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TESIS 17

DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

DOCUMENTOS DE MORAL FUNDAMENTAL Y DE MORAL ESPECIAL

17. 1. VERITATIS SPLENDOR (6 DE AGOSTO DE 1993)

17.1.1. Antecedentes fundamentales de la encíclica. En el pensamiento de la Iglesia


Católica no se había promulgado documentos referentes a la moral fundamental y por eso el
gran interés de esta Encíclica es volver a tomar los principios doctrinales con respecto a la
Teología Moral Fundamental.
Este documento pontificio es anunciado por Juan Pablo II en la Carta Apostólica Spiritus
Domini, pubicada el 1 de agosto de 1987, con ocasión del segundo centenario de la muerte
de San Alfonso María de Ligorio, patrono de los confesores y de los moralistas.
Los documentos del Magisterio publicados hacen alusión sobre la enseñanza moral en los
múltiples y diferentes ámbitos de la vida humana, entre ellos se destacan: Casti Connubi de
Pío XI en 1930, la alocución a las matronas de Pío XII en 1951, el CVII en la Constitución
Pastoral Gaudium el Spes No. 50-51 y la Humanae Vitae de Pablo VI en 1968; la Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe promulgó en 1980 la Donum Vitae y por otro lado
apenas hasta el año de 1993 Juan Pablo II, promulga este documento cuyo objetivo es
afrontar algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia, por eso en la
Veritatis Splendor expone, sobre los problemas discutidos, las razones de una enseñanza
moral basada en la Sagrada Escritura y en la Tradición vivía de la Iglesia, poniendo de
relieve, al mismo tiempo, los presupuestos y consecuencias de las contestaciones de que ha
sido objeto tal enseñanza. Luego en 1995 se promulga la Carta Encíclica Evangelium Vitae.
En el que retoma de nuevo la reflexión moral sobre la vida humana.

17.1.2. Partes de la Encíclica. La presente Encíclica se desarrolla comenzando con una


introducción y tres capítulos para culminar con una breve conclusión. Veamos rápidamente
de que trata cada una de estas partes.
a. introducción:
el Papa comienza afirmando que Jesucristo es luz verdadera que ilumina a todo hombre y
por esto el hombre es llamado a ser luz, sin embargo, está tentado a cambiar la verdad por
la mentira. Por esto el hombre sigue buscando la luz de Dios y una prueba de esto es la
pregunta por el sentido de la vida, cuya respuesta está en lo íntimo del hombre, es más,
Jesucristo es la respuesta a cada interrogante del hombre. El también ilumina a la Iglesia
que lee los signos de los tiempos y los interpreta a la luz del Evangelio, así la Iglesia está al
servicio del hombre.
El objetivo de la Encíclica es afrontar algunas cuestiones de la enseñanza moral de la
Iglesia, bajo la forma de un necesario discernimiento sobre problemas controvertidos entre
los estudiosos de la ética y la teología moral. En ella se trata de exponer, sobre los
problemas discutidos, las razones de una enseñanza de una moral basada en la Sagrada
Escritura y en tradición viva de la Iglesia. La intención es Exhortar a las conciencias y
proponer los valores en los que cada uno basará autónomamente sus decisiones y opciones
de vida.

b. Capítulo I: Cristo la respuesta a la pregunta moral.


Para desarrollar este capítulo se toma el diálogo del joven rico con Jesús que encontramos
en Mt 19, 16-21. El Cual parte de la pregunta: Maestro, ¿Qué he de hacer de bueno para
conseguir la vida eterna? Es la pregunta que todo hombre se formula y se acerca a Cristo
para interrogarlo por el sentido de la vida. Por eso Dios quiso la Iglesia para que todo
hombre se encuentre con Él. Es la pregunta sobre el bien moral y la vida eterna. Y es así
como Cristo revela la condición y vocación del hombre que es asimilarse a Cristo.
El interrogarse por el bien significa dirigirse a Dios y Jesús relaciona la acción moral buena
con el reconocimiento de Dios. Dios es el modelo del obrar moral que le da al hombre una
ley, por eso la vida moral es la respuesta del hombre al amor de Dios. Este cumplimiento de
la ley sólo se puede cumplir como un Don de Dios en Jesucristo. Dios ya ha dado esta
respuesta sobre el bien y en la creación, en la ley natural y en la historia de Israel. Jesús
relaciona la vida eterna y la guarda de los mandamientos con una promesa que es el Reino
de los Cielos.
Jesús indica la centralidad de los mandamientos, especialmente los que se refieren al amor
al prójimo, puesto que estos están llamados a tutelar el bien de la persona humana. Jesús
lleva a cumplimiento los mandamientos de Dios, interiorizando y radicalizando sus
exigencias. El mismo se hace ley viviente y personal que invita a su seguimiento, da,
mediante el Espíritu la gracia de compartir su misma vida y su amor, e infunde la fuerza
para dar testimonio del amor en las decisiones y en las obras. El coloquio de Jesús con el
joven nos ayuda a comprender las condiciones para el crecimiento moral del hombre
llamado a la perfección. La palabra de Jesús “si quieres” manifiesta la dinámica particular
del crecimiento de la libertad hacia su madurez y, al mismo tiempo, atestigua la relación
fundamental de la libertad con la ley divina, la libertad del hombre y la ley de Dios no se
oponen, sino que se reclaman mutuamente.
Es Jesús mismo quien toma la iniciativa y llama a seguirle, este es el fundamento de la
moral cristiana. Seguir a Cristo es adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida
y su destino, participar de la obediencia libre y amorosa de la voluntad del Padre. La
conclusión del diálogo de Jesús con el joven rico es amar. Imitar a Cristo no es posible para
el hombre con sus solas fuerzas, se hace necesario el don de su Espíritu.
La ley nueva es la gracia del Espíritu Santo dada mediante la fe en Cristo, no se contenta
con decir que hacer, sino que da la fuerza para obrar. La contemporaneidad de Cristo
respecto al hombre de cada época se realiza en el cuerpo vivo de la Iglesia. Es el Espíritu
Santo que asiste a la Iglesia, que le ayuda a interpretar auténticamente la Palabra de Dios,
por eso la Iglesia se presenta como columna y fundamento de la verdad, compete a ella
siempre y en todo lugar proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden
social.

c. Capítulo II: la Iglesia y el discernimiento de algunas tendencias de la teología moral


actual.
Inserta estos elementos tomados de la Sagrada Escritura, y profundizados por los Padres en
torno a la discusión actual sobre los fundamentos del obrar moral. Esta parte se interesa por
analizar y profundizar la relación entre libertad y verdad.
El Papa propone una reflexión centrada en el hombre post-moderno, lanza una pregunta
para todos: ¿Cómo aprender a vivir correctamente en la libertad? Hoy, como se concibe la
libertad de modo individualista, que se acerca a la arbitrariedad solo puede ser destructiva;
enfrentándose todos contra todos, por tanto, esa libertad corre el riesgo que brote del
exterior y se la sustituya con la voluntad colectiva.
Este problema se puede afrontar si la libertad encuentra su medida interior, que libremente
reconozca como el orden de su esencia, pero ¿cuál será esa medida? La respuesta es la
verdad. Pues, la libertad puede seguirla a ella libremente, sin renunciar a ser libertad. Y
consecuentemente a esta reflexión surge la pregunta ¿qué es la verdad? La encíclica
responde: la Verdad, que orienta nuestro obrar, se encuentra en nuestro ser hombres en
cuanto tal. Nuestra esencia, nuestra naturaleza, que deriva del creador, es la verdad que nos
instituye. En efecto, esa es la ley natural, y podemos definirla como esa luz de la
inteligencia infundida en nosotros por Dios.
La verdadera autonomía real del hombre no significa rechazo, sino la aceptación de la ley
moral, del mandato de Dios, por tanto, la libertad del hombre y la ley de Dios se encuentran
y están llamadas a compenetrarse entre sí, en el sentido de la libre obediencia del hombre a
Dios y de la gratuita benevolencia de Dios al hombre. Reflexionando sobre la llamada de
Dios que se ha manifestado en la historia del hombre y que, a través, de la Sagrada
Escritura percibimos su presencia liberadora y salvadora una moral basada en las Sagradas
Escrituras debe ser una moral de la vocación.
En este capítulo retoma el tema de la conciencia y verdad, la relación que hay entre la
libertad del hombre y la ley de Dios tiene su base en el corazón de la persona, es decir, en
su conciencia moral, en lo profundo de su conciencia que es real y originaria, ya que reside
en la profundidad interna e intimista de la persona humana.
La conciencia es el núcleo más secreto y sagrario del hombre, en el que éste se siente a
solas con Dios. Cuya voz resuena en lo más íntimo de su ser, es por ello que la conciencia
de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y
del prójimo. La conciencia es la capacidad del hombre de juzgar y discernir los modos
adecuados para realizarse según su verdad original.
Frente a la conciencia como a norma interior de moralidad podemos decir que: la recta
conciencia consiste cuando el hombre actúa auténticamente, para encontrar el dinamismo
de la verdad. La conciencia viciosa es cuando la persona no es sincera con ella misma, y va
en contra de la autenticidad humana. la verdad de conciencia cuya fuente es Dios mismo
lleva a una auténtica moralidad. La certeza de la conciencia es la regla de la moralidad,
nunca se puede actuar con conciencia dudosa.
Otro tema tratado es la elección fundamental en la relación entre la libertad y la ley de
Dios, que encuentra su ámbito vital y profundo en la conciencia moral, que se manifiesta y
se realiza en los actos humanos. Es precisamente mediante sus actos como el hombre se
perfecciona en cuanto tal, como persona llamada a buscar espontáneamente a su creador y a
alcanzar libremente, mediante su adhesión a él, la perfección feliz y plena. Por tanto. Los
actos humanos, son actos morales, porque expresan y deciden la bondad o malicia del
hombre mismo que realiza esos actos.
Bajo la perspectiva de la fe, el hombre situado frente a la llamada de Dios, realiza un acto
moral, como define el CV II “el hombre es por su misma naturaleza un misterio para sí
mismo y en Cristo, encuentra la respuesta fundamental a todas sus aspiraciones”. (GS 22)
El acto es totalmente moral porque se gesta desde la convicción de una fe, concebida en su
interior y que la asume como respuesta a Dios.

d. Capítulo III El bien moral para la vida de la Iglesia y del mundo.


