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ISBN: 978-956-7545-13-1
Producción:
contacto@editorialiku.cl
222126384 - (09) 2251534
N° de ejemplares: 300
Abril 2021
ÍNDICE
Prólogo
Dra. Eva Trujillo Chi Vacuan ........................................................................................... 19
Presentación
Dra. Daniela Gómez Aguirre, Ps. Carolina López Cárcamo,
Dra. Ximena Raimann Tampier, Ps. Claudia Cruzat-Mandich ............................................ 21
Generalidades
Clasificación y Clínica
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Grupos Especiales
Aspectos médicos
Capítulo 16. Respuesta fisiológica normal con niños y adolescentes con trastornos
de la conducta alimentaria.
Dra. Francisca Corona Humphreys .................................................................................. 167
Comorbilidad
6
Capítulo 23. Trastorno obsesivo compulsivo y trastornos de la conducta alimentaria.
Dra. Marcela Altayó Fuentes .......................................................................................... 218
Intervenciones en TCA
Capítulo 35. Tratamiento Basado en la Familia para adolescentes con anorexia nerviosa.
Ps. Macarena Cruz Quiroga ............................................................................................ 316
7
Capítulo 36. Terapia Conductual Dialéctica: orígenes y principios.
Ps. María Ignacia Burr Guarachi, Ps. Yael Lehmann Sas ................................................... 327
Obesidad infantojuvenil
8
Capítulo 49. Complicaciones médicas de la obesidad en niños y adolescentes.
Dra. Paulina Balboa Cardemil ......................................................................................... 451
Obesidad en el adulto
9
PARTE III: PREVENCIÓN
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EDITORAS Y AUTORAS
Claudia Cruzat-Mandich
Psicóloga.
Magíster en Psicología Clínica; Magíster en Psicoterapia; Doctora Investigación en Psicoterapia,
Pontificia Universidad Católica de Chile.
Profesora Titular; Investigadora del Centro de Estudios de la Conducta Alimentaria (CECA) y
Vicedecana de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez, Chile.
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AUTORES INVITADOS
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AUTORES INVITADOS
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AUTORES INVITADOS
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
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AUTORES INVITADOS
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PRÓLOGO
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades viejas para la historia,
pero nuevas para la ciencia. Las primeras descripciones de gente experimentando síntomas
consistentes con lo que ahora llamamos TCA, se remontan a la época Helenística y los
tiempos Medievales. La anorexia fue aceptada como un trastorno psicológico hacia fines
de 1800 e incursionó por primera vez en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos
Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM) en 1952, en su
primera edición, categorizada como Reacción Psicofisiológica Gastrointestinal. No fue sino
hasta la tercera edición del DSM, en 1980, que los TCA debutaron como categoría diagnós-
tica. A partir de ahí, y sobre todo en las últimas dos décadas, hemos visto un crecimiento
muy importante en la investigación científica en nuestro campo.
La gran complejidad que tiene el tratamiento de los TCA obliga a los clínicos a ampliar
sus conocimientos y mantenerse informados del estado del arte de estos trastornos. La bre-
cha entre la investigación y la práctica clínica, bien conocida en nuestro campo, representa
un obstáculo para incrementar y mejorar el conocimiento de los TCA.
Por esta razón, es para mí un gran placer y un honor poder escribir este prólogo a tan
maravilloso proyecto de queridas amigas y colegas, resultado de la colaboración entre
diversos profesionales de los TCA. Sus diferentes especialidades enriquecen el contenido y
recogen la realidad y experiencia chilena en el tema, para así llevarlo hasta la comunidad
sanitaria, dotándolos de las herramientas necesarias que les permitan la detección tem-
prana de este tipo de trastornos, iniciar tratamientos basados en la evidencia y/o derivar a
especialista oportunamente. Sumado a esto, en la segunda parte de este libro, los autores
se hicieron a la tarea de abordar la obesidad, también desde distintos puntos de vista y en
una perspectiva multidisciplinar.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
Finalmente, quisiera felicitar a las editoras y autoras principales, así como al resto de los
autores, y agradecerles por su enorme interés y entrega en la realización de este libro que
será una gran contribución para mejorar la salud y la vida de los pacientes.
Dra. Eva María Trujillo Chi Vacuán, FAED, CEDS, Fiaedp, FAAP
Director y Cofundador Comenzar de Nuevo, A.C.
Expresidente Academy for Eating Disorders
Profesor Clínico Escuela de Medicina Tec Salud
Master Trainer Body Image Program
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PRESENTACIÓN
Este libro surge como una necesidad de poder sistematizar información relevante y
actualizada de una serie de profesionales, en su mayoría chilenos, que en distintos con-
textos se aproximan a las problemáticas alimentarias. Es una forma efectiva de compartir
conocimiento y experiencias en torno a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y la
obesidad, con el objetivo de reflexionar en estrategias de prevención y detección temprana,
favorecer en la eficacia y efectividad de los tratamientos y así mejorar el pronóstico y la
calidad de vida de lo(a)s pacientes.
Cabe señalar que en varios capítulos los(las) autores(as) se refieren a las pacientes
haciendo referencia a población femenina, debido a que los TCA se presentan con mayor
frecuencia en mujeres, sin embargo, es importante tener presente que estas patologías
también se manifiestan en hombres y han ido en aumento en la población masculina.
Para finalizar este libro, se incluye un capítulo de prevención, que se divide en tres
partes: (a) prevención en TCA, (b) prevención de la Obesidad y (c) prevención integrada.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
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PARTE I: TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
Generalidades
Clasificación y Clínica
Grupos Especiales
Aspectos médicos
Comorbilidad
Intervenciones en TCA
PARTE I: GENERALIDADES Capítulo 1
Introducción
La anorexia nerviosa (del griego, an = sin, orexis = apetito, deseo), fue el primer trastor-
no alimentario incluido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales,
DSM-I (1952), como una reacción psicofisiológica neurótica; posteriormente, el DSM-II
(1968) la colocó dentro de trastornos de alimentación que incluían pica y rumiación.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Antes del año 1600, la anorexia nerviosa se describe principalmente en conexión con
la vida religiosa, la “anorexia santa”. Desde 1600 y hasta nuestros días, se ha convertido
más en un concepto médico y psicopatológico, dependiendo de y reflejando las variadas
orientaciones de la moda médica, ya sean somáticas, psiquiátricas y/o socioculturales7.
Lucas8 describe cinco etapas en su investigación: descriptiva (1868-1914), pituitaria (1914-
1940), del redescubrimiento de la enfermedad (1930-1961), psicoanalítica (1940-1967) y
moderna (1961 hasta el presente).
A lo largo de la historia, cierta forma de conducta anoréxica se ha asociado a creen-
cias religiosas; en las culturas egipcia y griega, existen referencias que el ayuno ritual sólo
duraba breves periodos, a diferencia de aquellos más prolongados observados en la ano-
rexia nerviosa actual. La espiritualidad en la cultura occidental, motivaba el ascetismo en
varias religiones que aún hoy practican el ayuno para mostrar su devoción mística2,9,10. Los
cultos gnósticos en los comienzos del cristianismo, representaron un paradigma de asce-
tismo como reacción contra el hedonismo y materialismo de esa época11. Los pitagóricos
practicaron una forma de abstinencia, con ayunos prolongados que podían conducir a la
muerte2. Durante la Edad Media y el Renacimiento temprano aparece nuevamente el ayu-
no motivado espiritualmente en numerosas mujeres que adquirieron el status de santas12,
que vivieron en Italia, desde el año 1200 d. de C. en adelante y padecieron “anorexia
santa”. En el cristianismo occidental, se pensaba que las mujeres que ayunaban eran más
cercanas a la espiritualidad y muy valoradas, como Catalina de Siena (1347-1380) (Figura
1), considerada una santa13 quien ejerció el control sobre su cuerpo mediante el ayuno.
Este modelo continuó hasta el siglo XVI, cuando la iglesia católica lo asoció a la brujería y
en consecuencia a la condena a morir en la hoguera14. Durante la Reforma, predominó la
creencia de la posesión demoníaca en vez de la condición de santidad, siendo estas mujeres
descalificadas como fraudulentas2. Fue el médico genovés Simone Porta el primero que
en 1500 comenzó a estudiar y describir el cuadro clínico de la anorexia nerviosa. Richard
Morton (1689), médico inglés, informó dos casos, una muchacha de 18 años y un joven de
16 años, en su libro Phtisiologia: A Treatise on Consumption15, que se estaban literalmente
consumiendo16; en ambos descartó cualquier tipo de enfermedad física como la causa expli-
cativa de la pérdida de peso. Otros casos de emaciación fueron relatados por otros clínicos,
como Baglivi a principios del siglo XVIII; Whytt (1764), médico escocés, asoció inanición y
bradicardia, describiendo en su texto titulado “Observaciones sobre la naturaleza, causas y
curación de los trastornos comúnmente llamados nerviosos, hipocondríacos o histéricos”17,
la “atrofia nerviosa” de un paciente de 14 años, en el cual observó energía baja, estilo ta-
citurno, pérdida de apetito y malas digestiones. Marcé (1860), psiquiatra francés comenta
que las jóvenes púberes, con un desarrollo físico precoz, sufren la convicción delirante de
que no pueden o no deben comer, rechazando los alimentos. Gull (1868)18, médico inglés,
la denominó “apepsia histérica” y más tarde la designó como perversión del Yo, propor-
cionando los primeros relatos del trastorno tal como se reconoce y define en la actualidad
y, sorprendentemente, similares a las manifestaciones de las jóvenes ayunadoras, consumo
nervioso y anorexia santa de períodos anteriores. Lasègue (1873)19, terminaría acuñando la
expresión “anorexia histérica”. Tanto Gull como Lasègue consignaron los síntomas funda-
mentales del rechazo a la comida: pérdida extrema del peso, amenorrea, estreñimiento y
ejercicio físico intenso. Gull enfatizó la importancia de realizar un diagnóstico diferencial y
de buscar explicaciones causales alternativas a los síntomas; Lasègue destacó que las medi-
cinas y los estimulantes del apetito eran ineficaces para la recuperación, indicando además,
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HISTORIA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUTA ALIMENTARIA Rosa Behar Astudillo
la importancia de introducir cambios en las relaciones que las pacientes establecían con sus
familiares y cercanos. Sus descripciones y sugerencias de tratamiento significaron acciones
que aún en nuestros días siguen vigentes.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX, surgen en Europa y Estados Unidos las así llamadas
“doncellas milagrosas” (Figura 2), predominantemente de entre 14 y 20 años de edad,
que practicaban el ayuno, considerándoselas “milagrosas” en los medios académicos y
populares por su gran capacidad de no comer nada y, sin embargo, permanecer comple-
tamente sanas, incluida la mantención de un peso saludable2,20,21. No obstante, algunas
de ellas, como Lina Finch (1886), Kate Smulsey (1885) y Lenora Eaton (1881), al parecer
murieron de inanición antes de los 22 años como resultado de su negativa a comer. Según
Brumberg20, las adolescentes europeas y estadounidenses durante la era victoriana conocían
bien el ayuno religioso de las santas medievales, y la biografía de Santa Catalina de Siena se
incluyó en libros inspiradores. Sin embargo, el creciente campo de la psiquiatría consideraba
que estas jóvenes sufrían de condiciones “nerviosas”. En el siglo XIX, pese a que comenzó
a idealizarse la “apariencia tuberculosa”, considerándose glamoroso el aspecto enfermi-
zo22,23, la anorexia nerviosa finalmente fue reconocida como un trastorno médico24. A fines
del siglo XIX, los médicos estadounidenses comenzaron a diferenciar a la anorexia nerviosa
como un síndrome distinto de la categoría de la histeria25, y los alemanes la distinguieron
de los trastornos neurasténicos26.
A mediados del siglo XX, convirtiéndose la anorexia nerviosa en el centro de análisis
investigativo, se produce una transformación conceptual y metodológica, incluyendo diver-
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
sas teorías y escuelas, que oscilaron desde la perspectiva biológica hasta la psicodinámica.
Simmonds (1914), atribuye la caquexia hipofisaria a la falta de apetito, adelgazamiento,
apatía y amenorrea, secundaria a una lesión del lóbulo anterior de la glándula pituitaria
y no a factores emocionales. El descubrimiento de la enfermedad endocrina disminuyó el
foco de atención sobre el estudio de la anorexia nerviosa debido a que los síntomas eran
semejantes. Luego, en la década de 1930 se pudo definir la diferencia entre ambos cuadros
clínicos27. Janet (1920) distinguió la anorexia primaria de la secundaria. Para él se trataba de
alteraciones psicológicas profundas, resistentes a los tratamientos. Las hipótesis etiopatogé-
nicas psicológicas respecto a la anorexia nerviosa prevalecieron en la primera mitad del siglo
XX, comenzando con las teorías psicodinámicas centradas en conflictos inconscientes sobre
la sexualidad y deseos de impregnación oral, conjuntamente con la rebelión adolescente y
regresión a la etapa oral del desarrollo psicosexual28,29. También los psicoanalistas, en los
años 40, relacionaron la anorexia nerviosa con mecanismos psicodinámicos motivados por
las fantasías orales inconscientes, y desde la aversión sexual. A medida que la década de los
70 avanzaba, los casos de anorexia nerviosa continuaban aumentando, pero la distribución
social desde la década siguiente progresivamente se volvió menos sesgada; ya no se identi-
ficó más como el trastorno de la “niña blanca rica”, comenzando a distribuirse en estratos
socioeconómicos más bajos16. Con el advenimiento de la teoría de las relaciones objetales,
Bruch (1973)30 y Selvini-Palazzoli (1963)31 fueron las pioneras en dar cuenta de la falta de
un sentido de autonomía y diferenciación de las anoréxicas con su madre y su búsqueda
de control como resultado de su incapacidad para dominar la separación e individuación
adolescente; paralelamente recomendaron una psicoterapia más transaccional enfocada en
la diferencia del sí mismo con los otros. Algunos teóricos también valoraron el tema de los
conflictos sobre la separación y la individuación desde la perspectiva familiar31,32.
A partir de la teoría psicodinámica, Bruch30 postuló que tanto la anorexia nerviosa y la
bulimia nerviosa compartían aspectos psicopatológicos comunes, tales como la distorsión de
la percepción de la imagen corporal, la incapacidad de reconocer las necesidades nutricio-
nales y una sensación de ineficacia personal casi paralizante que invadía todo pensamiento
y acción33. Su texto más conocido, The golden cage: The enigma of anorexia nervosa
(1978)34, lo basó en sus casos, en una divulgación dirigida al público lego, reconociéndose
como una de las primeras ediciones que creó una mayor sensibilización respecto a la ano-
rexia nerviosa, más allá del mundo científico médico. Con la muerte de Karen Carpenter en
1983, famosa cantante de rock estadounidense, por complicaciones somáticas de su patolo-
gía alimentaria, la conciencia pública sobre la anorexia nerviosa aumentó ostensiblemente.
En Chile, relevantes han sido los aportes efectuados por psiquiatras como Roa (1978)35,
que concibió la anorexia nerviosa como una paranoia constructiva de belleza, con una va-
loración deliroide de la esbeltez corporal; y Peña y Lillo (1983)36, que en su texto “Anorexia
nerviosa o la manía de adelgazar”, la homologa a un síndrome bifásico afectivo maníaco-
depresivo con disposición psicobiológica.
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HISTORIA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUTA ALIMENTARIA Rosa Behar Astudillo
Figura 3. Banquete
en la antigua Roma.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
En el siglo XVIII, James (1743), describe la true boulimus, caracterizada por una gran
preocupación por la comida, con ingestión de considerables cantidades de alimentos en
breves periodos de tiempo, seguidos de desmayos, con una variante, caninus appetitus, con
vómitos posteriores a la ingesta. En el siglo XIX, el concepto de bulimia fue mencionado
en la Enciclopedia Británica y en el Diccionario Médico y Quirúrgico, publicado en Francia
(1830), para luego caer en el olvido41,42.
En la década de 1930, la bulimia nerviosa se informó como un síntoma de privación
emocional y adaptación social deficiente, especialmente entre los inmigrantes, debido a
que tenían habilidades sociales insuficientes y se les privaba emocionalmente16. En 1940
este cuadro se consideró un síndrome y en 1980 la Sociedad Americana de Psiquiatría la
incluyó en el manual de psiquiatría como una enfermedad diferente a la anorexia nerviosa.
Psicodinámicamente, el enfoque en el significado simbólico de las conductas bulímicas se
ha orientado a la búsqueda de satisfacción oral, rechazo de la impregnación oral o expul-
sión de la imagen materna internalizada43. Las referencias sobre la bulimia nerviosa fueron
muy escasas hasta los años 70 y principalmente éstas corresponden al siglo XX; pese a que
indudablemente su incidencia aumentó a fines de la década de 1970 y durante la de 1980,
constatándose clínicamente que a menudo se podía encontrar en las etapas avanzadas
de la anorexia nerviosa16. En 1972, el psiquiatra chileno Otto Dörr44 describió el síndrome
de hiperfagia y vómito secundario, adjudicándose la paternidad de la entidad nosológica
que después sería conocida como bulimia nerviosa. En 1979, Russell publicó la primera
descripción clínica definitoria del desorden, como una instancia diagnóstica separada,
basada en 30 pacientes con peso normal que, además de un intenso temor a engordar,
presentaban atracones y vómitos, denominándola “bulimia nerviosa, una variante ominosa
de la anorexia nerviosa”37,45, denotando que tanto la anorexia nerviosa como la bulimia
nerviosa eran trastornos del desarrollo y compartían un temor característico a la gordura e
imagen corporal33, aunque la bulimia era diferente porque tendía a desarrollarse más tarde
que la anorexia y las pacientes eran más propensas
a no perder tanto peso (Figura 4). Incluso, observó
que las bulímicas tendían a ser más extrovertidas,
impulsivas y promiscuas, advirtiendo los peligros
que conllevaba, incluida la pérdida de electrolitos
y debido a la exposición repetida al ácido gástrico
por la emesis, la erosión del esmalte dental, caries,
úlceras y/o rupturas estomacales o del esófago,
estreñimiento, arritmias y una mayor tendencia al
comportamiento suicida16.
Aparecen algunos casos clásicos de bulimia
nerviosa a principios del siglo pasado. La famosa
paciente de Ludwig Binswanger, Ellen West, ex-
hibió algunos rasgos bulímicos, como atracones,
purgas y abuso de laxantes para mantenerse del-
gada. Hubo otro caso, la paciente Nadia de Pierre
Janet (1903), que presentó una forma bulímica
de anorexia. Habermas46 publicó la descripción
de Irma, otra paciente de Binswanger, en 1909,
como “el primer informe conocido sobre un caso
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HISTORIA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUTA ALIMENTARIA Rosa Behar Astudillo
de bulimia nerviosa con peso corporal normal”. En la década de 1970, la bulimia surgiría
en proporciones epidémicas, no sólo en Estados Unidos, sino también en Inglaterra, Fran-
cia y Alemania. Los años ochenta fueron marcados por la polémica sobre la definición y el
diagnóstico de la bulimia nerviosa, con la discusión centrada en si el fenómeno psicopa-
tológico nuclear correspondía al atracón o a la purga, controversia aclarada en el Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-III (1987). Entre los años 60 y
70 aparecen diversas formas de aproximación terapéutica (dinámica, cognitivo-conductual,
sistémica), que se complementan mutuamente. Algunos autores destacan la necesidad de
cambiar la excesiva protección de los padres hacia la hija/o, de buscar refuerzos alternativos
a la comida, el fomento de la expresión emocional y/o una interacción asertiva.
Los investigadores psicodinámicos trataron la purga compulsiva como parte del comple-
jo de síntomas existente en la anorexia nerviosa, con un enfoque en el significado simbólico
de las conductas presentes, tales como búsqueda de la satisfacción de la oralidad, el recha-
zo a la impregnación oral o la expulsión de la imagen materna internalizada43.
Stunkard, Grace y Wolff (1955)47 introdujeron el término síndrome del comer nocturno
en la literatura médica para nombrar un subtipo de obesidad en una serie de 25 pacientes
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Comentarios finales
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HISTORIA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUTA ALIMENTARIA Rosa Behar Astudillo
nosológica desde los años 60, siendo catalogados como trastornos modernos asociados
a un sobrevalorado culto al cuerpo y a una idealización de la delgadez, en un entorno
sociocultural postmoderno, pese a que históricamente podrían haber ocurrido desde hace
ya varios siglos.
Bemporad2 destaca que ciertos factores socioculturales parecen promover o inhibir la
frecuencia y el tipo de patología alimentaria en el transcurso de los tiempos, agregando
que la emaciación voluntaria no es un síndrome desarrollado recientemente y que ha sido
informado a través de la historia, en un entorno influido socioculturalmente (ej. las tenden-
cias variables de la moda, el tallaje busto/cintura en modelos femeninas, la interacción de
factores biológicos y socioeconómicos, la prevalencia de conductas de dieta, las presiones
crecientes por competir y funcionar óptimamente, y mayores tasas de depresión y rasgos
perfeccionistas), que a su vez, generan riesgo para el desencadenamiento de un trastorno
alimentario.
A modo ilustrativo, temporalmente, la historia ha demostrado que existía un síndrome
relacionado con la autoestima anterior a la era moderna, el cual, de manera homóloga a
la anorexia nerviosa, ha sido observado preponderantemente en mujeres adolescentes y
adultas jóvenes, cuyo desenlace podría implicar una recuperación completa o un deceso.
A diferencia de la anorexia nerviosa actual, la inanición de la antigüedad no se atribuyó al
temor a engordar; aunque las analogías entre los aspectos históricos y contemporáneos
parecen superar esta diferencia, especialmente porque hoy el diagnóstico de una anorexia
nerviosa requiere el temor a ganar peso o a engordar, influencias indebidas del peso o la
forma en la autoevaluación, o percepción errónea del peso o figura corporal; mientras que
en aquellas épocas, el síndrome anoréctico identificado como lo concebimos en nuestros
días, sería factible de reconocerlo como tal con la presencia de un consumo deliberada-
mente menor de alimentos que los requeridos, con comportamientos que sistemáticamente
impedían el aumento de peso y con indiferencia a las consecuencias médicas subsecuentes
a la pérdida ponderal severa; por ende, los casos históricos podrían cumplir con los criterios
del DSM-56 para anorexia nerviosa.
Lacey11 menciona que habitualmente los médicos pesquisan signos y síntomas equiva-
lentes a través de las distintas épocas, pero sus interpretaciones y comprensión se confi-
guran con las creencias de las diferentes sociedades y culturas. Por ejemplo, en la época
contemporánea, se ha considerado a las flappers52 (Figura 7), término que representaba
a mujeres jóvenes modernas y liberales de la década de 1920, como preconizadoras de
un estilo delgado de imagen corporal, que al mismo tiempo determina el comienzo del
cuestionamiento de los roles sexuales establecidos socioculturalmente53. Por otra parte,
entre los años 60 y 70, la aparición de la modelo británica Twiggy (Figura 8), que personi-
ficó fundamentalmente juventud y asexualidad, se constituyó en la partida de una nueva
concepción psicosocial de la corporalidad femenina que impera hasta nuestros días, que
resalta la delgadez femenina preadolescente y la devaluación de la gordura y la vejez, con
todas las implicancias y controversias que este fenómeno histórico-sociocultural conlleva
en la salud mental de la mujer.
Weinberg, Cordás y Albornoz54, señalan que en la ocurrencia de trastornos alimentarios
en culturas y siglos anteriores son relevantes los factores patogenéticos y patoplásticos en
psiquiatría, destacando asimismo los rasgos transculturales y transhistóricos de éstos. Para
ejemplificar, la presentación similar de la enfermedad anoréctica a lo largo de los años
(rechazo alimentario, emaciación, hiperactividad, amenorrea, búsqueda de un ideal), nos
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
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36
PARTE I: GENERALIDADES Capítulo 2
Claudia Cruzat-Mandich
Marcela Gallegos Morales
Susana Saravia González
Introducción
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) –anorexia nerviosa (AN), bulimia ner-
viosa (BN) y trastorno por atracón (TA)– son enfermedades que han aumentado exponen-
cialmente en los últimos años.
Son típicamente caracterizados por altos niveles de sufrimiento, deterioro funcional
y comorbilidad con otros trastornos mentales. Presentan un mayor riesgo de evolución
crónica y resultados adversos en comparación con otros trastornos mentales1. A pesar de
la disponibilidad de estudios en población general, los patrones de prevalencia e incidencia
de los TCA siguen siendo escasos en los estudios disponibles dentro de Latinoamérica y
Chile.
Prevalencia
37
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Incidencia
La incidencia de TCA aumentó en las últimas décadas del siglo pasado. En un estudio
epidemiológico realizado entre 1970 y 1989, Pangsberg & Wang21 encontraron que las
tasas de incidencia fueron estables durante la mayor parte del período estudiado, no obs-
38
EPIDEMIOLOGÍA EN TCA Claudia Cruzat-Mandich, Marcela Gallegos Morales y Susana Saravia González
Mortalidad
Todos los TCA tienen un riesgo elevado de mortalidad y las tasas de mortalidad a me-
nudo se utilizan como uno de los indicadores de la gravedad de la enfermedad29.
La anorexia nerviosa tiene la tasa de mortalidad más alta entre todos los trastornos ali-
mentarios29. En un metaanálisis reciente de 36 estudios publicados, el promedio ponderado
para la AN fue de 5,1 muertes por 1.000 años-persona, lo que se traduce en 5,1% por
década o 0,51% por año. Una de cada cinco personas con anorexia nerviosa que murió se
suicidó. Mientras que, el resto de las pacientes con AN, muere principalmente por causas
naturales relacionadas con su trastorno alimentario30.
Más del 20% de los pacientes con AN continúa teniendo un trastorno alimentario en
el seguimiento a largo plazo, y hay una alta tasa de comorbilidad psiquiátrica. El diagnós-
tico de anorexia nerviosa, cronicidad, edad más tardía de inicio, no vivir en una relación
y un tipo irregular de alta del tratamiento hospitalario fueron los principales predictores
de un tiempo más corto hasta la muerte. No obstante, el pronóstico es más favorable
en pacientes con inicio de la enfermedad durante la adolescencia en comparación con
la adultez31.
Por su parte, la BN tiene un pronóstico más favorable que la anorexia nerviosa, con una
tasa de mortalidad más baja y menores tasas de morbilidad a largo plazo24. En un metaaná-
lisis reciente, de 12 estudios que describen las tasas de mortalidad de pacientes con bulimia
nerviosa, se encontró una tasa de mortalidad ponderada de 1,74 por 1.000 años-persona,
lo que significa que por año 0,17% de las pacientes con BN mueren30. Crow y sus colegas
39
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Conclusiones
Los TCA son patologías que van en aumento y en poblaciones que hasta hace algunos
años parecían no estar en riesgo (mujeres cada vez más jóvenes o mayores, y hombres),
por tanto, se hace necesario realizar estudios epidemiológicos que permitan visibilizar
esta problemática para así generar estrategias preventivas y mejorar el pronóstico en los
tratamientos.
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41
Capítulo 3 PARTE I: GENERALIDADES
Introducción
En la literatura de TCA, son pocos los estudios experimentales que permitan elucidar
factores de riesgo causales, y la baja incidencia de estos trastornos4 limita el poder de
estudios longitudinales para identificar potenciales factores de riesgo. Esto ha hecho que
los estudios longitudinales tradicionalmente hayan adquirido una mirada transdiagnóstica,
42
FACTORES PREDISPONENTES Y PRECIPITANTES EN LOS TCA Marcela Marín Dapelo y Janet Treasure
centrándose en identificar factores de riesgo que predicen el inicio de cualquier TCA. Sin
embargo, en años recientes esta mirada ha recibido críticas, pues ha surgido evidencia de
que los factores de riesgo más comúnmente identificados en estudios longitudinales no se
aplicarían a todos los TCA, y particularmente no predecirían el inicio de anorexia nerviosa
(AN)5,6. En este contexto, en el presente capítulo se describirán, en primer lugar, los princi-
pales factores de riesgo modificables estudiados por la literatura, cuya evidencia proviene
fundamentalmente de estudios longitudinales. Posteriormente, se revisarán brevemente los
resultados de la literatura emergente, que especifican patrones de interacción de factores
de riesgo para bulimia nerviosa (BN) y trastorno por atracón (TA). Finalmente, se describirán
posibles factores de riesgo de AN, cuya evidencia proviene fundamentalmente de estudios
casos-control.
Desarrollo
Los factores de riesgo modificables de TCA más investigados por la literatura pueden
verse en la Tabla 2. De estos factores, existe evidencia que indica que la internalización
del ideal de delgadez, la presión percibida por ser delgado/a, la insatisfacción corporal, el
afecto negativo y un elevado índice de masa corporal (IMC) comienzan a presentarse años
antes del inicio del TCA7, lo que sugiere que constituirían factores predisponentes. Por otra
parte, el inicio de dietas suele presentarse más cerca del inicio del TCA, lo que apuntaría a
un factor precipitante.
Factores predisponentes
- Internalización del ideal de delgadez
Los primeros modelos de riesgo de TCA enfatizaron el rol de la cultura occidental en el
desarrollo de estos trastornos. De acuerdo a estas teorías, el ideal de belleza femenino en
occidente (caracterizado por un cuerpo delgado y esbelto) junto a la visión del cuerpo feme-
nino como objeto, enfatizarían la idea de que las mujeres son evaluadas primariamente por
su apariencia física, otorgándole a ésta un papel central en la autovalía y la consecución del
éxito femenino8. Teóricamente, la internalización de este ideal de belleza y de la exagerada
importancia de la apariencia física para las mujeres promovería sentimientos de insatisfac-
ción con el propio cuerpo, afecto negativo y realización de dietas1. En los últimos 20 años,
diversas investigaciones han evaluado el rol de la internalización del ideal de delgadez en el
desarrollo de TCA, demostrando que es un factor que consistentemente predice el inicio de
estos trastornos5. Además, al ser uno de los factores que aparece más tempranamente en el
desarrollo7,9, ha sido objeto de intervenciones preventivas que apuntan a criticar activamen-
te el ideal de delgadez, de modo de reducir su internalización10,11 así como el inicio de un
futuro TCA11, aportando mayor evidencia en favor de su rol como factor de riesgo causal.
43
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
- Insatisfacción corporal
Se denomina insatisfacción corporal a la evaluación subjetiva negativa del propio cuer-
po13. Esta suele evaluarse considerando la discrepancia entre el cuerpo ideal y la percep-
ción del propio cuerpo14. Enfoques socioculturales de TCA consideran que en sociedades
occidentales la insatisfacción corporal es el resultado de presiones culturales por alcanzar
un cuerpo ideal inasequible para la mayoría de las mujeres8. En este contexto, una reciente
revisión sistemática de factores de riesgo socioculturales de TCA concluyó que la insatis-
facción corporal incrementa el riesgo de padecer TCA, tanto en mujeres como hombres6.
Asimismo, un estudio sobre las trayectorias de distintos factores de riesgo de TCA a lo largo
del desarrollo mostró que una elevada insatisfacción corporal a los 13, 14, 15 y 16 años
predice el inicio de un TCA en los 4 años posteriores a cada evaluación, incrementando la
probabilidad de desarrollar un TCA en un 68%7. Estos resultados son coherentes con los
de una reciente revisión de 8 estudios longitudinales de factores de riesgo de TCA, donde
la insatisfacción corporal surgió como uno de los más consistentes en predecir el inicio de
estos trastornos5.
- Afecto negativo
Según el modelo de regulación afectiva de TCA, las dietas, episodios de atracones y pur-
gas constituyen un esfuerzo por regular las emociones negativas provocadas por la discre-
pancia entre el cuerpo ideal y el percibido15. En este contexto, se ha propuesto que el afecto
negativo podría constituir un factor de riesgo de TCA. En apoyo de esta idea, un estudio
longitudinal de 3 años encontró que la historia de depresión (un factor ligado al afecto
negativo) es uno de los factores con mayor potencia para predecir el inicio de TCA16. En
general, existe evidencia de que el afecto negativo constituye un factor de riesgo de TCA5;
sin embargo, el momento en el que emerge este factor aún es poco claro. Teóricamente,
la introyección del ideal de delgadez y presión por ser delgado/a provocarían insatisfacción
con el propio cuerpo lo que, a su vez, contribuiría a un aumento del afecto negativo y a la
44
FACTORES PREDISPONENTES Y PRECIPITANTES EN LOS TCA Marcela Marín Dapelo y Janet Treasure
realización de dietas para perder peso y acercarse a ese ideal de belleza15. En este sentido,
se ha propuesto que el afecto negativo sería más próximo al inicio del TCA1, pudiendo cons-
tituir un factor precipitante. Hasta la fecha, dos estudios se han enfocado en la trayectoria
de factores de riesgo de TCA, con resultados discordantes. En uno de ellos7, los mayores
índices de afecto negativo se encontraron a los 13 años de edad y este fue decreciendo a lo
largo del tiempo hasta los 21 años, indicando que la afectividad negativa a temprana edad
predice el inicio de TCA, por lo que constituiría un factor predisponente. En cambio, otro
estudio longitudinal encontró que la mayoría de los participantes que desarrollaron un TCA
presentó niveles elevados de afecto negativo justo antes del inicio del mismo9, apoyando
la idea de que sería un factor precipitante. Cabe destacar que la metodología utilizada en
ambos estudios fue diferente, lo que podría explicar los resultados discrepantes.
Factores precipitantes
- Dietas
Teóricamente, las dietas precipitarían el inicio de TCA porque la deprivación calórica
provocada por la dieta restrictiva propiciaría la aparición de atracones. Además, la dieta
implica que el individuo deja de confiar en señales fisiológicas de hambre y saciedad, para
pasar a controlar la ingesta de modo cognitivo, dejándolo vulnerable al descontrol1. Los
primeros estudios de riesgo en TCA identificaron a las dietas como uno de los factores más
importantes en la predicción de estas patologías19. Distintos estudios posteriores muestran
de modo consistente que las dietas serían un factor de riesgo de TCA5. Además, hay evi-
dencia de que estas no se presentan tempranamente, sino que van en aumento a medida
que avanza la adolescencia7, avalando su rol como factor precipitante de TCA.
45
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
su niñez, en comparación con los participantes sin patología alimentaria22. Recientes es-
tudios longitudinales han aportado evidencia preliminar de que el pobre funcionamiento
psicosocial, y particularmente la soledad y falta de amigos del mismo grupo etario, sería un
predictor del inicio de TCA23,24. Otros factores de riesgo que se ha propuesto estudiar son
déficits en apoyo familiar5 y aculturación6.
- Anorexia nerviosa
Pocos estudios longitudinales se han enfocado en AN, pero estos sugieren que tanto
los individuos que son delgados constitucionalmente, como aquellos que utilizan dietas
restrictivas para mantener un bajo IMC estarían en mayor riesgo de desarrollar AN5,17. En
efecto, el patrón más común para desarrollar AN involucra dieta restrictiva y/o pérdida de
peso19. En la mayor parte de los individuos, se aprecia una estrategia deliberada para perder
peso o adoptar una dieta “saludable”, pero ocasionalmente una enfermedad médica puede
ser el precipitante del trastorno. Además, la reducción calórica puede ocurrir en el contexto
de eventos vitales estresantes.
La Tabla 3 muestra posibles factores de riesgo de AN.
46
FACTORES PREDISPONENTES Y PRECIPITANTES EN LOS TCA Marcela Marín Dapelo y Janet Treasure
Conclusiones
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49
Capítulo 4 PARTE I: GENERALIDADES
Introducción
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) tienen una etiología compleja. Las teo-
rías han variado desde lo psicodinámico a lo sociocultural, abarcando factores ambientales
y genéticos, alcanzando actualmente un consenso tentativo, un modelo biopsicosocial.
Dentro de las contribuciones para entender la etiología de los TCA, están las teorías gené-
ticas de estos trastornos.
Generalmente, al considerar que los rasgos son hereditarios, pensamos en los patrones
de herencia mendelianos, la transmisión de rasgos de padres a hijos en un solo lugar (es
decir, un gen es responsable de un rasgo). Sin embargo, los rasgos hereditarios también
tienen un patrón genético de herencia poligénica o aditiva, en el que varios genes son res-
ponsables del desarrollo de un rasgo. Es el efecto combinado o aditivo de estos genes que
convergen en el rasgo observado (o fenotipo). La mayoría de los TCA siguen este patrón, lo
que dificulta la identificación de genes específicos, ya que cada gen puede contribuir sólo
con una pequeña proporción de la variación del fenotipo observado.
Los estudios de genes candidatos hasta ahora no han conducido a evidencia inequívoca
de los mecanismos biológicos subyacentes. Las estimaciones de heredabilidad derivadas
de estudios de gemelos y familiares son altas, por lo que se pueden asumir influencias
genéticas sustanciales en la etiología de los TCA. Como los sistemas de neurotransmisores
monoaminérgicos están involucrados en los TCA, los estudios de genes candidatos se han
centrado en genes relacionados. Además, los genes relevantes para la regulación del peso
corporal han sido considerados como posibles candidatos.
Actualmente, se está realizando un estudio de asociación de genoma completo para
AN, que se espera conduzca a la identificación de los primeros marcadores significativos
del genoma completo.
En este capítulo presentaremos las contribuciones de los genes y el ambiente a los TCA,
de la epigenética y posible heredabilidad de los síntomas. Ya que la investigación genética
difiere entre los tres trastornos alimentarios principales, para cada uno de ellos presenta-
remos la evidencia conocida.
Anorexia nerviosa
La naturaleza familiar de la anorexia nerviosa (AN) está bien establecida. Los familiares
de primer grado de los individuos con AN son 11 veces más propensos a tener AN de por
vida que los familiares de controles sanos1. Los estudios en gemelos corroboran la familia-
ridad en la AN. Las estimaciones de heredabilidad para AN varían entre 28% y 74%, y la
varianza restante se atribuye en gran medida a factores ambientales únicos2,3.
50
ROL DE LA GENÉTICA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Daniela Gómez Aguirre
Genes dopaminérgicos
El sistema dopaminérgico modula la alimentación, los procesos de pensamiento, la acti-
vidad motora y los comportamientos de búsqueda de drogas, motivados por la recompensa,
por lo que se ha considerado, podría ser un candidato para participar en los TCA. Se ha
planteado la hipótesis de que el aumento de dopamina (DA) se asocia con varios síntomas
de AN, entre los que se incluyen pérdida de peso, hiperactividad, amenorrea, distorsión de
la imagen corporal y comportamiento obsesivo compulsivo7.
La pregunta es, si sería posible que haya diferentes genes involucrados en el riesgo de
desarrollar el tipo restrictivo o purgativo de AN. Se han implicado dos polimorfismos DRD2
y dos DRD4 en el tipo purgativo de AN, mientras que el polimorfismo Val158Met del gen
catecol-O-metiltransferasa (COMT) se ha asociado con el tipo restrictivo de AN. Se sugiere
que la desregulación de la DA, específicamente relacionada con el gen COMT, no es un
factor de vulnerabilidad específico para AN y puede desempeñar un papel sinérgico en el
riesgo, con el sistema serotoninérgico.
Genes serotoninérgicos
Además de su participación en el estado de ánimo, el apetito y la regulación del peso
corporal, el sistema serotoninérgico (5-HT) ha sido frecuentemente estudiado en AN. Está
bien establecido que la actividad 5-HT se altera en la fase aguda de la enfermedad y en
aquellos que recuperan peso a largo plazo. Aunque no todos los estudios han mostrado una
asociación significativa con esta región, Kipman et al.8 observó una correlación significativa
entre la edad de inicio y el alelo A, de modo que los pacientes con el alelo A tenían una
edad significativamente mayor de aparición de la AN.
El gen del receptor 5-HT1D también se ha asociado significativamente con AN, especí-
ficamente con el tipo restrictivo9,10. Por lo tanto, este gen puede ser un candidato prome-
tedor para el desarrollo de vulnerabilidad para AN. Los genes adicionales del transportador
5-HT, que incluyen 5-HT2C, 5-HT1B, 5-HT1D y 5-HT3B, han mostrado asociaciones signi-
ficativas con AN; sin embargo, se necesitan repeticiones para confirmar su importancia.
A pesar de la inconsistencia de los resultados, la 5-HT juega un papel importante en la
AN, como el estado de ánimo, la ansiedad, el apetito y el peso, por lo tanto, es probable
que tenga alguna participación en este trastorno. Sin embargo, es poco probable que esta
participación sea única, ya que 5-HT se ha implicado en la fisiopatología de una gran varie-
dad de trastornos psiquiátricos, lo que sugiere que puede no ser un factor de vulnerabilidad
específico para AN.
Genes opioidérgicos
Los receptores opioides están involucrados en la ingesta de alimentos, la sensibilidad
de recompensa y el dolor, y se cree que desempeñan un papel en la vulnerabilidad para
51
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Bulimia nerviosa
Genes dopaminérgicos
El sistema dopaminérgico ha sido de interés en la fisiopatología de BN; sin embargo, hay
52
ROL DE LA GENÉTICA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Daniela Gómez Aguirre
pocas investigaciones que examinan la asociación entre polimorfismos genéticos del sistema
DA y BN, aunque las anomalías observadas dentro del sistema DA se han hecho mediante
neuroimagen23. Se desconoce si estos cambios son un biomarcador de la enfermedad o
una consecuencia de la enfermedad. Actualmente, se carece de investigación en genética
molecular que sugiera que los polimorfismos genéticos en el sistema DA contribuyan al
diagnóstico de BN.
Genes serotoninérgicos
Se han observado anormalidades en la captación periférica de 5-HT en individuos con
BN gravemente enfermos y recuperados, lo que sugiere que estas alteraciones pueden
ser características del diagnóstico, en lugar del resultado de patrones anormales de ali-
mentación. Al igual que con AN, la mayoría de las investigaciones acerca de genética del
sistema 5-HT en BN se han centrado en el gen transportador 5-HTTLPR y el gen del receptor
5-HT2A. En contraste con los hallazgos en AN, los metaanálisis de manera uniforme sugie-
ren que no existe una asociación significativa entre los polimorfismos 5-HTTLPR y BN. Los
resultados con respecto a una asociación entre BN y otros genes 5-HT, han sido mixtos y
en gran medida no concluyentes.
El TA recibe cada vez más atención científica, sin embargo, debido a que este trastorno
se ha operacionalizado más recientemente que AN y BN, existe menos investigación sobre
la genética del TA. La investigación familiar, gemelar y molecular sugiere en gran medida
que los factores genéticos influyen en el riesgo.
Se ha realizado un pequeño número de estudios familiares para TA, en ellos se han in-
formado tasas significativamente mayores de TA en familiares de primer grado de individuos
53
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
con TA. Esto ha sido corroborado por estudios en gemelos, los estudios de gemelos han
estimado la heredabilidad del diagnóstico de TA26,27. Los resultados muestran agregación
familiar, con un 39% a 45% de responsabilidad debido a efectos genéticos aditivos y un
41% a 51% atribuible a factores ambientales únicos.
Los estudios de asociación de genes candidatos de atracones han examinado los siste-
mas de neurotransmisores o las variantes genéticas implicadas en el apetito y la obesidad,
incluidos los sistemas 5-HT y DA. Varias investigaciones han examinado los polimorfismos
genéticos del sistema DA en TA, con un enfoque particular en el gen DRD2. Se ha obser-
vado que los genotipos homocigotos de alelo largo y los heterocigotos de alelo largo del
gen 5-HTTLPR eran significativamente más frecuentes en individuos con TA. Los resultados
deben considerarse preliminares, ya que los estudios son limitados por un tamaño de
muestra relativamente pequeño.
La investigación sugieren que los adultos obesos con TA difieren biológicamente de los
adultos obesos sin TA y que el TA puede caracterizarse por hipersensibilidad a la recom-
pensa.
Epigenética
54
ROL DE LA GENÉTICA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Daniela Gómez Aguirre
Conclusiones
Con los avances científicos actuales, nuestra comprensión de los mecanismos genéticos
subyacentes a los TCA están evolucionando. Los estudios familiares y de gemelos revelan
que los factores genéticos juegan un papel importante, aunque claramente no actúan solos.
Las investigaciones genéticas moleculares han proporcionado pocas conclusiones definitivas,
pero han implicado varios sistemas.
Actualmente, la investigación sobre la genética de los TCA se ve obstaculizada por
tamaños de muestra pequeños y definiciones inconsistentes de diagnósticos, síntomas y
rasgos.
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56
PARTE I: GENERALIDADES Capítulo 5
Juana Poulisis
Valeria Teresa Pedrón
Introducción
El circuito cerebral del refuerzo incluye el área tegmental ventral (VTA) cuyas neuronas
dopaminérgicas proyectan al núcleo accumbens (NAc), que forma parte del estriado ven-
tral. Cuando el VTA es activado por estímulos ambientales reforzantes se libera dopamina
en el NAc1 y genera la motivación necesaria para consumir la recompensa2. Otras regiones
límbicas reciben proyecciones del VTA, como el hipotálamo, la amígdala, el hipocampo y
el giro cingulado3.
El sistema de recompensa también integra estímulos emocionales y básicos como
el hambre, la saciedad, el deseo, el placer y el miedo, con procesos cognitivo de orden
57
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Los individuos con AN valoran a la comida como menos placentera que los sujetos
controles, en especial cuando se trata de alimentos altos en calorías5. Algunos autores han
propuesto la hipótesis de que los individuos con AN no perciben a la comida como tan
reforzante y que esta experiencia tiene como consecuencia una disminución en la ingesta6.
De hecho, la AN ha sido conceptualizada como una “adicción a la inanición” ya que la
reducción en la ingesta es percibida como reforzante en un primer momento, y luego se
mantiene a través de condicionamientos a situaciones reforzantes7. De forma similar, los
pacientes con TpA y los pacientes con bulimia nerviosa (BN) suelen reportar una urgencia
por ingerir alimentos, acompañada de la sensación de pérdida de control y una sensación
de alivio transitoria luego del atracón. Esto podría deberse a que la gran cantidad de ali-
mento ingerida durante el atracón tiene un efecto ansiolítico breve.
Búsqueda de alimento
La decisión de ingerir o dejar de ingerir alimentos está condicionada por los estímulos
visuales y la integración de los mismos con la memoria y con claves motivacionales. La
percepción visual de los alimentos suele activar respuestas anticipatorias asociadas con el
sistema de recompensa, y este proceso determina la conducta de ingesta del individuo8.
Se ha propuesto que la vulnerabilidad para los trastornos alimentarios podría estar relacio-
nada a un procesamiento inapropiado de la percepción visual de la comida. Estudios de
resonancia magnética funcional (fMRI) muestran que, en individuos sanos, las imágenes
de alimentos comparadas con imágenes de otros estímulos activan estructuras occipitales
como el giro occipital fusiforme y medio, áreas parietales como el giro postcentral, regiones
como la CCA, la CPF medial, la CPF lateral y la COF, las estructuras límbicas y paralímbicas
como la ínsula, la amígdala y el estriado9.
El efecto reforzante de la comida está asociada a sus propiedades hedónicas y a su con-
tenido calórico, por lo tanto, la activación de áreas del circuito de recompensa, parece ser
mayor cuando se presentan alimentos altamente palatables o de alto contenido calórico10.
Uher y cols.11, compararon las respuestas neurales a imágenes de alimentos en un gru-
po de participantes sanos y un grupo de mujeres con AN y BN. En general, los pacientes
con AN reportan una mayor activación de la CPF medial y una inhibición de la CPF lateral.
Además, mostraron inhibiciones en la COF y la ínsula frente a las imágenes de alimentos12,
lo que sugiere que podrían ser menos propensos a responder sobre el aspecto hedónico
de la comida. Otros autores proponen que los pacientes con AN procesan los estímulos
reforzantes habituales (alimentos de alto contenido calórico) como aversivos13.
58
NEUROBIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Juana Poulisis y Valeria Teresa Pedrón
Figura 1. Modelo de la asociación entre el cerebro y la conducta. Las conductas alimentarias desadaptativas
consisten en la evitación de la comida y las prácticas dietarias rígidas en la AN y la BN, el descontrol del BED
y las conductas compensatorias en BN y en el subtipo purgativo de la AN. Estas conductas desadaptativas
se asocian con varios rasgos psicológicos como puntajes altos en ansiedad y obsesión. Estos rasgos, a su
vez, se asocian con procesos neurocognitivos específicos que son emergentes conductuales asociados a
circuitos neurales. El proceso de aprendizaje del miedo se asocia a circuitos límbicos asociados a conductas
de ansiedad y evitación. El procesamiento y aprendizaje de refuerzos se asocia a circuitos ventrales frontoes-
triatales y se asocia con el procesamiento hedónico como con el desarrollo de conductas aprendidas (quizá
incluyendo las conductas dietarias). Los procesos de control y el aprendizaje de hábitos se asocian a circuitos
frontoestriatales dorsales y se relacionan con la desinhibición y las obsesiones, que también se relacionan
con las conductas observadas en los trastornos alimentarios (adaptado de referencia 18).
59
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Las bases neurobiológicas del TpA y la BN son diferentes a las de la AN. Específicamente,
TpA y BN se conceptualizan como desórdenes alimentarios de tipo impulsivo/compulsivos
que presentan alteraciones en la sensibilidad a la recompensa y sesgos atencionales hacia
la comida19. Las alteraciones que se observan en el circuito corticoestriatal de los individuos
con TpA y BN son similares a los reportados en estudios realizados en individuos con abuso
de sustancias, donde se observan cambios en la función de la CPF, la corteza insular, la
COF y el estriado19. En el TpA, los individuos pasan de una ingesta basada en la recompensa
mediada por la vía ventroestriatal (núcleo accumbens), a un consumo compulsivo mediado
por la vía dorsoestriatal19. En esta patología, la urgencia por el atracón está mediada por
una hiperactividad de la COF y la CCA y, además, por alteraciones del control inhibitorio
de los circuitos laterales prefrontales20. Es decir, que se pasa de una alimentación mediada
por el placer a un consumo compulsivo.
Dado que los atracones se caracterizan por el consumo excesivo de alimentos palatables,
su etiología ha sido asociada a alteraciones en el procesamiento de la recompensa21. Los
resultados de estudios de imagen de fMRI apoyan que habría un aumento de la activación
cerebral en respuesta a la visualización de imágenes de alimentos sabrosos en individuos
con BN y TpA. Los pacientes con TCA han demostrado un aumento de la activación en la
CPF ventromedial y en la COF medial22, la ínsula23, la CCA24, la corteza cingulada posterior22
y el giro frontal medial25. Muchas de estas regiones han sido implicadas en el procesamiento
de información emocional y motivacional, incluida la valoración de la recompensa26, lo que
sugiere un aumento de la sensibilidad al valor hedónico del alimento en las personas que
experimentan episodios de atracones.
Por el contrario, varios estudios de neuroimagen han reportado una menor activación
frente al efecto reforzante que genera el consumo del alimento en los individuos con tras-
tornos alimentarios de tipo compulsivo como el TpA y la BN. Estudios previos, reportaron
que las mujeres con BN presentaban una disminución en la activación de la ínsula, el giro
precentral, el giro frontal medial, el tálamo, la COF lateral y la amígdala27,28. Estas áreas
están asociadas con el aprendizaje y la atención basados en la recompensa, las sensaciones
gustativas y/o el procesamiento del gusto29. En conjunto, una reducción en la activación
en respuesta a los alimentos puede subyacer a la necesidad de consumir en exceso para
experimentar la recompensa esperada27.
Los individuos que presentan una ingesta compulsiva exhiben otros comportamientos
impulsivos o asociados a la búsqueda de placer30 y una mayor sensibilidad a la recompensa
(según registros de autoinforme) en comparación con los controles31. Estudios comporta-
mentales sugieren que habría un aumento general en la valoración hedónica de los estí-
mulos en los individuos con TpA32 y una mayor sensibilidad a las ganancias monetarias en
individuos con BN33. Estos resultados apoyan la idea de que habría una mayor activación del
circuito del refuerzo en respuesta a recompensas diferentes en estas poblaciones.
Alteraciones en la propiocepción
Los individuos con AN han mostrado una respuesta cerebral alterada a sensaciones
fisiológicas como el gusto34, las señales de hambre35, entre otros. Esta falla sugiere que la
interocepción contribuye a la fisiopatología de la AN36. Además, la conciencia interoceptiva
apoya el funcionamiento afectivo y cuando se encuentra alterado, contribuye a la distorsión
de la imagen corporal37.
60
NEUROBIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Juana Poulisis y Valeria Teresa Pedrón
La ínsula es la estación central encargada de evaluar las claves interoceptivas. Esta área
tiene un rol esencial en la anticipación y el procesamiento de las sensaciones, con el objetivo
de dirigir la conducta36. La ínsula anterior codifica la predicción del error interoceptivo al
indicar un desajuste entre la sensación corporal anticipada y la real. A su vez, esto es capaz
de desencadenar una respuesta de ansiedad y conductas de aproximación o evitación38. La
ínsula proyecta al estriado ventral (que incluye al NAc, el putamen rostroventral y el cauda-
do ventromedial)4, que tiene la función de identificar los estímulos reforzantes y emocional-
mente significativos39 con el fin de mediar conductas dirigidas a metas40. El estriado ventral
proyecta nuevamente a la ínsula anterior41, permitiendo la integración de la anticipación con
la activación. En particular, los aspectos más ventrales de la ínsula medial/anterior procesan
la información emocional-social y la sensoriomotora9, aportando un mecanismo para la
integración de los estímulos interoceptivos con las respuestas emocionales40 dando como
resultado una acción o una decisión42.
Estudios de imágenes sugieren que tanto las personas con AN como las que se encuen-
tran en remisión muestran una mayor activación de la ínsula anterior en la anticipación,
pero muestran una respuesta disminuida en esta área cuando sienten dolor43 o cuando
perciben un sabor dulce34 comparados con controles de peso normal.
Estudios de fMRI demostraron que la corteza dorsal frontolateral tiene una participación
activa en el cambio de estrategias. Además, se ha demostrado que el daño en el lóbulo
61
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
62
NEUROBIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Juana Poulisis y Valeria Teresa Pedrón
63
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
las bases neurales que subyacen a la conducta alimentaria. El campo de investigación queda
abierto a nuevos estudios, especialmente con respecto a las bases neurobiológicas del TpA.
En conclusión, podemos decir que los déficits neurocognitivos se producen en todos los
TCA. Apuntar a estos déficits tiene un enorme potencial en mejorar los tratamientos exis-
tentes y podría reducir la frecuencia de recidivas. Además, es necesario más investigación
para entender su utilidad y para maximizar el impacto que pueden tener en los pacientes.
Referencias
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NEUROBIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Juana Poulisis y Valeria Teresa Pedrón
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
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66
PARTE I: GENERALIDADES Capítulo 6
Introducción
Comer es una de las actividades cotidianas más recurrentes en una familia. Comer, des-
de el comienzo de la vida, es un verbo asociado a otro verbo: amar. La madre, que es sostén
refugio y protección, también es satisfacción, dulzura y tranquilidad, una vez que ha dado
su alimento. Separar las acciones de comer y amar será tarea del desarrollo y los trastornos
de la conducta alimentaria (TCA), muestran cómo este proceso puede resultar fallido.
Comer es un acto donde confluyen el cuerpo, la psiquis y las relaciones. El cuerpo: a
través de los sistemas de hambre y saciedad satisfechos o frustrados; el modelaje cultural
que realizan los padres en la mesa familiar a través de la enseñanza de los “modales” que
requieren del control del cuerpo. La psiquis: a través de las asignaciones de significado a
las comidas y las sustancias que la componen (proteínas, grasas y carbohidratos); la carga
valórica entregada a la ingesta y el control calórico; la elaboración conjunta de un ideal
corporal familiar. Las relaciones: a través de la construcción de campos intersubjetivos in-
teraccionales durante las horas de comida.
Comer en familia es un rito que actualiza las relaciones y dinámicas familiares y propicia
el avance del desarrollo de sus miembros. Comer es un acto social que implica aprender y
reconocer las claves de la cultura; el uso de herramientas para tal propósito; las formas de
masticar, deglutir y gestionar la digestión. La mesa familiar propone un espacio/tiempo que
se caracteriza por una relación cara a cara que activa la empatía y los procesos de teoría
de la mente. Como en ninguna otra dimensión, la dinámica del comer en familia activa
las tareas de mentalización de los padres. Por lo mismo, los trastornos del comer cruzan la
alimentación y las formas de cuidado parental.
Una familia puede demorar dos o tres generaciones en condensar los suficientes ele-
mentos como para generar un trastorno de alimentación. Los factores que facilitan su apari-
ción son tanto genéticos, epigenéticos1, como otros propios de las dinámicas intersubjetivas.
El aprendizaje adaptativo a contextos relacionales adversos parece tener memoria en las
clausuras de tramos de ADN: la epigenética indica que el modo en que somos cuidados
podría abrir o cerrar información contenida en el ADN. Información que permitiría modular
el estrés, por ejemplo. Así de importante es la familia, que deja trazas de la historia rela-
cional vivida en el funcionamiento de la matriz proteica. No solo la información biológica,
sino que el tipo de familia y también los modos de producir significado ante los eventos,
son factores que suman en una configuración anoréctica2.
La exploración familiar de creencias, mitología, estructura y afectos dará el pronóstico
67
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
El sistema nervioso es un órgano extendido por todo el cuerpo, abierto como ningún
otro órgano a la percepción del medio. Medio que lo va ajustando, sintonizando con los
tonos fisiológicos de sus cercanos, en primer lugar, y de su contexto social, luego. La forma
en la cual se produce el maternaje tiene profundas repercusiones, incluso en la epigenética
que será traspasada a la siguiente generación4.
La teoría del apego ha facilitado el estudio de los patrones que regulan la angustia a
través del uso del espacio. El cerca-lejos de los cuidadores permite, en una danza previsible
y tranquila, establecer los tonos justos para un sistema nervioso autónomo y eficiente,
que no se sobreexcite con la adversidad ni hiporresponda defendiéndose de los estímulos,
perdiendo así su eficiencia. Los apegos inseguros facilitan la aparición de los TCA5 y la des-
regulación emocional produce una suma de afectos negativos que la paciente siente como
una angustia incómoda o una incomodidad angustiante.
La angustia es una constante en los TCA6. A veces focalizada en el plato de comida,
otras en síntomas como insomnio, ansiedad de separación, fobia social, dismorfofobia,
disautonomías. Altos niveles de angustia son capaces de desencadenar cuadros o síntomas
psicóticos7. La angustia crónica fatiga el sistema de alarma y aparece la depresión8.
¿Cómo participa la familia en la regulación/mantención de las angustias? Esta es una ta-
rea importante para los cuidadores. Cuidar de la angustia permite un buen desarrollo de los
potenciales de ese sistema nervioso. La díada madre-hija está dentro de otra relación que
es la conyugal/parental. Ese triángulo primordial es esencial para comprender la eficiencia
regulatoria del sistema. Y hay otros triángulos donde la hija juega un rol a definir como es la
68
EL ROL DE LA FAMILIA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Patricia Cordella Masini
69
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
son inconscientes son capaces de generar síntomas somáticos en las esferas básicas de
la alimentación, el sueño o la piel. También son proyectadas sobre el terapeuta quien las
recibe en forma de emociones o imágenes. La experiencia vivida con la familia en sesión
(resonancias o contratransferencia) irá conformando un mapa de ansiedades y defensas
que le servirá para ayudar a la autonomía (capacidad de autorregulación emocional en el
campo vincular) de sus miembros. Este proceso de elaboración y comprensión suelta la
sintomatología que ha quedado presa en un bloqueo del desarrollo.
El desarrollo mental entendido como el emergente de la interacción y la intersubjetivi-
dad permite comprender de qué forma los TCA encajan, se acoplan, corresponden a qué
en esa familia.
La intensidad de la ansiedad y sus defensas se representan con metáforas de estas diná-
micas como una forma de nominar, comprender e intervenir. La ansiedad se mueve en un
continuo de contacto entre la separación y la fusión. Se oscila entre ser individuo autónomo
o permanecer en la simbiosis dependiente.
Las ansiedades de separación/fusiones más intensas son las de derrumbe, desintegra-
ción, fraccionamiento, disolución, difuminación. La defensa a esta ansiedad es aislarse,
incluso de sí mismo, y focalizarse en el cuerpo. Replegarse al cuerpo de un modo autista
que desconecte la intensa percepción relacional del abandono. Se niega de esa forma la
ansiedad de separación. Durante el desarrollo, el self, se ata especialmente en la piel que
recibe el holding y el handling y construye la superficie que separa el yo-tú. Si esta frontera
se ve amenazada por la intrusión relacional, la niña se defenderá repitiendo acciones que la
conectan con esta frontera. Las sanas: girar, danzar, sentir el agua, el aire sobre la superficie
de la piel. Las enfermas: cortarse, armar barreras de no contacto que eviten la intrusión. Las
que luego será difícil levantar para una experiencia sexual satisfactoria.
Si la piel no puede constituirse como la frontera, el cuerpo irá más adentro y las barreras
de contención serán la sensación de vacío o el hambre o la saciedad. También el cansancio
muscular o el vómito. Repetir actos corporales que la anclen a sí misma le sostendrán la
integridad psíquica. Por esta razón las experiencias traumáticas intrusivas tempranas, la
más grave, el abuso sexual, pueden ser revividas en momentos de intimidad sexual cuando
otro intenta el acceso al cuerpo y se levantan las barreras autistas. En terapia, el sostén y la
contención respetuosos serán esenciales para abrir algunas de estas fronteras.
Otra forma de lidiar con las ansiedades de separación/fusión es dominar al otro para
controlar la distancia emocional, utilizando configuraciones narcisistas. Figuras de dominio
y sumisión defenderían con rabia las sensaciones de encierro que produce la dependencia
humillando o dañando al otro cuando ha intentado entrar a zonas clausuradas para la rela-
ción. También se activarían cuando el otro pone distancia en un momento que se desea la
cercanía. Un anhelo de fusión con un objeto que se separó muy temprano cuando la integra-
ción no estaba completa. Por eso la frustración es intensa y la rabia destructiva. La paciente
con TCA puede sentir que la dieta es un ataque a su autonomía, lo mismo que el control
del vómito. Atacará con fuerza al ET quienes, si entiende las fallas primarias de contención,
podrán aliarse con la desprotegida que arremete frustrada. En ocasiones la paciente encuen-
tra aliados en la familia contra el ET y la terapia se pone en riesgo si estos son los propios
padres. Esta dinámica es probable que ocurra cuando hay un conflicto conyugal no resuelto
donde la hija ocupará un lugar en el triángulo primordial protegiendo al miembro que le
parezca más frágil. El pronóstico se hace reservado, cuando los padres quedan atrapados
en estas alianzas y no logran armar un equipo de asistencia y apoyo en conjunto con el ET.
70
EL ROL DE LA FAMILIA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Patricia Cordella Masini
La revisión sistemática ha concluido que la terapia familiar (TF) para adolescentes con
anorexia nerviosa tiene altas tasas de recuperación a los 6 y 12 meses en comparación con
terapia individual13.
Lo mismo parece ocurrir con las pacientes con bulimia14. Se han desarrollado y aplicado
71
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
manuales15 que facilitan al ET los pasos a seguir en el tratamiento para incluir la familia y
propiciar su desarrollo.
El tratamiento propone las siguientes fases que pueden dividirse en cuatro para ordenar
los objetivos y tareas:
Fase uno: a. Evaluación del cuadro b. Alianza terapéutica con todos los miembros de
la familia desde un marco psiquiátrico, médico y sistémico familiar. c. Psicoeducación y ex-
ternalización del cuadro. d. Presentación de la pauta alimentaria como una receta a seguir.
Las sesiones deben ser semanales y el objetivo es restaurar peso bajo demandas de rechazo
o descontrol de alimentación de la paciente.
Fase dos: El terapeuta ayuda a los padres a manejar las situaciones de alimentación. El
manual sugiere que sea el terapeuta quien, al inicio de la sesión, pese al paciente. Se explo-
ra detalladamente lo que ocurre a la hora de comida. Se aumenta el sentido de manejo que
los padres tienen a la hora de comer. Se sugiere darle ejemplos de lo que han hecho otras
familias para superar las dificultades. Las sesiones son semanales; se mantiene una buena
alianza con la paciente, a través de discutir asuntos adolescentes más allá que el propio
TCA. Buscar el contacto emocional y la vivencia de este en la familia, ayuda en esta etapa.
Fase tres: Se trabajan la dependencia y la independencia de los padres al ET y de los
hijos a los padres. Se abren los temores, las expectativas de futuro.
Fase cuatro: Se educa sobre recaídas y los signos tempranos y de alarma en TCA. Se
revisa el curso de la terapia, el aprendizaje de los funcionamientos de la familia, estrategias
que harán la diferencia en el futuro.
72
EL ROL DE LA FAMILIA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Patricia Cordella Masini
60 familias, se lograron con TFS mejores resultados a largo plazo y las pacientes podían
retomar así su desarrollo normal21.
En bulimia, el estudio randomizado más reciente22 compara Terapia Cognitivo-Con-
ductual (TCC) con Terapia Basada en la Familia (TBF) y psicoterapia de apoyo. En 130 ado-
lescentes con TBF, las tasas de abstinencia de purga fueron más altas que con TCC (39%
versus 20% al final del tratamiento y 44% versus 25% a los 6 meses de seguimiento).
También se ha estudiado la diferencia entre ser tratado por especialistas versus terapeu-
tas generalistas23. La atención especializada tiene 2 a 3 veces más identificación de la pato-
logía y 2 veces y media menos ingresos hospitalarios hasta un año luego de la remisión. Que
la familia se sienta en manos de expertos genera una mejor alianza y mayor confianza24,
todo lo cual aporta al tratamiento y acorta el mismo. La toma de decisión del terapeuta que
está apoyado en un grupo de supervisión que elabora en conjunto las mejores alternativas
para cada paciente, mejora considerablemente el tratamiento25.
Entre los predictores más importantes de la mejoría está la sensación parental de tener
control sobre el TCA26. Esto facilita otro predictor que es la ganancia de peso precoz y
predice la participación en el tratamiento. Aliarse con los padres parece esencial26 para el
aumento de peso inicial y con el adolescente por el cambio cognitivo en relación al TCA.
La alianza requiere de capacidades terapéuticas como la empatía, la semiotización, modelo
teórico coherente desde donde ordenar y pensar la información.
Crear una alianza terapéutica requiere crear confianza. Escuchar con respeto las fórmu-
las adaptativas de los padres y el adolescente, y reconocer el dolor que contiene la defensa,
son la base para un vínculo de trabajo conjunto.
El ET, a su vez, debe estar cómodo y saberse mover en su modelo teórico y las técnicas
que este le provee para intervenir en la familia. El terapeuta familiar tiene formación sisté-
mica. Esto implica que su forma de pensar se mueve en círculos más que en líneas. Piensa
en como un elemento (acción, pensamiento, deseo, emoción) entra en contacto con otro
elemento cambiándolo en su contacto. Causas y efectos pierden la relación subalterna y
conforman dinámicas variables adaptativas. Por esto mismo la psiquis en formación del
adolescente es un acuerdo intersubjetivo posible de cambiar. Cuanto antes estos patrones
sean removidos, menos probabilidad de internalizarse como un funcionamiento estructural
estable. La psicopatología se puede entender también como la incapacidad o la rebeldía
al acoplamiento ofrecido por los padres. Por lo mismo, entre más dimensiones incluya el
cambio más eficiente se hace. No existe un dentro/fuera sino el acoplarse para adaptarse,
el ser - en-con-para otro.
Para intervenir las dinámicas familiares se han desarrollado modelos que van de lo
experiencial a lo estratégico pasando por lo estructural, transgeneracional y narrativo-
constructivista. A pesar de que representan escuelas diferentes, el tratamiento de un TCA
requiere encontrar la técnica adecuada para esa familia desde diferentes enfoques.
Para la terapia familiar en TCA, se han ido sumando intervenciones específicas creadas
por los clásicos. Entre ellos están:
73
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Ya Selvini Palazzoli nota que un importante factor predictivo para la curación de esta en-
fermedad es la disponibilidad de toda la familia para someterse a discusión y a involucrarse
en un trabajo de entendimiento de las pautas que sostienen el síntoma y otras alteraciones
patológicas del sistema familiar. Se propone hacer evolucionar a la paciente desde la po-
sición insostenible que ocupa y la hace sentir impotencia, confusión y sufrimiento (mani-
festado a través del síntoma) hacia una apertura al entendimiento. Se trata de ayudarla a
identificar sus necesidades, a ser consciente de su historia personal. De sostenerla para que
exprese, en la interacción con las figuras significativas de su vida, las propias solicitudes y
críticas con un renovado sentimiento del propio derecho y valor. Es a través de este camino
que saldrán a relucir los sentimientos indiferenciados que se disponen a ser reparados.
El objetivo terapéutico primordial es descentralizar la atención de la paciente y sus
familiares respecto del síntoma. Se combate el profundo sentimiento de desvalorización
partiendo de una alianza empática con la paciente, ayudando a la vez a sus padres y her-
manos a que empaticen con ella desde un contexto que sostiene la colaboración reparadora
de la familia.
74
EL ROL DE LA FAMILIA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Patricia Cordella Masini
Circular”, el cual permite cotejar realidades subjetivas. Este tipo de interrogatorio propone
diferencias y nuevos enlaces a través de una serie de preguntas útiles del tipo: ¿Es cuando
Ud. hace eso que ella hace esto otro? ¿Cuándo comenzó el descuido de sí misma en favor
de otros? ¿Qué ocurrirá si todo sigue igual? ¿Qué impide a los padres darse cuenta de
que María ha bajado tanto de peso? ¿Se le ocurren de qué maneras la conducta de María
podría haber tenido un efecto benéfico sobre la familia? Así, a través de preguntas se van
modificando las definiciones previas del problema sin amenazar ni levantar defensas.
75
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Condiciones de filiación
a. Explicitación de valores familiares
b. Construcción de imagen corporal con la lógica familiar
c. Construcción de autoestima con lógica familiar
d. Ajustes de valores familiares transgeneracionales a las condiciones sociales
actuales
Ambiental social Condiciones de habilitación social
a. Educación y entrenamiento en habilidades necesarias para la sobrevivencia
b. Incorporación de valores sociales predominantes
Condiciones de autonomía
a. Búsqueda de nuevas formas de acoplamiento estructural
b. Incorporación de nuevos valores y formas de resolver problemas
c. Expansión más allá de la familia
76
EL ROL DE LA FAMILIA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Patricia Cordella Masini
der controlar por sí mismo sus angustias. Sin embargo, la oralidad no está exenta de rabia.
La rabia aparece ante las frustraciones que provoca la madre que busca desprenderse por
momentos de la hija. Este sentimiento de rabia es bueno para la autonomía. Es una fuerza
centrífuga del regazo materno que empuja hacia el estadio anal promoviendo la autono-
mía. La ansiedad de separación gatilla angustia. La familia entonces, regulará las distancias
emocionales de sus miembros a través de mecanismos de aglutinamiento o desligamiento,
según Olson31, presentándose desde temprano como patrones de apego seguro o inseguro.
Con estas hipótesis en mente, se explora durante la terapia familiar el nivel de funciona-
miento familiar y se ofrecen resignificaciones destinadas a impulsar el pasaje hacia mejores
niveles adaptativos, incorporando mayor complejidad al funcionamiento familiar. Así, se van
desalojando los patrones patológicos al ir cambiando los modos de estar-con.
El cambio de los patrones intersubjetivos, modos de estar en equilibrio, liberarían las
lógicas basales del TCA. La anorexia restrictiva utiliza el control de la ingesta para calzar
con una imagen ideal del cuerpo y es probable que otros miembros de la familia utilicen
mecanismos similares para lograr otros ideales. Estos mecanismos cognitivos de control,
caen en el estilo cognitivo del perfeccionismo el cual está íntimamente relacionado con el
anclaje de los TCA. Desarmar el ideal, a través de buscar otros sentidos, es parte de la tarea
terapéutica.
Como para construir sentido es necesario ir armando/desarmando significados y des-
plazar los centros que lo anudan, una pregunta esencial se nos va dibujando en terapia
familiar: ¿cómo se pasa del nivel temático (el que presenta la familia en su lenguajear) al
del acto y al del sentir? Es decir ¿cómo se cambian los ejes organizadores del psiquismo?
En la clínica familiar apostamos diciendo que el cambio se produce por cualquiera de los
accesos a los patrones sensorio-cognitivo-motores, y por eso trabajamos con narraciones,
mitos y cuerpos.
El síntoma es la puerta de acceso a la dinámica familiar. Allí se anudan las fuerzas que
configuran la nosología. Partir y volver al síntoma mantiene la terapia viva. Múltiples re-
significaciones permitirán mentalizar este significante mudo liberando su poder patógeno.
