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¿Qué problema hay con que el humano se simplifique? ¿Qué problemáticas prácticas
implica? -----> La respuesta sería la garantía.
1. Presentación
2. Argumento 1
1. Argumento 2
3. Argumento 3
El pensador hace un llamado democrático para que todos los ciudadanos, aunque
no formemos parte de una comunidad científica o de un comité de expertos,
podamos ser partícipes de la creación y el desarrollo del conocimiento científico.
El autor apela por una sociedad democrática en donde la práctica y el conocimiento
científico sea de interés público, ya que la ciencia: al modelar el pensamiento de
civilizaciones enteras, afecta en la vida y en los proyectos de todos los ciudadanos,
de allí que resulte importante liberar los programas de investigación de su esfera
tecnocrática y cerrada, para trasladarlos al ámbito de la discusión y el escrutinio
público.
En una democracia, la decisión final sobre la investigación a hacer y los resultados
que deben ser enseñados corresponden a los ciudadanos, no a los expertos.
Por otro lado, el filósofo de la ciencia Paul Feyerabend, antes que científico, es un
demócrata-relativista, y considera que no hay métodos de creación de conocimiento
más válidos que otros, ya que cada punto de vista, ya sea una explicación científica,
una práctica técnica o una explicación metafísica, puede contener verdades y
falsedades según los paradigmas de cada momento socio-histórico. En este sentido,
al autor no le interesa cual es más verdadera que otra, sino quienes son los actores
que deberían tener el poder de determinar cuál explicación es más válida sobre otra.
Nicolas de Condorcet: el último ilustrado. Escrito en el cuarto de una vieja señora, que al
finalizarlo salió a caminar por las calles de París, mas prontamente es detenido y al instante
es condenado a la guillotina, se termina suicidándose. En esas condiciones fue escrito el
Esbozo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano.
Concebir la creencia de lo mejor, en que todo paso hacia adelante es una victoria sobre el
mal, que lo que deviene implica necesariamente un principio positivo. Tomar al progreso
como sinónimo de salvación. Ha sido nuestro nefasto privilegio.
Esta es la sanguijuela y buitre que excava nuestras entrañas como le dice Collí, este
espectro que nos guía sin que apenas nos demos cuenta, debilitando a los
apasionados. Por eso Heráclito decía que “el sol rejuvenece cada día”, para oponerse
ante este tirano. Esto nos ha llevado a adormecernos en este gran bostezo que hablaba
el adivino del Zaratustra (Nosotros hemos cansado hasta el mismo fuego).
“El pensar sólo empieza cuando nos percatamos que la razón —desde hace tantos
siglos exaltada— es la más porfiada enemiga del pensar.” La razón (ratio), es un libro
de cálculos en el cual confiamos. Complacidos en esta impotencia, y ya resignados,
tomamos este conocimiento anquilosado por virtud o verdad, y nos subordinamos a él.
Creemos que estamos conociendo la realidad, pero esto no es más que la objetivación que
hicimos de la realidad (la razón que razona sobre sí misma). Le sacamos la respiración, y a
lo que no se mueve le llamamos objetividad. Como sujeto (Yo) usó el escalpelo de razón
frente a los objetos y disecciono la realidad, así usufructo sobre este cementerio de ideas
muertas. Lo vital es absolutamente magmático, inestable, en rigor ininteligible. Y es
más: ¿se capta más íntimamente con esta “objetividad” los fenómenos? Nos sentimos
ilustrados al reemplazar la pompa de las antiguas leyendas con una serie de fórmulas,
creyendo que se capta más y son menos desconcertante, pero prosigue el amor sin Venus y
la guerra sin Marte, y aunque los dioses están fuera, no hacen que todo, en suma, sea más
explicable. Schopenhauer decía que la poesía es a la filosofía lo que la experiencia es
a la ciencia empírica, y decía bien.
Max Planck dice: Lo real es lo que se puede medir: ¿y lo que no? No es nada. No sólo
queda fuera el universo afectivo sino que toda la constelación imaginativa y creativa, del
logos imaginario: sueños, fantasías, deseos, y el salto inspirado del arte. Las catedrales
góticas que se elevaron a través de esta imaginación son menos reales. En definitiva, esto
es el espacio de la libertad, las metáforas del espíritu.
La imposibilidad de contemplar las cosas sin para qué, sin proyectar sobre ella la voluntad
de dominio, de usufructuación, de racionalizar. No poder tomarlo por gratuidad. Dejar ser.
El cientifismo de hoy se parece al pedante que vió a Solón llorar la muerte de su hijo, y le
dijo: ¿Para qué lloras así, si eso de nada sirve? Y el sabio le dijo: precisamente, porque no
sirve. No basta curar la peste, hay que saber llorarla. ¡Sí, hay que saber llorar! Y acaso ésta
es la sabiduría suprema. ¿Para qué? Preguntárselo a Solón. (Unamuno)
“Nosotros sentimos que inclusive si todas las posibles cuestiones científicas quedarán
respondidas, nuestro problema de la vida no habría sido ni siquiera tocado. Desde luego
que no queda ya ninguna nueva pregunta y precisamente esa es la respuesta.”
(Wittgenstein)
“El hombre futuro lo habrá explicado todo, curado todo, denunciado todo, pero no habiendo
encontrado el sentido de ese todo, no vemos cómo podrá sobrevivir a un universo
desembarazado de justificación y de secretos.”
“La labor filosófica no consiste en legitimar lo que ya se sabe, sino en tratar de saber cómo
y hasta dónde puede ser posible pensar de otro modo.”
¿Por qué la ciencia sería el mayor logro humano? ¿Qué beneficios pueden argüirse para afirmar que
es el orgullo del homo sapiens?
¿Si la ciencia puede llevar a una comprensión más objetiva e informada de cuestiones sociales y
políticas, porque todavía hay personas que depositan su confianza en otros tipos de conocimiento,
como creencias espirituales, religiosas, supersticiosas, ideologías pesudocienticas?