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Introducción

El Imperio romano se constituyó como uno de los principales estados de


la Antigüedad, alcanzando un gran poder económico, así como una enorme
extensión. Ya desde los tiempos de la República los romanos habían extendido
sus dominios desde la península Itálica hacia el resto de Europa, e incluso en
este momento, siglo I, se empiezan a interesar por África, pero es durante el
siglo III, durante el Imperio, cuando este interés alcanza su plenitud con el
gobierno de los Severos. La conquista parte de Túnez, y de ahí se llega a
Argelia. La zona que asimiló antes la romanización fue la costa norte; en el
interior habitan tribus seminómadas a las que los romanos no tienen acceso.

Uno de los primeros territorios que caen bajo el dominio romano es


Numidia, se extendía en el norte de África desde Cartago hasta Maluya (Este
de Marruecos), convirtiéndose así en provincia romana aproximadamente a
partir del 46 a.C. tras ser conquistada por el mismísimo Julio César.

Para comprender el proceso que atraviesa entonces esta región es


necesario tener claro el concepto de romanización y sus consecuencias, por
tanto es ese el objetivo de nuestro trabajo, así como explicar las
características de la región y de su arte.
Desarrollo

Historia de Numidia

Numidia, antiguo nombre romano de un territorio que se encontraba en


el norte de África, se extendía desde Cartago hasta Maluya (Este de
Marruecos), equivalente en la actualidad aproximadamente al de Argelia y
Túnez.

Numidia estaba habitada por dos tribus beréberes nómadas


principalmente, famosas por sus jinetes. Durante la segunda de las Guerras
Púnicas (218-201 a.C.) entre Cartago y Roma las tribus occidentales de los
númidas (masesilios) apoyaron a Aníbal, líder de Cartago. En 203 a. C.,
Masinisa, rey de los númidas orientales (masilios), se alió a Roma contra
Cartago y Sifax. Su aporte fue decisivo en la victoria romana, el poder de este
reino, a la par del de la república cartaginesa, era incompatible con los
intereses romanos en el Mediterráneo. Con la victoria de Roma, toda Numidia
se unió bajo el mandato de Masinisa.

Durante casi cincuenta años, Roma mantuvo sus relaciones diplomáticas


y comerciales con Masinisa y Cartago y les compró en caso de necesidad,
trigo. Sus sucesores más famosos fueron Yugurta y Juba I. Pero Masinisa,
quien unificó al reino númido en 138 a. C., tenía a la mira el territorio
cartaginés. La Tercera Guerra Púnica y la anexión de Cartago pueden ser
vistas como una elección deliberada de una parte de la República romana de
privar a Masinisa de una ciudad al interior más próspero.

A la muerte del rey númido Micipsa en 118 a. C., Roma arbitró repetidas


veces los problemas de sucesión, cada vez en el sentido de una división en
varios reinos. Amigo y cliente de Roma, Yugurta, nieto de Massinissa, provocó
la colera romana después de haber masacrado a algunos mercantes italianos
de Cirta durante el conflicto entre los sucesores de Micipsa. El Senado romano
le declaró la guerra en 112 a. C. El fin de la Bellum Jugurthinum (105 a. C.)
sancionó el fracaso de una política númida en África. El mapa de la región se
vio modificado, el reino de Mauritania se integró y el ager publicus creció.
La transmisión del poder fue siempre, en el reino númida, causa de
disturbios e inestabilidad y la base de su debilidad. Aprovechando estas
disputas y la arriesgada política de Juba I (sobrino nieto de Yugurta), los
romanos vencieron finalmente a los cartagineses y establecieron
progresivamente el protectorado sobre Numidia, que había quedado reducida a
la zona que ocupa actualmente Argelia, el norte del Sáhara y Mauritania. Tras
la derrota de Juba por parte de Julio César en la guerra de África, Numidia se
convirtió en la provincia romana de Africa Nova en el 46 a.C.

En el 30 a.C. el emperador romano Augusto después de un intento de


administración directa y de la creación de colonias a lo largo del litoral,
constituye, para provecho de Juba II (hijo de Juba I), el reino de Mauritania,
vasallo de Roma, y le devolvió la parte occidental de Numidia (?-19 d.C.), y
cinco años después la parte oriental se unió a Africa Vetus para formar la
provincia de África.

