Está en la página 1de 22

Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019.

ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

_____________________________________________________________

Artículo
_____________________________________________________________

Precariedad en el mercado de tierras: el porfiriato en Tlaxcala, México, 1882-1912

María de Lourdes Herrera Feria


Profesora Investigadora Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
mlhferia@gmail.com

Leonardo Chávez Miranda


CIESAS Peninsular-CONACYT
leonardochavez85@gmail.com

Recibido: 10/09/2019

Aceptado: 12/10/2019

5
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

Resumen
En este texto se aportan elementos para contribuir al análisis de la precariedad, tanto en
la extensión como en el valor, de las tierras que fueron puestas en circulación durante el
porfiriato en el estado de Tlaxcala, México. Con este propósito se examina el registro
notarial de las transacciones realizadas entre 1880 y 1912, con arreglo a la ley de
desamortización y nacionalización de bienes eclesiásticos y civiles, para discutir la idea,
muy arraigada en la historiografía nacional, de que en el mercado de tierras sólo
participaba la élite.

Palabras clave: Desamortización de bienes; Mercado de tierras; Precariedad; Tlaxcala;


Fuentes notariales

Códigos JEL: A12, D13, J43, R14

Abstract
This text provides elements to contribute to the analysis of the precariousness, both in the
extent and value, of the lands that were put into circulation during the Porfiriato in the state
of Tlaxcala, Mexico. For this purpose, the notarial registry of transactions between 1880
and 1912 is examined, in accordance with the law of confiscation and nationalization of
ecclesiastical and civil property, to discuss the idea, deeply rooted in national
historiography, that in the market of lands only the elite participated.

Keywords: Confiscation of assets; Land market; Precariousness; Tlaxcala; Notarial


Sources

JEL Codes: A12, D13, J43, R14

6
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

Introducción
La aplicación de la legislación liberal sobre la desamortización de fincas rústicas y
urbanas de las corporaciones civiles y eclesiásticas, decretada en 1856 con el objetivo
reactivar la economía y las finanzas públicas del Estado, tuvo una enorme repercusión en
la estructura de la propiedad corporativa de la iglesia, de los ayuntamientos y de los
pueblos indígenas, ya que su fin último era alentar la propiedad privada e individual. Esa
legislación, conocida genéricamente como Ley Lerdo fue la base de las acciones
desamortizadoras que se realizaron desde su promulgación, en 1856, hasta el porfiriato
que culminaría en 1911.

Sus repercusiones han sido materia de análisis para los estudios históricos que se han
ocupado primero, en determinar la extensión o dimensión de las tierras comunales de los
pueblos y sus instituciones y, después, de la problemática que significó el ingreso de la
propiedad raíz, mediante mecanismos diversos, al mercado.

Este proceso se aceleró en el porfiriato al amparo de diferentes disposiciones legales


promulgadas en los estados, lo que contribuyó a construir la “leyenda negra” de que en
ese período se expandieron las haciendas y ranchos a expensas de las tierras de los
pueblos indígenas. Las distintas interpretaciones sobre la Ley de Desamortización de
1856 apuntan a que la mercantilización de las propiedades comunales fue aprovechada
por hacendados y rancheros, quienes eran los únicos que podían comprar y cubrir los
gastos del traslado de dominio.

El influyente trabajo de Jan Bazant (1966) estableció que los terratenientes fueron los
mayores beneficiarios de los efectos de la Ley Lerdo, seguidos por los comerciantes y los
profesionistas de corte liberal. Mientras que Frasert (1972), retomando los tradicionales
ensayos de Molina Enríquez y Reyes Heroles, destacó que la ofensiva contra las tierras
comunales de los pueblos indígenas fue una política constante desde 1856 hasta 1911.
Ambos trabajos no consideraron la participación de los vecinos de los pueblos dedicados
a labrar más los campos ajenos que los propios ni los posibles beneficios que obtuvieron
al adaptarse a las nuevas reglas del mercado.

Más adelante, trabajos como el de Knowlton (1990), empezaron a analizar las dificultades
del proceso de privatización de la propiedad raíz que no reportó, en lo inmediato, los

7
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

beneficios esperados, pues esta significó, entre otras cuestiones, un moroso pago de
impuestos y resistencia a la división de las tierras, lo que derivó en la obstrucción de las
leyes y en la lentitud de su cumplimiento. Schenk (1995), por su parte, explicó que la
privatización de las propiedades comunales, avivada con la legislación porfiriana, fue
caótica y a menudo se cometieron fallas en los procedimientos, lo que causó
innumerables conflictos entre los pueblos.

Las investigaciones sobre los efectos de la Ley Lerdo lograron una nueva perspectiva al
recurrir a los archivos municipales. Gracias a la información contenida en esos
repositorios se pudo establecer cómo y en qué medida se ejercieron los derechos que los
nuevos dueños adquirieron, y qué resultó del proceso de desamortización de la tierra. Un
análisis como el de Antonio Escobar Ohmstede (1993) sobre la región de la Huasteca, en
especial la hidalguense y la veracruzana durante el siglo XIX, muestra las trasformaciones
de la tenencia de la tierra, y cómo los pueblos indígenas protegieron sus tierras. Su
análisis mostró que los pueblos indígenas de esa región mantuvieron su dominio territorial
siguiendo tres estrategias: la compra de tierras, el litigio y las invasiones. Para este autor,
la conservación de las tierras de las comunidades, mediante la compra de tierras, fue
posible gracias a la conformación de los condueñazgos y las sociedades agrícolas.

El recurso de la formación de condueñazgos1 y de sociedades agrícolas2, ambos


formados por accionistas que aportaban cierta cantidad de dinero para acceder a los lotes
que podían variar en extensión, integraban dos formas de propiedad: individual y
comunal. Esta estrategia de los pueblos indígenas permitió que su propiedad raíz no se
dividiera e impidió que se vendiera a particulares.

Escobar Ohmstede (2012: 4) apunta que la historiografía sobre el tema se centra en la


hipótesis de que el proceso de desamortización pauperizó a los pueblos de indios al
despojarlos de sus tierras y constituyó uno de los pilares fundamentales sobre los que se
definieron los derechos de propiedad para favorecer una economía de corte capitalista.
También destaca lo poco que se ha considerado la existencia de la propiedad privada en
manos indígenas.

