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Preparando Lideres para la obra del ministerio

INTRODUCCION A LA BIBLIA

LA BIBLIA PRESENTA A JESUCRISTO: EL SALVADOR DEL MUNDO


―Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo.
(Hebreos 1: 1).

“DIOS NOS HA HABLADO”


Cuando el hombre contempla los cielos en una noche estrellada, se siente abrumado ante tal inmensidad y misterio.
La tierra es tan solo una esferita insignificante entre millones incalculables de planetas y cuerpos celestes. Tanta
majestuosidad pareciera sumergir al hombre en una aterradora conciencia de su pequeñez e insignificancia.
En su interior surge un interrogante: ¿QUIÉN está allí? ¿QUIÉN habita esa inmensidad? ¿Hay ALGUIEN allí que me ve?
¿Hay ALGUIEN que me escucha?..
Sin embargo DIOS no nos dejo librados a nuestros propios esfuerzos para hallarlo.
DIOS se presentó a sí mismo: DIOS HA HABLADO AL HOMBRE.
-. Dios habló por medio de sus obras
-. Dios habló por medio de su Palabra (la Biblia)
-. Dios habló por medio de su Hijo Jesucristo
1). - Podemos conocer la existencia de Dios, su poder y su perfección, aún antes de leer la Biblia.
2). - Pero junto a esa maravillosa obra de arte, que es la naturaleza; El Creador HABLO al Hombre, se comunicó con él en
su propio lenguaje, en palabras audibles y perfectamente entendible.
3). - Pero no estaba completa la revelación del DIOS del universo. No había terminado su mensaje. La maravilla suprema
de la revelación de DIOS al hombre es que: EL MISMO BAJA A LA TIERRA Y SE PRESENTA A SI MISMO EN LA
PERSONA DE SU HIJO.
En el evangelio de Juan leemos que Jesucristo es el VERBO de Dios, o sea, la PALABRA PLENA de Dios, su EXPRESION
COMPLETA, su REVELACION TOTAL Y PERFECTA.
¿Quién es Dios?, ¿Cómo es Dios? , ¿Que piensa Dios?, ¿Que siente Dios?.
Todos estos interrogantes del hombre hallan su plena respuesta en esta PERSONA:
JESUCRISTO
Dios no solamente habló de muchas maneras a los profetas, (por medio de palabras audibles, o visiones, o sueños, o
símbolos, parábolas, etc. ). El también cuidó que Sus palabras fueron adecuadamente registradas y guardadas a fin de que
toda la humanidad a través de todos los siglos pudiera conocerlas.
Dios no dejó Su mensaje librado a la frágil memoria humana ni a la peligrosa transmisión oral. Su palabra fue registrada por
escrito bajo el control directo del Espíritu Santo. Estos escritos fueron guardados celosamente por santos hombres de Dios
a través de siglos hasta que: con el Apocalipsis, Dios dio por terminada Su comunicación escrita.
De modo que podemos estar completamente seguros que este Libro Santo que tenemos en las manos, es LA PALABRA
DE DIOS.
LA BIBLIA ES:
Solo algunos libros llevan los nombres de más de dos o tres autores. Pero la Biblia fue escrita por cuarenta autores.
La Biblia tardó en completarse alrededor de mil seiscientos años
Fue escrita en distintos lugares de la tierra: Moisés la comenzó en el desierto de Arabia y Juan la terminó en la isla de
Patmos
Fue escrita en dos idiomas principales: Hebreo (antiguo Testamento) y Griego (nuevo Testamento).
Fue escrita por hombres de Dios de los mas variados niveles intelectuales y sociales: Sabios y Cantores, Poetas y
Filósofos, Príncipes y Campesinos, Reyes y Pescadores, Guerreros y Cobradores de Impuestos, Médicos y Estadistas.
BAJO TALES CIRCUNSTANCIAS SERIA IMPOSIBLE ESCRIBIR UN LIBRO QUE TUVIESE UNIDAD DE PENSAMIENTO.
SIN EMBARGO ESTE LIBRO FUE GUIADO POR UNA SOLA MENTE
INSPIRADO POR UN SOLO AUTOR
LLEVA UNA SOLA FIRMA, DIOS
La Biblia entonces son en realidad varios libros en uno, en total 66.
Desde la antigüedad el pueblo hebreo admite en su Antiguo Testamento (Tanaj) 39 libros
Y el Nuevo Testamento 27 libros.
De estos 66 libros, se han hecho divisiones por temas o estilos
LEY (TORA) o PENTATEUCO = 5 LIBROS
HISTORICOS (JOSUE a ESTER) = 12 LIBROS
POETICOS (JOB a CANTARES) = 5 LIBROS
PROFETICOS (ISAIAS a MALAQUIAS) = 17 LIBROS
La Biblia contesta los interrogantes básicos del Hombre:
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¿Quién soy? , ¿De donde vengo? , ¿A donde voy?

A través de un vistazo panorámico de la Biblia vemos que:


Dios es el creador de todas las cosas, pero su corona es el Hombre ―Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza‖.
Dios le dio dominio sobre este planeta ―Enseñoréense, sojúzguenlo y multiplíquense‖. Dios puso a la primer pareja de la
humanidad en un huerto (Edén). El hombre peca (desobedece a Dios) y cae del propósito que Dios tenía para él, el
dominio del hombre pasa ahora a manos de aquel tentador a quien obedeció (Satanás). Dios (que nada lo toma por
sorpresa), puso en marcha el plan para el rescate y la salvación de su criatura.
―En un momento del tiempo, cuando Dios había ya creado a los ángeles y el universo
Hubo una rebelión de un ángel de alto rango (querubín), que arrastró a la tercera parte de los ángeles, se produjo una
terrible batalla entre los ángeles, siendo los rebeldes condenados. Dios declara que el alma que pecare ciertamente morirá,
para cumplir esta condena eterna, se crea el infierno, pero no pueden ser arrojados en él, porque debía probarse, que Dios
verdaderamente es justo y que no hace acepción de personas, que pasaría si alguien a quien Dios amara con todo su
corazón pecara, tendrá que aplicar su justicia, y del mismo modo que a Satanás (el querubín), descargar su ira justa,
tendría que condenarle al mismo lugar y por el mismo tiempo.
Por lo tanto, ya que desde Adán y hasta la actualidad todos pecamos todos estamos condenados al mismo destino‖.
Dios en su infinito Amor preparó entonces este plan de salvación para recuperar a la humanidad que estaba perdida.
Comenzó llamando a Abraham para así fundar una familia y una nación por medio de la cual su plan de Salvación se
llevaría a cabo.
Dios llamó a Abraham desde Babilonia y le dio la tierra de Canaán (Palestina). Sus descendientes emigraron a Egipto y
estuvieron allí llegaron a formar una nación: ISRAEL.
Dios comisionó a Moisés para que sacara a Israel de Egipto y lo volviera a su tierra: Canaán. Allí, en el curso de 400 o 500
años, bajo los reyes David y Salomón, la nación de Israel se hizo un Reino grande y poderoso. Pero después de la muerte
de Salomón, el reino se dividió. La parte norte, compuesta de diez tribus, bajo el nombre de ―Israel‖, duró unos 200 años y
fue llevado por Asiria. La parte sur, llamada ―Judá‖, compuesta por las dos tribus restantes, duró poco más de 300 años y
fue llevada cautiva por Babilonia. Unos 150 años más tarde, un resto de la nación cautiva volvió a la tierra desolada de
Israel y restableció la vida nacional.
Mientras tanto Dios anunciaba una y otra vez que vendría al mundo un Salvador. Luego que el último de los profetas del
Antiguo Testamento terminó su trabajo (Malaquías), hubo 400 años de silencio y espera. Hasta que una noche, en los
campos de Belén la ciudad de David, una multitud de ángeles anunció a los pastores: ¡OS HA NACIDO UN SALVADOR,
QUE ES CRISTO EL SEÑOR!
El Nuevo Testamento se abre con el nacimiento de Jesús, el Mesías prometido en el Antiguo Testamento, por medio de
quien el hombre había de ser redimido.
La promesa de Dios se había cumplido,‖ Yo soy Dios, y fuera de mí, no hay quien salve‖, y también digo ―Yo mismo vendré
y los salvare‖, ―he aquí una virgen concebirá y dará a luz un hijo... y llamara su nombre Emanuel, esto es Dios con
nosotros‖.
Jesús el Señor llevó a cabo su obra; murió por el pecado humano, (al ser sin pecado, y no haber pecado en toda su vida, él
no tenía que morir, si moría su muerte al ser injusta, de algún modo Dios debía compensarla, al ser su vida de un valor
infinito, su precio también es infinito y por tanto alcanza para pagar todos los pecados de los hombres), se levantó de los
muertos y mandó a sus discípulos que llevaran a todas las naciones las Buenas Noticias (evaggelión) de su Vida y su
Poder para redimir y restaurar al hombre caído. Ellos comenzaron a hacerlo, y nos toca ahora a nosotros proseguir hasta
que el Señor vuelva.
EL ANTIGUO TESTAMENTO ANUNCIA A CRISTO
EL NUEVO TESTAMENTO LO MUESTRA
EL CENTRO Y CORAZON DE LA BIBLIA, ES CRISTO EL SEÑOR
La Biblia comienza revelando el motivo de nuestra separación de Dios, nos revela como Él nos busca para sanar el
quebranto de nuestra relación, llegando al punto de dar su vida por nosotros, nos muestra en la resurrección que ha
vencido, y que volverá a buscar a su pueblo, ya no como Siervo sufriente, sino como Rey Glorioso para reinar con nosotros
por la eternidad, a El sea la Gloria, la Honra y el Poder, por los siglos de los siglos, amén.
Dios se revela en la Biblia, como un DIOS UNICO, EN TRES PERSONAS DISTINTAS.
COMO PADRE
COMO HIJO (Jesucristo)
COMO EL ESPIRITU SANTO
A medida que avancemos en nuestro estudio comprenderemos ciertisimamente, el mover y la operación, de la llamada
Trinidad, sin perder en absoluto su Unicidad.

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INTRODUCCION AL ANTIGUO TESTAMENTO
PENTATEUCO
Nombre y divisiones del Pentateuco
Los cinco primeros libros del Antiguo Testamento suelen designarse con el nombre de Pentateuco. Esta palabra, de origen
griego, significa ―cinco estuches‖, y refleja la costumbre antigua de escribir los textos en rollos de papiro o de piel y
guardarlos en estuches o vasijas. Por su parte, la tradición judía les da el nombre de Torá, término hebreo que se traduce
habitualmente por ―ley‖, pero que en realidad tiene un significado más amplio. El nombre torá, en efecto, deriva de una raíz
hebrea que evoca las ideas de ―dirigir‖, ―enseñar‖ e ―instruir‖ y, por eso, es mejor traducirlo por expresiones como ―guía‖ o
―instrucción‖, sin excluir, por lo menos en algunos casos, el significado de ―ley‖ (cf. Dt 31.9).
A pesar de estar dividido en cinco secciones o libros, el Pentateuco, en su forma actual, constituye una unidad. Más aún,
esta división se debió a una razón de carácter práctico: como es difícil manejar un rollo demasiado voluminoso, fue
necesario dividir la obra total en partes más o menos iguales. Tal fragmentación se remonta a una época muy antigua,
puesto que se encuentra ya en la versión griega llamada de los Setenta o Septuaginta (LXX), es decir, en el siglo III a.C.
La tradición judía designa los cinco libros del Pentateuco (y, en general, los de toda la Biblia) por sus palabras iniciales. Así,
el primero de los libros se llama En el comienzo, el segundo Estos son los nombres, el tercero Y (el Señor) llamó, el cuarto
En el desierto, y el quinto Estas son las palabras. La tradición greco-latina, en cambio, les ha dado un nombre que pone de
relieve un acontecimiento o un tema predominante en cada uno de los libros. De ahí los nombres de Génesis, Éxodo,
Levítico, Números y Deuteronomio, cuyo significado se explica en las respectivas introducciones.

La historia y la Ley
Una característica esencial del Pentateuco es la alternancia de secciones narrativas y de instrucciones o leyes. Al principio
prevalece el estilo narrativo, y solo esporádicamente se intercalan prescripciones de carácter normativo (Gn 9.6; 17.9–14;
Ex 12.1–20). Pero a partir de Ex 20 predominan las secciones que establecen normas y disposiciones destinadas a poner
de manifiesto lo que Dios quiere y espera de su pueblo. De esta manera, el Pentateuco traza un imponente cuadro
histórico, que se extiende desde la creación del mundo hasta la muerte de Moisés (Gn 1.1—Dt 34.12). Dentro de este
marco se inscriben acontecimientos tan decisivos como la elección de los patriarcas, la salida de Egipto, la alianza del Sinaí
y la marcha de los israelitas por el desierto hacia la Tierra prometida. En esa trama histórica tiene lugar la promulgación de
la Ley, destinada a instruir a Israel sobre la conducta que debía poner en práctica para ser realmente el pueblo de Dios.

La formación del Pentateuco


Tradicionalmente se ha considerado a Moisés como autor de todo el Pentateuco. El lector atento no deja de percibir, sin
embargo, tanto en las secciones narrativas como en los pasajes de carácter legal, algunos hechos significativos.
En primer lugar, el mismo texto bíblico atestigua que en la redacción del Pentateuco se utilizaron, a veces, fuentes más
antiguas, como el Libro de las Guerras del Señor, citado en Nm 21.14.
En segundo lugar, numerosos indicios ponen de manifiesto la extraordinaria complejidad de una obra literaria tan extensa y
rica de contenido. Así, por ejemplo, el texto del Decálogo se presenta en dos versiones ligeramente diversas (Ex 20.1–17;
Dt 5.6–21), y el catálogo de las grandes fiestas religiosas de Israel aparece cuatro veces en distintos contextos (Ex 23.14–
19; 34.18–26; Lv 23; Dt 16.1–17). Algo semejante sucede con algunas narraciones: Agar, la sierva de Sara, es despedida
dos veces (Gn 16; 21.8–21), mientras que en dos oportunidades Abraham, y una tercera vez Isaac, presentan a su esposa
como si fuera su hermana para poner a salvo sus vidas (Gn 12.10–20; 20; 26.6–1). En todos estos casos, no se trata de
meras repeticiones, sino que cada pasaje, a pesar de coincidir en lo fundamental con su respectivo texto paralelo, posee un
rasgo que lo individualiza y le confiere un sello particular (compárese, a modo de ejemplo, Ex 20.8–11 con Dt 5.12–15).
Por otra parte, el lector sensible a los matices del vocabulario y del estilo percibe en las distintas partes del Pentateuco, y a
veces en un mismo capítulo, considerables diferencias de forma y de contenido. Algunos relatos, en efecto, se caracterizan
por su frescura y espontaneidad (cf. Gn 18.1–15). Otros textos, como los del Levítico, enuncian con extrema concisión las
normas que era preciso observar en la práctica del culto israelita. En Deuteronomio, por el contrario, la Ley del Señor es
proclamada en un tono cálido y reiterativo, y se pone constantemente de relieve que la obediencia a los mandamientos
divinos debe ser la respuesta del hombre a la solicitud y el amor de Dios.
Además, Génesis comienza con un doble relato de la creación (caps. 1–3). El primero se refiere al Creador con el nombre
de Elohim, que es la palabra hebrea más corriente para designar a Dios; el segundo, en cambio, utiliza la expresión Yahvé
Elohim, que en la presente versión de la Biblia ha sido traducida por Dios el Señor. A partir de estos dos relatos, la
alternancia de los nombres divinos se mantiene de manera bastante uniforme, hasta el momento en que Dios se revela a
Moisés con el nombre de Yahvé (Ex 3.14; véase 6.2 n.).
Basados en estos y otros indicios, los estudiosos modernos de la Biblia, en su gran mayoría, consideran que el Pentateuco
no fue escrito de una sola vez, sino que su redacción final se sitúa al término de una larga historia. Al comienzo de esa
historia se destaca la figura de Moisés, el libertador y legislador de Israel, que marcó con sello indeleble el espíritu y la
trayectoria histórica de su pueblo. Al final del proceso se encuentra el Pentateuco en su forma actual. Su redacción
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definitiva puede situarse, con bastante certeza, en tiempos de Esdras (siglo V a.C.). Entre estos dos límites está el trabajo
de los autores inspirados que recogieron, ordenaron y pusieron por escrito las narraciones y las colecciones de leyes,
muchas de las cuales se habían transmitido oralmente a través de los siglos. Por tanto, reconocer la paternidad mosaica
del Pentateuco no equivale a afirmar que Moisés fue el autor material de cada uno de los textos, sino que el legado
espiritual de Moisés fue acogido por el pueblo de Israel como una herencia viva. Esta herencia fue transmitida fielmente,
pero también se fue ampliando y enriqueciendo a través de los siglos.
Los principales temas y secciones del Pentateuco están resumidos en el esquema siguiente:
I. Desde la creación del mundo hasta la genealogía de Abraham (Gn 1–11)
II. La historia de los Patriarcas (Gn 12–50)
III. El éxodo de Egipto (Ex 1–15)
IV. Desde Egipto hasta el Sinaí (Ex 16–18)
V. La revelación del Señor en el Sinaí (Ex 19—Nm 10)
VI. Desde el Sinaí hasta Moab (Nm 10–36)
VII. El libro del Deuteronomio (Dt 1–34)

LIBRO DE: GENESIS


Los judíos dividieron sus libros sagrados en tres secciones: la Ley, los Profetas y los Escritos. La Ley (torá) corresponde a
lo que llamamos Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia. El primero de estos libros es Génesis.
Génesis es una palabra griega, que significa Comienzo
Efectivamente, en este primer libro de la Biblia encontramos el comienzo de todo, menos el de Dios, que es eterno.
(Génesis 1: 1).
En muchos aspectos GENESIS es el libro más importante para comprender la Biblia
GENESIS es la puerta de entrada a la maravillosa Revelación que Dios nos da en su Palabra.
Génesis es un libro de principios cuyos once primeros capítulos forman una admirable introducción a las Escrituras. Sin
estos capítulos muchos de los problemas fundamentales en teología quedarían sin respuesta satisfactoria. Las doctrinas de
la creación, la caída del hombre, elección y providencia aparecen aquí en forma clara.
La Revelación de Dios es progresiva. Sus verdades se van abriendo como haces de luz desde Génesis a Apocalipsis.
Toda verdad sobresaliente de la Biblia, tiene su semilla y su comienzo en Génesis.
Por eso es sumamente importante comenzar el estudio de las Escrituras a través este ―libro de los comienzos‖.
(Bereshith)[hebreo]
Entonces con reverencia y expectativa, abramos nuestro corazón a la Bendita Palabra de Dios.

¿ QUIÉN ESCRIBIO GENESIS?


Ha sido escrito por Moisés inspirado por el Espíritu Santo de Dios. Es la opinión de eruditos Hebreos y Cristianos.
¿ Cómo pudo Moisés escribir acerca de los comienzos del mundo y acerca de acontecimientos que tuvieron lugar muchos
años antes de su nacimiento?
En primer lugar, DIOS SE LO REVELO por el Espíritu Santo. Leer Amós 3: 7
En segundo lugar, dice en Hechos 7: 22. Dios había dispuesto las circunstancias de la vida de Moisés para que obtuviera
una educación esmerada. El cómo hijo adoptivo de la princesa de Egipto, pudo tener acceso a documentos muy antiguos.
Además no olvidemos que los padres piadosos relataban a sus hijos los grandes hechos Divinos de la antigüedad.
Es evidente que Jesús atribuía los primeros libros de la Biblia a Moisés. Lucas 24: 27, repetidamente Jesús cita a Moisés
cuando se refiere a alguna cita de los primeros cinco libros de la Biblia.
El libro por su arreglo, ha sido objeto de un cuidadoso designio. La clave de la estructura es la palabra hebrea Toledhoth
(generaciones), palabra usada para introducir. A las diez Toledhoth les precede un magnífico pasaje introductorio (1:1 a
2:3). Las diez divisiones son las Toledhoth de los cielos y la tierra (2:4 a 4:26), de Adán (5:1 a 6:8), de Noé (6:9 a 9:29), de
los hijos de Noé (10:1 a 11:9), de Sem (11:10-26), de Taré (11:27 a 25:11), de Ismael (25:12-18), de Esaú (36:1 a 37:1), de
Jacob (37:2 a 50:26).
El libro de Génesis no es un texto que narre la historia de la humanidad. Su interés se limita mas bien a descubrir aquellos
acontecimientos que tienen que ver en una forma directa con el plan selectivo de Dios en su obra redentora.
Empieza considerando a toda la humanidad en los primeros capítulos y termina con una detallada descripción de la familia
hebrea en los pasajes finales.
Génesis es un libro de principios religiosos. Escrito mucho antes que las modernas investigaciones científicas y no llamado
a tomar el lugar de estas, usa el lenguaje y la expresión común de su época. A no ser por lo bien escrito que esta el libro,
posiblemente a estas horas hubiesen sido ya destruidos por intérpretes rivales. Uno de los aspectos mas destacados de la
narración bíblica es su concordancia con la ciencia moderna en el principio, de lo inferior a lo superior, anticipándose así
miles de años a la teoría moderna. Nunca puede haber conflicto vital entre la religión y la ciencia verdaderas.

