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Signos de amor #4
ANYTA SUNDAY
Traducido por
VIRGINIA CAVANILLAS
Índice
Cita 1
Capítulo 1
Cita 2
Capítulo 2
Cita 3
Capítulo 3
Cita 4
Capítulo 4
Cita 5
Capítulo 5
Cita 6
Capítulo 6
Cita 7
Capítulo 7
Cita 8
Capítulo 8
Cita 9
Capítulo 9
Cita 10
Capítulo 10
Cita 11
Capítulo 11
Cita 12
Capítulo 12
Cita 13
Capítulo 13
Cita 14
Capítulo 14
Cita 15
Capítulo 15
Cita 16
Capítulo 16
Cita 17
Capítulo 17
Cita 18
Capítulo 18
Cita 19
Capítulo 19
Cita 20
Capítulo 20
Cita 21
Capítulo 21
Cita 22
Capítulo 22
Cita 23
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida sin
previo permiso del propietario del copyright de este libro.
Todos los personajes de este libro son ficticios y cualquier parecido con otras
personas, vivas o muertas, es una mera coincidencia.
Advertencia: Este libro tiene escenas de sexo explícito y un protagonista que lleva
lo del amor platónico a niveles insospechados.
Para Julien y Ryan.
Sois una pareja preciosa.
Todos somos tontos cuando estamos enamorados.
—Jane Austen
Capítulo Uno
PríncipeExtranjero: ¿Hola?
Becky: ¿Comecomas?
É
Él le dedicó un saludo con la mano con la que sostenía la
caja.
—¿Te mudas? —preguntó la anciana, flexionando la mano
sobre su bastón.
—Si puedo convencer a Becky… —Mierda, ¡Rebecca! Más
le valía recordarlo—. Estoy nervioso.
Ella entrecerró los ojos y levantó el bastón hacia él,
dejando escapar un gritito de emoción.
—Eres un pez.
Zane hizo un alto en el camino. ¿Olía a pescado? ¿O «pez»
era algún tipo de piropo que él desconocía?
Agachó un poco la cabeza y se olió a sí mismo. No olía mal.
Olía al desodorante que se había echado esa mañana tras la
ducha.
—Tienes un brillo acuoso rodeándote —dijo ella—. Eres
amable, ¿verdad? De los que no ocultan sus emociones. —Lo
miró entonces de arriba abajo—. Y encima eres un partidazo.
Zane dejó sus cosas en el suelo, colocó mejor el oso en la
caja y sonrió a la señora con calidez.
—¿Soy un partidazo? ¿Está usted tratando de pescarme?
—Puedes tutearme. Me llamo Darla. Pero tú puedes
llamarme Darling 1.
Zane se rio y llamó al timbre de Rebecca.
—Deséame suerte, Darling.
—Creo que no funciona. Le han quitado el sonido por la
fiesta —dijo ella—. Dime tu nombre y puedes entrar.
La puerta se abrió en esos momentos y tres mujeres muy
elegantes salieron de la casa hablando entre ellas:
—¿Thomas Pynchon? He leído una de sus obras: El arco iris
de gravedad. Es… bueno, mira, cógelo de mi estantería cuando
vengas a casa y experiméntalo por ti misma.
Zane se pegó más a la valla para dejarlas pasar y deslizó
las palmas de las manos por sus postes redondeados antes de
sonreír a Darla y contestar:
—Me llamo Zane —dijo sobre el murmullo cada vez más
distante de las mujeres—. Y espero que sea un nombre que
tengas que recordar y usar en el futuro.
—Lo recordaré, Zane. —Darla lo estudió como si de una
viñeta de cómic se tratara—. Eres justo lo que un toro herido
necesita.
¿Toro herido? ¿De qué hablaba esta señora?
—Le encanta la literatura —dijo la anciana tras un ataque
de tos—. Así que mi consejo es que le hables de libros. De
Dostoyevsky y de Toy Story, por ejemplo.
Dostoy… como se diga y Toy Story. Vale. No sabía que Toy
Story estaba basado en un libro. Por suerte, había visto la
película.
—Gracias por el consejo. ¿Podrías vigilar mis cosas?
—Claro —dijo ella mientras Zane abría la puerta y
entraba. Su voz lo siguió hasta que puso un pie dentro—. Si
alguien trata de robártelas, usaré mis conocimientos de Krav
Maga.
¿Quién que ha amado no ha amado a primera vista?
—Shakespeare
Capítulo Dos
—¡¿Q UÉ ES ESO ?!
Los invitados de Beckett —incluida su madre— ya se
habían marchado y el profesor había conducido a Zane y a
sus pertenencias a una buhardilla con vigas de madera, cuya
luz se encendía tirando de una cadenita.
Zane dejó la caja y la maleta apoyadas en una pared. Era un
espacio pequeño con una ventana, una cómoda con cajones y
un futón. Motitas de polvo brillaban y bailaban bajo la
oscilante luz de la bombilla.
Beckett señaló la caja con una ceja alzada.
Zane cogió la piel del oso y la puso en el suelo, estirándola.
Beckett lo miraba con la boca abierta, como si en cualquier
momento el animal fuera a morderle la pierna.
—Una idea romántica que tuve —dijo Zane con un suspiro.
Estaba sentado sobre sus talones, la suave alfombra
acariciándole las rodillas—. Y ahora tengo que quedarme con
la bestia.
—No oso preguntar más.
Zane sonrió.
—Bonita elección de palabras.
—Me gustan los dobles sentidos y los juegos de palabras.
—Beckett se alejó un poco de la alfombra e hizo un gesto
abarcando la buhardilla—. El suelo de madera cruje un poco.
