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Valores no epistémicos
Introducción
Para complementar y ampliar esta última definición, se empleará un análisis del concepto de
la epistemóloga Esther Díaz, donde destaca que su guía es la premisa de que la racionalidad
del conocimiento, aun la más estricta y rigurosa, hunde sus raíces en:
luchas de poder,
factores económicos,
connotaciones éticas,
afecciones,
pasiones,
idearios colectivos,
intereses personales, y
pluralidad de nutrientes que no están ausentes, por cierto, en el éxito o el fracaso de las
teorías.
Esto, según su opinión, constituye una rampa de lanzamiento hacia lo que ha denominado
“epistemología ampliada a lo político social” que no debe perder de vista ni los antecedentes
históricos de la disciplina, ni los conceptos de los pioneros de la filosofía de la ciencia, es
decir, relaciones entre la historia externa e interna del conocimiento científico.
Por mucho tiempo se mantuvo una concepción sobre la ciencia y la tecnología según la cual
éstas son neutrales desde el punto de vista de los valores y de la moral.
Desde esa perspectiva, el uso que se dé a los conocimientos científicos y a los productos
tecnológicos no es responsabilidad de los científicos ni de los tecnólogos, más bien es un
problema —y una responsabilidad— de quienes utilicen esos conocimientos y esos
artefactos para obtener fines determinados. En todo caso, son esos objetivos, y los medios
utilizados para lograrlos, los que sí podrían ser evaluados desde un punto de vista moral.
Pero esos objetivos, concluye dicha posición, no los definen los científicos sino los
gobernantes, los políticos, los militares o los delincuentes organizados.
Pero existe otra manera de ver el problema. Según ese otro punto de vista, es necesario
analizar todo el sistema del cual forman parte los investigadores, como seres humanos,
como ciudadanos y como científicos. El problema (moral y político) de cómo y por qué
actuar una vez que produjeron cierto conocimiento lo tiene que enfrentar el científico como
científico, y no como si fuera un ciudadano o político divorciado de su papel de científico. En
estos casos, adquirir un conocimiento y tener una responsabilidad moral son dos caras de
una misma moneda.
Pero es obvio que en la práctica ningún científico puede tener control sobre todas las
aplicaciones que pueden llegar a hacerse de los conocimientos que genera. Además,
actualmente un rasgo característico de los sistemas de producción de conocimiento es que
nunca se podrán conocer todas las consecuencias de la aplicación de ese conocimiento o de
sus desarrollos tecnológicos. ¿Hay alguna responsabilidad ante este tipo de situaciones?
¿Es posible hacer algo? En primer lugar, los expertos tienen el deber ante el público de
informar transparentemente acerca de los límites de lo que saben con respecto a las posibles
consecuencias de las aplicaciones de conocimientos específicos. En segundo lugar, los
científicos deberían colaborar en el establecimiento de mecanismos sociales de control y de
vigilancia del uso del conocimiento científico, y de monitoreo de las consecuencias de sus
aplicaciones, en donde los especialistas participen junto con representantes ciudadanos de
otros sectores sociales.
Texto extraído de Olivé, L (2007): La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento.
Ética, política y epistemología. México: FCE (Cap. IV: Epistemología y bioética), pp.80-81.
Actividad
Leer el texto seleccionado. Identificar a cuál aspecto no epistémico de la Ciencia está
implicado. Tratar de elucidar quien pudo haber dicho/escrito el texto y en que época, año,
siglo.
1. Y así nos encontramos con un hecho muy curioso: los siglos XVIII y XIX desencadenaron
una especie particularmente peligrosa de dogmatismo: el científico. Es cierto que nuestro
siglo (XX), algunos de más grandes epistemólogos han recomendado la cautela y la
molestia; pero el hombre de la calle, impresionado por el desarrollo de la técnica, no ve esos
titubeos teóricos, y ha adquirido la más singular de las supersticiones: la de la ciencia; que es
como decir que ha adquirido la superstición de que no debe ser supersticioso.
2. Yo sostuve que había un error en el ordenamiento en que estaban enunciados sus tres
grandes principios (de la termodinámica). Sería imposible explicar mis fundamentos,
bastantes dolores de cabeza me produjeron en la época que estudiaba a fondo la energética.
