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Créditos
Traducción
Mona

Corrección
Karikai

Diseño
Bruja_Luna_

4
Índice
Importante _____________________ 3 Capítulo Dieciocho _____________ 182
Créditos ________________________ 4 Capítulo Diecinueve ____________ 190
Sinopsis ________________________ 7 Capítulo Veinte ________________ 199
Prólogo ________________________ 9 Capítulo Veintiuno _____________ 206
Capítulo Uno ___________________ 30 Capítulo Veintidós ______________ 212
Capítulo Dos ___________________ 44 Capítulo Veintitrés _____________ 218
Capítulo Tres ___________________ 54 Capítulo Veinticuatro ___________ 224
Capítulo Cuatro _________________ 64 Capítulo Veinticinco ____________ 230
Capítulo Cinco __________________ 71 Capítulo Veintiséis _____________ 237
Capítulo Seis ___________________ 78 Capítulo Veintisiete _____________ 246
Capítulo Siete __________________ 86 Capítulo Veintiocho_____________ 250
Capítulo Ocho __________________ 96 Capítulo Veintinueve____________ 255
Capítulo Nueve ________________ 107 Capítulo Treinta _______________ 259
Capítulo Diez __________________ 115 Capítulo Treinta y Uno __________ 265
Capítulo Once _________________ 124 Capítulo Treinta y Dos ___________ 273
Capítulo Doce _________________ 131 Capítulo Treinta y Tres __________ 277
Capítulo Trece _________________ 135 Capítulo Treinta y Cuatro ________ 284
Capítulo Catorce _______________ 143 Capítulo Treinta y Cinco _________ 289
Capítulo Quince________________ 155 Capítulo Treinta y Seis___________ 295
Capítulo Dieciséis ______________ 163 Capítulo Treinta y Siete __________ 305 5
Capítulo Diecisiete _____________ 173 Capítulo Treinta y Ocho _________ 309
Capítulo Treinta y Nueve ________ 316 The Guarded One ______________ 333
Capítulo Cuarenta ______________ 321 Acerca de la Autora _____________ 335
Epílogo_______________________ 326

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Sinopsis
Fingir matrimonio con el mejor amigo de su hermano para atrapar a un
asesino... claro, ¿qué podría salir mal?

Ella Mae Hawkins, que creció en un rancho con cuatro hermanos mayores,
no es ajena a los hombres rudos y duros. Pero su corazón siempre ha pertenecido al
único hombre que no puede tener.
Después de que un fin de semana romántico a escondidas con él la dejara con
el corazón roto, Ella Mae acepta la oportunidad de ir a París y perseguir sus sueños
en el mundo de la moda. Se supone que es su oportunidad de escapar y empezar de
nuevo. En lugar de eso, se va con el mismo hombre testarudo que decía que era
demasiado peligroso para ella, como su falsa esposa.

Jesse McAdams, un ex Ranger del Ejército, ha pasado la mitad de su vida


lejos de su pequeña ciudad natal, pero una cosa siempre ha permanecido cierta: una
mujer es la dueña de su corazón. ¿Cuál es el problema? Ella nunca puede saber lo
que él siente de verdad.
Pero después de su caluroso fin de semana en Nueva York, ha sido más difícil
que nunca resistirse a la descarada y testaruda Ella Mae. Sobre todo cuando no
pueden compartir habitación sin discutir, lo que a menudo desemboca en deseo.
Se suponía que unirse al equipo de Falcon Falls Security le traería la redención
que necesita para poder ser por fin el hombre que Ella Mae se merece. En lugar de
eso, la trama de mentiras que ha ido tejiendo a lo largo del tiempo se desenreda
rápidamente, sacando a la luz sus secretos y poniendo una diana en la cabeza de todas
las personas que le importan.
A pesar de su conmoción por su pasado, Ella Mae vuelve a enamorarse del
mejor amigo de su hermano. Pero esta vez, lo que está en juego es más importante.
Esta vez está en peligro. Y el hombre que la puso allí es ahora su marido.
¿Podrá Jesse protegerla y recomponer el corazón de Ella... o lo destrozará para
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siempre?
De la autora de bestsellers del Wall Street Journal, Brittney Sahin, llega una
nueva y emocionante novela romántica militar sin final de suspenso pero con un
final feliz.

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Prólogo
CIUDAD DE NUEVA YORK, NUEVA YORK — HACE TRES AÑOS

—¿Q uieres dejar de actuar como si tuvieras una espina en la


montura? —Ella inclinó la cabeza, señalando a Jesse con sus
grandes ojos azules—. Lanzamos una moneda al aire. No es
culpa mía que saliera cara y perdieras. Mejor suerte mañana. —Le dio una palmada
en la espalda y le envió un guiño juguetón.
Ella. Ella. Ella. ¿Qué iba a hacer con ella? Seguro que no la pondría sobre sus
rodillas y le golpearía el tarsero como ella le había golpeado la espalda.
—¿De verdad tenías que elegir antes un espectáculo de Broadway y ahora este
sitio? —Jesse soltó un fuerte suspiro, tratando de asimilar el hecho de que había
asistido al Show de Cher esta noche, y ahora estaban en un club nocturno.
—Tomaste una buena siesta durante el espectáculo, si no recuerdo mal.
Deberías estar despierto para bailar conmigo esta noche. —Los labios rojos y
brillantes de Ella se entreabrieron para mostrar sus dientes blancos, uno delantero
un poco más grande que el otro. Una imperfección como a ella le gustaba llamarla,
pero para él, ella era la perfección, actualmente envuelta en un vestido ajustado.
Sin embargo, compartir habitación con la hermana menor de su mejor amigo
no sería perfecto ni ideal. El lujoso hotel que estaba a pocas manzanas del Rockefeller
Center estaba completamente reservado cuando intentó conseguir su propia
habitación en el último minuto, y como se suponía que era el viaje de chicas de su
hermana y Ella, no había necesidad de dos habitaciones en su reservación original.
Pero su hermana, Rory, contrajo un virus estomacal en el último momento, e
insistió en que Ella siguiera yendo al viaje. Y en lugar de Rory, Jesse había sido
seleccionado (más bien coaccionado) para ocupar su lugar. Y bueno, no llevaba
tacones ni Prada. Y también tenía polla, lo que significaba que dormir en la misma
habitación con Ella iba a ser un problema. Por suerte, cuando se registraron en el
hotel para vestirse para el espectáculo, había una habitación disponible con dos
camas. De lo contrario, estaría durmiendo en el suelo. 9
Recordó que cuando ella salió del cuarto de baño con el traje de la noche y dio
una vuelta de campana. Había bautizado el vestido de un solo hombro que había
diseñado como rojo manzana de Nueva York.
Más bien rojo sirena, que atraía las miradas de todos los que tenían pulso esa
noche. Y maldita sea, ¿tenía que llevar un lazo en la cintura? Con la Navidad a la vuelta
de la esquina, había pensado una docena de veces lo mucho que le gustaría
desenvolverla.
Pero no era un hombre cualquiera. Al menos, no era el hombre que ella creía
que era.
Y no era una mujer cualquiera. Era una Hawkins. La hermana de su mejor
amigo. Además, tenía otros tres hermanos.
—¿Dijiste bailar? —Jesse reaccionó por fin, una vez que asimiló sus palabras.
—Creo que sí. —Se encogió de hombros y se echó el cabello rubio claro a la
espalda mientras apoyaba ambas manos en el mostrador de la barra, mirando a
izquierda y derecha en busca de alguien disponible para servirles.
Su hombro desnudo lo rozó cuando se inclinó un poco hacia él, y se preguntó
si se metería dos dedos en la boca y silbaría para llamar al camarero como había
hecho antes para pedir un taxi.
—Whisky puro. Dos dedos. No demasiado caro. Pero nada de esa mierda
barata —pidió Ella una vez que había llamado la atención de uno de los camareros,
que tenía la apariencia de Jim Morrison y un bigote de manillar.
El hombre miró a Jesse con las cejas levantadas, pero Jesse levantó la barbilla
en una petición silenciosa de has lo que diga la señora.
El camarero tomó una botella de Woodford Reserve, sirvió dos dedos de
whisky y deslizó las bebidas por el mostrador de madera oscura.
—Salud. —Chocó su copa con la de él y echó hacia atrás el líquido ambarino
como si estuviera tomando un chupito.
—Bueno, supongo que esta noche añadiré a mi lista de responsabilidades Evitar
que Ella beba demasiado. —Jesse sacudió la cabeza y bebió un pequeño sorbo,
decidiendo que debía mantenerse lo más sobrio posible para vigilar a la petarda.
Diablos, era la verdadera razón por la que había reservado el vuelo de última
hora para acompañarla a Nueva York el fin de semana. Rory sabía muy bien que no
querría que Ella viniera sola a la gran ciudad.
Según Rory, nadie más estaba disponible para ir con Ella. Sí, se había dado
cuenta de que era mentira, y estaba seguro de que Ella y él estaban siendo
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engañados. Todo el mundo en la ciudad, aparte quizás de los hermanos Hawkins,
había estado deseando que se juntaran desde que tenía memoria.
Ella se colocó de espaldas a la barra y dirigió su mirada a la pista de baile, que
no estaba tan concurrida, ya que, para los estándares de Manhattan, era temprano, a
las veintitrés horas. O, las once en punto en lenguaje civil. Dudaba que alguien allí
tuviera que levantarse antes de que saliera el sol para atender una granja o los
caballos de un rancho como en casa.
—¿Nueva York fue idea tuya o de Rory? —se encontró preguntando.
—¿Por qué? ¿Crees que estoy tratando de ser Reese Witherspoon en Sweet
Home Alabama? ¿Dejar Bama para dedicarme al diseño de moda? —Giró el cuello
para mirarlo, y a él se le revolvió el estómago ante la idea de que Ella se mudara a
Nueva York y dejara atrás a sus alumnos. Era una diseñadora muy buena, pero hasta
ahora sólo había sido un hobby—. Sólo quería ver Nueva York en Navidad. Las
películas navideñas son mis favoritas. Y no hay nada más navideño que esta ciudad.
—Sonrió—. Bueno, eso es lo que pensaba antes de venir aquí.
—¿Y ahora? —Enarcó una ceja, curioso.
—Nuestra casa es definitivamente más navideña. No he escuchado ni un
villancico desde que llegamos. ¿Y tú? —Sonrió, su sonrisa se encontró con sus ojos.
—Ni uno —respondió con una sonrisa propia.
—Bueno. —Se dio una palmada como si estuviera a punto de reunir a su gran
familia para cenar—. Voy a ir allí. —Señaló como si allí pudiera estar en otro sitio que
no fuera la pista de baile junto a la cabina del DJ—. ¿Seguro que no puedo
convencerte para que me acompañes?
Podía incitarlo a hacer muchas cosas, pero bailar no era una de ellas. Claro,
habían bailado lento algunas veces aquí y allá a lo largo de los años. Y dos pasos de
vuelta a casa. ¿Pero levantar los brazos y actuar como un fiestero? No, no lo creía.
—Estaré por allí. —Señaló la columna románica al azar a un lado de la zona de
baile—. Ni siquiera sé por qué está ahí. No está sujeta al techo. —Sacudió la cabeza—
. Sólo en Nueva York.
—La estética por encima de la función. —Le dio dos palmaditas en el pecho—.
Relájate. Y si cambias de opinión, bueno, ya sabes dónde encontrarme —Se dio la
vuelta para alejarse, y él se encontró rodeando su muñeca, atrayéndola de nuevo
hacia él.
Sus ojos se posaron en el lugar donde él la sujetaba.
—Sabes que no tolero que los idiotas te molesten, estemos donde estemos. —
Y eso era un código por, si un hombre la tocaba en la pista de baile, se uniría a ella
por una sola razón, y no sería para bailar. 11
Le miró el pecho, por encima de la camisa negra de botones planchada que
había insistido en que llevara con pantalones negros esta noche, y luego su atención
se posó en la dura línea de su boca durante un breve instante.
—Bueno, ya sabes que me encanta ver esas tonterías del hockey sobre hielo
sólo por las peleas. No me tientes. —Se humedeció los labios, pasando la lengua por
el inferior de forma dramática para joderlo claramente.
No es una gran idea cuando nada le gustaría más que hacer precisamente eso.
Y no puede suceder.
La correa del hombro de Ella empezó a resbalar, le soltó la muñeca y la colocó
en su sitio.
Sabía que si la miraba a los ojos claros como el cielo azul de Alabama aunque
sólo fuera durante una fracción de segundo, no importaba lo mala que fuera la
iluminación del club, sería capaz de leerlo. A lo largo de los años, se había esforzado
al máximo por ser lo menos legible posible en lo que se refería a lo que sentía por
ella, lo que realmente sentía por ella, y por alguna razón, en aquel momento, su
máscara se había soltado.
—Estaré... por ahí —susurró ella, que parecía percibir que algo no iba bien con
él, y no sabía muy bien qué pensar.
—De acuerdo. —Hizo un recuento mental de unos segundos, esperando el
tiempo suficiente para que ella se diera la vuelta y se fuera antes de levantar la vista.
La vio en el centro de la pista de baile mientras empezaba a moverse de un
lado a otro, tan insegura de cómo bailar al ritmo de la música electrónica como lo
estaría él si estuviera allí. Era de country hasta la médula, pero con aquel vestido rojo,
los tacones dorados, el cabello rubio ondulado enmarcándole la cara y el maquillaje
oscuro y brillante... nunca adivinarías que era de una ciudad pequeña o que era su
primer viaje a Nueva York.
Estuvo tentado de ir a rescatarla. Llevarla a un bar un poco más parecido a los
que encontrarían en casa o en Birmingham, cerca de su pequeña ciudad. ¿Pero no era
el objetivo de su viaje, escaparse, experimentar en otro lugar?
Jesse cruzó la habitación para apoyarse en la columna inservible y rebuscó en
el bolsillo su teléfono del trabajo. No había mensajes nuevos. Eso era bueno. Lo
cambió por el personal y envió un mensaje rápido a su hermana.
Jesse: ¿Cómo está ese “dolor de estómago” ... ya te sientes mejor?
Rory: Puede que te hayas equivocado de número. ¿Quién habla?
Jesse: Tu hermano. 12
Rory: ¿Qué hermano? ¿El pesado?
Jesse: El único, listilla.
Jesse: Apestas, lo sabes. Fingiste estar enferma. Ahora que estoy aquí, ¿estás lista
para confesar?
Observó cómo aparecían las tres burbujitas y luego desaparecían. Y luego
aparecían de nuevo. Giró los hombros, tratando de aflojar la tensión que le recorría
las venas a hiper velocidad, y comprobó cómo estaba Ella.
Ahora movía las caderas con más sensualidad. Y estaba bastante seguro de que
en cualquier momento llamaría la atención de los solteros. Vio al menos a tres
hombres que la tenían en su punto de mira. Estaban mirando. Esperando para atacar.
Por desgracia para ellos, él estaría allí para contraatacar.
Rory: Ella me envió un mensaje, ya sabes. Dijo que te llevó a un espectáculo y
que ahora estás en un club. Apuesto a que estás merodeando en las sombras como un
bicho raro. Todo malhumorado y gruñón por estar en un club ostentoso.
Jesse: No pareces enferma.
Rory: No sabes cómo sueno. (tos, tos). Muy enferma.
Jesse: Pensé que era tu estómago.
Añadió un emoji de ojos en blanco.
Rory: Así que estás en la sombra, ¿no? ¿Y qué pasa cuando algún imbécil le
coquetee? ¿Vas a cabalgar y salvar el día? ¿Robarle un caballo a un oficial de la ciudad?
Jesse: ¿Por qué eres como un dolor en mí trasero?
Rory: Descripción del trabajo de hermana pequeña. ¿No leíste la letra pequeña?
Juraría que te di un manual hace décadas.
Jesse apartó la atención de su teléfono para fijar los ojos en Ella, asegurándose
de que seguía a una distancia prudencial del sexo opuesto.
Jesse: Tienes que dejar de tendernos una trampa. Sé que eso es lo que crees que
es este fin de semana... pero no está pasando. Esto no es una película romántica de
Navidad. Nunca habrá un Ella y yo. O... Yo y Ella. Mierda, soy pésimo en gramática, pero
sabes a qué me refiero.
Rory le envió unos emojis riéndose con lágrimas saliendo de sus ojos.
Rory: Sé que ella es una Hawkins. Y tiene 4 hermanos mayores. Y sí, eres el mejor
amigo de uno de ellos, pero, Jesse... ¿cuándo te ha impedido alguien o algo ir tras lo
que quieres?
Jesse: No te he mandado un mensaje para que me des un sermón. Te mandé un 13
mensaje para yo darte uno. Y una orden: DÉJALO. No puedo estar con Ella. PUNTO.
Rory: ¿No puedes?
Y maldita sea, por qué dejó escapar esa palabrita, sabiendo que su hermana
querría pasarse horas desentrañando el significado.
Rory: Bueno, te sugiero que saques la cabeza del trasero y hagas un movimiento.
Y sí, te estoy gritando con mi acento sureño más grueso a través de un mensaje de texto
para asegurarme de que captas el mensaje.
Jesse: Sí, lo oigo.
Al menos no presionó con el comentario de no puedo.
Rory: Diviértete. Deja de mandarme mensajes y ve a bailar. Buenas noches. Me
siento demasiado enferma para hablar.
Jesse gruñó irritado y se guardó el teléfono en el bolsillo y observó a Ella bailar,
con las muñecas ahora enlazadas por encima de la cabeza mientras seguía
provocándole un ataque al corazón.
Y que el cielo ayude al hombre que estuvo a dos segundos de acercarse a Ella.
No lo hagas. No lo hagas. No quería tener que romper ningún brazo delante de
Ella en su escapada de fin de semana. Y una mierda. El tipo puso ambas manos en la
cintura de Ella, intentando acercarla a su cuerpo.
Las palmas de Ella se posaron en el pecho del hombre, pero Jesse ya estaba en
movimiento. Empezó a empujar, lo que despertó a la bestia que llevaba dentro.
Jesse agarró la nuca del hombre y apretó. Apretó los dientes posteriores
mientras se recordaba a sí mismo que había testigos. No necesitaba terminar en la
historia de Instagram de alguien. Un loco le rompe el cuello a otro hombre en un club
de Nueva York. Sí, eso no le gustaría a su jefe.
—No pasa nada. Puedes dejar que se vaya. —Ella levantó la mano, instando a
Jesse a retroceder.
Su voz suave hizo que el cuerpo de Jesse se relajara un poco, pero no soltó el
duro agarre del hombre.
—Es inofensivo. Suéltalo —suplicó Ella, lo que hizo que Jesse liberara al imbécil
y éste retrocediera.
—Eso fue un poco exagerado, ¿no crees? —No pudo ver su mirada con las luces
parpadeantes que cruzaban su cara, pero sabía que había una.
—No debería haberte tocado. —Se ajustó el cuello de la camisa, comprobando
si había alguna otra amenaza potencial, y los hombres que los rodeaban parecieron
percibir que él era la amenaza. Bien.
Pero aun así prefería sacarla de la maldita pista de baile, así que la sujetó del
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brazo y la llevó hasta la columna donde él había estado antes.
Ella se puso de espaldas y se cruzó de brazos.
—Sabes, parecías todo un Joe viéndome bailar.
—Define Joe. —Levantó una ceja y se inclinó hacia ella, apoyando una mano en
la columna sobre su cabeza.
—La serie, You. El protagonista, Joe, se vuelve acosador con una mujer en la
primera temporada. La observa obsesivamente.
—¿Me estás llamando acosador? Y además, ¿obsesivo?
—Bueno, en este caso, sabía que estabas ahí, pero ¿en cuanto a obsesivo? Sólo
en tu objetivo de proteger a la hermana de tu mejor amigo de cualquiera con pulso.
O una polla.
Casi se atraganta con la última palabra que había escupido y que aún parecía
aferrarse al aire caliente.
Ella levantó los ojos hacia el techo industrial como si buscara los conductos de
aire allí expuestos, pero había algo en ese rápido esquive que le hizo sentir
curiosidad por lo que realmente estaba pensando. No se avergonzó por soltarle la
palabra con P. No, no se avergonzó. Entonces, ¿qué era?
—Te encanta romperme las bolas, igual que a Rory.
Sonrió y volvió a mirarlo a la cara.
—No es difícil de hacer.
—Mmhm. —Se apartó de la columna y dio un paso atrás porque cuando su
atención se fijó en los labios rojos y brillantes de Ella, su polla era ahora el único
problema de la habitación. Y juraría que Ella lo sabía porque lo estudió como si
hubiera hecho algo pecaminoso y necesitara perdón a raudales.
¿Perdón? Eso es algo que podría necesitar, pero que no merezco.
—¿Estás bien? Siento como si te hubiera perdido por un segundo.
—Nunca me perdiste —murmuró—. Siempre me tendrás.
—¿Qué? —Dio un paso adelante, llevándose una mano al oído—. No te escuché.
Su mirada se dirigió lentamente a sus uñas rojas en la manga de su camisa de
vestir.
—Nada. —Apartó los ojos de su mano y vio al imbécil que había agarrado a Ella
en la pista de baile y que ahora estaba en la barra—. Maldita sea.
—¿Qué?
—El cabrón acaba de echar algo en la bebida de esa mujer. —Maldijo Jesse en
voz baja.
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—¿Cómo viste eso?
—Me fijo en las cosas —dijo casualmente como si eso tuviera sentido para ella.
—Bueno, supongo que tengo que volver a examinar a quién considero
inofensivo.
Eso estaba claro. Y se alegró de haber venido a Nueva York.
—Parece que se dirige al baño de hombres. —Jesse calculó sus próximos
pasos. Jugando en su mente cada movimiento—. Necesito unos treinta segundos a
solas con él.
Le soltó el brazo.
—¿Qué vas a hacer? Creía que habías dejado las peleas de bar hace años. Se
acabaron las peleas. Podemos llamar a la policía. Estaba bromeando con lo de las
peleas de hockey sobre hielo.
—Una pelea sugiere competencia. No habrá nada de eso. En treinta segundos,
dirígete al bar y dile a esa mujer y al camarero lo de su bebida y que encontrarán al
hombre inconsciente en el baño. Pueden llamar a la policía.
—Jesse. —Le agarró del brazo y apretó. ¿Una petición para que retrocediera?
Cuando la miró a los ojos, soltó un suspiro tembloroso y cedió—. De acuerdo.
Asintió con la cabeza cuando lo soltó y se dirigió con pasos rápidos hacia el
baño.
El hombre estaba solo en el urinario, y Jesse no perdió el tiempo. En cuanto el
tipo se subió la cremallera y se dio la vuelta, Jesse le dio un buen golpe en la
mandíbula y luego lo empujó contra la pared.
—Pero qué...
Las palabras del hombre murieron cuando Jesse lo hizo girar y tiró con fuerza
suficiente para romperle el brazo, gimió y siseó cuando Jesse le estampó la cara
contra la pared de cemento.
—Tienes suerte de que no te corte la mano y la use para asfixiarte, así que
quiero que te calles y escuches.
Jesse hizo todo lo posible por mantener la calma y la estabilidad. En control de
la situación. No era su primer rodeo, ni la primera vez que trataba con un hombre que
lo había molestado cuando se trataba de Ella.
—Cuando despiertes, estarás bajo custodia policial. Pero si vuelves a tocar a
otra mujer, o si vuelves a drogar a otra mujer... mejor que creas que te mataré. Te
tomaré una foto cuando se apaguen las luces. Y una foto de tu identificación. —Giró
al hombre y le envió un codazo a la mandíbula—. ¿Lo. Entiendes.? Responde 16
El hombre asintió, claramente sorprendido. Probablemente algún imbécil
privilegiado que había nacido con una cuchara de plata en la boca y pensaba que
estaba bien aprovecharse de las mujeres. Que era su derecho natural.
Agitado por la idea, Jesse cumplió su promesa y lo golpeó unas cuantas veces
más, haciendo que sus movimientos fueran lo más eficaces posible.
Cuando el hombre se desplomó contra la pared, Jesse le hizo una foto de la
cara y buscó su identificación en el bolsillo.
Una vez fuera del baño, detuvo a un hombre que intentaba entrar en y
murmuró:
—Fuera de servicio —antes de pasar junto a él para llegar hasta Ella.
Lo vio en cuanto apareció y se apresuró a acercarse a él.
—¿Estás bien? —le pasó la yema del pulgar por la mejilla—. Um. Un poco de
sangre. —Esta hermosa mujer parecía relativamente imperturbable, pasando el dedo
por el costado de su vestido.
Se había criado en un rancho con un grupo de vaqueros. No era tan frágil como
él pensaba.
—Vamos. Salgamos de aquí. —Jesse se agarró a su brazo mientras atravesaban
el club y luego recuperaron sus chaquetas antes de dirigirse al exterior.
Ella se abrigó con su chaqueta de cachemira y Jesse se puso su abrigo de lana
negra hasta las rodillas.
—¿Eso pasó de verdad? —preguntó Ella, dando media vuelta y casi chocando
con él en la acera.
—¿Qué parte? —Se metió las manos en los bolsillos del abrigo mientras la
observaba.
Liberó su larga cabellera de debajo del cuello de su abrigo, dejándola caer
como un lecho de seda, cuyo color casi se confundía con el de la chaqueta de color
tostado dorado.
—Todo. ¿De verdad acabas de derribar a un tipo en el baño de esa manera?
—¿Te molesta? —La sujetó del brazo, alejándola del tráfico peatonal y
acercándola al edificio situado a su derecha.
—Quiero decir, no me importaría golpear a ese hombre yo misma por lo que
había planeado hacerle a esa mujer. Así que no, no me molesta. Pero esta noche se
sentía un poco diferente a casa, cómo cuando golpeas a un hombre por agarrar mi
trasero en el bar.
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Había habido bastantes hombres a los que había noqueado a lo largo de los
años. Las caras estaban borrosas.
—Estamos en Nueva York. Supongo que esto merecía un enfoque diferente —
bromeó, pero en realidad no era el mismo de entonces. Aunque, había hecho todo lo
posible para actuar en personaje cada vez que estaba en casa.
—Bueno, ¿qué tal si vamos a buscar esa sensación de Nueva York en Navidad
que se me antojaba? —Inclinó la barbilla en dirección al Rockefeller Center, que
estaba a poca distancia.
—Eso suena mucho mejor. —Sonrió y le puso la mano en la espalda, no sabía
por qué, mientras caminaban.
Ángeles dorados con trompetas apuntando al cielo se alineaban a su paso
cuando se acercaban al enorme árbol de Navidad, y la pista de patinaje sobre hielo
no quedaba lejos.
Ella parecía asimilarlo todo, con la mirada oscilando a izquierda y derecha. Las
luces que los rodeaban la iluminaban como si fuera un ángel que le indicara el camino
hacia algo mejor, algo que él nunca pensó que pudiera tener.
Y no puedo tenerlo, se recordó rápidamente antes de dejar que la magia de la
Navidad neoyorquina lo envolviera en algún tipo de hechizo estrafalario, haciéndolo
hacer algo de lo que se arrepentiría para siempre.
Dejaron de caminar cuando llegaron a su destino, y ella posó sus ojos en uno
de los árboles más famosos del mundo.
Se puso a su lado y le quitó la mano de la espalda.
—Rory planeó esto, ¿verdad? —susurró Ella unos minutos después—. Su
cumpleaños fue hace poco, así que pensé que quería que fuera un fin de semana de
celebración de Navidad y cumpleaños, pero el virus estomacal es falso, ¿no?
—Eso creo —respondió con sinceridad, y se volvió hacia él, con las mejillas
más sonrosadas cuanto más tiempo permanecían a la intemperie.
—¿Por qué sigue intentando unirnos? —Como él no respondió, porque qué iba
a decir, continuó—: Rory es mi mejor amiga. Sabe que me has rechazado en varias
ocasiones, así que no sé por qué sigue insistiendo en la idea de que acabaremos
juntos. No me ves de esa manera. —Su tono era suave, un poco triste. Y le rompió el
corazón.
—¿Rechazarte? ¿Cuándo...? —Se ahuecó la mandíbula, intentando ordenar el
pasado, buscando entre recuerdos borrosos. Se había esforzado mucho por olvidar
un montón de mierda, incluido todo el dolor y el sufrimiento que había presenciado
en la guerra—. ¿Estás hablando del beso, y bueno, de lo otro? —Su virginidad.
Asintió, sus ojos se movieron hacia la mano de él que seguía posada en su 18
mandíbula.
El vello facial de una semana le arañaba la palma de la mano, y dejó caer la
mano a un lado mientras esperaba a que ella le explicara su definición de rechazo.
Porque él no lo veía así. La verdad es que no.
—Eso no fue un rechazo —por fin dijo lo que pensaba, sintiendo la necesidad
de defenderse.
—Te pedí que fueras mi primer beso. Dijiste que no.
Hizo una mueca ante sus palabras.
—Ella, yo no llamaría a eso rechazo. Quiero decir —dijo levantando una mano
entre los dos— tú tenías quince años y yo dieciocho. Yo estaba a punto de alistarme
en el ejército, y también estabas borracha con el alijo secreto de alcohol de
Tennessee de Beckett. ¿Qué esperabas que dijera? Decir que no fue lo correcto. Eso
no es rechazo.
Beckett era el hermano mayor de Ella, ahora sheriff de su pequeño pueblo
natal, Walkins Glen. No siempre había sido el buen chico, gruñón que era ahora.
Beckett solía armar alboroto en sus tiempos. Como él mismo, supuso.
—A mí sí que me pareció un rechazo. —Se encogió de hombros—. Y por cierto,
estaba borracha porque te estabas alistando.
Mientras procesaba su confesión, una extraña sensación de dolor le llenó las
entrañas y murmuró:
—Aún eras demasiado joven. Y también, un Hawkins.
—¿Es así como siempre me verás? ¿Un Hawkins?
No, a sus ojos, era la mujer más hermosa del mundo. Con el corazón más
grande del planeta. La veía como mucho más de lo que podía expresar con palabras,
y sí, tal vez era demasiado especial y dulce para él... pero eso no era lo que lo retenía.
No se trataba de un cuento de hadas en el que él sólo era confundido con el
villano, y la princesa de alguna manera volvería a convertir a Jesse en el príncipe que
se merecía.
—Ella —fue todo lo que consiguió decir.
—Bien, ¿y cuando estaba en la universidad, entonces? ¿Y te pedí que tomaras
mi virginidad? Era mayor de edad. Eso fue un rechazo.
Jesse dio un paso atrás y se agarró la nuca, empujando el cuello de su abrigo
hacia abajo para apretar y trabajar en la tensión repentina allí.
—Tequila. Y eres una Hawkins. —Y bueno, Irak—. Así que no, eso no se puede
calificar de rechazo, y cualquier hombre que te hubiera dicho que sí mientras estabas
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tomando tequila debería ser arrastrado detrás de uno de los caballos de tu padre
durante un buen kilómetro. Tal vez más.
—No tomé mucho tequila esa noche. —Frunció los labios y una expresión
contemplativa cruzó su rostro.
Miró un momento a las parejas que pasaban a su alrededor antes de volver a
centrar su atención en ella.
—En cualquier caso, había muchas razones para que me comportara, pero no
era que no te quisiera. Que te rechazara.
Mierda. ¿Era la primera vez en su vida que admitía ante aquella mujer que la
había deseado? ¿Era la primera vez que dejaba escapar las palabras de sus labios
normalmente cerrados?
Se quedó callada un momento, probablemente asimilando su confesión como
hace un sacerdote antes de absolver a alguien de sus pecados.
—Pero también... Irak —admitió—. Acababa de volver a casa tras un mal
despliegue.
Inclinó la cabeza para intentar comprenderlo.
—¿Existe el buen despliegue?
Tragó saliva.
—Aquellos en los que todo el mundo vuelve a casa con vida, sí.
—Oh. —Levantó la mirada hacia el cielo ante sus pesadas palabras.
—Escucha, realmente no puedo quedarme aquí y tener una conversación sobre
esto. No quiero saber quién te dio tu primer beso. O quién te quitó... —se aclaró la
garganta, incapaz de liberar las palabras, lo que hizo que los ojos de ella volvieran a
posarse en su rostro—. Pero no necesito que pienses que te rechacé en el pasado
porque no te quería. Eso es lo más alejado de la verdad. —Y ahí fue otra vez con la
verdad.
¿Fue el árbol de Navidad? ¿La magia de Nueva York en las fiestas que había
visto en las películas durante su infancia? ¿Qué demonios le había hecho abrirse
ahora, a los treinta y cinco años, cuando nunca había sido capaz de decirle una mierda
a Ella desde que cumplió dieciocho y se fijó en ella como mujer? Y si era sincero
consigo mismo, más bien desde que ella tenía diecisiete. Cuando se dio cuenta de
que sus largas piernas de corredora también eran aptas para la pasarela.
—Bien. —Su suave voz flotó en el aire fresco de diciembre—. Creo que me
gustaría volver al hotel. Estoy cansada. —Fingió una sonrisa, a la que le faltaban los
dientes—. No tomé una siesta como tú.
—Ella —la llamó, ya que apenas había terminado de hablar antes de empezar 20
a alejarse.
Había metido la pata. De alguna manera arruinó su noche. Y su hermana lo
reprendería por la mañana. Pero lo más importante, odiaba ver a Ella triste.
—Ella —dijo de nuevo una vez que la alcanzó. Cuando se giró para mirarla,
tenía lágrimas en los ojos y eso lo hizo sentirse como un idiota.
—Es el aire frío que lo que las provoca. —Se limpió las mejillas, pero el
pequeño quiebre en su voz la delató.
—No estés triste. ¿Por qué estás triste? —Alcanzó la palma de su mano,
encontrándola fría, así que la colocó entre sus manos para intentar calentarla. No
habían pensado en llevar guantes para el viaje.
—No es nada. Por favor. —La súplica en su tono lo hizo soltar un profundo
suspiro, le soltó la mano y asintió.
Caminaron en un silencio casi doloroso de vuelta a su hotel, que estaba a sólo
unas manzanas. Dudaba que ella pudiera caminar mucho más con esos tacones. No es
que no la hubiera llevado en brazos si ella se lo hubiera pedido, pero basándose en
su cambio de humor de descarada en el club a acaba de perder a su perro, dudaba
que se lo permitiera.
Una vez en su habitación, Jesse tiró su abrigo en la silla encima de la de ella
mientras se apresuraba a entrar en el cuarto de baño y cerraba la puerta. ¿Estamos
peleados?
Se acercó a la ventana y descorrió las cortinas plateadas del suelo al techo,
dejando ver el árbol de Navidad del Rockefeller Center. Se metió una mano en el
bolsillo y con la otra se desabrochó los botones superiores de la camisa.
—¿Segura que te parece bien que duerma aquí? —preguntó al oír abrirse la
puerta del baño unos minutos después.
—Hay dos camas —dijo desde atrás, pero él aún no se había girado—. Además,
ya sabemos que no te interesa y que Rory sigue perdiendo el tiempo.
—Ya lo hemos establecido, ¿no? —La encaró lentamente, sacando la otra mano
del bolsillo.
Se detuvo al ver a Ella de pie frente a una de las camas, con una camiseta negra
de gran tamaño que decía Cowgirls Do It Better (Las vaqueras lo hacen mejor) en letras
rosas. La camiseta le llegaba hasta la mitad de los muslos, mostrando sus largas
piernas bronceadas. Tenía las uñas de los pies rojas, a juego con las de las manos.
Pero se había quitado el maquillaje de la cara, así que sus labios ya no eran rojos.
—Creo que te falta algo. —Un sujetador, para empezar. Sólo porque su camiseta
fuera negra no significaba que él no notara sus pezones. 21
Se cruzó de brazos.
—¿Y eso qué es?
—Un par de pantalones. —Obligó a su mirada a permanecer a la altura de los
ojos, para que no volviera a mirarla, luego se desabrochó los últimos botones de la
camisa y se la quitó.
Perdió el contacto visual con Ella cuando su mirada se deslizó hacia su pecho y
se quedó allí.
—Te he visto sin camiseta en el rancho un millón de veces, yo, um.
Y también le había visto las piernas con sus pantalones cortos de Daisy Duke y
sus botas de vaquera. Pero sí, era diferente porque estaban solos en una habitación
de hotel en la navideña Nueva York.
—¿Segura que no has metido en la maleta un mameluco para adultos? ¿O quizá
unos pantalones de forro polar con lindos perritos con gorros de Santa? —Tuvo que
ignorar la forma en que sus ojos parecían devorar su cuerpo o cómo se posaban ahora
en la hebilla de su cinturón, como si quisiera quitárselo ella misma y caer de rodillas
ante él.
—No, odio pasar calor por la noche. Me gusta dormir con poca ropa, encender
el aire acondicionado y acurrucarme bajo las sábanas. ¿Eso es un problema?
—Apenas nada. ¿Esto es apenas nada? —Demonios, su polla se movía de
nuevo—. ¿O es más de lo normal? —Liberó la hebilla y se desabrochó el botón
superior del pantalón, sin saber por qué seguía desnudándose delante de aquella
mujer. Pero como ella dijo, lo había visto en calzoncillos cuando se desnudó y saltó al
lago en su día, así que esto no debería ser gran cosa.
—Una camiseta de tirantes y bragas. O quizá sólo las bragas. Las camisetas de
tirantes tienden a torcerse mientras duermo.
Jesse desvió la mirada hacia la lámpara que había entre las dos camas. Tenía
que mirar algo que no fuera ella, y olvidar la imagen que ella había pintado y que
quedaría grabada permanentemente en su mente.
—Así que me haces un favor poniéndote una camiseta, ¿no?
—¿Por qué, me verías como alguien más que la hermana de A.J. si vieras mis
tetas?
La atrevida Ella había vuelto, y la prefería a la triste Ella. ¿Pero tenía que ir allí?
—Ella —raspó en tono de advertencia. ¿O era una advertencia para sí mismo?
Aborta y retrocede. Vete a pasear por la ciudad toda la noche en vez de compartir
habitación con ella. 22
Lo obligó a volver a mirarla y parpadeó sorprendido al ver que se deshacía de
su camiseta en la cama.
—Adelante. Recházame otra vez —susurró ella, de pie, audazmente, sólo con
una tanga roja, y Jesse casi se crujió los dientes de atrás al apretarlos, resistiendo el
impulso de borrar el espacio que los separaba y tomarla en sus brazos—. Por tercera
vez. Y apenas he bebido nada. Soy mayor de edad. Y tú llevas unos cuantos años fuera
del Ejército. Entonces, ¿qué excusa se te ocurrirá esta vez para tratar de ocultar el
hecho de que realmente no me quieres?
La mirada de Jesse permaneció clavada en sus pechos turgentes que se
levantaron cuando ella respiró bruscamente, como si los nervios se estuvieran
apoderando de su atrevimiento. Se volvió hacia un lado y levantó los ojos hacia el
techo. Cada parte de él deseaba tomarla. Hacerla suya. Olvidar todas las razones por
las que sabía que no podía estar con ella.
—¿Y si es por una noche? Sólo una noche. Y no le decimos a nadie lo que pasa.
En vez de lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas, esto será lo que pasa en
Nueva York, se queda en Nueva York. —Podía sentir a Ella acercándose a él. Su calor
corporal acercándose a su piel ardiente—. No se lo diré a Rory. A Savanna. A ninguno
de mis amigos. Ni a mi familia.
—¿Por qué quieres hacer esto? ¿No... complicará las cosas? —Cerró los ojos y
se sujetó las sienes con el pulgar y el índice, tratando de encontrar una forma de decir
no a la tentación que tenía justo detrás. Porque, ¿cómo no iba a complicar las cosas?
—Jesse, te he deseado desde que tengo memoria. Siempre te he deseado, y
tienes que saberlo. —Cualquier pizca de descaro estaba ahora enterrado bajo su
suave voz.
Yo también te deseo. Siempre te desearé. Pero no puedo tenerte.
—Entonces esta noche sería un error —dijo mientras se giraba lentamente al
sentir la mano de ella en su brazo. Y utilizó toda la fuerza de que disponía para no
apartar los ojos de su cara. Para no poner las manos en las caderas de ella y llevarlas
hasta su trasero y apretarlo—. Porque no puedo ser el hombre que necesitas. —
Sacudió la cabeza, preocupado de que estuviera a punto de protestar—. Te mereces
estar con alguien entero, Ella Mae. Y yo estoy más roto de lo que ves. Demasiados
pedazos como para pedirte que intentes recomponerme.
Cuando sus ojos se entrecerraron, se dio cuenta de que había dicho
demasiado. Mierda, ¿acaba de darle esperanzas?
—Pero, Ella —dijo alrededor de un trago—, lo último que quiero en el mundo
es rechazarte esta noche. Porque te deseo. Quiero tirarte a la cama y follarte como el
demonio. Y luego hacerlo una y otra y otra vez. —Su polla se tensó dentro de los
pantalones ante la imagen que había expuesto para que ambos la asimilaran—. Lo 23
último que tienes que pensar es que quiero rechazarte. Pero decir que no es algo que
tengo que hacer. Estaría mal por mi parte darte falsas esperanzas. Sería un imbécil.
Estaba bastante seguro de que Ella se había quedado con la boca abierta en
algún momento entre su comentario de, una y otra vez. Lo miró fijamente, todavía un
poco sorprendida por su confesión.
—Entonces sé un imbécil. No digas que no. Esta noche no. No quiero ser una
buena chica. La Ella Mae confiada y fiable que no hace nada malo —murmuró—.
Quiero ser mala.
Jesse le puso ambas manos en los brazos y la agarró ligeramente.
—No nos besaremos. En ninguna parte. Ni siquiera, ya sabes, ahí abajo. —Miró
hacia abajo entre ellos, observando los pantalones de él antes de que su mirada se
dirigiera a su tanga—. Nada íntimo. Creo que eso ayudará a que sea menos...
esperanzador.
¿Menos esperanzador? Dios, lo estaba matando. Y se odiaba a sí mismo por
ocultarle secretos, por no compartir toda la verdad sobre por qué necesitaba
mantenerse alejado de ella. Pero era por su propio bien. Al menos eso se decía a sí
mismo.
—No tengo condones. —Mierda. ¿Acabo de decir eso?
—Yo sí.
Jesse la agarró de los brazos con más fuerza.
—¿Planeabas enrollarte con alguien este fin de semana?
—Tal vez esperaba que tú... —dejó escapar las palabras, como si le preocupara
que pudiera cambiar de opinión mientras permanecía casi desnuda ante él, con el
cuerpo prácticamente al ras del suyo. ¿Acaso creía que existía algún universo en el
que él pudiera rechazarla en ese momento?
—No se lo decimos a nadie. Rory no nos dejará en paz si lo sabe.
Ella mantuvo la barbilla levantada y los ojos fijos en él mientras asentía, con el
labio ligeramente entre los dientes. Estaba nerviosa porque diecisiete años después
de pedirle que la besara, estaban a punto de acostarse.
—No puedo estar contigo —reiteró—. No quiero que intentes arreglarme. Que
pienses que puedo... arreglarme —añadió, tropezando con las palabras, sintiendo
que iba a ahogarse en esos ojos azules de ella—. Tienes que prometerme que
seguirás adelante. —No quería pensar en eso. Imaginársela con cualquier otro
hombre. Pero ya era hora de que lo dejaran ir. Ella. Rory. Todos. Tenían que dejarlo
ir. Por favor.
Ella cerró los ojos, tomó aire, pero asintió. 24
—Tengo que oírte decirlo. Necesito mirarte a los ojos cuando lo hagas. —Tenía
que asegurarse de que esta noche no la rompería. Dañarla. Sabía que lo destrozaría
a él, pero ¿qué más daba? Ya estaba muy jodido.
Sus párpados se abrieron lentamente y sus ojos azules se clavaron en los de él.
—Te lo prometo. Seguiré adelante.
Le soltó los brazos y dio un paso atrás, permitiéndose por fin contemplarla. Para
empaparse de cada momento de esta noche, ya que sería la única. Y esperaba no
estar cometiendo un error cuando se trataba de su corazón. En el fondo, no podía
evitarlo, pero si era sincero consigo mismo, no pensaba con claridad.
Sus ojos recorrieron las uñas rojas de sus pies, subieron por sus piernas hasta
llegar a sus tetas redondas y turgentes antes de encontrarse con sus ojos.
—Eres hermosa.
Extendió la mano y le puso la palma en el pecho.
—Tú también. Ya sabes, de una forma varonil y ruda, por supuesto. —Una
sonrisa nerviosa se dibujó en sus labios.
No poder besar su boca o enterrar su cara entre sus muslos iba a ser una
tortura, pero tal vez tenía razón. Tal vez eso haría más difícil que esta fuera una
situación de, sólo una noche. Siempre había sabido que si alguna vez ponía su boca
en la de ella, estaría perdido. Sin vuelta atrás. Los demonios que cargaba no dejarían
de apoderarse de él, pero no dejaría que la metieran a ella en su propio infierno.
Llevó la mano a su cremallera y la bajó, luego le apartó los pantalones para
dejar al descubierto sus calzoncillos bóxer negros. Estaba durísimo y listo.
—Sin besos, pero ¿puedo tocarte? —preguntó con los dientes apretados,
haciendo todo lo posible por no dejar que se rompiera su compostura y arrojarla
sobre la cama y enterrarle la polla hasta el fondo.
—Sí, por favor —dijo con una pequeña inclinación de cabeza.
Enganchó los dedos en la fina tira de tela de sus caderas y le bajó las bragas.
Le puso una palma en el coño y siseó cuando su excitación cubrió sus dedos al
deslizarlos por sus pliegues.
Se sacudió contra su mano, casi cayendo dentro de él. Llevó una mano a su
pecho y le hizo rodar el pezón entre los dedos mientras jugaba con sus pliegues
húmedos.
—Jesse —gritó. Cuando le metió dos dedos, empezó a jadear y a frotarse contra
el talón de su mano para crear más fricción. 25
Esta diosa que decía su nombre iba a provocar que la bestia despertara. Para
tomarla. Aplastarla. Follarla duro y desde todos los ángulos.
—No —le exigió—. No digas mi nombre —gruñó como advertencia y le apretó
la teta, que era más que un puñado, incluso para su gran mano.
—¿Por qué? —Lo miró directamente a los ojos mientras seguía dándole placer,
y a él le encantó cada segundo de sus gemidos jadeantes. Pero esos sonidos
seductores también eran peligrosos para su control.
Soltándole el pecho, deslizó la mano por su espalda hasta agarrarle un puñado
de cabello y tiró suavemente.
—Porque te voy a destrozar, cariño, y prefiero ser suave contigo.
—Oh. —Su boca permaneció firme y redondeada. Un poco aturdida por sus
palabras. Y tal vez al borde del orgasmo por su tacto. En cualquier caso, era
condenadamente difícil no meterle la lengua entre los labios y follarle también la
boca—. ¿Y si quiero que me desgarres? —preguntó, apretando su cuerpo contra el
de él.
Le tiró del cabello un poco más fuerte, haciéndole saber que ahora mismo
estaba jugando con fuego.
—Tal vez más tarde. Tenemos la noche, ¿verdad? No tiene que ser la única vez.
Otro suave oh salió de sus labios mientras apretaba los muslos, atrapando allí
la mano de él.
—Podría venirme si no paras. Y quiero que ocurra contigo dentro de mí. —lo
miró a los ojos—. Por favor.
Cuando le soltó el cabello y retiró la mano de su apretado coño, dio un paso
alrededor de su tanga desechada y se subió a la cama. Al verla a cuatro patas, con el
trasero al aire para él, Jesse casi se traga la lengua.
—Los condones están en la cremallera lateral de mi maleta —le indicó, y luego
giró la mirada para encontrarlo mirándole el trasero—. ¿Qué? He estado trabajando
en mi volquete.
—¿Camión volquete? —preguntó él, momentáneamente distraído de su misión
por el giro de su frase.
—Creo que así es como lo llaman los veinteañeros. No estoy ni cerca de los
niveles Kardashian, pero he estado trabajando mucho los glúteos en el gimnasio.
—No sé nada de las Kardashian —dijo mientras tomaba un condón—, pero diría
que tu trasero es, bueno, perfecto. —Su polla palpitaba mientras se lo ponía,
imágenes de dicho trasero en todas las posturas imaginables acudiendo a su mente.
«Por mucho que me guste la vista, quiero mirarte mientras nosotros... —No 26
digas hacer el amor. Esto no se supone que sea íntimo, imbécil.
Asintió y se puso boca arriba. Se subió encima de ella, permaneciendo
erguido. ¿De verdad iba a acostarse con la hermana pequeña de su mejor amigo?
¿A.J. lo mataría si se enteraba?
Ella recorrió su cuerpo con la mirada mientras hacía un gesto de acercamiento
con el dedo y se acariciaba el pecho con la otra mano. Sí, he terminado. Méteme una
bala y da por terminado el día, porque ¿cómo demonios iba a poder seguir adelante
después de esta noche?
Bajó hasta los antebrazos y colocó la punta en su centro empapado.
—¿Estás segura?
—Absolutamente —respondió sin vacilar, y luego le buscó la nuca, atrayéndolo
más hacia ella. Demasiado. Sus bocas casi se rozaron.
—Ella. —Su nombre sirvió como advertencia final. La oportunidad de ondear
la bandera blanca. Pero dudaba que alguno de los dos fuera capaz de cortar y
rendirse. Para alejarse de este momento, independientemente de las consecuencias
una vez que la luz del día golpeó.
—Jesse —dijo levantando las cejas, sabiendo que ahora estaba sobre hielo
delgado en términos de su control.
—Realmente quieres ser una chica mala esta noche, ¿verdad?
Plantó el labio entre los dientes cuando él introdujo la cabeza de su polla
apenas un centímetro, y sus bolas se tensaron al contacto.
—Mm. Mientras susurres, buena chica, en algún momento de esta noche, seré
tan mala como tú quieras que sea.
Sabía que no se refería a eso, pero odiaba estar a punto de hundirse en una
chica buena de verdad, arriesgándose a dejarla tan destrozada como él. Pero ya
estaba a dos centímetros dentro de ella y no había vuelta atrás.
La penetró con fuerza, y las caderas y el trasero de ella se levantaron de la cama
al unirse a él, con su hueso pélvico chocando contra el de él.
—Ohhh —siseó, con los ojos clavados en los de él.
Nunca había sentido algo así. Encajaba perfectamente con él. Moviéndose con
él.
Jesse cambió su peso a un antebrazo para poder alcanzar su cadera y deslizar
su mano hacia su trasero, manteniéndola apretada contra su cuerpo mientras
empezaba a follársela en serio.
—Voy a venirme. Lo siento. No puedo esperar —gimió unos minutos después.
27
—Espérame, cariño. Puedo correrme en cualquier puto momento estando
dentro de ti. Te sientes muy bien.
Ella le clavó la mirada y empezó a estremecerse bajo él. Su cuerpo se arqueó
mientras levantaba la espalda de la cama y se mecía en su orgasmo, apretando su
coño contra él hasta el clímax. Y cuando susurró su nombre en la cima del éxtasis, fue
todo lo que necesitó para empujar una última vez y correrse con fuerza.
Rodó a su lado después de que ambos bajaran de lo que había parecido
atravesar las puertas del Cielo, y sintió la tentación de sujetar su mano y entrelazar
sus dedos.
Pero eso sería íntimo, así que puso las manos sobre su pecho para intentar
recuperar el aliento.
—¿Cuántos condones empacaste? —En su prisa por tomar uno, no se había
dado cuenta. Se puso de lado para mirarla y no pudo evitar tocarle el pecho cuando
ella hizo lo mismo y se tumbó de lado frente a él.
—Tres más. —Pasó la lengua por la costura de su boca, y maldita sea, estaba
desesperado por besarla.
—Puede que no sea suficiente. —Se inclinó hacia delante y posó sus labios en
el hombro de ella, que antes había estado desnudo con aquel vestido—. ¿Quizá en
vez de una noche, tengamos un fin de semana? —¿Qué estaba haciendo? ¿Sugiriendo?
Pero ¿cómo demonios iba a pasar la noche de mañana sin tocarla?
No, podrían volver a ser amigos cuando estuvieran en casa en Bama el
domingo, ¿verdad?
—Sí —dijo, y él hizo lo posible por no notar el brillo de sus ojos, preocupado
de que estuviera al borde de las lágrimas por cualquier emoción que se hubiera
agitado en su interior durante el sexo. Si ella se sentía como él, entonces sí...
Se obligó a levantarse y a deshacerse del preservativo.
—Ponte boca abajo —ordenó mientras se unía a ella de nuevo en la cama.
—¿Por qué? —Preguntó pero siguió su petición.
—No puedo besar tu boca. Ni tu coño. Pero planeo arrastrar mis labios a lo
largo de la curva de tu columna y hacia abajo.
—Oh. —¿Era su nueva palabra favorita esta noche?
—Y si grito tu nombre mientras besas mi cuerpo, ¿qué pasará entonces? —La
descarada había vuelto, y lo vio en sus brillantes ojos azules cuando le devolvió la
mirada por encima del hombro. 28
—Sabes exactamente qué, cariño —prometió, arqueando una ceja.
Le levantó los brazos por encima de la cabeza y le enlazó las muñecas, luego
le movió la masa de cabello para posar su boca en las pocas pecas de la parte
posterior de su hombro derecho.
—Bien entonces —dijo suavemente—. Jesse. Jesse. Jess...

29
Capítulo Uno
WALKINS GLEN, ALABAMA — ACTUALIDAD

J esse se arrodilló, giró y desenfundó su Glock 19 con un movimiento suave,


fijando al intruso en su punto de mira. Pero soltó rápidamente un fuerte
suspiro al darse cuenta de que conocía al hombre que ahora estaba en su
taller.
Jesse inclinó la cabeza y bajó lentamente el arma, prefiriendo que fuera alguien
que realmente intentaba acabar con él.
—Es bueno ver que no has perdido tu toque.
Tras levantarse del sucio suelo de hormigón cubierto de aserrín, se aseguró la
9 mm en la funda oculta bajo la camiseta a la espalda.
—Date la vuelta y vete. No quiero ver lo que hay en ese sobre que llevas en la
mano —dijo Jesse con brusquedad—. Saluda a Suzette y a los niños y deséales un feliz
Año Nuevo de mi parte.
Ajustándose el pañuelo sobre la boca, Jesse se volvió hacia el trozo de pino
recuperado que había estado lijando. Una mesa de centro con forma de tambor de un
metro de ancho y un metro de alto. Estilo de mediados de siglo. Ese había sido el
pedido de su cliente meses atrás, y había estado demasiado ocupado con su nuevo
trabajo para terminar el trabajo a tiempo.
—¿Crees que vine hasta aquí para que me grites? —Thatcher apagó la radio,
señal de que no tenía intención de marcharse, aunque Jesse no creía que su antiguo
jefe fuera a escucharlo—. Buen trabajo. —Thatcher se paseó despreocupadamente
hacia el otro lado del banco de trabajo, donde estaba anclada la plancha de madera.
Jesse había estado lijando la superficie con el método de la vieja escuela. Era arduo
e innecesario. Pero le ayudaba a eliminar parte de la tensión que le subía por los
brazos y le llegaba al pecho—. ¿Tienes una máquina Black and Decker aquí, y estás
usando un trozo de papel de lija?

mano.
Jesse se quitó el pañuelo de la boca y miró el sobre que Thatcher tenía en la 30
Thatcher alisó con la palma de la mano libre la parte rugosa e inacabada del
tablero de la mesa. El leve rastro del humo de un puro, caro y definitivamente cubano,
se pegaba a su ligera chaqueta negra de Polo.
Aquella mañana hacía unos siete grados y, a pesar del frío, Jesse había dejado
abiertas las puertas dobles de su taller para que entrara aire fresco. Sólo llevaba una
camiseta negra y unos vaqueros, pero la camiseta ya se le pegaba al cuerpo de tanto
sudar mientras lijaba su lista de problemas. Uno por uno.
No es que el lijado solucionara los problemas.
Pero le impidió asfixiarse por su enormidad.
¿Un problema en particular? Ella Mae Hawkins y su reciente deseo de tener
citas rápidas en Birmingham.
El número de posibles pretendientes que había querido partir por la mitad en
octubre, cuando ella había tenido una cita tras otra, había sido demasiado. Se había
contenido. De alguna manera.
Ella había puesto en pausa las citas cuando una de sus mejores amigas,
Savanna, se había metido en problemas por aquel entonces, pero no podía evitar
preguntarse cuándo volvería a empezar.
Es posible que haya hackeado su cuenta como un psicópata y comprobado los
antecedentes de todos los chicos con los que se había, emparejado, durante su ataque
de locura del pasado otoño. Su última, cita, fue la misma noche en que la vida de
Savanna se puso patas arriba. La misma noche que tuvo que matar a un hombre dentro
de la casa de Savanna para mantenerla a salvo.
Y luego, durante esa misma semana, no había tenido más remedio que acabar
con más vidas. Había sido en defensa propia y para proteger a Savanna, pero Ella le
había gritado por ello.
Sí, toda esa situación era otra de las razones por las que había lijado el tablón
de madera como si el pino le hubiera hecho algún mal.
—¿Cuánto tiempo vas a estar callado y actuar como si no estuviera aquí? Estás
haciendo un agujero en ese trozo de madera como si tuvieras la visión calorífica de
Superman.
—Mejor la madera que tú, entonces, ¿no? —Jesse echó un vistazo por las
puertas dobles abiertas para comprobar si había una Suburban negra o similar, con
un guardia melancólico con gafas de sol oscuras junto al vehículo.
—He oído que estás trabajando de nuevo. No es el mismo tipo de trabajo, pero
tu cuenta de muertes ha subido desde la última vez que te vi. —El comentario de 31
Thatcher hizo que Jesse lo mirara de frente.
¿Se le aceleró el corazón al saber que Thatcher tenía esta información? La
verdad es que no.
¿Y le sorprendió que Thatcher supiera que Jesse se había unido recientemente
a una empresa de seguridad? No.
¿O se escandalizó por el hecho de que Thatcher supiera siquiera que la
empresa existía, ya que su huella en Internet era nula? Difícilmente.
Esta era Thatcher. Thatcher lo sabía todo. Era su trabajo saberlo todo.
—Creía que ya no querías operar. —Thatcher dejó el sobre y golpeó la madera
con ambas manos. Empujó un poco hacia abajo, como si comprobara la resistencia
de la madera bajo la presión de sus puños—. Me enteré de lo que le pasó a la viuda
de Marcus, Savanna Vasquez. Ella es la razón por la que volviste a entrar, ¿verdad?
Por ella te uniste a ese grupo heterogéneo.
—¿Heterogéneo? —A Jesse se le escapó una carcajada ante la imagen que
había pintado. Heterogéneo no era exactamente un término utilizado para definir a
un equipo de veteranos del Ejército, todos ellos operadores altamente cualificados
que también eran excelentes recopiladores de información.
—Uno de tus jefes es un operador corrupto de la CIA. —Hizo una pausa—.
Carter Dominick es un problema. No el tipo de problema con el que quieres tratar —
continuó.
Sí, Carter se había alejado de la Agencia, pero tenía buenas razones, por lo que
Jesse sabía. Como que su mujer había sido masacrada, y quería encontrar a los
verdaderos asesinos.
—Y en cuanto a su otro jefe... Gray Chandler es el polo opuesto a Carter. Luego
está el hecho de que su hermana es de la CIA, y su padre es el Secretario de Defensa.
—Otra pausa. Más larga esta vez—. Me encantaría saber cómo se asociaron Carter y
Gray, pero no deberían ser tus jefes de equipo. Ese trabajo debería ser mío.
—Nunca formé parte de un equipo. Yo era un hombre solo. Tú me dabas
órdenes. Yo las ejecutaba. Solo. —Usualmente, al menos—. Lo que voy a hacer con
ellos es el tipo de cosa de la que puedo estar orgulloso, a diferencia de lo que hice
por ti. —Una sensación roedora se acumuló en su estómago, como ácido
revolviéndose, cuando los recuerdos de haber trabajado para Thatcher surgieron en
su mente.
Le había dado casi cinco años a Thatcher. Cinco años de más. ¿Y para qué? Más
secretos enterrados de los que le importaba pensar, secretos que nunca podría
desenterrar. Dios, cada vez que miraba a Ella a los ojos, sentía que merecía una bala
en la nuca. Su corazón puro se convertiría en polvo si supiera todo lo que él había
32
hecho.
—Así que, ¿tu familia sabe que formas parte de este... cómo se llama... Falcon
Falls Security? ¿Están tus padres al tanto de los cadáveres que has amontonado desde
que empezaste a trabajar con este 'no tan' heterogéneo grupo?
Y ahora Thatcher le estaba tomando el pelo.
Thatcher levantó los puños de la madera y se los pasó por delante de la
chaqueta, dejando allí un poco de residuo de polvo.
—¿Realmente echas de menos estar en el Ejército? ¿Trabajar con un equipo?
No me lo esperaba. Pero bien. No más carreras en solitario si vuelves conmigo.
Puedes asociarte. Carajo, puedes tener un ménage o un cuarteto o lo que sea. Pero te
quiero de vuelta.
—No —respondió Jesse sin vacilar.
—Esto —dijo Thatcher mientras señalaba las herramientas que colgaban de la
pared a su izquierda— sólo debía ser una tapadera. Cuando me enteré de que habías
convertido la fabricación de muebles en un trabajo a tiempo completo después de
dejarme, te di un año hasta que volvieras. Duraste más, lo reconozco. Pero no mucho.
Jesse miró la pared de herramientas colgadas en perfecto orden, tal como su
padre le había enseñado. Dios no permitiera que alguna vez hubiera extraviado una
herramienta o puesto una en el lugar equivocado mientras crecía.
Los martillos alineados en fila. Los destornilladores ordenados por tamaño. Y
así sucesivamente.
Había equilibrio y simetría. Armonía allí, cuando por dentro sentía cualquier
cosa menos eso.
Jesse pasó la yema del pulgar por el borde de la tabla de pino y sus ojos
recorrieron lentamente la madera, preguntándose para qué se habría utilizado antes
de llegar a su taller. ¿Una mecedora del abuelo? ¿La estantería de un bebé? ¿Una
mesita para apoyar los pies después de un largo día de trabajo?
No siempre conocía la, vida pasada, de la madera que convertía en muebles,
pero se negaba a utilizar otro material que no fuera reciclado. Quería, salvar, la
madera de la basura. Reformarla. Tallarla. Dar una nueva vida a algo desechado u
olvidado. Una segunda oportunidad de volver a ser útil o bello.
—Me gusta hacer esto, por cierto. —Pero necesito más. También necesito ser
útil. En ese sentido, Thatcher tenía razón. Cuando en octubre atacaron a su amiga
Savanna en su casa, delante de él, se dio cuenta de que tenía habilidades que podían
ser útiles para un bien mayor. Quizá algún día pudiera volver a mirar a Ella a los ojos
sin sentir que merecía aquella bala. 33
—No hemos gastado una fortuna en formarte, mucho más de lo que ha gastado
el Ejército, por cierto, sólo para que vayas a trabajar con Carter y Gray. —Thatcher
rodeó el banco de trabajo y metió la mano en el bolsillo, sacando una tarjeta de
visita—. Si vuelves, vuelves con nosotros. Tu misión está ahí adentro. —Inclinó la
cabeza hacia el sobre de 8x11 y puso la tarjeta encima.
La orden de Thatcher hizo que la sangre se drenara de la cara de Jesse, pero
sólo por un momento. Ese miedo efímero fue sustituido rápidamente por una rabia
candente que le quemaba todo el cuerpo.
—Accediste a dejarme marchar si te daba un año más. Y en realidad te di
dieciocho meses.
—Me diste esos seis meses extra porque Ella Hawkins se comprometió —dijo
Thatcher con suficiencia, con un brillo de autosatisfacción en los ojos. Jesse nunca
había compartido eso con el hombre, pero Thatcher lo sabía todo, así que...
Después de su fin de semana con Ella en Nueva York, Jesse había resuelto
alejarse de Thatcher y de su trabajo. Convertir su tapadera en su verdadera historia
y aprender a ser el tipo de hombre que Ella se merecía. Pero Thatcher le hizo dar un
año más de su vida a cambio de, salir, sin complicaciones.
Y en el transcurso de ese año, Ella había seguido adelante, tal como Jesse le
había ordenado. Anunció su compromiso exactamente un año después de su Navidad
neoyorquina, dos días antes de que Jesse planeara alejarse de Thatcher.
—¿Sospecho que tú eres la razón por la que no caminó hacia el altar?
—Creía que lo sabías todo —gruñó Jesse, odiando que Thatcher pronunciara
su nombre. Ella era inocente y dulce, Thatcher era, como mucho, un mal necesario—
. La noche antes de su boda, le dije que no podía verla casarse con ese imbécil —
confesó lentamente, porque por mucho que le molestara la presencia de Thatcher, el
hombre había sido como un segundo padre.
—Y me abandonaste cuando canceló la boda. Hace dieciocho meses.
—Habría renunciado a pesar de todo, y sabes muy bien por qué —siseó.
—Lo que pasó aquel día no fue culpa nuestra, pero...
¿Pero qué? Sin embargo, las palabras seguían alojadas en la cabeza de Jesse.
—¿Por qué Ella y tú no están juntos? —preguntó, lanzando una bola curva a
Jesse—. Porque sabes que una mujer como ella se merece a alguien...
—¿Mejor?
—Diferente. —Hizo una pausa Thatcher—. Más seguro.
—Déjate de juegos mentales. —Jesse dio un paso adelante y se llevó la mano
al pecho de Thatcher. Aquel hombre ya no era su jefe. A la mierda la cadena de mando
34
y el antiguo estatus de E-9 de Thatcher en las Fuerzas Aéreas—. Sé lo que estás
haciendo. Tú me enseñaste esta mierda. Cómo meterte en la cabeza de tu enemigo
sin mover un dedo. —Los juegos mentales podían ser incluso más tortuosos que el
dolor físico. Él lo sabía muy bien.
—Te acostaste con Ella en Nueva York hace tres años. Es por eso por lo que
querías salir en primer lugar, ¿verdad?
¿Por qué buscaba más información? ¿Qué le importaba? ¿Y cómo demonios lo
sabía?
—¿Sabe que estrangulaste la vida de un hombre ni siquiera una semana antes
de aquella romántica escapada a Nueva York? Las manos que usaste para tocarla le
quitaron la vida a otro.
Jesse aspiró con fuerza, y su palma se aferró rápidamente a la garganta de
Thatcher. Estaban a la altura de los ojos, ambos medían metro ochenta y cinco.
Thatcher mantuvo su mirada fija en la de Jesse y no se inmutó mientras Jesse
contemplaba la posibilidad de apretar.
—¿Sabe tu cuenta de asesinatos? —susurró Thatcher mientras Jesse apretaba
su agarre un cabello más—. Me refiero a tu número de asesinatos después de dejar
de ser un Ranger.
—Jódete. —Jesse soltó su agarre y retrocedió tres pasos antes de levantar las
palmas en el aire como señal para que Thatcher se largara—. Tienes que irte antes de
que mi número aumente en uno.
La sonrisa que iluminaba el rostro de Thatcher no era fría ni calculadora, ni
tampoco amenazadora. Era la sonrisa que un padre dedica a un hijo después de que
éste haya hecho algo que lo enorgullezca, una sonrisa que su propio padre nunca le
había dedicado.
A lo largo de los años, Thatcher no había ocultado el hecho de que admiraba la
pasión de Jesse, su devoción feroz y leal a los que amaba. Así que presionar los
botones Ella de Jesse debe haber sido su manera de tratar de hacer que Jesse se
quebrara. Thatcher estaba tratando activamente de provocar a la bestia dentro de
Jesse, la bestia de la que había estado trabajando para deshacerse desde el día en
que Ella canceló su boda.
Thatcher también era consciente de que, por mucho que presionara, Jesse
nunca llegaría a hacerle daño.
—Tienes que irte antes de que mi hermana te vea aquí y te eche encima a su
perro. Bear olerá una amenaza en cuanto ponga sus ojos en ti.
La hermana de Jesse, Rory, y su marido, Chris, se quedaban con él durante las
vacaciones. Pero Chris se había marchado hacía una hora para reunirse con A.J. uno 35
de los cuatro hermanos de Ella, y Griffin, en el campo de tiro al aire libre del rancho
Hawkins. Jesse ahora deseaba haber aceptado la invitación de Chris para unirse a
ellos.
Griffin Andrews era uno de sus compañeros en Falcon Falls Security, así como
el prometido de Savanna. Había conocido a Griffin en octubre, justo después de que
Savanna fuera atacada en su casa, la noche en que Jesse no tuvo más remedio que
acabar con la vida de un hombre ante sus ojos.
El equipo, ahora conocido como Falcon Falls Security, había sido llamado para
ayudar, y Griffin, un antiguo Delta del Ejército, había protegido a Savanna durante la
cacería para acabar con sus atacantes. Jesse no había estado seguro de si Savanna
volvería a amar después de perder a su marido en 2015, pero Griffin consiguió
conquistarla.
Se alegraba por Savanna y, aunque no llevaba mucho tiempo trabajando con
Griffin, era un tipo sólido y honrado. Griffin tenía su sello de aprobación.
—Jesse, necesito que vuelvas. —la voz de Thatcher se hizo más grave—. Al
menos para un caso más, y si quieres trabajar con ese Falcon Falls, que así sea. —
Thatcher ladeó la cabeza, estudiándolo. El hombre parecía una versión algo más
joven de Harrison Ford y podría haber sido su doble o doble de acción. Diablos,
aunque Thatcher rondaba los sesenta, Jesse no dudaba de que fuera capaz de hacer
trabajos de acrobacia—. Me duele que hayas vuelto, y no haya sido conmigo, pero te
perdonaré si haces este último trabajo.
—Nunca será un último trabajo. Seguirás volviendo. Te conozco. No te rendirás
si digo que sí.
—Eres el mejor que hemos tenido. Probablemente nunca tendremos a otro. —
Su cumplido sólo hizo que Jesse se sintiera más como un pedazo de mierda, porque
él no quería ser el mejor de la manera que hacía que Thatcher se sintiera orgulloso.
Sólo quería ser la mejor versión de sí mismo para Ella, y el hombre que solía ser nunca
sería eso para ella.
—Tómate unos días. Piénsalo. —Se levantó el brazo, se subió la manga y
consultó su reloj—. Tengo que tomar un avión. Estaré de vuelta en Estados Unidos el
día después de Año Nuevo. Tienes hasta entonces, pero tengo la corazonada de que
me llamarás antes incluso de que mi avión salga de Alabama.
—¿Y si no abro ese sobre? —Jesse cruzó los brazos sobre el pecho, tratando de
mantenerse fuerte. Para no ceder ante Thatcher.
—Lo harás.
—¿Por qué estás tan seguro? 36
Thatcher puso un dedo sobre la tarjeta de visita y giró la cabeza hacia el pino
recuperado.
—Porque no puedes evitarlo. Eres curioso. Te gusta... arreglar cosas.
Jesse golpeó el suelo polvoriento con la punta de su bota de trabajo.
—Llévate el archivo. Lo quemaré. He dicho que he terminado, y terminé.
Thatcher negó con la cabeza.
—¿Y si te dijera que lo que hay en ese archivo está relacionado con la última
misión que aceptaste? —Hizo una pausa, dándole a Jesse un segundo para asimilar la
noticia—. ¿Eres tan testarudo que estás dispuesto a poner en peligro la vida de Ella?
Jesse entrecerró los ojos como si la luz del sol le diera en la cara en vez de en
la espalda.
—¿Qué? —Sus ojos se dirigieron al maldito sobre, y el pulso le subía con cada
milisegundo que esperaba a que Thatcher se explayara.
Thatcher maniobró alrededor de Jesse, ignorando su pregunta.
—Estoy seguro de que volveré a verte muy pronto.
Jesse se tragó el nudo que tenía en la garganta al darse la vuelta y ver cómo
Thatcher se despedía con la mano por encima del hombro mientras salía por las
puertas dobles.
Maldita sea. Thatcher haría cualquier cosa para tratar de atraerlo de nuevo al
redil. Pero ¿podía arriesgarse a que su antiguo jefe fuera un mentiroso, haciéndole
creer que Ella estaba en peligro a menos que volviera para este último trabajo? Y de
todas las asignaciones para este nuevo posiblemente conectarse al último.
Jesse se quitó la gorra de béisbol negra y la dejó en la mesa, luego se atusó el
cabello rebelde mientras miraba el sobre. No le extrañaría que Thatcher mintiera
para volver a engancharlo. Jugar con esos juegos mentales.
Pero tampoco podía encender el sobre cómo había contemplado hacer hacía
un minuto sin conocer la marca para determinar si era un objetivo legítimo. Y de
alguna manera un riesgo para Ella.
Jesse recogió el sobre y le tembló en la mano al romper el sello. Dentro había
una carpeta de papel manila, y cuando escudriñó el contenido, se le cortó la
respiración y se le heló todo el cuerpo.
Una abrumadora sensación de terror se apoderó de él. La muerte llamando a
su puerta, allí para recoger su alma y llevarle de vuelta a su antigua vida.
Jesse cerró la carpeta y la dejó sobre la mesa antes de observar su pared recién
reparada junto a las herramientas perfectamente colocadas. Sin pensarlo, se dirigió
hacia la pared, cerró el puño y empezó a dar puñetazos. Clavando el puño en el yeso,
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desgarró la pared.
Su visión se volvió borrosa mientras perdía el control. Mientras perdía la
maldita cabeza.
—Jesse McAdams, ¿qué en nombre de Dios te hizo esa pared?
Jesse se quedó quieto al oír la voz de Ella detrás de él.
Trabajando para recuperar el aliento, observó la pared dañada y luego se
volvió lentamente hacia ella. Para explicar la locura.
—Pensé que había un animal atrapado aquí.
—¿Un animal? ¿Por eso pareces más loco que una gallina mojada? —Ella
levantó la barbilla, absorbiéndolo de abajo arriba. Botas. Piernas cubiertas con
vaqueros. Camiseta negra rasgada. Cabello desordenado. Y cuando sus ojos
finalmente llegaron a su cara, parecía desconcertada. Seguramente por la expresión
de enfado de su rostro, el duro apretón de su mandíbula y un montón de locura en sus
ojos azules.
—Era... ruidoso. Me molestaba.
—Mmmm… hmmm —le espetó, llamándole la atención, cruzándose de brazos
en la postura de no me lleve la contraria, señor que utilizaba con sus alumnos de
primaria.
Se acercó más a él, como si supusiera que sus estúpidas excusas continuarían,
pero ahora estaba demasiado cerca. Podía ver las pecas dispersas por el puente de
su nariz desmaquillada. Olía su perfume, que le recordaba el verano y los días de
playa que habían pasado en el golfo cuando eran adolescentes. Bueno, él había sido
un adolescente entonces, y ella una preadolescente, supuso.
Su mirada permanecía fija en él. Llevaba tiempo enfadada con él, y sabía que,
en parte, tenía que ver con el hecho de que él siguiera cumpliendo su trato de Nueva
York de, olvidar, las diez veces que se habían acostado aquel fin de semana de hacía
tres años.
¿Realmente lo había olvidado? No.
Repasaba las noches que habían pasado juntos con todo lujo de detalles
mientras se pasaba la mano por la polla casi todas las noches desde entonces.
Pero nunca se lo había planteado, y cada vez que ella se había atrevido a
abordar el tema antes o después de su compromiso con el banquero Brian, él la había
cerrado en cuestión de segundos como un imbécil de primera.
Si hablaba de ello con ella, su control se rompería. Si ella mencionaba alguna
de las cosas que se habían hecho el uno al otro aquel fin de semana, él daría rienda
suelta a su bestia interior, y sería para follar, no para luchar.
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Ella se merecía algo mejor. Aquel fin de semana en Nueva York no debería
haber ocurrido nunca. Debería haber esperado hasta convertirse en el tipo de
hombre que pudiera mirarla a los ojos sin que la culpa le manchara la vista, le hiciera
ver rojo.
Siempre rojo. Todos los que conocía eran fans acérrimos de Bama. Pero ese
rojo carmesí de Roll Tide tenía un significado diferente para él.
—¿Tiene algo que ver con ese todoterreno con cristales tintados que vi salir
antes de estacionar? —Desplegó los brazos y agitó una mano como un mago haciendo
un truco—. Parecía muy de capa y espada. ¿Tienes un nuevo trabajo para Falcon?
¿Uno con el que no estás contento?
Mierda, si mentía y decía que sí, y Ella le mencionaba un trabajo a Griffin,
Griffin no tendría ni idea.
—Un tipo con el que solía trabajar me ofreció un trabajo. Le dije que ahora
estoy con Falcon.
—Oh.
Oh. Un sonido tan insignificante. Pero viviría en la memoria de Jesse como el
sonido que Ella había susurrado, gemido, e incluso gritado durante las muchas veces
que habían tenido sexo ese fin de semana.
Ahora un poco aturdido, Jesse miró sus labios carnosos, todavía redondeados
como si estuviera a punto de pronunciar otro Oh, y sintió una punzada de pérdida.
¿Su destino era estar siempre solo? Ser un viejo cascarrabias de setenta años
sentado en su porche con una escopeta en el regazo, desafiando a cualquiera que
entrara en su propiedad para poder dispararle. ¿Sería ese tipo? Demonios, ¿viviría lo
suficiente para ser ese tipo?
—¿Trabajaron juntos en el Ejército?
No quería mentir, así que hizo un duro cambio de tema.
—¿Has hablado ya con Natasha? —Por lo general era un poco más hábil en el
arte de evadir, pero en ese momento no pensaba con claridad.
—Hablé con ella de camino aquí. Natasha y el bebé Emory deberían recibir el
alta del hospital a última hora de hoy.
Natasha era la hermana de Gray en la CIA. Y el marido de Natasha, Wyatt, era
un SEAL que trabajaba junto a A.J.
A.J. también tenía ahora un hijo, y los últimos tres meses desde que había
nacido habían pasado volando. 39
Jesse no se sorprendería si Savanna y Griffin tuvieran un pequeño pronto.
Griffin era el único comprometido en su equipo inmediato de cinco hombres y
una mujer en Falcon Falls. Pero seguramente eso cambiaría con el tiempo. Dos de sus
compañeros de equipo, Jack London y Sydney Archer estaban divorciados. Y Sydney
era madre de un hijo adolescente. Pero dudaba que siguieran solteros para siempre.
Lo mismo ocurría con su jefe de equipo, Gray Chandler, o con su otro compañero,
Oliver Lucas.
Sin embargo, Jesse tenía la sensación de que Carter se quedaría soltero para
siempre después de perder a su mujer, pero de nuevo... había pensado lo mismo de
Savanna.
—¿También te golpeaste la cabeza contra esa pared cuando la golpeabas con
los puños? —Chasqueó los dedos ante su cara, haciéndole volver a la realidad: estaba
allí de pie y probablemente había estado hablando.
—Tu lloriqueo siempre hace que me quede dormido.
—No estaba lloriqueando, listillo. —Puso los ojos en blanco. Lo normal en Ella,
y se volvió descarada hacia la mesa—. Pero me sorprende un poco que Wyatt trajera
a Natasha hasta aquí para la fiesta de Nochebuena tan cerca de la fecha prevista del
parto, que se suponía que era la semana que viene. Tuvieron suerte de que no
rompiera fuente de camino a casa.
—Esa mujer trabajó hasta Nochebuena, así que parece que la terquedad está
en su ADN. Como otra persona que conozco. —Le lanzó una rápida sonrisa, y ella dio
un manotazo al aire en su dirección.
—Pero —comenzó— supongo que Natasha tenía buenas razones. La
celebración del compromiso de Savanna y Griffin no sólo fue una ocasión de alegría
para todos, también fue su despedida de Marcus. Cierto que no era su primera
despedida, pero probablemente fue la más emotiva, dadas las circunstancias.
El difunto marido de Savanna, Marcus, y el hermano de Ella, A.J., habían sido
los mejores amigos de la universidad en Bama. Sirvieron juntos en la Marina, luego
trabajaron en operaciones clandestinas para el Presidente que Jesse no debía
conocer. Y tristemente, Marcus fue asesinado por terroristas durante una de esas
operaciones.
Jesse sabía que A.J. y los demás se habían despedido más de una vez desde la
muerte de Marcus, sobre todo después de que finalmente mataran a los terroristas
responsables. Pero con Savanna planeando volver a casarse, el equipo había
considerado oportuno realizar otra.
—Cierto —habló por fin.
—Natasha dijo que Gray se quedará en D.C. hasta Año Nuevo. Y Sydney está
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en D.C. con su hijo para las vacaciones. ¿Eso significa que te tenemos hasta entonces?
—No lo sé. —Sus planes ahora dependían de la llamada que lamentablemente
haría a Thatcher en cuanto Ella se fuera.
—Así que... —se metió los pulgares en los bolsillos delanteros de los vaqueros
mientras su mirada se desviaba hacia la carpeta.
Mierda.
La movió rápidamente y la recogió despreocupadamente, metiéndola de
nuevo en el sobre.
—Sólo la oferta de trabajo. —Fingió una sonrisa, que ella interpretó como otra
sarta de mentiras.
Dejó el sobre en otro banco de trabajo junto a la maltrecha pared y colocó junto
a él la tarjeta de visita boca abajo.
Ella le lanzó una mirada de desconcierto antes de volver a centrarse en su
proyecto actual. Pasó la palma de la mano por encima del trozo de madera que había
estado lijando antes de que Thatcher llegara y le soltara la bomba.
—¿Cómo se hace eso? —se encontró murmurando.
—¿Hacer qué?
—Mirar algo roto y ver la belleza. Ya ves el producto acabado. Este trozo de
madera en bruto no es feo a tus ojos —comentó mientras él rodeaba el banco de
trabajo para colocarse frente a ella, y ella lo miró.
—¿Cómo sabes que ahora mismo lo veo bonito? —preguntó, con un tono más
suave de lo que había sido últimamente. Menos descarado y más dulce.
—Puedo verlo en tus ojos. —Por cómo me miras. Mira mi alma oscura y de alguna
manera todavía ver…
La garganta de Ella se movió visiblemente al tragar saliva. La había
incomodado. Había mostrado una pizca de, algo más, algo que se había esforzado por
no hacer hasta estar seguro de que podía darle, algo más, algo que no fuera una
palabra de cuatro letras sin sentido. Esperanza.
—Te golpeaste la cabeza, ¿verdad? —Los ojos azules de Ella se clavaron en él
mientras se echaba la coleta alta a la espalda, y luego desvió rápidamente la mirada
hacia el sobre.
—¿Qué haces aquí tan temprano? —dijo con la mayor despreocupación posible
antes de toser en un puño mientras apoyaba la espalda en el otro banco de trabajo,
ocultando el sobre.
—Estoy aquí para recoger a Rory. Nos dirigimos a la cafetería de Savanna.
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Vamos a hornear para la fiesta de Nochevieja. —Ella frunció el ceño
inesperadamente—. ¿Por qué estás aquí? Todos están en el rancho. A.J., Chris, Griffin
y...
—Lo sé. No estaba de humor.
—¿No tienes ganas de disparar? Sólo de humor para destruir tu nueva pared.
—Sus ojos se movieron hacia las puertas abiertas—. ¿O sabías que ese viejo amigo
tuyo iba a aparecer?
Ella no creyó su historia. No la culpaba exactamente.
—Fue una visita imprevista —le ofreció la verdad.
—Bien, Sr. Misterioso. Visita inesperada de un tipo en un vehículo de aspecto
gubernamental dos días antes de Año Nuevo con una oferta de trabajo de un amigo
que puede o no haber servido contigo en el ejército. —Esta vez fue muy insolente y
añadió otra mirada de soslayo antes de volverse hacia las puertas abiertas,
presumiblemente para escapar de su guarida de mentiras. Jesse no pudo evitar
sonreír, porque sin duda era algo que Ella diría.
Sin pensarlo, alargó la mano y le agarró la muñeca. No estaba dispuesto a
perder de vista sus ojos azules cristalinos.
Necesitaba que le recordaran que había luz al final del oscuro túnel por el que
llevaba años caminando. Y esa luz era ella.
Pero se sentía como en uno de esos extraños sueños en los que apenas podía
moverse. En el que el tiempo se detenía y él se quedaba clavado en su sitio, solo
capaz de observarla desde lejos, preocupado por no llegar nunca hasta ella.
Ella se liberó de su contacto, sacudiendo la cabeza. Y se lo merecía.
—Mi madre quiere que te invite a cenar esta noche. Casi se me olvida pedírtelo
—observó, con un deje de vacilación en la voz, como si una parte de ella esperara
que él dijera que sí. Y la otra parte de ella gritaba: No vengas—. Todo el mundo estará
allí.
—¿Eso incluye a mis padres? —Se hizo a un lado y pensó en el sobre que estaba
sobre el banco de trabajo.
—No, tu padre dijo que tenían otros planes.
Bien. La última persona con la que necesitaba tratar esta noche era su viejo.
—Puede que no sea capaz de hacerlo.
—Oh.
Maldito sea ese oh cuando transmitía tristeza en vez de placer. 42
Recogió su gorra de la mesa y se la colocó en la cabeza, con el ala hacia atrás.
—Necesitas un corte de cabello. —Inclinó la barbilla.
—Necesito muchas cosas —dijo con desparpajo, dándole la espalda para
poner sus manos sobre el pino que no volvería a tocar hasta que terminara lo que
esperaba que fuera realmente su último trabajo con Thatcher.
Cuando vio movimiento por encima de su hombro, el corazón le saltó del pecho
y entró en acción.
—¡Ella, maldita sea! —volvió a maldecir mientras ella se echaba el sobre a la
espalda—. Tienes treinta y cinco años, no cinco. No...
—¿Puedo joder contigo? —desafió, con las cejas enarcadas.
Jesse no movió un músculo mientras la miraba fijamente. No me tientes, querida,
o puede que te ponga a cuatro patas y te folle aquí mismo.
—¿Qué? ¿No te gusta cuando digo joder? Seguro que no te molestó mientras
teníamos sexo ese fin de semana.
La frase de Ella se desvaneció al oír el aullido de un can excitado. Se puso de
puntillas y miró por encima del hombro de Jesse, levantando la barbilla para poner
allí los ojos.
—Jesse —siseó Rory—. Lo sabía. Sabía que ustedes habían hecho algo.
Jesse miró hacia atrás y vio a su hermana enojada en la puerta, con su belga
malinois obediente a su lado.
Rory mantuvo la mirada fija en él.
—Supongo que tienes que dar algunas explicaciones. Y será mejor que hables
rápido antes de que dé a Bear la orden de atacar.

