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DE MÉXICO
FACULTAD DE DERECHO
TEORÍA ECONÓMICA
E
l breviario ya mencionado anteriormente comienza con una pequeña
introducción sobre el fenómeno político, es decir las relaciones políticas
entre los principales actores que es el individuo, la colectividad y el
Estado; habla desde que el individuo comienza a asociarse en el mundo primitivo
con sus semejantes para la satisfacción de sus necesidades inmediatas y
elementales hasta que el Estado se convierte en un ser supremo. Hay que
mencionar que el individuo comienza aceptando por necesidad la autoridad
institucionalizada en el Estado. El jefe primitivo funda su derecho en la fuerza y en
su habilidad para conducir a los demás para exigir sus necesidades. Finalmente
surge el concepto jurídico-político del Estado. El individuo acepta todo esto, ya que
la presencia de tener autoridad le es útil para el resguardo de sus intereses y
propia seguridad por más pequeños que estos sean; segundo porque se los
imponen por la fuerza. Pero acaba por revelarse contra la autoridad y la expresión
extrema de esto es la anarquía. El hombre tiende a liberarse de cualquier tipo de
opresión.
Gran parte del fenómeno político gira en un mismo proceso: el individuo desea la
libertad absoluta pero como todos la desean también simultáneamente, llega un
momento en el que surge conflicto de unas libertades a costa de las otras,
entonces se hace indispensable un sistema de regulación de la libertad. El
encuentro de un término ideal entre la libertad individual y la regulación de las
libertades de otros es una de las metas esenciales en la mayoría de las doctrinas
políticas. El fenómeno político es dinámico, un constante proceso de transiciones.
Los gremios tenían reglas establecidas para la forma de producir sus artículos,
para fijar precios y plazas de venta de los mismos y para limitar el número de
unidades manufacturadas. En muchos casos, contaban con el monopolio de
compra de materias primas y, desde luego, nadie que no perteneciese al gremio
respectivo no podía ejercer el oficio. El comercio y sobre todo el crédito estaban
condenados por la Iglesia, lo que significaba una grave restricción al desarrollo
económico. La iglesia en esa época desempeñaba un papel preponderante.
Las leyes naturales no dieron el resultado que esperaban. Para comenzar fueron
desnaturalizadas no tanto por la acción del Estado, en un principio, como por obra
de los capitalistas. Una muestra de ello es la organización de los monopolios y
carteles que anularon la libre competencia y dieron carácter artificial a los precios,
desvirtuándolos efectos de la ley de la oferta y la demanda.
b) Un estatuto constitucional
Entre los siglos XVIII y XIX el socialismo utópico enuncia las formulas
relativamente definidas en relación con los problemas del mundo moderno que en
ese momento da el paso final hacia su dramático encuentro con la máquina, el
capitalismo y la era industrial. Es natural que, en presencia de estos factores, el
pensamiento del socialismo utópico concentrara su atención sobre el problema
económico-social y que su crítica se orientase directamente contra los defectos del
capitalismo industrial.
A lo que refiere el capítulo de Democracia Cristiana dados los principios éticos del
cristianismo y la filosofía política de la democracia nada resulta más lógico que la
confluencia de estas dos corrientes en un solo cauce. A decir una verdad ya se
unieron extraoficialmente en la democracia liberal cuyo individualismo concordaba,
en principio, con el libre albedrio y con el concepto cristiano de que el hombre se
debe a su conciencia, y a su Dios y no al Estado ni a ningún otro poder terreno. El
impulso que tomo el liberalismo económico arrastrado por la pendiente del lucro
como objetivo primordial, y los desbordes que esa tendencia produjo, lo llevaron
por encima de los diques de contención de la ética cristiana.
La literatura de la democracia cristiana asigna a esta corriente una filosofía
doctrinaria cuya genealogía remonta a Aristóteles y pasando por Tomas de Aquino
viene a desembocar en Jacques Maritain. Se invocan las dos grandes y largas
raíces de esta doctrina, el Cristianismo y la Democracia, podrían incluirse muchos
nombres más; casi los de todos cuantos concibieron la imagen de una sociedad
ideal, inspirada en los conceptos éticos del altruismo, la generosidad, y el sentido
de la justicia y el amor al prójimo.
La organización de los partidos democristianos contemporáneos data del periodo
comprendido entre las dos grandes guerras mundiales.
El primero, aboga por la libertad individual por encima de toda atadura y limitación
autoritaria, es considerado como una forma exacerbada y utópica del liberalismo,
ya que también esta última desecha al estado, reduciendo sus funciones al
mínimo indispensable.
El anarquismo colectivista se parte de la simple proposición teórica de la libertad
individual absoluta, para reconocer la necesidad práctica pero limitada de la
consistencia social. El anarquismo, de esencia materialista, rechaza tanto la
noción del libre albedrio como la del fatalismo de la naturaleza humana.
El término fascismo proviene de la palabra italiana fascio, y esta del latín fascis,
que significa haz o conjunto. Servía en Roma para designar al haz de varas, con
un hacha al centro, símbolo de la autoridad de los lictores y la fuerza en la unidad.
Por obra del fascismo aparecen y se ponen en práctica conceptos totalmente
nuevos en el campo de la política contemporánea.
La teoría fascista de las elites ofreció perspectiva muy atrayente, no solo dentro de
Italia. Los militares y grupos políticos militaristas así como la oligarquía la
acogieron con especial beneplácito. Se expandió particularmente en esos países
donde el bajo nivel de educación de las masas pudo ser utilizado como justificativo
para el “derecho inmanente” de las “minorías selectas” a regir los destinos de la
colectividad. Y más de un mandón vulgar, aquí y allá, se sintió “predestinado”.
Era el estado nazi el que, con criterio protector, se encargaba de conceder tales
derechos, condicionados invariablemente a los intereses supremos del Estado
mismo. El estado necesitaba más ciudadanos para trabajar por el
engrandecimiento de la nación en tiempo de paz y para morir por ella en la guerra.
Antes de la guerra, y en el curso de la misma, los campos de concentración, las
cámaras de gas para ejecuciones en masa, los experimentos científicos para los
cuales se utilizaba a los judíos como conejillos de india y otros procedimientos
semejantes, causaron la muerte de algo así como 6 millones de semitas.