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2 GUÍA DE APRENDIZAJE

DOCUMENTO DE ESTUDIO

EL PODER DEL ESCUCHAR


Julio Olalla Mayor
ACP 2020
EL PODER DEL ESCUCHAR

“Valor es lo que se necesita para


pararse a hablar; pero también lo que
se requiere para sentarse y escuchar”.

Winston Churchill

El escuchar es una de las competencias más importantes en la


comunicación entre las personas. Es en función del escuchar que
construimos nuestras relaciones personales y definimos nuestra capacidad
de acción y aprendizaje en la vida. Podemos decir que la manera como
escuchamos define nuestro existir y nuestra manera de relacionarnos con
otros.
Tradicionalmente hemos definido el habla como la parte activa de una
comunicación pero en realidad la escucha valida el habla: normalmente
cuando hablamos, lo hacemos para ser escuchados. Y sin embargo
habitualmente nos encontramos con frases como estas: “Mi pareja no me
escucha”; “No me estás prestando atención”; “Me siento como hablándole
a una pared”, lo cual muestra que no es automático que cuando en un
lado se habla, en el otro hay una escucha.

Si bien el escuchar se asocia primordialmente con el oír lo que otros


dicen, en el coaching ontológico sostenemos que el escuchar se da desde
tres dominios distintos: el lenguaje, las emociones y la corporalidad.
Para escuchar a alguien, oigo sus palabras (escucho, en la definición más
clásica), y al tiempo estoy observando qué me dice su corporalidad y me
doy cuenta de sus emociones. De esa manera establezco mi escucha
desde esas tres percepciones.

Yo podría entender lo que otra persona me quiere decir solo con lo que
percibo de su cuerpo y de su emocionalidad. Por ejemplo, si pido algo y la
otra persona no contesta, puedo escuchar ese silencio como una negativa
o como una molestia. Si estoy en un país extranjero cuyo idioma no
conozco, puedo hacerme entender mediante mi cuerpo y la expresión de mi
emocionalidad. Por el contrario, si no veo a una persona y solo escucho sus
palabras, es posible que se me escape el sentido de lo que realmente quiere
decir. En ese sentido, por ejemplo, las redes sociales, con sus mensajes
instantáneos, no pueden captar todos los matices de lo que un orador
quiere expresar, y son fuente constante de malos entendidos, incluso con
los emoticones, que son una forma (o al menos un intento) de agregarle el
factor emocional a esos mensajes.
Como seres humanos tenemos una capacidad biológica para oír las
palabras que otro nos dice, ver las señales de su cuerpo o captar
sus emociones. Pero todas esas percepciones no tendrían ningún efecto
si no fuéramos capaces de darles un sentido. Y es ese sentido que le
damos a lo que percibimos lo que llamamos escuchar.

Ahora, ¿qué sentido le damos a lo que escuchamos? Hemos


señalado que uno de los grandes pilares del coaching ontológico es que
todos somos diferentes Observadores del mundo. Y es desde ese
Observador que yo soy, que puedo darle sentido a lo que escucho.

Mi escuchar está teñido con todo aquello que me constituye


como Observador: mi historia, mis discursos, mi género, mi
cultura, mis emociones, mis juicios maestros, mi edad… Es desde ahí que
escucho, que le doy sentido a lo que el orador está expresando. Es un
escuchar que yo no puedo elegir: solo puedo escuchar desde
quien soy, con las distinciones que tengo. Una persona hablando
frente a varias personas puede tener la ilusión de que todas escuchan
lo mismo y sin embargo, cada una de ellas, siendo un Observador
diferente, tendrá su propia escucha de lo que este dijo.

Al escuchar lo hago desde mi historia, desde mis narrativas,


desde donde vengo, de la manera como vivo el mundo. Es el escuchar que
tengo a la mano, que no elijo. Entonces cuando escucho, hay algo que se
gatilla en mí, algo que está en mí desde antes de que esa
particular conversación se presente. Por ejemplo, si soy
abogado tiendo a escuchar más de una cierta manera que de otra;
al igual que si soy colombiano, adolescente o mujer.