43
Capítulo Dos
E
lla respiró el rico aroma del café expreso y los deliciosos pasteles
cuando ella y Rory entraron en la cafetería Savanna's, situada en un
antiguo barrio de Birmingham. El timbre de la puerta seguía tintineando
cuando Rory agarró a Ella por el codo y la arrastró hasta una mesa alta. La empujó a
un taburete y acercó otro, dejándose caer de forma dramática.
—Bueno, ya estamos aquí. Basta de rodeos, dilo todo —ordenó Rory.
Ella echó un vistazo y vio que Savanna salía de detrás del mostrador para
acercarse, con los ojos muy abiertos por la curiosidad y la confusión que le producía
su brusca entrada. Rory se había apresurado a saludar a Savanna y le había hecho
señas para que se acercara, pero no le había dado a Ella la oportunidad de decir una
palabra, y mucho menos de recuperar el aliento. Obviamente, estaba ansiosa por ir
directamente a la noticia bomba que había oído en el taller de Jesse.
Ella no había querido, soltarse de la lengua con una mejor amiga y no con la
otra, así que en su viaje de treinta minutos a Birmingham, se habían sentado en
incómodo silencio mientras escuchaban la Taylor Version del álbum Red de Taylor
Swift.
Savanna levantó las cejas, su atención iba y venía entre las dos mientras se
deslizaba en su propio taburete. Parecía que no iban a hornear pronto.
Savanna había retrasado su horario habitual de apertura para que las tres
pudieran hornear los dulces de su fiesta de Nochevieja sin la interrupción de los
clientes que entraban a comprar un café o un cruasán. Además, era una buena idea,
ya que prefería que nadie más se enterara de su salvaje fin de semana con Jesse en
Nueva York.
Un fin de semana de sexo que había alternado entre picante y dulce. Un fin de
semana en el que sus manos habían tocado cada centímetro de su cuerpo y había
adorado su piel como si fuera la seda más fina bajo sus ásperas palmas.
Había hecho todo lo posible por acallar las advertencias de su cabeza e ignorar
el dolor que le oprimía el corazón durante aquellas treinta y seis horas con aquel
hombre. Pero en cuanto pusieron un pie en el avión que los llevaría a Alabama y el
humor de él cambió por completo, supo que estaba jodida. 44
—¿Qué está pasando? —susurró Savanna mientras apoyaba los codos en la
mesa y se inclinaba hacia ella.
Se alegró de que Rory la hubiera hecho sentarse primero, porque no sentía las
piernas tan firmes. Podría doblarse por el peso de las emociones que la versión de
diez minutos de la canción “All Too Well” de Taylor parecía haberle provocado
durante el trayecto.
Irónicamente, se sentía más estable cara a cara con el propio problema que
cuando estaba lejos de él. Jesse despertaba frustración en su interior cuando estaba
cerca, y la ira era más fácil de manejar que la tristeza. Y cada vez que miraba al
hombre, le hervía la sangre.
Pero cuando estaban separados. . .
Dolía.
Dolía mucho.
Sintiéndose algo recuperada, Ella se levantó y se acercó a la estantería donde
se encontraban las novelas románticas que los clientes habituales de Savanna podían
tomar prestadas y los juegos de mesa a los que los clientes jugaban mientras tomaban
sus cafés y comían los postres.
Hojeó los lomos de los libros favoritos de Savanna. A Ella siempre le habían
gustado más los misterios de asesinatos. Dale un buen podcast de un programa
policíaco o un documental de asesinos en serie. ¿Cuántas veces había leído El
Resplandor de Stephen King?
A veces juraba que quería matar a ese hombre. Bueno, tal vez sólo golpear a
Jesse, pero le dolería más la mano que la cara. Esa mandíbula afilada dañaría su puño.
Ella se mantuvo de espaldas a sus amigas, no preparada para enfrentarse a
ellos cuando revelara los detalles de lo que había estado ocultando durante tres años.
—Me acosté con Jesse —susurró.
Ella no le había dado a Rory la oportunidad de hacer fuerza para sermonear a
Jesse en su taller. O para pegarle.
Rory la había seguido, maldiciendo a su hermano en voz baja.
—Bueno, no me lo esperaba —Savanna fue la primera en responder ya que esto
era nuevo para ella y no para Rory—. ¿Después de la fiesta de Nochebuena? Bailaron.
¿Sucedió entonces? ¿Por fin Jesse está entrando en razón?
—Dios, no. No dejaría que ese hombre me tocara ahora. Que se joda. Lo odio.
—Sí, bailaron la otra noche, pero fue sólo porque ella había sacado a bailar a Jack
London, uno de los nuevos compañeros de Jesse en Falcon. Y Jesse, que era un grano
en el trasero, no le gustaba que otro hombre la tocara. 45
—Oh de acuerdo. —La confusión goteaba en el tono de Savanna. Su corazón
romántico llevaba años alentando a Ella y Jesse. Incluso después de que Savanna
perdiera a su marido, Marcus, por culpa de los terroristas, su amor por todo lo
romántico nunca había disminuido. La mujer amaba el amor, y Ella no podía estar más
feliz de que su amiga lo hubiera encontrado de nuevo con Griffin.
—Tazas de té. Maíz de caramelo —comenzó Ella, dirigiéndose a la estantería—
, perfume con olor demasiado dulce. Sonrisas falsas. Los Jetsons. Y sí, Jesse McAdams.
—Se armó de valor para girarse y mirar a sus amigas, olfateando el café expreso que
necesitaba desesperadamente—. Esa es mi lista de cosas que odio. Aunque creo que
Jesse está por encima de las tazas de té.
Savanna rodó los labios hacia dentro como si se debatiera entre sonreír y
fruncir el ceño ante su comentario.
—¿Los Jetsons? ¿Y qué han hecho los caramelos de maíz para ofenderte?
—Quiero decir, todavía estoy colgada de las tazas de té —dijo Rory riendo, y
demonios, al menos el humor asesino de Rory hacia su hermano se había desvanecido
un poco—. Así que odias algunas cosas raras, y entiendo por qué mi hermano está en
tu lista —añadió un momento después en un tono más serio—. Pero ¿cuándo se
acostaron? ¿Fue sólo una vez? ¿Tengo que matarlo? ¿Debería estar en mi lista? Y no
me refiero a mi propia lista de odio. Parece que merece estar en mi lista negra.
Rory probablemente tenía una lista negra. No es que alguna vez matara a
alguien. Pero había acumulado un buen número de enemigos a lo largo de los años
durante sus escapadas en busca de tesoros, que incluían encuentros con piratas y
traficantes de animales salvajes.
Ella se quitó la chaqueta vaquera y la dejó sobre el taburete para ganar tiempo.
—Nueva York.
—¿El viaje que les preparé? ¿Quieres decir que mi plan funcionó? —Rory
estaba a punto de batir el puño antes de darse cuenta, y su expresión eufórica se
convirtió en una mueca de dolor mientras volvía a sentarse lentamente—.
Obviamente, no como yo quería, por lo que parece.
Bicho estomacal, mi trasero. Ella sabía que Rory, siendo la intrigante que era,
había planeado todo eso. Había hecho todo lo posible para juntarlos unas cuantas
veces antes de eso, y desde entonces, pero cada intento había resultado en fracaso.
—Hicimos un acuerdo para no contárselo a nadie. Pero sí, ocurrió entonces. Y
sólo entonces —admitió Ella, queriendo cruzarse de brazos, sintiéndose un poco a la
defensiva.
—Vaya, de acuerdo. Y yo que pensaba que nunca se habían besado —dijo
Savanna en voz baja, parpadeando un par de veces. 46
—Uhm, en realidad, no nos hemos besado. —Ella apretó los ojos y esperó a
que le llovieran las reacciones. Pero el café estaba inquietantemente silencioso. Abrió
vacilantemente un ojo para ver a Savanna y Rory sentadas allí como estatuas.
Pasó un minuto entero en completo silencio mientras Ella miraba al techo. Por
fin, Savanna habló:
—¿Hicieron un Pretty Woman? —Y rápidamente añadió—: Antes de que creas
que te estoy llamando prostituta...
—Pensé que facilitaría las cosas que no nos besáramos en la boca ni —Ella
tragó saliva—, en ningún sitio íntimo. Fue idea mía.
—Auch. —Rory cerró los ojos—. Estamos hablando de mi hermano. No es una
imagen que quiera grabar en mis retinas.
—Bueno, yo no le dejé, ya sabes, hacer eso, así que... —Ella estaba tropezando
con la conversación que debía de haber tenido en la cabeza un millón de veces.
Siempre supo que acabaría contándoles a sus mejores amigas lo que había pasado,
pero por alguna loca razón, se había convencido a sí misma de que compartiría la
verdad después de que Jesse y ella estuvieran finalmente juntos.
No va a suceder. Jamás.
—Así que tuvieron sexo. ¿Cómo una cosa de borrachos? ¿Una vez? —preguntó
Rory, tamborileando con los dedos sobre la mesa como si estuviera decidiendo si,
como mínimo, le daría un puñetazo a su hermano si se hubiera aprovechado de una
mujer bajo los efectos del alcohol.
—No estábamos borrachos. Y fue tal vez diez veces ese fin de semana.
—¿Diez? —Los ojos de Rory se abrieron de golpe—. ¿Y desde entonces?
Ella negó con la cabeza.
—No. Era parte del trato. Y me hizo prometer que seguiría adelante después
de aquello.
—Bueno, en primer lugar —empezó Savanna—, ese trato que hicieron Jesse y
tú de no contárselo a nadie, te das cuenta de que eso no se aplica a las mejores amigas
ni a los cónyuges, ¿verdad? Tú, más que nadie, que me envías al menos cinco vídeos
de TikTok al día, deberías saberlo. Creo que incluso me has enviado un TikTok
diciendo exactamente esas palabras. Así que podrías habérnoslo dicho. No
necesitabas cargar con este peso tú sola.
—Y en segundo lugar —dijo Rory como si conociera la siguiente línea de
pensamiento de Savanna—, estoy bastante segura de que ninguna de las dos siguió
adelante.
47
—Me comprometí un año después —le recordó Ella, pero la mirada de Rory lo
dijo todo. Su compromiso con Brian, el banquero, había sido real pero, al mismo
tiempo, una auténtica estupidez.
Incluso si Jesse no se hubiera levantado en la cena de ensayo la noche antes de
la boda y se hubiera marchado enfadado, Ella sabía en el fondo de su corazón que no
habría podido seguir adelante de todos modos. Y cuando Jesse se enteró de que había
cancelado la boda, volvió a la ciudad y bailó con ella el día de su posible boda.
—Pero Jesse seguía sin... —Ella se soltó el cabello de la coleta sólo para
arreglárselo de nuevo—. Cada vez que me ha mostrado una pizca de esperanza,
inmediatamente me la arranca. Me vuelve loca. Y por eso cada dos días siento que...
que estoy perdiendo la cabeza. —Exhaló un suspiro entrecortado y lo liberó, con la
esperanza de deshacerse de su energía negativa junto con él—. Sigue rompiéndome
el corazón. Rompiéndolo en pedazos, como si quisiera que yo estuviera tan rota como
él dice estarlo —dijo, con lágrimas en los ojos mientras se hundía de nuevo en el
taburete.
Sus amigas cruzaron la mesa y tomaron una de las manos de Ella entre las suyas.
El tacto de Savanna era suave, como el de una madre que consuela a su hijo, mientras
que el de Rory era firme y apretado. Ella supuso que probablemente estaba
imaginando su mano alrededor del cuello de Jesse.
—Lo siento mucho, y siento que sintieras que no podías compartir esto con
nosotras. No puedo imaginar lo difíciles que han sido para ti los últimos tres años —
dijo suavemente Savanna.
—¿Has intentado hablar con él de lo que pasó en Nueva York? —preguntó Rory,
que seguía agarrando firmemente la mano de Ella—. ¿O eso era parte del trato?
¿Tampoco hablar de ello entre ustedes?
—Parte del trato. No es que no intentara hablar con él, pero se negaba a
reconocer que había sucedido —susurró Ella, preocupada de que se le escaparan las
lágrimas. Y Jesse no se merecía sus lágrimas.
—No estará contigo, pero no te quiere con nadie más. —Rory la soltó, se echó
hacia atrás y se alborotó el cabello—. Eso sí que es ser un idiota egoísta. Ahora está
oficialmente en mi lista de odiados y en mi lista negra. —Soltó sus largos mechones—
. Ese cabrón. —Saltó como si fuera a armar un escándalo.
—No —suplicó Ella—. No merece la pena.
Rory se calmó.
—No lo entiendo, ni cómo pudo lastimarte así. Nunca debería haberte tocado
sabiendo...
48
—Es culpa mía. Yo se lo pedí. Yo, más o menos me lancé sobre él. —Las mejillas
de Ella se calentaron de vergüenza—. Las reglas fueron idea mía. El sexo. Así como
el trato de no hablar de ello después ni contárselo a nadie. Todas ideas mías. Suena
patético cuando lo digo, pero lo deseaba tanto. Y sé que fue un error. Un error
horrible, porque ¿y si nunca puedo seguir adelante? Lo intenté y fracasé.
—Jesse no debería haber dicho que sí —replicó rápidamente Rory—. Él sabía
cómo te sentías. Sabía que ningún trato o pacto, o como quieras llamarlo, cambiaría
eso. Para alguno de los dos.
—Todo lo que sé es que tengo treinta y cinco años, y he pasado la mayor parte
de mi vida enamorada de un hombre con el que no puedo estar, y de alguna manera,
de algún modo, tengo que superarlo —resopló—. Lo odio de verdad, aunque... —Aún
lo amo.
Le vino a la cabeza la letra de “Beautiful Mistakes” de Maroon 5 mientras
recordaba aquel fin de semana. La forma en que él la miró a los ojos y la hizo sentir...
bueno, absolutamente todo. Había sido indescriptible. Y, por desgracia, inolvidable.
—Cariño, yo —soltó Savanna cuando alguien golpeó el cristal de la puerta
principal—. Ya hemos cerrado —llamó.
Ella levantó la vista y vio a un apuesto hombre con traje de pie, con la cabeza
ladeada y una mirada decidida a pesar del anuncio de Savanna.
—Vine a ver a Ella Hawkins. Es importante.
—¿Quién es usted? Necesita identificarse. —Rory se dirigió a la puerta, pero
permaneció dentro del café con las manos en las caderas.
Ella se acercó para ver quién la buscaba y por qué.
El hombre presionó su identificación contra el cristal mientras sus ojos
marrones se clavaban en ella.
—Soy de Rochella. Hemos visto tu cuenta de Instagram y estamos interesados
en hacerte una oferta. —Vaya, y encima con acento británico.
Y espera.
—¿Rochella-Rochella? —El nombre en la identificación la golpeó de repente.
Era Henry Rochella. ¿El maldito Henry Rochella estaba en Birmingham buscándola?
Los magnates multimillonarios de la moda no la buscaban.
—¿Cuenta de Instagram? —Rory parecía más preocupada por el hecho de que
Ella tuviera otro secreto. Sí, tenía una presencia en las redes sociales que prefería que
nadie de su pequeña ciudad conociera. No quería que nadie la siguiera o viera sus
tontas publicaciones e historias diarias. Al fin y al cabo, seguía siendo profesora.
49
Rory extendió el brazo para impedir que Ella abriera la puerta.
—Espera y déjame que primero busque a este tipo en Google. —Sacó el
teléfono del bolsillo y, en menos de treinta segundos, anunció—, busqué en Google
el nombre de Henry y lo comparé con su foto en línea para confirmar su identidad.
Coincide. ¿Le dejo pasar?
—Um. —Este fue un giro inesperado de los acontecimientos—. De acuerdo.
Rory abrió la puerta y el multimillonario entró y sonrió, con sus dientes blancos
y perfectos. Su traje a medida probablemente valía más que su salario mensual.
Mucho más. La afilada corbata roja de poder se sujetaba a un cuello fuerte. Iba bien
afeitado, pero el hombre no necesitaba llevar barba para lucir sexy. Era, como lo
llamaría Savanna, material de novela romántica.
—¿Café? ¿Espresso? —le ofreció Savanna.
—Espresso. Gracias —respondió Henry con una sonrisa cortés, y Ella hizo un
gesto hacia una de las mesas para cuatro personas—. Me quedaré de pie, si le parece
bien. —Hundió la mano en el bolsillo del pecho, sacó una tarjeta de visita y se la
ofreció a Ella mientras Rory iba detrás del mostrador a ayudar a Savanna.
A Ella le picó la curiosidad y, al ver el famoso logotipo en la tarjeta que tenía
en la mano, tuvo que admitir que se quedó totalmente atónita.
—¿Quieres hacerme una oferta?
Henry asintió.
—¿Conoces mi empresa?
—Estoy bastante segura de que todo el mundo lo hace, incluso aquí en Bama —
dijo Ella, sintiéndose un poco insultada porque él pensara que no había oído hablar
de Rochella. Maquillaje. Ropa. Zapatos. Revistas. Rochella lo hacía todo.
De hecho, Ella había crecido acaparando sus revistas, junto con Cosmo y todas
las demás revistas populares de entonces. Todos los meses, cuando su madre
terminaba de hojearlas, se las pasaba a Ella. Ella recortaba sus piezas de moda
favoritas y las colocaba en el tablón de inspiración que colgaba de la pared de su
habitación. Y guardaba todos los artículos sobre viajes para Rory, ya que ella era la
aventurera.
Y ahora, el hijo de la famosa Elizabeth Rochella, que por lo que Ella recordaba
había aparecido muchas veces en la portada de la revista, estaba ante ella.
—Su empresa tiene sus —Ella habló por fin en voz alta, su mirada se desvió
hacia la fuerte mano de él que se acariciaba la mandíbula—, grandes manos en
muchos frascos. —¿Grandes manos, Ella? Sintió que el rubor se apoderaba de su
rostro. 50
Los labios de Henry se crisparon, revelando un atisbo de sonrisa torcida.
—Tu madre fue una inspiración para mí mientras crecía. Un modelo que seguir
—le dijo Ella.
—¿En serio? Bueno, eso hace que mi presencia aquí... sea aún más especial.
Ella se cruzó de brazos, luchando contra los nervios.
—Podrías haberte puesto en contacto conmigo a través de Instagram.
Entonces, ¿por qué estás aquí?
—Mi madre creció en el Sur, pero quizá eso ya lo sepas. —Hizo una pausa en
busca de confirmación.
Asintió porque así era, y tal vez había sido una de las razones por las que había
conectado tanto con Elizabeth Rochella.
—Mi madre se mudó al extranjero después de casarse con mi padre británico.
Seguía siendo una fanática de todo lo sureño, y bueno, mis padres se jubilan en junio,
el día de su cumpleaños, y mi padre, mi hermana y yo hemos decidido sorprender a
mamá con un proyecto especial.
—Un proyecto —dijo Ella en voz baja, aún sin saber qué tenía que ver eso con
ella.
—Lo llamaremos, Gemas ocultas del Sur. Será un evento que tendrá lugar en
Charleston, donde ella nació. Mi hermana y yo estamos eligiendo personalmente a
estas gemas, ya que es para nuestra madre —abrió la palma de la mano hacia ella—.
Estamos buscando a mujeres sureñas que posean un excelente ojo para la moda, así
como un cierto look que a mi madre le encantaría.
—Lo siento, ¿qué? —Se abrazó con más fuerza al pecho.
Sonrió, esta vez menos torcido y más gallardo. Supuso que Henry tendría unos
cuarenta años, pero su piel era tan tersa como la de un veinteañero.
—Me topé con tu cuenta de Instagram la semana pasada. Tus diseños son
excepcionales. Tus publicaciones son ingeniosas. Los hashtags son divertidísimos. —
dio un paso al frente y golpeó el aire como si acunara su mejilla—. Y tú cara, mi amor,
es bastante icónica.
¿Amor? Qué británico.
—Eres una Audrey Hepburn rubia con el cuerpo de Marilyn Monroe. A mi
madre le encantarías. Y tu trabajo de día es ser profesora. —Su sonrisa se estiró,
mostrando un hoyuelo—. Eres perfecta.
Ni en un millón de años se compararía con Audrey Hepburn, la personificación
del estilo y la gracia. ¿Y Marilyn Monroe? Ni de broma. 51
—Espera, ¿te gustan mis diseños? —Ese importante comentario casi se le
escapa—. Sólo los publicaba por diversión. Tengo como cincuenta y nueve
seguidores.
Sacó el teléfono del bolsillo y lo sostuvo ante ella.
—Que sean sesenta ahora. —Su mirada se desvió por encima de su hombro,
donde seguramente Savanna y Rory se acercaban con los espressos—. Eres una joya
escondida. —Guardó el teléfono y aceptó el espresso de Savanna.
—Todavía estoy confundida. —Y tal vez un poco mareada.
Henry bebió un sorbo de espresso y dirigió un gesto de aprobación a Savanna.
—Mi equipo te necesitará durante los meses previos al evento. Nos gustaría
que diseñaras y mostraras algunas de tus piezas. Trabajarás codo con codo con
nuestra gente en París para preparar el desfile y la fiesta de mamá. No solo lucirás los
diseños en Charleston para la fiesta, sino que aparecerán en nuestra revista y en
nuestros blogs de estilo de vida y demás. También aparecerás en la portada de la
última revista de Mum, en junio, junto con las otras cinco gemas.
La portada. Con Elizabeth Rochella. ¿Se le paró el corazón?
—¿París? —espetó Ella, sin estar segura de haber oído bien algo de lo que
había dicho.
Henry asintió despreocupadamente como si no fuera gran cosa.
—Te necesitaremos allí la semana que viene. Las otras cinco gemas que hemos
seleccionado también llegarán entonces.
—Yo sólo... —Ella se volvió para mirar a sus mejores amigas, que la
observaban con expresiones igualmente atónitas—. Esto no es real, ¿verdad?
—Te pagaríamos por su tiempo y tus diseños, por supuesto —comentó—.
Quieres que te dé la cantidad en privado o....?
—Puedes hablar delante de ellas —dijo en voz baja mientras le encaraba de
nuevo.
—Trescientos K. Pero seríamos dueños de tus diseños. Venderlos en todo el
mundo. Con posibilidades de comprar más en el futuro.
—¿Trescientos mil dólares? —Ella casi se ahoga con las palabras.
—¿Hablas en serio? —Fue Rory quien dijo los pensamientos de Ella por ella.
—No puedo dejar a mis alumnos. Acabo de pasar a enseñar en tercer curso
este año —dijo Ella, recordando de repente que tenía una vida en Alabama. No podía
detener su vida por una fantasía—. Estamos a mitad de curso, y ni mi director ni mis
52
alumnos querrían que me fuera.
—Creo que lo entenderían. Esta es una oportunidad única en la vida —la
sorprendió Savanna diciendo.
—Mujer inteligente —comentó Henry—. No digas que no. —Señaló la tarjeta
que ella había olvidado que tenía aferrada en la otra mano—. Me quedo en la ciudad
una noche más. Pero tienes hasta Año Nuevo para decir que sí.
—El patio de recreo. —Ella tragó saliva—. El colegio necesita uno nuevo y
cuesta más de treinta mil dólares. Y los iPads están viejos —Ella recorrió una lista de
todas las cosas que podría comprar para su escuela y que carecían de presupuesto
para ello.
—¿Gastarías tu dinero en tu lugar de trabajo? —preguntó, sonando tan
sorprendido por eso como ella por su oferta—. Realmente eres una gema escondida.
—le ofreció la mano, y ella se guardó la tarjeta de visita en el bolsillo para aceptarla.
—No digo que sí —dijo mientras su mano grande y cálida envolvía la suya—.
Sólo tal vez.
—Quédate un día más —soltó Savanna—. Ven a la fiesta de Nochevieja. Es en
el rancho Hawkins, en Walkins Glen. A treinta minutos de aquí.
Henry buscó en la mirada de Ella su permiso, ya que era una Hawkins.
—Eres bienvenido a venir. Entonces te daré mi respuesta.
—Un rancho, ¿eh? ¿Tengo que llevar un sombrero de vaquero? —Levantó una
ceja, sus ojos volvieron a recorrerla, esta vez de forma casi sugerente.
—Estás bien tal y como eres —carraspeó Ella, que no quería parecer coqueta,
pero seguía atónita.
—Siete en punto —ofreció Savanna—. Te verá entonces.
Retiró la mano e inclinó la cabeza.
—Que tengan un buen día, señoras. Y ha sido un placer conocerte, Ella Mae.
Al oír su segundo nombre en su lengua británica, casi se derrite.
Pero entonces una punzada de culpabilidad que no tenía derecho a estar allí la
atravesó. Porque prácticamente sólo sus hermanos o Jesse la llamaban Ella Mae, y no
todo el tiempo, pero cuando Jesse lo hacía. . .
No soy de Jesse. Él no es mío.
Y cinco o seis meses en París le parecían no sólo la oportunidad de su vida, sino
la oportunidad de dejar atrás a Jesse.
53
Capítulo Tres
—P
ensé que te encontraría aquí. ¿Vas a dar un paseo tan cerca
de la cena?
Ella terminó de ensillar a Lady, su yegua Appaloosa,
antes de volverse hacia su madre.
—Necesito un rato a solas para pensar.
Deb Hawkins estaba justo dentro de los establos y, aunque Ella sabía que lo
más probable era que la cena ya estuviera en el horno, su madre aún llevaba puesto
el delantal de cuadros que Ella le había hecho en octavo grado.
—Es París, cariño. Rochella. —Le hizo un gesto para que se acercara, como si
tuviera diez años y no más de treinta—. ¿Quiero que vueles al otro lado del mundo y
vivas en Francia hasta junio? No. Pero ¿cómo puedes rechazar esa oportunidad? Este
es tu sueño.
Ella sacudió la cabeza y se quitó el sombrero de vaquera, apoyándolo en el
muslo.
—La moda es mi hobby. No mi sueño.
—Llámalo como quieras, pero mantuviste ese blog de Instagram, o como se
llame, en secreto para nosotros. Empezaste a publicar tus diseños para que el mundo
los viera por una razón. Querías ser vista. Y, nena, esta es tu oportunidad de ser vista
por más de cincuenta y nueve personas.
—Sesenta —dijo Ella, sonriendo al recordar las palabras de Henry y su encanto.
Lady caminó lentamente junto a Ella y le dio un codazo con el hocico como
diciendo: Te echaré de menos. No te vayas.
Ella se enfrentó a su yegua. Lady había sido un regalo de cumpleaños de su
padre hacía unos años. Ya tenía ese nombre y Ella no había querido cambiárselo,
aunque no fuera tan original. Pero ahora era su Lady 1. —Debería ponerme a montar o
llegaré tarde a cenar.

54
1 Lady: en español, Dama
—Dime una cosa. —Su madre dio un paso al frente y aseguró una mano
alrededor del brazo cubierto por la chaqueta vaquera de Ella—. ¿Estás dudando
porque crees que Jesse por fin sacará la cabeza de su trasero y te besará si te quedas?
—Dime cómo te sientes de verdad —dijo Ella riendo, más para ocultar el dolor
que amenazaba con colarse en su tono—. Creo que ese barco ha zarpado, mamá.
Nunca va a volver en sí.
—Sabes, todavía tengo todos tus diarios de la escuela media y secundaria. Los
encontré debajo de tu cama hace una eternidad y los metí en una caja. —Apretó
suavemente el brazo de Ella antes de soltarla—. No los leí, pero me imagino que solo
había un nombre garabateado dentro. Bueno, quizá el suyo y el de Patrick Swayze. —
Le dedicó una suave sonrisa.
Añade la compasión a la lista de cosas que Ella odiaba, sobre todo cuando
provenía de su durísima madre. Todos sus hermanos decían que Ella era la más dura
de la familia. Difícilmente. Especialmente cuando se trataba de Jesse.
—No se puede tirar una piedra en cualquier lugar de esta ciudad sin golpear a
alguien que piense que ustedes dos deberían estar casados. O que debería haber
sido el anillo de Jesse en tu dedo en lugar del de Brian —siguió su madre—. No creo
que ese barco haya zarpado, cariño. Sólo creo que Jesse va más lento de lo que incluso
nosotros, los sureños, definiríamos como lento —esta vez frunció el ceño—. Se negó
a ver cómo te casabas con Brian. La expresión de su cara cuando se marchó enfadado
de la cena de ensayo lo decía todo.
—Tal vez. Pero no me suplicó que no caminara por ese pasillo.
—La misma diferencia. —Su madre apretó el nudo de la parte trasera del
delantal mientras Ella seguía acariciando a Lady. Su impresionante yegua era blanca
con manchas oscuras que se extendían a lo largo de su cuerpo, lo que se conocía
como el patrón del leopardo. La echaría de menos durante su estancia en París, pero
estaba segura de que incluso Lady entendería sus razones para irse. Lady sabía
cuándo Ella estaba triste. O simplemente estaba muy dolida.
—Creo que deberías ir a París. Dale a Jesse algo de tiempo para echarte de
menos.
—El hombre ha tenido más de media vida para echarme de menos. Catorce
años en el Ejército, e incluso cuando dejaba la mili y volvía a casa, siempre estaba
yendo y viniendo. —No estaba segura de adónde desaparecía de vez en cuando, pero
siempre volvía. Y entonces, coincidencia tal vez, los extraños actos de desaparición
de Jesse cesaron el día que Ella canceló la boda.
Por supuesto, recientemente había sorprendido a todo el mundo al unirse a 55
Falcon Falls Security, con sede en Pensilvania.
Por lo que A.J. le había contado a Ella sobre los líderes de la empresa de
seguridad, Carter y Gray, se habían enzarzado en una divertidísima discusión de
piedra, papel o tijera en la boda de uno de los compañeros de equipo de A.J. aquel
otoño. Ambos querían reclutar al veterano del ejército, Oliver Lucas, y su tira y afloja
por el hombre hizo que Carter y Gray unieran sus fuerzas para crear Falcon Falls.
Según Savanna, dado que Jesse no era precisamente muy abierto con cualquier
cosa, Falcon también tenía sitios secretos en todo el mundo, cortesía de su jefe, Carter
Dominick. Carter era el único hombre que Ella había conocido que desprendía un
aire aún más misterioso que Jesse.
—Jesse no tuvo una vida fácil al crecer —anunció su madre abruptamente—. Y
sabes que su padre básicamente lo obligó a entrar en el Ejército a los dieciocho años.
Había algo en los ojos de su madre que decía que sabía más de lo que decía.
—¿Qué pasa? —Ella bajó la mano de Lady y cerró el poco de espacio que había
entre ella y su mamá—. Rory habría dicho algo si... bueno, si hubiera algo que decir.
—Tragó saliva, buscando en su cerebro recuerdos de la infancia que hubieran sido
una señal de alarma para esa vida nada fácil que Jesse podría haber experimentado.
—Conozco a Jesse desde que nació, y su madre es mi mejor amiga. Las mejores
amigas se cuentan todo.
—Eso me han dicho —dijo Ella en voz baja, recordando el mini sermón de Rory
y Savanna aquella mañana antes de que Henry Rochella apareciera con una oferta
demasiado buena para ser cierta.
Su madre palmeó la mejilla de Ella.
—No todas las familias son tan perfectas como crees. Y en esta era de las redes
sociales, creo que ahora todo el mundo tiene la capacidad de retocar todo lo malo
para que todo sea perfecto.
¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Qué locura críptica era esta? ¿Qué le
había pasado a Jesse?
—Mamá, dime.
—No es mi secreto para compartir. Sólo digo que no juzgues tan rápido a Jesse.
—Retiró la mano y se volvió, Ella siguió la mirada de su madre para ver a Jesse
dirigirse a grandes zancadas hacia los establos—. Bueno, parece que alguien más
quiere hablar contigo. ¿Sabe lo de París?
—Todavía no. —Sus hombros cayeron ante la idea de quedarse a solas con él
por segunda vez en el día. No estaba segura de tener energía para enfadarse con él.
Además, ¿de qué, en Sam Hill, había estado hablando su madre?
56
—La cena es en treinta minutos. Más vale que tu paseo sea corto. —Su madre
saludó a Jesse al salir de los establos.
—Señora —dijo Jesse con una respetuosa inclinación de cabeza, quitándose de
paso el sombrero de vaquero.
Se había aseado desde aquella mañana. Llevaba el cabello rubio oscuro,
ligeramente alborotado, más castaño que rubio salvo en verano, apartado de la cara
con algún producto. Llevaba una camisa vaquera abotonada con unos vaqueros
negros y sus botas vaqueras oscuras. Cuando los ojos de Jesse se fijaron en el rostro
de Ella, se recolocó el sombrero negro.
—Supongo que has decidido venir a cenar —dijo, colocando el pie izquierdo
en el estribo y montando en su caballo con facilidad, decidiendo que prefería montar
un poco que hablar con Jesse ahora mismo.
Con las riendas sueltas, apoyó las manos sobre el cuerno de la silla y dirigió a
Jesse una mirada que transmitía sin ambages que la conversación había terminado
antes de empezar.
—¿Puedes esperar? Necesito hablar contigo. —La miró desde su postura junto
a la cabeza de Lady y empezó a tenderle la mano, pero Lady, como si percibiera la
irritación de Ella, apartó el hocico con un bufido.
Buena chica.
Ella cerró los ojos de golpe. Jesse le había susurrado, buena chica, durante sus
encuentros más picantes de aquel fin de semana en Nueva York. Su voz ardiente había
fluido sobre la concha de su oreja cada vez que ella había obedecido su orden de no
llegar al orgasmo hasta que él le hubiera dado permiso.
Sí, tenía que encontrar esa bola de fuego interior y rápido antes de que se
hundiera en un charco de babas al recordar su cuerpo desnudo y caliente encima del
suyo.
—Ella, esto es importante. —La voz gruñona de Jesse robó su atención del
pasado.
—Yo también tengo algo importante que compartir. Pero puedes escuchar las
noticias en la cena con todos los demás. —En ese momento, tenía dos opciones. Ir a
París hasta junio o quedarse en Alabama y suspirar por un hombre que nunca se
comprometería. Así que aceptó la oferta de Henry y, de alguna manera, compaginó
esa oportunidad única con su trabajo de profesora.
—¿Qué noticias? Dímelas ahora. —Había desesperación en su voz, y fue
entonces cuando ella se dio cuenta de que algo no iba bien. Más raro de lo normal. 57
Parecía... asustado. No era una mirada que ella estuviera acostumbrada a verle.
Se acercó de nuevo a su yegua, y Ella agradeció que en los establos no hubiera
nadie del rancho en ese momento. O de sus hermanos.
A.J. estaba en algún lugar de la propiedad con su mujer y su bebé. Y Rory y su
marido, Chris, estaban allí. Savanna y Griffin. Sus hermanos Caleb, Shep y Beckett
también andaban por ahí. También estaba la hija de Beckett, McKenna. Hoy tenían la
casa llena.
—Hablaremos después de mi paseo. Aquí no —decidió Ella, luego le hizo saber
a Lady que estaba lista para cabalgar, y Lady maniobró rápidamente alrededor de su
barricada, Jesse.
—Espera. No te vayas —gritó Jesse, pero no se molestó en mirar atrás.
Avanza. Sigue avanzando.
Una vez en un sendero y lo suficientemente lejos de los establos, hizo que Lady
aumentara un poco la velocidad. Al oír cascos detrás de ella, echó una rápida mirada
atrás para ver a Jesse montado en uno de sus caballos árabes. Por supuesto, Jesse lo
montaba a pelo. Sin silla de montar. Jesse tenía las habilidades para montar así, pero
se cansaría rápidamente tanto él como el caballo. Ahora mismo, le importaba mucho
más el caballo que el imbécil que lo montaba.
—¿Qué te parece, Lady? ¿Nos detenemos a ver qué quiere ese imbécil? —Al
menos su ira había vuelto. Su estado de ánimo preferido cuando se trata de dicho
burro.
Ella aminoró la marcha e hizo que Lady se girara rápidamente y se detuviera
en seco para enfrentarse a Jesse que se acercaba a ellas.
—Actúas como si estuviera en peligro. Crecí rodeada de vaqueros. Sé montar
—dijo una vez que él cerró el paso—. Estoy a salvo.
—No, no estás a salvo —casi gritó, y tuvo la sensación de que no estaba
hablando de montar a caballo en ese momento.
Se bajó del caballo y le tendió la mano para desmontar. Ella lo miró fijamente,
con sus pensamientos arremolinándose en la brisa helada.
—Hace mucho nippy aquí afuera. —Dio vueltas a esa palabra en su boca una o
dos veces, evitando la torre de frustración de dos metros que la esperaba—. Nippy 2.
Ja. Sabes, me acabo de dar cuenta de por qué la gente dice eso cuando hace frío fuera
—soltó mientras se miraba la chaqueta vaquera abierta, descubriendo sus pezones
en posición de firmes y bastante visibles tras el sujetador y el top de encaje.
Estupendo.
58
2 Nippy, en español es frío pero Ella hace un juego de palabras con la palabra nipple que
significa pezón y se pronuncia muy similar.
—Ella, por favor. —Había de nuevo esa sensación de urgencia en su tono.
—¿Te ha hablado Rory de París? —espetó Ella—. ¿Te contó lo de Henry? —Esa
tenía que ser la razón por la que actuaba como un lunático. ¿Quizás Rory tuvo un
encuentro furioso con su hermana y se le escapó accidentalmente?
—¿París? —Jesse retiró lentamente la mano, se quitó el sombrero y se lo apretó
contra el pecho como si acabara de enterarse de que alguien había muerto
inesperadamente, una mirada solemne cruzó su rostro. Hasta que esa mirada se
transformó en una de ira—. ¿Quién demonios es Henry?
Ella soltó una profunda exhalación, acarició el cuello de Lady y balanceó la
pierna derecha sobre la silla de montar para bajar. Pero cuando las manos de Jesse
se posaron en sus caderas para ayudarla, Ella se quedó quieta.
—Por favor, no me toques —dijo en voz baja. Su rabia se había transformado
de repente en incertidumbre, y odiaba que eso la hiciera parecer débil.
Jesse la soltó y esperó a que lo mirara.
—Necesito saber de qué estás hablando ahora. No en la cena.
—Me han ofrecido la oportunidad de mi vida de ir a París. Una cosa de moda.
—Dios, con su acalorada mirada aplastándola bajo su feroz intensidad, no estaba
segura de sí sería capaz de salir de esta. Mientras ella divagaba sobre los detalles
que Henry le había contado aquella mañana, Jesse redujo lentamente el espacio que
los separaba a escasos centímetros, y luego levantó la mano como si estuviera
trazando el contorno de su mejilla sin llegar a tocarla.
La miró fijamente durante otro largo y silencioso instante.
—No puedes irte.
—Lo siento. Creo que acabo de alucinar. —también pensó que podría estar
canalizando a Reese Witherspoon como Elle Woods en Legally Blonde, así que
siguió—. No tienes nada que decir sobre lo que hago, Jesse McAdams. Y no recuerdo
haberte pedido permiso.
Sus labios se crisparon, y se inclinó hacia delante, con el sombrero aún en el
pecho mientras inclinaba la cabeza, sosteniéndole la mirada.
—No. Va. A. Ir —dijo en tono sombrío, con una voz cargada de intención. Del
tipo, no te cruces conmigo, que sin duda sería peligroso para cualquier otra persona.
Ella lo consideraba inofensivo. Bueno, aparte de arrugarle el corazón como un trozo
de basura.
—No sé lo que te pasa, pero tú más que nadie deberías saber que perdiste el
derecho a opinar sobre mi vida hace mucho tiempo. —Mantén la calma. No dejes que
59
vea tus lágrimas. No vale la pena.
—A partir de hoy —continuó, con sus ojos azules como el hielo fijos en el rostro
de ella—, estoy a cargo de tu seguridad. Cada movimiento que hagas estará sujeto a
mi aprobación. Y te aseguro que no irás a París. Fin de la historia.
—¿Por qué no añadir un y jodete para darle más énfasis? —carraspeó, la rabia
volviendo a cambiar de sitio con su tristeza—. ¿Qué tal si lo pruebo? —le arrebató el
sombrero y lo apartó de su pecho para poder recorrer con los dedos su musculoso
pecho, y luego posó la palma de la mano sobre su corazón. Latía rápida y
erráticamente—. No estás a cargo de mí en ningún aspecto. No puedes decirme lo
que tengo que hacer. Y me voy a París. Fin de la jodida historia.
—Ella Mae —dijo entre dientes apretados mientras alargaba la mano y le
sujetaba la barbilla—, no tienes ni idea de lo que soy capaz, y no quieres averiguarlo.
Escalofríos recorrieron su espina dorsal por lo que sintió como una amenaza,
que era lo último que esperaría del hombre que seguía intentando protegerla de todo
menos de aquel corazón roto.
—No me pongas a prueba —gruñó.
—¿O qué? —soltó, tirando de la mano hacia atrás, pero él fue más rápido. La
palma que le había sujetado la barbilla ahora le agarraba la muñeca—. ¿Y por qué
siempre tienes que ser tan imbécil?
—¿Por qué tienes que ser tan malditamente contestona? —le replicó, y luego
su frente se relajó un poco, como si hubiera perdido de vista por qué habían estado
hablando—. No hay medida que no tome en nombre de tu seguridad. Así que, si tengo
que atarte yo mismo y esconderte en algún sitio para evitar que te vayas a París, que
así sea.
Normalmente, Ella se habría reído del secuestro de Jesse. Parecía el argumento
de una de las novelas románticas de Savanna sobre la mafia.
Pero sabía que no estaba bromeando, y no creía que fuera París lo que lo tenía
asustado. Parecía atormentado antes de que ella revelara eso. Demonios, desde
entonces...
—¿Quién estaba en tu casa esta mañana? Y prueba con la verdad esta vez.
—Cuanto menos sepas, mejor. —La soltó y sacudió la cabeza, aparentemente
liberándose de algún extraño hechizo. Era como si hubiera sido poseído por una
fuerza oscura y de repente volviera a ser Jesse.
Aunque, ¿qué tenía que ver su viaje a París?
—Dime qué está pasando, maldita sea —exigió. Pero cuando él permaneció en
silencio, ella se dio la vuelta y echó a andar hacia Lady. No había dado más de dos 60
pasos antes de que él le enganchara la cintura para detenerla, haciéndola tropezar
con una roca. Salió despedida, con el sombrero en la cabeza y el sombrero de Jesse
en la mano.
No tenía ni idea de cómo Jesse había acabado deslizándose bajo ella y
amortiguando su caída. ¿Cómo era posible que un ser humano fuera tan rápido? Pero
ahora estaba a horcajadas sobre él, sus sombreros perdidos en la hierba en algún
lugar cercano, y su corazón latía con fuerza.
Ella se sentó, con las manos en el pecho, pero podía sentir su polla presionada
contra sus vaqueros y.... estaba en el sitio adecuado para hacer que sus pensamientos
racionales salieran volando por la ventana.
Jesse se apoyó en sus antebrazos, pero ni se despegó de él ni retiró las manos
de su pecho.
—Te odio, lo sabes, ¿verdad?
Jesse se sentó un poco más, lo que sólo la colocó en una posición aún más
comprometedora, con la dura longitud de él contra su centro. El impulso de apretarse
era fuerte.
—Sé que lo sabes, y deberías —dijo Jesse, su tono contenía una pizca de
remordimiento. Le apartó suavemente un mechón de cabello rubio de la cara, el
delicado toque contrastaba tanto con el humor salvaje que había tenido hacía unos
momentos—. Pero vas a tener que odiarme aún más, porque por encima de mi
cadáver vas a ir a París.

—Hermana, esto es...


Ella se mordía la uña del pulgar mientras su hermano Beckett, conocido por
todos como el sheriff gruñón, se desplazaba por su cuenta de Instagram. Él era el
mayor de los hermanos, más de cuatro años, y por alguna razón Ella era la más
nerviosa por su opinión.
—Es como un incendio de cuatro alarmas —su hermano Shep, uno de los dos
únicos bomberos de su pequeña ciudad, salió disparado.
Jesse no le había dirigido la palabra desde su pequeño altercado en el campo,
donde le había dado órdenes insensatas como si estuvieran jugando a adivinar lo
imbécil que podía llegar a ser Jesse. Era una locura que se hubiera excitado por su
actitud cavernícola en el asunto de París. Diablos, ella había querido moverse contra
el bulto en sus pantalones vaqueros. 61
Habían pasado unos veinte minutos desde que terminó la cena, y después de
limpiar su plato, Jesse había salido, donde en ese momento se paseaba con el teléfono
pegado a la oreja.
—¿De qué demonios estás hablando? —Rory golpeó a Shep en la nuca como si
también fuera su hermano—. No hay nada de cuatro alarmas en esto. No es que sepa
lo que eso significa, pero no exageres.
—Las fotos de Ella están en Internet para que las vea cualquier depravado,
acosador o loco —volvió a decir Shep. Cuando Ella miró a A.J., que sostenía a su hijo
y lo acunaba en sus grandes brazos de oso, estaba claro que por su cabeza también
pasaban los mismos pensamientos.
La frase inacabada de Beckett seguía flotando en el aire, y Ella se preguntaba
si a él le preocupaba que fuera una mala influencia para su sobrina. Su hija, McKenna,
tenía trece años y pensaba que Ella colgaba de la luna.
—Actúas como si hubiera colgado desnudos o fotos semidesnuda allí —
exclamó Ella, mirando a Beckett y a su otro hermano, Caleb, que eran los únicos que
estaban sentados en la isla de la cocina.
Los demás invitados estaban en el salón y, por lo que parecía, su padre estaba
tocando la armónica. Así que, por el momento, Ella estaba sola con sus hermanos
mayores y su mejor amiga. Con suerte, Rory podría ayudarla a hacer entrar en razón
a esos hombres autoritarios.
—Las fotos no siempre tienen que ver con cuánta piel se muestra —señaló
Shep, y ¿qué significaba eso?
Caleb le arrebató el teléfono a Beckett y sonrió satisfecho. Bueno, una sonrisa
era una buena señal, supuso.
—Bama Cariño para un hashtag, ¿eh?
—¿Viste el de abajo? ¿Salvar un caballo, montar un vaquero? —gruñó Beckett.
—Esa es una frase totalmente común —espetó Ella, con las mejillas encendidas
ante las palabras que había tecleado saliendo de la boca de su hermano.
Beckett, que seguía vistiendo su uniforme de sheriff, se apartó de la isla de la
cocina y se puso de pie. Con la pistola en ristre.
—París, ¿eh?
—Se dan cuenta de que no pensaba pedir permiso a nadie aquí, ¿verdad? —
Ella buscó la mirada de Rory en busca de apoyo, pero Rory estaba ocupada
recogiendo al hijo de A.J. de sus brazos. Fiebre de mamá. Quizá Chris y ella
empezarían a intentarlo pronto. Y entonces Jesse sería tío.
62
Oy. Jesse. No es el hombre en el que quiero pensar ahora. Ella echó otro vistazo
por la ventana, pero Jesse ya no estaba a la vista.
—¿Qué piensa Jesse de esto? No dijo ni una palabra durante la cena. —Como
Rory tenía al bebé seguro en sus brazos, A.J. apoyó la espalda en uno de los
mostradores y se cruzó de brazos, colocando su atención directamente en Ella.
Marcus Alexander apenas tenía tres meses. A.J. y Ana habían preguntado a
Savanna si le parecía bien ponerle a su primogénito el nombre de su difunto marido,
sabiendo que ella ya había decidido que le resultaría difícil elegir el nombre si Griffin
y ella tenían un hijo. Aceptó encantada.
A.J. lo llamaba, Mac, para abreviar, y Mac era adorable, con todo el cabello
castaño a pesar de que su madre era pelirroja. Tenía los ojos verdes más brillantes
que Ella había visto nunca. Mejillas de querubín.
Ella odiaría perderse los próximos seis meses de su vida, sobre todo porque
Ana y A.J. vivirían en Bama todo el próximo año. Ana, ex agente del FBI, ahora
impartía cursos en Quántico, pero se iba a tomar el próximo año libre para pasarla
con su hijo.
¿Pero cuántas veces tendré esta oportunidad de diseñar ropa para Rochella? ¿De
ir a París y trabajar junto a los grandes? Sólo una.
—¿Por qué iba a importarme lo que piense Jesse? —respondió finalmente Ella
a A.J—. Chicos, conocerán a Henry Rochella en la fiesta de Nochevieja. Con suerte,
eso aliviará sus preocupaciones parisinas. —Ella hizo manos de oración—. Pero, por
favor, no lo asusten. Nada de interrogatorios.
Shep y A.J. intercambiaron una rápida mirada que lo decía todo. Tenían toda la
intención de darle al multimillonario el tercer grado.
Ella se volvió en busca de Rory para que la ayudara, pero maldita sea, la
traidora la había dejado sola con sus hermanos. Ahora eran cuatro contra una. Sí, con
el bebé Marcus en brazos, el cerebro de Rory se había vuelto papilla.
Antes de que A.J. tuviera la oportunidad de responder algo que seguramente
enfadaría a Ella, la puerta de la cocina se abrió y Jesse estaba allí, con la mirada fija
en Ella. La intensidad feroz de sus ojos azules la hizo tragar saliva.
—A.J. —comenzó Jesse, a pesar de que aún no había apartado su atención de
Ella—, necesito hablar contigo. Ahora mismo.

63
Capítulo Cuatro
J esse metió su Stetson en su Dodge Ram gris y cerró la puerta antes de girarse
para mirar a A.J. en la entrada. Respiró hondo y se esforzó por mantener la
voz firme a pesar de la adrenalina que le recorría el cuerpo tras terminar su
tercera llamada del día con Thatcher.
—Hay algo que tengo que decirte.
¿Había aceptado el trabajo? Sí y no. Le dijo a Thatcher que se encargaría del
problema pero que actuaría independientemente de la Agencia. Ya no recibiría
órdenes de matar sin participar en el proceso de recopilación de información. De
todos modos, Thatcher no le había preparado el paquete de objetivos. La única
información que tenía era el nombre del objetivo y su motivación.
Era la primera vez que Thatcher acudía a Jesse sin la localización de la marca.
Y Jesse necesitaría la ayuda de Falcon.
—Ya me lo imaginaba. —A.J. apoyó la espalda en el lateral de su camioneta y
se cruzó de brazos. Habían sido mejores amigos desde que Jesse podía recordar,
pero ¿acaso esa amistad llegaría a su fin esta noche? — ¿Esto tiene algo que ver con
Ella y Paris?
Jesse se paró frente a él, dejando suficiente espacio entre ellos para que si A.J.
venía hacia él balanceándose, tuviera la oportunidad de esquivarlo. ¿O tal vez dejaría
que me golpeara?
Por suerte, estaban demasiado lejos de la casa principal para que alguien los
oyera. Y también estaban a unos cientos de metros del barracón de los peones.
Jesse barrió con la mirada a izquierda y derecha, buscando a alguien afuera,
pero por lo que parecía, estaban solos.
—Ella no puede ir a París. Pero eso no es lo que tengo que decirte.
—No puede, ¿eh? —La pregunta de A.J. estaba impregnada de sospecha. El
hombre podía sentir que esto era más que Jesse siendo posesivo con Ella.
—¿Sabes ese gran secreto que has estado ocultando a todo el mundo? ¿Qué en
realidad no te retiraste como SEAL y que diriges operaciones clandestinas para el
presidente? —Jesse dejó escapar un suspiro de inquietud y A.J. se enderezó, con el 64
cuerpo ahora erguido como una barra. Era la primera vez que Jesse confesaba que
conocía el secreto que A.J. no había revelado—. Yo también he guardado un secreto.
A.J. dio un paso lento hacia adelante, sus ojos clavados en la cara de Jesse.
Claramente asombrado de que Jesse conociera su secreto y muy probablemente
nervioso por lo que Jesse estuviera a punto de compartir.
—Desde que salí del Ejército hasta julio del año pasado, bueno, trabajé para la
CIA. —Dios, así no era como pensaba soltarle la noticia a su mejor amigo. En realidad,
nunca había previsto contarle a A.J. su secreto, como supuso que A.J. no había
planeado contarle el suyo—. Pero no en el sentido típico. No era un agente ni un
oficial.
—¿Perdona? —A.J. ladeó la cabeza, con cara de confusión, como si Jesse
acabara de hablar en klingon 3 o algo así—. Vas a tener que explicármelo mejor.
Porque estoy seguro de que no te oí bien.
Jesse se masajeó el nudo alojado entre el cuello y el hombro.
—La CIA sólo me utilizaba para misiones específicas. Por eso iba y venía de
aquí. —Las palabras que estaba evitando se le atascaban en la garganta. Porque,
sinceramente, se sentía mal cada vez que se paraba a pensar en quién había sido. Lo
que había hecho.
—¿Trabajabas con la DO o con la SAD? —A.J. espetó las siglas en inglés de los
dos brazos clandestinos de élite de la Agencia: la Dirección de Operaciones y la
División de Actividades Especiales.
—Ninguna de las dos cosas. Bueno, se podría decir que formaba parte de la
SAD. Pero no estaba con Ground Branch.
Ground Branch estaba formado por antiguos operadores especiales que se
encargaban de operaciones delicadas y servicios de protección para la Agencia. ¿La
tragedia de Bengasi? Las botas de Ground Branch habían estado sobre el terreno ese
día.
La verdad era que Jesse era más como un fantasma de la CIA. Unos cuantos
niveles de autorización de alto secreto por encima de los demás en esa división.
A.J. cerró el espacio entre ellos y puso una mano en el pecho de Jesse cuando
cayó en la cuenta.
—Todo eso de lo que hablaba Savanna el día que te enfrentaste a esos hombres
en su casa en octubre. Cómo mataste a ese tipo en un santiamén. Dijo que tenías
movimientos como John Wick. Sé que eres un buen luchador, pero pensé que estaba
exagerando. —A.J. soltó la mano del pecho de Jesse y dio un paso atrás—. ¿Eres un
maldito asesino a sueldo? ¿Un asesino?
65
3 Klingon: Lengua inventada por Marc Okrand para el universo de Star Trek.
Jesse maldijo en voz baja, odiando la forma en que esas palabras sonaban
viniendo de su mejor amigo, especialmente cuando estaban empapadas de
decepción.
—Seguro que sabes que la CIA tiene gente como... —Yo—. Ya no soy ese tipo.
Como te he dicho, lo dejé el año pasado. Estuve dentro menos de cinco años.
—Cinco años matando a sueldo siguen siendo cinco años matando —dijo A.J.
en un tono bajo y firme—. No entiendo por qué. Cómo. —La mirada en sus ojos casi
destroza a Jesse.
Su mejor amigo le servía de espejo en estos momentos. La expresión de su cara
era exactamente como Jesse se sentía cada vez que miraba su propio reflejo. Indigno
de... Ella. Extremadamente indigno de esa mujer de corazón puro.
No es que A.J. no sacara la basura en su trabajo. También eliminaba enemigos.
Pero el único propósito de Jesse había sido acabar con una vida, y dudaba que las
misiones de A.J. se centraran en un tiro mortal. O idear formas creativas de disfrazar
un asesinato como una muerte accidental, etcétera.
—No es que estuviera matando políticos o ayudando con cambios de régimen,
si eso es lo que crees que hice. No digo que eso no ocurra, pero sólo acepté ciertos
trabajos.
—Aceptaste ciertos... —A.J. dejó caer sus palabras, claramente incapaz de
digerir la conversación—. Tengo que quitar vidas en mi trabajo, pero tu único
objetivo era... —Otra línea de pensamiento inacabada que parecía incapaz de
elaborar.
—No estoy orgulloso de ello. Pero cuando la CIA me reclutó, yo estaba muy
mal. Y me hicieron sentir como...
—¿Cómo si te necesitaran? ¿Qué podías marcar la diferencia? —el tono de A.J.
estaba impregnado de sarcasmo—. Asesino —susurró con incredulidad y desvió la
mirada hacia el barracón. Sorprendido de que él, un operador de nivel uno, hubiera
leído a Jesse tan mal—. Carajo, Jesse. ¿Por qué me lo dices ahora?
Jesse esperaba que le dieran un puñetazo en la cara en cualquier momento, y
dejaría que su mejor amigo (una amistad probablemente a punto de terminar) lo
golpeara con gusto.
—Mi antiguo jefe me hizo una visita hoy. Me exigió que aceptara un último
trabajo. Al principio pensé que era porque se había enterado de que trabajaba con
Falcon y por eso quería que volviera. Pero entonces abrí el paquete que me dejó.
A.J. giró hacia él en el espacio de un latido. 66
—Paquete objetivo —prácticamente exhaló—. Todo este tiempo creí que
fabricabas muebles, pero has estado matando gente. —Sus manos se volvieron puños
a los lados, la mandíbula en una línea de enfado. —¿Quién es el objetivo? ¿Qué quiere
que hagas?
Jesse levantó la mirada hacia el cielo despejado del atardecer, salpicado de
púrpura y azul oscuro, en el que aún no se veían las estrellas a pesar de que el sol se
había puesto. La propiedad estaba lo suficientemente iluminada como para ver la
expresión premonitoria en el rostro de A.J. Jesse necesitaba aguantarse y seguir
adelante. No había palabras que hicieran más fácil oír la siguiente parte de la verdad,
y Jesse le debía a su amigo mirarlo a los ojos cuando le diera la noticia.
—Dime —espetó A.J.
—Hace casi dieciocho meses me enviaron a Sofía. Los búlgaros pidieron a
nuestro gobierno que les solucionara un problema. Se habían enterado de que un
serbio con inmunidad diplomática dirigía una empresa criminal. A cambio de la
ayuda de la Agencia, ofrecieron a la CIA información que habían obtenido sobre un
terrorista que sabían que Estados Unidos estaba intentando localizar. Una especie de
ojo por ojo. Ocurre todo el tiempo con la Agencia —se apresuró a explicar Jesse,
temiendo el momento en que llegara a la parte en que la cabeza de A.J. estallaría. Y
le diera un puñetazo como Jesse había hecho antes con la pared de su taller.
—¿Qué salió mal? —preguntó A.J., obviamente consciente de que aún quedaba
otro zapato por caer.
Jesse se rascó la mandíbula, con el vello que había dejado crecer durante
semanas áspero bajo la palma de la mano.
—El golpe se produjo una semana antes de que Ella se casara con Brian. Puede
que estuviera un poco fuera de juego. Distraído —admitió, no por primera vez,
aunque nunca lo había dicho en voz alta—. Di en el blanco según lo previsto, pero lo
que no supe hasta esta mañana, porque lo dejé después de aquel día, es que no murió.
—El corazón de Jesse latió con furia—. El día del golpe, sus hombres se lo habían
llevado a toda prisa. Su gente debió eludir la ayuda médica normal y lo sacaron de la
red. Lo más probable es que estuviera en coma.
—Déjame adivinar, se despertó —refunfuñó A.J.
—No sé cuándo ni con certeza qué pasó, pero es lógico pensar que por eso se
quedó dormido. Había estado, bueno, dormido.
—Llega a la parte que me va a hacer perder la cabeza —gruñó A.J.
Jesse se pasó la palma de la mano por la mejilla varias veces, recordando el día
del tiroteo. Había estado encaramado detrás de su rifle, esperando para disparar, y
sólo podía pensar en Ella y en su futuro marido. 67
—Cuando disparé a mi blanco, sonó otro disparo que mató a la mujer del
hombre. Había un segundo tirador.
—Por favor, no me digas que esta conversación va a estar relacionada de
alguna manera con mi maldita hermana. —A.J. se abalanzó hacia Jesse, con una
mirada furiosa y amenazadora dirigida hacia él.
Acaba de una vez.
—Los búlgaros nos utilizaron para eliminar a este tipo y, por la razón que fuera,
también querían muerta a la esposa, pero sabían que la Agencia se negaría a ese
golpe —Jesse explicó lo que Thatcher le había dicho—. Pero tenían a un segundo
tirador allí al mismo tiempo. Seguramente para que pareciera que yo los había
matado a los dos. Por supuesto, lo negaron cuando la CIA presionó.
Jesse había visto a esa mujer recibir un balazo en la cabeza. Quizá los búlgaros
la consideraban culpable por asociación, pero por la poca información que le habían
dado, no había estado implicada en los crímenes de su marido. Eso no lo decidía
Jesse, y él nunca le quitaría la vida a una mujer. Especialmente a una madre, como
era ella.
Tanto si Ella había llegado al altar con Brian como si no, Jesse había decidido
que había terminado después de aquel día. No podía seguir haciendo su trabajo.
Puede que la bala que mató a aquella mujer no fuera suya, pero de algún modo seguía
sintiéndose responsable.
—La semana pasada, los búlgaros avisaron a la Agencia que tenían una
filtración y que algunos de sus archivos habían sido pirateados hace seis meses. En
concreto, los archivos que rodean a mi marca, Zoran Mestroviç. Así como los detalles
del trato hecho con la Agencia.
—¿Supongo que tu nombre no figuraba en el expediente de los búlgaros ni el
hecho de que hubiera habido un segundo tirador responsable de la muerte de la
esposa? —A.J. dio un pequeño paso atrás, llevándose las manos a las caderas mientras
parecía intentar resolver el problema.
—No, mi identidad nunca fue revelada. Pero si Zoran es el responsable del
hackeo, lo más probable es que piense que quien le disparó también mató a su mujer
basándose en su expediente.
A.J. gruñó.
—¿Por qué tengo la sensación de que hay más?
—La razón por la que la Inteligencia búlgara informó finalmente a la CIA sobre
todo esto es que Zoran mostró su cara en las imágenes de CCTV hace dos semanas
en Bulgaria. Poco después, dos agentes búlgaros que habían sido asignados para
reunir información sobre Zoran antes del golpe del año pasado fueron brutalmente
asesinados. —Jesse hizo una pausa, deseando no tener que compartir la siguiente
68
parte—. Según el informe, las esposas de los agentes fueron asesinadas primero.
Zoran quería que los hombres vieran cómo asesinaban a sus esposas como venganza.
—Mierda. —A.J. hizo una mueca—. ¿Habrían conocido esos agentes tu
identidad si los hubiera interrogado de antemano?
—No. Definitivamente no. No estoy seguro de si Zoran es capaz de
identificarme, pero prefiero llegar a él y terminar el trabajo en lugar de esperar a
averiguarlo. Zoran tiene ese archivo desde hace seis meses, y acaba de eliminar a
esos hombres. —Hizo una pausa—. Zoran es paciente y bárbaro. Uno de los agentes
se casó hace sólo dieciséis días. Es como si ese imbécil hubiera esperado a que
ambos agentes estuvieran casados para poder...
—¿Aplicarles el Código de Hammurabi? Ojo por ojo —gruñó A.J.
conmocionado.
Jesse hundió la barbilla en el pecho, dejando escapar un profundo suspiro
mientras esperaba a que A.J. comprendiera lo que esto significaba. Todo el mundo
en la ciudad sabía lo mucho que Jesse se preocupaba por Ella Hawkins, y si Zoran
alguna vez identificaba a Jesse, el bastardo tardaría cinco minutos en elegir su
objetivo para vengarse.
A.J. agarró bruscamente la camisa de Jesse con una mano y echó el otro brazo
hacia atrás, listo para atacar.
—No debiste ocultarme esto. Pusiste a mi familia en peligro. A mi hermana. Tal
vez tu padre tenía...
—¿Razón sobre mí? —Jesse levantó la mirada—. Soy un problema.
Los músculos de la cara de A.J. se relajaron, pero no bajó el brazo. Su mano
permaneció cerrada en un puño como preparación mientras miraba fijamente a los
ojos de Jesse.
—¿Por qué crees que he hecho todo lo posible por mantenerme alejado de tu
hermana todos estos años? —carraspeó Jesse, con voz temblorosa—. Estaba
destrozado antes de entrar en la CIA, y luego me volví peligroso por culpa de la
Agencia. —Cerró los ojos y tragó saliva—. Pero tengo que encontrar a ese tipo y
terminar el trabajo antes de que tenga la oportunidad de llegar hasta Ella. Te prometo
que no dejaré que le pase nada. Y todavía existe la posibilidad de que aún no me haya
identificado. —Eso parecía mentira. En las entrañas de Jesse, sabía que este hijo de
puta ya había asegurado su nombre o lo haría pronto. Pero que lo condenaran si
dejaba morir a Ella por sus pecados.
Jesse abrió los ojos cuando el puñetazo no llegó. A.J. lo había soltado y ahora
se pasaba las manos por el cabello.
—No te encargaras de nada. Es mi hermana. Hablaré con el presidente. Mi
gente se encargará de la situación. Ya has hecho bastante. —Empezó a alejarse, pero
69
Jesse se apresuró a alcanzarlo, igualando sus pasos furiosos.
—Tengo que hacerlo. Este es mi lío. Mi problema. No el tuyo y...
—¡Lo convertiste en mi problema cuando te enamoraste de mi maldita
hermana! —A.J. se dio la vuelta y esta vez apretó la camisa de Jesse con ambas
manos—. Te mataré con mis propias manos si le pasa algo a Ella. ¿Me entiendes?
Puede que seas como sangre para mí. Pero te mataré, carajo.
—No tendrás que matarme —volvió a decir Jesse en voz baja—. Lo haré yo mi...
—En nombre de Dios, ¿qué está pasando aquí? —Jesse vio a su hermana
apresurándose en su camino y a Ella no muy lejos detrás de ella.
A.J. volvió a centrarse en Jesse.
—Tenemos que hablar con Chris y Griffin. Ponerlos al corriente —fue todo lo
que dijo antes de empujar el pecho de Jesse cuando se merecía mucho más que eso—
. ¿Qué le has dicho a Ella?
Jesse negó con la cabeza.
—Sólo le dije que no puede ir a París.
—No digas nada —siseó—. Todavía no. —A.J. se volvió y pasó volando junto a
Rory, luego se detuvo cerca de su hermana un segundo antes de continuar hacia la
casa.
Jesse agacho la cabeza y trato de pensar cómo iba a convencer a A.J. que tenía
que retroceder y dejar que Jesse y Falcon manejaran esto.
Y Jesse plantaría personalmente el golpe final en el cráneo de Zoran.
Rory se detuvo ante él un segundo después.
—Creo que se trataba de mucho más que París.
París. ¿Cómo convencerían a Ella de que rechazara la oportunidad de sus
sueños porque él había sido un asesino a sueldo hace mucho tiempo?
Y a diferencia de A.J., sabía que Ella se balancearía, y esa mujer seguro que no
fallaría.

70
Capítulo Cinco
—N
o creo que Rory corra peligro —le dijo Jesse a su cuñado,
Chris, que estaba frente a él, entre A.J. y Griffin, afuera, junto
a los establos—. Pero no hay garantías. —Pensó en lo que
Thatcher le había dicho antes por teléfono sobre el objetivo—. Los dos agentes
búlgaros que fueron asesinados tenían hermanos. Padres. Un agente tenía un hijo.
Hasta ahora, Zoran sólo ha atacado a los hombres y sus esposas.
—Pero no podemos dar por sentado que tus padres o Rory están a salvo sólo
por eso —comentó Griffin—. Por lo que a mí respecta, deberíamos considerar que
todo este pueblo está pintado con una diana, especialmente contigo aquí.
A Jesse se le hizo un nudo en el estómago al oír las palabras cortantes de Griffin
y el fuerte golpe que le asestaron. Griffin también tenía que estar preocupado por su
prometida. Savanna era una de las mejores amigas de Ella, y había estado en el
infierno más de una vez. Lo último que Jesse quería era que se viera envuelta en otra
cosa. Nunca más. Y seguro que no por su culpa.
—La Agencia no cree que vaya por nadie más. Sólo por mí y por quien yo... —
...me preocupe—. Pero no planeo quedarme aquí mucho más tiempo. Necesito
localizar a Zoran.
Antes de unirse a Falcon, Jesse nunca había participado en la elaboración de
los paquetes de objetivos. Ni en el Ejército ni en la CIA. Dile a quién matar y dónde
encontrar al objetivo, y él diseñaría el mejor método para el golpe.
Cada miembro del equipo de Falcon Falls tenía una especialidad, pero todo el
equipo participaba en todos los aspectos de una operación, especialmente en los
preparativos. Y debido a eso, Jesse con suerte sería capaz de utilizar esas habilidades
para localizar a Zoran en persona. Bueno, con la ayuda de su equipo.
—Natasha está de baja por maternidad, así que no podrá ayudarnos en la
Agencia. Pero podemos contactar con el director —ofreció A.J—. Nosotros... tenemos
una línea de comunicación directa con el director de la CIA. Podemos confiar en él.
Esto era nuevo para Jesse. Pero no estaba tan sorprendido, teniendo en cuenta
que el equipo de A.J. llevaba años trabajando en secreto para el Presidente. Y por esa
misma razón, Jesse estaba seguro de que su información sobre esas operaciones 71
procedía de un nivel tan alto de la cadena que, por lo que él sabía, podría haber sido
el mismísimo Dios. Bueno, al menos, un nivel o dos por encima de Thatcher.
—No puedo garantizar que el Presidente nos asigne para ser las botas sobre el
terreno en este problema —comentó Chris—. Tenemos unos cuantos hombres menos
en mi equipo, Eco. Con bebés y todo. Además, aún estamos formando nuevos reclutas
para el Equipo Charlie. —Miró su reloj—. Y desde hace una hora, el Equipo Bravo
abordó un vuelo a... —Hizo una pausa y miró a Jesse y Griffin, ya que no estaban en la
necesidad de saber sobre cualquier operación clandestina sí el equipo Bravo estaba
a punto de tomar parte—. A algún lugar del extranjero.
—Falcon puede encargarse de Zoran —se apresuró a decir A.J—. Pero en
cuanto a Ella...
—Ella no se va a quedar aquí —soltó Jesse, preocupado de que A.J. se pusiera
en plan hermano de Ella e insistiera en protegerla personalmente.
—Si ella es una marca, pinta una diana en la ciudad como lo hace Jesse —señaló
Griffin—. Tenemos que hablar con Carter, Gray y los demás. Que trabajen en pistas
sobre este cabrón desde ayer. Deberían venir aquí.
—Haz la llamada. —Jesse no quería esperar a conocer la opinión de A.J. sobre
el asunto. Estaban perdiendo tiempo. Y por lo que sabían, Zoran tenía un tirador
observándoles mientras hablaban.
Griffin asintió, con el teléfono en la oreja, y se alejó para llamar a uno de los
jefes de equipo.
Chris se acercó a Jesse, su expresión se ensombreció como cuando se había
enterado de la anterior línea de trabajo de Jesse hacía veinte minutos.
—¿De verdad crees que Zoran esperó intencionadamente a que el agente
búlgaro se casara para asesinarlo a él y a su mujer? ¿Tan paciente psicópata es Zoran
como para esperar?
Jesse levantó los hombros, sin saber muy bien qué decir. Era una especulación.
Pero, basándose en el perfil de Zoran, todo cuadraba.
—Me cuesta creer que todo lo que tenemos que hacer es mantenerte soltero
para evitar que ese tipo vaya por ti. Que esperará tanto —A.J. siseó.
—Basado en la historia de Zoran, se toma la venganza en serio. Y en el pasado,
esperó meses, incluso años, para vengarse. —Jesse frunció el ceño—. Obviamente,
no estoy sugiriendo que esperemos meses o años a que venga por mí. Ni que
consideremos a Ella o a cualquier otra persona a salvo porque yo esté soltero.
—Veremos qué opina el resto de Falcon. —A.J. hizo un gesto a Chris para que
volviera hacia la casa—. Pero si crees por un minuto que vas a llevarte a Ella contigo
a alguna parte —añadió, clavando el dedo índice en dirección a Jesse—, eso no va a 72
ocurrir.
Jesse vio alejarse a Chris y a A.J., luego levantó la barbilla y se quedó mirando
el cielo oscuro, tratando de entender cómo había sucedido todo aquello.
Al oír pasos que se acercaban, cerró los ojos y dejó escapar una profunda
bocanada de aire, preguntándose quién iba a darle el tercer grado esta vez.
—Necesito saber qué está pasando. No me mientas, Jesse. —Fue Ella la que
vino por el sermón. Bueno, por respuestas—. Necesito saber por qué mi hermano
parecía tan asustado cuando pasó a mi lado hace un momento.
Aún no preparado para mirarla a los ojos, Jesse se pasó lentamente una mano
por el cabello.
Diablos, le había costado sacar las palabras cuando se confesó con A.J., y no le
había ido muy bien. ¿Cómo iba a reaccionar Ella cuando le dijera que había sido un
asesino a sueldo de la CIA?
A.J. no quería que dijera nada todavía, pero la verdad tenía que salir a la luz.
Quítate la tirita. Hazlo rápido.
—Estás en peligro por mi culpa —dijo lo más rápido posible—. Bueno lo más
probable. Por culpa de mi antiguo trabajo. —Tragó saliva—. Alguien podría tenerte
como objetivo para hacerme daño.
—Yo...
Jesse se concentró en su rostro. Iluminada por las luces del establo cercano,
Ella estaba rodeada de un resplandor etéreo, y su cabello rubio parecía flotar
alrededor de su delicado rostro en forma de corazón. Parecía un ángel.
—No lo entiendo. Hace tiempo que dejaste el ejército. —Sacudió la cabeza y
dio un pequeño paso para acercarse, casi al alcance de la mano—. ¿Por qué alguien
me utilizaría para hacerte daño?
—No, no por el Ejército. —Hizo todo lo posible por mantener su mirada fija en
la de ella—. Yo... trabajé para la CIA después del Ejército. Tomando asignaciones
aquí y allá a lo largo de los años, pero ahora estoy fuera.
—¿CIA? —susurró.
¿Podría omitir la parte del asesino a sueldo? Por ahora, tal vez.
Miró hacia los establos.
—¿Lo dices en serio?
—Me prohibieron decírselo a alguien. Lo siento. —La excusa era legítima, pero
parecía poco convincente saliendo de su boca. 73
—Bien, ¿así que un caso en el que trabajaste para la CIA ahora me tiene en
peligro? —Habló como si estuviera hablando a través de sus pensamientos para
comprenderlos realmente.
—Lo más probable es que el objetivo de uno de mis antiguos casos venga por
mí. Su mujer murió, pero él logró sobrevivir. Y la CIA cree que conseguirá mi
identidad y te atacará como venganza.
Eso atrajo la atención de Ella, que rápidamente se alejó dos pasos de él.
—¿Mataste a la mujer de este hombre?
Se le apretó el estómago ante la distancia que ella puso entre ellos.
—No, pero él cree que sí.
—¿Por qué? —Sus cejas se fruncieron mientras esperaba respuestas que él no
estaba seguro de saber darle.
—Porque fui yo quien le disparó, y ella caminaba a su lado. Pero había un
segundo tirador allí para eliminarla, lo que no formaba parte del plan. Hice un disparo
limpio. Sólo le di al tipo. Pero no pudimos averiguar quién la mató.
Una respiración profunda después, murmuró:
—Te enviaron a matarlo. Como un...
Él asintió, evitándole tener que pronunciar las palabras en voz alta.
Dio otro paso atrás, y bien podría haber sido un kilómetro.
—Así que el hombre no murió, pero su mujer sí. Y me querrá muerta por ello
—repitió Ella como si tratara de comprender la situación—. ¿Por qué pensaría la CIA
que me elegiría a mí como objetivo? No estamos juntos.
Jesse miró al cielo y buscó la luna, su aliento flotando en el frío aire nocturno.
—Si este hombre envía a alguien a nuestro pueblo, sólo hay un nombre que la
gente de por aquí dirá si le preguntan quién creen que... —Se le apretó el pecho y
puso una mano allí—. Puede que aún no conozca mi identidad. Quizá nunca la
conozca. Pero ha empezado a eliminar a los responsables del tiroteo de aquel día. Y
matando a sus esposas como castigo. —Volvió a mirarla a los ojos, descubriendo que
ahora estaba a unos dos metros de distancia. Demasiado lejos para leer su expresión,
pero por la distancia, no quería estar cerca de él. Probablemente nunca más. Temía
que si Ella sabía la verdad, no querría tener nada que ver con él. Parecía que sus
temores estaban justificados.
Pero no tenía tiempo para analizar cómo lo hacía sentir eso. No con ella en
peligro.
74
—No puedo correr el riesgo de que se entere de mi nombre y venga por ti.
Haré lo que pueda para encontrarlo primero. Falcon ayudará. También tendremos
acceso a las conexiones de tu hermano. No dejaremos que te pase nada. —Su corazón
se apretó un poco más, pero ignoró la sensación de agarrotamiento en el pecho y dejó
que su mano cayera como un peso muerto a su costado.
—¿Qué significa esto para mí? No estarás sugiriendo que ponga mi vida en
pausa porque un loco de ahí fuera pueda o no venir a por nosotros, ¿verdad? —
preguntó con una voz suave, casi tibia, que no era lo habitual en ella—. No puedes
pedirme que renuncie a París por tu pasado. No lo haré. No sin pruebas de que esa
persona conoce tu nombre. Sabe mi nombre. —Se presionó la frente con la palma de
la mano.
—Ella. —No tenía ni idea de lo que diría a continuación, pero temía que ella
estuviera a punto de largarse como había hecho antes con el caballo.
Bajó la mano y negó con la cabeza.
—Me voy a París. Mi hermano puede asignar a alguien de su empresa de
seguridad para que me proteja. Pero no voy a dar la espalda a esta oportunidad
porque alguien tal vez sepa tu nombre y venga por mí. —Y ahí estaba ese descaro
obstinado. Levantó ambas manos—. Además, no debería estar aquí si existe la
posibilidad de que sea un peligro para todos los que me rodean. Mis sobrinos. Mis
alumnos. Mis padres. Razón de más para que me vaya a París.
—No creo que lo entiendas. Que yo no te cuide no está en discusión. —
Independientemente de lo que A.J. había dicho.
La idea de ella corriendo por París con un guardia de seguridad era una locura.
Ella podía odiarlo, pero no moriría por él. Y se pondría firme en ese sentido. Anularía
su testarudez, junto con la de A.J.
—No voy a quedarme esperando en un apartamento protegido a que un
psicópata venga a buscarme —Cruzó los brazos sobre el pecho.
—No puedes quedarte aquí, tienes razón. Pero París está fuera de discusión.
Los fluidos movimientos de Ella hacia él le tomaron por sorpresa, pero se
resistió a agarrarla por las muñecas cuando ella levantó los dos puños y se los puso
en el pecho como si estuviera preparada para golpear, pero, al igual que con su
hermano, los puñetazos no llegaron. Ella se limitó a dejarlos allí, con la mandíbula
tensa mientras luchaba por controlar sus emociones.
—Lo siento —susurró.
—Lo siento no es suficiente. —Lloriqueó y lo miró, con las manos aún apretadas
contra su pecho mientras sus brazos colgaban torpemente a los lados. Hizo todo lo
posible por no abrazarla, por no intentar consolarla, porque sabía que eso sería lo 75
último que ella querría—. Eras un asesino a sueldo de la CIA. Y si alguien que me
importa muere por lo que hiciste, te mataré yo mismo.
—Lo sé —dijo, y maldita sea, la mujer sonaba igual que A.J.
Sin poder contenerse, levantó la mano y le agarró los codos.
—No puedes impedirme que vaya a París, Jesse. —Se liberó de su contacto y
se pasó el dorso de las manos por las mejillas. Esperaba puñetazos, no lágrimas. Y
hubiera preferido que le pegara a verla llorar—. No viviré con miedo durante
semanas o meses —dijo en torno a un resoplido—. O el tiempo que tarde este tipo en
darse cuenta de que le disparaste.
—Puede que sepa una forma de sacarte de este lío, pero sigo sin querer que te
vayas a Europa con un psicópata suelto —dijo Jesse cuando le asaltó la idea—. Me
casaré con alguien. Un falso matrimonio, quiero decir. Dentro de una semana —
añadió, dándole vueltas a la idea—. Alguien con experiencia operativa que esté
dispuesta a ser el cebo para atraer a este tipo según nuestro propio calendario.
Por un momento pensó en pedírselo a Sydney, de su equipo, pero ella tenía un
hijo adolescente y no querría poner en peligro la vida del chico, así que no, Sydney
estaba fuera de los límites.
—No puedes casarte con una mujer cualquiera. Nadie lo creerá. —Ella entornó
los ojos mientras bajaba la mirada al suelo, y que el cielo lo ayudara, él sabía lo que
esa mujer descarada y testaruda estaba a punto de decir, y...
—No, en absoluto. —La rechazó antes de que tuviera la oportunidad de
pronunciar la locura que él sabía que se avecinaba.
—Como dijiste, si ese tipo envía a alguien aquí a husmear, descubriría
rápidamente que todo Walkins Glen piensa que tú y yo deberíamos... estar juntos. —
Un toque de tristeza se aferró a sus palabras, pero fue la propuesta que él sabía que
se avecinaba lo que bastó para quitarle el aliento de una bofetada—. Y no es por decir
obviedades, pero si este tipo ya ha empezado a perseguir a los que cree responsables
de la muerte de su mujer, supondrá que el tirador se ha enterado de que también va
por él. —Soltó comillas al aire mientras hablaba.
Pero mierda, no había estado pensando con claridad, y ella tenía razón,
haciendo mella en su falso plan de matrimonio. Tanto si Zoran tenía su nombre como
si no, Zoran esperaría que Jesse supiera que el tirador de aquel día estaría en la lista
de objetivos del hombre. Y Zoran reconocería la falsa boda como un intento de
ponerle un cebo.
—Por eso el matrimonio tiene que ser real. Bueno, creíble. No podrá resistirse
a venir por mí tanto si sospecha que te casaste conmigo sólo para sonsacarlo como si
no. Porque fácilmente podrá confirmar...
—Lo que siento por ti si pregunta por la ciudad —terminó por ella, con la voz
76
quebrada esta vez. El nudo de emoción se le hizo espeso en la garganta al admitir la
verdad.
—La idea de la boda fue tuya —espetó un poco a la defensiva—. Seguirá
queriendo matarme para hacerte daño pase lo que pase. Sólo estoy sugiriendo una
solución que lo sacará de sus casillas, independientemente de que acepte la boda o
no. Las nupcias serían la guinda del pastel, por así decirlo.
—Es una solución demencial.
Sacudió la cabeza.
—Todos en el pueblo se lo creerán. Te enteraste de que me iba a París, y por
eso me lo propusiste, y decidimos celebrar una boda rápida. —Hizo girar la mano en
el aire—. Tu gente puede arreglar los registros del gobierno para que el matrimonio
parezca real, ¿verdad? Así que, si investiga un poco, verá la licencia de matrimonio.
Cuando Jesse se acercó a ella, esta vez no retrocedió como él esperaba. Sin
pensarlo, la agarró del antebrazo y tiró suavemente de ella para acercarla.
Su mano se posó en el bíceps de él y la otra palma se extendió por su espalda.
Casi pegada a él, su respiración se aceleró mientras lo miraba fijamente a los ojos.
La amaba lo bastante cerca como para oír el rotundo no que estaba a punto de
sisearle al oído. De ninguna manera fingiría casarse con ella para sacar a un criminal.
Ella era una maestra de escuela, no una agente. Nunca la dejaría hacer esto.
Jesse le levantó la barbilla con la mano que tenía libre, exigiéndole en silencio
que lo mirara a los ojos, y en un tono bajo y áspero le dijo:
—No me casaré contigo para que te pongas de cebo. —Se inclinó más cerca,
de modo que sus bocas prácticamente se tocaron, y repitiendo su declaración
anterior, añadió—: Fin de la puta historia.

77
Capítulo Seis
—N
unca en todos mis años dirigiendo un imperio de la moda
había visto un vestido de novia tan impresionante. —La voz
grave y el acento británico de Henry Rochella hicieron que
Ella se estremeciera, pero más que eso, sus elogios la llenaron de orgullo.
Se giró para ver a su invitado con las manos en los bolsillos, mirando con
admiración el vestido. El vestido que nunca había pensado llevar en su boda con Brian
porque, en su corazón, ese vestido sólo había sido concebido para un hombre.
Ella pasó los dedos por la cola del vestido que había diseñado hacía años.
—Gracias por venir esta noche a última hora al rancho.
Henry y ella estaban dentro del pequeño estudio de diseño que su padre había
construido no lejos de la casa principal. Con manos temblorosas, se quitó la chaqueta
vaquera y la arrojó sobre un taburete cercano. Tenía los nervios destrozados por el
hecho de ir a espaldas de Jesse para intentar forzar su mano para casarse falsamente
con ella. Además, la posibilidad de que Henry cambiara de opinión y le retirara la
invitación a París una vez que hubiera visto sus diseños en persona también la tenía
un poco nerviosa.
—Sólo por este vestido mereció la pena el viaje. —La mirada de Henry
abandonó el vestido de novia para encontrarse con sus ojos—. Pero dijiste que tienes
algo que te gustaría contarme. ¿Me estás dando una respuesta anticipada? —Se había
cambiado su traje impecablemente entallado por unos vaqueros, un polo blanco y
una cazadora de cuero negra. Ambos looks le funcionaban.
—Me caso en Nochevieja —anunció, un poco sin aliento—. Iba a ser una boda
sorpresa. Bueno, seguirá siendo una sorpresa para casi todo el mundo. —Dulce Señor,
Jesse iba a matarla por esto, pero. . .
Uf, puede que no haya sido la mejor elección de palabras dada su anterior línea
de trabajo.
—Pensé que era importante que supieras que me voy a casar, y bueno, mi
marido querría venir conmigo a París si yo aceptara —dijo, con voz firme mientras
luchaba contra el temblor de sus miembros. 78
Una fugaz mirada de decepción cruzó el atractivo rostro de Henry, pero
rápidamente se recuperó con una encantadora sonrisa.
—Enhorabuena. —Luego, con las cejas levantadas, señaló el vestido de novia.
—Oh, no voy a llevar eso —espetó Ella.
Henry Rochella estaba en su estudio de diseño en una ciudad que apenas
aparecía en el mapa. Mi estudio. Pero no era por eso por lo que su corazón latía como
el de un corredor de barriles en plena carrera. Eran las palabras dementes de Jesse
una hora antes que seguían volando alrededor de su cabeza lo que la tenía en la
madre de todos los bordes. El más alto de los acantilados.
—No puedes estar hablando en serio. ¿No llevarás este vestido? —Henry se
movió a su alrededor y pasó la mano por el vestido de baile de princesa que colgaba
de un gancho en la pared, admirándolo.
Delicadas hojas plateadas y pétalos de flores de lentejuelas cubrían el corsé.
La brillante falda de tul de seda era elegante y una combinación de blanco lechoso y
rubor claro. Debía ser lo más romántico que Ella había diseñado nunca, en estrecha
relación con el vestido que había confeccionado para la boda de Rory.
Pero no, Ella no le daría un falso sí acepto a Jesse delante de su familia y amigos
con un vestido pensado para una ceremonia real.
—No lo hice para mí. —Ella se encogió de hombros cuando la encaró—. O para
nadie, en realidad. Sólo lo hice.
—Ese vestido no debería llevarlo nadie más que tú, amor. —Los ojos de Henry
recorrieron su cuerpo como si se la imaginara poniéndoselo. No de un modo
depredador, sino del modo en que ella suponía que lo haría un hombre con buen ojo
para la moda. No es que hubiera hombres en su pequeña ciudad que supieran algo
de alta costura. Llevaban vaqueros. Camisas a cuadros. Botas de vaquero.
Camisetas—. Ciertamente no esperaba una boda sorpresa en un pueblo pequeño o
este vestido. Pero si vas a dar el sí a París, te imploro que lleves este vestido. La
edición de bodas de primavera de nuestra revista ya está preparada, pero podemos
subir algunas imágenes a nuestra página web. Otros medios de comunicación social.
Esto tiene que verse.
—¿Qué? —¿Cuántas veces más sería sorprendida esta noche?
Había sido la definición de manual de un largo día... y ahora, a las nueve de la
noche, se reunía con Henry para decirle que se casaba.
—Este vestido no sólo estaba destinado a ser usado, sino a ser visto por
millones de lectores de Rochella. —Henry le dedicó una rápida sonrisa—. Entonces,
¿es un sí oficial que serás una de mis gemas sureñas? —Se acercó a ella y ella aspiró
su cara colonia. ¿Así olían los ricos? ¿Y por qué prefería el aroma más varonil y rudo
de Jesse al caro?
79
Jesse. La pesadilla de mi existencia. Y mi futuro falso marido, me guste o no.
—Es un sí —susurró Ella, sin voz en un segundo caliente—. Pero, por favor, no
le digas a nadie lo de la boda. Realmente queremos esperar hasta Nochevieja para
que todo el mundo se entere. —Y evitar que un posible psicópata aparezca antes de lo
que estamos preparados.
—¿Quién demonios eres tú? —La voz de Jesse podría haber fundido metal.
Ella se tensó, y no tuvo que volverse y mirar a Jesse para saber que verla a solas
con otro hombre, sobre todo un desconocido, había desatado sus instintos posesivos.
El sonido de sus botas de vaquero retumbando sobre el suelo de madera lo dejaba
perfectamente claro.
Rory tenía razón. Jesse no podía comprometerse con Ella, pero tampoco quería
que nadie más la tuviera.
—¿Eres el prometido? —Henry se volvió con una sonrisa y le tendió la mano,
obviamente sin saber que su, prometido, era un hombre peligroso.
Cuando Ella por fin puso los ojos en Jesse, tenía la mandíbula tan apretada que
probablemente podría cortar diamantes con los dientes. Era el hombre al que había
visto abrirse paso en la pista de baile de aquel club nocturno de Nueva York cuando
un tipo la había tocado sin su consentimiento. Era un hombre capaz de matar,
posiblemente sin remordimientos.
La idea le heló el cuerpo. ¿Había hecho algo más que golpear a uno de los tipos
que solían tocarle el trasero en los bares?
¿Y por qué se sentía culpable por preguntárselo?
—Este es Henry Rochella. Acabo de contarle lo de nuestra boda sorpresa —
dijo finalmente Ella, despejando los horribles pensamientos de su cabeza—. También
le mencione que vendrás a Paris conmigo —Ella agrego rápidamente, esperando que
Jesse se mantuviera callado y no la avergonzara frente a Henry.
No le extrañaría que hiciera algo como castigarla por desobedecerle al seguir
adelante con la idea del matrimonio después de haberla rechazado.
—Dijiste que sí —dijo Jesse lentamente, con fuego en los ojos por el hecho de
que ella hubiera ido en contra de sus órdenes. No solo se había comprometido con
París, sino que había anunciado su falsa boda, el falso plan de boda que él se había
negado a aceptar hacía una hora.
—Lo hice. —Ella esquivó a Henry, que había bajado la mano, intuyendo que
Jesse no tenía intención de un saludo formal. O cualquier tipo de saludo, para el caso.
—Parece que necesitan un tiempo a solas. —Henry volvió a centrarse en Ella—
. Te veré en la fiesta, y bueno, en la boda. —Inclinó la cabeza y saludó a Jesse con la 80
cabeza mientras se iba. Ella no podía culparlo por no querer bailar un tango con un
hombre que parecía un toro a punto de embestir.
Y tal vez tampoco quería estar a solas con Jesse.
Cuando la puerta se cerró, Jesse se llevó las manos a las caderas, pero sus ojos
se clavaron rápidamente en el vestido. Y ella juró que su ira y su bravuconería
flaquearon. Sus cejas se hundieron y una expresión que se parecía mucho a la
desesperación se apoderó de sus apuestos rasgos. Era un tipo de guapo diferente a
Henry. Henry tenía un aspecto pulido. Incluso la hendidura de su barbilla desprendía
un aire sofisticado y multimillonario.
Pero Jesse... Jesse era fuerte y guapo. Peligrosamente guapo. Jodidamente
guapo.
Hacía siglos que no se cortaba el cabello, pero el cabello más largo le sentaba
bien. Y si tuviera que elegir un solo famoso con el que comparar a Jesse, aunque en
su cabeza fuera un original, sería con un Liam Hemsworth barbudo. Tipo de cuerpo,
forma de cara y estructura ósea similares. Pero Jesse todavía tenía un poco más del,
factor grr, como ella lo llamaba.
—No vamos a casarnos. —La dureza de su tono era como una mano invisible
que la guiaba hacia él. Estaba preparada para rebatirle, pero cuando sus asombrosos
ojos azules la clavaron con dureza, se quedó callada y atrapada en el momento.
Había algo en la forma en que él la miraba fijamente mientras ella estaba de
pie delante del vestido de novia que le daba ganas de llorar en lugar de luchar.
Dio un paso atrás, preocupada por si cometía alguna locura. Golpearlo o
rogarle por su primer beso.
—Me voy a París, así que si quieres mantenerme a salvo allí, estarás fingiendo
casarte conmigo, y estaremos lidiando con este psicópata de acuerdo a mi agenda —
dijo, encontrando su voz de nuevo—. Quiero estar lo más lejos posible de mi familia
y amigos para mantenerlos al margen de esto también. Y con un poco de suerte,
sacaremos al imbécil dentro de unas semanas y luego nos divorciaremos de mentira.
—Ella empezó a girarse, pero él la agarró del brazo, deteniéndola.
Su pecho se agitó con una respiración agitada mientras la examinaba como si
fuera a echársela al hombro y cumplir su anterior promesa de atarla en una habitación
para mantenerla a salvo.
Ella suspiró.
—Se lo voy a contar a mi madre. Y le va a costar creérselo. —Pensó en la
conversación que había mantenido con su madre en los establos no hacía mucho
tiempo—. Pero no quiero que sepa la verdadera razón por la que tenemos que
casarnos. Se preocupará, y prefiero que... 81
—No, Ella Mae. No sé si necesito darte una respuesta en todos los idiomas que
conozco, pero esto no va a pasar.
Ella posó los ojos en la mano que rodeaba su brazo, pero él captó la indirecta
y la soltó.
—Puedes fingir casarte con otra mujer, pero eso no me quitará la diana de la
cabeza, ¿recuerdas? —le recordó suavemente, con la esperanza de ganárselo con
miel y no con vinagre—. Además, nadie creerá que estás enamorado de ella. Que ella
es la elegida. Igual que nadie se creyó lo mío... —bajó los ojos hacia el suelo de
madera—, con Brian.
Ella pensó que la soltaría después de eso, pero él la mantuvo agarrada como si
nunca fuera a soltarla.
—Ya te he dicho que no te usaré como cebo.
Ella fingió una carcajada.
—A estas alturas, si sabe tu nombre, lo más probable es que sepa el mío. Si de
verdad quiere vengarse, yo no soy el cebo. Yo soy el objetivo. —Levantó la cabeza,
pero no pudo mirarlo a los ojos—. ¿Por eso te alejaste de mí? ¿Por qué sentiste que
sólo podías darme el fin de semana en Nueva York? —preguntó en voz baja—. ¿Eres
un peligro para mí?
Se quedó callado un momento antes de responder:
—Casi siempre. Pero...
Esa línea de pensamiento inconclusa iba a fastidiarla, y sabía que él dejaría sus
palabras colgando en el aire, justo fuera de su alcance. Como siempre.
—Y no creí que pudieras perdonarme una vez que supieras la verdad. Tengo
mucha sangre en mis manos. Y todavía estoy... roto.
Ella se tragó el nudo de emoción que tenía en la garganta y levantó la barbilla,
sorprendida de que él se hubiera abierto a ella. Era una pequeña apertura, pero era
más de lo que él solía dar.
Su confesión también le hizo soltar la mano y alejarse dos pasos, fijando de
nuevo su atención en el vestido.
—¿Era ese el que ibas a ponerte para Brian? —Su voz era ronca, como si sus
palabras estuvieran atascadas en el fango y tuviera que tirar y tirar para sacarlas.
—No, lo hice mucho antes de conocerlo —dijo—. Compré algo en una tienda
para ponérmelo para él. —Se puso al lado de Jesse y se quedó mirando el vestido, y
un extraño silencio llenó la habitación.
Se obligó a apartar la mirada del vestido, preocupada por si se echaba a llorar,
la mano de él se deslizó hasta su cadera y la guió en su dirección. 82
—Ella, yo...
—¡Jesse McAdams y Ella Mae! —La voz de su madre retumbó en la habitación,
cortando las palabras de Jesse. Él soltó la mano de la cadera de Ella—. Una boda. —
Su madre cruzó la habitación, presa del pánico—. Henry Rochella acaba de llamar a
mi puerta para felicitarme y preguntarme si necesitábamos algo para la boda de
Nochevieja. —Su madre se llevó las manos al pecho mientras miraba a uno y otro
lado—. Después de levantarme la mandíbula del suelo y limpiarme la baba, porque,
bueno, es bastante apuesto, tuve que recuperarme del shock y actuar como si supiera
de qué demonios estaba hablando.
—Puedo explicarlo. —Ella dio un paso adelante. ¿Pero cómo? ¿Cómo se lo
explicaba?
—¿Es por eso por lo que A.J. parecía que iba a golpearte antes? —le preguntó
su madre a Jesse—. Le dijiste que se iban a casar. —Cambió su atención de nuevo a
Ella, y antes de que Jesse pudiera invocar una mentira, dijo—: No lo entiendo.
Cierto. Nuestra conversación en los establos no tiene sentido ahora.
—Después de cenar, Jesse me propuso matrimonio. Y como le dije que sí a
Rochella, y me voy a París después de Año Nuevo, y todo el mundo ya va a estar aquí
para la víspera de Año Nuevo, pensamos, ¿por qué no? Hagámoslo. Beckett puede
oficiar.
La mirada de su madre recorrió a Jesse como si no pudiera decidir si llorar o
abrazarlo.
—¿Me estás diciendo que por fin te recompusiste gracias a Paris?
—Yo... —Jesse miró a Ella, y contuvo la respiración porque era ahora o nunca.
Podía decir que sí, haciendo oficial que estaba de acuerdo con su plan de convertirse
en su falsa esposa para atraer al psicópata, o podía decir que no. En ese caso, su
madre la acosaría a preguntas y querría saber qué demonios estaba pasando. Y Ella
sabía que eso era lo último que Jesse quería—. Yo... —Se pellizcó el puente de la nariz
un instante antes de volverse hacia la madre de Ella—. Primero tengo que pedirle a
tu marido la mano de Ella. Si dice que sí, entonces sí, considere mi cabeza firmemente
retirada de mi trasero, señora.
Jesse debió darse cuenta de que estaba a dos segundos de desmayarse,
porque aseguró una mano alrededor del brazo de Ella y la apretó contra él.
Marido y mujer.
Marido y mujer falsos.
Pero sólo porque alguien me quiere muerta.
Las lágrimas que corrían por el rostro de su madre bien podrían ser la muerte 83
de Ella. Pronto le rompería el corazón a su madre.
Su madre la abrazó y luego agarró a Jesse.
—Tengo mucho que hacer. Y no tenemos tiempo para hacerlo. —Se secó las
lágrimas con el dorso de las manos.
—Por favor, no se lo digas a nadie fuera de la familia inmediata —se apresuró
a decirle Ella—. Queremos que sea una sorpresa.
—Bueno, ya sabes que me encanta una buena fiesta sorpresa, ¿pero una boda
sorpresa? Aún mejor. —Dio una palmada, y Ella pudo ver cómo las ruedas giraban
tan deprisa en la mente de su madre que temió que su cabeza saliera volando. Y
entonces su atención se centró en el vestido de novia—. Oh, Ella, vas a ser la novia
más hermosa que el mundo haya visto jamás.
Estupendo. ¿Cómo no iba a ponerse ese vestido?
—Una boda. Ir a París. Esto es un poco loco —soltó su madre con voz
entrecortada.
—Dímelo a mí —dijo Jesse en voz baja.
En cuanto su madre salió del estudio murmurando planes de decoración, Jesse
se encaró con ella. Dejó escapar un profundo suspiro mientras se acariciaba la
mandíbula, una expresión contemplativa cruzaba su rostro.
—A.J. me va a golpear cuando le contemos el plan. Y puede que mi equipo en
Falcon no lo apruebe.
—Menos mal que es mi vida y no la suya. —Se encogió de hombros, tratando
de aparentar despreocupación cuando era todo menos eso.
—Necesitaremos seguridad extra en la fiesta por si se corre la voz antes de
tiempo. No creo que tengamos nada de qué preocuparnos, pero no quiero correr
riesgos. —Jesse parpadeó un par de veces, como si tratara de averiguar cómo le
habían metido en aquel descabellado plan. Ella tuvo que admitir que si su madre no
hubiera irrumpido toda agitada con corazones y lágrimas en los ojos, Jesse tal vez no
habría cedido—. Hay una cosa de la que tendremos que ocuparnos antes de nuestra,
um, falsa boda. —Se pasó la lengua por la costura de los labios, sus ojos se movieron
hacia la boca de ella—. El beso después de darnos el sí acepto no será falso. Y que
me aspen si lo único que Brian ha tenido que yo no he tenido ocurre por primera vez
delante de un público.
Su.
Corazón.
Se detuvo.
Ella se llevó una mano al pecho cuando su corazón se aceleró y empezó a latir
a mil por hora. No por lo que había dicho, sino por cómo lo había dicho. Su voz era
84
áspera y profunda, y Ella volvió a aquella habitación de hotel de hacía tres años, con
su boca pegada a su oreja ordenándole que no se corriera hasta que él le diera
permiso. Se estremeció y un escalofrío recorrió cada centímetro de su cuerpo.
—¿Qué? —murmuró, un poco mareada.
—Brian. Te ha comido la boca —dijo Jesse sombríamente, volviendo
lentamente la mirada a los ojos de ella—. Eso no me gusta.
—Pero Brian...
Jesse sacudió lentamente la cabeza en señal de advertencia.
—No quiero oír su nombre —la interrumpió, y sus ojos se oscurecieron al
compás de su voz—. Tiene suerte de no haber entrado nunca en mi lista de objetivos,
porque si alguna vez te hubiera hecho daño, llevaría mucho tiempo muerto. —Cortó
el espacio que los separaba—. Recuerda eso de mí —carraspeó—. Recuerda con qué
clase de hombre estás fingiendo casarte. Recuerda quién soy. —Acercó su rostro al
de ella, y los latidos de su corazón se descontrolaron—. Estamos jugando a fingir, Ella
Mae, pero no hay nada falso en lo que soy. Y lo que siempre seré. Un peligro para ti.
—Hizo una pausa y retrocedió un paso, como si aún no estuviera dispuesto a reclamar
su boca—. Ahora, discúlpame mientras voy a recibir un puñetazo de tres de tus
hermanos después de pedirle a tu padre tu mano en matrimonio.

