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Las experiencias históricas como constituyente social, relación entre Foucault

y Diego de Avendaño

Alumna de pregrado: Diana Cortez1

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

diana.cortz@unmsm.edu.pe

El presente trabajo tiene como objetivo, inicialmente, estudiar los argumentos


expuestos por Diego de Avendaño respecto a los juicios reflejos como respuesta a
los juicios directos en el Thesaurus. Posteriormente, la argumentación que tuvo
Foucault respecto a lo que considera es el proceso histórico, donde expone al poder
en diversos resultados de divisiones y multiplicaciones internas. Finalmente, explicar
cómo estos dos autores podrían relacionarse, teniendo en cuenta que para ambos,
los procesos históricos son situaciones en las que usualmente siempre hay uno o
más individuos que están en contra de una determinada ley.

Palabras clave: Diego de Avendaño, Foucault, proceso histórico, juicio directo,


juicio reflejo.

1 Diana Belén Cortéz Buitrón (Lima, 9 de Setiembre de 1997) es alumna de pregrado en la Escuela de Filosofía
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
1. Diego de Avendaño y Thesaurus Indicus

El jesuita Diego de Avendaño, uno de los mayores influyentes en el ámbito

jurídico y moral, escribió el Thesaurus Indicus, la cual tenía una finalidad ética

pretendiendo sentar bases para un correcto gobierno de las Indias. En muchas

oportunidades, Avendaño alude al probabilismo, quizás lo que más relaciona su

profesión de fe es tratar el tema de la legitimidad del trabajo de los indios en las

minas y los textiles. Para poder comprender su posición será necesario explicar

brevemente en qué consistió el sistema probabilista.

Hubo dos enfoques que tuvo esta tendencia. En primer lugar, en los últimos

periodos de Grecia, tuvo un corto teórico en contra del dogmatismo y escepticismo

los cuales no aceptan ningún juicio como verdadero absolutamente falso por lo que

surge una opción intermedia la cual es la respuesta probabilista, la cual afirma que

nunca vamos a poder tener una certeza absoluta de la conveniencia de un

predicado un sujeto. Es decir, el conocimiento va a ser sólo aproximado. En

segundo lugar, se encuentra el probabilismo práctico, el cual se relaciona

directamente con la moral: este ya no se preocupa de emitir juicios probables, si no

juicios de probabilidad: no pretende ocuparse de la relación entre sujeto y predicado

de un juicio, sino de los motivos para afirmar o negar un predicado de un sujeto.

Y, aunque los enemigos más decididos fueron los tomistas, en realidad, el

probabilismo tiene su nacimiento en el tomismo. Santo Tomás afirmaba que nadie

está obligado hacer un precepto si no lo conocía, teniendo en cuenta que siempre

existió una obligación moral respecto una ley o precepto. Sin embargo, cuando no

hay un conocimiento cierto o certero respecto de la moralidad de algo. Entonces,


habrá que guiarse por el mayor o menor grado de acercamiento al conocimiento

cierto o por el mayor o menor grado de probabilidad. Una respuesta a esa pregunta

es el probabilismo. Más que una puerta abierta al laxismo, el probabilismo es la

acción de romper la duda y establecer una certeza moralmente requerida para el

momento.

Por otro lado, Avendaño denuncia la incorrecta aplicación del probabilismo:

acepta esto incluso en contra de su opinión aunque ésta podría considerarse más

probable. Lo que ocurre es que cuando se habla de opinión muy probable no se

refiere exactamente a la que pudiera acercarse a la más cierta, sino a la que podría

ser fuertemente probable: esta es la esencia del probabilismo.

