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El tema esencial del segundo Isaías es, sin duda, la restauración de Israel, el final del
exilio, la vuelta del destierro. El mensaje es un desarrollo de la “obertura” del cap. 40.
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ha creado todas las cosas (54,5-8). Para hablar de la creación DtIs usa diversos verbos:
24 veces el más genérico (&h, “hacer”; 16 veces ycr, “modelar, formar” y br), “crear”,
que siempre lleva como sujeto a Dios: se trata de una acción que sólo Él puede realizar
y, por tanto, implica la idea de una creación ex nihilo, “de la nada” (cf. 45,5-9).
2. La eficacia de la palabra.
Igual que para los autores del documento P, también para el DtIs la palabra es el
modo de la acción de Dios en la historia. La Palabra domina toda su profecía y
combina dos aspectos: el designio de Dios, que alude al plan de Dios, sabio, ponderado,
dirigido a un fin; y la decisión de Dios, que implica su beneplácito, a su querer
benévolo. Los verbos utilizados subrayan que la Palabra resiste, se cumple y tiene éxito.
Aparece, a veces, con relación a Ciro y otras veces vinculada al Siervo.
El destierro ha mostrado muestra lo inestable y frágil del poder humano que lleva en
sí una debilidad congénita. Frente a esto la Palabra resiste y permanece para siempre
(40,6-8). Los exiliados podrán regresar a la patria sólo gracias a esa Palabra; y la puesta
en acto de la misma tendrá lugar a través de Ciro (c. 44). La profecía se mostrará
verdadera cuando lo que ella dice se cumpla.
La Palabra dará también un triunfo paradojal al siervo, como se expresa en el cuarto
cántico: su triunfo no se podía esperar de su impotencia (53,10); es un triunfo a través
del sufrimiento, un triunfo querido por el Señor y orientado a la gloria de Dios. Este
modo de proceder del Señor se explica en 55,8-11 y confirma que los pensamientos del
Señor no son los del pueblo. En 53,4-5 se hace patente la distancia entre la concepción
del siervo que se habían hecho los hombres y la que tiene Dios; una distancia que sería
insalvable si Dios no saliera al encuentro del hombre con su Palabra. La Palabra es
entonces, la que fecunda el mundo (55,11) y dinamiza la historia; su eficacia incluye la
misión de Ciro y del Siervo.
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pertenece a las cosas nuevas, sin llegar ser quien guíe el éxodo pues el que va al frente
es el mismo Señor (52). La tierra, meta del primer éxodo, se concentra en Jerusalén (49;
54); a Jerusalén se le anuncia el mensaje salvífico (41,27) y es la interlocutora del Señor
(51,17-52,6). Es al corazón de Jerusalén a quien se dirige el mensaje; el profeta verá
abrirse una de las páginas más gloriosas de Jerusalén. Con ella se abría el poema (40,2)
que se cierra con Babilonia (55,12). La fecundidad del matrimonio de Jerusalén con el
Señor depende de Dios, el da hijos a la mujer estéril. La mano que salvó a Israel y que
le castigó le hará nacer al nuevo pueblo con su poder (43,12-13; 50,2). Hay un paralelo
entre ciudad deshabitada, mujer sin hijos // ciudad habitada, mujer con hijos.
El autor afirma que la celebración de la nueva Alianza se realizará en Jerusalén,
frente a la duda de si la misma había acabado. La nueva Alianza implica paz o felicidad,
orden estable de la creación, fidelidad (54,10). En 55,3 se da la noticia de la Alianza
será renovada con todo el pueblo y sólo con la casa de David. Esta Alianza se realiza de
un modo particular ligado a la figura del Siervo
C. El siervo
A partir de 52,13 comienza a aparecer la figura masculina del siervo, ya que hasta
entonces el discurso se venía refiriendo a figuras femeninas como madre, tierra, etc.
Siempre que se habla de un siervo ((ebed) se supone su referencia a un señor ()ádôn).
Puede ser alguien que “cultiva” la tierra, que “da culto” a Dios, puede aplicarse a
Abrahán, Moisés, que son siervos del Señor. El título de (ebed aparece aplicado en el
DtIs a Israel (41,8; 49,3), aunque a veces pareciera referirse a un individuo determinado.
La imagen del siervo combina rasgos reales y proféticos. La presentación en público
está en 42,1 y su misión (vv.1b.4) consiste en proclamar oficialmente a las naciones el
juicio de Dios, la intervención histórica de Dios a favor de su pueblo y el soberano
gobierno de Dios en toda la tierra. Renuncia a métodos coercitivos (v.3), su fuerza está
en su presencia y sola arma es la palabra.
Las persecuciones que el Siervo padecerá con gran paciencia están en relación
directa con el tema del pecado (53,4-5) –se presenta en sustitución de los culpables y
como expiación de sus faltas– y su éxito pasa a través del ofrecimiento de su propia
vida (vv.10-11). Traerá paz y plenitud a todo el pueblo, cosa que no trajeron los reyes
antiguos. También las naciones están llamadas a gozar de los beneficios de Dios a
través del Siervo, e incluso puede aplicarse los rasgos dolorosos del Siervo al pueblo
mesiánico que sufre para salvación de las naciones.
Un tema recurrente en el exilio es el de la responsabilidad personal. Las generaciones
jóvenes no ven el por qué del castigo si ellos no han pecado. DtIs responde presentando
al Siervo –como figura corporativa e individual a la vez– cuyo dolor alcanza una
función salvífica en el sentido de una “sustitución vicaria”.