Cada tipo de familia propone un modo de organizar la vida afectiva (subjetiva), interac-
cional (intersubjetiva) y mítica a través de reglas que mantienen y construyen su operar. Nos
es de utilidad tomarse de un modelo para comprender la función relacional del síntoma al
interior de la familia.
Siguiendo el modelo circunflejo de Olson (1983)31 y describiendo sus dos dimensiones,
la cohesión entre sus miembros (aglutinada/desligada) y la adaptabilidad (rígida, flexible),
notamos que el TCA se muestra con las siguientes características particulares32:
• En familia aglutinada y rígida: el síntoma tendría como objetivo protestar ante la in-
trusión manteniendo la rigidez como estrategia para regular la angustia que produce
incorporar alimentos o expulsándolos. Al inicio del tratamiento, es necesario aliarse a los
mecanismos defensivos ante la angustia de separación, rigidizando las indicaciones nu-
tricionales e incrementando un cuidado asociado al comer. Mantener un control sobre
su dieta, pesar, seguir los detalles de la ingesta, acompañarlos en el proceso, son pasos
que facilitan la adhesión al tratamiento. En terapia se trabajarán los límites emocionales
que marcan las diferencias identitarias.
77
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
78
EL ROL DE LA FAMILIA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Patricia Cordella Masini
El propio TCA es una unidad de sentido condensada. Son múltiples los significados que
se encuentran atados a este significante y el terapeuta familiar facilitará abrirlos al significa-
do, de modo que vaya haciendo una mutación semiótica y con esto mostrando soluciones
alternativas a los TCA.
Pasamos de una unidad de sentido familiar a una unidad terapéutica cuando tomamos
fragmentos de sentido distribuido en el relato familiar y lo sometemos a cambio. Para hacer
esto necesitamos:
a) Explorar con preguntas, dibujos, bromas o hipótesis.
b) Describir las observaciones de la interacción y de las sensaciones intersubjetivas que el
terapeuta captura en esas interacciones.
c) Atender a los silencios, gestos, movimientos, prosodia y distribución espacial de la fa-
milia. Todo es parte del sentido y como tal, va conformando el proceso de construcción
de otros sentidos.
79
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Las asociaciones entre los niveles son las que tejen las redefiniciones que permitirán,
primero, reconocer y desarmar el nudo y luego organizar el sistema funcionalmente. Estas
conexiones que haremos con la familia amplían lo visto, entendido y experienciado por la
familia en relación con el acontecimiento que están narrando en sesión.
Iremos más allá de lo vivido y relatado a través de una operación realizada usando el
lenguaje afectado que recoge el estado afectivo de la familia. La autora se refiere a la doble
faz de las palabras que no sólo transportan un concepto sino un afecto ligado al mismo
haciéndolo esencial para el acto comunicativo. Esto suele dejar a los padres sorprendidos, y
de paso motivados, pues generalmente caen en cuenta que hay realidades, manifiestas en
sesión, que estaban ocultas en las paredes del hogar. Estos descubrimientos (o estas inven-
tivas con sentido, como podríamos llamarlas también) tienen la capacidad de aumentar la
adhesividad familiar a la terapia. De pronto, los padres van descubriendo que ellos también
están en terapia y que esto los beneficia en su hacer-estar doméstico y les facilita la toma
de decisiones en el proceso de reingeniería del cuidado.
El campo de novedad tendrá tanto puntos de constricción (pivotes de acuerdo) como
de difusión (límites ambiguos que permitan el cambio, la transformación) y puntos de ex-
pansión (por donde la imagen pueda ser exagerada, ampliada hasta el absurdo).
Intervenir, es entrar en el juego familiar buscando soluciones de salida conjuntas. In-
tervenir, es hacer un acto de significación conjunta. El juego se ha ajustado al tema de la
alimentación y es necesario abrirlo. Para esto se toman los tres grandes temas propuestos
y se enlazan de un modo que haga sentido en el sistema terapéutico.
La operación es deconstruir para construir el modelo que tiene el sistema terapéutico y
que explica la configuración del TCA2. Se ajusta y sintoniza, entonces, el campo narrativo
emocional y lingüístico que la familia propone, para hacerlo llegar hacia otro campo que
desplaza la configuración anterior, ofreciendo otra que la contiene. Nada se pierde, sólo se
transforma, como dice Lavoisier.
Para esta operación será necesario registrar tanto los verbos como los sustantivos y ad-
jetivos que la familia utiliza para tomarlos como objetos de significación desplazables. De
este modo, por ejemplo, el verbo “rechazar” empieza a tomar sentido no sólo en relación
con los alimentos, sino en relación a la madre o al padre o a ciertos aspectos de la paciente
u otro miembro de la unidad edípica (Figura 2).
Un ejemplo de esto sería un fragmento de sesión en una familia que lleva tres meses en
terapia. Están presentes padre, madre y la hija, una adolescente de 22 años muy locuaz,
que cuenta fácilmente todo cuanto ocurre en la familia. Se trata de una estudiante de te-
rapia ocupacional de tercer año que ha logrado regularse. Ya no se corta. No ha intentado
suicidarse otra vez. Tiene pareja y vomita menos, dos o tres veces al mes (Tabla 2).
Como vemos el terapeuta al tomar la frase inicial de la paciente: “Mi mamá ya no me
lleva dulces, como le pedí”, gira el sentido de la frase y en vez de quedarse en el nivel
conductual (“La mamá no lleva dulces”), se desplaza al relacional: tú le pediste algo, la
mamá escuchó y actuó en consecuencia a tu pedido. Es decir, es como si dijera: “La mamá
ha cambiado: ahora escucha tus necesidades, se abrió a la relación y salió de sí misma. Por
otro lado, tú misma en vez de esperar que ocurrieran mágicamente cosas, pudiste verbalizar
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EL ROL DE LA FAMILIA EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Patricia Cordella Masini
tu necesidad y pedir ayuda. Ambas han hecho un cambio al ir hacia la relación y salir del
ensimismamiento, que es una defensa a la angustia de esta familia“. El terapeuta hará este
proceso de pensamiento, pero solo verbaliza “Ah… te está escuchando en lo que quieres”.
Como el terapeuta propone el nivel relacional, la díada se va hacia ese nivel y comentan
un desajuste de la relación relacionado con la comida “si come, la sigo al baño… me ha
pedido que la controle” con esta frase la madre parece preguntar “¿cuánto hay de control
y cuánto de cuidado? ¿Cuál es la mejor intensidad de mi intervención en el síntoma? Liga
allí síntoma a relación, asunto que el terapeuta ya había sugerido con la pregunta anterior.
Entonces, el terapeuta toma el nivel relacional: “Y ¿qué tan cerca la quiere?”. Como en
esta díada partimos de la hipótesis que están madre e hija muy juntas ya que el padre no
ha podido ingresar a realizar su función de tercero, por problemas conyugales, la palabra
utilizada es “cerca”, se descarta la palabra “lejos” por ser más amenazante. Entonces la
madre va hacia el nivel psíquico de la paciente: “me confunde”, es decir “no conozco bien
su ser subjetivo”. El terapeuta entonces apuesta a la hostilidad diádica: “Y ¿hay riesgo que
ella la vomite?”. Con esto utiliza el síntoma nuevamente para amarrar la relación con la
81
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
psiquis en una sola condensación. “¿Será Ud. rechazada con tanta violencia de su interior
como lo son los alimentos que ella ha querido primero incorporar y después expulsa?”. Es
decir: ¿será que ella también está confundida si la quiere adentro o afuera?
De este modo vamos construyendo las unidades de sentido en los TCA haciendo evi-
dente en el verbal lo que se ha hecho síntoma en lo corporal.
El modelo de las unidades terapéuticas se propone como un eficiente colaborador. Es
capaz de facilitar los conceptos puentes entre la realidad concreta y la metafórica. Además,
guía en la construcción de una nueva narrativa familiar. Esta surge desde este proceso de
significación asistido por el terapeuta, pero realizado por todo el sistema terapéutico a tra-
vés de una semiosis distribuida34. Esta distribución se encuentra en el relato conjunto que se
va construyendo en las sesiones de terapia donde el terapeuta no es un simple observador
participante, es parte de la cuadrilla que cambia el territorio.
Conclusiones
La familia opera como modelador psíquico de los hijos a través de las intensidades
emocionales que permite o restringe durante el desarrollo cerebral. La vulnerabilidad o sen-
sibilidad del sistema quedan establecidas tempranamente en la interacción bio-relacional.
Medir el apego es una forma de objetivar este funcionamiento. Apegos inseguros facilitan
y mantienen un TCA. Reorganizar el cuidado desde el sistema parental, centrando este
cambio con el tema de la alimentación, ha tenido buenos resultados en comparación con
otras formas de intervenir en estos trastornos. El ET funciona mejor si quienes lo realizan
son expertos, se apoyan y ocupan formas flexibles de intervención que se ajusten a cada
familia, aún si se basan en manuales.
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83
Capítulo 7 PARTE I: GENERALIDADES
Imagen corporal
Introducción
84
IMAGEN CORPORAL María Isabel Gaete Celis
El concepto de imagen corporal (IC) tiene su origen en el trabajo del neurólogo y psi-
coanalista Paul Schilder4, quien la define como: “La imagen de nuestro cuerpo que nos
formamos en la mente y según la cual nuestro cuerpo se nos aparece o se nos representa”
(4, p. 11). Sin embargo, Schilder aclara en su texto más adelante que la IC es más que las
sensaciones perceptuales dado que “…siempre hay una personalidad que experiencia dicha
percepción” (4, p. 15) destacando, además, lo que llamó ‘estructura libidinal’ de la imagen
corporal como aquellas acciones y emociones inseparables de nuestra imagen, lo que co-
rrespondería en parte al concepto de SC/InsC en cuanto afecto (positivo/negativo) puesto
en el cuerpo. Sin embargo, dicha definición perduró más por su carácter representacional
que por su aspecto afectivo, reflejando un sesgo representacional que subestima la multi-
dimensionalidad que participa de la experiencia siempre dinámica de nuestra corporalidad
donde la llamada ‘imagen’ en cuanto representación visual de nuestro cuerpo constituye
una mínima parte.
Posteriormente, Slade5 define la IC como una representación mental de la figura cor-
poral influida por la biografía, aspectos socioculturales y biológicos que pueden cambiar
en el tiempo. Agregando un carácter dinámico y cambiante a la definición del concepto.
Fischer y Cleveland6, y luego Krueger7, desde el enfoque psicoanalítico, desarrollan el
concepto de IC con énfasis en la subjetividad y su anclaje en etapas tempranas del desarro-
llo, destacando el rol de las experiencias corporales tempranas con las figuras de apego en
la posterior formación de un sentido de sí mismo y de la propia imagen corporal.
Bruch8, desde una mirada psicodinámica y fenomenológica aplicada a los TCA, llama
la atención respecto de la vaguedad e imprecisión en el uso del concepto de IC en la eva-
luación de pacientes en psiquiatría. Destaca que la IC se extiende al sentido de agencia y
propiedad del sí mismo corporal junto con la agudeza en la interpretación de los estímulos
interoceptivos o señales corporales internas como el hambre y la saciedad.
A partir de los años 90, toman fuerza los modelos cognitivo-conductuales en la com-
prensión del fenómeno de la IC aportando una perspectiva multidimensional, si bien de
todos modos aún con acento representacional.
Al respecto, Thompson9 propone tres componentes de la IC: perceptual, subjetivo
(cognitivo-afectivo) y conductual. Es decir, la imagen del cuerpo incluiría cierto grado de
precisión perceptual respecto de tamaño, volumen o forma; como también actitudes,
afectos, cogniciones y valoraciones acerca de ello que a su vez se expresarían en conductas
(conductas de chequeo corporal, conductas de evitación, aislamiento, dietas, ejercicios,
etc.). Rosen10 por su parte, describe las manifestaciones clínicas del trastorno de la IC como
distorsiones a nivel del pensamiento (sobrevaloraciones, obsesiones y delirios) y a nivel
comportamental (evitación y aislamiento).
Más recientemente, Smolak11 distingue cinco aspectos que conformarían la IC:
85
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
Modelos explicativos
86
IMAGEN CORPORAL María Isabel Gaete Celis
Cuerpo. También incluye la internalización de los ideales de belleza que llevarían a tratar
el cuerpo como objeto a perfeccionar, manipular, controlar, moldear, etc., para ajustarse
al cuerpo ideal.
Posteriormente, Rodgers, Paxton y McLean25 desarrollan el Modelo Biopsicosocial que
incluye variables biológico-genéticas y constitucionales respecto de la corporalidad, en es-
pecial un volumen corporal por encima de las expectativas sociales de ideales de delgadez.
La corporalidad disonante para los cánones de belleza socioculturales derivarían en mayor
autocrítica e insatisfacción corporal. También incluyen variables psicológicas incidiendo en
la IC como: perfeccionismo, afecto negativo y baja autoestima.
En cuanto a estrategias de intervención, uno de los modelos más reconocidos es el
desarrollado por Fairburn26, que aborda la sobrevaloración del peso, la figura y la comida,
las conductas de chequeo corporal, las conductas de evitación, los sentimientos de gordura
y los esquemas cognitivos que sustentan la sintomatología alimentaria. Consiste en una
serie de procedimientos lógicamente estructurados, actuando principalmente a niveles de
esquemas cognitivos y patrones de conducta. Pese a reconocer el aspecto afectivo de los
sentimientos de gordura, éstos son tratados como errores de ‘etiquetamiento’ emocional,
lo que circunscribe la experiencia emocional a alguna forma de esquema cognitivo.
Todos estos modelos incluyen factores ampliamente estudiados en el campo de los TCA
y convergen principalmente en la internalización de los ideales de belleza, el perfeccionismo,
la baja autoestima y el afecto negativo que impactan la satisfacción con el propio cuerpo.
Sin embargo, varios de estos factores forman también parte de las vulnerabilidades propias
del proceso adolescente normal: la experiencia de cambios corporales que impactan la
autoimagen y seguridad personal, frágil autoestima e identidad en proceso de formación.
A su vez, los cambios hormonales y neuronales en cascada dificultan una adecuada auto-
rregulación emocional, lo que deriva en sentimientos depresivos, ansiedad, impulsividad,
retraimiento, etc. La superposición entre vulnerabilidades adolescentes normativas y po-
tencial sintomatología alimentaria plantea un desafío importante para los profesionales de
salud que reciban en primera instancia al adolescente. Por ejemplo, la InsC es de un alto
nivel de prevalencia en población adolescente no clínica, como también lo es en grupos
de mujeres por sobre hombres (si bien la frecuencia de InsC en población masculina va en
aumento). Sin embargo, no necesariamente una InsC elevada será signo irrefutable de pato-
logía alimentaria. Es necesario evaluar el impacto en la calidad de vida, el nivel de limitación
que implica respecto de la vida social y cotidiana, cuánto redunda en conductas concretas
tendientes al chequeo corporal, el énfasis obsesivo en la apariencia, figura y peso corporal.
Por su parte, Farrell, Shafran y Lee13 destacan que las diferentes formas de definir la
IC incluyen diferentes componentes comúnmente señalados como cognitivos, afectivos,
conductuales y perceptuales y, a su vez, que el trastorno de la IC puede definirse entonces
como una disfunción en cualquiera de esos componentes.
Si tomamos en conjunto lo revisado hasta aquí podemos observar que el punto de
mayor convergencia teórico-empírica y clínica, de relevancia para la comprensión de la
sintomatología alimentaria, es la noción de satisfacción corporal (SC)27: ya sea vista como
aspecto libidinal, afectivo, evaluativo o como aspecto actitudinal hacia el propio cuerpo, o
como parte de la experiencia subjetiva del cuerpo.
Desde la comprensión que se pretende entregar en este capítulo, la InsC estaría a la
base de la llamada distorsión de la IC. Más aún, podría considerarse que justamente es la
afectividad la que se encuentra profundamente alterada y encarnada lo que redundaría en
87
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
fallas o distorsiones perceptuales y cognitivas que son más bien la punta de un iceberg cuya
raíz se encontraría en el procesamiento y regulación emocional.
En este sentido, parece entonces relevante la pregunta acerca de la distinción entre
procesos normativos de la adolescencia donde el trastorno de la imagen tiene un amplio
impacto y aquellos procesos francamente indicadores de psicopatología alimentaria en que
el trastorno de la IC juega un rol clínicamente significativo ¿Por qué muchos adolescentes/
jóvenes vulnerables (expuestos a los ideales de belleza, a la presión de los pares y los me-
dios, etc.) no desarrollan la sintomatología y qué hace que otros sí?
88
IMAGEN CORPORAL María Isabel Gaete Celis
Por otra parte, las pacientes con síntomas restrictivos y/o purgativos expresan su des-
conexión y bloqueo de la resonancia corporal emocional por medio de la focalización en
su cuerpo como objeto de control donde la preocupación obsesiva por la figura y el peso
permite desatender a situaciones generadoras de angustia o emociones negativas: ‘Toda
mi angustia y frustración es no poder lograr el cuerpo ideal, todo lo demás en mi vida está
bien, si logro no comer o logro botar lo que como todo está bien’. Lo que redunda también
en un maltrato corporal (negación de necesidades básicas y control corporal por medio de
mecanismos purgativos agresivos) que aparece como un poderoso alivio emocional: sentir
el esqueleto y los músculos tonificados representa una fuente de certeza y seguridad37. De
esta forma, se reemplaza la relación con el mundo por una relación rígida de tiranía del Yo
sobre el cuerpo, es lo que llamo ‘defensa encarnada’18 (Figura 1).
Entonces, el trastorno de la IC correspondería a un mecanismo de control emocional/
afectivo que suprime la resonancia corporal emocional, sustituyéndola por la focalización
en el cuerpo como territorio de control directo de respuesta inmediata. Es decir, agredo mi
cuerpo/”cuido” la relación con el otro, controlo mi cuerpo/controlo emociones intolerables
e incómodas y renuncio a mi experiencia corporal emocional subjetiva.
Romper con el problema de la imagen, se refiere a romper con la hegemonía tanto cul-
tural como científica de la imagen que ha sobrevalorado las funciones sensoriales visuales
y representacionales en la relación del sujeto con el mundo. De acuerdo a los hallazgos
recientes de las ciencias cognitivas, la visión es un sentido multimodal en que se activan las
redes neuronales motoras, auditivas, somatosensoriales y emocionales (neuronas canóni-
cas)38-40. Es decir, sus hallazgos muestran que no existe algo como una imagen estática o
fotográfica de lo que percibimos, siempre estarían involucradas las neuronas motoras: la
imagen siempre involucra movimiento y sería siempre intersubjetiva e intercorpórea. Un
buen ejemplo de este funcionamiento sensorial cerebral multimodal es la evocación de
imágenes y colores del ratoncito de la película Ratatouille al probar los alimentos: degusta-
89
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
mos con la vista, el movimiento, el tacto, el olfato, etc.; tanto como vemos con el oído, el
movimiento, el tacto, el gusto, etc.
Las llamadas ‘neuronas canónicas’ de la corteza parietal y premotora controlan el to-
mar y manipular objetos y también se activan con la mera observación: Los objetos se nos
representan intencionalmente3,41. Nuestro cerebro ‘lee’ los objetos que percibimos como
potenciales objetivos de manipulación en una disposición enactiva hacia lo percibido. Por lo
tanto, la IC siempre involucra movimiento: es decir, que la imagen que tengo de mi propio
cuerpo está basada en registros intencionales propioceptivos y perceptuales de un cuerpo
siempre en movimiento.
Así mismo, la imagen corporal es siempre intersubjetiva: Me veo en la medida que veo
otros como Yo, y en la medida en que soy vista por otros como Yo, como también en la
medida que soy tocado por otros y que puedo tocarlos, en que soy movido por otros o
muevo a otros (i.e. al bailar, o al ser mecido por la madre que tararea una melodía, etc.).
Es así que la imagen corporal se va configurando en relación a determinados afectos e
ideas que se van asociando a las experiencias corporales e intercorpóreas. De acuerdo a la
fenomenología corporal la IC no es un producto ideacional inerte de cogniciones, sino que
juega un rol activo en dar forma a nuestra percepción del mundo3: nuestros pensamientos
y actitudes hacia el cuerpo, aun cuando no conscientes, tendrán efecto en cómo percibimos
nuestro cuerpo, el de los demás y su interrelación.
En nuestras pacientes, que han perdido al sujeto de su experiencia corporal y han que-
dado fijas en una relación Yo/cuerpo objeto, la consecuencia es una imagen corporal rígida,
estática, hiperreflexiva e idealizada, ‘como si’ fuera una imagen fotográfica e intentando
así controlar o suprimir todo dinamismo y vitalidad de un cuerpo que respira, siente, se
mueve y cambia día a día. Una imagen corporal desprovista de toda intencionalidad ya sea
emocional o motivacional que redunda a su vez en una pérdida de intencionalidad en su
relación con el mundo: es decir, un severo empobrecimiento de su vida social, un bloqueo
de la espontaneidad tanto en la expresión emocional corporal como en su movilidad que
a simple vista puede observarse a niveles casi estereotipados de postura y movimiento cor-
poral. Lo anterior, en el caso de las pacientes con síntomas restrictivos se manifiesta en su
rechazo a la actividad física, aún siquiera como forma de purga, basando su control corporal
exclusivamente en la restricción. Por su parte, en las pacientes bulímicas o con descontrol
alimentario la conducta social también se observa limitada, la expresión emocional despla-
zada a síntomas de vomitar emociones, tragarlas o ambas. Así mismo, manifiestan muy
disminuidas las funciones de propiedad y agencia corporal41,42, lo que a su vez se expresa
en poca o nula propiedad y agencia sobre sus acciones/decisiones en el mundo: ya sean la
toma de decisiones alimentarias o la toma de decisiones en sus vidas en general (Imagen 1).
El trabajo realizado por la paciente expresa de acuerdo a su propia descripción las
muchas ideas y proyectos en su cabeza como un aspecto muy activo de sí misma y, en
contraste, la gran dificultad y limitación de ejecutar en la realidad todo lo que está en su ca-
beza: siente sus pies en un barro pantanoso que no le permiten avanzar. El cuerpo en azul
un color que, si bien le gusta, aparece asociado con poca energía y vitalidad. En el centro
del pecho un círculo rojo expresando sus afectos más intensos y profundos, demarcados
en negro como forma de protección: no salen fácilmente previniendo de no sufrir. Sin la
disponibilidad de sus emociones y afectos se hace aún más difícil la toma de decisiones al
privarse de lo que Damasio43 llama ‘los marcadores somáticos’ como señales emocionales
corporales que orientan nuestras decisiones y reacciones en la relación con el mundo. En-
90
IMAGEN CORPORAL María Isabel Gaete Celis
tonces para esta paciente, vivir en el mundo de las ideas con gran predominio de la fantasía
y tragar sus sentimientos y emociones a través de la comida se presenta como una solución
a la angustia de enfrentar el mundo real y la realidad de sus sentimientos en el cuerpo.
Lo anterior, requiere algunas precisiones conceptuales útiles al momento de comprender
el rol de la IC en la fenomenología corporal de nuestras pacientes. Tanto en el campo de las
ciencias cognitivas, neurociencias, como en
el campo de la fenomenología, se distingue
entre la IC, el esquema corporal (EC) y la con-
ciencia corporal (CC) como aspectos que en
su conjunto comprenden lo que podríamos
llamar experiencia corporal o embodiment
según su expresión en inglés3,40,44-47 (Figura 2).
El EC se define como un sistema de proce-
sos sensorio-motrices que regulan la postura
y el movimiento que operan sin necesidad
de conciencia reflexiva o control perceptual3,
correspondiendo a la conciencia propiocep-
tiva que no opera poniendo al cuerpo como
objeto de percepción, al contrario, permite
que el cuerpo esté despejado experiencial-
mente o transparente al medio. Corresponde
a lo que se ha llamado también conciencia
performativa o procedural: El cuerpo que soy.
Se diferencia de la IC en que ésta en cambio
es reflexiva, pone al cuerpo como objeto de
percepción dejando al mundo exterior fuera
del foco atencional: El cuerpo que tengo.
La CC corresponde a la direccionalidad
del foco atencional y su carácter implícito/
CONCIENCIA
CORPORAL
Percepción
Propiocepción
ESQUEMA Interocepción
IMAGEN
CORPORAL CORPORAL
‘ORIENTADO AL ‘ORIENTADO
MEDIO’ HACIA SÍ’
PRERREFLEXIVO REFLEXIVO
EMBODIMENT
91
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
92
IMAGEN CORPORAL María Isabel Gaete Celis
Conclusiones
93
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GENERALIDADES
significativas, en el lenguaje de los cuentos de hadas: ella y su príncipe azul ‘vivieron felices
para siempre’.
Entonces, volviendo a la pregunta acerca de qué hace a algunas adolescentes más
vulnerables a desarrollar la patología que otras, debemos considerar los modelos biopsico-
sociales expuestos anteriormente, donde la presión social de los ideales de belleza juega
un rol indudable. Sin embargo, esto no es todo el asunto: dicha presión cae en terreno
fértil cuando existe un Yo internalizado exigente y maltratador que alimenta la angustia e
inseguridad de ‘ser en el mundo’. El terror a fallar se concretiza en el terror a engordar, lo
que las esclaviza a una imagen corporal ideal, una belleza fría y calculadora que parece la
mejor solución a la imposibilidad de ser ‘imperfectamente’ espontáneas y auténticas.
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95
PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA Capítulo 8
Introducción
97
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
Éste no puede ser explicado por la falta de alimentos o normas culturales, no puede
estar motivado por preocupaciones respecto al peso o figura corporal y, si es comórbido
con otras patologías médicas o psiquiátricas, la magnitud del problema alimentario debe
ser tan grave como para requerir atención clínica independiente7.
Representa una categoría heterogénea de individuos con patrones alimentarios res-
trictivos, y captura una amplia gama de dificultades alimentarias que no calzaban en las
categorías previamente definidas.
Etiología
Prevalencia y riesgos
98
TCA DE INICIO EN LA INFANCIA Francisca Corona Humphreys y Claudia Muñoz Masini
Evaluación clínica
99
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
selectividad determina deterioro nutricional y/o deficiencias específicas, calificará para ARFID
y la necesidad de tratamiento, lo que puede ocurrir recién durante el período de estirón
puberal, cuando aumentan los requerimientos nutricionales28.
Desde este constructo, la neofobia, el comedor selectivo o picky y el ARFID, podrían
entenderse como un continuo, con un origen común, estando la neofobia en un extremo
y el ARFID en el otro4. El comer implica procesamiento sensorial múltiple, visual, táctil, gus-
tativo y olfatorio, y la investigación apunta a una dificultad en el procesamiento sensorial
en la neofobia, el ARFID y el comedor selectivo4.
La selectividad puede ser consecuencia de condiciones médicas asociadas con daño neu-
rológico por anoxia, cromosomopatías, enfermedades mitocondriales y otras. Esta puede
relacionarse con respuestas de hiper o hiposensibilidad a las propiedades sensoriales de los
alimentos y/o a retraso del desarrollo de habilidades motoras orales6.
Será la estabilidad en el tiempo y la poca variedad de alimentos consumidos, con
consecuencias nutricionales o emocionales, lo que module el desarrollo de un trastorno
alimentario, ya que los neofóbicos responden a la exposición repetida de alimentos.
Se ha propuesto que la mejor práctica para abordar estos trastornos de alimentación es
un equipo multidisciplinario, en el que el rol de cada disciplina varíe según la sintomatología
presente, y que incorpore a los padres31.
La evaluación debe ser acuciosa para identificar selectividad y/o rechazo alimentario,
cuyas causas pueden ser diversas, como dolor al comer, alteraciones estructurales, gas-
trointestinales, cardiorrespiratorias, neurológicas y metabólicas, con presentaciones sutiles.
Se debe evaluar la cantidad y variedad de la alimentación, si el cuadro es de corta o larga
evolución y la persistencia del problema, signos de deficiencia nutricional, interferencia con
el funcionamiento diario32, presencia de señales de dificultades sensoriales, alteraciones de
la masticación y deglución, sintomatología psiquiátrica comórbida.
Los pacientes pueden atribuir su problema a las características sensoriales de los alimen-
tos (intolerancia a olores, gustos o texturas específicas), a la aversión por las consecuencias
de comer (ej. dolor abdominal, atoro, vómito, reacción alérgica) y/o a falta de interés en
la comida (ej. poco apetito, poco interés o no disfrutar de las comidas). Algunos pueden
incluso expresar deseo de comer mejor y de subir de peso, pero no son capaces de lograr-
lo. En los niños pequeños, la motivación a no comer tendrá que realizarse a través de la
observación clínica y la manipulación ambiental.
Los pacientes con selectividad marcada limitan los alimentos ingeridos a menos de 10 a
15, generalmente por alteraciones del procesamiento sensorial (gusto, textura, olor, tem-
peratura y/o apariencia), y presentan conductas de evitación frente a ellos. Se estima que
70 a 90% de los niños con trastornos del espectro autista están en esta categoría, lo que es
atribuido a conductas restrictivas, a rituales y a alteraciones del procesamiento sensorial33.
En nuestra experiencia con un grupo reducido de niños y adolescentes que presentan signos
de problemas de procesamiento sensorial y califican para diagnóstico ARFID, hemos incor-
porado evaluaciones específicas estandarizadas que nos están permitiendo recabar datos.
Observaciones preliminares, a través de screening de resultados muestran frecuencias de
hiperreactividad vestibular, táctil, visual, olfatoria y gustativa; pero también bajo registro
propioceptivo y táctil.
La mayoría reporta problemas de larga data, a veces desde el nacimiento o niñez tem-
prana, en las transiciones de lactancia materna a mamadera, introducción de alimentación
complementaria o inicio de alimentación autónoma6,28.
100
TCA DE INICIO EN LA INFANCIA Francisca Corona Humphreys y Claudia Muñoz Masini
Compromiso ponderal
La determinación respecto de qué constituye una baja de peso significativa, falta de
ganancia ponderal o crecimiento escaso, es clínica, y se debe evaluar cuánto, en cuánto
tiempo y otros factores que pueden explicar el deterioro.
Un porcentaje pequeño puede desarrollar una relación aversiva, similar a una fobia
específica después de un evento único traumático, principalmente atorarse (o haber visto
a otro atorarse), tener náuseas, vomitar, después de una reacción alérgica; otros reportan
globus (sensación que algo queda en la faringe) o de tener dolor después de comer (fa-
ríngeo, esofágico, abdominal). La disminución de la ingesta y de peso puede ser gradual o
abrupta. El paciente puede evitar alimentos específicos o grupos enteros de alimentos (ej.
carnes, porque son difíciles de masticar). Puede haber otras quejas somáticas como cefalea,
opresión de la garganta, dolor abdominal, náuseas, enlentecimiento para comer, micro-
bocados, masticación prolongada, guardar comida en la boca o problemas de deglución
funcionales28. Si el inicio de la sintomatología es agudo, se debe considerar el diagnóstico
diferencial con PANDAS, sigla para “pediatric autoimmune neuropsychiatric disorders as-
sociated with streptococcal infection”, un síndrome neuropsiquiátrico de comienzo agudo
en que hay negativa a comer por temor a contaminación de los alimentos, entre otros
síntomas obsesivo compulsivos.
Otros pacientes reportan poco apetito o poco interés en comer o atribuyen la mala
ingesta a molestias somáticas generalizadas secundarias a ansiedad u otros trastornos
emocionales; es frecuente que tengan estudios previos descartando patología orgánica
que explique la sintomatología28.
Deficiencia de micronutrientes
La mayoría de los niños de países desarrollados tiene deficiencias de zinc, hierro, vita-
mina D y calcio36; en los comedores picky y en los ARFID se ha encontrado bajos niveles de
vitamina E, C, folato y fibra32,34,35. Estos datos obligan a ser prudentes en la ponderación
de este criterio, y considerarlo según la severidad y amplitud de las deficiencias de micro-
nutrientes4.
Dependencia de suplementos
Cumplen criterio para ARFID aquellos que reciben al menos 50% de sus calorías en su-
plementos36. Los que tienen antecedente de haber sido sometidos a procedimientos orales
dolorosos, alimentación por tubo o haberse saltado las etapas de adquisición de hitos del
desarrollo alimentario, no tienen experiencia y/o pueden sentirse amenazados cuando les
introducen alimentos a la boca6, lo que puede ser un obstáculo más para su rehabilitación.
101
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
trastornos del espectro autista pueden experimentar altos montos de ansiedad frente a
ciertos alimentos y tener reacciones emocionales intensas.
Los adolescentes y adultos pueden reportar ansiedad social o depresión, imposibilidad
de comer en restoranes, colegio o casas de amigos, peleas en las horas de comidas o no
sentirse normales28.
La presentación de los trastornos alimentarios suele incluir dificultades en múltiples do-
minios, variando cada uno en severidad. El modelo neurobiológico tridimensional propone
que las tres categorías descritas en el DSM-5 tendrían base en la alteración de la percepción
sensorial, de la homeostasis del apetito y de los sistemas de sensibilidad al miedo, los cua-
les no sólo darían cuenta de las formas de presentación de los ARFID, que pueden darse
en distintas combinaciones y grados, sino que también de los factores de riesgo y de los
mecanismos mantenedores del trastorno41.
Tratamiento
Como ARFID es una categoría diagnóstica reciente y amplia que incluye cuadros muy
heterogéneos y, como muchos pacientes tienen historias médicas y psicológicas complejas,
aún no existen tratamientos validados empíricamente y tampoco es posible hacer recomen-
daciones generalizadas.
Los objetivos primarios son la estabilización médica y psiquiátrica. Luego, dependiendo
de la presentación, los objetivos deben ser realistas y alcanzables y no necesariamente la
eliminación del diagnóstico: disminuir el riesgo nutricional, físico y emocional, mientras se
ayuda al paciente a manejar la ansiedad y a expandir su alimentación, a organizar rutinas y
hábitos, y minimizar el impacto psicosocial o la dependencia de suplementos nutricionales
orales. El éxito será más probable si la evolución es aguda, a lo que puede contribuir el
hecho de haber comido bien previamente. Si el problema es de larga data, con selectividad
alimentaria histórica, el tratamiento deberá ser intensivo y prolongado, porque no hubo un
patrón de alimentación normal. Los pacientes con patologías orgánicas y los con trastornos
del espectro autista suelen ser difíciles de tratar3.
Los tratamientos reportados en estudios de casos, con frecuencia incluyen manejo de la
ansiedad, desensibilización sistemática y un plan de nutrición estructurado con exposición
gradual y técnicas de relajación3.
El ARFID suele aparecer a edades tempranas, por lo que, al igual que en otros trastornos
de conducta alimentaria, la inclusión de la familia en el tratamiento para alcanzar el mayor
éxito parece ser lo indicado. La Terapia Basada en la Familia (FBT) modificada para ARFID
empodera a los padres a tomar el control de la alimentación con la meta de incrementar la
ingestión y normalizar el patrón alimentario, ofrece psicoeducación en trastornos alimen-
tarios y de la ingestión de alimentos, y entrenamiento para apoyar la autoeficacia de los
padres en modelar la conducta alimentaria, siendo más directiva para establecer un patrón
de alimentación normal, que muchas veces nunca ha existido. También incluye psicoedu-
cación en ansiedad y su tratamiento, y enseñanza de técnicas para manejarla28.
Para expandir la variedad de alimentos ingeridos en la dieta en los comedores selectivos,
existen aproximaciones prácticas42,43, aunque con resultados clínicos marginales e incluso
contraproducentes, siendo la motivación del paciente muy determinante de los resultados28.
Si la presentación clínica es predominantemente fobia alimentaria, se recomienda tra-
102
TCA DE INICIO EN LA INFANCIA Francisca Corona Humphreys y Claudia Muñoz Masini
Conclusiones
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105
Capítulo 9 PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
Introducción
Clasificación
Las dos principales clasificaciones internacionales de los TCA son la 5ª versión del Ma-
nual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM-5)4 y la Undécima Edición
de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades (CIE-11)5. En el DSM-54 se
introdujeron cambios en los criterios diagnósticos que aportaron significativamente a que
éstos representen mejor las características clínicas de los TCA en la adolescencia, mejorando
su clasificación diagnóstica.
Estas modificaciones incluyeron la eliminación del criterio de amenorrea para AN, la
consideración de la edad, sexo, trayectoria de desarrollo y salud física en la evaluación del
bajo peso, la reducción de la frecuencia de conductas de atracones y purgas para el diag-
nóstico de BN y TA (de dos episodios a uno por semana), y la descripción de equivalentes
conductuales para algunos criterios difíciles de evaluar en niños y adolescentes. Además,
esta nueva clasificación reunió todos los trastornos relacionados con la conducta alimen-
taria a lo largo del ciclo vital en una sola gran categoría: “trastornos alimentarios y de la
ingestión de alimentos”.
Dentro de esta categoría, los TCA más relevantes para la población adolescente son la
anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracón y otros trastornos alimentarios
y de la ingestión de alimentos especificados. La Tabla 1 describe los criterios diagnósticos
según DSM-5 para estos trastornos.
106
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES Carolina López Cárcamo y Verónica Gaete Pinto
107
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
Estos comprenden:
1. AN atípica: se cumplen todos los criterios para la AN, excepto que el peso del individuo, a pesar de
la pérdida de peso significativa, está dentro o por encima del intervalo normal.
2. BN (de frecuencia baja y/o duración limitada): se cumplen todos los criterios para la BN excepto
que los atracones y los comportamientos compensatorios inapropiados se producen, de promedio,
menos de una vez a la semana y /o durante menos de tres meses.
3. TA (de frecuencia baja y/o duración limitada): se cumplen todos los criterios para el TA, excepto
que los atracones y los comportamientos compensatorios inapropiados se producen, de promedio,
menos de una vez a la semana y /o durante menos de tres meses.
4. Trastorno purgativo: comportamiento de purgas recurrentes para influir en el peso o la constitu-
ción (por ej., vómito autoprovocado; uso incorrecto de laxantes, diuréticos y otros medicamentos) en
ausencia de atracones.
5. Síndrome de ingestión nocturna de alimentos: episodios recurrentes de ingestión de alimentos
por la noche manifestados por ingestión de alimentos al despertarse del sueño o por un consumo
excesivo de alimentos después de cenar.
• Existe conciencia y recuerdo de la ingestión.
• No se explica mejor por influencias externas, como cambios en el ciclo sueño-vigilia del individuo
o por normas sociales locales.
• Causa malestar significativo y/o problemas del funcionamiento.
• No se explica mejor por el TA u otro trastorno mental, incluido el consumo de sustancias, y no se
puede atribuir a otro trastorno médico o a un efecto de la medicación.
Epidemiología
Los TCA aparecen en su mayoría durante la adolescencia y han ido en aumento, espe-
cialmente en países de menor desarrollo1,5. Este aumento ha incluido la mayor frecuencia
de presentación en adolescentes de edades cada vez menores, de diversos estados nutri-
cionales (por ejemplo, en jóvenes con obesidad) y en varones9-11.
La prevalencia internacional de TCA en adolescentes reportada antes del DSM-5 oscilaba
entre 0,5% y 1% para AN y 1%-2% y 4% para BN12, llegando hasta 14% en el caso de
los TCA no especificados12. Con los cambios introducidos al DSM-5 aumentaron los casos
diagnosticados con AN y BN, y disminuyeron los TCA no especificados7.
En Chile, los estudios de prevalencia son escasos. Vicente y colaboradores13, encontra-
ron una prevalencia de 0,3% en el último año entre jóvenes de ambos sexos de 12 a 18
años, en una muestra nacional representativa. Por otro lado, Granillo y colaboradores14,
hallaron una prevalencia de vida de AN y BN de 3,8%, en una muestra de la comunidad de
adolescentes de sexo femenino (edad x = 14 años), de nivel socioeconómico medio a bajo,
en Santiago. Es probable que los instrumentos utilizados hayan influido en la importante
108
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES Carolina López Cárcamo y Verónica Gaete Pinto
Entre las complicaciones médicas de los TCA que pueden conducir a la muerte, se
destacan las cardiovasculares (ver capítulo 20 para mayor profundización). Estas son espe-
cialmente frecuentes entre los adolescentes con AN y, aunque la mayoría pueden ser leves
y reversibles, otras constituyen la causa de hasta un tercio de las muertes asociadas a esta
enfermedad24. Las más comunes son las estructurales (por ejemplo, derrame pericárdico,
atrofia miocárdica, prolapso de la válvula mitral y fibrosis miocárdica), las alteraciones de la
repolarización y de la conducción (tales como la prolongación y aumento de la dispersión
del intervalo QT), los cambios hemodinámicos (por ejemplo, bradicardia sinusal, hipoten-
sión, cambios ortostáticos y disfunción autonómica) y las alteraciones vasculares periféri-
cas24,25. Estas complicaciones se hacen más significativas en la medida que existe mayor
compromiso nutricional24.
La salud mental de los pacientes con TCA también suele comprometerse durante el
curso de la enfermedad, presentándose diversos problemas psicosociales y comorbilidad
psiquiátrica. Entre ellos se cuentan un aislamiento social y progresivo, un autoconcepto y
autoestima pobres y, principalmente, dificultades importantes para el logro de las tareas
109
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
110
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES Carolina López Cárcamo y Verónica Gaete Pinto
Finalmente, las relaciones familiares del adolescente con TCA, especialmente entre éste
y sus padres, sufren severamente el impacto de la enfermedad28. Los padres muchas veces
se sienten con pocas habilidades e información para ayudar en forma adecuada a sus hijos,
generándose diversos tipos de interacción que inadvertidamente contribuyen al manteni-
miento de la enfermedad, a la vez que se transforman en una fuente de estrés prolongado
que deja a los padres vulnerables a presentar ellos mismos problemas de salud mental28,29.
Presentación clínica
El cuadro clínico del TCA en adolescentes es similar al observable en otros grupos eta-
rios, aunque se pueden presentar algunas particularidades de acuerdo a la edad y género
de los adolescentes. A continuación, se describirán algunas características que se pueden
observar en jóvenes con TCA.
Un componente común en la presentación de los TCA es la escasa conciencia de
enfermedad y de motivación para la recuperación, debido a la minimización o negación
del problema existente29. Esto implica que la petición de ayuda suele ser motivada por un
tercero (familiar, otro médico que deriva, etc.) y que la consulta a un especialista se realiza
bajo cierto grado de coerción.
En términos sintomáticos, es central en casi todos los TCA la presencia de ideas so-
brevaloradas sobre el peso y la figura, la restricción alimentaria y/o los atracones30. Estos
son elementos que, en su conjunto, dominan la conducta y vida anímica del adolescente.
Resulta necesario destacar que la presentación clínica de cada caso dependerá no sólo del
tipo de TCA, sino también de los rasgos de personalidad premórbidos, las complicaciones
médicas y comorbilidad psiquiátrica asociada, y el impacto de todo lo anterior en el am-
biente del joven (cuidadores y otros).
Las conductas restrictivas son el síntoma más común entre los adolescentes y consisten
principalmente en la reducción de las porciones de comida ingerida, los ayunos (> 8 horas
sin comer), la evitación de cierto tipo de alimentos (por ejemplo, altos en carbohidratos
y grasas), y la presencia de reglas y/o rituales relacionados con la alimentación (por ejem-
plo, no mezclar grupos de alimentos en un mismo plato, no comer frente a otros, comer
siempre a cierta hora, comprar solo alimentos sin sellos, etc.). Los adolescentes tienden a
disimular estas conductas refiriendo falta de apetito, malestar abdominal, desagrado por
ciertos alimentos (que antes se disfrutaban), evitando las comidas habituales en el hogar
y en situaciones sociales mediante excusas las que se facilitan por los horarios académicos
y la mayor autonomía en la alimentación respecto de los padres (por ej., “ya comí”) o la
adopción de dietas que excluyen alimentos (por ej., vegetarianismo). Estas conductas se
traducen en una ingesta insuficiente para permitir continuar con el desarrollo y crecimiento
normal del adolescente.
El ejercicio excesivo, intenso, de alta frecuencia o de naturaleza compulsiva, es el segun-
do síntoma más frecuente entre adolescentes con TCA y puede constituir otra conducta
compensatoria. Este se asocia muchas veces a consecuencias físicas y sociales negativas (por
ej. hacer ejercicio aún estando lesionado o dejar de socializar con amigos para pasar largas
horas en el gimnasio), interfiriendo con su recuperación. También es frecuente el ejercicio
en secreto (por ej., en su habitación y de noche) para evitar comentarios o restricciones de
parte de su familia y/o equipo tratante.
111
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
Menos comunes, pero igualmente relevantes por las graves consecuencias para la salud,
son las conductas purgativas, las que son también utilizadas con el fin de controlar el peso
tras la ingesta normal o excesiva (atracón) de alimentos. Las más comunes en la adolescen-
cia son el vómito, seguido del uso de laxantes, siendo el uso de diuréticos o medicamen-
tos, poco comunes entre los adolescentes chilenos. En general, estas conductas tienden
a esconderse ya sea por culpa, vergüenza o para evitar ser obligados a suspenderlas, por
lo que pueden pasar inadvertidas incluso por años. Es importante sospecharlas cuando el
adolescente frecuenta el baño durante y después de las comidas, se encuentran laxantes
entre sus pertenencias o desaparecen algunos que se pueden tener en el hogar. Muchas
veces son las amistades cercanas de los adolescentes los primeros en alertar sobre la exis-
tencia de estas conductas.
Otras conductas destinadas al control del peso que pueden observarse en estos jóvenes
son la restricción de líquidos (especialmente en los casos tempranos) o su consumo aumen-
tado, masticar chicle sin azúcar frecuentemente para evitar comer, abuso de endulzantes y
uso de diversas sustancias con el fin de suprimir el apetito, tales como cafeína, té y tabaco
(fumar). En algunos casos puede observarse el uso de drogas ilegales además de suplemen-
tos nutricionales comercializados como inhibidores del apetito o generadores de pérdida
de peso8,31,32. En varones que son activos en el gimnasio se puede encontrar abuso de otros
suplementos, como por ej., barras y polvos de proteínas y creatina33.
Finalmente, la presencia de atracones muchas veces no es evidente ya que suelen
ser escondidos por el adolescente avergonzado, por no poder controlar su conducta.
Es por ello que éstos deben sospecharse en los casos en que existe aumento progresivo
de peso a pesar de que el joven come poco o lo normal frente a otros en las comidas
diarias.
Entre los síntomas psicológicos asociados al TCA, en la adolescencia llama la atención
el aumento marcado de la irritabilidad y ansiedad, especialmente a las horas de comida, y
la tendencia al aislamiento social.
Los síntomas médicos, en general, derivados de la restricción alimentaria, los atracones y
conductas compensatorias, así como las alteraciones al examen físico de estos adolescentes,
se describen en la Tabla 3.
En términos de estado nutricional, en general, la AN se asocia a bajo peso o desnutri-
ción, con excepción de la AN atípica, la BN a peso normal o sobrepeso, y el TA a sobrepeso
u obesidad32,34.
En cuanto a la edad de aparición, si bien los TCA pueden tener su debut en cualquier
momento de la adolescencia, generalmente la AN se inicia en la adolescencia temprana
y media (12-15 años), mientras que la BN aparecería más tardíamente (a los 16 años en
promedio)35-37. El TA, el TCA más común entre varones38, presenta dos picos de aparición
descritos en la literatura, uno alrededor de los 14 años36 y otro entre los 18 y 20 años39.
Además, existe evidencia de que estas enfermedades se estarían iniciando cada vez más
tempranamente12,40.
La presentación clínica de los TCA en estos adolescentes tempranos suele ser la más di-
fícil de reconocer y tiene más probabilidades de ser subestimada. Esto se relaciona con que
tienden a reportar menos el temor a ganar peso y a la gordura y, a negar más la severidad
de la enfermedad en relación a los adolescentes mayores.
Además, presentan más síntomas somáticos inespecíficos y es menos probable que
usen métodos purgativos o que se produzca una rápida pérdida de peso.
112
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES Carolina López Cárcamo y Verónica Gaete Pinto
201611.
En cuanto a las diferencias por sexo, la gran mayoría de los TCA se presentan en muje-
res41, aunque se estima que hay una falta de detección en varones41,42. Se ha podido obser-
var que los varones adolescentes con TCA tienen mayor preferencia por ganar musculatura
en lugar del deseo por adelgazar (con excepción de los varones con AN) y suelen ser más
frecuentemente diagnosticados como otros trastornos alimentarios y de la ingestión de
alimentos especificados en relación a las mujeres43.
Finalmente, es necesario señalar que con cierta frecuencia estos pacientes transitan
desde un tipo de TCA a otro a lo largo del tiempo (“migración diagnóstica”). Lo más común
es la migración desde una AN restrictiva hacia una AN de tipo con atracones/purgas o una
BN. La evolución desde una BN hacia una AN es mucho menos frecuente44.
Tratamiento
113
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
medad y la escasa motivación para el cambio, lo que se traduce, muchas veces, en que las
primeras consultas involucren un cierto grado de coerción por parte de la familia, colegio
u otros profesionales43.
Existe consenso en que el tratamiento de los TCA en este grupo etario debe ser inte-
gral –dado el alcance biopsicosocial de estas patologías–, y realizado de preferencia, por
un equipo multidisciplinario especializado tanto en TCA como en adolescencia, debido
a la complejidad de estas enfermedades y a las particularidades de la etapa del desarro-
llo45,46. En forma idónea, tendría que contar con un pediatra especialista en adolescencia
y profesionales del área de salud mental (psiquiatra y psicólogo) y de la nutrición (pediatra
especialista en nutrición o nutricionista), más enfermeras y otros profesionales en los casos
que requieran hospitalización45,46. Todos ellos deberían poseer especialización o un alto
grado de capacitación en el tema.
En términos de la modalidad de tratamiento, las guías internacionales para TCA, reco-
miendan el tratamiento ambulatorio como la de preferencia para adolescentes. La hospi-
talización, total o diurna de la paciente, se considera cuando su salud física o mental está
severamente comprometida o cuando el tratamiento ambulatorio ha fracasado38,46.
En líneas generales, el tratamiento de estos adolescentes comprende manejo nutri-
cional, psicológico, uso de psicofármacos para el TCA cuando está indicado y abordaje
de las complicaciones médicas y comorbilidades psiquiátricas38,48. Otro elemento esencial
en el tratamiento de los TCA en adolescentes es la inclusión parental. Los padres deben
formar parte activa y central del tratamiento desde su inicio, independiente de la edad del
adolescente29,38,48.
La psicoterapia es la intervención primaria en el tratamiento de los TCA. De acuerdo a la
evidencia disponible, la terapia conductual familiar (conocida como Family Based Therapy-
FBT) es el tratamiento más recomendado para adolescentes con AN38. Tiene por objetivo
reestablecer una relación con la alimentación saludable que permita retomar las tareas
del desarrollo interrumpidas por la aparición de la enfermedad delegando inicialmente en
los padres, la responsabilidad de realimentar a los hijos para transitar hacia una creciente
autonomía en esta y otras tareas del desarrollo. La terapia de formato individual, tal como
la Terapia Cognitivo-Conductual y su versión “mejorada” (Cognitive Behavioral Therapy-
Enhanced) y la Terapia Focalizada en la Adolescencia (AFT), también está indicada en los
casos en que el formato familiar no resulta de preferencia o no está disponible, alcanzando
resultados comparables a la de base familiar a largo plazo38,49,50. Para BN se recomiendan,
en primer lugar, las terapias cognitivo-conductuales, en formato autoayuda guiada o tradi-
cional y, en segundo lugar, la FBT para BN. La mayoría de estas terapias están respaldas por
evidencia científica, aunque predominantemente en la población adulta38,49,51. Existen pocos
estudios sobre la eficacia de tratamientos psicológicos para el TA en este grupo etario,
resultando hasta ahora más efectivas las intervenciones cognitivo-conductuales (sugeridas
como primera línea) y las terapias interpersonal y conductual-dialéctica38,52.
El manejo nutricional es parte fundamental del tratamiento, especialmente en el co-
mienzo de éste, ya que la rehabilitación nutricional resulta clave para la recuperación de
la salud física, psicológica y social del paciente38. Está dirigido a la corrección de las altera-
ciones nutricionales y la conducta alimentaria, abordando también los comportamientos
destinados al control no saludable del peso53.
En cuanto al rol de los psicofármacos, existe escasa evidencia para su uso en adoles-
centes, por lo que se recomiendan principalmente como coadyuvantes para el tratamiento
114
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES Carolina López Cárcamo y Verónica Gaete Pinto
Conclusiones
Los TCA son enfermedades muy serias que se inician habitualmente en la adolescencia y
a edades cada vez más tempranas. Se asocian a significativa morbilidad, mortalidad y com-
promiso de la calidad de vida de los adolescentes. Su pronóstico mejora significativamente
si son pesquisados y tratados en forma precoz. El tratamiento de estos adolescentes debe
ser integral y realizado, de preferencia, por un equipo multidisciplinario y especializado. La
inclusión activa de los padres de los adolescentes en el tratamiento es fundamental para el
buen pronóstico de la enfermedad.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES Carolina López Cárcamo y Verónica Gaete Pinto
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118
PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA Capítulo 10
Introducción
Dentro de los trastornos alimentarios que se presentan en la edad adulta, existen ciertos
aspectos específicos a considerar para su evaluación y abordaje terapéutico:
119
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
el contexto clínico, con una prevalencia del 50% al 70% en todos los casos de TCA7. Lo
anterior, evidenciaba una importante limitación de los sistemas de clasificación diagnósti-
ca. No obstante, con la inclusión del TA en el sistema de clasificación DSM-5, disminuyen
considerablemente los casos de TANE, y el TA se instala como el trastorno alimentario más
frecuente en la edad adulta4.
La estimación de anorexia nerviosa en la edad adulta es de un 0,4%7 y un 0,2% de
mujeres adultas mostraron sintomatología bulímica5. El porcentaje del TA entre mujeres y
hombres adultos es de un 3%, respectivamente9. Este cuadro es el más frecuente entre las
mujeres de 45 años o más, y su prevalencia alcanza un 0,61%, cuyos casos corresponden
a una manifestación crónica de los síntomas o una recaída del cuadro de inicio más tem-
prano5,8.
Migración diagnóstica
No es infrecuente observar cuadros clínicos que durante la adolescencia se presentaron
como una AN restrictiva, y en la edad adulta evolucionan a casos de BN, AN purgativa o
TA y viceversa. Lo anterior, tiene relación con la “migración diagnóstica” presente en los
TCA, donde, en lugar de tratarse de la recuperación de un trastorno al desarrollo de otro,
se trata de la evolución de un mismo trastorno alimentario. La evidencia señala que sólo un
tercio de los diagnósticos de TCA se mantiene en su diagnóstico original y que, hasta un
25% de las pacientes con BN, presentan criterios previos de AN restrictiva10. Mientras que,
la presencia de anorexia restrictiva durante la adolescencia, la subsiguiente prevalencia del
subtipo purgativo también aumenta en la adultez11.
120
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA DEL ADULTO Daniela Gómez Aguirre y Susana Saravia González
Curso de la enfermedad
Dentro de las características distintivas de un TCA en las pacientes adultas son los niveles
elevados de mortalidad y riesgo de mortalidad, en general. La mortalidad para la AN es de
un 6,51%, un 2,97% en la BN y un 1,77% en el TA13. La AN es la que presenta niveles de
mortalidad más altos durante los primeros años de iniciado el cuadro clínico, pero dichos
niveles disminuyen posteriormente. Mientras que, en la BN, el riesgo de mortalidad tien-
de a aumentar dos años después del primer ingreso a un centro de atención clínico. Las
pacientes que presentan mayor riesgo de mortalidad son aquellas que han requerido de
atención hospitalaria, lo que aumenta en la población adulta. Las causas están asociadas a
complicaciones médicas graves o suicidio, cuya última causa es mayor en BN13.
Adicionalmente, los TCA en la adultez siguen generalmente un curso crónico, lo que
se relaciona, en parte, con la escasa adherencia al tratamiento, donde entre un 20% y un
50% de las pacientes abandona prematuramente el tratamiento, con elevada incidencia
de recaída, la que incluso en pacientes que exitosamente han recuperado su peso, alcanza
hasta un 41% después de un año postalta14.
Anorexia nerviosa
Uno de los aspectos relevantes a considerar dentro del curso de la AN en la población
adulta, es la recuperación, que suele ser un proceso largo, y una proporción sustancial de
las pacientes no logra una recuperación completa. La recuperación clínica, según estudios,
es de 5 años15. La tasa no difiere entre las pacientes con AN con y sin amenorrea, siendo
66,8% y 69,1%, respectivamente. A los 6 años de seguimiento, la tasa de recuperación
para AN, según los criterios del DSM-5 y el DSM-IV, es de 52%16. No obstante, de aquel
porcentaje, 32,4% mejora, pero aún experimenta algunos síntomas, y un 19,7% sigue
enfermo17.
Bulimia nerviosa
En general, la BN tiene una edad de inicio más tardía que la AN, apareciendo en la
adolescencia tardía y adultez joven18.
La tasa de recuperación es alrededor del 50%, tanto para el DSM-5 como para el
DSM-IV, después de 6 años de seguimiento19. En este caso, los pacientes se consideran
recuperados cuando dejan de cumplir los criterios de cualquier trastorno alimentario en el
seguimiento.
121
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
Evaluación clínica
La importancia del impacto agudo y crónico de los TCA en adultos, tanto desde lo
médico como lo psicológico, requiere que los mecanismos de evaluación utilizados sean
concordantes con la gravedad de estos trastornos. Además, la resistencia y escasa concien-
cia de enfermedad presente en los pacientes con el tratamiento, aumenta la dificultad en
el abordaje de estos trastornos ya complejos.
De esta forma, la clínica específica de los TCA y las diversas y graves complicaciones
médicas que pueden sufrir estos pacientes, a lo largo de su evolución, hace necesaria la
colaboración de un médico clínico. Además del médico de atención primaria, resulta funda-
mental la participación de diversos profesionales de la salud, cada uno en su especialidad,
para tratar los amplios aspectos médicos del trastorno. El médico a cargo de la salud física
del paciente es el encargado de decidir las interconsultas a los especialistas que considere
necesario. No obstante, la evaluación por especialistas debe realizarse en conjunto con la
rehabilitación nutricional y las intervenciones psicoterapéuticas.
Como bien se menciona, en adultos con TCA de larga evolución es frecuente la presen-
cia de complicaciones médicas graves o crónicas, por lo que es esencial el seguimiento con
evaluación física continuada para prevenir riesgos médicos graves. El seguimiento por parte
del médico en pacientes con un TCA debe ser de forma regular. La frecuencia dependerá
de las complicaciones médicas asociadas y la cronicidad y gravedad del trastorno. En pacien-
tes estables, los controles con el médico pueden realizarse cada tres meses y deben incluir
anamnesis, exploración física y análisis sanguíneos generales, en función de los síntomas
que presente. Los controles deben ser más frecuentes, si el médico observa complicaciones
médicas o se presentan en el paciente indicadores de deterioro.
Se deberán comparar, además, los registros previos y actuales del paciente de los valo-
res de peso, talla e índice de masa corporal IMC. El IMC normal en el adulto se encuentra
entre 18 y 23 kg/m2 23.
La evaluación de personalidad es importante en la evaluación de pacientes con un tras-
torno alimentario, así como también la presencia de un trastorno comórbido. Esto debido
a que los trastornos de personalidad parecen mediar el resultado general del TCA24. Se ha
observado que la combinación de trastornos alimentarios y de personalidad pueden requerir
tratamientos terapéuticos extensos y más elaborados25.
122
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA DEL ADULTO Daniela Gómez Aguirre y Susana Saravia González
Tratamiento
Todo tratamiento eficaz para los TCA, además de contar con la colaboración activa del
paciente durante el tratamiento, lo que se debe alcanzar de forma gradual, debe adoptar
una estrategia terapéutica que trate a la enfermedad de manera multimodal e integral.
Independientemente de los diversos especialistas que abordan de manera individualizada el
trastorno en la paciente, la atención proporcionada en el tratamiento de los TCA del adulto,
debe incluir al médico psiquiatra, nutricionista y psicólogo, tríada que constituye una base
terapéutica esencial mínima.
El abordaje terapéutico de pacientes adultas con un TCA presenta algunas características
diferenciales respecto a los abordajes tradicionales utilizados en pacientes adolescentes.
Excepto en un grupo minoritario de pacientes en las que el TCA ha surgido de forma tardía,
habitualmente, quien acude para tratamiento en la edad adulta, ya tiene una historia previa
de fracasos terapéuticos en el que los tratamientos tradicionales no han sido suficientes
para lograr la remisión completa del cuadro. Su carácter crónico y escasa adherencia a las
indicaciones médicas, a menudo son la fuente del fracaso terapéutico y el empeoramiento
del pronóstico. Debido a lo anterior, es que suele no resultar apropiado repetir abordajes
terapéuticos que se han mostrado ineficaces previamente con la paciente. Y el trabajo inicial
con estas pacientes debe contemplar el adherirlas a la posibilidad de cambio.
Adicionalmente, en las pacientes adultas, quienes generalmente presentan un cuadro
de larga evolución, el trastorno ya tiene un inmenso valor en la mente de la paciente, por
lo que la gran mayoría carece de motivación para recuperarse y se resisten a los intentos
de ayuda. Especialmente, las pacientes con AN, trastorno que se ha considerado como uno
de los más complejos de tratar, debido principalmente a la gran resistencia a participar en
el proceso terapéutico, el temor a aumentar el peso corporal y la negación de la gravedad
de la enfermedad. Es por esto que, una proporción de las pacientes busca únicamente un
alivio temporal de las consecuencias físicas y psicológicas de la enfermedad, o tratar eventos
adversos. Lo anterior, termina por configurar un curso prolongado de la enfermedad, con
tratamientos inconclusos y deserciones recurrentes, altas tasas de recaídas, hospitalizaciones
consecutivas y, como consecuencia, la tendencia a la cronicidad. La duración e intensidad
del trabajo terapéutico resulta fundamental en estos casos.
El trabajo motivacional es fundamental en pacientes adultas con un TCA. Este supone
observar hacia atrás con la paciente y entender lógica, pero sobre todo emocionalmente,
cuándo, cómo, por qué y, principalmente, para qué empezó su enfermedad. Esto último
suele ser más importante en pacientes de larga evolución.
Dentro de los objetivos terapéuticos, en pacientes adultos de larga evolución, está el que
las pacientes vuelvan a asumir el control de sus vidas sin necesitar los síntomas alimentarios
y desarrollar habilidades de forma paralela a la presencia de la enfermedad.
El modelo cognitivo-conductual para trastornos de la conducta alimentaria (CBT) ha sido
el de mayor relevancia en el tratamiento de los TCA de adultos. Este modelo está orienta-
do a normalizar la alimentación, el peso y las conductas de control de peso y, les enseña
123
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: CLASIFICACIÓN Y CLÍNICA
Conclusiones
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125
PARTE I: GRUPOS ESPECIALES Capítulo 11
Emilio J. Compte
Introducción
Influencias socioculturales
Con el objetivo de evaluar en qué medida fue cambiando la presión social sobre el cuer-
po de los varones, se replicaron investigaciones previamente desarrolladas en mujeres, con
127
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
Tabla 1. Propuesta para los criterios diagnósticos de la dismorfia muscular (Pope et al. 1997)
1. La persona tiene una preocupación con la idea de que su cuerpo no es lo suficientemente libre de
grasa y musculoso.
2. La preocupación provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras
áreas importantes de la actividad del individuo, como lo demuestra al menos dos de los siguientes
cuatro criterios:
A. El individuo con frecuencia renuncia a importantes actividades sociales, laborales o recreativas
debido a una necesidad compulsiva de mantener su entrenamiento y calendario de la dieta.
B. El individuo evita situaciones en las que su cuerpo puede ser expuesto a otros o afronta dichas
situaciones con elevado estrés o intensa ansiedad.
C. La preocupación en relación al inadecuado tamaño del cuerpo o musculatura provoca estrés
clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad
de individuo.
D. El individuo continúa practicando actividad física, la dieta o el consumo de sustancias para aumen-
tar el desarrollo muscular a pesar de las consecuencias físicas y psicológicas adversas.
3. El principal foco de la preocupación y las conductas es ser demasiado pequeño o inadecuadamente
musculoso, distinguiéndose del miedo a engordar como en la anorexia nerviosa, o en otros aspectos
de la apariencia, como en otras formas del trastorno dismórfico corporal.
128
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN VARONES Emilio J. Compte
Evaluación
129
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
Tylka et al. (2005)3 Male Body Attitudes Scale 24 3: Preocupación por la grasa
corporal / Preocupación por la
Musculatura / Preocupación por
la altura
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130
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN VARONES Emilio J. Compte
Caso Clínico1
David era varón de 14 años, que se presentó para el tratamiento de AN después de un período de pérdida
de peso sostenido durante aproximadamente 4 meses. Durante la evaluación, reportó un claro deseo de
perder peso y un miedo persistente a aumentar de peso, prácticas dietéticas rígidas y restrictivas, ejercicio
excesivo y el uso intermitente de laxantes. Además, su percentil de peso había pasado del percentil 57
para el peso corporal normalizado según la edad y la talla, a la edad de 13 años, al percentil 19 a los 14
años, momento en el que fue hospitalizado debido a bradicardia aguda y anomalías en los electrolitos
sanguíneos.
Después del alta hospitalaria, David se sometió a tratamiento ambulatorio para la AN, con una mar-
cada ansiedad por el aumento de peso y el consumo de cualquier alimento por fuera de su esquema
alimentario. Luego de 6 meses, fue capaz de consumir gradualmente alimentos que había previamente
restringido, dejó de realizar ejercicio orientado a la pérdida de peso y aumentó su peso corporal. Además,
pudo comer espontáneamente (sin supervisión paterna), incluso reportando un deseo de aumentar de
peso y sin mostrar indicios de conductas o actitudes orientadas a perder peso, ya que su peso aumentaba
constantemente durante el tratamiento. En consecuencia, y en el contexto de la estabilidad médica, fue
dado de alta del tratamiento con un peso corporal en el percentil 55, consistente con su trayectoria de
peso premórbida.
En un seguimiento rutinario a los 6 meses, David presentó un peso corporal en el percentil 78 e informó
una angustia significativa alrededor de su cuerpo, aunque ahora se centró en la musculatura y en un im-
pulso para ganar peso. Se describía a sí mismo como “demasiado pequeño” y reportó una rígida adhesión
a una dieta de alto valor proteico calculado meticulosamente, junto con un régimen intenso de ejercicios
para el desarrollo muscular. Al hablar de su impulso por la musculatura y el aumento de peso, David notó
que esto comenzó una vez que sus padres le dijeron que “tenía que ganar peso” durante el proceso de
recuperación de peso del tratamiento ambulatorio. Durante este tiempo, David comentó sentir que, si era
absolutamente necesario aumentar de peso, entonces debería ser todo músculo y no grasa.
Retrospectivamente, David informó que a medida que sus intentos por perder peso se vieron reducidos
durante el proceso de realimentación del tratamiento, su obsesión por la delgadez fue reemplazada por
un impulso por la musculatura igualmente intenso, que sintió que era reforzado por sus padres, quienes
estaban aliviados, porque estaba ganando peso. Sin embargo, durante esa transición, su angustia subje-
tiva en torno a la apariencia de su cuerpo se mantuvo intacta. Los padres de David dieron testimonio del
desarrollo de su deseo por incrementar su musculatura y aumentar de peso, señalando que esto surgió
durante el proceso de realimentación del tratamiento de AN, aunque ellos y el terapeuta de David lo
conceptualizaron como un comportamiento orientado hacia la recuperación y no lo consideraron una
preocupación. Durante la entrevista de seguimiento, David describió subjetivamente la intensidad de su
impulso para la musculatura como 100/100 y su impulso para la delgadez como 0/100. En consecuencia,
fue referido a un tratamiento especializado para la alimentación desordenada orientada a la musculatura.
Referencia
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De igual manera, los cambios incluidos en los criterios diagnósticos en la última versión
del DSM16, en particular la eliminación del criterio de amenorrea para AN, la flexibilización
en las frecuencias de atracones y purgas en el diagnóstico de BN, el reconocimiento del
trastorno por atracón (TA) como un diagnóstico específico, y la incorporación del trastor-
no por evitación/restricción de la ingesta de alimentos (TERIA), parecen contribuir a una
epidemiología más equivalente entre ambos sexos2. De más está aclarar que la presencia
de amenorrea como criterio diagnóstico de la AN impedía la identificación de varones bajo
esa condición; sin embargo, cabe destacar que la flexibilidad en frecuencia de métodos de
131
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
Perspectiva transdiagnóstica
La frecuente migración diagnóstica dentro de las formas tradicionales de TCA (AN, BN,
TA), llevó a Fairburn y colaboradores23 a desarrollar el modelo transdiagnóstico de los TCA,
el cual postula que, a pesar de las diferentes manifestaciones, todas las formas de TCA
comparten una psicopatología nuclear asociada a la sobrevaloración del peso, la figura y
su control23. Sumado a ello, el modelo propone que en todas las formas de TCA, cuatro
constructos clave y externos a la psicopatología alimentaria nuclear contribuyen al mante-
nimiento del cuadro clínico, siendo estos constructos el perfeccionismo, la baja autoestima,
las dificultades interpersonales y la intolerancia emocional23.
Si bien el modelo fue originalmente pensado y desarrollado en población femenina,
también podría aplicarse a la problemática masculina en torno a la imagen corporal y el
comportamiento alimentario alterado. En este sentido, se han descrito antecedentes de
TCA en casos de DM desde sus primeras descripciones5,6, los que recuerdan a la migración
diagnóstica frecuentemente observada en las formas tradicionales de TCA. En este sentido,
han sido descritos casos clínicos de transición entre una alimentación alterada orientada al
descenso de peso, hacia una alimentación alterada al desarrollo de musculatura (ver Caso
Clínico). En este contexto, Murray y colaboradores (2012), evaluaron en qué medida los
constructos asociados al mantenimiento de los TCA, según el modelo transdiagnóstico, se
encontraban asociados a la DM en una muestra de universitarios varones. El estudio identi-
ficó que tanto las dificultades en la regulación de la emoción, el perfeccionismo y una baja
autoestima presentaban valor predictivo para la DM24. Según los autores, el modelo trans-
diagnóstico de los TCA puede aplicarse potencialmente para mejorar nuestra comprensión
del mantenimiento de la DM y los TCA en varones, que a su vez puede tener importantes
ramificaciones para el tratamiento de este trastorno. Los constructos implicados en el man-
tenimiento de los TCA están basados en la investigación científica y la utilidad clínica de
su abordaje se encuentra bien establecida25. Por lo tanto, que la evidencia sugiera que los
mismos constructos están implicados en el mantenimiento de la DM permitirá el desarrollo
de intervenciones desde una base teórica y empírica más amplia, sobre todo en ausencia de
tratamientos empíricamente validados para el tratamiento del comportamiento alimentario
alterado en varones, en todas sus formas.
Conclusiones
A pesar del creciente interés científico por las formas masculinas de insatisfacción
corporal y el comportamiento alimentario alterado en varones, el conocimiento sobre los
132
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN VARONES Emilio J. Compte
Si tenemos en cuenta que los TCA se encuentran entre los trastornos psiquiátricos más
perniciosos, con altas tasas de mortalidad, comorbilidades médicas multisistémicas y un
curso de enfermedad a menudo crónico y recurrente2, una correcta evaluación diagnóstica
de esta problemática en población masculina contribuirá a una temprana intervención
impactando positivamente en su pronóstico y tratamiento3. Esto cobra vital importancia
cuando se consideran bajas tasas de búsqueda de tratamiento por parte de personas con
síntomas de TCA26.
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134
PARTE I: GRUPOS ESPECIALES Capítulo 12
Emilio J. Compte
Introducción
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son desórdenes caracterizados por una
excesiva preocupación por la comida, el peso y la apariencia física, y desarrollo de compor-
tamientos desadaptativos del control del peso y la figura1,2. El continuo de la alimentación
alterada al TCA se inicia en el desarrollo de dietas saludables, luego supone el desarrollo
de formas más extremas de restricción y ayuno (restricción crónica), para luego expresarse
mediante la presencia de conductas que aumentan el riesgo clínico (purgas, estrategias de
deshidratación pasivas y activas, consumo de anfetaminas, ejercicio físico excesivo, etc.)3. En
este sentido, los deportistas han sido considerados una población de riesgo para el desarro-
llo de un TCA, como consecuencia de la presión sobre el peso corporal y el desempeño que
supone la práctica deportiva, principalmente en aquellos atletas que compiten en disciplinas
en las cuales existen categorías por peso o éste supone una ventaja competitiva3. En este
sentido, la epidemiología de los TCA muestra mayores tasas de prevalencia en deportistas
que en no deportistas4. En consecuencia, dada la gravedad que puede implicar un TCA y la
frecuencia en la que esta condición se observa en deportistas, es importante analizar las ca-
racterísticas específicas en esta población, como también los factores de riesgo asociados al
desarrollo de TCA en deportistas, y las estrategias de intervención y prevención disponibles.