En el mismo sentido, Menegus (2007) hace notar que en Oaxaca ciertos cacicazgos se
vieron afectados de forma indirecta por la aplicación de la ley de desamortización, ya que

8
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

las poblaciones que se formaron y se asentaron en las propiedades de los cacicazgos,


utilizaron la denuncia para comprar la tierra de los caciques. Las poblaciones se sintieron
con derechos propios para reclamar una parte de las tierras del cacicazgo que
arrendaban. Su adjudicación provocó que muchas tierras pasaran a manos de los
pobladores.

En las primeras décadas del tercer milenio, los estudios sobre el tema han coincidido en
señalar que la privatización de tierras de uso común, posible gracias a la legislación liberal
decimonónica, cambió la concepción de la propiedad. El hecho de que las parcelas de
cultivo se pudieran comprar, vender, embargar, repartir, heredar y adjudicar generó un
activo mercado en el que no sólo participaron los terratenientes, empresarios y políticos,
sino también los campesinos.

Después de la división, desarticulación y adjudicación de la propiedad corporativa, la tierra


pronto fue puesta en venta. Sin duda, los hacendados, rancheros o los caciques de los
pueblos aprovecharon y la compraron para extender sus propiedades pero, en el caso del
estado de Tlaxcala —independientemente del proceso de desamortización—, existe
evidencia de la mercantilización de la tierra, entre particulares, desde la primera mitad del
siglo XIX. La forma que adoptó este mercado de tierras es la cuestión a dilucidar.

Sobre este particular, Sanchez (2013) ha destacado el papel esencial que tuvo la
propiedad de la tierra como factor de empoderamiento del pequeño campesino y de las
mujeres frente al hacendado y las autoridades. Esto propicio la tenaz defensa del
patrimonio territorial ante propios y extraños valiéndose de recursos judiciales y
extrajudiciales. Los estudios de Sanchez (2013; 2019) muestran a los habitantes de los
pueblos dentro de un entramado de relaciones y de contextos institucionales, actuando
para beneficiarse de las fisuras en las leyes o en alianzas coyunturales con las élites
económicas y políticas para, así, alcanzar o mantener su condición de propietarios. A
partir de estas reflexiones se propone revisar los procesos de mercantilización de la tierra
en el territorio tlaxcalteca.

La comercialización de la tierra en el territorio tlaxcalteca


Es comúnmente aceptado que, al finalizar el siglo XIX mexicano, más del setenta por
ciento de su población era rural y que la meseta central era la región con mayor densidad

9
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

demográfica. Pero, en el clásico estudio de Guerra (1988: Tomo I: 357-358), se ha


apuntado que en esa época México era un país formado por una multitud de pequeñas
aglomeraciones y que muchas de ellas, incluso las que llegaron a contabilizar diez mil
habitantes o más —con excepción de las poblaciones mineras—, se distinguieron por ser
grandes burgos agrícolas. Para sustentar este argumento se cita el ejemplo de la ciudad
capital del estado de Aguascalientes donde, buena parte de sus cuarenta y cinco mil
habitantes, seguían viviendo de la agricultura, lo que permite señalar que en realidad bien
podría ser que un 85 por ciento del total de la población mexicana podría clasificarse
como población rural ocupada en actividades agrícolas. El estado de Tlaxcala 3 se ubica
en el corazón de la meseta central mexicana. Durante el porfiriato4, en su región suroeste,
se promovió una agricultura modernizada, vinculada a los grandes mercados mediante el
ferrocarril, y fue asiento de un campesinado que dividía su tiempo y fuerza laboral entre
su diminuta propiedad y las haciendas cercanas, así como de habitantes de pueblos
próximos a grandes ciudades —en ese caso la ciudad de Puebla— que iban y venían en
función de las oportunidades de trabajo (Sánchez, 2019: 3).

Fuente: http://www.sct.gob.mx/pet-sct/cobertura-2016/tlaxcala/

Surcada, en el oriente, por los ríos Zahuapan y Atoyac —tributarios de la cuenca superior
del río Balsas— y por las corrientes Viejo, Grande y Tepextitla-La Trinidad, la región
suroeste del estado de Tlaxcala tuvo las tierras más fértiles del estado. Sus haciendas5,

10
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

cuya extensión era modesta, producían maíz y trigo y pertenecían en su mayoría a


vecinos españoles instalados en la ciudad de Puebla. Esta apropiación de las tierras
tlaxcaltecas, a pesar de que se estableció que eran asiento de una república de indios,
tuvo sus primeras manifestaciones desde los inicios del período colonial, entre otras
razones por la disminución de población que padeció la provincia, ya por su participación
en expediciones de exploración y conquista de nuevos territorios, ya por las empresas de
colonización del norte minero de las que no retornaron.

El éxodo, y el subsecuente despoblamiento, que disminuyó la disponibilidad de mano de


obra para los señores y aumentó la extensión de tierras incultas, obligaron a congregar
varias comunidades. El abandono y la desocupación de la tierra hicieron posible la
compra, alquiler o apropiación de los predios a pesar de los esfuerzos de los cabildos
indígenas por conservarlos. Así, en el siglo XVIII los españoles ya poseían doscientos
predios de regular tamaño dedicados a la cría y explotación de ganado, e introdujeron,
además, el cultivo del trigo y la cebada. El primero para consumo humano y el segundo
para reducir la explotación trashumante en busca de pastos para el ganado.

El proceso ha sido estudiado por Sempat Assadourian (1991: 13-33), quien señala que, a
finales del siglo XVI, hubo dos formas de apropiarse de la tierra en la provincia de
Tlaxcala: a partir de una merced que concedía la corona española por los servicios
prestados en guerra, compatible a la tradición indígena, y a través de un mercado de
tierras que chocaba con las costumbres indígenas, por lo que la nobleza india trató de
frenar la adquisición de propiedades por parte de los españoles por la vía de la compra.
Sin embargo, su resistencia fue incapaz de contener el cambio de manos de las tierras
tlaxcaltecas. La investigación de Sempat Assadourian, basada en el análisis de 209
escrituras relativas a cesiones de tierras a españoles, muestra que 160 —76.5 por
ciento— corresponden a operaciones de compraventa, mientras que las 49 restantes —
23.5 por ciento— testimonian once donaciones, tres trueques y treinta y cinco
arrendamientos y de que, en estas cesiones, la nobleza india tuvo una destacada
participación. Entonces, tenemos evidencia de una temprana formación de un mercado de
tierras en el territorio tlaxcalteca y, más aún, de que este fue activado por los mismos
indígenas desde finales del siglo XVI.

