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Resumen

El día del funeral de su madre, Sidney Wilks, de solo


diez años, es silenciosamente confortado por la presencia
de un hombre, el ranchero Grady Nash. Poco sabía el
pequeño Sidney que Nash se convertiría en la única figura
estable en su vida los próximos cuarenta años.

Años más tarde, después de una noche de diversión,


típica de universitario, Sidney sufrió un accidente de
coche que le dejó profundas cicatrices. Fue Nash, una vez
más, el que acudió al rescate de Sidney. A pesar de que
Sydney había estado loco por ese hermoso vaquero
durante seis años, el trauma lo dejó emocionalmente
fuera de juego para todos.

Mientras trataba de acercarse emocionalmente a


Sidney para ayudarlo a sanar, los sentimientos de Nash
hacia el joven de veintiún años comenzaron a cambiar.
Para él, amar a Sidney no era algo nuevo, pero cuando su
cuerpo comenzó a desear al pequeño hombre, Nash se
vio obligado a reevaluar su instinto protector.

¿Qué futuro podrían tener? La vida de Nash está


centrada en los caballos y el ganado, mientras que
Sidney sueña con escapar de la vida del pequeño pueblo
de Kansas para construir rascacielos. ¿Cómo pueden dos
hombres con diferentes estilos de vida llegar a un
compromiso? ¿O podrá Nash permitirle a Sidney extender
sus alas sin él?

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Capítulo 1

Abril, 1974

S idney Wilks de diez años de edad, metió un


palo en el hormiguero para ver cómo los
insectos se dispersaban. Clavó la punta de su imaginaria
espada, en una de las hormigas más grandes y sonrió. No
era algo agradable, pero no se sentía bien en ese
momento.

La puerta principal se abrió y el padre de Sidney,


Jackson, salió al porche. —Sal de la tierra.

—Sí, señor. —Sidney se levantó, antes de sacudir el


polvo de sus pantalones

—Si vas a estar aquí, siéntate en el porche, —


ordenó Jackson

—Sí, señor. —Sidney se sentó en el extremo del


porche, dejando que sus pies colgaran por el borde. Los
buenos modales eran un requisito en casa de los Wilks,
pero dentro de su cabeza Sidney estaba ocupado
criticando a su papá. A veces deseaba que un insecto
viejo y grande se arrastrara en la nariz de su padre. Esta
imagen casi le dibujó una sonrisa. Casi.

Si tenía que perder a uno de sus padres por el


cáncer, ¿por qué no fue su padre? Sí, era un pensamiento
feo, pero Sidney nunca se llevó bien con su padre. Su
3
madre, en cambio, había sido todo su mundo.
Elizabeth Running Elk-Wilksera era una de las
personas más fuertes que había conocido. Ella era como
un superhéroe. No porque llevase una capa o algo así.
Demonios, la mayoría de las veces vestía una camisa
grande a cuadros con un sombrero de cuero flexible al
que llamaba ‘El Viejo Ben’.

Sidney había pensado que su madre era


indestructible. —Maldito cáncer, —maldijo.

Antes de que el cáncer de ovario hubiera devastado


su delgado cuerpo, Beth había trabajado codo a codo al
lado de los hombres en el Rancho Running E. Se
levantaba a las cuatro de la mañana y se iba a la cama
después que Sidney. De alguna manera, en el medio,
había logrado que su hijo se sintiese el niño más
afortunado del mundo.

Sidney volvió a patear con su talón el enrejado que


rodeaba el porche. Ahora que ella se había ido, sabía que
nunca más sería especial para nadie, ciertamente no para
su padre. Su padre siempre lo hacía sentir como si él
fuera una decepción. Su madre había comprendido que
no estaba destinado a ser un ranchero, pero su padre
todavía no perdía las esperanzas.

No era que su padre fuera demasiado perseverante.


Simplemente era… duro con él. Sidney creía que su padre
pensaba que eso lo haría rudo o algo así. Resopló para sí
mismo. Incluso a los diez años, sabía que nunca sería
como su papá.

Se recostó en el porche y apoyó su cabeza sobre


sus manos unidas. Levantando su mirada hacia la luz azul
que pintaba el techo, se peguntaba qué dirían sus
compañeros del colegio cuando él regresara. Su padre lo
había mantenido en casa durante la última semana.
Había cosas que hacer, dijo su padre. Sin embargo,
Sidney todavía no sabía cuáles eran. El único trabajo que
4 le habían dado fue empaquetar la ropa de su madre.
Todavía no entendía por qué tenía que hacerlo tan pronto
después de su muerte.
De hecho, ahora que pensaba sobre ello, Sidney
estaba agradecido por que le hubiera sido asignada esa
tarea. Esto le daba la oportunidad de quedarse con
algunas de las prendas de su madre. No se quedó con
mucho, pero existían algunos artículos que había
escondido en el fondo de su armario.

Sidney escuchó la puerta cerrarse golpeando el


marco y echó su cabeza hacia atrás. Miró a la Srta.
O’Dwyer. Miró hacia abajo. Divertida.

—Sidney, ¿quieres almorzar un buen plato de


comida?

—No gracias, señora. —Había demasiada gente en


su casa. Todos parecían pensar que un pedazo de pastel
o una pata de pollo lo harían sentirse mejor a pesar de
que su madre estuviera bajo tierra. Eran un montón de
idiotas.

La Sta. O’Dwyer hizo algún tipo de sonido con su


boca y volvió a la casa a pasar el tiempo con otros
adultos. El padre de Sidney le dijo que hablaban muy
bien de su madre, que muchas personas deseaban
rendirle sus condolencias. Sidney no estaba seguro de
ello. Tal vez el restaurante del pueblo estuviera cerrado y
por eso todos los que venían se veían hambrientos.

Sidney se giró hacia un lado. Sabía que su traje se


ensuciaría, pero seguramente nunca lo volvería a usar.
Notó una pequeña burbuja en la pintura gris del antiguo
suelo. Estirándose, pasó su corta uña sobre la burbuja
hasta que esta se rompió, dejando expuesta la
desgastada madera. Se preguntaba qué tan vieja era la
tabla. ¿La habría hecho su abuelo, Harry Runnyng-Elk?

—Desearía que estuvieras aquí, abuelo, —


murmuró.

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Una lágrima rodó por su nariz hasta el porche.
Rápidamente secó sus ojos con la manga de su chaqueta
antes de mirar hacia los lados para asegurarse de que no
había nadie alrededor. Había muchos vaqueros que vivían
en el rancho, y la última cosa que Sidney quería era que
alguien se lo contase a su papá.

Mientras seguía levantado la pintura, recordó la


reprimenda que recibió hacía unos años porque su papá
lo encontró llorando. El ganado de la granja solo era
parte del negocio, según su papá. Sidney cometió el error
de encariñarse con un ternero. La mamá del pequeño
bebé rojo se había negado a alimentarlo, por lo cual
Sidney tuvo que alimentar al pequeño con un biberón. Su
mamá le había advertido que no se encariñarse con el
ternero, pero no la escuchó. Incluso había llegado a
ponerle nombre a su nueva mascota, Archie, por uno de
sus personajes favoritos.

Todavía recordaba correr hacia el granero un día


después del colegio y encontrar el lugar especial que
había refaccionado1 vacío. Luego de buscar por los
pastizales cercanos a la granja sin suerte, Sidney fue en
busca de su mamá.

Al enterarse que su amado Archie había sido


llevado a la audición de ganado local para la subasta, un
Sidney de ocho años se abrazó a su madre y se quebró.
Mientras su mamá le susurraba palabras de apoyo, su
papá entró en la casa. Inmediatamente le ordenó a
Sidney secar sus ojos y regresar al granero a comenzar
con sus tareas de la tarde.

Si eso hubiese sido todo… pensó Sidney,


levantando las escamas de pintura con su dedo. Su padre
siguió a Sidney al granero gritándole por ser el niño de
mamá. Le dijo a Sidney que los hombres de verdad no
lloran, especialmente sobre algo tan estúpido como un
tonto animal. Fue una charla de una hora sobre lo que
significaba ser un granjero. Ese fue el momento en el que
Sidney decidió que no quería tener nada que ver con ser
granjero.
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1Acondicionar, reparar.
Escuchó botas en las escaleras y se sentó
rápidamente, limpiando con un pestañeo su última
lágrima. Grady Nash, el nuevo vaquero del rancho, se
dirigió hacia Sidney. Intentó cubrir el daño del porche con
sus manos.

Nash lo sorprendió sentándose en la mecedora a


pocos pasos. —Siento lo de tu mamá.

—Sí, yo también. —Cuando fue evidente que Nash


no venía a retarlo, Sidney volvió a su anterior posición.
La madera que había puesto al descubierto volvió a
captar su atención—. ¿Cuántos años crees que tendrán
estas tablas?

—No tengo idea, —respondió Nash—. Me parece


que son mucho más viejas que cualquiera de nosotros.

—Sí. —Sidney sacó cuidadosamente un gran


pedazo de pintura del tamaño de una moneda. Lo levantó
hacia su cara y lo miró unos instantes antes de tirarlo
hacia el frente del porche. No estaba seguro de cuantos
años tenía Nash, pero escuchó al vaquero decirle a su
padre que no tenía planes para ir a la universidad, por
eso Sidney se figuró que tenía alrededor de dieciocho
aproximadamente.

Sidney miró a Nash, quien parecía ocupado tallando


algún tipo de animal con su navaja de bolsillo en una
pieza de madera. Se preguntaba si Nash ya había
comido. ¿Tal vez debería hablarle de toda la comida que
había dentro?

Decidió no hacerlo y volvió a levantar un poco más


de la pintura del porche. Sidney no vio a Nash hablar
mucho con la gente, por eso se imaginaba que el vaquero
era como él. No era que Sidney no tuviera nada para
decir, si no que no había encontrado a nadie interesado
en las cosas que le gustaban.
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Pasaron un par de horas antes de que se fuera la
última persona hambrienta y el sol se pusiera sobre la
colina. Un golpe en su hombro llamó la atención de
Sidney. Se volteó sobre su espalda y miró hacia arriba a
Nash, su mirada se centró en sus largas patillas. ¿No era
demasiado joven para tener tanto vello en su rostro?

Sin palabras, Nash le entregó a Sidney la pieza de


madera que había pasado toda la tarde tallando. —¿Un
ciervo?

—Antílope, —corrigió Nash—. Es un tótem. Si


quieres suavizar los bordes, pídele a tu papá un pedazo
de lija.

Sidney se empujó sentándose y pasó un dedo sobre


los puntiagudos ornamentos del antílope. —¿Sabes lo que
son los tótems?

Nash sonrió por primera vez desde que llegó al


porche. —Cuando me enteré de que tu mamá era una
Cherokee, retiré un libro de la biblioteca. —Se encogió de
hombros—. Eso me interesa.

Sidney los conocía, pero nunca escuchó que el


tótem de alguien fuera un antílope. —¿Qué significa? —
preguntó, sosteniendo la escultura.

—Búscalo. —Nash tocó su sombrero, a modo de


despedida y dejó a Sidney sentado en el porche.

Mientras miraba a su tótem, el daño del porche


llamó su atención. Sidney mordió su labio inferior. Lo que
se veía como una buena idea hacía un rato, se tornó en
algo horrible ahora. —Papá va a matarme.

Seguía mirando el porche cuando la voz de Nash lo


sobresaltó.

—Vuelve dentro antes de que tu padre salga a


buscarte. Me encargaré de eso.
8 Allí fue cuando notó el bote de pintura en la mano
de Nash. La gota gris a un lado le dijo que Nash planeaba
cubrir el daño que él había hecho. Se levantó y sacudió
sus pantalones, notando que no importaba cuanto
limpiase, no iba a ayudar. Quizás su padre no lo notaría.
No es como si hubiese salido a controlarlo en las últimas
horas. Sidney se preguntaba si su padre, incluso,
recordaba que tenía un hijo.

Nash abrió la lata de pintura. Utilizó el palo con el que


Sidney había jugado para agitar el espeso líquido gris.

—Gracias, Grady, —dijo Sidney, guardando en su


bolsillo el tótem.

—Es nuestro secreto. —Nash puso su dedo en sus


labios—. Y llámame Nash. Grady es el nombre de mi
padre, —dijo con un toque de su sombrero.

Sidney sonrió antes de entrar a la tranquila casa.


Las luces del salón estaban encendidas, pero no había
nadie alrededor. Encontró a su padre en la mesa de la
cocina, rodeado por una pila de cacerolas medio llenas.

Sidney dio un paso atrás y se abrazó a sí mismo.


Era la primera vez que veía llorar a su padre y eso lo
asustaba. Sus ojos comenzaron a arder mientras la
intensidad de los sollozos de su padre aumentaba. Sidney
miraba alrededor, sin saber qué hacer. Salió del cuarto
antes de regresar al porche.

Nash estaba terminando el pequeño trabajo de


pintura. Miró hacia arriba cuando Sidney caminó hacia el
porche. —¿Qué pasa?

Sidney apuntó hacia la casa. —Mi papá. Él… um...


—Sidney sacudió su cabeza—. Está llorando y no sé qué
hacer

Nash puso la tapa en la lata de pintura y apoyó la


brocha encima. —Seguramente solo está triste. ¿Tal vez
necesite un abrazo?
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—No, dijo Sidney rápidamente. —No le gustan ese
tipo de cosas.

Nash miró a Sidney por un rato. —Entonces


probablemente será mejor dejarlo solo por ahora. La
forma en la que procesamos el dolor es diferente para
cada uno. Algunos solo necesitan dejar salir todo de una
vez y lidiar con ello.

Sidney sabía que el padre de Nash había muerto el


invierno pasado. Había salido incluso en las noticias.
Grady Nash, padre, era un policía de la ciudad de
Bridgewater, a pocos kilómetros de distancia. El hombre
había intentado ayudar a una mujer a quien se le había
atorado su automóvil en la nieve, cuando otro automóvil
chocó contra un trozo de hielo y fue hacia él, matándolo.

—¿Durante cuánto tiempo duele? —preguntó


Sidney. Por primera vez en mucho tiempo, dejó sus
lágrimas caer sin limpiarlas.

Nash se sentó en la mecedora que había ocupado


toda la tarde y tomó a Sidney en sus brazos. —No lo sé,
pero cuando lo sepa, te lo diré.

Al principio, Sidney se resistió al abrazo. Se sentía


extraño que alguien que no fuera su mamá lo abrazase
de esa manera.

—Está bien, —lo calmó Nash, dando palmaditas en


la espalda de Sidney—. No hay nada malo en llorar.

Sidney se relajó un poco. —A mi papá no le gusta.

—Bien, tu padre está ocupado con sus temas


ahora, por lo que esto puede ser nuestro secreto.

Finalmente asintiendo, Sidney aceptó el abrazo.


Todavía no estaba seguro de cómo iba a ser capaz de
vivir con el dolor en su corazón, pero por el momento, se
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sentía mejor.
Julio, 1975

Con una foto del edificio Pirámide Transamérica2 a


su lado, Sidney se concentró en el dibujo delante de él.
Amaba la forma única de los rascacielos y quería ver si
podía duplicarla.

—¡Sidney! —gritó Jackson.

Sidney inclinó su cabeza. Su padre odiaba cuando


pasaba tiempo encerrado. —Arriba.

El sonido de las botas de Jackson subiendo las


escaleras no presagiaba nada bueno para Sidney. Se
sentó segundos antes de que la puerta se abriera.

—¿Qué está pasando? —preguntó Jackson.

Sidney hizo un gesto hacia la gran hoja de papel en


el suelo. —Estoy dibujando.

Jackson dio varios pasos hacia delante. Miró hacia


abajo a Sidney y sacudió su cabeza. —Tienes trabajo que
hacer.

2 La Pirámide Transamérica (Transamerica Pyramid en inglés) es el edificio más alto (260 metros) de la ciudad de San
Francisco, en California. Su característica forma piramidal junto con el Puente Golden Gate le confieren a San Francisco
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uno de los edificios más reconocidos del planeta. Diseñado por el arquitecto americano William Pereira, su construcción
comenzó en 1969 y terminó en 1972.
—Ya he terminado mis tareas, —intentó explicarle
Sidney.

—Entonces encuentra más. Estoy seguro de que


alguien puede hacer uso de un par de manos extras. —La
mirada de Jackson se dirigió hacia el dibujo—. ¿Dónde
conseguiste el papel?

Sidney levantó la mirada hacia su padre. Era obvio


por la forma en que había hecho la pregunta que ya
conocía la respuesta. —Nash me lo trajo cuando fue a la
ciudad esta mañana.

Las manos de Jackson formaron puños a sus lados.


—No le pago a Nash para que haga tus compras.

Sidney se levantó. En su prisa de defender a Nash,


olvido una de las reglas más importantes de su padre. —
Yo le pedí que lo hiciera. No lo regañes.

Los ojos de Jackson se entrecerraron y Sidney


sabía que se había pasado de la raya. Exigir en lugar de
pedir siempre fue un gran no-no. Jackson apuntó hacia la
cama mientras se desabrochaba el cinto. —Ya sabes lo
que tienes que hacer.

Sidney tragó el nudo en su garganta mientras se


inclinaba y se preparaba para los azotes que
inevitablemente estaban por venir. Abrió su boca para
disculparse, pero sabía que no iba a conseguir nada
nuevo.

—¿Qué te dije sobre faltarme al respeto? —


preguntó Jackson, justo antes de que le diera el primer
golpe.

La picazón del ancho cinturón de cuero le impidió


contestar. De todos modos, su padre no quería una
respuesta. Se limitó a hacer la pregunta para justificar los
latigazos que siguieron. Sidney apretó los dientes contra
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el dolor. El llanto no era una opción, de acuerdo con la
última lección que le había dado su padre.
Cuando los azotes terminaron, el trasero de Sidney
se sentía en llamas. Respiró profundamente mientras
intentaba incorporarse.

Detrás de él, Sidney escuchó el sonido del cinto de


su padre volviendo a pasar a través de los lazos de sus
Wranglers. —¿Cuándo fue la última vez que limpiaste el
gallinero? —preguntó Jackson, antes de dejar el cuarto.

—En Mayo. Mamá dijo que en el verano…

—Tu madre ya no está aquí. Obedecerás mis


reglas, y yo quiero la maldita cosa limpia al menos cada
sesenta días, ¿lo entiendes?

—Sí, señor, —respondió Sidney. Había leído en una


revista que la mayoría de las personas solo limpiaban su
gallinero una o dos veces al año, por lo que cada dos
meses era más que excesivo, pero mantuvo su boca
cerrada.

—Te acompaño fuera, —dijo Jackson.

Sidney miró a su dibujo antes de seguir a su padre


fuera de la habitación hacia el granero. Cargó el rastrillo
y la pala en la carretilla antes de dirigirse al gallinero.
Con el caliente sol de julio cayendo, Sidney se preparó
para el calor y el olor del pequeño edificio.

Afortunadamente, la mayoría de las gallinas


estaban refrescándose fuera en el patio, al menos no
tendría que trabajar con ellas alrededor. Puso la carretilla
justo afuera en la puerta antes de llevar la pala y el
rastrillo dentro.

Cuando comenzó a trabajar, Sidney comenzó a


preocuparse por Nash. Esperaba que su padre no peleara
con él o le quitase su sueldo por hacerle un favor a
Sidney. ¿Qué pasaría si Nash se enojaba y se negaba a
hacer algo más por él?
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Algo moviéndose a su izquierda llamó la atención
de Sidney. Pala en mano, Sidney se giró y quedó cara a
cara con la serpiente más grande que había visto. Si
había entrado antes o después que él, no lo sabía, pero la
maldita cosa se extendía cruzando la puerta del gallinero
como si tomara el sol.

Pocas cosas asustaban a Sidney, pero las


serpientes lo aterrorizaban. Miró desde la serpiente hasta
la pala en sus manos. El corto mango de la pala
significaba tener que acercarse y enfrentarse con la
resbaladiza bestia de un metro ochenta de largo. Sidney
se estremeció con solo pensarlo. Además, matar a una
devoradora de ratas haría sin duda enojar a su padre.
Sidney pensó en su dolorido trasero.

Tal vez si esperaba lo suficiente, una sombra se


proyectaría sobre el camino a la puerta y la serpiente se
iría. Decidido, Sidney dejó la pala en el suelo y esperó.

Al rato, un sonido fuera del gallinero llamó la


atención de Sidney. Por favor no permitas que sea mi
papá, rogó.

—¿Sidney?

La profunda voz de Nash era bienvenida. —Estoy


aquí, —respondió—. Hay una serpiente en la puerta, —
advirtió.

El hermoso rostro de Nash apareció del otro lado de


la serpiente. Le echó una mirada a la serpiente con su
estómago abultado por el pollo que obviamente se había
comido antes de llegar Sidney. —¿Hace cuánto que estás
aquí?

Sidney se encogió de hombros, la camisa


empapada de sudor parecía pegarse a su piel. —Un par
de horas, supongo.
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Antes de poder decir más, Nash se agachó y agarró
la serpiente justo detrás de su cabeza. —¿Por qué
simplemente no la mataste? —preguntó, sosteniendo el
largo cuerpo en su otra mano

—A papá le gustan. Dice que mantienen las ratas


lejos. —Sidney se relajó por primera vez desde que había
visto la serpiente—. ¿Qué vas a hacer con ella?

—Sacarla al pasto y dejarla suelta. —Nash miró a


Sidney antes de sacudir su cabeza—. Será mejor que te
refresques antes que cojas una insolación.

Antes de que Nash se fuera, Sidney lo llamó. —No


se lo digas a mi papá, ¿está bien? Se va a enfadar si se
entera de que no acabé por una serpiente.

Sidney no podía leer la expresión de Nash, pero el


hombre eventualmente asintió antes de llevar la
serpiente lejos de la vista de Sidney. Con un gran
suspiro, Sidney estiró sus tensos músculos antes de
volver a trabajar. De nuevo, Nash lo salvó. Si Sidney
tenía suerte, todavía tenía tiempo para terminar con el
gallinero antes de que fuera la hora de volver y preparar
la cena.

Septiembre 1977

15 Luego de tirar su mochila en el porche, Sidney se


encaminó hacia el granero. Su primer día de escuela
apestó, lo cual no era nada nuevo. En un pueblo del
tamaño de Bridgewater, sus compañeros de clases eran
los mismos desde jardín de infancia. A ellos no les
agradaba entonces y no parecía que eso hubiese
mejorado ni un poco después del largo verano.

Antes de entrar en el granero, Sidney sacó un


inhalador nasal de su bolsillo delantero. Después de
protegerse contra los alérgenos del aire, entró en los
oscuros recovecos de la antigua granja de ochenta años.
Después de que sus ojos se acostumbraron a la
penumbra, cogió el rastrillo, la pala y la carretilla. Limpiar
el establo de caballos no era su única tarea, pero era la
más fácil después de los quehaceres hogareños.

Desde la muerte de su madre hacía ya casi cuatro


años, el padre de Sidney se había esforzado en hacer
prosperar la hacienda. Sus padres solían ser felices
ganando lo suficiente para pasar el año, pero ahora,
Jackson Wilks quería más. Parecía obsesionado
comprando tierras para agregar a la ya extensa hacienda.

Con más tierra llegaron más vacas, lo que


significaba aún más empleados recorriendo la hacienda
en caballos o en cuatro ruedas. Sidney tomó una nueva
paletada de excremento de caballo y arrugó la nariz.
Prefería las cuatro ruedas, menos caca.

—¿Cómo fue el primer día? —preguntó Nash,


apareciendo detrás de Sidney.

Sidney echó el contenido de la pala en la carretilla.


—Lo de siempre. —No se atrevió a girarse y mirar al
objeto de su amor. Una cosa era ver a Nash desde la
ventana de su cuarto, pero no confiaba en la reacción de
su cuerpo estando tan cerca. Cerró sus ojos, esperando
que el hombre habitualmente tranquilo fuese a ocuparse
de sus asuntos.

16 —Tu papá quiere que vaya a la pradera del norte a


ayudar a una de las vacas que está teniendo problemas
para dar a luz. ¿Te importaría ensillar a Rosie mientras
recojo algunos suministros?

—No hay problema, —respondió sin girarse.

La mano de Nash aterrizó en el mucho más


pequeño hombro de Sidney. —¿Estás bien?

—Sí. Solo fue un día largo.

Nash le dio un suave apretón al hombro de Sidney


antes de soltarlo. —Estás en la recta final. En unos años
más podrás de salir de aquí y encontrar tu camino en el
mundo.

Sidney asintió. Según él no pasaría lo


suficientemente rápido.

Las botas de Nash hacían ruido mientras caminaba


hacia el cuarto de suministros.

Sidney respiró hondo y apoyó la pala contra la


pared antes de ir al cuarto de monturas. Se pasó su
enguantada mano sobre el corto pelo, corte en el que su
padre había insistido. Lo primero que haría era dejar
crecer su pelo mucho más. Sí, quería tener el pelo hasta
la mitad de su espalda. Rió para dentro. De no ser por
sus ojos verde claro, la gente no tendría ningún problema
para notar su ascendencia Cherokee3. Esa idea le gustaba
mucho.

A pesar de que su padre siempre había minimizado


la herencia genética de la madre de Sidney, el chico
siempre había estado orgulloso de su descendencia
Nativo Americana. Desde que recibió el tótem del antílope
de Nash años antes, Sidney se había interesado en
conocer más sobre su cultura.

3 Los chéroqui (en inglés: Chérokee,) son los indígenas de Norteamérica que habitaban el
territorio actual de los estados de Alabama, Georgia, Kentucky, Carolina del Norte, Carolina del
17 Sur, Tennessee y Virginia en el sudeste de los Estados Unidos cuando los europeos contactaron
con ellos en el siglo XVI. Con posterioridad, la mayoría de los chéroquis fueron forzados a
trasladarse a la Meseta Ozark (Oklahoma). Los chéroquis eran uno de los pueblos que se
agrupaban en las Cinco Tribus Civilizadas.
Luego de extender la manta en el lomo blanco y
negro de Rosie, levantó la silla de montar. ¿Cuántas
veces en los últimos años había sacado el tótem del cajón
para mirarlo?.

De acuerdo con su investigación, el antílope tenía


inteligencia y suficiente carisma para sobrevivir casi a
cualquier situación. Podría pasar la vida sin beber agua si
era necesario, en su lugar elaboraba lo que necesitaba de
su entorno. Había mucho más que eso, pero esas eran las
partes que realmente quedaron grabadas en su cabeza.
Aunque, por qué Nash había creído que él tenía carisma,
iba más allá de Sidney.

Con Rosie lista para salir, Sidney la condujo fuera


del establo. La ató a la cerca que estaba frente al
granero. —Listo, —gritó hacia el cuarto de suministros.

Nash salió cargando una mochila pesada.

—¿Acamparás fuera? —preguntó Sidney

—No a menos que no tenga más remedio, pero


pensé que sería buena idea llevar un saco de dormir y un
gran envase de agua por si acaso. —Nash dejó el
equipaje en el lomo de Rosie antes de montar.

La mirada de Sidney se dirigió al estrecho vaquero


que cubría el trasero de Nash. Rápidamente alejó la vista
antes de ser atrapado.

—Ah, cuando vayas a buscar los huevos esta


noche, mantén los ojos abiertos. Vi una gran serpiente
toro en el gallinero esta mañana, pero se escapó antes de
que pudiera atraparla. Solo no la confundas con una
serpiente cascabel.

Sidney exageró un escalofrío por todo el cuerpo.


Odiaba a las serpientes con pasión y Nash lo sabía. —
¿Estás seguro de que no vas a volver a tiempo para
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recoger los huevos?
—Lo dudo, pero me adelantaré y lo dejaré si
quieres, así me encargo de ellos tan pronto como pueda.

Sidney sacudió su cabeza. —Está bien. Yo lo haré.


—Lo único que le faltaba era que su padre descubriera
que estaba eludiendo sus tareas. Miró a Nash cabalgar
antes de darse la vuelta hacia el granero. Si se apuraba,
sería capaz de limpiar los establos y recoger los huevos
antes de que oscureciera.

Mayo, 1982

Sidney estaba subiendo las escaleras del porche,


con un gorro azul del rey de la graduación bajo su brazo,
cuando una bocina sonó detrás de él. Se giró al ver la
sucia camioneta blanca de Nash a un lado de la casa. —
Hey, —saludó Sidney.

—¿Por qué te vas tan rápido? Tenía planeado


sorprenderte con una cena donde Charlie. —Vestido con
un par de vaqueros nuevos y una linda camisa con
botones, Nash se veía increíble. No era frecuente ver a
Nash sin sombrero vaquero, pero hoy su cabello estaba
peinado intachablemente, mostrando los diferentes tonos
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de marrón a la perfección.
—¿Estuviste allí? —preguntó Sidney, sorprendido

—Demonios sí, estaba allí. No te podías graduar sin


alguien en el público silbando mientras cruzabas el
escenario

Las cejas de Sidney se levantaron. —¿Eras tú? —Él


había escuchado el silbido, pero asumió que era alguno
de sus compañeros de la clase mostrando su trasero

—Por supuesto que era yo. —Nash hizo un gesto


hacia la túnica de satén azul sobre los hombros de
Sidney—. Deja eso dentro y vayamos a comer un filete
para celebrarlo.

Sidney se sentía petrificado. Conocía a Nash desde


hacía ocho años y nunca lo había invitado a cenar. ¿Era
una cita? Eres un maldito tonto, se regañó Sidney.

Arrojó su sombrero y túnica de graduación sobre la


mecedora junto a la puerta volviéndose hacia Nash. —
Está bien.

Nash se rió y sacudió su cabeza mientras regresaba


a su camioneta. —Qué bueno que tu padre no esté aquí
para ver eso.

A pesar de que obviamente Nash estaba hablando


de la desordenada forma en la que él había tirado el
sombrero y la túnica, Sidney sintió una punzada en el
pecho con la declaración. —Sí, supongo, —murmuró.

—Ah, mierda, lo siento. No debí haber dicho eso. —


Nash golpeó su frente con la palma de su mano.

—Está bien. Sé lo importante que es la subasta de


ganado para él. —Sidney lo decía en serio. Lo sabía, solo
no entendía como una subasta era más importante para
su padre que estar en su graduación. Notó la forma en la
que las manos de Nash apretaban el volante.
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—Debería haber estado allí. Una subasta no es
excusa para mí, pero no te atrevas a contarle que he
dicho eso. —Nash regresó al camino del condado, hacia el
este.

—¿Pensé que íbamos a lo de Charlie?

Nash sonrió. —Como ya estamos lejos de


Bridgewater, pensé que podríamos ir a Hutchinson. No te
importa ¿verdad?

—¿Importarme? Si no vuelvo a Bridgewater nunca,


estaría bien para mí. —Sidney miró por la ventana. Huch
como todos la llamaban, no era una gran ciudad ni nada
parecido, pero era lo más cercano que tenían sin tener
que desplazarse hasta Wichita.

