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Existe gente con problemas y gente problemática. Este último tipo de personas sufren de
«neurosis». La persona neurótica encuentra conflictos donde no hay y tiene las siguientes
características:
1. Complica lo simple.
Los neuróticos exageran pavadas o situaciones tontas. Si algo les molestó, ¡arman la
tercera guerra mundial! Además, las personas neuróticas se complican la vida y hacen de lo
sencillo algo complicado. Generalmente, cuando un neurótico se convierte para seguir al
Señor, hace de la fe algo complicado.
Por otra parte, una persona neurótica vive con miedo y cada cosa que pasa la asocia con
algo espiritual: «Mi hijo se lastimó, porque no fui fiel al Señor»; «Mi marido perdió el
trabajo, porque no estuve ayunando por él». Como «se mira el ombligo», cree que todo lo
que le sucede tiene que ver con su persona. En consecuencia, vive con miedos y todo le
preocupa.
Otra característica de una persona neurótica es que se enoja por cualquier cosa y es
egoísta, cree que los demás fueron puestos en la tierra para satisfacer sus caprichos.
6. Busca reconocimiento.
Además, el neurótico quiere que lo nombren, que lo reconozcan, que lo feliciten. Necesita
ser visto. No puede estar en una situación y pasar desapercibido. Un ejemplo claro es la
típica persona que viene de otras iglesias con el curriculum bajo el brazo esperando que le
den un título o lo nombren en algún cargo.
Este relato nos muestra que no podemos huir del sueño que Dios nos dio. No podemos
abandonar el propósito, más bien debemos abrazarlo porque es el motivo por el cual
nacimos. Por otra parte, si huimos del sueño que Dios nos dio, el diablo nos va a poner los
recursos justos, la gente justa y va a organizar nuestra agenda de modo que escapemos.
Nos hará pensar que el camino tomado está organizado por Dios para vender la verdadera
agenda que Dios organizó con el fin de lograr nuestro sueño.
Existe una diferencia entre un sueño, una visión y un propósito. El sueño es el
motivo por el que naciste (por qué naciste), la visión es ver en tu espíritu el sueño
terminado, y el propósito es «para qué nací». La visión te hace ver más allá de las
circunstancias porque Dios hará todo lo posible para que tu sueño se cumpla y se haga
realidad.
Lo primero que hace Dios cuando conocés a Cristo es restaurar tu capacidad de soñar.
Podemos recuperar esta capacidad gracias a que nuestro espíritu nunca envejece. La
forma de reconocer cuál es nuestro sueño es identificando nuestras pasiones y deseos
profundos. Dios encapsuló el sueño en tu pasión, en tu anhelo, en tu corazón, y si recuperás
tu sueño te convertís en la persona más maravillosa caminando por la tierra. Sin embargo,
también debemos saber que el enemigo no se va a quedar tranquilo y nos va a inquietar,
poco a poco, para alejarnos de nuestro sueño y propósito. Lo serio del caso es que, cuando
nos alejamos de la presencia del Señor, nunca volvemos a las mejores
circunstancias y lugares de donde salimos, sino a los peores lugares. Aun así, si hemos
hecho un pacto con Dios, el diablo sabe que no le pertenecemos, sabe que somos de Dios y
que el Señor irá a buscarnos hasta lo más bajo para traernos nuevamente al camino.
Es por eso que debemos recordar que no importa cuán lejos vayamos, ni cuán bajo
caigamos, Dios nos va a ir a buscar porque hay un pacto con Él y nada nos podrá
separar del amor de Jesucristo. «Los que siguen a ídolos vanos abandonan el amor de Dios
» (Jonás 2:8)
El don predominante es el aquel don que Dios te dio y el cual representa tu excelencia, lo
que mejor hacés. No solamente es lo que mejor hacés, sino que además es algo que podrías
estar haciéndolo por días y disfrutándolo. Los expertos en «liderazgo de excelencia» del
mundo afirman que: es mejor ser experto en algo que ser un mediocre en todo. En
otras palabras, el don es una dádiva que viene cargada con un potencial divino y nos brinda
dos cosas:
Dios va a hacer que estés en el lugar correcto, a la hora correcta, con la persona
correcta para que seas bendecido. ¡Te va a abrir puertas delante de los grandes!