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BOSQUEJO DE GENESIS: (COMIENZOS)
1. - Comienzo del mundo, Gn. 1:1-15
2. - Comienzo de la raza humana, Gen. 1:26-2:25
3. - Comienzo del pecado en el mundo, Gen. 3:1-7
4. - Comienzo de la promesa de redención, Gen. 3:8-24
5. - Comienzo de la vida en familia, Gen. 4:1-15
6. - Comienzo de una civilización forjada por el hombre, Gen. 4:16-9:29
7. - Comienzo de las naciones del mundo, Gen. 10:11
8. - Comienzo de la raza hebrea, Gen. 12-50

LIBRO DE: EXODO


El nombre del libro es una forma latinizada de la palabra griega ―éxodos‖, que significa salida o partida. Por otra parte, los
judíos lo designaban por las primeras palabras del libro, ―Y estos son los nombres‖. El libro del Éxodo continúa la historia
del Génesis, y se le atribuye también la paternidad literaria a Moisés, inspirado por el Espíritu Santo.
Fecha: La interpretación conservadora estima que fue durante la decimoctava dinastía en Egipto, alrededor de 1445 años
A.C.
Tratándose de la continuación del relato de Génesis, trata del desarrollo de un pequeño grupo de setenta personas dentro
de una nación de varios millones de habitantes. Los hebreos vivieron en Egipto 430 años, la mayor parte de ellos en
servidumbre. Éxodo relata la historia de Moisés, la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud, el viaje desde Egipto al
monte Sinaí, donde recibieron las tablas de la Ley de Dios, y sus instrucciones sobre como construir el Tabernáculo.
Termina con la edificación del Tabernáculo como morada de Dios.
La vida de Moisés puede dividirse en tres períodos de cuarenta años cada uno
1.- Cuarenta años de educación en Egipto, como hijo de la hija de Faraón
2.- Cuarenta años de exilio en el desierto de Arabia
3.- Cuarenta años como caudillo de Israel

DIVISIONES PRINCIPALES DEL LIBRO:


I.- Liberación del pueblo de Israel 1:1 - 13:16
a) Opresión de los israelitas en Egipto 1:1-22
b) Nacimiento y primeros años de Moisés 2:1 – 4:31
c) El proceso de liberación 5:1 – 11:10
d) El acontecimiento del Éxodo 12:1 – 13:16

II.- La marcha hacia el Monte Sinaí 13:17 - 18:27


a) Liberación en el Mar Rojo 13:17 –15:21
b) Entrega de provisiones 15:22 – 17:7
c) Protección contra los Amalecitas 17:8-16
d) Establecimiento del gobierno de los Ancianos 18:1-27

III.- La revelación de Dios en el Sinaí 19:1 - 40:38


a) Arribo al Sinaí y aparición de Dios 19:1-25
b) Los Diez Mandamientos 20:1-21
c) El libro del Pacto 20:22 – 23:19
d) El Ángel protector de Dios 23:20-33
e) Israel acepta el Pacto 24:1-18
f) Instrucciones sobre el Tabernáculo 25:1 – 31:18
g) El becerro de oro 32:1-35
h) Arrepentimiento y renovación del Pacto 33:1 – 35:3
i) Construcción del Tabernáculo 35:4 – 40:33
j) La gloria de Dios llena el Tabernáculo 40:34-38

LIBRO DE LEVITICO
Efectivamente, el libro de Levítico contiene las instrucciones para los levitas o sea, los de la tribu de Leví, quienes estaban
encargados del servicio y el culto a Dios.
En Éxodo vemos que Dios da a moisés instrucciones para la construcción del Tabernáculo.
En Levítico hallamos las instrucciones para la adoración en el Tabernáculo.
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Sin embargo, trata más de los sacerdotes que de los Levitas. No todos los levitas eran sacerdotes, aunque era necesario
que cada sacerdote fuese un levita.
En el libro de Levítico encontramos requisitos prácticos que son símbolos inolvidables de verdades espirituales más
profundas. La nota que prevalece a través de todo el sistema es la santidad de Dios. El hombre pecador debe encontrar un
camino para acercarse y comunicarse con el Santo.
Los sacrificios de animales eran de cuatro clases: (1) la ofrenda por el pecado, con énfasis en la sangre, representando la
donación de la vida para la obtención del perdón del pecado. (2) El holocausto, cuando la carne era totalmente quemada,
simbolizaba una completa consagración a Dios. (3) La ofrenda de la expiación de la culpa con su correspondiente
restitución, haciendo énfasis en que hay ciertos límites divinos y humanos que no se pueden traspasar impunemente. (4)
La ofrenda de paces, con su correspondiente comida al final de la misma, simbolizando la comunión entre Dios y el
hombre. En las festividades esta ofrenda era en parte consumida en el altar, otra comida por los sacerdotes, y el resto por
los oferentes y sus familiares.

BOSQUEJO DEL LIBRO


1.- Leyes para el Sacrificio, Purificación y expiación. Cap. 1-16
(1) Los principales tipos de ofrendas con instrucciones suplementarias para los sacerdotes . 1-7
(2) Consagración de los sacerdotes, seguida por el pecado de Nadab y Abiú. 8-10
(3) Leyes para la purificación. 11-15
(4) El Día de la Expiación 16

2.- Las leyes de Santidad. Cap. 17-26


Una colección miscelánea de preceptos sobre los requisitos de tipo moral y ceremonial, haciendo mucho énfasis en la
santidad.
Conclusión. Conmutación de votos y diezmos. Cap. 27

LIBRO DE: NUMEROS


Este libro toma su título de una traducción del nombre dada en le Versión de los Setenta, siendo así designado por los dos
censos de los hijos de Israel contenidos en él (capítulo 1 y 26) y también porque hay en este libro mucho contenido
numérico. El nombre que los Judíos dieron al libro es probablemente el mas correcto, puesto que este libro relata la historia
de Israel en el desierto de Sinaí. Es una continuación natural del libro de Levítico porque la primera parte es de carácter
levítico y estadístico.
El escritor de Números no fue un simple narrador de los acontecimientos que sucedieron durante los cuarenta años de
peregrinación por el desierto. Fue más bien un intérprete de esa historia. Vio en cada uno de los acontecimientos la mano
de Dios dirigiendo a su pueblo escogido, supliendo sus necesidades, soportando sus pecados y debilidades, manteniendo
su pacto con el pueblo y disciplinándolo. Cades-Barnea será siempre el símbolo de la censura para el pueblo de Dios en
cualquier época en que se resista a seguir adelante por fe.

BOSQUEJO DEL LIBRO


1.- En el Sinaí, Recuento del pueblo, dedicación del Altar con muchos mandamientos
y muchas regulaciones. 1:1 a 10:10
2.- Desde el Sinaí hasta la frontera sur de Palestina, cuestionamiento de María y
Aarón 10:11 a 14:45
3.- Desde el primer descanso en Cades-Barnea, hasta la vuelta al mismo lugar
después de haber vagado por un largo período. Rebelión de Coré 15:1 a 20:21
4.- Desde Cades-Barnea hasta el campamento frente a Jericó. 20:22 a 22:1
5.- Acontecimientos y leyes relacionados con la permanencia en los llanos de Moab 22:2 a 36:13

LIBRO DE DEUTERONOMIO
El quinto libro de la Ley es majestuoso, fascinador y práctico. Los Judíos lo llamaban ´ellah haddevarim (―estas son las
palabras‖, que son las dos primeras palabras del libro en el original hebreo). El título castellano ―Deuteronomio‖, que quiere
decir segunda ley o repetición de ésta, tiene su origen en una errónea traducción griega de tres palabras en 17: 18, que
deberían ser traducidas ―una copia de ésta ley‖. Aunque procedente de una traducción inexacta, el título es bastante
apropiado porque Deuteronomio es, en realidad, una repetición de la ley que se encuentra en los libros que le preceden,
aunque aquí la legislación está más extensamente interpretada, ampliada y aplicada.
El Deuteronomio es un libro principalmente de oratoria. Contiene una serie de discursos pronunciados por Moisés a los
israelitas en las llanuras de Moab durante el corto intervalo (unos cuarenta días como máximo) entre el fin de la
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peregrinación en el desierto y la entrada en la tierra de Canaán . En estos discursos el orador constantemente recuerda a la
gente el trato benévolo que han recibido del Señor y les suplica correspondan a esa bondad de Dios dándole lealtad y amor
incondicionales.
Hay tres principales discursos con tres cortos apéndices. El primer discurso (1: 1 a 4: 43) es principalmente histórico y
exhortatorio. Moisés narra a grandes rasgos las experiencias desde Horeb hasta Moab y exhorta a los israelitas a unirse a
Jehová y apartarse de toda idolatría.
El segundo discurso (4: 44 a 26: 19) es principalmente exhortatorio y legislativo. Este es el discurso más largo y constituye
el núcleo del libro. Da un resumen de las leyes y estatutos civiles, morales y religiosos de Israel. El tono es el de padre. El
ideal es la santidad.
El tercer discurso (27: 1 a 31: 30) es profético y amenazador. Trata de las bendiciones que trae consigo la obediencia y las
maldiciones de la desobediencia.
A estos tres discursos le siguen tres apéndices: El canto de Moisés (capítulo 32), la bendición de Moisés (capítulo 33), y el
relato de la muerte y entierro de éste (capítulo 34).
Aunque hubo una época que la crítica literaria cuestionó la autoría de Moisés como el escritor, en este tiempo los eruditos
bíblicos están de acuerdo en su mayoría que tal como el propio libro lo declara fue efectivamente Moisés quién lo escribió,
(1:1 ; 31: 9), salvo el último capítulo que relata la muerte de Moisés, el cual probablemente haya sido escrito por su
allegado más cercano, Josué.
Tanto la tradición Judía como al Samaritana identifican a Moisés como el autor de Deuteronomio. Jesucristo también lo
hace expresamente, al igual que Pedro y Esteban (Mt. 19: 7-8; Mr. 10: 3-4; Hch. 3: 22; 7: 37)
Varias de sus más importantes profecías anunciaron la venida del Mesías (18: 15), la dispersión de Israel (30: 1), el
arrepentimiento (30: 2) y la restauración de Israel (30: 5), su futuro establecimiento como nación (30: 5-6), así como a la
prosperidad que le aguardaba (30: 9).

BOSQUEJO DEL LIBRO


I.- Primer discurso de Moisés 1: 1 - 4: 43
A.- Introducción 1: 1-5
B.- Recuento del pasado 1: 6 ; 3: 29
C.- Llamado a la obediencia 4: 1-40
D.- Designación de las ciudades 4: 41-43
de refugio

II.- Segundo discurso de Moisés 4: 44 – 26: 19


A.- Exposición de los Diez 4: 44 ; 11: 32
Mandamientos
B.- Exposición de las leyes 12: 1 ; 16: 17
Ceremoniales
C.- Exposición de la ley civil 16: 18 ; 18: 22
D.- Exposición de las leyes 19: 1 ; 21: 9
criminales
E.- Exposición de las leyes 21: 10 ; 26: 19
Sociales

III.- Tercer discurso de Moisés 27: 1 – 30: 20


A.- Ceremonia de ratificación 27: 1-26
B.- Sanciones del pacto 28: 1-68
C.- Juramento del pacto 29: 1 ; 30: 20

IV.- Palabras finales y muerte de Moisés 31: 1 – 34: 12


A.- Perpetuación del pacto 31: 1-29
B.- El cántico del testimonio 31: 30 ; 32: 47
C.- La bendición de Moisés 32: 48 ; 33: 29
para Israel
D.- Muerte y sucesores de Moisés 34: 1-12

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LOS LIBROS HISTORICOS
Una serie de libros que, en la Biblia hebrea, llevan el título de Profetas anteriores (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel 1 y 2
Reyes) aparecen después del Pentateuco. Esta designación se explica por una antigua tradición judía, que consideraba
autores de esos escritos a determinados profetas: a Josué le atribuía la composición del libro que lleva su nombre, a
Samuel la de Jueces y Samuel, y a Jeremías la de 1 y 2 Reyes. Hoy se ha podido demostrar, gracias al análisis literario de
los textos, que esa tradición carece de fundamento sólido. Sin embargo, el título de Profetas anteriores sigue teniendo un
significado profundo, ya que los episodios relatados en esos libros son algo más que simples hechos históricos. En efecto,
los protagonistas de tales acontecimientos fueron mujeres y hombres situados en el espacio y en el tiempo, como Josué,
Débora, Gedeón, Saúl, David, Betsabé y los reyes de Israel y de Judá; pero en cada etapa de esa historia Dios intervino de
modo especial para dar cumplimiento a su designio de salvación. Los hechos que aquí se narran, por lo tanto, están
presentados desde una perspectiva profética, que toma en consideración, al mismo tiempo, los factores humanos que
intervinieron en cada episodio y la acción de Dios que dirigía el curso de los acontecimientos.
Los estudiosos modernos de la Biblia suelen designar estos escritos con el nombre de Historia deuteronomista, porque
la interpretación que dan de la historia está fuertemente influida por la teología del Deuteronomio. Tal influencia se percibe,
sobre todo, en su modo de juzgar tanto los hechos como la conducta de las personas (compárese, por ej., Dt 12.2–3 y 2 R
17.10–12).

EL LIBRO DE JOSUE
El primero de los Profetas anteriores es el libro de Josué (=Jos), que se divide en dos grandes secciones, seguidas de un
breve apéndice.
La primera parte (caps. 1–12) narra la entrada y el asentamiento de los israelitas en Canaán bajo la conducción de Josué,
el sucesor de Moisés (cf. Dt 31.7–8). Después de una larga marcha por el desierto, el pueblo que se había reunido en las
llanuras de Moab cruzó el río Jordán y se dispuso a tomar posesión de la Tierra prometida. Una vez acampados al oeste
del río, Josué organizó varias campañas militares: la primera en la Palestina central, y luego otras dos, una hacia el norte y
otra hacia el sur. Al comienzo de esta sección hay un discurso introductorio de Josué, que sitúa los episodios relatados en
su contexto teológico: Yo les daré toda la tierra en donde ustedes pongan el pie (Jos 1.3). Por lo tanto, el establecimiento
de los israelitas en el país de Canaán no sería una conquista puramente humana, sino un don del Señor. Esta parte
concluye con una enumeración de los reyes vencidos al este y al oeste del Jordán (cap. 12).
La segunda sección (caps. 13–22) describe la repartición de las tierras entre las tribus de Israel. En su mayor parte, consta
de largas listas de ciudades y de pequeños poblados, que no hacen muy atractiva la lectura. Sin embargo, tales listas
ofrecen datos valiosos para conocer las fronteras de las tribus israelitas y para localizar algunos sitios mencionados en
otros pasajes del AT. Además, este reparto refleja una honda preocupación por la justicia en la distribución de las tierras:
cada tribu de Israel -incluida la tribu sacerdotal de Leví, que no recibió como herencia un territorio específico (Nm 18.20; Dt
18.1–2; Jos 13.14)- debía tener, en la Tierra prometida, un sitio donde poder habitar (Jos 21.43–45).
La sección final (caps. 23–24) se refiere a los últimos días de Josué: sus palabras de despedida al pueblo de Israel (Jos
23), la renovación de la alianza en Siquem (24.1–28) y el relato de su muerte (24.29–31).
Se ha hecho notar, con razón, que el verdadero personaje central, en el libro de Josué, no es el héroe que dio nombre al
libro, sino la Tierra prometida. Lo que en el Pentateuco había sido una promesa encuentra aquí su realización. Los
patriarcas habían vivido como extranjeros en el país de Canaán, pero el Señor les había prometido una tierra y una
descendencia numerosa. Más tarde, en el Sinaí, esta promesa había sido reiterada a Moisés (Ex 3.17). Ahora, la
descendencia de Abraham, heredera de esa promesa divina, recibía la Tierra prometida como un don del Señor: Ni una
sola palabra quedó sin cumplirse de todas las promesas que el Señor había hecho a los israelitas (Jos 21.45).
De este modo, la Tierra era un signo de la fidelidad de Dios a su palabra. Pero esa fidelidad divina exigía de parte del
pueblo una conducta semejante. De ahí la insistencia en señalar que la conquista y la posesión de la Tierra dependían de
la observancia de la Ley: mientras los israelitas se mantenían fieles, el Señor les daba la victoria; la infidelidad, por el
contrario, hacía que la ira divina se encendiera contra ellos y les ocasionara la derrota (cf. 7.1).
Una lectura superficial de este libro deja la impresión de que los israelitas, bajo la conducción de Josué, conquistaron el
territorio de Canaán a mano armada y de manera rápida y total. El examen más atento de los textos muestra, en cambio,
que los cananeos no fueron exterminados por completo, sino que muchos de ellos retuvieron sus posiciones durante largo
tiempo (cf. 15.63; 17.12–13). Más aún: a veces hicieron pactos con los israelitas y convivieron pacíficamente con ellos (9.1–
27; 16.10). En este sentido, resulta muy ilustrativa la comparación de estos relatos con el comienzo del libro de Jueces. De
esa comparación resulta que la conquista de Canaán no fue la consecuencia de una guerra de exterminio, sino que se
desarrolló con lentitud y no sin dificultades. Unas veces, los israelitas utilizaron las armas; la mayoría de las veces, cada
tribu actuó por cuenta propia y en forma pacífica. Solo en tiempos de David la totalidad del territorio quedó sometido a
Israel, no por la completa eliminación de los antiguos pobladores, sino por su incorporación al reino davídico.
El esquema siguiente da una visión sintética del libro de Josué:
I. La conquista de Canaán (1–12).
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II. La repartición del territorio (13–22).
III. La despedida de Josué y la renovación de la alianza (23–24).

LIBRO DE LOS JUECES


El libro de Jueces (=Jue) relata episodios acaecidos entre el asentamiento de los israelitas en Canaán y la institución de la
monarquía en tiempos de Saúl y de David. Se trata, casi siempre, de episodios guerreros, determinados por el ataque de
enemigos externos, que ponían en peligro la seguridad e incluso la existencia de una o varias tribus de Israel. Ante esa
amenaza, el Señor suscitaba un ―caudillo‖ o ―salvador‖ (3.9), que se ponía al frente del pueblo y conducía una acción militar
destinada a eliminar el peligro. Este caudillo era un líder ocasional y temporario, que actuaba bajo el impulso del ―espíritu‖
del Señor en un tiempo y en un espacio limitado. Una vez terminada la campaña de liberación, el caudillo daba por
cumplida su tarea y se reintegraba a sus actividades ordinarias (cf. 8.22–23).
A estos caudillos se les ha dado tradicionalmente el nombre de jueces. Este título no es el más apropiado para describir la
actividad de los principales protagonistas de estos relatos, porque se trata de héroes que lucharon por liberar a su pueblo
en un momento de opresión, y no de magistrados que administraban justicia o resolvían pleitos judiciales. De hecho, el
verbo hebreo traducido habitualmente por juzgar incluye también las ideas de conducción y de gobierno. Más aún, es
probable que la idea de gobierno haya sido la más primitiva, y que la referencia a la función de juzgar sea un sentido
secundario, puesto que la administración de la justicia es una de las principales responsabilidades del gobernante.
Los episodios están conectados entre sí por medio del llamado ―esquema en cuatro tiempos‖ (véase 2.11–23 n.). Este
esquema se repite a lo largo del libro y da una visión de conjunto sobre la época de los jueces. Reducida a sus términos
esenciales, tal visión de conjunto incluye los elementos siguientes:
1. Mientras vive el juez o caudillo, el pueblo se mantiene fiel al Señor y goza de paz y prosperidad (3.11, 30; 5.31;
8.28).
2. Pero cuando muere el juez, los israelitas abandonan al Señor (2.12–13; 10.6, 10; cf. 4.1; 13.1) y rinden culto a los
dioses de los pueblos vecinos (3.7).
3. Entonces la ira del Señor se enciende contra Israel (2.14, 20; 3.8) y lo somete al poder de sus enemigos (4.2; 10.7).
4. Los israelitas, en medio de la opresión, se arrepienten de su infidelidad y claman al Señor (3.9, 15; 4.3; 6.6), y él les
envía un ―salvador‖ que derrota a sus enemigos y libera al pueblo de la opresión (2.16; 3.9, 15; 11.33). Así, Israel recupera
su paz y su libertad durante cuarenta años (3.11 n.). Una vez concluido ese periodo, el ciclo vuelve a repetirse (cf. 3.11b-
12; 6.1).
Estos jueces, caudillos o salvadores tienen pocos rasgos en común. Débora era una profetisa que pronunciaba sus
oráculos o resolvía pleitos sentada debajo de una palmera (4.5); Gedeón, un pobre campesino (6.11); Jefté, el hijo de una
prostituta (11.1) y el jefe de una banda de malvivientes (11.3); y Sansón, un joven de una fortaleza descomunal, que
sembraba el terror entre los filisteos pero sucumbió ante los encantos de Dalila (cf. 16.3, 17). También sus estrategias eran
diferentes: Ehud actuó por cuenta propia y pudo realizar su hazaña ayudado por su condición de zurdo (3.21); Gedeón
planeó un sorpresivo ataque nocturno (7.19), y Sansón dependía enteramente de la fuerza de su brazo (cf. 14.6). En las
hazañas que ellos realizan siempre se pone de manifiesto el poder del Dios de Israel, que sostiene a su pueblo en las
horas difíciles y le asegura la existencia a pesar de sus defecciones e infidelidades (cf. 2.18).
El siguiente esquema presenta las principales secciones de este libro:
I. Dos introducciones:
1. Establecimiento de los israelitas en Canaán (1.1–2.5)
2. Visión de conjunto sobre el periodo de los jueces (2.6–3.6)
II. Historia de los jueces (3.7–16.31)
1. Otoniel (3.7–11a)
2. Ehud (3.11b-30)
3. Samgar (3.31)
4. Débora y Barac (4–5)
5. Gedeón y Abimélec (6–9)
6. Tolá (10.1–2)
7. Jaír (10.3–5)
8. Jefté (10.6–12.7)
9. Ibsán (12.8–10)
10. Elón (12.11–12)
11. Abdón (12.13–15)
12. Sansón (13–16)
III. Dos apéndices:
1. Migración de los danitas y fundación del santuario de Dan (17–18)
2. El crimen de Guibeá y la guerra contra la tribu de Benjamín (19–21)
10
LIBRO DE RUT
Autor y Fecha
Los especialistas difieren sobre la fecha en que fue escrito, pero la época es evidente.
El relato del libro de Rut ocurre en la época de los Jueces , entre la muerte de Josué y el ascenso de Samuel (1150 – 1100
aprox.).
La tradición sostiene que fue escrito por Samuel en la segunda mitad del siglo XI a.C.,
Pero hay otra postura que dice que se escribió en un tiempo posterior al exilio (500 a.C. aprox.), pero el lenguaje,
referencias, costumbres, condiciones del momento sugiere aceptar la fecha mas temprana.