Prevalencia
En los últimos años se han llevado a cabo un considerable número de estudios epide-
miológicos que contribuyen a la comprensión de los TCA en deportistas3. Estos estudios,
cabe la aclaración, se han desarrollado utilizando diferentes metodologías (por ejemplo,
estudios en dos etapas con cribado y entrevista clínica, estudios en una sola etapa mediante
instrumentos de autoinforme utilizando puntos de corte, etc.) y/o diferentes estrategias de
evaluación (por ejemplo, diferentes instrumentos, identificación de TCA versus identifica-
ción de síntomas de TCA, etc.), que dificultan su comparación. A pesar de ello, diferentes
estudios ubican a la prevalencia de TCA en deportistas mujeres entre un 0% y un 32,8%,
y en deportistas varones entre un 0% y un 10,4%3. Asimismo, al ser evaluada la presencia
síntomas de TCA, éstos han sido observados en mujeres deportistas entre un 18,2% y un
44,9%, a la vez que en deportistas varones estos síntomas fueron identificados entre un
10,4% y un 19,2%3. En relación a la prevalencia de vida, un estudio desarrollado en una
muestra de más de 2.000 atletas entre 12 y 35 años, se identificó una tasa del 11,2% para
deportistas mujeres y del 5,5% para varones5. En el mencionado estudio, la mayor propor-
ción de participantes mujeres con TCA representaban deportes de resistencia y estéticos,
135
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
mientras que en el caso de los varones fueron observados más casos de TCA en deportes
con categorías de peso como la lucha y el boxeo5. Asimismo, se identificó a los TCA como
uno de los trastornos psicológicos más prevalentes entre deportistas, incluso en mayor
proporción que los trastornos del estado del ánimo3,5.
*La dismorfia muscular es considerada una forma de TCA que afecta principalmente a hombres, y se la ha
relacionado con la presión social el ideal corporal musculoso. Su principal característica es una persistente y
acusada preocupación por incrementar el tamaño físico y el desarrollo muscular, que conduce al desarrollo
de conductas de protección de la apariencia, a un estricto y disfuncional patrón en el comportamiento ali-
mentario y el ejercicio físico. Es considerada desde sus orígenes como el análogo masculino de la anorexia
nerviosa23.
136
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN DEPORTISTAS Emilio J. Compte
137
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
el equipo; las necesidades individuales están subordinadas a las necesidades del equipo.
Similarmente, individuos con anorexia nerviosa raramente toman decisiones en función de
sus propias necesidades; en su lugar suelen considerar lo que ellos creen que los demás
quieren de ellos mismos. Sumado a esto, diferentes estudios han descrito en deportistas
actitudes positivas hacia la tolerancia al dolor, al punto de considerar al sufrimiento como
un requisito del deporte. Así, la realización de sacrificios, la aceptación de riesgos físicos y
el dolor han sido actitudes descritas por deportistas de ambos géneros en diferentes disci-
plinas13,14. Similarmente, se ha observado en individuos con anorexia nerviosa la capacidad
de sostener el ejercicio físico a pesar del deterioro asociado a la enfermedad, la presencia
de lesiones o el persistente ánimo negativo e irritabilidad, a consecuencia de la restricción
alimentaria13.
En población general (no deportistas), se han observado diferencias en cuanto a las
presiones y expectativas sociales en cuanto al ideal corporal según el género15-18. En este
sentido, Pope y colaboradores19 han sugerido que la anorexia nerviosa y la dismorfia mus-
cular representan para cada uno de los sexos el síndrome clínico que refleja la búsqueda
patológica de tales ideales corporales: delgado en mujeres y musculoso en varones. De tal
manera, diferentes estudios han sugerido considerar la influencia que puede generar la re-
lación entre género y exigencias específicas sobre el físico en el desarrollo de TCA en depor-
tistas3,8. Por ejemplo, se ha sugerido considerar el riesgo de desarrollar dismorfia muscular
en varones que realizan actividades deportivas orientadas a incrementar el tamaño físico,
lo cual puede ser evidente a partir de la presencia del consumo de suplementos proteicos
o de esteroides anabolizantes en casos más extremos, y un patrón disfuncional en torno a
la alimentación y el ejercicio físico3,16.
138
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN DEPORTISTAS Emilio J. Compte
Figura 1. Enfoque centrado en el paciente. La atención multidisciplinaria de pacientes deportistas con tras-
tornos alimentarios debe incluir médicos, profesionales de la salud mental y nutricionistas. La comunicación
regular entre los miembros del equipo interdisciplinario facilita el intercambio de información clínicamente
relevante
Conclusiones
139
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
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141
Capítulo 13 PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
Introducción
Por muchos años la literatura ha descrito una relación entre los trastornos de la conduc-
ta alimentaria (TCA), la insatisfacción asociada a la imagen corporal y la orientación sexual
y/o identidad de género.
Este capítulo tiene como objetivo presentar un estado actualizado de la cuestión con-
siderando los últimos estudios internacionales hechos en población LGBT y la prevalencia
de los TCA en esta población.
El término LGBT fue adoptado por la mayoría de las comunidades de minoría sexual y
de identidad de género en los años noventa. Este término se aplica a las lesbianas (mujer
homosexual), a los gays (hombre homosexual), a los bisexuales (hombres y mujeres) y a las
personas transgéneros. La mayoría de los estudios epidemiológicos que han investigado la
prevalencia de los TCA en las minorías sexuales han aplicado esta terminología para definir
la población estudiada1.
El término lesbiana, gay y bisexual se usa para definir a personas (hombres y mujeres)
que sienten atracción sexual hacia miembros del mismo sexo (homosexual). Cuando se
refiere a una mujer homosexual se utiliza el término lesbiana; cuando se refiere a un hom-
bre homosexual se utiliza el término gay, o hacia ambos, bisexual. Esto corresponde a la
orientación sexual del individuo, es decir, a la capacidad de una persona (independiente del
sexo biológico y de la identidad de género) de sentir atracción sexual, emocional y afectiva
hacia otra persona (de otro género, del mismo género o de ambos). Otras tipologías de
orientación sexual han ido surgiendo como forma de identificación de algunos individuos:
pansexualidad, asexualidad, polisexualidad. Ahora bien, los estudios científicos no incluyen
este tipo de orientaciones sexuales. Actualmente la orientación sexual se considera como
un espectro, es decir, como no binaria.
La identidad de género refiere a la percepción subjetiva del individuo en cuanto a
la identificación que hace de sí mismo con un género (hombre, mujer, otro); esta iden-
tificación subjetiva puede corresponder o no con el sexo biológico y es independiente
de la orientación sexual. A la identidad de género se le ha llamado “sexo psíquico”. El
término transgénero describe, a su vez, a un grupo diverso de personas quienes no se
identifican y/o no se presentan de acuerdo al género asignado al nacer (sexo biológico).
Las identidades transgéneros corresponden a hombres o mujeres transgéneros quienes
feminizan o masculinizan –respectivamente– sus cuerpos a través de la expresión de
142
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN POBLACIÓN LGBT Macarena Zuleta Zahr
género. Cabe mencionar que se entiende por expresión de género a la manera en que
el individuo expresa su género a través de la vestimenta, comportamientos, intereses y
afinidades, a través de tratamientos hormonales y/o de cirugía de reasignación sexual.
Las identidades transgéneros también reagrupan a individuos que no se identifican y/o
no se presentan con la expresión de género dicotómica hombre/mujer (ej. genderqueer,
pangénero, bigénero). El término Q –proveniente de la palabra “Queer”, que significa en
inglés aquello que es diferente a la norma, a lo establecido– se adopta posteriormente
para incluir a este grupo de personas1.
La complejidad de la experiencia humana hace que el individuo sea la combinación de
todos estos elementos: sexo biológico, orientación sexual, identidad de género y expresión
de género. Estos elementos son independientes entre sí y combinados conforman la identi-
dad del individuo. Para ser más exactos en la comprensión de la experiencia de la diversidad
sexual humana, hay que considerar que la orientación sexual se define desde la identidad
de género, es decir que con respecto a una mujer transgénero (sexo biológico asignado al
nacer masculino) la orientación sexual homosexual, heterosexual o bisexual se define desde
su propia identificación como mujer (identidad de género); es decir, que como mujer trans-
género puede sentirse atraída física y emocionalmente hacia los hombres (heterosexual),
hacia las mujeres (homosexual) o hacia ambos (bisexual). Lo mismo ocurre con un hombre
transgénero (sexo biológico asignado al nacer femenino), quien se identifica como mujer
(identidad de género) y que puede sentirse atraído física y emocionalmente hacia las mu-
jeres (heterosexual), hacia los hombres (homosexual) o hacia ambos.
Esta complejidad implica tener en cuenta que las personas gays, lesbianas, bisexuales
y transgéneros constituyen un grupo bastante heterogéneo y que la generalización de los
resultados de estudios de un grupo (ejemplo, personas gay) a toda la población LGBT no es
válida1. No es válida, además, ya que dentro de una categoría de población diversa pueden
existir diversos subgrupos que se han construido socialmente, basándose en aspectos como
la feminidad, la masculinidad y la imagen corporal. Un ejemplo, es el grupo de los “Osos”
dentro de la cultura gay, compuesto por hombres homosexuales de corpulencia robusta,
con mucho pelo y de aspecto masculino.
Se adiciona a lo mencionado anteriormente que estas categorías pueden superponer-
se entre sí (se puede ser gay y trans, lesbiana y trans, heterosexual y trans, entre otras) y
las investigaciones no toman en cuenta estos niveles de independencia de la experiencia
humana, sólo incluyen como objeto de estudio a un nivel: por ejemplo, los estudios sobre
población trans no toman en cuenta las diferentes orientaciones sexuales de la población de
estudio. Estudiar el fenómeno es, por lo tanto, bastante complejo y para la lectura de este
capítulo hay que tener en cuenta esta limitación metodológica con respecto a los criterios
de inclusión y de definición de la población estudiada.
Otra limitación metodológica a tomar en cuenta antes de proceder con este capítulo,
refiere a que la mayoría de las investigaciones relacionadas con los TCA en población
LGBT no utilizan los diagnósticos establecidos de los TCA propiamente tal (anorexia
nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracón); si no que incluyen diferentes desór-
denes de la conducta alimentaria como indicadores de comportamientos alimentarios
patológicos (ejemplo, restricción alimentaria, vómitos, uso de laxantes o pastillas para
bajar de peso, etc.). La prevalencia de estos desórdenes de la conducta alimentaria se
utiliza luego para hacer una proyección sobre la prevalencia de los TCA en la población
de estudio (LGBT).
143
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
144
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN POBLACIÓN LGBT Macarena Zuleta Zahr
a continuación, variados estudios han reportado una asociación entre orientación sexual
diversa (especialmente entre los hombres homosexuales y personas transgéneros) y un
aumento del riesgo asociado a la presencia de desórdenes alimentarios y preocupaciones
corporales.
Los datos actuales sobre los TCA en jóvenes de la población general muestran que
existe un aumento del riesgo del desarrollo futuro de patologías psiquiátricas graves
–comorbilidades– como desórdenes ansiosos, depresión, abuso de sustancias y conductas
de autodaño (incluidas el suicidio).
Los TCA forman parte del grupo de patología mental con más alta prevalencia de
mortalidad (se cuentan causas físicas asociadas al TCA y el suicidio)3,4. Estos datos son
considerados de particular importancia para la población LGBT debido a la alta vulnerabi-
lidad psicológica y su impacto en el aumento del riesgo de desarrollo de comorbilidades
psiquiátricas, incluidas en ellas los TCA. Un aspecto a tomar en cuenta es que la depresión
ha sido identificada como una comorbilidad frecuente de los TCA; la depresión es igual-
mente de alta prevalencia en la población LGBT. Esta interacción de los TCA y la depresión
(que ha sido identificado a su vez como un factor predictor y de mantención de los TCA,
en particular de la bulimia nerviosa) haría suponer un aumento del riesgo de desarrollo de
un TCA en la población LGBT1.
Por otro lado, la mayoría de los TCA emergen durante el período de la adolescencia.
Este período del desarrollo también constituye un momento crítico para el desarrollo de la
orientación sexual, por lo que no sería sorprendente que los TCA afectaran en particular a
la juventud más vulnerable, es decir, la población LGBT3.
145
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
Los estudios han demostrado que los hombres con orientación sexual diversa (hombres
gay y bisexuales) son más propensos que los hombres heterosexuales a ser diagnostica-
dos con algún TCA, presentan más insatisfacción corporal y/o son más propensos a una
alimentación restrictiva, tienen más preocupaciones corporales (peso y forma) y son más
propensos a desarrollar alteraciones del comportamiento relacionadas al peso (ej. uso de
esteroides, anabólicos)3,8.
Varias hipótesis sobre la mayor prevalencia de TCA en hombres gay y bisexuales han
sido expuestas. Algunos estudios han mostrado que los hombres gays dan todavía más én-
fasis a la apariencia física a la hora de elegir una pareja que los hombres heterosexuales; si-
guiendo esta hipótesis, se ha encontrado que los hombres gays son más propensos a hacer
dieta (restricción alimentaria) y que tienen un ideal corporal más delgado que los hombres
heterosexuales (aunque los estudios no son unánimes al respecto en este último punto)4.
Por lo tanto, los hombres gay tendrían más riesgo de desarrollar un TCA, dado que
presentarían más frecuentemente un comportamiento alimentario restrictivo; la restricción
alimentaria ha sido el factor gatillante sistemáticamente encontrado en la aparición de los
TCA (en particular la anorexia nerviosa). Además, basados en ciertos estudios, algunos
autores plantean la hipótesis que los hombres gays podrían tener mayor discrepancia entre
la imagen corporal ideal y la imagen corporal percibida, lo que a su vez puede incrementar
la restricción alimentaria y la insatisfacción corporal; ambos factores de riesgo para el de-
sarrollo de un trastorno alimentario4.
Ahora bien, la relación entre la orientación sexual y la patología alimentaria podría
atribuirse simplemente –o además– al elevado nivel de riesgo de desarrollo de patologías
psiquiátricas en la población no-heterosexual. Un factor de riesgo potencial y que ha sido
repetidamente encontrado en las minorías sexuales, así como en los TCA, es la alta preva-
lencia de depresión4,8.
Se podría afirmar entonces, que la orientación sexual en los hombres predice de manera
significativa la insatisfacción corporal y el riesgo de desarrollo de un TCA. Adicionalmente,
aspectos como la homofobia internalizada, la homonegatividad (actitudes y percepciones
negativas que un hombre gay puede tener hacia la homosexualidad en general y hacia su
propia orientación sexual) y una sexualidad egodistónica pueden contribuir al autodesprecio
y al autodaño. Los TCA pueden ser una manifestación de aquella vulnerabilidad emocional
y psicológica, en donde los síntomas depresivos pueden ser factores de riesgo para el de-
sarrollo del TCA y/o una comorbilidad10.
146
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN POBLACIÓN LGBT Macarena Zuleta Zahr
lo tanto, de restringir la ingesta alimentaria. Una hipótesis avanzada por los autores es que
en la comunidad lesbiana y bisexual habría una mayor aceptación de la imagen corporal
más robusta, por lo que las mujeres lesbianas y bisexuales se sentirían más satisfechas de
su imagen corporal, siendo aquello un factor protector para el desarrollo de un TCA3,4,10.
Sin embargo, existen otros estudios que han encontrado la orientación sexual femenina
homosexual como un factor de riesgo para la presencia de los TCA, al igual que la orienta-
ción homosexual en los hombres1,3,15. Estudios realizados en los Estados Unidos en pobla-
ción juvenil, arrojan que adolescentes que se identifican como lesbianas, gays y bisexuales
muestran una mayor prevalencia de atracones y de uso de purgas. Datos obtenidos del
“Youth Risk Behavioral System Survey” -también en los Estados Unidos de los años 2005 y
2007- confirmarían que los jóvenes gays, lesbianas y bisexuales son significativamente más
propensos a tener comportamientos purgativos y a usar pastillas para adelgazar3.
Con respecto a la orientación sexual femenina diversa y la prevalencia de los TCA es,
por lo tanto, bastante difícil sustraer conclusiones. Se necesitan estudios más precisos no
sólo en los criterios de inclusión de una determinada población (mujeres lesbianas o mujeres
bisexuales), sino que también en los criterios diagnósticos de los TCA.
147
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
autoevaluación corporal más negativa, así como dificultades para conformarse una imagen
corporal satisfactoria y congruente. La angustia corporal estaría sobre todo ligada a las
partes del cuerpo que son susceptibles de recordar al sexo biológico no deseado. Muchas
investigaciones sobre satisfacción corporal y población trans se han focalizado en partes
del cuerpo con características sexuales susceptibles de ser modificadas gracias a tratamien-
tos hormonales y/o cirugías de reasignación sexual. Los estudios muestran que este tipo
de tratamientos son capaces de disminuir la insatisfacción corporal y aliviar el sufrimiento
provocado por ésta1,3,10,16. Este aumento en la satisfacción corporal postratamiento estaría
ligado a una mayor congruencia entre las partes del cuerpo con características sexuales y
la identidad de género deseada.
Con respecto a la población transgénero y la relación con los TCA se ha especulado que
para los hombres transgéneros (sexo biológico femenino) la lucha por la delgadez –con con-
siguiente restricción alimentaria– sería una manera de buscar una imagen corporal que co-
rresponda a los ideales culturales femeninos asociados a la belleza y la atracción sexual. Por
otro lado, para las mujeres transgéneros (sexo biológico masculino) la lucha por la delgadez
sería una forma de reducir el peso corporal con el objetivo de suprimir las características
sexuales y rechazar la feminidad10,16. Más investigación focalizada y específica se necesita
para probar estas hipótesis ya que los pocos estudios efectuados no son concluyentes.
En suma, hasta la fecha lo que se puede concluir es que existe una relación entre pobla-
ción transgénero e insatisfacción corporal y los estudios han mostrado que los tratamientos
(hormonales y quirúrgicos) reducen la insatisfacción corporal en esta población. Sin embar-
go, no se puede determinar una relación entre esta insatisfacción corporal en las personas
transgéneros y una mayor prevalencia de desórdenes en la conducta alimentaria ni, por
lo tanto, proyectar una mayor prevalencia de TCA. Como refieren Jones y colaboradores
“quizás en la población trans la insatisfacción corporal no se manifiesta en un trastorno de
la conducta alimentaria ya que las personas trans están disconformes con partes del cuer-
po que no pueden ser modificadas a través de la restricción alimentaria (manos, caderas,
hombros, etc.)”16.
Conclusiones
A pesar de la extensa literatura que sugiere una relación entre la población LGBT y la
vulnerabilidad para el desarrollo de los TCA, hemos visto que sustraer generalidades se hace
bastante difícil y sería, además, inadecuado. Esta dificultad está relacionada a la alta com-
plejidad de la población de estudio (LGBT es un grupo bastante heterogéneo), así como a la
dificultad asociada a la obtención de una muestra de la población específica (por ejemplo,
persona transgénero gay) en la cual se pueda identificar el conjunto de criterios necesa-
rios para el diagnóstico de un TCA. La mayoría de los estudios (salvo estudios suficientes
hechos en población gay) hacen, por lo tanto, proyecciones sobre el riesgo de prevalencia
de un TCA basados en comportamientos alimentarios considerados patológicos (lo que los
estudios llaman desórdenes alimentarios).
Con respecto a la prevalencia de los desórdenes alimentarios en población LGBT se
puede concluir:
• Existe una relación entre el riesgo de desarrollo de TCA y los hombres gays. Los estudios
son contundentes en mostrar que este grupo de la diversidad sexual tiene más riesgos
de sentir insatisfacción corporal, son más propensos a padecer de TCA y reportan más
148
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN POBLACIÓN LGBT Macarena Zuleta Zahr
prácticas de control ponderal poco saludables. Los estudios en esta población específica
son más numerosos y metodológicamente exactos por lo que se puede concluir que
existe una mayor prevalencia de TCA entre los hombres gay.
• Existe una relación entre el grupo de personas transgénero (a pesar de su heterogenei-
dad) y la insatisfacción corporal. Sin embargo, la insatisfacción corporal, a pesar de ser
un factor de riesgo en población general para el desarrollo de un TCA, pareciera no
serlo en esta población.
• Por otro lado, las investigaciones parecieran indicar que los niveles de insatisfacción cor-
poral y de la presencia de TCA son más altos entre las personas que se relacionan sexual
y afectivamente con hombres (mujeres heterosexuales, hombres homosexuales, incluso
algunos estudios muestran a hombres transgéneros que se relacionan con hombres). La
pregunta de investigación a explorar con más detalle sería más bien: ¿ser el objeto del
deseo sexual masculino constituye un factor de riesgo para la emergencia de un TCA?
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149
Capítulo 14 PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
La edad reproductiva es donde hay una mayor prevalencia de TCA. A pesar de esto,
poco se ha estudiado el periodo perinatal. Cifras internacionales reportan que se presenta
en un 3%-5,3% ante parto y en un 7,2%-12,8% en el postparto1,2.
El embarazo modifica tanto la presencia como el curso de un TCA, en mujeres que
tienen historia de haberlo padecido o que lo tienen activo al momento de quedar em-
barazadas3. Esto se debe a que puede ser un periodo de mayor estrés y ansiedad para
algunas mujeres, asociado al aumento de peso y el cambio en la figura corporal, los cua-
les pueden llevar a una recaída o al empeoramiento del TCA. A la inversa, el TCA puede
mejorar debido a las preocupaciones de la mujer sobre los efectos adversos en su bebé
por nacer4. Por esto, las mujeres con antecedentes de TCA deben ser monitoreadas con
mayor frecuencia durante el embarazo y el postparto; también necesitan mayor apoyo
durante la lactancia materna.
Los TCA no sólo afectan a las mujeres durante el embarazo y la lactancia, sino que son
una causa de problemas en la fertilidad. La mayoría de las mujeres con BN (incluso aquellas
con un índice de masa corporal normal) tienen irregularidades menstruales y el 5% de estas
mujeres reportan amenorrea secundaria. Por lo tanto, las mujeres con TCA pueden con-
sultar a su médico por infertilidad. Sin embargo, un estudio de seguimiento de 11,5 años,
en 173 mujeres con BN, encontró que el 75% quedó embarazada, lo que indica que los
problemas de fertilidad no son más comunes en estas mujeres5. Las mujeres con AN activa
tienen más dificultades para concebir. La menstruación y el retorno a la fertilidad normal
pueden retrasarse hasta en un 30% en las mujeres con AN que recuperan el peso normal6.
Las mujeres con períodos irregulares o en amenorrea con un TCA, a menudo asumen que
no pueden concebir, al igual que sus tratantes. Esto puede llevar a un uso inadecuado de
la anticoncepción y al riesgo de embarazos no planeados.
La evidencia sugiere un curso variable para mujeres que quedan embarazadas con un
TCA, que ya está en remisión versus
aquellas que están con un TCA activo. El TCA puede
continuar sin cambios durante el embarazo7. Dos estudios prospectivos encontraron que los
síntomas pueden mejorar en mujeres con BN, mientras que las que tenían AN tenían más
probabilidades de recaer después del parto4. Otro estudio prospectivo de casos y controles
informó que el embarazo podía llevar a una recaída en mujeres con antecedentes de TCA,
probablemente en los primeros seis meses posteriores al parto.
Un reciente estudio de cohorte prospectivo, basado en una comunidad de 12.254 mu-
jeres, con antecedente de TCA, TCA activo, obesidad y sin trastorno alimentario, informó
que las mujeres con TCA generalmente mejoraron durante el embarazo. Sin embargo, estas
mujeres reportaron mayor preocupación y ansiedad continuas por su peso, hicieron dieta
con más frecuencia, usaron más laxantes y tuvieron episodios de vómitos autoinducidos en
comparación con los otros grupos de mujeres embarazadas8.
150
TCA EN EMBARAZO Y LACTANCIA Paola Barriguete Chávez Peón y Daniela Gómez Aguirre
Se ha observado que las mujeres con TCA tienen un mayor riesgo de depresión pos-
natal. Un estudio retrospectivo de casos y controles de 94 mujeres con TCA encontró que
un tercio de ellas desarrolló depresión posnatal, en comparación con el 3%-12% de la
población general19. Un gran estudio retrospectivo de cuestionarios de mujeres, con uno o
más embarazos, encontró que las que presentaban TCA fueron más propensas a reportar
depresión durante el embarazo y el postparto20.
Las mujeres con un TCA tienen más probabilidades de tener un trastorno afectivo
subyacente (hasta un 40%) y esto, junto con el estrés adicional del embarazo (cambio de
151
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
imagen corporal, aumento de peso, pérdida de control), se cree que hace que estas mujeres
sean más vulnerables a la depresión posnatal20. Varios estudios han encontrado que las
mujeres con TCA tienen un mayor riesgo de recaída del trastorno después del nacimiento,
especialmente aquellas con antecedentes de AN o una alta frecuencia de atracones en la
concepción21,22.
Las mujeres con TCA parecen dejar de amamantar antes que la población general. Un
estudio con cuestionario retrospectivo que examinó a 454 mujeres, entre tres y siete meses
después del parto, encontró que el 11,5% autoinformó un trastorno alimentario y estas
mujeres tenían significativamente menos probabilidades de estar amamantando a los tres
meses después del parto7. En los casos en los cuales la lactancia tiende a prolongarse, no
existen datos sobre la lactancia como medida purgativa con el fin de regular el peso una
vez nacido el infante.
Existe evidencia de que los TCA en la madre se traducen también en barreras y difi-
cultades en la práctica de la lactancia materna y alimentación infantil, ya que es percibida
como una tarea estresante y angustiante20; existe una incapacidad a responder de forma
asertiva al comportamiento y necesidades emocionales del bebé. Las prácticas alimen-
tarias de las madres con TCA suelen caracterizarse por tener altos niveles de control
materno, así como preocupación en torno al peso del hijo23. Los datos arrojan que se
puede observar una asociación entre tener un TCA materno y el patrón alimentario al in-
troducir las comidas sólidas en los hijos, ya que son mujeres que no cuentan con comidas
realizadas en casa, aunado a la compra excesiva de productos comerciales para alimentar
a sus bebés, principalmente observado en TA y BN. A su vez se basan en un patrón de
alimentación poco balanceado, debido a la baja disponibilidad de alimentos en casa y a
que se basan en dietas caracterizadas por la eliminación de ciertos grupos de alimentos,
principalmente en BN y AN24,25.
El conocimiento de la dieta infantil, así como de patrones alimentarios, es esencial
para el desarrollo de estrategias para promover una alimentación saludable en niños26. Las
prácticas alimentarias, así como la actitud de las mismas, moldean el ambiente temprano
infantil y también la posibilidad de una transmisión de las alteraciones en las conductas
alimentarias27.
Conclusiones
152
TCA EN EMBARAZO Y LACTANCIA Paola Barriguete Chávez Peón y Daniela Gómez Aguirre
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154
PARTE I: GRUPOS ESPECIALES Capítulo 15
Introducción
155
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
Existen algunos factores exclusivos de las mujeres mayores en comparación con sus
pares más jóvenes que buscan tratamiento para un TCA. Debido a su larga duración y la
rigidez del hábito, los pensamientos y síntomas del TCA pueden volverse egosintónicos,
156
TCA EN MUJERES DE MEDIANA EDAD Y ADULTO MAYOR Daniela Gómez Aguirre
157
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
Diagnóstico
Anorexia nerviosa
Se define como una disminución del apetito que conduce a una pérdida significativa
de peso corporal. AN puede presentarse en mujeres de mediana edad y mujeres mayores,
aunque esto se cree que es raro. Estos casos pueden representar una enfermedad de inicio
tardío o, más probablemente, una continuación de un trastorno de por vida.
La reducción frecuente de la ingesta energética asociada a la edad se ha denominado
anorexia del envejecimiento. El fenómeno afecta al 18% de las personas mayores de 65
años; su prevalencia puede ser mayor en mujeres que en hombres15.
La AN se asocia con un alto riesgo de morbilidad y mortalidad y, por lo tanto, es un
tema de creciente reconocimiento e investigación. La investigación ha buscado dilucidar
los factores de riesgo, identificar la fisiopatología y desarrollar tratamientos más específicos
y eficientes.
158
TCA EN MUJERES DE MEDIANA EDAD Y ADULTO MAYOR Daniela Gómez Aguirre
Pronóstico: Sólo cerca de la mitad de los pacientes se recupera por completo, el resto
toma un curso crónico y experimenta recaídas repetidas. Los factores pronósticos para el
resultado deficiente incluyen: mayor gravedad de la enfermedad, índice de masa corporal
extremadamente bajo, comorbilidad psiquiátrica adicional, años de evolución y peor fun-
cionamiento social. Las tasas de recuperación en mujeres de mediana edad y mayores con
AN, son desconocidas, debido a la rareza del trastorno en este grupo de pacientes.
En un estudio hecho en siete mujeres con AN, mayores de 50 años, derivadas a un gran
servicio de trastornos alimentarios en una década, se encontró que sólo una paciente se
recuperó por completo; mientras que, aproximadamente la mitad que había restablecido
su peso al rango normal, continuó exhibiendo una psicopatología de TCA significativa.
Las comorbilidades psiquiátricas son frecuentes en AN. Las más comunes son: depresión,
trastorno obsesivo compulsivo, agorafobia, fobia social y trastornos de pánico. El porcentaje
de pacientes adultos con un diagnóstico de depresión mayor como comorbilidad puede
llegar al 56,4%. Se ha informado que el 46% de las mujeres mayores de 50 años con TCA
(principalmente AN) sufren depresión en el momento de la derivación a un servicio de ur-
gencias, y todos los sujetos describieron episodios recurrentes de depresión en el pasado17.
A pesar del curso grave y crónico de la enfermedad, los pacientes afectados parecen ser
capaces de llevar una vida normal.
159
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
y el 46% tenía 30 años o más (el 25% era mayor de 40 años). Los pacientes mayores de 30
años no se diferenciaban de los más jóvenes en cuanto al grado de insuficiencia ponderal
profunda y la prevalencia de complicaciones médicas. Su progresión a través de la estabi-
lización médica funcionó tan bien como en pacientes más jóvenes (logro de IMC de 14).
En la revisión de Lewis-Smith et al.21 se buscaba identificar intervenciones para mujeres
en la mediana edad que tenían como objetivo mejorar la imagen corporal y la alimentación
desordenada. Se encontraron tres intervenciones efectivas: dos se basaron en la Terapia
Cognitivo-Conductual (TCC) y un estudio piloto utilizó la terapia de aceptación y com-
promiso. El estudio de McLean et al.22, una intervención basada en la TCC para la imagen
corporal y un comer desadaptativo, mostró claras mejoras en las mujeres de mediana edad.
El efecto de AN sobre la densidad ósea puede ser severo y debilitante. Se han aplicado
terapias de restauración del peso corporal, reemplazo de estrógenos, factor del crecimiento
insulínico recombinante humano, bifosfonatos y teriparatida en individuos con AN. Una
revisión sistemática y un metaanálisis, que analizaron la eficacia clínica de las preparaciones
de estrógenos sobre la densidad mineral ósea y las fracturas óseas, concluyeron que dicho
tratamiento es de beneficio incierto23. En adultos con antecedentes de AN, se recomienda
realizar densitometría cada dos años para controlar la densidad mineral ósea y evaluar la
respuesta al tratamiento para la osteoporosis.
160
TCA EN MUJERES DE MEDIANA EDAD Y ADULTO MAYOR Daniela Gómez Aguirre
GLP-1, leptina). Existe evidencia creciente que algunas de las señales de retroalimentación
(es decir, colecistoquinina, opioide) están alteradas en individuos seniles. Otros factores
fisiológicos subyacentes a la disminución de la ingesta de alimentos incluyen un ligero
aumento en los umbrales al gusto y olor, y una disminución en el vaciamiento gástrico.
Algunos estudios26,27 han analizado el tratamiento de AA con acetato de megestrol, drona-
binol o inhibidores de la colecistoquinina. Sin embargo, ningún tratamiento ha demostrado
ser efectivo.
Bulimia nerviosa
La prevalencia de vida de BN se estima entre 1,7% y 2,9%. En el grupo de edad más
afectado, 16-29 años, la incidencia de BN varía de 300 a 438 por 100.000 personas/año. De
acuerdo con Mangweth-Matzek et al.7, 10 de 715 (0,2%) mujeres de 40-60 años mostraron
BN como se define en el DSM-IV. Preti et al.28 estimaron el riesgo de vida de BN en mujeres
de 45 años y más como 0,21%. La escasa literatura sobre el tema sugiere que la mayoría
de los casos de inicio tardío son en realidad secuelas de los TCA de inicio temprano: sólo
un tercio son casos nuevos en mujeres mayores (más de 40 años).
Como se señaló anteriormente, los TCA en ancianos no se han estudiado ampliamen-
te. Se debate, si su frecuencia sigue siendo la misma o disminuye, pero la pregunta más
importante es por qué las mujeres mayores padecen esta enfermedad. Es posible que el
mundo occidental no acepte el cuerpo no ideal de una mujer madura. El gran valor que
se concede a la esbeltez y la juventud a menudo genera la disatisfacción entre las mujeres
mayores respecto de cómo cambian sus cuerpos. También puede estar relacionado con una
pérdida de control y poder. El vómito autoinducido puede dar a las mujeres la sensación
de recuperar el control y atraer la atención de los familiares que normalmente ignoran a
los ancianos. Los estudios29 han demostrado que la importancia de la imagen corporal y
la insatisfacción no difieren en los diferentes grupos de edad, pero que lo que sí produce
un impacto es la autoestima: una alta autoestima puede ser un mecanismo de protección
para desarrollar un TCA.
Una lista de causas de TCA en pacientes mayores de 50 años fue publicada por Lapid30.
Se identificaron los siguientes eventos precipitantes: cirugía de cadera, viudez, pérdida de
un ser querido, mudanza de miembros de la familia, crisis doméstica, problemas de salud
del esposo, un nuevo matrimonio del exesposo, jubilación, matrimonio de la hija, prisionero
durante la Segunda Guerra Mundial, eventos estresantes de la vida, colecistectomía, cirugía
gástrica, inmigración, insatisfacción matrimonial, estrés de la crianza de los hijos, neumonía,
traslado residencial y cirugía facial. Los más comunes fueron la viudez y el duelo. La mayoría
de los factores en esta larga lista no son médicos, sino de naturaleza social.
Tratamiento: Las estrategias de tratamiento para los TCA no suelen diferir según los
grupos de edad. El tratamiento psicológico está indicado para pacientes con trastornos
crónicos y recurrentes. Fairburn31 desarrolló una forma manualizada de Terapia Cognitivo-
Conductual (CBT). Una serie de estudios muestran el rol de los antidepresivos, ansiolíticos
y antipsicóticos para los pacientes con BN, si se administran por un período breve. El trata-
miento combinado (psicoterapia, medicamentos y participación de miembros de la familia)
es más beneficioso.
El 20% de los pacientes de edad avanzada, informados en 46 estudios de caso, murie-
ron por sus complicaciones del TCA (p. ej., caquexia, neumonía o insuficiencia cardíaca).
161
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
Una vez que se sospecha el diagnóstico, los médicos deben investigar lo más rápido posible
y comenzar el tratamiento de inmediato. Aproximadamente el 42% de los pacientes se
beneficiaron del tratamiento15.
Una comorbilidad reconocida de aparición tardía en TCA crónicos son los trastornos
del ánimo, como el trastorno depresivo mayor (TDM), la ansiedad y los trastornos por
consumo de sustancias (TUS). Se ha sugerido que los TCA a largo plazo están asociados
con un aumento de los trastornos del ánimo y los TUS. Aquellos que se habían recuperado
completamente de un TCA, a los 22 años de seguimiento tenían el doble de probabilidades
de no ser diagnosticados con un trastorno del ánimo en el último año, y cinco veces más
probabilidades de no ser diagnosticados con TUS en el último año34.
Las complicaciones médicas resultantes de un TCA crónico también afectan la dispo-
sición y la motivación para el tratamiento. Las relaciones con los miembros de la familia y
los tratantes de confianza pueden ser más importantes para las mujeres mayores cuando
buscan tratamiento y cumplen con las recomendaciones. Esta experiencia puede diferir de
las mujeres más jóvenes y con enfermedades más agudas.
162
TCA EN MUJERES DE MEDIANA EDAD Y ADULTO MAYOR Daniela Gómez Aguirre
Al igual que con los TCA en pacientes jóvenes, todos los órganos vitales del cuerpo se
ven afectados en mujeres adultas. Las alteraciones incluyen desequilibrios electrolíticos que
pueden conducir a arritmias y disfunción cardíaca; irregularidades neuroendocrinas, por
reservas de grasa agotadas que conducen a un deterioro intensivo del estrógeno, desre-
gulación menstrual y aumento de los síntomas menopáusicos; disminución de la densidad
mineral ósea que aumenta el riesgo de osteopenia y osteoporosis; y la desregulación me-
tabólica resultante del ciclo de desnutrición crónica restrictiva35,36.
Uno de los riesgos exclusivos de los adultos mayores es el deterioro cognitivo más rá-
pido, debido a la dieta y al rápido descenso de peso. El deterioro cognitivo puede agravar
aún más a un individuo con AN, porque ya puede estar experimentando problemas con el
procesamiento de información visual, cognitiva y afectiva debido a una disfunción insular37.
Los resultados de la investigación sugieren que una tasa creciente de pérdida de peso,
desde la mediana edad hasta el final de la vida, es un marcador de deterioro cognitivo leve
y puede ayudar a identificar a las personas con mayor riesgo38. La dieta es un factor de
riesgo para pacientes de edad avanzada39, ya que la tasa de mortalidad aumenta con un
peso menor a medida que las personas envejecen40. Para los adultos mayores, un IMC más
alto está asociado con una mayor longevidad41.
Conclusiones
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: GRUPOS ESPECIALES
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TCA EN MUJERES DE MEDIANA EDAD Y ADULTO MAYOR Daniela Gómez Aguirre
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165
PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS Capítulo 16
Introducción
Conocemos gran parte de los cambios producidos por la desnutrición por el Proyec-
to Minnesota, que evaluó las consecuencias de la hambruna de la guerra a nivel físico,
emocional, cognitivo y social1. El aporte de este trabajo a la comprensión de los cambios
observados en la AN no ha sido suficientemente reconocido y divulgado. En él, treinta y
seis hombres objetores de conciencia en la segunda guerra mundial, física y mentalmente
sanos, se sometieron voluntariamente a una dieta restrictiva de aproximadamente el 50%
de sus requerimientos durante seis meses.
El impacto fue profundo; el foco principal de atención empezó a ser la comida, soñaban
con ella, fantaseaban sobre alimentos a los que no tenían acceso, usaban mucho tiempo
hablando sobre alimentos y recetas. Algunos reportaron placer en ver a otros comer u
oliendo comida; algunos llegaron a comprar o robar comida para sublimar sus antojos y se
agitaban, si la hora de comer se atrasaba. Extendían la experiencia de comer lo más que
podían (la comida era insípida), y con acceso libre a café y chicle, muchos llegaban a tomar
2,5 litros de café y mascar 40 chicles diarios; si tenían oportunidad tenían atracones de
miles de calorías.
En relación a síntomas anímicos, reportaron una inmediata disminución en la energía fí-
sica y motivación personal, con apatía intensa, perdieron a sus parejas y el interés sexual, no
se entretenían en las fiestas, iban al cine solos, perdieron la capacidad de reírse a carcajadas.
Tenían períodos paroxísticos de irritabilidad irracional y se observó un aumento significativo
de pensamientos ansiosos y obsesivos. A pesar de la marcada desnutrición, muchos de ellos
no se veían a sí mismos enflaquecidos, y veían a los demás gordos en comparación. Algunos
manifestaban plenitud, malestar abdominal y meteorismo.
Después de seis meses, y pérdida de aproximadamente el 25% de peso corporal, los
que llegaron a esta fase fueron observados durante la realimentación. La recuperación física
fue lenta, requiriendo sobre 4.000 calorías diarias; el estado mental inicialmente empeoró:
la irritabilidad se transformó en agresión y los cambios de humor se hicieron más intensos,
para estabilizarse luego de tres meses. Un grupo que se realimentó sin protocolo controlado
tenía sobreingestas extremas, que persistieron hasta ocho meses después.
167
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
168
RESPUESTA FISIOLÓGICA NORMAL EN NIÑOS Y ADOLESCENTES CON TCA Francisca Corona Humphreys
En los que han iniciado los cambios puberales, la progresión de la maduración sexual
puede enlentecerse o detenerse, sin llegar a completarse mientras dure la desnutrición.
Manifestaciones óseas
Manifestaciones reproductivas
169
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
la leptina puede ser un mediador final, independiente de la grasa corporal. Se puede hipo-
tetizar que la deprivación estrogénica que resulta de la actividad ovárica detenida explica la
pérdida de muchos efectos neurobiológicos de los esteroides y juega algún rol patogénico3.
La ocurrencia de amenorrea parece tener relación con la rapidez de baja de peso inicial,
menor índice de masa corporal (IMC) en la primera consulta y formas preponderantemente
restrictivas, sugiriendo compromiso de mecanismos neuroendocrinos relacionados con la
alteración homeostática, independiente del balance energético5.
El hipogonadismo central persiste en 30% de las AN después de la recuperación nutri-
cional, lo que podría explicarse por la restauración incompleta de leptina y grelina.
En los pocos estudios en pacientes hombres, se ha visto que los niveles de leptina tie-
nen correlación positiva con los de testosterona, y que la AN produce pérdida de interés y
potencia sexual2.
Manifestaciones tiroideas
Manifestaciones digestivas
Las pacientes con AN tiene menor motilidad gástrica y vaciamiento gástrico lento9, que
se manifiesta como sensación de plenitud gástrica temprana, malestar abdominal alto y,
a veces, náuseas y dolor10, síntomas más acentuados en las enfermedades prolongadas y
desnutriciones más severas. También es frecuente la constipación y las pacientes estudiadas
por este síntoma tienen el tránsito intestinal enlentecido9.
Múltiples estudios han encontrado transaminasas 2 a 4 veces más altas10 y alteraciones
de coagulación, siendo el riesgo de daño hepático mayor en los pacientes que requieren
hospitalización, los de menor edad, los con menor porcentaje de grasa corporal y los de
sexo masculino9. El mecanismo de daño hepático no está claro y mejora en la fase de re-
cuperación nutricional9.
Manifestaciones cardiovasculares
170
RESPUESTA FISIOLÓGICA NORMAL EN NIÑOS Y ADOLESCENTES CON TCA Francisca Corona Humphreys
Otras manifestaciones
Es habitual que las pacientes con AN tengan baja temperatura corporal, que puede ser
consecuencia de la reducción del nivel de hormonas tiroideas, reducción del nivel de hor-
monas gonadales, alteración del sistema circulatorio y pérdida de grasa significativa, con
caída consecuente de leptina.
Las manifestaciones en la piel incluyen xerosis, lanugo, en espalda y bordes laterales de
la cara, pelo delgado, acné y carotenoderma10.
171
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
Conclusiones
Aún falta mucho para tener una comprensión acabada de los fenómenos psicosociales
secundarios a la restricción alimentaria de la anorexia. Del estudio observacional de Keys
destaca que la restricción alimentaria conduce a un mayor interés en la comida que, si es
prolongada, impacta el ánimo y puede aumentar los síntomas obsesivos y ansiosos, y que
puede desencadenar sobreingestas, fenómenos que observamos en nuestra práctica clínica.
Respecto de los cambios metabólicos, la comprensión es aún pobre y faltan estudios en
animales que reproduzcan las condiciones de la AN y estudios clínicos, especialmente el
interjuego entre las hormonas reguladoras del apetito y los circuitos cerebrales de motiva-
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172
PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS Capítulo 17
Introducción
La baja ingesta alimentaria, algunas veces asociada a un aumento del gasto, que resulta
en un balance energético negativo, presente en los TCA, en particular en la AN, produce
una frenación del eje reproductivo. Esta frenación sería un mecanismo adaptativo que busca
optimizar la energía para conservar las funciones vitales.
Analizaremos la fisiología del eje hipotálamo-hipófisis-ovario (HHO) para que se presen-
te regularmente la menstruación y así se pueda entender mejor el mecanismo de frenación
de éste. El ciclo menstrual normal resulta de la integración de señales estimuladoras e
inhibitorias hipotalámicas que producen una pulsatilidad de GnRH capaz de estimular la
liberación de FSH hipofisiaria. La FSH promueve el desarrollo y maduración de los folícu-
los ováricos, necesaria para la producción de estrógenos que estimula la secreción de LH
hipofisiaria, la cual es fundamental para producir la ovulación y posterior formación del
cuerpo lúteo que produce la progesterona. La acción coordinada de las señales centrales
sobre el ovario, produce un crecimiento y descamación sincrónica del endometrio, en
ausencia de embarazo.
La frenación hipotalámica que se produce en la AN genera una disrupción de la pulsati-
lidad hipotalámica de GNRH lo cual conduce a una desaparición de los ciclos menstruales.
Si esta frenación ocurre durante la pubertad puede manifestarse como una amenorrea pri-
maria, es decir, la adolescente no presenta caracteres sexuales secundarios después de los
13 años o no presenta menarquia después de los 15 años. Si la frenación ocurre en etapa
postmenárquica, se produce una amenorrea secundaria que es el cese de la menstruación
por un período mayor a tres meses en una mujer con ciclos menstruales ya establecidos.
Uno de los mecanismos involucrados en la frenación hipotalámica sería la baja de los
173
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
1) Peso
Se han planteado distintos criterios para buscar el peso objetivo a alcanzar con el trata-
miento. Se puede usar el percentil de peso al cual cesaron las menstruaciones6 o alcanzar el
90% del peso promedio estimado para la talla y edad según tablas NCHS. Un estudio que
usó este último criterio mostró que a los 6 meses de recuperado el 90% del peso promedio,
un 86% de las adolescentes recuperaban menstruaciones7. También se ha planteado usar
el IMC como criterio. Un estudio en adolescentes mostró que el 50% de las adolescentes
recuperaba sus menstruaciones a los 6 meses, con un IMC entre percentil 14 y 39, y el 75%
de las adolescentes lo hacía con un IMC sobre el percentil 408.
Hay un grupo de mujeres que a pesar de recuperar el peso persisten en amenorrea.
Esto puede ser por la persistencia de conductas selectivas o restrictivas en la comida, o una
preocupación excesiva por la forma corporal y el peso.
Entre los factores de mal pronóstico para la recuperación de la amenorrea están la mani-
festación del TCA en la etapa premenarquia y un mayor IMC previo al debut del trastorno.
Estas mujeres pueden requerir un peso más alto para recuperar los ciclos menstruales, ya
que es más frecuente que al alcanzar un IMC entre percentil 15 y 25 no recuperen sus
ciclos menstruales regulares9.
Por lo tanto, no es posible utilizar un valor de corte de peso universal para todas las
pacientes y éste se debe ajustar en forma individual e ir reevaluando según la evolución de
cada paciente.
174
COMPLICACIONES GINECOLÓGICAS Y OBSTÉTRICAS EN TCA Carolina Schulin-Zeuthen P. y Paulina Merino O.
2) Marcadores bioquímicos
En relación a los marcadores bioquímicos que se podrían usar para predecir la recupera-
ción de la función del eje HHO, se han evaluado, si los niveles de FSH, inhibina B, hormona
antimülleriana y leptina predicen el retorno de los ciclos. Se han descrito mayores niveles
de estradiol, inhibina B y leptina en quienes recuperan menstruaciones al recuperar peso,
en comparación a pacientes que han recuperado peso, pero que persisten en amenorrea.
Ya que la casuística es pequeña, no permite tener valores de corte para predecir la recu-
peración, ya que se sobreponen los valores de pacientes que persisten en amenorrea con
los que no10. La presencia de niveles elevados de cortisol también podría ser un marcador
de amenorrea persistente11.
175
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
176
COMPLICACIONES GINECOLÓGICAS Y OBSTÉTRICAS EN TCA Carolina Schulin-Zeuthen P. y Paulina Merino O.
beneficio de usar tratamiento hormonal, puesto que restablecer los niveles hormonales
podría ayudar a tener menos fluctuaciones en el apetito23. En estas pacientes también es
importante buscar en forma activa signos clínicos de hiperandrogenismo, como hirsutismo
y acné, que podrían afectar negativamente su autoestima. O hiperandrogensimo bioquí-
mico, pues se sabe que niveles elevados de testosterona en mujeres se han asociado a un
menor control de los impulsos, mayor irritabilidad y más síntomas depresivos, los cuales
acompañan frecuentemente a la bulimia15. Por este motivo, hipotéticamente, podría ser
conveniente bajar los niveles de andrógenos circulantes, si están elevados, para mejorar los
aspectos psicológicos presentes en estas pacientes.
En pacientes con TCA se han visto frecuentes alteraciones de la función sexual, con
puntajes más bajos en cuestionarios de función sexual, en comparación a mujeres sin TCA.
En AN se ha descrito disminución en la libido más frecuentemente que en otros TCA24,25.
Se piensa que la disfunción sexual es secundaria a los cambios hormonales, cambios en
las relaciones interpersonales y a la comorbilidad psiquiátrica presente frecuentemente en
estas mujeres. En ellas se ha visto mejoría en la función sexual cuando recuperan su peso26
y luego de Terapia Cognitivo-Conductual, excepto en aquéllas que tienen el antecedente de
abuso sexual27. Las pacientes obesas con trastorno por atracón tienen más problemas en la
esfera sexual que las pacientes obesas sin TCA, en particular en los subgrupos de mujeres
que comen por cambios de ánimo, en aquéllas que son más impulsivas y en las que están
más preocupadas por su aspecto corporal28.
La fertilidad en mujeres con TCA podría estar afectada debido a las alteraciones mens-
truales y problemas sexuales descritos. Sin embargo, la literatura publica datos divergentes
respecto a si el antecedente de un TCA afecta o no la fertilidad a largo plazo29.
Algunos estudios han descrito que pacientes con AN y bulimia concomitante presentan
mayores índices de consulta a un médico especialista en fertilidad y reciben tratamiento por
este motivo30-32. Otros estudios no muestran cambios negativos en la fertilidad de mujeres
con TCA seguidas a largo plazo33,34.
Hay algunos reportes de mayor frecuencia de abortos espontáneos en mujeres con TCA,
en particular en AN y trastorno por atracón29-35.
Es importante destacar una mayor frecuencia de embarazos no planificados en mujeres
con AN y bulimia, duplicando en algunos estudios a mujeres sin TCA30,31,34. Probablemente
este grupo de pacientes piensa erróneamente que por la irregularidad menstrual no ovu-
lan, por lo tanto, es más difícil que logren un embarazo y secundariamente tienen menos
adherencia a anticoncepción. También debemos considerar que, en particular en la bulimia,
puede haber características de personalidad más impulsivas que llevan a exponerse a un
embarazo sin protección anticonceptiva.
Debemos preocuparnos de ofrecer una anticoncepción segura y eficaz a toda paciente
con TCA que tenga actividad sexual o esté en riesgo de tenerla. No debemos olvidar que la
177
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
Conclusiones
Es importante que los médicos que atienden adolescentes y mujeres en la salud prima-
ria estén sensibilizados para reconocer síntomas de un TCA en pacientes con alteraciones
menstruales, siendo una oportunidad para un diagnóstico precoz.
Faltan aún estudios del efecto de la suplementación con estrógenos en mujeres con
TCA, en particular en otros órganos efectores además del hueso.
No hay que olvidar la mayor frecuencia de embarazos no planificados en mujeres con
TCA, y los mayores riesgos perinatales, en particular en las pacientes en fase aguda, por
lo que se debe priorizar la anticoncepción en quienes puedan estar expuestas a actividad
sexual no protegida y, por ende, a embarazo.
Los embarazos en mujeres con TCA deben ser controlados por un equipo de alto riesgo
obstétrico que trabaje en conjunto con el equipo tratante de la paciente.
178
COMPLICACIONES GINECOLÓGICAS Y OBSTÉTRICAS EN TCA Carolina Schulin-Zeuthen P. y Paulina Merino O.
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180
PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS Capítulo 18
Introducción
Hipogonadismo hipogonadotropo
Tabla 1.
Eje comprometido Marcador hormonal
Eje gonadal GnRH ↓, LH ↓, FSH ↓, Estradiol ↓
Eje tiroideo TSH N o ↓, T4 y T4 libre N o ↓, T3 ↓, T3 reversa ↑
Eje suprarrenal CRH ↑, ACTH ↑, Cortisol ↑
Eje somatotrófico GH ↑, IGF-1 ↓
Hueso DMO ↓
Adipokinas Leptina ↓ Adiponectina ↑↓
Péptidos intestinales Ghrelina ↑ PYY ↑ GLP-1 ↓ GIP ↓ Amilina ↓
GnRH: hormona liberadora de gonadotropinas; LH: hormona luteinizante; FSH: hormona foliculoesti-
mulante; TSH: tirotropina; T4: tiroxina; T3: triyodotironina; CRH: hormona liberadora de corticotropina;
ACTH: corticotropina; GH: hormona de crecimiento; IGF-1: factor de crecimiento insulino-símil tipo 1;
DMO: densidad mineral ósea; PYY: péptido YY; GLP-1: péptido semejante a glucagón tipo 1; GIP: polipé-
dido insulinotrópico dependiente de glucosa.
181
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
Hipercortisolismo
El hipercortisolismo ocurre en hasta el 80% de las pacientes con AN, pero rara vez
excede dos veces el límite normal5. Existe un aumento de la hormona liberadora de corti-
cotropina (CRH), que a su vez estimula la hormona corticotropina (ACTH), estimulando la
producción suprarrenal de cortisol. Dentro de las causas están el estrés por la deprivación
crónica nutricional, el aumento como mecanismo compensatorio para mantener la eu-
glicemia, el aumento de la ghrelina que estimula CRH y la disminución del clearance de
cortisol. El método más utilizado para medir esta alteración es el cortisol libre urinario, en
recolección de orina de 24 horas. Ni el cortisol matinal ni el ritmo de cortisol (AM y PM) son
fidedignos para detectar esta alteración.
Las consecuencias del hipercortisolismo son la disminución de masa ósea (inversamente
proporcional a los niveles de cortisol), la inhibición del eje HHG y el efecto deletéreo en la
masa muscular, además de encontrarse positivamente asociado con síntomas de ansiedad
y depresión. Estas mayores concentraciones de cortisol se relacionan también con un incre-
mento de la masa grasa troncal en la fase de recuperación de peso.
No existe actualmente tratamiento farmacológico recomendado para manejar el hiper-
cortisolismo.
Se caracteriza por bajas concentraciones del factor de crecimiento IGF1, a pesar de altas
concentraciones de hormona de crecimiento (GH)6,7. Se presenta como consecuencia de la
deprivación nutricional y energética crónica, surgiendo como mecanismo adaptativo. La GH
estimula la gluconeogénesis y lipólisis, permitiendo mantener niveles normales de glicemia.
Por otra parte, las bajas concentraciones de IGF1, hormona anabólica, también favorecen
un ahorro de energía, disminuyendo el gasto en crecimiento longitudinal8. El aumento de
GH es causado tanto por el aumento de la secreción, como de la frecuencia y amplitud
182
COMPLICACIONES ENDOCRINAS EN TCA Verónica Mericq Guilá y Vivian Gallardo Tampier
de los pulsos. Los factores que contribuyen a esto son el aumento del péptido ghrelina,
potente secretagogo de GH, las bajas concentraciones de insulina, dadas por una baja in-
gesta que ejercen una regulación negativa en la expresión hepática del receptor de GH9, y
el aumento de FGF21, que inhibe la vía de transcripción de GH postreceptor10. Los niveles
de GH están inversamente relacionados con marcadores del estado nutricional, incluyendo
el índice de masa corporal (IMC), la masa grasa y los niveles de leptina11.
Esta resistencia a GH, y bajas concentraciones circulantes de IGF1, produce una dismi-
nución del crecimiento longitudinal en mujeres y varones que desarrollan AN durante la
pubertad, y su recuperación rara vez es completa12-14. La resistencia a GH es parcialmente
revertida con la recuperación del peso15, normalizando la secreción de GH y los niveles
de IGF1. La administración de dosis suprafisiológicas de GH recombinante no mejora los
niveles de IGF1 e incluso puede ser deletérea, disminuyendo aún más la masa grasa por
estimulación de la lipólisis16.
Las adipokinas son hormonas producidas por el tejido adiposo que modulan el gasto
energético, la homeostasis de la glucosa y la regulación del apetito, por lo tanto, se encuen-
tran alteradas en los trastornos alimentarios.
La leptina es un factor anorexígeno cuyos niveles están directamente relacionados con
la masa grasa del organismo y que se encuentra, por lo tanto, disminuida en pacientes con
AN, surgiendo además como mecanismo adaptativo apropiado para reducir el potencial
estímulo anorexigénico. La leptina ha sido ampliamente estudiada como factor permisivo
para la integridad del eje HHG, estimulando indirectamente la secreción de GnRH y con-
tribuyendo, por lo tanto, a la amenorrea hipotalámica en casos de baja concentración. La
leptina señaliza a través de las neuronas Agouti, que expresan receptores de leptina17, y
durante condiciones de deficiencia energética estas inhiben la neurona que expresa Kiss1
que, finalmente, es la que permite la pulsatilidad de la neurona de GNRH18. Además, la
leptina estimula el anabolismo óseo, encontrándose asociación entre bajos niveles de leptina
y disminución de la densidad mineral ósea y marcadores de formación ósea19.
La adiponectina es un péptido anorexigénico que potencia el gasto energético y la
oxidación de ácidos grasos, y se correlaciona negativamente con el IMC y la masa grasa,
sugiriendo que puede contribuir en la fisiopatología que acompaña a la AN. Se ha encon-
trado baja, normal o alta en distintos reportes en pacientes con TCA, dependiendo de las
183
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
Osteopenia
184
COMPLICACIONES ENDOCRINAS EN TCA Verónica Mericq Guilá y Vivian Gallardo Tampier
apropiado de la baja masa ósea es el tratamiento del trastorno alimentario en sí, con la
ganancia de peso y la recuperación del período menstrual (logrando incrementar la masa
ósea en un 2% a 3% anual). Se debe, además, asegurar una buena ingesta diaria de calcio
(1.000 a 1.200 mg) y vitamina D (600-800 UI) y un tratamiento psicológico apropiado, que
disminuye los niveles de cortisol.
La actividad física con carga mecánica ayuda a aumentar la masa ósea, pero la reco-
mendación debe considerar el impacto negativo que esta actividad pueda tener en la re-
cuperación del peso. El efecto de la actividad física y la falta de estrógenos, por separado,
se ha evaluado comparando mujeres con AN y atletas de alto rendimiento de peso normal,
pero oligomenorreicas. Las mujeres con AN tienen menor densidad ósea en hueso cortical
y trabecular, comparadas con las atletas oligomenorreicas y controles. Sin embargo, ambos
grupos muestran similares tasas de fracturas, aunque de diferente tipo. Las atletas muestran
mayores fracturas por estrés, sugiriendo que deberían tener incluso una mejor DMO para
poder hacer deporte23.
Se podría considerar la terapia con estrógenos transdérmicos en mujeres con ameno-
rrea persistente de 6 a 12 meses, después de un periodo razonable de terapia psicológica,
nutricional y/o cambios de actividad física24,25. La terapia con estradiol transdérmico es
preferible a la terapia oral, ya que no suprime los niveles de IGF1, factor importante para
el incremento de la masa ósea. Cabe destacar que la terapia con estrógenos transdérmicos
podría no ser efectiva en la salud ósea, si los déficits nutricionales y/o energéticos continúan.
En el caso de los varones hipogonádicos con osteoporosis, es razonable la sustitución
con testosterona, pero no existen estudios que demuestren la utilidad de esta terapia.
Conclusiones
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186
PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS Capítulo 19
Introducción
Compromiso cardiológico
I. Cambios hemodinámicos
La bradicardia sinusal es el trastorno del ritmo más frecuente en niños y adultos con
TCA. Se observa hasta en el 95% de los pacientes con AN6 (Figura 2) y se acompaña fre-
cuentemente de cambios de pulsos ortostáticos. Esto se produce como una adaptación
fisiológica a la inanición, si bien otros factores como la disminución de las hormonas tiroi-
deas, pérdida de electrolitos, uso de medicamentos, glicógeno disminuido en las células
miocárdicas, atrofia celular e hiperactividad vagal, como un intento de conservar energía
al disminuir el trabajo cardiaco por reducción del débito, son también causales. A menor
índice de masa corporal (IMC) mayor es la bradicardia y se recupera con la restauración del
187
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
peso. Cumple un rol de sospecha diagnóstica, ya que es un marcador inicial. Sin embar-
go, con frecuencia no es reconocido en pacientes jóvenes, especialmente atletas, quienes
habitualmente presentan bradicardia por su condición de deportistas. Constituye además
indicación de hospitalización, cuando la frecuencia cardíaca (FC) es menor de 50 latidos
por minuto (LPM) durante el día y menor de 40 LPM en la noche7-10.
La presencia de taquicardia es infrecuente y representa un mayor daño del sistema
autónomo; debe descartarse sobreinfección, reacción adversa a medicamentos u otra
complicación médica agregada, y considerarla como un signo de alarma, ya que constituye
un predictor de arritmia y muerte súbita secundaria al exceso de actividad simpática, sobre
todo en pacientes con IMC menor de 1410-13.
La hipotensión ortostática y los cambios vasculares periféricos son también frecuentes
en estos pacientes. Presentan valores de presión arterial (PA) sistólica < 90 mmHg y dias-
tólica < 50 mmHg, con ausencia de cambios circadianos. Tienen alto riesgo de síncope
por disfunción autonómica y compromiso de la vasoconstricción, además de una falta de
188
COMPLICACIONES CARDIOLÓGICAS DE LOS TCA Patricia Álvarez Zenteno
la regulación de la volemia por una disminución del retorno venoso secundario a atrofia
muscular de las extremidades. La presencia de síncope, sobre todo asociado a traumatismo
y convulsión, como también presión sistólica y diastólica bajas (PA < 80/50 mmHg), son
indicaciones de hospitalización.
La mejoría de los síntomas disautonómicos se observa alrededor de las tres semanas
de tratamiento nutricional, cuando los niños llegan a alrededor del 80% del peso ideal. Su
normalización se utiliza como un índice objetivo de recuperación del cuadro11-13.
189
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
Figura 3. Ecocardiograma
bidimensional. Mujer de 14
años con AN con IMC de de
13,8. Presencia de derrame
pericárdico pequeño anterior.
gravedad y aparece, por lo general, con pérdida de peso mayor al 25%. Es autolimitado,
resolviéndose dentro de los tres meses de la realimentación y raramente se complica con
taponamiento cardíaco23,24.
Las complicaciones del ritmo cardíaco más frecuentes son: prolongación del intervalo
QTc, aumento de la dispersión del QT, retardo de la conducción eléctrica y bloqueos atrio-
ventriculares de primer y segundo grado, extrasistolía supraventricular y ventricular, y la más
grave de todas, la taquicardia ventricular por torsión de las puntas.
El intervalo QTc es una medición de repolarización miocárdica, y su prolongación está
asociada con taquicardia ventricular, específicamente con torsión de la punta. La atrofia
cardíaca provoca cambios histológicos en el músculo cardíaco y en las fibras colágenas que
comprometen directamente la repolarización del corazón. Se ha descrito prolongación del
intervalo QTc en AN y BN, siendo más frecuente en adolescentes con AN (25%), y se consi-
dera un valor significativo cuando el intervalo QTc es mayor de 440 ms25,26. La prolongación
del QTc precede a la aparición de arritmias y muerte súbita, por ello la importancia de su
diagnóstico y tratamiento. Debe ser estrictamente monitorizado, al momento del diagnósti-
co de la enfermedad, durante la evolución y cada vez que se requiera utilizar fármacos que
prolonguen el intervalo QTc. Su presencia obliga a buscar alteraciones electrolíticas (potasio
y/o magnesio), evaluar medicamentos que se estén utilizando, como antipsicóticos y emé-
ticos, y otras causas secundarias de prolongación del intervalo QTc. Frente a un intervalo
QTc mayor de 470 ms se debe controlar con electrocardiograma diario y, si es mayor de
500 ms, la indicación es hospitalización. Algunos estudios discuten el rol causal de la AN en
la prolongación del QT, atribuyendo su presencia a hipokalemia y/o a una actividad vagal
aumentada, más que una alteración propia de la enfermedad27.
La dispersión del intervalo QT y su variabilidad calculada en el registro de electrocardio-
grama de doce derivadas, como la diferencia entre el valor máximo del intervalo QTc y el
190
COMPLICACIONES CARDIOLÓGICAS DE LOS TCA Patricia Álvarez Zenteno
Complicaciones de la realimentación
Pacientes con severo compromiso secundario deben ser hospitalizados para su trata-
miento, sin embargo, en el 6% de éstos se ha visto como complicación el síndrome de
realimentación, tanto con el uso de alimentación enteral como parenteral29. Esto constituye
una de las complicaciones más graves de los TCA, con elevada morbimortalidad, afectando
principalmente los sistemas cardiovascular, neurológico y hematológico.
Desde el punto de vista cardiovascular, y como producto de desequilibrios del sodio,
potasio, retención de agua, carencia de vitaminas, magnesio y de fósforo (electrolito más
comprometido en este síndrome), ocurrirá taquicardia sinusal, insuficiencia cardíaca, prolon-
gación del intervalo QTc, aparición de arritmias (principalmente secundarias a hipokalemia)
y muerte súbita.
Además, la incorporación de hidratos de carbono a la dieta lleva a una rápida dismi-
nución de la excreción de sodio y agua, lo que provoca sobrecarga de volumen, edema
pulmonar, insuficiencia cardiaca y arritmias.
La corrección inmediata de las alteraciones ya descritas, junto a una realimentación lenta
y controlada, disminuirá el riesgo de aparición de este síndrome30,31.
Conclusiones
191
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
Agradecimiento: A la Dra. Patricia Ríos A., quien participó en la realización del dibujo
del corazón de la Figura 1.
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Capítulo 20 PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
Introducción
194
COMPLICACIONES HIDROELECTROLÍTICAS DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS María Luisa Aguirre Calvo
195
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
Las complicaciones HE ponen en riesgo la vida de pacientes con TCA, por lo que requie-
ren ser sospechadas, diagnosticadas y tratadas oportunamente.
Según estudios de seguimiento longitudinal de pacientes con TCA, los efectos de la
desnutrición y las purgas son responsables del 50% de las muertes en pacientes con AN.
El suicidio es responsable del otro 50%6,11.
Esta revisión tiene por objetivo describir las complicaciones HE en TCA, su mecanismo
fisiopatológico, cuándo sospecharlas y diagnosticarlas, y su tratamiento.
196
COMPLICACIONES HIDROELECTROLÍTICAS DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS María Luisa Aguirre Calvo
nutrición parenteral el que, posteriormente, estaba severamente bajo (0,7 mg/dL), al inicio
de su descompensación.
Las características descritas en estos casos publicados fueron comunes: al comenzar la
realimentación presentaron hipofosfemia, muerte súbita, insuficiencia cardíaca, edema y
síntomas neurológicos.
La explicación fisiopatológica es que durante la restricción alimentaria o el semiayuno,
el organismo genera respuestas adaptativas que le permiten mantener un adecuado fun-
cionamiento por un tiempo: disminuye la secreción de insulina y aumenta la de glucagón y
cortisol, lo que a través de glucogenólisis, gluconeogénesis y catabolismo proteico mantiene
niveles normales de glucosa, proteínas y electrolitos circulantes.
Durante el período de restricción alimentaria, por lo tanto, existe una depleción corporal
de potasio, fósforo, magnesio, tiamina y calcio, oculta por los mecanismos de adaptación
al ayuno.
Durante la realimentación con carbohidratos, aumenta la secreción de insulina, dismi-
nuye glucagón y cortisol, lo que aumenta la captación de glucosa por la célula. El fósforo,
magnesio y potasio ingresan a la célula para participar en la glucogénesis (ciclo de Krebs), lo
que aumenta el consumo de tiamina intracelular. La insulina también aumenta la captación
de agua y sodio a nivel renal. Se reinicia la síntesis proteica y de glucagón.
Como consecuencia, la realimentación se manifiesta con hipocalemia, hipofosfemia,
hipomagnesemia, déficit de tiamina y retención hídrica1,3,8,19,26,27.
Algunos pacientes presentan al inicio de la realimentación, disminución en los niveles
de fósforo, lo que se asocia a: periodos de ayuno prolongado alternados con períodos de
alimentación en atracón con alto contenido de carbohidratos; períodos de ayuno alternados
con consumo elevado de alcohol; uso de suero glucosado para hidratación; cetoacidosis
diabética.
La hipocalemia puede estar presente desde antes de la realimentación en pacientes que
se presentan con hiperémesis.
La hipoalbuminemia puede estar presente en pacientes hipercatabólicos, con infección
o cirugía1.
Para prevenir el SRA, es importante detectar pacientes en riesgo, hospitalizar e iniciar
realimentación con mediciones diarias de electrolitos, fósforo y magnesio, así como hidrata-
ción cuidadosa, considerando el alto riesgo de insuficiencia cardíaca por sobrecarga hídrica.
Pacientes con alto riesgo de síndrome de realimentación (AED)5:
• Peso menor a 70% del ideal para edad y talla en adolescentes.
• IMC < 15 en pacientes adultas.
• Descenso ponderal agudo (mayor a 10%-15% en 3 a 6 meses).
• Desnutrición crónica, o nula o baja ingesta los últimos 5-10 días.
• Antecedente de síndrome de realimentación previo.
• Ingesta excesiva de alcohol* alternado con ayuno o baja ingesta.
• Postcirugía bariátrica con excesivo descenso ponderal.
• Conductas purgativas excesivas, laxantes o diuréticos o mal uso de insulina.
• Deshidratación, hipocalemia, hiponatremia, hipofosfemia, acidosis o alcalosis metabó-
lica, hipoglicemia antes de iniciar realimentación.
* Pacientes con ingesta excesiva de alcohol tienen mayor riesgo de desarrollar encefalo-
patía de Wernicke por deficiencia de tiamina, por lo que antes de iniciar realimentación,
deben recibir suplemento de tiamina y ácido fólico.
197
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
198
COMPLICACIONES HIDROELECTROLÍTICAS DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS María Luisa Aguirre Calvo
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: ASPECTOS MÉDICOS
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202
PARTE I: COMORBILIDAD Capítulo 21
Introducción
Varios estudios han demostrado la comorbilidad entre los TCA y los TP. Las frecuencias
reportadas de TP varían entre 27% y 77%3,5-9. Estas diferencias pueden deberse a que los
estudios incorporan diversas poblaciones de pacientes (como, por ejemplo, pacientes ambu-
latorios o pacientes hospitalizados) y a la variación en la definición y evaluación del TP. Una
revisión encontró que, en promedio, el 49% de los pacientes ambulatorios y el 75% de los
pacientes hospitalizados, tenían al menos un TP10. A pesar de los resultados dispares, los TP
son frecuentes entre las muestras clínicas de pacientes con TCA1 y son más comunes entre
pacientes con TCA que en otros diagnósticos del Eje I2. Además, la expresión de los rasgos
de personalidad se ve afectada por el bajo peso y la desnutrición, lo que puede disminuir
la validez de las evaluaciones de personalidad10,11.
Las variaciones entre los estudios también tienen su origen en si los TP se miden ca-
tegóricamente o dimensionalmente. Los diagnósticos de TP requieren que los rasgos de
personalidad sean patrones estables de larga duración y que no se consideren mejor como
manifestaciones o consecuencias de un trastorno del Eje I12.
La coexistencia diagnóstica entre los TCA y los TP son importantes para la formulación
del tratamiento y el manejo clínico13, así como para la comprensión teórica de los TCA.
Los TP, como ya se ha mencionado, presentan una alta comorbilidad tanto para AN
como para BN. Para ambos TCA, los TP del grupo C parecen ser los más frecuentes, se-
guidos por los grupos B y A, en orden descendente14. Los estudios empíricos sugieren que
ciertos estilos de personalidad son más comunes entre los TCA: evitativa, obsesiva y límite14.
203
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
204
LA PERSONALIDAD EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Daniela Gómez Aguirre
Perfeccionismo
Se considera que el perfeccionismo puede ser patológico cuando la persona es-
tablece altos estándares de desempeño, los que son excesivos y rígidos pero que, sin
embargo, son perseguidos con insistencia y tenacidad34. Varios estudios han demostra-
do que el perfeccionismo puede preceder, mantener o ser el efecto de la AN12. Se ha
observado que el perfeccionismo no es solo un estado asociado a la fase aguda de la
enfermedad, sugiriéndose que sus manifestaciones pueden incluso mantenerse durante
la recuperación35.
