Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Be My Reason
Samantha Christy
Él tomó su inocencia.
Ella se la obsequió, junto con su corazón.
Toda una noche antes de que él desapareciera.
Something inside me
Algo dentro de mi
Can’t rest until I find
no puede descansar hasta encontrar
The way to make it up to you
la forma de compensarte
The way to make you mine
la manera de hacerte mía
Be my reason…
Sé mi razón…
My cause, my light
mi causa, mi luz
Be my reason…
sé mi razón...
My purpose, my life
mi propósito, mi vida
‘Cause baby it was always you
porque bebé, siempre fuiste tú
You’re my reason
tu eres mi razón
You've pulled me through
me has ayudado
Something inside me
algo dentro de mi
Just can’t let you go
simplemente no puedo dejarte ir
If you could let me in
si pudieras dejarme entrar
You could help me grow
podrías ayudarme a crecer
[coro]
[coro]
He estado enamorada de Nate Riley desde el séptimo grado.
Tal vez estaba enamorada de él incluso antes de eso, pero fue
durante la clase de gimnasia, cuando tenía doce años, cuando me
miró directamente con esos hermosos ojos azul profundo y procedió
a golpearme con la bola de esquivar.
Qué difícil.
Fue entonces cuando supe que había perdido mi corazón. Era
como si hubiera atado un pedazo de su propio corazón a la pelota de
goma roja y cuando me golpeó, su corazón chocó contra el mío. A
partir de ese día, no hubo nadie más para mí.
Ahora, cuatro años más tarde, cuando mi mejor amiga Emma y
yo nos detenemos en la dirección que Nate había anotado en la parte
de atrás de su tarea de álgebra para mí (un pedazo de papel que
prometo no destruir nunca), miro hacia arriba y veo gente caminando
hacia la casa grande.
—Me siento mal— digo, mientras presiono mi cara contra la
ventana del pasajero, tratando de refrescar mi frente en el vidrio.
—No sé qué te preocupa, Lyn— dice Emma. —Nate es quien te
invitó a la fiesta. Ya le gustas.
—No me invitó, Emma, me habló de la fiesta. Es una gran
diferencia.
Suspiro.
—Lo que sea. —Ella rueda los ojos. —Decirte sobre una fiesta es
un código de que él quiere que vayas para poder pasar el rato contigo.
No te preocupes, le gustas, ya verás.
Emma siempre está tan segura de sí misma. Tal vez yo también
lo sería si tuviera una cara que perteneciera a la portada de una
revista de moda. Si no la quisiera tanto, la odiaría. Pero ella es la única
razón por la que llegué tan lejos en la escuela secundaria sin saltar de
un puente.
Creo que si no viviéramos una al lado de la otra y no nos
hubiéramos convertido en hermanas de sangre (verdaderas hermanas
de sangre que se cortan la piel y se frotan las manos) cuando teníamos
ocho años, entonces ni siquiera seríamos amigas. Después de todo,
estoy en la banda y en el club de ciencias, y ella, bueno, digamos que
nunca ha tenido que cargar sus propios libros de la escuela desde
jardín de infantes.
Mi corazón da un vuelco cuando lo veo junto a la puerta principal
mientras pasamos por el camino de entrada en busca de un lugar para
estacionarnos. Está de pie con unos amigos, creo que Jake y Brian,
del equipo de béisbol.
Está mirando las caras que pasan a su lado mientras los recién
llegados entran en la fiesta. Sigue moviéndose de un pie al otro como
si tuviera ganas de orinar. Su mano derecha se levanta para pasar los
dedos por su cabello rubio oscuro que se riza ligeramente en el cuello
y parece que acaba de salir de la cama, pero al mismo tiempo, es
perfecto.
Suspiro, otra vez.
Si no lo conociera mejor, pensaría que está nervioso. Por otra
parte, el tipo es un magnífico jugador de béisbol y un estudiante de
último año en el equipo universitario con toneladas de universidades
que lo buscan, entonces, ¿por qué podría estar nervioso?
Emma encuentra un lugar para estacionar unas pocas casas más
abajo. —¿Lista? —Ella apaga el motor y me mira.
—No… sí… no —vacilo.
—Tal vez esto ayude. —Ella sonríe como un gato de Cheshire
cuando veo su mano pasar por debajo del asiento y sacar un par de
esas pequeñas botellas de licor, de esas que la gente bebe en los
aviones en las películas.
—¿Qué es eso? —Mis ojos se abren como platos y la mirada de
sorpresa en mi rostro la hace reír a carcajadas.
—Mmm. —Ella las mira ceremoniosamente. —Whisky, vodka…
¿realmente importa? Todos sabrán a mierda, pero harán el trabajo.
—Uh, ¿qué trabajo es ese? —Levanto mis cejas hacia ella.
—El que hace que te relajes para que puedas hablar con ese
atractivo jugador de béisbol sin tropezar contigo misma.
Esta chica me conoce demasiado bien.
Me da una. —¿Juntas, a la cuenta de tres? —dice, como si
estuviéramos a punto de agarrarnos de las manos y saltar de un
puente o algo así. Bueno, tal vez lo estamos. Nunca hemos hecho esto
antes en nuestros diecisiete años.
Asiento con la cabeza hacia ella.
—Una, dos ¡Tres!
Me tapo la nariz y bebo el líquido que solo puedo describir como
sabor a gasolina en llamas.
Después de lo que parecen minutos bebiendo, rezo para que
ningún chico me haya visto.
—¡Ewww!— chillo, y miro a Emma para ver su sonrisa satisfecha.
¿Qué? ¿Por qué no está haciendo caras horribles también?
—Realmente no crees que soy lo suficientemente estúpida como
para beber cuando conduzco esta noche, ¿verdad?
—Entonces, ¿todo esto fue solo por mí? —Estrecho mis ojos
hacia ella, queriendo estar enojada con ella por ser tan malditamente
responsable.
—Aquí. —Empuja la otra botella en mi cara. —Toma esta
también. Simplemente no bebas mucho más en la fiesta o podrías
terminar vomitando sobre Nate en lugar de chuparle la cara.
Pongo los ojos en blanco y bebo de mala gana la segunda botella
pequeña, que parece tener un sabor aún más desagradable que la
primera ya que se qué esperar esta vez.
—Al menos dame una menta o algo para que no huela a
alcohólica después de esto.
Mete la mano en su bolso y me lanza una. Le saco la lengua
mientras salgo del coche.
Un minuto después, siento calor y hormigueo por dentro y me
pregunto si es el alcohol o mis nervios.
Miro a mi alrededor mientras nos acercamos a la casa y veo que
todos han entrado a excepción de dos chicas que están sentadas en el
porche delantero, ambas con un cigarrillo en la mano. Al menos
espero que eso sea lo que tienen. No me gustaría estar en ese tipo de
fiesta.
Al pasar por la puerta principal, no tardamos mucho en localizar
a Nate y sus amigos, ya que la mayoría de la gente se ha reunido
alrededor de la gran cocina abierta donde hay un barril de cerveza.
¿Sabes cómo se siente cuando tienes un accidente y ves tu vida
pasar frente a tus ojos? Bueno, en el momento en que mis ojos
encuentran los suyos y él me sonríe, siento que estoy caminando por
un pasillo bordeado de flores, tomando su fuerte mano mientras
hermosos niños de cabello rubio corren alrededor de un prado.
Vaya, ¿qué acabo de pensar?
Echo un vistazo a Emma a mi lado, que está, con gracia, fingiendo
que no se da cuenta de que estoy mirando descaradamente y muy
posiblemente babeando por la persona más perfecta jamás colocada
en la tierra.
Se encoge de hombros con una pequeña expresión de suficiencia
en su rostro y me empuja hacia adelante con tal fuerza que
prácticamente caigo en los brazos de Nate.
Corrección, caigo directamente en los brazos de Nate.
—Oh, Dios mío, lo siento mucho —le digo.
Solo puedo suponer que un rubor rojo sangre está subiendo por
mi cara mientras le envío una mirada desagradable a Emma, que está
fingiendo un silbido mientras mira a cualquier parte menos a mí.
—Está bien, no pasa nada Brooklyn —dice, con una voz fuerte y
áspera que es demasiado sexy para una chica de diecisiete años.
Luego choca los puños con su amigo, quien se aleja moviendo la
cabeza y sonriendo, dejándome a solas con Nate.
—Llámame Lyn. —Intento recuperar la compostura como si no
hubiera caído literalmente a sus pies.
—Pero Brooklyn es un nombre genial —dice. —Es tan original.
Hay toneladas de Lyns, pero nunca había conocido a una Brooklyn.
Justo en este segundo, decido que amo mi nombre de pila que
siempre me ha sonado pretencioso y que solo lo usa mi madre.
—Entonces, Brooklyn —dice, —¿puedo traerte un trago y tal vez
podamos pasar el rato y hablar? —Levanta las cejas esperando mi
respuesta.
—Uh, supongo que tomaré una cerveza. —Observo su vaso rojo
medio lleno con la suya. —Déjame decirle a mi amiga Emma dónde
estaré.
Mirando alrededor de la habitación, y la atrapo observando cada
uno de mis movimientos.
—Voy a estar aquí si me necesitas —murmura ella, señalando
donde se ha congregado el resto del equipo de béisbol.
¿Cómo puede hacer eso, simplemente acercarse y convertirse en
parte de una conversación sin siquiera intentarlo? Asiento con la
cabeza hacia ella y vuelvo a mirar a Nate.
—Vuelvo enseguida. —Él guiña, realmente guiña, su ojo, y creo
que me estoy derritiendo un poco. —Puedes ponerte cómoda en el
sofá si quieres. —Camina la corta distancia hasta el barril.
Observo a un par de chicas acercarse a él mientras me trae la
cerveza. Intentan entablar una conversación con él, pero él me mira,
sonríe dulcemente y levanta levemente la barbilla.
Maldita sea, me atrapó mirando. De nuevo.
No puedo evitarlo.
Miro alrededor para ver quién está en la fiesta. No me sorprende
descubrir que, aunque hay rostros familiares en todas partes, Emma
es mi única amiga real aquí.
Siempre he sido lo que la mayoría de la gente llama una fanática
de las bandas. Toco la flauta, lo que no es tan fácil como dicen. Me
encanta hornear, que es lo menos sexy posible; y corro sola casi todos
los días. Corro para quemar todas esas calorías que como cuando
horneo y también me despeja la cabeza.
Nate y yo no andamos exactamente en el mismo círculo de
amigos, lo que probablemente es por qué estoy tan nerviosa por estar
aquí.
Estoy totalmente fuera de mi elemento.
—Aquí tienes. —Me saca de mis pensamientos. —No lo bebas
demasiado rápido. Y no le des el trago a nadie más que a mí o a tu
amiga, Emma, ¿de acuerdo?
Oh, él está tratando de protegerme, eso es bueno. Pero ¿y si pone
algo en mi bebida? No es que tuviera que ir a tales extremos para
estar conmigo. Soy suya si me quiere.
Un momento, ¿De dónde vino eso? ¿Realmente estaría con él?,
quiero decir, lo haría, como, de verdad. Creo que, si me llama
Brooklyn con esa voz sexy suya una vez más, haría casi cualquier cosa
con él.
Durante la próxima hora, más o menos, me cuenta sobre el
béisbol y su sueño de jugar en las ligas mayores. Me cuenta un poco
sobre su padre, que es arquitecto, y su madre, propietaria de una
pequeña boutique y spa al otro lado de Savannah.
Pero sobre todo, me pregunta sobre mí, qué me gusta hacer y
hacia dónde me veo yendo en la vida.
No sé si es el alcohol o el hecho de que parece que nos llevamos
bien, pero me siento obligada a contarle mi sueño.
—Sé que es una tontería, pero un día me veo abriendo una
pequeña panadería aquí en Savannah. —Lo miro con temor y veo que
no solo no se ríe de mí, sino que su boca está ligeramente abierta
mientras contempla algo.
—Estás bromeando, ¿verdad? —pregunta él—. ¿O sólo estás
jugando conmigo?
¿Eh? Ahora me he perdido. —¿Jugar contigo? ¿cómo?
Estudia mi rostro. —¿Realmente no sabes que antes de cada
juego en casa, tengo que pasar por esa panadería en Fifth Street para
comprar una magdalena de red velvet?
Arruga un poco la nariz, lo cual es increíblemente adorable, y
luego se muerde una uña mientras espera mi respuesta.
—Ummm… no. ¿Cómo podría saber eso? —pregunto.
—Sí, supongo que no tendrías porqué saberlo —dice, asintiendo.
Continúa explicando cómo muchos jugadores de béisbol son
supersticiosos y que hace dos años tuvo un juego sin hits después de
comerse uno de esos pastelitos de red velvet. Así que ahora, tiene que
hacerlo cada vez que juega, o perderá su ventaja.
—Ahora, ¿quién es el tonto? —suspira.
Está esperando que me ría. O decir algo en respuesta.
—No, no es una tontería. Hago lo mismo cuando tengo un solo.
—Niego con la cabeza—. Bueno, no comer un pastelito, pero tengo
esta cosa que hago. Es estúpido, lo sé, pero, me retuerzo el pelo así.
Le muestro cómo tomo un grueso mechón de cabello de mi oreja
derecha y lo retuerzo hasta que parece una toalla escurrida. —Tengo
que hacerlo cinco veces. Creo que es el contar y hacer algo con mis
dedos lo que alivia la tensión, o algún truco psicológico por el estilo—
añado.
—Vaya.
Él sonríe con una hermosa sonrisa que es toda dientes mientras
extiende la mano para tocar mi brazo suavemente.
Podría jurar que chispas se encienden en mi piel en el mismo
lugar en el que me está tocando.