El Libro
El libro muestra la Soberanía de Dios y relata el final feliz de una historia que había comenzado con hambre muerte y
desconsuelo.
Al ver la actitud de Noemí observamos una marcada queja en sus palabras, como queriendo dar a entender que lo que ella
estaba viviendo era la mano de Dios que se había levantado contra ella.(1:13,20,21).
Creer que Dios tenia algo especial contra Noemí no coincide con su naturaleza, ni con la revelación de la escritura.
La hambruna (1:1) es producto del pecado del pueblo, la obtuvo por sus propios méritos, ya que Dios les había avisado que
si eran infieles y desobedientes, su tierra se volvería contra ellos.(Dt.28:15,16,23,24,38-40)
La mudanza de Elimelec a Moab (1:2) no es pedido divino sino voluntad humana.
Elimelec muere y sus dos hijos también esto aunque no escapa a la soberanía de Dios no era producto de su providencia,
sino de su desobediencia.
Noemí era una mujer creyente y sincera, pero vemos como culpaba a Dios por lo que le tocaba vivir.
Pero la Palabra revela que tales acontecimientos no tiene que ver directamente con la voluntad de Dos para una vida sino
que son consecuencia del pecado original o de la decisión del hombre de vivir sus propios caminos, no importando su
intencionalidad o no. Estos caminos abren puerta a Satanás para que tome parte en nuestra vida.
Dios como ―Todopoderoso‖ deja elección libre al hombre y no se opone, pero se muestra como transformador de las
circunstancias difíciles, los daños y los consejos que nos llevan al fracaso y que son resultado del pecado, la carne o del
diablo.
En esta historia vemos como la vida de Rut fue bendecida.
Por otra parte Rut representa a los extranjeros y Booz al pueblo judío (Rut=Gentiles – Booz=Israel), imagen de que Dios
levantaría un solo pueblo sin hacer acepción de personas, un reinado universal y sobre toda carne.
El hijo de Booz y Rut fue Obed, padre de Isai, Abuelo de David y de esta línea nacería Jesús.

Divisiones del libro


1- Una familia hebrea en Moab. 1:1-22
2- Una humilde espigadora. 2:1-23
a- Rut en el campo de Booz.
b- Protección y provisión de Booz.
3- Un matrimonio planeado. 3:1-18
a- Las instrucciones de Noemi.
b- La obediencia de Rut y su premio.
4- Un familiar redentor. 4:1-22
a- El matrimonio de Rut y Booz y la bendición de Noemí
b- La genealogía de David.

LIBROS DE SAMUEL
Autor
Originalmente no eran dos libros sino uno solo llamado ―El libro de Samuel‖
No se menciona el autor en el primer libro, pero es probable que Samuel lo hiciera (1ºSa: 1:1- 25:1), estos capítulos relatan
su vida.
El resto del libro pudo haber sido escrito por el sacerdote Abiatar, quien tenía acceso a lo ocurrido en la corte del rey
David.

Fecha
Entre el 931 y 722 a.C.

11
1ºSa:27:6 marca una división entre Judá e Israel, echo que ocurrió en el 931 a.C. después del reinado de Salomón, y al no
mencionarse la caída de Samaria en el 722 a.C., es evidente que fue antes.

El Libro
1º Samuel
La historia se centra en tres personajes.
1º Samuel: ultimo juez. Profeta y Sacerdote. Hijo de Ana y Elcana
2º Saul: 1º rey de Israel.
3º David: 2º rey de Israel,
Israel había sido gobernado por los jueces, sin embargo la nación se degeneró moral, religiosa y políticamente. (enemigos
torturados, poligamia, religión vacía.)
Elí el sacerdote en época del nacimiento de Samuel no hacia nada para contrarrestar la corrupción del pueblo, Dios levanta
a Samuel que había sido dedicado a Dios por su madre.
Samuel ejerce su sacerdocio en medio de una confusión religiosa y política.
Al envejecer Samuel, la gente lo presiono para que nombrara un rey, el lo hace en contra de su voluntad.
Saúl es el indicado por sus apariencias para ejercer el reinado, hasta que en un momento desobedeciendo los
mandamientos de Dios asume el oficio el de Sacerdote, en lugar de esperar a Samuel. Tras rechazar los mandamientos de
Dios es a su vez rechazado por El.
Consumido por celos envidia y miedo Saúl se transforma en una figura trágica, persiguiendo en sus últimos años a David
con la intención de matarlo, no obstante David encuentra un aliado, Jonatan (hijo de Saúl), que le avisa de las intenciones
de su padre.
Cuando Saúl y Jonatan mueren el escenario queda preparado para que David se convierta en rey de Israel.

2º Samuel
El tema central es el ascenso de David al trono y sus 40 años de reinado.
Los hechos más importantes son:
 La muerte de Saúl y Jonatan.
 David es ungido rey de Judá su propia tribu.
 Is-Boset , hijo de Saúl intenta mantener el poder.
 Guerra entre la casa de David y Saúl. (3:1)
 Unidad política y religiosa. El reino eterno.
 Tiempo de estabilidad y prosperidad.
 Pecado con Betsabe y muerte de Urias.
 Consecuencias del Pecado.
 Rebelión de Absalón. Los valientes de David.
 El censo. David se arrepiente.

Divisiones del Libro


LIBRO 1º SAMUEL
1. Renovación bajo Samuel. 1:1 – 7:17
a- Nacimiento e infancia de Samuel.
b- Comienzo del ministerio profético de Samuel.
c- El ministerio de Samuel como juez.

2. El reino de Saúl. 8:1 – 15:35


a- Ascenso de Saúl como rey.
b- Guerras de Saúl.
c- Rechazo de Saúl por Dios.

3. Descenso de Saúl y ascenso de David. 16:1 – 31:13


a- Creciente prominencia de David.
b- Influencia decreciente de Saúl.

LIBRO 2º SAMUEL
1. Los triunfos de David. 1:1 – 10:19
a- Los triunfos políticos de David.
b- Los triunfos espirituales de David.
12
c- Los triunfos militares de David.

2. Las transgresiones de David. 11:1-27


a- El pecado de adulterio.
b- El pecado de sangre.

3. Los problemas de David. 12:1 – 24:25


a- Los problemas en casa de David.
b- Problemas en el reino de David.

LIBRO DE REYES
Autor
Originalmente los dos libros eran uno solo. Se cree que fue compilada después de que Judá fuera llevada cautiva a
Babilonia (586 a.C.), al parecer el escritor presencio la caída de Jerusalén (2ºRe:25), pero no se sabe con exactitud quien
lo escribió.
Hay varias versiones sobre quien es el autor, unos creen que fue Esdras , otros Isaías, algún profeta desconocido, pero lo
mas probables que haya sido Jeremías debido a que este profeta predica antes y después de la caída de Jerusalén y que
2º Reyes 24 y 25 aparecen en Jeremías
39–42;52 .

Fecha
La fecha es incierta, se cree que fue a fines del siglo IV a.C.
El ultimo hecho recogido en 2º de Reyes es la liberación del rey Joaquín de Judá de su prisión en Babilonia, fue hecho
prisionero en el 597 a.C. (2ºRe: 24:8-17) y liberado 37 años después (2ºRe: 25:27), por ello se estima que fue escrito antes
del 538 a.C. La fecha estimada es entre los años 560 y 538 a.C., aunque los hechos narrados en 1º de Reyes ocurrieron
unos 300 años antes.

El Libro
1º de Reyes abarca un periodo de 120 años, y los de 2º de Reyes unos 300 años.
El autor al ver la tremenda situación en que se encontraba el exiliado pueblo de Dios responde a la pregunta de por que se
llego a esa situación (la división del reino, el cautiverio de Israel y el Judá).
Redacta un mensaje profético, mostrando que el castigo era el resultado de la constante violación del pacto con Dios. Este
libro fue escrito para que los exiliados reflexionaran y se volvieran a Dios.
El libro básicamente cuenta la historia de los reyes que hubo en Israel unificado desde la muerte de David, los reyes del
reino dividido (Israel – Reino del norte , Capital : Samaria, 10 tribus y Judá – Reino del sur, Capital : Jerusalén, 2 tribus),
hasta la destrucción de Jerusalén.
El autor presenta un informe de cada rey dando edad, duración del reinado, reino al que pertenecía, madre, da su propia
opinión sobre cada reinado discutiendo diferentes acontecimientos, al final dice de donde obtuvo el material donde fue
enterrado el rey y quien le sucedió en el trono.
El propósito es netamente didáctico
a- Juzgo a cada rey según este se ajuste a la ley de Dios o no.
b- Enseño que el pecado inevitablemente trae castigo.
c- Que la fe y la justicia triunfan al fin
d- Se dio cuenta de la necesidad de una reforma social.

Divisiones del Libro


LIBRO 1º REYES
1- El reino unido. 1:1 – 11:43
a- Elección de Salomón como rey.
b- Elevación de Salomón al trono.
c- El error de Salomón como rey.

2- El reino dividido. 12:1 – 22:53


a- La sublevación y el reinado de Jeroboam en Israel.
b- Reinado de Roboam en Judá.
c- Reinados de los reyes de Israel y Judá desde Abiam en Judá hasta Ocozias en Israel.

13
LIBRO 2º REYES
1- El reino dividido. 1:1 – 17:41
a- Reinados de Israel y Judá desde Ocozias hasta Oseas.
b- La cautividad de Israel en Asiria.

2- El reino de Judá. 18:1 – 25:30


a- Reinados desde Ezequias hasta Sedequias.
b- La caída de Jerusalén.
c- La cautividad de Judá en Babilonia.
d- La liberación de Joaquín.

LIBRO DE CRONICAS
Autor
Estos libros originalmente eran uno solo, como no se menciona el escritor se lo ha identificado como el : ―El cronista‖ .
La tradición judía se lo adjudica a Esdras, (2º Crónicas: 36:22-23 es idéntico a Esdras:1:1-3) además Crónicas y Esdras
poseen un estilo literario, un vocabulario y un contenido similar a Esdras.

Fecha
Se cree que los dos libros fueron escritos alrededor de los años 425 – 400 a.C., el libro termina con el decreto de Ciro que
autoriza a los judíos a volver a Jerusalén, este decreto esta fechado en el año 538 a.C. y se cree que Crónicas fue escrito
poco tiempo después.

El Libro
Comienza con las generaciones desde Adán hasta la muerte de David ocurrida en el año 971 a.C.
Abarca un amplio lapso de tiempo desde Génesis hasta 2º Samuel.
2º Crónicas abarca desde el comienzo del reinado de Salomón hasta el fin del exilio (538 a.C.).
Sin las genealogías de los cap.1 –9 abarcaría el mismo periodo de 1º y 2º de Reyes, sin embargo el trasfondo de Crónicas
es post-exilico, mientras que Reyes es pre-exilico.
1º y 2º Crónicas fue escrita con el propósito de alentar y amonestar a aquellos que regresaban a Jerusalén.
Le recuerda la fidelidad de Dios y las promesas hechas a David y a su pueblo, también les exhorta al pueblo a volver al
pacto y el ritual mosaico, de manera que la tragedia no se repita.
Originalmente era un libro llamado: ―Los eventos de los días‖, los redactores de la LXX, lo llamaron ―Las cosas que
pasaron‖ . El titulo de: ―Crónicas‖ deriva de Jerónimo.
No es una continuación de la historia de Israel sino una repetición de Samuel y Reyes.
El autor hace énfasis en el monoteísmo el error de la idolatría, la omnisciencia, omnipotencia de Dios, la falacia de la
sabiduría mundana, la eficacia, el deber y la consolación de la oración.
Las genealogías marcan un punto de partida para identificar a Jesús como descendiente de la raíz de David y de la tribu de
Leví.
1º Crónicas recoge los hechos del rey David, sus éxitos, el retorno del arca, y los preparativos para la construcción del
templo.
2º Crónicas relata los hechos de 20 reyes de Judá, la cautividad babilónica y el decreto de Ciro.

Divisiones del Libro

LIBRO 1º CRONICAS
1- Las raíces del pueblo de Dios. 1:1 – 9:44
a- La herencia de los hijos de Jacob.
b- La herencia del linaje de David.
c- La herencia de las doce tribus.
d- La herencia del remanente.
e- La herencia de Saúl en Benjamín.

2- El reino de David. 10:1 – 29:30


a- Confirmación de David como rey.
b- David recupera el arca.
c- Éxitos militares de David.
d- Preparativos para construir el templo.
14
e- Las últimas palabras de David.

LIBRO 2º CRONICAS
1- El reinado de Salomón. 1:1 – 9:31
a- Ascensión de Salomón como rey.
b- Se logra edificar el templo.
c- Opulencia de Salomón.
2- El reinado de los reyes de Judá. 10:1 – 36:16
a- Reinados desde Roboam hasta Joram
b- Reinados desde Joram hasta Amasias.
c- Reinados desde Amasias hasta Amón.
d- Reinados desde Amón hasta Sedequias.

3- Cautividad y retorno de Judá. 36:17-23


a- Cautividad babilónica de Judá.
b- Decreto de Ciro autorizando el retorno de Judá.

LIBRO DE ESDRAS
Autor
Esdras significa ―El Señor es ayuda‖. No se sabe con certeza si Esdras fue el autor del libro, pero la opinión conservadora
acepta que Esdras lo fue junto con los de Crónicas y Nehemias.
La Biblia hebrea considera a Esdras y Nehemias como un solo libro.
Esdras era sacerdote y escriba, volvió con el segundo grupo que retorno de Babilonia a Jerusalén.

Fecha
538-457 a.C.
En el 538 a.C. salió el primer grupo desde Babilonia a Jerusalén al mando de Zorobabel, en el año 457 a.C. salió el
segundo grupo al mando de Esdras.
Como el libro redacta los hechos ocurridos en los dos regresos se establece este periodo como fecha aproximada.

El Libro
El libro ofrece un panorama de más de ochenta años de historia judía, dividida en dos partes.
1º veintitrés años de historia y la primera oleada que regresa del cautiverio al mando de Zorobabel y la reconstrucción del
templo (cap.1-6).
En medio de la reconstrucción del templo, la oposición no judía desalienta al pueblo que detiene las labores. Dios levanta
dos profetas Hageo y Zacarías para que la obra continúe, el nuevo templo se termino y dedico en el 515 a.C.
Sesenta años mas tarde (458 a.C.) otro grupo de exiliados retorna vuelve a Jerusalén bajo el liderazgo de Esdras (cap. 7-
10).Son enviados por el rey persa Artajerjes con recursos y objetos adicionales para desarrollar el culto en el templo,
también comisiona a Esdras para que nombre lideres en Jerusalén que supervisen los asuntos públicos.
Una vez en Jerusalén Esdras asume el papel de reformador religioso durante un año aprox., luego vivió como parte de la
comunidad hasta el tiempo de Nehemias. Como sacerdote encuentra un pueblo que se había volcado al paganismo; llama
al arrepentimiento y renueva la sumisión a la ley, hasta el punto de ordenarle a los israelitas divorciarse de sus mujeres
paganas.
Dos mensajes principales da Esdras: La fidelidad de Dios y la infidelidad del ser humano.
Dios había prometido que el cautiverio duraría un tiempo y en su momento el cumpliría sus promesas e inclinaría el
corazón de Ciro rey de Persia para que les permita retornar a su tierra, Dios proveyó lideres (Zorobabel- Esdras) que
condujeron al pueblo y trajeron algunos objetos del templo de Salomón (1:5-10).
Cuando el pueblo se desalentó en la construcción del templo a causa de las burlas de la gente, Dios levanto profetas para
animar al pueblo a concluir la obra (Hageo- Zacarias) (5:1-2).
Cuando el pueblo se desvió de las verdades de la Palabra de Dios, el Señor envió sacerdotes que los instruyeron en la fe y
lo llamaron confesar sus pecados y a arrepentirse de sus erróneos caminos (cap. 9-10).
La fidelidad de Dios contrasta la infidelidad del pueblo, en cada situación se impuso el amor, la gracia y su misericordia.

Divisiones del Libro


1- El regreso bajo Zorobabel. 1:1-2:70
a- Ciro anuncia el regreso.
15
b- El pueblo se prepara.
c- Se mencionan y se censan los primeros que retornan.
d- Ofrendas voluntarias.

2- El proceso de reconstrucción del templo. 3:1-6:22


a- Se construye el altar y comienzan los sacrificios.
b- Se echan los cimientos.
c- Los enemigos atemorizan al pueblo.
d- Bislam y sus asociados se quejan a Artajerjes.
e- Artajerjes ordenan el case de la obra.
f- Tatnai intenta detener la obra del templo.
g- Darío comunica a Tatnai que la obra esta autorizada.
h- Se completa el templo y es dedicado.
i- Se celebra la pascua.

LIBRO DE NEHEMIAS
Autor
Nehemias significa ―Jehová conforta‖. Nehemias es identificado como copero del rey Artajerjes , ocupaba una posición de
confianza ya que actuaba como consejero del rey e impedía que fuera envenenado, aunque disfrutaba de los lujos del
palacio su corazón estaba en Jerusalén.
Las cualidades de Nehemias eran: ―La oración y el Ayuno‖, como así también su capacidad de liderazgo, su elocuencia,
capacidades organizativas, confianza en el propósito de Dios y ágil respuesta ante los problemas, hacían de el un líder y un
siervo de Dios.

Fecha
En las escrituras hebreas Nehemias aparece junto con Esdras, muchos especialistas consideran que Esdras fue el autor de
Nehemias.
Al parecer Nehemias escribió una gran parte de este libro (cap.1-7 y 11-13).
Jerónimo, quien tradujo la Biblia al latín, nombro a este libro con el nombre de Nehemias, citándolo en el primer versículo.
El contenido del libro indica que no pudo escribirse sino después del regreso de Nehemias a Persia (año 32 del reinado de
Artajerjes, 13:6) y antes de la muerte de Artajerjes (424 a.C.), si se hubiera escrito después de su muerte el libro haría
alguna mención debido a la importancia de este rey y a la cercanía que tenia Nehemias.

El Libro
La historia que comienza narrándose en Esdras se completa en Nehemias, este quien dos veces sirvió como gobernador
de Judea: 1º en el año veinte de Artajerjes (reino del 465 al 424 a.C.)(2:1), regresa a Persia durante el año treinta y dos del
mismo rey (13:6) y luego sale otra vez a Jerusalén.
El periodo que cubre Esdras y Nehemias comprende unos 110 años de historia, trece años después del mensaje de Esdras
aparece Nehemias quien vino a reedificar las murallas. Puede que Malaquias haya profetizado en esa época, si así fue
Malaquias y Nehemias trabajaron juntos para erradicar el culto politeísta y atacaron la promiscuidad de los israelitas con los
otros pobladores de Judá.
Fue tan exitosa su tarea que durante el periodo intertestamentario el pueblo no cayo en idolatría.
Nehemias se refiere a la fe en Dios cotidiana, Nehemias es el Santiago del A.T., retaba a la gente a mostrar su fe en Dios a
través de las obras, o sea de su comportamiento diario.
La primera sección del libro (cap...1-7) trata de las murallas de la ciudad, es este periodo trabajaban bajo el mando de
Nehemias y se sobrepusieron al desanimo (4:6), las burlas (2:20), las conspiraciones (3:9) y las amenazas y agresiones
físicas (4:17).
La segunda sección (cap. 8-10) esta dirigida a la gente dentro de la ciudad. El pacto fue renovado y los enemigos de
adentro fueron denunciados y contenidos rigurosamente.
La ultima sección (cap.11-13) El pueblo ha sido restaurado para obedecer la Palabra de Dios en tanto Nehemias trabaja
como líder laico y Esdras como sacerdote, Nehemias como gobernador apela a su influencia para apoyar la tarea de
Esdras y guiar al pueblo.

