuerza y trato de imaginar un futuro
sin Nate.
Tengo algunos amigos cercanos que sé que darán un paso
al frente para ayudarme. Incluso estoy bastante segura de que
Ryan se ofrecerá a ser un padre sustituto… o por lo menos, un
tío asombroso. Con mis amigos y familiares aquí, sé que
puedo sacar lo mejor de esto. Tengo que sacar lo mejor de
esto. Por él o ella —froto mi vientre aún plano— haré lo que
deba.
Abro los ojos y creo que debo haberme quedado dormida
y me he metido en un sueño cuando veo nada menos que a
Nate Riley de pie frente a mí con una docena de rosas en una
mano y una gruesa carpeta en la otra.
Dios, es un espectáculo para mis adoloridos ojos.
Viste jeans desgastados y una camisa negra ajustada que
muestra su impresionante físico. Su cabello ha crecido,
haciéndolo rizarse aún más en las puntas, y tiene lo que
parece ser una barba de varios días en su mandíbula.
Él es hermoso.
Por una fracción de segundo, mi corazón da un vuelco, y
me emociono tanto que casi salto de la silla y choco contra
él. Pero luego me doy cuenta de lo que probablemente
sucedió y mi emoción se convierte en ira.
Emma debe haberle contado sobre el bebé. Esa es la razón
por la que está aquí.
No por mí.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le escupo.
Mira culpablemente al suelo, y luego levanta sus ojos para
encontrarse con los míos. Me da una sonrisa que hace que mi
cuerpo me traicione, casi derritiéndome en el acto. Da unos
pasos hacia mi escritorio y coloca el jarrón lleno de hermosas
rosas rojas sobre él. Luego deja la carpeta y saca un cuaderno
de bocetos.
—Tengo mucho que decirte, Brooklyn. —Se pasa una
mano por el pelo. —No sé por dónde empezar, así que
supongo que solo te mostraré.
Abre el libro para mí y retrocede. Hojeo las muchas
páginas de dibujos que ha hecho de la panadería. Bocetos del
exterior del edificio, el área del mostrador, incluso la cocina
y la oficina. Son increíbles, pero me sorprende que les falte el
buen ojo para los detalles que suele aportar a sus dibujos. La
ubicación de las vitrinas está mal, la oficina tiene una escala
mucho mayor de lo que realmente es, y el exterior del edificio
parece parte de un centro comercial o algo así. La imagen
exterior no se parece en nada a mi edificio independiente,
aunque la marquesina sobre las puertas es una réplica
perfecta.
Confundido, lo miro con un millón de preguntas sin
respuesta.
—Solo déjame hablar por un minuto. —Señala la silla
frente a la mía. —¿Puedo?
—Bien. —Suelto un largo suspiro.
—Brooklyn —dice, sosteniendo mi mirada, —te amo.
Niego con la cabeza hacia él. —Nate, yo…
—Baby, por favor, ¿me dejas hablar? Tengo tanto que
contarte —suplica.
Me quedo en silencio y cruzo los brazos sobre mi pecho.
Tal vez como una medida subconsciente para proteger mi
corazón.
—Como estaba diciendo… —Levanta una ceja hacia mí.
—Te amo. Te amo tanto que duele incluso mirarte en este
momento, sin saber si alguna vez podré volver a tenerte. Sé
que lo arruiné por completo. Fue injusto de mi parte pedirte
que eligieras entre él y yo, tu negocio y yo. Pero te juro que
ahora estoy mejor. Nunca volveré a hacer eso. Te lo
compensaré si me das la oportunidad.
Deja de hablar por un segundo y lo tomo como una señal
de que puedo hablar. Por un momento me pregunto por qué
no ha mencionado al bebé.
—Nate, creo que lo sientes. Pero lo he pensado mucho
durante las últimas cinco semanas y no creo que lo nuestro
funcione. Entiendo por qué, y no te culpo por las mujeres que
te han causado problemas de confianza, pero no creo que
pueda vivir la vida con un hombre que siempre se está
preguntando si lo engañaré y cuándo.
—No. —Deja su silla y se arrodilla junto a mi silla,
tocando mi pierna suavemente y enviando esas familiares
chispas a mi pecho. —No, Brooklyn, necesito que entiendas
que he abordado mis problemas de confianza. He estado
viendo a mi terapeuta y me ha dado mecanismos de
afrontamiento. Sé que no te acuestas con Ryan. Sabía incluso
entonces que no lo hacías. No era en ti en quien no confiaba,
era en él.
