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la química ocupa un papel predominante a la hora de vencerlo pero ¿cómo está

contribuyendo la química en la lucha contra el coronavirus?

La esperada vacuna, el Santo Grial del siglo XXI, y/o de medicamentos que puedan aplacar
sus consecuencias en nuestra salud son fundamentales. En este sentido los avances
químicos son fundamentales. La química ha ocupado desde el principio de la pandemia un
papel vital, aunque muchas veces no reconocido como se merece.

Cómo ayuda directamente la química a vencer al coronavirus

La industria química ofrece una gran ayuda a la medicina ya que es la ciencia que
permite el desarrollo de dos elementos más que fundamentales: los fármacos para tratar
el coronavirus y los materiales que requieren los sanitarios. En anteriores epidemias o
enfermedades que han puesto en jaque la salud de la población: medicamentos, vacunas y
antibióticos han logrado que los casos de mortalidad por enfermedades antes letales
disminuyan de forma notable así como aligerar el peso y las propias consecuencias de
estas.

Es importante tener en cuenta como la química ha ayudado a crear estos “compuestos” que
han salvado y salvarán el mundo, también en la crisis sanitaria global del coronavirus. La
química es imprescindible para desarrollar vacunas -las actuales parecen estar
desarrollándose en tiempo récord-; el oxígeno que se utiliza para asistir a la respiración
y tratar la hipoxia que produce este virus es más importante que nunca; y además la
industria química desarrolla otros gases medicinales con múltiples aplicaciones

Pero aquí no acaba, ni mucho menos, el papel de la química en la lucha contra el


coronavirus. También ayuda a los sanitarios que nos protegen, ayudan y salvan. Por
ejemplo, con productos antisépticos y desinfectantes empleados en las intervenciones
quirúrgicas para garantizar la ausencia de gérmenes. También la química ayuda a crear
materias plásticas y fibras sintéticas para diseñar material hospitalario.

En el uso doméstico, la química sigue protegiéndonos frente al coronavirus. Ya que sus


composiciones ayudan a crear jabones donde mediante saponificación elimina los
agentes infecciosos de nuestra piel. Así como los productos químicos de limpieza,
detergentes y desinfectantes. En conclusión, la química nos ayuda a cuidar de nuestra salud
siempre y más en momentos cruciales como estos sirviendo también de gran apoyo a la
investigación científica.

El sector químico, esencial para combatir la COVID-19

Hoy conocemos mejor que nunca la influencia de la industria química en la mejora de la


calidad y la esperanza de vida. A lo largo de la historia, avances químicos que van desde
la cloración del agua hasta las vacunas y medicamentos, pasando por productos de higiene
y desinfección, nos han protegido de enfermedades y patógenos.
En esta pandemia causada por el coronavirus, el sector químico no solo ha sido considerado
como un servicio esencial sino que ha ocupado un lugar protagonista aportando soluciones
tanto para combatir la enfermedad como para garantizar el abastecimiento de productos
básicos.

¿Cómo ha contribuido la química en la lucha contra el coronavirus?

Tanto desde su vertiente investigadora, llevando a cabo estudios y ensayos clínicos para
comprender el virus y enfrentarlo del modo más efectivo posible, como desde el ámbito
industrial, alterando la producción para garantizar el abastecimiento de productos
esenciales, el sector químico se mantiene al pie del cañón en esta lucha contra la
enfermedad.

La química y la investigación

Desde el estallido de la pandemia, la ciencia está trabajando a un ritmo nunca visto.


Decía Javier Urzay, subdirector General de Farmaindustria, que desarrollar y poner en el
mercado un medicamento puede tardar alrededor de 10 años y actualmente se está
intentando hacer en 1. Así pues, os podéis imaginar los esfuerzos que se están haciendo
para poder avanzar rápido y de forma segura.

