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1. INTRODUCCIÓN
Para ello vamos a tomar como texto base el manual de dicha asignatura, “Teología
Moral Fundamenta”, publicado en la colección Sapientia Fidei de la BAC por José
Román Flecha Andrés en su 6º edición. La metodología que utilizaremos será la lectura
crítica de dicho capítulo para posteriormente plasmar en este documento un resumen
comentado del mismo.
Comenzaremos diciendo con el autor, a modo de introducción, que todo juicio ético se
nos presenta como una afirmación sobre el ser humano, en el cuál estamos ya afirmando
la misma posibilidad humana de comprometerse moralmente y la inevitable eticidad de
la peripecia humana.
Entre ambas, el Concilio afirmaba que la justa autonomía de lo creado y del ser humano
en especial no se suprime cuando se considera en referencia a la ordenación divina, sino
que se restituye a su propia dignidad y se ve en ella consolidada (GS 41b).
Comienza Flecha este apartado diciéndonos que el hombre es una “realidad debitoria” 2,
un absoluto relativo, una esencia abierta a la realidad que va dando figura concreta a su
realidad a través de la apropiación de posibilidades que la realidad le ofrece,
apropiación que es inevitable 3, por lo cual el hombre es constitutivamente moral.
El hombre tiene conciencia de poder y deber orientar sus existencia con relación a unos
valores objetivos, percibiéndose como sujeto del comportamiento moral y como modelo
identificante de ese comportamiento. El hombre trata de llegar a ser hombre y descubrir
el sentido de la verdad de su existencia.
Es cierto que se trata con frecuencia de negar la legitimidad de esa búsqueda del sentido
desde una antropología puramente empírica, pero no podemos aceptar tranquilamente
una explicación de nuestro comportamiento que lo reduzca a un resultado del azar y que
nos mantenga siempre en estado de indeterminación. De ahí que la ética se nos presente
como la tarea de descubrimiento y realización del proyecto humano, siendo la felicidad,
de acuerdo con Zubiri, un estado metafísico propio de una realidad moral.
1
Küng, H., “Proyecto para una ética mundial”. Madrid 1992. Págs. 48-50.
2
Zubiri, X., “Sobre el hombre”, ed. I. Ellacuría. Madrid 1986. Pág. 412.
3
Zubiri, X., o.c. Pág. 374.
Como todas las realidades humanas más profundas, no es fácil ponerse de acuerdo sobre
la definición de la libertad moral.
a) Mensaje bíblico
La ética cristiana valora la libertad humana. Podemos decir con Santo Tomás que la
naturaleza racional es la más cercana a Dios y tiene en sus manos su propia dirección,
su inclinación no está determinada por nada que no sea ella misma 4. Y ante el drama de
la libertad que elige el mal Santo Tomás responde que las elecciones humanas han de
hacerse humanamente y que el libre albedrío es una propiedad de la voluntad orientada
al bien del ser humano.
4
Santo Tomás de Aquino, De veritate, 22, 4.
c) Doctrina de la Iglesia
Lo primero que debemos tratar en este subapartado nos las polémicas sobre la libertad
en la historia, donde en resumen diremos que la doctrina de la Iglesia ha admitido
siempre que el pecado ha dejado al libre albedrío disminuido en su capacidad decisora
para el bien, aunque el ser humano sigue gozando de la libertad de su albedrío.
Por otro lado, en cuanto a los tiempos modernos de la Iglesia el texto más completo
sobre este tema es la encíclica Libertas praestantissimum. También el Concilio
Vaticano II vincula la libertad con la dignidad del ser humano y la considera signo
eminente de la imagen divina en el hombre, a la vez que lamenta las deformaciones
derivadas de su comprensión. Además hemos de destacar la influencia de la Teología de
la liberación en la valoración de la libertad y el artículo sobre la libertad del Catecismo
de la Iglesia Católica, donde la considera en su vinculación a la responsabilidad moral y
en el marco de la historia de la salvación. Por último, hemos de mencionar en cuanto a
la doctrina sobre la libertad las encíclicas Veritatis splendor y Evangelium vitae.
d) Reflexión teológica
Sin embargo, para una adecuada comprensión cristiana de la libertad, es preciso pensar
que ésta es capacitada desde Dios y puede ser ejercida frente a Dios.
Para la teología cristiana, el carácter morar de las acciones estás caracterizado por su
relación con la voluntad de Dios y, por eso, la moral cristiana solo se autocomprende
como vocacional y responsorial.
5
Pintor Ramos, A., Realidad y verdad. Las bases de la filosofía de Zubiri. Salamanca 1994. Págs. 261-
269.
3. LIMITES DE LA RESPONSABILIDAD
De acuerdo con el autor, para que un comportamiento pueda ser calificado como
“humano” y “responsable” se requieren algunos rasgos imprescindibles, como que ha de
ser de un comportamiento suficientemente consciente, interiorizado, voluntario, libre e
imputable. Para ser moral el comportamiento humano ha de ser responsable. Pero esta
evidencia esconde la problematicidad del tema moral de la responsabilidad.
En una caracterización negativa hay que tener en cuenta que la responsabilidad mora no
se confunde con la responsabilidad civil, penal o con la imputabilidad psicológica.