Apoyando su frente contra el cristal de la ventanilla,


Sidney se preguntaba qué tan seguido vendría al rancho
una vez que estuviera lejos en la universidad. Había
tenido mucha suerte de entrar en Penn State4. Durante
los últimos dos años, intentó elegir una universidad. Su
sueño era obtener el título de Ingeniería Arquitectónica y
Penn State parecía ser el lugar perfecto para él. Le llevó
dos años hacer su proyecto y cuando se lo entregó a su
profesor él le escribió una extensa y brillante
recomendación.

—Estás muy callado, —dijo Nash.

—Solo pienso. —Sidney se enderezó y miró a


Nash—. ¿Crees que mi papá me va a extrañar si no
vengo en ferias y celebraciones el año que viene?

Los labios de Nash se alinearon apretados. —


¿Honestamente? No lo sé, pero sé que yo te voy a
extrañar. Te has vuelto como un hermano pequeño para

21 4 La Universidad Estatal de Pennsylvania (Penn State) es un multicampus de estado, relacionado con la concesión de la
tierra, el espacio a la concesión pública, la investigación universitaria con campus e instalaciones a lo largo de
Pennsylvania, en Estados Unidos. Fundada en 1855, la universidad tiene una triple misión en la enseñanza, investigación
y servicio público. Su misión de instrucción incluye pregrado, postgrado, profesionales y educación continua ofrecidos a
través de las instrucciones residentes y la entrega en línea.
¡Mierda! Que me disparen ahora. —Sí, —murmuró
Sidney asintiendo. Tenía la sensación de que sería un
largo y difícil verano.

22
Capítulo 2

Diciembre, 1984

—O tra semana más y podré comprar


cerveza, —dijo Sidney a su compañero
Josh.

—Sí, pero por desgracia estarás de vuelta en


Kansas cantando villancicos con los otros vaqueros, —
contestó Josh, ofreciéndole a Sidney el combinado.
¿Quieres un poco?

Sidney resopló y lo agitó lejos. Cogió un paquete de


cigarrillos y lo sacudió. —Pásame el encendedor.

Conteniendo la respiración, Josh tiró a Sidney el


encendedor. Para ser un hombre heterosexual, Josh se
había convertido en un buen amigo. Los dos primeros
meses de su primer año había sido duros, hasta que
Sidney había finalmente confesado sus preferencias
sexuales. Con la verdad sobre la mesa, los dos habían
construido una sólida amistad.

Cerrando los ojos, Sidney inhaló y disfrutó cada


segundo del cigarro. Se preguntó cómo iba a estar sin
poder fumar un cigarrillo en las vacaciones de invierno.
Sólo imaginarse a sí mismo cogiendo un cigarrillo delante
de su padre después de una cena le daba a Sidney un
ataque de risa.

—Amigo, ¿cuál es el problema? —preguntó Josh,


después de echar una bocanada de humo por la ventana
23 abierta de la habitación-dormitorio.
Nada, los padres de Josh parecían gente genial. De
ninguna manera le pediría a su compañero de habitación
que entendiera como era Wilks Jackson. Infiernos, ni
siquiera Sidney lo entendía.

—¿Hola? ¿Estás pensando en ese tipo de allí? —


preguntó Josh

—¿Nash? —Sí, Nash siempre estaba en su mente.


Era la única razón por la que Sidney seguía yendo a casa.
A pesar de todos los chicos que había conocido y con los
que se había acostado desde que estaba en el estado,
aún no había superado su primer amor.

Sidney apagó el cigarrillo y sopló el humo por la


ventana antes de tirarse en la cama. Recogió su pelo y lo
colgó sobre su hombro, sonriendo para sí mismo. Habían
pasado casi tres años desde que había salido de su casa,
tres años desde que había dejado de ser objetivo de su
padre para que se cortarse el cabello.

A pesar de que todos los hombres que habían


dormido con él habían alabado su pelo una y otra vez,
Sidney dudaba que nadie lo amara más que él. Tocó las
hebras de seda mientras miraba al techo.

Habían pasado cuatro meses desde que había visto


a Nash. Sidney no se había molestado en ir a casa para
Acción de Gracias porque sabía que Nash siempre pasaba
las vacaciones con su mamá, que se había mudado a
Phoenix después la muerte de su marido.

—Eres patético, —dijo Josh, lanzando un calcetín


sucio a Sidney.

—Qué asco. —Sidney se quitó el calcetín apestoso


de su pecho—. ¿Cuál es tu problema?

—Tú y tu regla de los cinco días.


24
Sidney soltó su pelo y se apoyó en los codos para
mirar a su amigo. —¿Cuál es el problema con mi regla de
cinco días?

—Que es estúpida, —dijo Josh. Dejó su posición


junto a la ventana y cayó en su propia cama—. Quiero
decir, tan pronto como un hombre realmente comienza a
entrar en ti, lo alejas.

—Tengo 20 años. ¿Por qué iba yo a estar


interesado en alguien que está interesado realmente en
mí? Todavía me quedan cinco años en la escuela si quiero
terminar mi maestría. —No le dijo a Josh que él estaba
secretamente esperando a que Nash lo pudiera ver como
algo más que un hermano pequeño. Sidney no quería que
lo viera como un hermano. Quería a Nash como un
amante, un socio y un amigo para toda la vida. Dormir
con otros sólo le había demostrado que era para él.

—¿A qué hora sale tu avión? —le preguntó Josh.

Sidney miró el reloj. ¿Era ya cerca de la


medianoche? —El taxi me recogerá en siete horas. En
realidad, tal vez debería preparar una maleta, —dijo en
torno a una sonrisa. Era típico de él llegar al rancho con
una maleta llena de ropa sucia. Echó un vistazo alrededor
de la habitación. Había tres montones de ropa, sucia,
más sucia y la que estaba hecha un asco—. ¿Y tú?

—Mi hermano me recogerá en algún momento de


mañana por la tarde.

La declaración llamó la atención de Sidney. Lucas.

Sidney había pasado los últimos tres días de fiesta


de Acción de Gracias con la familia de Josh. Descubrió
que en particular le gustaba pasar el tiempo con el
hermano un poco mayor de Josh, Lucas.

—Sí. —Josh comenzó a buscar en el cajón algo para


25
comer—. Lástima que no estarás aquí. —Josh miró sobre
su hombro y le guiñó un ojo—. Creo que es dulce contigo.
—¿Él es gay? —Sidney realmente no tenía ni idea.

Josh tomó un puñado de galletitas saladas. —No


abiertamente, pero ha habido señales que apuntan en
esa dirección. Él siempre culpó a los deportes de su falta
de interés por las citas, pero desde que le vi contigo, he
reconocido las señales.

Sidney se sorprendió. —¿Qué señales? ¿Yo emito


señales?

Josh se echó a reír. —No estoy diciendo que tú


tengas un gran letrero de neón sobre tu cabeza que diga
‘maricón’. Es sólo como miras a los hombres. No se te
cae la baba por ellos ni nada, pero tú atención parece
pasar directamente sobre las mujeres.

—Oh —Sidney pensó en ello—. Sí, tienes razón. Por


cierto, no usamos 'maricón'. Nos gusta el término ‘gay’,
suena mejor.

—Lo que sea, —dijo Josh comiéndose una galletita.

Sidney ignoró la mirada en los ojos de Josh. Se


preguntó si Nash lo miraba. Aunque ninguno de los dos
había discutido nunca la orientación sexual de Sidney,
tenía la sensación de que Nash lo sabía. Se preguntó si
alguna vez llegaría el día en que pudiera confesar sus
pensamientos y sentimientos al hombre que siempre
había estado ahí para él.

Llevando el equipaje de Sidney al estacionamiento,


26 Nash no dejaba de mirar hacia atrás al hombre más
joven. Cada vez que Sidney volvía a casa, se veía más
cambiado, cada vez más. A pesar de que Sidney había
comenzado a dejarse crecer el pelo después de que se
había graduado en secundaria, las diferencias en su
apariencia en esta visita eran aún más evidentes. —
¿Vienes?

—¡Sí! Creo que debería haber pensado en ponerme


las zapatillas de deporte en vez de las botas —respondió
Sidney, tratando de caminar sobre el asfalto helado.

Nash se detuvo y esperó a Sidney para ponerse al


día. —Mantente agarrado le indicó él, ofreciendo su apoyo
agarrándolo por el codo.

Sidney colgó el bolso de mano sobre su hombro


antes de llegar hasta Nash con las dos manos. —Gracias.

Nash reajustó su agarre en la maleta y continuó


hacia la camioneta. —No queda más remedio.
Demasiadas malditas personas que vuelan por Navidad,
supongo. Tuve que aparcar en la cuarenta norte

Sidney se rió entre dientes. —Me encanta tu


manera de hablar. Lo he echado de menos.

—¿Muchos muchachos pijos en la universidad? —


comentó Nash. Era consciente de que no había sido
educado como Sidney o como la gente con la que se
juntaba en la universidad de Penn State, pero no creía
sonar como un paleto ni nada parecido.

—En realidad no son pijos, sólo diferentes. —Sidney


empezó a reír cuando llegaron a la camioneta de Nash

—¿Qué es tan gracioso? —le preguntó Nash,


abriendo la puerta. Normalmente almacenaba las bolsas
en la parte de atrás, pero con casi treinta centímetros de
nieve en la caja, él se lo pensó mejor

—No puedo creer que todavía te aferres a esta


27
vieja camioneta. —Sidney subió y levantó sus pies.
Nash puso la maleta en el suelo antes de cerrar la
puerta. Poniéndose al volante, él negó con la cabeza.
¿Qué le había sucedido al muchacho que había visto
crecer? —Has estado aquí tan solo diez minutos, y ya lo
has conseguido dos veces.

Sidney se quitó las botas negras, ayudándose con


la punta del pie antes de descansar los pies en la maleta.
—Yo no lo he hecho. ¿Cuándo te volviste tan
malditamente delicado?

La camioneta comenzó a andar y Nash pensó:


¿Estaba siendo demasiado sensible? Echó un vistazo a
Sidney. Con su pelo largo sobre sus hombros y la pintura
de color en sus ojos, Sidney era a la vez hermoso y
extraño para Nash. Era como si Sidney quisiera que todo
el mundo supiera su preferencia sexual. ¿Por qué ahora?
—El cinturón de seguridad.

—¿Qué? —Le preguntó Sidney—. Nunca me pongo


el cinturón de seguridad.

—Conmigo sí. Está ahí por una razón. —Nash no


entendía a la gente que no los usaba. Les tomaba solo
dos segundos ponérselos.

Sidney se quejó en voz baja, pero hizo lo que le


había ordenado.

Nash encendió los limpiaparabrisas para barrer la


nieve que caía antes de salir de la plaza de aparcamiento.
Tal vez si se quedaba tranquilo y concentrado en las
carreteras resbaladizas, Sidney se abriría.

Con los años, Nash se había acostumbrado a las


costumbres de Sidney, pero nunca había pensado que
Sidney fuese a hacerse daño intencionadamente. —¿Hay
algo que te moleste?

Sidney siguió mirando a través del parabrisas. —


28
No. —Hubo unos instantes de silencio antes de que
Sidney volviera a hablar—. ¿Está papá en casa?
Bingo. La relación entre Sidney y su padre había
sido siempre tensa. Por lo que Nash recordaba, la pareja
no había sido cercana a lo largo de los años antes de que
la madre de Sidney muriera y eso sólo fue a peor en los
últimos años. Nash seguía sin entender a Jackson. Que
un padre empujara a la basura a un niño pequeño, eso
fue atroz, pero Sidney no era sólo un niño. Había sido un
niño complicado que era evidente que deseaba amor y
aprobación. ¿Cuántas veces había visto Nash como
Sidney se doblegaba en favor de Jackson sólo para que
este dijera que no era lo suficientemente bueno?

Después de la muerte de su esposa, Jackson se


había hundido en un pozo de desesperación tan profundo
que parecía que su único y obsesivo deseo era ampliar el
rancho, era lo único que le traía alegría. Nash había
considerado en varias ocasiones cambiar de rancho, pero
era tan fuerte su deseo de hacer sentir a Sidney que
había al menos una persona en el mundo que le guardara
las espaldas, que se mantenía el Running E.

—¿Me has oído? —Sidney le preguntó.

Nash dejó que el sonido suave e inseguro de la voz


de Sidney lo envolviera. Tan joven, tan perdido. —No,
pero te escucho.

—¿A dónde va cuando desaparece? —le preguntó


Sidney.

—Ventas, subastas. Pasa mucho tiempo en


Colorado en ese pequeño apartamento que compró. —
Nash se encogió de hombros—. Nunca he pretendido
entender cómo piensa Jackson. Todo lo que puedo decir
es que dijo que estaría en casa el jueves.

—Jueves, el día de Navidad. —Sidney respiró hondo


y apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento—. Bla,
bla, la la la.
29
Nash no había planeado ir al Festival Anual de
Bridgewater en Navidad, pero la expresión de dolor en la
cara de Sidney le pedía que por lo menos tratara de
compensar las deficiencias de Jackson. —¿Podríamos ir a
la fiesta juntos?

—¿En Bridgewater? No, gracias.

—¿Alguna vez has estado en una? —preguntó Nash.

Mientras que había trabajado en el rancho, Nash no


sabía si Sidney había estado en la ciudad para el evento
de dos días.

—Mamá me llevaba.

—Eso fue hace mucho tiempo. Tal vez deberías


darle otra oportunidad. —Nash finalmente dejó la
carretera y entró en el camino, pero los caminos no
estaban mucho mejor.

—¿Por qué quieres ir? No hay una sola persona en


Bridgewater, que pueda querer una jodida conmigo.

Nash abrió la boca para reprender a Sidney, pero


cerró fuertemente su mandíbula. Tuvo que recordarse
que Sidney ya no era un niño. Infierno, Sidney tenía sólo
ocho años menos que Nash. Él decidió hacer frente a la
declaración en lugar de la blasfemia. —Sé que los otros
chicos te lo hicieron pasar mal en la escuela, pero...

¿Cómo decirle a Sidney que él se había buscado


algunos de los problemas con los que se había
encontrado? Nash sabía por experiencia y de primera
mano lo que era ser gay en Bridgewater. No había sido
fácil ir en contra de sus inclinaciones naturales con el fin
de encajar con los otros chicos, pero eso le había
permitido a Nash tener una adolescencia un tanto normal.

—Pero, ¿qué? —Sidney le preguntó, interrumpiendo


los pensamientos de Nash.
30 Sidney aún no había salido del armario para Nash,
sabía que era una pendiente resbaladiza. —Tú no eres un
niño, ni ellos lo son. ¿Qué pasa si los dos vamos y les
damos una oportunidad el miércoles?

—¿Por qué es eso tan importante para ti?

—Yo no quiero ir solo. Yo solía ir todos los años con


mi mamá y mi papá, pero como tú, dejé de ir después de
su muerte. —Nash miró a Sidney—. No podemos
mantener los viejos recuerdos para siempre. En algún
momento tenemos que empezar a hacer otros nuevos.

Sidney se retorcía en el asiento, por último echó a


un lado su largo abrigo de cuero negro. —Podría ir
contigo.

Nash sintió como si un puño le golpeara dejándole


sin aire. —¡Bien! Gracias.

En el momento que Nash se detuvo delante de la casa,


Sidney necesitaba desesperadamente un cigarrillo. —Gracias por
venir a por mí, —dijo Sidney, deslizándose en sus botas. Se
encogió de hombros en su abrigo, tocando de forma rápida el
bolsillo para asegurarse de que no había dejado caer su paquete
de cigarrillos.

—En cualquier momento, ya sabes dónde encontrarme, —


contestó Nash—. ¿Necesitas ayuda con el equipaje?

Sidney abrió la puerta. —Puedo hacerlo solo. —Él salió y


31

se hundió hasta la mitad de la pantorrilla en la nieve recién


caída. Podía sentir como la nieve se iba metiendo en sus botas.
¡Excelente!. Se colgó el equipaje de mano sobre su hombro
antes de agarrar la maleta—. Tú todavía vives de alquiler,
¿verdad?

—¡Sí! Lo bueno es que si esta nieve no para, yo podría


estar trabajando en las dependencias del rancho por la mañana.

Por mucho que Sidney odiaba la idea de ayudar a


alimentar a los animales con el frío, Nash había hecho más por
él que cualquier otra persona en su vida. —Te ayudaré si me
necesitas.

Nash sonrió. —Tendré en cuenta eso.

Sidney cerró la puerta. Llevó la maleta hasta las escaleras


antes de volver a ver el coche de Nash dirigirse hacia la casita
que tenía alquilada en la esquina sureste del rancho. La casa
había pertenecido al abuelo de Sidney, pero después de su
muerte, el papá de Sidney la había ido alquilando de uno a otro
peón. Nash había vivido en la casa de un dormitorio poco más
de ocho años, justo después de que su madre se hubiera
mudado a Arizona.

Después de abrir la puerta de entrada, Sidney guardó sus


maletas en el vestíbulo. Permaneció de pie en el área de entrada
por unos momentos tratando de averiguar dónde fumar. Si salía
se congelaría el culo fuera, pero el pensamiento de que su padre
oliera a humo cuando regresara a casa le hizo temblar.

—¿De qué diablos estoy preocupado?, —se preguntó en


voz alta.

Sidney trasladó sus maletas arriba, a su habitación.


¿Cuándo fue la última vez que su padre se había preocupado lo
suficiente para poner un pie en su dormitorio? Después de tirar
la maleta en la cama, Sidney se acercó al asiento de la ventana.
¿Cuántos días había pasado, con su polla en la mano,
observando el trabajo de Nash en el rancho desde este punto de
32
su dormitorio?.
Antes de encender un cigarrillo, Sidney decidió vestirse, o
en su caso, desnudarse para dormir. En el momento que estuvo
desnudo, envuelto en una gruesa manta en el asiento de la
ventana dijo: —Vamos papá, —tratando de alcanzar sus
cigarrillos y el encendedor.

A pesar de la temperatura fría del exterior, Sidney abrió la


ventana alrededor de unos 15 centímetros. Encendió un cigarrillo
por primera vez en más de diez horas e inhaló, metiendo todo el
humo que pudo en sus pulmones. —Ahh, carajo, —se quejó.

Se comentaba mucho sobre la rivalidad entre el sexo y el


fumar, se comparaba que tener una buena polla en el culo era
igual que fumar un buen cigarro. Sidney apoyó una almohada
detrás de su espalda antes de inclinarse contra la pared de la
ventana. Mientras disfrutaba de su cigarrillo, su pensamiento no
se apartó de Nash. No fue una sorpresa, sus pensamientos
siempre terminaban en la puerta delantera de Nash.

Su conversación en la camioneta seguía preocupando a


Sidney. El comentario sobre la forma de hablar de Nash, que él
había supuesto que iba a ser positivo, de manera coqueta para
Sidney, pero Nash no la había tomado de esa manera. El
comentario en la camioneta de Nash no iba destinado a dar un
golpe contra el buen vaquero. Sidney iba a seguir su declaración
diciéndole a Nash que por qué no pedía un aumento de sueldo.
Sidney sabía que su padre pagaba a los rancheros una cantidad
de dinero miserable, y Nash había trabajado muy duro para el
rancho como para no merecer cambiar una camioneta que había
comprado en una ocasión hacía diez años.

Sidney miró el teléfono. Él no iba a dormir hasta que


supiera que todo estaba bien entre Nash y él. Su necesidad de
Nash iba mucho más allá de lo sexual. Esa era la razón por la
que nunca se había abierto a Nash acerca de su sexualidad.
Mirando desde afuera, Sidney no tenía ninguna duda de que la
mayoría de la gente asumiría que estaba tratando de reemplazar
a su padre con Nash, pero ese no era el caso.

33 Nash era... el sol. Sidney le sonrió a la comparación.


Desde la muerte de la madre de Sidney, el guapo vaquero había
sido responsable de cada momento brillante en la vida de
Sidney.

Sidney se estiró para alcanzar el teléfono. El cable tenía


apenas el largo suficiente para llegar a la ventana, pero valía la
pena, si no tendría que apagar su cigarrillo. Sólo habían pasado
veinte minutos desde que se habían separado, así que esperaba
pillar a Nash antes de que se retirase por esta noche.

—Nash.

Sidney sacudió las cenizas por la ventana. —Hey, soy yo.

—¿Sucede algo malo? —preguntó Nash.

De repente, el cigarrillo en la mano se sentía mal. Sidney


lo arrojó por la ventana antes de contestar.

—Quería pedirte disculpas por lo de antes. Lo dije en serio


cuando te dije que me encanta tu manera de hablar. Lo hago,
hay algo en tu voz que me hace estar en calma. No era mi
intención molestarte, y no quiero que pienses que te estaba
insultando.

Hubo una larga pausa antes de Nash respondiera. —


Supongo que estoy un poco sensible al respecto. Infiernos, sé
que hablo como un vaquero estúpido.

Algo en la voz de Nash dolió a Sidney. —No digas eso. No


hay nada estúpido acerca de ti.

—Sí, bueno.

—Lo digo en serio, Nash. Eres el mejor hombre que he


conocido.

Nash se echó a reír. —Es mejor que lo dejes parar ahí o no


podré ponerme el sombrero mañana.

Sidney sonrió, lo que le permitió que la risa lo envolviera a


34 su alrededor. —¿Así que estamos bien?
—Siempre estamos bien. —Nash se aclaró la garganta—.
Sabes que no soy bueno con las palabras, pero creo que tengo
que conseguir algo a través de esa dura cabeza que tienes.

—¿Cabezota? —le preguntó Sidney, con una sonrisa en su


rostro.

—Sí, y espesa —reiteró Nash—. Sólo necesito que sepas


que yo no voy a ninguna parte. Yo siempre estaré ahí para ti, si
me necesitas

El pecho de Sidney se tensó cuando sus ojos se llenaron


de lágrimas. ¿Cómo podía un hombre tan bueno como Nash
hacer una afirmación como esa, cuando el padre de Sidney ni
siquiera se podía acercar a recogerlo al aeropuerto?

—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo Sidney.

—Claro.

Sidney cruzó la habitación a por su equipaje de mano.


Buscó a través de la bolsa negra hasta que encontró lo que
buscaba.

—¿Qué pasó? Yo no soy nadie. Los dos sabemos que tú


podrías hacer un montón de dinero trabajando en otro lugar.
¿Qué es lo que ves en mí que yo no puedo ver en mí mismo? —
Su pulgar frotó el tótem pequeño que le había dado años antes.
Los cuernos del antílope se habían desgastado hasta quedar en
pequeñas protuberancias, pero ellos seguían allí en la mente de
Sidney. Estaba tan concentrado en el tótem que no se dio
cuenta que Nash no había respondido a su pregunta—. Nash,
¿sigues ahí?

Nash se aclaró la garganta antes de contestar. —¡Estoy


aquí! Tratando de encontrar una manera de expresar mis
sentimientos en palabras.

Sidney cerró los ojos y oró para que no se oyera como su


hermano pequeño. —Está bien, —comenzó.
35
—No, no lo está. Yo lo dije hace mucho tiempo. Supongo
que pensé que lo sabías.

—¿Saber qué? —Sidney le preguntó.

—¡Que te amo! Cuando mi padre murió, me sentí perdido.


Cuando me encontré contigo el día del funeral de tu mamá, vi a
alguien que parecía estar en el mismo barco. No sé si eso tiene
algún sentido, no sé si lo entiendes, solo me quise asegurar de
que supieras que había alguien con quien podías contar, ese fue
mi propósito desde ese día

Los ojos de Sidney se abrieron de golpe. —¿Cómo si fuera


un proyecto?

—No, no creo que de esa manera. No eras un polluelo que


necesitara un techo nuevo o un caballo que debía ser
rehabilitado, nada de eso. ¡Oh!, yo… infierno, ¿estoy haciendo
un lío de esto, no?

Sidney trató de concentrarse en lo positivo.

—¿Así que realmente me amas? —A pesar de que sabía


que no era el mismo tipo de amor que él sentía por Nash, era
amor, no obstante.

Claro que no era el amor que él quería. —A pesar de todo


lo que ha sucedido en tu vida, tú todavía tienes un gran corazón.
Podrías fácilmente haberte convertido en...

—Mi padre, —dijo Sidney, terminando la declaración.

—Sí. —Nash suspiró—. Si le dieras a la gente la


oportunidad de estar cerca de ti, sé que verían todo lo que yo
veo. Pero siempre estás tan a la defensiva, con el solo propósito
de mantener a la gente a distancia y no les permites ver todo lo
que eres.

Sidney asintió con la cabeza. Él sabía que hacía eso, pero


no lo consideraba estar a la defensiva, más bien algo parecido a
36 la auto-conservación. —En caso de que te lo preguntes, también
te quiero, —dijo al fin para llenar el silencio.
—Lo sé.

Sidney dudaba que Nash entendiera lo mucho que lo


amaba, pero todo estaba bien por ahora. Oyó a Nash bostezar.
—Debería dejarte dormir un poco. Yo sólo quería asegurarme de
que supieras que no estaba tratando de insultarte antes.

—Me alegro de que me llamaras. Nos vemos mañana.

Sidney cerró los ojos. Levantar el culo en la madrugada


para hacer las tareas no sonaba muy atractivo.

—Claro.

—Hace mucho frío aquí. ¿Cómo pude dejar que me


metieras en esto otra vez? —le preguntó Sidney, sacando su
pañuelo para cubrirse más la cara.

Nash se echó a reír. No habían llegado ni siquiera a la calle


principal, donde el festival se llevaba a cabo y Sidney ya se
estaba quejando.

—Deja de quejarte, te voy a comprar una gran taza de


chocolate caliente.

Nash miró a Sidney. Sólo se veían los ojos de Sidney fuera


37 del pañuelo que lo tapaba, Nash sabía que Sidney podría ser
fácilmente confundido con una mujer. Él rezó porque la gente
del pueblo no les mostrara ninguna atención.
Después de doblar la esquina de uno de los edificios del
centro, Sidney se acercó a Nash. —¿De dónde vienen todas
estas personas?

Una buena pregunta. Parecían ser el doble de personas las


que deambulaban por las calles cerradas al tráfico, más de las
que vivían en la ciudad. Nash era un solitario por naturaleza, por
lo que las aglomeraciones de personas junto con las luces
brillantes y la ruidosa música de la fiesta casi hizo que se
replanteara si se quedaba.

Fue la chispa de diversión en los ojos de Sidney lo que


impidió a Nash dar la vuelta y regresar a casa.

—¿Ves algo que te guste?

Sidney señaló hacia uno de los puestos de comida.


Grandes y esponjosos algodones de azúcar de color rosa y azul
colgados en bolsas de los lados de la cabina.

—No he comido algodón de azúcar desde que mi madre


estaba viva.

Nash arrugó la nariz. Odiaba el hilado algodón de azúcar


que le recordaba su limitación a los dulces. —Bueno, entonces,
vamos a conseguir alguno.

Sidney sonrió y se fue. Nash no pudo evitar sonreír ante el


entusiasmo del joven. Siguió, consciente de las miradas dirigidas
a Sidney cuando él corrió a través de la multitud.

Para cuando Nash llegó, Sidney ya había pagado por una


bolsa de algodón mezclado de color rosa y azul. —¿Me pregunto
si debo comprarme las dos? —Sidney empujó hacia abajo la
bufanda y abrió la boca para el primero de muchos bocados.

—Esto es lo que quieres, —respondió Nash, poniendo su


mano sobre la espalda baja de Sidney.

Sidney estuvo a punto de dejar caer el algodón al sentir el


38 toque de Nash, llamando la atención de Nash a lo que había
hecho. Rápidamente quitó la mano y se la metió en el bolsillo.
¿Por qué lo había hecho?

Nash esperó a que Sidney comprara otra bolsa de algodón


de azúcar antes de sugerir ir a comprar dos grandes tazas de
chocolate caliente y encontrar un lugar para ver el desfile. Se dio
cuenta de que había algo de espacio a lo largo de la acera frente
a la ferretería y se dirigió hasta allí.

Antes de que tuvieran la oportunidad de sentarse, un


joven salió de la nada y se puso frente de Sidney. —¿Qué estás
haciendo aquí? Pensé que te había visto por última vez el día de
la graduación.

Sidney retrocedió un paso, entrando en contacto con el


pecho de Nash. —Lo siento si te decepcioné, Denny, pero tanto
como que es una mierda, mi familia aún vive en Bridgewater.

Nash le puso una mano sobre el hombro apoyándolo. —


¿Tienes algún problema? —preguntó a Denny.

Denny se burló, mirando de frente a la mano que Nash


tenía en Sidney. —Me parece que son ustedes dos los que tienen
el problema. Nosotros no toleramos esa mierda extraña aquí.

Nash apretó los dientes pero se negó a mover su mano.


Era el tipo de situación que había tratado de evitar toda su vida.
—Sólo somos amigos, pero incluso si fuera diferente, no sería ni
malditamente de tu incumbencia. Ahora me gustaría sugerirte
que salgas de nuestro paso y nos dejes ver el desfile.

Denny puso su dedo en la cara de Sidney. —Hazte un


favor, y permanece fuera de la ciudad.

Nash estaba enojado por la vehemencia en la voz de


Denny, y comenzó a ir tras él, pero Sidney lo agarró del brazo.
—Que se vaya, —dijo Sidney—. Estoy acostumbrado a ello.

Para Nash fue una pequeña visión de lo que Sidney había


tenido que soportar mientras crecía. ¿Cómo había tratado con
39
los matones como Denny todos los días en la escuela? Nash miró
a su alrededor, dándose cuenta de que había varios grupos de
ojos mirándolos. —¿Quieres irte a casa?

—Diablos, no. —Sidney se sentó en la acera—. Tú me has


traído a la ciudad para ver un desfile, y eso es exactamente lo
que pienso hacer.

Nash se unió a Sidney. Él le quito la tapa a su cacao antes


de tomar un sorbo. Se preguntó si debería dejar saber a Sidney
que no estaba solo en su preferencia sexual. Aunque no era el
momento ni el lugar para una conversación así. Nash se
prometió que se lo diría más tarde cuando llegaran a casa.

40
Capítulo 3

C on un escuálido árbol de navidad en la mano, Nash


llamó a la puerta de la hacienda. Él había planeado
conseguir uno en la ciudad, pero una nueva ronda de nieve
había hecho los caminos intransitables. En su lugar, había
vadeado con la nieve hasta las rodillas y, finalmente, encontró
un pequeño cedro. La maldita cosa olía un poco a pis de gato,
pero los mendigos no pueden elegir.

La puerta se abrió y un somnoliento y desaliñado Sidney


se le quedó mirando. Vestido sólo con un par de pantalones de
chándal de cintura baja, era obvio para Nash que lo había
sorprendido. —¿Qué estás haciendo fuera, estás loco?