—Te he escuchado tocar algunas veces cuando el equipo
caminaba por el auditorio. Eres muy buena. Genial, de hecho —dice
con… ¿orgullo?
¿Me ha oído tocar?
De alguna manera hemos logrado acercarnos un poco más el uno
al otro en el transcurso de nuestra conversación y ahora su muslo toca
el mío. Puedo sentir el calor de su piel a través de nuestra ropa, y me
hace sentir aún más hormigueo que lo que Emma me hizo beber
antes.
Como no me alejo, se inclina un poco más hacia mí y coloca su
mano en mi pierna, un poco por encima de mi rodilla, sobre mi falda,
pero no demasiado arriba de mi muslo. No puedo apartar los ojos de
su mano en mi pierna.
Nate Riley tiene su mano en mi pierna.
Nate, la atractiva y sexy estrella del béisbol senior, está frotando
pequeños círculos en mi pierna con su pulgar, enviando punzadas de
electricidad directamente a mi centro.
—¿Estás bien? —pregunta cuando me encuentro mirando tan
obviamente esa mano grande, callosa y bronceada suya.
¿Estás bien?
—No muevas esa mano, nunca.
—Está bien, pero, cuando te bese más tarde, es posible que tenga
que moverla hacia tu espalda o algo así.
Él sonríe.
Mierda, ¿dije eso en voz alta?
Podría morir de vergüenza.
¿Hola? ¿Acaba de decir que me va a besar más tarde?
—Brooklyn… —susurra, caliente y entrecortado en mi oído, y eso
es todo, estoy muerta. Haré cualquier cosa por este chico. Contengo
la respiración y espero a ver qué dice a continuación.
—¡Lyn! —Prácticamente salto del sofá cuando escucho a Emma
decir mi nombre justo detrás de mí.
Espera, ¿qué me iba a susurrar al oído? ¡Maldita sea, Emma! Si
hubiera esperado dos segundos…
—¿Eh? —La miro con mi mirada de ¿qué diablos podría ser tan
importante que me interrumpiste mientras Nate me susurraba al oído?
—Lamento mucho hacerte esto, pero tengo que ir a buscar a mi
mamá. Su coche se descompuso y no puede localizar a mi padre en su
móvil. Te llevaría, pero con mi biplaza sería muy estrecho y algo
ilegal.
Ella mira a Nate pero continúa hablándome. —Supongo que
podría volver y recogerte después de ir a buscarla y llevarla a casa.
Pero odiaría que te saltes el toque de queda por mi culpa.
—Um… —interviene Nate, —¿por qué no te llevo a casa más
tarde, Brooklyn? Solo he bebido una cerveza en toda la noche y sería
un desperdicio de gasolina para Emma conducir por toda la ciudad y
luego volver a buscarte.
Miro a Emma y la veo exhalar visiblemente el aliento que estaba
conteniendo.
—Eso sería muy amable de tu parte, Nate. —Ella sonríe. —Lyn,
¿estás bien con eso?
Ella me mira fijamente y sé que es mejor no discutir con esa
mirada. Empiezo a cuestionar si su madre realmente tiene una
situación o no.
—Supongo. —Miro a Nate. —Solo si estás seguro. Quiero decir,
no me importa esperar a Emma.
Inmediatamente me maldigo por darle una salida. ¿Por qué
querría hacer algo para poner en peligro el tiempo a solas con Nate
Riley?
Por favor, di que estás seguro, por favor, di que estás seguro.
—Sí, estoy seguro, Brooklyn. —Él sonríe con sinceridad y ahora
estoy nerviosa y emocionada por pasar unas horas más con él.
Me despido de Emma con un abrazo y le susurro al oído: —Te
arrepentirás por esto. —Pero lo que realmente quiero decir es gracias.
Poco después de que Emma se vaya, la fiesta comienza a salirse
de control. Alguien se cae y rompe una mesa. Algunas chicas se están
emborrachando mucho y sugieren jugar al strip poker. Estoy tan
incómoda aquí.
¿Por qué acepté quedarme sin la única persona que puede
manejar todo esto? Estoy a punto de levantarme y usar el teléfono
para tratar de traer a Emma de regreso cuando Nate se inclina hacia
mí.
—Brooklyn, esto se está volviendo un poco loco, ¿quieres irte y
dar una vuelta? —dice.
Gracias.
Sí, no me gusta mucho la carne roja. Pero pensé que era uno de
esos momentos de cuando en Roma.
¿Qué tiene eso que ver con nada? Incluso si sintiera algo, y eso
es un gran maldito si, nunca haría nada al respecto. Fue mi primer
enamoramiento, mi primer amor. Es comprensible que pueda tener
algunos sentimientos residuales. Además, él es caliente. Sin
embargo, no voy a convertirme en una estadística de Nathan Riley;
así que le digo.
Nate: ¿Así que le has contado a cómo se llame todo sobre nuestra semana
juntos? N.
Yo: Primero, ¿cómo sabes que no estoy sentada aquí con Michael? En
segundo lugar, ¿por qué no estás galanteando en caza de tu próxima
conquista? B.
Nate: ¿Galanteando? Eres toda una artífice de las palabras. Oí a Emma
hablar de que estabas sola en casa, y yo no. Galanteo, si. Compré un poste
de cama nuevo. N.
Yo: A la cama. Por favor, no comentes nada sobre eso. PD: Gracias por las
flores, y esas cosas. B.
Nate: De nada por las flores y «esas cosas». Duerme bien, hermosa. N.
Bueno, mierda.
Vuelvo a leer su texto. Justo esto es por lo que tengo que terminar
esta… cosa. Sea lo que sea esto. Él no puede llamarme hermosa. No
puede hacer referencias a su cama y a mí.
Tengo que decirle a Michael.
ᗢ
Sentada en la tienda después del ajetreo del lunes por la mañana,
pienso en el fin de semana que pasé con Michael. El raro fin de
semana en el que realmente estuvo cuarenta y ocho horas seguidas
fuera del hospital.
El fin de semana perfecto con el chico perfecto.
Realmente no pensé que iba a resultar de esa manera. Había
decidido exponerlo todo allí. Bueno, casi todo. Pueden haber habido
algunos detalles menores que omití, pero, en su mayor parte, fui
completamente honesta, diciéndole lo incómoda que estaba con Nate
y cómo él es un mujeriego y que sí, bailamos lento una vez pero solo
porque todos los demás lo estaban haciendo y que no. NO nos
besamos.
Técnicamente, es la verdad, no lo hicimos. Nosotros podríamos
haberlo. Casi lo hicimos. Pero al final, no nos besamos, y no hice nada
malo.
Incluso dije que de alguna manera había conseguido mi número
y me había enviado un mensaje de texto. Me ofrecí a mostrarle los
textos si quería. Por supuesto, dijo que no necesitaba ver los textos.
Dijo que confía completamente en mí y que si quisiera a alguien más,
estaría con alguien más y que sabe que nunca lo dejaría por alguien
como Nate, un infiel que abandonó a una joven y arruinó un
matrimonio.
Una vez un tramposo, siempre un tramposo, dijo.
Cuando lo pienso, me doy cuenta de que todo lo que dijo Michael
es verdad. Si quisiera estar con Nate, podría estar con Nate. Pero,
¿qué lograría con eso? Él simplemente me lastimaría de nuevo.
Incluso si tuviera sentimientos por él, que no los tengo, me engañaría
y pasaría a su próxima conquista.
Sabía todo esto, pero de alguna manera Michael me lo dijo para
que realmente lo entendiera.
Sé lo que tengo que hacer. Si vuelve a contactarme, le rogaré que
me deje en paz. Le pediré a Graham que haga lo que sea necesario
para mantenerlo alejado de mí. Necesito concentrarme en Michael.
Mi vida está con él, con el hombre perfecto que sé que me será fiel.
Me invade una sensación de alivio. El peso ha sido quitado de mis
hombros.
Estoy en paz.
ᗢ
Ha pasado casi una semana desde que Nate me escribió por
última vez y realmente pensé que simplemente se marcharía para no
tener que confrontarlo. Soy mala para las confrontaciones. Pero mi
teléfono suena, y el Karma simplemente no me deja en paz.
Maldición.
Desearía que detuviera esto, solo lo está haciendo más difícil.
Tengo que decirle que se vaya, si quiero tener la oportunidad de ser
feliz.
Tomo una respiración profunda y escribo un texto.
Yo: Nate, le conté todo a Michael y fue muy comprensivo. Él es al que amo.
No quiero a nadie más. No te quiero a ti. Lamento lo que pasó en aquel
entonces y que hizo que te fueras, pero esta es mi vida ahora. No puedo
tenerte en ella. He hecho mi elección. No vuelvas a contactarme. Por favor.
Sé mi razón.
Mi causa, mi luz
Sé mi razón
Mi propósito, mi vida
Porque bebé, siempre fuiste tú
tu eres mi razón
me has ayudado.
Ryan: No dijo nada. Pero no tengo miedo de decirte que temí por
mi vida antes de que tu y E aparecieran. Lyn, me gusta el chaval.
No seas muy dura con él.
1
Drogas Realmente Asombrosas
Bakery, listos para ayudar a los novatos con la máquina de
espresso.
—Brooklyn —dice alguien detrás de mí.
Cierro mis ojos. Conozco esa voz. Está en mis sueños. Esa
voz baja, rasposa y sexy que hace que mi corazón lata rápido
y mis piernas se vuelvan como gelatina.
Me giro rápidamente y me encuentro cara a cara con
Nate. Instantáneamente, varias emociones se apoderan de
mí. Felicidad, alivio, confusión.
—¡Nate! ¿Qué estás haciendo aquí?
Entonces miro su camisa. Hay un logotipo de un edificio
con las letras RAD justo encima.
—¿Tú? —pregunto, sorprendida. —¿Me contrataste?
—Bueno no exactamente. Mi empresa, o más bien la
empresa de mi padre, te contrató.
Todavía estoy mirando su camisa. Señalo el logo, casi
tocándolo. Quiero tocarlo. Quiero sentir los músculos que sé
que están debajo de la camisa que lleva puesta. Pero no lo
hago, porque… bueno, sería raro. Estoy en el trabajo después
de todo, y lo que es más importante, está fuera de los límites.
Todos los hombres están fuera de los límites.
—¿Riley…? —Me detengo y levanto las cejas, mirando
desde su camisa hasta su rostro y sus profundos ojos azules.
—Diseños arquitectónicos —finaliza.
—Vaya. Bien. —Me río, pensando en los nombres tontos
que se nos ocurrieron en la camioneta. —Entonces, ¿qué
estás haciendo aquí? —pregunto. —Quiero decir, no dijiste
nada ayer.
—No estaba seguro de cómo te ibas a sentir acerca de
esto. —Mira a su alrededor con nerviosismo y agrega: —
Brooklyn, estaré en la ciudad por un tiempo. Mi papá me
puso en este proyecto y estoy aquí para supervisarlo.
En la ciudad por un tiempo. Mi corazón salta de alegría.
Espera, ¿qué? ¿Alegría?
Mi buen juicio asoma su cabeza. No, esto no es algo
bueno. Soy débil a su alrededor. Necesito mantenerme lejos
de él por mi propio bien.
—¿Cuánto tiempo estarás aquí? —¿Días, semanas?
Oh, sí, por favor, semanas.
—Probablemente unos meses. Lleva tiempo poner en
marcha estos proyectos. Básicamente, tenemos que cuidar a
los ingenieros en cada paso del camino para asegurarnos de
que todo salga según lo planeado.
¡Meses!
Ni siquiera escuché una palabra de lo que dijo después de
eso.
Derek se acerca y se aclara la garganta. —Lyn, ¿puedes
ayudarme con la máquina de espresso? Esa palanca se está
atascando de nuevo.
—Oh, sí, lo siento.
Rápidamente le presento a Nate a Derek y luego vuelvo al
trabajo.
Tardo el doble de lo habitual en hacer que la máquina
vuelva a funcionar. Soy muy consciente de que Nate me está
mirando. Sin embargo, no estoy del todo segura de que lo que
siento sea incomodidad, sino más bien que espero que mi
trasero se vea bien en estos pantalones.
Pienso en esta mañana y me pregunto si me puse
suficiente rímel para que mis ojos se vean bonitos. Incluso
me paso la lengua por los dientes y siento alivio cuando
pruebo los restos del enjuague bucal, dado que él estaba
parado tan cerca de mí hace unos momentos.
—Te veré luego, Brooklyn —susurra Nate en mi oído al
pasar.
Olvido lo que estoy haciendo. De hecho, dejo de moverme
y no puedo formar un pensamiento cognitivo en mi cabeza
después de sentir su aliento caliente en mi cuello.
ᗢ
De vuelta en la panadería esta tarde, no puedo dejar de
pensar en lo que sucedió esta mañana. Nate estará aquí
durante meses. ¿Lo veré seguido?
Por supuesto que lo harás, estúpida, probablemente él se
asegurará de eso.
Recuerdo las miradas furtivas que nos lanzamos esta
mañana. Todavía puedo sentir el calor de su toque cuando
rozó mi brazo mientras caminaba a mi lado y el brillo de sus
ojos cuando me miraba desde el otro lado de la tienda. Él
estaba ocupado y yo estaba ocupada, pero de alguna manera,
siempre sabíamos dónde estaba el otro.
¿Qué estoy haciendo? Tengo que dejar de pensar en él de
esta manera. Es un simple enamoramiento, una fantasía de
colegiala que nunca más volveré a experimentar.
Necesito fortalecer mi determinación. Tengo que
asegurarme de que no estemos juntos a solas. ¿Qué tan difícil
puede ser eso? No es como si lo fuera a ver todos los días.
Puedo hacer esto. ¿O no puedo?
Sí.
No.
No sé.
Tonterías. Estoy tostada.