—Aún así, ¿cómo sé que no volverás a tener estos mismos
problemas con él, o con cualquier otro hombre en mi vida,
para el caso? —le pregunto.
—Eso es lo que estoy tratando de decirte, Brooklyn. —Me
mira desde su lugar en el suelo. Toma mi mano entre las
suyas. —El Dr. Bloom, mi terapeuta, me dijo que una de las
cosas que puedo hacer para ayudarme con mis problemas de
confianza es entablar amistad con los hombres de tu vida. Y
no solo conocerlos superficialmente, sino realmente llegar a
conocerlos en un nivel más profundo —dice, apretando mi
mano, —y funciona. Está funcionando.
—¿Qué quieres decir con que está funcionando?
—Bueno, hace semanas, solo unos días después de que te
fuiste, después de mi primera sesión con el Dr. Bloom,
contacté a Ryan y…
—¿Qué? —lo interrumpo. —Él no dijo nada. —Lo miro y
busco sus ojos en busca de respuestas.
—Le pedí que no lo hiciera. Quería que todo estuviera en
su lugar antes de venir aquí para tratar de recuperarte. ¿Ves
estos bocetos? Esto es en lo que Ryan y yo hemos estado
trabajando. Estás viendo la ubicación más nueva de
Brooklyn's Bakery. En Raleigh. Serás dueña de una cadena.
Sus ojos se iluminan. Los míos se abren con alarma.
Él niega con la cabeza. —No es una franquicia, Brooklyn,
sino una segunda ubicación. Una sobre la que tendrás total
control. —Recupera algunos papeles de la carpeta de
archivos. —Mira, este es un nuevo contrato que te permite
comprar a Ryan en los próximos años.
—¿Comprarlo? Pero eso no es…
—Su idea, no la mía —me asegura.
Estoy aturdida en silencio. Intento procesar esta
información.
Una nueva panadería…
Él y Ryan son amigos…
Él me quiere de vuelta.
Interrumpe mis pensamientos cuando dice: —Hay un
boceto más que quiero que veas. —Levanta lentamente la
manga de su brazo izquierdo hasta el hombro, revelando un
nuevo tatuaje.
No puedo creer lo que estoy viendo, y no estoy segura si
voy a reír o llorar. Allí mismo, en la parte exterior de su brazo,
para que todo el mundo lo vea, está mi nombre, Brooklyn,
estampado sobre el contorno de una magdalena que es
idéntica a la de mi marquesina. Debajo de la imagen hay dos
pequeñas palabras en cursiva que dicen «mi razón».
Trazo el tatuaje con el dedo y noto que se le pone la piel
de gallina.
—¿Cuándo hiciste esto? —le pregunto.
—Hace unas tres semanas. Está completamente curado,
¿ves? —Traza sus dedos en él.
¿Hace tres semanas?
Pero acabo de enterarme del bebé hace tres días.
—Nate, tengo que decirte algo. —Me preparo para su
reacción.
—No, Brooklyn. No es necesario. Ya lo sé todo, Ryan me
lo dijo. De todos modos, no importa lo que pasó mientras
estábamos separados. Estamos juntos ahora y estoy mejor y
pasaré el resto de mi vida compensándote si eso es lo que se
necesita para que me perdones.
¿Él sabe todo?
Entonces, ¿por qué no habla del bebé?
Ha estado aquí diez minutos enteros y no ha mencionado
el hecho de que vamos a ser padres. ¿Está asustado? Tal vez
él realmente no lo quiere. Además, dijo «me lo contó todo».
¿Quién le contó? ¿Graham? Le pedí a Emma que no le dijera
a nadie.
Estoy tan confundida.
Miro los bocetos de nuevo. —Entonces, supongo que
esperas que te perdone y me mude a Raleigh para dirigir la
nueva panadería.
Ladea la cabeza para estudiar mi reacción.
—No, en absoluto —dice, —pero ciertamente no me
opondré a que pases mucho tiempo allí. Harás lo que quieras.
Es tu elección.
Se pone de pie y me tiende la mano.
—¿Vendrás conmigo? —me pregunta, rogándomelo con
sus ojos. —¿Por favor? ¿Irías a dar una vuelta conmigo?
