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Lectura 2

LA FELICIDAD

1. La idea de felicidad en la antigüedad griega


La felicidad es un tema central de la Psicología Positiva y, quizás, detenta el más alto
número de publicaciones entre las áreas de trabajo que integran este nuevo enfoque
psicológico; atrajo la atención de distinguidos psicólogos antes de que se constituyera
formalmente la psicología positiva. Aunque la investigación científica sobre la felicidad es
reciente, la reflexión filosófica en torno a ella se remonta a la antigüedad clásica del
mundo griego y ha continuado a través de los siglos. Se ha buscado descubrir lo que es,
a que orden de bienes corresponde, si es connatural o no al ser humano y, también, que
bienes hacen la felicidad de la gente.

En el mundo griego surgió el eudemonismo, doctrina muy difundida que sostuvo que el
fin del hombre es la felicidad, que es su propio bien y el bien supremo. Para Sócrates,
“todo hombre quiere necesariamente su mayor bien o su verdadera felicidad, como fin
general de sus actos” (Fouillée, 1942, tomo I, p. 143). Aristóteles afirmo que ser feliz era el
fin natural de la existencia humana y que todo ser humano aspira a poseer. Esta suerte
de determinismo moral llevo a plantear la necesidad de escoger los medios para llegar a
la felicidad y ser buenos. En este problema han trabajado filósofos antiguos y
contemporáneos, a ellos se sumaron en recientes décadas algunos psicólogos que han
desarrollado psicoterapias para hacer feliz al ser humano o para aumentar su felicidad.

La felicidad o vida feliz, que los griegos llamaron eudaimonía, siempre ha tenido singular
valor como objetivo de vida para una gran mayoría de seres humanos; la buscan, se
esfuerzan por alcanzarla, y a menudo la idealizan al punto que la perciben lejana y
esquiva. Todos sabemos lo que es, o cuando menos la imaginamos; no obstante,
fracasamos cuando nos preguntan ¿Qué es?; es decir, cuando nos piden que
ofrezcamos una definición esencial de ella. En lo que sigue vamos a revisar las ideas
filosóficas en torno a la felicidad según Sócrates, Platón, Aristóteles y Epicuro.

Platón en su dialogo Filebo o del placer, plantea la pregunta: ¿en que consiste la felicidad
del hombre? Filebo responde en el placer, Sócrates sostuvo en la sabiduría. Filebo llamaba
bien al placer perfecto y pleno. Los dialogantes, Sócrates y Protarco, examinan el placer
y la sabiduría, buscan determinar cuál de los dos encierra el soberano bien, si esta fuera
de la sabiduría y el placer, o en la reunión de ambos. La experiencia y la reflexión, sostiene
Sócrates, demuestran que el placer por si solo es incapaz de dar felicidad. ¿Qué hombre
se considera dichoso en medio de los placeres, viviendo sin inteligencia y sin ciencia de
ninguna clase? El placer por sí solo no se basta para la vida feliz, porque la intensidad del
placer puede provocar dolor, entonces el placer no constituye el soberano bien. Algo
similar puede decirse de la sabiduría porque reducida a la inteligencia y a las ciencias
ningún hombre se consideraría dichoso sin placeres de alguna clase. Por tanto, la
sabiduría, por si sola, tampoco constituye la felicidad. Si la felicidad no está en el placer
por sí solo, ni en la sabiduría por sola, puede estar en una mezcla de ambas. El examen
lleva a preguntar, ¿Cuál de los dos predomina o aporta más a la vida feliz y puede ser la
causa mayor? Filebo sostiene la superioridad del placer, Sócrates esta por la sabiduría,
porque la inteligencia tiene más afinidad con la felicidad, el placer no tiene el derecho
a aspirar al primer ni al segundo puesto, lo relega al quinto lugar. Sócrates infiere que la
sabiduría tiene un lazo más íntimo con el bien que con el placer, por ello ubica la

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inteligencia y la sabiduría como tercer bien (Platón, 1962). Y no podría ser de otra manera,
porque Sócrates, racionalista por excelencia, equipara el saber y la virtud y la razón no
son contradictorias; sin razonamiento, el descubrimiento de lo que es justo, bueno y
virtuoso sería imposible. Conocemos la felicidad mediante el razonamiento, ella es
primordialmente interior, no goce de cosas externas (Ferreter Mora, 1969).

Platón (1962) ofrece otra fase de la indagación sobre la felicidad en La Republica o el


Estado, habla de una felicidad pública o de todos los ciudadanos, que complementa la
idea de felicidad individual. Busca formar un estado dichoso en el que la felicidad no sea
patrimonio de un pequeño número de ciudadanos, sino común a toda la sociedad; un
Estado que repose en la justicia, principio del bien y orden de la sociedad y de los
ciudadanos. En la justicia está comprendida la beneficencia porque hay que hacer el
bien a todos, que es el principio de la filantropía; cuando el Estado se haya robustecido
y este bien administrado todos participaran de la felicidad publica, unos más que otros,
según la calidad de su empleo.

Platón analiza la relación entre justicia y la felilcidad en el marco de la administración del


Estado. Observa que el hombre justo es prudente y hábil; contrariamente, el injusto es
egoísta y soberbio que bajo la máscara engañosa de la justicia se divertirá, se
enriquecerá, se pondrá por encima de todo y de todos, hará bien a sus amigos y mal a
sus enemigos. ¿Qué puede faltarle al déspota para ser más feliz que el justo, a menudo
condenado a una vida triste?, ¿Significa esto que la injusticia hace feliz al hombre? La
apología de Adimanto sobre la injusticia es sólida y vigorosa. Sin embargo, el más dichoso
de los hombres siempre será el más justo y el tirano será el más desgraciado. La condición
del hombre justo y virtuoso sobrepasa tanto en felicidad a la del malvado e injusto.

El pensamiento de Platón sobre la felicidad pública y el Estado dichoso, corresponde a


ideas que actualmente se debaten en los medios académicos y en los círculos políticos
internaciones, que buscan superar la pobreza y lograr el bienestar general. O, en otros
términos, establecer Estados democráticos de bienestar social.

Aristóteles aborda el tema de la felicidad en su Ética, conocida también como Ética a


Nicómaco, hijo del autor quien difundió después de la muerte de su padre, inicia su
examen a partir de considerar que toda acción humana tiende hacia un bien y como
hay muchas acciones sus bienes son también muchos. Sin embargo, habrá un bien
supremo que es aquello a quien tienden todas las personas lo apetecemos en si y no a
otro; queda claro que este debe ser el bien principal para el hombre. En su búsqueda de
este bien supremo encuentra que tanto para la gente corriente como para las personas
educadas y refinadas este bien es la felicidad (Aristóteles, 1979).