La cuestión fundamental que las teorías morales plantean es la relación entre la libertad del
hombre y la ley de Dios, es decir, la cuestión de la relación entre libertad y verdad.
Según la fe, solamente la libertad que se somete a la Verdad conduce a la persona humana a
su verdadero bien. La Iglesia mira con amor a Cristo, plenamente consciente de que sólo en
Él está la respuesta verdadera y definitiva al problema moral. Jesús manifiesta que la
libertad se realiza en el amor, es decir, en el don de uno mismo en el servicio a Dios y al
hermano.
La radical separación entre libertad y verdad es consecuencia de la dicotomía entre fe y
moral. Esta separación es una de las preocupaciones pastorales de la Iglesia en el presente
proceso de secularismo, de hombres que piensan y viven como si Dios no existiera. Es
pues, urgente que los cristianos descubran la novedad de su fe y su fuerza de juicio ante la
cultura dominante. La fe es una decisión que afecta toda la existencia, implica un acto de
confianza y abandono en Cristo, suscita y exige un comportamiento coherente de vida. A
través de la vida moral la fe llega a ser “confesión” no sólo ante Dios, sino también ante los
hombres: se convierte en un testimonio, incluso hasta llegar al martirio. Unos ejemplos de
martirio nos lo presentan la Biblia desde el AT. Como la casta Susana que prefiere morir
inocente en manos de los jueces, atestiguando no solo su fe en Dios sino también su
obediencia a la verdad y al orden moral absoluto, otro es el testimonio de Juan Bautista.
En la Nueva Alianza se encuentran numerosos testimonios de seguidores de cristo
comenzando por el diácono Esteban y el apóstol Santiago que murieron mártires, también
tenemos el testimonio de muchos Santos y Santas. Así los mártires iluminan cada época de
la historia despertando el sentido moral, dando testimonio del bien. En el dar testimonio del
bien moral absoluto los cristianos no están solos, sino que cuentan con la acción interior y
misteriosa del Espíritu de Dios. El servicio está dirigido a todo hombre en la unicidad de su
ser y de su existir. Solo en la obediencia a las normas morales universales el hombre halla
plena confirmación de su unicidad como persona y la posibilidad de un verdadero
crecimiento moral.
En el centro de la cuestión cultural, está el sentido moral, que a su vez se fundamenta y se
realiza en el sentido religioso. En la materia económica el respeto a la dignidad de la
persona humana exige la práctica de las virtudes de templanza, justicia y solidaridad.
La evangelización es un reto que está contenido en el mandato de Jesús. Esta comporta el
anuncio y la propuesta moral del mismo Jesús. Llevando en sí a la vida en santidad.
Finalmente se hace un llamado a los pastores cuya principal función es la evangelización,
enseñar a los fieles, presentando los valores fundamentales de la dignidad de la persona
humana hasta llegar a obedecer la ley moral. También es un deber de las instituciones el
enseñar la ley moral.

e. conclusión María madre de misericordia


el hecho de que el Papa concluya la encíclica con una meditación sobre María, la Madre de
Misericordia, es que, en la respuesta de ella a su creador, encontró complacencia y la
preparó a esta gran obra de la salvación. Porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre
como revelación de la misericordia de Dios. De ella forma parte la grandeza de las
exigencias, que deriva de nuestras semejanzas con Dios y la grandeza de la bondad divina,
cuyo signo más puro es para nosotros la Madre de Jesús. Las enseñanzas de esta encíclica y
que hoy vuelven a dar fundamento a la existencia de los hombres, y que la Iglesia siempre
ha enseñado es que en Jesucristo se esclarece el misterio del hombre.

17.1.3. Problemas fundamentales Tratados en la Encíclica. Se interesa por analizar y


profundizar la relación entre:
 La libertad y la ley (31-53)
 Consciencia y verdad (54-64)
 La elección fundamental y los comportamientos concretos (65-70)
 El acto moral (71-83)

17.1.4. presentar posiciones encontradas del Magisterio y teólogos moralistas.


En la segunda parte de la encíclica el Papa hace un discernimiento crítico de algunas
tendencias de la Teología Moral actual, a la luz de la Sagrada Escritura y la Tradición viva
de la Iglesia, teniendo en cuenta el CV II.

a. Reafirmar la relación constitutiva que une la libertad a la verdad.


La libertad del hombre y la ley de Dios se encuentran y se compenetran recíprocamente. La
ley natural, participación de la ley eterna de Dios en la criatura racional, implica
efectivamente subordinación de la razón, y de los preceptos morales derivados de la misma,
respecto de la sabiduría eterna.

b. Contra cualquier relativismo


Se afirma el carácter universal y permanente de los preceptos de la ley moral, que expresan
la verdad originaria sobre el bien de la persona e indican el camino para la realización
auténtica de la libertad. Estos preceptos tienen su fundamento último en Cristo, que e
siempre el mismo ayer, hoy y siempre.

c. Contra el subjetivismo
Sostiene que la conciencia moral no es una instancia creadora del bien y por tanto debe ser
formada a la luz de la verdad. El juicio último de la consciencia debe dejarse iluminar por
la ley divina, norma universal y objetiva de la moralidad.

d. Rechaza toda disociación entre una opción fundamental de carácter trascendental y


las opciones derivadas de los actos concretos. La opción fundamental, que
caracteriza y sostiene la vida moral del cristiano, es revocada cada vez que la
persona compromete su libertad con opciones consientes y libres de sentido
contrario, relativas a materia moral grave (pecado mortal)

e. Contra las teorías morales que llevan el nombre de teologísmo y proporcionalismo,


el documento afirma que la valoración moral de los actos humanos no se deduce
únicamente a ponderar las consecuencias previstas o de la proporción de los bienes
o males premorales que derivan de los mismos. Ni siquiera la buena intención basta
para justificar la bondad de una opción. La moralidad de un acto, aun teniendo en
cuenta la intención subjetiva como las consecuencias, debe deducirse ante todo del
objeto de la opción, que la razón propone a la voluntad.

Se afirma que es posible calificar como intrínsicamente malos, por sí mismos,


algunos comportamientos que contradicen la verdad y el bien de la persona. Nunca
será buena la opción que los elige, aunque sea con una intención subjetivamente
buena y la vista las consecuencias positivas. No es lícito, ni siquiera por razones
gravísimas, hacer el mal para que se produzca el bien.

En la parte tercera de la encíclica habla del bien moral para la vida de la Iglesia y del
mundo.
Mirando al Señor Jesús, la Iglesia descubre el auténtico sentido de la libertad: la entrega de
sí mismo por amor, en el servicio a Dios y a los hermanos. También descubre que la ley de
Dios expresa, en los mandamientos y en su carácter absoluto, las exigencias del amor. Las
normas universales e inmutables están al servicio de la persona y de la sociedad. La
renovación profunda de la vida social y política, cuya necesidad crece en la humanidad
actual, puede realizarse solamente si la libertad va de acuerdo con la verdad.

f. El relativismo ético, por encima de las apariencias, lleva inevitablemente a un


totalitarismo que niega al hombre. La causa moral es la causa del hombre y de su
libertad, pero ésta no puede realizarse contra la verdad y contra Dios. Por tal
motivo, en la tarea de anunciar sin reducciones la justicia y la misericordia que
resplandece en la cruz, es decisivo el ministerio de los teólogos moralistas, que
desempeñan un auténtico servicio eclesial, en comunión con los pastores. A éstos
últimos compete el cometido de vigilar que, en la predicación de los fieles, en la
evangelización, en la enseñanza de la teología, en los seminarios y en la praxis de
las instituciones católicas, se proclame fielmente la Palabra de Dios y se aplique a la
vida.
En la parte final, el Papa recuerda la extraordinaria sencillez de la moral cristiana, que
consiste en seguir a Cristo, en dejarse transformar por su gracia y renovar por su
misericordia, que recibimos en la vida de comunión de su Iglesia.

