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MINISTERIO DE EDUCACION

INSTITUTO SUPERIOR DE BIBLIOTECOLOGIA DR MARIANO MORENO

TRABAJO PRACTICO NUMERO 3.

PROFESORA:ALEJANDRA FERRARI

ALUMNAS:MICAELA ROBLEDO-ROMINA CONTURZO

FECHA DE PRESENTACION:21/06/18
Contra la concentración de la propiedad en pocas manos.

Hay escritos de Belgrano que llaman la atención por su profunda sensibilidad social. Mientras Schiller
publicaba Sobre la educación estética de la humanidad, Manuel leía su Memoria consular de 1795 en la que
señalaba: “He visto con dolor, sin salir de esta capital, una infinidad de hombres ociosos en quienes no se ve
otra cosa que la miseria y desnudez; una infinidad de familias que sólo deben su subsistencia a la feracidad
del país, que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto es, la abundancia; y apenas se
encuentra alguna familia que esté destinada a un oficio útil, que ejerza un arte o que se emplee de modo que
tenga alguna más comodidad en su vida. Esos miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que
llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el
último punto”.Lo notable en Belgrano es su capacidad para acompañar cada crítica con una propuesta
superadora. Insistía en que uno de los principales medios para mejorar las condiciones de vida de los
sectores más postergados era crear escuelas gratuitas, «adonde pudiesen los infelices mandar a sus hijos
sin tener que pagar cosa alguna por la instrucción», política que debía incluir «escuelas gratuitas para las
niñas». Si en esa primera Memoria el enfoque sobre la condición de «esas infelices gentes» tenía los matices
del racionalismo iluminista, combinados con los de la caridad cristiana, en los años siguientes adquiriría un
tono más realista y crítico. Así, para 1810, al analizar las causas de la «pobreza de los labradores»
rioplatenses (un tema recurrente en la época) y los bajos rendimientos de sus cosechas, iba al fondo de la
cuestión. Tras recorrer cada uno de los argumentos que se daban para esa pobreza –el modo de cultivo y de
cosecha, la falta de créditos, las trabas y obstáculos de los malos caminos, las «extorsiones que les causan
[…] los autores del poder», entre otras–, señalaba que «no obstante, todavía no juzgamos que ésta sea la
causa de su pobreza, porque […] la retribución de la tierra es grande, y no sólo pudiera sacar sus capitales
empleados, sino también los productos netos». El verdadero problema, para él, estaba en la propiedad de la
tierra: “Es muy sabido que no ha habido quien piense en la felicidad del género humano, que no haya traído a
consideración la importancia de que todo hombre sea un propietario, para que se valga a sí mismo y a la
sociedad, por eso se ha declamado tan altamente a fin de que las propiedades no recaigan en pocas manos,
y para evitar que sea infinito el número de propietarios: ésta ha sido materia de las meditaciones de los
sabios economistas en todas las naciones ilustradas, y a cuyas reflexiones han atendido los gobiernos,
conociendo que es uno de los fundamentos principales, sino el primero de la felicidad de los Estados”.9
Combatiendo la desigualdad

El 1º de setiembre de 1813, la Gaceta publicó un artículo que Belgrano había escrito unos años antes y que
no pudo pasar la censura del período colonial.10 Es un documento de un valor extraordinario donde aparece
expresada una conciencia política de marcada influencia rousseauniana. Allí señalaba: “La indigencia en
medio de las sociedades políticas deriva de las leyes de propiedad; leyes inherentes al orden público, leyes
que fueron el origen de esas mismas sociedades, y que son hoy la causa fecunda del trabajo, y de los
progresos de la industria. Pero de esas leyes resulta, que en medio del aumento y decadencia sucesiva de
todas las propiedades, y de las variaciones continuas de fortuna, que han sido un efecto necesario de
aquellas vicisitudes, se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una, dispone de los frutos
de la tierra; la otra, es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y
riquezas, o a desplegar su industria para ofrecer a sus propietarios comodidades, y objetos de lujo en cambio
de lo que les sobra. Estos contratos universales, estas transacciones de todos los instantes, componen el
movimiento social, y las leyes de la justicia no lo dejan degenerar en enemistades, en guerra, y confusión.
Una de las consecuencias inevitables de estas relaciones entre los diversos habitantes de la tierra es, que en
medio de la circulación general de los trabajos, y las producciones de los bienes, y de los placeres, existe una
lucha continua entre diversos contratantes: pero como ellos no son de una fuerza igual, los unos se someten
invariablemente a las Leyes impuestas por los otros. Los socorros que la clase de Propietarios saca del
trabajo de los hombres sin propiedad, le parecen tan necesarios como el suelo mismo que poseen; pero
favorecida por su concurrencia, y por la urgencia de sus necesidades, viene a hacerse el árbitro del precio de
sus salarios, y mientras que esta recompensa, es proporcionada a las necesidades diarias de una vida frugal,
ninguna insurrección combinada viene a turbar el ejercicio de una semejante autoridad. El imperio pues de la
propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario. Esta ley de
dependencia existe de una manera casi igual bajo los diversos géneros de autoridades políticas; y en todas
partes el salario de las obras, que no exigen educación, está siempre sometido a unas mismas proporciones.
El pequeño número de variaciones a que está sujeta esta regla, viene a ser una confirmación de ella; porque
se derivan esencialmente del valor comercial de las subsistencias, o de la escala de las necesidades
absolutas; graduación introducida por la diversidad de los climas, o de las habitudes”.11

