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Jacob "Yasha" Livingston está teniendo un mal día.

En
primer lugar está con gripe. Después una orgía, una pelea y
el hospital. Entre eso y la conductora del autobús que lo
expulsa -tras acusarlo de transmitir la gripe porcina- el
resto de su día parece bastante normal. Ahora se encuentra
atrapado en un pequeño pueblo llamado St. Ignacio y tiene
mucho sobre en lo que pensar. 1
Una de las cosas es, cuando el destino le habla en
forma de un Técnico de Emergencias Sanitario, tal vez sea
tiempo de escuchar. Un hombre en particular, el
paramédico Jason Lents ó "JT", con su sonrisa tímida y sus
ojos verde jade, se parece más a un ángel que a un
paramédico. Pero Jason tiene citas con atractivas chicas
diferentes cada noche, a pesar del hecho de que parece
devolver el interés de Yasha.

¿Qué podrá hacer a feliz a JT? Si JT está asustado de


sus sentimientos, esto puede ser la oportunidad de Yasha
para ser su sanador. Pero para que esta pareja encuentre
su camino, dependerá de Jacob, de sus nuevos amigos, y
de la magia de St. Nacho.
Me detuve frente a la puerta de la cocina del
restaurante, dándome un buen merecido descanso. A
diferencia de los camareros y los ayudantes de camarero,
que furtivamente salían a fumar, me gustaba mirar las
nubes cuando podía hacerlo. Estaba más que contento con
mirar el cambiante cielo y a menudo sentarme fuera de una
de las baratas sillas durante la interminable mañana de
trabajo. Mientras que los ayudantes daban largas caladas a
sus cigarrillos, yo oteaba el horizonte azul, especialmente
en los afectuosos días en los que las nubes de tormenta 2
envolvían el mar.

Estaba tomando un Dr. Brown’s -soda aromatizada


con vainilla esta vez- aunque mi preferencia eran el ginger
ale o el Cel-Ray. Las heladas gotas refrescaban mi mano
del calor sofocante. Me encantaban este tipo de días,
cuando se sentía como la humedad tropical se adentraba
tierra a dentro desde el sur y el aire era sofocante y espeso
sobre mi piel. El sur de California siempre parecía
demasiado caliente y completamente seco, a pesar de que
estaba lo suficientemente cerca de la playa y las gaviotas
se congregaban en el estacionamiento de ‘Il Ghiotto’,
donde trabajaba como chef de pastelería. Últimamente
necesitaba más y más de estos descansos. Era un hecho
que estaba a punto de perder la paciencia con los cannoli1 y
el tiramisú.

1
N de T: El cannolo, es un dulce típico de Sicilia lugar de donde es originario. El postre consiste
en una masa enrollada en forma de tubo y dentro posee los ingredientes mezclados con queso ricota.
Tomé otro trago de mi refresco, cerrando los ojos
cuando el flujo del dulce jarabe se convirtió en chispeantes
burbujas que crepitaban en mi boca, degustando un sabor
a vainilla cremosa y desplazándome aún más cerca del
lugar donde crecí.

Tal vez era hora de ir a la costa a ver a mi hermano,


Daniel, cuyo reciente malhumor y sus peleas épicas de
autocompasión hacían que inevitablemente me sintiese
como si yo no tuviera derecho a quejarme de nada.

Me puse en pie con un poco de cuidado y deposité la


botella vacía en la papelera de reciclaje de camino a la
sofocante cocina. Iba a volver al trabajo a pesar de que no
me sentía bien del todo. Había estado un poco cansado y
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mareado durante toda la mañana, y ahora una picazón en
la garganta anunciaba el comienzo de un resfriado. No
sabía cuánto tiempo más podría ocultar mi estado a los
otros en la cocina.

—Compañero, no te ves nada bien. —Arthur, mi


ayudante, me dio un gran rodeo.

Eso sin duda respondía a mis pensamientos.

—Sí. —Me dirigí al lavabo para lavarme las manos—.


Creo que estoy…

—Jacob, voy a necesitar algo sin gluten para la prueba


de la cena de los Ramírez... —El subdirector, Phil, alargó la
mano y me tocó la frente—. Joder. Vete a casa. Tienes
fiebre, y ninguno de nosotros quiere caer enfermo. —Phil
tenía algo que decir en esta materia.

Me aparté de su toque. —Pero…

—Sin excusas. —Phil se dirigió al fregadero y se lavó


las manos. Eso me molestó de alguna manera, como si
estuviera sucio—. No tengo necesidad de pillar la gripe
porcina o lo que sea que tengas. ¿No lees los periódicos?

—No. —Me volví y empecé a desabrocharme la


chaqueta de cocina, tirando de la tela un poco más fuerte
de lo necesario. Uno de los botones se desprendió—. No
tengo necesidad de ser tratado como un leproso, Phil.

Phil se dio la vuelta e hizo una mueca. —Lo sé, Jacob,


te pido disculpas. Estoy paranoico con ponerme enfermo
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ahora que se acerca la fecha de alumbramiento de Hannah.
Vete a casa. Arthur puede encargarse de todo aquí. Te
llamaré más tarde para saber cómo estás.

Cuando Maurizio, el propietario, llegara más tarde,


sabía que Phil me excusaría y que no iba a ser ningún
problema siempre y cuando el trabajo estuviera realizado.
Eché un vistazo a Arthur, quien asintió.

Suspirando con alivio, le dije a Arthur. —Pastel de


chocolate sin harina con coulis de frambuesa.

—¿Qué? —Los ojos de Arthur se pusieron en blanco.

—Sin gluten, para la fiesta de los Ramírez.

—Ah, está bien. —Arthur se volvió y empezó a


trabajar. Era una gran responsabilidad la que iba a tener
Arthur esta mañana ya que nunca había estado solo a
cargo del horneado.

Empecé a decir algo más, cuando Phil me hizo callar.


—Va a estar bien. Sólo tienes que irte, maldita sea. Cuanto
antes te vayas a casa y descanses, más pronto estarás de
vuelta. Por favor, no dejes que esto te haga empeorar.

Solté un bufido. —Dios no dejó que muriera en un


atentado suicida en Tel Aviv para morir de la gripe porcina.

Phil rodó los ojos. —Vete a casa.

—Ya me voy. —Eché mi chaquetilla al cesto de la


lavandería a la salida y me detuve a oler el aire húmedo.
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Me pregunté si debía llamar a Sander y ver si él quería que
recogiera algo de camino a casa, pero la fiebre estaba
haciendo que me dolieran los huesos, y pensé que si tuvo
la suerte de haber dormido, no me importaría despertarlo.
Sander trabajaba como portero de un club de striptease
local hasta bien entrada la noche, a pesar de que por el día
hacia audiciones para conseguir algún papel en el cine o la
televisión. Desde que empecé a trabajar por la mañana
temprano hasta la tarde, nuestros horarios eran ideales ya
que Sander no tenía otra cosa que hacer más que dormir.

Por lo que yo sabía, Sander no había llamado por la


mañana, así que regresé a casa como de costumbre, en el
autobús, luego entré en nuestro pequeño apartamento sin
hacer ruido y me quité los zuecos en la entrada de
mosaicos.
Mientras me acercaba a la habitación donde dormía
Sander, oí el inconfundible sonido de risas. Pensando que
era él viendo la televisión, no me hice notar, sino que
simplemente entré al dormitorio. Recapitulando, me di
cuenta de que había un par de zapatos, o tres, junto a las
caras deportivas de Sander en el hall de la entrada.

Eso es lo que me había permitido por complacerme


desde que había vuelto a Estados Unidos.

De los cuatro hombres en la cama, sólo uno parecía


pensar que mi presencia allí -horrorizándome al encontrar a
mi pareja participando en una orgía- no era para echarse a
reír. Los otros hombres se estaban riendo. Se echaron a
reír mientras se ponían la ropa y caminaban por el pasillo,
saliendo por la puerta.
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—No esperaba que regresaras tan pronto. —Sander


cogió una diminuta lata de alguna bebida energética y tomó
un sorbo.

—Estoy enfermo. —Prácticamente me desplomé sobre


la cama, junto a él, lo que le hizo levantarse y ponerse de
pie contra la pared—. Y al parecer eres un gilipollas.

—No es lo que parece.

—¿Cuánta gente tienes que follarte a la vez para que


parezca lo que es?

—No es cómo crees.

Ahora me sentía enfermo por dentro, tanto como por


fuera. Deseaba sentirme mejor. Apenas pude expresar una
justa indignación ya que apenas pude levantar la cabeza de
la almohada. —¿Cuántas veces?

—¿Cuántas veces qué?

—¿Cuántas veces te has metido en la cama con quien


se te ha antojado mientras estaba trabajando como un
esclavo para traer comida a casa?

—¡Yo trabajo! —Explotó Sander, feliz ahora de tener


algún tipo de argumento, de tener alguna razón para estar
indignado—. Me paso las noches sacando borrachos de un
bar de striptease para ayudarte.

Yo estaba cansado y dejé que mi lengua que hiciera el


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resto. —Trabajas sólo para poder tener unos buenos ‘books’
de fotógrafos caros y poder mantener tu coche para poder
conseguir tus sueños, mientras yo sudo tinta yendo y
viniendo al restaurante en autobús. No es como si viera un
centavo de tu maldito dinero. No es como si te lo hubiera
pedido.

Sander se tranquilizó. —¡Cierra la puta boca! ¡No es


como tú dices!

Estaba demasiado cansado y enfermo para prestarle


atención. Estiré la mano hacia la mesilla de noche para
coger un par de pastillas para el dolor, y luego las mastiqué
para que hicieran el efecto lo más rápido posible. —¿Puedes
traerme un vaso de agua, ¿por favor?

—Ve tú por tú maldito vaso de agua. —Sander había


decidido al parecer que la mejor defensa era un buen
ataque—. Y mientras vas por él, podrías tener un poco de
consideración. He visto esta nueva gripe en las noticias, y
la gente muere de ella. Podrías por lo menos dormir en el
sofá hasta que estés mejor. Hijo de puta.

Había estado viviendo con este hombre desde hacía


casi un año y me di cuenta que no tenía idea de por qué.
Claro, él era atractivo. Enorme, con un pelo rubio dorado,
una perfecta tableta por abdominales y una libido fuera de
control que parecía una maldita buena cosa al mismo
tiempo. No era el hombre más brillante, pero la forma en
que comía las cenas especiales que le preparaba en los
primeros días de nuestra relación, con tanto entusiasmo y
con esa alegría infantil, me había encantado.
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Me había dado cuenta desde hacía tiempo que Sander
no era precisamente fiel, y posponía el momento en que
tendría que hacer algo al respecto, ya que, en su mayor
parte, era discreto. Hasta hoy.

—Tienes que buscarte otro sitio para vivir. —Me di la


vuelta con cansancio y me fui dando tumbos, con la
intención de coger una botella de agua de la cocina. Eso
parecía demasiado lejos.

Sander me siguió, buscándome la boca. —Ni en


sueños. El apartamento es mío. Si no quieres vivir conmigo,
lárgate.

—Si lo hago, tendré que avisar al administrador. —Le


dije. Las hermanas que eran dueñas del complejo que
arrendaban y su reputación entre los inquilinos era
legendaria, y no de una manera particularmente buena.
Hicieron la vista gorda cuando sus excentricidades se
convirtieron en incómodas para vivir en el edificio, lo cual
fue una compensación ya que el alquiler estaba a un precio
muy por debajo del valor de mercado. La hermana mayor
se comportaba como si fuera su propio pequeño reino de
bajo alquiler, y nosotros sus siervos; el solo verla era como
una audiencia con el Mago de Oz. Afortunadamente yo le
gustaba, y a su igualmente aterradora, pero menos peculiar
hermana le gustaban mucho los cannoli—. Dado que el
apartamento está a mi nombre, podrías sacar tu culo fuera
de aquí.

—Mi culo podría aterrizar en el sitio correcto al


menos.
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Miré a Sander durante un minuto para ver si era algún
tipo de broma estúpida. No. No lo parecía. Me volví de
espaldas a él -sabiendo que lo odiaba- y gruñí: —¡Déjame
en paz, idiota!

—¿A quién llamas idiota? —Sander agarró mi hombro


y me hizo girar. Él envolvió su enorme mano alrededor de
mi cuello y me golpeó fuerte. La rabia que siempre
albergaba bajo la superficie de su piel comenzó a salir a
flote, e incluso tuve un momento de verdadera alarma
cuando su agarre se volvió más intenso y su rostro se
ensombreció de pura furia.

Esto no debería haber ocurrido. Tan atraído como me


sentía por los hombres grandes y brutales como Sander,
también lo hacía con el entrenamiento de Krav Maga2. Yo
creía que siempre sería capaz de cuidar de mí mismo, y
hasta ese momento, lo hacía. Pero al igual que todos mis
instintos me sacudían, casi me desmayé por culpa de la
condenada gripe. Mi primer movimiento, mi movimiento
instintivo, era golpear con la palma de mi mano sobre su
nariz y rompérsela, pero al no poder conseguirlo y dejarlo
tumbado en el suelo, sólo le enfureció. Sander soltó una
maldición y me golpeó con fuerza en la cara.

—¡Me has jodido la nariz! —Pude ver su pánico—. Mi


puta cara. Eres gilipollas. ¿Quién te crees que eres? ¿Solo
por qué he tenido un escarceo sexual?

—Fue instintivo. —Traté de levantarme del suelo, pero


me resbalé un poco en la sangre que había salpicado de la
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nariz de Sander—. Lo siento. Yo…

—¿Lo sientes? —Sander me dio una patada en las


costillas, atravesándome una explosión de dolor por todo
mi cuerpo. Vi luces bailando en mi campo de visión
mientras me enroscaba como una bola.

—Acabas de cargarte mi carrera. —Sander me asestó


otro enconado puntapié.

Daniel siempre me había acusado de no saber cuándo


ya era suficiente, y yo hacía tiempo que había llegado a la
conclusión de que podría estar en lo cierto. Me reí
débilmente.

2
N de T: El krav magá o kravmagá, en hebreo significa «combate de contacto» -de krav [‫]קרב‬
'combate' y magá [‫' ]מגע‬contacto'- es el sistema oficial de lucha y defensa personal usado por las
fuerzas de defensa y seguridad israelíes.
—Como si tuvieras una.

A la luz del hecho de que mi pareja estaba dándome


una paliza, mi risa parecía imprudente, pero había llegado a
la parte extrema de una paliza física donde no sentía nada.
Había estado allí antes; en esa dimensión mágica entre la
rabia de alguien y la absoluta oscuridad. Vislumbré el
espacio con recuerdos de la infancia y de los ruinosos
restos de la vida familiar. Era tan familiar para mí como la
vista de mi propio rostro en el espejo. Sentí otro corte en
mi mejilla con otro golpe del puño de Sander.

Bueno. Tal vez ya no.

Sander agarró un puñado de mi pelo y tiró de mi


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cabeza hasta que estuvimos uno frente al otro.

Traté de mover la cabeza para escupir la sangre de mi


boca, pero Sander me mantuvo firme. Escupí de todos
modos. La sangre que había estado aguantando salpicó
todo el pálido pelo rubio de Sander. Sorbiéndolo.

—¿No tienes miedo que pilles lo que tengo? ¿Gripe


porcina?

Como una técnica de escape, funcionó bastante bien.


Muy bien, la verdad. Sander apartó mi cabeza, y la golpeó
contra la puerta del armario. El golpe partió la piel bajo el
pelo detrás de mí oreja.

Mientras salía, me habló—: ¿Ves? Esto es por lo que


no podemos tener cosas buenas.
Tener la última palabra... no tiene precio.

No tenía ni idea de cuánto tiempo estuve tirado en el


suelo de la cocina, entrando y saliendo de la conciencia. A
decir verdad, el adormecimiento era lo mejor que había
sentido durante todo el día. Escuché mientras Sander se
vestía, y luego le oí correr alrededor empujando su basura
en una maleta. Cuando la puerta finalmente se cerró detrás
de él, dejé que la tensión de mi cuerpo se relajara. No era
la primera vez que nos habíamos peleado, pero fue la peor.
Había sido totalmente incapaz de defenderme. Hasta hoy ni
Sander ni yo nos habíamos dado cuenta de hasta donde
podría llegar esto si no podía utilizar mi fuerza y mi
experiencia para poner fin a esto.
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Incluso si pudiéramos haberlo hecho.

El teléfono en el bolsillo de mis anchos pantalones


sonó, y lo busqué a tientas pareciéndome imposible hasta
que pude cogerlo.

—¿Hola? —Respondí, absurdamente tratando de


ocultar a quien estaba llamando que había sido golpeado
hasta dejarme medio muerto. Como si pudiera ocultar nada
a un abogado por teléfono cuando era físicamente incapaz
de arrastrarme hasta la puerta de mi apartamento y pedir
ayuda a mis vecinos.

—Jacob, soy Phil. Me voy a casa temprano hoy porque


me parece que tengo lo que probablemente sean síntomas
de gripe. ¿Necesitas algo antes de dirigirme a casa?
Cerrando mis ojos, volví a reír. —Sí, Phil. Lo
necesito.—Ya podía oír a los vecinos golpeando a mi puerta
y, en algún lugar a lo lejos, las sirenas. Esperaba que no
vinieran por mí. Había más de una persona en el complejo
de apartamentos que me cuidaba. La persona más probable
que podría estar en la puerta era una de mis patronas.

—¿Sr. Livingston? —Imaginé que oí el golpeteo de


unos envejecidos pies calzados en unos despampanantes
zapatos tan viejos que tenían los huecos hechos para alojar
los juanetes de su propietaria—. ¡No pude quedarme
quieta! Entré con mi llave, Sr. Livingston. Esa bestia salió
de aquí cubierto de sangre y... —Cuando me vio, se cubrió
la boca con horror—. Oh.

Genial. Hoy aparentemente era el famoso día de ‘la


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tentación vive arriba’3, y Madeline, la femme fatale del
atrevido dúo, se balanceaba con una peluca rubia platino y
un vestido de raso color amarillento.

Traté de detener su avance hacia mí justo cuando ella


se resbaló en un charco de sangre, pero por fortuna se
mantuvo en el mostrador, evitando la caída. Levanté una
mano.

—No se acerque, Madeline. No quiero que arruine su


precioso vestido.

3
N de T: Esta frase hace referencia a la escena que viene a continuación, en consonancia con la
película de Marilyn Monroe y la indumentaria de la señora Madeline.
—¿Estás seguro que no puedo disuadirte de eso? —
Preguntó Phil por quinta vez.

Tragué saliva por mi garganta magullada. Mis labios


estaban partidos y me dolía todo el cuerpo. Era difícil
hablar, pero le debía por lo menos eso al hombre que había
sido tan amable de ayudarme.

—Estoy seguro, Phil. Ir a ver a mi hermano me hará


sentirme lo suficientemente mal como para que la paliza 14
que me ha dado mi pareja me haga sentirme como un
perdedor.

Phil no dijo nada. No tenía por qué hacerlo. Nosotros


habíamos discutido sobre el temperamento de Sander más
de una vez.

—Lo sé. Me lo has dicho. —Me incliné y recogí con


cuidado la bolsa de viaje. Paré a Phil cuando él intentó
alcanzármela—. Yo puedo hacerlo.

Phil me frunció el ceño. —Nunca lo haría, te lo he


dicho una y otra vez. Por Dios.

—Lo siento.

—Crecí preguntándome si mi madre se quedó con mi


padre porque ella tenía una personalidad
extraordinariamente optimista. Pero eso no puede ser,
porque eres una jodida caja de sorpresas. Nunca entenderé
por qué ninguno de vosotros aguantasteis esa situación,
pero no quiero echarte la culpa a ti tampoco. No es de mi
incumbencia.

El autobús estaba listo para que subiera a el. —Voy a


pedir ayuda, —murmuré. Comencé a cojear hacia el gran
autobús, caminando más despacio de lo que podía porque
sabía que iba a doler como el diablo subir esos escalones.

—¿Qué? —Phil me cogió del brazo—. Sander es el que


necesita…

—No es por Sander. —Parpadeé para contener las


lágrimas. Jodido medicamento. No podía ocultar mis
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emociones—. Me siento atraído por la violencia. Es…
familiar.

—¿Qué es... —Phil frunció el ceño.

—Vete a casa con Hannah. Cuida de ella. Te necesita


mucho más que yo.

—Espero que te recuperes pronto.

—Gracias. —Miré a Phil desde donde estaba parado en


los escalones del autobús—. Dale mis mejores deseos.

La conductora del autobús me echó una mirada


pétrea mientras dejaba mis cosas en el asiento dos filas
detrás de ella. Usualmente me gustaba sentarme
justamente detrás del conductor, pero había ya dos
adolescentes allí. Tenía el suficiente conocimiento como
para saber que no importaba donde estuviera sentado en el
autobús, todavía olía a hospital.

Miré a las adolescentes con el rabillo del ojo, lo


suficiente como para ver que estaban asustadas. No podía
culparlas. Era alguien que a menudo se movía en
transporte público y siempre cogía este autobús especial
para visitar a mi hermano, sabía que tenían razones para
tener miedo. Ellas eran atractivas, tal vez estuvieran en el
instituto, tenían la piel oscura y unas gruesas trenzas
marrones. Los chicos ya estaban asentados en sus asientos
cuando ellas entraron en el autobús. A las chicas
probablemente les habían dicho que se sentaran
directamente detrás de la conductora por parte de sus
madres o de la propia conductora, y se quedaron allí como
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les habían dicho.

Mientras el resto de los pasajeros desfilaban ante mí,


me di cuenta de los sospechosos habituales. Era como un
pase de lo peor que la vida tenía para ofrecer, como ver a
los siete pecados capitales ocupar sus asientos hasta que el
autobús se llenó. Las chicas delante de mí ya estaban
temblando.

Un anciano vestido con un par de pantalones de


poliéster, una camisa a cuadros y un suéter desgastado se
sentó en el asiento de al lado. Me miró a la cara y vi que
detrás de sus gruesas gafas tenía una catarata en un ojo.
Llevaba un alegre sombrero de tela escocesa de forma que
me recordaba a mi abuelo, y me brindó una desdentada
sonrisa. Yo no pude devolverle la sonrisa.
Un vistazo por la ventana confirmó que no llovería
antes de tiempo. Cerré los ojos y traté de encontrar una
manera cómoda para sentarme. Mis rodillas estaban
presionadas contra el asiento delantero. A pesar de que el
hombre que estaba junto a mí era pequeño, tal vez midiera
un metro setenta, y frágil, no quise abrir mis piernas y
quitarle espacio. Cerré los ojos y sucumbí después de sólo
unos pocos minutos a la medicación que había tomado para
el dolor.

Dormí a ratos con mi cabeza apoyada contra la


ventana. Tuve mis propios sueños, algunos de los cuales
todavía llevaban las huellas de la violencia que había
experimentado el día anterior. Cuando Sander huyó, se
había llevado sólo su ropa. Phil consiguió su número de
móvil por mí y me aseguró que le había telefoneado y le
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había dicho que ser llevara el resto de sus cosas mientras
yo estuviera fuera de la ciudad. Si lo hacía o no, no le daría
ninguna importancia. Él tendría su oportunidad, y luego
cambiaría las cerraduras.

El movimiento del autobús me tranquilizó, y el


rutinario ruido del gran autobús me incitó a quedarme
dormido de nuevo.

Me sorprendí cuando me desperté y no oí el motor.


Tosí un poco, con cuidado de volver la cabeza y presione la
tos contra el hombro, como modelo de un buen
comportamiento higiénico. Cuando abrí los ojos, me di
cuenta de que el señor mayor que estaba sentado a mi lado
se había ido a otro asiento. Así que tenía a las chicas
sentadas delante de mí. Los efectos de los medicamentos
para el dolor hacía tiempo que habían desaparecido,
dejándome adolorido y febril.

Enfoqué los ojos y vi la cara de la conductora del


autobús, enfadada y arrogante a la vez, mirándome. Ella
era una treintañera latina con una cara bonita, pero
encontré su maquillaje como algo teatral; sus ojos y las
cejas estaban tan delineados que no parecían naturales.
Tenía una mirada dura, y estaba mirándome, lo que lo
agravaba.

—¿Señor? —Preguntó, mirándome fijamente. Al


parecer, llegué tarde a una fiesta de la que no tenía
conocimiento. La luz del día se había ido, y la lluvia cubría
las ventanas cerradas del autobús. El aire dentro del
vehículo era asqueroso.
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—¿Sí?

—¿Está usted enfermo?

—Estoy resfriado, sí.

Entrecerró los ojos.

—Sólo tengo que tomar un poco de Tylenol, y estaré


bien. ¿Cuánto falta para Santa Cruz?

—Usted no va a ir a Santa Cruz. —Ella cruzó sus


brazos—. Tiene que abandonar el autobús ahora.

—¿Perdón?

Sus oscuros ojos brillaron. —Tengo treinta pasajeros


en el autobús, señor, y ninguno de ellos quieren que siga
aquí.

—¿Es por culpa de la gripe? He estado en el hospital


esta mañana, y me dejaron salir.

—¿Tiene algún parte médico?

Sacudí mi cabeza. —No.

—Entonces tiene que salir del autobús.

Me volví para mirar a los demás pasajeros. Ninguno


podía mirarme a los ojos, excepto el hombre que se había
sentado junto a mí antes. Me miró con tristeza y luego
desvió la mirada como si algo le hubiera llamado la
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atención en la oscuridad de fuera.

La conductora golpeó su pie contra el suelo


antideslizante. —No quiero tener que decirlo de nuevo, pero
lo haré. No quiero tener que pedir a los demás pasajeros a
que le ayuden a bajarse, pero lo haré. Por favor. Salga.
Del. Autobús.

Me puse de pie y me acerqué al pasillo, disfrutando del


miedo que mostraba en sus ojos cuando me levanté
totalmente. Nadie sabía mejor que yo lo que podría hacer
tal como estaba. Di un paso hacia la conductora y ella se
estremeció.

—¿Dónde demonios estamos? —Le pregunté. Podía ver


las luces por la ventana, pero no parecía como algo que
reconociera. Un signo de alguna tienda tal vez. Alguna
gasolinera genérica. No había nada familiar. El agua
cayendo hacia el oscurecido cristal distorsionaba lo que
indicaban las señales.

—Estamos en la autopista 101 de St. Ignacio, —dijo la


conductora—. Eso es él ‘Sea View motel’. No puedo dejarle
en mitad de la nada, pero le pido que se baje del autobús.

—Ya voy, —le dije, caminando junto a ella—. ¿Va a


abrir la bodega de carga para que pueda coger mi bolso?

—Voy a ello. Deme un minuto. —Ella se acercó a su


asiento, cogió un paquete de toallitas higiénicas debajo de
él y se lo entregó al anciano que había sido mi compañero
de asiento. Él lo cogió, pero lo mantuvo en sus manos,
como si no supiera que hacer con ellas. O tal vez sólo no
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quería hacerlo delante de mí.

Desembarqué lentamente. Yo iba a sentir la aventura


de este día durante mucho tiempo. Cuando la lluvia golpeó
mi piel, empecé a darme cuenta de que estaba siendo
desalojado de un autobús de la línea ‘Greyhound’. Qué
afortunado me sentí ya que si había creído por un segundo
que encontrarme a mi pareja en la cama con tres hombres
y luego ser golpeado casi hasta la muerte por su rabia me
había hecho tocar fondo, el haber sido echado de un
autobús de esa línea tenía que estar por debajo de eso. Mi
estado de ánimo cada vez estaba más por debajo de los
limites imaginables.

Cogí mi bolsa de viaje de la bodega de carga y vi que


la conductora se subía al autobús. Muy pronto el
característico rugido del motor destrozó el silencio.
Retumbó un momento y luego las puertas neumáticas del
autobús se cerraron con su peculiar sonido continuando con
su recorrido. Sin mí.

Surrealista.

Jodida gripe porcina. Si la hubiera tenido, No me


habrían dejado salir del hospital, ¿verdad? Me sentí
afortunado de que sólo había estado en un autobús. Si
hubiera estado con esa misma gente a bordo en un avión a
mitad del vuelo, estaría haciendo un exagerado
espectáculo, tirándome al suelo justo en ese momento.

Me volví hacia el motel. Había un poste con una


parpadeante luz que decía ‘SEAVIEW MOTEL’. Las letras ‘V’
y la ‘I’ permanecían apagadas. Una señal roja de ‘ABIERTO’
21
daba la bienvenida a los viajeros.

Vamos adentro, Jacob.


El pomo de la puerta de la pequeña oficina del motel
giró fácilmente en mi mano, pero la puerta estaba
atascada. Le di un empujón y luego tiré con más fuerza
para darme cuenta de que estaba así debido a la humedad.
La lluvia seguía salpicando de manera intermitente. El
anciano detrás del escritorio estaba leyendo el ‘USA TODAY’
y me hizo esperar un minuto.

Me aclaré la garganta con delicadeza, con miedo de


toser delante de alguien más aquella noche, para no tener 22
que dormir en la calle como si tuviera la peste.

¡¡¡No te vayas a estresar!!!

—Le he visto. Deme un segundo, —dijo el hombre,


amablemente por detrás del periódico.

Esperé hasta que las páginas crujieron y lo bajó para


mostrar una cara muy común, de unos sesenta años de
edad y con gafas de media luna.

—Santo cielo, —susurró el recepcionista cuando vio


mi cara.

Bueno, esto iba de mal en peor. —¿Tan mal me ve?

—Peor, —el recepcionista susurró las palabras—.


¿Qué puedo hacer por usted?
—Necesito un lugar para… —me di cuenta de que
tendría que llamar a Daniel, que podía o no acceder a
buscarme— unos días.

—Está bien.

El recepcionista sacó un formulario de inscripción y me


lo entregó. —Nuestras habitaciones son de no fumadores.

—Está bien.

—Me ocupare de eso personalmente si el que le hizo


eso a su cara irrumpe en mi hotel.

Saqué mi cartera. —Ha sido una disputa doméstica,


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por lo que es muy poco probable que venga.

—Está bien. —El hombre no me quitó ojo—. ¿La


pequeña mujercita es boxeadora?

—Modelo de pasarela de alta costura.

—Oh. —Los labios del viejo se crisparon—. Esas son


mortales; eso es por que andan con esos elevados tacones
tan altos.

Me reí y levanté la vista. —Le daría la mano, pero


estoy resfriado.

—Tengo desinfectante de manos. —El hombre me


tendió la mano—. Carl Lents. Soy dueño de este lugar.
—Jacob Livingston. Yo... —Dejé de hablar cuando sentí
un cosquilleo en la garganta. Tosí en mi hombro y luego le
cogí la mano y se la estreché—. Me echaron del autobús
por culpa de la tos.

—Espero que eso no haya hecho un punto de inflexión


en su vida. —Los vivarachos ojos de Carl se arrugaron en
las esquinas.

—Puede que lo haga.

El hombre sonrió mientras revisaba mi identificación y


pasaba la tarjeta de crédito. —¿Planta alta o baja?

Miré por la ventana hacia el patio del motel, vacío y


resbaladizo por la lluvia. A cada lado de la zona de
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estacionamiento de los edificios de dos plantas había unos
extensos pasillos y escaleras al final de ellos. Escaleras.
Joder. —Primer piso.

—Hay una clínica de urgencias en la ciudad, y estará


abierta mañana a las ocho.

—Vi a un médico esta mañana en la sala de


emergencias. —¿Eso fue esta mañana?— Tengo un
resfriado, y estoy cansado como el diablo. Nada como un
poco de Vicodin y algo de descanso para curarme.

—Si usted lo dice.

Me incliné para recoger mi bolsa. —Le agradezco su


preocupación.
—Sí. Los muertos huelen mal, muy mal.

Sacudí mi cabeza. —Trataré de que no vaya a más.

Carl frunció el ceño. —Oiga. Si necesita algo, no dude


en pedirlo, ¿de acuerdo? Llame a la oficina si necesita...

Me detuve en la puerta. —Está bien. Estaré bien,


gracias. En serio.

—Está bien. —Carl me dejó marchar, y yo me dirigí al


otro lado del vacío complejo. La antigua llave se sentía
extraña en mi mano, su espléndida etiqueta anunciaba
‘Motel SeaView’ en unas opacas letras doradas deslucidas
que parecían que podrían brillar en la oscuridad. Cuando fui
de vacaciones con mi familia cuando era un niño, nosotros
25
jugábamos a un juego en el que mi padre nos echaba la
llave del hotel a la piscina, así que Daniel y yo buceábamos
y la recuperábamos, por lo general sólo hasta que mi
padre llevaba una copa de más y comenzaba a tirarlas tan
alto que era peligroso si estabas debajo cuando caían.
Recordaba claramente el romperse una de las luces de
seguridad de la apolillada cubierta de la piscina y llevar una
contusión en forma de llave en la frente durante una
semana.

Hoy en día se emitían las llaves tarjetas, eliminando


tanto la aventura como el peligro del juego y no es que
fuera un dilema para el mundo moderno. Todo tenía que
ser desinfectado para su protección, como las pequeñas
tiras de papel puestas en los baños que anunciaban esas
viejas habitaciones de moteles.
Tiré mi bolsa en la segunda cama y entré en el cuarto
de baño, con la esperanza de que un viejo cascarrabias
como Carl mantuviera esa dinámica. Sin embargo, el
inodoro estaba desnudo de cualquier señal.

Oriné y me lavé las manos, luego desenvolví una de


las tazas de plástico y me llené un vaso de agua. Un
destello de inspiración me hizo llenar la pequeña jarra
también, y puse las dos en la mesa de noche al lado de la
cama junto con mis medicamentos. Apenas podía despegar
mis ropas húmedas y colgarlas sobre una silla antes de que
la cama me hiciera señas, dándome la bienvenida para
adentrarme en las blancas y desgastadas sábanas y una
desgastada manta.

Era algo que sabía que tenía que hacer, pero estaba
26
muy cansado. Mis medicinas y el agua que yo había traído
desde el baño parecía como si estuvieran a kilómetros de
distancia. Sin duda no me haría daño dormir un poco antes
de tomar cualquier cosa. Eran sólo calmantes para el dolor,
y si estaba dormido, no pasaría nada.

Mi piel estaba ardiendo. No había otra explicación. Ese


ardor dolía como mil agujas, y la agonía se estaba
disparando directamente de mis terminaciones nerviosas al
cerebro. Cada célula de mi cuerpo me dolía. Mis músculos
se tensaron, y la hinchazón palpitaba en mi cara y las
costillas. La luz bailaba detrás de mis párpados cerrados,
pero no podía encontrar las ganas para levantarlos.

Uno fue levantado y una luz me cegó por un


momento.

—Jacob, —dijo una voz por encima de mí— vuelve,


amigo. ¿Puedes oírme?

La voz no me era familiar, pero llevó a cabo una


especie de dulzura paternal que me recordó a mi zeyde4.
La voz de mi zeyde tenía un ligero acento y todavía, a
veces, me llamaba en sueños. Por lo que no dudé en
responderle aunque ya no estaba.

—Yasha, abuelo. ¿Cómo es que no me llamas Yasha?


27
—¿Yasha? Está bien. Yasha, habla conmigo. ¿Cómo
estás? ¿Qué pasó, Yasha?

—No sé. Me duele todo. Debe haber sido papá. No


dejes que le haga daño a mamá, zeyde. Esta vez él no le va
a hacer daño. Yo y Dan lo detendremos.

Sentí unas manos detenerse sobre mi piel, lo cual fue


una lástima, porque a pesar de que se sentían pegajosas y
atrapaban el vello de mi brazo, eran refrescantes, y se
sentían muy bien.

En algún lugar por encima de mí, mi zeyde, mi abuelo,


suspiró. —Oh joder.

4
N de T: Abuelo en hebreo.
Cuando traté de incorporarme, el hombre con las frías
manos de plástico me empujó hacia atrás, canturreándome
que me estuviera quieto. Sentí un pellizco y un pinchazo en
la parte posterior de la mano.

—No. —Luché por levantarme de nuevo, para apartar


el dolor y poder ponerme de pie. Mi cabeza estaba muy
embotada y me dolía todo. Alguien me pinchó como con un
alfiler en el brazo y eso fue innecesario y cruel—. Déjame
en paz.

Un segundo par de manos agarró mis hombros


mientras la voz de mi zeyde zumbaba en mi oído. A pesar
de que había luchado, mi fuerza se había ido por completo.
Sin embargo, no dejaba de moverme sobre las manos de
los seres que me sujetaban. De repente tuve la sensación
28
más horrible de lo que imaginaba que estaba pasando. Eso
provocó un sentimiento tan horrible que se desdibujó en un
tembloroso suspiro.

—Zeyde, —susurré— estoy luchando contra un ángel,


al igual que Yaakov5 en la biblia. —Arremetí con un pie y
unas manos se cerraron sobre él—. Bueno, esto apesta.
Dios parece haber enviado a más de uno por mí.

Una voz divertida dijo: —Shh, Yasha. Eso es porque


eres especial. —Unas manos me subieron a otra cama, una
que se movía debajo de mí. Traté de salir de ella, y mi
zeyde me agarró alrededor de la caja torácica por detrás y
me abrazó, mientras que otros me sujetaban y agarraban
mis pies.

5
N de T: Jacob en hebreo.
Volví la cabeza y encontré un par de ojos verdes que
contenían una inmensa compasión. ¿O era el ángel,
utilizando la voz de mi abuelo tratando de engañarme para
que dejara de luchar? Si le dijera a mi zeyde que mi pareja
me había golpeado, no sólo esta vez, sino durante todo un
año...

Espera. Mi zeyde está muerto.

—Dime quien te hirió, Yasha.

—Club de lucha, —mentí. De ningún modo permitiría


que el ángel me engatusara para contarle mi secreto.

La luz de los bonitos ojos se ensombreció, como si su


dueño estuviera decepcionado de mí. Joder. Yo sabía que
29
no era mi zeyde. Mi zeyde nunca me miraba de esa
manera.

—Quédate quieto ahora mientras te movemos.

Yo luchaba. —Déjame en paz. Sólo quiero dormir.

—Está bien si lo haces, —fue la respuesta.

La oferta era tentadora. Se sentía como si zeyde


estuviera allí y tan cálido. Si dejaba caer la cabeza hacia
atrás, podía imaginar que descansaba sobre sus hombros.
Todo iba a estar bien.

Las manos se movieron sobre mi cuerpo, alejándome


de mi zeyde, que me sostenía aún antes de que me
pusieran una correa de fuerza alrededor de mi pecho.
Entonces me acordé de nuevo, mi zeyde estaba muerto, y
tenía que luchar con todos estos ángeles hasta la mañana
para ganar.

—Zeyde. —Quería llorar—. No soy lo suficientemente


fuerte.

—Lo suficientemente fuerte ¿cómo para qué, Yasha?

—No puedo esperar hasta la mañana. —Lo miré con


ojos lacrimosos—. Los ángeles me golpearan.

—No, Yasha, —la voz de mi zeyde habló con firmeza


en mi oído. Alguien cogió mi mano—. Estoy contigo. No voy
a dejar que te rindas.
30
¿Tal vez mi zeyde era un fantasma?

—Gracias, zeyde. Te he extrañado mucho desde que


te fuiste. —Apreté su mano—. Tú eres el único.

Una mano áspera que olía a agua de mar, hojas de


lima y a algo más sutil, acarició mi mejilla con un correcto
roce. Sabía que mi zeyde iba a montar guardia hasta que
fuera lo suficientemente fuerte como para luchar con el
ángel un poco más. Volví la cabeza hacia su mano y le dí
un beso allí porque -por fin- sabía que era seguro para mí
descansar.
Cuando abrí los ojos, la luz era lo suficientemente
brillante fuera de la ventana al lado de mi cama como para
convencerme de que era de día.

—Bienvenido de nuevo, Yasha. —Unas suaves manos


sostenían un manguito de presión arterial alrededor de mi
bíceps.

Me sorprendí demasiado por oír mi apodo para


prepararme para el dolor del manguito al tomar la presión
sobre mi maltrecho brazo. —¡Ay! 31
—Sé que esto duele un poco debido a la contusión. Lo
siento. Soy Alice.

Miré hacia arriba a la cara de una mujer cuarentona


con ropa de hospital. Ella estaba tomando mi presión
arterial, por lo que pensé que era seguro asumir que era
una enfermera. Tenía el pelo castaño, ojos amables y no
llevaba maquillaje.

—¿Qué pasó? —Lo último que recordaba era... ¿Qué?

—Los paramédicos le trajeron aquí después de que el


dueño del motel donde se alojaba lo encontrara
inconsciente en su habitación. Estaba severamente
deshidratado, creo que ha salvado su vida. Él está aquí por
si quiere verlo. Se ha quedado para ver cómo se encuentra.
Me quedé en silencio. Wow. Casi me había...

—Él está fuera. ¿Debería decirle que volviese en otro


momento?

—No. está bien. Debo darle las gracias.

—Sería muy amable por tu parte, —dijo ella.

Tras vigilar mis constantes vitales, Alice salió fuera, y


entró Carl el dueño del motel con un hombre más joven, tal
vez de mi edad.

—He oído que tengo que darle las gracias por su


oportuna intervención médica.
32

Los ojos de Carl se iluminaron. —Esta es la segunda


vez que he tenido que llamar a los paramédicos para que
atiendan a un cliente este año. Los turistas ya no son como
los de antes.

Debido a mi dolorido rostro, le devolví una sonrisa. —


Generalmente estoy hecho de otra pasta.

—Cuando no tuve noticias de ti en un par de días,


empecé a preocuparme. Y como dije, las personas
muertas…

Puse los ojos en blanco. —Huelen muy mal, lo sé.

—También hay alguien más a quien tienes que dar las


gracias. Se trata de Jason, mi hijo. Él es al paramédico que
llamé.

Jason acercó su mano y la extendió. La tomé y


encontré su apretón de manos firme y seco. —Llámame JT.
Me alegra ver que estas cogiendo color de nuevo. Vas a
estar temeroso de nosotros durante un tiempo, Yasha.

Fruncí el ceño. —¿Cómo me has llamado?

—Yasha. ¿No es así como te llamas?

—Soy Jacob.

—Me dijiste que te llamara Yasha. Me llamaste zeyde.


Que es abuelo, ¿verdad? —Él miró a su padre.
33
De repente, lo que pasó recobró vida en mi cabeza,
incluyendo la mirada en sus ojos que me había hecho besar
la palma de su mano.

Carl habló. —Es correcto. Zeyde es abuelo en hebreo,


y Yasha es un apodo de Jacob, al igual que Sasha lo es
para Alexander. Yo tenía un tío que se llama Yasha.

Sentí mi cara arder. —Debo haber estado realmente


fuera de mi si te llamé zeyde.

JT sonrió. —Lo que parece extraño, —murmuró— por


lo general no me suelen confundir con alguien que tiene
nietos.

JT apoyó los antebrazos en la barandilla de la cama y


cruzó las manos juntándolas. Mi corazón dio un pequeño
brinco. JT tenía unos ojos verdes, de color opaco como el
jade y el pelo castaño. No debía ser su color de pelo,
porque sus mejillas y el mentón sin afeitar tenían una
fuerte barba de color rojo cobrizo, que destellaba incluso en
la penumbra de la habitación del hospital. Parecía cansado,
pero dulce, como si soliera ir a casa con su padre y se
sentara en una silla frente a él para jugar al ajedrez. Como
si alimentara a gatos callejeros. Tenía ojos amables. Una
voz suave. Jason Lents. No era exactamente mi tipo de
hombre, pero era atractivo.

—Mi nombre es Jacob.

—El problema es que me gusta llamarte Yasha. —La


voz de JT era una caricia. Estiró un dedo para trazar la
cinta que sujetaba la vía intravenosa para que se sujetara
34
en mi mano—. Te salvé la vida, por lo que me perteneces,
¿no?

—Claro, —le dije a la ligera— tan pronto como salga


de aquí, me voy a ir a vivir con toda la otra gente que has
rescatado en los últimos años.

—No hay necesidad de ir tan lejos. Tal vez con que no


tengas necesidad de mis servicios por un tiempo. —Unos
ojos verdes me miraron, serios y penetrantes—. Déjame
invitarte a un café cualquier día y así poderte decir que no
deberías contentarte con ser el saco de boxeo de nadie.

Me sentí abofeteado. —No tienes por qué decirme


eso.

—Parece que sí. —Sus ojos se estrecharon—. Parece


que no te importa nada lo que te suceda.

—No sabes nada de eso. —Sonaba ronco, y esperaba


que Carl y JT pensaran que solo tenía la boca adormilada.
La forma en que JT me miraba hizo algo que estrujó mi
corazón dolorosamente a algo parecido a la vergüenza.
Porque sólo yo conocía quien tuvo la culpa de ello. Yo sabía
quién era Sander, y debería haberme ido. Pero, ¿quién era
este virtual desconocido para saber sobre eso?

—Entonces no te mentas en problemas.

Miré a su padre, que de alguna manera puso los ojos


en blanco y se encogió de hombros. Volví a mirar hacia mis
manos. —Por supuesto. A veces, los problemas sólo... me
encuentran.
35

Aunque él no mostró signo externo de decepción, la


intensa mirada de JT se disipó. —Papá, tengo que ir a
descansar un rato. Tú —me señaló— haz lo que Alice y los
doctores te digan. No me hagas volver aquí y patearte el
culo. Hablando en sentido figurado, por supuesto.

Carl hizo una mueca. —Hijo…

JT se volvió hacia su padre. —Hasta luego, papá. —Le


dio un apretón al brazo de su padre—. Me largo de aquí.

Cuando la puerta se cerró detrás de Jason, Carl se


inclinó sobre mi cama. —No tomes en serio a mi hijo. Él es
así. Un torbellino.

—Está bien. Probablemente ha tenido una noche


nefasta.

—Sí.

Un profundo silencio llenó la habitación. Nunca había


sido una persona habladora, y al parecer tampoco, lo era
Carl. Finalmente dijo: —¿Eres judío?

—Sí.

—Yo también. —Carl me miró—. No soy muy


observador.

Traté de sonreírle, pero me dolió. —Te diste cuenta


que no salí de mi habitación.
36
—Eso no... Oh. Ya veo. Sí. —Carl sonrió. Otro
silencio—. Supongo que quería decir que no soy un buen
judío.

—Lo sé. Yo tampoco.

—Mi hijo es más religioso. Él piensa que el crimen


contra Dios es luchar si lo haces por placer o por dinero. Se
preocupa por cosas como esas. Él es bastante dogmático al
respecto.

Traté de pensar en lo que podría significar. —¿Lucha


por placer?

—No me malinterpretes, entiendo que eso es algo


popular, y la gente lo llama deporte, no sólo Jason. Él tiene
la idea de que los clubes de lucha son una bestialidad, una
vuelta a esa clase de deporte sangriento que fue popular en
la antigua Roma.

—¿Club de lucha? —Traté de centrarme en Carl, pero


incluso ese breve gesto me cansó. Traté de pensar en
volver a lo que yo había dicho mientras había estado
delirando.

—Sí. No es gran cosa. Sólo tienes que saber que


vamos a oír hablar de eso de Jason. El intentará disuadirte
de que lo hagas de nuevo.

Algo hizo clic en mi memoria. —Club de lucha. —


Suspiré—. Le dije que yo estaba en un club de lucha.

—Sí. Los ojos de Carl eran marrones. Me pregunté de


37
dónde venían los ojos verdes de Jason.

—Le mentí. Yo no… no soy boxeador. Él puede tener


la seguridad de que no voy a hacer nada de eso en el
futuro.

—Eso está bien. Se estaba montando su propia


historia y podría empezar a dar sermones sobre eso que ni
te imaginas.

—Imagino.

—¿Por qué mentiste? —Preguntó Carl—. Si tienes


algún tipo de problemas con la ley…

—No es nada de eso. —Luché contra el deseo de mirar


hacia otro lado. En lugar de eso me quedé mirando
fijamente a Carl—. Yo le dije la verdad. Fue un asunto
doméstico, mi novio. Me dio vergüenza.

—Ah... Yasha. —Carl suspiró con tristeza.

—De todos modos, y no quiero parecer estúpido, sólo


no lo digas… a nadie, ¿de acuerdo? Es lo suficientemente
embarazoso el ocultarlo. —A pesar de mi determinación por
seguir mirando a los ojos de Carl, mis ojos empezaron a
cerrarse—. Estoy muy cansado.

—Cúrate pronto. —Carl se dirigió a la puerta, pero


luego se volvió—. ¿Cuánto tiempo vas a permanecer aquí
en St. Nacho’s?

Volví a abrir mis ojos. —No tengo ni idea. De hecho


38
nunca planeé llegar aquí.

Carl comenzó a moverse de nuevo. —Es posible que


desees volver a pensar eso. St. Nacho’s tiene una manera
de envolverte a su alrededor. Yo sólo paré aquí a comerme
una hamburguesa, y eso fue hace cuarenta años.

—Le ha ido bien. Debe haberle gustado estar aquí.

Carl frunció el ceño concentrado, como si estuviera


pensando mucho o recordando. —No lo creo. No
exactamente, no. Pero no deja que me vaya. —Me dejó
solo en la habitación preguntándome qué diablos quiso
decir con eso. Había un montón de cosas en mí pasado que
no querían marcharse. Pero eso no significaba que yo
quisiera otro.
La lluvia empezó a golpear en la ventana, y el sonido
era lo suficientemente relajante como para que se alejaran
todos mis problemas más apremiantes. Tendría que llamar
a Dan. Tal vez Dan sabía dónde me encontraba ahora, y él
podría venir por mí. Me había quedado dormido en el
autobús en la oscuridad cuando ellos me echaron, y no
tenía ni idea.

Tal vez me tomaría un descanso aquí, y echaría un


vistazo a los alrededores después de salir del hospital.
Nunca había oído hablar de St. Nacho’s. ¿Qué clase de
pueblo se llamaba St. Nacho’s?

Tal vez me quedaría el tiempo suficiente para


averiguarlo.
39
—Podría haber llamado a un taxi, —argumenté
mientras JT me ayudaba a subir a la cabina de su
camioneta. Era una de las primeras Ford de los sesenta, el
modelo Flareside F-100 de color rojo lacado, sólido, bonito
y completamente restaurado. Era un tesoro. No se parecía
a las típicas camionetas que sacaron después, pero era
grande, cuadrada y ancha, la rejilla delantera parecía una
sonrisa con dientes cromados. Un momento de intensa
codicia me inundó el pecho.
40
—Tendrías que estar esperando horas para llegar
desde aquí hasta Santa Bárbara. St. Nacho’s no es la clase
de ciudad con taxis a cualquier hora. Por otro lado, si
levantas el pulgar para hacer auto-stop, probablemente te
llevaría alguien que no te intentaría matar por tu cartera.
Así que todo se equilibra. —JT tenía una sonrisa atractiva, y
la estaba mostrando en todo momento.

La ignición estaba a la izquierda de la columna de


dirección. La palanca de cambios estaba situada al lado del
volante. Suspiré y pasé las manos por el salpicadero.

—Es una buena camioneta.

—Yo la llamo Mithril6.

6
N de T: El mithril es un metal ficticio que pertenece al legendarium creado por el escritor
británico J. R. R. Tolkien y que aparece en su novela El Señor de los Anillos. Se dice que es el más duro
de los metales.
Me reí. Imaginaba de qué iba eso. Tolkien. Gandalf
dijo: —¡Mithril! Lo que todo pueblo desea. Podría ser
golpeado como el cobre y pulido como el cristal.

JT resopló de forma poco elegante. —Y todo el mundo


sabe que la belleza del Mithril no mancha ni oscurece. —
¿Podría ser más friki?

—Probablemente no.

JT me miró. —Algunas cosas se sienten intensamente


y sin complicaciones.

Creo que sabía lo que quería decir. No había campanas


ni silbidos, sólo un gran asiento, una caja de guantes y una
41
radio pequeña en la cabina. Pero era como mirar a través
de una ventana en el tiempo, todavía llevaba un olor a
tierra de granja y el recuerdo de una América grande y
optimista.

Cuando levanté la vista, me vi atrapado en su mirada,


y tuve la absurda idea de que estaba sorprendido y
encantado por mi reacción. Como si fuéramos almas
gemelas y la camioneta fuera como un lazo entre nosotros;
un secreto apretón de manos o una palabra clave que
rompió el silencio y el puente de la distancia entre
nosotros.

Los resortes individuales debajo de la tapicería del


coche eran fuertes y sonaban rígidos, crujiendo mientras
miraba a mi alrededor buscando los cinturones de
seguridad.
—Solo tiene cinturones acoplados en los asientos. —JT
pareció leer mi mente—. Esta camioneta no llevaba en su
origen ni siquiera eso. Se los pusieron más tarde.

—Genial. —Busqué entre el cojín del asiento y el


respaldo de la puerta y lo encontré a un lado, luego tanteé
mi otro lado para encontrar a su pareja—. ¿Ha pertenecido
siempre a tu familia?

—Sí. La familia de mi padre siempre ha vivido en una


granja en Castroville.

—¿Castroville?
42
—La capital mundial de la alcachofa. —JT encendió el
motor y ajustó el obturador cuando la camioneta escupió a
la vida, suavizando el ruido—. En los años sesenta, cuando
Julia Child comenzó a hacer su espectáculo ‘El chef francés’,
la gente comenzó a introducirse en la alta cocina y la buena
mesa. Mi abuela pensó que sería un buen momento para
empezar a introducir la producción de una alta gama de
espárragos blanco, endibias belgas, alcachofas, diferentes
tipos de lechuga y verduras para bebés.

—Estas bromeando.

—No. Y ella envió primero a mi abuelo y luego a mi


padre con esta camioneta a los restaurantes y a los
mercados agrícolas del área de San Francisco. Papá estaba
en un viaje a Los Ángeles para ver si podía abrir un
mercado allí y se quedó atrapado aquí en St. Nacho’s con el
radiador roto. Mientras esperaba a que se lo arreglaran, él
se enamoró de la hija del hombre que era dueño del Sea
view Motel.

—Eso es una gran historia. Mencionó que este pueblo


lo envolvió y no lo deja irse.

—Sí, bueno. Mi madre hizo que sucediera eso


probablemente. De todos modos, su hermano se hizo cargo
de la granja, pero cuando llegó el momento de conseguir
una camioneta nueva, mi padre apenas pudo dejar que
ellos la vendieran. Nosotros la tenemos desde entonces.
Ahora es mía.

Nos golpeó un bache, y me zarandeó lo suficiente


como para que hiciera una mueca de dolor. Agarré el
43
asiento a mi lado.

—Lo siento. No va a ser un viaje cómodo.

—No pasa nada. Si hay baches puedo aguantarlo. No


soy tan delicado. —Definitivamente andaba como una
camioneta de granja. No hay nada malo a menos que pases
por todos los baches.

Las manos de JT estaban apretadas al volante. —


Quería hablar contigo acerca de eso. ¿Estabas enfermo con
la gripe antes o después de que te dieran esa horrible
paliza?

—Mira, no sé qué es lo tu padre te ha hablado de mí,


pero…
—Me dijo que no perteneces a ningún club de lucha,
—JT casi gruñó—. Me dijo que te golpearon.

—Genial. —Mi mano se tensó sobre el asiento—.


Simplemente... genial.

—¿Era esa la primera vez?

—No, —murmuré.

JT se quedó en silencio durante un tiempo lo


suficientemente largo que pensé que iba a permanecer así
durante el resto del viaje. Después de un tiempo, cuando
nos detuvimos en un semáforo en rojo, se volvió hacia mí.
—No lo entiendo. Solo me hacen ir para recoger los
pedazos. A veces, más de una vez en el mismo lugar,
44
¿sabes?

—No es tan simple.

—Ya lo sé. Nada es tan simple. —Cuando la luz se


puso en verde de nuevo, JT pasó la intersección—. Me
quedé muy sorprendido al descubrir todo eso.

—¿Qué?

—Que un tipo como tú... —Él nunca terminó su frase.

¿Qué quiso decir con eso? Miré por la ventana y no


encontré una respuesta.

—No quiero entrometerme, —dijo finalmente—. Sólo lo


que un desconocido puede preguntar.
—¿Qué quieres preguntarme?