Quiero decir que no. Debería decir que no.
—Está bien —susurro.
Sale corriendo a la cocina y tiene una conversación rápida
con… ¿Ryan? Ni siquiera sabía que Ryan había vuelto.
Entonces me doy cuenta. El nuevo negocio. Estuvo en
Raleigh con Nate y probablemente volvió aquí con él.
Nate me lleva a su auto y viajamos en silencio. Tan pronto
como da la vuelta, sé adónde me lleva. Mientras nos
detenemos en The Bend, los recuerdos se mezclan en mi
cabeza.
La primera vez que vinimos aquí, me quitó la virginidad.
La segunda vez que vinimos aquí, me robó el corazón para
siempre. Temo que esta tercera vez borre esos recuerdos si
terminamos peleándonos por dónde voy a vivir o quién criará
al bebé.
—Nate, ¿tenemos que...?
—Sí, Brooklyn. Tenemos que estar aquí. Este es el único
lugar en el que absolutamente tenemos que estar ahora
mismo. No hay otro lugar en el que pueda imaginar estar
contigo en este día.
Estaciona el auto y corre para abrirme la puerta. Me lleva
a un claro que ya está preparado con una manta y una hielera.
Suelta mi mano y luego regresa al auto para sacar algo de la
guantera.
Camina lentamente hacia mí, una mano pasando por su
cabello. Veo gotas de sudor en su frente a pesar de que es un
día templado. Se sube a la manta, llevándome con él, pero no
nos sentamos. Toma una respiración profunda y la exhala
lentamente mientras junta mis manos entre las suyas.
—Brooklyn, te quiero mucho. Más de lo que jamás creí
posible. Eres mi razón. —Hace un gesto con los ojos hacia su
nuevo tatuaje. —Eres la razón por la que cambié, eres la
razón por la que sigo cambiando, porque quiero convertirme
en una mejor persona para ti. —Hace un gesto a su viejo
tatuaje y dice: —Tú eres mi razón para vivir y sé con certeza
que moriría por ti.
Mete la mano en el bolsillo del pantalón y saca una
pequeña caja de terciopelo mientras las lágrimas ruedan por
mi rostro. Comienza a ponerse de rodillas.
Oh Dios. Él se me va a proponer.
Todo esto está pasando demasiado rápido. No puedo
dejar que haga esto. No por todas las razones equivocadas. Sé
que amaré a este hombre hasta el día de mi muerte, pero no
puedo permitir que lo obliguen a casarse conmigo. Él
terminará resentido conmigo y lo amo demasiado para eso.
Niego con la cabeza hacia él.
—Nate, no. No puedes hacer esto solo por el bebé.
Su rostro palidece y da un paso atrás. —¿Qué dijiste?
—Sé que Graham te lo dijo, tú dijiste en la tienda que lo
hizo —le digo.
—¿Graham? —parece confundido. —¿Qué me dijo
Graham? —Él niega con la cabeza. —Graham no me ha dicho
nada. Ryan me dijo que le hiciste una insinuación. Me dijo
que estabas tratando de olvidarme y que lo besaste. Ya te dije
en la tienda que no importaba, que ya nada de eso importa.
Oh Dios. Él no sabe.
La nueva panadería, el tatuaje, las flores, la propuesta…
todo fue para recuperarme. No porque se haya visto obligado
a nada.
Está de pie frente a mí, con las manos temblando y la
sangre tiñendo su rostro. —Brooklyn, ¿qué dijiste sobre un
bebé?
—Yo… yo estoy embarazada de dos meses. Me acabo de
enterar hace unos días. —Mi voz se entrecorta mientras trato
de pronunciar las palabras. —Iba a decírtelo pronto como me
enteré, pero no sabía cómo. No sabía si te enfadarías. Fueron
los antibióticos que tomé. No lo hice a propósito, si eso es lo
que estás pensando.
Mientras sigo hablando, tratando de explicar cómo
sucedió esto, cae de rodillas, envuelve sus brazos alrededor
de mí y pone sus labios en mi estómago. Me abraza con tanta
fuerza que temo que pueda aplastar al pequeño saquito en mi
vientre.
Me oye gruñir y afloja su agarre.
—Lo siento. —Me mira. —Dios mío, Brooklyn. ¿Voy a ser
papá?
—Sí, Nate, vas a ser papá.