Observa el estagirita que la gente difiere respecto de lo que es la felicidad, la gente vulgar
identifica el supremo bien o felicidad con el placer y la riqueza, a esto se debe que amen
la vida gozosa; la riqueza tampoco es la felicidad o bien supremo, es útil pero en relaciona
otras cosas, aunque contribuye a la felicidad con el honor, pero el hombre que busca el
honor procura verse honrado por los hombres de prudencia y entre los que le conocen;
por tanto, la virtud vale más que el honor. Al parecer, los objetos mencionados son, más
bien, medios para alcanzar un fin.

A estas alturas de su reflexión, Aristóteles se pregunta, ¿Qué es lo que puede ser el bien
supremo? Sera aquello por cuya razón se hace todo. En medicina la salud, en
arquitectura una casa, y en todo acto y propósito será el fin, porque todos los hombres
hacen lo que hacen a causa del fin que buscan; por ende, hay un fin para todo cuanto
efectuamos, este será el bien que podamos conseguir por medio del hecho. Por eso,

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señala Aristóteles, “llamamos fin sin restricción, a lo que es siempre deseable en sí y nunca
a causa de otra cosa” (Aristóteles, 1979, p. 166). La felicidad reúne esta peculiaridad, es
a lo que siempre tendemos por sí mismo y nunca motivados por otra cosa; en tanto que
el dinero, la salud, el honor, la inteligencia las necesitamos motivados por la felicidad,
juzgando que mediante ellas seremos felices, son únicamente medios instrumentales pero
no son la causa de la felicidad.

Si la felicidad es algo final que se basta a sí mismo es autosuficiencia o autarquía


(autarkes). La autarquía es un estado en el que cuando estamos felices sentimos que
nada nos falta, que no tenemos necesidad de otra cosa, y que la felicidad es la más
perecible de las cosas. Por tanto, la felicidad es algo final y autosuficiente, siendo el fin de
los actos realizados y por realizar. La autarquía en el sentido aristotélico no significa
posesión de bienes materiales suficientes para vivir, sea para una persona o para una
familia, no significa aislamiento porque el hombre es un ser social. El concepto de
autarquía, según algunas escuelas socráticas y helenísticas, era una de las condiciones
para conseguir el estado de eudaimonía o felicidad, que significa tranquilidad, paz
espiritual y la liberación de toda inquietud. Sin embargo, como aquel estado de plena
quietud podía ser alterado por el deseo de las cosas externas que no pueden alcanzarse
sin esfuerzo y sinsabor, “se recomendaba, en la medida de lo posible, el desasimiento de
los bienes externos y el atenerse únicamente a lo que estuviera en manos del sujeto. De
este modo se conseguía el gobierno de sí mismo o autosuficiencia”. (Ferrater Mora, 1969,
p. 159).

En su examen de la felicidad. Aristóteles observa que es una actividad racional del alma,
siendo natural que este acto sea conforme a virtud más elevada. Este acto es el
pensamiento y la contemplación, el ejercicio de la sabiduría y la ciencia; por tanto, la
felicidad perfecta puede ser considerada como una especie de contemplación, por esto
resalta la vida intelectual y contemplativa (Aristóteles, 2001, p. 277). Cree el estagirita que
el placer debe mezclarse con la felicidad, y de todos los actos que son conforme con la
virtud el que más agrada es el ejercicio de la sabiduría y de la ciencia. La felicidad
perfecta es pues un acto de contemplación pura, siendo los seres más dichosos aquellos
que son capaces de reflexionar y de contemplar no indirectamente sino por efecto de la
contemplación misma. Implícitamente se alude a los filósofos, pues los placeres que
proporciona la filosofía son admirables por su pureza y por su certidumbre, esta es la
causa, señala Aristóteles, por la cual la filosofía procura más felicidad que buscar la
ciencia. Los actos de contemplación mencionados son proporcionados por la
inteligencia y la reflexión, a ellos se suma la contemplación religiosa de Dios la cual
proporciona mayor grado de felicidad que todos los demás actos de contemplación.
Aristoteles termina afirmando que los seres más capaces de reflexionar y de contemplar
son igualmente los mas dichosos. Por esto, la felicidad perfecta es un acto de
contemplación pura (Aristóteles, 2001, pp. 276, 277).

La felciidad, para Aristoteles, no es pasiva porque seria vida vegetativa; la ubica entre los
actos de la actividad humana y que conscientemente eligen un objetivo, es un acto
voluntario e intencional, que lleva en si preferencia reflexiva que conducen a una
finalidad, resalta la posesión del bien. Cita la inscripción de Delos, que dice: “Lo mas noble
es lo mas justo, y lo mejor es la salud. Lo mas placentero es alcanzar lo que apetecemos”.
Los que alcanzan la victoria y logran cosas nobles y buenas en la vida, su vida es
agradable, son felices; la posesión del bien anhelado hace la felicidad del hombre. “para
todos los hombres es agradable aquello que se dice es objeto de su agrado” y “la
felicidad es lo mas noble y más agradable que existe en el mundo” (Aristoteles,
1979,p.172)

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Sostiene Aristóteles, la felicidad no puede ser completa sin bienes exteriores, es imposible
o por lo menos no es fácil hacer el bien cuando estamos privados de todo, puesto que
para muchas cosas es indispensable la riqueza. Recuerda una frase de Solón que define
al hombre dichoso en los siguientes términos: “es el que, medianamente provisto de
bienes exteriores, sabe ejecutar acciones nobles y vivir con templanza y modestia”.
Aristóteles arguye, “que impide declarar feliz a quien obra conforme a la virtud perfecta
y que está provisto, demás, suficientemente de bienes exteriores, y todo esto no durante
un tiempo cualquiera, sino durante una vida completa (Aristóteles, 1979, p. 177). Se
muestra en este pasaje un pensador realista, sostiene que para ser feliz debe disponerse
de bienes exteriores que permitan dedicarse a la vida contemplativa y satisfacer las
propias necesidades, porque un hombre que vive en la miseria jamás podrá ser feliz”.