Nash se hizo a un lado para que Sidney pudiese ver su


regalo apoyado contra la columna del porche. —No puede haber
Navidad sin un árbol.

Sidney se cruzó de brazos, escondiendo la mayor parte de


su pecho de la vista de Nash, y dio un paso atrás para dejar
espacio. —Yo no estaba pensando en poner uno. Me parece un
desperdicio si voy a estar aquí yo solo.

Nash había previsto la respuesta de Sidney, y por eso


estaba preparado. Sin embargo, no había previsto su reacción a
la vista del hombre apenas vestido. Se volvió un poco, con la
esperanza de ocultar su erección cada vez mayor. ¿Qué mierda
está pasando?

—Sí, bueno, estoy acostumbrado a tener un árbol. Y


puesto que Jackson no estará aquí contigo hasta mañana, me di
cuenta de que los dos podríamos pasar la Nochebuena juntos.
41
—¿Has hablado con papá?
—¡Sí!. La nieve lo tiene retenido. La Patrulla de Carreteras
ha cerrado un tramo de la I-70, por lo que va a pasar la noche
en Hays. Se comprometió a llegar aquí tan pronto limpien las
carreteras y las vuelvan abrir.

Nash se inclinó hacia el pequeño árbol contra la puerta


antes de quitarse las botas cubiertas de nieve y la capa. La
mención de Jackson había marchitado la polla de Nash, y en
realidad eso fue una cosa muy buena. Nunca había tenido ese
tipo de reacción con Sidney.

—¿Dónde puedo encontrar el soporte y la decoración para


el árbol?

Sidney se pasó las manos por el pelo largo y negro,


llamando la atención de Nash una vez más. —Supongo que
están en el sótano.

—Voy por ellos, —se ofreció Nash.

—Yo te ayudo.

—No, —la respuesta de Nash fue rápida. Necesitaba unos


minutos para reponerse—. Te agradecería si haces una taza de
café.

—Trato —contestó Sydney.

Nash encendió la luz antes de bajar por las escaleras. Las


cajas de plástico rojo eran fáciles de detectar, pero él necesitaba
más tiempo. Encontró una silla vieja y la limpió de polvo antes
de sentarse. ¿Qué demonios había ocurrido antes? Nash negó
con la cabeza, con la esperanza de borrar la imagen de un casi
desnudo Sidney de su mente. ¡Maldición!.

Nash pasó la lengua por los labios, recordando los ojos de


Sidney, el pecho lampiño y dos pezones de color marrón oscuro.
¿Por qué, después de tantos años, lo veía ahora de una manera
sexual? No tenía ningún sentido. Claro, Sidney ya no era un
niño, pero Nash era todavía ocho años mayor.
42
Por último, cayó en la cuenta de por qué de repente
pensaba en sexo cada vez que miraba a Sidney. Nash no había
hecho el viaje de dos veces por semana a Hutchinson para ver a
Reece. Ese tenía que ser el problema. El arreglo que tenía con el
profesor de secundaria era perfecto para los dos. Nunca salió.
Su extraña relación se construyó en el sexo y la amistad.
‘Tiempo’. Ninguno de ellos tenía el tiempo hasta la fecha o el
deseo de salir del armario.

Se puso de pie y tomó una respiración profunda. Que Dios


lo ayudara a pasar a través de las vacaciones de invierno. Pronto
Sidney volvería a Pensilvania y Nash podría volver a su antigua
forma de vida.

La mirada de Nash aterrizó en el gran cuadro al óleo de la


madre de Sidney que se encontraba colgado en la esquina
contra la pared. Recordó la época en la que la pintura había
adornado el área sobre la chimenea, pero eso había sido años
atrás. Nash se preguntó si Sidney sabía dónde había ido a parar.
Se acercó y sacó la pintura de su escondite. El moho había
comenzado a crecer en el lienzo. Nash lo dejó a un lado, junto
con una nota mental para recuperarlo antes de Sidney volviera a
la universidad.

Una cosa era cierta, se alegraba de haber insistido en


bajar por su cuenta. Incluso la mención de la madre de Sidney
tendía a poner al joven hecho una mierda, y por razones que
Nash se negó a reconocer, él quería feliz al chico.

43
Después de hacer el café, Sidney consideró ponerse una
camisa, pero la forma apreciativa en la mirada de Nash lo
detuvo. Por primera vez, Nash había enviado señales
suficientemente fuertes como para que Sidney lo pudiera
considerar. El descubrimiento de que Nash era gay emocionó a
Sidney. No sólo eso, sino que Nash había mirado realmente a
Sidney con un grado de deseo. ¡Maldita sea!

Con la esperanza de provocar la misma reacción, Sidney


rápidamente corrió escaleras arriba para refrescarse. Mientras
sacaba el cepillo para el pelo, se miró en el espejo del baño.
¿Cuánto tiempo había rezado por la oportunidad de acercarse a
Nash?.

Su polla se esforzaba para romper el material de su


chándal viejo y descolorido impulsando a Sidney a la acción.
Rápidamente se cepilló los dientes antes de agarrar una toalla
de la estantería. Si esto iba a suceder esta noche, no quería que
un culo con mal olor arruinara su estado de ánimo. Sidney dejó
correr el agua caliente en el lavabo y se dio un baño de esponja.

Sintiéndose mejor, él hizo su camino de vuelta abajo. El


árbol de aspecto triste seguía apoyado en la pared del vestíbulo.
Sidney abrió la puerta del sótano y llamó, —¿no puedes
encontrarlos?

—Sí, los tengo, —contestó Nash.

Sidney esperó unos instantes, pero Nash todavía no


apareció. —¿Quieres un poco de ayuda? Yo realmente soy más
fuerte de lo que parezco.

—Gracias, pero después de mirar a través en todas las


cajas, creo que sólo hay una de ellas.

Sidney siguió de pie en la puerta, pero se dio cuenta de


que su erección era muy visible y podía ser muy amenazante.
Tenía que jugar inteligentemente. Nash, evidentemente, no
quería que la gente supiera que era gay. Sidney envió una breve
44
oración. —Por favor, Dios, no me dejes estar equivocado acerca
de que es gay.
—¿Dijiste algo? —dijo Nash, apareciendo por la parte
inferior de la escalera.

—No. —Sidney se movió fuera de su camino y abrió la


puerta.

El ceño fruncido en la cara de Nash cuando llegó a la parte


superior de la escalera marchitó la erección de Sidney en algún
momento. ¿Qué es lo que sucede?

Nash llevó la caja de Navidad a la sala de estar. —


¿Quieres que lo ponga en el lugar de siempre?

—Claro. —Sidney se trasladó a limpiar la zona, deslizando


las sillas a un lado y la mesa al otro lado en el pasillo—. Eso
debería funcionar

Nash dio una palmada en el muslo. —¡Maldita sea!, me


olvidé de la base.

—¡Yo voy! —Sidney se detuvo en seco con la mano de


Nash en torno a su brazo.

—Yo me ocuparé de ella. ¿Por qué no traes el café?

Sidney miró a los ojos de Nash durante unos instantes.


Era casi como si Nash no lo quisiera en el sótano.

—¿Qué está sucediendo?

—Nada. Sólo sé dónde está. Será más rápido de esta


manera, —respondió Nash.

Discutir con Nash no estaba en el orden del día de Sidney


—De acuerdo. —Se prometió que bajaría a escondidas en otro
momento para ver lo que Nash parecía estar escondiendo.

45
—Me encantaba hacer esto cuando era un niño, —dijo
Sidney desde la sala de estar.

Nash cerró la puerta del sótano después de bajar el


cuadro. Sidney estaba de espaldas bajo el árbol, mirando a
través de las ramas de colorido encendido.

—¿Te importa si te acompaño? —pidió Nash.

No fue hasta que entró más en el cuarto en sombras que


vio a Sidney echado en el suelo. Toda su piel desnuda y el pelo
sedoso desplegado por el suelo eran demasiado tentadores,
sobre todo con las luces titilantes haciendo sutiles dibujos como
de un caleidoscopio de colores sobre el hombre casi desnudo.

Sidney levantó la cabeza y sonrió a Nash. —Sólo si me


traes uno de los cojines del sofá.

Nash intentó pensar en una manera de salir y no unirse a


Sidney, pero no encontró nada. Agarró dos cojines antes de tirar
uno a Sidney. De pie sobre el objeto de su atracción, Nash trató
de calmar su respiración. Los pantalones de Sidney se habían
deslizado hacia abajo hasta apenas cubrir su polla. Nash
vislumbró una franja de pelo negro y casi gimió.

—¿No vas a venir? —Sidney le preguntó después de


ajustar una almohada bajo su cabeza.

46 —Sí. —Nash se sentó y colocó su propio cojín apenas a


treinta centímetros de Sidney. Agachó la cabeza debajo de las
ramas antes de estirarse. Nash arrugó la nariz—. Bien, ahora
puedo oler el pis.

Sidney se rió y dio una palmada juguetona al estómago de


Nash. —Te lo dije.

—Sí, lo hiciste, —contestó. Nash esperó a que Sidney


quitara su mano pero no fue así.

Sidney rodó a su lado, acercándose aún más a Nash.

—¿Alguna vez hiciste esto cuando eras más joven?

Nash lo miró a los ojos de color verde que había


encontrado siempre tan fascinantes. Él estaba perdido y no
sabía cómo luchar contra ello. —Creo que todos los niños lo
hacen.

—¿En serio? —la mano de Sidney comenzó a frotarse en


círculos sobre el estómago de Nash y su pecho. Cuando el pulgar
rozó el pezón de Nash a través de su camisa, respondió de
inmediato. Fácil, la sonrisa de Sidney se volvió caliente—.
¿Puedo hacerte una pregunta?

Nash tenía ganas de gritar. En su lugar, no dijo nada. Se


tragó todo el nudo en la garganta mientras su polla comenzaba
a llenarse.

—¿Eres como yo? —Sidney le preguntó, acercándose.

—Tú sabes que sí, —contestó Nash, contento de confesarlo


al fin.

La mano de Sidney suavemente subió hasta el cuello de


Nash para dejarla descansar en su mejilla. Su pierna doblada se
trasladó hasta situarse en la parte superior de Nash, poniendo
su ingle peligrosamente cerca de los muslos de Nash. —¿Sabes
lo que estoy pidiendo?

Sí, Nash lo sabía. Él no estaba seguro de cómo responder.


47 —Eres demasiado joven para mí, —le susurró.
La pierna de Sidney se frotó contra la parte delantera de
los pantalones vaqueros de Nash. —Soy lo suficientemente
mayor.

El pecho Nash se apretó mientras luchaba para controlar


su deseo. Sidney le había dado luz verde ¿qué diablos estaba
esperando? Nash rodó a su lado y apoyó su cabeza sobre su
mano. —¿Así que ya has tenido tú parte de hombres? Porque yo
no quiero ser tu primera vez.

Sidney rozó los labios de Nash con la punta de la lengua.


—Estás muy lejos de ser el primero, pero ¿por qué no te
gustaría serlo? Pensé que cada hombre soñaba con tomar la
virginidad del otro.

Él capturó la lengua de Sidney con sus labios, Nash lo


absorbió hasta meterla en su boca. No podía mantener las
manos separadas del cuerpo delgado de Sidney como él
pretendía y saquear solo su boca. Deslizó las manos entre ellos,
y tiró del cordón que sujetaba la sudadera de Sidney. El toque
de Nash se dirigió inmediatamente al culo apretado de Sidney.
—¡Oh, el infierno!, —dijo, rompiendo el beso.

Sidney subió su pierna más arriba en el cuerpo de Nash,


abriéndose más para la exploración del hombre. —Te necesito,
—dijo Sidney, mirando a los ojos de Nash—. Siempre te he
necesitado. —Sidney se hizo hacia atrás lo suficiente como para
escupir en su mano. Llegó tras de sí y cubrió su agujero con la
saliva—. Tómame, —declaró él.

El dedo medio de Nash dio vueltas por la piel arrugada


antes de empujar dentro. El calor del cuerpo de Sidney fue
increíble cuando Nash movió el dedo dentro y fuera del pequeño
agujero del hombre. No podía imaginar cómo se sentiría tener su
pene rodeado de ese calor.

—No me jodas, —dijo Sidney, raspado del cuello de Nash


con sus dientes—. He soñado con que me folles durante años.

48
‘Años’. La declaración retiró a Nash en el momento. Retiró
su mano y trató de alejarse, pero Sidney continuó aferrándose a
él. —No puedo hacer esto, —Nash murmuró, rodando sobre su
espalda.

La mano de Sidney ahuecó la erección de Nash. —No te


preocupes voy a tratar de hablarte a través de él

Nash cayó en la cuenta de que Sidney había


malinterpretado su declaración. Se agachó y tomó la mano de
Sidney, cuando empezó a desabrochar los pantalones vaqueros
de Nash. —No. Yo sé muy bien cómo joder a un hombre.

—Mmmm, seguro que lo haces. —Sidney comenzó a sudar


antes de intentar subirse en la parte superior de Nash

—Esto no es una buena idea, —protestó Nash—. No sólo


no tenemos cosas, también te vas en una semana y media.

—Hay lubricante y condones en mi bolsa. —Sidney


comenzó a levantarse, pero Nash lo mantuvo en su lugar.

Nash cerró los ojos y abrazó a Sidney contra su pecho.


Sería tan fácil dejarse sólo ir y disfrutar de todo lo que Sidney
tenía que ofrecerle, ¿pero eso donde los dejaría? ¿Qué pasaría
cuando Sidney volviera a la universidad? Nash no tenía ninguna
duda de que fácilmente caería en el papel de amante celoso.
Imaginar a Sidney en la escuela del campus con otros hombres
cerca de él no le cayó bien. Además, le gustaba Sidney. ¿Qué
pasaría si ellos dos tenían una pelea amorosa y nunca volvían a
hablarse? No sólo tendría que buscar trabajo en otro lugar, sino
que tendría que romper la promesa que había hecho años antes,
que siempre estaría ahí para Sidney.

¡Mierda! Nash separó a Sidney de él y se apoyó en un


brazo. Mirando dentro de esos magníficos ojos verdes, Nash
odiaba lo que estaba a punto de decir. —No puedo verte para
una follada y luego olvidarlo.

—Entonces no lo olvides.

Nash no se perdió la expresión de dolor en la cara de


49
Sidney cuando le dijo: —Te necesito en mi vida, como un amigo.
Si traemos el sexo a ella, nada entre nosotros será nunca lo
mismo.

—Ya lo sé —admitió Sidney—. Las cosas pueden ser


mucho mejor entre nosotros

Nash negó con la cabeza. —O peor, y no me voy a


arriesgar a perderte por una jodida.

Sidney agarró sus pantalones antes de alejarse de Nash.


Salió de debajo del árbol y se paró. —Supongo que no me di
cuenta de que esto es todo lo que sería para ti.

La emoción ahogada en la respuesta de Sidney preocupó a


Nash. Hacerle daño al joven era lo que estaba tratando de
impedir. —Sidney, —gritó, sosteniendo su mano en dirección al
hombre que se retiraba, cuando se dio cuenta de las lágrimas
que corrían por el rostro de Sidney.

—Cierra con llave cuando te vayas, —dijo Sidney antes de


subir corriendo las escaleras.

Nash oyó la puerta de la habitación de Sidney cerrarse de


golpe. ¡Mierda!.

Sabía que no debería, pero Nash no pudo evitarlo. Dejar a


Sidney en Nochebuena con esa mirada triste en sus ojos lo
perseguiría mucho más allá de la temporada de vacaciones.
Subió las escaleras, esperando no estar cometiendo el mayor
error de su vida.

—¿Sidney? —lo llamó, golpeando a la puerta cerrada.

Cuando no recibió ninguna respuesta, hizo girar la manilla


y se sorprendió de no encontrar la puerta cerrada con llave. Al
entrar en la habitación, Nash tomó una respiración profunda. —
Lo siento. —Nash fue a sentarse junto a Sidney en la cama—.
Me equivoqué al decir lo que dije. No hay forma en el mundo
que el amor que siento por ti hiciera de lo nuestro solo una
follada. Tal vez eso es lo que más me asustó.
50
Vestido sólo con la sudadera, Sidney se giró para hacer
frente a Nash. —Yo sé lo que se siente al ser follado. Pero por
una vez yo quería saber cómo se sentía con alguien que
realmente se preocupaba por mí.

Nash no podía discutir el punto. Él quería lo mismo. —Ven


aquí, —dijo, abriendo los brazos.

Cuando Sidney se metió entre sus brazos, Nash aplastó al


joven contra su pecho. Enterró su rostro en el cabello largo y
negro, le gustaba sentir su tacto. Sólo podían tener una noche
juntos, y Nash estaba preocupado todavía de que fuera un gran
error, pero no podía negarse a sí mismo o a la experiencia de
Sidney. Tomó la mejilla de Sidney antes de profundizar en otro
beso como los que habían compartido en el piso de abajo. A
medida que saqueaba la boca de Sidney con su lengua, Nash
metió la mano entre ellos y se desabrochó la camisa. Quería
sentir la piel de Sidney, contra la suya.

Sidney no perdió tiempo para hacerse cargo de Nash.


Empujó la camisa por los hombros de Nash antes de romper el
beso. Sidney pasó la lengua por el cuello hasta abajo de Nash, a
través de la clavícula y hacia abajo en el pecho. Su boca se pegó
al pezón de Nash y chupó, gemidos de placer salieron de Nash.

Nash hundió los dedos en la parte posterior del pelo de


Sidney y lo mantuvo en su lugar mientras yacía en la cama. —
Se siente bien.

—Mmm Mmm, —respondió Sidney, sin sacar de su boca el


pezón de Nash.

La atención estaba teniendo un efecto directo en la polla


de Nash, que creció contra el cierre de sus pantalones. Subió a
Sidney encima de él, necesitaba la presión del cuerpo de Sidney
siempre. ¿Dios, si la boca de Sidney se sentía tan bien en su
pecho, como se sentirían esos labios en torno a su polla?.

Como si hubiera leído los pensamientos de Nash, Sidney


51
soltó el pezón del hombre. —¿Quieres que te chupe?.
Nash asintió con la cabeza, empujándose en contra de
Sidney en un alegato silencioso.

Con una amplia sonrisa en su hermoso rostro, Sidney se


deslizó hacia abajo hasta que se situó entre los muslos
extendidos de Nash. Sidney pasó la mano por la evidente
erección aún atrapada dentro de los pantalones vaqueros de
Nash. Siguió el contacto con la boca, raspando la mezclilla
lentamente con los dientes.

Nash se quejó. —Sácalo antes de que explote en mi ropa


interior.

Sidney desabrochó el botón antes de bajar lentamente la


cremallera de Nash. —No puedo creer que esté a punto de
hacerlo.

Nash tampoco podía, pero no había manera en el infierno


que pudiera poner fin a ello. Se agachó y deslizó los pantalones
vaqueros y ropa interior hacia abajo lo suficiente para que su
pene saltara libre. Él hubiera preferido sacárselos por completo,
pero con Sidney entre sus piernas no era algo que Nash quisiera
hacer tampoco.

El primer toque de la lengua de Sidney a la punta de la


polla de Nash casi lo partió. Nash luchó por poder tener algo de
control, con la esperanza de evitar su clímax hasta que tuviera
la oportunidad de hacerle el amor a Sidney. —No juegues. Estoy
demasiado cerca, ¡maldito!.

Después de reunir una gran gota de esperma en su


lengua, Sidney arrastró toda la longitud del cuerpo de Nash en
un beso profundo. Nash gimió ante el sabor combinado mientras
trataba de conseguir que los dos se desnudaran. Necesitaba
estar dentro del agujero caliente de Sidney. Sólo una vez, quería
mostrar a Sidney sin palabras lo mucho que lo amaba.

Usando su propio esperma como lubricante, Nash separó


las mejillas del culo de Sidney. Se deleitó de los suspiros que
52
salieron del chico cuando entró en el agujero de Sidney con el
dedo.
—Lubricante, —dijo Nash, después de unos pocos
bombeos con su dedo.

Sidney se levantó y miró hacia abajo con una mirada tan


sensual que casi deja frito el cerebro de Nash. —Voy a por el
lubricante, pero lo prefiero con un poco de dolor. —Sidney
prácticamente ronroneó.

Nash tragó un nudo de su garganta. ¿Era posible que las


experiencias sexuales de Sidney superaran las suyas? Nash dejó
escapar un suspiro lento cuando Sidney se arrastró fuera de él y
caminó por la habitación, cómodo con su desnudez. Nash había
sido siempre un amante bastante seguro, pero había algo en
Sidney que le hizo dudar. ¿Y si no estaba a la altura?.

Sidney metió la mano en su bolsa y sacó una botella


pequeña, de bien utilizado lubricante. Él lo agarró de la mano. —
Prométeme que sólo vas a usar lo suficiente como para entrar.

Nash rodó a un lado de la cama, tan nervioso como una


virgen. —De acuerdo —Evidentemente Sidney disfrutaba un
poco de la picadura de dolor, y aunque Nash no estaba
acostumbrado a ello, no estaba totalmente en contra tampoco.
La idea era dar a Sidney una noche que no pudiese olvidar,
¿verdad?.

Nash se maravilló de la sonrisa de Sidney mientras subía


de nuevo en la cama. Era agradable ver que al hombre con una
mirada de verdadera felicidad, para variar. Nash extendió la
mano, y Sidney le pasó el lubricante.

—No te preocupes, estoy acostumbrado a ella. —Una


sombre envolvió de un rojo profundo a Sidney—. Eso salió mal.
Yo quise decir que creo...

—Yo no, —dijo Nash, interrumpiendo a Sidney. No quería


pensar en todos los hombres que habían jodido a Sidney.
Aunque Nash nunca había follado sin lubricante, él había
probado en sí mismo llenado sus dedos con saliva y nada más, y
53
ardía como el infierno. —¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro. —Sidney se estableció junto a Nash. Se dio la
vuelta a su lado y pasó el brazo sobre el pecho cubierto de Nash.

—¿Quieres que te duela? ¿Eso es todo? —preguntó.

La mano de Sidney comenzó a frotar suavemente sobre el


pecho lleno de vello de Nash antes de moverse hacia abajo para
hacerle cosquillas al vello corto alrededor del pubis de la polla
del hombre. —No, no es eso, sino que he descubierto que no me
gusta ser follado tanto cuando las cosas son muy resbaladizas
allí. Quiero sentir todo contigo. No soy completamente ingenuo.
Sé que voy a quedar dolorido durante los próximos días, pero
eso es lo que quiero. —Sidney se inclinó sobre Nash y lo besó—.
Quiero un recuerdo de esta noche.

Nash se zambulló en otro beso. Recorrió con su lengua el


interior de la boca de Sidney cuando se le ocurrió un plan. Sin
lubricación. Usaría su saliva, tendría que trabajar mucho más
para preparar a Sidney. Aunque Nash nunca había saboreado a
un amante, la idea de hacérselo a Sidney lo atraía. Él rompió el
beso. —Se puede hacer algo más. Date la vuelta.

Con una risita linda que hizo temblar el estómago de


Nash, Sidney se dejó caer sobre su propio estómago. Sidney
sonrió a Nash cuando poco a poco extendió sus piernas y situó
las rodillas debajo de él.

¡Maldita sea! Era la primera buena mirada que Nash le


daba al hermoso culo de Sidney. —La perfección, —susurró para
sí mismo.

Sidney se echó a reír. —Yo no iría tan lejos.

—Yo lo haría. —Nash se arrodilló detrás de Sidney. De


repente la idea de bordear es culo perfecto con su lengua no lo
molesta en absoluto. Separó el culo de Sidney con sus manos,
se inclinó y pasó su lengua por la piel arrugada.

Ya fuera la textura en su lengua o la reacción de Sidney a


la misma, Nash no lo sabía, pero él gimió y continuó dándole al
54
pliegue de piel oscura un baño de lengua a fondo.
—Jesús —Sidney exclamó—. ¡Fóllame! Por favor —le rogó.

Nash aplicó más saliva al orificio antes de insertar un


dedo. El cuerpo de Sidney aceptó la intrusión fácilmente, lo que
provocó que Nash agregara un segundo dedo. No pasó mucho
tiempo antes de que Sidney empezara a follarse a sí mismo en
los dedos de Nash.

—Ahora —dijo Sidney.

Nash tomó el bote de lubricante. Según lo prometido,


utilizaría sólo una gota o dos para cubrir la polla. —¿Listo?

—¡Infiernos sí!

Manteniendo su pene por la base, Nash presionó la corona


en el agujero de Sidney. Aplicó un poco de presión, pero esperó
a que el cuerpo de Sidney pudiera aceptar la gruesa cabeza de
su polla. Con otro gemido de Sidney, Nash introdujo la corona
más allá del anillo externo de los músculos. Sidney estaba en lo
cierto, mierda, sin duda, mucho lubricante retrasaría el proceso.

—Sííííí, —susurró Sidney. Más.

Nash sacudió sus caderas hacia atrás y adelante hasta que


su longitud estuvo totalmente enterrada profundamente dentro
de culo de Sidney. Dejó escapar el aliento que no se había dado
cuenta que había estado conteniendo. —Dime cuando estés listo.

—No esperes por mí, —respondió Sidney con los dientes


apretados—. Hazlo.

—No quiero hacerte daño, —dijo Nash, aunque su cuerpo


estaba empezando a tener otras ideas.

—No. —Sidney comenzó a moverse él mismo. ¡Maldita


sea!

Paciente, Nash se apoderó de las caderas de Sidney y


comenzó un ritmo lento, pero difícil. ¿Qué había hecho en su
55 vida para merecer un momento tan perfecto? Su cuerpo estaba
en llamas, mientras que su alma se elevó muy por encima de los
dos.
Sidney movió una mano debajo de sí mismo antes de
mirar por encima del hombro a Nash. —Sujeta mis bolas. Más
fuertemente, apriétalas

Otra petición que Nash nunca había oído pronunciar a un


amante. Se agachó para buscar los orbes de forma perfecta y
siguió las instrucciones.

—Más duro, tengo que correrme, —jadeó Sidney.

El sudor chorreaba por un lado de la cara de Nash y usó su


mano libre para limpiarse. Aplicó más presión a las preciosas
pelotas de Sidney. Tuvo que haber sido doloroso, pero Sidney
gimió más fuerte en el ajuste del agarre de Nash.

—¡Me corro!, —advirtió Sidney, segundos antes de que su


cuerpo se sacudiera en su punto culminante.

Nash acarició los testículos de Sidney. Volvió su atención a


follar a Sidney tan duro como pudo. Podría ser diferente para
Nash, pero, obviamente, Sidney disfrutaba de una follada fuerte.
No pasó mucho tiempo antes de que Nash pudiera sentir su
propio orgasmo inminente. —Voy, —gruñó.

Cuando su punto culminante corrió a través de él, los


pelos en el cuerpo de Nash se erizaron. Él apoyó la frente en la
columna vertebral de Sidney cuando sintió salir el final de la
explosión.

Sidney se derrumbó en la cama con Nash en la parte


superior de él. —Mierda, fue perfecto, —murmuró.

Sin poder hablar, Nash asintió con la cabeza y envolvió


con sus brazos a Sidney. Le tomó unos minutos para que la
cabeza se despejara, pero pronto Nash comenzó a preguntarse
lo que él acababa de hacer. Él había estado preocupado por el
impacto emocional de la follada de Sidney, pero no había
contado con el impacto físico. Después de una noche con el
hombre más joven, Nash sabía que no estaría satisfecho
sexualmente con nadie más. ¿Era posible llegar a ser adicto a
56
algo después de probar la muestra sólo una vez? ¡Mierda!.
Nash se retiró pese a las protestas de Sidney. Necesitaba
un momento para procesar todo lo que acababa de suceder. Se
levantó de la cama. —Vuelvo enseguida.

Utilizó la necesidad de hacer pis como una excusa para


escapar al cuarto de baño. Después de encender el grifo, Nash
se echó agua fría en la cara antes de agarrar una toalla. Siguió
utilizando el agua fría para limpiar su polla con la esperanza de
que su reciente adicción descubierta al cuerpo de Sidney se
enfriaría.

Nash sabía que tenía dos opciones, volver a la habitación y


meterse bajo las sábanas, o huir de Sidney tan rápido como
pudiera. Ya no era una cuestión de si estaría celoso después de
que Sidney se fuera, pero ¿cuánto afectaría al resto de su vida?.

Abrió el grifo de agua caliente para enjuagar la toalla. Con


el corazón oprimido, Nash llevó la toalla al dormitorio y la dejó
sobre la mesita de noche. Sidney ya estaba bajo las sábanas,
pero todavía despierto.

—Debo salir de aquí, —dijo Nash.

—Quédate conmigo.

Nash negó con la cabeza. —Ninguno de nosotros sabe a


qué hora llegara Jackson, podría encontrarme aquí arriba. Y si
yo me quedo, voy a estar profundamente dormido en cuestión
de segundos. —Recogió su ropa del suelo. Tenía ganas de decirle
lo mucho que hubiera disfrutado de quedarse con él y volver a
hacerle el amor, pero odiaba dar al joven una falsa esperanza.
Nash se vistió rápidamente antes de agacharse para colocar un
suave beso en los labios de Sidney—. ¡Feliz Navidad!

—Feliz Navidad, —murmuró Sidney. Era evidente que


Sidney estaba molesto por la partida inminente de Nash.

Nash alisó el cabello de Sidney apartándolo lejos de su


cara. Sidney nunca sabría lo difícil que era para él irse, pero
Nash sabía que no tenía otra opción. Dio a Sidney un último
57
beso antes de salir por la puerta.
Antes de abandonar la casa, Nash desconectó las luces del
árbol de Navidad.

Después de apagar el resto de las luces de las escaleras,


se paró en la parte inferior de la escalera durante un largo
momento. Si hubiera la más mínima posibilidad de que algo
pudiera funcionar entre ellos dos, habría echado a un lado sus
temores y correría hacia las escaleras, pero él sabía la verdad.
La vida de Sidney estaba en la ciudad. No había mucho que
pudiera hacer un ingeniero de arquitectura en un estado de
granjas y ranchos. Sobre todo para un hombre como Sidney,
que siempre había querido diseñar edificios de gran altura y
museos.

Nash brevemente pensó en mudarse a la ciudad y resopló.


Se sentiría como un pato fuera del agua. Aparte de los pobres
animales que están realizando sus cosas para que los turistas
hicieran algo alrededor de los parques, no había muchos caballos
en la ciudad.

Cruzó el vestíbulo y levantó el abrigo del gancho al lado de


la puerta principal. Sacando un pequeño regalo envuelto, Nash
negó con la cabeza. Él debería habérselo dado a Sidney al
principio de la noche anterior y no haber dejado que las cosas
fueran demasiado lejos entre ellos. Nash llevó el regalo a la sala
oscura y lo puso debajo del árbol. Por lo menos Sidney tendría
un presente para abrir.

