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Ejercicios espirituales
Ejercicios espirituales. Para empezar no resulta de muy buen tono, en la actualidad,
utilizar la palabra «espiritual. De hecho, estos ejercicios -tal corno podemos advertir
en el texto de G. Friedmann- corres- ponden a un cam'bio de visión del mundo y a
una metamorfosis de la personalidad. La palabra “espiritual” : una totalidad
psíquica del individuo que, en especial, revela el auténtico alcance de tales
prácticas: gra- cias a ellas el individuo accede al círculo del espíritu objetivo, lo que
significa que vuelv~ a situarse en la perspectiva del todo.
En prin- cipio, el concepto y el rérmino exercitium spirituale está documenta- do
d~sde mucho antes de Ignacio de Loyola por el antiguo cristia nismo latino, que
correspondía por lo demás a aquella askesis del cristianismo griego • Pero a su vez
esta askesis, que es preciso en- tender no como ascetismo sino como práctica de un
ejercicio espi- ritual, era contemplada ya por la tradición filosófica de la Antigüe-
dad•'. Será, pues, a esta última a la que cabe finalmente remitirse a fin de explicar el
origen y significado del concepto «ejercicio espi- ritual», siempre presente, tal como
afirma G. Friedmann, en la cons- ciencia contemporánea. 24, 25.
I. Aprender a vivir.
La causa del sufrimiento según todas las escuelas filosóficas: el deseo y el temor
exagerados.
o La filosofía aparece como una terapéutica de las pasiones. Cada escuela
impone de su propio método terapéutico (cada una con sus ejercicios
espirituales propios): transformación de la mirada y del ser del individuo.
El ejemplo de los estoicos: La filosofía es ejercicio, un arte de vivir
producto de un determinado estilo de vida que compromete por
entero la existencia individual. Por la filosofia el hombre sufre una
transformación que le lleva de un estado inauténtico a un estado
auténtico, propio de un hombre que ha alcanzado la conciencia de sí
mismo.
Lista de ejercicios espirituales estoicos:
Los de carácter intelectual: Atención (prosoche), meditación
(meletai), la rememoración de cuanto es beneficioso, la
lectura, la escucha (akroasis), el estudio (zetesis) y el examen
en profundidad (skepsis).
o La atención: Se trata de una vigilancia del espíritu por
la cual uno puede saber cómo obra en cada instante.
El propósito es obrar correctamente.
o La meditación: Facilita estar preparado para los
problemas propios de la existencia (por ejemplo la
pobreza, el sufriendo, la muerte).
o La rememoración: Por la mañana habrán de
examinarse, previamente, las actividades que se
realizarán a lo largo de la jornada, estableciéndose los
principios que las gobernarán e inspirarán. Por la
tarde serán analizadas de nuevo para rendir cuenta de
las faltas o los progresos producidos. También los
sueños deben someterse a reconocimiento.
o La lectura, la escucha, el estudio y el examen en
profundidad: Las reglas fundamentales o principios
filosóficos deben ser no solo leídos o escuchados,
sino estudiados y examinados en profundidad, pues es
esta la manera de poner en práctica estos principios.
Los de carácter práctico: Dominio de uno mismo (enkrateia)
y la indiferencia ante las cosas indiferentes.
o Filosofar consiste en vivir consciente y libremente. Es
decir, conscientemente, pues son superados los límites
de la individualidad para reconocerse parte de un
cosmos animado por la razón (nacimiento en el
hombre de la consciencia cósmica); libremente, al
renunciar a desear aquello que no depende de nosotros
y que se nos escapa, no ocupándonos más que de lo
que depende de nosotros: una rectitud de acción en
conformidad con la razón.