85
Capítulo Siete
—A
ver si lo entiendo —dijo Rory mientras se dejaba caer en el
sofá del salón de Jesse junto a Ella—. Tú y mi hermano, el
hombre con el que has soñado casarte durante años pero al
que ahora odias con pasión, se van a casar de mentira. Claro, ¿por qué no? ¿Qué
podría salir mal?
—Parece el argumento de una novela romántica —comentó Savanna, sentada
frente a Ella y Rory en el sillón de cuero junto a la chimenea.
Jesse había decidido que sería mejor que Ella se quedara con él, y así, había
pasado la noche allí. Rory y su marido, Chris, también se quedaban en casa de Jesse,
lo que ayudó a aliviar los nervios de Ella. Pero no había podido dormir después del
día que había tenido, y había dado vueltas en la cama toda la noche.
Y al día siguiente, ella y Jesse se casaban. ¿Cómo podía ser ésta su realidad?
Ella miró a Savanna, que parecía inusualmente ansiosa. Había cruzado las
piernas, sin duda en un intento de parecer despreocupada, pero su pie en el suelo
golpeaba sin parar mientras su otra pierna se balanceaba hacia delante y hacia atrás.
—¿Es la primera vez que vienes a casa de Jesse desde...?
—¿Desde que unos hombres asaltaron la propiedad dándome caza y Griffin me
salvó disparando a un hombre en la cara mientras huíamos para salvar nuestras vidas?
—Savanna tragó saliva y asintió—. Sí, es la primera vez que vuelvo. Pero estoy bien.
Lo prometo. Siempre y cuando no se repita ese espectáculo de terror. No quiero que
nadie te persiga.
—Nosotras tres hacemos una... bueno, pareja no funciona. ¿Un trío? —dijo Rory
con una pequeña carcajada, intentando romper la tensión en la habitación mientras
permanecían estacionadas adentro mientras los chicos aseguraban la propiedad.
Significara lo que significara eso—. Deberíamos hacernos algún tipo de tatuaje
especial. Las cazadas. —Se señaló el interior de la muñeca, deslizando su manga larga
hacia arriba—. Ponerlo justo ahí. ¿Qué les parece?
—Sigues ganando el premio a la historia de vida más loca entre las tres, es lo
que creo —respondió Ella—. Lo más loco que haré probablemente sea casarme de
mentira con tu hermano. Pero aún existe la posibilidad de que nadie venga a
86
buscarme si no conoce o llega a conocer la identidad de Jesse. Sólo podemos esperar,
¿verdad?
Rory volvió a colocarse la manga en su sitio, con una expresión de desolación
que sustituía a la sonrisa que se le había dibujado en la cara y que Ella supuso que era
un vano intento de hacer la situación menos brutal.
—El resto del equipo de Griffin estará aquí más tarde hoy. Entre ellos, A.J. y sus
compañeros, y bueno, la CIA... Creo que tenemos fuerza en números para mantenerte
a salvo. Encontrarán la amenaza. Es lo que hacen —dijo Savanna, la pierna ya no le
rebotaba mientras miraba por la ventana, donde su futuro marido estaba afuera
hablando con Jesse.
Ella se sorprendió de que Jesse no tuviera ya un ojo morado. Aunque A.J. había
rechazado con vehemencia la idea del falso matrimonio, al igual que Jesse en un
principio, al final se había rendido. Ella no era la más testaruda de su familia por nada.
Pero cuando A.J. informó a sus hermanos del plan, fue Beckett, el hermano
mayor de Ella, quien se puso furioso y se abalanzó sobre el novio. Afortunadamente,
los otros chicos saltaron y lo contuvieron. Y todo eso fue después de que Jesse le
pidiera a su padre la mano. Por lo que Ella oyó, su padre rompió a llorar y dijo que sí.
Cuando se enteró de que había estado rezando para que Jesse y ella pasaran
por el altar algún día, Ella estuvo a punto de vomitar de la culpa. Pero era mejor que
sus padres no supieran ciertos detalles. No necesitaban saber que Jesse había sido un
asesino de la CIA. Cuanto menos supieran, más seguros estarían.
Iba a ser positivamente doloroso para Beckett oficiar la boda, pero tenía poder
para hacerlo, y facilitaría las cosas que alguien, enterado, celebrara la ceremonia, ya
que todo era una gran farsa.
—¿Tus padres no sospecharán por la seguridad rondando en la propiedad? —
preguntó Rory un momento después, sacudiendo los pensamientos de Ella—. Los
hombres de Carter estarán armados. Todos los que conozcan la situación estarán
haciendo las maletas.
—A.J. tosió una respuesta creíble para nuestros padres. Dijo que era para
nuestro invitado famosa, Rochella. Aunque Henry tiene su propia seguridad, sólo que
no tanta como yo habría supuesto —explicó Ella.
—No vi ninguna señal de guardaespaldas cuando vino al café. —Por el rabillo
del ojo, notó que la mirada de Savanna se posaba inmediatamente en su regazo.
—¿Qué? —susurró Ella.
Savanna dirigió lentamente su atención hacia Ella.
—A Griffin le preocupa que la oferta de Rochella sea demasiado oportuna.
Como si estuviera ayudando a alguien a sacarte y alejarte de aquí. 87
Ella negó con la cabeza.
—Es imposible que un magnate de la moda reciba órdenes de un criminal.
Griffin está paranoico.
—En cualquier caso, sabes que estudiarán la oferta. Y la familia de Henry
Rochella y compañía —dijo Savanna—. Al menos Falcon estará contigo en París.
—Siento ser la razón por la que Griffin tiene que dejarte —se disculpó Ella,
decidiendo dejar de lado la conversación de Rochella como-un-chico-malo. No le
sentaba bien.
—No lo eres. Jesse lo es. Y bueno, quizá tampoco sea culpa suya. —Savanna se
agarró a los brazos de la silla—. Tal vez su trabajo era un mal necesario, y...
—No, no vamos a dejar a mi hermano en paz. —Rory se puso de pie y rodeó la
mesa de café hecha a mano que Jesse había fabricado con algo reciclado. Siempre
reciclado. Reutilizado—. Ella tiene que dormir bajo el mismo techo que él hasta que
se vayan. Pero Chris y yo no seremos una barrera para ustedes en París, lo cual
apesta. Odio que tengas que vivir sola con él fingiendo estar casada por un tiempo
desconocido. Sentada y esperando a que alguien venga por ti. —Rory se pasó las
manos por los brazos como si tuviera escalofríos—. Me pone enferma.
Ella no podía pedirle a Henry un piso de dos habitaciones en París. Jesse
tendría que dormir en el sofá del salón. Ella seguía tan conmocionada por todo lo que
había sucedido en las últimas veinticuatro horas, la increíble oferta de Rochella, el
traslado temporal a París y, a partir de esa mañana, su solicitud de año sabático
aprobada por su director, que casi había olvidado el hecho de que ella y Jesse
estarían, jugando a las casitas, en una de las ciudades más románticas del mundo.
Henry había telefoneado hacía una hora, justo después de que terminaran de
desayunar y Jesse se marchara, para comunicarle que iban a dar a, los recién casados,
unos días de luna de miel en París antes de que ella tuviera que reunirse con las otras,
gemas, para ir a trabajar. Ella había pensado en negarse, pero le preocupaba que eso
fuera una señal de alarma. Además, así tendrían tiempo de investigar más a fondo la
situación del hombre que podría ir tras ella para vengarse.
—Ojalá Beckett le hubiera dado un moretón a Jesse —dijo Rory mientras
miraba hacia afuera, donde su hermano estaba de pie junto a Griffin, con un teléfono
en la mano entre los dos y muy probablemente hablando con alguien de su equipo
por el altavoz.
A.J. y los otros no estaban a la vista, así que debían estar preparando la
propiedad para la guerra o algo así. Tal vez colocando trampas explosivas. Anoche
había estado demasiado oscuro para, armar el perímetro, así que Chris y Jesse se
habían turnado para permanecer despiertos. 88
—Siento que tu hermano también te haya puesto en peligro potencial —dijo
Ella—. Odio que tú también tengas que sentarte a esperar lo que pueda pasar.
Rory agitó una mano desdeñosa en el aire.
—Chris y yo volveremos pronto a casa, así que estaré rodeada de un montón
de SEAL´s sobreprotectores en Virginia. No me pasará nada. No voy a tomarme un
descanso del trabajo. Si alguien quiere venir por mí, recibirá una bala en la cabeza.
O un mordisco en el trasero de Bear.
Sí, Bear también avisaría si hubiera intrusos. Ella casi olvidó que tenían la
protección de un SEAL K-9 especialmente entrenado. Entrenado por la propia Rory
también.
—Tenemos una hora antes de que tengamos que dirigirnos a casa de tus padres
y ayudar con los preparativos de esta boda de última hora. Dudo que tu madre
durmiera anoche, ultimando los detalles de la boda —comentó Rory cuando todas
guardaron silencio durante un minuto.
—No creo que pueda ayudar a planear. —Pensar en el vestido que llevaría
mañana ya hacía que su corazón se rompiera en una docena de pedazos—. No puedo
elegir las flores o lo que sea que tenga que hacer para mi boda falsa. Ya era bastante
malo que Jesse y yo tuviéramos que rellenar la licencia de matrimonio esta mañana
delante de mis padres. Creo que mamá estaba un poco suspicaz y tal vez tratando de
descubrir nuestro engaño.
La licencia se presentaría en el condado, como era preceptivo, pero la gente
de Jesse alteraría los registros en línea en lugar de hacerlo oficial. Hackear era más el
término correcto, supuso.
—De todas formas, no necesita mi ayuda —continuó Ella—. Mamá estará bien.
Vive para estas cosas, y acabamos de celebrar tu boda con Chris este verano. Y
después de organizar mi casi boda el año pasado, mamá es prácticamente una
profesional de la organización de bodas.
La boda con Brian. Uf. Se le revolvió el estómago al recordarlo. Y pensar en él
sólo le recordaba una mentira que había contado a sus mejores amigas.
—¿Vas a estar bien? Quiero decir, ¿estás bien? —Savanna inclinó la cabeza, su
mirada pasó de Ella a la ventana, Jesse y Griffin ya no estaban a la vista—.
Físicamente, sé que los chicos no dejarán que te pase nada. Pero emocionalmente,
Jesse ya te ha puesto a prueba.
Ahora será un escurridor de bodas.
Ella se quedó mirando la chimenea del salón, con los ojos pegados a las llamas,
mientras pensaba en las palabras de Savanna.
—Soy dura. Ya lo sabes. 89
Savanna se levantó y se colocó junto a Rory, ambas la observaban con
expresión preocupada.
—Tengo que decirles... algo —soltó Ella mientras su rostro se calentaba—. No
he tenido sexo desde Jesse —reveló el único otro secreto que había mantenido oculto
a sus mejores amigas y se puso de pie—. Ni siquiera con Brian.
—Espera, ¿qué? ¿Nos estás diciendo que nunca hiciste cositas —comenzó Rory,
hablando con las manos—, con el hombre con el que estabas comprometida? Quiero
decir, se fueron juntos a una isla tropical. No lo entiendo.
Ella se cubrió la cara con la palma de la mano y soltó un suspiro de inquietud.
—Él quería hacerlo. Créeme, quería. Y por mucho que intentara superar lo de
Jesse saliendo con Brian e incluso aceptando su proposición, yo... no podía
entregarme así a Brian. No después de Jesse. Tenía la esperanza de que, después de
la boda, por fin aceptaría que lo de Jesse se había acabado de verdad. —Sus ojos se
llenaron de lágrimas al admitirlo. Sonaba absolutamente demente cuando lo decía en
voz alta. Y había sido un gran problema entre ellos—. Probablemente por eso Brian
presionó para un compromiso rápido. Y cuando seguí sin acostarme con él incluso
después de haberle dicho que sí, se volvió loco.
—Vaya —dijo Savanna, con la boca abierta—. ¿Por qué nos dijiste que se
acostaron?
—Para que no pensaran que estoy loca, que claramente, lo estoy. —Ella se
apartó la mano de la cara, que debía de estar roja como la remolacha—. Brian era un
idiota, así que no me siento tan mal, aunque quizá debería. Porque en el fondo sabía
que lo estaba usando para intentar superar lo de Jesse, y mi plan fracasó.
—Tal vez no deberías haberle dicho que sí a Brian, tienes razón. Pero era un
imbécil, así que no puedo sentir lástima por él. —Rory rodeó la mesita y sujetó la
mano de Ella—. Pero también es algo importante que no pudieras atreverte a estar
con otro hombre después de lo de Jesse —añadió en tono suave, como si le
preocupara que alguien entrara en casa y las oyera.
—¿Quizás deberías decírselo a Jesse? Sé que se supone que no debemos sentir
pena por él porque, bueno, es un asesino a sueldo. Pero piénsalo... sí Jesse no
estuviera enamorado de ti, posiblemente no habría un criminal loco yendo por ti. —
Savanna hizo una mueca cuando Rory le devolvió la mirada, y aunque Ella no podía
ver, tenía una buena idea de qué tipo de expresión había en el rostro de Rory—. Eso
no sonó como quería.
—Eso no significa que Jesse me quiera —se apresuró a decir Ella—. Sólo sabe
lo que el pueblo piensa de nosotros y lo que dirían si alguien viniera indagando en
busca de información. Nos han estado apoyando desde siempre. —Mi papá lloró. Dios
mío. 90
—Bueno, sólo digo que Jesse debe asumir que Brian y tú se acostaron, y eso no
debe ser fácil para él —dijo Savanna.
Lo más probable era que la amiga de Ella, amante de los libros románticos,
estuviera intentando desentrañar la situación y encontrarle un sentido. Pensó en el
comentario de Jesse sobre los besos, y aún no sabía si el hombre pensaba seguir
adelante con aquello. ¿Besar a Jesse? Se le volvió a revolver el estómago. Mariposas
esta vez, y él no se merecía eso de ella.
Sin embargo, Savanna tenía razón. Jesse odiaba el hecho de que Brian la había
besado, pero tal vez era una extraña cosa alfa. Brian tenía algo que él no tenía, y no
era tanto el hecho de que él...
—¿Por qué íbamos a ponerle las cosas fáciles a mi hermano? —comentó Rory,
cortando los pensamientos de Ella—. Le dijo a Ella que siguiera adelante. De hecho,
insistió en ello. Ella lo intentó tan desesperadamente que estuvo a punto de casarse
con un hombre al que no amaba sólo para acabar con el dolor de estar enamorada de
un hombre que la rechazaba. —Ahora Rory estaba analizando la situación, pero dio
en el clavo—. Brian es culpa de Jesse. —Chasqueó—. Que jodan a mi hermano. Se
merece asumir que Brian... —Interrumpió sus palabras al oír abrirse la puerta de la
cocina.
Ella carraspeó y retrocedió al ver a Jesse y Griffin entrar en la habitación, con
Bear trotando entre ellos. Casi se cae sobre el sofá cuando sus muslos chocaron contra
él, olvidando que estaba detrás de ella.
—Hablando del diablo. —Rory desvió la mirada hacia su hermano y cruzó los
brazos sobre el pecho. Ya se había enfrentado a piratas y contrabandistas en el
pasado, así que ¿por qué no a un asesino a sueldo?
Un asesino a sueldo. La mirada de Ella recorrió rápidamente la longitud de
dicho asesino, contemplándolo con sus botas militares negras, vaqueros, camisa a
cuadros y gorra de béisbol negra en la cabeza. Desde luego, parecía un tipo duro en
vez de un vaquero, aunque Jesse nunca se había parecido ni había actuado como los
vaqueros del rancho de su familia. Pero ahora mismo, parecía letal, y no era su ropa.
Era la mirada en sus ojos. Esa mandíbula dura y afilada, cubierta por unas semanas
de crecimiento.
¿Pero cómo era su Jesse un asesino?
Cuando era Ranger, nunca lo consideró un asesino. Cuando abatió a aquel
hombre dentro de la casa de Savanna en octubre, fue en defensa propia y para
proteger a Savanna. La palabra, asesino, nunca se le pasó por la cabeza, y mucho
menos, asesino a sueldo. Pero anoche buscó en Google la definición: una persona que
comete un asesinato selectivo.
Asesino a sueldo. Maldita sea. Esas palabras escuecen. 91
—¿Las tres están bien? —Griffin interrumpió sus caóticos pensamientos, así
como la incómoda mirada que Ella apenas se había dado cuenta de que estaba
teniendo lugar entre ella y Jesse.
Griffin cruzó la habitación y atrajo a Savanna hacia sí. Siempre que estaban
juntos en una habitación, era raro que no se tocaran. Eran magnéticos. Y Ella se alegró
mucho por su mejor amiga.
Asesino, pensó de nuevo. Unos terroristas asesinaron al marido de Savanna en
2015. Esos hombres eran asesinos de verdad. Jesse no es un asesino. Intentó
convencerse de que no estaba a punto de casarse con un asesino en ese sentido de la
palabra. Falso matrimonio, Ella. Es falso.
—Estamos tan bien como cabe esperar —respondió Savanna cuando nadie más
intervino.
Ella se volvió para centrarse en la feliz pareja y apartar la mirada del hombre
al que quería golpear por varias razones. Si lo miraba más tiempo, se quedaría
mirándole la boca y preguntándose cuándo pensaba cumplir la promesa que le hizo
anoche y besarlo antes de su falsa boda.
—Carter, Jack y Oliver están de camino a D.C. Se detendrán allí para recoger
a Sydney y Gray —anunció Griffin—. Deberían estar todos aquí a las mil setecientas
horas.
—Odio que Gray y Sydney tengan que irse por mi culpa. Gray tiene una sobrina
recién nacida y Sydney tiene un hijo. Eso tiene que ser duro, sobre todo porque
mañana es Nochevieja. —Y espera, ¿qué? Esto no es culpa mía. Ella bajó los hombros.
Aunque eso no hizo que no se sintiera mal.
—Entienden que es parte del trabajo, estar siempre de guardia —dijo Griffin
cuando Jesse guardó silencio.
Ella miró a Jesse mientras éste se arrodillaba para acariciar a Bear, que por
alguna razón se había quedado pegado a su lado. ¿Sentía al alfa en la habitación?
Por supuesto, según Savanna, Griffin era muy alfa en el dormitorio.
Y cuando Ella pensó en Nueva York, bueno, Jesse fue...
Deja ir ese pensamiento.
¿Pero cómo iba a hacerlo? Ella nunca había dormido con otro hombre a causa
de ese fin de semana. Él había arruinado a cualquier otro hombre a sus ojos.
—Quiero saber más sobre la persona que me quiere muerta —se encontró
soltando Ella. Bear aulló de pronto, como si entendiera lo que había dicho, y la idea
de que estuviera, muerta, lo entristeció.
92
La mandíbula de Jesse se apretó ante sus palabras, y sus ojos se posaron en
Bear. Al cabo de un momento, levantó la mano de la cabeza del perro y se puso de
pie, y Bear fue directamente hacia Rory.
—Podemos hablar más de eso cuando mi equipo esté aquí —respondió
finalmente Jesse, volviéndose al oír abrirse de nuevo la puerta de la cocina. A Ella se
le hizo un nudo en la garganta al ver la pistola guardada en la parte trasera de sus
vaqueros, ni siquiera enfundada. Estaba allí como si formara parte de su cuerpo.
Al darse cuenta de que su camisa se había enganchado detrás de la
empuñadura de la pistola, Jesse ajustó el material para ocultar de nuevo su arma.
Ella había visto a Jesse disparar antes. Bueno, en el campo de tiro. Pero el arma
tenía un nuevo significado ahora.
—Podemos encontrar otro camino —fue lo primero que salió de la boca de
Beckett cuando entró en la habitación con A.J. a su lado.
Chris y sus otros hermanos debían de estar todavía en la propiedad. ¿Shep y
Caleb sabían cómo, asegurar el perímetro, como lo había llamado A.J.? En ese
momento, no tenía ni la más remota idea de cuánto sabían sus hermanos de todo
aquello.
—No es demasiado tarde para echarse atrás —continuó Beckett, esquivando a
Jesse, con los ojos clavados en él al pasar. Oh, la ira seguía ahí. Al más alto de los
niveles.
—Tiene razón —dijo Jesse en voz baja mientras miraba a A.J.— Podemos
protegerte en lugar de ponerte justo en la línea de fuego.
—Cancela esta boda de mierda. Por favor. —Beckett pasó junto a Rory y Bear
para llegar hasta su hermana.
Savanna le dio un codazo en el costado a Griffin antes de tomarlo de la mano y
sacarlo de la habitación, seguidos por Rory y Bear.
Sus dos hermanos y Jesse no se movieron. Bueno, al menos no salieron de la
habitación.
—Jesse cree que este hijo de puta esperará a casarse para vengarse, así que
¿por qué precipitarse? ¿Por qué casarse? —siseó Beckett—. Entiendo que no esperará
para siempre, y que su paciencia acabará agotándose. Y comprendo que no quieras
vivir con miedo y bajo custodia protectora hasta entonces, ya que el hombre puede
darse cuenta fácilmente de que sigues siendo quien... —Soltó un suspiro—. Pero...
—Pero ¿por qué esperar? Si podemos sacarlo antes, entonces habrá un tipo
malo menos en el mundo del que tengamos que preocuparnos, ¿no? —señaló Ella, 93
dándole vueltas a los mismos pensamientos que la habían llevado a tomar la decisión
de casarse la noche anterior.
Un tipo malo menos en el mundo. Ese había sido el trabajo de Jesse, ¿no?
Acabar con los malos. Pero eso no aliviaba el dolor que sentía tanto en el estómago
como en el pecho cuando pensaba que el hombre al que siempre había amado era un
asesino a sueldo.
—Ni siquiera podemos confirmar que este tipo sepa que Jesse estaba en el
arma larga ese día realizando el disparo —farfulló A.J.
Ella rodeó rápidamente la mesa para poder ver a los tres tipos. Jesse estaba de
espaldas a la sala, con los ojos en el fuego, así que Ella sólo pudo ver las duras líneas
de su espalda moviéndose mientras respiraba profundamente.
A.J. echó hacia atrás su gorra de béisbol con la bandera estadounidense y se
cruzó de brazos.
—La CIA no proporcionó a los búlgaros la identidad de Jesse. Así que si alguien
de la Inteligencia búlgara lo sabe y se lo pasó a nuestro tipo malo, eso significa que
alguien de la Inteligencia búlgara vio a Jesse el día del golpe del año pasado para
identificarlo. El traidor sólo omitió el detalle importante a Zoran que Jesse no mató a
su esposa. Pero en mi opinión, esa es la única forma en que Zoran lo descubrió o lo
descubrirá. Casi siempre hay un infiltrado ayudando.
A.J. era un teórico de la conspiración, y Ella no estaba tan segura de lo que
decía. Sofía. Los búlgaros. Zoran. Aún no conocía los detalles, pero A.J. era muy listo y
se inclinaría a creerle sin dudarlo.
—¿Y qué te parece? —preguntó Ella, suponiendo que Jesse sabría que le
hablaba a él, y él se volvió lentamente y la encaró.
—Mi antiguo jefe en la Agencia está siguiendo pistas, pero cree que debemos
asumir que Zoran sabrá o ya sabe mi nombre. Sin embargo, sigue queriendo que
vuelva a trabajar para él. Nunca estuve encubierto en los trabajos, así que el hecho
de que se conozca mi identidad es más bien un inconveniente a sus ojos. —Jesse se
quedó callado un momento—. Estoy bastante seguro de que ese es el principal
objetivo de mi antiguo jefe. Recuperarme.
—¿Volver? —Ella no había querido jadear, pero sí, ocurrió.
—No voy a volver. Ahora estoy con Falcon —se apresuró a decir Jesse—. Pero
eso no impidió que mi antiguo jefe lanzara tu nombre para intentar meterme el miedo
en el cuerpo y asegurarse de que me ocupara personalmente de este golpe.
—Si alguien va a poner el temor de Dios en ti, soy...
A.J. golpeó con una mano el pecho de Beckett, cortándole el paso y evitando
que diera otro paso hacia Jesse. 94
—Así que, ya ves, la boda no es necesaria —dijo Beckett en lugar de intentar
lanzar un golpe a Jesse—. Porque Falcon puede detener a este tipo antes de que sepa
el nombre de Jesse. Demonios, Falcon puede detenerlo incluso si ya sabe que Jesse
fue el tirador aquel día. Y te mantendremos a salvo mientras tanto, por si acaso.
Ella volvió a mirar a Jesse para ver cómo estaba. Su rostro estaba en blanco.
Así que miró a A.J. en busca de respuestas.
—¿Crees que podrás encontrarlo antes de que él te encuentre a ti? —
preguntó—. Si no lo ha hecho ya, claro.
—Tenemos muchos recursos a nuestra disposición. Pero debemos suponer lo
peor, y es que Zoran ya conoce el nombre de Jesse y el tuyo —dijo A.J. solemnemente.
—¿Cómo puedes estar de acuerdo con permitir que nuestra hermana vaya a
París y atraiga a un asesino a sangre fría? —La ira de Beckett se dirigía ahora hacia
A.J.
—Matrimonio o no. París o no. Si el hijo de puta sabe que Jesse le disparó,
entonces Ella es su objetivo pase lo que pase —le recordó A.J. a Beckett, sonando casi
como si estuviera de parte de Ella, lo cual era a la vez sorprendente y un cambio
respecto a cómo había reaccionado ante la idea la noche anterior.
—No puedo ver otra pelea —susurró Ella, moviéndose entre Beckett y A.J. con
las manos extendidas—. No puedo lidiar con esto ahora. Todos tenemos que estar en
el mismo bando. —Soltó un suspiro tembloroso—. Anoche no dormí. Voy a acostarme.
—Lo siento mucho, Ella —dijo Jesse en tono bajo, tomándola por sorpresa. Su
mirada se desvió hacia A.J. y luego hacia Beckett antes de volver a ella—. Siento que
tengas que casarte con un hombre como yo —añadió, con la voz entrecortada
mientras empezaba a marcharse.
—Falso —exclamó, sintiéndose tan destrozada como él había sonado—. Sólo es
falso —susurró. Él la miró por encima del hombro, con la boca tensa, y aquel pequeño
movimiento de cabeza hizo que a ella se le doblaran las piernas.
Nunca había habido, y dudaba que alguna vez lo hubiera, nada realmente falso
en lo que sentía por aquel hombre. Demasiado para ir a París a superarlo.
Ahora iba como Ella Mae McAdams.

95
Capítulo Ocho
J esse se acarició la mandíbula y miró por el pasillo hacia la habitación de
invitados donde Ella se había refugiado desde el enfrentamiento de aquella
mañana en su salón.
Ella se había negado a unirse a ellos para el almuerzo que Savanna había
preparado, y hace treinta minutos, A.J. se vio obligado a llamar a través de la puerta
para hacerle saber que los compañeros de equipo de Jesse habían llegado. No
saludar a los compañeros de Jesse, ni siquiera por un minuto, no era propio de Ella
en absoluto. La hospitalidad sureña corría en su sangre.
Para ser justos, tenía todo el derecho a querer un poco de tiempo para sí misma.
Y realmente no necesitaba oír ningún detalle sobre el caso, que sólo podría alterarla
aún más. Diablos, le costaba concentrarse en lo que sus dos jefes de equipo habían
dicho durante los últimos minutos, demasiado ocupado preguntándose si Ella estaría
acostada en la cama llorando.
Jesse quería tirar la puerta abajo, estrecharla entre sus brazos y quitarle toda
la miseria y el dolor que le había causado. Todo lo que siempre había querido para
esa mujer era la felicidad. Y que no le hicieran daño. Pero él no podía proporcionarle
ninguna de esas cosas. Al menos, nunca pensó que pudiera.
Una cosa era segura, él era ahora la razón por la que ella no sólo era infeliz,
sino también por la que su vida estaba en peligro.
—Ella necesita tiempo. Y espacio —dijo A.J. como si leyera los pensamientos
de Jesse, y éste se alegró de ser el único hermano Hawkins allí en ese momento. A.J.
había insistido en sentarse con el equipo Falcon, así como en tener voz y voto en
cualquier plan que involucrara a su hermana.
Beckett estaba en el trabajo, pero se había llevado a su hija con él. Estaba
nervioso y, por supuesto, paranoico ante la posibilidad de que alguien fuera por las
personas relacionadas con Jesse o Ella.
Y Chris estaba con Rory y la mujer y el hijo de A.J. en el rancho Hawkins para
vigilarlos.
—Podría intentar hablar con ella de nuevo —se ofreció Savanna, apartándose
de la encimera de la cocina y liberándose de los brazos de Griffin.
96
—Gracias —dijo Jesse, logrando despejar por un momento sus desordenados
pensamientos para responderle. Savanna le envió una sonrisa cortés que no merecía
antes de dirigirse al vestíbulo.
—Ustedes lo sabían, ¿verdad? —A.J. señaló con el pulgar el lugar donde Carter
y Gray estaban sentados a la mesa de la cocina, trabajando codo con codo una vez
que Savanna se fue—. Sabían que Jesse era un asesino a sueldo antes de que se uniera
a ustedes.
Carter y Gray intercambiaron una rápida mirada, y Carter asintió, sus ojos se
movieron hacia donde Jesse estaba de pie con la espalda contra la pared junto a la
puerta.
A.J. negó con la cabeza, pero no pronunció palabra mientras se dirigía a la
nevera y tomaba una botella de agua. La expresión de asco en su cara dejaba bien
claro lo que pensaba al respecto.
—Bueno, los demás no lo sabíamos, pero me imaginé que tenía que haber algo
especial en él —intervino Jack London, su cómico residente en el equipo—. O quizá
raro sea la palabra correcta. —Hizo ademán de encogerse de hombros—. Espías. No
son mi gente favorita.
Jack no sólo se parecía a Ryan Reynolds, sino que tenía el mismo ingenio y
estilo de humor que el actor. Había estado en las Fuerzas Especiales del Ejército, igual
que Gray, y los dos habían sido los mejores amigos de la infancia.
Tras su paso por el Ejército, Jack formó parte de la División de Tierra de la CIA
antes de irse a trabajar con Gray, pero no había sido un asesino como Jesse. Había
sido enviado a operaciones para proteger a oficiales de la CIA sobre el terreno.
—Oye, mi hermana sigue siendo una de esas espías —le recordó Gray a Jack—
.
—Ah, es diferente. —Jack dio un sorbo al té dulce que Savanna había
preparado antes, sentado frente a Sydney y Oliver, que estaban ocupados trabajando
en sus portátiles en la isla de la cocina.
—No olvides que Carter estuvo una vez en la Agencia —señaló Sydney,
recogiéndose el cabello rubio en una coleta alta antes de volver a centrarse en su
portátil.
—Tuvo la sensatez de dejarlos. —Oliver miró a Sydney, su última recluta, y le
lanzó una sonrisa torcida, pero ella ya estaba concentrada en su pantalla.
Bueno, no la reclutaron, más bien ella se las arregló para rastrear su búnker
secreto en las montañas de Pensilvania y exigir un trabajo. Había estado relacionada 97
con el caso de Savanna, y había decidido que quería un cambio de carrera. Uno
bastante grande. Dejó la multimillonaria empresa de defensa de su familia para cazar
a los malos con Falcon.
—Creo que tenemos que centrarnos en la esposa —dijo de repente Carter,
llamando la atención de Jesse—. Alguien la quería muerta por una razón, y no sólo
porque fuera la mujer de Zoran. Y no querían que pareciera que había un segundo
tirador o que ella había sido el objetivo específico.
No era de extrañar que Carter hubiera planteado esa hipótesis, ya que su
propia esposa había sido el verdadero objetivo de un, allanamiento de morada que
salió mal, años atrás.
—Si alguien quería que pareciera que tú disparaste los dos tiros, el segundo
tirador no podía estar situado demasiado lejos de ti —dijo Carter, reclinándose en su
silla, con los ojos fijos en Jesse.
—No tuve tiempo de rastrear la zona en busca del segundo tirador. Tenía que
salir de allí antes de que la seguridad de Zoran me inmovilizara —dijo Jesse, sintiendo
la necesidad de explicar por qué no había buscado al francotirador oculto.
—Eso también significa que el segundo tirador pudo haberte visto, aunque tú
no lo hayas visto a él —señaló Oliver.
—O a ella —dijo Sydney.
Jesse miró a Sydney, preguntándose a cuánta gente había asesinado a lo largo
de los años, cuando sirvió en el ejército antes de unirse al negocio de su padre.
Sydney había demostrado ser bastante letal con el arco y la flecha, un método
que no se utilizaba precisamente en Irak, así que había... eso.
—O había alguien de la Inteligencia búlgara por ahí ese día para ponerte los
ojos encima —añadió Carter, que había sido una idea que Jesse y A.J. habían
planteado esa mañana. Un posible traidor que podría haber filtrado el nombre de
Jesse a Zoran.
—Necesitaba una línea de visión limpia para hacer el disparo, así que mi cara
no estaba enmascarada para el golpe —explicó Jesse a su equipo, revelando por qué
le preocupaba que Zoran pudiera descubrir su identidad.
—Creo que tenemos que ver el golpe desde otro ángulo, como está sugiriendo
Carter. —A.J. rodeó la mesa y se colocó junto a Jesse, jugueteando con el tapón de su
botella de agua.
—Puede que estemos tratando con alguien ahí afuera que no quiere que salga
a la luz la verdad sobre un segundo tirador o el hecho de que lo más probable es que
avisaran a Zoran. —Jack se movió en su taburete y se encaró a A.J—. Dos problemas 98
a los que hacer frente: quienquiera que enviara al segundo tirador por la esposa y la
venganza de Zoran.
Más peligro para Ella. Jesse se volvió hacia la pared y apoyó las manos en ella,
intentando no atravesarla con los puños delante de su equipo.
—Me sorprende que su jefe no haya planteado esa cuestión —dijo Gray, una
sutil insinuación de que tal vez Thatcher no era de fiar.
—Thatcher me quiere de vuelta, no muerto. —Jesse negó con la cabeza—.
Confío en él.
—A veces, damos nuestra confianza a las personas equivocadas. Gente que
nunca pensaríamos que nos traicionaría —dijo A.J., y Jesse se giró para mirar a su
amigo, sintiéndose un poco destripado por el comentario. A.J. levantó una mano—.
No era por ti, Jesse.
—Si Thatcher no sacó a relucir una segunda amenaza, es porque no cree que la
haya —añadió Jesse, apartando la mirada de su mejor amigo para centrarse en sus
nuevos jefes.
—Bueno, no descarto la idea de dos problemas potenciales. —Los penetrantes
ojos oscuros de Carter se posaron en Jesse. El hombre era un astuto hijo de puta, y no
un gran admirador de la Agencia. Probablemente se preguntaba de qué lado estaba
la lealtad de Jesse, de Thatcher o de Falcon, pero Jesse no tenía ninguna duda de que
había terminado con la Agencia.
—¿Y el hijo de Zoran, Nikola? Sólo tiene diez años. Deberíamos tenerlo
vigilado. Con Zoran de vuelta de la muerte, o ya sabes, fuera de la clandestinidad, es
lógico que quiera estar con su hijo. —Como único padre en el equipo, Jesse no se
sorprendió de que fuera Sydney quien planteara ese punto—. Lo sacaron de su
internado cuando les dispararon a sus padres, y ha estado viviendo con su padrino,
el hermano de Zoran.
Gray miró a Sydney, su mirada siempre era un poco más intensa cuando la
observaba.
—Sospecho que la CIA o la Inteligencia búlgara ya tienen los ojos puestos en
el hijo y el tío, pero nosotros también deberíamos.
Sydney se centró en su pantalla.
—Están en Hallstatt, una pequeña ciudad de Austria.
—¿El tío estaba involucrado en el negocio familiar con Zoran antes del golpe?
—preguntó Jesse—. Nunca he estado muy al tanto de los detalles sobre mis marcas.
Sólo me ocupaba de la... eliminación.
—El hermano de Zoran se trasladó a Hallstatt una vez que se convirtió en tutor
—comenzó diciendo Sydney—, pero es posible que recibiera órdenes de pasar 99
desapercibido y proteger al hijo de Zoran hasta nuevo aviso. Supongo que tuvo que
participar de algún modo en la operación.
—Por lo general, las empresas criminales de este tipo están orientadas por la
familia —dijo Carter—. Así que lo comprobaremos. Pero por lo que sé, no era la mano
derecha de Zoran, y se rumora que esa persona está dirigiendo las cosas en ausencia
de Zoran desde una nueva ubicación. Estamos trabajando para encontrarlo también.
—Dudo que Zoran se arriesgue a ir a buscar a su hijo a casa de su hermano
hasta que haya cumplido su misión de venganza —dijo Jack—. Tiene que saber que
caería en una trampa si fuera ahora por su hijo.
—Cierto, pero enviaré a Hallstatt a algunos de mis hombres que ya están en
Europa por si acaso —asintió Carter—. ¿Y en qué punto estamos con la investigación
de los antecedentes de la familia Rochella?
Jesse se concentró en Griffin cuando empezó a compartir su investigación
sobre los Rochella. Sus pensamientos volvieron momentáneamente al estudio de Ella,
recordando la forma en que Henry Rochella había mirado a Ella ayer.
Tenía la sensación de que si Ella no hubiera anunciado que se casaba, el
multimillonario planeaba ligársela en París. No significa que no lo haga, se recordó, lo
que significaba que tenía que vigilar a ese hombre por más de una razón.
—Entonces, ¿no hay banderas rojas? —preguntó Jesse con un suspiro después
de que Griffin terminara su informe sobre los Rochella.
—Necesito más tiempo para decirlo con seguridad, pero no lo parece —
respondió Griffin con un firme movimiento de cabeza, luego la atención de Griffin se
desvió hacia Savanna que se acercaba desde el pasillo.
—Jesse, ¿puedo robarte un momento? —Savanna torció el dedo e inclinó la
cabeza, haciéndole señas para que se uniera a ella.
Saber que había estado con Ella y que ahora necesitaba hablar con él hizo que
su corazón se acelerara mientras atravesaba la puerta abierta para encontrarse con
ella en el pasillo.
—¿Está bien?
Savanna miró hacia la habitación de invitados.
—Creo que deberías entrar ahí. No está bien.
Jesse agachó la cabeza y se llevó las manos a las caderas.
—¿Ella quiere que lo haga?
—Deberías entrar allí a pesar de todo. —Cuando Savanna le puso la mano en
el pecho, él levantó la vista y asintió.
—De acuerdo. —Esperó a que Savanna se marchara, luego pasó por delante
100
de la habitación en la que se habían alojado Chris y Rory y se dirigió al último
dormitorio del pasillo, frente al principal.
No había dormido nada anoche. ¿Cómo iba a poder con todo lo que estaba
pasando? Pero, además, saber que Ella estaba al otro lado del pasillo lo hizo pasearse
por su habitación. Había apoyado las manos en el marco de la puerta del dormitorio,
luchando contra el impulso de ir a verla anoche.
Jesse comprobó el pomo para ver si estaba abierto y abrió lentamente la
puerta. Ella estaba en la cama bajo el edredón blanco de felpa, pero su iPad estaba
apoyado a su lado. No había previsto que estaría viendo una película.
Apoyado en el marco de la puerta, se cruzó de brazos y la estudió mientras ella
lo ignoraba durante al menos sesenta segundos, sabiendo perfectamente que estaba
allí.
—¿No deberías estar eligiendo flores o vestidos de dama de honor o algo así?
¿Vendiéndole la idea de una boda de verdad a tu madre antes de que sospeche?
Ella interrumpió la película y se incorporó, apretando el edredón contra su
pecho. Se había puesto algo demasiado revelador?
Recordó el camisón que llevaba en Nueva York antes de que se deshiciera de
él para dejarlo ver sus deliciosos pechos. Y si ahora llevaba algo remotamente
parecido, estaba jodido.
A.J. está en la cocina, se dijo a sí mismo para no entrar, recogerla en brazos y
hacer todas las cosas perversas que le pasaban por la cabeza.
—¿Por qué iba a importarme una boda falsa? —Se pasó los dedos por la sexy
melena de la cama con una mano mientras mantenía un agarre mortal sobre el
edredón con la otra.
—La boda fue idea tuya, cariño. Podemos cancelarla. Siempre y cuando se lo
digas a tus padres después de que me largue de Dodge, para que tu padre no me
apunte con su escopeta.
Esperaba una sonrisa, pero en lugar de eso, el ceño fruncido casi lo destrozó.
No era la mejor idea, pero decidió entrar y cerrar la puerta tras de sí.
—No me llames cariño —fue la respuesta que ella había dado en lugar de
reconocer el resto de su comentario. Tal vez estaba de acuerdo con que su padre
usara su escopeta con Jesse—. No me llames nada, de hecho. No te conozco, y tal vez
tú tampoco conozcas mi verdadero yo.
Jesse Se burló.
—Mentira. Y lo sabes. —Rodeó la cama matrimonial y se colocó a un lado, sin
dejar de mirarla, fijándose en cómo el edredón subía y bajaba al compás de sus
respiraciones profundas—. Lo sé todo sobre ti. 101
—Bueno, estoy tratando de aprender más sobre ti. —Su mirada se desvió hacia
el iPad—. No eres precisamente un libro abierto, y espero que mantengas la boca
cerrada. Como siempre.
—¿De qué estás hablando? —Apoyó una mano en la cama y se inclinó sobre
ella, mirándola de reojo para ver qué miraba.
Permaneció casi erguida en la cama debajo de él, con la cabeza apoyada en la
almohada y él tan cerca.
Y luego le empujó suavemente el pecho.
—Demasiado cerca para la comodidad, amigo.
Amigo, ¿eh? Se incorporó y se apartó de la cama.
—Busqué en Google películas de asesinos. He estado alternando entre
películas de Denzel y Keanu. Denzel cuenta los segundos que necesita para quitar una
vida antes de matar a alguien en la película que acabo de ver. Hiciste eso en el club
de Nueva York antes de noquear a ese tipo en el baño, ¿verdad? —Divagaba y
hablaba demasiado rápido para que él pudiera seguirla—. El personaje de Keanu no
era de la CIA, pero aun así... asesino.
—Las películas no son la realidad. No mi realidad, al menos —habló una vez
que quedó claro que ella no terminaría la frase—. No soy como los tipos de ninguna
de esas películas.
—¿Las has visto? ¿Cómo lo sabes? —comentó rápidamente.
—Claro que las he visto. Y no, no soy como ellos. —De acuerdo, quizá un poco
más como el personaje de Denzel, claro. ¿Pero al de Keanu? No.
—¿Por qué te alistaste? ¿Por qué dejaste el Ejército para trabajar para la CIA
como asesino a sueldo?
La miró fijamente a sus preciosos ojos azules y le dolió muchísimo el pecho.
—No quieres saber por qué.
—O sea, que no me lo dirás. —Sacudió la cabeza—. Entonces dime cuándo
dejaste oficialmente la CIA. —Su ceño se frunció mientras esperaba una respuesta, y
él supo que su respuesta sólo generaría más preguntas.
—Julio del año pasado —admitió.
—¿Qué día?
Mierda. Se llevó el talón de la mano a la frente un momento antes de volver a
mirarla a los ojos. 102
—Cinco de julio. Ese fue el día que me fui.
Ella miró su iPad por alguna razón antes de volver a prestarle atención.
—El personaje de Keanu se fue por amor. Pero entonces ella murió. Y bueno,
alguien mató a su perro, y él empezó a matar otra vez. ¿Vas a empezar a matar otra
vez? ¿Por mi culpa? ¿Vas a volver a ser un asesino?
Se sentó a su lado, incapaz de contenerse, pero se abstuvo de alcanzarla.
—Te dije que nunca volvería a la Agencia, pero lo que haga ahora con Falcon...
puede provocar la pérdida de vidas. No puedo prometer que no volveré a matar. —
Tenía toda la intención de matar a Zoran y a cualquiera que supusiera una amenaza
para Ella—. Tienes que dejar de ver esas películas. Están jugando con tu cabeza.
—El único que está jugando con mi cabeza eres tú. —Sus palabras y la tristeza
de su tono hicieron que él le tendiera la mano por instinto, pero ella se la quitó de
encima.
El repentino movimiento hizo que el edredón se deslizara hacia abajo, dejando
al descubierto una escasa camiseta blanca de tirantes tan transparente que le permitía
distinguir perfectamente sus pechos.
Todos los pensamientos de películas y asesinos huyeron de la mente de Jesse,
y ahora estaba centrado únicamente en su deseo de ponerla en su regazo, arrancarle
ese material endeble del cuerpo con sus propias manos, y adorar sus pechos.
¿Llevaba bragas? Ella le había dicho en el hotel de Nueva York que su atuendo
normal en la cama era una camiseta de tirantes y bragas. O sólo las bragas.
Dejó caer una mano sobre su entrepierna y esperó que ella no se diera cuenta
de la erección que empujaba contra sus vaqueros. Mierda.
—Tápate —dijo en un tono profundo y autoritario. Su mente seguía maquinando
los siguientes segundos. Y esta vez, no era para herir a alguien. No, estaba calculando
lo que le haría a esta mujer. Cuánto tiempo le llevaría hacerla gritar su nombre. Para
finalmente poder devorar su coño como había deseado tres años atrás y hacerla
correrse sólo con su lengua.
—¿Te incomoda verme así? —Su tono sedoso y la forma provocativa en que
hablaba hicieron que se le tensaran las bolas, y se apretó la polla con el talón de la
mano, intentando controlarse.
Jesse deslizó lentamente la mirada desde sus tetas hasta su boca llena y luego
hasta sus ojos.
—Sabes lo que me estás haciendo, Ella Mae —gruñó con dureza.
—Entonces dejemos ese beso de lado. No tiene sentido para mí, pero si quieres
que nuestro primer beso sea en privado antes del último en público mañana, que así
sea. 103
Oh, esta mujer. Ahora mismo era malvada. Tentadora. Pero la pequeña zorra
tenía todo el derecho a torturarlo. Y diablos si no se encontraba excitándose con su
actitud. Necesitaría aliviar su tensión, para no golpear una pared después de esto.
Pero maldita sea esa boca. Una chica tan traviesa. Podía verla envuelta
alrededor de su polla. Verla de rodillas con sus puños en el cabello mientras ella
tomaba cada centímetro de él.
—Bésame. Acaba de una vez. —Ella estaba usando la ira para ocultar sus
nervios, y él lo sabía.
—Si un beso es tan insignificante, ¿por qué no me dejaste hacerlo en Nueva
York? —Le dio a su adolorida polla un firme apretón sobre el material de sus
pantalones, y no se molestó en ocultar lo que estaba haciendo.
Sus ojos se clavaron en el movimiento y la punta de su lengua asomó entre sus
exuberantes labios.
—¿Por qué no me dejaste abrirte las piernas y deslizar mi lengua por tu co...?
—Te odio —murmuró, con cantidades iguales de lujuria y aversión ardiendo
tras aquellos ojos azules.
—Sé que sí, cariño.
—Basta de llamarme cariño —soltó—. Sólo bésame y acaba de una vez. No
quiero hacer de esto un gran problema. —Hizo un gesto con el pulgar hacia el iPad—
. Y tengo cosas importantes que hacer. Como saber más de ti.
—Besarte será una gran cosa. No hay forma de evitarlo, cariño.
—Uf. —Le empujó el pecho, y él le agarró las dos muñecas con una mano,
aprisionándola. Descorrió más el edredón para confirmar su suposición.
—Bragas rojas de encaje. —Miró la tira de tela que había entre sus piernas y su
respiración se aceleró.
—Sabes que odio sentir calor. —Forcejeó para soltarse de su agarre, pero él
ladeó la cabeza y se quedó mirando a aquella mujer salvaje y apasionada.
Acababa de empezar a deslizar el dedo por el interior de su muslo sedoso
cuando la puerta del dormitorio se abrió de golpe.
—¡Uy, perdón! —Deb Hawkins tuvo una sincronización impecable.
Ella subió rápidamente el edredón hasta la barbilla, y Jesse se levantó, se
guardó las manos y se encaró con su futura falsa suegra.
—Lo siento mucho. ¿Por qué no me dijeron que ustedes estaban... aquí juntos?
—La madre de Ella se pasó ambas manos por las mejillas sonrojadas, con aspecto
104
ligeramente escandalizado. Jesse se mordió el interior de la mejilla para no reírse—.
¿Pero por qué parece más que se te ha muerto el perro y quieres matar a alguien que,
bueno, ya sabes?
Dirigió su comentario tan inoportuno hacia Jesse, y él hizo lo posible por no
mirar a Ella para conocer su reacción a las palabras de su madre.
—Estamos bien —se forzó a decir, con los dientes apretados mientras intentaba
alejar su erección.
—¿Estás segura? —La mirada de Deb se dirigió a Ella en busca de
confirmación.
—Absolutamente —se forzó Ella.
—Bien. —Deb aplaudió—. Entonces levántate y demuéstrame que esta boda
no es una farsa y que realmente quieres caminar hacia ese altar mañana. Necesito tu
ayuda, cariño.
—¿Una farsa? —Ella tosió—. Claro que no lo es.
Jesse se volvió hacia un lado para mirar a Ella, y se dio cuenta de que se
esforzaba por no lanzarle una mirada amenazadora.
—Además, ¿por qué tu cocina parece un COT?
—¿Un COT? —Jesse parpadeó confundido.
—¿COT? —Deb encadenó las letras esta vez y pronunció el acrónimo—.
¿Centro de Operaciones Tácticas? ¿O algo así? Así es como lo llaman en esas películas
militares, ¿verdad? —Deb se llevó las manos a las caderas, y la última mujer del
mundo, después de Ella, a la que quería hacer enojar era a la señora Hawkins.
—Oh, um. —Jesse sonrió—. Mi equipo tomó un nuevo trabajo de seguridad.
Vinieron aquí para poder trabajar alrededor de la, eh, boda. Fue inesperado.
—Claaaaro. —Deb cerró un ojo y ladeó la cabeza—. ¿Qué está pasando
realmente? Soy sureña. No tonta.
—Nada, mamá. —Ella la espantó con la mano libre—. ¿Te importa si me visto
antes de ir contigo? No creo que a mi futuro marido le guste que me pasee delante de
sus compañeros en camiseta de tirantes y ropa interior.
No, no, a su futuro marido definitivamente no le gustaría que anduviera por ahí
así. Demasiados hombres solteros por ahí. Ya era bastante malo que cualquier otro
hombre que no fuera él hubiera puesto sus ojos o sus manos en Ella en los últimos tres
años.
Cada vez que pensaba en Brian acostándose con Ella, tenía que hacer otro
agujero en una de sus paredes. Pero era eso o disparar a Brian.
105
—Creo que deberían esperar a —Deb levantó sus dos dedos índices y los
enlazó—, hacer lo del sexo hasta su noche de bodas. Supongo que ya lo han hecho
antes, pero ya saben, quizá esperen a la próxima vez.
—Mamá. —Ella se llevó la mano libre a la mejilla, con la cara acalorada.
—Sólo piénsalo. Es sólo una noche más. —Deb se encogió de hombros—.
Ahora, vístete. Necesito tu ayuda. Hay mucho más que hacer y no hay tiempo para
hacerlo. Vete, Jesse. Si te quedas aquí mientras ella se cambia, tengo la sensación de
que esa ropa volverá a salirse. —Hizo girar el dedo en el aire—. Ahora, pareces
menos un asesino y más un cachorro enamorado.
Dios mío.
Si Deb supiera cuánta razón tenía.
Jesse esbozó una sonrisa en su rostro que esperaba transmitiera, yerno
perfecto, cuando ella se acercó, enganchó su brazo con el de él y tiró de él hacia la
puerta.
Jesse lanzó una última mirada a Ella, deseando poder quedarse con ella y
terminar lo que casi habían empezado. Pero Deb tenía razón por razones que ella
desconocía.
Ya había jodido el corazón de Ella hacía tres años, y Zoran era la prueba de que
tal vez nunca sería seguro para él y Ella estar juntos. Al menos de verdad.
Y diablos, tal vez Ella realmente lo odiaba. Quizá no le daría otra oportunidad
aunque él se arrodillara y se lo suplicara.

106
Capítulo Nueve
J esse sonrió mientras sostenía la foto enmarcada, tomada en la boda de Rory
y Chris aquel verano, de él con el brazo alrededor de su radiante hermana.
Rory había sido una novia preciosa, radiante con un vestido que Ella le había
hecho a mano. Aquel día había sido un cara o cruz quién había llorado más: Rory, su
rudo marido SEAL, o su madre. Jesse había hecho todo lo posible por no mirar
fijamente a Ella, la dama de honor, mientras Rory y Chris intercambiaban sus votos,
preguntándose si Él y Ella harían lo mismo algún día.
Y ahora vamos a celebrar una boda falsa. Devolvió la foto a la repisa de la
chimenea, donde su hermana había insistido en que estuviera expuesta, junto a otra
foto de boda en un marco plateado a juego. Aquella era del cortejo nupcial, sin los
novios, y sabía que Rory la había elegido a propósito porque en ella aparecía la
despampanante dama de honor con su vestido vaporoso amarillo pálido.
La foto también captó el hecho de que la atención de Jesse se centraba en Ella
y no en el fotógrafo. Otra razón por la que su hermana seguramente puso la foto allí.
—Griffin y Savanna acaban de llegar en su camioneta —llamó Jack, uniéndose
a Jesse en la sala de estar, y Jesse apartó su atención de la foto y se dirigió a su
compañero de equipo.
No acababa de entender a Jack, pero tenía la sensación de que había mucho
más debajo de la superficie que las bromas y los chistes. Poco después de que Jesse
conociera a Chris, Rory le dijo que Chris ocultaba muchos de sus traumas y su dolor
tras el humor.
Jesse no estaba seguro de si ese era también el truco de Jack, pero sabía que
cuando se trataba de operar, Jack accionaba algún tipo de interruptor mental y se
transformaba en un hombre con el que no querías joder, exactamente como Jesse
prefería que fueran los hombres con los que peleaba.
—¿Ella no está con ellos? —No la había visto desde que se fue al rancho hacía
seis horas.
—No, Griffin mandó un mensaje hace unos minutos diciendo que Chris y Rory
van a traer a Ella aquí con ellos. —La mirada de Jack se dirigió por encima del hombro
de Jesse hacia la repisa de la chimenea, como si supiera lo que había estado pensando 107
Jesse.
Jesse consultó su reloj. Eran las cero cien horas. Técnicamente, Nochevieja y el
día de su boda.
El equipo había decidido que partirían hacia París el día de Año Nuevo en lugar
de esperar hasta el día 2. Cuanto menos tiempo pasaran en Walkins Glen, mejor para
todos.
—¿Cuánto tiempo llevaban casados? —le preguntó Jesse—. Si no te importa
que te pregunte.
—Demasiado tiempo. Y no lo suficiente, supongo. —Jack se palpó la mandíbula
barbuda—. Jill quería que dejara el Ejército. Probé suerte en la vida civil, pero no me
convenía.
—¿Por eso te uniste a Ground Branch para la CIA?
—Sí, creo que lo hice más bien porque el almirante quería que alguien velara
por su hija. —Jack sonrió—. Ya conoces al almirante. Es bastante sobreprotector
cuando se trata de Natasha. Además, la conozco desde que éramos niños. Casi tanto
como tú conoces a Ella. Estoy seguro de que si Ella hubiera estado en Argelia o donde
fuera persiguiendo terroristas, la habrías tenido a tus seis años. —Se encogió de
hombros cuando Jesse se quedó callado.
¿Pero qué podía decir Jesse? La idea de que Ella tuviera un trabajo peligroso
le producía náuseas. Ya era bastante malo que su hermana hubiera sido una
trotamundos en busca de aventuras, siempre metiéndose en algún aprieto.
Hace tiempo, cuando se enteró de que Rory había sido azotada y torturada por
piratas, él y A.J. habían buscado y, manejado, a los hombres que le habían hecho
daño. Una especie de manipulación. A.J. no había tenido ningún problema en matar a
esos hombres, así que quizás, sólo quizás, no odiaba de verdad a Jesse por el trabajo
que había hecho para la Agencia. Aunque, A.J. probablemente lo odiaba ahora mismo
por haber puesto a su hermana en peligro, como debería.
—Estoy contento con lo que hago ahora. Trabajando para Gray. Diablos,
incluso Carter. Supongo que esos dos son el yin del yang del otro. O lo que sea. Ya
sabes lo que quiero decir. Se equilibran el uno al otro.
—Carter es el diablo con el que no quieres bailar —dijo Jesse basándose en lo
poco que sabía de su misterioso jefe—. Y no iría tan lejos como para llamar a Gray
algún tipo de santo, pero luce cómo uno.
—No dejes que Gray te engañe. No es tan estirado como todos creen. —Jack
arqueó una ceja y miró detrás de él como si buscara a su mejor amigo para asegurarse
de que Gray no oyera lo que fuera a decir a continuación—. Sabes, el día que su
helicóptero se estrelló hace años, lo declararon muerto durante unos treinta
108
segundos. Gray dijo que el lugar al que fue después de eso no era exactamente un
lugar de sol y arco iris.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Jesse en voz baja—. ¿Gray cree que fue al
infierno? Supongo que fue la morfina que le inyectaron mientras intentaban salvarle
parte de la pierna. Sin éxito.
—No lo sé, hermano. Sólo sé que Gray dice que no fue recibido en las puertas
blancas del cielo, y dijo que después de la mierda que había hecho en su vida, no le
había sorprendido. Pero se le dio otra oportunidad, e iba a hacer todo lo posible para
ganar su camino fuera de la lista de espera del infierno.
Huh. Aquella conversación dio un giro inesperado.
—¿Y crees que la gente puede encontrar la redención?
—Diablos, eso espero. ¿O no vamos a ir todos al infierno? —Jack levantó las
palmas de las manos—. Sé que tengo asientos en primera fila para ese infierno si no.
—Señaló a Jesse—. Y tú, amigo mío, eras un asesino a sueldo. Creo que Dios
probablemente no es tu mayor fan. —Le guiñó un ojo, volviendo al humor, y sí, Jesse
tenía razón. Jack se parecía mucho a Chris. Jesse había tocado un nervio durante la
conversación, y Jack sintió la necesidad de bromear para liberarse de cualquier
emoción que saliera a la superficie como resultado.
—Están aquí —llamó Sydney desde la cocina.
—Gracias —Jesse levantó los ojos al techo— ¿Dios...?
Jack y él se dirigían a la cocina cuando oyeron a Gray soltar:
—Espera, ¿qué? ¿Lo dices en serio?
—¿Qué nos hemos perdido? —Jack se acomodó en un taburete de la isla frente
a la que trabajaban Oliver y Sydney.
Carter, que parecía mucho menos conmocionado que Gray, se levantó de la
mesa. Jesse seguía sin saber qué demonios se había perdido.
—Griffin quiere llevar a Savanna a París —murmuró Gray, su tono
malhumorado dejaba claro que consideraba la idea una absoluta estupidez.
—Necesito estar en esta operación con ustedes —explicó Griffin, él y Savanna
junto a la puerta—. Y si la dejo aquí bajo la protección de otra persona, estaré
preocupado y distraído todo el tiempo.
Savanna se inclinó hacia Griffin, que le rodeó la cintura con el brazo, y Jesse se
quedó mirando a la pareja, intentando asimilar la noticia.
—Si hay alguna posibilidad de que alguien vaya tras Savanna por todo esto,
sabes que es un riesgo que no correré. —La voz de Griffin bajó unas octavas en señal
de advertencia. Puso los ojos en Carter ya que estaba claro que Gray planeaba 109
rechazar la idea.
Carter se quedó callado un momento mientras todas las miradas de la cocina
parecían apuntar hacia él, y Gray parecía esperar a saber si el hombre con el que
estaba asociado se pondría de su lado o no. La mirada oscura de Carter se dirigió a
Jesse, y lo estudió por un momento.
—Jesse es el que tiene las órdenes de matar por la Agencia, y tú dijiste que
debía ser él quien acabara con Zoran cuando lo encontráramos —dijo en tono firme,
su mirada cambió a Gray, repitiendo lo que Gray había señalado hacía unas horas.
Que era tarea de Jesse matar a Zoran—. Pero Jesse tampoco dejará a Ella con
cualquiera cuando tenga que operar.
—Yo vigilaré a Ella y a Savanna —dijo Griffin en un tono profundo y dominante.
Cero jodido respeto sobre la cadena de mando en el momento en que la mujer que
amaba era tirada en la mezcla—. Sí, tendremos a los otros chicos de Carter en el
extranjero uniéndose al equipo como ayuda, pero sabes que nunca dejaré que les
pase nada a Savanna o a Ella.
Mierda, Griffin tenía razón. Jesse era el que tenía que acabar con Zoran, pero
no había pensado quién cuidaría de Ella mientras operaba.
—Confío en todos los que están aquí. No tienes por qué ser tú —le dijo a
Griffin—. No hay razón para llevar a Savanna allí y ponerla en peligro.
Savanna se apartó del abrazo de Griffin.
—Creo que sería una buena idea para Ella tenerme allí. Esto no va a ser fácil
para ella. Y este tipo de peligro ya no me es ajeno. Puedo ayudar a Ella a superar esto.
Los que estamos conectados contigo, sin ofender, no estamos realmente seguros en
ningún sitio hasta que la amenaza haya sido manejada, ¿verdad?
Jesse se pasó los dedos por el cabello, odiando la idea de otra mujer que le
importaba atrapada en medio de su mayor pesadilla.
Si no hubiera prolongado su empleo con Thatcher después de que Ella
anunciara su compromiso con Brian dos años atrás. No, lo que debería haber hecho
era luchar por ella. Ir a ella y decirle que cancelara la boda y se casara con él en su
lugar.
Por supuesto, otra persona de su pasado podría haber aparecido fácilmente
para darle caza ahora en lugar de Zoran. La, Rueda de la Fortuna, de los malos que
Jesse había encontrado en su tiempo giraría para siempre y sería un problema. Pero
Zoran era el único que quedaba vivo.
—Ella rechazó el plan, pero soy terca como ella y se da cuenta de que no me
echaré atrás —añadió Savanna—. Así que la obligué a aceptar, igual que te obligó a
ti a aceptar casarte de mentira con ella.
110
Jesse levantó la mirada para ver a la testaruda mujer de nuevo en brazos de
Griffin.
—¿Qué pasa con el café?
—Si Griffin quiere que vengas, pues vienes —dijo Carter sin consultarlo antes
con Gray. Hasta aquí lo de la asociación al cincuenta por ciento. Pero todos en el
equipo sabían que se inclinaba un poco más a favor de Carter, dadas sus bolsas de
miles de millones que parecía tener escondidas por todo el mundo para financiar sus
operaciones, entre otras cosas.
—Gracias. —Savanna se acercó a Carter y lo abrazó, Carter se quedó quieto,
dejando sus brazos rígidos e inmóviles mientras ella apretaba al demonio que no
parecía saber abrazar. Se dirigió a Gray a continuación, abrazándolo antes de que el
hombre tuviera oportunidad de rechazar sus ojos de cachorro o su cálido abrazo.
—Bien, de acuerdo. Basta de abrazar a otros hombres —dijo Griffin con voz
burlona, pero conociendo a aquel hombre, no era del todo una broma.
Savanna puso los ojos en blanco y le dio una palmada juguetona en el trasero a
Griffin, que por lo visto estuvo a punto de devolverle el azote, pero pareció
abstenerse, dado el público que había.
Sí, iban a volver a su casa y tener sexo, eso era seguro.
Y odiaba la envidia que sentía ahora mismo, sobre todo cuando Ella entró por
la puerta un minuto después con Chris y Rory. Bear también entró trotando,
apretujado entre sus, padres, y se dejó caer en la cama para perros que Jesse tenía
en un rincón de la cocina, junto con un cuenco de agua para cuando Bear venía de
visita.
—Bueno, Deb Hawkins me agotó. Estoy tan agotada como Bear —dijo Rory con
ligereza.
—¿Descubrieron algo nuevo mientras nos mandaba tu nueva organizadora de
bodas? —Chris le lanzó una sonrisa ladeada a Jesse.
—Seguimos trabajando para localizar a la mano derecha de Zoran —intervino
Jack por primera vez desde que había comenzado la conversación sobre la llegada
de Savanna a París.
—Pusimos a Ella al corriente de lo que sabemos hasta ahora sobre el caso entre
los detalles de la boda mientras estábamos en el rancho —Chris se lo hizo saber a
Jesse, y éste no estaba seguro de cómo se sentía que Ella lo supiera todo.
Ella clavó en Jesse una mirada dura, y era la primera vez que establecía
contacto visual con él desde que entró en la cocina, demasiado abarrotada. Y la madre 111
de Ella tenía razón. Parecía un centro de mando, pero no estaban en una tienda de
campaña en Bagdad ni llevaban uniforme.
—Um. ¿Puedo robar a mi hermano un segundo? —Rory se adelantó
bruscamente, agarró a Jesse del brazo y lo hizo marchar por el pasillo hacia su
dormitorio como si fuera su madre a punto de castigarlo por una de las muchas veces
que se había portado mal de niño.
—¿Qué pasa? —soltó una vez estuvieron solos en su habitación con la puerta
cerrada tras ellos.
Rory se hundió en su cama matrimonial.
—Ya sabes lo que pasa.
Jesse le dio la espalda a la puerta francesa que daba a un patio privado mientras
miraba a su hermana.
—La verdad es que no. Hay muchas cosas que podrían estar pasando.
Explícamelo.
—Ella no está bien —anunció—. Apenas se mantenía en pie en el rancho hace
un rato, durante los preparativos de la boda. Y no es porque esté preocupada por ese
tal Zeus.
—Zoran —respondió rápidamente en lugar de compartir cómo lo hacían sentir
realmente las palabras de Rory. Culpable, y luego añadir más culpa. Coronado con
otra pila del tamaño del Everest de maldita culpa.
—Lo que sea. Parece una criatura mítica. En fin. —Rory agitó la mano en el aire
como si Zoran fuera el menor de sus problemas.
Tenía que recordar que su dulce hermana no se asustaba tan fácilmente. Se
había enfrentado a lo peor de lo peor y había salido victoriosa, así que Jesse sabía
que no necesitaba que la mimaran. Básicamente, su hermana era una patea traseros.
Lara Croft en carne y hueso.
—La cuestión es que Ella ha estado soñando con el día de su boda desde que
era una niña. Y tú eras con quien siempre quiso casarse. Desde luego, no Brian. —
Rory se levantó y se puso delante de él, inclinando la cabeza—. Y ahora su familia y
todo el pueblo van a verlos pronunciar los votos, y no va a ser real. —Sus hombros
cayeron—. Ella no admitirá lo mucho que eso le está jodiendo la cabeza, y sé que fue
idea suya, pero yo sólo...
Jesse respiró hondo y miró al techo, queriendo admitir ante su hermana lo
mucho que esto le estaba jodiendo la cabeza a él también.
—¿Qué quieres que haga? ¿Qué me case con ella de verdad?
—Sí —dijo Rory con voz firme, y Jesse dejó de concentrarse en su rostro cuando
se acercó a él.
112
—Estás loca —intentó esquivarla, pero ella seguía siendo un obstinado
bloqueo, y él gruñó irritado.
—La amas. Ella te ama. Una vez que mates a ese tal Zoltar...
—Zoran.
Rory puso los ojos en blanco.
—Deja todo atrás y podrán vivir felices para siempre. Tener hijos.
—No lo entiendes. Podría haber fácilmente otro Zoltar. —Y ahora ella lo tenía
diciendo el nombre equivocado—. Rory.
—Jesse —soltó con un tono extra—. Siempre va a haber una razón. El trabajo
de Chris es peligroso. Sé lo que está en juego si alguien lo identificara. Tu trabajo con
Falcon también podría poner en peligro a una futura esposa. Pero no puedes vivir con
miedo a lo desconocido. Siempre esperando que ocurra algo malo. —Se quedó
callada un momento—. Preocuparse por lo que aún no ha ocurrido es ansiedad.
—Entonces, tal vez tengo ansiedad —siseó con frustración, luego se dio la
vuelta y abrió la puerta para escapar de ella ya que no se movía, pero, por supuesto,
ella lo siguió hasta el patio.
Entrelazó las manos detrás de la cabeza y se quedó mirando el cielo atronador,
sin permitirse pensar ni por un segundo que realmente podría hacer lo que Rory le
sugería.
—¿Por qué te uniste a la Agencia en primer lugar? ¿Por qué elegir la CIA en
lugar de Ella?
Jesse se detuvo en seco, pero sólo atinó a decir:
—Necesito hacer un barrido del perímetro. —Sacó su pistola de la parte trasera
de sus pantalones que había estado oculta bajo su camisa, y cuando se volvió para ver
a Rory, sus ojos estaban pegados al arma.
—¿Por qué? Dímelo y te dejaré en paz —suplicó.
Deslizó la boca de la pistola por la parte exterior de sus vaqueros.
—¿Qué importa? Lo único que importa es que lo hice. ¿Y sabes lo que es la
depresión? Centrarte en un pasado que no puedes cambiar y dejar que dañe tu
presente.
Empezó a girarse, pero sus siguientes palabras fueron como un martillazo en
la cabeza.
—Es por papá. ¿Es por papá? Es por él. 113
Jesse agachó la cabeza y tragó saliva. Al sentir su mano, miró por encima del
hombro hacia ella, a su derecha.
—Como he dicho, tengo que comprobar la propiedad.
—Lo recuerdo —exclamó ella, tomándolo por sorpresa—. Enterré esos
recuerdos. Los escondí en un lugar oscuro de mi mente, pero he estado viendo al
terapeuta de Chris, el que le ayuda con su estrés postraumático, y todos esos
recuerdos... volvieron a mí. —Su voz se quebró, y supo que si miraba a su hermana,
también se quebraría.
—Siento que te acuerdes —susurró—. Esperaba que nunca lo hicieras.

114
Capítulo Diez
E
lla se puso la camiseta y miró su reflejo en el espejo que había sobre la
cómoda de la habitación de invitados de Jesse. Ayer había declarado que
se quedaría con él, por su propia seguridad, claro. Él había actuado
como si estuvieran evacuando una zona catastrófica, obligándola a meter la ropa en
una bolsa lo más rápido posible, así que había recogido las cosas sin pensárselo
mucho. Pero de todos las camisetas, ¿qué posibilidades había de que tomara éste?
Las vaqueras lo hacen mejor, escrito en cursiva rosa en la parte delantera de
una camiseta negra. Era la misma camiseta que llevaba aquella primera noche en
Nueva York hacía tres años. Bueno, no llevaba mucho tiempo puesta cuando la tiró.
Un escalofrío recorrió su espalda al recordar la mirada hambrienta de él
cuando aquella noche se presentó ante él en bragas rojas.
¿Todavía recordaba sus curvas? ¿La respuesta de su cuerpo a sus caricias?
Sabía que recordaba que ella le había dicho que solía dormir en camiseta de tirantes
y ropa interior.
Ella se levantó la camiseta y miró las bragas rojas. La lujuria en los ojos de Jesse
cuando las vio ese mismo día hizo que sus muslos se apretaran. ¿Quizás la pasión que
habían tenido en Nueva York nunca se había apagado? ¿Quizá él seguía sintiendo lo
mismo? Su cuerpo, al menos, parecía responder al de ella.
Cuando ayer la alcanzó a caballo y discutieron en el campo, no tardó más que
un segundo en ponérsele dura la polla después de que ella cayera encima de él. Y
cuando ella le había pedido que la besara, justo antes de que apareciera su madre,
se había quedado tieso, incapaz de ocultar su erección.
Ella deslizó una mano bajo el dobladillo de sus bragas y descubrió su sexo
empapado. Solo pensar en aquel hombre exasperante conseguía excitarla.
¿Cuántas veces se había desviado de su camino para evitarlo en los últimos tres
años, no siempre por ira, sino porque la tensión sexual era tan grande que le
preocupaba perder el control? Y después de cada uno de esos encuentros, había
necesitado correrse o arriesgarse a perder la cabeza.
Incluso ahora, al pensar en él, se pasaba un dedo por el punto sensible, se
miraba en el espejo y deseaba que fuera su mano la que la tocara. Le dio vueltas a
115
una de sus muchas fantasías, una de sus favoritas que empezaba con sexo furioso y se
convertía rápidamente en un infierno de pasión.
—¿Qué estoy haciendo? —Sacó la mano de las bragas y se alisó la camiseta.
Me estoy volviendo loca.
Tomó un chándal y decidió enfrentarse a Jesse. ¿Quizás acabar de una vez con
el beso? La idea de que su boca tocara la de ella hizo que su corazón latiera más rápido
mientras abría la puerta del dormitorio.
Unas voces apagadas salían de la cocina por el pasillo, pero la puerta de la
habitación de Jesse, enfrente de la suya, estaba cerrada, así que esperaba que
estuviera en su cuarto y no trabajando con su equipo.
Ambos debían dormir un poco, ya que eran las dos de la madrugada y se iban
a casar más tarde ese mismo día. Pero dudaba que él pudiera dormir, al igual que
ella, aunque sus razones para estar despiertos y excitados fueran muy distintas.
Tras golpear ligeramente la puerta sin obtener respuesta, giró el pomo y la
encontró abierta. Dejando escapar una larga exhalación, entró en silencio en la
habitación. La cama seguía hecha y, al echar un vistazo por la puerta francesa abierta,
vio que él estaba afuera, en su patio privado, de espaldas a ella, de pie bajo la lluvia.
Parecía empapado y tenía que estar helado. Apenas hacían cuatro grados. ¿En
qué demonios estaba pensando? ¿Estaba perdiendo la cabeza como ella?
Ella cerró rápidamente la puerta y echó el cerrojo para evitar que los
interrumpieran, y luego cruzó la habitación con pasos lentos y firmes. Un escalofrío
se extendió por sus brazos cuando se acercó a la puerta abierta y fue golpeada por el
frío, junto con algunas gotas de lluvia que soplaban con el viento.
—Jesse —susurró. Apenas oía su propia voz por encima de los latidos de su
corazón, que latían con fuerza en sus oídos.
Sus hombros cayeron, indicando que era consciente de su presencia. Pero
cuando se giró hacia ella, se sobresaltó al verlo empapado y abatido. Salió al patio
para cubrirse y la pequeña luz del porche iluminó su rostro con más detalle.
—¿Qué estás...? —Sus palabras se desvanecieron en el aire frío mientras su
mirada recorría su camisón—. ¿Te pusiste eso para joderme? —gruñó—. No es que
no tengas todo el derecho a joderme, pero...
—No pensaba joder. —Ella parpadeó—. Contigo —se enmendó rápidamente
mientras se masajeaba la piel de gallina de los brazos—. ¿Puedes entrar? Hace frío
con la puerta abierta y te vas a morir de frío aquí afuera.
—He estado en condiciones mucho peores —dijo, sin moverse un ápice,
todavía a unos dos metros de distancia, mientras sus ojos subían lentamente hasta el
rostro de ella. 116
Ya no llovía tan fuerte, pero el daño ya estaba hecho, y su camisa se amoldaba
a su musculoso cuerpo. Se pasó las manos por los mechones mojados y se apartó el
cabello de la cara, ella se quedó inmóvil al ver cómo aquellos ojos azules miraban los
suyos.
—¿Te acuerdas de esta camiseta? —preguntó, tirando del dobladillo—. Esta
vez llevo pantalones.
—Ya veo —respondió Jesse mientras ladeaba la cabeza—. Y obviamente, la
recuerdo. ¿Creías que sería capaz de olvidar algún detalle de aquel fin de semana?
Apoyó las palmas de las manos en el marco de la puerta, rindiéndose al frío
porque la mirada abrasadora de él la calentó lo suficiente como para que no le
castañetearan los dientes.
—Bueno, teniendo en cuenta que no has hablado de ello en tres años, no estaba
tan segura.
—Teníamos un trato. —Su tono era bajo y cortante, pero conociendo a Jesse, su
ira no iba dirigida a ella. Reflejaba una lucha interna, un, no eres tú, soy yo.
—Um. — Ella había entrado en su habitación con la intención de hablar de algo,
¿verdad? Aparte del beso. Pero con aquel hombre empapado y mirándola como si
estuviera a punto de abalanzarse sobre ella, había perdido todo pensamiento que no
desembocara en que él se despojara de aquella ropa mojada y usara su cuerpo para
calentarlos a ambos bajo sus sábanas.
—¿Qué pasa? —Jesse dio dos pasos vacilantes por el patio, poniéndolo justo al
alcance de la mano.
¿Reaccionaría él si ella le tendiera algún tipo de rama de olivo? ¿Le haría saber
que esto no era fácil para ninguno de los dos, pero que tendrían que hacer que
funcionara de alguna manera?
—Sabía que no le pedirías a A.J. ni a nadie que fueran tus padrinos de boda —
espetó Ella, recordando por qué otra razón había ido a su habitación—. Pero mi madre
se encargó de ello. Básicamente le dijo a A.J. que era tu padrino. Y eligió a Chris y
Griffin como padrinos. —Su estómago aún se estrujaba por el revoltijo de
sentimientos infernales que habían estado atrapados en su interior toda la noche
mientras su madre la arrastraba de un lado a otro para planificar la boda—. Rory, Ana
y Savanna estarán a mi lado. —Ella tragó saliva cuando él dio otro paso lento—.
McKenna es un poco mayor para ser la niña de las flores, pero se ofreció de voluntaria
a pesar de que Beckett dijo en un principio que no. Y, um, Ana pensó que sería lindo
que el bebé Marcus llevara la almohada con anillos y...
—Anillos —dijo Jesse con una mueca de dolor, obviamente había olvidado ese
pequeño detalle—. Tendré que conducir hasta la ciudad y encontrar algunos. 117
—Oh.
¿Y por qué frunció el ceño ante su, oh?
—¿A.J. se negó a ser el padrino? —preguntó un momento después. Ella no pudo
evitar darse cuenta de que había dicho, el padrino, en lugar de, mi padrino, lo que,
una vez más, la hizo comprender que aquella boda no era real. Pero entonces, ¿por
qué esa mirada triste?
—No, pero quiero decir, ya sabes cómo se siente acerca de toda esta situación.
Tal y como están las cosas, nuestra mamá ya sospecha, así que si dijera que no a estar
en la boda, mamá, bueno, ya sabes, sabría que esto es falso.
—Cierto. —Jesse se rascó la nuca, con la mirada perdida en los adoquines bajo
sus botas.
—¿Quieres entrar y quitarte esa ropa mojada? —suplicó.
Sorprendentemente, él siguió su petición, así que ella le despejó el camino
para entrar y cerró la puerta. Permaneció ante ella unos segundos, estudiándola en
silencio, luego se quitó las botas y se dirigió al baño.
No se molestó en cerrar la puerta mientras se desnudaba, y ella no apartó la
mirada.
Los músculos tensos de su espalda se flexionaron cuando se quitó la camisa, y
sus fuertes piernas parecieron más musculosas una vez que se quitó los vaqueros.
Había bajado la intensidad de las luces del cuarto de baño, pero había suficiente luz
para que pudiera trabajar con ella, la suficiente para proporcionarle una visión
perfecta de los fuertes glúteos en calzoncillos bóxer negros.
Y luego desapareció en el armario que comunicaba con el cuarto de baño,
volviendo un momento después con una camiseta blanca y unos pantalones cortos
grises de algodón.
Se resistió a palparse las mejillas al rojo vivo y se preguntó si se había dado
cuenta de que no había movido ni un solo músculo durante su espectáculo privado de
Magic Mike (menos el baile).
—¿Te cambias con la puerta abierta para joderme? —preguntó ella, incapaz de
morderse la lengua.
Jesse se detuvo en la puerta entre su cuarto de baño y su dormitorio y levantó
ambas palmas por encima de la cabeza para apoyarlas en la parte superior del marco
de la puerta, escrutándola.
En esa posición, las mangas cortas de su camiseta estaban estiradas al máximo
por sus bíceps. Ella esperó nerviosa a que él dijera algo. O que hiciera algo. Pero su,
factor grr, estaba en primer plano, y aquel maldito hombre alfa la miraba como si
fuera a tirársela por encima del hombro y darle una paliza en el proceso. 118
Ella apretó los muslos y Jesse bajó la mirada entre sus piernas como si se
hubiera dado cuenta.
—Tal vez deberíamos darnos nuestro primer beso en la boda. Al menos algo
será real. Ya sabes, ya que será el primero y el último —decidió en ese momento
porque ahora estaba demasiado nerviosa como para que los labios de ese hombre la
tocaran en cualquier sitio que no fuera en público. No, si la besaba en privado, cuando
estuvieran solos, le rogaría que le besara cada centímetro de su cuerpo. Y tenía
demasiado amor propio para rogarle que no volviera a rechazarla. Además, si había
aprendido algo de aquel fin de semana en Nueva York, el sexo sin el compromiso de
Jesse dolía demasiado.
—El último, ¿eh? —se apartó un poco de la puerta sin dejar caer los brazos,
pero sus antebrazos y bíceps se flexionaron.
¿Por qué tragó saliva? Ella había visto sus músculos antes. Lo había visto
desnudo. Memorizó la sexy V. El suave vello del pecho. Sus duros músculos
pectorales. Los fuertes cuádriceps que le aprisionaban los muslos para que no
pudiera retorcerse mientras él la hacía correrse.
—El último —volvió a decir, odiando que le temblara el labio inferior.
Bajó los brazos y entró en el dormitorio, arrastrando de nuevo las manos por el
cabello mojado. Aquellos pantalones cortos grises dejaban poco a la imaginación,
sobre todo después de limpiarse las palmas mojadas en ellos. Ah, y ahí... ahí está.
Podía distinguir casi todos los detalles de su polla, y estaba... dura.
Aunque tendría que adivinar lo mojada que estaba, porque ella no tenía
intención de dejar que lo averiguara.
Jesse cerró el espacio entre ellos y se acercó para tirar suavemente de su trenza
antes de que ella tuviera la oportunidad de darse cuenta de lo que estaba haciendo.
El hombre era realmente rápido.
También era alto. Ella medía un metro setenta que no era poco, pero Jesse
sobresalía por encima de ella. La tiró un poco más de la trenza para levantarle la
barbilla y que sus ojos encontraran los de él.
—Me besarás antes de la boda. En privado.
—No puedes obligarme —rebatió, odiando a su cuerpo por traicionarla ahora
mismo. ¿Pezones? Más duros de lo que había creído posible. ¿Su sexo? Hola, cataratas
del Niágara. Después de todo, no había necesidad de visitarlas.
Jesse se acercó más, acercando su cara a la de ella. Sus ojos permanecieron
fijos mientras él ronroneaba:
—Oh, no tendré que obligarte.
—¿No? ¿Cómo es eso? —Su voz traidora apenas chirrió las palabras, 119
haciéndole saber el efecto que estaba teniendo en ella. En cada parte de ella.
—Hay una cosa que a ti y a mí nunca nos ha faltado, a pesar de todos los demás
problemas... y es química, cariño. —Su último sentimiento flotó en un suspiro, y ese
suspiro fue como un anticipo del beso que vendría—. Lo deseas tanto como yo. —Otro
ligero tirón de su trenza hizo que su boca prácticamente tocara la de él, y no estaba
segura de por qué luchaba tan desesperadamente por resistirse—. Vete a la cama,
Ella.
—¿Qué? —jadeó, el momento embriagador se rompió cuando él le soltó la
trenza y dio un paso atrás, tomándola por sorpresa.
Inclinó la cabeza hacia un lado y la miró fijamente.
—Necesito que te vayas, porque no podré detenerme sólo en besarte. No
contigo en esa camiseta. En mi habitación. Con esos jodidos labios preparados y
húmedos.
Oh, Dios.
Tiene razón.
Si la besaba, perdería la cordura y el control en el espacio de un latido.
—Entonces, ¿no habrá beso antes de la boda?
Jesse cerró los ojos como si no pudiera soportar la visión de ella. Bueno, a
juzgar por la erección en sus calzoncillos, estaba luchando por no ponerse en modo
salvaje y tirarla sobre la cama.
—El jurado está deliberando ahora. No lo sé.
—Cambiaste rápido de opinión —susurró, ahora extrañamente decepcionada.
—Vete, por favor. Antes de que haga mucho más que besarte. Y no tengo
preservativos, así que el embarazo no será falso como el matrimonio —murmuró
sombríamente, levantando los párpados para mostrar sus ojos azules casi nublados
por la intensidad de lo que fuera que estuviera sintiendo y pensando.
—Oh.
Jesse negó con la cabeza.
—Por favor, no uses ese sonido cerca de mí. —No explicó por qué, pero
añadió—: Ve a desahogarte. Sé que lo necesitas.
—¿Perdona? —Se alisó las palmas de las manos de arriba abajo ante sus
palabras, otro comentario demencial proveniente de él que le tenía el corazón
clavado en la garganta.
—Ve. Necesito hacer lo mismo antes de... —Cabeza inclinada. Ojos trabajando
sobre su cuerpo.
120
Hijo de puta. Se iba a quemar.
—Jesse —dijo suavemente, olvidando lo que le había hecho su nombre
saliendo de su boca allá en Nueva York.
Antes de que pudiera reaccionar, Jesse le sujetó la barbilla y sus penetrantes
ojos la atravesaron mientras siseaba:
—Pídemelo. —Inclinó la cabeza, acercando su boca a la de ella—. Pídemelo —
gruñó, olvidando ya su orden de que se marchara.
Respiraba con dificultad y rapidez, totalmente confusa, pero:
—Bésame —seguía saliendo de sus labios, y la boca de él aplastó la suya con
tal intensidad que ella tuvo que caminar hacia atrás para no perder el equilibrio. Pero
él la acompañó, manteniéndola erguida con una mano en la espalda.
La estrechó contra su cuerpo, aprisionándola en su abrazo. Su otra palma se
deslizó de la barbilla a la mejilla mientras su lengua le abría los labios, y ella cedió
sin vacilar.
La rigidez anterior de su cuerpo desapareció y se marchitó cuando él la besó.
La besó fuerte. Luego suavemente.
Lengua. Sin lengua.
Lento y sensual.
¿Estaban flotando? ¿Estaban sus pies en el suelo?
Su cabeza estaba en las nubes, eso era todo lo que sabía mientras se
desorientaba por el erótico barrido de su lengua en su boca, alternado con el ligero
tirón de su labio inferior suavemente entre sus dientes.
Tenía los ojos cerrados y, sin embargo, veía con claridad. Cada momento que
habían pasado juntos pasaba por su mente en alta definición. Con sus labios en los
suyos, era como si recorriera su vida juntos fotograma a fotograma.
Los recuerdos de su fin de semana en Nueva York se agolpaban en su mente.
Y esos recuerdos permanecieron apretados y concentrados ante ella.
El paseo en carroza con caballos por la nieve aquel sábado, cuando él había
entrelazado sus dedos bajo la manta y la había mirado los ojos, había sido... íntimo.
Aunque se suponía que esa palabra había desaparecido de su vocabulario aquel fin
de semana.
Y cuando por fin habían tropezado con los cantores de villancicos, y Ella se les
había unido para cantar Noche de Paz, con el olor a pan de jengibre y canela en el
aire procedente de un vendedor ambulante cercano, Jesse la había observado como
si lo fuera todo para él.
121
Ella volvió al presente con Jesse, eligiendo saltarse los últimos tres años que
casi la habían destrozado.
Prefería concentrarse en cómo su mano se deslizaba por su espalda hasta llegar
a su trasero mientras la besaba.
Pero como si presintiera que ella estaba, de vuelta, levantó la boca de la suya,
y la mano de ella se fue al corazón ante la pérdida de sus labios y sus manos sobre su
cuerpo.
Quería volver a aferrarse a esos recuerdos, sabiendo que eran mejores que los
sentimientos de tristeza y soledad que se instalarían en la boca de su estómago en
cualquier momento, cuando la realidad se impusiera.
—Vete —dijo sin abrir los ojos, y retrocedió dos pasos—. Esto será una boda
de escopeta si no te vas de aquí en los próximos diez segundos, Ella Mae. —Su tono
oscilaba entre enfadado y explosivo de deseo—. Necesitas. Irte. Ahora.
Se quedó mirándolo, sin saber qué hacer. No quería irse, pero él seguía
rompiéndole el corazón. Le daba esperanzas para luego robárselas en los últimos tres
años. Y si volvía a ceder ante él, nunca se recuperaría cuando él le arrebatara esa
esperanza una vez más.
—Buenas noches —susurró, odiando su decisión. Pero se odiaría más a sí
misma por quedarse.
Con los ojos aún cerrados, respondió suavemente:
—Buenas noches.
Se dirigió hacia la puerta y puso la mano en el pomo cuando le asaltó un
estúpido pensamiento que logró escapar de sus labios.
—¿Por qué no tienes condones? —¿Qué demonios estoy diciendo? — Pensé que
un hombre como tú estaría preparado para cualquier cosa.
—¿Por qué iba a...
—¿Con cuántas mujeres has estado desde Nueva York? —preguntó ella antes
de que él encontrara la voz para terminar su frase—. No necesito saberlo.
Sintió que se acercaba a ella, pero no pudo darse la vuelta para mirarlo. Se
maldijo por haber hecho la pregunta, porque lo sabía. Su silencio lo decía todo y ella
contuvo las lágrimas que amenazaban con caer. ¿Realmente había pensado que él no
había estado con otra mujer desde ella? ¿Que ella había sido la última, igual que él lo
había sido para ella?
—Estabas comprometida —dijo en voz baja, y los ojos de ella volvieron a
humedecerse ante la firmeza de su tono.
—Lo sé —respondió ella, apoyando la frente en la madera lisa de la puerta—. 122
Pero ese compromiso fue culpa tuya.
—Yo... lo siento.
Se le oprimió el pecho mientras luchaba por recuperar el aliento. Una
abrumadora sensación de tristeza la invadió mientras una sola lágrima se abría paso
por su mejilla.
Después de aquel beso, el beso del que ahora se arrepentía porque había sido
uno de los besos y momentos más increíbles de su vida, tal vez él sí debía estar en lo
más alto de su lista de odio. Tendría que convencerse a sí misma de que él pertenecía
a ese lugar para no cometer un desliz y aferrarse a la posibilidad de esperar que algún
día hubiera un verdadero ellos.

