Está en la página 1de 16

Héroes cristianos de ayer y de hoy

C. S.
LEWIS
Un genio de la narración
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 3
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 4

Editorial JUCUM forma parte de Juventud con una Misión, una


organización de carácter internacional.

Si desea un catálogo gratuito de nuestros libros y otros produc-


tos, solicítelo por escrito o por teléfono a:
Editorial JUCUM
P.O. Box 1138, Tyler, TX 75710-1138 U.S.A.
Correo electronico: info@editorialjucum.com
Teléfono: (903) 882-4725

Peligro en la selva: La vida de Nate Saint


Copyright © 2005 por Editorial JUCUM
Versión española: Juan de Mesa
Edición: Miguel Peñaloza
Publicado por Editorial JUCUM
P.O. Box 1138, Tyler, TX 75710-1138 U.S.A.

Publicado originalmente en inglés con el título de:


Nate Saint: On a Wing and a Prayer
Copyright © 1998 por YWAM Publishing
Publicado por YWAM Publishing
P.O. Box 55787, Seattle, WA 98155 U.S.A.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede


ser reproducida en forma alguna —a excepción de breves citas
para reseñas literarias— sin el previo permiso escrito de Editorial
JUCUM.

Segunda edición 2008


12 11 10 09 08 10 9 8 7 6 5 4 3 2

ISBN-13: 978-1-57658-317-3
ISBN-10: 1-57658-317-1

Impreso en los Estados Unidos.


HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 5

HÉROES CRISTIANOS DE AYER Y DE HOY


Biografías

Aventura fantástica:
La vida de Gladys Aylward
Persecución en Holanda:
La vida de Corrie ten Boom
Un aventurero ilustrado:
La vida de William Carey
La intrépida rescatadora:
La vida de Amy Carmichael
Odisea en Birmania:
La vida de Adoniram Judson
Alma de campeón:
La vida de Eric Liddell
Padre de huérfanos:
La vida de George Müller
Peligro en la selva:
La vida de Nate Saint
Peripecia en la China:
La vida de Hudson Taylor
Portador de esperanza:
La vida de Cameron Townsend
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 6
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 7

Índice

1. Un mundo nuevo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
2. Ya nada podía detenerle . . . . . . . . . . . . . . 19
3. Una diapositiva diferente . . . . . . . . . . . . . 33
4. Un riesgo absurdo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
5. Cestas con alas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
6. Un trabajo excelente . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
7. Tras las huellas del petróleo . . . . . . . . . . . 77
8. Un despegue perfecto . . . . . . . . . . . . . . . . 87
9. La lata salvavidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
10. Una planta nueva para la casa . . . . . . . . 113
11. Las ruinas de Arajuno . . . . . . . . . . . . . . 127
12. Regalos, no vómito . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
13. Operación Auca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
14. Encuentro en la selva . . . . . . . . . . . . . . . 163
15. Silencio absoluto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
16. El legado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 8
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 9

Capítulo 1

Un mundo nuevo
Nate Saint se dio la vuelta y esperó a que su herma-
no Sam —de diecinueve años— le ayudara a encara-
marse a la cabina. Hubiera preferido poder hacerlo
solo, pero las piernas de un niño de siete años no
daban más de sí. Una vez arriba, se subió al asiento
de cuero y después de acomodarse, se colocó unas
gafas que colgaban de la cabina. Sentado en aquel
biplano Challenger mientras aguardaba que Sam
completara la inspección exterior del avión, le pare-
cía imposible que estuviera a punto de volar. En
1930 volar era un privilegio reservado a una minoría
privilegiada, pero el pequeño Nate tenía un hermano
que era instructor de vuelo.
Finalmente, Sam subió a la cabina y se situó de-
trás de Nate, quien observó a su hermano cuando
manipulaba algunos mandos para poner el motor