Los hallazgos indican que un mayor perfeccionismo se asocia a síntomas más graves
del TCA, no por sí solo, sino debido a la relación directa que tiene el perfeccionismo
con la depresión36. Por otro lado, existe controversia con respecto a la ansiedad y su
rol como mediador significativo en la relación entre el perfeccionismo y los síntomas
del TCA37.
Al comparar los diferentes diagnósticos de TCA (AN, BN, EDNOS), no se observó dife-
rencias entre los grupos diagnóstico en los efectos mediadores, principales y de interacción
con el perfeccionismo38. También se ha observado que la presencia de perfeccionismo
patológico o desadaptativo, sería un mediador entre los patrones de apego inseguro y la
sintomatología del TCA38.
Impulsividad
Los hallazgos en la literatura muestran que los pacientes con ANR son menos impulsivos
que los pacientes con ANP y BN. En general, las pacientes con AN que tienen atracones y
purgas, parecen tener más en común con los pacientes con BN que con los pacientes con
ANR, como se sugiere en otros estudios27. Por lo tanto, parece ser que el hallazgo diferen-
ciador entre ANR y BN, sería la presencia del rasgo impulsivo18.
Si consideráramos a la impulsividad no como un rasgo aislado, sino en el contexto de
una estructura de personalidad, algunos autores consideran que su asociación con los TCA
podría venir determinada por la existencia de rasgos límites de la personalidad más extensos
que sólo la impulsividad39,40.
Se ha sugerido que la presencia de rasgos impulsivos aumenta el riesgo de un mal re-
sultado al tratamiento y un peor pronóstico a largo plazo, en pacientes con BN41.
El estilo cognitivo
El estilo cognitivo caracterizado por un bajo rendimiento en las tareas de cambio de
set, uno de los componentes del funcionamiento ejecutivo, ha sido considerado como un
endofenotipo en los TCA42.
Además, revisiones sistemáticas apoyan la presencia de un estilo cognitivo rígido y
centrado en los detalles en los TCA42-44. Los pacientes muestran una baja tolerancia a los
cambios, lo que se mantiene después de la recuperación del trastorno. Esta característica se
encuentra incluso en familiares de primer grado sanos de pacientes con TCA, lo que podría
apoyar la hipótesis de este estilo cognitivo como un endofenotipo de los TCA45.
También, se ha observado que los estilos cognitivos representados por los diferentes
grupos de TCA podrían ser diferentes en su representación. Las respuestas lentas y preci-
sas propias del grupo AN, se asocian con un estilo reflexivo, en cambio las respuestas más
rápidas que muestra el grupo BN o purgativo, están asociadas con un estilo cognitivo más
impulsivo46.
205
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
Autoestima
Existe gran interés e investigación en la hipótesis que asocia la autoestima a los TCA, así
como a las cogniciones negativas relacionadas con la apariencia55.
Bruch fue una de las primeras investigadoras en sugerir que los déficits de autoestima
pueden jugar un papel importante en la etiología de los TCA56. La literatura señala que las
pacientes con AN y BN presentan niveles más bajos de autoestima que la población general,
sin evidenciar diferencias entre ambos tipos de pacientes57,58. Además, estos niveles más
bajos de autoestima ya están presentes en las personas con alta tendencia a desarrollar
un TCA59.
Varios estudios transversales indican que la autoestima es significativamente menor
en niñas y mujeres que manifiestan actitudes y comportamientos alimentarios anormales,
que en aquellas que no tienen problemas de alimentación60-62. Sin embargo, no es posible
determinar a partir de estos estudios, si la baja autoestima en realidad precede a los TCA
o si es una consecuencia de estos comportamientos.
206
LA PERSONALIDAD EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Daniela Gómez Aguirre
puede controlar sus impulsos y emociones. Los dos extremos, un excesivo control o una
ausencia de control, serían patológicos. La resiliencia del yo hace referencia a la flexibilidad
del yo para adaptarse al ambiente y modular el control de los impulsos según las exigencias
del entorno65.
Los estudios en TCA han demostrado que el grupo de alto funcionamiento se ha asocia-
do en general a ausencia de psicopatología comórbida65. La gran mayoría de los pacientes
clasificados como emocionalmente rígidos/sobrecontrolados (78,3%) correspondían a pa-
cientes con síntomas sólo restrictivos. En contraste, el 100% de los pacientes clasificados
como emocionalmente desregulados/subcontrolados pertenecían a pacientes con síntomas
purgativos67.
Un estudio realizado con una muestra de pacientes con síntomas bulímicos, observó
que los pacientes clasificados como desregulados tuvieron un peor funcionamiento, mayor
comorbilidad y peores resultados al tratamiento, seguidos por los pacientes en los grupos
sobrecontrolado y de alto funcionamiento. La definición de los tres subtipos condujeron
a diferentes intervenciones terapéuticas, lo cual es de suma utilidad para adaptarse a las
necesidades del paciente. Estas intervenciones coincidieron con la gravedad del TCA y
aparición de comorbilidad en el Eje I67.
Esta categorización ha demostrado una validez más allá del diagnóstico del Eje I al pre-
decir los síntomas del TCA, el funcionamiento adaptativo y las variables etiológicas como
el abuso sexual68, y se ha establecido como una forma de simplificar la compresión de los
rasgos de personalidad en las pacientes con TCA68.
Por su parte, Wonderlich y colaboradores69, debido al creciente interés por identificar
subtipos de BN, basados en patrones sintomatológicos, intentó determinar en base a la
comorbilidad psiquiátrica y la personalidad, posibles subtipos en estos pacientes, utilizando
el análisis de perfiles latentes. Este estudio, realizado en 5 centros investigadores, identificó
tres grupos diferentes entre las pacientes con BN: un grupo afectivo-perfeccionista (29,2%
de la muestra), un grupo impulsivo (20,2%) y un grupo con baja psicopatología comórbida
(50,6%)69. El grupo afectivo-perfeccionista se distinguía por altos niveles de desregulación
afectiva, obsesionalidad, compulsividad y perfeccionismo, características que a menudo se
observan en sujetos con ANR16,18. El grupo impulsivo a su vez se caracterizó, principalmente,
por comportamientos impulsivos, autodestructivos y abuso de drogas y alcohol69. El grupo
con baja comorbilidad mostró los niveles más bajos de psicopatología alimentaria en el
EDEQ-4. Este grupo se distinguía principalmente por bajos niveles en todos los indicadores
de psicopatología comórbida, patología de la personalidad y psicopatología alimentaria69.
Conclusiones
207
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
A su vez, existe una gran variación entre los resultados de distintas investigaciones. Estas
disparidades entre estudios pueden estar causadas por las diferencias, tanto en la selección
de las muestras, como en los métodos de evaluación utilizados en las investigaciones.
Sabemos que existe la asociación entre peor pronóstico y los TP del clúster B y, prin-
cipalmente, el TLP54, así como también está claro que, tanto los rasgos de personalidad,
como presentar un TP, pueden influir en el curso de un TCA, así como afectar la evolución
y tratamiento.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
210
PARTE I: COMORBILIDAD Capítulo 22
Introducción
211
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
Sin embargo, a pesar de lo anterior, los profesionales que nos dedicamos a diagnosti-
car y tratar estas patologías, concordaremos en que la asociación, fuera de constituir una
excepción situada en el porcentaje descrito (que por cierto cuenta con todas las limitantes
de la metodología utilizada para estudiar comorbilidad), es aún mayor, si analizamos en
propiedad la dimensionalidad y curso de ambos trastornos.
A continuación, presentaré algunas de las asociaciones frecuentemente observadas,
utilizando ejemplos clínicos.
Asociaciones posibles
Caso clínico 1
María es una paciente de 37 años, que en su historial cuenta con 8 hospitalizaciones,
seis de ellas a consecuencia de intentos de suicidio. Ha sido diagnosticada con un trastorno
depresivo recurrente. Las otras dos hospitalizaciones fueron tras alcanzar un IMC de 14,
estableciéndose entonces, como prioritario, el objetivo de la realimentación. En las hospi-
talizaciones psiquiátricas por suicidalidad, su IMC nunca superó 17 kg/m2. Presenta una
disfunción familiar grave, con una red de apoyo escasa y desesperanzada.
En el curso del tratamiento, llama poderosamente la atención la resistencia a mejorar
anímicamente, a pesar de dosis altas de antidepresivos potentes (ejemplo, venlafaxina 225
mg al día). Este hecho contrasta con el efecto de dosis menores del mismo antidepresivo al
alcanzar la paciente un IMC de 18,5.
212
TRASTORNOS DEL ÁNIMO Y TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Emilio Muñoz Griffith
condición comórbida, pero a diferencia de este diagnóstico ansioso, una observación más
acuciosa nos mostrará que el temor principal es respecto a ser evaluado específicamente
en cuanto a la apariencia física.
Caso clínico 2
María José tiene 26 años y fue criada en un ambiente invalidante. En su familia se valoró
de sobremanera la apariencia física. En ese sentido, ella sintió que estar delgada era un
estándar mínimo, como para “ser alguien”. Con el tiempo, desarrolló un TCA leve, con
tendencia a la restricción, pero sin conductas impulsivas significativas, salvo mínimos atraco-
nes subjetivos. Consulta motivada, tras iniciar su vida independiente, ya que no había con-
seguido una vida social y afectiva satisfactoria, y su tendencia a quedarse en casa la había
llevado, según sus propias palabras, “a no encontrarle sentido a vivir”. A pesar de que su
TCA estaba empeorando, el foco del tratamiento fue en base a psicoterapia de exposición,
sin descuidar, ni el manejo de su conducta alimentaria, ni el tratamiento antidepresivo que
la ayudara a sortear el desánimo presente y la angustia frente a la exposición. Su evolución
ha sido muy positiva tras algo más de un año de tratamiento.
213
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
Caso clínico 4
Cristina tiene 50 años y tiene como antecedente una anorexia purgativa, que no re-
cibió tratamiento específico. En conjunto con ello, o como parte de ello, desarrolló una
personalidad con características obsesivas y una rigidez notable. Tras un quiebre amoroso,
desarrolló una depresión mayor, con ideación suicida intensa. La restricción alimentaria
se profundizó, llegando a bajar su IMC desde 20 a 17. Simultáneamente a la restricción,
empeoró una tendencia al atracón por hidratos de carbono en las tardes, y una alteración
adicional, compatible con un síndrome de comer nocturno.
En acuerdo con la paciente se instaló un tratamiento en base a mirtazapina/venlafaxi-
na, informando a la paciente, que los efectos del mismo, harían que tuviera más hambre,
pero realizando un compromiso de que no pretenderíamos que su IMC subiera más de 20
(presente antes de la aparición del episodio depresivo). Se indicó también un tratamiento
psicoterapéutico que pretendía instalar un mejor manejo emocional y flexibilizar sus cog-
niciones y conductas rigidizadas.
La evolución posterior tuvo dos etapas. La primera, en que la paciente recupera sólo
parcialmente su ánimo, pero el peso llegó a un IMC de 22. La paciente perdió motivación
con el tratamiento y estuvo a poco de suspenderlo. En base a la construcción de una alianza
terapéutica sólida, logramos en coordinación psicoterapeuta/psiquiatra, y con la colabora-
ción de la paciente, mantener el tratamiento, modificando el mismo y logrando, a mediano
plazo, un IMC estable y una recuperación anímica satisfactoria.
214
TRASTORNOS DEL ÁNIMO Y TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Emilio Muñoz Griffith
Caso clínico 5
Luisa tiene 19 años y ha sido diagnosticada con un trastorno afectivo bipolar. En un
reciente episodio con características mixtas, recibió tratamiento con 200 mg de quetia-
pina. A consecuencia de este tratamiento, Luisa subió 12 kilos en 4 meses. Su autoes-
tima se vio severamente afectada, y a pesar de haber logrado bastante estabilidad, a
consecuencia de su autoimagen ha preferido recluirse en casa y el ánimo se encuentra
severamente alterado. Un lento traslape entre quetiapina y un antipsicótico de acción
neutra en lo metabólico (aripiprazol), permitió mantener la estabilidad y lograr estabilizar
el alza ponderal.
Caso clínico 6
Soledad llega a tratamiento por bulimia grave. Tiene 26 años y ha tenido múltiples
tratamientos psiquiátricos desde los 17 años. Desde los 17 a los 23 años presentó con-
ductas autolesivas (cortes en antebrazos e intoxicaciones con psicofármacos). Su diag-
215
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
216
TRASTORNOS DEL ÁNIMO Y TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Emilio Muñoz Griffith
Conclusiones
La asociación entre trastornos del ánimo y TCA es una asociación frecuente y compleja.
Más allá de la clásica manera de considerar la comorbilidad, un análisis particular de caso
debe dar cuenta del subtipo de asociación presente en cada etapa de los cursos de cada
una de las enfermedades presentes. Sólo de esta manera se pueden ajustar los tratamientos
a los fenómenos presentes, optimizando la respuesta y minimizando los efectos indeseados
de los tratamientos. Es en este manejo de la comorbilidad, en que se hace particularmente
necesaria la presencia del psiquiatra en el equipo multidisciplinario a cargo del manejo de
cuadros tan complejos, como los que vemos en la práctica diaria.
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217
Capítulo 23 PARTE I: COMORBILIDAD
Introducción
Comorbilidad
218
TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO Y TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Marcela Altayó Fuentes
Diagnóstico
Neurobiología
219
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
220
TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO Y TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Marcela Altayó Fuentes
Tratamiento
221
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
Conclusiones
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223
Capítulo 24 PARTE I: COMORBILIDAD
Introducción
224
COMORBILIDAD ENTRE TCA Y TRASTORNOS DE ANSIEDAD Katharinne Salinas Santibáñez
El trastorno de ansiedad social (AS), es una de las condiciones comórbidas más fre-
cuentes en los TCA. Existe mayor tasa de prevalencia de AS en pacientes con TCA que
en grupos controles, siendo similar la prevalencia tanto para pacientes con bulimia como
con anorexia9. Se reportan tasas de comorbilidad a lo largo de la vida del 34% al 55%
en pacientes con AN10,11. En una serie de pacientes con AN y BN se encontró tasas que
van entre 23%-59% y 17%-59%, respectivamente12. Wittchen et al., muestran tasas
más altas de TCA en individuos con AS (15%) en comparación con aquellos que no la
presentan (2,6%). En cuanto a la diferencia entre los subtipos de TCA, no se han visto
diferencias en la prevalencia de AS13,14. Sin embargo, Hinrichsen et al., encontraron que
individuos con AN purgativa tienen significativamente tasas más altas de AS que AN
restrictiva y que BN15. En otro estudio, Schwalberg et al. buscaron diferencias entre BN
y trastorno de atracones, encontrando que los grupos no difieren en puntaje para AS3.
A partir de estos reportes, observamos que la prevalencia de AS es más elevada que en
la población general en todos los subgrupos de TCA y que sería el trastorno ansioso
comórbido más frecuente en TCA, aún más, algunos investigadores han especulado un
probable rol etiológico de la AS en los TCA.
A pesar de que la relación entre AS y TCA tiene bastante evidencia, los mecanismos que
subyacen esta relación aún no están lo suficientemente esclarecidos. Se ha estudiado una
relación con rasgos como la sensibilidad al rechazo basado en la apariencia, la tendencia a
la expectación ansiosa, los que serían mecanismos explicativos importantes de esta relación;
además, se ha demostrado que la sensibilidad al rechazo basado en la apariencia mantiene
sintomatología de AS y predice trastornos alimentarios y que esta sensibilidad al rechazo
basado en la apariencia media la relación entre AS y la sobreevaluación de la imagen, la
restricción, los atracones y el ejercicio compulsivo, pero no los vómitos. Leigh et al., en un
estudio longitudinal encontró, además, relación entre la ansiedad por la apariencia social
y el trastorno de atracones16.
Estos hallazgos muestran que la sensibilidad al rechazo basado en la apariencia
puede ser un mecanismo explicativo por lo que pacientes con AS reportan frecuentes
síntomas de TCA7. La AS, se ha visto asociada con enfermedad más severa y con psicopa-
tología del TCA, como autoconciencia, síntomas depresivos, preocupaciones por el peso,
forma y el comer y severidad de los atracones. Además, tiene una correlación positiva
significativa con todas las subescalas del Eating Disorder Inventory (EDI): conducción
hacia la delgadez, bulimia, insatisfacción corporal, falta de efectividad, perfeccionismo,
desconfianza interpersonal, conciencia interoceptiva y temores de madurez, así como
con las creencias centrales acerca del abandono y con la inhibición emocional. Sin em-
bargo, no se ha visto una relación significativa con el IMC17. Estudios en pacientes con
TCA han visto la relación entre el desarrollo de AS y experiencias familiares, encontrando
que los padres de los pacientes con AS son emocionalmente inhibidos y son incapaces
de relacionarse emocionalmente con sus hijos, lo que se ha visto que causaría una
tendencia al desarrollo de AS en niños15,16. Ranta et al., en un estudio longitudinal con
adolescentes con TCA, vieron que el diagnóstico de AS a los 15 años predice BN a los
17 años y, además, está relacionada a la no búsqueda de tratamiento en el período de
seguimiento en pacientes con BN10.
La mejoría en AS en AN no está relacionada a una modalidad de tratamiento es-
225
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
Trastorno de pánico
226
COMORBILIDAD ENTRE TCA Y TRASTORNOS DE ANSIEDAD Katharinne Salinas Santibáñez
Agorafobia
Fobia específica
227
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
Conclusión
228
COMORBILIDAD ENTRE TCA Y TRASTORNOS DE ANSIEDAD Katharinne Salinas Santibáñez
Sin duda, faltan estudios que nos entreguen una evidencia más robusta respecto de la
relación entre trastornos ansiosos y TCA, sobre todo hallazgos más consistentes en relación
al tratamiento de estos pacientes, de manera de poder entender mejor esta comorbilidad
y poseer mejores herramientas para su abordaje.
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230
PARTE I: COMORBILIDAD Capítulo 25
Introducción
*Criterios de sobrepeso o preobesidad: Adultos IMC ≥ 25 y < 30 kg/m2. Niños (> 5 años) y adolescentes
según patrón OMS: IMC para la edad ≥ +1DE y < +2DE. Niños menores de 5 años patrón OMS: P/T ≥ +1DE
y < +2DE4.
**Criterios de obesidad: Adultos IMC ≥ 30 kg/m2. Niños (> 5 años) y adolescentes según patrón OMS: IMC
para la edad ≥ +2DE. Niños menores de 5 años patrón OMS: P/T ≥ +2DE4.
231
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
El trastorno por atracón (TA) es, sin duda, el trastorno alimentario más relevante para
los profesionales de la salud mental que trabajen en temas ligados al sobrepeso y la obesi-
dad10. A pesar que en el DSM-IV-TR se sugirieron criterios para estudiar el TA, no fue hasta
la publicación del DSM-5 que el TA se incluyó como una entidad nosológica independiente
dentro de los TCA8,11-13. El TA se caracteriza por la presencia de episodios de atracones de
comida, sin una conducta compensatoria8-10,13. La prevalencia de vida del TA en población
general ha sido estimada en 1,4% (0,7%-4%)10,11,13,14. Sin embargo, en pacientes con so-
brepeso u obesidad la tasa de prevalencia de TA varía de 1%-30%10,13-15. En candidatos a
cirugía bariátrica la tasa de prevalencia de TA es de 2%-49%10. La edad de inicio es en la
adolescencia tardía o en el inicio de la adultez10,11,13,16, y el inicio temprano del TA se asocia
con peor evolución10. Al igual que otros TCA, el TA afecta más a mujeres que a hombres,
pero la diferencia es menor a la observada en anorexia nerviosa (AN) y bulimia nerviosa
(BN), con una relación de 2-6 mujeres por cada hombre10,11,14. El TA suele tener un inicio
más tardío que la AN y la BN en la adolescencia tardía o adultez temprana, incluso con
casos de inicio posterior. Las tasas de remisión son mayores para los pacientes con TA que
para AN y BN11, sin embargo, un porcentaje importante persiste en el tiempo o evoluciona
con un curso fluctuante de remisiones y exacerbaciones.
Los episodios de atracones se caracterizan por una alta ingesta de alimentos (aproxi-
madamente 2.000-3.000 kcal) en un corto periodo de tiempo (habitualmente menos de 2
horas) y con una sensación de pérdida de control sobre la ingesta8,13. Al no presentar una
conducta compensatoria, este tipo de ingesta se asocia muy frecuentemente con sobrepeso
y obesidad12,13. Sin embargo, puede presentarse en pacientes normopeso, los cuales suelen
ser más jóvenes, tener más conductas de control del peso, dietas con menos calorías y
buscar menos tratamiento que los pacientes que presentan TA y obesidad10. Es altamente
probable, que no sean subgrupos distintos de pacientes con TA, más bien sería la evolución
de un TA, que inicia en un paciente normopeso que despliega cierto control para evitar la
ganancia de peso. Sin embargo, estos escasos mecanismos de control se pierden con el
correr de los años evolucionando con un aumento progresivo del IMC10,14.
Para hablar de un TA, los episodios de atracones deben ocurrir al menos 1 vez a la
semana, por un periodo de 3 meses y la severidad del TA se basa en la frecuencia de los
episodios de atracones (Tabla 1)8. Se ha descrito que los atracones son más frecuentes en
contextos de alta demanda emocional, siendo precedidos por ánimo bajo, baja en la alerta,
sensación de pérdida de control alimentario y craving por dulces12,13.
La preocupación excesiva por el peso y la figura corporal no son criterios diagnósticos
de TA, sin embargo, están presentes en el 60% de los pacientes con TA, lo cual es mayor
que en los pacientes con obesidad sin TA, pero menor que en AN y BN10. La presencia de
preocupación excesiva por el peso y la figura corporal en TA se asocia a un peor funciona-
miento social y calidad de vida10.
El diagnóstico del TA es clínico y los criterios propuestos por el DSM-5 sistematizan lo
descrito en párrafos anteriores y agregan un especificador de severidad, ligado a la cantidad
de atracones semanales (Tabla 1)8. Además, se han desarrollado instrumentos autoaplicados
para realizar tamizaje del TA y uno de los más utilizados es el Binge Eating Scale (BES)10,16.
Esta escala de 16 ítems, creada en la década de los ochenta, está centrada en los episodios
de pérdida de control de la ingesta y no en los criterios diagnósticos actuales. A pesar de
232
SOBREPESO Y OBESIDAD EN PACIENTES CON TCA Arturo Zumaeta Valenzuela
Criterio D: Los atracones ocurren, en promedio, al menos 1 vez a la semana por 3 meses.
En remisión total: Luego de cumplir todos los criterios, no se cumple con ninguno por un periodo
sostenido.
Especificar severidad actual:
Leve: 1-3 atracones por semana
Moderado: 4-7 atracones por semana
Severo: 8-13 atracones por semana
Extremo: 14 o más atracones por semana
ello, ha sido utilizada en screening de poblaciones clínicas y no clínicas, para evaluar tanto
intensidad como evolución, teniendo además validación en distintos idiomas, incluyendo
el español10,12. Recientemente se ha desarrollado el 7-Item Binge-Eating Disorder Screener
(BEDS-7), el cual corresponde a una escala de tamizaje breve y que incluye los criterios
DSM-5, sin embargo, no ha sido validada al español10.
Los factores asociados al TA son antecedentes familiares o personales de obesidad,
exposición a comentarios negativos sobre el peso, la figura corporal o la alimentación,
baja autoestima, historia de depresión parental, así como mayor impulsividad personal11,13.
Los estudios genéticos han mostrado una alta heredabilidad de la obesidad (86%) y una
menor heredabilidad del TA (41%-49%), con una modesta sobreposición de los genes
implicados11. Una mutación descrita tanto en TA y en obesidad es la que afecta al gen
del receptor de melanocortina 4 (MC4R), el cual parece ser relevante en la regulación de
la alimentación y en el metabolismo11. La realización de dietas restrictivas ha sido descrita
como factor desencadenante en AN y BN. También ha sido descrita en TA, sin embargo,
parece ser menos relevante, pudiendo 1 de cada 3 pacientes con TA iniciar directamente
con atracones11.
233
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
234
SOBREPESO Y OBESIDAD EN PACIENTES CON TCA Arturo Zumaeta Valenzuela
Lo central del síndrome de comedor nocturno (SCN) es el retraso del ciclo circadiano
alimentario10,12,18. Actualmente, no aparece como un trastorno independiente en el DSM-
5, quedando englobado como “otro trastorno especificado alimentario o de la ingestión
de alimentos”8,10,12. Fue descrito inicialmente por Stunkard en 195510-13,18 y se caracteriza
por una alta ingesta alimentaria posterior a la cena y/o despertares nocturnos para comer,
estando consciente y recordando la ingesta, con consumo aproximado de 200-400 kcal9,18.
Más del 25% de las calorías diarias se ingieren posterior a la cena12,18. Pueden, además,
presentar bajo apetito y escasa ingesta matutina, alto deseo de comer posterior a la cena,
insomnio, creencia que necesitan comer para dormir o baja anímica hacia las noches12,18.
Suele iniciarse en la adultez temprana y es frecuente que se mantenga durante la vida con
periodos de remisión y reaparición sintomáticas, usualmente frente a estresores12. Parece
afectar a hombres y mujeres por igual, en la edad adulta, en especial con sobrepeso u obe-
sidad10. Sin embargo, también puede presentarse en pacientes con valores de IMC menores
y no está clara la relevancia del SCN como factor causal de la obesidad; a pesar de ello, la
asociación estadística es innegable y el 52% de los pacientes obesos con SCN refieren haber
presentado el trastorno antes de la obesidad10. Al igual que lo descrito en TA, los pacientes
con SCN normopeso suelen ser más jóvenes, que los que presentan SCN y obesidad10.
La prevalencia de vida del SCN ha sido estimada en un 1,5% (1%-5,7%)10,12. Sin em-
bargo, en pacientes con sobrepeso u obesidad la tasa de prevalencia del SCN varía entre
6%-16%, con tasas de hasta 25% en obesidades mórbidas12. En candidatos a cirugía
bariátrica la tasa de prevalencia del SCN es de 2%-42%10-12.
El SCN debe diferenciarse del trastorno del sueño relacionado con ingesta nocturna
(Nocturnal Sleep-Related Eating Disorder), que corresponde a un trastorno del sueño, que
se caracteriza por ingesta nocturna de alimentos, pero sin conciencia del evento9,10,12,18,
conceptualmente más cercano al sonambulismo.
Al igual que en el TA, los pacientes con obesidad y SCN presentan mayor riesgo de epi-
sodios depresivos, con una prevalencia de vida del 50%10. La presencia de comorbilidades
psiquiátricas se asocia con síntomas alimentarios más intensos y menor funcionalidad ge-
neral10. La comorbilidad de TA y SCN va de 7%-25%, y de la BN con el SCN es de 9%10,18.
Además, 2 de cada 3 pacientes con SCN refieren insomnio previo o actual, con un prome-
dio de 3,6 despertares por noche y en la mitad de ellos realizan ingesta de alimentos10,11.
El diagnóstico del SCN es clínico (criterios propuestos en Tabla 2) y es recomendable que
sea realizado por un profesional con formación y experiencia en trastornos alimentarios12,
principalmente por la complejidad en el descarte de otras patologías que pudieran explicar
la mayor ingesta nocturna. El Night Eating Questionnaire (NEQ) es un cuestionario que ha
sido utilizado como screening y para medir la severidad del SCN10,12. Otro cuestionario, el
Night Eating Diagnostic Questionnaire (NEDQ) ha sido utilizado para distinguir pacientes
con SCN, de los que no presentan el diagnóstico10,12. Para el seguimiento, puede ser útil
el uso del Night Eating Symptom Scale (NESS), el cual explora los síntomas presentes en 1
semana10,12.
Con respecto al tratamiento del SCN, aún falta evidencia para evaluar la real efectividad
y ventaja de cada intervención12. El objetivo debe ser regular el ciclo sueño-vigilia, incluyen-
do el patrón circadiano de alimentación, manejar las comorbilidades médicas (sobrepeso y
obesidad) y psiquiátricas (en especial los síntomas depresivos). La dieta debe buscar redis-
235
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
tribuir los horarios de las comidas, para que no se generen ayunos de más de 3 horas y si
hay sobrepeso u obesidad deben restringirse las calorías9.
Aún hay pocos estudios, sin embargo, la Terapia Cognitivo-Conductual y la relajación mus-
cular progresiva han mostrado una baja en el deseo nocturno de comer9,10. Se han utilizado
antidepresivos como sertralina (100 mg-150 mg), escitalopram (10 mg-20 mg) y agomelatina
(50 mg), así como topiramato (75 mg-125 mg) en el manejo del SCN9,10,13. Se han publicado
reportes de casos de respuesta con terapia lumínica, con exposición matutina durante 30
minutos a una fuente lumínica de 10.000 lux10. Sin embargo, aún no tenemos evidencia que
oriente a cuál es la intervención más efectiva y probablemente deba evaluarse caso a caso.
236
SOBREPESO Y OBESIDAD EN PACIENTES CON TCA Arturo Zumaeta Valenzuela
237
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
Los atracones objetivos infrecuentes, así como los subjetivos, deben ser explorados y
manejados, en especial en pacientes con sobrepeso y obesidad que se encuentran en pro-
cesos de tratamiento para controlar el peso12, dado que pueden afectar el funcionamiento
psicológico y los resultados de las intervenciones.
b) Comedor externo
La teoría externalizante de la obesidad, planteada por Schachter en 1968, asocia la
sobreingesta con una hiperreactividad a estímulos alimentarios, con una baja percepción
de los estímulos internos de hambre y saciedad2. Por tanto, se ingerirían los alimentos sólo
por estar presentes, por ser el horario de comer o estar en un lugar asociado a la ingesta,
y no por tener hambre. Del mismo modo, el cese de la ingesta estaría ligada al término de
los alimentos y no a la sensación de saciedad. Las personas con un patrón externalizante,
parecen referir más episodios de consumo alimentario excesivo2, sin embargo, variados
estudios han fallado en demostrar una asociación de este patrón con un aumento de peso,
sobrepeso y obesidad en el largo plazo2.
c) Comedor emocional
La teoría psicosomática de la obesidad llevó a poner el foco en la relevancia del compo-
nente emocional12, siendo inicialmente planteada por Bruch (1961)2. No existe una defini-
238
SOBREPESO Y OBESIDAD EN PACIENTES CON TCA Arturo Zumaeta Valenzuela
d) Picoteo
El picoteo corresponde a la conducta repetitiva de ingerir pequeñas cantidades de
alimentos de forma no planificada12. Este patrón alimentario puede ser otro síntoma más
en pacientes con TCA, describiéndose picoteo en el 34,3%-88%, pero también puede
presentarse como una entidad independiente. Sin embargo, para este patrón alimentario
no han sido del todo delimitados los criterios patológicos y, peor aún, en la literatura an-
glosajona puede aparecer con múltiples denominaciones (por ej.: grazing, snacking, snack
eating, nibbling, picking)12. La falta de un término unificador, así como de criterios claros,
afecta la interpretación de los hallazgos encontrados en los diversos estudios12. Se ha pro-
puesto que este patrón puede englobar a pacientes con un picoteo compulsivo, en el cual
no logran controlar el impulso de comer, y otro no compulsivo, en el cual el picoteo se
realiza distraído12. El nivel de evidencia para elegir un tratamiento es bajo, pero se sugiere
una adaptación de la Terapia Cognitivo-Conductual o la realización de intervenciones sobre
el estilo de vida, con foco en regular y estructurar los horarios de alimentación, mejorar
el control frente a los estímulos y entrenamiento en capacidades de afrontamiento, para
evitar la conducta de picoteo12.
Dentro de los pacientes con obesidad, los candidatos a cirugía bariátrica presentan ma-
yores valores de IMC, más episodios de atracones objetivos y subjetivos, así como mayores
239
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
240
SOBREPESO Y OBESIDAD EN PACIENTES CON TCA Arturo Zumaeta Valenzuela
que 6 de cada 10 pacientes con SCN postcirugía bariátrica son cuadros de novo, es decir,
no presentaban el síndrome antes de la intervención12.
Conclusiones
Referencias
241
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
242
PARTE I: COMORBILIDAD Capítulo 26
Introducción
243
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
El primer libro que hace referencia de una forma exhaustiva al abordaje multidiscipli-
nario en el candidato a cirugía bariátrica con especial énfasis en la evaluación psicosocial
fue publicado por Mitchell y de Zwaan en 201219. Este se constituye de secciones que
abordan desde la entrevista psicológica hasta tópicos sobre seguimiento postquirúrgico y
psicoterapia especializada, destacando en particular el capítulo de Peterson et al.20 sobre la
evaluación psicosocial y tratamiento de pacientes de cirugía bariátrica.
Así también, el Comité de Salud Mental de la Sociedad Americana de Cirugía Bariátrica
y Metabólica (ASMBS) ha expuesto sugerencias para la evaluación psicológica prequirúr-
gica21, que incluyen aspectos relevantes para la entrevista clínica. La Asociación para el
Estudio de la Obesidad de Norteamérica (NAASO) propone recomendaciones básicas para
los profesionales de salud mental que son parte de unidades de cirugía bariátrica22. Entre
ellas: evaluación psicosocial por un experto acreditado en psicología y/o psiquiatra con for-
mación en modificación de conducta, para todos los candidatos; si procede, valoración por
psiquiatra con formación en obesidad, cirugía bariátrica y en evaluación pre y postoperato-
ria; los evaluadores preferiblemente deben estar afiliados al centro quirúrgico para facilitar
la comunicación, mantener la red de apoyo y proporcionar continuidad en la atención; y
disponibilidad mayor al período postoperatorio estándar de 6 meses para hacer frente a
las complicaciones a largo plazo. Las siguientes son funciones del psiquiatra en el equipo23.
1. Detección de patología mental mediante entrevista clínica, en base a criterios diagnós-
ticos DSM-5 o CIE-10, a fin de coordinar su atención ante detección de alguna afección
que impida un adecuado seguimiento de su plan de tratamiento.
2. Manejo de psicofármacos que se consideren necesarios para el mantenimiento de las
conductas necesarias para la reducción de peso como ansiolíticos, antidepresivos u
otros.
244
TCA POSTCIRUGÍA BARIÁTRICA María Inés Arriagada Solar y Paloma Paz Gajardo Farías
3. Determinación pericial de la capacidad del paciente para tomar una decisión en sentido
favorable para el tratamiento quirúrgico.
4. Diagnóstico de comorbilidad psiquiátrica y detección de criterios que puedan contrain-
dicar la cirugía o condicionarla a su resolución de manera definitiva.
5. Tratamiento de dicha comorbilidad, ya sea para anular los criterios de exclusión (por
ejemplo, un trastorno por atracón o una bulimia no controlada) o para tratar la psico-
patología que comprometa el éxito de la intervención.
6. Desempeño activo junto a profesionales del equipo, en actividades psicoterapéuticas
necesarias en el tratamiento como puedan ser grupos psicoeducativos, grupos de apoyo
y terapia de modificación de conducta.
I. Contraindicaciones absolutas
a. Paciente con trastorno adaptativo en curso, estrés agudo o trauma reciente.
b. Trastornos psiquiátricos descompensados (esquizofrenia, trastorno bipolar sin tratamien-
to, depresión severa, intento de suicidio reciente, trastorno bulímico en fase purgativa
o trastorno por atracón en curso).
c. Situaciones de riesgo: consumo de alcohol y/o drogas, retraso mental profundo.
d. Escaso apoyo de parte de su entorno social y familiar.
e. Baja motivación del paciente a operarse, familia influyente en la decisión.
245
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
y estrés en caso de no ser abordadas en forma oportuna. Por ello, antes de someter a un
paciente a un procedimiento bariátrico será relevante evaluar su conducta alimentaria y
relación con la comida, lo que permitirá detectar conductas problemáticas y realizar las
intervenciones pertinentes. En relación a los trastornos alimentarios, tanto en el período
preoperatorio como postoperatorio, existe una alta probabilidad de que los síntomas que
cumplen con los criterios diagnósticos completos o preliminares sean minimizados o no
reportados por los pacientes, condición que representaría un sesgo para la predicción de
resultados ante los distintos procedimientos29.
Dentro de los trastornos alimentarios que cumplen con los criterios diagnósticos com-
pletos o preliminares se encuentran:
1. Trastorno de atracón
Episodios recurrentes de ingestión de cantidades objetivamente grandes de alimentos
que se acompaña de una sensación de pérdida de control en un período relativamente cor-
to de tiempo como pudieran ser dos horas (atracones compulsivos), con angustia marcada
y en ausencia de comportamientos compensatorios (ej. vómitos autoinducidos). Después
de la depresión, es el segundo trastorno más frecuente en pacientes en el preoperatorio,
asociado con tasas más elevadas de comorbilidad27,30.
Durante el período postoperatorio, a pesar de verse limitada la capacidad de consumir
grandes cantidades de alimentos en un episodio, se advierten reportes de los criterios res-
tantes para trastorno de atracón, dando cuenta de la persistencia de dicha sintomatología.
Desde aquí se considera la sensación de pérdida de control al comer como el mayor indi-
cador de una conducta alimentaria impulsiva31. En la misma línea, el grupo de Conceiçao
durante el 2014 realizó un estudio que, si bien arrojó ausencia de trastorno por atracón
durante los seis meses posteriores a la cirugía (al incluir el criterio de ingesta de cantidades
objetivamente grandes de comida), este habría reaparecido considerablemente luego de
dos años de haber sido sometido a cirugía. Es importante mencionar que este estudio
reportó en todas las evaluaciones postoperatorias la presencia de los demás criterios para
dicho trastorno32. Lo anterior pudiera explicarse, como señalan Sarwer et al.33, desde la
capacidad progresiva del sistema digestivo para asimilar cantidades cada vez mayores de
alimentos a lo largo del tiempo y la persistencia de una relación problemática con la comida
por parte de estos pacientes. Para poder identificar este tipo de variables durante el proceso
de tratamiento, y así no descartar el impacto potencial que tendrían en los resultados a
largo plazo, cabe considerar la distinción de dos conceptos: OBE: atracón objetivo, donde
las cantidades de comida ingeridas son objetivamente grandes, y SBE: atracón subjetivo,
donde las cantidades ingeridas son subjetivamente grandes34. Entendiendo esta distinción,
será importante identificar durante el período postoperatorio la presencia o ausencia de
atracones subjetivos (SBE) para así gestionar su abordaje a tiempo y prevenir un posible
retroceso en los avances por parte de los pacientes.
246
TCA POSTCIRUGÍA BARIÁTRICA María Inés Arriagada Solar y Paloma Paz Gajardo Farías
247
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
En relación a otras consideraciones, como bien explica Song et al.48, si bien al perder
peso luego de la operación los pacientes se acercarían más al ideal delgado de algunas so-
ciedades, existirían preocupaciones posteriores a la pérdida de peso como: la insatisfacción
de la imagen corporal por cicatrices asociadas al procedimiento quirúrgico, por la flacidez
de la piel o el exceso de tejidos blandos (todas condiciones que frustrarían las expectativas
de alcanzar la norma de la población). Pecori et al.49 y Kitzinger et al.50 concluyen que, si
bien se ha dispuesto de cirugías posteriores que pudieran aliviar dichas preocupaciones,
cabe la posibilidad de que aún realizado dicho procedimiento la disconformidad con la
propia apariencia se trasladaría a otra parte diferente del cuerpo ante el contraste con las
partes ya contorneadas.
Conclusiones
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250
PARTE I: COMORBILIDAD Capítulo 27
251
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
252
COMORBILIDAD DE DIABETES MELLITUS TIPO 1 Y TCA Bernardita Prado Alcalde
Conclusiones
253
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: COMORBILIDAD
1) ser adolescentes o púberes; 2) debutar con una baja brusca de peso ponderal; 3) el
tratamiento con insulina se asocia con un alza de peso; 4) una de las complicaciones del
manejo es la hipoglicemia y esta puede manifestarse como atracones; 5) se asocia con un
compromiso en el proceso de autoestima y de construcción de identidad (en tanto enfer-
medad crónica) y 6) comúnmente se da en contextos familiares poco contenedores. Esto
predispone a este grupo a patrones alimentarios patológicos, tales como el atracón en la
hipoglicemia y el mal uso deliberado de la insulina (diabulimia). Estas conductas llevan a un
mal control metabólico, el que interfiere en los procesos de hambre y saciedad, acelera las
complicaciones propias de la DM1 y aumenta el riesgo de mortalidad. También se asocia
con compromiso emocional y psicológico, lo que puede contribuir a la perpetuación de este
ciclo. Se propone, entonces, enfatizar la importancia de disponer de una atención especial
para las pacientes con DM1, sobre todo aquellas que experimentan un incremento pon-
deral, con el fin de prevenir un TCA y de disminuir el riesgo de la aparición precoz de las
complicaciones propias de la DM1. Se sugiere una personalización de la terapia insulínica,
de acuerdo al estilo de vida y a las motivaciones personales, fomentando una actividad física
saludable, un aprendizaje nutricional y un buen manejo de esta hormona. El tratamiento de
los TCA y de los problemas de salud mental de los pacientes con DM1 tienen el potencial
de mejorar significativamente, tanto la salud médica como el bienestar y el funcionamiento
global de estos pacientes.
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254
PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 28
Introducción
Los profesionales de la salud que llevan a cabo la atención clínica de adolescentes deben
tener muy presente que los TCA se inician habitualmente en esta etapa de la vida1, que
se asocian a serias complicaciones médicas y de salud mental2 y que su pronóstico mejora
significativamente si son pesquisados y tratados en forma precoz3. Sin embargo, con no
poca frecuencia ello resulta difícil, pues quienes los sufren tienden a negarlos o esconderlos,
por poseer escasa o nula conciencia de enfermedad y/o motivación al cambio. Esto favorece
el diagnóstico tardío de estas patologías, lo que incrementa el riesgo de complicaciones e
impacta negativamente en las posibilidades de recuperación3.
Es por ello que resulta muy relevante que quienes están a cargo de la atención de este
grupo etario lleven a cabo una pesquisa activa de estos trastornos durante diversas activi-
dades clínicas, las que se detallarán a continuación.
255
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Los jóvenes que poseen factores de riesgo para el desarrollo de estos trastornos re-
quieren de mayor supervisión, debiendo realizarse screening de TCA de manera periódica
durante su atención de salud8. Dentro de los factores de riesgo de TCA más factibles de ser
pesquisados en la consulta, se encuentran aquellos detallados en la Tabla 1.
Aquellos adolescentes portadores de enfermedades crónicas que requieren de un ma-
nejo nutricional específico (por ej., diabetes mellitus tipo 1, fibrosis quística, enfermedad
celíaca y enfermedades inflamatorias intestinales) pueden tener también mayor riesgo de
desarrollar un TCA8,16. Por último, especial atención merecen aquellos jóvenes cuyas con-
sultas están relacionadas con el peso, la figura y/o alimentación, pues poseen asimismo un
riesgo significativamente mayor de presentar estos trastornos17,18.
Tanto el screening a realizar, como las conductas y condiciones que deben hacer sospe-
char un TCA en estos casos, son similares a los descritos en el punto anterior.
En todos los casos previos, si tras realizar el screening se sospecha la existencia de un
TCA, se deberá realizar una evaluación más profunda con la finalidad de confirmar el diag-
nóstico –como la que se describe en el capítulo sobre la evaluación clínica integral de estos
adolescentes– y proceder según corresponda.
• Sexo femenino
• Pubertad temprana
• Insatisfacción con la imagen corporal y/o preocupación excesiva por la alimentación, el peso y la figura,
con deseo de ser más delgado o de reducir alguna parte del cuerpo, o aumentar la musculatura en el
caso de varones
• Obesidad
• Hacer dietas
• Práctica de ballet y deportes que exigen un cuerpo delgado (aquellos con categorías de peso –como
remo–, los “estéticos” –como gimnasia o patinaje artístico– y en los que se considera ventajoso tener
una masa corporal baja– como ciclismo)
• Autoestima baja
• Perfeccionismo
• Depresión
256
SCREENING Y DETECCIÓN TEMPRANA DE LOS TCA EN LA ATENCIÓN DE ADOLESCENTES Verónica Gaete Pinto
Existen diversos instrumentos para la detección de TCA. Muchos de ellos son largos y
requieren de la interpretación de un especialista, lo que hace poco factible su uso en la
atención primaria de salud19,20. Para simplificar el proceso de screening en el ámbito de la
atención clínica y ponerlo al alcance de aquellos que no son especialistas, se han desarrolla-
do instrumentos breves, que son fáciles y rápidos de administrar e interpretar. El SCOFF21 es,
hasta ahora, el más estudiado y difundido de ellos22,23. Consta de cinco preguntas simples
que abordan las características centrales de la AN y BN. Dos o más respuestas afirmativas
indican sospecha de que existe un TCA, lo que hace recomendable una evaluación más
detallada y profunda, seguida de la referencia a servicios especializados, si corresponde20.
Las propiedades psicométricas del SCOFF -tanto en su versión original en inglés, como
en traducciones a diversos otros idiomas- han sido evaluadas en diferentes estudios, los
que en su mayoría lo han recomendado como instrumento de tamizaje24,25. Sin embargo,
la mayor parte de los estudios de validación del SCOFF han sido realizados en población
adulta y femenina22,24, existiendo escasas investigaciones en adolescentes, por lo que su
valor en este grupo etario está aún por determinarse24.
Los instrumentos breves para screening de TCA en el ámbito clínico se encuentran
aún en desarrollo. Por una parte, han continuado apareciendo algunos específicos para
ciertos tipos de TCA (por ej., trastorno por atracón) que, si bien puede ser útiles, hacen
más complejo el tamizaje de estos trastornos en el ámbito clínico, debido a la necesidad de
utilizar distintas herramientas para la pesquisa del espectro completo de TCA, pareciendo
más razonable el uso de instrumentos para la detección conjunta de los diversos tipos de
TCA26. Por otra parte, dado que el SCOFF y otras herramientas de screening para la atención
primaria fueron desarrollados antes de la publicación del DSM-5, se desconoce su utilidad
para la pesquisa de la gama completa de TCA incluida en esta nueva clasificación, siendo
necesario contar con instrumentos que capturen tanto los TCA tradicionales, como AN y
BN, como aquellos más nuevos, como trastorno por atracón, para lo cual se están desarro-
llando otras propuestas26.
Por último, es importante señalar que los instrumentos de screening no deben usarse
como un método único para determinar si las personas tienen o no un TCA22, pues ello
requiere de una evaluación más profunda de los casos pesquisados, la que habitualmente
será clínica.
Conclusiones
257
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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proving the accuracy of eating disorder screening in primary care. Gen Hosp Psychiatry. 2018;50:20-5.
259
Capítulo 29 PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Introducción
Está dirigida a realizar el diagnóstico del TCA (y su tipo); detectar las complicaciones
médicas asociadas; determinar la presencia de comorbilidad psiquiátrica, conductas de
riesgo y otros problemas psicosociales relevantes, aproximándose a los factores predis-
ponentes, precipitantes y de mantención del TCA; establecer la existencia de condiciones
(médicas, psicológicas y sociales) que determinen la necesidad de hospitalización/internación
psiquiátrica o intervenciones de urgencia; informar al joven y sus padres de los hallazgos
y el tratamiento requerido, motivándolos a realizarlo; y dar las indicaciones preliminares,
incluyendo la derivación a otros profesionales o niveles de atención, según la condición del
paciente y las competencias que posea(n) quien(es) la realice(n)2.
Para llevarla a cabo, deben tenerse en consideración las estrategias y habilidades básicas
para la atención clínica de adolescentes y las especificidades propias del abordaje de los
TCA. Sobre las primeras se profundiza en un artículo publicado previamente por la autora 3.
Las segundas se describen a continuación.
Es importante mantener una actitud de escucha, acogida y empatía durante la evalua-
ción, mostrando a la vez una seriedad y preocupación acorde al problema, que facilitará
que aquellos jóvenes y/o padres que no tengan conciencia de la relevancia de estas enfer-
medades, la vayan desarrollando.
Debe destacarse que el diagnóstico de los TCA es eminentemente clínico y se realiza en
especial mediante una buena entrevista.
260
EVALUACIÓN CLÍNICA INTEGRAL DE ADOLESCENTES CON TCA Verónica Gaete Pinto
1. Entrevista (o anamnesis)
Hay que explorar la existencia de alteraciones cognitivas y conductuales propias de los
TCA, síntomas físicos asociados y síntomas que orienten a otras patologías médicas como
causa de los problemas; realizar una evaluación psicosocial; indagar por antecedentes
personales y familiares relevantes, y tratamientos previos y sus resultados; y efectuar una
evaluación del grado de comprensión del problema y la motivación a recibir ayuda tanto
del paciente como de sus padres2.
261
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Resulta importante explorar dirigidamente cada uno de estos aspectos, pues pueden
pasar inadvertidos, si no se hace. Se debe tener muy presente que la simple negación de
problemas por parte del adolescente no excluye la posibilidad de que esté cursando con
un TCA y, menos aún, si sus padres, pares, profesores o entrenador lo sospechan, casos en
los cuales la probabilidad de que el trastorno exista es alta7.
b. Síntomas físicos asociados. Se presentan en la Tabla 1.
c. Evaluación psicosocial. Está destinada a explorar el funcionamiento del adolescente a
nivel familiar, social y escolar; la presencia de comorbilidad psiquiátrica; el riesgo de
suicidio y autoagresiones; otras conductas de riesgo (abuso de sustancias, conductas
sexuales de riesgo, visitas a sitios proanorexia o probulimia); existencia de problemática
psicosocial relevante; y a aproximarse a los factores predisponentes, precipitantes y de
mantención del TCA.
d. Antecedentes personales y familiares relevantes. Debe indagarse por el crecimiento y
desarrollo del joven, los antecedentes ginecológicos, si es mujer (incluyendo edad de la
menarquia, regularidad de los ciclos, fecha de la última regla y anticoncepción), ante-
cedentes psicosociales relevantes (incluyendo matonaje –en especial en relación con la
imagen corporal–, maltrato y abuso sexual); y por historia familiar de obesidad, TCA y
otros trastornos psiquiátricos.
*Adaptado de AED, 201614. **Adaptado de Rosen, 20104. Complemento en base a Rome y Strandjord,
20167.
262
EVALUACIÓN CLÍNICA INTEGRAL DE ADOLESCENTES CON TCA Verónica Gaete Pinto
e. Grado de comprensión del problema y motivación a recibir ayuda del paciente y sus pa-
dres. Resulta necesario indagar sobre estos aspectos para realizar un manejo adecuado
del caso. Un adolescente en absoluta negación del problema puede dificultar mucho su
ingreso a tratamiento, en especial si sus padres también tienden a negarlo, minimizarlo
o se encuentran muy ambivalentes al respecto, lo que no es infrecuente. Las causas
de esto pueden ser diversas, entre ellas, las implicancias que tendrá un diagnóstico
de este tipo para el joven y su familia, y los temores o reparos relativos al tratamiento.
Esta parte de la evaluación deberá incluir la determinación de la etapa del cambio en la
que se encuentra tanto el paciente como sus padres, según el Modelo Transteórico del
Cambio8.
En general resulta muy relevante incluir a los padres en la entrevista en los casos en que
se sospecha un TCA, ya que frecuentemente la información que proviene de los adolescen-
tes es poco confiable. Sin embargo, debe tenerse presente que a veces los padres pueden
no tener conciencia del TCA o estar en negación del problema. Se sugiere posponer el
preguntar por cuestiones muy sensibles al joven para cuando se esté a solas con él, espacio
que debe cautelarse y al que debe darse mucha importancia, con el propósito de respetar
su progresiva autonomía y vincularse con él. No sólo las preguntas habitualmente sensibles
(conducta sexual, consumo de drogas, etc.) lo son en estos casos, sino que también aquellas
relativas a las conductas propias del TCA que los pacientes desean mantener al margen del
conocimiento de otros (por ej., vómitos y su frecuencia; atracones, su contenido y frecuen-
cia; y uso de laxantes y otros medicamentos para el control del peso). La entrevista conjunta
facilitará también que los padres tomen conciencia de lo que el adolescente ha vivenciado y
permitirá evaluar las dinámicas asociadas a la enfermedad, entre ellas, el nivel de conflictos
que el joven y su familia están teniendo durante las comidas, y cómo los están enfrentando.
Otras habilidades para tener especialmente presentes al realizar la entrevista en estos
casos son:
• Evitar juicios de valor y/o actitudes negativas o de sorpresa ante las conductas que al
paciente ya le está siendo difícil compartir, pues se inhibirá de hacerlo y aumentarán sus
resistencias a la situación.
• Externalizar la enfermedad9. Esta técnica está indicada especialmente en casos de
adolescentes resistentes a reconocer su problema y hacerse cargo de medidas para
cambiar. En ella, se utiliza el lenguaje para convertir al TCA en una entidad separada del
joven (“no eres tú, sino la anorexia la que hace que te comportes de esta forma”). Esto
favorece que el adolescente pueda reconocer pensamientos y conductas que tiende a
negar por culpa, vergüenza u otros motivos (“tratas de no comer lo que indica la pauta,
porque la enfermedad la ve como una amenaza a su objetivo de que sigas bajando de
peso”), y hace posible que “luche contra el TCA” (contra este “enemigo externo”) en
conjunto con su familia y el profesional para impedir que “se salga con la suya”. Per-
mite desculpabilizar al paciente, sin que ello lo prive de la responsabilidad de superar el
problema, lo que genera condiciones para que pueda contar lo que le está sucediendo
y se movilice para solucionarlo.
2. Examen físico
Tiene que ser completo, ya que los diversos sistemas y órganos pueden verse com-
prometidos en los TCA, aunque lo más relevante es la evaluación del estado nutricional10.
263
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Debe incluir:
• Signos vitales: temperatura; frecuencia respiratoria; frecuencia cardíaca y presión arterial,
en decúbito dorsal y de pie.
• Antropometría: peso y talla.
• Cálculo del IMC y registro en curvas apropiadas11. El uso del IMC en estos casos puede
ser insuficiente para realizar el diagnóstico nutricional, en especial en jóvenes con AN
atípica que iniciaron su TCA estando con malnutrición por exceso, pues a pesar de haber
experimentado una pérdida de peso muy significativa y rápida y presentar las mismas
complicaciones que los casos de AN, pueden tener un IMC normal. La Sociedad de
Salud y Medicina del Adolescente de EE. UU., basándose en las recomendaciones de la
Academia Americana de Pediatría, la Sociedad Americana de Nutrición Parenteral y En-
teral, y la Academia de Nutrición y Dietética, propone clasificar el grado de desnutrición
en pacientes con TCA tomando en consideración el porcentaje de la mediana del IMC,
los puntajes z, la pérdida de peso porcentual y la velocidad de disminución ponderal
(Tabla 2).
• Registro de talla en curvas apropiadas11, con observación de su evolución en relación
con mediciones previas y calificación estatural.
• Desarrollo puberal: estadios de Tanner.
• Pesquisa de alteraciones asociadas a los TCA (Tabla 1).
El examen físico habitualmente muestra más alteraciones en los casos de AN. Se debe
tener especial cuidado al momento de obtener el peso, ya que éste es el objeto de gran
parte de los temores de estos adolescentes. El miedo a verse forzados a aumentar de peso
los puede llevar a incrementarlo artificialmente mediante el consumo excesivo de líquidos
o escondiendo objetos entre su ropa o cabello. Por lo mismo, el joven debe ser pesado con
un mínimo de ropa o en bata, y después de haber orinado. Posterior al pesaje se deben
explorar sus sentimientos acerca del resultado y, si está experimentando significativa frus-
tración o angustia, será necesario contenerlo, empleando, por ejemplo, la externalización
de la enfermedad (“comprendo que es la enfermedad la que te hace sentir que tu peso es
excesivo, pero según las curvas es absolutamente normal”). En aquellos casos en que se
anticipe que la angustia o frustración del adolescente por el resultado de su peso serán muy
intensas y entorpecerán la evolución, puede optarse por pesarlo sin que visualice la cifra.
3. Diagnóstico diferencial
En aquellos casos en que el cuadro resulte atípico, se debe tener presente que puede no
corresponder a un TCA, sino a alguna de las patologías descritas en la Tabla 3.
264
EVALUACIÓN CLÍNICA INTEGRAL DE ADOLESCENTES CON TCA Verónica Gaete Pinto
- Patología psiquiátrica:
• Trastorno obsesivo compulsivo
• Trastornos ansiosos
• Trastornos depresivos
• Trastorno de rumiación
• Trastorno de evitación/restricción de la
ingestión de alimentos
Adaptado de Mairs y Nicholls, 20161.
4. Exámenes de laboratorio
Están destinados a diagnosticar complicaciones y a contribuir a descartar otras condi-
ciones que puedan explicar los síntomas (diagnóstico diferencial). La evaluación inicial debe
incluir hemograma, perfil bioquímico, electrolitos plasmáticos, gases venosos, 25-hidroxi
vitamina D y orina completa. También creatininemia, pruebas tiroideas y magnesemia,
si existe baja de peso significativa. Si hay vómitos o sospecha de ellos se puede agregar
una amilasemia. Se tiene que realizar un electrocardiograma (ECG) en todo paciente con
alteraciones electrolíticas, baja de peso o purgas significativas y/o síntomas o signos car-
diovasculares, y considerar un ecocardiograma en los últimos. En aquellas adolescentes
con amenorrea, pueden indicarse exámenes adicionales (LH, FSH, estradiol) y, si ésta se ha
prolongado por 6 meses o más, debe llevarse a cabo una densitometría ósea, utilizando un
programa computacional apropiado para la edad. En el caso de los varones con AN, debe
considerarse la obtención de testosterona. Si hay incertidumbre acerca del diagnóstico, será
necesario realizar otros exámenes según el caso, tales como VHS, pruebas para descartar
enfermedad celíaca, tomografía computarizada o resonancia magnética de cerebro, y es-
tudios del sistema gastrointestinal alto o bajo4,12,13.
Las alteraciones que pueden mostrar los exámenes iniciales se detallan en la Tabla 4. Sin
embargo, éstos pueden resultar normales, incluso si existe una desnutrición significativa14.
Es importante representarle a los pacientes, ojalá por anticipado, que la normalidad de los
exámenes no indica ausencia del TCA o de la gravedad de éste, para evitar que intenten
utilizarla como argumento para negar el problema y resistirse a tratamiento.
265
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Examen Alteraciones
Hemograma Anemia, leucopenia, trombocitopenia
Perfil bioquímico Glucosa: ↓ (desnutrición)
Nitrógeno ureico: ↑ (deshidratación)
Calcio: leve ↓ (desnutrición, a expensas del hueso)
Fósforo: ↓ (desnutrición)
Proteínas totales/albúmina: ↑ en desnutrición temprana a expensas de la
masa muscular, ↓ más tarde
Alanina-aminotransferasa (ALAT, SGPT) y aspartato-aminotransferasa
(ASAT, SGOT): ↑ (desnutrición)
Electrolitos plasmáticos Sodio: ↓ (intoxicación hídrica o laxantes)
Potasio: ↓ (vómitos, laxantes, diuréticos)
Cloro: ↓ (vómitos, laxantes), ↑ (laxantes)
Gases venosos Bicarbonato: ↑ (vómitos), ↓ (laxantes)
Magnesemia ↓ (desnutrición, laxantes)
Creatininemia ↑ (deshidratación, insuficiencia renal), ↓ (disminución masa muscular).
Amilasemia ↑ (vómitos, pancreatitis)
Pruebas tiroideas T3 ↓, T4 normal o ↓, TSH normal o ↓ (síndrome del eutiroideo enfermo)
Gonadotrofinas y esteroides LH, FSH, estradiol: ↓ en mujeres
sexuales Testosterona: ↓ en varones
ECG Bradicardia y otras arritmias, intervalo QTc prolongado, aumento de la
dispersión del intervalo QT
Densitometría ósea Densidad mineral ósea ↓
266
EVALUACIÓN CLÍNICA INTEGRAL DE ADOLESCENTES CON TCA Verónica Gaete Pinto
267
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Conclusiones
268
EVALUACIÓN CLÍNICA INTEGRAL DE ADOLESCENTES CON TCA Verónica Gaete Pinto
la mediana del IMC, los puntajes z, la pérdida de peso porcentual y la velocidad de disminu-
ción ponderal. Los exámenes de laboratorio están destinados a detectar complicaciones y a
contribuir al diagnóstico diferencial. En base a los hallazgos de la evaluación, se determinará
si el adolescente tiene indicado tratamiento ambulatorio (la gran mayoría) u hospitaliza-
ción/internación psiquiátrica. En el primer caso, se decidirá tratarlo (dentro de un equipo
multidisciplinario) si se posee especialización o un alto grado de capacitación en el tema, o
derivarlo a un programa de tratamiento ambulatorio especializado. Finalmente, se realizará
una devolución adecuada de los hallazgos, riesgos e indicaciones preliminares al joven y sus
padres, y derivará el caso a otros profesionales especializados en el tema (que conformarán
su equipo multidisciplinario de atención) u otros niveles de atención, según corresponda. El
ingreso a tratamiento puede resultar todo un desafío y para facilitarlo se procurará que en
especial los padres (e idealmente el adolescente, aunque puede no ser factible), reconozcan
la existencia del TCA, comprendan sus riesgos y entiendan la relevancia de no retrasar el
tratamiento, y abordarán otras barreras que pueden estar presentes. Aquellos casos con
compromiso nutricional, médico y psicológico leves podrían eventualmente ser tratados por
equipos no especialistas en el tema, derivándolos sin demora a tratamiento especializado,
si evolucionan de manera insatisfactoria.
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270
PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 30
Introducción
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son alteraciones con gran variabilidad
clínica que tienen en común dificultades con la alimentación y deterioro en el desarrollo
físico y psicosocial, caracterizados por síntomas cognitivos, emocionales, conductuales y
biológicos.
Los instrumentos de cribado o exploraciones psicométricas son herramientas funda-
mentales en el diagnóstico y evaluación desde el momento en que se sospecha de un TCA.
Existen distintos tipos de evaluación psicométrica según sintomatología específica.
Presentación clínica
Los criterios diagnósticos del DSM-5 para la anorexia nerviosa (AN) son similares a
los criterios del DSM-IV, con respecto a la sintomatología alimentaria y las características
psicológicas que implica la restricción de la ingesta de alimentos. Ésta resulta en un miedo
intenso a ganar peso o engordar, bajo peso corporal y distorsión de la imagen corporal1. A
diferencia del DSM-IV, los criterios diagnósticos del DSM-5 no incluyen el grado específico
de pérdida de peso requerido para el diagnóstico, sino que, de lo contrario, especifica pau-
tas en relación a la gravedad de la pérdida de peso. Adicionalmente, para el diagnóstico de
la AN, ya no se requiere de la presencia de amenorrea.
De igual manera al DSM-IV, los nuevos criterios especifican dos tipos de diagnóstico de
la AN: tipo restrictivo y tipo purgativo (Tabla 1).
La bulimia nerviosa (BN) involucra atracones o ingesta de grandes cantidades de comida
en un corto período de tiempo, seguido de conductas compensatorias, tales como vómitos
autoinducidos, abuso de laxantes o ejercicio excesivo. La actualización principal en los cri-
terios del DSM-5 para la BN incluye la disminución en la frecuencia promedio de atracones
y purga de dos a una vez por semana2 (Tabla 2).
Aunque los signos físicos de un TCA son similares a otras causas de desnutrición, se ob-
servan algunas diferencias en las pacientes con un TCA, que son inusuales en otras formas
de inanición. La paciente con AN persistirá en el ejercicio físico excesivo, a pesar de enfer-
medad o lesión muscular por sobreuso. No expresará fatiga, preocupación por su delgadez
o sensación de hambre. Las pacientes con BN pueden manifestar aparente salud física,
no obstante, se observan signos físicos atribuibles a las conductas compensatorias, tanto
vómitos como abuso de laxantes o diuréticos, entre ellos, parotiditis, dientes manchados
o erosiones del esmalte, y callos en las manos. Dichas conductas, junto con los atracones,
271
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
generalmente el paciente las mantiene en secreto y no son reveladas, a menos que se pre-
gunten directamente. Algunos pacientes también pueden padecer sobrepeso u obesidad y
el motivo de consulta suele ser la búsqueda de consejería nutricional para perder peso1. En
estos casos se debe evaluar los hábitos alimentarios específicamente.
Es común escuchar en los pacientes con un TCA la sensación de “sentirse gordo” e
insatisfacción con la imagen corporal y/o forma del cuerpo.
En las pacientes con AN, el bajo peso puede pasar desapercibido, especialmente cuan-
do las pacientes utilizan ropa holgada o capas adicionales. Suelen observarse patrones
alimentarios de restricción de la dieta a verduras, frutas y productos dietéticos, saltos en
las comidas y rituales de alimentación2. A pesar que la anorexia nerviosa se ha asociado
272
CLÍNICA Y DETECCIÓN DE LOS TCA Susana Saravia González y Daniela Gómez Aguirre
273
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Los pacientes con un trastorno por atracón (TA) manifiestan preocupación por el
peso y la figura, y psicopatología general, como depresión y ansiedad. Por lo tanto, el TA
muestra alteraciones psicológicas similares a los otros TCA: Además de la comorbilidad
psicológica, el TA suele coexistir con la obesidad. Debido a esta comorbilidad, los indi-
viduos con un TA tienen un mayor riesgo de enfermedades médicas relacionadas con la
obesidad. La conducta alimentaria en el TA se caracteriza por una tendencia general a
comer en exceso. En comparación con la BN, no presentan purgas8. Además, manifies-
tan mayor comer emocional9. Los pacientes con un TA suelen consultar en centros de
atención de manera recurrente por comorbilidades médicas, a menudo años antes de ser
diagnosticados con el trastorno10.
La disminución significativa en la calidad de vida relacionada con la salud y el deterioro
del funcionamiento social, es similar en todos los TCA11,12 (Tabla 3).
274
CLÍNICA Y DETECCIÓN DE LOS TCA Susana Saravia González y Daniela Gómez Aguirre
Sintomatología alimentaria
Dentro del comportamiento alimentario, los aspectos a explorar incluyen hábitos alimen-
tarios inadecuados, picoteo, horarios irregulares, comer rápido, masticar por escasa aten-
ción a señales de hambre y saciedad, respuesta ante estimulación externa de los alimentos,
seguimiento de dietas, alimentos prohibidos, episodios de descontrol alimentario, sistemas
de control del peso y cogniciones distorsionadas sobre la ingesta. Dicha sintomatología
puede ser evaluada mediante:
275
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Imagen corporal
276
CLÍNICA Y DETECCIÓN DE LOS TCA Susana Saravia González y Daniela Gómez Aguirre
Conclusiones
277
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Referencias
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CLÍNICA Y DETECCIÓN DE LOS TCA Susana Saravia González y Daniela Gómez Aguirre
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279
Capítulo 31 PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Introducción
Entrevista motivacional
280
MOTIVACIÓN EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Daniela Gómez Aguirre
la motivación del individuo para cambiar, y no clasifica a los pacientes como “motivados”
o “no motivados”. La EM está diseñada para evitar que el espacio terapéutico se convierta
en un campo de batalla y garantizar que el terapeuta esté siempre del lado del paciente.
La EM facilita que el paciente pueda llegar a la conclusión de que sus comportamientos
problemáticos no están, de hecho, permitiendo alcanzar sus objetivos, y es más probable
que abandonen estos comportamientos ineficaces y busquen otras formas de alcanzar esto.
La EM es un enfoque directivo, ya que el terapeuta tiene una clara intención de saber dónde
quiere que terminen los pacientes e intenta amplificar las razones de cambio cuando esto
es posible. Sin embargo, la intención es que los pacientes se conviertan en defensores del
cambio, les permite elegir las estrategias empleadas para lograr los objetivos de cambio y
les permite tomar posesión de los cambios que han realizado. Permitir que los pacientes
boguen por un cambio también puede minimizar las luchas de poder entre paciente y
terapeuta, porque el terapeuta ya no necesita discutir con el paciente o convencerlo de
que cambie.
Entendiendo la motivación
281
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Mantener la motivación
Se espera que, en la mayoría de los pacientes, la motivación fluya durante el trata-
miento, pero incluso durante la fase de acción, los pacientes experimentarán indecisión
y ambivalencia. Debido a esta fluctuación, es esencial que el trabajo sobre la motivación
continúe, incluso después de alcanzar los objetivos de los cambios sintomáticos. Com-
prender este proceso es importante para reducir la desesperanza y aumentar el éxito a
largo plazo.
Hay acuerdo entre los tratantes que los TCA son trastornos muy difíciles de tratar. El
tratamiento suele estar marcado por un abandono y una recaída prematuros7. Incluso los
programas de tratamiento intensivo, en hospital, tienen tasas de mejoría notoriamente bajas
y altas tasas de reincidencia. La ambivalencia hacia la recuperación y la baja motivación para
cambiar son diferentes entre los distintos TCA13. Se ha encontrado que la motivación para
cambiar es especialmente baja en individuos con AN14.
Comprender la ambivalencia de los pacientes con TCA hacia la recuperación y aumentar
su motivación para cambiar es fundamental para aumentar la efectividad del tratamiento.
Las primeras investigaciones de Geller y sus colegas15, mostraron una relación entre la
disposición para cambiar la alimentación y el resultado del tratamiento para un TCA. Un
estudio realizado por Bewell y Carter16, trató de determinar, si la ambivalencia en paciente
con AN acerca de su recuperación, podría predecir el término de un tratamiento basado
en una hospitalización intensiva. Observaron que no sólo la disposición para cambiar la
alimentación y el peso predecía el término del tratamiento, sino también la disposición para
cambiar medió la relación entre la sintomatología del TCA y el término del tratamiento.
Otra investigación demostró que las personas con BN que están más motivadas para
cambiar tienen una mayor reducción de la alimentación compulsiva durante la terapia, que
aquellas que inicialmente están menos motivadas para cambiar17. Se ha demostrado que esa
motivación para cambiar es un predictor de recaída en individuos con BN17,18. En resumen,
hay pruebas sólidas de que la preparación para el cambio afecta el curso del tratamiento
para un trastorno alimentario.
Las personas con un TCA que ingresan y luego abandonan prematuramente el trata-
miento intensivo, lo hacen por diversas razones, entre ellas, la incapacidad y la falta de
voluntad para cumplir con las reglas del programa (por ejemplo, abstención de síntomas)
o la angustia por comer, que es tan importante y que interfiere con el tratamiento. Dado
el costo financiero sustancial de estos programas y la escasez de lugares de admisión
282
MOTIVACIÓN EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Daniela Gómez Aguirre
que están disponibles para los TCA, la investigación debe descubrir formas en las que los
individuos tienen más probabilidades de completar con éxito el tratamiento. La literatura
existente18, sobre la motivación para cambiar los síntomas del TCA, sugiere que puede ser
importante considerar (y fomentar) el nivel de motivación de un individuo para cambiar
antes de involucrarlo en un tratamiento intensivo. Una investigación evaluó la eficacia
clínica de una breve intervención de EM entregada a los pacientes antes de ingresar a un
programa de tratamiento intensivo para TCA. Sobre la base de la literatura anterior, se
planteó la hipótesis de que los individuos en la condición de tratamiento de EM serían más
propensos a completar el programa de tratamiento intensivo, que aquellos que no recibie-
ron el tratamiento previo de EM18. Específicamente, Gowers y Smyth19, encontraron que
un pretratamiento de EM condujo a mejoras en la motivación para el cambio, que luego
predijo una respuesta temprana al tratamiento.
Centrándonos en la definición de motivación: “la probabilidad que una persona en-
tre, continúe y se adhiera a una estrategia de cambio específica”20, la motivación en los
pacientes con TCA es, a menudo, bastante problemática y desafiante para los tratantes,
especialmente con los pacientes con anorexia nerviosa y su negación de la enfermedad y
la renuencia a entrar en terapia. A la inversa, los pacientes bulímicos son conocidos por su
fuerte ambivalencia y la interrupción prematura del tratamiento. Estos pacientes parecen
compartir estas características con los pacientes abusadores de sustancias y adictos20.
Se sabe que los individuos con TCA tienen una baja motivación para cambiar, sin
embargo, el grado de motivación difiere en los subtipos de TCA, como se refleja en el
deseo y la necesidad de tratamiento observados en individuos con BN. Existen varias
explicaciones para comprender las diferencias dentro de los subtipos de TCA. En primer
lugar, la naturaleza egosintónica de los síntomas de la AN, es decir, la restricción de los
alimentos y el ejercicio están totalmente en consonancia con sus objetivos de delgadez
y autocontrol21, por lo tanto, la motivación para cambiar estos comportamientos es
mínima. Algunos de los comportamientos asociados con la BN, como comer en exceso,
son directamente opuestos al deseo de controlar el peso22 y, por lo tanto, la motivación
para cambiarlos puede ser mucho mayor. Además de la funcionalidad de los síntomas23,
la resistencia al tratamiento observada en los subtipos de TCA también puede estar re-
lacionada con una baja autoeficacia y una actitud pasiva respecto a la propia capacidad
de cambio24.