Como consecuencia del protectorado romano, los beréberes que vivían


en las zonas costeras, fuertemente romanizados, fueron ascendiendo
socialmente hasta el punto de que en el año 170 el número de senadores
africanos superaba los 100. El resto del territorio estaba habitado por una
confederación de tribus que mantenían su independencia en el interior con
revueltas frecuentes. Estos clanes y tribus proporcionaban a los romanos oro,
esclavos, plumas de avestruz, animales salvajes y piedras preciosas, a cambio
de vino, objetos metálicos, cerámica, productos textiles y vidrio.

Después de la muerte de Ptolomeo (hijo de Juba II) el año 42 d.C.,


Mauritania quedó dividida en dos provincias romanas:

 La Mauritania cesariana, que corresponde aproximadamente al territorio


actual de Argelia, con capital en Cesarea (la actual Cherchell).

 La Mauritania tingitana, que corresponde aproximadamente al actual


Marruecos, con capital en Tánger.

En este período, bajo la dominación del Imperio romano, las ciudades


sufrieron una profunda aculturación, la latinización de una parte importante de
su población y, a partir del siglo I d.C., podemos hablar de diferentes iniciativas
de cristianización del norte de África. De hecho, África dio a la cultura latina
escritores de talento, como Apuleyo, emperadores y pensadores de la naciente
Iglesia, como Tertuliano, Cipriano y San Agustín, y herejías como el donatismo
y el arrianismo. El judaísmo también encontró numerosos adeptos
principalmente en las montañas. Mientras todo esto pasaba, se obviaba la
cultura beréber.

Durante el siglo III d.C., bajo el emperador Septimio Severo, Numidia de


nuevo se convirtió en una provincia separada. Fue el centro del donatismo,
movimiento herético cristiano, durante el siglo IV. El país fue conquistado
sucesivamente por los vándalos durante el siglo V, por Justiniano, y por los
musulmanes en el VIII; continuó bajo control musulmán hasta la conquista
francesa de Argelia en el siglo XIX.

A partir del siglo IV, las dificultades de la colonización romana se


acentuaron, no sólo por las insurrecciones de los beréberes del interior que se
mantenían fuera del orden romano, sino también por las revueltas de la
población romanizada que protestaba por la situación económica. Esta
situación provocó un renacimiento de la cultura beréber, que se vio acentuado
por la infiltración de tribus nómadas y la constitución dentro de las antiguas
provincias romanas de reinos mauros, cuyas élites estaban constituidas por
romanos de las ciudades. La confusión entre las funciones administrativas
romanas y los centros beréberes de poder local era evidente. Algunos de estos
reinos beréberes cristianos subsistieron hasta la conquista árabe en la segunda
mitad del siglo VII.

Aprovechando las disputas con la metrópoli de Bonifacio, gobernador


romano del norte de África, 80.000 vándalos cruzaron el estrecho y llegaron a
Ceuta, provenientes de la Península Ibérica, la primavera del año 429.
Después de diversas victorias sobre unos defensores romanos débiles y
divididos, se hicieron con el control de la parte más occidental de la Tamazgha,
aglutinando a los mauros, conquistando Cartago e instalando en Hipona (cerca
de la actual Annaba, en Argelia) su capital. El año siguiente, el emperador
Valentiniano III tuvo que reconocer al caudillo vándalo Genserico como
soberano de toda el África proconsular, la Byzacena, y parte de Numidia y
Tripolitania. Pero después de la muerte de dicho emperador en el año 455,
Genserico continuó la expansión de su reino (430-533 d.C.), incorporando las
dos Mauritanias y el resto de Numidia.

En el siglo V la caída del Imperio romano fue definitiva, los vándalos


habían arruinado gran parte de la cultura romana y habían detenido la vida
urbana.

El final del reino vándalo viene marcado por la usurpación del trono por
Gelimer (530), hecho que sirvió de pretexto a Justiniano para enviar un ejército
bizantino al mando de Belisario, que en una rápida campaña (533-534) lo
conquistó. Desde entonces esta parte de África quedó incorporada a Bizancio
con el nombre de Exarcado de África con capital en Cartago. Los bizantinos
restablecerían la administración, la economía romana y la ortodoxia católica y,
a pesar de la resistencia de las tribus beréberes, restablecieron la esclavitud,
los impuestos e, intentaron imponer el cristianismo.

