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LA FELICIDAD
En el mundo griego surgió el eudemonismo, doctrina muy difundida que sostuvo que el
fin del hombre es la felicidad, que es su propio bien y el bien supremo. Para Sócrates,
“todo hombre quiere necesariamente su mayor bien o su verdadera felicidad, como fin
general de sus actos” (Fouillée, 1942, tomo I, p. 143). Aristóteles afirmo que ser feliz era el
fin natural de la existencia humana y que todo ser humano aspira a poseer. Esta suerte
de determinismo moral llevo a plantear la necesidad de escoger los medios para llegar a
la felicidad y ser buenos. En este problema han trabajado filósofos antiguos y
contemporáneos, a ellos se sumaron en recientes décadas algunos psicólogos que han
desarrollado psicoterapias para hacer feliz al ser humano o para aumentar su felicidad.
La felicidad o vida feliz, que los griegos llamaron eudaimonía, siempre ha tenido singular
valor como objetivo de vida para una gran mayoría de seres humanos; la buscan, se
esfuerzan por alcanzarla, y a menudo la idealizan al punto que la perciben lejana y
esquiva. Todos sabemos lo que es, o cuando menos la imaginamos; no obstante,
fracasamos cuando nos preguntan ¿Qué es?; es decir, cuando nos piden que
ofrezcamos una definición esencial de ella. En lo que sigue vamos a revisar las ideas
filosóficas en torno a la felicidad según Sócrates, Platón, Aristóteles y Epicuro.
Platón en su dialogo Filebo o del placer, plantea la pregunta: ¿en que consiste la felicidad
del hombre? Filebo responde en el placer, Sócrates sostuvo en la sabiduría. Filebo llamaba
bien al placer perfecto y pleno. Los dialogantes, Sócrates y Protarco, examinan el placer
y la sabiduría, buscan determinar cuál de los dos encierra el soberano bien, si esta fuera
de la sabiduría y el placer, o en la reunión de ambos. La experiencia y la reflexión, sostiene
Sócrates, demuestran que el placer por si solo es incapaz de dar felicidad. ¿Qué hombre
se considera dichoso en medio de los placeres, viviendo sin inteligencia y sin ciencia de
ninguna clase? El placer por sí solo no se basta para la vida feliz, porque la intensidad del
placer puede provocar dolor, entonces el placer no constituye el soberano bien. Algo
similar puede decirse de la sabiduría porque reducida a la inteligencia y a las ciencias
ningún hombre se consideraría dichoso sin placeres de alguna clase. Por tanto, la
sabiduría, por si sola, tampoco constituye la felicidad. Si la felicidad no está en el placer
por sí solo, ni en la sabiduría por sola, puede estar en una mezcla de ambas. El examen
lleva a preguntar, ¿Cuál de los dos predomina o aporta más a la vida feliz y puede ser la
causa mayor? Filebo sostiene la superioridad del placer, Sócrates esta por la sabiduría,
porque la inteligencia tiene más afinidad con la felicidad, el placer no tiene el derecho
a aspirar al primer ni al segundo puesto, lo relega al quinto lugar. Sócrates infiere que la
sabiduría tiene un lazo más íntimo con el bien que con el placer, por ello ubica la
Observa el estagirita que la gente difiere respecto de lo que es la felicidad, la gente vulgar
identifica el supremo bien o felicidad con el placer y la riqueza, a esto se debe que amen
la vida gozosa; la riqueza tampoco es la felicidad o bien supremo, es útil pero en relaciona
otras cosas, aunque contribuye a la felicidad con el honor, pero el hombre que busca el
honor procura verse honrado por los hombres de prudencia y entre los que le conocen;
por tanto, la virtud vale más que el honor. Al parecer, los objetos mencionados son, más
bien, medios para alcanzar un fin.