—Cuando era un completo novato, respondí a una


llamada. Cuando llegamos allí, una mujer había sido
apuñalada varias veces y dejada por muerta en el suelo de
la habitación. Su marido estaba sentado allí, en un sillón,
viendo el partido y bebiendo una cerveza. Antes de que la
policía se lo llevara a rastras, él dijo que ella lo había
pedido y él se lo había dado. Ese es el tipo de pensamiento
que no puedo sacarme de la mente.

Pobre JT. Sus fervorosos ojos verdes estaban


ensombrecidos, al igual que la respuesta era algo que él
esperaba descubrir, y el hecho de que él no pudiera hacerlo
lo hacía sentirse como un fracasado. Como si le hiciera
45
perder el sueño. Esos ojos, decían que JT absorbía las cosas
con mayor intensidad que la mayoría. Tal vez ser un técnico
de emergencias era un trabajo especialmente duro para él.

—Nadie pregunta eso.

—Ya lo sé. Por supuesto que lo sé.

—Entonces, ¿por qué te asombras?

—Porque, supongo. ¿Por qué, después de la primera


vez, del primer golpe, del primero moretón, se le permite
seguir con eso?

—Esa es una gran pregunta.

—¿Y bien?
—No me mires a mí. Como se puede ver, no he
superado esa prueba.

JT me gruñó, pero no dijo nada más. Cuando el


silencio parecía que iba a continuar, pasé la mano por el
marco de la puerta, admirando lo que mi padre solía llamar
un ala del viento. Se abrió sin problemas, y dejé que el aire
se arrastrara sobre mí. Fue una pena que no siguieran
haciendo más esas pequeñas ventanillas que se abrían para
enfocar una ráfaga de aire dentro del vehículo. Se sentía
como el equivalente humano de un perro, sacando mi
cabeza por la ventana y dejando que mi lengua colgara.
Siempre me había gustado jugar con un ala del viento,
dirigiéndolo hasta que sentía que me ahogaba con el aire, y
desde que JT vivía tan cerca del océano tan al norte de Los
46
Ángeles, probablemente no tendría necesidad de aire
acondicionado, aunque la camioneta tuviera uno. Lo que
por supuesto no tenía.

Lo que tenía era estilo, un color del tipo lápiz de


labios, sólido cereza.

Nos detuvimos en el estacionamiento del motel y me


incliné mientras la camioneta subió al camino de entrada
haciendo que apretara los dientes hasta que vi el sol en el
poniente reflejándose en el vidrioso y encerado capó. Mi
corazón se rompió por el deseo.

—Me he enamorado de tu camioneta, —dije


efusivamente.

La mirada verdosa de JT recayó sobre mí y me dejó


sin aliento.

Mi cara se ruborizó. Tiré la bolsa de plástico con mi


ropa en la banqueta entre nosotros. Me hubiera gustado no
haberle dicho a JT mi apodo. Parecía un buen tipo, pero yo
no era la clase de hombre que sabía apreciar un buen tipo.
E incluso si hubiera sido mi tipo, si yo no hubiera sabido
nada de nada, sabía que cuando un tipo te golpeaba hasta
casi matarte, no era una buena política el fijar tus
esperanzas en el chico que te recogía y te ayudaba a
levantarte.

Para mí no era una buena política el precisar mis


esperanzas en nada. Yo no era bueno escogiendo hombres.
O más bien era claramente la quintaesencia para escoger a
los hombres equivocados.
47

Lo que fuera.

—Gracias por el viaje.

—Si vas a quedarte unos días, ¿por qué no dejas que


te enseñe la ciudad?

—No creo que esté aquí tanto tiempo. —Saqué la llave


del bolsillo.

—¿Tanto tiempo? Podría enseñarte todo en unos


quince minutos. —JT apoyó una cadera contra el camión—.
Podría invitarte a una cerveza.

—No. —Me detuve en la puerta de la habitación del


motel y me volví para ver que me había seguido y se
encontraba a pocos centímetros de distancia. Algo
indefinible se burlaba de mis sentidos; el mismo olor que
sentí vagamente familiar cuando me pusieron en esa
camilla. Pudiera ser, el detergente que había usado en su
camisa de uniforme, o era el desinfectante, o el látex. Una
ligera loción que contenía olor a mar. Había olido eso
cuando estuve tan enfermo que no sabía quién era, y ahora
me daba cuenta por qué se desencadenaron los recuerdos
de mi zeyde—. Hueles como el océano en Jersey.

Sus cejas se levantaron. —Es posible que seas la


primera persona que me diga eso.

—No lo digo con mala intención.

—Está bien.
48

—No digo que sea correcto. —Cerré mis ojos y me


concentré—. Es como palomitas de maíz y aceite
bronceador. Hogueras en la playa. Cítricos. Hueles como un
día particularmente bueno en la playa.

—Todo huele a playa en St. Nacho’s.

—Esto es diferente. Me haces sentir... aventuras.


Gominolas. Hombres fuertes y comestibles. — Su cara me
decía que estaba desorientado—. Supongo que habré
tomado pastillas para el dolor de más.

—Yasha, —cuadró los hombros— voy a preguntarte


algo. A pesar de que no quieras contestar. A pesar de que
digas que no lo sabes. ¿Por qué dejaste que alguien te
golpeara?
Suspirando, me volví, pero me negué a encontrarme
con los ojos de JT. —Mira, soy un tipo grande. He estado en
el ejército. Pensé que podía manejarlo... Resultó que,
cuando las cosas se vinieron abajo, no pude protegerme a
mí mismo y eso me hizo pensar. —Estaba preparado para
pensar.

JT esperó, y cuando no dije nada más, habló. —¿Sobre


qué?

—Acerca de por qué había aceptado la posibilidad de la


violencia para poder existir ante todo.

—Yasha. —El toque de JT sobre mi mejilla donde


estaba magullada y cortada era infinitamente suave. Era
49
tierno ya que no podía mirarlo a los ojos y no tenía ni idea
de si era romántico o simplemente el examen profesional
de una herida por un técnico sanitario.

—Yasha. —Volví a oír mi nombre por segunda vez.


Carl salió por la puerta de su oficina saludándonos. JT y yo
lo vimos caminar.

Carl me dio la mano. —Me alegro de verte de nuevo.

—Hola, Carl. Se siente bien estar fuera del hospital.

Carl hizo sombra sobre sus ojos contra el sol de


poniente. —¿Has pensado en el tiempo que vas a quedarte?

—Tengo que hacer unas llamadas. —Agarré mi bolso


con más fuerza. No me sentía realmente ansioso por hacer
eso.

—Bueno. Tómate tu tiempo, chico. Es mejor moverse


lentamente si no estás seguro. —Por la forma en que
miraba a su hijo, Carl parecía estar incluyendo a JT en eso.

JT frunció el ceño ante su padre. —Yasha, te recogeré


a las siete menos cuarto.

—Jason. —La voz de Carl sostenía un timbre de


advertencia.

No entendí el trasfondo, pero yo no estaba


planificando ir a ninguna parte. —No quería…

—Confía en mí, Yasha, por favor. —Aquellos ojos color


50
jade nunca vacilaron—. No es lo que piensas.

Mi mano estaba dolorida de agarrar el teléfono móvil


con fuerza, pero Phil no fue al grano. Ya que se trataba de
una simple pregunta, y era si yo todavía tenía un trabajo
esperándome, Phil no pareció querer darme una respuesta
breve. Maurizio, al parecer, tenía pánico al pensar que su
jefe de pastelería estaba según sus palabras,
"merodeándole la muerte" y eso no lo tranquilizaba. Había
empezado a buscar otro jefe pastelero para contratarlo
desde el momento en que enfermé.
—Jodida gripe porcina, —prácticamente grité por el
teléfono—. No tengo la jodida gripe porcina. Estuve en el
hospital, y me dejaron salir. ¿Le dijiste eso?

—Conoces a Maurizio. Si me preguntas si me escuchó


al final de que estuviéramos hablando de ti, la respuesta es
no. —Phil hizo una pausa—. Parece que Giorgio está
disponible.

—Oh, Joder. Bueno, eso era entonces. —Giorgio era


para Maurizio una obsesión tanto sexual como profesional y
si él necesitaba un trabajo, no importaba si yo era el jefe
pastelero, el puesto era suyo.

—Tal vez tengamos suerte y pida un sueldo bien alto.


Tal vez pueda contraer la gripe porcina.
51

—O la tenga realmente.

—Jacob, ni se te ocurra decir eso.

—Nah. No puedo hacerlo. La carne de cerdo va en


contra de mi religión. — Me pellizqué la piel del puente de
la nariz, pero incluso ese gesto me dolía—. Mira, ¿recuerdas
cuando te di la llave en caso de que la perdiera?

—Sí.

—¿Puedes llamar al teléfono móvil de Sander y decirle


que recoja su basura?

—¿Estás seguro de que quieres hacer eso?


—Sí y no, quiero decir, se acabó. Yo no... Eso ha sido
lo último. Me gustaría poder hacerlo yo mismo, solo que no
puedo entrar en el apartamento estando él.

—Me alegra oír eso. Iré a tu casa y hablaré con tus


patronas -las extrañas hermanas-. Veré si te pueden
cambiar la cerradura. Me aseguraré que Sander saca toda
su basura.

Cerré los ojos, recordando. —Es bastante chocante.


Todo deberá estar hecho un lío en la cocina, donde yo...

—¿Quieres que traiga un servicio de limpieza?

—No. Ya limpiaré cuando vuelva. Probablemente


necesitaré una lección de humildad. —Resignación,
52
humildad, humillación.

Phil murmuró su despedida, mientras le recordaba que


Hannah le diera un beso al bebé.

Ahora era el turno de Dan.

—¿Hola?

—Hola, Dan, soy Jacob.

—Jakey! ¿Qué te ha pasado? Llevo días esperando que


me llamaras. Traté de telefonearte…

—Tuve un resfriado, y ha sido imposible moverme.

—Al menos podrías haberme hecho una llamada.


—Lo siento. Estaba muy indispuesto y tuve que parar
en un pueblo llamado St. Ignacio. He estado bastante
enfermo.

—Nunca respondiste mis llamadas. Siempre saltaba el


buzón de voz.

—Me quedé sin batería. Estoy mejor ahora. Sigo aquí.

—¿Dónde es aquí?

—St. Nacho’s, San Ignacio. ¿Has oído hablar de él?

—No, déjame preguntarle a BreeAnna. —Las


amortiguadas palabras flotaban sobre mí mientras esperaba
53
que Dan volviera al teléfono.

—BreeAnna dice que sabe dónde está. Tienen allí un


buen brunch los domingos.

—¿En St. Nacho’s?

—Hay un restaurante allí. Es famoso por el buffet


mexicano que ponen en el brunch. Tienen champán y un
tipo que toca música de mariachis con el violín. Eso es lo
que dice BreeAnna.

—¿Tienen buena comida?

Dan se quedó callado. —¿Me estás tomando el pelo?


¿Cómo voy a saberlo?
—Sí. —El buffet no era precisamente el tipo de
restaurante que llamaba la atención a la frágil y anoréxica
BreeAnna, y Dan no se atrevía a dar un paso sin ella—.
Dan, ¿puedes venir a buscarme?

Dan no dijo nada durante un largo rato, y me


preocupaba que él cayera en la cuenta de que mis visitas
solo eran cuando se me ponían las cosas difíciles. —Algo
totalmente inesperado ha ocurrido esta semana, y no
puedo salir en este momento. Tendrás que esperar al fin de
semana.

Por Dios. Hasta el fin de semana. Si no era nada más


que el lunes. Traté de mirar el lado bueno. Dan no me
estaba dando largas, aunque no era un secreto que a
BreeAnna le hubiera gustado que hiciera precisamente eso.
54
Ella era una ultraconservadora que había nacido de nuevo
con el fundamentalismo cristiano y se había casado con
Dan, a pesar de su herencia judía cuando hizo su gran
negocio antes que estallara la burbuja inmobiliaria. Por lo
que Dan me había insinuado en privado -esto último-pensé
que era posible que ella lo estuviera lamentando.

Me sentí mal por mi hermano, aunque estuviera


exasperado con él. Él era un buen hombre, y se merecía
una esposa que lo amara. Pero mientras BreeAnna no
toleraba a los judíos, al menos permitía que tuviéramos un
lugar en el orden natural de las cosas, aunque sólo fuera
para que ella y sus compinches de la iglesia pudieran
despreciar a alguien. Ella no tenía ningún calificativo para
los gays si no era para que los lincharan y los llevaran a la
horca.
—Entonces, ¿este fin de semana? —Le pregunté—.
Siempre puedo alquilar un coche.

—No, Jacob. —Suspiró mi hermano—. No es un buen


momento para que vengas, pero no deberías haber dicho
eso. Si necesitas que vaya a recogerte, yo…

Hubo algún tipo de perturbación en el teléfono, y yo


sabía que Dan estaba discutiendo con BreeAnna. Tal vez él
tenía su mano sobre el teléfono, o tal vez lo estaba
sosteniendo contra su pecho. Yo estaba bastante seguro de
los resultados. Nosotros no éramos unos hermanos muy
íntimos. No podía entender como había pasado eso. Hubo
un tiempo en que sólo nos teníamos el uno al otro. Dan y
zeyde habían sido todo para mí.
55
Ahora, la mitad del tiempo no podíamos vernos el uno
al otro y la otra mitad estábamos buscando pelea. Pero
ambos sabíamos que la sangre es importante, y el dolor de
nuestro pasado común nos aferraba a lo que quedaba de la
familia a pesar de nuestras diferencias. Me sentí mal por lo
difícil de su situación con BreeAnna.

—Tengo un poco de tiempo libre en estos momentos


en el restaurante, y este St. Nacho’s parece un buen lugar
para pasar un tiempo. He hecho un par de amigos de aquí,
el propietario del motel es un buen tipo. ¿Por qué no me
llamas durante la semana? ¿De acuerdo?

—Claro. —La voz de Dan reflejaba un brillo falso y


frágil—. Unas pequeñas vacaciones. Eso es una buena idea.

—Esperaré tu llamada. —Le dije eso para que


reaccionara sobre su situación—. Saluda a BreeAnna de mi
parte.

—Lo haré. Tomate un tiempo de relax. Trabajas muy


duro. Tomate tu tiempo.

—Tú también. —Colgué.

—Disfruta de tu estancia en el pacifico St. Nacho’s, —


dije para mi mismo.

Un golpe en la puerta me despertó. No podía recordar 56


haberme quedado dormido, por lo que no estaba preparado
para que me despertaran.

Abrí la puerta para encontrar a JT en el otro lado,


vestido con su uniforme de trabajo azul.

—¿Llamó alguien al 911?

Miré a mi alrededor estúpidamente, todavía bajo los


efectos del sueño. —Yo no.

JT sonrió. —Estaba bromeando. ¿Estás listo para


salir?

Me aparté para que JT pudiera entrar en la pequeña


habitación del motel. Una vez que estuvo dentro, parecía
aún más pequeña. Yo todavía estaba ligeramente
desorientado. —Me quedé dormido. ¿A dónde vamos?

JT me miró. —Te pedí que confiaras en mí. ¿no? —Yo


estuve en silencio durante tanto tiempo que JT se pasó una
mano por el pelo y dejó escapar lo que parecía un suspiro
exasperado. Permaneció allí con su uniforme, con aspecto
de un crecidísimo boy scout. Él me había salvado la vida y
por supuesto que confiaba en él. ¿Era eso lo que estaba
pidiendo? ¿O quería decir algo diferente? ¿Quería decir que
me diera cuenta de la forma en que sus ojos se
encontraron con los míos con valentía, o el hecho de que
con su cercanía podía ver las manchas cobrizas esparcidas
por su rala barba? ¿Quería decir que confiara en él si hacía
un movimiento hacia mí? ¿Se refería a que confiara en él si
no lo hacía? ¿Quería eso?
57
La forma en que su olor se burlaba de mí, siempre
sensible, como una ráfaga de viento en el océano en un día
de finales de otoño, me hacía difícil el pensar. Si él hacía un
movimiento, si él me quisiera, sin duda no me hubiera
importado. Mi corazón tartamudeó, alojándose más cerca
de mi garganta que de costumbre. —¿Qué quieres decir con
que puedo confiar en ti?

—Mira. Por mi trabajo veo un montón de cosas. He


investigado un poco sobre cómo ayudar a víctimas de
violencia doméstica. En St. Nacho’s hay un grupo y…

—Diablos ¡no! —Di un paso atrás hacia la cama. De


ninguna manera. Esto estaba tan lejos de cualquiera de las
situaciones que había imaginado.

—Escúchame. Tú solo podrías…


Me quedé de una pieza y prácticamente quieto. —
¡Como te atreves!
—Solo ve y escucha lo que ellos dicen.

—¿Estas bromeando? Se lo que ellos dicen.


La verdosa mirada de JT me atravesó triste. —Sé que
lo sabes.
—¿Así que esto es parte del rescate? ¿Un seguimiento
estándar de atención?
JT sacudió la cabeza —No. Sólo pensé que alguien que
vive una relación en la que se arriesga a ser golpeado…
—No me gusta eso. No quiero ir.
—Lo entiendo. Pero no significa que no debas ir. Al
contrario, no tienes nada que perder y mucho que ganar
yendo, aunque sólo sea para saber que estabas en lo cierto
58
y que no perteneces allí.
—Déjame adivinar. Te graduaste en psicología en la
universidad.
—No tiene importancia. No digo nada más, Yasha. —
Los ojos de JT eran cálidos y sinceros—. Estoy en mi
descanso. Tengo que volver a la estación. Sólo he venido a
llevarte…
Fui hacia la puerta y la abrí. —No puedo ir. Sería una
broma. Voy a ser el único chico allí, y yo...
Los ojos de JT eran hermosos y tristes. —Y te estoy
pidiendo que confíes en mí.
Que el cielo me ayudara. Confiaba en él. Pero más que
eso, en ese momento, yo estaba encantado con él, y pensé
que tal vez...
Salimos de la habitación del motel, sin hablar.
Después abrí la puerta del copiloto de su camioneta, él
puso su mano en la parte baja de mi espalda y me cogió
del codo preparándose para ayudarme a levantarme si
necesitaba un impulso. Pensé que sí. Que podía confiar en
él. Sólo que no podía confiar en mí mismo.

59
Sostuve mi café y miré alrededor, a las mujeres, todas
en silencio, todas apretadas en el pequeño círculo de sillas.
No quería saber cómo habían llegado hasta aquí, en serio.
Un momento antes estaba con JT, y ahora estaba
caminando hacia un aula de secundaria que utilizaban como
lugar de encuentro para el grupo de apoyo a mujeres
maltratadas llamado "Alianza Contra la Violencia”. —SPiV.
Tragué saliva y me obligué a modificar mi forma de pensar
en ese mismo momento. Ellas eran víctimas de violencia
doméstica. Yo estaba aquí. Era un hombre. La violencia
doméstica no era sólo para las mujeres. Yo sabía lo 60
suficiente como para saber que nunca lo había sido.

Ellas me miraban y sonreí de forma tensa a la líder del


grupo, que era la enfermera Alice, la del hospital.

—En primer lugar quiero dar la bienvenida a Yasha. —


Todos los ojos se volvieron hacia mí. Era mucho peor de lo
que había imaginado. Esas mujeres me miraban con
diferentes niveles de compasión y de desconfianza y
hostilidad. Sólo una tenía ojos ilegibles. Ella me miró con
timidez, con un toque de curiosidad y luego apartó la
mirada. Ella debía estar a mitad de los cincuenta y era
hermosa y de aspecto frágil. Llevaba una ligera falda de
algodón y una llamativa camiseta bajo una chaqueta de
color rosa suave. Tenía perlas alrededor de su cuello. Su
cabello estaba adornado con una bonita coleta y estaba
sujeta con una especie de diadema brillante. Cuando sus
ojos se encontraron de nuevo con los míos, le sonreí y me
devolvió la sonrisa con timidez.

—¿Yasha? —Preguntó Alice, y me di cuenta de que


había estado observando a la chica de la camiseta y no
había prestado atención—. ¿Quieres contarnos un poco
acerca de por qué estás aquí?

Técnicamente esa pregunta era mi principal razón para


no querer estar allí en primer lugar. Eso que Alice me había
preguntado cómo inicio de la reunión fue casi
perfectamente irónico. La única cosa peor hubiera sido si
me hubieran dado una chapa en la que se pudiera leer,
golpéame ahora, pregúntame luego.

—Yo… —Mi boca se secó.


61
—No pasa nada si no quieres compartirlo hoy.

Me puse de pie tan rápido que mi silla se volcó.


Sonando ruidosamente en el suelo, como una bomba en la
silenciosa habitación, y tuve que moverme para recogerla.
—No pertenezco a este sitio.

Alice se levantó, probablemente para anticiparse. —Al


principio puede parecer que no, Yasha, pero…

Respiré profundamente. —La cosa es que yo no soy


una víctima, ¿sabes? Yo sabía lo que iba a suceder. Elegí el
peor momento posible para discutir. Tuve la gripe, y no
podía... —Decidí que habría sido un buen asunto si hubiera
dejado de balbucear algunos minutos antes—. No
pertenezco a este sitio. —Abrí la puerta y me dirigí al
estacionamiento. Estaba pasando por las puertas de metal,
cuando escuché el sonido de unos tacones femeninos
sonando detrás de mí.

—Oye, ¡para!

Me volví, esperando ver a Alice siguiéndome. En lugar


de eso me sorprendí al encontrar a la chica de la camiseta
allí, caminando por el asfalto de guijarros con sus sandalias
mientras me perseguía. Me detuve, temiendo que se
lastimara.

—¿Sí?

Ella estaba mordiéndose el labio. Pude ver que ella


había venido por su cuenta y ahora que me había llamado
no tenía ni idea de que hacer conmigo.
62

—Escuché lo que dijiste. Vuelve allí. Y yo quería... yo


no soy tampoco una maldita víctima.

Estaba sorprendido y avergonzado. —Lo siento si crees


que quise decir... Es decir, no quise faltarle al respeto.

—Sí. No, eso no es lo importante aquí. Nadie quiere


ser visto como una víctima. Y si todas las que hemos ido
allí y hemos dicho al resto lo gran gilipollas que hemos sido
y como hemos sido intimidadas y maltratadas, bueno...
Supongo que algunas de nosotras nunca volveríamos.

—Supongo que sí.

—Mi nombre es Mary Catherine. —Ella extendió su


mano.
La acepté. Murmuré mi nombre, mientras nos
dábamos la mano, pero no sé por qué dije ese nombre.
Probablemente porque había sido presentado de esa
manera por Alice.

—¿Puedo invitarte a una taza de café?

—No tengo coche, y no vivo aquí. Alguien me trajo a


la reunión. —Miré a mi alrededor sobre el estacionamiento
de la escuela, de pronto me sentí tan cansado como si
hubiera corrido una maratón—. No sé que estoy haciendo.

—No pasa nada. —Me dijo suavemente Mary


Catherine, cogiéndome del brazo—. Yo vivo aquí, tengo
coche, y sé exactamente qué hacer.
63

Eché dos azucarillos y dos de leche en el café y lo


removí bien. No importaba lo que hiciera, no tendría el
sabor como el de Denny’s, así que no tuve prisa por
bebérmelo.

—¿Estás bien? —Preguntó Mary Catherine.

—Sí. —Me negué a inquietarme bajo su penetrante


mirada—. Lo he hecho para mejorar el café.
—¿Cómo acabaste en St. Nacho’s?

Me reí, y probablemente soné casi tan amargo como


me sentía. —Me echaron del autobús.

—¿Qué? —Mary Catherine tenía hoyuelos cuando ella


se echó a reír, y retuvo un suave y plateado sonido, como
si fuera de cristal y la risa lo hiciera sonar—. Eso tuvo que
ser un golpe bajo, ¿no?

—Me gustaría que lo hubiera sido. —No la miré a los


ojos—. Tuve un fuerte resfriado. Creo que estaban
paranoicos por culpa de la oleada de gripe que ronda por
ahí.

—Ya veo.
64

—De todos modos, se detuvieron en el ‘Sea View’ y


sólo me dijeron que me fuera.

—Mi hijo se alojó allí cuando llegó por primera vez a la


ciudad.

Removí mi café. No había mucho que decir respecto a


eso. Mary Catherine dio un sorbo a su café en silencio. Me
preocupaba que ella estuviera esperando algo más. Como si
fuera a romperme y mi historia continuara mientras
siguiera parloteando. Y tal vez si ella esperaba lo suficiente
era exactamente lo que iba a suceder. Si yo no decía algo
pronto, nosotros íbamos a empezar a rebuscar cualquier
cosa del otro y las cosas iban a ir de mal en peor.

Cuando se quitó la chaqueta, me di cuenta de que el


nombre que tenía en la camiseta era parte de una imagen
más grande, probablemente inspirada en los carteles de la
Segunda Guerra Mundial en la que las mujeres se subían
las mangas para hacer trabajos de hombres en refuerzo de
la guerra.

—Así que ¿existe una verdadera independiente


señorita pastelera? O es como esas cosas de las etiquetas
de las cajas de frutas, tipo signos vintage impresos en las
camisas.

—Es mi empresa. Yo soy la chica de la camiseta. Mi


hijo pensó en el nombre.

—Genial. —Eso me hizo encariñarme con ella.


Probablemente fue la conexión con los pasteles, que
65
parecían ser caseros, ya que si se hacían bien, se presumía
de la habilidad de un pastelero, y si se hacía mal, era
apenas aceptable. Mi madre había sido una buena
pastelera. Ella siempre me había permitido poner los
adornos y espolvorearlos con azúcar y canela para que se
cocieran junto con las tartas como regalo.

Mary Catherine sonrió. —Te he descubierto.

No la entendí. —¿Qué?

—Hay una cierta mirada que tienen algunas personas


cuando se habla de pasteles.

—¿En serio? ¿Cómo qué? —Tomé un sorbo de café.

—No lo sé. Pero lo has hecho. ¿Tiene buenos


recuerdos de pasteles?

Puse mi taza sobre la mesa, sorprendido. —¿Es parte


de la asociación de panaderos y pasteleros?

Ella soltó un bufido impropio de una dama. —Sí, claro.

—Mi madre solía darme los adornos para hacer


galletitas.

—Eso es justo lo que yo estaba hablando. —Me sonrió


con sus hoyuelos—. Algunas personas tienen recuerdos de
pasteles.

—Yo más que la mayoría, probablemente, —le dije—.


Ya que soy jefe de pastelería.
66

Ella abrió los ojos. —¿En serio?

—Sí. —Por alguna razón me costaba mirarla a los ojos.


Me recordaba mucho a mi propia madre, a quien había sido
imposible el ocultarle nada. No sabía por qué
específicamente, ya que pensé que podría ver en mi
interior, pero me preocupaba que fuera para ella tan
trasparente como el cristal.

Al parecer, lo era.

—Lo sabes, Yasha —ella puso su mano sobre la mía


que estaba jugueteando con un envase de leche para el
café—. No soy quien para juzgarte, incluso si fuera muy
estrecha de mente.
Yo sabía lo que quería decir con eso, y era peor de
alguna manera. La idea de alguien haciéndola daño -ella
era tan delicada- que me molestó más de lo que pude
expresar.

—¿Todavía estás...? Quiero decir... —Me acordé de la


vieja broma, o del truco, de preguntarle a un hombre si
había dejado de golpear a su esposa. No había ninguna
buena respuesta para eso, y tampoco había buena manera
de preguntar si la Señorita Independencia estaba ahora a
salvo de su abusador.

—Dejé que mi marido se pudriera cuando mi hijo se


mudó aquí a St. Nacho’s, —respondió mi pregunta no
formulada—. Probablemente nunca lo habría dejado,
excepto que Jordan tuvo un incidente en el ‘Sea View y
67
quise asegurarme de que estaba bien.

—¿Jordan es tu hijo?

Ella sonrió. Sí.

—El ‘Sea View’ no es exactamente un centro de


actividad criminal. ¿Ha estado bien?

—Está muy bien ahora, o estará cuando le devuelvan


su licencia de conducción de nuevo. Tuvo una conmoción
cerebral y se la incautaron, y California tiene una ley para
eso.

—Eso apesta.

—St. Nacho’s es un lugar pequeño, y se puede llegar


caminando a todas partes. Su pareja, Ken, lo lleva cuando
tiene necesidad de que lo lleven a algún sitio lejos.

—Ya veo. —¿Pareja? Tal vez era un socio de negocios,


o tal vez quería decir que su hijo era gay. No iba a
preguntárselo.

Hubo un largo silencio en el que me imaginé una serie


de cosas. Mayormente de cómo Mary Catherine debía
haberme visto. Yo era una masa de cortes y contusiones en
proceso de curación. Alice había visto sólo los puntos de
sutura en la mejilla. Mi ojo estaba todavía un poco
hinchado. No dije nada, pero imaginaba lo que estaba
pensando, hasta que me volvió a sorprender.

—Sé que estas examinándome y ¿qué ves cuando me


68
miras? ¿Una frágil señora mayor que ha sido maltratada
por su marido durante años? Tienes simpatía por mí.
Empatía. Deseas haber podido estar allí para ayudarme.

¿Cómo podía esta mujer ver todo lo que estaba


pensando? Era desconcertante y me dieron ganas de
marcharme. Antes de que pudiera reunir mis pensamientos
y resucitarlo de lo más profundo, agarró mi mano de
nuevo.

—Yo quiero mostrarte la misma compasión. Ni más, ni


menos, porque eso sólo es el comienzo.

—Pero…

—Yo quiero decirte que toda esa mierda pasó, hoy es


todo diferente, y vamos a averiguar lo que no sabes sobre
nuestras respectivas situaciones, incluso si no quieres
regresar al grupo.

Me sentí atrapado en ese lugar como un insecto bajo


el microscopio. —Es diferente para mí.

—¿Por qué, porque eres un hombre? —Ella me dio una


mirada agria—. Si se tratara sólo de fuerza, mi marido, por
su parte, estaría muerto. Soy mucho más fuerte que él.

—No lo dudo ni por un instante, —le dije—. La


persona que me hizo esto no va a tener la oportunidad de
nuevo. —Eso había sido más de lo que jamás había
planeado decir, pero pensé que podría hacerla callar.

Estaba equivocado.
69

—Esa es la mitad de la batalla. Bien por ti. —Ella


tomó un sorbo de su café. Tiró a matar. Ella fue tenaz—. Si
quieres saber cómo acabará llega hasta el final, tendrás
que impedir que vuelva a ocurrir.

Estaba despidiéndome de la madre de Jordan mientras


salía fuera del instituto en su camioneta cuando JT llegó
para llevarme de vuelta al motel. Ella me había dado
mucho que pensar. Me senté en el asiento del pasajero y
me abroché el cinturón de seguridad.
—¿Cómo te fue?

Yo era un gran fracaso. —Bien.

Jason me miró por el rabillo del ojo. —Entonces todo


está bien.

—¿Sabías que la enfermera Alice del hospital era la


responsable?

—Sí, lo sabía. —Él se río entre dientes—. ¿Sabías que


me tiene en el marcado rápido?

Jodido. Me miré las manos.

—Ella podría haber mencionado que huiste del grupo


70
desde el principio.

—Lo siento. —Quise decir eso—. Sé que tienes buenas


intenciones, pero ese grupo no parece que se ajuste bien
para mí.

—Ya veo.

—No creo que esas mujeres quieran hablar de eso con


un chico delante.

—¿Qué pasa si te digo que creo que eso es una


cagada?

Me puse tenso en ese momento. —Tú no estabas allí,


¿de acuerdo? De todos modos, dudo que sea lo mismo.
—Lo siento. —Se disculpó JT—. Creo que a veces veo
cosas en el trabajo, y me gustaría poder hacer algo al
respecto. Así que cuando tengo la oportunidad, voy por
ello. No hay mucho que pueda hacer para prevenir un
ataque al corazón, una vez que pasa.

—Tu corazón está en el lugar correcto, JT, pero no se


puede forzar a nadie a algo así. Especialmente si no sabes
nada de la situación. Y no. No importa lo que pienses, no
sabes nada de mi situación.

—Lo siento, —murmuró JT—. Tienes razón, y lo


siento.—Para mi sorpresa, paró la camioneta en el
estacionamiento al lado de un muelle de madera de aspecto
solitario—. Supongamos que me dices cuál es tu situación.
Bajé la ventanilla, pero permanecí en silencio. El aire
71
del mar no era nada con respecto al tenue olor que
recordaba sobre la piel de JT. El aire marino carecía de la
profundidad de algo orgánico, vivo y masculino. Algo que
hacía imaginar como la fragancia de buena comida o un
buen vino. Una alta esencia a mar, una nota media a
cítricos y el humo, y algo más oscuro, terroso que hizo que
mis ojos se cerraran y mi columna se arqueara como si
algo estuviera lamiendo mi sexo.

—Estoy de tu parte, Yasha.


—Lo sé, —le dije. Lo estaba. Podía sentirlo. Su
atención parecía envolverme en algo caliente cuando lo
miraba. Quería llegar a conocerle. Supongo que me decidí a
creer que quería saber demasiado, así que comencé con
algo inocuo—. Soy jefe de repostería.

—¿Sí? —JT sonrió—. Yo soy un goloso empedernido.


—Cuando me mudé a Los Ángeles, conseguí un
trabajo en un sitio italiano, Il Ghiotto, y me uní al gimnasio
de al lado. Conocí a un tipo que le gustaba comer. Me
encanta cocinar. —Me encogí de hombros.

—Una pareja perfecta.

Resoplé. —No exactamente. Se pegó a mí porque yo le


daba de comer, y lo dejé porque...

Después de un rato me contestó. —Estabas solo.

Me miré las manos. —Sí. Supongo. Estuvo bien


durante un tiempo. Luego empezó a machacarse en el gym,
y algunas veces lo hacía irracionalmente.
72

Observó las olas que se volvían espuma en la orilla. —


Eso es una agradable manera de decir que sufría de "mal
de esteroides”.

—Sí.
—Por Dios.

Cerré los ojos y apoyé la cabeza hacia atrás. —Ya me


siento estúpido.

—¿Es eso lo que piensas? —Preguntó—. ¿Qué quiero


que te sientas estúpido?

—¿No es así?

—No.
Miré y vi como JT apretaba la mandíbula. —Lo siento.

—¿No acabó con su libido?

—Después de un tiempo necesitaba mucha más


estimulación para poder cumplir. Lo encontré en la cama
con tres chicos.

—Joder. —JT apretó el volante—. Eso es una jodienda.


Debes hacerte la prueba de enfermedades de transmisión
sexual.

La forma en que lo dijo hizo que me sintiera diez veces


peor. —Al menos dame un poco de crédito. Después que
me di cuenta de lo bribón que era, no iba a hacer mucho
73
salvo rascarle la espalda sin protección.

—Pero…

—Me hago la prueba con regularidad. Hasta aquí todo


bien.

El silencio se asentó entre nosotros durante un rato


más.

—Te importa si salimos a caminar unos minutos.


Tengo que volver, pero creo que me gustaría hacer un
descanso aquí.

—Claro. —Subí la ventanilla antes de salir del coche y


seguir a JT sobre la arena.
—No sé por qué, pero las cosas siempre parecen tener
más sentido cuando estoy en la playa.

Sonreí, pensando en lo mismo. —Yo crecí en Nueva


York, y solíamos ir a Sandy Hook con mi abuelo en el
verano.

—He vivido aquí toda mi vida. Estudié en la


Universidad de Santa Cruz.

Su pelo se movía hacia la frente y resistí el impulso de


quitárselo de ahí. —Un chico de playa.

Movió sus pestañas hacia abajo. —Supongo que sí.

—No tienes que responder a esto, pero tus padres


74
han tenido problemas domésticos...

—¿Mis padres? —JT se rió—. Por supuesto que no.


Eran una pareja perfecta. Ellos veían ‘crímenes sin resolver’
y bailaban alrededor de la sala de estar con la música de
cabecera del programa. Cada sábado por la noche en el
verano mi madre y mi padre dejaban el motel con el
recepcionista de noche y se iban en bicicleta hasta la playa
para ir de picnic. Mi padre se sintió devastado cuando ella
murió, y ahora... parece estar esperando su momento.

—Lo siento. Pensé que tal vez…

—Mis padres tenían el tipo de matrimonio que se ve en


el canal Hallmark. —Lo dijo con nostalgia, como si quisiera
uno igual. Yo quería saber, pero no pregunté. Él tragó
saliva—. Lo único que parecía lamentar fue que después de
mí, ella no pudo tener más hijos.

—¿Qué pasa con los nietos?

—Todavía no hay ninguno.

Fruncí el ceño. ¿Significaba eso que se sentía


responsable de proporcionarlos? —Tu…

Su busca sonó, y él miró hacia abajo. —Hey, lo siento.


Me tengo que ir.

—¿Es una llamada?

—Sí. —Me miró sin poder hacer nada y sacó sus


llaves—. Puedo estar de vuelta en la estación en tres
75
minutos desde aquí si voy corriendo, pero mi compañero
me va a recoger en la calle antes de eso. ¿Puedes llevarte
la camioneta de vuelta al motel y pasaré a recogerla más
tarde? ¿Tienes carnet de conducir?

—Sí, pero no tengo seguro.

—La camioneta está asegurada, y allí, no hay nadie


por la calle una vez que has pasado el Nacho’s Bar.

—Si estás seguro.

—Confío en ti. Todo lo que tienes que hacer es ajustar


el estárter. Nos vemos. Conduce seguro. —Me dio una
sonrisa con la que pude ver sus hoyuelos antes de que
saliera disparado a su trabajo.
Me dirigí hacia el estacionamiento, con el corazón
acelerado ante la idea de que JT me permitiera conducir su
camioneta. Entré y me senté en el asiento del piloto
mirando durante un momento a mí alrededor. No era un
tipo dado a los coches, pero por alguna razón esta
camioneta era diferente. Potente, fuerte y sólida. De fiar.
Es posible que yo adquiriera las mismas costumbres, como
si hubiera conducido esa camioneta antes, al ver las
mismas cosas que había visto en su propietario. Es posible
que capturara una débil bocanada de la esencia de JT, esa
nota terrosa que hizo que mi estómago se contrajera. Es
posible que St. Nacho’s, la camioneta y JT se combinaran
para formar una tela de araña de esperanza que se
aferraba a mí, acercándome un poco más fuerte a la
pequeña ciudad con cada hora que pasaba.
76
No me avergüenza decir que aproveché la oportunidad
para explorar, abrir el prístino cenicero y la casi vacía -a
excepción de un botiquín de primeros auxilios, un medidor
de presión de neumáticos, y una linterna- guantera. Bajé
el parasol delantero sólo para ver si funcionaba tan bien
como todo lo demás, y un pequeño trozo de papel
revoloteó hacia abajo.

Encendí la tenue luz del techo y vi que era un recorte


propagandístico de algún grupo de judíos. Me di cuenta de
las palabras de la Biblia, ‘el Cantar de los Cantares’,
"Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, dónde
apacientas, dónde haces que acudan a descansar al
mediodía, ¿por qué debería ser como el que guie a
través de los rebaños de tus compañeros?

Sostuve ese documento, leyéndolo me hizo sentir


como que me había entrometido en algo sumamente
privado. Que había violado la privacidad de JT de alguna
manera real y desconsiderada. Con mucho cuidado lo volví
a colocar donde lo había encontrado, y puse la solapa tal
como estaba.

Tal vez había algo más de JT que pudiera conocer. Sin


duda, la forma en que me había tratado cuando estuve
enfermo mostró una gran empatía. Tal vez detrás de un
trabajo duro y una fastuosa camioneta había un hombre
que sentía las cosas profundamente, que anhelaba algo
duradero y real como el amor que creía que sus padres
habían tenido. Me pregunté si deseaba alguien con quien
compartir su vida y por qué fue tan fácil para él descubrir la
soledad que me había llevado a mi propio instinto de auto-
preservación.
77

Encendí el contacto de la camioneta y ajusté el cárter,


dándole un pequeño empujón con el pedal del acelerador.
Tuve la oportunidad de averiguar dónde estaba la palanca
de cambios, por lo que me sentí aliviado de sacar la
camioneta de la plaza de parking marcha atrás, y luego di
un par de vueltas alrededor del aparcamiento para
acostumbrarme a conducirlo. Me froté las manos sobre el
volante y me deleité con la sensación de la conducción bajo
mis dedos antes de salir a la carretera, pero me dirigí
directamente -aunque quería seguir conduciendo toda la
noche- al motel. Cuando entré en la plaza de aparcamiento
fuera de mi habitación, casi esperaba que Carl saliera y me
preguntara por qué tenía la camioneta de JT. Suponía que
no tenía una respuesta para eso.

Incluso ni siquiera lo sabía.


Fue una especie de anticlímax cuando cerré la puerta
tras de mí para hacer frente al silencio de mi habitación del
motel totalmente solo. Me serví un vaso de agua y me
preparé para irme a la cama, pero antes de que pudiera
terminar de ver las noticias, alguien estaba llamando a la
puerta. Cuando la abrí, JT estaba de pie allí, y pude ver
como salía de su unidad de emergencia aparcada junto al
bordillo pasando la oficina cerca de mi habitación.

—Hola. —Él permaneció de pie con las manos en los


bolsillos.

—Eso fue rápido.

—Ha sido una madre primeriza con un niño que no


78
paraba de gritar. Tosiendo. No necesitamos llevarla al
hospital.

—¿No?

—No. La gente siempre se asusta cuando escuchan a


un recién nacido toser por primera vez. Se asustan porque
los bebés tienen miedo. La vía respiratoria se estrecha, y la
situación puede llegar a parecer de rápida urgencia. Esta
vez no lo fue.

Asentí.

Y añadió—: El aire húmedo ayuda. La mitad de las


veces los recién nacidos están bien cuando llegan al
hospital, todo motivado a causa de la niebla aquí en la
costa. —Él esperó pacientemente—. Supongo que debería
irme.

—Necesitas las llaves... —Lo dejé esperando mientras


se las traía, pero cuando me di la vuelta, estaba detrás de
mí.

—¿Te gustó conducir mi camioneta?

—Sí. —Pensé que debía cubrir mi cara para que no


pudiera ver el placer que había experimentado, pero en
lugar de eso me encogí de hombros—. Solo lo traje desde
el muelle aquí. Te lo prometo.

—Podrías haberte dado un paseo. —Cuando le


entregué las llaves, él cogió mis manos entre las suyas.
Levanté la vista hacia él. Él no hizo ninguna cosa más, sino
79
que simplemente cogió mi mano y dijo: —Confío en ti.

Me pregunté brevemente si seguía hablando de la


camioneta.. Se lamió los labios y se inclinó más cerca. No
lo suficientemente cerca como para creer que me iba a
besar, así que me quedé donde estaba de pie.

JT negó con la cabeza y me soltó la mano. —¿Puedo


decirte algo que te puede sonar raro?

Asentí. —Mi padre me dijo que cuando vio por primera


vez St. Nacho’s, estaba aquí porque la camioneta se averió.
Llovía mucho ese día, y mientras se dirigía a una cafetería a
esperar a que lo arreglaran, vio a una chica sin un
paraguas. Corrió y se mantuvo a su lado, preguntándole a
dónde iba. Dijo que él no había pensado en ello, ni nada
por el estilo. Él sólo...
Sonreí. —Déjame adivinar. Ella era tu madre.

—Sí. —JT sonrió y miró las llaves en su mano—. He


escuchado la historia miles de veces. Él me dijo que ella lo
miró para darle las gracias, y su rostro fue el más atractivo
que había visto nunca.

—Eso es fantástico, —le dije—. Fue muy bonito saber


que su historia tuvo un ‘felices para siempre’, al menos
mientras ella vivió.

—Mi padre decía que en toda su vida nunca hizo nada


más importante que mantener ese paraguas sobre su
cabeza.
80
Sentí que algo se apretaba en mi garganta. —Eso es
probablemente una exageración.

JT puso las llaves en el bolsillo y me cogió, agarrando


mis hombros con sus fuertes y cuidadosas manos. —Tal vez
sea lo que siento para asegurarme que todo va a estar bien
para ti.

Sostuve el aliento.

—Tal vez es por eso que quiero que vayas a un grupo


de apoyo.

Suspiré. —Dudo de que tu padre estuviera diciendo


que él sólo quería que tu madre no se mojara con la lluvia.

—Lo sé, —susurró y se acercó lo suficiente como para


besarme. En cambio, apretó su mejilla a la mía y deslizó
sus brazos a mí alrededor, abrazándome cerca. Sentí su
aliento mover mi pelo.

—¿Estás buscando a alguien sin un paraguas?

—Estoy buscando... —suavemente, se apartó— no sé


lo que estoy buscando.

Me temblaban las manos, así que me abracé a mí


mismo, donde no pudiera verlas temblar. —Espero que lo
encuentres.

Él respiró profundamente, estremeciéndose. —


Mientras tanto me gustaría ver que no acabas otra vez en
una sala de urgencias. Al menos, no porque un tipo…
81

—Voy a quedarme unos días en St. Nacho’s, —le dije—


. Voy a aprovechar el tiempo para pensar, ¿de acuerdo?

JT asintió. —¿Qué tienes planeado hacer en el


desayuno? Si te pasas por la estación de bomberos sobre
las siete, podemos desayunar juntos mientras no me
llamen.

Al menos estaba en terreno seguro de nuevo. —


Colega, a esa hora, llevaré tres horas trabajando.

—¿Qué?

Parece que mi imprevista llegada a St. Nacho’s había


servido para algo. —Estas viendo al nuevo empleado de la
pastelería de la ‘Señorita Independencia’.
JT resopló por la nariz. —¿Ms. Jensen?

—Sí, ella me siguió cuando salí de la reunión, y nos


tomamos un café.

—Ya veo.

—Le dije por qué no quería ir al grupo. Ella es muy


agradable. Resulta que ella podría necesitar un poco de
ayuda en la pastelería, y yo…

—Eso estará bien. —Él se echó a reír—. Lo siento.


Tengo que volver al trabajo.

—¿Qué es tan divertido?


82

—Nada. —JT parecía tener el control—. Supongo que


nada.

—Mira... —Abrí la puerta para dejarlo salir. Sentí que


tenía que decir algo más, pero no sabía exactamente el
qué—. Gracias. Eres un buen chico por tratar de ayudarme.

Algo parpadeó en sus ojos. Parecía tristeza, pero


desapareció en un segundo. —Ese soy yo, Mr. Agradable.
En el momento en que entré en la pastelería de Mary
Catherine a las tres de la mañana, me di cuenta de que
había estado actuando. No de la manera ahora voy, ahora
no, ni nada por el estilo, pero tan cierto como que estaba
allí, también había cinco malditas mujeres del grupo de
apoyo contra la violencia doméstica, estaban todas excepto
Alice, y todas esperaron en silencio mientras entraba por la
puerta. Me miraban con ojos cautelosos, y tuve la incómoda
sensación de que no me estaban vigilando, salvo por mi
cromosoma Y, como si pensaran que en cualquier momento 83
fuera a saltar sobre ellas y empezar a golpearlas.

—Supongo que debería presentarme al grupo. —Crucé


los brazos—. Mi nombre es Jacob Livingston, y soy jefe de
pastelería.

Una mujer joven, en realidad no más que una niña, se


rio detrás de una pared formada por dos mujeres más
altas.

—Bienvenido, Jacob, —dijo en un tono de voz que no


dejaba lugar a dudas que me estaba tomando el pelo. Los
hombros se separaron cuando ella se abrió paso hacia
adelante. Tenía el pelo negro y colgaba sobre sus bien
maquillados ojos y llevaba varios piercings, incluyendo dos
prominentes en el labio inferior y una perforación en la
nariz. Normalmente no encontraba atractivos los piercings,
pero en ella se veían perfectos, ya que le daba el aspecto
de un mono tití con un collar de pinchos. Traté de no
reírme.

—Tú eres el que nos llamaste victimas la otra noche.

Me aclaré la garganta. —Bueno, técnicamente todo lo


que dije fue que yo no era...

—Muse. —Mary Catherine, caminó hacia mí desde


donde había estado de pie junto a la cámara frigorífica—.
Creo que hemos hablado acerca de dejar a Yasha tranquilo
un momento antes de que lo volvamos loco.

—¿Qué clase de nombre es Yasha? —Una mujer


frunció el ceño—. Eso no es un nombre. Es un programa de
dibujos animados.
84

Me reí. —Ayer pude haber dado la impresión de que no


tenía ningún respeto por…

—Por supuesto que no lo tuviste. —Una mujer alta y


rubia se adelantó—. Yo, por mi parte, encontré tu
insinuación muy insultante. A diferencia de algunas de las
personas de este grupo…

—Oh, ya estamos, —dijo la mujer al lado de la chica


llamada Muse. Tenía un pelo oscuro precioso, y se movió
con indignación. Se puso con las manos en las caderas y la
cabeza inclinada hacia un lado, con un elegante rostro de
ojos oscuros y un atractivo cuerpo que, si fuera hetero, me
habría excitado. La mujer rubia se volvió hacia ella—. ¿Qué
has dicho?
—Candace, sé que no tenemos que escuchar de nuevo
todo acerca de ti estando casada con un médico, porque sé
a ciencia cierta que tu nariz ha sido rediseñada tres veces,
primero por tu novio el estudiante de medicina y dos veces
por ese indigno, maltratador y psicópata cirujano plástico
con el que te casaste, así que no me digas lo que tengo que
escuchar cuando esté trabajando.

—Soy voluntaria aquí, Bianca, y si contar al Sr.


Livingston que no todo el mundo está aquí…

—¿Está qué? Tú no eres inmune. —La mujer de cabello


oscuro de nombre Bianca alzó las cejas—. Dos palabras,
cariño: Nip/Tuck7. Menos mal que tu esposo podía arreglar
lo que rompía.
85
Candace entrecerró los ojos. —Él no es mi marido. Y
por supuesto que no soy inmune. Pero tampoco tengo que
aceptar de este Neanderthal que de por hecho que soy una
especie de…

Lo intenté. Lo intenté por todos los medios, pero el


mal uso de la frase que había dicho me superó... incluso
más que conducir borracho o algo así. —Conclusión.

Ella me miró. —¿Qué?

Ni siquiera me importó que me hubiera llamado


Neandertal. —La palabra es conclusión. La gente cambia
esa palabra por dar algo por hecho todo el tiempo, pero en

7
N de T: Serie norteamericana que relata la vida laboral de dos amigos y exitosos cirujanos
plásticos.
esa frase tenías que haber utilizado conclusión. Que por
cierto no daba por hecho.
—¿No era qué?

—No estaba dando por hecho que fueran víctimas ni


nada por el estilo, y hemos empezado con mal pie. —
Alargué mi mano para saludarla y ella la cogió—. Admito
que es verdad que mi pareja me maltrataba. Eso estuvo
realmente mal, pero no es como si me pasara todo el
tiempo. Por lo general no dejaba que llegara tan lejos. Yo
estaba enfermo. No pude parar la pelea una vez que se
intensificó, y creo que fue tan difícil para él como para mí.

Incluso en mi propia cabeza sonaba a una mentira


piadosa.
86
Bianca siseó un suspiro. —Cariño, ¿has oído lo que has
dicho?

—Chicas, —Mary Catherine advirtió en voz baja.

—Yo soy veterano, —les dije. Eran las tres y media de


la mañana, y estaba mirando a cinco pares de ojos que solo
albergaban nada más que tristeza y dolor. A mi favor dije—
. Yo puedo cuidar de mí mismo.

Muse se adelantó un par de pasos acercándose a mí.


Ella sólo me llegaba al hombro, y tan espinosa y
quisquillosa como parecía, todavía quería conseguir una
correa de diamantes de imitación y llevarla a dar un paseo
por el parque.

—Colega. —Envolvió sus brazos tatuados alrededor de


mi cintura y se aferró—. Está bien hombre. Yo también
puedo cuidar de mí misma. Eso no tiene nada que ver con
el hecho de que alejes a tus seres queridos.

Muse olía exactamente igual que un muffin de


calabaza, y si me gustaba o no, en ese mismo instante se
convirtió en una de las personas que más amaba en el
mundo. Dejé que me diera un apretón como una pitón.

—Gracias, Muse. Lo sé.

Muse miró alrededor del espacio de la pequeña cocina


y le echó una mirada intensa a un par de señoras. Una de
ellas, que no había dicho nada, pareció darse cuenta que yo
la estaba mirando, y ella se precipitó hacia las puertas
detrás de las mesas de trabajo.
87

—Sean amables, —les dijo Muse. Simplemente negué


con la cabeza cuando su moderada actitud suavizó incluso
mis críticas más exigentes.

Resultó que Mary Catherine quería expandir su


negocio incluyendo tartas saladas. Mientras estuve allí,
elaboramos un plan basado en lo que ella necesitaba, y mi
colaboración fue muy útil a medida que trabajaba con las
mujeres durante la mayor parte de la elaboración de los
pasteles.
A primera hora de la tarde cargamos la camioneta de
Mary Catherine para el reparto. Descubrí que ella abastecía
a todos los restaurantes y los fines de semana llevaban dos
pedidos fuera, a la altura de Santa Bárbara. Quería abrir
una pastelería, un pequeño establecimiento que sirviera
repostería, sopas y sándwiches. Eso era una buena apuesta
que yo podía coordinar con ella y expandir sus metas si me
quedaba algún tiempo en St. Nacho’s. Cuando salí por la
puerta de atrás en medio de una oleada de buenos y
sinceros deseos, también había hecho que aumentara mi
vida con esa inversión.

Debido a que no parecía haber nada más que el


consuelo de mi habitación del motel vacío esperando que
me de vuelta en el SeaView, decidí explorar St. Nacho’s. El
aire húmedo venía desde el mar, y podía olerlo a mí
alrededor. Descubrí que si cerraba los ojos, podía oír
sonidos familiares. No necesariamente las olas, pero las
88
gaviotas y otras aves marinas y el murmullo del viento
sobre la arena.

Comencé a caminar hasta que supe que iba en la


dirección correcta en base a las señales de estacionamiento
en la playa y la forma en que los pequeños negocios daban
paso a las características tiendas de sombrillas publicitarias,
sillas de campamento, gafas de sol, toallas y protectores
solares. Cada pequeña tienda anunciaba cerveza y leña en
letras prominentes en escaparates tanto en primavera
como en verano.

Me dirigía al muelle donde lo podría ver desde lejos,


cuando oí una voz detrás de mí llamándome, —Yasha.
Pensé que eras tú.

Descubrí que me había encaminado por la calle donde


se encontraba la estación de bomberos, y algunos de los
hombres del Departamento de Bomberos de St. Ignacio
estaban limpiando uno de los camiones en la entrada del
garaje.

—Hola. —Caminé a través de uno que creía que me


resultaba familiar—. No puedo dejar de tener envida de
todos tus maravillosos juguetes.

JT empujó una caja de herramientas en el


compartimento de carga de la pequeña unidad de
emergencia y cerró la puerta. Tomó un portapapeles y lo
abrazó contra su pecho mientras se recostaba contra el
guardabarros trasero de su unidad. —Estoy viviendo un
sueño, —bromeó—. ¿Qué vas a hacer?
89
—Pensé en dar un paseo y ver la ciudad. ¿Qué
sugieres que vea?

—La playa está genial en esta época del año. Y el


Nacho’s Bar es conocido por su brunch de los domingos,
pero es un buen lugar para tomar una copa y relajarte en
cualquier momento. Unos cuantos de nosotros vamos a ir
allí después de nuestra jornada sobre las seis. Si te
apetece…

—¿Quién es tu amigo, JT? —Un gigante y musculoso


bombero envolvió su fornido brazo alrededor de los
hombros de JT, entregándose al suave abrazo.

—Este es Yasha. —JT realizó las presentaciones bajo el


fuerte abrazo—. Yasha, Cameron.
—Ow. —Cameron hizo una mueca cuando él echó un
buen vistazo a mi cara—. ¿Nuestro niño mago te ha sacado
de un accidente o algo así?

—O algo así. —Extendí mi mano, y él soltó a JT lo


suficiente como para saludarme.

