Está en la página 1de 9

Desarrollo del Temario de Retiro de Sanación Interior

Principio y fundamento. Abandono en Dios

San Ignacio de Loyola cuando escribió los Ejercicios Ignacianos, en uno de los temas
tratados, nos invita a tomar en consideración la importancia del Principio y
Fundamento. Si hiciéramos en este momento una lectura del libro del Génesis, no dudo
de que nos introducirá entre tantos temas, a “comprender” la maravillosa acción de Dios
al crear al hombre y a la mujer. Esa creación está destinada para ser totalmente de Dios.
El hombre y la mujer fueron creados por Yhavhé para vivir en una armonía perfecta. El
pecado, y su autor lleno de envidia por ello, ya que había sido expulsado del cielo,
busca mediante la tentación que el ser humano siguiera la misma suerte que él. La
expulsión definitiva y eterna del Edén. La pérdida total y absoluta de la amistad de
Dios.
Dice San Ignacio de Loyola que el fin del hombre es “El hombre es creado para alabar,
hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma; y las
otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden
en la consecución del fin para que el es creado. De donde se sigue, que el hombre tanto
ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe alejarse de ellas, cuanto
para ello le impiden, resumiendo en esa expresión el fundamento de la vida Cristiana.
Me atrevería a decir el fundamento de la vida humana. Este fundamento no es una deseo
egoísta de Dios para que se le rinda culto, sino que más bien ese fundamento está
colocado con el fin de que el hombre VIVIENDO la VIDA DE DIOS, encuentre su
verdadera felicidad y no solo conozca, intelectualmente, sino VIVA la VIDA EN
OPTICA DEL AMOR, culmen de los dones y causa de la realización de los hombres.
Si me preguntáis de que se tratará este retiro lo primero que quiero deciros es que se
tratará de HACER ESA EXPERIENCIA, el sentirse creado para la Alabanza, para hacer
Reverencia y para Servir a Dios. No olvidando, nunca, que el Servicio es a Dios y desde
Dios a los hombres.
Ese servicio trae consigo una dignidad, una obediencia a su Voluntad, un tomar el
camino que Dios nos indica. No se trata de fundar nuestra vida en la experiencia de los
demás, sino se trata de fundar la propia vida en Dios y nada más que en Dios. Todo
desde Dios adquiere sentido. Este retiro trata de hacer la experiencia del Amor por eso
es importante el silencio. Él nos invita a hacer introspección, es decir a entrar dentro de
nosotros mismos para favorecer un profundo diálogo con Dios. Seguramente me
preguntaréis ¿todo el día en silencio? Pues sí todo el día en silencio. ¿Cómo lo
lograremos? Rogándole al Espíritu Santo nos adentre en el silencio necesario para
dialogar con Dios. No olvidemos que dialogar supone escucha y palabra.
Hoy en una sociedad que lo que más quiere es MANDAR, POSEER, TENER éxito, el
Evangelio nos propone anonadamiento (abajamiento) obediencia, servicio,
despojamiento/vaciamiento de sí mismo. Uno de los grandes peligros que impide el
crecimiento de nuestras vidas como de las Instituciones Eclesiales es el YOISMO,
personas que no están sanadas interiormente y que necesitan que TODOS hagan,
reconozcan, aplaudan, lo que dicen u organizan. Gente toxica que transmite toxicidad al
ambiente donde vive, trabaja, se divierte etc.etc. Eso no es sano. Eso nos coloca en un
estado de estrés que es increíble. Cuantas y cuantos hermanos, heridos por el “poder”
terminan cargándose a sus propias familias, matrimonios, amistades, noviazgos etc.etc
Aprendamos a mirarnos y a mirar a los demás. El don del discernimiento es para todos
no para algunos. Hoy nos hace falta cambiar el chip de nuestras cabezas y en lugar del
“DEBES” hay que poner el “te sugiero, te invito a” teniendo en cuenta de que el otro/a
siempre tiene un poder de decisión basado en el don de la Libertad regalado por Dios y
contra el que no puedo atentar y al que debo respetar. Muchas personas viven tan
agarradas al pasado que temen la innovación, todo lo quieren hacer como lo hicieron
siempre y ¿sabéis? Dios es un Dios creativo no rutinario. ¿Porqué temen? Porque no se
abandonan, porque quieren tenerlo todo bajo control, porque todo lo programan: hasta la
vida de los demás. ¡¡¡¡Un horror total!!!! Programar a otro es condicionarlo.
Abandono es fiarse, es dejarse, es confiar. Abandono es Fe, es creer, es dejarse conducir
no con nuestros métodos sino con los métodos de Dios. Abandono no es dejarse estar
sino todo lo contrario es “ponerse manos a la obra”. No es que sea lo que Dios quiera y
listo, sino el “me pondré manos a la obra en esto mismo que le estoy pidiendo a Dios”.
No olvidéis que Dios no trabaja solo, trabaja comunitariamente, trabaja contigo. A esto
nos invita Dios, hoy, a Abandonarse para trabajar con Él.
Si estáis dispuestos a recorrer este camino apasionante del Abandono ¡Bienvenido seas!
Si no estás dispuesto a recorrer el camino ¿qué puedo decirte? Tú ya tienes tu propia
respuesta.