Pensaba que debían fomentarse las vocaciones y darle a la gente la posibilidad de elegir su ocupación, para
lo cual insistía en incrementar los establecimientos educativos: “Aparte de ser una abominable tiranía el
querer sujetar el talento de los hombres a la marcha tarda y perezosa que prescribirían unos reglamentos
uniformes, siendo por otra parte tan diversas las circunstancias, ¿no es el colmo de la preocupación y de la
costumbre envejecida el prescribir reglas, dictar fórmulas, establecer preceptos sobre la conveniencia
universal, sobre el interés siempre activo y vivo del hombre de trabajar para su propio sustento y
conservación? Pero en mí no puede la autoridad sino el raciocinio. ¿Se oponen semejantes reglamentos a la
libertad del hombre en elegir el género de ocupación que sea más conforme a sus designios? ¿Se ataca
directamente en él a la primera y más principal obligación de trabajar que le impuso el autor de la
Naturaleza? Se contrarían sus benéficas miras en cohibir y estrechar la industria y el talento de los hombres
por medio de unas trabas que le sofocan y adormecen. Sí, señores: todo esto sucede, naturalmente, cuando
por el deseo de lo que se llama orden se pisa y atropella la primera y más sagrada obligación que se conoce:
la de trabajar”.12.

Referencias:

1 En Manuel Belgrano, Escritos económicos, Hyspamérica, Buenos Aires, 1988, pág. 7 y 8.

2 Se refiere a los ingresos con que contaban los cabildos; los propios eran los recursos corrientes, producto
de la renta de bienes que pertenecían al ayuntamiento (por ejemplo, alquiler de edificios o concesiones
respecto de bienes o servicios públicos); los arbitrios, en principio, eran recursos extraordinarios, mediante
contribuciones, multas y derechos que, se suponía, eran de aplicación transitoria ante una emergencia o
afectada a un fin especial (por ejemplo, las derramas o prorrateos entre los vecinos del costo de
determinadas obras), aunque muchos, en la práctica, se convirtieron en permanentes.

3 En Correo de Comercio, números 3 y 4, tomo I, sábado 17 de marzo de 1810 y sábado 24 de marzo de


1810.

4 «Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país


agricultor», cit
5 «Sobre el establecimiento de fábricas de curtiembre en el Virreinato», Memoria de 1802.

6 «Industria», en Correo de Comercio, 17 de marzo de 1810.

7 «Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país


agricultor», cit.

8 «Traducción de los Principios de la ciencia económico-política», Memoria consular de 1796.

9 «Agricultura», en Correo de Comercio, 23 de junio de 1810.

10 José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, estados: orígenes de la Nación Argentina (1800-1846),
Biblioteca del Pensamiento Argentino, tomo I, Buenos Aires, Ariel Historia, 1997.

11 «Reflexiones sobre la causa de la desigualdad de las fortunas, y sobre la importancia de las ideas
religiosas para mantener el orden público», Gaceta de Buenos Aires, tomo III, Nº 70, 1º de septiembre de
1813.

12 Carlos Smith, La personalidad moral de Belgrano. Enseñanzas que nos ha legado, Círculo Militar, Buenos
Aires, 1928, pág. 57-58.

ANECDOTARIO: Donación de libros a la Biblioteca Pública de Buenos Aires

Mariano Moreno publicó en la Gazeta del 13 de diciembre de 1810 un pedido de donación de libros para la
flamante biblioteca pública de Buenos Aires, la actual Biblioteca Nacional. Uno de los primeros en responder
al pedido fue Manuel Belgrano, por entonces vocal de la Junta.Esa primera entrega estuvo formada por 70
volúmenes correspondientes a 44 obras, y fue acompañada con la promesa “de aumentar el donativo para
después”. (1). En 1811, Belgrano hizo dos nuevas entregas, completando 165 volúmenes de 87 obras que
constituían sólo una parte de su valiosa biblioteca privada y sin duda alguna, ésta era una de las más
numerosas e importantes por los libros que atesoraba, del Buenos Aires de la época. La donación de estos
libros, algunos de los cuales de gran valor bibliográfico dado su antigüedad y por supuesto de gran valor
económico, demuestran la generosidad del prócer, para fomentar la educación y lacultura como un elemento
fundamental en la formación de los jóvenes estudiantes.Dentro de las obras donadas figuran doce obras
relativas a cuestiones de técnica y administración agrícola, materias de gran interés para
Belgrano.Recordemos que en su gestión como Secretario del Consulado de Buenos Aires se ocupó de
fomentar las actividades productivas como un elemento fundamental junto con la educación para lograr la
felicidad de los pueblos. Belgrano donó la famosa obra de Romusio Dere: agraria, y varias obras teóricas y
prácticas relativas al desarrollo agrícola y ganadero. Entre éstas encontramos:los dos tomos de Schabol de
Práctica de la jardinería; de Pedro Pablo de Pomar, dos tomos de la obra Causa de la escasez y deterioro de
los caballos; Tratado del cultivo de las tierras del ingeniero francés Duhamel Dumonceau; 4 grandes tomos
de las Lecciones prácticas de agricultura de Seixo; 4 tomos en francés El botánico cultivador del barón
Dumont de Courset; dos tomos en francés de la Pequeña casa rústica o curso teórico y práctico de
agricultura, de economía rural y doméstica; la célebre obra Systema vegetabilium, en edición latina de 2
tomos; el Tratado elemental de historia natural, del zoólogo francés André M.C. Dumeril, entre otras obras.(2)
.