Divisiones del Libro


1- Nehemias regresa del Exilio para reconstruir las murallas de Jerusalén. 1:1-7:73
2- Esdras y Nehemias trabajan juntos 8:1-10:39
3- El verdadero arrepentimiento trae frutos de justicia. 11:1-13:31
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LIBRO DE ESTER
Autor
Aunque se desconoce quien lo escribió, fue escrito por algún judío que estaba familiarizado con las costumbres y el idioma
persa. Mardoqueo o Esdras pudieron hacerlo.
Ester fue esposa del rey Asuero

Fecha
(Jerjes l quien sucedió a Darío en el 485 a.C.), la historia se desarrolla en un periodo de cuatro años comenzando en el
tercer año de gobierno de Jerjes l.
Por ello se estima que el libro pudo ser escrito en el año 465 a.C. aprox.

El Libro
El Libro narra como el pueblo se salvo de una catástrofe en el siglo V a.C.
Ester era una judía huérfana que se convirtió en esposa oficial de Jerjes l, este gobernó sobre 127 provincias desde la India
hasta Etiopía, vivió en Susa capital de Persia.
En este tiempo cierto número de judíos se encontraban en Babilonia, a pesar que habían sido declarados libres hacia 50
años atrás.
Aman, segundo del reino, quería la destrucción del pueblo y quería manipular al rey para lograrlo.
Dios utiliza a Ester para salvarlos. Aman es ahorcado y Mardoqueo un líder judío en el imperio persa se convierte en primer
ministro. Se instituye la fiesta de Purim para conmemorar la salvación del pueblo.
Algo notable del libro es que no se menciona el nombre de Dios, sin embargo su presencia y de sus caminos se hace
presente en todo el libro, especialmente a través de la vida de Ester y Mardoqueo.
Ester y Mardoqueo no eran las personas idóneas para lograr la salvación, Ester sobrina huérfana adoptada por Mardoqueo
y el un judío exiliado. Sin embargo los dos muestran su madurez espiritual para afrontar cada paso que debían dar.
Ester y Mardoqueo temían a Dios y no a los hombres, independientemente de las consecuencias.
Rehusaron rendir homenaje a Aman, Ester arriesgo su vida por el pueblo presentándose ante el rey sin ser llamada. Su
misión fue salvar a aquellos que el enemigo pretendía destruir (2:21-23; 4:1-17; 7:1-6; 8:3-6).
Como resultado condujeron al pueblo hacia la libertad, fueron honrados por el rey y se les otorgo mayor autoridad,
privilegios y responsabilidades oficiales.

Divisiones del Libro


1- Se selecciona una nueva reina. 1:1- 2:17
2- Conspiración contra la vida del rey. 2:19-23
3- Se desarrolla un complot contra los judíos. 3:1-4:17
4- Mardoqueo es exaltado. 5:1-6:14
5- Aman es ahorcado. 7:1-10
6- Los judíos se salvan. 8:1-9:17
7- Se establece la fiesta de Purim. 9:18-10-3

LIBRO DE JOB
Autor
No se conoce el autor. Algunos se lo atribuyen a Moisés, otros a algún sabio y quizá hasta al propio Salomón.

Fecha
Las maneras, costumbres y el estilo de vida de Job son del periodo de los patriarcas (2000-1800 a.C. aprox.
Sin embargo los especialistas difieren de la fecha en que fue escrito.
Los que se lo atribuyen a Moisés fecha el libro en el siglo XV a. C., otros dicen que fue en el siglo ll a. C. y la mayoría
considera que fue en la era salomónica a mediados del siglo X a. C.

El Libro
Job fue un personaje real, se lo menciona en Ez.14:14, Sgo.5:11. Job era un gentil y se piensa que descendía de Nahor,
hermano de Abraham, y que conocía a Dios como el Shadai, ―El Todopoderoso‖ (el libro se refiere al shadai 30 veces). Job
era un hombre acaudalado y llevaba una vida seminómada.
El libro ha sido escrito como un poema dramático, los cap. 1 y 2 son ellos prologo y sirve de escenario a la historia.
Satanás se presenta a sí mismo junto a los hijos de Dios y cuestiona la piedad de Job (1:9), en esta parte del libro Dios
permite probar la fe de Job privándole de sus bienes, su familia y su salud, aun así no peco con sus labios. (2:10), entonces

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tres amigos visitan a Job (Bildad, Elifaz, Zofar) quienes quedan impresionados por la situación de Job, que se sientan siete
días en silencio junto a el.
La mayor parte del libro esta dedicada al dialogo que sostuvieron Job y Elidas, Job y Beldad, Job y Zafar, seguidos por el
reto de Helio a Job.
Los cuatro hombres buscan una respuesta ¿Por qué sufre Job?
Elifaz, basándose en la experiencia dice que es porque peco.
Bildad, apoyándose en la tradición dice que Job es un hipócrita y que ha pecado. (8:6).
Zofar condena a Job por su verbosidad, presunción y pecaminosidad. (11:6).
Los tres hombres llegan a la misma conclusión el sufrimiento es consecuencia del pecado y siempre se recibe castigo.
Dicen que se puede saber si una persona agrada o no a Dios por la prosperidad material que disfruta o por si sufre
adversidades.
Job mantiene la posición de que es inocente, según el la experiencia demuestra que tanto el creyente como el incrédulo
sufren y gozan de prosperidad. Lamenta su situación y vuelca su ira contra sus tres amigos por acusarlo en lugar de
consolarlo.
Después que los tres amigos han concluido aparece Eliu que enfrenta a Job, quien decide no responder a sus acusaciones.
El argumento de Eliu es: Dios esta por encima de todas las personas y no tienen el derecho ni la autoridad para pedirle
explicaciones. Algunas de las cosas son incomprensibles para el hombre, al mismo tiempo sugiere que Dios hablara si
nosotros escuchamos.
Marca que la actitud del que sufre debe ser humilde, permitiendo que Dios obre.
Este es el centro de su mensaje: En lugar de aprender de su sufrimiento, Job enfrenta a Dios como un incrédulo y por ello
todavía sufre.
Lo que Eliu quiere marcarle a Job es: Poner su fe en Dios en vez de pedir explicaciones, cambiar su actitud y mostrarse
humilde.
Al terminar de hablar las cuatro personas Dios habla a Job, no explica el porque de los sufrimientos de Job sino que lo
humilla por medio de una serie de interrogantes.
Se supone que Job no sabia por que padecía, Muchas veces Dios no puede explicar los por que, Dios participa de los
asuntos humanos, Job y su dolor importaban mucho a Dios como para que este hablara.
Quizá el propósito de Dios era agotar los sentimientos de autoestima, autojustificación, autosuficiencia de Job, de manera
que este encontrara su todo en el Señor.

Divisiones del Libro


1- Introducción. 1:1- 2:13
2- Dialogo entre Job y sus tres amigos. 3:1-26:14
3- Ultimas palabras de Job a sus amigos. 27:1-31:40
4- Eliu enfrenta a Job. 32:1-37:24
5- Dios habla desde el torbellino. 38:1-41:34
6- Job responde. 42:1-6
7- Conclusión. 42:7-17

LIBRO DE LOS SALMOS


Autor
El libro es una recopilación de cánticos y poemas hebreos usados en el culto congregacional.
La mayoría son cánticos de David, otros son de Moisés, Asaf, Heman, los hijos de Coré, Salomón, Etan y Jedutun. Otros
son anónimos por lo que son llamados: ―Salmos huérfanos‖.

Fecha
Los salmos individuales pueden haber sido escritos en un tiempo que va desde el éxodo hasta después del exilio en
Babilonia.
Pero las pequeñas colecciones fueron reunidos en periodos específicos de la historia de Israel: el reinado de David, el
gobierno de Ezequiel, durante el liderazgo de Esdras y Nehemias.
Esto explica la duplicidad de algunos salmos. (ver salmos 14 y 53).
El libro de los salmos tal cual hoy lo conocemos, salvo algunas variantes, fue editado en el tiempo de la Septuaginta griega
(traducción del hebreo al griego unos siglos antes de la venida de Cristo).
Salmos refleja lo que fue la adoración, la vida devocional y el sentimiento religioso de aproximadamente 1000 años de
historia.

El Libro
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El titulo hebreo es ―Sepher Tehillim‖ que significa ―Libro de las alabanzas‖, el titulo griego es ―Psalmoi o Psalterion‖ que
denota un poema que debe ser recitado con el acompañamiento de algún instrumento de cuerdas.
Sin embargo también se incluye salterio, lamentos, oraciones, peticiones, meditaciones, instrucciones etc.
El libro esta dividido en cinco pequeños libros:
Libro Primero salmos 1 al 41, la mayoría escritos por David.
Libro Segundo, salmos 42 al 72, asignados a los hijos de Coré, Asaf, David, Salomón y cuatro son anónimos.
Libro Tercero, salmo 73 al 89, la mayoría son de Asaf quien fue el maestro de coros del rey David (1º Cr.16:4-7).
Libro Cuarto, salmo 90 al 106, la mayoría son de autores desconocidos, David, Salomón, Moisés están allí representados.
Libro Quinto, salmo 107 al 150, aparecen mas salmos de David, La serie de salmos llamados: ―El aleluya egipcio‖ (sal.113-
118), los salmos finales se conocen como: ―El gran aleluya‖ (sal.146-150), cada cántico comienza y termina con la
exclamación ¡Aleluya!
Al comienzo de varios salmos aparecen subtítulos informativos, los cuales pueden ser: ―dedicado a‖, ―para el uso de‖ y
―perteneciente a‖.
Los que describen la coacción en que fueron escritos tratan de la vida de David.
Los salmos: 7, 34, 52, 54, 56, 57, 59, 142 se refieren a la relación entre Saúl y David.
Los salmos: 3, 18, 51, 60, 63 cubren el periodo cuando David reino tanto en Judá como en Israel.
Otros subtítulos aluden al instrumento musical con que se acompañaba la recitación del salmo, en la actualidad se
desconocen el significado de algunos símbolos.
En lugar de rima y sonido, la poesía y cánticos hebreos se caracterizan por el paralelismo o rima de sentido.
Muchos paralelismos expresan conceptos sinónimos en cada línea (36:5-6), otros son antitéticos, cuya segunda línea
expresa lo contrario de la anterior (20:8). También hay pares de versos sintéticos, que añaden sobre una idea ya expresada
(19:8-9), unos paralelismos son causales y la segunda línea justifica lo que se dice en la primera (31:21), algunos
paralelismos son de tres líneas (1:1), otros cuatro líneas (33:2-3), o aun mas.

LIBRO DE PROVERBIOS
Autor
Salomón, sin duda influenciado por su padre, escribió este libro en una etapa madura de su vida, cuando estaba en la cima
del poder. Su fuerza no se centraba en sus dotes militares sino en la reflexión, la meditación.
La sabiduría de Salomón no nace en el momento en que soluciona un conflicto entre dos mujeres (1º Re: 3:16-27), sino por
lo que dice1º Re 3:12, y por como se le llama en 1º Re 4:31, aun se lo compara con otros sabios de la historia 1ª Re. 30:1
y 31:1.

Fecha
El libro es una recopilación que se extendió durante un largo periodo de años, aunque la parte principal procede del año
950 a.C.
Los capítulos del 25 al 29 se sabe que fueron copiados por los varones de Ezequias.
La fecha de recopilación fue en el año 720 a.C. aprox. El material era de Salomón y fue hallado durante la época de
Ezequias.

El Libro
En la época de Salomón, Israel alcanzo su plenitud geográfica y un tiempo de paz, la paz unida a la sabiduría llevaron al
reino a un tiempo de esplendor, cuya grandeza llamo la atención a los reinos vecinos los cuales brindaron respeto a Israel.
El tema que da unidad a su contenido es: ―El temor de Jehová es el principio de la sabiduría‖ (9:10), que aparece formulado
de otra manera en 1:7.
Verdades como las siguientes han permanecido con el paso del tiempo
1- La sabiduría (la habilidad de juzgar y actuar de acuerdo con al dirección de Dios) es el mas valioso de los tesoros.
2- La sabiduría esta a disposición de todos, pero su precio es elevado.
3- La sabiduría tiene su origen en Dios, no en uno mismo, y nace de prestar atención a lo que se nos enseña.
4- La sabiduría y la justicia van juntas. Es bueno ser sabio, y es sabio ser bueno.
5- Los impíos sufren las consecuencias de su maldad.
6- El simple, el tonto, el haragán, el ignorante, el orgulloso, el derrochador, el pecador, nunca serán admirados.
El libro presenta muchos contrastes, la antítesis ayuda a entender el significado de la palabra clave. Entre los principios en
contraste se encuentran:
Sabiduría – necedad, Justicia- maldad, Bien- mal, Vida- muerte, Prosperidad- pobreza, Honor- deshonor, Permanencia-
transitoriedad, Verdad- mentira, Laboriosidad- indolencia, Amistad- enemistad, Prudencia- imprudencia, Fidelidad-
adulterio, Paz- violencia, Buena voluntad- ira, Dios- hombre.

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Divisiones del Libro
1- Introducción. 1:1-7
2- Advertencias y reprensiones sabias de un padre. 1:8- 8:36
3- El camino de la sabiduría versus el camino de la insensatez. 9:1-18
4- Proverbio de Salomón y dichos del sabio. 10:1-29:27
5- Proverbios de Agur. 301-33
6- Proverbios del rey Lemuel. 31:1-31

LIBRO DE ECLESIASTES
Autor y Fecha
El nombre Eclesiastés deriva de la palabra griega ―ecclesia‖ que significa: ―alguien que habla a una asamblea‖.
La palabra hebrea es ―qohélet‖ que significa: ―uno que se dirige a una asamblea‖, aunque a veces se traduce como: ―el
maestro o el predicador‖.
El libro se le atribuye a Salomón entre los años 971 y 931 a.C., quien lo escribió en su vejez.

El Libro
Es de una época donde las respuestas a preguntas tradicionales habían perdido su relevancia, el autor en vez de
responder a esas cuestiones de acuerdo a la escritura utiliza una metodología que se basa en la observación y la
inducción.
El autor aborda la sabiduría como un proceso intelectual, de forma parecida a los griegos y cuestiona su validez universal.
El predicador esta decidido a descubrir a Dios a través de su experiencia y su observación, de manera que el mismo
pueda verificarlo y transmitirlo a sus discípulos.
Para examinar el libro debe tomarse en cuenta su totalidad y luego analizarlo por partes, hay dos preguntas que revelan las
convicciones del autor: ―¿Que provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?, ¿Puede un
hombre hallar la sabiduría verdadera aparte de la revelación de Dios?
El autor pregunta si hay algún provecho que pueda ser hallado en este mundo, un término que abunda en el libro es
―vanidad‖, que indica lo que es mortal, pasajero, transitorio.
La sabiduría de 1:12-18 es vacía de valor real. La respuesta no se encuentra en los placeres, ni en las riquezas, logros
humanos, cosas materiales. Si nada de esto es de provecho, ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia ellos? La respuesta del
libro es que se debe disfrutar de todo aquello con lo que Dios bendice. (3:11,12; 5:18-20; 9:7-10), recordando que El
juzgara sobre todas las cosas. (11:7-10).
Ni siquiera la vida humana es el provecho que Eclesiastés busca.
Todo fue ordenado por Dios, y reconoce que el único provecho es el temor a Dios y a obedecer sus mandamientos, para
toda la humanidad. (12:13).
Mientras la verdadera justicia no existe sobre la tierra, Dios juzgara y pondrá en su momento todo en su lugar. (11:9,
12:14), con esta reflexión concluye el libro.

Divisiones del Libro


1- Prologo. 1:1-2
2- El problema. 1:3 –11
3- Intento de solucionar el problema. 1:12 – 2:26
4- Desarrollo del tema. 3:1 – 6:12
5- Sabiduría Práctica. 7:1 - 8:9
6- Retorno al tema. 8:10 – 9:18
7- Más sobre la sabiduría y sus aplicaciones. 10:1 – 11:6
8- Mandato a vivir para Dios. 11:7 – 12:7
9- Epilogo: Confirmación de las conclusiones. 12:-14

CANTAR DE LOS CANTARES


Autor y Fecha
Salomón.
Salomón aparece aquí como la personificación de las bendiciones del amor.
El libro no ofrece información sobre la fecha, pero el reino de Salomón se desarrollo entre los años 970 a.C. al 930 a.C.

El Libro
Amor, es la palabra clave en el libro, amor apasionado entre un hombre y una mujer, el rey Salomón y una mujer sulamita.
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Muestra el potencial de gozo matrimonial a la luz de los principios de Dios.
Este pacto de amor constituye la base de la relación entre Dios y el hombre. Por lo tanto se aplica tanto al matrimonio como
a la historia del pacto divino. De ahí que la mujer sulamita personifique a la mujer en un matrimonio ideal, y al pueblo del
pacto y su historia en la tierra prometida, bajo las bendiciones del amor salomónico.
El libro es una obra literaria y teológica, es muy diferente a cualquier libro de la Biblia, emplea un lenguaje simbólico al igual
que Apocalipsis.
Cantares contiene imágenes de una sulamita adornada de plantas de un jardín, esto es un paralelo poético entre el amor
marital y las bendiciones del pacto divino. Se revelan las bendiciones del pacto, ―sigue las huellas del rebaño‖ (1:8) La
sulamita revive la historia de Jacob. Ejecuta la danza de Mahanaim (6:13 – Gn. 32:2). Cuando La autoría del libro esta en
discusión, aunque la mayoría coincide en que fue halla al amado se aferra a El y no lo deja marcharse (3:4 – Gn. 32:26).
Fragantes mandrágoras crecen en sus campos (7:11-13-Gn. 30:14). Cuando las hijas la ven, la llaman bienaventurada (6:9
– Gn. 30:13).
En la sulamita, el corrupto árbol de Israel lleva ―frutos dulces‖ (7:13 – Dt. 33:13-17). Las bendiciones prometidas por el
pacto, que se habían torcido, son en ella restauradas.
Estos hechos pueden compararse con la relación de amor matrimonial. En este caso es al esposo a quien ella mantiene
asido y no deja marchar (3:4). Es su esposo quien elogia su belleza (6:4-10), y lo que presenta en 3:6 – 5:1, es la procesión
nupcial de una pareja real de novios que se regocijan mutuamente.