Hasta su conquista por los árabes, no fue fácil para los bizantinos el
dominio de estas tierras, ya fuese por los levantamientos internos, por las
amenazas externas, por las disputas internas en materia religiosa, o por los
continuos ataques de tribus beréberes en el área más occidental. Fueron años
de inseguridad, esclavitud e impuestos, que produjeron el descontento de
buena parte de la población que vieron a los nuevos invasores, los árabes,
como una especie de libertadores.

Mientras todo esto pasaba, los beréberes del interior continuaron con su
vida nómada y su organización tribal, atacando frecuentemente, como ya
hemos visto, las ciudades costeras más cercanas. La introducción del camello
en los siglos V-VI revolucionó las comunicaciones saharianas, ayudándoles a
controlar mejor las rutas comerciales y convirtiéndolos en los intermediarios
más importantes entre el África subsahariana y el mundo de la Mediterránea.
 Concepto de romanización

Romanización, proceso de aculturación que experimentaron las


diversas regiones conquistadas por Roma, por el que dichos territorios
incorporaron los modos de organización político-sociales, las costumbres y las
formas culturales emanadas de Roma o adoptadas por ella.

Aculturación, proceso por el cual el contacto continuo entre dos o más


sociedades diferentes genera un cambio cultural. Éste puede producirse de dos
formas diferentes: el caso en el que las creencias y costumbres de ambos
grupos se fusionan en condiciones de igualdad dando lugar a una única cultura
y el caso más frecuente en el que una de las sociedades absorbe los
esquemas culturales de la otra a través de un proceso de selección y
modificación. Este cambio suele producirse a causa de una dominación política
o militar que por lo general provoca notables alteraciones psicológicas y una
gran inquietud social.
Romanización en África

La romanización en África comienza a partir del siglo I, pero es durante


el siglo III cuando alcanza su plenitud con el gobierno de los Severos. La
conquista parte de Túnez, y de ahí se llega a Argelia. La zona que asimiló
antes la romanización fue la costa norte; en el interior habitan tribus
seminómadas a las que los romanos no tienen acceso.

Durante el siglo IV los beréberes se levantan contra esa "Pax Romana",


pero es con los vándalos en el año 429 cuando desaparece la presencia
romana.

En la primera fase de la conquista romana, que va del 200 a.C. al 150


a.C. y se caracteriza por las primeras campañas en el mundo helenístico, las
victorias no van seguidas de anexión, porque el Senado empuña todavía
enérgicamente el timón del poder. Del 150 a.C. al 133 a.C. la conquista se
configura sobre el plan territorial, mientras el Senado se encuentra hondamente
influido por divergencias internas, nacidas de la presión de los medios
económicos y favorecidas por el clan de los partidarios de la guerra, que ansían
la acción y la gloria. Después del 133 a.C., el renacimiento de un partido
popular da al imperialismo el refuerzo de la plebe urbana, mientras el Senado
se ve obligado poco a poco a desinteresarse de la política exterior.

Es precisamente en este período crítico cuando Roma, que entre tanto


ha consolidado su conquista de la Galia Cisalpina y ha penetrado en
Macedonia, va a instalarse definitivamente en África.

Catón, al regreso de un viaje a tierras africanas (hacia el 153 a.C.), ha


ponderado el resurgimiento económico de Cartago, la temida rival. Contra
Cartago, Roma cuenta con Masinisa, que, gracias a su amistad con los
romanos, construía un poderoso estado obligando a sus bereberes nómadas al
cultivo sedentario del trigo y abriendo resueltamente su reino a la civilización
helenística.
Masinisa fue uno de los paladines mas ilustres en el florecimiento
económico y cultural del Norte de África. Numidia exportaba trigo, percibía
impuestos de las aduanas de las Sirtes, extendía sus líneas comerciales hasta
Lixus en la costa atlántica de Mauritania (Marruecos). Además, provechándose
de múltiples conflictos fronterizos y valiéndose del apoyo de Roma, Masinisa
había ido avanzando durante medio siglo sobre el territorio ya exiguo de
Cartago.

En el 150 a.C., el partido de los demócratas prevaleció sobre la pacifista


aristocracia de los comerciantes, y, a pesar del tratado del 201 a.C., Cartago
declaró la guerra al nùmida. Roma aprovechó entonces el pretexto para
desencadenar la llamada tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.).