Primer Tema: Qué es y qué no es el perdón. Se puede aprender a perdonar. Un


camino para hacerlo

Hablar del perdón está hoy de modo. Lo sentimos hablar por TV, lo leemos en las
revistas, en libros en periódicos. Hablaré del perdón. De lo que es y de lo que no es. De
los factores que lo influencian, de cómo se aprende, y del camino para hacerlo.
La primera afirmación que haré es que el perdón no es un sentimiento sino una decisión
que involucra a toda la persona, no solo a los sentimientos, sino también a lo intelectivo,
a lo volitivo.
Escribe Jean Monbourquete en su libro sobre el arte de perdonar que “por tres años me
he debatido en el intento de curar una herida afectiva. Pensaba encontrar la solución
milagrosa a todas mis amarguras en un perdón únicamente impuesto por la voluntad.
Pero no era así. No lograba encontrar la paz interior tantas veces buscada”. Esta
experiencia lo ha llevado a profundizar la dinámica del perdón y a comprender por qué
“ no obstante toda la buena voluntad e los grandes esfuerzos” no lograba liberarse de su
resentimiento e a perdonar verdaderamente.
Todos tenemos la ocasión de perdonar y ser perdonados. Tenemos esa necesidad. Sin
perdón no terminaría nuestro caminar en un círculo vicioso. Continuaríamos a sufrir
viviendo en un constante resentimiento, consumiendo energías intelectivas como
emotivas. Permaneceríamos prisioneros del pasado perdiendo la oportunidad que el
presente nos ofrece y cayendo en la incapacidad de imaginar un futuro relacional y
afectivo diverso al que vivimos. Sin perdón caeríamos en la venganza e incluso la
veríamos como una acción terapéutica para canalizar la rabia. Grande error.
Para quien quiere iniciar un camino de perdón debe comenzar por quitarse las
“máscaras” y apartar de sí las falsas ideas que tiene sobre el perdón. Quitarse la máscara
porque mientras ella esté no seremos auténticos. No veremos nuestro verdadero rostro,
sino el imaginario. En el tema del perdón no podemos andar mezclando lo ideal con lo
real sino que debemos vislumbrar lo que es real de lo que es lo ideal. Son muchos los
que caen en el “ilusionismo de la realidad” porque no se miran sino que miran sus
máscaras y ahí establecen su “reinado”

Falsas Ideas a Tener en cuenta:

Perdonar no es olvidar: de hecho conduce a una buena memoria, un conocimiento y una


valoración de la ofensa. Olvidar no es una cuestión de voluntad. Más nos esforzamos en
olvidar y más obtenemos el efecto contrario. Decir quien perdona olvida no es cierto. La
ofensa ha sido hecha en el ámbito de nuestra historia y nuestra memoria lo ha
registrado.

Perdonar no significa negar: de frente a un gran sufrimiento nuestra psiquis se defiende


queriendo eliminar lo que ha sucedido. El perdón no es posible sin llamar por su
nombre a la ofensa y tomar conciencia del sufrimiento producido.

Perdonar no depende solo de un acto voluntario: en el perdón son interesantes las


emociones, las valoraciones, los significados, los valores, las decisiones y
comportamientos. La voluntad es necesaria pero sola no basta.