La filosofía educa al hombre: La transformación de la visión. El
problema del bien y el mal:
Regla vital: “De lo existente, unas cosas dependen de nosotros; otras
no dependen de nosotros. De nosotros dependen el juicio, el impulso,
el deseo, el rechazo y, en una palabra, cuanto es asunto nuestro. Y no
dependen de nosotros el cuerpo, la hacienda, la reputación, los
cargos y, en una palabra, cuanto no es asunto nuestro. Y lo que
depende de nosotros es por naturaleza libre, no sometido a estorbos
ni impedimentos; mientras que lo que no depende de nosotros es
débil, esclavo, sometido a impedimentos, ajeno. Recuerda, por tanto,
que si lo que por naturaleza es esclavo lo consideras libre y lo ajeno
propio, sufrirás impedimentos, padecerás, te verás perturbado, harás
reproches a los dioses y a los hombres, mientras que si consideras
que sólo lo tuyo es tuyo y lo ajeno, como es en realidad, ajeno, nunca
nadie te obligará, nadie te estorbará, no harás reproches a nadie, no
irás con reclamaciones a nadie, no harás ni una sola cosa contra tu
voluntad, no tendrás enemigo, nadie te perjudicará ni nada
perjudicial te sucederá.” Epictecto, Manual, cap. 1.
Principio sencillo y universal que supone discernir entre lo que
depende y lo que no depende de nosotros, entre la libertad y la
naturaleza. Reglas vitales estoicas (Kanons: poder terapéutico de la
palabra) para hacer frente a los problemas de la existencia.
Recomendaciones:
Epicteto, Manual, Gredos, Madrid, 1995.
Pierre Hadot, Ejercicios espirituales y filosofía antigua, España, Siruela, 2006.
Lunes 15 de febrero 2021.
Epicúreo y la filosofía
P. Hadot, ej. Espirituales.
M. Onfray, CH. I, p. 203.
P. Hadot.
* tanto para Epicu- ro como para los estoicos la filosofía consiste en una terapia: «Nues- tra
única preocupación debe ser curamos»
64. El aplauso de los demás debe acompañamos movi dos por los solos impulsos de éstos,
pero nosotros debemos ser médicos de nosotros mismos. (Sentencias vaticanas)
** Véase también Epistola a Meneceo, § 122: •Nadie es demasiado joven o demasiado
viejo para ocuparse de la salud de su alma.
Pero en este caso la curación implica liberar al alma de las preocupaciones vitales
(1) y de este modo recuperar la alegría por el simple hecho de existir (2). El sufri-
miento de los hombres proviene de su temor ante cosas que no deben temerse (1)
y de su deseo de cosas que no es preciso desear (2). De esta forma su existencia se
consume en el desconcierto producido por sus temores injustificados (1) y sus
deseos insatisfechos (2). Se encuentran así privados del único y auténtico
placer, el placer de ser.
Es por eso por lo que la física epicúrea busca la liberación del temor demostrando
que los dioses no tienen el menor efecto sobre la marcha del mundo (1) y que la
muerte (2), al implicar una total disolución, no forma parte de la vida.
o XI. Si no nos molestaran nada las sospechas que albergamos de los cuerpos
celestes y de la muerte, por miedo a que ello sea algo que tenga que ver con
nosotros en alguna ocasión, y tampoco el miedo a no conocer los límites
impuestos a los sufrimientos y a los deseos, no necesitaríamos más del
estudio de la Naturaleza. (Máximas capitales)
La ética epicúrea libera de los deseos insaciables diferenciando entre deseos
naturales y necesarios, entre deseos naturales y no necesarios y entre deseos ni
naturales ni necesarios. La satisfacción de estos primeros, la renuncia a los últimos
y, eventualmente, a los segundos, basta para garantizar la ausencia de confusión
(149. XXIX. De los deseos, unos son naturales y necesa rios y otros naturales y no
necesarios, y otros ni naturales ni necesarios sino que resultan de una opinión sin
sentido[Max, cap.] y para que surja el bienestar por el mero hecho de existir: «La
carne grita: "no tener hambre", "no tener sed", ··no tener frío". Quien goce de este
estado y de la simple esperanza de gozar puede rivalizar en felicidad con el propio
Zeus».
o 33. El grito del cuerpo es éste: no tener hambre, no te ner sed, no tener frío.
