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Horkheimer: “Crítica de la Razón Instrumental” – Capítulo 1 y 4.

Feyerabend: “Adiós a la Razón” – Páginas 81 a 123. Capítulo: Ciencia, ¿Grupo de presión


política o instrumento de investigación?

Pregunta Central: ¿Por qué la ciencia es mala para el progreso?

¿Qué problema hay con que el humano se simplifique? ¿Qué problemáticas prácticas
implica? -----> La respuesta sería la garantía.

1. Presentación

Si bien, no podemos desconocer el importante trabajo que ha desempeñado la labor


científica a favor del desarrollo de la civilización humana a lo largo de la historia,
nosotros hoy vamos a dejar en evidencia por qué también es a su vez incorrecto
negar e ignorar los aspectos perjudiciales que la ciencia ha tenido en nuestra
sociedad, así como los peligros que de esta pueden surgir más adelante.
El filósofo alemán Max Horkheimer asevera que la ciencia es llevada por las
necesidades de la sociedad y no por su propia tendencia. Sin embargo, tenemos
que la sociedad actual se ha desentendido de los propósitos de la investigación
científica, enfocandose únicamente en servir a un fin, sin dar importancia o poner un
énfasis a los medios que se utilizan para llegar a estos fines.
En cuanto que la sociedad, cuestión que nos involucra a todos como ciudadanos y
no solo a la comunidad científica o comités de expertos, al no hacerse propiamente
responsable de los avances de la ciencia y de los medios que pone en práctica para
cumplir con sus finalidades, puede representar un potencial riesgo.
Los sujetos no buscan una verdad, sino que apelan al YO y a la necesidad de éste
para satisfacer sus deseos de dominio o de autoconservación.
Así mismo, el filósofo austriaco Paul Feyerabend, declara que en una democracia, la
última decisión sobre una investigación y sus resultados, corresponden
fundamentalmente a los ciudadanos y no a los llamados “expertos”, puesto que en
una sociedad democrática, la práctica y el conocimiento científico deben ser abiertos
al público, ya que la ciencia moldea y configura el pensamiento de las civilizaciones,
afectando directamente en la vida de todos los seres humanos.

2. Argumento 1

En efecto, dejar la ciencia a los científicos significa abandonar nuestra


responsabilidad ante una de las instituciones más poderosas y también más
mortales de nuestro medio. Mortal para las mentes, tanto como para los cuerpos, ya
que la historia muestra que cuando las prácticas científicas se encuentran
enjauladas en programas de investigación tecnocráticos, resulta sencillo cooperar
con el poder político para generar aparatos tecnológicos capaces de engendrar
armas de destrucción masiva, modelos de pensamiento que excluyen a otros sin
siquiera pensar en el potencial científico o en la utilidad práctica que pueden tener,
formas de pensamiento que desprecien la sensibilidad humana y la compasión a
través de razones que cosifiquen al humano volviéndolo instrumento y medio para
conseguir un fin productivo. De allí a que sea relevante y justo tener mecanismos de
difusión, divulgación y de transparencia sobre las investigaciones, teorías y modelos
científicos actuales, donde todos podamos cuestionarlas y participar del debate entre
expertos, priorizando la sensibilidad y enriqueciendo la discusión con visiones no
reduccionistas del ser humano.
Por tanto, el filósofo piensa que la ciencia, al ser un punto de vista igual de relativo a
otros, implica que en una sociedad democrática, quienes deciden si las
explicaciones científicas son más legítimas que otras o que tanto prestigio social
deben tener, corresponden al electorado y la sociedad civil en su conjunto, no a los
expertos.

Posible Objeción: El público en general no comprende suficientemente la ciencia como


para participar en la elección de programas de investigación.
· Respuesta: Tampoco los científicos comprenden la ciencia. Es decir,
frente a una visión de mundo relativa, cada persona tiene la misma
capacidad para cuestionar y argumentar esa visión. Además, hay muchos
científicos que son egomaniacos de mentalidad estrecha y que intentan
mejorar su posición en la profesión y están completamente
desinteresados por el bienestar humano y la supuesta “búsqueda
desinteresada de la verdad”.