FUENTE

1- Juan Carlos Melo, Donaciones de Belgrano a la Biblioteca Pública. En: INSTITUTO NACIONAL
BELGRANIANO, Manuel Belgrano; Los ideales de la Patria .Buenos Aires, Manrique Zago Ediciones, 1995,
p.165.

-2- Juan Carlos Melo, op. cit., p. 168.

Fuente: Instituto Nacional Belgraniano.

“Relación de San Martin y las Bibliotecas”

José de San Martin se había formado profesionalmente en el viejo mundo en materia militar y,de tal carácter,
desarrollo una importante carrera en suelo hispánico. De retorno en tierras del plata. Su objetivo primero fue
la emancipación americana a la que dedicaría todos sus esfuerzos, había que mejorar la ilustración de sus
habitantes en todos sus estratos. En consonancia con esta idea, manifiesta en nota al cabildo de Santiago
con fecha 17 de marzo de 1817: “La ilustración y el fomento de las letras es la llave maestra que abre las
puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos”. En la comprensión de que el remedio a las
problemáticas americanas era la cultura, ante la necesidad de satisfacer mediante una alta calificación de los
recursos humanos a fin de que resulten útiles al proceso productivo, y en el imperativo de formar ciudadanos
apto para el desempeño de diversas actividades sociales, nuestro prócer dedico sus esfuerzos en aquellos
territorios en los que le toco actuar. Concretamente, era menester para lograr este objetivo, proporcionar
material de lectura y estudio. Nuestro guerrero, de austras costumbres, trajo consigo desde España más de
un millar de libros, los que conservo durante su estadía en Buenos Aires y a los que posteriormente llevo a
Mendoza. Con setecientos de esos volúmenes enriqueció la biblioteca provincial de esa ciudad a través del
testamento que firmo ante el escribano del cabildo mendocino, Cristóbal barcala con fecha del 23 de octubre
de 1818, en el que cedió su “librería”, término que usaba para definir su biblioteca. En la oportunidad de
liberar a chile, traslado a lomo de mula por los angostos caminos de la cordillera de los andes, otros
cuatrocientos volúmenes, para la creación de una biblioteca nacional en su capital. En Santiago de chile,
luego de producida su emancipación instalado el gobierno independiente, y ante la partida de san Martín
había buenos aires, el cabildo chileno le otorgo diez mil pesos en oro para los gastos del viaje. San Martín
agradeció la atención y dono ese dinero con destino a la creciendo la biblioteca nacional, fundamentando:
“deseó que todos se ilustren en los sagrados derechos que forman la esencia de los hombres libres”. Más
tarde, cuando entro triunfante en Perú, transportaba el remante de su biblioteca, consistente en alrededor de
medio millar de libros, lo que dono como base para la fundación de la biblioteca nacional de lima. El decreto
del 28 de agosto de 1821 expresa que lo hace para facilitar a las gentes “todos los medios de acrecentar el
caudal de sus luces y fomentar su civilización”. Una póstuma donación fue hecha a la biblioteca de buenos
aires a través de Mariano Balcarce por carta fechada oportunamente en parís. En un viaje a córdoba en
1816, anuncio su interés por publicar una reedición de los “cometarios” del inca Garcilazo, en una tertulia a la
que concurrieron hombres ilustrados de esa ciudad. En esta oportunidad, se hizo apología de la obra y se
censuró el despotismo que había prohibido su lectura. San Martín propuso abrir una suscripción pública con
el objetivo de reimprimirla. San Martín desde muy joven era un gran lector, armo su propia biblioteca personal
que llego a tener 700 volúmenes, entre sus autores preferidos estaban los filósofos: Rousseau, Voltaire,
Montesquieu. Tenía una gran cantidad de libros de literatura universal y filosofía en general. Este amor que
tenia por los libros lo llevo a fundar bibliotecas en Mendoza, Santiago de chile y lima. Además de san Martín,
le dieron importancia a las bibliotecas Mariano Moreno, como fundador de nuestra biblioteca nacional y
Manuel Belgrano como el fundador de la biblioteca pública, dos pioneros de la educación popular.

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