Avendaño tenía una respuesta negativa acerca de la esclavitud, él

consideraba que los Reyes Católicos y sus legítimos sucesores debían reducir la

esclavitud a los indios. Sostenía que los indios no podrían ser sometidos a una

esclavitud perpetua, ya que aunque estos fueron engendrados fuera del gremio de

la iglesia, no deberían ser privados de su libertad o del dominio de sus bienes,

puesto que eran hombres, en ese sentido, eran capaces de ser salvados y

conducidos al camino de fe. Una argumento a favor de esta causa era aquella en la

que mencionaba que Los Reyes Católicos sólo poseían las Indias por concesión

Pontificia. Es decir, que el Pontífice concedió el dominio de las tierras indias a los

Reyes Católicos, mas esto no significa que concedió el dominio personal de los

indios. Además, los reyes no podrían servirse de estos sin que esto se considerara

injusto. Asimismo, estaba en contra de la esclavitud de los niños y las niñas incluso

aunque estos tengan uso de razón. Luego, menciona que algunos podrán
argumentar que los indios son libres. Sin embargo, la cuestión en la que los hacen

trabajar en las minas y textiles puede considerarse una cierta esclavitud y bastante

dura, ya que muchos de ellos mueren durante sus jornadas de trabajo.

Avendaño afirma, en primer lugar, que los indios podrían ser obligados a

algunos trabajos, pero con moderación cristiana, sobre todo aquellos que son

necesarios para la República. En segundo lugar, afirma que podrían ser asignados a

trabajos en la agricultura, asignándoles un salario correspondiente por su trabajo y

tiempo. Lo difícil con esto es determinar el salario, pues resulta muy insignificante,

siendo así que a los agricultores voluntarios se les paga más del doble; con lo que

resultaría que el de los indios sería ínfimo. En tercer lugar, afirma que los indios

podrían trabajar en el pastoreo. Además, “está comprobado que los pastores,

mientras su rebaño esté tranquilo, pueden trabajar en algo que les provea más

ganancia”, dice Avendaño.

En cuarto lugar, sostiene que los indios podrían trabajar en los mesones,

para así brindar comodidad a los viajeros. El único inconveniente con esto es que el

salario asignado a los cuidadores de las bestias es muy escaso, pues al indio que

cuidó a los asnos y bestias durante toda la noche y pasó terribles fríos o tormentas y

nevadas se le paga sólo un real y ese trabajo debería ser valorado en más. En

quinto lugar, sostiene Avendaño que, los talleres textiles son de gran perjuicio para

los indios, así que no sin motivo si se expone todas estas consideraciones, sino que

esos talleres y las minas son realmente siniestras cárceles y son tratados en su

salario diario como esclavos. Asimismo, llega a la conclusión de que todas las

estipulaciones piadosas respecto al trabajo forzoso de los indios no se cumplen en

las cédulas reales, por lo que todo ese asunto sólo se puede ventilar en el tribunal

de la conciencia de los responsables. En sexto lugar, Avendaño afirma que debe


prohibirse absolutamente el repartimiento de indios para trabajos domésticos. En

séptimo lugar, hace una acepción sobre la coca y refiere algunas observaciones. Él

considera que la hoja de coca constituye uno de los mayores comercios del Perú al

ser usualmente una planta medicinal que portan para cubrir la falta de alimento y

sed. Sin embargo, también lo usan para supersticiones y sacrificios a ídolos, por lo

que no debería ser lícito repartir los indios para el cultivo de esta planta.

En octavo lugar, sostiene que los indios pueden ser obligados a la

construcción de iglesias, pero asignándoles un pago justo. Además, dice que es

conveniente la construcción de iglesias en sus propias aldeas, para que así los

indios puedan formarse un concepto adecuado de lo que es divino, ya que son de

tal índole que se impresionan mucho con esas apariencias externas, cuando éstas

no son descuidadas y no atractivas. En noveno lugar, afirma que podría decirse lo

mismo para edificios civiles si son de utilidad pública y no privada y no hay otros en

disposición con los que se pueda llevar adelante la construcción. Salvo se tratase de

una situación de emergencia como, por ejemplo, un terremoto en el que la escasez

aumenta el precio, entonces podría entenderse que el pago sea menor. De otro

modo, se les deberá asignar un pago justo a los trabajos que están realizando. Por

último, en décimo lugar, Avendaño afirma que los indios pueden ser obligados

justificadamente al trabajo de correos, ya que es un trabajo muy útil a la República.