Entonces podemos ampliar la definición y decir que escuchar es darle


sentido a lo que percibimos desde el Observador que somos.
Ese ‘darle sentido’ nos permite dar cuenta del carácter activo de la
escucha. Si yo no le doy un sentido a lo que el orador me está diciendo,
cualquier cosa que este diga se perderá en el vacío.

Para que haya la posibilidad de una conversación, el orador y el oyente


tienen un mundo común que les permite relacionarse y comunicarse. Ese
mundo compartido viene, por ejemplo, desde la visión del
mundo generada por una cultura, el sistema lingüístico en que se
mueven o simplemente el reconocerse desde la emocionalidad como seres
humanos.

Sin embargo, aún si comparten un mundo, debemos tener claro


que ambos lo ven de distinta manera. Es decir, el orador habla desde su
propia historia, desde su experiencia, desde su forma de ver el
mundo, y lo mismo pasa con quien escucha.

El que tú hables desde tu forma de ver el mundo y yo escuche desde mi


forma de ver el mundo tiene una consecuencia decisiva: mi escuchar
puede convertirse, en el mejor de los casos, en una aproximación de
lo que tú quieres expresar. Y sin embargo, normalmente damos por
sentado que lo que escuchamos es lo que se ha dicho y suponemos
que lo que decimos es lo que las demás van a escuchar.

De manera que en el proceso de hablar y escuchar se genera una


distancia inevitable. Es decir “tú dices lo que dices y yo escucho lo
que escucho”. Tradicionalmente en nuestras conversaciones cotidianas
pasamos por alto esta distancia, este desfase, y eso genera innumerables
quiebres. El entender que esa distancia existe, nos permite hacernos cargo
y hacer lo necesario para que genere la menor distorsión posible en la
comunicación.

¿Cómo reducir esa distorsión, esa distancia, en la comunicación? El


escuchar es una acción que puede ser diseñada, una acción que se
basa en competencias específicas que pueden ser aprendidas y así reducir
la distorsión en la conversación.

Proponemos una serie de acciones que posibilitan la reducción de la


distancia entre el orador y quien escucha.

1. Reconocer al otro como un Observador distinto y legítimo


Lo primero que se requiere para hacerse cargo de esa distancia entre el
orador y el oyente es el reconocimiento de que ambos son Observadores
distintos del mundo y por tanto habrá diferencias entre ambos. Si yo no
reconozco al otro como un Observador válido, puedo quedarme en una
posición de “Yo tengo razón y tú estás equivocado”. Por el contrario, el
reconocerlo me permite hacerme cargo de las diferencias que
inevitablemente ocurren en una comunicación.

El acto de escuchar está basado en el respeto mutuo. Es aceptar que el


otro es diferente de mí y que esa diferencia es legítima. Sin la aceptación
del otro como diferente, legítimo y autónomo, el escuchar estará
seriamente limitado o directamente no ocurrirá. Si ese respeto y esa
consciencia de la diferencia no están presentes, lo que hacemos en el
escuchar es proyectar nuestra propia forma de ser.

Nuestra escucha se resiente si ponemos en duda la legitimidad del otro;


si consideramos que nuestra particular manera de ser es la mejor o si nos
creemos poseedores de la verdad.

En una relación donde se valida la diferencia con el otro, la escucha se


hace desde la apertura, esa disposición en la que me hago cargo de lo que
el otro quiere expresar. En esa apertura, cuando te escucho te acojo y
estoy dispuesto a transformarme contigo en el escuchar a cambiar mis
ideas y a moverme del lugar en que me encuentro.
2. Reconocer la inquietud que hay detrás de lo que estoy
escuchando

La comunicación humana es compleja. Cuando escuchamos es posible


que solamente le demos sentido a las palabras de quien habla y al tiempo
pasar por alto lo que realmente quiere decir o lo que le inquieta. En otras
palabras, estamos realizando una escucha literal.