Prueba de ello es que los grupos de investigación involucrados en la lucha contra el


coronavirus, siguen una dinámica poco habitual en este mundo. Normalmente, la ciencia se
mueve a un ritmo lento: los resultados de los estudios científicos deben pasar por múltiples
manos para revisarse y ser verificados. Pero, debido a la urgencia de la situación actual, la
información se está difundiendo a tiempo real y además es de libre acceso. El
conocimiento compartido ha demostrado ser un recurso esencial. También por eso la
colaboración entre autoridades y agencias es más estrecha que nunca. De este modo
esperamos que entre todos acabemos lo antes posible con este virus.

Vertiente industrial de la química

Por otro lado, el sector químico ha reforzado sus sistemas de producción con tal de
poder abastecer a la población de materiales y productos esenciales. En algunos casos
incluso han reorientado las líneas de negocio para satisfacer la demanda de productos tan
buscados como los materiales para fabricar geles desinfectantes, respiradores o EPIs.

En esta situación excepcional la industria química ha tenido que adaptarse como cualquier
otra y buscar alternativas que le permitieran seguir cumpliendo el compromiso con sus
clientes y con la sociedad. Por ejemplo, ante el desabastecimiento de etanol, ingrediente
necesario para la producción de desinfectantes, se empezó a usar bioetanol, que
normalmente se utiliza para hacer combustibles sin metanol.
¿Por qué la industria química es un sector estratégico?

En momentos de crisis la industria química ha sido calificada como servicio esencial. Y es


que, aunque no lo veamos a simple vista, la química está presente en la mayoría de
productos y materiales que utilizamos diariamente y muchas industrias se apoyan en ella.
Desde el sector alimentario, al que se abastece de polímeros para producir envases,
recubrimientos e incluso tintas para etiquetar correctamente los productos, al hospitalario,
una de las prioridades durante esta pandemia.

La industria química desarrolla gases medicinales con múltiples aplicaciones. Entre ellas el
oxígeno, indispensable en una enfermedad respiratoria como la COVID-19. Además,
también proporciona los polímeros y las fibras sintéticas para fabricar EPIs como
mascarillas y guantes y material sanitario como jeringuillas, respiradores o incluso el
recubrimiento de los medicamentos.

Por otro lado, la industria química proporciona los ingredientes necesarios para formular
productos desinfectantes. Por ejemplo, ingredientes resistentes al hipoclorito de sodio
como algunos fosfonatos. El aumento de la demanda de productos desinfectantes y biocidas
ha provocado que las industrias redoblen los esfuerzos para producir este tipo de
ingredientes.

La innovación, más importante que nunca

Una de las principales características de la industria química es que es especialmente


activa en la I+D+i. Constantemente, debe buscar nuevas soluciones a los retos actuales y
mejorarlas con tal de que respondan de forma más eficiente al problema planteado. De
hecho, según FEIQUE, es el sector que destina más recursos a la investigación y el 25 % de
inversión de la industria española a I+D+i proviene de las empresas químicas.

En el contexto actual los recursos destinados a innovación se demuestran más


indispensables que nunca y en la industria química trabajamos para contribuir a la lucha
contra las enfermedades. Por ejemplo, se está investigando en recubrimientos, pinturas y
barnices con propiedades desinfectantes. Desde el grupo Zschimmer & Schwarz hemos
desarrollado revestimientos antibacterianos y antivirales para textiles.

Pero debemos tener en cuenta que la investigación y la innovación deben cuidarse


siempre y no una vez ha explotado la bomba, al igual que ocurre con sectores esenciales
como la sanidad y la propia industria química. Como hemos visto, no se puede desarrollar
una vacuna en dos días. Aún haciendo los mayores esfuerzos y exprimiendo los tiempos el
máximo posible, es un proceso largo y costoso. Y todavía lo sería más si no contáramos con
el conocimiento previo, logrado gracias a la investigación científica.

Como dice el presidente de FEIQUE, Carles Navarro: “Debemos estar orgullosos de


nuestra industria química, una ciencia que ayuda a hacer un mundo mejor y más sostenible
y que, en estos días, más que nunca, los productos que fabrica ayudan a proteger a las
personas, dan apoyo al sistema sanitario y aseguran la provisión de alimentos”.
¿Cómo se desarrollan las vacunas?