Aristóteles señala una nota de cierta intemporalidad de la vida feliz, a partir de definición
que “la felicidad es una actividad virtuosa del alma” y que este atributo, la virtud,
pertenecerá al hombre feliz. Para el estagirita, no hay función del hombre que posea más
permanencia como las actividades virtuosas, y la de más valor son más duraderas. Por
ello, sostiene, “la felicidad es algo permanente y que no varía fácilmente en manera
alguna; el hombre feliz será feliz mediante su vida”. Así, nunca será desgraciado, podrá
ocurrirle algún revés y grandes desgracias, pero recobrara su felicidad en breve tiempo.
Afirma que, un periodo corto de tiempo, no hace a un hombre dichoso y feliz, así como
una sola golondrina no hace verano (Aristóteles, 1979, pp. 165-170). El problema es
deslindar si la felicidad es una virtud.

Un tema muy actual en la psicología de la felicidad es planteado por Aristóteles. ¿Es la


felicidad un efecto del azar o efecto de algún favor divino; es posible aprender a ser
dichosos, vale decir, la felicidad puede aprenderse por medio de ciertos hábitos? Al
parecer, la felicidad no depende del azar ni de la suerte, ni es un obsequio ni beneficio
divino. La obtenemos mediante un largo aprendizaje por la práctica de la virtud, no por
eso deja de ser una de las cosas más divinas de nuestro mundo. De esta manera, la
felicidad es accesible a todos, “no hay hombre a quien no sea posible alcanzar la
felicidad mediante ciertos estudio, a menos que la naturaleza lo haya hecho
completamente incapaz de toda virtud” (Aristóteles, 2001, p. 30). Vale mas conquistar la
felicidad que obtenerla por simple azar, así es como el hombre puede llegar a ser feliz.
Para nuestro filósofo, la felicidad se puede aprender, es lo que actualmente se está
haciendo con programas de intervención para mejorarla o adquirirla. Señala Aristóteles
que para mantener la felicidad aprendida será necesario practicarla, porque las cosas
después de haberlas aprendido, las establecemos practicándolas. Asi se conservara la
felicidad toda la vida y la persona podrá soportar los infortunios que a menudo trae la
vida (Aristóteles, 2001).

El último filósofo de la antigüedad clásica de quien vamos a examinar sus ideas sobre la
felicidad es Epicuro. Su tesis fundamental considera que el placer es el principio y
culminación de la vida feliz, de él partimos para toda elección y rechazo y a él llegamos
juzgando todo bien con la sensación como norma. Sostiene que el placer es el bien
primero, connatural a nosotros; es un bien por su conformidad con la naturaleza. Cuando
Epicuro afirma que el placer es principio y fin de la vida no se refiere a los placeres
disolutos, alude a no sufrir dolor en el cuerpo ni perturbación en el alma; por eso, debe
supeditarse toda elección de deseos a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma.
Porque esto es la culminación de la vida feliz. La prudencia, indica Epicuro en su Carta a
Meneceo, enseña que no es posible vivir feliz sin vivir sensata, honesta y justamente. En
una de sus Máximas capitales escribió: “limitar la magnitud de los placeres es la
eliminación de todo dolor” (Epicuro, 2001). La prudencia, en efecto, dispone que la razón

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práctica discierna en toda circunstancia el verdadero bien y elija los medios rectos para
realizarlos. La prudencia es la regla recta de la acción.

La felicidad se consigue en el estado de autarquía y a través de ella la ataraxia, que


permite alcanzar la supresión de los estados de desosiego, de ansiedad, de temor, de
dolor y preocupación que llevan al placer sereno y duradero, material y espiritual que es
la felicidad. Epicuro identifica y busca eliminar las fuentes que generan los estados
negativos en el hombre; la primera de estas fuentes es el temor a los dioses en los
individuos extremadamente piadosos, argumenta que los dioses existen, son buenos, pero
son seres demasiado alejados de nosotros los humanos, no se preocupan de nuestras
vicisitudes, son indiferentes al destino humano por lo que no tiene sentido temerles. El
segundo es el temor a la muerte, temor que considera un sin sentido, puesto que todo
bien y todo mal residan en la sensibilidad, y la muerte no es otra cosa que la perdida de
sensibilidad. Sostiene que “la muerte no es nada presente y, cuando la muerte está
presente, entonces ya no somos nosotros” (Epicuro, 2001).

A diferencia de platón y de Aristóteles, que exaltaron la política, Epicuro aconseja huir de


ella pues conlleva daño y destrucción de la vida dichosa. Aristóteles y Epicuro coinciden
en la importancia de la amistad en la vida de relación. Para el primero, la amistad es una
de las virtudes en que se basa la sociedad, es uno de los bienes de los cuales se nutre la
sabiduría, la cultivo en su Jardín, que así se denominó su escuela donde se reunía un gran
número de discípulos o, mejor dicho, grupo de amigos donde la amistad entre el maestro
y los discípulos era muy estrecha. El Jardín era una sociedad de amigos.

El placer que busca Epicuro no solo es el placer material, como le atribuyen sus críticos, lo
placeres que propone Epicuro son materiales, los que se relacionan con las necesidades
naturales, sea el hambre, el sexo, el placer del vientre o de la buena comida; y espirituales,
como el placer intelectual y el afectivo. Por ello, habla de la ausencia de sufrimientos
para el cuerpo y ausencia de inquietudes para el alma, para alcanzar una vida feliz.
Valora como placer fundamental la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor. Epicuro
proclama que el bien mayor es el “placer estable”, el placer reposado, la tranquilidad
absoluta, que es una cualidad positiva. El hombre sabio no debe suprimir los placeres de
los sentidos, del gusto, oído, tacto, de la vista, sino subordinarlos al bienestar físico y
espiritual. Si se rechazan todas las sensaciones no habrá ningún patrón para medir las que
son beneficiosas. Según Ferreter Mora” (1969, p. 538) “el eje de la doctrina epicúrea es la
ética, basada en la concepción del carácter positivo del placer sereno y duradero,
material y espiritual, y en la clasificación y equilibrio de los placeres”.

La doctrina de Epicuro ha sido duramente criticada y hasta menospreciada por exaltar


el placer y los sentidos. Su desenfado sensualismo y hedonismo ha sido objeto de ataques
de posturas idealistas y racionalistas de genero similar. Sin embargo, ¿acaso no es un
estado placentero y una sublime experiencia estética escuchar los bellos Nocturnos de
Chopin; la Sinfonía Nº 9, Coral, de Beethoven, con su bello himno a la Alegría. O,
contemplar el fresco de la Capilla Sixtina, la Creación de Hombre, obra de belleza
sorprendente de Miguel Angel. La crítica sostiene que el hedonismo busca el objeto que
proporciona el placer y no el placer en si mismo. Mutatis mutandis, es la Coral la que
proporciona placer estético en tanto la escuchamos, y no la Coral en sí misma. En uno de
sus fragmentos dice Epicuro: “también las virtudes se eligen por el placer, y no por sí
mismas, como la medicina por la salud” (Epicuro, op. cit., p. 79). El debate en torno a que
si las cosas tiene valor “en sí mismo”, que su valor depende del sujeto valorante, o que es
condicionado por las circunstancias reales, son problemas que escapan a la presente
exposición.