Pues quien consiga eso y confíe que lo obtendrá competiría incluso con Zeus
en cuestión de fe licidad. (Sentencias vaticanas)
De ahí ese sentimiento de reconocimiento", casi imperceptible, que ilumina lo que
podría llamarse piedad epicúrea hacia las cosas: “Démosle gracias a la
bienaventurada Naturaleza que ha hecho que las cosas necesarias resulten fáciles de
obtener y que las cosas difíciles de alcanzar no resulten necesarias».
Para conseguir la curación del alma se precisan ciertos ejercicios espirituales. deben
asimilarse, meditándose «día y noche», breves sentencias o resúmenes que
permitirán tener siempre a mano los dogmas fundamentales (Carta a Meneceo, §
135: Todas estas enseñanzas y otras de similar naturaleza medítalas día y noche en
soledad y también con algún compañero semejante a ti. De este modo jamas sentirás
temor, ni en vela ni en vigilia, pudiendo vivir como un dios entre los hombres...
Véase también ibid., § 123: Así pues, recordando las enseñanzas que no he dejado
de transmitirte, ponlas en práctica y medítalas en tu interior, puesto que constituyen
los preceptos para llevar una existencia de rectitud § 124: Acostúmbrate a vivir con
la idea de que la muerte no es nada para nosotros•.) . Entre ellos, por ejemplo, los
célebres tetrapharmakon, el cuádruple remedio: «Los dioses no son temibles, la
muerte no es una desgracia, el bien resulta fácil de obtener y el mal sencillo de
soportar».
El estudio de la física viene a constituir de este modo un ejercicio espiritual
particularmente importante: «Es preciso persuadirse de que el conocimiento de los
fenómenos celestes no tiene otro fin salvo la ataraxia y una segura confianza, siendo
este igualmente el objetivo de las demás búsquedas.”
o Así pues, en primer lugar hay que pensar que el fin del conocimiento de los
cuerpos celestes, explicados bien en conexión con otros cuerpos o bien en sí
mismos, no es nin gún otro sino la imperturbabilidad y una seguridad firme,
justamente como es el fin del conocimiento relativo a las demás cosas.
(Epístola a Pitocles, 84)
o Epístola a Herodoto, § 37: Recomiendo aplicar una constante atención al
estudio de la physiologia, considerando que es ésta la que procura mayor
serenidad en la vida.
La contemplación del mundo físico provoca una transformación total en la manera
de percibir las cosas (el universo clausurado se dilata hasta el infinito) y un placer
espiritual de primer orden: «Las murallas del mundo se abren y se desploman,
contemplo en el vacío del universo el nacimiento de las cosas... Ante semejante
espectáculo, un divino goce y un estremecimiento sagrado se apoderan de mí,
considerando estos grandes objetos que tu poder (es decir, el de Epicuro) hizo
patentes al descorrer el velo con que la naturaleza los cubría».
o Este pasaje de Lucrecio resulta verdaderamente remarcable. Por una parte
demuestra de modo inmejorable que la física proporcionaba
verrdaderamente uno de sus mayores placeres al sabio epicúreo: permitía
una visión imaginativamente grandiosa de la formación y disolución del
universo en la infinitud del espacio. Por otra, concede un enorme valor a uno
de los sentimientos más esenciales de la experiencia humana, el horror frente
al enigma de la naturaleza. En seguida vienen a la cabeza las palabras de
Goethe, Fausto,: La capacidad de estremecerse es la más noble del
hombre..Por más que el mundo le haga pagar un alto precio por tal emoción
es en el sobrecogimiento desbordado como su corazón puede percibir la
prodigiosa realidad.
[ Ética epicúrea] Para curar el alma será preciso no eso que señalan los estoicos, el
entrenamiento para vigilarse, sino por el contrario el entrenamiento para relajarse.