9
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 10

10 Peligro en la selva

en marcha. La hélice comenzó a girar cada vez más


deprisa hasta dar la impresión de desaparecer. Sam
soltó el freno y condujo la avioneta hasta la cabece-
ra de la pista, momento en el que desplazó la palan-
ca del acelerador hasta la posición de «Máximo». A
medida que el biplano aceleraba la carrera, el ru-
gido del motor y las vibraciones eran cada vez más
fuertes. Nate sintió el latir agitado de su corazón
en el instante en que la avioneta inició el despegue.
Una ráfaga de aire frío agitó el cabello rubio y
rizado del pequeño, quien se había sentado lo más
arriba posible con el fin de observar la vista panorá-
mica, pero aún era demasiado pequeño para alcan-
zar la ventana. Sam se rió al observar los esfuerzos
inútiles de su hermano y efectuó un leve giro hacia
la derecha. Ahora podía ver todo sin ningún proble-
ma. Abajo quedaba Huntingdon, un pueblo situado
a las afueras de Filadelfia —Estados Unidos—, y lu-
gar de residencia de la familia Saint. En la distan-
cia llegaba a distinguir algunos de los edificios del
centro de Filadelfia, así como las dos enormes chi-
meneas de ladrillo rojo de la central eléctrica de car-
bón, situadas a orillas del río Delaware. Nate quería
recordar cada detalle del vuelo para luego platicarlo
a sus compañeros de escuela.
El lunes, cuando llegó a la clase, la maestra se
sorprendió al escuchar que sus padres le habían
permitido hacer algo tan peligroso como volar. Pero
es que ella no conocía a la familia de Nate. En
Huntingdon, los Saint tenían fama de ser un poco
diferentes. En ciertos asuntos, Catherine y Lawren-
ce Saint eran muy estrictos con sus ocho hijos:
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 11

Un mundo nuevo 11

Sam, Phil, Dan, David, Steve, Nate, Ben y Rachel,


la única niña. Sobre todo en lo tocante a cuestio-
nes religiosas. El domingo era el día del Señor en
aquel hogar de los Saint, quiénes después de desa-
yunar se trasladaban a la escuela dominical de la
iglesia presbiteriana del pueblo. Concluida la clase,
asistían al servicio religioso matutino y regresaban
a casa para almorzar y tener el devocional familiar,
que incluía oración y estudio bíblico. Después de la
cena volvían a la iglesia para el servicio vespertino,
y los miércoles participaban en la reunión semanal
de oración. Junto al horno de la cocina había una
gran jarra con monedas de un centavo de la que
cada niño extraía una por cada capítulo de la
Biblia que leía.
Desde el nacimiento de Nate, hacía siete años,
el Sr. Saint había pasado la mayor parte de su tiem-
po en la iglesia. Y no porque fuera el pastor, no; era
demasiado tímido para serlo. El Sr. Saint era un ar-
tista especializado en la reproducción de vidrieras
del siglo XIII, y tenía a su cargo la construcción de
las vidrieras de la Catedral de Washington, en Wa-
shington D.C. En ocasiones se llevaba a Nate para
mostrarle su trabajo. Y cuando lo hacía, éste podía
mirar hacia arriba y verse a sí mismo en el enorme
ventanal de la capilla de San Juan. Efectivamente,
podía verse a sí mismo, ya que cuando tenía cinco
años su padre le utilizó como modelo para pintar
al niño que entregó los cinco panecillos y los dos
peces a Jesús.
Pero la rigidez de sus padres brillaba por su au-
sencia en otros aspectos de la vida. Muchas de las
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 12

12 Peligro en la selva

cosas que irritaban a otras madres, resultaban


insignificantes a ojos de la Sra. Saint. La comida se
servía a cualquier hora del día y de la noche, siem-
pre que hubiera suficientes niños como para tener
la justificación de poner la mesa. Los Saint no se
preocupaban si sus hijos no comían la porción de
verduras incluida en la comida, o si tenían dos pos-
tres sin haber comido antes el plato principal. Como
tampoco se irritaban si sus habitaciones estaban
desordenadas, tenían agujeros en los pantalones o
llegaban tarde a la escuela.
Dado que el Sr. Saint era un poco despistado, la
madre de Nate era quien se encargaba de la mayor
parte de los asuntos prácticos de la casa. Era una
persona organizada, pero en opinión de muchos,
su organización también era un poco diferente. Por
ejemplo, en la casa de tres pisos había una habita-
ción grande de cuyas paredes colgaban una multi-
tud de estanterías y perchas de madera. La ropa de
toda la familia —una vez planchada— era colocada
en aquellas estanterías, de tal modo que cuando
alguno de los niños precisaba ropa limpia, todo lo
que tenía que hacer era ir a la habitación y elegir
algo que le gustara. Por lo general, ¡aquel que se le-
vantaba primero era quien mejor vestido iba! Era
un método que permitía a la Sra. Saint disponer de
un poco más de tiempo libre para escribir poemas
y tocar el piano.
El padre de la Sra. Saint, Josiah K. Proctor, era
inventor. De ahí que considerara importante permi-
tir que sus hijos tuvieran ocasión de experimentar
invenciones útiles. A finales del siglo XIX inventó
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 13