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2. El enfoque psicológico de la felicidad

No obstante que la felicidad es un antiguo tema tratado in extenso por la filosofía, no


solamente en la antigüedad clásica, sino también en el medioevo, el renacimiento y en
tiempos modernos; solamente en décadas muy recientes, antes de terminar el siglo XX,
algunos psicólogos adelantados empezaron a abordar el tema de la felicidad desde una
perspectiva científica de la psicología. La World Database of Happiness, WDH, (base mundial
de datos sobre la felicidad), establecida en la Erasmus University Rotterdam, Holanda, ha
reportado que entre 1971- 1980 aparecieron 811, y entre 1981- 1990 se publicaron 1336
investigaciones. La cantidad de estudios ha ido creciendo, publicándose actualmente en
diversas revista de psicología y economía, un extenso número de artículos sobre felicidad o
bienestar subjetivo (subjetive well-being) términos que se utilizan en forma intercambiable. El
marcado interés que ha cobrado la investigación actual de la felicidad se refleja en la
aparición, el año 2000, de la revista especializa Journal of Happiness Studies. El entusiasmo por
el tema ha llevado a considerar la felicidad o “bienestar subjetivo”, como la ciencia del nuevo
milenio. Pero la felicidad ha rebasado las fronteras de la psicología, ha atraído la atención
de economistas, sociólogos y políticos que ven en ella no solo un problema personal sino
también colectivo y, por ende, debe ser abordado mediante políticas de bienestar público;
vale decir, hacer países de ciudadanos felices, tal como lo intuyo idealmente platón en su
Republica.

La investigación actual de la felicidad es sumamente amplia y variada. La World Database of


Happiness (WDH), a la que seguimos en este apartado, ha analizado la bibliografía de los
trabajos sobre felicidad y los ha clasificado en los siguientes rubros:
1.Disciplinas (ramas del saber que estudian la felicidad), distingue: estudios filosóficos, de
ciencia sociales, y ciencias médicas;
2.Materias o tópicos: comprende Conceptos de felicidad; Mediciones (medidas de felicidad
y métodos de medición); determinantes (indagan por condiciones y procesos causales de la
felicidad y correlaciones con otras variables); consecuencias (por ejemplo, una apreciación
positiva de la vida ayuda a una buena salud y responde conducta social); y Creencias y
Valores sobre la Felicidad (estudios acerca de lo que la gente piensa acerca de la felicidad
y como la evalúa como meta).

Una segunda clasificación de los estudios sobre felicidad, obedece principalmente a la


técnica de investigación, se distingue tres grupos:
1. Estudios teóricos, se caracterizan por tener amplia base de especulación teórica, sin
verificación empírica.
2. Estudios empíricos, comprende trabajos que tienen como características principales
efectuar evaluaciones empíricas de la felicidad. Estos estudios también incluyen aspectos
teóricos. En razón a sus variantes metodológicas, la WDH distingue cuatro tipos de estudios
empíricos: longitudinales, experimentales, trans-culturales, y de meta-análisis. A estos debe
sumarse los trabajos correlaciónales que son abundantes.
3. Revisión de la literatura, son estudios que informan sobre el estado actual de la investigación
de un particular problema de la felicidad, de una teoría o de la acción de alguna variable
determinante.

Finalmente, la clasificación por materias, que reúne 17 principales categorías: 1. Conceptos


de felicidad; 2. Medición de la felicidad; 3.indicadores; 4.teorias de la felicidad; 5.felicidad y
sociedad; 6.felicidad y estatus social; 7.felicidad e intimidad; 8.felicidad y recursos personales;
9.feliciddad y estilos de vida; 10.felicidad y metas/aspiraciones; 11.felilcidad y valores /
actitudes; 12.felicidad y apreciaciones; 13.felicidad e historia de vida; 14.felicidad y grupos
de edad; 15.sociologia de las ideas de felicidad; 16.filosofiaa de la felicidad; 17.estudios
especiales de felicidad (Veenhoven (2002). Las clasificaciones ofrecidas, nos dan una idea,

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mas o menos completa, de la amplia temática de la investigación relativa a la felicidad y de
su abordaje metodológico.

2.1. Hipótesis acerca de la felicidad

Definir la felicidad no es tarea fácil, muchos la han experimentado, todos queremos ser
felices, a menudo la buscamos y la proponemos como meta o como un fin anhelado.
Otras veces se le atribuye a un objeto el poder de darnos felicidad, pero, ¿Cuál ese
“objeto” o bien que nos proponemos alcanzar para ser felices? ¿Todas las personas
pueden ser felices, o hay quienes nunca lo serán? ¿Será la felicidad el principal objetivo
de la vida? ¿La felicidad tendrá un límite superior de saciedad? ¿Qué hay más allá de la
felicidad? Las preguntas parecen ser inagotables.

Sostuvo M. Kant, el viejo sabio de Königsberg, que la felicidad “es un concepto tan
indeterminado que, aun cuando todo hombre desea alcanzarla, nunca puede decir de
modo fijo lo que propiamente quiera y desea. ¿Quiere riqueza? ¿Quiere conocimiento y
saber? ¿Quiere una larga vida? ¿Quién le asegura que no ha de ser una larga miseria?
¿Quiere al menos tener salud? En suma: nadie es capaz de determinar, por principio, con
plena certeza, que es lo que le haría verdaderamente feliz; para tal determinación será
indispensable tener omnisciencia. Así, pues, para ser feliz, no cabe obrar por principios
determinados, sino solo por consejos empíricos: por ejemplo, de ahorro, de cortesía; la
experiencia enseña que estos consejos son los que mejor fomentan, por término medio,
el bienestar. Por todo esto, Kant concluye que “determinar con seguridad y universalidad
que acción fomenta la felicidad de un ser racional es totalmente insoluble” (Kant, 1946,
pp. 66, 67, 68). La búsqueda de los objetos o bienes que hacen la felicidad humana es
un problema de la investigación empírica actual.