También se ha observado que la motivación para cambiar se asocia positivamente con
la edad que tiene el paciente al inicio del tratamiento y la duración de la enfermedad en
BN y TANE, pero no en AN. La edad de inicio de la enfermedad no se asocia con ninguna
variable de motivación. Las personas mayores con una duración más prolongada de la
enfermedad tienen mayores deseos de cambiar en términos de “deseo y necesidad de
tratamiento”, reconocimiento de deterioro y su propia preocupación por su bienestar. Las
personas mayores con AN reconocieron más deterioro y preocupación, pero no manifies-
tan mayor deseo o necesidad de intervención. Aunque los pacientes pueden expresar una
motivación por el cambio, esta motivación puede ser más externa (por ejemplo, familiar,
financiera, legal), que interna23.
Considerando lo anterior, se cree que las investigaciones futuras deberían estar enfo-
cadas en evaluar qué aspectos de la enfermedad están motivados a cambiar los pacientes,
ya que una comprensión más amplia de la motivación para cambiar puede explicar los
factores a trabajar.
283
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Tanto los pacientes con TCA, como sus cuidadores, suelen expresar frustración de vez
en cuando, al no sentirse comprendidos, y el tratamiento puede comenzar a parecer más
un campo de batalla que un esfuerzo de equipo. La EM está diseñada para evitar lo ante-
riormente descrito.
La familia, en un esfuerzo por mantener la convivencia y/o evitar cualquier tipo de
confrontación que pueda agravar el estado de desnutrición de la persona enferma25, siente
que tiene que ser cautelosa ante la fragilidad física y/o psicológica que presenta su hija/o.
El familiar con TCA puede seguir reglas rígidas y arbitrarias con la comida y/o el ejercicio
físico, que dificulta tremendamente la vida familiar26. Lamentablemente, los familiares a
menudo carecen de las habilidades de afrontamiento y no están preparados para llevar a
cabo las tareas imprecisas y ambivalentes requeridas, que se caracterizan con frecuencia
por la hostilidad y la resistencia de la persona con TCA.
Para darle a los cuidadores habilidades para facilitar el cambio se han desarrollado
intervenciones que incluyen el uso de habilidades de entrevista motivacional27-32. Estas
intervenciones han demostrado reducir con éxito los comportamientos que se consideran
mantenedores de la enfermedad33.
Un equipo de clínicos con experiencia en el trabajo con TCA desarrolló la Motivational
Interview Scenarios Tool for Eating Disorders34, que consiste en nueve escenarios orales y
tres escenarios escritos. Los nueve escenarios representan una situación conflictiva causada
por los síntomas pertenecientes al TCA. El instrumento de los “Escenarios de Entrevista
Motivacional para los Trastornos del Comportamiento Alimentario” (ESCEM-TCA) ha sido
desarrollado con la finalidad de evaluar la adquisición de las habilidades de comunicación
basadas en el Programa psicoeducativo del Maudsley.
Conclusiones
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286
PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 32
Introducción
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades de salud mental que
representan grandes desafíos. El tratamiento integral para esta patología debe involucrar
principalmente la normalización alimentaria, abordar la psicopatología propia del TCA, co-
morbilidades, intervención en dinámicas familiares mantenedoras y prevención de recaídas,
siendo el tratamiento interdisciplinario fundamental para la recuperación1. Los modelos
psicoterapéuticos hasta ahora desarrollados son principalmente de orientación cognitivo-
conductual y sistémico familiar2.
Las guías internacionales recomiendan diferentes tratamientos manualizados basados en
la evidencia, los que demuestran cierta efectividad y eficacia en el tratamiento de los TCA
para adolescentes y adultos. En este capítulo se resumen las principales recomendaciones
de las guías NICE (National Institute for Health and Care Excellence) que están basadas en
la evidencia, y también en el consenso y recomendaciones de expertos1, y la reciente pu-
blicación de las Guías de Práctica Canadienses para el tratamiento de niños y adolescentes
con trastornos alimentarios3.
287
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Los datos de ensayos controlados aleatorios indican que la FBT es efectiva con padres
y adolescentes que aceptan el tratamiento, sin embargo, no se puede implementar con
aquellos que no tienen padres disponibles, o para aquellos pacientes con padres quienes
no aceptan un modelo FBT, o bien no pueden participar de forma continua en el trata-
miento5.
Por su parte, la Terapia Focalizada en la Adolescencia (AFP-AN en inglés) pone
énfasis en la relación terapéutica con el objetivo de mejorar los síntomas, la psicoeducación
y el análisis sobre el papel del TCA como mecanismo de afrontamiento maladaptativo,
para lidiar con las transiciones y demandas de la adolescencia, dando paso al desarrollo de
mecanismos de afrontamiento positivos3. Este tratamiento para AN puede ser beneficio-
so, sin embargo, otros tratamientos tienen algunas ventajas en términos de costo y una
mejoría más rápida en los síntomas3. Según Couturier y colaboradores3, las diferencias
entre AFP y FBT se hicieron evidentes en el seguimiento de 1 año con FBT, demostrando
este último, mejores resultados en recuperación de peso. Esta terapia podría administrarse
en situaciones en las que se haya intentado FBT, pero no haya sido efectivo, o si FBT está
contraindicado, no es posible o no está disponible3.
Mientras que, los enfoques basados en la familia predominan en las intervenciones para
adolescentes, la psicoterapia individual domina en pacientes adultos2.
Por su parte, el modelo Maudsley Anorexia Treatment for Adults (MANTRA) pro-
pone que los elementos cognitivos, socioemocionales e interpersonales actuarían juntos
para causar y mantener los TCA6. Además, se entiende que algunos de los rasgos serían
vulnerabilidades heredadas y estarían presentes en los miembros de la familia. De ello se
deduce que el tratamiento para la AN debe ser una forma compleja de intervención con
múltiples componentes interactivos6.
Las características esenciales de este modelo se basan en que habría factores predispo-
nentes como rasgos obsesivos compulsivos y de evitación ansiosa (particularmente de las
relaciones cercanas) que actúan como factores de vulnerabilidad para el desarrollo de AN
y que estos contribuyen también al mantenimiento del trastorno, fomentando creencias y
comportamientos asociados a la AN6. Las consecuencias secundarias de la enfermedad (intra
e interpersonal) acentuarían estas dificultades y harían que la enfermedad persista. Por lo
tanto, se propone involucrar a otros cercanos, independientemente de la edad del paciente,
ya que las relaciones interpersonales son fundamentales para el modelo6. La terapia tiene
una duración de 20 sesiones (con frecuencia semanal hasta la sesión 10, luego puede ser
flexible), sin embargo, si el IMC es menor a 15 kg/m2 pueden llegar a realizarse hasta 30
sesiones6.
La Terapia Cognitivo-Conductual mejorada para trastornos alimentarios (CBT-
E: Enhanced Cognitive Behavioral Therapy) plantea un modelo transdiagnóstico como
base de los TCA, en la existencia de una psicopatología central de tipo cognitivo, caracte-
rizado por la sobrevaluación del peso y figura, y la exageración en la importancia de estos
en la autoevaluación, como componente transversal presente en los diferentes diagnósticos
de TCA7.
El tratamiento tiene como objetivo establecer un patrón regular de alimentación e in-
tervenir en la psicopatología alimentaria (restricción alimentaria, preocupaciones sobrepeso
y figura). Incluye la mantención del cambio y prevención de recaídas. De ser apropiado, el
tratamiento involucra a algún familiar1. Está dirigida a pacientes adultos con un IMC mayor
a 15 kg/m2 y sin riesgo suicida, y consta de 4 etapas que se realizan en 40 sesiones7. De
288
RECOMENDACIONES DE TRATAMIENTOS PSICOSOCIALES Marcela Gallegos Morales y cols.
289
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
FBT-BN mostraron tasas significativamente más altas de recuperación al final del tratamiento
(39% versus 18%) y a los 6 meses de seguimiento (29% versus 10%)12.
La Terapia Cognitiva-Conductual mejorada para trastornos alimentarios (CBT-
E) pone especial atención en los factores que mantienen la enfermedad (la tendencia al
atracón y/o conductas compensatorias como respuesta a dieta estricta, eventos adversos
y alteraciones del ánimo)7. La CBT-E demostró efectividad significativamente mayor en la
reducción de la alimentación compulsiva y las conductas purgativas, a pesar de que la CBT-E
tenía una duración mucho más corta, de 5 sesiones durante 5 meses en comparación con
las sesiones semanales durante un período de 2 años de la terapia analítica13. Por su parte,
un metaanálisis concluye que los tratamientos con mayor probabilidad de lograr una remi-
sión completa son la CBT-E individual y programas de autoayuda guiada14. No obstante,
dichos estudios no incluyen comparaciones con otros tratamientos basados en la evidencia,
como el modelo MANTRA, SSCM, entre otros14. Cabe destacar que, aunque originalmente
la CBT-E fue diseñada para adultos, en los últimos años se ha adaptado para adolescentes
con TCA15. Ha demostrado resultados prometedores en estudios de cohortes de pacientes
entre las edades de 11 y 19 años, reportándose mejoras en síntomas de atracones y pur-
gas3. Recientemente se ha recomendado para jóvenes con trastornos alimentarios cuando
FBT es inaceptable, contraindicado o ineficaz15.
La Terapia Dialéctica Conductual (Dialectical Behavioral Therapy-DBT) se presenta
como un tratamiento que podría ser útil para pacientes que no han tenido éxito con los
enfoques más tradicionales como la CBT-E16. Se han reportado disminuciones en los sínto-
mas de atracones y purgas, mejoras en los síntomas psicológicos del TCA y reducciones en
la frecuencia de autolesiones en jóvenes con diagnóstico múltiples3.
Adicionalmente, se aconseja en pacientes adultos la utilización de Manuales de Au-
toayuda de la Terapia Cognitivo-Conductual, complementados con 4 a 9 sesiones de
apoyo de 20 minutos, inicialmente de forma semanal1.
290
RECOMENDACIONES DE TRATAMIENTOS PSICOSOCIALES Marcela Gallegos Morales y cols.
Conclusiones
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PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 33
Introducción
293
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
294
PSICOTERAPIA INDIVIDUAL DE LOS TCA Camila del Solar Cornejo y Carolina López Cárcamo
gación. Algunas son potencialmente eficaces (efecto pre y postratamiento), pero ninguna
cumple con los criterios de terapia basada en la evidencia. Entre ellas destacan la Terapia
Conductual Dialéctica para BN y TA, terapia de aceptación y compromiso para AN, iInter-
venciones basadas en mindfulness, entre otras22.
295
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
296
PSICOTERAPIA INDIVIDUAL DE LOS TCA Camila del Solar Cornejo y Carolina López Cárcamo
297
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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PSICOTERAPIA INDIVIDUAL DE LOS TCA Camila del Solar Cornejo y Carolina López Cárcamo
299
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
300
PSICOTERAPIA INDIVIDUAL DE LOS TCA Camila del Solar Cornejo y Carolina López Cárcamo
Conclusiones
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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303
Capítulo 34 PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Introducción
304
INTERVENCIONES EN TERAPIA FAMILIAR María Elena Gumucio Valenzuela
Mecanismos de cambio en TF
305
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Las pacientes con TCA refieren una profunda sensación de soledad, agravada por las
dificultades cognitivas propias de la AN donde, en fases agudas por la desnutrición, tienden
a interpretar negativamente los escenarios sociales, percibiéndolos amenazantes, lo que los
lleva a retirarse y aumentar así la sensación de soledad24. La teoría de la intersubjetividad25
supone que la motivación principal de la vida psíquica es sentirse valorado por un otro sig-
nificativo. La materia prima de la vida mental no son los impulsos, sino que las relaciones
con los demás. Las personas buscan otras mentes con las que vincularse y es en esta inte-
racción donde se irán armando las estructuras psíquicas26. Para la PI tener un espacio donde
hablar de la enfermedad, expresar vulnerabilidad, conocer la dinámica familiar, genera la
posibilidad de sentirse entendida, valorada, acompañada, lo que disminuye su sensación
de soledad y favorece la AT.
En relación a la gestión de las interacciones familiares conflictivas, la TF también per-
mite modular y modificar los patrones interaccionales, interviniendo especialmente sobre
los componentes de la emoción expresada (EE) de criticismo, hostilidad y sobreimplicación
emocional, que son los que han mostrado el mayor valor predictivo en relación a la recaída
en TCA28-31.
El espacio terapéutico en la TF es co-construido entre el terapeuta y la familia. Es en-
tendido como una matriz relacional, que implica que la realidad psicológica abarca tanto lo
intrapsíquico como lo interpersonal, donde emergen experiencias y significados nuevos para
todos los que participan en él32-34. El desafío principal del terapeuta es propiciar un diálogo
en el que todos puedan participar, en un ambiente seguro, donde pueda surgir la vulne-
rabilidad de todos y dar pie a que emerjan puentes de cercanía y conexión. El campo rela-
cional35 se organiza en torno a la regulación mutua y la influencia recíproca. La TF permite
escuchar la voz de todos en presencia de todos y enriquecerse con la visión de conjunto27.
El cambio se basa en una experiencia vivida21. Se trata de experiencias compartidas con
otros que reorganizan el conocimiento relacional implícito. Se experimenta en la TF como
un cambio cualitativo repentino en el contexto afectivo y modifica el modo de estar con
los otros. Requiere de respuestas específicas y auténticas del terapeuta y de la familia en
ese momento21.
En estudios sobre cómo la familia percibe el cambio en TF27, la PI y su familia refieren
mayor sintonía, conexión y cercanía en la forma de relacionarse entre ellos y con el terapeu-
ta. Las familias dan cuenta de cambios en la perspectiva, en las acciones, en la comunica-
ción que llevan a la reducción de conflictos y estrés, aumento de alternativas, interacciones
diferentes y reflexión sobre las expectativas21,27.
Para la terapia en TCA no basta el dominio teórico y técnico del tratante, es fundamen-
tal considerar la forma de ser del terapeuta y su capacidad para promover una AT en el
momento y hacia los pacientes20. La calidad del vínculo, en cuanto a la sintonía emocional
que el terapeuta pueda sostener con las familias es central para lograr la AT y la motivación
al cambio14.
El terapeuta tiene que estar dispuesto a asumir un rol activo, especialmente para iden-
tificar y expresar las emociones de todos. El que el TCA sea un trastorno somático implica
la dificultad de mentalización que tiene la PI y en general la familia. La mentalización según
306
INTERVENCIONES EN TERAPIA FAMILIAR María Elena Gumucio Valenzuela
Intervenciones
307
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
308
INTERVENCIONES EN TERAPIA FAMILIAR María Elena Gumucio Valenzuela
ante las respuestas, suelen ser peores de lo que imaginaban. Le preguntamos a la paciente
si no le pasa a veces sentirse “atrapada” en esta enfermedad, querer “parar”, ver que los
familiares sufren y vivir la impotencia de no poder detenerse, sentir como un “ente” que se
le impone en la mente, que le da instrucciones obsesivas y perfeccionistas sobre cómo no
subir de peso, aislarse, no creerle a nadie, etc. La respuesta suele ser afirmativa. Para cada
paciente le buscamos un nombre particular a su enfermedad, el que será usado por todo el
equipo (aparecen por ejemplo “la chueca”, “la chascona”, “el monstruo”, “el Adelardo”,
etc.). El que la paciente hable delante de sus padres y el terapeuta de sus síntomas puede
hacerla sentir expuesta, “descubierta”, lo que es complicado para ella, pero es esperanza-
dor también cuando ve que le reconocen el esfuerzo y el sufrimiento de vivir con un TCA,
poder mostrar delante de sus padres la sensación de falta de control sobre sus síntomas y
tener la oportunidad de expresarles su preocupación y cariño por ellos.
El externalizar la enfermedad como un otro “ente” al que se le pone nombre, promue-
ve el proceso de separación del problema de la persona, alivia a la paciente de la culpa,
permite a los padres poder ver que la enfermedad no es algo voluntario, algo de lo que
ella pueda decidir deshacerse. También le permite a la PI diferenciar a cuánto ella misma se
percibe libre o “tomada” en ciertos momentos y hablar con mayor libertad de lo que siente.
En palabras de Bertrando y Toffanetti44, “la externalización del síntoma es la correlación
técnica del proceso de objetivización del problema, que muestra al sujeto el poder y la
influencia que el problema tiene sobre su vida”. Las prácticas asociadas a la externalización
del problema permiten que las pacientes y sus familias puedan crear relatos alternativos y
más gratificantes, ayudan a las personas a identificar y desarrollar una nueva relación con
el problema. El que la externalización del TCA permita a la PI y a su familia separarse del
síntoma, no los releva de su responsabilidad en el mantenimiento de éstos. Al contrario,
los ayuda a describir su relación con el problema, hacerse conscientes y aumentar la sen-
sación de agencia personal y familiar para buscar nuevas soluciones. La externalización
del síntoma permite evidenciar la disociación y bailar amablemente con ella sin forzar una
integración que desintegre más la identidad, refuerza a la PI al validar los esfuerzos que
hace para combatir su enfermedad y le permite preservar un yo “no contaminado” que
posee genuinamente aspectos buenos desde donde vitalizarse.
Respecto a las intervenciones dirigidas a ampliar la comprensión del síntoma y po-
nerlo en un contexto relacional, se le explica a la familia que el TCA puede surgir como
un intento de poner control sobre experiencias emocionales vividas como inabarcables:
ante montos de angustia muy altos surge el control obsesivo sobre la ingesta y el cuerpo
como una ilusión de alivio, pero que es falsa porque nunca se alcanza y desvía la atención
de la angustia. La solución anoréxica es un intento de autonomía a través del control de
la ingesta alimentaria45. Es una pseudosolución en una pseudodiferenciación. Si el clima
emocional está sintonizado, se puede invitar a la familia y a la paciente a pensar juntos qué
podría haber sucedido en la vida de la PI en torno a la fecha de inicio de los síntomas. Así
surgen historias que generalmente tienen que ver con separaciones, pérdidas, conflictos
encubiertos, secretos, abusos, etc. Es importante bajar la culpa que pueda aparecer en los
padres, mostrando que abrir estos eventos vitales es para ampliar las comprensiones de la
enfermedad, poder entender que todos lo han pasado mal y cómo proyectamos un futuro
distinto. Se insiste en que no hay causas ni culpables, sino que dolores de todos, sufrimien-
tos sobre los que podemos pensar, hablar, reparar y que juntos podemos hacer un camino
que lleve a que la enfermedad no se mantenga. Los tratantes estamos para ayudar a los
309
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
padres a ayudar a su hija, somos todos parte de una matriz intersubjetiva en búsqueda de
posibilidades de cambio y conexión.
Suele ser frecuente que padres lleguen muy agresivos y “poseedores de la verdad”,
con ideas rígidas y externalizadoras de culpas respecto al TCA. En este caso, más que darle
explicaciones que probablemente va a rechazar, se insiste en preguntarle a ese padre qué
siente hacia su hija y con la enfermedad, que responda mirando a su hija, no a los tratan-
tes, hasta que se contacte con su propia vulnerabilidad. Magagna38 propone estrategias
como sentarlos al lado de la PI en un piso que sea más bajo y les pide a estos padres que
hablen en primera persona como si fuesen la PI. También está la FMSS (Five Minutes Speech
Sample-FMSS) que es una entrevista que consiste en pedirle al familiar que durante cinco
minutos hable sobre los pensamientos y sentimientos que siente hacia la hija y sobre cómo
se llevan entre ellos. Aunque es una escala para medir EE, Magagna también la usa como
intervención. Hemos visto que es muy relevante en la evolución del tratamiento de pacien-
tes graves que el padre logre contactarse emocionalmente con su hija, bajar la hostilidad,
poder movilizarse desde la rabia, desesperación e impotencia hacia la tristeza, la preocu-
pación y, sobre todo, el cariño hacia su hija. Ayuda al equipo pensar que detrás de ese
hombre autoritario y/o negador hay un padre desesperado que genera temor en la familia
y en el equipo. Paulatinamente se irá acompañando a este padre en el proceso terapéutico
a asumir un rol funcional nivelador, con límites claros y afectuosos dentro de la familia.
Cuando se juntan en sesión padres separados, conviene evitar caer al principio del
tratamiento en los conflictos de pareja, sosteniendo activamente el foco en la hija, en las
habilidades y dificultades parentales.
La AT con el adolescente con TCA se arma y fortalece en un contexto familiar cuando
el adolescente siente que el terapeuta logra ponerle palabras a lo que le pasa delante
de sus padres y puede sostener el foco de la sesión en su padecimiento más que en las
quejas de sus familiares. Por ejemplo, un paciente con AN catalogado como oposicionista
desafiante, con varias intervenciones individuales que ha abandonado, en una segunda
sesión familiar la madre comienza a quejarse en forma muy intensa y hostil lo mal que se
porta ese hijo, de lo imposible que es ponerse de acuerdo con el padre, y cómo todas las
terapias no sirven. El terapeuta le dice a la madre que entiende lo difícil que ha sido para
ella este proceso, que más adelante se detendrá en cada una de sus preocupaciones, pero
que en ese momento sería necesario que deje el espacio para poder hablar con su hijo.
No puede parar y sigue gritando. En ese momento el terapeuta tranquilo mira al hijo,
que está distante y rabioso, comentándole de lo difícil que debe ser para él vivir frente
a esa locomotora de descalificaciones que nadie puede detener. La madre se enfurece y
se queda callada. En ese momento el paciente sale de su estado rabioso ensimismado y
asiente tranquilo con la cabeza, se alivia de que alguien no se asuste con la madre y lo
vea. Tiempo después dirá que fue ese momento donde se sintió entendido y pensó que
la terapia podría servirle.
Respecto a los síntomas, lo primero es manifestarle a los padres que como esta es una
enfermedad, no es algo voluntario, ellos tendrán que estar a cargo de cuidar a la hija y su
principal tarea es seguir las indicaciones de la pauta dada por el nutriólogo. Se empodera
a los padres dejándolos como los “guardianes” de la salud en contra de la enfermedad y
el faro que guía el tratamiento es que puedan alimentar a su hija según las instrucciones
del equipo. Es frente a la alimentación y en torno a ésta donde emerge la enfermedad con
toda su potencia. El ayudar a la familia a poder cumplir la pauta nos permite como equipo
310
INTERVENCIONES EN TERAPIA FAMILIAR María Elena Gumucio Valenzuela
tener un objetivo concreto en torno a lo que trabajar y también alivia a la familia dándole
la oportunidad de sentir algo concreto sobre lo que actuar y recibir apoyo. En el equipo se
busca que desde el principio la familia acompañe y alimente a la paciente y se le va ense-
ñando a los padres cómo hacerlo. Se conversa con cada familia las dificultades específicas
que surgen en estas interacciones, animándolos a ver sus recursos individuales para poder
poner un límite claro que resista las embestidas de la enfermedad. Cuando los padres
reportan a los distintos miembros del equipo los intentos de seguir las indicaciones, todos
ponen énfasis en reforzar los recursos, más que descalificarlos cuando no han podido. La
experiencia frente a la enfermedad suele venir cargada de desesperanza.
El cómo los padres van viviendo estar a cargo de la alimentación y lo que ocurre en las
interacciones en torno al plato de comida y después es todo un mundo. Es en ese espacio
donde surge el conflicto y donde se condensan y revelan patrones interaccionales disfuncio-
nales en torno a la agresión, frustración, desencuentro. Es importante sostener un vínculo
contenedor y empático con los padres para que ellos puedan a su vez sostener ese límite
con sus hijas en forma firme y cercana. Es en ese espacio también donde se co-construyen
estrategias creativas que les permitan a los cuidadores empoderarse. Es así, por ejemplo,
como un padre arquitecto al que le daba mucha frustración que la hija se opusiera a comer
y prefería desinvolucrarse, compró platos con círculos de colores y le pidió a la hija que
comiese de afuera hacia adentro del plato, despejando colores. Otra madre, después de
muchas dificultades, decidió que mientras almorzaban iban sólo a hablar de ciertos temas
como el proyecto que tenían para decorar la pieza de la paciente. Para cada familia se
planean en conjunto estrategias específicas que les permitan a los padres enfrentar los
síntomas.
Ir trabajando la interacción en torno al síntoma y a través de éste es otro de los desafíos
específicos en la TF con TA. Por ejemplo, no es lo mismo una paciente que vomita en bo-
tellas y se las pone debajo de la cama a la madre a otra que vomita en el baño del colegio.
No es la misma autoagresión de quien vomita ocasionalmente media caja de helados a la
que se come dos kilos de pan sin agua y detiene los vómitos cuando ve sangre. Preguntar
en detalle cada síntoma e involucrar a la familia a darle una comprensión relacional en el
presente permite ir co-construyendo estrategias concretas.
Es interesante ir ligando las palabras del síntoma que van apareciendo a los contextos
relacionales. Por ejemplo, se va hablando de “restringir” la conversación, “vomitar” al
otro, tolerar el “alimento” de un gesto de cercanía, etc. Verbos como aceptar/rechazar,
incorporar/expulsar, incluir/excluir, llenar/vaciar pasan a ser parte del diálogo en que se va
tejiendo la comprensión relacional del síntoma.
La percepción del cuerpo es otro de los aspectos complejos de la enfermedad. La alte-
ración de la imagen corporal también se pregunta en forma muy específica: “qué partes de
tu cuerpo no te gustan, cómo son, qué sientes, cómo te las mides (mirando en el espejo, en
la ropa, con las manos, huinchas de medir, etc.), cuándo crecen más o disminuyen, te das
cuenta de que no es real, cómo, cuándo, cómo miras esas partes en otros, quiénes, cómo
es la historia de sentir tu cuerpo y esas partes, de chica sentías que tenías algo distinto en
tu cuerpo ¿qué parte?, etc.”
No sólo es relevante el cuerpo de la PI, sino que también el cuerpo del terapeuta y de
cada integrante de la familia, e incluso del equipo. Las pacientes con TCA viven en torno
a su cuerpo y al de otros, por lo que cobra relevancia generar un diálogo abierto sobre
esto. Los pacientes con TCA se preguntan sobre el cuerpo del terapeuta y se comparan,
311
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
especialmente si son del mismo sexo y relativamente cercanos en edad. Los pacientes y sus
familias responden también al cuerpo del terapeuta, puede evocar miedo, atracción, idea-
lización, devaluación, envidia, curiosidad o cualquier combinación de estos sentimientos.
Se cuestionan si tienen o tuvieron un TCA. Frente a esto se abre un diálogo explorando las
fantasías que tiene la paciente sobre qué significa para ella si el terapeuta no tiene, o tiene
o tuvo un TCA46. También se trabaja como una pregunta relacional hacia la familia: cómo
vive cada uno sus cuerpos, el de la PI, el de los otros, etc. A un paciente con TCA que vive
con alteración de la imagen corporal y percibiendo envidiosamente el cuerpo de otros, sin
poder hablarlo, mentalizarlo, ofrecer la opción de hablar de las percepciones mutuas de
nuestros cuerpos y las fantasías al respecto integra este aspecto en el encuentro intersub-
jetivo y fortalece la AT.
Muchas veces es este contexto de hablar del cuerpo en donde aparecen abusos. A veces
son experiencias reprimidas y olvidadas que emergen en el contexto del tratamiento. En
ese momento el terapeuta contiene la angustia y deja que la PI se extienda en el tema todo
lo que ella necesite, sin preguntarle detalles, sólo conteniendo lo que vaya apareciendo.
Después se irá integrando este trauma ligado a su propio cuerpo con el TCA en la familia.
Cuando aparecen abusos aumenta la angustia al principio y a veces también los síntomas
alimentarios, pero tienden a bajar en el tiempo. Aunque es una experiencia emocional
muy dolorosa para todos, el integrar el abuso ordena en la mente de la PI y en la familia
un aspecto emocional que estaba disociado y genera la posibilidad de validación, cercanía
y contención.
Los hermanos y/u otros significativos se van incluyendo en las sesiones en el momento
en que la familia y el equipo estima necesario hacerlo. A veces se integra algún hermano
desde el comienzo, otras veces a todos los hermanos. Lo importante es que en algún mo-
mento participen y puedan tener un espacio para decir cómo han vivido la enfermedad,
aclarar las dudas que tengan y sentirse parte del proceso de recuperación de la hermana.
En cuanto a las intervenciones sistémicas, el interrogatorio circular es muy útil para
describir lo que pasa en torno al síntoma. Las preguntas circulares sacan de la linealidad
causal. Las más usadas son del tipo triádico, donde se sitúa a un tercero como testigo de la
relación entre otros dos. Por ejemplo, “¿qué le pasa a tu mamá con tu papá cuando él se
para de la mesa cuando tú no comes?” “¿qué crees que le pasa a tu hermano ahora con
lo que tu mamá está diciendo?”. Los pacientes con TCA suelen ser “expertos en otros”
con lo que este tipo de preguntas que involucra su percepción sobre otros suelen ser más
fáciles de responder que las directas sobre sus propios sentimientos.
Las preguntas reflexivas y el equipo reflexivo47 también son intervenciones muy usadas,
especialmente en momentos de alta EE. Por ejemplo, si hay dos o más miembros del equipo
en la sesión podemos conversar entre nosotros frente a la familia sobre otras formas de en-
tender la situación que describen. Intervenciones como las esculturas y los juegos familiares
serán posibles cuando la AT esté más establecida, la familia menos angustiada y con más
posibilidades lúdicas23. Ayuda también a la AT poder reírse juntos en sesión, poner humor
en sintonía con la familia.
Cada sesión familiar es una oportunidad única, no se sabe si la PI y la familia van a
volver, por lo que buscamos promover movimiento y conexión emocional para sintoni-
zarnos desde un lugar genuino que permita ir co-construyendo la AT. La mejor manera
de sostener un conflicto es evitándolo, por lo que al enfrentarlo surgen posibilidades
nuevas para todos.
312
INTERVENCIONES EN TERAPIA FAMILIAR María Elena Gumucio Valenzuela
Conclusiones
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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315
Capítulo 35 PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Introducción
El TBF surge luego de un proceso de cambio del paradigma imperante a fines del siglo
XIX, donde se describía la AN desde una visión centrada en la patología y promoviendo el
aislamiento del paciente respecto a su familia. William Gull, quien dio su nombre a la AN
en 1984 recomendó: “los pacientes deben ser alimentados a intervalos regulares y rodea-
dos de personas que tengan control moral sobre ellos; siendo generalmente los familiares
y amigos los peores asistentes”. En la misma línea, Charcot destacó la “influencia curativa
del aislamiento”, suprimiendo visitas de familiares y amigos hasta que el paciente mostrase
progreso8. Esto refleja lo que durante la primera mitad del siglo XX se conocía coloquial-
316
TRATAMIENTO BASADO EN LA FAMILIA PARA ADOLESCENTES CON ANOREXIA NERVIOSA Macarena Cruz Quiroga
mente como “parentectomía”, un término que alude a remover a uno o ambos padres del
cuidado del paciente con TCA9.
En la segunda mitad de este siglo, Salvador Minuchin (considerado el fundador de la
Terapia Familiar Estructural) y sus colegas, fueron los primeros en publicar hallazgos que
sugieren que ésta podría ser útil para el tratamiento de adolescentes con AN, y su éxito
generó interés para una mayor exploración. Este y otros modelos familiares (la Escuela de
Milán de Selvinni-Palazzoli, la terapia familiar estratégica de Haley y la terapia narrativa de
White y Epston) proporcionaron las bases para la configuración del modelo Maudsley4.
Lo anterior surge de la mano de Ivan Eisler, a fines de la década del 80 en el Hospital
Maudsley de Londres, y continuó siendo refinado en Chicago, Melbourne y Stanford, reci-
biendo la denominación actual de tratamiento basado en la familia (TBF) para adolescentes
con AN. En 1990 Christopher Dare, Ivan Eisler y sus colegas publicaron su método de tera-
pia familiar para ésta10 y una década después James Lock y Daniel Le Grange publicaron la
forma manualizada11. Este tratamiento se enfoca en el presente, se orienta a las soluciones,
percibe a las familias como útiles y necesarias para el tratamiento, permitiendo a los padres
manejar directamente los comportamientos que mantienen el TCA (por ejemplo, ejercicio
excesivo, restricción dietética, purga y atracones). La estructura familiar sólo se modifica si
interfiere con la capacidad de los padres para ayudar a sus hijos a ganar peso4,7,12.
Las diferencias del TBF con las escuelas de terapia familiar en las cuales se basa, se des-
prenden de los cinco principios fundamentales de este tratamiento.
2. Foco pragmático
Muchas familias ingresan a tratamiento esperando que las causas psicológicas subyacen-
tes de la enfermedad sean el foco del tratamiento7. Pero el TBF no se centra en dinámicas
intrapsíquicas, sino que se enfoca en las conductas que están manteniendo la AN y su
objetivo es interrumpirlas mediante la recuperación del peso4.
3. Postura terapéutica
El terapeuta se posiciona como un asesor activo, pero no se involucra en la toma de
317
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
decisiones, porque los padres son considerados la autoridad y los expertos en su familia4.
El terapeuta como experto en AN puede ayudarles a aprender sobre ésta, pero los padres
son los expertos en su hijo11. El objetivo es aumentar la alineación de los padres y la autoe-
ficacia de éstos, por lo que es necesario que el terapeuta les demuestre que cree en ellos9.
4. Empoderamiento parental
El concepto de empoderamiento parental se refiere a posicionar a los padres para tomar
decisiones autónomas respecto al cuidado y renutrición de su hijo, que no dependan de las
prescripciones del equipo de tratamiento. Esto no significa que los padres tengan todas las
respuestas, pues si fuera así podrían estar realimentando a su hijo exitosamente sin requerir
un equipo de tratamiento. Se asume que la familia es resiliente, tienen fortalezas y desafíos
que les son únicos (están haciendo lo mejor que pueden dadas las circunstancias) y están
motivados a ayudar al paciente. Tener esta postura permite al terapeuta mayor flexibilidad
y libertad para explorar barreras potenciales para la adherencia7.
La evidencia preliminar sugiere que la alta autoeficacia parental y el aumento de ésta
al inicio del tratamiento, son predictores de mejores resultados del tratamiento7. Por ello,
el objetivo es reposicionar a los padres en su rol de autoridad sobre su hijo y aumentar su
autoeficacia, de manera que la alianza del terapeuta es con los padres, y respetando al
adolescente4,9.
5. Externalización de la enfermedad
Para evitar dirigir las críticas hacia el adolescente con AN, se usa una forma de disocia-
ción benevolente compartida por el terapeuta, la familia y el paciente. Se establece una
separación artificial entre éste y su enfermedad. Se le brinda apoyo total como adolescente
en desarrollo, pero se le dice que la AN debe ser atacada y derrotada11. Los objetivos son
separar la enfermedad del paciente, disminuir la crítica familiar y alinearse con la parte sana
e intacta del adolescente.
Evidencia
El TBF cuenta con un importante cuerpo de evidencia a su base, el cual ha crecido parti-
cularmente en la última década6,7, siendo actualmente el único tratamiento bien establecido
para adolescentes con AN3.
A la fecha, se han publicado 8 estudios randomizados controlados (6 para AN y 2 para
BN)1, comparando formas manualizadas de TBF en contexto ambulatorio con otros modelos
de tratamiento (citados en3,5,7,12). De éstos, se concluye lo siguiente:
• TBF comparado a modalidades individuales evidencia mejores resultados, los cuales se
sostienen al año de seguimiento.
• La tasa de remisión promedio (definida como el porcentaje medio de IMC mayor a 94
para la edad, estatura y género esperados, y una puntuación del cuestionario de tras-
torno alimentario [Eating Disorder Examination-EDE] dentro de una desviación estándar
de las medias de la población) es de aproximadamente el 38% (rango 22%-49%) para
todos los participantes al término del tratamiento.
• La respuesta al tratamiento (definida como una mejora en el peso y la psicopatología
relacionada con la alimentación) es en promedio 75% (rango 60%-85%).
318
TRATAMIENTO BASADO EN LA FAMILIA PARA ADOLESCENTES CON ANOREXIA NERVIOSA Macarena Cruz Quiroga
El TBF fue diseñado para el contexto ambulatorio (salvo excepciones), para adoles-
centes menores de 18 años (e idealmente mayores de 12) que viven con sus familias,
pues se asume que los miembros del hogar comen juntos y comparten tiempo11. Se
plantea que este tratamiento no es la panacea ni es para todo joven con AN, sino
que su efectividad de hasta 80% está pensada para aquellos en que la duración de
la enfermedad es inferior a tres años, cuya pérdida de peso no es extrema, que están
319
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
TBF estándar
Primera fase
En esta fase, el tratamiento se enfoca en los síntomas del TCA y el objetivo primario es
la restauración de peso en el hogar, transfiriéndose transitoriamente el control de la ali-
mentación al sistema parental12. Se pesa al paciente sesión a sesión, llevando un gráfico de
la evolución del peso, el cual se muestra a éste y su familia los primeros 5 minutos de cada
encuentro. El TBF se basa en no reforzar la evitación de lo temido, por lo cual se trabaja
con peso abierto y se le da feedback a la familia respecto a si el paciente aumentó o bajó
de peso, evaluando qué estrategias dieron resultados en el primer caso, o qué aspectos son
necesarios de mejorar en el segundo.
Esta etapa incluye una comida familiar en sesión, lo que permite al terapeuta observar
directamente los patrones interaccionales de la familia relacionados a la alimentación12.
Inicialmente el énfasis está en abordar las graves consecuencias médicas de la AN. De este
modo, los padres se encargan de alimentar a su hijo como si la comida fuera el medica-
mento, para restaurar el funcionamiento de los órganos sanos y la cognición. Este estado
regresivo y médicamente frágil se considera limitado y, a medida que se recupera la salud,
se negocia una mayor autonomía del adolescente4.
Se realizan intentos de absolver a los padres de la responsabilidad de causar la enfer-
medad y felicitarlos por los aspectos positivos de su crianza. Por un lado, el terapeuta dirige
la discusión para crear y reforzar una fuerte alianza parental en los esfuerzos para reali-
mentar a su hijo. Esta alianza reviste gran importancia, porque los padres a menudo están
en desacuerdo sobre cómo proceder con esta tarea. Por otro lado, el terapeuta alinea al
cliente con el subsistema de hermanos para reforzar la distancia apropiada entre hermanos
y padres, y para brindar una oportunidad para que los hermanos apoyen al cliente en su
lucha, y a la vez le entreguen un sentido de normalidad7.
A lo largo de esta fase, el terapeuta le demostrará al adolescente que comprende su
problema al ser consumido por el TCA y que sus padres le “quiten” su único sentido de
identidad. Se alienta a las familias a descubrir por sí mismas la mejor manera de alimentar
a su hijo con AN, con el apoyo consistente del terapeuta11,12.
Por lo general, esta etapa dura entre 3 a 5 meses, con sesiones semanales excepto las 4
primeras que son 2 por semana. El espaciado de las sesiones debe basarse en el progreso
clínico del paciente4,11,12.
320
TRATAMIENTO BASADO EN LA FAMILIA PARA ADOLESCENTES CON ANOREXIA NERVIOSA Macarena Cruz Quiroga
Segunda fase
A medida que el paciente con AN comienza a comer con más facilidad, consintiendo
con mínima tensión y conflicto los esfuerzos de los padres por realimentarlo, la familia y el
terapeuta discuten el paso a la Fase II. Ésta no comienza hasta que el progreso de peso ha
sido suficiente (aumentando hasta dentro del 90%-95% del peso corporal esperado). La
alimentación se transfiere de vuelta al adolescente, moldeando la independencia apropiada
según su etapa del desarrollo4. Además, otros temas que la familia ha tenido que posponer,
pueden ser revisados en esta etapa. Sin embargo, esto ocurre sólo en relación con el efecto
que estos problemas tienen sobre los padres en su tarea de asegurar el aumento de peso
constante de su hijo con AN12.
En esta fase, las sesiones tienen un intervalo de entre 2 a 3 semanas11.
Tercera fase
La preparación para la fase III se determina en función del logro y la estabilización de
un peso saludable, así como del progreso del comportamiento en la reanudación de la
independencia en torno a la alimentación4. El tema central es el establecimiento de una
relación sana entre el adolescente y sus padres, en la cual la enfermedad no constituye la
base de la interacción. Esto implica trabajar para lograr una mayor autonomía personal para
el adolescente, establecer límites familiares más apropiados y enfatizar la necesidad de que
los padres reorganicen su vida juntos después de la posible salida de sus hijos del hogar12.
En esta fase las sesiones se realizan una vez al mes11.
Lo que constituye una familia es bastante variable. El TBF define a la familia como
aquellas personas que viven en el mismo hogar. Esto puede significar que una sesión fami-
liar incluya a miembros que viven en el hogar (por ejemplo, abuelos) o incluso a aquellos
no relacionados biológicamente (por ejemplo, una niñera), mientras que puede excluir a
figuras parentales que no participan en el cuidado diario del adolescente. En estos casos,
el terapeuta insta a que la familia defina su membresía. Incluir a toda la familia requiere
un compromiso sustancial por parte de padres y hermanos para asegurar la asistencia de
todos a las sesiones de terapia, lo cual puede implicar que los primeros tengan que faltar o
tomarse un tiempo fuera del trabajo, dejando de lado otros problemas apremiantes, y que
los segundos falten al colegio u otras actividades11.
Otro dilema usual dice relación con las diferencias familiares (constitución, organización
y sintomatología) las cuales deben ser tomadas en cuenta para adaptaciones del TBF. Cabe
destacar que las familias no intactas son capaces de satisfacer las demandas de manejo de
alimentos y comidas; sin embargo, los terapeutas a menudo deben trabajar más duro para
asegurar que estas familias tengan acceso a apoyo. En el caso de familias monoparentales,
el terapeuta puede participar más activamente en el proceso de resolución de problemas y
toma de decisiones, y con frecuencia alienta a los padres a identificar apoyos alternativos
(enfermeras escolares o consejeros, amigos cercanos y otros miembros de la familia)4. En el
caso de padres divorciados, se sugiere al terapeuta evaluar la relación y el grado presente
de conflicto, de manera de buscar un punto de “tregua”, pues se asume que ambos buscan
que su hijo se mejore. En caso que haya un conflicto severo o que no se logre traer junto a
321
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
padre y madre, se hacen dos comidas familiares en sesiones separadas y se lleva un “libro
de terapia” donde se registran los acuerdos de cada sesión. Otra alternativa, es centralizar
la alimentación del adolescente en uno de los hogares de manera transitoria9.
Un desafío frecuente es que las familias y los terapeutas se preocupan y/o distraen por la
presencia de comorbilidades (por ejemplo, trastornos de ansiedad o depresión). En estos ca-
sos, es imperativo que se considere hasta qué punto los síntomas de la comorbilidad están
relacionados con una alimentación desregulada o restrictiva y sus efectos sobre la energía,
el estado de ánimo y el sueño. Se atiende a la comorbilidad sólo en la medida en que in-
terfiere con la restauración de la salud. En caso de que surjan amenazas a la seguridad (por
ejemplo, autolesiones o ideación suicida), el terapeuta prioriza esto sobre las conductas del
TCA hasta que las primeras se resuelvan. La evidencia muestra que pacientes con AN con
mayor comorbilidad tienen más probabilidades de abandonar el tratamiento (sin embargo,
en menor medida en el TBF que en tratamiento individual), pero los diagnósticos secunda-
rios no parecen tener un impacto diferencial en el resultado del tratamiento4.
Según sus creadores, el mayor desafío actual es la accesibilidad a este tratamiento: son
relativamente pocos pacientes que pueden beneficiarse del enfoque en comparación con
la necesidad general y, por otro lado, escasos los terapeutas certificados en el TBF14.
322
TRATAMIENTO BASADO EN LA FAMILIA PARA ADOLESCENTES CON ANOREXIA NERVIOSA Macarena Cruz Quiroga
323
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
prana, escasa y la calidad de sus fundamentos no es tan fuerte como para considerarlo una
verdad empírica. Se ha considerado simplista la recomendación de que este modelo sea
la solución estándar para el tratamiento de una psicopatología que es indiscutiblemente
compleja y cuyo tratamiento contempla varios desafíos15. La investigación en psicoterapia
para AN en adolescentes ha estado dominada por el TBF, en su mayoría realizada por el
mismo grupo de trabajo que compara variantes de éste, y no se ha comparado con otros
tratamientos potencialmente efectivos. Existe la necesidad de replicar los resultados para
determinar la superioridad del TBF sobre el tratamiento individual, pues si bien el TBF logra
una remisión de los síntomas en un período más corto de tiempo para AN, las intervencio-
nes individuales no parecen ser menos efectivas a largo plazo17. En pacientes gravemente
comprometidos, con historiales complicados y fracasos de tratamientos previos, se aboga
por la necesidad de considerar otros tratamientos15.
Se han descrito algunas limitaciones en cuanto a las condiciones que se requieren
para su implementación: familias motivadas, pacientes jóvenes con AN de corta duración
y terapeutas de salud mental certificados luego de un específico proceso de capacitación
y supervisión, al cual se accede en pocos lugares del mundo (por lo que son escasos los
terapeutas certificados)15. Sus creadores promueven su uso apegado al manual, velando
por la fidelidad del tratamiento y recomiendan evitar enfoques integrados, pues no tienen
los mismos resultados7,11.
El TBF es un tratamiento altamente enfocado a la restauración del peso y al retorno a la
salud física11. Si bien por definición aquello viene antes de la recuperación de los síntomas
cognitivos, en sí mismo no causa la recuperación de los segundos19. El TBF plantea que el
insight, el cambio cognitivo y mejorar el funcionamiento familiar son efectos que pueden
darse indirecta y adicionalmente, pero no son su foco9. En relación a esto, se le critica que
no aborda directamente los síntomas psicológicos ni contempla un módulo de imagen
corporal, por lo que el avance integral en el TBF sería limitado15.
Otras potenciales limitaciones surgen de los cuestionamientos por parte de los terapeu-
tas y las actitudes de éstos respecto al TBF. Un estudio exploratorio mostró que, si bien los
terapeutas apoyan la idea de utilizar una intervención basada en la evidencia, no se sienten
cómodos con los tratamientos manualizados en general y, en particular, consideran que el
TBF manualizado es muy mecánico. Ante esto, en algunas ocasiones tienden a adaptarlo o
integrarlo a sus modelos de trabajo (y como ya se mencionó, esto es algo que el TBF ma-
nualizado recomienda evitar). La adopción y adaptación del TBF a la práctica clínica es un
proceso complejo, ya que los entornos controlados en los que se suele evaluar la efectividad
de este tratamiento no necesariamente reflejan la naturaleza dinámica y cambiante de los
jóvenes en desarrollo, de sus familias ni de su contexto en el mundo real20.
Algunas intervenciones específicas en el TBF parecen incomodar a algunos terapeutas:
el pesaje de los pacientes, la consulta nutricional y la realización de una sesión de comida
familiar terapéutica. Además, la falta de foco en los problemas psiquiátricos comórbidos, la
participación necesaria de los hermanos en la terapia y la no participación de un profesional
especialista en nutrición se han mencionado también como algunos impedimentos para su
uso. El TBF asume que los padres son los especialistas en realimentar a sus hijos. Ante esto,
a algunos terapeutas les resulta preocupante poner a cargo de la supervisión alimentaria
del paciente con AN a un padre, madre o cuidador que tenga un TCA no tratado. El TBF
también plantea que el equipo tratante es un consultor. En consecuencia, la necesidad y
la autoridad de especialistas en nutrición se ve disminuida, porque ya no dirigen el trata-
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TRATAMIENTO BASADO EN LA FAMILIA PARA ADOLESCENTES CON ANOREXIA NERVIOSA Macarena Cruz Quiroga
Conclusiones
Referencias
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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326
PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 36
Introducción
La relación que tenemos con la comida tiene un profundo impacto en nuestra calidad de
vida. La comida es un elemento fundamental para nuestra sobrevivencia, pero en ocasiones
se puede transformar en algo muy difícil de manejar. La alimentación se encuentra entre-
lazada con factores sociales, culturales y emocionales. Hoy en día, vivimos en una sociedad
cuyo modelo estético femenino se caracteriza por la extrema delgadez, y el modelo estético
masculino se caracteriza por un cuerpo fuerte y de músculos bien definidos. Por otra parte,
vivimos en una sociedad con una gran exposición a comidas sabrosas, procesadas y de alto
contenido calórico. Esta situación provoca un tremendo conflicto, entre intentar conseguir
la imagen corporal impuesta por la sociedad, pero a la vez el ser capaz de cuidar la tenta-
ción de comer los alimentos a los que nos vemos expuestos permanentemente.
Esto, sumado a factores de predisposición biológica y características de personalidad,
pueden terminar desarrollando un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). En los úl-
timos años, se han desarrollado distintos tratamientos psicológicos que han sido de gran
ayuda para pacientes con TCA, pero lamentablemente hay alrededor de un 50% de pa-
cientes que no logran una recuperación satisfactoria.
Es frente a esta realidad, que la Terapia Conductual Dialéctica (DBT), se ha transformado
en una opción de tratamiento para los pacientes con trastornos alimentarios, ya que apunta
a manejar las emociones que están a la base de las conductas alimentarias disfuncionales.
327
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Durante muchos años la TCC era considerada el tratamiento de elección para los
pacientes con bulimia nerviosa (BN) y trastorno por atracón (TA). Sin embargo, había un
porcentaje cercano al 50% de aquellos pacientes, que no se beneficiaban de dicha inter-
vención. A su vez, las investigaciones señalaban que muchas de las conductas alimentarias
problemáticas aparecían para manejar la desregulación emocional de los pacientes. Fue así
que, con el objetivo de ayudar a los pacientes a mejorar su desregulación emocional y la
relación de ésta con la conducta alimentaria problemática, se desarrolló la primera adap-
tación del modelo DBT para los TCA6. Actualmente, el modelo de Stanford ha demostrado
tener mayor eficacia y efectividad en el TA, pero menos para la BN (Figura 1).
DBT aplicado para desórdenes alimentarios, interviene en las conductas de autolesio-
nes o intentos de suicidio, y agrega la sintomatología alimentaria como las conductas de
atracones, purgas y restricciones.
328
TERAPIA CONDUCTUAL DIALÉCTICA: ORÍGENES Y PRINCIPIOS María Ignacia Burr Guarachi y Yael Lehmann Sas
Respuestas
Eventos
emocionales
gatillantes
desreguladas
329
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
E. Reunión de consultoría: Instancia semanal que incluye a todos los integrantes del equipo
tratante, donde se revisan los avances y evolución de cada paciente, incorporando ahí
la supervisión clínica de los terapeutas.
330
TERAPIA CONDUCTUAL DIALÉCTICA: ORÍGENES Y PRINCIPIOS María Ignacia Burr Guarachi y Yael Lehmann Sas
• La persona es la única que puede saber cuánta hambre tiene y cuánto necesita
comer para satisfacer sus necesidades fisiológicas.
• No existen alimentos prohibidos.
• Saber de las propiedades nutricionales de los alimentos ayudará a hacer mejores
elecciones alimentarias.
• La vida es mucho más que lo que comes.
• La culpa y la voluntad sólo generan insatisfacción y frustración.
331
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Componente biológico
Conclusiones
332
TERAPIA CONDUCTUAL DIALÉCTICA: ORÍGENES Y PRINCIPIOS María Ignacia Burr Guarachi y Yael Lehmann Sas
Referencias
333
Capítulo 37 PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Introducción
La terapia grupal es un tipo de terapia psicológica que se lleva a cabo con un grupo
de personas que, generalmente, presentan una misma patología. Para Serebrinsky13, la
334
TERAPIA GRUPAL PARA LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Constance Haemmerli y Catalina Moore
terapia de grupo es el abordaje terapéutico de elección para modificar la visión que las
personas tienen de sí mismas, de los demás y del mundo. Esto principalmente porque el
grupo: otorga suma importancia a las experiencias de vida de sus integrantes y facilita la
re-edición y co-construcción de conflictos en la experiencia inmediata acontecida en las
sesiones; facilita la apreciación de los actos interpretativos de otras personas permitiendo
la reflexión y ampliación de los propios marcos o esquemas referenciales; estimula y provee
un aprendizaje interpersonal, amplificando el propio sistema de significación de sucesos y
realidades; desarrolla el sentido de responsabilidad y del propio poder de efectuar cambios
a partir de la vivencia de los cambios en los demás integrantes; permite la inclusión de as-
pectos o hechos vividos no incluidos en la narrativa personal, con la consiguiente creación
de relatos alternativos, a partir de la visión y participación en dicha creación de los otros
miembros del grupo; amplía la capacidad de aceptación del sí mismo y del otro, al ver en
él “defectos” que también son propios; y estimula el interés por el descubrimiento de sí
mismo, al participar en la exploración en los mundos de los otros.
A pesar de los múltiples beneficios de la terapia grupal en el tratamiento de los TCA,
sigue predominando el uso de la terapia individual, ya que existe poca evidencia sistemática
respecto al impacto que tienen los grupos en el desarrollo de esta patología. Según Yager14,
si bien la psicoterapia grupal se utiliza ampliamente en los TCA, es difícil medir su impacto,
ya que una de las principales limitaciones de estas intervenciones es el abandono de algunos
participantes en los primeros meses de la intervención.
Otra limitación importante de los estudios sobre terapia grupal en TCA, es el pequeño
tamaño muestral2. En la actualidad, la literatura sobre la eficacia del tratamiento grupal
de los TCA es reducida y los estudios que incluyen pacientes con diversos diagnósticos de
TCA son aún más escasos15.
335
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
336
TERAPIA GRUPAL PARA LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Constance Haemmerli y Catalina Moore
337
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
vos asociados con la AN, como la inflexibilidad cognitiva y la extrema atención al detalle31.
Su objetivo es aumentar la flexibilidad cognitiva de los pacientes mediante la práctica de
nuevas formas de pensar, así como facilitar un pensamiento más amplio, apoyar a los pa-
cientes con tareas relevantes y fomentar la conciencia de sus propios estilos de pensamien-
to. La TRC ha tenido importantes resultados en el tratamiento de la AN en adultos32,33, por
lo que se ha ido ampliando a la población adolescente y a un formato grupal33,34.
Si bien la investigación en esta terapia en su modalidad grupal es limitada, algunos es-
tudios han demostrado que una vez finalizadas las sesiones grupales, los pacientes reportan
el logro de una mayor flexibilidad y un pensamiento más amplio32, una mayor confianza en
la capacidad de cambio31, y en el uso de algunas de las habilidades y estrategias aprendidas
en el grupo32.
Los grupos de TRC suelen impartirse en servicios de atención diurna intensiva o en
pacientes hospitalizados. Los criterios de admisión para estos programas son problemas
psicológicos y bajo peso, que son difíciles de manejar con sesiones ambulatorias sema-
nales. Los grupos de TRC también han sido denominados “talleres de flexibilidad”, y sus
sesiones (4 a 6) incluye: psicoeducación, ejercicios prácticos, reflexión y discusión, así como
planificación de tareas y desafíos para realizar fuera del grupo. Las sesiones implican jue-
gos interactivos, que brindan a los pacientes la oportunidad de participar en discusiones
grupales sobre sus estilos cognitivos y explorar cómo su pensamiento inflexible y detallado
puede estar afectando sus vidas cotidianas. Los monitores del grupo son integrantes de los
equipos multidisciplinarios, que intentan adoptar una postura motivadora y colaborativa,
participando en todos los ejercicios y debates grupales31.
En cuanto a los resultados de la TRC grupal en adolescentes con AN, un estudio lle-
vado a cabo en Japón, concluyó que tras finalizar las sesiones, los participantes lograron
reflexionar sobre sus propios estilos de pensamiento, sus dificultades para cambiar los
sentimientos y su tendencia a centrarse en los detalles de la vida real33. La TRC grupal suele
ser bien recibida por los participantes, por lo que se plantea que este formato grupal es un
complemento potencialmente útil al tratamiento de adolescentes desafiantes con AN y de
pacientes con AN en programas de tratamiento intensivo32,34-36.
Si bien, aún no hay suficientes hallazgos sobre la efectividad de esta intervención en for-
mato grupal, la literatura refiere consenso entre pacientes, médicos y cuidadores respecto
a los beneficios de dicha modalidad de trabajo33,35-37.
338
TERAPIA GRUPAL PARA LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Constance Haemmerli y Catalina Moore
tes de estos grupos han reportado cambios positivos en la anhedonia social, la motivación
y el aprendizaje de nuevas estrategias para lidiar con las emociones, valorando el hecho de
interactuar con otras personas40,42.
Hoy en día, los padres son considerados una parte crucial del equipo de tratamiento
en pacientes con TCA y se ha desarrollado una amplia gama de modelos de servicio para
ayudarlos en su papel y minimizar su carga. Por otra parte, si bien la mayoría de estos
enfoques tienen en común su misión de ayudar a los padres, la diversidad tanto de con-
tenido como de formato, y la falta de un estudio sistemático, no permiten determinar
cuál es el método más eficaz para apoyarlos. Por último, se carece de resultados sobre
el impacto de estos enfoques en la propia salud mental de los padres44. A continuación
se describirán algunas de las modalidades implementadas para ayudar a los cuidadores
de pacientes con TCA.
1. Grupos de apoyo
Los grupos de apoyo son aquellos en los que el líder del grupo no es un profesional de
la salud capacitado, sino más bien un individuo que ha presentado o sigue presentando
dificultades asociadas a los TCA, ya sea directamente o como cuidador. El apoyo es el
propósito declarado del grupo, donde sus miembros comparten experiencias y brindan
asesoramiento a otras personas en circunstancias similares44.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
igual que los GAM para los pacientes, a los familiares les resulta difícil hablar con otras
personas de la enfermedad y de la situación que están viviendo, sumado a sentimientos
de culpabilidad presentes en muchos padres. Dado lo anterior, los objetivos principales
del GAM de padres o cuidadores, sería proporcionar información sobre los TCA, ser una
fuente de apoyo emocional, fomentar la generación de recursos propios, emocionales
y familiares para el afrontamiento de la enfermedad, ofrecer información y orientación
sobre tratamientos y potenciar el papel de la familia en cuanto al proceso de recuperación
del integrante con TCA.
3. Grupos de psicoeducación
La mayoría de los cuidadores carecen de información y habilidades para manejar los
trastornos alimentarios, pero suelen estar muy motivados para contribuir con el tratamien-
to46. Estos grupos son dirigidos generalmente por profesionales de la salud y su objetivo
principal consiste en proporcionar información relevante sobre la enfermedad. Si bien se
da un espacio para preguntar sobre el contenido que se discute, no tienen un propósito de
contención como los grupos anteriores. Generalmente es llevado a cabo como un seminario
y puede incluir la participación de toda la familia44.
El contenido educativo abarca tanto información específica de la enfermedad, como
conocimientos generales sobre el desarrollo de los adolescentes. Los padres, al compren-
der más cabalmente la enfermedad de sus hijos, son capaces de tolerar de mejor manera
las implicancias de ésta. Por ejemplo, los padres aprenden que los cambios biológicos
asociados con la inanición, pueden potenciar y exacerbar la rigidez cognitiva y conductual
premórbida del hijo, existiendo evidencia preliminar de que los grupos de psicoeducación
pueden disminuir la crítica, hostilidad y sobreprotección en los padres47. Esto resulta muy
relevante, ya que en el contexto de los trastornos alimentarios, las familias con aumento
en la emoción expresada, pueden tener peores resultados en los tratamientos cuando
participan todos sus miembros48. Ayudar a los padres a distinguir los factores etiológicos
y mantenedores de la enfermedad no solo los ayuda a disminuir la culpa, sino que puede
aumentar la efectividad en el manejo del trastorno, al ayudarlos a concentrarse en las cosas
que sí pueden cambiar44.
Los grupos de psicoeducación son intervenciones fáciles de implementar y difundir,
con importantes resultados en la disminución de la carga y la emoción expresada por parte
de los cuidadores. Estos resultados suelen ser sostenibles en el tiempo49. Sin embargo, a
pesar del creciente uso de la psicoeducación para los cuidadores de pacientes con TCA, se
han realizado pocas investigaciones específicas para identificar el mejor enfoque de esta
modalidad44.
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Conclusiones
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348
PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 38
Introducción
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) siguen siendo uno de los principales
trastornos que afectan a una proporción significativa de adolescentes y adultos jóvenes y,
aunque se ha escrito mucho sobre la importancia de la terapia en pacientes con TCA, existe
escasa literatura sobre el tratamiento farmacológico de estos trastornos.
Este capítulo pretende recoger y revisar los tratamientos farmacológicos actualmente
disponibles y aquellos que se vislumbran a futuro como prometedores y entender, hasta
donde es posible, los mecanismos mediante los cuales actúan y la evidencia disponible en
la actualidad respecto a su efectividad.
Hasta el momento, existen sólo dos opciones terapéuticas farmacológicas para los TCA
con aprobación y son la fluoxetina para la bulimia nerviosa (BN) y la dislexanfetamina para
el trastorno por atracón (TA). Pero dada la alta comorbilidad con trastornos afectivos, de
ansiedad, trastornos del desarrollo, TOC, ADHD y abuso de sustancias, tiene sentido que
la medicación aprobada para estas comorbilidades termine siendo útil para el tratamiento
de los TCA. Sumado a esto, las comorbilidades nos ayudan a definir el subgrupo específico
del TCA y a especificar el circuito neuronal afectado subyacente al TCA.
Anorexia nerviosa
349
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Antipsicóticos atípicos
La razón para la utilización de los antipsicóticos atípicos (AA) en la AN está basado en:
a) La neurobiología de la AN, con alteraciones en los circuitos dopaminérgicos y serotoni-
nérgicos.
b) Las propiedades antidopaminérgicas de estos fármacos pueden mitigar el sufrimiento
disminuyendo el pensamiento obsesivo sobre el peso y las formas.
c) Los AA tienen un efecto positivo en la ansiedad, depresión, impulsividad y psicopatolo-
gía alimentaria.
d) Los AA incrementan el apetito y la ingesta, generando aumento de peso, dada su alta
afinidad a los receptores serotoninérgicos, histaminérgicos y adrenérgicos.
350
TRATAMIENTO PSICOFARMACOLÓGICO DE LOS TCA Daniela Gómez Aguirre
351
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Antidepresivos
Los antidepresivos son actualmente los fármacos más estudiados en BN y TA. Un metaa-
nálisis de 10 estudios controlados aleatorios (ECA), de antidepresivos en pacientes con BN,
encontró que no hay evidencia de diferencias estadísticamente significativas en la eficacia
entre las diferentes clases de antidepresivos. Este estudio incluía antidepresivos tricíclicos,
inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO), fluoxetina, mianserina, trazodona y bupro-
pión24. Sin embargo, los pacientes tratados con antidepresivos tenían más probabilidades
de interrumpir el tratamiento prematuramente debido a efectos secundarios adversos. En
pequeños ECA posteriores, con sertralina y fluvoxamina, encontraron que estos fármacos
también eran superiores a placebo para reducir los atracones y las purgas en la BN25,26
. En
el estudio más grande de un antidepresivo en BN (N = 387), la fluoxetina 60 mg/día fue
superior a placebo para reducir los episodios de atracones y vómitos, mientras que 20 mg/
día mostró un efecto intermedio27. Fluoxetina 60 mg/día también fue superior a placebo
en la disminución de los síntomas depresivos, el “craving” por carbohidratos y las actitu-
des y conductas alimentarias patológicas. Se ha demostrado que la fluoxetina es eficaz en
pacientes con BN que responden de forma inadecuada a la psicoterapia28 y en pacientes
con BN tratados en el ámbito de la atención primaria29.
En TA, al menos nueve ECA han
evaluado el uso de antidepresivos30. No se encontraron diferencias entre los grupos al final
del tratamiento en la frecuencia de atracones, en el IMC o en la interrupción del trata-
miento por cualquier motivo, sí los antidepresivos demostraron ser superiores en reducir
los síntomas depresivos.
Antiepilépticos
Los fármacos antiepilépticos estudiados hasta ahora en poblaciones de atracones en
ECA incluyen carbamazepina, lamotrigina, topiramato, fenitoína y zonisamida31, pero des-
graciadamente sólo algunos de ellos han demostrado eficacia, por lo que los mencionamos
en este capítulo.
Topiramato
Se ha informado que el topiramato regula los atracones en pacientes resistentes al tra-
tamiento y comórbidos con otros trastornos (trastorno depresivo o bipolar, lesión cerebral,
epilepsia, secundario a fármacos obesogénicos).
El topiramato es un agonista GABA, anta-
gonista glutamaérgico e inhibidor de la anhidrasa carbónica. Evaluado en cinco ERC dos en
pacientes con BN y tres en TA, demostró ser superior a placebo para reducir la frecuencia de
atracones y purgas32,33. En el primer estudio, realizado en pacientes con BN, de 10 semanas
de duración, el topiramato (100 mg/día) fue superior a placebo para reducir la frecuencia
de atracones y purgas, mejorar los indicadores de psicopatología del trastorno y disminuir
de peso34. Los pacientes con topiramato lograron un 50% de reducción en el número de
atracones y purgas. En pacientes con BN, en un ERC de 10 semanas de duración, el topi-
ramato (250 mg/día) demostró una disminución de la frecuencia de atracones y purgas,
mejoró los indicadores de psicopatología y el peso35. Un segundo ECR, de 16 semanas de
duración, con topiramato (300 mg/día), fue superior a placebo para reducir la frecuencia
de atracones, mejorar los indicadores de psicopatología del trastorno y disminuir de peso.
La tasa de abandono fue de 30% en ambos grupos36.
352
TRATAMIENTO PSICOFARMACOLÓGICO DE LOS TCA Daniela Gómez Aguirre
Lamotrigina
En el único ECA en población con atracones, la lamotrigina y el placebo tuvieron tasas
igualmente elevadas de reducción de la frecuencia de atracones semanales, en 51 pacientes
con TA y obesidad37. La lamotrigina, sin embargo, se asoció con una
mayor pérdida de
peso (1,17 kg para lamotrigina frente a 0,15 kg para placebo) y reducciones estadísticamen-
te significativas en los niveles de glucosa, insulina y triglicéridos en ayunas.
La lamotrigina
parece ser de gran utilidad en pacientes con TA y desregulación afectiva, ya que puede
mejorar la inestabilidad emocional y los síntomas alimentarios38.
Se han realizado ensayos controlados con placebo en muestras de pacientes con atra-
cones que han arrojado resultados prometedores:
Lisdexanfetamina
En enero de 2015 la FDA aprobó la lisdexanfetamina (LDX) para tratar el TA modera-
do a severo en adultos y, actualmente, es el único fármaco aprobado por la FDA para el
tratamiento de este trastorno39. Es una prodroga de la anfetamina, la cual influye en el
circuito hedónico y, por otro lado, aumenta la expresión de un neuropéptido anorexígeno.
Tres estudios demostraron que la LDX era superior al placebo en reducir la frecuencia de
atracones, y los síntomas compulsivos en relación a la comida.
Atomoxetina
Existe un único estudio con atomoxetina en 40 pacientes con TA, los cuales aleato-
riamente recibieron el fármaco en dosis flexible versus placebo durante 10 semanas40. La
atomoxetina fue superior a placebo en la disminución de los atracones, la gravedad global
del TA, las características obsesivas del TA, el apetito y el peso corporal.
Antipsicóticos
Existen escasos reportes que informan la utilidad de los antipsicóticos en BN y TA. El
aripiprazol se ha descrito como exitoso en el tratamiento de pacientes con BN41. Reporte
de casos en pacientes con BN, con peso bajo, señalan una significativa disminución de los
atracones y vómitos, una mejoría sustancial de los pensamientos obsesivos respecto a la co-
mida e imagen corporal y mayor tolerancia a la normalización del peso.
Otros antipsicóticos
de segunda generación (clozapina, olanzapina, quetiapina y risperidona) han demostrado
inducir o exacerbar los síntomas de atracones en pacientes con TA y BN42.
Otros antidepresivos
Bupropión, un inhibidor de la recaptación de noradrenalina y dopamina, ha demostrado
en un ERT que en pacientes con BN, puede ser efectivo, pero está contraindicado para el
tratamiento de la BN, por su asociación con un aumento de crisis convulsivas. Sin embargo,
en pacientes con HTA y obesidad, el bupropión ha demostrado ser efectivo para disminuir
la frecuencia de los atracones y una mayor pérdida de peso43.
353
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Otros estimulantes
Metilfenidato
El metilfenidato inhibe la recaptación de dopamina (DA) y norepinefrina (NE), produ-
ciendo disminución del apetito y pérdida de peso45. Se piensa que el metilfenidato podría
normalizar la neurotransmisión dopaminérgica (sistema de recompensa) y disminuir el
craving asociado al consumo de alimentos palatables45. Actualmente, el metilfenidato se
encuentra en estudio fase 3, en adultos con obesidad, para evaluar su efecto sobre la in-
gesta de energía, gasto energético, peso corporal e impulsividad46.
Tratamientos hormonales
Dos ECA controlados con placebo han evaluado agentes hormonales con propiedades
antiandrogénicas en pacientes con BN con resultados mixtos. En el primer estudio, se utilizó
un antagonista del receptor de testosterona flutamida versus citalopram, durante 3 meses51.
Las dosis finales de flutamida y citaprolam fueron de 500 mg/día y 40 mg/día, respectiva-
mente. Los atracones se redujeron significativamente en comparación con el placebo sólo
en el grupo que recibió la combinación (p = 0,04). Los vómitos no disminuyeron significa-
tivamente en ningún grupo. En un segundo estudio, con espironolactona, un antagonista
de la aldosterona con propiedades antiandrogénicas, durante 56 días, este no tuvo efectos
sobre los atracones o los vómitos en comparación con placebo en 93 pacientes con BN52.
Grelina
Es un péptido orexigénico secretado por el estómago y el intestino delgado proximal.
Sus niveles disminuyen después de la comida de manera proporcional a la ingesta calórica.
La enzima grelina O-aciltransferasa (GOAT) produce la forma activa de la grelina (acil greli-
na). Entre los numerosos efectos metabólicos de la acilgrelina, los más prominentes son la
354
TRATAMIENTO PSICOFARMACOLÓGICO DE LOS TCA Daniela Gómez Aguirre
Conclusiones
Los blancos de las drogas para los TCA incluyen moléculas de serotonina, norepinefri-
na, dopamina, histamina, glutamato, sistema opioide y cannabinoide, así como también
hormonas como la grelina, leptina, insulina y GLP1. Los estudios sobre genes sugieren que
los TCA no deberían ser pensados sólo como un trastorno mental, sino también considerar
la autoinmunidad y tener acción sobre patología metabólica. Por lo tanto, futuros agentes
farmacológicos deberían poder influir en estos sistemas55 (Figura 1).
Posibles blancos para
355
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
futuras investigaciones podrían considerar señales moleculares y receptores del sistema re-
gulatorio (serotonina, norepinefrina y glutamato), sistema hedónico, incluyendo al sistema
opioide, cannabinoide y dopaminérgico, y el sistema homeostático hipotalámico: conside-
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PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 39
Introducción
359
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Planificación alimentaria
El plan alimentario inicial debe ser personalizado y considera la introducción de alimen-
tos que contengan los principales grupos de macronutrientes (carbohidratos, proteínas y
grasas), los cuales se deben agregar paulatinamente, ya que lo habitual es que haya resis-
tencia a recibir una alimentación normal, por lo que en un inicio no se cubren todos los
requerimientos nutricionales. Lo que se pretende en esta fase inicial es que los adolescentes
aumenten su ingesta y comiencen con un patrón regular de alimentación.
Se deben definir las necesidades calóricas iniciales. Si bien hay consenso en las guías
clínicas (APA, NICE) en que la primera meta del tratamiento de la AN es la recuperación de
peso, no hay una recomendación específica de calorías para pacientes manejados ambula-
toriamente4,5. A pesar de la falta de consenso en los requerimientos para el inicio de la reali-
mentación, habitualmente se empieza con aportes de 1.000 a 1.500 kcal/día, dependiendo
de la ingesta previa, mientras el metabolismo es lento y los pacientes se acostumbran a
comer mayores cantidades.
El diseño de una pauta alimentaria es útil en el manejo de los adolescentes con AN, ya
que les da una sensación de control sobre sus conductas alimentarias y el peso corporal.
Además, evita restricciones y ayuda a que el paciente pase menos tiempo pensando en
comida. La pauta debe ser simple e individualizada y cubrir las necesidades nutricionales.
Es recomendable que el adolescente participe en la preparación de esta, de manera que
haya más posibilidades que adhiera a ella.
Cuando se diseña el plan alimentario, debe ser cumplido por el paciente en su totalidad.
