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El estudio de la historia
del arte se desarrolló
inicialmente en el
Renacimiento a raíz del
interés que suscitó el
coleccionismo, un
coleccionismo que por
primera vez hacía
abstracción de la
posible función de las
representaciones artísticas -función religiosa o política- y comenzaban
a apreciarse desde una visión estética y de prestigio social pero
también por el beneficio que provocaban su consideración como
depósitos de valor económico. Así, durante la Edad Moderna y
especialmente a partir del auge de las monarquías absolutas en Europa,
el arte se convirtió en una marca de distinción de las familias reales, la
nobleza y la Iglesia primero, y después también de la incipiente
burguesía, que comenzaron a acumular obras de arte en sus
colecciones. Paralelamente, comenzaron a escribirse las primeras
historias del arte, aunque estuvieron limitadas a la producción artística
de la civilización occidental y estaban en su gran mayoría realizadas
por artistas contemporáneos al período de estudio.
Hasta la llegada del período que conocemos como Edad Media, que en
el caso de Euskal Herria comienza a parti r del siglo X d.C., los restos
tanto culturales como artí sti cos que conservamos en Euskal Herria de
los dos períodos anteriores - Prehistoria e Historia Anti gua- son muy
escasos. Aunque hay constancia de que en nuestro territorio hubo
importantes asentamientos desde la Prehistoria, y de hecho, son
abundantes los restos materiales pertenecientes a disciplinas como la
pintura rupestre o el arte mobiliario, en otros ámbitos como el
arquitectónico todo lo que conservamos son indicios más que hechos,
por lo que nos resulta muy difí cil establecer el punto de parti da y la
primera evolución de la historia del arte en Euskal Herria. De todos
modos, se disti nguen claramente tres fases -Prehistoria, colonización
romana y cristi anismo- en las cuales analizaremos los restos
conservados y su importancia para la historia del arte de Euskal
Herria.
A partir de 1789 comienza un nuevo período en la historia de la
humanidad que denominamos Edad Contemporánea y que llega hasta
nuestros días. El inicio de este período está marcado por un
acontecimiento histórico importante y simbólico: la Revolución
francesa. Este levantamiento del tercer estamento -formado por la
burguesía, los artesanos y los campesinos- fue un ataque directo contra
los principios del Antiguo Régimen. Pero en el mismo, no sólo se
cuestionaba la organización de la sociedad, sino el monopolio del
poder que ostentaban la monarquía, la nobleza y la Iglesia. De hecho,
el comienzo del cambio fue anterior al estallido de la Revolución
francesa; previamente, la burguesía había iniciado un cambio
económico a través de la Revolución industrial y, por tanto, la
revolución política fue el resultado de una transformación más
profunda. La transición de la Edad Moderna a la Contemporánea, sin
embargo, no fue pacífica; la confrontación, primero, entre los
absolutistas -los defensores del Antiguo Régimen- y los liberales -la
burguesía-, y posteriormente, entre los mismos liberales, provocó
numerosos conflictos y guerras que sacudieron a toda Europa durante
el siglo XIX.