Haid (2006) menciona dos hipótesis acerca de la felicidad. La primera tiene un claro
sentido hedonista y fue propuesta por Aristóteles, sostiene que la felicidad se alcanza al
conseguir lo que uno quiere. Se le reprocha a esta hipótesis que obtener bienes en el
mundo externo trae una felicidad momentánea. La segunda propone que la felicidad
viene del interior del individuo, es subjetiva. Esta hipótesis tiene su origen en el budismo y
en el pensamiento de los filósofos del mundo griego. A la importancia de la subjetividad
y al efecto del ambiente, como factores explicativos de la felicidad, se ha sumado un
factor de base genética. Observa Haidt (op. cit., p. 115) que en década de 1990, en la
investigación de la felicidad se encontró una fuerte relación con los genes y una débil
relación con el ambiente. Sin embargo, señala, que si bien es cierto que los genes, en sí
mismos, suelen mostrarse sensibles a las condiciones ambientales o externas, todo esto
lleva a considerar que cada persona tendría un cierto nivel de felicidad, de origen
genético, más o menos como un rango potencial, que es determinado por varios otros
factores.

Lyubomirsky, Sheldon, Schakade y Seligman (citados por Haidt, 2006), revisaron los
factores externos que pueden ejercer influencia sobre la felicidad, encontraron dos tipos
fundamentalmente diferentes: las condiciones de vida y las actividades voluntarias. Las
condiciones de vida comprenden hechos que no pueden modificarse, como raza, sexo,
edad, discapacidad; y, que pueden modificarse, v.gr., riqueza, estado civil; en tanto
que, las acciones voluntarias son cosas que las personas eligen hacer, p.e., aprender un
nuevo idioma, aprender a jugar ajedrez, seguir una carrera, planear un largo viaje, todas
estas actividades requieren esfuerzo y atención. Según Haidt, las actividades voluntarias
ofrecen mayores posibilidades de aumentar la felicidad.

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La fórmula de la felicidad, tiene la siguiente expresión:

F=B+C+V

En la fórmula: F = felicidad; B = línea de base biológica; C = condiciones de vida; V=


actividades voluntarias. El nivel de felicidad que experimenta una persona está
determinado por una línea de base biológica (B), más las condiciones de vida (C), más
las actividades voluntarias (V). En su fórmula, los componentes más relevantes de (C) son
el amor, debido a que somos seres sociales y no podemos ser felices sin tener apegos
seguros con otras personas. Haidt se refiere al “amor romántico” o de pareja, a menudo
idealizado y hasta estigmatizado; la descripción, quizás más completa, de esta forma
de amor, es la bella frase de la mujer de una tribu de Namibia: “cuando dos personas se
unen, sus corazones están en llamas y su pasión es muy grande. Después de un tiempo
el fuego se enfría y así es como permanece” (Haid, 2006, p. 156). La otra condición de
(C) es el trabajo, una persona no puede vivir bien sin un objetivo, sin trabajar. Considera
el trabajo como un importante medio para alcanzar estados de fluir y de compromiso, a
los que se refiere Csikszentmihalyi. Sin embargo, ¿acaso no hay personas que no creen
en el amor; y otras que no les agrada el trabajo?

Un problema de singular valor para el conocimiento de la conducta feliz es la


importancia que tienen las experiencias traumáticas sobre el individuo, particular las que
ocurren en la edad temprana. Se sostiene, por esto, que una persona es feliz cuando
está satisfecha con su pasado y hasta siente orgullo de él. Opuestamente, no lo será la
que ha sufrido traumas tan profundos que han calado muy hondo en su vida psíquica y
que permanecen en la memoria. Se entiende que se trata de eventos extremamente
negativos, altamente amenazantes, vividos por una persona, que genera malestar y
dolor psíquico. Los eventos traumáticos son conservados y revividos como actuales,
generan miedo y terror generalizado.

Esta concepción de las experiencias traumáticas ha sido cuestionada desde parámetros


de la psicología positiva. Asume, este enfoque, que el individuo posee capacidad para
resistir y rehacerse a pesar de las adversidades. Postula que el individuo posee fortalezas
que le permiten adaptarse, encontrar sentido a las experiencias traumáticas y puede
superarlas (Vera Poseck, Carbelo Baquero &Vecina Jiménez, 2006). Seligman (2004)
pregunta: ¿Cree que su pasado determina su futuro? Considera este autor que los
sucesos de la infancia han sido sobrevalorados. Apoyado en investigaciones realizadas
en la última década del siglo pasado, señal que los resultados muestran consecuencias
ínfimas en la personalidad adulta y no existen pruebas de grandes efectos, ni mucho
menos determinantes. “En resumidas cuentas, los sucesos negativos de la infancia no
gobiernan los problemas adultos” (Seligman, op. cit., p. 99-1002). Es conveniente señalar
que la crítica está orientada frontalmente al psicoanálisis de Freud, para quien los
sucesos de nuestra vida están determinados por eventos y fuerzas de nuestro pasado.
Cyrulnik (2005) comenta que si Freud pensaba que los gérmenes del sufrimiento surgido
en la edad adulta habían sido sembrados durante la infancia, hoy es preciso añadir que
la forma en que el entorno familiar y cultural habla de la herida puede atenuar el
sufrimiento o agravado. Trabajo en resiliencia, con niños maltratados, víctimas de
guerras, criados en campos de concentración, abandonas y huérfanos han superado el
sufrimiento, sus traumas y sus heridas psicológicas, han retomado su confianza en si mismo
y en las personas que les rodean. La resiliencia no es solo una capacidad que poseen
algunos individuos, es “una alternativa de salud mental para un individuo herido que
busca desarrollarse, tras el trauma, en su familia y en su sociedad” (Barudy &
Marquebreucq, 2006). En suma, trabajos actuales señalan que una infancia infeliz no
determina la vida posterior de una persona, y el mejor medio para superar el trauma y

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volver a vivir puede ser la resiliencia, entendida como proceso dinámico de vertebración
de la propia historia vital y no tanto como capacidad resiliente (Cyrulnik, 2002).

