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KFA RETIRO ONLINE

Sobre la soledad
MODERADOR: JAVIER GOMEZ RODRIGUEZ
Carta a los participantes:

Estimados amigos,

Bienvenidos a este seminario de cinco días sobre el tema de la soledad.

La soledad nos ha acompañado desde el principio de los tiempos pero en nuestra época se ha
convertido en una seria preocupación existencial. Debido, en primer lugar, al desarrollo de
nuestras actuales sociedades industriales, urbanas e individualistas, y más recientemente al
confinamiento forzoso de la pandemia, ha adquirido una nueva urgencia tanto colectiva como
personal. No es una cuestión filosófica o abstracta sino una realidad vital. La soledad forma
parte del espíritu de nuestro tiempo y afecta a jóvenes y mayores por igual. Debido a sus
efectos patológicos, se considera cada vez más como un peligro para la salud pública.

La experiencia universal de la soledad, aunque aparentemente subjetiva, resulta esencialmente


de una sensación de aislamiento, cuyas causas se extienden por toda la amplia red de nuestras
relaciones. Nuestra sociedad, con su ambición y competitividad, genera una gran alienación,
al igual que nuestra arraigada actitud egocéntrica ante la vida. La soledad es, en consecuencia,
un portal al descubrimiento de las causas más profundas de nuestra carencia de relación.
Permanecer con la soledad y comprenderla es un primer paso para revelar la unidad o
integridad que la subyace.

Durante este seminario de cinco días, tendremos la oportunidad de reflexionar juntos sobre el
significado y las implicaciones de la soledad, al nivel personal y como constante de la
experiencia humana. Examinaremos los factores sociales, así como las causas emocionales y
psicológicas que generan aislamiento en la relación. En primera instancia, el reto es
permanecer con el sentimiento en vez de huir de él.

Para facilitar nuestra investigación, introduciremos la noción de diálogo como forma


participativa de comunicación. La comunicación es un factor clave en la generación de una
buena relación o en la perpetuación del aislamiento y la soledad.

Para facilitar y profundizar en esta exploración, compartiremos ciertos textos de K, así como
referencias al material audiovisual. Lo importante, sin embargo, es desarrollar la cualidad de
observación y comprensión de nosotros mismos.

Esperamos verlos pronto en este encuentro con nosotros mismos en el espejo de las
enseñanzas.

Atentamente,

1
El equipo organizador

Sobre el diálogo y la comunicación


La comunicación y el arte de escuchar

Comunicarnos el uno con el otro, incluso si nos conocemos muy bien, es sumamente difícil.
Puede que yo emplee palabras que para usted tengan un significado distinto al mío. La
comprensión sucede cuando nosotros, usted y yo, nos encontramos al mismo nivel al mismo
tiempo. Eso sólo acontece cuando hay verdadero afecto entre las personas, entre marido y
esposa, entre amigos. Eso es verdadera comunión. La comprensión instantánea sucede cuando
nos encontramos al mismo nivel a la vez.
Es muy difícil comulgar entre nosotros fácil y eficazmente y con una acción definitiva.
Estoy empleando palabras que son simples, que no son técnicas, porque no creo que ningún
tipo de expresión técnica vaya a ayudarnos a resolver nuestros dificultosos problemas; así que
no voy a emplear ninguna terminología técnica, ya sea de la psicología o de la ciencia. No he
leído ningún libro de psicología ni ningún libro religioso, afortunadamente. Me gustaría
impartir, mediante las palabras más sencillas que empleamos en nuestra vida diaria, un
significado más profundo; pero eso es muy difícil si uno no sabe escuchar.
Hay un arte de escuchar. Para poder escuchar realmente, uno debería abandonar o
descartar todos los prejuicios, las formulaciones hechas de antemano y las actividades
cotidianas. Cuando uno se encuentra en un estado mental receptivo, las cosas se pueden
entender con facilidad; uno escucha cuando le presta verdadera atención a algo. Pero,
desgraciadamente, la mayoría de nosotros escucha a través de un filtro de resistencia. Nos
protegemos con prejuicios, ya sean estos religiosos o espirituales, psicológicos o científicos; o
con nuestras preocupaciones, deseos y temores cotidianos. Y con estos por cortina,
escuchamos. O sea que en realidad escuchamos nuestro propio ruido, nuestro propio sonido,
no lo que se está diciendo. Es sumamente difícil desechar nuestra formación, nuestros
prejuicios, inclinaciones, resistencia y, trascendiendo la expresión verbal, escuchar de forma
que comprendamos instantáneamente. Ésa va a ser una de nuestras dificultades.
Si durante esta charla se dice algo contrario a su creencia y forma de pensar, escuche
sencillamente, no oponga resistencia. Puede que usted tenga razón y que yo me equivoque;
pero escuchando y considerando juntos vamos a descubrir lo que es verdad. La verdad no se
la puede dar otro. La tiene que descubrir; y para descubrirla tiene que haber un estado mental
en el que se dé la percepción directa. No hay percepción directa cuando hay resistencia, una
salvaguardia, una protección. La comprensión llega a través de darse cuenta de lo que es.
Conocer exactamente lo que es, lo real, lo fáctico, sin interpretarlo, sin condenarlo o
justificarlo, es el principio de la sabiduría. Es sólo cuando empezamos a interpretar, a traducir
según nuestro condicionamiento y prejuicio, que nos perdemos la verdad. Al fin y al cabo, es
como la investigación. Saber lo que algo es, lo que es exactamente, requiere investigación –
no se puede interpretar según los propios estados de ánimo. De manera similar, si podemos
mirar, observar, escuchar, ser conscientes de lo que es, exactamente, entonces el problema
está resuelto. Y eso es lo que vamos a hacer en estas pláticas. Le voy a señalar lo que es sin
interpretarlo a mi antojo; y usted tampoco debe interpretarlo o traducirlo según su historial o
formación.

The First and Last Freedom, Chapter 1, pp. 19-20


(La libertad primera y última)

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Sobre escuchar con facilidad

¿Se ha sentado alguna vez muy silenciosamente, no con su atención fija en algo, no haciendo
un esfuerzo por concentrarse, sino con la mente muy callada, muy quieta? Entonces lo oye
todo, ¿verdad? Oye los sonidos más distantes al igual que los de las cercanías y los que están
más próximos, los sonidos inmediatos – lo que en realidad significa que uno lo está
escuchando todo. Su mente no está restringida a un pequeño y estrecho canal. Si puede
escuchar de esta manera, escuchar con facilidad, sin esfuerzo, entonces descubrirá que un
cambio extraordinario sucede en su interior, un cambio que se produce sin su volición, sin que
lo requiera; y en ese cambio hay una gran belleza y profundidad de percepción directa.

The Book of Life, January 1


(El libro de la vida, 1 de enero)

Sobre la comunicación y la comunión

Hay, creo, una gran diferencia entre comunicación y comunión. En la comunicación hay un
compartir de ideas mediante las palabras, agradables o desagradables, a través de símbolos, de
gestos; y las ideas pueden interpretarse de forma ideológica o según las peculiaridades,
idiosincrasias e historial propios de uno. Pero en la comunión creo que sucede algo muy
diferente. En la comunión no hay un compartir o una interpretación de ideas. Puede que uno
se comunique o no se comunique mediante las palabras, pero está directamente en relación
con lo que se está observando; y uno está comulgando con su propia mente, con su propio
corazón. Uno puede comulgar con un árbol, por ejemplo, o con una montaña o un río. No sé si
se ha sentado alguna vez bajo un árbol y ha intentado comulgar realmente con él. No es
sentimentalismo o emocionalismo: usted está en contacto directo con el árbol. Hay una
relación de extraordinaria intimidad. En dicha comunión debe haber silencio, debe haber una
profunda sensación de quietud; los nervios, el cuerpo están quietos; el propio corazón casi se
para. No hay interpretación, no hay comunicación, no hay compartir. El árbol no es usted, ni
usted se identifica con el árbol: sólo existe esa sensación de intimidad en una gran hondura de
silencio. No sé si lo ha intentado alguna vez. Pruébelo en algún momento, cuando su mente no
esté murmurando, divagando por todas partes, cuando no esté soliloquiando, cuando no esté
rememorando las cosas que se han hecho o que se deben hacer. Olvidando todo eso, trate
sencillamente de comulgar con una montaña, con un arroyo, con una persona, con un árbol,
con el movimiento mismo de la vida. Eso requiere una sensación asombrosa de silencio y una
atención peculiar – no concentración, sino una atención que viene con facilidad, con fruición.

3rd Public Talk in Saanen, 1964


The Collected Works, Vol. 14, pp. 180-181
(Obras completas, vol. 14)

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SOBRE LA SOLEDAD

1. El panorama de la soledad
¿Qué es la soledad?

Es una experiencia de estar completamente aislado, un sentimiento de no poder depender de


nada, de estar desconectado de toda relación. Por su propia naturaleza, el ego, el yo está
constantemente construyendo un muro a su alrededor; toda su actividad conduce al
aislamiento. Al tomar conciencia de su aislamiento, empieza a identificarse con la virtud, con
Dios, con la propiedad, con una persona, país o ideología; pero esta identificación forma parte
del proceso de aislamiento. En otras palabras, huimos por todos los medios posibles del dolor
de la soledad, de este sentimiento de aislamiento, y de ese modo nunca lo experimentamos
directamente. Es como tener miedo de algo a la vuelta de la esquina y no encararlo nunca, no
averiguar nunca lo que es, sino escapar siempre y refugiarse en alguien o en algo, lo cual sólo
genera más temor.

Commentaries on Living, Series III, pg. 302


(Comentarios sobre el vivir, tercera serie)

LA RELACION Y EL AISLAMIENTO

La vida es experiencia en la relación. Uno no puede vivir en el aislamiento, así que la vida es
relación y la relación es acción. ¿Y cómo puede uno tener esa capacidad para comprender la
relación que es la vida? ¿No significa la relación no sólo comunión con otras personas sino
intimidad con las cosas y las ideas? La vida es relación, la cual se expresa a través del
contacto con las cosas, las personas y las ideas. En la comprensión de la relación tendremos la
capacidad de afrontar la vida plena y adecuadamente. De manera que nuestro problema no es
la capacidad – porque la capacidad no es independiente de la relación – sino más bien la
comprensión de la relación, la cual naturalmente producirá la capacidad de flexibilidad rápida,
de rápido ajuste, de celeridad en la respuesta.
La relación es, sin duda, el espejo en que uno se descubre a sí mismo. Sin
relación uno no existe; ser es estar relacionado; estar relacionado es existencia. Usted sólo
existe en la relación; de lo contrario no existe, la existencia no tiene sentido. Usted no
adquiere existencia porque crea que es. Existe porque estás relacionado; y la falta de
comprensión de la relación es lo que causa conflicto.
Ahora no comprendemos la relación porque empleamos la relación meramente como
un medio de fomentar el logro, la transformación, el devenir. Pero la relación es un medio de
autodescubrimiento, porque la relación es ser, es existencia. Sin relación, no soy. Para
comprenderme, debo comprender la relación. La relación es un espejo en el que me puedo
ver. Ese espejo puede o bien estar distorsionado o puede ser ‘tal cual’, reflejar lo que es. Pero
la mayoría de nosotros ve en la relación, en ese espejo, lo que preferiríamos ver; no vemos lo
que es. Preferiríamos idealizar, escapar, vivir en el futuro antes que comprender que la
relación es en el presente inmediato.
Si examinamos nuestra vida, la relación entre nosotros, veremos que es un proceso de
aislamiento. El otro no nos concierne realmente; aunque hablemos mucho al respecto, en

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realidad no nos concierne. Sólo nos relacionamos con alguien mientras esa relación nos
plazca, mientras nos proporcione un refugio, mientras nos satisfaga. Pero en el momento en
que haya una perturbación en la relación que nos produzca incomodidad, la descartamos. En
otros términos, sólo hay relación mientras estemos complacidos. Esto puede sonar duro, pero
si realmente examina su vida muy detenidamente verá que éste es un hecho; y evitar un hecho
es vivir en la ignorancia, la cual nunca puede producir verdadera relación. Si examinamos
nuestras vidas y observamos la relación, vemos que es un proceso de generación de
resistencia contra el otro, de construir un muro por encima del cual miramos y observamos al
otro; pero siempre retenemos el muro y permanecemos detrás de él, ya sea un muro
psicológico, un muro material, económico o nacional. Mientras vivamos en el aislamiento,
detrás de un muro, no habrá relación con el otro; y vivimos encerrados porque es mucho más
satisfactorio, creemos que es mucho más seguro. El mundo es tan caótico, hay tanto
sufrimiento, tanto dolor, tanta guerra, destrucción y miseria, que queremos escapar y vivir
dentro de los muros de seguridad de nuestro propio ente psicológico. O sea que la relación
para la mayoría de nosotros es en realidad un proceso de aislamiento, y, obviamente,
semejante relación constituye una sociedad que también es aislante. Eso es exactamente lo
que está pasando en todo el mundo: usted permanece en su aislamiento y tiende la mano por
encima del muro, llamándole nacionalismo, hermandad o lo que usted quiera, pero en realidad
los gobiernos soberanos y los ejércitos continúan. Aferrándose todavía a sus propias
limitaciones, cree que puede crear un mundo de unidad, de paz – lo cual es imposible.
Mientras tenga una frontera, ya sea nacional, económica, religiosa o social, el hecho evidente
es que no puede haber paz en el mundo.

El proceso de aislamiento es un proceso de la búsqueda de poder; ya uno lo busque a


título individual o para un grupo racial o nacional, debe haber aislamiento, porque el propio
deseo de poder, de posición, es separatismo. Al fin y al cabo, eso es lo que cada uno quiere,
¿no es cierto? Quiere una posición de poder en la que pueda dominar, ya sea en casa, en la
oficina o en un régimen burocrático. Cada uno busca poder y en su búsqueda establecerá una
sociedad basada en el poder militar, industrial, económico y demás – lo cual es, nuevamente,
obvio. ¿No es el deseo de poder por naturaleza aislante? Considero muy importante
comprender esto porque el hombre que quiera un mundo en paz, un mundo en el que no haya
guerras, espantosa destrucción, miseria catastrófica, en una escala inconmensurable, debe
comprender esta cuestión fundamental. Un hombre que sea afectuoso, amable, no tiene
ningún sentido de poder y, por consiguiente, un hombre así no está atado a ninguna
nacionalidad, a ninguna bandera. No tiene bandera.
No existe tal cosa como vivir en el aislamiento – ningún país, pueblo o individuo
puede vivir aislado; no obstante, cuando se busca el poder por tantas vías diferentes, se genera
aislamiento. El nacionalista es una maldición porque mediante su propio espíritu nacionalista
y patriótico está creando un muro de aislamiento. Está tan identificado con su país que
construye un muro contra el otro. ¿Qué sucede cuando se construye un muro contra algo? Ese
algo está constantemente batiendo contra el muro. Cuando usted resiste algo, esa misma
resistencia indica que está en conflicto con el otro. De manera que el nacionalismo, que es un
proceso de aislamiento, que es el resultado de la búsqueda de poder, no puede traer paz al
mundo. El hombre que es nacionalista y habla de hermandad está mintiendo; está viviendo en
un estado de contradicción.
¿Puede uno vivir en el mundo sin el deseo de poder, de posición y autoridad? Claro
que puede, obviamente. Uno lo hace cuando no se identifica con algo más grande. Esta
identificación con algo más grande – el partido, el país, la raza, la religión, Dios – es la
búsqueda de poder. Porque en sí usted es vacuo, torpe, débil, le gusta identificarse con algo
más grande. Ese deseo de identificarse con algo más grande es el deseo de poder.

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La relación es un proceso de autorrevelación y, sin conocerse uno a sí mismo, las
formas de ser de la propia mente y corazón, limitarse a establecer un orden externo, un
sistema, una fórmula ingeniosa, tiene muy poco sentido. Lo importante es comprenderse a sí
mismo en la relación con el otro. Entonces la relación no se convierte en un proceso de
aislamiento sino en un movimiento en el que se descubren los propios motivos, pensamientos
y apetencias; y ese mismo descubrimiento es el principio de la liberación, de la
transformación.

The First and Last Freedom, pp. 104-107


(La Libertad primera y última)

PERMANECER CON LA SOLEDAD

Pregunta: Estoy empezando a darme cuenta de que me siento muy solo. ¿Qué puedo hacer?