Se le explica que las comidas deben ser completas, agregando a la alimentación aquellos
macronutrientes que habían dejado de recibir (en general, las grasas y varios tipos de car-
bohidratos), en las proporciones habituales. Acepta al principio que no incluyan alimentos
“prohibidos” (aquellos que son incapaces de comer, porque tienen muchas calorías o azú-
cares o grasas). Se puede negociar el tipo de alimento por grupo: por ejemplo, dentro de
las proteínas puede elegir carne de vacuno, pescado o una de origen vegetal y en el caso de
los hidratos de carbono, los cereales pueden ser integrales. En general, no hay resistencia a
la inclusión de alimentos proteicos ni vegetales, pero la introducción de las grasas y cereales
360
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LOS TCA EN ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
es más difícil, por lo que éstos se pueden ir agregando en cantidades menores e indicar al
inicio las grasas más saludables, por ejemplo, monoinsaturadas en vez de saturadas.
Los alimentos dietéticos o light se deben limitar, poniendo el foco en la alimentación
saludable, explicando que es contradictorio que alguien que debe subir de peso reciba un
alimento bajo en calorías.
El paciente no debe participar en la manipulación de los alimentos, cocinarlos ni servir
sus porciones. Las comidas deben ser cuatro a cinco (cuatro comidas y una colación o
tres comidas principales y dos colaciones), bien estructuradas durante el día. Debe comer
sentado en la mesa, siempre acompañado y terminar las comidas en un tiempo concreto
(nunca mayor a 1 hora). El familiar que supervisa debe animar a que la comida se realice en
el lapso establecido y tratar de distraer al adolescente del foco alimentario, evitando hablar
de calorías, dietas y características de los alimentos. La supervisión debiera prolongarse una
vez finalizada la comida (por ejemplo, una hora más) en aquellas pacientes en que se sabe
o se sospecha el uso de mecanismos compensatorios, como vómitos o ejercicio.
Se debe controlar la ingesta de líquidos, en especial, inmediatamente antes y durante las
comidas principales. Deben recibir al día lo recomendado por requerimientos (1,5 a 2 litros).
La pauta alimentaria se va modificando, aumentando gradualmente las porciones de
comida y el aporte energético para asegurar el incremento de peso6. Cuando hay com-
promiso ponderal importante, con riesgo de hospitalización, se debe reforzar que tienen
que subir de peso, ya que en caso de no lograrlo de manera ambulatoria será necesario
hospitalizarlas con ese fin2.
Se debe advertir a los adolescentes que, al inicio del tratamiento, a pesar de una ingesta
calórica baja, pueden subir rápidamente de peso por retención de fluidos y un gasto ener-
gético en reposo (GER) bajo, pero que el GER aumenta a la semana de la realimentación
y que las calorías necesarias para subir de peso o mantenerlo aumentan a medida que
incrementa el peso7,8.
El aporte energético se va aumentando hasta llegar a aportes mayores a los requeri-
mientos de adolescentes sanos, es decir, unas 2.000 a 3.000 kcal/día, e incluso en algu-
nos casos pueden ser necesarios aportes de hasta 4.500 kcal/día, debido a la ineficiencia
metabólica de estos pacientes, el aumento del efecto térmico de los alimentos y también,
como posible contribuyente, una alteración en la absorción de nutrientes9-12. Para llegar
a esta meta calórica puede ser necesario el uso de fórmulas poliméricas (1 a 1,5 kcal/ml)
como suplemento.
En general, el incremento de peso esperado es de 0,5 a 1 kg por semana. Algunos jóve-
nes pueden aumentar de peso más rápido, lo que podría ser deseable, siempre que lo tole-
ren psicológicamente y el aumento ponderal no esté causado por atracones. En otros casos
el alza ponderal es más lenta y caracterizada por altos y bajos. Esto también es aceptable,
especialmente en aquellos adolescentes que no necesitan aumentar mucho de peso y que
ya han tenido un progreso importante. Es decir, dependiendo del grado de desnutrición y
las características del paciente y la familia, puede haber cierta flexibilidad en esta exigencia2.
Los adolescentes normalmente son suplementados con un multivitamínico con mine-
rales.
Los controles nutricionales son semanales al principio y se van espaciando de acuerdo
a la evolución del peso y normalización de patrones alimentarios.
En pacientes que no están evolucionando en forma satisfactoria o que presentan al
ingreso un compromiso nutricional significativo, pero sin riesgo vital, se puede intentar
361
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
El aporte energético inicial no debe ser menor al que estaba recibiendo antes de la hospitalización.
Si el riesgo de SRA es alto, se recomienda iniciar alimentación con aportes bajos (5-10 kcal/kg/día), es-
pecialmente en presencia de indicadores de severidad como anormalidades en el ECG, evidencia de falla
cardíaca, anormalidades electrolíticas antes de iniciar la realimentación, comorbilidades activas (como
diabetes o infección) o un peso inicial muy bajo.
En el caso de pacientes con disminución de peso > 15%, pero con IMC > 70% del IMC promedio, se
puede empezar la realimentación con aporte calórico mayor, con monitoreo estricto de electrolitos.
Si se usan aportes calóricos iniciales bajos (5-10 kcal/kg/día), se debe hacer control clínico y bioquímico 2
veces al día al inicio, aumentando las calorías de a poco hasta lograr aumento de peso. Anormalidades
leves o moderadas en la función hepática no deben retrasar el aumento en la alimentación.
El SRA es más probable que ocurra en los primeros días de realimentación, pero puede ocurrir hasta 2
semanas después, por lo que el monitoreo bioquímico debería continuar por este tiempo o hasta que los
valores de los electrolitos se hayan estabilizado.
362
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LOS TCA EN ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
mantener el aporte calórico hasta que se estabilice. En los pacientes con mayor riesgo de
SRA el aumento de calorías debiera ser más conservador (200 kcal día por medio)17-19. Se
debe establecer el peso basal la primera mañana después del ingreso (una vez hidratado y
en ayunas). El aumento esperado es de 500 a 1.000 gramos a la semana4,5,19. Incrementos
de peso mayores pueden estar relacionados con retención de sodio y fluidos o aumento de
contenido en el colon por constipación.
El uso de suplementos nutricionales líquidos es una opción para completar el aporte ca-
lórico diario, pero hay que tener en cuenta que pueden reforzar las conductas de evitación
frente a alimentos normales. En algunos pacientes es una alternativa previa a la instalación
de sonda nasogástrica, dándolo como suplemento calórico equivalente, si no termina la
comida en los 30 minutos acordados. Si es incapaz de tomarse el suplemento en 10 a 15
minutos se le advierte del uso de sonda nasogástrica para cumplir con la ingesta calórica
planificada. Si el adolescente no es capaz de alcanzar la ingesta de calorías indicadas dentro
de las 24 horas de iniciado el plan alimentario, se debe considerar el uso de la sonda, po-
niendo en la balanza el nivel de riesgo y los deseos del paciente y sus padres. Esta discusión
puede ayudar a mejorar la cooperación del adolescente19.
Si bien el especialista encargado del tratamiento debe estar preparado para el uso de
nutrición enteral, se han visto resultados similares entre uso de plan de comidas por vía oral
o con la combinación vía oral más vía enteral17,18.
La nutrición parenteral no está indicada, salvo que sea imposible alimentar de otra
manera18.
Se recomienda el uso de un multivitamínico con minerales. Fósforo y magnesio se indi-
can, si disminuyen. En adolescentes mayores se puede usar tiamina según recomendación
en adultos19.
El alta se da cuando la ingesta y los patrones alimentarios son adecuados, hay aumento
de peso sostenido y están dadas las condiciones en el hogar para cumplir con las indicacio-
nes de alimentación y cuidado.
363
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
364
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LOS TCA EN ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
Conclusiones
Referencias
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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366
PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 40
Introducción
1. Planificación alimentaria
Brinda a los pacientes una guía práctica para normalizar su ingesta. Tiene como ob-
jetivos asegurar que reciban sus requerimientos de nutrientes, proporcionar un enfoque
organizado a su alimentación y la desensibilización ante los alimentos temidos, consumidos
en atracones o purgados10.
La planificación alimentaria se inicia con la indicación de una pauta alimentaria, lo que
367
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
constituye para los expertos en TCA la intervención conductual más efectiva del tratamien-
to10. Es importante asegurar un patrón de ingesta regular, con un espaciamiento óptimo en-
tre las comidas, para evitar la restricción y los atracones, y recalibrar las señales de hambre y
saciedad. En general, no deben transcurrir más de 3 a 4 horas entre comidas y colaciones.
Estos pacientes se beneficiarán de comer en horarios predeterminados, ya que inicialmente
la mayoría no es capaz de interpretar sus señales internas de hambre. Las pautas son una
guía alimentaria inicial y deben ser detalladas, pero a la vez simples e individualizadas, de
modo de satisfacer las necesidades específicas de cada adolescente. Tienen que conside-
rar sus requerimientos nutricionales, preferencias, temores (excluyendo inicialmente los
alimentos que generen mucho miedo a aumentar de peso o desencadenan atracones y/o
purgas) y estilo de vida (horarios de estudio y actividades extraprogramáticas, etc.). Luego,
el consejero irá orientando al joven en la selección de alimentos, incrementando progresiva-
mente su variedad y la capacidad del paciente para elegir autónomamente una alimentación
saludable, devolviéndole gradualmente la responsabilidad de su planificación alimentaria.
Debe desincentivarse el conteo de las calorías consumidas, entre otras cosas, por constituir
una conducta potencialmente obsesiva y compulsiva.
Los objetivos a más largo plazo de la planificación alimentaria incluyen la resolución de
los temores relacionados con la comida, la mantención de un peso biológicamente apro-
piado y el reconocimiento de las sensaciones de hambre y saciedad10.
El proceso de planificación alimentaria deberá conducirse de manera flexible y colabo-
rativa con los adolescentes motivados al cambio, brindándoles la mayor autonomía posible
en la toma de decisiones, lo que reducirá su ansiedad y mejorará su disposición a adherir
a lo acordado. Por el contrario, cuando los pacientes se encuentran resistentes al cambio,
tendrá que realizarse de manera directiva y en acuerdo con los padres.
2. Autorregistro alimentario
Durante la consejería nutricional en TCA, la ingesta y la conducta alimentaria se eva-
lúan predominantemente mediante recordatorio de 24 horas o autorregistro. El segundo
consiste en el registro escrito y detallado entre sesiones de la alimentación, las conductas
relacionadas y los pensamientos, sentimientos y sensaciones (hambre/saciedad) asocia-
dos por parte del joven. Posee varias ventajas para el consejero y el paciente. Aporta
al primero una descripción detallada de la alimentación del adolescente, sus patrones
y los problemas que presenta y sus circunstancias. Por otra parte, provee al joven de
una mayor conciencia de sus problemas alimentarios, los eventos precipitantes y sus
consecuencias; facilita su cambio conductual entre sesiones y el desarrollo de patrones
alimentarios más eficaces que disminuyen la urgencia de restringir, presentar atracones
y purgas; le da la sensación de estar trabajando activamente en su mejoría entre las se-
siones; y, a veces, le proporciona una percepción de seguridad mientras experimenta con
nuevas conductas. Además, el autorregistro por sí mismo puede dar lugar a progresos
conductuales e incrementa el ritmo y la potencia del tratamiento nutricional. A partir
de una revisión cuidadosa de él en cada sesión, el paciente junto al consejero deduci-
rán –de manera colaborativa– la evolución de la ingesta, la conducta alimentaria y otras
relacionadas; los problemas a resolver y sus estrategias de enfrentamiento, la eficacia
de las cuales se evaluará en las sesiones posteriores, mediante el mismo instrumento. A
medida que avanza el tratamiento, el autorregistro les permitirá a ambos evaluar con-
cretamente los progresos.
368
CONSEJERÍA NUTRICIONAL PARA TRASTORNOS ALIMENTARIOS EN ADOLESCENTES Verónica Gaete Pinto
369
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
370
CONSEJERÍA NUTRICIONAL PARA TRASTORNOS ALIMENTARIOS EN ADOLESCENTES Verónica Gaete Pinto
nutricional y/o el cese de los atracones y/o las purgas constituyen el tratamiento para la
mayoría de las molestias y complicaciones que experimenta; entregarla en respuesta a las
necesidades particulares de cada paciente; presentar los temas educativos como puntos a
conversar y no como una clase; limitarla a lo justo y necesario; colocar la información im-
portante por escrito y llevarla a cabo de manera respetuosa, amable, empática, compasiva,
con paciencia e incluso con humor3,9. Pueden también sugerirse artículos, libros o material
audiovisual que complementen lo abordado. Por último, una psicoeducación eficaz requiere
que los diversos integrantes del equipo tratante transmitan mensajes concordantes en estos
temas al joven y su familia.
371
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
372
CONSEJERÍA NUTRICIONAL PARA TRASTORNOS ALIMENTARIOS EN ADOLESCENTES Verónica Gaete Pinto
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374
PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 41
Introducción
Definiciones
1. Actividad física
Se refiere a cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos,
que requieren gasto energético e incluyen actividad física recreacional o en momentos de
ocio, movilización (caminar o bicicleta), actividad ocupacional (trabajo), trabajos del hogar,
juegos, deportes o ejercicio planificado en el contexto de actividades diarias familiares o
comunitarias. Se sabe que la actividad física tiene importantes beneficios en la salud, dis-
minuyendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, ciertos
cánceres y depresión. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda al menos
150 minutos de actividad aeróbica, de moderada intensidad a la semana o 75 minutos de
una actividad intensa o una combinación de las dos8.
375
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
2. Ejercicio
Se refiere a una subcategoría de actividad física que es planificada, estructurada, repe-
titiva y con el propósito de mantener o mejorar el estado y/o forma física.
Si bien no hay guías clínicas para recomendar ejercicio en adolescentes con TCA, en la
literatura se pueden encontrar algunas recomendaciones para AN, las que revisaremos a
continuación.
En pacientes con AN existen algunos criterios para categorizar el grado de riesgo y así
tener algunos parámetros más concretos para la indicación de ejercicio12:
376
EJERCICIO FÍSICO EN EL MANEJO DE LOS TCA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
377
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
5. Hacer psicoeducación acerca del ejercicio en AN (rol del ejercicio, mecanismos bio-
lógicos, efectos deletéreos, conductas de ejercicio saludable, composición corporal y
posibilidades y límites en los entrenamientos).
6. Realizar psicoeducación a los padres respecto al ejercicio.
7. Aplicar estrategias para la regulación emocional y tolerancia al estrés.
8. Identificar situaciones de riesgo para ejercicio no saludable y aplicar un plan de manejo
conductual.
9. Reconocer los logros y cambios saludables en el ejercicio, por más pequeños que sean.
10. Reintroducir y promover el ejercicio saludable de manera paulatina y supervisada, una
vez que el paciente esté médicamente estable, haya subido suficientemente de peso y
la ingesta energética sea suficiente como para compensar el gasto.
11. Reemplazar el ejercicio no saludable realizado, por un tipo de ejercicio que ayude al
adolescente en la apreciación del uso de su cuerpo, promueva el autocuidado en vez
del autocastigo y que, además, sirva para sociabilizar.
Conclusiones
Nota en relación con la terminología: a lo largo del capítulo 30, cuando se hace
mención a “el” o “los” adolescente(s) o joven(es), se está aludiendo a personas de ambos
sexos de estos grupos etarios. Asimismo, al señalar a “el” o “los” paciente(s) o consejero(s),
se está haciendo referencia también a “la” o “las” pacientes(s) o consejera(s). Por último,
bajo los términos “padre” o “padres” se incluyen a la(s) madre(s) y otros adultos que ejerzan
el rol parental.
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Capítulo 42 PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Introducción
380
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LOS TCA EN ADULTOS María José Figueroa Sgró y Alejandra Gil Soto
381
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Requerimientos de energía
Se inicia con un aporte de 30-40 kcal/kg peso real/día, aumentando 200 kcal/día cada
3 días o 500 kcal/semana, esperando una recuperación de 500 g por semana3.
Los suplementos orales están indicados en pacientes con pautas de más de 3.000 kcal/
día y/o cuando las porciones de alimentos se hacen difíciles de cumplir dado el tamaño
de estas. Se debería indicar suplementos multivitamínicos a todas las pacientes en fase de
recuperación de peso y siempre en caso que se detecte algún déficit de micronutrientes (en
caso de amenorrea, calcio, por ejemplo). Algunas guías recomiendan el uso de tiamina en
las etapas iniciales de tratamiento3,7.
Seguimiento
Se requieren controles periódicos (semanales al inicio) para evaluar el cumplimiento de
la pauta alimentaria y la recuperación de peso. Es importante la información aportada por
el cuidador y también la educación dada con respecto a los comportamientos en relación
a la comida, especialmente del tipo compensatorio. Algunas recomendaciones se resumen
en la Tabla 2.
1. No debe pesarse.
2. No debe participar en la compra de alimentos, ni en la preparación de ellos.
3. No se le preparará menú especial; debe comer lo mismo que el resto de la familia.
4. Le deben servir la comida según las porciones pactadas en la pauta.
5. Debe consumir toda la comida servida, no debe transar porciones.
6. No debe trozar excesivamente la comida.
7. Duración de la alimentación: 30-45 minutos.
8. Durante la alimentación no hablar de comida ni de la enfermedad (tampoco es el momento de dis-
cusiones o castigos).
9. Acompañantes no deben estar pendientes de la ingesta.
10. Momento relajado, no forzarlo a comer.
11. Líquidos máximo 1,5-2 litros al día, alejado de las comidas.
12. Debe comer siempre acompañado y sentado en la mesa; no se levantará hasta que termine la comida.
13. Pacientes tienen tendencia a ocultar comida en las servilletas, mangas de polerones, bolsillos o tirarlas
al suelo, por lo que hay que estar alerta a estas conductas.
14. No debe ir al baño hasta 2 horas poscomida.
15. Estas indicaciones son transitorias. La idea es a lo largo del tratamiento aprender a relacionarse bien
con la comida.
16. Actividad física: según indicación médica.
382
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LOS TCA EN ADULTOS María José Figueroa Sgró y Alejandra Gil Soto
Educación nutricional
Importante para la modificación de la conducta alimentaria: mejorar relación con la
comida, mejorar ingesta de macro y micronutrientes, aclarando mitos y errores obtenidos
de fuentes no médicas. Se ha demostrado que los tratamientos son efectivos en la recupe-
ración de peso, pero no en los cambios de actitudes frente a la comida, siendo este último
factor de riesgo de recaídas8-10.
Objetivo de la hospitalización
En primer lugar, normalizar alteraciones biomédicas (signos vitales, niveles hidroeletrolí-
ticos y complicaciones médicas). Además del inicio de la recuperación ponderal, readaptar
383
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Soporte nutricional
Iniciar siempre alimentación por vía oral (segura y fisiológica), con introducción de todos
los grupos alimenticios. En pacientes con desnutrición grave (IMC < 15 kg/m2) o riesgo de
síndrome de realimentación (SRA) se recomienda partir con 25-30 kcal/kg de peso real/día
(no pasar las 1.000 kcal/día). En pacientes con IMC > 15 comenzar con 30-40 kcal/kg de
peso real/día (1.000-1.600 kcal/día), con un incremento de 200 kcal/día, cada 48 horas,
según evolución1-3. Iniciar con aportes de más de 1.400-1.600 kcal/día no han demostrado
mayor incidencia de SRA, si el paciente tiene IMC > 15; además, se han evidenciado tasas
de recuperación más rápida y disminución de la estadía hospitalaria11-14. La ingesta de líqui-
dos debe estar restringida a 1-2 l/día. La utilización de suplementos orales ha demostrado
ser una estrategia efectiva en la recuperación de las pacientes, sin afectar las intervenciones
sobre la conducta alimentaria15,16.
La nutrición enteral o parenteral están indicadas en casos excepcionales, especialmente
frente a no cooperación o gravedad del paciente1-3.
Síndrome de realimentación
Es una complicación poco frecuente, pero que puede ser mortal. En la Figura 1 se expli-
ca su fisiopatología. El diagnóstico se sospecha frente a una hipofosfatemia severa, asociada
habitualmente a hipocalemia e hipomagnesemia, con alteración del balance hídrico, mani-
festaciones neurológicas, cardiorrespiratorias, hematológicas y digestivas. El mayor riesgo
de desarrollarlo existe durante los primeros 15 días de iniciada la realimentación. Aún está
en discusión si se debiera hacer profilaxis, pero varios grupos de expertos la recomiendan3.
384
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LOS TCA EN ADULTOS María José Figueroa Sgró y Alejandra Gil Soto
385
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Criterios de alta
Se resumen en la Tabla 7. Durante la hospitalización se sugiere que la paciente tenga
salidas terapéuticas para evaluar la readaptación a su entorno y adherencia a indicaciones.
Sin embargo, en hospitales que no cuentan con unidad de psiquiatría, el alta se realiza
cuando la paciente está fuera de riesgo y ya no cumple criterios.
386
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LOS TCA EN ADULTOS María José Figueroa Sgró y Alejandra Gil Soto
ferencia a este trastorno es que existe una alteración en los comportamientos alimentarios,
caracterizados por una alimentación restrictiva, atracones y/o purgas, pudiendo presentarse
cuadros somáticos específicos causados principalmente por las alteraciones electrolíticas,
dependiendo de la frecuencia de las conductas compensatorias3,6,11.
Tratamiento nutricional
La estabilización dietaria es esencial en el manejo de la BN, a través de una ingesta
alimentaria que complete los requerimientos nutricionales y una adecuada educación nu-
tricional. Sin embargo, a diferencia de la AN, el tratamiento más importante desde el inicio
es el psiquiátrico y psicológico, y dentro de ellos el con mejor tasa de remisión total es la
Terapia Cognitiva-Conductual1,20,21.
El objetivo del tratamiento nutricional en una primera etapa es disminuir o eliminar
los atracones y las purgas, desarrollando patrones de alimentación normal, con al menos
3 comidas principales y 1 a 2 colaciones, siendo esto fundamental para romper el ciclo
restricción-atracón-purga, resolver temores en relación con la comida y restablecer la salud
(Figura 2).
387
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Día (fecha)
Hora Alimentos Lugar * V/L Contexto y comentarios
8) Planificación alimentaria.
9) Ajustar pauta en controles según grado de cumplimiento y dificultades presentadas.
Está descrito que los atracones tienen mayor probabilidad de ocurrir si el paciente se
encuentra solo, con algún estado mental alterado (angustia y/o estrés) y empieza a comer.
Por lo que una indicación sumamente relevante es que el paciente debe comer siempre
acompañado, en los horarios indicados y que la alimentación sea un espacio agradable y
contenedor3.
En etapas más avanzadas de tratamiento, se deben ir incorporando los alimentos
“temidos” o “prohibidos”, en forma paulatina y en un ambiente seguro para el paciente.
Una herramienta que ha mostrado efectividad en el manejo es el autorregistro alimen-
tario (Figura 3), siendo de gran ayuda para que los pacientes logren identificar los episodios
de atracones, purgas y eventuales gatillantes.
Psicoeducación nutricional
Es importante entregar a los pacientes información clara y con respaldo científico sobre
temas que ayuden a realizar cambios y derribar mitos alimentarios como: principios de
una alimentación saludable, efectos fisiológicos y psicológicos del ayuno, requerimientos
nutricionales de macro y micronutrientes, inefectividad de purgas como regulador de peso
corporal, efectos adversos de atracones y purgas (vómitos autoinducidos, abuso de laxan-
tes, abuso de diuréticos, exceso de ingesta de líquidos), peso corporal y su regulación. Se
deben entregar respuestas a la problemática y necesidades del paciente, en forma escrita,
amable y empática.
Esta misma psicoeducación debería ser recibida por padres o cuidadores principales del
paciente.
388
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LOS TCA EN ADULTOS María José Figueroa Sgró y Alejandra Gil Soto
Tratamiento nutricional
El TA frecuentemente se manifiesta con obesidad (IMC >30 kg/m2), por lo tanto, existe
un riesgo aumentado de consecuencias médicas asociadas a la malnutrición por exceso:
DM2, HTA, dislipidemia, etc.21.
La psicoeducación nutricional está orientada a lograr modificaciones de hábitos alimen-
tarios a largo plazo y a eliminar conductas de atracones.
El aporte calórico inicial debe ser individualizado, garantizando un adecuado estado
nutricional a través de una restricción energética leve en caso de exceso de peso.
Consejería nutricional
• Introducir un patrón regular de comidas.
• Limitar el acceso a alimentos que estimulan el atracón.
• Después del atracón volver a patrón de alimentación o a la siguiente comida.
• Limitar cantidad de comida disponible y alimentos abiertos en casa.
• No saltarse comidas.
• Evitar comer de grandes envases o bolsas.
• Flexibilizar, no ser rígido.
• La clave para una alimentación normal es sintonizar con lo que se quiere comer cuando
se siente hambre física y, por el contrario, poder parar cuando se sienta satisfecho.
Es importante considerar que más de un 30% de los pacientes que presentan malnu-
trición por exceso y consultan para bajar de peso, podrían tener algún tipo de trastorno
alimentario. Adicionalmente, alrededor de 1/3 de los pacientes con BN y TA presentan
obesidad3.
Hospital de día
Es una alternativa intermedia entre el tratamiento ambulatorio y hospitalario en pa-
cientes con cualquier trastorno alimentario, que requieren un manejo más intensivo, pero
que no cumplen criterios de hospitalización. En este escenario reciben tratamiento de día
multidisciplinario (médico, psiquiátrico, nutricional y psicológico) y supervisado (comidas
acompañadas), realizándose educación nutricional y terapias grupales. El principal objetivo,
además de la mantención del tratamiento, es detectar y tratar factores mantenedores de
enfermedad y promover la integración de las pacientes a su ambiente laboral, académico
y social3
389
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
conductas de ejercicio excesivo23. Para su adecuada indicación los pacientes deberán ser
evaluados por un equipo médico especializado que determine el apropiado nivel de activi-
dad física permitida, considerando estado nutricional, composición corporal, motivación al
ejercicio y evolución del tratamiento. Cuando los pacientes están en alto riesgo o fallan en
el incremento de peso a pesar de las intervenciones, el reposo absoluto será necesario22.
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391
Capítulo 43 PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Conceptos generales
Las guías clínicas actuales consideran que la indicación terapéutica prioritaria en los
trastornos de la conducta alimentaria (TCA) es el tratamiento ambulatorio1-4. Sin embargo,
la elevada complejidad y gravedad que presentan algunos TCA, que producen un elevado
riesgo médico y psicopatológico5, hace necesario establecer tratamientos más intensivos,
tanto en hospitalización, como en hospital de día. Hay que tener en cuenta que las personas
que sufren TCA tienen mayores tasas de mortalidad y de suicidio (18 veces mayor) que la
población general6,7; de hecho, algunos estudios muestran que la anorexia nerviosa (AN)
tiene la mayor tasa de mortalidad entre todos los trastornos psiquiátricos8.
Existen escasos estudios epidemiológicos de frecuencia y características de hospitali-
zaciones en TCA, aún así, contamos con algunos en población hispana. En un estudio de
hospitalizaciones por TCA realizado en España, en población adolescente (10-18 años),
durante un período de 10 años, se observa que un tercio de los pacientes que inician
tratamiento por TCA, serán hospitalizados a lo largo de su curso clínico, especialmente, si
sufren AN9. Otro estudio en población portuguesa10 muestra que en un período de 15 años
se ha incrementado el número de hospitalizaciones y, al igual que en el estudio español
comentado y otros en población europea11, la mayoría eran mujeres y con diagnóstico de
AN, seguido de trastorno de alimentación no especificado (TANE). Además, destacan que
en las personas con diagnóstico de bulimia nerviosa (BN) es más frecuente el ingreso por
riesgo/intento autolítico10. En ambos estudios9,10, la estancia media se sitúa en 15 días para
la AN y menor (8-10 días), para BN. Por otro lado, un estudio realizado en una Unidad
de TCA para adolescentes en Canadá, los pacientes presentan una estancia media de
hospitalización superior a 35 días12, similar a los Datos de la Memoria del Hospital Infantil
Universitario Niño Jesús, de la Unidad de TCA, en ese mismo año (37,1 días). La frecuencia
de pacientes en reingreso es relativamente elevada en todos los estudios, 25%-35%, lo que
puede explicarse parcialmente por un umbral más bajo en los criterios de ingresos, cuando
un paciente está siguiendo un tratamiento específico para TCA.
La hospitalización se realiza en pacientes en una etapa grave o comprometida de su
evolución, respecto a su estado físico (desnutrición y complicaciones médicas), estado psico-
patológico (i.e. riesgo de suicidio, rechazo a comer, gravedad de las alteraciones cognitivas
propias del TCA, que producen escasa adherencia a las indicaciones), apoyo familiar (i.e.
escasa contención en relación a la sintomatología) e incluso contexto social (i.e. disponibi-
lidad de tratamientos).
El ingreso es sólo una fase del tratamiento de los TCA, el cual se desarrolla en un mo-
392
HOSPITALIZACIÓN EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Montserrat Graell Berna y cols.
Modelos de hospitalización
Criterios de ingreso
La hospitalización debe indicarse en base a una evaluación clínica completa y persona-
lizada del riesgo que incluya:
393
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Asumiendo los criterios de las diferentes guías clínicas, proponemos unos criterios clíni-
cos prácticos de ingreso que resumimos en la Tabla 121.
Además, se considera la necesidad de Atención Médica Urgente cuando se presentan
algunas de las condiciones expresadas en la Tabla 221,22.
Siempre que sea posible, debe prepararse adecuadamente al niño y a su familia para
la hospitalización, manteniendo una entrevista conjunta en la que se aborden, al menos,
las siguientes cuestiones: 1) confirmar el diagnóstico y la necesidad de ingreso; 2) describir
los objetivos y el programa de hospitalización y presentar al equipo de profesionales de
hospitalización; 3) comentar los miedos, fantasías y ambivalencia respecto al tratamiento y
4) establecer un acuerdo (contrato) terapéutico, preferentemente por escrito.
Respecto al acuerdo (contrato) terapéutico, señalar que este constituye una forma muy
eficaz de establecer y/o fortalecer la alianza terapéutica con el niño/adolescente y su familia;
al mismo tiempo, este contrato establece un manejo de contingencias participativo durante
la hospitalización que facilita la ganancia de peso, disminuye las conductas alimentarias
patológicas y mejora la motivación, el cumplimiento y participación en el tratamiento21,23.
Como mínimo, el contrato debe establecer que la realimentación es inevitable y que, por
tanto, se producirá un incremento de peso, hasta un IMC seguro biológicamente y que,
por lo tanto, el niño/adolescente como también la familia, recibirán ayuda mediante inter-
venciones psicológicas que consistirán esencialmente en un programa de conducta contin-
gente (refuerzos positivos y negativos) participativo, exposición in vivo con prevención de
respuesta, técnicas de relajación-respiración, técnicas motivacionales, dialécticas y cognitivas
e intervenciones familiares.
Los autores de este capítulo, además, recomiendan promover y facilitar el acompaña-
miento y trabajo con la familia durante el ingreso, siempre que sea posible.
En las guías clínicas se consideran algunos principios generales esenciales, en relación a
la hospitalización de niños y adolescentes que explicamos a continuación2,21,22:
1. La hospitalización debe realizarse en un contexto clínico adecuado a la edad y caracte-
rísticas del menor, y debe contar con las condiciones terapéuticas necesarias y asegurar
la continuidad de la actividad académica durante el ingreso. Según los objetivos del
ingreso, características clínicas del paciente y las condiciones de la sala y de su personal,
el ingreso puede realizarse en una sala pediátrica, en una sala psiquiátrica de niños/ado-
lescentes o en una unidad de TCA. En todos los contextos posibles de hospitalización,
debe contarse, de forma básica, con un protocolo específico para TCA y un equipo
interdisciplinario, con enfermería, psiquiatras, psicólogos, pediatras y nutricionistas; el
personal de enfermería estará entrenado específicamente en observación, supervisión y
cuidados de conductas anoréxicas, incluida la alimentación enteral y las complicaciones
consecuentes. Los pediatras deben tener conocimientos de nutrición del paciente con
TCA; los profesionales de salud mental estarán entrenados en TCA y en el manejo de
niños/adolescentes, con resistencia a las indicaciones y riesgo de agitación. Cuando se
394
HOSPITALIZACIÓN EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Montserrat Graell Berna y cols.
programe ingresar pacientes graves (IMC grave o extremo, conductas purgativas muy
frecuentes y/o con complicaciones médicas), la sala de hospitalización debe contar
con posibilidad de monitorización cardíaca continua, resucitación cardiopulmonar,
determinaciones analíticas diarias, posibilidad de realizar tratamiento de estabilización
médica (reposición hidroelectrolítica intravenosa) y realimentación a través de sonda
nasogástrica.
395
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Objetivos
Los objetivos del ingreso dependen del nivel de riesgo clínico y de los recursos disponi-
bles. Por lo general, se establecen los fines terapéuticos recogidos en la Tabla 3.
Protocolo
El protocolo es la articulación y secuenciación temporal de las intervenciones terapéu-
ticas dirigidas a cumplir los objetivos del ingreso.
En la Tabla 4 se describen las etapas del protocolo que proponen los autores con el
objetivo principal, así como las intervenciones principales que se desarrollan en cada una.
Tabla 3.
396
HOSPITALIZACIÓN EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Montserrat Graell Berna y cols.
Rehabilitación nutricional
La rehabilitación nutricional que proponemos sigue las guías clínicas actuales que reco-
miendan el comienzo de la re-nutrición, preferiblemente por vía oral, con menús variados
de 20-40 kcal/kg/día, seguido de incrementos rápidos de 200 Kcal/día hasta alcanzar 2.500-
3.000 calorías/día en los primeros 8-10 días, y mantener dicha ingesta (comidas y alimen-
tación polimérica) hasta alcanzar IMC de alta. De esta forma, se consigue incrementar la
velocidad del aumento de peso y no el riesgo de síndrome de realimentación; además, se
logran ingresos de menor duración y bien tolerados para el paciente24. Sin embargo, en AN
con desnutrición grave (< 70% del IMC medio, según edad y sexo) se recomienda comenzar
con < 20 kcal/kg/día e incrementar de forma muy lenta y monitorizando el nivel de fosfato
en sangre, para evitar el síndrome de realimentación. Durante el ingreso se recomienda un
incremento entre 0,5 a 1 kg semanal24.
Las comidas son supervisadas estrechamente por el personal de enfermería, que ayudan
con sus indicaciones a recuperar una conducta alimentaria normalizada. La alimentación
enteral por sonda nasogástrica sólo estará indicada cuando no sea posible la alimentación
397
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
oral, dado que produce un elevado distress emocional e intolerancia en los niños y adoles-
centes con TCA.
El programa de conducta o de contingencias que facilita la re-nutrición se compone
de una serie de actividades que actúan como refuerzos positivos, aplicados cuando se
producen los cambios necesarios para la recuperación inicial, eso es, el incremento de peso
(monitorización diaria en ayunas) y la normalización de la conducta alimentaria y de la acti-
vidad física. Este programa de contingencias es similar a los propuestos por otros autores25
y se asienta en la negociación diaria de los refuerzos durante el pase de visita (médico,
psicólogo y enfermería), en relación a los cambios conseguidos por el niño/adolescente.
Consideramos que el reposo prolongado no añade ventajas, incluso al contrario, puede
producir disminución de frecuencia cardíaca, infecciones o alteraciones de la movilización,
por lo que se limita a las indicaciones para la estabilización médica26.
Es necesario añadir progresivamente otras intervenciones que faciliten el cambio con-
ductual, emocional y cognitivo. En las primeras etapas del ingreso destacamos la psicotera-
pia de apoyo “a pie de cama” diaria y las intervenciones psicoeducativas y motivacionales
individuales y/o grupales. Recomendamos la elaboración de un diario durante todo el
ingreso como trabajo narrativo e instrumento de comunicación privilegiado entre el niño/
adolescente y el terapeuta. Las intervenciones cognitivas y conductuales individuales y/o
grupales permiten el trabajo con la imagen corporal, las cogniciones alteradas y las habili-
dades sociales en la segunda y tercera etapa del ingreso.
De acuerdo con otros autores27, se considera una ventaja el acompañamiento continuo
o intermitente de los padres durante la hospitalización y, por supuesto, la terapia con la
familia. Permite trabajar con los padres en la comprensión del trastorno, la reducción de la
culpa y la vergüenza, la cooperación y sentimiento de autoeficacia ante el trastorno y su
tratamiento, esto último logrado mediante la capacitación de los padres para el cuidado
del adolescente tras el alta. Durante la segunda y tercera etapa se solicita a los padres que
realicen acompañamiento en las comidas de sus hijas, con la supervisión del personal de
enfermería para, finalmente, realizar salidas terapéuticas a casa, con un plan de vida o
indicaciones, facilitador del cuidado.
El tratamiento psicofarmacológico no ha demostrado eficacia en la recuperación nutri-
cional, no obstante, sí ha demostrado cierta influencia en reducir alguna sintomatología
TCA específica, como el ejercicio compulsivo. La comorbilidad psiquiátrica evidentemente
puede beneficiarse de la intervención psicofarmacológica, sobre todo tras la recuperación
nutricional. Siempre debe monitorizarse estrechamente, dada la vulnerabilidad biológica
producida por la malnutrición. Las benzodiacepinas de acción rápida pueden ser útiles
para disminuir la ansiedad antes de las comidas. También pueden ser útiles fármacos
que mejoren los síntomas digestivos durante la renutrición (procinéticos) y/o complejos
vitamínicos28.
Los criterios de alta dependen de los recursos asistenciales disponibles (hospital de
día, tratamiento ambulatorio intensivo, consultas). Si se dispone de hospital de día, será
posible completar la renutrición y la normalización de algunas conductas alimentarias en
este recurso asistencial, mientras, si el alta es a un tratamiento ambulatorio, sin comedor
terapéutico, sólo será posible cuando se ha alcanzado un IMC seguro, que en niños y ado-
lescentes con AN se sitúa a partir del percentil 15 de IMC, y cuando el paciente y la familia
han demostrado, en las salidas terapéuticas, que han generalizado firmemente la conducta
alimentaria adecuada.
398
HOSPITALIZACIÓN EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Montserrat Graell Berna y cols.
3. Hospitalización en BN
Las hospitalizaciones en pacientes con BN se producen con más frecuencia por la pato-
logía psiquiátrica asociada, especialmente riesgo suicida, que por la psicopatología especí-
fica del TCA. Si bien, la indicación de ingreso para estabilización médica por desequilibrio
hidroelectrolítico u otras complicaciones médicas no es infrecuente10. Sin embargo, en
adolescentes y adultos jóvenes con BN, de más corta evolución, no es raro que atracones
y vómitos muy graves, que desestructuran la vida del paciente y que no responden a tra-
tamientos menos intensivos, provoquen ingresos psiquiátricos para la contención de los
síntomas alimentarios específicos21.
Existe alguna propuesta de programa de hospitalización específico para BN, basada en
el tratamiento cognitivo-conductual, como el que realizamos en la Unidad de TCA de nues-
tro hospital. Con una duración de máximo 15 días, integra una amplia evaluación médica
y psicológica con análisis funcional de los síntomas específicos, potentes intervenciones
motivacionales individuales y familiares, que se inician dos semanas antes del ingreso, y
rehabilitación nutricional; se regularizan horarios, cantidades y tipos de alimentos, además
399
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Conclusiones
400
HOSPITALIZACIÓN EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Montserrat Graell Berna y cols.
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402
PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA Capítulo 44
Introducción
Un hospital de día (HD) corresponde a una hospitalización, de tipo parcial, que puede
cumplir una función de interfase entre un tratamiento ambulatorio y una internación com-
pleta o, de ser posible, una alternativa que permite evitarla. Su principal objetivo es reforzar
el tratamiento ambulatorio, añadiendo los elementos más eficaces de un sistema hospi-
talario cerrado, pero sin la necesidad de apartar a la paciente de su entorno sociofamiliar.
Una definición, bastante acertada, es la que otorga la Guía de la American Association
of Partial Hospitalization, diciendo que es un “programa de tratamiento ambulatorio activo,
de tiempo limitado, que ofrece servicios clínicos estructurados, coordinados e intensivos,
dentro de un ambiente terapéuticamente estable, utilizando un esquema integrado, global
y complementario de enfoques reconocidos de tratamiento”1.
Datos históricos
El primer país que incorporó este tipo de tratamiento fue Rusia, en la década de los
treinta, con el Hospital Psiquiátrico de Moscú. Simultáneamente, surgieron otros intentos;
Boyle en Chichester, Inglaterra y Woodall en Boston, Estados Unidos.
Posteriormente, en 1946, aparece Cameron en Montreal con el Servicio de Psiquiatría
del Hospital General Allan Memorial Institute y Bierer, en Londres.
En Chile, las primeras referencias conocidas son: Temuco en 1965; el Hospital Psiquiátri-
co de Santiago 1972, 1979, y la Clínica Psiquiátrica Universitaria, de la Universidad de Chile
desde 19752. En el año 2000 se plantea como parte del plan nacional de salud mental y
psiquiatría, para el tratamiento de patologías severas tales como esquizofrenia o abuso de
sustancias3. Hasta el año 2019, los tratamientos ofrecidos para los TCA, han sido de tipo
ambulatorio u hospitalización completa, la que generalmente está inserta como parte de
algún servicio de internación de psiquiatría general.
403
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
404
HOSPITAL DE DÍA EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Claudia Montebruno y Daniela Chahud
Con respecto a las jornadas diarias, se recomienda contar con un horario amplio, flexible
y que pueda ajustarse (según cada etapa del tratamiento) a alguna actividad externa, ya sea
laboral, académica o la que sea pertinente, de forma que cada paciente pueda ir adaptando
sus actividades principales e ir avanzando en autonomía.
Una consideración no menor, es evaluar los desplazamientos que las pacientes deban
realizar para acceder al HD, ya que, si implican traslados de demasiado esfuerzo y/o tiempo,
suele resultar en un abandono de tratamiento.
Con respecto al peso, es frecuente considerar el índice de masa corporal (IMC) como un
criterio que diferenciaría entre la hospitalización completa y una parcial. Se puede encontrar
literatura que considera que el IMC, por sí sólo, no debería ser un criterio excluyente. Es cla-
ro que este punto es de suma importancia y suele generar controversias entre los expertos
en el tema, sin embargo, existen investigaciones que han mostrado resultados eficaces, en
hospitalización parcial, incluso para personas con IMC menor a quince11,12.
405
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
lo colectivo, la que puede ser considerada como una estrategia de intervención en sí mis-
ma. Para las pacientes, esto implica el descubrimiento de un otro que pasa a ser espejo,
generando un sentimiento de pertenencia que, a su vez, resulta rehabilitador. El filósofo y
ensayista Byung-Chul Han plantea: “La escucha tiene una dimensión política. Es una acción,
una participación activa en la existencia de otros y también en sus sufrimientos. Hoy, de
alguna manera, cada uno se queda a solas con sus sufrimientos y sus miedos. El sufrimiento
se privatiza y se individualiza, pasando a ser así objeto de una terapia que trata de curar el
yo y su psique. Todo el mundo se avergüenza, pero cada uno se culpa sólo a sí mismo de
su endeblez y de sus insuficiencias. No se establece ningún enlace entre mi sufrimiento y
tu sufrimiento. Se pasa por alto la sociabilidad del sufrimiento”13.
Desde esta perspectiva, una hospitalización parcial, no sólo es un recurso terapéutico
que presenta múltiples aspectos positivos, sino que constituye un espacio de socialización,
que devela a esta enfermedad como una realidad compartida y que genera que lo colectivo
se transforme en un instrumento de cambio.
Características específicas
Dado que cada etapa del ciclo vital tiene sus propias características, existen considera-
ciones importantes a tener en cuenta para cada grupo en particular.
406
HOSPITAL DE DÍA EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Claudia Montebruno y Daniela Chahud
407
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Consideraciones especiales
I. Restricción
Es conocido el alto nivel de competitividad que suelen presentar las personas que tie-
nen un TCA, especialmente, en las que predomina la restricción. En las hospitalizaciones
cerradas esta característica puede verse acrecentada y gatillar una suerte de “carrera por
querer parecer la más enferma”. Esta dinámica también puede darse en un HD, pero va
disminuyendo notoriamente debido a un ambiente más flexible, menos asociado a “lo
hospitalario” y capaz de adaptarse a los requerimientos de cada paciente en particular. Esto
puede facilitarse con una mayor tolerancia en los tiempos de tratamiento, especialmente,
para pacientes adultos que llevan años enfermas y que suelen tolerar peor el incremento
ponderal necesario.
La estructura principal consiste en generar un espacio en el que se pueda controlar la ac-
tividad física, todo lo que sea oportuno, mantener un régimen de monitorización fisiológica
permanente, contar con una red de servicios de salud disponible, lograr un buen manejo de
grupo y asumir un grado de compromiso e intensidad bastante alto, especialmente para el
rol del psicoterapeuta, ya que se requiere de un vínculo particularmente contenedor, sólido,
seguro, que denota firmeza y que sea razonablemente esperanzador.
II. Purga
Para las personas de un espectro sintomatológico más impulsivo, los estudios muestran,
que un HD resulta ser un recurso terapéutico bastante prometedor. Se ha podido constatar
también, que estas pacientes pueden ser más sensibles a la intensidad de los programas, es
decir, a mayor número de días de programa (dentro de una misma semana), menor número
e intensidad en las recaídas, mayor autoestima y menor sintomatología depresiva.
La dinámica de una hospitalización parcial facilita que estas pacientes puedan desarrollar
niveles más altos de control interno y responsabilidad, al verse continuamente puestas a
prueba en la interacción con su entorno inmediato. Esto sumado a la posibilidad de acceder,
diariamente, a un espacio seguro y de aprendizaje de estrategias nuevas de afrontamien-
to, se traduce en que las pacientes se encuentren mejor preparadas para continuar en su
rehabilitación, incluso después del alta terapéutica29,30.
408
HOSPITAL DE DÍA EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Claudia Montebruno y Daniela Chahud
409
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Conclusiones
410
HOSPITAL DE DÍA EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Claudia Montebruno y Daniela Chahud
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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413
Capítulo 45 PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
Introducción
414
INTERVENCIONES MULTIMEDIA Y ONLINE PARA TCA Daniela Chahud Cortés
en reconocer que se tiene un TCA y las pacientes pueden tardar hasta 4 años en buscar
tratamiento, lo que favorece su cronicidad5. Dentro de los factores que impiden que los pa-
cientes accedan a tratamiento incluyen sentimientos de vergüenza, miedo al estigma, falta
de conciencia de enfermedad, negación de la patología, baja motivación a tratamiento,
escasa disponibilidad de servicios de salud especializados, desconfianza en el sistema y el
alto costo económico6. Sumado a ello, los TCA son considerados como elecciones y hábitos
que los individuos podrían dejar fácilmente o superarlos por sí mismos. La gran mayoría
de las personas no los consideran como una condición lo suficientemente seria como para
acceder a tratamiento profesional7.
Un programa en línea podría abordar varios de los obstáculos antes mencionados, al
permitir que personas puedan acceder a tratamiento sin tener que dejar sus hogares, revelar
su identidad o lidiar con el miedo que representa los altos costos de un tratamiento7. En
Chile, es una realidad los altos costos financieros asociados a salud mental y la poca co-
bertura que tiene en los planes de salud, por lo que este tipo de terapia se presenta como
una alternativa o posibilidad de acceder a tratamiento cuando una psicoterapia tradicional
se vuelve inaccesible8. Además, presenta una efectividad considerable en contraste con las
largas listas de espera en el sistema de salud que generan demora en el tratamiento y quizá
abandono antes de siquiera acceder a él8,9.
Las demandas por cumplir con este tipo de estrategia son bastantes debido a la etiología
multifactorial del trastorno. La interacción de las diferentes vulnerabilidades que tiene el
individuo (genética, biológica, temperamental) con los componentes ambientales, juegan
un importante rol en el desarrollo y mantención de los TCA10. Debido a esto, se vuelve un
desafío en la implementación de un programa, poder abordar temáticas como la intensidad
de las intervenciones, determinar qué tipo intervenciones son más efectivas para un tras-
torno determinado, identificar factores de adherencia y motivación de permanencia en un
programa, etc., y así, mejorar el contenido y el diseño de las intervenciones y determinar
qué participantes se benefician de dichas intervenciones y quienes no11.
En esta línea se puede encontrar variadas opciones multimedia, que tiene que ver con
la forma en que el contenido del programa es expuesto en las plataformas tecnológicas
como mensajes de texto, mails, audio videos, etc. A pesar de que es un área que está en
desarrollo y aún se intenta perfeccionar variables como abordar las demandas actuales de
atenciones no cubiertas, generar motivación en los participantes para facilitar adherencia,
controlar las tasas de abandono, etc., existen varias alternativas y modalidades en búsqueda
de validación empírica y nuevos resultados12,13.
Entonces, este capítulo aborda las distintas variables, alternativas y dificultades que esta
modalidad presenta, y así poder ver si se transforma en una alternativa viable de terapia
en la cultura chilena.
415
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
promueven, la que más destaca es el aporte que puedan brindar en las poblaciones más
desatendidas para acceder a la búsqueda de ayuda y poder facilitar el acceso a un trata-
miento adecuado. Además, permite acceder a grandes poblaciones independientemente de
las distancias geográficas, y es una alternativa mucho más económica de implementar. Los
alcances que pueda tener el éxito en la prevención de estos trastornos desde la perspectiva
de la salud pública son enormes14. Sin embargo, aparece otro tipo de barreras tales como
la implementación, diseminación, sustentabilidad y los recursos que se necesitan para poder
traducir las investigaciones a la práctica15.
Si se abordan las variables geográficas chilenas, se puede encontrar un enorme impedi-
mento a la hora de acceder a una consulta con un profesional de la salud, más aún si hay
un déficit en cuanto a profesionales especializados en áreas más rurales. En estos casos
coordinar una sesión puede ser una gran hazaña cuando el paciente vive en áreas remotas,
mayor aún cuando se sabe que para poder lograr avances en el tratamiento se debe lograr
una constancia en las atenciones, además de asistir a otros profesionales de la salud. Es
por ello que, a pesar de los límites que tiene este tipo de intervención (desde éticos hasta
alcances terapéuticos), las investigaciones han mostrado ser efectivas en pacientes pertene-
cientes a poblaciones más desatendidas, en cuanto a la reducción sintomática, prevención y
soporte a familiares y cuidadores de pacientes14,15. Sumado a ello, este tipo de intervencio-
nes tecnológicas pueden volverse una antesala que ayuda a mitigar las listas de espera en
la atención pública, las cuales aumentan las dificultades y desmotivación a acceder alguna
vez a tratamiento. Cada vez se están haciendo más investigaciones16,17 en esta área, lo que
nos presenta un gran desafío el poder acceder a una alternativa que parece prometedora
para abordar el déficit de atención de estos casos en nuestro país, y así llegar a un universo
de pacientes desatendidos que, de otro modo, no podría ser alcanzado.
Si bien hay investigaciones17-19 que muestran que las intervenciones online pueden ayu-
dar a las poblaciones más desatendidas y motivar a los pacientes a acceder a tratamiento,
estas no están libres de desafíos. Debe tenerse en cuenta importantes temáticas como el
proceso diagnóstico, la optimización de los tratamientos en línea con relación a modelos
de salud mental ya existentes y la investigación e implementación de los tratamientos com-
binados (internet/tradicional cara a cara). En términos generales, las intervenciones online
podrían mejorar las atenciones en salud mental con relación a la reducción sintomática,
hacer posible el acceso a atención para un mayor número de pacientes, aumentar la efec-
tividad y reducir los costos generales de salud.
En varios países europeos y en México, se están realizando diversas investigaciones20-22
en la implementación de este tipo de programas. Generalmente consisten en un programa
estructurado de CBT23 (terapia cognitiva del comportamiento) donde las personas deben
trabajar en distintos tipos de tareas y monitoreos, los cuales son supervisados y apoyados
por un terapeuta a través de correos electrónicos. Se realiza, además, una terapia motivacio-
nal que apunta a las personas que están ambivalentes hacia el cambio (muy común en los
TCA), lo cual se vuelve una ventaja al potenciar la búsqueda de ayuda en estos trastornos.
En general, se observa que la gran mayoría de los afectados por algún trastorno de
la conducta alimentaria, poseen una actitud muy negativa en cuanto a acceder a los
tratamientos más tradicionales debido al temor, vergüenza, tendencia a evitar conflicto,
negación respecto a la seriedad de la enfermedad, y también aversión a largas listas de
espera en atención24. Las consultorías online permiten lidiar con este tipo de problemáticas
reduciendo así la resistencia de buscar ayuda profesional fomentando y permitiendo el
416
INTERVENCIONES MULTIMEDIA Y ONLINE PARA TCA Daniela Chahud Cortés
417
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
como para mantener el bienestar del paciente. Al término del tratamiento, las pacientes se
ven enfrentadas al estrés de la vida cotidiana nuevamente, lo que lleva a que el riesgo de
recaída sea muy elevado durante los primeros seis a siete meses luego del alta30,31. Consi-
derando las altas tasas de recaída que se observan en esta área, es que se vuelve atractivo
poder ofrecer un programa de cuidados en ese periodo crítico posterior al alta terapéutica
y, de esta forma, poder estabilizar el bienestar del paciente y reducir los riesgos de recaída.
Un estudio en Alemania evaluó la eficacia de una intervención entregada a través de
mensajes de texto31, enfocada a mantener y fortalecer los logros del tratamiento y disminuir
los riesgos de recaída en los primeros cinco meses luego de haber finalizado el tratamiento.
Esta intervención consistía en una interacción semanal entre el paciente y el proveedor de
la atención (Center for Psychotherapy Research Heidelberg, Heidelberg, Germany), durante
16 semanas, luego del alta del tratamiento hospitalario. Los pacientes utilizaban su teléfono
móvil para participar en este programa, donde se esperaba que estos realizaran reportes en
tres síntomas claves de la bulimia (insatisfacción corporal, frecuencia de atracones y frecuen-
cia de comportamientos compensatorios) de manera estandarizada. La intervención intenta
disminuir la carga y costos asociados a esta patología, ya que las estadísticas muestran que
no hay tratamientos suficientes para cubrir la demanda que estos requieren, dejando un
importante número de pacientes sin tratamiento.
Por otra parte, los programas en línea y las apps de los celulares, permiten que los pa-
cientes puedan compartir el monitoreo de los síntomas en tiempo real con sus terapeutas,
pudiendo tener la ventaja de hacer las intervenciones más focalizadas y precisas32.
Algunas de las consideraciones éticas que se deben tener en cuenta, para que no se
vuelva una desventaja, es la utilización de estas plataformas y tecnologías con adolescen-
tes, en donde se pueda contar con el consentimiento de los padres, además de explorar
la forma de poder tener la colaboración de los miembros de la familia y profesores. Aún
queda mucho trabajo por hacer en cuanto a los acuerdos éticos y profesionales para poder
implementar estas tecnologías de mejor forma32. A pesar de la existencia de revisiones que
documentan la efectividad de las terapias online, hay poco consenso de los componentes
de los tratamientos que son más efectivos en mantener la adherencia y reducir la sintoma-
tología del TCA.
Los hábitos que los adolescentes tienen con el uso de las tecnologías e internet, es algo
que muchas veces preocupa a sus padres, pediatras, clínicos o profesores, no tan solo por
la facilidad que estos tienen para estar conectados constantemente, sino también por el
impacto que puedan tener ciertas ideas o influencias en las interconexiones33. Las páginas
de redes sociales juegan un papel importante en la vida cotidiana y pueden tener efectos
tanto beneficiosos como dañinos34. Páginas web que promueven ideas engañosas o dañinas
(como páginas proanorexia o probulimia) pueden ser confusas y peligrosas para los más
jóvenes (pudiendo introducir a los usuarios en comportamientos nocivos como la identifi-
cación con la delgadez); en contraste, hay evidencia prometedora acerca de cómo la edu-
cación respecto al cómo consumir los medios de forma más crítica reducen las conductas
alimentarias e imagen corporal negativa32,34. De esta forma, se pueden ocupar las mismas
plataformas para poder entrenar a las participantes en poder ser más críticas con respecto
418
INTERVENCIONES MULTIMEDIA Y ONLINE PARA TCA Daniela Chahud Cortés
a lo que consumen en las redes, empoderándolas a identificar y desafiar los mensajes más
dañinos o confusos, logrando de esta forma entrenarlas en habilidades que logren reducir
el impacto negativo que las redes puedan tener.
En Alemania existe el “information and consulting server for eating disorders”, que es
un servicio de consultoría online donde el usuario puede formular sus preguntas mediante
el intercambio de emails o chats. Esta plataforma deja en evidencia la existencia de una im-
portante demanda en la búsqueda de información y consejos acerca de esta patología que,
resguardos por el anonimato del internet, buscan ayuda de profesionales especializados
como un primer contacto o acercamiento. Mucha de la información solicitada tenía relación
con los patrones conductuales de la bulimia y la búsqueda de información de profesionales
y centros especializados de tratamiento35. Se evaluó también cuáles son los factores que
permiten que esta forma de intervención sea tan aceptada tanto por las afectadas como
por su familia. Dentro de estos factores destacan la confidencialidad en la comunicación, la
rapidez en el intercambio de información, la independencia en cuanto al tiempo y lugar en
el cual se ejerce la comunicación y los bajos costos asociados35. Las pacientes que utilizan
este servicio en su gran mayoría padecen de bulimia ya que se relaciona más con algunos
de los mecanismos de enfrentamiento o de lidiar con el sufrimiento. A diferencia de las
pacientes anoréxicas (quienes tardan años en aceptar una reflexión más crítica en cuanto
a su cuerpo), las bulímicas experimentan un importante sufrimiento subjetivo el cual las
hace aceptar la necesidad de buscar ayuda profesional y acceder a tratamiento36. Se revela,
además, el sentimiento de frustración e impotencia hacia la enfermedad que experimentan
los familiares y amigos de personas con TCA, donde activamente buscan estrategias para
mejorar las condiciones de vida del paciente y como convencerla de acceder a tratamiento.
En esta línea se validan más las soluciones rápidas y prácticas, a consejos con fundamenta-
ción más teórica, lo que nos muestra que generalmente las familias tienen una comprensión
más bien escasa de las dimensiones del trastorno y cómo este influye a su ser querido,
dificultades para entender el curso prolongado y para sostener la resistencia al cambio
propia de esta enfermedad35,36. Estas mismas resistencias y dificultades en la aceptación de
trastorno en las familias son las que permiten una mayor aceptación en el recibimiento de
ayuda a través de internet.
Entre los distintos programas de tratamientos en línea para TCA, los programas guia-
dos (coaching con un terapeuta especializado de forma individualizada) están asociados a
una participación más alta y una mayor abstinencia de atracones que los programas que
no son guiados. Las mujeres que utilizaron el programa guiado de discusiones grupales
tuvieron una mejor respuesta en la reducción de preocupaciones del peso y la imagen al
final del programa29. Las sesiones grupales guiadas pueden mejorar la eficacia del programa
al construir un soporte social para cambios en los patrones conductuales saludables. Se
ha demostrado que las conexiones sociales y el apoyo de pares reduce la sintomatología
alimentaria, los factores de riesgo, fomentando patrones de alimentación y ejercicio saluda-
bles28,29. Es así como el apoyo de pares en las discusiones grupales guiadas puede ayudar a
reducir el estigma hacia la participación en estas intervenciones, aumentar la motivación y
el apoyo para factores de cambio, especialmente en el cómo aplicar los comportamientos
recientemente aprendidos en el contexto del “mundo real”.
A pesar de encontrar distintas modalidades en cuanto a la duración del programa,
implementación de alternativas multimedia o grupo objetivo, la mayoría de los programas
comparten el estar basados en CBT (cognitive behavioural therapy), que aparte de ser una
419
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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INTERVENCIONES MULTIMEDIA Y ONLINE PARA TCA Daniela Chahud Cortés
un 30% de las mujeres experimentaban una recaída42. El concepto de recaída alude a “un
retorno de los síntomas que satisfacen los criterios del síndrome completo para un episodio
que ocurre durante el periodo de remisión, pero antes de la recuperación”42.
ACTUA43 es un programa de cuidados posteriores basado en internet que entrega apo-
yo a pacientes una vez que han terminado su tratamiento cara a cara con un profesional
en algún centro de salud. La meta principal es mantener los objetivos logrados durante el
tratamiento en hospitalización y reducir el riesgo de recaídas. Este programa incluye varios
componentes de distinta intensidad:
1) Psicoeducación: Este módulo entrega información relacionada a los trastornos de la
conducta alimentaria, la cual incluye hechos básicos, factores de riesgo y opciones
de tratamiento. Los procesos de recuperación y recaída son descritos en detalles para
ayudar a los participantes a manejar la transición del tratamiento agudo al tratamiento
ambulatorio y apoyo de cuidados posteriores de manera exitosa.
2) Monitoreo de apoyo y feedback: Este es el módulo central donde cada semana los
participantes reciben un mail recordando que deben completar una evaluación de su
monitoreo semanal. La evaluación es un cuestionario que aborda el bienestar del pacien-
te y su comportamiento alimentario en la última semana (frecuencia de los atracones
y frecuencia de los comportamientos compensatorios e insatisfacción corporal). Luego
de completado el cuestionario los participantes reciben un mensaje de feedback basado
en sus respuestas el cual se refiere al estado de los síntomas y el curso. Los mensajes
se basan en el avance o deterioro de la remisión sintomática en relación con la semana
anterior43.
3) Foros: Tienen como propósito generar el apoyo entre pares. Los participantes pueden
presentarse a otros participantes y así pueden expresar o discutir acerca de sus opiniones
en varios temas.
4) Sesiones de chat grupales: Estas son obligatorias y se les recuerda su participación a
través de un correo electrónico. Estas sesiones permiten discutir distintos temas en
interacción con los demás participantes y un terapeuta el cual monitorea las sesiones.
5) Sesiones de chat individuales: La participación en este chat es voluntaria, si el paciente
quiere acceder a esta debe agendar una hora en la cual puede abordar temáticas per-
sonales con un profesional clínico. Estas sesiones permiten pesquisar si el paciente ha
tenido un deterioro sintomático y en ese caso se le ofrece una sesión cara a cara.
6) Hacer referencia al tratamiento cara a cara.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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INTERVENCIONES MULTIMEDIA Y ONLINE PARA TCA Daniela Chahud Cortés
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
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INTERVENCIONES MULTIMEDIA Y ONLINE PARA TCA Daniela Chahud Cortés
considerar de formas más relevantes aún, los estudios antes mencionados que se han lle-
vado a cabo en varios países, y que muestran los aspectos beneficiosos que las terapias en
línea pueden tener en el campo de los TCA. Al poco tiempo de estar sumergidos en esta
nueva realidad se debe pensar en ciertas consideraciones en cuanto a los efectos que esta
rápida adaptación deja. En primera instancia es importante indagar acerca de la experien-
cia del paciente en cuanto a la vivencia subjetiva de esta modalidad, ya que puede sentirla
como de “segunda mano”, lo cual debe abordarse para corregir esa experiencia y que
pueda validar la terapia en línea tanto como la cara a cara.
Los terapeutas de TCA saben que las interacciones de las pacientes se vuelven más
complejas, debido a los niveles ya existentes de ansiedad que estas manejan, así como los
mecanismos de enfrentamiento y las temáticas en cuanto a la necesidad de control. Parte
del rol como terapeutas es poder ayudar al paciente con el manejo de la ansiedad que
se gatilla en la pérdida de control y la incertidumbre que necesita abordarse debido a las
conductas que esto puede generar (como negar los peligros que pueda tener la necesidad
imperiosa de ir al gimnasio, que los pone aún en mayor riesgo)54.
En un artículo del International Journal of Eating Disorders, escrito a pocas semanas de
las adaptaciones terapéuticas, distintos terapeutas comentan acerca de las dificultades que
han enfrentado y las consideraciones y tips que debemos tener en cuenta54. Entre ellos se
observa:
- La elección en la modalidad de software (Zoom, Google Meet, Microsoft Teams) bus-
cando confiabilidad en la entrega de la comunicación e imagen, o plataformas que
fueran más amigables (Zoom, Google Meet) en la inclusión de más integrantes que
puede facilitar las intervenciones familiares. El teléfono puede ser una herramienta muy
útil, pero a muchos terapeutas les preocupaba que los pacientes tuviesen acceso a su
número personal.
- La comunicación a través de material escrito fue vista como un buen complemento
a la hora de poder mandarles material psicoeducativo, como también la inclusión de
registros o cuestionarios que podrían enviarse vía email.
- Alimentación adecuada: los cambios en los comportamientos alimentarios son centrales
en términos nutricionales, cognitivos y emocionales en pacientes con TCA, por lo que
debe abordarse de manera enfática, agregando más psicoeducación y orientación en
los cambios en las pautas que deben hacerse debido a la condición actual de crisis.
- Importante que se pueda condicionar una instancia con respecto al cómo pesarse para
que no se transforme en una forma de chequeo. Idealmente ser asistido por un familiar
o limitar el uso de la pesa sólo al contexto terapéutico. Reforzar mucho la psicoeduca-
ción con respecto a las variaciones en el peso y trabajarlo en sesión.
- Trabajo grupal. Por lo general se ha tenido una buena respuesta de los pacientes res-
pecto a las sesiones grupales, considerándose igualmente efectivas bajo esta condición.
- Lugar de trabajo. Idealmente buscar un lugar que se sienta seguro y cómodo e intentar
disminuir en lo posible cualquier tipo de distracciones que eviten focalizarse en la aten-
ción.
425
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE I: INTERVENCIONES EN TCA
como para las terapeutas. La sensación de término de ese tipo de atención causó estragos
en nuestras pacientes, por lo que se decidió continuar con la modalidad en línea, ofreciendo
dos grupos diarios realizados a través de zoom, con distintas temáticas, modalidades y tera-
peutas, a las cuales las pacientes podían asistir según su necesidad y preferencias, pudiendo
ellas mismas regular la intensidad deseada. Los grupos eran impartidos por especialistas
(psicólogas y nutricionistas) donde se ofrecían distintas temáticas como psicoeducación,
manejo de ansiedad, habilidades sociales, psicoeducación alimentaria y nutricional, imagen
corporal, meditación y reconocimiento emocional. Si bien ha sido una nueva experiencia,
quizá esta pueda ser una transición para poder pensar en el futuro de estas intervenciones,
ya que permite la incorporación de pacientes que por distintas condiciones (económicas,
distancia, tiempo) no podían acceder a tratamiento especializado. Quizá, quede como
respuesta a esta crisis la enseñanza y apertura respecto a la utilización de la telemedicina y
los alcances y beneficios que pueda tener.
Conclusiones
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429
PARTE II: OBESIDAD
Obesidad infantojuvenil
Obesidad en el adulto
Obesidad se define como un aumento generalizado del tejido graso, que altera la salud
del individuo y lo pone en riesgo de desarrollar una enfermedad crónica. Es en sí misma
una condición crónica y la enfermedad nutricional más prevalente en niños y adolescentes
de países industrializados.
La prevalencia de obesidad en la población general ha aumentado en los últimos 30
años en el mundo, lo que afecta la calidad de vida y los gastos en salud. La obesidad en los
niños se está incrementando en forma paralela a la de los adultos, lo que está dando por
resultado que pacientes pediátricos estén desarrollando enfermedades tradicionalmente
asociadas a la adultez, como dislipidemia, hígado graso no alcohólico y diabetes mellitus
tipo 2 (DM2).
El año 2015, la prevalencia de obesidad a nivel mundial era de un 5% en niños y de
12% en adultos. En las Figuras 1 y 2 se puede ver la prevalencia de obesidad en el mundo,
de acuerdo a edad, nivel socioeconómico y año1.
En Estados Unidos la prevalencia de obesidad entre 1999 y 2014 aumentó en todos
los grupos de edad (17,4% de los niños y 21% de los adolescentes mayores presentaban
obesidad)2, pero más alarmante es que 10,5% de los adolescentes cumplían los criterios
para el diagnóstico de síndrome metabólico3, prevalencia que excede las de enfermedades
como asma o alergia a esta edad.
En Chile, la obesidad también ha aumentado en los últimos años, como se ve en el
Gráfico 1 y, actualmente, es el quinto país del mundo con más niños y adolescentes con
sobrepeso, superando incluso a Estados Unidos (Gráfico 2)1.
Según la última Encuesta Nacional de Salud4, casi un 40% de nuestros adolescentes
mayores tiene algún grado de sobrepeso: 27,6% de los adolescentes entre 15 y 19 años
tiene sobrepeso y 13,2% presenta obesidad, siendo un 1% de ésta, obesidad mórbida.
De acuerdo al mapa nutricional 2017, estudio censal realizado a 9.500 colegios a lo
largo de todo Chile, la prevalencia de obesidad en niños de prekinder es de un 21,3% y en
primero básico aumenta a 23,9%. En primero medio la cifra baja a 16%, pero, si se suma
obesidad más sobrepeso, la prevalencia se eleva a 46%5.
El riesgo de persistencia de la obesidad en la adultez, depende de su severidad y de la
presencia de obesidad en los padres, pero también de la edad a la que esta se presenta.
Así, si el niño es obeso a los 4 años (prekinder), la probabilidad de ser un adulto obeso es
de 25%, mientras que, si es obeso entre los 15 años (primero medio) y 17 años, la proba-
bilidad se acerca a la dramática cifra de 90%6.
En los siguientes capítulos analizaremos las causas de la obesidad infantojuvenil y a
qué se debe esta prevalencia tan aumentada; veremos cómo hacer el diagnóstico en este
grupo etario, las complicaciones y cuáles son los tratamientos posibles para combatir esta
“epidemia”.
433
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Figura 1. Prevalencia
de obesidad a nivel
mundial, según edad y
nivel socioeconómico
(NSE).
Figura 2. Prevalencia
de obesidad a nivel
mundial, según año y
nivel socioeconómico.
Gráfico 1. Cambios en prevalencia de sobrepeso y obesidad en < 20 años, Chile (adaptado de referencia 1).
434
EPIDEMIOLOGÍA DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
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435
Capítulo 47 PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL
Etiopatogenia de la obesidad
Introducción
Se ha estimado que los factores genéticos pueden explicar entre un 20% a 40% de
la etiología de la obesidad a nivel global6. Entre estos factores se pueden diferenciar
alteraciones en genes que determinan obesidad y factores que condicionan una suscep-
tibilidad que se manifiesta cuando interactúan determinados factores metabólicos y/o
ambientales.
Se han identificado en seres humanos mutaciones en determinados genes, que pro-
vocan casos de obesidad severa en niños y adultos, sin embargo, los síndromes genéticos
que dan origen a cuadros de obesidad, sólo representan una baja proporción dentro de las
causas de obesidad en la edad pediátrica7-11.
Son alteraciones genéticas asociadas a síndromes los síndromes de Prader-Willi, Albright,
Cohen, Bardet-Biedl, Alstrom, etc., como se ve en la Tabla 1.
Las mutaciones genéticas que más frecuentemente se han encontrado son: en el gen
del receptor 4 de melanocortina (MC4R), que en niños se ha asociado a mayor sensación
de hambre, aumento de la ingesta y disminución de la saciedad; gen de leptina, gen del
receptor de leptina, gen de proopiomelanocortina (POMC), etc.
Los estudios en familias de gemelos y de personas adoptadas han permitido determinar
la importancia de los componentes genéticos en la etiología de la obesidad. El peso corporal
es poligénico y heredable y se estima que la contribución genética del peso corporal varía
entre 64%-84% y el porcentaje de masa grasa entre 30%-70%12,13.
436
ETIOPATOGENIA DE LA OBESIDAD Eliana Muñoz Benavides
Estudios recientes han identificado el gen FTO. Su mutación se relaciona con un aumen-
to de la ingesta alimentaria total y de la ingesta de grasas y también con mayor sensación
de hambre y menor saciedad. Aunque no se conoce con exactitud la función del gen FTO
y su relación con el riesgo de obesidad, estudios señalan que puede participar tanto en la
regulación del apetito en el sistema nervioso central, como en la actividad lipolítica en el
tejido adiposo14,15.
437
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
infantil, ya que ésta acreta masa magra y masa grasa durante su crecimiento y la magnitud
y composición de la ganancia de peso dependerá de la edad y género del individuo17.
En población infantojuvenil, por encontrarse en período de crecimiento y desarrollo, el
gasto energético total (GET) corresponde a: gasto energético basal (GEB) + termogénesis
de los alimentos + actividad física + crecimiento.
La acumulación de energía almacenada (masa grasa) es causada por un desequilibrio
entre la ingesta versus el gasto energético. Existe una importante variabilidad en la tasa
metabólica entre individuos, incluso entre individuos con peso, composición corporal, gé-
nero y edad similares18. El gasto energético basal corresponde aproximadamente a un 60%
del GET y representa el gasto energético en condiciones de reposo.