58

En la mañana de Navidad, Sidney se despertó con el


sonido de una camioneta diesel fuera de la ventana de su
dormitorio. Él no tenía necesidad de levantarse para saber que
su papá estaba en casa. Mirando el techo, Sidney sabía por qué
no saltaba de la cama. Él se dio la vuelta y tiró de las mantas
alrededor de su cuello.

—¡Sydney! —gritó Jackson desde el fondo de la escalera—.


¡Arriba! Necesito tu ayuda.

Sidney cerró los ojos. Tal vez si se hacia el dormido su


padre se iría a lo suyo.

La puerta de la habitación se abrió antes de que Sidney


tuviera la oportunidad de poner su rostro de dormido. —Necesito
ayuda para descargar un caballo que traje para Nash.

Fue la mención del nombre de Nash lo que finalmente


llamó la atención de Sidney. —Nash ya tiene un caballo.

—No como este. ¡Arriba!.

Con un gemido de protesta, Sidney se incorporó. —Dame


unos minutos para lavarme la cara y ponerme algo de ropa.

La cabeza de Jackson se inclinó hacia un lado mientras


miraba a Sidney. —Sí, es mejor que laves toda esa mierda de
los ojos a menos que quieras que alguien te confunda con una
mujer.

Sidney se frotó la piel debajo de sus ojos y vio una


mancha de color negro en sus dedos. Por lo general tenía la
costumbre de lavarse la cara antes de acostarse, pero la
situación con Nash la noche anterior lo había dejado llorando. A
pesar de que Nash no lo había dicho, Sidney sabía que era su
primera y única noche juntos.

Como no parecía que su padre tuviera prisa para irse,


Sidney hizo un gesto a su pecho desnudo. —¿Te importa?

—Oh, —dijo Jackson—. Nos encontraremos frente al


granero.
59

Sidney esperó hasta que la puerta se cerró antes de retirar


las mantas de su cuerpo desnudo. La idea de salir al frío de la
mañana el día de Navidad, lo puso de mal humor. Se levantó en
un santiamén con más sueño que un perro. Su padre no se
había molestado siquiera en decir 'Feliz Navidad', el hijo de puta.

A pesar de que su culo estaba tan dolorido como había


esperado, Sidney no sentía la sensación de euforia que había
esperado. Se vistió rápidamente antes de recogerse el pelo en
un moño suelto. Sidney reconoció que su pelo volvía loco a su
padre, y si fuera completamente honesto consigo mismo, habría
admitido que esa fue la principal razón por la que lo había
dejado crecer. Por supuesto no fue la única. A otros hombres
parecía que realmente les encantaba. ¿Cuántas veces un
hombre había enterrado su rostro en la parte posterior del cuello
de Sidney, mientras lo follaba? Todos comentaban el aroma a
cítricos de su champú y lo suave que las largas hebras de pelo
se sentían contra su piel.

—Es para hoy, Sidney! —Gritó Jackson.

Sidney hizo una mueca antes de abrir la puerta. Por lo


menos, dudaba que su padre se quedara en casa por más de
unos pocos días. Su padre no había estado presente en el
cumpleaños de Sidney durante años, ¿por qué cambiar la rutina
ahora?

En el momento en que Sidney se había puesto las botas y


se puso su abrigo, sombrero y guantes, su padre ya estaba
fuera tocando la bocina. —¡Ya voy! —gritó, saliendo al porche
delantero.

El hombre tenía que ser un completo idiota para conducir


un remolque de caballos de Colorado a Bridgewater durante una
tormenta de nieve. Sidney se unió a su padre en la parte trasera
del remolque. Nunca le habían pedido ayuda para descargar
ganado o caballos, por lo que la petición aún le molestaba. —
¿Qué tiene de especial este caballo que deseas mi ayuda?

El caballo escogió ese momento para patear con la pierna


hacia atrás, golpeando la puerta del remolque. Jackson miró del
60 caballo a Sidney. —Diablo tiene problemas.
Sidney se trasladó hacia el frente del remolque, para
poder ver mejor la cara del caballo negro. —¿Qué diablos pasó
con él?

La palabra fue dicha antes de que Sidney tuviera la


oportunidad de retractarse de nuevo. El puño que le dio en el
lado de la cara fue un buen recordatorio de lo que no tenía que
decir alrededor de su padre. Debido a que el hielo y la nieve
resbalaban, Sidney perdió el equilibrio y cayó al suelo. Levantó
el brazo para protegerse frente a cualquier otro golpe. —Papá lo
siento.

Jackson lanzó un gruñido. —Sólo porque estás en la


escuela no significa que puedas olvidarte de las reglas de la
casa.

—Lo sé. —Sidney esperó a que le diera permiso para


levantarse. Mientras continuaba en el suelo, el calor de su
cuerpo empezó a derretir la nieve debajo de él, absorbiéndolo de
sus pantalones a la piel.

—Ve a buscar uno de esos sacos de alimento para poner


sobre los ojos de Diablo y tratamos de sacarlo del remolque en
una sola pieza, —ordenó Jackson.

Sidney no estaba preocupado por el caballo, estaba


preocupado por su propia seguridad a manos de su padre.
Jackson rara vez golpeaba a Sidney, pero cuando lo hacía, su
estado de ánimo y malestar se prolongaba durante horas, a
veces días.

Sidney se puso en pie. Él no se atrevió a mirar a su padre


antes de precipitarse hacia el granero a por la bolsa. Le tomó
varios minutos encontrar una que parecía lo suficientemente
limpia como para tomar el riesgo de ponerlo sobre los ojos de
Diablo y cuando regresó al remolque, Sidney podría decir que su
papá estaba perdiendo rápidamente la paciencia. —Lo siento.

Jackson se movió con precisión para conseguir el bozal


61
rojo del caballo. Le puso la bolsa de alimentos sobre la cabeza,
pero no antes de que Sidney echara una buena mirada a la
cabeza llena de cicatrices del caballo. Una vez más se preguntó
qué le había pasado al pobre animal.

—Bien, ahora ven aquí y sujeta el arnés mientras abro la


puerta.

Diablo estaba empezando a inquietarse de nuevo. En el


momento que Jackson lo soltó, y antes de que Sidney pudiera
conseguir un buen agarre en el arnés, el caballo volvió la cabeza
hacia atrás y pateó la puerta una vez más.

—¡Dios, maldita sea!, ¡Sidney! Sostenlo fuertemente —


gritó Jackson.

Sidney se sentía agradecido de que su padre no vivera a


corta distancia. Así las cosas, Sidney iba a tener que mentir a
Nash acerca de la contusión que estaba naciendo y que podía
sentir hinchándose en su rostro. Sólo una vez anteriormente
había visto Nash la obra de Jackson y no había sido bonito. Por
lo general, su padre tenía un mejor control sobre sí mismo y si
dirigía su ira hacia Sidney era por lo general en un lugar que no
era visible.

Sin embargo, hacía varios años, Jackson había cometido el


error de poner negros los ojos de Sidney en un ataque de ira.
Nash había visto a Sidney y le había dicho que se cayó junto a la
casa de forma inesperada, y le había tomado Sidney una hora
poder calmar a Nash. Lo último que quería Sidney era que Nash
diera a Jackson su merecido y luego lo despidiera como
resultado. Sidney necesitaba a Nash demasiado para arriesgarlo.
No, le diría a Nash que había obtenido la contusión en la lucha
por lograr que el caballo saliera del remolque.

Abrió la puerta del remolque, y Diablo casi arranca el


brazo de Sidney en su prisa por librarse. —Shhh, muchacho,
tranquilo. —Sidney trató de calmar al caballo, pero con la mano
dura de Jackson en la cabeza colocada en el arnés, el
tratamiento más suave de Sidney pasó desapercibido por Diablo.

62
Sabiendo que iba a meterlo en problemas, pero incapaz de
aguantar, Sidney lanzó el arnés. —No vuelvas a hacer eso con él
nunca más, —gritó a su padre
Sidney saltó del paso lateral del remolque y corrió hacia la
parte posterior. —¿Puedo conseguir otra cuerda?

—Abre la puerta del corral, —ordenó Jackson

—Pensé que estabas planeando instalarlo en el granero

—¡No discutas conmigo! —gritó Jackson.

Sydney calló su lengua y corrió hacia la gran puerta del


corral. Una vez que la abrió, él entendió lo que su padre estaba
tratando de hacer. La puerta golpeó el borde del remolque, y
bloqueó la posibilidad de escapar de Diablo por ese lado. Sidney
se sintió estúpido por no darse cuenta. No es de extrañar que su
padre lo odiara cuando él le preguntó.

Jackson trabajó solo durante unos instantes antes de


gritar a Sidney, una vez más. —No te quedes ahí parado, trae tu
trasero de nuevo a aquí y sujeta ese otro lado.

Sidney sujetó la puerta para que no se moviera antes de


sujetar de nuevo todo el remolque, de pie en el lado izquierdo
del remolque cuando Jackson trató de controlar al nervioso
caballo.

Como en cámara lenta, Diablo se alzó sobre sus patas


traseras justamente delante de Sidney. Las enormes pezuñas
estuvieron a centímetros de golpear la cara de Sidney. De la
nada, dos brazos fuertes empujaron a Sidney fuera del camino.

Sidney cayó al suelo cuando Nash se acercó y agarró a


Diablo por el arnés, dando al caballo un buen tirón. Los cascos
del caballo se posaron en la nieve profunda. Nash tomo el lado
derecho de la cara de Diablo y lo paró de un seco golpe.

El hombre y el caballo se miraron durante unos instantes


antes de que Nash hablara. —¿Estás bien, Sidney?

—Sí —respondió Sidney, mirando a su padre.

63 Él podía decir por la expresión roja en la cara de su padre


que él no estaba contento con los hechos que acababan de
suceder en primer lugar.
—Mételo en el establo, —le dijo a Nash.

Nash rompió el contacto visual con el caballo y miró a


Jackson. —Deberías haberme llamado. ¿Tienes alguna idea de lo
cerca que acabas de estar de perder a tu hijo?

Jackson contestó con acritud a Nash. —Tal vez si hubiera


prestado un poco más de atención en los últimos años,
habríamos estado mejor equipados para manejar esta situación.

Todavía en el suelo, Sidney se quedó congelado en su


lugar por la habilidad con que manejó Nash al caballo. Cuando
Nash dejó al caballo en el granero, Sidney no podía dejar de
notar las cicatrices en el caballo. No cabía duda de que Diablo
había sido una belleza, y aunque Sidney no sabía todo lo que
había que saber sobre la cría en granjas, podría muy bien decir
que era un animal costoso cuando veía uno.

—Feliz Navidad, —gruñó Jackson, al entrar al granero.

Sidney tuvo la oportunidad de ponerse en pie. Él se


sacudió antes de entrar por la puerta abierta del granero.

—¿Qué pasó con él? —preguntó Nash, ubicando a Diablo


en la plaza del final.

—¿Qué te parece que le pasó? —preguntó Jackson.

—Me parece que alguien tomó un látigo con él, pero no


encuentro la razón de por qué alguien haría algo tan cruel, —
respondió Nash.

—Diablo tiene la línea de sangre para ser un campeón, en


el hipódromo y como semental, pero es un terco hijo-de-puta. El
hijo de un amigo creyó que lo domaría mejor si le daba algunos
latigazos para calmarlo y ponerlo bajo control, pero sólo hizo
que el temperamento de Diablo fuera a peor.

—Bueno no... —Nash murmuró en voz tan baja que Sidney


apenas lo oyó—. ¿Por qué traerlo aquí?
64
—Le dije a mi amigo que si alguien podía llegar a ese
caballo y hacer de él lo que tenía que ser, ese eras tú, —informó
Jackson a Nash.

Nash llenó el cubo de agua antes de rellenar el comedero


con copos de heno y la mezcla con la que él alimentaría a
Diablo. Después de que el caballo fue atendido, Nash cerró la
plaza. Se volvió de nuevo hacia Jackson. —Si voy a trabajar con
él, tienes que darme tú palabra de nadie más va trabajará con
él.

—Está bien —admitió Jackson.

Sidney estaba fascinado por toda la situación. ¿Por qué su


padre permitía que Nash le hablara como lo hizo? Sidney sabía
que Nash había estado actuando como capataz cuando Jackson
no estaba en el rancho, ¿tenía algo que ver con eso? ¿Qué tan
seguido se iba su padre lejos?.

Nash hizo un desvío alrededor de Jackson y llegó hasta


delante de Sidney. Inclinó la cara de Sidney a un lado. Con los
ojos entornados, le rozó la piel sensible de la cara de Sidney con
el pulgar encallecido.

—¿Cómo sucedió esto? —preguntó Nash

Mentir a Nash no era algo que Sidney se atreviera a hacer,


especialmente después de lo que habían compartido la noche
anterior. —Es Navidad —dijo por fin en voz baja—. Vamos a
disfrutar del día.

Sidney vio que la mandíbula de Nash se apretaba. Era


obvio que había una guerra en el interior del hombre mayor.
Sidney miró a su padre que estaba viendo el juego entre Nash y
su hijo de cerca.

—No quiero que seas despedido, —dijo Sidney a Nash—.


Por favor.

—¿Vas a estar bien a solas con él hoy? Porque tengo


65
miedo de lo que podría pasar si me quedo.
Sidney asintió con la cabeza. —Estoy bien.

Nash acarició la barbilla de Sidney y dio un paso atrás. —


¿Por qué no se van los dos a la casa y se ponen algo de ropa
seca? Voy a guardar el camión y el remolque.

—Voy a hacer jamón para la cena. Te invitamos a venir, —


le ofreció Sidney.

—Tal vez en otra ocasión. Tengo tareas que hacer y un


nuevo semental que cuidar. —Nash se movió más cerca de
Sidney cerrando la puerta del establo—. Ve a la casa antes de
cojas una neumonía.

Sidney hizo lo que le dijo, pero la Navidad ya había


perdido su atractivo. Con un poco de suerte, su padre se iría de
vuelta a Colorado antes, y él tendría la oportunidad de aprender
lo que esa mirada en los ojos de Nash quería decir.

66
Capítulo 4

D espués del desayuno, Jackson se fue a tomar una


ducha, mientras que Sidney lavaba los platos.
Cuando había limpiado la sartén de hierro fundido en el agua
caliente para quitar la gran cantidad de grasa de ella, Sidney,
vio a Nash por la ventana. La facilidad con la que Nash se movía
asombraba a Sidney. Incluso las altas temperaturas fuera no
parecían molestarlo mientras metódicamente alimentaba el
ganado, su sombrero de vaquero bajo para ayudar a proteger su
rostro de la nieve.

Sidney dejó la sartén en la cocina antes de encender el


fuego. La habitación se había sumido en un profundo silencio.
Recordó las miradas que su padre le había dirigido. Sidney se
preguntó si eran el moretón que había florecido en la mejilla o el
delineador de ojos que se había puesto después de su ducha de
agua caliente.

Era obvio que Jackson odiaba que su único hijo llevara


maquillaje, pero hasta ahora no había gritado a Sidney por eso.
Por supuesto el día apenas había comenzado y después del
golpe, su padre parecía estar de mejor humor.

El olor del hierro caliente recordó a Sidney que debía


apagar el quemador. Cruzó de nuevo hacia la ventana para
echar otro vistazo a Nash. No podía dejar de sonreír mientras lo
veía caminar con el soplador de nieve. Maldita sea, se había
enamorado de una par de piernas arqueadas.

—Voy a descansar un rato, —gritó Jackson por la escalera.

—Está bien —respondió Sidney. Esperó hasta que oyó la


67 puerta de su padre cerrarse antes de ponerse su chaqueta y las
botas. Revisó su bolsillo para asegurarse de que sus cigarrillos
no se habían caído en la incursión anterior al frío suelo antes de
abrir la puerta principal. Caminó hasta el final del porche, fuera
de la vista de Nash, y lo encendió.

Una cosa era cierta, las bajas temperaturas sin duda lo


hacían reducir su deseo de fumar. Se quedó mirando el árbol de
Navidad a través de la ventana. A pesar de que no había
encontrado el momento de encender las luces, el árbol servía
como un recordatorio de los acontecimientos de la noche
anterior.

Su reacción inicial fue sonreír al recordar la sensación de


que Nash lo tocara, ¡maldito él!. Después de que Nash se había
ido de la casa, Sidney había tenido la oportunidad de pensar
realmente. Nash no había dicho que no quería estar con Sidney
de nuevo, pero tenía una extraña sensación de que era un
antiguo trato con Nash. Tal vez si Sidney se abría y le decía al
hombre mayor como se sentía, Nash iba a cambiar su manera
de pensar.

Sidney inhaló una vez más de su cigarrillo antes de dejarlo


caer en el extremo del porche en un arco hacia la nieve. Tendría
finalmente que salir a recoger colillas, pero se sentía seguro de
que su secreto estaba a salvo por el momento.

Una gran parte de él quería salir corriendo al granero y


arrojarse a los brazos de Nash. La confesión era buena para el
alma. ¿No decía eso el dicho? Sidney se encogió de hombros.
Antes de que pudiera hacer nada, necesitaba cepillarse los
dientes y lavarse las manos o de lo contrario nunca podría ser
honesto con Nash.

Después de lavar los platos, Sidney recogió el sobre de su


cómoda. Él deseaba haber terminado su regalo antes de
Navidad, pero esperaba que Nash sintiese que valió la pena la
espera.

Antes de salir de la casa, Sidney se detuvo en la sala de


estar y enchufó el árbol. Un pequeño paquete envuelto le llamó
la atención. Sidney dejó el sobre de Nash a un lado antes de
68 recoger el regalo. —Para Sidney de Nash.
Sidney abrazó el presente sobre su pecho antes de abrirlo.
Su corazón se calentó viendo el tótem tallado a mano. Aunque
era de tamaño pequeño, el tótem incluía seis animales
diferentes. Sidney no podía dejar de preguntarse qué
significaba. Tenía que decir algo. Nash no hacia un regalo sin un
sentido tras él.

Era la excusa perfecta para buscar a Nash en el granero.


Con el tótem escondido dentro de su chaqueta, Sidney recogió el
sobre y se dirigió hacia el exterior.

Saludó a Nash, que estaba recogiendo con la pala del


tractor un fardo grande y redondo de heno, señaló hacia el
granero. Mientras esperaba a Nash, Sidney trató de obtener una
mejor visión de Diablo. Después de la advertencia de Nash el día
anterior, Sidney no se atrevió a acercarse a la caballeriza. En su
lugar, acabó estudiando el caballo desde donde estaba. —Lo
siento, ¿qué te pasó, muchacho?, —le dijo al caballo.

La puerta se abrió y una ráfaga de aire frío golpeó a


Sidney. —¿Todo bien? —Preguntó Nash.

—Sí. —Sidney se abrió el abrigo antes de sacar el tótem—.


Quería darte las gracias por tu regalo.

—No tienes que darlas. —Nash dio un golpecito a su


sombrero de vaquero hacia arriba, dando Sidney una mejor
visión de sus ojos.

—¿Puedo hacerte una pregunta al respecto?

—Claro. —Nash se quitó los guantes antes de usarlos para


tocar la nieve con las manos.

—Pensé que te recordaba a un antílope, ¿para qué son


estos otros animales…? —le preguntó Sidney, pasando los dedos
sobre las tallas.

—Creo que estás en un momento de transición. Tú


compartes características con cada uno de esos animales. ¿Cuál
69
va a terminar siendo tu verdadero tótem?, tendremos que
esperar para verlo.
Sidney sabía que no debía preguntar cuál era el significado
de los diferentes animales. Tendría que buscarlo en el libro que
había comprado una vez que regresó a la escuela. —De todos
modos, yo quería decirte lo mucho que me encanta. —Él miró a
los grandes ojos marrones de Nash—. Te tengo algo, pero no lo
he terminado todavía, así que tendrás que conformarte con una
tarjeta de mierda.

Nash sonrió. —Nada que se da desde el corazón es una


mierda. ¿Te acuerdas?.

Sidney movió los pies y le tendió el sobre. Esperó a que


Nash lo abriera. La tarjeta no era más que un genérico
sentimiento de Navidad, pero por dentro era una copia de un
cuadro que él había elaborado.

—Me encanta, —dijo Nash, después de haber desplegado


la hoja de papel.

Sidney se rió entre dientes. —La imagen no es tu


presente. Tengo un par de chaps5 para ti. He encontrado a un
viejo tipo en internet que los hace a medida. Por desgracia, el
hombre es más viejo de lo que pensaba y parece que le llevará
mucho más tiempo del que yo esperaba.

Sidney señaló el dibujo. —De todos modos, él va a poner


tu nombre en ellos en un tono más claro que la piel. Puse la
estrella allí en memoria de tu papá, con sus iniciales en el
centro, espero que esto esté bien

Nash dobló el dibujo antes de meterlo en el sobre. —


Nunca he tenido un par de chaps, —dijo en voz baja.

El estómago de Sidney se contrajo. ¿Significa eso que no


los quería? —Es probable que pueda tratar de cancelarlos si
prefieres algo distinto.

Nash levantó la vista del regalo con un toque de humedad


en sus ojos. —No. Este es el mejor regalo que he recibido. —
70

5Chaps: pantalones de cuero grueso sin asiento, se usa sobre los pantalones normales por los trabajadores
de los ranchos para proteger sus piernas.
Extendió la mano y tiró de Sidney a sus brazos—. Muchas
gracias

—No hay de qué. —Sidney deseaba que Nash lo hubiera


alzado hacia arriba. Él hubiera querido besar la zona de la piel
justo por encima de cuello de la camisa de Nash

—Siento si te he herido la noche anterior, —dijo Nash—.


Créeme, si yo pensara que tenemos futuro juntos, yo te llevaría
de vuelta a la cama por el resto del invierno.

Inclinando la cabeza hacia atrás, Sidney besó la barbilla


sin afeitar de Nash. —¿Así que no duermes con gente a menos
que haya un futuro?

—Yo no he dicho eso. —Nash besó la frente de Sidney—.


Pero no voy a dormir contigo otra vez sin esa posibilidad. Quiero
decir que para mí eres más que un amigo con el tipo de
beneficios de un acuerdo.

Hubo algo en la forma en que lo dijo Nash que hizo que


Sidney se sintiera curioso. Nash tenía que tener sexo en alguna
parte, pero ¿dónde?. —¿A quién jodes?

Nash levantó las cejas ante la franqueza de la pregunta. —


Un profesor de Hutchinson. Tratamos de reunirnos cada dos
semanas.

A pesar de que Sidney se había acostado con un buen


número de chicos en los últimos tres años, saber que Nash tenía
a alguien lo hirió. —¿Cuál es su nombre?

—Lyon Reece. —Nash apartó un mechón de cabello de la


cara de Sidney—. La situación es idónea para nosotros, porque
él no puede salir, y yo no tengo razón para hacerlo.

Sidney tragado todo el nudo en la garganta, continuó. —


¿Cuánto tiempo?

—Tiempo.
71

Era obvio que Nash no quería entrar en más detalles sobre


su acuerdo con Reece, pero Sidney sabía que iba a seguir
jodiendo con él. Odiaba la idea de que alguien más quisiera
anhelar lo que era suyo.

—¿Este tipo, Reece, es la razón por la que tú no vayas a


dormir conmigo otra vez?

—No. Ya te he dicho cuáles son mis razones. Tú no eres


Reece, Bob o Tim. Eres Sidney. Mi Sidney. Y no voy a arriesgar
que ninguno de los dos nos hagamos cada vez más daño, más
del que ya tendremos cuando te vayas.

Sidney suspiró. —Tú sabes que esto no tiene sentido,


¿verdad?

—Tiene perfecto sentido para mí. Mi vida está aquí, la tuya


no lo está. Pero yo no podría permanecer en el Running, si algo
pasara, si se rompiera nuestra relación. —Nash besó la frente de
Sidney de nuevo—. Y eso quiere decir que significas
malditamente demasiado para mí.

Sidney quería argumentar que se pertenecían uno al otro,


pero él sabía que Nash tenía razón. Sidney no tenía lugar en
Bridgewater y no podía imaginar a Nash en otro sitio. ¿Estaría
destinado a vivir la vida de una puta, sólo yendo de cama en
cama? Porque él sabía en su corazón que ningún otro hombre
estaría a la altura de Nash. Un toque en la mejilla magullada
regresó a Sidney de sus pensamientos.

—¿Me vas a decir cómo sucedió esto? —Nash pidió,


examinando la contusión.

—Fue tanto mi culpa como la suya. Cometí el error de


maldecir demasiado cerca de su brazo.

—Maldita sea, —escupió Nash—. Ya le advertí lo que le


pasaría la próxima vez que te pusiera la mano encima.

Sidney se inclinó para tocar a Nash. Estaba agradecido de


que Nash no supiera nada de las otras veces. No era que su
padre fuera un gran maltratador ni nada de eso. Jackson acaba
72
de tener un cortocircuito, y a Sidney le parecía que se colocaba
delante la mayoría de las veces. —Como he dicho, yo sabía que
no debía blasfemar delante de él, así que soy igual de culpable.

—Tonterías. Romper las reglas no es motivo de castigo,


pero yo no llamaría a ese moretón en la cara un castigo
apropiado. —Nash acarició la nariz de Sidney—. ¿Qué piensas
que va a hacer si te pilla fumando?

La pregunta sorprendió a Sidney. —¿Lo sabes?

Nash se echó a reír. —Claro que lo sé. ¿Sinceramente


dudas que haya algo acerca de ti que yo no sepa?

—¿Por ejemplo? —Sidney le preguntó con curiosidad.

—Sé que tú usas la chaqueta rosa de tu mamá cuando


estás triste, —comenzó Nash.

—¿Cómo¿ —Sidney estaba mortificado.

—Te he visto sentado en la ventana, envuelto en esa cosa


fea más veces de las que puedo contar. Por lo general, eso
ocurría cuando había alguna confrontación entre tú y Jackson,
así que me imagino que el suéter te hace sentir mejor.

—Lo hace, —confesó Sidney—. A pesar de que ya no huele


como a mi mamá.

—White Shoulders6, —dijo Nash.

—¿Eh?

—Tu mamá olía a White Shoulders, —es un perfume.


Cómprate una botella y rocía un poco en el suéter.

La cabeza de Sidney se inclinó hacia un lado. —¿Cómo


sabes qué perfume llevaba?

Nash se encogió de hombros. —Yo no la conocí durante


mucho tiempo, pero la conocía. Mi abuela solía usar el mismo
73
perfume, así es como conozco el nombre.

6White Shoulders ; Perfume de Elizabeth Arden (orig. de Evyan) Año de producción: 1949
Notas de fragancia: florales clásicos como la gardenia, ámbar lila, musgo de roble, y el jazmín.
—White Shoulders. —Sidney hizo nota mental para
comprar una botella una vez que regresara a la escuela. Mierda,
eso no funcionaría. Por mucho que amaba las cosas de su
mamá, nunca debía llevarlas a la escuela. Josh se pasaría el día
entero mofándose de él si encontrara el perfume en el cajón de
los calcetines de Sidney.

—Bueno, será mejor que meta el jamón en el horno o


nunca va a hacerse a tiempo. ¿Estás seguro de que no puedes
venir a cenar? —Sidney le preguntó.

—Voy a pasar. Todavía no estoy listo para estar cerca de


Jackson. —Nash dio un paso atrás—. Creo que voy a terminar
las tareas y volver a casa, ver una película delante del fuego
toda la noche.

—Suena bien. —¿Cómo sería estar acurrucado en el sofá


con Nash en frente de la chimenea? Sidney trató de expulsar el
pensamiento de su mente. Eso nunca va a suceder, se dijo

—No es agradable, pero lo suficiente. —Nash metió la


tarjeta de Navidad en el bolsillo del abrigo—. Gracias de nuevo
por el presente.

—Ya le he dado la dirección, así que voy a enviártelos tan


pronto como estén listos. Quiero saber si no se ajustan o algo
está mal con ellos.

Nash se puso los guantes. —Van a ser perfectos, y los voy


a llevar con orgullo.

74
Después de crear un lugar cómodo, y de hacer turnos para
leer, Nash miró la pesada bolsa de dormir sobre su regazo. Echó
una mirada a Diablo a través de los listones de la puerta del
establo antes de recoger su libro.

No fue hasta la sexta tarde que empezó la sesión con el


caballo asustado, y Nash ya podría decir de una manera
concreta cual era el temperamento de Diablo hacia él. Nash no
hizo el intento de ejercer en Diablo presión, así que empezó de
forma tranquila a hablar de vez en cuando para sí mismo en voz
alta.

Mientras trataba de concentrarse en su libro, Sidney


seguía llenando su mente. Jackson había salido temprano en el
día para regresar a Colorado. Nash no podía entender por qué
era tan importante para Jackson volver a un apartamento vacío
en la víspera de Año Nuevo. Sin embargo, al menos el hombre
había pasado el día anterior con su hijo.

Nash negó con la cabeza. Todavía no podía creer que


Sidney tuviera ya veintiún años. Él sólo esperaba que el hombre
fuera inteligente acerca de la bebida. No es que Nash no
bebiese, le gustaba el alcohol con moderación, pero había visto
demasiadas personas perder el sentido una vez que el alcohol
entraba en escena.

Él fue a coger su termo y se dio cuenta de que lo había


dejado en la camioneta. ¡Mierda!. Con un suspiro de resignación,
Nash dejó su libro. Él se quitó el saco de dormir antes de
ponerse de pie. —Vuelvo enseguida, —dijo a Diablo.

Nash abrió la puerta del establo y de forma automática su


vista fue hacia la ventana de Sidney. No había esperado ver al
hombre más joven, pero ahí estaba él, sentado en el asiento de
la ventana, con un cigarrillo en la mano y con ese maldito suéter
envuelto alrededor de él.

75
Sidney no estaba mirando hacia abajo al lugar donde se
encontraba Nash, él parecía estar mirando algo en la habitación.
En Nash reinó el deseo de correr al lado de Sidney. No fue hasta
que vio a Sidney secarse los ojos, que decidió actuar sobre sus
sentimientos.

Cerró la puerta del establo antes de dirigirse a la casa.


Sería una jugada a cara o cruz en cuanto a si sería o no
bienvenido. Había hablado muy poco con Sidney desde Navidad.
La mayoría de los días Nash había tomado las tareas del rancho
y de Diablo como su trabajo, pero era más que eso. No tenía la
suficiente confianza como para pasar más tiempo con Sidney.

Al entrar en la casa, Nash arrojó su chaqueta y sus botas.


Mientras corría por la escalera, trató de recordar por qué tenía
que mantenerse alejado de Sidney. Había admitido ya para sí
mismo que estaba enamorado del joven, así que si dormían
juntos o no, no haría más fácil el decirle adiós cuando
comenzara el semestre de primavera.