Krishnamurti: El que pregunta quiere saber por qué siente soledad. ¿Sabe lo que la soledad
significa y es consciente de ella? Lo dudo mucho, porque nos hemos sumido en actividades,
en libros, en relaciones, en ideas que en realidad nos impiden tomar conciencia de la soledad.
¿Qué entendemos por soledad? Es una sensación de estar vacío, de no tener nada, de estar
sumamente inciertos, sin anclaje en ninguna parte. No es angustia, desesperación sino una
sensación de vacío, de vacuidad y frustración. Estoy seguro de que todos la hemos sentido, los
felices y los infelices, los super activos y los adictos al saber. Todos la conocen. Es una
sensación de verdadero dolor inextinguible, un dolor que no se puede encubrir, aunque lo
intentemos.
Abordemos este problema de nuevo para ver lo que está realmente sucediendo, para
ver lo que hacemos cuando nos sentimos solos. Usted trata de escapar de su sentimiento de
soledad, intenta seguir con la lectura de un libro, sigue a cierto líder, va al cine, se vuelve
socialmente hiper activo, se va a adorar y rezar, pinta, o escribe un poema sobre la soledad.
Eso es lo que está realmente sucediendo. Al tomar conciencia de la soledad, de su dolor, de su
extraordinario e insondable temor, usted busca una salida y esa fuga asume una gran
importancia y, por consiguiente, sus actividades, su saber, sus dioses, sus radios se vuelven
todos importantes, ¿verdad? Cuando usted les da importancia a valores secundarios, estos le
conducen a la angustia y al caos; los valores secundarios son inevitablemente valores
sensoriales; y la civilización moderna, basada en ellos, le ofrece esta salida a través del
empleo, la familia, el nombre, los estudios, la pintura, etc.; toda nuestra cultura se basa en esa
fuga. Nuestra civilización se fundamenta en ella y eso es un hecho.
¿Ha probado alguna vez a estar solo? Cuando lo intente, sentirá lo sumamente difícil
que es y lo extraordinariamente inteligente que debemos ser para estar solos, porque la mente
no nos deja en paz. La mente se inquieta, se mantiene ocupada con evasiones. ¿Qué es, pues,
lo que estamos haciendo? Estamos tratando de llenar este extraordinario vacío con lo
conocido. Descubrimos cómo mantenernos activos, cómo ser sociables; sabemos cómo
estudiar, cómo encender la radio. Estamos llenando esa cosa que desconocemos con las cosas
que conocemos. Tratamos de llenar ese vacío con varios tipos de conocimiento, relaciones o
cosas. ¿No es así? Ese es nuestro proceso, ésa es nuestra existencia. Ahora bien, cuando usted
se da cuenta de lo que estamos haciendo, ¿todavía cree que puede llenar ese vacío? Ha
probado toda clase de medios de llenar el vacío de la soledad. ¿Ha conseguido llenarlo? Ha
probado los cines y no lo consiguió y, por lo tanto, se dedica a seguir a sus gurús y a sus libros
o se vuelve socialmente muy activo. ¿Ha conseguido llenarlo o sólo lo ha encubierto? Si sólo
lo ha encubierto, sigue estando ahí, por lo que volverá. Si consigue escapar por completo,

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entonces le encierran en un psiquiátrico o se vuelve sumamente insensible. Eso es lo que está
pasando en el mundo.
¿Puede llenarse esta vacuidad, este vacío? Si no se puede, ¿podemos huir, escapar de
él? Si hemos experimentado y constatado que una de las formas de escape carece de todo
valor, ¿no carecen por consiguiente todas ellas de valor? No importa si se llena el vacío con
esto o lo otro. Lo que se denomina meditación es también una evasión. Poco importa que se
cambie una vía de escape por otra.
¿Cómo, entonces, descubrirá qué hacer respecto a esta soledad? Sólo puede descubrir
qué hacer cuando haya dejado de escapar. Cuando esté dispuesto a afrontar lo que es – lo que
quiere decir que no debe prender la radio sino darle la espalda a la civilización – entonces esa
soledad se termina, porque se ha transformado por completo. Ya no es soledad. Si comprende
lo que es, entonces ‘lo que es’ es lo real. Porque está continuamente evitando, escapando,
negándose a ver lo que es, la mente crea sus propios impedimentos. Porque tenemos tantos
obstáculos que nos impiden ver, no comprendemos lo que es y, por lo tanto, nos estamos
alejando de la realidad; todos estos impedimentos han sido creados por la mente a fin de no
ver lo que es. Ver lo que es no sólo requiere una gran capacidad y atención en la acción, sino
que además significa darle la espalda a todo lo que usted ha acumulado: su cuenta bancaria, su
nombre y todo eso a lo que llamamos civilización. Cuando vea lo que es, descubrirá cómo la
soledad se transforma.

The First and Last Freedom, pp. 165-167


(La Libertad primera y última)

UNIDAD MAS ALLA DE LA SOLEDADi

La luna estaba justo saliendo del mar y entrando en un valle de nubes. Las aguas estaban
todavía azules y Orión era vagamente visible en el pálido cielo de plata. Las olas blancas se
extendían por toda la costa y las cabañas de los pescadores, cuadradas, nítidas y oscuras
contra las arenas blancas, estaban cerca del agua. Las paredes de estas chozas estaban hechas
de cañas y los techos estaban cubiertos de hojas de palmera superpuestas una sobre otra de
forma inclinada para que las lluvias torrenciales no penetrasen al interior. Completamente
redonda y llena, la luna trazaba un sendero de luz sobre las inquietas aguas y era enorme – no
hubieras podido abarcarla entre tus brazos. Elevándose por encima del valle de nubes, tenía el
cielo todo para sí. El rumor del mar era incesante y, no obstante, reinaba un enorme silencio.

Nunca permaneces con ningún sentimiento, puro y simple, sino que siempre lo envuelves con
la parafernalia de las palabras. La palabra lo distorsiona; el pensamiento, dándole vueltas, lo
ensombrece, lo abruma con miedos y anhelos gigantescos. Nunca permaneces con un
sentimiento, y con nada más: con el odio o con ese extraño sentimiento de belleza. Cuando
surge el sentimiento de odio, dices qué malo es; existe la compulsión, la pugna por superarlo,
la conmoción de pensar en ello. Quieres quedarte con el amor, pero lo fragmentas, llamándolo
personal o impersonal; lo revistes con palabras, dándole el significado ordinario o diciendo
que es universal; explicas cómo sentirlo, cómo mantenerlo, por qué se desvanece; piensas en
alguien a quien amas o que te ama. Hay todo tipo de movimiento verbal.
Trata de permanecer con el sentimiento de odio, con el sentimiento de envidia, de celos,
con el veneno de la ambición; porque, al fin y al cabo, eso con lo que cuentas en la vida
diaria, aunque quieras vivir con amor, o con la palabra 'amor'. Ya que tienes el sentimiento de
odio, de querer herir a alguien con un gesto o una palabra ardiente, mira si puedes permanecer
con ese sentimiento. ¿Puedes? ¿Lo has intentado alguna vez? Trata de permanecer con un
sentimiento y ve qué sucede. Te resultará increíblemente difícil. Tu mente no dejará al

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sentimiento en paz; irrumpe atropelladamente con sus recuerdos, sus asociaciones, sus pros y
sus contras, su incesante parloteo. Recoge un trozo de concha. ¿Puedes mirarlo, maravillarte
de su delicada belleza sin decir lo bonito que es o qué animal lo hizo? ¿Puedes mirar sin el
movimiento de la mente? ¿Puedes vivir con el sentimiento detrás de la palabra, sin el
sentimiento que la palabra evoca? Si puedes, entonces descubrirás algo extraordinario, un
movimiento más allá de la medida del tiempo, una primavera que no conoce el verano.

Era una señora mayor de baja estatura, con el pelo blanco y un rostro muy arrugado, pues
había dado a luz a muchos hijos; pero no había nada débil o flojo en ella y su sonrisa
transmitía la hondura de su sentimiento. Sus manos estaban arrugadas, pero eran fuertes y,
evidentemente, habían preparado muchas legumbres porque su pulgar e índice derechos
estaban recubiertos de pequeños cortes, que se habían vuelto oscuros. Pero eran manos finas –
manos que habían trabajado duro y secado muchas lágrimas. Hablaba callada y
tentativamente, con la voz de alguien que ha sufrido mucho; y era muy ortodoxa, pues
pertenecía a una casta antigua que se consideraba alta y cuya tradición era no tratar con otros
grupos, ya fuese por vía matrimonial o comercial. Era gente que supuestamente cultivaba el
intelecto como medio de llegar a algo más que la adquisición de cosas.
Durante un rato no hablamos ninguno de los dos; se estaba concentrando y no estaba
segura de cómo empezar. Miró entorno al cuarto y parecía aprobar su austeridad. No había ni
una silla, o una flor, excepto la que se podía ver justo detrás de la ventana. “Tengo ahora
setenta y cinco años,” comenzó, “y usted podría ser mi hijo. ¡Qué orgullosa me hubiera
sentido de un hijo así! Sería una bendición. Pero la mayoría de nosotros no tenemos semejante
felicidad. Producimos hijos que crecen y se convierten en hombres de mundo, tratando de ser
grandes en su pequeño empleo. Aunque ocupen altas posiciones, en sí carecen de toda
grandeza. Uno de mis hijos está en la capital y tiene mucho poder, pero conozco su corazón
como sólo una madre puede conocerlo. Hablando por mí, no quiero nada de nadie; no quiero
más dinero o una casa más grande. Me propongo llevar una vida simple hasta el final. Mis
hijos se ríen de mi ortodoxia, pero estoy decidida a continuar en ella. Ellos fuman, beben y a
menudo comen carne, sin importarles lo más mínimo. Aunque los ame, no comeré con ellos,
pues se han vuelto impuros; ¿y por qué, a mi avanzada edad, habría de acceder a todas sus
tonterías? Quieren casarse fuera de casta y no celebran los ritos religiosos ni practican la
meditación, como hacía su padre. Él era un hombre religioso, pero…” Dejó de hablar y
consideró lo que iba a decir.
“No vine aquí para hablar de mi familia”, continuó, “pero me alegra haber dicho lo que
dije. Mis hijos seguirán su camino y yo no puedo retenerlos, aunque me entristezca ver en lo
que se están convirtiendo. Están perdiendo y no ganando, aunque tengan dinero y posición.
Cuando sus nombres aparecen en la prensa, como a menudo sucede, me muestran
orgullosamente los periódicos; pero van a ser comunes como el resto de los hombres y la
calidad de sus antepasados está desapareciendo rápidamente. Se están convirtiendo todos en
comerciantes, vendiendo sus talentos, y yo no puedo hacer nada por detener la corriente. Pero
basta de hablar de mis hijos.”
Nuevamente dejó de hablar y esta vez iba a ser más difícil decir lo que estaba en su
corazón. Cabizbaja, pensaba en cómo encadenar las palabras, pero no le salían. Se negó a que
la ayudara y no le incomodaba para nada permanecer callada durante un tiempo. Al rato
empezó.
“Es difícil hablar de cosas que están muy hondas, ¿no es cierto? Una puede hablar de
asuntos que no yacen a demasiada profundidad, pero requiere cierta confianza en una misma y
en el que escucha abordar un problema cuya existencia una apenas se ha admitido a sí misma
por miedo a despertar el eco de cosas más oscuras que han estado dormidas durante tanto

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tiempo. En este caso no es que no confíe en quien me escucha”, se apresuró a añadir. “Tengo
más que confianza en usted. Pero expresar ciertos sentimientos en palabras no es fácil,
especialmente cuando una nunca los ha expresado verbalmente antes. Los sentimientos son
familiares, pero las palabras para describirlos no lo son. Las palabras son cosas terribles, ¿no
es cierto? Pero sé que usted no es impaciente y avanzaré a mi propio ritmo.
“Usted sabe que los jóvenes en este país no se casan por elección propia. Mi marido y
yo nos casamos de esa manera hace muchos años. Él no era un hombre amable; tenía un
temperamento irascible y era dado a las palabras ásperas. Una vez me pegó, pero me
acostumbré a muchas cosas en el transcurso de mi vida matrimonial. Aunque solía jugar con
mis hermanos y hermanas, de niña pasaba mucho tiempo a solas, y siempre me sentía
diferente, sola. Viviendo con mi marido, ese sentimiento fue relegado a un segundo plano;
había tantas cosas que hacer. Me mantenía muy ocupada con las tareas del hogar, con la dicha
y el dolor de dar a luz y criar a los hijos. No obstante, el sentimiento de estar sola me
sobrecogía y me hubiera gustado reflexionar sobre ello, pero no había tiempo; así que pasaba
como una ola y yo seguía con lo que tenía que hacer.
Una vez los hijos crecieron, se educaron e independizaron – aunque uno de mis hijos
todavía vive conmigo –, mi marido y yo vivimos tranquilamente hasta su fallecimiento hace
cinco años. Desde su muerte, este sentimiento de soledad me ha sobrecogido más a menudo;
ha aumentado gradualmente hasta el día de hoy y ahora estoy completamente inmersa en él.
He intentado huir de él haciendo puja, hablando con alguna amiga, pero siempre está
presente; y es una agonía, algo aterrador. Mi hijo tiene una radio, pero no puedo escapar de
este sentimiento por vía semejante y no me gusta todo ese ruido. Voy al templo, pero esta
sensación de estar completamente sola me acompaña de ida, mientras estoy allí y de regreso.
No estoy exagerando, sino sólo describiendo la cosa tal cual es.” Hizo una pequeña pausa y
luego continuó.
“El otro día mi hijo me trajo a su charla. No podía entender todo lo que decía, pero
mencionó algo sobre la unidad (aloneness) y su pureza; así que tal vez entienda.” Tenía
lágrimas en los ojos.
Para descubrir si hay algo más profundo, algo más allá del sentimiento que la sobrecoge
y en el que está atrapada, debe primeramente comprender dicho sentimiento, ¿no es cierto?
“¿Me conducirá este sentimiento agonizante de estar sola a Dios?”, preguntó
ansiosamente.
¿Qué entiende por estar sola?
“Es difícil de expresar ese sentimiento en palabras, pero voy a intentarlo. Es un miedo
que surge cuando una se siente completamente sola, enteramente aparte, absolutamente
desconectada de todo. Aunque mi marido y los hijos estuvieran presentes, esta ola me
sobrecogía y me sentía como un árbol seco en una tierra baldía: sola, no amada y sin amor. Su
agonía era mucho más intensa que la de parir. Era aterradora y asfixiante; yo no le pertenecía
a nadie; había una sensación de total aislamiento. Lo entiende, ¿no?”
La mayoría de la gente tiene este sentimiento de soledad, esta sensación de aislamiento,
con su miedo, sólo que lo sofocan, huyen de él, se pierden en cierta forma de actividad
religiosa o de otra índole. La actividad en la que se complacen es su vía de escape, se pueden
perder en ella, y por eso la defienden tan agresivamente.
“Pero he hecho todo lo posible por escapar de este sentimiento de aislamiento, con su
miedo, y no he podido. Acudir al templo no ayuda; e incluso si lo hiciera, una no puede
quedarse allí todo el tiempo, como tampoco puede pasarse la vida oficiando rituales.”
El no haber encontrado una salida puede haber sido su salvación. En su miedo de
sentirse solos, de sentirse desvinculados, algunos se dan a la bebida, otros toman drogas,
mientras que muchos se meten en política o encuentran alguna otra forma de escapar. Así que,
como puede ver, usted es afortunada en no haber encontrado un medio de evitar esto.

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Aquellos que lo evitan hacen mucho daño en el mundo; son gente verdaderamente dañina,
porque le dan importancia a cosas que carecen de mayor significado. A menudo, siendo muy
listos y capaces, esa gente engaña a otros mediante su devoción a la actividad que es su vía de
escape; si no es la religión, es la política o la reforma social – cualquier cosa para huir de sí
mismos. Pueden parecer desinteresados, pero en realidad siguen estando centrados en sí
mismos, sólo que de otra forma. Se convierten en líderes o en los seguidores de cierto
maestro; siempre pertenecen a algo, practican algún método o persiguen un ideal. Nunca son
sencillamente ellos mismos; no son seres humanos sino etiquetas. Así que usted ve lo
afortunada que es al no haber encontrado un medio de evasión.
“¿Quiere usted decir que es peligroso escapar?” preguntó un tanto desconcertada.
¿No lo es? Una herida profunda debe ser examinada, tratada, sanada; no sirve de nada
ocultarla o negarse a examinarla.
“Eso es verdad. ¿Y este sentimiento de aislamiento es una herida semejante?”
Es algo que usted no comprende, y en ese sentido es como una enfermedad que se
seguirá repitiendo; así que no tiene sentido huir de ella. Usted ha intentado escapar, pero eso
sigue apoderándose de usted. ¿No es así?
“Así es. ¿Entonces se alegra de que no haya encontrado una salida?”
¿No se alegra usted? Que es mucho más importante.
“Creo que entiendo lo que ha explicado y me siento aliviada de que haya alguna
esperanza.”
Ahora examinemos juntos la herida. Para examinar algo, no hay que temer aquello que
se va a ver. Si tiene miedo, no va a mirar; volteará la cabeza en otra dirección. Cuando tuvo a
los niños, los observó tan pronto como pudo después que nacieran. No le importaba si eran
feos o hermosos; los observó con amor, ¿no es cierto?
“Eso es exactamente lo que hice. Miré a cada recién nacido con amor, con cariño, y los
estreché contra mi corazón.”
Del mismo modo, con afecto, debemos examinar este sentimiento de estar
desconectados, esta sensación de aislamiento, de soledad. Si tenemos miedo, ansiedad,
seremos totalmente incapaces de examinarlo.
“Sí, veo la dificultad. No lo había examinado antes porque tenía miedo de lo que
pudiera ver. Pero ahora creo que puedo mirar.”
De seguro, este dolor de la soledad es sólo la exageración última de lo que todos
sentimos en menor medida cada día. Cada día usted se está aislando, desconectando, ¿no es
cierto?
“¿Cómo?” preguntó, bastante horrorizada.
De múltiples formas. Usted pertenece a cierta familia, a una casta especial; ellos son sus
hijos, sus nietos; es su creencia, su Dios, su propiedad; usted es más virtuosa que otra persona;
usted sabe y el otro no sabe. Todo esto es una forma de desvincularse, una forma de
aislamiento, ¿no es cierto?
“Pero se nos educa de esa forma, y una tiene que vivir. No nos podemos desvincular de
la sociedad, ¿no?”
¿No es eso lo que de hecho está haciendo? En esta relación llamada sociedad, todo ser
humano se está desconectando del otro por su posición, su ambición, su deseo de fama, de
poder y demás; pero tiene que vivir en esta relación brutal con otros seres humanos como él,
así que todo el tema se pasa por alto y se hace respetable mediante palabras complacientes. En
la vida diaria, cada uno se dedica a sus propios intereses, aunque pueda ser en nombre del
país, en nombre de la paz o de Dios, y de esa forma el proceso continúa. Uno es consciente de
todo este proceso en forma de una soledad intensa, un sentimiento de aislamiento total. El
pensamiento, que se ha estado arrogando tanta importancia, aislándose en forma del ‘yo’, del

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ego, ha llegado finalmente al punto de darse cuenta de que está encerrado en la prisión que él
mismo se ha construido.
“Me temo que todo esto es un tanto difícil de entender a mi edad, y tampoco tengo
mucha educación.”
Esto no tiene nada que ver con tener educación. Necesita ser examinado, eso es todo.
Usted se siente sola, aislada, y si pudiera, huiría de ese sentimiento; pero, afortunadamente
para usted, no ha conseguido encontrar el modo de hacerlo. Puesto que no ha encontrado una
salida, ahora se encuentra en posición de observar eso de lo que ha estado tratando de escapar;
pero no puede observarlo si le tiene miedo, ¿verdad?
“Lo veo.”
¿No estriba su dificultad en el hecho de que la propia palabra causa dificultades?
“No entiendo lo que quiere decir.”
Usted ha asociado ciertas palabras con este sentimiento que la sobrecoge, palabras como
‘soledad’, ‘aislamiento’, ‘miedo’, ‘estar desconectado”. ¿No es así?
“Sí.”
Ahora bien, al igual que el nombre de su hijo no le impide percibir y comprender sus
verdaderas cualidades y carácter, del mismo modo no debe dejar que palabras tales como
‘aislamiento’, ‘soledad’, ‘miedo’, ‘estar desconectado’, interfieran con su examen del
sentimiento que han llegado a representar.
“Veo lo que quiere decir. Siempre he mirado a mis hijos de esa forma directa.”
Y cuando observa este sentimiento de la misma forma directa, ¿qué sucede? ¿No nota
que lo aterrador no es el propio sentimiento sino tan solo lo que piensa acerca de él? Es la
mente, el pensamiento, lo que le añade miedo al sentimiento, ¿no es cierto?
“Sí, así es; en este momento comprendo eso muy bien. ¿Pero podré comprenderlo
cuando me vaya de aquí y usted ya no esté para explicarlo?”
Por supuesto. Es como ver una cobra. Una vez se ha visto, nunca se puede confundir; no
tiene que depender de nadie para que le diga lo que es una cobra. De igual modo, una vez
haya entendido este sentimiento, esa comprensión la acompañará siempre; una vez haya
aprendido a observar, usted tendrá la capacidad de ver. Pero uno debe experimentar y
trascender este sentimiento, porque hay mucho más por descubrir. Hay un estado de unidad
(aloneness) que no es esta soledad, esta sensación de aislamiento. Ese estado de unidad no es
un recuerdo o un reconocimiento; no está afectado por la mente, por la palabra, la sociedad, la
tradición. Es una bendición.
“En esta hora he aprendido más que en todos mis setenta y cinco años. Que esa
bendición sea contigo y conmigo.”

