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MORAL FUNDAMENTAL

LA VERITATIS SPLENDOR

Análisis y comentario de los números 35-53

Autor: Gonzalo Vitoria Bores

Profesor: Don Toribio Cuesta García

León, 1 de diciembre de 2019

TRABAJO DE MORAL FUNDAMENTAL: LEÓN, 1 DE DICIEMBRE DE 2019. CSET


GONZALO VITORIA BORES 2

1. INTRODUCCIÓN

A lo largo de este trabajo vamos a resumir y comentar un fragmento de la Carta


Encíclica Veritatis Splendor publicada en 1993 por el papa San Juan Pablo II con la
finalidad de tratar sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la
Iglesia.

Nosotros nos vamos a centrar en este trabajo en los números del 35 al 53, pertenecientes
al segundo capítulo, titulado “La Iglesia y el discernimiento de algunas tendencias de la
teología moral actual”, y más concretamente al apartado titulado “La libertad y la ley”,
dentro del cual existen diferentes subapartados que tienen como encabezado una cita
bíblica y que trataremos más detalladamente a lo largo del trabajo.

2. ANÁLISIS DEL TEXTO

Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás» (Gn 2, 17)

El documento nos plantea en este punto el hecho de que la Revelación enseña en esta
cita del libro del génesis que el poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al
hombre, sino sólo a Dios. El hombre es un ser libre, pero la libertad que posee no es
ilimitada. La verdadera libertad del hombre, según el documento, reside en plenitud en
que este acepte la ley moral que Dios le da. La ley de Dios, por tanto, garantiza y
promueve la libertad del hombre, a diferencia de lo que sostienen diversas corrientes
culturales de hoy en día.

Según San Juan Pablo II, dichas corrientes han influenciado también a la teología moral
católica, replanteándose este el papel de la razón y de la fe en la fijación de las normas
morales que se refieren a comportamientos que él llama “intramundanos”. En la base de
este replanteamiento existen algunas demandas positivas planteadas ya en el Concilio
Vaticano II1, como por ejemplo el diálogo con la cultura moderna, pero por otro lado
también se ha caído en la teorización de “una completa autonomía de la razón” en el
campo de la moral que dichas corrientes reducirían a un ámbito estrictamente humano,

1
Cf. Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 40-43.

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es decir, a una ley que el hombre origina por sí y se da a sí mismo, desechando que esta
provenga de Dios.

Algunos moralistas han intentado distinguir entre un orden ético y un orden de la


salvación, cosa que a juicio del papa es contraria a la doctrina católica, ya que así se
estaría negando la existencia de un contenido moral en la Revelación y, por tanto, la
competencia doctrinal de la Iglesia en la moral.

Dios quiso dejar al hombre «en manos de su propio albedrío» (Si 15, 14)

El concilio Vaticano II2 explica la “verdadera libertad” tomando como base este texto,
indicando “la participación en la soberanía divina” a la que el hombre es llamado y el
hecho de que la soberanía del hombre se extiende sobre el hombre mismo, por lo que se
pone de manifiesto que gobernar el mundo es una tarea de gran responsabilidad desde
ya para el hombre.

El hombre mismo ha sido confiado a su propio cuidado y responsabilidad para que


busque a su creador.3

El concilio pone hincapié por una parte en la actividad de la razón humana cuando
determina la ley moral, y por otra parte la razón encuentra su verdad y su autoridad en la
ley eterna, que es la sabiduría de Dios. Por tanto, según San Juan Pablo II, la vida moral
se basa en el principio de una “justa autonomía” del hombre. El hombre posee la ley en
sí mismo porque la ha recibido del Creador.

La verdadera autonomía moral del hombre es la aceptación de la ley moral.

Dichoso el hombre que se complace en la ley del Señor (cf. Sal 1, 1-2)

En este apartado el papa expone que la libertad del hombre solo puede permanecer en la
verdad y ser conforme a la dignidad del hombre si obedece a la ley divina liberándose
de toda esclavitud de las pasiones. El hombre debe hacer libremente el bien y evitar el

2
Cf. Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 17.
3
San Juan Pablo II, carta Encíclica Veritatis Splendor, nº 39.

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mal, para lo cual debe distinguir entre ambos, cosa que es posible gracias a la razón
natural.

El concilio recuerda que la norma suprema de la vida humana es la ley eterna de Dios. 4
Dios es el que ama y cuida de la creación, llamando al hombre a participar de su
providencia. Por eso el documento sitúa la ley natural como expresión humana de la ley
eterna de Dios.

La Iglesia se ha referido a lo largo de la historia a la doctrina tomista sobre la ley


natural, asumiéndola en su enseñanza moral, destacando el documento la enseñanza de
León XIII sobre este tema.

En este sentido, según San Juan Pablo II, la Iglesia acoge y custodia el depósito de la
Revelación y recibe como don la “Ley nueva” que es el «cumplimiento» de la ley de
Dios en Jesucristo y en su Espíritu, cuyo autor es Dios y cuyo receptor es el hombre.

«Como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón»


(Rm 2, 15)

El documento en este apartado expone el hecho de que en la historia reciente se han


intentado contraponer los conceptos de naturaleza y libertad. Esto ha llevado a que
algunos estudiosos de la ética la reduzcan a resultados estadísticos, mientras que otros
han opuesto la libertad a la naturaleza material y biológica, debiendo primar la primera.
Estas concepciones llevan a definir la libertad por sí misma, haciendo de ella una
instancia creadora de sus valores y de sí misma, reduciendo al hombre a su libertad.