2.2. Fluir (flow) y la experiencia optima

Csikszentmihalyi ha elaborado una sugestiva teoría de la felicidad basada en lo que


denomina experiencia óptima son sentimientos placenteros de concentración y de gozo
creativo cuando hacemos lo que nos agrada. En el centro de esta experiencia se
encuentra un sentimiento de involucración, que es elemento clave de esta teoría, en él
se apoya el concepto de flow (fluir): “estado en el cual las personas se hallan tan
involucradas en la actividad que nada más parece importarles; la experiencia por sí
misma es tan placentera que las personas la realizan aunque tengan un gran coste, por
el puro motivo de hacerla” (Csikszentmihalyi, 1998, p. 16). La experiencia de participar en
algo que nos agrada y que nos produce satisfacción es un sentimiento muy cercano a
la felicidad, según opina su autor. Ciertamente, hacer lo que nos agrada nos entusiasma,
nos crea un sentimiento de vinculación muy estrecha con aquello que hacemos, al
punto que disfrutamos de los resultados de nuestras acciones; es una forma de alcanzar
la felicidad.

La experiencia óptima es un profundo sentimiento de regocijo y alegría que se produce


cuando alcanzamos algo deseado durante un largo tiempo, como el que quizás
experimento Cristóbal Colon cuando Rodrigo de Triana exclamó: ¡tierra!, ¡tierra!; el
¡eureka!, ¡eureka! de Arquímedes, al descubrir el principio que lleva su nombre. Para un
corredor, es batir su propio record; para un arqueólogo, descubrir los restos que buscaba
una antigua cultura. En todos estos casos las personas han estado fuertemente
involucradas en una actividad durante un tiempo sin importarles otras cosas, pierden
hasta el sentido del tiempo y experimentan enorme satisfacción. Una experiencia óptima
es algo que esperamos que suceda tras trabajar con insistencia y con creencia plena,
estos eventos quizás han sido los mejores momentos de nuestra la vida.

La experiencia óptima se consigue cuando hay orden en la conciencia, la información


que le llega es congruente con las metas y la energía psíquica fluye sin esfuerzo; a este
estado el autor le denomina experiencia de flujo. Lo que denomina “energía psíquica”
reposa en la atención puesto que esta es necesaria para que sucedan otras actividades
mentales (recuerdos, pensamientos, toma de decisiones). La atención deviene en la
herramienta mas importante para mejorar la calidad de la experiencia optima; asimismo,
puede utilizarse para lograr las metas de una persona. Señala Csikszentmihalyi que la
persona que logra controlar su energía psíquica y la utiliza conscientemente para
obtener una meta puede desarrollarse y convertirse en un ser más complejo. Al adiestrar
sus habilidades una persona y el enfrentarse a desafíos superiores se convierte en un
individuo extraordinario. El estado opuesto a la experiencia de flujo es la entropía
psíquica, que se caracteriza por el desorden en la conciencia y la dificultad de llevar a
cabo los objetos previamente establecidos.

Csikszentmihalyi indica que los rituales religiosos, en general, suelen conducir a


experiencias de flujo; asimismo, las experiencias estéticas visuales pasivas pueden
producir flujo; hay experiencias de flujo que fomentan el crecimiento de la personalidad;
también señala que las mujeres invierten más tiempo en experiencias que proporcionan
flujo. Desde el punto de vista aplicado, se busca incentivar que la gente aprenda a fluir,
esto significa saber cómo concentrarse e involucrarse totalmente en una actividad; que
las personas sepan controlar sus experiencias internas y que puedan disfrutar de la vida
aun en condiciones adversas.

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Fluir es una teoría acerca del estado emocional que una persona experimenta al
encontrarse plenamente involucrada en una actividad que le produce profunda
satisfacción, al punto de olvidarse del tiempo y de otras cosas que debería hacer. Tanto
la ejecución de las acciones como la obtención del objeto deseado le producen
enorme júbilo.

Este estado emocional, que tantas personas lo han vivido, pero que solo en recientes
años es objeto de investigaciones psicológicas sistemáticas, genera felicidad en un
periodo de tiempo, puede ser corto o más o menos amplio.

2.3. La felicidad como bienestar subjetivo (SWB)

El termino felicidad se le define como “bienestar subjetivo” (subjective well-being. SWB),


frase que ha alcanzado amplia difusión en los medios psicológicos. Se trata de una
evaluación subjetiva que cada cual hace de su propia vida como una totalidad o de
alguna de sus facetas: trabajo, matrimonio, vida de relación, rasgo de su personalidad e
incluso autovaloración física. Estas evaluaciones son, a la vez, afectivas y cognitivas.
Según Diener, el “bienestar subjetivo” esta integrado por cierto numero de componentes
separables, distinguiendo: satisfacción con la vida (juicio global de su vida); satisfacción
con importantes dominios (p. e., satisfacción con el trabajo, matrimonio); afectos
positivos (experiencias emocionales muy agradables); y afectos negativos de bajo nivel
(experiencias emocionales poco placenteras) (Diener, 1984, 2000, pp. 34 – 35).

El concepto SWB focaliza su atención en la evaluación que una persona hace de su vida
como totalidad, o de alguno de sus dominios, según sus propias experiencias. Sin duda,
las experiencias que se dan en el pasado, ofrecen una rica información de lo que es la
felicidad; de suerte que quien haya tenido más experiencias positivas placenteras, que
son las mejores aliadas de la felicidad, sabrá mas de lo que es la felicidad que aquellas
personas que no han disfrutado semejantes eventos. Sin embargo, sufrir experiencias
negativas, no traumáticas, le permitirá conocer el reverso de la medalla. Un antiguo
refrán sostiene que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
Ciertamente, del pasado tenemos imágenes positivas y negativas que constituyen
recuerdos que los podemos actualizar y vivirlos como presentes. Las evaluaciones de la
felicidad son tomadas en el presente, aquí y ahora, pero están impregnadas con
impresiones del pasado, y no es infrecuente que nos pregunten, prospectivamente,
acerca de cómo vemos el futuro. Las imágenes que tenemos del futuro son
construcciones basadas en experiencias pasadas que proyectadas hacia adelante se
convierten en representaciones del futuro, que pueden ser negativas o positivas. Del
pasado tenemos recuerdos, del futuro tenemos esperanzas. Podría inferirse que la
felicidad posee una dimensión temporal: se es feliz cuando tenemos vivencias
agradables de nuestro pasado, estamos satisfechos con lo que somos actualmente y
tenemos esperanza positiva del futuro, vale decir que consideramos que lo que viene
será mejor.

