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LA INTERACCIÓN ENTRE IGUALES Y SU VALOR EN EL

PROCESOS DE ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE

En la actualidad, parece claramente demostrado que las relaciones que


establecen los alumnos entre sí en una situación de enseñanza y aprendizaje
vienen determinadas, en una gran medida, por las características que adoptan
los distintos métodos instruccionales, considerando estas características desde
una doble perspectiva. Por un lado, con respecto al modo en que organizan los
objetivos de aprendizaje y el trabajo que han de realizar los alumnos para su
consecución (estructura de tarea y estructura de meta) y, por otro, con respecto
al modo en que se valora ese trabajo (estructura de recompensa).

Este proceso interactivo, alumno-alumno, que podría ser considerado como


uno de los más importantes «avances» que se han producido en las tres
últimas décadas en materia de enseñanza, surge con el intento de lograr una
mayor comprensión del proceso de enseñanza y aprendizaje que permita y
posibilite una unicidad de todo el proceso educativo al tiempo que le confiere
una validez ecológica; es decir, se trata de un serio intento de lograr una
educación para todos (igualdad de derechos), en todos los momentos del
desarrollo (educación permanente) y en el entorno adecuado (educación
ecológica).

Este proceso de interacción entre iguales que ha sido analizado y sometido a


una investigación exhaustiva y rigurosa a lo largo de la última centuria desde
diferentes perspectivas, eclosiona a partir de la década de los «70» por su
indudable valor en el seno de toda situación de enseñanza-aprendizaje. En
efecto, las investigaciones que se han realizado hasta el momento actual han
puesto de manifiesto el interés de esta relación por las indudables mejoras
que produce:

- Desde el punto de vista de los factores de tipo social, como pueden ser
el proceso de socialización de los sujetos, la adquisición de

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- competencias sociales o el control de los impulsos agresivos.

- Desde el punto de vista socio-cognitivo, como la relativización de los


puntos de vista o el incremento de las aspiraciones de los estudiantes.

- Desde una perspectiva puramente cognitiva, como puede ser el


rendimiento académico

Sin embargo, los procesos de interacción escolar, ni se reducen, ni pueden


reducirse únicamente al análisis de las relaciones alumno/alumno. Si esto fuera
así sólo se habría producido un desplazamiento del sistema de relaciones
interpersonales. En este sentido, se hace necesario conjugar este análisis con
el de un segundo sistema de relaciones, tan fundamentales como las
anteriores, y son las que se centran en la interacción profesor-alumno.

Llegados a este punto, creemos necesario hacer notar la significación que


nosotros damos a la terminología de estas interacciones (profesor-alumno y
alumno-alumno). En toda situación educativa hay una alternancia de roles,
pocas veces descrita, pero enormemente fructífera para la educación. Por
ejemplo, en una situación de aprendizaje cooperativo con grupos de
heterogeneidad media el conocimiento del alumno «más aventajado»,
utilizando términos brunerianos, constituye el andamio sobre el que se apoya el
alumno «menos aventajado» para construir el siguiente nivel de su
conocimiento, pero las cuestiones que éste plantea en su proceso de
construcción obligan a aquél a efectuar una reorganización de sus saberes y,
por tanto, a «aprender», y esto es válido para todos los elementos humanos
presentes en cualquier situación interactiva de aprendizaje: el alumno aprende
del profesor y el profesor del alumno, independientemente que la conciencia
docente del profesor pueda predominar sobre su conciencia discente y,
viceversa, la conciencia discente del alumno no le permita tomar conciencia
docente. Por tanto, nosotros hemos preferido utilizar una terminología de roles
(profesor-alumno y alumno-alumno) a la utilización de una terminología
funcional (docente-discente y discente-discente) porque, como hemos visto, en
el proceso educativo todo el mundo «enseña» y todo el mundo «aprende», es

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decir, todos los sujetos implicados en el acto educativo son simultánea o
alternativamente docentes y discentes.

Sin embargo, esto es una pura cuestión de terminología que no afecta para
nada a la conceptualización del proceso de enseñanza y aprendizaje como un
proceso basado en un sistema de relaciones interpersonales que incluye la
propia autorrelación (metacognición). Es por esta razón por la que la
investigación sobre la interacción en situación educativa, tanto en sus niveles
teóricos como empíricos (bien sean éstos básicos o aplicados), podría ser
dividida en dos grandes bloques:

- Los trabajos que se centran en la interacción profesor-alumno.

- Los trabajos que se centran en la interacción alumno-alumno.

En este último sentido, las investigaciones que se han llevado a cabo,


fundamentalmente a partir del último cuarto de siglo, demuestran de forma
bastante clara, y como ya hemos indicado con anterioridad, el intrínseco valor
educativo que tiene la relación alumno-alumno.

En efecto, en primer lugar, y con relación a los procesos de socialización y a la


propia adquisición de competencias sociales, algunos autores han venido a
demostrar la importancia crucial que presentan las relaciones entre iguales
para la elaboración de determinadas pautas de comportamiento (comunicativo,
agresivo, defensivo, cooperativo, etc.) que serán esenciales para etapas
posteriores de su vida (simulación de roles sociales) y para el aprendizaje de
las habilidades y conductas propias de ambientes determinados (procesos de
identificación y de imitación), concluyéndose de los mismos que la interacción
con el grupo de iguales favorece e incrementa las habilidades sociales de los
alumnos y posibilita el control de los impulsos agresivos.

En segundo lugar, se posibilita la constitución de un elemento esencial en el


desarrollo cognitivo y social que se relaciona con aquellas capacidades que
permiten la presentación y la transmisión adecuada de información, la
cooperación y la solución constructiva de los conflictos, la autonomía en los

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juicios moral y cognitivo, etc. Nos referimos, evidentemente, a la relativización
del punto de vista propio que algunos estudios recientes parecen confirmar que
se encuentra muy vinculada con la interacción entre iguales a la que hacemos
referencia.

Finalmente, parece haber quedado claramente probado, desde hace tiempo,


que la interacción entre iguales tiene una influencia decisiva, tanto sobre el
incremento de las aspiraciones de los estudiantes, como sobre la mejora de su
rendimiento académico. Esta afirmación fue corroborada, tanto por el primero
de los meta-análisis efectuado por la Escuela de Minnesota como por
numerosos trabajos efectuados en esta última década.

Sin embargo, estas posiciones favorecedoras que representan las relaciones


interpersonales entre los alumnos necesitan un grado de sistematización. En
efecto, no basta con dejar que los alumnos interactúen para obtener unos
efectos favorecedores sobre el aprendizaje, el desarrollo y/o la socialización,
antes bien un sistema interactivo basado en un «laisser faire» puede ser
inhibidor para estos procesos, ya que lo importante de la interacción no es su
cantidad sino su calidad. Es en este sentido, la búsqueda de la calidad en el
que se han movido todos los intentos empíricos de identificar las formas de
organización de las actividades de aprendizaje que puedan dar lugar a
interacciones entre los alumnos que produzcan efectos positivos en el proceso
de enseñanza-aprendizaje.

Un principio básico para efectuar la sistematización a la que hacemos


referencia debería partir de la necesidad de tener en cuenta todas y cada una
de las posibles relaciones psicosocio-cognitivas que se dan en el aula en una
situación de enseñanza y aprendizaje. En este sentido, algunos autores
presentan una estructura muy simple y, a pesar de ello, muy completa, sobre
la que se podría diseñar esta sistematización antes aludida, en términos de
organización, medios y fines.

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