ᗢ
El beneficio de vivir donde trabajas es que cuando trabajo
hasta tarde, como hoy, puedo ir directamente a mi
apartamento y relajarme. Sin desplazamientos, sin esperas
en el tráfico. Es una de las razones por las que amo este lugar.
No es demasiado tarde, solo alrededor de las seis, pero es
tarde para mí, ya que normalmente salgo alrededor de las tres
en punto. Estoy gastada. Mis manos están en carne viva
después de la limpieza a fondo del equipo de catering. Estoy
arrastrando mis pies por las escaleras. Ni siquiera creo que
tenga la energía para preparar la cena. No puedo esperar para
sumergirme en un helado y ver un par de programas que he
grabado.
Me dirijo directamente a la cocina y abro el congelador.
¿Compré tanto helado?
Hay dos galones de helado de menta con chispas de
chocolate mirándome a la cara. Un regalo de despedida de
Emma, tal vez. Agarro uno junto con una cuchara, pasando
por alto el tazón y me dirijo al sofá.
Ahí es cuando me golpea. Algo es diferente. Incluso huele
diferente aquí. Miro a mi alrededor y veo algunas cajas
apiladas detrás del sofá.
Pensé que se las habían llevado todas.
Dejo el helado en la mesa de café y me dirijo a mi
habitación. Todo se ve bien aquí. Me dirijo a la habitación de
Emma, bueno, el dormitorio de invitados. Mis ojos se abren
como platos y me asalta la confusión cuando veo varias cajas
más en su cama y algunas maletas junto al armario.
—¿Emma? —le pregunto a nadie en particular, porque
aquí no hay nadie más.
¿Qué está pasando?
Vuelvo a asomar la cabeza hacia la sala de estar y miro a
mi alrededor. Luego cruzo la habitación a grandes zancadas
hacia las maletas y encuentro una etiqueta de identificación
colgando de una de ellas. La abro, tirando de la pequeña
solapa de cuero de la ventana de visualización y respiro
hondo cuando leo el nombre.
Nathan Riley.
—¿Qué demonios? —exclamo en voz alta.
Salgo corriendo a la cocina y cojo mi teléfono.
Tonterías. Borré su número hace años. Toco mi pantalla
varias veces y obtengo un número diferente. Suena solo una
vez.
—Lyn, cariño, ¿cómo estás? —pregunta Emma sobre una
octava demasiado alta.
Oh Dios. Ella sabe de esto.
—¿En serio, Emma? —grito. —¿Qué estás pensando? De
ninguna manera voy a dejar que Nate Riley viva conmigo
unos meses. No quiero a ese hombre en el mismo pueblo y
mucho menos en el mismo departamento. Llámalo ahora
mismo, en este instante. Le dices que venga a recoger sus
cosas y vaya a un hotel, o a casa de su hermana, o en cualquier
lugar menos aquí.
—Cálmate, Lyn—. Puedo oírla sonreír y eso me enfada
aún más.
—¿Cálmate? —grito. —¿Cálmate? ¿Desde cuándo
puedes tomar decisiones sobre mi vida sin consultarme?
—Porque te conozco —dice ella. —Porque sabía que no
estarías de acuerdo. Pero también porque sé que es lo mejor
para ti. Estás sola ahora y odio eso. Él está solo en una ciudad
que desprecia. Ustedes se necesitan el uno al otro, ya sea que
lo sepan ahora o no. Además —agrega, —soy dueña del
edificio.
—Oh, ¿acabas de jugar la carta del propietario conmigo?
—Lo siento, Lyn. No debería haber dicho eso. Pero por
favor, solo dale algo de tiempo. Realmente necesitaba un
lugar para quedarse. Ya nadie hace arrendamientos a corto
plazo.
Escucho la súplica en su voz.
Tengo que salir de aquí antes de que llegue a casa.
Rápidamente devuelvo el helado al congelador, tomo mis
llaves y salgo volando por la puerta escaleras abajo.
—Hablaré contigo más tarde, Emma.
—Espera… —es todo lo que escucho antes de que la
interrumpa.
Luego apago mi teléfono.
ᗢ
Trato de informar a mis padres lo mejor que puedo, pero
es bastante incómodo contarles que perdí mi virginidad a los
diecisiete años. Sabían que estaba enamorada de él. Vieron
lo destrozada que estaba después de que se fue. Pero esto es
probablemente algo que nunca quisieron saber, no
realmente.
Me dejan hablar hasta que me duele la garganta, luego
mamá me lleva a mi antigua habitación.
Mi habitación. Mi santuario mientras crecía. Nunca
cambiaron nada. Se ve exactamente igual que cuando me
mudé hace cuatro años. Incluso la foto de Nate metida en el
lado del espejo está ahí, arrugada y desgastada por los años
que pasó debajo de mi almohada, pero Emma nunca me dejó
tirarla. Ella dijo que algún día me alegraría de haberla
guardado.
Todavía estoy esperando ese día.
Mi mamá me arropa en la cama, como lo hacía cuando era
pequeña.
—Quiero contarte algo que sucedió en la boda de Emma
—dice. —Probablemente debería habértelo dicho hace
semanas, pero no pensé que volverías a ver a Nate. —Ella está
frotando mi cabello y es tan calmante y reconfortante como
siempre. —Me encontré con el padre de Nate.
Giro la cabeza para ver su rostro y levanto las cejas hacia
ella.
—Quería disculparse con nosotros por lastimarte hace
tantos años —me dice.
—¿Qué? ¿Por qué tendría que hacer eso? No fue su culpa.
—Oh, pero él cree que lo fue. Algo sobre hacerles creer a
sus hijos que sus amigos ya no se relacionarían con ellos.
—Sigo pensando que si Nate quisiera ponerse en
contacto conmigo, lo habría hecho. —Arrugo la frente. —Fue
su elección. Podría haber encontrado una manera incluso si
su padre no hubiera querido que lo hiciera.
—Tal vez eso sea cierto —dice ella. —Pero, ¿por qué no
darle el beneficio de la duda? O al menos habla con él sobre
eso antes de condenarlo. Él era joven en ese entonces, al igual
que tú, y, como descubrimos esta noche, no siempre tomaste
las decisiones más sabias.
Levanta las cejas hacia mí y me da una mirada que solo
una madre puede dar.
—Aún así, mamá, eso no cambia el hecho de que no
quiero vivir con él. No quiero vivir con ningún hombre,
nunca más.
Ella me sonríe dulcemente. —Duerme querida. Mañana
será mejor. Has tenido un largo día. —Besa mi frente y se
dirige a la puerta. —Nunca digas nunca, Brooklyn.
No puedo evitar mirar por la ventana delantera de la
tienda. Allí está, de nuevo, como ha estado todas las mañanas
de esta semana. Nate está estirado en el parque al otro lado
de la calle, preparándose para correr. Está sin camisa, así que
puedo ver las curvas de su abdomen, los contornos de sus
músculos, la dureza de su cuerpo. Casi puedo oler su aroma.
Esa mezcla de frescura limpia y Nate con un toque de sudor
masculino. Una combinación embriagadora.
Respiro hondo, sabiendo que podré disfrutar de su aroma
de primera mano cuando, en unos cuarenta y cinco minutos,
entre en la tienda y pida un café negro y un muffin de
arándanos, lo mismo de cada día. Luego saldrá por la puerta
principal de la panadería y dará la vuelta por la parte trasera
hasta la entrada privada de nuestro apartamento.
¿Cuándo se convirtió en nuestro apartamento?
Sé que lo hace a propósito. Bueno, creo que lo hace a
propósito. Nunca me mira de esa manera para ver si lo he
notado, así que tal vez es solo su rutina.
Oh, me he dado cuenta. También todas las demás mujeres
de sangre roja en la panadería a las siete de la mañana. Y
algunos hombres también.
—Él es bueno para los negocios —dice una linda
pelirroja, sacándome de mi trance.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que la tienda está
más llena de gente que de costumbre. La gente está dando
vueltas en lugar de ir a tomar un café y luego irse a trabajar.
Pongo los ojos en blanco y muestro una sonrisa falsa. —
¿Qué puedo conseguirte?
Intento completar su pedido sin volver a mirar afuera. En
cambio, miro a todas las mujeres mirando a mi nuevo
compañero de cuarto. Me giro para ver a Kaitlyn con los ojos
muy abiertos y congelada mientras limpia el filtro de café.
Uso una servilleta para secar la baba invisible de su
barbilla.
—Lyn. —Ella rompe la mirada y me observa. —Si no
sacas la cabeza de tu trasero pronto y te subes a esa obra
maestra de hombre, alguien más lo hará.
Alguien más. Aborrezco la idea de que alguien más esté
con él, tocándolo, oliéndolo.
Entonces me castigo a mí misma. Soy tan hipócrita.
¿Cómo puedo estar enojada con otras mujeres por quererlo?
Él no es mío. Él nunca será mío.
Vuelvo al trabajo y trato de concentrarme en cualquier
cosa menos en el hombre que sé que entrará en mi tienda en,
miro el reloj, treinta minutos.
Pienso en esta semana cuando tomé la decisión de tratar
de vivir con esta situación. Aprovechar al máximo. Limonada
de limones y todo eso.
Cuando Emma se fue a la universidad, la colocaron con
una compañera de cuarto infernal en su primer año. No pudo
cambiar la asignación de su dormitorio, así que reorganizó
su horario de clases para no estar cuando su compañera de
cuarto estaba ahí.
Decidí tomar una página de las crónicas de Emma e ir con
la evasión también. He trasladado mis habituales carreras
matutinas al final de la tarde para estar fuera cuando Nate
llega a casa del trabajo. Me he puesto al día con un montón
de contabilidad en la tienda viniendo aquí después de mi
ducha. Luego, cuando vuelvo arriba, leo en la cama durante
horas, evitándolo en la sala de estar donde ve la televisión.
Está funcionando. Apenas le he dicho dos palabras en
toda la semana. De hecho, creo que hablo más con él cuando
hace su pedido aquí en la panadería que cuando está en
nuestro departamento.
Ojalá saliera más. Se sienta en casa todas las noches a ver
películas o trabajar en la mesa de dibujo que instaló en su
dormitorio.
Salgo de la parte de atrás con una bandeja de muffins
recién hechos cuando él entra. Lo observo dirigirse al
mostrador. Está caminando hacia mí y todo lo que puedo ver
es ese cuerpo sudoroso, los músculos brillantes y ondulados.
Sus ojos están sobre mí, devorándome como el muffin que
sé que está a punto de pedir.
Las mujeres están prácticamente alineadas a cada lado de
él mientras camina junto a ellas, como un jugador de fútbol
pasa junto a las porristas que se alinean en el camino hacia
el campo. Colectivamente, sus barbillas golpean el suelo
cuando llega al mostrador y saca unas cuantas servilletas
para limpiarse la cara.
No mira a ninguna de ellas. Él no rompe el contacto visual
conmigo. Creo que debe haber veinte mujeres aquí a las que
les gustaría verme muerta en el acto. Desearía que me muriera
en el acto si fuera una de ellas, mirando la forma en que me
mira como si fuera la polilla de mi llama.
Sólo temo ser yo quien se queme.
—Buenos días, Brooklyn.
Él sonríe con esa sonrisa blanca y llena de dientes que
hace fluir mis jugos internos.
—Buenos días. ¿Lo de siempre? —pregunto.
—Sí. Gracias.
Saca un billete de diez del bolsillo de sus pantalones
cortos de correr y me lo da. Está húmedo por el sudor y
resisto el impulso adolescente de ponérmelo en la nariz. Eso
estaría mal en muchos niveles. Lo pongo en la caja
registradora y le doy su cambio que tira en el cubo de
propinas.
—Gracias, Brooklyn. Te ves encantadora hoy.
Es lo mismo que ha dicho todas las mañanas de esta
semana.
Este baile es el mismo que hacemos todos los días. Se da
la vuelta para salir por la puerta principal, más allá de la
docena de ojos que lo miran como un trozo de carne, como
leonas esperando para atacar.
Hoy, sin embargo, antes de que pueda pensarlo dos veces
y evitar que las palabras salten de mi boca, digo: —Nate, ¿por
qué no vienes y usas la entrada trasera?
Se detiene en seco. Puedo ver el reflejo de su enorme
sonrisa en la ventana. Da media vuelta y vuelve a pasar junto
a las mujeres, luego pasa junto al mostrador y entra en la
trastienda.
¡Ja!, me digo a mí misma mientras las leonas me miran
con incredulidad.
Después del trabajo, me preparo para salir a correr.
Agarro una botella de agua de la cocina, y mientras me la
llevo a los labios, veo que Nate ha desempaquetado la última
de sus cajas y su colección de películas bastante grande se
extiende por los estantes del centro de entretenimiento.
Hojeo su colección. Sabía que compartíamos un interés
por las películas; es una de las cosas de las que hablamos en
aquella fiesta hace tantos años.
Creo que debe tener todas las películas slasher que se
hayan hecho.
Distraídamente tomo mi favorita, Scream, la primera.
Nunca pasa de moda.
Oigo su llave en la puerta, así que rápidamente dejo el
DVD y voy a la cocina a terminar mi agua.
Me mira sin decir una palabra cuando paso a su lado al
salir.
Sí, estoy usando mis shorts rojos favoritos para correr, los
que hacen que mi trasero se vea muy bien. Creo que es el
spandex extra.
Más tarde, después de mi ducha, me dirijo a la cocina y
preparo un sándwich para bajar cuando escucho las primeras
líneas de mi película favorita.
Estoy de pie en la puerta de la cocina, con los ojos
pegados a la televisión, perdiéndome en el programa.
—Sabes, no te morderé si vienes a sentarte en el sofá —
dice, palmeando el lugar a su lado.