El baño está abajo. Y, por cierto, mi hermana vuelve de su
viaje por Europa el jueves y se quedará hasta que encuentre
piso. El sofá es demasiado pequeño para ti así que…
—Entendido, esta será su habitación. A mí no me importa
dormir en tu cuarto contigo.
Beckett se pasó una mano por el pelo y dirigió su mirada al
futón y a la ventanita.
—No vas a dormir conmigo.
Vale. Entendido. Tenía unos días para encontrar otro sitio
donde quedarse o… para convencer a Beckett de que dormir
en la misma habitación estaría bien.
Sacó su tableta y su lápiz digital del compartimento
acolchado de la maleta donde los había guardado y preguntó:
—¿No quieres irte a Chi on con tus amigos? Sea lo que sea
Chi on.
—Es un bar donde profesores universitarios beben pinot
noir y pontifican sobre los placeres de los juegos de palabras.
—Mmm…
—Es el típico concurso para ver quién la tiene más larga,
pero en versión pretenciosa.
Zane se giró hacia él, armado con todo lo que necesitaba
para terminar —o arreglar— el cómic.
—Suena… ¿presuntuoso?
Beckett sonrió. Zane dejó su tablet en la cama y se acercó a
él. Le dio unos toquecitos con el dedo en la mancha de vino
que tenía en una de las solapas de la chaqueta.
—La prueba de que escupiste el vino con el mensaje, ¿a
que sí? Si quieres, te la puedo llevar a la tintorería.
—No ha sido tu culpa. Yo me encargo. Puedo usarlo como
excusa para comprarme una nueva.
A Zane le llegó una ráfaga del aroma de Beckett: olía a
limpio, con un sutil rastro de aftershave. Sus ojos azules lo
miraban dubitativos y llenos de curiosidad.
De repente, una araña negra y gorda apareció frente a sus
rostros. Estaba colgada de la viga que había sobre ellos, como
si estuviera haciendo puenting. Zane dejó caer los dedos que
seguían en la chaqueta de Beckett y salió despavorido hacia
la pared.
—¿De verdad un tío enorme y fuerte como tú necesita que
sea yo quien se deshaga de esta cosita pequeña?
—La respuesta es un enorme y fuerte sí.
Tras un par de movimientos de lo más precisos, Beckett
cogió a la bestia peluda en la mano. ¡En la mano! Una locura,
a los ojos de Zane. Era una heroicidad, sin duda, pero una
locura.
La cama crujió cuando Beckett se arrodilló sobre ella. Zane
hizo lo mismo y abrió la ventana, retirándose a toda prisa
mientras la araña era liberada.
—Las sábanas están recién cambiadas y, cuando te
levantes, puedes bajar y desayunar lo que quieras.
¿Cama con sábanas limpitas y desayuno? Maravilloso. Pero
Zane estaba más preocupado por las arañas suicidas que
hacían puenting. Se quedó mirando el techo y un escalofrío le
recorrió el cuerpo.
—¿Crees que habrá más?
Beckett cerró la ventana, sellando el cuarto del frío del
exterior.
—¿Te sentirías mejor durmiendo con mi gato?
La mirada de Zane se dirigió hacia las manos de Beckett
poniendo el pestillo al ventanuco. Tenía los dedos largos,
habilidosos y seguros.
—Me sentiría mejor durmiendo contigo.
Beckett dejó escapar un sonido estrangulado, se bajó de la
cama y se dirigió a la escalera.
—Buenas noches, Zane —dijo, desapareciendo de su vista.
—¡Vale, acepto el gato! —gritó Zane tras él.
Siempre he preferido ser feliz a mantenerme digna.
—Charlotte Brontë
Capítulo Tres
—Jane Austen
Capítulo Cuatro
—George Eliot
Capítulo Cinco
—Walt Whitman
Capítulo Seis
—Shakespeare
Capítulo Siete
—Platón
Capítulo Ocho
—León Tolstoi
Capítulo Nueve
—Jane Austen
Capítulo Diez
Zane nunca había sentido tanto alivio como cuando vio los
tres puntitos que indicaban que Beckett estaba contestando a
su mensaje.
Becky: …
Zane: ¿Hola?
—Jane Austen
Capítulo Once
—Oscar Wilde
Capítulo Quince
—N
novios?
o me malinterpretes, no estoy enfadado —dijo
Beckett—. Pero ¿cómo hemos acabado siendo
—Emily Brontë
Capítulo Dieciséis
—James Joyce
Capítulo Diecisiete
—Aristóteles
Capítulo Dieciocho
—William Shakespeare
Capítulo Veinte
Beckett: No te rías.
Beckett: Zane…
Beckett: Lizzy.
—Charles Dickens
Capítulo Veintiuno
—Jane Austen
Capítulo Veintidós
—Charlotte Brontë
Piscis se lleva a Tauro al agua
SIGNOS DE AMOR #4.5
Soy una grandísima fan de los romances que se cuecen a fuego lento y es que me
encanta leer y escribir sobre personajes que se van enamorando poco a poco.
Algunos de mis temas favoritos son: historias cuyos protagonistas van de amigos
—o enemigos— a amantes; chicos despistados que no se enteran de nada y en
sus romances todo el mundo es consciente de lo que pasa menos ellos; libros con
personajes bisexuales, pansexuales, demisexuales; romances a fuego lento y
amores que no conocen fronteras.
Escribo historias de diversa índole, desde romance contemporáneo gay con tintes
tristes, a romances totalmente desenfadados e, incluso, algunos con un toque de
fantasía.
Mis libros se han traducido al alemán, italiano, francés, tailandés y español.