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Manifiesto por la Biblioteca Escolar

de Bibliotecas a la Calle, Colombia

Si la escuela es un taller de mujeres y hombres como lo propone Comenio, maestras y


maestros son artesanos y la biblioteca escolar, como corazón de la escuela, es uno de
esos resquicios donde subyacen los principales materiales con que trabaja el artesano
para enarbolar el espíritu de quienes viven la escuela.

La Biblioteca Escolar es un lugar que acoge, que recibe. Es un lugar para la libertad, un
claro en un bosque. También puede ser el cuarto de castigo, del reblujo, de la limpieza,
la fotocopiadora, el cuarto de aseo, el de las traperías, la sala de juntas, el patito feo. Ella
será lo que queramos que sea, lo que hagamos que sea.

Sin embargo, pese a todo y a todos, la biblioteca escolar se resiste a ser condenada al
abandono y olvido (aunque hablar del olvido sea ingenuo en muchas ocasiones pues hay
quienes ni siquiera saben que existe)

Pero nosotr@s , sí sabemos que existe y sabemos que la biblioteca escolar en Colombia
e incluso en Latinoamérica, es un pedacito de la escuela que viaja, se mueve, camina y
sobre todo que necesita de toda la Comunidad Educativa para que su existencia cobre
sentido.

Una biblioteca es como una palabra, un ser vivo. Sabemos que palabra y biblioteca dan
refugio, sanan, contentan, transmutan. Son lugares que resguardan libros y personas, y
un libro es como una cabaña, dice Michele Petit, y agrega “la lectura tiene mucho que
ver con el espacio, toca los cimientos espaciales del ser. Parece ser un atajo privilegiado
para encontrar un lugar, meterse allí, anidar.”

La Biblioteca Escolar resulta ser entonces a veces pájaro a veces nido. Pájaro porque
cada libros busca su lector, su lectora, porque cada palabra leída recorrerá caminos,
nido, porque se nos ofrece como un hogar. Quien lee, por su parte, es como un
pescador, un descifrador, un buscador de sentidos como diría Graciela Montes.
La Biblioteca Escolar nos recuerda el poder de escribir, la necesidad de leer, la
responsabilidad al hablar y nuestro compromiso como buenos oyentes, nos recuerda que
el mundo puede y debe ser mejor de lo que es.

Al final de cuentas necesitamos, como dice la poeta Marta Quiñones, que todos esos
humanos que estamos comprometidos con este sueño llamado poesía, para hermosear lo
feo de la vida, sigamos en pie, que cada uno y cada una, no desfallezca en el intento de
sostener a flote esta barcaza del libro, del diálogo, del encuentro secreto de las palabras
y el deseo de ellas.

Que sea nuestra mística, nuestra revelación cada mañana, nuestra buena ventura.

Decir biblioteca escolar es decir: mar de las palabras, fuego de las palabras, aire, tierra
de las palabras. Hablar de bibliotecas es enunciar montañas, apelar a bosques, necesitar
cuevas, montes, cerros, ríos, recurrir al inmenso océano, a los misterios del universo
todo, porque la palabra que se cimienta desde la biblioteca escolar siembra su raíz
profunda en la imaginación inagotable, en la vida misma, en la humana condición.

Y “lo imaginario no es la palabra, es lo que está detrás de la palabra”, dice Marina


Colasanti.

Decir biblioteca escolar, es decir una casa dentro de otra casa. Por lo tanto, construir
bibliotecas es erigir un hogar, una patria, es hablar de dignidad, de derechos, de
ciudadanía.

Y si avanzamos en la garantía de los derechos de la información y a la cultura,


avanzamos simultáneamente en la garantía de otros derechos y por lo tanto,
colaboramos en el desenredar los nudos que dificultan el avance de nuestro propio plan.

Avancemos juntos y juntas en la defensa de lo obvio, de una educación que enarboles la


lectura, la escritura y la oralidad como prácticas sociopolíticas y culturales que nos
ayuden a edificar, desbaratar, construir y dignifica nuestra humanidad. Avancemos
juntos y juntas en la defensa de la Biblioteca Escolar como escenario de transformación
y cambio.
En este andar individual y colectivo de los que honramos la palabra y biblioteca,
armamos redes, elevamos puentes, fortificamos trincheras, hilamos sueños. La
biblioteca escolar teje el vínculo con el otro, con la comunidad entera, por eso su
espacio es una puerta abierta que da la bienvenida. Su voz es la voz del territorio. En
ella habla la calle, la esquina, el barrio, la avenida, el campo, la ciudad. En ella se
expresa lo urbano, lo rural.

Porque decir biblioteca es decir país, memoria, resistencia. Decir biblioteca es expresar
movimiento, ruido, convite, juntura, celebración, lucha. Decir biblioteca es decir choza,
castillo, trocha, kankurúa, edificio, habitación, cuerpo, cueva, hoguera es decir piel,
barco, avión, canoa, bicicleta, alas, tren.

El caminar la biblioteca escolar permite abrir surcos, alimentar cauces, iluminar


recovecos, nutrir vertientes, encontrar arroyos, esparcir semillas.

Desde Salgar corregimiento del Atlántico, frente al mar Caribe, y escuchando el


incesante golpe de las olas, desde la humedad del Chocó. Desde los atardeceres de
Villavicencio, desde las montañas del Quindío, desde la diversidad cultural de
Antioquía, desde 2600 metros más cerca de las estrellas, desde la imponente selva
Amazónica, celebramos que el camino para un proyecto bibliotecario escolar no termina
hoy.

Sino que continúa en cada rincón de Colombia, de Latinoamérica, que somos cada una
de nosotras, de nosotros en cada región, en cada proceso donde hacemos presencia,
porque de eso se trata, de hacer presencia con las palabras, con la voz, con el caminar.

Agradecemos pues desde el hacer la oportunidad que se labra día a día para un proyecto
común y compartido.

Seamos como árboles que extienden sin egoísmo ni reserva sus ramas al viento, quizá
entonces un día, nos despierte al amanecer el canto de los pájaros: Bibliotecas Escolares
de puertas abiertas.

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