¿Cuáles son los ingredientes de una vacuna?

Las vacunas contienen fragmentos minúsculos del organismo causante de la enfermedad, o


las ‘instrucciones’ para hacer esos fragmentos. Asimismo, contienen otros ingredientes para
mantener la seguridad y la eficacia de la vacuna. Estos últimos se incluyen en la mayoría de
las vacunas y se han utilizado durante decenios en miles de millones de dosis de vacunas.

Cada componente de una vacuna cumple una finalidad específica, y cada ingrediente se somete a
diversas pruebas durante el proceso de fabricación. En ese proceso se verifica la seguridad de
todos los ingredientes.

Antígeno

Todas las vacunas contienen un componente activo (el antígeno) que genera una respuesta
inmunitaria, o las instrucciones para producir ese componente activo. El antígeno puede ser una
pequeña parte del organismo causante de la enfermedad, por ejemplo, una proteína o azúcar, o
bien el organismo completo atenuado o inactivado.

 
Conservantes
Los conservantes impiden que la vacuna se contamine cuando se abre un vial que se
utilizará para vacunar a más de una persona. Algunas vacunas no tienen conservantes
porque se almacenan en viales monodosis y se desechan tras su administración. El
conservante más comúnmente utilizado es el 2-phenoxyethanol. Se lo ha usado durante
muchos años en algunas vacunas, así como en una serie de productos para cuidados
infantiles, y su uso en las vacunas es seguro porque posee muy baja toxicidad en seres
humanos.

Estabilizantes

Los estabilizantes impiden que se produzcan reacciones químicas en la vacuna y evitan que
los componentes de la vacuna se adhieran al vial.

Los estabilizantes pueden ser azúcares (lactosa, sacarosa), aminoácidos (glicina), gelatina y
proteínas (albúmina humana recombinante, derivada de levaduras).

 
Sustancias tensioactivas
Las sustancias tensioactivas mantienen mezclados todos los ingredientes de la vacuna. Esas
sustancias impiden que los elementos presentes en la forma líquida de la vacuna se asienten
o se aglutinen. También se las suele utilizar en alimentos, por ejemplo, en los helados.

Sustancias residuales

Las sustancias residuales son ínfimas cantidades de diversas sustancias utilizadas durante la
fabricación o producción de la vacuna, que no son ingredientes activos en la vacuna final.
Las sustancias variarán en función del proceso de fabricación utilizado, y pueden incluir
proteínas de huevo, levaduras o antibióticos. Las trazas residuales de esas sustancias que se
podrían encontrar en una vacuna son tan ínfimas que se las debe medir como partes por
millón o partes por mil millones.

Diluyente

Un diluyente es un líquido utilizado para diluir una vacuna en la concentración correcta,


inmediatamente antes de su uso. El diluyente de uso más generalizado es el agua
esterilizada.

Coadyuvante

Además, algunas vacunas contienen coadyuvantes. Un coadyuvante mejora la respuesta


inmunitaria a la vacuna, bien sea reteniendo la vacuna en el lugar de la inyección durante
algo más de tiempo, o mediante la estimulación de células inmunitarias locales.

El coadyuvante puede ser una ínfima cantidad de sales de aluminio (por ejemplo, fosfato de
aluminio, hidróxido de aluminio o alumbre potásico). Se ha demostrado que el aluminio no
ocasiona ningún problema de salud a largo plazo; de hecho, las personas ingieren aluminio
comúnmente a través de comidas y bebidas.

¿Cómo se desarrollan las vacunas?

La mayoría de las vacunas se han utilizado durante decenios, y millones de personas las han
recibido cada año con total seguridad. Al igual que todos los medicamentos, cada vacuna
debe pasar pruebas amplias y rigurosas que garantizan su seguridad antes de introducirla en
un programa nacional de vacunación.

