Está en la página 1de 3

1

CONOCERSE

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí, como el
Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. (Jn 10,14-15)

Jesús dice que es el Buen Pastor que conoce a sus ovejas, como el Padre lo conoce a Él y
Él conoce al Padre. El Padre y el Hijo se conocen en una intimidad de Amor (Espíritu Santo).
Con ese mismo amor Jesús conoce a sus ovejas, es decir, a cada uno de nosotros y nos invita a
conocerlo a Él de la misma forma. Por amor , en el amor. A Dios no lo conocemos sólo
intelectualmente, estudiando cosas de Él, sino ante todo de un modo práctico, vivencial, por la
experiencia misma del amor divino.

Cuando ante el llamado de Dios abrimos nuestro corazón, nuestra vida, nuestros
sentimientos, toda nuestra persona a su amor, Él viene a habitar en nosotros, en lo más profundo
de nuestro ser. En esa intimidad con Jesús yo lo voy conociendo más y a su vez de la luz y el
brillo que irradia su amor, yo me voy conociendo más a mi mismo. Cuanto más nos dejamos
iluminar por Dios más nos conocemos. Cuanto más lo conocemos y más nos conocemos, más lo
amamos y más nos amamos a nosotros mismos.

El conocernos, saber quienes somos realmente más allá de los rótulos o etiquetas que nos
ponen o que nos ponemos es una tarea larga y difícil, pero no imposible, ya que sabemos que el
amor de Dios nos facilita la tarea.

A lo largo este proceso de búsqueda de la voluntad de Dios, irán surgiendo estas


preguntas con mayor insistencia:
¿Qué quiere Dios de mi?
¿Qué camino debo tomar?
¿A qué me esta llamando Dios?
¿Cuál es mi vocación?
¿Me dará el cuero para tal cosa?
¿Para que cambiar, si así estoy bien?

Sea cual sea la respuesta, Dios nos llama desde lo que somos realmente, por lo tanto
nuestra respuesta, nuestra decisión, para que sea verdadera tiene que estar basada desde lo que
somos realmente. Esto quiere decir, que para discernir cuál es el llamado de Dios debemos
conocernos a nosotros mismos.

Para conocernos auténticamente, debemos conocernos desde el amor de Dios, desde


Dios. Y eso lo hacemos:
 Poniéndonos frente a Él desnudos, sin ropajes ni disfraces que nos ocultan quienes somos. (a
Él no le podemos ocultar nada)
 Dejando que su luz nos ilumine para poder observarnos tal cual somos
 Aceptándonos tal cual somos y amándonos. Tener autoestima, con nuestros límites y
defectos.
 Con una oración constante, sincera, oyente y humilde.

Pistas para un autoconocimiento

Les presentamos seis pistas que nos pueden ayudar a conocernos:


2

1) El conocimiento de sí es imperfecto y parcial: Parcial porque tiende a crecer, no termina


nunca. Hay matices y colores diversos, porque yo puedo conocer aspectos de mi
personalidad, que quien vive a mi lado ni siquiera imagina y viceversa. El conocimiento de sí
está en constante desarrollo.
El conocimiento de sí es, pues, parcial, tiende a crecer, no termina nunca.. El cuadro de la
autoconsciencia distingue los aspectos que yo conozco de mí y los que otros conocen de mí;
asimismo distingue lo que yo no conozco de mí de aquello que los demás no conocen de mí.
Hay colores y matices diversos, porque yo puedo conocer aspectos de mi personalidad que
quien vive a mi lado ni siquiera imagina. Además de ser parcial, el conocimiento de sí está
en devenir. Si es verdad que el hombre alcanza la integración entre los valores religiosos y
los valores humanos hacia los treinta o cuarenta años, habrá que decir que es difícil alcanzar
un conocimiento pleno de sí antes de esa edad. Mis cartas no están descubiertas por
completo; algo debe emerger todavía. Y sin embargo es extremamente importante el
esfuerzo de autoconocimiento cuando nos esperan decisiones graves, definitivas.

2) Requiere la colaboración de otro: Para conocerme necesito la colaboración de quien


conoce algunos aspectos de mi que yo ignoro. Esto se da en una relación de confianza y
trasparencia. Debo evitar que el otro tenga miedo de decirme aquello que ve y comprende de
mí.