Un mundo nuevo 13

unas máquinas que incrementaron la productividad


de las fábricas de tejidos de lana. Fue así mismo el
fundador de una compañía llamada Proctor y Sch-
wartz, que más tarde se convertiría en la conocida
Proctor Silex. Era pues un hombre rico. A pesar de
haber crecido en una casa adinerada, la Sra. Saint
sabía que tener ideas y experimentar con cosas nue-
vas era más importante que ser rico. Eso fue algo
que nunca olvidó cuando tuvo sus propios hijos.
No era extraño verla ayudar a sus retoños a lle-
var a cabo sus descabellados proyectos. Cuando ve-
nían con una idea, en lugar de decirles que no era
apropiada, les explicaba la razón por la que no lo
era. En una ocasión, cuando Nate tenía apenas cua-
tro años, sus hermanos mayores Sam y David tuvie-
ron la ocurrencia de dormir en el tejado. Su madre
consideró que se trataba de una idea excelente, y
los tres se pusieron manos a la obra para ver cómo
llevarla a cabo.
La casa no tardó en convertirse en un centro de
actividad frenética. La Sra. Saint contrató a un car-
pintero para que construyera una valla alrededor
de la parte plana del tejado de la cocina, en el segun-
do piso. A continuación le pidió que fabricara allí
cinco camas. Con las mantas adicionales que en-
contraron en el ático, y en apenas una semana, la
familia tenía a su disposición un nuevo «dormitorio»
ubicado en en el tejado. Madre e hijos arrastraron
mantas y almohadas a través de una ventana del
tercer piso hasta el tejado. Rachel, nueve años ma-
yor que Nate, era la encargada de leer las historias
a los más pequeños con la ayuda de una linterna.
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 14

14 Peligro en la selva

Nate recordaba aquella que escuchó sobre David Li-


vingston en un libro titulado Fifty Missionary Stories
Every Child Should Know. Por alguna razón, esta
aventura le parecía más real bajo la luz de las estre-
llas. En años posteriores, Nate pasó muchas noches
de verano en el «dormitorio del tejado».
Era obvio decir que a sus amigos les encantaba
ir a la casa de Nate. Ésta se hallaba en una parcela
de cuatrocientos metros cuadrados aprovechados
al máximo y colmados de atracciones. En la parte
posterior del taller de su padre estaba la montaña
rusa privada de los Saint, una gigantesca estructu-
ra de madera llena de curvas y pendientes, que el
Sr. Saint había construido en sus ratos de ocio con
la ayuda de sus hijos. Algunos clavos extraviados
habían atravesado el tejado de la casa causando las
consiguientes goteras, hecho que a nadie parecía
preocupar demasiado. Los padres de Nate eran de
la opinión de que era más importante que los niños
se divirtieran y aprendieran algo que tener todo en
perfecto estado. Algunos de los vecinos los conside-
raban un poco raros. Sin embargo, nunca faltaba un
grupo de niños a la espera de subirse en la monta-
ña rusa o de jugar en el columpio de quince metros
de altura que colgaba de un enorme árbol.
A Nate y a sus hermanos también les encanta-
ba hacer «modelos» de todo aquello que se moviera:
trenes, barcos, aviones… Nate construyó un planea-
dor que media dos metros de longitud basándose
en una foto de un libro, y en compañía de Philip y
Ben construyeron un ferrocarril al que no cesaron
de añadir elementos nuevos durante varios años.
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 15