Cada vez que escuchamos nos hacemos cargo de lo que le inquieta al


orador. Pero en algunas ocasiones, para ese orador decir lo que en
realidad quiere decir puede convertirse en algo tortuoso. Puede ser que no
sepa bien lo que quiera transmitir o le cause temor decirlo porque le
generará costos, o no se atreva por alguna razón. Por ejemplo, le cuesta
pedir algo. O dice ‘Sí’ cuando quiere decir ‘No’. En esas ocasiones, la
inquietud del orador está en algo que no ha dicho.

Un ejemplo: si mi pareja me dice “tengo frío”, muy posiblemente no


quiere solamente darme ese dato… A lo mejor está pidiendo un abrazo o
que cierre la ventana. Necesito ampliar mi escuchar desde lo emocional y
desde la corporalidad. A veces el texto nos dice una cosa, mientras que el
cuerpo y la emoción están expresando lo que en realidad la persona quiere
realmente expresar. Piensen en la cantidad de veces que han querido decir
algo y dicen otra. Piensen en las veces que detrás de un “No me pasa
nada” realmente hay miedo, o tristeza, rabia o ganas de decir “Lo que me
pasa es esto…” Si yo me pregunto ¿Para qué me dice lo que me dice?, ¿De
qué quiere el orador que yo me haga cargo al decirme lo que me está
diciendo? O ¿será realmente eso lo que me quiere decir? o incluso ¿Hay
algo que no me está diciendo?, ahí hay una profundización de mi escuchar.

Los escritores reconocen ese fenómeno. La importancia del subtexto —


lo que no se dice implícitamente— es capital para enriquecer un diálogo,
como ya reconocía el famoso autor teatral Constantin Stanislavsky, para
quien “lo más importante en el texto está en el subtexto”. Por su parte
Robert McKee, uno de los más grandes guionistas cinematográficos, dice
que cuando escribe para un personaje identifica tres niveles de diálogo: lo
que el personaje dice, lo que el personaje está pensando en ese momento
y lo que el personaje está sintiendo en ese momento. Y a veces esos tres
niveles pueden diferir totalmente entre sí.

Ustedes podrán reconocer una escena en que un hombre trae flores a


su esposa, y le dice “Te traje estas flores porque te quiero”, y al tiempo
está sintiendo culpa porque no hizo algo que ella le pidió, y está pensando
“ojalá no me descubra”.

3. Precisar a través de las preguntas

Desde mi posición de escucha, puedo siempre pedirle al orador que me


proporcione más información o precise algo que acaba de decir, de manera
que la distancia orador-oyente se haga más pequeña. Si yo, al escuchar,
no hago preguntas, muy posiblemente estoy llenando de juicios la
conversación y no me estoy haciendo cargo de lo que el otro quiere
realmente expresar.

Esta verificación del escuchar es muy importante cuando no estoy


seguro de lo que el otro me ha dicho, pero no debe limitarse a eso. A
veces cuando creo estar seguro de lo escuchado, también puede ser
importante verificar si es lo que el otro realmente quería decirme.

4. No entrar en la conversación con posiciones tomadas

Si escucho desde mis juicios o mis prejuicios, si he tomado una posición


antes de comenzar la conversación, si lo que pretendo es convencer al
otro de que adopte mi posición, la distancia entre orador y oyente solo
puede hacerse más grande. En este punto es bien importante validar al
otro como un legítimo otro.

Decíamos más arriba que nosotros no podemos elegir una forma de


escuchar, y que cuando empezábamos una conversación ya teníamos una
serie de condicionamientos, los generados por ser el Observador particular
que somos. Pero si bien es imposible desprendernos de ciertos juicios al
momento de escuchar, el reconocerlos como juicios, y no como verdades,
transforma nuestra capacidad de escuchar.