123
Capítulo Once
J esse miró las cajas de anillos de su tocador y se esforzó por respirar mientras
los pensamientos sobre lo que podría salir mal en París empezaban a
asfixiarlo. Aquella sensación de incertidumbre e impotencia era demasiado
parecida a lo que había sentido todos los días en Irak. Incluso ahora, mucho después
de haber sido testigo de cómo hermanos de armas perdían miembros, morían en
combate e incluso se quitaban la vida, los fantasmas de aquella maldita guerra
seguían atormentándolo. Puede que la participación del país hubiera terminado, pero
las batallas en casa seguían haciendo estragos.
¿Cuántas veces había estado a punto de perderse, de ceder a la oscuridad, de
abandonar la lucha por mantener la cabeza por encima del pozo de arenas movedizas
que amenazaba con hundirlo?
¿Cuántas veces había pensado en…? Pero cada vez que sentía esa atracción, una
imagen de Ella se materializaba como un salvavidas y lo arrastraba afuera. Diablos,
ella había sido su salvación antes, durante y después de su paso por el ejército.
El corazón se le subió a la garganta ante la idea de que ella se convirtiera en
un daño colateral por culpa de sus decisiones vitales. Por su error aquel día en
Bulgaria con Zoran.
Jesse abandonó sus oscuros pensamientos cuando la imagen de Ella junto a
aquel vestido de novia en su estudio echó raíces en su cabeza, salvándolo una vez
más.
La boda.
Tres horas más hasta la fiesta, hasta su boda.
No había hablado con Ella desde que salió de su habitación tras su beso quince
horas atrás. Ella y Savanna, bajo la atenta mirada de Griffin, habían vuelto a casa de
Ella para que hiciera las maletas rumbo a París, y luego había que ocuparse de los
preparativos de la boda. Cada vez que se cruzaba con Jesse, dirigía su atención al
suelo o al cielo, cualquier cosa con tal de evitar el contacto visual.
Probablemente era mejor que se mantuvieran alejados el uno del otro hasta la
boda. No estaba seguro de qué decirle después de haber estado a punto de
destrozarla como un animal salvaje tras aquel beso.
124
Ese beso.
Un beso que no sabía cómo describir. ¿Cómo se puede expresar con palabras
lo que se siente al besar a alguien así, aparte de que es lo más parecido al Cielo que
probablemente jamás tendrá?
Porque era problemático, ¿no? Al menos, esa era la opinión que su padre tenía
de él mientras crecía.
Mierda. Una mierda. Eso es todo lo que es. Todo lo que siempre será. Los
recuerdos de las mordaces palabras de su padre se apoderaron de sus pensamientos.
Esas raíces habían crecido durante demasiado tiempo.
Jesse había luchado por verse a sí mismo de otra manera, incluso con todos los
elogios que había recibido de sus comandantes en el Ejército como Ranger. Las
medallas en el pecho y los elogios. Nada de eso había borrado la sensación que
guardaba en su interior de que había algo malo en él. Pero ahora intentaba
deshacerse de esos pensamientos.
Y aparentemente, Rory recién ahora estaba... recordando.
¿Está viendo a un terapeuta? Estaba a favor de que la gente buscara ayuda, pero
realmente deseaba que su hermana no hubiera abierto la caja de Pandora, revelando
las partes de su infancia que antes había bloqueado. No es que su padre la hubiera
tratado como algo distinto a la niña de sus ojos.
—No sé si alguna vez te mereceré —susurró Jesse mientras volvía a
concentrarse en la caja de anillos abierta que contenía el anillo de compromiso y la
alianza de boda de Ella—. Pero Dios, te deseo. Te necesito —añadió en voz baja,
sorprendido al ver que se le llenaban los ojos de lágrimas cuando se miró en el
espejo.
Cuando había ido a Birmingham hacía unas horas por los anillos y un corte de
cabello, Jack había insistido en ir de refuerzo. No es que Jesse sintiera que necesitaba
protección, pero Jack había subido a su camioneta como un perro testarudo que se
negaba a separarse de su lado. Entonces Jack hizo la pregunta del millón en el camino
de regreso a casa. ¿Por qué Tú y Ella no están juntos de verdad?
Jesse había dado una respuesta falsa, preocupado de que si le decía la verdad
a Jack, éste podría ir directamente a Carter y Gray y exigir que echaran a Jesse del
equipo. Pero ser un operador era lo único en lo que parecía ser bueno. Por eso
Thatcher lo quería de vuelta, ¿no?
¿Y qué tan jodido es que no sea una mierda cuando se trata de matar? Bueno,
aparte de Zoran. No manejé los negocios entonces, y ahora Ella podría estar en peligro.
—¿Jesse? Tenemos noticias. 125
La voz de Carter al otro lado de la puerta lo hizo cerrar las cajas de los anillos
y sacudir la cabeza, tratando de recobrar la compostura.
—Ya voy.
Una vez en la cocina, se sorprendió al ver a Rory hablando con Sydney, con
algún tipo de aparato electrónico que no reconoció en la palma de la mano de Rory.
El resto de su equipo estaba ausente, aparte de Carter y Sydney, seguramente
preparando las medidas de seguridad del rancho Hawkins para la fiesta.
—¿Qué está pasando? —Jesse rodeó la isla de la cocina para acercarse a su
hermana, y ella pivotó hacia él.
—Hemos conseguido localizar a la mano derecha de Zoran, Aleksa Stanković,
que ha estado dirigiendo la empresa criminal en ausencia de Zoran —explicó Carter.
Jesse apretó los dientes durante un minuto. Cortar la cabeza de una serpiente
para que aparezca otra. Suena bien, maldita sea.
—¿Dónde está? ¿Crees que puede conocer el paradero de Zoran? ¿En
comunicación con él? —repitió sus pensamientos.
Rory le entregó a Sydney lo que llevaba en la mano y se encaró con él. Seguía
sin saber por qué su hermana formaba parte de esta conversación, y tenía la
sensación de que no quería saberlo.
Hacía poco que sabía que Rory y Carter habían trabajado juntos durante sus
días de aventura. Seguía siendo alucinante pensar que su hermana había estado
atrapando sin ayuda a traficantes de animales salvajes cuando él, al igual que todos
los demás, pensaba que se limitaba a perseguir tesoros en las profundidades marinas.
—Todavía no hay respuestas a ninguna de esas preguntas, aparte de la
ubicación —respondió Carter—. Aleksa está en un complejo en Tirana, Albania.
—Supongo que Aleksa dejó Bulgaria en cuanto le dispararon a Zoran.
Protegerse y mantener las operaciones ilegales. —Sydney se acomodó el cabello
rubio detrás de las orejas.
—Aleksa no tenía un puesto en la embajada como Zoran, ¿verdad? —le
preguntó Jesse.
Sydney comprobó rápidamente algo en su portátil.
—No, Aleksa no tiene conexiones conocidas con la embajada. —Volvió a
centrarse en Jesse—. Y por lo que sabemos, era socio de Zoran en Serbia antes de
que éste ocupara el puesto de ministro consejero de la embajada serbia en Bulgaria.
Utilizaron la tapadera de sus negocios legítimos para ocultar sus actividades ilegales
durante décadas.
—Las cosas empezaron a ponerse más intensas en los últimos años. Los 126
cadáveres empezaron a acumularse. Los búlgaros ya no podían ignorar lo que estaba
ocurriendo —explicó Carter.
Por lo poco que le había contado Thatcher a Jesse, el temperamento de Zoran
cuando trataba con sus enemigos a menudo hacía que sus restos fueran difíciles de
identificar. No podía empezar a imaginar...
Ella. Mierda. No, no dejaría que ese imbécil se acercara a ella. Pasara lo que
pasara.
Jesse hizo todo lo posible por sacar sus pensamientos de aquel lugar
peligrosamente oscuro de su mente para centrarse en cómo llegar a Zoran antes de
que él llegara a ellos.
—¿Por qué no revocarían los búlgaros la inmunidad diplomática de Zoran? —
preguntó unos latidos más tarde, con la cabeza de nuevo en el juego—. ¿Echarlo del
país?
Carter se cruzó de brazos y le dirigió una mirada contemplativa. Había sido
oficial de la CIA, así que sabía más que Jesse sobre los entresijos de la Agencia. La
descripción del trabajo de Jesse era básicamente: apuntar y disparar. No más.
—¿La verdad? —comenzó Carter—. O bien intentaron convencer a Zoran para
que espiara en Serbia a cambio de seguir gozando de inmunidad, y él los rechazó. O
los serbios no querían a Zoran una vez que perdiera su estatus, y aceptaron mirar
hacia otro lado si Zoran desaparecía o moría.
—Así que los búlgaros hicieron un trato con la CIA y se mantuvieron con las
manos limpias —comentó Sydney, dirigiendo brevemente la mirada a Carter.
—Excepto que los búlgaros se mancharon las manos de sangre. Mataron a la
esposa. —Una imagen de la esposa de Zoran recibiendo un disparo en la cabeza ese
día le vino a la mente e hizo que Jesse se llevara una mano al estómago—. Todavía no
sabemos por qué la querían muerta.
Los ojos oscuros de Carter se entornaron, lo más probable era que sus
pensamientos dieran vueltas rápidamente. Había sido un operador Delta como Griffin
antes de entrar en la CIA, así que tenía muchas habilidades para ayudar, por lo que
Jesse estaba agradecido.
—Lo averiguaremos. Y esperamos saber más después de infiltrarnos en el
complejo de Aleksa.
Jesse miró a su hermana, casi olvidando que Rory seguía en la habitación ya
que había estado extrañamente callada durante la discusión de ida y vuelta.
—Este plan tuyo de ir tras Aleksa no incluye a mi hermana, ¿verdad? —Le
preocupaba que Rory se hubiera ofrecido de voluntaria, y por nada del mundo lo
permitiría. El historial de Rory de infiltrarse en propiedades y complejos 127
pertenecientes a traficantes de animales salvajes, entre otros delincuentes
desagradables, sin ser detectada era impresionante—. Sí, Rory era aparentemente la
mejor en entrar y salir de las casas de los criminales sin ser detectada en el pasado
para rastrear sus operaciones de contrabando, pero ella...
—No lo estoy haciendo —dijo Rory, acallando sus miedos, gracias a Dios—. Le
estoy enseñando a Sydney lo que yo hice y cómo entrar sin ser detectada y plantar
unos cuantos dispositivos.
Jesse se sujetó el pecho ante la noticia. No podía soportar que alguien más
estuviera en la línea de fuego. Especialmente no a su hermana entrando literalmente
en la casa de un tipo malo. Diablos, no.
—Tu hermana es bastante notable, debo decir —comentó Sydney, asintiendo a
Rory con una sonrisa—. Lástima que esté entrenando caninos y no en nuestro equipo.
—No le des ideas. —Jesse estaba contento de que su hermana entrenara
caninos no sólo para el ejército, sino para ayudar a veteranos con estrés
postraumático. La necesitaban en esa línea de trabajo. Demasiados veteranos
pasaban apuros y necesitaban gente como Rory que pudiera ayudar, que se
preocupara.
—Chris está de tu parte en esto, no te preocupes —dijo Rory como si ya hubiera
lanzado la idea de ayudar a Falcon en la operación.
—Bien —murmuró Jesse, volviendo a dirigir la mirada a su jefe de equipo—.
¿Qué hacemos?
—Tendrás que saltarte la primera noche de tu luna de miel. Me gustaría
abordar mi jet y marcharnos en cuanto acabe la fiesta. Pasaremos por Tirana de
camino a París. Aunque sería más seguro que Ella y Savanna se quedaran en el avión
en una terminal segura mientras estemos allí.
—Dudo que tengamos tiempo de conseguir ayuda para entrar y salir armados
del aeropuerto albanés —dijo Jesse.
—No, no creo que pueda hacerlo. Sin embargo, nuestra llegada a París es
segura —confirmó Carter—. Pero sí, me llevaría demasiado tiempo establecer un
contacto en la terminal albanesa. —Hizo una pausa—. Tendré que traer a algunos
chicos de mi casa en Macedonia.
¿Desde cuándo tenemos hombres en Macedonia? Carter tenía más tropas sobre
el terreno en todo el mundo a su disposición de lo que Jesse se había dado cuenta.
—Dividiré a los chicos en varios equipos. Enviaré a algunos a Austria para
vigilar al hermano de Zoran. Y algunos de los chicos pueden comprobar la propiedad
en Tirana antes de tiempo y luego traernos armas en caso de que tengamos que entrar
y ayudar a Sydney. —Carter consultó su reloj—. Seis horas de diferencia horaria. 128
Vuelo directo ya que vamos en mi jet. Deberíamos llegar sobre las veintidós o
veintitrés horas, hora albanesa.
—¿Infiltrarse en la propiedad alrededor de las cero una o doscientas horas? —
sugirió Sydney, y Carter asintió—. Y aun así estar en París a tiempo para ver el
amanecer.
—¿Y estás seguro de que este plan para meter y sacar a Sydney funcionará? —
Jesse no quería insultar a su hermana, pero ¿realmente había sido tan buena para
infiltrarse? Está viva para contarlo, supuso.
—Mi plan funcionará —respondió Rory con confianza—. El número de veces
que he hecho esto es...
—Una de más —interrumpió Jesse, con el estómago revuelto—. Pero si confías
en el plan y te sientes cómoda entrando —le dijo esta vez a Sydney—, entonces de
acuerdo.
—Griffin se quedará en el aeropuerto con Ella y Savanna. O puedes ser tú.
Lancen una moneda —le dijo Carter, y la idea de dejar a Ella sola ya lo volvía loco.
Pero estarían en un aeropuerto seguro y en un jet. Lo más seguro posible, esperaba.
—No sólo estamos colocando dispositivos de escucha. También estamos
instalando cámaras de seguridad alrededor de su propiedad —dijo Sydney—.
Tendremos ojos y oídos si Zoran aparece.
—Y también voy a dejar allí a dos de mis chicos por si Aleksa se pone en
marcha —añadió Carter.
Ella y Savanna haciendo una parada con ellos para una operación en Tirana, y
su hermana estaba ayudando a preparar esa misión... ¿Qué demonios está pasando?
—Lo tenemos cubierto. No te preocupes. Al menos tenemos una pista —dijo
Sydney con una pequeña sonrisa, percibiendo la evidente vacilación de Jesse—. Pero
tienes una boda para la que prepararte, así que supongo que deberías dirigirte
pronto al rancho.
Los ojos de Rory conectaron con los de Jesse un momento después, e inclinó la
cabeza hacia un lado, solicitando unas palabras rápidas.
—Dame un segundo. —Rory lo siguió desde la cocina hasta el salón.
Apoyó una mano en la repisa de la chimenea e inclinó la cabeza.
—Sobre anoche.
—No hace falta que digas nada. No debería haber presionado. Y Dios sabe la
cantidad de secretos que acumulé a lo largo de los años, así que no soy quién para
hablar. —El tono de Rory era un poco más agudo, como si se esforzara por disimular
sus verdaderas emociones—. Y sé que has hecho todo lo posible por mantener tus
interacciones con papá al mínimo desde que te alistaste en el Ejército, y eso no
129
cambia el pasado, pero mamá dice que se ha redimido, así que tal vez puedas... —
Ella estaba luchando por entender esto tanto como él por oírlo.
—¿Entonces yo también puedo redimirme? —La encaró lentamente, con el
cuerpo tenso—. Te das cuenta de que si papá te hubiera pegado alguna vez o le
hubiera puesto una mano encima a mamá como me hizo a mí, lo habría matado. Lo
sabes, ¿verdad? La primera vida que habría quitado habría sido la suya. —Se llevó
una mano al pecho cuando se le apretó el corazón—. Siento no haber podido
protegerte de sus discusiones, pero...
—Jesse —susurró, las lágrimas brotando de sus ojos mientras se acercaba a él
y le ponía ambas manos sobre los hombros—. Te debe mucho más que una disculpa.
Mamá también, supongo, por no haberlo dejado. Pero no le debes tu perdón aunque
mamá diga que ha cambiado. —Soltó una exhalación temblorosa—. Presioné a mamá
sobre el pasado después de recordarlo hace poco, y sí, dijo que papá se redimió a
través de la terapia y el trabajo en la iglesia, y admitió que ha intentado hablar contigo
a lo largo de los años, pero eso no significa...
—Si mamá y tú están bien, entonces yo también. Está olvidado —dijo con voz
tensa, haciendo todo lo posible por no tener un puto colapso delante de su hermana
nada menos que el día de su boda.
Puede que Rory recordara su pasado, pero había partes de su pasado que ni
ella ni su madre habían presenciado. Y como el infierno Jesse les diría. También
estaba seguro de que su padre no lo había confesado durante su penitencia o como
su padre quisiera llamarlo.
—Todo lo que quiero hacer es olvidar. A él. Sus quejas. Sus luchas. La gente
que vi morir y no pude salvar en Irak. La gente que ha muerto en casa por culpa de la
guerra. —Se puso tenso—. Los hombres que he matado. El hombre en el que me he
convertido y que posiblemente siempre seré. —Le quitó las manos de los hombros y
la esquivó, necesitado de aire—. Sólo quiero olvidar. Absolutamente todo.
Pero no a Ella. No a la mujer que había evitado que se lo tragaran entero en esas
arenas movedizas olvidadas de la mano de Dios.

130
Capítulo Doce
E
lla se miró en el espejo de cuerpo entero, sintiéndose como una princesa
de Disney con su vestido de novia. Las delicadas hojas plateadas y los
pétalos de flores de lentejuelas que cubrían el corsé le daban una
elegancia sexy, mientras que el color pálido de la falda de tul de seda susurraba
romanticismo.
—Bueno, no puedo echarme atrás ahora. Todo el mundo en esta fiesta de
Nochevieja sabe oficialmente lo de la boda.
—¿Te echarías atrás si pudieras? —preguntó su cuñada, Ana. Las dos estaban
solas en el dormitorio infantil de Ella en ese momento. Savanna y Rory habían salido
para asegurarse de que Griffin y Chris recordaban cómo anudarse las corbatas.
—No, supongo que no lo haría. —Ella hipó, el champán la golpeó de repente.
¿Quizá me lo bebí demasiado rápido? — Papá me llevará al altar y me entregará, todo
el tiempo creyendo que me caso de verdad con Jesse. Pero es... falso. —Ella se volvió
para ver las agendas que había sacado de la caja que su madre le había dado hacía
una hora. Tomó una pequeña de color rosa con una bailarina en la parte superior, con
el candado roto por el paso del tiempo. La abrió y pasó los dedos por la primera
página como si fuera la dedicatoria de un libro.
Ella Mae Hawkins se casará con Jesse Edward McAdams. No pudo evitar sonreír
al leer las palabras escritas con su mejor letra cursiva, una habilidad que su profesora
había insistido en que sería necesaria en el mundo real.
E.M.H. + J.E.M. = AMOR, leyó la página siguiente. Sus iniciales dentro de un
gran corazón rojo.
La madre de Jesse había planeado llamarlo Jesse James y que fuera J.J. Su
hermano había nacido antes que Jesse, y era Alexander James. Como sus padres eran
mejores amigos, pensaron que sería divertido que un A.J. y un J.J. crecieran juntos y,
con suerte, se convirtieran en mejores amigos como ellos.
Pero su madre decidió que ponerle a su hijo el nombre de un forajido no era la
mejor idea, así que eligió el nombre de pila de su padre para el segundo nombre de
Jesse.
—Jem —susurró—. Y ahora soy una gema Rochella. Raro, ¿eh? —Ella se
131
encogió despreocupadamente de las emociones que la tenían temblando y le mostró
el diario a Ana.
—¿Estás segura de que hoy es falso? —preguntó Ana mientras Ella arrojaba el
pequeño libro rosa sobre su cama—. Quiero decir, Jesse no se te resistió tanto en esto.
—Empujó su hermoso cabello rojo hacia su espalda y continuó hablando,
gesticulando con sus manos como si trabajara a través de sus pensamientos—.
Conozco tus razones para la boda. Pero basándome en lo que he visto de Jesse, me
parece que estaría más inclinado a encerrarte y esconderte en algún sitio hasta que
pueda manejar la amenaza.
Ella se habría reído si no estuviera tan nerviosa.
—Sabe que no lo dejaré hacer eso.
Ana sonrió con satisfacción.
—Jesse, tu amigo, respetaría tus deseos. Jesse, el asesino... no tanto. Me parece
que se pondría en plan cavernícola y te llevaría sin importarle nada. Al menos por la
forma en que A.J. ha descrito su comportamiento.
¿Jesse, el cavernícola?
—A.J. todavía no puede creer que nunca sumó dos y dos sobre Jesse.
Probablemente sea cosa del ego de un tipo de primer nivel. —Ana restó importancia
a la verdad sobre Jesse con una pequeña risita.
Sujetando a un lado la falda de su largo vestido rosa pálido de dama de honor,
Ana se acercó con cuidado a Ella.
—No van a presentar la licencia de matrimonio en el condado, pero van a
intercambiar votos ante Dios y la familia. La ceremonia me parece muy real. —Pasó
una mano por el hombro desnudo de Ella—. El papeleo siempre se puede archivar.
Pero creo que Jesse quiere esto. Y creo que tú también. —Señaló el diario sobre la
cama con la mano libre—. Siempre lo has querido.
Ella cerró los ojos, luchando contra las ganas de llorar. Puede que su rímel
fuera resistente al agua, pero dudaba que el resto de su cara sobreviviera a la
cascada.
—Jesse nunca arriesgaría mi vida. Si está diciendo los votos esta noche, es
porque ha decidido que puede protegerme mejor de esta manera. Trabajar el caso
conmigo bajo su protección al mismo tiempo. Dos pájaros de un tiro. —Ella moqueó,
las lágrimas inminentes, maldita sea—. Esta noche no será real para él, y no importa
lo que piense o sienta, tampoco puedo dejar que sea real para mí —añadió, abriendo
los ojos al oír que llamaban a la puerta de su habitación.
—Es tu hermano favorito. —A.J. abrió la puerta un momento después, con su
hijo acunado en brazos—. Mac está despierto y quiere verte. 132
—Será mejor que no me escupas en el vestido, hombrecito —dijo Ana mientras
le quitaba a Marcus de los brazos—. Los dejaré un rato a solas. De todas formas, tengo
que darle de comer antes de la ceremonia. —Volvió a mirar a Ella, la mirada en sus
ojos seguía comunicando el mensaje: Es real. Tú lo sabes, y Jesse también.
Pero no puede ser. ¿Y este corsé se ha vuelto más apretado de repente? Ella se
llevó ambas manos al abdomen mientras luchaba por recuperar el aliento una vez que
Ana se fue y se quedó a solas con su hermano, favorito. Aunque, para ser justos, eran
los más unidos de todos los hermanos. El hecho de que su hermano y Jesse hubieran
sido los mejores amigos desde que eran niños no había ayudado a mejorar las cosas
entre ella y Jesse. Cuando estaban creciendo o ahora.
Pero a pesar de la reciente revelación de Jesse, Ella sabía que su hermano no
permitiría que afectara a su amistad. Una vez eliminada la amenaza a la seguridad de
Ella, todo volvería a la normalidad, ¿verdad?
—¿Te acuerdas de aquella conversación que tuvimos tú y yo aquí poco antes
de que te casaras con ese imbécil, Brian? —A.J. jugueteaba con el nudo de su corbata
azul marino bajo la chaqueta del traje.
—Permíteme. —Ella apartó suavemente su mano y deshizo el lío que había
hecho con el nudo—. Y sí, lo hago —admitió suavemente, intentando luchar contra las
lágrimas obstinadas que intentaban liberarse.
—Me di cuenta de que Jesse era el indicado aquel día —dijo tras aclararse la
garganta y dar un paso atrás una vez que ella le arregló la corbata. Pasó la palma de
la mano sobre la seda y alisó el material contra su camisa blanca—. Roto o no, Jesse
es el elegido.
—¿Roto? —susurró, recordando que Jesse le había dicho lo mismo unas cuantas
veces.
—Para que quede claro, sigo enfadado con él porque estés en peligro, pero no
sé si puedo culparlo por limitarse a hacer su trabajo, ni puedo odiarlo por enamorarse
de ti.
Así que lo perdona. Bien. Independientemente de lo que pudiera pasar entre
ella y Jesse, no podía soportar una pelea permanente entre él y A.J.
A.J. levantó la barbilla y sus ojos se dirigieron al techo. ¿Iba a llorar? Acabaría
con ella si lo hacía, eso estaba claro.
—Jesse intentó protegerte manteniéndose alejado de ti todos estos años.
Aunque eso rompiera su corazón y el tuyo, intentaba mantenerte a salvo.
Entonces, ¿está de acuerdo con Ana? Ella no sabía qué esperar, pero estaba
temblando, ansiosa y necesitada de más champán.
—¿Qué estás tratando de decir? 133
—Creo que deberían estar juntos. De verdad. Cuando acabe la misión y ya no
sean el objetivo de algún psicópata y su complot de venganza, nada me haría más
feliz que ver a mi mejor amigo y a mi hermana juntos. —Suspiró con un suspiro
entrecortado, la emoción ahogando a su duro hermano—. Tienes mi bendición, es
todo lo que digo.
—Yo... —Ella trabajó el labio entre los dientes, escapándosele algunas
lágrimas—. No estoy segura de sí es a mí a quien deberías decirle esto. —Más bien a
Jesse—. Pero tal vez no le digas nada hasta que sepa si... bueno, si hay siquiera una
oportunidad para nosotros. —Ella apretó los ojos cerrados—. Porque Jesse hizo más
que romperme el corazón. Creo que también me rompió a mí. Rompió mucho de mí
—lloró—. Y no estoy segura de que él pueda ayudarme a recomponer las piezas.

134
Capítulo Trece
—¿P
reparaste tus propios votos? —preguntó Beckett, tan serio
como de costumbre, pero sus cejas alzadas eran un claro
indicio de que seguía sin estar de acuerdo con aquella
farsa de boda. Su atención pasó de Jesse a Ella, donde se encontraban dentro de la
carpa blanca del patio trasero del rancho de sus padres. La estructura se había
transformado en un luminoso palacio de cuento de hadas con cientos de pequeñas
luces blancas de Navidad y flores en diferentes tonos de rosa. La temperatura había
bajado considerablemente al anochecer, y si no estuviera tan acalorada por dentro,
se estaría congelando en su vestido de novia sin mangas.
¿Votos? Beckett estaba pidiendo... ¿Qué? ¿Me voy a desmayar?
Ella echó un vistazo a la multitud sentada en sillas blancas fuera de la carpa
rodeado de calentadores portátiles. Sus padres estaban en primera fila, del lado de
la novia. La familia de Jesse, en el otro lado. Susurros encantados de ahh y ooh flotaban
en el aire. Los pañuelos estaban fuera, secando las lágrimas.
Y Ella apenas podía mirar al hombre que tenía enfrente, el hombre con el que
fingía casarse, sin que le vinieran a la mente las palabras de Ana. Los votos ante Dios
y la familia lo hacen real.
La gente iba a pensar que estaba a punto de hacer lo de, novia a la fuga, en un
minuto si seguía mirando a todas partes menos al novio.
Lanzó una mirada nerviosa a A.J., Chris y Griffin, todos guapos aunque algo
incómodos con sus trajes, que estaban a un lado de Jesse. Luego miró a Rory, Savanna
y Ana a su derecha. ¿Votos? Todos la miraban, esperando a que hablara. ¿En qué
estaba pensando? Iba a estar enferma.
¿Quizás no era demasiado tarde? Podría esconderse. Dejar que Jesse rastreara
a este Zoran-como-se-llame. Olvidar los votos. Olvidar toda esta boda falsa. Olvidar
París.
Ella sentía las manos heladas y su cuerpo temblaba cuando la ansiedad empezó
a invadirla.
—Yo puedo ir primero. —La voz grave de Jesse sonó clara y segura. 135
Ella respiró hondo y levantó la mirada para ver sus ojos azules clavados en su
rostro.
Se las había arreglado para arreglarse el cabello: los laterales de su melena
rubia, casi castaña, estaban ordenados y tirantes, y la parte superior se la había
dejado un poco más larga y engominada. Parecía un modelo de portada para una
revista Rochella.
Esto no es real. No, no es real.
Jesse alargó la mano y la tomó entre las suyas, grandes y cálidas.
Oh, Dios. ¿Qué diría? ¿Qué tan buen actor era? Supuso que estaba a punto de
averiguarlo.
Jesse le apretó suavemente las manos.
—Siempre he sabido que eras la elegida, Ella Mae. Nunca ha habido nadie más
que tú —dijo lentamente—. Estuviste conmigo en Irak aunque no lo sabías. Llevaba tu
foto conmigo. Siempre. La tuya era la primera cara que miraba cuando me despertaba
y la última que veía antes de irme a dormir.
El estómago se le revolvió y el pecho se le apretó al escuchar su actuación. ¿Por
qué le estaba haciendo esto? ¿Por qué no limitarse a los votos tradicionales?
A menos que... ¿no estuviera actuando?
Las lágrimas que amenazaban con derramarse de sus ojos no eran para
aparentar, eso estaba claro.
—Siempre has tenido mi corazón —continuó, dirigiendo su atención al anillo
de compromiso que llevaba en el dedo.
Jesse se lo había pasado a Rory para que se lo diera a Ella hacía una hora. Había
elegido el diamante en forma de corazón cuando compró sus alianzas de boda, pero
por alguna razón no había podido entregárselo él mismo.
Tal vez porque en los años transcurridos desde Nueva York, su reacción
instintiva cuando se trataba de ese hombre era apartarlo por miedo a que siguiera
haciéndole daño. Tal vez él tenía tanto miedo al rechazo como ella, sobre todo ahora
que había compartido su oscuro pasado.
—Mi corazón ha estado contigo tanto si estaba en el extranjero como en casa
—continuó Jesse, con la voz llena de emoción—. Siempre ha estado contigo. Siempre
te he amado y siempre te amaré. Pase lo que pase. —Esas cuatro últimas palabras
hicieron que le doliera el corazón. ¿Era el pase lo que pase su forma de hacerle saber
que siempre habría algún obstáculo que les impediría estar juntos?
Ella se había aferrado rápidamente a un hilo de esperanza mientras él
pronunciaba sus votos, pero con esas cuatro palabritas, él había aplastado esa
esperanza bajo su bota.
136
—Yo, Jesse Edward McAdams, prometo protegerte y amarte hasta que la
muerte nos separe. —No estaba segura de si eran las luces circundantes que los
iluminaban lo que hacía que sus ojos parecieran brillantes o si aquel hombre fuerte
estaba al borde de las lágrimas.
Ella sintió la mirada de Beckett clavada en ella, así que lo miró un momento
antes de volver su atención hacia Jesse.
Aquel hombre apuesto y peligroso, de pie, con su elegante esmoquin,
mirándola fijamente, la dejó sin aliento. Estaba tan increíblemente enamorada de él
que le dolía físicamente a un nivel que no podía explicar, y mucho menos
comprender.
—Ella —la incitó Beckett cuando aún no había abierto la boca. Las palabras
estaban atascadas en algún lugar del limbo infernal en el que se sentía atrapada en
ese momento: la delgada línea entre la verdad de lo que sentía y la mentira de lo que
se suponía que era ese momento—. Puedo decirte qué decir si lo necesitas.
—Puedo hacerlo —susurró Ella, con el interior revuelto por la forma en que
Jesse la observaba—. Quiero decir, tengo mis propios votos —aclaró.
Jesse volvió a apretarle las manos y le hizo un leve gesto con la cabeza. Te
tengo, le dijo.
Ahora me tienes, pero ¿y después? Unas lágrimas recorrieron sus mejillas
mientras sus emociones casi se la tragaban entera.
—Estoy ante el hombre al que he amado desde el momento en que supe que
ese sentimiento podía extenderse más allá de la familia. —Esto era demasiado duro.
No podía decir todo lo que sentía sin derrumbarse delante de todos. Tendría que
abreviar—. Siempre has tenido mi corazón. Te lo di hace mucho tiempo. Y pase lo que
pase, lo tendrás hasta el día de mi muerte.
Jesse apretó la mandíbula como si la idea de que ella muriera ante él lo hiciera
pender de un hilo. Pero él también había comprendido el significado de ella pasara
lo que pasara, estaba seguro de ello.
Beckett reanudó la ceremonia y ella repitió los votos tradicionales como se le
había pedido, pero todo hasta el momento en que él les dijo que se besaran fue un
borrón.
—Besa a tu mujer —gritó alguien entre carcajadas de los invitados cuando ni
Jesse ni Ella hicieron ademán de moverse después de que Beckett los proclamara
marido y mujer.
La única vez que se habían besado casi la había destrozado con su intensidad. 137
Esta vez tendrían que bajar varios peldaños y, desde luego, sin lengua. Con suerte,
Jesse estaba en la misma página que ella.
Su, marido, avanzó lentamente, le puso una mano firme en la espalda y acercó
su cuerpo al suyo. Se dijo a sí misma que debía respirar antes de desmayarse por falta
de oxígeno cuando él le levantó la barbilla con el dedo índice y la miró a los ojos. Un
pensamiento silencioso pareció pasar entre ellos... ¿Qué acabamos de hacer?
Ella cerró los ojos y esperó su beso. En cuanto sus labios se tocaron, arqueó la
espalda y se inclinó hacia él, incapaz de evitarlo.
El beso fue lento y sensual, caló en cada fibra de su ser y la hizo sentir
demasiado. Puso las manos en el pecho de él, dispuesta a empujar un poco para
hacerle saber que se detuviera, que era insoportable seguir besándolo y no
desmoronarse...
Pero, en lugar de eso, se encontró deslizando las manos por los duros planos
musculares hasta acariciarle la nuca, atrayéndolo hacia sí.
Fue Jesse quien rompió el beso, y la mirada en sus ojos antes de dejar caer su
concentración al suelo casi la destripa.
¿Está arrepentido?
Pero ¿de qué parte de todo esto se arrepentía exactamente?

—DÉJAME EN PAZ. POR FAVOR. —ELLA se apresuró a bajar por uno de los senderos
para caballos y alejarse de la fiesta lo más rápido posible, helada a pesar de que había
cambiado su precioso traje de novia por un sencillo vestido blanco de satén hasta los
tobillos y manga larga después de su primer baile con Jesse.
—Ella Mae, maldita sea. ¿Quieres dejar de huir de mí? —gritó Jesse,
alcanzándola a zancadas rápidas aunque no necesitaba correr para acortar la
distancia que los separaba—. No es seguro estar vagando por el rancho ahora mismo.
Estás actuando como una loca.
—Llevo rondando esta propiedad desde que era una niña —gritó sin mirar
atrás para comprobar lo cerca que estaba. La arboleda se acercaba, y ella no estaba
tan loca como para adentrarse en el bosque de noche, así que pronto tendría que
detenerse y enfrentarse a él—. Y tienes seguridad aquí. Estoy bien.
—No tenemos suficiente gente para manejar el perímetro de todo el rancho.
Ahora para ahora mismo, o...
—¿O qué? —Se detuvo y giró bruscamente, su respiración agitada y sus 138
rápidos movimientos la calentaron al menos. Su frustración con aquel hombre
también le subió la temperatura unos cuantos grados.
Jesse se detuvo a unos dos metros de distancia, con las manos en alto como si
tratara de calmar a un caballo asustado.
—Es demasiado peligroso que te alejes del equipo. —Su mirada se desvió
hacia el bosque, justo detrás de ella, y luego barrió a su alrededor, obviamente
buscando algo. O a alguien—. Tienes que volver al grupo bien iluminado.
—Bien armado, querrás decir.
—También morirás de frío aquí afuera. —Se quitó la chaqueta y emprendió su
camino, pero su mirada se dirigió inmediatamente al arma enfundada en su cadera.
—¿Llevaste un arma a nuestra boda? —No estaba segura de por qué se
escandalizaba tanto. Había un tipo malo que podría saber su nombre, después de
todo.
—Por supuesto que sí. Ahora ponte esto y vámonos. —Le puso la chaqueta
sobre los hombros y se dejó llevar por su calor, aunque quería ser terca y protestar.
El olor característico de Jesse, junto con su colonia, dominó sus sentidos cuando
respiró hondo.
—Y no estoy loca, por cierto —dijo—. Aunque ciertamente tú parecías al borde
de la locura cuando bailé con Henry.
—Deberías haber dicho que no cuando te lo pidió —le ladró Jesse.
—¿Decirle que no al hombre que me está dando una oportunidad de ensueño?
—Ella arqueó una ceja en señal de desafío—. Gracias, pero no puedo. Mi falso marido
no me quiere lo suficiente para él, pero tampoco le gusta compartir.
—Tú y esa boca descarada. ¿Tienes idea de lo cerca que estuve de...? —Dejó
escapar la amenaza—. Mi paciencia cuando se trata de ti con otros hombres no es algo
que sugiero que pongas a prueba. —Su tono cortante sonó como un disparo al aire,
ya que estaban a una buena distancia de los sonidos de la música y las voces de la
fiesta.
Molesta con él por haber exagerado su actuación amorosa toda la noche, le
dijo:
—Me sorprende que Brian siga vivo. Dijiste en mi estudio que lo habrías
matado si me hubiera hecho daño, pero quizá habrías usado cualquier excusa para
hacerlo.
Jesse se acercó más y acercó la boca a su oído, como si le preocupara que los
búhos o los bichos nocturnos lo oyeran.
—Tienes razón —se quejó—. ¿Te gustaría saber cuántas veces estuvo Brian a
punto de morir? —Le sujetó el brazo por encima de la chaqueta—. Pero no quería
139
hacerte daño matándolo, por eso sigue respirando.
—No eres un asesino a sangre fría. —Ella no se creyó la historia que él intentaba
vender. Otro intento de alejarla, más bien—. No amaba a Brian, y lo sabes. Tampoco
le deseo la muerte.
La soltó y dio un paso atrás, pero permaneció callado.
—Entonces, gracias por no matarlo —añadió por si estaba equivocada y Jesse
no bromeaba con querer asesinar a Brian—. Rory odiaría visitar a su hermano en la
cárcel. Y yo lo haría...
—¿Harías qué? —la interrumpió, con su enfado hacia ella por ponerse en
peligro al irse así. Si no fuera por las luces cercanas del sendero, no podría ver su
expresión melancólica.
—Olvídalo —murmuró—. Soy la que se supone que debe estar enfadada. Por
algo me largué. —la había distraído con su comportamiento alfa, y ella odiaba que
eso la excitara—. Me has estado jodiendo la cabeza toda la noche. Toda la maldita
noche. Por eso necesitaba irme. Para tener un segundo a solas antes de pegarte en la
mandíbula.
—¿Exactamente cómo te he estado jodiendo la cabeza, cariño? —se burló como
si la loca fuera ella. Su mirada seguía moviéndose de un lado a otro, claramente
nervioso por estar tan lejos de la fiesta en la oscuridad.
Ella miró hacia el bosque, con los hombros caídos.
—No deberíamos estar aquí —cedió cuando el lado racional de su cerebro
tomó el control—. Pero por ti actúo de forma irracional. No soy sensata. —Él se acercó
a su lado y le tendió la mano por el codo, pero ella se apartó de su alcance—. Los
votos. Las canciones que elegiste. El espectáculo que has montado durante las dos
últimas horas delante de los invitados. —Se le llenaron los ojos de lágrimas y supo
que tenía que ponerse las botas vaqueras por las que había cambiado los tacones
para moverse, pero se quedó clavada en su sitio. Irracional de nuevo—. ¿Eres un
asesino a sueldo o un actor? Porque parece que tienes talentos que he ignorado toda
mi vida.
Aquellos dulces y amables votos habían sido un cuchillo en su corazón. Y la
canción “Eyes on You”, de Chase Rice, seguida de “In Case You Didn't Know”, de
Brett Young, que eligió para sus dos primeros bailes, le clavó aún más el cuchillo.
—Te odio por esto —gritó.
Jesse se quedó con la boca abierta y volvió a centrar su atención en ella.
—¿Esto? —Levantó la mano izquierda y señaló el anillo de boda—. Esto fue idea
tuya. Te aseguro que yo no quería hacerlo. Si por mí fuera, estarías encerrada en 140
algún lugar seguro. —Hizo un gesto con la mano hacia el bosque—. No a la intemperie
en peligro. No yendo a París como mi esposa.
—Falsa esposa —carraspeó el recordatorio, más para sí misma que para él—.
Y tú y yo sabemos que estoy en peligro, estemos casados o no, pero si esta boda,
atrae al bastardo más pronto que tarde, entonces podremos separarnos mucho más
rápido, que parece ser lo que prefieres.
Ella levantó una mano y se acercó, casi cayéndosele la chaqueta de los
hombros. Allí estaban, en la oscuridad, él con su esmoquin y ella con un vestido
blanco entallado desfilando como el Sr. y la Sra. McAdams. Y ella estaba a segundos
de perder la cabeza.
Le dio una palmada en el pecho, sorprendida al ver que su corazón latía
descontroladamente.
—Tú eres el que siempre huye de mí. Te fuiste al ejército. Luego te
reenganchaste. Luego huiste a la CIA. Y ahora a Falcon. Siempre yendo en todas
direcciones menos hacia mí. —Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas—. Y lo
único loco en mí es que sigo pensando que las cosas cambiarán. Que por fin dejarás
de huir. O, al menos, que correrás hacia mí por una vez.
Ella moqueó, y Jesse la sorprendió pasándole las yemas de los pulgares por
debajo de los ojos, con la cabeza inclinada, estudiándola.
—Estás perfectamente de acuerdo en tener sexo conmigo, ¿pero eso es todo?
¿Eso es todo lo que permitirás que ocurra?
La boca de Jesse formó una línea tensa y sombría. Tal vez ese fue el golpe que
finalmente lo despertó.
—Realmente me odias, ¿verdad? —Su voz era baja, casi inaudible.
Cerró los ojos con fuerza, odiando estar peleándose con él el día de su boda,
aunque no fuera real.
—Tal vez no te odio —confesó, con los hombros caídos por la derrota. Si tan
sólo pudiera aferrarse a su ira y odiarlo de verdad, eso la ayudaría a seguir adelante—
. Pero no creo que pueda confiar en que no vuelvas a hacerme daño.
Se quedó en silencio un momento, el susurro del viento entre los árboles era el
único sonido a su alrededor. Ella respiró el aire frío de la noche y suspiró. Cuando la
mano de Jesse se deslizó por su cadera bajo la chaqueta, Ella abrió los ojos.
—Para. Esto es por lo que estoy tan enfadada, Jesse. El comportamiento frío y
caliente.
—Me parece que ésa es la única forma en que tú y yo sabemos estar cuando
estamos juntos. O estamos enfadados o excitados. Y la ira más a menudo que no
conduce a la excitación. —Bueno, diablos, eso es exactamente lo que había estado 141
pensando durante años—. Necesitamos encontrarnos en el medio, ¿no crees?
—Define en medio. —Inclinó la cabeza hacia un lado, esperando a que él
revelara algo más.
—No estoy seguro de que feliz sea el término medio, pero es un lugar en el que
me gustaría estar. —Miró al suelo un momento—. Contigo.
¿Feliz?
Volvió a centrar su atención en su rostro y ella cerró los ojos.
—Ella, mírame, por favor —dijo, más suave esta vez—. Sé que estás enfadada.
Y esta noche ha sido... dura. Lo siento. Siento que estés en esta situación. —Su pausa
la hizo abrir los ojos—. Pero no estaba actuando.
Ella sacudió la cabeza, la ira luchando por volver a su corazón ante sus
palabras, que muy probablemente no era lo que él esperaba que sucediera.
—No te atrevas a darme esperanzas, Jesse McAdams. No te atrevas.
Ella le apartó la mano de la cadera y él retrocedió un paso.
—Ella Mae.
—No me digas Ella Mae. No digas nada. —Se pasó el dorso de las manos por
las mejillas, intentando eliminar las lágrimas traidoras—. Y no me digas que de
verdad había una foto mía que guardaste en Irak. O que me regalaste esto —levantó
la mano para mostrar el anillo de diamantes en forma de corazón—, porque siempre
he tenido tu corazón, incluso cuando no estabas. —Se volvió hacia el bosque y se
palpó la frente, con el cuerpo tembloroso—. Quizá no sea mañana. Ni pasado mañana.
Pero llegará el día en que termines y huyas. Es tan inevitable como la muerte. —
Estaba a punto de quebrarse, su corazón se tambaleaba peligrosamente al borde de
la desesperación, y no quería que él fuera testigo de ello—. Feliz es un lugar que sólo
me robarás.
Cuando él se quedó callado, ella se volvió lentamente hacia él, descubriendo
que había acortado la distancia una vez más.
—Me destrozaste. Me destruiste mucho antes de esta noche. Y ahora tengo esta
oportunidad de ir a París y finalmente sacarte de mi cabeza, e iremos como marido y
mujer. Dios me odia. Debe odiarme de verdad. —Su voz se quebró, y sus rodillas casi
lo hacen también.
—No sé qué decir —susurró.
Se hizo un nudo frustrante en la garganta.
—Quizá sea porque ya no hay nada que decir. Quizá los dos estemos rotos y
sólo podamos existir juntos en ese mundo de ira. O en el de la lujuria. 142
Capítulo Catorce
EN EL AIRE — TRES HORAS DESPUÉS

—S
é que no estás bien, pero... ¿estás bien? —preguntó suavemente
Savanna desde su asiento junto a Jesse en el jet privado de
Carter—. Tú y yo también somos amigos, no lo olvides.
Jesse se agarró a los brazos del asiento, inclinó la cabeza hacia atrás contra el
reposacabezas de cuero y cerró los ojos. Estaba agotado. Apenas había dormido
desde que Thatcher apareció en su taller hacía unos días, y ahora eran las cero cien
horas, y estaba de camino a Tirana como un hombre casado. Estaba de todo menos
bien.
—Deberías estar con Ella —respondió sin abrir los ojos. Si mirara a Savanna
ahora mismo, vería mucho más de lo que esperaba. Era una mujer a la que todo le
salía del corazón y sabía que querría consolarlo. Pero este lío era obra suya, y Ella
estaba en ese avión rumbo a Dios sabía qué por su culpa. No se había ganado ni un
ápice de compasión de Savanna ni de nadie.
—Ahora mismo estoy donde tengo que estar. —El acento sureño de Savanna
hacía que sus palabras sonaran mucho más dulces de lo que él se merecía, y sería un
imbécil por ignorar sus esfuerzos por consolarlo.
Abrió los ojos cuando ella le dio un ligero apretón en el brazo. Y lo primero en
lo que se fijaron sus ojos fue en Ella, más concretamente en su espalda. Estaba sentada
frente a Sydney, en la parte trasera del avión, cerca del dormitorio, que en ese
momento estaba desocupado porque todos los pasajeros habían rechazado la
oportunidad de dormir en privado.
Jesse sabía de una manera que le gustaría hacer uso de ese dormitorio en su
noche de bodas, real o no, pero tenía que recuperar la cabeza y no perderse en la
tentación.
¿Ira o lujuria?
Mira lo que le había costado ceder a la lujuria en Nueva York: otro trozo de su
alma. No sólo había herido a Ella regalándole un fin de semana de nada más que sexo,
143
sino que la había enfadado. Habían pasado de un extremo a otro del espectro de la
lujuria y la ira en un santiamén. Como siempre.
Intentando ponerse cómodo, lo que debería haber sido fácil en el lujoso jet,
Jesse cruzó una bota de trabajo negra sobre la rodilla y se sujetó el tobillo. Se había
cambiado el esmoquin antes de dirigirse al aeropuerto, pero Ella seguía con su fino
vestido de seda blanca y sus botas de vaquera.
—Agradezco tu apoyo —dijo finalmente, y luego cerró la boca, luchando contra
el impulso de decirle a Savanna que no la necesitaba y que quería que lo dejaran en
paz.
Sinceramente, la necesitaba. Y no quería estar solo.
—Metí la pata. Bastante mal. —La voz de Jesse casi se quebró como el famoso
brownie quebradizo de Savanna, que se deshacía en la palma de su mano al menor
roce. Así era también como se sentía su corazón ahora mismo.
—¿En qué sentido?
Jesse giró la cabeza hacia un lado para ver a Savanna.
—Bueno, hay muchas cosas en las que he metido la pata a lo largo de los años,
supongo. Pero en este momento, me refería a cuando resbalé y le dije a Ella que la
amaba por primera vez delante de todos, y ella piensa que fue una actuación. —Buscó
la cartera en el bolsillo trasero y se la puso en el muslo—. Y no cree que lleve su foto
conmigo. —Su palma se apoyó sobre el cuero gastado mientras pensaba en las tres
fotos que tenía de Ella en su interior.
Ella le había enviado la primera foto junto con una carta durante su despliegue
inicial en Irak al comienzo de la guerra. Era una impresionante foto de perfil de ella a
los diecinueve años, de pie en un campo de girasoles, con su sombrero de vaquera.
Era la más gastada de las tres que llevaba en la cartera, ya que la había tenido durante
dieciséis años.
La segunda foto se la había hecho él mismo hacía unos diez años, en una fiesta
navideña en casa. Ella se había reído a carcajadas de algo que había dicho A.J., y
parecía tan despreocupada y feliz que Jesse no pudo evitar capturar el momento. Le
encantaba verla sonreír, ver sus dientes delanteros perfectamente imperfectos y sus
labios también.
Pero la última, pensó con un suspiro, era de ellos juntos en su último día en
Nueva York. Habían ido a un salón recreativo y se habían comportado como niños de
diez años jugando, y luego se habían metido en una maquina y habían puesto caras
tontas. Él había insistido en quedarse con la copia de las tres imágenes que les habían
hecho por cinco billetes. El mejor dinero que había gastado aquel fin de semana. Eso
y el segundo paquete de condones que habían necesitado.
—Ella no sabe qué pensar —dijo Savanna después de una pausa, como si se
144
diera cuenta de que Jesse necesitaba un momento para ordenar sus pensamientos—.
Ella, um, me contó lo de la pelea de antes. Bueno, me dijo que te gritó. Se siente mal
por ello. Arrepentida puede que no sea la palabra exacta que usó, pero te juro que
esa mujer me da latigazos cuando se trata de ti. Probablemente porque es tan fría y
caliente contigo como tú pareces serlo con ella.
Ira y excitación... las dos únicas emociones de las que Él y Ella eran capaces
cuando estaban juntos. Sus palabras. Las últimas palabras que ella le había dicho
antes de volver a la fiesta, sola. Jesse era incapaz de quitárselas de la cabeza o la idea
de que ella no creía que ese, punto medio, la felicidad fuera posible para ellos.
Porque soy un desastre, ¿no? Aquellas raíces profundas, feas y familiares se
estrecharon a su alrededor como si estuviera atrapado dentro de una Venus
atrapamoscas.
—Puede que a Ella le preocupe que tus votos fueran sólo parte del espectáculo,
pero quizá eso no sea tan malo.
—¿No? —Le lanzó una mirada de desconcierto.
—Porque te da la oportunidad de decirle lo que sientes otra vez. Y esta vez sin
público. Tal vez después de que te hayas ganado de nuevo su confianza, ella también
te crea.
¿Cómo iba a ganarse de nuevo su confianza cuando no estaba tan seguro de
poder confiar en sí mismo para no volver a meter la pata?
—¿Crees que puedo cambiar? —se preguntó a sí mismo y a Savanna.
Le dio una palmadita en la mano.
—Sinceramente, no importa lo que yo piense. Sólo importa si tú crees que es
posible. —Señaló el dormitorio—. ¿Por qué no hablan?
—No creo que quiera estar a solas conmigo. O escuchar lo que tengo que decir,
para el caso.
—Lo hace, aunque no lo admita. —Savanna levantó la palma de la mano—.
Además, tengo la sensación de que si ustedes dos entráis en esa habitación, tal vez...
—Savanna —reprendió, y luego bajó la voz—. En tus libros románticos, ¿qué
pasaría si dos personas, una de las cuales una odia a la otra, estuvieran solas en esa
habitación? —Oficialmente me he vuelto loco. ¿Novelas románticas?
Aunque estaría bien ser un personaje de ficción por un día. Según Savanna, el,
romance real, requería que los buenos ganaran y que siempre hubiera un, felices
para siempre... o algo así.
—Bueno —dijo, girándose en su asiento para mirarlo de frente—, ella, la
heroína, en realidad no lo odia. Está herida. Pero más que eso, está asustada y 145
frustrada.
Sus palabras fueron pinchazos en su cabeza y en su corazón.
—Y el tipo, el héroe, es un incomprendido. Le ha ocultado secretos durante
años. Pero todo lo que hizo fue porque no creía merecer a esa mujer. Así que, al
intentar no romperle el corazón alejándose de ella, acabó haciendo exactamente eso.
—Los ojos de Savanna se desviaron hacia su prometido. ¿Estaba recordando su
propia historia? ¿Su viaje para encontrarse?
—¿Y luego qué? —Jesse podía adivinar cómo acababa esta historia, pero
necesitaba oírla. Creer que la vida real, su vida, podía imitar al arte.
—El tipo se da cuenta de que no estar con ella es mucho peor que cualquier
otra cosa, y encuentra la manera de recuperarla, cueste lo que cueste. —Hizo una
pausa—. Añade algo de falta de comunicación. Una pelea o dos para añadir algo de
angustia. Y, bueno, ya sabes, para aumentar la tensión sexual.
Tenemos la angustia y la tensión a flor de piel.
—Y entonces puf. Todo está bien en el mundo. Se casarían o tendrían un bebé.
Probablemente las dos cosas. —Las mejillas de Savanna se sonrosaron al susurrar la
última parte.
Bueno, ya estamos un poco casados. Y la idea de que Ella tenga un hijo suyo...
—Por cierto, ese dormitorio tiene poderes mágicos. —Savanna inclinó la
barbilla en esa dirección.
—No quiero saber lo que Griffin y tú hicieron en el dormitorio en su último viaje
juntos. —Bueno, fue menos un viaje y más acabar con los malos que cazaban a
Savanna—. Eres como mi hermana, y ya es bastante malo que tenga que saber que
Rory está intentando hacer un bebé con un SEAL.
—¿Sería mejor que fuera del Ejército? —preguntó en tono burlón Savanna.
Había un poco de rivalidad entre la Marina y el Ejército. Bueno, un poco era quedarse
corto.
—Tal vez, pero por poco. —Miró hacia Ella y vio que se había cambiado de
sitio. Seguía junto al dormitorio, pero ahora miraba hacia él.
—Estoy bastante segura de que eso es lo que siente A.J. por ti, y ni siquiera
sabe que tú y su hermana... —Sus palabras se interrumpieron y tragó saliva,
probablemente al darse cuenta de que no debía saber que Él y Ella se habían
acostado.
—Está bien —dijo mientras volvía a centrarse en Savanna—. Me imaginé que
si Rory lo sabe, tú también sabes lo que pasó en Nueva York.
—Si Nueva York no es una precuela para tu historia, entonces no sé qué lo es.
—Savanna, la optimista de gran corazón, se palmeó los muslos y se levantó—. Bueno, 146
te dejaré que medites tus planes. Pero yo no esperaría demasiado. En cuanto
lleguemos a Albania, estarás preparándote para operar.
Bien. Griffin ganó el lanzamiento de la moneda, por lo que se quedaría en el jet
en la terminal con Ella y Savanna, y Jesse no pudo evitar preguntarse si Griffin había
amañado de alguna manera el lanzamiento.
Griffin estaba tan decidido y obstinado por la seguridad de Savanna como Jesse
por la de Ella.
Savanna se rió cuando Jesse la saludó como si dijera, sí, sí, capitán, y luego se
dirigió hacia Griffin, que la recibió en el pasillo y la estrechó entre sus brazos.
Griffin apoyó la barbilla sobre la cabeza de Savanna y le envió a Jesse una
mirada que decía: Lo que ella diga, hazlo.
Jesse descruzó el tobillo por encima de la rodilla y se guardó la cartera. ¿Quizá
podría intentar conseguir algo de tiempo en el potro?
Pero en cuanto sus párpados sellaron la luz, sólo podía pensar en llevar a su,
esposa, al dormitorio y hacerle el amor en su noche de bodas. Y esta vez sin reglas.
Besaría aquella boca dulce y atrevida antes de arrodillarse para levantar la
falda de su vestido y besar la piel expuesta de su vientre. Luego usaría los dientes
para deslizarle las bragas por esas piernas bronceadas, volvería a besarla y la
devoraría como el hombre hambriento que era. Los recuerdos de aquel fin de semana
en Nueva York empezaron a rondarle por la cabeza, y cada uno de ellos le aceleraba
el ritmo cardíaco. La forma en que gemía cuando él jugaba con sus pezones. La forma
en que ella gemía cuando él jugaba con sus pezones. Sus tetas perfectas rebotando
mientras lo montaba como si fuera su maldito trabajo. Era tan jodidamente sexy,
insaciable, perfecta. Y quería todo eso de nuevo, ahora.
Necesitaba detener sus pensamientos antes de disparar su carga allí mismo,
pero cuando abrió los ojos y contempló el hermoso rostro de Ella, supo que no
sobreviviría el resto del vuelo sin liberar su tensión. Y lo que es más importante, no
sería capaz de operar sin aliviarse antes.
Por mucho que le encantara la idea de arrastrarla a ese dormitorio, no estaría
bien jugar así con su mente. No, tenía que estar seguro de que era capaz de cambiar
y de que era posible que alcanzara, el punto medio, de ese espectro, la felicidad.
Jesse hizo un rápido recuento para asegurarse de que nadie se había ido a
dormir durante su charla con Savanna, y una vez que comprobó que todo el mundo
estaba en la cabina, comenzó a caminar por el pasillo sólo para encontrarse con que
se detenía justo al lado del asiento de Ella.
Como si sintiera la presencia de Jesse, Ella abrió los ojos, y él esperó que viera
la disculpa en su mirada. Tantas disculpas por tantos motivos le colgaban de la punta
de la lengua.
147
Pero si se quedaba allí parado más tiempo, perdería la brújula moral y la
arrastraría a sus brazos. La llevaría al dormitorio y rasgaría la costura lateral de aquel
vestido blanco para dejar al descubierto sus muslos y ver si llevaba bragas blancas
debajo.
—¿Estás bien? —susurró Ella, liberándolo de otra fantasía.
—Baño —murmuró, sabiendo que había otro baño cerca de la cabina, pero el
que estaba junto al dormitorio tenía ducha y reduciría las posibilidades de que
alguien lo oyera masturbarse. No era como se imaginaba su noche de bodas con Ella,
y no es que hubiera pasado mucho tiempo imaginándosela. De hecho, nunca pensó
que sucedería. Y ciertamente no porque ella estuviera en peligro.
—Ohh... de acuerdo. —Ella sabía lo que le provocaba ese oh, maldita sea. La
forma en que se lamió los labios antes de redondear la boca y soltar el sonido hizo
que su polla se crispara anticipando que ella se arrodillaría, deslizaría su dura
longitud entre sus labios y se la chuparía hasta dejarla seca.
O bien la sacudida de su polla era perceptible incluso tras el grueso material
de sus caquis, o bien sus pensamientos coincidían con los suyos, porque su mirada se
dirigió directamente a su entrepierna. Y ante eso, anudó las manos a los costados para
no hacer una locura.
Obligándose a apartar la mirada de ella, se dirigió al dormitorio para
masturbarse. En el baño del jet de Carter. Dios mío, ¿qué le pasaba?
Jesse miró la cama, sabiendo que no tomaría a Ella por primera vez en tres años
en el avión de Carter, aunque entrara en la habitación y se desnudara hasta las bragas
como había hecho antes.
Apartó la mirada de la cama, sintiéndose un poco... desesperanzado, y entró
en el cuarto de baño contiguo. La ducha era más grande de lo que esperaba, pero
definitivamente no lo bastante grande para dos personas, aunque estaría dispuesto a
probarla con Ella. Habían hecho un buen uso de su ducha en Nueva York, y sólo ese
pensamiento hizo que su polla pasara de estar parcialmente dura a estar
dolorosamente dura.
—A la mierda —dijo, desabrochándose los pantalones lo justo para liberarse.
Apoyó una mano en la puerta y empezó a acariciarse la longitud, sin importarle
un bledo que estuviera a treinta mil pies de altura con sus compañeros de equipo a
sólo dos puertas de distancia.
Esta mujer hacía que su presión sanguínea se disparara cuando estaba cerca
de él. 148
Las veces que había tenido que cortar y huir en su presencia para, controlarse
y no echársela al hombro y arrojarla a su cama en los últimos tres años habían sido
demasiadas.
Dejando escapar un gemido, se pasó el pulgar por la cabeza de la polla,
aprovechando la gota de semen para deslizar la mano de la raíz a la punta, mientras
se preguntaba qué se sentiría al tener los labios carnosos de Ella alrededor de él y se
dio cuenta de que probablemente nunca ocurriría.
—Ella —murmuró su nombre unas cuantas veces más, incapaz de contenerse.
Dejó caer la cabeza hacia la puerta, frustrado. ¿Cómo no se había
comprometido con ella después de acostarse juntos? ¿Cómo la había dejado marchar,
le había dicho que viviera su vida, la había visto casi casarse con otro hombre cuando
lo único que él había querido era a ella?
Un momento después, se quedó completamente inmóvil al darse cuenta de que
no estaba solo en el dormitorio.
Volvió a meterse la polla dolorosamente dura en los pantalones y se subió la
cremallera antes de acercar la oreja a la puerta para escuchar más de cerca.
¿Savanna y Griffin no sabían que estaba allí? ¿No hicieron primero un recuento
y comprobaron como había hecho él?
Los suaves murmullos, los sonidos del sexo, eran lo suficientemente audibles
como para que él los oyera, pero demasiado débiles como para que nadie en la
cabina y fuera del dormitorio, pudiera distinguirlos.
Pero no oyó una voz masculina... ¿Ella?
Su corazón se aceleró al abrir la puerta y se detuvo en seco al ver a Ella en la
cama, con la falda del vestido ceñida a la cintura. Pero lo que casi lo hizo tragarse la
lengua fue verla tocando su clítoris, con las bragas bajadas por los muslos y la mirada
clavada en él.
Ella no parpadeó, no se detuvo, sólo captó su atención con su boca redondeada
y sus gemidos jadeantes.
Jesse se quedó parado en su sitio, llevando las manos a la parte superior del
marco de la puerta, sin estar seguro de si estaba alucinando al ver a aquella diosa
vestida de seda blanca en la pequeña cama tocándose a sí misma.
—No pares —le ordenó cuando ella había ralentizado sus movimientos, con los
ojos agitados por su exigencia.
Ella se sentó más alta, manteniendo la mano sobre su suave centro, y él fue lo
bastante engreído como para pensar que se había desnudado para él. De espaldas a
149
la cabecera, juntó las rodillas para ocultar la vista entre sus piernas.
—Vine a hablar contigo, y entonces te oí...
—¿Me oíste? —Se quedó pegado a la puerta, sabiendo que si movía un
músculo, se subiría a la cama y le separaría las rodillas o destrozaría la ilusión.
Era la primera vez en tres años que la veía así, y que lo condenaran si salía de
esta habitación sin ver más.
A la mierda su moral y su pensamiento racional.
—Te oí —dijo de nuevo, sus ojos vagando hacia sus pantalones
desabrochados—. Y supongo que no me contengo mucho cuando se trata de ti. —Ella
ladeó la cabeza—. Ira o excitación, ¿verdad? No hay término medio.
Se aclaró la garganta porque, realmente, ¿qué podía decir a eso?
—Sin embargo, nunca tuve una oportunidad. Ya sabes lo que me haces. —Ella
deslizó su dedo a lo largo de su costura, mostrándole lo mojada que estaba y santo
infierno.
Apretó los dientes posteriores, aún sin creerse que aquello fuera real.
—¿Sabes cuántas veces he tenido que desaparecer de una habitación en la que
estás para ir a tocarme? —susurró, deslizando ese dedo en su coño y dejando escapar
un gemido.
—Yo igual. —Jodidamente igual, fue todo lo que pudo decir.
Ella lo miró en silencio antes de decir con voz sensual:
—Siempre es el sexo de odio lo que me excita porque siempre estoy tan
jodidamente enfadada contigo que…—. Añadió un segundo dedo y cerró los ojos de
placer.
Soltó las manos del marco de la puerta al oír su confesión entrecortada y entró
en la habitación, dejando que la puerta del baño se cerrara tras él. Una rápida
comprobación de la cerradura de la puerta del dormitorio confirmó que se había
portado bien y que estaban a salvo de interrupciones.
—¿Alguna vez has tenido sexo de odio entre nosotros en tu cabeza? ¿O soy sólo
yo? —Ella no perdió el ritmo. Siguió hablando y tocándose, con la mano libre
pellizcándose el pezón a través de la tela del vestido, y él se sentía cada vez más
mareado.
Se palpó la polla por encima de los pantalones, a punto de perder la carga si
ella seguía así.
—No tengo nada de odio contra ti —admitió—. ¿Pero pienso en ti cuando me
corro? Cada maldita vez. —Sus manos se detuvieron ante su confesión, el único
150
movimiento fue el subir y bajar de su pecho mientras procesaba sus palabras—. ¿Dije
que podías parar, cariño?
Su cuerpo se estremeció antes de seguir su orden, y cuando él acortó la
distancia que quedaba hasta los pies de la cama, ella preguntó separando los
párpados:
—¿Terminaste en el baño?
—¿Parece que he terminado? —preguntó mientras se bajaba la cremallera de
los pantalones y se agarraba la polla adolorida, con una evidente mancha húmeda en
los bóxers por su pequeño espectáculo.
Ella mantuvo los ojos fijos en la mano de él, que ahora se acariciaba la polla,
mientras se pasaba la yema del pulgar por el clítoris.
—No quiero que me toques. No puedo soportarlo. Sigo enfadada contigo, pero
necesito correrme.
—¿Qué necesitas de mí? —Hizo todo lo posible por mantener la voz uniforme
mientras ella se encontraba con su mirada, aunque era cualquier cosa menos eso.
—Sólo obsérvame. Quédate ahí y mírame.
Dejó escapar un fuerte suspiro, sus bolas se tensaron hasta el punto del dolor
ante la petición de ella.
—¿Segura? —preguntó, inseguro de si sería capaz de quedarse allí y verla
correrse sin encontrar alivio, pero si era lo que necesitaba...
Ella asintió y deslizó los dos dedos más adentro de su estrecho canal.
—Esto no cambia...
—Lo sé —terminó por ella, haciendo lo posible por no estrecharla entre sus
brazos y embelesarla.
Su mano se quedó quieta un momento mientras inclinaba la barbilla como una
directiva.
—En realidad, lo que quiero es ver cómo te excitas viendo cómo me toco.
Está intentando matarme.
Pero ¿quién era él para negarse a su petición?
Mantuvo la parte delantera de sus piernas presionada contra los pies de la
cama mientras bajaba la cintura de sus bóxers por debajo de sus bolas, queriendo
estar lo más cerca posible sin perder la hermosa vista, y un pequeño jadeo cayó de
sus labios mientras él trabajaba su mano sobre su polla.
—Háblame del sexo furioso. —Se negaba a utilizar la palabra odio cuando se
trataba de hacer el amor con esta mujer. Ella había admitido que no lo odiaba tanto 151
como que no confiaba en él en la boda, pero en el fondo de sus entrañas, él sabía que
lo más probable es que fueran ambas cosas.
—Bueno...
Siguió jugando con su polla, esperando a que ella le revelara sus sucios
pensamientos, unos que sabía que vivirían en su cabeza para siempre, igual que este
momento entre ellos.
—Estábamos discutiendo como siempre, y lo siguiente que recuerdo es que
me arrancaste la ropa del cuerpo. Me apretaste contra la puerta de cristal de tu
dormitorio, me sujetaste los brazos por encima de la cabeza y me follaste duro. Tan
jodidamente fuerte —dijo entre gemidos, como si estuviera a punto de correrse.
—Necesito mi boca en ti, Ella —carraspeó, con un tono francamente oscuro—.
Quiero que te corras en mi lengua en vez de en tu mano. —La miró fijamente a los
ojos, rogando a Dios que cambiara de opinión y accediera a su petición—. Di que sí.
Dime que sí, carajo. Por favor, dímelo.
Una pequeña inclinación de cabeza siguió a su profunda exhalación, y eso fue
todo lo que necesitó para soltar su dura longitud e ir hacia ella.
Se inclinó sobre la cama y la agarró por los muslos, tirando rápidamente de ella
hasta el borde de la cama, y a ella se le escapó un chillido de sorpresa.
Se arrodilló, le quitó las bragas, le pasó las piernas por encima de los hombros
y acercó la boca a su sexo, aspirando su delicioso aroma.
Los músculos del vientre de Jesse se tensaron con anticipación mientras
intentaba frenarse, queriendo vivir aquel momento el mayor tiempo posible. Recorrió
lentamente con los labios la suave piel entre las piernas de ella, pasando la lengua
por su sensible clítoris.
—Ohhh —gritó ella, y esa sola palabra rompió los últimos hilos de su control.
Le metió dos dedos en el coño y su espalda se arqueó de placer. El sonido de su
nombre saliendo de sus labios una y otra vez hizo que su polla goteara aún más, y
dejó escapar un gemido.
Al sentir sus manos en el cabello de él, arañándole la cabeza con sus cortas
uñas mientras él lamía y chupaba, añadió más presión a su clítoris, sintiendo que ella
no sólo podía soportarlo, sino que lo deseaba.
—Oh Dios mío —dijo, empezando a divagar—. No puedo... esto es... Dios mío.
Quiso deslizar la otra mano hacia arriba para tocarle el pecho, pero estaba
demasiado consumido adorando su sexo para hacer otra cosa.
—No pares. No pares —suplicó ella demasiado pronto porque él no quería
acabar aún con ella.
Pero a petición de ella, añadió un tercer dedo, introduciéndolo y sacándolo al
152
compás del movimiento de su lengua. Su respiración se volvió agitada y él levantó la
mirada un momento para ver el ascenso y descenso de sus pechos. Se dio cuenta de
que estaba a punto, y cuando empezó a apretarse contra él, no pudo evitar rugir:
—Vente para mí, Ella.
Se llevó la mano a la boca para ahogar un gemido y todo su cuerpo se
convulsionó al correrse. Era tan jodidamente hermosa mientras aguantaba su
orgasmo que él no podía apartarse. Tan sexy. Tan todo.
Tan... mía.
—Jesse, no puedo aguantar más. Por favor. Es tan bueno que duele. —Ella le
empujó suavemente los hombros, y él finalmente cedió, levantando la cabeza en señal
de rendición.
Su mirada se posó en la carne rosada entre sus muslos, también ligeramente
enrojecida por el vello facial que había rozado su piel. Quería poner la punta de su
polla dentro de ella y contemplar sus cuerpos conectados.
—También deberías... ya sabes.
¿Ahora eres tímida?
Sus mejillas se sonrojaron mientras retiraba las piernas de los hombros de él
para sentarse erguida. Una vez de pie, agitó una mano en el aire como si hubiera
alguna duda sobre lo que quería decir.
—Y tú deberías irte —gruñó—. Porque te deseo, Ella Mae. Más de lo que
puedas imaginar. —Estaba seguro de que ella entendía que su confesión iba más allá
del sexo—. Y no permitiré que nuestra próxima vez sea en este avión con todo el
mundo ahí afuera.
—¿Nuestra próxima vez? —Había un ligero desafío en su tono, como si el
intenso deseo de los últimos minutos estuviera menguando, y empezó a recordar su
ira. De vuelta a la ira, adiós, lujuria.
Estaba a punto de volver a meterse la longitud en los pantalones para ir a
asearse al baño, pero ella le atrapó desprevenido sacudiendo la cabeza.
—Tócate —murmuró ella, levantando los ojos hacia la cara de él—. Quiero
mirar. —siguió un pequeño trago—. Necesito verte deshacerte por mí.
Bueno, maldición.
—Pero tienes razón. Si nosotros... otra vez... no debería ser aquí.
Jesse asintió lentamente, de pie en el extremo de la cama, sorprendido por el
hecho de que Ella desplazara la falda de su vestido para proporcionarle aquella
increíble vista mientras él empezaba a deslizar su mano arriba y abajo.
153
Oh, ella lo vería deshacerse, pero él contuvo el ardiente deseo de correrse en
sus tetas y marcarla como suya.
La próxima vez, tal vez.
Si.
Esto no era ficción. No era un personaje de las novelas románticas de Savanna,
era la vida real.
Pero eso no significaba que Savanna no tuviera razón, y si lograba enderezar
su cabeza, tal vez encontraría la forma de recuperar la confianza de Ella o morir en el
intento.

154
Capítulo Quince
PARÍS, FRANCIA

J esse fijó su atención en la pequeña ventanilla del avión, la, ciudad del amor,
en la distancia a medida que se acercaban al aeropuerto Charles de Gaulle
a las cero setecientas horas locales.
Las últimas veinticuatro horas no habían sido exactamente un borrón, pero
juraría que había parpadeado, y ahora estaban a punto de aterrizar en Francia, la
operación en Albania un recuerdo rápido y lejano.
Ojalá todas las operaciones de Jesse hubieran salido tan bien como la de
Tirana. El genial plan de su hermana había sido ejecutado a la perfección por Sydney.
Ella había entrado y salido sin ser detectada, y fue otro recordatorio para Jesse de
que tanto su hermana como Sydney eran unas valientes.
Con suerte, ahora que tenían los dispositivos de escucha y las cámaras
colocadas, el equipo reuniría nueva información para saber más sobre qué demonios
estaba pasando realmente y, con un poco de suerte, conseguir una pista sobre el
paradero de Zoran.
Estamos bien. Todo ha salido bien, se dijo Jesse en un intento de sacudirse la
sensación de que las cosas estaban casi demasiado bien. Había estado convencido de
que alguien abriría fuego en la boda o apuntaría cuando Él y Ella habían tenido su
charla cerca del bosque. Sus pensamientos impulsados por la ansiedad también
habían llegado a la conclusión de que su equipo tendría que irrumpir en la propiedad
de Albania para ayudar a Sydney.
Suponer siempre lo peor significaba que Jesse tenía varias soluciones
preparadas de antemano para cuando cayera el inevitable zapato, porque siempre
caía. Estadísticamente hablando, una racha de misiones perfectamente ejecutadas
como Ranger terminaba indudablemente, a menudo con la pérdida de vidas
humanas. ¿Por qué iba a ser diferente su nuevo trabajo con Falcon? Pero él esperaba
que así fuera.
Jesse dirigió su atención a Ella, sentada frente a él, y se encontró con que lo
155
miraba a él en lugar de a la ciudad de París, que se desplegaba a sus pies como una
de esas tarjetas de Navidad desplegables.
—Sé que no te hace gracia lo de París —comenzó—, pero gracias por dejarme
venir de todos modos.
Jesse se agarró a los brazos del asiento antes de hacer una de estas dos cosas:
subir a Ella a su regazo o abrir la puerta de emergencia y saltar sin paracaídas.
Porque, en nombre de Dios, ¿en qué estaba pensando al traer a Ella a París para sacar
a un loco?
A pesar de su método habitual de prever lo peor y planificarlo, se había negado
incluso a contemplar los peores escenarios que acabaran con la muerte de Ella. Ahí
era donde ponía el límite cuando se trataba de pensar demasiado.
—¿De verdad me estás dando las gracias? —preguntó mientras ella jugueteaba
con el anillo de diamantes en forma de corazón y la sencilla banda de oro blanco que
llevaba en el dedo.
No estaba seguro de qué le había llevado a comprar el anillo de compromiso
cuando sólo había ido por anillos, pero cuando vio el diamante en forma de corazón,
no pudo contenerse.
—Podrías haberme encerrado fácilmente. Pero escuchaste lo que yo quería, y
por eso, sí, te lo agradezco —murmuró suavemente, su tono entrecortado
sorprendentemente similar al que había utilizado en el dormitorio veinticuatro horas
atrás.
¿Y había ocurrido de verdad? Por un momento pensó que había sido un sueño.
Que se había golpeado la cabeza y se había inventado toda la escena erótica durante
su sesión de pajas. Pero el tiempo que habían pasado juntos en Nueva York había
demostrado que Ella no era nada tímida cuando se trataba de sexo, y que su apetito
sexual coincidía con el suyo.
El apetito sexual de Ella... La idea de que diera rienda suelta a su pasión con
Brian, o con cualquier otro hombre, le provocaba unos celos increíbles. Le resultaba
doloroso reconocer que lo más probable era que ella hubiera tenido más de un
amante en los tres años transcurridos desde que él había metido la pata y se había
aferrado a aquello de, lo que pasa en Nueva York, se queda en Nueva York.
Volvió a reflexionar sobre las palabras de Ella. Su inesperado agradecimiento.
Se merecía un sarcástico: Gracias por ponerme en peligro, imbécil, no gracias por
traerme a París.
Tal vez deberían haberte encerrado a ti en vez de a ella y haber pasado ese
tiempo compensando mi error de tres años. La primera lamida de su coño lo había
vuelto loco, y había tenido que contenerse, sobre todo a bordo de un vuelo con sus
compañeros. Después de probarla, sólo quería más. Pero después de esos veinte 156
minutos juntos, Ella había dejado claro que sus expectativas en lo que a él se refería
no habían cambiado.
Justo antes de que él saliera de la habitación, ella susurró:
—Sigues siendo tú. Yo sigo siendo yo. Ninguno de los dos ha cambiado. Se trataba
de... liberar tensiones. Todavía no sé si puedo confiar en que no me hagas daño.
—¿Vas a decir algo o te vas a quedar ahí sentado con cara de melancolía? —La
Ella descarada había vuelto, y ese tono más familiar le sacó de sus pensamientos.
—¿Qué quieres que te diga? —Abrió las palmas de las manos—. Estás en este
lío por mi culpa. Tienes una diana en la cabeza porque hace dieciocho meses no pude
completar mi operación con éxito. Así que, sí, esto es culpa mía. Me dejé distraer y
ahora hay un psicópata ahí afuera buscando venganza por ello cuando debería estar
muerto.
Ella abrió la boca y dejó de juguetear con los anillos.
—Vaya. Bien. —Se desabrochó el cinturón a pesar de que el avión estaba
descendiendo—. ¿De verdad crees que estamos aquí por eso? —Una vez de pie,
apoyó la mano en el techo para mantener el equilibrio—. ¿Por eso estamos en este lío?
Todavía debes tener la cabeza metida en el trasero, y no puedo creer que por un
momento tuviera la esperanza de que la hubieras sacado.
Jesse se estremeció ante sus palabras punzantes y su tono cortante impregnado
de frustración, y luego dijo:
—Mi cabeza sólo ha estado en mi... —Cuando se trata de ti.
Ella enarcó las cejas y él sintió que se acercaban más palabras de lucha.
—Elegiste convertirte en asesino a sueldo. Elegiste quitar vidas antes que una
vida conmigo. —Su tono era más desconsolado que enfadado, aunque para él estaba
claro que ella prefería no exponer la tristeza—. Tu decisión de convertirte en asesino
a sueldo es la razón por la que estamos aquí. No porque hayas dejado a alguien vivo.
Te equivocaste —añadió inclinándose un poco hacia delante.
Jesse cerró los ojos, incapaz de mirarla mientras consideraba si defender o no
su trabajo, algo que nunca había tenido que hacer antes. Pero se trataba de Ella, y
necesitaba que ella lo entendiera.
—Alguien tenía que hacer lo que yo hice —comenzó con calma—. Mi trabajo
era un mal necesario. Las cosas no siempre son blancas o negras en la Agencia.
Tienen fama de vivir en el gris. Cuando la diplomacia y la fuerza militar fallan, envían
a gente como yo para que se ocupe de los asuntos. La tercera opción.
Inclinó la cabeza como si no creyera lo que le estaba vendiendo.
—¿Es siempre así? 157
Zoran. No, ella tenía razón sobre él.
—A veces la Agencia cambia la narrativa para satisfacer sus necesidades.
Zoran estaba fuera de esa zona gris. Probablemente no deberíamos haber ido. Yo no
debería haber ido. Mal tipo o no.
—Y ahora estamos pagando el precio por ello.
—Lo siento. —Sin embargo, lo sentía por mucho más que eso.
—¿Lamentar qué, Jesse? ¿Por aceptar el trabajo en primer lugar o por haber
errado el tiro? —lo desafió.
Sus hombros se hundieron bajo el peso del remordimiento y la creciente
distancia que sentía que se formaba entre ellos una vez más. No podía cambiar su
pasado, su paso por la CIA, y si fuera sincero consigo mismo, tampoco querría
hacerlo. Sí, su paso por el Ejército lo había alejado de Ella, pero había estado
sirviendo a su país, algo de lo que no podía arrepentirse. ¿Ella sería capaz de separar
las dos cosas, su servicio y su tiempo separados?
—Deberías sentarte.
—Yo...
—Siéntate con Savanna —sugirió, quitándose el cinturón de seguridad—. Te
acompañaré hasta allí. No quiero que te caigas.
Ella no se opuso a su ofrecimiento de ayuda, lo cual fue un alivio, y le permitió
que la sujetara de los brazos por detrás para apoyarse mientras caminaban por el
pasillo hacia la parte delantera de la cabina.
Savanna miró a uno y otro lado antes de indicarle a Ella que se sentara frente a
ella y Griffin, ya que sólo había dos asientos por fila.
Una vez que Ella se abrochó el cinturón, Jesse le lanzó una última mirada,
descubriendo que tenía el labio entre los dientes, como si aún estuviera buscando
qué decir.
—Pronto aterrizaremos. —Se dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo
cuando ella le tendió una mano en el brazo.
Jesse se quedó mirando la delicada mano de Ella, esperando a que hablara.
—¿Cuándo? —preguntó suavemente.
Inclinó la cabeza.
—¿Cuándo qué?
—¿Cuándo te enviaron a tratar con Zoran? ¿Qué día? —Su tono se había
suavizado un poco. 158
Jesse se concentró en sus botas, pero vio que Griffin se movía en su asiento,
evidentemente incómodo por el rumbo que estaba tomando la conversación.
—Junio del año pasado. —Se mantuvo vago, preocupado de que ella sumara
dos y dos.
Se quedó callada un momento.
—¿Habías fracasado antes de ese día?
Y sí, lo sabía.
—No. —Se tomó su tiempo para subir la mirada por sus piernas vaqueras, por
encima de su suave jersey rosa y finalmente hasta su cara.
Levantó suavemente la palma de su brazo, soltándolo ante aquella verdad. Que
el hombre al que le habían enviado a matar vivía porque Jesse se había distraído con
su inminente boda.
Sí, debería haber rechazado el trabajo de Thatcher. Pero sinceramente, quizá
lo aceptó porque estaba tan loco por la boda que quería... matar. ¿Y qué tan mal de la
cabeza estoy para eso?
Ella desvió su atención hacia la ventana, dando a entender que la conversación
había terminado. Se encaminó de nuevo hacia el pasillo, captando una mirada de
disculpa de Griffin.
—Por aquí. —Jack señaló el asiento vacío junto a él, unas filas más atrás—.
¿Estás bien, hombre? —preguntó una vez que Jesse se acomodó a su lado, Ella seguía
en su línea de visión ya que estaba mirando hacia él.
—Estoy... como era de esperar —se encontró confesando Jesse antes de dirigir
su atención a la ventana—. Unas extrañas veinticuatro horas.
—No sé —comenzó Jack—, yo diría que hasta ahora ha sido un viaje bastante
decente.
Sonaba como si estuvieran hablando casualmente del Louvre o de la Torre
Eiffel. No se referían a cómo Sydney se había infiltrado con éxito en el complejo de
un criminal.
—Demasiado perfecto. Bueno, operativamente hablando —Jesse compartió sus
pensamientos—. ¿No sientes que...
—¿Está a punto de ocurrir algo malo? —terminó Jack por él—. Sí, pero eso es
porque estadísticamente hablando, suele pasar.
—Exacto. —Deseaba que Jack y él no estuvieran de acuerdo en esto. Prefería
atribuir la sensación de hundimiento en sus entrañas a la ansiedad.
—Hablando de cosas malas que pasan... —Jack golpeó con un nudillo la
ventanilla—. Eso no es buena señal.
159
Jesse se inclinó más hacia la ventanilla para observar el mar de luces
intermitentes cerca de la pista donde se disponían a aterrizar.
—¿Alguna esperanza de que no estén aquí por nosotros? —lanzó Jack con
optimismo, incluso mientras lanzaba a Jesse una mirada que decía: Y ahí está el otro
zapato.
Malditas estadísticas.
—No hay ninguna posibilidad de que supieran que veníamos, a menos que
alguien de la CIA les avisara —dijo Carter cuando las ruedas tocaron el suelo, pero
esperó a levantarse hasta que el jet rodó a un ritmo más lento—. Los únicos que saben
que llegaríamos hoy a París son el padre de Gray, el director de la CIA y el antiguo
jefe de Jesse.
—¿Qué hay de tu contacto aquí ayudándonos a descargar nuestras armas sin
previo aviso? Sabían que veníamos —le recordó Jesse, y Carter negó rotundamente
con la cabeza, como si eso fuera imposible.
—Bueno, es imposible que mi padre o el director de la CIA avisaran a los
franceses. —Gray se levantó y miró por la ventanilla los autos de policía que se
acercaban al avión.
—¿Todavía confías en Thatcher? —soltó Carter bruscamente, mirando a Jesse
mientras éste se desabrochaba el cinturón y se ponía de pie.
Jesse miró a Ella, de pie junto a Savanna, con caras de preocupación por lo
desconocido que se cernía sobre ellas. La amenaza en ese momento venía con una
placa.
—¿Por qué demonios iba Thatcher a alertar a las autoridades de que estamos
aquí a menos que...? —Jesse volvió a centrar su atención en Carter, recordando su
discusión con Thatcher en el taller.
En aquel momento, Jesse había sospechado de las preguntas de Thatcher sobre
Falcon Falls y su interés por Carter. No le extrañaría que su antiguo jefe utilizara el
acceso de Jesse a Carter como medio para atraparlo. Después de todo, Carter seguía
siendo un agente corrupto de la CIA. ¿Pero no habría sido más fácil atraparlo en
Alabama que tener a los franceses interceptándolos en el aeropuerto?
—No sé cómo ni por qué están aquí —dijo Carter en voz baja. Pero mi alias no
sobrevivirá a su escrutinio. —Sacudió la cabeza, los ojos fuera de la ventana más
cercana a él—. No con ella aquí.
—¿Ella quién? —preguntó Gray, de pie junto a Carter.
Al parecer, había más de una mujer entre los agentes y policías que rodearon
el avión una vez que se detuvo por completo.
—Una agente del MI6 que resulta que me odia con pasión. —Carter se apartó 160
de la ventana y sacó la 9 mm de la funda que llevaba a un lado.
—¿Qué agente te odia? —preguntó Jack—. ¿La ardiente del abrigo rojo? —¿Y
por qué no parecía tan preocupado?
—Mierda, la DGSE también está aquí —dijo Jesse al darse cuenta.
—Es el equivalente francés a la CIA o el MI6 —descifró Griffin para Savanna y
Ella.
Lo más probable es que fueran a parar a la DGSE cuando los agentes
encontraron fusiles, granadas y RPG a bordo. El equipo no había planeado
exactamente declarar las armas en la aduana.
—Debe ser la del abrigo rojo —intervino Oliver cuando Carter aún no había
hablado—. ¿Qué hiciste para enojarla? ¿Una operación en la que trabajaron juntos se
torció? ¿O es la ira de una mujer despechada, y se despertó en la cama desnuda y
sola? —Carter fulminó a Oliver con la mirada, lo que no pareció inmutar al hombre—
. Ambas cosas son, entonces —añadió Oliver con una sonrisa, claramente no
demasiado preocupado por su precaria situación, lo mismo que Jack.
Pero basándome en las mandíbulas apretadas de Griffin y Carter, estaban
pensando lo mismo que Jesse. Estamos jodidos.
—¿Qué hacemos? —preguntó Savanna, poniendo las manos sobre el pecho de
Griffin.
—Gray tiene que llamar a su viejo antes de que bajemos de este avión para que
no acabemos en una prisión francesa —respondió Griffin mientras su mirada se
desviaba hacia Gray que se dirigía a la cabina.
Con suerte, el padre de Gray sería su salvación como Secretario de Defensa
con línea directa con el presidente. Tal vez por eso Jack no estaba preocupado. Él
había trabajado con Gray mucho más tiempo, y era posible que hubieran estado en
aprietos antes y habían sido rescatados por el padre de Gray.
—Tengo que llamar también a Thatcher antes de que nos pongan bajo su
custodia —dijo Jesse, odiando pensar que el hombre en quien había confiado les
hubiera tendido una trampa por alguna razón.
—Parece que no tenemos tiempo. —Sydney señaló a los agentes que se
acercaban al avión, con las armas desenfundadas—. No nos están esperando. Está
claro que saben que no les dispararemos. Si no, no vendrían así por nosotros.
Carter miró hacia Gray y el piloto que hablaban fuera de la cabina antes de que
Gray señalara con el pulgar hacia la puerta de la cabina.
—Ábrela. —Mientras el piloto empezaba a abrir la puerta, Gray dirigió su
atención al resto del equipo—. ¿Todos desarmados? No queremos darles más razones 161
para detenernos, o algo peor.
En el momento en que Jesse intentaba quitarse la Glock que llevaba a la
espalda, unos agentes armados entraron por la puerta abierta y lo obligaron a
levantar las manos en señal de rendición.
—Las mujeres. Llévatelas —ordenó rápidamente en inglés el primer oficial que
entró, y a Jesse le dio un vuelco el corazón—. Allons Maintenant —añadió. Vámonos.
Ya.
—Claro que no —gruñó Griffin cuando un hombre vestido de negro agarró a
Savanna del brazo, pero Gray bloqueó rápidamente el intento de Griffin de impedir
que el agente se llevara a la mujer que amaba—. Muévete, o te moveré de una puta
vez —siseó, con las manos firmemente plantadas en el pecho de Gray.
—Si atacas a esos hombres, nunca la verás —dijo Gray en voz baja, desviando
rápidamente su mirada hacia Jesse, como si sintiera que su control también estaba a
punto de romperse.
Ella estaba ahora con los brazos inmovilizados a la espalda, empujada hacia
delante por uno de los agentes, y Jesse necesitó todo su control para no cometer una
estupidez cuando ella le lanzó una mirada de pánico.
Jesse maniobró rápidamente hacia el oficial que parecía estar al mando.
—Donde ella va —empezó Jesse en tono bajo y áspero mientras ladeaba la
cabeza—, voy yo.

162
Capítulo Dieciséis
LUGAR NO REVELADO

H
abían pasado catorce horas desde que Jesse había sido electrocutado
aquella mañana fuera del avión en la pista. Catorce putas horas desde
que el imbécil a cargo se negó a dejar que Jesse se fuera con Ella. Ella
había intentado alcanzarlo mientras los agentes la apartaban, con los ojos vidriosos
por las lágrimas, y él había perdido el control. Acabó en el suelo junto a Griffin, que
había sido derribado momentos antes cuando los franceses también le arrancaron a
Savanna de los brazos.
Ambos habían estado incapacitados durante un tiempo que pareció eterno,
incapaces de moverse después de que los dardos cómo púas atravesaran la parte
posterior de sus camisas y perforaran la piel mientras les lanzaban una carga de alto
voltaje. Había apretado los dientes y soportado las dolorosas sensaciones que
recorrían sus extremidades a velocidad supersónica mientras veía cómo Ella,
Savanna y Sydney eran escoltadas hasta un todoterreno del gobierno. Aquel momento
había sido un tipo especial de tortura, y no tenía nada que ver con la pistola eléctrica
que le estrujaba el cerebro.
—Están con la DGSE. Están bien —dijo Jack como si leyera los pensamientos
de Jesse, dejando de caminar lo suficiente para mirar hacia donde Jesse estaba
sentado en el suelo, de espaldas a la pared—. Pronto llegaremos a ellas.
Eran las veinte horas y Jesse, Jack, Oliver y Griffin seguían juntos en la pequeña
habitación a la que los habían metido inmediatamente después de sacarlos del
vehículo que los había transportado desde el aeropuerto. No había habido mucho
tráfico durante el trayecto, que él calculó en unos cuarenta y cinco minutos, lo que
indicaba a Jesse que estaban fuera de los límites de la ciudad. Pero las capuchas que
llevaban les impedían estar seguros. No le sorprendería que estuvieran en un lugar
de interrogatorios de la DGSE en lugar de en su cuartel general.
—Las mujeres están en algún lugar de esta casa. Creo que es una casa, al menos
—añadió Jack.
163
—Parece una casa —comentó Oliver, y Jesse echó un vistazo a la habitación,
pues ya había memorizado cada centímetro cuadrado del pequeño espacio.
Ventanas tapiadas. Papel pintado con flores y amarillentado por el paso del
tiempo y desprendiéndose en algunas partes. Marcas horizontales junto a una de las
puertas con lo que parecían fechas al lado. Todo indicaba que había sido la habitación
de un niño.
Había un cuarto de baño adjunto con un retrete para orinar y un lavabo
independiente para lavarse las manos.
No había muebles, así que los chicos habían pasado la mayor parte del día
sentados en la sucia alfombra de felpa, de espaldas a la pared.
—Bueno, es como una casa, aparte de la puerta de acero de aquí, claro —dijo
Oliver, con la mirada clavada en las tablas de las ventanas que los chicos habían
intentado quitar en un momento del día—. ¿Quieres dejar de pasearte? ¿Y tal vez
dejar de hacer rebotar la pelota contra la pared? —preguntó a Jack.
Lo único que había en la habitación era una pelota de tenis raída, que Griffin
había decidido que estaba allí para joderlos desde que Jack la había hecho rebotar
contra la pared durante todo el día.
Por mucho que Jesse sintiera la necesidad de caminar junto a Jack, sabía que si
lo hacía acabaría probando cómo le iría a su puño en un enfrentamiento con la pared.
—Pienso mejor cuando estoy en movimiento. —Jack lanzó la pelota, pero
Griffin se puso en pie de un salto y la atrapó con las manos antes de que pudiera
rebotar contra el raído empapelado. Soltó un gruñido irritado, y Jack levantó las
manos en señal de rendición—. Bien, Hulk. Puedes quedártela.
Griffin sujetó la pelota con fuerza en el puño y volvió a sentarse, con los
hombros caídos por el alivio de que el rebote hubiera cesado. Estaba tan nervioso
como Jesse cuando le arrebataron a Savanna.
—Sabemos por qué retienen a Carter en una habitación separada. —Sin nada
que hacer ahora, Jack se cruzó de brazos y se apoyó en la pared—. La mujer de rojo
lo quiere. —Parecía el más sensato de los cuatro hombres en ese momento. Tal vez
era una actuación, o tal vez estaba realmente tan seguro de que las conexiones de
Gray los sacaría de este problema.
¿Pero por qué me pondría Thatcher aquí en primer lugar? No habían hecho
demasiadas teorías en voz alta, suponiendo que estaban siendo observados y
escuchados, aunque Jesse no vio ninguna cámara.
—Sabían quiénes éramos antes de aterrizar. Parecía que esperaban que las
mujeres también estuvieran a bordo con nosotros. Y la forma en que se llevaron a
Gray como si fuera un príncipe y mereciera un trato especial también parecía
intencionada —observó Oliver—. Secretario de Defensa cómo padre y conexiones
164
con el presidente. Supongo que Gray es de la realeza entre nuestro equipo
heterogéneo.
¿Heterogéneo? Jesse no pudo evitar recordar las palabras de Thatcher en el
taller el otro día. Ahora era dos de enero, ¿cuántos días hacía de eso? Todo estaba
borroso, y los golpes no eran la razón de sus pensamientos confusos.
—No nos han interrogado. No nos dicen una mierda, sin ofender, Jack. Algo no
cuadra —dijo Oliver, volviendo a centrar la atención de Jesse en la conversación.
—Ninguno arrestado, y eso es porque les importamos una mierda.
Probablemente Carter sea el objetivo —respondió rápidamente Jack—. Tal vez otro
ojo por ojo sin que lo supiéramos.
—¿Como tu antiguo jefe ofreciendo a Carter a la sexy oficial del MI6 a cambio
de algo? —sugirió Oliver—. ¿Algo más importante que nuestro caso?
El corazón de Jesse casi le pisotea la caja torácica ante las palabras de Oliver.
—¿Crees que Thatcher utilizó mi antiguo caso para sonsacarme sólo para llevar
a Carter al extranjero y ofrecérselo al MI6? —Había olvidado que probablemente los
estaban escuchando, pero supuso que, llegados a este punto, los franceses estaban
al tanto de Thatcher. ¿Cómo no iban a estarlo?
—Tu unidad en la Agencia era la tercera opción, ¿verdad? —Jack miró a Jesse
mientras éste se levantaba lentamente.
—¿Me escucharon? —preguntó Jesse, olvidando el tema por un momento.
—Te escuchamos por casualidad las dos veces —soltó Oliver, y Jesse oyó la
sonrisa en su tono—. Parece que se están peleando o fo... —Se cortó, eligiendo
sabiamente no terminar la frase.
Genial, ¿tan legibles somos Ella y yo? Jesse se puso las manos en las caderas,
dándose cuenta de que había perdido de vista el tema en cuestión.
—¿Qué estabas diciendo otra vez sobre la tercera opción?
—Tú eras el pis aller, el último recurso. Hacer lo que otros no hacían era más o
menos la descripción de tu trabajo —dijo Jack, deteniéndose un momento hasta que
Jesse se encontró con su mirada—. No es exagerado pensar que tu antiguo jefe haría
lo que fuera necesario, como colgar a Ella como cebo, para cumplir su objetivo final.
—Y estamos atrapados en el punto de mira —dijo Oliver—. O cómo parte de
algún plan mayor del que aún no hemos sido informados.
Ambas eran posibilidades, pero ninguna era una razón aceptable en la mente
de Jesse.
Antes de que Jesse pudiera decir nada más, la puerta chasqueó y se abrió de
golpe. Detrás de un guardia armado estaban Carter y Gray, pero ellos permanecieron 165
en el vestíbulo.
Griffin y Oliver se unieron a Jesse y Jack de pie.
—Son libres de irse —afirmó el guardia como si nada.
—Espera, ¿qué? —Jack rompió el silencio primero cuando los cuatro salieron
en fila de la habitación, y cuando Jesse miró a izquierda y derecha, pudo confirmar
que estaban en el primer piso de una casa. En la pared aún se veían clavos y ganchos
de cuadros vacíos de cuando una familia había vivido allí alguna vez.
—¿Dónde están Ella y los demás? —Jesse miró a Gray y Carter en busca de
respuestas, no dispuesta a mover un pie más sin ellos.
—Las soltaron no hace mucho —La vaga respuesta del guardia hizo que Jesse
quisiera sacarle un número real a bofetadas, pero se resistió. Con las mujeres afuera,
necesitaban ponerse en marcha.
—¿Quién las recogió? ¿Dónde están? —Griffin se adelantó a Jesse con las
preguntas.
—Ese multimillonario, Rochella, las recogió. —Al menos esta vez les había
dado una respuesta real, pero Jesse no estaba seguro de qué pensar de la noticia.
—¿Qué demonios está pasando? —murmuró Jesse cuando se les acercó un
hombre con entradas y gruesas gafas de montura negra demasiado bajas.
El francés hizo un gesto a los chicos para que lo siguieran, y pasaron por
delante de una cocina hacia el vestíbulo, junto a la puerta principal.
—Encontrarán todas sus pertenencias del avión del señor Dominick
empaquetadas en los tres maleteros de las Suburbans que hay fuera.
—¿Todas? —Jack se inclinó más hacia el tipo trajeado como si estuviera
hablando un dialecto en su lugar.
—Bueno, prácticamente todo. Sus armas y su ropa están ahí —dijo el hombre,
con tono apresurado e insistente.
—Lo siento, ¿qué? ¿Nos vas a mandar de paseo con nuestros RPG y rifles ocultos
por tu ciudad? —Jack abrió la palma de la mano, moviéndola por el aire—. Sin
interrogatorios. Nada de registros de cavidades. —Volvió a agitar la mano, haciendo
el gesto de alejarse—. Váyanse al diablo.
Jesse estaba todavía aturdido por haber sido electrocutado, o simplemente
conmocionado por la noticia de que Ella estaba en algún lugar de la ciudad del amor
con el encantador multimillonario y posiblemente en peligro sin él para protegerla,
permaneció callado.
—Oui, los dejamos ir. —El francés copió el movimiento de Jack, luego abrió la
puerta principal y dio un paso atrás. 166
Jack miró a Gray y luego a Jesse, lanzándole una incrédula mirada de ¿Me estás
jodiendo?
Misma página, hermano. Misma página. Pero en este momento, todo lo que le
importaba a Jesse era llegar a Ella. Y necesitarían la dirección y el teléfono de Henry
Rochella lo antes posible. Además, el teléfono de Jesse debería estar en uno de esos
todoterrenos para poder llamar y confirmar que Ella estaba bien.
—Llamaste a tu padre mientras te retenían, ¿verdad? —preguntó Oliver a Gray
una vez que salieron de la casa y descubrieron los tres todoterrenos alineados, con
los maleteros ya abiertos, como habían prometido.
Sólo tenían las luces delanteras de la casa de un piso para trabajar afuera, pero
era suficiente para ver su equipo en los maleteros.
—No me dejaban llamarlo —gruñó Gray—. Me tenían encerrado solo. Ni idea
de por qué.
—No necesitabas pedirle ayuda —intervino el francés, obviamente consciente
de quién era el padre de Gray—. Por respeto a tu padre y a su relación con tu
presidente, te mantuvieron en una sala de espera más agradable. —Miró el reloj
como si tuviera que estar en algún sitio importante desde hacía diez minutos, lo que
provocó palpitaciones en Jesse.
Mala señal. Estaba a punto de exigir respuestas cuando Griffin le espetó:
—Así que se trata de Carter, ¿verdad?
—Y sin embargo, el Sr. Dominick va a salir libre. —La críptica estupidez del
hombre le iba a valer un puñetazo en la cara, pero Jesse no podía permitirse el lujo
de volver a ser encerrado cuando Ella estaba afuera, en la ciudad, y Zoran
posiblemente viniendo por ella.
—Debemos ponernos en marcha —siseó Jesse, su instinto lo guiaba en la única
dirección que sabía tomar. El peor de los escenarios. Ella y los demás en peligro.
Lo sentía en sus malditos huesos, y las palabras apresuradas del francés y las
miradas a su reloj eran señales de que tenía razón.
El francés le arrojó a Carter unos cuantos juegos de llaves, y Griffin sorprendió
a Jesse abalanzándose sobre el tipo como si acabara de sacar la misma conclusión
que Jesse.
Griffin pudo agarrar un puñado de la camisa del tipo antes de que Gray y Jack
lo frenaran y le impidieran aporrear al hombre.
—Si algo les pasa...
—Tenemos que irnos —lo apremió Gray, ante lo cual Griffin soltó vacilante su
agarre sobre el hombre. 167
—Sus intereses y los nuestros coinciden. Les agradecemos los dispositivos de
audio y las cámaras que instalaron en la finca de Aleksa Stanković, pero nosotros nos
ocuparemos de Aleksa a partir de ahora. Tienen algo más crítico en lo que ayudarnos
—dijo el francés mientras se pasaba las manos por la camisa, ahora desarreglada—.
Au revoir. Les deseamos mucha suerte en su misión. —Su tono era repentinamente
sombrío, y Jesse tuvo la sensación de que algo crucial se estaba omitiendo o se había
perdido en la traducción, quizá ambas cosas, a pesar de que estaban hablando en
español y no en francés.
—Tenemos que prepararnos antes de llegar a casa de Henry. Esta parada
forzosa era para separarnos de las mujeres —dijo Carter, confirmando los temores de
Jesse.
Pero si Thatcher había hecho saber a la DGSE y al MI6 por qué Jesse y su equipo
estaban realmente en París, ¿por qué tanto drama? ¿Por qué no dejar que Jesse y su
equipo llevaran a cabo el trabajo que se habían propuesto como estaba previsto?
Carter le pasó a Jesse uno de los teléfonos desechables que habían traído.
—Marca para ver si contestan. Tengo la dirección de Rochella, está a menos de
cinco minutos.
—Espera, ¿qué? ¿A solo cinco minutos? —Jesse se quedó inmóvil ante la
noticia—. ¿Tan cerca estamos de su casa?
—Exactamente —fue todo lo que dijo Carter, y Jesse captó el mensaje. Algo
estaba muy mal en todo este maldito asunto.
—Dame un teléfono también. Necesito hablar con Savanna. —Griffin hurgó en
la bolsa sin esperar mientras Jesse se llevaba el teléfono a la oreja.
—No contesta —dijo Jesse después de tres intentos—. ¿Y tú?
Griffin sacudió la cabeza y volvió a llamar.
—Nada.
Este era el zapato que caía. Ella y Savanna estaban en peligro. Estaban con
Sydney, pero...
—Sydney tampoco contesta —les dijo Gray, y Jesse se sorprendió de que Gray
no hubiera recibido también un ataque con el taser cuando Sydney fue apartada de
ellos aquella mañana. Jesse se había dado cuenta de que el hombre sentía debilidad
por ella, y supuso que era por el tiempo que habían pasado juntos años atrás en West
Point.
—¿Crees que alguien de la DGSE está proporcionando información a Zoran
para usarlo a su conveniencia? —especuló Griffin con voz áspera, reflejando los
pensamientos de Jesse mientras se enfundaba apresuradamente un arma en la
espalda y se ataba otra al muslo—. Si no, ¿cómo iba a saber Zoran que veníamos a
168
Francia, a menos que tuviera a alguien infiltrado en Bama vigilando a Jesse y se
enterara de la boda y de la oferta de trabajo de Ella?
—¿Y qué, los franceses nos retuvieron el tiempo suficiente para que se corriera
la voz hasta Zoran y le diera tiempo de llegar a casa de Rochella? —Oliver parecía
sorprendido por la idea, pero, por desgracia, Jesse no se escandalizaba. Era lo normal
cuando se trataba de la CIA—. ¿Por qué no acabar con Zoran ellos mismos si esperan
que vaya por las mujeres? Nada de esto tiene sentido.
—No es lo que piensas —intervino Carter, poniendo fin a la teorización—. Te
explicaré lo que sé por el camino.
Ya era hora. Jesse aseguró su Beretta M9 a su costado y otra 9mm a su pierna.
Luego se ató a la otra pierna la funda que contenía su cuchillo de hoja de sierra de
acero inoxidable favorito. Y por último, se colgó del cuello la correa de su M4. Si Ella
resultaba herida de algún modo, sería un baño de sangre.
—Mierda, todo el trabajo duro que hizo Sydney infiltrándose en casa de Aleksa
—comenzó Oliver después de rebuscar en una de sus bolsas, pero Aleksa era lo
último en lo que pensaba Jesse ahora mismo—, y los franceses se han llevado el
software.
—Griffin y yo tomaremos el primer vehículo. Gray y Jack el segundo. Jesse y
Oliver, irán en el tercero. —Carter cerró los maleteros en cuanto todos tuvieron su
equipo—. Nos pondré a todos en una llamada en un minuto para decirles lo que sé.
Después de que Jesse se pusiera la placa pectoral y el chaleco con cargadores,
saltó al lado del pasajero del vehículo a toda prisa, probando de nuevo con Ella sin
suerte mientras Oliver seguía a los demás.
Jesse montó su teléfono en el salpicadero, con ganas de llamar a Thatcher para
exigirle respuestas, pero sabía que Carter llamaría en cualquier momento, así que la
conversación con su antiguo jefe tendría que esperar hasta que Ella estuviera a salvo.
—Ella está bien —dijo en voz baja—. Si alguien en la DGSE realmente avisó a
Zoran de que estamos aquí, entonces no le hará daño sin que yo esté allí para vigilar.
—¿Y Savanna? ¿Sydney? —preguntó Oliver mientras cambiaba de carril—. No
tiene ninguna razón para mantenerlas con vida.
—Maldita sea, tienes razón —dijo mientras aceptaba la llamada de Carter por
el altavoz—. ¿Qué sabes?
—No hay respuesta en la finca Rochella. Puede que hayan cortado las líneas. O
la señal esté bloqueada —Carter les soltó la mala noticia. Noticias que sólo podían
significar...
El peor escenario posible se estaba desarrollando ahora.
—Dinos lo que sabes —exigió Jesse, preocupado de que Carter fuera de algún 169
modo responsable de poner a Ella en peligro, aunque en última instancia fuera el
golpe fallido de Jesse el año pasado lo que desencadenó el efecto dominó.
—Hoy me enteré de que Thatcher omitió algunos detalles importantes del
expediente del caso que te entregó —reveló Carter lentamente, y si iba más
despacio, Jesse probablemente se quebraría—. La CIA, la Inteligencia francesa y el
MI6 van todos detrás del mismo hombre.
—¿Tú? —preguntó Oliver.
—No. Hoy no, al menos. —Carter hizo una pausa—. Cuando Zoran apareció en
las imágenes de CCTV en Bulgaria, lo que Thatcher no te dijo es que iba en silla de
ruedas, y parece que no es él quien va personalmente por ti. Contrató a alguien.
La sangre corrió de la cara de Jesse ante las palabras de Carter.
—¿Quién? ¿Quién mierda viene por Ella? ¿Y por mí?
—La agente del MI6 no pudo contarme demasiado, y tuvo que ir apartando el
viento de mí para acercarse lo suficiente como para susurrarme al oído sin llamar la
atención —se apresuró a compartir Carter—, y sí, confío en ella, a pesar de que me
resulta un dolor en el trasero... pero me dijo que empezó a trabajar con la CIA en
cuanto supieron a quién había contratado Zoran para llevar a cabo su venganza.
Thatcher tiene un pez más gordo que atrapar que Zoran, y utilizaron a Jesse para
llegar hasta mí.
La estática cruzó la línea, no es una buena señal. Si alguien estaba en la
propiedad de Rochella con un dispositivo de interferencia para cortar todas las
comunicaciones, el equipo estaría a oscuras pronto.
—Supongo que la DGSE fue traída por Thatcher cuando supo que nos
dirigíamos a París. —Carter hizo una pausa, o tal vez fue estática—. Lo de hoy ha sido
sólo una maniobra para hacer correr la voz de que estoy en París junto con Jesse y
Ella. Soy la pieza clave de su plan. —Más estática mientras Carter hablaba, maldita
sea.
—¿Quién? ¿Quién demonios... después de que la CIA y la... —Mierda, estaban
perdiendo la conexión.
—El Chech... —La línea volvió a cortarse, pero Jesse sabía lo que iba a decir, y
una oleada de ira lo hizo perder el control, golpeando el salpicadero con la mano
libre.
Oliver miró de reojo a Jesse.
—¿Sabes de quién hablaba Carter, supongo?
Jesse asintió.

cierto.
—El checheno —respondió, deseando por todos los diablos que no fuera 170
—Me estás jodiendo. Pensé que era sólo un mito. Un cuento que los rusos
contaban para asustar a sus hijos sobre Chechenia. ¿El asesino a sueldo, el checheno,
es real?
—¿Puedes oírme? —preguntó Carter un momento después.
—Alto y claro —respondió rápidamente Oliver.
—Soy el único que se ha enfrentado a él y ha sobrevivido —explicó Carter—.
Ni siquiera los que lo contratan saben cómo es—. Pero el MI6 interceptó información,
poco después de que los agentes búlgaros fueran asesinados, de que fue el equipo
de El Checheno quien realizó los golpes, y el MI6 alertó a la CIA.
No sólo tenían que preocuparse por Zoran. El más psicótico de todos los
asesino a sueldos conocidos, un hombre al que temían incluso los asesinos rusos más
letales iba ahora tras la mujer que amaba.
Y Jesse había caído en la trampa de la Agencia para atrapar al checheno,
utilizando su nueva relación de trabajo con Carter para ayudarlos a llegar hasta el
escurridizo asesino a sueldo. Zoran iba por Jesse pesar de todo, pero maldita sea si
se sentía...
Antes de que Jesse pudiera pensar o decir algo más, Griffin anunció:
—Estamos aquí. Pero...
La línea se cortó. Y cuando Jesse se asomó a la ventana, supo por qué. Alguien
debía de haber lanzado una carga contra la puerta principal de la finca Rochella. La
propiedad ya había sido alcanzada. La explosión había arrancado las dos puertas de
sus goznes y parecía que los vehículos habían pasado por encima del metal
destrozado.
La DGSE envió allí al equipo de Jesse, sabiendo perfectamente que las mujeres
estaban en peligro, pero ¿por qué demonios no estaban también allí para ayudar,
como Oliver había cuestionado, especialmente si las agencias querían tanto a su
objetivo que estaban dispuestas a arriesgar la vida de Ella para conseguirlo?
Eso sólo podía significar una cosa: el propio checheno no se dejaría ver esta
noche, y la CIA y otras agencias debían haberlo previsto.
Cebo. Las chicas y mi equipo son el cebo con la esperanza de que el checheno
venga por nosotros. Y las tres agencias se sentarían y esperarían, usándolas, hasta que
El Checheno hiciera sus movimientos.
—Más vale que aún estén dentro y vivas. —Jesse elevó una plegaria silenciosa
mientras salía del vehículo, no había tiempo que perder.
Pero sabía una cosa con toda seguridad. Después de que Ella y los demás
171
estuvieran a salvo, y una vez que Jesse y sus hombres acabaran con Zoran y el
checheno, Thatcher y cualquier oficial responsable de poner a Ella en peligro, más
les valía esconderse, porque Jesse iría por ellos a continuación.

