Las neurociencias se refieren a la rama de la medicina que se enfoca en
el sistema nervioso. Este se compone de dos partes: El sistema nervioso central (SNC) que consta del cerebro y la médula espinal. El sistema nervioso periférico que consta de todos los nervios, fuera del cerebro y la médula espinal, incluso los de los brazos, las piernas y el tronco del cuerpo. Su sistema nervioso periférico está dividido en dos partes:
Sistema nervioso autónomo (SNA). Este controla los procesos internos
de su cuerpo como la presión arterial, la respiración, la digestión, etc.
Sistema nervioso somático (SNS). Este control sus músculos y envía
señales desde sus oídos, ojos, boca y piel a su SNC.
En conjunto, el cerebro y la médula espinal sirven como el principal
"centro de procesamiento" para todo el sistema nervioso y controlan todas las funciones del cuerpo. Su cerebro define quién es usted.
Mas adelante hablaremos de la neurociencia y los aportes de esta en el
área de la salud.
Los primeros indicios del estudio del cerebro los hallamos en la
prehistoria, pues gracias a osamentas encontradas se sabe que desde entonces ya se practicaban trepanaciones. En lo tocante a la neurociencia, sus primeras etapas comprenden desde la antigüedad clásica y la época medieval, hasta el renacimiento, teniendo como principal interrogante el origen de las funciones sensoriales, motoras y mentales, es decir, quién se encargaba de éstas. El dilema consistía en esclarecer quién era el responsable de dichas funciones y el debate se centraba en dos opciones: el cerebro o el corazón. Lo que hoy parece obvio fue materia de discusión por siglos, incluso grandes filósofos tomaron parte en el debate, inclinándose ya sea por la explicación cardio céntrica o por la encéfalo céntrica. A partir de la década de los 60 del siglo pasado se dieron pasos agigantados en el estudio del cerebro, debido en gran medida a los avances tecnológicos. Por ejemplo, se desarrollaron escáneres que permitieron saber cómo es y cómo funciona este órgano. En años posteriores las investigaciones sobre él fueron enfocadas a la cognición humana (aprendizaje, memoria, percepción, etc.).
Como parte de este recorrido es posible establecer tres etapas: en la
primera, que comprende hasta mediados de los 80, domina la metáfora del cerebro como un ordenador computacional; la segunda es la del conexionismo (modelos de redes neurales), en los años 80; y la tercera se ubica en los 90, época conocida como la década del cerebro.
La década del cerebro se caracterizó por la mezcla de diversas ramas
del conocimiento, cada una con un interés en particular respecto a alteraciones neurológicas como Parkinson, Alzheimer, neurofibromatosis, entre otras. Así, fue posible implicar al sector político y social en la investigación neurocientífica, desarrollar sistemas de inversión federales y concienciar a la opinión pública sobre la importancia de las enfermedades neurológicas.
Aportaciones de las neurociencias en nuestra
salud y bienestar Las investigaciones en neurociencia nos aportan información relevante sobre cómo funciona el cerebro. Pero, si algo ha sido clave para la neurociencia y todas sus ramas, es el desarrollo de modernas tecnologías que permiten analizar el cerebro humano en vivo.
Por ejemplo, estudios empíricos arrojan información relevante respecto
al efecto del estrés en nuestro organismo. La prolongada exposición al estrés crónico altera la producción de sustancias químicas, cuyo exceso o insuficiencia termina socavando nuestra salud. En este sentido, elevados niveles de cortisol causan atrofia en una estructura del cerebro llamada hipocampo, lo cual genera alteraciones de la memoria y de ciertos procesos de aprendizaje. Al mismo tiempo, la producción elevada de esta hormona provoca un alargamiento de otra estructura del cerebro llamada amígdala, lo que redunda en niveles elevados de ansiedad y cuadros obsesivo-compulsivos.