11
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

Estas observaciones son relevantes porque en la historiografía reciente, según observa


Escobar Ohmstede (2012), poco se ha considerado la propiedad privada en manos de
indígenas —por ejemplo, los bienes de caciques en el siglo XIX— e, ilusoriamente aunque
con matices, se insiste en que los pueblos indios estaban formados totalmente por
terrenos comunales. Ante esto, sólo los estudios regionales pueden arrojar luz sobre las
formas particulares en que indios y campesinos llegaron a detentar la propiedad privada
de la tierra y sobre su actuación como propietarios.

Los estudiosos del curso que siguió la mercantilización de la tierra, en la región suroeste
de Tlaxcala, recuperaron la pista de la problemática a partir de la aplicación de las
reformas liberales de mediados del siglo XIX.

CUADRO 1. ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO DE TLAXCALA EN 1885


DISTRITO (CAPITAL) CIUDADES VILLAS MUNICIPIOS PUEBLOS BARRIOS HACIENDAS

Hidalgo (Tlaxcala) 1 1 7 37 22 17
Juárez (Huamantla) 1 8 11 19 39

Zaragoza (Zacatelco) 7 32 22 20

Morelos (Tlaxco) 1 3 4 5 29
Ocampo (Calpulalpan) 1 3 12 1 20
Cuauhtémoc 5 33 10
(Escandón)
Total 2 3 33 129 69 135
Fuentes: Larrea y Cordero, Pedro, Gran cuadro histórico, industrial y religioso de la ciudad de Tlaxcala y el
Estado de su nombre, Tlaxcala, 1886. Para el distrito de Cuauhtémoc hemos agregado los datos a partir de
Velasco, Alfonso Luis, Geografía y estadística del Estado de Tlaxcala, México, Gobierno del Estado de
Tlaxcala, 1998 (ed. facs. de la de 1892), tomado de Sanchez, 2019: 54)

La idea de que había un verdadero estancamiento de las actividades productivas, a


consecuencia de la excesiva concentración de los bienes raíces en manos de
corporaciones civiles y religiosas, y de que el remedio a esa situación era poner en
circulación la propiedad de la tierra, a fin de impulsar el desarrollo económico para el bien
común, empezó a propagarse con tal fuerza que alcanzó a expresarse en ley: la Ley
Lerdo o de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de Corporaciones
Civiles y Eclesiásticas se se promulgó el 25 de junio de 1856, durante el gobierno del
presidente Ignacio Comonfort.

12
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

En su momento, la aplicación de la ley polarizó los ánimos y causó grandes tensiones en


la sociedad mexicana. La prensa liberal abundó en ejemplos de la incuria en que se
encontraban las fincas urbanas, casi abandonadas, porque no se las reparaba nunca, y,
las fincas rústicas, que permanecían sin cultivo ni explotación, mientras la Iglesia y las
corporaciones propietarias de los bienes advertían sobre los males que la aplicación de la
ley acarrearía: traspaso de la propiedad raíz a los extranjeros porque, se decía, pocos
mexicanos se atreverían a enriquecerse a costa y con perjuicio de la Iglesia; afectación a
las clases medias que no podían adquirir una propiedad y tendrían que afrontar el
encarecimiento de los alquileres —porque los nuevos propietarios, ávidos de ingresos,
elevarían el costo de las rentas— y hasta pena de excomunión para quienes cooperaran
con el cumplimiento de la ley.

A pesar de todo, la desamortización se llevó a cabo y, en un plazo realmente breve,


casas, haciendas y ranchos tenían un nuevo propietario. En el primer artículo de la Ley
Lerdo se estableció la desamortización de todas las fincas urbanas y rústicas o sea, todos
los bienes inmuebles del campo y de las ciudades pertenecientes a las corporaciones
civiles o eclesiásticas, y que no eran destinados directamente al cumplimiento de sus
funciones: “se adjudicarían en propiedad a los que las tienen arrendadas, por el valor
correspondiente a la renta que la actualidad pagan, calculada como rédito al seis por
ciento anual” (Ley de desamortización, 1856: Artículo 1º). Y, según el Artículo Tercero,
bajo el nombre de corporaciones quedaron comprendidas “todas las comunidades
religiosas, cofradías, archicofradías, congregaciones, hermandades, parroquias,
ayuntamientos, colegios y en general todas aquellas asociaciones que tuvieran una
duración perpetua o indefinida”.

Al amparo de la ley, el arrendatario o usufructuario de la propiedad raíz, en un principio,


debía realizar un desembolso relativamente pequeño: pagar al Estado un impuesto por la
traslación de dominio de cinco por ciento de su valor, pagadero una parte en efectivo y
otra en bonos de la deuda pública, y continuar pagando la cantidad que cubría como
renta, pero que con la nueva ley sería considerado como abono por la adquisición del
inmueble. No se trató de una confiscación ni expropiación sino más bien de una venta
forzosa.

13
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

Los particulares aprovecharon la oportunidad y se convirtieron en propietarios de predios


que antes no podían adquirir, por la simple razón de que no estaban en el mercado. La
aplicación de la ley tuvo un enorme impacto en la vida económica y social de la nación:
dinamizó el mercado de bienes raíces porque los adjudicatarios, los nuevos propietarios,
retuvieron las propiedades por poco tiempo y luego los vendieron a otros particulares y, a
la larga, reconfiguró, tanto en el ámbito rural como urbano, a las clases propietarias que
no se limitaron exclusivamente a terratenientes y hacendados como veremos más
adelante.

En el caso de los terrenos comunales, que en diversas regiones fueron considerados por
los ayuntamientos como parte de su espacio territorial gracias a la herencia de la
Constitución de 1812, los “nuevos propietarios”, en muchos casos indígenas y
campesinos, perdieron sus parcelas al no poder erogar los gastos de deslinde, titulación y
compra de los derechos o acciones que tenían en usufructo desde hacía tiempo. Otros las
conservaron y las fueron dejando en herencia, algunos más las traspasaron a aquellos
que les habían facilitado el dinero para su adquisición en primera instancia (Escobar
Ohmstede, 2012).

Ante las varias formas de apropiación y explotación de la tierra, los intentos de aplicar una
legislación normativa de corte liberal fueron acompañados de reinterpretaciones y
reacomodos diseñados desde los poderes locales, como se constata en el estado de
Tlaxcala. Entonces, se debe revisar el planteamiento tradicional de que, a partir de las
leyes de desamortización y nacionalización de terrenos baldíos, los únicos beneficiados
fueron los terratenientes, pudientes y especuladores que se aprovecharon de la situación
de muchos labradores pobres. Lo mismo que la tendencia a visualizar solamente la
privatización de ciertas tierras para conformar las grandes propiedades.