Y, aunque ese trabajo puede ser realizado por otros, hay lugares en los que no se

pueden extender todos los caminos y ahí es que podrían recurrir a la ayuda de los

indios.

Finalmente, Avendaño disuelve el problema de seguir las leyes jurídicas

mediante el entendimiento intersubjetivo o los llamados “juicios reflejos”. A veces,

una solución ante el desconocimiento de la ley directa, puede ser el juicio reflejo
como respuesta ante la ignorancia. Luego, la noción de ignorancia que había sido

bastante estudiada en la época medieval contempla condiciones de para los juicios

morales. Es decir, como la norma moral supone también una conciencia moral,

quiere decir que existe una libertad para elegir y, por tanto una elaboración

sofisticada de la idea del pecado. No podría existir una noción de pecado teniendo

en cuenta la buena fe de la persona y su ignorancia frente a alguna regla. Asimismo,

hay situaciones en las que los juicios directos no pueden acciones cotidianas. Por

ejemplo, lo que habíamos mencionado anteriormente respecto a la hoja de coca.

Avendaño menciona que la mayoría de veces la hoja de coca es usada por los

indios con fines medicinales. Sin embargo, hay ocasiones en las que su venta tiene

como fin ritos paganos. Eso no quiere decir que se va a prohibir la venta de la hoja

de coca, si no que uno mediante su razón debe saber discernir cuando una persona

lo va a usar para fines medicinales y cuando para realizar un ritual. De la misma

manera se puede seguir muchos más ejemplos, pero lo que se intenta realizar aquí

es el hecho de que muchos juicios reflejos van a darse como respuesta algunos

juicios directos que no funcionan a la hora de aplicarse en la vida real.

2. Foucault y las experiencias históricas

Foucault cuestiona el hecho de que los relatos de experiencias históricas

puedan derivarse de un único origen, sobre todo cuando se intenta explicar la

experiencia histórica moderna. Para él, el comienzo era la multiplicidad, diversas

fuerzas, relaciones y sucesos heterónomos contrapuestos, los cuales han sido

ocultados por los historiadores, pues al querer racionalizarlos se han encargado de


crear ficciones teóricas ordenadas, que van de la mano con la metafísica de

unidades dialécticas. Este pensador considera la experiencia histórica como una

lucha de fuerzas2, que no tiene un resultado unificador.

El momento generador de la historia es aquel donde el siervo y el amo están

frente a frente: la dominación no es una escena en la historia que se supera, sino

que es una reiterada, la única que se impone. Esta se ve reflejada en las leyes que

regulan e imponen prohibiciones tales como las leyes jurídicas, que, a su vez, son

generadoras, ya que crean fenómenos que deberían ser controlados. No se da una

restauración del orden metafísico luego del conflicto, sino que este se vuelve una

condición necesaria para la creación de la experiencia histórica.

Ahora bien, el deseo en este pensador se crea por la propia ley represiva, la

cual tendría que someter cierto conjunto de deseos y, sin embargo, lo que hace es

nombrar, delimitar, direccionar y, en ese sentido, darle posibilidad, por lo que, se

podría decir que el deseo es la consecuencia no buscada de la ley que se reproduce

a través de prácticas discursivas. No habría deseo fuera del discurso y viceversa.

Luego, debido a que el deseo sólo puede expresarse y practicarse en función

del lenguaje, es decir, el discurso: “E lenguaje es, de un cabo al otro, discurso,

gracias a este poder singular de una palabra que hace pasar el sistema de signos

hacia el ser de lo que se significa” (Foucault, 1968, p.100). El deseo y el poder son

coextensivos, ya que si el deseo fuera más allá, sería una imposibilidad política.

