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LA VERITATIS SPLENDOR
1. INTRODUCCIÓN
Nosotros nos vamos a centrar en este trabajo en los números del 35 al 53, pertenecientes
al segundo capítulo, titulado “La Iglesia y el discernimiento de algunas tendencias de la
teología moral actual”, y más concretamente al apartado titulado “La libertad y la ley”,
dentro del cual existen diferentes subapartados que tienen como encabezado una cita
bíblica y que trataremos más detalladamente a lo largo del trabajo.
Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás» (Gn 2, 17)
El documento nos plantea en este punto el hecho de que la Revelación enseña en esta
cita del libro del génesis que el poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al
hombre, sino sólo a Dios. El hombre es un ser libre, pero la libertad que posee no es
ilimitada. La verdadera libertad del hombre, según el documento, reside en plenitud en
que este acepte la ley moral que Dios le da. La ley de Dios, por tanto, garantiza y
promueve la libertad del hombre, a diferencia de lo que sostienen diversas corrientes
culturales de hoy en día.
Según San Juan Pablo II, dichas corrientes han influenciado también a la teología moral
católica, replanteándose este el papel de la razón y de la fe en la fijación de las normas
morales que se refieren a comportamientos que él llama “intramundanos”. En la base de
este replanteamiento existen algunas demandas positivas planteadas ya en el Concilio
Vaticano II1, como por ejemplo el diálogo con la cultura moderna, pero por otro lado
también se ha caído en la teorización de “una completa autonomía de la razón” en el
campo de la moral que dichas corrientes reducirían a un ámbito estrictamente humano,
1
Cf. Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 40-43.
es decir, a una ley que el hombre origina por sí y se da a sí mismo, desechando que esta
provenga de Dios.
Dios quiso dejar al hombre «en manos de su propio albedrío» (Si 15, 14)
El concilio Vaticano II2 explica la “verdadera libertad” tomando como base este texto,
indicando “la participación en la soberanía divina” a la que el hombre es llamado y el
hecho de que la soberanía del hombre se extiende sobre el hombre mismo, por lo que se
pone de manifiesto que gobernar el mundo es una tarea de gran responsabilidad desde
ya para el hombre.
El concilio pone hincapié por una parte en la actividad de la razón humana cuando
determina la ley moral, y por otra parte la razón encuentra su verdad y su autoridad en la
ley eterna, que es la sabiduría de Dios. Por tanto, según San Juan Pablo II, la vida moral
se basa en el principio de una “justa autonomía” del hombre. El hombre posee la ley en
sí mismo porque la ha recibido del Creador.
Dichoso el hombre que se complace en la ley del Señor (cf. Sal 1, 1-2)
En este apartado el papa expone que la libertad del hombre solo puede permanecer en la
verdad y ser conforme a la dignidad del hombre si obedece a la ley divina liberándose
de toda esclavitud de las pasiones. El hombre debe hacer libremente el bien y evitar el
2
Cf. Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 17.
3
San Juan Pablo II, carta Encíclica Veritatis Splendor, nº 39.
mal, para lo cual debe distinguir entre ambos, cosa que es posible gracias a la razón
natural.
El concilio recuerda que la norma suprema de la vida humana es la ley eterna de Dios. 4
Dios es el que ama y cuida de la creación, llamando al hombre a participar de su
providencia. Por eso el documento sitúa la ley natural como expresión humana de la ley
eterna de Dios.
En este sentido, según San Juan Pablo II, la Iglesia acoge y custodia el depósito de la
Revelación y recibe como don la “Ley nueva” que es el «cumplimiento» de la ley de
Dios en Jesucristo y en su Espíritu, cuyo autor es Dios y cuyo receptor es el hombre.
Así habrían surgido, en opinión del papa, las objeciones de fisicismo y naturalismo
contra la ley natural, que afirman que esta presenta como leyes morales leyes que son
biológicas, debiendo el hombre decidir libremente el sentido de sus comportamientos ya
que este es un ser racional.
Contra estas interpretaciones San Juan Pablo II propone resaltar “el lugar que tiene el
cuerpo humano en las cuestiones de la ley natural”, puesto que dichas interpretaciones
4
Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 3.
contradicen las enseñanzas de la Iglesia sobre la unidad del ser humano cuya alma
racional es «per se et essentialiter» la forma del cuerpo.5 Es en la unidad de alma y
cuerpo donde la persona es el sujeto de sus propios actos morales. A lo que el papa
añade que “una doctrina que separe el acto moral de las dimensiones corpóreas de su
ejercicio es contraria a las enseñanzas de la sagrada Escritura y de la Tradición”.
Los preceptos positivos son inmutables 7, a la vez que los preceptos negativos de la ley
natural son universalmente válidos siempre y en toda circunstancia, lo que no quiere
decir que sean más importantes que los primeros.
5
Cf. Conc. Ecum. de Vienne, Const. Fidei catholicae: DS, 902; Conc. Ecum. V de Letrán, Bula
Apostolici regiminis: DS, 1440.
6
San Juan Pablo II, carta Encíclica Veritatis Splendor, nº 51.
7 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 10.
Una vez leídos y analizados los números correspondientes al campo de trabajo que
habíamos decidido abordar nos podemos hacer una idea general sobre lo que la Iglesia,
a través de esta encíclica, enseña en el campo de la teología moral en relación al mundo
actual.
El hombre es un ser creado, creatura de un creador, que es Dios, que es el que le dota de
racionalidad y de libertad, por lo que ley natural y libertad no se contraponen sino que
se complementan, ya que el hombre solo es auténticamente libre y se realiza en plenitud
cuando acoge la voluntad divina y la procura llevar a cabo en su vida.
Para mí, la misión de la Iglesia hoy está en dar al hombre los criterios que Dios
establece a través de la Revelación para establecer una valoración de sus actos según
unos preceptos objetivos que sean común a todos los hombres, permitiendo que a la vez
cada uno, en su situación concreta, dentro del contexto en el que se mueve, aplique
dichos preceptos a su vida diaria, procurando cumplir con los mandatos divinos que le
son impuestos a la vez que es capaz de interiorizarlos y adaptarlos a sus situación,
siendo consciente de su nada ante Dios y de su necesidad de obedecer los mandatos de
este para poder crecer y realizarse en libertad.