Me doy la vuelta, termino de hacer mi cena y luego me
dirijo hacia el otro extremo del sofá. Es mi película favorita,
después de todo.
Los dos nos reímos de las mismas partes, las que hacen
que la mayoría de la gente salte, grite y tape sus ojos. Pero
nos reímos. Y luego nos miramos con el rabillo del ojo y
sonreímos, porque sabemos que somos idiotas.
Nunca he encontrado a otra persona que pueda ver una
película slasher como si fuera una comedia.
Hasta ahora.
Michael y yo solíamos mirarlas, pero él me apretaba la
pierna cada vez que se asustaba, aunque nunca admitiría que
estaba asustado. Incluso me pidió que dejara la luz de la
cocina encendida una noche. Dios, fue gracioso.
Me río en voz alta. Pero no por la película, por lo que Nate
pregunta: —¿Qué es tan divertido?
—Nada. Estaba recordando algo.
Y me doy cuenta. Acabo de tener un recuerdo feliz de
Michael. Creo que sonrío todo el resto de la película.
Las siguientes noches lo repetimos con Freddy vs. Jason y
luego Halloween H20.
Hemos establecido una rutina. No hablamos de eso,
simplemente lo hacemos. Vuelvo de correr, me ducho, me
preparo algo de comer y luego nos sentamos a ver la película
que haya elegido.
Anoche incluso hizo algo para la cena antes de que yo
volviera. Creo que lo hizo a propósito, pero casualmente
mencionó que hizo demasiado para que él comiera, así que
podría tomar algo si quisiera.
Nate nunca sale. Una noche fue a cenar a casa de su
hermana, pero aparte de eso, solo es trabajo o casa para él.
Yo, por otro lado, estoy tratando de impulsar mi vida
social sin Emma, así que salí esta noche para una Noche de
Chicas con Kaitlyn y Derek. Técnicamente, puedo llamarlo
así, ya que los tres podemos babear por los chicos lindos,
¿verdad?
Llego a casa pasada la medianoche y encuentro a Nate
dormido en el sofá. No puedo apartar mis ojos de él. Se ve tan
pacífico, incluso infantil. Su cabello está aún más
desordenado de lo normal porque su brazo está sobre su
cabeza.
Oh, ahí está el tatuaje, en toda su gloria para que yo lo
vea. No debería mirar. Dice que no es asunto de nadie. Aún
así, camino de puntillas hacia la parte trasera del sofá,
observándolo todo el camino. Veo su pecho para asegurarme
de que su respiración sigue siendo constante y profunda.
¿Por qué me siento como un gato ladrón?
Cuando estoy a unos metros de distancia, puedo
distinguir claramente el tatuaje y mi respiración se acelera.
Nunca he visto algo así. Bueno, no es que sea una experta en
tatuajes ni nada por el estilo, pero este es absolutamente
morboso.
En la parte inferior de su brazo está el contorno negro de
un corazón del que sobresale un cuchillo. El único color en
todo el tatuaje son las gotas de sangre roja que salen del
cuchillo. Y cuando digo corazón, me refiero a la
representación anatómica de un corazón real, con válvulas y
vasos. Es terrible. Quiero decir, es una gran obra de arte, pero
es horrible.
Hay palabras sobre él, palabras que también se pueden
ver envolviendo la parte delantera de su brazo. Van todo el
camino alrededor y sobre el corazón. Están escritas en
francés, así que no tengo idea de lo que dicen. «Mourir Pour»
es la parte de la frase que grabo en mi memoria para poder
buscarla en Google más tarde.
—¿Te gusta lo que ves?
Lo miro a la cara y veo que me está sonriendo.
¿Cuánto tiempo he estado parada aquí mirando su
tatuaje? Busco en mi mente una excusa para estar tan cerca
de él.
Agarro la almohada de la silla a mi derecha y digo: —Um,
parecías incómodo, así que pensé que podrías querer esto.
Se lo lanzo y luego salgo de la habitación solo para
escuchar su risa ahogada detrás de mí.
En mi habitación, abro mi computadora portátil y busco
en Google la traducción de las pocas palabras que vi en su
tatuaje.
«Morir por».
Me despierto de golpe y me toma un minuto recordar
dónde estoy. Escucho música de El Resplandor una y otra vez
mientras el DVD está atascado en la pantalla del menú. Miro
el reloj y veo que son más de las once. Los eventos del día
pasan por mi mente y recuerdo lo exhausta que estaba
cuando salí de mi inventario mensual.
Oh, nos quedamos dormidos en el sofá. Juntos.
Mi cabeza está en su hombro y mi mano en su pierna.
Mierda.
Salto en el sofá y eso despierta a Nate, que tiene una
sonrisa en su rostro.
—Okay, ¿exactamente cuánto tiempo estuve durmiendo
así? —pregunto
Siento un rubor subir por mi rostro.
—No mucho —dice. —No podría soportar empujarte
lejos de mí, hueles como una magdalena.
—¿Qué? —Lo miro como si estuviera loco. —Me duché
después del trabajo, lo sabes.
—Lo sé. Puedo oler tu champú. ¿Flores?
—Mmmm —murmuro.
—De todos modos, siempre hueles a pastelitos —agrega.
—Vainilla, creo. Pasas tanto tiempo horneando que
probablemente rezuma por tus poros.
Él ríe y yo lo golpeo con una almohada antes de olfatear
mi brazo.
—Brooklyn, es un cumplido. Hueles bien. Nunca podré
volver a comer dulces sin pensar en ti.
—Vaya. Bueno… gracias, supongo.
Decido preguntarle lo qué me ha estado molestando
durante semanas.
—Nate, ¿cómo es que nunca sales? Quiero decir, debe ser
aburrido pasar el rato y ver películas conmigo.
Pone su brazo en el respaldo del sofá para que su mano
esté a solo unos centímetros de mí.
—Primero, nunca es aburrido pasar el rato contigo. En
segundo lugar, realmente no quiero salir y arriesgarme a
encontrarme con gente de la escuela secundaria.
Se encoge de hombros y se ve avergonzado e incómodo,
así que no lo presiono sobre el tema. Se levanta y camina
hacia la cocina. Puedo escucharlo abrir el refrigerador.
Cuando regresa, coloca dos cervezas en la mesa frente a
nosotros y luego procede a abrir las tapas y me entrega una
botella.
Oh, supongo que estamos conversando.
Me cuenta sobre su trabajo y lo emocionante que es ver
un edificio surgir de la nada. De hecho, le brillan los ojos
cuando habla de ello. Es muy apasionado en su explicación
de lo que se necesita para diseñar una nueva estructura, y
aunque me ha perdido con todos los términos técnicos, estoy
asombrada de lo inteligente que es en el tema.
Le cuento sobre la apertura de la panadería hace cuatro
años y parece realmente interesado. Él pregunta sobre
cualquier plan para expandir la panadería o incluso
franquiciarla.
—De ninguna manera. —Tomo un trago y luego niego
con la cabeza con vehemencia. —Nunca revelaría mis
secretos a extraños virtuales. Además, mi sueño de niña
siempre fue dirigir una panadería familiar que fuera toda
mía. —Miro hacia arriba y veo su confusión. —Sé que traje a
un compañero —digo. —Pero eso es principalmente para
poder diversificarme en la restauración. —Tomo entre mis
dedos una bola de pelusa en el sofá. —Supongo que
consideraría una segunda ubicación, pero tendría que
participar en todo. Está prácticamente escrito.
Se vuelve a reír y coloca su brazo en el respaldo del sofá
para que su manga suba por su bíceps mostrando su tatuaje.
Lo observo. Me pregunto qué dicen el resto de las
palabras.
«Morir por».
¿Qué significa eso? ¿Claudia es por quien él moriría?
Pero, ¿por qué el cuchillo y la sangre?
—Es solo un tatuaje, Brooklyn —dice.
Solo puedo imaginar lo idiota que debo parecer
mirándolo.
—¿Qué dice? —Muerdo mi labio. —Quiero decir, si no te
importa que pregunte. ¿Lo hiciste para ella? ¿Tu esposa?
—Ex-esposa —dice con dureza. —Y no, no lo hice para
ella. Ni siquiera estoy seguro de haberlo hecho gracias a ella.
Es un proverbio marroquí. Dice: «Quien no tiene nada por qué
morir, no tiene nada por qué vivir».
Estoy atónita. Eso es profundo. muy profundo. No estoy
segura de qué decir. ¿Estoy lista para tener este tipo de
conversación con él?
—No le des demasiada importancia, Brooklyn —suspira.
—Estaba en un mal momento cuando me lo hice. Estoy bien
ahora.
Él está bien ahora.
¿Pensaba que no tenía nada por lo que vivir?
Un cuchillo en el corazón. Ella realmente debe haberlo
roto de la misma forma en que yo estoy rota. La única
diferencia es que no lo llevo en la manga.
Se levanta y se dirige a su colección de películas.
—De acuerdo con el tema de Stephen King, ¿qué tal
Children of the Corn?
Miro el reloj. 11:30. Es tarde y debería irme a la cama.
—De acuerdo.
Agarro la manta a mi lado y la tiro sobre mis piernas.
ᗢ
Aprieto los ojos con fuerza y trato de mantener la claridad
fuera. Todavía no estoy lista para levantarme. Me duele el
cuello, así que lo muevo un poco sobre mi almohada llena de
bultos.
A medida que empiezo a despertarme más, estiro la mano
para esponjar mi almohada y me encuentro hurgando en el
regazo de Nate.
Ay dios mío.
Con horror, me doy cuenta de que he estado tocando la
erección que está presionando contra la bragueta de sus
jeans.
Me doy la vuelta y me caigo del sofá, golpeándome la
cabeza contra el costado de la mesa de café.
—¡Ay! —chillo, despertando a Nate.
Entonces me golpeo la espinilla con el costado del sofá y
no puedo alejarme cojeando lo suficientemente rápido. Me
estoy frotando la cabeza y sosteniéndome la espinilla cuando
me doy la vuelta y veo a Nate riéndose histéricamente en el
sofá. Creo que debo ponerme de color rojo remolacha. No
puedo pensar coherentemente y tampoco mantenerme en
pie, así que me dejo caer en el sofá y me cubro la cara con las
manos.
Se acerca y sube mi pierna al sofá y frota el bulto rojo que
se está formando.
—¿Estás bien? —pregunta con toda seriedad, ahora que
ve que estoy herida.
—Estoy bien —digo sin mirarlo.
Miro a cualquier parte menos a él. Sé que si levanto la
vista, mis ojos irán directamente a su regazo y eso me
mortificará aún más.
Aparto mi pierna y él dice: —Brooklyn, está bien. No hay
nada de qué avergonzarse. Nos quedamos dormidos viendo
la película. Suele suceder. —Se ríe y mira su regazo. —Um…
lamento eso. También suele suceder. —Se encoge de
hombros.
Lo miro ahora, rogándole a mis ojos que se mantengan
por encima de su cuello.
—Si quieres avergonzarte de algo, avergüénzate del
sueño que tuviste anoche —dice.
—¿Qué?
—El sueño. Ya sabes, ¿aquel en el que gemías y gritabas
mi nombre? —Él se ríe.
—Yo no tuve ningún sueño así —hago un puchero.
Se levanta del sofá y se dirige a su habitación. —Está bien,
lo que tú digas. —Se aleja. —Así que supongo que trataré de
no ofenderme porque huelo a... ¿qué era? ¿ropa limpia? —
Cierra su puerta.
Mierda.
Mierda. Mierda. Mierda.
¿Qué dije en mi sueño? Michael solía decirme que a veces
hablaba en sueños pero nunca podía entender lo que decía.
Me devano los sesos tratando de recordar los sueños que tuve
anoche.
Me aseguro de no volver a encontrarme con Nate antes
del trabajo. Estoy tan avergonzada. No puedo imaginar lo
que debe pensar de mí. Lo último que necesito es que sepa
que sueño con él.
ᗢ
Hoy resulta ser uno de esos días en los que desearías
haberte quedado en la cama todo el día.
Perdí una oferta de catering. Dijeron que no tenía
suficiente experiencia con eventos importantes. Es verdad, lo
sé. Pero, ¿cómo podemos obtener experiencia con grandes
eventos si nadie nos contrata para grandes eventos?
Realmente contaba con esto para poner mi nombre allí.
Ryan se enfadará. Antes de irse a Costa Rica, pensó que
teníamos esto en la bolsa.
Corro unas pocas millas más esta noche para ayudarme a
calmarme. Nada me aclara más la cabeza que golpear el
pavimento mientras escucho música.
Casi tropiezo en la acera cuando suena una canción en mi
iPod. Una canción que no está en mi lista de reproducción.
Una canción que no he escuchado en más de dos años. Be My
Reason.
Fue el último mensaje que me envió Nate después de
Raleigh.
¡Nate!
Puso esto en mi lista de reproducción, el muy bastardo.
Sin embargo, no lo quito.
Escucho cada palabra.
Something inside me
(Algo dentro de mi)
Can’t rest until I find
(no puede descansar hasta encontrar)
The way to make it up to you
(la forma de compensarte)
The way to make you mine
(la manera de hacerte mía)
Be my reason…
(Sé mi razón…)
My cause, my light
(mi causa, mi luz)
Be my reason…
(sé mi razón…)
My purpose, my life
(mi propósito, mi vida)
‘Cause baby it was always you
( porque bebé, siempre fuiste tú)
You’re my reason
(tu eres mi razón)
You've pulled me through
(me has ayudado)
Be my reason…
(Sé mi razón…)
My cause, my light
(mi causa, mi luz)
Be my reason…
(sé mi razón…)
My purpose, my life
(mi propósito, mi vida)
‘Cause baby it was always you
( porque bebé, siempre fuiste tú)
You’re my reason
(tu eres mi razón)
You've pulled me through
(me has ayudado)
2
Del latín: “Una cosa por otra”
—Gracias por decirmelo. —Vuelve a besar mi muñeca y
me saca de la cama con él. —Ducha —exige.