3) Trae algunas sorpresas: En el autoconocimiento se encuentran algunas sorpresas, algunas


amargas. Muchas veces lo que creemos en teoría luego no se comprueba en la experiencia.
Hay que confrontar lo que pienso de mí con la realidad.

4) Mayor reflexión que autocontemplación: Me conozco mejor actuando y reflexionando


sobre lo hecho que autocontemplándome, mirándome siempre a mi mismo.. Jugándomela,
decidiéndome y actuando, me permite después reflexionar sobre mí; ¿cómo me sentí?, ¿qué
saque de positivo?, ¿en qué crecí?.

5) Conocimiento y feed-back: La resonancia que recibo de otros (puede ser una crítica) sobre
aquello que he dicho o hecho. Debemos valorar incluso las críticas, sin enojarnos, ni
rechazándolas, aunque sean injustas. El autoconocimiento tiene necesidad, para crecer de una
reflexión serena y objetiva sobre las resonancias negativas y no sólo de las positivas. Un
ejemplo ¿por qué me irrito cuando alguien hace tal cosa?.

A la luz de estas pistas podemos enunciar una serie de errores en los que caemos, ya sea por
defecto o por exceso.

(a) Errores por defecto de subjetividad: No reflexionar nunca sobre sí, no examinarse nunca, no
aprender de los errores que cometemos, negar las críticas. Echar la culpa de cualquier
situación a los demás o al ambiente, a las estructuras, a la sociedad. No escuchar a los demás
cuando nos dicen algo de nosotros. Como consecuencia de todo esto nos convertimos en
personas incapaces de autocrítica y acabamos por vivir de resentimientos, de celos y tirando
la bronca todo el día. Puede suceder también que nos encerremos dentro de nosotros mismos,
que nos defendamos, que no aceptemos conocernos, echando siempre a otros la culpa de todo
aquello que no funciona.
(b) Errores por exceso de subjetividad: Reflexionar demasiado minuciosamente sobre nosotros
mismos, debilitando la fuerza de la acción y permaneciendo siempre indecisos, titubeantes
ante el futuro, enredados en el pasado inmediato e incluso en el hoy. Fantasear sobre sí
continuamente, construyendo teorías que no tienen fin. Depender excesivamente de aquello
3

que sentimos de nosotros mismos, un sentir quizás elaborados a través de exámenes y


análisis que pesan mucho, por ejemplo pienso que soy un cobarde.

6) "Señor, tu sabes que te amo":. se expresa retomando la respuesta de Pedro a Jesús


resucitado: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo». Es la última palabra sobre el
conocimiento de sí. En un momento de grave decisión, Simón Pedro es interrogado por Jesús
sobre el conocimiento que tiene de su amor, de su quererle bien «más que éstos». Pedro no
niega este conocimiento de sí, pero prefiere apelar al Señor: «Señor, tú sabes que te amo. Tú
lo sabes todo, tú sabes que te amo» (cf. Jn 21,15-17). En el cúlmen del conocimiento de sí
está el fiarse del conocimiento que el Señor tiene de mí, un fiarse expresado en un acto de
amor, de abandono, que evidencia el aspecto trascendental de la segunda tesis: el
conocimiento de sí requiere -sobre todo ante las grandes opciones de la vida- la colaboración
de otros.

Trabajo Personal: Hacé una mirada de vos mismo. Qué idea tengo de mí mismo, los rasgos
característicos de mi personalidad, los estados de ánimo más frecuentes,...
Todos estos derivan del no reconocimiento práctico y de la no observancia de las seis reglas
expuestas arriba. ¿Cuáles de estos defectos son más comunes en nosotros?
En los jóvenes tal vez prevalezca la subjetividad por exceso. Naturalmente, depende de los
temperamentos. No obstante la sociedad, la cultura contemporánea, la posesión de instrumentos
mentales, lleva fácilmente al exceso de autoanálisis. No se debe descalificar en modo alguno el
autoconocimiento, que es en camino fundamental, pero debemos mirarlo con cierta atención.
Anímate! El trabajo hacelo en clima de oración, de encuentro con Jesús que te ama. Quizás el
salmo 139 (138) te puede ayudar para entrar en clima.

También podría gustarte