—Yasha estaba enfermo…

—Y te salvó, —dijo Cameron amablemente,


revolviendo el pelo de JT—. Buen chico.

—Gracias. —JT echó la cabeza a un lado de la fuerte


mano de Cameron.

Cameron me miró. —¿He oído que vamos a ir a beber


90
al Nacho’s?

—Claro, —le dije.

—Genial. —Cameron me lanzó una mirada que no


podía descifrar y pude habérsela devuelto de la misma
manera. Él era demasiado grande y hermoso, y yo no podía
dejar de notar que él se demoraba un poco más de lo
estrictamente necesario con nuestro apretón de manos. JT
parecía ajeno, y me pareció que estaba hablando. Me
preguntaba acerca del interés de JT en mí, si era
simplemente el estar pendiente de mi evolución o algo más.
Su indiferencia a la forma en que Cameron me empujaba
hacia atrás, apoyando el brazo en el camión detrás de mí y
cercándome, sutilmente para parecer correcto, parecía
importante.
Cameron bajó la voz mientras se inclinaba sobre mí,
con su gran mano apoyada contra el camión al lado de mi
cabeza. Ese poderoso movimiento cambió algo dentro de
mí y me hizo temblar un poco. Convirtiéndose en algo
significativo. ¿Por qué puñetas siempre respondía igual con
los hombres que me podían aplastar? —Así que ¿cuánto
tiempo estarás en la ciudad?

Con el brazo levantado así, la manga corta de la


camisa desabrochada se esforzaba por contener su bíceps.
Una rápida mirada a los ojos me dijo que Cameron estaba
disfrutando del interés que generaba.

—No mucho. Estoy de camino a Santa Cruz para


visitar a mi hermano. —Estaba satisfecho de que mis
palabras salieran acompasadas y uniformes.
91

—Bueno. —Los ojos de Cameron eran cálidos y azules


y tenían un toque de burla—. Tal vez podamos hacer que te
quedes durante un tiempo.

—Tal vez, —le dije. Probablemente estaba mirando la


forma en que su apretada camisa acariciaba su enorme
pecho cuando sentí un tirón en el brazo—. ¿Has visto la
playa? —Preguntó JT.

—No. —Dejé que JT me sacara a la calle y esperé a


ver por qué lo había hecho, si iba a decírmelo o si
simplemente iba a fingir que no se había dado cuenta que
me había apartado de un buen partido que estaba
coqueteando conmigo. Esperaba que él no pudiera leer mi
mente. Eeny, meeny, miney, moe. Catch a fireman by
the toe…8

Al parecer tenía un propósito.

—El muelle está al final del paseo marítimo, en un


extremo de la ciudad, y cuando vuelvas, el Nacho’s Bar
está en el otro. No te puedes perder. Ahí es donde hemos
quedado para tomar algo.

—Claro. ¿Me dijiste a las seis?

—Sí. —Los ojos de JT no albergaban nada salvo


sinceridad. Era la calidez personificada, y empecé a pensar
que tal vez él realmente se preocupaba sólo por mi
bienestar—. No quiero que... —Frunció el ceño, dejando
92
que sus palabras desaparecieran.

—¿Qué?

JT miró detrás de él. —No quiero ser presuntuoso ni


nada por el estilo. Cam es realmente un buen tipo, pero él
es de esa clase de jugador…

—JT, ¿puedes parar? El rescate ha terminado. Puedo


cuidar de mí mismo.

—No voy por ese camino. —JT miraba a todos lados


menos a mí—. Bueno. Sí, es verdad. Él es conocido por ser
un poco alborotador cuando bebe, y un chico como tú…

8
N de T: Eeny, meeny, miney, moe. Catch a fireman by the toe… canción infantil para escoger a
alguien en un juego. En español sería así: Pito, pito, gorgorito, dónde vas tú tan bonito. A la era de mi
abuela. Pin, pon, fuera. Tú te la salvas y tú te la quedas -se deja el original ya que su traducción
desmerece el contexto-.
—¿Qué quieres decir con un tipo como yo?

—Bueno, alguien a quien... —la cara de JT se congeló


y se sonrojó—. Lo siento. No quise decir eso.

—Todo lo que sabes acerca de mí es lo que has


conocido durante lo que ha sido sin duda la peor semana de
mi vida.

—Entiendo. —La cara de JT se ensombreció—. Lo


siento.

—No… —Puse mi mano sobre su brazo. Él solo había


sido amable, y no quise que pensara que no era
agradecido—. Estoy muy contento de que te preocupes por
93
mí. Pero llevo cuidando de mí mismo durante mucho
tiempo. A pesar de que te parezca lo contrario, soy
bastante bueno en eso.

—Lo siento. No importa. Ya lo sé. A veces se me olvida


que las personas son más que los problemas que ellos
suelen traer consigo mismo.

—Gracias de nuevo, ¿si?

JT me lanzó la típica mueca de "está todo perfecto" y


volvió a entrar.

Me alegré de verle sonreír, pero sentí que algo tenue


que se había estado construyendo entre nosotros se
disolvió, algo que había sentido -en un momento- como
más que una amistad.
Probablemente, a fin de cuentas, no era realmente
una pérdida real. Pero lo sentí un poco desconcertante. Al
menos mientras estuve enfermo y pensé que era mi
abuelo, me permití sentirme profundamente protegido.
Aunque valía la pena el riesgo, ahora estaba menos seguro
de ello, y sentí otra cosa. Decepción tal vez.

Me sorprendí al encontrar que eso me hirió un poco.

Seguí sus instrucciones, primero hacia el paseo


marítimo y luego al muelle. La marea estaba baja, y pude
ver claramente los pilotes, con una costra de percebes y lo
que parecían mejillones, cubiertos de algas.

Traté de alejar todo lo que me había sucedido cuando


94
me hundí en la arena, que me pareció ser más áspera y con
más piedras que las playas de arena blanca de Los Ángeles,
donde vivía. La arena era de un polvoriento marrón y se
resistía a los esfuerzos del mar por ser pulverizada. La
costa también era un poco rocosa, y me preguntaba si
alguien podría acercarse hasta aquí navegando o si había
rocas bajo las olas que lo hacían demasiado peligroso.

La arena estaba caliente bajo mi espalda, con una


suave brisa. Las olas del océano y los gritos de las aves
marinas me guiaron con facilidad a un sueño relajante. Tan
pronto como me envolvió, me dejé llevar por ella, y sentí
como si mi cuerpo estuviera subiendo y bajando en la
cresta de cada ola rompiendo contra la orilla.

Inesperadamente, una sombra se posó sobre mi cara,


y cuando abrí los ojos, me encontré a Muse de pie sobre mí
con una sombrilla de papel.

—Te vas a quemar con el sol. —Ella mantuvo la


sombrilla sobre mi cara mientras se sentaba a mi lado con
delicadeza—. Me quedé dormida allí mismo una vez, y
aunque parecía estar un poco nublado en ese momento, me
desperté con una quemadura grave, y mi cara despellejada
durante una semana.

—Mal asunto. —Me senté, y ella sostuvo el paraguas


un poco más entre nosotros con un poco de dificultad a
medida que las ráfagas de viento lo movían y amenazaba
con arrancarlo de sus manos.

Ella me estudió como si el mar me hubiera arrastrado


hasta la orilla y me hubiera encontrado allí muerto. —¿Qué
95
estás haciendo aquí?

—Pensé que estaría bien dar una paseo por el


pueblo.—Crucé las piernas y me recosté en mis manos,
completamente relajado por primera vez en días—. Me
gusta estar aquí; la ciudad olvidada por el tiempo.

—Yo nací aquí.

—¿Sí? —Le pregunté—. ¿Nunca has vivido en otro


sitio?

—No. —Puso los ojos en blanco—. St. Nacho’s es muy


pequeña y todo eso, pero creo que pertenezco a este lugar.
El lugar es una antigua fuente de poder, aunque no todo el
mundo lo sabe.
—Así es. —También puse los ojos en blanco.

—Ríete todo lo que quieras, pero en Minerva de la


‘Nación de las Runas’ dice que la tribu india local hizo un
hechizo en esta tierra para que la gente pasara de largo.

—¿Ruinas? —Muse me encantaba, pero era difícil


mantener el ritmo.

—Nación de las Runas, —repitió—. Es mi librería


favorita. Venden libros, cristales y hierbas. Cosas de ese
estilo.

—Entiendo. ¿Y quién es Minerva?

—Ella es la propietaria de la tienda. De todos modos,


96
dice que a menos que St. Nacho’s te quiera aquí, ni siquiera
lo verás.

—Ah. —Me puse boca abajo y apoyé la cabeza entre


las manos, así que sólo podía ver las olas. Es divertido
cuando haces eso, ya que te das cuenta que no lo haces lo
suficiente—. Eso es bastante interesante. ¿Cuántos años
tienes, Muse?

—Diecinueve años.

—Pareces muy joven para mí.

—¿Lo soy? Supongo que sí. —Muse se quedó sentada


durante un largo rato en silencio, pero pensé que eso la
había abrumado. Ella no parecía de esa clase—. ¿Cuántos
años tienes?
—Treinta y dos. Bueno. Haré treinta y dos en
agosto.—Tanteé ese acontecimiento en mi mente y no
descubrí ningún problema. Los treinta no habían sido duros
para mí, no como algunos de los chicos que conocía de los
clubes que construyeron sus vidas en torno a ser jóvenes e
interesantes.

—¿Qué pasa con tu chico? —Preguntó ella, mirando al


frente.

—¿Qué pasa con él?

Muse me miró a los ojos. —¿Dónde está? ¿Cómo es


que terminaste aquí? ¿Qué es lo que va a pasar? ¿Vas a
volver? —Creo que ella incluso se sorprendió por el aluvión
97
de preguntas una vez que las había dicho, porque volvió a
mirar el agua.

—No sé las respuestas a cualquiera de estas


preguntas. —He pensado en ello—. Yo sé cómo acabé aquí.
Me echaron del autobús.

—Eso debe significar que St. Nacho’s te quiere.

—Estoy seguro que sí, —le dije secamente—. Todo el


mundo me quiere.

—¿Vas a volver con tu chico? Cuando te vayas, quiero


decir.

—No, —le dije—. Estoy seguro que ese barco zarpó


hace mucho tiempo, pero no he tenido noticias de él. No
estoy en el muelle esperándolo.

—¿Le quieres?

—No.

—Oh. —Su voz era tenue.

—¿Y qué pasa contigo..? —Antes de terminar la frase,


me di cuenta de que probablemente no era de mi
incumbencia.

—Salí con un chico en la escuela secundaria, y era


una de esas oscuras y apasionadas tonterías de
adolescentes apasionados. Supongo que me sentí atraída
por eso.
98

—¡En serio! —bromeé. Cuando me di cuenta de que


tal vez había llegado a algo demasiado profundo, añadí—:
Yo también pasé por eso, de verdad.

—Ya veo. —Ella me dio algo en que pensar—. Creo


que tal vez he llegado a cerrar el círculo. Mi padre
maltrataba a mi madre, su padre maltrataba a su
madrastra y a los niños, y nosotros éramos los típicos niños
introvertidos en la escuela. Nos encontramos el uno al otro,
y fue como empezar de nuevo.

—Nunca piensas que te pueda suceder a ti, ¿verdad?

—No.

—Recuerdo estar despierto por la noche, diciéndome


una y otra vez que yo nunca sería así. En ese momento
pensaba que la peor cosa en el mundo sería ser como mi
padre. Nunca se me ocurrió que podría ser como mi madre.

Muse asintió. —Solía escuchar gritarse el uno al otro y


pensar, devuélvele el golpe solo para joderle. Muéstrale que
no tienes que ser la que siempre esté recibiendo golpes.
Eso lo detendrá.

Eché un vistazo a la silueta de Muse. —¿Lo intentaste?

Ella miró hacia abajo. —Sí.

—¿Funcionó?

—No.
99

—Joder.

—Una cosa buena es que la primera vez que llegué a


casa con un ojo negro, mi madre hizo nuestras maletas y
nos fuimos de la casa de mi padre. Ellos se están
divorciando.

—¿Tu novio te pegaba?

—Sí. Lo hacía. Y ella ahora dirige el grupo.

—¿Alice es tu madre? —Sonreí.

—Sí. El no ser un felpudo es ahora el negocio familiar.


¿Y tu familia?
—La única familia que tengo es mi hermano, Daniel.
Vive en Santa Cruz. Es promotor inmobiliario.

—Buena familia. —Ella volvió su atención a un grupo


de gaviotas en el borde del agua. Era agradable estar
sentado con ella. Tal vez era un poco oscura, pero brillaba
por sí misma. Le daba una resistencia y un revestimiento
que me pareció refrescante.

Me acordé de un tiempo diferente y un océano


diferente. Me acordé mirando el agua en la playa de Sandy
Hook en New Jersey. Mi zeyde había tomado prestado un
coche de uno de los hombres con los que trabajaba en la
tienda de electrodomésticos y nos llevó a New Jersey para
pasar un día en la playa, aunque en ese momento no supe
por qué. Era temporada baja, y hacía frío, y él nos recogió
100
de la escuela por la mañana temprano, antes del almuerzo.

Ninguna de esas cosas tuvo sentido ni para Daniel ni


para mí y nos sentamos en la parte trasera del grandioso
coche -probablemente sería un Cadillac Eldorado o un
Lincoln Town Car- tratando de averiguar todo lo que
estaba sucediendo. Daniel tenía un ojo negro y una costilla
rota ese día, pero a los catorce años se sentía triunfante. Él
había parado a nuestro padre de que siguiera golpeando a
nuestra madre, recibiendo el castigo el mismo, y nosotros
dos imaginábamos que si volvía a pegarnos cambiaría mi
adoración por él cómo héroe.

Zeyde llevaba su habitual chaqueta deportiva azul


marino de lana sobre una camisa blanca y un jersey fino de
punto azul con un pantalón gris. Llevaba una discreta
corbata de seda y el típico sombrero de fieltro. Pensé en
ese momento que era la personificación de la sofisticación,
y al parecer las mujeres también lo creían, porque donde
quiera que nos llevara, atraía a las mujeres como un imán.

Llegamos a la playa, y zeyde nos dijo que


disfrutáramos, que habíamos ganado un día fuera de la
escuela y la oportunidad de disfrutar de nosotros mismos.
Él nos dio dinero para golosinas y nos llevó a comer y a
cenar. Conversó con la camarera y le dejó una buena
propina que la hizo sonrojar y sentirse feliz.

Cuando llegamos a casa, mi padre se había ido, junto


con el último rastro de que jamás hubiera existido. Su ropa,
su equipo, fotografías, documentos, instrumentos, cartas,
papeles, todo había desaparecido.
101
Ni Daniel ni yo nos perdonamos a nosotros mismos.

—Sí. —Me acordé de que Muse estaba allí, y que ella


había dicho algo sobre que la familia era buena—. La
familia es buena.

—¿Estás bien?

Hablé con voz ronca. —A veces por la forma en que la


luz brilla en el agua, me duelen los ojos.

Ella me dio un empujón con la mano. —A mí también.


Especialmente cuando estoy llorando.
Muse y yo nos despedimos cuando llegó el momento,
y me dirigí a al Nacho’s Bar. A primera vista, era
exactamente el tipo de lugar que me gustaba. Con servicio
de comida y un bar y retrasmisiones de partidos en la
televisión sin pretensión o desesperación. Era un local
hogareño, y una variedad de personas hacían una
interesante zona de descanso o se agrupaban en torno a
mesas sobre un suelo de baldosas muy peculiar. Encontré
mis bomberos en la terraza, la mayoría iban vestidos ahora
con camisetas que ponían las iniciales del grupo de apoyo 102
al área infantil del hospital de St. Ignacio "Sparks SIFD".
Estaban relajados y disfrutando tomándose una cerveza.
Cameron fumaba, sosteniendo el cigarrillo en una mano y
un cenicero en la otra.

Cuando me vio, se puso entre ambas mesas y me


detuvo, cogiendo una silla y colocándola junto a la suya. Al
parecer, él no dudaba de su encanto. Saludé a JT, y él me
saludó con sus ojos mientras tomaba un largo trago de
cerveza. La forma en que sus labios se veían envueltos
alrededor del cuello de la botella era muy excitante, me
tropecé mientras iba a sentarme. Cam agarró mi antebrazo
para estabilizarme.

—¡Cuidado, vaquero! —Él me soltó y levantó la mano


haciendo señas a uno de los chicos para que trajera más
cerveza—. ¿Estás bien?
—Me quedé dormido en la playa durante un rato, —le
dije—. Supongo que todavía estoy un poco aturdido.

—El movimiento del océano. —Él me miró a la cara—.


Te ves un poco sonrojado.

—Me habré quemado por el sol.

—Oh. —A pesar de que los dos estábamos sentados,


Cam era casi una cabeza más alta que yo, y él me acechó
de nuevo—. Y yo aquí esperando que estuvieras pensando
en mí.

Eché un vistazo de nuevo a JT, que ahora tenía el ceño


fruncido. Alguien me trajo una cerveza y la abrí.
103
—Entonces, ¿qué se siente siendo un bombero en St.
Nacho’s? —Le pregunté, aunque sólo fuera para empezar
una conversación. Cam era el único que estaba lo
suficientemente cerca para oírme.

—Supongo que es como en cualquier otro sitio.


Luchamos contra incendios. Bastantes rescates marítimos
por los paramédicos. Accidentes de carretera. —Dio una
calada y luego apagó el cigarrillo, soltando el humo
cortésmente en la otra dirección.

—¿Os llaman para los incendios forestales?

—Sólo cuando necesitan unidades para resguardar


estructuras en los límites de las zonas residenciales si están
amenazadas. Nosotros no pertenecemos al grupo forestal.
Hay algunas unidades que están por aquí. Tenemos sobre
todo que combatir incendios de casas y edificios y
responder a emergencias de tráfico.

Una oleada de emoción fluyó desde el interior del bar,


y oí un violinista afinando.

—¿Qué es eso? —Le pregunté a Cam, quien se volvió a


escuchar.

—Tienen un chico aquí que toca el violín. Es muy


popular, y justo a esta hora el bar se llena de gente que
viene a escucharle tocar. Mucha gente para aquí de camino
a casa.

Asentí. —Mi hermano me habló de él.


104
—¿Tu hermano vive por aquí?

—Él vive en la zona costera de Santa Cruz. Voy a ir


pronto a hacerle una visita. Pensé en quedarme aquí unos
días primero. —No le mencioné que no tenía muchas
opciones.

—St. Nacho’s es un buen lugar. La gente aquí puede


ser muy amable. —La mirada en sus ojos me dijo que
estaba de humor para demostrarlo. Me moví incómodo en
la silla. Tan atractivo como era Cam, no podía sacarme de
la cabeza a JT. Contrariamente a lo que JT probablemente
creyera de mí, no estaba por la labor y menos aún con un
tipo como Cam. Su personalidad era ya lo suficientemente
fuerte como para anular completamente la mía. Estaba
harto de ser la sombra de nadie.
De repente, me sentía muy cansado. No sólo sueño,
sino un cansancio físico. El tipo de cansancio que te invade
cuando has hecho una carrera a todo gas y no puedes dar
un paso más e incluso el llevar a mis labios la botella de
cerveza me pareció demasiado.

—¿Yasha?

Debí haber estado mirando al suelo durante un buen


rato, porque no me di cuenta cuando JT se había trasladado
a la silla junto a la mía, frente a Cam.

—Perdona, ¿qué?

—¿Estás cansado? —Preguntó JT.


105
Cam se inclinó para mirarme a la cara otra vez. —
Parece como si fueras a desmayarte.

Negué con la cabeza. —No, yo sólo…

JT puso su mano firmemente por debajo de mi codo.


Me sentía fuerte y seguro bajo su tacto, y me di cuenta de
que lo había sabido todo el tiempo. Su toque era bueno
para mí. Familiar debido a la noche en que su padre había
llamado a los servicios de emergencia para que me
ayudaran, pero no de forma impersonal, como el toque
casual de un paramédico a un paciente. Nunca había sido
así. Por eso reaccioné tan intensamente al toque. Algo
fuerte y dulce en mi interior fluía hacia la piel cada vez que
me tocaba, y no iba a arruinar eso por flirtear con Cam.

—Te puedo llevar a casa. —Los ojos de JT parecían...


esperanzados. Pero confundido, como si él no hubiera
previsto que esas palabras salieran de su boca—.
Necesitas...

No sé lo que iba a decir en ese momento, porque una


chica de pelo oscuro, se acercó por detrás de él y envolvió
sus manos alrededor de la cabeza y los ojos.

—Adivina quién soy, —le dijo mientras apretaba su


boca al cuello de JT, dejando una mancha de pintalabios de
color rosa en su piel.

Él dio un incómodo respingo y se volvió hacia ella,


llevando una de sus manos a los labios. Ella le respondió y
le echó los brazos al cuello para darle un cálido beso. —
Hola, cariño.
106

Me quedé en estado de shock, en silencio,


preguntándome quién era esa chica y que era lo que tenía
que ver con JT. Su atención estaba centrada en ella, así
que me dirigí a Cam.

—¿Sorprendido? —Los ojos de Cam bailaban con


picardía.

—No... —Negué con la cabeza—. Sí.

JT se deshizo del abrazo. —¿Linda? Te presento a


Yasha. Yasha, Linda.

Cam hizo un gesto como si estuviera mostrando el


premio final del concurso "El Precio Justo”. Sentí lo que él
sabía exactamente que estaba sintiendo, cuando dijo: —Es
la cita de JT.

Mi mirada se encontró con la de JT. Cerró los ojos de


inmediato, así que no podía ver lo que estaba pensando.
Linda me tendió la mano, y la tome. —Debes ser el chico
que se hospeda en el motel de Carl. JT me contó todo sobre
ti. Me alegré cuando me enteré de que estas mejor.

Incliné la cabeza. —Gracias a JT.

—Él es mi héroe. —Ella tiró de él y se fue con ella,


apuntando un gesto en mi dirección. Como diciendo, ¿qué
se le va hacer?— Me debes una cena tranquila, sin
bomberos, caballero.

Los ojos de JT se encontraron con los míos de nuevo,


107
sonreí y me encogí de hombros de nuevo, librándole de
cualquier culpa. Cuando él empezó a protestar que se había
comprometido a llevarme a casa, lo despedí. —No te
preocupes. No está lejos dando un paseo.

Cam se ofreció a llevarme a casa, pero me negué,


preocupado de que hubiera bebido demasiado. Al final JT
me llevó al Sea View en su camioneta, y Linda nos siguió
en un pequeño coche plateado.

Pensé que podría ser un poco incómodo el decirle


buenas noches, pero JT lo hizo fácil, deslizando un brazo
alrededor de la cintura de Linda después de que saliera de
su coche, mientras nos despedíamos. Dejó su camioneta
aparcada allí y se fue con ella en su coche. Sentí una
extraña afinidad con la camioneta, dejado así. Abandonado.
Yo no tenía ninguna convicción para asumir que
tuviera algún interés en mí, aparte de la habitual
preocupación que un profesional tiene con el cuidado de su
paciente. Había sido un idiota por haber imaginado algo
más con él que eso, pero sentí como me afectaba a pesar
de todo.

Todo lo que podía pensar era en la forma en que había


besado su mano cuando yo pensaba que era mi abuelo y de
cómo lo había permitido. Cómo lo había sobreentendido. De
cómo había conectado con él desde ese momento. Una
conexión que pensé que era en ambos sentidos.

No tuve dificultades para dormir, sobre todo después


de que tomara mis medicamentos para el dolor. Cuando me
desperté, me quedé en la cama durante un largo rato,
108
tanto por la tentación de ir a la ventana para ver si la
camioneta de JT seguía allí como enfadado por ese impulso.

Seguramente no me importaba nada si JT había


pasado la noche con una chica. Seguramente estaba fuera
de mi alcance el que se hubiera quedado en casa de la
chica o se hubiera ido a dormir a su casa pronto, solo.

Al rato, tuve que dejar la seguridad de mi habitación


del motel para ir a la pastelería de Mary Catherine, no
podía posponerlo por más tiempo. Me dije que si la
camioneta estaba allí, era una buena señal, porque eso
significaba que JT había pasado una buena noche y, por
supuesto, se lo deseaba como amigo.

Me dije a mí mismo que si su vehículo no estaba allí,


no significaba que no hubiera tenido sexo, sólo que él no
había pasado la noche.

Me dije que no era de mi incumbencia, pero que no


hacía más fácil que siguiera abierta esa opción.

Cuando salí de mi habitación al pasillo, el


estacionamiento estaba oscuro, la flagrante camioneta de
JT no estaba. Fui caminando hasta el local de Mary
Catherine como si nada hubiera pasado. Sin embargo mis
pasos fueron más lentos que el día anterior.

Muse fue la primera persona que vi cuando entré en el


obrador. Ella me sonrió alegremente provocando que me
sintiera un poco mejor. Candace trabajaba en silencio,
estirando la masa junto con la mujer que había estado allí
el día antes, pero que nunca dijo una palabra. Cada vez
109
que me había acercado a ella, se sumía en un profundo
mutismo. Estaba decidido a hablar con ella ese día y
hacerle saber que no tenía que tener miedo de mí.

—Muse. —Le di un codazo—. —¿Quién es la mujer con


el pelo gris?

—¿Ella? —Muse se acercó más a mí.

—Sí. —Cada vez que ella veía que me acercaba se


alejaba—. ¿Está asustada de mí?

—Está asustada de todo el mundo. —Muse habló en


voz baja, empujándome a un lado donde pudiéramos hablar
en privado—. Ella es Analise. El tipo con el que estaba
casada la apuñaló, como dieciséis veces. Él fue a la cárcel
por ello. Es un milagro que esté viva. No habla con nadie
salvo con Mary Catherine y mi madre.

—Oh, joder. —Me preguntaba si Analise fue atendida


por JT en una de sus intervenciones cuando era un novato.

—Ha sido especialmente malo porque todo el mundo


se está preparando para su audiencia de libertad
condicional, que será en tres semanas, y mi madre, Mary
Catherine, y Analise van a viajar a Soledad para hablar. Ella
está muy nerviosa en este momento porque él la amenazó
con matarla tantas veces como la primera vez que fue a la
cárcel.

—Maldita sea. Seguramente no lo dejaran salir si sigue


siendo un peligro para ella.
110
—Las cárceles están superpobladas, y él
supuestamente ha sido un preso modelo. Dice que es
budista ahora o algo así.

Simpatizaba con ella. —Por Dios. El tener que verlo de


nuevo, incluso para contar su historia tiene que dejarla
paraliza por el miedo, realmente tiene que ser jodido.

—Eso es por lo qué mi madre y Mary Catherine van. Mi


madre va armada con una carpeta repleta de estadísticas y
Mary Catherine... bueno, simplemente flota a lo largo de
una marea de "buenos sentimientos” ¿verdad?

—Es lo que hace.

—Analise viene aquí a trabajar por las mañanas, pero


tiene otro trabajo por las tardes. Ella tiene trastorno de
estrés postraumático. A veces se siente sucia. —Muse
apretó los labios como si quisiera decir algo más, pero no
pudiese—. Ver a su marido va a ser terrible para ella.

Miré a Analise durante un momento. Ella debió darse


cuenta porque nos lo dijo todo con los ojos, ya que se alejó
de nosotros hacia la habitación donde Mary Catherine tenía
los suministros.

—Es difícil dejar algo así irse. Lo sientes, ¿verdad?


Como si volviera a ocurrir de nuevo, y no es un recuerdo,
es más como...

—¿Una alucinación?

—No. Incluso más real que eso, —le dije—. A veces lo


111
sientes en tu cuerpo. Como oleadas de adrenalina.
Luchando o dando patadas. Oyes el ruido de cristales rotos,
y hueles los edificios en llamas. Es real, pero a la vez no.
Pierdes la capacidad de confiar en tus sentidos.

Muse me miró pensativa.

—Jacob, —Mary Catherine me llamó desde la oficina—.


He estado haciendo los rellenos de empanadas, como me
dijiste una de carne y la otra con pollo y chiles verdes.
¿Puedes venir y probarlas?

Di un último vistazo a la despensa y Analise se había


ido, me dirigí a la cocina.

Al momento Mary Catherine y yo estábamos


experimentando con varios tipos diferentes de masas de
empanadas, probando varios tipos de harina y mantequilla
hasta que encontramos una que tenía una textura que nos
gustaba. Las recetas de relleno eran abundantes, desde el
picadillo cubano de carne picante con aceitunas, ternera
chilena con pasas, pollo y queso a los rellenos dulces con
fruta fresca y seca.

Mary Catherine comenzó con cuatro: dos de carne,


dulce y salado, una de pollo con chile verde y queso suave,
y otra que yo inventé sobre la marcha usando trozos de
asado dulce con patatas y azúcar moreno con especias y un
toque de chile para darle un poco de chispa. Esa resultó ser
inmediatamente la favorita entre las chicas, y preparamos
una partida de cada una para ofrecérselas a los clientes de
los restaurantes.
112
Una vez que hicimos suficientes, pusimos tres de cada
tipo, doce en total, en bandejas con papel film y las
congeló. Candace planeaba entregar una bandeja de las
nuevas ofertas a cada uno de sus clientes actuales, para
ser cocinadas in situ. Hicimos algunas pruebas con tiempos
y temperaturas. El día pasó volando. Pronto llegó el
mediodía, y cargamos la camioneta para hacer las
entregas.

Un hombre que nunca había visto antes entró en la


panadería y acorraló a Mary Catherine dándole un gran
abrazo. Era alto y bien parecido, de constitución atlética,
pero llevaba un bastón y caminaba con una cojera
pronunciada.

—¡Hola, Ken! —Mary Catherine le dio un abrazo y lo


besó en la mejilla—. No te esperaba hoy. —Miré mientras le
prestaba atención. Él se movió torpemente fuera del
camino de las chicas que cargaban los pasteles en cajas
para sacarlos a la camioneta—. Ken, quiero que conozcas al
nuevo empleado que tengo, Jacob. Todos le llamamos
Yasha.

Le tendí la mano, luego me di cuenta que estaba


cubierta de harina, y la retiré de nuevo para limpiarla en mi
delantal. —Encantado de conocerte, —le dije.

—Igualmente, —respondió Ken, casi sin mirarme.


Parecía un hombre con una misión—. Tengo una gran
sorpresa para ti. ¿Puedes venir conmigo?

—Yasha y yo estamos en medio de…


113
—Lo encontré, —Ken la interrumpió con entusiasmo—.
Es perfecto, y no digas que no estás preparada, porque lo
estás.

Yo no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero


como que estaba allí y vi a Mary Catherine, podría jurar que
toda la sangre desapareció de su cara, y ella se marchitó lo
suficiente como para convencerme de que tenía que estar
preparado para cogerla.

—¿Dónde? —Le preguntó.

—La tienda de Roger va a la quiebra. Mi agente


inmobiliario me dijo que el propietario se jubila. El edificio
se encuentra solo, y hay un callejón con un muelle de
carga. Está allí mismo, en Iglesias Road, en una excelente
ubicación a pocos metros del muelle. Si vendieras helados,
llenarías en el verano.

—Eso es una gran responsabilidad, Ken. Yo no…

—Estas preparada, —dijo implacablemente. Por alguna


razón que no podía entender, mi pulso se aceleró un poco
ante la perspectiva de la ampliación del negocio de Mary
Catherine. Tal vez el entusiasmo de Ken era sólo algo
contagioso. Tal vez era la forma en que Mary Catherine se
mantenía -como si estuviera emocionada y eufórica, pero
no se atrevía a demostrarlo- me hizo decir algo.

—Puedes ir a echar un vistazo. No hay nada de malo


en eso, ¿no?

Ken me miró de nuevo, y esta vez me pareció que era


114
de manera diferente. —Tiene razón. No puedes rechazarlo
sin mirar antes.

—Pero... —Mary Catherine agarró mi brazo—. ¿Quieres


venir? Sabes de estas cosas, ¿no?

Empecé a preocuparme un poco. —Nunca he sido


dueño de una pastelería. He trabajado en restaurantes. No
es como si fuera un experto.

—Pero has trabajado en buenos restaurantes, ¿no?


¿Has trabajado en pastelerías?

—Sí, —admití—. He trabajado en varias, aquí y en el


extranjero.

Ahora fue Ken quien me preguntó: —Entonces,


¿podrías saber si el edificio funcionará?

—Bueno, eso depende. ¿Le estas llevando todas las


operaciones? ¿Alquilas este local? ¿Vas a hacer la
preparación aquí y usar el otro lugar como establecimiento
comercial? Harás…

—Tú vienes con nosotros, —dijo Mary Catherine


mientras se quitaba el delantal de trabajo e iba a lavarse
las manos. Ella siguió hablando, y pensé que hablaba para
si misma—. Eres un regalo del cielo. Parece que tienes idea
de lo que dices. Yo no tengo ni la más remota... —Se calló,
y pensé que iba a discutir de nuevo.

—Necesitas un plan de negocios. Luego hay que


trabajar en una idea de lo que quieres que sea tu
115
establecimiento comercial. Es probable que pueda ayudar
con eso. ¿Cuáles son tus objetivos? Puedes hacerlo a corto
plazo, o a medio plazo y conseguir tus objetivos a largo
plazo. Pero, ante todo, tienes que decidir lo que vas a
vender y de donde van a salir.

—¿Qué quieres decir ‘con lo que vamos a vender'? —


Preguntó Mary Catherine—. Nosotros vamos a vender
pasteles.

—Y helados. —Ken sonrió. Me miró a los ojos y luego,


y me di cuenta que estaba feliz de que hubiera encontrado
un aliado. Esta vez, cuando le tendí la mano, él la tomó
entre las suyas, con gusto, como si estuviera
verdaderamente contento de conocerme.

—Soy Ken Ashton, el yerno de Mary Catherine. Por


decirlo de alguna manera.

116
Aunque sea difícil de creer, la maldita tienda de
electrodomésticos se encontraba justo al lado de la estación
de bomberos.

Tan pronto como salí del coche de Ken, vi salir a Cam


recién acabado de limpiar uno de los camiones. Brillaba a
la débil luz de la tarde, sus bíceps estaban hinchados, y sus
enormes piernas se tensaron mientras se agachaba para
coger algo del suelo. Verlo era casi pornográfico. Yo casi
esperaba que se rasgara la camiseta por la mitad y se 117
sacudiera como un perro mojado.

Creo que Ken debió haber visto algo en mi cara,


porque él se rió de mí, y Mary Catherine se detuvo a mitad
de camino para murmurar: localización, localización,
localización9. El agente inmobiliario se acercó y vio lo que
estábamos mirando. —Sí, por supuesto. La vista desde la
ventana del frente de esta tienda es una de las mejores de
cualquier establecimiento a lo largo de la costa de
California. Mi nombre es Debra, y Ken me ha dicho que
estáis muy ansiosos por conocer el local.

Mary Catherine alargó su mano y se la estrechó. —


Bueno. Realmente no... Quiero decir...

9
N de T: localización, localización, localización. Referente a lo que hay que apuntar cuando uno
quiere que su negocio sea exitoso.
Puse la mano en la parte baja de su espalda y la
empujé hacia adelante. —Estamos sólo viendo sitios, Mary
Catherine. No estás ultimando nada.

Ken me lanzó una mirada de agradecimiento. —Me


preocupaba que no pudiera ser capaz de convencerla de
que viniera, —dijo en voz baja después de que Mary
Catherine se hubieran apartado y no pudiera oírnos.

—¿Cuánto tiempo lleva en el negocio?

—Seis meses, —respondió Ken—. Pero de momento


sólo vendiendo a restaurantes, y sé que a ella le gustaría
tener un negocio al por menor. Este lugar es lo
suficientemente grande como para albergar ambas facetas
de su negocio, venta al por menor y de reparto.
118

—¿No tiene un contrato de arrendamiento en otro


sitio? Seguramente ha tenido tiempo para decidirse.

—No. Tiene un arrendamiento mensual. —Sonrió


Ken—. En realidad es mi arrendataria. Compré el local
donde está ahora con ella en mente, ya que es una buena
inversión, incluso sin que me lo alquile ella. Estoy seguro
que puedo encontrar un inquilino con el tiempo. No es un
buen sitio para una pequeña pastelería. Ella necesita un
sitio con el movimiento que este lugar tiene. Al principio
pensaba que íbamos a encontrar algún local pequeño para
que continuara con lo que está haciendo, pero cuando
apareció este local, vi la posibilidad de inmediato.

Mientras miraba, Cam le gritó algo a alguien del


parque de bomberos, y JT salió. Hizo un gesto y se dirigió
hacia donde estábamos parados.

—Yasha, ¿cómo estás? —Nos miraba a los dos con


cierta curiosidad en su rostro.

—Bien, supongo.

JT continuó mirándome, y yo no podía dejar de


hablar. —Mary Catherine está mirando si este local puede
convertirse en una posible pastelería. Él es Ken. ¿Os
conocéis?

JT le tendió la mano. —Ken Ashton es el arma secreta


de St. Nacho’s. — JT sonrió como si fuera una broma
particular.
119
Ken asintió. —Así es como me llaman. —Supongo que
debía estar en blanco, porque JT me puso al corriente—. El
cuerpo de policía y de bomberos de St. Nacho's se lo
sortean para ver quién lo pone en su equipo para los juegos
de softball. —Supongo que esta información me sorprendió,
porque Ken no parecía como si pudiera ser un gran jugador
de pelota. Ken confesó—. Ellos quieren que batee. Dios no
quiera que me ponga a correr.

—La última vez que hiciste un doble juego conseguiste


llegar a la base, Ashton. Bueno, en parte debido a mi
apestoso guante, supongo.

—El lanzador te lanzó una bola muy baja. —Ken se


volvió hacia mí—. ¿Cómo es que conoces a JT?

—Me atendió cuando llegué a la ciudad. Estaba


enfermo. —Me volví a JT—. ¿Qué te parece? ¿Puedes ver
una pastelería aquí?

JT miró a la tienda de electrodomésticos como si lo


estuviera imaginando. —Bueno, Mary Catherine puede
estar segura que todo el mundo de la estación de
bomberos, además de lo mejorcito de St. Nacho’s estará
allí todo el tiempo.

—Eso es lo que yo pensaba, —dijo Ken.

—Ella va a necesitar una gran cantidad de dinero, —le


advertí—. Y las estadísticas son desalentadoras para los
restaurantes en el mejor de los casos.

—Pero tiene un gran talento, —me recordó Ken—. Es


120
más específico que un restaurante. Y es buena empresaria.
Muy buena trabajadora y es creativa.

—Inspira lealtad, —pensé en voz alta. Sentí la mirada


de JT sobre mí y lo miré—. ¿Qué? —Él apartó la vista.

—¿No le has dicho a Mary Catherine que perdiste tu


trabajo? —Preguntó Ken.

—Bueno, no. Quiero decir, no sé si tendré trabajo


todavía cuando me dirija a mi casa.

—Si estás buscando trabajo, creo que podrías


encontrar algo. Mary Catherine tendrá que empezar con un
plan de negocios. Ella necesitará un préstamo bancario. No
es nada fácil pedir prestado dinero, dado el clima
económico.
—¿Cómo están sus cuentas ahora? —Le pregunté—.
¿Todo es en dinero negro? ¿Cubre el costo del equipo y el
contrato de alquiler, los gastos de reparto? ¿Impuestos y
seguros? ¿Beneficios a los empleados?

Ken consideró esto. —Sí. Aunque admito que recibe


ayuda de mí y de Jordan —demasiada—. Algunas otras
personas de la ciudad ayudan cuando las necesita.

—Por lo tanto, ¿es un negocio familiar?

—Sí. —Ken parecía contento con el arreglo. Pude


verlo—. Nosotros estamos completamente comprometidos
para que la empresa de Mary Catherine prospere.
121
—Tal vez podamos encontrar una manera de ayudar a
ampliar su menú, como que tenga algo que nadie más en la
ciudad tenga.

Ken parecía haber expresado sus intenciones y estaba


sonriendo. —¿Tal vez lo que necesita es un verdadero jefe
de repostería?

—Oh-oh, bueno... —tartamudeé—. No. No para los


tipos de pasteles que ella hace.

Ken continuó sonriendo. —Tú mismo has dicho que


debía tener algo que nadie más tiene. Creo que un buen
pastelero es exactamente de lo que te estaba hablando. Por
lo que yo sé, no hay ninguno en St. Nacho’s. Hay dos
pastelerías en la ciudad, pero no es lo que yo considero...
¿Cómo de bueno eres?
Sentí el calor aflorar en mi cara. ¡Qué pregunta! Si le
respondiera honestamente, podría sonar... —Soy bueno, —
dije simplemente. Yo era bueno. Muy, muy bueno, aunque
no había tenido la oportunidad de brillar realmente en
bastante tiempo.

—Piensa en ello, —dijo simplemente Ken.

—Lo haré, —le aseguré.

JT no parecía tan contento como lo estaba Ken, y me


pregunté por qué. Él me dio una palmada en la espalda y
deslizó su mano para apoyarse en mi hombro, y luego me
llevó a un lado para que pudiéramos hablar en privado.
122
—¿Eso significa que te quedarías en St. Nacho’s
durante un tiempo?—

—Tal vez. —No tenía mucho más que decir, pero él


parecía estar esperando, moviéndose un poco nervioso, así
que finalmente le pregunté—: ¿Qué?

—¿Puedo hablar contigo? ¿Invitarte a una taza de


café?

Miré donde estaba Ken parado mirando una carpeta


que Debra le mostraba, y dije: —Cuando termine aquí,
estaré libre.

—Vamos a la estación de bomberos. Estoy acabando el


turno, pero me entretuve con el almuerzo. Termino de lavar
los platos, y entonces podremos dar un paseo.
—Claro, —le dije.

Mientras JT se marchaba, una patrulla de la policía


llegó y aparcó junto a la acera, cerca de donde estábamos
parados y un agente uniformado se bajó. Ken y Mary
Catherine se acercaron, y todos nos quedamos esperando
mientras se dirigía hacia nosotros. Cuando él se acercó lo
suficiente, leí su nombre: A. Callahan.

—Andy. — Mary Catherine lo abrazó y Ken le ofreció la


mano—. Te presento a Yasha. Él me está ayudando con el
tema de la pastelería. —Andy no parecía que estuviera allí
por motivos sociales—. Me alegro de verte. Iba a buscarte a
tu casa. Tengo noticias, y pensé que debía decírtelas.
123
Ken y Mary Catherine se miraron entre sí. —¿Qué ha
pasado?

—El ex marido de Analise Salvador ayer intentó matar


a uno de los guardias de la prisión . —Andy no tenía pelos
en la lengua—. Lo apuñaló con una especie de cuchillo
casero. Ella podría haber visto eso. Ha salido en todas las
noticias. Él puede despedirse de su audiencia para
conseguir la libertad condicional ahora. Dudo que vaya a
salir de la cárcel con vida.

Mary Catherine parpadeó en estado de shock.

—¿Qué podría haberle ocurrido para que hiciera eso?


Estaba tan cerca de esa audiencia, él…

—Nadie lo sabe. Están investigando.


—Por Dios. —Ella puso su mano sobre su corazón—.
¿Es una cosa terrible que esté tan aliviada?

—No. Él nunca debería haber intentado escaparse.


Necesitas decírselo a Analise por si no lo ha oído. Te
mantendré informada de todo, de cómo va avanzando la
investigación.

—Gracias por venir.

—Es un placer. Arresté a ese bastardo por lo que hizo


a Analise, y cuanto más tiempo se quede fuera de las
calles, mejor. —Andy asintió con la cabeza a todos nosotros
antes de volver a meterse en su coche patrulla y
marcharse.
124

Después de que Debra se fuera, Ken, y yo echamos un


vistazo a la tienda de electrodomésticos. Tuve que admitir
que Ken era mucho mejor imaginando las posibilidades del
establecimiento. Se entusiasmó sobre el espacio,
describiendo todo, haciendo un gesto con los brazos y
arrastrándonos a Mary Catherine y a mí hasta que todos
pudimos imaginar lo que tenía en mente para el local.
Finalmente Debra se marchó, y los tres nos quedamos
hablando un rato más en el estacionamiento. Tan
emocionada como estaba Mary Catherine por la posibilidad
de un espacio comercial, estaba pasando un mal rato por
Analise.

Mary Catherine se mordió el labio. —Me pregunto si no


debería pasar por su casa y ver si ha oído algo.
Ken le contestó—: Podríamos hacerlo ahora mismo.
Puedo llevarte allí antes de que te deje en el obrador.

Mary Catherine se volvió hacia mí. —¿Necesitas que


te llevemos de regreso?

Yo no podía evitar mirar a la estación de bomberos. —


Creo que me quedaré aquí un rato. ¿Nos vemos mañana?

—Bien. —Mary Catherine se despidió—. Te veré


entonces.

—Ha sido un placer conocerte. —Ken me ofreció su


mano de nuevo, y se la estreché. Tenía un apretón cálido,
firme y me dio un pequeño apretón antes de soltar mi
mano—. Creo que nos estaremos viendo mucho si esto
125
funciona.

—Lo consideraré. —Realmente lo haría. Los vi


marcharse en el coche con un sentimiento -si no
exactamente optimista- un poco más ligero.

La fría bruma de la mañana se movía desde el océano


como una manta que no calentaba por completo, y al estar
tan cerca del agua la visibilidad era limitada. Entré en la
estación de bomberos y me encontré a Cam y sus amigos
jugando a las cartas.

Me guiñó, dispuesto a abandonar el juego y ver lo que


quería, pero negué con la cabeza y le pregunté dónde podía
encontrar a JT.

—Él está en la cocina limpiando. ¿Seguro que no me


quieres?

Todo el mundo se echó a reír cuando pasé y me dirigí


a la cocina sin responder. Las cosas debían ser muy
diferentes en St. Nacho’s si se podía bromear así en la
estación de bomberos.

Encontré a JT cargando el lavavajillas. Algo olía


delicioso, y eché un vistazo en una olla vacía en la hornilla.

—Supongo que no será chile. Pensé que los bomberos


siempre comíais eso.

—Es un mito. —JT cerró la puerta del lavavajillas y


activó el ciclo de lavado.
126
—¿Al igual que los tirantes rojos?

—No. Eso es cierto. —Tenía la misma luz burlona en


sus ojos por la que en un principio pensé que podría estar
coqueteando conmigo. Ahora me imaginé que era sólo su
forma de mirar—. Es bueno saberlo.

—¿Quieres tomar un café?

—¿No tomas café aquí? —Miré alrededor y encontré


una jarra llena en el mostrador.

—Quiero dar un paseo. —Él se apartó—. Quiero hablar


contigo.

—Oh. —Sentí el primer movimiento de aprehensión—.


¿Qué ocurre?
Él sacudió su cabeza, indicándome que debía seguirle,
y así lo hice, caminando a su lado, pasando por la mesa de
juego donde estaba Cam y saliendo a la calle.

—¿No tendrás frío aquí fuera? —Preguntó, encorvando


sus hombros. Llevaba ropa de calle, pantalones vaqueros y
una camisa de manga larga. Volvió a mirar a la estación de
bomberos—. Tal vez podría encontrar una sudadera.

—No, estoy bien. —Lo seguí cuando se dirigía a la


playa. En un momento el camino se volvió estrecho debido
a una hilera de setos, y siguió adelante. Tuve que decirme
a mí mismo que no le mirase, no por la forma en que sus
pantalones le sentaban perfectamente, colgando bajo en
sus delgadas caderas, o la forma en que la camisa se subía
127
por su espalda cuando se movía. Tuve que decirme a mí
mismo que era hetero y estaba fuera de mi alcance.

Tuve que recordármelo más de una vez.

—¿Por qué estamos aquí? —Le pregunté por fin,


cuando llegamos al muelle y caminamos sobre las tablas
antiguas de madera para mirar el mar.

JT parecía extrañamente nervioso, a pesar de que él


estaba de pie con las manos agarradas por casualidad en la
resistente barandilla de madera. —Creo que pude haberte
dado una idea equivocada, —comenzó a decir, mirando a
cualquier parte menos a mí— me siento mal por eso.
Debería haberte dicho que tenía una cita anoche.

—¿Por qué no lo hiciste? —Le pregunté, y luego lo


pensé mejor—. No importa. Eso es estúpido. ¿Por qué lo
harías?

—Vi la forma en que me mirabas... creo...

Se sentía molesto por mí. Genial. —Soy adulto. Sé que


a veces te gusta alguien y que no es reciproco. Ya sea...
heterosexual o gay, a veces no es sólo en las tarjetas. No
hay daño, no hay falta.

El océano se precipitó debajo de nosotros. Miré por


encima de la barandilla al agua espumosa. No era
inesperado este momento entre JT y yo. No era más que
otro pez escapándose del anzuelo. Nada como dejar pasar
el tiempo y un montón de trabajo duro para poder curarlo
todo. Podía mirar hacia adelante a ambas cosas. Él no iba a
128
volver a mí, y por primera vez tuve miedo de que no
quisiera tener nada con un chico que le gustara de esa
manera. Tal vez él tenía un problema con la idea de que yo
lo encontraba atractivo. Tal vez lo ponía nervioso, o estaba
pasando por una etapa de homofobia que se manifestaba
cuando se encontraba con un chico que le quería.

—Entiendo perfectamente si te hace sentir


incómodo,—le dije rápidamente—. Si cambia la forma en
que…

—Por Dios, no entiendes nada, ¿verdad? —Se volvió


para mirarme con ojos tristes—. No te quiero de esa
forma.

—Lo entiendo. —Di un paso atrás, un poco


sorprendido por su vehemencia—. No digas más. No hay
problema. —Me volví para hacer el camino de vuelta, lejos
del muelle, lejos de él, pero él me agarró del brazo con
tanta fuerza que sus dedos se marcaron en mi piel.

—No te quiero, —gruñó, pero luego enganchó la otra


mano en la parte trasera de mi cuello y me atrajo para
besarme.

Fue un beso tentativo, pero atractivo y electrizante.


Uno de esos besos que comienzan como un bollo de crema,
todo suave y tal vez un poco correoso, y luego, lentamente,
con seguridad, cuando irrumpes en él, abriéndolo y
lanzándote por él, se transforma en un increíble,
satisfactorio y delicioso sabor aterciopelado y húmedo. De
sabor rico y embriagador, sintiéndose todo liso y suave...
129
Oh, joder.

JT me empujó a la barandilla con sus caderas. Me


quedé allí, aferrándome a él, con miedo de caerme, seguro
de que podría dejarme ir, pero yo estaba impulsado por
una emoción sin aliento al ver lo que vendría después.
Podía oír las olas rompiendo debajo de mí mientras se abría
paso entre mis piernas. No había nada entre una caída y yo
hacia una muerte helada a diez metros de altura y mantuve
el agarre sobre sus hombros. Deslizó sus manos por mi
espalda y alrededor de algún modo, resbalando sobre mis
caderas, surcando un camino hasta mi trasero. Las dejó allí
y se apretó contra mí, sobándome hasta que mis rodillas se
debilitaron. Su sexo rozándose contra el mío, y dejó de
rozarse durante el breve tiempo para que me diera cuenta
de que no era un accidente, y entonces sentí su cuerpo
estremecerse.
Susurró mi nombre y luego: —No. Para.

Moví mis manos instintivamente entre nosotros para


romper su agarre sobre mí y lo empujé suavemente para
apartarlo. —¿Qué diablos?

Él se puso rígido, simplemente mirándome durante un


momento. Levantó la muñeca como si necesitase limpiarse
la boca, pero luego se detuvo. —Lo siento.

Todavía tenía mis manos en alto como si fuera un


animal salvaje. Yo no iba a hacer ningún movimiento
brusco. —¿Qué demonios fue eso?

—Yo... —Sus ojos estaban muy abiertos,


130
mostrándome la inmensidad de su iris.

Empecé a caminar de vuelta por el camino que


habíamos venido. —No importa. —Yo sé lo que ha sido eso.

Él vino detrás de mí. —No sé qué ha sido eso.

Mientras caminaba a mi lado, su aliento contribuyó a


la niebla. Jadeaba como si hubiera estado corriendo un
largo camino. Él sostenía una de sus manos sobre el pecho,
como si estuviera tratando de mantener su corazón en su
interior.

Me detuve y le pregunté—: ¿Estás asustado? —Porque


joder, parecía asustado. Parecía que hubiera tenido un
accidente. Aturdido. Me incliné hacia él—. Tal vez deberías
sentarte.
Él levantó la mano como si quisiera evitarme. —No
puedo creer que haya hecho eso.

—Fue sólo un beso. —Le dije esa mentira con una cara
tan seria como se la diría a cualquiera. Él puso sus dedos
en los labios. Ya que todavía podía sentir el beso allí. Sabía
que todavía podría sentirlo en mí. Podía sentirlo en todas
partes. Él me había marcado. Dudaba de que el recuerdo
de ese beso pudiera desvanecerse.

—Es sólo que... Me sentí... —Él envolvió sus brazos


alrededor de sí mismo. Pensé que se refería a recuperar el
aliento. Tal vez había caminado más rápido de lo que
pensaba. Yo tendía a moverme rápidamente cuando las
cosas se ponían feas. Sus hermosos ojos verdes jade
131
albergaban nada más que dolor. Después de eso echó a
correr, y lo dejé marchar.

St. Nacho’s se cernía sobre una impresionante cima


de terreno con vistas al infinito mar. Una vez que el poco
sol se había puesto y la brisa disipó la niebla, la luna en el
cielo, miraba de vez en cuando desde detrás de un velo de
nubes que se desplazaban rápidamente. No sé cuánto
tiempo me llevó -horas tal vez- hasta que bajé del
embarcadero a la arena. Podía escuchar la música del
Nacho’s Bar a lo lejos, y me dirigí hacia ella. Había coches
aparcados por todas partes en las calles que rodeaban el
iluminado establecimiento. La música de violín de la cena
había dado paso a la pesada y rítmica música de baile.

Lo primero que noté cuando me acerqué fue el


número de personas dando vueltas afuera. Algunos estaban
charlando, lejos del ruido. Algunos habían salido del bar
para fumar. La mayoría eran parejas homosexuales
abiertamente afectuosas. Tuvieron que venir de las zonas
periféricas, pueblos y ciudades de toda la costa, del norte y
del sur. Al acercarme, vi a gente que reconocí de caminar
por la ciudad. Al parecer el Nacho’s Bar era el lugar oficial
para ver y ser visto. Había parejas heterosexuales también.
Cuando entré, me di cuenta de que Candace estaba en una
mesa con un hombre al que nunca había visto antes. Ella
me sonrió cortésmente y le devolví el saludo.
132
En el bar pedí una cerveza y un trago de bourbon.
Había pasado un día desde que me había tomado las
pastillas para el dolor. Ya no estaba enfermo. Sabía que si
me sentía así, podía beber sin peligro. No había nadie a
quien tener que darle explicaciones y ningún sitio a donde
ir salvo a mi habitación del motel andando.

—Aquí tienes, —dijo el camarero—. Bourbon, y


cerveza. Ocho dólares.

—Gracias. —Puse un billete de diez y le dije: —


quédate el cambio.

La música estaba muy alta, pero no era estridente. La


mezcla era buena, melodías de baile con baladas
románticas solicitadas cada ciertas canciones por los
clientes. Yo pedí un plato de nachos, estaban muy buenos,
fundidos y calientes, con trozos de tomate y buenos trozos
de pollo, cubierto con rodajas de aguacate y jalapeños.
Alguien se acercó por encima de mi hombro para coger uno
de mis nachos, miré hacia arriba para ver a Cam
sonriéndome.

¿Por qué es siempre tan fácil de conectar con el que


no hace que tu corazón se acelere?

—¿Qué estás haciendo? —Preguntó, dando un gran


bocado de uno de los nachos. Tenía salsa en los labios, y
entonces pensé que si hubiera sido JT, los hubiera lamido y
me hubiera comprometido a seguir haciéndolo en cualquier
otro lugar que él…

—¿Qué? —Dijo, sorprendiéndome—. ¿Qué estás


133
buscando?

Sacudí mi cabeza. —Nada. Pensé que estabas


trabajando.