En algunos de los pueblos del suroeste de Tlaxcala, el comportamiento del mercado de


tierras, a raíz de la aplicación de la ley, mostraron características distintas.
Particularmente, en los distritos6 de Hidalgo (capital Tlaxcala) y Zaragoza (capital
Zacatelco) se puede notar cierto dinamismo en el mercado de tierras durante el período
que va de 1881 a 1912, independientemente de las dificultades monetarias o de los
conflictos militares por los que atravesó el país. Allí, la pequeña propiedad se había
desarrollado más, lo mismo que su comercialización, que mostraba una tendencia

14
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

ascendente, debido, quizá, a la precariedad, tanto en la extensión como en el valor, de las


tierras que fueron puestas en circulación.

La precariedad en la compra-venta de terrenos


La investigación de Rendón Garcini (1993) sobre Tlaxcala, dedica especial atención al
mercado de tierras en los últimos años del siglo XIX. Al analizar la estructura agraria
tlaxcalteca apunta que esta se componía de tres tipos de propiedad rural privada: las
haciendas, los ranchos y los terrenos, tomando como referencia el valor comercial, el
tamaño o el valor fiscal y aclarando que su clasificación es arbitraria. Aunque reconoce la
existencia de pequeños propietarios y de comuneros, que habían obtenido tierras como
consecuencia de la división de las tierras comunales o del fraccionamiento de una
hacienda colindante, se enfoca principalmente en las transacciones que realizaron los
hacendados y rancheros, mientras que los simples vecinos no figuran en su análisis con
excepción de los que se agruparon en sociedades agrarias.

En un reciente estudio sobre la sociedad tlaxcalteca (Sanchez, 2019: 40-44), se señala


que, en los pueblos ubicados a la vera de los ríos Atoyac y Zahuapan, donde las tierras
solían ser muy fértiles, se había implantado un sistema de pequeña propiedad a
consecuencia del fraccionamiento de haciendas y ranchos mediante la venta por lotes a
campesinos de los pueblos cercanos constituidos en sociedades agrícolas, quienes, una
vez que liquidaban la deuda, dividían la tierra en pequeños lotes de propiedad privada y
que esta modalidad sirvió para facilitar el financiamiento de la compra, estrategia común
que se repetiría en los fraccionamientos de otras propiedades medianas y grandes de la
región en la segunda mitad del siglo XIX. Y cita como evidencia, el fraccionamiento de
una parte del rancho de San Miguel Teopanzalco en 281 lotes vendidos por siete mil
pesos a 183 compradores del pueblo de Santa Apolonia Teacalco y el fraccionamiento de
la hacienda del Rosario, donde 992 lotes se repartieron entre 123 compradores del pueblo
de Santa Ana Nopalucan por un precio de cinco mil pesos, lo cual da un promedio de
cinco pesos por lote. En ambos casos, el estudio destaca la presencia de mujeres en
calidad de compradoras.

Los casos citados por Sanchez no son aislados. La fuente notarial indica que en los
distritos de Hidalgo y Zaragoza, entre 1880 y 1915, se realizaron 671 transacciones

15
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

relativas a la comercialización de bienes raíces, de las cuales, 601 —90 por ciento—
correspondieron a la compraventa de pequeños terrenos.

CUADRO 2. ESCRITURAS DE COMPRAVENTA POR QUINQUENIO EN LOS DISTRITOS DE


HIDALGO Y ZARAGOZA, 1881-1915
AÑOS HACIENDAS RANCHOS TERRENOS CASA/TERRENO ESCRITURAS %
1881-1885 3 7 48 1 59 8.8%
1886-1890 0 11 44 3 58 8.6%
1891-1895 1 5 50 10 66 9.8%
1896-1900 2 2 89 0 93 13.9%
1901-1905 1 8 86 5 100 14.9%
1906-1910 0 5 243 6 254 37.9%
1911-1915 0 0 41 0 41 6.1
Total en # 7 38 601 25 671 100%
% 1% 6% 90% 4% 100%
Fuente: Archivo de Notarías de Tlaxcala, Libros de notarios, distritos de Hidalgo y Zaragoza, 1881-1910.

En el período se registró una tendencia al alza en la compra-venta de pequeños terrenos,


fracciones de haciendas y ranchos, presumiblemente como resultado de las primeras
divisiones que realizaron los vecinos asociados para adquirir colectivamente la tierra. Esta
presunción se funda en el hecho de que el mayor número de transacciones se realizó en
zonas propicias para la agricultura. A los alrededores del municipio de Tlaxcala
corresponde el mayor número de contratos, 34 por ciento, seguido por los municipios de
Ixtacuixtla, 27 por ciento, Chiuatempan, 15 por ciento, y Zacataleco, 11 por ciento, donde,
coincidentemente, los vecinos se asociaron con mayor frecuencia para comprar la tierra
de haciendas y ranchos colindantes.

CUADRO 3. VENTA DE PROPIEDADES POR MUNICIPIO, 1881-1915


DISTRITO MUNICIPIO HACIENDAS RANCHOS TERRENOS CASA / TOTAL %
TERRENO
Tlaxcala 2 10 206 10 228 34%
Apetatitlán 0 6 32 1 39 6%
Contla 0 0 0 0 0 0%
HIDALGO Chiautempan 2 10 78 8 98 15%
Ixtacuixtla 0 9 172 0 181 27%
Santa Cruz 0 1 1 0 2 0%
Tlaxcala
Zacatelco 2 2 72 1 77 11%
Nativitas 0 0 21 0 21 3%
ZARAGOZA
San Pablo del 0 0 3 0 3 0%
Monte

16
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

Teolocholco 0 0 16 4 20 3%
Tepeyanco 0 0 0 0 0 0%
Tetlatlahua 0 0 1 1 2 0%
TOTAL 6 38 602 25 671 100%
% 1% 6% 90% 4% 100%
Fuente: Archivo de Notarías de Tlaxcala, Libros de notarios, distritos de Hidalgo y Zaragoza, 1881-1910.