Chapter 37: Aloneness Beyond Loneliness


Commentaries on Living, Series III, pp. 196-202
(Comentarios sobre el vivir, tercera serie)

2. Factores sociales de aislamiento


DEPENDENCIA, AISLAMIENTO Y SOLEDAD

La mayoría de nosotros – no estoy dando un discurso; estoy tan solo poniendo primero las
cartas sobre la mesa – la mayoría de nosotros dependemos mucho de otros, dependemos de
ellos para nuestros placeres físicos, sexuales, al igual que para la comodidad física, y también
dependemos psicológica, interiormente. ¿Cuál es la relación de un ser humano que no
depende en absoluto? Vamos a investigar juntos esta cuestión, porque si dependemos el uno

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del otro psicológicamente, entonces hay una sensación de posesión y dominio y la aceptación
del estatus quo – de no querer cambiar nada, de una relación en la que no haya ninguna
perturbación en absoluto, aceptando cada cual el compromiso, la dependencia, la satisfacción
interior de posesión: yo te poseo a ti y tú me posees a mí. ¿Y puede un ser humano no
depender en absoluto y, por lo tanto, ser psicológicamente del todo autosuficiente? Y si eso
sucede, ¿qué es entonces la relación? Eso es lo que estamos examinando, tratando juntos esta
mañana.
En primer lugar, si me permiten la sugerencia, no hablemos de ello de forma abstracta,
como una idea, sino abordémoslo tal cual es. De hecho, dependemos, ¿no es cierto? Uno
depende de otro psicológicamente. ¿Por qué? Por favor, no quiero dar un discurso al respecto.
¿Por qué usted, u otra persona, depende psicológicamente de otro? Sabemos que dependemos;
tenemos que depender de otro externamente – cuando el lechero trae la lecho; ya sabe, la
dependencia externa es absolutamente necesaria. Estamos hablando de la dependencia
interior. ¿Es uno consciente de esta dependencia? ¿Y qué implica esta dependencia y por qué
depende uno interiormente de otro? Adelante, señores. ¿Es uno consciente de que depende
psicológicamente? ¿Sí? ¿No? Seamos un tanto francos al respecto.
Público: (Inaudible.)
Krishnamurti: No, no estamos diciendo qué pasa si no dependemos. ¿Nos damos cuenta,
sabemos, somos conscientes o reconocemos que dependemos de alguien interiormente?
P: (Inaudible.)
K: Señor, usted no sabe; éste es un hecho muy simple. Dependo psicológicamente de
usted para mi comodidad, para darme ánimo, para el sexo y todo lo demás; ya sabe, siento que
le necesito y usted me alienta en mi necesidad porque también me necesita. Seguramente
somos conscientes de este simple hecho, ¿no es cierto?
Muy bien, ahora vayamos al siguiente paso. ¿Por qué tenemos que depender, cuál es la
compulsión que hace que dependamos de otro? No estamos diciendo que esté bien o mal; sólo
estamos examinando, observando. ¿Por qué tiene uno que depender de otro, cuál es el motivo,
la necesidad, cuál es la acción que le obliga a depender de alguien?
P: No me siento realizado, luego dependo.
K: ¿Qué quiere usted decir con esa palabra ‘realizar’?
P: No me siento completo.
K: Se siente aislado, fragmentado y, por lo tanto, siente que cuando tiene una relación
de dependencia eso le ayuda a realizarse. ¿Es eso?
P: (Inaudible.)
K: No sé, señor, estamos examinando. Queremos saber lo que entendemos por esa
palabra ‘realizar’. ¿Realizar qué?
P: Placer.
K: ¿Me completo dependiendo de usted? ¿Ustedes dos juntos hacen que se sientan
completos, cuerdos, sanos? ¿Es eso?
P: Eso parece.
P: Así es.
K: Es decir, como ente aparte estoy aislado, soy un fragmento, una pequeña pieza. Y
para hacerme íntegro, cuerdo, completo, le necesito a usted. Ésa es la relación que hemos
aceptado, en la que vivimos, eso es ‘lo que es’. ¿Verdad?
P: Es necesario para la expansión de la consciencia.
K: Es decir, dependo de usted para hacer que me sienta completo y eso ayuda a expandir
mi consciencia. ¿Correcto? ¿La expande? ¿Qué quiere decir con ‘expandir la consciencia’?
Señor, estamos empleando muchas palabras, arrojándolas para ver si son en parte, un tanto
acertadas. ¡No reduzcamos esto a ‘Watergate’!
P: Nos sentimos separados de nuestro yo más profundo.

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K: Seamos simples acerca de esto. Lo examinaré, paso a paso. Dependo de usted por
varias razones. Y me doy cuenta de que dependo. Ahora me pregunto por qué acepto esta
dependencia. No digo que esté bien o mal, que sea bello, feo, esto o lo otro. Digo, ¿qué me
hace depender? ¿Cuál es el motivo?
P: El miedo.
K: ¿Es el miedo, es la expansión de la conciencia – lo que sea que eso signifique – es la
sensación de insuficiencia, por lo que preciso de usted para hacerme sentir suficiente? Sólo
estoy indagando, señora, paso a paso. Entonces, ¿qué es?
P: El deseo.
K: Señor, ¿sabe usted que depende de alguien, de su esposa, marido, chica, chico, lo que
sea – es consciente de que depende?
P: Sí.
K: Sí. ¿Por qué? Pregúntese, no dé explicaciones, averigüe por qué depende.
P: Si sabe que depende, sabe que depende. Lo difícil es verbalizar lo que se siente.
K: Señor, ¿cuál es la dificultad en esto? Dependo de usted porque me siento solo, soy
insuficiente, estoy asustado, necesito un compañero, necesito tomar a alguien de la mano,
necesito que usted me ame porque no sé lo que es el amor, desde mi vacuidad estoy queriendo
ser amado, y así por el estilo. Todo eso hace que dependa de usted. Entonces, ¿qué sucede en
el proceso de esta dependencia? Sé por qué dependo de usted. He descubierto todos los
motivos. ¿Cuál es el resultado de esta dependencia?
P: ¿Cómo puede saber que ha descubierto todos los motivos?
K: Oh, no, no tengo que examinar todos los motivos. Estoy tomando algunos de ellos,
señor; eso es suficiente. Al menos uno me basta porque si comprendo uno de los motivos por
completo, he comprendido el resto. No tengo que recopilar todos los motivos y luego debatir
lo que son y disputar al respecto – esto no es suficiente, eso lo es – basta con un motivo. Me
siento solo. Voy a tomar eso. Y partiendo de esa soledad, la cual implica “Debo ser amado,
necesito ser amado y tengo miedo, tengo una sensación de vacío, mi vida no tiene ningún
sentido, mediante su compañía, mediante mi dependencia de usted siento que me estoy
completando.” Eso es suficiente. Ahora bien, ¿cuál es la secuencia de esta dependencia?
¿Comprende, señor? Psicológicamente estoy asustado y para mitigar ese temor, para disipar
ese miedo debo creer en algo y eso me proporciona un gran consuelo. Del mismo modo,
dependo de usted. ¿Cuáles son las consecuencias de esa dependencia?
P: El conformismo.
K: ¿No ha notado que es dependiente? ¿Y no se da cuenta de lo que viene a
continuación? Debo poseerle, usted debe ser mío legal, moral y físicamente; debo tenerle a mi
lado. No puedo permitirme perderle porque en mí me siento solo, desesperado, y por lo tanto
debo poseerle. ¿No? Así que se legaliza en el cielo y me caso con usted. ¿Y qué acontece en
esa posesión?
P: El miedo crece.
K: Obviamente. Debo poseerle porque me siento solo y tengo miedo de perderle, por lo
que protejo mi posesión. ¿Está siguiendo todo esto? Por el amor de dios, esto es tan simple.
Yo le poseo a usted, por lo que debo salvaguardarla, usted es mía: mi esposa, mi chica, y en
esa posesión, en esa apropiación tengo miedo de perderla, estoy ansioso, me enfado, me
vuelvo violento. Y me aseguro de que no la pierda mediante el matrimonio legal, los votos y
toda clase de estratagemas para retenerla: le alago, juego con usted, me someto a usted. ¿No
sabe todo esto?
P: Para mí que no es así.
K: Puede que usted sea la excepción, señora; estoy hablando de una persona media, de
todos nosotros. Así pues, ¿qué sucede en esta relación en la que dependo de usted, le poseo?
¿Qué sucede realmente?

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P: Conflicto.
K: Obviamente, conflicto. Conflicto, división. Me voy a la oficina; allí soy ambicioso,
codicioso, envidioso y todo eso; me estoy aislando y también estoy aislado con mi esposa.
Ahora tengo una imagen que he creado de ella, ella ha creado una imagen de mí y nuestra
relación es entre estas dos imágenes. Bien. Sigamos. Procedamos. ¿Qué sucede entonces en
nuestra vida? Dependencia, posesión, celos, ansiedad, temor, violencia, cada vez mayor
exigencia de placer, sexo y todo eso. Y a eso le llamamos relación. A eso le llamamos amor.
Ahora bien, ¿por qué la mente, sintiéndose completamente sola, no puede solventar esa
soledad en vez de proceder a apegarse a algo? ¿Entiende?
P: (Inaudible.)
K: Mire: me siento solo. Ya sabe lo que eso significa. Me siento solo. ¿Qué sucedería si
solventase esa soledad? ¿Dependería psicológicamente de usted y toda la secuencia de esa
dependencia? Así que mi pregunta es: ¿puede la mente comprender esta soledad, no
verbalmente sino afrontarla, trascenderla y descubrir lo que es la relación? ¿Comprende?
¿Puede la mente humana, que se siente tan vacía y por eso depende, que se siente tan sola y
por eso quiere ser amada, llenar nunca esa soledad? Lo hacemos. Lo hacemos realmente.
Trato de llenarla con su imagen, con la imagen de las personalidades religiosas, con la
política, con toda suerte de actividad para tratar de encubrirla, de huir de ella. Ahora no voy a
escapar de ella porque es estúpido. Ahora tengo esta soledad, no puedo escapar de ella,
entonces, ¿qué debo hacer? Por favor, discutan conmigo. ¿Qué tengo que hacer, qué debe
hacer la mente con esta soledad que siente?
P: No debería escapar de ella.
K: ¿Por qué no, señor? Cuando dice “No debería’, eso significa que usted está
escapando. ¿No?
P: Intentar solventarla.
K: ¿Quién va a solventarla?
P: Haciendo todo lo posible.
K: ¿Quién es el ‘yo’ que va a hacer todo lo posible? Señor, por favor, préstele un poco
de atención a esto. Uno se siente tremendamente solo. Esta soledad significa aislamiento, una
falta total de relación con la naturaleza, con los seres humanos. Puede que la mente tenga una
relación con las ideas; eso es muy fácil. Por lo tanto, ¿qué debo hacer, que debe hacer la
mente con esta soledad? ¿Observarla, trascenderla, tratar de llenarla?
P: Solventarla.
K: ¡La tengo, ahí está! Un momento. ¿Qué ha producido esta sensación de soledad?
¿Qué la ha causado? ¿Cómo se ha originado?
P: Por falta de amor.
P: El pensamiento.
P: El aislamiento es la ley de la naturaleza.
K: ¿Lo es? ¡Ésa es una idea nueva! Señor, mire, quiero descubrir cómo esta sensación
de soledad se produce. ¿La crea la mente o la ha creado la cultura, el entorno y todo eso?
¿Cómo se ha originado? ¿Puedo indagar en ello un poco? Cuando soy ambicioso me estoy
aislando. Cuando soy competitivo, me estoy aislando; cuando quiero ser superior a usted, me
estoy aislando; cuando estoy buscando, procurando placer, me estoy aislando. No sé si ve
todo esto. De manera que esta soledad es una forma de aislamiento que la mente ha cultivado
mediante la ambición, la competición, el deseo de éxito, la búsqueda de placer, y eso ha
producido esta sensación de total aislamiento, de soledad. ¿Qué dicen ustedes?
P: Es muy difícil.
K: Ahí está, señor; no es difícil de comprender la razón. Estoy indicando cómo se
produce esta soledad. Si no comprendo la razón de esta soledad, meramente huir de ella,
encubrirla, tratar de llenarla, no tiene sentido; por lo tanto, debo percibir cómo se ha

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originado. Y veo que la ambición la ha producido – obviamente. Soy ambicioso en la fábrica,
en la oficina, y en casa no lo soy. Allí soy muy afectuoso, cariñoso con los niños, con la
esposa, pero afuera soy ambicioso. Usted ve lo que está pasando, que todo el tiempo se está
aislando paulatinamente.
P: ¿Cuál es la reacción que crea esta soledad? Cada reacción varía según la persona. ¿Y
cuál es la razón, la base de esta reacción?
K: ¿No es, en parte, nuestro condicionamiento, en parte nuestra cultura, la educación y
todas las atracciones de la civilización moderna? Así que, señor, veo la razón, la causa de la
soledad, la lucha, el espíritu competitivo, el deseo de ser más grande, de convertirse en algo,
todas esas actividades del aislamiento. No soy consciente de esas actividades, pero lo soy de
mi soledad. Entonces trato de hacer algo respecto a esa soledad, no respecto a la causa que la
ha producido, sino que digo, “¡Qué terrible es estar tan solo!” Así que me evado. Las
evasiones son ilusorias porque no he descubierto la causa de ‘lo que es’. Cuando descubra su
causa, ¿qué debo hacer? Por favor, acompáñendfme un poco en esto.
¿Qué debo hacer, viviendo en este mundo, teniendo que ganarme la vida, lo que supone
ropa, techo, comida y ocio? ¿Qué debo hacer, conociendo las causas de esta soledad, que son,
pongamos por caso, la ambición y el espíritu competitivo? ¿Cómo voy a vivir sin ambición,
sin competición en este mundo? Vamos, señores, ésta es su vida.
P: (Inaudible.)
K: Sí, señor, eso es lo que he señalado. ¿Qué voy a hacer?
P: Decir que no sabe.
K: No, señora, usted no ha comprendido.
P: ¿Cuál es la cualidad de seriedad?
K: Señor, yo estoy hablando de una cosa y usted responde con otra. Estoy preguntando
cómo voy a vivir en este mundo, ganarme el sustento y no ser ambicioso, competitivo, no
adaptarme. Cómo tengo que vivir, porque me siento tremendamente solo y veo que la soledad
ha sido producida por la competición, la ambición y todo eso. Esa es la estructura de la
sociedad en la que vivo, ésa es la cultura. ¿Qué voy a hacer?
P: Debo ver cuáles son mis verdaderas necesidades.
K: No ‘debo’, señor. En ese caso está hablando de ideas. ¿Ha resuelto usted el problema
de la ambición satisfaciendo sus necesidades? Necesito cuatro pares de pantalones, media
docena de camisas y media docena de zapatos, o lo que sea, pero sigo siendo ambicioso.
¡Avance!
P: ¿Cómo voy a cambiar mi acción?
K: Se lo mostraré. Tenga un poco de paciencia, acompañe a quien habla paso a paso y lo
descubrirá por sí mismo. Mire, señor, voy a repetir la pregunta otra vez. Me siento solo; esta
soledad ha sido producida por la actividad egocéntrica, y entre las formas de esa actividad
egocéntrica están la ambición, la codicia, la envidia, la competitividad, la imitación. Tengo
que vivir en esta sociedad que me obliga a adaptarme, a ser ambicioso, que fomenta la
hipocresía y todo eso. ¿Cómo voy a ganarme la vida y, no obstante, no ser ambicioso, porque
la ambición es una forma de aislamiento? Me siento solo, por consiguiente, ¿cómo voy a vivir
sin ambición en este mundo? Y todos ustedes son ambiciosos.
P: Vivir solo.
K: No puedo vivir solo. Necesito comida; alguien tiene que darme de comer, alguien
tiene que darme ropa.
P: (Inaudible.)
K: En parte, señor, pero dígame qué tengo que hacer.
P: Dedicarle toda su mente y energía a comprenderlo.
K: ¡Me rindo! Usted no lo aplica, no dice, “Mire, soy ambicioso; soy ambicioso de diez
maneras distintas: en el ámbito espiritual, psicológico, físico y demás. He creado esta