172
Capítulo Diecisiete
DIEZ MINUTOS ANTES

—¿E
n qué estás pensando? —preguntó Ella en voz baja a
Sydney, con la esperanza de conocer su opinión sobre
esta extraña situación. Había estado notablemente callada
desde que Henry Rochella las había recogido a las tres, y Ella tenía curiosidad por
saber si el radar de Sydney estaba sincronizado con el suyo. Que había algo raro
en…. bueno, en todo.
Ella se unió a Sydney junto a la ventana del estudio de Henry en el segundo
piso y miró hacia la propiedad. Había suficientes farolas antiguas iluminando el
terreno como para que la capa de nieve del suelo brillara.
—Sí, ¿qué te parece? —intervino suavemente Savanna, claramente curiosa por
que Sydney compartiera también sus pensamientos ahora que estaban solas por
primera vez.
Ella giró el cuello para ver a su mejor amiga sentada en un sillón de cuero junto
a una chimenea encendida, cuyas llamas proyectaban sombras y ocultaban
eficazmente las emociones que Ella estaba segura de que eran visibles en el rostro
de Savanna.
Aquella mañana, Savanna había presenciado cómo su prometido era
brutalmente electrocutado al ser arrancada de los brazos de Griffin, al igual que Ella
había sido separada de Jesse. Y la horrible imagen de los dos hombres resistiéndose
obstinadamente a los efectos de las pistolas le revolvía el estómago cada vez que
recordaba la escena. Nunca se había sentido tan impotente al ver a Jesse en el suelo,
intentando alcanzarla y sin conseguirlo, con el cuerpo convulsionando. Las venas le
sobresalían del cuello.
—Estamos bastante aislados aquí afuera —comentó Ella cuando Sydney
continuó con su silencio—. ¿No te parece extraño que los franceses no nos hayan
llevado a su oficina principal?
—También es raro que el lugar al que nos llevaron casualmente estuviera cerca
173
de la mansión de Henry —señaló Savanna—. Oh espera, los millonarios tienen
mansiones. Los multimillonarios como los Rochella tienen complejos. —Y por lo que
Ella pudo ver, Savanna tenía razón. El lugar tenía varios edificios enormes—. Además,
parecía que los oficiales franceses sabían de antemano que nos pondrían bajo la
custodia de Henry.
Ella reflexionó sobre la teoría de Savanna.
—¿Así que no crees lo que dijo Henry en el auto? —¿Por qué iba a mentir sobre
eso? Explicó que se habían puesto en contacto con él para recogerlas por la
información que figuraba en el visado de Ella. Ella había puesto a Rochella como su
empleador temporal y, como tal, su estancia en Francia sería superior a noventa días.
Había conseguido dos mujeres más de las que esperaba, pero—. ¿Cómo iban a saber
los funcionarios franceses que estoy en París por Rochella si no es por la solicitud de
visado?
—Cierto, pero los chicos mencionaron a Thatcher en el avión. Le preguntaron
a Jesse si aún confiaba en él, dada nuestra bienvenida a París por parte de la policía
—le recordó Savanna—. Recuerdo que Griffin dijo que Thatcher era el antiguo jefe de
Jesse. ¿Quizá estamos aquí por él?
El jefe que quería a Jesse de vuelta, como un asesino a sueldo.
—¿Pero qué motivo podría tener Thatcher para volverse así contra Jesse?
—Diablos si lo sé —comentó Savanna, agrietada en su tono. Ambas estaban
cada vez más frustradas cuanto más tiempo pasaban separadas de los demás—. Pero
quizá los franceses sabían que estarías en el avión y, por la razón que sea, eligieron
esa casa para detenernos a todos, previendo que nos entregarían a Rochella. Porque
su objetivo es Carter. La agente del MI6 que Carter dijo que lo odiaba estaba allí esta
mañana, así que... —Las palabras de Savanna debieron de impactar a Sydney, porque
se giró hacia ellas.
—Trece horas —dijo Sydney, rompiendo por fin su silencio, mirando a uno y
otro lado—. Nos retuvieron durante trece horas sin hacernos una sola pregunta. Nos
negaron una llamada telefónica, y cualquier intento de ver a mi equipo fue rechazado.
Demonios, ni siquiera nos dejaron quedarnos cuando nos opusimos a irnos sin los
chicos.
—A.J. habría secuestrado el Air Force One si nos hubieran dejado llamarlo —
comentó Savanna, intentando claramente mantener la calma en la medida de lo
posible.
Ambas habían pasado el día haciendo todo lo posible por no desmoronarse en
aquella sala de espera. Sydney, por supuesto, no tuvo que, esforzarse, simplemente
estaba tranquila. Cabeza fría. Pero también super tranquila, lo que ponía nerviosa a
Ella. 174
A Sydney le preocupaba que hubiera gente escuchando o vigilando la sala de
espera, así que les había aconsejado que mantuvieran la boca cerrada y no se
entrometieran de ninguna manera. Pero ahora estaban solas, y Sydney seguía
teniendo un 2 en una escala de 10 a la hora de compartir sus pensamientos o
emociones. Y Ella sólo le daba dos puntos porque acababa de decir algo.
Los ojos de Sydney se entrecerraron, su mirada cayó al suelo, y Ella
prácticamente podía ver las ruedas en su cabeza girando.
—Entonces cae la noche y, como has dicho, nos llevan a casa de Henry, a cinco
minutos en auto de un piso protegido de la DGSE —continuó por fin su línea de
pensamiento.
¿A dónde quieres llegar? ¿Quién preparó todo esto? ¿Por qué?
—Henry no se preguntó por qué nuestro avión fue interceptado por la policía
en el trayecto en auto hasta aquí. Supongo que eso ya es raro de por sí —dijo Savanna,
planteando una cuestión en la que Ella también había pensado durante el trayecto—.
Aunque, ¿quizá los agentes le dieron una explicación falsa?
—Henry apenas dijo una palabra en el auto y punto. —Estaba sentado en el
asiento del copiloto de su Range Rover, al lado de su chófer, con la mirada al frente y
los dedos tamborileando en el muslo. Sin duda parecía nervioso, pero Ella supuso
que se debía a que lo habían llamado para recoger a una de sus gemas de la custodia
policial, nada menos que en un lugar desconocido. Y bueno, probablemente estaba
aturdido, tal vez preguntándose si debía echarla. Devuélveme a Bama. Estoy un poco
sorprendida de que accediera a recogernos en primer lugar, a menos que la policía
le vendiera una historia convincente.
—Me gustaría saber cuál fue esa historia ya que estamos tan a oscuras. —
Savanna se removió en el asiento, se agarró a los brazos de la silla e inclinó la cabeza
hacia atrás, con los ojos clavados en el techo.
Ella miró a Sydney, que volvía a mirar por la ventana.
—¿Crees que alguien viene por nosotras? ¿Ese tal Zoran? —Hizo todo lo posible
por evitar la pregunta porque no quería oír otra respuesta que no fuera no, y le
preocupaba que Sydney le diera un sí.
Sydney la miró.
—Estoy segura de que viene alguien.
Ella retrocedió trastabillando ante las palabras de Sydney, pero fue la mirada
fría como la piedra de su rostro lo que asustó aún más a Ella.
Sydney había pulsado un interruptor y ahora estaba en modo operadora,
preparándose para una batalla. Pero ¿cómo iban a enfrentarse las tres, incluso con el
equipo de seguridad de Henry, a un criminal tan calculador como Zoran? El hombre 175
era tan peligroso que la CIA había ordenado a Jesse que lo matara.
Savanna se levantó rápidamente.
—Mi temor de que todo esto haya sido una treta sólo para alejarnos de los
chicos, como un giro argumental en una novela romántica... ¿es posible?
Savanna ya había pasado por muchas cosas y a Ella le destrozaba que tuviera
que enfrentarse a más, sobre todo tan poco después de haber sobrevivido por los
pelos al infierno de ser perseguida por criminales.
—¿Pero por qué iban a ayudar los buenos a los malos? —preguntó Ella, más
para expresar sus pensamientos en voz alta que para esperar otra respuesta de
Sydney. Puede que la respuesta se le hubiera escapado. Pero cuando Sydney la miró
fijamente con un leve movimiento de cabeza, Ella parpadeó ante el mensaje tácito
unas cuantas veces antes de hablar—. Oh. No, no lo creo. Henry no está ayudando a
Zoran. No avisó a la policía de que veníamos a París. No puede ser. —Sacudió la
cabeza con firmeza. No era alguien que confiara ciegamente en la gente, pero
Savanna dijo que Griffin había investigado a los Rochella y estaban limpios.
¿Demasiado limpios? Ahora estaba pensando como Jesse, maldita sea.
—¿Por qué iba a ayudar a Zoran un magnate multimillonario de la moda? —
preguntó Savanna, respaldando a Ella, o al menos, no muy dispuesta a tirar a ese
magnate de la moda en concreto debajo del autobús, que era lo que Jesse haría con
toda probabilidad cuando estuviera libre. Pasaría por encima de Henry y lo aplastaría
sin remordimientos si era de algún modo responsable de poner en peligro a Ella.
—Varias razones —dijo Sydney en tono bajo—. Chantaje. Amenazas de dañar
a su familia. El ojo por ojo.
¿Qué posible ojo por ojo podría tener a Henry, el multimillonario, ayudando a
un tipo malo? A menos que, bueno... Hmm. Pero antes de que Ella pudiera procesar
sus pensamientos, Sydney apoyó la palma de la mano en la ventana y, con una voz
inquietantemente tranquila, anunció:
—Necesito un arma. Están aquí. Han entrado en la propiedad.
—¿Qué? —dijeron al mismo tiempo Savanna y Ella, justo cuando se abrió la
puerta del estudio y Henry entró corriendo.
—Mi equipo de seguridad me ha alertado de una amenaza. —Henry miró
directamente de Ella a la estantería que había a su izquierda—. Tengo una habitación
segura. Nos han aconsejado a todos que entremos. Es impenetrable.
—Tu equipo de seguridad está huyendo hacia las colinas —comentó Sydney—
. O, en este caso, al bosque.
Todavía un poco aturdida, Ella hizo todo lo posible por volver a la realidad. Al
asomarse a la ventana, vio a lo lejos unos Range Rover rodando por el camino de
entrada y, efectivamente, a unos hombres huyendo de la propiedad.
176
—Tu equipo de seguridad de primera parece haber abandonado el barco —
dijo Sydney, todavía sin una pizca de miedo en su voz, pero el ritmo cardíaco de Ella
estaba al máximo, y por la mirada de Savanna, el suyo también.
Henry y Sydney fueron los únicos que mantuvieron la calma en medio de lo que
sin duda pronto se convertiría en un caos.
Sydney se dirigió directamente hacia Henry mientras éste deslizaba la
estantería hacia un lado, dejando al descubierto una puerta de acero.
—¿A quién estás ayudando? Estás implicado, pero ¿de qué lado estás?
—No sé de qué estás hablando. Les hice un favor a todas, ¿y me van a
cuestionar? —Henry maldijo en voz baja mientras marcaba un código de seguridad
de cuatro dígitos, y la puerta se abrió electrónicamente hacia afuera—. Ahora entren.
—No vamos a encerrarnos en una habitación contigo. —Sydney se le puso
enfrente, y Ella no sabía qué hacer ni qué pensar. Por el momento tenían pocas
opciones.
Habitación segura con Henry, que podría estar alineado con los malos por
cualquier motivo, o quedarse aquí afuera y seguramente que salir herida. Ambas
opciones apestaban, pero tenía que ir con la opción uno. Refugiarse con Henry y
esperar lo mejor, no asumir lo peor.
—Sydney, no tenemos elección.
Sydney miró a Ella y luego a Savanna.
—Necesito un arma. Unas cuantas. Si me las proporcionas, puede que te ganes
mi confianza temporalmente.
—¿Qué piensas hacer? ¿Enfrentarte a ellos tú misma? —Henry señaló hacia la
ventana, con la mandíbula tensa.
—Ahora que tu equipo ha despegado, alguien tiene que hacer algo. —Sydney
volvió a la ventana y corrió las cortinas a un lado para tener una mejor vista—. Cuento
diez tangos. Se están abriendo en abanico. Poniéndose en posición. Tengo que
moverme antes de que se infiltren en la casa principal.
—Bien. —Henry levantó ambas manos en el aire—. Es tu deseo de muerte. —
Se apresuró a entrar en la habitación segura y volvió a salir un momento después con
un arma y un cuchillo.
Sydney miró la pistola, comprobó el cargador y la guardó en la parte trasera
de sus vaqueros. El cuchillo permaneció en la mano.
—Eres rico. A los ricos les gusta el tiro con arco. ¿Dónde guardas el arco? —Su 177
tono monosilábico, tan frío y tranquilo, casi hizo que Ella también sintiera que todo
estaba bien.
—Mi despacho está abajo. Tres puertas más abajo del vestíbulo, encontrarás el
arco expuesto en la pared detrás de mi escritorio —respondió, y luego se dirigió a la
habitación segura.
Ella rodeó la espalda de Savanna con un brazo y tiró de ella con fuerza, con la
esperanza de aliviar el cuerpo tembloroso de su amiga mientras permanecían frente
a la entrada de la habitación segura. Probablemente, Savanna estaba en el infierno
de los flashbacks después de lo que le había ocurrido en octubre.
—Estaremos bien —susurró tranquilizadora, tratando de canalizar algo de la
fuerza patea traseros de Sydney.
—Las líneas telefónicas no funcionan —anunció Henry desde la habitación
segura—. Mi teléfono tampoco funciona.
Sydney se asomó a la habitación.
—Y sin embargo, veo que mantuvieron las cámaras de seguridad y las luces
encendidas. —De espaldas a Ella y Savanna, dijo—: Si les pasa algo mientras están en
la habitación contigo, si las tocas de alguna manera, volveré aquí y te destriparé con
este cuchillo, ¿está claro?
—Vamos. —Ella palmeó ligeramente el hombro de Savanna, incitándola a
dirigirse al pequeño espacio, esquivando a Sydney.
—Estarán bien. —Sydney asintió a Ella y cerró la puerta, asegurándolas dentro
de la habitación. Ella se tragó el nudo que tenía en la garganta cuando oyó que la
estantería se deslizaba en su sitio.
Henry se dejó caer en la única silla de la sala situada frente a la pared de
pantallas de seguridad y mantuvo la vista fija en las cambiantes vistas de la
propiedad. Sólo ocho pantallas, pero tenía que haber docenas de cámaras por toda
la extensa finca.
—No es la mujer más simpática que he conocido —dijo con voz grave mientras
Ella y Savanna se colocaban a su lado y también observaban.
Ella no se molestó en responder, demasiado aturdida por lo que estaba
ocurriendo. Y con Sydney sospechando de Henry y sus motivos, ¿cómo no iba a
sospechar Ella? Había algo más que algo raro en todo este asunto.
—Estábamos en el estudio donde se encuentra tu habitación segura cuando
unos hombres irrumpieron en tu propiedad. Un poco conveniente, ¿no crees?
—Casi como si supieras que esto iba a ocurrir —añadió Savanna, con los dedos
corriendo sobre la pantalla en la que Sydney se dirigía a las escaleras traseras.
—Bueno, teniendo en cuenta que la Inteligencia francesa te retenía hoy por
178
alguna razón, un tipo no puede ser demasiado precavido, ¿verdad? —El tono de
Henry era cortante, y Ella pensó que lo mejor sería mantener un ojo en el hombre por
si acaso había otra arma en la habitación a la que decidiera recurrir con la ausencia
de Sydney.
Antes de que Ella pudiera responderle, lo que pareció una explosión debajo
de ellas sacudió el suelo e hizo que Ella se tambaleara, pero Savanna la agarró del
brazo para mantenerla de pie.
—¿Qué fue eso?
—Han hecho un agujero en mi puerta principal —dijo Henry entre dientes
apretados. Por extraño que parezca, parecía más frustrado que asustado.
Ella vio cómo dos figuras vestidas de negro, con los rostros cubiertos por
máscaras y rifles al frente, entraban por lo que antes eran las puertas dobles del
vestíbulo de la casa. Dos más los siguieron rápidamente. Ahora están adentro.
—Uno de esos tipos giró por el pasillo donde está Sydney —dijo suavemente
Savanna.
Ella golpeó las flechas del teclado, tratando de ordenar las vistas de la cámara
para encontrar a Sydney.
—Ya está. Está en el despacho. Tiene el arco.
—Y tiene compañía —señaló Savanna, pero Sydney era claramente consciente
de que no estaba sola. Se arrodilló, giró el torso hacia la puerta abierta y soltó una
flecha que alcanzó al posible agresor, que estaba allí de pie, directamente en la
yugular—. Sí, vaya, bien, acaba de hacer eso.
—¿Dónde están los otros tres tipos que entraron? —Ella volvió a cambiar de
pantalla, pero se quedó paralizada al ver una imagen y se tapó la boca con una mano
mientras se le llenaban los ojos de lágrimas.
—Nuestros chicos —dijo Savanna cuando Ella fue incapaz de hacer funcionar
su voz—. Ya están aquí.
Ella se quitó la mano de la boca.
—Fueron liberados justo a tiempo. —¿Con sus armas?
Jesse maniobró sigilosamente a través de la propiedad hacia la casa, con los
hombros ligeramente encorvados hacia delante y el rifle apuntando hacia adelante.
Es un experto agente, se recordó Ella, al tiempo que intentaba no pensar en lo
que le había confesado en el avión. Que Zoran estaba vivo porque ese día había
estado, fuera de juego, distraído por la inminente boda de Ella con Brian. Esperemos
que no esté fuera de juego esta noche conmigo aquí. No podría soportar que le pasara
algo, y mucho menos verlo en cámara de la forma en que Savanna había visto a su 179
marido ser ejecutado por terroristas en 2015.
Y, oh, Savanna. Esto no podía ser fácil para ella. Ella extendió la mano y la apretó
en señal de apoyo.
La visión de Griffin la hizo aferrarse aún más a la mano de Savanna mientras lo
veían moverse junto a Jesse y luego disparar a alguien... ¿en el tejado?
El resto del equipo de Jesse parecía desplegarse en diferentes lugares, pero la
atención de Ella estaba clavada en Jesse. A cada uno de sus movimientos mientras lo
seguía de pantalla en pantalla.
—Ahora están adentro. —Pasó los dedos por la cara de Jesse en la pantalla, que
ahora lo mostraba en el vestíbulo.
Jadeó cuando Jesse disparó su arma. No podía oír nada desde el interior de la
habitación segura, y no estaba segura de si eso hacía que ver la acción fuera mejor o
peor.
Griffin y Oliver estaban ahora detrás de Jesse, que levantó un puño, señal de
que los chicos permanecieran en su sitio un momento. Jesse dejó que su honda
recogiera el rifle, luego sacó un arma de su cadera y un cuchillo de su muslo. Hizo un
gesto hacia las escaleras, como si los demás supieran que iba a subir un nivel. Griffin
y Oliver permanecieron abajo, uno hacia la izquierda y el otro hacia la derecha.
La estaba matando quedarse en la habitación mientras ellos estaban ahí fuera
arriesgando sus vidas, pero no había otra opción. Savanna y ella tenían una puntería
decente, pero no podían unirse a la lucha. No con un número desconocido de, tangos,
como los había llamado Sydney.
—Nadie ha encontrado aún el estudio. Eso es algo —Henry habló por primera
vez en unos minutos, pero Ella no se molestó en responder.
Independientemente de si estaba involucrado o no, y su instinto se inclinaba
hacia el sí, sabía que su papel como, gema, había terminado. Su principal
preocupación ahora mismo era que todos salieran vivos de la noche y, de ser posible,
ilesos.
—Lo perdí en la cámara. ¿Lo ven? —Ella buscó frenéticamente en las pantallas,
pero justo cuando estaba a punto de entrar en pánico, lo encontró, gracias a Dios.
Pero también, justo a tiempo para ver cómo Jesse sacaba un cuchillo de la garganta
de un enmascarado. Se tapó los ojos con la mano, como hacía cuando veía una película
de terror. Aunque le encantaban las series policíacas y los podcasts, nunca le había
importado la sangre y el gore. Y menos cuando su, marido, era el causante de que el
río rojo fluyera.
Iba a perder los tres bocados de comida que había ingerido a la fuerza cuando
los franceses les habían dado de cenar antes.
180
Ella bajó lentamente la mano, viendo a Jesse de nuevo en movimiento, pistola
en una mano, cuchillo situado en la otra.
Y antes de que se diera cuenta, otro tango había doblado la esquina, tomando
a Jesse por sorpresa. Pero Jesse lo tiró al suelo un momento después y envolvió una
pierna sobre el pecho del tipo.
Cortó otra vez la garganta, la sangre del hombre chorreó por todo Jesse, y Jesse
llevó su pistola al pecho del hombre y le disparó a continuación. ¿Para acabar más
rápido con su sufrimiento?
¿Cómo podía seguir viendo esto, aunque los asesinatos estuvieran justificados?
Ver a Jesse realizar su trabajo con todo detalle en la pantalla era demasiado real,
demasiado para ella.
Y ahora era Savanna la que apretaba el brazo de Ella para apoyarse.
¿Era ese su nuevo lema de amistad? Las verdaderas amigas se ayudan
mutuamente a ver a los hombres que aman matar gente.
Griffin fue el siguiente en quitar una vida. Su rifle en lugar de un cuchillo.
Ella encontró a Oliver en otra pantalla a tiempo para verlo abatir a un enemigo
con su arma secundaria, tras lo cual Sydney entró corriendo en la habitación
preparada y lista para soltar otra flecha segundos antes de darse cuenta de que era
Oliver.
Tras intercambiar unas rápidas palabras, Oliver miró directamente a una de las
cámaras.
—Ya vamos —dijo con la boca.
—Estoy segura de que Sydney les ha dicho que estamos aquí —dijo
suavemente Ella, aliviándose un poco la sensación de malestar que sentía en las
entrañas.
—Gray está adentro ahora. Carter también —anunció Savanna—. El perímetro
debe ser seguro. Es una buena señal.
—Jesse —gritó Ella al verlo entrar en el estudio en la pantalla un minuto
después. Se precipitó hacia la puerta y apoyó las manos en ella, sin saber qué hacer.
Necesitaba que él le diera el visto bueno.
Volvió la vista a las pantallas y descubrió a Jesse revisando la habitación en
busca de una cámara, y cuando la localizó, leyó sus labios:
—Está todo despejado. Puedes salir.
181
Capítulo Dieciocho
J esse casi exprimió el aliento de los pulmones de Ella, sujetándola tan fuerte
contra su cuerpo que su chaleco antiaéreo se clavó en sus costillas, aunque
a ella no le importó. No quería que la dejara ir.
—Quiero un arco —murmuró Ella, pensando en Sydney y en cómo se había
manejado mientras esperaba a la caballería que no sabía que venía.
—¿Qué? —susurró él, que seguía ahuecándole la nuca con una palma mientras
la otra permanecía firme contra su espalda. Al menos él había desplazado el rifle a su
lado antes de abrazarla, así que agradeció que eso no se clavara también en ella.
—¿Están bien? —La voz grave pertenecía a Carter.
—Estamos bien —respondió Savanna, pero Ella permaneció callada, no
dispuesta a abandonar el fuerte abrazo de Jesse.
—¿Alguien te tocó? ¿Rochella...
—No —Ella cortó a Jesse, con voz temblorosa—. Nadie me ha hecho daño.
—Gracias a Dios. Lo siento mucho —raspó en su oído antes de aflojar el agarre
y soltarla lentamente. Ella se desenredó de él a regañadientes, cuando era lo último
que quería hacer.
—Estoy bien. Todos estamos bien —susurró, dejando correr las lágrimas
mientras la conmoción por lo que acababa de ocurrir intentaba apoderarse de ella.
Se había mantenido firme mientras observaba la escena en la habitación segura, pero
ahora su determinación flaqueaba. El ataque a la finca de Henry era la guinda
proverbial de un día infernal. Y necesitaba seguir avanzando, o los miedos que le
pisaban los talones se apoderarían de ella. Eso no iba a ocurrir—. El momento de
esto...
—Lo sé. —Su tono era grave, pero cuando la miró fijamente a los ojos, ella juró
que vio lo que parecía un poco de esperanza—. Mierda —dijo, rompiendo el
momento—. Dejé sangre en tu cabello. Probablemente también en tu jersey.
—No pasa nada. —Puso la mano en su pecho, necesitaba sentir el latido de su
corazón, pero la placa pectoral y el chaleco de munición se interponían.
Dio otro paso atrás y echó un vistazo a la habitación como si recordara que no
182
estaban solos o que había acabado con la vida de varios hombres hacía sólo unos
minutos.
Ella siguió su mirada e hizo recuento de quién estaba ahora con ellos en el
estudio. Henry estaba sentado en el sillón junto a la chimenea, tan quieto como un
maniquí, pero eso era probablemente porque Carter estaba a su lado, con un arma
en la mano y una mirada que infundiría temor a cualquiera.
Griffin y Savanna estaban cerca de la habitación segura, lo más lejos posible
de Henry. La expresión sombría con la que Griffin miraba a Henry lo decía todo: no
se fiaba de él. Probablemente compartía las mismas preocupaciones que Sydney
había expresado justo antes de que se pusiera en modo operadora malvada con los
intrusos.
Cuando Gray y Sydney se unieron a ellos en la habitación un segundo después,
Ella tuvo que suponer que Jack y Oliver estaban afuera, vigilando la propiedad por si
había algún visitante inesperado.
—No han cortado las luces ni las cámaras de seguridad, sólo han bloqueado las
líneas telefónicas y de comunicaciones —comentó Sydney, afirmando lo obvio, lo cual
no parecía propio de ella por lo poco que sabía. Lo que significaba que Sydney estaba
pensando en algo importante.
—Eso es porque nos está vigilando. —Carter levantó la mirada hacia la cámara
situada sobre la puerta y apuntó con su arma. Ella cerró los ojos, pero se estremeció
cuando él disparó.
—¿Quién? —preguntó Ella mientras Jesse la sujetaba por la cintura y tiraba de
ella hacia su lado.
—¿Qué está pasando? ¿Quiénes eran esos hombres? —Henry habló antes de
que nadie pudiera siquiera contemplar la posibilidad de responder a la pregunta de
Ella.
—Un hombre como usted tendría seguridad, pero no había más cadáveres que
los que pusimos en el suelo. —Carter se agachó ante la silla de Henry y apoyó la boca
de su pistola en la rodilla del hombre, lo que hizo que Henry clavara la espalda en el
cuero rojo y sus manos se agarraran a los brazos de la silla. La comisura de la boca
de Carter se crispó antes de inclinar la cabeza hacia un lado y estudiar a Rochella
como si estuviera decidiendo si matarlo o no.
Carter no lo haría, ¿verdad?
—No se quedaron a defenderte. Entonces, ¿por qué huyeron tus guardias? —
El tono suave de Carter podía derretir la mantequilla, y sin embargo, de alguna
manera, eso lo hacía parecer casi más intimidante.
De no ser por la firmeza con que Jesse la sujetaba, lo más probable es que las
piernas de Ella hubieran cedido hacía diez minutos.
183
La casa de Henry Rochella estaba llena de cadáveres. Y el jefe de Jesse estaba
apuntando con una pistola a la rodilla del magnate de la moda. Este era material de
películas, no de su vida.
—Pago a mis hombres para que me protejan. No lo suficiente como para morir
por mí. Me avisaron de una amenaza y fuimos a la sala segura. No son combatientes
entrenados, como claramente lo son todos ustedes —respondió Henry, con un tono
un poco más agudo de lo que ella había esperado, dada la proximidad de Carter.
Nada tímido, y ciertamente nada encantador, en Henry ahora mismo.
—Sólo te lo voy a preguntar una vez. —La voz templada de Carter bajó más esta
vez, más grave y oscura—. ¿Estás trabajando para El Checheno?
—¿El quién? —Henry abrió los ojos de par en par, y puede que fuera un buen
actor, pero a Ella la pregunta le pareció tan sorprendente como a él.
Porque, ¿quién demonios era El Checheno? ¿La palabra, El, formaba parte de
su nombre, como el actor La Roca? Las dos palabras habían rodado de la lengua de
Carter con mucho peso.
—¿Esos eran los hombres de El Checheno? —Cuando fue la voz de Sydney la
que rompió el silencio, Ella miró a Sydney conmocionada. La emoción, casi un 6 sobre
10, que parecía ser mucho para ella, cruzó su rostro. Labios apretados. Una línea
afilada en la frente. Y arrugas alrededor de los ojos de Sydney.
Sí, eso no es bueno. ¿Sydney mostrando miedo? La mujer cortó a esos hombres
en la casa como si estuviera jugando paintball.
Carter se puso de pie y levantó su arma de la rodilla de Henry, luego puso los
ojos en Sydney.
—Ese era su equipo. Pero no creo que tuviera planes de hacer daño a nadie
esta noche. Quería confirmación de que estábamos aquí, en París.
—Y muy probablemente para estudiar nuestros movimientos y aprender cómo
operamos —dijo Gray mientras señalaba la cámara reventada—. Nos estaba
observando.
—Iré a destruir las imágenes de todos modos. No necesitamos que caiga en
otras manos que estuvimos aquí —dijo Sydney, parpadeando lentamente y
pareciendo de repente pálida y agotada. Miró a Gray y esperó a que asintiera antes
de dirigirse en silencio a la habitación segura, con los ojos fijos en el suelo y el arco
aún en la mano.
Una ráfaga de aire frío subió por la espalda de Ella. Aún no había visto a Sydney
actuar como otra cosa que no fuera una malvada. Nada parecía asustarla. Y ahora 184
sentía como si Sydney hubiera visto un fantasma.
Jesse debió sentir el miedo de Ella porque la sujetó con más fuerza. Tenía que
ser duro para Jesse permanecer impasible y ver cómo Carter se ocupaba de Henry
cuando sabía que lo más probable era que quisiera destrozar al hombre si estaba
relacionado de alguna manera con lo que había pasado esta noche. El hecho de que
hubiera refrenado su ira en lugar de atacar a Henry, de que hubiera optado por
permanecer a su lado y consolarla, significaba más de lo que él podía imaginar.
—Deberíamos salir pronto de aquí —anunció Griffin, pero Ella tenía la
sensación de que los chicos no irían a ninguna parte sin Henry o sin sonsacarle
respuestas antes.
¿Pero tenía respuestas? ¿O era todo un malentendido?
—Todavía no has respondido a su pregunta con un sí o un no. —El tono
amenazador de Gray atrajo la atención de Ella para ver que Gray se había movido
junto a Carter.
Los dos jefes de equipo se plantaron ante Henry, y pareció bastar para
devolverle el temor a Dios.
—No, no conozco a ningún checheno. —Henry miró hacia el fuego, alejándose
de los dos hombres—. Pero trabajo con la Inteligencia francesa. Esto —comenzó
mientras abría las palmas de las manos, manteniendo sólo el perfil hacia Ella— no fue
una coincidencia.
Ella cerró los ojos al oír sus palabras y bajó la cabeza. Los hombros caídos. Ella
había esperado y rezado por un malentendido.
Jesse siguió sujetándola y empezó a mover el pulgar en pequeños círculos
relajantes sobre la parte baja de su espalda. La forma en que él había mantenido el
control de su ira, especialmente ante la revelación de Henry, hizo que a ella se le
entrecortara un poco la respiración. Porque una gran parte de ella seguía temiendo
que el control se rompiera pronto.
—Habla —soltó Gray.
Henry apoyó nerviosamente las manos en las rodillas y centró también allí la
mirada, luego se aclaró la garganta.
—Hace una semana, la Inteligencia francesa se puso en contacto conmigo y me
ofreció un trato.
—¿Por qué? Tu expediente estaba limpio —dijo Griffin.
Así es. Griffin había sido el encargado de investigar a Henry y Ella sabía que se
daría una patada en el trasero por haberse perdido lo que fuera.
—Puede que este año haya comprado algunas pieles y otros tejidos difíciles de
185
conseguir a través de canales menos que legales. Ha habido muchos problemas con
la cadena de suministro, si no has estado atento a las noticias —dijo, defendiéndose,
lo que iba a ser un esfuerzo inútil en esta sala—. La policía lo sabía, pero lo dejó pasar.
—El dinero tiende a cerrar los ojos de la gente —comentó Gray, y luego hizo
un ademán de que continuara, indicando a Henry que siguiera hablando.
—Bueno, la policía ya no quería mi dinero. Querían mi ayuda. Y me
prometieron que evitaría los cargos y que mirarían permanentemente hacia otro lado
si accedía a hacer una cosa.
No. Ella apretó los ojos, sabiendo lo que se avecinaba. Y no estaba segura de
que su corazón pudiera soportar la noticia. Se había emocionado mucho cuando este
icono del mundo de la moda la había buscado y le había dicho que le encantaban sus
diseños, ofreciéndole la oportunidad de trabajar con Rochella. Pero todo era falso.
Dios mío, se sentía como una tonta. ¿Cómo podía haber creído de verdad que un
multimillonario se toparía con su cuenta de Instagram, con solo cincuenta y nueve
seguidores?
—No hay gemas sureñas. No hay fiesta de jubilación para tu madre en junio.
Todo era falso —susurró, las lágrimas ahogándola ahora.
—La jubilación y la fiesta son reales, pero no, no hay... gemas. —Las palabras
de Henry la hicieron abrir los ojos, con el corazón roto—. Me encargaron que los
ayudara a atraer a una mujer a París. Una mujer cuyo interés era la moda. Y bueno,
por eso me eligieron. Parecían saber ya tanto de ti, que no sé. —Miró a Ella, y había
un atisbo de disculpa en sus ojos, pero ella se negó a aceptar ninguna disculpa por su
parte si se la ofrecía—. No tuve elección.
—Siempre hay una opción —Jesse habló esta vez, y a diferencia del tono de
Carter, el de Jesse era cortante. Cortante como un cuchillo en la garganta. Y casi
volvió a cerrar los ojos al recordarlo haciendo exactamente eso.
—¿Cuál era el plan? —Carter enfundó su arma, pero Gray y Jesse mantuvieron
sus rifles preparados.
—Me dijeron que tenía que inventar una forma creíble de llevarte a París la
primera semana del nuevo año —reveló—. La boda fue una sorpresa. —volvió a
aclararse la garganta—. Para el americano también, por cómo reaccionó cuando se lo
conté.
—¿El americano? —Jesse bajó la mano de Ella y dio un paso adelante,
alejándose lentamente de su lado. La parte racional de su cerebro le dijo que estaba
bien, pero su corazón... se estrujó un poco cuando él lo hizo—. ¿Por casualidad el tipo
se parece a Harrison Ford?
Espera, ¿qué?
186
—Sí, supongo que podría decirse eso —respondió Henry—. No me dijo su
nombre, pero en nuestro primer encuentro lo acompañó la Inteligencia francesa, y
después habló conmigo por teléfono varias veces.
La forma en que Carter miró a Jesse hizo que a Ella se le hiciera un nudo en el
estómago por enésima vez aquel día. ¿De tipo apocalíptico?
—Tu amiga del MI6 omitió ese detalle —dijo Gray—. Para empezar, no nos dijo
por qué estamos en París.
Carter apartó la mirada de Gray como si no estuviera dispuesto a abordar ese
problema.
—¿Cuándo te contaron la segunda parte de su plan?
—¿En qué momento te hicieron saber que Ella vendría a tu casa como cebo? —
preguntó esta vez Jesse, y ella vio cómo se transformaba, incluso de perfil hacia ella.
El hombre que la había consolado momentos atrás estaba preparado para matar a
Henry ahora mismo.
Y basándose en la inclinación de los hombros de Henry, se dio cuenta de que
Jesse era ahora la mayor amenaza en la habitación. Ella era la, esposa, de Jesse,
después de todo.
—Tarde esta... esta mañana, lo juro. No tenía ni idea de esto cuando fui a
Alabama —respondió Henry con voz entrecortada—. Unos agentes se presentaron en
mi finca y me dijeron que me llamarían a última hora del día para recoger a Ella y a
otras dos personas. Luego enviaron a mi equipo de seguridad a casa por hoy.
—Los guardias que estaban aquí antes de que la propiedad fuera allanada,
¿eran en realidad agentes franceses? —preguntó Gray.
Henry asintió.
—Dijeron que si su plan funcionaba, los hombres armados aparecerían en
algún momento después de que Ella estuviera en mi casa. Y que se quedarían en el
bosque de atrás y vigilarían la propiedad por si necesitaban ayuda una vez que
aparecieran.
—Así que esperaron a que tu casa fuera allanada antes de liberarnos —Gray
resumió la situación—. Por eso nos retenían tan cerca de tu propiedad. Qué
jodidamente amables fueron al hacer tales arreglos.
—¿Supongo que no te contaron su plan real? —preguntó Carter un momento
después.
—No, sólo me dijeron que iban detrás de alguien peligroso, y bueno, no creían
que fuera a venir personalmente esta noche, pero tenían la esperanza de atraparlo de
187
alguna manera. Yo... no lo sé. Fueron vagos.
—Por supuesto que lo fueron —dijo Gray en voz baja, y su atención se dirigió
hacia Sydney, que había vuelto a entrar en el estudio desde la habitación segura.
—La DGSE nos seguirá cuando salgamos de aquí, entonces. —Carter se volvió
hacia Gray—. Nos seguirán rastreando con la esperanza de que el checheno venga él
mismo por nosotros ahora que sabe que estamos realmente en París.
—¿Qué quiere de nosotros? ¿El checheno? —preguntó Ella en voz baja, aun
intentando hacerse a la idea de que uno de sus ídolos de moda la había utilizado como
cebo para salvar su propio trasero.
Carter miró a Ella con pesar.
—Es a mí a quien quiere.
Ella se puso el talón de la mano en la frente y se masajeó, le dolía la cabeza de
intentar entenderlo todo.
—A ver si lo entiendo. Henry ayudó a traerme aquí, y las agencias sólo me
querían aquí porque entonces Jesse vendría. Y si Jesse venía, entonces Carter
también. ¿Y si Carter está aquí, entonces este checheno vendrá porque quiere a
Carter? —¿Qué…qué?
El hecho de que Carter asintiera significaba que había seguido su divagación,
y estaba en lo correcto.
—Realmente tenemos que irnos —insistió Gray, inclinando la cabeza hacia la
puerta.
—Sólo necesito un minuto a solas con él antes de hacerlo. —Jesse dejó que la
honda atrapara su rifle, luego se inclinó sobre Henry, agarró con los puños las solapas
de la chaqueta de su traje y lo puso en pie de un tirón.
Ella sabía que el control refrenado, de Jesse era demasiado bueno para ser
verdad. Henry había utilizado a Ella, la había puesto en peligro, y eso era algo que un
hombre como Jesse no podría perdonar ni olvidar.
—No vale la pena. —Pero la pregunta era, ¿podría ella calmar a Jesse? ¿Él la
escucharía?
—Sólo un minuto —la sorprendió Carter mientras hacía girar el dedo como una
pala de helitransporte para indicar a los chicos que salieran.
—Sácala de la habitación —dijo Jesse sin volver a mirar a Ella—. Griffin, por
favor —lo instó, sin perder de vista su objetivo. Del hombre al que estaba a punto de
destruir. ¿O.... matar?
Al sentir la mano de Griffin en su brazo, Ella se liberó de su contacto. 188
—No —rechazó Ella, la obstinada lucha que había en ella sustituyendo al
miedo.
Jesse mantuvo agarrado a Henry, que parecía lo bastante listo como para darse
cuenta de que no debía resistirse ni intentar defenderse en aquel momento. Sus ojos
azules captaron los de Ella e inclinó la cabeza, con la boca dibujando una línea dura
y firme.
Ella se llevó las manos a las caderas e hizo todo lo posible por mantenerse
firme.
—Si quieres ese minuto con él —comenzó—, tendrás que hacerlo mientras yo
te vigilo.

189
Capítulo Diecinueve
AFUERAS DE VERSALLES, FRANCIA

—¿C
ómo lo conseguiste Carter? —preguntó ELLA mientras
oteaba lo que parecía un pequeño castillo desde la
ventanilla del todoterreno que el equipo había adquirido
hacía unas dos horas, poco después de abandonar la finca de Henry. Habían
abandonado los tres Suburbans que les había, regalado, la Inteligencia francesa a
cambio de dos vehículos, esta vez sin dispositivos de rastreo. Otro ¿cómo se las
arregló Carter para hacer eso? Se añadió a la creciente lista de preguntas que tenía
en la cabeza.
—Es un hostal y está cerrado por la temporada —contestó Griffin, que no era
exactamente lo que había preguntado, pero quizá Griffin no sabía cómo había
organizado Carter su alojamiento temporal.
—Ella dirigió su atención a Jesse, sentado a su lado en el asiento trasero, con la
mirada fija en la ventanilla. No había tenido tiempo de cambiarse y, con la mano
apoyada sobre el rifle que llevaba en el regazo, parecía estar esperando otra
emboscada.
Estaban estacionados frente al hostal, esperando a que el resto del equipo
Falcon les diera el visto bueno para entrar.
Jesse apenas había pronunciado una palabra desde que se alejaron de la finca
de Rochella, que ahora necesitaba grandes reparaciones y probablemente también
un equipo de limpieza de la escena del crimen. Pero se habían ido sin una gota de la
sangre de Henry en las manos de Jesse, y por eso, estaba agradecida.
Sin embargo, durante el enfrentamiento entre Jesse y ella en el estudio, había
habido unos segundos angustiosos en los que no estaba segura de lo que él haría.
Había resistido el impulso de suspirar visiblemente aliviada cuando él finalmente
gruñó y empujó a Henry a su silla ileso.
—Le debes un agradecimiento y una disculpa —había refunfuñado Jesse antes
de encaminarse hacia Ella. La tomó de la mano y la sacó del despacho antes de que 190
Henry pudiera hablar.
Y ahora se encontraban frente a un magnífico lugar que parecía sacado de La
Bella y la Bestia. Pero los alarmantes sucesos de aquella noche seguían presentes en
su mente, a pesar del escenario de cuento de hadas.
Tuvo que admitir que era encantador, y que lo era aún más por las manchas de
nieve blanca e inmaculada que se adherían a los arbustos y cubrían el suelo. Ella
supuso que el lugar tenía varios cientos de años y que tal vez había sido un pequeño
castillo en sus mejores tiempos, antes de ser restaurado y modernizado aquí y allá a
lo largo de los años.
—Es precioso, incluso en la oscuridad. Estoy deseando verlo por la mañana —
dijo Savanna con nostalgia mientras Griffin le sujetaba la mano desde la consola—.
Pero siguen vigilándonos, ¿verdad? Nos deshicimos de los todoterrenos rastreados,
pero alguien tiene ojos en el cielo, ¿no?
—Más que probable. —Griffin volvió a mirar a Jesse, que no estableció contacto
visual, así que se centró en Savanna—. Es difícil deshacerse de un dron, pero cambiar
de vehículo y tomar una ruta más larga para llegar hasta aquí tenía más que ver con
perder una posible fila de los, bueno, malos.
Cierto. Ella no había considerado esa posibilidad. Tampoco le preocupaba
demasiado el hecho de que la Inteligencia francesa probablemente los estuviera
vigilando en ese momento, aunque la hubieran utilizado como cebo, atrayéndola
directamente al peligro por el motivo que fuera.
Pero los franceses y la CIA no dejarían que ese checheno, del que aún no sabía
nada, los masacrara, ¿verdad? Si intentaba atacarlos de nuevo, tenía que creer que
las agencias de inteligencia seguramente se abalanzarían con apoyo aéreo o algo así.
—Entonces, ¿crees que si este checheno nos estaba siguiendo, pudimos
despistarlo? —¿Y qué hay de Zoran? ¿Dónde estaba, y todavía encajaba en el cuadro
de problemas?
—Hicimos lo que pudimos para librarnos de cualquiera que estuviera en tierra
—fue todo lo que dijo Griffin, lo que hizo que Ella se inclinara más hacia la ventana y
escudriñara el cielo estrellado.
—¿En qué momento van a ponernos al corriente de lo que está pasando y de
quién es ese checheno que suena tan aterrador? —preguntó Ella, probablemente por
quinta vez desde que habían abandonado la finca de Rochella.
—Creo que es mejor que hablemos todos cuando estemos juntos en la misma
habitación. —Griffin se revolvió en su asiento y miró a Ella—. Gray puso al tanto a su
padre y a A.J. de la situación antes de irnos de París.
—Oh. Bueno, al menos alguien sabe lo que pasa —dijo Ella cuando Griffin le
191
dirigió una mirada de disculpa—. Lo siento, soy una bola de nervios. No pretendía
enfadarme. —¿Perdió la cabeza A.J. cuando le contaron lo que pasó esta noche? ¿Se
encuentra bien?
¿Se había golpeado A.J., o bueno, quizá Beckett, contra algunas paredes al
enterarse de este nuevo problema? ¿El checheno?
Le encantaría hablar con su hermano, pero los chicos habían tomado su
teléfono y lo habían apagado en París para evitar que lo utilizaran para rastrear su
ubicación. El de Savanna también.
—Imagino que A.J. manejó la noticia como lo haría cualquier hermano —
respondió Griffin—. Pero los Hawkins necesitan reforzar la seguridad ante la amenaza
adicional. Rory y Chris también.
—Dijiste que lo más probable es que Zoran no fuera por mi familia, ya que no
es su estilo, pero este... ¿Checheno podría? —pregunto Ella, notando que Jesse se
movía en el asiento, obviamente incomodo por el hecho de que su mejor amigo y su
hermana iban a necesitar más protección por lo que estaba pasando.
—De acuerdo con Carter, cualquiera es presa fácil cuando se trata de ese
hombre, así que tendremos que llevar apoyo adicional a Alabama para vigilar a todos
allí —respondió Griffin, manteniendo aún vagos sus comentarios sobre ese hombre al
que los chicos temían claramente más que a Zoran—. Jack nos está haciendo señas
para que vengamos —soltó Griffin un momento después.
—Espera —dijo Jesse, y Ella se sobresaltó ante su repentina orden—. Deja que
te abra la puerta. Quiero tener tus seis mientras entramos.
¿Tener mis seis? Sus ojos se clavaron en él cuando salió del vehículo y merodeó
por la parte delantera del todoterreno con la gracia de una pantera. Tras abrirle la
puerta y ayudarla a salir, la acompañó rápidamente hacia la puerta lateral, donde Jack
los esperaba a los cuatro.
—¿Estás bien? —susurró Savanna a Ella cuando se acercó a su lado—. Lo estoy,
pero no lo estoy, si eso tiene algún sentido. Solo intento mantener la calma como
cuando estaba en la habitación segura. Ya sabes, ser optimista de que todo saldrá
bien.
Savanna era realmente optimista, sobre todo desde que había conocido a
Griffin porque, con su ayuda, todo había salido bien cuando se había visto envuelta
en problemas. Incluso había vuelto a encontrar el amor gracias a aquel peligro. Ella
no estaba tan segura de que las cosas le fueran a salir igual. Era difícil mantener
cualquier nivel de optimismo cuando había un hombre ahí afuera acechándolos,
especialmente un hombre al que incluso Carter parecía temer.
—Me siento un poco rota, para ser sincera —confesó Ella en voz baja—. Justo
192
la semana pasada, estaba abriendo los regalos de Navidad con mi familia, y hoy estoy
en Francia perseguida por psicópatas. —Cuando Jesse detuvo momentáneamente su
marcha, ella se dio cuenta de que la había oído.
Desde su vista periférica, vio cómo Jesse se concentraba en el rifle que sujetaba
con firmeza antes de aclararse la garganta y volver a avanzar.
Roto. Así pensaba Jesse de sí mismo, y ella no había querido que sus palabras
de hacía un momento lo hirieran o que pensara que se le habían pegado.
—Tengo que creer que estaremos bien. Somos mujeres fuertes, sureñas,
¿recuerdas? —La confianza de Savanna se había renovado definitivamente con Griffin
de nuevo a su lado, eso estaba claro.
—De acuerdo. —Ella esbozó una rápida sonrisa y siguió a Jack al salón común.
Algunos de sus equipajes ya estaban en la habitación, y Ella vio una de sus
maletas. Carter y sus compañeros habían inspeccionado su equipaje en busca de
dispositivos de rastreo mientras aún estaban en los maleteros de los tres
todoterrenos, antes incluso de que hubieran salido de la casa de Rochella y se
deshicieran de esos vehículos.
Se quitó la chaqueta que Jesse le había puesto sobre los hombros en casa de
Henry y la dejó sobre uno de los sillones junto a la chimenea. ¿Quizá tuviera tiempo
para una ducha y ropa limpia? Por supuesto, lo único que quería en aquel momento
eran respuestas.
Carter estaba equilibrando un ordenador portátil en la palma de su mano
cuando caminó hacia ella y Jesse.
—Sé que quieres respuestas. Pero ¿por qué no te lavas primero? Tenemos que
hacer algunas llamadas más. —Un lector de mentes además de misterioso, ¿eh?
—Creo que es una buena idea —dijo Griffin, mirando a Savanna y poniéndole
una mano en la espalda—. Vamos, tú también. Te llevaré a una de las habitaciones.
—No te perderé de vista. —El tono grave y autoritario de Jesse detuvo a Ella
justo cuando estaba a punto de recoger su maleta. Dejó el rifle y se quitó el chaleco,
luego se desabrochó una placa de aspecto metálico que llevaba sobre la camisa—.
Vámonos. —No se quitó el arma que llevaba atada al muslo ni la que enfundaba en la
cadera. ¿Y dónde estaba el cuchillo con el que había sido tan hábil? ¿Lo habría usado
con Henry si ella le hubiera dado ese un minuto?
Pero no le hizo daño. Lo hizo por mí, se recordó a sí misma.
Jesse recogió una de las maletas que Ella había hecho en Bama y la dirigió hacia
la escalera inclinando la barbilla.
Ella estaba a punto de seguir las órdenes, pero al ver a Sydney arrodillada y
193
registrando una bolsa, se detuvo.
—No he tenido ocasión de darte las gracias, Sydney. —Ella esperó a que
Sydney la mirara—. Arriesgaste el pellejo por nosotras.
Sydney la miró sin comprender, aparentemente incómoda con el
agradecimiento o posiblemente insegura de qué decir o hacer. Ella sólo consiguió
que asintiera con la cabeza antes de volver a rebuscar en la bolsa, negando con la
cabeza y murmurando para sí misma. Lo único que Ella pudo entender fue algo sobre
Aleksa y qué desperdicio.
Emprendiendo de nuevo el camino hacia la escalera, observó que la mirada de
Gray se clavaba en Sydney, algo que había notado que ocurría a menudo. Era curioso,
pero no tuvo tiempo de pensar en ello porque Jesse la empujo suavemente para que
se pusiera en marcha con la bolsa.
Cuando llegaron al rellano, Ella eligió el primer dormitorio que encontró. Tras
encender las luces, tragó saliva al ver la pintoresca habitación que tenía delante.
La pared de detrás de la cama matrimonial era de un suave color púrpura que
dejaba ver el precioso cabecero: un intrincado diseño de punto de aguja con flores
silvestres de colores dentro de un marco dorado, algo que uno esperaría ver en un
castillo francés. Unas maletas de cuero vintage apiladas a cada lado de la cama hacían
las veces de mesillas de noche, y las lámparas parecían faroles antiguos.
—Encantador —dijo en voz baja, olvidando por un momento por qué estaba
allí. Definitivamente, no era su luna de miel.
Todo es una farsa. Incluso la oferta de Henry.
El sonido de la puerta al cerrarse le arrancó esos deprimentes pensamientos.
Al girarse, vio que Jesse ya había llegado a la cama, había dejado allí su maleta y
estaba abriéndola para ella.
—Esperare aquí mientras te duchas. —Se sentó en la cama y sacó su Beretta
M9, que reconoció porque A.J. y Beckett tenían la misma, y la sujetó, apoyándola en
el muslo.
—¿Crees que necesitas eso? —preguntó mientras buscaba en la bolsa artículos
de aseo y una muda de ropa. Era tarde, pero dudaba que Jesse aprobara que se
pusiera su pijama cerca de sus compañeros de equipo, no es que lo hiciera de todos
modos.
—No correré riesgos. —Observó Jesse, desviando la mirada hacia el suelo de
madera como si evitara el contacto visual—. Ella —dijo cuando estaba de espaldas a
él.
Se quedó inmóvil ante la inesperada ternura con la que había pronunciado su 194
nombre.
—Si vas a disculparte por lo que ha pasado esta noche, no hace falta. Por lo que
parece, nos han manipulado a todos. Aunque supongo que es una especie de bien
mayor. —Se giró hacia un lado para mirarlo—. ¿Es una mierda? Por supuesto. Pero
como dijiste en el avión... era un mal necesario. —Con eso, Jesse parpadeó como
aturdido por su elección de palabras, y tal vez ella estaba un poco sorprendida
también.
Una parte de ella se creía lo que acababa de decir, y la otra, que el jurado
seguía deliberando.
Sin esperar a que él hiciera algún comentario, entró en el cuarto de baño
contiguo, cerró la puerta y dejó sus cosas sobre el lavabo. Apartó la cortina de color
púrpura pálido que rodeaba la bañera y abrió el grifo de la ducha.
—Tres minutos —dijo Jesse desde el otro lado de la puerta, llamando dos
veces—. Después de eso, entraré para asegurarme de que no te has resbalado y
caído.
—No es tiempo suficiente.
—Cuatro —contestó él con un gruñido, y ella puso los ojos en blanco pero no
protestó.
Estaba impaciente por deshacerse de la ropa que había llevado durante lo que
parecían semanas.
Una vez libre de todos ellos, se metió en la ducha y dejó que el agua, aún no
caliente, bañara su cansado cuerpo.
—No deberías haberte resistido —dijo, sabiendo que Jesse probablemente
estaba apoyado en la puerta y podía oírla—. Te electrocutaron por mi culpa. Lo siento.
—continuó cuando él se quedó callado—. Por cierto, no quería ir con Henry cuando
nos soltaron. Los agentes nos obligaron. No quería dejarte allí. Eso me mató, para que
lo sepas. —Su voz se quebró esta vez, y no estaba segura de que él hubiera oído sus
últimas palabras por encima del agua corriente que tardaba una eternidad en
calentarse, ya que seguramente hacía tiempo que no se utilizaba.
—Sólo agradezco que estés bien. —Su voz estaba demasiado cerca, lo que sólo
significaba una cosa.
Ella descorrió la cortina lo suficiente como para asomarse y encontró a Jesse
dentro del baño, de espaldas a la puerta cerrada.
—¿Qué pasó con mis cuatro minutos?
Ladeó la cabeza y el movimiento de sus labios, como si luchara por sonreír, la
tomó por sorpresa. 195
—Me estabas hablando. No quería ser descortés y perderme lo que estabas
diciendo.
—¿Ah, sí? —La visión de su marido, de pie, completamente vestido y mirando
mientras ella se duchaba detrás de una cortina casi transparente alejó todos los
pensamientos oscuros.
—¿Quieres que me vaya? —Su voz sensual era ahora burlona, y le pasó la
lengua entre los labios.
Recordó cuando él le lamió el coño y la llevó al paraíso del orgasmo a bordo
del avión. No podía creer lo mucho que se había perdido antes de aquel momento
mágico entre ellos.
Jesse se apartó de la puerta y dio un paso más hacia la bañera.
—¿Me voy? —volvió a preguntar, esta vez con un tono más grave.
Apretó los muslos, el sonido de su voz de mando le produjo una pequeña
sacudida entre las piernas.
—Puedes quedarte —susurró—, pero tal vez vuelve a acercarte a la puerta. —
Puedo olvidar por completo lo que pasó esta noche, correr la cortina y dejarlo disfrutar
de otro espectáculo. Participar de nuevo también.
Todavía no podía creer que hubiera empezado a tocarse a bordo del avión la
otra noche, sintiendo la necesidad de excitarse sabiendo que Jesse estaba en el baño
acariciándose la polla mientras pensaba en ella. Había sido descarado, atrevido y una
auténtica locura. Y no se arrepintió ni por un segundo, ni siquiera después de su
pequeño altercado sobre su trabajo de asesino a sueldo aquella mañana, antes de que
la policía interceptara el avión.
¿Cómo iba a arrepentirse cuando su cuerpo anhelaba a ese hombre a tantos
niveles? El hecho de que estuviera excitada en ese momento era prueba de su
química insana. La conexión física y emocional era increíble.
Y ha desaparecido de mi lista de odiados, así que eso también.
Jesse retrocedió contra la puerta y frotó la boca de su pistola contra su muslo,
lo que debería haberla hecho recapacitar sobre la gravedad y el peligro de su
situación, pero no fue así.
—Quizá debería esperar afuera. —Sus ojos se movieron sobre la cortina de
nuevo, como si al mirar lo suficiente, sería capaz de ver a través de ella—. No puedo
distraerme otra vez.
¿Otra vez? ¿Como había estado con Zoran aquel día del año pasado? Cuando
leyó entre líneas lo que le había dicho en el avión, que Zoran había sobrevivido
porque estaba angustiado por su próxima boda con Brian, no supo cómo reaccionar.
—¿Jesse? —susurró, sintiendo un poco de pánico de que él fuera a terminar y
196
huir. No físicamente, pero sí emocionalmente.
—¿Qué? —La palabra salió entrecortada, como un sonido ahogado, como si
estuviera lidiando con una batalla interna de algún tipo, y ella necesitara atraerlo a su
lado antes de que se rindiera a las preocupaciones y los malos pensamientos. Ella
evitó que se desatara contra Henry, así que tenía que haber esperanza.
Su corazón latía furiosamente mientras los nervios se apoderaban de ella, pero
con ambas manos, abrió la cortina de la ducha, aliviada de que el agua estuviera ya
caliente y permitió que su, marido, la viera completamente desnuda por primera vez
en tres años. En el avión, él la había visto casi toda, pero no toda completamente.
—¿Qué haces? —preguntó entre dientes apretados.
—Nada ha sido real —comenzó con voz suave, temblando a pesar del agua más
caliente, y sus pezones se endurecieron hasta puntos dolorosos—. El matrimonio. Las
gemas sureñas. Nada. Pero lo que siento por ti aquí y ahora, a pesar de toda la locura...
es real. —Se puso una mano sobre el corazón y siguió para no romper a sollozar—. Lo
que siento por ti ahora mismo, es real. Y nadie puede quitármelo. —Tragó saliva—. A
ninguno.
Dio un paso adelante.
—¿Qué estás diciendo?
—Tienes que saber que por muy enfadada que me ponga contigo a veces, o
por muy asustada que haya estado... mis votos hacia ti fueron reales. —Te amo.
Siempre te amaré. ¿Pero por qué no podía decir eso ahora?
La mirada de Jesse se posó en el suelo de baldosas, su pecho se expandió con
una profunda respiración mientras enfundaba su arma, y ella esperó nerviosa su
siguiente movimiento.
Desviando su atención hacia la puerta, Jesse cerró la cerradura con un
chasquido antes de volverse hacia ella. La tensión de su mandíbula bajo el vello facial
y la vena de su cuello eran señales de que seguía intentando luchar contra algo. ¿O
tal vez luchaba contra su deseo de acercarse a ella?
—¿Vas a rechazarme, Jesse Edward McAdams? —susurró—. ¿O vas a amarme?
Dos pasos más cerca, y estaba al alcance de la mano.
—Te dije que mis votos fueron reales. También lo son las fotos de mi cartera.
Todo —volvió a decir en un tono bajo que hizo que un escalofrío le recorriera la espina
dorsal—. Lo que siento por ti y lo que siempre he sentido por ti es más real que mi
propia existencia —carraspeó mientras borraba el último espacio que quedaba entre
ellos y, sin dudarlo, le sujetó la nuca. La miró profundamente a los ojos y añadió con
voz ronca—: Es tan real que en tres años ni siquiera he tocado a otra mujer. 197
Sus labios se encontraron con los de ella, y ella cerró los ojos mientras su
lengua exploraba su boca, y tardó unos segundos en comprender realmente lo que
Jesse le había confesado. Y había dicho muchísimo.
No quería llorar por su confesión. No quería romper en un feo sollozo por el
hecho de que él hubiera admitido que no había estado con otra mujer desde Nueva
York, no mientras se besaban, sino...
Las lágrimas se desataron de todos modos, mezclándose con el agua sobre su
cabeza. Jesse debió oír la emoción que la ahogaba, o la sintió en su beso, porque
retrocedió lentamente y llevó ambas manos a los lados de sus brazos, sujetándola con
fuerza mientras su piel húmeda empapaba su camisa.
Necesitaba hablarle de Brian. Decirle a Jesse que él también era el único
hombre con el que había estado desde Nueva York. Y el único hombre, desde el otro
día, que se la había lamido... nunca. Nunca jamás. Treinta y tantos años, y nunca había
dejado que un hombre pusiera su cara entre sus piernas hasta Jesse.
Pero la llamada a la puerta del baño hizo retroceder a Jesse, que corrió las
cortinas como si le aterrorizara que alguno de sus compañeros viera su cuerpo
desnudo.
—Oye —Griffin llamó desde el dormitorio—. Thatcher está al teléfono, y por fin
está dispuesto a hablar contigo.

198
Capítulo Veinte
—J esse, ¿me has oído? Dije que lo siento —repitió Thatcher. La línea
segura desde la que había llamado estaba emitiendo sus palabras a
través del altavoz del teléfono de Jesse. Jesse cerró los ojos, esas
cuatro últimas palabras desencadenaron un recuerdo desagradable, que le llevó de
vuelta a Bama durante su último año en el instituto.
—Dije que lo siento. ¿Me has oído siquiera? —había refunfuñado el padre de
Jesse antes de recoger la llave inglesa que le había arrojado en el garaje, fuera de la
vista de Rory o de su madre.
Después, su padre se había arrodillado frente a donde estaba sentado Jesse,
de espaldas a la pared y con la mano masajeándole las costillas en un esfuerzo por
aliviar el daño que su padre le había infligido con algo más que la llave inglesa.
—Tienes que dejar de meterte en peleas en la escuela. —Como siempre, el tono
de su padre se había vuelto más calmado y uniforme, casi como si le importara. Como
si realmente se hubiera sentido mal por pegarle—. No puedes seguir haciéndote el
héroe, luchando las batallas de los demás por ellos sólo porque son demasiado débiles
para hacerlo ellos mismos.
—¿Qué se supone que debo hacer, papá? —Las costillas le habían ardido por el
dolor, pero se había tragado un gemido. Nunca dejó que su padre supiera lo mal que
le había hecho daño, pero siempre le había costado un poco más ocultar el dolor a su
madre y a su hermana—. El tipo se lo buscó. Se estaba metiendo con alguien tres años
más joven, y no voy a quedarme de brazos cruzados.
—Dije que no te involucraras, y eso es lo que quiero decir. No me alces la voz,
muchacho. No me contestes. —Se había inclinado y escupido las palabras, su aliento
olía fuertemente a alcohol. Whisky de malta. Siempre Glenlivet—. Si te suspenden una
vez más, irás al ejército en cuanto cumplas dieciocho años. Ahora lárgate de mí garaje
y límpiate. Te voy a mandar al Rancho Hawkins para que hagas algún trabajo de verdad
ya que no se te permite ir a la escuela por tres malditos días.
—¿Jesse? —Abrió los ojos al oír la suave voz de Ella que lo devolvía al presente,
y la vio de pie al otro lado de la mesa donde estaba su teléfono boca arriba.
Aquellos hermosos ojos azules eran la calma de su tormenta. Siempre lo habían 199
sido. Ella nunca había tenido ni idea del temperamento o los abusos de su padre, pero
siempre había sido la primera persona a la que él había acudido para que lo ayudara
a, revitalizarse, en cierto modo. Siempre había habido algo en ella que lo
tranquilizaba, mucho antes de que su atracción por ella se convirtiera en sexual. Su
visión fresca del mundo hacía que todo lo feo que había en casa se desvaneciera.
Y mirar a Ella ahora mismo, ni siquiera cinco minutos después de haberle
confesado en el baño lo que realmente sentía... hacía que el recuerdo con su padre
doliera menos. El dolor de su pecho parecía reducirse cuanto más lo miraba Ella.
Ella se acercó y puso la palma de la mano de él sobre la mesa. ¿Había cambiado
algo oficialmente entre ellos arriba?
Ella lo había visto quitar vidas aquella noche, y habría estrangulado a Henry si
ella no se lo hubiera impedido.
Pero el momento que habían compartido en el baño le pareció significativo, y
aquel beso lo hizo preguntarse si por fin estaban trabajando hacia ese punto medio.
Y le dio esperanzas. Pero primero tenía que enfrentarse a Thatcher y al mundo de
problemas que su antiguo jefe le había creado.
—Sí, he oído tus disculpas —habló por fin Jesse, y basándose en la rabia que
oía en su propia voz, supuso que lo más probable era que todos los presentes
estuvieran preocupados de que estuviera al borde de un colapso mental. Los únicos
dos compañeros que faltaban eran Jack y Oliver, que estaban afuera recorriendo el
perímetro para otro control de seguridad.
Jesse evitó a propósito escudriñar la habitación en busca de las reacciones de
todos a este espectáculo de mierda entre él y Thatcher. Necesitaba mantener su
atención en Ella si quería superar esta llamada.
—Y no acepto tus disculpas —añadió lentamente Jesse cuando Thatcher optó
esta vez por el silencio—. Me da igual lo que vayas a decir sobre por qué mentiste,
utilizaste y...
—Escúchame —lo cortó Thatcher—. Ahora mismo estoy en Francia. Si quieres,
puedo ir a verte.
Por supuesto, estaba en Francia. ¿Qué esperaba Jesse? ¿Que se mantuviera al
margen? No, Thatcher podría haber tenido el estatus de E-9, el rango más alto de la
Fuerza Aérea alistada cuando se fue, pero nunca había perdido la mentalidad de chico
nuevo, luchador, de ir por la yugular. Era un superdotado cuando se trataba de acabar
con los malos del mundo, y en un tiempo, Jesse había admirado eso de él.
—Déjame adivinar, tú también sabes exactamente dónde estamos. —Carter se
acercó a la mesa y puso las palmas de las manos junto a las de Jesse—. Comparte la
alimentación del dron con nosotros. Necesitamos saber si o cuando cualquier
amenaza podría caer.
200
—Ahora están a salvo. Tenían cola, pero la perdieron. Pero nuestros ojos en el
cielo también la perdieron —Thatcher reveló la mierda de noticia.
—Es un milagro que incluso puedas encontrar tus bolas en estos días —
comentó Carter—. Por supuesto, probablemente las guardes en una caja de acero
encima de la mesa de algún trajeado en el cuartel general, ¿no? Dejas que ellos lleven
la voz cantante.
—Cómo te he echado de menos, Dominick. —El sarcasmo de Thatcher se coló
por la línea.
Jesse miró a Carter por el rabillo del ojo, dándose cuenta de que había un
evidente enfrentamiento que desconocía entre los dos hombres. Nuevo jefe contra
viejo jefe. Bueno, si esta noche era la prueba de algo, era que Jesse estaba firmemente
del lado de Carter. Y ahora entendía por qué a Carter no le había gustado Thatcher
desde el principio. Probablemente había trabajado con él antes.
—Enviando la transmisión ahora. Deberían tener acceso a la señal de nuestro
dron en sesenta segundos —dijo Thatcher, tras lo cual Carter miró hacia Sydney,
indicándole que se encargara de ello—. Por cierto, hemos oído que un pajarito te
susurró algo de información al oído —añadió Thatcher—. Apuesto a que tú también te
estás preguntando si eso formaba parte del plan o no.
Las fosas nasales de Carter se encendieron y su mano se cerró en un puño.
Había algo en aquella agente del MI6 que lo irritaba y que alteraba su habitual calma
y serenidad.
—A mí no me pareces tan arrepentido —dijo Jesse, intentando reconducir la
conversación antes de que Thatcher pudiera lanzar más mierda a Carter—. Deberías
haberme hablado del checheno. Debería haber sabido lo que estaba en juego. —Se
apartó de la mesa y se irguió. Ella le dirigió una mirada compasiva, y él se sorprendió
al darse cuenta de que su cuerpo no estaba tan tenso como esperaba—. Manipulaste
toda esta situación.
—No anticipé el falso matrimonio, tengo que admitirlo. Un bonito detalle: tratar
de incitar a Zoran a hacer algo antes de lo previsto. —Thatcher sabía exactamente
qué botones apretar. Seguía con sus juegos mentales, el hombre no podía evitarlo.
—Si hubiera sabido que Zoran contrató al checheno para hacer su trabajo sucio,
sabes que nunca habría dejado que Ella viniera a París. Nunca la habría dejado salir
del país. Punto. —Jesse casi había olvidado que Thatcher también era responsable de
preparar la oferta de Henry Rochella a Ella y su viaje a París. Mierda, también quería
destrozar a su jefe y tomarse su tiempo haciéndolo.
Miró a Ella, con los ojos muy abiertos y una mano sobre la boca. Ella acababa 201
de atar cabos sobre el papel que desempeñaba El Checheno. Había oído hablar de
él en casa de Rochella y, tras hablar con Griffin en el auto, supo que era lo bastante
peligroso como para requerir protección adicional para su familia en Alabama.
Pero el equipo aún no le había contado a ella y a Savanna todas las razones por
las que los chicos estaban preocupados, incluyendo lo que habían aprendido desde
su detención por los franceses. Y Jesse odiaba que ella estaba a punto de escuchar
más malas noticias.
—El checheno es un... ¿asesino a sueldo? —preguntó Ella.
Se le oprimió el pecho al pensar que lo comparaba con el checheno. Dios,
esperaba que ella nunca lo viera así.
—Es un asesino a sueldo, sí —contestó Carter cuando las palabras se quedaron
atrapadas en la boca de Jesse—. Responsable de matar a varios jefes de estado y
dignatarios. Pero está abierto a cualquier objetivo si el precio es correcto.
—Llevamos años dándole caza, pero Carter es el único bastardo afortunado
que conocemos que le ha visto la cara y se ha marchado para contarlo —comentó
Thatcher—. El checheno sabe que Carter está involucrado personalmente en esta
operación, lo que significa que no enviará un equipo como suele hacer. —El tono
despreocupado de Thatcher hizo que Jesse levantara el teléfono, deseando poder
darle un puñetazo en la cara al bastardo y mirarlo a los ojos—. Tenemos que atraparlo,
cueste lo que cueste.
—No importa qué... —Jesse hizo todo lo posible por contener su ira antes de
tirar el teléfono al otro lado de la habitación—. Te estás pasando de la raya con esto.
Meter a Ella en esto es demasiado, incluso para ti.
—Yo no la metí en esto. —El tono de disculpa de Thatcher había desaparecido
hacía tiempo—. Ella estaba destinada a quedar atrapada en las consecuencias de tu
fracaso en matar a Zoran porque tus putos sentimientos estaban heridos porque Ella
se casaba con otro. Tú la metiste en esto. No me culpes de ello.
Jesse cerró los ojos, incapaz de mirar a Ella tras el comentario de Thatcher.
Todos en la sala sabían ya esa parte de verdad, pero oír a Thatcher, de todas las
personas, decirlo en voz alta en presencia de Ella puso a prueba demasiado a Jesse.
En la mente de Thatcher, simplemente estaba jugando una partida de ajedrez,
moviendo las piezas hasta lograr el jaque mate a una grave amenaza. Y él claramente
haría cualquier cosa para ganar el juego. Pero en el fondo, era Jesse quien le había
dado esas piezas de ajedrez en particular para trabajar, porque Thatcher tenía razón.
Si Jesse hubiera acabado con Zoran hace dieciocho meses, ahora no habría caso.
Ninguna pista sobre El Checheno.
Soltó el teléfono y se giró, viendo a Griffin de pie junto a Savanna. Cuando los
202
ojos de Griffin se encontraron con los suyos, Jesse supo que su compañero de equipo
entendía exactamente lo que estaba sintiendo en ese momento. Querría destrozar a
cualquiera que pusiera a Savanna en peligro.
—¿Cuál es el plan, Thatch? —Carter utilizó su apodo para confirmar que habían
trabajado juntos.
Griffin asintió a Jesse, su manera de hacerle saber que tenía la espalda de Jesse,
cualquier cosa que necesitara. Y él lo apreciaba. ¿Pero qué necesito? Necesito a Ella a
salvo, no mezclada en esto.
—Esperamos que El Checheno vaya por ti, y entonces nos dejamos caer y te
ayudamos a derribarlo. Capturado, no muerto. Lo necesitamos vivo para confirmar
algunos de sus asesinatos y la ubicación de algunos cuerpos. —Y ese era el Congreso
hablando a través de Thatcher en este momento. Carter tenía razón, las bolas de
Thatcher estaban más que probablemente en una caja y en un escritorio en algún
lugar de D.C.
—¿Crees que nos sentaremos y esperaremos? —Jesse se volvió lentamente
hacia la sala, donde Ella estaba ahora sentada en uno de los sofás—. No lo haré.
—¿Cuál es la diferencia? —replicó Thatcher—. Estabas bien cuando era Zoran
el que iba por ti y Ella.
—Hay una gran diferencia. El modus operandi de Zoran es ojo por ojo. No
matará a una familia entera para atrapar a un objetivo como puede hacer el checheno.
—El rápido comentario de Carter hizo que Jesse cerrara los ojos.
Matanza. No era la palabra en la que quería que Ella se centrara. En su familia.
Mierda, su familia. Si les pasaba algo por culpa de esto.
—Sólo una persona que conozcamos se ha enfrentado a El Checheno cara a
cara y ha sobrevivido —añadió Jesse, abriendo los ojos y pasándose los dedos por el
cabello, tratando de comprender la situación e idear un nuevo plan, uno que no
incluyera a Ella. O que su familia se convirtiera en un daño colateral.
—Por suerte para ti, esa persona está en tu equipo —comentó con arrogancia
Thatcher, y Jesse robó una rápida mirada a Ella, con el rostro fantasmagóricamente
pálido, los ojos en el suelo.
Maldita sea. Esto era demasiado.
—Tu gente no debería haberse llevado nuestro software —intervino Sydney
antes de que Jesse pudiera arremeter contra su antiguo jefe.
¿Cómo había pensado en Thatcher como una figura paterna? Es una broma,
¿no? No podría importarle menos lo que me pase.
—Estábamos usando a Aleksa, con la esperanza de rastrear a Zoran antes de
203
que llegara a nosotros. —Sydney le pasó su portátil a Carter, que mostraba la vista
aérea en directo del bed and breakfast desde el dron de la Agencia—. Si podemos
encontrar a Zoran, tal vez podamos encontrar al checheno antes de que él nos
encuentre a nosotros.
—Zoran no es el objetivo, pero hay que acabar con él —comentó Thatcher—.
Sabe el nombre de Jesse, lo que significa que sabe el de Ella.
—¿Quién filtró mi nombre? ¿Eso era parte de tu maldito plan también? —
Necesitaba golpear o disparar a alguien, maldita sea.
Ella ya estaba de pie, con la cara aún sin un poco de su color normal, pero se
dirigió hacia él como si sintiera que era un animal salvaje, que se sentía amenazado y
que podría huir. O morder.
Demonios, tenía razón.
Y cuando se puso a su lado, acariciándole el brazo, consiguió calmarlo cuando
debería haber sido él quien la ayudara.
Se mantuvo firme incluso cuando Thatcher dijo:
—No teníamos elección. Necesitábamos que Zoran supiera tu nombre para que
el plan funcionara con el checheno. Tu nombre se filtró a alguien de la inteligencia
búlgara que creímos que compartiría la información con Zoran por el precio
adecuado.
Si Thatcher estuviera frente a él en este momento...
—¿Por qué la esposa? —preguntó Sydney, salvando a Thatcher de un latigazo
de Jesse—. Lo sabes todo sobre todo, lo que significa que sabes por qué asesinaron a
la mujer de Zoran en primer lugar.
—¿Y eso qué importa? —replicó Thatcher. Por qué demonios lo mantenía en
secreto?
—Importa porque, en parte, Ella y Jesse están en esta situación porque la mujer
de Zoran murió —respondió Sydney, la confianza en su tono hizo que Gray la mirara.
—Bueno, no podemos traerla de vuelta a la vida, y esa información no ayudará.
Necesito que se centren en El Checheno. La DGSE se está encargando ahora de la
operación de Aleksa, y si quieren que sigamos compartiendo esa información de los
drones con ustedes, sugiero que no se oponga a esto. —Thatcher se quedó callado un
momento, y Jesse miró alrededor de la habitación, sin saber qué hacer. Thatcher los
tenía ahora sujetos por las bolas.
—Si cambias de opinión y quieres que te haga una visita, ya sabes cómo
localizarme. Y, Jesse, por si sirve de algo, lo siento mucho. Pero los males necesarios
del trabajo... 204
Carter terminó la llamada, cortándolo, y Jesse lo agradeció. No podía tolerar
más estupideces de aquel hombre, igual que nunca había aceptado las disculpas sin
sentido de su padre a lo largo de los años.
Algunas disculpas llegaban demasiado tarde.

205
Capítulo Veintiuno
—T
odos los vuelos de esta noche están jodidamente reservados —
dijo Gray mientras entraba en la habitación junto a Jesse.
Después de que Carter había terminado sin ceremonias
la llamada con Thatcher hacía diez minutos, Jesse había desaparecido de la sala de
estar, presumiblemente para cambiarse de ropa. Su camisa estaba húmeda por el
beso en la ducha, pero estaba tan ansioso por atender la llamada que no la había
cambiado por una seca.
Agradeció que hubiera vuelto con vaqueros y una camisa de cuadros. No había
querido admitirle que la sangre seca de su ropa le había hecho mella en el estómago,
revolviendo el poco contenido que tenía como si estuviera en una de esas horribles
atracciones de feria que tanto le gustaban a McKenna, la hija de Beckett. Lo peor de
todo, sin embargo, era la espantosa visión de él degollando a aquellos hombres en la
finca de Henry. Eso podría quedarse con ella para siempre.
Ella se sacudió rápidamente esos pensamientos de la cabeza y los sustituyó por
un recuerdo diferente, uno que no quería olvidar jamás: su confesión de que, en los
tres años transcurridos desde su fin de semana en Nueva York, no había tocado a
ninguna otra mujer. Después, la había besado como si siempre le hubiera
pertenecido.
—Espera, ¿qué? —Ella parpadeó, dándose cuenta de que había perdido la
concentración.
Gray permaneció de pie junto a Jesse, con las manos metidas en los bolsillos.
—Mis chicos en California no pueden conseguir un vuelo a Alabama hasta
mañana.
—Sigue siendo más rápido que si envío a algunos de los míos. —Carter levantó
la vista de su portátil y consultó su reloj—. El checheno sólo confirmó esta noche en
la finca Rochella que realmente estoy aquí.
—¿Y eso qué significa? —preguntó Ella.
—Si El Checheno decide enviar un equipo a Alabama como palanca para
intentar forzarme a salir a la luz... Los hombres de Gray deberían llegar allí antes que 206
cualquiera de los hombres de El Checheno. —Carter se reclinó en su silla junto a la
mesa cubierta de tecnología y deslizó sus grandes manos en los bolsillos de sus
pantalones de vestir...
¿Palanca? Una parte de ella deseaba no haber oído eso.
—Entonces, ¿tus chicos ayudarán a proteger a mi familia? —No es que Beckett
y los demás no pudieran defenderse. Shep, Caleb y los peones eran muy buenos con
las armas, pero que Ella supiera, nunca habían matado a nadie. Y A.J. podía ser como
Rambo en su mente, pero también tenía que cuidar de su mujer y su bebé, lo que
complicaría las cosas.
Gray se movió delante de Carter, y se paró cerca de Jesse.
—Sólo pude conseguir cinco tipos con tan poco tiempo de aviso, pero espero
que sea suficiente.
¿Esperaba? Sí, no era la palabra que quería oír cuando se trataba de la
seguridad de sus seres queridos.
—Podría enviar a más hombres, pero para cuando llegaran... —Carter dejó
escapar sus palabras, y Ella inclinó la cabeza para mirar alrededor de Gray y ver a
Carter negando con la cabeza—. Además, puede que necesitemos la ayuda aquí si
vamos a enfrentarnos a El Checheno.
—A.J. va a llevar a su mujer y a su bebé a Washington D.C. para que estén a
salvo. Tomará un vuelo de vuelta mañana para poder concentrarse sin distracciones
—observó Jesse, con un tono oscuro y profundo.
Una distracción. Como Ella lo había sido para Jesse. ¿Y volvería a ser una
distracción cuando se enfrentara a Zoran y al checheno?
—Lo siento, Ella. —Gray se acarició la mandíbula, con los ojos mirando al
suelo—. Habría enviado a los chicos a Bama antes si hubiera sabido lo del checheno.
No creíamos que Zoran fuera a ir por tu familia. Que El Checheno esté involucrado lo
cambia todo.
Pero Ella recordó las palabras de Jesse a Thatcher. Él ni siquiera habría dejado
que Ella fuera a París, y punto, si hubiera sabido lo del checheno.
—La única que debería disculparse es el antiguo jefe de Jesse —susurró Ella.
Gray inclinó la cabeza en silencio, como si aún sintiera la necesidad de
disculparse, y luego se unió a Carter en la mesa y recogió un ordenador portátil.
Cuando Ella volvió a fijarse en Jesse, tenía la mandíbula apretada y sus ojos se
cruzaron brevemente antes de que él se volviera hacia la chimenea. Los músculos
tensos de su espalda se flexionaban visiblemente bajo la camisa, y Ella se dio cuenta
de que se esforzaba por contener sus emociones.
207
Savanna apretó el muslo de Ella, ofreciéndole un apoyo silencioso mientras se
sentaban como espectadoras en el sofá y observaban el salón del pintoresco bed and
breakfast, ahora transformado en centro de mando.
Los antiguos operadores del ejército empezaron a soltar siglas y jerga militar
a diestra y siniestra mientras discutían planes operativos que pasaron por encima de
Ella durante los treinta minutos siguientes.
—La única vez que lo he visto así fue cuando estabas en una de tus citas —dijo
en voz baja Savanna, y Ella siguió su barbilla inclinada hacia Jesse.
¿Citas? Dios, octubre parecía un millón de años atrás cuando ella había ido a un
montón de citas en un último intento de conseguir que Jesse finalmente diera un paso
adelante y exigiera que él fuera el único con el que saliera.
Pero Savanna tenía razón. Jesse estaba inquieto. No era su norma.
Tiró del cuello de su camisa de cuadros grises y negros como si le ahogara. Se
quitó las esposas y se subió las mangas hasta los codos, para volver a bajárselas un
minuto después. A continuación, jugueteó con su gorra de béisbol, aparentemente
incapaz de decidir si llevarla con la visera hacia delante o hacia atrás.
—¿Va a golpear algo? —El suave acento sureño de Savanna era suave y dulce
como la miel que añadía al té helado casero que siempre preparaba para Ella en casa.
—Parece que quiere golpear a muchos.
Jesse tenía ahora los nudillos firmemente plantados sobre la mesa de roble, a
ambos lados de un ordenador portátil instalado en una especie de caja negra de
aspecto resistente e indestructible, pero seguía inquieto. Por lo que Ella podía ver,
Jesse era una, tormenta perfecta, de furia que cobraba impulso a cada minuto que
pasaba.
Al menos no golpeó a Henry como golpeó la pared de su taller.
—Me siento impotente —murmuró Ella unos segundos después, odiando que
no pudieran hacer otra cosa que sentarse y mirar—. Y estoy a punto de ponerme igual
de inquieta si no hago algo.
—Distráete. Yo también lo necesito. —Savanna le dio un codazo en el costado—
. Dime algo. Cualquier cosa que nos haga olvidar esta locura.
Ella lo pensó un segundo, luego se inclinó y susurró:
—Jesse no ha estado con otra mujer desde Nueva York.
Savanna jadeó.
—¿En serio?
208
—Sí —Ella se sorprendió ante aquella revelación, sobre todo porque había
seguido las órdenes de Jesse y había seguido adelante con su vida. Bueno, había
aceptado la proposición de Brian, e incluso había planeado la boda, pero en realidad,
nunca había seguido adelante.
—Bueno, eso es... algo importante. —Savanna bajó la voz y dijo—: Te esperó,
incluso cuando estabas comprometida. Eso dice mucho. —El corazón romántico de su
amiga probablemente se estaba duplicando en ese momento. Al menos estaba
distraída. Objetivo cumplido—. Eso significa que siempre esperó que acabaran
juntos —añadió, llevándose las manos al pecho.
Anticipándose a la siguiente pregunta de Savanna, Ella respondió:
—Antes de que preguntes, no, aún no se lo he dicho. Nos interrumpió tu
hombre justo después de besarnos y no tuve oportunidad.
—Lo siento. Lo juro, a veces creo que Shakespeare tenía razón. —Ella percibió
un sorprendente atisbo de sonrisa en los labios de Savanna—. 'Todo el mundo es un
escenario, y todos los hombres y mujeres meros actores'. Y a los escritores de nuestras
vidas les encanta fastidiarnos. La tensión. La acumulación. —Savanna simuló una
explosión con las manos—. Y luego boom. —Miró a Ella—. Apuesto a que esa
interrupción conducirá a algo más caliente y pesado más tarde.
—Hablando por experiencia personal, ¿supongo?
—Gray nos sorprendió a Griffin y a mí una vez. —Las mejillas de Savanna se
sonrojaron—. Yo también estaba en topless. Así que, tuviste suerte de que Griffin no
irrumpiera en tu momento.
—Y ustedes dos estaban…?
—Oh. —Savanna se giró para mirar a Ella—. Griffin siguió adelante y terminó
el... trabajo, de todos modos. Y nunca volveré a ver una piscina igual.
La suave risita de Ella debió de captar la atención de Jesse, porque sintió sus
ojos clavados en ella antes de volverse para confirmarlo. Jesse le dirigió una mirada
acalorada, una mirada que le dijo que el sonido de su risa también había desviado sus
pensamientos.
No podía permitirse distraerse cuando necesitaba estar, centrado en la misión,
pero el hombre también necesitaba relajarse antes de golpear a alguien o algo peor.
Y para Ella, tal vez era mejor pensar en sexo caliente con Jesse que en su
situación actual. O preocuparse por como A.J. estaba manejando las noticias sobre El
Checheno sin estar en Francia para ayudar. Eso tenía que volver a su hermano un
poco loco.
Jesse la clavó una inesperada y sensual mirada y volvió a remangarse
lentamente la camisa hasta el codo, dejando al descubierto su antebrazo. ¿Podría 209
soltarse los botones de la camisa a continuación? ¿Mostrarle la dura pared muscular
por la que ella quería deslizar sus palmas centímetro a centímetro?
¿Hace calor aquí? ¿Qué me pasa?
—Bien, tu chico te está follando con los ojos ahora mismo. —El uso casual de
palabras como, follar con los ojos, por parte de la dulce amiga de Ella era nuevo.
Savanna había compartido recientemente que Griffin había sacado un lado travieso
en ella, y le estaba encantando.
—¿Estaría mal que nosotros...? —susurró Ella, incapaz de apartar los ojos de su
marido, mientras él trabajaba ahora la segunda manga hasta el codo. Y cuando su
mirada se desvió hacia su gran mano, lo único en lo que podía pensar era en sus dedos
bombeando dentro de ella justo antes de que capturara su coño con la boca en el
dormitorio del avión.
El checheno. Zoran. Todos están en peligro. Y nos estamos haciendo ojitos.
—Creo que estaría mal que no lo hicieras. Han pasado tres años —dijo Savanna.
Como si Ella fuera a olvidar ese hecho—. El hecho de que ninguno de los dos se haya
acostado con alguien más es material de Récord Guinness, en mi opinión.
Ella soltó una ligera carcajada, incapaz de contenerse. A Ella le encantaba esta
nueva faceta de Savanna.
—Sí, ya no parece que quiera dar un puñetazo. —Savanna le dio un codazo a
Ella, alcanzándola en las costillas—. Sácalo de aquí. Hazlo ahora. Los demás no se
darán cuenta de que se han ido.
—Claro —se burló Ella en voz baja—. Oye, maridito, ¿puedes venir y follarme
hasta los sesos, arriba? ¿Distraerme de esta maldita locura? ¿Tal vez ponerme una
mano en la boca para que no grite tan fuerte que todo el mundo me oiga? Ah, y
¿puedes volver a hacer esa cosa deliciosa con la lengua?
Ahora era Savanna la que se reía, lo que atrajo la atención de Griffin. Se alejó
de donde había estado parado, bloqueando por un momento la vista de Ella hacia
Jesse con su gran cuerpo mientras se acercaba.
—¿Están bien? —Griffin se paró frente a la mesa de café, que tenía unas cuantas
revistas como centro de mesa—. No se están riendo porque perdieron la cabeza o
algo así, ¿verdad?
Savanna dio un manotazo al aire y Ella supuso que había lanzado una mirada de
reojo, pero su atención se centró en Jesse.
—Nos las arreglamos con la situación de la única forma que sabemos.
Ella se encogió de hombros y añadió:
—A.J. siempre utiliza el humor para salir adelante. El marido de Rory también.
Supongo que lo intentamos por encima de la pérdida de nuestra cordura.
210
—Cooorrecto —soltó Griffin como si no acabara de creerle a ninguna de las
dos.
—Oigan, tenemos entrada —una voz que sonaba como la de Jack saltó por una
de las radios—. Tengo ojos en el conductor de un BMW.
—¿Quién es? —Jesse sacó un arma de la parte trasera de sus vaqueros mientras
sujetaba la radio, y los demás en la sala se reunieron a su alrededor, esperando más
información de Jack.
—Bueno, mierda. —Un toque de las raíces texanas de Jack rodó por su tono—.
Parece que esa sexy oficial del MI6 nos está haciendo una visita.