5. Verificar mi propia escucha: ¿Qué escucho sobre mi propia forma


de escuchar? La forma como estoy escuchando determina mi relación
conmigo mismo, con los otros y con el mundo. Puedo verificar, en
particular, si emocionalmente estoy dispuesto a escuchar, y si el estado de
ánimo de la conversación permite que haya una escucha. Si una o las dos
partes están en la rabia, por ejemplo, es muy difícil que se dé una
conversación con una escucha adecuada.
¿Qué puedo ver de mi Observador que me permita escuchar mejor? Si
escucho desde la soberbia, por ejemplo, puedo pensar que la persona que
me habla no tiene nada nuevo que aportarme, y no la valida. Si escucho
desde sentirme pequeño, puedo, por el contrario dejarme avasallar por la
otra persona. Darme cuenta de eso puede generar un escucha mejor y
también una reflexión para mi propia vida: mi forma de escuchar me
muestra qué tipo de Observador estoy siendo en el mundo.

***

El escuchar efectivo es cada vez más reconocido como un elemento


indispensable en las Organizaciones. Y en lo personal tiene que ver con la
dignidad humana. Una persona que no se siente escuchada, puede verse a
sí misma pequeña o invalidada, con las consecuencias que eso tiene para
su vida. Por el contrario, piensen en la gratificación que experimenta una
persona que es escuchada y todo el bienestar que hay detrás de la frase
“Gracias por escucharme”.
EL DALAI LAMA SOBRE LA ESCUCHA

El Dalai Lama, en su libro “Meditación, Paso a Paso”, simboliza los problemas que
tenemos para escuchar, y lo hace desde lo que se llama la metáfora de tres recipientes.

El recipiente somos nosotros, los que recibimos las enseñanzas.

1. El primer recipiente está boca abajo y simboliza el No escuchar. Aunque físicamente


estamos aquí, nuestra mente está vagabundeando en cualquier otro lugar, es como si
fuéramos una copa puesta boca abajo. No importa cuánto alimento, té o comida,
intentemos poner en la copa, nunca va a quedar nada en ella.

2. El segundo recipiente está agujereado y simboliza el No retener. A pesar de recibir


las enseñanzas y escucharlas adecuadamente, cuando pasa el tiempo, no ha quedado nada
en la mente. Es como una copa bien colocada pero por tener un agujero en el centro no
retiene nada, todo cae inmediatamente y se disuelve. Así, esta copa no nos será de ninguna
ayuda. No importa cuántas enseñanzas hayas recibido, cuando vas a ponerlas en práctica no
recuerdas ninguna.

3. El tercer recipiente contiene veneno y simboliza el No validar. Hemos oído, hemos


retenido las palabras en la mente pero tenemos la mente ocupada con otras cosas. Parece
que estamos escuchando, parece que retenemos algo en la mente pero nos dejamos
entretenernos por cierto tipo de pensamientos. Por ejemplo, pensamos “yo sé esto mejor
que tú”, surge un cierto tipo de arrogancia en nuestra mente. Todo lo que entra en ese
recipiente se contamina.
EL ESCUCHAR EN EL COACHING

“Cuando escuchas, hazlo como si te


hubieras convertido en el escuchar en
sí. Cuando te digo algo, déjalo que
penetre en ti sin lucha, sin emotividad,
sino de un modo total. ¡Sé ello! Déjalo
que entre. ¡Que vibre sin resistencia,
sin sentimiento, pero con plenitud!
Experiméntalo y comenzarás a vivir
una nueva dimensión de la escucha. Y
esto no solo es válido para el acto de
escuchar: lo es para todo. Puedes
comer así, puedes caminar así, puedes
dormir así, puedes vivir así…”.

