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Las mamás y la ciencia

Continuamente escuchamos que si con tal programa nacional, se aplica correctamente, lograremos que el número de científicos
en nuestro país aumente.

Para mí, la cosa no empieza en los programas o proyectos del país, empieza en las casas. Y no sólo me refiero a la formación
de científicos, también a la formación de futbolistas, pintores o políticos. El ámbito familiar es tan importante en el desarrollo de
los niños y jóvenes que los marca de por vida.

Indudablemente las mamás, son parte importante en el buen desarrollo de las potencialidades de sus pequeños. La labor de las
madres es fundamental en todo el proceso de éxito, llevarlos a la escuela, supervisar las tareas, apoyarlos emocionalmente,
brindarles amor, mostrarles respeto e interés.

Pero, ¿qué puedo hacer si a mi hijo si le gusta la ciencia? ¡Y si me pide de cumpleaños un juego de química Mi Alegría!

Definitivamente, el único camino a seguir es apoyarlo y alentar sus inquietudes. Ahora que, no debemos olvidar que los niños
curiosos y de espíritu investigador siempre tienen cientos de preguntas… y debemos prepararnos. ¿Mamá, por qué el Greñas
(que es el perro, no el vecino de al lado) siempre tiene la boca abierta y jadea? ¿Tiene sed? ¿Oye ma, cuando los changos del
zoológico de Chapultepec se hagan hombres van a gritar que los dejen salir?

Lo siento, pero así son los niños, y aunque siempre podremos encontrar algún tío o amigo que los pueda orientar, no
encontraría mayor alegría un niño, que si su mamá contesta a sus preguntas… o por lo menos, muestra interés.

Pero no nos asustemos, las mamás son las mejores maestras del mundo, y como toda maestra debe prepararse.

Si a mi hijo le interesa la música, es bueno buscarle un maestro o una clase… pero si además yo me intereso también por la
música, y aprendo e investigo, estará estimulado continuamente. Que si le gusta la química, pues ni modo, a sentarnos con
ellos a seguir los experimentos del juego de química. No se imaginan cuantos chicos nunca pasan del experimento tres del
manual, porque no encontraron el apoyo necesario… y acaban utilizando sus juegos de química sólo para revolver las
sustancias.

En alguna ocasión conocí a una mamá que después de acostar a sus hijos, dedicaba una hora a investigar sobre alguna de las
dudas del día, y nunca olvidaré a mi mamá que se sentó conmigo (tal vez con todo el asco del mundo) a ayudarme con la
disección de la rana del juego “Naturaleza” de Mi Alegría.

Los niños son investigadores innatos. Desde que nacen, quieren conocer todo. Tratan de tomar las cosas, olerlas, morderlas,
aventarlas, experimentan en todo momento. Son, lo que podríamos llamar, el modelo ideal para aprendiz de científico, son
curiosos, entusiastas, activos, incansables, creativos y siempre ávidos por aprender.

Sin embargo, seguramente sin proponérnoslo, nos las hemos arreglado para ir acabando poco a poco con muchas de estas
virtudes. Nuestros sistemas educativos son represivos: tú te sientas y yo estoy parado, yo hablo y tu escribes, yo estoy bien y tu
estás mal. Y nuestro propio vínculo familiar funciona muchas veces de manera similar: te sientas, te callas, come, duérmete.

Les heredamos nuestros prejuicios y nuestros miedos sin darnos cuenta y todo esto se refleja muchas veces hasta que llegan a
la adolescencia cuando vemos jóvenes apagados y sin fuerzas, que sólo quieren jugar Nintendo y ver televisión, que carecen
totalmente de iniciativa y le temen tanto al fracaso que prefieren no hacer nada para no fracasar nunca.

¿Acaso podemos imaginar algo más lamentable que un adolescente que dice que “está aburrido”?

Mamás, perdamos el miedo, olvidemos nuestros temores por un momento, nunca ha habido mejor laboratorio que las cocinas,
apoyemos a nuestros hijos investigadores, ellos se los van a agradecer.

HECHO:
Isaac Asimov, uno de los más grandes ensayistas científicos y extraordinario divulgador de la ciencia, define a los “niños genio”
como: “Niño común y corriente, visto a través de los ojos de sus padres y abuelos”.

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