Divisiones del Libro


1- Se abre la escena. 1:1 – 2:7
2- En busca de la ternura. 2:8 – 3:5
3- En busca de amor reciproco. 3:6 – 5:8
4- En busca de la comunión. 5:9 – 8:4
5- Hermosura del amor. 8:5 –14

LOS LIBROS PROFÉTICOS


La Biblia hebrea se divide en tres grandes secciones: la Torá, los Profetas y los Escritos. Los Profetas, a su vez, se
subdividen en Profetas anteriores y posteriores. A los primeros pertenecen varios libros de carácter narrativo (Josué,
Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes). Los profetas posteriores son Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce profetas llamados
―menores‖, no porque su enseñanza sea menos valiosa o importante, sino porque sus escritos no son tan extensos como
los de los ―grandes‖ profetas. Esta versión de la Biblia, de acuerdo con la versión griega de los Setenta (LXX), incluye
también entre los profetas los libros de Lamentaciones y Daniel; pero el canon hebreo los pone en la tercera sección, es
decir, entre los Escritos (véanse las Introducciones a estos dos libros).
La palabra profeta es una transcripción del vocablo griego profetés, compuesto del verbo femi, que significa decir o
anunciar, y de la preposición pro, que tiene un sentido local (delante de o en presencia de). Profeta es, entonces, aquella
persona que anuncia delante de otros un mensaje de la divinidad. Además, de este sentido local, el pro puede tener sentido
sustitutivo: ―en lugar de‖, ―en nombre de‖, y así el vocablo profeta puede significar también ―el que habla en lugar de (Dios).‖
En la Biblia griega, la palabra profetes traduce el hebreo nabí, que según algunos intérpretes deriva de una raíz semítica
que significa llamar. En tal caso, el profeta sería el llamado (por Dios).
En el lenguaje corriente, suele llamarse profeta a la persona que anuncia el futuro. Pero esa idea tiene muy poco que
ver con lo que dice la Biblia acerca de los profetas. Estos no eran adivinos, magos o astrólogos, que se dedicaban a leer el
porvenir para poder anunciarlo anticipadamente. Eran los mensajeros y portavoces del Dios de Israel, enviados a proclamar
la palabra del Señor en un momento histórico preciso, y su mensaje, incluso cuando incluía alguna referencia al futuro,
estaba siempre vinculado a las necesidades de aquel momento (véase, Is. 7.1–17 y las notas correspondientes). De ahí la
importancia de conocer el contexto histórico en el que los profetas proclamaron la palabra de Dios, a fin de comprender su
verdadero sentido. Solo entonces se podrá actualizar su mensaje, en conformidad con las circunstancias y necesidades del
tiempo presente.
Los textos narrativos de la Biblia mencionan a numerosos profetas: Samuel, Natán, Elías y Eliseo son los más
conocidos. Pero al lado de estas grandes figuras hay muchos otros, cuyos nombres no suelen ser tan familiares, como, por
ejemplo, Gad, Ajías de Siló, Semaías, Micaías hijo de Imlá, y algunas profetisas como María, Débora y otra llamada Huldá,
que vivió en Jerusalén en tiempos del rey Josías. Estos relatos refieren a veces algunas palabras de estos profetas (cf., 1ª
Sa. 8.11–18; 2ª Sa. 7.4–16). Pero el acento recae, de modo especial, sobre la intervención de los profetas en momentos
decisivos de la historia de Israel (cf. 1 R 18). En los libros proféticos, por el contrario, las secciones narrativas pasan a un
segundo plano, y lo que más se destaca es la palabra del Señor.
Los profetas, por lo general, introducen sus mensajes con la frase Así dice el Señor. Al utilizar esa expresión u otras
semejantes, se presentan a sí mismos como mensajeros de Dios (cf. Is. 6.8), investidos de autoridad para proclamar su

21
palabra. Esta certeza de haber sido enviados por Dios es un elemento distintivo de la conciencia profética. Amós dice que
el Señor lo quitó de andar cuidando ovejas y le dijo: Ve y habla en mi nombre a mi pueblo de Israel (7.15). Jeremías
escuchó la voz del Señor que le decía: Yo pongo mis palabras en tus labios (1.9). Y Ezequiel comió el rollo donde estaba
escrito el mensaje del Señor a Israel (3.2). Por lo tanto, como enseña Isaías, todo el que cierra sus oídos al mensaje
profético desprecia la palabra del Dios Santo de Israel (5.24).
Con muy pocas excepciones, los escritos proféticos llevan un título, que sitúa al profeta en un momento histórico
determinado. Esta ambientación histórica se hace a partir de la cronología de los reyes (Is. 1.1; Os 1.1), o de un
acontecimiento importante y bien conocido, como la toma de Jerusalén o la deportación a Babilonia (Jer. 1.3; Ez. 1.1–3).
Para comunicar la palabra del Señor, los profetas emplean distintos géneros literarios. Hay entre sus escritos relatos de
visiones (Jer. 1.11–13; Am. 7.1–9; 8.1–3; 9.1–4), himnos parecidos a los salmos (Is. 12.1–6; 25.1–5), reflexiones de tipo
sapiencial (Is. 28.23–29; cf. Am. 3.3–8) y relatos de acciones simbólicas (Is. 20.1–6; Jer. 13.1–14; Os 1–3). Particularmente
significativos son, asimismo, los pasajes que describen el momento en que el Señor los llamó a ejercer la actividad
profética (Is. 6; Jer. 1.4–10; Ez. 1–3). Pero los dos géneros más frecuentes son los mensajes de salvación y los de juicio y
condenación. Estos últimos, que a veces comienzan con la fórmula ¡Ay de los que...!, denuncian primero los pecados
cometidos por el pueblo de Israel (Am. 2.6–16), por las naciones paganas (Am. 1.3–2.3), o por algún individuo (Is. 22.15–
19; Jer. 20.1–6), y esta acusación fundamenta el anuncio del castigo. Los mensajes de salvación, en cambio, proclaman el
amor misericordioso del Señor, que perdona y restaura a su pueblo (cf. Is. 4.3–6; Jer. 31.31–34; Ez. 37.1–14).
El Dios de los profetas es un Dios exigente. Él denuncia con extrema severidad los pecados de su pueblo, porque su
justicia y santidad no pueden tolerar la mentira, la idolatría, los crímenes y la injusticia. Pero no es un Dios que se revela
únicamente en actos de juicio y de condenación. Su mayor gloria consiste en darse a conocer como un Dios que salva, y
en mostrar que no solo Israel será el beneficiario de sus dones. Al ver la liberación de un pueblo que parecía perdido para
siempre, todas las naciones reconocerán que el Dios de Israel es el único Dios (cf. Ez. 36.23, 36; 37. 28; 39.7–8) y
exclamarán: Vengan, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y
podamos andar por sus senderos (Is. 2.3).
Los profetas ejercieron una influencia decisiva, primero en la religión de Israel y luego en el cristianismo. Pero muy pocas
veces los primeros destinatarios de su mensaje les prestaron la debida atención (cf., en este sentido, Hag. 1.14–15). En un
primer momento, sus palabras cayeron casi siempre en el vacío, y hay en los escritos proféticos toda una serie de textos
que dan testimonio de este rechazo. Cuando la palabra del profeta resultaba demasiado molesta, trataban de hacerlo
callar, como lo declara el mismo Señor por medio de Amós: Prohibieron a los profetas que hablaran en mi nombre (Am.
2.12; cf. 7.10–13). Otras veces les decían: No nos cuenten revelaciones verdaderas; háblennos palabras suaves; no nos
quiten nuestras ilusiones (Is. 30.10). Y cuando esas pretensiones chocaban con la inquebrantable fidelidad de los profetas
a la palabra de Dios (cf. Jer. 20.9), se intentaba desacreditar su mensaje, alegando que los anuncios proféticos tardaban
mucho en cumplirse. Por este motivo, Isaías denuncia el escepticismo de sus oyentes, que exclamaban: Que Dios haga
pronto sus cosas, para que las veamos; que el Dios santo de Israel cumpla de prisa sus planes, para que los conozcamos
(Is. 5.19; cf. 28.9–10). Y Ezequiel dirige el mismo reproche a los que decían: Pasan los días y las visiones del profeta no se
cumplen (12.22; cf. también 2.3–7; 12.26–28; 33.30–33).
Después de todos estos testimonios, no es nada extraño que Jesús haya podido declarar: Les aseguro que ningún profeta
es bien recibido en su propia tierra (Lc. 4.24). Para no incurrir en ese mismo pecado, es urgente abrir los oídos y el corazón
al mensaje de los profetas, pues ese mensaje es como una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que el día
amanezca y la estrella de la mañana salga para alumbrarles el corazón (2 P 1.19).

LIBRO DE ISAÍAS
El profeta Isaías era un ciudadano de Jerusalén, la capital del reino de Judá. Fue llamado a ejercer la misión profética hacia
el año 740 a.C. (cf. Is. 6.1) y desarrolló su actividad hasta fines del siglo VIII a.C. Tuvo por lo menos dos hijos (7.3; 8.3–4),
cuyos nombres simbolizaban aspectos importantes de su mensaje. Su esposa es llamada la profetisa (8.3), lo que no
implica necesariamente que haya profetizado ella misma, como lo hicieron otras mujeres en Israel (cf. Ex 15.20; Jue. 4.4; 2
R 22.14). Tal vez quiere decir, simplemente, que era la esposa del profeta y que sus hijos habían sido puestos por el Señor
como señales vivientes para el pueblo de Israel (cf. Is. 8.18).
El texto bíblico no da indicaciones concretas sobre la vida y la condición social de Isaías. Sin embargo, algunos indicios
diseminados en los caps. 1–39 permiten afirmar que fue una persona de reconocida autoridad e influencia en la corte real y
que quizá pertenecía a la aristocracia de Jerusalén. Los indicios más significativos son la facilidad con que podía
presentarse ante los reyes (7.3–17; 39.3; cf. 37.2), su activa participación en los asuntos del reino (cf., por ejemplo, 37.5–7)
y su vinculación con algunos sacerdotes y altos funcionarios de Jerusalén (8.2).
En tiempos de Isaías, el reino de Judá estuvo constantemente amenazado por los ataques del enemigo. Al comienzo
mismo de su misión profética, los reinos de Israel y de Damasco se aliaron contra el rey Ahaz en la llamada guerra siro-
efraimita (7.1–2). Más tarde, Jerusalén soportó la invasión y el asedio del rey asirio Senaquerib (cf. caps. 36–37). Otro
hecho de enorme importancia, acaecido también durante la vida del profeta, fue la desaparición del reino de Israel: en el
22
año 721 a.C., Samaria fue sitiada y destruida por los asirios, con lo cual llegó a su fin la historia del reino del Norte (cf. 2 R
17.3–6).

El contenido del libro de Isaías (=Is) puede dividirse en tres grandes secciones. En la primera (caps. 1–39), el profeta
condena severamente los pecados e infidelidades de su pueblo. Para Isaías, el Señor era, ante todo, el Dios santo de Israel
(1.4; 5.19, 24; 10.20), que pedía justicia en las relaciones sociales y sinceridad en el culto que se le tributaba. Pero allí
donde el Señor esperaba justicia, no se escuchó otra cosa que el clamor de los oprimidos (5.7); y el culto celebrado en el
Templo no era agradable a sus ojos, porque los que presentaban sacrificios y ofrendas tenían las manos manchadas de
sangre (1.15).
El mensaje de Isaías está muy ligado a los acontecimientos históricos de su época. Así, por ejemplo, el llamado ―libro del
Emanuel‖ (caps. 7–12) relata la actividad del profeta durante la llamada guerra siro-efraimita. También intervino
activamente cuando Jerusalén fue asediada por Senaquerib (701 a.C.). Dirigió gran parte de su mensaje a los
responsables políticos y militares de Judá (cf. 9.1–2), sobre todo a los que esperaban salvar a la nación entablando
negociaciones con otros países (cf. 30.1–5). En todas estas intervenciones, Isaías aparece como el profeta de la fe: solo la
inquebrantable confianza en el Señor, y no las alianzas con naciones extranjeras, podía traer la salvación a Israel (7.8–9).
Esta sección incluye también otra serie de mensajes proféticos provenientes de distintas épocas: oráculos contra las
naciones paganas (caps. 13–23), el Apocalipsis de Isaías (caps. 24–27), poemas (caps. 34–35) y pasajes narrativos (caps.
36–39).
La segunda sección del libro de Isaías (caps. 40–55) se abre con un mensaje de consolación a los israelitas deportados a
Babilonia (40.1). Ya no se escuchan palabras de juicio y de condenación, sino que el profeta anuncia a los exiliados, en
nombre del Señor, que muy pronto serían devueltos a la patria de la que habían sido desterrados. Ciro, rey de los persas,
era el instrumento elegido por el Señor para llevar a cabo esta liberación (véase 41.2 n.), descrita a veces como un nuevo
éxodo (43.18–19).
Para darle más fuerza a su mensaje, el profeta recurre una y otra vez al tema de la creación: Dios es el creador de todas
las cosas y todo está bajo su dominio. Este Dios poderoso, que eligió a Israel, lo entregó en manos de sus enemigos a
causa de sus pecados (43.28; 47.6). Pero no se ha olvidado de él, sino que con el mismo poder desplegado en la creación
pronto liberará a su pueblo (40.28–31; 51.13–16).
En esta segunda parte del libro se destacan los poemas del Siervo del Señor (véase 42.1–9 n.). Estos presentan al perfecto
discípulo del Señor, que proclama la verdadera fe, soporta duros padecimientos para expiar los pecados de su pueblo y es
glorificado por Dios. Desde sus comienzos, la iglesia cristiana ha reconocido en estos poemas el anuncio misterioso de la
muerte redentora y de la glorificación de Jesús, el Siervo del Señor por excelencia.
La tercera y última parte (caps. 56–66) contiene mensajes proféticos referidos a temas diversos: advertencias sobre el
verdadero ayuno (58.1–12) y la observancia del sábado (58.13–14), críticas a los malos gobernantes (56.9–12), denuncias
del falso culto y de perversiones morales y religiosas (57.4–5, 9; 65.4; 66.3). Esto hace pensar que los destinatarios de
estos mensajes proféticos ya no eran, como en la segunda parte, los deportados a Babilonia, sino los que habían
regresado a su patria y luchaban por reconstruir la nación en medio de dificultades internas y de amenazas externas. Para
combatir la desesperanza colectiva (cf. 59.9–10), el profeta declara que el pecado es el que retrasa la llegada de la
salvación definitiva (59.9) y reafirma la fidelidad del Señor a sus promesas. El va a crear un cielo nuevo y una tierra nueva
(65.17; 66.22), hará brillar sobre Jerusalén una luz resplandeciente (60.1) y todas las naciones verán su gloria (62.2).
El siguiente esquema presenta las secciones que integran este libro profético:
I. Primera parte (1–39)
1. Mensajes acerca de Jerusalén y de Judá (1–6)
2. El libro del Emanuel (7–12)
3. Mensajes sobre los pueblos extranjeros (13–23)
4. El Apocalipsis de Isaías (24–27)
5. Diversos poemas sobre Israel y Judá (28–35)
6. Apéndice histórico (36–39)
II. Segunda parte: la consolación de Israel (40–55)
III. Tercera parte (56–66)

LIBRO DE JEREMÍAS
Jeremías, oriundo de Anatot, una aldea situada a unos 5 km. al noreste de Jerusalén, pertenecía a una familia sacerdotal,
pero cuando era todavía muy joven, Dios lo llamó a ejercer la misión profética (Jer. 1.1–2). En esa época, Asiria estaba
llegando a su ocaso y Babilonia aún no había empezado a someter los territorios que se habían liberado de la dominación
asiria. Ayudado por esas circunstancias externas favorables, el rey Josías de Judá empezó a promover su reforma religiosa
y a desarrollar una política independiente (véase 2 Cr. 34.3 n.). Pero este proceso de restauración quedó trágicamente
interrumpido por la muerte del joven rey en Meguido, el año 609 a.C. (2 R 23.29–30). Los reyes que le sucedieron en el
23
trono, mal asesorados por sus funcionarios, cometieron un desacierto tras otro, y el resultado final de la desintegración
política y moral fue la destrucción de Jerusalén en el 587 a.C.
Desde el momento en que Jeremías llegó a Jerusalén, hasta su muerte en Egipto, transcurrieron unos cuarenta años. En
ese tiempo, el panorama político del Oriente próximo cambió radicalmente. Nínive, la orgullosa capital de Asiria, fue
destruida en el 612 a.C. (cf. Nah. 1–3). Egipto trató de aprovecharse de aquel momentáneo vacío de poder, pero su intento
terminó en fracaso. En cambio, la victoria de Carquemis aseguró la supremacía de Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien
no tardó mucho tiempo en someter los territorios vecinos (véanse Jer. 25.12 n.; 46.2 nota c). El peso de esta dominación se
hizo sentir también en el reino de Judá, que hasta el momento de su caída se vio internamente dividido por dos corrientes
contrarias: unos aceptaban someterse, al menos temporalmente, al yugo de Babilonia; otros, los nacionalistas a ultranza,
opusieron una obstinada resistencia a la potencia dominadora. Jeremías, como profeta del Señor, tuvo que tomar partido
frente a los acontecimientos de su época (cf. 27.6–8), y esta firme toma de posición le ocasionó innumerables
padecimientos (cf. 38.1–13).
Con sus 52 capítulos, el libro de Jeremías (=Jer) es una de las colecciones más extensas de escritos proféticos. Por tanto,
para facilitar la lectura es conveniente tener una idea de cómo están agrupados los textos en las distintas secciones.
Los caps. 1–25 son en su mayoría poéticos y corresponden a la predicación de Jeremías en las dos primeras décadas de
su actividad profética. En esa etapa, su principal preocupación fue lograr que Israel tomara conciencia de sus pecados. De
ahí la insistencia con que el profeta denuncia la mentira, la violencia, la injusticia con el prójimo, la dureza de corazón (11.8;
16.12) y, sobre todo, el pecado que está en la raíz de todos estos males: el abandono de Dios (2.13; 9.3). En lugar de
mantenerse fiel al Señor, que lo había liberado de la esclavitud en Egipto, el pueblo le dio la espalda (2.27; 7.24), lo
abandonó (2.19) y se prostituyó sirviendo a otros dioses (3.1; 13.10). Esta infidelidad a la alianza debía traer como
consecuencia inevitable el juicio divino. Por eso, al mismo tiempo que condenaba la gravedad del pecado y llamaba a la
conversión, Jeremías anunció la inminencia del desastre, y hasta se atrevió a predecir públicamente la destrucción del
templo de Jerusalén (7.14).
Esta predicación de Jeremías, especialmente después de la muerte del rey Josías, encontró una resistencia cada vez más
obstinada de parte de sus compatriotas (cf. 11.18–19). El pueblo y sus gobernantes no atinaban a encontrar el verdadero
camino, y ni siquiera eran capaces de reaccionar cuando la voz de los profetas los llamaba a la reflexión. La experiencia de
este rechazo, repetida una y otra vez, hizo que Jeremías se interrogara dolorosamente sobre el porqué de aquella
resistencia a la palabra de Dios, y sus conclusiones fueron francamente pesimistas: el corazón humano es duro y rebelde
(5.23), y el pecado está grabado en él con cincel de hierro y punta de diamante (17.1). La cigüeña conoce el curso de las
estaciones, pero Israel no comprende el mandato del Señor (8.7). Y así como el leopardo no puede sacarse las manchas
de la piel, así tampoco los habitantes de Judá, demasiado habituados al mal, eran capaces de hacer lo que es bueno
(13.23).
La expresión más conmovedora de estas dolorosas experiencias son las llamadas ―Confesiones de Jeremías‖, que se
encuentran diseminadas en esta sección (véase 11.18–12.6 n.). La lectura de esos pasajes, que tienen algunas
semejanzas con los Salmos de lamentación, deja entrever la sinceridad y profundidad del diálogo que el profeta mantuvo
con el Señor en sus momentos de crisis. Jeremías expresa su decepción y amargura por los innumerables sufrimientos que
le había reportado el cumplimiento de su misión, y las respuestas que le da el Señor resultan a primera vista
desconcertantes: unas veces le responde con nuevas preguntas, otras le da a entender que las pruebas aún no han
terminado y que deberá afrontar otras todavía más duras. Así el Señor le fue revelando poco a poco que el sufrimiento por
la fidelidad a la Palabra es inseparable del ministerio profético.
La sección comprendida por los caps. 26–45 está redactada predominantemente en prosa. Allí se narran varios incidentes
de la vida del profeta, y en medio de los relatos se insertan algunos resúmenes de su predicación. Estos caps. muestran la
oposición de que fue objeto y la tenacidad con que se mantuvo fiel a su misión. También hay referencias a Baruc, el fiel
compañero y secretario de Jeremías. Tales referencias ofrecen datos importantes para reconstruir el proceso en que fue
redactado este libro profético (cf. 36.1–4, 27–32).
Pero Jeremías no fue enviado solamente para arrancar y derribar, sino también para construir y plantar (1.10). Por eso,
esta serie de relatos se interrumpe con varias promesas de salvación, que forman lo que se ha dado en llamar ―el libro de la
consolación‖ o ―de la esperanza‖ (caps. 30–33). La ubicación de estos anuncios en el conjunto del libro es muy significativa,
porque tienen como contexto inmediato los relatos que evocan el asedio de Jerusalén por el ejército de Babilonia y la
situación dolorosa del profeta. Así se pone de manifiesto que aun en medio de la desgracia, el pueblo debía seguir
confiando en la misericordia del Señor.
Entre estas promesas de salvación se destaca el anuncio de la nueva alianza: Dios va a restablecer su lazo de unión con
Israel, que había sido roto por los pecados del pueblo; pero esa nueva alianza no será como la antigua, ya que el Señor no
grabará su ley sobre tablas de piedra, como lo había hecho en el monte Sinaí, sino que la escribirá en los corazones,
produciendo así en el interior de cada uno la capacidad de conocer a Dios y de serle fiel (31.31–34). Este anuncio de la
nueva alianza, que tuvo una gran repercusión en el NT (cf. Mt. 26.28; Heb. 8.7–13), era la respuesta a las afirmaciones de
Jeremías sobre la dureza del corazón humano: Dios tiene que transformarlo radicalmente, porque de lo contrario el pueblo
no sería capaz de dar el primer paso.
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Como otros escritos proféticos, el libro de Jeremías contiene también una serie de mensajes contra las naciones paganas
(caps. 46–51), cuya introducción se encuentra en 25.15–38. Jeremías, en efecto, había sido constituido profeta de las
naciones (1.5), y si bien debió hablar, ante todo, a los habitantes de Judá y de Jerusalén, tuvo que hacerlo en un contexto
donde los pueblos vecinos de Israel desempeñaban un papel importante (cf. 27.1–3). Además, en todos estos pasajes se
pone de relieve una misma convicción: el Dios de Israel es el Señor de la historia; su señorío no se limita al pueblo elegido,
sino que se extiende más allá de las fronteras de Israel. Hay que notar, asimismo, que los mensajes contra las naciones
extranjeras también contienen anuncios de salvación para algunas de ellas (46.26; 48.47; 49.6; 49.39).
Por último, el cap. 52 reproduce con algunas variantes el relato de 2 R 24.18–25.30 sobre la caída de Jerusalén. Así queda
demostrado que Jeremías era un verdadero profeta, ya que el Señor dio pleno cumplimiento a sus anuncios (cf. Dt. 18.21–
22).
El siguiente esquema presenta una visión global de este libro profético:
I. Mensajes proféticos sobre Judá y Jerusalén (1–25)
II. Relatos biográficos y anuncios de salvación (26–45)
III. Mensajes contra las naciones extranjeras (46–51)
IV. Apéndice histórico: la caída de Jerusalén (52.1–34)