Cam giró los ojos. —¿Se dice eso de mí, qué me quedo
en el parque de bomberos, incluso cuando acabo mi turno?
Ahí siempre hay algo que hacer, y los recursos son un poco
limitados. Además, es dinero fácil jugar al póquer con los
chicos.

Empujé mis nachos hacia él, indicando que podía


comer todo lo que quisiera.

—Ven a bailar conmigo. —Cam me quitó del taburete


de la barra y le pidió al hombre que estaba sentado junto a
mí que vigilara mi comida.
—Se supone que no debes hacer eso. —Me aparté y
me senté de nuevo, interponiéndose él entre el otro chico y
yo—. No dejo mi bebida sola.

—Eso es porque vives en la ciudad del pecado, —me


dijo, esperando a que yo terminara mi cerveza, pero
bailando tan cerca que prácticamente estaba rozando su
miembro contra mi pierna—. Aquí puedes dejar tus cosas.
Es seguro. —A riesgo de parecer paranoico, terminé mi
cerveza y la dejé sobre la barra.

Cam caminaba hacia atrás mientras me llevaba hacia


la multitud. Bailamos durante unos minutos, y se hizo
plenamente consciente de que yo no estaba en condiciones
para hacerlo. Estaba un poco suelto por la bebida, aunque
134
aún no borracho, pero estaba cansado y agradecido cuando
tocaron una canción lenta que no conocía. Cam era un
hombre al que podías agarrarte, y él podría sostenerte si lo
necesitabas. Me deleité cuando se acercaba. La canción era
una suave balada country, pero llena de ricas y
encantadoras armonías. La letra iba sobre algo acerca de
Dios y un camino roto.

Se sentía bien bailar con Cam. Se sentía natural


inclinarse en su contra, sentir densamente aquellos
musculosos brazos fuertemente a través de la parte baja de
mi espalda. Él era lo suficientemente alto como para que
nuestros miembros no se rozaran entre sí, pero más que
compensado por el cambio ya que así podía montar su
enorme muslo mientras él se rozaba contra mi cadera.

Mi boca se secó antes de que la canción hubiera


terminado, y habría hecho cualquier cosa por permanecer
así, pero la siguiente canción era una canción de baile
techno que sonó tan fuerte como una bofetada y que me
trajo de vuelta a la realidad.

Cam quería quedarse en la pista de baile, y me


excusé. Lo último que vi, era que estaba en medio de un
bullicioso grupo de hombres que estaban disfrutando al
máximo. Me abrí camino hacia la barra, y cuando llegué
allí, vi a Linda, la novia de JT, buscando entre la multitud.
Ella habló con un par de bomberos y al final se encontró
con Cam. Ella no me vio, sobre todo porque me acobardé y
me dirigí a fuera hacia el baño de hombres.

Tal vez tenía que orinar. No era como si la estuviera


evitando.
135

Bueno. Sí, lo estaba.

Pero al parecer, JT también lo estaba haciendo, porque


cuando por fin se abrió la puerta del cuarto de baño, allí
estaba él.
JT me tomó del brazo y tiró de mí hacia dentro,
permitiendo que la puerta se cerrase detrás de nosotros.

—¿Qué diablos?

—Necesito hablar contigo. ¿Está todavía Linda ahí


fuera?

—Sí, está buscándote. ¿Por qué eres tan infantil? ¿De


qué te escondes? 136
Él se pasó una mano por el pelo. —No lo sé.

Me volví para irme. —Bueno, buena suerte con eso.

—Espera. —Alargó la mano para cogerme y retrocedí.

—Deja de agarrarme, —le dije—. Esto se ha acabado


ya.

—Lo siento. —Él se puso delante de mí con una


tranquila dignidad, la confusión y la desesperación escrita
claramente en su rostro—. No sé qué hacer.

—Ahí está el problema. En primer lugar, sé un hombre


y ve a hablar con tu novia.

—Linda no es mi novia. Ella es sólo una chica con la


que salgo a veces. Una de tantas. Nosotros no estamos...
es solo una cita. —Sus afligidos ojos verde jade me
miraron—. Ese es el problema.

—Eso no suena como un problema. Suena como que


tienes una buena vida social.—

JT puso los ojos en blanco. —Soy un hombre soltero


con trabajo. Soy el primero en responder. En un grupo de
judíos solteros, al menos entre los no profesionales, soy el
Santo Grial. Discúlpame por haber dicho eso.

—Hasta ahora nada de lo que has dicho suena


remotamente a algo parecido a un problema.

—Yo quería besarte. Ese es el problema. De hecho lo


137
hice. ¿Qué diablos significa eso?

—Hay un bar lleno de hombres que pueden responder


a tu pregunta, —le dije— pregúntale a ellos.

—No tengo que preguntarle a nadie. No quiero


saberlo. Eso no está bien.

—¿Qué?

—¿Qué de qué? ¿Cómo puedes ser judío y no saber


que eso no está bien.

—Supongo que no soy esa clase de judío. —Fruncí el


ceño. ¿Qué estaba diciendo...?

—¿Qué clase de judío eres? —Preguntó—. O acatas las


leyes de Dios o no.

Parpadeé sorprendido. —Bueno, supongo que no lo


hago. Y tú tampoco, por completo, o no estarías hablando
de…

—Eso es bastante fuerte, eres homosexual.

—Sí, bueno, yo no puedo cambiar lo que soy.

—Tú puedes cambiar lo que tu elijas, —dijo.

Lo admití poniendo los ojos en blanco.

—Sí. No. —Me volví para salir del baño, y estuvo a


punto de agarrarme de nuevo, pero se retiró en el último
138
minuto.

—Yasha, no tengo que dejarme llevar por todos mis


impulsos.

—Yo tampoco. De hecho, deberías estar agradecido


por eso en este momento.

—¿Qué significa eso?

JT no captó el mensaje. Por Dios. —No voy a decirte


cómo vivir tu vida, JT. No me digas como tengo que vivir la
mía. —Me fui, o me seguía y se enfrentaba a su "novia" o
se quedaba dónde estaba. Buena suerte con eso.

A la salida saludé con la mano a Cam, y él me devolvió


el saludo, una descuidada mano que apenas se elevó por
encima del montón de hombres con los que estaba
bailando. Se veía bastante feliz, y yo había acabado
definitivamente esa noche.

Comencé a caminar de vuelta a mi habitación del


motel con un estado de ánimo con el que me sentía… un
poco tenso, enfadado. Un coche que iba demasiado rápido
se desvió y giró en la esquina detrás del bar. Los
neumáticos chirriaron, retumbándome un gemido terrible y
agudo en el oído, y di un salto hacia atrás. Me puso
nervioso, pero contesté al movimiento de mano del
conductor en señal de disculpa.

Aun así, mi corazón estaba acelerado, y reviví algunos


de los peores momentos de mi vida hasta que pude
conseguir tranquilizarme. A veces era difícil recordar dónde
139
estaba. Los ruidos fuertes, el zumbido de coches, incluso
cristales rotos -un hecho bastante común en los
restaurantes- todo me recordaba a cosas que prefería no
recordar.

Por extraño que parezca, caminar hacia el motel


SeaView a través de un soñoliento St. Nacho’s
efectivamente me calmaba a través de los efectos
secundarios y drenaba la confusión que a menudo se
prolongaba durante horas. Casi podía sentir el movimiento
de las olas arrastrando mi ansiedad hacia el mar.

Mientras me dirigía hacia la zona residencial de la


ciudad y el sonido de la música de baile pasó a segundo
plano, me di cuenta del ladrido ocasional de un perro o del
volumen demasiado alto de la televisión. Realmente era
una ciudad pequeña, con una calle principal básicamente
comercial, que había crecido hacia el interior detrás de los
dos puntos de referencia: el St. Nacho’s Bar y el muelle.
Todo había sido construido en capas concéntricas como una
concha. El motel estaba cerca del extremo sur más lejano
de la primera capa, por la carretera, estaba tal vez a tres
kilómetros de distancia. Estaba acostumbrado a caminar, y
la distancia me dio tiempo para pensar.

Tal vez perteneciera a un lugar como St. Nacho’s.


Había tenido suficiente de las grandes ciudades. Salí de los
Estados Unidos para hacer mi Aliyah10 a petición de mi
abuelo y viví en Israel durante seis años. Cuando murió,
volví para estar con mi madre en Nueva York durante un
año hasta que ella falleció repentinamente de un ataque
cerebral.
140
Viajé a Francia para estudiar en la escuela de cocina y
luego a Los Ángeles. Donde quiera que hubiera vivido,
siempre me sentí como si no estuviera a gusto, siempre en
tránsito, siempre con un billete de avión o de autobús para
viajar al próximo destino.

En principio había elegido Los Ángeles, ya que estaba


cerca de mi hermano, pero no para estar en su vida. Sabía
que su esposa no toleraría una relación cercana, pero me
sentía lo suficientemente cerca, aquí en la Costa Oeste, a
unos cien kilómetros de distancia. Viviendo aquí siempre
tendría la posibilidad, por remota que fuera, de cerrar la
brecha entre nosotros y recuperar el vínculo que habíamos
compartido en nuestra infancia.

10
N de T: migración voluntaria por razones ideológicas o emocionales a la tierra de Israel por
parte de los judíos.
Le quería mucho. Lo admiré. Reí y lloré con él. Él se
había llevado más de una paliza por mí, y nos habíamos
encargado juntos de nuestro padre, unidos en nuestra
determinación para proteger a nuestra madre. Yo sabía que
la vibrante e invisible empatía que nos unía no podía
romperse nunca, ni por el tiempo, ni por la distancia, y no
iba a ser por culpa de una mujer que no me aceptaba.

Lo había oído en su voz, incluso la última vez que


habíamos hablado, cuando él me había hablado con
evasivas sobre el venir a buscarme. Daniel podría ser
fuerte, se comportaría como un león para cuidar de mí si se
lo pidiera. Podría acabar derrotado por ello, pero estaría ahí
por mí si se lo pidiera y era precisamente por eso que
nunca lo haría.
141
Saberlo era suficiente. Eso me alimentaba de una
manera que nunca sería capaz de poner en palabras. Era
como tener un hogar a donde ir, incluso si nunca lo hacía.
El zeyde lo sintió a su manera por Israel, eligiendo en el
crepúsculo de su vida regresar a sus orígenes espirituales,
para pasar sus últimos días en contemplación y en oración
en la misma tierra donde caminaron los profetas.

Aunque nunca se lo dije, para mí no hubo ninguna


conexión real. Fui porque zeyde representaba para mí
seguridad. Hice el servicio militar para su país, para
proteger su país de origen. Me habría quedado
perfectamente en cualquier lugar donde él hubiera querido
estar.

En realidad nunca me había sentido como en casa en


ninguna parte desde entonces.
Tal vez, hasta ahora. Cuando por fin llegué al motel, la
pequeña luz en la oficina todavía brillaba de esa manera
acogedora que los moteles tienen. Tuve el capricho de
saludar a Carl, tal vez nacido de la añoranza por mi abuelo.
Eran similares en la forma en que me habían atendido y
tratado. Ellos tenían una vieja gracia en común. A lo mejor
fue conocer a Carl lo que me había hecho soñar con mi
zeyde. Fuera lo que fuese, lo sentí aquí, esa conexión de
hogar en este pueblo olvidado por el tiempo.

Muse me había dicho que no podías ver St. Nacho's si


el lugar no te permitía que lo hicieras. En ese momento,
dentro de esa enérgica y fría oscuridad, creía que tenía
razón, y me sentí absurdamente agradecido de que por
alguna razón St. Nacho’s me hubiera elegido. Me estaba
142
riendo cuando abrí la puerta y entré en la oficina, tratando
de liberarme de mi estado de ánimo.

Carl estaba sentado detrás del mostrador de la


recepción y se tomó su tiempo para mirarme. —Estoy
contigo en un minuto.

Sonreí. Yo pensaba que era posible que él no hubiera


planeado una vida dirigiendo un motel en San Nacho’s, y
cada vez que hacía esperar a un cliente, era una pequeña
rebelión contra el destino. No había acabado de decir eso
cuando le comenté que si le había gustado estar aquí tanto
tiempo. Él respondió: No exactamente, no. Pero no me
dejaron ir.

Era raro, en retrospectiva, ya que sentía que los


tentáculos del pueblo empezaban a agarrarme.
Carl finalmente levantó la vista de su obra. —Hola,
Yasha. ¿A dónde vas tan tarde? Al Nacho’s Bar?

—En realidad vengo de allí.

—¿Viste a JT? Él va a menudo allí, creo.

Lo sé. Le he visto, le he tocado, le he besado. Joder.


—Sí. Él estaba allí cuando me fui. Me imagino que va a
pasar la noche con Linda.

—Oh, Linda. Ella es una buena chica. Él es un


Casanova. Parece que nunca vuelve a tener otra cita con la
misma chica, hasta el momento.
143

—Un don Juan. —Me obligué a sonreír—. Él mencionó


que está en un grupo de judíos solteros.—

—Sí. Y las chicas son bastante decididas. ¡Estoy


seguro que no tengo que decírtelo! Ellas no son como las
chicas de mi época. Son como los depredadores alienígenas
de las películas de ahora.

—Bueno, yo no soy…

—Lo sé. No tienes predisposición para buscar una


novia, ¿pero eso las detiene?

Recordé las chicas con las que me había encontrado


en los Ángeles.—No, en realidad no. No puedo decir que
eso sea algo malo. Para aquellos que se muevan en ese
estilo.

Carl se rió. —¿Quieres una cerveza? Tengo algo en la


nevera, y dudo que vayamos a salir en coche esta noche.

—Está bien. —Sí, mi zumbido ha desaparecido de


camino a casa.

Carl se quitó las gafas de leer y las puso en el bolsillo


de su camisa. El acto en sí fue como un suspiro. Como si
cuando hubiera acabado, estuviera técnicamente fuera de
hora. Sus envejecidos rasgos se relajaron, y pasó una
mano por su pelo que parecía abundante y suave y con un
mal corte. Llevaba puesta una camisa abotonada y unos
pantalones chinos. Por los hombros llevaba una chaqueta
de lana con cremallera. Se detuvo a un lado del mostrador
144
que levantó como un puente levadizo y me permitió pasar
dentro, entonces me guió hasta su santuario dentro de su
oficina. Era una pequeña habitación desordenada de
papeles y libros. Parecía una sala de descanso de un gran
comercio, calendarios en la pared, un apartado para el
correo, y un reloj. Había una puerta en la parte posterior
Pensé que debía conducir a una salida privada.

—¿Has fichado tu salida? —Le dije, sorprendido.

—No. Eso era en los viejos tiempos. Mi suegro lo


utilizaba para mi esposa, Margaret, y su hermana, Mary,
para que ficharan cuando entraban y salían del trabajo
cuando eran adolescentes, y él pensó que podría darles
algo de lo que él llamaba ’una verdadera experiencia
empresarial’.
—Tengo dificultad para imaginármelas como chicas
judías. Margaret tal vez. Pero ¿Margaret y Mary? Sólo
puedo imaginarlas como monjas.

—Ellos eran católicos irlandeses. Las chicas fueron a


una escuela parroquial en un pueblo al sur de aquí. Puedo
asegurarte que mi Margaret probablemente nunca había
salido con un judío antes de que yo llegara. No se llevaba
muy bien con su gente.

—¿Y qué me dices de la tuya?

Carl abrió la puerta de una nevera de pequeño tamaño


y sacó dos botellas de cerveza. Me entregó una y la abrí. —
La mía esperaba que me hiciera cargo de la granja con una
muchacha judía agradable. Ellos no estaban felices con lo
145
que hice. ¿Qué hay de tus padres, Yasha? ¿Qué esperaban?

—No lo sé realmente. Mi padre se fue cuando yo era


un niño y mi madre murió muy pronto, después que
regresara de Israel. Supongo que a la larga esperaban que
trajera una chica a casa y tuviera una familia.

—¿Supo alguna vez que no iba a ser como en los


cuentos de hadas?

—Sí, —respondí, preocupado de que la conversación


se dirigiera -de forma indirecta- hacia JT—. Ella no estaba
feliz con eso, pero no era algo que yo pudiera cambiar.

—No, lo supongo. —Carl tomó un largo trago de su


cerveza—. ¿Qué edad tenías cuando lo supiste?
—¿Realmente? Déjame pensar —traté de recordar de
nuevo— ¿tal vez doce?

Carl sacudió la cabeza. —Eso tuvo que ser duro. Yo


tenía un primo... Él nunca dijo nada, pero todos pensamos
que tal vez... También era más difícil en ese entonces, por
lo que nadie dijo nada.

—Eso nunca ha sido fácil… A pesar de que el mundo es


más abierto, la gente tiene sus reservas.

—No digo que signifique que sea fácil ahora. No. Yo


puedo verlo... ¿Qué hay de la religión? ¿Te preocupa eso?
¿Te hizo sentir como un pecador?

Estaba empezando a sentir la cerveza en mis dedos de


146
los pies, como una ola de calor inundándome debajo de mi
piel, relajándome. —No lo sé. Nosotros éramos grandes
judíos. Fuimos a la escuela hebrea y la sinagoga, y mi
hermano y yo celebramos nuestro Bar Mitzvah11, pero… —
toqué la etiqueta de la cerveza, rascándola un poco
mientras pensaba en lo que quería decir—. Para mí la
religión tenía más que ver con la familia. Todos mirábamos
a zeyde. Si mi zeyde decía que algo era bueno, era bueno.
Él no mantenía el Kosher12, y eso fue todo. Comíamos
tocino porque le gustaba. Mi madre trajo un árbol de
Navidad un año para ver cómo se sentía, y empezamos a
ponerlo todos los años porque era bonito. Nos hicimos fotos

11
N de T: Ceremonia que se realiza para quienes han alcanzado la madurez personal y frente a su
comunidad; a partir de este momento, los jóvenes pasan a ser considerados, según la halajá o ley judía,
responsables de sus actos.
12
N de T:Significa apto y representa tanto la unidad de leyes dietéticas que se encuentran en la
Biblia y en el Talmud como la pretensión de una actitud sensible frente a esas leyes.
con Santa Claus. Sabíamos que los judíos no lo hacían. No
nos molestaba que lo que hacíamos era diferente.

—Eso es interesante. —Carl asintió como si


entendiera—. Creo que fue así para nosotros también. Por
supuesto, hubo alguno de nosotros que reforzó nuestra
cultura frente a eso.

Asentí. —Yo crecí en Nueva York, y nosotros sin duda


éramos los bichos raros en un barrio predominantemente
judío. La gente era bastante estricta, y pensaban que
íbamos a convertirnos en salvajes. Pero cuando zeyde se
hizo viejo quiso hacer el Aliyah y una vez que estuvimos en
Israel, afianzó sus creencias más fundamentales. Empezó a
hablar sobre las leyes dietéticas y sobre los ancestros. Tal
vez estaba tratando de vivir de acuerdo con sus normas,
147
porque... —Me interrumpí. Aún era difícil para mí creer que
mi zeyde se había ido.

—Porque él tenía muchas ganas de unirse a ellos, —


finalizó Carl por mí—. Sí.

»JT se preocupa demasiado acerca de la religión.


Nunca estuvimos atentos, y como mi esposa era católica, él
ni siquiera era considerado realmente un judío por la ley
judía. Tuvo que pasar por un proceso de conversión formal.
Yo no hice eso precisamente, nunca tuvimos un Passover
Seder13. Nunca fuimos a la sinagoga. De hecho, iba a
menudo a la congregación de St. Ignacio a misa con su
abuela. No sé por qué se empeña en estudiar la Torá y
unirse a grupos.

13
N de T: Es una fiesta ritual que marca el comienzo de las festividades judías, en la que se
rememora la historia de la liberación de la esclavitud israelí en el Egipto antiguo.
—Algunas personas tienen una naturaleza más
espiritual. Creo que les ayuda. A mí no.

—A mí tampoco. —Carl sonrió detrás de su cerveza


antes de llevársela a los labios y terminarla y luego la tiró a
la basura—. Pero JT está tratando de que me una a uno de
esos grupos y que conozca mujeres.

Sonreí. —Ten cuidado. Un tipo como tú; guapo,


joven aún, dueño de un negocio. Eso abrirá la veda una vez
que las mujeres te echen el ojo. Prepárate para las
hermanas de la caridad.

—Hay un montón de mujeres ahí. Puedo ver por qué


JT no ha sentado la cabeza.
148

Yo también. —Bueno —puse mi botella de cerveza en


el mismo sitio que Carl había puesto la suya, y entonces me
levanté— tengo que levantarme temprano para hacer
pasteles. Estoy ayudando a Mary Catherine Jensen hasta el
viernes cuando -espero- mi hermano venga por mí.

—Ha sido un placer. Espero que pases en cualquier


momento que lo desees hasta que te vayas.

—Lo haré. Gracias. —Alargué mi mano y se la estreché


afectuosamente—. Me recuerdas a mi zeyde.

Carl sacudió la cabeza. —Por lo que me dice JT, hay


mucho de lo que ocuparse.

Me reí. —Probablemente lo tengo en mi mente,


porque... St. Nacho’s se siente como en casa. Es extraño,
¿eh?

—No realmente —dijo Carl mientras pasaba por el


mostrador, y me adelantaba. Abrí la puerta, y él estaba
justo detrás de mí para cerrarla cuando salí de la oficina.
Volvió el cartel de abierto a cerrado en el cual tenía un
número de teléfono para llamar por si se le necesitaba, y
luego volvió detrás del mostrador de nuevo.

Doblé la esquina para dirigirme a mi habitación y me


sorprendí al ver la camioneta de JT allí. Algunas cosas las
intuyes. Yo sabía que Linda quería un marido. Yo sabía que
Carl quería a alguien con quien hablar. Y cuando me
acerqué a la atractiva camioneta de JT -antes de que me
viera llegar- lo vi tamborileando los dedos con impaciencia
149
en el volante y sabía que él me quería.
A veces me asiento en una decisión, tal vez esperando
algún tipo de confirmación, tal vez pensando en las cosas.
A veces saboreando la anticipación de algo bueno, o
tomándome un minuto para preocuparme o arrepentirme.
Paré cuando vi la camioneta de JT. Simplemente me detuve
y dejé pasar un segundo o dos, mientras dejaba que lo que
sabía que iba a suceder me inundara. Metí las manos en
mis bolsillos y busqué la llave de la habitación del motel.
150
¿Era eso lo que quería? ¿Un tipo que necesitaba
experimentar? ¿Alguien que no me quería, pero que estaba
sentado en su coche sólo esperándome, agarrando el
volante porque estaba demasiado nervioso?

Me di cuenta de que estaba asustado por la forma en


que esas suaves y pálidas manos se relajaron cuando me
vio, y luego agarró el volante apretándolo, hasta que los
nudillos se tornaron pálidos contra el resto de su piel a la
luz del salpicadero. Parecía que necesitara un esfuerzo
consciente para soltarse, como si estuviera cayendo al
vacío y nadando en aguas infestadas de tiburones.

Menuda tragedia.

La primera vez que tuve relaciones sexuales con un


hombre, yo tenía quince años. Estaba mal, y ambos lo
sabíamos. Recuerdo exactamente las formas en que las
sombras jugaban sobre su cara bajo la luz de la lámpara de
vapor de mercurio en el estacionamiento de la iglesia.
Recuerdo la sensación de su piel, sus duros pezones con el
aire frío del otoño. Recuerdo la carne de gallina y la
profunda y embriagadora sensación de que me quería más
que yo a él. Hice que sus manos temblaran y su respiración
se convirtiera en jadeos y gemidos. A veces, él se
expresaba con gruñidos explosivos de placer como si se
encontrara indefenso contra mí. Despreciaba mi religión, y
se asqueaba de mi naturaleza -nuestra naturaleza- pero yo
le pertenecía.

Aun así, él era amable, atento y cariñoso, y me


gustaba a pesar que ahora, si le sorprendía con un
hermano menor o un primo más joven, tendría que
matarlo. No sé dónde está, y no me importa. Tal vez eso no
151
era coherente, pero pudiera ser que yo también hubiera
nadado entre mis propios tiburones.

Vi a JT mientras salía del coche, retorciendo las llaves.


Pensé que tal vez era su primer hombre, y eso lo asustaba.
También me asustaba demasiado. Mientras estaba de pie
con las manos en los bolsillos, las nubes se movían
rápidamente revelando la luna y su luz se reflejaba en la
cara de JT. Él me quería, y me odiaba por ello. Yo no era
ajeno a esa dualidad; deseo y aversión. JT parecía lo
suficientemente imprudente como para arrojarme ambos,
un montón de hombres que conocía habían sido golpeados
por uno de ellos después de haber dormido con su
hermano.

Confié -en ese momento- en que la suave mano que


había besado en esa deplorable situación con mi memoria
vulnerable, siguiera adelante.

JT dejó escapar el aliento que estaba sosteniendo.

Cuando pasé delante de él para abrir la puerta de mi


habitación, él deslizó sus manos alrededor de mi cintura y
agarró justo por encima de la hebilla de mi cinturón. JT no
había venido para un rápido y lascivo tanteo. No hubo el
típico agarre de la entrepierna o el manoseo para bajarme
la cremallera. Él entrelazó sus brazos a mí alrededor y se
aferró, sin darse cuenta de que probablemente podría
manejar la situación mejor si yo no pudiera sentir su mejilla
presionada contra mi hombro.

Su aliento suspiró contra mi cabello, y finalmente dijo:


—Hola, —con los labios pegados a mi piel.
152

Entonces pensé que JT era un hombre sin sentido de


auto-preservación. Su padre era propietario del motel. Él
podía vernos desde su oficina si estuviera mirando por la
ventana. La familia de JT, sus amigos, su novia -cualquiera-
podría pasar por aquí y ver cómo se aferraba a mí como
una lapa. Ellos podrían ver claramente desde la calle y la
carretera que su camioneta estaba parada frente a la
puerta de mi habitación.

Le hice entrar en la habitación y cerré la puerta


detrás de nosotros. El silencio lo llenaba todo. Ninguno de
los dos se atrevía a respirar. Creo que incliné la cabeza
hacia un lado, preguntando sin palabras: ¿estás seguro? Él
extendió las manos a los costados, con las palmas hacia
arriba. Sus llaves colgaban de sus dedos, y como si fuera
una señal -me rindo- las dejó caer al suelo. Lo tomé como
mi señal para llegar a él. Se quedó quieto mientras le
desabrochaba la camisa, acelerándose su respiración
cuando puse la punta de mi dedo sobre su piel desnuda.

—¿Qué es lo que quieres, JT? —Supongo que lo que él


quería, en ese momento, yo quería dárselo a él. Fuera lo
que fuese. A cualquier precio.

—No lo sé, —susurró.

Dejé que mis dedos rozaran y rodearan su pezón,


entonces lo presioné y lo apreté. —¿Soy el primero?

JT asintió.

Mi mano subió hacia arriba, por encima de su


153
clavícula hasta la garganta. Le rocé la nuez con el pulgar y
mis dedos se curvaron sobre la parte posterior de su
cuello. —¿El primero al que has deseado? —Le pregunté
con incredulidad. No podía ser. Yo sabía que no podía ser el
primero al que deseaba. Sentí moverse la nuez mientras
tragaba saliva. Cerró los ojos mientras negaba con la
cabeza.

—Tú eres el primero al que he deseado lo suficiente


como para intentarlo. En principio no he podido disuadirme
de ello. Tal vez estoy desesperado por ocultarlo.

Asentí. —Tal vez.

Nuestros labios se encontraron, cercándose y


rozándose. De forma sensible y sin prisa. Todavía mantenía
los brazos a los lados, como... una ofrenda. Sus labios
estaban titubeantes, su respiración era entrecortada, la
ternura con la que él acariciaba su rostro contra el mío
aumentó mi deseo por él, parecía como si hubiera
derramado combustible para cohetes y lo hubiera
encendido con una cerilla. Él era hermoso. Perfecto. Puse
mis manos alrededor de su cintura y tiré de él hacia mí
hasta que se aferró, para hacer contacto con mi cuerpo.
Saqué su camisa por los hombros, pero se quedó atascada
en sus bíceps ya que sus brazos estaban muy tensos.
Ahuequé mis manos entre su cara.

Desabrochó los primeros botones de mi camisa,


mirándome muy de cerca mientras lo observaba. El imitaba
mis movimientos, así que cuando dejé caer mi camisa, tiró
la suya al suelo, cuando me quité los zapatos, él hizo lo
mismo. Se sentía casi como un juego, como si tuviera que
154
hacer una estratagema y fingir, para ver si dejaba caer sus
pantalones antes que los míos. Ese ingenuo acto me
produjo un sentimiento tan genuinamente intenso que me
llevó a pensar que mi corazón se detendría, esperando
verle, quería que se quitara toda la ropa para que pudiera
volver a latir. Así podría verle en toda su gloriosa desnudez,
y cuando sucedió, no me decepcioné en absoluto.

Una vez más, alargó las manos, y me cogió para


llevarme a la cama. Le convencí que se tumbara en ella
para poder recrearme la vista. Estaba bronceado y me
sorprendí. Esperaba encontrar que su apetitosa piel bañada
por el sol desapareciera a la altura de las mangas de su
camisa, pero no desapareció. El terciopelo dorado se
extendía por todas partes excepto por una línea que supuse
que significaba que utilizaba un Speedo para nadar. Tenía
la hechura de un nadador, compacta y aerodinámica, pero
nervuda y fuerte, ancho de hombros, con unos muslos y
pantorrillas gruesas, pero de caderas delgadas. Su culo era
redondo y firme, como si pudiera romper un huevo en él, y
tenía una deliciosa curva en su columna vertebral, lo que lo
mejoraba.

De repente, se dio la vuelta y agarró la almohada de


forma tímida.

—Me puedes parar en cualquier momento, —le dije.

Él me miró y pestañeó. —Si tuviera miedo, ¿llegarías a


la mitad?

—Tú has estado durmiendo con demasiadas chicas.


155
JT me mordisqueó juguetonamente, pero cuando lo
miré, sus ojos estaban serios. —Sí, —dijo con gravedad— lo
he hecho.

Entonces lo besé para que se olvidara de ellas. Quería


envolverlo con intensidad y arrojo para que las mujeres
con las que había estado fueran un leve recuerdo. Le insté
a que se pusiera de lado, que se levantara un poco para
que me facilitara el trabajo, rodando con él hasta que
estuvo de espaldas. Fue difícil al principio, ajustando
nuestras bocas, respirando y saboreándonos. Encontrando
un lugar para nuestras narices, mientras que nuestros
labios, dientes y lenguas se rozaban y mordisqueaban la
una a la otra.

Encontré un punto justo debajo de la mandíbula al


lado derecho que le hizo temblar, y agarró tan fuerte mis
brazos para abrazarme que me dejó marcado como
sospechaba una vez que me liberó de él. Le acaricié detrás
de la oreja, buscando el dulce aroma de su colonia en la
piel que estaba impregnada de ella haciendo que tuviera un
olor interno delicioso y embriagador. Saboreé su piel y
tenía el sabor almizclado de un hombre completamente
excitado.

Joder, yo quería más de eso. Me dirigí hacia abajo,


jugando con la piel de JT y mordiendo sus pezones
suavemente, probando, degustando y midiendo su
respuesta. Le gustaba esa suave sensación de mis dientes
después de haberlos lamido sensualmente con la lengua. Él
se arqueaba contra mí cada vez que lo hacía, excitándome,
acercando mi cabeza, así que no podía confundir su
necesidad. Deslicé mi lengua en su ombligo, y él gimió, sus
156
piernas cedieron. Seguí bajando seguro a través de un
ligero sendero de vello similar al que rodeaba su miembro.

Las manos en mis brazos me agarraron más fuerte, y


miré hacia arriba. Sus ojos tenían miedo y algo que no
reconocí, por lo que me preocupó que pudiera haber duda.

—Dilo y esto no va a más, —le dije, aunque creo que


me habría matado si lo hubiera dicho—. Dime que pare, y
esto nunca habrá sucedido.

—Por favor.

Bien, joder. Perfecto, porque yo no sé si podría haber


parado, estando tan cerca, a escasos centímetros de su
pene. La punta de su sexo brillaba húmedamente, y olía al
almizcle de la excitación. No sé si podría haber dado
marcha atrás sin haberlo probado.

Enterré mi cara en su entrepierna, presionando mi


nariz contra su piel e inhalé. Después de eso me llevé a la
boca sus testículos de uno en uno y estiré la delicada piel,
tirando y dejándola ir con un ruidito que nos sorprendió a
ambos y lo excitó a él aún más. Sabía a sal, a sudor y a
masculinidad -salado, amargo, dulce- y todo al mismo
tiempo, cuando lo tomé en mi boca. Miré hacia arriba y vi
que no estaba seguro. Tal vez sus novias no le habían
hecho esto mucho -o habían estado dispuestas a hacérselo-
y tenía dudas.

Le hice saber que me gustaba lo que estaba haciendo


presionando mi dolorido miembro contra su velluda pierna.
Dejé que oyera lo mucho que me excitaba vocalizando
157
incoherencias de placer contra su piel. Solo estaba
haciéndole una mamada y no estaba avergonzado de eso
en absoluto. A pesar de que el calor pegajoso de mi semen
golpeaba su piel, enredándose, arrastrándose y haciéndose
táctil, eyaculó dentro de mi boca, apretando mi cabeza y
murmurando unas suaves maldiciones al techo.

Quería quedarme donde estaba, pero me arrastró por


los hombros, y compartimos el sabor de él en besos que
parecieron durar para siempre, el tiempo suficiente para
que hacerme creer que podríamos hacerlo de nuevo, hasta
que se quedó dormido en mi brazos. ¿Agotado? Sí.
¿Satisfecho? Eso esperaba.

Yo lo sostenía, pero al rato me quedé dormido.

Más tarde me desperté en mi cama vacía con una


jodida molestia en mi cara por el roce de su barba.

JT había desaparecido. Debería haber una ley en la


que un hombre tiene que dejar una rosa en la almohada
para hacerle saber que disfrutó del trabajo que hiciste para
que salieran huyendo avergonzados.

158
Me duché y vestí antes de irme a la pastelería de Mary
Catherine. Me pregunté que había decidido sobre la
mudanza. Probablemente durmió mejor que yo, a pesar de
que ella tenía algunas decisiones importantes que tomar.

Cuando llegué, Muse me agarró del brazo y me


arrastró hacia la puerta. —Por todo lo que más quieras,
¿tienes un condenado tenedor? Lo necesito para 159
arrancarme las venas.

Ella se veía tan indignada que me tuve que reír. —


¿Qué está pasando?

—Candace tuvo una cita anoche, y está contando la


aventura. —Muse puso los ojos en blanco—. Nos está
volviendo locas a todas.

—La vi en el Nacho’s Bar. Ella parecía feliz.

—Es por eso. Lo hace cada vez que tiene una cita.
Está ahí contándonos todo lo que hicieron. —Sus ojos se
abrieron como platos—. Todo.

—Excitante, ¿no? —Abrí la puerta y la invité a que


fuera delante de mí. Cuando entré, las chicas estaban
discutiendo como de costumbre. Al momento me percaté
de Analise, se encontraba como si hubiera hecho algunos
cambios dramáticos, aunque era difícil saber lo que podría
ser. Parecía más visible... de alguna manera. Mientras que
ella no mostraba signos evidentes de maquillaje, de alguna
manera daba la impresión de parecer más viva ese día. Me
preguntaba si era posible que ella hubiera oído hablar sobre
su ex-marido y se sentía aliviada por el simple hecho de
que él no iba a salir de la cárcel.

Pasé junto a ella e incluso me dio una sonrisa dulce y


vacilante. La sonreí a su vez. —Le prometí a Mary Catherine
ayudarla a ponerse al día con sus ideas sobre el local
comercial.

Muse me siguió hasta la laminadora. —¿De verdad que


no tienes un tenedor? Me conformaría con un lápiz
160
mecánico.

—Ella es feliz, Muse. Eso está bien, ¿no?

Muse siseó. —Está hablando sobre las implicaciones


del frottage14 frente al sexo oral para una segunda cita.
Teniendo en cuenta que es bipolar, esto es como el
movimiento hacia adelante de un cohete que está destinado
a caer en picado a la tierra.

—Hola, Yasha. —Candace me sonrió desde donde


estaba revistiendo las tartas con crema—. ¿Viste a mi chico
anoche?

—Sí, —le dije—. Hacéis una excelente pareja.

14
N de T: Actividad sexual no penetrativa en la que se consigue la estimulación
mediante el roce y frotamiento de los genitales.
—Era excitante, ¿eh? ¿Guapo? Diles a las chicas lo
atractivo que era.

—Él parecía agradable…

—Quiero decir, crees que tenía buen aspecto,


¿verdad? Y deberías saberlo también, ¿verdad? Miras a los
chicos todo el tiempo.

Tosí para disimular mi turbación y me encogí de


hombros.

Bianca hizo el gesto del harakiri por detrás de


Candace con una cuchara de madera. —La señora Mary
Catherine se encuentra en la parte de atrás. —Ella sacudió
161
la barbilla hacia la habitación del fondo.

—Yasha —Candace se volvió mirándome


esperanzada— ¿es verdad que los hombres hacen las
mejores mamadas?

Muse se puso delante de mí como si fuera a recibir un


disparo. —Candace.

—No tengo nada... en que basar una comparación, —


tartamudeé—. En serio.

—Bueno, tal vez sólo podrías…

Muse gruñó. —Candace.

—Está bien. —Candace se ajustó su suéter alrededor


de sus hombros—. Solo preguntaba. A todas nos vendría
bien un poco…

—Yasha, —Mary Catherine me llamó desde la entrada


del pequeño almacén— me pareció oír tu voz.

—Estoy aquí, Mary Catherine. —Dejé a Muse


enfrentándose a Candace. Cuando llegué a la habitación del
fondo, Mary Catherine tenía una taza de café esperándome.

—Traje mi portátil. Creo que deberíamos empezar a


tomar notas acerca de los objetivos, ¿te parece bien?

—Eso suena muy bien. —Cogí el café con gratitud y le


añadí azúcar.
162
Nos sentamos en las sillas plegables de metal con
unas cajas haciendo las veces de mesa. Puso ahí el portátil
y lo abrió. Vi que de fondo de pantalla tenía una foto de
Ken, a quien había conocido el día anterior, y un chico de
mi misma edad. Yo moví el portátil para poder mirar más
de cerca. Estaban vestidos para acampar. Ken llevaba un
sombrero de pescador y una mochila. Sostenía bastones de
trekking. El otro chico llevaba puesto un sombrero de ala
flexible y llevaba su propia mochila. Hacían los signos de la
paz a la cámara. —Él tiene tus ojos.

—Ese es Jordan, mi hijo.

—Se les ve bien juntos. Parece que se divierten. ¿Van


de acampada a menudo?

—Cuando pueden. Mi hijo trabaja a tiempo completo


en un gimnasio, y Ken está terminando su licencia para ser
agente inmobiliario.

—¿Sí? —Eso tenía sentido. Ken parecía estar


interesado en invertir en propiedades.

—Así es como se enteró de la tienda de


electrodomésticos. Él es un verdadero luchador. Al principio
fue Ken quien me dio el coraje para entrar en este negocio.

Miré la pantalla del portátil mientras ella abría un


programa de hoja de cálculo. Los números se veían bien,
me di cuenta que su pastelería lo estaba haciendo mejor
que la mayoría de las nuevas empresas. —¿Qué es lo que
esperas cuando imaginas tu negocio?
163
Mary Catherine se miró las manos. —No sé si soy
buena imaginando cosas, —dijo en voz baja.

Pensé en eso. —Yo tampoco realmente.

—Mi marido solía decir que estaba llena de ideas locas.

—¿Seguro?

—Tal vez tenía razón. Qué sé yo de…

—¿Dónde está ahora?

—En Wisconsin. Estamos divorciados. —Ella continuó


mirándose las manos. Las tomé sobre las mías, y se veían
muy pequeñas en comparación—. Es difícil apartar ese tipo
de cosas, ¿verdad?
—Sí. —Ella tragó saliva.

—¿Puedo contarte un secreto?

—Por supuesto, Yasha.

—Ya no importa lo que tu marido piense. —Supongo


que esperaba algo más profundo. Sus labios se curvaron
como si fuera un pequeño capullo de rosa para sonreír—
.¿Cuántos años hace que dejaste que te dijera que tus
ideas no tenían ningún valor?

—Treinta.

—¿Has intentado hacerte valer por ti misma?


164

Ella resopló. —¿Qué piensas?

—Creo que no eres como mi madre, después de que


les hubieras explicado a tus vecinos por que tenías los ojos
morados, no les hablaste de nuevo, —le dije—. Y
precisamente eso no le detuvo de hacerlo de nuevo. Así
que no permitiste que los vecinos te vieran así.

Ella cerró los ojos, y pensé que podría haber ido


demasiado lejos.

Le apreté la mano. —Así que. Se tú misma.

Ella asintió con la cabeza y abrió los ojos de nuevo,


resplandeciendo un poco, pero parecía esperanzador. —
Creo que…
—No me lo digas. Déjame adivinar. ¿Quieres decorarlo
con flamencos rosados?

—No. —Ella se rió un poco.

—¿Payasos?

—No. —Ella me dio un empujón juguetón y comenzó a


describir su tienda ideal. Hicimos algunos dibujos,
escribimos algunas ideas. Luego hablamos sobre el menú,
con pequeños entremeses al principio, haciendo una
pequeña lista de cosas realmente buenas, y luego
ampliando la gama cuando vio que parecían aceptables.
Hablamos sobre la importancia de mantener sus contactos
de reparto a los restaurantes para que le ayudaran a su
165
expansión. Y cómo podría ser capaz de ampliar el negocio
con tartas de boda y catering. Cómo podría ser posible
convertir el negocio en una cafetería antes que en una
pastelería. Mi pensamiento era que uno de sus empleados,
tal vez la silenciosa Analise o incluso Muse, podrían asistir a
cursos de panadería en la universidad local o una escuela
especializada. La forma con que describía lo que quería me
recordó una panadería/bistro parisina y podía contarle
cuanto había pensado en ello desde hacía mucho tiempo.

—¿Has estado alguna vez en Francia? —Le pregunté.

—No, pero he visto fotos de los cafés.

—¿Es eso lo que quieres? ¿Un café francés en St.


Nacho’s?
—Sí. —Ella cerró el portátil y puso su lápiz sobre el
bloc amarillo en el que habíamos estado garabateando—.
Eso quiero.

—Eso es probablemente un objetivo alcanzable. —


Pensé en todo el arduo trabajo que tendría por delante,
pero sabía que ella estaba a la altura y tenía un montón de
ayuda—. Tengo fe en ti.

—¿En serio?

—Sí.

—Ojalá... —Ella se mordió el labio.

—¿Qué?
166

—Me gustaría hablar contigo para que te quedaras


aquí y lo compartieras conmigo.

Eso no debería haberme sorprendido, pero lo hizo. —


¿Qué?

—Necesito un jefe de repostería para dar clase y


credibilidad al sitio. Por lo que tengo entendido, necesitas
un trabajo. ¿Al menos pensaras en ello?

—Mary Catherine, solo voy a estar aquí hasta que mi


hermano me pueda recoger mañana por la noche. Tengo un
apartamento en Los Angeles. Una vida... —deseaba que lo
que estaba pensando -salvo que estaba atascado haciendo
los jodidos cannoli- se reflejara en mi cara.
—¿Eres feliz allí?

—No lo sé. ¿Qué es la felicidad? —Me levanté,


pensando que iría a ver si las chicas necesitaban ayuda con
los pasteles. Si Candace había agotado el tema de su
excitante cita—. Tengo toda una vida allí.

—Prométeme que vas a pensar en ello, ¿de acuerdo?

—Está bien. Voy a pensar en ello.

Su sonrisa tembló cuando tendió su mano. La tomé y


vi esperanza en sus ojos. De repente, la idea no me pareció
tan ridícula. Hizo mella en mi corazón, y brotaron alas en
mi cabeza.
167
Tenía que salir de allí, lejos del optimismo contagioso
de la mirada que Mary Catherine me transmitía. Oí a las
chicas discutiendo -Candace ofreciendo su asesoramiento
con su altiva voz, Muse ladrando otra vez como un pekinés
cabreado-. Era fácil imaginar la indignación de Bianca, y a
Analise escabulléndose para fumarse un cigarro. Había sido
despedido de sitios mejores.

No dije nada, pero planeaba mantener mis opciones


abiertas.

Después del trabajo me fui a casa y dormí durante


algunas horas. Levantarse tan temprano para el trabajo y
luego quedarse hasta la mitad de la noche me iba pasando
factura. Después me desperté decidido a que sería divertido
dar un paseo hasta el muelle. Y sí, tenía el pleno
conocimiento de que el parque de bomberos me pillaba de
camino. No era demasiado cansado para dar una vuelta y
siempre cabía la posibilidad de preguntarle a JT si quería ir
a tomar una cerveza después de trabajar, como cualquier
chico normal. Excepto que JT no era un chico normal, y no
era una situación normal.

No me hacía ilusiones de que él me saludara con un


beso.

Me había llevado poco tiempo pensar acerca de


despertarme solo. A lo largo del día había empezado a
creer que era algo malo. Pero no lo llevé a un extremo
radical, sino como el despertar en la cama con el hombre
con el que antes había tenido sexo.

A veces había ocurrido, pero por lo general terminaba


168
con un chico que volvía a la habitación con café y bagels.
Había salido con un hombre que siempre iba a comprar el
periódico al romper el alba. Cuando me despertaba más
tarde, él estaba de vuelta leyendo en la cama. De lo
contrario todo el mundo más o menos en su mayoría se
despediría de buenas maneras antes de marcharse.

Y no podía dejar de preguntarme si el hecho de que


JT no lo hizo era una mala señal.

El viento del mar era un poco racheado; ya que


soplaba las hojas y los trozos de papeles por toda la acera
y provocó que la bandera del mástil en frente de la estación
de bomberos cobrara vida y oteara revoltosa. Esto hizo que
mi corazón se acelerara y mi instinto de sumergirme en el
suelo y cubrir mi cabeza fuera prácticamente imposible de
ignorar. Tuve que recordarme a mí mismo donde estaba,
conscientemente me decía que podía oír el océano Pacífico
y que estaba a salvo.

El aire estalló con una frescura que trajo todo tipo de


olores con ella; olor a salitre y podredumbre de pescado,
humo de maderas y ozono. El camión no estaba en el
garaje, ni la unidad de técnicos de emergencias donde
trabajaba JT. El gran vacío se hizo eco de la ausencia de
vida que por lo general lo habitaba, como si los fantasmas
llevaran el negocio de la vida allí.

Iba caminando hacia el muelle cuando oí el


inconfundible rugido del gran coche de bomberos retumbar
hacia mí, seguido por la pequeña unidad paramédica,
excepto que JT no iba allí. No debía haber estado
trabajando en ese turno. Saludé con la mano a los
169
bomberos, y vi a Cam sonreírme amablemente desde el
interior de la camioneta. Él me devolvió el saludo. Esperé
un rato, hasta que se reagruparon después de su llamada.
Me puse a la sombra de un árbol de aguacate y escuché
como se dispersaban.

Parecían un grupo de guerreros de élite, yo había sido


soldado, y a menudo echaba en falta esa charla cotidiana
con los chicos, la camaradería y las duras bromas de la vida
como parte de un equipo. Los trabajos duros a veces hacían
a los hombres duros, sin embargo, estos bomberos nunca
había parecido nada de eso salvo diligentes, genuinos y
dedicados. Los había visto en acción en mis propias carnes
y fui rescatado por uno. Los admiraba más de lo que podía
decir.

Cam se encaminó hacia donde yo estaba. Él puso su


gran mano en una rama por encima de mi cabeza, colgando
un poco, su abultado bíceps justamente sobre el nivel de mi
vista. Sofoqué una carcajada. Sabía exactamente el efecto
que tenía en mí -y en todo el mundo- y lo disfruté
tremendamente.

—¿Qué estás haciendo? —Preguntó. La rama cedió un


poco, y su cabeza quedó peligrosamente cerca de la mía—.
¿Viniste a verme?

Me sentí mal por no haberlo hecho. Él se comportaba


como un ridículo adolescente. Como el típico estudiante que
se lucía haciendo musarañas detrás del profesor. Me
gustaba mucho. —No. —Me encogí de hombros como
disculpándome—. Lo siento, vine a ver a JT.
170
—Bueno, diría que estas de suerte, porque acabó su
turno y tiene una cita.

Me ruboricé. —¿Sí?

—Sí, seguro que ahora estará en casa


engalanándose.—Cam me miró con una sensibilidad
extraordinaria a la que no podría darle el correspondiente
crédito—. Sería mejor si no albergas esperanzas con él,
Yasha.

La decepción me embotó. Pensé que lo había


disimulado bastante bien hasta que Cam cogió mi brazo y
me dijo que me invitaba a beber.
Una vez dentro del Nacho’s Bar, Cam y yo decidimos
cenar juntos, algo que parecía natural, ya que la cocina
estaba todavía abierta y el violinista tocaba música de
mesa en mesa, cogiendo peticiones. Desde mi experiencia,
con el tiempo la cocina cerraba a excepción de aperitivos y
snacks y las mesas se apartaban para dejar espacio para
una pista de baile. Después de las diez la mayoría de los
clientes eran gays, con unas pocas parejas heterosexuales
merodeando, apartándose de sus caminos, pero no
sorprendidos o decepcionados si se encontraban una 171
cariñosa pareja del mismo sexo o varias por los
alrededores. Noté un grupo de clientes más jóvenes que
utilizaban el lenguaje de signos, ya fuera que eran sordos o
que estaban aprendiendo y querían practicar.

En suma, había una multitud muy ecléctica y


tolerante, y esa noche no era la excepción. Cam me puso al
corriente de las personas que conocía, señalando al
propietario, Jim, y su socio, Alfred, algunos bomberos que
no conocía, uno o dos de los policías de St. Nacho cenando
con sus esposas, y al violinista, un chico de aspecto
desaliñado con tatuajes y piercings llamado Cooper, que
tocaba con una habilidad y una dulzura que no había
escuchado en ninguna parte, nunca. Era tan impresionante
y brillante que me preguntaba cómo podía haber terminado
en un lugar tan increíblemente pequeño.

—No soy un experto ni nada, pero él es... —traté de


pensar en una palabra con la que no se notara mi
incredulidad en la oreja de Cam— es fantástico. Increíble.

—Sí. Él es increíble. Llegó en su Harley y se quedó.


Jim me dijo que le preguntó si podía tocar el violín para
ganarse unas propinillas, así que le ofreció el uso del
estudio que está arriba. Trabajó en la cocina durante un
tiempo. Aún lo hace cuando están faltos de personal.
Debería estar tocando con la orquesta de una gran ciudad,
pero encontró a alguien que vive aquí en St. Nacho y
conectaron de inmediato. Le gusta esto. Imagino.

—Increíble. —Lo miré, estudiándolo mientras tocaba


una pieza que conocía, el tema principal de una vieja
película llamada ‘Laura’. La forma en que inspiraba todo lo
que hacía, la forma en que se movía y balanceaba parecía
172
como si fuera algo más que un hombre haciendo música.
Era muy personal para él. Él interactuaba con la música de
una manera que nunca había visto antes.

Le di una propina y le pedí que tocara el tema de ‘La


lista de Schindler’, una pieza de música que sabía que mi
madre había amado en vida. Fue brillante. Tenía lágrimas
en los ojos cuando él se alejó, provocado por la belleza de
su forma de tocar y también por el deseo inútil de que mi
madre y mi zeyde pudieran haber estado allí para
escucharla.

Cam me miró, pero no dijo nada. Obtuve una nueva


apreciación de su parte basada en su paciencia. —Muse me
dijo que la gente acaba viniendo aquí, ya que es un intenso
lugar de energía espiritual, —murmuré—. Al igual que la
‘Boca del Infierno’ de Buffy, no sólo como los demonios que
saltan en tu camino.

—¿Muse?

—Sí, una de mis compañeras en la pastelería. De


hecho, me dijo que no puedes ver St. Nacho, a menos que
te reclame. —Yo esperaba que refutara esto, me llamara
loco o se riera. No lo hizo.

—No podría decirte si es algo invisible o no, pero no


parece ser el caso de que eso permanezca relativamente
sin complicaciones.

Tomé un sorbo de mi cerveza. —A menos que todo en


St. Nacho, desde su apaciguada belleza, a este bar y su
increíble violinista pasando por Mary Catherine y su alegre
173
grupo de ayudantes pasteleras sea completamente único. Y
porque esas sin complicaciones sigan siendo un misterio.

Cam encogió sus fornidos hombros de una manera que


indicaba que él no había pensado mucho en eso. Sin
embargo, desde los destellos que había visto en él esa
noche, me preguntaba si tal vez había sido una reflexión
sobre un montón de cosas y no era que simplemente las
había dejado salir. Dada su inclinación por hacer el payaso,
por disfrutar de sus amplios músculos y de la atención que
recibía de su perfección física, parecía probable que restaba
importancia a su inteligencia y sensibilidad. Tuve que
pensar que había más cosas dentro de su cabeza de lo que
la gente pensaba que tenía.

Tuvo que haber visto una mirada de especulación en


mi cara, porque se inclinó con una mirada lasciva. —¿Qué
es lo que estás buscando?

Antes de que pudiera preguntarle qué le había atraído


a St. Nacho, hubo un poco de alboroto en la puerta, y JT
entró con una chica en su brazo. Era hermosa, una especie
de estrella de la televisión parecida a Kim Kardashian,
delgada como un palo, con unas tetas como si los ángeles
las hubieran moldeado, altas y firmes. Era descarada. Ella
era pequeña pero perfectamente formada y tenía los
tobillos como el fino cristal entallados sobre unos letales
zapatos de tacón muy alto, que debían ser registrados
como armas.

—Wow. Deslumbrante. Se ve como una animadora


profesional, ¿te parece? Justo a tiempo, —murmuró Cam—.
Lo siento.
174

No tuve tiempo para preguntarle a Cam que había


querido decir con eso, porque estaba mirando a JT y su
chica entrar en el comedor, sonriendo y estrechando la
mano a los amigos. Finalmente llegaron a nuestra mesa,
una casualidad tan aparentemente casual, tan
perfectamente calculada para parecer que no estaba
planeado.

Le susurré a Cam—: ¿Qué pasó con Linda? —Cam se


encogió de hombros.

—Hola, Jacob. —JT alargó su mano hacia mí. Esos


eran los dedos que yo había lamido y chupado la noche
anterior, la palma que había besado cuando había pensado
que era mi zeyde.
Él no era como mi zeyde.

La cogí y le di un firme apretón, con una sonrisa en mi


cara. Idiota. Idiota.

—Esta es Elaine.

La tensión tuvo que hacerse patente a mí alrededor,


porque ‘Miss Perfecta’ no se acercó cuando aparté los ojos
de ella para ver si temblaba. Algunas chicas tienen un
sentido de auto-preservación en torno a los hombres gays y
sienten la amenaza de una maldición suspendida en el aire,
tanto si la había como si no, no iba a tener tales
sentimientos y no se los iba a mostrar.

—Encantado de verte de nuevo Jason. Elaine. —Incliné


175
la cabeza.

La mirada de JT se dirigió a mí, pero se deslizó como


una sombra cuando la mía -probablemente radiante y
acusadora- se encontró con la mía.

—Bueno, vamos a cenar, —dijo JT.

Yo no pude evitarlo. —El Chef debe haberse olvidado


de escribir eso en el menú especial.

Cam resopló a mi lado. —Me alegro de verte.

JT puso su mano en la parte baja de la espalda de


Elaine, y la mantuvo allí, sus dedos extendiéndose por su
cuerpo como la cinta de un corsé.
Ajustándose perfectamente.

No hablé hasta que no se hubo ido, pero una vez que


estuvo fuera de mi alcance no pude expresar mis
pensamientos. —Sí, y tan recurrente también. Imagina el
inconveniente de tener que buscarme, incluso en una
ciudad tan pequeña, para hacerse notar.

Cam dijo: —Lo siento, Yasha.

—¿Por qué? —Esperaba que al menos no se hubiera


dado cuenta de cómo la cita de Jason me había afectado.