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sociedad a través de la ambición y esa ambición ha producido esta sensación de aislamiento,
que es soledad, y tengo que vivir en este mundo y no quiero sentirme solo.” Eso no significa
nada. Por consiguiente, pregunto, ¿cómo voy a vivir en este mundo sin ambición, a vivir entre
ustedes que son ambiciosos cuando yo no quiero serlo? ¿Cómo voy a vivir con ustedes?
P: (Inaudible.)
K: ¿No conoce usted el peligro de la ambición?
P: (Inaudible.)
K: ¡Qué maravilloso es este mundo!
P: (Inaudible.)
K: Le estoy mostrando que usted es ambicioso. Usted no aborda esa cuestión, le va
dando rodeos.
P: ¿Qué es la ambición?
K: Señor, ser ambicioso es tratar de ser algo distinto de le que uno es. Escuche. He
dicho que la ambición es transformar lo que uno es en lo que no es. Ésa es una parte de la
ambición. La ambición es intentar alcanzar algo que uno considera deseable, algo que cree le
dará poder, posición, prestigio. La ambición es escribir algo con la esperanza de que venda un
millón de ejemplares, y así por el estilo. Y ésa es la sociedad en la que me veo obligado a
vivir. Y me doy cuenta de que eso ha producido la soledad en mí y veo lo tremendamente
destructiva que es esta soledad porque me impide relacionarme con el otro. Así que veo su
naturaleza destructiva, entonces, ¿qué voy a hacer?
P: Encontrarse a una persona que no sea ambiciosa.
K: ¿No es usted ambicioso? ¿Tengo que salir en busca de otra persona? ¿De qué están
hablando todos ustedes? Esto no es serio. Lo siento, pero yo debo proseguir. Me pregunto: me
siento solo; la ambición, la codicia, la competición han producido esta soledad y veo su
naturaleza destructiva; impide el verdadero afecto, cariño, amor y para mí eso es
tremendamente importante. La soledad es terrible, es realmente destructiva, venenosa. Ahora
bien, ¿cómo voy a vivir con ustedes que son ambiciosos? Porque tengo que vivir con ustedes,
tengo que ganarme la vida. ¿Qué voy a hacer?
P: (Inaudible.)
K: Usted no entiende. Yo estoy ardiendo. Me apasiona comprender este problema. Me
está quemando, porque ésa es mi vida entera y usted está jugando con ella. Me siento solo,
desesperado y veo lo destructivo que es eso y quiero solucionarlo y, no obstante, tengo que
vivir con usted, vivir en este mundo que es ambicioso, codicioso, violento. ¿Qué tengo que a
hacer? Se lo mostraré. Pero mostrar no es lo mismo que hacerlo. Se lo mostraré.
¿Puedo vivir en un mundo que es tremendamente ambicioso y, en consecuencia,
engañoso, deshonesto? ¿Cómo voy a vivir ahí, en ese mundo? Porque no quiero ser
ambicioso; veo cuales son los resultados de la ambición: soledad, desesperación, fealdad,
violencia y todo eso. Ahora me digo, ¿cómo voy a vivir con ustedes que son ambiciosos? Así
que me digo, ¿soy ambicioso? Yo soy ambicioso, no otra persona, no el mundo, porque el
mundo es lo que soy, yo soy el mundo, y eso para mí es una realidad ardiente, no una mera
frase. ¿Soy, pues, ambicioso? Ahora voy a aprender. Voy a observarla, a aprender y averiguar
si soy ambicioso, no sólo en cierta dirección, sino en el conjunto de mi vida. No sólo
ambicioso de tener una casa más grande, sino la ambición de triunfar, de conseguir un
resultado, dinero, y también ambicioso de lograr convertir ‘lo que es’ en un estado perfecto.
Soy feo y quiero transformar eso en la condición más hermosa. La ambición es todo eso y
más. Y la observo. Voy a observarla; ésa es mi vida. La voy a observar apasionadamente, no
limitarme a sentarme y dialogar al respecto. La observo noche y día porque sé, me he dado
cuenta de la verdad que la soledad es de lo más terrible porque es sumamente destructiva en la
relación. Y los seres humanos no pueden vivir por sí solos; la vida es relación. La vida es
acción en esa relación. Si en esa relación hay aislamiento, hay inacción total. Me doy cuenta

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de ello, no de forma verbal sino como una realidad candente. Ahora estoy observando. ¿Soy
ambicioso de convertir ‘lo que es’ en ‘lo que debería ser’, en el ideal? Ésa es una forma de
ambición, transformar lo que soy en lo que debería ser. ¿Estoy haciendo eso? Es decir, ¿está
usted haciendo eso? Cuando digo ‘yo’ me estoy refiriendo a usted. No se escabulla. Estoy
hablando de usted cuando hablo de mí, porque yo soy usted, porque usted es el mundo y yo
formo parte de ese mundo.
Así que observe y digo, “Sí, quiero transformar ‘lo que es’ en ‘lo que debería ser’”. Y
me doy cuenta de lo absurdo que es eso. Eso forma parte de la ambición que me han
inculcado la educación, la cultura, la tradición, en la escuela: ‘A’ es mejor que ‘B’, copie a
‘A’ – ya conoce todo ese asunto. Las religiones han dicho, “Transforme lo que usted es en lo
que debería ser”. Así que me doy cuenta de la falsedad de eso y lo descarto por completo.
¿Comprende lo que significa ‘descartarlo’? No lo tocaré. Así que acepto ‘lo que es’. Espere
un momento. Veo ‘lo que es’ y veo que ‘lo que es’ no es lo suficientemente bueno. ¿Cómo
voy a cambiarlo sin la ambición de convertirlo en otra cosa? ¿Están siguiendo todo esto?
Ahora veo lo que es: soy codicioso. No quiero transformarlo en no-codicia. Soy
violento; no quiero transformarlo en no-violencia. Pero esa violencia debe experimentar un
cambio radical. Ahora bien, ¿qué voy a hacer con ello? ¿Está siguiendo todo esto? ¿Qué voy a
hacer, qué va a hacer mi mente, que ha sido formada, educada, disciplinada para ser
ambiciosa, violenta? Me doy cuenta de que convertir eso en otra cosa sigue siendo violencia,
así que no voy a proseguir por esa vía. Y me quedo con ‘lo que es’, que es la violencia. ¿Qué
sucede entonces? ¿Cómo voy a observarla, cómo va mi mente a observarla sin querer
cambiarla? ¿Comprende lo que estoy diciendo? Déjelo ahí de momento.
¿Cómo va la mente a cambiar esta ambición educada, sofisticada, a darle un giro
completo de manera que no haya ni un soplo de ambición? Y la miro, la observe todo el día.
Estoy observando el día entero cómo mi ambición está en activo. Porque soy muy serio,
porque la soledad es algo terrible en la relación y el ser humano no puede vivir sin relación.
Pueden fingir, pueden decir, “Te quiero”, y pelearse entre sí. Entonces, ¿cómo va la mente a
transformar totalmente esta cosa llamada ambición? Cualquier forma de ejercicio de la
voluntad sigue siendo ambición. ¿Verdad? Estoy observando. Todo esto es observación. Veo
que cualquier forma de ejercicio de la voluntad por transformar ‘lo que es’, la violencia o la
ambición, es otra forma de ambición. He descubierto eso. Ese descubrimiento me ha dado
energía, por lo que puedo descartar la voluntad. La mente dice, “No, eso se acabó, no
ejercitaré nunca, bajo ninguna circunstancia, la voluntad, porque eso forma parte de la
ambición.”
Y veo que el conformismo es una de las reacciones educadas de la cultura en la que
vivo: pelo largo, pelo corto, pantalones cortos, minifaldas, adaptarse externa e interiormente,
convertirse en budista, católico, musulmán, ajustarse. Y me han enseñado a adaptarme desde
la infancia. En la clase me obligan a adaptarme: ‘A’ es mejor que tú, debes ser como ‘A’,
obtener mejores notas que ‘A’. De manera que me veo obligado, instruido, forzado a
adaptarme. ¿Qué sucede cuando me adapto? ¿Qué pasa, señor, cuando se ajusta?
P: Usted ...
K: No, ¿qué sucede cuando usted se adapta? Hay pugna, conflicto: soy esto y usted
quiere que sea eso. Así que hay conflicto, hay una pérdida de energía, hay miedo de no ser lo
que usted espera que yo sea. De manera que el conformismo, la voluntad, el deseo de cambiar
‘lo que es’ forman parte de la ambición. Estoy observando esto. Observo durante el día y
digo, “No voy a adaptarme.” Comprendo lo que es el conformismo. Me adapto cuando visto
pantalones, cuando conduzco a mano izquierda o a mano derecha por la carretera, cuando
aprendo un idioma, cuando doy la mano – en la India no se dan la mano, hacen otra cosa. De
manera que me estoy ajustando en cierta dirección, a ciertos niveles, y a otros niveles no me
estoy adaptando porque eso forma parte del aislamiento. ¿Qué sucede entonces? ¿Qué le ha

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sucedido a la mente que ha observado las actividades de la ambición, el conformismo, la
voluntad, el deseo de cambiar ‘lo que es’ en ‘lo que debería ser’, etcétera? Todas ésas son las
actividades de la ambición, que ha producido esta sensación de soledad desesperada, de
manera que toda clase de actividades neuróticas tienen lugar. Y como lo he observado,
vigilado sin hacer nada al respecto, entonces a causa de esa observación la actividad de la
ambición ha cesado porque la mente se ha vuelto sumamente sensible a la ambición. Es como
si no pudiera tolerarla y al volverse muy sensible se ha vuelto sumamente inteligente. Por
consiguiente, dice, “¿Cómo voy a vivir en este mundo siendo altamente sensible, inteligente,
y por ende sin ambición alguna?” ¿Está siguiendo todo esto o estoy hablando conmigo
mismo? ¿Cómo voy a vivir con usted que es ambicioso? ¿Tenemos alguna relación entre
nosotros? Usted es ambicioso y yo no lo soy. O usted no lo es y yo sí – no importa el orden.
¿Cuál es nuestra relación? Vamos, señores.
P: No hay ninguna relación.
K: Por lo tanto, ¿qué voy a hacer? Y, no obstante, me doy cuenta de que vivir es estar
relacionado. Siga esto, señor, detenidamente. Usted comprende mi pregunta. Usted es
ambicioso y yo acaso no lo sea. Y veo que no tenemos ninguna relación porque usted está
yendo en esa dirección y yo en otra; o yo estoy parado y usted se está alejando. ¿Cuál es
nuestra relación? Y, no obstante, no puedo vivir solo. ¿Comprende, señor?
P: (Inaudible.)
K: Espere, espere. Mírelo, absórbalo, huélalo, pruébelo, y luego le dará respuesta. ¿Qué
voy a hacer viviendo en este mundo, en el mundo que está compuesto de ambición, codicia,
hipocresía, violencia, intentando convertir esto en aquello? Ya sabe todas las cosas que están
pasando en las iglesias, todo lo que está ocurriendo. Y veo que todo eso conduce a la soledad
y eso destruye la relación; y usted es ambicioso y tal vez yo no lo sea, ¿qué sucede entonces?
P: Es una situación imposible.
K: No lo es. Se lo mostraré.
P: (Inaudible.)
K: Mire, he avanzado mucho más allá de todo eso: si debiera, cuando, debo – todas
suposiciones. He trascendido todo eso. He llegado, mi mente ha llegado al punto en el que
tiene que hacer frente a la multitud, a una civilización, a un mundo en el que la ambición, el
veneno de la ambición es rampante. Y esta mente no va a soportar ninguna forma de
ambición, tanto en el sentido médico, psicológico o físico, y no obstante tiene que vivir aquí.
¿Qué va a hacer?
P: (Inaudible.)
K: Señor, mire, usted está sentado ahí y yo aquí. Le estoy preguntando. Usted es
ambicioso. “Muy bien”, diré, “yo soy ambicioso, usted no lo es, ¿cuál es nuestra relación?”
P: No hay relación.
K: No hay relación. ¿Qué sucede?
P: Aislamiento total.
K: Espere, espere. Él dice: aislamiento total. Examínelo, señor, indague en ello un poco
más. Esta mente no es ambiciosa, esa mente lo es. ¿Está esta mente aislada porque no tiene
ninguna relación con usted que es ambicioso? No conteste, porque no ha probado esta comida.
P: No lo sé.
K: Eso es. Averígüelo. Usted se ha perdido el punto, señor, que es: cuando la mente ha
observado la actividad de la ambición, el conformismo, el ejercicio de la voluntad, el cambio
y todo eso, y visto su falsedad y, en consecuencia, su verdad – para ver la falsedad se necesita
una buena mente observadora, una mente que sea sensible, que haya seguido rápidamente el
movimiento de la ambición –, la mente se vuelve muy sensible en la percepción de todas las
corrientes de la ambición. Por consiguiente, la mente es inteligente. La mente se ha vuelto
inteligente en el sentido de que, mediante la observación de la corriente de la ambición, de sus

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sutilezas, de lo oculto, todo eso, la mente se ha vuelto sumamente atenta a la ambición y se da
cuenta de que la ambición es un veneno. La mente es altamente sensible a la ambición y, por
consiguiente, está atenta y es inteligente. Esa mente tiene que vivir con usted, no se puede
aislar. Porque ve que el aislamiento ha producido este desorden. Ahora bien, ¿cómo va a vivir
con usted? Usted se va en esa dirección y puede que la persona no ambiciosa no esté
siguiendo ese camino o moviéndose en dirección alguna. Una mente así no está aislada. El
aislamiento, que es la soledad, sucede cuando existen todas las actividades de la ambición.
Cuando no hay actividades de la ambición, no hay soledad.
P: (Inaudible.)
K: Mire, señor. Las actividades de la ambición han producido la soledad. ¿De acuerdo?
Eso dijimos; usted lo vio.
P: (Inaudible.)
K: Señor, tomamos como ejemplo una de las causas de la soledad. Si comprendo una de
las causas, comprendo todas las demás. Porque todas las demás están incluidas en esa causa
específica, porque en esa causa están incluidos el conformismo, la voluntad, el deseo de
transformar esto en aquello con el fin de devenir, de ser algo más grande, más noble, más
sabio, más rico, más… etc., etc. He descubierto todo eso en esta acción específica de la
ambición.
P: A veces siento una gran seriedad acerca de lo que usted está diciendo…
K: No lo que yo estoy diciendo.
P: Lo reconozco como la verdad, pero, no obstante, la soledad continúa.
K: Señor, le mostraré el por qué. Lo comprendo muy bien, señor. Usted dice, “He
comprendido de lo que está hablando, la ambición; no obstante, la soledad continúa. ¿Por
qué?” Escuche, señor, por favor, simplemente escuche. Porque usted ha convertido lo que yo
he dicho en una idea, ¿no es cierto? Se lo mostraré dentro de un momento. Yo le digo a usted,
“La ambición, con todas sus actividades, es la causa de la soledad.” Espere, espere. Eso le
digo. ¿Qué hace usted con esa afirmación?
P: Veo que...
K: Escuche. Por favor escuche esto, señor. Yo declaro que la ambición ha producido la
soledad.
P: ¿Cómo?
K: Lo he explicado, señora, diez veces, no diga “¿cómo?” ahora. Le digo, “¿Cómo
interpreta eso? ¿Cómo lo escucha, qué sucede en su mente?”
P: (Inaudible.)
K: Señor, escuche. Le digo verbal y no verbalmente que las actividades de la ambición,
que he explicado, han producido esta sensación desesperada de soledad, su dolor. Usted
escucha eso porque entiende un tanto el inglés. ¿Qué sucede después de haber escuchado eso?
¿Es una idea? Usted dice, “Sí, comprendo intelectualmente, verbalmente está muy claro.” O
sea que usted no ha visto su verdad, sino que ha comprendido verbalmente la frase. No ha
sentido la hondura de esa afirmación, sino que solamente ha captado el significado de la
palabra y, por ende, sigue sintiéndose solo. Y eso es lo que hacemos. Convertimos lo que
oímos en una abstracción a poner en práctica.
P: No sabemos hacer otra cosa.
K: Le estoy mostrando qué hacer. No lo convierta en una idea, sólo escuche. Le digo
que hace un día horrible y usted lo interpreta como que es un día terrible, no puedo hacer esto,
no puedo hacer lo otro, no tengo ropa. ¿Comprende? Convierte lo que he dicho en una acción.
No ha escuchado. Así que digo, “Primero escuche sin más, la acción vendrá después. Pero
primero escuche. No diga ¿qué tengo que hacer? ‘Qué hacer’ es una idea.” ¿De acuerdo?
O sea que le estoy diciendo que las actividades de la ambición, de las que hay múltiples
formas, han producido este dolor de la soledad. Usted escucha esa afirmación intelectual,

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verbalmente, no la escucha apasionadamente. No dice, “Dios mío, debo solucionar mi
problema.” Dice, “Bueno, muy bien, continuaré siendo ambicioso a mi manera. Me envenena,
pero no me importa.” Pero a mí sí me importa; para mí ser ambicioso es algo atroz, me he
percatado de ello y veo su fealdad, su falsedad, no verbalmente sino de veras. Por
consiguiente, ¿qué sucede? Es como ver un precipicio, que no es una abstracción, y cuando lo
veo, si soy cuerdo, me alejo de él. Veo las actividades de la ambición y me alejo
completamente de ella. Ahora, espere. ¿Me siento solo entonces? Por supuesto que no. Por lo
tanto, soy autosuficiente. Entonces mi relación con usted es la de alguien que es autosuficiente
y usted no lo es, por lo que usted va a explotarme. Usted va a usarme porque me va a utilizar
para satisfacerse, y yo digo, “Mire, no lo haga, es una pérdida de tiempo.” O sea que la
relación basada en la soledad es una cosa. La relación basada en la no-soledad, en la
autosuficiencia total, es otra. ¿Comprende, señor?
Ahora, señores, acabemos con esto. Hemos llegado a un punto maravilloso. La relación
que nace de la soledad conduce a una gran aflicción. Escuche esto sencillamente. No diga,
“Debo vivir de esa manera.” Es como oler una flor; huélala simplemente, señor; usted no
puede hacer nada al respecto, no puede crear una flor, sólo puede destruirla. Por lo tanto,
huélala sin más, mírela, su belleza, los pétalos, la delicadeza, la extraordinaria cualidad de
dulzura; ya sabe lo que es una flor. Del mismo modo, observe, escuche. La relación nacida de
la soledad es una cosa. La relación nacida de la no-soledad, de la autosuficiencia total, es otra.
Relacionarse desde la soledad conduce al conflicto, la infelicidad, el divorcio, peleas,
disputas, inadecuación sexual – usted es sexual, yo no; ya conoce toda esa fealdad que sucede,
o la belleza o lo que quiera llamarle. De esa soledad proviene toda la miseria de la relación.
Entonces, ¿qué sucede cuando no hay soledad, no hay dependencia, cuando hay
autosuficiencia total? Yo le amo a usted y puede que usted no me ame; le amo, eso es
suficiente. No quiero que me responda que usted también me ama; no me importa. Como la
flor, que ahí está para que la mire, la huela, vea su belleza; la flor no dice, “Ámeme” – ahí
está. Por consiguiente, está relacionada con todo. ¿Comprende? ¡Oh, por el amor de dios,
cáptelo! Y esa autosuficiencia – no en el sentido feo de suficiente, en la gran profundidad y
belleza de la suficiencia –, en la que no hay soledad, ambición, es en realidad amor. Por lo
tanto, el amor tiene relación con la naturaleza. Si lo quiere, ahí está; si no lo quiere, no
importa. Ésa es su belleza.

