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LATINOAMERICANA
ABOCCS
6 de abril de 2017
pnigro@austral.edu.ar
Planteo
En ningún otro tipo de discurso, como el político, tiene tanto para aportar la
Retórica. Existe la llamada “Antigua Retórica”, que comenzó en Siracusa cinco
siglos antes de Cristo, en lo que era la Magna Grecia y que continuó con los
griegos clásicos, Aristóteles, sobre todo y, posteriormente, después de una
larga época de oscuridad en que la Retórica fue considerada mero artificio
verbal, resurgió, a mitad del siglo XX, con el nombre de “Nueva Retórica”. Esto
significó un redescubrimiento y una superación de la Antigua y su mayor
representante es Chaïm Perelman con su Tratado de la Argumentación. La
nueva retórica (1989).
Sobre la posverdad
En ese idioma, nace como un adjetivo «post truth politics» y se lo relaciona con
el Brexit, la salida del Reino Unido de la Comunidad Europea y con la llamada
“era Trump”. Fueron hechos inexplicables para la prensa que no supo
interpretar el sentir del pueblo de la Gran Bretaña y de EEUU, frente a las
posibilidades de elección que tenían ante sí.
Con el paso del tiempo, se produjo un cambio del valor semántico del prefijo
«post»: desde 1992, hay usos en sentido tradicional («después de saber la
verdad») pero, en 2004, aparece el primer libro con el sentido actual The post
truth era de Ralph Keyes.
La posverdad puede ser una mentira asumida como verdad o una mentira
asumida como mentira, lo que hemos dicho de que las falacias pueden ser
intencionales o no. Otro nombre que se le da a la posverdad es «verdad
hiperbólica», es decir, una verdad exagerada. Como vemos, el uso de
eufemismos tan común en la comunicación política está en pleno fervor
respecto de este tema.
Para este trabajo, buscamos textos periodísticos en línea que sostuvieran que
la posverdad es realmente una mentira disimulada. En la Argentina, el Diario de
Río Negro, el 28 de enero, publicó un artículo de Daniel Molina titulado «La
posverdad es mentira».
Abramson, un periodista con muchos años de oficio, explica que, cuando uno
se pasó la vida buscando los hechos, cuesta adaptarse a la posverdad de la
era Trump. Sin profundizar en elucubraciones filosóficas o psicológicas, el autor
afirma que sl mayor parte de la gente cree que hay verdad y mentira y que son
opuestas.
Para el Poynter Institute, los hechos alternativos pueden ser verdaderos pero
irrelevantes, es decir, que no aportan nada a la cuestión tratada o que son
meramente distractores.
Scherer concluye que los gobiernos deben entender que mentir tiene un costo:
la pérdida de la confianza. Y que la confianza es un bien intangible que cuando
se pierde o resquebraja es muy difícil de recuperar.
Temas relacionados
En una nota en The New Yorker, del 27 de febrero de 2017, Elizabeth Rolbert
revisó diferentes investigaciones de prestigiosas universidades que demuestran
que la razón y la evidencia no nos hacen cambiar de opinión.
La razón humana tiene que ver con la sociabilidad. El hombre era, para
Aristóteles, «zoón logón» (animal racional o animal que habla)- recordemos
que Lógos era razón y lenguaje a la vez- y el hombre es también «zoón
politikón» (animal que vive en sociedad). De este modo, nuestra capacidad de
juicio está condicionada por lo que piensa nuestra comunidad.
Bibliografía consultada