Llamó una vez a la puerta cerrada de Sidney antes de


abrirla. —¿Estás bien?

Sidney negó con la cabeza mientras sonaba la nariz. —Lo


odio.

Nash cruzó la habitación y se sentó junto a Sidney en el


asiento de la ventana. Él no tenía necesidad de preguntar de
quién estaba hablando Sidney. —¿Qué sucedió?, —preguntó,
quitándose el sombrero.

—Él me dijo que no volviese este verano a menos que me


corte el pelo y enderece mis actos. Y con eso, él realmente
quería decir que tengo que arreglar mi vida sexual.

—¿Tú le dijiste?

Sidney asintió con la cabeza y tomó otro pañuelo. —No


debería haberlo hecho, pero me molestó, así que simplemente lo
dejé salir. Ahora él me odia incluso más de lo que hacía antes.

Nash no pudo soportarlo. Las lágrimas de Sidney


destrozaron las reservas que le quedaban. Tomó al hombre más
76
pequeño en sus brazos. —Shhh. —Deseaba poder decirle a
Sidney que eso no era cierto, pero ¿cómo podría?. En todos los
años que había conocido a la familia Wilks, nunca, ni una vez,
había visto actuar a Jackson ni remotamente cariñoso con su
hijo.

Sin saber que decir, Nash se mantuvo en silencio. Le besó


la parte superior de la cabeza y frotó la espalda cuando el
hombre más joven seguía llorando. Sidney nunca había sido lo
que Nash consideraría un llorón, por lo que las lágrimas le
demostraron cómo las palabras de Jackson le habían hecho
daño.

Nash había sido testigo de las ofensas de Jackson hacia su


hijo en más de una ocasión, y aunque Sidney se negó a rehuir la
mirada de Jackson mientras le miraba mal, nunca había llorado.

—Lo siento, —dijo Sidney, echándose hacia atrás. Fue a


alcanzar otro pañuelo, pero Nash lo sacudió.

Nash se apoderó de la barbilla de Sidney y le limpió la


nariz. —No te disculpes. Tú has sufrido más que nadie que yo
haya conocido. Si alguien se merece dejarse ir y llorar, eres tú.
—Sacó otro pañuelo de la caja y trató de borrar el lápiz negro
veteado que había dejado marcadas las mejillas de Sidney.

Sidney sorprendió a Nash con una sonrisa, pero parecía


mortificado cuando él sorbió los mocos de su nariz. —Oh, Dios
mío, no puedo creer que acabe de hacer eso. —Se estiró para
tomar un pañuelo limpio antes de volver la espalda a Nash a
sonarse bien la nariz.

Por alguna razón, Nash encontró todo el proceso


entrañable. Se inclinó y besó la parte de atrás del cuello de
Sidney. —Eres demasiado lindo para tu propio bien.

En el momento en que Sidney se dio la vuelta, parecía


tener sus emociones bajo control. —¿De verdad crees que soy
guapo?

La expresión del rostro de Sidney cuando hizo la pregunta


le dijeron a Nash que las palabras no eran ciertas. —No, bueno,
77
sí, pero también paso a pensar que eres sexy. ¿Eso ayuda?
Sidney asintió con la cabeza. —¿Cómo de sexy?

Con una sonrisa, Nash tomó a Sidney en sus brazos. Se


puso de pie y caminó hacia la cama. —Tan sexy que me estás
volviendo loco.

Los ojos verdes de Sidney se abrieron enormes por la


sorpresa cuando Nash lo arrojó sobre la cama. —¿Qué estás
haciendo?

Nash se desabrochó la camisa antes de unirse a Sidney en


la cama. —No lo sé. Tal vez tú me puedas ayudar a entenderlo.

—¿Ahora tú vas y decides hacer esto? ¿Ahora, cuando


estoy hinchado y mocoso?.

Cerrando los ojos, Nash rozó los labios de Sidney. El


contacto era electrizante. No hizo falta ser un genio para saber
por qué. Nash había caído por fin completamente enamorado de
Sidney. Suspiró cuando sintió la punta de la lengua de Sidney
deslizarse por el labio inferior.

Nash abrió la boca cuando enterró sus dedos en el pelo de


Sidney. Después de varios increíbles momentos, se hizo cargo
del beso. Él no parecía tener suficiente cuando su lengua
saqueaba la boca de Sidney, tocar cada diente y cada cresta. Su
cuerpo estaba en llamas. Nash luchó durante varios minutos con
la camisa antes de finalmente romper el beso. Él se levantó
sobre sus rodillas y desenredó sus manos de los puños de su
camisa. —Necesito sentirte.

Sidney rozó sus manos sobre el pecho. —Buena idea. No


estoy seguro de que mamá aprobara que me corriera en su
suéter.

Nash abrió el botón de sus pantalones y sonrió. —Tu


mamá me gustaba.

Sidney se hizo cargo y bajó la cremallera de los


pantalones vaqueros de Nash. Antes de liberar la polla de Nash,
78
pasó la mano por la erección gruesa que seguía confinada dentro
de los límites de la ropa interior de Nash.
—Tómalo, —dijo Nash con un empuje de sus caderas. Se
dio cuenta de que las manos le temblaban y las ocultó de la
vista poniéndolas en la parte baja de la espalda.

Sidney liberó cuidadosamente la polla de Nash, empujando


la ropa interior por debajo de las bolas de Nash. —¿Por favor,
dime si puedo chupar esto?

Con una inclinación de cabeza, Nash dirigió la cabeza de


su pene hacia la boca de Sidney. —¡Sí!. Pero no pienso correrme
en tu boca de todos modos.

Después de varios golpes de su lengua, Sidney tomó la


corona en la boca. Nash miró a los ojos de Sidney y vio como el
hombre se abría camino hacia arriba y debajo de su pene. Era
obvio que Sidney sabía exactamente lo que estaba haciendo, un
hecho que perturbó a Nash más de lo que él quería admitir.
¿Quiénes eran los hombres con los que él había aprendido sus
habilidades? ¿Se seguirían viendo en el colegio?.

Nash negó con la cabeza. Era un recordatorio importante


de por qué se había resistido durante tanto tiempo. Pronto
Sidney se habría ido, y Nash dejaría de preocuparse. El sexo era
una parte natural de la vida universitaria. ¿No es eso lo que
Reece le había dicho? Por lo tanto, sería razonable que Sidney
cayera de nuevo en el camino de la vida sexual una vez que
regresara a Pennsylvania.

Sidney rodeó la base de la polla de Nash antes de sacar


toda la longitud de su boca. —¿Qué es lo que sucede?

—Nada. Se siente bien, —respondió Nash, tratando de


ocultar sus celos. Eso era jodidamente ridículo, que él pudiera
seguir molesto por algo que no había sucedido aún.

—¿Quieres que consiga un poco de lubricante? —Sidney le


preguntó, frotando las bolas de Nash.

Nash siguió mirando hacia abajo a Sidney. —¿Qué estoy


haciendo? —Con un gemido de frustración, Nash fue a sentarse
79
en el borde de la cama, de espaldas a Sidney.
—¡Oh, no, no!. Tú eres el que empezó esto. No sueltes la
mierda sobre mí, —dijo Sidney, empujando la parte posterior de
Nash.

—¿Qué sucederá cuando tú vuelvas a la escuela? —Nash


sintió el movimiento en la cama cuando Sidney se movió. Unos
instantes después, la piel desnuda se apretaba contra su espalda
mientras los brazos de Sidney envolvían los hombros de Nash.

—Entonces voy a perder incluso más de lo que ya lo hago


cuando estoy fuera, —Sidney le susurró al oído de Nash.

—He oído lo que es la universidad. Y aunque sé que es


parte de la experiencia, la idea de que tengas relaciones
sexuales con otros hombres... —Nash no pudo terminar el
pensamiento.

Sidney se arrastró de la cama para ponerse delante de


Nash. Rápidamente se quitó los pantalones antes de montar
sobre las piernas del hombre. —Mi compañero de cuarto, Josh,
se burla de mí constantemente porque me niego a salir con
alguien más de seis veces. —Sidney dio un beso en la boca de
Nash—. ¿Sabes por qué?

Nash negó con la cabeza. —¿Porque tienes tantos hombres


para elegir que estás ansioso por seguir adelante? —Sólo la idea
le hacía daño al estómago de Nash

—No. Pongo límites a las fechas, porque para mí no tiene


sentido engañar a un hombre y hacerle creer que existe alguna
oportunidad para llegar a algo más. Sin embargo, ya he
encontrado al hombre con el que quiero para pasar mi vida. —
Sidney besó a Nash de nuevo, más profundo que antes—. He
pasado los últimos tres años tratando de encontrar una manera
de conseguir que te fijaras en mí como algo más que un
amiguito. Ahora que te tengo, ¿qué más puedo pedir?.

Aunque no fue una declaración de amor, Nash se sintió


mejor. Pasó las manos por la espalda delgada de Sidney, y lo
80
atacó de nuevo para hacerle cosquillas a la parte superior de su
costado. Era algo que ni siquiera Nash esperaba, pero oír las
palabras le dio tranquilidad. ¿Sería justo que él le pidiera a
Sidney que se comprometiera a una exclusiva relación a larga
distancia? No.

Con todo lo que Sidney había pasado a través de su vida,


el hombre más joven se merecía experimentar todo lo que el
mundo tenía que ofrecer. Por otro lado, estar enamorados, no
hacía posible que los dos pudieran reconciliar sus diferentes
objetivos en la vida.

Nash fácilmente podía ver su futuro puesto ante él. Ellos


podían seguir su relación otra vez de nuevo hasta que Sidney se
graduara de la universidad, pero y luego ¿qué? Sidney querría
conseguir un trabajo en algún gran estudio de arquitectura de
lujo en la ciudad y Nash… ¿iría a visitarlo cuando no estuviera
ocupado con el rancho? ¿Qué tipo de vida sería para cualquiera
de ellos?.

—No puedo hacerlo, —murmuró Nash—. Lo siento, pero


ambos sabemos que no hay futuro para nosotros.

Sidney se levantó del regazo de Nash. —No sé nada de


eso. ¿Quién eres tú para decidir cuál es mi futuro?.

Nash se odiaba por herir a Sidney, pero él era más viejo. Y


si eso lo hacía ser un gilipollas con el fin de asegurarse de que
Sidney tuviera todo lo que se merecía en la vida, Nash se
ocuparía de él. ¿Cómo?, no estaba seguro, pero hacer lo mejor
para Sidney parecía ser más importante que romper su propio
corazón.

Nash se levantó y trató de ignorar a Sidney mientras


recuperaba sus vaqueros desechados.

—¿Te vas?

Angustiado, Nash recuperó el sombrero del asiento de la


ventana y se lo puso en la cabeza. —Sé que duele ahora, pero
algún día espero que entiendas que yo sólo me estoy alejando
por tu propio bien.
81
—Lo que estás diciendo es una gran cantidad de mierda,
—escupió Sidney, lanzando la camisa de Nash hacia él—. Si me
quieres dejar, abandóname, hazlo, pero no te atrevas a decir
que lo haces por mí.

Nash tomó la camisa en la mano y se trasladó hasta


pararse frente a Sidney. —Espero que algún día me puedas
perdonar.

—Lo dudo, —susurró Sidney antes de que Nash saliera de


la habitación.

82
Capítulo 5

S entado en su mesa improvisada de redacción, que


consistía en una hoja de contrachapado en la parte
superior de su colchón, Sidney se quedó mirando el tótem en
miniatura en la plataforma por encima de su cama. Habían
pasado tres semanas desde que había visto por última vez a
Nash. Veintitrés días desde que había oído el timbre de voz bajo
del vaquero. Sidney suspiró y dejó caer su cabeza sobre sus
manos entrelazadas.

—No de nuevo, —dijo Josh, al entrar en el dormitorio—.


Pensé que eras más que un idiota.

Sidney no se molestó en levantar la vista. —¡Déjame en


paz!

—No, eso no va a suceder. —Dijo Josh golpeando a Sidney


con su cadera—. Te voy a arrastrar a la cafetería. Estás
empezando a parecer un esqueleto de mierda. Entré en el
dormitorio la otra noche y casi grito como una niña cuando te vi
cambiarte de ropa.

—Eso es porque nunca has visto una gran polla antes. Está
bien. No voy a tomar tu falta de experiencia en tu contra. —A
pesar de que Sidney se quejó, no podía dejar de sonreír. Josh
tenía una manera de hacerle olvidar sus problemas, al menos
por un tiempo.

Sin previo aviso, Josh desabrochó los vaqueros y sacó su


pene flácido. Agitó el más grande pene, más que el promedio
frente a la cara de Sidney. Eso decía mucho del estado mental
de Sidney, a solo unos centímetros de su boca y no lo tentaba lo
83 más mínimo. Por supuesto que podría tener algo que ver con el
hecho de que su compañero de habitación era hetero.
Sidney ignoró la polla de Josh y lo miró fijamente a los
ojos. —¿Estás bromeando? ¿Si te sientes realmente tan cómodo
en tu heterosexualidad que haces tentando a un hombre gay de
esa manera?.

Riéndose, Josh empujó su polla de nuevo en su ropa


interior. Una vez que se subió la cremallera, Josh se inclinó hacia
abajo y pasó una mano rápida por la parte delantera de los
pantalones vaqueros de Sidney.

—¿Qué mierda, hombre? —Sidney gritó, poniéndose de


pie.

—Tratando de medir lo deprimido que estás. Voy a admitir


que no puedo tener la polla más grande que hayas visto, pero
estoy muy seguro de que es la más bonita. Si eso no hizo nada
por ti, estás jodido. ¿Tal vez deberías ir a hablar con uno de los
consejeros o algo así?

Sidney lo despidió con un gesto de preocupación. —Voy a


estar bien una vez que desaparezcas. —Dios lo ayudara, Josh
estaba siempre tratando de usar su mierda de psicología con
él—. Y para futuras referencias, yo no iría alrededor de la polla
de cada paciente que creas que pueda estar deprimido

—Hey, yo no te digo cómo dibujar los edificios, así que no


empieces a decirme cómo tratar a los futuros pacientes, —dijo
Josh sonriéndole.

Le tomó varios minutos a Sidney buscar sus zapatillas


entre los montones de ropa que tenía sin lavar desde que había
regresado a la escuela, pero finalmente las encontró. Durante la
búsqueda, sus vaqueros habían comenzado a deslizarse por sus
delgadas caderas. Sidney se los subió antes de sentarse a
ponerse las zapatillas. Josh estaba en lo cierto. Sidney había
perdido más de ocho kilos en las últimas tres semanas. Ocho
kilos que no podía permitirse el lujo de perder, pero la idea de
comer le revolvía el estómago.

84
Evidentemente Josh notó la acción. —Oye, ¿quieres que
llame a casa y vea si a mi hermano de doce años, se le han
quedado pequeñas algunas de sus ropas? Estoy seguro de que
mamá estaría feliz de enviártelas.

—¡Ja, ja! —Sidney se levantó un momento antes de


subirse los pantalones una vez más. Era ridículo. Él necesitaba
terminar con Nash y empezar a comer otra vez, o ir de compras.
Comprar ropa nueva era infinitamente más fácil. —¿Te animas a
ir al centro comercial después de la cena?

—¡Demonios, sí!

Los ojos de Sidney se estrecharon mientras miraba a su


amigo. —¿Seguro que no eres gay?

Josh sonrió. —Lucas es el que tiene el gen de la compra.


Yo he heredado el gen-coño de mi abuelo.

Sólo la palabra fue suficiente para activar el estómago de


Sidney. ¿Cuántos hombres podrían meter las... no, era
demasiado bruto para pensar en... aunque Josh rara vez hablaba
de él, Sidney conocía al abuelo de Josh, el gran senador Edward
Ballentine, que había pasado por seis esposas antes de morir a
la edad de sesenta y ocho años de un ataque al corazón. Josh
había incluso confesado que el senador había muerto, mientras
estaba en la cama con una prostituta de dieciocho años.

Sidney sacudió su abrigo para asegurarse de que las llaves


estaban en el bolsillo. —Listo.

—Detrás de ti, —contestó Josh.

85
Cuando la nieve en el rancho poco a poco se fue
derritiendo, Nash comenzó a avanzar con Diablo. Las cicatrices
en el caballo asustado todavía se notaban y no dejaba montar a
Nash, pero al menos ya no se asustaba de su toque.

Le había tomado muchos días y noches probarse a sí


mismo ante el caballo, pero por lo que a Nash se refería, todo
había valido la pena al final. Nash no se hacía ilusiones sobre
convertir a Diablo en el campeón que estaba destinado a ser,
pero con tiempo y paciencia, quizás el semental pudiera ganar
dinero con las montas.

Oyó un camión entrar en el patio y cerró la puerta del


corral antes de ir a investigar. —Hola, Tommy —saludó a uno de
los peones de temporada.

—Nash, —saludó Tommy con la punta de su sombrero—.


Pensé en venir y ver si necesitas ayuda ahora que el calor no ha
llegado aún.

—Claro que sí —contestó Nash—. Hice una lista con los


nombres de los hombres que tenía que llamar la pasada noche.
—Sacó la hoja de papel doblado del bolsillo de su abrigo—. ¿Te
animas a comenzar hoy?

Tommy asintió con la cabeza. —He estado sin hacer nada


durante tanto tiempo que estoy deseando volver a trabajar.

Nash se sintió un poco culpable por lo que iba a hacer,


pero odiaba llamar a la gente. Le tendió el trozo de papel. —
Puedes empezar por llamar a todos los de esta lista. Si no están
disponibles, traza una línea a través de su nombre, y vamos a
poner un anuncio en un periódico.

Tommy tomó la lista y la metió en el bolsillo. Parecía


decidido a cavar un surco en la unidad de grava con el talón de
su bota. Era obvio que Tommy tenía algo en su mente.
86
—¿Alguna otra cosa? —pidió Nash.
Tommy se quitó el sombrero y separó con un dedo el pelo
de su cara antes de hablar. —Se está hablado en la ciudad sobre
Sidney.

—¿Qué pasa con él?

—Comentarios, que es uno de esos chicos divertidos7. No


es que importe, solo me gustaría saberlo en caso de que hubiera
algún problema en el futuro, —explicó Tommy.

—¿Qué tipo de problemas puedes esperar, Tommy? —


preguntó Nash. La salida de Sidney no era algo que Nash tuviera
que comentar. Si Sidney regresaba para las vacaciones de
verano y quería atender las preocupaciones del rancho..., con
respecto a su sexualidad, Nash lo apoyaría hasta el final, pero
no era el lugar de Nash hacerlo por él.

Tommy se encogió de hombros. —Tú sabes, la gente de


por aquí. Son tan aburridos con la vida que llevan que van a
saltar sobre cualquier cosa o persona que sea diferente.

—Sidney siempre ha sido diferente, ya lo sabes. Nunca te


ha molestado antes.

—Y no me preocupa ahora. Sólo pensé que sería bueno


saber la verdad. Me refería a ninguna falta de respeto.

La respuesta inicial de Nash fue saltar por la garganta de


Tommy, pero se detuvo. Tommy era un buen tipo. Había
trabajado para el Running E durante cuatro temporadas y Nash
esperaba contar con su experiencia por muchos más. —Ambos
sabemos que yo no voy a confirmar o negar nada, ¿verdad?

Tommy dejó escapar un suspiro. —¡Sí!. Yo ya entiendo.

—Bien. —Nash hizo un gesto hacia el granero—. Puedes


usar el teléfono del cuarto trastero.

87

7 Frase hecha del inglés. Gays. De forma despectiva.


—¿Estás seguro de que a tu mamá no le importa que vaya
a casa contigo? —le preguntó Sidney.

—Cállate, —Josh le dio a Sidney un puñetazo en el brazo.

—Ow... estoy tratando de conducir, —le recordó Sidney a


su compañero de habitación.

Normalmente, Sidney se dirigiría de nuevo a Kansas para


las vacaciones de primavera, pero no sólo se había negado a
cortarse el pelo, él todavía no había hablado con Nash desde que
había dejado el rancho después de las vacaciones de invierno.

—Vamos, que va a ser divertido. —Josh puso los pies en el


salpicadero del Malibu de cuatro años de antigüedad, de
Sidney—. Además, Luke estará allí

—¿Quieres dejar eso?

—¿Qué?

—Deja de tratar de arreglarme con tu hermano. No va a


pasar, —dijo Sidney. Luke era caliente, divertido y atlético, pero
no era el tipo de Nash. Sidney se mordió el labio inferior. No
importa cuántas veces trató de salir de su vaquero, no podía
hacerlo. Se había pasado el último par de meses viviendo como
un monje. No porque las ofertas no hubieran estado allí, Sidney
simplemente no se había interesado.
88
—He traído mi cámara esta vez por lo que tendrás que
venir al centro de Filadelfia conmigo en algún momento para
poder tomar fotos.

—Tú eres la única persona que conozco que prefiere tomar


fotos de edificios altos. Filadelfia es conocida por la mierda vieja,
no por edificaciones de cosas nuevas.

—Sí, bueno tal vez quiera fotos de ambos, —respondió


Sidney. Su sueño era diseñar nuevos rascacielos que tuvieran el
encanto y el detalle de los edificios más antiguos que se
encontraban en las ciudades de todo el país. Vidrio y edificios de
cromo frío, pero dudaba que sobrevivieran a las inclemencias del
tiempo. En cincuenta años la basura moderna que estaban
construyendo solo daba paso a más basura moderna, pero la
arquitectura de estilo antiguo siempre estaría a su alrededor.

—¿Esta? —Sidney le preguntó, señalando a la salida.

—Sí. —Josh dio instrucciones a Sidney hacia el pequeño


barrio de clase alta de West Chester8 a las afueras de Filadelfia,
que había crecido en densidad.

Sidney tiró hacia el paseo circular de gran tamaño. —¿Voy


bien?

—Por ahora. —Josh abrió la puerta y golpeó a Sidney


juguetonamente en la parte posterior de la cabeza—. Venga.
Apuesto a que mamá tiene algo recién salido del horno para
engordarte.

Sidney gimió. —¿Vas a reírte de mí toda la semana o qué?

Josh cerró la puerta. Pasaba de un pie a otro como si


estuviera a punto de enfrentarse a Sidney en un combate de
boxeo. Sidney cerró la puerta y se guardó las llaves. —¿Cuántos
años tienes?

89
8 El condado de West Chester es el asiento del condado de Chester, Pensilvania, Estados Unidos. La
población era 17.861. Es parte del área metropolitana de Filadelfia-Camden-Wilmington.
—No puedo evitarlo, —dijo Josh con una sonrisa—. Algo
acerca de estar en casa saca el niño en hay en mí.

—Sí. —Sidney había sido testigo de la byplay9 de los


hermanos Ballentine en varias ocasiones. Por lo general, se
iniciaba con Josh y se abría camino en la casa hasta que los
cinco hermanos Ballentine se veían afectados—. Que Dios me
ayude.

—Mua ja ja ja. No hay ayuda para ti ahora, Sidney. Estás


a punto de entrar en la guarida Ballentine, —dijo Josh con una
voz espeluznante que Sidney deseaba poder olvidar.

La puerta principal se abrió y la madre de Josh salió al


rellano de ladrillo. —¡Josué!

Josh dio a su madre un abrazo y un beso en la mejilla. —


Hola, mama.

La Sra. Ballentine soltó a Josh y extendió los brazos hacia


Sidney. —Es tan bueno verte.

Sidney hizo una pausa. Nunca se había sentido cómodo


abrazando a otras personas. Nash era una excepción. Sidney se
maldijo en silencio una vez más por volver a recordar a Nash.
No todo en su vida tenía que girar en torno al guapo vaquero.
Subió los escalones de ladrillo y se dejó abrazar por la señora
Ballentine. Después de todo, tratar de salir del saludo habitual
era un gesto inútil. Lo había aprendido la primera vez que se
unió a los Ballentine en Acción de Gracias.

La Sra. Ballentine, o Maggie que era como ella insistía que


la llamara Sidney, parecía tener siempre el tiempo necesario
para un cortés saludo.

—Josh me dijo que habías tenido dificultades últimamente.


Espero que podamos usar esta semana para hacer de este lugar
un sitio feliz una vez más, —Maggie le susurró al oído de Sidney.

90

9 Byplaty; juego escénico secundario, acciones, gestos, etc pasando a un lado de la acción principal y la
conversación, como en una obra de teatro.
Sidney entrecerró los ojos a Josh, prometiendo venganza.
—Estoy bien, —le dijo.

—Por supuesto que sí. —Maggie se separó de Sidney y lo


mantuvo a distancia—. Te ves bien.

—No seas condescendiente con él, mamá, está flaco, —


cortó Josh.

Maggie dio unas palmaditas en el estómago de Sidney. —


Nada vale más la pena que un par de semanas y la comida
hecha en casa, no hay nada que eso no pueda arreglar.

Si Maggie supiera que las únicas comidas caseras a las


que él estaba acostumbrado eran las que él mismo se había
hecho. Sidney sonrió y asintió con la cabeza, manteniendo la
boca cerrada.

La primera vez que se unió a los Ballentines en Acción de


Gracias, Sidney se había maravillado de la dinámica familiar. No
podía imaginar crecer en una casa donde los deportes y las
tareas fueran los principales temas alrededor de la mesa. Rara
vez el padre de Sidney se sentaba con él en la mesa, y cuando
lo hacía nunca hubo ninguna conversación entre los dos.

Sidney había pensado que Josh tenía una vida perfecta


hasta aproximadamente el tercer día. Después de que el
hermano menor de Josh, Eric, había irrumpido en el dormitorio
por milésima vez sin llamar, Sidney comenzó a pensar que ser
hijo único no era tan malo.

—Dame las llaves, —dijo Josh, interrumpiendo los


pensamientos de Sidney.

—¿Qué?

—Llaves. Ya sabes, para conseguir nuestras maletas. —


Josh hizo la pantomima de abrir el maletero.

Sidney sacó las llaves de su bolsillo antes de lanzárselas a


91 Josh. —¿Puedes traer también la mía?

—¿Oyes mamá? ¡Me trata como un esclavo!


Maggie puso los ojos. —No seas tan dramático.

—Sí, lo que yo le había dicho. —Sidney se inclinó y dijo en


un susurro—. ¿Estás segura realmente de que él es tuyo?

—Lamentablemente, sí. Sacó el sentido del humor


excéntrico de su padre. —Maggie sonrió—. No es de extrañar
que lo ame tanto.

Y así sus vacaciones de primavera habían comenzado.

Sidney se balanceaba en la hamaca de doble ancho y


observaba como Josh y Lucas se lanzaban una pelota de fútbol
entre ellos.

—Creo que deberíamos ir a Manhattan mañana, —dijo


Josh.

—¿Por qué?, qué pasó? —Sidney le preguntó, metiendo la


manta alrededor de sus pies. Evidentemente, alguien se había
olvidado de informarle que en Filadelfia era primavera.

—Porque estoy aburrido, y te dará la oportunidad de tener


un billón de imágenes. ¿Por qué no vienes con nosotros, Lucas?

—De ninguna manera voy a pasarme el día conduciendo,


—agregó Sidney antes de que Luke pudiera responder.

92 —Por lo general, tomamos el tren, —informó Lucas a


Sidney—. Sí, voy a ir, pero apuesto a que mamá nos hace llevar
a Zac.
—No. ¿Qué pasa si queremos una cerveza o algo? Zac sólo
tiene diecinueve años.

—¿Estás pensando en ir de bar en bar? —Sidney le


preguntó—. Porque si ese es el caso, estoy fuera. —Las ideas de
lugares y formas de divertirse ente Josh y Sidney eran
completamente diferentes.

—No, pero si nos decidimos a parar en algún lugar y


escuchar algo de música... —Josh dejó la declaración colgar en
el frío aire de West Chester.

—¿Qué tipo de música? —Sidney sabía que no tenía la


historia completa.

—Está bien, está bien. ¿Te acuerdas de la chica de mi


clase de sociología de la que te hablé?

—¿Verónica? —Sidney había escuchado a Josh hablar sin


parar sobre la pelirroja pechugona desde el inicio de las clases

—¡Sí!. De todos modos, resulta que está en una banda y


que tocan en un lugar llamado Smokey Joe's las noches de los
viernes. De todos modos, pensé que si subimos a pasar el día,
podríamos ir y escuchar unos minutos, —explicó Josh.

Sidney miró a Lucas. El hermano mayor de Josh estaba


mirando directamente hacia él. Evidentemente, la decisión de ir
o no ir era de Sidney. Por mucho que odiaba la idea de pasar un
rato en un club toda la noche, Sidney no se atrevía a decir que
no. —Bien.

Maravilloso Josh tiró la pelota a Lucas. —Voy a ir a


decírselo a mamá y papá.

Tan pronto como Josh se marchó, Lucas se echó a reír. —


Supongo que Verónica no está interesada.

Sidney asintió con la cabeza. —Ella no le ha dado ni la


hora del día y eso lo está volviendo loco.
93

—Es bueno para él. La vida siempre ha sido una brisa


ligera para Josh.
—¿Y tú? —le preguntó Sidney—. ¿Qué?, ¿la vida no ha
sido así para ti? ¿Pensé que eras el señor Big Man10 del Campus?

Lucas se sentó en una silla cerca de la hamaca. —Sí,


bueno, el deporte nunca ha sido un problema para mí. Es todo lo
demás.

Sidney podría decir por la expresión de la cara de Lucas


que quería hablar, pero no sabía por dónde empezar. —¿Te
gustaría saber cómo decirle a tu familia que eres gay?

Por una fracción de segundo, Lucas se mostró sorprendido


por la pregunta, pero finalmente asintió. —¡Sí!. Y no sólo mi
familia. Tengo que responder a los entrenadores, compañeros
del equipo... el infierno, la lista sigue y sigue.

Sidney extendió una mano y la puso en la rodilla de Lucas.


—Yo no me preocuparía por tu familia.

—¿Tu padre lo tomó bien? —le preguntó Lucas, con la


esperanza en sus ojos.

—Uhh, no, pero mi papá no es nada parecido al tuyo. Pero


todavía no me arrepiento de habérselo dicho. Creo que, para mí,
fue una prueba más que nada.

—¿Una prueba para qué?

—Para ver lo mucho que me amaba, o si aún lo seguiría


haciendo de todos modos, —dijo Sidney, moviendo su mano. Se
acurrucó bajo la manta.

—¿Y qué paso? —preguntó Lucas.

Pensando en la mañana de la gran pelea con su padre,


Sidney negó con la cabeza. —Todavía no estoy seguro. Él me
dijo que no me molestara en ir a casa a menos que me cortara
el pelo y dejara de usar delineador de ojos.