3rd Public Dialogue, Saanen 3 August 1973


(Tercer diálogo público, Saanen 3 de Agosto de 1973)

Audio:https://www.youtube.com/watch?v=G_cFXay6q3M&list=PL1n30s-
LKus4fXtRQSwmG3kN6y64_l15I&index=3&t=337s

3. La soledad en la relación
LA SOLEDAD

La mayoría de nosotros reconoce, cuando nos atrevemos a observarlo, que somos seres
humanos tremendamente solos y aislados. Ya nos demos cuenta consciente o
inconscientemente, queremos escapar, porque no sabemos lo que se encuentra detrás y más
allá de ello; al sentirnos asustados, huimos mediante el apego, la actividad y toda clase de
entretenimiento religioso o mundano. Esto es bastante obvio cuando uno lo observa en sí

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mismo. Nos aislamos mediante nuestras actividades cotidianas, nuestra actitud y nuestra
forma de pensar; aunque tengamos una relación íntima con alguien, siempre estamos
pensando en nosotros mismos. El resultado de esto es más aislamiento, más soledad, una
mayor dependencia de las cosas externas, mayores apegos y el consecuente sufrimiento que
resulta de ello. No sé si usted es consciente de todo esto.
Tal vez, mientras estemos aquí sentados, pudiéramos concienciarnos de esta cosa a la
que llamamos soledad y del aislamiento, dependencia y sufrimiento que ocasiona. Esto está
sucediendo en nosotros todo el tiempo. Si uno está atento puede ver que toda nuestra actividad
es egocéntrica. Pensamos continuamente en nosotros mismos: en nuestra salud, que debemos
meditar, que debemos cambiar; queremos un empleo mejor, con más dinero, una relación
mejor. “Quiero alcanzar la iluminación”; “Debo conseguir algo en esta vida” – yo y mi vida,
mis ansias, mis problemas.
Esta preocupación eterna con uno mismo está ocurriendo todo el rato; somos devotos de
nosotros mismos. Ése es un hecho evidente. Y ya vayamos a la oficina o a la fábrica,
realicemos labores sociales o nos comprometamos con el bienestar del mundo, nuestro
egocentrismo motiva todas nuestras actividades; siempre es ‘yo primero’. Esta preocupación
consigo mismo que opera en nuestra vida y relaciones cotidianas produce, efectivamente,
aislamiento. Esto, una vez más, es bastante obvio y si se examina muy a fondo uno descubre
que este aislamiento es una conciencia de estar completamente solo, incomunicado, de no
tener ninguna relación con nadie ni con nada. Puede que se encuentre en medio de una
multitud, o sentado en compañía de un amigo, cuando repentinamente esta sensación de
aislamiento absoluto, de estar completamente desconectado de todo el mundo se apodera de
uno. No sé si lo ha notado o si es algo que no ha experimentado nunca. Cuando somos
conscientes de esta soledad, entonces intentamos escapar manteniéndonos ocupados con las
riñas domésticas o con varias formas de entretenimiento, intentando meditar, y todo eso.
Sin duda, todo esto indica que la mente, ya sea de poco calado o profunda, superficial o
meramente atrapada en conocimientos científicos, si está constantemente ocupada consigo
misma debe aislarse de toda clase de relación. La relación es lo más importante en la vida
porque si usted no tiene una verdadera relación con el uno, no puede de ninguna de las
maneras tenerla con ningún otro ser humano. Usted se puede imaginar que tendrá una relación
mejor con otro, pero eso es sólo al nivel verbal y, por consiguiente, ilusorio. Si comprende
que la relación entre dos seres humanos es lo mismo que relacionarse con el resto del mundo,
entonces el aislamiento, la soledad, tiene un significado muy diferente.
¿Qué es, pues, la relación? Estamos tratando de averiguar por qué los seres humanos se
sienten tan desesperadamente solos. Careciendo de amor, pero queriendo ser amados, se
aíslan física y psicológicamente y de esa forma se vuelven neuróticos. La mayoría de la gente
es neurótica, está un tanto desequilibrada, atrapada en cierta idiosincrasia particular.
Pareciera, si lo examina con detenimiento, que todo esto surge de la falta absoluta de relación.
De manera que, antes de que podamos comprender cómo ponerle fin a esta soledad y
sufrimiento, a este dolor y ansiedad de la existencia humana, debemos en primer lugar
examinar esta cuestión de la relación, lo que significa relacionarse. ¿Nos relacionamos en
absoluto con el otro? El pensamiento afirma que estamos relacionados, pero puede que en
realidad no lo estemos, aunque un ser humano pueda tener una relación íntima, sexual con
otro. A menos que se comprenda a fondo la verdad de la relación, pareciera que los seres
humanos deben inevitablemente acabar en el sufrimiento, la confusión y el conflicto. Puede
que acepten varias formas de creencia o que realicen labores sociales, pero todo eso no tiene
ningún valor a menos que hayan establecido entre sí una relación en la que no haya ningún
conflicto en absoluto. ¿Es eso posible? ¿Podemos relacionarnos usted y yo? Tal vez usted
pueda tener una relación muy buena conmigo porque pronto me iré y entonces se acabó.
¿Puede haber una relación entre dos seres humanos si cada uno de ellos está ocupado consigo

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mismo? ¿Si cada uno está preocupado con sus propias ambiciones y ansiedades, su posición
en el mundo y todas las situaciones absurdas por las que pasan los seres humanos? Cuando un
ser humano está atrapado en esa red, ¿puede tener alguna relación con otro? Por favor, siga
todo esto. ¿Puede haber alguna relación entre un hombre y una mujer si uno es católico y el
otro protestante, cuando uno es hindú y el otro budista? ¿Qué es, entonces, la relación?
A mí me parece que es una de las cosas más importantes en la vida, porque vivir es
relacionarse. Si no hay relación, no hay vida en absoluto; entonces la vida se convierte
meramente en una serie de conflictos, acabando en la separación o en el divorcio, en la
soledad, con todos los temores, ansiedades, problemas de apego, y todo lo que implica esta
sensación de estar completamente aislado. Estoy seguro de que sabe todo esto. Uno observa lo
extraordinariamente vital que es la relación en la vida y cómo muy pocos seres humanos han
desmantelado la barrera que existe entre ellos y el otro. Para desmantelar esta barrera, con
todas sus implicaciones – no sólo la barrera física – uno tiene que penetrar a fondo en la
cuestión de la acción.
¿Qué es la acción? La acción no es futura o pasada sino acción presente. ¿Es el
resultado de una conclusión y actuar de acuerdo con la misma? ¿O se basa en cierta creencia y
en actuar según la misma? ¿Se basa en cierta experiencia y en accionar según esa experiencia
o conocimiento? Si lo es, entonces la acción está siempre en el pasado, nuestra relación está
siempre en el pasado, nunca en el presente.
Si tengo una relación con otro – y la relación es obviamente acción –, durante los días,
semanas o años que haya durado esa relación me he ido formando una imagen y actúo según
la misma, y el otro actúa según la imagen que tiene; de manera que la relación no es entre
nosotros sino entre esas dos imágenes. Por favor, observe su propia mente, su propia actividad
en la relación y pronto descubrirá la verdad y validez de esta afirmación. Nuestra relación se
basa en imágenes, ¿y cómo puede haber una relación con otro si ésta es meramente entre estas
imágenes?
Lo que me interesa es tener una relación en la que no haya ningún conflicto en absoluto,
en la que no esté usando o explotando a otro, ya sea sexualmente, por razones de placer, o por
motivos de compañía. Veo muy claramente que el conflicto destruye toda forma de relación,
por lo que debo resolver ese conflicto en su mismo centro, no en la periferia. Y sólo puedo
ponerle fin al conflicto comprendiendo la acción, no sólo en la relación sino en la vida diaria.
Quiero descubrir si todas mis actividades son aislantes, en el sentido de haber construido un
muro a mi alrededor, siendo el muro mi preocupación conmigo mismo, con mi futuro, mi
felicidad, mi salud, mi Dios, mis creencias, mi éxito, mi miseria. ¿O acaso la relación no tiene
nada que ver con el yo, conmigo? El yo es el centro y todas las actividades que se centran en
mi felicidad, mi satisfacción, mi gloria, deben aislar. Donde haya aislamiento debe haber
apego y dependencia; cuando hay incertidumbre en ese apego y dependencia, entonces hay
sufrimiento, y el sufrimiento implica aislamiento en cualquier relación. Veo todo esto muy
claramente, no de forma verbal sino de veras – es un hecho.
Durante muchos años me he formado imágenes de mí y del otro; me he aislado
mediante mis actividades, mis creencias y demás. Así que mi primera pregunta es, ¿cómo voy
a librarme de estas imágenes? De las imágenes de mi Dios, de mi condicionamiento, de que
debo alcanzar la fama o la iluminación (que es lo mismo), que debo conseguir el éxito y por
eso tengo miedo a ser un fracasado. Tengo tantas imágenes acerca de mí y de usted. ¿Cómo
puedo liberarme de ellas? ¿Puedo ponerle fin a la formación de imágenes mediante el proceso
analítico? Obviamente no.
Entonces, ¿qué debo hacer? Es un problema y debo ponerle fin, no arrastrarlo de un día
para otro. Si no le pongo fin hoy, el problema crea desorden, una perturbación, y el cerebro
necesita orden para funcionar sana y normalmente, no de forma neurótica. Debo establecer

22
orden ahora, durante el día, de lo contrario la mente se preocupa al respecto, tiene sueños y es
incapaz de estar fresca a la mañana siguiente; así que debo ponerle fin a este problema.
¿Cómo puedo impedir esta formación de imágenes? Obviamente no creando una imagen
superior. Tengo muchas imágenes y siendo incapaz de liberarme de ellas la mente
desgraciadamente inventa una imagen superior, el yo superior, el Atman; o introduce cierto
agente externo, ya sea espiritual o el Gran Hermano del mundo comunista. Por lo tanto, sin
crear una imagen superior, más noble, debe haber un final de todas las imágenes que he
creado. Veo que si tengo una sola imagen no hay posibilidad de relación alguna porque las
imágenes separan y donde haya separación debe haber conflicto, no sólo entre naciones sino
entre los seres humanos; eso está claro. Entonces, ¿cómo puedo desprenderme de toda imagen
que he acumulado, para que la mente sea completamente libre, fresca y joven, de manera que
pueda observar de nuevo todo el movimiento de la vida?
En primer lugar, debo averiguar de forma no analítica cómo se forman las imágenes. Es
decir, debo aprender a observar. ¿Se basa la observación en el análisis? Observo, veo, ¿es eso
el resultado del análisis, de la práctica, del tiempo? ¿O es un acto fuera del tiempo? El hombre
siempre ha tratado de ir más allá del tiempo mediante varios trucos y todos han fallado.
Sospechando que tal vez sea incapaz de desprenderse de estas imágenes innumerables, ha
creado una imagen superior y se ha convertido en su esclavo, por lo que no es libre. Ya esa
imagen superior sea el alma, el yo superior, el Estado o cualquier otra cosa, eso sigue sin ser
libertad, pues es otra imagen. Por consiguiente, estoy vitalmente interesado en ponerle fin a
todas las imágenes, porque sólo entonces existe la posibilidad de tener una relación con el
otro; mi propósito es descubrir si es posible ponerles fin a las imágenes de forma instantánea,
no perseguir una imagen tras otra. Obviamente, eso no llevará a ninguna parte.
Debo descubrir, por lo tanto, si puedo desmantelar el mecanismo de la mente que forma
imágenes y al mismo tiempo examinar la cuestión de qué significa darse cuenta; porque puede
que eso solucione mi problema, que es ponerle fin a todas las imágenes. Eso da libertad y sólo
cuando hay libertad existe la posibilidad de tener una verdadera relación en la que toda forma
de conflicto haya terminado.
¿Qué significa este darse cuenta? Significa una atención en la que no hay ninguna
elección en absoluto. No puedo elegir una imagen en vez de otra, pues entonces esa imagen
no tiene fin. Así que debo averiguar lo que es darse cuenta, en que no hay ninguna elección,
sino sólo observación pura, puro ver.
Ahora bien, ¿qué es el ver? ¿Cómo observo un árbol, una montaña, las colinas, la luna,
las aguas que corren? No sólo hay una observación visual, sino que además la mente tiene una
imagen del árbol, de la nube y del río. Ese río tiene un nombre; hace un ruido agradable o
desagradable. Siempre observo, soy consciente de las cosas en términos de agrado y
desagrado, de comparación. ¿Es posible observar, escuchar ese río sin ninguna opción,
resistencia y apego, sin verbalización? Por favor, haga esto mientras hablamos. ¡Éste es su
ejercicio matutino!
¿Puedo escuchar ese río sin ninguna insinuación del pasado? ¿Puedo observar las varias
imágenes sin ninguna elección? Lo que significa sin condenar ninguna de ellas o de apegarme
a ellas, sino simplemente observar sin ninguna preferencia. No puede hacerlo, ¿verdad? ¿Por
qué no? ¿Es porque mi mente se ha habituado a los prejuicios y las preferencias? ¿Es porque
es perezosa y no tiene la energía suficiente? ¿O es que mi mente en realidad no quiere
desprenderse de las imágenes y quiere retener una imagen en particular? Lo que quiere decir
que la mente se niega a ver el hecho que toda existencia es relación, y cuando hay conflicto en
esa relación, entonces la vida se vuelve una miseria, de la que se derivan la soledad y la
confusión. ¿Puede la mente ver no verbalmente la verdad que donde haya conflicto no hay
relación?