—Tipos como ese no llegan hasta el final con una chica


como esa. Solo cumplen su objetivo con algunas muestras
de afecto en público.
176

—¿Qué?

—Vi su camioneta en el motel anoche. —Cam miró su


cerveza—. Lo siento. Era tarde, y supuse que tuvisteis algo.
Entonces él se presenta aquí de esta manera hoy y te llama
Jacob. No hace falta ser un genio.

—¿Él ha hecho antes algo como esto? —Por favor, por


favor no me digas que es tan mentiroso como un cobarde
hijo de puta que presume de hetero y mantiene relaciones
homosexuales ocultas.

—No que yo sepa en realidad. —Cam se encogió de


hombros—. Él mira demasiado fijo. Al igual que un niño por
la ventana de una tienda de juguetes, sabes a lo que me
refiero.
Asentí miserablemente.

—Pero hasta ahora ha estado muy dentro del armario,


van a coronarlo como el rey de Narnia. —Cam se bebió el
resto de su cerveza de un tirón y señaló al camarero para
pedir dos más de lo mismo y un par de chupitos de tequila.

—No conducirás, ¿verdad? —Le pregunté.

—No, he venido desde el trabajo andando. Solo tengo


que buscarme un sitio para dormir la mona. A menos que...
tú quieras que vaya a tu casa.

—Está bien, —le dije—. Pero no me encuentro con


ánimos para beber, así que adelante.
177

Sí, bueno... mierda.

Pedimos carnitas, y nos trajeron un plato colmado con


unas deliciosas tortillas de maíz caseras. Con arroz y
frijoles a un lado, una ensalada típica mexicana y un bol
con salsa picante. La ensalada consistía en verdura picada
en cuadritos con tomates, cebollas rojas, cilantro y chiles
picantes.

Cam sabía comer, y me gustaba eso en un hombre


desde que empecé a cocinar. A menudo me expresaba con
la comida, y Cam realmente podía complacerme. Sonrió
mientras comía, era brusco, pero muy campechano, un
poco infantil y tal vez un poco descarado en sus botas
vaqueras y sus entallados vaqueros desgastados. Me atreví
a beber tres chupitos seguidos -con el consagrado ritual de
la sal y el trozo de lima- y mirándome con una intención
que hizo que la salsa picante pareciera suave en
comparación. Por lo menos estuve cuatro veces quieto en
silencio deseando que Cam fuera el elegido. Eso no desvió
mi objetivo de mirar hacia la esquina del bar donde JT
estaba sentado con la reina de las fiestas, con la mano en
la barbilla escuchando cada palabra de ella. Al menos eso
había rogado muchas veces al destino, para que me lo
concediera, ya que mi corazón se aceleraba cuando miraba
a Cam como lo hice cuando vi a JT llevando su copa de vino
a los labios.

De todos modos, mientras estaba charlando y


comiendo, sentí la mirada de JT sobre mí, como si estuviera
estudiándome como yo a él, y sentí pena por él.
178
La cara de Cam era desafiante y la de JT era tan sutil
como un susurro. JT carecía del encanto vaquero de Cam.
Carecía del humor y la valentía de Cam, sin embargo, no
podía evitar mirarle una y otra vez, hasta que JT y Elaine
compartieron el postre y luego pagó la cuenta y se
levantaron para marcharse. Para ese momento yo había
bebido mucho, y su semblante parecía divertido, aunque un
poco triste. Mi patético estado no daba para más.

—Entonces —Cam estaba contando la historia de una


dramática llamada al 911 en la que estaban implicados
cables eléctricos caídos y la lluvia— tenemos que rescatar a
este tipo en una camioneta, y descubrimos que él había
estado conduciendo, desnudo de cintura hacia abajo,
mostrándosela a los camioneros. Provocando el maldito
incidente.
—Qué lío, —le contesté, sonriendo ahora porque JT
había desaparecido por fin y podía respirar de nuevo—. Es
una pesadilla cuando haces alguna estupidez y necesitas
que te rescaten.

—¿Qué tontería has hecho?

—¿Yo? —Recordé que una vez cuando tenía unos


veintitrés años—. Estaba en un bar intentando
emborracharme y una bomba estalló fuera de la discoteca
de al lado. Simplemente diezmó la multitud que esperaba
para entrar, rompió todas las ventanas del edificio.

—¿Qué estabas haciendo que era tan estúpido? —


Preguntó Cam, frunciendo el ceño—. Cuando ocurrió la
explosión era un caos total. Había estado tratando de 179
olvidar todo lo que me estaba molestando en su momento
emborrachándome, y el resultado final fue que cuando
sucedió todo, no podía ayudar a nadie. Había unos
estudiantes procedentes de Ucrania que estaban allí en un
viaje escolar en viaje de fin de curso para divertirse.
Grandes trozos de metal, cojinetes, tornillos habían volado
desde el centro de la detonación, mutilando cuerpos. —Mi
mano temblaba, así que puse mi cerveza en la mesa—.
Pude ayudar a unos cuantas personas, pero
afortunadamente los técnicos sanitarios llegaron allí en un
santiamén. Primero me apartaron para llegar a los peores
heridos, y luego me asistieron, me monitorearon por el
shock. No me había dado cuenta que había sido herido.

—Joder, —susurró Cam.

—Estaba en el cuerpo de defensa israelí. No vi mucha


acción mientras llevé el uniforme, pero estuve a punto de
morir fuera de servicio. Imagínate.

—No jodas. —Cam se inclinó un poco


descuidadamente. Supongo que él había visto más
carnicería en accidentes de tráfico que lo que
probablemente habría visto yo alguna vez en mi vida.

—Veintidós puntos de sutura. Ese fue un año difícil allí,


fue el año dos mil uno.

—Aquí también. —Cam levantó su último chupito.

Murmuré una maldición. —Sí, por supuesto. Diablos,


sí. Sobre todo aquí. —Choqué mi cerveza contra su vaso y
nos comprometimos a hablar de cosas más alegres. 180
—¿Te arrepientes de haberte venido de Israel?

—No, mi abuelo había muerto. Toda la familia que me


quedaba estaba aquí.

—Debe ser extraño, —reflexionó— marcharse allí,


servir en el ejército, y luego volver aquí.

—No soy ni político ni religioso. Sólo iba a estar con


mi zeyde. Israel llenó un vacío en el corazón de mi abuelo,
y me alegro de que nos fuéramos, pero ya no tengo el
mismo deseo de pertenecer a allí.

—Extraño mucho a mi familia. —Cam tragó saliva—.


Pero me cansé de explicarles que no podía encontrar a una
chica y asentarme por mucho que los quisiera.
—Lo siento, —le dije. Lo sentía. Cam triste era
insoportable. Se sentía como un crimen contra la
naturaleza.

—No. Tuve una situación que finalmente hizo


inaceptable seguir viviendo en la ciudad donde crecí y me
mudé. Vine aquí, a St. Nacho, desde Nuevo México, cuando
vi un anuncio en Internet en el que necesitaban un
bombero experimentado, y aquí he estado desde entonces.

—Se siente bien aquí. Es un buen lugar.

—Necesitas pensar en establecerte aquí. He oído decir


a JT que Mary Catherine Jensen te quiere como socio de
negocios.
181

—Ella no está buscando realmente un socio. Sólo un


pastelero. Yo podría hacerlo. —Traté de imaginarlo;
permanecer en St. Nacho, encontrar un pequeño lugar para
vivir, ir caminando al obrador de Mary Catherine yendo y
viniendo. Podría ser parte del programa de estudio y de
trabajo sobre la violencia doméstica de St. Nacho y dejar
que las chicas me enderezaran cuando cometiera algún
error. Ellas me echarían la bronca por suspirar por JT
cuando estuviera teniendo una de las mejores tardes como
la que había tenido con Cam.

Aun así, estaba colgado sobre un precipicio con tanto


movimiento. Me había trasladado tantas veces pensando
que el próximo lugar sería mejor que, podría echar raíces y
empezar a construir -si no una familia- una especie de tribu
donde yo perteneciera. Ya había adoptado a Muse y a Mary
Catherine. No había nada que no hiciera por esas dos.
Tenía fuertes e inapropiados sentimientos por JT, claro,
pero yo amaba a su padre. De hecho, me gustaba Cam de
verdad, lo que me entristecía en cierto modo, porque si
hubiera sido inteligente, le hubiera correspondido al
encontrarme con esos ojos y con esa devastadora sonrisa
con la que el hombre había estado insinuándose durante
toda la noche.

Estaba pensando en todas estas cosas cuando Cam se


acercó a mi oído y me susurró—: No va a pasar nada entre
tú y yo, ¿verdad?

Joder. —No, —le dije con sinceridad—. Quiero que sea


diferente, pero no puedo sacar a JT de mi mente. Que me
aspen si sé por qué. No suelo ir tras hombres heteros.
182

—JT no es hetero. —Cam frunció los labios con


disgusto—. Es un cobarde de mierda. Un inútil. ¿Esta es la
primera vez que te ha pasado? ¿Ligar con un chico y que se
vuelva invisible al siguiente encuentro?

—Tengo casi treinta y dos años. ¿Qué crees?

—Creo que es una mierda estar solo, —dijo Cam—.


Esta noche, quédate y baila conmigo. Al menos bebamos.
Muestra tu orgullo y olvídate por un momento de JT.

Solo tuve que pensar en ello durante un minuto. —


Está bien.
Cam echó un par de billetes de veinte sobre la mesa, y
yo pagué mi mitad. Me prometí comer allí de nuevo y ver si
el resto del menú era también tan bueno. En el momento
en que nos levantamos, algunos de los camareros estaban
quitando las mesas, así que decidimos dar un paseo para
tomar el aire antes de volver para bailar.

En el momento en que salimos, mi cabeza se aclaró lo


suficiente como para apreciar la belleza del lugar. Quería 183
caminar por la arena, cerca del agua. Cam me siguió,
quitándose las botas y los calcetines, haciendo una
observación de que se estaría arrepentido más tarde,
cuando estuviera bailando con arena entre los dedos de los
pies. Me quité mis zapatillas y los calcetines y me subí los
pantalones como lo había hecho él y dejamos nuestras
cosas tiradas sobre la arena seca alejada de la calmada
orilla.

Sentíamos la espuma de las olas sobre nuestros pies


mientras caminábamos en silencio. Lo miré, realmente no
veía mucho excepto lo justo para evitar las conchas, las
rocas afiladas y la basura asentada en la orilla. Cam tomó
mi mano, y yo sabía que él quería que fuera algo más que
un cómodo paseo. Le di un abrazo y lo solté, luego pasé un
brazo alrededor de su cintura, invitándole a poner su brazo
por encima de mi hombro.
Las nubes se movían rápido, casi como una fotografía
tomada en un lapso de tiempo, a la deriva sobre las
estrellas y la luna en un cielo negro como la tinta. Unas
gruesas y oscuras nubes se dirigían hacia nosotros,
amenazando con llover. Parecía como si fuera a llover si se
detenían el tiempo suficiente sobre St. Nacho.

En algún momento llegamos al muelle y se detuvo.


Nos sentamos en la arena húmeda y simplemente observó
cómo las olas rompían suavemente en la orilla.

—Yasha.

—¿Mmmm? —Descansé la cabeza en los gruesos


bíceps de Cam, sintiendo una vez más que lo único que
podía ofrecer no era otra cosa que amistad.
184

—¿Alguna vez has sentido que el único momento en


que existes es cuando otros están mirándote?

—¿Qué quieres decir? ¿Cómo cuando cae un árbol y no


hay nadie allí para escucharlo, sigue haciendo ruido?

—Sí. Exactamente. ¿Estoy realmente aquí si no


hubiera nadie que me estuviera viendo y me recordara?
¿Sin nadie que se preocupe de que soy yo?

—No lo sé. Estas sobrecargándome el cerebro


después de haber bebido tanto. A ver. Mira. Si presionas el
dedo en la arena, de esta manera, —le mostré— no solo
mueves los granos de arena con solo empujar. Mueves la
arena por todas partes. ¿Ves?
—Sí. —Él miró mi dedo mientras lo hacía de nuevo.

—No puedes saber cuáles tampoco. Tú transformas las


cosas tanto de cerca como de lejos te guste o no. Un tipo
como tú, -un chico que se lanza en un camión de
bomberos cuando hay un accidente en la carretera- tú has
transformado cosas que ni siquiera sabes. Has influido en
tantas vidas que no puedes ni imaginar.

—Eso es cierto. —Me sonrió abiertamente durante un


descanso entre las nubes y la luna reflejó su rostro con una
plateada luz—. Genial.

—No me gusta estar solo, Cam, pero me estoy


haciendo viejo, demasiado viejo para el sexo por diversión
y de una noche. Estoy cansado del Mr. Perfecto. El último
185
tipo casi me mata. Estoy bastante seguro de que tengo un
gusto horrible por los hombres.

Cam se rió de eso, y me reí con él. —Debes tenerlo


porque si no estaríamos zumbando como conejos en estos
momentos. Vamos. Intenta domar a la bestia dormida de
Cam...

Puse los ojos en blanco. —Por muy tentador que


parezca, ¿de verdad crees que es una buena idea? Yo no
soy tu tipo.

Cam se quedó pensativo. —Todavía estoy tratando de


decidir si tengo un tipo. Que tú lo seas o no. Imagino que
en esencia está bien. —Él sonrió, y yo sabía que habíamos
atravesado un terreno particularmente difícil—. Hasta el
momento en que aparezca mi tipo.
—Sí, bueno, probablemente debes limitar la búsqueda
a partir de ahí, si quieres algo que dure.

—¿Sabes qué? Probablemente estés en lo cierto, —


bromeó, levantándose y sacudiéndose el trasero—. Voy a
hacer lo correcto a partir de mañana. En este momento
quiero saltar sobre un montón de cuerpos y bailar hasta
reventar mis vaqueros.

Me volví a mirar al bar sobre la playa. Los coches


estaban empezando a estacionarse en las calles cercanas. A
lo lejos, las luces parecían cuerdas de luces de Navidad.

—Va a ser una noche muy concurrida, —dijo Cam,


caminando hasta donde habíamos dejado los zapatos.
186

De repente me sentí tan cansado. —Sí, ¿sabes qué?


Creo que si no te importa voy a regresar al motel.

—¿En serio?

—Tengo el horario cogido y todo el alcohol que he


tomado me ha cansado.

—Es el océano. Relaja.

—Si no me dirijo a casa, voy a caer dormido aquí en la


playa.

—Está bien. ¿Necesitas que te acompañe? Sin


compromisos.
—Voy a estar bien. —Cuando encontramos los zapatos
de nuevo, podía oler el humo de tabaco de los clientes
fuera de la barra. No podía decir que extrañaba eso. La
gente estaba de pie entrando y saliendo por parejas,
fumando y esperando a otros, refrescándose de la pista de
baile con el aire de la noche.

Sacudí mis calcetines y lamenté la necesidad de volver


a ponérmelos, pero había un largo camino de regreso al
hotel. Mis zapatillas se deslizaron fácilmente sobre mis pies,
y en un momento Cam y yo nos quedamos en la esquina de
la calle donde nos separamos por esa noche.

—He pasado una buena velada. Eres un gran tipo.


Deseo encuentres lo que quieres, sé que lo conseguirás. Te
mereces todo lo mejor.
187

Cam hizo un gesto con la barbilla en mi dirección y


dijo: —igualmente, —antes de darme un aplastante
abrazo—. Nos vemos en otro momento. Ten cuidado con las
falsificaciones.

Yo sabía lo que él quería decir, sin ambiciones ni


emociones. Que tuviera cuidado con tipos como JT que eran
todo excitación y lujuria en la oscuridad, pero que no te
conocían cuando salía el sol. —Lo tendré.

No quise decirle que me iba al motel ya que Dan venía


a recogerme al día siguiente, y no sabía si volvería.

—Hasta luego. —Se dio la vuelta y se alejó. Casi


esperaba que cuando entrara en el bar se precipitara contra
un grupo de excitantes chicos y lo rodearan, como un
monstruo destructor del amor, saltando desnudo sobre un
montón de cuerpos dispuestos. Me preguntaba lo que le
detendría. No yo. Ya lo sabía. Sin embargo, él me hizo
sonreír.

Me volví hacia la avenida principal de nuevo,


encontrando mi camino al motel por las tranquilas calles.
Sería útil tener un coche aquí, no es que lo necesitara
realmente, pero en uno de los pocos días que llovía fuerte,
sería bueno para no mojarse. No había ningún tipo de
transporte público en St. Nacho. JT me había dicho que ni
incluso taxis. La ciudad se extendía hacia fuera por el otro
lado de la carretera, pasado el motel, y no había explorado
esa zona. Donde estaba el instituto y vivía Ken Ashton con
su pareja, según Mary Catherine.
188
Me gustaron los apartamentos cerca de la playa, y
había visto uno o dos carteles de alquileres. No dudaba que
pudiera empezar de nuevo. Podía renunciar a mi contrato
de arrendamiento en Los Ángeles cuando llegara el
momento y mudarme aquí. Trabajar en alguna parte.

¿Me quería St. Nacho?

St. Nacho sin duda me reclamaba. A lo mejor me


quería. Y tal vez estaba listo para sentar cabeza en algún
lugar, aunque no fuera con una persona.

Mis pensamientos continuaron así hasta que me di


cuenta de un motor en la calle, iba despacio junto a la
acera por donde iba caminando. Sabía que era JT antes de
mirar hacia arriba. El ronroneo de su motor parecía tan
familiar para mí como su cara.
Seguí caminando. Sabía que él tendría que inclinarse
muy por encima o incluso detener la camioneta y aparcar
antes de que bajara la ventanilla del pasajero para hablar
conmigo.

—Apesta el ser tú, —murmuré.

Finalmente, después de probar y fallar para llamar mi


atención, aparcó el viejo Ford y salió, caminando más o
menos rápido para alcanzarme.

—Espera, —me gritó—. Yasha. Espera.

No estaba precisamente asustado de lo que tuviera


que decirme o sorprenderme de nada cuando dijo: —Sobre
189
lo que pasó en el bar…

—Colega…

—No, escucha siento eso. Realmente lo siento.

—Genial. Muy bien, gracias, Jason. —Comencé a


caminar de nuevo. Él podía seguirme al motel. Sólo tendría
que ir a por su condenada camioneta.

—Invité a salir a Elaine hace semanas. Yasha, ¿quieres


escucharme? —Me di la vuelta para mirarlo—. Por
supuesto. Pero, ¿qué tienes que decirme que no sepa?

JT se quedó mudo.

—Me lo imaginaba. —Me di la vuelta y comencé a


caminar de nuevo—. Bueno, Joder. Me entró el pánico, ¿de
acuerdo?

—Claro.

—Me desperté en medio de la noche, y pensé, joder.


Soy gay.

—Entonces. Elaine, la señorita supermodelo ¿te ayudó


a decidirte de otro modo?

—Yo…

—¿Qué pasa si digo, por ser un experto en la materia,


que no eres gay? ¿Qué pasa si juro eso? ¿Te haría sentir
mejor? Tú eres un hetero que siente curiosidad por el
190
aspecto homosexual y estás tentado por algo que nunca
has probado. Lárgate y libérate para siempre. Me voy.
Necesito descansar.

—No, detente. —Él me siguió—. Yasha.

Le miré de nuevo, con ganas de empezar una pelea,


queriendo borrarle la miseria de su cara, aunque tuviera
que hacerlo a fuerza de puñetazos, sabiendo que era ese
tipo de pensamiento el que me había traído aquí a St.
Nacho en primer lugar.

Tenía que parar en algún lugar.

—Mira. Realmente lo siento. No tendría por qué decirte


nada, y no lo voy a hacer. Tienes que dejar de seguirme.
Coge tu camioneta y márchate a casa o a donde sea que
vivas y olvídate de mí, ¿de acuerdo? Porque no voy a
hacerlo. No quiero esto. Salgo con hombres gays y punto.

—Pero tú me quieres. Lo sé. —Me miró y aunque lo


sentí, no le miré.

Puse los ojos en blanco. —Yo quiero un pony y un


avión personal. Voy a vivir con ese sueño.

JT parecía desanimado cuando regresó a su camioneta


y se marchó.

191

Por extraño que parezca no estaba ni sorprendido ni


particularmente infeliz de encontrar la camioneta aparcada
frente a la puerta de la habitación del motel cuando llegué,
cansado, enfadado, después de haber andado todo el
camino.

No me iba a parar a hablar esta vez. Simplemente


saqué las llaves y abrí la puerta. No me molesté en
encender la luz de la pequeña habitación. En lugar de eso
esperé a que me siguiera al interior y eso lo tomó por
sorpresa. Le di la vuelta a la fuerza y presioné su cuerpo
contra la puerta después de que se cerrara. Su rostro
estaba encajado contra ella, pero dejó escapar una risita,
como si supiera que estaba jugando con él.
Qué era yo. De ninguna manera iba a hacerle daño.

—JT. —Quería morder la piel de su cuello, justo por


debajo de la línea del pelo, donde olía a perfume y a sudora
causa de sus nerviosos—. He aquí el dilema. Tal vez hemos
empezado con mal pie. Entiendo la curiosidad, pero si no te
vas ahora voy a inclinarte sobre ese escritorio barato y
follarte hasta que no puedas sentarse durante una semana.

—Joderrrrr... —dijo entre dientes, apretando el trasero


contra mi sexo—. No.

El sibilante susurro hizo que los vellos de mis manos


donde lo agarraba fuerte se levantaran. —¿No? JT, si sigues
persiguiéndome, voy a tener que poseerte. No va a ver
forma de que tengas más citas con chicas después de esto.
192

Él bufó otro sonido de sorpresa y se movió de nuevo


contra mí. —No.

—Porque esto es lo que pasa aquí con los niñatos que


no saben lo que quieren. Voy a dejar marcas en todo tu
cuerpo que no vas a ser capaz de explicar. Te voy a delatar
cada vez que te vea en público, y te follaré -siempre que
quiera, como quiera, sin llegar a la violación- cuando
estemos solos.

Francamente no planeaba hacer nada de eso, pero


era mi propia versión de atemoriza al hetero y lo había
hecho más de una vez para hacer que desistieran tipos
como él.

JT cogió mi mano y la apretó contra su corazón. —


¿Puedes sentir eso?

—Sí. —Latía frenéticamente, de forma errática.

—Entonces, sabes que estoy tan excitado ahora


mismo como lo estás tú. —Casi gimió cuando me apoyé en
él, mi miembro firmemente sostenido entre sus nalgas
contra la costura de sus apretados pantalones vaqueros.

—O estás asustado.

—Diablos sí, tengo miedo. —Él se empujó hacia atrás


lo suficiente para que lo soltara, pero lo único que hizo fue
girarse y atraerme hacia sus brazos -con sus piernas
extendidas- sosteniéndome entre ellos—. Sabes que tengo
miedo.
193

—Entonces no pases por eso. Ellos no van a hacer que


una chica, lo suficientemente atractiva pretenda lo
contrario.

JT se rió. —Deberías haber visto tu cara. —El pequeño


insignificante burlándose de mí—. Encantado de verte de
nuevo, Jason.

El silencio se tensó entre nosotros, y podría jurar que


sentí los latidos de su corazón dentro de mi pecho.

—Eso dolió, verte ahí de esa manera. —Tragué


saliva—. No sé realmente el porqué.

JT puso esas suaves y delicadas manos en mi cara,


ahuecándolas con ternura y me acercó hacia él. —Lo siento
mucho, —susurró entre besos—. Lo siento, Yasha. Sentí
que te había hecho daño, y lo siento de verdad.

194
JT bajó los dedos a mis hombros y los apretó allí,
recordándome las estúpidas amenazas que había hecho.
Como tumbarlo ahí y joderlo o decírselo a sus amigos. Los
dos sabíamos que yo no iba a hacer ninguna de esas cosas.
El hecho era que nos sentíamos atraídos el uno por el otro.
Lo sentía en mis entrañas cada vez que me miraba como si
fuera un helado derritiéndose y quisiera lamerlo. Mi
excitación rezumaba, brotaba y corría en riachuelos cada
vez que estaba cerca, y no importaba lo mucho que odiaba 195
la idea de ser el hombre al que venía después de dejar a
sus maravillosas novias, le quería.

Pensaba salir de la ciudad con Dan al día siguiente, y


así acabar con todo. No estaba totalmente orgulloso de ello,
pero no quería sucumbir a esto en ese momento.

Nuestra ropa cayó al suelo sin ceremonia alguna. Sólo


un susurro de tela, el arañazo de una cremallera, y el ping
de un botón arrancado por la impaciencia de alguien. Lo
empujé sobre la mesa, para demostrarle que iba a hacer lo
que le dije. Pero cuando estuvo ahí, quería envolverlo en
mí, no ultrajarlo. Comencé acariciando la esquina de la piel
de su cuello, donde me encontré con su hombro que se
sentía dulce, sensible. Se retorció y rogó mientras lo hacía,
mientras mantenía mi mano sobre su hombro y mi
miembro rozándose contra el centro de sus nalgas.
Se agarró a la superficie de la mesa. Lo intentó, pero
no encontró nada a lo que aferrarse hasta que cubrió su
mano con la mía, agarrándola con fuerza. La cogió y
entrelazó sus dedos con los míos, apretando hasta que mi
mano picaba donde sus uñas topaban en mi piel.

Quería sentir su piel sobre la mía; presionando,


rozando mis labios sobre el sudor y el deseo que se
formaba como cuando dos trenes salen de la estación y
están tratando de quemar los frenos, ganando velocidad,
retrasándose lo suficiente como para incinerar cualquier
cosa que pudiera detenerlo antes de que llegara a su
destino. En algún momento JT comenzó a hacer unos
sonidos sorprendentes, como pequeños gruñidos, pero
necesitados, como si no fuera suficiente, y me encontré con
mi dedo rozándose a través de la sensible y fruncida
196
entrada de su trasero. Una audible eyaculación salpicó
contra los cajones del escritorio.

Joder, eso había sido algo completamente explosivo.

—Yasha. —Sus piernas comenzaron a temblar y


temblar bajo mis pies. Se sentía como un terremoto al
principio hasta que me di cuenta de que estaba temblando
aún por la fuerza de su clímax. Tomé su mano mientras le
llevaba a la cama, donde di un tirón a la colcha y bajé las
sábanas. Tropezó allí, cayendo sobre las almohadas, y subí
detrás de él, colocándole boca abajo. Entonces acaricié
cada centímetro de su espalda.

La piel de JT estaba húmeda de sudor, y mi cuerpo


podía deslizarse sobre ella, manteniendo mi sexo en
movimiento, presionándolo contra la ropa de cama. En ese
momento no sabía que pensar, continuar de esa manera,
rozándole, o considerar si me iba a permitir que lo
penetrara, que entrara dentro de él y -aparentemente-
desvirgarlo allí mismo, en el motel de su padre. El más
breve toque de mi dedo contra la sensible piel de su
entrada le había hecho eyacular como un cohete, pero no
estaba seguro de que estuviera listo para ser poseído de
esa manera, no importaba lo que ninguno de nosotros
dijéramos.

El vello de su cuerpo me hacía cosquillas, enredándose


con el mío raspando la piel, provocando lo que parecían ser
pequeñas descargas eléctricas a lo largo de mis piernas y
brazos. Deslicé mis manos por debajo de él, ahuecando sus
pectorales, acariciando sus pezones, buscándolos y
pellizcándolos con fuerza. Yo no podía aliviarle si me
197
arqueaba contra él, mordisqueándolo y acariciándolo. Yo
estaba en todas partes a la vez hasta que pude sentir como
su cerebro dejó su función en favor de su sexo. Impulsé
mis caderas, mi miembro cabalgándolo a través de su
entrada y dejando un rastro de mi esencia antes de la
eyaculación, y él se quedó sin aliento susurrando mi
nombre y moviéndose debajo de mí.

—Hazlo. —Él se quedó sin aliento. Como si acabara de


dejarlo inmóvil—. Simplemente... hazlo. Quiero hacerlo.

—Vuélvete, —le dije, apartándome.

Cuando lo hizo, me di cuenta de que se estaba


estabilizando. Su respiración se había tranquilizado y se
había deshecho de esa frenética y desesperada excitación a
la que lo había llevado momentos antes.
Me arrastré entre sus piernas y me deslicé hacia
abajo, separándolas, incapaz de dejar de enterrar mi cara
en el nido de húmedo vello encima de su sexo para respirar
el olor de su esencia. —Hueles condenadamente bien.

—Espera. Para.

—¿Qué? —Me quedé inmóvil.

—Por Dios. —Puso una mano en su cara, sobre sus


ojos, y me pareció entrañable. Como un niño que piensa
que no puedes verlo si él no puede verte. Lo acaricié y lamí
todo el perineo hasta su fruncida entrada.

—No puedo creer que hagas eso.


198

—¿Tú no comes coños? —Le pregunté. No sabía que


esperar por respuesta. Podría haber sido divertido si lo
hubiera dicho con rabia. En su lugar, se encogió de
hombros.

—Sí. Eso ha sonado un poco brusco.

—Lo siento, —le dije, después de haber acariciado sus


testículos con mi boca—. Me encanta esto. Me encanta la
piel húmeda. Me encanta el esperma. —Se lo demostré
deslizando una mano hasta su sexo, lamiéndole la punta,
saboreando el líquido reluciente que rezumaba allí—. Me
encanta esta clase de viscosidad.

—Eso es…
—Voy a tocarte otra vez, —le dije, rozando mi dedo
ligeramente alrededor de su entrada—. Aquí.

—Oh, Dios. No. —Dijo él, cerrando los ojos y


moviéndose un poco cuando lo hice. Su sexo empezó a
despertar.

—¿Nunca te has tocado ahí?

Gimió cuando apreté más fuerte. —Por supuesto que


no.

—¿No? —Mentiroso.

—No. —Él gruñó ante eso, levantando la cabeza para


fulminarme con la mirada.
199

—¿Te gusta?

JT cerró los ojos. —Sí.

Después de un tiempo, me reí un poco. No pude


remediarlo. —Parece que sí, verdad?

Él movió la cabeza, pero se negó a mirarme a los


ojos. —¿Por qué crees que es así?

JT levantó la mirada. —Las adicciones se sienten bien.


No tengo que hacer todo lo que se siente bien.

—El placer sexual es apenas una adicción, JT. —Di un


paso atrás—. Incluso si eres religioso, debes tener alguna
noción de que esto es un regalo de…
—Lo entiendo. Lo hago. Pero hay cosas que no son
naturales. Cosas que están prohibidas.

Me sentí meneando las cejas con el melodrama que


estaba diciendo, pero me contuve. No pude remediar usar
mi vampírica voz, cuando dije: —Las pasiones más oscuras.
El amor que no osa decir su nombre... —No estaba
precisamente orgulloso de eso.

—No te rías de mí.

Me arrepentí de haber dicho eso. —Lo siento. —Me


arrastré a un lado de la cama junto a él, dejando el sexo a
un lado en favor de descubrir los límites. Logré poner una
actitud despreocupada, con mi codo doblado, la cabeza
200
apoyada en mi mano, como si tuviera todo el tiempo del
mundo—. ¿Qué es, exactamente, lo que quieres de mí?

Él tomó mi mano libre en la suya. —Quiero estar cerca


de ti.

—¿Cómo de cerca? —Le pregunté, inclinándome un


poco—. ¿Esta cercanía?

En lugar de hablar, JT puso su frente en mi cuello,


pidiendo ser sostenido. Envolví mis brazos alrededor de él y
lo empujé contra mi pecho. Se aferró a mí.

—Estoy avergonzado por lo que quiero.

—No tienes que estarlo. Nunca, frente a mí. —Se tomó


mucho tiempo para volver a hablar, y cuando finalmente lo
hizo, fue nada más que un susurro—. Tengo un pequeño
tapón anal. A veces... Lo uso.

—¿Disfrutas de eso?

Él cerró los ojos. —Sí.

Después de un tiempo, me reí un poco. No pude


evitarlo. —Lo hace, ¿verdad?

Él sacudió su cabeza contra mi pecho, negándose a


mirarme a los ojos. —¿Por qué crees que es así?

Por fin levantó la cabeza. —Si vas a decirme que se


siente bien porque el Creador quiso que tú te sintieras bien
con un pene en tu…
201

—No pretendo saber por qué se siente bien, salvo por


las causas fisiológicas. Me preguntaba si tenías alguna idea.

Puso su cabeza hacia abajo. —Bueno, la tengo.

—¿Sabías que puedes dejar que tus novias te


penetren? ¿Alguna vez lo has intentado?

—¿Qué? —Sus ojos se abrieron—. No, por supuesto


que no.

Me refrené. ¿Qué demonios estaba pensando? De


repente iba a ser su consejero matrimonial? Pero seguí
adelante, sin inmutarme. —¿Por qué no? Tú obviamente
practicas juegos anales, y sales con mujeres todo el
tiempo. Puedes obtener todo el placer de ese acto sin ir
detrás de un hombre por su…

Él me empujó fuera de él con mucha fuerza, rodé


hasta que caí al suelo. —Que te jodan, cabrón. —Para
cuando me levanté otra vez, él se vestía.

—JT, solo estaba intentado…

—Eres un gilipollas de mierda.

—He dicho que lo siento. —Supuse que había dicho


algo fuera de lugar—. Realmente no quise decir nada con
eso. Evidentemente, sales con mujeres. Pensé... No sé lo
que estaba pensando. Pensé que podría ayudarte.

Apretó las manos después de haber cogido sus


202
pantalones. —Quiero... golpearte.

—Tal vez provoque eso en la gente. —Me entraron


ganas de reír, pero dada mi formación, no era divertido—.
Probablemente lo haga.

Él se pasó los temblorosos dedos por el pelo. —Yasha,


estúpido hijo de puta. Es a ti a quien quiero. Tu sexo y todo
lo que va con él. La risa, el sentimiento, la incertidumbre,
esos ojos tuyos, mirándome... ¿Crees que no sé qué
cualquiera puede poseerme? ¿Incluyendo las mujeres? Y
ese es mi problema. No me gustan las mujeres. Ojalá me
gustaran.

—Lo siento.

Se emocionó y no paró de hablar mientras se colocaba


su camiseta. —Yo nunca he dicho a nadie que tenía esos
sentimientos. Que me he... me he tocado ahí. Nunca he
dejado pasar de mis labios que quiero eso. Es una
equivocación por mi parte. No puedo dejar de quererlo, no
puedo dejar de mirar a los hombres y ahora es peor que
nunca, ya que todo se ha reducido y personificado en un
solo hombre. Un hombre que me gusta, alguien que me
quiere, y ahora no puedo dejar de pensar en lo que podría
ser entre nosotros.

Sacudí mi cabeza. —No sé qué decir. —Me senté en la


cama y lo observé.

—No necesito que digas nada. Es mi problema.

—No exclusivamente, —le recordé.


203

—Quiero lo que mis padres tuvieron.

—¿Pero tener relaciones con un hombre también?

Él murmuró una maldición. —No sé por qué me he


molestado. Tu estas firmemente arraigado en los términos
más bajos, más elementales de la gratificación física. —
Buscó sus calcetines y sus zapatos y se los puso.

—Pues no pareció molestarte en absoluto cuando


estuve comiéndote la polla. —Ahora me estaba enfadando—
. Ya veo. Soy un animal, y quieres un verdadero
matrimonio con doble sentido.

—Te advertí que no te rieras de mí. —Mientras se


ataba el zapato, le dio un tirón tan fuerte que rompió el
cordón. Tiró del otro lado lo suficientemente fuerte como
para romperlo también, entonces tiró los cordones sobre la
alfombra.

—No estoy riéndome de ti. —Pero tal vez lo estaba


haciendo—. Creo que tienes unas expectativas poco
razonables, y sé que tienes deseos contradictorios. Sé que
quieres amar a alguien y ser amado a cambio. Sé que
quieres la clase de matrimonio que tus padres tenían…

—Así es.

—No puedo dejar de notar que eres el que me ha


estado siguiendo a casa por las noches y…

—Yo solo quería que me poseyeras. Si no lo haces, no


204
pasa nada. No vale la pena dejar de lado mis principios, ya
que esto no es real. Supongo que no es tu culpa que para ti
pueda ser cualquiera. —Se dio la vuelta y se dirigió hacia la
puerta, cerrándola detrás de él.

Más tarde, mucho después de que su camioneta


rugiera volviendo a la vida y saliendo del parking, me
preguntaba si se había enfadado a propósito.
Probablemente yo lo estaba. Una vez, mientras estaba
viviendo con Sander, y después de una discusión, me
encontré con una cita de Nietzsche "El que se desprecia a sí
mismo aún estima al despreciador dentro de sí mismo" y lo
colgué en el tablón de anuncios del ‘Il Ghiotto’. No
importaba cuántas veces lo mirara, todavía me subía al
autobús después del trabajo volviendo apesadumbrado a
casa con Sander, estuviera allí o no, permitiendo que mi
vida se desarrollara en un patrón de predecibles
decepciones sin fin.

Por último, de manera espectacular, y probablemente


en su totalidad por accidente, me di cuenta de lo que
significaba y que mi boca iba más rápido que mi cerebro.
Estaba completamente cabreado de que JT no se hubiera
dado la vuelta. Yo no me iba a despreciar por ser quien era,
y nunca lo haría. No iba a permitir que nadie me hiciera
sentir mal por eso. Esa era una línea que podía dibujar en
la arena.

JT entró en mi corazón como nunca nadie lo había


hecho. Parecía demasiado joven para mí. Melodramático
por un lado, pero por otro lado admiraba su determinación
de ser integro, por unificar su naturaleza física y espiritual.
Me gustó que pensara en cosas como la integridad, sobre
205
todo cuando acababa de entrar en una relación sin
quererlo.

Supuse que encontraría una agradable muchacha


judía, y esperaba que pudiera hacer que funcionara,
esperaba que pudiera encontrar el tipo de amor que sus
padres habían tenido. Yo quería que él tuviera su ‘felices
para siempre’.

Tal vez encontrara uno yo también. Yo quería


exactamente lo que él quería. Yo quería una vida con
alguien. Pero no iba a tener citas o unirme con un grupo de
solteros. No iba a intentar ninguna cosa extrañamente
específica para encontrar el amor.

Y más importante aún, creía que podía encontrar lo


que quería con un hombre. Pero si no podía, no iba a
importarme en absoluto.

De todos modos, JT se había ido, y me iría al día


siguiente con Dan.

Ya que no había dormido la noche anterior, sabía


cómo luciría bajo la fría y fluorescente luz del amanecer en
el exterior del obrador incluso antes de que Muse tuviera la
oportunidad de gritármelo, pero un penetrante sonido
atrajo todas las miradas hacia mí.
206
—¿Qué demonios te ha pasado? —Preguntó Bianca—.
¿No tienes un espejo?

Candace parecía perfecta como siempre, tan fresca y


rubia como una modelo de pasarela. —Bianca, dale al
hombre un respiro. Se está curando de sus heridas sufridas
y de una enfermedad muy grave.

—Nuh-uh, su cara dice lo contrario. Dice que estuvo


en el Nacho’s Bar bebiendo y que no fue solo a casa. Dile a
mamá la verdad, cariño. ¿Valió la pena?

—Mala noche, —gruñí, y todo el mundo salvo Muse


retrocedió.

Candace estaba a punto de responder, pero Mary


Catherine se acercó con su coche, cegándonos con los faros
temporalmente mientras recitaba un alegre saludo por la
ventanilla abierta del conductor. Empezamos a movernos y
una espesa niebla sopló en el aire mientras esperábamos
que Mary Catherine estacionara y abriera la puerta.

—¿Necesitas un café? —Preguntó Muse.

No hice nada más que mirar a Muse, pero ella se


escurrió por delante de mí como si le hubiera dado una
palmadita a su espalda y me buscó unos minutos más
tarde, cerca de la mesa de mezclas con un caliente y
oscuro café, sosteniéndolo como una ofrenda a un dios.

—Gracias. —Sonreí con tristeza, el olor del café estaba


derritiendo parte de la escarcha de mi sentido del humor.
207
—Parece que no pudiste dormir.

—Lo hice, —le mentí—. Un poco.

—Me parece que tus sueños no fueron buenos.

—No.

—¿Y no tienes ganas de hablar de ello?

La miré. —¿Qué crees?

—Creo que si quisieras hablar de ello, lo harías. No va


a salir de aquí.

Parpadeé con incredulidad. Por una vez me hubiera


gustado que este particular mezclador no tuviera la
característica de un arranque lento, por lo que no se podía
echar todos los ingredientes de golpe si la ponías en
marcha rápidamente. Aunque me hubiera gustado haberlo
hecho. Una nube de hongo de harina y grasa para reflejar
mi estado de ánimo.

—De acuerdo, mentí, —ella se sintió mejor—. Tan


pronto como salgamos del obrador, hablamos. Nadie
debería presionarte ni nada por el estilo y todos tus
secretos podrían convertirse en dominio público.

—Aprecio tu honestidad. —Muse sonrió, bebiendo su


café—. No tiene sentido mentir.

Y al igual que eso, pareció soportable el pensar en JT y


la forma en que yo había echado a perder la noche anterior.
208
Llegó a ser divertido recordar todas las demás relaciones
que había tenido a lo largo de los años. Dejando de lado mi
orgullo y mi sentido común. Le dije a Muse oblicuamente
que había aconsejado a JT que permitiera que sus
amiguitas lo sodomizaran.

—Bueno, no eres precisamente Mr. Romántico. —Muse


se estremeció delicadamente—. ¿Puedo adivinar que
elegiste el peor momento posible para ofrecerle ese
consejo?

—¿Cuándo voy a aprender a callarme esta jodida


boca? —Me volví a la batidora, añadiendo a la mezcla agua
y sidra de manzana que era el potenciador de sabor secreto
de la masa de tartas de Mary Catherine y la puse en
marcha lentamente de nuevo. Miré a mí alrededor y vi a
Analise hablar con Bianca. Hablando realmente. Y no fue mi
imaginación, pero esa mañana había utilizado lápiz de
labios. Era de color natural, pero le dio a su boca un brillo
húmedo que la hacía parecer más carnosa y más atractiva.

—Wow. —Le di un codazo a Muse.

—Oh, lo sé. —Hablaba en voz baja—. Ella está


floreciendo delante de nuestros ojos.

Algo sobre eso hizo que mi corazón también creciera.


—Es jodido tener miedo todo el tiempo. Necesitas una gran
cantidad de energía.

—Sí, así es. —Ella me ayudó a sacar la masa para


llevarla a la nevera.
209
Trabajamos así durante casi toda la mañana, mi
estado de ánimo se volvió menos amargo a medida que el
día avanzaba. Ken se detuvo para decir que tenía una cita
para echar otra mirada al local enfrente de la estación de
bomberos y presionar a Mary Catherine a que fuera con él.
Él ya había hecho algunos números, al parecer había
hablado con algunos contratistas para convertir ese sitio en
el café que ella quería.

—Los revestimientos y la decoración podemos hacerlos


nosotros mismos, —nos dijo Ken—. Jordan es bueno con las
manos, y un montón de gente de por aquí está dispuesta a
ayudar si se lo pedimos. La mayoría de ellos sólo esperan
un pastel o dos por el trabajo.

—Debe ser maravilloso vivir en un lugar como este.


—Yo he vivido aquí toda mi vida, y Jordan viene de un
pequeño pueblo. Así es como se hacen las cosas.

—Espero que todo te salga bien, —le dije con


sinceridad.

Él frunció el ceño. —Entonces, ¿has decidido


abandonarnos?

Dejé lo que estaba haciendo, una base para una tarta


especial de Mary Catherine; manzanas ácidas cocidas
cubiertas de crema y nueces al estilo del tradicional pastel
de nuez. Mitad con manzanas, mitad con nueces y todo
delicioso.

—Voy a buscar a mi hermano. Llamó para decir que


210
viene hoy a buscarme.

—Pensé que estabas considerando quedarte aquí.

—Bueno, sí, —le dije— he estado pensándolo, pero


todavía tengo cosas en LA. Una casa. Amigos. Tal vez un
trabajo, pero lo pensaré detenidamente.

—¿Pasó algo? —Preguntó Ken, mirándome curioso—.


No. Pero llegué a esta ciudad muy jodido, y quiero esperar
antes de tomar cualquier decisión importante. —Pensé en
ello—. O incluso las más insignificantes.

—Creo que puedo entender eso.

Le tendí la mano para despedirme. —Como dije, os


deseo todo lo mejor, a ambos y espero que tengáis un gran
éxito.

—Gracias. —Me estrechó la mano—. Y estoy seguro de


que Mary Catherine te dará la bienvenida en cualquier
momento, por lo que no tienes que sentirte un extraño. Por
favor, piensa acerca de trabajar con ella aquí. Le gustas de
verdad.

—Gracias.

Lo vi salir con Mary Catherine detrás. Ella nos miró,


contemplando su pequeño reino antes de cerrar la puerta.
Mi cohorte y yo salimos a toda velocidad y por lo tanto a
Candace le dio tiempo de llevarnos a un restaurante chino
en la calle de atrás para almorzar.
211
Estábamos sentados alrededor de una mesa del patio
exterior, empezando a comer con palillos, cuando llegó
Dan. Se bajó de su coche y se acercó a donde estábamos
sentados, y lo primero que noté fue la ausencia de una
sonrisa en su rostro. Normalmente, un detalle así, algo tan
pequeño y aparentemente insignificante, no lo resaltaría,
pero era Dan, mi hermano, el héroe de mi infancia. La
única persona en el mundo entero al que siempre tenía
garantizada una sonrisa por el mero hecho de ser yo, y él
no estaba sonriendo.

Su paso era medido y lento, y cuando se acercó,


apenas dijo nada, pero lo aparté a unos metros de
distancia, donde pudimos hablar en privado.

—¿Qué problema hay? —Le pregunté, esperando que


me contestara. ¿Cuánto tiempo había durado el privilegiado
quid pro quo15 informativo que existía entre hermanos
después de la infancia?—. No me digas que Breeanna se ha
enfadado sólo porque querías hacerme una visita. ¿Cómo
puede molestarla si…

—Ella está engañándome. La dejé.

Me quedé helado. —¿Qué?

—Se está viendo con alguien de la iglesia. —Los labios


de Dan estaban apretados dolorosamente—. He pensado
que su romance debe ser de tiempo atrás... pero...
finalmente he obtenido la prueba, y no he podido ignorarlo
más.

—¿Qué pasó? —No podía imaginarlo. Dan el devoto


212
encontrando a su escuálida reina de hielo con otro hombre.

—He encontrado algunas cosas. —Él negó con la


cabeza—. Cartas. Videos.

—No. Joder. Vamos.

Eso pareció hacerle sonreír, y nos miramos a los ojos


por primera vez. —Vamos. —Una pálida copia legible del
chico que había conocido cuando era niño me lanzó con ese
gesto de su labio—. Puedes comprobarlo por ti mismo ya
que lo he subido a xtube16.

15
N de C: Locución latina, que significa esto por aquello, un intercambio de bienes o
servicios.
16
N de T: Xtube. Página de contenido pornográfico.
Me sorprendió -y me quedé completamente
encantado- por su acción. —No lo hiciste.

—Parece que lo hice.

—Dios mío. —Miré de nuevo a su coche.


Probablemente no era un buen momento para una feliz
reunión familiar—. ¿Qué piensas hacer?

—Cogí una habitación en el motel donde te estás


hospedando. De hecho, fue el dueño el que me dijo dónde
podía encontrarte.

—Ese fue Carl. ¿Cuándo entraste te dijo "sólo un


minuto" o te dejó para después? ¿Te hizo esperar?
213
—Sí, él estaba leyendo el periódico, y me dijo: —Te he
visto, dame un segundo, y terminó de leer el artículo.

Me reí. —Me encanta ese viejo. Es tan sencillo.

—Me recordó a... —Dan apretó los labios.

—Sí. —Estuve de acuerdo con ese pensamiento.

—De todos modos, me vendría bien un descanso. Mi


abogado va a presentar una demanda de divorcio. Le voy a
dar a Bree la casa.

—¡Eso es una mierda! ¿Después de lo que hizo?

—Es un pequeño precio a pagar por mi libertad,


Jakey.—Envolvió sus brazos alrededor de sí mismo como si
tuviera frío—. Honestamente mi primer pensamiento fue
¡qué alivio, mierda! Me siento como un sobre-inflado globo
que alguien… ha cortado para dejarlo suelto. Es magnífico
y aterrador al mismo tiempo.

—Claro que lo es. —Me di cuenta de que su falta de


sonrisa tenía más que ver con la incertidumbre que con la
infelicidad. Eché mis brazos alrededor de él y le di un fuerte
abrazo—. ¿Puedo invitarte a una cerveza?

—Oh joder sí. —Se relajó, como si yo hubiera dicho la


palabra mágica para que todos sus músculos se relajaran al
mismo tiempo. Como si se hubiera desconectado—. Y
vamos a estar bebiendo hasta que me desmaye. Luego
podemos tomar un taxi de vuelta al motel.
214
—No, no podemos hacerlo. Pero podemos caminar.

—Estas bromeando. —Él dejó que lo llevara hacia el


grupo de mujeres con las que ambos nos habíamos sentido
vigilados a lo largo de nuestra conversación.

—Urgencia familiar, señoras. El deber me llama. Mi


hermano necesita que lo emborrache.

Muse fue la primera en reírse. —Por supuesto. ¿Qué


debemos decirle a Mary Catherine?

—Díganle que mi familia y el alcohol son lo primero.


Tú tienes todo bajo control, ¿no?

Candace se irguió. —Por supuesto que podemos


hacerlo sin ti, pero no estoy segura que sea del todo sabio
ser cómplices de…

—Dale un descanso, cariño, —le dijo Bianca—. El


hombre necesita un trago, deja que se tome una
condenada copa.

Candace la gruñó. —Para tu información, Bianca, se


puede decir que necesariamente alguien necesita un trago.
Aunque el alcohol sin duda va a hacer que se sienta mejor
por un momento mientras pierde sus inhibiciones, a la
larga, sus propiedades depresoras son contraproducentes…

—Sé que no tenemos que escucharte hablar sin parar


sobre el alcohol, y en cuanto a la forma en que naciste con
un tocado de plata alrededor de tu cabeza, te he visto
beber cariño, y no es una cosa tan agradable como piensas
215
que es.

Muse intervino. —Lo que creo que Bianca quiere decir


es que es imprudente...

—Sé exactamente lo que Bianca ha querido decir, —


dijo Candace con frialdad—. Ella quiere decir que no es muy
bonito tener defectos. Al igual que cuando tiene sus piernas
entrelazadas al cuello de algún extraño como si fuera la
última vez que pudiera hacerlo…

—¡Guau! —Dije—. Whoa, whoa, whoa. Mi hermano


acaba de llegar.

Candace y Bianca tuvieron la decencia de sonrojarse.

—Dejen de pelearse hasta que os conozca y pueda


apostar por alguna de ustedes.

Bianca me dio un manotazo, y Candace mostró su


típica mirada glacial.

—Me voy, —le dije, envolviendo una mano alrededor


del hombro de mi hermano y sonreí a Muse—. Cualquiera
que quiera vernos tendrá que presentarse en el Nacho’s
más tarde, pero no pretendo estar reconocible para
entonces.

—Ustedes me reconocerán. —Mi hermano saludó a las


chicas—. Seré el que os pellizque vuestro irresistible
trasero.

Caminamos hacia el coche de Dan, dejando un


216
paréntesis de silencio detrás de nosotros.

Me volví hacia él al salir del estacionamiento. —No


acabas de decir eso.

—Sí, lo hice en realidad.

Me volví hacia él de nuevo, casi porque no podía


mantenerme para comprobar si era cierto. Mi hermano
estaba allí, sonriendo y libre. —Bienvenido a casa,
hermano. Te he extrañado mucho.

—Yo también, colega. —Dan no me miró, pero empujó


mi hombro lo suficientemente fuerte para golpearme contra
la puerta del pasajero—. Yo también.
Recién acabado de comer en el obrador de pastelería y
Dan recién tomado un desayuno tardío, nos entretuvimos
mutuamente con un enorme bol de nachos con salsa y una
hilera de cervezas alineadas en la mesa hasta que se las
llevó el camarero. Alguien se acercó y nos dijo que no era
correcto comerlas sin guacamole, así que pedimos un poco
y un par de chupitos de tequila, ya que en ese momento
ambas cosas parecían una buena combinación.
217
En el momento en que el sol del atardecer se inclinaba
sobre la terraza, nos reíamos de chistes de elefantes y
estabamos haciendo planes para convertirnos en surfistas
vagabundos.

—Ese es el quid de la cuestión. Podríamos pillarnos


una autocaravana y dejarnos llevar, irnos donde el tiempo
sea favorable. Surfear cuando nos dé la gana. —Dan hizo
girar la cerveza en la mano y luego se la llevó delante de
sus labios—. Puedes coger la carretera Panamericana con
destino a Chile. Una vez en América del Sur, viajar a lo
largo de la costa a excepción de un pequeño trozo de selva
tropical.

—¿Quién eres tú, hombre? —Le pregunté. El rostro de


Dan era corriente, con el pelo y ojos de color castaño
oscuro, su piel aceitunada, todas esas características eran
tan parecidas a mí como si me enfocaras con una cámara
de fotos, pero su voz me sonaba familiar.

—No lo sé, Jakey. —Él cogió la etiqueta de la


cerveza—. No tengo ni idea, y eso me está matando.

No sabía qué decir. Cuando me fui a Israel con zeyde,


yo acababa de salir del instituto. Dan había estado en la
universidad. En los años siguientes él había hecho todo
bien. Había conseguido un master en administración y
dirección de empresas y la licencia de agente inmobiliario, e
inmediatamente comenzó a trabajar exclusivamente en la
zona cara de Monterey Bay, tanto en la venta de inmuebles
como en la inversión en ellas, comprando y vendiéndolas
en Santa Cruz cuando todavía era una forma viable de
ganar un buen montón de dinero en efectivo, así como la
concesión de préstamos independientes, con compras y
218
ventas de hipotecas. Lo había hecho muy bien, y eso
parecía como que el cielo era el límite. Pero en los últimos
tres años hubo una oscilación del péndulo en la otra
dirección que le había costado a él y a otros como él una
gran parte de su riqueza acumulada, que calculaba que
podía haber sido -por decir algo- millones.

Parecía que su matrimonio se estaba terminando, y


era difícil saber cómo responder a eso porque nunca me
había gustado su mujer. Mientras bebía y hablaba, me
quedó claro que al menos por el momento, él no estaba
fatalmente deprimido por su cambio de fortuna. En alguna
forma indefinible se sentía liberado por ella.

Este Dan bebiendo conmigo era el mismo que el Dan


que levantó los brazos al cielo en señal de triunfo el día que
celebramos nuestra libertad de la tiranía, el día que mi
zeyde nos llevó a Jersey Shore para que nuestro padre
pudiera escabullirse. Esa fue una temporada de altos y
bajos increíbles desgarradores. Al final, incluso contando la
pérdida de nuestro padre, no creo que nunca hubiera tenido
un día mejor que ese. Nada de lo que habíamos soñado
parecía posible -incluso probable- entonces.

Dan sonrió con timidez detrás de la cerveza cuando la


gente entraba al bar para cenar. Comenzó a sonar la
música del talentoso violinista en el Nacho’s.

—¿Qué diablos? —Dan estiró su cuello para ver mejor


al músico, que tocaba una conocida melodía mariachi.

—¿Qué te parece?
219
—¿Cómo es que nunca he estado aquí antes?

—Probablemente porque tu esposa no come. —


Remarqué sarcástico.

—Este lugar es impresionante. ¿Aquí es dónde hacen


los brunch dominicales?

—Sí, supongo. Si tenemos suficiente hambre,


podemos pedir la cena. La comida es genial. Más tarde se
convierte en un bar gay.

Sus ojos se abrieron. —¿Estas de broma?

—No, no es broma. —Vi caras conocidas por el rabillo


del ojo, eran dos de los bomberos locales. No era Cam.
Estaba bastante seguro de que todavía estaba haciendo su
turno hasta el día siguiente. Me reconocieron y les hice un
saludo con la cabeza.

—Parece que conoces a algunos de los lugareños.