Ante todo, cada vacuna en desarrollo debe someterse a investigaciones y evaluaciones


destinadas a identificar los antígenos que se deberían utilizar para generar una respuesta
inmunitaria. Esa fase preclínica se realiza sin pruebas en seres humanos. Una vacuna
experimental se prueba inicialmente en animales, con el fin de evaluar su seguridad y sus
posibilidades para prevenir la enfermedad.
Si la vacuna provoca una respuesta inmunitaria, se la prueba en ensayos clínicos con seres
humanos, en tres fases.

Fase 1

La vacuna se administra a un pequeño número de voluntarios con el fin de evaluar su


seguridad, confirmar que genera una respuesta inmunitaria y determinar la dosis correcta.
En esta fase, por lo general, las vacunas se prueban en voluntarios adultos jóvenes y sanos.

Fase 2

La vacuna se administra a varios cientos de voluntarios, con el fin de evaluar más a fondo
su seguridad y su capacidad para generar una respuesta inmunitaria. Los participantes en
estos ensayos reúnen las mismas características (por ejemplo, edad, sexo) que las personas
a las que se prevé administrar la vacuna. En esta fase se suelen realizar múltiples ensayos
para evaluar diversos grupos etarios y diferentes formulaciones de la vacuna.
Generalmente, en esta fase se incluye un grupo al que no se le administra la vacuna, con
miras a realizar comparaciones y determinar si los cambios en el grupo vacunado son
atribuibles a la vacuna o se han producido por azar.

Fase 3

La vacuna se administra a miles de voluntarios -y se realizan comparaciones con un grupo


similar de persona que no fueron vacunadas pero recibieron un producto comparador-, a fin
de determinar si la vacuna es eficaz contra la enfermedad y estudiar su seguridad en un
grupo de personas mucho más numeroso. Por lo general, los ensayos de fase 3 se realizan
en muchos países y en numerosos lugares de cada país, con el fin de asegurar que las
conclusiones respecto de la eficacia de la vacuna sean válidas en relación con muchas
poblaciones diferentes.

Durante los ensayos de fase 2 y fase 3 los voluntarios y los científicos que realizan el
estudio no saben  a qué voluntarios se les administra la vacuna y a quiénes se les administra
el producto comparador. Esto se conoce como «ensayo de doble ciego», y es necesario para
asegurar que en sus evaluaciones de la seguridad o la eficacia de la vacuna, ni los
voluntarios ni los científicos se vean influenciados por saber quiénes recibieron qué
producto. Una vez finalizado el ensayo y obtenidos todos los resultados se revela a los
voluntarios y a los científicos que condujeron el ensayo, quiénes recibieron la vacuna y
quiénes el comparador.

Una vez disponibles los resultados de todos esos ensayos clínicos es necesario realizar una
serie de pasos que incluyen exámenes de la eficacia y la seguridad destinados a obtener las
aprobaciones reglamentarias y normativas de salud pública. Las autoridades de cada país
examinarán minuciosamente los datos del estudio y decidirán si autorizan la vacuna para su
uso. Antes de introducir una vacuna en un programa nacional de inmunización es preciso
demostrar su seguridad y eficacia en una población amplia. Las exigencias relativas a la
seguridad y la eficacia de las vacuna son extremadamente altas, habida cuenta de que las
vacunas se administran a personas sanas y sin enfermedad.

Tras la introducción de la vacuna se realiza un seguimiento constante. Existen sistemas de


seguimiento de la seguridad y la eficacia de todas las vacunas. Esto permite a los científicos
conocer los efectos y la seguridad de la vacuna incluso cuando se utilizan en un gran
número de personas durante un periodo prolongado. Esos datos se usan para modificar las
políticas concernientes al uso de la vacuna con el fin de optimizar sus efectos, y permiten el
estricto seguimiento de la vacuna mientras se la utilice.

Una vez que se comienza a utilizar una vacuna es preciso mantener un seguimiento continuado
para garantizar que sigue siendo segura. 

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