94

10Hombre grande e importante dentro de una tribu, en este caso hace referencia a que era un chico
importante dentro del campus.
—Pero se ve caliente en ti. —Lucas se apagó y se retorció
en su silla—. Quiero decir, es lo que eres.

Sidney se calentó por un momento. Había pasado mucho


tiempo desde que se había sentido verdaderamente deseado.
Claro que había sido invitado a salir un montón de veces desde
las vacaciones de invierno, pero sabía que todo lo que se
requería de él era un culo lubricado. A ninguno de los chicos que
lo persiguió le importaba nada más que echar un polvo. —Sí,
bueno, yo soy de un pueblo pequeño, por lo que mi padre no
quiere que me mezcle con los lugareños, supongo.

—¿Mezclarte? ¡Qué pensamiento tan deprimente!

Sidney sonrió. —Estoy de acuerdo, esa es la razón por la


cual estoy aquí en West Chester en vez de regreso en el rancho.

Lucas se inclinó hacia delante para descansar sus


antebrazos en las rodillas. La nueva posición mostró la amplia
extensión de su pecho. Sidney casi se desmayó. Lucas era casi
tan grande como Nash. —Ya basta, —murmuró en voz baja.

—¿Cómo dices?

—Nada. —Una vez más, Sidney trató de empujar todos los


pensamientos de Nash a un segundo plano.

Lucas miró a Sidney por unos momentos antes de pararse.


—Voy a ir a por algo de comer. ¿Tienes hambre?

—Claro. —Sidney no fue, pero tal vez ayudaría a conseguir


sacar de su mente a Nash y de nuevo pensar en el hombre
guapo delante de él.

95
Con una grande, torpe y borracha sonrisa en su rostro,
Josh los saludó con la servilleta y con el número telefónico de
Verónica en él, delante de la cara de Sidney. —Te dije que
valdría la pena todos los problemas.

Sidney golpeó la mano de Josh lejos antes de tirar a un


lado de la carretera. Él miraba por el espejo retrovisor a Lucas.
—Hazme un favor y cámbiate de lugar con este idiota borracho
antes de que lo mate.

Josh podría ser feliz, pero para Sidney era todo lo


contrario. No sólo habían terminado conduciendo su automóvil a
Newark antes de coger un taxi en Nueva York, además la banda
donde estaba Verónica era una especie de mierda punk grunge.
Sidney tenía un terrible dolor de cabeza, y tener un borracho de
mierda ondeando en su rostro era ya el colmo.

—Oh, Sid, ¿no me amas? —dijo Josh, inclinándose sobre la


consola para besar la mejilla de Sidney.

—Yo te amaré mañana. Esta noche te odio de cojones.


Ahora mueve el culo al asiento trasero. —Sidney empujó hacia la
puerta de Josh dejándola abierta para Lucas.

Josh se echó a reír y se metió en el asiento de atrás a


través de la división en los asientos delanteros del coche. Sidney
posó los ojos en Lucas, una vez que este se abrochó el cinturón
en el asiento delantero del pasajero.

—¿No te parece que él está con cierta amplitud? —dijo


Lucas con una sonrisa—. Él es un niño feliz. ¿Nunca has estado
alrededor de Josh cuando estaba borracho?

—Sí, pero generalmente estoy borracho, también. —


Sidney puso el intermitente para incorporarse al tráfico antes de
regresar a la carretera.

—Te dije que yo podía conducir si tú querías beber, —


96
Lucas le recordó a Sidney.
Sidney miró en el espejo retrovisor. Josh parecía estar
fuera como una luz. Volvió su atención a Lucas. —Ya lo sé, pero
yo no quería beber a tu alrededor. —Pasar la tarde con Lucas
había sido todo lo que Sidney había esperado. Lucas era
gracioso y tímido, y tan jodidamente adorable que Sidney no
había pensado en Nash una sola vez durante todo el día. Bueno,
a excepción de ese momento, pero eso no contaba.

Teniendo una gran oportunidad, Sidney llegó y cubrió la


mano de Luke. —Gracias, me lo pasé muy bien contigo.

Lucas se acercó más y enlazó los dedos con los de Sidney.


Se volvió para mirar en el asiento trasero. —Él está ahora
mismo fuera.

Sidney sonrió. —Lo sé.

Lucas se aclaró la garganta. —Me preguntaba... eh... ¿te


gustaría salir conmigo alguna vez?.

Fue un gran paso para Lucas tomar esa decisión, y Sidney


lo sabía. De repente, Sidney quería sentir los labios de Lucas. No
podía explicarlo, pero sabía que si él besaba a Lucas sólo una
vez él sabría si las cosas podían o no suceder entre ellos.

—¿Alguna vez has besado a un chico? —le preguntó


Sidney.

Lucas se echó a reír. —Nunca he besado a ninguna


persona que no fuera de la familia

Sidney dio a la mano de Lucas un suave tirón. —Arrástrate


hacia aquí, quiero ser el primero.

Lucas comprobó el asiento de atrás una vez más antes de


desabrochar el cinturón de seguridad. —Tú no vas a..., como...,
a clasifícame o algo así, ¿verdad?

Sidney se echó a reír. —No, nada de eso. —Agarró el


volante con la mano izquierda. Había muy poco tráfico que se
97 cruzaba y la carretera era bastante recta, por lo que se sentía
cómodo enterrar los dedos de su mano derecha en el pelo corto
y grueso de Lucas cuando él lo atrajo a sus labios.

Sidney gimió. La necesidad de cerrar los ojos y de


hundirse en el beso fue abrumadora, pero en su situación actual
no podría acomodar los deseos de su cuerpo. Un destello de
color marrón por delante en el camino llamó su atención. Él
rompió el beso y trató de empujar a Lucas de nuevo a su
asiento, pero ya era demasiado tarde. Sidney golpeó el ciervo a
unas sesenta y cinco millas11 por hora.

Lo último que recordó fue un dolor punzante en el pecho,


más el sonido de cristales rotos.

98

11 Iba conduciendo a una velocidad de 130 kilómetros por hora.


Capítulo 6

N ash se sentó a la cabecera de la cama de Sidney y


continuó maldiciendo a Jackson. Aunque Nash estaba
agradecido de haber sido llamado después del accidente de
coche, no podía dejar de preguntarse dónde estaba Jackson.

Nash estaba dormido cuando había recibido la llamada de


Jackson. Su jefe explicó que Sidney había tenido un accidente de
tráfico grave y había sido trasladado a un hospital en Trenton,
Nueva Jersey, y que necesitaba a Nash allí hasta que él pudiera
volar hasta Nueva Jersey.

Cuando Nash preguntó a Jackson por qué no podía


simplemente subirse a un avión, Jackson le había dicho que
estaba de vacaciones en Hawái y no sería capaz de conseguir un
vuelo de inmediato. Todo el asunto olía mal, por lo que Nash
entendía Jackson tenía más que suficiente dinero para alquilar
un avión privado si quería, ¿por qué diablos no lo hacía?

Sidney gimió, causando que Nash saltara sobre sus pies, se


inclinó sobre la cama del hospital. —¿Sidney?

En lugar de abrir los ojos, Sidney volvió a caer en el


profundo sueño en el que había estado desde que Nash había
llegado cuatro horas antes. Con la mirada fija en el hombre más
joven, Nash tenía dificultades para reconocerlo.

Según él había entendido, el venado había golpeado el coche


de Sidney pasando a través del parabrisas. El impacto había
hecho graves daños al coche y dos de sus ocupantes. El joven
en el asiento del lado del pasajero, Lucas Ballentine, había
99
sufrido una lesión traumática en la cabeza cuando fue arrojado
fuera del coche. El pasajero en el asiento trasero, compañero de
habitación de Sidney, Josh, salió ileso a excepción de algunos
cortes y arañazos menores.

Nash estaba agradecido de que Sidney hubiera llevado


realmente el cinturón de seguridad por una vez, salvándolo de
lesiones graves, pero no lo había salvado del todo. Las vendas
envueltas alrededor de la cabeza de Sidney mantenían a Nash
sin poder ver el alcance total de los cortes, pero la cara hinchada
y amoratada del hombre que dormía no se parecía en nada a la
del Sidney que él amaba. Una hilera de puntos de sutura se
extendía desde la esquina de la boca de Sidney en la mejilla
hasta el lóbulo de la oreja.

Nash sabía después de hablar con el médico que el cuerpo


de Sidney no había sufrido daños internos. Afortunadamente,
sólo la masa de cicatrices que necesitarían tiempo para sanar, el
médico no creía que hubiera ningún daño físico permanente.

Nash se volvió y cogió su taza de café vacía. Por mucho que


quería ver esos hermosos ojos verdes que amaba, él sabía que
cuanto más tiempo Sidney pasase dormido, mejor. Salió de la
habitación en busca de café y respuestas.

Se acercó a la estación de enfermeras. —¿Por favor


señorita?

Una enfermera alzó la vista. —¿Puedo ayudarlo, señor?

—Sí, señora. ¿Me preguntaba si me puede decir algo acerca


de la condición de los otros dos hombres que fueron traídos con
Wilks, Sidney?

La enfermera se mordió su labio inferior. —No se me


permite, pero la familia está en la sala de espera, a través de
esas puertas.

Nash sonrió. —Gracias. —Pulsó el botón y esperó a que las


puertas automáticas se abrieran. Nash estaba en la entrada de
la pequeña sala de espera.
100
¿Qué debería decir al grupo reunido? El enrojecimiento de
los ojos hinchados de todos en la familia le dijo a Nash que algo
estaba mal.

La única mujer en la sala levantó la vista y se encontró con


su mirada. Se puso de pie sin decir una palabra antes de
acercarse. —¿Es usted un familiar de Sidney?

Nash tragó todo el nudo de su garganta. —Soy Nash. Yo


trabajo para el padre de Sidney.

La atractiva mujer se acercó y tocó el brazo de Nash. —Soy


Maggie, la madre de Josh y Lucas, —las lágrimas anegaron los
ojos de Maggie—. Yo siento no haber ido a comprobar a Sidney.
¿Cómo está?.

Dos de los jóvenes se unieron a ellos, de pie, como guardias


a cada lado de su madre. Nash se preguntó si alguno de ellos
era Josh.

—Él va a tener cicatrices, pero se va a curar. ¿Cómo están


sus chicos?

Maggie señaló a través de la sala a un hombre que estaba


de espaldas a Nash. —Josh estará bien. Él tiene un golpe en la
cabeza y unas pocas contusiones. Nada grave, sin embargo,
gracias a Dios.

Nash comenzó a preguntar por Lucas, pero mantuvo la boca


cerrada y esperó a que Maggie siguiera adelante. A pesar de que
sabía que tenía sus propios problemas de los que preocuparse,
Nash no pudo evitar preguntarse por qué Josh no había ido por
lo menos a comprobar a Sidney.

—Lucas... —empezó, pero un repentino estallido de emoción


le impidió ir más allá.

Uno de los jóvenes puso su brazo alrededor de su mamá. —


Lucas acaba de salir de la cirugía. Los médicos no son
optimistas, pero no queremos perder las esperanzas... ¿No es
101
cierto, mamá?
Maggie asintió con la cabeza y apretó la mano de su hijo. —
Sí. Se necesita más que una fractura de cráneo y fractura de
espalda para acabar con a un Ballentine.

Nash podía decir por la emoción en el rostro de Maggie que


no creía en su propia declaración. Era obvio que la familia estaba
tratando de ser fuerte. —¿Hay algo que pueda hacer por usted?
He encontrado un lugar de comida, podría traerles algo de
comer —se ofreció

Maggie sacudió la cabeza. —Gracias, querido, pero dudo que


ninguno de nosotros pueda tener el estómago para alimentos en
este momento

Nash odiaba sentirse tan distante con la gente cercana a


Sidney. Un apuesto hombre de mediana edad entró en la
habitación, sus ojos azules con los bordes rojos. —¿Te gustaría
entrar y sentarse con él? —le preguntó a Maggie

Maggie asintió con la cabeza antes de limpiarse la nariz con


un pañuelo de papel. —Por favor, haznos saber cuándo Sidney
está lo suficientemente fuerte como para tener visitas, —le dijo
a Nash.

—Lo haré —prometió

—Alan, este es Nash, amigo de Sidney, —Maggie le


presentó.

Alan le tendió la mano y Nash se la estrechó. —¿Cómo esta


Sidney?

—Él tiene un largo camino por recorrer, pero se va a curar.


—Nash casi se sentía culpable de dar a la familia Ballentine un
pronóstico tan optimista. Se preguntó cómo realmente de mal
estaba Lucas. Su mirada se volvió a Josh, que se había negado
aún a mirar a Nash. ¿Sabe lo mucho que me duele Sidney? Tal
vez Josh lo odiaba.

Nash levantó la taza vacía. —Será mejor que la llene y


102
regrese. Por favor, háganme saber si hay algo que pueda hacer.
—Echó un vistazo a Josh una vez más antes de salir de la
habitación. Mientras caminaba hacia la máquina expendedora,
las manos de Nash comenzaron a temblar. ¿Qué hubiera pasado
si en vez de Lucas hubiese sido Sidney el que hubiese
atravesado el parabrisas?

Después de pasar la noche en una silla reclinable en la


esquina de la habitación, Nash se despertó con las voces. Él se
levantó, sus ojos se abrieron completamente. —¿Sidney? —
Recibió un gruñido como respuesta.

Nash se centró en el hombre de pie junto a la cama de


Sidney. —¿Cuándo has llegado?

—Hace unos minutos, —respondió Jackson

Dos días. Se había tomado Jackson más de sesenta horas


después de recibir la llamada para poder llevar su culo al
hospital. Nash se pasó los dedos por el pelo antes de ir al otro
lado de la cama de Sidney.

—¿Necesitas un trago?

Sidney parpadeó dos veces.

Nash tomó la jarra de agua de plástico y se la tendió a


Jackson. —Llévate esto a la pequeña habitación al final del
103 pasillo y llénalo con agua y hielo.
—¿No puede hablar? —Jackson le preguntó, cogiendo la
jarra.

—Puede, pero le duele cuando los puntos le tiran. —Nash se


agachó y apartó el dorso de la mano de Sidney—. Simplemente
va a tomarle unos días más, ¿verdad? —preguntó a Sidney.

Sidney parpadeó dos veces.

Nash hizo un gesto hacia el timbre de llamada. —Esto es por


si necesitas solicitar ayuda de una de las enfermeras.

Tan pronto como Jackson salió de la habitación, Nash se


inclinó sobre Sidney. —¿Estás bien?

Sidney parpadeó una vez, las lágrimas inundaban sus ojos.

—Shhh, no llores. Tú sabes cuánto pican esas malditas


cosas. —Nash tomó un pañuelo de la mesa y le secó los ojos a
Sidney.

Sidney señaló hacia la mesita donde estaba el pequeño blog


de papel. Además de respuestas de sí o no, la escritura se había
convertido en la forma de comunicación de Sidney.

Nash se trasladó a la bandeja de la cama de Sidney antes de


entregarle el lápiz.

¿Lucas? escribió Sidney.

Nash negó con la cabeza. —Todavía está en coma. —No


quería decirle a Sidney que los médicos dudaban que Lucas
despertara de su coma profundo.

¿Josh?

—Lo vi ayer por la noche. Maggie estaba tratando de que los


chicos se fueran a casa y pudieran tener una verdadera noche
de sueño. —Nash se había prometido que enfrentaría a Josh
para saber por qué no había venido aun a ver a Sidney. Había
104
tratado de ser paciente, tratando de creer que era porque estaba
preocupado por su hermano, pero ¿por qué Josh no había visto
aun a Sidney?.

—Es bueno que tu papá este aquí sin embargo. Tal vez
debería dejaros a los dos solos por un tiempo.

Sidney escribió rápidamente en el papel. ¡No! Te necesito


aquí.

Incluso escrito en el papel, la declaración calentó a Nash. —


¿Qué tal estás? Voy a ir a buscar un hotel barato y a tomarme el
tiempo suficiente para una ducha rápida y cambiarme. Vuelvo en
un par de horas. ¿De acuerdo?

Una vez más, Sidney garabateó en la libreta. No sé qué


decirle.

—Entonces no digas nada. —Nash sonrió y tocó la barbilla de


Sidney—. Tienes la excusa perfecta.

¿Preguntarás sobre Josh y Lucas?

—Lo haré. —Nash se inclinó hacia abajo y dio un suave beso


en la mejilla a Sidney—. No tardaré.

Jackson volvió a entrar a la habitación. —¿Aquí? —Él alzó la


jarra hacia Nash.

Aunque Nash sería más que feliz de estar al cuidado de


Sidney, sintió que era hora de que Jackson tuviera alguna
responsabilidad. —Llena la taza y métele la pajita en la boca.
Cuando él haya tenido suficiente, le sostienes la mano.

Nash tomó el bloc de papel antes de extraer la hoja


utilizada. No era de ninguna incumbencia que Jackson supiera lo
que él y Sidney habían hablado. Se metió el papel en el bolsillo
antes de arreglarle la almohada en la espalda de Sidney.

105
—Descansa un poco si puedes.

Sidney parpadeó dos veces, abrió la boca a la pajita.


Saliendo de la habitación, Nash descubrió a Maggie en la
sala. —¿Ha habido algún cambio?

Maggie sacudió la cabeza. —La inflamación en el cerebro ha


desaparecido, pero todavía no ha salido del coma. ¿Cómo está
Sidney?

—Lo está haciendo bien. Su padre acaba de llegar. —Nash


metió las manos en los bolsillos del abrigo—. ¿Puedo hacerte
una pregunta?

—Claro —respondió Maggie.

—Sidney sigue preguntando por Josh. ¿Crees que podría


conseguir que se detuviera hoy a saludarlo?

Maggie miró a un lado. —Josh apenas había dicho una


palabra desde el accidente. —Ella sacudió la cabeza—. Aunque
físicamente salió casi ileso, no creo que pueda decir lo mismo de
su bienestar emocional. —Maggie se acercó y puso una mano en
el brazo de Nash—. Voy a pasar y comprobar a Sidney y le diré
lo que te acabo de decir. Esperemos que Sidney pueda
entenderlo.

Nash asintió con la cabeza. ¿Qué más podía decir?.

Sidney abrió los ojos después de una siesta para encontrar


la habitación vacía. Miró el reloj de la pared. Sólo había estado
106 dormido durante cuarenta minutos, ¿su padre donde habría ido?
‘Mejor así’, se dijo. Aún era difícil para él darse cuenta de que su
padre sabía tan poco sobre él.
Una de las primeras preguntas que Jackson le había hecho
fue sobre quiénes eran los dos hombres que habían estado en el
accidente con Sidney. Cuando Sidney había escrito sus nombres
en una hoja de papel, Josh y Lucas, su padre actuó como si no
los conociera. Sidney volvió y escribió compañero de habitación
al lado el nombre de Josh.

—Oh, —su padre le había dicho—. Ese es el chico que viene


de vacaciones a veces.

Sidney había parpadeado dos veces, pero su padre no le


estaba mirando, así que él había tenido que escribir la palabra
‘sí’ en el papel.

Mirando hacia la puerta, Sidney se preguntaba por qué Josh


aún no había estado allí. Según Nash, Josh había salido del
accidente con sólo heridas leves. Él entendió que la condición de
Lucas era mucho más grave que la suya, pero sin duda Josh
había tenido tiempo para detenerse un minuto por lo menos.

El pecho de Sidney se sentía apretado. ¿Qué pasaba si Josh


lo sabía? ¿Y si había presenciado el beso? Sidney se maldijo en
silencio. Fue su culpa, Lucas no llevaba el cinturón de seguridad.
Él sabía que iba a vivir con la culpa por el resto de su vida. Eso
lo volvía loco, no poder levantarse de la cama y comprobar a
Josh y Lucas por sí mismo, pero estaba atrapado en esa
habitación de mierda.

Al pulsar el botón de la barandilla de la cama, Sidney


lentamente se incorporó a la posición de sentado. Los puntos de
sutura en la espalda gritaron en protesta, pero tenía que escribir
una carta. Cogió la pluma y se quedó mirando la hoja de papel
en blanco.

«A Josh

¡Te extraño! Por favor, ven a verme. Lo siento por el


accidente. Lo siento, te defraudé. Por encima de todo,
107 siento que Lucas este herido. Por favor, perdóname.
Sidney»

Después de soltar la pluma, Sidney arrancó la hoja de papel.


Dobló la nota y escribió el nombre de Josh en el exterior antes
de volver a apretar el botón de llamada. Él escribió una breve
nota a la enfermera mientras esperaba.

Unos instantes después, la enfermera entró —¿Sí?

Él dio a la mujer los dos trozos de papel. Ella leyó la nota y


asintió con la cabeza. —Sí. Veré que puedo hacer.

Sydney se sentía más relajado. Había hecho todo lo posible


por el momento. ¿Qué haría si Josh nunca se lo perdonaba?
Podía sentirse el mismo hundirse en la mierda, ¿y por qué no
habría de hacerlo? Él no se había mirado en un espejo para
verse a sí mismo, pero era evidente por el dolor que sentía,
incluso con la ayuda de algunos medicamentos, que su rostro y
su cuerpo eran un desastre. Voy a ver el exterior igual que me
siento en el interior.

—Señorita yo… —Nash pidió, entrando en la habitación.

Sidney miró a la cara del hombre que amaba con esperanza.


Su visión nublada por la emoción mientras trataba de imaginar
lo que Nash veía cuando bajaba la vista hacia él. ¿Veía la
cáscara maltratada del hombre que solía encontrar atractivo, o
podría ver más profundamente, el alma negra del hombre que
casi se había matado junto a otros dos, por un beso que no
significó nada?

—¿Tú sabes dónde está Jackson? —preguntó Nash.

Sidney parpadeó una vez.

Nash suspiró y se sentó en la silla junto a Sidney. —Hablé


con tu médico. Dijo que siempre que mantengas esta pomada
sobre tus puntos no deberías tener problemas para hablar. Él lo
alentó, en realidad.
108
Sidney parpadeó una vez. No había nada que él quisiera
decir. Si empezaba a hablar, Nash terminaría preguntándole
cómo había ocurrido el accidente, y Sidney no estaba dispuesto
a admitir que fue su culpa a nadie, solo a sí mismo.

Nash apretó la mano de Sidney. —Voy a ir a buscar a


Jackson. El doctor me dijo que deberías estar fuera de aquí
dentro de unos días, y hay que planear que vamos a hacer.

Sidney no había pensado en lo que él haría una vez


estuviese libre. La idea de tener a su padre en casa cuidándole
era absurda. Cogió la pluma y escribió en la libreta.

Puedo cuidar de mí mismo.

En vez de gritarle, Nash se levantó y se acercó a la cara de


Sidney. —No tengo ninguna duda de que puedes, pero no
deberías decir que no, cuando tienes a alguien que te quiere
cerca.

Sidney escribió otra nota. Papá no se quedará.

Nash miró el papel y sacudió la cabeza. —Yo no estaba


hablando de Jackson.

Una vez más las lágrimas amenazaron con desbordarlo.


Sidney comenzó a preguntarse si su estado emocional tenía algo
que ver con la medicación para el dolor que estaba recibiendo.
Tenía que haber una razón obvia. Él parpadeó, rápidamente para
disipar la humedad.

¿Qué diablos le pasaba? Nash solo había profesado su amor.


Un pensamiento repentino lo golpeó. ¿Era amor fraternal o el
tipo de amor que realmente quería? ¿Y Nash aún sentiría lo
mismo si supiera que había atraído a un hombre hacia él sin
cinturón de seguridad antes de que se les cruzara un ciervo?
Luego estaban las cicatrices.

Sidney levantó la mano y pasó un dedo por su mejilla. Él se


manchó con la pomada antibiótica pegajosa sus dedos.

109 Nash tomó la mano de Sidney. —Se supone que no debes


tocarte. —Cogió una gasa de la mesita. Después de limpiar los
dedos de Sidney, Nash se los besó—. He estado pensado mucho
en los últimos días.

Sidney tragó el nudo de su garganta cuando Nash le apretó


la mano.

—Mi único propósito en esta vida es amarte. Cuando pensé


que podría perderte...

Sidney contuvo el aliento al ver una lágrima caer por el


rostro hermoso de Nash.

Nunca había visto llorar en realidad a Nash. —Todavía estoy


aquí, —susurró Sidney.

Las palabras parecían empeorar las cosas. Nash dejó caer la


barbilla hasta descansarla sobre el pecho mientras lloraba.
Sidney levantó su mano y deslizó el pelo de Nash lejos de su
cara. Este era el momento para que él consolara al hombre que
siempre había estado allí para él.

Nash finalmente se secó los ojos con la manga y miró a


Sidney. —Quiero otra oportunidad. Voy a hacer lo que sea
necesario.

Antes de que Sidney pudiera decir o escribir lo que había en


su corazón, su padre entró en la habitación. Jackson echó un
vistazo a Nash y se detuvo en seco. —¿Qué es lo que sucede?

Nash se levantó y sacudió la cabeza. —Nada. Estaba


diciéndole a Sidney lo agradecido que estoy de que él esté bien.

La mirada de Jackson pasó de Nash a Sidney. —Por


supuesto que estamos agradecidos. —Se pasó de un pie a otro—
. ¿Puedo hablar contigo un momento? —preguntó a Nash.

—Claro. —Nash sonrió a Sidney—. Vuelvo enseguida.

Sidney vio salir a Nash. A pesar de que entendía por qué


Nash no le había dicho a Jackson la verdad acerca de su
110 conversación, todavía le molestaba. ¿Nash querría estar siempre
en el armario? ¿Qué tipo de vida podría llevar Sidney y sobre
todo que, esperaba tener con el magnífico vaquero si Nash
continuaba preocupado por lo que otros pensaban de su
relación? Infierno, Sidney ni siquiera estaba seguro de cómo
llamarle a lo que él y Nash estaban empezando. Relación sonaba
a largo plazo. ¿Era posible que ellos dos pudieran encontrar una
manera de estar juntos para siempre?.

Sidney se quedó mirando la luz del techo. Tal vez Nash tenía
razón. Tal vez sus vidas eran demasiado diferentes para que
funcionase.

La puerta se abrió y Josh entró en la habitación. Se quedó


mirando fijamente a Sidney por unos instantes sin decir una
palabra. Fue Sidney quien finalmente rompió el silencio. —
¿Cómo está Lucas?

Josh negó con la cabeza. —Él bien podría estar muerto. —


Dio varios pasos hacia la cama mientras seguía mirándolo.

Por la expresión en el rostro de Josh, Sidney se preguntó lo


mal que realmente parecía. Nash le había asegurado que se
curarían, pero de repente Sidney quería tirar de la sábana sobre
la cabeza para evitar la mirada de Josh.

Josh levantó la nota que Sidney había escrito. —No quiero ni


necesito tu perdón. Sólo vine a decirte que no puedo hablar
contigo por ahora. Tengo algunas cosas que necesito trabajar
antes de que yo pueda hacer eso. Tengo tu número.

Sin otra palabra, Josh se volvió y salió de la habitación.


Sidney se quedó mirando la puerta en un estado de shock.
¿Había perdido a su mejor amigo?

111
Nash siguió a Jackson a la cafetería del hospital.

—¿Café? —preguntó Jackson

—Claro, supongo. —Nash encontró una mesa mientras que


Jackson iba a la línea de servicio. ¿Qué decirle a Jackson si sabía
que Nash acababa de decirle a Sydney que le amaba? ¿Habían
sido tan evidente sus emociones? Tal vez por eso Jackson quería
hablar con él a solas.

Jackson dejo el café de Nash delante de él antes de tomar


asiento en la pequeña mesa. —Tenemos que hablar sobre lo que
va a suceder cuando lleguemos a casa con Sidney, —comenzó.

—Sí, iba a hablar contigo acerca de eso.

Jackson suspiró profundamente y se pasó la mano por la


parte posterior de su cuello. —Hay algo que debes saber.

—De acuerdo. —Todo el cuerpo de Nash se tensó.

—Yo estaba en Hawái con mi esposa, —dijo Jackson,


apoyándose con los brazos cruzados sobre la mesa.

—¿Te has casado? —Era lo último que esperaba oír de


Jackson.

—Sí.

Nash finalmente entendía por qué Jackson pasaba la mayor


parte de su tiempo en Colorado, pero ¿donde dejaba esto a
Sidney? —No tienes previsto llevar a Sidney de vuelta a
Colorado, ¿verdad?

Jackson reajustó su figura alta y desgarbada en la silla. —


Sheila no sabe nada de Sidney.

—¿Disculpa? ¿Cómo podrías no decirle que tienes un hijo?


112
—Ella es una mujer muy religiosa. Tengo miedo de que ella
no lo entienda, y Sidney termine lastimado.
Nash extendió las palmas de sus manos sobre la mesa y se
inclinó hacia delante. —Así que ¿cómo es posible casarse con
una mujer que no aprobaría a tu propio hijo?

—Porque la quiero, —respondió Jackson con voz fría.

Más de lo que amaba a Sidney, obviamente. De pronto Nash


cayó en la cuenta. Espera un minuto. —¿Me dijiste que Sheila
había trabajado para ti durante cinco años?

—Sí.

—Tú me llevaste a creer que sería la propietaria del corral de


engorde durante un par de años. No sólo eso, pero ¿cómo
demonios podía una mujer que ha trabajado para ti durante
tanto tiempo no conocer la existencia de su hijo? ¿Ya te
avergonzabas de Sidney cuando sólo tenía dieciséis años?

Jackson negó con la cabeza. —En primer lugar, yo no te dije


sobre el corral de engorde, porque no es asunto tuyo. Y en
segundo lugar, Sheila es una mujer decente, temerosa de Dios.
Tú y yo sabemos que Sidney desde pequeño no tenía bien la
cabeza.

—¿No la tenía? ¿Así que me estás diciendo que piensas que


ser homosexual es una enfermedad mental?

Jackson se encogió de hombros, dando a Nash una


respuesta sin palabras.

Nash comenzó a temblar de furia. —Yo lo soy también.


¿Crees que estoy loco?

Los ojos de Jackson se estrecharon. —¿Esa es la razón por la


que has estado husmeando alrededor de Sidney todos estos
años?

Nash no pudo contenerse por más tiempo. Se inclinó sobre


la mesa y agarró la parte delantera de la camisa de Jackson. —
Escúchame, hijo de puta, lo que hice por Sidney fue darle un
113 modelo a seguir. Alguien a quien pudiera acudir, ya que nunca
estuviste a su alrededor. Así que no te atrevas a sentarte ahí y a
acusarme a mí de falta de decoro cuando parece ser que soy la
única persona viva que lo ama.

Jackson miró hacia abajo a la parte delantera de su camisa.


—Si yo hubiera podido patear tu culo, lo hubiera hecho hace diez
años, ahora te sugiero que me sueltes antes de que me levante
de la mesa y te muestre cómo sabe luchar un verdadero
hombre.