La felicidad se ha definido, a menudo, por la presencia dominante de algún rasgo de


personalidad. En efecto, Argyle, Martin &Crossland (1989), basados en la hipótesis que la
felicidad es la ausencia de sentimientos negativos, como depresión y ansiedad, y guarda
estrecha relación con afectos positivos, construyeron el Oxford Happiness Inventory,
utilizaron ítems de la escala de Depresión de Beck, calificados a la inversa. Diener,
Emmons, Larsen & Griffin (1985) apoyados es uno de los componentes del bienestar
subjetivo, como es estar satisfecho con la vida, desarrollaron The Satisfaction with life
Scale. Observa Csikszentmihalyi (1998), si la felicidad es satisfacción con la vida
dependerá de la brecha que haya entre lo que se desea y lo que se posee, en clara

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alusión al nivel de felicidad que se disfrutará. Por otro lado, Francis (1999); Lu & Shih (1997);
Furnham & Chen (1997); Hills & Argyle (2001a), aportan pruebas a la hipótesis de Argyle
que sostiene que “la felicidad es algo que puede denominarse extroversión estable”
(Argely & Lu, 1990). Los autores mencionados encontraron correlaciones altas y positivas
entre la felicidad y extroversión. De estos hallazgos emergió la idea que la extraversión
es un predictor predominante de la felicidad, llevando a Argyle a considerar la felicidad
como un rasgo de la personalidad. La extroversión está asociada con la actividad social,
la facilidad para hacer amigos y es una fuente de alegría y de satisfacción personal. En
un trabajo posterior, Hills & Argyle (2001b), encontraron que la estabilidad emocional está
más fuertemente asociada con felicidad que con la extroversión.

Veenhoven (1994), observa que para que la felicidad se considere un “rasgo”, y no un


“estado”, debe reunir tres requisitos: estabilidad temporal, consistencia transcultural y
casualidad interna. Ninguna de estas exigencias fueron comprobadas en una meta-
análisis de estudios longitudinales que sobre el tema efectuó el autor. Veenhoven (2005),
apoya la definición de Diener y enfatiza el componente cognitivo de la felicidad,
sostiene que es la apreciación global que hace una persona de su vida como totalidad,
lo que conlleva: a) una autoevaluación consciente de la persona acerca de cuanto le
gusta la vida que vive, puesto que no se puede ser feliz o infeliz sin saberlo; b) sin
embargo, observa qua una persona puede estar contenta con la vida como totalidad,
pero insatisfecha con aspectos específicos, por ejemplo con sus ingresos económicos o
con su vida matrimonial. Lo que obviamente, suele ocurrir.

Diener & Lucas (2000) y Diener, Oishi & Lucas (2003), presentan el estado del problema
acerca del concepto la felicidad. Afirman que no hay un esquema conceptual que
unifique un campo y que el SWB es medido por una variedad de vías: por los
componentes emocionales (sentimientos de alegría), por experiencias a través del
tiempo de disposiciones de ánimo reportados por la familia y amigos; el componente
cognitivo ha sido evaluado con preguntas sobre satisfacción global con la vida y de sus
componentes más relevantes, como matrimonio, trabajo, ocio. Es fácil observar que los
variados enfoques sobre la felicidad reflejan la ausencia de unidad conceptual. No
obstante, la construcción de un instrumento de medida reposa en el concepto que se
tiene sobre la conducta a medir, en el presente caso la felicidad. En este sentido, la
diversidad de puntos de vista se presenta como un escollo para medirla, aunque su
medición desde varias perspectivas puede contribuir a conocerla con mayor amplitud.

2.4. Entre felicidad y bienestar subjetivo

Conceptualizar una conducta no solo tropieza con posiciones teóricas acerca de lo que
ella es; también influyen factores culturales que han sido puestos de relieve por la
investigación transcultural hace ya varias décadas, particularmente por psicólogos
latinoamericanos. Existen evidencias bien documentadas que un mismo concepto
puede tener significados distintos en diferentes culturas, debido a que la conducta refleja
los patrones dominantes de la sociocultura en la que viven los individuos: modos de
pensar y sentir, supersticiones y creencias, hábitos, expresiones idiosincrásicas, formas de
vida familiar y social (Díaz-Guerrero, 1972; Hotzman, Díaz-Guerrero & Swartz, 1975; Díaz-
Guerrero & Szalay, 1993; Díaz-Guerrero & Pacheco, 1994; Díaz Loving, 2008, Alarcón,
2008). Muchos de estos elementos culturales se reflejan en la construcción de los
instrumentos de medida psicologíica particularmente en los ítems que integran los
cuestionarios y en las repuestas a ellos. Estos factores limitan la validez y confiabilidad de
las pruebas psicológicas cuando se utilizan en culturas distintas a la de origen. Varios
autores han señalado diferencias de la felicidad entre naciones, atribuibles a la
presencia de variables culturales (p.e., Easterling, 1995; Inkeles, 1993; Kenny, 2004);

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Diener, Oishi & Lucas (2003). Tales observaciones nos han llevado a revisar el concepto
de felicidad definido en ingles con la frase subjetive well-being, SWB (estar
subjetivamente bien), a fin de determinar si guarda equivalencia semántica con el
término “felicidad” tal como se le usa en la lengua española.

Cuando nos encontramos con una persona amiga, solemos preguntarle. ¿Cómo estás?
La respuesta, “estoy bien”, no denota cabalmente que “está feliz”, no logra expresar el
sentimiento de regocijo, experiencia placentera, de dicha o contentamiento que
subjetivamente significa estar feliz. “Estar subjetivamente bien” expresa el estado
homeostático del sistema psicológico de la persona, para que haya felicidad, es un
indicador de ella, un componente, pero no es la felicidad como un todo.

El vocablo “bienestar”, está compuesto por las palabras ”bien” y “estar”, según el
Diccionario de la Lengua Española, 22º edición (Real Academia, 2001) significa: 1.
“conjunto de cosas necesarias para vivir. 2. Vida holgada o abastecida de cuanto
conduce a pasarlo bien y con tranquilidad. 3. Estado de la persona en que se le hace
sensible el buen funcionamiento de su actividad somática o psíquica”.
El Diccionario Enciclopédico Santillana (Santillana, 2000), dice de “bienestar”: 1. “Estado
del que se encuentra a gusto, descansado y con buena salud. 2. Buena posición
económica. 3. Conjunto de bienes materiales, sociales, culturales, etc., que
proporcionan una adecuada calidad de vida”. Las definiciones del vocablo “bienestar”,
tal como lo hacen los diccionarios, señalan factores que contribuyen a la felicidad.
También se le usa asociado con otros vocablos, se habla de bienestar económico,
bienestar físico y bienestar social. Ninguna de estas frases es sinónimo de felicidad.
Disfrutar de bienestar económico no significa siempre ser feliz; de la misma manera, una
persona que goza de buena salud no es necesariamente feliz. En los ejemplos, el dinero
y la salud son factores que pueden promover la felicidad. Las definiciones de los
vocablos “bienestar” y “felicidad” hacen ver que no son sinónimos. No analizamos el
vocablo “subjetivo” debido a que tanto el bienestar como la felicidad corresponden a
juicios que emite una persona de sí misma.