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• Comportamiento distinto: el siervo Israel es una nación indócil y pecadora,
fustigada por los profetas, cuyos pecados le han merecido el exilio (40,2; 42,24-
25; 43,25-28), pueblo sordo y ciego (42,18-20). En los cánticos, por el contrario,
se subrayan los méritos del siervo, su santidad, su docilidad heroica (50,4-6;
53,7), su inocencia (53,4-5.9), su martirio expiatorio (53,10).
• Misión diferente: Israel realiza su misión de testigo (43,12; 44,8) de modo
pasivo. El siervo anónimo tiene, por el contrario, una misión activa de enseñanza
y deberá luchar para llevarla a cabo. El ofrecimiento voluntario de su vida
asegura el éxito final del plan divino.
• Perspectiva escatológica: el profeta anuncia la restauración material de la nación
escogida, sin tratar de su conversión o perfeccionamiento. En los cánticos, por
otra parte, se distingue estrictamente al punto de vista espiritual y el político:
carece de porvenir humano, su misión universal está ligada a sus sufrimientos.
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3. El contenido de los poemas
Primer cántico (Is 42,1-4.5-9):
Is 42,1-4 suele ser atribuido por los autores al primer cántico del siervo. Algunos
autores incluyen también los vv. 5-9. El Señor introduce a su siervo como el elegido,
revestido con su Espíritu (cf. Is 11,2) con la finalidad de implantar el derecho y la ley a
las naciones, es decir, difundir la revelación de su voluntad (cf. 2R 17,26-27). Lo
presenta ante testigos desconocidos, en un escenario universal. La justicia no la
implanta quebrando lo débil (cf. Sir 20,4; 30,20), pero tampoco él se quebrará. Su
método paciente y humilde recuerda la figura de Moisés (cf. Nm 12,3).
La relación con los versículos siguientes está distorsionada por el v. 5. En el oráculo
de 42,5-9 el Señor se dirige al siervo (al modo del Sal 2). Este recibe una vocación al
estilo de la recibida por Jeremías, con la que queda establecido como mediador de una
alianza, cuyas cláusulas (v. 4) debe anunciar.
Segundo cántico (Is 49,1-6.7.8-12):
Aquí es el siervo el que habla, presenta sus credenciales, recuerda su vocación. A
partir del v. 5 el siervo reproduce palabras que el Señor le ha dirigido. Las nuevas
introducciones de sus palabras en los vv. 7.8, así como el contenido de los versículos
finales, producen dificultad para determinar la extensión del cántico. Si la misión del
siervo comienza en Israel y se extiende a todo el mundo (v. 6), difícilmente se le puede
identificar sin más con el pueblo.
El esquema es el de una vocación profética: llamada primordial, destinado a la
palabra, objeción del trabajo inútil, confirmación divina, enunciado de la misión. El
aparente fracaso ante su pueblo es la paradoja de la misión. El Señor lo reconforta
anunciándole que Él lo glorificará para que sea luz y salvación del mundo entero.
Tercer cántico (Is 50,4-7.8-9.10-11):
En el tercer cántico el siervo se presenta como fiel discípulo del Señor, víctima de la
maldad de los hombres: se le escupe, se le llena de golpes... Presenta rasgos de profeta y
de sabio. Su lengua pronuncia lo que el Señor le indica; su enseñanza procura consolar
al abatido (cf. 42,3). Acepta su misión sin resistencia («como oveja muda» Jr 11,19),
conoce las dificultades que entraña, sin más apoyo que su confianza.
La mención del “Señor Dios” invita a extender el cántico hasta el v. 9, a pesar del
tono triunfal y seguro de estos dos versos. El tema pasará al NT: Cristo confía en la
defensa del Espíritu (Jn 16,8-1l), el cristiano cuenta con Cristo como defensor (Rom
8,33ss). La pertenencia de los vv. 10-11 al conjunto se basa en la recurrencia del
vocablo «siervo» y la mención del Señor (v. 10); sin embargo es extraña la interpelación
directa a los oyentes y la dura postura del siervo, contraria a su mansedumbre inicial.
Cuarto cántico (Is 52,13-53,12):
La extensión del cántico no ofrece dudas. El texto es sencillo y enigmático al mismo
tiempo; el conjunto constituye el poema por excelencia del siervo paciente y
glorificado; canta el sentido soteriológico de su martirio y exaltación. Atendiendo al
sujeto que habla y al tiempo de los verbos, se distinguen tres partes:
• Introducción (52,13-15). El Señor ofrece una clave interpretativa del conjunto,
presentando el éxito como la meta final, a pesar del aparente fracaso.
• Cuerpo del poema (53,1-9). Consta de dos secciones: en la primera (vv. 1-6) un
grupo manifiesta su admiración en primera persona plural ante el inaudito misterio
que se les revela, un inocente sufre las consecuencias que a ellos correspondían por
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sus rebeliones; en la segunda (vv. 7-9) desaparece el grupo, pero continúa la
descripción del misterio. Los que proclaman el mensaje expresan su participación,
dan testimonio de su transformación profunda. No sólo se descubre la inocencia del
perseguido v maltratado, sino el sentido salvífico de su martirio. Los vv. 8-9
concluyen este misterio de inocencia y castigo que enlaza al siervo con los
asombrados espectadores.
• Epílogo (53,10-12). En la tercera parte se proclama la exaltación del siervo. El
horizonte se amplía en el tiempo y en el espacio hasta la universalidad de su
victoria. El triunfo del siervo es la realización del plan del Señor (v. 10).