—¿En serio? ¿Todavía no has tenido suficiente? —
pregunto.
—Brooklyn, esperé más de dos años. Tengo mucho que
compensar. —Pasa sus ojos de arriba abajo por mi cuerpo
desnudo. —Y nunca me cansaré de ti.
ᗢ
Apenas puedo contener mi emoción, sabiendo que mi
mejor amiga entrará por la puerta de nuestro apartamento en
solo unos minutos. Han pasado semanas desde que la vi y la
última vez que estuvo aquí, no tuvimos exactamente un
tiempo de calidad de chicas.
Nate también está emocionado de ver a Graham.
Mudamos todas las cosas de Nate a mi habitación la semana
pasada, dejando la antigua habitación de Emma lista para
ellos. Lo único que Nate dejó en su habitación fue su mesa
de dibujo. Utiliza la habitación como oficina para no
molestarme cuando está trabajando, como si mirarlo fuera a
ser una molestia. Es más como un afrodisíaco. Siempre se
muerde el labio y se pasa la mano por el pelo mientras dibuja.
Es sexy.
A veces me paro en la puerta y lo observo. No en vano,
siempre logramos hacer el amor cuando él termina de
trabajar.
—¡Ahhhh! —escucho a Emma gritar mientras empuja la
puerta, deja caer su bolso al suelo y se lanza hacia mí.
Compartimos un abrazo que solo puede ser entendido
por verdaderas BFF.
No importa lo lejos que estemos, siempre tendremos esta
conexión.
Una lágrima rueda por mi mejilla. Estoy feliz de verla y
triste porque ya no podemos compartir nuestra vida
cotidiana.
—¡Este fin de semana va a rockear! —le grita al cielo.
Tenemos planes de salir de discoteca con Ryan y su novia,
Laura. Ryan está de regreso en la ciudad por unas semanas
entre sus aventuras en búsqueda de emociones. Nuestra
primera cita grupal oficial.
Estoy mareada como una colegiala sabiendo que Nate y
yo podemos estar juntos frente al mundo. No hay más culpa,
no más amargura, no más dolor. Solo hay amor.
Mucho amor.
Graham y Nate se están poniendo al día con unas
cervezas cuando aparecen Ryan y Laura. Laura nunca ha
conocido a Nate, así que se los presento.
—Nate, esta es Laura. Laura, este es mi… mi… oh.
—Novio. —dice Nate, extendiendo su mano hacia ella. —
Soy su novio.
Él posa sus ojos en mí.
Novio.
Sí, me gusta cómo suena eso.
Nunca lo había dicho antes al hacer referencia a Nate.
Soñé con llamarlo así cuando era adolescente. Incluso
bailaba por la casa con una almohada grande, fingiendo que
era mi novio, Nate. Pero en realidad nunca he dicho las
palabras en voz alta.
Me acerca para que solo yo pueda escucharlo susurrar sus
calientes palabras en mi oído, —Y tú eres mi novia. Mía. Por
siempre.
Y una vez más, otra parte de mi corazón es arrancada,
encontrando su camino hacia Nathan Riley.
ᗢ
El club que Emma ha elegido es uno de moda con música
de los mejores cuarenta en su mayoría, muy fácil para bailar.
Los seis pedimos unos tragos y charlamos un rato.
Ryan nos ha estado regalando historias de su última
excursión: estuvo buceando en cuevas en Costa Rica. Estoy
asombrada por todas las cosas increíbles que ha
experimentado.
Laura, por otro lado, parece aburrida y pone los ojos en
blanco ante sus historias. Ella debe haberlas oído mil veces
antes.
Ryan me da un codazo y empieza a contarme la historia
de cuando me enseñó a surfear. Hace que todos se rían a
carcajadas con su historia de tratar de hacer que mantenga el
equilibrio.
Les digo que, aunque parece fácil desde tierra, es bastante
diferente cuando intentas pararte en una tabla de surf en una
oleada de agua en movimiento.
—Cuando perdiste tu blusa, casi me muero de risa —dice
Ryan. —Te recuerdo tratando de usar la tabla de surf de siete
pies para cubrirte, en aguas de quince pies de profundidad
con olas rompiendo a tu alrededor. Fue hilarante. —Sus ojos
comienzan a lagrimear.
Nate se pone rígido y aprieta mi muslo. Lo miro y ya no
se ríe con el resto de nosotros. Está mirando a Ryan como si
quisiera darle un puñetazo, así que llevo su mano a mis labios
y la beso suavemente.
—Baila conmigo, cariño —susurro, probando el cariño en
él.
Mueve su cabeza hacia mí, aparentemente olvidándose de
Ryan y mi bikini perdido y dice: —¿Cariño? —sonríe. —Eso
sonó caliente. Dilo otra vez.
Me aclaro la garganta y luego le susurro al oído en voz
baja y sensual: —Cariño, te deseo, en la pista de baile, ahora.
Se retuerce en su asiento, reacomodándose.
¿Realmente puedo afectarlo tanto simplemente con mis
palabras? Es un pensamiento embriagador.
Me levanta de la mesa y dice: —Baby, puedes tener lo que
quieras cuando me hablas así.
Nos perdemos el uno en el otro en la pista de baile.
Gracias a Dios que está oscuro y hay mucha gente bailando.
No importa si la canción es rápida o lenta, nuestros cuerpos
se presionan uno contra el otro prácticamente de pies a
cabeza.
Desliza su mano entre mi falda y blusa y pasa sus dedos
alrededor de la tira de piel hasta mi espalda, enviando
descargas eléctricas a través de mi cuerpo.
Mis manos no pueden decidir si quieren agarrar su
cabello, agarrar sus bíceps o trazar los músculos de su
espalda, así que hago cada uno por turnos. No puedo tener
suficiente de su piel bajo mis dedos temblorosos.
Me hace girar para que mi espalda quede frente a él. Me
agarra de las caderas y me mueve con él para que bailemos
como uno al son de la música a todo volumen. Puedo sentir
su creciente erección presionando mi espalda.
Cierro los ojos y dejo caer mi cabeza contra su hombro.
Él lame mi cuello.
—Mmmm, salado y dulce. Mi combinación favorita —
dice contra mi piel.
Bailamos así toda la noche. ¿Quién necesita drogas?
¿Quién necesita alcohol? Nate es una adicción que debo
satisfacer. Es como si estuviera desarrollando una tolerancia
y necesitara más y más de él para obtener mi dosis. Nunca
me cansaré de esto, de él.
Sólo puedo esperar que él sienta lo mismo.
Dado que nuestra noche de pareja se convirtió en un
festival de rutinas para Nate y para mí, Emma y yo decidimos
en el camino a casa que mañana tendremos un día de chicas.
Pero esta noche… esta noche Nate y yo terminaremos lo
que empezamos en esa pista de baile.
Dos horas y tres orgasmos después, Nate y yo nos
acostamos juntos en la cama, pasando nuestros dedos por la
piel desnuda del cuerpo del otro. Comienza a dibujar algo en
mi estómago. Me hace cosquillas, pero no quiero que se
detenga.
—¿Qué estás dibujando? —pregunto.
—Mi cosa favorita. Tú —dice, besándome donde sus
dedos tocan mi piel.
Esto me recuerda a ese boceto que vi caer al suelo la
noche que salió de su habitación porque yo iba a tener una
cita.
—Vi el boceto que hiciste de mí esa primera noche —
confieso.
—¿Cuál? —Levanta las cejas.
—¿Hay más de uno? —pregunto emocionada.
—Um… podría decirse. —Suena avergonzado. Me
pregunto, si no estuviera tan oscuro aquí, ¿vería un rubor
subir por su rostro? —Puedo mostrarte si quieres.
Me siento y declaro: —Si, quiero.
Se ríe y se da la vuelta para encender la luz. Busca en el
último cajón de su mesita de noche y saca un cuaderno de
bocetos. Me mira, deja escapar un largo suspiro y me lo
entrega.
Lo abro lentamente y no puedo creer lo que veo. El libro
contiene página tras página de mí. Algunos bocetos son míos
de cerca. Hay un dibujo de mí en la panadería; otro de mí
acostada boca abajo en la cama con la cabeza apoyada en mis
manos entrelazadas.
Los más impactantes de todos son los de mí cuando era
joven, en la escuela secundaria. Hay un boceto mío
estirándome en la pista después de correr. Otro con la flauta
en mi boca. Compruebo la fecha en la esquina. Está fechado
en el año en que conectamos. El año en que desapareció.
Ay dios mío.
—Nate, Dios mío, estos son increíbles —digo con
entusiasmo.
—Eso es solo porque eres mi musa. —Se inclina para
besarme en la mejilla.
—Es increíble la forma en que me ves. Me haces lucir tan
hermosa.
Me sonrojo.
—Brooklyn, eres hermosa. Simplemente no te ves a ti
misma de esa manera. Esa es una de las cosas que me
encantan de ti.
—¿Una de las cosas? —Dejo escapar sin filtrar mis
pensamientos.
Oh mierda.
—Sí, bebé, una de las cosas.
Toma el cuaderno de bocetos de mis manos y lo coloca en
la mesita de noche. Empuja un cabello errante detrás de mi
oreja y ahueca mi rostro. Me mira a los ojos, sus iris azules
profundos bailan con pasión y propósito.
—Hay demasiadas para enumerarlos… porque amo todo
de ti.
Mi corazón salta y dejo de respirar.
—Te amo Brooklyn. —Frota su pulgar a través de mi labio
inferior. —Creo que te he amado desde la escuela secundaria.
Sé que te he amado desde Raleigh.
Cierro los ojos y dejo que las palabras penetren.
Él me ama.
Creo que este debe ser el momento más perfecto de mi
vida. He tenido otros momentos dignos de mención, pero
este quiero recordarlo cuando tenga cien años.
Tomo una respiración profunda. Huelo a Nate, a su olor
varonil mezclado con ropa limpia y sexo.
Puedo oír su respiración entrecortada mientras espera
que yo hable. Puedo escuchar los latidos de mi corazón
mientras se aleja de mi cuerpo y choca con el suyo. Puedo
sentir el hormigueo de su toque mientras desliza su pulgar
sobre mi labio.
Grabo el conglomerado de los cinco sentidos en un
recuerdo que durará toda la vida.
Abro los ojos para ver al hombre que he anhelado desde
mi juventud. El hombre que me esperó incluso cuando pensó
que estaba perdida. El hombre con el que espero pasar el
resto de mi vida.
—Yo también te amo, Nathan Riley.
La luz de la mañana comienza a filtrarse a través de mis
persianas. Trato de no despertar a Nate, que no está
acostumbrado a levantarse tan temprano como yo. Nuestros
cuerpos siguen entrelazados. Su pierna sobre la mía, mi
cabeza en su pecho, su brazo sobre mi cintura.
Repaso los eventos de anoche en mi cabeza,
reproduciéndolos una y otra vez, asegurándome de que no
estaba soñando.
Dijo que me ama. Que ama todo sobre mí.
Nunca pensé que volvería a escuchar esas palabras de un
hombre.
Estaba tan segura de que terminaría sola, de que nunca
me arriesgaría a volver a intentarlo. Pero llegó él, y ni
siquiera puedo comenzar a decirle lo agradecida que estoy de
que haya sido tan persistente.
Todavía tengo mucho miedo de lo que nos deparará el
futuro. No sé si podría soportar que se fuera.
¿Y si me lo quitaran, como a Michael?
Niego con la cabeza ante el pensamiento. Seguramente el
destino no sería tan cruel.
Su brazo derecho descansa a su lado dejando su tatuaje a
la vista para que yo lo mire. Mientras me pregunto sobre el
verdadero significado de su tatuaje, empiezo a darme cuenta
de que me sentiría igual si Nate alguna vez me dejara.
Sentiría que mi corazón está hecho trizas y seguramente
quisiera morir. ¿Es eso lo que estaba pensando cuando se lo
hizo?
Me inclino para colocar un suave beso en su tatuaje
cuando siento su otra mano recorrer mi columna, dejando
una línea de chispas en mi cuerpo. Rápidamente me separo
de su brazo.
—Buenos días preciosa.
Se inclina para besarme, sacudiendo la cabeza porque me
atrapó mirándolo. Otra vez.
—Buenos días a ti también. —Le sonrío, arrugando la
nariz con aire de culpabilidad.
—¿Qué pasa, bebé? —pregunta, tomando un mechón de
mi cabello y retorciéndolo entre sus dedos.
—Me preguntaba acerca de tu tatuaje —le digo
tímidamente. —Cuando te lo hiciste, ¿querías, eh…?
¿Querías morir?
Respira hondo y exhala mientras sus ojos se clavan en los
míos. Su mano sube para pasar por su ya desordenado cabello
matutino y se muerde el labio en contemplación.
—No, Brooklyn. No quería morir. —Nos da la vuelta de
modo que me está acurrucando por detrás y pasando su mano
arriba y abajo de mi brazo. —No estaba en un muy buen
lugar. Acababa de perder el béisbol y, por supuesto, había
descubierto que mi matrimonio era una farsa. Agregue todo
eso a lo que sucedió con mi madre. Estaba muy jodido.
Besa mi cabello antes de continuar.
—Nunca debí haberme casado con ella. Al principio,
cuando nos conocimos, parecía ser la chica perfecta. A ella le
gustaba lo que a mí me gustaba, e hizo todo lo posible para
hacerme feliz. Estaba llena de bondad y compasión. Todo eso
cambió en los meses posteriores a nuestra boda. Todo fue un
acto para atraparme. Demonios, ni siquiera sabía que ella no
quería tener hijos hasta después de casarnos.