17. 2. LA HUMANAE VITAE (29 DE JULIO 1968)

17.2.1. Principios doctrinales.


a. Una visión global del hombre:
El problema de la natalidad hay que considerarse a la luz de una visión integral del hombre
y de su vocación, no solo natural y terrena sino también sobrenatural y eterna. Se hace
necesario aclarar los conceptos de amor con yugal y paternidad responsable.

b. El amor conyugal:
La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando este es considerado
en su fuente suprema, Dios es amor. El matrimonio es una institución divina para realizar
en el mundo su designio de amor. Amor que se manifiesta en la donación mutua para
colaborar con Dios en la obra de la generación y educación de las nuevas vidas. Pues entre
los bautizados esta unión matrimonial reviste de carácter sacramental.

Bajo esta luz aparecen claramente las notas y las exigencias características de amor
conyugal:

1. Amor plenamente humano: sensible y espiritual al mismo tiempo, siendo un acto


de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a crecer mediante las alegrías y
dolores de la vida cotidiana, uniéndose en lo más profundo de su ser y juntos
alcancen su perfección humana.

2. Amor total: es una forma singular de amistad personal, con lo cual los esposos
comparten todo sin reservas indebidas o cálculos egoístas.

3. Amor fiel y exclusivo: hasta la muerte, así lo conciben los esposos el día en que
asumen libremente y con plena conciencia el empeño del vínculo matrimonial.

4. Amor fecundo: que no se agota entre la comunión de los esposos, sino que está
destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas.

Esto supone la fidelidad para que sea un verdadero acto de amor, de donación exclusiva de
los esposos y que sea, además, una relación para siempre, junto a la unión, el acto debe ser
ante todo humano, de donde se conjuguen el sentimiento y el espíritu.
La donación mutua y total es manifestación y concretización del designio divino sobre los
esposos, y participar en la procreación un amor que debe ser fecundo, abierto a la
generación de nuevas vidas, que no son más que el don de Dios al matrimonio y
contribuyen al bien de los propios padres.
c. Inseparables los dos aspectos: Unión y Procreación:
Está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede
romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado
unitivo y el significado procreador. El acto conyugal mientras une profundamente a los
esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el
ser mismo del hombre y de la mujer.

d. Respetar la naturaleza y la finalidad del acto matrimonial


Estos actos, con los cuales la pareja se une, deben ser honestos, dignos y abiertos siempre a
la transmisión de la vida. y no cesan de ser legítimos si, por causas independientes a la
voluntad de los conyugues, se prevén infecundos, porque continúan ordenados a expresar y
consolidar su unión.
e. Fidelidad al plan de Dios:
Un acto conyugal impuesto al conyugue sin considerar su condición actual y sus legítimos
deseos, no es un verdadero acto de amor, y prescinde por tanto de una exigencia del recto
orden moral en las relaciones entre los esposos. Usufructuar en cambio el don del amor
conyugal respetando las leyes del proceso generador significa reconocerse no árbitros de las
fuentes de la vida humana, sino más bien administradores del plan establecido por el
Creador.
f. Vías ilícitas para la regulación de los nacimientos:
El Papa en conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana
del matrimonio, declara que hay que excluir absolutamente, como vía ilícita para la
regulación de los nacimientos los siguientes procedimientos:
- La interrupción directa del proceso generados ya iniciado.
- El aborto directamente querido y procurado.
- La esterilización directa, perpetua o temporal tanto del hombre como de la mujer.
- Los medios artificiales de esterilidad.

g. Licitud de los medios terapéuticos:


La Iglesia no retiene de ningún modo el uso de medios terapéuticos verdaderamente
necesarios para curar enfermedades del organismo.
h. Licitud del recurso a los períodos infecundos:
La Iglesia enseña que es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las
funciones generadoras para usar del matrimonio solo es períodos infecundos y así regular la
natalidad sin ofender sin ofender los principios morales. Este uso los ayuda a manifestarse
el afecto y salvaguardar la mutua fidelidad.
i. Graves consecuencias de los métodos de regulación artificial de la natalidad
.
- Se abriría un campo fácil y amplio a la infidelidad conyugal y a la degradación
general de la moralidad.
- Los hombres tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les
debe ofrecer cualquier medio fácil para burlar su observancia.
- Podría también por perderse el respeto a la mujer, considerándola como instrumento
de goce egoístico y no como compañera respetada y amada.
Sería también un arma para las autoridades públicas, así los hombres queriendo evitar las
dificultades individuales, familiares o sociales que encuentran en el cumplimiento de la ley
divina llegarían a dejar a merced de las autoridades públicas el sector más personal y más
reservado a la intimidad conyugal. Se perdería el respeto por la integridad del cuerpo y de
sus funciones.
j. La Iglesia, garantía de los auténticos valores humanos.
La Iglesia es la depositaria y la intérprete de la ley moral, sin poder jamás declarar lícito lo
que no lo es por su íntima e inmutable oposición al verdadero bien del hombre. Al defender
la moral conyugal contribuye la Iglesia a la instauración de una civilización
verdaderamente humana.

17.2.2. Paternidad Responsable

Es la conciencia del conocimiento y del respeto de las funciones biológicas, del dominio
necesario de éstas por la razón y por la voluntad y el reconocimiento de los deberes para
con Dios. Para consigo mismo, para con la familia y la sociedad. La procreación siempre ha
sido una actividad humana responsable, lleva consigo el deber correspondiente de cuidar de
la educación física y espiritual de la prole.

17.2.3. Directivas pastorales

a. La Iglesia Madre y Maestra:


La Iglesia invita a los hombres a observar y a respetar la ley divina referente al matrimonio
y conforta en el camino de una honesta regulación de la natalidad. Ella no puede renunciar
a enseñar la ley que en la realidad es propia de una vida humana llevada a la verdad
originaria y conducida por el Espíritu de Dios.
b. Posibilidad de observar la ley divina:
La doctrina de la Iglesia es promulgadora de la ley divina y se constituye, a la vez en un
medio de beneficiar al hombre y a la comunidad.
c. Dominio de sí mismo:
Una práctica honesta de una regulación de la natalidad exige sobre todos los esposos
adquirir y poseer sólidas convicciones sobre los verdaderos valores de la vida y de la
familia, y también una tendencia a procurarse un perfecto dominio de sí mismos. Además,
el Papa hace alusión al dominio del instinto por la voluntad libre causa ascética dentro de la
vida conyugal que debe formarse en todo el proceso de educación a todos los hombres para
lograr que triunfe la libertad sobre el libertinaje y el desenfreno. Por tanto, se creará un
ambiente favorable a la castidad si los padres adquieren así capacidad de un influjo
profundo y eficaz para educar a los hijos, los niños y los jóvenes crecen en la justa estima
de los valores humanos y en el desarrollo sereno y armónico de sus facultades espirituales y
sensibles.
d. Crear un ambiente favorable a la castidad
Los educadores han de crear un clima favorable a la educación de la castidad, es decir, al
triunfo de la libertad sobre el libertinaje, mediante el respeto del orden moral. Todo lo que
en los medios modernos de comunicación social conduce a la excitación de los sentidos., al
desenfreno de las costumbres, como cualquier forma de pornografía y de espectáculos
licenciosos, debe suscitar la franca y unánime reacción de las personas solícitas del
progreso de la civilización y de la defensa de los supremos bienes del espíritu humano.
e. Llamamiento a las autoridades públicas:
Hace una exhortación directa a los diferentes agentes para ayudar al pueblo de Dios. A los
gobernantes para salvaguardar las costumbres morales y para que no permitan que se
introduzcan legalmente en la célula fundamental que es la familia prácticas contrarias a la
ley natural y divina.
f. A los hombres de ciencia:
Los cuales pueden contribuir notablemente al bien del matrimonio y a la familia y a la paz
de las conciencias, para formar a las personas con criterios honestos y claros de acuerdo a
la ley divina.
g. A los esposos cristianos:
De una manera más directa los invita para que vivan su vocación cristiana en el vínculo
matrimonial respondiendo a Dios y colaborando con él en su designio creador.
h. Apostolado entre los hogares:
Los esposos sienten el deseo de comunicar a los demás su experiencia. Así los esposos se
convierten en guías de otros esposos.
i. A los médicos y al personal sanitario:
Ellos que por sus labores sienten entrañablemente las superiores exigencias de su vocación
cristiana, por encima de todo interés humano. Perseverando en promover constantemente
las soluciones inspiradas en la fe y en la recta intención y se esfuercen en fomentar la
convicción y el respeto de las mismas en su ambiente, además, ofreciendo a los esposos
consejos sabios y directrices sanas que ellos esperan con todo derecho.
j. A los sacerdotes:
Por vocación son consejeros y asesores espirituales de las familias y de las personas,
ofreciendo la enseñanza de la teología Moral al exponer sin ambigüedades la doctrina de la
Iglesia sobre el matrimonio, de esta manera dando ejemplo de fidelidad y respeto al
conducir a los hombres al encuentro definitivo con Dios.
k. A los obispos:
Los invita a trabajar al frente de los sacerdotes, de los fieles con ardor y sin descanso para
salvaguardar la santidad y dignidad del matrimonio como sacramento y como realidad
querida y ofrecida por Dios para que sea vivido en toda su plenitud humana y cristiana.

17.3. DONUM VITAE (22 DE FEBRERO DE 1987)

La instrucción sobre el respeto de la vida naciente y la dignidad de la procreación, es


aprobada por el Papa Juan Pablo II y es escrita por la Congregación para la doctrina de la
fe.