Osho

Una sesión de coaching es una conversación entre un coachee que


quiere ser escuchado y un coach que debe ser un maestro en el arte de
escuchar. En este dominio buscamos que el coach legitime a su coachee,
pueda entender desde dónde ve su mundo, qué aprendió, qué mundo
emocional habita y dado el Observador que es, qué acciones tiene
disponibles en su vida. El escuchar en el coaching trasciende lo que el
coachee dice y busca acceder al ser que es ese coachee. Ese es el
escuchar propio del coach ontológico.

Cuando un coachee nos trae un quiebre es inevitable —como seres


lingüísticos que somos— que hagamos interpretaciones desde el
Observador que habitamos. La diferencia en el coaching está en
transformarnos en Observador de este Observador que somos. Estar
conscientes de ello, y poder conectarnos legítimamente con lo que el
coachee nos trae.

Tal como señalamos más arriba, el escuchar no se limita solamente a lo


que pase lingüísticamente, sino que además el coach escucha la
emocionalidad y la corporalidad de su coachee.

¿Qué está escuchando el coach?

- En lo lingüístico: como coach, escucho los discursos históricos,


culturales, de género o generacionales de mi coachee. Escucho cómo pide,
ofrece y promete. Escucho los juicios que le impiden aprender y que
llamamos bellamente “juicios maestros”, pues son los maestros, los que
nos enseñan, son las barreras invisibles que impiden nuestro cambio o
nuestro bienestar. También escucho los juicios que el coachee hace del
mundo dada su cultura, su historia familiar o su experiencia. Escucho lo
que declara para que el mundo lo siga y escucho lo que afirma para
ratificar su mundo. Escucho las conversaciones que tiene con quienes le
rodean, a las que se atreve y a las que no. Escucho los temas que ocupan
su discurso y los que están ausentes. Escucho lo que dice y escucho
también sus silencios.

- En lo emocional: Escucho desde qué emoción habla el coachee


¿Desde el miedo? ¿Desde la rabia? ¿Desde el entusiasmo? Como coach,
escucho la expresión de su alegría o sus temores. Me doy cuenta de las
emociones que aparecen cuando habla de lo que le importa, cuando su
corazón late con su decir. Escucho las emociones que predisponen sus
acciones y sus elecciones. Escucho el resentimiento y la resignación.
Escucho la emoción de lo que relata y la emoción con la que relata.
Escucho la emoción desde donde cuenta sus emociones. Escucho su paz y
sus ganas. Escucho si conoce el nombre de sus emociones o si tiene un
solo nombre para todas ellas. Escucho la expresión de su erotismo, su
ternura o su tristeza… Escucho si la gratitud, el amor y la compasión son
emociones que tiene a la mano o si puedo acompañar a mi coachee a que
las recuerde.

- En lo corporal: como coach observo sus gestos, su respiración, su


forma de ver, sus expresiones, la manera como se sienta. Escucho su
cuerpo, mediante sus movimientos, sus tensiones, su flexibilidad, su
apertura, sus diferentes respiraciones, su resolución, su centro, su voz,
sus silencios, su estabilidad. Escucho sus cicatrices que revelan sus
experiencias anteriores. También me doy cuenta de los movimientos que
repite y los que no usa. Estoy atento a si se sienta en la punta de la silla o
si se apropia de ella con todo su cuerpo. Observo la fuerza —o la falta de
ella— para sostener lo que quiere expresar.

- La coherencia entre estos tres dominios: Parte importante del


escuchar en el coaching tiene que ver con determinar si hay una
coherencia en la manera como el coachee se está expresando desde los
tres dominios. Por ejemplo, el coachee, hablando de un quiebre, dice “eso
ya no me importa”, y sin embargo mientras lo dice, parece a punto de
llorar. Si el coach escucha lo que juzga como una posible incoherencia
entre lo que dice y lo que su emocionalidad expresa, puede mostrárselo al
coachee.