Desde un punto de vista positivo, hay 4 elementos que constituyen el meollo de la
responsabilidad moral: La responsabilidad es ante todo autorresponsabilidad, dice
siempre dialogicidad, hace referencia a algo de lo que hay que responder, y evoca una
estructura objetiva que se presupone como condición o se sigue como resultado.
No hay una actuación ética sin responsabilidad. Pero se impone una delimitación, la
verdadera libertad supone una elección entre varios fines éticamente significativos. La
libertad moral supone una claridad para percibir el bien y el mal. No basta una “libertad
de”, se requiere una “libertad para” la autorrealización y la humanización del mundo.
Hay que recordar que el hombre es siempre un ser condicionado. Solamente un sujeto
libre puede ser sujeto de normal y “la vida del hombre concreto se desarrolla en el
trayecto que une su pertenencia al entorno con su dominio del entorno” 6.
Admitir esta evidente condicionabilidad del hombre no significa negar su libertad, pero
ayudará a situar adecuadamente la responsabilidad de las decisiones y actuaciones
morales del individuo.
b) Impedimentos de la responsabilidad
Hoy resulta difícil concebir la libertad individual como una capacidad total de
autodeterminación. La libertad ha de ser concebida como un proceso en lo que cuenta es
estar y permanecer libre para una tarea concreta. Además, es preciso admitir que nadie
puede presumir de vivir en la libertad mientras no haya creado condiciones para que los
otros vivan libremente, abriéndose la moral de la libertad a una moral de la liberación.
6
Mounier, E., Tratado del carácter, en Obras completas, II. Salamanca 1993. Págs. 83ss.
Por otra parte, las decisiones de la Iglesia sobre la Ética de situación estuvieron
marcadas por una gran cautela, incluso cuando optó por una condenación explícita. El
papa Pío XII la critica en cuanto que niega la existencia de leyes morales objetivas y
deja la decisión sobre el bien o el mal mora a la determinación de la persona misma y su
recta intención, declarando que no basta solo la recta intención y rechazando que el fin
justifica los medios. A su vez, la instrucción del Santo Oficio prohíbe la divulgación de
esta moral de situación, cuidándose de condenar de forma global todos los elementos
que aportaba. El Concilio Vaticano II no llegó a condenar la moral de situación como
algunos habían pedido, y la encíclica Veritatis Splendor ha dejado clara las dificultades
de pensar la libertad y responsabilidad humana en términos abstractos y del olvido de la
majestad de los valores humanos universales al subrayar tanto la responsabilidad situada
7
Günthör, A., La moral de la situación. Madrid 1971. Pág. 8.
8
Fletcher, J., Moral Responsability. Situation Ethics at Work. Philadelphia 1967. Págs. 13-28.
La formulación del principio incluye cuatro condiciones: la acción misma tiene que ser
buena o indiferente pero no mal en sí misma; el efecto bueno y el malo tienen que
seguirse con igual inmediatez de la acción; únicamente el efecto bueno ha de ser
perseguido por el actuante, que permite o tolera el malo; y tiene que haber un motivo
proporcionado para asumir la causa y permitir el efecto malo 9.
5. RESPONSABILIDAD Y SOLIDARIDAD
Así podemos decir que la libertad y la responsabilidad han de ser comprendidas como
una tarea de liberación, en la que el ser humano se libera ofreciendo a los demás unos
motivos, unos espacios y unas fuerzas para su propia realización y convivencia.
9
Zalba, M., Theologiae Moralis Compendium, I. Madrid 1958. Pág. 150.
10
Levinas, E., Humanismo del Otro Hombre. Madrid 1993. Pág. 47.
6. RESPONSABILIDAD Y GRACIA
De las afirmaciones del Concilio XVI de Cartago podemos concluir que es imposible el
ejercicio de la responsabilidad moral sin la gracia de Dios y con el único apoyo del libre
albedrío. Santo Tomás habrá de decir que sin la gracia de Dios el hombre no puede ni
conocer la verdad sobrenatural y salvífica.
El Concilio Vaticano II, en el plano ético, afirmará: “La libertad humana, herida por el
pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de apoyarse
necesariamente en la gracia de Dios” (GS 17).
También el Catecismo de la Iglesia Católica, de acuerdo con Santo Tomás, afirma: “La
gracia, uniéndonos a Cristo con un amor activo, asegura el carácter sobrenatural de
nuestros actos y, por consiguiente, su mérito tanto ante Dios como ante los hombres” 11.
Termina el autor del libro este tema con este subapartado, en el cual nos dice que no
quedaría explicado el sentido más profundo de la responsabilidad moral cristiana si no
se considerara la influencia de Jesucristo y de su Espíritu en el comportamiento de los
creyentes, ya que los cristianos están en Cristo, en cuanto que bautizados que tienen ya
a Cristo, y Cristo está en ellos, realizando su justicia como un consujeto de su vida.
Ahora bien, hemos de apuntar que el seguimiento de Cristo no es una tarea confiada a
las propias fuerzas humanas, ya que este es imposible sin la presencia del Espíritu del
Resucitado.
11
CEC 2011.