A estas alturas de su reflexión, Aristóteles se pregunta, ¿Qué es lo que puede ser el bien
supremo? Sera aquello por cuya razón se hace todo. En medicina la salud, en
arquitectura una casa, y en todo acto y propósito será el fin, porque todos los hombres
hacen lo que hacen a causa del fin que buscan; por ende, hay un fin para todo cuanto
efectuamos, este será el bien que podamos conseguir por medio del hecho. Por eso,
En su examen de la felicidad. Aristóteles observa que es una actividad racional del alma,
siendo natural que este acto sea conforme a virtud más elevada. Este acto es el
pensamiento y la contemplación, el ejercicio de la sabiduría y la ciencia; por tanto, la
felicidad perfecta puede ser considerada como una especie de contemplación, por esto
resalta la vida intelectual y contemplativa (Aristóteles, 2001, p. 277). Cree el estagirita que
el placer debe mezclarse con la felicidad, y de todos los actos que son conforme con la
virtud el que más agrada es el ejercicio de la sabiduría y de la ciencia. La felicidad
perfecta es pues un acto de contemplación pura, siendo los seres más dichosos aquellos
que son capaces de reflexionar y de contemplar no indirectamente sino por efecto de la
contemplación misma. Implícitamente se alude a los filósofos, pues los placeres que
proporciona la filosofía son admirables por su pureza y por su certidumbre, esta es la
causa, señala Aristóteles, por la cual la filosofía procura más felicidad que buscar la
ciencia. Los actos de contemplación mencionados son proporcionados por la
inteligencia y la reflexión, a ellos se suma la contemplación religiosa de Dios la cual
proporciona mayor grado de felicidad que todos los demás actos de contemplación.
Aristoteles termina afirmando que los seres más capaces de reflexionar y de contemplar
son igualmente los mas dichosos. Por esto, la felicidad perfecta es un acto de
contemplación pura (Aristóteles, 2001, pp. 276, 277).
La felciidad, para Aristoteles, no es pasiva porque seria vida vegetativa; la ubica entre los
actos de la actividad humana y que conscientemente eligen un objetivo, es un acto
voluntario e intencional, que lleva en si preferencia reflexiva que conducen a una
finalidad, resalta la posesión del bien. Cita la inscripción de Delos, que dice: “Lo mas noble
es lo mas justo, y lo mejor es la salud. Lo mas placentero es alcanzar lo que apetecemos”.
Los que alcanzan la victoria y logran cosas nobles y buenas en la vida, su vida es
agradable, son felices; la posesión del bien anhelado hace la felicidad del hombre. “para
todos los hombres es agradable aquello que se dice es objeto de su agrado” y “la
felicidad es lo mas noble y más agradable que existe en el mundo” (Aristoteles,
1979,p.172)
Aristóteles señala una nota de cierta intemporalidad de la vida feliz, a partir de definición
que “la felicidad es una actividad virtuosa del alma” y que este atributo, la virtud,
pertenecerá al hombre feliz. Para el estagirita, no hay función del hombre que posea más
permanencia como las actividades virtuosas, y la de más valor son más duraderas. Por
ello, sostiene, “la felicidad es algo permanente y que no varía fácilmente en manera
alguna; el hombre feliz será feliz mediante su vida”. Así, nunca será desgraciado, podrá
ocurrirle algún revés y grandes desgracias, pero recobrara su felicidad en breve tiempo.
Afirma que, un periodo corto de tiempo, no hace a un hombre dichoso y feliz, así como
una sola golondrina no hace verano (Aristóteles, 1979, pp. 165-170). El problema es
deslindar si la felicidad es una virtud.
El último filósofo de la antigüedad clásica de quien vamos a examinar sus ideas sobre la
felicidad es Epicuro. Su tesis fundamental considera que el placer es el principio y
culminación de la vida feliz, de él partimos para toda elección y rechazo y a él llegamos
juzgando todo bien con la sensación como norma. Sostiene que el placer es el bien
primero, connatural a nosotros; es un bien por su conformidad con la naturaleza. Cuando
Epicuro afirma que el placer es principio y fin de la vida no se refiere a los placeres
disolutos, alude a no sufrir dolor en el cuerpo ni perturbación en el alma; por eso, debe
supeditarse toda elección de deseos a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma.
Porque esto es la culminación de la vida feliz. La prudencia, indica Epicuro en su Carta a
Meneceo, enseña que no es posible vivir feliz sin vivir sensata, honesta y justamente. En
una de sus Máximas capitales escribió: “limitar la magnitud de los placeres es la
eliminación de todo dolor” (Epicuro, 2001). La prudencia, en efecto, dispone que la razón
El placer que busca Epicuro no solo es el placer material, como le atribuyen sus críticos, lo
placeres que propone Epicuro son materiales, los que se relacionan con las necesidades
naturales, sea el hambre, el sexo, el placer del vientre o de la buena comida; y espirituales,
como el placer intelectual y el afectivo. Por ello, habla de la ausencia de sufrimientos
para el cuerpo y ausencia de inquietudes para el alma, para alcanzar una vida feliz.