En lugar de representarse los males por adelantado, preparándose para padecerlos,
es necesario más bien apartar nuestro pensamiento de la visión de las cosas dolosas
y fijar nuestra mirada en los placeres. Hay que revivir el recuerdo de los placeres
pasados y gozar de los placeres presentes, reconociendo cuán grandes y agradables
resultan éstos. Existe un ejercicio espiritual muy concreto: dejar de practicar esa
constante vigilancia de los estoicos con la que pretenden prepararse para
salvaguardar a cada instante su libertad moral, y ejercitarse mediante una elección
concreta, siempre renovada, en favor de la tranquilidad y la serenidad,
experimentando así una profunda gratitud hacia la naturaleza y la vida que, si
sabemos percibirlo, constituyen un constante motivo de placer y alegría.
o Un alma desagradecida es aquella para quien lo suficiente es poco. (68.
Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco. Sentencias vaticanas)
o 19. Quien un día se olvida de lo bien que lo ha pasado se ha hecho viejo ese
mismo día. (Sentencias vaticanas)
o La existencia debe ser considerada antes que nada como puro azar, para
poder luego entenderse como una maravilla absolutamente única. Es preciso
llegar al convencimiento de que la vida, de manera inexorable, sólo nos
acaece una vez, para poder festeJarla por lo que de única e irremplazable
tiene. (Nota 83)
Asimismo, el ejercicio espiritual consistente en intentar vivir en el momento
presente es entendido de modo muy distinto por estoicos y epicúreos. Según los
primeros implica una continua tensión espiritual, la vigilancia sin pausa de la
consciencia moral; según Jos otros supone, una vez más, una invitación a la
tranquilidad y la serenidad: las preocupaciones, que nos proyectan desgarradamente
al futuro, nos hacen olvidar el valor incomparable que tiene el simple hecho de
existir: «Sólo nacemos una vez, pues dos veces no nos ha sido permitido; hay que
hacerse a la idea de que dejaremos de existir, y eso por toda la eternidad; pero tú,
que no eres dueño del mañana, todavía confías al futuro tu alegría. De esta manera,
entre tales esperas, la vida se consume en vano y acabamos muriendo abrumados
por las preocupaciones.” Lo dice el célebre verso de Horado, carpe diem. «Mientras
nos dedicamos a hablar el avaro tiempo huye. ¡Recoge hoy sin confiar en dejarlo
para mañana!”
o No preguntes, Leucónoe522 —pues saberlo es sacrilegio—, qué final nos
han marcado a mí y a ti los dioses; ni consultes los horóscopos de los
babilonios523. ¡Cuánto mejor es aceptar lo que haya de venir! Ya Júpiter te
haya concedido unos cuantos inviernos más, ya vaya a ser el último el que
ahora amansa al [5] mar Tirreno524 con los peñascos que le pone al paso,
procura ser sabia: filtra tus vinos525, y a un plazo breve reduce las largas
esperanzas. En tanto que hablamos, el tiempo envidioso habrá escapado;
échale mano al día526, sin fiarte para nada del mañana. (Horacio, Odas, I,
11)
o Tranquilidad, los medos ataviados con la aljaba975; una cosa, Grosfo976,
que no se compra con gemas ni púrpura ni oro.Pues ni los tesoros ni los
lictores consulares977 alejan las [10] desdichadas turbaciones de la mente,
ni las cuitas que en torno a los artesonados978 vuelan. Con poco vive bien
aquel para el que brilla sobre la parca mesa el salero979 de sus padres, y no
le [15] quitan el ligero sueño el temor o la sórdida codicia.¿Por qué en tan
breve vida osamos dar caza a tantas cosas? ¿Por qué nos vamos a tierras que
otro sol calienta? El ánimo que con lo presente esté contento, de lo que hay
más allá no quiera preocuparse; y temple las amarguras con una plácida
sonrisa, que no hay felicidad que lo sea por entero. (y II, 16)
Finalmente, a juicio de los epicúreos, el mismo placer es ejercicio espiritual: placer
intelectual por la contemplación de la naturaleza, rememoración de los placeres
pasados y presentes, placer, por último, de la amistad. La amistad , según la
comunidad epicúrea, está relacionada por su parte con ciertos ejercicios espirituales
practicados en un ambiente alegre y relajado: la pública confesión de las faltas y el
correctivo fraternal, ambos ligados al examen de consciencia. Pero, en especial, la
propia amistad supone el ejercicio espiritual por excelencia: “Todos deberían ayudar