Cuando expuse mis primeras ideas a los doctores Loyarte y Teófilo Isnardi, ellos
pretendieron disuadirme, ya que la termodinámica era un armonioso edificio imposible de
innovar, desde el gran Leonardo, hasta enormes cabezas como Henri Poincaré y
Caratheodory. El segundo rechazo lo recibiría en el Laboratorio Curie, porque un salvaje
sudamericano no podía cuestionar el fundamento mismo de la termodinámica.
3. La ciencia actual, en resumen, está adaptada a las necesidades de un sistema social cuyo
factor dinámico es la producción industrial masificada, diversificada, de rápida obsolescencia;
cuyo principal problema es vender —crear consumidores, ampliar mercados, crear nuevas
necesidades o como quiera decirse— y cuya institución típica es el gran consorcio, modelo
de organización y filosofía para las fuerzas armadas, el gobierno, las universidades.
Es lógico que este sistema estimule la especialización, la productividad, la competitividad
individual, la invención ingeniosa, el uso de aparatos, y adopte criterios cuantitativos, de
rentabilidad de inversiones para evaluar todo tipo de actividad.
Esto se refleja, hemos visto, en la ciencia actual de todo el mundo: en los países
desarrollados por adaptación, y en los demás por seguidismo, por colonialismo científico.
7. Estimado Profesor:
Por favor perdone a un padre que es tan atrevido como para dirigirse a usted en el interés de
su hijo.
Comenzaré por decirle que mi hijo Albert tiene 22 años, que estudió en el Politécnico de
Zúrich durante cuatro años, y que pasó sus exámenes para el diploma en matemáticas y
física con magníficas notas el verano pasado. Desde entonces ha estado intentando, sin
éxito, obtener un puesto de asistente, que le permitiera continuar su educación en física
teórica y experimental. Todos aquellos en situación de dar su opinión al respecto elogian sus
talentos; en cualquier caso, puedo asegurarle que es extraordinariamente estudioso y
diligente y se apega con gran amor a su ciencia.
Mi hijo se halla, por consiguiente, profundamente infeliz con su actual falta de un puesto, y su
idea de que ahora se encuentra fuera de órbita hace que se sienta cada día más
arrinconado. Además, se siente oprimido por el pensamiento de que es una carga para
nosotros, gente de medios modestos.
Como es a usted, altamente respetado Herr Professor, a quien mi hijo parece admirar y
respetar más que a cualquier otro investigador de los activos actualmente en la física, es a
usted a quien me tomo la libertad de recurrir con la humilde petición de que lea su artículo
publicado en el Annalen Physik y que le escriba, si es posible, unas pocas palabras de
ánimo, de forma que pueda recobrar su alegría de vivir y trabajar.
Si, además, pudiese procurarle un puesto de profesor asistente para ahora o para el próximo
otoño, mi gratitud no conocería límites.
Le pido una vez más que perdone mi imprudencia al escribirle, y también me tomo la libertad
de mencionar que mi hijo no sabe nada acerca de este inusual paso.
10. Desde Moisés, la gente no quiere abdicar de sus privilegios cósmicos e imagina que de
algún modo la Creación ha sido organizada en su beneficio particular. Bernardin de Saint –
Pierre opinaba que el melón tiene rajas para facilitar su consumo en familia. Era inevitable
que la doctrina copernicana chocase contra estos prejuicios tecnológicos y gastronómicos.
Ya Aristarco de Samos había sido acusado de impiedad por la misma razón y el temeroso
Pitágoras llevaba una doble contabilidad: geocéntrica para el público y heliocéntrica para su
logia, como esos confiteros que no comen lo que venden.
11. Se ha consensuado a nivel de todo el sistema Científico y Tecnológico nacional el
diagnóstico de que debemos perfeccionar el sistema de evaluación de nuestro personal,
porque promovemos la investigación aplicada, el desarrollo tecnológico, la investigación
orientada, la innovación, pero de alguna manera seguimos utilizando algunos sistemas
especialmente bibliométricos, históricos, que no se pueden aplicar en todos los casos”.
Asimismo, aclaró que la propuesta no es dejar de incentivar y apoyar la investigación básica,
sino entender que no se puede evaluar de la misma manera a aquellos grupos de
investigación que pretenden hacer transferencia tecnológica y social.