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Más precisamente, puede decirse que el consejero que opera en la terapia centrada en el
cliente asume un conjunto coherente y cambiante de actitudes profundamente asimiladas
en su organización personal, un sistema de actitudes que instrumentalizan mediante
técnicas y métodos coherentes.
En nuestra experiencia, el consejero que trata de emplear un "método" está destinado a
fracasar, a menos que este método concuerde genuinamente con sus propias actitudes.
Por otra parte, el consejero cuyas actitudes facilitan la terapia puede tener éxito solo
parcialmente, si sus actitudes no están adecuadamente mediatizadas por métodos y
técnicas apropiadas.
Tal vez podríamos resumir este punto diciendo que, mediante las técnicas centradas en el
cliente, una persona, puede instrumentalizar su respeto hacia los otros solamente en la
medida en que ese respeto es una parte integrante de la estructura de su personalidad; en
consecuencia, por la significación y mérito de cada individuo es capaz de asimilar más
rápidamente las técnicas centradas en el cliente ayuden a expresar ese sentimiento.
LA HIPOTESIS DEL TERAPEUTA
La orientación actitudinal que parece ser óptima para el consejero centrado en el cliente,
podemos decir que el consejero elige actuar coherentemente en base a la hipótesis de que
el individuo tiene una capacidad suficiente para manejar en forma constructiva todos los
aspectos de su vida que potencialmente pueden ser reconocidos en la conciencia. Esto
implica la estructuración de una situación interpersonal en la que el material puede llegar a
la consciencia del cliente, y una demostración significativa de la aceptación, por parte del
consejero, del cliente como persona competente para dirigirse a sí misma. El consejero
actúa en base a esta hipótesis de una manera específica y operacional, estando siempre
alerta para notar tanto las experiencias (clínicas o de investigación) que contradicen esta
hipótesis como las que la sostienen.
Algunos consejeros han supuesto que su papel al llevar a cabo el consejo no directivo era
meramente el de ser pasivos. Esta concepción del errónea del enfoque ha llevado a
muchos fracasos y que la pasividad o falta de interés es experimentada por parte del
cliente como un rechazo y la larga este ejercicio de solo escuchar tendrá resultados
mínimos.
Otra concepción delo papel del consejero es que su tarea consiste clarificar y objetar los
sentimientos del cliente... La experiencia con el cliente, la vivencia de sus actitudes, no se
da en términos de identificación emocional por parte del consejero sino más bien de una
identificación empática, por la que el consejero percibe los odios, esperanzas y temores del
cliente a través de la inmersión en un proceso empático, PERO sin que él mismo, como
consejero experimente esos odios, esperanzas y temores.
UN RESULTADO COLATERAL
... Cuando el consejero está preocupado por sí mismo y por lo que debería hacer, hay
necesariamente un decrecimiento de la concentración en el respeto que siente por el
cliente.
Solo cuando el consejero a través de uno u otro medio ha establecido que dentro él la
hipótesis según la cual actuará podrá proporcionar una ayuda máxima al individuo. Cuanto
más firmemente confíe en la fuerza del cliente, tanto más profundamente descubre esa
fuerza.
Desde el punto de vista de este capítulo, se pone de manifiesto la importancia de la
empatía y de la plena comprensión por parte del terapeuta. También el respeto que el
terapeuta tiene por el cliente.