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EN EL CEREBRO
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Otra clase de datos también aportados por las neurociencias pueden tener
impacto en la enseñanza y el aprendizaje del deporte formativo, por ejemplo, el
descubrimiento de la existencia de un sistema denominado “neuronas espejo” en
el lóbulo frontal de los primates (Rizzolatti, Fadiga, Fogassi & Gallese, 1999), el
cual se ha demostrado sirve para entender la intencionalidad y los movimientos de
las otras personas, en la corteza cerebral del que observa sucede algo más allá de
una representación mental, en realidad la actividad neural es como si estuviera
moviéndose con su propio cuerpo pero sin accionar los músculos, por eso se
denomina sistema “espejo”, se cree que ayuda a los aprendizajes por imitación,
tanto motrices como emocionales y cognitivos, lo que permitiría comprender las
actitudes de los otros (Lago-Rodríguez, Cheeran, Koch, Hortobagy & Fernandez-
del-Olmo, 2014). Se conocen también diversos estudios relacionados con la edad,
los cambios a través de la vida del sistema nervioso y la consecuente evolución e
involución de las funciones emergentes como el lenguaje y la motricidad
(Voelcker-Rehage & Niemann, 2013). Los estudios del impacto del ejercicio físico
en la función y la estructura cerebral al inicio se realizaron principalmente en
personas mayores de 60 años de edad, los estudios de Colcombe y Kramer
(2003) y de Colcombe et al. (2004) fueron contundentes, se observaron cambios
estructurales en el cerebro asociados a mejoría en las funciones cognitivas, otra
serie de estudios más recientes realizados en niños y jóvenes han mostrado la
relación existente entre la condición física, el ejercicio físico con diferentes tipos de
intensidad en diferente clase de ambientes, incluso correlacionando la actividad
deportiva y el ejercicio aeróbico simple con habilidades académicas y el
desempeño en pruebas de control cognitivo (Raine, Lee, Saliba, Chaddock-
Heyman, Hillman & Kramer, 2013; Haapala et al., 2014; Tomporowski, McCullick,
Pendleton & Pesce, 2015; Davranche, Brisswalter & Radel, 2015).
Los aprendizajes implícitos tanto los asociativos como los motores y de hábito son
la base del aprendizaje de los deportes y subyacen en circuitos neurales que al
menos implican tres estructuras cerebrales, la amígdala, los núcleos de la base y
la corteza prefrontal, estos mismos circuitos del aprendizaje de hábitos hacen
parte de lo que se conoce como el sistema de gratificación y recompensa,
asociados al comportamiento hedonista y a su vez a las adicciones de todo tipo
(Correa, 2007). En los mamíferos con mayor coeficiente de encefalización,
incluyendo los humanos, la mayoría de comportamientos motores son aprendidos,
es decir que se adquieren y se perfeccionan por medio de la práctica, al inicio los
movimientos son voluntarios, conscientes y con alto grado de error, se realizan
con una participación mayoritaria de la corteza frontal, a medida que se repiten los
movimientos, es decir con la práctica, la actividad neural se hace más relevante en
las regiones subcorticales, es decir, los núcleos de la base y el cerebelo (Morgado,
2005), cuando se consolida la automatización de los movimientos se pierde
consciencia de lo que se hace pero se adquiere destreza en la ejecución, esto
significa que el aprendizaje ingresa al ámbito de la memoria implícita, mientras en
la fase inicial pertenecía a la memoria explicita. Cuando se quiere hacer un
movimiento novedoso y/o flexibilizar el hábito adquirido es necesaria la
participación de los circuitos de la memoria explicita y de la voluntad por medio de
la corteza prefrontal. Anatómica y funcionalmente las conductas adictivas se hallan
en el contexto de los hábitos, significa que son acciones aprendidas no cognitivas
dominadas por circuitos subcorticales, es decir que son respuestas automáticas a
ciertos estímulos, por lo tanto la adicción es un hábito inflexible y compulsivo
(Mcfarland & Ettenberg, 1999).
Las investigaciones sobre el efecto del ejercicio físico en el cerebro hasta hace
poco se han enfocado en la población infantil y adolescente, principalmente se ha
estudiado el impacto en la vida escolar, allí se ha evaluado el rendimiento
cognitivo tomando como base el desempeño académico, Castelli, Hillman, Buck &
Erwin (2007) hallaron que existe una relación positiva entre la condición física y el
desempeño académico en matemáticas y en la lectura en niños de tercer y quinto
grado de primaria, la capacidad aeróbica se relacionó positivamente mientras que
la fuerza muscular y la flexibilidad no tuvo ninguna relación, lo que sugiere
diferencias de acuerdo al tipo de aptitud física. Otros estudios como el de Coe,
Pivarnik, Womack, Reeves & Malina (2006) mostraron que tan solo con tres días
de actividad física intensa los niños de sexto grado lograron mejorar su
desempeño en matemáticas, lectoescritura y en ciencias. Hillman, Pontifex, Raine,
Castelli, Hall & Kramer (2009) hicieron un estudio en el que 20 niños de 9 años
realizaron una caminata de 20 minutos a un 60% del máximo estimado de la
frecuencia cardiaca empleando una cinta caminadora a motor eléctrico, se
observó que las pruebas de control cognitivo mejoraron cuando se aplicaban
después de hacer ejercicio en comparación a cuando las realizaban sin trabajo
físico previo, las pruebas de control cognitivo aplicadas consistieron en evaluar la
inhibición de distractores durante pruebas de atención y la flexibilidad cognitiva
para resolver problemas relacionados con cálculos matemáticos. Estos datos son
de gran importancia si se tiene en cuenta que desde el punto de vista del
neurodesarrollo los niños preadolescentes tienen menor control cognitivo que los
adultos y se encuentran en periodo de crecimiento por lo tanto el ejercicio puede
influir de manera permanente en el desarrollo de este tipo de función neural.
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