23
¿Cómo puede uno liberarse de las imágenes que tiene? En primer lugar, debo averiguar
cómo se forman estas imágenes, cuál es el mecanismo que las crea. Usted puede ver que, en el
instante de relación real, es decir cuando habla, cuando hay discusiones, cuando hay insultos y
brutalidad, si no está completamente atento en ese instante, entonces arranca el mecanismo de
formación de imágenes. O sea, cuando la mente no está completamente atenta en el momento
de la acción, entonces se prende el mecanismo de formación de imágenes. Cuando usted me
dice algo que no me gusta, o que me gusta, si en ese instante no estoy completamente atento,
entonces el mecanismo se pone en marcha. Si estoy atento, si soy consciente, entonces no hay
formación de imágenes. Cuando la mente esté completamente despierta, no distraída, no
asustada, no rechazando lo que se dice, en ese mismo instante no hay ninguna posibilidad de
que se forme una imagen. Pruébelo, hágalo durante el día.
De modo que he descubierto cómo impedir la formación de imágenes. Pero ¿qué pasa
con todas las imágenes que he acumulado? ¿Está siguiendo el problema? Aparentemente éste
no es su problema, porque si fuse el problema real, profundo y vital de su vida, lo hubiera
resuelto por sus cuenta en vez de estar aquí sentado esperando a que yo descubra la respuesta
por usted. Ahora bien, ¿qué les pasa a todas las imágenes que he acumulado? ¿Sabe usted que
tiene muchas imágenes ocultas en el armario de su mente? ¿Puede disolverlas todas poco a
poco o eso llevaría un tiempo infinito? Mientras disuelve una imagen, ya está creando otras,
de manera que el proceso gradual de desprenderse de una imagen tras otra no tiene fin. Así
que ha descubierto una verdad, que es que no puede desprenderse de las imágenes una a una;
por lo tanto, la mente que realmente ve la verdad de esto es totalmente consciente cuando crea
una imagen. En esa atención todas las demás imágenes desaparecen. Me pregunto si ve esto.
Las imágenes, pues, se forman cuando la mente no está atenta; y la mayoría de nuestras
mentes no lo están. De vez en cuando prestamos atención, pero durante el resto del tiempo
estamos inatentos. Cuando es atentamente consciente de una imagen, y también es
atentamente consciente de todo el mecanismo de la formación de imágenes y de cómo
funciona, entonces en esa atención la formación de imágenes se termina, ya sean éstas del
pasado, del presente o del futuro. Lo que importa es el estado de atención, no cuantas
imágenes tiene. Intente, por favor, comprender esto porque es sumamente importante. Si
realmente puede captar esto, entonces habrá comprendido por completo la maquinaria de la
mente.
La mayoría de nosotros, desgraciadamente, no hemos podido resolver nuestros
problemas; no sabemos cómo resolverlos, así que convivimos con ellos, se convierten en
nuestro hábito y son como una armadura impenetrable. Si tiene un problema que no ha sido
resuelto, usted carece de toda energía; la energía que tiene es consumida por el problema; si
no tiene ninguna energía, eso también se convierte en un hábito. Así que, si es un tanto serio,
si de verdad quiere llevar una vida en la que no haya ningún conflicto en absoluto, entonces
tiene que averiguar cómo ponerle fin a un problema humano de forma instantánea e
inmediata; lo que significa prestarle total atención al problema y no buscarle una respuesta al
mismo. Porque si intenta encontrarle una respuesta, entonces está buscando más allá del
problema, mientras que, si permanece con el problema y está completamente atento, entonces
en el propio problema, no más allá de él, está la respuesta.
Voy a decirlo de otra manera. Todos sabemos lo que es el sufrimiento, tanto físico como
psicológico, o sea interior. Uno puede tratar el dolor físico mediante varios remedios y,
además, no permitiendo que la memoria de ese dolor se perpetúe. Si es consciente del dolor, y
en el mismo acto de darse cuenta percibe la memoria del pasado, entonces el dolor
desaparece; por consiguiente, tiene energía para afrontar el siguiente dolor, cuando venga.
Todos hemos sufrido psicológicamente de varias maneras, ya sea con gran intensidad o en
menor grado, todos hemos tenido sufrimiento de una u otra clase. Cuando sufrimos,

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instintivamente queremos huir de ello mediante la religión, el entretenimiento, la lectura de
libros, mediante cualquier cosa que nos aleje del sufrimiento.
Ahora bien, si la mente está atenta y no se desvía para nada del sufrimiento, entonces
verá que de la atención total no sólo brota la energía – que significa pasión – sino que además
ese sufrimiento se termina. Del mismo modo, todas las imágenes pueden terminar
instantáneamente cuando no hay preferencia por ninguna imagen; esto es muy importante.
Cuando no hay ninguna preferencia, usted no tiene ningún prejuicio. Entonces está atento,
puede observar. En esa observación no sólo hay comprensión de la formación de imágenes
sino también la terminación de todas las imágenes.
Veo, pues, la importancia de la relación y que puede haber una relación sin ningún
conflicto, lo que significa amor. El amor no es una imagen; no es placer o deseo. El amor no
es algo que se pueda cultivar; no depende de la memoria. ¿Puedo llevar una vida diaria sin
ninguna clase de egocentrismo, porque el egocentrismo es mi imagen principal? ¿Puedo vivir
sin esa imagen mayor? Entonces la acción no produce soledad, aislamiento y sufrimiento.

The Awakening of Intelligence, pp. 332-339


Saanen 25 July 1971
(El despertar de la inteligencia)

Audio: https://www.youtube.com/watch?v=h8FtTo-nJaI&list=PL1n30s-LKus4isc4-
wf_ssf6dMLI2Ol66&index=4&t=3304s

LA SOLEDAD

Dijo que su hijo había fallecido recientemente y que ahora no sabía qué hacer. Tenía tanto
ocio entre manos, estaba tan aburrida, astiada y triste que estaba presta a morir. Le había
criado con cuidado, afecto e inteligencia. Él había estudiado en una de las mejores escuelas y
había ido a la universidad. No lo había mimado, aunque había tenido todo lo necesario. Ella
había puesto su fe y esperanza en él y le había dado todo su amor, pues no tenía a nadie más
con quien compartirlo, ya que hacía mucho tiempo que ella y su marido se habían separado.
Su hijo había muerto a causa de un diagnóstico equivocado y de la operación – aunque,
añadió sonriente, los médicos dijeron que la operación había sido ‘un éxito’. Ahora se había
quedado sola y la vida le parecía vana y sin sentido. Cuando el hijo se había muerto, había
llorado hasta agotar las lágrimas y lo único que quedaba era un vacío insulso y hastiado.
Había tenido grandes planes para ambos, pero ahora estaba totalmente perdida.
La brisa, ligera y fresca, soplaba del mar y había tranquilidad bajo el árbol. Los
colores de las montañas eran vivos y los arrendajos estaban muy parlanchines. Una vaca pasó
de largo, seguida de su becerro, y una ardilla subió corriendo a un árbol, chasqueando
furiosamente. Se sentó sobre una rama y comenzó a regañar y la regañina duró un largo rato,
su cola agitándose de arriba a abajo. Tenía unos ojos muy brillantes, chispeantes, y unas
garras afiladas. Un lagarto salió a calentarse y atrapó una mosca. Las copas de los árboles se
mecían suavemente y un árbol seco se mantenía recto y espléndido contra el telón del cielo.
Estaba siendo blanqueado por el sol. A su lado había otro árbol seco, oscuro y curvo, de
defunción más reciente. Unas cuantas nubes reposaban sobre las montañas lejanas.
¡Qué cosa tan extraña y aterradora es la soledad! Nunca nos permitimos acercarnos
demasiado a ella; y si por casualidad lo hacemos, huimos de ella rápidamente. Haremos
cualquier cosa con tal de escapar de la soledad, de encubrirla. Nuestra preocupación
consciente e inconsciente parece ser evitarla o superarla. Evitar o superar la soledad son igual
de inútiles; aunque se suprima o ignore, el dolor, el problema, sigue estando ahí. Te puedes

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perder en la multitud y, no obstante, sentirte absolutamente solo; puedes mantenerte
intensamente activo, pero la soledad te sobrecoge silenciosamente; dejas el libro, y ahí está.
Diversiones y bebidas no pueden ahogar la soledad; puede que se esquive momentáneamente,
pero una vez la risa y los efectos del alcohol se acaban, regresa el miedo a la soledad. Puedes
ser ambicioso o tener éxito, puedes ejercer un enorme poder sobre otros, puedes ser rico en
conocimientos, rendir culto y olvidarte de ti mismo en el galimatías de los rituales, pero,
hagas lo que hagas, el dolor de la soledad continúa. Puedes vivir sólo para tu hijo, para el
Maestro, para le expresión de tu talento, pero la soledad te cubre como una oscuridad. Puedes
amar u odiar, escapar de ella según tu temperamento y exigencias psicológicas, pero la
soledad está ahí, esperando y al acecho, retirándose sólo para aproximarse de nuevo.
La soledad es la toma de conciencia del aislamiento total. ¿Y no son nuestras
actividades una forma de autoencierro? Aunque nuestros pensamientos y emociones sean
expansivos, ¿no son exclusivos y divisorios? ¿No estamos buscando dominación en nuestras
relaciones, en nuestros derechos y posesiones, creando así resistencia? ¿No consideramos el
trabajo como ‘tuyo’ y ‘mío’? ¿No nos identificamos con el colectivo, con el país, con la
minoría? ¿No es toda nuestra tendencia a aislarnos, a dividir y separar? La propia actividad
del ego, a cualquier nivel, es la vía del aislamiento y la soledad es la toma de conciencia del
ego sin actividad. La actividad, ya sea física o psicológica, se convierte en un medio de
expansión personal y cuando no hay actividad de ninguna clase hay una conciencia de la
vacuidad del ego. Este vacío es lo que tratamos de llenar y nos pasamos la vida rellenándolo,
bien sea a un nivel noble o innoble. Puede aparentar que no hay daño sociológico en rellenar
este vacío al nivel noble, pero la ilusión genera incalculable aflicción y destrucción, que
pueden no ser immediatas. El anhelo de llenar este vacío – de huir de él, que es lo mismo –
no puede ser sublimado o suprimido porque, ¿quién es la entidad que va a suprimir o
sublimar? ¿No es esa misma entidad otra forma de anhelo? Los objetos de anhelo pueden
variar, pero, ¿no es todo anhelo similar? Puedes cambiar el objeto de tu anhelo de la bebida a
la ideación, pero sin comprender el proceso de anhelar, la ilusión es inevitable.
No hay ninguna entidad aparte del anhelo; sólo hay anhelo; no hay nadie que anhele.
El anhelo se pone máscaras diferentes en distintos momentos, dependiendo de sus intereses.
La memoria de estos intereses variables se enfrenta a lo nuevo, lo que produce conflicto y así
nace el que elige, estableciéndose como una entidad aparte y distinta del anhelo. Pero la
entidad no es diferente de sus cualidades. La entidad que intenta llenar o escapar del vacío, de
la incompleción, de la soledad, no es distinta de aquello que está evitando: él es eso. No
puede escapar de sí mismo. Lo único que puede hacer es comprenderse. Él es su soledad, su
vacío, y mientras lo considere algo separado de él, estará preso de la ilusión y del conflicto
infinito. Sólo cuando vivencie que es su propia soledad puede haber libertad del temor. El
temor sólo existe en relación con una idea y la idea es la respuesta de la memoria, que es
pensamiento. El pensamiento es el resultado de la experiencia y aunque pueda reflexionar
sobre el vacío, tener sensaciones en relación con él, no puede conocer el vacío directamente.
La palabra ‘soledad’, con sus recuerdos de dolor y miedo, impide que se experimente como
por primera vez. La palabra es memoria y cuando la palabra ya no significa, entonces la
relación entre el experimentador y lo experimentado es totalmente distinta; entonces esa
relación es directa y no a través de la palabra, de la memoria. Entonces el experimentador es
la experiencia, que es lo único que ocasiona la liberación del temor.
El amor y el vacío no pueden coexistir. Cuando existe el sentimiento de soledad, no
hay amor. Puedes ocultar el vacío bajo la palabra ‘amor’, pero cuando el objeto de tu amor ya
no existe o no responde, entonces tomas conciencia del vacío, te sientes frustrado.
Empleamos la palabra ‘amor’ como medio de huir de nosotros mismos, de nuestra propia
insuficiencia. Nos aferramos a aquel a quien amamos, sentimos celos, le echamos de menos
cuando no está y nos sentimos totalmente perdidos cuando se muere; y entonces buscamos

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consolación de alguna otra forma, en alguna creencia, en alguna sustitución. ¿Es todo esto
amor? El amor no es una idea, el resultado de la asociación; el amor no es algo a usar como
vía de escape de nuestra propia miseria y cuando lo empleamos de esta manera, creamos
problemas que no tienen solución. El amor no es una abstracción pero su realidad sólo puede
ser vivenciada cuando la idea, la mente, ya no es el factor supremo.

Capítulo 42. La soledad


Commentaries on Living, First Series, pp. 103-106
(Comentarios sobre el vivir, primera serie)

4. Dependencia, apego y soledad


DEPENDENCIA, APEGO Y SOLEDAD

Uno de nuestros problemas, a mi ver, entre otros tantos, es la dependencia, el depender de


otros para nuestra felicidad, depender de la capacidad, la dependencia que conduce la mente a
aferrarse a algo. Y la pregunta es, ¿puede la mente ser totalmente libre de toda dependencia?
Creo que ésa es una cuestión fundamental que deberíamos plantearnos constantemente.
Obviamente, la dependencia superficial no es de lo que estamos hablando, pero a un
nivel más profundo hay una exigencia psicológica de cierta clase de seguridad, de cierto
método que le asegure a la mente un estado de permanencia; hay una búsqueda de una idea,
de una relación perdurable. Dado que éste es uno de nuestros mayores problemas, me parece
muy importante examinarlo muy a fondo y no responder superficialmente con una reacción
inmediata.
¿Por qué dependemos? Psicológica, interiormente dependemos de una creencia, de un
sistema, de una filosofía, le pedimos a otro un modo de conducta, buscamos maestros que nos
ofrezcan una forma de vida conducente a cierta esperanza, cierta felicidad. Así que siempre
estamos buscando cierto tipo de dependencia, de seguridad. ¿Puede la mente liberarse de esta
sensación de dependencia? Lo que no significa que la mente deba conseguir la independencia,
que es únicamente una reacción a la dependencia. No estamos hablando de independencia, de
liberarse de un estado en concreto. Si podemos indagar sin la reacción de procurar liberarnos
de cierto estado específico de dependencia, entonces podremos ahondar mucho más en ello.
Pero si nos salimos por la tangente en busca de independencia, no comprenderemos toda esta
cuestión de la dependencia psicológica de la que estamos hablando.
Sabemos que dependemos de nuestras relaciones con las personas, de cierta idea, o de
un sistema de pensamiento. ¿Por qué? Aceptamos la necesidad de dependencia; decimos que
es inevitable. No hemos cuestionado nunca todo este asunto, por qué cada uno de nosotros
busca cierto tipo de dependencia. ¿No es en realidad, en el fondo, porque exigimos seguridad,
permanencia? Encontrándonos en un estado de confusión, queremos que alguien nos saque de
la misma. Así que siempre estamos preocupados por cómo evitar o escapar del estado en que
nos encontramos. En el proceso de evitar ese estado, estamos abocados a crear cierto tipo de
dependencia, la cual se convierte en nuestra autoridad. Si dependemos de otro para nuestra
seguridad, para nuestro bienestar interior, de esa dependencia surgen innumerables problemas;
y entonces intentamos solucionarlos, los problemas del apego. Pero nunca cuestionamos,
nunca examinamos el problema de la dependencia misma. Si pudiéramos indagar en este
problema con verdadera inteligencia, con plena conciencia, entonces acaso descubriésemos
que no es en absoluto una cuestión de dependencia, sino que ésta es tan sólo una forma de
eludir un hecho más profundo.

27
Si me permiten, quisiera sugerir que aquellos que estén tomando notas se abstengan de
hacerlo. Porque estos encuentros no valdrán la pena si meramente tratan de recordar lo que se
dice para después. Pero si podemos experimentar directamente lo que se dice ahora, no más
tarde, entonces eso tendrá una significación definitiva, será una experiencia directa y no una
experiencia para ser recuperada más tarde mediante sus notas y ponderada en el recuerdo.
Además, si me permiten señalarlo, tomar notas molesta a los que les rodean.
Como decía, ¿por qué dependemos y convertimos la dependencia en un problema? De
hecho, no creo que la dependencia sea un problema; me parece que hay otro factor más
profundo que hace que dependamos. Y si podemos desentrañar eso, entonces tanto la
dependencia como la lucha por la libertad tendrán muy poco sentido; entonces todos los
problemas que surjan de la dependencia se desvanecerán. Entonces, ¿cuál es esa cuestión más
profunda? ¿Es que la mente aborrece, le tiene miedo a la idea de estar solo? ¿Y conoce la
mente ese estado que evita? Dependo de alguien psicológica, interiormente a causa de un
estado que trato de evitar, pero en el que nunca he indagado, que nunca he examinado. O sea,
mi dependencia de una persona para que me ame, me anime, me guíe, se vuelve
tremendamente importante, al igual que la multitud de problemas que se desprenden de ello.
Mientras que, si soy capaz de observar el factor que está haciendo que dependa de una
persona, de Dios, de la plegaria, de cierta capacidad, de cierta fórmula o conclusión a la que
llamo creencia, entonces tal vez pueda descubrir que semejante dependencia es el resultado de
una exigencia interna que nunca he observado o tenido en consideración.
¿Podemos, esta tarde, examinar ese factor? El factor que la mente evita, esa sensación
de soledad total con la que estamos superficialmente familiarizados. ¿Qué es sentirse solo?
¿Podemos dialogar sobre esto ahora, mantenernos en ese tema y no introducir ningún otro
problema?
Creo que esto es realmente muy importante. Porque mientras esa soledad no sea
realmente comprendida, sentida, penetrada, disuelta – cualquier palabra que le guste emplear
– mientras esa sensación de soledad permanezca, la dependencia es inevitable, y uno no puede
ser nunca libre, no puede nunca descubrir por sí mismo lo que es verdad, lo que es la religión.
Mientras dependa, debe haber autoridad, imitación, varias formas de coacción, regimentación
y disciplina siguiendo cierta pauta. O sea, ¿puede mi mente descubrir lo que es sentirse solo y
trascenderlo? De manera que la mente esté totalmente liberada y, por consiguiente, no
dependa de creencias, dioses, sistemas, plegarias o de ninguna otra cosa.
Indudablemente, mientras busquemos un resultado, un fin, un ideal, esa misma
necesidad de encontrar creará dependencia, de la que surgen los problemas de la envidia, la
exclusión, el aislamiento y todo lo demás. ¿Puede, pues, mi mente conocer la soledad en la
que, de hecho, se encuentra, aunque pueda encubrirla con conocimiento, con relaciones,
entretenimiento y otras formas de distracción? ¿Puedo comprender realmente esa soledad?
Porque, ¿no es este apego y el esfuerzo por desprenderse de él uno de nuestros principales
problemas? ¿Podemos conversar sobre esto juntos o es eso totalmente imposible?
Mientras haya apego, dependencia, debe haber exclusión. La dependencia de la
nacionalidad, la identificación con un grupo específico, con una raza en particular, con una
persona o creencia en concreto, obviamente separa. Puede que la mente esté constantemente
buscando exclusión, como ente aparte, y evitando la cuestión más profunda, que es lo
realmente separativo, o sea el proceso de su propio pensamiento que se encierra sobre sí, lo
cual genera soledad. Usted conoce el sentimiento de que uno debe identificarse como hindú,
cristiano, pertenecer a cierta casta, grupo, raza – ya conoce todo ese asunto. Si cada uno de
nosotros pudiera comprender el tema más profundo que está implicado, entonces tal vez toda
influencia que genera dependencia se terminase y la mente fuera totalmente libre. ¿Acaso es
éste un problema demasiado difícil para tratar en un grupo tan grande?

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Público: ¿Puede usted definir la palabra ‘solo’ en contraposición a ‘soledad’?