¿Quiere hijos?
Hay tantas preguntas en mi cabeza, pero trato de
permanecer quieta y en silencio, ya que parece ser el mejor
camino a seguir cuando él está de humor para compartir
información.
—Mi mamá… ella también hizo todo lo posible para
hacerme feliz. Por fuera, ella era la madre perfecta. Todo fue
un acto también.
Puedo sentirlo sacudir la cabeza y suspirar en mi espalda.
—Jodido por dos mujeres. Aparentemente, es por eso que
me volví rebelde.
Decido intervenir en sus revelaciones.
—Tienes una visión bastante rara de ti mismo.
—Debería —admite. —Le pago una maldita fortuna a mi
psiquiatra.
Oh, esto es una noticia.
Por un lado, me sorprende que Nate vea a un terapeuta.
Parece el tipo de persona que nunca acudiría a otra persona
con sus problemas. Pero, de nuevo, me alivia saber que lo
hizo.
Me pregunto si por eso dejó de acostarse con cada mujer
que encontraba. Explica por qué parece tan diferente de lo
que era hace unos años en Raleigh. No tiene tanta ira en sus
ojos.
—¿Sorprendida? —me pregunta
Asiento con la cabeza.
—¿Cuánto tiempo ha estado viendo a un terapeuta?
—De forma intermitente durante un par de años. Supe
después de que viniste a Raleigh que tenía que hacer algo
para aclarar mi cabeza. —Se ríe en silencio. —La cosa es que
intenté sacarte de mi cabeza, pero todo lo que hice fue hacer
que te quisiera más.
—¿Por qué? —lo observo sobre mi hombro.
—Porque una vez que saqué a Claudia de mi sistema y de
mi mente, me di cuenta de que no podía haber nadie más para
mí que tú. No importa cuánto traté de encontrar a alguien
más, no pude. Y mi psiquiatra no me dejó romper mi promesa
de no contactarte. Ya sabes lo que dicen sobre la ausencia,
¿verdad?
Besa mi frente.
—Bueno, supongo que necesito conocerlo y agradecerle
—bromeo.
—Ya lo hice. —Él ríe. —Le di las gracias, quiero decir. Lo
llamé la semana pasada y le conté la noticia.
—¿Vaya? ¿Y qué dijo?
—Lo normal. ¿Me haces feliz? ¿Cómo me siento al
respecto? Ya sabes, esas mierdas —suspira. —Luego me
volvió a criticar por mi madre.
—¿Por qué tendría que hacer eso? —pregunto.
Su cuerpo se tensa detrás de mí. —Porque ella todavía
vive aquí y él cree que debería verla.
Muevo mi cuerpo y me siento. —Ella vive aquí… en
Savannah?
Él asiente con la cabeza.
—Ella todavía me envía tarjetas de cumpleaños y de
Navidad todos los años, y la dirección del remitente está aquí
en Savannah.
—¿Qué dice? En las tarjetas que te envía.
—No lo sé. —Se mira las manos. —Las tiro sin leerlas.
—¿No crees que podría estar tratando de disculparse
contigo? ¿Para hacerte saber que todavía te ama? —
pregunto.
—Por supuesto, eso es lo que dicen. —Se aleja de mí,
luciendo enojado. —Mi hermana se traga esas cosas, pero yo
no. No quiero volver a hablar con esa mujer nunca más.
—Pero ella sigue siendo tu madre. No importa lo que
haya hecho, estoy segura de que todavía te ama —le suplico.
—No vayas allí, Brooklyn —me advierte. —Ya tengo a mi
hermana y a mi psiquiatra a cuestas. No te necesito allí
también.
Decido dejarlo, no queriendo arruinar lo que
compartimos anoche discutiendo esta mañana. Me deslizo
hacia él y me siento a horcajadas sobre sus caderas.
—Está bien, ¿qué tal si estoy en tu frente entonces? —
bromeo.
Veo que la tensión desaparece de su rostro mientras mira
mi cuerpo desnudo.
—Dios, te amo —dice.
Pasa sus manos por mi caja torácica hasta mis senos y
pone uno en cada mano, estudiándolos con la cabeza
inclinada hacia un lado. Luego frunce el ceño y pone una
mirada amarga en su rostro.
—Odio el hecho de que Ryan haya visto tus senos.
Sonrío dulcemente y pongo mis manos sobre las suyas. —
¿Qué importa, cariño? Te pertenecen ahora —digo,
esperando que el uso del cariño lo saque de ese pensamiento.
Él sonríe a medias. —Sé lo que estás haciendo… bebé.
Me guiña un ojo y pasa sus dedos por mis pezones,
haciéndome estremecer mientras las ondas de choque bailan
a través de mi cuerpo.
—Y me encanta lo que estás haciendo.
Lo observo jugar con mis senos como un niño juega con
su juguete favorito.
—Háblame de tu relación comercial con él. —Su mirada
es toda seria y endurecida.
Bien, entonces nada de sexo matutino.
Mi diosa interior frunce el ceño.
Le explico que necesitaba un inversionista para construir
mi negocio. Que, con los fondos que invirtió Ryan, pude
comprar un segundo horno industrial, una furgoneta de
catering y contratar ayuda adicional.
Digo que hemos podido expandir nuestra oferta en la
panadería y aceptar trabajos de catering más grandes. Le
digo que Ryan no tiene ningún control creativo sobre el
negocio, que solo tiene voz en la parte financiera y que aún
conservo más de la mitad del negocio general a mi nombre.
Veo los engranajes trabajando en su cabeza mientras
procesa la información que le estoy diciendo.
—Entonces, él controla cuándo, dónde y cómo, pero no el
qué.
—Supongo que si lo miras de esa manera. Pero es más
detallado que eso. No puede cerrar la panadería en la
ubicación actual, si eso es lo que estás preguntando. Emma
es propietaria del edificio y yo alquilo directamente con ella.
Nuestro contrato establece que no puede meterse con mi
ubicación. Pero tiene la autoridad para dictar otras
decisiones comerciales importantes en caso de que surjan.
—Mmm. —Me mira con los ojos entrecerrados y me doy
cuenta de que todavía tiene las manos firmemente sobre mis
pechos como si se los reclamara a Ryan.
Un golpe en la puerta del dormitorio seguido de un grito
de —¡Día de chicas! —pone fin a nuestra discusión.
—Pero aún no he terminado. —Nate besa mis pechos y
luego traza una línea desde mi mandíbula hasta el lugar
sensible detrás de mi oreja. Luego me susurra al oído: —
Nunca terminaré contigo.
Mi corazón late erráticamente al escuchar sus palabras y
sentir su cálido aliento rozar mi oído. No quiero nada más
que quedarme en la cama y adorar su cuerpo. Que él adore mi
cuerpo. Quiero sentirlo dentro de mí cada minuto de cada
día.
Ya no soy una persona completa sin él. Cuando me
levante de esta cama, una parte de mí se quedará con él y no
puedo reclamar esa parte de mí hasta que estemos juntos de
nuevo. Ahora entiendo lo que significa cuando la gente se
refiere a «su otra mitad». Él es, de hecho, una parte de mí y
yo soy una parte de él. Encajamos como un rompecabezas
perfecto que solo podemos resolver juntos.
—¿Estás bien? —Me mira con preocupación mientras
limpia una lágrima que ha caído por mi mejilla.
—Estoy más que bien. Te amo. —Me inclino para besarlo.
Cuando nos separamos, simplemente dice: —Yo
también, bebé. Yo también.
Estamos en la camioneta de Graham, conduciendo hacia
River Street Seafood Fest al otro lado de Savannah.
Estoy tan emocionada de poder compartir este pedacito
de la ciudad con Nate. Sé que todavía está preocupado de que
pueda encontrarse con alguien de la escuela secundaria.
Está muy callado en el auto, solo mira por la ventana. Me
estiro y aprieto su mano y él me da una pequeña sonrisa antes
de alejarse.
Miro la parte de atrás de su perfecto cabello desordenado
mientras pienso en lo que dijo Emma ayer:
»—Lyn, sabes que los he querido a los dos juntos durante
años. Pero míralo. Creo que tiene un gran problema con los
celos. Tal vez se deba a que su ex esposa lo engañó. Parecía
que quería abalanzarse a Ryan cada vez que el hombre
simplemente te hablaba. Y cuando Ryan puso su brazo
alrededor de ti para darte un abrazo, pensé que Nate podría
tener un maldito ataque.
Continuó recordándome que él terminó en cuidados de
urgencia después de golpear a un tipo que estaba hablando
conmigo en un bar. Bueno, eso no es exactamente como
sucedió. El chico golpeó a Nate primero.
Le aseguré que Nate está bien y que solo está siendo
territorial con nuestra nueva relación.
La verdad es que creo que está un poco celoso de Ryan por
nuestra relación comercial. Probablemente yo también
estaría celosa si Nate tuviera una hermosa pareja femenina.
Me escabullo para quedar presionada contra Nate y le
susurro al oído: —Muchas gracias por venir. —Beso su cuello
y lamo el lóbulo de su oreja. —Definitivamente te mostraré
mi aprecio más tarde.
Veo el reflejo de su lenta sonrisa en la ventanilla del
coche.
Se vuelve hacia mí y tira de mi cara hacia la suya, nuestros
labios casi se tocan y respira en mi boca.
—Será mejor que te cuides o podría llevarte a la parte
trasera de la camioneta de Graham.
Luego me tira en un beso que tiene demasiada lengua
para la decencia pública.
—Escuché eso. Consigue una habitación antes de que
arruines mi tapicería personalizada —dice Graham,
sacudiendo la cabeza y riéndose.
—¡Estoy aquí! —chilla Emma mientras rebota en su
asiento.
Salimos del auto y somos bombardeados con las vistas,
los sonidos y los olores del festival. La gente está por todas
partes, riendo, comiendo, bebiendo y bailando en las calles
cerradas con barricadas. Se instalan tiendas de campaña para
cada vendedor de alimentos y el olor de los mariscos asados
y fritos flota en el aire.
Una hora después el cielo se oscurece y muchos clientes
se dirigen a sus vehículos. Nosotros, sin embargo, somos
soldados y vamos a intentar esperar.
Cuando empieza a llover, nos amontonamos todos bajo
las pequeñas tiendas de campaña. Los cuerpos se amontonan
todos mojados por la lluvia y sudorosos por el calor. La
música sigue sonando en los enormes altavoces y me
pregunto cuánto tiempo pasará antes de que cierren todo el
festival.
Entonces la oigo: la canción que sonaba en la radio de la
camioneta de Nate hace tanto tiempo, justo después de que
perdí la virginidad. Justo antes de que me dejara: la canción
de Nickelback, Someday, que me hizo negarme a escuchar sus
canciones durante los últimos diez años.
Nate se pone rígido detrás de mí. Conoce el significado
de la canción. Me lo dijo después de Raleigh.
—Brooklyn… —susurra en mi oído.
Luego agarra mi mano, arrastrándome bajo la lluvia en
medio de la calle abandonada. Nos estamos empapando de
pies a cabeza.
Lo miro como si estuviera loco. Intento resistirme a que
tire de mí.
—Nate, ¿qué estás haciendo? —grito por encima del
sonido de la música y la lluvia.
—¡Estoy bailando con mi novia! —grita, sonriéndome
mientras riachuelos de lluvia caen de su cabeza. —Recuerdo
otro momento contigo bajo la lluvia que no funcionó tan
bien. Entonces, pensé que podríamos hacer un mejor
recuerdo para ti.
Me hace girar a su alrededor.
—Además, me gusta mucho Nickelback —dice,
guiñándome un ojo.
Entonces, mientras todos los demás se apiñan bajo las
tiendas, Nate y yo bailamos bajo la lluvia. Bailamos toda la
canción, nuestros cuerpos apretados, moviéndose como uno
solo, sin perder nunca el contacto visual.
Debemos parecer idiotas, pero no me importa. Ahora
mismo, en este minuto, solo estamos Nate y yo.
Estoy asombrada por el romanticismo inesperado de esto.
Cómo se las arregla para llegar a mi pecho y agarrar más
pedazos de mi corazón simplemente me sorprende.
Este hombre, que anhela permanecer en el anonimato en
esta ciudad, ha bailado en público y de manera bastante
llamativa frente a la mitad de la población solo para darme
un buen recuerdo.
Creo que las lágrimas corren por mi rostro, pero la lluvia
las enmascara.
Estoy abrumada por mi amor por este hombre.
La música se detiene. Creo que cerraron todo, pero no me
importa porque Nate me está besando bajo la lluvia. Me está
besando como yo quería que lo hiciera esa noche en Raleigh.
Me está besando como si fuera nuestro primer y último beso,
todo en uno. Estoy perdida en la sensación de sus labios. Es
el beso más húmedo, caliente y sexy que he experimentado.
Creo que nos decimos más con este beso que con nuestras
declaraciones de amor la otra noche.
Salto con el sonido de un trueno. Pero cuando nos
separamos, me doy cuenta de que no son truenos, sino
aplausos. Todos debajo de las tiendas nos miran y aplauden
y vitorean. Volteo y veo a Emma y Graham sacudiendo la
cabeza hacia nosotros mientras se unen a los aplausos.
Nate hace una reverencia y luego me agarra la mano y les
indica a Graham y Emma que nos sigan y todos corremos
hacia el auto.
De vuelta en el apartamento, estoy agradecida de que
Graham y Emma fueran a visitar a sus padres, porque ni
siquiera subimos las escaleras sin quitarnos algo de ropa.
Hay un rastro de pantalones cortos, camisas y ropa interior
mojados que suben las escaleras y llegan a nuestro
dormitorio.