Un mundo nuevo 15

Lo bautizaron con el nombre de Ferrocarril de la


Depresión de B, T y P (B por Ben, T por Thaney
—apodo de Nate— y P por Philip; lo de «Depresión»
se debía a que por aquel entonces el país se hallaba
sumido en algo llamado La gran depresión). Sin ol-
vidar, por supuesto, que el nombre era largo y a los
muchachos les sonaba muy importante.
A Nate le sobraban ideas para conseguir que las
construcciones fuesen mejores y más robustas, y
hasta ganó varios premios en un concurso de ma-
nualidades celebrado en el cercano pueblo de Abing-
ton. Uno de los premios lo obtuvo por un tren en
miniatura, que fabricó con los restos de una de las
ventanas que desechó su padre.
Su segundo vuelo tuvo lugar a la edad de diez
años. Sam aterrizó con un nuevo y reluciente Stin-
son 1933 en un aeropuerto cercano. Nate apenas
podía contener sus deseos de subirse al avión. Y lo
mejor de todo era que este modelo disponía de una
cabina cerrada y los asientos estaban uno al lado
del otro, en línea horizontal. Contaba además con
dos juegos de instrumentos de vuelo. Nate se sentó
en el asiento derecho y se ajustó al máximo el cin-
turón, pero todavía le quedaba grande. Sam, que
ocupaba el asiento izquierdo, manipuló algunas pa-
lancas e interruptores. El motor se puso en marcha
y la hélice comenzó a girar. La cabina del Stinson
se llenó con un potente zumbido. El pequeño Nate
no perdía de vista las agujas del panel de instru-
mentos que tenía enfrente, las cuales oscilaban sua-
vemente con las vibraciones del motor. Sam movió
algunas palancas más y preparó los alerones para
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 16

16 Peligro en la selva

el despegue. Antes de soltar el freno y accionar


ligeramente la palanca del acelerador, miró alrede-
dor para asegurarse de que no hubiera nadie en el
camino.
El Stinson se movió hacia delante. Sam guió el
avión hasta el final de la pista y lo giró para despe-
gar con el viento en contra. Bajo la atenta mirada
de su hermano pequeño, desplazó hacia adelante
el acelerador hasta alcanzar el máximo de su poten-
cia. El motor comenzó a rugir mientras iniciaba la
carrera de despegue. El golpeteo de las ruedas sobre
la pista de tierra hacía que el avión se sacudiera y
se balanceara de un lado a otro. Algunos segundos
más tarde cesaron las sacudidas. Nate miró por la
ventanilla lateral y contempló cómo se separaban
del suelo. Estaban volando.
Se dirigieron hacia el Este y cruzaron el río De-
laware en dirección a Nueva Jersey. Sam empujó
con su pie el pedal del timón de dirección y giró la
palanca de mando. Nate volvió a mirar por la venta-
nilla y observó cómo el alerón del Stinson se movía
hacia arriba y el avión giraba en dirección sur.
Después de volar durante un largo rato, Sam in-
dicó a Nate que tomara los mandos, tras mostrarle
cómo colocar los pies sobre los pedales del timón y
cómo sujetar la palanca de mando. Para ello tuvo
que estirar al máximo las piernas, pero lo consiguió.
A continuación puso las manos sobre la palanca
de mando. Era asombroso. Podía sentir las podero-
sas vibraciones del motor en la palanca. Desplazó
con suavidad la palanca hacia atrás, y la punta del
avión comenzó a elevarse. Y cuando la movió hacia
HC Nate Saint 2nd P 2/15/08 7:56 AM Page 17

Un mundo nuevo 17

delante, el avión se inclinó en dirección al suelo.


Aquello era mucho más emocionante que subir en
la montaña rusa de su casa.
Un mundo nuevo se abrió ante sus ojos aquel
día. Desde entonces supo, sin ningún género de du-
da, que deseaba pasar el resto de su vida entre avio-
nes. Éstos se convirtieron en el tema central de su
conversación. Dibujaba aviones, leía sobre aviones
y fabricaba modelos de aviones. Nate anhelaba el
día en que pudiera volar en su propio avión, igual
que su hermano Sam.

También podría gustarte