a crear el ambiente adecuado para que se abra el corazón. De lo que se trata antes
que nada es de ser feliz, y el afecto mutuo, la confianza con la cual uno se apoya en
los demás, contribuyen más que cualquier otra cosa al bienestar..". (Nota 89)
o El sabio encontrará, pues, la felicidad adoptando a los dioses como modelos
para vivir en una perfecta serenidad y en una perfecta pureza espiritual,
disciplinando sus deseos, examinando su conciencia, aceptando ser
corregido fraternalmente por una comunidad unida en el vínculo de una
intensa amistad. La felicidad epicúrea es, tal vez, como la de los dioses, el
puro placer de la existencia. (Epicúreo, filosofía para la felicidad, p. 59)
o Pero su aspiración a la prédica, el importante papel concedido a la amistad y
a la constitución de comunidades, cuyos miembros han de ayudarse
mutuamente en lo espiritual y en lo material, son hechos que bastan para
rechazar esa idea según la cual la filosofía epicúrea equivaldría a un
hedonismo egoísta (ibid, p 63)
o Aun eligiendo la amistad por el placer, Epicuro dice que soportamos los
mayores males por los amigos.(ibid p. 91)
o De los bienes que la sabiduría ofrece para la felicidad de la vida entera, el
mayor con mucho es la adquisición de la amistad.(ibid 104)
o la vida consigue su perfección sobre todo por la amistad. (Ibid 104)
La filosofía epicúrea: el placer de existir.
¿Qué es la filosofía según Epicuro?
Según Epicuro la filosofía es una actividad mediante la cual se busca la salud del alma, por
ella el joven y el viejo se vuelven sus propios médicos, se ponen en sus propias manos para
curarse; es decir, la cura (la actividad filosófica) consiste en liberarse de las fuentes del
sufrimiento, la preocupación, el temor y el deseo que no merece ser deseado, y recuperar,
por fin, la alegría por el simple hecho de existir. Al ser presa del sufrimiento, el hombre se
encuentra privado del único y auténtico placer, el placer de ser. La tarea de la filosofía es,
por tanto, devolverle al hombre su salud y liberarlo de la enfermedad: reivindicar en él
simple y sencillamente aquella alegría por vivir y alejar de él todo aquello que le impide
este supremo disfrute.
¿Cómo nos curamos?
Para la restauración de la salud del alma son necesarios algunos ejercicios espirituales que
Epicuro recomienda meditar día y noche en soledad o en compañía de un amigo y
practicarlos creando así una especie de hábito que nos posibilite una existencia armoniosa,
gozosa y libre.
3.1 Antídotos, medicina para el alma.
3.1.1 Observa la naturaleza.
Usualmente, en especial si tenemos alguna fe religiosa, solemos preguntarnos qué pasará
después de la muerte, si seremos castigados o recompensados por nuestras acciones
realizadas aquí en la tierra y si esto nos condicionará a reencarnar en una especie de ser
vivo inferior recompensado con ello nuestras faltas, etc. Estas son cuestiones que
constantemente atormentan a cualquier hombre en algún momento de su vida y son ellas las
que lo mantienen preso del temor privándole así del disfrute del momento presente. Pues
bien, la física epicúrea busca la liberación del temor demostrando que los dioses no tienen
el menor efecto sobre la marcha del mundo y que la muerte no forma parte de la vida pues
cuando uno está con vida la muerte está ausente, y cuando la muerte pasa nosotros ya no
estamos. El estudio de la naturaleza tiene como propósito, pues, apaciguar nuestras
inquietudes con respecto a lo que pasa en los cielos y a lo que excede los límites de nuestra
existencia. A continuación dos ejercicios espirituales que recomienda Epicuro y que
demuestran la utilidad de la física:
o Así pues, en primer lugar hay que pensar que el fin del conocimiento de los cuerpos
celestes, explicados bien en conexión con otros cuerpos o bien en sí mismos, no es ningún
otro sino la imperturbabilidad y una seguridad firme, justamente como es el fin del
conocimiento relativo a las demás cosas. (Epístola a Pitocles, 84)
«Sólo nacemos una vez, pues dos veces no nos ha sido permitido; hay que hacerse a la idea
de que dejaremos de existir, y eso por toda la eternidad; pero tú, que no eres dueño del
mañana, todavía confías al futuro tu alegría. De esta manera, entre tales esperas, la vida se
consume en vano y acabamos muriendo abrumados por las preocupaciones.”