Así habrían surgido, en opinión del papa, las objeciones de fisicismo y naturalismo
contra la ley natural, que afirman que esta presenta como leyes morales leyes que son
biológicas, debiendo el hombre decidir libremente el sentido de sus comportamientos ya
que este es un ser racional.

Contra estas interpretaciones San Juan Pablo II propone resaltar “el lugar que tiene el
cuerpo humano en las cuestiones de la ley natural”, puesto que dichas interpretaciones

4
Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 3.

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contradicen las enseñanzas de la Iglesia sobre la unidad del ser humano cuya alma
racional es «per se et essentialiter» la forma del cuerpo.5 Es en la unidad de alma y
cuerpo donde la persona es el sujeto de sus propios actos morales. A lo que el papa
añade que “una doctrina que separe el acto moral de las dimensiones corpóreas de su
ejercicio es contraria a las enseñanzas de la sagrada Escritura y de la Tradición”.

Pues porque cuerpo y alma son inseparables se puede comprender el significado


verdadero de la ley natural el cual se corresponde con la «naturaleza de la persona
humana», que es el hombre en su totalidad, lo que no deja espacio que divida la libertad
y la naturaleza, que están relacionadas y aliadas entre sí.

«Pero al principio no fue así» (Mt 19, 8)

En este apartado la encíclica aborda el hecho de que el conflicto entre naturaleza y


libertad antes mencionado afecta sobre algunos aspectos de la ley natural tales como su
universalidad y su inmutabilidad. La ley natural implica universalidad, y dicha
universalidad no prescinde en absoluto de la singularidad ni de la unicidad de los seres
humanos,6 sino que la ley común aplicada a nuestros actos crea la comunión entre las
personas.

Los preceptos positivos son inmutables 7, a la vez que los preceptos negativos de la ley
natural son universalmente válidos siempre y en toda circunstancia, lo que no quiere
decir que sean más importantes que los primeros.

Posteriormente el documento resalta que en el marco de la cultura actual algunas


personas dudan de la inmutabilidad de la ley natural y en consecuencia de la existencia
de «normas objetivas de moralidad» a lo que contrapone la existencia de la “naturaleza
del hombre” que trasciende toda cultura, si bien resalta que la formulación de las
normas morales debe adaptarse a cada época y situación.

5
Cf. Conc. Ecum. de Vienne, Const. Fidei catholicae: DS, 902; Conc. Ecum. V de Letrán, Bula
Apostolici regiminis: DS, 1440.
6
San Juan Pablo II, carta Encíclica Veritatis Splendor, nº 51.

7 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 10.

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3. COMENTARIO Y OPINIÓN PERSONAL

Una vez leídos y analizados los números correspondientes al campo de trabajo que
habíamos decidido abordar nos podemos hacer una idea general sobre lo que la Iglesia,
a través de esta encíclica, enseña en el campo de la teología moral en relación al mundo
actual.

De este apartado podemos dilucidar la importancia capital que ha tenido el Magisterio


eclesial a lo largo de la historia en lo referente a la moral y como las situaciones que
predominaban en la antigüedad han evolucionado a otras nuevas en estos últimos
tiempos. Ante estos cambios, algunos de los cuales han atacado los postulados de la
Iglesia, esta ha intentado dar respuesta a las nuevas preguntas y situaciones del hombre,
adaptando sus enseñanzas a las nuevas costumbres culturales (sea ejemplo de ello los
documentos del concilio Vaticano II), si bien como depositaria de la Revelación se
mantiene firme en sus postulados básicos.

El hombre es un ser creado, creatura de un creador, que es Dios, que es el que le dota de
racionalidad y de libertad, por lo que ley natural y libertad no se contraponen sino que
se complementan, ya que el hombre solo es auténticamente libre y se realiza en plenitud
cuando acoge la voluntad divina y la procura llevar a cabo en su vida.

En mi opinión estos razonamientos han sido apartados en el pensamiento de la mayor


parte de la población en la actualidad, siendo lo más común creer en la independencia y
autosuficiencia del hombre y de su racionalidad, y, una vez aceptado esto, la figura de
Dios se aparta del pensamiento del hombre puesto que deja de ser necesaria. Esto lleva a
la endiosación del hombre, siendo este su propia medida al evaluar lo que es bueno y lo
que es malo en sus actos, haciéndose esto patente en la sociedad en la que vivimos en la
que se premia la subjetividad y lo políticamente correcto.

Yo pienso que el hombre es un ser integro, dotado de cuerpo y alma (inseparables) y


creado por Dios a su imagen y semejanza, y que la moral es a la vez intrínseca y
extrínseca a la persona.

Para mí, la misión de la Iglesia hoy está en dar al hombre los criterios que Dios
establece a través de la Revelación para establecer una valoración de sus actos según

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unos preceptos objetivos que sean común a todos los hombres, permitiendo que a la vez
cada uno, en su situación concreta, dentro del contexto en el que se mueve, aplique
dichos preceptos a su vida diaria, procurando cumplir con los mandatos divinos que le
son impuestos a la vez que es capaz de interiorizarlos y adaptarlos a sus situación,
siendo consciente de su nada ante Dios y de su necesidad de obedecer los mandatos de
este para poder crecer y realizarse en libertad.

En mi opinión, libertad y obediencia a lo divino han de fundirse en el sujeto de la ética


para poder alcanzar su plenitud como hombre, y a mi juicio toda aquella postura que
contradiga esto está limitando la capacidad del hombre de existir en semejanza con su
creador, Dios todopoderoso, que lo ama sobre todo y le da autoridad dentro de la
creación para regirla según lo que es bueno a los ojos del omnipotente, que revela sus
designios de salvación en la historia y que son depositados y custodiados en el seno de
su esposa, la Iglesia.

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