17.3.1. Respeto a los Embriones humanos: el ser humano ha de ser respetado como
persona, desde el primer instante de su existencia. La Iglesia considera que el aborto y el
infanticidio son crímenes abominables, por tanto, en virtud de la naturaleza e identidad,
desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la
del padre ni de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo.
La doctrina recordada ofrece el criterio fundamental para la solución de los problemas
planteados por el desarrollo de las ciencias biomédicas en este campo: puesto que el
embrión debe ser tratado como persona, en el ámbito de la asistencia médica el embrión
también habrá de ser defendido por su integridad, cuidado y sanado, en la medida de lo
posible, como cualquier otro ser humano.

a. Intervenciones terapéuticas:
Sea cual sea el tipo de terapia médica, quirúrgica o de otra clase, es preciso el
consentimiento libre e informado de los padres, según las reglas deontológicas previstas
para los niños.
Son lícitas las intervenciones sobre el embrión humano siempre que no lo ponga en riesgos
desproporcionados, que tengan como fin la curación, la mejora de sus condiciones de salud
o su supervivencia individual; una acción de este tipo se sitúa de hecho en la lógica de la
tradición moral cristiana

b. Investigación y experimentación
La intervención médica debe renunciar a intervenir sobre embriones vivos, a no ser que
exista la certeza moral de que no causará daño alguno a su vida y a su integridad ni a la
vida de la madre, y sólo en el caso que los padres hayan otorgado su consentimiento, libre e
informado, a la intervención sobre el embrión.
Será ilícita cuando, a causa de los métodos empleados o de los efectos inducidos, implicase
un riesgo para la integridad física o la vida del embrión.
Por eso, utilizar el embrión humano o el feto, como instrumento de experimentación, es un
delito contra su dignidad de ser humano, que tiene derecho al mismo respeto debido al niño
ya nacido y a toda persona. Por otro lado, los cadáveres de embriones o fetos humanos,
voluntariamente abortados o no. En particular no puede ser objeto de mutilación o autopsia
si no existe seguridad de su muerte y sin el consentimiento del padre o de la madre.
Además, se debe salvaguardar la exigencia moral de que no haya habido complicidad
alguna con el aborto voluntario, y de evitar el peligro de escándalo. También en el caso de
los fetos muertos como cuando se trata de cadáveres de personas adultas, toda práctica
comercial es ilícita y debe ser prohibida.

17.3.2. Intervenciones sobre la procreación humana


Por procreación “artificial” o “inseminación artificial”, se entiende aquí los diversos
procedimientos técnicos encaminados a lograr la concepción de un ser humano por otra vía
diversa de la unión sexual del varón con la mujer. La presente instrucción trata de la
fecundación del óvulo en la probeta (fecundación in vitro) y de inseminación artificial
mediante transferencia a las vías genitales de la mujer del esperma previamente recogido.

a. Inseminación artificial: homóloga y heteróloga.


La instrucción entiende bajo el nombre de fecundación o procreación Heteróloga las
técnicas ordenadas a obtener artificialmente una concepción humana, a partir de gametos
procedentes de al menos un donador diverso de los esposos unidos en matrimonio. Estas
técnicas pueden ser de dos tipos:
- FIVET Heteróloga: es la técnica encaminada a lograr una concepción humana a
través de la unión in vitro de gametos extraídos de al menos un donador diverso de
los esposos unidos en matrimonio.

- Inseminación artificial heteróloga: es la técnica dirigida al logro de una


concepción humana mediante la trasferencia a las vías genitales de una mujer
casada del semen previamente tomado del marido.
b. Valoración moral:
Todo ser humano debe ser acogido siempre como un don y una bendición de Dios. Sin
embargo, desde el punto de vista moral, sólo es verdaderamente responsable, para con
quien ha de nacer, la procreación que es fruto del matrimonio. Por eso, la tradición de la
Iglesia y la reflexión antropológica reconocen en el matrimonio y en su unidad indisoluble
el único lugar digno de una preocupación verdaderamente responsable. La fecundación
artificial heteróloga es contraria a la unidad del matrimonio, a la dignidad de los esposos, a
la vocación propia de los padres y al derecho de los hijos a ser concebidos y traídos al
mundo en el matrimonio y por el matrimonio.
Por estas razones determinan un juicio moral negativo de la fecundación artificial
heteróloga, por tanto, es ilícita moralmente la fecundación de una mujer casada con el
esperma de un donador distinto del marido, así como la fecundación con el esperma del
marido de un óvulo no procedente de su esposa. Es moralmente injustificable, además, la
fecundación artificial de una mujer no casada, soltera o viuda, sea quien sea el donador.
La enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la procreación afirma la inseparable
conexión, que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa,
entre los dos significados del acto conyugal: unitivo y procreativo. Ciertamente la VIVET
homóloga no posee toda la negatividad ética de la procreación extraconyugal; la familia y
el matrimonio siguen constituyendo al ámbito del nacimiento y de la educación de los hijos.
Sin embargo, en conformidad con la doctrina tradicional sobre los bienes del matrimonio y
sobre la dignidad de la persona, la Iglesia es contraria desde el punto de vista moral a la
fecundación homóloga “In Vitro”, está en sí misma es ilícita y contraria a la dignidad de la
procreación y de la unidad conyugal, aun cuando se pusieran todos los medios para evitar la
muerte del embrión humano.
La inseminación artificial homóloga dentro del matrimonio no se puede admitir, salvo el
caso en que el medio técnico no sustituya el acto conyugal, sino que sea una facilitación y
una ayuda para que aquél alcance su finalidad natural. Por eso, si el medio técnico facilita
el acto conyugal o le ayuda a alcanzar sus objetivos naturales puede ser moralmente
aceptado. Por el contrario, cuando la intervención sustituya al acto conyugal, será
moralmente ilícita.

17.3.3. Moral y ley civil.


El derecho inviolable de todo individuo humano inocente a la vida, los derechos de la
familia y la institución matrimonial, son derechos fundamentales, porque conciernen a la
misma condición natural y la vocación integral de la persona humana. Al mismo tiempo
son elementos constitutivos de la sociedad y de su ordenamiento jurídico. Por estas razones,
las nuevas posibilidades de la técnica en el campo de la medicina requieren la intervención
de las autoridades políticas y legislativas, que el recurso incontrolado a esas técnicas podría
tener consecuencias imprevisibles y nocivas para la sociedad.
Para recordar:
El derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la
muerte. Los derechos de la familia y del matrimonio como institución y, en este ámbito, el
derecho de los hijos a ser concebidos, traídos al mundo y ser educados por sus padres. Por
otra parte, la legislación deberá prohibir, además, en virtud de la ayuda debida a la familia,
los bancos de embriones, la inseminación post mortem y la maternidad sustitutiva. También
es necesario considerar que entre los derechos de la autoridad pública se encuentra el de
procurar que la ley civil esté regulada por las normas fundamentales de la ley moral en lo
que concierne a los derechos del hombre, de la vida humana, y de la institución familiar.
Los políticos deben esforzarse, a través, de su intervención en la opinión pública, para
obtener el acuerdo social más amplio posible sobre estos puntos esenciales y para
consolidarlos allí donde ese acuerdo corriese el riesgo de debilitarse o desaparecer.