La nueva provincia, llamada simplemente Africa (o Africauetus) y


fundada en el 146 a.C., sólo se extiende al principio desde Thaenae, en la
pequeña Sirte, hasta Thabraca (h. Tabarka), en la desembocadura del río
Tusca. Sin embargo, esta pequeña región, que luego se ensanchará poco a
poco hacia el sur y especialmente hacia el oeste, será la eficaz cabeza de
puente para la penetración de la romanidad en todo el norte del continente
africano y, por consiguiente, el elemento básico para esta primera concepción
unitaria del Mediterráneo.

Roma no podía pensar que, con la destrucción de Cartago en el 146


a.C., extirpaba de raíz su influencia. Se había creado entre los númidas una
civilización bilingüe (líbica y púnica) que continuó prosperando en la escritura,
el culto, la administración.

En tiempo de Sula (88-79 a.C.), Roma ya posee diez provincias;


adquiridas lentamente y no sin recelos', dejan todavía muchos vacíos en las
riberas del Mediterráneo, mientras preparan sólidas bases para una
penetración continental.

La conquista es deseada. Por ello va en aumento, cada vez con mayor


ímpetu, durante el siglo I a.C., pero la perspectiva del imperialismo sigue
siendo incierta y pobre. Roma no sabe qué hacer con sus provincias: diríase
que se limita a señalarlas en blanco sobre el mapa. Roma no explota todavía el
valor económico de sus provincias, no les aplica una administración digna de
tal nombre, ni siquiera implanta en ellas un poder militar serio; las legiones
evacúan la provincia después de su conquista y la seguridad sólo queda
afianzada muy superficialmente con la construcción de calzadas; las
guarniciones y fortificaciones son excepcionales.

Únicamente con Julio César se bosqueja, y luego se precisa con


Augusto, una concepción propiamente imperial para esta inmensa acumulación
de territorios heterogéneos y revueltos. El mismo Julio César, interviene
personalmente en la provincia de Africa durante la guerra civil: a fines de
diciembre del 47 a.C. desembarca cerca de Hadrumetum (h. Soúza, Susa), ya
que en su zona se habían agrupado los últimos pompeyanos alrededor de
Juba, rey de Numidia. La batalla de Thapsus (no lejos de Mehdia), entablada el
6 de abril del 46 a.C. señaló la hecatombe de sus adversarios, que perecieron
o se suicidaron, como Catón, en Utica, o el mismo Juba, en Zama.

Con este episodio, que supuso la consolidación definitiva de César,


empezó para el norte de África un nuevo y rápido período de romanización.
César redujo a provincia la mayor parte de Numidia de la que esperaba sacar,
para el aprovisionamiento de Roma, diez mil toneladas de trigo: la designó con
el nombre de Africa nona, cuya capital fue Sicca Veneria (h. El Kéf). Dio la
parte occidental de Numidia a Bocchus, rey de Mauritania, un reino de la parte
occidental del Maghreb, y a su fiel colaborador en dicha campaña, Sittius, que
creó poco después la colonia de Cirta, llamada luego Constantina (h.
Kousantina, Constantine).

A partir de su mandato, toma cuerpo y se completa la perspectiva


imperial de Roma: el conjunto de los territorios conquistados, donde las
provincias occidentales del Mediterráneo sirven ya de contrapeso a las
orientales, es administrado sin desfallecimiento, pero también con un nuevo
sentido de la equidad.

César va más lejos: esboza en rigor la romanización del imperio.


Primero, a través de sus ejércitos, que se funden con los habitantes de las
provincias, les acostumbran a la civilización romana y a la práctica, al menos
sumaria, del latín y les confieren la ciudadanía o el derecho latino; después,
mediante la fundación de numerosas colonias de veteranos o de proletarios en
las provincias, consideradas, notémoslo bien, como una prolongación de Italia.
A las colonias fundadas en la Galia o en Híspanla hay que añadir ahora, en
África, las de Hippo Diarrhytus (h. Binzert, Bizerta) y Neapolis (h. Nabeul).

Las imponentes ruinas de ciudades romanas que cubren el norte de


Africa son los testigos de aquella laboriosa colonización. César aspira también
a reedificar la ciudad de Cartago, pero le falta tiempo; será obra de Augusto, el
genial consumador de la obra de César. Cartago, reconstruida, volverá a
florecer como nunca.