LIBRO DE LAMENTACIONES
Después de la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. (2 R 25.1–21), comenzaron a celebrarse, junto a las ruinas del
Templo, ceremonias conmemorativas de la gran catástrofe nacional. En estas celebraciones, la oración y el ayuno se unían
a otras manifestaciones de aflicción y de duelo (cf. Jer. 41.5; Zac. 7.3; 8.19), y de ese modo se mantenían vivos, a un
mismo tiempo, el recuerdo de aquel trágico acontecimiento y la esperanza en la restauración anunciada por los profetas (cf.
Jer. 30–31).
Un eco de las ideas y sentimientos que animaban aquellas conmemoraciones se encuentra en los cinco poemas que
forman el libro de Lamentaciones (=Lm). En estos poemas se presenta a Jerusalén como una mujer que se ha quedado
viuda (1.1), o como una madre que llora y se lamenta amargamente por la muerte, la dispersión y la humillación de sus
hijos (2.19, 22). Pero, sobre todo, el pueblo confiesa sus pecados (1.8, 14, 20; 3.42; 4.6) y reconoce que el Señor no ha
cometido ninguna injusticia al tratar a Jerusalén y a Judá con tanta severidad (1.18). Por eso, este libro no contiene
solamente lamentos individuales (cf. 1.12–16) o colectivos (cf. 3.43–47; 5.1–22), sino también expresiones de profunda
confianza en el Señor (3.21–24), cantos de alabanza (5.19) y de acción de gracias (3.55–57), e invitaciones a reflexionar en
profundidad sobre el sentido de los recientes acontecimientos (3.40–41).
Los cuatro primeros poemas contienen 22 estrofas, y las letras que están al comienzo de cada estrofa siguen el orden del
alfabeto hebreo. Es decir, que estos cuatro poemas son ―acrósticos‖ o ―alfabéticos‖, lo mismo que algunos salmos y otras
composiciones poéticas del AT (véase Sal 9 nota a; cf. Pr. 31.10–31). La quinta lamentación no usa este artificio literario,
pero cuenta con 22 versículos, que es el número de las letras del alfabeto hebreo.
El nombre de Lamentaciones proviene de la versión griega del AT llamada ―de los Setenta‖ o ―Septuaginta‖ (LXX). La Biblia
hebrea, en cambio, da a este libro el nombre de Eijá (lit. ¡Cuán...!), de acuerdo con la costumbre judía de nombrar los libros
de la Biblia con la palabra que figura al comienzo de cada uno de ellos. La tradición 7.28 hebrea, por otra parte, lo llama
Quinot, término que designaba originariamente los lamentos o cantos fúnebres que se entonaban por un muerto (cf. 2 Cr.
35.25), y que luego se aplicó también a los poemas compuestos con ocasión de alguna catástrofe nacional (cf. Jer. 7.29;
9.10[9],19[18]; Am. 5.1–2). El poeta de las Lamentaciones emplea esta forma literaria, pero le añade un contenido nuevo.
Porque él no solo expresa su dolor por la tragedia que puso fin a una etapa en la historia de Israel, sino mantiene firme su
fe y su confianza en el Señor, sabiendo que es preciso esperar en silencio (3.26), hasta que el Señor del cielo nos mire
desde lo alto (3.50).
En el texto hebreo del AT no hay ninguna referencia que relacione este libro con el profeta Jeremías. Pero en la versión
griega (LXX), el libro está precedido por una nota que dice: ―Y sucedió que cuando Israel fue llevado al cautiverio y
Jerusalén quedó devastada, el profeta Jeremías se sentó a llorar y entonó esta lamentación por Jerusalén, diciendo...‖.
Esta nota pasó luego a la versión latina (Vulgata) y dio lugar a que el libro fuera conocido como Lamentaciones de
Jeremías.
El siguiente esquema ofrece una visión global del libro:
I. Primer lamento (1.1–22)
II. Segundo lamento (2.1–22)
III. Tercer lamento (3.1–66)
IV. Cuarto lamento (4.1–22)
V. Quinto lamento (5.1–22)

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EZEQUIEL
Cuando se considera la magnitud de la catástrofe que se abatió sobre el reino de Judá en el 586 a.C., resulta asombroso
que el pueblo de Israel no haya desaparecido de la historia como tantas otras naciones del antiguo Oriente. Jerusalén fue
arrasada, el templo incendiado y buena parte de la población llevada al exilio (2 R 25.8–11). Abrumados por la desgracia,
algunos israelitas ponían en duda la justicia divina (Ez. 18.2); otros se hundían en la desesperanza, pensando que todo
había terminado para Israel como nación (Ez. 37.11); otros, en fin, suplicaban la misericordia divina sin llegar a ver el
término de sus padecimientos (Lm. 1.20–21).
Esta crisis debió agravarse todavía más cuando los deportados a Babilonia, arrancados de su suelo patrio, entraron en
contacto con aquel gran centro político y cultural y se vieron rodeados de un esplendor y un poderío insólitos. Frente a tanta
magnificencia, su propia cultura debió parecerles en extremo pobre y atrasada. No es de extrañar, entonces, que muchos
exiliados se hayan adaptado, tal vez con resignación al comienzo, y después de buena gana, a las nuevas condiciones de
vida en el país del exilio.
Sin embargo, no todos los deportados aceptaron sin más la idea de quedarse a vivir para siempre en Babilonia. El territorio
de Israel era para ellos mucho más que un lugar como cualquier otro: era la Tierra prometida a la descendencia de
Abraham y el sitio donde se encontraba la Ciudad de Dios (véase Sal 46 n.). Este recuerdo mantenía vivo el deseo de
retornar a Jerusalén (cf. Sal 137), para reconstruir el templo destruido e impedir que el pueblo de Israel se desintegrara en
medio de naciones más poderosas que él.
Entre los que más contribuyeron a mantener despierta la conciencia de los israelitas en el exilio ocupa un lugar
preeminente el profeta Ezequiel, autor del libro que lleva su nombre (=Ez). Situado en el límite de un mundo ya muerto y de
otro que debía nacer, su mensaje profético está lleno de evocaciones del pasado (cf. Ez. 16; 20; 23), de referencias a la
situación presente (cf. 18.2, 31–32) y de promesas de salvación para el futuro (caps. 36–37).
Puede afirmarse con suficiente seguridad, que Ezequiel integró la columna de israelitas que fueron llevados al exilio junto
con Joaquín, rey de Judá, en la llamada primera deportación a Babilonia (cf. 2 R 24.8–17). En Jerusalén, antes de partir
para el destierro, había sido sacerdote en el culto del templo; pero un día, mientras estaba a orillas del río Quebar, en
Babilonia (Ez. 1.1–3), tuvo una deslumbrante visión que cambió por completo su vida: el Dios de Israel lo llamó a ejercer la
misión profética, y a partir de aquel momento fue el portavoz del Señor en medio de los deportados (cf. Ez. 3.10–11). Su
actividad se extendió por lo menos hasta el 571 a.C., pues ninguno de sus mensajes lleva una indicación cronológica
posterior a esa fecha.
En la primera parte de su ministerio, cuando Jerusalén aún no había sido destruida, Ezequiel anunció incansablemente que
la ruina de la ciudad era ya inevitable (cf. Ez. 9.8–10). La imagen del matrimonio y del adulterio, heredada de Oseas y de
Jeremías, le sirvió para resumir la historia de Israel como una historia de infidelidades e idolatrías. Jerusalén era el lugar
donde más se había concentrado el pecado (caps. 8–12); era una ciudad llena de crímenes, y la justicia de Dios no podía
dejarla sin castigo (Ez. 22). Además, para hacer que su mensaje penetrara más profundamente en aquel auditorio muchas
veces rebelde y escéptico, el profeta realizaba extrañas acciones simbólicas (Ez. 4–5), ininteligibles para sus destinatarios,
que se veían obligados a preguntarle: Explícanos qué quiere decir eso que estás haciendo (24.19; cf. 12.9). (Véase Jer.
13.1–11 n.)
Cuando la caída de Jerusalén confirmó la verdad de sus anuncios proféticos (cf. 33.21–22), Ezequiel debió gozar de un
prestigio incuestionable entre los exiliados a Babilonia. Su hermosa voz y sus aptitudes musicales (cf. 33.32) debían ejercer
una especial fascinación sobre el espíritu de sus compatriotas. Su misión consistió entonces, sobre todo, en preparar a sus
hermanos de exilio para la futura restauración, haciéndoles comprender el verdadero motivo de aquella catástrofe (36.16–
19).
Los temas de su predicación en esta segunda etapa son de una gran riqueza doctrinal. Ezequiel ya no anunció la
inminencia del castigo, sino la llegada de la salvación. El pueblo disperso iba a ser congregado y llevado de nuevo a la
tierra prometida (34.13; 36.24). El mismo Señor lo apacentaría, como un pastor apacienta sus ovejas, y lo haría descansar
en los mejores pastizales (34.14–15). Particularmente significativo es el lenguaje utilizado por el profeta para referirse a la
total transformación que iba a realizar el Señor en el pueblo rescatado del exilio: Los lavaré con agua pura...; pondré en
ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un
corazón dócil. Pondré en ustedes mi espíritu y haré que cumplan mis leyes y decretos; vivirán en el país que di a sus
padres, y serán mi pueblo y yo seré su Dios (36.25–28).
Entre estas dos secciones se intercalan los mensajes contra las naciones (caps. 25–32). Los paganos, instrumentos
momentáneos de la ira divina, sufrirían a su vez el castigo merecido por su exceso de soberbia y de crueldad. Estos
mensajes sirven de preludio a la gran visión final, que describe el nuevo templo de Jerusalén en medio de la nación
totalmente purificada y renovada (caps. 40–48).
Se ha afirmado con razón que en la persona de Ezequiel convivían muchas almas: era sacerdote y profeta, contemplativo y
hombre de acción, poeta inspirado y razonador sutil, heraldo de ruina y profeta de salvación. Esta rica personalidad explica
la riqueza y complejidad de su mensaje. Su condición de sacerdote se manifiesta en la preocupación por el templo del
Señor (10.18–22; 43.1–12), en el horror por las impurezas rituales (4.14) y en el cuidado por distinguir lo sagrado de lo
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profano (45.1–6). Pero ese sacerdote era al mismo tiempo profeta, y tenía clara conciencia de haber sido puesto como
centinela de Israel en uno de los momentos más críticos de su historia (3.16–21). Por otra parte, algunos pasajes de
Ezequiel anticipan los temas y el estilo de la literatura apocalíptica (cf. caps. 37–39). Sus grandiosas visiones preparan las
de Daniel, y no es extraño que el Apocalipsis de Juan se refiera con frecuencia a sus escritos.
La presencia de un profeta como Ezequiel contribuyó en gran medida a que el exilio en Babilonia fuera uno de los periodos
más ricos y fecundos en la historia de Israel. Ezequiel, como antes Oseas, compara el exilio con una vuelta al desierto, de
la que Israel debía salir purificado (20.35–37). Antiguamente, antes de entrar en la Tierra prometida, el pueblo de Dios
había pasado por el desierto; ahora, del desierto del exilio, ese pueblo saldría renovado. La prueba era mucho más que un
medio de purificación; era también una experiencia espiritual que le permitía acceder a un renacimiento más profundo.
El libro de Ezequiel consta de las partes siguientes:
I. Llamamiento del profeta (1–3)
II. Predicación de Ezequiel hasta la caída de Jerusalén (4–24)
III. Mensajes contra las naciones (25–32)
IV. Promesas de salvación (33–39)
V. La Jerusalén del futuro (40–48)

DANIEL
La Biblia griega (LXX) ha puesto el libro de Daniel (=Dn) después de Ezequiel, es decir, entre los libros proféticos. La Biblia
hebrea, en cambio, lo sitúa en la tercera parte del canon, en la sección correspondiente a los Escritos (véase Introducción a
la Biblia). Esta última ubicación es muy significativa, porque el libro presenta numerosas características que lo distinguen
de los demás escritos proféticos. Estas características permiten definirlo como una obra perteneciente a la literatura
apocalíptica (véase la Introducción al Apocalipsis).
Los escritos apocalípticos tienen rasgos bien definidos de forma y de contenido. Uno de los más notables, desde el punto
de vista literario, es que suelen comunicar su mensaje por medio de visiones simbólicas. Estas visiones se presentan por lo
general de manera imprevista, y producen en el vidente un fuerte impacto emocional (cf.; 10.8, 17) e incluso el
desvanecimiento y la enfermedad física (8.27; 10.9; cf. Ap. 1.17). De ahí las palabras de Daniel a la persona que se le
manifiesta en la visión: ¿Cómo va a poder hablar contigo este siervo tuyo, si estoy completamente sin fuerzas y hasta me
falta el aliento? (10.17).
En lo que respecta al contenido, los Apocalipsis presentan el curso de la historia humana como un drama en dos actos. El
primero se desarrolla aquí en la tierra. En esta etapa, el pueblo de Dios está sometido momentáneamente a los imperios
del mundo presente, y estos pueden perseguir a los fieles e incluso infligirles el martirio (cf. 7.25). Pero al fin de los tiempos,
cuando el Reino de Dios llegue de manera imprevista, desaparecerán todos los imperios terrenos, y el poder y la gloria de
todos los reinos de la tierra serán dados al pueblo del Dios altísimo (7.27). Esta historia, según Dn. 12.1–3, culminará con la
resurrección de los muertos. Ya antes de Dn., algunas profecías más antiguas, como Is. 26.19 y Ez. 37, habían empleado
el lenguaje de la resurrección para referirse a la restauración nacional de Israel. Pero aquí se habla con toda claridad de la
resurrección personal.
El libro de Daniel consta de dos partes bien diferenciadas. La primera (caps. 1–6) es de carácter narrativo y tiene como
protagonista a un joven judío llamado Daniel. A este joven lo llevan de Jerusalén a Babilonia, y allí, con tres de sus amigos,
recibe una educación especial para prestar servicios en la corte del rey Nabucodonosor. En la escuela de la corte real,
aprende la lengua y la literatura de los caldeos (cf. 1.4), y muy pronto se destaca por su sabiduría extraordinaria: cuando
falla la ciencia de los magos y adivinos, Daniel, gracias al Dios que revela las cosas profundas y secretas (2.22), logra
descifrar el significado de los sueños e incluso es capaz de leer e interpretar una escritura misteriosa (5.24–28). Además, él
y sus compañeros israelitas cumplen con toda fidelidad las prescripciones rituales del judaísmo, en particular las relativas al
consumo de alimentos, y el Señor los recompensa dándoles una salud y un aspecto mejores que el de los jóvenes
alimentados con la misma comida que se sirve al rey (1.8–16). Esta estricta fidelidad a la religión de sus padres hace que
en repetidas ocasiones se vean sometidos a gravísimos peligros, pero el Señor los libera milagrosamente de todos los
males.
Los relatos de esta primera parte manifiestan una evidente intención didáctica. Todos ellos hacen ver que la sabiduría de
Dios es infinitamente superior a la sabiduría de los pueblos paganos, y que él tiene poder para salvar a sus fieles aun en
las situaciones más riesgosas.
Luego viene la segunda sección (caps. 7–12), que contiene las visiones simbólicas propiamente tales. Estas visiones
desarrollan y amplían algunas ideas ya esbozadas en la primera parte, pero difieren de los textos narrativos por su
contenido y por su expresión literaria.
La sección comienza con la visión de cuatro animales monstruosos que salen de lo profundo del mar. Los animales
representan los imperios que se van sucediendo en el dominio del mundo, de manera que el simbolismo de la visión enlaza
con el de la estatua en el sueño de Nabucodonosor (cap. 2). Estos imperios devoran la tierra y la destrozan (cf. 7.23), pero
al final el Señor les arrebatará el poder, dejándolos completamente destruidos (7.26). Como consecuencia de esta
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intervención divina, la situación del mundo presente y de la condición humana cambiará radicalmente, porque ya nada
podrá oponerse a la soberanía de Dios sobre la creación.
En lo que respecta a la fecha de composición del libro, las opiniones están divididas. Algunos piensan que fue redactado
durante el exilio en Babilonia, y otros en la época de los macabeos (véase la Tabla cronológica). En favor de esta segunda
fecha están las referencias bastante evidentes a la persecución del rey Antíoco IV Epifanes. Más aún: el libro alude
repetidamente a la profanación del templo de Jerusalén por parte de este monarca helenista, y a la consiguiente
persecución de los israelitas (9.27; 11.30–35). Pero estas claras alusiones contrastan de manera notable con la vaga
referencia a su muerte (11.45), acaecida en el 164 a.C. Esto hace pensar que la redacción definitiva del libro se llevó a
cabo poco antes de la muerte de Antíoco IV, es decir, hacia el año 165 a.C.
El Apocalipsis de Daniel fue escrito para su propio tiempo. El objetivo principal de su autor fue explicar a sus hermanos el
sentido de la crisis que estaban padeciendo y animarlos a mantenerse fieles a Dios en medio de la persecución. Sin
embargo, las enseñanzas que de él se desprenden pueden ayudarnos a entender la situación presente, ya que en las
persecuciones a que se vio sometido el pueblo de Israel en tiempos de Antíoco IV Epifanes se perfilan todas las pruebas
futuras del pueblo de Dios. Tal es el sentido de la literatura apocalíptica.
De modo particular, el libro de Daniel es portador de un gran mensaje de esperanza. Con mucha frecuencia, el mal y la
injusticia parecen triunfar en el mundo, pero Dios es el soberano de la historia. En el momento indicado, él establecerá su
reino eterno, y así dará pleno cumplimiento al designio que se había fijado desde antes de la creación. Su voluntad
soberana será reconocida, la corrupción dará paso a la incorruptibilidad, y los que guiaron a muchos por el camino recto
brillarán como la bóveda celeste (12.3).
El siguiente esquema resume el contenido del libro:
I. Primera parte (1–6)
II Segunda parte (7–12)

LIBRO DE OSEAS
Oseas fue contemporáneo de Amós, pero comenzó su actividad profética poco después de él y actuó públicamente como
profeta durante un tiempo bastante más prolongado (cf. Os 1.1; Am. 1.1). También, como Amós, predicó en el reino del
Norte (cf. Am. 7.12), pero es casi seguro que no procedía de Judá, sino del reino de Israel.
El mensaje de Oseas incluye numerosas alusiones a los acontecimientos históricos y políticos de su tiempo. Algunos
detalles de estas alusiones son difíciles de interpretar. Pero al menos dejan en claro que este profeta ejerció la mayor parte
de su actividad cuando el reino del Norte se precipitaba irremediablemente hacia su trágico final (cf. 2 R 17.1–6). El
comienzo de su misión se sitúa, por el contrario, hacia el 750 a.C., cuando aún no había llegado a su término el largo y
próspero reinado de Jeroaboam II (783–743 a.C.). No conocemos en qué circunstancias terminaron la actividad y la vida de
Oseas, y no hay indicios positivos que nos permitan saber si estuvo presente durante el asedio y la destrucción de
Samaria.
El libro de Oseas (=Os) comprende dos grandes partes. Los tres primeros caps. forman un conjunto que se caracteriza por
su unidad temática. Allí se destacan, sobre todo, los relatos que narran algunos episodios de la vida matrimonial de Oseas
(caps. 1 y 3). En esta sección se encuentran, además, una denuncia profética en forma de proceso judicial y varios
anuncios de salvación.
La segunda parte (caps. 4–14) no tiene un plan tan bien definido como la primera. Los mensajes proféticos incluidos en
esta sección son generalmente breves y se refieren a temas diversos. Los temas predominantes son los relacionados con
la perversión religiosa de Israel y con los tumultuosos hechos políticos de aquella época.
Los profetas de Israel realizaban con frecuencia acciones simbólicas para dar mayor fuerza y expresividad a su mensaje
(Jer. 13.1–11 n.). Sin embargo, ningún profeta como Oseas encarnó en su propia vida la palabra del Señor que él debía
anunciar a Israel, ya que fue su vida matrimonial la que se convirtió en un símbolo vivo de su predicación. El drama vivido
con Gómer, la esposa adúltera, hizo que Oseas comprendiera en toda su profundidad lo que es el pecado y, sobre todo, le
permitió proclamar, como nadie lo había hecho antes, la profundidad del amor de Dios: un amor que no se deja vencer por
la infidelidad, sino que siempre hace prevalecer la misericordia sobre la ira (cf. 11.8–9). No es de extrañar, por lo tanto, que
el rasgo más notable del lenguaje profético de Oseas consista en expresar las relaciones entre Dios e Israel con el lenguaje
del amor humano.
La lucha de Oseas contra la idolatría se desarrolló en un contexto bien determinado. Los campesinos de Canaán, y los
israelitas a imitación de ellos, deseosos de tener buenas cosechas y ganado en abundancia, realizaban ritos en honor de
los dioses de la fertilidad. De ese modo intentaban reactivar las fuerzas de la naturaleza que engendran y mantienen la
vida. Pero Oseas combatió esas creencias con toda su alma. Según él, el encuentro del Señor con Israel no debía
realizarse en el mito y el rito, sino que debía tener lugar en la historia. Dios había encontrado a Israel en la historia (cf.
11.1), y era allí donde el pueblo debía encontrarlo, realizando a cada instante gestos de amor y de fidelidad.