Perdonar no significa volver a ser como antes: nada puede ser “como antes”, lo que ha
sucedido ha dejado su señal, ha cambiado no solo la relación con quien nos ha ofendido,
también nos ha cambiado a nosotros. Hacer de cuenta de que no ha sucedido nada no
funciona. Es sano saber reconocer que hay una herida y que no es conveniente taparla
con un “no te hagas problema porque no ha sucedido nada”. Esa es una enorme mentira.
AQUI HA SUCEDIDO ALGO Y ESO ES INEGABLE. Esconder la ofensa es tremendo
porque no se restablece la relación de manera sana sino que, corremos el riesgo de que
permanezca rabia u odio escondido. ¿cómo nos damos cuenta de eso? Simplemente en
el trato. Ser cínicos en el trato no es cristiano.

Perdonar no puede ser algo impuesto: el perdón es un acto libre. Los mandamientos
funcionan si vienen hechos propios por el individuo en un acto libre de la libertad.

Perdonar no significa renunciar a los propios derechos: el perdón que no combate la


injusticia pone el riesgo de tolerar el abuso y perpetuar el crimen. No es signo de fuerza
sino de debilidad. Tienes derecho a que el ofensor te pida perdón, repare el mal hecho, y
tú tienes el derecho para perdonarle.

Perdonar al otro no quiere decir justificarlo o excusarle. Justificar o excusar puede ser
una maniobra psicológica para atenuar el propio sufrimiento, pero tambien puede ser un
signo de desestima hacia quien te ha ofendido, tratándolo como a uno que no tiene la
culpa porque es “un pobrecito, un inmaduro, un tontito”.

Perdonar no es demostrar la propia superioridad moral: ciertos modos de perdonar


terminan por humillar al otro son una forma de ostentación de la propia grandeza moral
confrontada por la bajesa del otro.

Perdonar no es cargar sobre Dios la responsabilidad de hacerlo: apresurarse a delegar a


Dios el deber de perdonar a quien nos ha ofendido puede ser una fuga de tomar
conciencia de que esto que ha sucedido y de aceptar la propia responsabilidad. Dios
hará su parte pero...
El perdón es un fenómeno complejo, un proceso que involucra a todas las facultades de
la persona, un camino que tiene necesidad de tiempo por eso el perdón no es algo que
debe darse a prisa y a la ligera porque nos sumerge en el peligro de no perdonar, de
esconder la rabia bajo la máscara del perdón.

El perdón es:
Una invitación de parte de Dios a vivir el Amor plenamente, por lo tanto es una Gracia
dada por él

El perdón es una invitación a imaginar un futuro diverso en nuestras relaciones

El perdón es una invitación a la Liberación y a la Sanación

El perdón es reconocer el valor de quien nos ha ofendido, es reconocer la dignidad de


quien nos ha herido.

El perdón es una invitación a cambiar nuestra actitud afectiva y cognitiva respecto al


ofensor.

El perdón enaltece a quien lo da y a quien lo recibe

El perdón es ese “rostro” del Amor. No una máscara.

El perdón me hace tomar conciencia de que quien me ha herido no es cualquiera cosa


sino alguien importante para mi y por eso me duele la herida abierta.

El perdón es la columna vertebral de la sanación de la persona.

El perdón es la manifestación de la Misericordia de Dios.

Se puede aprender a perdonar. Un camino para hacerlo

Muchas personas espirituales como de ciencia han desarrollado programas para


promover el aprendizaje del perdonar.

Jean Monbourquette propone una particular pedagogía del perdón, un camino de 12


etapas:

1.- Decidir de no vengarse y cesar los gestos ofensivos: La venganza fija la atención
sobre el pasado. El presente no tiene espacio y el futuro está vacío. Ella alimenta el
resentimiento, la hostilidad y la cólera sentimientos generadores de estrés. Al mismo
tiempo es conveniente cesar los gestos ofensivos porque no se logrará perdonar
mientras se esté sometido a la violencia

2.- Reconocer la propia herida y la propia pobreza interior: Es importante reconocer


el sufrimiento causado por la ofensa para poder aceptarla, curarla y transformarla.
Comprender los mecanismos de defensa usados para protegernos del sufrimiento que
van a negar la ofensa o minimizar el impacto; hacer uso del perdón rápido y superficial,
perdonar para no sentirse objeto del sentimiento de culpabilidad nos ayuda. El
autoconocimiento nos ayudará mucho en este proceso.

3.- Compartir la propia herida con alguna persona de confianza: el suceso de la fase
emocional del perdón depende de la apertura sincera a un interlocutor atento. Cuando
contamos nuestra historia a otro no estamos solos el otro puede ser un espejo y su
aceptación incondicional nos ayudara a aceptarnos.
4.- Identificar bien la propia herida para renunciar a permanecer heridos: es
importante hacer un inventario atento de las verdaderas pérdidas causadas por la ofensa
para renunciar permanecer en ella. Esto supondrá una opción de vivir inteligentemente
las emociones. Es de sabios ver la herida y desear ser sanados de ellas.