17.4. CARTA ENCÍCLICA EVANGELIUM VITAE (25 DE MARZO DE 1994)

17.4.1. Capítulo I. Actuales Amenazas a la vida humana.


El Papa Juan Pablo II toma el relato De Caín y Abel para explicar que Dios no es el autor
de la muerte, sino que esta entra en el mundo por la envidia del diablo y el pecado de los
primeros padres. Dios prefiere la ofrenda de Abel a la de Caín y este por envidia mata a su
hermano. Dios no interrumpe su diálogo con Caín, sino que le recuerda su libertad frente al
mal. Es el primer fratricidio, en el que se reflejan todos los homicidios aun dañando el
parentesco espiritual y el de carne. Un claro ejemplo es el aborto, la eutanasia. Con la
respuesta que da Caín a Dios ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? Se muestra como
hay una ausencia de responsabilidad del hombre hacia sus semejantes. Dios no deja impune
el delito puesto que la vida humana pertenece a Dios, y atentar contra la vida en cierta
manera es atentar contra Dios.
El castigo para Caín es que habite en la estepa y en el desierto, es decir el homicidio cambia
el ambiente de la vida del hombre, Caín será vagabundo errante por s tierra con la
inseguridad y la falta de estabilidad que siempre lo acompañarán Sin embargo Dios es
misericordioso y pone una señal en la frente de Caín. Mostrando así que ni siquiera el
homicida pierde su dignidad personal, Dios no quiere la muerte del pecador sino su
arrepentimiento del pecado.
Con la pregunta ¿Qué has hecho? Nos hace tomar conciencia de la amplitud y la gravedad
de los atentados contra la vida, que siguen marcando la historia de la humanidad. Unas
veces son causa de la naturaleza que se hubiera podido evitar, otras son fruto de la
violencia, el odio, de los intereses contrapuestos, que inducen a los hombres a los
homicidios, las guerras, las matanzas y los genocidios. Otros son por causa de los
desajustes ecológicos, pero también hay atentados contra la vida naciente y la terminal. Sin
embargo, esto no lo es todo hay también una estructura de pecado que podríamos llamar
cultura de la muerte, que es la lucha de los poderosos contra los débiles. Se facilita la
difusión del aborto oculta bajo palabras menos duras como la anticoncepción. Así se
contradice el precepto divino de no matarás, se daña la castidad matrimonial y contradice el
amor conyugal. Estas prácticas tienen su raíz en una mentalidad hedonista e irresponsable
frente a la sexualidad y proponen un concepto egoísta de la libertad.
Las técnicas de reproducción artificial que parecerían al servicio de la vida, se manipulan
genéticamente los embriones y se desecha aquellas vidas que no sirven, reduciendo todo a
un simple material biológico. Los diagnósticos prenatales que ciertamente pueden ayudar a
prevenir enfermedades, también traen la tentación de desechar aquellos embriones que no
son perfectos. Otro atentado contra la vida la vemos en los enfermos incurables y los
terminales con la excusa de no dejarlos sufrir más se práctica la eutanasia, o porque los
gastos son muy elevados.
Se plantea el problema de lo demográfico y así se crean políticas antinatalistas como son la
anticoncepción, la esterilización, el aborto. También los medios de comunicación crean una
opinión pública que muestra como signo de progreso y libertad el aborto, la esterilización y
la eutanasia.
Cuando la libertad se absolutiza en clave individualista, se vacía de su contenido original y
se contradice en su misma vocación y dignidad. Así la convivencia social se deteriora
profundamente y se llega al relativismo absoluto, donde todo es pactable, incluso la vida. se
pierde el sentido de Dios y del hombre, de su dignidad y de su vida. Y los valores del ser
son sustituidos por el tener, el cuerpo es considerado como pura materialidad, en vez de ser
signo de las relaciones con Dios, con os demás y con el mundo. Deformando así el sentido
de la sexualidad, y de los significados lo unitivo y lo procreativo. La procreación se
convierte en un enemigo a evitar.
Hay signos positivos que se dan en la situación actual de la humanidad como son: las
iniciativas de apoyo y ayuda a los más débiles, los esposos que saben acoger a sus hijos, los
centros de ayuda a la vida, los grupos voluntarios dedicados a dar hospitalidad, la medicina
empeñada en dar remedios cada vez más eficaces, los movimientos en favor de la
sensibilización de la vida humana, los religiosos y religiosas que consagran su vida a Dios
ofreciéndola por amor al prójimo, la opinión pública en contra de la guerra, la atención a
una mejor calidad de vida y a la ecología.
Todo esto nos hace pensar en el choque que se da entre la cultura de la muerte y la cultura
de la vida, todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad de
elegir incondicionalmente en favor de la vida. lo podemos hacer con la fe en Jesucristo
Resucitado que ha vencido a la muerte.

17.4.2. Capítulo II. Mensaje cristiano sobre la vida humana.


El evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio
de la persona misma de Jesús. Por la Palabra, la acción y la persona misma de Jesús se da al
hombre la posibilidad de conocer toda la verdad sobre el valor de la vida humana. en Jesús,
Palabra de Vida, se anuncia y comunica la vida divina y eterna, así la vida física y espiritual
del hombre encuentra pleno valor y significado. Por la fe en Jesús la vida que yace
abandonada y suplicante vuelve a ser consciente de sí misma y de su dignidad. Sólo quien
reconoce que su propia vida está enmarcada por el pecado, puede descubrir, en el encuentro
con el Salvador, la verdad y la autenticidad de su existencia. Es precisamente en su muerte
donde Jesús revela toda la grandeza y el valor de la vida.
La vida que Dios da al hombre es original y diversa de las demás creaturas vivientes, ya
que el hombre, aunque proviene del polvo de la tierra, es manifestación de Dios en el
mundo, signo de su presencia. En consecuencia, por ningún motivo, el hombre puede ser
sometido a sus semejantes y reducido al rango de cosa. El hombre tiene facultades
espirituales como la razón, el discernimiento del bien y el mal, la voluntad libre, la
capacidad de conocer la verdad que son un don de Dios reflejo de su imagen y semejanza.
La vida que Dios da al hombre es mucho más que un existir en el tiempo. Es tensión hacia
la plenitud de vida, es germen de una existencia que supera los límites del tiempo. Esta
plenitud de vida se da a cuantos aceptan seguir a Cristo, reproduciendo su imagen.
La vida que el Hijo de Dios ha venido a dar a los hombres consiste en ser engendrados por
Dios y participar en la plenitud de su amor. La vida eterna es la vida misma de Dios y a la
vez es la vida de los hijos de Dios.
La vida del hombre proviene de Dios, es su don, su imagen e impronta, participación de su
soplo vital. Por tanto, Dios es el único Señor de esta vida: el hombre no puede disponer de
ella. Así la vida y la muerte están en las manos de Dios. La vida es sagrada y en los
mandamientos prohíbe el homicidio. En el NT. Se lleva a la perfección el carácter
inviolable de la vida física y la integridad personal “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Se llega incluso a amar al enemigo.
Defender y promover, respetar y amar la vida es una tarea que Dios confía a cada hombre.
Que va desde el cuidado de la naturaleza hasta la procreación, donde se trasmite la imagen
y semejanza de Dios mismo. El hombre y la mujer son unidos en matrimonio, son
asociados a una obra divina: mediante el acto de procreación, se acoge el don de Dios y se
abre al futuro una nueva vida. por eso el respeto de la vida desde su concepción.
Es necesario tener en cuenta que, si el hombre no es el dueño de la vida, tampoco lo es de la
muerte. Incluso en la enfermedad más grave. Jesús con sus curaciones de enfermos nos
muestra cómo Dios se preocupa de la vida corporal del hombre.
La ley de Dios dada para salvaguardar la vida. Y la nueva ley dada por Jesús llega a su
plenitud, ya que es la ley del Espíritu.
La cruz resalta y se manifiesta como centro, sentido y fin de la historia y de cada vida
humana, es decir con su muerte, Jesús ilumina el sentido de la vida y de la muerte de todo
ser humano. Mirando la cruz, todo hombre amenazado en su existencia encuentra la
esperanza segura de liberación y redención. El hombre participa de la misma vida de Dios.
Es la vida que, mediante os sacramentos de la Iglesia se comunica continuamente a los
hijos de Dios, constituidos, así como pueblo de la nueva alianza. Es así como nosotros
estamos llamados a dar la vida por el hermano realizándonos plenamente, así aprenderemos
no sólo a no matar la vida del hombre, sino a venerarla, amarla y promoverla.

17.4.3. Capítulo III. La ley santa de Dios.

El hombre es rey y señor no solo de las cosas, sino también de sí mismo y en cierto sentido,
de la vida que se le ha sido dada y que puede transmitir por medio de la generación,
realizada en el amor y en el respeto del designio divino. Sin embargo, no se trata de un
señorío absoluto, sino ministerial. Él es el administrador del plan establecido por el
Creador.
El mandamiento de no matar comporta una actitud positiva de respeto absoluto por la vida,
ayudando a promoverla y a progresar por el camino del amor que se da, acoge y sirve. Este
precepto es llevado a su plenitud en la nueva ley y es condición para poder entrar en la
vida.
La legítima defensa de la vida es un deber grave, para el que es responsable de la vida del
otro. Del bien común de la familia o de la sociedad. Por desgracia sucede que la necesidad
de evitar que el agresor cause daño conlleva a veces a su eliminación. El resultado mortal
se ha de atribuir al mismo agresor que se ha expuesto con su acción. Pero la eliminación
directa y voluntaria de un ser humano es siempre gravemente inmoral. Es una
desobediencia grave a la ley moral, más aún, a Dios mismo, su autor y garante; y contradice
las virtudes fundamentales de la justicia y la caridad.
El aborto procurado es grave e ignominioso. Es la eliminación deliberada y directa, como
quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la
concepción al nacimiento. Es decir que se trata de un homicidio. Son responsables de esa
vida tanto la madre como el padre, el médico, las instituciones donde se realiza y las
legislaciones y los gobiernos que lo promueven. El uso de embriones o fetos humanos
como objeto de experimentación constituye un delito grave, así sea mediante la
fecundación in vitro, o así sean que los utilicen como material biológico o para abastecerse
de órganos o tejidos.
Las técnicas de diagnóstico prenatal son lícitas si contribuyen al bienestar de la madre y del
feto, pero son inmorales cuando se atenta contra la vida de uno de los dos, o para impedir el
nacimiento de niños afectados por varios tipos de anomalías.
La ciencia médica hoy es capaz de sostener y prolongar la vida incluso en situaciones de
extrema debilidad, de reanimar artificialmente a personas que perdieron de modo repentino
sus funciones biológicas elementales, de intervenir para disponer de órganos para
trasplantes; tiene la tentación de la eutanasia, esto es, adueñarse de la muerte, procurándola
de modo anticipado y poniendo así fin dulcemente a la vida. este es uno de los síntomas de
la cultura de la muerte.
Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención
causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. Hay que tener cuidado porque la
renuncia a los métodos extraordinarios o desproporcionados no equivalen al suicidio o la
eutanasia; sino que expresa más bien la aceptación de la condición humana ante la muerte.
Se puede mitigar por medio de narcóticos, si no hay otros medios y si, en tales
circunstancias, ello no impide el cumplimiento de los deberes religiosos y morales. La
intención es la de mitigar el dolor de manera eficaz. Por eso la eutanasia es una grave
violación a la ley de Dios, en cuanto reflexión deliberada y moralmente inaceptable de una
persona humana.
El suicidio al igual que el homicidio es moralmente inaceptable. Puesto que esto comporta
el rechazo del amor a sí mismo y la renuncia de los deberes de justicia y de caridad para
con el prójimo, para con las distintas comunidades de las que forma parte y para la sociedad
en general. Constituye un rechazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la
muerte. El suicidio asistido significa hacerse colaborador, y algunas veces autor, de una
injusticia que nunca tiene justificación, ni siquiera cuando es solicitada.
Una de las características propias de los atentados contra la vida es la legitimación jurídica,
donde se pide al Estado en interés de la convivencia civil y de la armonía social, llegar
incluso a admitir el aborto y la eutanasia. No corresponde a la ley elegir entre las diversas
opciones morales y, menos aún, pretender imponer una opción particular en detrimento de
los demás. Sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva, que, en cuanto ley natural
inscrita en el corazón del hombre, es punto de referencia normativa de la misma ley civil.
El cometido de la ley civil es diverso y de ámbito más limitado que el de la ley moral. Sin
embargo, en ningún ámbito de la vida de la ley civil puede sustituir a la conciencia ni dictar
normas que excedan la propia competencia. Toda ley puesta por los hombres tiene su razón
de ley en cuanto deriva de la ley natural, Así pues, el aborto y la eutanasia son crímenes que
ninguna ley humana puede pretender legitimar. Las leyes de este tipo establecen una grave
y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia.
El mandamiento “no matarás” establece, por tanto, el punto de partida de un camino de
verdadera libertad, que nos lleva a promover activamente la vida y a desarrollar
determinadas actitudes y comportamientos a su servicio. Es una exigencia el respeto
incondicional a la vida humana como fundamento de una sociedad renovada.