211
Capítulo Veintidós
C
arter cruzó la sala a grandes zancadas en dirección al bar,
completamente abastecido y situado frente a un largo ventanal que
daba a un espacioso patio. Estaba de espaldas a la sala, pero Ella pudo
ver su reflejo en el cristal mientras recogía una botella y un vaso de cristal.
En cuanto Jack le informó de que iba a acompañar a esta misteriosa mujer a la
casa, Carter se dirigió hacia el alcohol como si el camarero del Drunk Gator de Bama
acabara de anunciar, última llamada.
Ella sólo había echado un rápido vistazo a la agente del MI6 en el aeropuerto,
así que no estaba preparada para la mujer que entró en el salón junto a Jack. Ya más
alta que la media, sus botines negros con gruesos tacones de cuña le dieron otro
empujón. ¿Y eran botas Gucci de mil dólares? Sí, Ella observó el logotipo de Gucci.
Sin duda, esta mujer tenía clase. Y dinero.
Una espesa masa de suaves ondas del color del whisky le llegaba casi hasta la
cintura, un bello contraste con el chaquetón rojo que llevaba. Pero lo que hizo que
Ella se pusiera de pie fueron los sorprendentes ojos verdes de la agente. Eran de un
verde claro y profundo, como el de una esmeralda impecable e igual de
impresionantes. Y en ese momento, esos ojos estaban haciendo un agujero en la
espalda de Carter.
—Hola. —Vaya, qué tonta soy. A pesar de sentirse como una pueblerina torpe
delante de aquella elegante criatura, Ella rodeó la mesa de café y se acercó a su
invitada, mientras la medía mentalmente para un diseño de Ella Hawkins. Lo cual, por
desgracia, sólo le recordó las mentiras y la manipulación de Henry Rochella.
Sexagésimo seguidor, una mierda.
—Ella. —La mujer asintió con la cabeza porque, por supuesto, sabía el nombre
de Ella. Pero sus ojos verdes seguían haciendo un agujero en la camisa blanca de
Carter. Era el único hombre de la sala vestido de etiqueta, como si estuviera haciendo
una audición para sustituir a Daniel Craig en la próxima película de Bond. Ahora que
lo pensaba, Carter había llevado esa misma ropa bajo su, armadura de batalla, en la
casa de Rochella.
—Sigues bebiendo en el trabajo, por lo que veo. —El acento británico hacía 212
que el chiste sonara simpático cuando aquella mujer, cuyo nombre aún tenían que
aprender, emitía unas vibraciones que eran de todo menos agradables. Estaba
claramente molesta y muy irritada con Carter, si su lenguaje corporal y su mirada
ardiente hacia él eran de fiar.
De vuelta aún a la sala, Carter levantó despreocupadamente una mano en el
aire.
—Todos, les presento a Zoey. Zoey, estos son todos.
—¿Nos parece bien que esté aquí? —intervino Jack, adentrándose en la
habitación hasta donde Gray y Sydney se encontraban junto a una hilera de
ordenadores portátiles en la mesa de roble cercana a la chimenea.
—No sé qué pensar —dijo Jesse, pasando junto a Zoey sin siquiera mirarla,
apresurándose hacia Ella como si su invitada fuera una amenaza potencial. Al menos
había guardado su arma después de que Jack les avisara por radio de su inesperada
visitante.
Griffin debió sentir lo mismo que Jesse porque se apresuró y se sentó junto a
Savanna.
Ella permaneció de pie, incapaz de apartar su atención de Zoey. El nombre
encajaba perfectamente con ella: hermoso y místico. Ella sabía que significaba, vida
en griego, y era innegable que Zoey tenía presencia. Además, le sentaría de maravilla
uno de los vestidos de la, colección de invierno, de Ella. Tal vez la seda azul claro
suavizaría la mirada de, Que te jodan, Carter que tenía la mujer.
Cuando la mano de Jesse se dirigió a la parte baja de la espalda de Ella, se dio
cuenta de que llevaba puesta una camiseta que ella había diseñado y que proclamaba
Bendito sea tu corazón en letras rojas brillantes en la parte delantera. Siempre le había
encantado la camiseta, pero al estar al lado de Zoey, la hacía sentir poco refinada.
Pero el tacto reconfortante de la palma de la mano de Jesse moviéndose ligeramente
arriba y abajo de su espalda rápidamente borró ese pensamiento.
Ella centró su atención en Carter cuando éste finalmente entró en la habitación,
con una botella de whisky Glenlivet en la mano. Sirvió una generosa porción en el
vaso que tenía en la otra mano sin levantar la mirada hacia su visitante.
—¿Quién te envía?
—Nadie, bastardo de corazón frío. —Bueno, esa frase fue un poco más dura que
la primera de Zoey—. Deja la bebida y mírame.
Carter se tomó su tiempo para llevarse el vaso a la boca sin mirarla a los ojos.
No parecía preocupado por su presencia, ni le importaba un comino molestar a la
mujer.
Ella levantó la vista hacia Jesse, tratando de entenderlo, pero cuando siguió su 213
mirada, su atención estaba fija en la botella de whisky.
—Tienes sesenta segundos para explicar por qué estás aquí antes de que te
escoltemos afuera —dijo Carter, su tono plano. Templado. Como si fuera una mosca
molesta que estaba espantando.
Ella ya había presenciado antes las expresiones pétreas de Carter, pero esto
parecía diferente. Casi como si realmente estuviera tratando de ser un idiota cuando
tal vez no quería serlo. El hecho de que la presencia de esta mujer llevara a Carter a
beber en el trabajo tenía que significar algo.
Había oído a los chicos decir que Zoey le había dado un par de puñetazos en la
sala de espera de la DGSE, pero ¿no había sido para aparentar, para que ella pudiera
susurrarle información al oído? ¿No estaba de su lado?
Los hombros de Ella se desplomaron. ¿O formaba todo aquello parte del
intrincado plan urdido por la sopa de letras de agencias implicadas?
—¿Los ojos en el cielo te dieron permiso para venir? ¿Te enviaron? —Gray dio
un paso adelante, metiendo las manos en los bolsillos de sus caquis mientras fijaba su
atención en Zoey.
—No, pero no me detuvieron. Obviamente. —Zoey se encaró con Gray ya que
Carter se negó a prestarle atención—. Me han suspendido. Mi jefe, y Thatcher, se
dieron cuenta de que compartí información con Carter en...
—¿Suspendido? De verdad. —Sarcasmo por parte de Carter. No es buena
señal. Tampoco lo era la segunda copa que ya se estaba sirviendo después de
beberse rápidamente la primera—. Eso fue una actuación. Te querían en esa
habitación conmigo. Para que pareciera que estábamos del mismo lado. No mientas
a un mentiroso, Zo. —Ella lo sorprendió con una mueca de dolor después de decir el
apodo, pero la expresión pétrea volvió en segundos. ¿Y eso qué significaba?
Ella recordó su llegada a París. Jack, o tal vez Oliver, había bromeado sobre lo
que Carter podría haber hecho para ganarse la hostilidad de aquella mujer. ¿Y
estaban a punto de averiguarlo?
Carter volvió su mirada hacia Zoey y la habitación se quedó inmóvil. La tensión
entre ellos era muy aguda y espesa, absorbiendo todo el aire de la habitación.
—No te estoy tomando el pelo. —Zoey dio dos pasos seguros hacia la
habitación, pero se mantuvo a una distancia cómoda del león que la miraba como si
su deber fuera completar el círculo de la vida. Masticarla y escupirla. Mandarla a
paseo en unos tres segundos. Sí, su mirada fría y tranquila desaparecía cuanto más se
acercaba Zoey, y ahora Ella sabía por qué no había querido enfrentarse a ella hasta
ahora. Habría mostrado su mano, expuesto sus... emociones—. Sabes por qué estoy
aquí. Sabes por qué no tuve más remedio que venir. 214
—También sé que dejarás que tu búsqueda de venganza haga que nos maten a
todos —siseó Carter.
¿Venganza? Ella miró a las dos personalidades dominantes mientras se
enfrentaban y luego observó la sala. Todos parecían estar en la misma situación que
Ella. No sabían qué decir, si es que decían algo.
—Has estado cazando al Checheno durante años, Zoey. Y ahora crees que
tienes una oportunidad de llegar a él a través de mí. —Carter dejó la botella y su vaso
sobre la barra antes de acechar hacia ella—. No dejaré que mueras por él.
—No puedes detenerme. —Zoey levantó la barbilla en señal de desafío—. Y ha
quedado claro a lo largo de los años que ya no te importaba ayudarme. —La voz de
Zoey se quebró cuando se le escapó el primer signo de emoción—. Conseguiste tu
venganza por el asesino de tu mujer, pero no cumpliste tu promesa de ayudarme a
conseguir la mía por Preston.
¿Preston? Ella lanzó una rápida mirada de preocupación a Savanna,
comprobando que estaba bien. Si Zoey perdió al hombre que amaba, Savanna podría
sentir una oleada de emociones si tenía que escuchar aquella conversación. Los
recuerdos de su propia pérdida probablemente rodarían por su mente como un
tsunami.
Griffin tenía Savanna de pie un momento después, muy probablemente de
haber sentido lo mismo.
—Si nos disculpan.
Ella sujetó la mano de Savanna cuando pasaron junto a ella y la apretó
suavemente, haciéndole saber que la quería.
—¿De qué está hablando? —Sydney rompió el silencio que había vuelto a
envolver la habitación como un manto de niebla después de que Savanna y Griffin se
marcharon.
Zoey se giró y prestó atención a Sydney. Tal vez había percibido la fuerte
presencia de Sydney, dándose cuenta de que imponía el respeto de su mirada.
—El checheno mató a mi prometido. —Hizo un gesto con el pulgar hacia
Carter—. Y este imbécil se lo permitió.
—¿De verdad es esa la historia que sigues vendiendo? —El tono áspero de
Carter erizó los vellos de los brazos desnudos de Ella. Ella alisó las palmas de las
manos sobre ellos como si tuviera frío en lugar de miedo para que Jesse no sintiera la
necesidad de llevársela también. No, ella quería estar allí. Quería conocer las
circunstancias de la situación en la que se había visto envuelta y los peligros a los que
se enfrentaban.
—No es una historia. Es un hecho. —Zoey se cuadró de nuevo con Carter, esta 215
vez con menos de un palmo de espacio entre ellos—. Lo dejaste solo para que
muriera.
Carter se inclinó hacia ella, bajando la mirada para dirigirle una mirada
acerada.
—No podíamos quedarnos ambos y seguir luchando contra el checheno, no
cuando una bomba que arrasaría tres manzanas estaba a punto de estallar.
Ella cerró los ojos y se apretó el estómago ante la revelación de Carter y la
imagen que pintaba.
—Uno de nosotros tenía que encargarse de la bomba, y yo tenía la mejor
oportunidad. Más experiencia. Tu testarudo prometido insistió en que fuera. —Hizo
una pausa—. Era del MI6. Sabía en lo que se metía. La gente muere en nuestro trabajo.
Personas que nos importan se convierten en daños colaterales por culpa de nuestras
putas batallas. —Su tono fue subiendo gradualmente hasta convertirse en un grito, y
los ojos de Ella se abrieron de par en par, sorprendida—. Pero cómo la mierda dejaré
que seas la próxima víctima de ese cabrón —gruñó, con las emociones oficialmente
a flor de piel.
Zoey temblaba visiblemente, pero ¿era porque quería llorar o golpear a
Carter?
—No me iré, no sin matar yo misma a Yuri —volvió a decir en tono tranquilo.
¿Yuri? ¿Ese era el verdadero nombre del checheno?
Zoey miró a Gray como buscando su aprobación, por lo que debía saber que
era colíder del equipo.
Carter volvió al bar por la tercera copa. El alcohol tenía sentido ahora. Se sentía
culpable y con muchos otros sentimientos, estaba segura. Sentimientos que dudaba
que un hombre como Carter estuviera acostumbrado a compartir tan públicamente.
—He acumulado años de información que puedo compartir con tu equipo.
Puedo ayudarte a acabar con este hombre de una vez por todas. —Zoey metió la mano
en el bolsillo de su abrigo y sacó una USB, pero cuando Gray la alcanzó, sacudió la
cabeza y la devolvió a su bolsillo—. La tendrás cuando convenzas a tu compañero
imbécil para que acepte mi ayuda.
Gray frunció el ceño y miró a Jack, luego a Sydney.
—¿Cómo sabemos que esto no forma parte del plan de Thatcher? Puede que
tengan ojos en el cielo, pero no tienen ojos y oídos en el interior.
Ahhh, cierto. ¿Se podía confiar en Zoey, especialmente cuando sonaba como si
fuera a llegar a cualquier extremo por venganza? ¿Y si sabía lo del plan con Rochella?
Jesse no la dejaría quedarse si ese fuera el caso, y Ella lo sabía.
—Fui yo quien informó a la CIA de que Zoran había contratado a Yuri, así que
216
la Agencia me debía un favor. Cuando supe que interceptarían su avión en París, me
permitieron acompañarlos —explicó Zoey con firmeza—. Pero no estaba al tanto de
ninguna de las informaciones iniciales sobre por qué vinieron todos a París o qué
habían planeado en la finca Rochella. Lo supe cuando ustedes lo supieron. —Su pulido
acento británico, combinado con su aplomo y sofisticación, hacía que incluso una
información tan crítica sonara elegante.
Pero un tono pulido no lo hacía cierto. Y basándose en la forma en que Gray
miraba a Zoey, no estaba seguro de si podían confiar en ella o no.
—Arriesgué mi cuello dándole a Carter esa información en la casa segura. Y
arriesgué mi trabajo. —Zoey se volvió hacia Carter, de espaldas una vez más a la sala,
con una copa en la mano—. Pero tienes razón, nadie me impidió venir aquí, lo que me
lleva a creer que el chupapollas de Thatcher esperaba que las cosas salieran así. Lo
más probable es que supiera lo que iba a hacer incluso antes que yo. Mi suspensión
puede haber sido calculada también. Yo no pondría nada más allá de la CIA, o el
infierno, mi propio jefe.
—Si Thatcher te quiere aquí, es por su propio beneficio, eso seguro —Jesse
habló por primera vez desde la llegada de Zoey.
—Quiere a Yuri. Todos lo queremos. Pero la diferencia es que Thatcher quiere
que capturen al hijo de puta y utilizará cualquier medio para conseguirlo, y yo quiero
al checheno muerto —informó Zoey a Jesse, dirigiéndole una mirada dura. Su mirada
se dirigió entonces a Ella, y sus ojos verdes se suavizaron—. Sin embargo, te prometo
que nunca utilizaría a gente inocente para conseguir lo que quiero. Nunca habría
aceptado el plan de Thatcher que te involucraba.
El plan. Rochella. Paris. Todo falso. Ella cerró los ojos un segundo, haciendo todo
lo posible por no cruzar la habitación y beber un trago de uno de su whisky favorito
que había visto allí.
—Yuri no vendrá aquí. Ni enviará a sus hombres. Si Thatcher les dijo que se
quedaran aquí como patos sentados, fue porque sabe que en realidad no lo harán. —
Zoey negó con la cabeza—. He trabajado antes con él y sé cómo actúa. Está
anticipando que no seguirás sus reglas. —Se volvió hacia Carter—. Especialmente tú.
—Soltó una profunda exhalación—. Hay una razón por la que te llaman el Rogue One.

217
Capítulo Veintitrés
—C
reo que necesitan resolver esto —sugirió Jesse—. A solas. —
Soltó la mano de la espalda de Ella y se dirigió a la barra, tomó
la botella de Woodford Reserve que ella había mirado antes y
se escabulló por la puerta del patio sin decir una palabra más.
¿Acaba de...? Ella miró alrededor de la habitación, sorprendida por la abrupta
salida de Jesse, especialmente la parte en que la dejó allí, lo cual no era propio de él.
Todos, excepto Carter y Zoey, se marcharon rápidamente, así que Ella corrió a su
habitación, tomó un abrigo y unos zapatos y se apresuró a salir a buscarlo.
La chaqueta era de Jesse, la que le había echado sobre los hombros en casa de
Rochella después de la batalla, y su fuerte y masculino aroma le llegó a la nariz
mientras se abrazaba con los brazos al pecho en el gélido aire nocturno.
El patio estaba rodeado de muros de piedra e imaginó que sería hermoso en
verano, pero las pocas mesas circulares de hierro forjado estaban cubiertas de nieve
y los arriates del jardín estaban desnudos. La única iluminación provenía de las
ventanas de la pensión y de la luna, rodeada por un puñado de estrellas
parpadeantes.
Se habría tomado un momento para apreciar la belleza de la escena si no
estuviera preocupada por su marido.
—Jesse —gritó suavemente cuando lo vio, con el trasero en el suelo nevado,
las rodillas apoyadas y la espalda contra el muro de piedra. Tenía que estar helado
hasta los huesos.
—Sólo será un segundo. Vuelve adentro. Hace demasiado frío —dijo
levantando la botella y dando un largo trago.
Ella ignoró su orden y se agachó ante él, sin querer mojarse el chándal con la
nieve. Y por lo que parecía, la predicción de Savanna era errónea: Ella y Jesse no,
consumarían, su falso matrimonio esta noche. Técnicamente, ya era más de
medianoche.
¿Y por qué ese pensamiento la decepcionaba tanto? Después de todo lo que
había oído entre Zoey y Carter, ¿había algo malo en ella para seguir queriendo sexo? 218
Porque no se trata de sexo. Ella necesitaba la conexión emocional que le daba
estar con él. El confort y la seguridad de su abrazo. La forma en que hacía desaparecer
todo lo malo cuando sus ojos se posaban en los de ella.
—¿Por qué me dejaste? —preguntó suavemente, inclinando la cabeza. Aunque,
a juzgar por su extraño comportamiento desde la llamada telefónica con Thatcher su
inusual inquietud y el hecho de que ahora estuviera sentado en la nieve bebiendo
directamente de la botella, no estaba segura de que fuera a responder.
—No te dejé. Sólo necesitaba...
¿Qué, qué necesitas que no quieres decirme? Ella le puso una mano en la rodilla
y él bajó la botella de la boca para mirarla en silencio.
—Bueno, ¿vas a compartir o no? —le tendió la mano para tomar la botella y le
dedicó una pequeña sonrisa, con la esperanza de aligerar un poco el ambiente y
calmar la tormenta de pensamientos que había en su cabeza.
Él la estudió, con la boca torcida hacia un lado como si la pregunta necesitara
una seria consideración, pero luego sus labios se curvaron en una sonrisa y le entregó
la botella.
—Bebimos esto en Nueva York. ¿Te acuerdas?
—¿Cómo podría olvidar algo de aquel fin de semana? —El whisky le quemó la
garganta, pero fue eficaz para calentarle el pecho. Se lamió los labios, atrapando allí
una gota antes de devolvérselo.
Su sonrisa se desvaneció ante su confesión y levantó los ojos hacia el cielo
estrellado.
—Carter tiene razón —dijo Jesse solemnemente, volviendo a centrarse en ella.
Aquellas palabras le arrancaron el aire de los pulmones y la hicieron caer de
rodillas sobre el suelo nevado. Había temido que ocurriera esto. Que él acabaría
retractándose de lo que había dicho antes en el baño porque temía que ella se
convirtiera en un daño colateral.
Tenía que tomar la situación por los cuernos antes de que Jesse corriera y no
en la dirección que ella quería. No esta vez. No más. Quieres ese punto medio,
¿recuerdas?
—Que Carter tenga razón sobre que el trabajo es peligroso no significa que
sea profético. No significa que moriré por... —Por tu pasado. O tu futuro con Falcon—
. Pensé que tú y yo estábamos progresando. —Se inclinó hacia delante, agarró su
mano libre y apretó—. Lo que me dijiste en la ducha y...
—Quise decir cada palabra —carraspeó, dejando caer al suelo la botella que
219
tenía en la otra mano—. Pero no puedo cambiar el hecho de que me aterra que te
ocurra algo por mi culpa.
—No sé si lo he dejado claro —comenzó Ella entre resoplidos—, pero te acepto
por lo que eres y por lo que fuiste. Y te deseo. Cada parte de ti. Todo. —Sus lágrimas
caían ahora libremente mientras Jesse tiraba de ella hacia su regazo—. Solo te quiero
a ti, y no me importa nada más. Por favor, por favor no huyas de mí. No otra vez.
—Oh, carajo, Ella. —Cerró los ojos, apoyó la frente contra la de ella y suspiró,
con sus manos frías acariciándole la cara—. No te merezco, pero no quiero renunciar
a ti.
Se echó hacia atrás y le puso la palma de la mano en la mejilla, incitándolo a
levantar la mirada hacia la suya, y cuando sus hermosos ojos azules se encontraron
con los de ella, exclamó:
—Estoy segura de que no dejaré que me abandones... y ya sabes lo testaruda
que soy.
Su respuesta fue un tierno beso, que ella esperaba que significara que estaba
listo para dejar de lado sus preocupaciones y permitirse estar con ella.
Se apartó sólo para inclinarse de nuevo y darle un rápido beso en los labios.
Esta vez, cuando se apartó, su atención se desvió hacia una de las ventanas, hacia
donde el equipo parecía estar reuniéndose de nuevo en la sala de estar.
—Supongo que deberíamos entrar y escuchar el veredicto. —Jesse se puso de
pie y se agachó para ayudarla a levantarse, y ella se quitó la nieve de las rodillas de
los pantalones de chándal, que de todos modos ya estaban mojados.
Tras recoger la botella casi vacía del suelo, le enganchó el brazo con el suyo y
cruzaron el patio.
—Carter se culpa a sí mismo —dijo Jesse antes de que llegaran a la puerta—.
Puede que no haya actuado como tal, pero puedo decir que se siente responsable de
la muerte del prometido de Zoey.
—No puedo imaginarme tener que dejar a alguien atrás sabiendo que sin duda
moriría —dijo suavemente mientras él desenlazaba sus brazos para abrir la puerta.
—Es lo último que quiere cualquiera en el Ejército. Morir es mejor que ser el
único en volver a casa. —Su voz era tensa, y ella sabía que hablaba por una
experiencia insoportable, y posiblemente más de una vez.
Al abrir la puerta, hizo pasar a Ella al salón, donde se oía el ruido de Gray, y
declaró con rotundidad:
—Se queda.
—Y una mierda que lo hará —gruñó Carter a Gray, los dos hombres cara a cara
y Zoey en ninguna parte a la vista.
220
Jesse colocó la botella en la barra y le indicó a Ella que tomara asiento en el
sofá, luego se sentó a su lado y jugueteó con su gorra un par de veces antes de dejarlo
sobre su rodilla.
—No moriré —anunció Zoey, entrando a grandes zancadas en la habitación,
llevando tras de sí una maleta Louis Vuitton—. Soy un activo. No un lastre —dijo,
abriendo la palma de la mano para mostrar la USB.
Carter no se giró para ver que acababa de ofrecerle la USB como rama de olivo,
pero Sydney no dudó. Llegó hasta Zoey en tres rápidas zancadas y tuvo la USB
insertada en un portátil en cuestión de segundos.
—¿Soy tu plan? —preguntó Carter—. ¿El cebo para conseguir por fin tu
objetivo?
—Ése es el plan de la CIA. —Zoey señaló hacia el cielo, lo que Ella supuso que
era una referencia al dron de la Agencia—. El mío no. Yo digo que nos centremos en
Zoran Mestrović y en su último paradero conocido. Busquemos una palanca para
sonsacarlo. Si lo encontramos, creo que podremos llegar hasta Yuri —replicó Ella en
tono tranquilo.
—Yuri no le habrá enseñado la cara a Zoran. Te agarras a un clavo ardiendo,
como siempre —contestó Carter, su tono entrecortado no tan feroz como antes, pero
seguía trabajando la mandíbula con un poco de fuerza.
—¿Sabes dónde ha estado Zoran aparte de Bulgaria? —se unió Jesse,
seguramente porque Zoran era la razón por la que estaban allí en primer lugar, y
hasta que no se ocuparan de él, Ella estaba en peligro.
—Zoey no lo sabe. —Carter la fulminó con una mirada gélida—. ¿Lo sabes? —
la desafió.
—Entre tu equipo y lo que yo sé, podemos resolverlo. —Zoey no vaciló, ni un
poquito. ¿Y tal vez ella podría ayudar? — Tienes razón en que lo más probable es que
Zoran nunca haya visto la cara de Yuri, lo que podría ser una ventaja para nosotros. El
equipo de hombres de Yuri, sin embargo, sí. Podemos rastrear al equipo enviado
para ayudar a Zoran en su plan de venganza hasta Yuri.
—¿Qué sabemos realmente de Yuri? —preguntó Jesse.
Y la gorra volvió a la cabeza de Jesse. Inquieto y, sin embargo, concentrado
mientras esperaba una respuesta.
—Hechos, no los rumores que circulan sobre él —añadió Jack, mirando
brevemente a Jesse antes de volver a centrarse en Zoey.
—Su verdadero nombre es Yuri Kuzmin. Nació en la República de Chechenia 221
en 1978. Su padre luchó en la Primera Guerra de Chechenia a mediados de los
noventa. Los rusos habían intentado recuperar Chechenia después de que declarara
su independencia en el noventa y uno. —Zoey se metió las manos en los bolsillos del
abrigo y mantuvo la mirada fija en Jack. Parecía el más dispuesto a que Zoey les
ayudara, y Ella supuso que Carter ya conocía esta información—. Yuri tenía dieciséis
años cuando su padre y su madre murieron en un bombardeo durante la guerra. Los
cuatro años siguientes se basan en rumores y leyendas. Así que no podemos
confirmarlo. Pero las historias dicen que Yuri mató hasta cincuenta rusos durante ese
periodo de tiempo, robándoles también para sobrevivir. Y fue entonces cuando se
ganó su nombre como El Checheno. Un nombre que los rusos comenzaron a temer
después de eso.
—¿Y qué pasó después? ¿El periodo posterior a la leyenda? ¿Los últimos
veintitantos años? —Jack se cruzó de brazos y se balanceó sobre sus botas negras de
aspecto militar mientras miraba fijamente a Zoey. Su lado bromista desapareció
mientras la escuchaba recitar datos sobre su oponente.
—Según los registros del MI6, Yuri se convirtió en asesino a sueldo en 2001. Ya
no apuntaba específicamente a los rusos. Convirtió su habilidad para matar en una
línea formal de trabajo. Tras hacerse un nombre, atrajo a muchos criminales de todo
el mundo que lo buscaban para hacer su trabajo sucio —explicó Zoey, manteniendo
el perfil ante Carter. No es que Carter la estuviera mirando. Volvía a estar de espaldas
a la habitación, como si no pudiera soportar la idea de que Zoey trabajara en el caso
con Falcon.
—¿Cuándo dejó de matar gente él mismo y empezó a enviar mercenarios para
que hicieran el trabajo por él? —preguntó Jesse.
Carter se volvió hacia la habitación, pero no dijo nada. Tal vez sabía que estaba
perdiendo la batalla. Si Zoey podía ayudarlos, ¿cómo iban a negarse? Carter
claramente confiaba en ella lo suficiente como para dejarla pasar por la puerta, lo que
significaba que lo más probable era que creyera que estaba siendo sincera.
—Por la razón que sea, después del día en que Yuri se enfrentó a Carter y a mi
prometido, desapareció. Dejó de manejar los trabajos él mismo, bueno, por lo que
nuestra inteligencia ha reunido. Empezó a entrenar a hombres más jóvenes para salir
al campo y manejar los golpes por él.
—Subcontratación del asesinato. Así que realmente se diversificó. Así también
podía matar a más gente. Aceptar más trabajos con menos riesgo de exposición —
dijo Jack, sacudiendo la cabeza con disgusto.
Zoey asintió, luego miró a Jesse.
—No sé cuánto te ha contado Thatcher, pero fueron los hombres de Yuri
quienes mataron a los agentes búlgaros y a sus esposas. Creemos que los asesinatos 222
se llevaron a cabo delante de Zoran para que pudiera confirmar personalmente las
muertes. Creemos que eso es lo que había planeado que Yuri te hiciera a ti y —dijo
mirando a Ella—, a tu mujer.
—Y Thatcher se aseguró de que Zoran supiera que yo era el tirador. —Jesse se
puso en pie y rodeó la mesa, su ira volviendo a ocupar un primer plano—. Mi esposa
no estaría ahora en peligro si él no hubiera hecho eso. ¿Sabías que Thatcher me tendió
una trampa? ¿Le dio mi nombre a Zoran como el tirador de su mujer?
Oh mierda, las cosas estaban a punto de ir seriamente mal si la respuesta de
Zoey era otra que no.
Zoey rindió sus palmas como si sintiera que Jesse no era alguien con quien
quisiera bailar un tango, y no es que Jesse alguna vez lastimaría a una mujer, pero
Zoey no sabía eso.
—Absolutamente no.
—Nada de esto cambia el hecho de que la CIA y otras agencias de mierda
quieran a Zoey aquí con nosotros. Si no, no la habrían dejado enrolarse, ¿y no les
estamos haciendo el juego dejándola quedarse aquí? —preguntó Carter.
—Han estado moviendo nuestros hilos todo este tiempo —dijo Jesse, con los
ojos clavados en Zoey—. Incluyendo los tuyos, por lo que parece.
—Pero eso no significa que tenga que irse —comentó Gray—. Mi única
pregunta... ¿sigue siendo una misión de captura? —Cruzó sus fuertes brazos sobre su
pecho de barril.
—¿Estás dispuesto a renunciar a las reglas? —preguntó Carter, alzando las
cejas como sorprendido por ello.
Gray miró a Jesse y luego a Zoey.
—A la mierda. Y a la mierda lo que quiera mi padre. —Asintió, su decisión era
claramente definitiva. Ella tenía que suponer que el padre de Gray, el Secretario de
Defensa, quería que trajeran vivo al checheno, como a Thatcher—. Yo digo que lo
hagamos. Matemos a Yuri y a Zoran. Eliminemos a todos.

223
Capítulo Veinticuatro
H
istoria Europea 101. Primer año. Había sido la asignatura menos favorita
de Ella en la Universidad de Alabama. Nunca se le había dado bien
memorizar datos, y su yo de diecinueve años prefería vivir el presente,
sin preocuparse del pasado ni de qué Louis construyó el Palacio de Versalles.
Ese semestre había suspendido el examen parcial, que casualmente se
centraba en Francia. Y esa misma noche, había bebido demasiado tequila y había
sido rechazada por Jesse cuando le ofreció su virginidad.
Y ahora estamos en Versalles, Francia, cerca del palacio de todos los lugares
locos. Y el pasado era ahora más relevante de lo que jamás podría haber imaginado
como estudiante de primer año en la universidad. Bueno, el pasado de Jesse, eso era
seguro.
Los hombros de Ella saltaron por instinto ante la voz gruñona que reconoció
como la de su hermano mayor a través de la línea telefónica. Jesse desconectó
rápidamente el altavoz y se acercó el teléfono a la oreja.
—¿Crees que no lo sé? Carajo, A.J., sabes que nunca habría seguido adelante
con la boda ni con París si hubiera sabido que él estaba implicado. —La vena lateral
del cuello de Jesse palpitaba mientras hacía todo lo posible por controlar su ira.
No envidiaba a Jesse lidiando con un Hawkins enojado. Pero en defensa de A.J.,
tenía que preocuparse de toda su familia y mantenerla a salvo en casa. Y estaba en la
naturaleza de A.J. querer estar en primera línea de combate protegiendo a Ella.
Estaba dividido entre dos deberes y no tenía más remedio que confiar en Falcon Falls.
Ella se incorporó de donde estaba, tumbada en el sofá del salón. Llevaba varias
horas dormitando y, según su reloj, eran las cinco de la mañana.
Jesse estaba de pie junto a la barra, con una mano apoyada en la superficie
mientras bajaba la cabeza, con la frustración a flor de piel. El equipo aún no había
elaborado un plan de misión en el que todos estuvieran de acuerdo. Ella deseaba
poder ayudar, pero tenía más posibilidades de aprobar el examen de historia que de
aportar alguna opción viable a las sesiones de reflexión del equipo.
Buscó en la habitación una distracción, alguien o algo que le impidiera fijarse
en lo que fuera que A.J. tuviera que estar diciendo para mantener callado a Jesse.
224
A.J. te perdonó, le dijo mentalmente a Jesse como si la telepatía fuera algo real.
Antes de la boda. Algo así, creo. Pero ahora, no estaba tan segura de lo que A.J. sentía.
Gray levantó la vista de su portátil, la única otra persona en la habitación en ese
momento. Zoey y Carter estaban en alguna parte, probablemente discutiendo por
enésima vez. Y Griffin y Savanna estaban dormidos, bueno, eso o teniendo sexo.
Jack y Oliver se quedaron en el frío exterior, por mala suerte para ellos.
¿Y Sydney? Probablemente comprobando con su ex sobre su hijo adolescente
a pesar de la hora tardía de vuelta a casa.
—Oye, ¿por qué no se dan un tiempo de relajación después de que termine su
llamada? —Gray hizo un gesto con el pulgar en dirección a las escaleras.
Ella se llevó la lengua al paladar mientras contemplaba la idea. La cama de
arriba sería mejor que el duro sofá diseñado más por estética que por comodidad.
Pero no se quejaría. Al menos había podido dormirse de vez en cuando. Eso era lo
que Jesse necesitaba. Dormir. Sería menos probable que abriera un agujero en la
pared como hizo el otro día en su taller de Bama.
—Tendrás que ayudarme a convencerlo. —Inclinó la cabeza hacia Jesse, que
seguía al teléfono con su hermano. Acababa de quitarse la gorra de la cabeza y la
había golpeado contra su muslo, probablemente como reacción al sermón que A.J. le
estaba dando.
Por favor, Dios, no dejes que Jesse se sienta culpable otra vez. No más vueltas
atrás. A.J. se llevaría una bronca de ella, merecida o no, si ese llegaba a ser el caso.
—Quiere hablar contigo. —Los ojos inyectados en sangre de Jesse se cruzaron
con los de Ella, y él, cansado, se impulsó hacia ella.
El teléfono que tenía en la mano bien podría haber sido una granada con la
anilla quitada. No quería acercarse a él, pero ¿qué otra opción tenía?
Sus dedos se rozaron cuando ella le quitó lentamente el teléfono de la palma
de la mano, notando los callos que tenía, resultado de sus trabajos de amor en el taller.
Juraría que casi podía sentir su pulso contra su piel en aquel rápido intercambio.
Sentía su energía furiosa y castigadora y, por supuesto, no dirigida hacia ella. Pero
quería castigar a alguien.
Cuando ella tomó el teléfono, él apartó rápidamente la mano como si acabaran
de cerrar un trato de drogas en la, esquina sombría, de su casa. Bueno, así había sido
hasta que Beckett colocó el año pasado un cartel que Ella había supuesto en un
principio que era una broma, en el que se leía: Droga = Trato con Deb Hawkins, no
Cárcel. Un destino mucho peor... Incluso había añadido la elipsis, manteniendo una 225
cara seria todo el tiempo mientras creaba el cartel también.
Y todos en el pueblo decían que su hermano era gruñón y carecía de sentido
del humor. Ja.
Ella no podía evitar reírse cada vez que pasaba por aquella esquina, pero la
única hierba que había visto desde que se había colocado aquel cartel eran las que
crecían en las grietas de la acera.
—¿Ella? —La voz de A.J. era lo suficientemente alta como para que la oyera a
pesar de la distancia que había entre su oído y el teléfono que tenía en la mano.
Cierto, él la estaba esperando, y ella, una vez más, estaba distraída. Tal vez
prefería hablar con Beckett, el gruñón, que con el SEAL de la Marina, porque estaba
segura de que su hermano se iba a poner en plan operador de nivel uno con ella.
—Hola —chilló, sonando como un tímido ratoncito. Qué patético—. A.J, no
seas... —¿Cuál era la palabra correcta? Punto. Punto. Punto. Ahora tenía elipsis en el
cerebro. Estoy tan delirantemente cansada que no puedo pensar. Oh, también puedo
culpar al jet lag...
Y si se estaba volviendo loca, ¿cómo estaba llevando Jesse todo esto ya que no
había dormido nada? Ella estaba bromeando mentalmente, pero él probablemente le
rompería el cráneo a alguien.
—Estoy de camino a D.C. con Ana y el bebé.
—Sí, oí que te preocupaba que si estaban allí, podrías estar, bueno, distraído
—respondió suavemente Ella.
Jesse volvió a colocarse la gorra antes de mover un poco la visera, como si le
tapara demasiado los ojos. Se quedó a medio metro, con las manos en los bolsillos.
Su mandíbula trabajaba horas extras mientras la estudiaba mientras ella esperaba a
que su hermano continuara.
—Pensé que sería mejor que no estuvieran en Alabama —respondió A.J. tras
un momento de silencio—. Los llevo a casa de Adriana. Adriana y su bebé tienen
escolta del Servicio Secreto mientras Knox está en el extranjero en una operación, y
yo necesito a Ana y Mac en algún lugar seguro de la Casa Blanca mientras me centro
en mantener a todos los demás en el rancho protegidos de esta nueva amenaza. —
Eso tenía sentido. Knox era compañero de equipo de A.J., y su padre era el Presidente
de los Estados Unidos.
—¿Por qué no están mamá y McKenna contigo, entonces? —Pero Ella ya sabía
la respuesta.
—Beckett no pierde de vista a su hija, ya lo conoces. Y mamá es... Mamá. Ella
tiene su escopeta, la que yo le di. Cree que protegerá el rancho. Ya sabes lo terca que 226
puede ser. Además, tenemos a los chicos de Gray viniendo para ayudar.
Oyó llorar al pequeño Mac desde el asiento trasero y se le revolvieron las
entrañas al pensar que esto le estaba ocurriendo a su familia. Que A.J. tuviera que
llevarse al sobrino de Ella, de tres meses, a Washington D.C. para que lo protegiera
el Servicio Secreto.
Porque Jesse no completó una misión. Se odió a sí misma por ese pensamiento.
Pero se le había ocurrido de todos modos, justo antes de que el resto de las palabras
de A.J. tuvieran la oportunidad de asimilarlas, y ahora sabía por qué Jesse parecía
algo más que cansado y enfadado.
—Lo saben —susurró Ella, llevándose la mano al pecho mientras la habitación
empezaba a dar vueltas. Mi familia lo sabe, oh, Dios.
Por eso Jesse se había quedado pegado a ella, anticipando el shock que le
produciría en cuanto A.J. le diera la noticia. Un momento después, Jesse la tomó del
brazo y la recostó en el sofá antes de que se golpeara contra la mesa o algo así. No
necesitaba una conmoción cerebral.
—Beckett insistió en que les contáramos a mamá y papá lo de las amenazas. La
boda falsa. Todo ello. —Las palabras de A.J. fueron una bomba nuclear para su estado
emocional.
—Papá lloró cuando se enteró de que Jesse y yo nos íbamos a casar. Debe estar
tan... —Punto. Maldito. Punto. La elipsis apareció en una burbuja de diálogo sobre su
cabeza mientras su voz se entrecortaba, incapaz de encontrar las palabras.
Jesse le rodeó la espalda con un brazo, sujetándola a su lado mientras asimilaba
todo aquello.
—Papá no quiere hablar con Jesse a corto plazo. Y bueno, mamá, es...
—Mamá —terminó por A.J., con el corazón roto. No era así como quería que sus
padres supieran la verdad. ¿Y qué tenía que estar pasando por sus mentes acerca de
Jesse? ¿Cuánto sabían? ¿Había utilizado A.J. la palabra asesino a sueldo al
explicárselo todo?
Sí, así que Ella está falsamente casada con un asesino. No te preocupes, sólo
mataba a los malos. Un sarcástico A.J. hablando brevemente llenó sus pensamientos,
y la tuvo mareada.
—Tuvimos que decírselo también a los padres de Jesse, por razones obvias —
continuó A.J., con otra vuelta de cuchillo en el corazón—. Su padre estaba más
enfadado que Beckett, lo cual es chocante. Porque Beckett está que echa humo con
las noticias del Checheno.
Supuso que Jesse acababa de oír a A.J. y probablemente no aguantaría más. La 227
soltó y se puso de pie.
—Sólo ten cuidado. Y dile a todo el mundo que lo siento —dijo Ella suavemente.
—No tienes nada que lamentar. —El tono cortante de A.J. hizo que se le volviera
a apretar el estómago, y aunque Jesse no podía haberlo oído ahora que estaba a unos
metros de distancia, supuso que A.J. ya se lo había dicho.
—Avísame cuando estés de camino a casa. ¿De acuerdo? —pidió Ella,
poniéndose lentamente en pie, con las piernas un poco tambaleantes.
—Te quiero, Hermanita. Cuídate. —A.J. terminó la llamada, y cuando Ella le
devolvió el teléfono a Jesse, sólo entonces se dio cuenta de que estaban solos en la
habitación. Gray debió notar que necesitaban espacio.
—¿Estás bien? —preguntó, cruzando los brazos sobre el pecho como si tratara
de ahuyentar las preocupaciones que la asaltaban como granizo del tamaño de
pelotas de golf.
—La pregunta es, ¿tú estás bien? —Parecía agotado y a punto de derrumbarse,
pero su primera preocupación era ella. Ahora mismo, lo único que quería era que
aquel hombre se sintiera pleno y dejara de lamentar su pasado.
¿Estoy bien? Rodeando la mesita, vio una revista Rochella entre las demás y
pensó brevemente en arrojarla a la chimenea.
Jesse debió seguir su línea de visión, porque recogió la revista y se acercó a la
chimenea, se agachó frente a las llamas y la arrojó adentro. Y en el proceso expuso el
hecho de que todavía tenía un arma metida en la parte posterior de sus pantalones sin
funda.
Ha, sans. Una de las pocas palabras francesas que conozco. Y estoy perdiendo la
cabeza otra vez.
Jesse se puso lentamente de pie y se enfrentó a ella, amplió su postura, y plantó
las manos en las caderas como un guerrero, las llamas detrás de él un telón de fondo
proporcionando un efecto dramático mientras la miraba, un brillo oscuro en sus ojos.
No podía apartar la mirada aunque quisiera. Mientras él la estudiaba, el calor
le subió por la columna de la garganta y por la cara como si ella misma estuviera ante
el fuego. Era una mirada que ya había visto antes en Jesse, pero estaba un nivel por
encima en términos de oscura intensidad.
Su mirada moviéndose sobre ella no era una suave caricia de sus ojos. Era más
bien el tacto áspero de un hombre hambriento de sexo. Y ese hombre podía distinguir
sus pezones a pesar de la pared de tela que los separaba. Podía ver la V desnuda
entre sus piernas a pesar de que la tela se humedecía cuanto más la miraba.
Donde ella era suave y delicada, él estaba tenso, un muro rígido de músculos.
Firme y duro por todas partes. Y a pesar de que el ala de la gorra le protegía la frente, 228
pudo leer en sus ojos la mirada penetrante que la obligaba a permanecer en su sitio.
Follar o luchar. Eso es lo que necesitaba. Siempre había tenido fama de
luchador mientras crecía. Pero maldita sea si no prefería que fuera Jesse, el amante.
Y si necesitaba liberar su tensión, dejarse llevar, prefería que fuera con ella.
—Jesse —soltó con una respiración temblorosa, moviendo por fin los pies y
acortando la distancia.
Ladeó la cabeza, pero no se movió.
—¿Me deseas? —Se llevó una mano al abdomen mientras se detenía a unos
metros de él—. ¿Me necesitas?
Se volvió hacia las escaleras y la luz del fuego proyectó sombras sobre su
atractivo rostro. De perfil hacia ella, respondió con su voz baja y áspera:
—Siempre te he deseado, Ella Mae, pero no te utilizaré, si eso es lo que estás
sugiriendo.
Ahora era el momento. Necesitaba escuchar la verdad de ella.
Humedeciéndose los labios y con el corazón latiéndole a una velocidad tres
veces superior a la normal, cerró los ojos y compartió:
—Y si te dijera que no he tenido sexo en tres años y que te necesito, ¿qué
pasaría entonces?

229
Capítulo Veinticinco
J esse la tomó de la mano en un abrir y cerrar de ojos, y ella casi tropezó con
sus propios pies mientras él la conducía escaleras arriba sin pronunciar
palabra.
Una vez en el dormitorio, dejó la pistola y la gorra sobre la cómoda y se volvió
hacia ella. Su expresión sombría y sus pasos deliberados la hicieron retroceder
rápidamente hasta la puerta cerrada.
La mirada de él correspondía con la carne dura que sus dedos ansiaban tocar,
oculta aún bajo la camisa de cuadros abotonada.
Apoyó las palmas de las manos a ambos lados de su cabeza contra la puerta,
aprisionándola allí con su fuerte cuerpo, y sus musculosos brazos se doblaron por los
codos al inclinarse más hacia ella.
—Explícate. —La orden hizo que su corazón se acelerara, y una sensación de
calor y hormigueo recorrió su pecho.
Se mordisqueó el labio, buscando las palabras.
—Dímelo. —Su reacción descarnada era lo último que esperaba de su
revelación.
¿Estaba enfadado? Le echó un vistazo a la mano con el rabillo del ojo antes de
volver a mirarlo.
—Brian no... ¿te folló? —Escupió la palabra follar con dureza, como si quisiera
matar a Brian de nuevo, lo cual no tenía sentido. Debería haberse alegrado de que
Brian no se hubiera acostado con ella, pero en lugar de eso, parecía ofendido en
nombre de Ella.
Ella sacudió ligeramente la cabeza, su boca normalmente descarada la
traicionaba bajo el intenso escrutinio de Jesse.
—No —murmuró finalmente, levantando la barbilla en busca de esa columna
vertebral suya—. ¿Cómo... cómo podría?
La mirada de él no se suavizó, y ella tardó un minuto en darse cuenta de que
estaba intentando asimilar la noticia. Durante años había supuesto que ella había
estado con otro hombre porque él la había, abandonado.
230
Pero no había compartido su cuerpo y mucho menos su corazón con nadie. Y
ahora él lo sabía. Pero ¿qué iba a hacer con esa noticia?
—Supongo que también deberías saber que nunca he dejado que un hombre
me chupara. —Su tono apenas superó el susurro, y la separación de sus labios fue el
único indicio de que realmente había oído su confesión—. Nunca. Mi primera vez fue
en el avión. —Su silencio iba a destruirla si seguía así. Ella le subió lentamente los
dedos por el pecho y a él se le cortó la respiración—. Di algo.
Ella jadeó cuando él empujó la pelvis hacia delante, pegando su cuerpo al de
ella. Al sentir la dureza entre sus piernas apretándola contra ella, era obvio que él
estaba tan excitado como ella.
Jesse inclinó la cabeza y le acercó la boca a la oreja, atrapando la parte blanda
del lóbulo entre los dientes antes de soltarla para susurrar:
—Necesito follarme a mi esposa.
Esposa. El tono grave de su voz hizo que casi se le doblaran las rodillas, pero
se abstuvo de desplomarse contra él. Soy una mujer Hawkins. Sé fuerte. Espera, no, soy
una McAdams. Bueno, demonios, ¿qué soy? El matrimonio era falso, después de todo.
Volviendo al momento presente, le puso una mano en la mejilla, dirigiendo su
atención a su cara.
—Sólo si prometes hacerme el amor después.
Jesse rodó los labios hacia dentro durante un breve instante, fijando su atención
en la boca de ella antes de volver a los ojos.
—Con nosotros, querida, son lo mismo. Duro o suave. Lento o rápido. Contigo,
siempre es amor.
—¿Incluso en Nueva York? —susurró.
—Cada vez contigo —raspó, rozándole con los dientes el labio inferior. La
inminente tormenta que se cernía sobre la cabeza de todos era, por el momento,
noticia de ayer. El tiempo se detuvo mientras ella se aferraba al presente, a este
momento con él.
Deslizó sus labios sobre los de ella y no perdió tiempo en invadir su boca con
la lengua, tomando el control absoluto.
Le apretó la camisa con los puños, dispuesta a arrancársela del cuerpo cuando
él liberó las manos de la puerta. Una de sus manos se dirigió a su cintura antes de
deslizarse bajo la camiseta y seguir la curva de su columna vertebral. Le desabrochó
el sujetador con dedos hábiles y ella se arqueó hacia él mientras él profundizaba el
beso.
231
Sus manos volaron hacia los botones de la camisa de él, tanteando
momentáneamente en su apresurado estado. Claramente tan impaciente como ella,
él se hizo cargo de la tarea y le arrancó la camisa, retirándosela de los hombros antes
de que cayera al suelo. Y en un abrir y cerrar de ojos, él le quitó la camiseta por
encima de la cabeza y le bajó el sujetador ya desabrochado por los brazos, uniendo
de nuevo sus cuerpos.
La sensación de su pecho apretado contra el de ella la hizo girar las caderas en
círculos, deseando sentir otras partes duras de él.
—Eres mía —declaró, haciendo que su corazón volviera a desbocarse.
Con una mano prácticamente pegada a su trasero bajo el chándal, trabajó en
su hebilla, haciendo todo lo posible por no morderle la lengua mientras la
desesperada necesidad la asolaba.
—Jesse —gritó ella cuando él palmeó su sexo, su mano áspera ahuecándola allí
sin moverse. Sólo sosteniendo su coño como si fuera suyo. Y vaya si lo era.
—Sabes lo que me hace que digas mi nombre —le recordó, y sí, Ella lo sabía.
Y también, ella quería que él la destrozara porque necesitaba esto más de lo que
necesitaba su próximo aliento.
—Jesse —volvió a decir, provocándolo un poco más al separar sus labios de los
de él para clavar sus ojos en los de él.
Sintió que su pecho se levantaba contra ella mientras respiraba por la nariz,
estudiándola, posiblemente indeciso entre darle la vuelta y follársela contra la puerta
o llevarla a la cama.
Guió lentamente un dedo a lo largo de su costura antes de introducir dos en su
estrecho canal.
—Nadie te vuelve a tocar. Te folla. Ni siquiera te mira.
Sentía esa orden hasta en los dedos de los pies, pero también sabía que era
más bien una orden áspera dirigida a sí mismo: No metas la pata y la pierdas.
Este lado posesivo de él, sin embargo, había existido en sus pensamientos
sucios durante los últimos tres años. Esas palabras habían jugado en su mente durante
su fantasía odio-sexo.
—Nadie más que tú —prometió al darse cuenta de que él esperaba su
conformidad antes de seguir acariciando su carne sensible e hinchada.
Y la oscura sonrisa que se dibujó en sus labios durante un segundo la hizo
inclinarse sobre su palma. Le soltó la hebilla para agarrarse a sus bíceps con ambas
manos, buscando estabilidad con las piernas temblorosas mientras él le metía unos
232
cuantos dedos hasta el fondo de su empapado centro.
—Mía —gruñó antes de plantar su boca sobre la de ella en otro beso que lo
consumía todo. El tipo de beso que, estaba segura, habría lanzado mil barcos a Troya.
¿A Troya? A la mierda la historia y mi pasado, y el hecho de que alguna vez
dejara que otra persona se llevara su tarjeta V en la universidad y hubiera llorado
durante meses por ello, ya que Jesse no había sido el elegido.
—Necesito probarte —declaró tras romper sus bocas, y en un movimiento
sorprendentemente rápido, estaba de rodillas con los pantalones de chándal y las
bragas de ella por los tobillos.
Él la sujetaba por las caderas, con las yemas de los dedos hundidas en su carne,
mientras la miraba. Y ella la miró a los ojos, que se oscurecían hasta volverse azul
marino por el deseo.
Permaneció observándola en silencio, como si necesitara que ella supiera que
no sólo había deseo en su mirada, sino también amor... y entonces dirigió su atención
a su centro, y los ojos de ella se pusieron en blanco en el momento en que su lengua
acarició su sexo, separando sus pliegues con un largo movimiento de barrido.
Ahora tenía las palmas de las manos pegadas a la puerta mientras una oleada
de placer le recorría el cuerpo y sus pechos subían y bajaban al respirar profunda y
rápidamente.
—Las manos en mi cabello —ordenó, y ella obedeció, sintiéndose un poco
borracha a medida que se acercaba al clímax, la lengua de él volviéndola loca.
Le acarició con los dedos el ahora más corto corte de cabello antes de
ahuecarle la nuca para acercarle aún más la cara a su sexo, casi aplastándole la cara
con su coño al compás de las caricias de su lengua.
—Esa es mi chica —le dijo en voz baja y seductora antes de agarrarla por las
caderas, inmovilizándola en su sitio, como si supiera que estaba a punto de correrse
y quisiera mantenerla quieta mientras cabalgaba en la ola del éxtasis.
—Jesse, Jesse... —Su nombre se escapó de sus labios entre jadeos y entre
gemidos ásperos que nunca había sabido que era capaz de producir.
Todavía un poco alta y un poco falta de oxígeno como si estuviera en la cima
de una montaña, casi se desplomó sobre él cuando volvió a ponerse de pie.
Ella se estremeció cuando él pasó un dedo por su sexo húmedo antes de
chuparse el dedo índice justo delante de ella.
—Vas a estar apretada. Tres años. Necesito que estés lista para mí.
—Ohhh, bueno, créeme —dijo en torno a una risita ligera y delirantemente
eufórica—, estoy lista.
233
Buscó su mano y la situó sobre el bulto de sus vaqueros, recordándole su
longitud y grosor. Lo grande que era, y sí, tenía razón. Dolería. Pero que doliera.
Podía soportarlo.
—Quiero que me destroces —dijo en voz baja, un poco nerviosa por ser tan
expresiva con sus sucios pensamientos.
—Mm. —Jesse la acercó de nuevo a la puerta y levantó ambos brazos,
enlazándole las muñecas con una mano mientras con la otra le acariciaba ligeramente
el sensible coño—. Sí, ¿lo haces?
—Como aquella vez en Nueva York, pero esta vez sin reglas. —Arrastró los
dientes por la línea del labio inferior, y la polla de él se crispó contra su cuerpo.
—Creo que se puede decir con seguridad que hemos roto todas nuestras reglas
en los últimos días. —Llevó la mano libre entre sus cuerpos, le tocó el pecho y se tragó
su jadeo con un beso.
Permaneciendo cautiva de él, con los brazos aún en alto como su prisionera, se
arqueó hacia él, lista para que Jesse la llenara después de tres años de torturarse
esperando.
—Por favor. Fóllame —suplicó entre besos.
—¿Estás tomando la píldora? —preguntó mientras presionaba su polla cubierta
de vaqueros contra el sexo desnudo de ella, y el roce de la ligera rotación de su
cadera hizo que la zona sensible de ella hormigueara y palpitara.
—Sin sexo en tres años. No hace falta —le recordó ella—. Los condones están
en el mismo bolsillo de la maleta que la última vez.
Apartó la cara de la de ella y le soltó las muñecas con suavidad.
—Buena chica —volvió a acercar su boca a la de ella, besándola suavemente
esta vez, engatusándola delicadamente para que abriera la boca con la lengua. Un
marcado contraste con el posesivo agarre de sus nalgas, donde ahora la agarraba—.
Dime que este trasero también será mío algún día. —La textura áspera de su tono le
produjo escalofríos por todas partes.
—Sí, también puedes tener eso primero. —Volvió a estirar la cara para mirarlo
a los ojos—. Pero no esta noche —añadió con una pequeña sonrisa, con el trasero
apretándosele sólo de pensar en su enorme polla cerca de allí.
—Más vale que sea el primero, carajo —dijo mientras apretaba más fuerte su
carne y le mordisqueaba el labio inferior—. Y, cariño, tú serás mía.
No quería saber con cuántas mujeres había estado antes de Nueva York porque
quizá se sentía tan posesiva con él como él con ella. Pero era agradable ser la primera
234
vez para él. Y al pensar en sus votos, lo más importante era que ella era su primer y
único amor.
Jesse la sobresaltó cuando la soltó bruscamente, pero fue por una buena razón.
Todavía estaba parcialmente vestido, y eso tenía que cambiar.
Sus bragas y su chándal le llegaban a los tobillos, y se liberó de ellos mientras
su fantasía se hacía realidad. Jesse se quitó el cinturón, y el sonido de su cremallera
bajando la hizo apretar sus muslos con lo que estaba por venir.
Le vino a la mente la imagen de él bombeando su polla en el avión mientras la
observaba darse placer a sí misma, y su pulso se aceleró ante la expectativa de que
él estuviera dentro de ella.
La puso de espaldas sobre la cama unos segundos después de que él se
despojara de sus vaqueros y calzoncillos. Un condón le cubrió la polla antes de que
ella pudiera metérsela en la boca como tanto deseaba.
—No tienes ni idea de cuánto te deseo —dijo poniéndose de rodillas, con una
pierna a cada lado del cuerpo de ella. Separó sus muslos con la mano y rozó con la
palma la suave y sedosa carne de la cara interna de su muslo, cerca de su sexo.
—Yo también te deseo-necesito. —La conexión. La sensación de seguridad. La
pasión. Todo ello.
Se colocó lentamente sobre su cuerpo, apoyando los antebrazos a cada lado de
ella, soportando la mayor parte de su peso.
—Tres años masturbándome contigo, y ahora tengo lo real. Te tengo a ti. —
Puso la cabeza de su polla en el centro de ella y la llenó con un movimiento duro y
rápido. Su espalda se inclinó sobre la cama cuando él la sacó casi por completo y
volvió a penetrarla tan profundamente que sus huesos pélvicos chocaron—. ¿Estás
bien? —le preguntó, probablemente viendo las lágrimas en las comisuras de sus ojos
mientras su cuerpo se estiraba y lo recibía todo.
—Oh —exclamó mientras buscaba sus brazos para aferrarse a él—, estoy más
que bien. —Ella asintió levemente con la cabeza para que siguiera, y él enseñó los
dientes cuando volvió a penetrarla profundamente. La humedad de ella se deslizaba
sobre su polla con cada embestida, y ella se apretó a su alrededor, haciéndolo
maldecir en voz baja.
—Vuelve a hacer eso y me voy a correr vergonzosamente rápido —siseó, una
mirada severa pasó por su rostro como si luchara por no derrumbarse.
Pero su hombre ya no estaba roto, ¿verdad? ¿Cómo podría alguien sentirse roto
en un momento así? Todo lo que ella se sentía era absolutamente completa con sus
cuerpos conectados.
—Nunca se me ha dado bien escuchar —se burló ella mientras volvía a apretar 235
su coño en torno a su polla, y él bajó, de modo que su pecho tocó sus tetas.
—Te gusta ser una chica mala, ¿verdad? —Pasó la lengua por la línea de sus
labios, exigiéndole que abriera la boca.
Se resistió. Siendo, bueno, desobediente. Mala.
—Mierda, Ella —dijo mientras le mordía ligeramente el labio y empujaba aún
más fuerte dentro de ella. Te vas a meter en un lío conmigo. —le dio un suave beso
en los labios antes de retirarse, lo que la dejó sintiéndose vacía. Pero no por mucho
tiempo.
Un momento después, la tenía de rodillas frente al cabecero y le apretaba la
carne de las caderas mientras la tomaba a cuatro patas con fuerza y rapidez.
Ohhh, no iba a durar mucho en esta posición. Ahora era él quien jugaba sucio.
Sus pechos rebotaban cada vez que él bombeaba dentro de ella. Los gemidos
competían con los gruñidos de él, que movía una mano hacia su centro sin perder el
ritmo y jugaba con su punto sensible.
—Una regla, en realidad —dijo mientras su pecho tocaba su espalda,
inclinándose hacia ella—. Mi chica siempre se viene primero.
Sus cuádriceps se tensaron y un temblor casi violento se apoderó de sus
miembros mientras se mecía contra la yema de su dedo mientras él seguía tomándola
con fuerza.
—Me... vengo —compartió lo evidente entre dientes apretados.
—Gracias a Dios —murmuró antes de que ella lo sintiera encontrar su propia
liberación, gruñendo con fuerza.
Un momento después, la puso boca arriba y la inmovilizó a su lado, con el brazo
por debajo del cuerpo y la mano sobre la cadera.
—Bueno, me siento... menos tensa. ¿Te sientes un poco mejor? —lo miró de
reojo, con una sonrisa cómplice en el rostro.
La mirada oscura y angustiada de antes había desaparecido. Y juraría que
ahora parecía diez años más joven. Y descansado.
—Creo que sabes la respuesta a eso. —Sonrió—. Pero dame unos minutos
porque pienso volver a hacerte mía.

236
Capítulo Veintiséis
—D
ime una cosa, ¿alguien te ha preguntado alguna vez a cuánta
gente has salvado? ¿O sólo quieren saber tu número de
muertes?
Jesse alcanzó su taza de combustible negro líquido de la máquina Keurig y se
enfrentó a Jack ante su pregunta. Los chicos habían puesto la cafetera en el bar del
salón en algún momento de la noche. No había Red Bull a mano, pero por suerte
habían dejado café en el B&B.
Eran las diez mil horas, y aunque Jesse había conseguido dormir unas horas
después de que Él y Ella hubieran hecho el amor aquella mañana, no sobreviviría al
día sin cafeína.
Jesse consideró la pregunta aparentemente aleatoria de Jack, sabiendo que iba
dirigida a él ya que eran los únicos dos en la sala en ese momento. Jack había entrado
para calentarse un poco junto al fuego mientras Griffin intercambiaba lugares con él
afuera, sorprendentemente dejando a Savanna sola en su dormitorio. Más le valía a
Jack no ponerse demasiado cómodo porque no había la menor posibilidad de que
Griffin dejara sola a su prometida por mucho tiempo.
—Ahora que lo pienso, supongo que nadie me ha preguntado nunca a cuánta
gente he salvado. —Jesse se encogió de hombros y se pasó la mano libre por el
cabello húmedo. Se las había arreglado para darse una ducha rápida sin despertar a
su bella durmiente antes de bajar a tomar café y ver si había novedades.
—Raro, ¿verdad? —Jack se sentó en el sillón de la chimenea y se calentó las
manos cerca de las llamas—. Cada jodida vida que quito, la cuento como un mínimo
de tres salvaciones.
—¿En serio? —Jesse sonrió, probablemente por primera vez en veinticuatro
horas, a la luz de lo que todos habían pasado.
—Sí, me imagino que las probabilidades estarían a mi favor de que el malo
hubiera, al menos, matado a tres personas si no lo hubiera eliminado. Así que, cuando
haces cuentas, cuadra.
Jesse se acercó el borde de la taza a la boca y un remolino de vapor le golpeó
la cara antes de dar un buen trago, agradeciendo el ardor al deslizarse por su
237
garganta. Era la patada en las bolas que necesitaba para despertarse y volver a
concentrarse.
—Sólo hago apuestas si es algo seguro, y nunca con Griffin. Aprendí por las
malas. —Otro encogimiento de hombros casual del hombre, como si no llevara el
mundo a cuestas.
Ni siquiera pensé en el peligro al que nos enfrentamos mientras embestía a mi
mujer esta mañana.
Brian. El maldito banquero Brian. No se había acostado con Ella. Nunca había
tenido su polla o su lengua entre los muslos de su mujer.
En el momento en que le dio la noticia, estuvo a punto de perder el control y
separar a Ella en su deseo de salirse con la suya. Tuvo que luchar como un demonio
para calmar al animal que llevaba dentro antes de tocarla.
—Espera, ¿qué? —Jesse parpadeó mientras repasaba lo que Jack había dicho—
. ¿Por qué no haces apuestas con Griffin?
La sonrisa de Jack hizo que Jesse pensara en la moneda lanzada por Griffin.
Cara o cruz. Quien se quedaría en el jet con las mujeres para protegerlas, y quien se
uniría a la operación con Sydney. Griffin había ganado el sorteo para quedarse.
—Dos caras en la moneda, ¿verdad?
Jack asintió.
—Todavía no le he dicho a Gray que Carter tomó prestada la moneda para
lanzarla al aire por el puesto de Alfa Uno con Gray.
Todos tenían indicativos, apodos de su época en el ejército, pero en el vuelo a
Albania decidieron que sería más fácil numerarse. Se decidieron por el Equipo Alfa y
clasificaron a cada uno según su rango en el Ejército cuando se retiraron. Gray había
servido más tiempo que Carter, pero éste había insistido en que seguía estando mejor
cualificado como jefe de equipo en las operaciones. Después de algunas idas y
venidas, Griffin había lanzado casualmente a Carter la moneda al aire para el puesto.
—Bueno, demonios. —Jesse sonrió por segunda vez aquella mañana. Y tal vez
todo aquel alivio de tensión con Ella había sido realmente lo que el médico, alias su
esposa, le había ordenado.
Esposa. Seguía olvidando que la ceremonia no era real. Y peor aún, que los
padres de Ella sabían la verdad. Por lo que había dicho A.J., la hija de Beckett había
quedado tan desconsolada con la noticia como el padre de Ella. Mi padre, sin
embargo, que se joda mi padre.
Según A.J., cuando había ido a casa de los padres de Jesse a explicarles la
situación y el peligro que entrañaba, su padre había siseado, siempre causando
problemas. Supongo que no cambió después de todo. 238
Y la sonrisa de Jesse se disolvió rápidamente al pensarlo.
—Pareces asustado de repente. ¿Estás bien? —Jack se levantó y empezó a
ponerse los guantes de cuero negro.
Jesse dio un sorbo a su café y se obligó a asentir.
—Jodidamente increíble.
—Claaaaaro. —Jack se acercó a él y le dio una palmada en la espalda con una
mano enguantada—. Y no estoy corriendo por el café y los recuerdos amargos de mi
exesposa odiando mis entrañas. —Retiró la mano de la espalda de Jesse y estiró uno
de sus guantes como si le quedaran ajustados—. Al menos Ella no será tu ex. Ya que
el matrimonio no es real. —Miró a Jesse como si comprobara si había tocado un
nervio—. ¿A menos que ambos planeen seguir juntos?
Antes de que Jesse pudiera responder mental o verbalmente, vio a Ella bajando
las escaleras. Llevaba unos vaqueros claros con un aire de los 90 y un jersey de cuello
alto de color piel metido por la cintura. Una vez abajo, sus botas de vaquera
chasquearon contra el suelo de madera mientras se dirigía al salón.
—Buenos días, Jack —saludó, colocándose el cabello rubio detrás de las orejas.
Anoche se lo había recogido en un moño, pero ahora lo llevaba ondulado sobre los
hombros y le rozaba la parte superior de los pechos.
La atención de Jesse permaneció en sus tetas llenas, agradecida de que sus
pezones no estuvieran pinchando contra la tela ya que ella estaba moviendo sus
manos arriba y abajo de sus brazos como si tuviera frío.
—Buenos días, Ella —respondió Jack, sacando de pronto sus raíces texanas
inclinando la gorra de béisbol como un Stetson.
¿Jack sabía siquiera montar a caballo? El hecho de que fuera de Texas no lo
convertía en un vaquero, supuso.
—Me estaré congelando el trasero afuera si me necesitan. —Jack se colocó de
nuevo la gorra en su sitio y salió del salón, y una vez que se fue, Jesse estrechó a Ella
entre sus brazos como si no hubieran compartido calor corporal hacía poco tiempo.
—Me dejaste sola. Fue molesto —dijo en su pecho antes de levantar la barbilla
para buscar su mirada.
—Aquí estás a salvo, pero no creo que estemos mucho más tiempo en este lugar
—respondió, deslizando la mano por su silueta antes de pasarle el cabello por encima
del hombro.
Le acarició la mejilla y ella se inclinó hacia él y cerró los ojos. No habían
hablado de la llamada de A.J., ni de que su familia supiera la verdad, ni de ninguno
de los otros problemas a los que se enfrentaban desde que se habían acostado antes, 239
pero supuso que pronto tendrían que enfrentarse a la realidad.
Al menos ya no estaba de humor para golpearse contra la pared, gracias a Ella.
—¿Alguna novedad? —preguntó suavemente, abriendo los ojos para encontrar
su mirada.
—Aún no estoy seguro. —Le recogió en la mano parte del cabello que ahora
tenía en la espalda, se lo enroscó en los nudillos y tiró ligeramente de él, inclinándole
la boca hacia arriba antes de robarle un beso. Le preocupaba que en cuanto el equipo
hiciera acto de presencia y hablaran de su falta de pistas, su humor volviera a
enfurecerse.
—Mmm. —Presionó sus labios contra la palma de la mano de él tras el beso y
rozó con su boca el interior de la mano de él.
—Siento interrumpir. —La voz de Sydney hizo que las palmas de Ella se
deslizaran por el pecho de Jesse mientras sus hombros caían, claramente
decepcionada porque ya no estaban solos.
La soltó lentamente y se giró para ver que tanto Sydney como Zoey se les
habían unido en el salón. Vaqueros oscuros. Y la parte de arriba de color rojo.
¿Habían coincidido a propósito?
—Creemos que hemos dado con algo que podría ayudarnos —anunció Sydney
mientras maniobraba a su alrededor y al de Ella para llegar a la mesa repleta de
aparatos tecnológicos.
Zoey cruzó los brazos sobre su suéter de lana rojo, su expresión era tan ilegible
como solía ser la de Carter. Y, sin embargo, desde que había llegado, Jesse había
vislumbrado cómo las defensas de Carter bajaban en su presencia.
Pero era comprensible. Ser el que se alejaba cuando un compañero no lo hacía
era un destino peor que la muerte. Ningún Ranger, soldado, marine, SEAL o similar
quería verse en esa situación.
En el caso de Carter, su trabajo con la CIA también le costó a su esposa. Había
estado en el infierno y había vuelto, y de alguna manera seguía caminando. La mayor
pesadilla de Jesse era sufrir el mismo destino, que era la razón principal por la que
había mantenido su distancia de Ella durante años.
No había ninguna posibilidad, ni en esta vida ni en la siguiente, de que Jesse
sobreviviera a la pérdida de Ella. Pero se negaba a permitirse imaginar cualquier
escenario que no resultara en que ella tuviera más de cien años cuando muriera de
causas naturales. Y él tenía que irse primero. No había alternativa.
Su vida juntos pasaba por su mente. Instantáneas de un futuro para ellos que
nunca antes se había permitido visualizar llenaban su cabeza. Se llevó una mano al
pecho para intentar comprender la extraña sensación que le habían provocado
aquellos pensamientos. ¿Así se sentía la paz?
240
—¿Me has oído? —Sydney ladeó la cabeza, y al sentir la mano de Ella en su
espalda, Jesse parpadeó y volvió a concentrarse en el presente.
—Sydney y yo creemos que podemos llegar a Zoran a través de su esposa.
Bueno, por el asesinato de su mujer. —Los labios de Zoey hacían juego con su suéter,
y conociendo a Ella, lo había llamado rojo Navidad. O rojo manzana de caramelo—.
Todo esto está en marcha porque ella murió y él sobrevivió, ¿verdad?
No me lo recuerdes.
—No hay nada que le guste más a Yuri que un cliente en busca de venganza.
Según nuestras fuentes. Dado lo que les pasó a sus padres, tiene sentido que el ángulo
de la venganza lo toque más de cerca. Así que, Yuri aceptando el encargo de Zoran
encaja.
Jesse siempre había considerado que la operación del año pasado había sido
un fracaso porque habían matado a la mujer de Zoran. Había estado tan furioso por lo
ocurrido que habría dejado la CIA independientemente de la decisión de Ella de no
casarse con Brian.
Si Jesse hubiera sabido que Zoran sobrevivió al tiroteo, le habría dado caza
hace tiempo para evitar que toda la situación se convirtiera en el colosal desastre que
era ahora.
Si hubiera tenido que hacerlo, habría acabado con la vida de Zoran mientras
estaba en coma, sin arriesgarse a que el hijo de puta se despertara y buscara
venganza. Y que así fuera Jesse, si Thatcher también sabía que el imbécil había estado
vivo todo ese tiempo, escondido por su gente, eso sería un clavo más en el ataúd de
Thatcher.
—¿Qué pasa? ¿Qué es lo que no dices? —No conocía a la mujer de nada, pero
había algo en los ojos de Zoey que estaba captando, y se quedaría con su teoría antes
que con ninguna pista.
—Está callada porque no tiene todos los datos. —La voz ronca de Carter desde
atrás hizo que Jesse se girara para ver a Carter y Gray de pie en el borde de la
habitación como si estuvieran esperando una invitación para unirse a ellos.
—Lo que tenemos es mejor que nada —comentó Zoey, y Carter mantuvo la
mirada en Jesse sin ofrecerle su atención.
—¿Y qué es lo que tienes? —preguntó Jesse, deseoso de que le dieran una puta
pista.
Carter desvió la mirada más allá de Jesse, presumiblemente para centrarse en
Zoey antes de hablar. 241
—Creen que Dragan, el hermano de Zoran, pudo haber tendido una trampa a
Zoran. Posiblemente también hizo un trato con Aleksa y la inteligencia búlgara. O sólo
con los búlgaros.
¿El hermano de Zoran? Jesse se giró hacia un lado para poder mirar a sus
compañeros de equipo. Y por ahora, supuso que eso incluía a Zoey.
—He escuchado suficientes podcasts de crímenes como para saber que los
miembros de la familia suelen encabezar la lista de sospechosos —compartió Ella, lo
que hizo que Jesse la apretara suavemente, odiando que estuviera involucrada en
todo esto. Además, ¿desde cuándo escuchaba podcasts de crímenes?
—¿Cuál sería su motivación? —preguntó Jesse—. Supusimos que el hermano
podría haber estado relacionado de algún modo con el negocio antes de que le
dispararas a Zoran, pero por lo que sabemos ahora, Aleksa dirige el negocio, y el
principal resultado de los disparos contra Zoran y su mujer fue que Dragan
consiguió... —Ohh. Jesse levantó la vista y vio que Zoey asentía con la cabeza, como
confirmando hacia dónde se habían desviado sus pensamientos—. ¿Crees que el
hermano de Zoran quería al niño? ¿Su sobrino?
Zoey señaló hacia una de las portátiles como respuesta.
—No entraré en detalles de cómo lo sabemos, pero...
—Porque no puedes —siseó Carter—. Porque no tienes hechos. Todo son
especulaciones.
Zoey le lanzó una mirada aguda, pero Carter no se echó atrás. Demonios, el
hombre no movió ni un músculo por lo que Jesse pudo ver. Frío como una piedra otra
vez. ¿Cuánto tenía que trabajar para mantener sus emociones bajo control con esta
agente del MI6?
—Sólo dime. —Necesito oírlo, sea lo que sea. Si había una posibilidad de que
pudieran utilizar la información para ayudar a llegar a sus objetivos, entonces maldita
sea, tenían que hacerlo.
—Creemos que la mujer de Zoran tenía una aventura con Dragan. Bueno, hace
un tiempo, al menos —Sydney intervino para continuar con su teoría—. Creo que el
niño es hijo de Dragan, no su sobrino. No es que Zoran lo sepa.
No me lo esperaba.
—¿Por qué querría Dragan que la madre de su hijo muriera? —intervino Gray,
llamando la atención de Sydney—. Si tuvieron un hijo juntos, ¿por qué organizar su
muerte?
Entonces, ¿estaba en la misma página de incredulidad que Carter? Y Jesse 242
estaba en algún punto intermedio. No estaba seguro de qué pensar o si esta noticia
les ayudaría a llegar a Zoran o al checheno, pero escucharía.
—Lamentablemente, no hace falta mucho esfuerzo para enumerar las razones
por las que Dragan podría querer a la madre muerta —continuó Sydney, cambiando
su enfoque hacia Jesse como si ya hubiera discutido demasiado con Gray y hubiera
terminado con él—. También podría ser que el hermano hiciera un trato con Aleksa.
Aleksa era la mano derecha de Zoran. Puede que quisiera a Zoran muerto para
hacerse cargo del negocio, pero el plan sólo funcionaría con la mujer fuera de juego.
—Hizo una pausa para que sus palabras calaran—. Thatcher te mintió, por si no te has
dado cuenta. La esposa no era inocente. Era tan corrupta como su marido y estaba
muy involucrada en su organización.
Bueno, eso no fue una sorpresa: Thatcher mintiendo. Jesse ya no se sorprendía
de nada cuando se trataba de aquel hombre, a menos que hubiera hecho algo santo.
—¿Pero haría Dragan algo tan grande para criar él mismo a su hijo? ¿Matar a
su propio hermano? ¿A la madre de su hijo? —Jesse pensó en su propio padre, y un
escalofrío le recorrió la espalda.
—Verás, hay demasiados agujeros en su teoría. —Carter cruzó los brazos con
fuerza sobre el pecho—. ¿Y dónde está la prueba de ADN que demuestre todo esto?
—Cuando nadie respondió, resopló—: Exacto.
—¿Tan difícil te resulta creer que Dragan sólo quería lo mejor para su hijo? ¿Y
qué quería criarlo, no enviarlo a un internado? —Zoey se puso delante de Carter y le
puso la mano en el pecho. Carter bajó la barbilla para mirarla como si estuviera loca
por tocarlo—. ¿Es posible que no fuera como Zoran y no quisiera que dos criminales
se ocuparan de su único hijo?
Carter se inclinó más hacia ella, acercando su rostro al de ella.
—¿Estás sugiriendo que hizo lo correcto? ¿Qué sus acciones estaban
justificadas?
—No, claro que no. Pero algunas personas hacen locuras por la gente a la que
quieren. —La voz de Zoey se quebró bajo la mirada despiadada de Carter. Un poco
sorprendente que ella le hubiera permitido meterse bajo su piel después de
permanecer fuerte toda la noche. Bueno, toda la mañana.
—Y algunas personas están simplemente locas —comentó Carter con frialdad.
—Quizá deberíamos dar todos un paso atrás —intervino Ella—. Literalmente.
Carter giró su mirada hacia Ella y, por suerte para él, perdió la mirada gruñona
porque, líder del equipo o no, el único hombre al que se le permitía gruñir a su mujer
sería Jesse, justo antes de que la destrozara en la cama.
—Incluso si algo de esto es cierto —comenzó Gray mientras Carter daba un 243
paso atrás de Zoey, lo que la hizo soltar un suspiro—, ¿en qué nos ayuda eso?
Sydney y Zoey miraron a Gray al mismo tiempo.
—Hacemos lo que hizo Thatcher. Filtrar la información —anunció Zoey—.
Sembrar la duda en la mente de Zoran de que su propia sangre intentó asesinarlo.
Que su hermano, y posiblemente Aleksa, le tendieron una trampa y lo entregaron a
la Inteligencia búlgara —continuó, con un acento británico cada vez más marcado al
hablar—. Y Zoran no tendrá más remedio que acudir a su hermano. Quizá también a
Aleksa. Enfrentarse a ellos. No podrá contenerse.
—Zoran sabe que Aleksa está siendo vigilado y tiene que suponer que Dragan
también. No correrá ese riesgo —replicó Gray.
—Y la gente también hace locuras cuando es quemada por la gente en la que
confía —dijo Zoey, y Jesse estaba seguro de que la punzada de ella iba dirigida a
Carter, pero éste ni siquiera tensó la mandíbula ante sus palabras. No reaccionó—.
Mi suposición es que Zoran va por el que más significa para él. Por su hermano. —
Frunció los labios un momento—. Irá a Austria. Y Yuri sabrá que si Zoran va allí...
nosotros también.
¿Pero realmente irían a Austria sabiendo que Yuri los estaría esperando? ¿Le
darían tiempo al imbécil a preparar sus propios planes para su llegada? Además, la
CIA y el MI6 probablemente no serían capaces de volar un dron no tripulado sobre
el espacio aéreo alemán o austriaco. Su equipo perdería su ventaja de, ojos en el
cielo. Que Yuri querrá y anticipar. Mierda.
—Necesito hechos. Pruebas. Confirmación de que algo de esto es posible. O
que incluso puedas hacer que Zoran se entere de esto. No podemos susurrar al oído
de otro oficial búlgaro lo que hizo Thatcher sobre que Jesse era el tirador —dijo Gray
en tono llano mientras Carter permanecía quieto y en silencio.
—La DGSE no tuvo ningún problema en filtrar nuestra presencia cuando
llegamos a París. Está claro que Zoran y Yuri se enteraron. Si los servicios de
inteligencia franceses pueden hacerlo, nosotros también —respondió Zoey,
ignorando su comentario sobre la necesidad de pruebas.
Jesse se acarició la nuca, trabajando en los nudos que tenía allí mientras
consideraba la idea, pensando en los últimos días y en cómo se había desarrollado
todo.
Thatcher nunca quiso que Jesse volviera a la CIA. Esperaba y necesitaba que
Jesse se quedara con Falcon para sacar a Carter. Todo una puta actuación, hasta sus
preguntas sobre Ella y el equipo en el taller.
Y Rochella, maldita sea. Todavía deseaba haber golpeado a Henry, pero por el
bien de Ella, había reprimido su ira. Pero había sido Thatcher quien en última
instancia había enviado al imbécil a Alabama, y el mismo maldito día que le había 244
dado a Jesse el expediente del caso Zoran.
Thatcher había colocado estratégicamente las fichas de dominó porque el
hombre lo sabía todo sobre todo el mundo, y todo lo que tenía que hacer era derribar
una, y sus planes caían como él había previsto.
Entonces, ¿cómo demonios se suponía que iban a detener algo que ya estaba
en marcha? Thatcher era implacable a la hora de acabar con sus objetivos, y haría lo
que fuera por hacer justicia. Pero esta vez la justicia tenía un precio: Ella en el centro
de todo.
¿Llevarla a Austria? ¿Podría hacerlo? ¿Ponerla delante de sus dos enemigos, uno
de los cuales era un hombre al que temían hasta los mejores asesinos rusos?
—Thatcher hará cualquier cosa para completar una misión —dijo Jesse en voz
baja cuando le asaltó otro pensamiento—. Hará cualquier cosa. Absolutamente
cualquier cosa.
Las ruedas de su mente seguían girando mientras luchaba por dar el salto
dramático que sentía venir pero que odiaba admitir que podría ser cierto. Pero
¿realmente Thatcher...?
—¿Qué es? —preguntó Carter, intuyendo que Jesse había tropezado con algo.
—Necesitamos a Thatcher al teléfono. Creo que puede confirmar estas teorías.
Como has dicho, tenía que estar al corriente de la implicación de la esposa en el
negocio, lo que significa que puede saber mucho más. —Sus músculos abdominales
se tensaron y su cuerpo tembló de rabia cuando reveló—: Creo que Thatcher fue el
segundo tirador. Él fue quien mató a la mujer de Zoran.

245
Capítulo Veintisiete
—E
stás cavando tu propia tumba, Thatcher. Yo iría al grano.
Responde a mi pregunta. —La mirada feroz y acalorada de
Jesse hizo que Ella se volviera hacia la chimenea, con los
nervios a flor de piel, como si estuviera dentro de una de esas máquinas de caramelos
de agua salada a las que tiran.
El crujido de una fuerte exhalación sonó por el altavoz, pero el antiguo jefe de
Jesse no habló. ¿Y no era eso una respuesta en sí misma? La falta de respuesta seguía
siendo una respuesta.
Ella captó los ojos de Savanna cuando entró en la habitación un momento
después, fresca por el sueño y la ducha, por lo que parecía. Ella la miró con curiosidad
e inclinó la cabeza hacia Jesse. Su tono ronco debía de haber viajado hasta el piso de
arriba. En respuesta, Ella sacudió la cabeza: No es bueno.
Ella entonces caminó detrás de donde estaban Jesse y Carter con el teléfono
entre ellos para llegar al fuego y bajó a sentarse en la chimenea, cruzando las piernas
por los tobillos para no sacudir la pierna y llamar la atención en la ahora abarrotada
sala de operarios.
Savanna acababa de acomodarse en el hueco del brazo de Griffin en el sofá, el
mismo en el que Ella había dado vueltas y vueltas, dormitando intermitentemente
antes de su mañana de sexo maravilloso. Ahora había vuelto a la realidad.
—Thatcher, maldita sea, dime. ¿Mataste a la mujer de Zoran? —La mano libre
de Jesse se cerró en un puño, y Thatcher habría recibido un puñetazo si hubiera
estado en la habitación.
Sin embargo, no quería ver a Jesse desmoronarse, no cuando había pasado la
mañana viendo cómo se recomponía. Sus muros se habían derrumbado, y él le había
entregado su corazón.
Ella cerró los ojos cuando el silencio de Thatcher se hizo ensordecedor.
—Sí, sí, fui yo quien estuvo detrás del arma larga aquel día. Maté a la mujer de
Zoran y le habría metido una segunda bala de haber sabido que tu disparo no fue
letal. —La respuesta de Thatcher rodó lenta y firme, por alguna razón recordando la
técnica de bolos de su madre: soltar suavemente la bola para que rodara por el redil,
246
aparentemente con poca fuerza, y, sin embargo, los bolos siempre caían.
Y ahora mismo, cuando Ella abrió los ojos, esos bolos simbolizaban el control
de Jesse... mientras lo perdía. Ella tenía una vista de perfil de él, pero podía ver que
la rabia ya no se cocinaba a fuego lento, era un hervor completo. La confesión de
Thatcher iba a ser la gota que colmara el vaso para Jesse, sobre todo porque Thatcher
había puesto en marcha a propósito un plan que ponía en peligro la vida de Ella.
—¿Por qué? —preguntó Carter cuando Jesse permaneció callado. Era un
silencio espeluznante que le erizaba el vello de los brazos.
Forzándose a levantarse, se acercó a Jesse y le pasó la mano por la espalda
tensa. Lo sintió respirar hondo antes de mirarla por encima del hombro, con las cejas
fruncidas y la rabia todavía en sus ojos azules, mientras ella esperaba que el velo de
ira se disipara al menos un poco.
—Gracias a ese trato con los búlgaros y a la información que nos dieron,
detuvimos un atentado terrorista. Al menos cien civiles habrían muerto si no
hubiéramos jugado. Así que, ¿qué tal si te centras en eso? —La respuesta de Thatcher
hizo que la mirada de Jesse volviera al teléfono que aún tenía en la palma de la mano.
Ella siguió acariciando la espalda de Jesse, haciendo todo lo posible por calmarlo y
aflojar el agarre de ira que parecía impedirle hablar.
—Detalles —gritó Carter—. Ahora. No más juegos.
Ella vio que Zoey cruzaba la habitación para situarse cerca de ellos.
—¿El hermano de Zoran, Dragan? ¿Estaba involucrado? —preguntó Zoey, con
un tono tan agudo como el de Carter—. ¿Es el padre biológico del niño?
—¿Cómo demonios has . . .? —Thatcher dejó caer sus palabras, y sin embargo,
esa fue su respuesta.
Sydney y Zoey habían tenido razón. Impresionante. ¿Pero qué significaba eso?
Todo esto estaba por encima de la cabeza de Ella. Ella enseñaba en tercer grado y
diseñaba ropa como hobby. Cazar criminales estaba fuera de su campo de acción.
—No habrías estado de acuerdo con que matáramos a la esposa. Y,
francamente, no necesitabas conocer los detalles entonces —se defendió Thatcher
antes de que nadie tuviera oportunidad de hacer más preguntas—. Y no te lo dije ayer
ni en Alabama porque intentaba protegerte de ti mismo.
—¿En serio? —La risita sin gracia de Jesse hizo que un escalofrío recorriera la
espalda de Ella—. Tu definición de protegerme es jodidamente hilarante.
—Si supieras lo del chico, irías a Austria, y te digo ahora que si crees que ésa
es la jugada correcta, te equivocas. Harás que te maten, te lo garantizo —siseó
Thatcher, y Ella se preguntó si se trataba de otro juego más o si su súplica era 247
auténtica—. Allí no podemos ofrecerte apoyo con drones. Ni ningún tipo de apoyo.
Los austriacos ya se opusieron a una operación allí.
—Que me digas que no vaya... significa que realmente quieres que vaya,
dando por hecho una vez más que haría lo contrario de lo que me ordenas —le espetó
Jesse.
—Si ese fuera el caso, ya te habría hablado del trato de Dragan con Aleksa para
eliminar a Zoran entregándolo a la Inteligencia búlgara —insistió Thatcher—. Te
habría dado esa pista.
—Tiene razón, odio admitirlo —habló Zoey, lo que hizo que Jesse mirara hacia
ella, y Ella sólo captó un sombrío atisbo de su perfil desde ese ángulo, pero lo más
probable era que estuviera enseñando los dientes a cualquiera que sugiriera que
Thatcher tenía razón.
—No vayan a Austria. Es un paso en falso —reiteró Thatcher—. Se los advierto.
—No necesitamos tu ayuda. Tu ayuda es lo que nos ha metido a todos en este
lío en primer lugar —respondió Jesse mientras volvía a mirar hacia el teléfono.
—Sí que necesitas mi ayuda. No seas testarudo porque estás enojado conmigo
—se apresuró a comentar Thatcher—. Y antes de que preguntes, no, no sabía que
Zoran había sobrevivido hasta hace unas semanas. Yo mismo me habría ocupado de
él hace tiempo si ese hubiera sido el caso.
—¿Cómo voy a creer una palabra más de tu boca? —Jesse temblaba ahora, los
pequeños latidos bajo la palma de su mano en la espalda lo delataban—. Harás lo que
haga falta para poner tus manos sobre el checheno, incluso hacer un trato con el
mismísimo Zoran: mi vida a cambio de la de Yuri. —Sacudió la cabeza—. Mi muerte
valdría todas esas vidas salvadas, ¿verdad? Estadísticamente hablando. Así es como
haces cuentas en tu cabeza. Así calculas tus decisiones.
Y ahora era Ella la que temblaba. La idea de que Jesse fuera utilizado como
mártir para acabar con un criminal... no era una opción.
—Nunca haría eso, y lo sabes. Cada decisión que he tomado que nos ha llevado
a este punto fue calculada, sí. Pero confié en que podrías manejarlo. Eres el mejor con
el que he trabajado, y también sabía...
—Que haría cualquier cosa por proteger a Ella —cortó Jesse, con tono
venenoso.
Thatcher, y bueno, toda la sala, se quedó callada durante unos segundos antes
de que Thatcher dijera solemnemente:
—He sido como un padre para ti. Un padre no quiere ver morir a su hijo antes
que él.
—No eres un padre para mí. —Las palabras de Jesse surcaron el aire. 248
—Tal vez tengas razón —comentó lentamente Thatcher—. Yo no te golpeé
como él lo hizo.
—Hijo de puta. —Jesse se volvió y lanzó el teléfono a la chimenea encendida
antes de inclinar la cabeza y plantarse las manos en las caderas, jadeante.
El comentario de Thatcher le hizo un agujero en el corazón mientras el fuego
consumía el teléfono y sus pensamientos se arremolinaban como un zarcillo de humo.
Ahora comprendía los comentarios de su madre sobre Jesse aquel día en los establos
de casa: Jesse no tuvo una vida fácil al crecer... no es mi secreto para compartir.
—Así que ahora todos saben lo de mi padre. —Jesse levantó ambas manos e
hizo un tres sesenta para mirar a sus compañeros, pero evitó el contacto visual con
Ella—. No es un problema. Tenemos que concentrarnos.
¿Su padre le pegó? ¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Por qué sus padres no lo
habían impedido si lo sabían? ¿Llamaron a servicios de protección de menores,
maldita sea? Un millón de pensamientos la asaltaron a la vez, pero la repentina letanía
de maldiciones de Jesse en voz baja demostró que estaba de todo menos bien y que
era capaz de seguir adelante y concentrarse.
Su padre fue el primero que lo quebró, ¿no?
Y ahora quería matar al bastardo por haber herido al hombre que amaba.