Los terrenos ubicados cerca de los ríos Zahuapan y Atoyac alcanzaron mayor demanda y
valor. Mientras Luis García Teruel, propietario de la hacienda Santa Ana Atayazolco,
conocida como Portales, localizada en el municipio de Nativitas, pudo vender cuatro
caballerías —171.2 hectáreas— de su hacienda a 95 vecinos de los pueblos de Nativitas,
San Gerónimo Lacualpan, San Luis Teolocholco y de Santa Inés Zacatelco, en 38,400
pesos7. El ayuntamiento del pueblo de San Isidro Buensuceso sólo pudo obtener 7,608
pesos por la venta de diez caballerías —428 hectáreas—, que comprendían un terreno de
labor y otro en el monte de la Malintzi a veintiséis matrimonios8. O sea, mientras las tierras
de labor de una de las haciendas más importantes y productivas, ubicada en medio de
dos cursos de agua se cotizaban en 224 pesos la hectárea, las tierras montañosas, con
todo y que brindaban la posibilidad de explotar la madera y la trementina, apenas
alcanzaban un valor promedio de diecisiete pesos por hectárea. En estos dos casos, la
diferencia entre el número de compradores asociados y el valor de la propiedad raíz está
claramente determinada por la calidad de la tierra y por la distancia que mediaba entre el
terreno y las fuentes de aprovisionamiento de agua.

Pero, aun en el primer caso, si se dividiera la fracción vendida, 171.2 hectáreas, entre los
noventa y cinco vecinos tendríamos un promedio de 1.8 hectáreas por comprador —lo
cual no es del todo exacto pues hubo quien pudo comprar lotes más extensos o más de
un lote—. Pero, si consideramos la extensión promedio de los lotes, la cuestión que se
plantea es si estos pequeños terrenos eran suficientes para satisfacer las necesidades de
una familia campesina de cuatro o cinco integrantes, ya sea para el autoconsumo o para
participar en el mercado con la venta de sus excedentes. Para aclarar la cuestión
tomamos en consideración las estimaciones de Cook y Borah (1980: 153-154), quien
apunta que un adulto consumía alrededor de un tercio o la mitad de cuartillo diario de
maíz —entre 319 y 479 gramos— complementado con otros alimentos como frijol, chile y
pulque. Una plantación de mil brazas cuadradas —una hectárea aproximadamente— en
promedio tenía un rendimiento de 6.7 fanegas de maíz —1,060 kilogramos—,

17
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

considerando tanto las tierras irrigadas como las no irrigadas. Por tanto, una familia de
cuatro o cinco miembros requería un terreno de tres hectáreas, por lo menos, para
satisfacer sus necesidades de alimentos, sin posibilidad de excedentes destinados a
complementar el ingreso económico en el mercado, es decir, estos datos trazan el rostro
de una precariedad históricamente instalada en el medio rural.

A pesar de esto, los pobladores de distintos municipios no dejaron pasar la oportunidad


de conseguir un pedazo de tierra, quienes se unieron para comprar fincas completas o
fracciones de las mismas, lo que alentó el surgimiento de pequeños y medianos
propietarios (Rendón Garcini, 1993: 114). En este mercado de tierras, signado por la
precariedad, el tipo de propiedad puesta en el mercado, así como las características de
compradores y vendedores, fueron muy diversos. Lo mismo aparecen propietarios
particulares que corporativos. En la adquisición de los terrenos participaron vecinos de
hasta cuatro poblados en una sola compra, en grupos de diez a cien personas, aunque
hubo casos en que llegaron a agruparse más de doscientas para una sola operación, y,
por otro lado, como vendedores aparecen propietarios particulares o corporativos como
los ayuntamientos. En el primer caso, los particulares optaron por vender porciones de
sus propiedades para pagar deudas o para hacerse de recursos para invertir en terrenos
más rentables, mientras que las propiedades ofertadas por los ayuntamientos, las más de
las veces, no eran bienes de propios, sino propiedades embargadas, las cuales tenían
una deuda hipotecaria y salieron a almoneda pública. En otros casos, las ventas se
realizaron entre vecinos del mismo lugar o de otros poblados, posiblemente terrenos que
fueron adquiridos por la desamortización o la división de los terrenos de común
repartimiento. En cuanto a la cantidad de tierra que le correspondió a cada vecino, estuvo
sujeta al número de personas involucradas y su situación económica, así como la calidad
de la tierra.

En el suroeste de Tlaxcala, la adquisición colectiva de la tierra tuvo sus particularidades,


como se infiere de los 42 casos de compras colectivas localizados en el repositorio
notarial. La mayoría no se hizo con el concurso de sociedades agrarias, pues cuando
procedían a formalizar el acto de compraventa no se exhibía el acta de constitución de la
sociedad. Los interesados no iban a partes iguales en los costos de la propiedad. Por el
contrario, cada uno pagaba por las fracciones que podía comprar y, finalmente, al saldar

18
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

el pago por la propiedad, lo que podía demorar de ocho a diez años, ésta se dividía entre
los nuevos propietarios que así podían gestionar los títulos de propiedad
correspondientes, en los que se señalaban claramente las colindancias y el valor de cada
fracción. La división de la propiedad se demoraba, pues el dueño no quería cobrar a cada
nuevo propietario, ya que prefería mantener en una sola escritura la venta de su
propiedad y no en varias.

CUADRO 4. ADQUISICIÓN DE TIERRAS POR VECINOS DE DIVERSOS PUEBLOS DE TLAXCALA,


1882-1980
AÑO FINCA PUEBLOS NÚM. DE NUEVOS PRECIO
PROPIETARIOS (EN PESOS)
1882 San Matías 6 900.00
1882 El Olivo Barrio de Ixcotla de Santa Ana 66 800.00
Chiautempan
1883 Tezoquipan La Magdalena 12 500.00
1883 Techichilco San Matías Tepetomatitlan 37 695.00
1883 Santa Ana Atayazolco Nativitas; San Gerónimo 95 38,400.00
Alias Portales Lacualpan; San Luis Teolocholco
y Santa Inés Zacatelco
1884 Del Río Santa Ana Chiautempan 19 2,000.00
1884 La Trinidad Tenexyecac 17 800.00
1884 Santa Ana Atayazolco Santiago Michac; Nativitas y 9,600.00
Alias Portales Felipe Carrero (vecino de San
Antonio Mihuacan)
1884 San Miguel Canoa (estado de 12,089.00
Puebla)
1885 Estocapa Barrio de Muñoztla, del pueblo de 615.00
San Pedro Tlalcoapan
1885 Barrio de Ixcotla de Santa Ana 785.00
Chiautempan
1885 Santa Ana Nopalucan 123 5,000.00
1886 Tenantla y Tepozantitla San Mateo Tepetitla 1,535.00
1888 Ocotitla San Francisco 3
1888 San Diego Atecoxco Barrio de Ixcotla de Santa Ana 600.00
Chiautempan
1888 San Miguel Ayecac San Mateo Ayecac y Tepetitla 35,000.00
1889 Llamo de Santa Justina Santa Justina (representante 9,303.00
Bernardo Tepepa)
1889 Llano de Santa Justina San Diego Xocoyuca 2,786.00
(representante Crescencio
Castillo)
1890 Topoya Tizostoc, San Felipe Ixtacuixtla 1,000.00
1891 San Jorge Tezoquipa 36 2,300.00
1891 Tecopanmecolal, San Francisco Temetzontla 25 200.00
Ahuacuahutla e
Itzcuimucolco
1891 Santa Inés Tecuexcomac 26 700.00
1891 Tizostoc y El Porvenir 59 9,376.00
1891 San Felipe Ixtacuixtla 32 6,782.00