17.4.4 Capítulo IV. Por una nueva cultura de la vida humana


La Iglesia ha recibido el Evangelio como anuncio y fuente de gozo y salvación. Lo ha
recibido como don de Jesús. Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia,
su identidad más profunda, el compromiso al servicio de la Iglesia obliga a todos, es una
responsabilidad propiamente eclesial, que exige la acción concertada y generosa de todos
los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana. Jesús es el único
Evangelio: no tenemos otra cosa que decir o testimoniar.
Puesto que el anuncio de Jesús es el anuncio de la vida, es anuncio de un Dios vivo y
cercano, que nos llama a una profunda comunión con ÉL y nos abre la esperanza segura de
la vida eterna. La vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable, y por esto,
son absolutamente inaceptables el aborto procurado y la eutanasia. El respeto a la vida
exige que la ciencia y la técnica estén siempre ordenadas al hombre y a su desarrollo
integral.
Los primeros responsables en anunciar el evangelio de la vida son los obispos. También en
las facultades teológicas, en los seminarios y las instituciones católicas se debe difundir.
Nuestro anuncio debe ser también una celebración verdadera del evangelio de la vida. sus
gestos, símbolos y ritos deben convertirse en lugar precioso y significativo para transmitir
la grandeza del Evangelio. Celebrar el Evangelio de la vida significa celebrar el Dios de la
vida, el Dios que da la vida. los sacramentos hacen a los hombres partícipes de la vida
divina, asegurándoles la energía espiritual necesaria para realizar verdaderamente el
significado de vivir, sufrir y morir.
El Papa propone que se celebre cada año en las distintas naciones una jornada por la vida,
cuyo fin es suscitar en las conciencias el reconocimiento del sentido y del valor de la vida
humana en todos los momentos y condiciones, centrando particularmente la atención sobre
la gravedad del aborto y la eutanasia.
Finalmente se habla del servicio de la caridad, que se manifiesta en las diversas formas de
voluntariado. Se trata de hacerse cargo de toda vida y de la de todos. Esto supone una obra
educativa, exige una continua promoción de vocaciones al servicio, de promover a la
familia como santuario de la vida, de una asistencia a los enfermos terminales y a los
ancianos, que es un deber de todos aquellos relacionados con los centros de salud.
Se debe formar a los jóvenes respecto al amor y a la sexualidad, para que luego sean
esposos responsables, también ha de promoverse a la mujer, ya que en ellas reside la misión
de la maternidad. En la conclusión el Papa invita a mirar la cruz, fuente de vida y a seguir
el ejemplo de María.
17.5. FAMILIARIS CONSORTIO (22 DE NOVIEMBRE DE 1981)

17.5.1. Luces y sombras de la familia.


En esta primera parte de la exhortación apostólica, el Papa Juan Pablo II, después de
concluir la Asamblea junto con los Padres Sinodales recogieron propuestas para reflexionar
sobre la vocación- misión de la familia.
No raras veces al hombre y la mujer de hoy día, que están en la búsqueda sincera y
profunda de una respuesta a los problemas cotidianos y graves de su vida matrimonial y
familiar, se les ofrece propuestas seductoras, pero en diversa medida comprometen la
verdad y la dignidad de la persona humana. Por otra parte, se requiere un discernimiento
evangélico hecho por la iglesia en el ofrecimiento de una orientación, a fin de que salve y
realice la verdad de la iglesia y la dignidad plena del matrimonio y la familia. Tal
discernimiento en consonancia con el Vaticano II se lleva a cabo dentro de una experiencia
de fe, que es un don del Espíritu dado a todos los fieles, y es aquí donde la Iglesia exhorta a
las parejas cristianas a que contribuyan.
Miremos la familia en el mundo de hoy, tiene los siguientes aspectos positivos, que
son: Existe una conciencia más de libertad personal y una mayor atención a la calidad de
las relaciones interpersonales en el matrimonio, a la promoción de la dignidad de la mujer,
a la procreación responsable, a la educación de los hijos, se tiene además conciencia de la
necesidad de desarrollar relaciones entre familias, en orden a una ayuda recíproca espiritual
y material, al conocimiento de la misión eclesial propia de la familia, a su responsabilidad
en la construcción de una sociedad más justa.
Entre los aspectos negativos tenemos: signos de degradación de algunos valores
fundamentales, una concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre
sí, las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos, el
número mayor de divorciados, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la
esterilización, la instauración de una verdadera y práctica mentalidad anticoncepcional.
También se percibe un influjo de la situación de la conciencia de los fieles, puntos que no
se pueden omitir para la reflexión en particular se destacan: una facilidad para el divorcio,
la aceptación del matrimonio puramente civil y rechazo de las normas morales que guían y
promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio.
Se subraya de manera particular, el compromiso que ha de brotar del corazón de la Iglesia,
para que la cultura que está emergido sea íntimamente evangelizada, se reconozcan los
verdaderos valores, se defínanlos derechos del hombre y de la mujer y se promueva la
justicia en las estructuras mismas de la sociedad, predomina en este nuevo ambiente la
recuperación de los valores y de la educación de la conciencia. Invita, además, a asumir un
camino pedagógico de crecimiento con el fin de que los fieles, las familias y los pueblos, la
misma civilización asuman un compromiso de formación en una integración más plena de
este misterio de su vida, y de esta manera se incultura la fe cristiana en el ámbito de la
familia y el matrimonio.

17.5.2 Misión de la familia.


En síntesis, este aparte se puede definir como el –“qué hacer”- su misión central y decisiva,
en el mundo de hoy; y en este sentido, partiendo del amor y en constante referencia a él, el
reciente Sínodo ha puesto de relieve cuatro cometidos generales de la familia:
1. Formación de una comunidad de personas.
2. Servicio a la vida.
3. Participación en el desarrollo de la sociedad.
4. Participación en la vida y la misión de la Iglesia.
Por esto la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo
vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y el amor de Cristo Señor por
la Iglesia de su esposa. Buena parte de la crisis de la institución familiar gira en torno de la
misión, en los fines y objetivos y tareas propias.

a) La finalidad subjetiva: la realización de la persona.


