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2 Trabajo Interior Escuchar
2 Trabajo Interior Escuchar
Emmanuelle Gilbert1
- Así, muchos hablan y pocos escuchan. Y sin embargo cada uno desea ser
escuchado. ¿Qué cambia eso de ser escuchado?
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Psicóloga clínica, psicoterapeuta, París.
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Winnicot, el famoso psicoanalista inglés, supo mostrar cómo el niño, por
la escucha que recibe, se ve a sí mismo en el rostro de los que lo rodean y de ahí
recibe el sentimiento de existir y accede por eso mismo a la postura de sujeto. Ese
es el fundamento de la confianza en sí y de la creatividad que le servirán de apoyo
interno a todo lo largo de su existencia.
Cierto, sería un error idealizar la escucha, creerse capaz de una escucha sin
falla. Nuestra escucha siempre es limitada. Luego, si diéramos la impresión de
escuchar perfectamente, reforzaríamos en el otro la ilusión de un pensamiento
mágico que pueda adivinar todos los pensamientos. Al hacerlo, aniquilaríamos lo
que es del orden de la alteridad y no le permitiríamos al otro elaborar su propio
espacio de pensamiento. Y eso es lo que ocurre en una relación demasiado
“fusional”: se le impide al otro descubrirse como una verdadera persona, al
privarlo del esfuerzo de hacerse entender.
Freud nos invita, pues, a una escucha abierta que intenta no seleccionar lo
que quisiera oír. Nos pone en guardia contra el gran peligro de saber de antemano
lo que el otro busca decirnos. Cuando así lo hacemos, damos la prioridad a nuestro
propio pensamiento sin dejar al otro el tiempo y la libertad de expresar realmente
el suyo.
- ¿Qué les dice Ud. a los que no han vivido un psicoanálisis y desean sin
embargo progresar en su escucha?
Creo muy útil entonces poder referirse a una tercera persona, sea quien
sea. No para que nos aporte soluciones, sino porque el hecho mismo de poder
hablar, de poner en palabras nuestro malestar, nos ayuda a ver más claro en
nosotros. Eso, lo saben bien los que pertenecen a equipos terapéuticos. Hablar,
individualmente o en una reunión de síntesis, de la relación difícil con un paciente
desbloquea lo que hemos sentido acerca de él y le permite a él modificar en algo su
comportamiento. Para los trabajadores sociales, un grupo de trabajo entre colegas
o una supervisión puede desempeñar esa misma función. El tomar algunos apuntes
después de una conversación permite también hacer un trabajo de elaboración: no
se trata de anotarlo todo, sino más bien de reflexionar después, sobre lo vivido en
el intercambio.
Cuando nos sentimos constreñidos por la imagen que tenemos del otro o
por la que pensamos que se ha formado de nosotros, la palabra circula con mucha
dificultad. Tal vez nos haga falta entonces hacernos preguntas acerca de nuestra
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escucha, tratar de flexibilizarla, corriendo el riesgo de vernos descolocados por el
otro.
- Escuchar supone, pues, aceptar que el otro nos modifique, ser a la vez
sólido y flexible.
No hay que olvidar que los lugares de escucha no son un fin en sí mismos,
sino sólo un medio, una ayuda temporal, que debería normalmente poder
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prolongarse en dos direcciones. Primero, no se trata de instalarse indefinidamente
en la situación artificial de uno que "escucha" y otro que "es escuchado", sino de
desarrollar la aptitud para comunicar en la vida en general, y de llegar en cuanto
sea posible a una escucha compartida. Por otro lado, si los lugares de escucha
favorecen un trabajo del pensamiento, es importante que la gente pueda proseguir
ese trabajo en un nivel personal, es decir, que lleguen a interiorizar de manera
suficientemente positiva la situación del que escucha, para prolongar el diálogo
dentro de sí mismos y desarrollar así su vida interior. En resumen, el alcance de la
escucha es doble: ¡escuchar a los demás y saberse escuchar!3
3Entrevista efectuada por Claude Flipo, S,J., y publicada en la revista Christus, París, N.176, de Octubre
de l997. Cuadernos de Espiritualidad No 109 (Centro de Espiritualidad Ignaciana, Santiago)
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