Nash tenía por lo menos 20 kilos de músculo sólido más


que Jackson, por lo que su amenaza no significaba
absolutamente nada. Aun así... —¿Qué quieres decir con eso?
¿Por qué no me puedes patear?
Los labios de Jackson presionados se volvieron blancos. Era
obvio que el hombre no había querido decir lo que dijo.
—Será mejor que empieces a hablar, —gruñó Nash,
liberando la camisa de Jackson.
—Porque a pesar de todo el duro trabajo que he realizado
en ese puto lugar, yo soy sólo el administrador del Running E.
Gano un buen sueldo, como estableció Isabel en su última
voluntad, pero no es mío. No sé qué clase de hechizo le lanzó
por encima a mi esposa cuando ella estuvo enferma, pero hizo
una disposición para que me quedara exclusivamente el uso de
la casa y un trabajo por el tiempo que yo quisiera.
—Tal vez tu esposa se dio cuenta de lo mal padre que eres
y quería a alguien cerca de Sidney, que fuera capaz de darle
amor y compasión, —le disparó de nuevo. Había tantas cosas
mal en la explicación de Jackson, Nash no estaba seguro de por
dónde empezar—. Así, que Sidney es el propietario del Running
E?
—Sí, pero ambos sabemos que no se preocupa por el
rancho.
—Tiene veintiún años. ¿No crees que tiene el derecho legal
de conocer la verdad?

114
—Claro, pero ¿estás realmente dispuesto a perder tu
trabajo? Porque ambos sabemos lo mucho que odia
Bridgewater12. Él va a venderlo tan pronto como descubra la
verdad.
Nash negó con la cabeza. —De todos modos, no es tu
decisión. —Nash puso su mente en movimiento—. Ya verás...
Voy a conseguir que Sidney vuelva al rancho para que pueda
sanar. ¿Por qué no te vas de la casa y sigues adelante hasta
Colorado para estar con tu nueva esposa?. Nosotros no te
necesitamos.
—¿Quién demonios te crees que eres? No puedes darme
órdenes en mi casa, —sostuvo Jackson.
Nash se dio cuenta de que estaban empezando a llamar la
atención de la gente de alrededor. —Tal vez no, pero Sidney
puede. ¿Debo ir y contarle todos tus sucios y pequeños
secretos? —Era la última cosa que quería hacer Nash, claro,
Sidney merecía la verdad sobre el rancho, pero no sobre el
engaño de su padre. Saber que Jackson se avergonzaba de su
propio hijo le haría más daño a Sidney de lo que Jackson valía la
pena.
—Bien, pero déjame manejar esto a mi manera, y mantén
tus sucias manos fuera de mi hijo hasta que me haya ido.
—Tienes cuatro días. Sidney debería ser dado de alta en
dos, te voy a dar dos más para que recojas tu mierda.

115

12Bridgewater, significa Puente de agua, así es como se llama el pueblo donde está ubicado el rancho de
Sidney.
Capítulo 7

S idney se sorprendió cuando Nash se detuvo frente a su


casa en lugar de la casa del rancho. ¿No tienes que
llevarme a casa?.
Le habían retirado los puntos de sutura de la cara antes de
salir del hospital, pero aún tenían que esperar unos días más para
poder quitar los que estaban en la cabeza y el cuerpo.
—Tal vez más adelante en la semana, una vez que Jackson se
haya ido. Por ahora tendrás que conformarte con mi humilde
morada. —Nash se bajó de la camioneta.
Sidney esperó hasta que la puerta se abrió antes de llegar a
desabrochar su cinturón de seguridad. Le llevó un momento darse
cuenta de que no llevaba ninguno. Habían intentado ponérselo
antes de salir del aeropuerto de Wichita, pero el cinturón de
seguridad era antiguo, y apretaba mucho el pecho de Sidney por lo
que no se lo puso para su mayor comodidad. Nash había acabado
conduciendo a casa por las carreteras secundarias para que poder ir
tan despacio como fuera necesario.
Nash le había dicho a Sidney que Jackson se iría de forma
permanente a Colorado después de haber contado a Sidney que era
el propietario del Running E. Sidney todavía estaba contrariado,
incluso dos días después. No podía dejar de preguntarse por qué su
madre lo había hecho. Sin saberlo Nash, Sidney tenía previsto
encontrar una manera de cambiarlo una vez más.
A pesar de tener apenas veintiún años, Sidney se sentía que
había burlado una vez a la muerte, por lo que había pensado que si
algo le pasaba, era importante que el rancho se quedara en manos
de Nash, no de Jackson. Él mismo se comprometió a remediar la
situación tan pronto como fuera físicamente capaz de ir a la ciudad.
116
Nash ayudó a Sidney a bajar de la camioneta. La primavera en
Kansas significaba una cosa, barro, y Sidney no tardó tiempo en
meterse en un charco profundo. Levantó el pie y perdió su zapatilla
en el proceso. —Grandioso.
Nash tomó a Sidney en sus brazos, teniendo cuidado de no
lastimarlo más de lo necesario. —¿Qué pasa con mi zapatilla? —le
preguntó Sidney haciendo una mueca en espera hacia Nash
estirándosele con el gesto los puntos de sutura.
—Voy a desenterrarla en pocos minutos. —Nash llevó a Sidney
hacia el pequeño porche antes ponerlo sobre sus pies. Abrió la
puerta y entró—. Hogar dulce hogar.
Sidney no había estado dentro de la casa desde que su abuelo
estaba vivo. Eso debió haber sido cuando tenía unos seis o siete
años. —Se ve mucho más pequeña de lo que recordaba.
Con las manos en las caderas, Nash parecía estudiar la sala de
estar. —No puedo imaginar por qué un hombre necesita más
espacio.
Sidney hizo un gesto hacia la esquina de la sala de estar. —
Mamá dormía en una cama doble en la esquina.
—Una persona viviendo aquí es una cosa, pero no puedo
imaginar a tres.
—No fueron tres por mucho tiempo. Mi abuela murió no mucho
después de que mamá naciera. —Sidney se encogió de hombros—.
Supongo que las mujeres de mi familia no llegan a sobrevivir
cuando se trata de envejecer.
Nash se acercó y puso una mano suave en la parte posterior
de Sidney. —Parece que no. Lo siento.
Ahora que estaban finalmente de vuelta en Kansas, Sidney
quería lo que había estado esperando toda la semana. —¿Puedo
usar la ducha?
Con una amplia sonrisa, Nash asintió con la cabeza. —Yo te lo
iba a sugerir, pero me temo que lo hubieras tomado por el camino
equivocado.
Sidney se quitó la gorra de béisbol suelta que se había puesto
antes de abandonar el hospital y sacudió la cabeza. Con una
117

maldición silenciosa, se dio cuenta de que ya no tenía suficiente


pelo para sacudir. Habían tenido que cortárselo, apenas tenía pelo,
se lo habían cortado incluso más corto de lo que su padre
consideraba adecuado. Se dio cuenta de la expresión preocupada
de Nash y rápidamente trató de ocultarla. —No hace falta que me
digas que soy un bruto. Soy capaz de sentir el olor.
—Espera un segundo, y traeré el jabón que el médico sugirió.
Sidney se volvió y besó Nash en la barbilla. —Gracias por
traerme aquí.
Nash envolvió con sus brazos suavemente la cintura de Sidney
y lo besó. Sidney había esperado uno de los besos profundos de
Nash, pero ambos sabían que la cara de Sidney no estaba para una
batalla de lenguas en su boca todavía.
—Vamos a ir al baño y desvestirte. Voy a traer tus cosas aquí.
Sidney hizo lo que Nash le pedía, despojándose de su ropa.
Tiró de la cortina de ducha lo suficiente para abrir el grifo antes de
dedicarse a ver su reflejo en el espejo. Al igual que el que había en
el hospital, el espejo del baño le permitía verse a sí mismo solo
desde el pecho hacia arriba. Inclinó la cabeza de lado a lado, y
estudió varias de las cicatrices que cruzaban los laterales y parte
superior de su cabeza.
—Soy un monstruo, —susurró—. Edward Scissorhands13 no
tiene comparación conmigo.
Sidney se dio la vuelta y subió al borde de la bañera. Agarró la
barra de la cortina de ducha con una mano y se preparó para
apoyar la otra contra la pared. Era la primera vez que había visto
las cicatrices en su cuerpo desde el punto de vista de otra persona.
Antes de que pudiera envolver su mente sintiendo ser el
monstruo en el que se había convertido, se abrió la puerta.
Sorprendido, Sidney casi perdió el equilibrio, hubiera caído si no
llega a ser porque unos fuertes brazos se acercaron a sostenerlo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Nash.
—Yo necesitaba ver.
118

13 Es Eduardo Manostijeras, de la película del mismo título de Tim Burton.


En lugar de regañarlo por ponerse en peligro a sí mismo, Nash
levantó a Sidney desde el borde de la bañera.
—Ven conmigo.
Nash llevó a Sidney de la mano hasta el dormitorio. En la
esquina de la pequeña habitación de madera había un espejo
antiguo de planta ovalada. Colocó a Sidney frente a él. En ese
momento, Sidney se dio cuenta de que estaba desnudo delante de
Nash. Él movió una de sus manos para proteger su flácido pene. No
importaba que él hubiera estado desnudo frente a Nash antes.
Sidney sabía que no era la misma persona que había sido antes del
accidente.
Nash se reunió con la mirada de Sidney frente al espejo. —
¿Qué ves cuando te miras a ti mismo?
Sidney abiertamente estudió su propio reflejo. —Un niño
calvo, delgado y cubierto de puntos.
Nash besó el cuello de Sidney. —¿Quieres saber lo que yo
veo?
—Estamos mirando el mismo espejo, ¿no es cierto?
—Evidentemente no. Porque veo un milagro de pie frente a
mí. No es el corte de pelo, veo más que un conjunto grande de
lindos ojos verdes mirándome a mí. Ojos que temí no tener nunca
más la oportunidad de volver a mirar dentro y declararles mi amor.
Eres un sexy-hijo-de-puta, y no puedo pensar de otra manera.
Sidney comenzó a darse la vuelta, pero Nash lo mantuvo en su
lugar. Nash remontó la fila de puntos de sutura en el pecho de
Sidney. —Tuviste un cirujano plástico muy bueno. En un par de
años, ni siquiera sabrás que estuvieron ahí.
Voy a saberlo, se dijo Sidney a sí mismo. Yo siempre lo sabré.
Lucas se encontraba todavía en estado de coma, y los doctores no
eran demasiado optimistas de que alguna vez saliera de ella.
Sidney sintió la quemadura de las lágrimas. Un beso había
terminado con cualquier posibilidad de que Lucas pudiera tener una
vida normal. Aun cuando despertara del coma, estaría paralizado y
119
el cerebro no funcionaría de la misma forma que una vez funcionó.
Antes de salir del hospital, Sidney había hablado con Maggie.
Él la había animado a demandar a la compañía de seguros por una
gran suma. Ella parecía vacilante al principio, pero finalmente
accedió a hablar con Alan. Los Ballentines no eran la clase de
personas que trataría de beneficiarse de la ley a menos que fuera
absolutamente necesario, y por lo que Sidney había oído, Lucas
necesitaría de muchos cuidados si sobrevivía.
—¿Sidney? —Nash lo llamó.
—Lo siento. Estaba pensando en Lucas. —Sidney se alejó del
espejo y se volvió a mirar a Nash—. Supongo que piensas que soy
muy egoísta por pensar en mí mismo cuando Lucas... —sacudió la
cabeza, incapaz de continuar.
Nash tomó a Sidney en sus brazos. —Siento lo de Lucas, pero
me alegro de que no fueras tú.
Sidney puso su mejilla sobre el hombro de Nash. El hombre
era increíblemente dulce con él, pero Sidney no estaba seguro de
que lo mereciera. Sin embargo... ¿quién era él para mirar el diente
a un caballo regalado? —Por supuesto sé lo que todas estas
cicatrices dicen, ¿no? —preguntó en un esfuerzo por aligerar el
ambiente.
—¿Qué?
—Mis sueños de ser una bailarina de striptease de alto
standing se ha acabado.
Nash comenzó a reír. Fue el sonido más dulce que Sidney
había oído en meses. Nash besó un lado de la cabeza de Sidney. —
Tú puedes quitarte la ropa en cualquier momento para mí.

120
Nash se detuvo delante del establo y se ubicó en su lugar
habitual. No vio la camioneta de Jackson en la entrada, pero él
había prometido dar al hombre un día más antes de que tuviera
que limpiar la casa. Al bajar de la camioneta, vio a Tommy y Steve
trabajando cerca del corral. —¿Qué sucedió? Parece que lo golpeó
un tornado.
Tommy terminó golpeando un clavo antes de mirar a la cara
de Nash. —El jefe llegó corriendo y pasó a través de él con su
camión por accidente.
Sí, apostó a que no fue un accidente. —¿Cuándo fue eso?
—Ayer. Cuando él vino a comprobar a Diablo, —respondió
Steve.
La columna vertebral de Nash se puso rígida. Había
sospechado durante mucho tiempo que era Jackson quien había
azotado al pobre caballo, y el pensamiento del hombre pasando a
ver el caballo no le sentó bien. —¿Él está bien?
—¿Jackson? —Preguntó Tommy.
—Diablos, no. Quiero decir Diablo, —aclaró Nash.
—Como siempre. Eres al único al que le permite acercarse,
pero nosotros lo logramos. —Tommy echó el sombrero de vaquero
hacia atrás en su línea de visión y se reunió con la mirada de
Nash—. ¿Y el niño?.
Nash no estaba seguro de qué decir a los trabajadores del
rancho. Se había acostumbrado tanto a restar importancia a las
lesiones de Sidney, que dudó por un segundo decirles a los chicos
que Sidney estaba bien, pero Nash sabía la verdad. Tarde o
temprano verían a Sidney. Nash decidió que era mejor preparar a
los hombres para esa ocasión en lugar de que Sidney viera sus
expresiones en estado de shock.
Antes de que pudiera pronunciar las palabras, Tommy dejó su
martillo y se dirigió a Nash. —¿Qué tan mal?
Nash asintió con la cabeza. —Tuvo suerte, no me
121

malinterpreten, pero está muy herido. El médico que le cosió tuvo


que afeitarle la cabeza. Él va a tener un par de cicatrices en la cara,
pero una en particular es muy notable a pesar de los esfuerzos del
cirujano plástico. —Nash hizo un gesto a su torso y las piernas—.
Tiene más escondido bajo su ropa.
—Maldita sea —dijo Tommy.
—¡Sí!. Si puedo sacarlo de la casa, traten de no mirarlo, —dijo
Nash a los dos hombres. Sin una palabra más, Nash se dirigió hacia
el establo. Tenía que comprobar por sí mismo a Diablo. Hacía más
de una semana desde que había visto al asustadizo caballo, y Nash
no tenía idea de qué tipo de retroceso resultaría ser después de la
recuperación de Diablo.
—Oye, chico, —saludó.
Diablo resopló y dio varios pasos hacia atrás.
—Sé que estás enojado, pero yo tenía otras cosas a las que
hacer frente. —Nash sacó la silla de jardín que había escondido por
el establo. Él abrió la silla lo más lentamente que pudo antes de
poder tomar asiento. Diablo todavía no se acercó a la parte
delantera de la cabina, Nash se agachó y cogió dos terrones de
azúcar de la cubeta a su lado. Arrojó uno a medio camino entre
Diablo y él, con la esperanza de atraer al caballo.
En vez de ir por el terrón, Diablo volvió un paso más,
poniéndose en la esquina. —¡Maldita sea! —Nash suspiró. Un paso
adelante y dos pasos atrás. Observó la manera caprichosa de
moverse de Diablo y se acordó de Sidney. No sólo las dos hermosas
criaturas creían que sus cicatrices los hacían verse menos de lo que
eran, además los dos presentaban heridas internas que serían más
difíciles de curar.
Sidney todavía tenía pesadillas, Nash había esperado que
desaparecieran una vez que el hombre saliera del hospital. Nash no
podía imaginar cómo fue el golpe al golpear las patas agitadas de
un ciervo moribundo, pero parecía ser más que eso. Sidney había
visto a Lucas volar a través del parabrisas. Había escuchado que los
huesos de la espalda de Lucas estaban rotos, él había visto el
impacto que había causado el daño permanente en el cráneo del
122 hombre.
Nash cerró los ojos y respiró hondo. Por mucho que a Nash le
gustara pasar todo su tiempo con Diablo y Sidney, simplemente no
era posible. Los hombres debían ser pagados, lo que significa que
tenía que poner al día los libros. Era el único aspecto de su trabajo
que odiaba. Tal vez si le daba algo a Sidney que hacer mientras se
recuperaba sería bueno para él. Se preguntó si le haría a Sidney
bien sentarse con Diablo.
Incluso si Sidney estaba interesado en pasar tiempo con el
caballo, Nash sabía que Sidney no estaba dispuesto a exponer su
aspecto físico a los trabajadores del rancho ni a ningún otro.
Nash tiró el terrón en la última parada antes de levantarse. —
Volveré más tarde. Pasos de bebé.

Sidney estaba tirado en el sofá cuando Nash regresó a casa


para la cena. Le había estado diciendo que se quedara en la cama,
o el sofá, y este último parecía menos aislado.
—Antes de que me grites, tú debes saber que puse una
sábana debajo de mí, así que no voy a estropear nada.
Nash se quitó las botas y el sombrero antes de caminar hacia
Sidney. —Será mejor que lo vea, —dijo con una sonrisa en su
rostro. Él levantó la sábana que cubría el cuerpo desnudo de
Sidney—. Síp, tú estás diciendo la verdad.
La expresión caliente en la cara de Nash mientras miraba
123 hacia abajo confundió a Sidney. ¿Acaso el hombre miraba la ruta de
las cicatrices? Por mucho que Sidney quería arrastrar la sábana de
la mano de Nash y cubrirse a sí mismo, descubrió que le gustaba
bastante la atención de Nash. Dejó que sus piernas se abrieran. —
¿Ves algo interesante allí?
Nash rozó con la parte de atrás de su mano la polla cada vez
mayor de Sidney. A pesar de que habían dormido juntos la noche
anterior, Sidney había rehuido tocar a Nash. Nash repitió el
movimiento. —Nunca seré capaz de mirarte y no encontrar nada
interesante.
La ingle de Sidney fue uno de los pocos lugares en la parte
frontal de su cuerpo que no había sufrido daños. Tal vez esa fuera
la razón de la atención de Nash y no molestó a Sidney. Mientras el
enfoque de Nash se mantuviera en la dura polla en su mano, él no
se daría tanta cuenta del resto del cuerpo de Sidney.
Sin decir una palabra, Nash cayó de rodillas. Pasó la punta de
la lengua alrededor de la cabeza de la polla de Sidney antes de
rodar en la raja que goteaba esperma. Las caderas de Sidney se
resistieron a la atención de moverse.
Nash se volvió para mirar a los ojos de Sidney. —¿Estás bien
para esto?
Sidney pasó un dedo por el charco de pre-semen que había
caído por debajo de su ombligo. —¿Qué te parece?
Con una sonrisa, Nash lamió la polla de Sidney antes de que
goteara de nuevo. —Creo que tengo hambre.
Sidney apoyó la cabeza contra la almohada sintiendo el calor
rodeando su polla. El remolino de la lengua de Nash fue casi su
perdición. Había pasado mucho tiempo desde que alguien lo había
chupado, y puesto que estaba hecho una mierda y que no era
posible que hicieran nada en algunos días más, Sidney quería
disfrutar de cada onza de la atención de Nash.
Enterró sus dedos en el pelo de Nash. Por lo general, le
gustaba ver a alguien metiendo profundamente su polla en la
garganta, pero cada vez que Sidney abría los ojos al mirar hacia
abajo a Nash, todo lo que podía ver eran las filas de puntos. Incluso
mientras sentía el placer no podía liberar la realidad de lo que le
124
había sucedido.
Sidney cerró los ojos y trató de bloquearlo todo, solo la
sensación de la garganta de Nash trabajando su polla. Maldita sea,
el hombre sabía dar una mamada. Un dedo con saliva mezclada
encontró su camino hacia el agujero de Sidney y se deslizó con
cuidado.
Con un gemido, Sidney empujó hacia arriba, haciendo una
mueca cuando los puntos le recordaron, una vez más, su situación.
No podía esperar para sanar, para sentir la longitud de Nash
chocando contra él. Sidney quedó sin aliento cuando el dedo de
Nash tocó su próstata. —Es tan bueno.
Nash raspó sus dientes contra la estirada piel de la polla de
Sidney, enviándolo al borde. Sidney gritó de éxtasis, el sonido
parecido a un grito de mujer, pero estaba demasiado inmerso en
sentir su orgasmo para prestarle atención.
Sólo cuando el último disparo de semen salió de su polla,
Sidney abrió los ojos. Él miró a Nash. Fue entonces cuando vio la
mano libre de Nash dando sacudidas fuertes a su propia polla. —
¿Aquí? —Abrió la boca en la medida de lo que pudo sin herirse a sí
mismo y sacó la lengua, con la esperanza de que Nash quisiera
darle de comer también.
Nash señaló su polla enseñándosela a Sidney. —¿Quieres un
poco de esto? —preguntó él, poniéndose de pie.
—Demonios, sí. —Sidney se lamió los labios mientras miraba a
Nash deslizar su mano hacia arriba y abajo en toda la longitud de
su polla.
Nash limpió la punta de su polla contra la lengua de Sidney,
depositando una línea sabrosa de leche. —Sexy, —dijo Nash cuando
Sidney empezó a frotar la lengua por la parte inferior de la polla de
Nash.
—Más... —Sidney abrió su boca y miró a los ojos de Nash. Vio
cómo la expresión en el rostro de Nash cambió cuando el apuesto
hombre disparó su primera carga. El toque del espeso esperma
llegó a la boca de Sidney sólo parcialmente, pintando sus labios y el
resto cayendo sobre su mejilla.
125
La segunda descarga de Nash dio en el blanco, una capa cayó
en la lengua de Sidney. Joder, Nash tenía buen sabor. Sidney
saboreó más a Nash antes de cerrar los labios alrededor del pesado
pene. Limpió a Nash a fondo antes de soltar el órgano flácido. —
Mejor que cualquier cosa que cualquiera de nosotros pudiera haber
hecho en la cocina, —dijo con una sonrisa.
Nash metió de nuevo su polla en su ropa interior antes de
arrodillarse al lado del sofá. Secó el semen de la mejilla de Sidney
con la lengua antes de compartir un beso profundo. Rompiendo el
bloqueo de labios, Nash se echó a reír. —Espera hasta que estés
bien. Apuesto a que puedo hacer algo igual de bueno en la cocina si
pongo mi mente en ello. —Besó la punta de la nariz de Sidney—.
¿Alguna vez te han follado en la cocina?
Sidney negó con la cabeza. —No hay muchas cocinas en los
lugares en los que estoy acostumbrado a recibir acción.
—Entonces estás de enhorabuena. —Nash cubrió con la
sábana el cuerpo de Sidney, y dio un pequeño masaje a la polla del
chico—. No estoy seguro de cuánto tiempo te tendré aquí conmigo,
pero no voy a perder ni un segundo en que estemos juntos, así que
prepárate.
La idea de ser de Nash de día y de noche había sido su mayor
fantasía. —Yo no voy a ninguna parte, —dijo Sidney a Nash. ¿Cómo
podría, cuando finalmente tenía la oportunidad de estar con la
persona que había querido siempre?
—Seguro que te irás, pero estás aquí por ahora. —Nash le dio
un beso rápido a Sidney—. Y como he dicho, no pienso perder el
tiempo.
Discutir con Nash no serviría de nada, por lo que Sidney dejó
el tema de su salida de allí. —¿Qué pasa con tu profesor? ¿Sigues
con el plan de verlo?
—Por supuesto que no.
El estómago de Sidney gruñó, interrumpiendo su
conversación. Lo cual era bueno ya que no quería pensar en el
acuerdo de Nash con Reece. —Hice un poco de sopa de ternera con
verduras antes. No sé si podré convencerte de que nos la
126
recalientes.
—¿Qué hacías haciendo sopa? —preguntó Nash.
—No te emociones demasiado. He utilizado las hortalizas en
conserva, así que lo único que tenía que hacer era echar la carne
de guisar y ponerlo todo junto.
Nash suspiró y pasó los dedos bajo la barbilla de Sidney. —Tú
sólo debes concentrarse en mejorar. Créeme, te necesito mejorado.
—Nash movió la mano hacia abajo al cuerpo de Sidney para
exprimir su polla, dejando a Sidney sin lugar a dudas de cuanto era
lo que realmente necesitaba.
—Estoy seguro de que podríamos llegar a una posición
cómoda para follar si ponemos nuestras mentes en la misma cosa.
—Sidney recorría con el dorso de su mano la parte delantera de la
ropa interior de Nash, cuando Nash le agarró la mano.
Nash gruñó ante el contacto. —Creo que puedo controlarme
durante otro par de días.
Sidney unió su otra mano, formando una copa sobre el saco
pesado que estaba dentro de los calzoncillos blancos de Nash. —
Pero tal vez yo no pueda, —dijo.
Nash utilizó su mano para presionar la palma de Sidney más
firmemente contra su despierta polla. —Trata de controlarte,
porque lo último que quiero es hacerte daño de alguna manera. —
Él soltó la mano de Sidney y dio un paso atrás, fuera del alcance de
Sidney—. Voy a preparar la cena. ¿Tú puedes ir a sentarte en la
mesa?
—Claro —respondió Sidney. Esperó hasta que Nash entró en la
cocina antes de tirar de la sábana. Hizo una mueca cuando se
sentó. Fue un largo dolor, la herida en su estómago, era la que
parecía darle más problemas. Aunque los cortes y heridas no
habían hecho ningún daño a sus órganos, si habían cortado sus
músculos. Todavía no podía entender cómo el ciervo muerto había
logrado hacer tanto daño. Todavía era todo un poco confuso.
Recordó los acontecimientos, pero todo parecía suceder tan rápido
que aún no podía precisar el momento en que cada lesión se había
producido.
Sidney se llevó la mano a la herida en la parte inferior
127 izquierda y se sentó, haciendo una mueca cuando lo hizo. La
enfermera en el hospital se reía cuando se había quejado de la
lesión. Ella le dijo que tenía un ala entera de mujeres a quienes les
habían practicado una cesárea, que estaban ocupadas quejándose
de lo mismo. No era la primera vez que había sido comparado con
una mujer y seguramente no sería la última. Lo que él no podía
entender era por qué una mujer que sufre el tipo de dolor que se
padece al tener un hijo, optaba por hacerlo de nuevo. No era de
extrañar que él prefiriera para follar una polla antes que un coño.
Las mujeres eran simplemente extrañas.

128
Capítulo 8

—¿T e sientes como para mudarte de nuevo a la


casa principal hoy? —Nash le preguntó al
tiempo que tiraba de sus calcetines.
—¿Y tú? —Sidney pasó una mano por la espalda de Nash—.
¿Ya estás harto de mí?
Nash se volvió hacia Sidney. Había pasado una semana desde
que Jackson había dejado el rancho, pero cada vez que Nash creía
que era el momento, Sidney se cerraba dentro de él. A pesar de
que estaban tratando de tomar las cosas con calma, tanto sexual
como emocionalmente, Nash era completamente adicto a todo lo
que Sidney tenía que ofrecer.
—¿Qué en el mundo te daría esa idea? —Nash pasó la mano
por el muslo de Sidney. El último de los puntos se lo habían
retirado dos días antes, y la cicatrización de la piel todavía se veía
de color rosado-marrón—. Yo tenía una especie de esperanza de
que tú me invitaras a quedarme un tiempo.
—¿Tú harías eso?
—En un latido del corazón. —El tacto de Nash se desvío hacia
la polla de Sidney. Deseaba poder tener más tiempo para otra
ronda con el sexy hombre, pero ya estaban dando en el reloj las
siete en punto y había tareas que hacer.
—Me gustaría saber si seremos capaces de vernos más a
menudo si vivimos allí, ¿verdad? —Sidney se trasladó a frotar el
talón de su pie contra el bulto cada vez mayor en los pantalones
vaqueros de Nash.
—Maldita sea, dalo por hecho. A pesar de que también puede
meternos en problemas. —La idea de desaparecer en la casa para
129 una follada rápida sería un infierno de tentación.
—¿Quién va a tener problemas? De ninguna manera me voy a
quejar.
Nash sabía que era el momento adecuado para soltar su plan a
Sidney. —Si estamos viviendo tan cerca de la granja, me pregunto
si tú me podrías ayudar con algo.
La cabeza de Sidney rodó hacia un lado. El joven había dejado
bastante claro que odiaba el trabajo del rancho. —Adelante.
—No tengo tiempo para darle a Diablo la atención que
necesita. Tenía la esperanza de que pudieras conseguir pasar un
par de horas al día sentado junto a él.
—¿Has olvidado que él trató de aplastar mi cara con sus
cascos? No creo que me guste mucho.
Nash negó con la cabeza. Mudó su toque hacia abajo para
acariciar de un lado a otro las bolas de Sidney. —Creo que lo más
importante es que Diablo necesita a alguien en quien pueda confiar.
Yo estaba haciendo un trabajo bastante decente antes de irme a
cuidarte. Ahora no tengo tanto tiempo libre como solía tener.
—¿Y lo que realmente quieres es que me siente allí? —le
preguntó Sidney.
—Eso es todo. —Aunque Nash no le dijo que esperaba que la
situación ayudara tanto al hombre como al caballo. Además, daría a
Sidney algo que hacer, además de insistir en recordar a Lucas y el
accidente.
Maggie había llamado la noche anterior para informar a Sidney
de sus planes para trasladar a Lucas a un hospital de rehabilitación
tan pronto como él estuviera lo suficientemente fuerte. Los médicos
seguían teniendo una pequeña esperanza, y creían que Lucas tenía
posibilidades de recuperación.
—Está bien —Sidney finalmente estuvo de acuerdo—, con una
condición.
Nash puso los ojos en blanco. Sidney había tenido solo ‘una’
condición desde que lo había conocido. —¿Qué condición?
130
—Tú me ayudarás a preparar una mesa de dibujo en el
granero. Si voy a pasar horas allí, también podría hacer algo
constructivo con mi tiempo. ¿Trato?