El Diccionario de la Lengua Española, define el vocablo “felicidad” en los siguientes


términos: 1. ”Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. 2.
Satisfacción, gusto, contento. 3. Suerte, “feliz”. Según el Diccionario Enciclopédico
Santillana, felicidad es: 1. Estado de la persona para quien su vida es como ella desea.
2. satisfacción que experimenta una persona cuando logra algo que le agrada. 3. Cosa
o acción que produce esta satisfacción o contribuye a ese estado. 4. Ausencia de
acontecimientos “desagradables”. Señala como vocablos antónimos de felicidad:
infelicidad, desdicha, malestar, dolor, desgracia.

No obstante que las definiciones de los vocablos que ofrecen los diccionarios están
enmarcados en el contexto del conocimiento común y que los conceptos científicos se
definen en el contexto de un sistema teórico, no cabe duda alguna que las definiciones
que proponen los diccionarios de la lengua española citados, expresan propiedades
fundamentales de la conducta feliz: satisfacción personal, posesión de un bien, lograr
algo que agrada a la persona y ausencia de estados afectivos negativos, señalados por
varios autores antes mencionados. En suma, no hemos encontrado equivalencia al
comparar los vocablos “bienestar y felicidad”, tal como son definidos por diccionarios
de la lengua española. El vocablo felicidad es semánticamente mucho más rico y
complejo que el vocablo bienestar; expresa por si solo los componentes básicos de la
vida feliz, que han sido señalados por varios psicólogos arriba señalados. Si bienestar
subjetivo (SWB) coincide con lo que la gente llama felicidad, según sostienen varios
autores antes citados, ¿Por qué no utilizar el concepto felicidad, que con mayor

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propiedad expresa el estado afectivo de satisfacción, gozo y alegría que designa? Por
nuestra parte, preferimos utilizar el vocablo “felicidad en vez de “bienestar subjetivo”. La
comunidad psicológica utiliza los términos felicidad y bienestar subjetivo, en forma
intercambiable, aunque el mayor énfasis lo recibe subjective well-being, al punto que se
considera al SWB la ciencia de la felicidad. Seguidamente, proponemos un concepto
de felicidad inspirados en el pensamiento griego y en los hallazgos recientes de la
investigación psicológica sobre la conducta feliz.

2.5. Una definición de felicidad


Conceptuamos la felicidad en los siguientes términos (Alarcón, 2006): “Es un estado de
satisfacción, más o menos duradero, que experimenta subjetivamente el individuo en
posesión de un bien deseado”. Un análisis de esta definición permite distinguir las
siguientes propiedades de la conducta feliz:

La felicidad es un sentimiento de satisfacción que vivencia una persona, y solo ella, en


su vida anterior; el componente subjetivo individualiza la felicidad entre las personas. El
factor “subjetivo” es de relevante importancia de la conducta feliz, alude a un proceso
evaluativo en el que intervienen elementos afectivos y cognitivos. Al parecer, en la
elaboración de este juicio evaluativo predominan los elementos afectivos. Como
conducta, la felicidad se puede vivenciar en diferentes grados o niveles, desde la
infelicidad hasta los grados más elevados de felicidad.

La felicidad es una “estado” de la conducta; no es un “rasgo” o característica


permanente y a menudo hereditario; la felicidad goza de estabilidad temporal, puede
ser duradera, pero, a la vez, es perecible, se puede perder. Vale la pena señalar, que la
felicidad se puede obtener mediante aprendizaje.

La felicidad supone la posesión de un “bien”, se es feliz en tanto se posee el bien


deseado, es el objeto anhelado el que hace la felicidad de una persona. Se experimenta
satisfacción en tanto se logra obtener lo que deseamos; en tal sentido, la felicidad es
una respuesta consumatoria como consecuencia de la obtención del bien deseado,
que se expresa mediante satisfacción, alegría, contentamiento, placidez y relajamiento.
Comportamientos opuestos a la satisfacción son la insatisfacción, el desagrado y la
frustración cuando se fracasa en alcanzar lo que deseamos.

Relacionado con el punto anterior, debe señalarse el carácter teológico y dinámico que
encierra el proceso hacia la felicidad, ciertamente está presente una meta hacia el cual
consciente y selectivamente se dirige un individuo, se esfuerza por poseerla, muchos la
consiguen, otro se quedan en el camino, frustrados sin obtenerla. El camino hacia la
felicidad a menudo puede estar poblado de obstáculos, unos dependen de factores
externos que escapan al control personal (v. g., guerras, tiranías, enfermedades,
accidentes, explotación económica), otros dependen de uno mismo (infravaloración
personal, fijarse metas inalcanzables, falta de tenacidad, escasa motivación y bajo
optimismo).

El bien o bienes que hacen la felicidad son de naturaleza variada (materiales, éticos,
estéticos, psicológicos, religiosos, sociales, políticos, etc.). Se trata de bienes a los que se
les asignan cualidades axiológicas o valencias positivas, según K Lewin. Esto quiere decir,
que una “cosa” deviene en bien deseado por el valor que le atribuye una persona, de
lo cual se infiere que la cosa deseada no necesariamente posee un valor intrínseco y
que un mismo bien no siempre genera la felicidad de todos los individuos. Unos desearán
tener mucho dinero, otros tener poder, otros desearán tener una buena familia, muchos
otros gozar de buena salud y el revolucionario que triunfen sus ideas políticas.

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No se descarta que en un tiempo histórico y en una sociocultura determinada, las
aspiraciones colectivas puedan coincidir en desear colectivamente algún bien o bienes
que haga feliz a una comunidad. En efecto, los tiempos traen novedades colectivas que,
en cierta manera, uniformizan las preferencias y la felicidad de la gente. En décadas
pasadas, la aspiración familiar era que la hija se casara por la Iglesia, primorosamente
vestida con un vaporoso traje de novia. Encuestas actuales, entre jóvenes universitarias,
revelan que ha perdido cierto valor vestir de blanco; asimismo, se considera anticuado
ir virgen al matrimonio. Los tiempos pasan y los objetos que hacen la felicidad de la gente
también cambian. ¿Acaso la felicidad no conlleva cierta dosis de moda? Estimamos que
esta definición recoge las características psicológicas sustantivas de la conducta feliz.

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