Nate me levanta y mis piernas se envuelven alrededor de
él mientras siento que su erección crece. Chocamos con
muebles al azar tratando de llegar a la cama cuando él se da
por vencido y me deja en la cómoda.
—Tengo que probarte. —Me mira fijamente, sus ojos
azules casi negros de deseo. —Ahora.
Separa mis piernas lentamente, sus manos queman mi
piel dondequiera que me toca.
—Sí —es la única palabra que soy capaz de decir.
Todavía me estoy recuperando de nuestro baile bajo la
lluvia, aún drogada por el increíble beso que compartimos
frente a cientos de personas, todavía temblando por la
intensidad de mis sentimientos por él.
Se pone de rodillas y envuelve mis piernas alrededor de
sus hombros. No puedo apartar mis ojos de él. Observo
mientras besa mi vientre y juega con mis muslos.
Estoy ardiendo en deseo. Quiero empujar su boca donde
mi cuerpo ruega que esté. No lo hago, porque sé que la
anticipación solo aumentará mi sensación cuando
finalmente me toque allí.
Sus ojos miran hacia arriba para encontrarme mirándolo.
Una lenta sonrisa se extiende por su rostro.
—Mírame hacer que te corras, Brooklyn.
No puedo evitar cerrar momentáneamente los ojos. Esa
es la cosa más sexy que he oído decir a alguien.
Lo miro cuando encuentra mi clítoris, rodando su lengua
sobre él en círculos. La vista de él dándome placer me empuja
más alto y más rápido que nunca. Extiendo la mano para
agarrar los lados de la cómoda, enviando todo lo que está
encima volando al suelo mientras arremeto.
—Dios, Nate… ¡sí!
Empuja un dedo en mi resbaladiza abertura y luego
agrega otro, torciéndolos hacia arriba para encontrar ese
punto que convierte mi cuerpo en calor líquido.
Destellos de luz nublan mi visión mientras mis entrañas
tiemblan. Nate succiona mi clítoris con su boca y luego lo
mueve con su lengua, enviándome al borde, latiendo
alrededor de sus dedos, mis muslos apretando su cabeza
mientras saca hasta la última ola de mí.
Me levanta de la cómoda, mi cuerpo aún temblando por
las réplicas, y me coloca en la cama.
—Eres increíblemente caliente cuando te corres.
Besa alrededor de mi cuello, hasta mi oreja y de regreso a
mis labios. Puedo saborearme en él. Es extrañamente erótico.
Me recuerda dónde ha estado, y de repente siento la
necesidad de devolverle el favor.
Lo empujo sobre la cama y clavo mis ojos en su dureza,
lamiendo distraídamente mis labios. Puedo verlo sonreír. Él
sabe lo que estoy a punto de hacer. Su pene salta con
anticipación.
Me inclino y lamo la cabeza, girando mi lengua alrededor
del lado inferior, provocando un gemido profundo y
apreciativo. Tomo su longitud en mi boca, pasando mi mano
arriba y abajo de la base. Mi otra mano baja para ahuecar y
acariciar sus bolas.
Lo siguiente que sé es que me tiran de espaldas y Nate me
está embistiendo.
—Jesús… ibas a despojarme antes de que pudiera
enterrarme en ti.
Es un sentimiento embriagador saber que mi boca sobre
él lo afecta tanto como cuando él tiene su boca sobre mí.
Establece un ritmo constante y levanto mis caderas para
encontrarlo golpe por golpe. Estoy a punto de tener otro
orgasmo, y quiero que Nate experimente el mismo placer
trascendental que me da.
—Nate, quiero estar arriba —le susurro al oído.
—Sí —murmura mientras nos da la vuelta,
permaneciendo dentro de mí todo el tiempo.
Me inclino sobre él, colgando mis pechos cerca de su
cara. Se acerca para agarrarlos mientras planto un beso lento
y sensual en sus labios. Mueve su lengua en mi boca y la
chupo, tal como estaba chupando su hombría hace unos
momentos. Él gime un aliento caliente en mi boca.
Me empujo hacia arriba y arqueo la espalda, haciendo que
su longitud se hunda profundamente dentro de mí. Se agacha
y pone su pulgar sobre mi clítoris, frotando círculos y
enviando pulsos de ondas de choque a través de mi cuerpo.
Lo miro a los ojos y levanto las manos para acariciar mis
pechos. Sus ojos se vuelven salvajes con deseo mientras sus
caderas se sacuden y se mueven debajo de mí. Pellizco y tiro
de mis pezones, extrayendo gemidos de cada uno de
nosotros.
—Ahhhhhhhh —gime. —Me voy a correr, bebé.
Se queda quieto momentáneamente, agarrando mis
caderas y sosteniéndome con fuerza contra él, todo mientras
recita mi nombre junto a declaraciones de amor confusas una
y otra vez.
Su voz me empuja al límite y la sensación me abruma
mientras el deseo detona dentro de mi cuerpo y exploto a su
alrededor.
Me derrumbo sobre su pecho y respiramos pesadamente
mientras bajamos de nuestra liberación. No puedo moverme.
No puedo pensar. He perdido todo sentido de la realidad
fuera de lo que somos, aquí y ahora.
—Santa mierda —murmura en mi cabello, y ambos nos
disolvemos en un ataque de risa.
Después de limpiarme, salgo de nuestro baño y veo a Nate
arrodillado junto a mi tocador sosteniendo algunas joyas que
se habían caído de mi joyero cuando las tiré al suelo.
Está tratando de limpiarlo, pero no tiene idea de qué va a
dónde. Parece estar estudiando mis pulseras. Luego se le
entrecorta la respiración y estira la mano para agarrar algo.
Me acerco a él y lo veo sosteniendo el anillo de compromiso
que Michael me dio.
—¿Es esto… ? —Él no me mira.
—Sí.
Y por primera vez, me encuentro mirando el anillo de
Michael sin sentirme abrumada por la tristeza. El
pensamiento trae una sonrisa a mis labios.
Examina el anillo, primero sosteniéndolo entre sus dedos,
luego colocándolo en la palma de su mano. Cierra los ojos y
se pasa la mano por el pelo. Es la misma pose que veo cuando
se sienta en su mesa de dibujo. Cierra su mano alrededor del
anillo y me mira.
—¿Puedo tenerlo? —pregunta. —Quiero decir … ¿Me lo
confiarías?
Frunzo el ceño mientras trato de absorber la pregunta
que me está haciendo. ¿Por qué diablos querría este anillo?
Oh, no. Seguramente no.
Mi mente se vuelve loca con todo tipo de pensamientos
extravagantes.
Nate me sobresalta de vuelta a la realidad cuando toca mi
brazo. Debe ver la expresión confundida en mi rostro.
Sacude la cabeza y dice: —Brooklyn, cuando te pida que
te cases conmigo, seguro que no será con el anillo de otro
hombre.
Oh, gracias a Dios.
Dejo escapar un largo suspiro y mi diosa interior se
limpia la frente.
¿Espera, qué?
Creo que acaba de decir cuándo…
Oh, Dios, acaba de decir cuándo.
¿Estoy lista para volver a ser la prometida de alguien?
No resultó tan bien la última vez. Todavía estamos en la
burbuja. La burbuja perfecta de novio/novia. Todo va tan
bien. Quiero que las cosas se queden exactamente como
están. No quiero tentar al destino ni cabrear al Karma.
Un aliento cálido me baña la oreja. —Oye, ¿estás bien?
—¿Eh? —me sobresalto.
—Te distrajiste por un minuto. Estaba preguntando por
el anillo. ¿Me confiarías eso?
Me está rogando con los ojos. Él me mira con nada más
que amor y cariño. ¿Cómo podría no confiarle el anillo
cuando le confiaría mi vida?
—Sí —susurro.
Me giro para ir a darme una ducha. Quiero lavar mis
miedos, todas mis dudas sobre nuestro futuro… y también
mis preocupaciones del pasado.
Estoy llenando las vitrinas con los pasteles de esta
mañana, sin dejar de pensar en el anillo. Ha pasado más de
una semana y no le he preguntado por qué lo quería.
Me pregunto si cree que todavía lo saco, lo miro y sueño
con Michael. No lo hago. Ya no. No desde que supe que
estaba enamorada de Nate.
Michael siempre tendrá un lugar especial en mi corazón,
pero Nate es el hombre que siempre quise, incluso cuando no
podía admitirlo.
Frunzo el ceño cuando miro el calendario en la pared
detrás del mostrador. Empecé la cuenta regresiva para la
partida de Nate. Dos semanas. Se habrá ido en catorce días,
y ninguno de nosotros ha dicho una sola palabra sobre lo que
sucederá entonces.
Es la burbuja. Todavía estamos en eso y ninguno de
nosotros quiere que explote.
También en el calendario, dentro de un círculo con
marcador rojo, hay una reunión importante para la que Ryan
y yo nos hemos estado preparando. Si podemos conseguir
este cliente, significará un gran negocio para Brooklyn's.
Ryan entra desde la parte de atrás de la tienda, luciendo
como el infierno. Pasa los siguientes diez minutos
contándome sobre su ruptura con Laura. Cuando va a irse, lo
acompaño a través de la cocina hasta la puerta trasera. Le doy
un abrazo.
—Todo saldrá bien al final, ya verás.
Lo abrazo fuerte y espero que mis palabras sean ciertas,
para él y para mí.
—¿Quieres quitarle las manos de encima a mi novia,
hombre?
Ryan me suelta y levanta las manos en señal de rendición.
Me giro para ver a Nate mirándonos desde el último escalón.
Pongo los ojos en blanco y me despido de Ryan. Mientras
camina por la puerta trasera, recuerdo nuestra gran reunión
de hoy.
—Ryan, te ves terrible, ¿quieres que reprograme nuestra
reunión de las dos en punto?
—De ninguna manera, Lyn. Iré a dormir un poco y
volveré más tarde —dice, y cierra la puerta tras él.
—Bueno, ¿no es acogedor? —Nate entrecierra sus ojos
hacia mí. —¿Disfrutaste tu abrazo?
No puedo decir si está bromeando o simplemente siendo
un idiota, así que trato de ignorar su actitud.
—Laura rompió con él y lo está pasando mal.
—Qué conveniente que de repente esté soltero justo
antes de que tenga que regresar a Raleigh.
Sus palabras me hieren. Ahora sé que está siendo un
idiota. No puedo creer que elija hablar de irse ahora mismo.
¿Y por qué tiene que hacerlo por Ryan?
Empiezo a enfurecerme y a punto estoy de discutir con él
cuando me doy cuenta de que probablemente esté teniendo
dificultades para lidiar con el hecho de que se va, por lo que
está desviando sus emociones hacia Ryan.
Me acerco a Nate y tiro de él hacia mí. Pongo mis manos
en su rostro y bajo sus labios para encontrar los míos. Él es
todo frescor y menta, y lo beso suavemente con la esperanza
de que entienda que soy suya.
Pero como la mayoría de los hombres, simplemente no lo
entienden a menos que esté justo frente a ellos, estampado
en un letrero de neón intermitente. Rompo el beso y lo miro
fijamente a los ojos.
—Soy tuya, Nate. No importa dónde vivas.
Deja escapar un suspiro y besa mi frente. —Lo siento,
Brooklyn. No quiero ser un imbécil. Es que no confío en él.
—Pero deberías confiar en mí, Nate. —Suspiro en su
hombro. —Y si no crees en mi palabra, pregúntale tú mismo.
—Lo hice —dice.
—¿Lo hiciste? —Esto me sorprende y me alejo de él para
poder ver bien su rostro. —¿Cuándo?
—El otro día, cuando Emma y tú salieron para su día de
chicas.
Vuelvo a pensar. Eso fue justo después de la cita grupal,
cuando se puso nervioso porque Ryan me había visto las tetas
por cortesía del mal funcionamiento del bikini.
—Entonces deberías saber que él no es una amenaza para
ti —digo.
—Demonios —masculla, y posesivamente pasa sus
manos arriba y abajo de mis brazos. —De hecho, tengo más
motivos para odiarlo después de lo que descubrí. Pero
todavía no he tenido tiempo de decidir qué hacer al respecto.
—Nate, me has perdido. Solo escúpelo.
—El bastardo va a franquiciar la panadería, Brooklyn. —
Sacude la cabeza y frunce los labios con ira.
—¿Qué? —saco mis brazos de los suyos. —Eso es una
locura. No tengo idea de dónde se te ocurrió eso, pero él sabía
muy bien cuando lo contraté que quería mantenerlo
pequeño. Él sabe que yo nunca franquiciaría, de eso no se
trata Brooklyn's.
—Bueno, tal vez quieras recordárselo, según los planos
que vi en la mesa de su cocina el otro día.
—No necesito preguntarle nada, porque sé con seguridad
que ese no es el plan. No viste lo que crees que viste. Tiene
muchas otras inversiones comerciales con las que trata,
algunas que realmente son franquicias. Eso es lo que viste.
Voy a buscarle una taza de café para llevar.
—Desearía que dejaras de hacer de Ryan el malo.
—No le estoy haciendo nada, Brooklyn. Él es el malo. Él
tomará tu negocio y hará exactamente lo que juraste que
nunca harías.
Le entrego su taza de café, mi señal de que quiero
terminar esta conversación. —Nate, me has pedido, en más
de una ocasión cuando confíe en ti. Entonces, ahora te pido
que confíes en mí.
Él gime de frustración y puedo decir que está tratando de
contenerse para no molestarme continuando con la
discusión.
Me siento aliviada cuando el bien gana al mal en su
batalla mental y me da un beso de despedida.
Pero mientras lo observo salir por la puerta trasera, tengo
que preguntarme si es capaz de confiar en una mujer, de
confiar en mí.