1. Argumento 2

La Ciencia Racional, con sus axiomas metodológicos restrictivos, que funcionan


como un criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia, es excluyente, ya que no
permite abrirnos a la consideración de otro tipo de lógicas de pensamiento que
pueden servirnos para desarrollar nuestro potencial cognitivo y solucionar nuestros
problemas prácticos, puesto que, para el autor, cada visión de mundo puede
contener conocimientos útiles y fructíferos si es que se le da legitimidad epistémica y
social para desarrollarse y situarse en el debate científico, enriqueciéndose con otras
investigaciones.
Parafraseando al pensador, sabemos hasta dónde nos ha llevado la medicina
científica; no sabemos si la medicina de los Nei Ching, (La Medicina Tradicional
China) si hubiera dispuesto de medios similares y con análogo prestigio social, no
nos habría llevado más lejos.
Es decir, ¿En qué utopías estaríamos si nuestro pensamiento científico tradicional no
hubiera excluido de la discusión científica otras teorías o métodos de ciencia
alternativa?
En una utopía la investigación científica tendría lineamientos éticos globales que le
prohibirían ser cooptados por los fines bélicos y los intereses geopolíticos de cada
nación.
La medicina analizaría las enfermedades y buscaría curas de forma integral, ya que
entendería que el cuerpo en su complejidad no puede ser reducido a un paradigma
investigativo simplista y particularistas. Entendería que forma parte de un conjunto
de procesos complejos mediante técnicas curativas holísticas que contemplen
terapias alternativas e incluso espirituales.
También estaría comprometida con el bienestar y el progreso humano,
enriqueciendo y democratizando el debate científico abriéndose nuevas lógicas de
pensamiento y teorías inusitadas.
Cada persona podría participar de los programas de investigación desarrollado sus
habilidades cognitivas y fortaleciendo el pensamiento crítico y divergente, el pensar
fuera de la caja, junto a la capacidad de resolver problemas prácticos
contextualizados a los intereses de cada ciudadano.
En esta sociedad abierta el humano podría concebir un tipo de pensamiento no
calculante que le permita ser partícipe del descubrimiento de enigmas y la solución
de problemas inimaginados aunando teorías científicas, con conocimientos técnicos,
mitos, visiones religiosas-espirituales, creencias, entre otras.

3. Argumento 3

Se supone que la ciencia otorga solo aspectos positivos para el mejoramiento de la


vida, pero ¿es esto totalmente cierto? Max Horkheimer y nosotros decimos que no.
Puesto que, la ciencia promueve un razonamiento subjetivo, el cual, tiene un
carácter instrumental, es decir, reduce a la razón en una herramienta que es
utilizada sólo para satisfacer los deseos humanos y para justificar cualquier fin, sea
este racional o no.
La ciencia nos ha hecho creer que su técnica es la única forma de racionalidad, por
ende, estrangula a otras expresiones de la razón igual de importantes para el ser
humano. Por ejemplo, la ciencia trata de buscar los mejores medios para lograr unos
fines, pero no se cuestiona si dichos fines son razonables. Es así, que la afirmación
de qué la justicia y la libertad son de por sí mejores que la injusticia y la opresión no
es científicamente verificable y por tanto en ese caso resulta inútil.
También, la ciencia promueve un ideal de dominación del hombre por sobre la
naturaleza, misma dominación que por consecuencia termina también oprimiendo al
hombre a través del trabajo y la vida social. En este contexto, la ciencia hace que el
hombre ya no contemple la naturaleza, sino que la ve como objeto de extracción. Ni
tampoco ve a los hombres como fines en sí mismos, sino que los ve como medios
para fines políticos, económicos o productivos, pues se someten a un principio de
utilidad, el cual mide cuán útiles son, cuán productivos son, provocando que la vida
humana pierde valor intrínseco y lo único que le da valor y sentido es su utilidad.
Asimismo, con la ciencia vienen los avances tecnológicos, los cuales han sido
acompañados por un proceso de deshumanización, pues la idea de progreso
amenaza con destruir la autonomía del individuo, dado que transforma todos los
productos de la actividad humana en mercancía.
4. Conclusión