En relación a la termogénesis de los alimentos, que habitualmente corresponde al 10%
del GET, existen estudios que revelan que, a igual exceso de ingesta energética, la ganancia
de peso es variable entre individuos, lo cual sugiere que el exceso de ingesta induce diferen-
tes niveles de termogénesis19, la cual es llamada termogénesis adaptativa, refiriéndose a los
cambios en el gasto energético en respuesta al exceso de ingesta calórica, no atribuibles a
cambios en la composición corporal. Otros estudios revelan que la termogénesis adaptativa
ocurre en respuesta a la ganancia de peso, su magnitud es pequeña y es muy variable entre
los individuos20.
La actividad del sistema nervioso simpático (SNS) se asocia directamente con el GEB, ter-
mogénesis de los alimentos y actividad física y es así que la actividad del SNS interviene en
la variabilidad que existe sobre la ganancia de peso: a menor actividad del SNS se observa
menor pérdida de peso en adultos con obesidad sometidos a dieta hipocalórica21.
La actividad física es un componente muy variable del gasto energético y corresponde
a un 8% a 15% del GET. Comprende todas las actividades realizadas durante el día, inclu-
yendo la mantención de la postura corporal.
Actualmente la recomendación internacional de actividad física en población infanto-
juvenil es 1 hora diaria, cifra difícil de alcanzar dados los altos niveles de sedentarismo al
que contribuyen el aumento en el número de automóviles y de horas frente a pantallas
(televisor, juegos de video, celular o computador), que inciden directamente en el nivel
de actividad física22,23. Un mayor nivel de actividad física habitual se ha asociado a un
mayor gasto energético de reposo, aunque este efecto puede estar influenciado por la
composición corporal con predominio de masa magra24,25.
En la etapa infantojuvenil, a los factores ya mencionados, se agrega el gasto energético
asociado al crecimiento característico de esta etapa, el cual es más acentuado los primeros
2 años de vida y corresponde, entre el nacimiento y los 4 meses de vida, a un 30% a 40%
del GET, entre los 4 meses y 2 años a 6% del GET y en mayores de 2 años a 1% a 2% del
GET26. Se estima que el costo asociado al crecimiento varía entre 3 a 6 kcal por cada gramo
de nuevo tejido.
Ante condiciones de sobrealimentación o hipoalimentación el organismo cuenta con
mecanismos que modifican los distintos componentes del gasto energético y/o la ingesta
alimentaria. Es así que después de un período de balance energético positivo con incremen-
to de peso, se produce un aumento del gasto energético, relacionado a un aumento en los
niveles de T3 y del tono simpático, con incremento en los niveles de insulina y leptina. Al
contrario, luego de un período de balance energético negativo con disminución de peso,
disminuye el gasto energético, el tono simpático y los niveles de T3, leptina e insulina, au-
mentando los niveles de ghrelina.
438
ETIOPATOGENIA DE LA OBESIDAD Eliana Muñoz Benavides
Figura 1. Señales involucradas en la regulación del apetito y saciedad. Adaptado de referencia 17.
439
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
V. Rol de la inflamación
Los adipocitos secretan citokinas proinflamatorias y proteínas de fase aguda, por lo que
la obesidad se considera un estado inflamatorio y estos factores proinflamatorios se han
identificado en niños desde los 3 años de vida28,29. Estudios han demostrado que interven-
ciones en el estilo de vida, como cambios en el patrón de alimentación y actividad física,
producen disminución de la infiltración macrofágica del tejido adiposo y disminuyen las
citokinas inflamatorias30.
Referencias
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PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL Capítulo 48
Introducción
I. Primera consulta
443
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
res. Estos últimos pueden corresponder a crisis familiares, cambios en el cuidador principal
o de domicilio, enfermedades, etc.
Por otro lado, también preguntamos por antecedentes familiares de enfermedades
crónicas en los padres y hermanos, especialmente aquellas cuya expresión se verá favore-
cida por el sobrepeso del niño (por ejemplo: hipertensión, dislipidemias, diabetes o insuli-
noresistencia). Las enfermedades psiquiátricas familiares y, particularmente de trastornos
alimentarios, son importantes de tener en cuenta.
La obesidad en los padres, hermanos y/o cuidadores es muy frecuente: registrarlo es
necesario, ya que las familias tienen hábitos comunes y mejorarlos será una responsabilidad
compartida por quienes rodean al niño. El antecedente de talla alta o baja en la familia es
importante porque permite valorar adecuadamente la carga genética estatural. De este
modo, se requiere conocer la estatura y peso de ambos padres, el estado nutricional de los
hermanos y también de los que viven en el hogar, particularmente de quien está al cuidado
del paciente.
Es necesario conocer los hábitos de vida del paciente, los horarios de colegio y de sue-
ño, la calidad de este último, el rendimiento escolar y sus preferencias de actividades en
general.
Actividad física
Preguntar por la percepción del niño de su actividad física y estimar el tiempo semanal
dedicado a actividad moderada a intensa (especificando educación física del colegio, talleres
u otros), así como el tiempo que dedica a las pantallas (televisión, computador, aparato
celular, consolas, etc.).
Alimentación
Los horarios, características y número de comidas diarias, indican cómo mejorar la es-
tructura de la alimentación. Es necesario complementar con una encuesta o registro de la
alimentación que el niño recibe en un día promedio o típico, con preguntas abiertas sobre
cada tiempo de comida, tamaño de las porciones y consumo de alimentos a deshora, entre
comidas. La información así obtenida, permitirá hacer mejoras y cambios adecuados a la
realidad del paciente.
Es importante preguntar sobre preferencias alimentarias y rechazos, así como presen-
cia de síntomas digestivos asociados al comer, náuseas o vómitos desencadenados por
alimentos específicos, mayor volumen de éstos o sensación de descontrol al ingerirlos. Ello
permitirá identificar síntomas propios del trastorno por atracón, frecuente en adolescentes
con obesidad o de la bulimia nerviosa.
Hábito intestinal
Es frecuente la presencia de constipación en los pacientes con obesidad, en gran medida
asociada a la baja ingesta de agua y fibra, por escaso consumo de frutas, verduras y cereales
integrales. Finalmente, en las adolescentes consignar si han tenido su menarquia, la fecha y
las características de los ciclos (regularidad y duración). Completar la revisión por sistemas
permite tanto buscar causas de obesidad secundaria como existencia de complicaciones.
444
CLÍNICA Y DIAGNÓSTICO DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Salesa Barja Yáñez
En el contexto de una evaluación completa, los principales objetivos del examen físico
en un paciente con malnutrición por exceso son tres: el primero es determinar la magnitud
y características de la obesidad mediante la antropometría; el segundo objetivo es clarificar
la causa (detectando elementos sugerentes de obesidad secundaria u orgánica) y el tercero,
buscar signos de complicaciones asociadas.
1. Antropometría
En la práctica clínica, el diagnóstico de sobrepeso y obesidad se realiza mediante la
antropometría, por la disarmonía entre el peso y la talla, referidas a una población de re-
ferencia. El exceso de peso está dado principalmente por aumento de grasa corporal, que
significa un riesgo para la salud.
La medición del peso y talla debe realizarse con la privacidad necesaria, el paciente con
ropa ligera, de modo estandarizado y con instrumentos bien calibrados. Los patrones de
referencia actualmente en uso en Chile son el estándar de crecimiento OMS 2006 desde
el nacimiento hasta los 5 años y el patrón OMS 2007 entre los 5 y 19 años. Estos patrones
permiten comparar y ajustar las mediciones de un niño en particular, según sexo y edad,
con la población pediátrica general5,6.
En los menores de 5 años, para definir la malnutrición por exceso, se utiliza el índice an-
tropométrico Peso/Talla (P/T), que expresa la adecuación del peso con relación a la longitud
en decúbito en los niños menores de dos años y después de esta edad, a la estatura medida
de pie. En los mayores de 5 años utilizamos el índice de masa corporal o IMC, definido
por la razón entre el peso (kg) y la talla elevada al cuadrado (m). La longitud y estatura se
valoran mediante el índice Talla/Edad (T/E).
Las Tablas 1 y 2 señalan los puntos de corte para los distintos índices antropométricos,
expresados de modo discontinuo (en rangos de desviaciones estándar). Pero estos índices
se pueden expresar también de modo numérico o continuo, como puntaje z, que expresa
exactamente el número de desviaciones estándar sobre (o bajo) el promedio. Los programas
Anthro® y Anthro Plus® son herramientas útiles y gratuitas, disponibles en la página web
de la OMS, que permiten el cálculo automático de los puntajes z para P/T, IMC y T/E7,8.
Pero no sólo medimos “la cantidad” de masa grasa, sino que también su distribución,
e interesa particularmente aquella de ubicación central o intraabdominal. Ésta se estima de
modo indirecto a través del perímetro abdominal o circunferencia de cintura; la técnica de
445
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
446
CLÍNICA Y DIAGNÓSTICO DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Salesa Barja Yáñez
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Sistema Complicación
Musculoesquelético Fracturas frecuentes, dolores articulares, tibia vara, enfermedad de Blount, desli-
zamiento epifisiario de cabeza femoral
Psicosociales Baja autoestima, depresión, exclusión social, menores índices de: matrimonio,
éxito laboral e ingreso económico en la adultez
448
CLÍNICA Y DIAGNÓSTICO DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Salesa Barja Yáñez
Conclusiones
En la evaluación del niño o adolescente con obesidad, la historia clínica es muy impor-
tante para comprender la génesis, la motivación y el compromiso familiar. Así será posible
planificar un tratamiento adecuado al caso particular.
Un acucioso examen físico permitirá buscar causas secundarias e identificar algunas
comorbilidades, requiriendo de un estudio de laboratorio basal para detectar otras y com-
plementario en casos específicos.
Finalmente, la adecuada evaluación debe ser realizada en atención primaria, pero todo
niño con obesidad severa o mórbida debe ser evaluado por especialistas.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
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PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL Capítulo 49
Introducción
Etiopatogenia
451
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Resistencia a la insulina
Es un estado en el cual, dada una concentración de insulina, se produce una respuesta
subnormal de la glucosa. Para medir la RI el patrón de oro es el clamp euglicémico hiper-
insulínico, pero es un examen largo e invasivo, por lo tanto, se han desarrollado otros
exámenes de laboratorio que miden sensibilidad/resistencia a la insulina como el HOMA
(homeostasis model assesment), el QUICKI (quantative insulin sensitivity check index), la
relación entre los niveles de insulina y glicemia en ayunas y niveles aislados de insulina en
ayunas, entre otros. La correlación de estos marcadores con el clamp euglicémico hiper-
insulínico es variable6. Se han propuesto puntos de corte para HOMA y QUICKI10,11, pero
en la práctica clínica la Academia Americana de Pediatría no recomienda medir niveles de
insulina para pesquisa de RI, ya que no sería necesario para establecer un buen manejo del
control de peso12.
452
COMPLICACIONES MÉDICAS DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Paulina Balboa Cardemil
sospecha de DM2, a pesar de tener una glicemia normal o una HbA1c normal, se sugiere
realizar un PTGO15.
Dislipidemia
Los niños con obesidad presentan mayor riesgo de presentar alteración del perfil lipídico,
más aún si concomitantemente tienen RI y aumento de la grasa visceral. Se caracteriza por
tener triglicéridos elevados, colesterol HDL bajo, con o sin elevación de colesterol LDL, y se
le denomina dislipidemia aterogénica16. Las alteraciones del perfil lipídico son más frecuen-
tes mientras más severa es la obesidad y mientras más bajos son los niveles de actividad
física6,17. Resultados de la Encuesta Nacional de Salud de Estados Unidos (NHANES) entre los
años 1999 a 2006 muestran una prevalencia de dislipidemia en niños entre 12 y 19 años
con sobrepeso y obesidad de 22% y 43%, respectivamente18.
En la Tabla 2 aparecen los puntos de corte del colesterol total, colesterol LDL, trigli-
céridos y colesterol HDL, recomendados por la Rama de Nutrición de la Sociedad Chilena
de Pediatría (SOCHIPE). La importancia de la detección y tratamiento de la dislipidemia se
453
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
basa en que los niveles de lípidos sanguíneos persisten hacia la edad adulta (“tracking”),
prediciendo la aterosclerosis posterior16.
El tratamiento consiste fundamentalmente en cambios en el estilo de vida, bajar el con-
sumo de azúcares refinados, de grasas totales y saturadas, aumentar el consumo de fibra
e incrementar la actividad física con el objetivo de normalizar el peso6,16.
Hipertensión arterial
La HTA es un importante factor de riesgo de morbilidad y mortalidad cardiovascular y
su presencia en la niñez predice la HTA en el adulto. Los niños con obesidad tienen mayor
prevalencia de HTA. La prevalencia de HTA en niños y adolescentes norteamericanos es de
un 4,2% y sube a un 14% en aquellos con obesidad severa19. En Chile un estudio publicado
en el 2011, realizado en 2.980 escolares entre 6 y 14 años, dio una prevalencia de HTA
de 13,6% y ésta fue menor en los eutróficos comparados con los niños con sobrepeso u
obesidad, con cifras de 8,9%, 13,8% y 26,1%, respectivamente9.
Se define HTA en niños como una presión arterial sistólica o diastólica > p95 para
edad, sexo y talla, tomadas en 3 o más ocasiones diferentes. Se utilizan como valores de
referencia las tablas de presión arterial por edad, sexo y talla publicadas por la Academia
Americana de Pediatría (AAP) en el año 201720. En niños con sobrepeso y obesidad la AAP
recomienda controlar la presión arterial en todos sus controles médicos.
Una vez que el niño con sobrepeso u obesidad tiene HTA confirmada, debe estudiarse
causa secundaria, investigarse otras comorbilidades metabólicas (DM2, hígado graso, sín-
drome de apnea obstructiva del sueño, dislipidemia, etc.) y realizarse un ecocardiograma
para evaluar la evidencia de hipertrofia ventricular izquierda, lo que coloca al niño en una
categoría de mayor riesgo8,20,21.
La meta principal en niños con HTA asociada a obesidad es conseguir un peso saludable.
La baja de peso es particularmente importante, porque trata la causa subyacente, mejora
las comorbilidades y reduce la activación del sistema nervioso simpático. Además, se debe
disminuir el consumo de sodio de la dieta a menos de 1,5 g al día8,22.
454
COMPLICACIONES MÉDICAS DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Paulina Balboa Cardemil
455
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Tabla 4. Síntomas y signos que hacen sospechar apnea obstructiva del sueño (AOS) en niños
con obesidad
Síntomas directamente relacionados con obstrucción Morbilidad asociada a AOS
de la vía aérea superior
Ronquido habitual Presión arterial elevada
Apneas durante el sueño Enuresis
Dificultad para respirar Somnolencia diurna
Respiración bucal TDAH
Postura anormal para dormir Déficit cognitivo
Sudoración excesiva Dificultades académicas
TDAH: Trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Traducido desde Joosten y co. Pediatr Pulmonol.
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Síndrome metabólico
El síndrome metabólico (SM) se refiere a una agrupación de hallazgos clínicos y altera-
ciones metabólicas que incluyen obesidad abdominal, hipertensión arterial, dislipidemia y
RI, todos ellos en adultos aumentan el riesgo de DM2 y enfermedad cardiovascular6. La RI
es el elemento central en el SM y suele estar presente por muchos años antes de que apa-
rezcan las otras anormalidades. La agrupación de estos factores de riesgo también ocurre
en los niños y adolescentes, especialmente en aquellos que tienen sobrepeso u obesidad.
Existen múltiples definiciones de SM en niños lo que dificulta su utilización en la práctica
clínica. Así es como la prevalencia del SM depende no sólo del grado de obesidad, sino
también de la definición que se use. Hasta la fecha no existe un consenso sobre si el SM
en pediatría debiera ser definido y, si se define, qué definición utilizar. Además, durante
la pubertad se producen cambios en las características metabólicas del síndrome que hace
que los niños entren o salgan del diagnóstico de SM, sin tener cambio necesariamente en
el peso. La AAP recomienda más que optar por una definición de SM, realizar un tamizaje
de las diferentes comorbilidades metabólicas y realizar el tratamiento correspondiente de
cada morbilidad para bajar el riesgo cardiovascular7.
456
COMPLICACIONES MÉDICAS DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Paulina Balboa Cardemil
Conclusiones
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458
PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL Capítulo 50
Las intervenciones combinadas sobre el estilo de vida (dieta, ejercicio, educación y ma-
nejo conductual) muestran una baja de peso modesta, pero significativa. Las estrategias
conductuales, enfocadas en la disminución de la ingesta energética, disminución de las
actividades sedentarias y aumento de la actividad física, son la piedra angular en el manejo
459
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
del peso en niños. En la Tabla 1 se enumeran algunas de estas estrategias. Los enfoques
conductuales basados en la familia, que incluyen a los padres o cuidadores, son altamente
recomendados e incluso con mejores resultados que cuando se trata sólo a los niños. La
evidencia también muestra que mientras más prolongadas e intensivas son las intervencio-
nes, mejores son los resultados en la baja de peso1,3.
En los adolescentes, dependiendo de la evolución y severidad de la obesidad, y dados
los modestos resultados en baja de peso conseguidos con las intervenciones sobre el estilo
de vida, se pueden usar estrategias más intensivas, como el uso de fármacos y, en los casos
más severos, existe la opción de cirugía bariátrica.
Se han estudiado varios medicamentos en niños y adolescentes, pero hasta el momento
la información sobre seguridad y eficacia es limitada, y sólo ha sido aprobado el orlistat por
la Food and Drug Administration (FDA).
La cirugía bariátrica es la intervención que logra una baja de peso más significativa, pero
sólo está indicada en adolescentes con obesidad severa y aún no hay estudios suficientes
a largo plazo.
Dado que el tratamiento de la obesidad es difícil y sus resultados son modestos, con
cifras que van en aumento, el primer objetivo para combatirla debiera ser la prevención,
para así evitar las comorbilidades de la obesidad. Una reciente publicación de la Sociedad de
Endocrinología de Estados Unidos resume las recomendaciones para prevenir el sobrepeso2:
1. Los clínicos debieran promover y participar en la educación sobre alimentación saludable
y ejercicio de niños y adolescentes, y también de los padres y la comunidad, e incentivar
a los colegios a que provean adecuada educación acerca de hábitos saludables.
2. Los clínicos deberían prescribir y apoyar los hábitos alimentarios saludables, como el evi-
tar el consumo de alimentos muy calóricos y pobres en nutrientes (bebidas azucaradas,
bebidas deportivas, productos con azúcar agregada, alimentos ricos en grasas saturadas,
la mayoría de la “comida rápida” y colaciones de alta densidad calórica).
460
TRATAMIENTO INTEGRAL DE LA OBESIDAD DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE Ximena Raimann Tampier
3. Se debe estimular a los niños a que adhieran a alguna actividad física vigorosa, de al
menos 20 minutos de duración (idealmente 60), al menos 5 veces a la semana, para
mejorar la salud metabólica y disminuir la probabilidad de desarrollo de obesidad.
4. Se deben promover patrones saludables de sueño en niños y adolescentes para disminuir
la probabilidad de tener obesidad, debido a los cambios en el metabolismo e ingesta
calórica relacionados con desórdenes del sueño.
5. Hay que recomendar disminuir el tiempo de exposición a pantallas (computador, video-
juegos, teléfonos móviles), favoreciendo así las oportunidades de realizar actividad física.
6. Los clínicos deberían evaluar la existencia de disfunción familiar y ser capaces de derivar
apropiadamente, para el manejo de los estresores familiares que podrían influenciar el
desarrollo de obesidad en los hijos.
7. Se debieran hacer intervenciones conductuales de prevención de obesidad, ojalá inte-
gradas a programas diseñados para los colegios o la comunidad, de manera de abarcar
la mayor población posible.
En los siguientes capítulos, revisaremos en mayor detalle cada una de las intervenciones
que se realizan para el manejo de la obesidad en niños y adolescentes.
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461
Capítulo 51 PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL
Introducción
Primero se deben indicar cambios en los hábitos de alimentación del niño o adolescen-
te y de su familia, proporcionando una dieta saludable y equilibrada. Se recomienda una
alimentación con 3 a 4 comidas principales y 1 a 2 colaciones. Un error frecuente en los
niños y, especialmente en los adolescentes, es el saltarse el desayuno, lo que hace que la
distribución de la energía diaria se altere e ingieran colaciones a media mañana mucho
más calóricas. La recomendación, por lo tanto, debería ser desayunar todos los días, que
el aporte calórico en esta comida sea cercano al 25% de la energía total diaria y que un
lácteo, fruta y cereales (pan, avena) estén incluidos en él.
La distribución de energía recomendada en cada alimentación del día es:
- Desayuno: 25%.
- Colación: 5%.
- Almuerzo: 30%.
- Onces o merienda: 15%.
- Cena: 25%.
462
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
agregar verduras; ausencia de legumbres en el menú semanal; llevar galletas como colación
de media mañana al colegio; ingesta de postres azucarados en vez de frutas; consumo de
bebidas con azúcar en vez de agua; etc.
Una conducta errónea que se repite es la ingesta de productos light, con la creencia
que sus calorías son mínimas o inexistentes y que, por lo tanto, su consumo en cantidad es
libre y que se pueden ingerir en cualquier horario. Así, por ejemplo, se abusa de galletas
sin azúcar, cereales light, manjar light, jaleas light y mayonesas light, o se toman grandes
cantidades de jugo sin azúcar añadida. Usando estos productos, no sólo se mantiene una
ingesta energética mayor a la recomendada para bajar de peso, sino que no se desarrollan
buenos hábitos alimentarios, manteniendo las comidas a deshora y la avidez por lo dulce.
Para mejorar los hábitos alimentarios la Academia Americana de Pediatría sugiere lo
siguiente:
- Comer las comidas principales con horarios establecidos y evitar comer a deshora,
especialmente después del colegio.
- Educar sobre el correcto tamaño de las porciones de comida.
- Disminuir el consumo de alimentos altos en grasa y sodio y/o procesados.
- Disminuir el consumo de azúcar agregada y de bebidas azucaradas.
- Preferir el consumo de la fruta entera en vez de jugo de frutas.
- Disminuir el consumo de “comida rápida”.
Es fundamental el manejo del tamaño de las porciones para lograr controlar la ingesta
energética diaria, pero parece ser más importante aún, evitar las comidas fuera de hora,
ya que estas tienden a ser frecuentes y más altas en calorías que las comidas principales1.
Existe una falta de consenso sobre qué tipo de dieta sería la más apropiada para la dis-
minución de peso en niños y adolescentes. El tipo de dieta parece no diferir sustancialmente
en términos de pérdida de peso y es lo que se ha visto al comparar dietas en las que se
varía la proporción de macronutrientes, por ejemplo, dietas bajas en carbohidratos versus
dietas bajas en grasas, en las que se ha visto disminución de peso significativa con ambas.
Revisaremos algunas de las dietas estudiadas en niños y adolescentes:
463
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Figuras 1 y 2. Rol de la modificación de carbohidratos en el manejo del peso en niños obesos: RTC
(adaptadas de referencia 3). LC: dieta bajo índice glicémico; RGL: dieta baja en carbohidratos; PC: porción
controlada.
4. Ayuno intermitente
En la última década se ha puesto de moda en adultos el uso de dietas restrictivas inter-
mitentes para bajar de peso. Se ha planteado que en un período de 7 días (con 3 días de
aporte de 600-700 kcal), se podría diseñar un plan alimentario de restricción energética
intermitente para adolescentes que cumpla con los requerimientos de micronutrientes9,
pero es muy limitada la evidencia para su recomendación en este grupo etario y menos
aún en niños más pequeños.
464
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
Conclusiones
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465
Capítulo 52 PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL
Introducción
Aclarando conceptos
Los beneficios de la actividad física han sido bien establecidos a través de múltiples
investigaciones, tanto para la población sana como para aquellos que viven con alguna
patología crónica; el problema es que la mayoría de los profesionales del equipo de salud
no ha tenido formación en conceptos básicos que permitan entender al ejercicio y actividad
física como una herramienta terapéutica.
Antes que nada, es necesario tener claras algunas definiciones que nos acerquen a las
ciencias de la actividad física y así poder sumergirnos en las bases de la prescripción del
ejercicio.
Se entiende por actividad física cualquier movimiento corporal producido por el siste-
ma musculoesquelético que genere un gasto energético por sobre los de niveles de repo-
so. El ejercicio, por su parte, es una actividad física planificada, estructurada y repetitiva,
que se realiza con el propósito de mejorar o mantener la condición física y la salud2; y
466
ACTIVIDAD FÍSICA PARA EL MANEJO DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Francisco J. Verdugo Miranda
Figura 1.
el deporte se define como una actividad física ejercida como juego o competición cuya
práctica supone entrenamiento sujeto a normas2. La intensidad de la actividad física se
puede medir de diversas formas: la variación de la frecuencia cardiaca sobre la media, el
consumo máximo de oxigeno (VO2máx), o bien por medio de instrumentos de percepción
subjetiva (escala de Borg) o escalas de gasto energético estandarizadas METS, del inglés
Metabolic Equivalent of Task, siendo 1 MET la cantidad de O2 consumida por un kilogra-
mo de peso corporal en un minuto, por un individuo en reposo, lo que equivale a 3,5 ml
O2/kg/min, que a su vez corresponde a aproximadamente 1 kcal/kg/h3. En la Figura 1 se
muestra en METs el equivalente a las diferentes intensidades de actividad física. En este
contexto, la conducta sedentaria es definida como la carencia de movimiento durante
las horas de vigilia a lo largo del día y es caracterizada por actividades que sobrepasan
levemente el gasto energético basal, es decir, un gasto energético ≤ 1,5 METs, estando
en posición sentada o recostada. Se debe tener claro que el sedentarismo no es igual a la
inactividad física. Esta se define como el no cumplimiento de las recomendaciones inter-
nacionales de actividad física mínima para la salud que definió la OMS (mayor o igual a 50
minutos de actividad física de intensidad moderada o vigorosa a la semana para el adulto,
3 h/día para niños de 1 a 5 años y 1 h/día para niños de 5 a 18 años)3. Un adulto podría
ser activo acumulando los 30 minutos diarios de actividad física recomendados, pero a
su vez podría estar 12 horas en actividades de tipo sedentarias (manejando, trabajando
en el computador o viendo televisión).
467
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
En una generación en que los niños y adolescentes por primera vez tienen menos con-
dición física y expectativa de vida que sus antecesores, tanto el entrenamiento de fuerza
como el trabajo aeróbico resultan vitales para mantener activa y sana a esta población.
Cuando sometemos a entrenamiento a un sujeto, lo que hacemos es generar un estrés
físico suficientemente intenso como para que el organismo gatille procesos de adaptación
al esfuerzo, lo que le permitirá ir respondiendo mejor y más eficientemente a las demandas
físicas programadas.
¿Cuál de los dos es más eficaz en el manejo del peso? Ahorraremos la discusión ade-
lantando que los mejores resultados se obtienen con una combinación de ambos tipos
de ejercicios durante el ciclo de planificación. Tanto el entrenamiento aeróbico como el
de fuerza mejorarán el perfil lipídico, la sensibilidad a la insulina, la glicemia en ayunas, la
presión arterial sistólica, el estado de ánimo y la composición corporal7,8. El peso no debe
ser nuestro objetivo, sino que es el cambio de hábitos y de composición corporal, lo que
buscamos promover y mantener6.
El entrenamiento de fuerza en edad pediátrica ha estado lleno de mitos que han ido
cayendo a medida que la evidencia se ha consolidado. Hace un par de décadas se pensaba
que este tipo de entrenamiento en un esqueleto inmaduro podría modificar las proporcio-
nes corporales, lesionar el cartílago de crecimiento alterando la estatura final, que en un
prepúber no se podía mejorar la fuerza, etc. En la actualidad se sabe que el entrenamiento
de fuerza es vital tanto para la salud como para el rendimiento deportivo de nuestros niños,
468
ACTIVIDAD FÍSICA PARA EL MANEJO DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Francisco J. Verdugo Miranda
Para lograr una buena adherencia a cualquier programa de ejercicios, debemos buscar
una actividad que sea realista a las opciones del niño y su familia, que el niño se sienta
seguro, entretenido y, por sobre todo, le genere placer. Se debe ser lo suficientemente
flexible para darle al niño la oportunidad de cambiarse, si es que ya se aburrió. Lo reco-
mendable es que antes de los 12 años debiera probar con múltiples actividades o deportes
que involucren distintos gestos técnicos, por ejemplo, deportes acuáticos, de raquetas, con
balón, sobre ruedas, en equipo, individuales, etc. Así, cuando quiera comenzar a dedicarse
a algo específico, tendrá una inteligencia motriz suficiente para tener éxito y recibirá la
retroalimentación positiva que lo mantendrá en movimiento11,12. Una buena tabla resumen
sobre las recomendaciones de actividad física según edad, es la del Ministerio de Sanidad
de Consumo y Bienestar Social de España (Tabla 1).
Especial cuidado hay que tener en la intervención con ejercicios para niños con exceso
de peso, porque efectivamente esta población tiene características fisiológicas y biomecá-
nicas diferentes a sus pares normopeso (Tabla 2). Su tejido muscular tiene menos fibras
tipo 1, por lo que utilizan menos ácidos grasos y más glicógeno como fuente energética
durante el ejercicio; tienen una recuperación cardiovascular más lenta después de ejercicios
intensos, una mayor fatigabilidad en ejercicios prolongados, lo que los desmotiva más fá-
cilmente; una biomecánica de marcha y de estabilización lumbopélvica distinta, con menor
control motor de extremidades inferiores, con pasos más cortos y menos flexión de rodillas
y caderas; distinta estructura y mayor presión del arco plantar. En fin, una gran lista de
diferencias que hace que tengan una mayor asociación a problemas ortopédicos y dolores
musculoesqueléticos debido a la sobrecarga esquelética mantenida, lo que los desmotiva a
mantenerse activos y hace que sigan subiendo de peso, sumergiéndolos en un ciclo nega-
tivo que mantendrá una peor calidad de vida15-18 (Figura 2).
Para prescribir ejercicios se utiliza una analogía a la prescripción farmacológica: la <do-
sis> la debemos explicitar en su frecuencia, intensidad, tipo y tiempo (FITT) que, a su vez,
deben corresponderse con los principios de individualidad, progresión y mantenimiento
del ejercicio.
469
470
Tabla 1. Recomendaciones sobre actividad física, sedentarismo y tiempo de pantalla
< 5 años Aún sin caminar Varias veces al día, actividad Fomentar el movimiento, el Minimizar a menos de una < 2 años no se recomienda
libre y vigilada autodescubrimiento, el juego hora seguida el tiempo uso de pantallas
Cualquier intensidad activo libre y el disfrute sentado en sillas o carritos De 2 a 4 años el tiempo de
pantalla debería limitarse a
Ya camina Al menos 180 minutos al día Realizar actividades que menos de una hora al día
Cualquier intensidad fomenten las habilidades
motrices básicas (correr,
saltar, trepar, lanzar, patear,
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
5 a 17 años Al menos 60 min al día de Incluir al menos 3 días a la Reducir los periodos Limitar el tiempo de pantalla
intensidad moderada o semana actividades de fuerza sedentarios prolongados. con fines recreativos a un
vigorosa muscular y que promuevan la Fomentar el transporte activo máximo de dos horas al día
mineralización ósea y las actividades al aire libre
Personas adultas Al menos 150 minutos a Realizar al menos 2 días a la Reducir los periodos Limitar el tiempo frente a
la semana de intensidad semana actividades de fuerza sedentarios prolongados de pantallas
moderada o 75 minutos muscular, que promuevan la más de 2 horas seguidas,
a la semana de intensidad mineralización ósea y mejore realizando descansos activos
PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Adaptado de Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Actividad Física para la Salud y Reducción del Sedentarismo. Recomendaciones para la población.
Estrategia de promoción de la salud y prevención en el SNS. Madrid, 2015.
ACTIVIDAD FÍSICA PARA EL MANEJO DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Francisco J. Verdugo Miranda
Cambios Cambios
hemodinámicos estructurales ↑ Ventilación
↓ Masa muscular
↑ Volumen plasmático ↑ Masa VI ↑ Demanda
metabólica ↓ Metabolismo basal
↑ Gasto cardiaco ↑ Dilatación VI
↓ Compliance ↑ Grasa intramiocelular
↑ Presión fin de ↑ Stiffness ↓ Eficiencia ↑ Alineamiento articular
diástole vascular muscular
↑ Presión arterial
Obesidad
pediátrica
Mal
Cambios Mayor dolor
alineamiento
biomecánicos musculoesquelético
corporal
Figura 2. Modificado
Aumento de peso
de Obesity reviews.
2009; 10(5):576-82.
Frecuencia
Se recomienda que sea de 60 minutos todos los días, los que pueden dividirse en blo-
ques de 10 minutos. Pero dependerá de la base de actividad física realizada por el niño
hasta el momento de la intervención. El objetivo principal es formar el hábito de ser activo,
por lo que cualquier cambio, por mínimo que sea, será un paso hacia delante. El tiempo de
actividad física a la semana será determinante en la obtención de beneficios.
471
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Intensidad
Se mide en leve, moderada y vigorosa como lo detallamos al inicio del capítulo. La
recomendación para obtención de beneficios de salud es actividad moderada-vigorosa.
Tiempo
El tiempo dedicado a realizar actividad física puede ser continuo o intermitente. Las
últimas guías de recomendación de actividad física en la población3 agregaron, entre otras,
recomendaciones de 3 horas de actividad física diaria para preescolares desde los 3 a 5
años; 60 minutos todos los días para los escolares entre los 6 y 17 años y, desde los 18
años, 150 minutos por semana de actividad física moderada o 75 minutos por semana de
actividad física vigorosa, o bien la combinación de ambos. Se debe considerar que estas
son recomendaciones, ya que mientras más tiempo logren, mejor la condición de salud
asociada3,19.
Tipo de ejercicio
El mejor para cada individuo es el que se ajuste a sus motivaciones y su vida cotidiana19.
Además, se debe tener en cuenta cuál es el tipo de ejercicio que más le entrega y que
mejor tolere. Como inicio de una intervención, el aumento de la actividad física cotidiana
será un gran avance y, como no requiere de habilidades deportivas, el niño lo considerará
menos intimidante, será bien tolerado, disminuirá el tiempo sedentario, introduciendo un
nivel básico de fitness y será una buena forma de acumular gasto energético diario, que
acumulado en el tiempo puede producir grandes cambios. Ideas para realizar actividad física
en la vida cotidiana se describen en la Tabla 3.
A la hora de escoger una actividad específica o deporte, se debe tener en cuenta las
preferencias personales. Un niño que no sea feliz con lo que está haciendo, lo más proba-
ble es que lo abandone tempranamente. Hay que considerar que el niño de forma natural
disfruta más con juegos que son intermitentes y de alta intensidad (como el pillarse, las
naciones, escalar árboles, tirar la cuerda, etc.), que también les acomoda mucho a los obe-
sos, considerando las características descritas20. El realizar actividades en que no tengan que
mantener su peso de forma prolongada también mejorará la tolerancia, por eso inicialmente
472
ACTIVIDAD FÍSICA PARA EL MANEJO DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Francisco J. Verdugo Miranda
hay que preferir aquellas que se realicen sobre ruedas o en el agua y las de fortalecimiento
muscular20,21. A medida que su condición física vaya mejorando, se podrá ir modificando
según preferencias.
En la Tabla 4 quedan diferenciados los tipos de trabajo físico que deberían tener en una
semana de actividades.
Conclusiones
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474
PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL Capítulo 53
Introducción
Según Altman & Wilfley1, los tratamientos psicológicos en obesidad para niños y ado-
lescentes están compuestos por cuatro componentes: modificaciones y mejoras en calidad
y cantidad de alimentación; aumento de la actividad física; reducción de las actividades
sedentarias; estrategias conductuales para facilitar estos cambios y la participación directa
de uno o más miembros de la familia. La psicoeducación, por su parte, en los programas
de niños y adolescentes es transversal y fundamental para la comprensión de los objetivos
del tratamiento.
I. Modificación conductual
En los programas de tratamiento en niños y adolescentes con obesidad las estrategias
conductuales y cognitivo-conductuales no muestran grandes diferencias en cuanto a
efectividad. Se ha visto que el tratamiento conductual en general produce una pérdida
de peso de entre el 8% y el 10% durante los primeros 6 meses de tratamiento2 y en ado-
lescentes, usando Terapia Cognitivo-Conductual, se han visto mejorías significativas en el
peso con seguimiento mayor a 12 meses. Sin embargo, en otros estudios, el tratamiento
cognitivo-conductual no mostró mejores resultados que la terapia conductual y la terapia
de relajación3.
Según Foster & Makris (2005) las características del tratamiento conductual en obesidad
son las siguientes:
• Tiene un objetivo bien definido y medible.
• Está orientado al proceso más que al resultado.
• Se enfoca en pequeños cambios en vez de grandes cambios.
• El manejo exitoso del peso se basa en habilidades que se pueden aprender y practicar.
Para facilitar este proceso plantean 5 estrategias de intervención básicas que favorecen
el cambio de comportamiento y la mantención del mismo:
1. Automonitoreo, para observar y reconocer los factores que influencian la conducta
con registro alimentario (qué, cuánto, y a qué hora comí) y de actividad física (tiempo
e intensidad de la actividad física y tiempo sedentario).
2. Establecimiento de metas, concretas, pequeñas y medibles. Por ejemplo: “llevar
colación de la casa y no comprar en el colegio”, “sacar a pasear al perro al menos tres
veces a la semana por un mínimo de 20 minutos”.
3. Sistema de refuerzos positivos a conductas específicas, por ejemplo, padre e hijo
acuerdan premios basados en refuerzos sociales, no comida, no regalos, no dinero (ver
una película juntos, salir a caminar, ir al cine, jugar un juego de mesa, ir a la plaza, etc.).
475
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Estímulos:
Personas Consecuencias:
Conducta poco
Situaciones Reducir el hambre
saludable:
Eventos Reducir la ansiedad
Comer mucho
Soledad Tener sensaciomes
Comer dulces
Ansiedad agradables
Tristeza Comer a deshoras
Compartir con otros
Aburrimiento
Figura 1.
476
MODIFICACIÓN CONDUCTUAL, INTERVENCIONES FAMILIARES Y PSICOEDUCACIÓN Marcela Luarte Castro
Creencia:
"soy mala para los deportes"
Emoción:
Conducta:
"me da vergüenza hacer
no voy al gimnasio
ejercicio"
Figura 2.
Una de las más significativas tiene que ver con que se ha demostrado que la obesidad
parental es un factor de riesgo significativo para la obesidad infantil. Los hijos de padres
obesos tienen 2 a 3 veces más probabilidad de ser obesos, por lo tanto, resulta esencial
trabajar con uno o ambos padres de manera de abordar los factores ambientales que han
desarrollado y mantenido la obesidad en el niño/adolescente.
A pesar de la importancia del trabajo familiar, pocos tratamientos incluyen una mirada
sistémica del problema de la obesidad infantil. Skelton8 plantea tres conceptos esenciales
de la teoría sistémica-familiar a considerar antes y durante el tratamiento con el fin de
hacerlo más efectivo:
1. La familia es un sistema interconectado, por lo tanto, si se impacta a una díada se afecta
a toda la familia.
2. La familia es un sistema orientado hacia objetivos y hacia la estabilidad. Será muy di-
fícil lograr las metas específicas del tratamiento del niño o del padre a menos que se
aborden los objetivos mayores de la familia. El deseo de la homeostasis familiar va a
contrarrestar siempre la presión externa por el cambio y esto debe ser anticipado por
los tratantes.
3. La familia es impactada por su interacción con el contexto. Los tratamientos en obesidad
deben ser adecuados al contexto de la familia y tomar en cuenta los recursos internos
y externos de la familia.
477
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Figura 3.
III. Psicoeducación
478
MODIFICACIÓN CONDUCTUAL, INTERVENCIONES FAMILIARES Y PSICOEDUCACIÓN Marcela Luarte Castro
- Hacer preguntas en escala. Ejemplo: “en un rango del 1 al 10 cuán satisfecho estás con
tus progresos para lograr un peso saludable”.
- Usar marcadores contextuales evitando el consejo directo. Ejemplo: “los estudios dicen
que disminuyendo el tiempo frente al televisor los niños podrían aumentar su actividad
física y, por lo tanto, mejorar su estado de salud, por eso alentamos a que no vean más
de 2 horas diarias de pantallas, ¿qué piensas tú sobre eso?”.
- Focalizarse en pequeños cambios. Ejemplo: “¿cuál es el cambio más pequeño y fácil
para ti de lograr hacer de aquí a que nos veamos la próxima vez?”.
- Identificar los recursos de la familia. Ejemplo: “¿cómo tu madre podría ayudarte a lograr
este cambio?”.
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479
Capítulo 54 PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL
Introducción
Los programas conductuales basados en la familia fueron los más populares entre los
años 1960 y 1980. Están basados en la premisa de que la obesidad se presenta en la fa-
milia1 y, por lo tanto, es ahí donde se debe intervenir. El foco está puesto en la reducción
del peso a través de una dieta restringida en energía, educación al paciente y su familia,
modificación conductual, aumento de la actividad física y disminución de las conductas
sedentarias.
Desde este enfoque los padres son modelos para el cambio de conducta en los niños.
En el tratamiento se incluye la participación directa de uno o más miembros de la familia
junto al niño, teniendo ambos metas de cambios conductuales y de peso. Se entrena a los
padres en habilidades conductuales para lograr la adquisición o modificación de hábitos de
alimentación y actividad física. Este entrenamiento moviliza los recursos familiares y crea
relaciones positivas entre el cambio de peso del niño y del padre2.
Dentro de esta clasificación se encuentra el tratamiento basado en la familia propuesto
por Epstein, que consta de las características enumeradas en la Tabla 1.
A pesar de la eficacia que ha demostrado este programa en décadas anteriores, actual-
mente las aplicaciones del mismo no han logrado iguales resultados, ya que el ambiente
está más obesogénico y los niños y adolescentes están más obesos3.
480
PROGRAMAS INTERDISCIPLINARIOS PARA EL TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD Marcela Luarte Castro
a) ProgramaObeldicks
Uno de los programas representativos de este enfoque es el Programa alemán Obel-
dicks4,5. El objetivo de éste es cambiar los estilos de vida que conducen a la obesidad,
buscando una estabilización permanente del peso de niños y adolescentes en crecimiento.
Existen dos versiones de este programa: el original para niños y adolescentes con obesidad
cuya duración es de un año y la versión “Obeldicks light”, que es para niños y adolescen-
tes con sobrepeso y cuya duración es de 6 meses. En la Tabla 2 se detallan los elementos
principales del programa Obeldicks original y su eficacia evaluada en un estudio de segui-
miento a 4 años6. La participación en el programa de un año logró una disminución del
sobrepeso, que se mantuvo 3 años después de terminada la intervención y se concluyó
que la reducción del sobrepeso en los primeros 3 meses de la intervención fue altamente
predictiva para el éxito a largo plazo.
481
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Tabla 2. Obeldicks
Tipo de intervención Individual, grupal, con padres y familiar
Duración y número de sesiones 12 meses
3 meses educación nutricional y tto. conductual para padres e hijos,
separados. Del mes 4-9 apoyo psicológico para el niño y su familia.
12 meses de ejercicio
Contenido de la intervención Terapia Cognitivo-Conductual (CBT) + acercamiento sistémico. Ejercicio
físico, educación nutricional y terapia conductual
Estado nutricional Obesos
Edad 6-16 años, agrupados por edad y sexo
Eficacia del programa Significativa del IMC
DSz-IMC inicio-3 m-3 a post:
2,5 - 2,1 - 2,1
Estas intervenciones nacen en las últimas décadas producto del dramático aumento
en las cifras de obesidad infantojuvenil. Desde la política pública el foco ha estado puesto
en restringir la propaganda de productos azucarados a los niños, rotular los productos
alimentarios y promover en el entorno de los niños y adolescentes el acceso a alimentos
saludables, entre otros.
Desde el entorno familiar esta línea de tratamiento ha estado orientada a psicoeducar
a los padres como principales agentes de cambio para mejorar sus habilidades, prácticas
482
PROGRAMAS INTERDISCIPLINARIOS PARA EL TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD Marcela Luarte Castro
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
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484
PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL Capítulo 55
Introducción
El único aprobado actualmente por la FDA para su uso en niños es el orlistat, pero sólo a
partir de los 12 años de edad. Dentro de otros medicamentos probados para la disminución
de peso en niños y adolescentes están los no dirigidos al tratamiento específico del sobre-
peso (off-label), como la metformina y el ácido linoleico conjugado. No hay medicamentos
aprobados para niños menores de 12 años.
Revisaremos aquellos medicamentos usados para bajar de peso con más estudios en
este grupo etario.
1. Orlistat
Inhibe la lipasa gástrica y pancreática, disminuyendo la absorción de triglicéridos en un
30%. Los estudios que han evaluado su uso en la edad pediátrica han mostrado un efecto
positivo, pero modesto en la baja de peso. El trabajo controlado randomizado más grande
realizado en adolescentes mostró una baja de IMC de 0,55 kg/m2 con orlistat 120 mg, tres
veces al día, mientras que en el grupo control (placebo) el IMC aumentó 0,31 kg/m2 a las
52 semanas (P < 0,001)1.
En general, el orlistat parece ser un medicamento seguro y su absorción sistémica es
mínima. Sin embargo, la adherencia al tratamiento es baja, debido a sus efectos colaterales
como deposiciones oleosas y flatulencia. Otro inconveniente es que disminuye la absor-
ción de vitaminas liposolubles, por lo que se recomienda la suplementación diaria con un
multivitamínico. La eficacia de orlistat no ha sido estudiada a largo plazo en adolescentes2.
2. Metformina
Es una biguanida cuyo mecanismo primario de acción es la reducción de la producción
hepática de glucosa, el aumento de la sensibilidad de los receptores de los tejidos periféri-
485
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
4. Topiramato
Es una droga aprobada por la FDA para uso en niños mayores de dos años con epilepsia.
El mecanismo por el cual induce pérdida de peso no está claro. Ha sido probado para bajar
de peso en adultos, en combinación con fentermina, logrando una disminución de peso
de 7% a 9%, comparado con placebo. Sin embargo, un estudio piloto en adolescentes,
controlado randomizado, en que se usó topiramato por 24 semanas, no mostró disminu-
ción significativa del IMC. La FDA no lo ha aprobado como tratamiento para la obesidad6.
5. Exenatida
Es un análogo del receptor del péptido 1 símil al glucagón (GLP-1), usado para el control
de la glicemia en DM2, demostrando disminución consistente de peso en adultos con o sin
diabetes. Los mecanismos responsables de la baja de peso serían un aumento de la sacie-
dad y una supresión del apetito. Un estudio piloto en niños y adolescentes no diabéticos,
con obesidad severa (IMC > 120% del Pc 95 o IMC ≥ 35 kg/m2), mostró una disminución
del IMC de alrededor de 5%, con 3 meses de tratamiento con exenatida. Además, hubo
mejoría en la sensibilidad a la insulina y en la prueba de tolerancia a la glucosa oral7.
Otro
estudio en adolescentes, de 12 a 19 años, mostró sólo un 3% de disminución del IMC,
con igual tiempo de tratamiento8. Las limitaciones son los efectos gastrointestinales leves
a moderados asociados (fundamentalmente, náuseas y vómitos) y su administración diaria
en inyección subcutánea. Se requieren más estudios para evaluar su seguridad y eficacia
en niños.
6. Liraglutida
Al igual que la exenatida es un análogo del receptor del GLP-1 y ha demostrado efica-
cia, seguridad y buena tolerancia en el manejo del peso en adultos con obesidad, o con
sobrepeso y comorbilidades (con o sin DM2), junto con dieta y ejercicio. Las limitaciones
de su uso son las mismas que para exenatida. Aunque se ha estudiado su seguridad y
tolerancia en adolescentes, aún no ha sido aprobada por la FDA para su uso en obesos
de este grupo etario, ya que se requieren estudios a largo plazo y con mayor número de
participantes9.
En una revisión Cochrane reciente, se evaluó la eficacia de los medicamentos para bajar
486
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO DE LA OBESIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
de peso en 2.484 niños y adolescentes (29 estudios). Estos trabajos evaluaron metformina
(15 estudios), sibutramina (6 estudios), orlistat (4 estudios), topiramato (2 estudios), exena-
tida (2 estudios) y un trabajo investigó la combinación de metformina y fluoxetina10. En las
intervenciones, que tuvieron una duración de 12 a 48 semanas, hubo una variación pro-
medio del IMC de 1,3 kg/m2 (95% CI – 1,9 to -0,8; P < 0,00001). Fuera de estos estudios,
la información de eficacia y seguridad de los medicamentos para bajar de peso en niños
es muy limitada11.
Conclusiones
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487
Capítulo 56 PARTE II: OBESIDAD INFANTOJUVENIL
Introducción
La cirugía bariátrica ha sido usada para tratar adultos con obesidad severa desde
hace varias décadas. Sin embargo, el acceso a este tipo de cirugía en adolescentes ha
sido limitado dada la poca evidencia sobre beneficios, riesgos y mantención de la baja
de peso a largo plazo. Si bien el número de cirugías bariátricas en adolescentes ha au-
mentado en forma importante en los últimos años, menos del 1% se realizan en este
grupo etario1.
La cirugía bariátrica estaría indicada en adolescentes con obesidad severa, en los que
han fallado los tratamientos que implican cambios en el estilo de vida, los que desafortu-
nadamente no han podido demostrar una baja de peso significativa y sostenida en este
grupo de pacientes.
Los criterios de selección para someter a una cirugía bariátrica a un adolescente son
médicos y psicosociales, y la decisión debe ser tomada por un equipo multidisciplinario,
después de evaluar acuciosamente, en conjunto con la familia, los beneficios y riesgos a
corto y largo plazo del procedimiento. En la Tabla 1 se pueden ver algunos de los requisitos
que deben cumplir los adolescentes para ser candidatos a cirugía2.
Tanto las indicaciones y contraindicaciones para realizar una cirugía bariátrica en ado-
lescentes fueron recientemente revisadas3:
Indicaciones para cirugía bariátrica en adolescentes:
- IMC ≥ 35 kg/m2 o 120% del percentil 95 con comorbilidades significativas como apnea
obstructiva, DM2, hipertensión endocraneana idiopática, esteatohepatitis, enfermedad
de Blount, epifisiólisis de la cabeza femoral, reflujo gastroesofágico o hipertensión ar-
terial.
- IMC ≥ 40 kg/m2 o 140% del percentil 95.
- Habilidad y motivación del paciente y la familia para adherir a las recomendaciones pre y
postoperatorias, incluyendo el uso consistente de suplementos de vitaminas y minerales.
488
CIRUGÍA BARIÁTRICA EN EL TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD DE NIÑOS Y ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
Los tipos de cirugía que se han usado en adolescentes son la banda gástrica (BG) (menos
popular, ya que no está aprobada por la FDA para su uso en adolescentes), la gastrectomía
en manga o manga gástrica (MG), que es la más frecuentemente usada actualmente en
adolescentes, y el Bypass gástrico (BPG).
En la mayoría de los pacientes la cirugía lleva a una rápida y marcada baja de peso en el
corto plazo. El estudio con mayor número de casos (Teen-LABS), se realizó en 242 adoles-
centes obesos, sometidos principalmente a MG y BPG. A los 3 años postoperados el IMC
disminuyó en un 26% (54 kg/m2 a 39 kg/m2) en el grupo con MG (67 adolescentes) y en
un 28% (50 kg/m2 a 37 kg/m2) en los 167 pacientes a los que se les realizó un BPG. La tasa
de reganancia de peso a los 3 años fue de 4% y 2%, respectivamente4.
Existe un estudio en adolescentes a más largo plazo en el que se siguió a 58 adolescen-
tes. A los 8 años post BPG el IMC había disminuido de 58,5 a 41,7 kg/m2 (29,2%)5.
La pérdida de peso posterior a la cirugía lleva a la mejoría o resolución de la mayoría
de las comorbilidades de la obesidad. Las mejorías más notorias se ven en resistencia a la
insulina (90% a 95% de mejoría), hipertensión (70%), dislipidemia (66%), DM2, apnea obs-
tructiva y esteatosis hepática no alcohólica, como también en depresión y calidad de vida5-7.
Las complicaciones de la cirugía bariátrica en adolescentes a corto plazo (< 30 días des-
pués de la cirugía) son fundamentalmente quirúrgicas y en el estudio Teen-LABS afectaron
a un 8% de los pacientes.
Cambios en el estilo de vida Demostrar habilidad para entender los cambios requeridos en dieta y
actividad física para un óptimo resultado poscirugía
489
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD INFANTO JUVENIL
Por otro lado, las complicaciones a largo plazo son principalmente deficiencias nu-
tricionales, consecuencia de la ingesta disminuida y/o la malabsorción. Los estudios en
adolescentes muestran principalmente disminución de ferritina (63%), anemia leve (48%)
y disminución de vitaminas como la B1, B12 y D4. La deficiencia de vitamina B1 parece ser
la más común en adolescentes, en el pre y postoperatorio, por lo que debiera ser investi-
gada y tratada. Se recomienda la profilaxis con vitamina B1 durante los primeros 6 meses
postoperatorios3.
Como las deficiencias nutricionales son comunes después de la cirugía bariátrica, la
suplementación permanente con vitaminas y minerales es mandatoria, adherencia que
no es fácil de lograr en este grupo etario y que se debe considerar en el momento que se
plantea la cirugía.
Se recomienda prevenir el embarazo por al menos 12 a 18 meses poscirugía, por los
potenciales efectos adversos de la baja de peso y la deficiencia de micronutrientes sobre
el feto y la madre.
Balón intragástrico
El balón intragástrico está aprobado sólo para uso en adultos, en quienes múltiples
estudios clínicos muestran resultados variables en su eficacia, logrando disminuciones de
peso de 5% a 20%, con altas tasas de reganancia. Los balones rellenos con líquido han
mostrado más eficacia que los rellenos con aire. Un metaanálisis y revisión sistemática re-
ciente, de 20 trabajos clínicos realizados en adultos, mostró una baja de peso de 4%. Los
efectos adversos más frecuentes fueron flatulencia y dolor abdominal8. Existen tres estudios
pequeños observacionales no controlados en adolescentes, donde la baja de peso a corto
plazo fue entre 0% y 16%. El efecto adverso más reportado fue el dolor abdominal9.
El balón intragástrico puede tener un rol en el manejo de la obesidad pediátrica, pero
se necesitan estudios controlados randomizados más grandes para evaluar su eficacia y
seguridad. Una de las limitantes mayores del balón es que es un tratamiento a corto plazo,
ya que debe ser removido a los 6 meses. Sin embargo, podría tener un rol previo a la cirugía
bariátrica, para iniciar la pérdida de peso y/o servir de puente en aquellos pacientes que
deben disminuir de peso antes de la cirugía.
Conclusiones
490
CIRUGÍA BARIÁTRICA EN EL TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD DE NIÑOS Y ADOLESCENTES Ximena Raimann Tampier
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491
PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO Capítulo 57
Introducción
La obesidad está definida por un índice de masa corporal (IMC) ≥ 30 kg/m2 y se consi-
dera una enfermedad crónica, multicausal con más de 236 comorbilidades asociadas y el
mayor problema de salud a nivel mundial. De hecho, en junio de 2013, la American Medical
Association (AMA) resolvió que la obesidad debía considerarse un estado de enfermedad
médica crónica, y fue definida como pandemia por la Organización Mundial de la Salud
(OMS). Y a pesar de no ser la primera organización en declararla de esta forma, fue la
que mayor atención de la comunidad científica y mediática obtuvo, lo que resultó en un
movimiento de la comunidad médica para tomar medidas con respecto a la evaluación y el
manejo de los pacientes portadores de sobrepeso u obesidad. En lo que respecta a Chile,
tenemos cifras alarmantes y en ascenso. Según la última Encuesta Nacional de Salud (ENS)
2016-2017, nuestro país presenta una prevalencia de 74,2% de malnutrición por exceso
(sobrepeso y obesidad). Es importante destacar, además, que no sólo se debe considerar
el IMC para diagnosticar y tratar la obesidad. El abordaje va más allá del IMC, como lo
demuestra la aplicación de la estadificación de la obesidad, utilizando el Sistema de Clasi-
ficación de Obesidad de Edmonton o las guías clínicas de la Asociación Estadounidense de
Endocrinólogos Clínicos (AACE).
Existe un amplio debate respecto a los beneficios de proporcionar intervenciones de
estilo de vida, farmacoterapia y cirugía bariátrica para el tratamiento de la obesidad. Sin em-
bargo, estas estrategias parecen ser insuficientes ante la magnitud del problema. Recientes
publicaciones destacan que, dada la multicausalidad de esta enfermedad, es necesario el
abordaje multidisciplinario, incluyendo nuevas estrategias de manejo psicológico basadas
en la conducta alimentaria y “coaching nutricional“ en personas que la padecen.
Frente a este contexto, el presente capítulo tiene como objetivo generar una breve
aproximación al complejo carácter multifactorial de la obesidad, especialmente enfocado
en la interacción entre los factores socioecológicos y las potenciales reacciones biológicas
individuales, poniendo en consideración la falta de certeza científica respecto a las condi-
ciones genéticas de esta relación y los desafíos relacionados al desarrollo de tratamientos
personalizados.
Factores socioecológicos
La obesidad es un problema de salud pública a nivel global, que afecta a países en dis-
tintos niveles de desarrollo, produciendo muchas enfermedades colaterales en la población,
493
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
494
PRINCIPIOS GENERALES EN EL TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD EN ADULTOS María José Escaffi Fonseca
Reacciones biológicas
495
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Actividad física
496
PRINCIPIOS GENERALES EN EL TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD EN ADULTOS María José Escaffi Fonseca
Alimentación
La reducción calórica, más que la distribución de macronutrientes, es el componente
más importante para lograr la pérdida de peso. Según Kushner9, la composición de ma-
cronutrientes (es decir, la proporción de calorías provenientes de carbohidratos, grasas y
proteínas) será determinada por las preferencias de gusto del paciente, estilo de cocina
y cultura. Sin embargo, es importante mencionar que las intervenciones dietéticas van a
depender del perfil metabólico y los factores de riesgo del paciente22. La incorporación de
sustitutos de comidas en la dieta es otra estrategia útil, por ejemplo: batidos, barras o platos
congelados listos para su consumo, son alimentos que están diseñados para reemplazar una
comida o una merienda, al mismo tiempo proporcionan nutrientes y buen gusto dentro
de un límite calórico fijo23.
En cuanto a la fibra dietética, se ha demostrado que el aumento en la ingesta de ali-
mentos tanto naturalmente ricos en fibra como de fibra adicional o suplementos de fibra,
está relacionado con un mejor mantenimiento del peso en adultos y con una reducción
sostenida del peso en sujetos con sobrepeso24. El aporte de fibra dietética como prebiótico
impacta beneficiosamente en componentes específicos de la microbiota y el metabolismo
de nutrientes a nivel intestinal. La fibra dietética tiene múltiples beneficios tales como:
disminuir el tiempo de tránsito intestinal, participar en la fermentación en la microbiota
colónica, contribuir a reducir los niveles de colesterol total y/o LDL en la sangre y también
reducir los niveles de insulina y glicemia posprandial25. Si bien, se sabe que el aporte de
fibra en la dieta es beneficiosa, dados sus efectos en la microbiota intestinal, faltan aná-
lisis cuantitativos y cualitativos apropiados de la recomendación de aporte de fibra en la
mayoría de las tablas de composición de los alimentos. Además, se debe tener en cuenta
los problemas que genera el consumo elevado de fibra, tales como distensión abdominal
y flatulencia26. En consecuencia, el equilibrio entre la tolerancia y el impacto positivo en la
microbiota es un problema que se debe abordar en estudios posteriores.
497
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
En cuanto al uso de probióticos, pocos estudios han encontrado que sólo ayudan a
reducir la grasa corporal y el mecanismo de acción no está claro.
Las principales limitaciones de los estudios son el tamaño de muestra y el control de
ingesta calórica total, por lo cual se hace necesario controlar estas variables en estudios a
largo plazo.
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PRINCIPIOS GENERALES EN EL TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD EN ADULTOS María José Escaffi Fonseca
499
PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO Capítulo 58
500
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LA OBESIDAD EN ADULTOS María José Escaffi Fonseca
Control de porciones
En los planes de alimentación se incluye el manejo de porciones para el control de peso,
lo cual significa seguir una medida ya estandarizada de algún alimento. Esto permite con-
trolar el aporte de macro y micronutrientes. El manejo de la porción se puede lograr con el
uso de paquetes que contienen una cantidad definida de energía, utensilios para controlar
porciones o estrategias de comunicación (aplicaciones en el celular, por ejemplo), resultando
esto en una reducción de ingesta de energía y pérdida de peso pequeña en adultos5.
Frutas y vegetales
El aumento de su consumo ha ganado reconocimiento, en gran parte debido a los
hallazgos de la dieta DASH (dieta para personas que padecen de hipertensión arterial o
prehipertensión)6. Es un cambio que puede reducir la densidad energética de la dieta,
mejorar la saciedad y ayudar a disminuir la ingesta de energía total7. Los estudios indican
que aumentar únicamente las frutas y verduras, sin otros cambios dietéticos, no producen
pérdida de peso clínicamente significativa8.
Legumbres
Un metaanálisis concluyó que las dietas que contenían granos resultaron en una re-
ducción de peso pequeña, pero significativa de 0,34 kg durante una duración media de 6
semanas9.
Nueces
Pueden tener el potencial de influir de manera beneficiosa en los intentos de pérdida de
peso, debido a sus efectos favorables sobre la saciedad, que pueden resultar en una ingesta
reducida de energía, una mayor pérdida de peso, disminución en el colesterol (LDL y total)
y un mayor aumento en el colesterol HDL10.
Comidas rápidas
Son generalmente altas en densidad calórica y de porciones grandes, lo que contribuye
al consumo excesivo de energía. Un régimen dietético para bajar de peso generalmente
recomienda evitar o reducir la frecuencia del consumo de alimentos fuera del hogar. Sin
embargo, no se ha realizado ningún estudio para examinar, si la reducción de las comidas
rápidas solas, sin otros cambios en la dieta, produce pérdida de peso significativa2.
501
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
502
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LA OBESIDAD EN ADULTOS María José Escaffi Fonseca
Dieta hiperproteica
Una alta ingesta de proteínas durante una dieta de pérdida de peso, como un medio
para ahorrar masa magra, no tiene una evidencia consistente en los ensayos clínicos pu-
blicados. Algunos informan que dietas hiperproteicas, en comparación con las dietas con
aporte de proteína estándar normoenergéticas, se asocian con un mayor porcentaje de
pérdida de peso16. En el estudio de POUNDS LOSSES concluyó que una alta proporción de
excreción de urea, utilizada como marcador de la ingesta de proteínas, se asoció con una
mayor pérdida de peso17. Por otro lado, muchos estudios de duración de 2,5 a 24 meses no
han podido detectar un efecto beneficioso de una dieta hipocalórica alta en proteínas sobre
la pérdida de peso, en comparación con una dieta normoenergética proteica estándar10. Los
dos ensayos que han demostrado un efecto beneficioso de una dieta alta en proteínas sobre
la pérdida de peso no han podido detectar un efecto beneficioso sobre la preservación de
la masa libre de grasa o la disminución de la grasa abdominal, circunferencia de cintura o
relación cintura-cadera16. Con respecto a los factores de riesgo cardiovascular, todos los en-
sayos clínicos y un metaanálisis16 han concluido que una dieta alta en proteínas no confiere
un beneficio con respecto a los cambios en los triglicéridos séricos, el colesterol HDL y LDL,
la presión arterial, medidas sustitutivas de resistencia a la insulina y hemoglobina glicosilada
503
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Vegetariana
Las dietas vegetarianas son muy variadas, desde la simple exclusión de productos cárni-
cos hasta el plan vegano crudo. La adopción de dietas basadas en plantas está creciendo,
debido a que la evidencia ha demostrado algunos beneficios para la salud en comparación
con las dietas omnívoras. Protegen contra enfermedades crónicas como enfermedad car-
diovascular (ECV), hipertensión arterial, diabetes tipo 2 y algunos cánceres18. En estudios
de intervención, la prescripción de dietas vegetarianas fue bien aceptada y se asoció con
pérdida de peso. Se informaron reducciones significativas del peso corporal después de su
adopción. El análisis de subgrupos observó una mayor pérdida de peso con dietas veganas
en comparación con las dietas lacto-ovovegetarianas. Es probable que esta reducción se
deba a la baja densidad de energía y de ingesta grasa asociadas a las dietas vegetarianas18.
La evidencia ha respaldado el uso terapéutico de dietas vegetarianas como un trata-
miento efectivo del sobrepeso y la obesidad, pero se requieren ensayos clínicos adicionales
con seguimiento a largo plazo para confirmar la relevancia de los resultados, ya que algunos
estudios no informaron diferencias en la pérdida de peso19. Estas dietas deben ser guiadas
por un profesional idóneo para evitar algunos errores como la ingesta excesiva de algunos
nutrientes, como, por ejemplo, carbohidratos (lo que podría favorecer el aumento de peso)
o aporte proteico insuficiente, lo que ocasiona una pérdida de peso a expensas de tejido
magro. La guía de un profesional es necesaria, ya que muchas veces requieren suplemen-
tación de algunos nutrientes como vitamina B12 y, además, deben ser adaptadas a cada
etapa de la vida, según los requerimientos nutricionales.
Dieta paleo
Esta dieta fue creada para imitar la forma de alimentación de los hombres de las caver-
nas, cuando sólo los alimentos no procesados estaban
disponibles para el consumo, inclu-
yendo vegetales frescos, frutas, carnes magras, aves, pescado, huevos, tofu, nueces y se-
millas, prohibiendo ingesta de cereales, granos, legumbres y lácteos. Los estudios reportan
beneficios a corto plazo de esta dieta, como pérdida de peso, reducción de la circunferencia
de cintura, aumento de sensibilidad a la glucosa y mejoría del perfil lipídico; sin embargo,
estos estudios son cortos y poco potentes. El mayor ensayo de control aleatorio (ECA) fue
realizado por Mellberg et al.20 y demostró una mejoría significativa en la reducción de grasa
corporal y pérdida de peso. Sin embargo, no hubo diferencia en estos parámetros a los 24
meses de seguimiento. Una de las críticas de la dieta paleo es que estos alimentos tienden a
ser más costosos, lo que puede hacer que este tipo de dieta no sea práctica para poblacio-
nes específicas. Algunos de los posibles efectos secundarios informados en los participantes
del estudio incluyen debilidad, diarrea y dolores de cabeza21,22.
3.3 DASH: Es una dieta desarrollada para reducir la hipertensión en individuos con
hipertensión arterial moderada a alta. Su sigla en inglés significa Dietary Approaches to
504
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LA OBESIDAD EN ADULTOS María José Escaffi Fonseca
Dieta mediterránea
Es el patrón más ampliamente estudiado en relación a múltiples resultados en salud,
incluida la obesidad y el control del peso. Se caracteriza por el alto consumo de frutas,
verduras, granos integrales y aceite de oliva, además del consumo diario de lácteos fer-
mentables, nueces y semillas. Enfatiza el consumo de proteínas vegetales (legumbres) y
mariscos en lugar de carne roja, pero también incluye el vino (consumo moderado)10. Esta
dieta se debe prescribir con restricción energética, si uno de sus objetivos es la pérdida de
peso. Además, la dieta mediterránea puede mejorar los factores de riesgo cardiovascular,
como la presión arterial, el nivel de glucosa plasmática, colesterol total y LDL, en mayor
grado que una dieta baja en grasas o DASH22.
El estudio más amplio hasta ahora, que incluye la dieta mediterránea, es el estudio
PREDIMED23, que no reportó diferencia sustancial respecto al peso durante 5 años de segui-
miento. En este estudio se obtuvieron resultados similares entre los grupos con respecto al
cambio de peso y el control glicémico en individuos diabéticos, al año de seguimiento. Los
cambios en el peso corporal, la grasa visceral, la circunferencia de cintura y los factores de
riesgo cardiovascular también fueron comparables a una dieta mediterránea con restricción
energética y a una dieta normocalórica baja en grasas, moderada en carbohidratos y alta
en fibra dietética. Por el contrario, una intervención no aleatoria de 3 meses en adultos
portadores de obesidad, con alto riesgo cardiovascular, basada en los principios de la dieta
mediterránea junto con la educación sanitaria, resultó en una pérdida de peso significa-
tivamente diferente en comparación con el grupo control. Sin embargo, las diferencias
observadas en este ensayo podrían atribuirse simplemente a diferencias en la intensidad de
la intervención, ya que el grupo de control recibió sólo una reunión educativa y mensajes
mensuales de refuerzo.
En un metaanálisis de nueve ensayos clínicos en personas diabéticas, se estudiaron los
efectos de la dieta mediterránea en la pérdida de peso, los factores de riesgo cardiovascu-
lar y el control glicémico, concluyendo que este patrón dietético tuvo un efecto favorable
en todo lo estudiado. Las discrepancias entre los dos metaanálisis pueden atribuirse a la
población de la muestra (sobrepeso u obesidad, frente a los diabéticos)24.
Ayuno intermitente
Es un esquema dietético repetido en el que la ingesta de energía se restringe en diver-
sos grados, durante un período de tiempo predeterminado de 16 a 48 horas o unos pocos
días, seguido de un período de tiempo corto, donde la ingesta de energía se proporciona
a voluntad, cerca o sobre los requerimientos energéticos. Dependiendo de la dieta parti-
cular de ayuno intermitente realizada, el tiempo dedicado al ayuno y el consumo calórico
505
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
506
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LA OBESIDAD EN ADULTOS María José Escaffi Fonseca
Cronobiología de la dieta
Una creciente evidencia sugiere que puede haber variaciones en la eficiencia de la
utilización de energía en la dieta a lo largo del día. Estas variaciones pueden resultar de
adaptaciones conductuales o variaciones circadianas en la fisiología y el metabolismo ener-
gético, pudiendo tener implicancias en el control del peso27.
Varios estudios han examinado el efecto de la diferente distribución de la ingesta de
energía a lo largo del día en la pérdida de peso, en el contexto de una dieta hipocalórica. La
distribución de una mayor cantidad de energía en la primera mitad del día, en comparación
con una distribución casi igual durante el día, se asoció con una mayor disminución del
peso corporal, circunferencia de la cintura, triglicéridos séricos y resistencia a la insulina, en
un período de 3 meses33. Se encontraron resultados similares en un estudio que comparó
un desayuno de alta energía y una cena de baja energía, con un desayuno de baja energía
y una cena de alta energía34. En otro estudio que comparó el efecto de una ingesta alta
de energía en el almuerzo con una ingesta alta de energía en la cena, durante 3 meses, la
pérdida de peso fue mayor en las personas asignadas al almuerzo de alta energía35.
En cuanto al contenido de macronutrientes del desayuno, en relación con el control del
peso, es un tema que ha sido poco estudiado, a pesar de que se ha encontrado que un
desayuno rico en proteínas produce respuestas agudas de saciedad. El único estudio rele-
vante identificado se realizó en individuos diabéticos15 e incluyó tres grupos de intervención
de energía restringida con un desayuno diferente: uno con un desayuno rico en proteínas
y proteínas de soja, otro con un desayuno rico en proteínas de diversas fuentes y el tercero
con un desayuno rico en carbohidratos. La pérdida de peso después de tres meses fue del
7,6%, 6,1% y 3,5% del peso corporal inicial en los tres grupos, respectivamente. Estos
resultados destacan la importancia potencial del contenido de proteínas del desayuno en
el control del peso; sin embargo, la evidencia aún no es concluyente.
507
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
das proviene de jugos que reemplazan todas las comidas y otros suplementos determinados
por la dieta específica de jugos. Muchos de los planes también incluyen el uso de laxantes.
La mayoría de estas dietas tienen muy pocos datos científicos con respecto a la eficacia y
los riesgos potenciales36. La pérdida de peso que se produce se basa en que hay una re-
ducción significativa en la ingesta calórica, así como la pérdida de peso del agua y materia
fecal. Algunas de estas dietas son tan restrictivas que sólo permiten hasta 400 kcal por día.
Estas dietas extremadamente bajas en calorías conducen a un aumento de las hormonas
del estrés incluido el cortisol, lo que puede causar otros efectos negativos, incluida la esti-
mulación del apetito, lo que puede provocar un aumento de peso (reganancia), por comer
en exceso una vez finalizado este patrón alimentario36,37. Curiosamente, el aumento de los
niveles de cortisol persiste después de 21 días de la restricción calórica de 1.200 kcal/día38.