Krishnamurti: Por favor, seguramente no estamos buscando definiciones. Nos estamos


preguntado si cada uno de nosotros es consciente de esta soledad, tal vez no ahora mismo,
pero conocemos ese estado y sabemos que estamos escapando de él por varios medios y, de
ese modo, multiplicando nuestros problemas. Ahora bien, ¿puedo, mediante la toma de
conciencia, quemar totalmente la raíz del problema, de manera que no vuelva a surgir nunca
más o, de hacerlo, que sepa cómo tratarlo sin causar otros problemas?

Público: ¿Quiere eso decir que tenemos que romper los vínculos insatisfactorios?

Krishnamurti: Eso no es de lo que estamos hablando. No creo que nos estemos entendiendo el
uno al otro. Y ésa es la razón por la que dude que se pueda abordar este problema en un grupo
tan grande.
Sabemos que estamos apegados. Dependemos de personas, de ideas. Depender de
alguien forma parte de nuestra naturaleza, de nuestro ser. Y a esa dependencia le llamamos
amor. Ahora me pregunto, y tal vez ustedes también se lo pregunten, si psicológica,
interiormente se puede liberar la mente de toda dependencia. Porque veo que de la
dependencia surgen multitud de problemas que nunca tienen fin. Por lo tanto, me pregunto si
se puede estar tan despierto que la propia conciencia queme totalmente ese sentimiento de
dependencia de otro, de una idea, de modo que la mente ya no sea exclusiva, no esté aislada,
porque la exigencia de dependencia ha cesado por completo.
Por ejemplo, dependo de la identificación con un grupo específico; me satisface
llamarme hindú o cristiano; pertenecer a una nacionalidad concreta es muy satisfactorio. En
mí me siento empequeñecido. No soy nadie, así que decir que soy alguien me proporciona
satisfacción. Ésa es tal vez una forma de dependencia a un nivel muy superficial, pero genera
el veneno del nacionalismo. Y hay tantas otras formas más profundas de dependencia. Ahora
bien, ¿puedo trascender todo eso, de manera que la mente nunca dependa psicológicamente,
de forma que carezca de toda dependencia y no persiga ninguna forma de seguridad? No
buscará seguridad si puedo comprender esta sensación de extraordinaria exclusión de la que
soy consciente y a la que llamo soledad, este proceso de encierro del pensamiento sobre sí que
genera aislamiento.
Así que el problema no es cómo desapegarse, cómo desprenderse de personas o ideas
sino, ¿puede la mente detener este proceso de encerrarse mediante sus propias actividades, sus
exigencias, sus compulsiones? Mientras exista la idea de ‘mí’, del ‘yo’, debe haber soledad.
La esencia misma, el proceso último de cerrazón es el descubrimiento de esta sensación
extraordinaria de soledad. ¿Puedo quemarla totalmente, de manera que la mente nunca busque
ninguna forma de seguridad, nunca exija?
Esto sólo puede ser contestado, no por mí, sino por cada uno de nosotros. Yo sólo
puedo describir; pero la descripción se vuelve un mero impedimento si no es realmente
experimentada. Pero si revela el proceso de su propio pensar, entonces esa descripción es una
forma de concienciarse de sí mismo y de su propio estado. Entonces, ¿puedo permanecer en
ese estado? ¿Puedo dejar de desviarme del hecho de la soledad y permanecer ahí, sin fuga
alguna, sin ninguna evasión? Viendo, comprendiendo que esa dependencia no es el problema,
sino que lo es la soledad, ¿puede mi mente permanecer sin ningún movimiento en ese estado
al que he denominado soledad? Es extraordinariamente difícil, porque la mente nunca puede
permanecer con un hecho; o bien lo traduce, lo interpreta o hace algo al respecto; nunca se
queda con el hecho.
Ahora bien, si la mente puede permanecer con el hecho, sin dar ninguna opinión
acerca del mismo, sin interpretarlo, sin condenarlo, sin evitarlo, entonces, ¿se diferencia el

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hecho de la mente? ¿Existe una división entre el hecho y la mente, o es la propia mente el
hecho? Por ejemplo, me siento solo. Soy consciente de ello, sé lo que significa; es uno de los
problemas de nuestra existencia, de nuestra existencia común. Y quiero abordar por mí mismo
esta cuestión de la dependencia y ver si la mente puede ser libre, no sólo de forma
especulativa, teórica o filosófica sino realmente libre de dependencia. Porque si dependo de
otro para mi amor, eso no es amor. Y quiero descubrir lo que es ese estado al que llamo amor.
En el intento de descubrirlo, obviamente toda sensación de dependencia, de seguridad en la
relación, toda sensación de exigencia y deseo de permanencia debe desaparecer; y puede que
tenga que afrontar algo totalmente distinto. De manera que, al inquirir, al ahondar en mi
interior, puede que tope con esta cosa llamada soledad. Ahora bien, ¿puedo permanecer con
eso? Entiendo por ‘permanecer’ no interpretar, evaluar o condenar sino sencillamente
observar ese estado de soledad sin apartarse para nada de él. Entonces, si mi miente puede
permanecer con ese estado, ¿es ese estado distinto de mi mente? Puede que mi propia mente
se sienta sola, vacía, y no que haya un estado de vacuidad que la mente observa.
Mi mente observa la soledad y la evita, escapa de ella. Pero si no huyo de ella, ¿hay
división, separación, hay un observador observando la soledad? ¿O sólo hay un estado de
soledad, estando mi propia mente vacía, sola? No que haya un observador que sabe que existe
la soledad.
Creo que es importante captar esto rápidamente, no verbalizándolo demasiado. Ahora
decimos, “Soy envidioso y quiero deshacerme de la envidia.” De manera que hay un
observador y lo observado; el observador desea librarse de aquello que observa. ¿Pero no es el
observador lo mismo que lo observado? La propia mente es la que ha creado la envidia y por
eso la mente no puede hacer nada al respecto.
Así que mi mente observa la soledad; el pensador es consciente de que se siente solo.
Pero al permanecer, estar plenamente en contacto con ello, o sea no escapando, no
interpretando y todo eso, entonces, ¿hay una diferencia entre el observador y lo observado?
¿O sólo existe un estado, que es que la propia mente está sola, vacía? No que la mente se
observe a sí misma estando vacía, sino que la propia mente está vacía. Entonces, dándose
cuenta de que está vacía y que cualquiera que fuere su propósito, cualquier movimiento de
alejamiento de esa vacuidad es meramente una huida, una dependencia, ¿puede la mente
descartar toda dependencia y ser lo que es, estar completamente vacía, totalmente sola? Y si
se encuentra en ese estado, ¿no hay libertad de toda dependencia, de todo apego?
Por favor, esto es algo que debe ser examinado, no aceptado porque yo lo diga. No tiene
ningún sentido si simplemente lo acepta. Pero si lo experimenta conforme avanzamos,
entonces verá que cualquier movimiento de evaluación, condena, interpretación, etc., es una
distracción del hecho de ‘lo que es’ y, en consecuencia, crea un conflicto entre sí y lo
observado.
Para ir más lejos, en realidad ésta es una cuestión sobre si la mente puede estar sin
esfuerzo, sin dualidad, sin conflicto y, por consiguiente, ser libre. En el momento en que la
mente esté atrapada en conflicto, no será libre. Cuando no hay ningún esfuerzo por ser,
entonces hay libertad. ¿Puede, entonces, la mente estar sin esfuerzo y, por consiguiente, ser
libre?

Pregunta: Ahora puedo aceptar problemas a título personal. ¿Pero cómo puedo dejar de
sufrir en nombre de mis hijos cuando se ven afectados por los mismos problemas?

Krishnamurti: ¿Por qué dependemos de nuestros hijos? Y también, ¿amamos a nuestros hijos?
Si es amor, entonces, ¿cómo puede haber dependencia, sufrimiento? Nuestra idea del amor es
que sufrimos por otros. ¿Es amor lo que sufre? ¿O es que dependo de mis hijos, que a través
de ellos busco la inmortalidad, la realización y todo eso? O sea que quiero que mis hijos sean

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algo; y cuando no lo son, sufro. Puede que el problema no sean los hijos en absoluto, puede
que sea yo. Volvemos una vez más a lo mismo: tal vez no sepamos lo que significa amar. Si
amásemos a nuestros hijos, mañana mismo terminaríamos con todas las guerras, obviamente.
No condicionaríamos a nuestros hijos. Estos no serían ingleses, hindúes, brahmanes y no
brahmanes; serían niños.
Pero no amamos y, por consiguiente, dependemos de nuestros hijos; a través de ellos
esperamos realizarnos. De manera que cuando el hijo, a través del cual nos vamos a realizar,
hace algo que no es lo que le exigimos, entonces hay tristeza, conflicto.
Limitarse a plantear una pregunta y esperar una respuesta tiene muy poco sentido.
Pero si podemos observar el proceso de apego, el proceso de procurar la realización a través
de otro, que es dependencia y que inevitablemente debe crear sufrimiento, si podemos ver eso
como un hecho por nuestra cuenta, entonces puede que haya otra cosa, tal vez amor. Entonces
esa relación producirá una sociedad, un mundo muy diferente.

5th Public Talk, London 25th June 1955


The Collected Works, Vol. 9, pp. 61-65
(Obras completas, vol. 9)

QUE HACER CON LA SOLEDAD

Pregunta: Me siento muy solo y añoro tener una relación humana íntima. Puesto que no
puedo encontrar ese tipo de compañero, ¿qué debo hacer?

Krishnamurti: Una de nuestras dificultades es, seguramente, que queremos ser felices por
medio de algo, de una persona, de un símbolo, una idea, por medio de la virtud, la acción o la
compañía. Creemos que la felicidad o la realidad, o cómo se le quiera llamar, se puede
encontrar a través de algo. Por eso sentimos que mediante la acción, la compañía o ciertas
ideas encontraremos la felicidad.
Así que, sintiéndome solo, quiero encontrar a alguien o cierta idea mediante los cuales
pueda ser feliz. Pero la soledad siempre permanece; siempre está ahí, encubierta. Pero como
me asusta y no sé cuál es la naturaleza interior de esta soledad, entonces quiero encontrar algo
a lo que aferrarme. Entonces pienso que por medio de algo, de una persona, seré feliz. De
manera que nuestra mente siempre está preocupada por encontrar algo. Esperamos conseguir
algo, encontrar la felicidad mediante los muebles, la casa, los libros, las personas, las ideas,
los rituales, los símbolos. Y por eso las cosas, las personas y las ideas se vuelven sumamente
importantes porque esperamos conseguir algo a través de ellas. Entonces empezamos a
depender de las mismas.
Pero con todo esto sigue existiendo ese algo que no ha sido comprendido o resuelto; la
ansiedad, el temor sigue estando ahí. E incluso cuando veo que sigue estando presente, quiero
utilizarlo, atravesarlo para encontrar algo más allá. De modo que mi mente lo usa todo como
medio de trascender y por eso lo trivializa todo. Si te utilizo a ti para mi realización personal o
para mi felicidad, entonces te vuelves muy importante porque lo que me importa es mi
felicidad. De manera que cuando la mente está comprometida con la idea de que puede
obtener felicidad por medio de alguien, de una cosa o de una idea, ¿no convierto todos estos
medios en algo transitorio? Porque entonces lo que me concierne es otra cosa, el ir más lejos,
el atrapar algo más allá.
¿No es importante entonces que comprenda esta soledad, la pena, el dolor de este
vacío extraordinario? Porque si comprendo eso, tal vez no haga uso de nada para conseguir la
felicidad; no utilizaré a Dios como medio de obtener la paz o un ritual con el fin de procurar
mayores sensaciones, exaltaciones e inspiraciones. Lo que me está royendo el corazón es este

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sentimiento de temor, de mi soledad, de mi vacuidad. ¿Puedo comprender eso? ¿Puedo
resolverlo? La mayoría de nosotros nos sentimos solos, ¿no es cierto? Hagamos lo que
hagamos, la radio, los libros, la política, la religión, nada de eso puede realmente ocultar esa
soledad. Puede que sea una persona socialmente activa, que me identifique con ciertas
filosofías organizadas, pero no importa lo que haga, eso sigue estando ahí, en el fondo de mi
inconsciente o en lo más profundo de mi ser.
Entonces, ¿cómo voy a resolverlo? ¿Cómo voy a hacer que aflore y a solucionarlo por
completo? Una vez más, mi tendencia es a condenarlo, ¿no es cierto? Tengo miedo de aquello
que desconozco y el miedo es el efecto de la condena. Después de todo, desconozco la
naturaleza de la soledad, lo que realmente es. Pero mi mente la ha juzgado diciendo que es
temible. Tiene opiniones sobre el hecho; tiene ideas respecto a la soledad. Y estas ideas y
opiniones son las que causan temor y me impiden observar esa soledad.
Espero estar expresándome con claridad. Me siento solo y eso me asusta. ¿Qué causa
el temor? ¿No se debe acaso a que desconozco lo que la soledad implica? Si conociese el
contenido de la soledad, entonces no le tendría miedo. Pero huyo de ella porque tengo una
idea de lo que pudiera ser. El acto mismo de huir crea el temor, no el observarla. Para
observarla, para permanecer con ella, no puede condenar. Y cuando sea capaz de afrontarla,
entonces seré capaz de amarla, de examinarla.
Entonces, ¿es esa soledad a la que le tengo miedo meramente una palabra? ¿No es en
realidad un estado esencial, tal vez la puerta a través de la cual pueda descubrir? Porque esa
puerta pude conducirme más lejos, de forma que la mente comprenda ese estado en el que
debe estar sola, impoluta. Porque todos los demás procesos de alejamiento de esa soledad son
desviaciones, evasiones, distracciones. Si la mente puede vivir con ella sin condenarla,
entonces acaso esa mente descubra ese estado que está solo, una mente que no se siente sola
sino que está completamente sola, que no es dependiente, que no persigue la consecución de
algo.
Es necesario estar solo para conocer esa soledad (aloneness) que no es inducida por las
circunstancias, esa soledad que no es aislamiento, que es creatividad, cuando la mente ya no
busca ni felicidad ni virtud ni está creando resistencia. La mente que está sola (unida) es la
que puede descubrir – no la mente que ha sido contaminada, corrompida, por sus propias
experiencias. Por eso acaso la soledad, de la que todos somos conscientes, si sabemos cómo
observarla, pueda abrir la puerta a la realidad.

Fourth Public Talk, London, 7 April 1953


The Collected Works, Vl. 7, pp. 272-273
(Obras completes, Volumen 7)

5. AISLAMIENTO, SOLEDAD Y UNIDAD


SUPERACION DE LA SOLEDAD

Pregunta: ¿Cómo puedo superar la soledad?

Krishnamurti: ¿Se puede superar la soledad? Todo lo que se conquiste tiene que ser
conquistado una y otra vez, ¿no es cierto? Lo que se comprende se termina, pero lo que se
conquista no se puede acabar nunca. El proceso de combate sólo alimenta y fortalece aquello
contra lo que se lucha.
Ahora bien, ¿qué es esta soledad de la que la mayoría de nosotros no es consciente? La
conocemos y escapamos de ella. Huimos de ella mediante toda clase de actividad. Estamos

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vacíos, nos sentimos solos y le tenemos miedo, así que intentamos encubrirla mediante una
cosa u otra, mediante la meditación, la búsqueda de Dios, el activismo social, la radio, la
bebida, o lo que se le antoje; haríamos cualquier con tal de no afrontarla, permanecer con ella,
comprenderla. El acto de escapar es el mismo, tanto si lo hacemos mediante la idea de Dios o
de la bebida. Mientras uno esté huyendo de la soledad, no hay ninguna diferencia esencial
entre el culto divino y la adicción al alcohol. Puede que socialmente haya alguna diferencia,
pero psicológicamente aquel que huya de sí mismo, de su propia vacuidad, cuya evasión sea
la búsqueda de Dios, está en el mismo plano que el alcohólico.
Lo importante, entonces, no es superar la soledad sino comprenderla, y no podemos
comprenderla si no la encaramos, si no la observamos directamente, si nos estamos fugando
continuamente de ella. Y nuestra vida entera es un proceso de huida de la soledad. En la
relación usamos a otros para ocultar la soledad; nuestra búsqueda de conocimiento, nuestra
acumulación de experiencia, todo lo que hacemos es una distracción, una fuga de esa
vacuidad. Así que estas distracciones y fugas obviamente deben terminar. Si hemos de
comprender algo, debemos prestarle toda nuestra atención. ¿Y cómo podemos prestarle toda
nuestra atención a la soledad si nos asusta, si nos estamos fugando de ella mediante alguna
distracción? Así pues, cuando realmente queremos comprender la soledad, cuando nuestra
intención es ahondar plena y completamente en ella, porque vemos que no puede haber
creatividad mientras no comprendamos esa insuficiencia interior que es la causa fundamental
del miedo – cuando llegamos a ese punto, entonces toda forma de distracción se termina.
Mucha gente se ríe de la soledad y dice, “Oh, eso es sólo para los burgueses; por el amor de
dios, manténgase ocupado con algo y olvídese.” Pero el vacío no puede ser olvidado, no se
puede descartar.
Por consiguiente, si uno realmente quiere comprender esta cosa fundamental a la que
llamamos soledad, toda fuga debe cesar; pero la fuga no cesa mediante la ansiedad, la
búsqueda de un resultado, o por medio de ninguna acción o deseo. Uno tiene que ver que, sin
comprender la soledad, cualquier forma de acción es una distracción, una fuga, un proceso de
autoaislamiento, el cual sólo crea más conflicto, más miseria. Ver ese hecho es esencial,
porque sólo entonces puede uno afrontar la soledad.
Entonces, si profundizamos todavía más en ello, se plantea el problema de si eso que
denominamos soledad es una realidad o sólo una palabra. ¿Es la soledad una realidad o
meramente una palabra que encubre algo que puede que no sea lo que creemos que es? ¿No es
la soledad un pensamiento, el resultado del pensar? Es decir, el pensamiento es verbalización
basada en la memoria, ¿y no observamos el estado al que llamamos ‘soledad’ con esa
verbalización, con ese pensamiento, con esa memoria? O sea que el acto mismo de nombrar
ese estado puede ser la causa del miedo que nos impide observarla más de cerca; y si no le
damos un nombre, que está fabricado por la mente, entonces, ¿es ése un estado de soledad?
Indudablemente, hay una diferencia entre soledad y estar solo. La soledad es la
culminación en el proceso de autoaislamiento. Cuanto más consciente se es de uno mismo,
tanto más aislado se está y la conciencia de sí es el proceso de aislamiento. Pero estar solo no
es aislamiento. El estar solo se da únicamente cuando la soledad se ha terminado. Estar solo es
un estado en el que toda influencia ha cesado por completo, tanto la influencia del exterior
como la influencia interior de la memoria; y sólo cuando la mente está sola puede conocer lo
incorruptible. Pero para llegar a eso debemos comprender la soledad, este proceso de
aislamiento que es el yo y su actividad. O sea que la comprensión del yo es el principio del
cese del aislamiento y, por consiguiente, de la soledad.