El pensador hace un llamado democrático para que todos los ciudadanos, aunque
no formemos parte de una comunidad científica o de un comité de expertos,
podamos ser partícipes de la creación y el desarrollo del conocimiento científico.
El autor apela por una sociedad democrática en donde la práctica y el conocimiento
científico sea de interés público, ya que la ciencia: al modelar el pensamiento de
civilizaciones enteras, afecta en la vida y en los proyectos de todos los ciudadanos,
de allí que resulte importante liberar los programas de investigación de su esfera
tecnocrática y cerrada, para trasladarlos al ámbito de la discusión y el escrutinio
público.
En una democracia, la decisión final sobre la investigación a hacer y los resultados
que deben ser enseñados corresponden a los ciudadanos, no a los expertos.

Por otro lado, el filósofo de la ciencia Paul Feyerabend, antes que científico, es un
demócrata-relativista, y considera que no hay métodos de creación de conocimiento
más válidos que otros, ya que cada punto de vista, ya sea una explicación científica,
una práctica técnica o una explicación metafísica, puede contener verdades y
falsedades según los paradigmas de cada momento socio-histórico. En este sentido,
al autor no le interesa cual es más verdadera que otra, sino quienes son los actores
que deberían tener el poder de determinar cuál explicación es más válida sobre otra.

Las discusiones que se expondrán versan sobre la ciencia y su relación con la


irreductibilidad humana y el carácter poético-inconmensurable de la vida, funciona como
una apuesta por la ciencia jovial.

Si el progreso y la ciencia fueran unos triunfadores; definitivamente no habría un espacio


tan marcado para la reflexión. Pero como han minado cada vez más y más todas las
esperanzas que en su comienzo suscitaron —lo justo, mientras es justo, es natural—, no
pudiendo dejar de nutrir el desengaño, aquí estamos. Tal vez el primer progreso que han
generado es la incoercible certeza a la duda del futuro, y al abismo creado en un
automatismo al cual con fascinación y terror nos dirigimos.

Nicolas de Condorcet: el último ilustrado. Escrito en el cuarto de una vieja señora, que al
finalizarlo salió a caminar por las calles de París, mas prontamente es detenido y al instante
es condenado a la guillotina, se termina suicidándose. En esas condiciones fue escrito el
Esbozo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano.

Concebir la creencia de lo mejor, en que todo paso hacia adelante es una victoria sobre el
mal, que lo que deviene implica necesariamente un principio positivo. Tomar al progreso
como sinónimo de salvación. Ha sido nuestro nefasto privilegio.

“La fe en la realidad del tiempo, en la supremacía de la razón ha devastado nuestra vida;


pero tiempo y razón tienen una matriz común: la necesidad.” (Giorgio Colli)
La necesidad no es otra cosa que el principio de razón suficiente, es decir, la conexión
causal de objetos abstractos, y que indican que no puede ser de otra manera (pero sin
su comportamiento cualitativo.) “Nada existe al menos que una razón suficiente
pueda ser dada”, acá está la holística aseveración con la que Leibniz nos da las leyes
epistemológicas de nuestro mundo, el mejor de los mundos posibles, como lo veía él.

Esta es la sanguijuela y buitre que excava nuestras entrañas como le dice Collí, este
espectro que nos guía sin que apenas nos demos cuenta, debilitando a los
apasionados. Por eso Heráclito decía que “el sol rejuvenece cada día”, para oponerse
ante este tirano. Esto nos ha llevado a adormecernos en este gran bostezo que hablaba
el adivino del Zaratustra (Nosotros hemos cansado hasta el mismo fuego).

“El pensar sólo empieza cuando nos percatamos que la razón —desde hace tantos
siglos exaltada— es la más porfiada enemiga del pensar.” La razón (ratio), es un libro
de cálculos en el cual confiamos. Complacidos en esta impotencia, y ya resignados,
tomamos este conocimiento anquilosado por virtud o verdad, y nos subordinamos a él.