Augusto, sin embargo, aconseja no extender más las fronteras del


Imperio; él mismo rehace el reino de Mauritania y lo entrega, en el año 25, al
príncipe beréber de Numidia Juba II, hijo de Juba I. Sus sucesores, en
conjunto, siguieron su ejemplo, limitándose a multiplicar las provincias
mediante la fragmentación de las existentes o mediante la anexión de Estados
vasallos o aliados.

. En esta enorme línea del litoral africano, la llamada África Proconsular


se extiende de la Gran Sirte al río Ampsaga (h. Ouéd el Kebir), pero Numidia
forma, al oeste, un territorio militar a las órdenes del legado de la III legión a
partir del año 3 8 ; esta legión, la III Augusta, la única del Africa romana, tiene
su residencia en Lambaesis: es la misma que construyó hacia el nordeste, en
el año 100, la colonia de Thamugadi (h. Timgad). En Numidia posee Roma el
principal territorio triguero del Imperio, especialmente a partir de Nerón, que
formó allí una inmensa propiedad imperial cuya explotación activaron sin cesar
los emperadores Vespasiano (69-79) y Hadriano (117-138).

Mientras las ciudades cobijan una burguesía floreciente y romanizada, el


antiguo substrato líbico, púnico o beréber persiste en los campos, conserva sus
prácticas religiosas y habla, junto al latín oficial, sus propias lenguas. No se
trata de um panorama precisamente contrario. En efecto, mientras tantas
provincias se encuentran en crisis a fines del siglo II, África alcanza el apogeo
de la prosperidad por la mejora de sus terrenos incultos y la difusión del olivo.
Es la agricultura, junto con la ganadería, el recurso más poderoso del
norte del África; tanto como al trigo, incluso, que cada día gana más terreno en
el África proconsular y provee los mercados de Roma, con ventaja sobre el
trigo de Egipto, hay que atribuir el progreso material a la arboricultura,
especialmente el olivo, que cubre amplios sectores de África, sin olvidar la
viticultura y la horticultura.

Por otra parte, es durante estos siglos cuando se desarrolla en Cartago y


Numidia, en las regiones del Africa uetus y del Africa noua. Un florecimiento
religioso y cultural extraordinario como resultado, sin duda, del bienestar
económico. África surte de personajes de toda índole al Imperio.
Anexo

Bereberes, moros o imazighen

La presencia de los grupos denominados “beréberes” se remonta a una


gran antigüedad que no será objeto de análisis en este trabajo. En realidad,
“beréber” es un nombre genérico dado a los integrantes de grupos étnicos
heterogéneos que comparten prácticas culturales, políticas y económicas
similares y se extienden por todo el norte del Sahara, aproximadamente desde
el actual Marruecos hasta el oasis de Siwa en Egipto.

Desde una postura tradicional al colectivo “beréberes” se lo hace


proceder del latín barbari, vocablo que deriva a su vez del griego, barbaroi, con
el significado de “bárbaros”, o sea el descalificador término que designaba a los
pueblos que rehusaban integrarse a la civilización grecorromana. Sin embargo
sabemos que los pueblos del Norte de África fueron llamados generalmente por
los escritores de la Antigüedad mauri (moros).

Como consecuencia de la prejuiciosa discusión que identificó el vocablo


“beréber” con la palabra “bárbaro”, casi todos los bereberófonos, sobre todo los
activistas beréberes, consideran que esta denominación tiene orígenes y
connotaciones peyorativas y se refieren a sí mismos como imazighen (singular:
amasigh) con el significado más relevante de “hombres libres”, considerándose
los habitantes originarios del norte de África.
Bibliografía

Dolç, Miguel. La romanización del norte de África en la unidad


Mediterránea. (Versión digital)

Enciclopedia® Microsoft® Encarta 2001. © 1993-2000 Microsoft


Corporation. Reservados todos los derechos.

Zurutuza, Hugo. “De romanos, beréberes y musulmanes: los últimos


herejes.” Revista electrónica anual: Actas y Comunicaciones del Instituto de
Historia Antigua y Medieval. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires. Volumen 6 – 2010. ISSN: 1669-7286

Fuentes digitales:

http://www.amadeus.net/home/destinations/es/guides/ac/his.htm

http://www.angarmegia.com

http://www.culturaclasica.com/?q=node/1191

http://www.dialnet.unirioja.es

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medieval/index.htm/#actas

http://www.wikipedia.es

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