En general, la realización personal, el logro de unos valores que afectan a su persona, late la
aspiración de encontrar la felicidad para otros y para sí en el nuevo estado matrimonial.
En particular, puede buscar el compartir del amor, compañía y ayuda con determinada
persona, además influye la satisfacción sexual y el deseo de prolongarse en los hijos, no
deja de influir la rutina social, o la reparación de un daño.
En el plano objetivo, el matrimonio sirve para que el hombre y la mujer maduren en los
valores y virtudes humanas (amor, responsabilidad, servicio comunitario, etc.), para que el
varón madure en la vocación de esposo y padre de familia, y la mujer madure en la
vocación de esposa y madre de familia.
b) Para la pareja: amor, sexo y paternidad: Se ha superado la visión
procreacionista, que exaltó la generación como fin primario del matrimonio, y la
visión personalista, radicalizada en el amor como objetivo principal del matrimonio.
Una interpretación de síntesis presenta el nuevo código: el matrimonio, consorcio de toda la
vida, está “ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación
y procreación de la prole” (C.1055, 1 Cf. F.C. 14 y 17). Además, hace eco el mensaje
conciliar: “el matrimonio no ha sido solamente instituido para la procreación, sino que la
propia naturaleza del vínculo indisoluble entre las personas y el bien de la prole requieren
que también el amor mutuo de los esposos se manifieste, progrese y vaya madurando
ordenadamente” (G.S. 50).
c) Fines del sacramento del matrimonio: Si Cristo ha instituido el sacramento del
matrimonio y la Iglesia considera necesario su celebración será por alguna razón. El
dinamismo salvífico del matrimonio incluye tales fines y motivaciones.
Para santificar el estado matrimonial: El sacramento del matrimonio es fuente y medio
original de santificación propia para los conyugues y para la familia cristiana (F.C. 56).
Para superar la problemática conyugal: Cristo permanece con los esposos para que amen
como él amó a la Iglesia, Él sana el egoísmo y de la comunión, la paz, la confianza, la
comprensión y la caridad que necesitan los esposos, elevándolo con el don especial de la
gracia.
Para fortalecer en castidad y en paternidad responsable: Con la gracia de Dios encuentran
los esposos la luz y la fuerza para cumplir el plan de Dios sobre el número de hijos y vivir
la sexualidad bajo la caridad.
Para educar en la fe a los hijos: Así la familia cumple su misión de ser la primera educadora
en la fe de los hijos, por el sacramento del matrimonio los esposos participan en la
autoridad de Dios y de Cristo pastor, que les confía el crecimiento de un hijo de Dios.
Para orientar la espiritualidad: las relaciones con Dios de la familia (espiritualidad familiar
conyugal y familiar), que han de inspirarse en los motivos de la creación, la alianza, la cruz,
la resurrección y del signo.

La misión de toda la familia: espacio de humanización se da en dos dimensiones:

1. Personalizadora: procreación unida a la educación, en la educación necesaria,


orientada a la madurez de la persona, con los recursos propios: amor, solidaridad,
convivencia, ayuda, que beneficie a todos, por tanto, se va gestando un hogar que
motiva y satisface, que exige recompensa, que enriquece y personaliza a padres,
hijos y hermanos.
2. Misión comunitaria: Por ser célula vital de la sociedad, por medio de una vivencia
justa en un clima de paz, libertad diálogo, comunión y amor, donde se da un clima
de apertura y servicio, preocupación y compromiso por los problemas de la
comunidad, y de manera particular lo relaciono con los derechos de familia, donde
hay una entrega del miembro de la familia a la comunidad en lo político, científico,
religioso y el apostolado, etc.
En relación con el estado debe existir un vínculo muy especial, ya que el estado es
instituido por Dios al crear la naturaleza humana. Es la primera corporación necesaria por
naturaleza sin la cual los hombres no logran vivir en paz, orden, justicia y progreso. El
estado no es un fin, sino un servicio al hombre.
En criterio fundamental no existe el hombre para el estado sino viceversa, razones que se
proponen:
 El hombre tiene un destino personal eterno que trasciende su existencia dentro
de la sociedad política.
 La familia es anterior al estado.
 El individuo y la familia tienen derechos inalienables, que el estado no puede
usurpar ni quebrantar.
 El estado debe respetar y proteger en sus derechos al individuo y a la familia,
por medio de leyes justas, haciéndolas cumplir.
 Debe ser promotor del bienestar, por ello dictará leyes que protejan eficazmente
los derechos de todos.

17.5.3 Pastoral familiar:

La opción por la familia se puede concretar en servicios comunes, válidos para toda la
familia, o especiales, que recaen en las familias con situaciones especiales por la razón de
la unión matrimonial irregular.
El papá, insiste que es necesario un impulso pastoral todavía más generoso, inteligente y
prudente ante las situaciones objetivamente difíciles.
Sobre los matrimonios sin sacramento: para todos habrá que analizar los factores
motivantes y los obstáculos concretos de cada pareja, aprovechando la fe que proclaman se
hará ver la incoherencia de la situación: la hipoteca de conciencia, el escándalo y posibles
traumas que provocan a los hijos, lo mucho que pierden al no contar con el sacramento, su
falta de comunión eclesial, etc. No puede faltar la fundamentación de la posición de la
Iglesia: entre dos bautizados no puede haber más que un matrimonio indisoluble. No puede
haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento. Recordar que los
pastores de la Iglesia no podrán admitirlos al uso de los sacramentos.
Para los matrimonios a prueba: a los inconvenientes señalados todavía queda por
exponerles cómo la donación corporal “es el símbolo real de la donación de toda persona”,
la cual no puede realizarse con plena verdad sin el curso del amor de caridad dado por
Cristo”. Añade, un criterio que debe quedar unificado: el matrimonio entre bautizados” es
símbolo real de la unión de Cristo con la Iglesia, una unión no temporal o ad
experimentum, sino fiel eternamente” (F.C. 80).
Para las uniones libres de hecho: se impone ante todo la promoción humana para superar
las dificultades económicas, culturales, de vivienda y trabajo, etc. Después vendrá el
dialogo sobre los prejuicios que les llevó a la contestación y rechazo, por tanto habrá que
poner de relieve los inconvenientes de la situación y el egoísmo sutil que esconden tras su
decisión.
Para los casados solo por lo civil: Hay necesidad de insistir en la coherencia entre la
elección de vida y la fe que se profesa. La opción de casarse sin sacramento revela una
grave inmadurez de fe y comunión cristiana. Que reciban el sacramento no es el comienzo,
sino un fruto de un estado avanzado de concientización religiosa. Aquí se comprende mejor
como la pastoral familiar está entroncada con toda la acción salvífica de la Iglesia orientada
hacia la maduración en Cristo.
Por otra parte, el Papa propone una pastoral con la familia de divorciados vueltos a casar.
Esta ha de tener presente la doctrina de la iglesia expuesta sobre el divorcio con nuevo
matrimonio y la respuesta dada a la familia con esposos separados. La problemática se
agudiza cuando los esposos se apartan totalmente de la Iglesia. De no ser así, es más fácil
ofrecer los medios para que cultiven, dentro de sus posibilidades, su vocación personal y
familiar.

A partir de una lectura objetiva y decisiva, se arrojan algunos criterios teológicos como:

 La autoridad de la Iglesia y libertad personal: los católicos debe obedecer al


magisterio autentico del Romano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra, la
Iglesia enseña la obligación de recibir el sacramento del matrimonio para los
cristianos que desean casarse, sacramento que si es rato y consumado es
absolutamente indisoluble, la libertad del divorciado vuelto a casar queda
fuertemente condicionada: al decidir un nuevo matrimonio contradice la
indisolubilidad que aceptó, sin embrago, la libertad del cónyuge inocente con
graves razones para el nuevo matrimonio merece todo respeto, comprensión y
ayuda.
 La moralidad total del nuevo matrimonio: hay que tener no sólo la falta objetiva,
sino la culpa subjetiva y el dolor del pasado, junto a la imperiosa necesidad del
nuevo matrimonio, son atenuantes ante la misericordia de Dios, mucho más cuando
se une la inmadurez religiosa del que no sabía lo que hacía ni a qué se comprometía.
 La gracia de Dios y la comunión con la Iglesia: en ocasiones el divorciado puede
recuperar la gracia de Dios, pero no por ello la comunión total de la Iglesia, sí se
arrepiente sinceramente vuelve a la comunión con Dios, pero necesita normalizar su
vida cristiana mediante la vida sacramental; existen casos de duda jurídica sobre el
matrimonio sacramental que no dispensan de la sanción eclesial, pero indican la
comunión de Dios; de todas maneras, el divorcio no queda excluido de la acción de
la gracia de Dios ni de la vinculación con la Iglesia.
 La función del sacramento durante toda la vida cristiana: no se debe dramatizar ni
absolutizar el hecho de estar excluidos de la penitencia y de la comunión ( no de la
misa); existe una diferencia entre la excomunión y la comunión plena, el problema
radica en la situación irregular más que en el no poder comulgar, mientras que en el
drama está el conyugue inocente, que se siente maltratado también por la madre
Iglesia, por otra parte, la vida sacramental es parte de un todo mayor que comprende
la vida sagrada, seguir a Cristo, orar y amar, etc.
 El significado eclesial de la penitencia: no puede recibir el sacramento – signo de la
comunión total con Cristo y la Iglesia quien está viviendo en una forma de vida que
contradice tal unión, la penitencia por su parte, requiere unas condiciones básicas a
tener en cuenta, que la Iglesia concreta para los divorciados, “asumen el
compromiso de vivir en plena continencia, es decir, a abstenerse de los actos
propios de los esposos”.
Por tanto, los divorciados no pueden considerarse separados de la iglesia, pudiendo y aun
debiendo, en cuanto bautizados, participar de su vida. Pueden ellos como sujetos de
derechos y deberes: escuchar la Palabra de Dios, participar de la misa, practicar la oración y
las obras de caridad y justicia, educar cristianamente a los hijos, etc. Ellos pueden obtener
de Dios la gracia de la conversión y de la salvación si perseveran en la oración, en la
penitencia y la caridad.
Se cita las condiciones para confesar y comulgar: puesto que son muchos los divorciados
que quieren, por si mismos y por el testimonio ante los hijos, normalizar su vida
sacramental. Además de cumplir con las exigencias de justicia y de caridad con la primera
familia, la Iglesia exige a los divorciados vueltos a casar que desean la reconciliación
sacramental y la comunión eucarística unas condiciones que fueron sintetizadas al hablar
del divorcio con nuevo matrimonio.
Muchos divorciados pensarán que para ellos tales condiciones son duras y difíciles de
practicar, pero queda claro que se trata de un pecado perdonable con plena reinserción en la
Iglesia en la vida de los cónyuges. También queda claro que, actuando de este modo, la
Iglesia profesa la propia fidelidad a Cristo y a su verdad.