Creemos que estamos conociendo la realidad, pero esto no es más que la objetivación que
hicimos de la realidad (la razón que razona sobre sí misma). Le sacamos la respiración, y a
lo que no se mueve le llamamos objetividad. Como sujeto (Yo) usó el escalpelo de razón
frente a los objetos y disecciono la realidad, así usufructo sobre este cementerio de ideas
muertas. Lo vital es absolutamente magmático, inestable, en rigor ininteligible. Y es
más: ¿se capta más íntimamente con esta “objetividad” los fenómenos? Nos sentimos
ilustrados al reemplazar la pompa de las antiguas leyendas con una serie de fórmulas,
creyendo que se capta más y son menos desconcertante, pero prosigue el amor sin Venus y
la guerra sin Marte, y aunque los dioses están fuera, no hacen que todo, en suma, sea más
explicable. Schopenhauer decía que la poesía es a la filosofía lo que la experiencia es
a la ciencia empírica, y decía bien.

Max Planck dice: Lo real es lo que se puede medir: ¿y lo que no? No es nada. No sólo
queda fuera el universo afectivo sino que toda la constelación imaginativa y creativa, del
logos imaginario: sueños, fantasías, deseos, y el salto inspirado del arte. Las catedrales
góticas que se elevaron a través de esta imaginación son menos reales. En definitiva, esto
es el espacio de la libertad, las metáforas del espíritu.

La imposibilidad de contemplar las cosas sin para qué, sin proyectar sobre ella la voluntad
de dominio, de usufructuación, de racionalizar. No poder tomarlo por gratuidad. Dejar ser.

El cientifismo de hoy se parece al pedante que vió a Solón llorar la muerte de su hijo, y le
dijo: ¿Para qué lloras así, si eso de nada sirve? Y el sabio le dijo: precisamente, porque no
sirve. No basta curar la peste, hay que saber llorarla. ¡Sí, hay que saber llorar! Y acaso ésta
es la sabiduría suprema. ¿Para qué? Preguntárselo a Solón. (Unamuno)

“Nosotros sentimos que inclusive si todas las posibles cuestiones científicas quedarán
respondidas, nuestro problema de la vida no habría sido ni siquiera tocado. Desde luego
que no queda ya ninguna nueva pregunta y precisamente esa es la respuesta.”
(Wittgenstein)

“El hombre futuro lo habrá explicado todo, curado todo, denunciado todo, pero no habiendo
encontrado el sentido de ese todo, no vemos cómo podrá sobrevivir a un universo
desembarazado de justificación y de secretos.”

“La labor filosófica no consiste en legitimar lo que ya se sabe, sino en tratar de saber cómo
y hasta dónde puede ser posible pensar de otro modo.”

Digresiones - Kierkegaard - Goethe

El individuo ya no pertenece a Dios, ni a sí mismo, ni a su amada, ni a su arte, ni a su


ciencia; no, tal como un peón pertenece a una hacienda, así el individuo sabe que está
perteneciendo a una abstracción, en la que la reflexión lo subordina.

Para todo se tiene manuales, y pronto la educación consistirá en tener un conocimiento


acabado de mayor o menor parte de dichos manuales y se será excelente en la medida en
que se pueda recordar uno en particular, tal como en una tirada tipográfica la máquina
escoge ciertas letras.

preguntas a otro grupo:

¿Por qué la ciencia sería el mayor logro humano? ¿Qué beneficios pueden argüirse para afirmar que
es el orgullo del homo sapiens?

Si el enfoque científico es esencial para la toma de decisiones informadas y racionales en la sociedad


¿Porqué la práctica científica permitió la creación de armas de destrucción masiva ¿‘por qué las
ciencias sociales objetivaron y legitimaron conceptos aberrantes como los de “raza”?

¿Si la ciencia puede llevar a una comprensión más objetiva e informada de cuestiones sociales y
políticas, porque todavía hay personas que depositan su confianza en otros tipos de conocimiento,
como creencias espirituales, religiosas, supersticiosas, ideologías pesudocienticas?

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