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Otra de las características de Oseas es la gran estima que él manifiesta por el ministerio profético. Este ministerio se
remontaba hasta Moisés, y Oseas define al profeta como el principal instrumento del Señor en su trato con Israel (9.8;
12.10[11],13[14]; cf. 6.5).
En el terreno de la política, Oseas expresó hasta qué punto la verdadera salvación de Israel no se encontraba en las
alianzas políticas con Egipto o con Asiria, sino tan solo en el Señor su Dios. Desde este punto de vista, su predicación está
emparentada con la de Isaías, que por aquella misma época proclamaba incansablemente ese mismo mensaje (cf. Is.
30.1–5).
El estilo de Oseas es apasionado y vehemente. Su predicación, más que la de cualquier otro profeta, está determinada por
sentimientos muy intensos, como el amor, la ira y la desilusión por la indiferencia y las rebeldías del pueblo frente a las
manifestaciones de la misericordia divina. Sus frases, breves y rítmicas, suelen caracterizarse por su extrema concisión, y
esto hace que su lenguaje sea a veces oscuro y que no siempre pueda ser traducido con absoluta seguridad.
Oseas denunció vigorosamente los pecados de su pueblo, pero también abrió una puerta a la esperanza (cf. 11.8–11;
14.2–9[3–10]). Israel fue infiel a su Dios y por eso mereció el castigo. Pero el Señor lo llevará otra vez al desierto (2.14[16])
y lo hará vivir de nuevo en tiendas de campaña (12.9[10]), para que allí se reencuentre con su Dios y vuelva a su antigua
fidelidad. Entonces el Señor le dirá: Tú eres mi pueblo, y él responderá: Tú eres mi Dios (2.23[25]).
El siguiente esquema nos ofrece una visión sinóptica del contenido de este libro:
I. Título (1.1)
II. Matrimonio de Oseas (1.2–3.5)
III. Pecados y castigos de Israel (4.1–13.16)
IV. Conversión al Señor y promesas de salvación (14.1–8)
V. Advertencia final (14.9)

LIBRO DE JOEL
El libro de Joel (=Jl) comienza con la descripción de una terrible plaga de langostas (cf. 1.4) que han invadido el país como
un ejército y han devorado toda la vegetación. Como consecuencia de esta invasión y de una grave sequía, hombres y
animales se han quedado sin alimentos, y el culto del templo ha debido interrumpirse parcialmente por falta de cereales y
de vino para los sacrificios y ofrendas (1.9, 13, 16). Por eso, el profeta invita a todo el pueblo de Judá a congregarse en el
templo para celebrar un día de ayuno y de duelo, sin dejar de señalar, al mismo tiempo, que la verdadera conversión no
consiste en ritos externos, sino en volverse de todo corazón al Señor (2.12–13).
Pero la mirada de Joel no se detiene únicamente en la consideración de las calamidades presentes. Estas son solo el
preanuncio del día del Señor, es decir, del momento en que Dios, como Señor y Juez universal, juzgará a pueblos y
naciones (1.15; 2.1–2; 3.14[4.14]; véase Día del Señor en el Índice temático). Ese momento final será un día grande y
terrible (2.31[3.4]), pero también será un día de gracia y de salvación para el pueblo de Dios, ya que todos los que invoquen
el nombre del Señor lograrán salvarse de la muerte (2.32[3.5]).
A los que escuchen su urgente llamado al arrepentimiento y la conversión, el profeta les anuncia que el Señor va a hacer
grandes cosas (2.21) para salvarlos (2.18–27; 3.18–21[4.18–21]). Entre estas promesas relativas al futuro sobresale el
anuncio del derramamiento del ―espíritu‖, que el Señor dará sin medida a su pueblo fiel (2.28–32[3.1–5]). Cada uno en
Israel, sin distinción de edad, de sexo o de condición social, recibirá en plenitud el don del espíritu, y de ese modo se
cumplirá el deseo de Moisés: ¡Ojalá el Señor le diera su espíritu a todo su pueblo, y todos fueran profetas! (Nm 11.29). Cf.
Hch. 2.16–21.
El título del libro menciona el nombre de Joel, hijo de Petuel (1.1), pero no añade ningún elemento biográfico ni aporta
ningún dato cronológico. A causa de esta falta de información precisa, los intérpretes no han llegado a ponerse de acuerdo
sobre el momento en que Joel ejerció su actividad profética. Sin embargo, algunos indicios hacen pensar que se trata de
una fecha posterior al exilio babilónico, probablemente hacia el año 400 a.C. Así, por ejemplo, el anuncio del castigo contra
las naciones que dispersaron a los israelitas, se repartieron el país de Judá y deportaron a los habitantes de Jerusalén,
vendiéndolos como esclavos a los griegos (3.2–6 [4.2–6]) presupone, sin duda, la catástrofe y la gran deportación del año
587 a.C. (cf. 2 R 25.1–26). Además, el libro no alude para nada a la monarquía o a la persona del rey, sino que son los
ancianos y los sacerdotes los que ejercen la autoridad en Jerusalén (1.2, 13–14). Finalmente, hay varias referencias a las
palabras de otros profetas más antiguos (cf. Jl. 2.32 [3.5] y Abd. 17; Jl. 1.15 e Is. 13.6; Jl. 3.16, 18[4.16, 18] y Am. 1.2;
9.13); y Joel, a diferencia de los profetas preexílicos, manifiesta una gran estima por el templo, los sacrificios y todo lo
relacionado con el culto (1.9, 13–14, 16; 2.14–15).
El esquema siguiente ofrece una visión global del mensaje de Joel:
I. Lamentación del profeta, llamado al arrepentimiento y anuncio del día del Señor (1.1–2.2a)
II. Nuevo anuncio del Día del Señor (2.2b-11)
III. Invitación a la alegría y a la acción de gracias, y promesa de salvación (2.12–27)
IV. El derramamiento del espíritu (2.28–32[3.1–5])
V. El juicio de las naciones (3.1–16[4.1–16])
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VI. El futuro glorioso de Judá (3.17–21[4.17–21])

LIBRO DE AMÓS
El libro de Amós (=Am) es el mensaje que el profeta de ese nombre anunció al reino de Israel, aunque él mismo era
originario de Judá (7.12–13). El lugar de residencia habitual del profeta era Tecoa, pequeña población situada al sudeste de
Belén, en el borde del desierto. En aquella región él se dedicó a la cría de ganado y a otras tareas agrícolas (1.1; 7.14),
hasta que el Señor lo llamó a desempeñar la misión profética: Ve y habla en mi nombre a mi pueblo Israel (7.15).En
tiempos de Amós el reino de Israel atravesaba por una época de notable prosperidad. El rey Jeroboam II (783–743 a.C.)
había recuperado los territorios al este del Jordán (cf. 2 R 14.25), y estas victorias habían hecho revivir antiguos sueños de
grandeza (cf. Am. 6.13).
Además, los intercambios comerciales con el extranjero habían aumentado los recursos económicos. Pero con el aumento
de las riquezas también se había agudizado el desequilibrio social. En contraposición con el lujo desmedido de la gente
adinerada, la gran masa del pueblo vivía oprimida en la miseria, y esta opresión de los indigentes por los más poderosos se
veía agravada por la corrupción de los jueces y de los tribunales (2.6–7; 5.7–12). En el plano religioso, el culto se celebraba
en ceremonias espléndidas, pero carentes de auténtica religiosidad e infiltradas de paganismo (5.21–23).
En tales circunstancias históricas desempeñó Amós su misión profética. En el centro de su predicación hay una implacable
crítica de la sociedad israelita, especialmente por los pecados que atentan contra la justicia social. Sus denuncias se
dirigen sobre todo contra los que se enriquecen mediante la violencia y la explotación de los más débiles (cf. 3.10; 5.11;
8.4), contra los que practican el soborno en los tribunales (5.12, 15) y contra los que hunden sin compasión en la esclavitud
a los que no pueden pagar sus deudas (2.6; 8.6). Frente a todos estos crímenes e injusticias, el Señor no puede
permanecer indiferente, por lo que no dejará sin castigo a los culpables (2.13–16; 4.2–3; 5.18–20; 8.3). De ahí el
apremiante llamado que el profeta dirige a todo el pueblo de Israel: ¡Prepárate para encontrarte con tu Dios! (4.12).
El libro de Amós comienza con una serie de oráculos proféticos (véase Jer. 1.8 nota p) que anuncian el castigo de las
naciones vecinas de Israel, a causa de las atrocidades cometidas en las guerras. Pero en seguida el profeta se vuelve
contra Judá e Israel, que no por ser el pueblo elegido del Señor quedan libres del juicio divino sobre el pecado (1.3–2.16).
De este modo, Amós proclama, a un mismo tiempo, que el Dios de Israel es el Señor y el Juez universal, y que Israel,
precisamente por ser el pueblo elegido, ha recibido una responsabilidad mayor y puede recibir también una sanción más
severa (cf. 3.1–2). Por último, en la sección final hay un conjunto de visiones proféticas (7.1–9.10), que anuncian la
inminencia del castigo a pesar de la reiterada intercesión del profeta (7.2, 5). Sin embargo, el libro concluye con un mensaje
de esperanza, que describe la futura restauración del pueblo de Dios (9.11–15).
El libro de Amós comprende las siguientes partes:
I. Prólogo (1.1–2)
II. Oráculos contra las naciones y contra el pueblo de Israel (1.3–2.16)
III. Denuncias y amenazas sobre Israel (3.1–6.14)
IV. Cinco visiones proféticas (7.1–9.10)
V. Epílogo (9.11–15)

LIBRO DE ABDÍAS
El libro de Abdías (=Abd) proclama el juicio del Señor contra Edom por los actos de violencia cometidos contra su hermano
Israel (v. 10). Los edomitas, en efecto, habían participado de una coalición contra Babilonia (cf. Jer. 27.3); pero cuando el
ejército del rey Nabucodonosor atacó y saqueó la ciudad de Jerusalén, ellos se pusieron de parte de los vencedores; y no
solo se alegraron de la desgracia de Judá, sino que se unieron al invasor y ocuparon una parte del territorio de sus vecinos
(vv. 11–14). Estos episodios agravaron la enemistad entre el pueblo de Edom y el de Judá, una enemistad que tenía
hondas raíces (cf. Gn. 25.23), pero que aparece reflejada especialmente en una serie de textos provenientes de los
periodos exílico y postexílico (Sal 137.7; Is. 34; Lam. 4.21; Ez. 25.12–14; 35).
En la segunda parte del mensaje profético, el horizonte se amplía, y se anuncia la llegada del día del Señor y el juicio divino
sobre las naciones (v. 15b). Aquí Abdías expresa ideas características de los escritos proféticos: el Dios de Israel es el
Señor de la historia; el destino de las naciones está en sus manos, y cada una de ellas recibirá en su momento la
retribución merecida por sus malas acciones (v. 15a). Estas mismas ideas vuelven a encontrarse en un pasaje de Jer. 49,
que coincide casi literalmente con algunos versículos de Abdías (Abd. 1b-4=Jer. 49.14–16; Abd. 5=Jer. 49.9; Abd.
6=Jer. 49.10a).
Finalmente, los últimos versículos (19–21) describen la restauración y las futuras posesiones de Israel, y proclaman el
triunfo de la soberanía del Señor.
Por tanto, los elementos esenciales de este escrito profético, el más breve entre los libros del AT, pueden resumirse de la
forma siguiente:
I. Amenazas contra Edom a causa de su arrogancia y su violencia (1–15a)
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II. El día del Señor y el juicio de las naciones (15b-18)
III. Epílogo (19–21)

LIBRO DE JONÁS
El libro de Jonás (=Jon) ocupa el quinto lugar en la colección de los Doce Profetas, pero por su forma y su contenido difiere
notablemente de los otros escritos proféticos. En estos últimos, efectivamente, se encuentran a veces relatos biográficos en
prosa (cf. Os 1.2–9; 3.1–3; Am. 7.10–17). Pero esos relatos ocupan, por lo general, un espacio reducido en el conjunto del
libro, y no tratan de centrar toda la atención en la persona o en las acciones del profeta, sino que hacen resaltar algún
aspecto del mensaje que él anuncia en nombre del Señor (cf., por ej., Jer. 7.1–15; 26.1–19). El libro de Jonás, en cambio,
es en su totalidad una narración. En él hay un solo anuncio profético, que en el texto hebreo original consta apenas de
cinco palabras. Todo el resto del relato está dedicado a contar las aventuras de un profeta del Dios de Israel, que, muy a
pesar suyo, llevó a cabo exitosamente la misión que el Señor le había confiado.
Jonás no fue enviado, como los otros profetas, a predicar a su propio pueblo. Su destino era Nínive, la orgullosa capital del
imperio asirio, cuya maldad no conocía límites (Jon 1.2). Como tantos pecados no podían quedar impunes, lo que el
profeta debía anunciar a la ciudad pecadora era que sus días estaban contados: ¡Dentro de cuarenta días Nínive será
destruida! (3.3–4).
Sin embargo, Jonás sabía muy bien que el Señor es un Dios tierno y compasivo (4.2), y que si los ninivitas se arrepentían
de su mala conducta y de su violencia (3.8) obtendrían el perdón divino. De ser así, su anuncio profético no se cumpliría y
él mismo quedaría convertido en falso profeta. De ahí su decisión de huir lejos de la presencia del Señor: en vez de
dirigirse prontamente hacia el sitio indicado (cf. Gn. 12.1–4; Is. 6.8), Jonás tomó un barco que estaba a punto de salir para
Tarsis, es decir, que se dirigía precisamente hacia el extremo opuesto (1.3 nota e).
Con este intento de fuga, Jonás encarna la figura del profeta rebelde y tiene que ser forzado a dar cumplimiento a su
misión. Desde este punto de vista hay ciertas coincidencias entre la actitud de Jonás y la de otros profetas. También
Moisés y Jeremías se resistieron, en un primer momento, a aceptar la misión que el Señor les encomendaba, porque se
consideraban demasiado débiles para cargar con tan grave responsabilidad (Ex 4.1, 10; Jer. 1.6). Y el profeta Elías,
cuando tuvo que huir al desierto para salvarse de sus perseguidores, suplicó al Señor, como Jonás, que le quitara la vida (1
R 19.4; cf. Jon 4.3). Pero una vez disipadas las dudas, aquellos se sometieron a la voluntad del Señor y respondieron sin
reservas al llamado divino (cf. Ex 4.18–20; 1 R 19.8; Jer. 20.9, 11). Jonás, por el contrario, lleva su desobediencia hasta el
extremo: la conversión de los ninivitas lo entristece en lugar de alegrarlo y, lo que es más grave, no oculta su disgusto
cuando Dios demuestra que está siempre dispuesto a perdonar a todo el que se arrepiente de su mal camino (4.2).
Jonás, de esta manera, personifica también al israelita de espíritu estrecho, que pretende excluir a los paganos de la
salvación. Como él pertenecía al único pueblo que conocía y rendía culto al verdadero Dios (cf. 1.9, 16), pensaba que todos
los paganos estaban condenados irremediablemente y sin la menor posibilidad de arrepentimiento. Pero el Señor le hace
ver que él no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez. 18.23, 31–32), y que si una nación se aparta
del mal, él ya no le envía el castigo que le tenía preparado (Jer. 18.8; Jon 3.10).
El libro de Jonás anticipa así el mensaje contenido en la parábola del hijo pródigo (Lc. 15.11–32) y en la de los
trabajadores de la viña (Mt. 20.1–16). El perdón de Dios supera los deseos y los cálculos de los hombres: Dios mantiene
siempre su libertad de ser bueno con todos. Esta libertad no se ve restringida ni siquiera por la existencia de un oráculo
profético que anuncia el castigo y la destrucción. Jonás no supo comprender esto y, por eso, el Señor, con palabras llenas
de humor e ironía, le reprocha su egoísmo, su estrechez de miras y su falta de sensibilidad frente al amor, la compasión y
la misericordia de Dios (cf. 4.11).
El simbolismo de la historia de Jonás ha pasado también al Nuevo Testamento. Jesús habla, en efecto, de la ―señal de
Jonás‖, relacionando de ese modo su propio destino con el de aquel profeta. Cuando le piden que confirme su autoridad
profética con una señal milagrosa, él responde que no será dada otra señal que la del profeta Jonás, pues así como Jonás
estuvo tres días y tres noches dentro del gran pez, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches dentro de
la tierra (Mt. 12.40).
El siguiente esquema presenta, en forma resumida, los principales episodios de la historia de Jonás:
I. Jonás rebelde a su misión y arrojado al mar (1.1–16)
II. Jonás en el vientre del pez y su oración al Señor (1.17–2.10 [2.1–11])
III. La predicación de Jonás y la conversión de los ninivitas (3.1–10)
IV. El enojo del profeta y la respuesta de Dios (4.1–11)

LIBRO DE MIQUEAS
Miqueas, como su contemporáneo Isaías, ejerció la actividad profética en el reino de Judá, en la segunda mitad del siglo
VIII a.C. Pero, a diferencia de Isaías, que vivía en Jerusalén, Miqueas estaba afincado en una zona rural. Su patria era
Moréset, población situada a unos 40 km. al sudoeste de Jerusalén. En esa región de fértiles colinas, aptas para los
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trabajos agrícolas, conoció y compartió los sufrimientos de los pequeños campesinos, siempre expuestos a las
arbitrariedades de los que, porque tienen el poder en sus manos, codician terrenos, y se apoderan de ellos (2.1–2).
Los siete capítulos que forman el libro de Miqueas (=Miq) pueden dividirse en tres secciones. En la primera parte (caps. 1–
3), predominan los temas de crítica social, que relacionan estrechamente la predicación de Miqueas con la de Amós e
Isaías. Con audacia y, a veces, en tono violento, el profeta echa en cara a Israel sus pecados y rebeldías (3.8): el
acaparamiento de tierras, la corrupción de los tribunales y el pillaje que realizan las clases dirigentes. También polemiza
con los falsos profetas (3.5–7) y denuncia la falsa seguridad de los que dicen: ―El Señor está con nosotros; nada malo nos
puede suceder‖ (3.11). En este contexto se destaca el anuncio de la destrucción de Jerusalén y del templo (3.12). Ese
anuncio causó tanta impresión, que un siglo más tarde todavía estaba vivo en la memoria de la gente de Jerusalén (cf. Jer.
26.18).
En la segunda parte del libro (caps. 4–5), vuelven a encontrarse los temas fundamentales de la primera sección (cf. 5.11–
13[10–12]), pero a las denuncias y amenazas se contraponen varios mensajes de esperanza y anuncios de salvación.
Jerusalén va a ser restaurada después de la destrucción, y a ella acudirán todas las naciones para encontrar al verdadero
Dios y ser instruidas por su Palabra (4.1–2). De Belén, el humilde pueblo natal de David, saldrá un rey que gobernará con
el poder de Dios y traerá personalmente la paz (5.2–5[1–4]). En esa era de paz, con el hierro de las espadas y lanzas se
fabricarán arados y herramientas de trabajo (4.3).
En la tercera parte (caps. 6–7), el Señor dirige a Israel un reproche que figura entre los pasajes más conmovedores de toda
la Biblia (6.3–5). Hay también una breve instrucción sobre lo que el Señor más espera de sus fieles (6.8), y una nueva
referencia al pequeño resto del pueblo de Dios, es decir, a los que aún quedarán después de la prueba que el Señor
impondrá a Israel para purificarlo de sus pecados e infidelidades (7.18; cf. 2.12; 4.6–7; 5.7–8[6–7]). El libro concluye con
una plegaria dirigida al Señor, el pastor de Israel, para que perdone los pecados de su pueblo, renueve las maravillas del
pasado y le asegure un futuro feliz (7.14–17).
En líneas generales, el libro de Miqueas consta de las partes siguientes:
I. Juicio de Dios sobre Samaria, denuncias y amenazas contra Jerusalén y las ciudades de Judá, y
acusaciones contra las clases dirigentes (1–3)
II. Afluencia de las naciones hacia el Monte Sión, victoria sobre los enemigos de Israel y anuncio del futuro rey
mesiánico, procedente de Belén (4–5).
III. Reproches del Señor a su pueblo y promesas de salvación (6–7)