249
Capítulo Veintiocho
E
lla entró en el patio y enseguida vio a Jesse cerca de las solitarias camas
de jardín, en la esquina más alejada. Agachado, con la cabeza abajo y
los antebrazos apoyados en los muslos, era la viva imagen del
abatimiento.
Momentos antes, cuando salió furioso del salón, casi arrancando la puerta del
patio de sus goznes, todos se quedaron mirándolo en silencio, claramente inseguros
de qué decir o cómo reaccionar. Ella había recogido rápidamente las chaquetas de
ambos y lo había seguido al exterior.
Otro momento de patio, esta vez bajo la brillante luz del sol de un cielo invernal
sin nubes.
No podía creer que se hubiera pasado años enfadada con Jesse sin tener la
menor idea de la enorme cantidad de dolor y daño que había guardado embotellado
y enterrado en lo más profundo de su ser.
Quería llorar una lágrima por cada gramo de sufrimiento que él había
soportado, luego rodear con sus brazos a su hombre grande y corpulento y
consolarlo.
—¿Sabes qué es lo curioso? —la sorprendió Jesse al preguntar mientras se
levantaba lentamente, arqueando los hombros hacia atrás y mirándola de frente—.
Durante años, realmente creí que Thatcher habría sido mejor padre que mi viejo, a
pesar de que siempre estaba afuera salvando el mundo. Había pensado... —La frase
inconclusa flotó en el aire helado cuando él la miró a los ojos—. Pero al utilizarte,
como si sólo fueras una de sus piezas del juego, me ha hecho más daño del que nunca
me hizo mi padre. —Cerró los ojos con fuerza—. Aceptaría todas las palizas del
mundo cada día durante el resto de mi vida si eso significara protegerte de este
desastre.
Palizas. Aquella palabra le pesaba en el alma, el estómago se le revolvía de
náuseas, pero cerró la brecha que los separaba.
Abrió los ojos cuando ella le acercó la chaqueta al pecho y su mirada se posó
en el forro polar negro de North Face que tenía en las manos. Ella se fijó en la dura
mandíbula de él, con los labios apretados en una línea apretada mientras pensaba. 250
—Rory nunca me lo dijo —susurró, insegura de qué pensar al respecto. Pero si
Rory lo hubiera sabido, nunca habría permitido que su padre la llevara al altar cuando
se casó con Chris. ¿Verdad? No tenía sentido.
Y Ella no pensó ni por un segundo que el padre de Jesse le hubiera puesto una
mano encima a su madre o a Rory. No, Jesse lo habría... bueno, lo habría matado.
Respiró hondo, separó un poco los labios para dejar escapar el oxígeno
retenido y aceptó la chaqueta.
—Mis padres se peleaban mucho cuando éramos niños. Normalmente por mí.
Mi padre pensaba que yo era un fracasado de mierda en todo en la vida. Y mi madre
me defendía. —Se encogió de hombros, pero Ella tuvo la clara sensación de que sólo
había arañado la superficie. Que aquello no era más que la punta del iceberg de su
infierno—. Encontraba a Rory acurrucada en su armario meciéndose de un lado a otro,
con las manos sobre las orejas durante sus peleas.
Ella resistió el impulso de cerrar los ojos ante la imagen que había pintado de
su mejor amiga. Otra persona que le importaba, que había reprimido el dolor y quizá
había tenido demasiado miedo de compartirlo.
Las vidas perfectas suelen ser una mentira. ¿No había dicho algo así su madre
en los establos?
—Nos encerraba juntos en el armario y le contaba historias para que no
pensara en los gritos. —Una sonrisa sorprendente se dibujó en sus labios—. Peter
Pan. Cosas de aventuras. Demonios, a menudo me inventaba mis propias historias.
Quizá por eso se convirtió en cazadora de tesoros antes que en, ya sabes, cazadora
de malos —dijo, poniéndose el forro polar. Cuando Ella alargó la mano y lo rodeó con
los brazos, él la estrechó con fuerza y le pasó los dedos por el cabello durante unos
instantes de silencio.
—Rory sólo vio a papá pegarme aquí y allá. Una bofetada en la cara. Un golpe
con el cinturón en el trasero. Mierda como esa. No muy diferente a lo que la mayoría
de los padres hacían en esos días. Quiero decir, crecimos en los ochenta y los
noventa, cuando esas cosas aún estaban de moda —explicó, con un tono más práctico,
menos rabioso.
Sin embargo, no tenía ningún deseo de despegarse de él. Estaba donde quería
y necesitaba estar. Y él seguía acariciándole el cabello como si eso le ayudara a
superarlo.
—Rory bloqueó los recuerdos. No fue hasta que empezó a ver al terapeuta de
Chris que dijo que ella misma empezó a recordarlo todo. —Hizo una pausa de un
segundo—. Supongo que no quería que lo supieras cuando éramos niños, por la 251
misma razón que yo. ¿Quién quiere decirles a sus amigos que su padre es un imbécil?
El, lo siento que quería ofrecer se sentía tan pequeño e indigno de su
experiencia, así que mantuvo la palabra atrapada tras sus labios hasta que se le
ocurrió algo más significativo.
—Los abusos de papá empeoraron cuando yo era adolescente. Y ocultó esas
palizas a mi madre y a Rory. Ellas, um, aún no saben cuántas veces me golpeó. Nunca
me pegaba en la cara. En ningún lugar visible. Era un abusador inteligente incluso
cuando estaba borracho.
Se le revolvió el estómago al oír su confesión, las palabras hicieron que las
lágrimas empezaran a resbalar por sus mejillas mientras su corazón se rompía en mil
pedazos.
—Siempre me metía en peleas en el colegio y, en retrospectiva, creo que en
parte era porque odiaba que alguien más grande se metiera con alguien más
pequeño. Ya sabes, los problemas de mi padre. La otra parte era que me sentía bien
siendo capaz de devolver el golpe. Mierda, si no quiero admitirlo, pero durante
mucho tiempo sólo tuve que aguantarlo de mi padre, así que si alguien estaba
dispuesto a pelear conmigo, bueno... —Sintió que se le levantaba el pecho de un
encogimiento de hombros.
Intentaba disimular, y no tenía por qué actuar como si no fuera para tanto. Su
padre le hizo daño. Físicamente. Emocionalmente. Y se había salido con la suya.
Ella estaba segura de que su madre ignoraba lo dura que había sido la infancia
de Jesse. De lo contrario, habría apuntado con su escopeta al padre de Jesse. Tratar
con Deb Hawkins, un destino peor que la cárcel... Beckett definitivamente tenía razón.
Elipsis y todo.
—Así que, sí, él fue la razón por la que entré en el Ejército, pero también fue la
razón por la que me quedé más tiempo del esperado. —Su tono ronco la hizo
retroceder, y también había lágrimas en sus ojos.
Aunque tenía las manos frías, levantó la mano y le acarició la cara, sorprendida
de que su piel estuviera tan caliente. Las emociones pueden hacer eso, supuso.
—¿Qué quieres decir?
—Por lo que pude ver, siempre que hablaba con mi madre, ya no se peleaban.
Papá rara vez bebía. Eran más felices. —Se pasó una mano por la cabeza—. Así que
no pude evitar pensar que yo había sido el problema todo el tiempo. Papá incluso
empezó a ir a la iglesia con mamá. Así que me mantuve alejado.
—Jesse —gritó, las lágrimas corrían por sus mejillas como un grifo abierto—.
No fuiste tú en absoluto. Por favor, no pienses eso. 252
—Ahora lo sé. —Sacudió la cabeza—. El Ejército no fue el escape que pensé
que sería. Las cosas que tuve que hacer. Lo que vi. Los compañeros que perdí. Todo
me jodió la cabeza.
Y por eso te alejaste de mí. Sus labios atraparon sus lágrimas saladas, y saboreó
su dolor en cada gota.
—Y entonces llegó Thatcher con promesas de que no tendría que ver morir a
más amigos. Que podría trabajar solo. Seguir salvando el mundo y marcar la
diferencia, pero a mi manera. —Volvió a cerrar los ojos—. Estaba en mi punto de
ruptura, Ella. Y a la CIA no hay nada que le guste más que tomar a un hombre roto,
destrozarlo hasta dejarlo absolutamente en nada y luego recomponerlo para que se
ajuste a sus necesidades.
Su estómago se revolvió por enésima vez en los últimos minutos.
—Ella, hay algo que tengo que decirte. —El tono oscuro y sombrío de su voz la
hizo aprisionar el labio entre los dientes mientras los nervios la lanzaban hacia
delante, sus manos iban de las mejillas de él al pecho.
—¿Qué? —Un grito ahogado salió de sus labios ante la mirada grave de él, que
la miraba fijamente.
—Cuando digo que estaba en mi punto de ruptura, bueno, estaba allí en el
sentido literal. —Sus temblorosas palabras la estremecieron hasta la médula—. En
una cornisa, para ser exactos. No es que la Agencia lo supiera, pero...
Oh, Dios. Luchó contra el sollozo que intentaba liberarse y que la haría caer de
rodillas.
Deslizó las manos por sus costados y le agarró los brazos como si presintiera
que podía desmoronarse.
—No podía saltar. No lo habría hecho. Porque sabía que te haría daño. Y a mi
madre. A Rory. A.J. —La abrazó un poco más fuerte, enfocando esos brillantes ojos
azules en ella—. Y yo sólo te he querido protegida. Segura y feliz, así que...
Incapaz de contenerse por más tiempo, rompió a sollozar. Y justo cuando
empezaba a derrumbarse, Jesse la estrechó contra su cuerpo y la abrazó con fuerza.
Sabía por qué se lo había ocultado. No era fácil para él compartirlo, pero más que eso,
él sabía que ella estaría herida y devastada. Se había pasado la vida evitando que ella
se sintiera herida por lo que él consideraba sus defectos, sus fracasos y sus acciones
resultantes.
El suicidio en los veteranos era... demasiado real. Y Dios. . .
—Shh. Está bien. Estoy... mucho mejor. He estado recibiendo ayuda. Sesiones 253
de terapia virtual. Para trabajar en mí mismo —susurró—. Empecé hace poco más de
un año.
¿Terapia? Se quedó sin palabras ante el hecho de que él realmente lo hubiera
estado intentando después de que cancelara la boda con Brian, y ella no lo hubiera
sabido. Tenía la mejilla apoyada en el pecho de él, el latido de su corazón en el oído
mientras él la abrazaba, consolándola.
—Siento haber tardado tanto en encontrar mi camino hacia ti. Intentar
recomponerme para ser el hombre que te mereces. —Y añadió en voz baja—: En
aquel entonces no sabía si se podía amar a alguien tan destrozado.
Ella casi se sobresaltó ante su último comentario, se echó hacia atrás y se pasó
las manos por las mejillas, dispuesta a recomponerse.
—Amar a alguien incondicionalmente significa que estás a su lado en los
buenos y en los malos momentos.
La estudió en silencio antes de decir:
—Ahora vuelvo a formar parte de un equipo porque estaba equivocado. Estar
solo nunca fue la solución. Y, sobre todo, no quiero vivir en un mundo en el que no
estemos juntos. —Hizo una pausa de otro segundo—. Esperaba ser perfecto para ti,
pero ahora me doy cuenta de que la perfección no es alcanzable. Para nadie, en
realidad. Y si estos últimos días me han enseñado algo, es que sentirme completo es
mi tipo de perfección, y así es como me siento cuando estoy contigo.
Oh, Dios. Su corazón.
—Te amo, Ella Mae. —Era la primera vez que se lo decía, aparte de en la boda,
y aquellas palabras volvieron a unir su corazón. Volvió a sentirse completa—.
Incondicionalmente y para siempre —añadió, esta vez con la voz entrecortada.
Ella deslizó las palmas de las manos por su pecho y las colocó sobre su corazón.
Cuando estuvo segura de que su voz se mantendría firme, levantó la mirada y lo miró
a los profundos ojos azules.
—Yo también te amo. Te amo mucho. Y estoy muy orgullosa de que te
esfuerces. Por no renunciar a ti mismo, a nosotros —exclamó en voz baja—. Porque
yo tampoco quiero vivir sin ti. —Se puso de puntillas y acercó sus labios a los de él.
Jesse gimió y tomó su boca en un beso contundente que se sentía como si
estuviera transmitiendo algo más que su voto de amor y su deseo por ella. No, aquel
gemido era el sonido de... alivio.

254
Capítulo Veintinueve
—¿S
eguro que no necesitas más tiempo? —preguntó Carter,
aparentando aprensión mientras se rascaba la parte
delantera de la garganta y miraba a todas partes menos a
Jesse. Estaba claro que esta situación le había puesto los pelos de punta, aun cuando
intentaba interpretar el papel de jefe comprensivo.
Sí, ya somos dos. Lo último que Jesse quería era que sus nuevos compañeros de
equipo se preocuparan de que un día se volviera loco debido a un trauma infantil.
Y sinceramente, ahora que Ella estaba en su vida y ya no había secretos entre
ellos, no se sentía más que afortunado. Afortunado de que ella fuera fuerte, indulgente
y, bueno, paciente. Había tenido décadas de paciencia.
—Soy sólido. Lo prometo. —Jesse miró a Gray, el único otro compañero de
equipo en la sala, lo que Jesse supuso que era a propósito. Sólo los líderes del equipo
confrontando a su recluta más reciente para asegurarse de que estaba estable—.
Charlie mike —agregó. Jerga militar para, continuar misión.
—Entendido —respondió Carter, con los hombros ligeramente relajados,
probablemente aliviado de haberse librado de una conversación sobre —
sentimientos. Pero el comportamiento del hombre con Zoey hizo pensar a Jesse que
Carter no estaba tan atrofiado emocionalmente como Jesse creía antes.
—Así que —declaró Grey en voz alta, tan sutil como el disparo de una escopeta
en un campo de tiro cubierto. Las palabras perforaron el aire e hizo que Jesse desviara
su atención de la cocina, adonde Ella y Savanna se habían dirigido hacía unos
momentos. Le había dado a Ella el visto bueno para que compartiera los detalles de
su conversación en el patio, o todo lo que se sintiera obligada a compartir. Se había
cansado de guardar secretos y levantar muros. Sólo quería empezar de nuevo. Un
nuevo comienzo. Y para que eso sucediera, tenía que erradicar las amenazas contra
Ella.
—¿Vamos a seguir adelante con el plan de Zoey y Sydney? —preguntó Jesse
mientras apoyaba la espalda en la pared junto a la chimenea. La conversación que
habían tenido afuera los había puesto a él y a Ella en un brete emocional, y todavía
estaba un poco tembloroso—. ¿Estamos atrayendo a Zoran y Yuri a Austria? — 255
continuó, mirando a un lado y a otro entre Gray y Carter.
Gray cruzó los brazos sobre el pecho, sus bíceps estirando las mangas de su
camiseta negra, y Carter metió las manos en los bolsillos de sus pantalones oscuros.
—Creo que es nuestra única jugada para acabar con esto en las próximas
cuarenta y ocho horas más o menos —dijo Gray, y Jesse se sorprendió un poco de
que Carter lo hubiera dejado tomar la iniciativa. Los dos líderes del equipo parecían
estar luchando con sus papeles a cada momento, todavía compitiendo por ser el alfa
de la manada, por así decirlo.
—Estoy de acuerdo. —Carter ladeó la cabeza y fijó su atención en Jesse, sus
ojos entrecerrados parecían seguir evaluando los daños. De los que no se veían. Del
tipo que sufrían la mayoría de los veteranos. Heridas invisibles.
Jesse mostró una palma, el gesto destinado a tranquilizar a Carter una vez más
para decir, Sí, estoy bien.
—Thatcher sabe que no podrá detenernos si estamos empeñados en ir a
Austria, pero hará todo lo posible para, al menos, dar la cara.
—Bien. Tendrá a la DGSE esperando nuestra llegada al aeropuerto. No es que
vayamos a volar de París a Austria, pero podemos dejar que piensen eso —comentó
Carter en tono uniforme—. Griffin y Savanna tomarán el jet de regreso a casa. Una vez
que mi piloto los deje en Alabama, dará la vuelta y volará a Salzburgo cuando estemos
listos para un postoperatorio de extracción.
—¿Sabe Griffin que no viene con nosotros? —preguntó Jesse, apartándose de
la pared.
—Todavía no, pero no querrá que Savanna corra peligro, y no puedo decir que
lo culpe —respondió Gray, y luego descruzó los brazos y levantó una mano. No hacía
falta leer la mente para saber que Jesse estaba a punto de sugerirle a Ella que también
se fuera a casa.
Jesse asintió. Por desgracia, enviar a Ella a casa no era una opción.
—Entonces, ¿cómo vamos a ir a Austria sin que Thatcher interfiera? Sabes que
hará todo lo posible para que no vayamos. Si no todos nosotros, al menos Carter. —
Sin Carter en Austria, el plan fracasaría. Yuri no daría la cara a menos que Carter
estuviera presente.
Gray y Carter intercambiaron otra mirada y Gray dio un paso adelante. Estaba
claro que habían llegado a un acuerdo sobre quién se encargaría de los detalles
logísticos.
—Nos separamos y conducimos los dos todoterrenos hasta el aeropuerto de
París. En cuanto estemos dentro del alcance del espacio aéreo restringido y el dron 256
de la Agencia ya no esté sobrevolando... hacemos nuestro movimiento —explicó
Gray—. Saldremos todos, excepto Savanna y Griffin, que se dirigirán al hangar donde
suponemos que estarán esperando los agentes de la DGSE. Y mientras los agentes
están ocupados descubriendo que el resto no estamos con ellos, nosotros ya
habremos sacado dos autos del estacionamiento de la terminal y habremos
abandonado el aeropuerto.
—No se impedirá que Griffin y Savanna vuelen a casa. Thatcher y la DGSE no
se preocupan por ellos. Sólo por mí. —Carter miró a Jesse—. Y tal vez tú, si lo que
Thatcher dijo por teléfono es creíble, y realmente no quiere verte morir.
Jesse casi se rió ante la idea de que a Thatcher realmente le importara. No, ese
barco de la creencia había zarpado en el momento en que puso a Ella en peligro.
Demonios, más bien cuando mató a la mujer de Zoran en aras de una misión. Y Jesse
tendría que enfrentarse a él cara a cara una vez que la operación hubiera terminado
y el equipo estuviera en Estados Unidos.
—No estoy seguro de que Thatcher caiga en esta trampa o la espere. —Pero
Thatcher tiene que saber que no hay otra manera. Todavía podría ser todo un juego
mental, y realmente nos quiere allí—. Podría quedarse mientras la CIA o la DGSE saltan
a través de los aros para tratar de detenernos, pero en última instancia, como tú
dijiste, Thatcher sabe que vamos a encontrar una manera en Austria si no lo
proponemos.
—Nos dividiremos en dos equipos cuando salgamos del aeropuerto en los
nuevos vehículos. Un equipo se dirige a Austria en tren, el otro en auto —le dijo
Gray—. Sydney, Jack y yo iremos contigo y con Ella. Tomaremos el tren. Carter, Zoey
y Oliver se dirigirán hacia allí después de cambiar el auto por uno legítimo.
Carter dio un paso más.
—Hemos reservado un compartimento privado en un tren de lujo que sale
mañana temprano de París. A diferencia de los trenes de pasajeros de alta velocidad,
sólo hay una parada rápida en Frankfurt. Y tendrás intimidad por si es necesario
discutir detalles operativos. —Carter hizo una pausa para respirar—. Tardarás más
en llegar porque no es tan rápido y va a Viena en vez de directo a Hallstatt, pero creo
que es lo mejor. Desde Viena, puedes tomar otro tren hasta Hallstatt.
—Un viaje de unas tres horas entre Viena y Hallstatt —señaló Gray.
—Entiendo por qué nos separamos —comenzó Jesse—, porque...
—Porque si nos pasa algo, Carter puede salvarnos el pellejo. —El comentario
despreocupado, casi en broma, había salido de Jack, de pie en la entrada del salón,
con un café en la mano.
—¿Y la razón por la que la mitad de nosotros vamos en tren en vez de en auto
es para poner nuestras caras para que Yuri confirme que estamos en ruta? —Cebo.
257
Ella como cebo.
—Sé que no puede ser fácil para ti llevar a Ella a Austria, pero Zoran quiere
verlos morir a los dos él mismo, así que estarán a salvo en ese tren —Gray explicó
lentamente, y por frustrante que fuera, Jesse sabía que sus opciones eran limitadas—
. Yuri supondrá que Carter también viene a Austria, pero sabrá que no nos
arriesgaríamos a ponerlos a los tres juntos en un tren.
Jesse se pellizcó el puente de la nariz e inclinó la barbilla hacia el pecho. Irían
desarmados en el tren, lo que ponía nervioso a Jesse. Podía proteger a Ella de otras
maneras, seguro, pero no tener un arma no era lo ideal.
—Y, ¿qué pasa con el resto de tus chicos dispersos por Europa? Ya tienes chicos
en Hallstatt vigilando la casa de Dragan, ¿no? —Jesse dejó escapar un profundo
suspiro y bajó la mano para mirar a Carter.
—Tenemos chicos en Austria ahora, y estoy trayendo más mientras hablamos.
—Carter se acercó a la máquina Keurig, la taza de java de Jack probablemente un
recordatorio de que necesitaba un poco. Mejor que tomar whisky como había hecho
antes.
Jack se adentró en la habitación, sorbiendo su café.
—Si suponemos que Zoran y Yuri esperan que aparezcamos en Austria, eso
significa que tendrán casi tanto tiempo como nosotros para preparar algo.
—Por lo que sabemos, sus planes comenzaron anoche una vez que confirmaron
que estábamos en Francia, y sólo van a alterarlos para Austria —replicó Gray—.
También es posible que Yuri tenga hombres de camino a Bama mientras hablamos.
—Una chispa de ira se encendió ante su comentario, ante la idea de que la familia de
Ella pudiera estar en peligro y de que Ella se dirigiera directamente hacia un asesino
a sueldo psicópata y otro hombre que la quería muerta.
Pero por mucho que le doliera a Jesse, para mantener a Ella a salvo... tenía que
hacer lo último que quería en el mundo: ponerla en peligro.

258
Capítulo Treinta
—Z
oran está en Austria. —Sydney se levantó de la silla al hacer el
anuncio hacia las mil novecientas horas de aquella noche. Sus
palmas aterrizaron en la mesa del comedor que Jesse y el
equipo habían arrastrado a la sala de estar más temprano ese día. Por el color y el
dibujo, Jesse supuso que era de roble rojo.
Y ahora no podía dejar de pensar en su taller de Bama y en la mesa inacabada
que había allí. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que Thatcher apareció como una
bola de demolición en su vida? El desfase horario, los cambios de hora y un montón
de estrés habían hecho que pareciera que habían pasado semanas, no días. Hoy es
tres de enero, ¿no? Sacudió la cabeza. ¿Y a quién quiero engañar? Mi vida estaba jodida
antes de que apareciera Thatcher porque Ella no había sido mía. Aún no había dado el
salto y compartido la verdad con Ella como mi terapeuta me había animado a hacer.
Jesse se metió las manos en los bolsillos, haciendo todo lo posible por no
inquietarse. Cuanto más se acercaba el momento de partir hacia Austria por la
mañana, de que Ella abandonara la red de seguridad del bed and breakfast de
Versalles, más nervioso se ponía.
—Las imágenes de un circuito cerrado de televisión local en Salzburgo, a la
salida de un banco, captaron a Zoran bajando de una limusina y subiéndose a una silla
de ruedas —añadió Sydney.
—Si Zoran está en Austria, creo que es seguro suponer que mi agente ha
transmitido con éxito la información a Zoran sobre su hermano y su hijo —dijo Zoey,
lanzando una mirada de suficiencia a través de la sala, hacia donde Carter estaba
recostada contra la barra, con los codos apoyados en la superficie y los tobillos
cruzados despreocupadamente.
Carter se acarició la mandíbula, aparentemente indiferente a su comentario,
quizá esperando un, te lo dije, pero Jesse dudaba que fuera de ese tipo.
—Está a unos setenta kilómetros de Hallstatt. Supongo que se dirige hacia allí
esta noche —compartió Sydney.
—No le hará daño al niño si descubre que en realidad no es su hijo, ¿verdad?
—La voz suave de Ella y su preocupación por el hijo hicieron que a Jesse se le 259
estrujara el corazón.
—No. Quiero decir, Dios, espero que no. —Sydney se enderezó y se encogió
visiblemente—. Lo crió desde que nació, creyendo que era su hijo biológico.
—Una vez que lleguemos allí, Yuri no podrá resistir la oportunidad de
atraparlos a los tres —comentó Zoey, y cuando Jesse le robó una rápida mirada a la
agente del MI6, ella estaba apoyando una uña roja contra su barbilla, con los ojos
intensamente concentrados en Carter.
—Pero es obvio que nos dividiremos para el viaje a Hallstatt. No queremos
darle al chupa pollas un tres por uno especial —Jack volvió a soltar sus dos centavos
mientras se acomodaba en la chimenea—. No es tan tonto como para pensar que los
pondríamos a los tres en la misma habitación con un cartel de ven y toma uno colgado
del cuello cuando lleguemos.
—Sí, bajo ningún concepto permitiré que atraigan a Ella a ninguna habitación,
cueva o maldito vehículo volador si pensamos que Yuri va a aparecer por allí —
carraspeó Jesse, aquella sensación de inquietud volviendo a cobrar vida. Sería como
meterse en la boca del lobo. Jodidamente perfecto.
—¿Vehículos voladores? —Jack borró la sonrisa de sus labios con el dorso de
la mano—. ¿Como un avión?
Un poco de bromas durante una operación era normal, pero con la vida de Ella
en juego, Jesse no podía ver el humor en nada en este momento.
—Yuri debe estar muy seguro de que llevaré a Ella conmigo. —Jesse tuvo que
pensar como un asesino a sueldo para meterse en la mente del hombre, una habilidad
que no esperaba volver a utilizar.
—Estás anticipando que hará contacto con nosotros en nuestro camino a
Austria, ¿verdad? La única parada en Frankfurt. Es la oportunidad para que alguien
del equipo de Yuri suba y baje del tren si es necesario. ¿Crees que va a tratar de
forzar mi mano? ¿Encontrar una manera de garantizar que Ella aparezca para algún
jodido enfrentamiento? —Jesse se acercó a Carter, liberando sus manos de los
bolsillos en el proceso.
—Sí, planeará una manera de asegurarse de que Ella esté contigo cuando
decida hacer su jugada —respondió rápidamente Zoey, y la sangre corrió de la cara
de Jesse ante la calma con que había pronunciado sus palabras.
¿Era tan mala como la CIA? ¿Haría cualquier cosa para conseguir su objetivo?
El hombre mató a su prometido, así que tal vez.
Zoey mostró una palma.
—Es imperativo que mantengamos la pelota en nuestro campo. 260
—¿Me acabas de lanzar una metáfora de baloncesto? —siseó Jesse.
—Sea cual sea el plan de Yuri, estaremos preparados —continuó Zoey,
ignorando su comentario—. Y basándonos en el modus operandi de Yuri,
probablemente tendrá un artefacto explosivo en algún lugar de Hallstatt que
amenazará con detonar si todos no nos reunimos con él donde quiere.
Jesse apretó los dientes al recordar que el prometido de Zoey y Carter habían
estado en una situación similar años atrás. Sólo habían estado ellos dos, y como Carter
tenía más experiencia con explosivos, había ido a desactivar el artefacto. Yuri había
matado al prometido de Zoey mientras tanto. ¿Cómo podía estar segura de que no
tendrían un déjà vu con esta operación?
—Lo sé —dijo Zoey como si leyera sus pensamientos—. Pero esto será
diferente. Tendremos un equipo. Y sin trámites burocráticos de nuestras agencias que
sortear.
—Entonces, ¿crees que amenazará con hacer daño a civiles para forzar la mano
de Jesse, para asegurarse de que aparezco donde él quiera que vaya? —Ella estaba
de pie, y Jesse rodeó la mesa para llegar a ella mientras Savanna y Griffin se ponían
de pie también.
—No dejaré que eso ocurra —le dijo con firmeza Jesse, tomando las manos de
Ella entre las suyas—. No voy a dejar que caigas en ningún tipo de trampa. Eso no se
discute.
—Jesse. —El tono de Carter contenía una advertencia que le hizo dirigir la
mirada a su jefe sin soltar las manos de Ella.
—No me importa si amenaza con derribar a toda Europa. Ella no irá a ninguna
parte a petición de ese loco. —Intentó mantener la cabeza erguida, pero cuando se
trataba de Ella, no estaba seguro de poder hacerlo—. Tratar con Zoran era una cosa.
Sabíamos que no llegaría a tales extremos. Un tipo de ojo por ojo —dijo al recordar
las palabras de A.J—. Zoran no mataría a la madre o al hijo de alguien como
retribución por la muerte de su esposa, pero con Yuri de por medio, esto es...
Jesse soltó bruscamente las manos de Ella, dándose cuenta de que su
preocupación por que Yuri enviara hombres a Alabama daba en el clavo, y era más
que probable que ya estuvieran allí. Pero también lo estaban los hombres de Gray.
No estaba seguro de si Yuri se arriesgaría a sacar a alguien a plena luz del día,
pero si tenía poco tiempo y quería mantener, la pelota de su lado... entonces podría
hacer lo inesperado.
Jesse consultó su reloj y recogió uno de los teléfonos desechables de la mesa.
El avión de A.J. había llegado a Birmingham hacía unas horas y necesitaba que
le avisaran. Era muy probable que hoy ocurriera lo peor, que la familia de Ella fuera
261
un objetivo, y A.J. tenía que estar preparado.
—Sólo hay una manera en la verde tierra de Dios de que Ella fuera a donde Yuri
quisiera —dijo Jesse, con la voz temblorosa al darse cuenta. Sabía que Ella haría
cualquier cosa si su sobrina, prácticamente una hija para ella estuviera en apuros.
Los ojos azules de Ella se centraron en él como si luchara por comprender lo
que realmente estaba sugiriendo.
—McKenna —murmuró.
—A.J. —dijo Jesse en cuanto se conectó la línea y la puso en altavoz—. ¿Dónde
estás?
—En el camión de Shep. Nos dirigimos a la comisaría para ver cómo está
Beckett. A un kilómetro y medio —contestó A.J—. ¿Por qué, qué pasa?
—Creo que McKenna podría ser el próximo objetivo de Yuri. —Jesse vio cómo
Savanna se agarraba a Ella como si fuera a desmayarse mientras añadía—: Y supongo
que sus hombres ya están en la ciudad.
Pero no llegaron demasiado tarde, o ya se habrían enterado.
—¿Qué demonios fue eso? —Jesse oyó la ronca voz de Shep.
La línea se quedó en silencio un momento antes de que A.J. respondiera:
—Algún tipo de explosión.
—La comisaría del sheriff —comenzó Shep en tono grave—. Está ardiendo.

JESSE SE PASEABA DE UN LADO a otro en el salón, desgastando los suelos de madera


mientras esperaba a que A.J. le devolviera la llamada, que había terminado
abruptamente.
La comisaría de policía más cercana a su pequeña ciudad estaba a veinte
minutos de distancia y, a juzgar por los disparos que se habían oído antes de que se
cortara la comunicación, A.J. no tenía tiempo para esperar.
—Dos de mis chicos estaban con Beckett —le recordó Gray, pero eso no detuvo
los pensamientos acelerados ni las preocupaciones de Jesse—. Preveíamos esta
posibilidad y estábamos preparados para ella. Acabas de dar en el clavo.
—Shep también está con A.J., y seguro que van armados —dijo Savanna,
reiterando el hecho de que los chicos estaban preparados y sabían lo que hacían.
Jesse negó con la cabeza. Debería haber sido él quien calmara a Savanna, y no al 262
revés.
Pero la calma era un estado mental perdido para él ahora mismo.
Ella estaba en el sofá, abrazándose el pecho con las rodillas y meciéndose de
un lado a otro, como solía hacer Rory cuando era niña y se escondía en el armario
para escapar de las peleas de sus padres. Pero no podía acercarse a ella. A hacer otra
cosa que no fuera caminar, porque lo estaba matando no estar allí ayudando a A.J. Y
si algo les pasaba a Beckett o McKenna, sería culpa suya. Preparado o no.
—No conoces a mis chicos —dijo Gray—, pero sabes que A.J. no dejará que
nadie se lleve a McKenna. Ni una maldita oportunidad.
Por algo A.J. era uno de los operadores clandestinos del Presidente, seguro,
pero Jesse no tenía ni idea de cuántos tangos había en la comisaría ni a cuánta
potencia de fuego se enfrentarían.
—Llegaron a tiempo. Esa explosión —comenzó Jack, uniéndose a los esfuerzos
por calmar a Jesse— probablemente fue de una carga de brecha para infiltrarse en la
estación. No para herir a nadie. Necesitan a McKenna viva para ponerle un cebo a
Ella.
—¿Y Beckett? —carraspeó Jesse—. No lo necesitan vivo. —Apenas podía
aguantarse las ganas de pronunciar las palabras mientras el amor de su vida, la
hermana de Beckett se mecía ansiosa en el sofá.
Jesse agachó la cabeza y se concentró en controlar su respiración y su ritmo
cardíaco. Había manejado lo peor de las peores situaciones en Irak. Había mantenido
la calma y la sensatez durante la guerra y en misiones para la CIA. Pero se trataba de
Ella. Su familia.
—Por suerte, Gray tuvo tiempo de enviar refuerzos, pero no me di cuenta de
que no sabías nada de Yuri hasta París. —Las palabras de Zoey hicieron que Jesse
girara la cabeza hacia ella—. Supuse que Thatcher te habría puesto al corriente. Yo
tampoco sabía cómo contactar con Carter. Lo siento.
—Esto no es culpa tuya. —las sorprendentes palabras de Carter hicieron que
todos los ojos lo miraran, pero el teléfono desechable sonó antes de que nadie
pudiera decir más.
—Es A.J. —anunció Jesse, lo que hizo que Ella dejara caer bruscamente los pies
al suelo y se pusiera de pie—. ¿Cuál es la situación? —preguntó después de poner la
llamada en altavoz.
—McKenna está a salvo. Beckett tiene algunas quemaduras y el ayudante
recibió un balazo en el brazo. Pero entre los chicos de Gray y nosotros, matamos a los
ocho cabrones que aparecieron —A.J. espetó rápidamente, y la visión de Jesse se
nubló antes de que pudiera parpadear las lágrimas de alivio, su mirada se posó en
Ella mientras enterraba la cara en sus palmas—. ¿Me escuchaste? llegamos a tiempo. 263
Llegaron a tiempo, Jesse repitió las palabras mientras intentaba hacerse a la
idea de que todos estaban bien.
—Déjame hablar con Ella —comentó A.J., esta vez con la respiración agitada y
el tono entrecortado.
Ella levantó la cabeza y, con mano temblorosa, alargó la mano para tomar el
teléfono.
—Ella, McKenna quiere hablar contigo —dijo A.J., y Jesse tuvo que apoyar las
palmas de las manos en la mesa antes de caer de rodillas.
—Hola —susurró McKenna—. Papá está bien. Todos estamos bien.
—Oh Dios, siento tanto que... —la voz de Ella se entrecortó mientras las
lágrimas corrían por sus mejillas, y la visión iba a destrozarlo.
—Tengo una petición —continuó McKenna—. Vuelve a casa antes de que te
ocurra algo malo a ti también. —McKenna rompió a llorar, y se oyó de fondo a Beckett
llamándola. Los dedos de Jesse se enroscaron en puños mientras se esforzaba por
luchar contra las emociones que amenazaban con hundirlo.
—Déjame hablar con Jesse, nena. —El tono ronco de Beckett cortó la
comunicación, seguido de unas toses cortas como si intentara despejar el humo de
sus pulmones.
Jesse regresó junto a Ella y miró el teléfono en la palma de su mano, pero sabía
lo que se avecinaba. ¿Cómo no iba a saberlo?
—Jesse. Mi hija podría haber resultado herida, o peor. Hoy me ha visto matar a
gente —empezó Beckett en voz baja—. Nunca te lo perdonaré, carajo. —Y entonces
la llamada terminó.

264
Capítulo Treinta y Uno
A LAS AFUERAS DE FRANKFURT, ALEMANIA

E
lla miró a Jesse, sentado en la silla giratoria de terciopelo azul frente a
ella, dentro de su lujoso camarote del tren. Con los brazos cruzados
sobre el pecho y las manos metidas bajo los bíceps, bajó de pronto la
barbilla hacia el pecho mientras cabeceaba.
Durante la última hora, el pobre había hecho todo lo posible por resistirse al
sueño. Llevaba luchando por mantener los ojos abiertos desde que habían subido al
tren aquella mañana en París. Pero el suave viaje y los sonidos ambientales del tren
estaban ganando la batalla.
Cuando cayó la noche, le suplicó que se tumbara con ella y tratara de dormir
al menos unas horas. Él accedió a regañadientes y la envolvió en sus brazos. Ella se
había desmayado enseguida, pero dudaba que él hubiera dormido.
Después de lo ocurrido en casa con su familia, lo único que Ella quería hacer
ayer era dormir. El corazón y la cabeza le dolían demasiado cada vez que revivía la
pesadilla de unos acontecimientos que podrían haber sido muy diferentes si A.J. no
hubiera aparecido en el momento justo. Las palabras de McKenna y Beckett habían
destrozado a Ella, y sabía que también habían hecho mella en Jesse. ¿Cómo no iban
a hacerlo?
La mirada de Jesse cuando Beckett le dijo que nunca lo perdonaría casi le había
roto el corazón. Jesse no le había hablado mucho desde aquella llamada, y ella había
intentado convencerse de que era porque estaba tan afectado por lo ocurrido como
ella. Y luego se había concentrado en trabajar con el equipo para elaborar un plan de
acción para Austria.
Por supuesto, Ella también sabía que se sentía culpable por no haber
acompañado a Savanna en el avión, como le había pedido McKenna.
Jesse y ella habían dado por fin un paso adelante en su relación, y rogaba a
Dios que el sorpresivo asalto de Yuri no los hubiera hecho retroceder tres.
—¿Estás leyendo algo sobre Hallstatt? —Ella echó un vistazo a Sydney, que 265
estaba sentada a su izquierda en el sofá. Tenía el iPad en la mano y se desplazaba por
la información de la pantalla con el toque de un dedo.
Gray y Jack habían ido al vagón restaurante hacía una hora para prepararse
para la parada que el tren pronto haría en Frankfurt. Ninguno de ellos iba armado por
razones obvias, pero si Yuri descubría que se dirigían a Austria por ferrocarril,
Frankfurt sería la única oportunidad de tener a alguien a bordo si el bastardo quería
hacer algún movimiento previo a Austria. Con su intento fallido de atrapar a McKenna
en Alabama, Zoey creyó que iniciaría un plan de respaldo.
—Sí, de hecho he estado allí antes, pero fue hace mucho tiempo —dijo Sydney,
su tono suave como si estuviera perdida en sus pensamientos.
—¿Negocios o placer?
—Luna de miel.
—Mm. —Ella sabía que Sydney estaba divorciada, así que ¿qué podía decir a
eso? Y Sydney no era de las que hablaban de cosas de chicas, así que Ella decidió
que era mejor no indagar. Cerró los ojos y recordó el día de ayer por la mañana en
el aeropuerto, cuando se despidió de Savanna y Griffin con un abrazo rápido antes de
que se marcharan al hangar privado de Carter. Y justo después, el resto del equipo
había sacado dos autos del estacionamiento de larga estancia.
Una vez que el jet de Carter había despegado, Griffin había llamado con la
noticia de que la DGSE había estado esperando en el hangar, como era de esperar,
pero Thatcher no había estado con ellos.
—Thatcher nos ha dejado ir porque, le guste o no, sabe que no tiene elección —
había dicho Jesse tras la llamada de Griffin.
—Te perdonará por no haber ido a casa. —El comentario de Sydney hizo que
Ella abriera los ojos—. ¿Qué tiene, trece años? No entiende lo que está pasando. —La
inesperada opinión de Sydney hizo que Ella la mirara—. McKenna me recuerda un
poco a mi hijo. —Una sonrisa se dibujó en sus labios—. Y Beckett perdonará a Jesse.
Sydney había conocido brevemente a la familia Hawkins en la boda, pero no
había tenido ocasión de comprobar de primera mano lo gruñón y testarudo que era
su hermano. Beckett no perdonaba fácilmente, sobre todo cuando se trataba de su
hija. Después de todo lo que había pasado mientras la criaba como padre soltero...
no, se lanzaría a la yugular si alguien la ponía en peligro. Y el único objetivo en su
mira ahora era Jesse. Justo o no, odiaría a Jesse por lo que pasó.
—Mi hermano ha pasado por muchas cosas. El perdón no es algo por lo que se
le conozca —susurró Ella, tratando de no despertar al hombre que amaba. Lo último
que quería que oyera era la duda en su tono o su miedo a que nunca pudiera arreglar
su relación con su familia.
Sydney apoyó el iPad en el regazo y desvió la mirada hacia la ventana mientras
266
el paisaje pasaba.
—Lo entiendo. Cualquiera que le tocara un cabello a mi hijo no volvería a ver
la luz del día. —Sus palabras salieron de su boca con rapidez y sin remordimientos. Y
Ella realmente creía que la mujer acabaría con cualquiera que se metiera con su
familia. Sin dudarlo.
Ella pensó en la pericia de Sydney con el arco en casa de Rochella. Toda un
tipa dura. Una heroína.
Inclinando la barbilla en dirección a Jesse, dijo:
—Pero merece ser perdonado. No es el enemigo, y tu hermano lo verá.
Dios, eso esperaba. Apenas era capaz de digerir el desayuno que Jesse la había
obligado a tomar en el tren aquella mañana, y cada vez que se imaginaba a su familia
negándose a acoger a Jesse en sus brazos una vez de vuelta en casa, le daban ganas
de vomitar.
—Sin embargo, Zoran no perdonará a su hermano —afirmó Sydney, con tono
gélido. Si Dragan realmente se acostó con su mujer y su hermano es el padre
biológico, eso no va a acabar bien.
—¿Crees que Dragan podría estar ya muerto? ¿Y qué hay del niño? No quiero
que sea un daño colateral en esto.
—Tenemos a los chicos de Carter vigilando la casa de Dragan, pero Zoran es
lo suficientemente listo como para no usar la puerta principal. Tiene que saber que
todos, desde los búlgaros hasta la CIA, vigilan esa casa. Pero no tengo dudas de que
ha encontrado una manera de enfrentarse a su hermano. Puede que incluso haya una
red subterránea de túneles hacia y desde la casa. —Levantó su iPad y cambió la vista
a una de las cámaras que los hombres de Carter habían colocado en la casa—. No
hará daño a su hijo. Y no dejaremos que le pase nada al niño cuando acabemos con
Zoran.
Ella asintió, tratando de mostrarse optimista, dado el tono confiado de Sydney.
Falcon tuvo suerte de contar con la ayuda de los, otros hombres, de Carter, lo
que aumentó el misterio de Carter. Ella se lo había imaginado como un justiciero
multimillonario. Por supuesto, no sabía nada de sus finanzas, pero por todo lo que
había visto hasta entonces, el hombre tenía dinero. Mucho dinero.
—No hay señales de Yuri o sus hombres todavía, lo que esperábamos —
continuó Sydney, manteniendo la voz baja, presumiblemente para no despertar a
Jesse—. Pero está en algún lugar de Hallstatt. De eso estoy segura.
—¿Y crees que Zoey tiene razón sobre que Yuri tiene un plan de respaldo? —
¿A qué viene ese combate de boxeo en mi estómago? Ella se llevó una mano 267
temblorosa al abdomen—. ¿Va a poner una bomba en esa pequeña ciudad?
Sydney soltó una profunda exhalación y levantó la vista de la pantalla para
mirar a Ella. Su expresión se endureció, y se parecía más a la mujer con un arco en la
mano que había en casa de Rochella, una guerrera.
—Creo que sí, pero estamos preparados para lo que nos eche.
Los ojos de Ella siguieron la mano de Sydney hasta el iPad, donde cambió de
pantalla y volvió a lo que había estado estudiando antes sobre Hallstatt.
—Estamos bastante seguros de que Yuri nos quiere dentro de esa montaña. —
Sydney golpeó la pantalla con una uña corta de color nude—. La mina de sal de allí es
el lugar perfecto para una... bueno, batalla. Anula el riesgo de que un dron nos ayude
si estamos dentro de la montaña. Además, no tendremos acceso a imágenes térmicas
para saber a cuántos tangos nos enfrentamos. No funcionan las comunicaciones. —
Hizo un barrido por algunas imágenes, esquemas de la mina de sal dentro de la
montaña.
El titular de la web revelaba que la mina de sal tenía 7.000 años de antigüedad
y albergaba la escalera de madera más antigua de Europa, utilizada para transportar
el “oro blanco” (también conocido como sal) desde la montaña. Ahora es un destino
turístico, y la visita de noventa minutos también incluye el descenso por un tobogán
minero de 64 metros.
—Túneles —señaló Sydney—. Hay un laberinto de oportunidades para
perdernos. La pasarela y la Torre de Rudolf cerca de posiciones de vigilancia. Sí, aquí
es donde nos quiere. Además, ahora mismo está cerrado por reformas.
Bueno, la parte de, perdidos y la falta de imágenes térmicas no hicieron
precisamente maravillas con los nervios de Ella.
—¿Pero queremos ir allí?
Ella había escuchado al equipo hablar de la mina de sal la noche anterior, pero
toda la jerga militar y los acrónimos que habían soltado se le habían escapado de la
cabeza.
Y aparentemente, Gray sería el líder del equipo en esta operación, a diferencia
de Albania. Había habido algún intercambio acalorado sobre el papel de Alfa Uno y
el equipo había decidido que la historia de Carter con Yuri podría poner en peligro
su objetividad en la misión. Zoey había estado de acuerdo, lo que provocó algunos
gruñidos y miradas melancólicas de Carter hacia ella.
—Lo más probable es que sea la mejor manera de mantener a salvo a la gente
del pueblo. Lo suficientemente lejos como para evitar víctimas —dijo Sydney
asintiendo con la cabeza—. Siempre y cuando desactivemos la bomba que estamos
seguros habrá colocado en algún lugar del pueblo, al menos.
268
—¿Y dijiste que Oliver tiene eso cubierto? ¿Tiene entrenamiento en
explosivos? —preguntó Ella, cambiando su enfoque hacia Jesse cuando su cabeza
rodó un poco más hacia delante, y ella esperó que no se sobresaltara al despertarse.
—Lo hace, pero Carter tiene más experiencia, aunque, por razones obvias, lo
necesitamos con nosotros. Seguro que ahora está instruyendo a Oliver durante el
viaje en auto. —Sydney se quedó callada un momento antes de añadir—: Gray es un
líder de equipo sólido. Un gran operador. No tienes de qué preocuparte. Le confío mi
vida, lo cual es mucho decir, te lo prometo.
Ella se llevó las manos a sus muslos cubiertos de vaqueros y apoyó la cabeza
en el sofá, que se convertía en cama, pero no se quedarían todo el tiempo que durara
la excursión de dos días.
—Gray. ¿Hay alguna historia ahí? —¿Por qué acabo de preguntar eso? — Lo
siento. No es asunto mío. Sólo estoy ansiosa y ...
—Salimos juntos en West Point —respondió, con un tono más suave de lo que
Ella esperaba.
—¿No es difícil trabajar juntos ahora?
—Ha pasado mucho tiempo. Perdimos el contacto con los años.
Ella dejó de concentrarse en el iPad que ahora descansaba sobre el muslo de
Sydney.
—¿Crees que tal vez...? —Métete en tus asuntos, se reprendió rápidamente.
Pero cuando levantó la vista, con una disculpa en la punta de la lengua, Sydney habló
primero.
—No somos el uno para el otro. Y nunca lo fuimos, por eso rechacé su propuesta
de matrimonio justo antes de su primer despliegue. —Sydney parpadeó,
aparentemente sorprendida de sí misma por compartir información personal con
tanta facilidad.
Ella mantuvo la boca cerrada, insegura de cómo reaccionar ante aquella
noticia.
—Gray ni siquiera sabía mi verdadero apellido en ese entonces. No sabía que
soy una Archer. Amor joven. Nada más.
Bien. Archer. Los multimillonarios. Ella casi se rió de lo apropiado que era para
Sydney ser tan hábil con el arco, dado su apellido.
—Escuché que sus indicativos en el Ejército eran Romeo y Julieta. Un poco...
poético, ¿no? —Quizá no era la palabra adecuada. Pero aun así. 269
Sydney esbozó una pequeña sonrisa. Más emociones inesperadas de una mujer
que Ella había considerado fría. Tal vez sólo era reservada, y tenía motivos para serlo.
—La historia de Romeo y Julieta no acaba bien. En cualquier versión o remake.
Cierto. Y sin embargo, Ella sabía que el corazón romántico de Savanna
intentaría reescribir el final de Sydney y Gray. Pero diablos, tal vez Sydney tenía
razón. Algunas historias estaban destinadas a terminar trágicamente.
No la historia de ella y Jesse. De ninguna manera.
Antes de que alguna de las dos pudiera decir nada más, Jesse echó la cabeza
hacia atrás cuando el tren empezó a aminorar la marcha. Debían estar acercándose a
la estación de Fráncfort, donde harían una parada de quince minutos.
Jesse fijó inmediatamente su atención en Ella, con los ojos inyectados en sangre
por el cansancio. ¿Cómo iba a actuar esta noche sin descansar? Y eso era lo que
planeaba el equipo. No tenían intención de alargar su estancia en Austria.
—Ya estamos aquí —anunció Sydney y se levantó bruscamente. Dejó el iPad en
el sofá y recogió un fino tirador dorado que había junto a la ventanilla. Agachó la
cabeza y mantuvo la atención en la ventanilla mientras el tren se detenía.
Jesse se levantó del sillón giratorio, cruzó el camarote en dos zancadas, se
deslizó hasta el sofá junto a Ella y le sujetó la mano. Su tacto y la forma en que la miró
a los ojos detuvieron la oleada de nervios que había estado maltratando
implacablemente su interior.
—Te tengo —le dijo, y ella esperó que eso significara para siempre. Ningún
paso atrás pasara lo que pasara.
—Iré a ver a los chicos. Supongo que te quedarás con Ella. —Sydney se volvió
hacia ellos, y Jesse asintió.
Sí, como el infierno la dejaría sola en el camarote. No estaba armado, pero su
cuerpo era un arma en sí mismo. Ella había visto de lo que era capaz en casa de
Rochella.
Una vez solos, Jesse le rodeó la espalda con el brazo y la arropó contra su
cuerpo antes de darle un beso en la coronilla.
—¿Estás bien?
—Estoy tratando de estarlo —volvió a decir, deseando que sus labios dejaran
de temblar, preocupada de que él se diera cuenta. No quería dividir su atención.
Tenía que centrarse en la misión y no en su estado emocional o su bienestar.
—No vas a entrar en esa montaña. Bomba en el pueblo o no. —El tono arenoso
de la voz de Jesse hizo que los vellos de sus brazos se erizaran bajo las mangas largas
de su blusa. 270
Ella se retorció en su abrazo para mirarlo, pero él no apartó el brazo ante su
movimiento.
—No tienes elección. No puedo dejar que nadie muera por mi culpa —Sus
nervios volvieron a atacarla con toda su fuerza. Golpes más fuertes que antes.
Jesse inclinó la cabeza, con los labios apretados. Un mierda, no, escrito en sus
ojos y expresión gruñona.
—¿Quieres que me distraiga? Si estás ahí, me distraeré y podría morir.
—No juegues sucio conmigo —soltó rápidamente entre dientes apretados—.
Soy parte de esto, te guste o no. —Cerró los ojos y ocultó la mirada oscura del
hombre: irritación porque se negaba a cumplir su exigencia de que se alejara del
peligro y determinación para obligarla a entrar en razón. Para ser sincera, estaba
aterrorizada. Absolutamente aterrorizada de entrar en una mina de sal de 7.000 años
de antigüedad con el asesino más peligroso del mundo esperándola—. Lo único que
me mantiene cuerda es que estaré contigo. Y sé que nunca dejarás que me pase nada.
O a ti. Porque sabes que yo tampoco sobreviviría si te perdiera.
La conversación que habían tenido ayer en el patio le pareció que había sido
hace años, y la confesión de él resurgió en su mente. La rompió en mil pedazos saber
que él había luchado para vencer sus batallas internas por amor a ella. Estaba segura
de que superarían esta noche. Su amor podía reconstruirlo todo, ¿verdad?
—¿Cuál es ese dicho ñoño? ¿El amor hace girar al mundo? Bueno, lo
demostraremos esta noche. De alguna manera. Todos vencerán a ese idiota, y tendrá
lo que se merece. Zoran también —dijo, haciendo todo lo posible por canalizar algo
de la bravuconería de Sydney.
Cuando Ella abrió los ojos, encontró a Jesse mirándola con los labios
entreabiertos.
—Ella, yo —Soltó sus palabras cuando la puerta de su camarote se abrió de
golpe, y Gray se quedó de pie respirando con dificultad.
Jesse se levantó de un salto.
—¿Qué pasó?
—Uno de los hombres de Yuri subió al tren para darnos este teléfono. —Gray
tendió un teléfono mientras Jack y Sydney llenaban la cabina detrás de él—. Yuri nos
llamará cuando esté listo para reunirse.
—¿Supongo que el tipo se escapó? —preguntó Sydney.
Jack asintió.
—No estaba armado, pero sabía que no podíamos hacer una escena.
Ella echó un vistazo a la imagen que Gray había sacado de la pantalla. 271
—Eso es lo que creo que es, ¿verdad?
—Demasiado zoom para ayudarnos a identificar una ubicación, pero eso es C4
—respondió Jesse—. El C4 es la carga principal, y está unida a un fusible. —Señaló a
la pantalla, manteniendo el tono firme, claramente haciendo todo lo posible para no
asustarla. Pero a estas alturas era imposible—. Y la mecha está unida a un detonador.
Una vez que la mecha enciende la carga, eso es lo que provoca la...
—Explosión —susurró Ella, llevándose las manos al abdomen—. Así que Zoey
tenía razón. Si no hacemos lo que dice, hará estallar esta cosa. —Se volvió hacia Jesse
y le puso las manos en el pecho—. No tienes elección, ¿me oyes? —Ella inclino su
barbilla para posar su mirada en su cara—. No vas a sacrificar a otros por una sola
persona.
—¿Sólo una persona? —la agarró del brazo y la guió lejos de los demás y hacia
la ventana antes de agarrarle el bíceps—. No eres sólo algo, maldita sea. Eres todo mi
puto mundo. No voy a perderte. —Las palabras roncas de Jesse estaban recubiertas
de algo más. Terror absoluto.
Si ella entraba en esa mina de sal, a él realmente le preocupaba que no saliera
con vida... ¿verdad?

272
Capítulo Treinta y Dos
HALLSTATT, AUSTRIA — MÁS TARDE ESA NOCHE

E
lla miraba por la ventana de su habitación frente al lago, el sonido de
Jesse hablando por un teléfono desechable con A.J. era un leve murmullo
de fondo mientras se concentraba en el reflejo de las luces del pueblo
brillando sobre el agua.
La cabaña que Carter había elegido era de estilo austriaco, pintada de un
bonito amarillo atardecer y con varias terrazas con vistas al agua. Todo el pueblo
parecía como si hubiera retrocedido en el tiempo.
Casas alpinas con encantadoras jardineras, ahora cubiertas de nieve. Una
majestuosa iglesia de piedra, cuyo campanario se eleva hacia el cielo. Una pintoresca
plaza con pequeñas tiendas, una panadería y restaurantes acogedores.
Ojalá, Jesse y ella estuvieran allí para su, luna de miel. Se imaginaba saliendo
a su porche privado, con Jesse rodeándola con sus brazos mientras disfrutaban de las
vistas como marido y mujer. Apoyaría la barbilla en su hombro, tal vez le daría un
beso en la mejilla y le murmuraría al oído todas las travesuras que le haría más tarde.
Y por la mañana, tras una noche de amor, pasearían por la orilla del lago y
contemplarían el hermoso pueblo mientras el sol besaba los Alpes nevados que los
rodeaban.
Hallstatt estaba encajonada entre el lago y las montañas, en una estrecha franja
de tierra, y lo más probable es que fuera la imagen de un rompecabezas por ahí en
alguna parte. Todo el lugar contrastaba con su grave situación y con lo que pronto iba
a ocurrir. Ella se frotó las manos a lo largo de los bíceps, intentando borrar los
escalofríos cuando la realidad volvió a apoderarse de ella ante aquel pensamiento.
El equipo supuso que tendrían noticias de Yuri hacia medianoche, que era
dentro de una hora, y que lo más probable es que hubiera planeado su enfrentamiento
para mañana.
Ella hizo todo lo posible por convencerse de que el contra plan de Falcon
tendría éxito. Pero también estaba la cuestión de una bomba escondida en algún 273
lugar de la ciudad de la que Oliver tenía que ocuparse, y eso también le revolvía el
estómago.
—Túneles. Odio los túneles, carajo. —Las palabras de A.J. por el altavoz
hicieron que Ella se tragara el enorme nudo que tenía en la garganta y se volviera
hacia la habitación, con la fantasía de la luna de miel oficialmente desvanecida de su
mente—. No lo sabes —continuó A.J.—, pero el año pasado tuve que encargarme de
una operación relacionada con túneles en Budapest.
—Parece que hay muchas cosas que no sé de ti —se encontró diciendo Ella,
uniéndose a la conversación.
—Sólo estaba... dándole a Jesse algunos consejos sobre cómo actuar cuando se
navega por un laberinto de túneles antiguos —dijo A.J. vacilante, obviamente sin
saber que Ella había estado al alcance del oído.
Pero Jesse y ella ya no tenían secretos. Ahora mismo, la única barrera entre
ellos era la insistencia de él en que no se acercara a la mina de sal, que ella se negaba
a obedecer. Si ella no aparecía, Yuri prometió detonar una bomba en algún lugar de
Hallstatt.
La horrible imagen de una explosión destruyendo el pueblo y matando a sus
inocentes habitantes le revolvió el estómago una vez más. Rápidamente apartó esos
pensamientos, aterrorizada de que la escena se hiciera realidad si se aferraba a ella
demasiado tiempo.
Pero de ninguna manera se elegiría a sí misma por encima de una ciudad de
gente inocente, y Jesse sabía eso de ella, así como el hecho de que era inútil discutir
con ella. Se sacrificaría por un pueblo de extraños tanto como lo haría por su sobrina,
McKenna. En su mente, no había elección.
—No puedo creer que la lleves a esa montaña, pero sé que preferirías morir
antes que poner a mi hermana en peligro —dijo A.J., leyendo los pensamientos de
Ella, y la mandíbula de Jesse se apretó ante sus palabras.
—No quiero, pero ella es...
—Testaruda —A.J. terminó por Jesse, y ella necesitaba cambiar rápido el
rumbo de esta conversación antes de que ambos se aliaran contra ella.
—¿Cómo está Beckett? —desvió ella. No era el tema más acertado, ya que el
juramento de Beckett de no perdonar nunca a Jesse seguía flotando
problemáticamente en el aire, pero ahora mismo no había precisamente
conversaciones del tipo de las del sol y su arco iris.
—Gruñón. Enojado —comentó rápidamente A.J., como si quisiera acabar
rápido con esta charla—. Pero físicamente, las quemaduras no son graves. Se pondrá
bien. 274
—¿Y McKenna? —Su joven sobrina había vivido una experiencia realmente
aterradora, y ser testigo de cómo su padre y sus tíos se quitaban la vida no hacía sino
empeorarla aún más. Necesitaría terapia, y eso sería otro clavo que Beckett clavaría
en el ataúd de Jesse cuando volvieran.
—Es una niña dura, ya lo sabes. Creo que cuando vuelvas a casa, se sentirá
mejor. Todos nos sentiremos mucho mejor.
Ella buscó la mirada de Jesse, pero su atención estaba fija en el viejo suelo de
madera, algo maltrecho.
—Y tú, ¿estás... —¿Furioso? ¿Enfadado otra vez? ¿Quieres estrangular al hombre
que amo?
La pregunta inconclusa de Ella hizo que Jesse respirara hondo y se concentrara
en el teléfono como si A.J. estuviera allí.
—Mi trabajo también conlleva riesgos. El trabajo que hago tiene el potencial
de poner a todos los que me importan en peligro en algún momento. —La respuesta
de A.J. hizo que Jesse soltara un suspiro. Porque la respuesta de A.J. era lo mismo que
decir, No, no culpo a Jesse—. Intentaré hablar con Beckett. Sólo concéntrate en...
—¿Mantenerme con vida? —balbuceó, y ahí estaba la mandíbula de Jesse de
nuevo, trabajando el doble.
—No me gusta la situación, pero sé que estarás bien. Si no confiara en que Jesse
te mantendrá a salvo, sabes que ya estaría en Austria contigo —dijo A.J., y su voz se
quebró de repente al añadir—: Te amo, hermanita.
—Yo también te amo —Ella se atragantó y se llevó una mano a la boca, con los
ojos llenos de lágrimas, aunque en el fondo estaba segura de que no se trataba de
una despedida definitiva. Todo iba a salir bien porque se negaba a creer que los
malos iban a ganar.
Sin embargo, los acontecimientos de los últimos días se sucedían en su mente:
la sala de espera de la DGSE, el ataque a la finca de Rochella, el alojamiento en
Versalles donde se habían formulado los planes para acabar con Yuri y, por último,
el ataque a su familia en casa. Parecía una película de acción.
Sus pensamientos volvieron a Yuri y a las imágenes de una explosión, muerte
y destrucción. Deseó que fuera realmente una experiencia cinematográfica y no la
vida real.
—Jesse, quita altavoz para que pueda hablar contigo —dijo A.J. un latido
después.
Jesse se llevó el teléfono a la oreja y apoyó una palma en el cristal de la ventana.
Su bíceps se flexionó, estirando la tela de su camiseta mientras se inclinaba un poco
hacia delante, con la cabeza baja. 275
Ella se sentó en la cama, con las piernas demasiado débiles para sostenerla, y
se puso una mano sobre el corazón, con la esperanza de calmarse.
—Sí, de acuerdo. Entendido —dijo Jesse un minuto después, luego se quitó el
teléfono de la oreja y se unió a ella en la cama—. Lo siento mucho, carajo —se disculpó
enseguida, tendiéndole la mano.
Se volvió hacia él y se inclinó más cerca, rozando sus labios sobre los de él para
darse su primer beso desde que Beckett y McKenna habían sido atacados.
—Deja de disculparte. Eso no es lo que necesito de ti. —Ella se apartó para
encontrar sus ojos—. No acabo de conseguirte sólo para perderte. O para que tú me
pierdas a mí.
La estudió en silencio, con los labios apretados y la frente arrugada por la
preocupación.
—Oye —dijo mientras le palmeaba la mejilla cuando aún no había hablado—.
Soy demasiado terca para morir. ¿Entendido? —Hizo lo posible por mantener la voz
firme, para que él no oyera el pánico que intentaba estrangular sus palabras.
Jesse frunció las cejas y acercó su nariz a la de ella.
—Entendido —carraspeó antes de atraerla de nuevo para darle otro beso.

276
Capítulo Treinta y Tres
—L
levamos a cabo muchas operaciones subterráneas en Fort
Bragg —comentó Oliver, pasándose una mano por el cabello
castaño, de espaldas a la pared del interior de la suite de
Carter, donde estaba reunido todo el equipo.
Ella sintió que la habitación era pequeña y estrecha, con los operadores y sus
artilugios y armas esparcidos por todo el espacio. No era exactamente del tamaño de
un Marriott, como las habitaciones de casa.
Era poco después de medianoche y el equipo preveía que pronto tendrían
noticias de Yuri. Irían tras Zoran una vez que Yuri ya no fuera una amenaza. Un objetivo
a la vez, había dicho Carter. El más peligroso primero.
—Pero lo que van a hacer es diferente de las situaciones para las que nos
preparamos en Bragg, y a diferencia de las operaciones que llevamos a cabo en
Afganistán —continuó Oliver, con los ojos fijos en Carter—. Además, no pueden
entrar con explosivos, o correrán el riesgo de crear inestabilidad cuando estén dentro
de la mina.
Más imágenes perturbadoras se abrieron paso en la mente de Ella: el
derrumbe de una mina, rocas que se desplomaban y los atrapaban. Ella se encogió y
se acercó más a Jesse en el sofá, y él le puso la mano en el muslo y apretó ligeramente.
—No tendremos auriculares. Ni radios. Tampoco habrá forma de comunicarse
una vez que estemos bajo tierra —anunció Carter, compartiendo la mala noticia que
Sydney ya le había comunicado a Ella en el tren.
Ahora mismo, Ella echaba mucho de menos a Savanna. Necesitaba que su
amiga la distrajera y la hiciera reír en medio de aquel caos, como había hecho el otro
día. Por supuesto, se sentía aliviada de que tanto Savanna como Griffin estuvieran de
vuelta en casa y ya no corrieran peligro.
—Entonces, una vez que estemos adentro, ¿Yuri te dará la ubicación de la
bomba? —intervino Ella, todavía un poco confusa sobre lo que esperaban que
ocurriera esta noche—. ¿Y si Yuri miente sobre dónde la escondió?
—No mentirá. —Zoey estaba de rodillas frente a una bolsa de lona rebuscando
en su contenido junto a Sydney, al otro lado de la habitación, y dejó lo que estaba
haciendo para poner los ojos en Ella. 277
—¿En serio? —A Ella le costaba creer que esta agente del MI6 confiara sin más
en un asesino mortal para decir la verdad.
—Lo único que sabemos de Yuri es que, aunque es despiadado, es
notoriamente fiel a su palabra. Y tampoco es un terrorista. Aunque hará todo lo
posible por acabar con un objetivo, no es el tipo de asesino que destruye una ciudad.
—Los ojos verdes de Zoey seguían fijos en Ella—. Pero eso no significa que no siga
adelante si no se sale con la suya, por lo que suponemos que hará cualquier cosa,
incluso arrasar esta aldea, si no hacemos exactamente lo que él estipula.
—Dio una localización exacta del arma cuando... —Carter dejó que sus
palabras se entrecortaran, y Ella tuvo que suponer que se refería a la operación
durante la cual murió el prometido de Zoey—. Bueno, era precisa. Y tuve tiempo de
desactivarla.
—Tú eres el experto en el tipo. Tiene que haber otras pruebas que te lleven a
creer que dice la verdad, ¿cierto? —Ella supuso que el equipo ya había tenido esta
conversación, pero no había estado al tanto de todos los detalles.
Zoey volvió a mirar a Ella y asintió.
—Aunque suene horrible, mi información sugiere que Yuri empezó a cambiar
su modus operandi por aburrimiento. Conseguía sus objetivos con demasiada
facilidad. Así que empezó a aceptar trabajos mucho más exigentes. —Ella tragó saliva
visiblemente—. Como eliminar a uno de los mejores operadores del MI6, por
ejemplo.
Su prometido. La piel se le puso de gallina y se estremeció. Zoey había perdido
al amor de su vida. Igual que Carter. Savanna. No puedo perder al mío también.
—Y al enfrentarse a estos supuestos golpes imposibles, Yuri cambió su táctica.
Subió la apuesta, por así decirlo. Empezó a utilizar métodos más extremos para atraer
a sus objetivos —continuó Zoey, con la voz un poco quebrada al recordar su
pérdida—. Adaptaba su estrategia en función del objetivo.
Ohh.
—Amenazar con derribar tres manzanas de la ciudad obligaría a alguien como
—comenzó Ella, echando un vistazo a Carter— un agente de la CIA a salir a la luz,
pero quizá no a un mafioso ruso si ése era su objetivo. ¿Es eso lo que estás diciendo?
Zoey asintió.
—Según mi información, es más un juego para él. Incluso si envía un equipo
como ha estado haciendo, es él quien diseña la trampa. Pero no se sabe de ningún
caso en el que haya estallado una bomba.
—¿Y si esta noche es la...? —Ella dejó escapar sus palabras cuando Jesse apretó
con fuerza su muslo, y ella casi chilló. Él aflojó un segundo después, probablemente 278
dándose cuenta de que su miedo a perderla había desencadenado el fuerte agarre
de su pierna. Ella cubrió su mano con la suya, tratando de, bueno, tranquilizar a los
dos.
Los ojos de Zoey volvieron a la bolsa mientras respondía:
—No dejaremos que esta noche sea su primera vez, lo prometo.
Carter tosió en su puño como si necesitara cambiar de tema. ¿Atormentado por
sus recuerdos, tal vez?
—Si se mantiene fiel a su modus operandi, Yuri permitirá que un hombre salga
de la montaña para desactivar el arma, pero ya tendremos a Oliver esperando en el
pueblo. Y Jack lo llamará en cuanto salga de la mina para darle la ubicación.
—Nuestro problema sigue siendo que Yuri no te deje salir de la mina —dijo
Jesse, lo que atrajo la atención de Ella.
—Aunque yo sea la prioridad de Yuri, Zoran lo contrató para matarlos a ti y a
Ella —añadió Carter, y luego volvió su atención hacia Ella—. Y se asegurará de que
eso ocurra. Así que hemos preparado un plan para sacarte de allí con Jack sin permitir
que Yuri cambie su modus operandi y asesine a mil inocentes porque se enojó de que
escapaste.
Espera, ¿qué? Parpadeó un par de veces, repasando lo que se había dicho, y
luego volvió a centrarse en Carter, que estaba levantando un mapa abierto sobre la
cama y le hizo un gesto a Ella para que se uniera a él.
—Podemos llegar a la mina caminando —continuó Carter una vez que estuvo a
su lado—. Así podremos pasar desapercibidos al amparo de la noche en caso de que
Yuri tenga otros planes. Cuando estemos allí, tendremos que utilizar las escaleras de
emergencia que hay junto al ascensor de la montaña para llegar a una de las entradas.
—De acuerdo. —La palabra apenas escapó de los labios de Ella mientras
esperaba ansiosa la noticia de cómo demonios iba a huir de la mina de sal sin
desencadenar un acto de terror en el pueblo.
—Debido a las montañas, tenemos un montón de posiciones de vigilancia.
También están el Skywalk y la Torre de Rudolf, donde algunos de mis otros hombres
ya están posicionados. —Carter respiró hondo y lanzó una rápida mirada por encima
del hombro hacia la habitación, probablemente a Jesse—. Mis hombres también han
identificado y explorado a los hombres de Yuri que ya están escondidos en la ladera
de la montaña. Otra razón por la que suponemos que la mierda caerá pronto.
—La mina está actualmente cerrada por reformas, pero tendremos que
desactivar sus cámaras de seguridad si Yuri no lo ha hecho ya —intervino Gray—. En
el momento en que escapes con Jack, eliminarán simultáneamente a todos los 279
hombres de Yuri para garantizarte un paso libre y seguro.
—Nadie estará vivo para llamar por radio a nadie en el pueblo para detonar la
bomba, y Yuri tampoco podrá avisar cuando se dé cuenta de que escaparon para
hacerlo debido a que las comunicaciones no funcionan desde dentro de la mina —
dijo Carter, aprovechando las palabras de Gray.
—¿Y si se te escapa alguien escondido en el bosque? ¿Y esa persona hace la
llamada para activar la bomba? —preguntó Ella rápidamente, con el pulso acelerado.
—No podemos usar imágenes térmicas para comprobar a cuántos tangos nos
enfrentamos dentro de la montaña —contestó Sydney, y Ella miró hacia donde estaba
arrodillada junto a Zoey con una enorme pistola en la mano. ¿Era una M4? — Pero
podemos confirmar cuántos hay fuera de la montaña esperándonos. Ya he enviado un
pequeño dron sobre la zona. Y no de los que se compran en Target. —Le guiñó el ojo
despreocupadamente. Tan tranquila para un momento tan loco, y Ella realmente lo
apreciaba. Era, bueno, reconfortante.
Ella cambió su enfoque de nuevo sobre su hombro a Jesse para obtener una
lectura de él.
—Sigo sin entender cómo voy a salir de la montaña con Jack. Supongo que nos
encontraremos cara a cara con Yuri cuando nos dé la ubicación de la bomba.
Entonces, ¿cómo escapamos? —Ella se acercó a Jesse mientras se ponía de pie—. Y
odio dejarte.
—No puedo meterme en un tiroteo con un asesino contigo ahí, Ella. —le rodeó
las caderas con los brazos, inclinando un poco la cabeza mientras la cautivaba con sus
ojos azules—. Sabes que no puedo dejarte entrar en esa montaña sin tener una forma
de sacarte sana y salva —dijo sin responder a las dos preguntas de ella.
—Y puedes confiar en mí —añadió Jack desde detrás de ellos—. No dejaré que
le pase nada.
A ella. Le estaba hablando a Jesse. Ofreciéndole una promesa que ella sabía
que él necesitaba oír y creer.
—Necesitamos que Yuri se reúna con nosotros en un lugar específico de la
mina. Hay un viejo tobogán minero que ahora es una atracción turística que tú y Jack
usarán para escapar. Tan pronto como mis hombres de vigilancia los vean a ti y a Jack
salir de la mina, eliminarán todas las amenazas externas en cuestión de segundos.
¿Un tobogán? ¿De verdad?
Jesse separó los labios como si estuviera dispuesto a compartir algo más, pero
el teléfono que les habían dado en el tren empezó a sonar.
—¿Ya es la hora? —El estómago de Ella seguía retorciéndose mientras Carter 280
cambiaba el mapa por el teléfono y ponía la llamada en manos libres.
—¿Carter Dominick? —preguntó enseguida el hombre—. ¿Eres realmente tú?
—Yuri —siseó Carter—. Sí, soy yo.
—Llevo años esperando este día. —El acento de Yuri entretejía sus palabras.
—Acabemos con esto de una vez —comentó Carter en tono firme, y Ella echó
un vistazo a Zoey, que miraba el teléfono con el labio entre los dientes, como si se
resistiera a hablar.
—Estoy seguro de que sabes dónde quiero quedar. —La línea se quedó en
silencio un momento—. Dentro de treinta minutos, te enviaré un mensaje indicándote
la entrada que quiero que utilices. No te pasará nada a ti ni a tu gente antes de que
tengas la ubicación de la bomba. Y tienes mi palabra de que se te permitirá enviar a
un hombre para desactivar la bomba. —Hizo otra pausa—. Y sabes que mi palabra es
buena, Dominick.
—No quieres que te consideren terrorista. Ese no es tu estilo —respondió
Carter con ligereza—. Por eso no detonas la maldita cosa ahora para acabar con todos
nosotros mientras estamos en el pueblo, ¿me equivoco?
—Preferiría no matar a un pueblo de gente, pero sabes que haré lo que haya
que hacer si no me salgo con la mía —respondió Yuri con calma—. Habría sido más
fácil utilizar a la joven en su lugar, pero tus hombres fueron mejores que los míos en
Alabama —le concedo el mérito que se merece.
—Bastardo —siseó Ella, incapaz de contenerse. Pero McKenna era su familia
y...
Jesse la agarró y la aprisionó contra su cuerpo, aplastándole la mejilla contra el
pecho mientras la sujetaba con fuerza, rodeándola con los brazos.
—Ella... ¿he tocado un nervio? —Las palabras de Yuri hicieron que las uñas de
Ella se clavaran en la espalda de Jesse, y tuvo que recordarse a sí misma que él estaba
jugando con juegos mentales y que el mejor equipo ganaría esta noche como lo había
hecho en Alabama.
—No digas su nombre —gruñó Jesse en señal de advertencia.
Yuri se quedó callado un segundo antes de continuar:
—Tú y yo lucharemos como la última vez, ¿verdad? Bueno, antes de que te
salvaras y dejaras morir a tu compañero del MI6.
—¿Piensas en mí cada vez que te miras en el puto espejo? —preguntó Carter,
y su tono oscuro hizo que a Ella se le erizaran los vellos de los brazos—. ¿O es que
por fin encontraste un cirujano plástico capaz de corregir los daños de mi cuchillo?
—Conservo la cicatriz en la mejilla —respondió rápidamente Yuri—. Me ha
servido para recordar que debo matar sin remordimientos.
281
—No —soltó Carter—. Esa cicatriz te ha mantenido oculto. Empezaste a enviar
recaderos para que se ocuparan de tus asuntos. Temiendo que te volvieran a hacer
daño. —Acercó el teléfono a su cara—. Miedo de que te encontrara y acabara el
trabajo.
—Supongo que veremos quién es realmente el mejor hombre esta noche,
entonces. —La voz de Yuri se quebró como si sintiera la presión de un enfrentamiento
con Carter.
¿Estaba Carter llegando a él, y si es así, era eso bueno o malo?
—Tendremos nuestro momento —continuó Yuri, su tono traicionando un toque
de algo parecido a... ¿la locura? — Y me tomaré mi tiempo para acabar con tu vida.
Pero antes, antes, mataré personalmente a tus amigos.
—No la tocarás. Te lo prometo. —Ella sintió que un temblor recorría el cuerpo
de Jesse mientras él la sujetaba con más fuerza.
—Las promesas son algo frágil. Se rompen muy a menudo. Pero yo mantengo
mi palabra. Siempre. —La voz de Yuri adquirió aún más ese factor espeluznante que
Ella conocía de las series policíacas de asesinos en serie, e hizo que su cuerpo se
tensara—. He oído que has traído a una amiga para jugar. Otra amiga del MI6 que
dejarás morir. ¿Cómo estás, Zoey? ¿Todavía buscando tu venganza, mi amor?
Dios mío. A Ella se le vino a la cabeza la imagen de Hannibal Lecter y el
inquietante sonido de su voz diciendo: Buenas noches, Clarice, mientras un escalofrío
recorría su piel recordándole que aquello no era una película. No, era muy, muy real.
Ella giró la cabeza para ver cómo estaba Zoey y comprobar que, de algún
modo, había conseguido mantenerse firme a pesar de la conversación.
—¿Sabías que los nazis arrojaron objetos de valor al lago aquí cuando supieron
que iban a perder? También volaron los pozos de las minas donde escondían su botín
de guerra. Hay mucha historia en este lugar. Puedo sentirla por todas partes. Alguna
buena. Alguna mala.
¿Yuri balbuceando sobre los nazis? Eso lo ponía en un diez sobre diez en el
medidor de psicópatas de Ella.
—La cuestión pronto será si los libros de historia informarán sobre la
devastación total de un pueblo —continuó el imbécil— o sobre la pérdida de unas
pocas vidas que nunca pertenecieron allí en primer lugar.
—Y.... la línea está muerta. —Carter sacudió la cabeza.
—Está fuera de sus cabales. Descabellado. Como se diga —intervino Jack, y
Ella asintió con la cabeza. 282
—¿Estás bien? —Carter se centró en Zoey.
—No —respondió—. Sabe que estoy aquí. Y sabe que llevo años obsesionada
con encontrarlo, así que supondrá que seré capaz de predecir sus próximos
movimientos, lo que significa que nos va a joder. —Sus cejas se tensaron mientras su
mirada caía al suelo—. Va a cambiar su modus operandi.
Jesse soltó a Ella, y ella vio cómo se le iba el color de la cara mientras decía:
—La mina... es sólo una distracción, ¿no? No va a estar allí.
Los labios de Zoey se separaron para contestar, pero un rápido golpe en la
puerta puso en alerta a todos los presentes.
Gray fue y miró por la mirilla.
—Tenemos un invitado. —Encaró la habitación, con los ojos puestos en Jesse—
. ¿Estás listo para golpear a tu antiguo jefe? Porque Thatcher está aquí.

283
Capítulo Treinta y Cuatro
J esse estampó a Thatcher contra la pared del interior de la habitación del
hotel un segundo después de que Gray abriera la puerta.
—¿Dime ahora mismo por qué no debería acabar contigo? —El
gruñón y malhumorado hombre estaba dispuesto a despedazar a su antiguo jefe si
alguien no lo detenía pronto.
—Jesse —llamó Ella bruscamente, con la esperanza de desviar su atención de
su objetivo.
—Retírate —le espetó Carter mientras él y Jack agarraban los brazos de Jesse,
instándolo a que soltara a Thatcher, pero no cedió hasta que Ella se colocó
prácticamente justo al lado de Thatcher para llamar la atención de Jesse.
Carter y Jack retrocedieron cuando Jesse levantó las manos en señal de
rendición.
—Ven aquí. —Le ofreció la mano a Ella y luego se apartó de Thatcher,
inmovilizándola a su lado en el proceso.
—¿Cuánto tiempo llevas siguiéndonos? —preguntó Gray, acercándose a
Thatcher mientras el hombre se ajustaba el cuello de su camisa negra abotonada.
Vestía de forma parecida a Carter, pero probablemente era treinta años mayor.
—Nos seguiste desde el B y B —respondió Jesse por Thatcher mientras
acariciaba la espalda de Ella—. Tenías que haber estado cerca de nuestra casa en
Francia. Seguiste a Carter hasta Austria desde el aeropuerto y hasta nuestro hotel
aquí.
—Sabía que encontrarías la forma de perdernos de vista y no quería
arriesgarme a que te escaparas. —Las manos de Thatcher se metieron en los bolsillos
de sus pantalones mientras miraba a Jesse—. Morirá si entra en esa mina. Estoy aquí
para ayudar.
—Sí, has sido de gran ayuda hasta ahora —siseó Jesse, desplazando la mano
hasta la cadera de ella y dándole un apretón, conteniéndose claramente de ir por la
garganta de Thatcher.
—Te dije que si venías a Austria, acabarías muerto. Y estoy intentando evitar
que eso ocurra. —El tono suave de Thatcher casi convenció a Ella de que le 284
importaba, pero ¿no eran los agentes de la CIA expertos en el arte de la persuasión y
esas cosas? — Si aún no te has dado cuenta, la mina es una trampa.
—La bomba no está en el pueblo, ¿verdad? —Zoey dio un paso adelante,
acercándose a Thatcher y Jesse—. Está en la mina.
—A Yuri sólo le importa Carter. Hará caer esa mina con el resto de ustedes
dentro, estoy seguro de ello —dijo Thatcher—. Te garantizo que tiene planes para
redirigir a Carter a otra parte, pero antes, cumplirá su trato con Zoran y hará que
maten a Jesse y a Ella.
—Ese no es su modus operandi. Ni el de Zoran. Zoran quiere ver morir a Jesse
y Ella. —Esta vez fue Sydney quien habló. Y cuando Ella la miró, los ojos de Sydney
se entrecerraron como si estuviera considerando cuidadosamente sus próximas
palabras—. Pero tanto Carter como Zoey están aquí, y Yuri sabe a lo que se enfrenta.
Tiene que llevar a cabo sus planes de otra manera. Los hombres de la montaña.
Quería que supiéramos de ellos. Son un señuelo para asegurarse de que vayamos a
la mina, asumiendo que si ellos están allí, Yuri también lo estará.
—Además, sonaba un poco desquiciado —Jack lanzó el recordatorio—. Creo
que tener a Carter en la mezcla lo está desconcertando.
—Quizá podamos utilizar eso en nuestro beneficio —sugirió Zoey.
—Pero la cuestión es, que tú estés aquí, ¿también forma parte del plan? —Jesse
mordió el anzuelo—. ¿Otro ojo por ojo? ¿Haces un trato con alguien?
—No —respondió rápidamente Thatcher—. Lo juro. Estoy aquí para ayudar. Es
hora de que acabemos con ese bastardo, pero no dejaré que mueras porque yo...
—¿Porque tú qué? —soltó Jesse, reavivando el temor de Ella de que Jesse
estuviera a segundos de alcanzarlo de nuevo.
—Porque —comenzó Thatcher al ver que sus hombros caían— siempre elijo la
misión antes que a mis operadores.
—¿Y de repente has cambiado de opinión? ¿No quieres más cadáveres en tu
conciencia? —exclamó Jesse con sarcasmo—. Mentira, Thatch. Quieres el mérito de
haber acabado con uno de los asesinos más buscados. Yo no te importo. Ni Ella.
Nadie. La misión primero. Siempre. Como tú dijiste.
—Independientemente de tus razones para estar aquí —dijo Carter, señalando
a Thatcher—, creo que es seguro decir que Yuri nunca tuvo la intención de reunirse
con nosotros dentro de la mina. Y me disculpo por no haberme dado cuenta antes.
—Era el único lugar en el que Yuri podía estar seguro de que no tendríamos
ventaja aérea con apoyo de la CIA o militar —le recordó Zoey, saliendo
sorprendentemente en su defensa—. Era lo más lógico.
—Pero eso también significa que sea cual sea la entrada que nos mande usar 285
—dijo Gray mientras comprobaba rápidamente su reloj—, es donde se encontrará el
artefacto explosivo. Puede que el C4 sólo pretendiera atraparnos dentro de la mina.
Una explosión contenida. No lo suficiente como para matar a su equipo apostado en
la ladera de la montaña.
—Y después de la explosión, enviaría a esos tipos a cargarse a cualquiera de
nosotros que sobreviviera —dijo Jesse en voz baja—. Pero si Yuri quiere a Carter vivo,
ese texto que envía para indicar qué entrada de mina usar probablemente también
exigirá que nos separemos. Que Carter use una entrada de mina diferente, una
alejada de la zona de explosión.
—Creo que planea redirigirnos a los tres, no sólo a mí. Y usar la explosión para
eliminar a nuestro equipo. Hizo un trato con Zoran, y Zoran querrá verlos morir de
cerca. No puede retransmitir en directo su muerte desde dentro de la mina. Además,
dijo que quiere matar a mis amigos personalmente. En cualquier caso —se apresuró
a decir, y tomó aire rápidamente—, habría planeado llevarme, o llevarnos, a otro
lugar. ¿Pero a dónde?
Zoey tomó el mapa antiguo de Hallstatt de la cama, lo estudió un momento y
luego fue por su teléfono.
—¿Mi suposición? Schloss Grub. Es un castillo que está al otro lado del lago.
Son diecisiete minutos en auto alrededor del lago para llegar desde aquí. No se puede
tomar un barco, o nos verá venir.
Jesse soltó a Ella y se puso al lado de Zoey para mirar su teléfono.
—Muchos bosques alrededor para cubrirnos a pie cuando nos infiltremos.
Perímetro suave a pesar de ser un castillo. Lo tendrían difícil con un elemento grande
avanzando sobre ellos, cosa que no esperarán.
—Porque creen que estaremos en la ladera de la montaña —susurró Ella
comprensiva.
—Puedo enviar mi dron sobre el agua. Volarlo bajo. Confirmar que él y sus
hombres están allí. Obtener un recuento de tangos —Sydney ofreció—. Tendré que
quedarme atrás, entonces. Y tendrán que irse ahora. Tenemos poco tiempo.
—¿Y yo? —preguntó Ella suavemente, y Jesse la encaró, con los hombros
caídos.
—Me quedaré atrás con Sydney y vigilaré a Ella —se ofreció Thatcher,
captando rápidamente la atención de Jesse.
—Sobre mi cadáver te quedarás con ella. Claro que no —gruñó Jesse—.
Vendrás con nosotros al castillo. Al parecer, aún puedes operar desde que mataste a
la mujer de Zoran el año pasado.
—¿Estás seguro de que lo quieres con nosotros? —preguntó Gray, mirando a 286
un lado y a otro entre Jesse y Thatcher.
—No voy a quitarle los ojos de encima a este cabrón. —Jesse se acercó más a
su antiguo jefe y ladeó la cabeza como si lo desafiara a protestar, pero Thatcher
permaneció observándolo en silencio.
—Llamaré a los chicos en la ladera de la montaña y les haré saber que ha
habido un cambio de planes. Tendrán que quedarse quietos, para que Yuri no se dé
cuenta de que hemos descubierto su plan. —Carter sacó su teléfono del bolsillo—.
Podemos ocuparnos de la bomba en la mina después de que Yuri esté muerto. No
tendrá sentido que la active cuando se dé cuenta de que no estamos allí. —Hizo girar
un dedo en el aire—. Salimos en tres minutos. Tenemos que llegar hasta él antes de
que llegue su mensaje.
—Carter —intervino Zoey—. Cuando lleguemos al castillo, Yuri es mío. Voy a
matarlo. ¿Entendido?
Carter clavó en Zoey una mirada intimidatoria, se llevó el teléfono a la oreja y
dio la espalda a la habitación. Bueno, ahí tenía su respuesta: por encima de su cadáver
permitiría que Yuri acabara con Zoey de la misma forma que había matado a su
prometido.
—¿Ella? —Jesse le sujetó la mano—. Necesito hablar contigo. —La guió hasta la
puerta y se dirigieron a su suite.
—¿Estás bien? —preguntó una vez que estuvieron solos—. Sé que estar en la
misma habitación con Thatcher no fue fácil.
—Quiero matarlo, pero estoy... tratando de... no ser ese tipo.
Por mí. Lo intenta por mí. Por nosotros.
Se le llenaron los ojos de lágrimas al darse cuenta de que Jesse, en cierto modo,
se estaba saliendo con la suya. Ella no correría peligro esta noche, pero él sí, y eso
aún la asustaba.
—Pero casi meto la pata otra vez. Si hubieras entrado en la mina esta noche, te
habría perdido. —Su voz era ronca, rodeó su cintura con los brazos y la inmovilizó
contra su duro cuerpo.
—No habría sido culpa tuya. Zoey y tú se dieron cuenta antes de que Thatcher
apareciera. No puedes culparte por nada. Por favor. Yo no lo hago. —Más lágrimas
cayeron por sus mejillas y se pasó la lengua por la costura de los labios, atrapándolas.
Se echó hacia atrás, exigiéndole que la mirara a los ojos.
—No puedo evitar sentirme culpable. —Sacudió la cabeza—. Pero ahora mismo
tengo que centrarme en la operación. Y luego me pasaré la vida disculpándome por
todo esto. —Pasó el dorso de la mano por el contorno de su mejilla—. Pero si pasa 287
algo esta noche —comenzó lentamente—, necesito que recuerdes cuánto te amo.
Tanto, carajo. —tragó saliva—. Pero no vuelvas a casarte con un banquero como Brian.
No podría soportarlo, ni siquiera muerto. —Su única mano en la cadera de ella apretó
un poco más—. Siempre serás mía. Aunque sea desde la tumba, serás mía para
siempre.
Se mordió el labio al oír sus palabras, las lágrimas cayeron y golpearon la mano
que aún le cubría la cara.
—Alma gemela. Eso es lo que eres. Eres mi para siempre. En la vida y en —
dijo tragando saliva— la muerte.
Apoyó un momento la frente en la de ella antes de levantarle la barbilla para
que volviera a mirarlo.
—Pero no te atrevas a hacerme enojar y morir, Jesse McAdams —gritó antes de
besarla, y su lengua se deslizó entre sus labios, batiéndose en duelo con la de ella—
. Y además —dijo entre beso y beso— eres el mejor, ¿verdad? Este checheno no tiene
nada que envidiarte.
Dejó de besarla y retrocedió, buscando su mirada.
—Entonces, ¿quieres que sea un asesino esta noche? —Su frente se tensó por
la sorpresa.
—No, él es un asesino. Tú eres un héroe. Hay una gran diferencia. —Le apuñaló
el pecho mientras moqueaba—. Y esta noche, estás salvando vidas.