Sus ojos están llenos de lágrimas y parpadea, dejando que
se deslicen por su rostro y caigan sobre mi camisa.
—No lo supe hasta este mismo segundo —dice contra mi
vientre. —No sabía que escuchar esas palabras me haría el
hombre más feliz del mundo.
Se limpia la cara y mira alrededor en el suelo en busca de
la caja que dejó caer. Lo abre, todavía de rodillas, me mira y
dice: —Brooklyn Anne Vaughn, justo cuando pensaba que
amarte más era imposible, vas y me demuestras que estoy
equivocado. Mi corazón es tuyo. Siempre te pertenecerá, es
decir, si lo quieren… ustedes dos.
Él frota mi barriga. Luego saca el anillo de la caja y me lo
ofrece.
—Todo sobre ti me hace un mejor hombre —dice,
citando un verso de nuestra canción y tomando otro pedazo
de mi corazón, engranándolo con el suyo. —¿Podrías hacer
realidad todos mis sueños convirtiéndote en mi esposa?
Miro a mi hombre ya no tan roto y pienso en lo que ha
hecho por mí. No solo hoy, sino todos los días. Reflexiono
sobre todas las veces que ha compartido sus pensamientos y
temores más privados sobre su madre, su ex esposa y el
béisbol. Pienso en cómo él siempre me está cuidando y
protegiendo y sé que extenderá eso a nuestro hijo y será un
padre maravilloso.
Los recuerdos de bailar bajo la lluvia, de inscripciones en
brazaletes y sus intrincados bocetos de mí inundan mis
pensamientos.
Ninguna otra respuesta fue nunca una opción.
—Sí —chillo a través de mis sollozos de alegría. —¡Por
supuesto que sí! —exclamo cuando desliza el diamante más
hermoso que he visto nunca en mi dedo.
Nate me tira hacia la manta y me besa con la intensidad
de los miles de besos que nos hemos perdido en las últimas
cinco semanas. Adora mis labios con su boca y mi cuerpo con
sus manos. Me susurra al oído que va a tocar cada centímetro
de mi cuerpo primero con sus manos, luego con su lengua.
La humedad se extiende entre mis muslos mientras
anticipo lo que promete hacer. Mi deseo aumenta más rápido
de lo que creía posible, simplemente por la fricción de su
cuerpo rozando el mío.
Antes de que me dé cuenta, estoy siendo empujada hacia
abajo, y mi cuerpo es una masa temblorosa mientras él
pellizca y tira de mis pezones a través de mi camisa.
—Wow —le digo, sorprendida como estoy por lo que
acaba de suceder.
—Maldita sea. —Me mira con el deseo brotando de sus
ojos. —Deberíamos tener diez hijos si esto es lo que te hace
el embarazo.
Me río de él, pero rápidamente descubro que ya no es
divertido, sino tan increíblemente sexy, cuando se levanta y
se quita toda la ropa.
Me acuesto aquí y admiro cada curva y cresta de su
hermoso cuerpo que me he perdido más de lo que puedo
decir. Prácticamente babeo cuando su erección salta libre de
sus calzoncillos y se para completamente frente a mí.
Él puede ver que ya me estoy recuperando, así que no
pierde el tiempo en quitarme la ropa también, solo se detiene
cuando me desabrocha los jeans para colocar un suave beso
en mi vientre. Cuando me tiene completamente desnuda,
comienza a bajar a mis pies y cumple la promesa que me hizo
hace unos momentos. Toca, besa y lame mis piernas antes de
volver a reclamar mi boca.
—Nate, por favor —le suplico. —He esperado mucho.
—Lo sé, bebé, y es por eso que necesito saborear cada
hermosa parte de tu increíble cuerpo.
Continúa lamiendo y chupando hasta mi oreja y
alrededor de mi cuello antes de descender sobre mis senos.
Los toma en sus manos y gime de placer: —Dios,
Brooklyn, tus senos se hicieron más grandes. Quiero decir
que antes eran perfectos, pero las sorpresas siguen llegando.
Él sonríe apreciativamente y toma cada uno de mis
pezones en su boca. Chupa, tira y ejerce la presión suficiente
para hacerme retorcer y gemir debajo de él.
—Echaba de menos ese sonido. —Me mira. —He
extrañado todo sobre ti.
Una lágrima de felicidad se desliza de mi ojo. —Yo
también, Nate. Te he extrañado más de lo que las palabras
pueden decir.
