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Los Padres de familia como educadores

¿Qué educador, psicólogo, médico o terapista ha seguido al niño desde su


nacimiento? ¿Quiénes son los que más quieren al niño? ¿Quién se desvela por
las noches para cuidarlo, quién se sacrifica al máximo por darle todo lo que
necesita al punto de olvidarse de sí? Los padres. Sólo los padres tienen el amor
suficiente para dar a sus hijos los cuidados y atención que necesitan.
Podrá alguien decir que los padres algunas veces se equivocan en la
educación que brindan a sus hijos. Sí, algunas veces meten la pata. Se equivocan
por ignorancia, por no saber qué es lo mejor, por no saber cómo tratar a los hijos,
por no saber cómo educar. Es un problema que deben tratar de resolver: de
cómo aprender a educar a los hijos.
La educación en la familia debe ser personal: cada hijo es un mundo, cada
hijo debe recibir una educación personalizada, cada hijo debe recibir lo que
necesita. Los padres deben aprender a conocer a cada uno de sus hijos: con sus
cualidades, con sus defectos, con sus reacciones habituales; para tratar de sacar
lo mejor de cada uno de ellos. Eso es educar: hacer brotar lo que ya existe, es
sacar lo mejor de cada hijo.
Educar es una ciencia y un arte; es un arte porque no hay reglas fijas, cada
hijo es único, cada circunstancia única ya que no hay dos personas iguales; y
como es además ciencia se le debe estudiar y dedicarle horas de trabajo para
hacer un buen trabajo y cometer menos errores.
El trabajo fundamental de los padres es educar a su hijo, verle y respetarle
como a una persona que es y quererle mucho. No se debe dejar al azar o a la
improvisación algo de tanta importancia como es la educación de un hijo. La
educación es un proceso intencional y los padres son los principales educadores.
Es por esto que es sumamente necesario que los padres se decidan a: “hacerse
cargo”, “a tomar las riendas” de la educación de sus hijos. No es un trabajo
que corresponde a otras personas, fundamentalmente corresponde a los padres.
Son ellos los responsables de la educación de sus hijos. Claro que los padres
tienen personas cercanas que los ayudan en este trabajo, como los profesores, los

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abuelos, las nanas, etc. Pero debe quedar bien claro: la responsabilidad es de los
padres. En el caso que los padres no vivan juntos, la responsabilidad de la
educación debe seguir siendo de los dos padres aunque uno de ellos no siga
viviendo con los hijos: los hijos siguen siendo de ambos. En el caso que uno de los
padres fallezca, la responsabilidad recae exclusivamente en el padre que le
sobreviva.
Los padres ya no pueden educar como fueron educados ellos mismos.
¿Porqué no? Porque la sociedad ha cambiado mucho. Antes, los padres podían
controlar muchas de las influencias que recibían sus hijos. La vida de los hijos
transcurría normalmente en torno a la familia, la escuela y los amigos. Hoy, las
influencias externas son mucho más fuertes. Los padres, con frecuencia, están
más tiempo fuera de casa y controlan menos esas influencias. Los padres están
menos tiempo con los hijos y por lo tanto, el tiempo que se dedica a ellos debe ser
un tiempo muy rentable y muy bueno en calidad. ¿Y es posible? Sí es posible
pero cuesta más trabajo y esfuerzo cuando los dos padres trabajan, o cuando la
madre es quien se encarga sola de la educación de los hijos. Pero sí es posible,
no hay imposibles para el padre o la madre que se informa, que previene y se
adelanta a los problemas y que trabaja con los hijos.
Lo primero que los padres deben hacer es hacer un alto en su ajetreada
vida que viven para pensar qué quieren para sus hijos: ¿qué quiero para ellos en
la vida? ¿cómo me gustaría que fuesen? ¿cuáles son mis objetivos para ellos?
¿qué medios voy a emplear para conseguirlo? ¿a qué voy a hacerle frente? ¿qué
valores, destrezas, sentimientos, aficiones voy a ayudarle a adquirir? Estas
preguntas se piensan teniendo en cuenta el desarrollo integral de cada hijo. Para
esto habrá que tomar en cuenta todo su desarrollo: la formación física y corporal,
la formación intelectual, la formación en la voluntad, la formación en su afectividad
y la formación trascendente.
La formación física y corporal se refiere al desarrollo del cuerpo, su salud
física, ejercicios físicos, práctica de deportes y la forma de manejar ese cuerpo.
La formación intelectual hace referencia a la adquisición de nuevos conocimientos
y a fomentar un sano espíritu crítico. La formación de la voluntad en los hijos es

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importante pues fomenta la autoestima y la seguridad personal al proporcionales
facilidad y energía para conseguir las metas a que aspiran; se educa a los hijos en
virtudes como: el autodominio, el orden, el trabajo, el esfuerzo, la generosidad, la
solidaridad, la responsabilidad, la alegría, etc. Para la formación de la afectividad
se enseña a amar a los hijos, se les enseña que, en el amor, el otro es más
importante que uno mismo. La formación trascendente se orienta a satisfacer las
necesidades de otras personas y también el sentido de la vida que tiene la propia
familia; se enseña a los hijos a hacer cosas por amistad, lealtad, amor a otros o a
Dios, cuando los padres deciden dar una determinada orientación religiosa a sus
hijos (educar deben hacerlo todos los padres, independientemente de su
orientación religiosa).
Para resumir, los mejores educadores de los hijos son los padres, ellos son
los responsables de la educación de sus hijos. Los padres deben educar a sus
hijos teniendo en cuenta el desarrollo corporal, la inteligencia, la voluntad, la
afectividad y la trascendencia. Por último, para educar mejor, los padres deben:
leer, aprender, planear, poner en práctica, evaluar y continuar leyendo,
aprendiendo, planeando, poniendo en práctica, evaluando....

Mariana Cabieses de Dañino


Asesora en Educación Familiar
Lima 2004

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