El consumo de este tipo de dietas es totalmente desaconsejable, dado que, conllevan un dé-
ficit nutricional importante y tienen posibles consecuencias (estudios pequeños de informes
individuales), a corto y largo plazo, que involucran eventos adversos, como sobredosis de
manganeso, abuso de laxantes e hiponatremia severa; insuficiencia renal aguda o crónica,
por nefropatía por oxalato, e incluso muertes por eventos cardiovasculares39.
508
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DE LA OBESIDAD EN ADULTOS María José Escaffi Fonseca
la proporción de peso recuperado dentro de las 144 semanas, en contraste con la creencia
generalizada de que la pérdida de peso rápida, se recupera más rápidamente.
Composición de macronutrientes
Los participantes en una dieta alta en proteínas recuperaron menos peso que los sujetos
en las dietas bajas en proteínas: un aumento en el contenido de proteínas en la dieta (7%
más), en el contexto de una dieta libre, reduce la recuperación de peso durante 12 meses
después de la pérdida de peso inducida por una dieta con restricción energética.
Conclusiones
509
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
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PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO Capítulo 59
Introducción
513
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Desde el siglo XVIII hay evidencia de uso de sustancias para manejo de la obesidad, que
incluyen jabón, vinagre y purgantes. También se ha usado tabaco para prevenir la ganancia
de peso. Al final del siglo XIX comenzó a utilizarse extracto de tiroides, dinitrofenol y an-
fetaminas1. Estas últimas se volvieron populares desde mediados del siglo XX; muchas han
sido discontinuadas por efectos cardiovasculares, fundamentalmente, y algunas todavía se
encuentran en el mercado, utilizándose principalmente en preparados magistrales. Cabe
destacar que hay potencial adictivo con el uso de dichos fármacos, por lo que en general
se recomienda uso no mayor a 3 meses. El año 2008 se discontinuó un fármaco antago-
nista del receptor de canabinoides, llamado rimonabant, porque aumentaba depresión y
suicidalidad en los pacientes que lo utilizaban. El 2010 también fue retirado del mercado
un inhibidor de la recaptación de serotonina y noradrenalina denominado sibutramina,
dado que aumentaba la presión arterial y el riesgo de muerte por su uso1. Debido a lo co-
mentado anteriormente es que la mayoría de las drogas aprobadas para el manejo a largo
plazo de la obesidad tienen un comienzo reciente (después del 2012, principalmente) y
cada vez hay más estudios publicados que evalúan efectos adversos y riesgo/beneficio de
su uso prolongado.
Cabe destacar que todos los fármacos para el manejo de la obesidad están contraindica-
dos para ser usados en el embarazo. Considerando que la baja de peso mejora la fertilidad,
todas las mujeres que comiencen a utilizar este tipo de fármacos, deben ser advertidas so-
bre la necesidad de uso de anticonceptivos eficaces. En caso de ocurrir embarazo, se deben
suspender dichos medicamentos inmediatamente1 y avisar al ginecólogo.
El año 2014 se reunió la Sociedad Americana del Corazón (AHA), el Colegio Americano
de Cardiología (ACC) y la Sociedad de Obesidad (TOS) para establecer las pautas de manejo
clínico de la obesidad, definiendo que el uso de fármacos está aprobado para personas
con IMC ≥ 30 kg/m2 e IMC ≥ 27 kg/m2 con comorbilidades médicas asociadas en las cuales
no ha funcionado dieta, actividad física y terapia conductual, tal como se enuncia en la
Tabla 16.
La mayoría de los fármacos antiobesidad actúan en el núcleo arquato del hipotálamo,
estimulando las neuronas POMC (pro-opiomelanocortina), que promueven saciedad y
aumento del gasto energético7. Liraglutide y orlistat actúan sin modificar primariamente
centros del apetito a nivel cerebral, por lo que serían una buena alternativa de manejo para
pacientes que utilizan psicofármacos.
Tabla 1. Manejo clínico de la obesidad según Asociación Americana del Corazón (AHA),
Colegio Americano de Cardiología (ACC) y La Sociedad de Obesidad (TOS)6
IMC ≥ 25 IMC ≥ 27 IMC ≥ 30 IMC ≥ 35 IMC ≥ 40
Dieta, actividad física y Con Con + + +
terapia conductual comorbilidades comorbilidades
Fármacos Con + + +
comorbilidades
Cirugía Con +
comorbilidades
514
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO DE LA OBESIDAD EN ADULTOS Bárbara Graf Lyng
En la Tabla 2 se enuncian todos los fármacos aprobados por la FDA para manejo de la
obesidad, marcando en negrita los que están disponibles en Chile. Naltrexona, bupropión y
topiramato están autorizados en nuestro país, pero no combinados para manejo específico
de obesidad, sino que para tratamiento de depresión, epilepsia o adicción a opiáceos, por
lo que su indicación como fármaco antiobesidad sería off label.
1. Fentermina
Es un simpaticomimético a nivel central; actúa muy similar a una anfetamina, aumen-
tando dopamina y noradrenalina en hipotálamo, lo que disminuye el apetito y provoca
pérdida de peso8. Se requiere alta dosis para suprimir el apetito, desarrolla fenómenos de
tolerancia y tiene riesgo de abuso y/o adicción si se utiliza en forma continua por más de
6 meses. Dentro de las reacciones adversas puede provocar taquicardia y aumento de pre-
sión arterial, por lo que su uso tiene que evaluarse en pacientes obesos con elevado riesgo
cardiovascular, hipertiroidismo y patología de válvulas cardíacas7. También tiene efectos
indeseables en el sistema nervioso central, como irritabilidad, insomnio y ansiedad, por lo
que hay que tener precaución en pacientes con trastornos del ánimo o ansiosos comórbi-
dos7,9. Para contrarrestar estos efectos adversos y poder usarlo a largo plazo (> 12 semanas),
se ha reducido la dosis y combinado con topiramato, un anticonvulsivante que actuaría en
forma sinérgica, manteniendo por más tiempo la supresión del apetito8. Esta combinación
muestra una disminución entre el 6 y 9% de peso corporal, en comparación a placebo7. Su
uso está contraindicado en embarazo.
515
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
2. Lorcaserina
Agonista del receptor 5 HTA2C serotonina en centro del apetito hipotalámico. Funciona
aumentando la saciedad8. Dentro de los efectos adversos se incluyen boca seca, cefalea, fa-
tiga, náuseas y constipación1. Está contraindicado en pacientes con trastornos psiquiátricos
en tratamiento con Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), con pato-
logía en válvulas cardíacas y en embarazo1,7. En un seguimiento durante 1 año a pacientes
con SP u obesidad con alto riesgo cardiovascular, se logró baja de peso significativa, sin
aumentar la tasa de eventos cardiovasculares mayores durante ese periodo10.
3. Orlistat
Inhibidor de lipasa. Funciona periféricamente, inhibiendo la absorción de grasa y no en
circuitos cerebrales involucrados con saciedad y/o recompensa8. Se utiliza en pacientes con
dislipidemia y con gran ingesta de grasa en sus comidas. Dentro de los efectos adversos
están esteatorrea e incontinencia fecal. Contraindicado en embarazo7.
4. Liraglutide
Análogo de GLP-1, un péptido tipo incretina, que es liberado por las células del intestino
en respuesta a la ingesta de alimentos. Estimula la liberación de insulina por el páncreas
y disminuye los niveles de glucosa en sangre, favoreciendo también la pérdida de peso1,
por lo que su uso beneficiaría más a pacientes con alteración del metabolismo de carbo-
hidratos. Se presenta comercialmente en forma de plumas precargadas y se administra
inyectándolo por vía subcutánea bajo la piel del muslo, antebrazo o abdomen7. Aumenta
saciedad, disminuyendo “picoteo” entre comidas y tamaño de las porciones. Muestra mejor
efecto en pacientes que tienen alteración en el metabolismo de los carbohidratos. No tiene
interacciones con psicofármacos. Dentro de los efectos adversos están náuseas, vómitos,
pancreatitis. Está contraindicado en pacientes con historia familiar o personal de cáncer
medular de tiroides y en embarazo7.
5. Dietilpropion
Es uno de los fármacos más antiguos, con pocos estudios randomizados y controlados
que respalden su uso. Al ser una anfetamina tiene potencial de abuso. Como efectos adver-
sos, produce boca seca, insomnio y síntomas de estimulación de sistema nervioso central,
por lo que su uso no es recomendado en pacientes con presencia o historia de ansiedad
severa, depresión, trastorno hipolar, psicosis y abuso de sustancias. En un estudio del año
2009, randomizado, doble ciego y controlado, se evidenció una baja de peso del 10,6%
del peso inicial a las 12 semanas11.
516
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO DE LA OBESIDAD EN ADULTOS Bárbara Graf Lyng
8. Fármacos con nulo efecto en baja de peso o sin estudios que lo respalden1
Fucoxantina, garcinia cambogia, yohimbina, raspberry, goma guar, naranja amarga,
glucomanano, poroto blanco.
La decisión sobre qué fármaco elegir debe ser individualizada, considerando comorbi-
lidades médicas y psiquiátricas de cada paciente, así como el perfil de efectos adversos de
cada fármaco.
En el 2018, en la Declaración de la Sociedad de Endocrinología, se mostró una compara-
ción entre los distintos fármacos antiobesidad aprobados por la FDA que intenta responder
a esta pregunta (Tabla 3).
No hay criterios establecidos sobre cuándo discontinuar el uso de un fármaco anti-
obesidad; hay autores que plantean suspenderlos progresivamente, luego de lograr el
peso objetivo, pero otros consideran que al ser la obesidad una enfermedad crónica, su
utilización tiene que ser de por vida para prevenir reganancia de peso. Lo que sí está con-
sensuado es que se debe discontinuar en caso de presentar efectos adversos limitantes
y que su uso a largo plazo debe ser evaluado a los 3 meses y sólo deben continuar los
pacientes respondedores, es decir, los que han logrado una baja de peso del 3 al 5% del
peso corporal.
Tabla 3.
Modificado de Bray G. 1
517
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Conclusiones
El uso de fármacos antiobesidad ha intentado dar una solución a una patología que es
multifactorial, por lo que tiene que realizarse en forma concomitante con cambios en estilo
de vida y hábitos, de lo contrario, puede fomentar la atribución causal externa de algunos
pacientes, quienes buscan soluciones “mágicas” frente a un problema crónico asociado a
conductas. Por esto último, al prescribirlos, se recomienda evaluar y aterrizar las expectativas
de los pacientes en relación a su uso.
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518
PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO Capítulo 60
Introducción
La introducción del mindfulness en las intervenciones clínicas está siendo cada vez más
utilizada para abordar problemáticas relacionadas con la alimentación y el control del peso1.
Estas buscan mejorar la regulación emocional y la conciencia en los estados internos como
hambre y saciedad, dada las dificultades que presentan los pacientes con trastornos alimen-
tarios en interpretar dichas sensaciones2-5. La práctica de Mindful Eating ha demostrado
gran efectividad para el Trastorno por Atracón (TA)6, dado que permite generar una mayor
capacidad para abstenerse ante respuestas automáticas de atracón, junto con facilitar el
vínculo entre cuerpo y mente8-10.
Mindfulness
Mindfulness o atención plena implica prestar atención a las experiencias del momento
presente con una actitud de aceptación y conciencia, sin juicio8,10-13.
Las intervenciones basadas en la práctica del mindfulness tienen como objetivo trabajar
activamente los estados de la mente, por medio de la toma de conciencia y reconocimiento
de los pensamientos, emociones y sensaciones corporales14,15.
El mindfulness o atención plena incluye cinco facetas relativamente independientes:
observar, es decir, apreciar las experiencias sensoriales; describir, es decir, etiquetar objeti-
vamente las experiencias internas; actuar con conciencia, es decir, atender a las actividades
del momento presente; no juzgar, es decir, adoptar una postura no evaluativa hacia los
pensamientos y emociones; y la no reactividad, es decir, dejar a los pensamientos y senti-
mientos ir y venir sin quedar atrapado en ellos16.
Kabat Zinn11 fue quien introdujo el mindfulness en la psicología clínica, a través de la
implementación de terapias para aliviar el estrés, evidenciando que mindfulness como trata-
miento tiene efectos favorables en la disminución de síntomas de estrés, depresión17, ansie-
dad y pánico, después de 8 semanas de práctica sostenida18, junto con reducir sentimientos
de vacío y angustia10,20. Utilizándose, posteriormente, en terapias cognitivo-conductuales y
terapias basadas en la aceptación13.
En el contexto relacionado a la alimentación, las facetas del mindfulness de actuar con
conciencia, observar y la no reactividad, suelen ser relevantes frente a un trastorno de la
conducta alimentaria (TCA). Una mayor actuación con conciencia debería conducir a au-
mentar la conciencia de los procesos involucrados en elección de alimentos y disminución
del automatismo conductual respecto a la elección de alimentos21. Lo anterior se debe a
519
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
que, los síntomas del TCA son, en gran medida, impulsados por procesos automáticos22.
Los individuos que actúan con mayor conciencia pueden detenerse y pensar respecto a
sus acciones antes de continuar participando en conductas alimentarias maladaptativas23.
Adicionalmente, permitiría reconocer posibles factores desencadenantes de los comporta-
mientos alimentarios anómalos. La no reactividad permitiría al individuo desapegarse de
las vivencias emocionales al experimentarlas24, lo que disminuye la necesidad de usar los
síntomas del TCA para la regulación emocional.
520
ALIMENTACIÓN CONSCIENTE BASADA EN LA ATENCIÓN PLENA O MINDFUL EATING Marcela Gallegos y Susana Saravia
• Estrategias cognitivo-conductuales.
• Conocimientos de propiedades nutricionales.
• Desarrollar la sabiduría interna –aprendiendo a identificar las señales corporales, y
sabiduría externa– aprendiendo a seleccionar alimentos saludables.
• Tomar decisiones conscientes y detener el actuar en automático.
• Reconocer patrones de funcionamiento previos con la comida para poder modificar-
los.
• Adquirir técnicas para cambiar hábitos alimenticios y generar mayor autorregulación
de ansiedad y antojos.
La metodología es práctica-experiencial por medio de:
• Prácticas de mindfulness (atención plena).
• Prácticas específicas de mindfulness al proceso de alimentación (mindful eating).
• Asignación de prácticas y tareas semanales.
• Revisión de tareas y prácticas en las sesiones.
521
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
años, rango de edad de 25 a 62 años, y con un IMC promedio de 40 kg/m2, sin experiencia
previa en meditación. El programa consistió en 7 a 8 sesiones, presentando una variedad
de prácticas de meditación, incluyendo meditación de conciencia de respiración sentada,
“mini-meditaciones” y meditaciones de alimentación consciente, junto con múltiples
ejercicios de alimentación consciente. Estos pasaron de los alimentos más fáciles a los más
desafiantes. Los efectos del tratamiento fueron lo suficientemente consistentes como para
evaluar los efectos en todos los participantes. Durante el período de referencia de varias
semanas, las medidas de atracones por semana, depresión y problemas de alimentación
se mantuvieron estables, no obstante, mejoró significativamente durante el transcurso del
programa y continuó mejorando durante el período de seguimiento de seis semanas. Cabe
destacar que, el grado de mejora en estas variables está relacionado con el grado en que
las participantes informan el uso frecuente de las prácticas de meditación relacionadas con
la alimentación.
Los resultados hasta la fecha son alentadores. Las personas con y sin TA muestran
mejora significativa y pérdida de peso consistente. Todos los indicadores de alimentación
disruptiva y lucha con los alimentos evidencian mejora21,28, reportándose mayor sensibilidad
a las señales interoceptivas de hambre y saciedad, asociándose esto a disminución del co-
mer en respuesta a señales externas del entorno y comer emocional21,29. El entrenamiento
proporcionaría las habilidades para atender los sentimientos negativos y aceptarlos, en lugar
de actuar siguiendo el impulso de suprimirlos inmediatamente al comer, lo que finalmente
llevaría a una menor necesidad de comer emocionalmente30. En población con obesidad,
se ha demostrado disminución de comportamientos ocasionados por pensamientos y
emociones automáticas e impulsivas, existiendo una asociación positiva entre mindfulness y
restricción de la ingesta alimentaria7, lo cual resulta sumamente útil para promover mejores
conductas alimentarias y regulación del peso30. En esta línea, el mindful eating ha demos-
trado gran efectividad en el control de las conductas de atracón29, comer automático o
desatento, reducción de antojos de alimentos y control de porciones31. A su vez, facilitaría
el vínculo entre cuerpo-mente, y aumentaría el sentido de autocontrol de la alimentación
a raíz de mayor conciencia de los riesgos para la salud asociados a la sobre ingesta7. De
esta forma, esta sería una herramienta saludable para el control del peso, al responder a
señales corporales internas, por sobre estructuras de control externas que operan desde la
imposición, vigilancia y rigidez, teniendo un efecto a corto plazo21. Sin embargo, los resul-
tados de los estudios han mostrado que la práctica exclusiva de atención plena no afecta
la disminución del IMC (metaanálisis), aunque sí se observan variaciones en la alimentación
hacia una más saludable32.
Finalmente, en Chile recientemente, un estudio piloto evalúa los efectos del taller de
mindful eating en pacientes con TA. Los resultados reportan que, posterior al taller, dis-
minuyen significativamente el número de atracones al mes, así como la disfunción en el
área social, familiar y laboral. Además, se describen cambios en el aumento de conciencia,
reconocimiento cognitivo y emocional33,34.
Conclusiones
Intervenciones clínicas basadas en mindfulness están siendo cada vez más utilizadas
para tratar problemáticas alimentarias y de control del peso, evidenciándose mejoras en la
522
ALIMENTACIÓN CONSCIENTE BASADA EN LA ATENCIÓN PLENA O MINDFUL EATING Marcela Gallegos y Susana Saravia
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524
PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO Capítulo 61
Cirugía de la obesidad
Introducción
Pese a la vasta bibliografía sobre el tratamiento del paciente que padece obesidad (en
todas sus etapas) en Latinoamérica y en nuestro país, son acotadas las publicaciones que
avalen y adecúen las recomendaciones de guías internacionales a la realidad de la región,
especialmente en lo trascendental de un abordaje multidisciplinario y en la importancia del
manejo de esta patología como enfermedad crónica que requiere un manejo integral y de
por vida.
En el transcurso de la evaluación personalizada de cada paciente, es importante que
cada uno de los integrantes del equipo, tenga conocimiento acabado sobre cirugía de la
obesidad para poder identificar en quienes la indicación es beneficiosa y supera los costos,
para así instruir al paciente en los diferentes procedimientos bariátricos existentes en la
actualidad y, sobre cuál de ellos, es el más indicado para su patología y comorbilidades,
para que de esta manera el paciente pueda ser parte en la elección del procedimiento a
realizar y se empodere sobre su manejo multidisciplinario mediante la educación, lo que a
posterior, permitirá una mejor adherencia.
Para esto, la información debe ser clara, explicando cada procedimiento, sus beneficios
y limitaciones, además de los riegos que cada uno implica.
La cirugía bariátrica ha demostrado ser la herramienta más efectiva en el tratamiento
a largo plazo, tanto para el descenso de peso sostenido y perdurable, como de las comor-
bilidades asociadas1.
Estos resultados se consiguen siempre y cuando se realice un trabajo conjunto entre
todos los especialistas del equipo multidisciplinario2.
Este capítulo, dirigido a miembros del equipo multidisciplinario, tiene como objetivo
brindar una actualización de los procedimientos bariátricos existentes, y describir su correc-
ta indicación, luego de una evaluación conjunta de los profesionales que integran estos
equipos. A continuación, se describen los procedimientos más comúnmente usados en
nuestro medio.
525
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Indicaciones generales
Uso temporal del balón, IMC > 30 kg/m2, pacientes con súper obesidad para pérdida
de peso preoperatoria, paciente con alto riesgo quirúrgico o que no desean someterse a
cirugía4.
Una intervención temprana en aquellos pacientes con IMC ≥ 30 kg/m2 tiene como ob-
jetivo disminuir el posible desarrollo de comorbilidades asociadas a la obesidad y el riesgo
de mortalidad. Por lo que la indicación de BGI podría extenderse a aquellos pacientes con
sobrepeso (IMC < 30 kg/m2), que desean bajar de peso, pero que no lo consiguen a través
de los programas nutricionales o con farmacoterapia5.
Contraindicaciones generales
Cirugía gástrica previa, gastritis, úlceras, enfermedad de Crohn a nivel gástrico, hernia
hiatal > 5 cm, trastornos de la motilidad esofágica, enfermedad varicosa, masa gástrica,
embarazo, anomalías anatómicas que dificulten su colocación, alteraciones en la coagula-
ción, uso crónico de AINES o anticoagulantes, alcoholismo, abuso de drogas, enfermedades
cardiovasculares, pulmonares o cerebrovasculares, enfermedades psiquiátricas descompen-
sadas4.
Beneficios
Se presume que el BGI facilita la saciedad al ser una limitante para el consumo de
alimentos, disminuyendo el volumen intragástrico disponible y retrasando el vaciado del
estómago6.
Además, las señales transmitidas centralmente, a través del nervio vago por los recep-
tores de distensión gástrica activados, podrían afectar la saciedad6.
El BGI también puede actuar a través de diversos factores neurohormonales, provocando
control del apetito y del vaciado gástrico al influir en las hormonas intestinales y péptidos
como la grelina, leptina, colecistoquinina y el polipéptido pancreático7,8. Este dispositivo
puede desempeñar diversos papeles en el tratamiento de la obesidad como terapia preven-
tiva, terapia metabólica o terapia primaria9,10.
526
CIRUGÍA DE LA OBESIDAD María José Escaffi Fonseca y Alberto Sirabo Vieyra
Resultados
El más grande metaanálisis de Balón
Intragástrico Orbera®, reunió 6.845 pacien-
tes y mostró una pérdida del peso corporal
total (TBWL) de 13,1% a los 6 meses11. A
los 12 meses, 6 meses después de la ex-
tracción del balón, la TBWL fue de 11,1%
y la pérdida de exceso de peso (EWL) fue
del 25,4%. Las náuseas (33,7%), los vómi-
tos (29%), y el reflujo (18,3%), fueron los
eventos adversos más comunes. La tasa de
eliminación temprana fue de 7,5%. A pe-
sar de los buenos resultados demostrados
por múltiples estudios a corto y mediano
plazo, algunas publicaciones con segui-
miento a 5 años, luego de la extracción del
balón, han reportado una reganancia casi total del peso perdido12, por lo que este proce-
dimiento siempre debe estar acompañado de un equipo multidisciplinario. La resolución
de comorbilidades asociadas a la obesidad, fue evaluada en 143 pacientes obesos, a los
cuales se les colocó BGI, con un seguimiento a 12 meses. La incidencia del síndrome me-
tabólico disminuyó de 34,8% (antes de la colocación del balón) a 14,5%, en el momento
de la extracción; 13% a los 6 meses y 11,6% en el seguimiento a 1 año. La incidencia de
diabetes mellitus tipo 2, disminuyó de 32,6% a 20,9%, 22,5% y 21,3%, respectivamente.
Asimismo, la hiperuricemia (26,1%), hipertrigliceridemia (37,7%) e hipercolesterolemia
(33,4%) disminuyeron a 25,4%, 14,5% y 16,7%, respectivamente, en el momento de
la extracción; 25,9%, 15,2% y 16,7% en el seguimiento de 6 meses; y, 26,4%, 17,4% y
18,9%, en el seguimiento de 1 año13. La terapia con BGI incluso ha demostrado mejorar la
histología de la esteatohepatitis no alcohólica14.
Complicaciones
Los eventos adversos más comunes después de la colocación del balón Orbera® fueron
dolor (33,7%) y náuseas (29%)15. La incidencia de ERGE, úlceras gástricas y migración de
balón fue 18,3%, 2% y 1,4%, respectivamente. Los eventos adversos graves con balón
Orbera® son poco frecuentes, con prevalencias de obstrucción, perforación y necrosis del
intestino delgado de 0,3%, 0,1% y 0,08%, respectivamente15.
Elipse®
Es un dispositivo de BGI de uso temporal (4 meses). Su particularidad radica en que es
deglutible, autodegradable y de expulsión natural16,17. Para su colocación, no requiere de
ningún tipo de anestesia, ni endoscopía, ni hospitalización, sólo de un control radioscópico.
El paciente sólo deberá ingerir una cápsula que contiene el balón en su interior. Este se
encuentra recubierto por una fina capa de material vegetal, que al llegar al estómago se
digiere, el balón se libera y es llenado con 500 ml de solución fisiológica. Al cumplir los 4
meses, su válvula se digiere para vaciarse y excretarse de manera natural a través del tracto
digestivo16 (Figura 2).
527
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Resultados
Vantanasiri y col. analizaron en un metaanálisis los 6 estudios más importantes en
Elipse® (2013 pacientes)18. El IMC promedio oscilaba entre 30,6 y 36,2 kg/m2. El % medio
de TWL, luego de la eliminación del balón (4 meses), fue del 12,8% y a los 12 meses fue
de 10,9%19-21.
Machytka y col. publicaron una pérdida de peso del 10%; otros parámetros, incluido el
IMC, el nivel de hemoglobina glucosilada (HbA1c) y la presión arterial sistólica y diastólica,
mejoraron significativamente22. El evento adverso más común fue náuseas, que se presentó
en todos los pacientes, sin embargo, el 69,6% refirió resolución completa al tercer día. A
tres (2,2%) pacientes se les debió retirar de manera temprana el balón por intolerancia23.
Complicaciones
Con respecto a la seguridad del balón Elipse®, rara vez se observaron eventos adversos
graves y no hubo mortalidad. De 2.013 casos, sólo hubo un paciente que presentó perfora-
ción gástrica y requirió cirugía. Además, tres pacientes desarrollaron obstrucción del intes-
tino delgado. Sin embargo, los balones fueron exitosamente retirados sin complicaciones.
Los eventos adversos más frecuentes fueron náuseas, vómitos y dolor abdominal, que en
su mayoría se manejaron con éxito con medicamentos22.
Conclusiones
Los estudios han demostrado que los sistemas de balón intragástrico son un recurso
eficaz para la pérdida de peso en pacientes que sufren de obesidad (IMC de 30 a 40 kg/m2),
en comparación con la dieta y el ejercicio. Las limitaciones del balón incluyen una pérdida
de peso deficiente en hasta un 25%-40% de los pacientes, náuseas y vómitos en un 60%-
90%, e intolerancia que requiere una extracción temprana en el 2%-18% de los casos.
Teniendo en cuenta la existencia de un número importante de personas que padecen sobre-
peso u obesidad leve, que no califican para cirugía bariátrica, que han intentado múltiples
alternativas para perder peso sin obtener buenos resultados, como así también pacientes
que poseen riesgo elevado o tienen miedo de someterse a una intervención quirúrgica, el
dispositivo balón ha demostrado ser una herramienta efectiva y bienvenida por los cirujanos
bariátricos, y todo el equipo multidisciplinario, para el tratamiento de la obesidad, ya que
podría cubrir el rango de pacientes intermedios, entre un tratamiento médico/farmacológico
con escaso resultado y la invasividad de una cirugía bariátrica.
528
CIRUGÍA DE LA OBESIDAD María José Escaffi Fonseca y Alberto Sirabo Vieyra
Resultados
López-Nava y col. reportaron 248 pacientes (IMC promedio 37,8 ± 5,6 kg/m2) sometidos
a GE. La TBWL fue del 18,5% a los 24 meses26. Sartoretto y col. reportaron 112 pacientes
con un IMC de 37,9 ± 6,7 kg/m2). A los 6 meses, se observó una TBWL de 14,9% (corres-
pondiente a un % EWL de 50,3%)27. Del mismo modo, Sharaiha et al. reportaron en 91
pacientes (IMC promedio 38,6 ± 7,0 kg/m2) mejorías significativas en las comorbilidades,
con reducción de la hemoglobina A1C, la presión arterial sistólica, los triglicéridos y de la
alanina aminotransferasa28.
Complicaciones
Los eventos adversos más comunes fueron náuseas, vómitos y dolor abdominal. Otras
complicaciones sumamente infrecuentes fueron fístulas, colecciones perigástricas, hemo-
rragia digestiva alta, tromboembolismo venoso, neumotórax y neumoperitoneo28.
529
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Conclusión
Las terapias endoscópicas aplicadas al tratamiento de la obesidad continúan evolucio-
nando. Las mismas han demostrado un gran potencial en el descenso de peso y la mejoría
de las comorbilidades asociadas a la obesidad. Si bien las terapias endoscópicas son menos
invasivas, no están exentas de complicaciones, pero podrían ser herramientas potentes en
el contexto del manejo multidisciplinario de la obesidad.
530
CIRUGÍA DE LA OBESIDAD María José Escaffi Fonseca y Alberto Sirabo Vieyra
Mecanismo de acción
La LSG (o VSG) es una cirugía res-
trictiva, debido a que reduce el volumen
del estómago en un 80% (Figura 6).
Pero los resultados terapéuticos no sólo
corresponden a la disminución del volu-
men gástrico. Hay cambios hormonales
que modifican el metabolismo y, por lo
tanto, también el peso. Múltiples estu-
dios han demostrado que posterior a
LSG, los niveles plasmáticos de grelina
disminuyen significativamente en el
postoperatorio inmediato y permanecen
bajos durante los estudios de seguimien-
to a 5 años36,37.
Otro efecto molecular que está gene-
rando interés entre los investigadores, es
la interacción entre LSG y la circulación de ácidos biliares y la señalización de receptores Far-
senoid X (FXR)38. Se ha informado que los niveles de ácidos biliares circulantes son mayores
luego de LSG39. Esto tiene un impacto en la microbiota intestinal (Figura 7), contribuyendo
a los cambios que se han asociado con la pérdida de peso. El FXR, también conocido como
NR1H4, es un receptor nuclear que al unirse a los ácidos biliares, crea moléculas de señali-
zación que participan en la regulación de varios procesos metabólicos. Se ha sugerido que
estos procesos metabólicos tienen un gran impacto en la reducción de peso, posiblemente
más que la restricción del volumen del estómago39.
531
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Resultados
LSG cuenta con múltiples estudios a largo plazo que avalan sus resultados. Bohdjalian
y col. publican un seguimiento a 5 años con una pérdida del % EWL de 54,8 ± 6,940. Saif
et al., en su estudio con gran cantidad de pacientes “súper” obesos, mostraron un 58,5%
EWL a 1 año, 65,7% a 3 años y 48% a 5 años41. Van Rutte et al. concluyen que en 1.041
pacientes seguidos a 5 años, el porcentaje de % EWL fue de 69,3% a los 3 años, 70,5%
a los 4 años y 58,3% a los 5 años42. En cuanto a la LSG y su efecto en comorbilidades, la
remisión de la diabetes a 5 años fue del 66%, 50% para la hipertensión y 100% para la
hiperlipidemia43.
Complicaciones
La tasa reportada de complicaciones en LSG es del 4,3%, incluidas estenosis, fístulas y
peritonitis, con una mortalidad de 0,43%44. A pesar de la relativa simplicidad del procedi-
miento, no está exento de potenciales complicaciones a corto y largo plazo, las que varían
de 0,7% a 6% en diferentes series45,46. Alvarenga y col., en su gran serie, manifiesta un
3,8% de morbilidad a largo plazo, 5 casos de estenosis (0,49%) y 61 pacientes (6%) con
enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE)45, aunque la ERGE sería más bien un efecto
adverso de la cirugía y no una complicación en sí. La tasa de conversión a bypass gástrico
laparoscópico en Y de Roux (BPGYR) fue de 12 pacientes (1,25%), cinco de ellos (0,49%)
debido a ERGE, cuatro (0,43%) por reganancia de peso y tres (0,29%) por estenosis47.
Conclusión
LSG ha demostrado ser una operación segura, reproducible y efectiva, como procedi-
miento único para tratar la obesidad mórbida, con una tasa de éxito comparable con el
BPGYR, según algunos estudios43. Si bien se trata de una operación versátil, para la mayoría
de los pacientes será más que suficiente. Además, también puede ser la mejor primera
intervención en un programa escalonado, ya que puede ser posible de rehacer o conver-
tirse a BPGYR u otras técnicas, lo cual es parte de otra opción terapéutica llamada cirugía
revisional o de conversión42-45.
532
CIRUGÍA DE LA OBESIDAD María José Escaffi Fonseca y Alberto Sirabo Vieyra
Mecanismos de acción
El BPGYR ya no es considerado como un procedimiento netamente restrictivo y ma-
labsortivo, sino un procedimiento metabólico que implica una señalización compleja entre
el intestino-cerebro y cambios fisiológicos. El intestino tiene funciones endocrinas y meta-
bólicas que regulan el apetito, la saciedad, el peso y el metabolismo de la glucosa. Existe
una interacción compleja de mecanismos fisiológicos que incluyen: ingesta de alimentos,
preferencias de comida, malabsorción y gasto de energía.
Los pacientes sometidos a BPGYR, a pesar de la menor ingesta de alimentos, manifies-
tan una disminución del apetito y una mayor saciedad49,50. Esto se acompaña de una menor
fijación a los alimentos dulces y alimentos altos en calorías51,52. Estos hallazgos pueden
explicarse por cambios en las señales de retroalimentación del tracto gastrointestinal al
cerebro53.
El BPGYR produce cambios específicos en la morfología de la mucosa intestinal, como
la hipertrofia segmentaria del intestino delgado54-56. Los mecanismos para esto no están
claros, pero podría ser la combinación de una mayor liberación de GLP-2 de las células L
intestinales57. Existe, además, un incremento de la capacidad secretora hormonal del intes-
tino delgado, junto con la densidad de células L (liberando GLP-1, GLP-2 y PYY)56, con el
efecto anorexígeno secundario a estos cambios.
La grelina fue la primera hormona en estudiarse con respecto a la pérdida de peso
después de BPGYR. La grelina afecta la regulación de la glucosa, la motilidad intestinal y el
vaciado gástrico. Los estudios iniciales sugirieron que los niveles de grelina disminuyeron
después de BPGYR y se postuló que esto condujo a una reducción del hambre después de
BPGYR58. La respuesta de la hormona intestinal endógena a una comida aumenta después
de BPGYR, incluido el péptido 1 similar al glucagón (GLP-1), el péptido YY (PYY), la amilina
y la CCK (colecistoquinina)59. La leptina es una hormona adipoquina producida principal-
mente en el tejido adiposo y en la mucosa gástrica. Se sabe que la leptina es un supresor
del apetito y afecta el gasto de energía y la pérdida de peso a largo plazo. Los pacientes que
viven con obesidad, tienen niveles altos de leptina, los que descienden luego del BPGYR60.
533
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Durante el BPGYR, tanto las ramas gástricas ventrales como dorsales del nervio vago se
cortan, las que podrían desempeñar un papel en la saciedad61 y la reducción en la señali-
zación de las hormonas intestinales como la grelina62.
Está demostrado que después de BPGYR, la microbiota intestinal endógena cambia
significativamente, el cambio más evidente es el agrandamiento del tracto GI en longitud,
grosor, profundidad de las vellosidades y criptas, asociado al incremento del volumen de
la mucosa en la extremidad de Roux (Figura 9)55,63,64. Esto ocurre rápidamente (dentro de
los 14 días) después de BPGYR y se ha considerado como resultado del estrés físico en el
intestino, causado por el ingreso de nutrientes. El rápido crecimiento consume energía
extraída de la glucosa del propio tejido65,66. Otro factor que afecta a la microbiota son
los cambios a nivel de los ácidos biliares (BAs)67. Estos pueden autorregular su síntesis y
reabsorción intestinal a través de la modulación del receptor farnesoide X (FXR) y también
tienen relación con el control de la homeostasis de la glucosa, la función de las células
beta y el consumo de energía67. El aumento de los niveles plasmáticos de Bas, normaliza la
respuesta posprandial de BAs luego de la cirugía68. Por lo anterior, se cree que uno de los
grandes efectos beneficiosos de la cirugía bariátrica son alteraciones en el metabolismo de
los Bas69. La alteración en el flujo de los BAs causa efecto sobre los cambios en la microbio-
ta. La ausencia de tránsito de nutrientes y la disminución de la movilidad a nivel del yeyuno
proximal, conducen a un aumento en el número de bacterias70. Otro factor que afecta a la
microbiota es el cambio en el pH71.
Los “antojos” por alimentos dulces y ricos en grasas disminuyen después de BPGYR,
incluso un año después de la cirugía, y aumenta el consumo de frutas, verduras, proteínas
y alimentos bajos en grasas72,73.
Originalmente el BPGYR estaba destinado a provocar malabsorción de calorías. Sin
embargo, no lo hace, ya que la superficie total del intestino delgado es capaz de digerir y
absorber lo suficiente para prevenir esto54-56. Es probable que los cambios en el gasto de
Figura 9. Microbiota en
bypass gástrico en Y de Roux.
534
CIRUGÍA DE LA OBESIDAD María José Escaffi Fonseca y Alberto Sirabo Vieyra
Resultados
El BPGYR, además de la TBW, que puede llegar hasta el 25% (EWL del 68,2%)48, man-
tenido a largo plazo, produce una mejoría o resolución de las comorbilidades relacionadas
con la obesidad74.
Comorbilidades que mejoran: Diabetes mellitus tipo 2, dislipidemia, hipertensión, sín-
drome de apnea, hipoapnea obstructiva del sueño, dolor y función musculoesquelética,
ERGE, enfermedad del hígado graso no alcohólico, problemas de fertilidad, incontinencia
urinaria, posible reducción del riesgo oncológico, funcionamiento psicosocial.
Complicaciones
Las tasas de complicaciones después de BPGYR han disminuido significativamente gra-
cias a técnicas mejoradas, estandarizadas y con entrenamiento que aumenta la experiencia
de los cirujanos. El 4% de los pacientes tienen complicaciones tempranas que incluyen
sangrado, perforación, fugas75. El 15%-20% presentan complicaciones tardías que incluyen
obstrucción del intestino delgado, dolor abdominal o ulceración marginal76. Los pacientes
con bypass gástrico pueden presentar: déficit de vitamina B12 (70% de los pacientes)77,78,
de hierro (49%)79, de ácido fólico (35%), de calcio (hasta 10%) y vitamina D (50%)80.
Conclusión
El BPGYR es una técnica muy difundida y lo seguirá siendo, gracias a los excelentes
resultados demostrados en más de 60 años. Los mayores beneficios para el paciente, se
obtienen con protocolos estandarizados del equipo multidisciplinario. A diferencia de los
procedimientos de derivación intestinal, el BPGYR presenta menos diarrea y desnutrición
proteica. Sin embargo, la malabsorción de vitamina B12, hierro, ácido fólico, calcio y vita-
mina D requiere de soporte nutricional y un cuidadoso seguimiento de los pacientes.
Conclusiones
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Capítulo 62 PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
Introducción
Este capítulo entrega una breve revisión acerca de la obesidad desde la mirada de la
salud mental, el rol del psicólogo en su tratamiento y las estrategias terapéuticas más uti-
lizadas actualmente.
Es importante recordar que la obesidad es una enfermedad crónica y una patología
compleja, que requiere de un tratamiento interdisciplinario, equipos que trabajen de ma-
nera coordinada, proveyendo educación, herramientas adecuadas y acompañamiento de
largo plazo1.
540
COMPRENSIÓN E INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN LA OBESIDAD María José Leiva Velasco
• Salud mental: Las personas que sufren burlas o rechazo por su peso tienen mayor
prevalencia de depresión, baja autoestima, impulsividad y suicidalidad8.
• Ingesta: Los comentarios en torno al peso y figura, y las burlas aumentarían en un 75%
el consumo de alimentos de alto contenido calórico, así como la intensidad y frecuencia
de episodios de binge o atracones9.
• Actividad física: Los niños y adultos que sienten rechazo por su obesidad tienden a
evitar hacer actividad física o actividades recreativas que impliquen movimiento corpo-
ral4,5.
• Acceso a tratamiento: El estigma lleva a los pacientes a evitar consultar en centros de
salud, ya sea por experiencias previas de discriminación o rechazo, o por anticipar un
posible rechazo6.
Es, entonces, fundamental cambiar la mirada de la obesidad, transitar desde una mirada
estática, de rótulo, donde el paciente ES obeso, hacia una mirada de proceso, donde la
patología no es la identidad del paciente: pasar de SER obeso a VIVIR con obesidad. Este
cambio permite brindar al paciente una postura donde es posible empoderarse, pedir ayuda
y ser parte del proceso de tratamiento10.
La educación hacia los profesionales de la salud será importante también para generar
este cambio: cuidar el lenguaje con los pacientes y tener presente que es muy probable que
esa persona ya haya tenido alguna experiencia previa de rechazo o discriminación, pueden
ser puntos de partida.
Psicopatología en obesidad
541
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
a) Trastorno por atracón (TA): Aproximadamente el 30% de los pacientes con obesidad
va a presentar un TA26,27, el cual se caracteriza por: episodios recurrentes de comer en
un corto periodo de tiempo una cantidad de comida definitivamente mayor que la que
come la mayoría de la gente en ese mismo periodo de tiempo, con sensación de pér-
dida de control, hasta sentirse desagradablemente lleno, generalmente a solas y con
sentimientos de culpa luego de comer, sin conductas compensatorias28.
b) Síndrome de comedor nocturno (SCN): Se describe un 6%-16% de SCN en la población
obesa29 y un 27% en pacientes con obesidad que consultan para una cirugía bariátrica29.
Se caracteriza por anorexia matutina y consumo de al menos 50% del total de calorías
consumidas diariamente, después de la última comida del día. Presencia de este patrón
de comportamiento por un periodo de al menos tres meses28.
542
COMPRENSIÓN E INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN LA OBESIDAD María José Leiva Velasco
543
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
• Comer poniendo total atención a las emociones y señales corporales de hambre y sa-
ciedad.
• Evitar saltarse comidas.
• Parar de comer luego de sentirse satisfecho.
• Trabajar en estigma internalizado: bajar la culpa y mente crítica.
• Construir mirada de largo plazo con foco en autocuidado.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE II: OBESIDAD EN EL ADULTO
546
PARTE III: PREVENCIÓN
Introducción
La prevención de los TCA, tal y como se señala en los principales reportes de la lite-
ratura, debiera orientarse a aspectos genéricos que permitan la promoción de la salud
en general o la creación de actitudes positivas hacia ella, incorporando aspectos básicos
tales como el fortalecimiento de la autoestima, la formación básica en nutrición y/o la
lucha contra la presión mediática hacia un cuerpo femenino excesivamente delgado. Sin
embargo, existe una gran disparidad de elementos o características que conforman los
549
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
1. Prevención primaria
La prevención primaria en TCA tiene como objetivo limitar la incidencia de la enferme-
dad, mediante el control de las causas y la reducción de la exposición a factores de riesgo, o
mediante el aumento de factores protectores9. Para implementar las medidas de prevención
primaria, existen dos estrategias a menudo complementarias: la estrategia universal y la
estrategia selectiva. La estrategia universal es de tipo general y se dirige a toda la población,
mientras que la estrategia selectiva previene la incidencia de los TCA en la población con
mayor riesgo de padecerlos10. Sin embargo, la distinción entre los programas universales
y selectivos es a menudo borrosa. Por ejemplo, la mayoría de los programas universales se
centran exclusivamente en la población femenina, la cual es a su vez una subpoblación de
alto riesgo para la patología alimentaria14.
Los programas de prevención primaria en TCA pueden clasificarse dentro de 5 tipos:
1) psicoeducación; 2) alfabetización emocional; 3) técnicas de inducción y disonancia
cognitiva; 4) intervenciones focalizadas en eliminar los factores de riesgo y 5) técnicas
destinadas a fortalecer al participante3,10. Sin embargo, y dada la evidencia empírica, se
abordarán los tres primeros tipos de programas preventivos, por ser los que tienen me-
jores resultados.
550
PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD Constance Haemmerli Delucchi y Catalina Moore Infante
Yager & O´Dea20 sostienen que en la actualidad, lo más conveniente sería integrar la
alfabetización en medios con aquellos programas basados en la disonancia cognitiva, con
el fin de lograr cambios más duraderos.
En cuanto a los estudios y metaanálisis sobre los efectos de la prevención primaria en
TCA, la evidencia empírica sugiere que los programas universales producen efectos menos
relevantes a largo plazo en la reducción de los factores de riesgo y la incidencia de TCA,
que los programas selectivos9,21. Sin embargo, los programas universales que obtienen sig-
nificativamente mejores resultados en la reducción de los problemas de forma y peso, tanto
para mujeres como hombres, son aquellos que se basan en la alfabetización mediática22.
Una limitación importante que se desprende del metaanálisis sobre prevención univer-
sal, es la falta de homogeneidad en las metodologías usadas por los diferentes estudios al
evaluar la eficacia de dichos programas9. Otra razón que podría explicar los menores efec-
tos de los programas universales, es el hecho que las personas que presentan bajo riesgo
pueden tener menor margen de mejora, lo que se traduciría en efectos más pequeños o
efecto suelo14. Por ejemplo, es esperable que las mujeres sean más propensas a participar
en los programas de prevención que los hombres, por lo tanto, al hacer programas mixtos,
el que los hombres tengan menor riesgo de TCA, podría incidir en el menor impacto de la
intervención24.
Con respecto a los programas de prevención selectiva, diversos metaanálisis muestran
que estas intervenciones producen mayores efectos que aquellas con foco en la población
general9,13,21,23. Dentro de estos programas, las intervenciones con mayores resultados
sobre los factores de riesgo de los TCA, son la disonancia cognitiva, la Terapia Cognitiva-
Conductual y los programas de peso saludable, manteniéndose dicho efecto a los 18 meses
de seguimiento21. Este hallazgo es concordante también con el metaanálisis de Stice et al.25
y Le et al.22, cuyos resultados señalan que los programas de prevención selectiva basados
en la disonancia cognitiva, son los que tienen significativamente mayor impacto. Una razón
551
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
de que los programas selectivos tengan un mayor efecto, es que los participantes están
más motivados a participar, para reducir algunos factores de riesgo como la insatisfacción
corporal y/o el afecto negativo14.
2. Prevención secundaria
La prevención secundaria detecta tempranamente problemas emergentes o identifica
síntomas o signos de riesgo. Esta prevención va dirigida a disminuir la prevalencia, con un
diagnóstico temprano y un tratamiento eficaz. Dentro de este ámbito se encontraría la
prevención indicada, que tiene como objetivo reducir el riesgo en individuos identificados
con uno o más síntomas relacionados con el trastorno3.
Respecto a los efectos de los programas de prevención indicada, Watson et al.21 sostie-
nen que las conclusiones de los metaanálisis deben interpretarse con cautela, considerando
la existencia de solo ocho estudios. La Terapia Cognitivo-Conductual mostró los mejores
resultados, disminuyendo los factores de riesgo y los síntomas de TCA, efectos que se
mantuvieron a los 6 meses de seguimiento. Si bien hubo evidencia de otros enfoques de
prevención indicada, tales como la alfabetización mediática y la exposición al espejo, el
tamaño de las muestras fue pequeño, por lo que no se llegó a resultados concluyentes. Es
más, en el metaanálisis llevado a cabo en 2017 por Le et al.23, no se encontró que las inter-
venciones de prevención indicada fueran efectivas en reducir los factores de riesgo de TCA.
552
PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD Constance Haemmerli y Catalina Moore Infante
Por lo mismo, parece fundamental adaptar los programas de prevención a las caracte-
rísticas propias de la población que se quiere intervenir, en cuanto a edad, género, nivel de
riesgo, contenidos específicos, aproximación teórica que la sustenta y metodología, entre
otros9.
Con respecto a la edad de los participantes, diversos estudios señalan que los mayores
efectos se encuentran en programas aplicados a mujeres mayores de 15 años. Este hallazgo
puede deberse a que los programas resultan más eficaces cuando se implementan durante el
periodo de máximo riesgo para la aparición de un TCA, es decir, entre los 15 y 19 años. Por
otra parte, sujetos menores de 15 años tendrían una menor comprensión y capacidad para
aplicar los principios y las habilidades aprendidas a lo largo del programa, ya que aún esta-
rían desarrollando las habilidades de razonamiento abstracto. Por último, los individuos más
jóvenes, al tener menor riesgo de padecer TCA, tienen un menor margen de mejora. Esto
último se traduciría en un menor efecto de los programas, conocido como efecto suelo18.
En cuanto a la metodología de estos programas, Stice24 señala que las intervenciones
interactivas, que permiten aplicar los conocimientos que se imparten, muestran mejores
resultados. Esto se debería en parte a que este formato ayuda a que los participantes se
involucren con el contenido del programa, lo que facilita la adquisición de habilidades y el
cambio de actitud.
En cuanto al lugar donde se realizan los programas, las escuelas han sido el escenario
favorito para el trabajo de prevención, ya que proporcionan el acceso a la mayoría de
niños y adolescentes, y son ampliamente reconocidas como sitios adecuados para prevenir
los TCA20. Si bien los profesores podrían ser excelentes agentes en la aplicación de estos
programas, la investigación señala que las intervenciones llevadas a cabo por expertos, son
más eficaces que aquellas llevadas a cabo por otros profesionales14.
Por último, en cuanto a la duración de estos programas, las investigaciones muestran
que las intervenciones multisesión, que suelen incluir al menos tres sesiones una vez a la
semana, permiten a los participantes reflexionar sobre el material del programa entre se-
siones, maximizando así la internalización de la intervención18.
Un estudio sobre la eficacia de programas preventivos para TCA en población adoles-
cente, en el periodo comprendido entre los años 2010 y 2015, concuerda con los hallazgos
expuestos anteriormente. Los programas aquí analizados, contenían elementos educa-
cionales e interactivos, el número de sesiones era reducido (entre dos y nueve), y existían
componentes comunes tales como reflexión individual, visión de videos, discusión en grupos
y role playing. Entre los contenidos más frecuentes se encontraba la alimentación saludable,
el ideal de belleza actual, el ejercicio, la importancia del pensamiento y el manejo de las
emociones. Todos mostraron ser eficaces para mejorar las variables estudiadas, principal-
mente la imagen corporal y la autoestima28.
Por último, se describirán brevemente algunos programas que se aplican hoy en día y
que han probado tener buenos resultados.
Body Project
Programa de prevención primaria creado por el equipo de Eric Stice, basado en la
disonancia cognitiva. En dicho programa los participantes critican activamente el ideal de
delgadez de manera verbal, escrita y mediante ejercicios conductuales. Tiene una duración
de 3 o 4 sesiones y ha demostrado reducir el riesgo de TCA, incluso a tres años de segui-
miento13,15,25,29.
553
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
PriMa
Es un programa escolar alemán para la promoción de la salud y la prevención primaria
de AN, que Berger et al.30 impartieron en 92 escuelas a 1.553 mujeres preadolescentes
en 2007 y 2008. Los resultados señalan que dicha intervención incrementa los factores
de protección relacionados con la AN, aumentando significativamente el conocimiento
de dicha patología y mejorando la autoestima, pero no logra efectos significativos en la
reducción de riesgo de TCA30,31.
MABIC
Programa de prevención universal, basado en el modelo cognitivo-social32, la alfabetiza-
ción mediática y la disonancia cognitiva, que incluye además información sobre nutrición. El
nombre del proyecto, alude a cuatro factores de riesgo de una alimentación desordenada
(M: medios de comunicación; A: alimentación alterada; B: burlas relacionadas con el peso;
e IC: insatisfacción corporal). Tiene una duración de 8 sesiones y está orientado a alumnos
de secundaria. Sus efectos más significativos tienen que ver con la reducción de las dietas
y de las comidas desordenadas, así como la disminución de la interiorización de mensajes
mediáticos. Sin embargo, no tiene efectos significativos en la insatisfacción corporal33.
Mindfulness
Programa de prevención primaria basado en las técnicas del mindfulness, con la fi-
nalidad de reducir el riesgo de aparición de los TCA. Atkinson y Wade35, señalan que los
participantes de dicho programa reducen significativamente la preocupación por el peso y
la figura corporal y no se observan diferencias significativas al comparar el efecto de dicho
554
PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD Constance Haemmerli y Catalina Moore Infante
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PARTE II: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD Capítulo 64
Prevención en obesidad
557
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
Por otra parte, incorporar a la familia supone un grado de dificultad adicional, especial-
mente si se requiere asistencia directa a sesiones de formación y psicoeducación12. Lograr
que los padres se motiven por asistir a las reuniones y perseveren en ello, es todo un desa-
fío. Se ha visto que entregar información sobre el estado de salud de sus hijos y sobre cómo
promoverla, aumentaría la asistencia a las sesiones14.
Sin embargo, la evidencia de la efectividad de la incorporación de los padres a los
programas de prevención es poco concluyente y requiere mayor análisis2,12. Los estudios
muestran efectos favorables, pero pequeños en el IMC y aumento de la actividad física,
siendo los cambios en la conducta nutricional de menor peso. Esto último se atribuye a
que los cambios en los hábitos alimenticios requiere intervenciones de larga duración para
ser exitosos10,12. Asimismo, se ha visto que junto con hacer intervenciones más extensas
en el tiempo (entre uno y cuatro años), éstas deben abordar variados componentes (dieta,
actividad física, conducta sedentaria), ya que la evidencia señala que estos comportamientos
tienden a agruparse y actuar en conjunto. Abordar uno solo, no necesariamente llevaría a
un estilo de vida saludable7,8,12.
Para lograr una mayor efectividad en las intervenciones, es importante también prestar
especial atención a los grupos de riesgo, en este caso, a los padres de niños con sobrepeso
u obesidad. Puede ocurrir que los niños saludables se beneficien más de las intervenciones
realizadas en las escuelas, que los niños de alto riesgo, por lo que se sugiere programar in-
tervenciones más intensivas para dichas poblaciones12. Esto plantea la importancia de reali-
zar diagnósticos previos de las circunstancias demográficas, culturales y ambientales locales,
que permitan diseñar estrategias interventivas selectivas para los grupos particulares, y que
respondan de manera congruente a las necesidades del contexto donde serán aplicadas15,16.
La evidencia muestra que las intervenciones en que se ha abordado de manera selectiva
a los padres de población en riesgo, como el programa Healthy Dads, Healthy Kids, han
sido efectivas en mejorar el IMC o los comportamientos saludables de los hijos12,14. Este
programa, por medio del involucramiento y compromiso parental, busca ayudar a padres
con sobrepeso a ser modelos de conducta saludable para sus hijos, lo cual sería una ma-
nera de asegurar que las intervenciones realizadas en la escuela sean luego mantenidas y
reforzadas en el entorno familiar14. Los comportamientos y las prácticas del niño en relación
con su alimentación y actividad deportiva, están mediados por la interacción de éste con su
entorno más próximo, esto es, los padres. Por lo tanto, las modificaciones en sus hábitos
no se producen en forma aislada, sino en relación al ambiente en que se desenvuelve17.
Otro ámbito a considerar al intentar prevenir la obesidad a nivel escolar, es incluir modi-
ficaciones en el tipo de alimentos disponibles en la escuela. Se han observado mejoras en las
conductas saludables, como la ingesta de alimentos y la reducción significativa en el consu-
mo de bebidas y alimentos no saludables, al implementar políticas educativas al respecto11.
Esto fortalecería la evidencia sobre la importancia de manejar variables del entorno escolar.
Por otra parte, la evidencia señala que los programas tienen mayor efectividad cuando
son dirigidos a adolescentes versus niños, y a mujeres versus hombres2. Los adolescentes
pueden comprender mejor el material de trabajo y tener mayor control sobre la elección de
los alimentos y la actividad física2. En el caso de las mujeres, se plantea que éstas son más
sensibles a las presiones sociales para ajustarse a un ideal de belleza delgado, lo que las
haría más receptivas a las intervenciones que promueven el control de peso. Esto sugiere
nuevamente la importancia de la prevención selectiva y el desafío de diseñar programas
diferenciados para cada población objetivo y para diferentes etapas de la vida2.
558
PREVENCIÓN EN OBESIDAD Constance Haemmerli Delucchi y Catalina Moore Infante
A nivel nacional, el año 2013 se creó el “Sistema Elige Vivir Sano”, cuya coordinación
está en manos del Ministerio de Desarrollo Social. Este sistema se fundamenta en 4 pilares
básicos: alimentación saludable, actividad física, vivir en familia y vida al aire libre21. En
conjunto con la Asociación de Municipalidades de Chile, se realizó la Ordenanza Municipal
Elige Vivir Sano, que promueve y fomenta hábitos de vida saludable entre los habitantes
de las 346 comunas de Chile21.
Como parte del Sistema Elige Vivir Sano, la Junaeb desarrolló el Plan Contra la Obesi-
dad Estudiantil-Contrapeso, iniciativa que desde marzo de 2017 comenzó a aplicarse de
manera integral y gradual en las escuelas públicas de todo Chile. Éste considera mejoras
en la alimentación escolar, promoción de más actividad física y educación en hábitos de
vida saludable22. Entre las iniciativas están el cambio de ingredientes en las preparaciones
entregadas por la Junaeb en su Programa de Alimentación Escolar (PAE), aumentando la
frecuencia de frutas y verduras, bajando el azúcar de la dieta y eliminando los alimentos
con alto contenido graso21.
El año 2016 entró en vigencia la nueva ley sobre Composición de los Alimentos y su
Publicidad. Actualmente se está llevando a cabo una evaluación integral de esta política
pública, con académicos del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) y
de distintas universidades nacionales y extranjeras23.
Respecto a las intervenciones realizadas, el impacto es deficiente en disminuir los índices
de obesidad, sin embargo, hay algunos resultados específicos que son esperanzadores. El
559
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
560
PREVENCIÓN EN OBESIDAD Constance Haemmerli y Catalina Moore Infante
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PARTE II: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD Capítulo 65
Prevención integrada
563
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
zado a acercar posturas y reconocer los posibles beneficios que podrían derivarse de una
aproximación integrada de la prevención8-10. Dichos autores están adoptando una nueva
aproximación a lo que se ha llamado el espectro de problemas asociados con la alimenta-
ción y el peso, lo que se fundamenta en razones empíricas y prácticas3,10.
Las razones empíricas aluden a lo mencionado anteriormente, respecto a que la obe-
sidad y los trastornos alimentarios no serían mutuamente excluyentes, sino que más bien
pueden ocurrir de manera simultánea, o en algunos casos migrar de un problema a otro a
lo largo del tiempo3,5. La evidencia muestra que la insatisfacción corporal y la preocupación
por el peso, pueden llevar a hacer dietas y otras conductas compensatorias poco saludables,
lo que a su vez podría conducir, posteriormente, a una sobrealimentación y ganancia de
peso5,7.
Niños y adolescentes son expuestos a mensajes contradictorios acerca de la comida y
el peso, tanto por parte de los medios como de sus familias. Por un lado, se los expone a
ingerir gran cantidad de alimentos e hipercalóricos y, por otro, se promueve un ideal de
delgadez extremo3. Tanto la obesidad, como los TCA y las prácticas no saludables para
bajar de peso, son cultivadas en un mismo ambiente cultural, que inhibe el desarrollo de
hábitos saludables de alimentación y actividad física, y no promueve el respeto por la di-
versidad, formas corporales3. A pesar de este contexto socioambiental común, obesidad y
TCA son tratados como problemas distintos, con diferentes causas y formas de prevención
e intervención3.
Las razones prácticas apuntan a la incoherencia entre estos mensajes, con un posible
efecto iatrogénico al hacer prevención por separado. En el caso de la obesidad, los mensajes
se focalizan principalmente en bajar de peso, restringir la ingesta de ciertos alimentos y
aumentar el ejercicio. Esto pudiera producir efectos contraproducentes, como un aumento
de la estigmatización de la obesidad, padres que inducen a sus hijos a hacer dieta o uso
de conductas de control de peso poco saludables por parte de niños o adolescentes3,5,11.
Es así como, las estrategias usadas en la prevención del sobrepeso u obesidad pudieran,
sin intención, generar una preocupación excesiva por estos temas y favorecer el desarrollo
de un TCA.
En el caso de los TCA, los mensajes de los especialistas se focalizan en la aceptación
del propio cuerpo, la evitación de las dietas restrictivas y la no existencia de los alimentos
prohibidos5. Estas estrategias de prevención podrían disminuir la motivación por tener un
estilo de vida saludable y actuar como una licencia para subir de peso3. Sin embargo, estos
efectos son aún controversiales, y no han sido debidamente evaluados ni probados5.
Otra razón práctica para realizar prevención conjunta, apunta a aspectos económicos.
Es más costo-efectivo intervenir de manera integrada que hacerlo por separado, dado que
significa un ahorro considerable en términos de tiempo, costos de capacitación y materiales
para la implementación3,5.
Esto nos lleva a pensar en la necesidad de diseñar e implementar intervenciones que
aborden los factores de riesgo compartidos, que llevan a una determinada población a pa-
decer dichos problemas8. Por otra parte, los esfuerzos recientes apuntan a incorporar una
ideología de promoción de vida saludable, donde adquiere gran relevancia la comprensión
de los factores protectores que aumentan las capacidades de los jóvenes para responder
a los desafíos de su entorno1,8. Asimismo, es relevante considerar la interacción entre los
factores de riesgo y protectores al momento de realizar una intervención, aspectos que
suelen ser estudiados por separado12.
564
PREVENCIÓN INTEGRADA Constance Haemmerli Delucchi y Catalina Moore Infante
Factores individuales
Dentro de estos factores resulta muy relevante la preocupación por el peso que presen-
ten los individuos, ya que éste sería un factor de riesgo para conductas no saludables de
control del peso, como vómitos, píldoras para adelgazar, laxantes y diuréticos, así como el
seguimiento de dietas restrictivas4,5.
Por otra parte, diversos estudios sostienen que el seguimiento de dietas restrictivas
es uno de los principales gatillantes para desarrollar un TCA, lo que también puede
aumentar el riesgo de atracones y aumento ponderal con el tiempo4,5,14. El hacer dieta,
con el objetivo de disminuir la ingesta calórica para bajar de peso, o limitar la ingesta
de ciertos tipos de alimentos para controlar el aumento ponderal o mejorar la salud,
es una práctica común, especialmente en adolescentes mujeres. Sin embargo, el hacer
dieta tempranamente es una conducta de riesgo tanto para la obesidad como para
otros trastornos alimentarios6,15. Aunque las dietas restrictivas que se realizan por un
período acotado de tiempo pueden resultar en baja de peso inicial, diversos estudios
sugieren que a largo plazo no sólo son inefectivas, sino que pueden promover el au-
mento de éste16.
Por último, dentro de los factores individuales compartidos, se encuentra la insatisfac-
ción corporal, entendiendo que las preocupaciones por el peso y la figura están íntima-
mente ligadas a la falta de satisfacción con el propio cuerpo. Esta insatisfacción predeciría
la aparición de conductas de alimentación anómalas, como una manera de controlar el
peso y la figura5,6,17.
De forma alarmante, la insatisfacción con el cuerpo es prevalente incluso desde la niñez
y preadolescencia, estimando que hasta un 71,4% de los adolescentes de ambos sexos, se
encuentra insatisfecho con su propio cuerpo18. Entre los factores individuales que se rela-
cionan con la insatisfacción corporal, López et al.6 mencionan una baja autoestima, afecto
negativo como ansiedad y depresión, perfeccionismo, eventos de vida adversos, y el tamaño
corporal. Todo esto mediado por las burlas, la apariencia y el peso.
En cuanto a los jóvenes con sobrepeso u obesidad, los estudios señalan que tienen un
mayor riesgo de insatisfacción corporal y afecto negativo, lo que a su vez puede conllevar
a prácticas alimentarias restrictivas como hacer dieta y/o evitar el consumo de alimentos,
en un esfuerzo por lograr el “ideal delgado”16,19-21. Asimismo, el empeoramiento del fun-
cionamiento psicosocial en este grupo, a partir de síntomas relacionados con la depresión,
565
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
Factores sociales
Dentro de estos factores destacan los medios de comunicación y la interiorización de
los mensajes e imágenes que éstos transmiten4,5,14, los ideales de belleza, la discriminación
por el peso, los mensajes mediáticos relacionados con la alimentación4,5 y el fat talk. La
exposición a los medios de comunicación masiva, aumenta el riesgo de comportamientos
poco saludables para controlar el peso, a través de su efecto negativo en la imagen corpo-
566
PREVENCIÓN INTEGRADA Constance Haemmerli Delucchi y Catalina Moore Infante
ral. Asimismo, puede aumentar el riesgo de obesidad a través del fomento de conductas
sedentarias y la promoción de alimentos ricos en calorías27.
Respecto al fat talk, éste es definido como las conversaciones en relación al peso y la
figura corporal, sostenidas generalmente entre mujeres6. Existe suficiente evidencia sobre la
relación entre éste y un incremento de la insatisfacción corporal a largo plazo, de las con-
ductas no saludables para el control de peso y de síntomas de TCA, lo que indirectamente
conduce a un aumento de peso en el tiempo6,28.
De este modo, las evidencias empíricas indican de manera consistente la existencia
de nexos de unión entre los TCA y la obesidad. El solapamiento de distintos factores de
riesgo y factores asociados entre ambas problemáticas, confirma la necesidad de tener en
cuenta dichos nexos en programas tanto de prevención primaria como secundaria. En el
primero de los casos, podría facilitar la detección precoz de problemáticas relacionadas
con la alimentación y el peso en poblaciones especialmente susceptibles y/o de riesgo. En
el segundo de los casos, ayudaría a diseñar programas de tratamiento, en los cuales se
contemplen situaciones comórbidas y/o previas relacionadas con el peso, por la influencia
negativa que puedan suponer en el pronóstico de estos pacientes26.
En síntesis, de acuerdo a la literatura revisada, los factores de riesgo compartidos más
relevantes entre la obesidad y los TCA serían hacer dieta, insatisfacción corporal, burlas en
relación al peso, fat talk, presión mediática e internalización de ideales de belleza21,29,30.
Ámbito individual
Al parecer, el apoyo a un estilo de vida que se base en una alimentación saludable y en
actividad física, versus en el peso por sí mismo, puede resultar más eficaz para disminuir la
alta prevalencia de jóvenes con sobrepeso o la excesiva preocupación por la figura4.
Estas intervenciones debieran incluir la promoción de una imagen corporal positiva, la
aceptación de la diversidad de formas y cuerpos, y reducir la estigmatización de la obesi-
dad. Esto supone, de acuerdo a Russell-Mayhew1, incluir el factor salud mental, dado que
la autoestima y la eficacia personal jugarían un papel muy importante en la mantención
de un peso saludable.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
Ámbito socioambiental
Irvin & Neumark-Sztainer3 señalan que el medio ambiente está siendo cada vez más
dañino en términos de promover ideales de delgadez extrema y a la vez promover el
consumo desregulado de alimentos altamente calóricos y poco saludables. El foco de los
programas de prevención debiera estar en modificar los factores que moldean nuestro
medio ambiente físico y social. Esto es, trabajar con los padres para frenar los comen-
tarios que generan insatisfacción corporal (fat talk) y con los pares para evitar las burlas
relacionadas con el peso4.
Asimismo, se debiera incluir a los profesores, los profesionales de la salud, la industria
de la moda, los periodistas y las políticas de gobierno. En esta misma línea, Russell-Mayhew1
plantea que la prevención debe moverse desde lo individual a lo comunitario, es decir,
entrar a las escuelas y crear políticas públicas saludables que permitan a las personas poner
el foco en la salud y bienestar, más que en el peso y la apariencia.
Debiera considerar, además, el uso de los medios, al ser éstos promotores de sedenta-
rismo, ideales de belleza física inalcanzables y consumo de alimentos poco saludables. La
alfabetización mediática, como estrategia de prevención de problemas relacionados con
el peso, aparece como una herramienta promisoria, que apunta a desarrollar habilidades
para evaluar críticamente los medios y la información que en ellos se transmite, cuestionar
los contenidos y reflexionar respecto a cuán realistas son las imágenes presentadas12. Un
metaanálisis realizado por Le et al.31, concluyó que en el caso de la prevención universal de
TCA, la alfabetización mediática fue el único método de intervención efectivo en reducir
los factores de riesgo de TCA, en adolescentes hombres y mujeres.
568
PREVENCIÓN INTEGRADA Constance Haemmerli Delucchi y Catalina Moore Infante
Respecto a los programas cuyo objetivo ha sido abordar de manera integrada ambas
problemáticas, uno que ha logrado efectos positivos tanto en obesidad como en TCA, es
el Planet Health. Éste fue diseñado para promover la alimentación saludable, la actividad
física y reducir el tiempo frente al televisor. Es un programa costo-efectivo, a ser aplicado a
nivel escolar, y dirigido selectivamente a mujeres entre 10 y 14 años. Un estudio de Austin
et al.35, mostró que luego de 2 años de aplicación del Planet Health, se logró disminuir a la
mitad las conductas como vómitos, uso de laxantes y píldoras para adelgazar, mostrando
efectividad en reducir tanto la obesidad como los métodos no saludables para el control
del peso.
Healthy Weight es otro programa integrado de prevención, que en distintos estudios
ha mostrado su eficacia en reducir de manera significativa los factores de riesgo de TCA y
obesidad33,34,36-38. Éste consiste en una intervención en mujeres con problemas de imagen
corporal, las que hacen cambios graduales en su estilo de vida, logrando un balance entre
la ingesta y el gasto energético. Dicho programa ha mostrado ser especialmente efectivo en
disminuir la ganancia de peso, reducir la aparición de trastornos por atracón y las conductas
compensatorias33. Un estudio de Shaw et al.38, concluye que al agregar actividades de di-
sonancia cognitiva, los efectos del Healthy Weight en el control del peso son aún mayores,
así como en la reducción de los síntomas de TCA.
Asimismo, Healthy Buddies es un novedoso programa de promoción de la salud para
escuelas básicas. Se basa en la enseñanza de pares, en que alumnos de 4º a 7º básico
actúan como profesores de los niños menores. El contenido del programa, realizado en
21 sesiones durante el año escolar, apunta a tres componentes principales de una vida
saludable: ser físicamente activo, alimentarse de manera sana y tener una imagen corporal
positiva39. La enseñanza de pares puede ser un medio eficiente y fácil de promover estilos
de vida saludables desde kinder hasta 7º año básico, sin embargo, faltan estudios que
avalen dicha propuesta39.
Por otra parte, el programa New Moves fue desarrollado para intervenir selectivamente
con adolescentes mujeres, por ser quienes presentan mayores factores de riesgo en el
amplio espectro de los problemas relacionados con el peso8. Éste tiene por objetivo pro-
porcionar un entorno que ayude a las niñas a sentirse bien con ellas mismas, motivarse
por realizar actividad física y alimentarse de manera saludable. Se basa en la teoría socio-
cognitiva, enfocándose en los factores personales, socioambientales y comportamentales8.
No obstante lo anterior, los programas integrados son escasos, y es necesario seguir
perfeccionándolos para facilitar el desarrollo de intervenciones duales cada vez más efecti-
vas38. Un estudio realizado por Shaw et al.38, respecto a la percepción de dichos programas
por parte de sus usuarios, sugiere que éstos debieran incluir interacción grupal sistemática,
tanto dentro como fuera de las sesiones, para generar mayor cohesión, soporte y ayuda
mutua en el logro de las metas. Asimismo, señala la importancia de establecer objetivos
comunes entre los participantes e incluir información sobre comida saludable y ejercicio.
Existen por tanto, numerosos desafíos a enfrentar al intentar hacer prevención conjunta
dado que, aun cuando se visualizan semejanzas entre ambas problemáticas, también se
aprecian diferencias en sus objetivos y enfoques, en especial cuando existe un diagnóstico
establecido. Irvin & Neumark-Sztainer3 sugieren que la prevención integrada sería más
indicada en prevención primaria, con personas aún asintomáticas, en tanto, Stice et al.34
señalan que debiera ponerse especial atención a la prevención de grupos de riesgo, como
mujeres jóvenes con problemas de imagen corporal.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARTE III: PREVENCIÓN EN TCA Y OBESIDAD
A nivel nacional, las autoras no cuentan con información respecto a programas que
aborden ambas problemáticas de manera conjunta. Este es un ámbito que requiere de la
voluntad y coordinación de todos los profesionales que trabajan dentro del espectro de los
problemas asociados a la alimentación y el peso. Supone generar una alianza para trabajar
en conjunto sobre una temática más amplia, que desvíe el foco tradicionalmente puesto en
el peso, hacia el bienestar y los estilos de vida saludable1. Se requiere para ello crear equipos
interprofesionales diversos, que aborden estos problemas en toda su complejidad y donde
cada uno aporte desde su propio saber y experticia1.
En síntesis, se abre un campo de acción promisorio y novedoso, que permite abordar
de manera más efectiva y eficiente la problemática expuesta. Tal enfoque integrado podría
tener ventajas en términos de rentabilidad, practicidad y consistencia de los mensajes de
salud pública5. Se requiere, sin embargo, mayor investigación que permita contar con evi-
dencia empírica respecto a los beneficios y efectividad de una intervención conjunta en el
amplio rango de estas problemáticas.
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