LIBRO DE NAHÚM
Como lo indica el título del libro (Nah 1.1), el mensaje de Nahúm (=Nah) gira alrededor de un único tema: la caída de
Nínive, capital del imperio asirio, bajo el ataque conjunto de caldeos y medos. Este acontecimiento ocurrió en el año 612
a.C., y no solo Judá sino también los demás pueblos del Oriente próximo lo celebraron con extraordinarias manifestaciones
de júbilo, porque la desaparición de aquel gran imperio significaba para ellos el fin de una terrible amenaza. Asiria, en
efecto, fue la nación imperialista más brutal del mundo antiguo, y todos sus vecinos habían experimentado el rigor de sus
invasiones y deportaciones (cf. 2 R 17.3–6). Entre los pueblos oprimidos estaba también el reino de Judá, que había vivido
durante cien años bajo el terror provocado por la dominación asiria (cf. 2 R 18.13–37).
La primera parte del libro (1.2–10) es un himno al Dios de Israel, que domina las fuerzas de la naturaleza y tiene poder para
proteger y liberar a su pueblo (cf. 1.7); o sea, este canto de alabanza contiene la fundamentación del anuncio que vendrá
después: Dios va a intervenir para transformar la situación política, porque él es el Señor de la historia, el destino de todas
las naciones está en sus manos y él no puede dejar sin castigo al culpable (1.3). Precedida por unas pocas frases
intermedias (1.11–15), sigue la parte principal del anuncio profético (caps. 2–3), en la que se alternan las amenazas contra
Nínive y los lamentos y sátiras sobre la ciudad vencida.
En el libro de Nahúm, los sentimientos más violentos y apasionados se expresan con el más vigoroso estilo poético. El
dramatismo de la acción revive a través de una serie de frases concisas y resonantes, y las palabras del texto hebreo han
sido escogidas para imitar el estruendo de los carros, el galope de los caballos y la confusión del combate. En esta
combinación de sentimientos apasionados y de vibrante poesía se percibe el eco del júbilo que produjo entre los habitantes
de Judá la derrota de un enemigo tan odiado y temido.
El contenido del libro puede resumirse en el esquema siguiente:
I. Introducción (1.1)
II. Himno al poder del Señor (1.2–10)
III. Frases intermedias (1.11–15)
IV. Invasión y caída de Nínive (2–3)

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LIBRO DE HABACUC
El libro de Habacuc (=Hab) se divide en tres partes bien definidas. La primera es un diálogo en el que se alternan las
quejas del profeta y las respuestas del Señor (1.2–2.4). Luego se anuncia el castigo de los caldeos a causa de su crueldad
y de su insaciable codicia (2.5–20). Por último, un hermoso salmo describe la resplandeciente manifestación del Señor, que
viene del Sinaí para juzgar a los culpables y socorrer a su pueblo (cap. 3).
En el diálogo inicial, el profeta se lamenta de la injusticia y la violencia reinantes en su propia nación (1.2–4), y el Señor le
responde que la maldad no quedará impune, ya que él va a poner en pie de guerra a los caldeos para destruir a los
malvados (1.5–11). Pero esta respuesta divina, lejos de aclarar las dudas del profeta, no hace más que agravarlas, porque
entonces se plantea un nuevo interrogante: ¿Cómo puede el Dios santo y justo valerse de gente tan mala para hacer
justicia? ¿No son acaso los ejecutores del castigo más crueles y prepotentes que sus propias víctimas? (1.12–17).
El Señor no responde de manera directa a estas preguntas, sino con una invitación a la paciencia y a depositar la confianza
en él. A su debido tiempo, y cuando considere que ha llegado la hora, él va a asegurar el triunfo final de la justicia: los
malvados recibirán una justa retribución, mientras que los justos vivirán por su fidelidad a Dios (véase 2.4 nota h).
La mención de los caldeos en Hab 1.6 es el único punto de apoyo para determinar la época y las circunstancias en que
ejerció su actividad el profeta Habacuc. Esta indicación sugiere una fecha cercana al año 605 a.C., ya que entonces
Nabucodonosor, el más célebre de los reyes de la dinastía caldea, ascendió al trono de Babilonia (véase Jer. 25.1 nota c)
y comenzó a sembrar la inquietud y la anarquía en las regiones de Siria y de Palestina (cf. Jer. 27.1–18). Por otra parte,
como los textos no aluden al asedio y al sometimiento de Jerusalén en el año 598 a.C. (cf. 2 R 24.10–12), podría pensarse
que el libro fue escrito en una fecha anterior al año 600 a.C. Hay que notar, sin embargo, que en una época posterior
Babilonia pasó a ser el símbolo de la opresión, la crueldad y la violencia (cf. Ap. 18), y que la posible utilización simbólica
de ese nombre relativiza en parte el intento de asignar a la composición del libro una fecha demasiado precisa.
El siguiente esquema ofrece una visión sintética de este breve mensaje profético:
I. Introducción (1.1)
II. Diálogo entre el profeta y el Señor (1.2–2.4)
a) Queja del profeta por los crímenes y la violencia (1.2–4)
b) Respuesta del Señor y anuncio del castigo (1.5–11)
c) Nueva queja del profeta (1.12–17)
e) Respuesta final de Dios (2.1–4)
f) El destino de los opresores (2.5–20)
III. Salmo de Habacuc (3.1–19)

SOFONÍAS
El primer v. del libro de Sofonías (=Sof) sitúa la actividad de este profeta en tiempos de Josías, rey de Judá (640–609 a.C.).
Pero la predicación de Sofonías no solo no alude para nada a la gran reforma religiosa llevada a cabo por aquel rey (2 R
22.1–23.25), sino que las costumbres y prácticas que él denuncia (Sof. 1.4–6) corresponden más bien a una época
fuertemente impregnada de paganismo. Por tanto, lo más probable es que Sofonías haya proclamado su mensaje profético
antes de la reforma de Josías, quizá entre los años 630 y 625 a.C.
El libro se divide en tres partes. La primera anuncia la catástrofe que se abatirá sobre los seres humanos y la naturaleza a
causa de los pecados de Judá (1.2–2.3). En la segunda sección, el profeta declara que el juicio divino alcanzará no solo a
Jerusalén y a Judá, sino también a las naciones paganas (2.4–3.8). Por último, la parte final del libro introduce una nota de
esperanza, ya que anuncia la futura purificación y liberación del ―resto‖ o ―remanente‖ que haya sobrevivido después de la
catástrofe (3.9–20).
El tema central en la predicación de Sofonías es el ―día del Señor‖ (cf. 1.7, 10,14), un tema que ya había estado presente
en otros profetas, especialmente en Amós (Am. 5.18–20). Ese Día es descrito con rasgos sombríos, como un día de ira,
de angustia y aflicción (1.15), que pondrá fin a la maldad imperante en la tierra y sacudirá la indiferencia de los que dicen:
¡El Señor no hará nada, ni bueno ni malo! (1.12). Pero en medio de estas amenazas y anuncios de castigo, se destaca la
exhortación que el profeta dirige a los humildes de este mundo. A ellos se les pide que busquen al Señor y actúen con
rectitud y humildad, para librarse así de la ira inminente (2.3). Esta exhortación se convierte luego en un anuncio lleno de
esperanza, cuando el profeta declara que Dios purificará a su pueblo de los altaneros y orgullosos, para dejar en él a gente
humilde y sencilla, que pondrá su confianza en el nombre del Señor (3.11–12).
El cuadro siguiente ofrece una visión de conjunto de este breve escrito profético:
I. Introducción (1.1)
II. Anuncio del día del Señor y exhortación a la humildad y a la justicia (1.2–2.3)
III. Oráculos contra las naciones y contra Jerusalén (2.4–3.8)
IV. Promesas de salvación (3.9–20)

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LIBRO DE HAGEO
El libro de Hageo (=Hag) menciona expresamente cinco fechas (1.1, 14–15; 2.1, 10, 18), que sitúan la predicación del
profeta en un marco histórico bien preciso. Estas fechas abarcan el periodo comprendido entre agosto y diciembre del año
520 a.C., es decir, la época en que la ciudad de Jerusalén empezaba a levantarse lentamente de sus ruinas, después de la
catástrofe del año 598 a.C. (cf. 2 R 25.1–12).
Para esta fecha, hacía ya bastante tiempo que Ciro, rey de Persia, había dado la orden de reconstruir el templo de
Jerusalén (cf. Esd. 1.1–11). Pero las malas condiciones económicas (cf. Hag. 1.6) y la hostilidad de los samaritanos (cf.
Esd. 4) habían impedido que la obra de reconstrucción se llevara a buen término. Por otra parte, algunas personas
pudientes se habían construido bellas mansiones en Jerusalén (Hag. 1.4).
En estas circunstancias, el profetas Hageo proclama la orden divina de no demorar más la reconstrucción del santuario. El
templo es el signo visible de la presencia del Señor en medio de su pueblo, y por eso no puede quedar en ruinas. Más aún:
las malas cosechas y la penuria económica son la advertencia que el Señor dirige a su pueblo para llamarlo a la acción
(Hag. 1.9–11). Si todos ponen manos a la obra y el templo es reconstruido, el Señor derramará su bendición y la salvación
definitiva no tardará en manifestarse (1.8; 2.6–9; 2.20–23).
A diferencia de muchos de sus predecesores en el ministerio profético, Hageo encontró un auditorio dispuesto a
escucharlo: los trabajos se reanudaron de inmediato, y al poco tiempo todo el pueblo celebró jubilosamente la dedicación
del nuevo templo (cf. Esd. 6.15–18). Un breve relato, intercalado en medio de los oráculos proféticos, da cuenta del éxito
obtenido por la predicación de Hageo (Hag. 1.12–15).
Reducido a sus elementos esenciales, este breve escrito profético puede esquematizarse de la manera siguiente:
I. Invitación a la reconstrucción del templo (1.1–11)
II. Respuesta del pueblo y de sus jefes a la predicación del profeta (1.12–15)
III. Nueva exhortación del profeta y confluencia de las naciones hacia Jerusalén (2.1–9)
IV. Instrucción sacerdotal sobre lo puro y lo impuro (2.10–19)
IV. Promesa mesiánica (2.20–23)

LIBRO DE ZACARÍAS
El libro de Zacarías (=Zac) consta de dos partes claramente diferenciadas. La primera comienza con una exhortación
profética al arrepentimiento y a la conversión (1.2–6), y continúa con una serie de visiones simbólicas (1.7–6.8). Por su
forma literaria, estas visiones se asemejan a las de Amós (7.1–9.4) y a las de Jeremías (1.11–14). Pero las de Zacarías son
en general más complejas y detalladas, y en ellas el Señor está representado por un ángel intérprete, que da explicaciones,
hace preguntas o responde a los interrogantes que le plantea el profeta. Además, el complejo simbolismo de estas visiones
dificulta frecuentemente la interpretación de algunos detalles.
No obstante esta dificultad, las ideas predominantes en la primera parte del libro son suficientemente claras. Los temas que
más se destacan son el amor y la compasión del Señor hacia Jerusalén (1.14, 16), la humillación de las naciones opresoras
que dispersaron a Judá (1.21 [2.4]), la eliminación de toda maldad y de todo pecado en el pueblo de Dios (5.4, 8) y la
esperanza mesiánica (cf. particularmente 4.1–14). El profeta dedica también atención especial a la reconstrucción del
templo (1.16; 4.8–10; 6.15), y describe con entusiasmo el futuro esplendor de la ciudad santa: Jerusalén será una ciudad
abierta, que no necesitará la protección de una muralla, porque la gloria del Señor habitará en medio de ella (2.5 9]).
La serie de visiones simbólicas concluye con una instrucción sobre el ayuno (caps. 7–8). El estilo de esta instrucción es
muy diferente del empleado en el relato de las visiones; pero el tema del ayuno está ligado estrechamente al de la
destrucción y reconstrucción del templo (cf. 7.2–5; 8.18–19). En este sentido, los caps. 7–8 son continuación y
complemento de la sección anterior.
Esta primera parte del libro señala también tres fechas, que sitúan la actividad de Zacarías en un marco cronológico
bastante preciso. Las visiones proféticas están fechadas en enero-febrero del año 519 a.C. (1.7); la instrucción sobre el
ayuno, en noviembre-diciembre del año 518 (7.1), y la indicación que figura al comienzo del libro (1.1) corresponde a
octubre-noviembre del año 520 a.C. Esto quiere decir que Zacarías ejerció el ministerio profético al menos durante dos
años, y que inició su actividad poco después de Hageo, quizá solo dos meses más tarde (cf. Hag. 1.1).
La segunda parte del libro comienza abruptamente, sin ninguna transición, pero el lector advierte de inmediato que se trata
de algo nuevo. Ya no se habla de los problemas que inquietaban a la comunidad judía después del exilio, sino de los
combates que habrán de asegurar el triunfo definitivo del Señor al fin de los tiempos. Ese triunfo se manifestará, sobre
todo, en la liberación de Jerusalén, sometida a un doble ataque por parte de las naciones (caes. 12 y 14). Pero al lado de
este anuncio de un castigo purificador (14.2), otros mensajes proféticos proclaman al Señor como defensor de su pueblo y
de la ciudad santa (cf. 9.8,15–16; 12.8) o anuncian la repatriación y reunión de todo el pueblo (10.6–7), la purificación de
los pecados (13.1–2), la victoria sobre las naciones (12.9; 14.12–15), la anexión de los pueblos paganos a Israel (9.7;
14.16–17) y, como consumación de todo esto, el reinado final y definitivo de Dios (14.9, 16). En esta sección se destaca
asimismo el oráculo mesiánico que preanuncia la llegada a Jerusalén de un rey humilde: él no montará a caballo como los

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guerreros, sino que vendrá montado sobre un asno y con su palabra traerá la paz a todo el mundo (9.9–10; cf. Mt. 21.5; Jn.
12.15).
Además de las diferencias con respecto a la primera parte, hay en los caps. 9–14 otros indicios que sugieren una distinta
ambientación histórica. Entre estos indicios se destaca especialmente la mención de los hijos de Grecia en 9.13. Por eso
muchos intérpretes consideran que la segunda parte del libro fue redactada en fecha posterior, quizá después del paso
triunfal de Alejandro Magno por las regiones costeras de Siria, Fenicia, Palestina y Filistea, es decir, después del año 330
a.C. (cf. 9.1–5).
La siguiente tabla analítica ofrece una visión panorámica de este libro profético:
I. Visiones proféticas (1–8)
a) Llamado a la conversión (1.1–6)
b) Las visiones simbólicas (1.7–6.8)
c) La coronación de Josué (6.9–15)
d) La cuestión del ayuno y anuncio de la salvación mesiánica (7–8)
II. El reinado del Mesías (9–14)
a) El castigo de las naciones vecinas (9.1–8)
b) El futuro rey de Israel (9.9–10)
c) La restauración de Israel (9.11–17)
d) La promesa de liberación (10.1–11.3)
e) Los dos pastores (11.4–17)
f) La liberación de Jerusalén (12–13)
g) La victoria final de Jerusalén (14.1–21)

LIBRO DE MALAQUÍAS
Con el mensaje profético de Malaquías (=Mal) se cierra el libro de los Doce Profetas. Este mensaje se caracteriza por su
marcado tono polémico, y el hecho más notable es que esta característica se manifiesta tanto en los temas desarrollados
como en su presentación literaria. El profeta, en efecto, toma como punto de partida las objeciones de sus oyentes, y
practica una especie de ―predicación dialogada‖, de manera que su palabra aparece como una réplica a determinadas
preguntas.
Estas ―discusiones‖ de Malaquías con los destinatarios de su mensaje tienen una estructura bastante uniforme. Al
comienzo, el Señor establece un principio general o reprueba una práctica más o menos corriente en la comunidad de
Israel. A esta afirmación divina los interpelados responden con una objeción o una duda, formulada en forma de pregunta e
introducida generalmente por un irónico Pero ustedes responden o Y todavía ustedes preguntan (1.2, 6–7; 2.14, 17; 3.7–8,
13). Por último, el Señor reafirma y amplía lo dicho al comienzo, añadiendo nuevos reproches o anunciando el castigo de
los culpables. El profeta condena así los abusos que se cometen en el culto del templo y en las relaciones familiares y
sociales (cf. 3.5). Estas acusaciones están dirigidas especialmente contra los sacerdotes que no ofrecen los sacrificios en
la forma debida (1.6–2.9), contra los que se divorcian de sus esposas para casarse con mujeres extranjeras (2.10–16) y
contra los que defraudan al Señor dejando de pagar los diezmos (3.6–11).
La predicación de Malaquías deja entrever el estado de ánimo que se había apoderado de muchos israelitas varias
décadas después del retorno del exilio. Las brillantes promesas de los profetas Hageo y Zacarías tardaban en cumplirse, y
este retraso, agravado por muchas otras dificultades y penurias (cf. 3.11), había hecho que se pusiera en duda el amor y la
justicia del Señor (cf. 2.17). Frente a esta corriente de escepticismo, el profeta reafirma el amor del Señor a su pueblo (1.2)
y asegura que él hará honor a su palabra y a sus promesas: el Día del Señor llegará a su debido tiempo, y entonces la
justicia brillará como la luz del sol (4.1–3[3.19–21]).
El nombre Malaquías es la transcripción del vocablo hebreo malají, que significa mi mensajero. Por eso no se sabe bien si
ese es un nombre personal o si es, más bien, el título de un profeta anónimo. De todas maneras, el libro contiene una serie
de alusiones que permiten fijar con relativa seguridad la fecha en que fue redactado. El templo ya ha sido reconstruido (cf.
3.10) y el culto se celebra regularmente (cf. 1.6–2.9). Por otra parte, el pueblo de Judá está sometido a la autoridad de un
gobernador persa (véase 1.8 n.), y el profeta percibe la urgente necesidad de corregir los abusos que se cometen en las
cuestiones matrimoniales (2.14). Esto permite suponer que la predicación de Malaquías preparó la gran reforma de
Nehemías (cf. Neh. 13.23–27) y que, por lo tanto, él desarrolló su actividad profética en la segunda mitad del siglo V a.C.
El esquema siguiente ofrece una visión de conjunto de este breve escrito profético:
I. Introducción (1.1)
II. El amor del Señor a Israel (1.2–5)
III. Acusaciones y amenazas contra los sacerdotes que no ofrecen los sacrificios en la forma correcta (1.6–
2.9)
IV. Condena del divorcio y de los matrimonios con mujeres extranjeras (2.10–16)
V. La purificación de la comunidad (2.17–3.5)
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VI. El pago de los diezmos (3.6–12)
VII. Promesas relativas al futuro y anuncio del retorno de Elías (3.13–4.3 [3.21])
VIII. Conclusión (4.4–6[3.22–23])

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PROFETAS MAYORES Y MENORES

Isaías Jeremías Ezequiel Daniel Oséas Joél Amós Abdías Jonás Miquéas Nahúm Habacuc Sofonías Hageo Zacarías Malaquías

Reino del
Nació en Judá Judá Judá Judá Israel Judá Judá Judá Sur Judá No se sabe Judá Judá
(Anatot) Gat-hefer

Fecha 700 626 593 Fines del 750 a.C. 835 760 Despues del 770 a.C. 704 612 a.C. 600 a.C. 630 a.C. 520 a.C. 520 450 a.C.
690 a.C. 586 a.C. 573 a.C. siglo IV a.C. aprox. 805 a.C. 750 a.C. 586 a.C. aprox. 696 a.C. aprox. aprox. aprox. 475 a.C. aprox.

Profetizo
En Judá Judá Babilonia a Babilonia Israel Jerusalén Israel Durante el Ninive Jerusalén Judá Judá Jerusalén Jerusa len Jerusalén Palestina
los judíos (Reino del exilio de
exiliados Norte) Judá

3º año de Uzias,
Bajo los Uzias Josias 5º año de Joacim Jotam, Acaz Uzias de Jeroboam II Jotam Manases Josias Josias Dario Dario Artajerjes I
reinados Jotam Joaquin Joaquín Nabucodono y Ezequias Joas Judá Acaz Amon Rey de Rey de Rey de Persia
De Acaz Joacim sor en Judá Jeroboam II Ezequias Josias Persia Persia
Ezequias Sedequias Belsasar Jeroboam II de Israel
Dario de Israel
Ciro
Juicio a las No habrá Destruc Dios tiene
naciones restaura cion y en sus El retorno a El juicio y la El juicio de Juicio de La compa La compa El juicio de El justo por La ira de un La recons El Señor Promesa de
Judá e Israel ción sin restaura manos el Dios gracia de Dios esta a Dios sobre sion de Dios Sion de Dios Dios sobre la fe vivirá Dios de truccion del recuerda a justicia y amor
Tema Salvación arrepentimie cion de destino de Dios punto de Edom por los es incompa la ciudad de amor templo Sion divino
El Mesías nto Jerusalén todas las caer en hombres Rable Ninive
naciones Israel

Contemporá Amos Nahum En un lapso Isaias Isaias Isaias Sofonias Nahum Nahum Zacarías Hageo Nehemias
neo Oseas Habacuc breve con Miqueas Oseas Oseas Habacuc Sofonias Habacuc
De Miqueas Abdias Jeremías Jeremías Jeremías Jeremías

Pecado
Palabras Salvación Arrepentimie Juicio Reyes Pecado El grande y Juicio Juicio, Día Levántate Hija de Sión Maldad, ¿Por qué? El día del La casa del Jerusalén Mensajero
Claves Redentor nto Bendición Reinos Juicio temible Día Rectitud del Señor Prepárate Remanente Echado Ay de aquel Señor Señor, El día del Sacerdotes
Justicia Restaura Responsa Visiones Amor de Jehová Justicia Apiádate Compa fuera, El señor Meditad, Señor Sol de justicia
Paz Ción Billidad Sueños sion Heme aquí, esta en Gloria Aquel día Día del Juicio
Consuelo moral Contra ti medio de
vosotros

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