Valora como placer fundamental la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor. Epicuro
proclama que el bien mayor es el “placer estable”, el placer reposado, la tranquilidad
absoluta, que es una cualidad positiva. El hombre sabio no debe suprimir los placeres de
los sentidos, del gusto, oído, tacto, de la vista, sino subordinarlos al bienestar físico y
espiritual. Si se rechazan todas las sensaciones no habrá ningún patrón para medir las que
son beneficiosas. Según Ferreter Mora” (1969, p. 538) “el eje de la doctrina epicúrea es la
ética, basada en la concepción del carácter positivo del placer sereno y duradero,
material y espiritual, y en la clasificación y equilibrio de los placeres”.
Definir la felicidad no es tarea fácil, muchos la han experimentado, todos queremos ser
felices, a menudo la buscamos y la proponemos como meta o como un fin anhelado.
Otras veces se le atribuye a un objeto el poder de darnos felicidad, pero, ¿Cuál ese
“objeto” o bien que nos proponemos alcanzar para ser felices? ¿Todas las personas
pueden ser felices, o hay quienes nunca lo serán? ¿Será la felicidad el principal objetivo
de la vida? ¿La felicidad tendrá un límite superior de saciedad? ¿Qué hay más allá de la
felicidad? Las preguntas parecen ser inagotables.
Sostuvo M. Kant, el viejo sabio de Königsberg, que la felicidad “es un concepto tan
indeterminado que, aun cuando todo hombre desea alcanzarla, nunca puede decir de
modo fijo lo que propiamente quiera y desea. ¿Quiere riqueza? ¿Quiere conocimiento y
saber? ¿Quiere una larga vida? ¿Quién le asegura que no ha de ser una larga miseria?
¿Quiere al menos tener salud? En suma: nadie es capaz de determinar, por principio, con
plena certeza, que es lo que le haría verdaderamente feliz; para tal determinación será
indispensable tener omnisciencia. Así, pues, para ser feliz, no cabe obrar por principios
determinados, sino solo por consejos empíricos: por ejemplo, de ahorro, de cortesía; la
experiencia enseña que estos consejos son los que mejor fomentan, por término medio,
el bienestar. Por todo esto, Kant concluye que “determinar con seguridad y universalidad
que acción fomenta la felicidad de un ser racional es totalmente insoluble” (Kant, 1946,
pp. 66, 67, 68). La búsqueda de los objetos o bienes que hacen la felicidad humana es
un problema de la investigación empírica actual.
Haid (2006) menciona dos hipótesis acerca de la felicidad. La primera tiene un claro
sentido hedonista y fue propuesta por Aristóteles, sostiene que la felicidad se alcanza al
conseguir lo que uno quiere. Se le reprocha a esta hipótesis que obtener bienes en el
mundo externo trae una felicidad momentánea. La segunda propone que la felicidad
viene del interior del individuo, es subjetiva. Esta hipótesis tiene su origen en el budismo y
en el pensamiento de los filósofos del mundo griego. A la importancia de la subjetividad
y al efecto del ambiente, como factores explicativos de la felicidad, se ha sumado un
factor de base genética. Observa Haidt (op. cit., p. 115) que en década de 1990, en la
investigación de la felicidad se encontró una fuerte relación con los genes y una débil
relación con el ambiente. Sin embargo, señala, que si bien es cierto que los genes, en sí
mismos, suelen mostrarse sensibles a las condiciones ambientales o externas, todo esto
lleva a considerar que cada persona tendría un cierto nivel de felicidad, de origen
genético, más o menos como un rango potencial, que es determinado por varios otros
factores.
Lyubomirsky, Sheldon, Schakade y Seligman (citados por Haidt, 2006), revisaron los
factores externos que pueden ejercer influencia sobre la felicidad, encontraron dos tipos
fundamentalmente diferentes: las condiciones de vida y las actividades voluntarias. Las
condiciones de vida comprenden hechos que no pueden modificarse, como raza, sexo,
edad, discapacidad; y, que pueden modificarse, v.gr., riqueza, estado civil; en tanto
que, las acciones voluntarias son cosas que las personas eligen hacer, p.e., aprender un
nuevo idioma, aprender a jugar ajedrez, seguir una carrera, planear un largo viaje, todas
estas actividades requieren esfuerzo y atención. Según Haidt, las actividades voluntarias
ofrecen mayores posibilidades de aumentar la felicidad.
