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Educación para la gestión de riesgo

Reflexionar sobre la fragilidad del planeta tierra y las posibilidades que tienen
los seres humanos de organizarse para enfrentar las vicisitudes de la vida,
más que una necesidad, es un obligación ciudadana, pero también un
derecho de cada persona de conocer las raíces (sus causas) de los
problemas y prepararse para enfrentarlos, cuando los incidentes ocurren.

En este orden de ideas, los desastres (entendidos como la concreción de


una amenaza en una localidad vulnerable), ocurren muchas veces, sin un
aviso previo y por eso es importante que desde el nivel geográfico local
(micro) hasta el nivel nacional y regional (macro), se favorezcan espacios
organizativos orientados a la prevención de riesgos y desastres, pero
también la atención de situaciones ocasionadas por estos. Es importante
resaltar que el riesgo a desastres está conformado por condiciones de
vulnerabilidad con respecto a distintas amenazas que, de no ser modificadas
(reducidas o eliminadas), terminan por ocasionar daños y pérdidas, y por
afectar a seres humanos, a otros seres vivos y al mismo ambiente. Las
amenazas suelen ser clasificadas en: naturales, socionaturales y
tecnológicas.

Por consiguiente, el ser humano debe estar preparado para enfrentar las
distintas manifestaciones del riesgo; la organización es una instancia
necesaria para enfrentar cualquier situación, sin embargo, la mayoría de las
veces, no siempre predomina una actitud de previsión. Siendo la reducción
de desastres una tarea de todos los seres humanos, se debe inculcar el
germen de la preparación para enfrentarlos desde la más temprana edad.
Los niños, las niñas y la juventud deben ser preparados para enfrentar tales
situaciones y cumplen un papel muy importante, antes, durante y después de
los eventos, y es a través de la educación y la cultura que se logra este
objetivo.

En este sentido, el sector educativo tiene un rol importante en la gestión del


riesgo, desde la formación de ciudadanos y ciudadanas conscientes de los
riesgos de desastres a los cuales están expuestos y de cómo reducirlos o
eliminarlos en el mejor de los casos; y la gestión del riesgo se asocia a los
criterios establecidos por el enfoque de la planificación estratégica con
carácter proactivo y puede establecerse como un concepto más
estrictamente técnico y gerencial, en el cual la gestión del riesgo es un
proceso de adopción de políticas, estrategias y prácticas orientadas a reducir
los riesgos asociados a peligros o minimizar sus efectos. Implica
intervenciones sobre los procesos de desarrollo para reducir las causas que
generan vulnerabilidad.

Al respecto y complementando lo anterior Chuquisengo y Gamarra, (2005)


señalan que la gestión del riesgo es un proceso planificado, concertado,
participativo e integral de reducción de las condiciones de riesgo de
desastres, en la búsqueda del desarrollo sostenible.

Cuando se habla de una educación para la gestión del riesgo y el desarrollo,


se refiere a aquel proceso formativo que debemos tener los seres humanos
para reconocer el riesgo, su dinámica, comportamiento, conformación y
elementos que lo constituyen, los cuales nos permitirán contribuir a su
reducción y también a prevenir su conformación. Sin dejar de lado el
aprendizaje de las acciones y comportamientos a seguir en una situación de
emergencia ante la ocurrencia de desastre.

Asimismo, la educación para la gestión del riesgo, es de carácter complejo y


sistémico, por lo cual, no es un tema a tratar, sino una dimensión de la vida
cotidiana que exige la formación integral del ser humano desde la ética, la
ciencia, con conciencia de sí mismo, de los otros y de su lugar en el planeta.
La complejidad y carácter sistémico de la gestión del riesgo requiere un
enfoque de carácter interdisciplinario que permita comprender desde
diferentes perspectivas del conocimiento la compleja red de relaciones y
factores que inciden en la gestión del riesgo.

En otras palabras, la educación para la gestión del riesgo, se relaciona con


el tema de desarrollo y específicamente, con su sostenibilidad, conduciendo
a una reflexión crítica de éste y a la construcción de escenarios deseables
desde la historia, valores, cultura de cada comunidad, requiere además, un
enfoque de participación ciudadana que prepare a los actores para la
comprensión, valoración, acción, gestión, iniciativa, toma de decisiones y
apropiación, tanto de su propio proceso de aprendizaje, como de la vida de
su comunidad, desde un enfoque de derechos y responsabilidades.

En fin se deduce que es prioritario para la educación introducir el


componente de Educación para la gestión del riesgo, como un proceso
transversal en la política de educación, en el cual se genere un diálogo
desde la intersectorialidad, para fortalecer los programas educativos con
miras a formar ciudadanos competentes para identificar y reducir los riesgos
a que están expuestos y tomar medidas para manejar oportuna y
adecuadamente los desastres que puedan ocurrir, en el marco de la
responsabilidad social. Se hace necesario consolidar; por lo tanto, un nuevo
modelo educativo para la gestión del riesgo de desastres, que se base en
una estrategia nacional de consenso, y en la unión de recursos y fortalezas,
con el fin de evitar la fragmentación de la educación. El gran reto para el país
es construir una cultura de seguridad y resiliencia mediante la educación
para la reducción del riesgo de desastres, promoviendo el compromiso con la
vida, con el ambiente y con los semejantes, en todas las áreas del
conocimiento, a través del trabajo intersectorial y multidisciplinario.

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