—Sí, bueno, con mi historial, ¿lo dudas? O con la


policía o los técnicos de emergencias médicas. —Tomé un
sorbo.

Dan frunció el ceño. Me di cuenta de que estaba


catalogando las huellas de la pelea que había tenido con
Sander, algunas de los cuales todavía se reflejaban
débilmente en la piel. —¿Vas a volver con él?

—No. —Lo dije con más fuerza de lo que había


planeado—. De ninguna manera.
220

—Bien.

—Tampoco sé si todavía tengo trabajo en el Ghiotto.

Dan se inclinó hacia atrás y miró hacia la playa. —¿No


somos un par de putos perdedores?

—Yo no soy un perdedor. No me siento como un


perdedor.

—Porque estás completamente borracho. —Él se


levantó—. Necesito un cigarrillo.

—Tú no fumas.

Se rió mientras sacaba un paquete y un encendedor


del bolsillo delantero de sus vaqueros, y luego volvió a
sentarse. —No delante de cualquiera que pudiera decírselo
a mamá o a Breeanna. Mamá está muerta y no me importa
un carajo mi mujer, así... Puedo fumar aquí, ¿verdad?
Estamos fuera.

—Creo que sí. La gente lo hace.

—No me mires así. —Encendió el cigarrillo y dio una


profunda calada…— Si no tienes trabajo, ¿qué vas a hacer?

—Estaba pensando en mudarme de nuevo. No hay


nada por lo que quedarme en Los Ángeles.

—¿Sí?
221
—He estado pensando en mudarme aquí.

—¿En este lugar? —Dan miró a su alrededor—. ¿Qué


hay aquí?

—Es posible que haya una oferta de trabajo. Jefe de


pastelería en un nuevo negocio. Actualmente estoy
haciéndolo.

—¿Como para una cadena de restaurantes?

—No, este negocio hace pastelería para venderla en


restaurantes y mercados locales. La propietaria está
pensando en abrir un local, algo así como un café francés. Y
necesita un jefe de repostería.

—Si ella está en el negocio de la pastelería, significa


que tú puedes hacer pasteles, pan y dulces. Podrías
encargarte del local y ella estaría libre para agrandar su
negocio. —Movió el cigarro y la ceniza cayó al suelo de la
terraza; un ayudante de camarero lo vio y le llevó un
cenicero—. ¿Podríais ser socios?

—¿Eso no cuesta dinero?

—Todo cuesta dinero. —Aplastó el cigarrillo en el


cenicero—. Sin embargo, hay cosas que valen la pena.

Sabía que él estaba pensando en Breeanna y cuál


sería el costo de deshacerse de ella.

—Puedo respaldarte en ese pequeño negocio.


222
—¿No te resultará un poco difícil hasta que no
termines de divorciarte? —Dan se rió y arrancó un trocito
de etiqueta de la botella de cerveza—. ¿Te refieres a las
capitulaciones prematrimoniales? Hicimos una cláusula de
infidelidad.

—Oh, maldito afortunado. ¿Qué demonios estaba


pensando?

—Ella quería evitar que le hiciera alguna jugarreta y


hacerme pagar si lo hacía. Además, pensaba que yo iba a
ser un gilipollas. —Hizo una mueca—. Tal vez ella estuvo
haciéndolo durante un tiempo. Yo actué como uno.

—Estos tiempos inciertos hacen las cosas difíciles en


un matrimonio, —le dije—. Es bastante común luchar por el
dinero.
—No estaba acostumbrada a escuchar la palabra no.
Eso ha sido difícil para ella. No quiero pelear con ella, y no
lo hago porque esa cláusula me da el derecho de echarla a
la calle. La mayor parte de lo que tenía fue adquirido antes
de conocernos, así que legalmente es todo mío. Ella se
queda con la casa, un coche, una manutención por mi
parte. Las cosas se pusieron mal cuando el mercado se
derrumbó y no lo hice bien, pero va a ser feliz y no la voy
a dejar tirada; eso me reconforta interiormente.

Asentí con la cabeza. —La paz interior es buena.

—No puedes comprar eso, —admitió con sequedad.

—Pero acabas de decir…


223

—¿Las bebidas y los aperitivos te han abierto el


apetito? —Hizo una señal al ayudante de camarero y le
pidió que viniera el camarero.

—No mucho, —le dije con sinceridad.

Puso los ojos en blanco. —No dije eso. Por primera vez
en cinco años estoy en un restaurante en el que realmente
puedo comer sin tener que pedir disculpas.

Me sentí mal por no tener hambre. —No había


pensado en eso.

—Soy libre. —Levantó la botella de cerveza—. Viva la


Revolución, Yasha. ¡Es el día de la independencia!
Una voz resonó detrás de su entusiasmo.

—¡Viva! ¿Qué estamos celebrando?

Me volví un instante antes de que Cam pusiera su


mano en mi hombro. Estaba empezando a preguntarme si
los turnos de los bomberos eran a media jornada. —Hola,
Cam. ¿Los incendios solo ocurren de ocho a cinco? Todos
ustedes parecen acabar por la noche.

Cam miró hacia la barra. —Algunos chicos están


realmente fuera del trabajo. Sólo vine para recoger la cena.
Están haciendo paella esta noche en la estación y soy
alérgico a los mariscos. Si se produce un aviso mientras
estoy aquí, mi busca se enciende y tengo un minuto y
medio para llegar a la estación. —Él se pavoneó, mostrando
224
sus músculos—. Soy grande y rápido, así que puedo
hacerlo.

—Grande, sí. —Me burlé de él—. ¿Pero rápido? Todavía


tendría que ver lo rápido que eres.

—Soy grande todo el tiempo. —Cam me dio una


predecible mirada lasciva—. Pero me tomo mi tiempo con
todas las cosas realmente importantes. Solo soy rápido
cuando hay vidas en peligro.

Dan habló. —¿Por qué no la hacen sin mariscos?

—¿Qué? —Cam volvió su atención a mi hermano y dio


un respingo. Mi hermano era una vieja y más refinada
versión de mí. Cuando éramos niños, siempre me sentía
como si él fuera James Bond y yo apenas un GI Joe. En un
mundo donde podría decirse que yo tenía un recurso
basado en el encanto acogedor y sin pretensiones, y Dan
irradiaba algo más elegante y fresco. Algo poderoso que
Breeanna no había eclipsado totalmente con su necesidad y
altivez. Ella había erosionado la base de la confianza que
tenía en sí mismo y que siempre había admirado en él, pero
parecía estar de vuelta con una venganza.

Yo quería cantar el Aleluya.

—Digo la paella, ¿por qué no la hacen sin marisco? —


Terminó de aclarar mi hermano.

—Porque a ellos les gusta, —respondió Cam como si


Dan fuera estúpido—. No es molestia el venir aquí y pedir
algo para llevar, y no tiene sentido el privarlos de algo que
225
les gusta.

Dan le sonrió, sacando a relucir su encanto letal, y


Cam hizo algo totalmente inusual. Se sonrojó y bajó la
mirada hacia sus manos.

—Está bien, adiós. Me tengo que ir. —Se dio la vuelta


y se dirigió hacia el interior del restaurante a toda prisa y
sin mirar hacia atrás.

—¿Crees que su busca sonó?

—No lo sé. Nunca lo había visto así. Es como si tú


solo... le hubieras bajado los humos.

Dan se golpeó la frente con la mano. —Estoy en un


bar gay.
—Sí. Pero no todo el mundo aquí es gay. No creo que
él pensara nada, si tú lo dices.

Se estaba riendo, y yo pensé que era una buena señal.


—Gracias a Dios la homofóbica hermana Breeanna ya no
está con nosotros. Es como la maldita beata cuando se
pone en marcha. —Él la imitó casi a la perfección y estuve
a punto de escupir mi cerveza—. 'Eso es porque tu
hermano no es natural, y cuando alguien no es natural, se
olvidan que se van a convertir en herramientas de un
pequeño hombre homosexual al que llamamos Satanás, el
príncipe de las tinieblas, el hijo del hombre, el diablo, la
bestia, beeeeeelzebuuuuu...

—Dan... ¿Qué diablos? —Me dolía el estómago de


226
tanto reírme. No tenía ni idea de quién era esta persona -
que se veía y sonaba exactamente como mi tenso y
malhumorado hermano- pero lo amaba—. ¿Entonces por
qué te casaste con alguien como Breeanna?

—No lo sé. Pensé que la amaba lo suficiente como


para hacer que funcionara. —Debía haber hecho un sonido
de negación, porque él movió la cabeza hacia mí—.
Realmente pensé que si yo... En fin, no lo sé. No hizo falta
mucho tiempo para ver los problemas que íbamos a tener.

—Puedo imaginar cómo lo afrontaste.

Dan se inclinó sobre la mesa hacia mí, sosteniendo


una botella de cerveza vacía entre las manos, pareciendo
mi reflejo. Era como si -de repente- se desinflara. —Yo no
soy él.
—¿Quién?

—No soy papá. No le he hecho daño, no la he dejado


tirada. Aun cuando no fui feliz.

La lealtad de Dan por Breeanna siempre me había


desconcertado, pero ahora entendía que era otro extraño
legado de mi padre.

Joder.

—Dan. —Suspiré.

—No importa. No importa más, y podría haber sido


peor. —Sonrió—. Tuve que pasar mi propia prueba. Tenía
227
que demostrar que no era papá. Yo nunca lo seré. Ni por
todo el dinero del mundo.
¿Por qué no me sorprendí en lo más mínimo cuando JT
se presentó en el bar a eso de las diez llevando a su chica
de turno bajo el brazo?

Por lo demás, ¿por qué estaba allí? Dan y yo habíamos


pasado todo el día y toda la tarde bebiendo y recordando.
Había pasado bastante tiempo desde que perdí la cuenta
del número de cervezas y boles de nachos que nos
habíamos comido. Nosotros dejamos de comer sólo el
tiempo suficiente para pedir unos platos de pequeños tacos 228
de pescado a la parrilla. Ellos trajeron unos suculentos
trozos de pescado blanco cubierto con col crujiente rallado,
ensalada mexicana, queso mexicano suave, una salsa muy
picante que nos obligó a pedir unos margaritas. Entre el
alcohol, los recuerdos, y la estupenda comida, no era de
extrañar que el tiempo pasara volando.

Me dirigía de nuevo a la terraza desde el cuarto de


baño cuando vi a JT. Pasando a través de la multitud y
saludando a los que conocía, arrastrando a su cita como si
fuera un cachorro. Vi su cara cuando vio a mi hermano y se
detuvo en seco.

Dan y yo realmente nos parecíamos. La diferencia de


edad era lo suficiente como para que nos confundieran con
gemelos como cuando éramos niños, pero ahora no podías
estirar la imaginación demasiado lejos. Salvo por su pelo,
que se estaba volviendo gris por las sienes y la corpulencia
que yo había adquirido cuando estuve en el ejército Israelí
que había mantenido con duro trabajo y pesadas cargas
que había llevado a menudo en el Ghiotto, podríamos
parecer gemelos. Vi a JT pasear la mirada a través de la
multitud y cuando me encontró, se dio cuenta que sabía
que él había estado buscándome. Bajó los ojos y se
encaminó con su cita hacia el bar.

De puta madre.

Volví y me encontré a mi hermano poniéndose en pie


y levantándose de la mesa, cediendo la mesa a un grupo de
cansados y sudados chicos que acababan de estar bailando.

—Pensé que deberíamos irnos. —Volvió a mirar a la


mesa con nostalgia, como si él no quisiera volver a casa
229
después de unas vacaciones estupendas—. Podría irme
dando un paseo.

Yo no estaba muy acorde con mis pies como para


echarme a la calle caminando.

Alguien me llamó desde detrás de nosotros, mientras


salíamos del club hacia el aire frío de la playa. —¡Yasha!

Dan y yo nos paramos en seco. Mi hermano parecía


que estaba esperando a un fantasma. Por lo menos yo no
fui el único que escuchó la similitud en la forma en que
zeyde y JT pronunciaban mi nombre.

—Por Dios, —susurró Dan mientras reconocía a JT.

—Pensé que te había visto. —JT caminaba con su


amiga hacia nosotros—. Entonces me di cuenta de que
tenías que ser su hermano. —Le tendió la mano, y Dan se
la estrechó—. JT, y ella es Stephanie.

—Dan. Encantado de conocerte. —Mi hermano la


saludó también.

—Ya nos íbamos. —Admito que siempre puedes contar


conmigo para señalar lo obvio.

—¿Tan pronto? —Miré a Dan, y empezamos a reírnos,


probablemente más de lo que lo hubiéramos hecho si
hubiéramos estado sobrios—. Llevamos aquí desde el
almuerzo.

—Ya hemos cubierto el cupo. —Dan resoplaba por la


230
nariz y lo demostró, balanceando los brazos y girando como
un patinador.

—Algunos más que otros. —Miré a Dan. ¿Quién era


esta persona?—. Es hora de dar un paseo, Danilo.

—Podríamos llevaros, —se ofreció JT.

A Stephanie no le agradó mucho esa idea. —Acabamos


de llegar, Jason.

—Sólo me llevará unos minutos. ¿Por qué no te traigo


algo de beber y luego los llevo a casa?

Si eso no era la idea más espectacularmente mala que


había oído alguna vez decir, no sabía que era.
—Jason. —Stephanie frunció el ceño.

Él se inclinó hacia ella. —La semana pasada Yasha


estaba medio muerto. Ahora él va a coger el coche por toda
la ciudad. Deja que me encargue de esto para que no se
extralimite más. No quiero llevarlo de nuevo a
emergencias.

Puse los ojos en blanco y cuando volví a enfocarlos,


Stephanie estaba haciendo lo mismo. —Está bien, como
quieras. Si tardas mucho, me voy a ir a casa con alguien
más, —advirtió.

JT le dirigió una sonrisa imperturbable. —Gracias. —A


nosotros nos dijo: —Vuelvo en un momento, una vez que
haya dejado en buenas manos a Steph. —Entonces se
231
sumergió de nuevo en el bar. Cogí a Dan por el brazo y
empezamos a caminar.

—¿Qué diablos fue eso? —Preguntó.

—¿Eso? —Miré de nuevo a la puerta, por donde JT


había desaparecido—. Ese era el Homo Genus, de la
especie quiero que me folles y de la subespecie fondo de
armario. Pasemos a las jaulas con animales interesantes.

—Tú estás de cachondeo. —Dan sacó su brazo y se


paseó por la calle como si le perteneciera. Podía tener un
auto-control extremo, por el cual siempre le tuve envidia.

—¿Cómo podría hacer eso? —Le pregunté—. Me gusta,


pero me odio a mí mismo por estar con chicos como ese.
—No todo el mundo tiene tu valor. —Dan miró al
suelo.

—Es honestidad, no valentía. No debes dejar tirada a


tu cita y largarte con un chico para que te haga una
mamada después.

El cuerpo de Dan se tensó completamente. —¿Él hace


eso?
—Sí, bueno. No. En realidad no. —Pude ver que
estaba empeorando las cosas—. Es el hijo de Carl. El tipo al
que le pertenece el motel. Tiene sentimientos que ni el
mismo entiende y tiene un carácter muy religioso. Él estaba
asustado y me habló. Todavía sigo sin entenderlo.

—Tal vez porque lo entiendes. Pasaste mucho para ser


232
quien eres. Sufriste demasiado en el instituto.

—Este pueblo está lleno de chicos gays con los que


puede hablar.

—¿Él es judío? Tal vez es porque tú lo eres.

Paré de caminar. —Tal vez. Nunca lo pensé de esa


manera.

—Tú te defendiste cuando mamá empezó a decir que


violabas las leyes.

—Zeyde estaba de mi lado.

—Tampoco lo aprobaba.
—Me dijeron que no era lo que habían planeado para
mí. —No podía ver las estrellas, a pesar de que las miraba.
El estrato marino -la gruesa y crónica nube no era lo
suficientemente baja como para ser llamada niebla- era
muy densa y hacía sonidos distantes, como el ruido de la
carretera y el ruido de las olas más audibles, pero cubría
como un manto la ciudad, oscureciendo el cielo—. Ellos no
me hicieron sentir mal exactamente.

—Tú te adaptaste. Fuiste apaleado en la escuela y


luchaste todo el tiempo.

—Fue un regalo del cielo que zeyde quisiera ir a Israel.


Sé que mamá se sintió aliviada de librarse de mí por un
tiempo. Esa distancia hizo que fuera mucho más fácil para
nosotros estar juntos cuando regresé.
233

—Sí. —Resopló Dan—. Un regalo del cielo.

No me gustó la forma en que lo dijo. —¿Qué quieres


decir con eso?

—Zeyde nunca planeó irse hasta que hubieras estado


en la universidad.

—¿Qué?

—Adelantaste su salida seis años antes, Jakey. ¿No lo


sabias?

—No, no lo sabía. Por supuesto que no.

—Tanto zeyde como mamá pensaron que sería más


fácil para ti el iros a Israel.

—¿Más fácil?

—El ser gay.

—Lo fue. Bueno. Eso fue más fácil. Además, me alegré


de estar con zeyde. —Continué caminando y no me di
cuenta de que la camioneta de JT iba a nuestra altura. Se
detuvo cuando Dan le reconoció y puso una mano en mi
brazo para acercarme hacia él.

—Aquí viene tu chico.

—Él no es mi chico. Nunca he conocido a nadie más


confuso en mi vida.
234

—Sí, es cierto. —Dan abrió la puerta e hizo un gesto


con la barbilla para hacerme saber que debía entrar
primero—. Sólo que no lo sabe.

No tuve tiempo de pensar en lo que quería decir,


porque JT habló de inmediato.

—Así que, ¿cómo encontraste St. Nacho’s, Dan?

—Tengo una lupa en la guantera de mi coche, JT, y


sólo tuve que utilizarla.

Por alguna razón no pude profundizar en eso, pero JT


lo encontró hilarante. Él no tuvo control de sí mismo hasta
el siguiente semáforo. —Es un pequeño pueblo. No puedo
creer lo mucho que os parecéis vosotros dos.
—Las similitudes no acaban ahí. Tenemos los mismos
padres, por ejemplo.

—¡Dan! —Le di un codazo fuerte.

—¡Ay! —Nadie dijo nada más hasta que JT estacionó


su camioneta frente a mi habitación del motel. Mi hermano
y yo salimos y nos recostamos en la puerta para decirle
adiós. La expresión de JT era ilegible. Estrechó su mano y
luego la mía.

—Así que supongo que te vas mañana.

Mi hermano no me había sorprendido en mucho


tiempo, pero cuando él volvió a coger la mano de JT dijo:
235
—No tientes suerte, ‘chico del armario’. Nosotros estamos
aquí para decirte que te decidas de una vez.

Bueno. Sí. Eso me sorprendió. Luego cerró la puerta


de la camioneta y le despidió saludándolo con los dedos.

Mi corazón se estrelló contra mis costillas, y me


acordé de lo que era ser el hermano menor de Daniel
Livingston. Era como viajar en la parte posterior de un
cometa sin traje espacial.

Empieza el espectáculo.

JT bajó del camión por el lado del conductor y se dio la


vuelta, con los brazos cruzados y una expresión en su
rostro que reflejaba la de mi hermano. Él se encontraba
endiabladamente resentido con nosotros en este momento.
—¿Disculpa?

Por alguna razón Dan pensó que era divertidísimo. —


Estás excusado.

¿Tal vez el imprudente fanfarroneo era un rasgo de


familia?

Puse mi mano sobre el brazo de mi hermano. —Dan,


ve a tu habitación. Te llamaré por la mañana temprano e
iremos a desayunar. —Dan me habló, pero yo no quitaba
los ojos de encima de JT—. No lo creo.

—Dan…
236
—No sé cuál es tu problema. —JT frunció el ceño—.
Solo estoy aquí para traeros de vuelta a casa.

—En ese caso, muchas gracias. Jakey, ya te puedes ir


a dormir.

—Por Dios. —Saqué la llave de mi bolsillo—. Dan, eres


un jodido grano en el culo. Aplícate el cuento. Duerme un
poco. Mary Catherine no me espera mañana, así que me
voy a dormir.

Escuché a Dan murmurar algo así como; que duermas


bien, pero abrí la puerta y entré, luego la cerré detrás de
mí. No podía escuchar el resto de lo que decían, incluso con
mi oreja pegada a la puerta, pero al final el motor de la
camioneta de JT arrancó y él se apartó. Las pisadas de mi
hermano eran pesadas sobre el cemento de las escaleras al
final de la fila de habitaciones.

Mi teléfono sonó cinco minutos más tarde.

—¿Hola?

—Quería hablar contigo. —Era la voz de JT.

—¿No tienes una chica esperándote en el Nacho’s?

—Sí. —Escuché un ruido de percusión que sonó como


un puño golpeando el volante.

—¿No está esperando que la lleves a casa?

JT siseó un suspiro. Me pregunté si utilizaba un


237
auricular con Bluetooth. —Ella no espera nada.

—¿No?

—No. Yo por lo general no... en la primera cita. Tengo


un montón de primeras citas, Yasha.

—¿Dónde demonios encuentras todas esas chicas en


un pueblo tan pequeño?

—Ella no vive aquí. Es de Goleta.

—Eso está jodidamente lejos.

—Nos encontramos a mitad de camino. Su coche está


aparcado en un restaurante de la 101.
Pensé en eso. —¿Por qué no eres un hombre y tienes
una primera cita conmigo? —Le pregunté—. Sin nada más,
yo soy de aquí, y puedo hacerlo relucir.

Él sonrió a medias y lo sentí. —¿Puedo venir más tarde


después de dejarla?

—¿Para qué? Si me quedo esperándote, no va haber


manera de que lo haga una sola vez con ‘el chico del
armario’.

—¿Tal vez podríamos hablar?

—No estoy convencido de que sea una buena idea


después de las cosas que dijiste anoche.
238
—Lo siento. Me comporté como dice mi padre como
un estúpido arrogante.

—No soy un jodido perdedor.

—Ya lo sé. Lamento haber dicho algo que te hiciera


sentir de esa manera.

—Gracias por eso.

—Tú has sido muy paciente conmigo. —Suspiró


audiblemente—. Me gustaría hacer las paces contigo de
alguna manera.

Me quedé en silencio durante un rato, pero él hizo por


contestar. —No arranques la camioneta, o mi hermano
sabrá que estas aquí.
—Hey. ¿Te avergüenzas de mí?

Hice esa cosa -ese estúpido gesto— donde miré el


teléfono como si pudiera ver a través de él a la persona en
el otro lado. —¿Estás bromeando?

—Sí. Estoy bromeando. Lo siento, Yasha. Eso fue de


mal gusto.

Mi mano se apretó sobre el teléfono, pero sonreí. —


Fue muy divertido en realidad.

—Un poco.

—Sí.
239

—¿Nos vemos más tarde?

—Más tarde. —Colgué.


Admito que me bañé a conciencia. Me restregué por
detrás de las orejas y entre los dedos de los pies y... por
todas partes. Me puse una camiseta y unos holgados, y
cómodos pantalones vaqueros y me puse a ver las noticias
y luego un documental sobre la biografía de famosos
asesinos en serie.

Fue bastante fácil imaginar a JT riendo y bebiendo


con Stephanie, la chica del día, y era tal fácil de imaginar
que había perdido la noción del tiempo o había cambiado de 240
idea o peor aún, había decidido tomar lo que Stephanie le
estaba ofreciendo antes o en lugar de venir.

¿Y si lo hacía?

No sería diferente a lo que él había estado haciendo


todo el tiempo. En algún momento tuve que admitir que me
había entretenido con desesperanzadas fantasías y que JT
estuviera jugando conmigo. Lo había estado intentando
antes, pero -de momento- sin éxito. Si no hubiera
conocido a JT en circunstancias tan inusuales, si él no me
hubiera recordado tanto a la única persona que había
significado todo para mí cuando crecí, entonces él podría
haber fracasado también.

Quise decir lo que le había dicho.

Si pasaba la noche conmigo, yo no iba a ocultar mis


sentimientos por él. Trabajaba con un buen número de
astutas y sagaces mujeres en el obrador de pastelería y él
no podría tener ninguna posibilidad.

Pegué un salto cuando JT llamó suavemente a la


puerta. Cuando contesté mi corazón todavía latía con
fuerza, pero no porque tuviera miedo.

JT esperaba en el otro lado, sosteniendo dos paquetes


de seis cervezas Michelob Amberbock.

—¿Te marchas? —La cara de JT era predeciblemente


amistosa—. Sólo pensé... —Señaló la zona próxima a la
televisión—. Tienes nevera. Pensé que te gustaría un poco
de cerveza por si es posible que te quedes aquí. Regalo de
la casa.
241

Lo miré mientras sacaba las botellas una a una y los


guardaba en la nevera. —¿Has averiguado de lo que
querías hablar? —No había ninguna razón para ponérselo
fácil.

—Vamos, Yasha. —Él tomó mi mano en un apretado


agarre—. Sabes lo que quiero.

—Sí. —Lo atraje hacia mí, y no hubo necesidad de


palabras. No me importó con cuantas reinas del baile se
hubiera paseado por la ciudad. Estaba seguro que no iba a
importarle que mi hermano le pateara el culo cuando
viniera por la mañana. Había algo irresistible entre
nosotros, algo que me hizo apretar mis brazos alrededor de
él, cerrar los ojos y respirar su aroma. Empaparme de él
como si fuera la luz del sol.
—Me siento bien cuando estoy contigo, Yasha. —
Escondió la cara contra la piel de mi cuello—. Nada parece
tener un maldito sentido.

—Ven aquí, —le dije, tirando de él hasta la cama. Yo


estaba buscando a tientas los botones de su camisa,
tirando de ella desde la cintura de sus pantalones de tweed.
Llevaba puesta una correa de cuero flexible con una hebilla
elegante de oro. Sólo me llevó un minuto tirar de ella a
través de las presillas. Tirándola sobre la alfombra mientras
se desabrochaba la bragueta. Tan pronto como abrió la
cremallera, sabía que iba a mamarle su miembro a través
de sus boxers. Eran unos boxers ajustados, grises, con una
raya granate en el elástico. Me costó trabajo olvidar que los
llevaba para su chica.
242

Se quitó los zapatos y se quitó los pantalones mientras


yo seguía la línea delgada de vello desde su ombligo hasta
su sexo. Él se removió, y me di cuenta de que no tenía idea
de dónde poner las manos. Cuando lo miré, sus ojos
brillaban de lágrimas contenidas.

—¿Qué diablos? —Lo acerqué a mis brazos—. ¿Vas a


hablarme?

Sacudió la cabeza y juntó las manos.

—Has venido aquí, ¿recuerdas?

—Lo sé, —dijo con voz ronca—. Yo quiero esto. Lo


deseo.
—Una cita, incluso un chico, no te hacen gay, JT. La
curiosidad puede ser una cosa natural para ti. No te
condenes por ello.

—¡Cállate y bésame! —JT me agarró de la ropa,


primero sacándome la camisa por la cabeza con
brusquedad y jugueteando con los botones de mis
vaqueros—. Me lo prometiste. Me dijiste que si volvía, me
ibas a poner sobre la mesa y…

—Shh. —Sus manos temblaban tanto que las cubrí


con las mías. Estaban frías y sin pensarlo, me las llevé a mi
boca para calentarlas—. ¿Te puedes tranquilizar? —Froté
sus dedos—. Podemos ir despacio. Podemos empezar y
decidir luego, sí o no. ¿Está bien?
243
—Está bien. —Él se relajó, y sus manos se
calentaron—. Despacio suena bien.

—Voy a poner la ropa aquí. —Cogí los pantalones y


me entregó su camisa. Él parecía hacer caso omiso de su
ansiedad residual y me entregó el resto de su ropa. Puse
todo cuidadosamente sobre una silla y me volví hacia la
cama.

—¿Necesitas mis boxers? —Miró hacia abajo, con la


cara sonrojada, pero listo para quitárselos.

—Creo que te los puedes dejar puestos por ahora.


Parecen excitantes. —Le quité los calcetines, ya que las
veces que había visto a un actor porno llevar nada más que
calcetines, siempre me hacía reír.
—¿Puedo quitarte tus pantalones vaqueros? —Sus
manos se cernían sobre la bragueta de mis pantalones.

Puse mis manos en mis costados. —Puedes hacer lo


que quieras.

—Quiero tocarte. —Él abrió el botón de mis pantalones


vaqueros con cautela—. Quiero probarte.

Vi como bajaba cuidadosamente la cremallera. Luego


puse mi mano sobre su cabeza, rozando su cabello castaño.
Estaba cortado con precisión, largo por la parte superior,
esmerado sobre las orejas y cónico en el cuello. Se sentía
bien y lo removí un poco, acariciándolo. Él no podía
controlar su pesada y cobriza barba con la misma precisión.
Me encantaba su erizada y áspera textura bajo mis dedos y
244
acaricié sus mejillas para sentirla.

—Tienes esas manchas doradas que se sienten como


el papel de lija, —señalé, aunque a él le debió haber
parecido una observación un tanto absurda, lo hacían
parecer brillar. Pasé los dedos arañándome antes de que su
boca se mudara para presionar sus labios contra mi sexo.
Me quedé quieto -eso me mató- mientras la lamía con
delicadeza, explorando primero vagamente. Él la acarició y
la probó, absorbiendo mi olor. Me pareció insoportable.
Vergonzoso. Pero tan jodidamente sexy que casi me
explotó en la cara mientras recogía el líquido que goteaba
de la punta en la lengua.

Se quedó allí un momento y luego me arrastró hacia


abajo para compartir un beso profundo, íntimo, en el que
me pude saborear.
¡Santo cielo!

Qué boca. Tenía un labio superior con un definido arco


de cupido perfectamente formado y un labio inferior que
rogaba por ser cortado entre mis dientes. Se removió en la
cama, y me arrastró hasta estar cerca de esa fabulosa boca
y entonces le mordí suavemente. Esa pizca pequeña de
dolor le hizo gemir y moverse por debajo de mí, sus piernas
se abrieron ligeramente, y sus brazos se apretaron a mí
alrededor, y lo siguiente que supe era que estaba
balanceando una pierna sobre sus muslos -a horcajadas
sobre él- para estar más cerca.

Yo estaba decidido a exprimir todo el aire entre


nosotros, y me dieron ganas de presionarlo aún más,
245
cubriéndolo, uniéndonos hasta que estuviéramos carne
contra carne de la manera más primitiva.

—Joder, Yasha. —Él movió su mano para ahuecar la


parte de atrás de mi cuello y me besó con todo lo que
tenía. Apreté mis caderas hacia él y sentí la protuberancia
de su erección sobresaliendo contra la mía.

—¿Qué quieres? ¿Quieres joderme? —Susurré. Estaba


dispuesto a darle lo que necesitaba, aunque tuviera que
apartar de mi mente mis propias necesidades.

Él negó con la cabeza. —Quiero que lo hagas tú. —


Meció sus caderas frenéticamente mientras se rozaba
contra mí.

—¿Estás seguro? Podemos esperar. Puedo darte placer


de todo tipo de formas sin tener que hacer eso.

—¿No quieres?

—Oh diablos sí, claro que quiero. Solo que no quiero ir


demasiado rápido para ti.

—Yo también quiero, —me dijo con una nueva


determinación en sus ojos—. Quiero estar contigo así.

Me puse de espaldas y lentamente miré su rostro en


busca de pistas. Después de un rato, durante el cual no vi
nada salvo sinceridad -sin miedo y sin asco- le ayudé a
colocarse debajo de mí.

—Muy bien, entonces. Vamos. —Era hora de que esos


246
boxers desaparecieran. Tiré de ellos y se retorcieron en mis
manos hasta que se los saqué, acabando en un pequeño
ocho que olía a él cuando lo lancé fuera de la cama.

Me coloqué entre sus piernas y le besé la curva de su


columna vertebral, pasando mi lengua por toda su
extensión, arriba y abajo, hundiéndome más y más en la
hendidura entre sus nalgas. Su cuerpo se tensó y tembló
bajo mi boca. Le separé los muslos y los rocé con los
labios, en un beso breve e íntimo. Se rió avergonzado y
casi gimió de deseo.

—Cajón de la mesita de noche. —Señalé—. Tengo


lubricante y condones.

Él se acercó, levantando su cuerpo lo suficiente para


mí, para acuñar una mano por debajo de él y acariciar sus
testículos. Hizo ruido al moverse y el ronroneo de la nariz
sonaba muy parecido a su camioneta, provocando que casi
me riera. Me entregó lo que le pedí y metí las manos bajo
la barbilla, satisfecho de estar tumbado ahí mientras me
familiarizaba con él.

—Puede sentirse un poco extraño, —le dije, rociando


lubricante en mi mano para que se calentara. Se volvió y
me miró con esos aprensivos ojos verdes—. Confío en ti.

—¿Seguro? —Le pregunté, deslizando un dedo a lo


largo de su perineo y rodeando su agujero bien fruncido.

JT inclinó la cabeza, sonrió, y me dejó sin aliento. —Sí,


Yasha. Más que... en nadie realmente.
247
—Dilo solo una vez, y yo pararé en cualquier
momento, no importa lo que pase. Lo sabes, ¿verdad?

—Lo sé. —JT sacudió la cabeza—. Por Dios, pensarías


que nunca había hecho esto antes.

Introduje la punta de mi dedo suavemente, y él se


estremeció. Acaricié con mi mano los músculos de su
trasero para calmarlo. Me di cuenta que había usado un
tapón anal, por lo que supe que no era la primera vez que
lo penetraban. —Continuo.

—Yo solo... —Él puso sus brazos sobre la frente—.


Adelante.

—Ya estoy. —Rocé y empujé sobre el apretado esfínter


hasta que cedió, y mi dedo se deslizó.
—Ahh. —JT exhaló—. Se siente bien.

—Para mí también. —Me encantó su calor interior, la


forma en que se apretaba en torno a la invasión. Lamí la
delicada piel en el interior de su muslo y lo sentí empujarse
contra mi dedo mientras trataba de introducirme más
profundo—. ¿Más?

— Sí. Por favor. —Jadeó JT—. Más.

—¿Mejor que el tapón anal?

—Joddd... joder, —dijo entre dientes.

Añadí un segundo dedo, y pronto estaba empujándose


248
contra mí, pidiéndome que lo llenara. Lo atraje hasta
colocar sus rodillas sobre su pecho y se posicionó. Él tenía
la cabeza escondida en sus antebrazos, bajo las almohadas,
mientras me ofrecía su trasero como un regalo.

Moví mis piernas entre sus muslos y seguí con mi


tarea, abriendo un condón con los dientes, colocándomelo
con mi mano izquierda, no muy fácilmente, ya que me
manejaba mejor con la derecha. Me la acaricié un poco ya
que me temblaban las manos, y sabía que si poseía a JT
pronto, acabaría allí, en toda su espalda, ¿y cómo de
vergonzoso sería eso? Él nunca dejaría que tomara el
control de nuevo.

Hizo un ruido ahogado cuando saqué mis dedos. La


puse en su entrada y presioné, empujándome dentro de él
mientras acariciaba la piel de su espalda y su trasero, y lo
encontré que se sentía firme y denso como si fuera un pan
de masa y el profesional en mí amansando para suavizar la
tensión de los duros músculos.

Al momento estuve enterrado dentro de él, sintiendo


el increíble ardor de su interior, gimiendo con cada
movimiento, gruñendo con cada envite. Recibiendo tanto
placer como pude, dando placer a mi cuerpo en todas las
formas que pudo.

Cogió mi mano y la llevó a su miembro, semi-erecto y


colgando entre las piernas, y cuando envolví mi mano a su
alrededor, sentí que se endurecía, rezumando sobre la
punta, sudoroso sobre los testículos, y controlándome, al
igual que yo controlaba ese ritmo embriagador, constante
de nuestro acto.
249

Luego, como si se tratara de magia, me encontré con


un ritmo, un frenético tempo que se reflejaba en nuestras
necesidades, y nos sentimos como si nos eleváramos
juntos. Como si fuera una conclusión inevitable entre
nosotros, me agitaba encima de él y él se arqueaba debajo
de mí, y por primera vez me hubiera gustado poder haberlo
visto, capturarlo en video, porque se sentía perfecto y
hermoso, y no sólo era que lo estuviera follando, si no que
recibiera mi deseo, intensificándose, entonces ocurrió de
nuevo.

—Joder, JT.

—Abrasador. —Se introdujo más adentro y se retiró.


Sintiéndolo completamente extendido, tan dentro de él que
sentí el latido de su corazón latir a lo largo de mi
miembro—. Intenso.

Deslicé mis manos bajo sus brazos y cogí sus


hombros, tirando de él hacia mí, clavándose en mí una y
otra vez. —Vamos, cariño, —le susurré, queriendo sentir su
agarre a mi alrededor cuando se liberara—. Dámelo.

—Es tuyo. —Jadeaba—. Lo que quieras. Tómalo.

—Sólo te quiero a ti, —le susurré, mordisqueando la


piel de su espalda. Sus músculos se tensaron con cada
embestida—. Vente para mí.

JT gruñó bajo su garganta, sonando como un pequeño


escalofrío en la tranquila habitación. —¡Yasha!
250
Sentí su caliente eyaculación en mi mano cuando
acariciaba su pene, mientras su cuerpo se tensaba a mí
alrededor. El mío se estremeció y se detuvo en la cima de
mi placer, colgando en el precipicio del mejor orgasmo de
mi vida. —Joder, Jason. Joder, Joder.

—¡Yasha! —Él se presionó de nuevo hasta que fuimos


una sola entidad de carne y hueso y dos corazones que
latían al mismo ritmo como un martillo mecánico. Mis
músculos se tensaron con los suyos conectándose, de modo
que incluso cuando acabé y me deslicé fuera del calor de su
cuerpo nos sentíamos flotar en la cama juntos, y él se
quedó de esa manera, envuelto en mis brazos y
sujetándome las muñecas como si nunca quisiera que le
dejara ir. Apreté mis labios en la parte posterior de su
cuello y aspiré su olor; a sudor y masculinidad, y a
resignación, tal vez. Al rato me deshice del condón en una
papelera que alguien había colocado cuidadosamente al
lado de la cama.

No me sorprendió que no me dejara volverlo hacia mí.


Mantuvo la cara hundida en la almohada, aun cuando
seguía presionándose de nuevo entre mis brazos. Rocé mis
labios a lo largo de la parte posterior de su cuello y lo
aferré, sabiendo que lo que el sentía no era personal. Que
era tan inevitable como mi fingido sueño mientras
suavemente me apartaba para que pudiera levantarse y
vestirse. Tan inevitable como el pesar que sabía que ambos
habíamos sentido cuando oí cerrarse la puerta detrás de él.

251
No me desperté hasta que el teléfono sonó a las siete.
Dan no me molestó con ningún preámbulo.

—¿Has tenido alguna vez la sensación de que ninguno


de nosotros es bueno conociendo a las personas?

Ignoré eso. Yo sabía lo que quería decir. Iba a


preguntarle a él como supo que JT había vuelto. —Buenos
días, —le dije, sentándome. Joder. Me sentía pegajoso por 252
la mañana, y no lo encontré divertido ni gracioso—.
Necesito una ducha, y luego estaré listo para el desayuno.

—Genial. Gracias al recepcionista de Carl, ya he ido a


recoger mi coche del Nacho’s. Quiero dar una vuelta por los
alrededores. Ver que es lo que hay por aquí. Es un increíble
pequeño pueblo.

—Quiero parar en el obrador y presentarte a Mary


Catherine.

—¿Ella es la que te ofreció el trabajo?

—Sí. Podrías echar un vistazo al local que estuvo


mirando. Ver qué te parece.

—Claro.
—Estaré listo en media hora. —Colgué y dejé escapar
un profundo suspiro. Si Dan había visto realmente a JT salir
anoche, tendría que dar algunas explicaciones.

Cuando estuve vestido y listo para salir, salí de mi


habitación y me encontré con Dan fuera de mi habitación,
apoyado en su Lexus, fumando un cigarrillo. Abrió la puerta
y entramos, tomándonos nuestro tiempo para abrocharnos
los cinturones de seguridad. Dan encendió el motor y se
volvió hacia mí mientras los limpiaparabrisas erradicaban la
condensación de la parte exterior del parabrisas y el aire lo
desempañaba desde el interior.

—Treinta minutos. ¿Tanto tiempo necesitas para


acicalarte? Ni que nos fuéramos a casar antes del
desayuno.
253

—Las mujeres se preocupan de su aspecto, —señalé—.


Es evidente que no comparto eso.

—Aparentemente a tus chicos les gustan lo que ven.

—Supongo. —Dan dudó, mordiendo el cigarrillo—.


Mira. ¿Tenemos que tener una charla acerca del auto-
respeto?

—No. —Hacía frío, y esperaba a que el coche se


calentara—. No tenemos que tenerla.

—¿Tengo que recordarte que algunos chicos reciben lo


que ofrecen y nunca lo admitirían públicamente? ¿No te
molesta eso?
—¿Cuándo diablos termina esa dichosa preocupación
entre hermanos?

—No a corto plazo, —gruñó, poniendo el coche marcha


atrás y sacándolo de la plaza de aparcamiento—. ¿Cuándo
empieces a tener cuidado de ti mismo?

—Hago lo correcto.

—Debe ser por eso que un tipo de Los Ángeles te


pateó hasta acabar contigo. Debe ser por eso que eres feliz
de estar con un tipo que se mantiene en secreto en el
armario.

—Tú tienes suficiente mierda de la que preocuparte.


¿No tienes un divorcio a la vuelta?
254

Dan apretó los dientes.

—Lo siento. —Miré por la ventana a la niebla costera


de la mañana cuando salíamos del estacionamiento a paso
de tortuga hacia el obrador. Difícilmente se podía ver a
quince metros por delante, y estaba siendo cauteloso—. Sé
que no me estoy haciendo ningún favor. No esperaba que
quisiera quedarse aquí. Cuando JT se presentó anoche... no
lo sabía. Yo le quería. Seguramente te ha pasado eso.

—No desde hace tiempo.

—¿Nunca estuviste tentado? Nada en contra de


Breeanna, pero ella parecía de esa clase de…

—¿Calculadora? —Dan negó con la cabeza—. Eso fue...


tal vez mi culpa. Pensé que la amaba porque era brillante y
sería suficiente.

—¿Suficiente para qué?

—Para compensar por no quererla demasiado. —Se


volvió hacia mí cuando iba a continuar y levantó la mano.
Tenía la boca abierta, dispuesto a preguntar qué diablos
quería decir con eso, pero esa mano me detuvo—. No
quiero hablar de mí en este momento.

—Pero…

—Déjalo. Yo sólo... no.

Cerré mis labios sobre mis preguntas por el


255
momento, pero mi corazón se aceleró. ¿Qué demonios? —
Yo tampoco.

—Muy bien. Esta niebla es una locura. ¿Es ese el


obrador? —Señaló al edificio que parecía un almacén y que
dentro albergaba el obrador.

—Sí. —Era imposible ver nada del interior a través de


las puertas de cristal del frente, pero había un par de
coches familiares en el estacionamiento—. Entra y conoce a
las chicas.

—Muy bien, —murmuró mientras aparcaba—. Aunque


algunas las conozco desde ayer, parecen como una
pequeña familia.

—No sabes casi nada de ellas, pero creo que —dudé.


¿Qué pensaba yo?— me gustan. De alguna extraña
manera, encajo aquí.

—Eso debería asustarte. —Salimos del coche, y él me


siguió hasta la puerta. La abrí y le hice pasar. Muse miró
desde donde estaba en la mesa de mezclas con Mary
Catherine, que nos miraba fijamente.

Muse captó su expresión. —Te dije que parecían


iguales.

Como uno solo, mi hermano y yo dijimos: —No somos


iguales.

Estaba vestido con mis jeans desaliñados normales y


una apretada camiseta, y mi hermano tenía un pantalón de
256
microfibra negra, diseñado para adaptarse a su cuerpo a la
perfección, y un jersey de cachemir negro con cuello alto
que cerraba por el centro. No había hecho la conexión
cuando lo había visto por primera vez, pero parecía vestido
como un ladrón de guante blanco en una película.

—Oh. Por… —Mary Catherine nos miró—. Vosotros


dos.

—Oh, vamos, —me quejé.

Dan se rió. —Soy Daniel Livingston. ¿Tengo entendido


que tienes pensado abrir un Café?

—Sí. —Mary Catherine extendió la mano para


saludarle—. Y estoy tratando conseguir que tu hermano se
quede y me ayude con el negocio.
Dan suavemente se apartó de Muse monopolizado su
atención. —Pensé que tal vez podríamos hablar de eso.
Tengo algunas ideas propias sobre ese proyecto y me
preguntaba si podía ver el local en el que estás interesada.

Vi perfectamente como la acompañaba al almacenillo


que utilizaba como oficina, a pesar de que nunca había
estado allí antes. Dan era muy perspicaz en cuanto a la
búsqueda de un negocio. No me preocupé demasiado,
porque había visto que Ken Ashton tenía el mismo patrón.
Eso sería un choque de titanes, si sus intereses no fueran
mutuamente beneficiosos. Sólo el mirar su encanto hacia
ella me hizo pensar en zeyde y en todas las camareras
guapas ruborizándose, empleadas de tiendas y cajeras de
banco a las que había dejado tras su estela.
257

Cuando levanté la vista, Muse no parecía feliz. —


¿Qué?

—Me pregunto lo que San Nacho’s ve en él. Te pido


perdón. —Bueno. Al menos una persona no apreciaba el
distintivo encanto de mi hermano—. Él no parece el tipo de
persona que le guste estar aquí. Parece ser el tipo de
persona que va a hospedarse a un hotel de gran altura en
el paseo marítimo entre el muelle y St. Nacho's, y lo
siguiente que sabes es que está viviendo en el oeste de
Dubai.

—No sé nada sobre eso, pero tu evaluación sobre mi


hermano es probablemente más precisa de lo que crees.

—Tengo que preguntarle a Minerva lo que piensa.


—¿Minerva?

—En Nación Runa.

Entonces me acordé. Nación Runa era la librería


metafísica favorita de Muse. —Si ella está en lo correcto
sobre St. Nacho’s, no creo que ni siquiera mi muy laborioso
hermano puede hacer mucho daño.

—Espero que no.

—¿Lo dices en serio?

—Por supuesto que lo digo en serio. ¿Cómo crees que


este pueblo ha permanecido fuera del radar de los
258
magnates de la tierra y desarrolladores que podían haber
construido hasta que hubiera quedado irreconocible?

—No tengo idea, pero si St. Nacho’s es un centro de


poder sagrado, puede aceptar a mi hermano y por
supuesto, él le hará frente, así que tal vez podamos
conseguir asientos de primera fila.

Muse endureció su rostro y fue al trabajo.

—Entonces —dijo Candace desde donde ella estaba


trabajando, poniendo masa de tarta a través de una
laminadora de mesa— ¿tu hermano dejó a su esposa?

—Sí, —le dije—. Es lo que parece.

—Crees que…
Bianca hizo un ruido fuerte, para que miráramos lo
que ella estaba haciendo, alisando la masa en los
recipientes de tartas. —Oh, no. No, no, no. ¿Qué ha pasado
con el Dr. Magic de la otra noche en Nacho’s? ¿El que
habíamos oído que te había chupado tus insulsos dedos de
los pies en la bañera de su jodida casa?

—¿Os referís a él? —El rubor se deslizó por el cuello de


Candace—. Aparentemente se estaba viendo con una
enfermera de Obstetricia y Ginecología y también con una
del departamento de farmacia. Alice me abrió los ojos.

—No puedo decir que lamente eso. Un hombre que te


chupe los dedos de los pies tiene que estar desesperado o
loco.
259

—Espero que te disculpes. Mis dedos son…

—Un hombre que chupa dedos de los pies. ¿Qué es lo


que te pasa? ¿Estás tan necesitada de un hombre que te
vas con cualquier viejo bastardo que se te presente?

—¡Era encantador! —Argumentó Candace—. Y de muy


buen ver. Pregunta a Yasha si no me crees. Él te lo dirá.

Todos los ojos estaban puestos en mí, incluso Analise.


—No puedo decir que lo viera con claridad, —esgrimí—.
Parecía agradable. Probablemente le hubiera dejado que
lamiera mis pies.

—¿Ves? —Candace regresó a la laminadora.


Muse resopló. —No deberías dejar que nadie te
chupara los pies.

Con voz baja dije: —No Candace.

—Lo he oído, Yasha. —Candace me atravesó con su


mirada más intimidante—. Y no hace falta decir que nunca
más vas a contradecirme.

—Lo siento.

Ella se volvió y me sacó la lengua desde una posición


en la que Bianca no podía verla. De repente me pregunté
cuánto disfrutaba instigando a Bianca. ¿Qué parte de su
arrogante acto la encendía?
260
Dan salió de la parte trasera con Mary Catherine. La
conversación fue breve, pero parecía suficientemente
contenta, preparada para ponerse manos a la obra.
Nosotros podríamos hacer mucho peor las cosas -Dan y
yo- que ayudando a Mary Catherine a hacer que sus sueños
se hicieran realidad.

—¿Listo para el desayuno? —Me preguntó y me


pareció ver a Candace disparar una mirada esperanzada a
su modo.

—Por supuesto. —Lo seguí hasta la puerta. Muse le


miró con cautela, mientras nos íbamos. Me imaginé que ella
tiraría sal o algo así, pero yo no vi que lo hiciera. Caminé
con Dan de vuelta a su coche y nos metimos dentro.

—¿Cómo te ha ido? —Se puso su cinturón de


seguridad—. ¿Quieres que te explique cómo terminó
trabajando en el negocio de pastelería financiado
originalmente por un préstamo del Ayuntamiento de St.
Nacho y destinado a proporcionar puestos de trabajo para
mujeres víctimas de la violencia doméstica, dándoles una
forma de liberarse de la dependencia financiera de su
abusadores?

—Dudo que alguien se escape de lo que hacen.

—Respecto a otros programas de vivienda subsidiada,


medicinas y programas de nutrición en mujeres y niños, la
labor de Mary Catherine hace que sea un objetivo más
realista. —Una vez que salimos del estacionamiento, se
dirigió a la playa—. Pero no respondiste a mi pregunta.
261
—La ayudé principalmente ya que estaba aquí en St.
Nacho y tuve opción para hacerlo. Mary Catherine me da un
poco de dinero al final del día para poder comprar comida.
Habría hecho más de lo que he hecho incluso si no me
hubiera pagado. Mary Catherine inspira mi instinto de
protección.

—A mí también y es raro porque ella es fuerte como


una roca. Ve a través de mi encanto. —No pensé que el
pudiera decir eso acerca de muchas personas en su vida.
Pobre criatura.

—Ella me convenció cuando me negué rotundamente a


ir a ese grupo de apoyo de violencia doméstica. No me
daba cuenta de que me estaba empujando hacia esas
chicas que eran el grupo de apoyo.
—Ella me gusta mucho.

— A mí también,—le dije—. Ella es especial.

—¿Has conocido a su hijo?

—No, sólo a su pareja, Ken.

—Sí. Ken Ashton. Tengo una cita con él esta tarde.


Tenía la esperanza de que nosotros tres pudiéramos tener
algún tipo de asociación y tu tuvieras participación en la
empresa.

—Pero sí eso es caridad…

—Eso no es sólo una obra de caridad. Mary Catherine


262
tiene que ganarse la vida, y cuanto mejor sea el negocio,
más se puede ayudar a la comunidad. Pero,
independientemente, si todos estamos en el mismo barco,
este negocio puede ser una empresa distinta de la
pastelería original y puede parecerse a las necesidades
reales.

—¿Quieres decir que puede funcionar bien?

—Sí. Creo que hay posibilidad para ambos, pero


tendré que hacer una investigación seria. Me gusta estar
aquí. Creo que deberíamos buscar un lugar fijo para
quedarnos.

En el semáforo me sonrió de la forma de voy-a-hacer-


que-tu-vida-no-sea-un-camino-de-baches y me heló la
sangre. Puse mi mano sobre su brazo. —Escucha.
Probablemente estés perdido en estos momentos, tienes
que empezar de nuevo por lo que tiene sentido que te
tomes tu tiempo y pienses muy cuidadosamente acerca de
tu próximo movimiento. No veo que seas el tipo de persona
que vaya a ser feliz aquí dentro de cinco años. Ni dentro de
diez años.

—No digo que vaya a vivir aquí permanentemente, a


pesar de que el lugar tiene un gran potencial.

Eso era exactamente de lo que Muse se preocupaba.


—Demasiado tranquilo para ti. Tú te marcharás a una
ciudad más grande en cuestión de semanas y yo estaré
bien aquí. Adecuándome a este tranquilo pueblo.

—Espero que no sea demasiado tranquilo o vas a estar


263
echando de comer tu trabajo a las gaviotas.

—¿A dónde vamos? —Le pregunté cuando se volvió en


dirección opuesta a la del motel.

—Si estás pensando seriamente acerca de mudarte


aquí, pensé que podríamos desayunar y luego encontrar
algo para establecerte.

Me di cuenta de que tendría que volver a Los Ángeles


para ordenar todo y sacar mis maletas. Tendría que
encontrarme con mis patronas para avisarlas. Sabía que
me sentiría como si las estuviera defraudando de alguna
manera importante, ya que habían sido muy amables
conmigo, pero al mismo tiempo me asustaban un poco
porque no estaban muy cuerdas. Necesitaba hacer
bastantes cambios; recogerlo todo, reenviar el correo, y
cambiar las direcciones en todas mis cartas y documentos.
Joder.

Enterré mi cabeza en mis manos. —Tengo que volver


a Los Ángeles y dejar todo lo de allí arreglado.

—Sí. Pero no tienes que ir solo.

—¿Qué hay de ti? ¿Te has mudado?

Dan se detuvo en el estacionamiento del Denny’s, uno


de los pocas franquicias de restaurantes en la ciudad. Él
apagó el motor y se sentó allí con la mirada perdida
durante un minuto. —Bree y yo tenemos un ama de llaves.
Ella va a empaquetar mis cosas y enviarlas. Sólo cogí mi
ropa y mis artículos de aseo. Todo lo del trabajo.
264

—Entiendo... —Hablé porque parecía feliz, más


tranquilo de cómo había estado desde que había llegado—.
Bree es una mujer religiosa, y puede apelar a su pastor. Tal
vez ir a un consejero. Si quieres que funcione con ella,
probablemente deberías…

—No quiero volver. —Jugueteó con las llaves—. Pero


no sé cómo seguir adelante.

Si hubiera conocido a Dan, sabría que la primera cosa


que intentaría sería controlar mi vida. Ni siquiera me
importó en ese momento, sabiendo que todo era por una
buena causa. Nosotros teníamos una regla no escrita entre
nosotros; sólo uno de nosotros se podía desmoronar a la
vez. Por desgracia para mí, entre Sander, la enfermedad y
algunas decisiones realmente malas, era definitivamente mi
turno.

Él respiró hondo y abrió la puerta para salir. —Estoy


seriamente pensando en tomar un desayuno infantil para
poder tomar notas sobre lo que necesitas mientras
pensamos en ello.

Entramos en Denny’s, y la sonriente anfitriona nos


llevó a nuestro sitio. Pensé en que podía poner a Dan en
esa lista a mi favor que pudiera significar algo para mí. —
¿No puedes utilizar la función de memoria en el teléfono?

—Por supuesto. —Me sonrió—. Podría si la lista fuera


por mí. Voy a hacer esta lista para ti y tenemos que llegar a
un calendario y unos objetivos alcanzables a corto plazo.
265
—Oh, gracias. —Le hice una mueca. Gracias—. Llevo
casi un día y medio de descanso, ya me siento aburrido.

—Ya me darás las gracias sinceramente después. —


Despejó la mitad de su menú infantil, que estaba libre, pero
que tenía espacios con juegos y rompecabezas—. Escribe
todo lo que sepas acerca de cómo dirigir un negocio de
pastelería.

Cogí el pequeño trozo de papel y lo agité. —Está bien.


De cualquier forma, una cosa, es más de los que puede
caber aquí.