Del mismo modo, los neurocientíficos aportan gran conocimiento sobre
el impacto del ejercicio físico en la salud. Por ejemplo, evidencia empírica señala que hacer ejercicio físico regularmente modifica el entorno químico y neuronal de nuestro cerebro, lo que facilita el aprendizaje.
También, se ha encontrado que la actividad física genera dopamina,
serotonina y noradrenalina. Estas sustancias químicas están vinculadas con el estado de alerta, la atención y la motivación, y también son esenciales en el proceso de aprendizaje. Así mismo, ciertas moléculas que se segregan a través del ejercicio físico mejoran la plasticidad sináptica, es decir, fortalece las conexiones neuronales que nos permiten aprender.
Aportaciones como estas son de gran valor para la educación, al tiempo
que rompen con la idea de que el ejercicio físico es secundario ante su “efecto mínimo” sobre el aprendizaje. Por el contrario, estudios revelan que el rendimiento académico de los niños en las pruebas cognitivas aumenta tras una sesión de ejercicio físico, especialmente cuando la complejidad de la tarea es mayor.
En otros estudios se han obtenido resultados similares sobre su impacto
positivo en la atención y en la memoria. Lo mismo ocurre con el arte y el juego, son imprescindibles para el desarrollo cerebral a nivel sensorial, motor, emocional y cognitivo. Inciden, además, en la adquisición de competencias socioemocionales y fomentan el aprendizaje cooperativo.
Otros trabajos enfatizan sobre lo imprescindible que resulta el sueño
para el cerebro. Particularmente, en el proceso de consolidación de la memoria y cómo su privación impacta negativamente el aprendizaje, la toma de decisiones y la calidad de vida.
Por otro lado, las técnicas de neuroimagen han demostrado que la
práctica de la meditación mejora la actividad de los circuitos de la corteza prefrontal del cerebro, fundamental para mantener la atención. Mientras que su práctica consistente se asocia con cambios en la estructura y el funcionamiento cerebral. De hecho, diversos estudios plantean la efectividad de programas y terapias basadas en mindfulness para multiplicidad de condiciones. Por ejemplo, ponen énfasis a sus beneficios sobre la salud mental, específicamente, sobre la sintomatología asociada con la ansiedad, la depresión y el estrés.
La estimulación mental y física, y cada uno de los aspectos
anteriormente establecidos juegan un rol trascendental en la reserva cognitiva. Los neurocientíficos la describen como la capacidad del cerebro para tolerar mejor los efectos del deterioro cerebral sin presentar síntomas. Al tiempo que funge como un factor protector frente a la manifestación clínica de una lesión en el cerebro. Ciertamente, una mayor reserva cognitiva permitiría un rendimiento más eficiente durante más tiempo, por ejemplo, en caso de una demencia. Esto resulta de vital importancia para la enfermedad de Alzheimer, dada la alta incidencia de diagnósticos en Puerto Rico. Aun existen incógnitas con el tema de la neurociencia que a creado debates entre los investigadores, preguntándose cuál es el desafío más grande de la neurociencia entre lo que podríamos mencionar:
a) Saber cómo se crean los pensamientos, qué origina la toma de
decisiones que generan acciones particulares.
b) Comprender de manera eficaz las funciones normales del cerebro,
para atender los desórdenes cerebrales que tienen impacto en la sociedad.
c) Desarrollar métodos que mantengan la integridad física y funcional
de las células cerebrales.
d) Hallar sustancias que permitan la regeneración de células dañadas.
Esta lista podría extenderse en demasía pero estos son de mayor
interés para muchos.
Sin duda, las aportaciones de las neurociencias contribuyen a la
creación de intervenciones más efectivas. Estamos, pues, ante un conjunto de ciencias que nos aportan una serie de competencias y que cada día construyen nuevos conocimientos que redundan directamente en nuestra salud. Lo cierto es que entre más conocimiento se tenga sobre nuestro cerebro, estaremos más cerca de conocer una parte significativa de nuestra existencia.