Aunque el carácter general de la existencia sea azaroso y caótico, aunque nos entendamos
como fruto de una fatalidad, el hecho es que existimos, y eso, aunque sólo vinimos aquí una
vez y por breve tiempo, es maravilloso. Entonces festejar la vida, festejar el azar, la
fatalidad, el accidente y la probabilidad, pues mañana no sabemos si estaremos para
seguirlo haciendo. Nuestra vida, aunque insignificante en relación al cosmos, es única e
irreemplazable. Por ello, sí nuestra vida posee algo de insignificante, ya vimos en qué
sentido lo tiene, ¿para qué embargarla o invertirla en cosas igualmente insignificantes?
¿Para qué preocuparse? ¿Para qué el recuerdo de los momentos tristes? ¿Para qué el
resentimiento? Olvidar...olvidar. Relajarse, fijar nuestra mirada en los placeres, los
presentes y los pasados, gozar en el recuerdo de lo gozado, un presente gozoso,buscar la
tranquilidad y la serenidad, expresando con ello un profundo agradecimiento a la naturaleza
y a la vida, pues por sí mismas son un constante motivo de placer y alegría.
No preguntes, decía Horacio, qué final nos espera. ¡Es mejor aceptar lo que haya de venir!
Procura ser sabio. Mientras hablamos, el tiempo escapa; échale mano al día, sin fiarte para
nada del mañana. Pues ni las gemas, ni los tesoros, continúa diciendo, alejan las turbaciones
de la mente. Con poco vive bien aquel para el que brilla sobre la parca mesa el salero de sus
padres. ¿Por qué en tan breve vida osamos dar caza a tantas cosas? ¿Por qué nos vamos a
tierras que otro sol calienta? Quien con lo presente esté contento, de lo qué hay más allá no
quiera preocuparse; y temple las amarguras con una Plácida sonrisa, que no hay felicidad
que lo sea por entero.
los ejercicios espirituales que nos interesan son precisamente procesos mentales que
nada tienen que ver con el trance cataléptico, sino que responden por el contrario a
una rigurosa necesidad de control racional, necesidad que se nos hace patente con la
aparición de la figura de Sócrates. Nota 90.
"Acerca de este tema, véase Laín Entralgo, P., ·Die platonische Rationalisierung der
Besprechung (tpoick) und die Erfindung der Psychotherapie durch das Wort•, en
Hermes, t. 86, 1958, págs. 298-323, y The Therapy ofthe Word in Classical"-
ntiquity, New Haven 1970 [La curaci6n por la palabra en la antigüedad clásica,
Anthropos, Rubí, 1987] (debiéndose revisar también Kudlien, F., en Gnomon, 1973,
págs. 41D-412) nota 61
Notas de I, 9.
No te quitarás la vida.
El alma aguarda a que el cuerpo se separe totalmente de ella. Al alma le
corresponde aguardar a ser liberada.
Clasificaría el suicidio entre las cosas forzadas.
La administración de venenos para que salga el alma, no es conveniente para el
alma.
Si la hora asignada a cada cual está decretada por el destino, no trae buena suerte
cuando se adelanta.
Mientras haya posibilidad de acrecentamiento para adelantar en virtud no hay que
quitarse la vida.
Notas, I, 7.
La vida es un bien porque permite el ejercicio de la virtud, por la cual uno se aleja
del mal. Pero la muerte es un bien mayor. La vida misma en el cuerpo es un mal,
pero que por la virtud el alma se sitúa en el bien porque no vive la vida del
compuesto, sino que está ya separándose de él.