5.- Aceptar el propio enojo y el deseo de vengarse: no tengas miedo de sentir ira,
encontrar salidas aceptables y poco a poco transformar en energía positiva sabiendo
distinguirla bien del resentimiento que tiende a fijarla. Cuando se reprime la ira te
llevara a proyectar sobre los demás, sobre Dios lo que eres o sientes.

6.- Perdonarse a sí mismo: Necesario es el perdón a si mismo por haberse creído


omnipotente, de estar expuesto a las heridas de parte de los demás, de haberse dejado
herir por los otros, de estar identificado con su sombra y con el agresor al punto de
perpetuar la ofensa.

7.- Comenzar a comprender quien me ha ofendido. Comprender a quien me ha


ofendido no significa acusarlo ni disculparlo sino buscar los “porqué. Comenzar a
comprender ayuda a aceptar aquellas partes negativas que proyectamos como en un
espejo sobre los otros. El precepto de no condenar es un todo con aquello de “amar a
nuestros enemigos” porque el que nos ha ofendido o el enemigo nos manda a aquellas
partes de sí que constituyen nuestra propia sombra.

8.- Descubrir el significado de la herida en el ámbito de la propia vida; descubrir el


sentido positivo que la ofensa ha producido en nuestra vida se convierte en un elemento
de crecimiento porque nos ayuda a purificar ciertas imágenes ilusorias que tenemos de
nosotros mismos como de los otros. Hay veces que somos “perfectos y que es imposible
ofendernos”, la ofensa nos quita máscaras.

9.- Saberse digno de perdón es ya una gracia: el perdón es tarea humana y don de la
Gracia, la convicción que aunque nosotros fuimos perdonados nos ayudara a perdonar.
Las personas impermeables al perdón son aquellas que se creen imperdonables, no
creen en la gratuidad del perdón, rechazan el desafió de recibir el perdón sin sentirse
humillados y disminuidos.
10.- Detenerse implacablemente a querer perdonar a toda costa. La obstinación a
querer perdonar puede surtir un efecto contrario. La voluntad no basta como tampoco
bastan los Mandamientos o los preceptos morales si son vividos como imposiciones
externas.

11.- Abrirse a la gracia de perdonar: el bloqueo en el perdón puede deberse a las


falsas e infantiles imágenes de Dios, como aquella de castigador o un Dios que
recompensa con el perdón a nuestros perdones. El perdón no es una negociación entre
Dios y yo, es un acto gratuito de parte suya y el fruto de nuestra conversión. Dios tiene
la iniciativa del perdón pero no la impone.

12.- Decidir si se pone fin a la relación o renovarla: no tenemos que confundir perdón
con reconciliación. Se puede perdonar pero no querer retomar la relación con el otro
para no exponerse al riesgo de otras ofensas o violencias. Las personas que se perdonan
o se reconcilian no son nunca como antes. La relación entre ellas se cambia.

La reconciliación en quien nos ha ofendido lleva:


• reconocer la propia responsabilidad
• reconocer que ha ofendido
• ponerse en el lugar del otro
• arrepentirse pero también reparar
• cambiar su comportamiento

Segundo Tema: El perdón a si mismo condición para saber perdonarle, hasta Dios
es llamado a Juicio.

Hay semejanzas entre el perdón a los demás (los hermanos, Dios) y el perdón a uno
mismo. El perdón a si mismo implica varios cambios sobre todo a disminuir la
intensidad de sus sentimientos, y de las conductas auto-punitivas y de busca ser más
amable consigo misma , de aceptar sus propios límites con la disminución de los
sentimientos de vergüenza y culpa.
Aunque el perdón a si mismos nos lleva tiempo y un reconocimiento sincero de nuestra
propia responsabilidad no huyendo de los propios recuerdos pero sin permanecer
prisionero.

En el perdón a uno mismo las ofensas a perdonar no son solo aquellas que pusimos en
acto sino también aquellas que permanecen en el pensamiento, los sentimientos los
deseos que provocan sentimiento de culpa o vergüenza no siempre unidos a acciones
cometidas.

