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El conocimiento y la felicidad
Antonio Acevedo Linares
08/11/2018 - 05:35
Desde los clásicos griegos el conocimiento es una virtud que contribuye a la obtención de
la felicidad porque realiza la naturaleza humana en una búsqueda permanente para
hacerla más humana y para hacer más humano el mundo en el que se vive. Los griegos
llamaban a la felicidad eudaimonìa y la usaban para expresar bienestar, felicidad, buena
fortuna, abundancia. Era consideraba por los filósofos como el mayor bien, “eu” que
significa bien y “daimòn” que significa divinidad, y al asociarse a las divinidades malignas
derivó hacia nuestra palabra “demonio” (eudaimòn) quien lleva un buen espíritu o quien
tiene buen ánimo o quien es un dios bueno.1 Un regalo de los dioses consideraban los
griegos a la felicidad como resultado de una vida de bien.
El hombre no es feliz por naturaleza sino que debe buscar la felicidad también en el
conocimiento porque el conocimiento también lo realiza como ser humano. Hay quienes
buscan la felicidad en el dinero y en la obtención de las cosas materiales pero ellas no la
dan, a lo sumo se obtiene confort pero no la felicidad. La felicidad es algo más que tener
una vida confortable. La felicidad es un estado más íntimo del hombre que tiene que ver
con la realización de su espíritu y de su intelecto.
2-. El filósofo inglés John Stuart Mill afirmaba que la dignidad del ser humano está en
nuestra inclinación al conocimiento, la satisfacción de los deseos intelectuales y que no
debemos renunciar a este tipo de placer aunque parezca que no nos hace tan felices como
la permanencia en la ignorancia, ya que la felicidad que nos depara, no siendo igualmente
intensa, puede calificarse como más humana.
3-. Con esto no pretende insinuar que haya hombres sean más que otros o más digno de
serlo por el mero hecho de saber más.
4-. Como seres humanos que somos, dice Mill, deberíamos renunciar al cúmulo de
placeres primarios por los intelectuales, pues aún siendo estos más difíciles de satisfacer y
más lenta su culminación, son beneficiosos, según el principio de utilidad, por otorgar una
felicidad mayor.
5-. Las religiones señalan que la felicidad solo se logra en la unión con Dios, que no es
posible ser feliz sin esta comunión, la felicidad como obtención definitiva de la plenitud,
pero la felicidad de las religiones está concebida para alcanzarla después de la muerte.
Aristóteles, por su parte, señala que la felicidad es el fin último, el bien supremo, pero que
es difícil definirla y describirla.
La creación de una ética para la felicidad debe ser viable en la medida en que nadie
puede ser feliz de cualquier manera, pasando por encima de los demás y excluyendo al
otro y condenándolo a la marginación. Ya no es posible pensar con seriedad las
condiciones de la felicidad sin las condiciones de la justicia, es preciso reconstruir el
sentido que pueda tener una ética de la felicidad desde la posibilidad real de una vida
humana digna para todos.
7-. La ética del conocimiento está en la transparencia de pensar honradamente, sin robarle
nada a nadie, pero reconociendo la sabiduría del conocimiento universal, con el que es
imprescindible contar a la hora de pensar. El conocimiento tiene la propiedad fundamental
de enseñar a pensar, ese debe ser su propósito y su razón de ser, enseñar a pensar para
crear nuevos conocimientos y para que cumpla su función social en la sociedad. La función
social del conocimiento está en la virtud de formar antes que deformar, formar para la vida
y para la profesión que se ejerce, es lo que se ha denominado una educación integral,
formar personas y profesionales altamente competentes.
La búsqueda de la felicidad es una búsqueda permanente del hombre aunque a veces nos
extraviamos en esa búsqueda porque creemos encontrarla en las cosas más superficiales o
banales, sin saber que está a nuestro alcance también en el conocimiento que tiene el
saber, porque no hemos hecho del conocimiento nuestro proyecto de vida, y hacer del
conocimiento nuestro proyecto de vida es una de las facultades de la lucidez.
La educación superior debe proponerse educar para la lucidez y no sólo para el mercado
laboral, tener esa sola visión es reducirla a una educación alienada. La universidad no
educa para la felicidad y mucho menos para la lucidez, ese debe ser el propósito sin
embargo de un nuevo modelo de educador, alguien que eduque para la lucidez y no sea
sólo transmisor de información, que es en lo que se ha convertido el conocimiento en
muchas universidades. La creación de nuevos conocimientos en la reflexión o análisis
teóricos desde las ciencias humanas, que se traduce en la investigación, son proyectos que
se deben tener si queremos hacer universidad, y se hace universidad si se crean líneas de
investigación y se fortalecen los departamentos de humanidades para formar individuos
antes que burócratas, en un aporte al desarrollo social e intelectual de la nación. El
conocimiento debe realizarse en los individuos para que los individuos lo realicen en la
práctica social, que sería el escenario donde también contribuya al desarrollo social para
una existencia feliz.
Volviendo sobre la visión de la felicidad en los griegos, la felicidad que los griegos
llamaban sabiduría no es una felicidad que se obtiene a base de diversiones o ilusiones
sino que se obtiene en relación con la verdad, esto es, una felicidad verdadera, porque el
conocimiento propicia la verdad de las cosas y sus universos. La filosofía como búsqueda
del conocimiento, como amor al conocimiento, es el mayor grado de sabiduría que el
hombre obtiene, y en la sabiduría se reconoce la felicidad del hombre. Los griegos
tuvieron la osadía de pensar la felicidad como también muchos escritores y filósofos
contemporáneos. Albert Camus afirmaba que no hay que avergonzarse de ser feliz, porque
la felicidad consiste en una lucha implacable contra el miedo, aunque Michel Foucault
afirmará que la felicidad no existe y menos aún la felicidad de los hombres. Los filósofos
modernos, como Nietzsche, afirmaba que el hombre no es concebido para la felicidad,
sino que está siempre destinado a sufrir.
La felicidad que el conocimiento nos propicia tiene la virtud de hacernos sentir más
seguros de sí mismos, de no sentirnos indefensos frente a la vida, en tanto que un hombre
sin conocimientos es un hombre indefenso que no tiene como hacerle frente. Los
conocimientos no son necesariamente la obtención de los títulos académicos pero son
también una vía para adquirirlos. En la era de la globalización el conocimiento está más a
nuestro alcance a través de la biblioteca universal que es la Internet. El libro no será
reemplazado por esta nueva tecnología sino que lo enriquecerá y lo hará llega más lejos a
través de las autopistas de la red en donde la información y el conocimiento será más
accesible y su creación tendrá un carácter más universal, democrático y participativo. En la
red podemos descubrir también el amor, la recreación, la cultura, y aparte de la
información y el conocimiento, también habrá lugar para descubrir la felicidad. El físico y
cosmólogo Stephen Hawking afirmó que el gran enemigo del conocimiento no es la
ignorancia, sino la ilusión del conocimiento, esto quiere decir que mientras no se cree un
conocimiento verdadero no alcanzaremos tampoco una felicidad verdadera, y viviremos en
la ilusión de un conocimiento que no nos sirve para la vida, y menos aún para la felicidad.
REFERENCIAS
4 Ibíd., Pàg,1
5. Ibib,1 Pàg,1
6. Mario Roberto Morales. Sólo el conocimiento crítico de cómo funciona el sistema puede
darnos el necesario espacio de libertad de conciencia, Art. La Ventana, Portal informativo
de la Casa de las Américas, 2007