4th Public Talk, Seattle 6 August 1950


The Collected Works, Vol. VI, pp. 238-239
(Obras completas, vol. 6)

33
SOLEDAD Y UNIDAD

Pregunta: Conozco la soledad pero usted habla de un estado de unidad. ¿Son estos estados
idénticos?

Krishnamurti: Conocemos la soledad, el miedo, la aflicción, el antagonismo, el susto real de


una mente que es consciente de su propia soledad. Eso lo conocemos todos. ¿Verdad? Ese
estado de soledad no nos es ajeno a ninguno de nosotros. Puede que uno tenga todas las
riquezas, todos los placeres, gran capacidad y dicha, pero por dentro siempre está acechando
la sombra de la soledad. El rico, el pobre que está luchando por la vida, el que escribe, crea, el
que adora – todos ellos conocen esta soledad. Cuando se encuentra en ese estado, ¿qué hace la
mente? La mente enciende la radio, echa mano de un libro, huye de ‘lo que es’ hacia algo que
no es. Señores, sigan por favor lo que estoy diciendo, no las palabras sino la aplicación, la
observación de su propia soledad.
Cuando la mente es consciente de su soledad, huye, escapa. La evasión, ya sea
mediante la contemplación religiosa o yendo al cine, es exactamente igual; sigue siendo una
fuga de ‘lo que es’. El hombre que se evade mediante la bebida no es más inmoral que el que
escapa a través del culto religioso; ambos son iguales, los dos están huyendo. Cuando observa
el hecho de sentirte solo, si no hay escape y, por lo tanto, ningún esfuerzo por pasar a lo
opuesto, entonces en general la mente tiende a condenarlo según el marco de su
conocimiento; pero si no hay condena, entonces la actitud de la mente hacia lo que ha llamado
soledad ha experimentado un cambio total.
Al fin y al cabo, la soledad es un estado de aislamiento porque la mente se encierra en
sí y se desconecta de toda relación, de todo. En ese estado, la mente conoce la soledad; y si,
sin condenarla, la mente es consciente y no crea la evasión, entonces, sin lugar a dudas, esa
soledad experimenta una transformación. La transformación entonces podría llamarse unidad
– no importa qué palabra se emplee. En esa unidad no hay miedo. La mente que se siente sola
porque se ha aislado mediante varias actividades le tiene miedo a esa soledad. Pero si hay un
darse cuenta en el que no hay elección – lo que significa que no hay ninguna condena –
entonces la mente ya no se siente sola, sino que se encuentra en un estado de unidad en el que
no hay corrupción, en el que no hay ningún proceso de encierro en sí. Uno debe estar solo,
debe haber esa unidad, en ese sentido. La soledad es un estado de frustración, la unidad no lo
es; y la unidad no es el contrario de la soledad.
Señores, no cabe duda de que debemos estar solos, despojados de toda influencia, toda
compulsión, toda exigencia, anhelo, esperanza, de manera que la mente ya no entre en la
acción de la frustración. Esa unidad es esencial, es algo religioso. Pero la mente no puede
alcanzarla sin comprender todo el problema de la soledad. La mayoría de nosotros nos
sentimos solos, todas nuestras actividades son las actividades de la frustración. El hombre
feliz no es el hombre que se siente solo. La felicidad es íntegra y la acción de la unidad es del
todo distinta de las actividades de la soledad.
Todo esto requiere un darse cuenta, una plena conciencia de la totalidad del propio ser,
consciente al igual que inconsciente. Puesto que la mayoría de nosotros sólo vivimos en la
consciencia superficial, en el nivel superficial de nuestra mente, las profundas fuerzas
subterráneas, la soledad, las desesperaciones y las esperanzas, están siempre frustrando la
actividad superficial. De manera que es importante comprender la totalidad del ser de la
mente; y esa comprensión es negada cuando hay elección, condena en el darse cuenta.

6th Public Talk, Bombay 24 February 1954


The Collected Works, Vl. 8, pp.198-199

34
LA UNIDAD (Aloneness) UBICUA DE LA VIDA

El sol se había puesto y los árboles se veían oscuros y estilizados contra el cielo que se
oscurecía. El ancho y poderoso río estaba en paz y calmo. La luna apenas se vislumbraba
sobre el horizonte: se estaba levantando entre dos árboles grandes, pero todavía no estaba
arrojando sombras.
Subimos la empinada orilla del río y tomamos un sendero que circunvalaba los verdes
campos de trigo. Este sendero era un camino muy antiguo; muchos miles de personas lo
habían pisado y era rico en tradición y silencio. Deambulaba entre los sembrados y los
mangos, los tamarindos y los santuarios desiertos. Había grandes parcelas de huerta, de
guisantes dulces perfumando deliciosamente el aire. Los pájaros se estaban asentando para
pasar la noche y un estanque grande comenzaba a reflejar las estrellas. La naturaleza no era
muy comunicativa ese atardecer. Los árboles se mantenían distantes; se habían refugiado en
su silencio y oscuridad. Unos cuantos aldeanos pasaron charlando en sus bicicletas y una vez
más había un silencio profundo y esa paz que viene cuando todas las cosas están consigo a
solas.
Este estar consigo a solas no es la dolorosa y temerosa soledad. Es el estar a solas del
ser; es incorrupto, rico, completo. Ese tamarindo no tiene otra existencia más que ser él
mismo. Así es este estar consigo a solas. Uno está solo, como el fuego, como la flor, pero uno
no es consciente de su pureza y de su inmensidad. Uno puede comunicarse de verdad sólo
cuando existe este estar a solas. Estar a solas no es el resultado de la negación, de encerrarse
en sí. Estar a solas es la purga de todos los motivos, de todas las apetencias del deseo, de
todos los fines. Estar a solas no es el producto resultante de la mente. No se puede desear estar
a solas consigo mismo. Ese deseo es tan sólo una huida del dolor de la incapacidad de
comulgar.
La soledad, con su miedo y dolor, es aislamiento, la acción inevitable del yo. Este
proceso de aislamiento ya sea expansivo o angosto, produce confusión, conflicto y
sufrimiento. El aislamiento no puede nunca dar origen al estar a solas; el primero tiene que
cesar para que el otro sea. Estar a solas es indivisible y la soledad es separación. Lo que está
solo es flexible y, por ende, perdurable. Sólo lo solo puede comulgar con lo que no tiene
causa, lo inconmensurable. Para el que está solo, la vida es eterna; para el que está solo no
existe la muerte. Lo solo no puede dejar nunca de ser.
La luna estaba apenas despuntando por encima de las copas de los árboles y las sombras
eran espesas y oscuras. Un perro comenzó a ladrar y pasamos la pequeña aldea y volvimos
caminando al borde del río. El río estaba tan calmo que atrapaba las estrellas y las luces del
largo puente entre sus aguas. En lo alto de la ribera había niños riéndose y un bebé que
lloraba. Los pescadores limpiaban y enrollaban sus redes. Un pájaro nocturno pasó volando
silenciosamente. Alguien comenzó a cantar en la otra orilla del ancho río y sus palabras eran
muy claras y penetrantes. De nuevo, la unidad ubicua y solitaria de la vida.

Commentaries on Living, Series I, pp. 17-18


(Comentarios sobre el vivir, primera serie)

LA SOLEDAD UNITIVA

Es extraño que no estemos nunca a solas, nunca estrictamente solos. Siempre estamos
ocupados con algo, con un problema, con un libro o una persona; y cuando estamos a solas,

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nuestros pensamientos nos acompañan. Es esencial estar solo, desnudo. Toda fuga, toda
acumulación, todo esfuerzo por ser o no ser debe cesar; y sólo entonces existe esa soledad que
puede recibir lo solo, lo inconmensurable.
Commentaries on Living, II Series, pg. 37
(Comentarios sobre el vivir, segunda serie)

Uno debe estar solo, pero esta soledad no es aislamiento. Esta soledad implica ser libre del
mundo de la codicia, del odio y de la violencia con todas sus formas sutiles, al igual que de la
penosa soledad y de la desesperación.
Estar solo es ser una persona ajena que no pertenece a ninguna religión o nación, a
ninguna fe o a ningún dogma. Esta soledad es la que alcanza una inocencia que no ha sido
nunca afectada por la maldad del hombre. Esta inocencia puede vivir en el mundo con todo su
ajetreo y confusión y, no obstante, no pertenecer a él. No viste ningún atuendo en particular.
El florecimiento de la bondad no consiste en el seguimiento de vía alguna, porque no hay
ninguna vía que conduzca a la verdad.
The Only Revolution, pg. 49

Es muy importante salir afuera solo, sentarse bajo un árbol – no con un libro, con un
compañero, sino a solas – y observar la caída de una hoja, escuchar el chapoteo del agua, la
canción del pescador, observar el vuelo de un pájaro y de los propios pensamientos
persiguiéndose el uno al otro a través del espacio de tu mente. Y si eres capaz de estar a solas
y observar estas cosas, entonces descubrirás una riqueza extraordinaria que ningún gobierno
puede gravar, que ninguna actuación humana puede corromper y que jamás puede ser
destruida.

This Matter of Culture, pg. 89

¿Pueden vivir solos en este mundo sin marido o esposa, sin hijos, sin amigos? La mayoría de
las personas no pueden vivir solas, por lo que necesitan compañeros. Requiere una enorme
inteligencia estar solo; y debemos estar solos para encontrar a dios, la verdad. Es lindo tener
un compañero, un marido o esposa, y también tener bebés; pero nos perdemos en todo eso, en
la familia, en el trabajo, en la rutina monótona y aburrida de una existencia decadente. Nos
acostumbramos a ello y entonces la idea de vivir solos se vuelve espantosa, algo a lo que
temer. La mayoría de nosotros hemos puesto toda nuestra fe en una sola cosa, lo hemos
apostado todo a un solo número, y aparte nuestros compañeros, nuestras familias y empleos,
nuestras vidas carecen de riqueza. Pero si hay riqueza en la vida de uno – no la riqueza del
dinero o del saber, que todo el mundo puede adquirir, sino esa riqueza que es el movimiento
de la realidad sin principio ni fin – entonces la compañía se vuelve un asunto secundario.

The Penguin Krishnamurti Reader, pg. 235

Es bueno estar solo. Estar lejos del mundo y sin embargo recorrer sus calles es estar solo.
Estar solo remontando el sendero al margen del rápido y ruidoso arroyo de montaña lleno de
agua de manantial y nieve derretida es ser consciente de ese árbol solitario, solo en su belleza.
La soledad del hombre de la calle es el dolor de la vida; nunca está solo, muy lejos, intacto y
vulnerable. Estar lleno de conocimiento es no estar nunca solo y la actividad de ese
conocimiento engendra una miseria sin fin. La exigencia de expresión, con sus frustraciones y
penas, es ese hombre que camina por las calles; él nunca está solo. La tristeza es el
movimiento de esa soledad.
Krishnamurti’s Journal, pg. 10

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(Diario II)

Debes estar a solas con los árboles, los prados y los arroyos. Nunca estás solo si acarreas las
cosas del pensamiento, sus imágenes y problemas. La mente no debe llenarse con las rocas y
las nubes de la tierra. Debe estar vacía como la vasija recién hecha. Entonces verías algo
totalmente, algo nunca visto. No puedes ver esto si existes; debes morir para verlo. Puedes
creer que eres lo más importante del mundo, pero no lo eres. Puedes poseer todas las cosas
que el pensamiento ha constituido, pero todas ellas son viejas, están usadas y empiezan a caer
a pedazos.
Krishnamurti’s Journal, pp. 39-40
(Diario II)

No estamos nunca a solas; estamos rodeados de gente y de nuestros pensamientos. Incluso


cuando las personas se encuentran lejos, vemos las cosas a través del tamiz de nuestros
pensamientos. En ningún momento, o muy raras veces, está ausente el pensamiento. No
sabemos lo que es estar solos, libres de toda asociación, de toda continuidad, de toda palabra e
imagen. Nos sentimos solos, pero no sabemos lo que significa estar solos. La pena de la
soledad llena nuestros corazones y la mente la recubre de temor. La soledad, ese profundo
aislamiento, es la sombra oscura de nuestra vida. Hacemos todo lo que podemos por huir de
ella, nos precipitamos a seguir toda vía de escape que conocemos, pero nos persigue y nunca
estamos sin ella. El aislamiento es nuestra forma de vida; muy raras veces nos fusionamos con
otro, porque en nosotros mismos estamos rotos, desgarrados y sin sanar. No somos
interiormente íntegros, completos y la fusión con otro sólo es posible cuando hay integración
interior. Tenemos miedo de estar solos, porque eso abre la puerta a nuestra insuficiencia, a la
pobreza de nuestro propio ser; pero estar solo es lo que sana la herida cada vez más profunda
de la soledad. Caminar a solas, no impedidos por el pensamiento, por la estela de nuestros
deseos, es trascender los confines de la mente. La mente es la que aísla, separa y corta la
comunión. La mente no puede sanarse a sí misma; no puede completarse porque ese mismo
esfuerzo es el proceso de aislamiento, forma parte de la soledad que nada puede encubrir. La
mente es el producto de la multitud y lo que resulta de juntar las partes no puede estar nunca
unido. La unidad no es el resultado del pensamiento. Sólo cuando el pensamiento esté
absolutamente quieto se dará el vuelo de lo unido a lo solo.

Commentaries on Living, II Series, pp. 86-87


(Comentarios sobre el vivir, segunda serie)

Vivir solo requiere una gran inteligencia; vivir solo y, no obstante, ser dócil es arduo. Vivir
solos, sin los muros de las gratificaciones que nos encierran, requiere una vigilancia extrema;
porque una vida solitaria fomenta la pereza, los hábitos reconfortantes que son difíciles de
romper. Una vida solitaria alienta el aislamiento y sólo los sabios pueden vivir solos sin
hacerse daño a sí mismos y a los demás. La sabiduría está sola, pero un sendero solitario no
conduce a la sabiduría. El aislamiento es muerte, y la sabiduría no se encuentra en la retirada.
No hay sendero que conduzca a la sabiduría, porque todos los senderos son separativos,
excluyentes. Por su propia naturaleza, los senderos sólo pueden conducir al aislamiento,
aunque a estos aislamientos se les llame unidad, totalidad, el ser único, etc. Un sendero es un
proceso exclusivo; los medios son exclusivos y el fin es igual que los medios. Los medios no
son distintos de la meta, de lo que debería ser. La sabiduría viene con la comprensión de
nuestras relaciones con el campo, con el transeúnte, con el pensamiento fugaz. Retirarse,
aislarse con el fin de descubrir es ponerle fin al descubrimiento. La relación conduce a una

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soledad que no es la del aislamiento. Debe haber soledad, no la del encierro mental, sino de la
libertad. Lo completo es lo único y lo incompleto persigue la vía del aislamiento.

Commentaries on Living, II Series, pg. 101


(Comentarios sobre el vivir, secunda serie)

En el viaje de la vida y de la muerte debes caminar solo; en esta jornada no podemos


consolarnos con el conocimiento, la experiencia y los recuerdos. La mente debe ser purgada
de todas estas cosas que ha acumulado en su exigencia de seguridad; sus dioses y virtudes
deben ser devueltos a la sociedad que los engendró. Debe haber una soledad unitiva, completa
e impoluta.
Commentaries on Living, III Series, pg. 64
(Comentarios sobre el vivir, tercera serie)

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i
Nota del traductor: Krishnamurti emplea tres términos para referirse a la soledad, a saber: ‘loneliness’, ‘solitude’ y
‘aloneness’. ‘Loneliness’ refleja el sentimiento de aislamiento y falta de relación. ‘Solitude’ es un estado de soledad en
el que uno se siente en paz a solas consigo y con el mundo, normalmente en un ámbito retirado. ‘Aloneness’ representa,
siguiendo su etimología inglesa (‘all-oneness’), la integración total de la persona de manera que no haya división o
aislamiento ni en relación consigo ni con los demás. Viene a ser un estado de unión interior y de plenitud. ‘Loneliness’
se traduce relativamente bien como ‘soledad’. ‘Solitude’ se puede traducir como ‘solitud’, pero casi nadie emplea esa
palabra. Por lo que para distinguirlas hay que calificar los términos. ‘Aloneness’ es la más difícil, pues no hay un
término equivalente que refleje ese ‘todo-uno’ de su etimología inglesa. Evidentemente, ‘aloneness’ se refiere a un
estado unitivo interior resultante, precisamente, de la disolución de la fragmentación y aislamiento que caracterizan el
sentimiento de soledad. De ahí que me viese obligado a traducir este término de distintas maneras, optando entre ‘estar
solo’, ‘unidad’ o incluso ‘soledad unitiva’, que me parece el más acertado. Lamentablemente, estos malabarismos
contextuales no siempre consiguen mantener la connotación de soledad del significado original en inglés. Espero, no
obstante, que esta explicación permita comprender esa relación en el contexto general de esta indagación.

Traducción del original inglés de Javier Gómez Rodríguez

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