En el coaching, reconocemos dos tipos de escucha:

1. El escuchar reverencial

El escuchar reverencial se refiere a aceptar al coachee como un legítimo


otro. Es un acto de humildad y una apertura al misterio que el otro es. Lo
escucho honrando el ser que es, aceptando que es un Observador
diferente a mí.

El escuchar reverencial me permite escuchar cada aspecto de su relato


con respeto, y me permite tener la liviandad de acompañarlo en su
búsqueda interior sin decidir yo el destino.
Acá es importante escuchar desde la compasión, la empatía, la
humildad, la contención y el asombro. Así la conversación es un territorio
de igualdad. Desde un espacio de apertura. Y también de respeto. A eso le
llamamos legitimación. Es estar abierto a lo que el otro me trae como
interpretación. Necesitamos escuchar un rato sus propias historias y cómo
las interpreta para entender desde dónde interpreta lo que interpreta, y
cómo se vive la vida desde esas miradas.

El escuchar reverencial también es poder dejar entre paréntesis por


ratos mis propias interpretaciones como coach. El escuchar reverencial, no
significa estar de acuerdo con lo que el coachee nos trae. Se trata de
entender y acoger su mirada.

Eso lo hacemos desde preguntarnos inicialmente ¿Qué será lo que le


inquieta a esta persona? ¿Qué hace que esto sea un quiebre para ella?
¿Cuál será su historia de lo que le aqueja? ¿Dónde habrá aprendido esta
manera de vivir? ¿Qué necesitará aprender?...

Y desde ahí escuchar lo que nos trae.

También este espacio reverencial, tiene un cuerpo. La conexión desde


la postura, la mirada, la expresión, una distancia o cercanía que hace que
el coachee se sienta en confianza y que es escuchado sin ser juzgado,
invadido. Es escuchar su tono, su velocidad…

Le agregaremos e esto, el contexto, que es parte de la legitimación del


coachee. Crear un espacio donde esta escucha sea contenida; un lugar
acogedor, privado y sin interrupciones.

Desde lo lingüístico, el escuchar es relevante tanto desde las preguntas


que nos hacemos, como de los silencios que dejamos para que el coachee
tenga tiempo para procesar, darse cuenta, desarrollar su propia
interpretación de lo que está viviendo.

Escuchar no significa solo estar en silencio, pues a veces el coachee


habla en exceso como mecanismo defensivo, para no dejar entrar nuevas
miradas que lo saquen de su “zona de confort”, pues es lo que conoce y ha
aprendido.
2. El escuchar activo
Esta escucha tiene que ver con desafiar el mundo interpretativo del
coachee frente a un quiebre. Es justamente lo que no lo deja moverse o lo
entrampa en sus propias coherencias. Ahí el coach tiene un rol
fundamental pues desde el Observador diferente que es, puede desafiar
este mundo interpretativo.

Desde lo lingüístico, ahí comienza la indagación, incluyendo la mirada


del coach. Lo podemos hacer con preguntas sobre su historia, sus
aprendizajes, sus emociones, o las generalizaciones que hace el coachee a
partir de un evento o distinguir el fenómeno de la explicación, entre otras.

Podemos poner nuestras interpretaciones a través de preguntas,


mientras desde el cuerpo, seguimos observando sus movimientos, sus
silencios, sus gestos, lo cual puede permitirnos intervenir con alguna
experiencia que se sale del mundo lingüístico y lo pone en el espacio
vivencial.

Desde el mundo emocional, es comenzar a escuchar juicios recurrentes


que llevan al coachee a ciertas emociones y poder indagar en esos juicios
que lo predisponen a esa emoción y a esas acciones. El coach tiene un rol
fundamental en el escuchar de la emoción, permitiéndole al coachee
aprender a habitar la emoción que le produce el quiebre que trae. Es un
espacio del escuchar que produce el mayor aprendizaje en el coachee y a
la aceptación de lo que está viviendo. Solo desde ahí pueden construir
coach y coachee un espacio de aprendizaje.