F=B+C+V
Este estado emocional, que tantas personas lo han vivido, pero que solo en recientes
años es objeto de investigaciones psicológicas sistemáticas, genera felicidad en un
periodo de tiempo, puede ser corto o más o menos amplio.
El concepto SWB focaliza su atención en la evaluación que una persona hace de su vida
como totalidad, o de alguno de sus dominios, según sus propias experiencias. Sin duda,
las experiencias que se dan en el pasado, ofrecen una rica información de lo que es la
felicidad; de suerte que quien haya tenido más experiencias positivas placenteras, que
son las mejores aliadas de la felicidad, sabrá mas de lo que es la felicidad que aquellas
personas que no han disfrutado semejantes eventos. Sin embargo, sufrir experiencias
negativas, no traumáticas, le permitirá conocer el reverso de la medalla. Un antiguo
refrán sostiene que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
Ciertamente, del pasado tenemos imágenes positivas y negativas que constituyen
recuerdos que los podemos actualizar y vivirlos como presentes. Las evaluaciones de la
felicidad son tomadas en el presente, aquí y ahora, pero están impregnadas con
impresiones del pasado, y no es infrecuente que nos pregunten, prospectivamente,
acerca de cómo vemos el futuro. Las imágenes que tenemos del futuro son
construcciones basadas en experiencias pasadas que proyectadas hacia adelante se
convierten en representaciones del futuro, que pueden ser negativas o positivas. Del
pasado tenemos recuerdos, del futuro tenemos esperanzas. Podría inferirse que la
felicidad posee una dimensión temporal: se es feliz cuando tenemos vivencias
agradables de nuestro pasado, estamos satisfechos con lo que somos actualmente y
tenemos esperanza positiva del futuro, vale decir que consideramos que lo que viene
será mejor.
Diener & Lucas (2000) y Diener, Oishi & Lucas (2003), presentan el estado del problema
acerca del concepto la felicidad. Afirman que no hay un esquema conceptual que
unifique un campo y que el SWB es medido por una variedad de vías: por los
componentes emocionales (sentimientos de alegría), por experiencias a través del
tiempo de disposiciones de ánimo reportados por la familia y amigos; el componente
cognitivo ha sido evaluado con preguntas sobre satisfacción global con la vida y de sus
componentes más relevantes, como matrimonio, trabajo, ocio. Es fácil observar que los
variados enfoques sobre la felicidad reflejan la ausencia de unidad conceptual. No
obstante, la construcción de un instrumento de medida reposa en el concepto que se
tiene sobre la conducta a medir, en el presente caso la felicidad. En este sentido, la
diversidad de puntos de vista se presenta como un escollo para medirla, aunque su
medición desde varias perspectivas puede contribuir a conocerla con mayor amplitud.
Conceptualizar una conducta no solo tropieza con posiciones teóricas acerca de lo que
ella es; también influyen factores culturales que han sido puestos de relieve por la
investigación transcultural hace ya varias décadas, particularmente por psicólogos
latinoamericanos. Existen evidencias bien documentadas que un mismo concepto
puede tener significados distintos en diferentes culturas, debido a que la conducta refleja
los patrones dominantes de la sociocultura en la que viven los individuos: modos de
pensar y sentir, supersticiones y creencias, hábitos, expresiones idiosincrásicas, formas de
vida familiar y social (Díaz-Guerrero, 1972; Hotzman, Díaz-Guerrero & Swartz, 1975; Díaz-
Guerrero & Szalay, 1993; Díaz-Guerrero & Pacheco, 1994; Díaz Loving, 2008, Alarcón,
2008). Muchos de estos elementos culturales se reflejan en la construcción de los
instrumentos de medida psicologíica particularmente en los ítems que integran los
cuestionarios y en las repuestas a ellos. Estos factores limitan la validez y confiabilidad de
las pruebas psicológicas cuando se utilizan en culturas distintas a la de origen. Varios
autores han señalado diferencias de la felicidad entre naciones, atribuibles a la
presencia de variables culturales (p.e., Easterling, 1995; Inkeles, 1993; Kenny, 2004);
Cuando nos encontramos con una persona amiga, solemos preguntarle. ¿Cómo estás?