El foco de atención del perdón a uno mismo no es solo una ofensa hecha a los demás
sino a uno mismo. (ej. Personas que permiten faltas de respeto y de auto castigan
después por haber permitido eso). Si nos damos cuenta ofensor y victima pueden
coincidir en la misma persona.

No obstante así como el perdón no implica necesariamente reconciliación con el


ofensor, en el perdón a si mismo es necesaria la reconciliación ya que no es posible huir
del transgresor que somos nosotros.

Perdonarse a sí mismo también implica un proceso . La capacidad de perdonarse y


aliviar el remordimiento implicará la percepción de sentirse perdonado por los otros y
reintegrado en la consideración de los demás y también, sentirse digno de confianza.
Importante será la restauración de la propia imagen. Son varios los factores que inciden
en la re-elaboración de la propia imagen:

• reconocer con honestidad las acciones realizadas.


• Asumir la responsabilidad personal, el sentido de culpa o vergüenza
• el poner en acto las acciones de reparación
• el deseo de ser perdonado y la percepción del perdón recibido
• el reconocer la necesidad de ayuda.
• El sostenimiento religioso y la experiencia de perdona por parte de Dios

La sanación de uno mismo pasa a través de una verdadera y propia recomposición de las
relaciones consigo mismo, con los demás, con Dios: en definitiva una reconciliación
con la propia vida.
El proceso de perdón exige un cambio profundo a varios niveles: el cognitivo, el
afectivo, el relacional, el volitivo, de comportamiento y el espiritual, por lo tanto el
perdón representa un acto de “re-creación”, de cambio radical y de transformación. El
camino del perdón ayuda a la persona a pasar de la rabia, el miedo, el dolor, el
resentimiento a un cambio radical que le libera de la focalización o centralidad del
propio dolor y sobre la injusticia ligada al pasado. El dolor es transformativo en el
sentido que pasa del recuerdo del dolor a la búsqueda de la paz y de nuevas
oportunidades. El camino del perdón puede comenzar siendo fatigoso pero terminará
siendo cada vez más fácil.
Para facilitar una verdadera transformación a nivel afectivo es necesario:
• el perdón no puede venir sin ña experiencia del enojo, del dolor, del miedo, del
resentimiento.
• El perdón se desarrolla contemporáneamente con la humanización del ofensor.
• El perdón lleva a buscar el cambio en los modos de pensar, de sentir, de
relacionarse.

El perdón a Dios

Cuando el sufrimiento experimentado en nuestras vidas va contra nuestro pensamiento


de justicia, nos sentimos desilusionados, frustrados, o enojados con Dios. Podemos
sentirlo culpables de esto que nos ha sucedido, distante e concluir que nos ha mentido o
traicionado.
Los factores que pueden predecir la dificultad de perdonas a Dios son similares a
aquellas que pueden obstaculizar el perdonar a los otros.
• El creer que Dios ha causado intencionalmente aquel el dolor
• una relación poco intima e insegura en el resguardo de la religión y con Dios
• un apego inseguro con uno de los padres o con los otro importante partner
relacional, que esta vivido en la relación con Dios.
• Una fuerte dosis de tensiones espiritual en la vida, que se agrava en tiempos de
especial vulnerabilidad y de dolor.

Este tipo de perdón llama a juicio la imagen de Dios, mas o menos explícitas, que cada
uno tiene como así tambien nuestra formación teológica. Existen imágenes que nos dan
seguridad, o alivio y que nos abren a la esperanza y nos ayudan a mantener nuestra
confianza en Dios.