288
Capítulo Treinta y Cinco
—L
e hice una promesa. Dije que volvería, y pienso cumplirla. —
Jesse estaba tumbado boca abajo, con un manto de nieve fresca
bajo el cuerpo, esperando órdenes de Gray y Carter para
avanzar lejos de la cobertura de la arboleda y hacia el castillo. Thatcher estaba a sus
tres en punto, equipado con su propio equipo. Era el último hombre que Jesse quería
a su lado, pero ¿qué otra opción tenía?
—Y pienso asegurarme de que así sea. —Thatcher se ajustó las gafas de visión
nocturna, desplazándolas hacia arriba y alejándolas de sus ojos, Jesse lo ignoró.
El castillo estaba a un centenar de metros de su ubicación, y su equipo ya había
tenido noticias de Sidney por teléfono, confirmando vía dron que había tangos
armados en el lugar.
Se habían dividido en dos escuadrones de asalto. El Equipo Alfa estaba en la
parte trasera del castillo, y Carter tenía a sus hombres que habían estado previamente
vigilando la casa de Dragan, ahora convergiendo en la entrada lateral como Equipo
Bravo.
Jesse se colocó las gafas de visión nocturna, acercó la culata de su rifle
totalmente oscurecido a su hombro y apuntó a una de las torres donde había visto
movimiento. Recogió su radio y transmitió:
—Aquí Alfa Cinco. Tengo dos tangos con AK en la torre en mi línea de visión.
—Aquí es Alfa Uno —respondió Gray—. Esa es una buena copia.
Mantendremos las armas en espera hasta que ataquemos.
—Entendido —respondió Jesse.
—Aquí Bravo Uno. Mi equipo está en posición —transmitió uno de los chicos de
Carter—. Tengo dos tangos armados cerca del cobertizo para botes. Confirmando
visual del tango Juliet visto caminando por el frente de la ubicación del objetivo.
Juliet era el indicativo de Sydney, y ahora mismo, ella era su salvación con su
pequeño dron vigilándolos. Pero el tiempo de vuelo del dron era limitado y pronto
perderían la señal.
—Aquí Alfa Dos —respondió Carter un momento después—. Recibido.
—Cometí un error —dijo en voz baja Thatcher—. No me di cuenta hasta
289
Versalles.
—No quiero saber nada de ti —gruñó Jesse, sin querer otra cosa que darle un
puñetazo en la mandíbula para que se callara. Odiaba que Ella estuviera en Austria y
cerca del peligro. Sabía que Sydney la protegería, pero si no fuera por Thatcher, no
necesitaría protección. Punto. Estaría a salvo en casa.
—Pensé que si Ella estaba en peligro, estarías más motivado para aceptar la
misión, pero no tuve en cuenta que... ella también puede ser una distracción para ti.
Ella fue la razón por la que fallaste al matar a tu objetivo hace dieciocho meses, así
que estoy aquí para asegurarme de que Yuri sea manejado esta noche en caso de que
te distraigas de nuevo —Thatcher continuó de todos modos, y Jesse maldijo en voz
baja.
Y Carter es una distracción para Yuri.
—Así que, en realidad no te preocupas por mí. O ella. Tu pequeña declaración
de que habías terminado de priorizar la misión sobre los operadores era una mierda.
Estás aquí porque quieres atrapar a Yuri. —Jesse apretó los dientes y agarró el arma
con más fuerza para que no le temblara la mano. No iba a permitir que nadie ni nada
lo distrajera. Y no iba a cagarla como hace dieciocho meses—. ¿Langley sabe siquiera
que estás aquí? ¿O también te has vuelto un rebelde?
Thatcher movió el fusil y observó la torre a través de su visor, su silencio fue
una respuesta afirmativa. La CIA no sabía que estaba en Austria, lo que significaba
que no tenía autoridad operativa para estar allí.
—Hacía mucho tiempo que no participaba en una operación como ésta —se
desentendió Thatcher unos segundos después—. Por supuesto, normalmente estaba
en el cielo, pero la sensación sigue siendo la misma. La anticipación y la acumulación.
¿Por qué sonaba excitado ahora? ¿Echaba de menos la guerra? Jesse estaba
seguro de que no echaba de menos Irak ni la sensación de malestar que sintió cuando
su equipo abandonó la Zona Verde y avanzó hacia la Zona Roja, una de las áreas más
peligrosas del mundo en aquel momento.
—Aquí Alfa Dos. El dron de Julieta ha localizado a cuatro personas atadas en el
interior. Bolsas sobre sus cabezas —anunció bruscamente Carter y mencionó la
ubicación en el castillo.
—Alfa Cinco y Siete, prepárense para sacar su torre de vigilancia —ordenó
Gray a Jesse y Thatcher, y Dios, Jesse odiaba que Thatcher tuviera un indicativo de
llamada—. Bravo Uno, a mi señal, tienen la guardia al frente.
—Nueva información —Carter se apresuró a decir un momento después—. El
avión no tripulado también avistó al hijo de Zoran. —Se apresuró a dar la ubicación
del muchacho—. Si está en el castillo, Zoran también debe estar allí. 290
Lo que significaba que Carter había tenido razón. Era más que probable que
Yuri hubiera planeado llevarlos a los tres al castillo después de hacer explotar el C4
en la mina para acabar con el resto de sus compañeros. Zoran quería su venganza.
Quería ver morir a Jesse y Ella.
—Ningún inocente se convertirá en daño colateral —ordenó Carter—.
¿Entendido?
—Entendido —contestaron los dos equipos por radio al unísono, y por
supuesto, harían todo lo que estuviera en su mano para evitar que un niño muriera o
que cualquier otra persona inocente del interior resultara herida.
—Alfa Cinco y Siete, envíen dos disparos a la cabeza en treinta segundos —les
dijo Gray, y Jesse preparó su rifle.
—Al igual que en Bulgaria, los dos estamos a punto de disparar al mismo
tiempo —dijo Thatcher—. ¿Pero tal vez puedas matar a tu marca esta vez?
Jesse apretó los dientes una vez más, ignoró a su antiguo jefe y se mantuvo
firme.
—Aquí Alfa Cinco —dijo cuando llegó el momento—. Objetivo visualizado y
fijado. Preparando el disparo en tres, dos, uno. —Él y Thatcher dispararon al mismo
tiempo.
—Aquí Alfa Dos, abran brechas. Despejado para infiltrarse.
Jesse se levantó rápidamente y le dio una palmada en el hombro a Thatcher,
indicándole que se moviera. Si Yuri no se daba cuenta de que tres de sus hombres
acababan de ser eliminados, sabría en cuestión de segundos que su plan había
fracasado porque Jack y Oliver estaban colocando las cargas de ruptura en la parte
trasera, y el Equipo Bravo abriría una brecha en el frente.
La explosión sería localizable, lo suficiente para que el equipo entrara. Y por
suerte, el dron de Sydney había proporcionado la localización del niño y otros
inocentes dentro para que pudieran garantizar su seguridad.
Jesse supuso que Zoran estaba en la misma habitación que su hijo, dadas las
circunstancias. Y ese imbécil tendría que vérselas con él esta noche por haber puesto
en su golpe de venganza a Ella.
—Saben que estamos aquí —dijo Carter por la línea un momento después—.
Alfa Seis y Cuatro están ahora dentro.
Jesse mantuvo el cuerpo agachado, con las botas crujiendo suavemente sobre
la nieve, mientras miraba por la mirilla tintada de verde en busca de otros tangos.
Cuando oyó el sonido de un disparo y una bala pasó silbando junto a él, se arrodilló
rápidamente y se agachó para cubrirse detrás de un árbol y determinar la ubicación
del tirador. 291
—Aquí Alfa Cinco. Tenemos un nuevo tango en la torre. Trabajando para
conseguir un disparo que nos despeje el camino.
—Entendido —respondió Gray, y más disparos estallaron como fuegos
artificiales desde el interior del castillo.
—Cuando pongan los ojos en nuestro objetivo, no olviden que es mío —
recordó Zoey al equipo, y a pesar de su acento británico, sonaba igual que una mujer
sureña, una en particular. Cabeza dura y testaruda hasta la médula. Ella.
—Ignore su directiva —le espetó Carter, dejando claro que el objetivo de alto
valor era suyo. Quería terminar lo que había empezado con Yuri años atrás.
Jesse rodeó rápidamente el árbol, fijó en su punto de mira al tirador de la torre
y apretó el gatillo.
—Tango abajo en la torre —Jesse alertó al equipo—. Tenemos vía libre para
continuar. —Giró su mirada hacia Thatcher, ahora a sus seis, que asintió, y
comenzaron a moverse de nuevo.
—Aquí Alfa Cuatro —dijo Jack—. Avanzando al segundo nivel. La primera
planta ya está libre para entrar.
—Este es Uno —contestó Gray—. Esa es una buena copia. Avanzando ahora.
—Para. —De repente, Thatcher agarró a Jesse del brazo y tiró de él hacia atrás
justo a tiempo para evitar un disparo en la cabeza de un tango inesperado. Segundos
después, Thatcher fijó al tirador cerca de los arbustos junto al castillo.
Jesse respiró hondo y, por puro reflejo, dio las gracias a Thatcher por salvarle
el pellejo.
Creía que tenía la cabeza bien puesta, pero casi la pierde. Distraído. Sí, todavía
estoy distraído. Hijo de puta.
—Aquí Seis —dijo Oliver mientras él y Thatcher entraban en el castillo desde
donde los miembros de su equipo habían derribado la puerta no hacía mucho—.
Segunda planta despejada. Dos tangos más abajo.
Jesse dobló una esquina, comprobando el pasillo en busca de nuevas amenazas
mientras Carter daba instrucciones:
—Bravo Uno, envíen dos hombres al cobertizo para botes por si algún hombre
de la ladera de la montaña escapa de nuestros francotiradores allí y se dirige hacia
aquí por el agua.
—Entendido —respondió Bravo Uno justo cuando un sonido crepitante llegó a
través del sistema de intercomunicación del castillo.
—Dominick —una voz sonó desde los altavoces incorporados, seguramente
utilizados para las visitas diurnas—. Esto es inesperado. 292
Jesse apoyó la espalda en la pared y volvió a colocar sus gafas de visión
nocturna en su sitio, escudriñando el oscuro pasillo mientras dejaba que la correa se
llevara su rifle y tomaba un arma secundaria y un cuchillo. Tenía la sensación de saber
lo que vendría a continuación.
Yuri intentaría presionar a Carter y a los demás para que se revelaran a cambio
de los rehenes del tercer nivel. ¿Qué otra opción tenía?
—Nos superas en número —continuó Yuri—. Pero tengo a cuatro inocentes aquí
conmigo. Si no quieres mancharte las manos con su sangre, permitirás que mis
hombres te desarmen para que podamos tener un cara a cara. Zoran Mestrović quiere
a Jesse. Estoy seguro de que está aquí, pero sin la encantadora Ella. —El uso del
nombre de Ella por parte de Yuri erizó la piel de Jesse.
—Si matas a los rehenes, pierdes tu única ventaja —respondió Carter, y debió
de agarrar una de las radios del castillo desde su ubicación actual porque su voz sonó
por los altavoces del interfono—. Tienes otra carta en la manga. ¿Cuál es, Yuri? ¿Cómo
piensas dejarnos a solas?
La estática llenó la línea durante un segundo.
—Tienes razón. Me conoces bien. Por desgracia, tenías razón al suponer que la
mina era un señuelo, una forma de separarte de tu equipo. Siempre había planeado
traerte aquí. Pero hay una bomba en el pueblo. Yo no miento, ¿recuerdas?
A Jesse se le revolvió el estómago y su cuerpo se puso rígido ante lo que estaba
sugiriendo.
Ella y Sydney. No. Carajo. No.
—Sube y ordena a tus hombres que retrocedan, y puedes tener la ubicación.
Me llevaré a Zoey a cambio de Ella. Ella también viene —anunció Yuri.
—Ella estará bien —dijo Thatcher antes de acercarse a un panel de la pared.
El interfono. ¿Qué haces?
—Me quieres a mí, Zoran, no a Jesse —comentó Thatcher, con la voz llenando
los altavoces—. Yo fui quien mató a tu mujer.
—¿Qué estás haciendo, maldita sea? —Jesse siseó a Thatcher. Se estaban
quedando sin tiempo, y de ninguna manera el hombre se sacrificaría por Jesse.
Thatcher no debía confiar en Jesse para hacer el trabajo. Quería estar en la habitación
con Yuri.
Thatcher levantó una mano, pidiendo a Jesse que lo dejara manejar la situación.
—Lo arreglaremos. Vengan los cuatro, entonces. Te dejaré hacer una llamada
para que te encargues de la bomba una vez que estés conmigo —dijo Yuri—. Ordena
al resto de tus hombres que se retiren y abandonen los terrenos del castillo. —Se 293
quedó callado unos segundos—. Si no lo haces, hago la llamada para detonar la
bomba ahora, y me conviertas en terrorista.
—Aquí Alfa Dos —transmitió Carter por sus radios—, no tenemos elección. Alfa
Seis, pon a Julieta al teléfono y dile lo que está pasando. Hazle saber que la llamaré
en cuanto tenga la localización, y que tendrás que explicarle cómo desactivar la
bomba por teléfono.
¿Y si llegaban demasiado tarde? ¿Y si Yuri detonaba la bomba de todos modos?
Esto es culpa mía. No debería haber dejado a Ella al otro lado del lago. O tal vez
debería haber... ¿Qué? ¿Qué podría haber hecho?
—Concéntrate —ordenó Thatcher, poniéndose ahora delante de él y
agarrándole el hombro—. Si no quieres que muera, piensa en Ella como motivación,
no como distracción. —Dios, cómo odiaba recibir una charla de ánimo de este
hombre—. Hiciste una promesa, ¿recuerdas? —Thatcher le recordó sus propias
palabras—. Ahora es el momento de cumplirla, carajo.

294
Capítulo Treinta y Seis
—S
us hombres se han ido —dijo uno de los guardias al entrar en la
habitación. El lugar estaba oscuro, con dos apliques de pared
como única fuente de iluminación, que les proporcionaban la luz
justa para ver. Tres ventanas daban a la ladera de la montaña en una pared, tres a la
dirección del lago en la otra.
Zoran estaba en su silla de ruedas junto a su hijo, que estaba de espaldas a la
pared, sentado en el suelo, abrazándose las rodillas, con los ojos en el suelo. Zoran
parecía frágil, no como el hombre robusto que Jesse había examinado dieciocho
meses atrás. Su cabello castaño grisáceo, demasiado largo, estaba parcialmente
oculto por el cuello abierto de la chaqueta, y su cabello casi ocultaba también sus
ojos.
Jesse desvió su atención de Zoran para ver a los cuatro rehenes atados,
afortunadamente al alcance de una de las ventanas por las que el dron de Sydney los
había visto antes. Tenían las manos atadas a la espalda y estaban sentados en lo que
parecían sillas de comedor que habían introducido en la habitación. Unas bolsas de
tela negra colgaban de sus cabezas y, como estaban callados, Jesse supuso que
también tenían la boca vendada. Pero había leves movimiento que indicaban que
seguían vivos.
Dos hombres armados con fusiles AK les flanqueaban, colocándose justo al lado
de la ventana y fuera del alcance de cualquiera de los hombres del Equipo Alfa o
Bravo para disparar.
Pero ¿dónde estaba Yuri?
Jesse, Carter, Zoey y Thatcher habían sido despojados no sólo de sus armas y
municiones, sino también de sus placas pectorales. No es una gran señal.
—Tú eres el que me disparó. —La silla de ruedas de Zoran zumbó al acercarse,
pero Jesse desvió la mirada hacia el asustado niño de diez años de Zoran.
Este imbécil no va a ganar pronto el premio al Padre del Año, pensó Jesse con
amargura.
—Lo soy. —Jesse tenía su única arma preparada, los puños cerrados a los
costados—. Sin embargo, yo no le disparé a tu mamá —dijo dirigiéndose al chico,
haciendo que los ojos de éste se clavaran en él. 295
Vio algo de sí mismo en ese niño. Se suponía que un padre debía proteger a su
hijo, no hacerle daño.
—¿Dónde está la bomba? ¿Dónde está Yuri? —Carter se apartó de la pared
donde habían estado alineados, pero al hacerlo, uno de los hombres armados le
apuntó con su AK.
—¿Mataste a mi mujer? —preguntó Zoran, con tono cortante mientras miraba a
Thatcher en lugar de responder a Carter.
—Tu hermano y tu mano derecha te ofrecieron a ti y a tu mujer a cambio con
inteligencia. Hice lo que tenía que hacer —comentó Thatcher.
Zoran inclinó la cabeza, estudiando en silencio a Thatcher mientras levantaba
una 9 mm de su regazo.
—Dime por qué no debería acabar con tu vida.
—¿Quieres vengarte de la muerte de una mujer que te engañó con tu hermano?
—preguntó Thatcher.
Zoran rodó más cerca.
—Tu inteligencia es inexacta. Mi mujer no me engañó. Sí, mi hermano es el
padre biológico del niño, pero sólo porque yo soy estéril. —Zoran mantuvo su arma
firmemente enfocada en Thatcher—. Quería que nuestro hijo tuviera mi sangre, como
mínimo. Mi mujer fue, cómo se dice, inseminada artificialmente. —Sus ojos
permanecieron fijos en Thatcher—. Mi hermano quería al niño. Me traicionó. Aleksa
Stanković me traicionó. ¿Mi mujer? No, ella no era una traidora. —Y con eso, Zoran
disparó abruptamente. Thatcher gruñó y se agarró el hombro mientras se arrodillaba,
pero el testarudo Director de Operaciones Especiales no emitió ningún sonido, a
diferencia de los rehenes que gritaban, con las voces apagadas.
Hace dos semanas, Jesse se habría arrodillado junto a su antiguo jefe para
ayudar. ¿Pero ahora? Odiaba que incluso una pequeña parte de él se preocupara de
que Thatcher pudiera morir. Después de todo lo que Thatcher había hecho, y con Ella
aún en peligro... debería haberle pedido el arma a Zoran y haber matado él mismo a
su antiguo jefe.
—Tú me pusiste en esta silla —señaló Zoran, con los ojos y ahora la pistola en
la mano apuntando a Jesse. Mordiendo los dientes posteriores, Jesse se preparó para
la bala que sin duda iba a llegar.
—Te dije que esperaras —ladró un hombre mientras atravesaba las puertas
dobles abiertas con unos cuantos hombres armados. Jesse exhaló un suspiro de alivio,
seguro de que Yuri acababa de salvarlo de recibir un balazo.
—Yuri —susurró Zoey, adelantándose junto a Carter.
—Hola, Zoey —Yuri se acercó a los cuatro. 296
La iluminación no era lo bastante buena para que Jesse pudiera distinguir el
color de los ojos del hombre, pero era corpulento, medía por lo menos metro ochenta
y tenía el cabello oscuro. La luz de los apliques, aunque tenue, resaltaba la cicatriz de
su mejilla que Carter le había regalado años atrás.
—¿Dónde está la bomba? —preguntó Jesse, necesitando ir directo al grano
para salvar a Ella y a Sydney. Y a mil más.
—Mis hombres no interferirán y se arriesgarán a que nos mates a nosotros o a
los rehenes si eso es lo que temes que ocurra una vez que compartas la ubicación. —
Carter consiguió mantener el tono firme cuando Jesse sabía que quería despedazar
al hombre.
Yuri se acarició la mandíbula, sus ojos recorrieron a Carter como si hubiera
estado esperando este momento durante tanto tiempo que casi no creía que Carter
estaba realmente allí.
—Sabes, esta noche no ha ido muy diferente de lo que planeé originalmente.
Sigues aquí. La bomba sigue ahí. —Señaló hacia la ventana, en dirección a Hallstatt—
. Y tendremos nuestro... ¿cómo lo llaman los americanos? Un enfrentamiento
occidental.
—La bomba —preguntó Jesse, conteniéndose para no abalanzarse sobre él y
empezar el enfrentamiento ahora mismo. Si eso era lo que quería el asesino a sueldo,
estaría encantado de enfrentarse a él.
Yuri se levantó la muñeca y consultó su reloj como si tuviera todo el tiempo del
mundo.
—En quince minutos detonará una bomba dentro de Bone House. Escondida en
la habitación donde se encuentran las calaveras decoradas. No es tiempo suficiente
para que tus hombres crucen el lago, así que espero que tengas allí a alguien que
pueda desactivarla. —Se encogió de hombros y luego hizo un gesto con el dedo,
indicando a Carter que hiciera la llamada.
¿Quince minutos? Luchó por mantener la calma, pero el pulso se le aceleró y se
le hizo un nudo en el estómago.
No quiere que lo tachen de terrorista, se recordó Jesse, esperando que el
asesino no cambiara de opinión de repente esta noche. Si algo le pasara a Ella... que
lo ayuden.
Pero Yuri, un hombre que había sido tan inteligente durante décadas, tenía que
estar fuera de juego. De lo contrario, habría anticipado la llegada de Falcon Falls, y
el equipo podría utilizar eso en su beneficio. Pulsar los botones correctos para guiar
la narrativa a su manera.
Jesse centró su atención en Carter, que sostenía el teléfono y hablaba con 297
Sydney. Buscó en sus recuerdos lo que sabía sobre Bone House gracias a su
investigación sobre Hallstatt. Bone House estaba en la Capilla de San Miguel, a un tiro
de piedra de su alojamiento junto al lago.
Cuando Carter colgó el teléfono, miró a Jesse con un leve movimiento de
cabeza, haciéndole saber que Sydney estaba en ello.
—¿Cómo quieres que acabe esto? —preguntó Carter con frialdad tras
guardarse el teléfono en el bolsillo—. Ustedes están armados y nosotros no.
Yuri se puso junto a la silla de ruedas de Zoran.
—Es incapaz de luchar por su venganza, pero otros pueden hacerlo por él. ¿A
menos que quieran venir por él ahora?
Zoran miró a Yuri por encima del hombro, apartándose el cabello de la cara
como si necesitara ver bien al hombre, aparentemente confundido por sus crípticas
palabras.
—Pensándolo mejor —comenzó Yuri mientras giraba para mirar a Zoran—, yo
me encargo. —Disparó a Zoran dos veces en el pecho, y más gritos brotaron de los
rehenes.
Sí, está loco. Jesse desvió su mirada hacia el chico que había visto cómo
ejecutaban a su padre ante sus ojos, pero el chico no se movió.
—Eso no fue lo ideal —dijo Yuri después de que el cuerpo de Zoran se hubiera
desplomado en la silla—. Pero insistió en estar aquí, lo que significa que me vio la
cara. Mi trato con él era matarlos a ti y a Ella —añadió—, pero nunca le prometí que
saldría vivo.
Lo último que Jesse había esperado era que Yuri eliminara uno de sus
problemas por ellos. Había evidencia de que Yuri no era estable, especialmente en
presencia de Carter. Pero para ser honesto, Jesse no estaba tan seguro de si sería
capaz de matar a Zoran delante del chico.
—¿Y qué hay del niño? —susurró Zoey, con la atención fija en el niño de diez
años.
Yuri siguió su mirada hacia el chico.
—Lo entrenaré. Un nuevo yo, ¿qué te parece? —Esbozó una leve sonrisa,
mirando a Zoran en su silla de ruedas, y luego entregó su arma a uno de sus guardias
y le hizo un gesto para que se llevara a Zoran.
Jesse tenía que intentar acercar a Yuri lo más posible a la ventana. Griffin era
su mejor francotirador, pero esta noche no estaba con ellos, así que Jack se encargaba
del arma larga. Con un poco de suerte, ya estaba encaramado en lo alto, con la mira
apuntando a la ventana, listo para cuando tuviera un tiro limpio.
298
—¿Nos estás dando armas para igualar el campo de juego? —preguntó Carter
mientras Yuri empezaba a remangarse la camisa hasta el codo—. Creía que querías
un cara a cara. ¿O piensas hacer como Stalin? ¿Ponernos en fila y disparar?
Yuri se estremeció al ser comparado con un ruso. Bien pensado, Carter.
Mientras esperaba los siguientes movimientos de Yuri, Jesse miró a Thatcher, todavía
de rodillas y sujetándose el hombro.
—Bien, bien. —Yuri hizo un tres sesenta en la habitación para mirar a sus
hombres—. Rifles abajo.
Los guardias se miraron los unos a los otros, mostrando su temor de que su jefe
estuviera perdiendo la cabeza. Que cada segundo que pasaba era más inevitable que
acabaran muertos al igual que sus homólogos a los que Falcon había abatido al
infiltrarse en el castillo.
—Ahora —gritó Yuri, con la boca llena de saliva. Se pasó una mano por la
cicatriz de la mejilla, con un brillo en los ojos al mirar al hombre que se la había hecho,
sin duda emocionado por estar a punto de recibir la venganza que tanto ansiaba.
Los hombres de Yuri dejaron lentamente sus AK, como si temieran más que su
jefe se volviera contra ellos cómo Jesse y los demás en aquel momento. Los apartaron
de un puntapié, pero Jesse tuvo que suponer que también llevaban armas cortas y
cuchillos.
—Eres mío, Yuri. Tú te encargas de mí —dijo Zoey con calma.
Yuri sonrió como impresionado por su atrevimiento, pero Carter la agarró del
brazo cuando intentó pasar por delante de él.
—Zoey, Zoey. —Yuri sacudió la cabeza mientras Carter sujetaba a la mujer que
parecía empeñada en su propia venganza—. ¿Y si te dijera que yo no maté a tu
prometido aquel día?
—Mientes —respondió ella, y Yuri se estremeció como ofendido.
Jesse apartó la mirada de él e hizo inventario de la habitación mientras Zoey lo
distraía como había planeado.
Cinco guardias. ¿Pero a quién temían más? ¿A Jesse y sus compañeros? ¿O a su
jefe?
Jesse calculó sus próximos pasos, reproduciéndolos en su cabeza. El guardia
de su izquierda sería el primero. Utilizarlo como escudo cuando el otro guardia fuera
por un arma por instinto.
—No soy un mentiroso. Lo sabes. Me has estado investigando, ¿verdad? —Yuri
se pasó el talón de la mano por debajo de la barbilla y se crujió el cuello, pareciendo
299
cada vez más un psicópata, y luego se acercó dos pasos, comiéndose el espacio que
había entre él y el lugar donde Carter sujetaba a Zoey.
Estaban demasiado cerca el uno del otro para que Jack pudiera hacer un tiro
limpio.
Yuri miró hacia la ventana, que carecía de persianas y cortinas, y retrocedió un
paso como si se diera cuenta de que estaría en la línea de visión de un francotirador.
Así que te queda algo de sentido común. Necesitaban noquear al resto y pronto.
—Preston era tu objetivo —dijo Zoey, su tono menos firme esta vez—. Nunca
fallas, ¿verdad?
—Era mi objetivo, pero ese día se me escapó. Mejor luchador de lo que había
previsto. —Sonrió—. Cuando lo alcancé en la calle, ya estaba muerto. Lo mató otra
persona. Una bala en la cabeza. Pero una muerte sigue siendo una marca de muerta.
—Mientes —volvió a decir, y Yuri gruñó.
Ser comparado con un ruso. Llamado mentiroso. Sus puntos desencadenantes.
Zoey empezó a ir por él de nuevo, y Carter se esforzó por hacerla retroceder.
Jesse estaba bastante seguro de que Yuri también había tocado su punto
desencadenante. Preston.
Jesse echó una rápida mirada a Thatcher, y éste asintió, confirmando que aún
sería capaz de luchar. Pero esperaría a que Carter hiciera el primer movimiento.
Segundos después, Jesse vio a Carter en su visión periférica empujando a Zoey
hacia Jesse como si la pusiera a salvo antes de ir por Yuri.
—No los maten —gruñó Yuri a sus hombres en señal de advertencia—. Me
encargaré de ellos después de matar a Carter. Prometí hacerlo personalmente, y a la
mierda si... —se quedó sin palabras cuando esquivó un golpe de Carter—. Sólo
manténganlos ocupados —siseó mientras golpeaba a Carter en el costado un
segundo después.
Jesse volvió a centrarse rápidamente en los guardias, que parecían confusos
una vez más por la orden de su jefe. Tenían que saber que morirían si no mataban
primero a Jesse o a Zoey, pero parecían estar aun contemplando qué destino sería
peor. ¿Intentar luchar contra Jesse y Zoey? ¿O desafiar las órdenes?
Estamos a punto de averiguarlo. Jesse se abalanzó hacia el guardia a sus nueve
en punto.
Agarró al guardia por las piernas, lo tiró al suelo y lo estranguló, y luego tomó
la pistola que llevaba a la espalda justo a tiempo para utilizarlo como escudo cuando
otro guardia disparó su arma, decidiendo desobedecer la orden de Yuri.
La bala alcanzó al guardia que Jesse tenía agarrado al mismo tiempo que 300
disparaba al otro hombre, clavándosela en la cabeza.
—Jesse —rugió Thatcher, lanzándose de repente delante de él antes de que
Jesse se diera cuenta de lo que estaba pasando y...
Zoey disparó al guardia que acababa de disparar, tomando a Jesse por
sorpresa, pero era demasiado tarde para Thatcher. Había recibido uno en el pecho.
—Qué demonios —siseó Jesse, furioso con su antiguo jefe por haberse
sacrificado. No tuvo tiempo de comprobar si estaba vivo ni de gritarle por lo que
había hecho porque Zoey y él tenían que ocuparse de dos guardias más mientras Yuri
y Carter luchaban junto a una de las paredes.
Los dos guardias restantes eran más listos que los demás, mantenían sus
posiciones junto a los rehenes, con las armas apuntando a sus cabezas.
Pero si Jesse y Zoey bajaban sus armas, ¿dispararían estos guardias a matar,
ignorando también la orden de Yuri? No podía arriesgarse, así que repasó
mentalmente los posibles resultados mientras miraba a Thatcher en el suelo. Sus
piernas se movían ligeramente. ¿Seguía vivo?
—Los dos bajamos las armas al mismo tiempo —se ofreció Jesse—. Tu jefe no
quiere que nos mates. Y sabes que si disparas a un rehén, en cuanto aprietes el gatillo,
estás muerto.
—¿Y qué sugieres? ¿Qué luchemos también? —espetó uno de los guardias.
Jesse robó una mirada a Carter y Yuri mientras seguían peleando.
—¿Tienes una idea mejor? Porque no voy a deshacerme de mi pistola si tú
sigues con una en la mano. ¿Nos disparamos el uno al otro, entonces? —Mantuvo la
voz lo más firme posible.
—Bien —intervino uno de los guardias—. Al mismo tiempo, todos bajamos
nuestras armas, y vamos a esto como ellos.
Jesse asintió y se arrodilló, esperando el momento de ir por el cuchillo que
había arrebatado cuidadosamente a uno de los guardias muertos junto a sus pies, el
que había servido de escudo humano.
En el momento en que los dos hombres empezaron a apartar sus armas de los
rehenes, Jesse soltó también su arma y permaneció arrodillado, a la espera de sus
próximos movimientos.
—¿Lo tienes? —le susurró a Zoey, que seguía a su lado.
—Por supuesto —respondió mientras los dos guardias maniobraban alrededor
de los rehenes, abalanzándose de repente sobre ellos con nuevas armas. Cuchillos.
—No puedo matarte, pero eso no significa que no pueda hacerte sufrir —dijo 301
un guardia cuando Jesse esquivó el primer golpe salvaje del cuchillo. El tipo era tan
grande como Yuri, pero Jesse se había enfrentado a los de su tipo en el pasado.
Y Thatcher había tenido razón en una cosa.
Ella tenía que servirle de motivación, no de distracción.
Jesse golpeó a la bestia de hombre con los codos y luego con patadas en las
piernas antes de caer de rodillas y apuñalar al hombre en el costado en el proceso.
Un gemido de Zoey le robó momentáneamente la atención, y se dio cuenta de
que estaba inmovilizada bajo un guardia, forcejeando para detener el cuchillo que le
apuntaba a la garganta.
Jesse se levantó de un salto, ignorando al guardia con el que había estado
luchando para salvar a Zoey. Le quitó al hombre de encima, y en un rápido
movimiento, envió una patada lateral a su abdomen, pateándolo a la vista de la
ventana, y Jack clavó al maldito. Gracias a Dios.
Jesse se giró y vio que el guardia al que había apuñalado venía hacia él con un
cuchillo, y sus cuerpos chocaron en menos de un segundo. Por encima del hombro
del tipo, vio a Zoey de espaldas, apuntándoles con un arma. Jesse se movió
rápidamente hacia un lado, lo que le permitió derribar al bastardo de un tiro en la
cabeza. El hombre se desplomó en el suelo, con las rodillas por delante, antes de caer
hacia atrás en lugar de hacia delante como en las películas.
Pero mierda, algo no estaba bien.
Jesse se llevó una mano al costado y luego al abdomen en busca de lo que
parecía... un cuchillo. Presionó los dientes de atrás mientras sujetaba el mango de la
hoja, sin estar seguro de si debía guardárselo ahí de momento.
—Déjalo —siseó Zoey mientras se ponía en pie, y luego dirigió su atención a
su objetivo y a Carter, que seguían luchando casi al estilo Mortal Kombat.
—Aléjate de él. Ahora —gritó Zoey, con su arma apuntando a Yuri mientras
Carter y el hombre seguían golpeándose. Ensangrentados y golpeados, los dos.
Jesse miró alrededor de la habitación, agradecido de que los rehenes y el niño
siguieran ilesos, pero el pobre chico se balanceaba y se agarraba las piernas,
claramente aterrorizado.
—Zoey —llamó Carter, respirando con dificultad—. No lo hagas.
Ahora que los hombres de Yuri ya no eran una amenaza, Jesse se concentró en
el dolor que sentía en el costado, pero lo ignoró mientras intentaba decidir qué
demonios hacer a continuación.
—La CIA lo quiere vivo. —¿Carter Hablaba en serio?
Yuri se apartó de Carter y se centró en Zoey, jadeando. 302
—O me matas, o te mato yo —carraspeó entre toses, con la sangre brotándole
de la boca. Tenía un ojo hinchado—. Tú eliges.
—Dime la verdad. —Zoey avanzó hacia Yuri, y Jesse se quedó clavado en su
sitio. ¿Salvar al asesino a sueldo? ¿O ayudarla a matarlo? — Tú asesinaste a Preston.
Yuri se limpió el labio con el dorso de la mano y le dedicó una sonrisa
sangrienta y psicótica.
—Como ya he dicho, alguien se me adelantó. Yo no miento.
—¿Quién? —preguntó, con el tono tembloroso y los brazos empezando a
temblarle. Se estaba acercando demasiado al hombre, y Jesse sabía que estaba a
segundos de ser arrollada por Yuri, pero antes de que Jesse pudiera reaccionar, Yuri
se lanzó hacia ella, provocando que Zoey disparara.
La bala le alcanzó en las entrañas, pero siguió moviéndose, siguió tras ella.
—Tenemos que matarlo —Jesse gritó a Carter, haciéndole saber que el hombre
necesitaba morir. Al diablo con la Agencia.
Carter asintió y, en un rápido movimiento, ambos fueron por él, agarrándolo
por los brazos y arrojándolo frente a la ventana donde Jack envió el disparo, sin
perder un instante.
Jesse soltó el brazo del hombre y Carter hizo lo mismo, dejando que el asesino
a sueldo cayera al suelo.
De espaldas, Yuri giró la cabeza hacia un lado, tosiendo sangre mientras se
concentraba en Carter.
—Supongo que el... mejor hombre... ganó. Pero me estaba... aburriendo
cualquier...
—Maldito loco —dijo Carter después de que los ojos de Yuri se cerraran, y
entonces Carter se arrodilló para comprobar si tenía pulso.
—Ella —dijo Jesse, respirando con dificultad al darse cuenta de que aún tenían
que tratar el tema de la bomba—. Sydney. Tenemos que ponerlas al teléfono.
No había habido ninguna explosión, que ya habrían oído desde el otro lado del
lago. Pero cuando Jesse consultó su reloj, aún quedaba un minuto para que se
cumpliera el plazo.
—Ya está todo bien —les dijo Jesse a los rehenes, luego miró al chico que
seguía aferrado a sus rodillas.
—Tengo a Sydney al teléfono —Carter salió corriendo un momento después,
agarrándose el costado como si tuviera las costillas rotas—. Están bien. La bomba ha
sido desactivada.
Y fue entonces cuando Jesse se desplomó de rodillas, dejando que el dolor del
303
cuchillo lo abrumara.
—Están bien —susurró mientras sus párpados se volvían pesados—. Están
bien.
—Mierda —escuchó Zoey mientras sus ojos se cerraban—. Creo que Thatcher
está muerto.

304
Capítulo Treinta y Siete

C
uchillas de helicóptero. Mierda.
—¿Tuviste apoyo aéreo todo este tiempo, y lo ocultaste? —Jesse
giró la cabeza desde donde yacía y observó a Oliver ocuparse de las
heridas del pecho y el hombro de Thatcher—. Y tú, viejo, eres
demasiado terco para morir, por lo que veo. Debería haberlo sabido.
Thatcher gimió y giró la cabeza hacia un lado para mirar a Jesse. Ambos
estaban en el suelo nevado del exterior del castillo, boca arriba.
Oliver también había sido médico, por lo que había retirado con éxito el
cuchillo del abdomen de Jesse y en ese momento estaba evitando que Thatcher se
desangrara.
—No voy a dejar que el perrito faldero de un asesino acabe conmigo. No voy a
salir de esa manera —dijo Thatcher tosiendo, y luego miró en dirección al helicóptero
que volaba hacia ellos—. No gracias por recibir una bala por ti, ¿eh?
Jesse se habría reído, pero sabía que eso dolería demasiado.
—Si, sí. Tú causaste este desastre, pero recibir una bala por mí debería
absolverte de tus pecados, ¿eh?
—Un tipo puede intentarlo, ¿no? —El dedo índice de Thatcher bailó en el aire,
obviamente mareado por la inyección de morfina que Oliver le había administrado—
. Y no, el pájaro no está conmigo.
Jesse estaba un poco mareado por la puñalada y la morfina, así que tal vez no
estaba oyendo las cuchillas del helicóptero en ese momento.
—Hice una llamada a un tipo de la Agencia en el que todavía confío y que está
destinado en Austria antes de que nos infiltráramos en el castillo. No podía
involucrarse en la operación, pero se ofreció a organizar una evacuación médica en
caso necesario. —Carter se agachó junto a Jesse y miró a Thatcher. Carter estaba
bastante lastimado, pero era fuerte y estaba claro que hacía todo lo posible por no
inmutarse por los daños sufridos a su cuerpo—. Hay que sacarlo de aquí por aire para
que no se muera, supongo.
—Qué considerado eres, Dominick. ¿Seguro que no quieres que muera? —
preguntó Thatcher, dirigiendo su atención a Carter. 305
—Por muy bonita que sea la idea, yo diría que nadie de nuestro equipo
muriendo esta noche es una victoria. —Carter inclinó la barbilla en dirección al
helicóptero que planeaba en busca de un punto de aterrizaje, confirmando que Jesse
no estaba alucinando—. Sydney y Ella están en camino. Llegarán pronto.
Jesse trató de sentarse, pero Carter le palmeó el pecho, guiándolo de nuevo
hacia abajo para que permaneciera en posición horizontal.
—¿Qué tal si te quedas quieto por ahora? No sabemos si ese cuchillo le dio a
algo importante.
—Bien —gruñó Jesse—. Bien. —Soltó un suspiro, que... dolió. La morfina que
llevaba dentro no era suficiente para erradicar por completo el dolor, pero mientras
Ella estuviera bien, y como había dicho Carter, nadie de su equipo hubiera muerto,
podía lidiar con una herida de cuchillo—. ¿Qué sabemos hasta ahora? Ya sabes, sobre
todo. —¿Me estoy dando a entender? Jesse miró a su derecha para ver otra aguja en
su brazo—. ¿Me acabas de pinchar con más morfina? —le preguntó a Oliver.
—¿Tienes algún problema con eso? —Oliver se rió ligeramente antes de
sacarse la aguja del brazo y volver a centrar su atención en su paciente principal,
Thatcher.
—Bien, bien. —Jesse esperó a que su visión fuera un poco menos borrosa a
medida que las drogas se movían por su organismo—. ¿Y? —preguntó, esperando a
Carter. No estaba seguro de cuánto tiempo había estado desmayado antes de que los
chicos lo sacaran del castillo y lo llevaran al suelo en el exterior.
—Sydney se ocupó de la bomba, que ya conocíamos. Y mis chicos se ocuparon
de los hombres de la ladera y del C4 de la mina. Así que no hubo daños en el sitio
histórico. También confirmamos que Dragan está muerto. Había un túnel subterráneo
que Zoran utilizaba para entrar y salir de la casa de su hermano sin previo aviso —
explicó Carter, elevándose a toda su estatura, y luego hizo un ademán de acercarse,
y Gray apareció un instante después.
—Haré que la Agencia se ocupe de la mano derecha de Zoran, Aleksa, en
Albania. Entonces todos los cabos sueltos estarán atados —Habló Thatcher, y Jesse
casi se había olvidado de Aleksa—. ¿Los rehenes están bien? ¿El niño?
Jesse miró al hijo de Zoran, Nikola, que ahora estaba junto a Gray. Había tenido
que presenciar toda aquella violencia. Ni siquiera había intentado huir de la
habitación durante el tiroteo y la pelea. Y eso le recordó a McKenna y el infierno que
había soportado en Bama. La morfina no podía borrar el dolor de la culpa, eso estaba
claro.
—Estoy bien —Nikola habló en inglés—. Mejor ahora que estoy... lejos de
todos ellos.
Maldición. Bueno... Bien, eso fue... algo. Chico duro.
306
—Los rehenes están bien. El equipo Bravo se está encargando de ellos.
Tenemos que salir antes de que llamen a la policía —comentó Carter cuando el
helicóptero aterrizó por fin a lo lejos—. Mierda. Sujétense.
Jesse se obligó a sentarse esta vez para ver qué tenía la atención de Carter. Se
agarró el abdomen, que estaba vendado, e ignoró el ceño fruncido de Oliver ante su
movimiento, que sólo podía distinguir en la oscuridad debido a las linternas que
Oliver había colocado sobre él y Thatcher para poder ver a sus, pacientes.
—Sé lo que vas a hacer y te ruego que no lo hagas. —Carter sujetó la muñeca
de Zoey, pero ella intentó soltarse—. Él mintió. Yuri mató a Preston. No vayas
persiguiendo fantasmas.
—Tengo que saberlo con seguridad —respondió ella—. Si alguien más mató a
Preston ese día, necesito saberlo.
—Intentaba despistarte. Era un juego mental —siseó Carter—. No dejes que
este hijo de puta gane. No desperdicies tu vida por venganza. Ahora la tienes. —Lanzó
su mano libre hacia el castillo—. Está muerto. Tienes tu retribución. Déjalo ir.
Zoey negó con la cabeza mientras dos hombres del helicóptero se dirigían a
toda prisa hacia Jesse con una camilla para Thatcher.
—Tengo que estar segura —reiteró.
—No. —Carter la soltó y levantó las palmas de las manos entre ellos—. Por
favor. No hagas esto. Vuelve a Londres. Arregla las cosas con el MI6. Detén esta locura
de...
—¿Me estás diciendo que si descubrieras que otra persona asesinó a tu mujer,
y todavía estuviera por ahí, no harías lo mismo? —desafió, y los hombros de Carter
cayeron—. Tengo que saber si Yuri decía la verdad. Tengo que llegar al fondo de lo
que realmente ocurrió el día que Preston murió.
—Zoey. —La voz de Carter vaciló esta vez, y él supo que no tenía sentido luchar
contra ella. Se pasó las manos por el cabello—. Te estás volviendo una renegada,
¿verdad?
—No tengo elección. Y además, estás hecho una mierda. Ve a ver a un médico.
—Y con eso, se fue en dirección al bosque, una mujer intrépida en su misión de
venganza.
—Carajo —Carter maldijo en voz baja antes de volverse hacia todos los que
habían estado viendo la escena desarrollarse como un reality show, pero antes de
que Jesse tuviera oportunidad de decir algo, oyó la voz de Ella, y su corazón se detuvo
por un instante. 307
—¿Jesse? —gritó Ella.
—Ella. —Jesse se esforzó por ponerse de rodillas y se apretó el pecho,
preocupado de que el corazón se le parara al verla correr hacia él.
Ella cayó al suelo nevado ante él, sus ojos se dirigieron al vendaje que envolvía
su abdomen antes de que él la alcanzara, al diablo con la herida.
—No me dijeron que estabas herido. ¿Qué pasó? —Las lágrimas corrieron por
sus mejillas mientras un suave sollozo salía de su boca. ¿Alivio? ¿Preocupación?
¿Miedo? ¿Todo eso la ahogaba? Y demonios, a él también.
Jesse se apartó y le ahuecó las mejillas, necesitando mirarla a los ojos, para
asegurarse de que estaba viva, respiraba y no tenía ningún rasguño.
—Estoy bien. Sólo una puñalada.
—Tenemos que subirlo al helicóptero, señor —dijo uno de los chicos del
helitransporte, haciendo un gesto a Jesse para que se pusiera de pie.
—Me voy con él —gritó Ella, agarrándose a su brazo para ayudarlo, y él ocultó
un gemido por la incómoda sensación de agujero en su estómago mientras se
levantaba—. Nunca me iré de tu lado. Me tienes para toda la vida, ¿me oyes? —
susurró ella, y él cerró los ojos ante sus palabras y estuvo a punto de caer de nuevo
al suelo.
—Tenemos que ocuparnos de tus hermanos en casa —le recordó mientras ella
y el médico lo ayudaban a subir al helicóptero para reunirse con Thatcher y llevarlo
al hospital, probablemente en una ciudad más grande como Salzburgo—. Tu familia.
La mía.
—Cruzaremos ese puente cuando lleguemos —dijo, su voz apenas audible por
encima de las cuchillas del helicóptero, y entonces Jesse dejó de caminar y se volvió
hacia todos los de Falcon que seguían allí.
—Gracias —les dijo, muy agradecido de volver a formar parte de un equipo,
de no estar solo.
Y de cara al futuro, prometió que sería un mejor hombre y compañero de
equipo. Y el hombre que Ella merecía.

308
Capítulo Treinta y Ocho
WALKINS GLEN, ALABAMA — DOS DÍAS DESPUÉS

—¿E
stás lista para esto? —preguntó Jesse mientras se
acercaban al rancho Hawkins.
Volvió su atención hacia Ella, sentada a su lado
en su RAM, con las manos ligeramente temblorosas
mientras se agarraba los muslos cubiertos de vaqueros negros. Centró su atención en
el tentador escote que dejaba entrever su sedosa blusa negra y se sintió un poco mal
vestido para el evento de bienvenida, con sus vaqueros desteñidos y su camisa de
cuadros abierta hasta la camiseta blanca.
—Están todos allí esperándonos —dijo en voz baja antes de rozar con los
dientes su labio inferior—. Pero me alegro de que Rory haya podido hacer el viaje de
vuelta desde Virginia para estar aquí hoy. Ella y Savanna me harán sentir menos...
—¿Pánico? —Esperó a que ella asintiera y volvió a centrar su atención en la
conducción—. Nunca voy a estar preparado para enfrentarme a tu familia, o a la mía,
ahora que todos saben la verdad.
Esperaba volver a casa antes, pero el equipo tuvo que esperar a que Jesse
saliera del hospital de Salzburgo y a que el avión privado de Carter regresara de
Estados Unidos, ya que su piloto había llevado a Savanna y Griffin a casa justo antes
de la operación.
Por lo que Jesse sabía, Thatcher se había dado de alta del hospital sin decir
nada a nadie y lo más probable era que estuviera eludiendo la inevitable reprimenda
que le iban a dar por viajar a Austria sin permiso, sobre todo teniendo en cuenta el
resultado. La CIA quería a Yuri vivo, pero Jesse tenía que creer que preferían tener a
un asesino muerto que a uno todavía en las calles.
Afortunadamente, a las cero trescientas horas, Aleksa, la mano derecha de
Zoran, había sido abatido, por lo que todos los cabos sueltos estaban oficialmente
atados.
Bueno, casi todos los cabos sueltos estaban atados. Zoey tenía una nueva 309
misión. Averiguar si Yuri le mintió o no. Y Jesse tenía la sensación de que el equipo
volvería a verla más adelante, tanto si Carter quería como si no.
—Sólo espero que Beckett baje el tono cuando lo veamos —dijo suavemente
Ella, redirigiendo sus pensamientos.
—Beckett siempre está gruñón —comentó Jesse, notando que ella jugueteaba
con su alianza y su anillo de diamantes antes de mirarse la mano izquierda en el
volante, olvidando que se había quitado la alianza antes de la operación y no se lo
había vuelto a poner. Pero en realidad no estaban casados, y ahora su familia sabía la
verdad, así que...
—Te tengo a ti —señaló—. Tenemos esto. —Tomó su mano derecha, que
descansaba sobre su pierna cubierta por vaqueros, y la apretó—. O podríamos parar
e ir mañana —añadió con una risita—. Podría darte, ¿cómo se llama? ¿Mamada de
carretera?
El camión estuvo a punto de salirse de la carretera cuando la vio lamiéndose
los labios, su mirada se posó en su entrepierna, haciendo que su polla se sobresaltara
ante la idea de sus deliciosos labios envolviéndolo.
—Todavía no te he probado. No es justo —soltó y puso un mohín sexy para
burlarse de él.
Se rió ligeramente y sacudió la cabeza, pero enseguida volvió a mirar a la
carretera. No habían pasado por un infierno en el extranjero sólo para tener ahora un
accidente de auto. Liberando su mano de la de ella, Jesse se apretó el estómago por
el dolor que se le había despertado. Aun le dolía el abdomen como a un hijo de puta,
y aunque el dicho de que la risa es la mejor medicina podría ser cierto, definitivamente
no se aplicaba después de haber sido apuñalado en las entrañas.
—¿Estás bien? —preguntó ella, cortando sus pensamientos.
Apretó los dientes y asintió con la cabeza, esperando que ella no se diera
cuenta del dolor que sentía. Se había negado a tomar más medicamentos desde que
había salido del hospital, prefiriendo, sobrellevarlo como un hombre, como Ella lo
había reprendido repetidamente durante el día anterior, haciéndole pasar un mal rato
por no tomar ni siquiera Advil.
—Estoy bien, pero oye, si recuerdas, anoche quise hacer el amor en nuestra
habitación de hotel, pero me rechazaste. Duchándote desnuda delante de mí,
sabiendo perfectamente que el médico dijo que aún no podía ducharme. Estás
buscando problemas, tentándome así. —Desplazó la palma de la mano a su
entrepierna, la incomodidad allí más que en su abdomen ahora.
—En primer lugar —comenzó con una suave risita—, las duchas es mejor
tomarlas desnuda. Seguro que de eso se trata. Y en segundo lugar, aún te estás
recuperando de la puñalada. No quería que te hicieras daño si practicábamos sexo. 310
—A mi polla no le pasa nada, te lo aseguro. —Le lanzó una sonrisa diabólica,
notando que sus piernas se cerraban al oír sus palabras.
—Oh, ya hemos llegado. —Su abrupto anuncio le arrebató la atención de la
carretera y de la vista de su mano que se posaba entre sus muslos como si estuviera
deseando que su polla la llenara.
Jesse miró el letrero, Rancho Hawkins, y sus hombros cayeron al girar hacia
la carretera que conducía al rancho. Todavía quedaba un trecho decente entre donde
estaban ahora y la casa principal de la propiedad, al menos.
Un poco inquieto, se sacudió el ala de la gorra de béisbol y la hizo girar hacia
atrás. Luego volvió a girarla hacia delante, decidiendo que tal vez debería esconder
un poco los ojos para cuando aparecieran.
—Me encargaré de Beckett. No te preocupes. —Le dio unas palmaditas en la
pierna—. Pero mamá me dijo por teléfono que tu padre también está allí.
La opresión de su abdomen ante la mención de su padre le hizo doler de nuevo
el estómago, pero ahora competía con el dolor que le llenaba el pecho ante la idea
de enfrentarse a aquel hombre.
—¿Crees que el hijo de Zoran, Nikola, estará bien? —susurró al recordar la
expresión de dolor en el rostro del niño, y sólo podía esperar que no creciera para
ser como su padre—. Creo que me convertí en un luchador por culpa de mi padre, y
por eso... —tragó saliva, y ella le pasó la mano por el muslo un poco más para intentar
consolarlo.
—Estará mucho mejor criado por quien lo adopte que al cuidado de criminales,
¿no lo dijo él mismo?
—Sí, pero tenía morfina en mí en ese momento, así que no sé. Además, tuvo
que presenciar toda esa violencia. —Se estremeció al recordarlo.
—Mm. Te olvidas de algo.
Redujo la velocidad del camión, intentando retrasar un poco su llegada.
—¿Qué es eso?
—También vio algunos héroes en ese castillo. Vio prevalecer el bien. —Ella
hizo una pausa—. Pero me gustaría ir saber cómo le va.
—De acuerdo.
Ella sonrió, y maldita sea, era contagiosa.
—Y estoy segura de que McKenna también se pondrá bien —añadió
suavemente.
—Es dura como su tía. —Pero aún se le estrujaba el corazón al pensar en lo que
McKenna había presenciado en la comisaría. Y por lo que parecía, los daños causados
311
por la brecha explosiva provocada por los hombres de Yuri y el incendio resultante
iban a obligar a Beckett a reconstruir al menos parte de la comisaría.
—A.J. dijo que está trabajando en ello —dijo Ella, leyendo sus pensamientos.
Cuando la casa estuvo a la vista, a Jesse se le subió el corazón a la garganta al
ver todos los autos estacionados en el camino circular de entrada. ¿Una gran
bienvenida? Ja. Claro. Más bien recibiría unos cuantos puñetazos en la cara.
Estacionando detrás del Jeep de Shep, Jesse se desabrochó el cinturón y dijo:
—Supongo que vamos a terminar con esto. —Soltó unas cuantas respiraciones
temblorosas, sintiéndose más nervioso ahora que cuando estaba atrapado en la
habitación del castillo desarmado.
—Como he dicho, lo tenemos. —Ella le acarició la mejilla y le dio un suave beso
en los labios. Él mantuvo su cara cerca de la de ella por un momento, saboreando el
hecho de que esta mujer era finalmente suya.
Unos segundos más tarde, pensó que había llegado el momento de dar la cara.
Saltó del camión, rodeó rápidamente el capó y abrió la puerta del copiloto,
ofreciéndole la mano a Ella cuando salió.
Jesse alisó las manos a lo largo de las solapas de la camisa de cuadros rojos y
negros para calmar los nervios, y Ella lo sujetó de la mano y entrelazó los dedos. Eso
alivió las punzadas en su pecho.
Antes de que pudieran subir los escalones del porche, se abrió la puerta y Bear
salió disparado.
Ella soltó rápidamente la mano y saltó delante de él, con los brazos extendidos
para interceptar al perro y evitar que saltara sobre Jesse, como era su costumbre.
—¿Protegiéndome? —preguntó Jesse con una sonrisa mientras Rory daba una
orden para que Bear se sentara.
Ella le devolvió la mirada, todavía en guardia.
—Siempre.
La sujetó por las caderas y la atrajo hacia sí.
—Lo mismo digo, cariño —susurró en su oído antes de permitir que la realidad
se asentara de nuevo en que tenía un montón de gente a la que enfrentarse.
—Ahí está mi hermano favorito —dijo Rory en tono juguetón, pero en cuanto
Jesse esquivó a Ella, vio la emoción en sus ojos. Alivio de que estuviera bien y hubiera
llegado vivo a casa.
—Creía que yo era el molesto —respondió él, recordando su intercambio de
mensajes de texto la noche de hacía tres años en que ella lo había reunido con Ella en
Nueva York.
312
—El único —volvió a decir Rory mientras le pasaba los brazos por los hombros
y lo abrazaba, con cuidado de su estómago.
Volvió su atención hacia Ella, secándose las lágrimas de debajo de los ojos.
Cuando Jesse se agachó para rascar a Bear en la cabeza, levantó la vista para ver a
Chris saliendo de la casa junto a A.J.
Había hablado con A.J. desde que Yuri había muerto, pero ver a su mejor amigo
cara a cara después de haber puesto a su hermana pequeña en peligro era más difícil
de lo que había previsto.
—Bienvenido a casa, hermano —dijo Chris, bajando apresuradamente las
escaleras. Le dio a Jesse un rápido abrazo con un brazo antes de echar una mirada
hacia la casa, donde todos habían empezado a filtrarse por la puerta principal.
Bien, ¿entonces lo hacemos aquí? Jesse tragó saliva y centró su atención en el
grupo que estaba en el porche. Todos excepto Beckett y McKenna.
—Ella —gritó Savanna, corriendo con los brazos abiertos, y Griffin caminó
detrás de ella e inclinó la cabeza hacia Jesse en señal de saludo.
¿Cómo se enfrentaría al resto de su familia? ¿Mirar al padre de Ella, Rick, a los
ojos después de lo que le había hecho pasar a su única hija? Y luego estaba la mentira
del matrimonio.
—Jesse, unas palabras. —El sonido de la voz de su padre fue como otro cuchillo
en las entrañas. Jesse giró lentamente la mirada hacia el hombre. El tiempo no había
cambiado el hecho de que Jesse se parecía al bastardo más que un poco, algo que
siempre había odiado—. Por aquí.
Jesse miró a Ella, encontrándola ahora rodeada de su familia y apenas visible
mientras se acercaban para abrazarla.
Evitó mirar a su madre mientras se dirigía a su padre, que ahora estaba de pie
a un lado de la casa para tener intimidad.
—Sabía que eras un fracasado, pero esto, esto va más allá de cualquier cosa
que pudiera imaginar. —Su padre cruzó los brazos sobre el pecho y fulminó con la
mirada a Jesse.
Jesse inclinó la cabeza. Ahora era más alto que su padre, aunque sólo por unos
centímetros, pero Sean McAdams, incluso a finales de los sesenta, seguía siendo
fuerte y bastante fornido. No es que Jesse dudara que ganaría en un enfrentamiento
con él. Y mentiría si dijera que a lo largo de los años no había imaginado una pelea
así. Pero era hora de dejar el pasado atrás para poder empezar de nuevo con Ella.
—No tengo nada que decirte —comentó Jesse, poco dispuesto a ofrecer a su
padre una disculpa o cualquier excusa. Ni hablar.
—Chico, mírame cuando te hablo. 313
Jesse apretó los dientes de atrás y siseó entre sus labios apenas separados
mientras forzaba lentamente sus ojos en los de su padre, no porque él se lo hubiera
ordenado, sino porque ya no era el chico que tenía que quedarse allí de pie y
aguantarlo. Era un hombre cuyos días de aguantar a ese cabrón habían terminado
hacía tiempo.
—Estoy tan molesto contigo que apenas puedo ver bien —continuó su padre,
como antaño. Jesse sacudió la cabeza cuando miró hacia abajo y vio la palma de la
mano de su padre crispada. ¿Realmente intentaría pegarle aquí delante de todo el
mundo? ¿Exponerse como el imbécil que era? Toda esa charla sobre la redención...
su madre se merecía algo mejor si él seguía siendo el mismo hombre que había sido
todos esos años atrás.
—Márchate —dijo lentamente Jesse—. Te aconsejo que te marches antes de
montar una escena, o te prometo que el único que acabará tirado serás tú.
—No te mereces a esa chica. Lo sabes, ¿verdad? —Su padre se inclinó más
cerca, y Jesse olió en su aliento el alcohol que supuestamente había dejado.
—Jesse —dijo Ella desde atrás, justo antes de ponerse a su lado y rodearle el
brazo con una mano—. Deberías hacer lo que te dice —afirmó con valentía,
levantando la barbilla y con los ojos clavados en su padre—. De hecho, deberías irte
de nuestra propiedad antes de que le cuente a todo el mundo la clase de hombre que
eres en realidad.
Jesse seguía concentrado en el petardo que intentaba protegerlo una vez más.
—¿Qué tonterías te ha contado? —le preguntó su padre.
—Sólo la verdad —dijo Ella con calma—. Y si no te vas ahora mismo, te daré un
puñetazo. Puedes contar con ello —añadió, esta vez con un tono más enérgico, y que
el cielo lo ayudara, iba a besarla allí mismo.
—Ustedes dos son el uno para el otro, entonces. —Su padre resopló hondo y lo
empujó al pasar como un imbécil inmaduro mientras pasaba a su lado.
Ella dirigió la atención de Jesse hacia ella, en un intento de calmarlo.
—Algunas personas no merecen el perdón. Lo siento, pero nunca lo perdonaré
por lo que hizo.
Inclinó la cabeza y la estudió, sin saber qué decir. En aquel momento le
embargaban muchas emociones.
—Sin embargo, tu madre y tu hermana deberían saberlo. Tienen que saber lo
que te hizo —susurró.
—Ya veremos. Pero antes, tengo que enfrentarme a tu familia. —Un escalofrío
le recorrió los brazos cuando vio a Beckett y McKenna rodeando la casa por detrás,
dando zancadas uno al lado del otro, y Ella se volvió para seguir su mirada.
314
—¡Ella! —gritó McKenna, soltándose del lado de su padre para correr hacia
ellos. Ella cayó de rodillas y envolvió a McKenna en un fuerte abrazo mientras Jesse
las miraba fijamente y se llevaba una mano al pecho ante lo que sentía como un puño
bombeando allí. Pero era sólo su corazón trabajando al doble.
—Jesse —dijo Beckett en tono cortante al acercarse, lo que hizo que Ella se
desenredara rápidamente de McKenna y se volviera hacia ellos, con aspecto de estar
dispuesta a entablar batalla con su hermano si era necesario.
Pero en este caso, Jesse no quería ninguna barrera entre él y Beckett.
—Gracias por devolverla sana y salva a casa —dijo Beckett, con un tono grave
y profundo—. Ahora lárgate de nuestra propiedad antes de que te elimine yo mismo.

315
Capítulo Treinta y Nueve
—N
o deberías haberte marchado conmigo —murmuró Jesse
mientras estrechaba a Ella entre sus brazos mientras yacían
en su cama más tarde aquella noche. —Deberías haberte
quedado en el rancho.
Ella levantó en silencio la palma de la mano y le pasó el dorso por la mejilla.
—Nunca quiero interponerme entre tú y tu familia. —repitió lo que le había
dicho varias veces desde que habían salido de casa de sus padres hacía tres horas.
Después de una rápida ronda de disculpas a su familia y a su madre, hizo lo que
Beckett le había pedido y se largó de allí, pero Ella corrió tras él, se subió a su
camioneta y se negó a bajarse.
—Donde vas tú, voy yo —había dicho obstinadamente mientras se abrochaba el
cinturón de seguridad.
—Beckett es ferozmente protector con su hija. Todavía está enfadado. Pero a
diferencia de tu padre, tú mereces el perdón. La oportunidad de arreglar las cosas. Y
honestamente, cuando se trata de mis padres, creo que están más molestos porque el
matrimonio es falso.
No estaban casados. Mierda. Eso también lo entristeció.
Ella bajó la palma de la mano hasta su pecho.
—Ahora mismo, sólo quiero estar en tus brazos. ¿Tal vez hacer el amor?
—Estás tratando de distraerme. ¿No te acostaste conmigo en Austria, pero
ahora sí? —Casi se rió—. Debes estar realmente preocupada por Beckett, entonces.
Sacudió la cabeza.
—Sí, estoy un poco estresada. Pero ya sabes cómo me pongo cuando estoy
tensa.
Sí, lo hacía. Su mujer necesitaba un poco de alivio, y él estaría más que
dispuesto a dárselo si eso ayudaba.
Ella se soltó de su abrazo y se levantó de la cama.
—¿Sabes cuántas veces a lo largo de los años pensé en entrar en tu habitación
y hacer el amor?
316
Rodó sobre su espalda y cruzó los brazos detrás de la cabeza, apoyándose para
poner los ojos en ella. Se quitó la blusa y la tiró, luego fue por el broche del sujetador.
Sí, su cerebro se convertiría en papilla en 1,5 segundos si ella seguía
desnudándose.
—Estaba pensando que tal vez podrías enseñarme artes marciales. ¿Algo de
kárate? —mencionó casualmente mientras se desnudaba—. O, ohhh, cómo usar un
arco. —Se desabrochó la cremallera de los vaqueros y se los bajó—. Me gustaría ser
una patea traseros como Sydney.
Él sonrió, ladeando la cabeza mientras la veía arrastrar lentamente sus bragas
de satén negro por los muslos, dejando al descubierto su suave centro.
—Eres única. Y si Dios quiere, nunca más necesitarás defenderte por ningún
motivo, pero puedo enseñarte algunas cosas.
Trabajó su labio entre los dientes y se arrodilló en la cama, poniendo sus
palmas en las piernas de él, que ahora estaban cubiertas de su chándal gris que no
hacía nada para ocultar su erección.
—Bien. —Sus ojos se posaron en su entrepierna y se lamió los labios rosados.
—Todo irá bien —dijo ella como una promesa que él esperaba poder creer.
Se incorporó y se aferró a sus caderas, olvidando el dolor que aún sentía en el
abdomen.
Cuando ella agarró el dobladillo de su camiseta, él levantó los brazos para
ayudarla a despojarse de su camiseta blanca.
—Te deseo —susurró ella—. Te necesito. Pero no quiero que te hagas daño. El
sexo... te hará contraer los abdominales, ¿verdad? —Sus hombros cayeron, y ella le
hizo ese pequeño puchero sexy que a él le encantaba—. Y un orgasmo también,
supongo.
—Nena, estás aquí sentada desnuda en mi cama. No hay ninguna posibilidad,
ni en esta vida ni en la siguiente, de que me importe el dolor. —Sus ojos se posaron
en sus tetas y le pasó las yemas de los pulgares por los duros pezones antes de
tragarse su gemido con la boca. Y mientras la besaba, sus problemas familiares se
convirtieron en un recuerdo lejano.
Su hermosa mujer consiguió despojarlo de sus pantalones y calzoncillos en los
segundos siguientes, y volvió a arrodillarse, separando las piernas de él como si se
preparara para...
Bueno, mierda. Echó la cabeza hacia atrás cuando su cálida y húmeda boca se
hundió en su polla, y la mano de ella subió y bajó por su longitud a un ritmo perfecto...
mucho mejor de lo que jamás había fantaseado.
Enredando los dedos en su cabello, miró hacia abajo, embriagado por la visión
317
de sus labios carnosos envolviendo su cuerpo mientras lo tomaba por completo. El
dolor de estómago no era nada comparado con el placer abrumador que le recorría
el cuerpo en aquel momento.
—Mmmm.
—Ese mmmm podría ser mi muerte, cariño —carraspeó, luchando contra su
liberación—. No olvides mi regla. Tú primero. Siempre. —Le apartó la cabeza con
suavidad, lo que resultó casi doloroso, sobre todo cuando ella se lamió los labios y se
pasó la mano por debajo de la nalga, con los ojos clavados en él.
—¿Podemos renunciar a esa regla por esta vez? —preguntó con voz profunda
y sensual.
—No, ahora sé una buena chica y ponte boca arriba.
—Sí, señor —susurró ella, lo que hizo que se le apretaran las bolas mientras
intercambiaban posiciones.
Por desgracia, probablemente tendría que esperar uno o dos días antes de
tener relaciones sexuales, pero de ninguna manera iba a esperar a probarla de
nuevo.
Mirándolo con los ojos muy abiertos, pasó suavemente los dedos por el
vendaje que envolvía su abdomen, pero no parecía rendirse a la preocupación.
Demasiado atrapada en el deseo, igual que él. Esa es mi chica.
Bajó con cuidado por su cuerpo, arrastrando la boca por su cálida piel en el
proceso antes de que su lengua se posara entre sus muslos.
—Ohhh —exclamó en el momento en que él le acarició el clítoris, conocedor
del punto exacto que le encantaba, y le metió dos dedos hasta el fondo de su húmedo
coño, antes de retirarlos para deslizarlos por su carne fruncida antes de volver a
meter la boca entre sus muslos.
—Maldita sea, chica, estás mojada.
—Probarte me excitó... bastante... mucho —dijo entre unos gemidos
entrecortados mientras él la devoraba. Llegó al orgasmo unos minutos después,
estrujando los hombros con las uñas mientras murmuraba—: Te amo. —Y esas dos
palabras casi hicieron que él también se corriera—. Pero ahora —sonrío— me toca a
mí excitarte.

A la mañana siguiente, JESSE TOMABA UN SORBO DE café mientras miraba la mesa


inacabada de su taller. Se le cayeron los hombros al ver el agujero en la pared que
tenía que arreglar, y pensó en el día en que había causado el desperfecto. Más que la 318
semana pasada, parecía que había pasado una eternidad.
Thatcher le había enviado un mensaje de texto alrededor de las cero y
quinientas horas de esa mañana, haciéndole saber que estaba de vuelta en Langley
con la promesa de, no volver a saber de mí a menos que fuera realmente importante,
seguido de un mensaje de disculpa.
El hombre había puesto a Ella en peligro a sabiendas y a propósito, así que las
probabilidades de que Jesse perdonara a Thatcher eran casi las mismas que las de
que perdonara a su padre. Entre escasas y nulas. Su terapeuta le había dicho una vez:
—No siempre necesitas perdonar a alguien para seguir adelante, sólo necesitas
perdonarte a ti mismo por cualquier sentimiento o comportamiento que te haya
inspirado. —Y puede que tuviera razón.
Jesse dejó el café y encendió la radio, debatiéndose entre lijar el tablero de la
mesa o parchear la pared como forma de distraerse y no darle demasiadas vueltas a
la situación de Beckett.
Ella seguía dormida, y él había hecho todo lo posible por no despertarla
cuando había salido de la cama tras el mensaje de Thatcher hacía dos horas.
—Hola.
Los hombros de Jesse se sobresaltaron al ver que A.J. acababa de caer sobre
él. ¿Fatigado? ¿Estresado? Por otra parte, A.J. era un operador experto, pero ni
siquiera había oído crujir los neumáticos de su camioneta sobre la grava al acercarse.
—Es temprano. ¿Qué haces aquí? —Se giró para mirar a su mejor amigo, con
la esperanza de que siguiera siéndolo.
—Ella me llamó. Hace unos treinta minutos. Dijo que estabas aquí.
Ah, mi furtiva mujer. ¿Tratando de arreglar las cosas entre nosotros?
A.J. pasó junto a Jesse y se acercó al tablero que seguía unido al banco de
trabajo.
—Ayer no tuvimos ocasión de hablar en el rancho. —A.J. pasó la mano por la
encimera, sin apartar los ojos de la madera—. Y no te enfades con mi hermana, pero
puede que haya mencionado que hay una razón por la que había tensión entre tú y tu
viejo.
Jesse se quitó la gorra y se rascó la nuca antes de volver a ponérsela,
preguntándose cuánto le había contado Ella.
—Deberías decírselo a Rory. Y a tu mamá. —A.J. levantó la mirada hacia él—.
A mí también deberías habérmelo dicho hace mucho tiempo.
A Jesse se le hizo un nudo en el estómago, ¿y por qué demonios se emocionaba 319
ahora?
—Te habría ayudado. Podríamos haber hecho algo con él.
Así que lo sabes todo... todo. Le había dicho a Ella en Francia que era libre de
compartir lo que había aprendido con Savanna, y con cualquiera en realidad, pero
esta conversación seguía siendo algo que no sabía muy bien cómo manejar.
Ambos eran operadores. Hombres que quitaban vidas para salvar otras. Los
sentimientos no siempre eran lo más fácil de discutir. ¿Planes operativos? Entendido.
¿Pero hablar de cómo tu padre te dio una paliza? Eso sería negativo.
—La madera recuperada —continuó A.J., su mano volvía a deslizarse por la
superficie lisa como si buscara asperezas—. Siempre elegías madera recuperada
porque querías salvar la madera, deseando poder...
¿Salvarme? ¿Arreglarme? Hacer algo completo de nuevo. Ser útil. Todo lo que
Jesse pudo hacer fue asentir, porque sus emociones le hacían un nudo en la garganta.
A.J. levantó una mano y se acarició la barba.
—Eres mi mejor amigo, hermano. Siempre lo serás. Ojalá hubiera podido
ayudarte.
—Seguimos siendo los mejores amigos, ¿eh? —Eso era lo único a lo que Jesse
podía aferrarse ahora mismo.
—Por supuesto. —A.J. sonrió, y pudo darse cuenta de que su mejor amigo del
Nivel Uno estaba luchando contra las lágrimas—. Y.... mamá quiere que vengas a
cenar mañana. Beckett estará allí. Mamá arreglará las cosas. Ya sabes lo testaruda
que es. Tan testaruda como mi hermana.
Jesse inclinó la cara hacia el techo, cerrando los ojos. Luchando contra las
lágrimas.
—Pero aún queda un problema por resolver.
Las palabras de A.J. hicieron que Jesse abriera los ojos, volviendo a centrarse
en su mejor amigo.
—¿Y qué es eso? —¿Aparte de Beckett?
Señaló la mano izquierda de Jesse, y éste bajó la vista para intentar averiguar a
qué se refería.
—Tu anillo. No está —observó A.J., con tono firme—. ¿Por qué no?

320
Capítulo Cuarenta
E
lla se quitó el delantal, el rojo con letras blancas que decían Roll Tide, su
alma mater, y suspiró cuando su atención se centró en el dedo anular
desnudo de su mano izquierda. Se había sentido ridícula llevando el
hermoso anillo de compromiso y la alianza, ya que en realidad no estaban casados. Y
como Jesse nunca se había vuelto a poner el anillo...
—Estarán bien. —Su madre se acercó por detrás y agarró suavemente los
costados de los brazos de Ella.
Bien era un término relativo, pero mientras Ella miraba por la ventana sobre el
fregadero a Jesse y Beckett de pie uno frente al otro y hablando, esperaba que bien
significara que Beckett perdonaría a Jesse. Pero a juzgar por la forma en que su
hermano se pegó el sombrero a su muslo y apuñaló al aire, Ella no estaba tan segura.
—Aunque no sé si los padres de Jesse estarán bien.
—¿Ahora conoces toda la historia? ¿La madre de Jesse sabe las otras cosas que
pasaron? —Ella se volvió, con la sorpresa desgarrándola.
Jesse había hablado con Rory anoche y le había contado la verdad sobre su
padre, pero había optado por no decírselo a su madre, decidiendo ¿por qué arruinar
su felicidad?
—Sí, ahora lo sabe todo. Donna echó a Sean anoche.
¿Qué, ella, qué?
—Rory estaba enojada, como debía estarlo. Y por lo que supe de Donna,
apenas impidió que Rory golpeara a Sean. —La madre de Ella sacudió la cabeza—.
Donna estaba comprensiblemente disgustada al descubrir que no había sido
consciente de lo horrible que Sean había sido con Jesse todos esos años. Se culpa a sí
misma.
Otra razón por la que Jesse no había querido que ella lo supiera. No quería que
su madre se sintiera culpable.
—Perdonas a Jesse por todo lo que pasó, ¿verdad? —Ella se tragó el incómodo
nudo que tenía en la garganta mientras estudiaba a su madre.
—Trabajaba para el gobierno. No es que fuera ese John-algo u otro personaje.
321
—Hizo un gesto despectivo con la mano en el aire, y Ella sonrió ante el hecho de que
su madre conociera la famosa película John Wick.
Una película que vi para aprender más sobre Jesse. Quería darse una palmadita
en la cara por hacer algo tan ridículo.
—El trabajo de tu hermano es igual de peligroso. Tal vez más. A.J. cree que soy
una tonta despistada que se cree su historia de que sólo es un guardaespaldas. —Su
madre fingió una carcajada—. Sí, claro.
Bueno, maldición.
—Pero no se lo digamos a tu padre. No necesita el estrés. —Su madre se
encogió de hombros y luego tomó dos copas y les sirvió un poco de Riesling—.
Entonces.
—Entonces. —Ella sonrió y bebió un sorbo del afrutado vino blanco, haciendo
todo lo posible por no volver a mirar por la ventana, para no preocuparse de que su
hermano siguiera enfadado para siempre con Jesse.
—He estado pensando —comenzó su madre— y creo que, a pesar de lo que
pasó con Rochella, deberías dedicarte a la moda. Aunque sólo sea un hobby, tienes
verdadero talento, cariño. Y tus diseños deberían compartirse con el mundo.
Ah, de acuerdo. Bueno, no esperaba que la conversación siguiera por ahí.
—Es curioso que digas eso porque... —Ella esquivó a su madre y tomó su
teléfono de la encimera—. No vas a creer quién me llamó hoy. —Abrió su cuenta de
Instagram e hizo clic en su última seguidora, Elizabeth Rochella—. La madre de Henry
se enteró de lo que hizo su hijo, así como del lío en el que se había metido, y ha
decidido no dimitir en junio como estaba previsto.
—¿Qué estás diciendo? —Su madre sonrió de oreja a oreja mientras Ella
colgaba el teléfono.
—Elizabeth está interesada en mis diseños. Se ofreció a contratarme.
—Guau. —Tomó un gran trago de vino.
Ella se encogió de hombros como si no fuera para tanto.
—Le dije que no. Y luego intentó comprar mi silencio, evidentemente
preocupada por si contaba lo que había pasado con su hijo a los medios de
comunicación.
Los ojos de su madre se abrieron de par en par.
—¿Qué le dijiste?
—Estaba a punto de decir que no al soborno, pero los niños necesitan de
verdad tabletas nuevas y un patio de recreo mejor. —Ella sonrió con satisfacción—.
Hizo una generosa donación a la escuela después de nuestra llamada de hoy.
322
—Ella Mae, esa es mi chica. —Su madre le guiñó un ojo y bebió otro sorbo de
vino—. ¿Pero qué pasa con la moda?
Ella echó un rápido vistazo por la ventana antes de contestar.
—Puede que empiece a tomármelo más en serio. Sólo en verano, cuando no
haya clases —dijo mientras Savanna y Rory se unían a ellas en la cocina.
—¿Cómo están? —Rory miró hacia la ventana sobre el fregadero, y Ella avanzó
a un lado para poner los ojos en su hermano y Jesse. Al menos el sombrero de Beckett
volvía a estar en su cabeza, y no se estaban lanzando puñetazos.
—Beckett es gruñón y malhumorado —comenzó su madre—, pero debajo de
ese exterior duro, es un blandengue.
—¿Blandengue? Ja. —Savanna se llevó una mano a la boca—. Lo siento, pero
estoy bastante segura de que es la versión masculina de... bueno, Sydney, ya que
ambos son padres.
—¿Sydney? Sí, tal vez, —Concordó Ella. Ambos eran fuertes y protectores con
sus hijos. Y si Ella no hubiera tenido la oportunidad de pasar un rato a solas con
Sydney en el tren, durante el cual sorprendentemente se había abierto un poco, Ella
no pensaría que hubiera un hueso blando en el cuerpo de esa mujer. Pero, al igual
que Beckett, parecía haber algo más bajo la superficie.
—¿Sydney es la rubia guapa de Falcon Falls? ¿A la que Beckett no podía
quitarle los ojos de encima en tu boda falsa?
¿En serio? Y…. la parte de falsa.
—Es ella —respondió Savanna por Ella mientras rodeaba la gran isla de la
cocina para colocarse a su lado mientras la madre de Ella empezaba a servir copas
de vino para Rory y Savanna—. Jesse y tú están oficialmente juntos, ¿verdad?
En cuanto volvieron a casa, su plato se había llenado de tantas cosas de las que
ocuparse que no había tenido ocasión de ponerse al día con Savanna y Rory y
contarles la historia de, Ella y Jesse.
Ella fijó su atención en su copa de vino y agitó el líquido dorado claro.
—Creo que sí.
—¿Eso crees? —susurró Rory como si Ella hubiera dicho algo ofensivo.
—Mientras no sigan el patrón de los libros románticos... —Savanna dejó que
sus palabras se desviaran como si Ella debiera saber de qué estaba hablando—. Con
eso me refiero a permitir que algo o alguien se interponga entre ustedes en torno al
setenta y pico por ciento si fueran personajes del libro. O caer en algún drama de
falta de comunicación. En otras palabras, hacer algo estúpido que los mantenga
separados. 323
Ella miró a Savanna y la vio pasar una mano por el aire.
—Entendido.
El sonido de la voz profunda de Jesse, mezclado con un poco de diversión, hizo
que el corazón de Ella diera un vuelco y se girara rápidamente hacia donde estaba
él, en el umbral de la puerta trasera abierta, con los ojos fijos en ella.
—No haré ninguna estupidez, puedo prometértelo. —La voz de Jesse se hizo
más grave mientras Ella estudiaba a su hombre.
Llevaba un jersey gris y el cuello de la camisa le enmarcaba la mandíbula.
Llevaba el cabello mucho más corto, aunque seguía siendo sexy, pero con aquella
longitud casi parecía castaño, y a ella le encantaba.
Pero sus ojos.
Que el cielo la ayude, esos ojos azules que se volvían mucho más oscuros
cuando se excitaba o se enfadaba...
Eran como un salvavidas para su alma.
—Deberían casarse de verdad. —Las palabras de su madre desviaron la
atención de Ella en su dirección, y Ella se llevó la copa a los labios, esperando que el
vino calmara sus nervios—. A no ser que Rory haya hecho otra astuta jugada de
casamentera con ustedes dos y ya haya enviado el papeleo. Ya sabes —continuó su
madre mientras movía las cejas juguetonamente—, enviar esa licencia de matrimonio
que firmaron delante de mí para intentar vender la idea de la boda como real.
Ella casi se atraganta con el vino cuando se cerró la puerta. Beckett también
estaba allí, de pie detrás de Jesse, y bueno, parecía menos ceñudo. Buena señal.
—Maldición. —Rory se golpeó ligeramente la frente con la palma de la mano—
. Ojalá hubiera pensado en hacer eso, pero no lo hice.
—Pero yo lo hice.
A Ella casi se le cae la copa cuando Jesse se acercó lentamente a ella, con una
sonrisa sexy en sus preciosos labios.
—¿Qué? —murmuró Ella, incapaz de hacer que su voz funcionara mientras él
se arrodillaba, sacaba una cajita negra del bolsillo y la abría.
Mis anillos.
—Ella Mae, ¿quieres seguir casada conmigo? —preguntó Jesse, con voz áspera,
mientras levantaba la caja y le entregaba el diamante y la alianza. Fue entonces
cuando ella se dio cuenta de que su alianza ya estaba de nuevo en su dedo anular. El
siguió su mirada hasta allí y dijo—: Estoy siendo optimista. —Entonces le dedicó una
sonrisa diabólica que hizo que se le derritieran las entrañas, pero también pudo ver
la emoción en sus ojos. 324
Ella echó una rápida mirada a su hermano mayor, y Beckett asintió con la
cabeza, lo que significaba... que Jesse y él se habían reconciliado. Y ese fue el mejor
regalo de compromiso-matrimonio de la historia.
—¿Y bien? —le preguntó su madre, y Ella cayó de rodillas ante su marido, con
los ojos llenos de lágrimas mientras asentía.
—¿Es este el lugar medio? —gritó—. ¿Estamos oficialmente allí?
Jesse inclinó la cabeza y sonrió.
—Si ese lugar es ser feliz, ser tu marido, entonces claro que sí, estamos ahí.
El corazón le golpeó la caja torácica e ignoró los anillos para echarle los brazos
por encima de los hombros.
—Sí, sí, sí. Me encantaría seguir casada contigo.
Jesse le acercó la boca a la oreja mientras le acariciaba suavemente la nuca; su
cálido aliento la hizo estremecerse mientras le susurraba:
—Buena chica.

325
Epílogo
WALKINS GLEN, ALABAMA — CUATRO MESES DESPUÉS

—M
amá debería empezar un negocio de organización de bodas.
Y tú boda puede ser su próximo trabajo. —Ella le dio un
codazo a su hermano Beckett—. Tu cita es hermosa. ¿Cómo
es que no la conozco? No es de aquí. —¿Y era la primera vez que veía a su hermano
en una cita?
La mirada de Ella se centró en McKenna, que se reía de algo que decía A.J.
mientras bailaban, y fue un alivio que su sobrina estuviera bien después de todo lo
que había pasado. La familia la había llevado inmediatamente a terapia para controlar
el estrés postraumático que pudiera estar sufriendo, pero McKenna parecía más
preocupada por un chico que le gustaba en la escuela que por otra cosa. Cosas
normales de una niña de trece años, gracias a Dios.
Y ver a McKenna fue un recuerdo del hijo de Zoran. Nikola había sido adoptado
por una familia en Francia. La DGSE había movido algunos hilos y, por lo que Ella
había sabido, también estaba prosperando.
Al volver la mirada hacia su hermano, Ella se dio cuenta de que no estaba
concentrado en la cita que había llevado a la boda de Savanna y Griffin. No, sus ojos
estaban puestos en Sydney Archer mientras bailaba con su hijo, que medía medio
metro más que su madre. Sydney estaba en medio de un giro cuando miró
directamente a Ella y Beckett, como si sintiera que la miraban.
Beckett tosió con el puño cerrado, se hizo a un lado y miró a Ella.
—¿Qué decías?
Ella sonrió. Huh, interesante.
—La boda es preciosa. Y quizá tú seas el próximo en casarte, ya que yo ya me
casé. Te toca a ti. —Buscó entre la multitud a sus otros dos hermanos solteros, Shep y
Caleb. Había muchas más posibilidades de que Beckett se casara antes que
cualquiera de esos playboys. 326
—Sí. Me alegro de que hayan decidido celebrar su recepción aquí —contestó
Beckett en voz baja, casi distante, ignorando la otra parte de lo que ella había
sugerido.
Savanna y Griffin se habían casado en la iglesia local. La única iglesia del
pueblo. Pero la madre de Ella había transformado el rancho en un lugar de bodas una
vez más.
A diferencia de la boda de Ella, se había instalado una carpa blanca con una
pista de baile improvisada en el centro. Y alrededor de la zona de baile y la banda
había mesas redondas con bonitas sillas de respaldo cruzado y centros de mesa con
flores de temporada en varios tonos de rosa, dispuestas en jarrones plateados.
Los focos creaban un suave resplandor que aumentaba el romanticismo. Pero
la parte favorita de Ella de toda la noche...
La sonrisa de Savanna.
Su preciosa mejor amiga parecía muy feliz. Y también estaba impresionante
con el vestido que Ella había diseñado para ella, que formaría parte de lo que Ella
llamaba su “Colección de Bodas Sureñas Walkins Glen”. Bueno, todavía estaba
jugando con el nombre, pero a Ella le había hecho mucha ilusión diseñar un vestido
para su mejor amiga.
La silueta era la de un vestido de baile color marfil con una cola festoneada. El
escote de corazón y la cintura de estilo vasco le quedaban perfectos a Savanna. El
tejido era de tul y encaje, con una falda de red con lentejuelas, perlas y cristales en
el corsé completaban el look.
—Precioso —comentó Ella al ver a los novios en la pista de baile. Savanna
estaba radiante con su precioso vestido y Griffin estaba elegantísimo con su
esmoquin. ¿Y dónde está mi marido?
Encontró a Jesse en el bar con algunos de sus compañeros de Falcon Falls que
habían venido a la boda. El equipo había aceptado varios trabajos desde enero, pero
ninguno había sido tan peligroso o de tan alto riesgo como el de Yuri.
Al igual que Griffin y Savanna, ella y Jesse hacían que las cosas funcionaran a
pesar de que la sede de Falcon estaba en Pensilvania. La mayor parte del tiempo,
Jesse raramente estaba en Pensilvania. Pasaba la mayor parte de su tiempo libre en
casa con ella, y seguía fabricando muebles porque se le daba muy bien.
Ella se había mudado a su casa hasta que pudieran construir la suya propia.
Jesse quería un nuevo hogar para que formaran una familia. Un nuevo comienzo.
Su madre y su padre seguían separados y, en opinión de Ella, tal vez eso era lo 327
mejor. Según Savanna, a excepción de los libros románticos, no todas las historias
tenían un felices para siempre, garantizado. Y así, tal vez, la historia de los padres de
Rory y Jesse no era un romance. Pero Ella tenía que creer que su madre acabaría
encontrando el camino de la felicidad, ya fuera con el padre de Jesse o con otra
persona.
—Me alegro de que seas feliz —dijo inesperadamente Beckett, casi como si
también hubiera leído sus pensamientos.
Ella desvió la mirada hacia donde Jesse estaba ahora, riéndose a carcajadas de
lo que Jack acababa de decir.
—¿Qué hay de ti? ¿Eres feliz? —Inclinó la cabeza—. McKenna quiere una
mamá. Me lo ha dicho en más de una ocasión.
Beckett frunció el ceño y bajó los hombros, pero permaneció callado.
—No todo el mundo es como... ella —dijo suavemente Ella. Ella. La ella, de la
que nadie se atrevía a hablar en Walkins Glen. La madre de McKenna.
—Necesito un trago. —Y la melancolía de Beckett había vuelto.
—¿Y tal vez bailar con tu pareja? —Ella sugirió, y él gruñó en respuesta antes
de separarse. Debería haber sabido que no debió mencionarla.
Pero no quería que nada agriara su buen humor, así que decidió divertirse un
poco.
Ella se dirigió a la mesa que le habían asignado y recogió su teléfono. Miró las
imágenes sexys que se había hecho antes mientras se preparaba para la boda, pero
que no había enviado a su marido.
Abrió su Instagram y envió a User1231 un mensaje privado. Tres, de hecho, de
ella vistiendo nada más que lencería de encaje rosa y tacones altos.
Ella se rió al recordar cómo empezó todo este juego. Hace dos semanas, se dio
cuenta de que había un nuevo seguidor en su página de Instagram. El usuario1231 no
tenía imagen de perfil, ni publicaciones, y la única persona a la que seguía era Ella.
Para haber estado en la CIA, su marido no era muy sigiloso cuando se trataba de redes
sociales. O quizá no intentaba serlo en este caso, porque Ella no tardó más de un
minuto en darse cuenta de que 1231 se refería a la fecha de su boda: el 31 de
diciembre.
Así que esa noche, ella le había enviado un mensaje sexy, y él casi había
derribado la puerta del dormitorio para llegar a ella.
Sabía que ella nunca le enviaría un mensaje a un desconocido, así que se dio
cuenta de que ella sabía que era el usuario 1231. Pero lo había disimulado un poco,
como si no tuviera ni idea, para que pudieran practicar ese sexo ardiente y furioso
que tanto les gustaba a los dos.
328
Ella miró a Jesse, que se metía la mano en el bolsillo, y sonrió cuando se tomó
el labio entre los dientes al ver el mensaje. Casi se le cae el teléfono cuando su padre
se puso a su lado y le pasó un brazo por el hombro.
Mierda. Sí, sería mala suerte que su padre la viera semidesnuda.
Sin embargo, se le estrujó el corazón al ver a su padre y a Jesse juntos. Quería
a su yerno, y su relación era la que Jesse necesitaba en su vida.
Jesse le lanzó a Ella una rápida mirada de soslayo que le dijo que estaba metida
en un lío más tarde, mientras se guardaba el teléfono en el bolsillo y recogía el vaso
de chupito que le tendió Oliver.
Ella sonrió, amando cada minuto de las mejillas sonrojadas de su marido,
sabiendo que él haría que sus mejillas, las otras, se enrojecieran más tarde por eso.
Se ajustó el cuello del vestido rosa pálido de dama de honor, asegurándose de
que todo estaba en su sitio. Hasta ahora no se había resbalado. Bien.
Ella se volvió hacia la pista de baile, preparándose para sacar a bailar a A.J.,
pero antes de que tuviera oportunidad, un par de manos grandes se posaron en sus
caderas. Se giró y miró a su marido por encima del hombro.
—Hola, tú.
—¿Cómo está mi preciosa esposa? —preguntó con voz grave, sabiendo muy
bien que ese tono hacía arder de deseo sus entrañas.
—Estoy bastante increíble. —Se giró para abrazarlo y le pasó los brazos por
los hombros.
—También eres una chica mala —murmuró sugerente, su mirada cayendo
hacia su escote—. Te juro que tus pechos parecen más grandes.
Ella se humedeció los labios, y él captó el movimiento de su lengua
recorriéndole la boca mientras lo hacía, y él se inclinó y le agarró el labio inferior,
tirando ligeramente.
—¿Lo hacen ahora? —susurró ella después de que él le soltara el labio—. ¿Te
apetece echar un vistazo de cerca para comprobarlo por ti mismo?
Su mano se deslizó por su espalda desnuda y le acarició el trasero, la tela era
una barrera endeble.
—Después de las fotos que me enviaste, ¿de verdad creías que no pediría una
visita en persona ahora mismo?
—Mm. ¿Mi estudio?
Un momento después le sujetó la mano, lo que ella interpretó como un sí.
329
Savanna captó la mirada de Ella cuando Jesse prácticamente la arrastró y le
dijo:
—Adelante. —Ella sabía exactamente a qué se refería su mejor amiga, y no era
sexo.
Una vez afuera de la carpa, se apresuraron hacia su estudio de diseño, haciendo
todo lo posible para no tropezar en sus tacones con Jesse moviéndose tan rápido. Pero
ella sabía que él nunca la dejaría caer. Él la tenía. Siempre.
Jesse empezó a deshacer el nudo de su corbata en cuanto se quedaron a solas,
luego dejó que el fino material negro colgara suelto alrededor de su cuello mientras
hacía girar su dedo como una directiva para desnudarse.
Obedeció con impaciencia, haciendo todo lo posible por no mirar el regalo
envuelto que había en un taburete cercano.
Hasta el sujetador rosa, las bragas y las medias obscuras hasta los muslos, Jesse
se comió lentamente el espacio que había entre ellos. Desabrochó y bajó la
cremallera de sus pantalones, y luego soltó el botón.
—Perfecta —carraspeó mientras se acariciaba, y al cabo de un segundo, la
levantó y la colocó sobre la más firme de las mesas del estudio, y ella cerró las piernas
en torno a sus muslos fuertes y musculosos, enlazando los tobillos a la espalda de él.
Le apartó la tela de las bragas y la miró fijamente a los ojos. Habían dejado de
usar protección casi desde el día en que se convirtió oficialmente en su esposa, y a
ella le encantaba sentirlo dentro de ella.
—¿Lista para mí?
Ella se apoyó en los antebrazos, manteniéndole la mirada mientras levantaba
las caderas como respuesta, y él la penetró, levantándole el pecho por la profunda
embestida.
Le sujetaba la cadera con una mano y con la otra le bajaba el fino sujetador sin
tirantes para mostrarle el pezón.
—Juro que tus pechos son más grandes. Puede que haya bebido demasiado
tequila.
—Mm. Tal vez —dijo ella mientras él bajaba la mano por el centro de su cuerpo
hasta su clítoris. Mientras le hacía el amor, le acariciaba el clítoris con la yema del
pulgar, y ella hizo todo lo posible por no gritar demasiado fuerte a causa del orgasmo
que le dio vueltas en la cabeza unos minutos más tarde.
—Mierda —siseó Jesse mientras se corría dentro de ella, dejando caer la
cabeza sobre su frente y apoyándola allí un momento.
330
—Sexo de boda —dijo riendo después de que él la ayudara a limpiarse y ella
se asegurara el vestido antes de que alguien entrara. Su familia no era muy oportuna,
sobre todo su madre.
—¿Qué es eso? —Jesse inclinó la cabeza, estudiando el regalo envuelto en el
taburete.
—Oh. Un regalo. Pero te lo iba a dar otro día. Ya sabes, es su boda, así que no
quería ... ya sabes. —¿Qué estoy diciendo? Sus nervios estaban enredando sus
palabras, ¿y él entendió algo de lo que había dicho?
—¿Otro regalo? —Jesse le sujetó la mejilla e inclinó su cabeza, atrayendo sus
labios hacia los suyos. Después de un sensual beso, susurró—: Acabas de darme tu
trasero la otra noche, fue un gran regalo para la próxima década más o menos —
murmuró en tono sombrío, y el cuerpo de ella volvió a calentarse ante sus palabras.
Y ante el recuerdo de aquella noche loca en la que se había visto sorprendida por las
cosas traviesas y sucias que habían salido de su propia boca. Pero había sido...
increíblemente caliente y perfecta.
—Podemos esperar, entonces —dijo ella, fingiendo que no era para tanto,
sabiendo que él no esperaría.
—Mmhmm. Claro. —La soltó un momento después y fue a recoger la caja
plateada y desató el lazo.
—Es la primera vez que diseño algo tan... pequeño. La primera pieza para una
nueva línea de moda —dijo, con el corazón acelerado.
—¿En serio? —sonrió y luego levantó la tapa sólo para dejar caer la caja un
segundo después, una vez que sacó de ella el pequeño objeto—. ¿Ropa de bebé?
Su mirada se posó en su abdomen y puso allí una mano protectora.
—Bueno, estoy embarazada, así que pensé, ¿por qué no?
Jesse tropezó, sus ojos cayeron al suelo por un momento como en incredulidad.
Mierda, ¿estaba enfadado?
—¿Estás embarazada de mi hijo? —Sus palabras se habían estirado tanto que
casi se rompen al pronunciarlas.
—Pues yo creo que es tu hijo —se burló, esperando que ella no estallara
también mientras esperaba a que su marido procesara la noticia que no había
planeado dar esta noche. Pero Savanna había dicho: adelante, así que...
—¿Tú crees? —Jesse arqueó una ceja y dejó el traje en el taburete antes de
acercarse a ella—. El bebé es mío, eso es seguro. —Le cubrió la mano con la suya y 331
levantó la mirada hacia sus ojos—. Igual que tú eres mía. —Sus ojos se tornaron
brillantes al decir—. Tú me hiciste completo de nuevo, Ella Mae. Y ahora me estás
convirtiendo en padre. —Apretó los ojos por un momento mientras una lágrima caía
por su mejilla—. Y te prometo que no me pareceré en nada a mi padre.
Ella levantó la palma de la mano entre los dos para acunarle la cara.
—Lo sé —susurró—. Serás el padre más increíble, igual que eres el marido más
increíble. —Las lágrimas recorrían ahora su rostro, y él abrió los ojos, y una sonrisa
se dibujó en sus labios.
—Todavía podemos tener sexo, ¿verdad? No acabamos de hacerle daño al
bebé, ¿cierto?
Se rió entre dientes.
—Es bueno para mí, de hecho. Además, creo que este embarazo me está
poniendo muy caliente.
—Ya eras caliente.
—Más caliente —se burló ella, llevándole ahora la mano al pecho, encontrando
allí su corazón palpitando.
—Entonces, ¿deberíamos volver a acostarnos? —Él enarcó las cejas y ella chilló
cuando la volvió a recoger en brazos.
—¿Ahora mismo?
—¿Te opones? —Levantó una ceja.
—Te encanta que me haga la difícil, así que... —se zafó de sus brazos y lanzó
una mirada pícara por encima del hombro—. Ven a buscarme —lo retó y se dirigió a
la puerta.
Y Jesse, siendo más rápido que nadie que hubiera conocido en su vida, la tenía
suavemente inmovilizada contra la puerta en menos de un segundo.
—Toda mía. —Pasó el dorso de la mano por el contorno de su mejilla mientras
la palma de la otra se posaba sobre la puerta, por encima del hombro de ella.
Su apuesto marido tenía razón.
Ya no estaba roto. Estaba entero de nuevo.
Y ahora, ella estaba más que entera. Estaba en camino de convertirse en
madre. Y ese lugar intermedio, la felicidad... era suya.

332
The Guarded One

Él es un malhumorado sheriff de pueblo. Y ella es la operadora fuera de los


límites capaz de ponerlo de rodillas.
Sydney Archer no es la típica hija de un multimillonario. Antigua oficial del
ejército, ahora trabaja con un equipo de seguridad de élite para dar caza a lo peor de
lo peor... todo ello mientras cría a un adolescente.
Para el mundo exterior, Sydney es una reina de hielo letal con el arco. ¿Para su
hijo? Es una heroína con un corazón de oro, un corazón que le han roto demasiadas
veces.
Cuando un apuesto caballero sureño secuestra su escapada de chicas en busca
de ayuda, ella descubre que él puede revivirla de formas que nunca creyó posibles.
Y las cosas se calientan rápidamente en el paraíso.

Beckett Hawkins regresó a su pueblo natal hace trece años, cambiando su placa
de detective de la policía de Los Ángeles por un sombrero de vaquero y el papel de
sheriff. Esperaba dar a su hija una vida segura y enterrar su pasado. 333
Pero cuando ese pasado vuelve para atormentarlo, se encuentra en una misión
como ninguna otra. Una misión que incluye a una mujer despampanante que lo
desarma a cada paso con su descaro y su sonrisa, una mujer capaz de derribar sus
muros fuertemente fortificados.
La operación se tuerce desde el principio, y Beckett y Sydney acaban
embarcados en una peligrosa aventura... y en los brazos del otro.
Al final, ¿harán lo que mejor saben hacer y guardarán sus corazones? ¿O
podrán restaurar su fe en el amor y demostrar que juntos son imparables?

De la autora de bestsellers del Wall Street Journal, Brittney Sahin, llega una
emocionante novela romántica militar independiente sin cliffhanger y con un "felices
para siempre".

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Acerca de la Autora

Brittney Sahin empezó a escribir a una edad temprana, con el sueño de ser
autora publicada antes de los 18 años. Aunque los estudios (y, más tarde, la carrera
docente) interrumpieron sus aspiraciones, nunca dejó de escribir ni de imaginar.
No fue hasta que sus alumnos la animaron a seguir sus sueños cuando Brittney
se despidió del norte del estado de Nueva York para iniciar una nueva aventura en el
lugar donde se crió: Charlotte, Carolina del Norte. Aquí, decidió seguir el consejo de
sus alumnos y empezar a escribir de nuevo.
En 2015 publicó su primera novela, Silenced Memories. Cuando no está
trabajando en sus próximas novelas, pasa tiempo con su familia. Es una orgullosa
madre de dos niños y una amante de las novelas de suspenso, el café y el aire libre.

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