La respuesta, “estoy bien”, no denota cabalmente que “está feliz”, no logra expresar el
sentimiento de regocijo, experiencia placentera, de dicha o contentamiento que
subjetivamente significa estar feliz. “Estar subjetivamente bien” expresa el estado
homeostático del sistema psicológico de la persona, para que haya felicidad, es un
indicador de ella, un componente, pero no es la felicidad como un todo.
El vocablo “bienestar”, está compuesto por las palabras ”bien” y “estar”, según el
Diccionario de la Lengua Española, 22º edición (Real Academia, 2001) significa: 1.
“conjunto de cosas necesarias para vivir. 2. Vida holgada o abastecida de cuanto
conduce a pasarlo bien y con tranquilidad. 3. Estado de la persona en que se le hace
sensible el buen funcionamiento de su actividad somática o psíquica”.
El Diccionario Enciclopédico Santillana (Santillana, 2000), dice de “bienestar”: 1. “Estado
del que se encuentra a gusto, descansado y con buena salud. 2. Buena posición
económica. 3. Conjunto de bienes materiales, sociales, culturales, etc., que
proporcionan una adecuada calidad de vida”. Las definiciones del vocablo “bienestar”,
tal como lo hacen los diccionarios, señalan factores que contribuyen a la felicidad.
También se le usa asociado con otros vocablos, se habla de bienestar económico,
bienestar físico y bienestar social. Ninguna de estas frases es sinónimo de felicidad.
Disfrutar de bienestar económico no significa siempre ser feliz; de la misma manera, una
persona que goza de buena salud no es necesariamente feliz. En los ejemplos, el dinero
y la salud son factores que pueden promover la felicidad. Las definiciones de los
vocablos “bienestar” y “felicidad” hacen ver que no son sinónimos. No analizamos el
vocablo “subjetivo” debido a que tanto el bienestar como la felicidad corresponden a
juicios que emite una persona de sí misma.
No obstante que las definiciones de los vocablos que ofrecen los diccionarios están
enmarcados en el contexto del conocimiento común y que los conceptos científicos se
definen en el contexto de un sistema teórico, no cabe duda alguna que las definiciones
que proponen los diccionarios de la lengua española citados, expresan propiedades
fundamentales de la conducta feliz: satisfacción personal, posesión de un bien, lograr
algo que agrada a la persona y ausencia de estados afectivos negativos, señalados por
varios autores antes mencionados. En suma, no hemos encontrado equivalencia al
comparar los vocablos “bienestar y felicidad”, tal como son definidos por diccionarios
de la lengua española. El vocablo felicidad es semánticamente mucho más rico y
complejo que el vocablo bienestar; expresa por si solo los componentes básicos de la
vida feliz, que han sido señalados por varios psicólogos arriba señalados. Si bienestar
subjetivo (SWB) coincide con lo que la gente llama felicidad, según sostienen varios
autores antes citados, ¿Por qué no utilizar el concepto felicidad, que con mayor
Relacionado con el punto anterior, debe señalarse el carácter teológico y dinámico que
encierra el proceso hacia la felicidad, ciertamente está presente una meta hacia el cual
consciente y selectivamente se dirige un individuo, se esfuerza por poseerla, muchos la
consiguen, otro se quedan en el camino, frustrados sin obtenerla. El camino hacia la
felicidad a menudo puede estar poblado de obstáculos, unos dependen de factores
externos que escapan al control personal (v. g., guerras, tiranías, enfermedades,
accidentes, explotación económica), otros dependen de uno mismo (infravaloración
personal, fijarse metas inalcanzables, falta de tenacidad, escasa motivación y bajo
optimismo).
El bien o bienes que hacen la felicidad son de naturaleza variada (materiales, éticos,
estéticos, psicológicos, religiosos, sociales, políticos, etc.). Se trata de bienes a los que se
les asignan cualidades axiológicas o valencias positivas, según K Lewin. Esto quiere decir,
que una “cosa” deviene en bien deseado por el valor que le atribuye una persona, de
lo cual se infiere que la cosa deseada no necesariamente posee un valor intrínseco y
que un mismo bien no siempre genera la felicidad de todos los individuos. Unos desearán
tener mucho dinero, otros tener poder, otros desearán tener una buena familia, muchos
otros gozar de buena salud y el revolucionario que triunfen sus ideas políticas.