—Simplemente comienza. —Pidió una taza de café y


trató de que la camarera le dejara la jarra de café, pero ella
no podía hacerlo. Por suerte ya estaba zumbando con
energía porque tenía un nuevo proyecto, y se emocionó al
ponerlo en marcha.

Lamentablemente ese proyecto era yo.

Él me lanzó una sonrisa entusiasta. Cogí mi lápiz de


color naranja y me dispuse a hacer lo que me había pedido.

266
Después del desayuno, me detuve en el Sea View para
que Carl tuviera conocimiento de que iba a seguir con la
habitación y que Dan y yo habíamos decidido ir a mi casa
en Los Ángeles durante el fin de semana. Le dije que
estaría de vuelta probablemente antes de la medianoche
del domingo. Pensé que estaba diciéndoselo a JT, pero
indirectamente. Dan y yo salimos en su pequeño deportivo
Lexus, armados con grandes tazas de café para llevar de un
café local, y su sistema de navegación GPS que ignoramos
prácticamente, así pudimos seguir el camino que abrazaba 267
toda la línea costera. Salimos cerca del mediodía y nos
detuvimos para un almuerzo tardío de pescado y patatas
fritas en Ventura, un lugar adecuado y al borde del mar
donde el menú se jactaba de mariscos frescos cogidos
desde los barcos.

Dan parecía extrañamente tranquilo, y yo realmente


no me estaba sintiendo locuaz. Antes de llegar a Thousand
Oaks, llamé a Phil al Il Ghiotto y pregunté por mi casa.

—Dejé que Sander hiciera las maletas con todo lo que


decía que era suyo y se marchó, —dijo Phil por encima del
ruido del restaurante.

Genial. Probablemente podía decirle adiós a mis CDs


de Linkin Park. —Está bien todo. Él se ha ido.

—Después cambié las cerraduras. No creo que te


moleste más.

—Gracias. Es un alivio.

—Los siento si se ha llevado cosas que no eran suyas.


No tenía manera de saberlo.

Decidí adoptar la actitud de mi hermano de que ese


era el precio por deshacerme de él. —Te estoy muy
agradecido, Phil. No me preocupa que se haya llevado lo
que haya querido con tal de no verlo más. —Sobresaliendo
del ruido de las ollas y el ruido de la ocupada cocina, pude
oír al suave acento de barítono de Maurizio hablando con
uno de los cocineros.

—Bueno —Phil parecía claramente incómodo— en


268
cuanto a eso, él se trasladó a uno de los otros
apartamentos del edificio con un tipo llamado Seth.

—No hay problema. —Sabía que al menos uno de los


tipos que estaba follando con Sander me había parecido
familiar. Seth. Correcto. El que sacaba mi ropa de la
secadora, cuando aún estaba húmeda, para poder secar la
suya—. Mientras yo no tenga que tratar con él.

—Por lo que sé él todavía trabaja por las noches, así


que probablemente no tengas que hacerlo.

—Realmente aprecio todo lo que hiciste por mí.


Has...—Oí una petulante voz familiar ladrando órdenes en
italiano en el fondo—. Eso responde a mi siguiente
pregunta.
—Lo siento, Jacob. Giorgio está en ‘Il Ghiotto’ ahora y
sabes que él está…

—No se va a ninguna parte, —le contesté—. Sí, lo sé.

—¿Qué vas a hacer?

—En realidad encontré un pequeño pueblo en el norte,


y tengo pensamiento de trabajar allí durante un tiempo.

—¿Cerca de tu hermano?

—Sí. Él posiblemente cambie de sitio y se mude.


Puede ser que ambos terminemos allí.

—Eso suena bien. —Lo oía amortiguar el sonido del


269
teléfono mientras daba indicaciones a la cocina durante un
momento—. Lo siento. Ya estoy de vuelta.

—¿Cómo está Hannah?

—Lista para tener ese bebé en cualquier momento. Tal


vez me traslade contigo. Así me libraré de su
temperamento. Tengo que colgar, Jake. Me llama el jefe,
maldita sea.

—¿Tengo que pasar por allí por mi llave?

—No, la dejé con las chicas.

—Oh, joder, —dije automáticamente. Era eso o hacer


la señal de la cruz y escupir—. Te debo una.
—Diablos, me la debes. —Él colgó.

—¿Qué? —Dan se volvió para mirarme brevemente—.


¿A quién le debes una?

—Phil me dejó una llave en la oficina del administrador


del complejo. Dejó que Sander recogiera sus cosas.

—Al menos está fuera de tu vida. ¿Es necesario


señalar que estás en una travesía inquietantemente familiar
en St. Nacho con este JT, que no puede ser visto en público
contigo, pero que va a hurtadillas a tu habitación a las
cuatro de la mañana?

—¿Vas a dejarlo si digo que no?


270
—No. Es hora que puedas encontrar a alguien que esté
a tu lado y no colgado del cuello de cualquiera o detrás del
gran letrero que diga ‘puerta número tres; heterosexual/bi-
curioso/avergonzado, pero no me importa cada vez que me
chupes la polla’?

—Te escucho.

—Entonces cambia, —se quejó Dan.

Contuve una respuesta apresurada. Tenía razón, por


supuesto, el habérsela mamado había sido mucho peor que
si le hubiera dicho que se largara.

—Tienes mucho que dar a alguien. A veces me


pregunto si no has pasado la vida tratando de caminar a lo
largo de una imaginaria barra de equilibrio, con papá por
un lado y mamá en el otro. No está bien pasar nuestras
vidas por el marco de sus errores. Valórate, Yasha. Y para
el caso, tengo que confiar en mí mismo. No voy a
convertirme en papá y tú tienes que dejar de vivir con
miedo como mamá.

—Yo no vivo con miedo.

—No. Es peor que eso. Estas viviendo en su


vergüenza. De su falta de autoestima. —Dan agarró el
volante y me pareció sentir como aceleraba—. Sin nada
más, honra su memoria al no permitir que seas un felpudo.

Miré por la ventana durante un rato. Vacaciones


familiares. Me encantaban.
271
¿Ya hemos llegado?

La noche había cubierto la ciudad mientras aún


estábamos en el camino, pero era lo suficientemente
temprano para entrar entre los viandantes en el parque y
los que bajaban del transporte público y volvían a casa
desde el trabajo.

Al primer lugar que fuimos después de que


aparcáramos el coche en la calle enfrente de mi edificio fue
a la tienda de licores en Melrose, por Gardner Street. Tú
nunca, nunca podías ir a ver al administrador del edificio
de apartamentos sin nada en la mano. Por lo general, traía
golosinas de ‘Il Ghiotto’, pero como ya no trabajaba allí,
pensé en un viaje rápido a la tienda de licores y comprar
algo exclusivo. Le dije al encargado que abriera la vitrina y
me trajera una botella de Whisky bastante cara.
—No sé por qué haces esto. —Dan me apartó la mano
cuando iba a sacar mi cartera para pagar—. Yo me
encargo. Quiero ver a esta persona a la que tienes miedo
de pedirle la llave de tu maldito apartamento.

—Madeline es agradable. Laverne es la atemorizante.


Me pregunto si debería hacer que lo envolviera.

—Estas bromeando.

—No. —Él vería, y luego entendería.

Estaba de vuelta cuando empecé a percibir realmente


la ciudad. Después de que el Nacho’s pareciera
ensordecedor. El tráfico retumbaba a lo largo de Melrose
272
como una fuente constante de agua, oprimiendo, chocando
el ruido contra la pared desorientándome. Las sirenas
gemían a lo lejos. Música tocando en los escaparates. La
gente se reunía en grupos mientras hablaban, reían,
pájaros de colores brillantes en busca de diversión en una
noche de sábado. Yo no podía culparlos, pero después de
tener el silencioso zumbido del océano como telón de fondo
la semana anterior, era como estar tirado en un procesador
de alimentos. Ya echaba de menos a mis chicas del
obrador. El parque de bomberos y la camaradería de los
hombres allí, y al Nacho’s Bar. Un helicóptero sobrevoló la
zona, y usé eso como una excusa de por qué no tenía idea
de lo que Dan había estado diciéndome.

—¿Qué? —Le miré a los ojos y capté su mirada de


complicidad—. Lo siento.
—No has oído ni una palabra de lo que dije.

—No, —admití—. Parece que tengo mi mente en otras


cosas.

—¿Podrían ser esas cosas que podían ocurrir cuando


vuelvas a St. Nacho?

—Me temo que sí, —le dije con sinceridad—. Parece


haber mucho ruido aquí.

—Es ruidoso.

—Y este humo es algo insoportable si estás retirado de


aquí durante un tiempo. A pesar de que hay una puesta de
sol fresca mientras nos dirigimos al centro.
273

—Cierto, —concordó Dan. Él sin duda no iba a volver a


la ciudad nunca más.

Me sentí a un millón de kilómetros de mi corazón. —


Por alguna razón, no recuerdo por qué he vivido aquí.

Dan frunció el ceño, y luego me echó el brazo


tranquilizándome. —Entonces es hora de marcharse. Vamos
a enfrentarnos al león, ¿de acuerdo? Debe ser útil tener a
Daniel a tu alrededor.

Lo mejor de la visita con mis patronas fue la cara de


Dan. Madeline nos hizo pasar y yo estuve inmediatamente -
una vez más- recordando ¿Qué fue de Baby Jane?

Éramos afortunados. Era el día del baile de gala y


Madeline, al parecer después de haber ganado el sorteo, se
veía elegante y atractiva en un dulce y atractivo vestido de
satén lila y tul. Laverne, por otro lado, estaba sentada en
una silla de mimbre blanca que estaba tapizada en una
vívida tela verde a cuadros, flanqueada por dos mesas de
cristal apoyada por elefantes de mármol blanco. Ella estaba
cubierta incómodamente en una seda roja y lamé,
pareciendo entre la mujer dragón y… un personaje de La
isla del Dr. Moreau.

Madeline parloteaba acerca de lo horrible que era que


Sander, al que llamaba "ese hermoso semental de oro"
para terminar llamándolo "hombre horrible, físicamente
violento''. Ella había dicho eso mientras se mordía el labio.
Juro que vi una gota de baba resbalar sobre su pecho.
274
Esto fue seguido por un incómodo silencio durante el
cual Madeline presentó a Laverne nuestro regalo. Laverne
lo despidió con un gesto, hacia una de las mesas de
elefantes y nos hizo señas para que nos sentáramos.

No había nada más que hacer que sentarnos en el


suelo, porque ella no tenía más sillas en la habitación. Dan
y yo lo hicimos, sentados con las piernas cruzadas delante
de ella como sus adoradores, que era exactamente lo que
le gustaba.

Laverne palmoteó con las manos, y Madeline le llevó


un paquete de Dunhil. Elegante como siempre. Luego sacó
un cenicero de cristal grande en el espacio entre sus
amplias caderas y el cojín de la silla. Después de que se
hubiera colocado un cigarrillo entre los labios nos ofreció
uno. Si nosotros negamos con la cabeza, no podía decirlo
con seguridad, ya que no aparté mis ojos de Laverne el
tiempo suficiente como para averiguarlo. Más tarde le
explicaría a Dan sobre como fui a parar a un apartamento
en el hotel de Psicosis con Norma Desmond como yo lo
llamaba, y el hecho de que era doscientos dólares al mes
más barato que los apartamentos convencionales, siempre
y cuando estuvieras dispuesto entrar dentro de esa farsa.
Ellas eran más que las administradoras del complejo, eran
las dueñas del lugar desde que se construyó, si la historia
era verdadera.

Me hubiera gustado haber visto la cara de Dan cuando


Laverne abrió la boca por primera vez y la voz de Harvey
Fierstein sonó como el rugido de equipos de excavación,
pero todavía no me atrevía a mirar hacia otro lado. Sesenta
y pico de años fumando y -probablemente- gritando a su
275
hermana habían dejado su huella. —Chicos, parecen
gemelos, —fue la declaración.

—Soy un poco más viejo, —dijo Dan con cuidado.

Laverne lo miró con sus penetrantes ojos grises. —¿Te


parecemos gemelas?

Joder, joder, joder, joder, el tema gemelas...

—¿Gemelas? Vamos. Me lo puedes decir. —Dan


manejó a Laverne como el profesional que era. Se inclinó y
le dijo en voz baja—. Ella es tu madre, ¿verdad?

Madeline jadeó sorprendida por esto, pero no pude ver


que Laverne estuviera complacida. —No, no lo entiendes
querido muchacho. Somos gemelas.
—Ella es mayor, por veinticuatro minutos, —insistió
Madeline.

Laverne soltó una sarta de blasfemias y humo que nos


habría quemado las cejas si hubiéramos estado sentados
más cerca.

—Bueno, lo es. —Los labios de Madeline


sobresalieron—. Mayor. —Deseé por su bien que tuvieran
una hermana normal. ¿Quién sería Olivia de Havilland?
Cuando todo estuviera dicho y hecho, al igual que los
Monsters, necesitaban una persona cuerda.

—¿Tomo vuestra visita como que tienes algo que


decirnos? —Preguntó Laverne.
276

—Me mudo. Le notificaré mis treinta días por escrito


antes de irme.

—Lamento escuchar eso. —Laverne me miró


pensativamente—. Va a ser triste que te vayas. Madeline va
a ser muy infeliz. A ella le gusta el cannoli, Jacob, mucho.

—Lo siento. —Miré hacia abajo donde mis manos


apretaban las rodillas—. Yo ya no trabajo en ‘Il Ghiotto’.

—Ya veo. —Otro delgado chorro de humo llenaba el


aire—. Sí, ya veo.

Luego hubo un silencio que pareció interminable hasta


que Dan habló. —Voy a contratar a una empresa de
mudanza para llevarnos las cosas de Jacob. Después
alguien va a limpiar. Nosotros nos vamos ahora. —Él se
puso de rodillas con frialdad y me levantó.

—Espera un momento. —La voz de Laverne podría


despojar de estuco las paredes de los edificios. No me
hubiera sorprendido si me hubiera pedido que matara a la
Bruja Mala del Oeste y le trajera su escoba. En su lugar, me
tendió la mano cortésmente y cuando la tomé, ella dijo: —
Tú eres un caballero. Voy a echarte de menos.

Laverne le dijo a Madeline que nos llevara fuera, cosa


que hizo, quejándose hacia la puerta y sopesando cómo
sería de importante la decepción de tener un atractivo
hombre menos en el edificio.

Dan estuvo en silencio la mayor parte del trayecto


277
hasta la escalera exterior y por la galería a mi apartamento.
El ex-apartamento. No era mi casa después de todo lo que
había ocurrido allí. Sin embargo, justo antes de llegar a la
puerta, estalló violentamente en su característica risa
infantil. En realidad tenía las manos a los lados y se dejó
caer contra la pared del edificio, y pensé que si no otra
cosa, su reacción a las extrañas hermanas era algo
excepcional.

—¡Jakey! Cuando nos hagamos viejos, quiero ser


exactamente así. Quiero ser un pachá en algún pequeño
rincón del mundo que hayamos forjado por nosotros
mismos. Quiero fumar con impunidad y llevar ropa insulsa.
Me inclino por atuendos como la película ‘Wild, Wild West’.
Chalecos y abrigos largos de lujo con gafas de aviador. —
Dan parecía unos quince años más joven y se rió como si
se estuviera dirigiendo a la audiencia de una comedia de
situación.

—¿Quién eres tú? —Este no es mi hermano Daniel.

—Quiero construir computadoras de tubos de vacío y


máquinas de escribir antiguas y hablar a través de
embudos conectados a largas mangueras de goma. La vida
puede ser muy divertida si no tienes nada mejor que hacer
con tu tiempo.

Yo lo consideraba cuidadosamente. Era muy posible


que él finalmente hubiera tocado fondo, pero si tuviera que
adivinar, él estaba disfrutando de una libertad de la
responsabilidad que nunca había experimentado antes,
incluso cuando era niño. Tal vez St. Nacho había llegado a
él un poco.
278

Me gustaba eso que estaba sintiendo. —No esperes


que sea tu Madeline.
Mi apartamento me deprimió. Sander había arrasado
con todas nuestras cosas, llevándose el contenido de los
cajones de los dormitorios, hojeando papeles y
correspondencia, y recolectando lo que quedaba en nuestro
equipo de video. Me di cuenta de que muchos de mis
menos favoritos DVDs los había dejado, pero las películas
de James Bond no las encontré por ninguna parte.

La cocina -que estaba intacta ya que él no solía poner 279


los pies allí, excepto para comer- fue sin duda peor. Se lo
había llevado todo, pero la habitación de color blanco
brillante estaba todavía exactamente como yo la había
dejado después de nuestra horrible pelea —sillas tiradas,
en una de las puertas de los armarios colgaba uno de los
asideros donde me agarré para evitar caerme y la
salpicadura de la sangre en la pared posterior y los azulejos
de la encimera. Donde yo había caído había una oscura y
jodida mancha. De repente, casi no pude soportar que mi
hermano lo viera.

Dio un paso por delante de mí y miró a su alrededor


por sí mismo. —Dios mi…

—Parece peor de lo que realmente fue. —Me apoyé en


el marco de la puerta—. Yo tenía una herida en la cabeza.
Todo fue muy ruidoso.
Se volvió hacia mí, blanco por el shock. —¿Sabes lo
loco que suena? Minimizar... esto. —Su gesto abarcó el
horripilante cuadro. Pude ver a la derecha donde el
piececito de Madeline había resbalado.

—Sí. —Le miré a la boca que era más fácil, de alguna


manera, que mirarle a los ojos. Y su boca era una delgada
y ligera línea.

—Definitivamente, necesitas buscar ayuda profesional.

Asentí. —Entiendo.

—Si no puedes hacerlo en grupo, entonces hazlo en


privado.
280
—Lo haré. —El silencio se hizo mientras él parecía
estar haciendo planes. Luego suspiró—. Consigue todo lo
que tenga algo de valor. Si necesitas cajas, conseguiré
algunas. Nosotros no vamos a dejar que tú te encargues de
todo así que los de la mudanza se encargaran de ello y que
trasladen el resto. No quiero quedarme aquí un segundo
más de lo necesario.

—Está bien.

—¿Tienes una guía telefónica?

—En el cajón del teléfono, —le dije.

No quise entrar en la cocina. Tenía buenos cuchillos.


Ollas grandes. Estaba en la puerta tratando de pensar si
tenía algo que llevarme de inmediato. De la cocina no.
Entré en la habitación y cogí una bolsa de lona grande y
eché el resto de mi ropa y artículos de tocador que no me
había llevado cuando salí la primera vez. Cogí un botiquín
de primeros auxilios ya que me pareció divertido.

Recuperé el antiguo reloj suizo de mi zeyde del cajón


de la mesilla y me lo puse. No funcionaba, pero no me
importó. Una vez que lo tuve conmigo, ya no quedaba nada
en el apartamento a lo que tuviera ningún apego de una
forma o de otra. Encontré a Dan en la cocina, donde estaba
colgando el teléfono de la pared. Él tenía su cartera y su
iPhone fuera, y parecía absorto tomando notas. Odiaba
tener que interrumpirlo, así que me quedé en la puerta de
nuevo.

—Listo. —Él terminó la llamada—. ¿En qué puedo


281
ayudarte?

—Nada. Estoy listo. Podemos irnos.

—¿En serio? —Él miró mi petate—. ¿Lo tienes todo?

—Sí... —O más bien no tenía mucho que recoger. Ya


no me importa nada.

—Siempre viajas ligero.

—Sí. —El silencio se estableció entre nosotros, y por


una vez, no tenía nada con que llenarlo.

—Podría haberte matado aquí, ya sabes. Nada le


habría impedido tomar uno de tus malditos cuchillos caros y
poner fin a tu vida.
—No tienes que decirme eso.

—No me hagas esto otra vez, y nunca te lo diré de


nuevo, Jakey. —Escuché un lamento en su voz y vi que sus
ojos brillaban con lágrimas—. Tú eres toda la familia que
tengo.

—Lo sé. —No podía atreverme a entrar en esa cocina,


a pesar de que quería. Quería envolver mis brazos
alrededor de mi hermano y asegurarle que yo nunca sería
tan estúpido de nuevo, pero no podía cruzar el umbral—.
¿Podemos irnos?

Se puso de pie tan rápidamente que la silla se deslizó


hacia atrás, raspando a través de la baldosa. —Sí. —Él sacó
282
las llaves del bolsillo—. Tenemos que dejar esto y
devolverle las llaves a Madeline. No espero que esto
requiera una audiencia con Su Alteza Imperial.

Oí burla en su voz. —Te gustan, ¿verdad?

—Sí. —Sonrió—. Las he adoptado como modelos a


seguir.

—No me gusta decirlo, pero yo también, —admití—.


Las echaré de menos.

—No es como si creyera por un momento que


compraría whisky de malta para alguien que no te agrada.

—Enterado. —Cerré con llave la puerta de mi


apartamento por última vez, y lo sentí un poco más de lo
que lo había sentido por mi trabajo. Lamentaba tener que
dejarlo atrás, pero estaba listo para irme.

—Voy a dejarle las llaves a Madeline, —dijo, y me


entregó las llaves de su coche—. Supongo que este es un
momento tan bueno como cualquier otro para preguntar.
¿Tienes carnet de conducir?

—Sí. Solo que no tengo coche. El seguro es muy caro,


y el aparcamiento es jodido en ‘Il Ghiotto’. Tengo mis
cuentas en el banco de al lado y el autobús, prácticamente,
para justo enfrente del restaurante.

—Bien. En ese caso llévalo de vuelta. Cogeremos la


interestatal 5 esta vez, te parece?
283
—Sí, —estuve de acuerdo—. No hay nada que ver por
la noche.

El camino hasta la I-5 fue tranquilo, pero la niebla se


espesó mientras nos dirigíamos hacia la costa por la
carretera que conduce a la 101 y Santa Bárbara. En el
momento en que nos acercábamos a Goleta, apenas
podíamos ver nada, e incluso a quince metros era difícil.
Nos tomamos las cosas con calma, pero creo que Dan sabía
que yo estaba nervioso, así que nos detuvimos al lado de
una gasolinera a tomar una taza de café y cedí a la
tentación de comprar algo de comida basura. Una vez de
vuelta a la carretera, conduje lentamente, casi a ciegas
hacia lo que había empezado a considerar como casa.

—Miré alrededor un poco antes de salir en St. Nacho.


Parece que hay algunas casas disponibles para alquilar.
Quería preguntarte lo que habías planeado -en todo caso-
antes de adelantarme por mi mismo, pero si quieres,
podemos coger algún sitio que sea lo suficientemente
grande y lo podemos compartir mientras vemos lo que
sucede después.

—Eso es… —Me interrumpió cuando pensé en lo que


podría significar compartir un lugar con Dan—. ¿No te
resultará incómodo si traigo invitados por la noche?

Dan soltó un bufido. —Parece que tu huésped


nocturno -el que se cuela durante la noche para que nadie
vea su camioneta y luego se escabulle de nuevo antes del
amanecer- estará más avergonzado que yo. ¿Qué diablos
haces con un tipo como ese?
284
—No lo sé. —Le contesté con sinceridad—. Lo
encuentro atractivo…

—Sí, sí, —Dan bromeó—. Puedo ver por qué piensas


que es atractivo, pero hay otros chicos, Cam el bombero
por ejemplo. Él es demasiado atractivo y según parece está
fuera del armario.

—Sí, lo está. Es demasiado encantador. Él me


preguntó si quería montar en su pistón17.

Dan se rió. —Te estás riendo de mí.

17
N de T: Juego de palabras que se pierde con la traducción. En el original aparece la
palabra Camshaft que significa literalmente árbol de levas o pistón, pero si se divide la palabra en dos
sale Cam (nombre del personaje) y shaft (eje) y por lo tanto sería el eje de Cam.
Arriesgué una rápida mirada para ver si él pensaba
que era tan divertido como yo creía.

—Yo no podía empezar a hacer eso.

—¿Y?

—¿Quién sabe? JT está muy bien, es como... el buen


vino, la buena comida. Él es una persona generosa y
buena. Él es suave, cariñoso y profesional. Heroico. Pero su
miedo lo desgarra apartándolo. Él piensa que está pecando
contra Dios, y no es como si fuera su rabino. No puedo
decirle que no lo está haciendo.

—Sí, bueno. Es difícil para todos nosotros.


285
Otra vez lo miré. —Supongo que te refieres a expresar
un sentido de solidaridad. Es duro para todo el mundo el
ser honesto en las relaciones, pero…

—No, Jakey. No quiero decir eso. Quiero decir que es


difícil para un hombre admitir que es gay. Es especialmente
difícil de admitir cuando has tenido por fin las pelotas y la
libertad de hacer algo al respecto y el gilipollas, del
estudiante de primer curso de instituto de tu hermano sale
prácticamente en las noticias de las seis, y te das cuenta
que pone fin a cualquier esperanza para poder ser capaz de
vivir su vida de la manera que había planeado.

—¿Qué? —Espeté. No me ayudó que circuláramos con


el coche sobre los acantilados rocosos por el Pacífico para
que siguiera siendo uno de los grandes misterios de mi
vida—. ¿Qué?
—¿Sabías que mamá me llamó a la escuela,
frenética?Jacob es gay, ¿qué podemos hacer, es peligroso,
no es natural, me imaginé a mis nietos, que iba a decir
Zeyde.

—No tenía ni idea. Ella no parecía... —Me di cuenta de


lo que debió haber sucedido—. Ella se desahogó contigo por
teléfono, ¿no? Y entonces vino toda tranquila a mí.

Daniel se tocó la nariz. —Lo has captado todo.

—Joder. —Me sentí enfermo—. Yo nunca... ¿Por qué


no me lo dijiste?

—¿Qué podría haber hecho? No es tan malo como


286
parece. Lo hice en realidad -en ese instante- creyendo que
amaba a Bree. Que podría amarla lo suficiente.

—¿Cuánto tiempo duró?

—¿En realidad? Hasta que ella impuso su ley sobre los


niños. ¡Qué broma! Si quería adoptar, tendría que dejar de
ser gay en primer lugar.

—Eso no es gracioso, —espeté—. Eso no es una puta


elección. Lo haces sonar como…

—No, —él estuvo de acuerdo, sometido—. No lo es. Yo


sé mejor que nadie que no es así.

—No puedo creer que no me lo hayas dicho.


—¿Qué habrías hecho?

¿Qué habría hecho? No tenía ni idea.

—Voy a pillar la próxima vez esos cigarrillos que fuma


tu amiga Laverne. Olían a dinero. —Él sacó fuera su
paquete de cigarrillos y se puso uno en la boca desde la
cajetilla. Lo encendió con un encendedor barato de la
gasolinera y exhaló un delgado chorro de humo a través de
la ventana casi abierta. ¿Cómo es que nunca supe que él
podría ser tan diferente de lo que siempre había creído?
¿Cómo podía habérmelo ocultado de esa manera?

—No puedo creer que no lo supiera…

—Ahora ya sabes por qué me encanta la película ‘Qué


287
Bello Es Vivir'. Tú eres Harry Bailey.

La niebla era muy espesa, y yo tenía que mantener


mi mente en el camino, pero su revelación me hizo algo
más que ponerme enfermo por dentro. Nos movíamos a
través de parches tan densos, que no podía ver más allá
del capó del coche, avanzando con mucho cuidado. El coche
tenía faros que se atenuaban cuando otros vehículos se
acercaban y hacia otras cosas inteligentes que eran
totalmente inútiles en esta situación. No sabía exactamente
lo rápido que íbamos, pero tampoco había mucha gente
circulando además de nosotros, y estaba agradecido por
ese pequeño favor.

—Lo siento. —Nos sentíamos como si estuviéramos


dando un paseo en un parque de atracciones o algo así,
como si hubiéramos entrado en un agujero de gusano en el
espacio silencioso. Presionándonos a través del denso vacío
juntos, y podría haber parecido que en un momento dado
éramos realmente las únicas dos personas que existían, o
que nosotros nos habíamos deslizado bajo la existencia,
entre las grietas del espacio y tiempo.

Encendí la radio y traté de encontrar algo bueno para


escuchar, pero había mala recepción. No confiaba en el
gusto por la música de mi hermano para nada, pero tal vez
con esto también me sorprendería.

—Sr. Misterio, —comenté— ¿tienes algún CD de


música?

—Sólo tengo audiolibros.


288
—Que ilustrado. —Audiolibros. Probablemente todo
acerca de cómo tener éxito en el mundo inmobiliario o algo
así—. No creo que sea una buena idea si voy a quedarme
dormido.

—Gilipollas. —Él sonrió y miró hacia otro lado—. No


suelo conducir con música. Siempre me siento como si
tuviera que estar aprendiendo algo.

—Tienes razón. Somos un par de jodidos


perdedores.—La radio ofrecía nada más que el zumbido
insistente de la estática.

—Las luces reflectantes, —dijo Dan— joden la


recepción.

Un segundo después, un microsegundo, el Lexus se


estrelló contra la parte trasera de un vehículo al que no
había visto hasta que estuve sobre él. Los airbags se
desplegaron con una ráfaga de tela y gas caliente y
desorientador. La colisión se sacudió alrededor de nosotros
en nuestros cinturones de seguridad como las muñecas
mientras el coche daba vueltas como un trompo, nuestra
intención era volver a poner el coche en posición al lado del
que habíamos golpeado.

No sabía cuánto tiempo estuvimos sentados allí en


silencio, a un lado, mirando las partículas de suciedad
flotando en el resplandor de las luces del tablero. Los dos
estábamos todavía restringidos en nuestros asientos, y el
parabrisas estaba roto, pero intacto. Era imposible ver con
lo que habíamos golpeado.
289
Gemí y palpé para liberarme de mi cinturón de
seguridad. Dan cogió mi mano y me detuvo. Levanté la
vista hacia él para ver por qué, pero tenía la cabeza vuelta
hacia otro lado, mirando por la ventana.

Y entonces lo supe.

Lo vi.

Era otro coche, los faros apenas resplandecían como


una vela a través de la niebla, viniendo directamente hacia
nosotros sobre el lado de mi hermano.

—Jakey, —gritó— mantén el cinturón de seguridad.

—No, hombre. Tenemos que salir.


—No podemos. No tenemos tiempo.

Acababa de encontrarle.

Había descubierto ahora el hermano que siempre


había querido -con el que siempre había soñado- al que
creía que conocía y no iba a perderlo. Traté de arrancar el
coche, pero fue inútil.

En el momento del impacto, yo estaba gritando. —Que


se joda toda esta mierda.

Todo pasó en un instante, y nos llevó una eternidad.


Lo que más me asustó fue la manera tranquila en que Dan
me miraba cuando agarró mi mano. Me aferré a él, a la
tranquilidad en sus ojos, mientras el otro coche chocaba
290
contra el lado del pasajero y desplegaba los airbags
laterales.
Realmente no sabía que tiempo habíamos pasado en
el coche. Se podía decir que no fue mucho tiempo, pero
durante ese tiempo no fui consciente hasta que oí a alguien
tocar en la ventana con una linterna. No podía recordar
cómo abrir las ventanas o las puertas para salir fuera.

Al principio pensé que la gente que estaba tratando de


llamar mi atención debía ser la policía, pero eran otros
hombres y mujeres, emergiendo como náufragos, portando
cosas que tenían en la mano y tratando de ayudar, de
hacer lo que podían mientras esperaban que los servicios 291
de emergencia llegaran. Fuera de mi ventana una mujer
mayor sostenía una de esas pequeñas bolsas de plástico
como si me la estuviera ofreciendo y me obligué a pensar
en cómo debía responder. Toda la situación era confusa y
absurda.

—No sé qué hacer. —Aturdido, le hice un gesto a


ella—. ¿Me puedes ayudar?

Se mordió el labio y golpeó la ventana. Ella me llamó.


—Deshazte del cinturón de seguridad. —No estaba seguro
de lo que estaba hablando. Entonces miré hacia abajo y vi
que mi mano seguía aferrando la de Dan, apretada tan
dolorosamente que tenía los nudillos blancos. Me llevó un
minuto soltarla, entonces tuve más sensibilidad en los
dedos. Cuando por fin reaccioné, apreté el botón que
desenganchaba el cinturón de seguridad.
Mi mano se sentía extraña, hormigueante y no me
sentía dueño de ella pero el cinturón de seguridad se soltó.

Olí gasolina, anticongelante y líquido de frenos. La


situación se hizo evidente muy rápidamente después de
eso. Sabía que tenía que llegar hasta Dan, pero era más
fácil de decir que de hacer. Él no estaba consciente y había
recibido el impacto del segundo coche en su lado. No había
manera de saber si estaba herido para moverlo, pero podía
oler el calor. Dan había dejado caer su cigarrillo, y se
estaba quemando la alfombra o la tapicería o algo así. Ardía
por alguna parte. Recé por que no fuera en su regazo, en
su piel, que se estuviera quemando, pero no olía a eso...
exactamente. Yo lo habría sabido. Lo había olido antes.
292
Abrí el pestillo y la puerta del conductor y varias
personas llegaron a ayudarme. Yo no estaba herido, al
menos no específicamente, pero no sentía mi cuerpo para
nada. Podría haber sido un cadáver andante por la
sensación que tenía en mi piel.

—Necesito llegar hasta dónde está mi hermano, —dije,


volviendo a ver qué podía hacer para empezar a hacerlo.

—Estoy de acuerdo, —dijo un hombre detrás de mí—.


No es seguro estar aquí. Tenemos que llegar al otro lado de
la carretera.

Nadie tuvo que decirme lo difícil y peligroso que era.


Lo sabía. En cualquier momento otro coche podría chocar
contra los restos. Alguien como yo, que no había visto nada
hasta que fue demasiado tarde. Subí de nuevo y me
arrodillé sobre el asiento del conductor, abriendo el
cinturón de seguridad que mantenía a Dan en su lugar. El
entrenamiento rudimentario que tuve en primeros auxilios
me sacudió y sin pensarlo, le busqué el pulso. Sus ojos se
abrieron.

—Oh, Danilo —le dije su apodo de la infancia casi


sollozando de alivio—. Tenemos que salir de aquí.

—Dame un minuto. —Él se lamió los labios. Miré por


la ventana, pero no vi nada.

—Espero que tengamos un minuto.

—Lo tienes claro. No puedo moverme.


293
—¿Qué? —Busqué con la mano, tanteando por el
coche apenas iluminado algo, cualquier cosa, que me
indicara lo que quería decir.

—Yo… Mi brazo está presionado. Atrapado. —Tragó


saliva. Me senté sobre los talones—. ¿Qué puedo hacer?

—Tienes que irte al otro lado de la carretera. El coche


detrás de mí va a absorber el impacto del otro y así
sucesivamente. Será como un acordeón a mi alrededor,
pero me protegerá del impacto y tan pronto como llegue la
ayuda, ellos me sacaran.

—No me voy a ninguna parte. —¿Cómo podría pensar


eso? ¿Cómo podía pensar que lo dejara en paz, que lo
dejara así?
—Este no es momento de ponerte cabezota. Todo va a
salir bien.

Negué con la cabeza. —No te voy a dejar aquí.

—No. Vete al otro lado de la carretera, tan lejos de los


restos como sea posible. Se inteligente, haz las cosas bien.

—No voy a decirte lo que tienes que hacer, para


variar.

Dan soltó una carcajada de dolor... —Sí.

Miré detrás de mí y vi dos caras mirando en el coche.


—Él no puede salir, —le dije a la mujer con la bolsa—.
Tiene su brazo atrapado.
294

Ella miró ansiosamente detrás de nosotros, en la


carretera, donde el tráfico podría venir. Alguien llevaba
bengalas de iluminación y las colocó detrás de los coches
accidentados, moviéndolas lo suficientemente lejos que no
podía verlas a través de la niebla. Tal vez si ardían lo
suficiente, impedirían que los conductores se metieran de
cabeza en el accidente.

—Está bien, —le dije—. Voy a estar aquí con él


durante un tiempo.

El hombre detrás de ella dijo: —Eso no es buena idea.

—Mis ideas son a veces raras, —le dejé saber. Mi


cabeza estaba como si estuviera sumergida, con una
sensación de estar bajo el agua en vez de envuelta en una
intensa niebla que empeoraba.

—Realmente deberías…

—Yo me quedo, —le dije, con los labios apretados—.


Todo está bien. Ponte a salvo y haz señales a los técnicos
de emergencias médicas para que nos atiendan en el
momento que lleguen, ¿de acuerdo? Creo que van a tener
que cortar el coche para sacar a mi hermano.

—Vete, —mi hermano trató de gritar, pero el sonido


no fue alto—. Vete.

—¿Y perderme tu cara cuando usen esa sierra grande


en el Lexus? Nunca.
295
Me di cuenta que Dan estaba dolorido, pero yo quería
que siguiera hablándome. Yo no podía soportar ver como se
escapaba la luz de sus ojos, por causa del dolor. Estaba
demasiado asustado de que no volviera conmigo.

—Cuéntame cómo te sientes. ¿Las piernas?

—Geniales. —Él me lanzó una mirada de muerte—.


Cuando salgamos de esta, voy a utilizarlas para patearte el
culo.

Más caras nos miraban con curiosidad al pasar por


delante del coche, y me pregunté cuántas personas estaban
involucradas. ¿Cuántos coches? ¿Cuántos estaban heridos o
muertos?

—Inténtalo, —le dije a Dan—. ¿No me habías dicho


esta mañana que necesito ayuda profesional y que no
debería ser un felpudo?

Se rió débilmente. —Has elegido un buen momento


para defender tu posición.

—Estoy completamente de acuerdo. ¿Qué pasa con


esas piernas? ¿Las sientes?

—No mucho.

—Dan…

—No es eso. Yo realmente no... no siento casi nada.


Eso probablemente es bueno.
296
—O no, —le dije con gravedad.

Alargó la mano hacia mí con su mano libre otra vez, y


me concentré en eso por un rato. Nos sentamos allí
aferrándonos el uno al otro, escuchando el goteo del
radiador roto del Lexus y el ruido de un par de radios. Más
allá de donde estábamos, escuchamos sonidos de dolor.
Un hombre gemía una y otra vez. Alguien estaba llorando.
Me di cuenta de que el sonido de una bocina se estaba
apagando a intervalos, como una alarma, probablemente
provocada cuando el coche se hubo desactivado en el
accidente.

Mi corazón tartamudeó en el pecho cuando vi más


destellos de luces en la niebla -faros- dirigirse hacia
nosotros. Deliberadamente, dejé escapar el aliento que
estaba conteniendo. No teníamos más airbags en el coche.
Estábamos aplastados entre dos coches. Era una conclusión
inevitable que cuando el coche llegara a nosotros, si nos
veía y no podía parar, nos aplastaría más. Era inevitable. Y
mi hermano estaba en el lado que se llevaría la peor parte.

—Joder, Danilo. Más coches.

Él suspiró. —Los veo.

—Esto es... una tortura, ¿no? —Le dije—. Esperar.

—Sí.

—Te quiero. —Le dije—. Desearía…

—Yo también, chico. Te amo demasiado. Vas a estar


297
bien, Jakey. No importa lo que pase, ¿sabes?

—No, Dan…

—Tomé la precaución de hacer algunas cosas con mi


abogado hace un tiempo cuando Bree y yo empezamos a
tener problemas...

—No. No me hables de eso.

—No tengo tiempo para delicadezas. Compra el local


para el café, —me dijo—. Compra una casa y encuentra a
tu hombre. Se feliz. Prométemelo.

—Dani…

—Prométemelo.
No le contesté. Esas luces de mierda iban a venir, pero
se arrastraban muy lentamente. Sostenidas en la niebla
como malditos fantasmas que caminaban hacia nosotros
sosteniendo faroles. Eso fue suficiente para apartarlo de mi
pensamiento. Mi corazón se disparó en mi pecho, y quería
gritar, hazlo ya, de una jodida vez, de modo que todo
pasara en un instante.

Pero entonces lo oí. El quejumbroso ronroneo de un


camión de bomberos. Con una esperanza que se encendió
dentro de mí como si alguien hubiera encendido un fósforo.

—Danilo, creo que son los servicios de emergencia, —


le dije, pero cuando miré, tenía la boca floja y su piel
húmeda—. ¡Dani!
298

Puse mi mano en su cuello y encontré su débil pulso.


—Por Dios. —Me volví hacia la ventana cuando oí que
alguien se acercaba. Podía escuchar radios de la policía, y
se oía el ruido de voces de hombres. Dando órdenes y
respondiendo—. ¡Eh! —Les grité—. ¡Eh! ¿Pueden
ayudarme? ¿Me pueden ayudar?

Si el ser un grandioso alborotador me llevaría a algún


tipo de acción, entonces eso era precisamente lo que
pensaba hacer. Di un golpe en la ventana para que no
hubiera duda de dónde podía ser encontrado. —Ayúdenme,
¡por favor! Mi hermano está atrapado y no podemos salir
del vehículo. ¡Está en estado de shock!

Escuché el sonido de unos pesados pasos de botas


reforzadas, y cuando me volví hacia el sonido, la cara de
Cam estaba justo detrás de mi puerta, donde mi señora
había estado parada de pie lo que parecía como horas.

—Yasha. —Él frunció el ceño y abrió la puerta. Se


arrodilló frente a mí, con las manos enguantadas para
calmarme pasándolas por mis hombros hasta mis brazos,
muy parecido como cuando quieres calmar un caballo
ansioso. Luego sonrió—. Deberías haber llamado antes para
ver si ya tenía una cita. —Se dio la vuelta y gritó
instrucciones a alguien, entonces tiró con fuerza de mí para
sacarme del coche.

—No puedo salir. Dani está herido, y su brazo


atrapado en alguna parte. Dijo que está atrapado.

—Tú vas a hacer lo que te diga o tendré que decirle a


299
Andy, el oficial, que te dispare.

—No puedo…

Cam me agarró los hombros con suavidad -como solía


hacerlo- y me estremecí. —Te prometo que me encargaré
de tu hermano. —Estaba sacudiendo mi cabeza, pero me
cogió de la barbilla—. Lo haré. Te veré, pero más tarde.
Déjanos a los chicos y a mi hacer nuestro trabajo, ¿de
acuerdo? Como dijiste en otro momento, hay que saber
cuándo apartarse.

Apreté los dientes porque pensé que estaban


empezando a castañear. —En Tel Aviv.

—Claro. —Cam me sonrió—. Lo que sea. Ahora tengo


que hacer mi trabajo, Yasha, ¿de acuerdo?
—Sí, Lo siento. —Lancé una mirada de nuevo al coche,
a mi hermano, tan quieto y pálido, pero respirando. Pude
ver eso, y me dejé guiar a un lado de la carretera, donde
los paramédicos estaban estableciendo un área de
emergencia—. Por favor cuida de él, Cam.

Una mirada de ternura se vislumbró a través de la


cara de Cam mientras me miraba. —Por supuesto, Yasha.
Como si fuera mío. ¿De acuerdo?

Eché una última mirada al Lexus. Estaba


horriblemente aplastado entre un turismo y una pesada
camioneta de servicios. Yo sólo podía ver las luces de los
coches de bomberos. Los paramédicos habían estacionado
su camión a un lado de la carretera y estaban colocando
300
lonas, que parecían estar utilizando para situar a las
víctimas.

—Por Dios, —susurré a nadie en particular.

—Señor. —Unas manos enguantadas me tocaron.

Me volví para encontrarme con la cálida mirada


esmeralda de JT sobre mí. La mirada en sus ojos fue de
una preocupación indiferente a convertirse en pánico en un
nanosegundo. —¿Yasha?

»Pensé que estabas en Los Ángeles. —Ambos


miramos hacia el masivo destrozo en la carretera. Sus
dedos se apretaron en mis muñecas reflexivamente, pensé
en sacudirlas cuando comprendió exactamente por lo que
había pasado.
—Mi hermano, —le susurré. No podía saber si él me
oyó con el ruido.

—¿Está...?

—Cam se está encargando de él. Su brazo está


atrapado.

Me cogió del brazo y empezó a tirar de mí hacia una


de las lonas. —Tengo que hacerte una evaluación de
emergencia, Yasha. Tengo que atender a la gente aquí de
acuerdo a sus necesidades. Hay ambulancias en camino.

—Mi hermano está todavía ahí fuera.


301
—Cam lo sacará de forma segura y lo traerá aquí.

—Está herido. —Me senté donde me dijo que me


sentara, junto a un hombre con cortes en la cara y la
señora de la bolsa—. Su brazo está atrapado y no puede…

—Confía en mí, Yasha. Déjame hacer mi trabajo. Cam


lo traerá aquí, y voy a cuidar bien de él, ¿de acuerdo? Al
igual que estoy cuidando de ti, ¿de acuerdo?

Mi garganta se cerró de nuevo por la emoción y


conmoción. Entre el primer choque y el temor del segundo,
le había dado poca importancia a mis propias heridas, pero
el dolor era cada vez más insistente en los apretados
músculos por el terror antes del primer impacto y el fuerte
impacto del segundo choque, sobre todo a través de mi
pecho, donde había estado limitado por el cinturón de
seguridad.

—¿Cómo vas? ¡Cualquier cosa me lo dices! —JT se


arrodilló a mi lado. Envolvió su mano alrededor de mi
brazo para chequear la presión arterial. Sólo sé que lo
miraba como si nunca hubiera visto uno antes. Después de
que terminara, me cogió la cabeza con una mano
enguantada mientras me irritaba con el resplandor de esa
intensa luz sobre mis ojos. Yo quería que lo entendiera.

Sus manos seguían ocupadas moviéndose, palpando


por todo mi cuerpo. Me estremecí cuando él presionó sobre
mi pecho, donde el cinturón de seguridad había estado y su
mano titubeó. Miré hacia arriba y lo encontré mirándome
de cerca. Me pregunté si él se dio cuenta de su brusquedad
-aunque necesaria y adecuadamente impersonal- que al
302
inspeccionarme me estaba haciendo daño.

—Dan es todo lo que tengo.

JT se congeló. Muy deliberadamente -incluso


solemnemente- se inclinó y me besó a la vista de todos los
presentes. Incluso en la niebla llamaba mucho la atención.
Vi unos cuantos rostros de sorpresa antes de cerrar los ojos
y ceder ante la urgencia de ese beso. Él me tomó en sus
brazos y después, pasó una suave mano arriba y abajo por
mi espalda.

Interrumpió el beso para hablar en voz baja, pero sus


acciones eran inconfundibles. —No, no es todo lo que
tienes. Me tienes a mí, Yasha. Siento mucho no haber
tenido los cojones suficientes para hacer esto realmente. Te
lo juro, si sólo tienes un poco de fe en mí nunca voy a dejar
que lo olvides.

JT me apartó el pelo de la frente y dio un suave beso


en mi piel. A continuación, en tono de disculpa, me dejó
para ayudar a la siguiente persona.

Yo lo observaba. Captando cada movimiento que


hacía, cada gesto de consuelo, cada templada sonrisa, cada
ceño mientras iba de una víctima a otra, cuidando de
manera eficiente a las personas que había en la lona
conmigo. De vez en cuando miraba en mi dirección o me
lanzaba una sonrisa cautelosa. Las atrapaba como una
tabla de salvación, utilizándolas como un ancla entre un
momento y otro, hasta que por fin, vi a Cam y a otros dos
bomberos traer a mi hermano con nosotros en una camilla.
303
Después de que mi hermano estuviera libre, todo fue
un borrón, y no fue fácil mantener el contacto. Finalmente
terminé en una ambulancia -no era la de JT- con Dan, que
necesitaba ir al hospital rápidamente. Una vez allí, una vez
que me identifiqué como el hermano de Dan, todo lo que
quedó fue la espera antes de que lo estabilizaran y lo
enviaran a radiología para el brazo, que iba a llevar la
mayor parte de la noche. Parecía que nadie en el accidente
había muerto, pero varios pacientes tenían lesiones, que
iban desde laceraciones simples a fracturas compuestas y
un posible ataque al corazón provocado por el estrés.

El brazo de Dan parecía haberse roto por varios sitios.


Por lo que pude ver, estaba despierto y ya acosaba a las
enfermeras por su teléfono móvil por lo que tendría que
averiguar quiénes eran los mejores médicos para que
pudieran curar su destrozo. Me di cuenta de que estaba
nervioso por la adrenalina y el miedo, librado de los peores
dolores a causa de los eficaces medicamentos, pero no del
todo fuera de peligro. Ya casi amanecía cuando me llamó y
dejó un mensaje para Breeanna en su teléfono de la casa,
pero yo no sabía si iba a venir. No tenía su número de
teléfono móvil, nunca había pensado que lo pudiera
necesitar. Deseé endiabladamente haberlo tenido.

Debí haberme quedado dormido, porque cuando me


desperté, según el reloj era casi mediodía.

—Oye, ¿está este asiento libre?

Alcé la vista y me encontré a Cam que se cernía sobre


mí. Él miró hacia abajo con cara de preocupación en sus
azules ojos. —Si, señor. Tome asiento. —Todavía llevaba
304
los pantalones de trabajo, pero había dejado la chaqueta y
el casco en alguna parte—. Eso fue un desastre, Yasha.
Trece coches y dos camiones grandes.

—He debido haber chocado al final.

—La Patrulla de Carreteras de California se dará


cuenta de eso. Yo sólo tuve que limpiar y sacarlo del
camino. —Rodó esos grandes hombros, y sí, llevaba
tirantes rojos, pero estaban envueltos alrededor de sus
caderas. Algún chico afortunado le iba a dar un masaje
después, lo esperaba. Parecía agotado.

—Qué desastre.

—¿Cómo está tu hermano?


—Tiene el brazo roto. Lo llevaron a Radiología de
inmediato. Traerán un especialista si lo necesita. Llamó a
su médico de cabecera, un amigo, que está haciendo
llamadas en su nombre.

Cam asintió. —Honestamente, no sé cómo estaba


todavía consciente cuando llegamos allí.

"Puede ser un tipo muy decidido. Nunca lo he visto


relajado. El mal Livingston definitivamente entró en el
Tzahal. Él podría haber sido un gran piloto de caza o algo
así. Nervios de acero.

Las cejas de Cam se juntaron en el centro. —Él te va a


necesitar. Ese brazo le va a doler como el infierno durante
mucho tiempo.
305

—Eso es…

—Ellos cuidarán de él. Yo estoy aquí para cuidar de ti.


—¿Cuánto tiempo hace que comiste? —Preguntó Cam.

Negué con la cabeza. —Me tomé un café cuando


salimos de la I-5, creo.

—JT me pidió que viniera a buscarte. Dijo que


necesitabas ducharte, descansar y comer, ya que quería
hablar con su padre de algún asunto...

Me acordé de su beso. —Supongo. 306


—Mira, podría llevarte al Sea View, pero mi casa tiene
bañera de hidromasaje. Probablemente te ayudaría a
relajarte.

Desde que me inspeccionaron y no me encontraron


nada grave, aparte de un cuerpo tremendamente dolorido,
no pareció ser una mala idea.

Cam me miró cuando me puse lentamente de pie,


todavía con el maletín del ordenador portátil que había
cogido del automóvil del coche de Daniel antes de haber
sido remolcado fuera de la autopista. Él lo cogió y puso un
brazo alrededor de mí. —Da las gracias al Lexus. Es
bastante seguro. Tu hermano no podía haber sufrido daños,
pero su brazo se quedó atrapado entre el asiento y la
puerta. Eso ha sido algo muy extraño.
—No vi eso hasta que lo liberasteis. ¿Tan mal está?

—Fue una lesión por aplastamiento. Él necesitará un


buen ortopedista y probablemente mucha terapia física. ¿Es
diestro?

—Sí, —le dije.

—Joder. Mierda. Le va a limitar su trabajo. ¿A qué se


dedica?

—Él es concertista de piano, —dije, sin expresión. Yo


nunca podría haber esperado la respuesta que recibí ni en
un millón de años.

La cara de Cam se drenó y sus ojos se inundaron de


307
lágrimas. —Oh joder ¡no!

—Está bien, Cam. Cálmate, amigo. Lo siento. La pifié.


Estaba bromeando.

Cam se restregó las palmas de las manos sobre los


ojos y respiró profundamente. —Por Dios... no me hagas
esas jodidas bromas.

—Lo siento, lo siento mucho, chico. No quise decir


eso... Yo sólo quería aligerar el ambiente.

Cam se quedó en silencio mientras me llevaba al


aparcamiento.

—Lo siento de verdad.


—Ha sido un día largo. Supongo que estoy cansado.

—Puedes irte a casa sin mí y dormir. Las enfermeras


dijeron que tienen sedado a Daniel y probablemente estará
así durante un tiempo. Podría volver a mi habitación del
motel, —me ofrecí.

—No deberías estar solo ahora. Necesitas comer algo,


Yasha, y alguien que cuide de ti.

—Porque normalmente eres muy maternal.

—Porque me importa, —dijo Cam y me di cuenta que


su mirada se desvió hacia el hospital—. Porque quiero
ayudar.
308
—Gracias, amigo. —Aparté el brazo cuando llegamos
a la camioneta, y dejé que me levantara. Probablemente
hacía pesas con el equivalente de mi cuerpo y yo no me
sentía muy fuerte. No tenía medicamentos para el dolor
conmigo, pero me sentía débil y frágil de todos modos.

Fuimos en coche en silencio hasta su casa por un corto


trayecto. Era uno de los edificios de apartamentos que
había visto en los pequeños edificios de la playa, tres
plantas a cada lado. Construidos normalmente alrededor de
un patio, pero éste tenía un mirador que albergaba una
bañera de hidromasaje. Me imaginaba el número de ligues
que Cam habría traído hasta aquí, y esperaba que la
limpiaran bien y con frecuencia.

—Te prepararé algo de comer y después podemos


venir aquí.
—No tengo bañador.

—Usa tus boxers. A nadie le importa. Estoy seguro de


que tengo algo que te puede quedar bien para después.

Me reí. —¿Por que de aquí hasta entonces voy a crecer


unos cuantos centímetros y ganar unos cuantos kilos?—

—Debido a que las personas dejan aquí sus


pertenencias todo el tiempo, —replicó Cam. Abrió la puerta,
y le siguí al interior. Nada podría haberme preparado para
el choque del pequeño y ordenado apartamento de Cam.

Realmente no sabía que esperar. Tal vez... un


improvisado gimnasio al estilo de Rocky y posiblemente, a
309
lo mejor, un hábitat de reptiles. Una tortuga que podía
hablar. Algo que hibernara la mitad del año y no le diera
ningún problema. Algo por lo que podría dejar cáscaras de
manzana y lechuga y manzana durante el resto del año.

Pero no. El salón de Cam era de un calmante, neutro


verde grisáceo con molduras de corona blanca. Tenía
cuadros en las paredes, y no estaban allí para acompañar al
sofá de cuero marrón o a los sillones verdes reclinables.
Eran fotografías en blanco y negro de Ansel Adams y
retratos interesantes de legendarios músicos de jazz. Había
cojines esparcidos y una zona limpia para una futura
alfombra que cubriría el claro suelo de madera de roble. Y
se sentía como en el cielo cuando me quité los zapatos -
como lo hizo él en el vestíbulo- y entré en él en calcetines.
Había plantas vivas brillantes e imágenes de él y sus
amigos del departamento. Algunos de la policía local. Nadie
que pareciera familiar. Un hermoso gato manchado se frotó
contra sus piernas, y él lo cogió con tanta suavidad como si
fuera un bebé, rozando su cara contra el pelaje del gato.

—¿Qué clase de gato es? —Me quedé mirando a la


cosa. Se veía como un pequeño leopardo salvaje o algo así.
Parecía feliz de verlo como si fuera un cachorrito—. Es un
ocicat. Es una raza domestica que tiene apariencia de gato
salvaje. La saqué de un incendio cuando era una gatita.
Tiene una cicatriz, ¿ves?

Me di cuenta de un lugar en la pata trasera donde no


tenía piel, y extendí la mano para acariciar la suave cabeza.
—Oh, pobrecita.

—La casa pertenecía a un criador, y los salvamos a


310
todos, pero Spot se quemó aquí. Reciben miles de dólares
por estos gatos, pero a causa de que estaba llena de
cicatrices, no la pudieron vender. Así que me dejaron
quedarme con ella. Ella es como un perro de verdad. Así
que la llamé Spot.

—Ya veo, —dije—. Sí, claro. Eso, mi amigo es un gato.