19
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

1891 Santa Ana Nopalucan 55 3,000.00


1892 Xaxalpa San José Atoyatengo y San 21 500.00
Rafael Tenanyecac
1894 Tenexac Municipio de Xicotecatl y del 110 14,000.00
pueblo de Axocomanitla
1895 Acuitlapilco 57
1896 La Trinidad y Ciénega EL Porvenir 3,067.00
del Nopal
1897 San Pedro Teotzingo Mazatecochco 137 21,900.00
1899 Ciénega Chica y San Felipe Ixtacuixtla 56 6,443.00
Ciénega Grande
1900 La Laguna San Pablo Apetatitlan 67 5,000.00
1900 El Sabinal Barrio de Tlacomulco del pueblo 27 4,000.00
de Ocotlan y Santa Ana
Chiautempan
1903 Tizostoc, Ixtacuixtla y La Trinidad 15 1,840.00
1905 San Isidro Buensuceso 26 7,608.00
1905 Malintzi Vecinos de San Miguel Canoa 171 22,393.00
(estado de Puebla)
1906 Santa Ana Chiautempan 33 2,815.00
1907 La Rinconada, El Muerto San Vicente Xiloxochitla 59 3,360.00
y El Rancho
1907 La Vega San Damián Texoloc 62 7,900.00
1907 San Jorge Tezoquipan 108 3,000.00
1908 La Ciénega Analco Villa Alta y Ayecac 35 823.00
1908 San Luis Teolocholco 29 2,800.00
TOTAL 1,624 252,314.0
0
Fuente: Archivo de Notarías de Tlaxcala, Libros de notarios, distritos de Hidalgo y Zaragoza, 1882-1908.

Aquí es pertinente anotar que los datos presentados corresponden a procesos de


compraventa concluidos, y es muy probable que otras transacciones estuvieran
pendientes de protocolización notarial. La mayoría de las propiedades adquiridas por
vecinos estuvieron sujetas a una hipoteca impuesta por el propietario, ya que no todos
contaban con el capital necesario para la liquidación de la compra. Es probable que esta
situación obligara a los compradores a mantener la propiedad como una sola unidad y en
garantía del pago, de ahí que pasaran varios años para saldar el total de la deuda y, una
vez que pagaban, se procedía a realizar el fraccionamiento de la propiedad y a su registro
notarial donde se asentaba el costo y las medidas del terreno. Aun con estas salvedades,
se puede detectar una actividad constante en el mercado de pequeñas fracciones de
tierras de labor en la que participaron 1,624 vecinos invirtiendo 252,314 pesos
aproximadamente, tan solo en los distritos tlaxcaltecas de Hidalgo y Zaragoza.

20
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

La cantidad de tierra así obtenida dependía del número de vecinos que intervinieran en la
operación y de su capacidad de compra. En ocasiones el terreno se repartía
equitativamente, en otras, un solo vecino podía adquirir varios lotes. El caso del rancho
Techichilco, ubicado en la municipalidad de San Pablo Apetatitlan, nos ilustra al respecto.
Fue comprado por los vecinos de San Matías por la cantidad de 695.00 pesos y los
involucrados en la operación decidieron dividir la propiedad. Sin embargo, por el precio
que pagó cada asociado, no les correspondió la misma superficie: dos personas pagaron
la cantidad de 20 pesos y obtuvieron tres hectáreas, en cambio otra persona por la misma
cantidad consiguió un lote de 0.78 ha. Lamentablemente la escritura no especifica el tipo
o calidad de la tierra9.

CUADRO 5. DIVISIÓN DEL RANCHO DE TECHICHILCO ENTRE LOS VECINOS DEL


PUEBLO DE SAN MATÍAS EN 1883
NÚM. NOMBRE DEL COMPRADOR SUPERFICIE (EN HECTÁREAS) PRECIO (EN PESOS)
1 Agustín Tizapantzi 2.1628 20.00
2 Petronila Pérez 1.92759 20.00
3 Encarnación Tizapantzi 3.32487 20.00
4 Ángel Gracia 0.81592 10.00
5 Nepomuceno Hernández 1.65465 20.00
6 José de Jesús León primer 0.86979 20.00
7 Pascual Muñoz 0.78229 20.00
8 Hilario Muñoz 0.98592 20.00
9 Basilio Sánchez 0.70423 20.00
10 Juan Apolinario Hernández 0.88913 20.00
11 Victorio Muñoz 0.88913 20.00
12 Eligio Muñoz 0.88913 20.00
13 Hilario Juárez 0.89708 20.00
14 Tomas León 0.73292 20.00
15 Julio Muñoz 1.02855 20.00
16 Anastasio Cabrera 1.24530 20.00
17 Deciderio Juárez Primero 0.73292 20.00
18 Francisco Juárez 0.30813 10.00
19 Crispín Hernández 0.88879 20.00
20 Andrés Hernández 1.11099 20.00
21 Pascual Juárez 1.19296 10.00
22 Tomas Villanueva Muñoz 0.98258 10.00
23 José de la Luz Muñoz 2.05445 20.00

21
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

24 Lauro Muñoz 0.88614 20.00


25 José de la Cruz Muñoz 0.88983 20.00
26 Guadalupe Hernández 0.76695 20.00
27 Pascual Hernández 0.76695 20.00
28 Juan Emiliano Hernández 1.00242 20.00
29 José de Jesús Hernández 0.85912 20.00
30 Buenaventura Muñoz 0.55560 5.00
31 Miguel Hernández 0.76695 20.00
32 Úrsula Muñoz 0.76695 20.00
33 Gabriel Muñoz 0.77395 20.00
34 Manuel Muñoz 1.24106 20.00
34 Calixto Pérez 0.42892 10.00
35 Gabriel Muñoz 3.53078 20.00
36 José de Jesús León segundo 1.21539 20.00
37 Benigno León 3.32522 20.00
44.8464 695.00