Él deja un rastro de besos a lo largo de cada una de mis
costillas hasta llegar a mi vientre, donde se demora un poco
más. Murmura algo sobre el bebé y no sé si me está hablando
a mí o a él, y en este momento, no me importa. Me tiene tan
tensa que me voy a derrumbar a su alrededor tan pronto como
me toque ahí abajo.
Hace cosquillas con sus dedos alrededor de mis muslos,
besando y chupando en todas partes menos en el lugar que
sabe que me detonará. Finalmente, después de lo que parecen
horas de tortuoso placer, desliza un dedo en mi resbaladiza
abertura.
Deja escapar un gemido. —Oh, estás tan mojada para mí.
Luego se inclina de nuevo y lenta y sensualmente pasa su
lengua a lo largo de mi hendidura, enviando ondas de blanco
y caliente calor a través de mi cuerpo. Asalta mi clítoris con
movimientos rápidos y suaves de su lengua mientras dos
dedos se abren paso dentro y fuera de mí.
Se estira para pellizcar mi pezón y eso es todo lo que se
necesita para empujarme al borde y enviarme en espiral en
explosiones placenteras de necesidad y deseo. Agarro su
cabello mientras mis muslos aprietan su cabeza,
manteniéndolo cautivo mientras manejo la avalancha de
sensaciones que me abruma.
Cuando bajo del fenomenal orgasmo que acaba de darme,
se arrastra por mi cuerpo y dice: —Jesús, Brooklyn, eso fue lo
más caliente que he visto en mi vida. —Se coloca sobre mí.
—No puedo esperar otro segundo para estar dentro de ti.
—Entonces no lo hagas —le ruego, mientras levanto mis
caderas hacia él y él desliza su dura longitud dentro de mí.
Cierro los ojos y trato de sentir cada pedacito de él
mientras lentamente hace que todos mis nervios se ondulen
de placer mientras entra y sale de mí. —Eso se siente
increíble —digo. —Te quiero mucho. Te prometo que seré
tuya para siempre.
Se pone rígido y agarra mi carne, jadeando susurros de
amor en mi oído mientras encuentra su liberación,
disparando un caliente chorro dentro de mí. Sus susurros
ásperos y sexys me llevan a mi tercer glorioso clímax.
No creo que pueda moverme, y con retraso espero que
nadie se detenga y nos vea en toda nuestra desnuda gloria
aquí bajo el brillante sol del mediodía. Sin embargo, no estoy
segura de que me importe.
Nate se acerca a la hielera y saca una botella de champán
y dos copas.
Se encoge de hombros y dice: —Lo siento. —Él asiente a
mi estómago. —No lo sabía, o habría traído agua con gas.
—Un sorbo no le hará daño al pequeño maní —le digo. —
Tenemos que celebrar.
—¿El maní? —levanta las cejas hacia mí y yo asiento.
Treinta minutos más tarde estamos empacando para
regresar. Nate escribe un texto en su teléfono.
—Cosas del trabajo —me dice cuando lo miro de reojo.
Nos tomamos de la mano y hablamos sobre el maní todo
el camino de regreso a casa y siento que esto es lo más natural
del mundo. Para cuando nos detenemos detrás de la
panadería, me duele la cara por la sonrisa que he tenido
plasmada durante los últimos veinte minutos.
Entramos por la puerta de la panadería y me doy vuelta
para subir las escaleras cuando Nate dice: —Ven conmigo,
quiero mostrarte algo.
Tiene una gran sonrisa en su rostro, como un niño en la
mañana de Navidad.
Lo sigo hasta el frente de la tienda, y cuando atravesamos
las batientes puertas escuchamos un: —¡Felicitaciones! —
colectivo de lo que parece ser de todas las personas que me
importan en el mundo.
Miro las caras felices de mis padres, mi mejor amiga, su
esposo, Ryan y el resto de mi personal. El papá y la hermana
de Nate están aquí. Incluso la hermana de Michael, Janie,
está aquí. Tiene lágrimas rodando por su rostro sonriente
mientras asiente con la cabeza hacia mí como si finalmente
entendiera lo que sucedió en la tumba de Michael. Cada una
de las personas con las que podría soñar con compartir este
momento está justo aquí en esta sala.
Me dirijo a Nate. —¿El mensaje?