Para asegurar una buena escucha activa, es importante que el coach


resuma, verifique, chequee, parafrasee, resuma, ponga foco y “haga
espejo” de lo que su coachee ha dicho, para asegurarse de cerrar la
distancia entre orador y escucha de que hablamos al comienzo del texto.
¿Qué quiere decir esto?

- Verificar: Es cuando el coach hace preguntas para asegurarse de que


está entendiendo claramente lo que el coachee le está diciendo.

- Espejear: Es cuando el coach repite lo que el coachee ha dicho.


Permite que este entienda que el coach está escuchando, y eso lo alienta a
seguir hablando. Ayuda a construir confianza para que el coachee hable
sin miedo a ser juzgado.

- Parafrasear: Es cuando el coach dice en sus propias palabras la idea


del coachee. El parafrasear demuestra que el coach está absorbiendo la
información y comprendiendo la esencia de lo que este está diciendo. Le
ofrece al coachee la posibilidad de reflexionar sobre cómo sus palabras
están siendo percibidas y eventualmente aclarar el énfasis o el significado
de lo que está diciendo. Puede ocurrir que el coachee ponga la inquietud
de una cierta manera y al escuchar la interpretación que hace el coach, le
haga al coachee más sentido que la propia.
- Resumir: Es cuando el coachee ha dado una buena cantidad de
información y recapitula lo dicho para verificar que los puntos principales
están siendo seguidos. El coachee también puede ver si algo importante
de la conversación se ha quedado por fuera.

- Poner foco: Cuando el coachee ha abierto muchos temas, el coach lo


puede alentar a que señale a qué le quiere dar prioridad.

El escuchar interno del coach

No podemos escuchar sin que lo escuchado pase por nosotros. Debemos


tener claro que nunca el coach sabrá lo que el otro dijo; solo sabrá lo
que escuchó.

El tener presente que lo que escuchamos es otra interpretación, la


nuestra, por lo tanto No es la Verdad. Es por eso que poner nuestra
mirada desde un lugar exploratorio es tan relevante, y de chequearlo con
el coachee. Si al coachee no le hace sentido, podemos soltarlo aunque
escuchemos que ahí hay algo importante que no está viendo. Lo podremos
retomar más adelante, cuando la conversación esté quizás más madura.

Por lo tanto en una conversación de coaching siempre habrá dos


escuchas actuando al mismo tiempo: la interna del coach y la que trae el
coachee. La conversación interna del coach no impide que escuche lo que
trae el coachee. Una destreza del coach, es poner la atención en las dos
escuchas.

Para terminar esta mirada exploratoria del escuchar en el coaching, vale


dejar en claro que en la conversación de coaching el escuchar y el hablar
están presentes durante toda la sesión de coaching, como en toda
conversación.

Lo que hemos tratado de hacer aquí es mirar la particularidad del


escuchar del coach. El escuchar será algo que estará siempre presente.
Más aún, el escuchar está presente incluso cuando hablamos.
Mientras más amplitud del escuchar tenga el coach, más podrá abrir
nuevos espacios de aprendizaje para el coachee.
En el coaching…

¿Qué es escuchar en el coaching?

- Silencio
- Aceptación
- Apertura
- Acompañar
- Cuidar
- Declarar que no sé
- Intuir
- Dar la bienvenida a la incertidumbre
- Soltar mis juicios
- Soltar la conversación interna que no me permite estar al servicio del otro
- Escuchar cuerpo/ emoción y lenguaje del coachee
- Escuchar cuerpo/ emoción y lenguaje del coach
- Es escuchar mis interpretaciones y ponerlas cuando el coachee está preparado
para eso.

¿Qué no es?

- Saber
- Tener certezas
- Anticipar
- Controlar
- Juzgar
- Dejar de escucharme como coach

Artículo de Newfield Network


Escrito por José Luis Varela, en colaboración con Paz Zagal.

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