El precio de los lotes osciló entre diez y veinte pesos y sólo tres de ellos correspondían,
según Cook y Borah (1980), a la extensión mínima para sostener una familia de cuatro a
cinco integrantes: tres hectáreas. La mayoría de los lotes eran de escasa extensión, pues
veintitrés fracciones de las treinta y siete en las que se dividió el rancho, tenían menos de
una hectárea. Lo notable es que no es un caso aislado. Sanchez (2019: 44) reporta
procesos de compraventa muy similares: fraccionamiento de terrenos en lotes mínimos,
insuficientes para el sostenimiento de una familia, vendidos a precios muy bajos. De esta
manera, las extensiones de tierra así adquiridas apenas eran suficiente para una
subsistencia precaria de las familias campesinas. Pero hay que mirar con mayor
detenimiento estos registros notariales para comprender el afán de los pequeños
campesinos por hacerse de una fracción de tierra, por mínima que nos parezca.

Al examinar la lista de los compradores encontramos una sugerente reiteración en los


apellidos: entre los treinta y siete compradores se hacen notar quienes llevan el apellido
Muñoz —trece—, Hernández —nueve—, León y Tizapantzi —dos, pero que suman casi
cinco hectáreas— lo que nos hacen pensar en una lógica familiar en la organización de la
compra de las propiedades para facilitar su explotación y la sobrevivencia económica.

22
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

Ante la precariedad en la que subsistían los campesinos pobres de la región —quienes


labraban su diminuta propiedad y aprovechaban cualquier oportunidad de trabajo en
haciendas, pueblos o ciudades cercanas para completar sus ingresos—, lo que se aprecia
en primera instancia son estrategias solidarias entre vecinos. Esta solidaridad se basaba
en la confianza y en el conocimiento mutuo, que en el caso aquí revisado muchas veces
estaba reforzado por el parentesco. Por tanto, no es aventurado suponer que esta era la
base de históricas estrategias de sobrevivencia.

Observaciones finales
En el suroeste del estado de Tlaxcala, la mercantilización de la propiedad raíz adoptó
características particulares con la aplicación de la legislación liberal de la segunda mitad
del siglo XIX. La propiedad corporativa de la tierra de labor, pero también la propiedad
privada, se fraccionó y salió al mercado, poniéndose al alcance de particulares que, de
manera individual o colectiva, reconfiguraron la base material de subsistencia de la
sociedad tlaxcalteca. La puesta en circulación de fracciones de tierras de labor demandó
estrategias organizativas a los campesinos que pretendieran su adquisición, de ahí que la
precarización del mercado de tierras no sólo debe sopesarse en su dimensión económica,
sino también en su dimensión social y política.

La organización de los vecinos de los pueblos tlaxcaltecas —diferente a la de las


sociedades agrícolas descritas por Menegus (2007) o a la de los condueñazgos
estudiados por Escobar Ohmstede (1993)— se encausó hacia la compra de pequeñas
fracciones de terreno siguiendo una lógica familiar. La inversión conjunta de diferentes
integrantes de una misma familia, que incluso podían ser mujeres, sirvió para formar
unidades agrícolas más extensas a partir de la colindancia de sus pequeños lotes. Estas
formas familiares de apropiación de la tierra, así fuera de manera precaria, a la larga
sustentarían el reclamo y la defensa de la propiedad de la tierra en la coyuntura de la
lucha revolucionaria por venir.

23
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

Referencias
Archivo de Notarías de Tlaxcala. Libro de notarios.
Archivo General de Notarías del Estado de Puebla.
Ariel de Vidas, A. (2009). Tiempos de reformas. En Huastecos a pesar de todo: Breve
historia del origen de las comunidades teenek (huastecas) de Tantoyuca, norte de
Veracruz. México: Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos.
Cazarín Martínez, A. (2009). Regiones y autonomía municipal en Tlaxcala. Scripta
Ethnologica, XXXI, 59-89.
Collin Harguindeguy, L. (2006). Identidad regional y fronteras étnicas: la historia de la
conquista según los tlaxcaltecas. Scripta Ethnologica, XXVIII, 21-40.
Cook, S. F., & Borah, W. (1980). Producción y consumo de alimentos en el México central
antes y después de la conquista (1500-1659). En S. F. Cook, & W. Borah, Ensayos
sobre historia de la población: México y el Caribe (págs. 124-164). México: Siglo
XXI Editores.
Escobar Ohmstede, A. (1993). Los condueñazgos indígenas en las huastecas
hidalguense y veracruzana: ¿Defensa del espacio comunal? En A. Escobar
Ohmstede, Indio, nación y comunidad en el México del siglo XIX. (págs. 171-188).
México: CIESAS.
Escobar Ohmstede, A. (2012). La desamortización de tierras civiles corporativas en
Mexico: ¿una ley agraria, fiscal o ambas? Una aproximación a las tendencias en la
historiografia. Mundo agrario: Revista de estudios rurales, 13(25).
Fraser, D. J. (1972). La política de desamortización en las comunidades indígenas, 1856-
1872. Historia Mexicana, XXI(4), 615-651.
Guerra, F.-X. (1988). México: del antiguo régimen a la revolución (Primera ed., Vol. I).
México: Fondo de Cutura Económica.
Knowlton, R. J. (1990). La división de las tierras de los pueblos durante el siglo XIX: el
caso de Michoacán. Historia Mexicana, XL(1), 3-25.
Ley de desamortización de fincas rústicas y urbana propiedad de corporaciones civiles y
eclesiásticas. (1856). México.
Menegus Bornemann, M. (2007). La desvinculación y desamortización de la propiedad en
Huajuapan, siglo xix. En C. Sánchez Silva, La desamortización civil en Oaxaca
(págs. 31-64). Oaxaca: Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.