—No me crees.

—En realidad no. Para mí sigue pareciéndose a un


gato. —Cam sonrió y la dejó en el suelo. Miró alrededor de
uno de los sillones y encontró una bola un poco arrugada.

—Ve por ella, Spot. —Lanzó la pelota que se dirigió en


dirección al pasillo a lo que supuse eran habitaciones, y el
gato corrió tras ella. Ella lo trajo de vuelta y dejó caer la
bola a sus pies—. ¿Qué decías?

—Nada, chico. Nunca he visto un gato hacer eso.

—Spot es especial. —Dijo Cam— ¿Verdad, pequeñina?


—Él susurró algo más, extrañamente inconsciente mientras
me conducía hacia una cocina amplia y colorida con el
mismo color beige en las paredes y el suelo de baldosas.
Allí tenía más fotografías en las paredes, en su mayoría de
niños, muchos de los cuales estaban participando en
jornadas abiertas y me di cuenta de que algunos estaban
con miembros de la fuerza policial local y del personal del
departamento de incendios. Me trajo una cerveza y señaló
con el mentón una imagen de aspecto muy entretenido de
algunos niños en un concurso de comer pasteles.
311
—Eso es en el parque local. Cada cuatro de julio se
hace un gran picnic y el último año, gracias a Mary
Catherine tuvimos un concurso de comer pasteles. Deberías
haber visto a esos chicos. Estaban tan felices.

—Apuesto a que lo estaban.

—¿Vas a mudarte aquí? —Preguntó Cam mientras se


dirigía de nuevo a la nevera y sacaba embutidos,
condimentos, lechuga y tomate—. Sándwiches, ¿de
acuerdo?

—Fabuloso. Me parece fantástico. —Yo estaba


salivando sólo con mirar la comida. Hasta ese momento no
me había dado cuenta de lo hambriento que estaba—. Voy
a mudarme aquí. Me gusta St. Nacho.
—Te atrapó, ¿verdad? —Convino Cam y tomó un
breve trago de su cerveza antes de agarrar un poco de pan
y empezar a montar los sándwiches—. Empiezas a pensar
que encontrarás respuestas aquí.

Simplemente miraba a Cam mientras expertamente


cortaba los sándwiches en cuartos y los servía como si
estuviera en un restaurante. Puso algunas patatas en el
centro y un pepinillo en cada plato.

—¿Qué? —Sus manos pararon cuando se dio cuenta


de que estaba boquiabierto.

—Eres muy distinto, —le dije.

Él sonrió. —Me lo dicen mucho. ¿Te importa si hablo


312
con libertad?

—No, por supuesto que no.

—JT le va a decir hoy a su padre que siente algo por


ti.

Sentí que me ahogaba con la cerveza. O tal vez era


sólo nervios, pero me senté en una de las altas sillas de la
cocina cerca de la encimera ya que mis rodillas se sentían
un poco inseguras. —¿Sí?

—Sí. — Cam tomó un trago de su cerveza—. Conozco


a Carl y sé que no va a ser un problema. Pero conozco a JT
también. Lo vi besarte delante de todo el mundo. Eso fue
genial, pero él ha estado ocultándose de quien realmente
es durante mucho tiempo.
—Lo sé. —Me ruboricé. Sentí que me llegaba desde el
pecho hasta el cuello y no era de la cerveza.

—Él nunca ha sido feliz con lo que siente por los


hombres. Es una sensación que tengo. Pero quiero que
tengas cuidado con tu corazón. No estoy seguro de que él
sea alguien en el que puedas confiar. ¿Sexo? Seguro. Pero
guarda tu corazón durante un tiempo.

Vi a Cam tomar un bocado enorme y satisfecho de su


sándwich. Pavo, jamón, queso para untar. No sabía todo lo
que había puesto allí. Tenía como unos diez centímetros de
espesor, y sus ojos se pusieron en blanco cuando
masticaba. Tragó saliva y luego rompió un pedazo de lo que
quedaba para Spot, que se subió a la silla de al lado,
313
mirándolo como si fuera la última ave en América del
Norte. Spot aparentemente no tenía problemas con la idea
de ser alimentada a mano por Cam, más de lo que habría
tenido, supongo, si yo nunca hubiera conocido a JT.

Cam me miró. —¿Estás bien?

Sacudí mi cabeza. Estaba muy cansado. —¿Crees que


podría dormir en el sofá durante un rato?

—¿Qué tal si te das una ducha rápida mientras cambio


las sábanas? Entonces podrás dormir en la cama. Es lo
suficientemente grande para nosotros dos. —Puso los ojos
en blanco cuando levanté la mirada hacia él—. Te dejaré
tranquilo.

Me pregunté a cuántas personas les habría dicho eso.


—Estoy demasiado cansado para detenerte sino lo haces.

—Y eso es precisamente por lo que puedes contar


conmigo para mantener mi distancia. Nunca voy tras la
gacela herida excepto para ponerla a salvo.

—Te gusta un poco de pelea, ¿eh?

—En realidad me gusta mucho. —Él parpadeó un


poco—. Por lo general.

—Vamos. —Puse el sándwich en el plato después de


comerme sólo la mitad—. Me gustaría volver al hospital
esta noche antes de que terminen las horas de visita.

—Está bien. Si conseguimos cerrar los ojos, te llevaré


314
de vuelta.

—Gracias, Cam. —Le ayudé a envolver el sandwich


para después—. Eres un chico muy, muy bueno.

—Eso es lo que le digo a todo el mundo, —dijo Cam—.


Las toallas están en el armario del pasillo. Hay maquinillas
de afeitar nuevas y cepillos de dientes en el cajón de arriba
al lado del lavabo.

—Estás bien preparado. —Cam encogió sus grandes


hombros—. Boy Scouts.

—Lo imagino. —Me dirigía al armario donde me había


señalado y encontré una pila de toallas limpias, blancas y
esponjosas—. ¿Te das cuenta de que eres la persona más
condenadamente ordenada que he conocido?
—Eso lo has dicho antes. —Él se ruborizó—. Los
bomberos son a menudo altamente organizados y están
motivados para mantener las cosas ordenadas.

Eché la cabeza hacia atrás. —La única persona que he


conocido tan ordenada es mi cuñada. Ella es muy
impulsiva. Hace que Martha Stewart18 parezca relajada.

—¿Cuñada?

—Sí. Es la mujer de Daniel, Breeanna.

Cam se quedó como una estatua en el vestíbulo. —


¿La avisaste? ¿Estaba en el hospital?
315
Me volví antes de cerrar la puerta del baño detrás de
mí. —Le dejé un mensaje en su casa. Ellos están en mitad
de un divorcio. Las cosas se pusieron recientemente mal y
Dan dijo que no le importaba para nada que se fuera.

—Ya veo.

Me encogí de hombros. —¿Qué puedo decir? Han


estado casados durante mucho tiempo y acabaron mal. Ella
realmente nunca fue amable ni afectuosa. —Me di la vuelta
y entré en el cuarto de baño, y cuando cerré la puerta
detrás de mí, me pareció oír a Cam hablando con el gato.

—La gente apesta, ¿verdad?

18
N de C: Es una conocida empresaria, autora y presentadora de televisión
estadounidense que formó un imperio con su estilo de vida y cocina.
Si esperaba que JT viniera y pretendiera que llevara
una camiseta del orgullo gay y tirantes con los colores del
arco iris, me hubiera decepcionado. Así eran las cosas, Cam
y yo echamos una siesta de dos horas y estuvimos durante
una hora o así metidos en la calmante bañera de
hidromasaje antes de llevarme a mi habitación del motel.
Me sentí como un idiota, como un adolescente siendo
llevado de vuelta por motivo de una indiscreción juvenil con
mi cremallera rozando mis partes íntimas y los boxers
mojados en una bolsa de plástico hermética y nada que 316
manifestar salvo un novio que no había visto desde que me
pidió que confiara en él.

Creo que Cam sintió mi incomodidad, porque después


de apagar el motor, se quedó sentado conmigo en silencio
durante un momento viendo mi cara.

—Gracias por todo, Cam, —dije finalmente—. Sobre


todo por la forma en que te encargaste de Dan. Nunca lo
olvidaré.

—Es sólo mi trabajo. —Yo casi esperaba que le dijera:


¡Oh, caramba! Deberías saber lo mucho que significa para
la gente que hagas esto.

—Gracias.

Miré a mí alrededor y me dispuse a abrir la puerta de


la camioneta para salir. —Mi petate estaba en el Lexus de
Dan.

—Alguien te indicará a donde lo han llevado y puedes


recoger tus cosas allí.

Había oído horrorosas historias de robos en esas


dependencias. —Si todavía siguen allí.

—¿Teníais objetos de gran valor en el maletero?


¿Equipos de audio? ¿Electrónicos?

—No. Tú me trajiste el ordenador portátil. —Acaricié el


maletín del portátil—. Sólo la ropa.

—Entonces todo estará probablemente bien. No te


317
preocupes.

—No estoy preocupado. No hay nada allí que no


pueda ser sustituido. —Yo estaba apoyado en su coche—.
Era sólo la ropa.

—¿Qué vas a hacer ahora?

—Pensé en cambiarme de ropa y luego regresar al


hospital. —Eché un vistazo alrededor—. Supongo que
pensé…

—Te esperaré aquí y te llevaré de vuelta. Date prisa.


Tengo que volver a mi turno y sólo he dormido dos horas.

—Muy bien, gracias de nuevo, Cam.


—De nada. —Él esperó en el coche mientras me
apresuraba a mi habitación del motel y me cambiaba. El
teléfono era del tipo que tenía un botón que indicaba los
mensajes de correo de voz, pero no se encendió. Cogí una
chaqueta, me puse de nuevo mis zapatillas de deporte y
me dirigí hacia la puerta para encontrar a Cam hablando
con Carl.

—Hola, Yasha —dijo Carl—. Anoche pasaron un


montón de cosas desagradables. Estoy muy contento que
tú y tu hermano estén bien. ¿Cuánto tiempo creen que
estará en el hospital?

—No lo sé. No han terminado de decidir sobre su


brazo. Va a necesitar un especialista.
318
—Sentí mucho oír que él está herido. Cam me estaba
contando acerca de eso. De vez en cuando tenemos un
accidente importante por culpa de la niebla. Me gustaría
que alguien invente algo para evitarlo.

—Creo que algunos coches tienen un sensor. Tal vez


empiecen a colocarles radares.

—Yo todavía estoy esperando el coche volador que me


prometieron. —Los ojos de Carl no parecían brillantes como
lo eran normalmente, pero aparte de eso su
comportamiento era totalmente normal. Me pregunté si JT
había hablado con él. No me importó ya que estuvimos
hablando amigablemente y luego me metí en la camioneta
de Cam y nos fuimos.

—Eso podría haber sido incómodo —le dije—. Pero no


pareció serlo.

Cam se encogió de hombros.

—No crees en JT.

—No he dicho eso. —Cam no me miró.

—No tienes que hacerlo. Es bastante obvio por lo que


no dices.

Cam movió los hombros. —Mira. Esto nunca ha sido de


mi incumbencia, pero no tengo ningún respeto por un
hombre que usa a las chicas como él lo hace, y luego va de
"amante secreto" con los chicos.
319
Suspiré. Ya no era por eso. —Tienes razón, por
supuesto. Tengo que concentrarme en Dan ahora mismo. Él
estaba hablando de conseguir aquí una casa para nosotros.

—Me parece bien. ¿Quieres que eche un vistazo?

—Pensé en avisar a Ken Ashton para eso, ya que


parece ser que se dedica a ese trabajo. En un principio iba
a dejar que mi hermano lo hiciera, pero él está…

—Sólo debes dejar a tu hermano que se recupere.

Sorprendido, miré hacia donde él agarraba el volante


con las dos manos. —Lo haré. Por supuesto que lo haré.

—Él va a estar muy dolorido. Y va a tener que


aprender a hacer cosas con la mano izquierda, las que
estaba acostumbrado a hacer con la derecha.

—Lo sé.

—Su esposa probablemente va a querer cuidar de él si


está realmente herido, ¿no te parece? Ella probablemente
querrá estar allí para él, ¿no?

De ninguna manera. ¿Él era amable con mi hermano?


—Cam…

—De todos modos probablemente va a haber una fila


de gallinitas de una milla de largo hasta tu puerta
trayéndote sopa y otras comidas.

—Probablemente. —Yo no iba a decirle a Cam que mi


320
hermano había salido del armario. De ninguna manera. Que
lo descubriera por sí mismo—. Nos aseguraremos que lo
toma en un tazón. Es más fácil beberlo de esa manera.

Cam me lanzó una mirada como preguntándose si me


estaba burlando de él. Dado que en cierto modo lo estaba,
pensé que podría tratar de parecer inocente. —¿Qué? —Le
pregunté cuando me miró a través de la luz verde y la
gente detrás de nosotros comenzó a tocar la bocina.

—Nada, no importa. —Se apartó cuando la luz estuvo


perfectamente naranja, y después ninguno de los dos habló
hasta que nos detuvimos en el aparcamiento del hospital.

Me bajé del coche y me incliné para darle las gracias.


—Gracias por todas las cosas que has hecho, Cam. Eres un
buen amigo.
Cam sonrió brevemente y se volvió para mirar detrás
del coche, lo que indicó claramente que lo estaba con lo
que habíamos hablado.

—Le daré a Dan saludos de tu parte y que le deseas lo


mejor, —le dije antes de cerrar la puerta. Sus ojos se
encontraron con los míos y ambos supimos lo importante
que era eso para él. Hizo un gesto con la cabeza y se
despidió con la mano.

Lo vi salir de la plaza de aparcamiento, y luego me


dirigí a la puerta principal del hospital. Yo había tenido esos
sueños de niño, en los que volvía la vista y tenía que
enfrentarme a toda la clase para recitar el discurso de
Gettysburg o algo así. Había soñado que estaba tratando de
321
llegar a algún lugar, y no importaba lo que pasara, algo me
lo impedía. Pero nunca había sido el tipo de persona que
soñara que dondequiera que fuera, todo el mundo me
odiaba.

Sin embargo, eso fue exactamente la recepción que


me dieron en el hospital, desde los voluntarios en la mesa
de recepción pasando por el puesto de enfermeras hasta la
chica con una bata tomando la presión arterial de mi
hermano cuando entré en su habitación. Todo era la misma
historia. Un glacial silencio seguido de una mirada asesina o
la más rápida de las salidas que jamás había
experimentado fuera de una amenaza de bomba.

Cuando la enfermera salió de la habitación sin


responder a mi alegre hola, parpadeé sorprendido. —¿Qué
demonios?
La risa de Dan retumbó en su pecho como un gemido.
—Yo sé algo que tú no sabes, —canturreó. Parecía cansado,
pero de buen humor. Su brazo inmovilizado descansaba en
lo que parecía un enorme deflector. Sus pupilas eran
enormes, y arrastraba las palabras.

—¿Qué?

—El chico del armario está rompiendo corazones por


toda la ciudad. —Lo dijo como ‘drompe corasson’.

—¿Qué?

—La noticia se está extendiendo como un reguero de


pólvora, y eres persona non grata en este instante. —Me
322
dejé caer en la silla junto a su cama. Simplemente
fantástico.

Tuve que dar puntos a JT por intentarlo, si eso era


realmente lo que estaba sucediendo. —Probablemente sea
tu imaginación.

—Tengo entendido que está terminando con todo el


departamento sanitario. —Dan tragó saliva y trató de
sonreír, pero pude ver que estaba sufriendo.

—¿Debo llamar a alguien? —Le pregunté—. ¿Necesitas


algo?

—No. —Me senté por un minuto, pero el impulso por


inquietarme era perspicaz.
Él me lanzó una mirada especulativa y gruñó. —¿Qué
pasa? Suéltalo.

—Supongo que esperaba ver a JT en algún momento.


Pero envió a Cam a que me buscara.

—El del pistón.

—Sí. —¡Qué poco te imaginas! Dan, tienes un ticket


para un viaje, si lo deseas—. Supongo que sólo quise mi
momento, ¿sabes? Cuando él me eligió a mí.

—¿Momento “Oficial y Caballero”? —Esa era una de las


películas favoritas de Bree.

—Payasadas, —le dije injustamente—. Lo único que


323
recuerdo es el chico que murió en el armario.

—¿Qué vas a hacer si él no te elige? ¿Y si no quiere


ser demostrativo en público? ¿Qué pasa si no sales con el
fuera, o no se decide a tomar tu mano cuando caminéis por
la calle?

Mi corazón se encogió. —No lo sé. —Pero lo sabía. No


quería un chico que no estuviera fuera. JT sostenía mi
corazón, pero eso no era suficiente para mí. Yo quería algo
real, no algo conveniente. Estar con Sander me había
enseñado eso. Me sentía como si hubiera desperdiciado un
año. Habría sido igual de feliz con nadie que como había
estado con Sander.

—Pienso mucho en eso, tu sabes.


Mantuve una taza de agua con una pajita para que
Dan pudiera beber. —¿Y tú?

Tomó un saludable sorbo y tragó saliva. —A veces me


pregunto si tengo agallas. Eso es en realidad todo teoría,
hasta que tienes que bailar con un hombre en público o
darle un beso de despedida en el aeropuerto.

Yo no había pensado en eso. Nunca había sentido que


tenía una opción, por lo que nunca oculté mi sexualidad.
Incluso en la escuela secundaria. Pero no había sido
precisamente fácil. —Esto no es un picnic.

—Lo sé, —dijo Dan con gravedad.

—Pero se vuelve más fácil.


324

—¿No?

—Tú lo tienes más difícil, —admití.

—Es bueno saberlo. —No sólo parecía cansado sino


descorazonado. Me hubiera gustado pintar un cuadro mejor
de lo que tenía que esperar. La verdad era que yo siempre
había envidiado la facilidad de su existencia. Bueno en
todo, una esposa trofeo, templado, inteligente, agradable.
Él era socialmente a prueba de balas. Aunque él sabía que
nunca tuvo un matrimonio feliz, yo había pensado al menos
que le convenía estar casado con una mujer hermosa.
Ahora que sabía que él había estado actuando todo el
tiempo, me dolía el corazón al pensar en él atrapado en esa
existencia, mirando a los hombres por los que se sentía
atraído. Hombres que nunca podría tener.
—No tienes que responder a esto, pero cuando te
casaste con Bree, ¿has estado… alguna vez has estado con
un hombre?

—Sí, —susurró Dan.

—Así que...

—Tengo unos cuantos pequeños sucios secretos para


expiar, sí. —Miró hacia otro lado—. Es diferente cuando
conectas los puntos.

¿Los puntos? ¿Desde Dan a algunos tipos sin nombre


y sin rostro que podrían haber sido -probablemente
fueron- exactamente como yo? Un hombre que se estaba
325
enamorando, tal vez. Atraído por lo menos. Se merece
mucho más que un lugar tranquilo en el circuito de una
habitación de hotel, mientras que Dan estaba lejos de casa
por negocios. Por supuesto. Un hombre que tenía el
derecho de ser más que el botín de medianoche de alguien.

Tal vez la manzana de Dan no había caído demasiado


lejos del árbol de nuestro padre después de todo.

—No me mires de esa manera.

—Pero violaste la cláusula de infidelidad primero.

—La diferencia mía estaba basada en trucos. Algunos


de ellos pagándolos. Nunca he tenido una relación fuera de
mi matrimonio. Ella lo hizo y con alguien que conocía.
Alguien que creía que era mi amigo. Lo mío fue una sola
noche y su relación ha durado ocho meses, que yo sepa. No
es lo mismo. E incluso si lo fuera, nunca me atrapó, yo lo
hice. Todavía estoy tratando de ser generoso y que
terminemos ganando los dos.

—Lo siento. La engañaste. Tú no fuiste atrapado, pero


en mi libro eso no te absuelve. No entiendo cómo puedes
hacer distinciones.

—Yo tampoco, —dijo con petulancia—. Tal vez me


equivoqué. ¿Qué hay de todas esas chicas de JT? Ellas no
fueron conscientes que se estaba viendo contigo después
de sus citas.

—Eso está muy mal, y lo sé.


326
—Tal vez todos estábamos listos para una corrección
kármica. —Volvió la cara—. Tal vez sólo estoy cansado.
¿Podemos hablar de esto más tarde?

—Claro... Lo siento. —Yo estaba demasiado cansado.


Sabía que había terminado siendo el tipo de hombre cuyo
amante lo visitaba de noche y se iba antes del amanecer.
Después de sólo una semana ya había terminado con eso.
Tanto Dan como yo merecíamos algo mejor que lo que
habíamos tenido y teníamos algunas expiaciones que hacer
por lo que habíamos hecho. Ahora teníamos la oportunidad
de un nuevo comienzo sin reservas.

—¿Tú y yo? Nosotros vamos a estar bien, Danilo, —


dije, a pesar de que mi hermano iba a la deriva en el
sueño—. No hay que esperar que la felicidad venga de
fuera, ¿no?
—Sí, lo que sea, —gruñó—. Mientras haya analgésicos
soy tu hombre.

Le subí un poco la sábana, sólo para que se quejara.


Allí no había realmente nada mal con cómo era eso, sólo
quería arropar a mi hermano.

Mi hermano mayor, Danilo.

—Buenas noches. Estoy aquí.

—Buenas noches. —Los ruidos del hospital fueron los


únicos sonidos durante mucho tiempo—. No me juzgues
con demasiada dureza.
327
—¿Cómo puedo hacerlo sin echarme un vistazo a mi
mismo? —Tal vez eso no era algo que yo quisiera hacer
frente a ambos, en ese mismo momento.
Me quedé dormido en la silla al lado de mi hermano y
nadie me molestó hasta que me desperté a la hora en que
generalmente me iba a trabajar. Salí del edificio a la
frialdad de la mañana, así que telefoneé a Mary Catherine
quien accedió a recogerme. Mientras ella conducía, pulsó el
botón para poner la calefacción en el lado del pasajero y se
lo agradecí.

—Lo primero que voy a necesitar es comprar un coche 328


de segunda mano y hacerme un seguro. No creo que Dan
vaya a conducir durante un tiempo. Su coche está
destrozado.

—Lo siento mucho.

—Nosotros estamos vivos. —Me sentí más triste de lo


habitual. Normalmente, me gustaba el hecho de que mi
trabajo comenzara antes que el resto del mundo se
levantara y se tomara su primera taza de café. Pero ese
día, incluso con Mary Catherine charlando amistosamente
en el asiento del conductor junto a mí, en lugar de sentirme
como si estuviera remando por el gran océano, tratando de
dar un paseo, me sentí como si me balanceara solo en la
quietud de un gran lago—. Dan y yo estamos pensando en
buscar una casa aquí.

—¿Sí? —Mary Catherine me miró parados en el


semáforo. Podía sentir su escrutinio y me pregunté qué
estaba pensando. No bastaba con preguntar.

—A Dan le gusta estar aquí.

—¿Y a ti? ¿Te gusta estar aquí, Yasha?

Pensé en ello. —Me encanta. Muse dice que significa


que St. Nacho me quiere.

Mary Catherine sonrió. —Veo que has oído hablar de


Minerva en Nación Runa y su teoría espiritual del poder de
asentamiento.

—Sí. —Me reí también. Quería conocer a Minerva,


definitivamente iba a estar en mi lista de tareas
329
pendientes—. ¿Qué opinas al respecto?

—Creo que el sonido de las olas suaviza a la gente, —


dijo—. Y todo lo que la naturaleza no cure, el Nacho’s Bar y
su famoso ‘Blue Adios Motherfuckers’19 lo hará.

Para cuando llegamos al obrador, las chicas ya


estaban esperándonos en la puerta. Como siempre Candace
y Bianca discutían y Muse estaba mirando, esperando para
saltar en caso de que empezaran los golpes y hubiera
derramamiento de sangre. Analise estaba bajo las luces de
seguridad, vistiendo un brillante suéter muy atractivo con
un pañuelo a juego en un color púrpura intenso que nunca
había podido imaginar que llevara una semana antes.

19
N de T: Bebida compuesta por: vodka, ron, tequila, ginebra, blue curaçao, zumo de limón y
7Up.
—Bueno, bueno, bueno. —Suspiró Mary Catherine.

Sentí que Mary Catherine estaba observando lo mismo


que yo. En un momento dado, el miedo había drenado todo
el color y la vida de Analise. Ahora era como ver a alguien
que había vuelto a respirar después de estar ahogándose,
como si le volviera el color llenando sus mejillas y el
retorno a la vida de sus ojos mientras el oxígeno entraba
de nuevo en sus órganos.

Muse corrió hacia el coche cuando salí, envolviéndome


con sus brazos tatuados, enterrando su cara en mi pecho.
—No permitas que te aplasten.

Incliné la cabeza y me eché hacia atrás para poder


verle la cara. —No lo voy a permitir.
330

—Voy a estar atenta. —Muse me gruñó—. No me


gusta esa mierda. Los hospitales.

—Mi hermano está herido, —le dije. Me sentí un poco


hueco, como si no estuviera ella para sostenerme si yo
fuera incapaz de permanecer en pie. Tal vez por eso es por
qué lo hizo. En ese momento me di por vencido y le devolví
el abrazo con fuerza, como si la conociera de toda la vida—.
Gracias.

Mary Catherine abrió la puerta, y todos entramos a


hacer nuestra tarea. El ritmo de una panadería, la mezcla
de la masa, la creación de rellenos, las láminas de corte, la
colocación en bandejas, y el engarce de los bordes me llevó
al lugar en el que solía estar a gusto, donde el trabajo de
mis manos y mi mente se encontraban en paz.
Miré a mí alrededor. Bianca y Candace estaban
disfrutando de un breve respiro después de un amargo
conflicto por el fregadero. Estaban bebiendo café y
esperando a que la cafeína las sacudiera, Muse estaba
pelando las manzanas, y Analise estaba haciendo la crema
de relleno para las empanadas de nuez. Mary Catherine
había ido a su oficina para trabajar en su plan de negocios.

Una ráfaga de viento frío vino de la puerta y miré


hacia arriba para ver a JT parado allí con su uniforme. Sentí
todos los ojos en mí a medida que avanzaba.

—Yasha. —Él se puso delante de mí con las manos


detrás de la espalda, como si estuviera en posición de
descanso.
331

—JT. —Apagué la maquina mezcladora. Me quité el


pañuelo de mi cabeza ya que hay algunos momentos en los
que no quieres experimentar lo que podría suceder si no lo
llevas aunque sea más ‘chic’ que una redecilla. Tenía la
esperanza de que esto fuera a ser uno de esos. JT se veía
muy solemne. Cuando sacó sus manos de detrás de su
espalda, me tendió una rosa roja. Era perfecta, sus pétalos
aterciopelados estaban todavía frescos y húmedos con un
largo tallo sin espinas. La flor era un gran capullo frondoso,
bien cerrado, empezando a abrirse en la parte superior.
Parecían labios cuando agaché la cabeza para respirar su
esencia.

—Vine a preguntarte si querrías salir conmigo esta


noche, —dijo JT. Sospechaba que él levantó un poco su voz
para que las chicas pudieran oírle—. Pensé que podríamos
ir a cenar, ¿tal vez luego ir a bailar?

—¿Sí? —Pensé en mi escaso armario y el hecho de que


Dan estaba en el hospital, y mi corazón se hundió un
poco—. Tal vez ahora no sea un buen momento.

Candace me empujó apartándome fuera y se detuvo


delante de JT, sonriendo como un payaso. —Él acepta.

—Espera, yo…

Candace me fulminó con la mirada para que me


callara. —¿A qué hora?

—Bueno… —JT miró a Candace y de nuevo a mí. Me


encogí de hombros—. ¿A las siete?
332

—Perfecto, —le dijo ella, tomándolo del brazo—. Eso le


dará tiempo de sobra para hacer un poco de compras y
luego ir a ver a su hermano para asegurarse de que él esté
bien. Puedes recogerlo en el hospital, ¿de acuerdo?

—Candace… —Imploré.

—De acuerdo. —JT permitió que ella lo llevara a toda


prisa a la puerta, pero se paró en el marco de la puerta
antes de que ella lo empujara hacia fuera—. ¡Eh! Espera.
Yasha.

Lo miré cuando se dio cuenta de que tenía toda mi


atención. —¿Sí?

Sus labios se curvaron hacia arriba en una sonrisa, y


sus ojos tenían una sincera luz, que hicieron arder mi
corazón. Hizo un gesto hacia mí y luego a sí mismo.
"Mizpah20.

Asentí. Era un vínculo emocional. Un pacto entre


nosotros. Parecía como si tuviera mi momento ‘Oficial y
Caballero’ después de todo.

Cuando la puerta se cerró detrás de JT, todas


empezaron a hablar al mismo tiempo. Mayormente se
trataba de un coro de risas de sorpresa. Muse golpeó mi
brazo con su diminuto puño.

Bianca puso fin a todo el asunto cuando les dijo a


todos—: Tenemos pasteles que hacer, y más nos vale
apresurarnos si queremos conseguir hacerlos a tiempo para
333
ir de compras con Yasha.

Me puse el pañuelo por encima de mi pelo.

—Espera, ¿qué?

Al final me fui con Mary Catherine y Muse


acelerándonos para entregar todo, lo que nos llevó cerca de
una hora y media por la costa hasta una ciudad con una
gran tienda de ropa elegante y asequible. Tuve la
oportunidad de comprar un par de pantalones de gabardina
negra y una guayabera de lino ligera con un bordado tono
sobre tono, pero sin bolsillos. La típica destinada a
ocasiones agradables en ambientes tropicales en las que
siempre pensé como camisas de boda mexicanas. Me las

20
N de T: Expresión hebrea que significa “El señor nos observa, cuando estamos ausentes el uno
del otro”
arreglé para encontrar un bonito cinturón y un par de
mocasines negros informales, pero elegantes a la vez.
Incluso tuve que comprar calcetines de vestir.

No había tenido una cita desde mucho antes de


Sander. Lo que más hacía era alimentar a los hombres y
hacerles pasar la noche. Me preguntaba si aún tenía las
suficientes habilidades para una noche normal, y me
imaginé a Muse mandándome mensajes de texto como una
pequeña, pero igualmente feroz Cyrano de Bergerac para
que me dijera lo que pensaba que debía decir.

Muse interrumpió mis pensamientos sosteniendo un


perfume que olía como a cáscara de limón en frente de mi
cara. —Toma, prueba esto.
334
—Está bien. —Comprobé la etiqueta del precio—.
Puedo hacerlo. —En realidad, yo estaba teniendo un
momento difícil con esto. Nunca me había gustado ir de
compras y no creía que pudiera aguantar mucho más.

Muse me miró con astucia. —Es suficiente, —dijo ella


y me permitió llevar mis compras a la caja para pagar.

—Has pasado por mucho últimamente, —dijo mientras


caminábamos hacia la puerta para esperar a Mary
Catherine dar marcha atrás para recogernos con la
furgoneta—. Tal vez necesitas algún tipo de talismán. Un
cristal de sanación.

—No creo en ese tipo de cosas, Muse.

—Bueno, no estoy segura de sí importa, siempre y


cuando alguien lo haga y yo lo hago. —Ella cogió una
cadena de su cuello con una pequeña amatista en él—. Se
supone que esto te protegerá contra la embriaguez y la
seducción.

Me aparté. —¿Por qué diablos iba yo a querer eso?

Muse se echó a reír. —Eso se dijo también Moisés


cuando se colocó la túnica de sumo sacerdote de los judíos
para ser el espíritu de Dios.

Me quedé boquiabierto.

—En serio, puedes averiguarlo. —Ella enganchó la


cosa alrededor de mi cuello y lo apretó—. Has tenido una
carrera bastante legendaria de mala suerte. Esto podría
335
ayudar.

Esta vez me reí. —Sí. Supongo. En todo caso, no


puede hacer daño.

Mary Catherine se detuvo delante de la tienda justo


antes de que una suave lluvia comenzara a caer. Tal vez mi
suerte estaba empezando a resurgir después de todo.
Como quería visitar a Dan en el hospital, me preparé para
mi cita y cogimos un taxi allí desde la casa de Bianca. Ella
me dejó caer un descarado guiño de aprobación y una
especie de temeroso gruñido salvaje que tomé como una
especie de ruido emprendedor. Yo sabía que en poco
tiempo JT vendría a recogerme. Mientras tanto, quería
saber qué otra cosa le habían dicho a Dan sus médicos
sobre el brazo.
Dan dio un respingo al verme todo engalanado. —
¿Todos se vistieron así por mí? Me siento halagado y
francamente alarmado. ¿Qué sabéis que no sepa yo? —
Reconocí su broma por el gesto de sus ojos.

—Tengo una cita.

—¿JT por fin dio el paso?

—Él me trajo una rosa al trabajo esta mañana.

—Clásico. —Él tendió la mano para beber agua, y se la


di con la pajita para que no tuviera problemas con la taza
de plástico malva.

—Ya me lo imaginé. —Evité sus ojos—. Parece que


336
está abriéndose.

Dan sonrió. —Realmente te gusta este chico.

—Sí. —Joder. La familia puede hacer que te sientas


como si volvieras otra vez al instituto—. Él es agradable.

—Pero hay algo diferente en él. Te has metido muy


dentro de él.

—Lo sé. —Tragué saliva—. Él me hace sentir seguro.

—Eres un gran chico, Jakey. Qué es lo que necesitas


de…

—No es como... a salvo de peligros ni nada, porque


nadie está a salvo. Me hace sentir que puedo confiar en él,
si yo le contara mis secretos, mis sueños y mis miedos más
oscuros, él nunca me defraudaría.

—Eso es mucho pedir de un tipo que se presenta en la


mitad de la noche después de dejar a su novia en la puerta.

—Soy un homosexual judío. No hay nada que me


guste más que una paradoja.

Dan hizo una mueca, pero no dijo nada durante un


rato. Finalmente levantó el hombro en un encogimiento de
hombros que significaba que había renunciado a tratar de
hablar con sentido. —Eres un idiota.

—Lo sé. Pero me preocupo por ti, Danilo.


337
—Al igual que yo por ti. —Él me tendió la mano
izquierda, y se la estreché, dándole un suave apretón. Me
miró durante un rato.

—¿Esta es tu mano pajera?

—¿Quieres que te lo diga? —Gruñó—. No.

—Apesta ser tú, grandullón.

Me reí todo el camino hasta el vestíbulo, donde recibí


un mensaje de texto de JT.

Voy de camino. Nos vemos.


Vi la camioneta que venía y mi corazón dio un perfecto
salto desde mi pecho hasta mi miembro, haciendo una
entrada perfecta en las aguas de mi libido, sin salpicaduras.
Eso era probablemente un mal asunto cuando quieres tanto
a la camioneta como al hombre. Para mí JT era el paquete
total. Sabía que era inútil, y si él me estaba tomando el
pelo, o tenía intención de jugar en mi cajón de arena hasta
que el resto del campo de juego le hiciera señas otra vez,
mi corazón se rompería en mil pedazos.
338
Era el colmo de la ironía que hubiera estado
entrenado para sobrevivir a la guerra química, sólo para ser
completamente impresionado por un hombre común en una
vieja camioneta de granja roja.

Aparcó junto a la acera y salió de forma impresionante


en un traje oscuro con una sutil corbata a rayas burdeos y
me preocupé sobre si pensaría que estaba mal vestido.
¿Dónde estaba pensando ir? Me había dado cuenta que
iríamos a tomar una copa y tal vez cenar en el Nacho’s,
pero nadie llevaba trajes allí. Antes de que pudiera tocar la
manilla de la puerta, él se acercó a la camioneta y me abrió
la puerta. Eso era testimonio del hecho de que
normalmente se citaba con el tipo de chicas que esperaban
en la acera a que les hiciera eso. Le dejé. Planeaba
facilitarle el entendimiento de que no necesitaba el mismo
tipo de conducta que tenía con sus Barbies, hasta que me
cogió la mano con sumo cuidado y me ayudó a subir al
asiento del copiloto. Tal vez probaría a ser una de sus
chicas por un tiempo si iba a tener esa tímida clase de
apreciación e iba a darme esos besos suaves que puso en
mis labios antes de cerrar la puerta entre nosotros.

Cuando pasó por la parte delantera de la camioneta y


entró, sólo la forma en que sus manos temblaban cuando
puso la llave en el encendido y la rápida mirada que hizo en
el estacionamiento me dio toda indicación de lo difícil que
iba a ser para él, el estar conmigo.

Me aclaré la garganta. —Escucha, no tienes que


empezar a gritar eso de ¡Eh, estoy aquí! Soy maricón,
acostúmbrate a eso. Es perfectamente aceptable tomar las
cosas con calma.
339
Él dejó el motor en marcha, pero se llevó las manos
del volante para frotar su cara. —Si salgo contigo y no te
trato como a una cita, se siente como una falta de respeto.
—Se volvió y me miró—. Como si pensara que eres menos
que nadie. Así que la manera en que yo lo veo, es que debo
tratarte mejor de lo que he tratado nunca a nadie con los
que me he citado, ya que... —Se calló, pero sus ojos
parecían implorarme que lo entendiera.

Respiré profundamente. —Ya veo. Gracias.

—Sí. Bueno. —Él hizo una mueca y puso la camioneta


en marcha—. Te ves bien.

—¿Estoy bien vestido? No tuve muchas opciones y…

—Te ves genial.


—¿Nos dirigimos hacia alguna parte donde tenga
necesidad de una chaqueta?

—No, pensé que podríamos bajar a Santa Bárbara


para cenar, tal vez. Bouchon sea un lugar agradable. Hice
las reservas.

—He oído hablar de él. Suena excelente. Aunque está


bastante lejos.

—Pensé que tal vez podríamos hablar mientras


llegamos.

—¿En serio? —Le pregunté—. ¿Qué quieres que


hablemos?
340

—Yo —me dio una mirada nerviosa— no lo sé. —


Pensé en uno dos comentarios sarcásticos y un par
estúpidos—. Yo tampoco.

—Puedes decir que lo estoy intentando. ¿No?

—¿Tratando qué?

—¿Lo que sea que se supone que debo hacer?

—¿Qué estás haciendo?

Condujo durante unos minutos en silencio, hasta que


llegamos a un desvío que pasaba por alto el océano. Luego
aparcó la camioneta y apagó el motor. Sin las luces del
tablero y con nada más que la luz de la luna fuera, era
difícil verle la cara.

—¿Estás tratando de hacer esto difícil? —Preguntó.

—¿Yo? No, yo estaba tratando de hacerlo más fácil. Yo


sólo quería saber de lo que querías hablar. Cuando dijiste
que querías hablar...

De repente JT sacudió la cabeza y se echó a reír. —No


quería hablar. Dije que pensaba que tal vez podríamos
hablar. Ese es mi primer movimiento. Por lo general, una
vez que digo eso, sólo conduzco mientras nos dejamos
llevar a través de una conversación donde todo lo que
tengo que hacer es asentir a su monologo de vez en
cuando.
341
—¿No me digas?

—En serio. Siempre he salido con chicas extrovertidas


porque cuidan de la conversación. Eso viene de saber que
hago una mejor impresión con la boca cerrada.

—Me gusta cuando me hablas. ¿Qué otras ideas falsas


tienes de ti mismo?

—Realmente soy muy consciente de mí mismo.

—Te dicen el rey sin corona de Narnia.

Se hundió un poco.

—Lo siento. Eso fue una gilipollez.


—Pero es cierto. —Traté de ver su expresión en la
oscuridad—. Mi hermano vino a mí hace un par de días. Ha
ocultado su sexualidad durante años. Tal vez todo el mundo
tiene que hacer las cosas en su propio tiempo y a su
manera. ¿Quién soy yo para juzgar?

—Tú eres el tipo que nunca mintió.

—¿Es eso lo que piensas? —Le pregunté—. ¿Qué


nunca mentí? Para mí fue fácil salir porque me importaba
una mierda lo que nadie pensara. Pero mentí sobre cosas
todo el tiempo. Hice excusas por un tipo como Sander, que
se enroscaba alrededor de todo el mundo en el barrio y
cerraba cada argumento que tuvimos con los puños. Te
dejé en la puerta de mi habitación del motel y me dije que
estaba bien sino querías quedarte. Pretendo confiar en la
342
gente mintiéndome todo el tiempo, excepto tal vez... sólo
para mí mismo.

Vomité cada palabra para ver que sucedía. Casi nunca


dejaba nada que no quisiera que otros vieran, aunque a
veces era como una intoxicación alimentaria mientras
regurgitaba las cosas más tóxicas como mecanismo de
defensa. Me callé, avergonzado.

JT habló entonces. —Pensé que si yo era un judío


mejor, Dios me alejaría de la tentación. He utilizado la
religión como excusa para negar mi naturaleza. Pensé que
tal vez conseguiría la fuerza necesaria para decir no si
estudiaba la Toráh y creía.

—Imagínate ser coaccionado sexualmente por Dios, —


murmuré—. Ese pensamiento da miedo.
—Recé mucho esperando una respuesta, Yasha. Tengo
que considerar al menos la posibilidad de que él me envió
un judío gay llamado Jacob que estaba luchando con sus
propias preguntas y dispuesto a pedir ayuda.

Sonreí, pero dudaba que lo viera. —No recuerdo


mucho de esa noche.

—Lo sé. Me llamaste abuelo y luego me besaste la


mano.

—Además de Daniel, eres la única persona a la que no


he mentido sobre mí mismo.

—Probablemente porque yo estaba mintiendo


343
suficiente por los dos.

—No. Eso no es así. Tal vez no era por mí. Tal vez
yo... te amo. Y hagas lo que hagas, donde quieras que
acabes, nada va a cambiar eso.

—Por Dios, Yasha, —susurró—. Ciertamente no te


merezco.

—Tal vez no. Pero no puedo evitarlo. Te quiero, JT. —


Mi boca se secó—. ¿Crees que me puedes llevar a casa?

—¿A casa? —Preguntó JT.

Me mordí el labio. —A algún lugar donde podamos


hacer el amor.
JT presionó sus labios contra los míos y le sentí
sonreír. Me abrí a él, dejándole que se divirtiera
degustándome, explorándome de nuevo como si
tuviéramos todo el tiempo del mundo, estacionados allí a
un lado de la carretera. Finalmente rompió el beso y me
miró. Sus nudillos rozaron el lado de mi cara.

—A casa. —Metió la llave en el contacto para arrancar


la camioneta—. ¿En lugar de cenar?

—Encontraremos algo mejor, —le dije mientras


esperaba hasta que fuera seguro dar la vuelta y regresar
por donde vinimos. Muy pronto el Motel SeaView estaba a
la vista en la carretera, la V y la I todavía estaban
apagadas—. ¿Cuánto tiempo llevan las letras así?
344
—Siempre, se apagan y se encienden. No puedo
recordar desde cuando están así.

—Tu padre es un bromista muy sutil.

JT me deslumbró con su sonrisa. —Lo es.

Tuve una inspiración repentina. —¿Conoce a Mary


Catherine?

—Estoy seguro de que la conoce. Su hijo se quedó en


el SeaView y mi padre la ayudó a empacar sus cosas
cuando él todavía estaba en el hospital.

—¿Él ha...? ¿Alguna vez ha tenido la oportunidad de


ser sociable con ella?
—¿Estás emparejándolo? —Preguntó JT.

—Creo que sí, —le contesté—. Creo que juntos serían


perfectos.

—Mi padre es mayor que ella por... ¿diez años?

—¿A quién le importa? Tu padre es el árbol de Navidad


de Charlie Brown y necesita un poco de amor.

JT sonrió. —Puede que tengas razón. —Nos detuvimos


frente a una casa revestida de ladrillo clásico, de estilo
rancho con persianas verdes. Era hogareña, una casa
dolorosamente americana desde la puerta de bienvenida en
la parte superior de las escaleras al porche con el aro de
baloncesto que colgaban de anchos aleros sobre el garaje.
345

Una vez aparcada la camioneta en el camino de


entrada, JT y yo nos sentamos durante un minuto, sólo
mirándonos. Cogió mi mano y me dio la sensación de que
casi ninguna de sus citas terminaba allí. JT abrió la puerta y
salió. No me había sorprendido ya que durante un
momento seguí mirando la casa, así que cuando fui a abrir
la puerta de mi lado, JT estaba allí abriéndola para mí,
colocando su mano sobre mi brazo mientras salía. Él
entrelazó los dedos juntos de nuevo y me llevó a la puerta
principal.

Esperé a que sacara la llave. Durante mucho tiempo


se quedó allí.

—Un centenar de chicos han besado a mis hermanas


bajo esta luz del porche.
—¿Tienes hermanas? —Conocía a los varones Lents, y
esto fue una sorpresa para mí, a pesar de que no sabía por
qué. Nosotros nunca habíamos hablado mucho de la
familia.

—Sí. Dos. Ellas son mayores. Una está en Seattle y la


otra vive en San Diego.

—No lo sabía.

Juntó sus manos entre las mías. —Yo solía verlas


desde esa ventana de allí e imaginaba que sus novios me
estaban besando.

Miré hacia donde señalaba, hacia lo que


346
probablemente era la sala de estar, oscurecida por cortinas
transparentes de una variedad antigua, de encaje y aspecto
regio. —¿Sí?

—Sí. —JT se sonrojó ligeramente. Yo sabía lo que


estaba diciendo. Lo que había entre nosotros no tenía
normas establecidas todavía. Podía recogerme trajeado y
ayudarme a salir del coche, pero también podía querer que
lo pusiera entre mis brazos debajo de la luz del porche de
la casa de sus padres y besarlo como si fuera la noche del
baile. Él era demasiado nuevo para tener un modus
operandi, y yo demasiado experimentado en esto para
querer uno.

Lo tomé entre mis brazos y lo besé como había


querido que lo hicieran. En el momento en que mis labios
tocaron los suyos, se relajó, abriéndose para mí, enviando
su lengua a jugar con la mía. Cerró sus brazos alrededor de
mi cuello mientras yo deslicé el mío hasta la cuna de la
parte posterior de la cabeza. Dejé una de mis manos
deslizarse hacia abajo, a lo largo de su columna vertebral,
para descansar en su base y presionar sus caderas contra
las mías. Él se arqueó hacia mí con un gemido.

Sería un sueño bailar con JT si alguna vez lo permitía.


Tan receptivo al más mínimo contacto, tan dispuesto a ser
guiado. Tan condescendiente.

—JT, —murmuré en sus labios. No tenía ni rastro de


barba, probablemente acabara de afeitarse antes de que
me recogiera.

Abrió los ojos, aturdido por la pasión, y se centró en


347
mí. —¿Hum?

Suprimí una pequeña sonrisa de satisfacción. —¿Tal


vez deberíamos entrar?

—Oh. —Levantó las llaves que había estado


sosteniendo y se volvió con un sí.

Cuando abrió la puerta, le pregunté—: ¿Qué hacían


tus hermanas después con sus chicos? —Admito que eso no
era realmente una pregunta para la que yo pudiera obtener
respuesta. Quería saber lo que querría que hiciera a
continuación. ¿Me paraba a esperar? ¿Debería moverme?
¿Debía usar cualquier excusa para tocarlo y seducirlo, o él
querría hacer lo mismo conmigo?

—Bueno, eso depende. Si mis padres estaban en


casa…

—Espera. ¿Ahora están tus padres en casa? —Le


pregunté, absurdamente. Sabía que su madre había muerto
y su padre estaba en el motel. Me parecía como si estuviera
en otra parte -en algún lugar en el pasado- y quería hacerlo
de nuevo.

Él no había encendido la luz, pero lo vi tragar saliva


antes de hablar. —No.

—Entonces, ¿tus hermanas que hacían? —Entonces JT


cogió mi mano y me llevó a su habitación. Era juvenil y
ordenada, con un montón de libros y algunos trofeos de
natación. Un montón de cintas con medallas y certificados
en la pared, lo que me llevó a decir que sobresalió en su
348
deporte. Se sentó en el borde de la cama y me miró. Sus
ojos transmitían recelo, tal vez un poco de miedo y un poco
de indefinible fe en mí para honrar en conseguir que todo
fuera correcto.

Me senté a su lado, levantando una rodilla en el


colchón para que pudiera mirarlo mejor cuando lo agarré de
la corbata. —Esto es muy bonito.

—Gracias, —dijo sin aliento mientras deslizaba hacia


abajo el nudo y se la quitaba.

Le desabroché la chaqueta y le ayudé a quitársela y


luego la colocó con cuidado sobre los pies de la cama.
Mientras sacaba el dobladillo de la camisa de los
pantalones, mordisqueé su mandíbula, el mentón y el
cuello, por donde pude llegar, hasta que tuve ese botón
superior abierto y su pecho era mío para explorarlo, al
menos esa parte del mismo que estaba expuesto por su
camiseta. Bajé por sus mangas y estaba encantado de
encontrar puños franceses con gemelos, se los quité y los
coloqué en la mesita de noche.

—Un hombre con clase, con mucha clase, —susurré,


reconociendo el tacto de la tela mientras le quitaba la
camisa y la colocaba con su chaqueta.

—¡Eh! —¿Cómo es que soy el único en desnudarse?

—¿Quieres desnudarme tú también?

—Sabes que sí, —dijo él, recorriéndome con su


mirada—. ¿Puedo?
349

Me quedé de la misma manera, queriendo


mantenerme erguido mientras me miraba con ojos
ardientes. —Por supuesto.

Empezó con mi cinturón, utilizando unos torpes dedos


para desabrochar y bajar la cremallera. Para entonces en
mis boxers se había filtrado una mancha de humedad de mi
miembro e inclinó la boca sobre él, como si él no pudiera
evitarlo. Como si no pudiera detenerse. Acuné su cabeza
entre mis dedos, rozando sus cejas ligeramente con los
pulgares.

—Cariño. —Suspiré, abrumado por la dulce manera en


que me acariciaba. Me incliné para capturar su boca con la
mía, y juntos nos resbalamos y nos deslizamos sobre las
almohadas, hasta que yacimos juntos en la cama de
matrimonio, se estiró y se esforzó para deshacerse de lo
que quedaba de nuestra ropa. Respiraba en bocanadas de
aire que trató de controlar. Dio pequeños jadeos y
estremecimientos cuando mis dedos jugaron a lo largo de
la dura silueta de su pecho, hasta que clavé los dedos en su
camiseta para quitársela. Desabrochó los diminutos botones
nacarados de mi camisa con dedos temblorosos y la
empujó fuera de mis hombros. Cuando sus uñas rasparon
sobre mis pezones, tragué aire profundamente en los
pulmones y me arqueé para que él lo hiciera de nuevo. Él
puso su lengua donde sus manos habían estado y tiré de su
cabeza cerca hasta que sentí el roce de sus dientes
emocionarse allí.

—Yasha, —susurró con incertidumbre.


350
—Shh, —susurré—. Yo sé lo que necesitas.

—No tengo… —hizo un gesto con la mano en el aire—


nada.

—Yo sí. Busca en mi cartera. —Lo que ocurrió a


continuación era lo típico. Dos hombres, miembros
oscilando, tomándome tiempo para hurgar a través de la
ropa desechada por una cartera hasta que la encontré y
dejé caer un par de condones y dos paquetes de lubricante
sobre la almohada en la cama. Cuando estuvimos piel sobre
piel, dejó escapar un suspiro profundamente contenido.

Lo preparé rápidamente, observando su rostro en


busca de alguna señal. —¿Cómo lo llevas?

Se mordió el labio con un gemido y asintió con la


cabeza con fuerza. —Estoy bien.

—No he hecho nada todavía, —bromeé. Él miró hacia


otro lado. Esperándolo.

—Ah, —gritó—. Por Dios. Haz eso otra vez.

Sentí de vuelta el áspero haz de nervios y lo acaricié


de nuevo.

—¡Yasha! —JT estaba francamente rogándolo ahora.

Tiré de sus piernas sobre mis antebrazos y lo empujé.


—Ponme el condón.

Arrancó el paquete y lo hizo sentirse más que


351
cualquier otra cosa, dándome un par de sólidas caricias que
me hicieron gemir. —Despacio, —advertí.

—No te preocupes. —Fui con cuidado, chocando contra


él, presionando suavemente, y deslizándome más allá del
anillo de músculos rígidos sólo abriéndose lo suficiente para
admitirme—. Ah, mierda, eres maravilloso.

—Ven aquí. —Cogió mi cabeza para besarme, y fui de


buena gana. Me acarició y me tranquilizó mientras pasaba
sus dedos por mi pelo, bajando hasta los hombros,
relajándome profundamente los músculos mientras rozaba
mi piel. Se sentía celestial. Me aferré a él, puse mi cabeza
en su hombro, y simplemente dejé que se abrazara a mí.
Nos besamos e hicimos le amor. Encendimos una lenta
mecha que quemó todo mi cuerpo hasta que mi piel estuvo
enrojecida y resbaladiza, y tenía roces de mi barba en su
cuello, y los ojos aturdidos.

Agarré su trasero con mis manos y nos oprimimos


fuerte. Mi ritmo era apagado, desigual y frenético. JT clavó
las uñas en la espalda y maldijo en mi oído. Su pene estaba
atrapado entre nuestros cuerpos, y dejó caer un suspiro
tembloroso apenas unos segundos antes de sentir el primer
chorro de calor húmedo entre nosotros. Sus músculos se
tensaron hasta que sufrí un espasmo en su interior,
llenando el condón, conduciéndole a su dulce calor hasta
donde yo podía llevarlo.

Dijo mi nombre una y otra vez, susurrándolo como si


fuera una oración mientras me dejaba caer inerte en sus
brazos. —Yasha. —Lo pronunciaba con cada envite de mis
caderas contra las suyas, sus labios abiertos mientras
352
probaba la piel sudorosa de mi cuello—. Yasha.

No se por cuánto tiempo nos quedamos allí


entrelazados de esa manera. Por último, puesto que mi piel
se estaba enfriando, secándose con el susurro de la brisa
de la ventana abierta, me levanté sobre mi codo y salí con
suavidad, luego tiré el condón a la basura al lado de la
cama. Se acurrucó en mí, y lo sostuve entre mis brazos. —
¿Estás bien?

—Sí, —él se echó a reír un poco nervioso— tal vez un


poco asustado.

—¿Eh?

—Es una nueva vida. Una nueva historia. Los chicos de


la estación, la gente que me conoce, gente que ha conocido
toda mi vida va a pensar que soy un mentiroso o un idiota
o cualquier cosa ahora que estoy fuera del armario.

—¿Se lo dijiste a tu padre?

—Sí.

—¿Qué pasa con las chicas con las que te citabas?

—Hablé con las que había estado últimamente, —JT


contestó con evasivas—. No tengo por qué anunciarlo a
bombo y platillos.

—¿Estás seguro de que es esto lo que quieres, JT? —


Me importaba la respuesta mucho, así que no intenté
ocultarlo.
353

—No es tanto lo que quiero como lo que soy,


¿verdad?—Preguntó.

Me quedé en silencio.

—¿Qué?

Pensé en ello.

—¿Puede ser ambas cosas? Me siento como que he


puesto en marcha un nuevo barco.

Él me besó suavemente, abriéndome para un breve


contacto entre nuestras lenguas. —No estoy navegando
frente a nuevas aventuras, Yasha. Me siento como que he
llegado a puerto después de un largo viaje en el mar.
—¿Sí?

—Sí. —Él puso su cabeza justo debajo de mi barbilla,


donde claramente podía imaginar que la pondría todas las
noches durante el resto de mi vida, encerrado como la
pieza de un rompecabezas en el que no me había dado
cuenta que había estado buscando—. Duerme, —susurró.

—Tenemos que limpiarnos, —le dije—. Vamos a estar


pegajosos.

—Sí, —respondió él, pero no me dejó ir. Ambos


íbamos a sacrificar un poco de pelo del cuerpo por la
mañana si yo no me levantaba, pero estaba adormecido
por su profunda respiración, por la alegría que sentí con él
354
en mis brazos, y me quedé, arrastrado por la ola de
felicidad que apenas comenzaba a surgir en mi corazón.

—Te amo, —le dije mientras él apretaba sus brazos a


mi alrededor y comenzó a roncar suavemente—. Amor... te
amo.
Coordinacion de Proyectos

Traducción:

355
corrección:

Diseño y Formato
356

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