Él asiente hacia mí. —Dios, Brooklyn, tenía tanto miedo
de que dijeras que no. He estado planeando esto durante
semanas. Con mucha ayuda, por supuesto. —Hace un gesto
a Ryan y Emma.
Ryan se acerca y, para mi sorpresa, Nate le da la mano y
le da uno de esos abrazos de hombres.
—Gracias por toda tu ayuda, amigo —le dice Nate.
Le doy un abrazo a Ryan. —No tienes que hacer esto —
digo, refiriéndose al nuevo contrato. —No lo firmaré, ¿sabes?
—Lo firmarás, Lyn. —Él sonríe. —Tengo una política
estricta de nunca hacer negocios con la familia.
Saludamos a todos por turno. Me entero de que Nate le
pidió a mi papá mi mano en matrimonio. También tiene a
Emma haciendo el diseño interior de la nueva panadería. El
personal de la tienda armó esta fiesta sin mi conocimiento.
Emma se acerca y me abraza, las lágrimas corren por
nuestras caras. —¡Dijiste que sí! Estoy tan feliz por ti.
—Bueno, ¿cómo podría decirle que no al tipo que se tatuó
un cupcake en su cuerpo por mí? —digo, ganándome las risas
de todos a mi alrededor.
—Hablando de cupcakes, ¿qué pasa con tener solo de red
velvet? —Emma señala una mesa de exhibición adornada con
un hermoso escenario de docenas de pastelitos de red velvet.
Nate nos lleva a la mesa y toma uno.
—Para la suerte —dice. —Como uno antes de cada
partido.
Pienso en esa noche en la escuela secundaria cuando me
contó sobre su rutina previa al juego con las magdalenas de
red velvet. Me abraza fuerte y besa mi mejilla.
—Y este será, con diferencia, el partido más importante
de mi vida.
Nate me lleva a un lado, tirando de mí hacia su regazo en
una mesa en la esquina.
—Sabes, el juego ha cambiado ahora. —Frota un pulgar
sobre mi vientre. —No creo que pueda vivir un día sin ti… sin
nuestro pequeño maní. —Respira hondo y se pasa la mano
por el pelo. —¿Qué dices, Brooklyn? ¿Se mudarán ustedes
dos a Raleigh conmigo?
Se muerde el labio y entrelaza nuestros dedos mientras
espera mi respuesta.
Miro a mi hombre. Él no es perfecto. Es posible que
siempre tenga problemas con la confianza y con su madre.
Pero no puedo imaginar no tenerlo en mi vida.
Miro alrededor, hacia la fiesta y veo cuánto lo aman todos.
Cómo han hecho todo lo posible para ayudarlo a
recuperarme. Ellos saben que nos pertenecemos. Sé que nos
pertenecemos.
El camino puede no ser siempre fácil. Pero, de nuevo, son
los baches en el camino los que nos hacen más fuertes.
Froto un dedo sobre mi pulsera y recuerdo a otro hombre
con el que estaba comprometida. Luego veo el anillo que está
en mi dedo anular izquierdo.
Observo los seductores ojos azules de mi nuevo
prometido y me doy cuenta de que él es mi hogar. No puedo
vivir sin él, no puedo respirar sin él.
Por supuesto, voy a decir que sí. Cualquier otra respuesta
nunca fue una opción.
—Sí. —Sonrío y levanto una ceja a mi hombre fuerte e
increíble. —Pero habrá reglas básicas.

EL FIN.
La pasión de Samantha Christy por escribir comenzó
mucho antes de que se publicara su primera novela.
Graduada de la Universidad de Nebraska con un título en
Justicia Penal, obtuvo el título de Analista de Sistemas
Informáticos para la Corte Suprema de Wisconsin y varias
universidades importantes de los Estados Unidos. Criada
principalmente en Indianápolis, ella tiene en su corazón el
Medio Oeste y sus valores locales y, tras el nacimiento de su
tercer hijo, se dedicó a criar a su familia a tiempo completo.
Si bien tomó tiempo llegar desde allí hasta aquí, escribir ha
seguido siendo su mayor pasión y ser una madre que se queda
en casa facilitó su capacidad para seguir ese sueño. Cuando
no está escribiendo, se mantiene ocupada navegando a cada
isla del Caribe donde navegan los barcos. Samantha Christy
actualmente reside en St. Augustine, Florida con su esposo y
cuatro hijos.

También podría gustarte