24
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

Menegus Bornemann, M., & Hernández Vidal, Y. G. (2012). La reforma agraria en


Huajuapan y las sociedades agrícolas mercantiles: el caso de Santiago
Chazumba. En L. A. Arrioja Diaz Viruell & C. Sánchez Silva, Conflictos por la tierra
en Oaxaca. De las reformas borbónicas a la reforma agraria (págs. 167-184).
México: El Colegio de Michoacán y Universidad Autónoma Benito Juárez de
Oaxaca.
Rendón Garcini, R. (1993). El Prosperato: el juego de equilibrios de un gobierno estatal
(Tlaxcala de 1885 a 1911). México: Universidad Iberoamericana / Siglo XXI.
Sanchez, E. (2013). Estrategias campesinas en el México revolucionario. El minifundio y
la construcción del empoderamiento en los pueblos de Nativitas, (Tlaxcala, 1856-
1921). Revista Complutense de Historia de América, 39, 229-253.
Sanchez, E. (2019). El juez, el notario y el caudillo. Análisis de un juicio verbal en Tlaxcala
durante la revolución. Madrid, España: Casa de Velázquez.
Schenk, F. (1995). La desamortización de las tierras comunales en el estado de México
(1856-1911). El caso del distrito de Sultepec. Historia Mexicana, XLV(1), 3-37.
Sempat Assadourian, C., & Martínez Baracs, A. (1991). Tlaxcala, una historia compartida.
Siglo XVI (Vol. 9). México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Gobierno
del Estado de Tlaxcala.

1
Los condueñazgos resultaron de la segregación del territorio comunal de los pueblos posterior a la aplicación de las
Leyes de Reforma. Los vecinos, que poseían el territorio de facto, se constituyeron en grupos de compradores que
dividieron esas fracciones de tierra en lotes para formar una sola copropiedad. De este modo se constituyeron
legalmente como propiedades privadas avaladas por un sólo título pero poseídas por varios socios, es decir, condueños
poseedores de una acción, mas no propietarios de una extensión claramente delimitada de terreno. Esto no permite
calcular el valor ni la extensión de tierra explotada por cada condueño que dependía, más bien, de su capacidad de
inversión (véase Ariel de Vidas, A., 2009).
2
Las sociedades agrarias tenían personalidad jurídica independiente de sus socios. Contaban con un reglamento que
daba cuenta de su organización, podían admitir a cualquier vecino del pueblo si se comprometían a contribuir en partes
iguales para el pago de la tierra. Quienes no entraban en la asociación, podían ser admitidos como arrendatarios y
disponer de la propiedad por espacio de un año, con la posibilidad de extender por más tiempo el arrendamiento (véase
Menegus Bornemann, M.; Hernández Vidal, Y. G., 2012).
3
El territorio del actual estado de Tlaxcala estuvo densamente poblado desde tiempos prehispánicos. Sus ocupantes
contribuyeron notablemente a la empresa de la conquista y la colonización española lo que les confirió un estatus de
aliados de la Corona. Esta condición les permitió mantener una notable cohesión y control de su territorio: los límites
territoriales de Tlaxcala han variado muy poco a lo largo del tiempo, aunque a su interior se hayan registrado
innumerables reconfiguraciones. Ubicado en el centro del país, Tlaxcala fue inscrito como territorio de la Federación en
la Constitución de 1824, dependiente del gobierno de Puebla. En 1836, cuando los estados fueron transformados en
departamentos, el territorio de Tlaxcala quedó incluido dentro del Departamento de México en calidad de distrito.
Después de varios reclamos, la Constitución de 1857 determinaría su categoría de estado de la Federación. Después de
la restauración de la república eligió como gobernador al liberal Miguel Lira y Ortega para el período 1868-1872.
Posteriormente, y hasta el estallido del movimiento revolucionario, la figura de Próspero Cahuantzi dominaría la escena
política. Actualmente es una de las 32 entidades federativas de México, y se encuentra dividido en 60 municipios. Con
sus 3,997 km² es la entidad federativa menos extensa del país. (Véase Cazarín Martínez, 2009; Sanchez, 2019 y
http://siglo.inafed.gob.mx/enciclopedia/EMM29tlaxcala/historia.html)
4
Con este vocablo se designa al período de la historia mexicana que va de noviembre de 1876 a mayo de 1911 y que
corresponde al gobierno del militar oaxaqueño Porfirio Díaz, cuya divisa fue “Orden y Progreso”. Es esos largos años se

25
Pensamiento al margen. Revista digital. Nº11, 2019. ISSN 2386-6098

http://www.pensamientoalmargen.com

lograron avances en la pacificación del país y se pusieron las bases del moderno Estado mexicano al tiempo que las
libertades individuales y la vida democrática se vieron seriamente limitadas, lo que llevaría al estallido revolucionario de
1910.

5
El Diccionario de Autoridades, en el año 1734, define a la hacienda como las heredades del campo y tierras de labor
que se trabajan para que fructifiquen. Durante el período colonial, la creciente demanda interna y externa de productos
agrícolas y ganaderos propiciaron la expansión territorial de las labores agrarias organizadas en unidades productivas
complejas, mejor conocidas como haciendas. Andando el tiempo, en México, adoptarían características muy diversas:
algunas se dedicaron al monocultivo, otras diversificaron su producción, algunas incorporaron los adelantos tecnológicos
en sus labores, otras dependieron mayormente de la mano de obra campesina, unas fueron administradas directamente
por sus propietarios con criterios empresariales, otras quedaron en manos administradores que sustituían a propietarios
ausentistas. Las que se ubicaron en el norte del país fueron muy extensas, no así las que se localizaron en el altiplano
central. De tal manera que la hacienda, como unidad productiva por excelencia, dominó el panorama económico de
México hasta la aplicación la Reforma Agraria en el siglo XX.

6
El territorio tlaxcalteca ha atravesado por diferentes estatus político-administrativos, desde señorío, alcaldía mayor,
provincia, territorio hasta que alcanzó su carácter de estado libre y soberano con la promulgación de la Constitución de
1857. Del mismo modo, su propia división territorial interna pasó de prefecturas a distritos, compuestas por
municipalidades, pueblos y barrios. Para el período que abarca esta contribución, 1885-1912, su territorio pasó de cinco
a seis distritos, cada uno de ellos se integraba por una capital de distrito, varios municipios, pueblos y barrios (véase
Cazarín Martínez, 2009).

7
Archivo General de Notarías del Estado de Puebla, Notaría 1, Compraventa de 4 caballerías pertenecientes a la
hacienda Santa Ana Atayazolco alias Portales”, 26 de diciembre 1883, 193f-195v
8
Archivo de Notaría de Tlaxcala, Libro de Protocolos de 1905, f. 58v-61. Compraventa de un fracción montañosa y una
laboría en la montaña denominada Malintzi entre el síndico doctor Guillermo Lira y los vecinos de San Isidro
Buensuceso, 3 de abril de 1905.
9
Archivo de Notarías de Tlaxcala. Libro de Protocolos de 1883. Compra del rancho Techichilco por los vecinos de del
pueblo de San Matías Tepetomatitlan, 1 de septiembre de1883.

26

También podría gustarte