17.6 CARTA DE LOS DERECHOS DE LA FAMILIA

Durante el Sínodo de los obispos sobre la familia (1980), los padres Sinodales manifestaron
con insistencia la necesidad de formular en una síntesis los derechos que la Iglesia siempre
ha reclamado a la sociedad, al estado civil y político, para la familia. La carta de los
Derechos de la Familia, promulgado por la Santa Sede consta de una introducción, un
preámbulo que tiene 12 artículos y finalmente el elenco de las fuentes que han inspirado
cada uno de los artículos.
La introducción pone de presente que la declaración de derechos no es una exposición de
teología dogmática o moral sobre el matrimonio y la familia, ni es tampoco un código de
conducta para los individuos o las instituciones; difiere igualmente, de una simple
declaración de principios teóricos; Se propone como finalidad presentar una
fundamentación de los derechos fundamentales inherentes a esta sociedad natural y
universal que es la familia.
En el preámbulo, la Santa Sede ofrece en 12 considerandos una especie de síntesis de la
concepción que la Iglesia tiene de la familia: la dimensión fundamental de la sociedad es la
familia, la prioridad de la familia sobre cualquier otra institución, incluso con prioridad
sobre la sociedad y el mismo estado; la familia como unidad jurídica, social y económica
que es por si misma fuente de valores culturales, religiosos, éticos y espirituales; familia y
sociedad están vinculadas por lazos vitales y orgánicos, cada uno con una función
complementarias de defensa y promoción del bien de la persona y de la comunidad; la
cultura y la historia son testigos de la necesidad de que el estado y la sociedad se interesen
por la familia, si bien la situación presente no es ningún modelo de tal preocupación.
Ofrecemos la síntesis de cada uno de los artículos:

1. Todas las personas tienen derecho a elegir libremente su estado de vida, y, por
tanto, a contraer matrimonio y formar una familia.
2. El matrimonio no puede ser contraído sin el libre y pleno consentimiento de los
esposos debidamente expresado.
3. Los esposos tienen derecho inalienable de fundar una familia y decidir sobre el
intervalo de los nacimientos y el número de los hijos a procrear dentro de una justa
jerarquía de valores.
4. La vida humana debe ser respetada y protegida absolutamente desde el momento de
la concepción, lo que excluye el aborto, la manipulación del patrimonio genético y
urge el derecho de asistencia social y una protección especial.
5. Por razón del hecho de haber dado la vida a los hijos, los padres tienen derecho
originario, primario e inalienable de educarlos, derecho que los acredita como los
primeros y principales educadores de los hijos.
6. La familia tiene derecho a existir y a progresar como familia, lo que quiere decir,
que se le debe reconocer su autonomía, su justa independencia, su integridad y
estabilidad.
7. Cada familia tiene derecho a vivir libremente su propia convicción religiosa en el
hogar, como también el derecho a profesar públicamente su fe, de propagarla, de
participar en actos de culto público, y de elegir libremente la instrucción religiosa
sin discriminación.
8. La familia tiene derecho a ejercer su función social y política en la construcción de
la sociedad, sea formando asociaciones con otras familias e instituciones, sea
propagando actividades de orden económico, social, jurídico y cultural.
9. Las familias tienen derecho de poder contar con una adecuada política familiar por
parte de las autoridades públicas a diversos niveles.
10. Las familias tienen derecho a un orden social y económico en el que la organización
del trabajo permita a sus miembros vivir junto y no le obstaculice la unidad, el
bienestar, la estabilidad y sano esparcimiento.
11. La familia tiene derecho a una vivienda decente, apta para la vida familiar,
proporcionada al número de los hijos y en un ambiente físicamente sano que brinde
los servicios básicos para la vida de la familia y la comunidad.
12. Las familias de los inmigrantes tienen derecho a la misma protección que se da a
otras familias, como el respeto a su cultura, la asistencia necesaria, la integración en
la comunidad, y que se facilite la reunión de la familia.

PAPA FRANCISCO
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL AMORIS LAETITIA (19 DE
MARZO DEL 2016)

Recordando que el tiempo es superior al espacio, quiero reafirmar que no todas las
discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones
magisteriales.
Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir
la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al
descalabro moral y humano.
Es preciso redescubrir el mensaje de la Encíclica Humanae vitae de Pablo VI, que hace
hincapié en la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la valoración moral de los
métodos de regulación de la natalidad. La opción de la adopción y de la acogida expresa
una fecundidad particular de la experiencia conyugal».
Con particular gratitud, la Iglesia «sostiene a las familias que acogen, educan y rodean con
su afecto a los hijos diversamente hábiles».
La familia protege la vida en todas sus etapas y también en su ocaso. Por eso, «a quienes
trabajan en las estructuras sanitarias se les recuerda la obligación moral de la objeción de
conciencia. Del mismo modo, la Iglesia no sólo siente la urgencia de afirmar el derecho a la
muerte natural, evitando el ensañamiento terapéutico y la eutanasia», sino también «rechaza
con firmeza la pena de muerte».
La valoración de la dignidad propia y del bien de los hijos exige poner un límite firme a las
pretensiones excesivas del otro, a una gran injusticia, a la violencia o a una falta de respeto
que se ha vuelto crónica. Hay que reconocer que «hay casos donde la separación es
inevitable.
A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de
sustraer al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas
por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad y la
indiferencia»
La formación moral debería realizarse siempre con métodos activos y con un diálogo
educativo que incorpore la sensibilidad y el lenguaje propio de los hijos.
El fortalecimiento de la voluntad y la repetición de determinadas acciones construyen la
conducta moral, y sin la repetición consciente, libre y valorada de determinados
comportamientos buenos no se termina de educar dicha conducta.
La educación moral es un cultivo de la libertad a través de propuestas, motivaciones,
aplicaciones prácticas, estímulos, premios un pastor no puede sentirse satisfecho sólo
aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran
piedras que se lanzan sobre la vida de las personas.

ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI (3 DE OCTUBRE DEL 2020)

Muestra la vía maestra de la moral y la DSI, el orden (civilización) del amor en la


verdad con sus constitutivas dimensiones sociales, públicas e institucionales. Es decir, la
caridad política e inteligente que promueve efectivamente el bien común más universal, la
justicia con los pobres de la tierra y la transformación del pecado personal e institucional
(socio-estructural), las estructuras de pecado; e irnos liberando integralmente de estas raíces
y causas de los males, pecados e injusticias. Unida inseparablemente a la conversión
personal (FT 196), la caridad política integra y renueva las relaciones inhumanas, las
estructuras injustas, las instituciones, leyes o sistemas perversos que van en contra de la
vida y dignidad de la persona, que impiden el bien común y la justicia con los pobres.
Frente a los relativismos, individualismos e integrismos, Francisco nos muestra la
trascendencia de promover la verdad, con los fundamentos y principios solidos en la vida
moral. Esa razón humanista con los valores universales constituidos por la ley natural, la
naturaleza humana, que siempre hay que respetar y que son la base de los derechos
humanos (FT 208-209). Se resalta igualmente la importancia de la memoria, esta verdad
moral y la justicia con las víctimas que llama a la fraternidad, al perdón y la reconciliación
(FT 226-227). Es la memoria de la humanidad e historia del sufrimiento e injusticias, con
esas realidades de los holocaustos como la Shoah o Hiroshima y Nagasaki, que padecen las
víctimas a manos de los totalitarismos e imperialismos (FT 248). Es cierto que los pueblos
que no tienen memoria, que olvidan su (la) historia, están predispuestos con más facilidad a
seguir cometiendo barbaries e injusticias, sin que se restituya el sufrimiento y la justicia con
las víctimas, ni se impulsen esos procesos de perdón y reconciliación.
Esta caridad política efectúa una solidaridad verdadera, que va de forma ética y efectiva
(inteligente) a las causas estructurales de los males e injusticias como es el hambre, la
pobreza y el subdesarrollo (FT 116). Hay que promover la justicia social (global) con el
reparto en equidad de la propiedad y los bienes, como es el trabajo digno con un salario
justo. Y, por tanto, no caer en el paternalismo asistencialista que hacen a las personas
dependientes, dominadas y esclavas. Se trata de no encubrir las injusticias sociales, con un
mal acceso y reparto inequitativo de los bienes y del trabajo, o un trabajo basura e
indecente. Dando a cambio, como un mecanismo injusto, una "ayuda" (por ejemplo,
comida o ropa) o dinero, asimismo, en forma de renta o subsidio, que pueda servir para
parchear y encubrir estas desigualdades sociales. Adormeciendo y nublando así la
conciencia moral, ante estos males e injusticias.

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