Además, tanto el poder jurídico como las leyes se han infiltrado en la sociedad civil y

esto ha ocasionado que se infiltre a la vida de cada uno, las costumbres, cultura,

etc. En ese sentido, resalta el psicoanálisis al ser un derivado cultural de las

relaciones de poder monárquicas, puesto que intentan controlar nuestra vida sexual

2 La fuerza en Foucault se entiende como aquello que impulsa y direcciona a la vida.


y afectiva al determinar el deseo e interpretarlo y, según el contexto discursivo que

este tiene, producirlo.

Por otro lado, la ley al crear una regulación discursiva del placer, genera una

erotización de la misma, por lo que la oposición entre el deseo y la ley, tal como

podría existir en la dialéctica hegeliana, no existiría para Foucault, debido a que,

primero, la ley queda desviada de su meta real y pasa a ser represión para luego

erotización y, segundo, no existe un sujeto ontológico como tal. Mientras que para

Hegel toda diferencia puede reconciliarse en tanto se encuentra al sujeto de

inmanencia, para Michel no existe ningún sometimiento a algo como tal.

Por último, para Foucault, las relaciones de poder determinan a las sexuales,

por lo cual la dominación sexual cuando no se impone por la fuerza es similar a un

juego abierto donde no se resuelve la oposición tal y como se podría hacer en la

Fenomenología, sino que se celebra esta tensión como una celebración erótica del

mismo:

Para Foucault, la sexualidad es un dominio donde reina el conflicto, donde se generan deseos vitales en
el curso de la lucha y el enfrentamiento. Al erotizar la relación entre señor y siervo, Focault parece
concebir la erotización total del cuerpo como una consecuencia del goce sadomasoquista, es decir, una
erotización de la dominación y la sumisión que produce intensidades y placeres no buscados, que
multiplica las clases de placer posibles y, como resultado, amplía el campo de las fuerzas sexuales que
se oponen a la reducción y localización del placer erótico por el discurso jurídico. En esa lucha, la
dominación no culmina en opresión, que sería la consecuencia de una relación de poder jurídico, sino
que generara una respuesta inesperada y creativa (Butler, 2012, p. 319)

En este sentido, el sadomasoquismo, por ejemplo, no sería una relación solo entre

dos personas, una que inflige sufrimiento y otro que lo recibe sino, tal como lo

menciona Foucault, se trata de una práctica regulada y abierta en la que ambas

personas cubren sus necesidades. Está a favor de la libertad de elección sexual,

mas no de la libertad de actos sexuales, pues hay actos que no deben permitirse

como la violación.
Conclusiones

Finalmente, concluyo dos puntos respecto al trabajo de esta investigación. En

primer lugar, afirmo que Diego de Avendaño fue una figura importante en la época

colonial, no solo en la historia del probabilismo, sino en general de la filosofía.

Considero que tuvo mucho criterio a la hora de afirmar que muchos juicios directos

no solucionan situaciones cotidianas de la vida y que, los juicios reflejos, pueden

llegar a ser una respuesta o solución frente a estos dilemas. Luego, Foucault, una

de las figuras más importantes del siglo XX, afirmó que la historia no es algo que se

da de manera lineal, sino que existe con múltiples ramificaciones: las relaciones de

poder crean una lucha de fuerzas con un resultado que no es unificador. En ese

sentido, en segundo y último lugar, considero que existe una relación entre el

pensamiento de Foucault y Diego de Avendaño al ambos entender que hay una

relación de dominación y poder entre dos sujetos, y que la experiencia histórica de

ambos se puede ver como un fenómeno de conflicto en el que hay un intercambio

de enunciados y respuestas.
Referencia bibliográfica

Butler, J. (2012). Sujetos del deseo. Reflexiones hegelianas en Francia del siglo XX.

Buenos Aires: Amorrortu.

Foucault, Michel. Arqueología del saber. España. Ed. Siglo XXI, 1999.

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Argentina: Siglo veintiuno.

Foucault, M. (2020). El coraje de la verdad. Argentina: Fondo de cultura económica.

Thesaurus Indicus (1668), Introducción, textos y traducción de Angel Muñoz

García.- Pamplona, EUNSA, 2001.- 51 1 p.

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