ᗢ
Nate decidió invitarme para celebrar el gran contrato de
catering que obtuvimos hoy. Si todo sale según lo planeado,
el contrato generará más negocios en el futuro cercano. Este
es el tipo de cliente que he estado esperando desde que traje
a Ryan. Requerirá mucho trabajo y planificación, pero con
Ryan en la tarea, podremos manejarlo.
—Por ti, bebé. —Nate levanta su copa de champán.
—Por Brooklyn's. —Choco mi vaso con el suyo y no
puedo contener la gran sonrisa en mi rostro.
Comemos lo que podría decirse que es la mejor cena de
langosta que he tenido. Me ha llevado a The Olde Pink House.
Crecí escuchando siempre sobre este lugar, pero nunca pude
permitirme cenar aquí. Todavía no puedo, pero Nate no me
dejaba dar mucha pelea. Cuando el hombre se propone algo,
por lo general obtiene lo que quiere.
—Quiero llevarte a todas partes, experimentar todo
contigo —me dice, mientras me mete a la boca un tenedor
lleno de pastel de chocolate.
Pongo los ojos en blanco y gimo ante la avalancha de
sabores que explotan en mis papilas gustativas y me
pregunto si me darían la receta.
—No necesito nada más mientras te tenga a ti —le digo.
Lo miro largo y tendido a los ojos y espero que entienda
lo mucho que quiero decir con las palabras. Él me devuelve
la mirada mientras el deseo florece dentro de mí. Levanto la
mano y paso los dedos por su mandíbula sin afeitar. Agarra
mi mano y la baja a su regazo donde su excitación es
evidente, encendiendo el fuego dentro de mí una vez más.
—Oh, me tienes a mí. Definitivamente me tienes —dice.
Le doy un pequeño apretón ahí abajo. —Por los huevos,
aparentemente —agrega, haciéndome reír.
Saluda con la mano al camarero y rápidamente le da su
tarjeta de crédito. Acaricia mi cuello, luego sus labios se
demoran para chupar suavemente mi oreja.
—Mmmm… chocolate mezclado con vainilla. ¿Puede ser
mejor que esto?
Prácticamente salimos corriendo por la puerta principal
del restaurante, dándonos tirones para darnos prisa. No es de
extrañar que apenas salgamos de casa.
De repente, soy sacudida por Nate, que ha dejado de
caminar.
Me doy la vuelta para ver por qué y descubro que se ha
convertido en una estatua de hombre. Su rostro caído, su
expresión en blanco, su boca ligeramente abierta y sus ojos
muy abiertos. Miro detrás de mí para ver lo que está mirando.
Veo a una mujer delgada, hermosa e increíblemente
elegante caminando hacia nosotros. Parece estar en sus
cuarenta, tal vez cincuenta.
—¡Nathan, mi dulce niño! —exclama con acento francés
mientras se acerca a nosotros.
Siento que toda la sangre se me va de la cara cuando hago
la conexión. Veo toda la sangre drenarse de Nate .
—¡No! —lo escucho gritar detrás de mí.
Me atrae hacia él y señala con el dedo a la mujer para
mantener su distancia.
—Nathan. Por favor háblame. —Las lágrimas caen por su
rostro. —Por favor, ¿me darías un minuto?
Un hombre de aspecto distinguido con un traje de tres
piezas se acerca a su lado. —Sofía, cariño, ¿estás bien? —
pregunta con preocupación. Luego se vuelve hacia Nate y
escupe: —¿Qué has hecho para molestar a mi esposa?
Oigo un grito estrangulado desde lo más profundo de la
garganta de Nate. Me aprieta la mano con tanta fuerza que
creo que mis dedos han perdido la circulación.
—Esposa —dice con un crujido en la voz. Se aclara la
garganta y continúa: —¿Esposa? —él mira al hombre. —
¿Sabías que tu esposa es una puta de dos centavos que
muestra sus tetas y chupa a cualquier hombre por cincuenta
dólares?
Parece que el hombre podría avanzar y derribar a Nate.
Pero luego mira a su esposa y luego a Nate, y debe darse
cuenta de lo que el resto de nosotros ya sabemos.
La mujer es la madre de Nate.
—¿Nathan Riley? —pregunta, mirándonos. Toda la ira se
ha ido y solo hay compasión en su voz.
Miro a Nate y lo que veo es un chico roto de diecisiete
años. Hay tanto dolor en sus ojos; tanta rabia. Lo veo luchar
con sus emociones. Qué confuso debe ser ver a tu propia
madre después de diez largos años. Él la idolatraba. Ella era
la maldita June Cleaver.
Justo hasta que se convirtió en la zorra que dirigía un
prostíbulo disfrazado de spa.
Sin decir una palabra, Nate se gira conmigo y nos
acompaña hasta su coche. Su mamá no nos sigue, pero lo
llama todo el tiempo.
Una vez que estamos dentro del auto, deja escapar un
suspiro, pero todavía no me mira. No sé qué decirle a este
hermoso hombre que fue pisoteado por las acciones de su
madre. Me acerco y pongo mi mano en su pierna.
—No —dice, cerrando los ojos. —Simplemente no lo
hagas.
—Nate, yo…
—Maldita sea, Brooklyn, no necesito que me digas que
debo hablar con esa mujer. Ella está muerta para mí. Murió
la misma noche que te lastimé. Ella es la razón por la que mi
vida está tan jodida.
Se sienta en silencio por un minuto antes de continuar.
—Si no fuera por ella, nunca te hubiera dejado, nunca
hubiera conocido a Claudia, y seguro que nunca habría
perdido el béisbol.
Miro su rostro y veo el brillo de las lágrimas a la luz de la
luna.
—Nate, eso no es lo que yo…
—¿Podemos no hablar de esto? —súplica —¿Puedes, por
favor, simplemente callarte?
Arranca el auto y sale del estacionamiento. Gracias a Dios
que estamos a solo unas pocas millas de casa o me
preocuparía genuinamente por nuestra seguridad por la
forma en que conduce.
Quiero decirle que entiendo su reacción. Que está bien
que él se sienta así. Que no lo empujaré a hacer nada que no
quiera hacer. Pero no creo que escuche nada de eso, así que
me quedo callada.
Se detiene junto a la acera y se estira sobre mi regazo para
abrir la puerta. Lo miro con preguntas no formuladas.
—Fuera —dice.
—Pero Nate...
—Dame mi maldito espacio, Brooklyn.
No me mira a los ojos.
Tengo miedo por él. Demonios, ahora mismo le tengo un
poco de miedo. Entonces, hago lo único que puedo hacer: salir
del auto.
—¡Te amo! —lloro, mientras tira de la puerta para
cerrarla antes de que los neumáticos chirríen en su huida.
¿Y si hace alguna locura? ¿Me está dejando? Oh, Dios, ¿y
si tiene un accidente automovilístico?
Empiezo a hiperventilar justo aquí en la acera cuando
escucho: —¿Qué diablos pasó, Lyn? Estaba repasando esta
propuesta cuando escuché un auto arrancar.
Miro hacia arriba para ver a Ryan aquí.
Me lleva de regreso a la oficina y rápidamente guarda
algunos papeles en su escritorio. Después de explicarle lo que
pasó, me dice que cree que estoy exagerando por lo que le
pasó a Michael. Él dice que Nate necesita espacio para
procesar ver a su mamá y a su nuevo esposo, y que se lo debo
dar.
—Quiero que sepas que estoy aquí si me necesitas.
Todos muy buenos consejos, pero no me impiden pensar
lo peor.
La burbuja... ha sido reventada. Tiene una cuchilla de
afeitar clavada en su maldito corazón.
Me siento impotente. Desearía que pudiera hablar
conmigo en lugar de huir.
Huir, al igual que yo lo hice.
Y el Karma levanta su fea cabeza una vez más.
De vuelta en mi apartamento, hago que mi teléfono suene
con nuestra canción. Hago esto durante horas hasta que mis
ojos se cansan de dormir. Cuando no puedo soportarlo más,
le envío un mensaje de texto.
Yo: Nate, no quiero dejarte fuera, pero no puedo lidiar con todas
tus acusaciones en este momento. Por favor, dame algo de tiempo.
3
Juego de palabras que se traduce como “Cabello Ondulante”
Kaitlyn me releva después de su descanso y llego al
apartamento justo cuando Nate sale de la ducha.
Lanzo mi teléfono sobre la cama solo para enfatizar lo
enojada que estoy. He tenido unos minutos para
preocuparme por esto. Entiendo que esté celoso de Ryan,
pero nunca le he dado una razón para estarlo. Ryan no me
quiere como la señorita pantalones sudados quería a Nate.
No coqueteo con Ryan, es un socio comercial y un amigo.
Esa es una gran diferencia.
—Escucha, Nat. —Me siento y cruzo los brazos sobre mi
pecho. —Sé lo que estás haciendo. Estás tratando de
ponerme celosa.
—¿Está funcionando? —Levanta las cejas hacia mí y
trato de ignorar las gotas de agua que corren por las líneas de
su torso.
—¡Por supuesto que lo está, idiota! —le grito —Esa chica
era bonita y obviamente te quiere. Y no parecía que la
estuvieras desanimando. —Dudo antes de preguntarle: —¿La
quieres?
Rápidamente responde: —No, Brooklyn, no la quiero.
Pero quería que sintieras lo que es que alguien más me desee.
Pongo los ojos en blanco. No estoy lista para otra pelea
por Ryan.
—Nate, no sé qué más puedo hacer para mostrarte que no
quiero a Ryan y él no me quiere a mí. ¿Por qué no vas a hablar
con él? Deja que te lo cuente.
Él ríe.
—Oh, ¿y crees que él saldrá y me dirá que está detrás de
mi chica? Sí claro. Además, ya lo intenté una vez antes, y si
mal no recuerdo, resultó que me dijiste vete a la mierda antes
de tener tus pequeñas vacaciones en la playa —provoca.
—Oh, Dios mío, Nate, eres tan frustrante —golpeo el
suelo con mi pie. —Te amo. te quiero. No importa si otros
hombres me quieren, que no es así, estoy contigo y nada más
importa.
—Aparentemente, él importa.
Mira al suelo y… ¿Está haciendo pucheros?
Acerco mis labios a mi boca para sofocar una sonrisa que
quiere dibujarse en mi rostro.
—Sí, por supuesto que importa. Como mi compañero y
amigo. Pero no lo amo. —Me levanto y me acerco a él y tomo
su rostro entre mis manos. —Nate, te amo a ti. Y tú importas
más. Tú eres lo más importante —le digo.
Él me agarra con fuerza, poniendo nuestros cuerpos en
perfecta alineación para que pueda sentir cada curva y
ondulación de sus abdominales contra mi. Luego susurra en
mi cabello: —Dios, te amo.
—No más de lo que te amo yo —le aseguro.
Y con eso deja caer su toalla al piso y procedemos a
terminar lo que no pudimos en la cama esta mañana.
Nate y yo pasamos el resto del fin de semana en la cama,
aparte del momento en que tuvimos sexo en el sofá. Y en la
cocina. Ah, y la ducha. Hicimos un pequeño descanso para
que pudiera prepararnos la cena. Cuando se fue, nuestra
burbuja estaba completamente intacta y no podríamos haber
estado más felices.
Apenas es lunes ahora, y ni siquiera se ha ido veinticuatro
horas, pero lo extraño con locura. Es bueno que Missy haya
podido comenzar a trabajar inmediatamente, porque puedo
estar ocupada entrenándola esta semana. Espero que el
tiempo pase volando.
Después del trabajo, Ryan me pregunta si quiero ir a
escalar rocas con él.
—Obviamente será en un gimnasio —dice, poniendo los
ojos en blanco, —ni siquiera está cerca de lo real, pero tengo
que hacer algo para que mi sangre bombee.
Suena emocionante y me vendría bien algo para pasar el
tiempo hasta mi cita por Skype con Nate.
—Claro —le digo, —siempre y cuando esté de vuelta a las
nueve. —Sonrío tímidamente. Él sabe todo acerca de mi
Skyping nocturno con Nate.
Bueno, no todo al respecto.
ᗢ
Apenas puedo contener mi emoción al conducir por la
interestatal. En unos minutos, podré ver a Nate.
Sé que solo han pasado cinco días desde que lo vi. Bueno,
en realidad, solo dieciocho horas desde que lo he visto, pero
cinco días desde que lo he tocado y eso es lo que importa. Su
toque, sus besos, su olor; esas son las cosas que no puedo
obtener a través de una pantalla.
Solo hemos estado haciendo esto durante tres semanas y,
a veces, me pregunto cuánto tiempo podremos seguir así. Me
vuelvo loca sin él cerca de mí todos los días. Se vuelve loco
sabiendo que Ryan está cerca de mí a pesar de que lo
tranquilizo cada vez que tengo la oportunidad.
Mi teléfono suena.
EL FIN.
La pasión de Samantha Christy por escribir comenzó
mucho antes de que se publicara su primera novela.
Graduada de la Universidad de Nebraska con un título en
Justicia Penal, obtuvo el título de Analista de Sistemas
Informáticos para la Corte Suprema de Wisconsin y varias
universidades importantes de los Estados Unidos. Criada
principalmente en Indianápolis, ella tiene en su corazón el
Medio Oeste y sus valores locales y, tras el nacimiento de su
tercer hijo, se dedicó a criar a su familia a tiempo completo.
Si bien tomó tiempo llegar desde allí hasta aquí, escribir ha
seguido siendo su mayor pasión y ser una madre que se queda
en casa facilitó su capacidad para seguir ese sueño. Cuando
no está escribiendo, se mantiene ocupada navegando a cada
isla del Caribe donde navegan los barcos. Samantha Christy
actualmente reside en St. Augustine, Florida con su esposo y
cuatro hijos.