Cuarto Tema: tomando conciencia de mis faltas de perdón y de mis emociones


tóxicas

Este tema es una preciosa invitación. La de encontrarte contigo mismo y tomar


conciencia de las faltas de perdón que hay en ti. Un mirar la toxicidad que han invadido
tus emociones y las han enfermado o al menos le ha dado poder sobre ti llevándote a
actuar con impulsividad, con agresividad y hasta con venganza. Pensar en nuestras
faltas de perdón o en nuestras emociones infectadas puede asustarnos. Estamos muy
acostumbrados de mirarnos con ojos idealistas. No olvidemos que el idealista deforma
su propia realidad, existe el riesgo de mirarse solamente con ojos de “bondad” o de
“cierta misericordia” que no coinciden con nuestra realidad. Me estoy refiriendo a cierta
justificación de nuestros actos que pueden no ser justificables por la envergadura que
poseen. Nada mejor que llamar a las cosas por su nombre. Al pecado: pecado; a la falta
de perdón: falta de perdón; al enojo: enojo, cólera, ira, rabia etc. Es interesante ver que
en la medida en que identificamos nuestras faltas de perdón así como a nuestras
víctimas o victimarios acontece algo dentro de nosotros. Se abre el camino para ir
avanzando en la sanación interior. Tomar conciencia de lo que hay en nosotros nos
ayuda a poder efectuar, con sabiduría, un diagnóstico de lo que acontece en nuestro
interior. Pero claro… también para esta toma de conciencia y de diagnóstico hay un
agente principal al cual debemos acudir: EL ESPIRITU SANTO. Sin Él no podremos
descubrir los elementos negativos que nos hacen perder la paz, la serenidad, la
objetividad. Sin el Espíritu de Dios caeremos en el caos o en la “depresión espiritual”.
Si nosotros nos ponemos a mirar el pecado que cometemos tenemos dos maneras de
hacerlo: Desde nosotros mismos o desde Dios. Si lo miramos desde nosotros mismos el
agobio será tremendo. Tenemos el peligro de ver con fatalismo y desesperación nuestra
vida y existe la posibilidad de caer en un círculo vicioso donde perderemos el equilibrio
y la manera sana y benevolente de mirarnos. Se caería en el sentimiento de culpabilidad
y por ende en un fatalismo tal que no podríamos salir. Miraríamos el pecado y
moriríamos de depresión.
Si miramos al pecado desde Dios, siendo Él quien nos conduzca a la experiencia infinita
de su perdón y de su amor entonces comenzaremos a caminar a paso firme hacia la
verdadera salud que Dios nos ofrece. ¿Por qué? Simplemente porque al hacer la
experiencia de su Misericordia y de su Perdón, comprenderemos, el valor de la
Encarnación y de la Victoria de Jesucristo sobre el pecado y sobre la muerte. La caída
no será el objeto de nuestra mirada sino la Misericordia que procede del Padre.
Tomar conciencia de nuestras faltas de perdón nos ayudan a buscar el remedio para que
ellas, se conviertan en perdones dados u ofrecidos. Ellas nos darán, en cierta manera la
información de que necesitamos perdonar para poder expandir la fragancia de Cristo.
Sin una verdadera toma de conciencia es imposible saber qué debemos perdonar y a
quien debemos perdonar. La falta de conciencia de los perdones que podemos tener nos
convierte en personas faltas de delicadezas no solo hacia los otros sino hacia nosotros y
sobre todo hacia Dios. En cierta manera me atrevo a decir que al no tener conciencia de
nuestras faltas de perdón estancamos el amor, ya que quien perdona se convierte en un
canal sin obstáculos para regalar amor mientras que quien no perdona termina
estancando sus posibilidades de amar y perdonar y se torna hosco, agresivo, duro, sin
moral porque sus aguas permanecen quitas, sin oxígeno, son aguas muertas, son canales
secos llenos de obstáculos.
Dice San Agustín que solo es redimido aquello que es reconocido. Si no conozco esas
faltas de perdón, porque fueron enviadas al subconsciente, ¿cómo podrán ser expuestas
ante Dios para que nos regale la gracia de perdonar y liberar a los demás?
Cuando no se tiene conciencia de las ofensas que hay que perdonar se comienza a
contaminar las emociones. No crea que porque Ud. no es consciente de sus faltas de
perdón todo está arreglado y muy bonito. ¡¡No!! Aunque Ud. no lo crea todo lo que
subyace en su subconsciente se manifiesta mediante sus acciones, sus actitudes, sus
formas, su persona. El consciente habla de Ud y el subconsciente lo revela sin que Ud.
lo sepa.
Ahora bien ¿para que es conveniente ser consciente de nuestras faltas de perdón y de
nuestras emociones tóxicas? La respuesta es simple y consiste en utilizar tres palabras:
PARA SER SANADOS. PARA SER FELICES, PARA SER TRANSFORMADOS
PARA SER SANTOS
La sanación de nuestras emociones nos ayudan a ser amables, correctos, veraces,
sinceros, respetuosos, gente de paz, educados, a ser libres, a ser humildes.
La infección en nuestras emociones nos lleva a ser agresivos, autoritarios, a buscar el
poder, chismosos, mentirosos, criticadores profesionales, a vivir en la defensiva. A la no
libertad, a ser soberbios, a creer que todo lo sabemos y podemos.

También podría gustarte