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Liberalismo y capitalismo
A pesar de todas las contribuciones excesivas exigidas
por el gobierno, el capital ha crecido insensiblemente y
en silencio gracias a la economía privada y a la sabia
conducta de los particulares, decididos a mejorar su nivel
de vida a base de esfuerzo constante. Este esfuerzo, que
actúa sin cesar bajo la protección de la ley, y que la
libertad permite ejercitar en todos los sentidos, es el que
ha sostenido la progresiva riqueza de Inglaterra a lo largo
de su historia.
Adam Smith
La riqueza de las naciones
El origen del pensamiento liberal se remonta a la
Europa que sufre las guerras de religión y propone
como nuevos criterios de entendimiento la libertad
de conciencia y la tolerancia. El diálogo razonable
será, desde entonces, el procedimiento
característico de toda comunidad que se defina
como “liberal”.
Pronto, de la tolerancia religiosa se pasó a la política: a un
Estado neutral no solo respecto a las creencias, sino también
frente a las actividades privadas de los ciudadanos. Gracias
a esa distinción entre el Estado y la sociedad, el liberalismo
se convirtió en “el arte de separar lo público de lo privado”
(Walzer).
En su Historia de las ideas contemporáneas, Mariano
Fazio explica que el liberalismo político clásico se
caracteriza también por ser una teoría de los límites del
Estado, es decir, por proponer los medios que impiden al
Estado la violación de los derechos de los particulares, en
abierta crítica contra el absolutismo monárquico. Esos
medios son bien conocidos:
El sufragio universal
La separación de poderes y una justicia independiente
Una administración neutral
Protección de los Derechos humanos y tolerancia religiosa
Libertad académica y de investigación científica
Libertad de prensa, de empresa y de trabajo
Protección de la propiedad privada y respeto de los contratos