Nash llevó las maletas de Sidney al piso de arriba y se


detuvo.—¿Debo poner esto en tu antigua habitación o el dormitorio
principal?
—Mi habitación, —respondió Sidney, subiendo poco a poco por
las escaleras. La idea de dormir en la cama de su padre hizo que le
temblara hasta la columna vertebral. Se dio cuenta de que Nash lo
miraba otra vez. Sidney no podría poner su dedo en la llaga, pero
era casi como si Nash estuviera esperando a que Sidney se
rompiera o algo así—. Mi habitación tiene la mejor vista de la
granja, —dijo, con la esperanza de tranquilizar la mente de Nash.
—De acuerdo —Nash siguió por el pasillo hacia la parte
posterior de la casa—. ¿En la cama?
—Sí, ahí está bien. —Sidney entró en su habitación y miró a su
alrededor. Su mirada se posó en el sombrero de su madre de cuero
gastado, ‘el viejo Ben’, que colgaba en la pared. De repente, él
deseaba estar rodeado de las cosas de su mamá. Se preguntaba si
encontraría más tesoros escondidos de ella en el dormitorio
principal.
—¿Sucede algo malo? —le preguntó Nash, tratando de
alcanzar la mano de Sidney.
—En realidad, no. Pero creo que me gustaría tener algo de
131 tiempo a solas. —Hizo un gesto con las maletas—. Ya sabes, para
establecerme de nuevo.
Nash levantó las manos de Sidney y le besó las palmas de la
mano. —Claro. Llama al timbre de avisar para la cena del porche, si
me necesitas.
—Gracias. —Sidney se puso de puntillas y le dio un beso
rápido a Nash. El hombre había sido increíblemente comprensivo
con sus cambios de humor.
Nash se apartó y salió de la habitación. Sidney escuchó las
botas de Nash en el suelo de madera mientras caminaba por el
pasillo. El sonido se detuvo un momento antes de continuar. Nash
se fue, obviamente, reacio a abandonar a Sidney , pero ¿por qué?.
Tan pronto como Sidney oyó cerrarse la puerta delantera,
cruzó la sala y levantó al viejo Ben de su gancho. El cuero se sintió
rígido y seco, algo que su madre nunca hubiera permitido. A pesar
de su condición, Sidney lo llevó al espejo antes de ponérselo.
A pesar de que era un sombrero de mujer, el viejo Ben se
ajustaba perfectamente a la calva cabeza de Sidney. Se prometió
que conseguiría el material necesario en la granja para volver a
curtir la piel y así poder restaurarlo. Satisfecho, se quitó el
sombrero y lo puso en su tocador.
Fue entonces cuando vio la botella de perfume blanco. ¿Nash
lo había comprado en la ciudad y lo puso allí? Sidney fue al armario
y sacó el suéter rosa de su madre. Lo agarró en sus manos, levantó
la prenda y la acercó a su cara. Cerró los ojos mientras inhalaba el
olor de su madre. Sidney conocía ese olor, le traía recuerdos, y uno
le vino a la mente.
Fue tan sólo unos días antes de la muerte de su madre. Se
acordó que al regresar de la escuela fue directamente a su
dormitorio. En la gran cama king size, su madre tenía un aspecto
demacrado e increíblemente pequeño dentro del camisón y un
suéter de color rosa.
Sidney tragó el nudo en su garganta. No le gustaba recordar a
su madre de esa manera. Antes del cáncer, había sido una mujer
amorosa y fuerte que había lo hecho todo por Sidney. ¿Cuántas
veces su madre había hablado con él acerca de la importancia de
132 mantener la Running E en la familia?.
Con un profundo suspiro, Sidney se sentó en el asiento de la
ventana y contempló la tierra que su madre había amado tanto.
¿Qué sería de ella una vez se hubiera ido? Era la primera vez en su
vida que Sidney había deseado que le gustara. Sabiendo que no
quería una vida en el rancho, eso sólo empeoraría las cosas. ¿Y si
se iba y su padre trataba de volver de nuevo?.
Los pensamientos de su padre lo llevaron hasta las verdades
más dolorosas. Sidney necesitaba ver una copia del testamento, y
él sabía que sería inútil buscar uno en la casa. Él necesitaba
asegurarse de que no había lagunas legales en el mismo que
pudieran hacer que su padre regresara con una demanda de
reclamación por la posesión del Running E.
Antes de darse cuenta, Sidney estaba de pie fuera de la granja
con el viejo Ben cubriendo su cabeza. Era la primera vez que había
llegado a estar cerca de los hombres que trabajaban en el Running
E desde el accidente. Aunque los hombres siempre habían sido
amables con él, Sidney no conocía a ninguno de ellos, salvo a Nash,
por supuesto, pero Nash había sido siempre diferente.
Entró en el granero. —¿Nash?
Una cabeza apareció desde el interior de uno de los puestos.
Era un hombre más joven que Sidney no reconoció. —¿Puedo
ayudarle?
Sidney dio un paso hacia el hombre. —Soy Sidney Wilks. —
Siguió adelante y extendió la mano en el aire.
—Lonnie, —el joven se presentó y estrechó la mano de Sidney.
—Estoy buscando a Nash.
—Recibió una llamada. Creo que él salió a contestarla.
Sidney asintió con la cabeza. —Gracias. —Cuando Lonnie se
marchó, Sidney no podía dejar de preguntarse lo que Lonnie
pensaba de él. Aunque el hombre no había mirado las cicatrices en
la cara de Sidney, no había duda de que las había notado.
No importa, se dijo Sidney. Las puertas de doble ancho para la
133 transferencia de los caballos dentro y fuera de la granja estaban
abiertas, y el cable de teléfono se extendía alrededor de la esquina.
Empezó a salir, pero algo que dijo Nash lo detuvo en seco.
—Lo siento, Reece. Sé que debería haber llamado.
El nombre del otro amante de Nash golpeó a Sidney como un
cuatro por cuatro entre los ojos. Quería salir corriendo a hablarle a
Nash para que finalizara la llamada, pero no pudo dar un solo paso.
—Sí —continuó Nash—. Está bien, te veré en el Gregorio a las
ocho.
Sidney estaba de pie justo en el interior del establo cuando
Nash casi tropezó con él. —Hey. —Nash acarició la mejilla de
Sidney con la mano antes de colgar el teléfono en su gancho.
Sonrió a Sidney—. El sombrero se ve bien.
Sidney se encogió de hombros. ¿Nash iba a fingir que no
estaba en el teléfono concertando una cita con otro hombre? —
Debería curtirlo—, consiguió decir.
—Yo veo eso. ¿Por qué no me lo dejas, y lo reparo para ti?
Sidney se quitó el sombrero y se lo tendió sin decir una
palabra.
—¿Sucede algo malo? —preguntó Nash, cogiendo al viejo Ben.
—¿Vas a salir esta noche? —Sidney tuvo el valor de preguntar.
Una foto de Nash usando su jeans más ajustados y un sombrero
negro de vaquero sexy le vino a la mente.
Los ojos de Nash se abrieron momentáneamente. Sorprendió a
Sidney con una sonrisa torcida. —¿Has oído lo que he dicho?
—Sí. —Sidney esperó. Nash nunca le había mentido, pero
siempre había una primera vez.
Brazos fuertes rodearon a Sidney. —No es lo que piensas, así
que saca esos pensamientos de esta bonita cabeza tuya.
—Te he escuchado quedar para una cita. Así que no me digas
exactamente lo que debo pensar. —Sidney no se atrevía a mirar a
los ojos de Nash.
—No lo sé. ¿No puedes creer que yo piense que Reece ha sido
134
mi amigo durante mucho tiempo para poner fin a las cosas sólo por
teléfono? Se merece escuchar cara a cara que estoy enamorado de
otra persona, en vez de a través de un mensaje de texto —Nash
soltó a Sidney y dio un paso atrás—. No te voy a engañar. Nunca,
tú me puedes creer o no. Esta es una de las razones por las que
mis sentimientos luchan por ti. Todavía no sé cómo diablos una
relación entre nosotros va a funcionar, pero una cosa es cierta:
Estás acabando el grado, lo que significa que vamos a estar juntos
hasta el final del verano. Ahora, tú puedes optar por hacerte el
miserable y preocuparte que esté fuera en la mierda con alguien
más, o puedes concentrarte en los estudios sabiendo que te amo.
Tú decides.
Antes de que Sidney pudiera decir una palabra, Nash salió del
establo con el viejo Ben aferrado en la mano. Sidney quería correr
detrás de él, pero no pudo. A pesar de lo que dijo Nash, Sidney
sabía que siempre se preocuparía. Nash podía no ser un tramposo,
pero eso no significa que no encontrara a alguien y rompiera con él
antes de hacer un movimiento hacia el otro.
—¿Lo encontraste? —Lonnie le preguntó, empujando una
carretilla llena de paja y mierda hacia Sidney.
—Sí —respondió Sidney. Vio como Lonnie miraba las cicatrices
visibles en su descubierta cabeza. De repente, Sidney necesitaba
escapar. Era imposible que condujera hasta la Corte del Condado
de Reno en Hutchinson, pero podría tratar de conseguir una copia
de la última voluntad de su madre más tarde. Sin embargo,
necesitaba un lugar para pensar.
Sidney había pensado en ir por la tarde, pero sabía que no
podría hacerlo. Antes de que Lonnie saliera del granero, Sidney
gritó: —Si alguien me necesita estaré en el cementerio.

135
Nash aparcó a un lado de la carretera, detrás de la camioneta
del rancho frente al cementerio de la familia Running E. La pared
de piedra que rodeaba el lugar de descanso, siempre le sorprendía.
El muro había sido construido más de cien años antes y no había
una piedra fuera de lugar.
Vio a Sidney en una manta debajo del viejo nogal que daba
sombra a la tumba de su madre. Nash recordó el rechazo de
Jackson por tener que enterrar a su esposa en ese lugar en
particular. A Jackson no le había gustado la idea de que las raíces
del árbol finalmente destruyeran el ataúd de Elizabeth. Elizabeth
había sacudido sólo la cabeza y había tratado de explicar a su
marido que al convertirse en parte del árbol, viviría para siempre.
—Oye, —saludó a Sidney—. Lonnie me dijo que estabas aquí—
. Nash se sentó en la esquina de la manta y apoyó su espalda
contra el árbol. Se quitó el sombrero de vaquero y lo puso sobre la
hierba.
Los ojos Sidney permanecieron cerrados, pero Nash sabía que
el joven no estaba dormido.—Puedo sentirla aquí
—Ya lo sé. —Nash había encontrado la salida a su angustia en
la tumba de la madre de Sidney en más de una ocasión en los
últimos años. No había dudas en la mente de Nash de por qué
Sidney estaba buscando la comodidad de su mamá. La
conversación en el granero no había ido bien. Nash sabía que había
sonado más duro de lo que había pretendido, pero es que no podía
creer qué Sidney cuestionaba su lealtad. No fue hasta después de
que él se alejó que se dio cuenta de por qué Sidney se preocupaba.
—Conozco a Reece desde hace casi ocho años. Y he sido un
maldito para él la misma cantidad de tiempo, —comenzó Nash.
—No creo que quiera escuchar esto, —murmuró Sidney.
—Estoy seguro de que no, pero déjame terminar. Lo que iba a
decir es que me he tirado a Reece en los últimos ocho años y nunca
sentí que era algo más que una jodida. ¡Maldita sea! Una noche
contigo y yo sabía lo que era hacer el amor de verdad. Suena cursi
como el infierno, pero no puedo volver atrás. Me tienes.
136
Sidney, finalmente abrió los ojos y volvió la cabeza hacia
Nash. —¿Es guapo?
—Sí. —Nash se trasladó a tumbarse junto a Sidney. Trazó
algunas de las cicatrices pequeñas y oscuras que Sidney tenía en la
cabeza—. Puedo ver lo que significan tus cicatrices. —Él pasó la
mano por la pequeña cantidad de vello negro—. Sé que no lo crees,
pero tengo la sensación de que no volveremos a ver nunca más al
antiguo Sidney. Creo que estamos viendo la cara de un hombre que
conducía un coche cuando la vida de un amigo cambió para
siempre.
Sidney rápidamente dio la vuelta, desplazando la mano de
Nash. —Por supuesto que me siento culpable. ¿Cómo puedo no
hacerlo cuando me enfrento a lo que hice cada jodida vez que me
miro en un espejo?
—Me gustaría poder agitar una varita mágica y quitarte la
culpa, pero no puedo. Y no me digas que no sientes lo que sientes,
porque estoy seguro de que estaría pasando por las mismas
emociones si nuestras posiciones se invirtieran. Pero vamos a salir
adelante. Vamos a salir de esto. —Nash le puso una mano en el
centro del pecho a Sidney.
Sidney reunió su mirada con la de Nash, con lágrimas en los
ojos.—Besé a Lucas.
La confesión hecha a Nash se sentía insegura. —¿Es eso todo
lo que hiciste con él?
Sidney sacudió la cabeza como si estuviera frustrado. —No es
el beso. El beso no significó nada.
—Entonces, ¿qué? —Nash le preguntó, confundido.
—Se desabrochó el cinturón para poder darme un beso
mientras conducía esa noche.
El impacto de la declaración desconcertó a Nash por un
momento. Se acaba de colocar allí y se quedó mirando a Sidney.
—¿Entiendes ahora? Creo que Josh lo sabe. Yo creo que por
eso él no puede soportar verme o hablarme.
Nash se deslizó más cerca de Sidney antes de tirar al hombre
137 en sus brazos. A pesar de que entendía la culpa de Sidney, Nash
sabía que no estaba solo. —Si eres culpable, yo también lo soy por
empujarte lejos como lo hice. Tal vez así el beso nunca hubiera
sucedido. Y a menos que tú desabrocharas el cinturón de seguridad
de Lucas, él también tiene parte de culpa.
Con su mejilla herida apoyada en el pecho de Nash, Sidney se
apretó más fuerte al hombre. —¡Te amo!
—Te amo también. —Nash pensó en su reunión con Reece. A
pesar de que era importante hablar con Reece en persona, él no se
atrevía a dejar a Sidney por la noche—. Voy a llamar a Reece y le
diré que no puedo esta noche.
—No tienes por qué —Sidney murmuró.
—Sí, es verdad. Él tiene una idea de lo que está pasando de
todos modos, así que estoy seguro que lo entenderá si cambio la
hora.
Sidney se trasladó a descansar su barbilla en el pecho de
Nash. —Tengo que ir a Hutch en algún momento para obtener una
copia del testamento de mi madre. Tal vez vosotros dos podáis
tomar una copa o algo así, mientras lo hago.
Nash miró al cielo a través de las ramas del árbol. ¿Para
Sidney se trataba de compromiso, o era simplemente la esperanza
de controlar el tiempo que pasara con Reece? ¿Qué importaba?
Nash sólo necesitaba hablar con Reece durante el tiempo suficiente
para poner fin a las cosas con respeto. —Suena bien, —dijo
finalmente.
Sidney se deslizó hasta que estuvieron cara a cara. —¿Vas a
volver a verlo una vez que regrese a la escuela?
Mirando los grandes ojos verdes de Sidney, Nash no podía
imaginar a nadie más que tomara su lugar. —No. —En su corazón,
él sabía que se estaba condenando a una vida de soledad. Aunque
Sidney regresara al rancho de vez en cuando, Nash nunca tendría
la vida doméstica que siempre había deseado secretamente.
Sidney sonrió. La cicatriz fresca podría desaparecer, pero la
sonrisa de Sidney había sido alterada para siempre. En lugar de la
juvenil sonrisa que Nash había llegado a querer, la cicatriz hacía
que los labios de Sidney se estiraran hacia arriba, creando una
138
sonrisa más libertina. Nash pensó que la cicatriz hizo a Sidney aún
más sexy de lo que ya era. Sacó la cabeza de Sidney fuera de su
pecho con un beso profundo.
Sin pensarlo, Nash se subió en la parte superior de Sidney. Él
rompió el beso y se quedó mirando al hombre que era dueño de su
corazón. —¿Te hago daño?
—Nunca, —respondió Sidney antes de empujar la lengua en la
boca de Nash.
Nash se sujetó en sus antebrazos, con la esperanza de
mantener la mayor parte de su peso fuera de Sidney y de su aun
no sanado torso. El contacto directo de sus pollas era lo que
necesitaba Sidney. Su cuerpo frente a la erección que el deseo
había causado en Sidney. Se podía conseguir con facilidad que los
dos se corrieran sin follar, pero Nash quería escuchar bien alto a
Sidney, algo que sólo parecía lograr mientras lo montaba duro.
Con un gemido, Nash rompió el beso. —Tenemos que ir a
casa. Ahora. —Se ajustó la erección atrapada en sus pantalones
después de ponerse de pie. Nash le tendió la mano—. ¿Me sigues?
Sidney dejó que Nash lo ayudara a ponerse en pie. —Voy a
estar justo detrás de ti. Sólo déjame decir un adiós rápido.
Nash tomó la parte posterior de la cabeza de Sidney en su
lugar mientras saqueaba la boca sexy una vez más con la lengua.
—¡Date prisa! Estoy a punto de correrme en mis pantalones
vaqueros.
—Pues bien, creo que es mejor que llegues a casa para
solucionarlo. —Sidney presionó su cuerpo contra la polla de Nash—.
Coge la manta.
Nash se alejó antes de recoger la manta de la tierra. Vio cómo
se inclinó Sidney para colocar un beso en la lápida de Elizabeth. No
podía oír lo que Sidney susurró al granito negro, pero cuando se
puso de pie, su mirada era de total paz.
Se dirigieron cogidos la mano fuera del cementerio. Nash
ayudó a Sidney a subir al camión del rancho. —Tengo que pasar
por mi casa un segundo, pero estaré en el rancho enseguida.
139
Nash tenía que llamar a Reece, pero hacerlo desde casa de
Sidney parecía una falta de respeto. Aparcó en la entrada de su
casa y marcó antes de entrar en el interior. Tenía que hacerlo
rápido.
—Oye, —respondió Reece—. Estaba a punto de saltar a la
ducha.
—Me alegro de encontrarte a tiempo entonces. Lo siento, algo
ha surgido y tengo que cancelar la cita, pero yo esperaba que te
pudieras reunir conmigo durante el almuerzo de mañana.
—¿Almuerzo? No lo sé. Tal vez. —Reece suspiró—. Se ha
acabado, ¿no?
—Sí —confirmó Nash—. Pero eso no quiere decir que aún no
podamos ser amigos.
Reece se quedó callado por unos momentos, y Nash tenía
miedo de lo que se avecinaba. —Mira, —comenzó Reece—. No
necesitamos quedar para comer.
—¿Estás diciendo que no quieres siquiera que seamos amigos?
—preguntó Nash. A pesar de que sabía que nunca podría
enamorarse de Reece, todavía era un chico divertido con quien
hablar.
—Dame un poco de tiempo.
—Sí, está bien. —Nash se estremeció ante el dolor que detectó
en la voz de Reece. Su relación había sido sexual, ¿verdad? Nash se
preguntó si había cambiado Reece en alguna parte a lo largo de la
relación. A pesar de que se odiaba por haber causado dolor a su
amigo, Nash no había prometido nada más que un par de horas de
satisfacción mutua.
La llamada terminó sin que ninguno de ellos dijera adiós. Tal
vez fue mejor así. Nash colgó el teléfono antes de regresar a su
camión. Había hecho lo correcto, lo único, entonces ¿por qué se
sentía como un pedazo de mierda por hacerlo?.
El corto trayecto en coche de la casa al rancho enfrió su ardor,
pero no su amor.
Al llegar a la hacienda, salió de la camioneta y observó a
Sidney salir de la granja. La vista de Sidney, su silueta contra el sol
140

poniente, se llevó todos los pensamientos de Reece de la mente de


Nash. Por el hombre que caminaba hacia él valía la pena renunciar
a todo.

141
Capítulo 9

S idney le dio un vaso de té helado a Nash para ir a por su


gran plato de espaguetis antes de sentarse a comer. Los
dos habían ido al juzgado ese mismo día, y Sidney había sido capaz
de obtener una copia de la voluntad de su madre. Por alguna razón
estúpida, Sidney había creído que la voluntad de su madre le daría
respuestas, que no se plantearía más dudas. —¿Puedo hacerte una
pregunta que puede parecer un poco entrometida?
Nash tomó un trago y se secó la boca con el dorso de su
mano. —Claro.
—¿Cuánto alquiler le pagabas a papá?
—Unos cincuenta por mes. ¿Por qué?
Sidney le ofreció la copia del testamento. —De acuerdo con
esto, él no debía cobrarte nada.
—Mierda, —se quejó Nash antes de tomar un bocado de
spaghetti.
—Me aseguraré de que te lo devuelvan. Todo, —agregó
Sidney.
—No es necesario.
—Claro que lo es. —Sidney pasó los dedos por la pequeña pila
de papeles. Había discutido ya con Nash lo dispuesto en la voluntad
de su madre que prohibía la venta de la tierra, pero no había
hablado acerca de lo que haría con él—. Por lo tanto, me
preguntaba si podrías hacerte cargo completamente de la hacienda
por mí —finalmente preguntó.
Nash dejó su tenedor y tomó otro trago de su té antes de
contestar. —¿Qué quieres decir?
142
Sidney puso la servilleta sobre la mesa antes de ponerse de
pie. Se puso de pie al lado de Nash dándole una pista a su vaquero
guapo y este deslizó su silla hacia atrás para que Sidney pudiera
sentarse en su regazo. —Los dos sabemos que no deseo trabajar
en este rancho. Si no estuvieras aquí, vendería cada maldita cabeza
de ganado y dejaría que la tierra volviese a su estado natural.
—Y habrías dejado sin trabajo a unos hombres buenos, —le
recordó Nash.
—Lo sé, por eso te pido que hagas un intercambio conmigo. —
Sidney comenzó a darle suaves besos, primero en la cara y
después en el cuello.
Las manos de Nash comenzaron a apretar el culo de Sidney.—
¿Quieres que me encargue de la hacienda a cambio de sexo?
Con una sonrisa, Sidney negó con la cabeza. —No, tú puedes
tener sexo de forma gratuita. Quiero que las ganancias que recaude
el rancho sirvan para pagarte todo el alquiler que has estado
pagando a cambio de cuidar del rancho, el ganado y el equipo de
hombres.
Las manos de Nash se paralizaron. —¿Por qué haces eso?
—Porque es la mejor manera que conozco para mantenerte
aquí. Y quiero que tú tengas una participación en este lugar porque
has conseguido aumentar los beneficios con el ganado en los
últimos años. Lo único que pido de las ganancias es lo suficiente
para pagar los impuestos.
—No puedo hacer eso. El Running E es tu herencia, —Nash
comenzó a discutir.
—La tierra es lo que era importante para mi mamá, no el
rancho. —Le dio un profundo beso a Nash. Había estado pensando
sobre muchas cosas y algunas empezaban a tener sentido—. Debe
de haber sido una de las razones por las que mi mamá quería que
vivieras en la casa de mi abuelo. ¿Sabía que eras gay?
—No lo sé. Si lo supo, ella nunca dijo nada. —Nash hurgó
entre ellos y desabrochó el botón en la parte superior de los
143
pantalones vaqueros de Sidney. Insinuó con la mano la parte
posterior de los pantalones vaqueros de Sidney para hacerle
cosquillas a la parte superior de su polla—. Incluso si lo supiera,
estoy seguro de que no le habría importado y me hubiera
asegurado un lugar para vivir.
El dedo que se deslizaba arriba y abajo de la grieta de su culo
llevó a Sidney cerca de perder el enfoque. —Ella te quería en mi
vida. —Sidney se levantó y comenzó a quitarse sus ropas—. Te
quiero en mi vida, —dijo avanzando en dirección hacia la sala de
estar.
—¿Dónde diablos vas? —Nash lo llamó cuando Sidney salió de
la habitación
—Ver televisión. Seguir adelante y terminar de cenar. —Sidney
agarró la caja de condones y una botella pequeña de lubricante de
la mesa en el vestíbulo donde había escondido los anteriores.
—El infierno que lo haré. —La silla de Nash raspó contra el
piso de la cocina momentos antes de su aparición. Sus ojos se
abrieron mientras estudiaba la sala de estar—. Veo que lo tienes
todo planificado.
Sidney se acostó sobre la pila de mantas antes de coger el
mando de la televisión. —Se va a poner mejor. Mira lo que vino hoy
en el correo. —Apretó el botón de reproducción en el reproductor
de VHS y la consola de veinticinco pulgadas de la televisión
comenzó a mostrar una escena de dos hombres follando en un
establo.
—Santa jodida, —dijo Nash, quitándose la ropa.
Cuando Sidney descubrió que Nash nunca había visto una
película porno, se había ido de inmediato a la parte posterior de
una de sus revistas gay favoritas y ordenó una buena colección. —
Este es de alguien llamado ‘profundo y duro en Texas’. Pensé que
podría darte algunas buenas ideas.
Nash no lograba apartar los ojos de la pantalla. Tropezó con
las mantas y casi cae en la parte superior de Sidney. —¡Maldita
sea! Lo siento.
Sidney decidió apiadarse de Nash y le permitió seguir viendo
144
al vaquero follando a otro encima de un caballo. Se arrastró entre
las piernas de Nash y enterró su rostro en el vello corto oscuro que
rodeaba la dura polla de Nash.
Nash gruñó al notar el primer golpe de la lengua de Sidney a
lo largo de su polla.
—¿Tú vas a follarme así algún día? —Sidney le preguntó,
pasando la lengua por la cabeza de la polla de Nash.
—Mmm hmm. —Las manos de Nash, aterrizaron en la parte
superior de la cabeza de Sidney—. No creo que esos tipos sean
verdaderos vaqueros, —dijo Nash
Sidney soltó la polla de su boca antes de mirar a Nash. —¿Por
qué dices eso?
—Mira esas botas. Apuesto a que les costó por lo menos
quinientos dólares.
Sidney llegó a la botella de lubricante. —¿En serio? ¿Eso es lo
en lo que estás centrado? ¿O te refieres al hecho de que su culo es
tan marrón como el resto de él y eso te da una pista? ¿O que
supuestamente acaban de llegar un par de chaps y quieres usarlos
sin nada más?
—Eso podría suceder, —Nash se rió entre dientes.
Sidney se pasó la lengua por los labios. Los chaps de Nash que
había pedido en Navidad había llegado unos días antes y aunque
había intentado que él se los mostrara de inmediato, Nash había
estado usando los pantalones vaqueros por debajo. —¿Me estás
diciendo que posiblemente jugarías conmigo?
—Tal vez si yo supiera que no nos iban a descubrir. —Nash
roció un poco de lubricante en la mano. Y continuó viendo la follada
de los vaqueros cuando empezó a estirar el agujero de Sidney.
Sidney alzó su culo al aire y lo dejó jugar, mientras que Nash
volvía su atención a la película. Trató de imaginar a Nash en un par
de chaps y nada más. ¡Maldita sea! Se había venido en el acto. —
Creo que al caballo de la película le saldrán astillas.
Nash quitó los dedos del agujero de Sidney y los reemplazó
por su polla. Él se hundió hasta la empuñadura y se inclinó para
145
descansar su pecho contra espalda de Sidney. —Voy a poner una
manta de caballo sobre el que está en el establo para ti, bebé.
Era la primera vez que Nash había utilizado una expresión
cariñosa, y Sidney descubrió que lo disfrutaba bastante. De
repente, él quería que lo follara cara a cara. —Quiero mirarte. No
quiero ver a los de la televisión, quiero ver a mi vaquero.
Con el sonido de dos hombres follando y gimiendo de fondo,
Nash se retiró. —¿Debo poner la película en pausa?
Sidney se rió entre dientes y se puso sobre su espalda. —
Podemos verlo de nuevo, si nos perdemos algo.
Sentado sobre sus talones, Nash se quedó mirando a Sidney.
—¿Estás seguro de que estás bien para hacerlo de esta manera?
Sidney metió los antebrazos debajo de las rodillas y puso las
piernas contra su pecho. Hubo un ligero tirón en el área que estaba
sanando, pero nada que lo pusiera en riesgo. —Estoy bien.
Nash circuló el agujero de Sidney que se extendía con la punta
de su dedo. —Por supuesto que lo estás.
—No me jodas, vaquero. —Dijo Sidney poniendo los ojos en
blanco, Nash le sopló un beso.
Insinuándose contra el orificio expuesto de Sidney, Nash metió
la polla en el cuerpo de Sidney.
—Sí —gritó Sidney—. Jódeme el culo, —dijo, imitando el
vaquero de la televisión.
Nash agarró los tobillos de Sidney. —Agárrate.
Si lo hacía según las instrucciones, Sidney hizo todo lo posible
para envolver sus piernas alrededor de la espalda de Nash. No
había realmente ninguna esperanza de ser capaz de cruzar los
tobillos para mantenerlo allí, pero él le dio su mejor golpe. La
nueva posición de Nash le permitió tocar la parte superior de
Sidney.
Sidney intentó por unos momentos perseguir la boca de Nash
146 con la suya. Él quería un beso, pero el hombre parecía tan
empeñado en ver la película que Sidney no podría subir su cabeza
lo suficiente para que Sidney lo besara. —¡Bésame, maldita sea!
Nash parpadeó y miró a Sidney. —No traigas a casa esta
mierda si no quieres que yo lo vea.
—Se supone que te sube el estado de ánimo, no que te anula,
—argumentó Sidney, aunque no había fuego en su voz. Sabía que a
Nash lo estaba emocionando la película que había puesto. Él había
visto una película porno en New York, pero nunca había pensado
que llegaría el día en que alguien más podría disfrutar viéndola con
él.
Nash saqueó la boca de Sidney y metió la lengua en el
interior. Sidney gimió tanto por el beso como por la polla de Nash
golpeado dentro y fuera de él. No podía esperar a que su cuerpo se
curara por completo para que pudiera pedirle a Nash que lo follara
más fuerte, pero con cada empuje, Sidney sintió una ligera
punzada de dolor en la herida del estómago. Por supuesto que iba a
mantener la boca cerrada. Decirle a Nash que se estaba sintiendo
dolorido haría que terminara la diversión.
Los vaqueros falsos de la pantalla no habían parado aun
cuando Nash rompió el beso. —Pensé que iba a sobrevivir a ella,
pero no va a suceder, —jadeó Nash.
Sidney abrió la boca para responder en el momento que una
mano rodeó su polla. Su boca se abrió y una cadena de palabras
incoherentes salió volando. —Hijo de puta. Bueno. Demasiado
bueno, —balbuceó él cuando el primer chorro de esperma hizo
erupción de su polla.
Nash golpeó el interior del culo de Sidney unas cuantas veces
antes de gritar su nombre.
Sidney se aferró a Nash cuando el cuerpo de su amante se
estremeció con la intensidad de su clímax. Unos minutos más tarde,
Nash negó con su cabeza que descansaba junto a la de Sidney. —Y
aún están follando.
A Sidney le tomó un segundo averiguar de lo que Nash estaba
hablando, pero cuando los hombres de la televisión comenzaron a
gritar muy fuerte, se echó a reír. —Su culo probablemente esté
adormecido después de todo el rodaje.
147
Nash rodó hacia un lado, saliendo de Sidney. —Conviene
saberlo. Por lo menos no me siento como un fracaso ahora. —Rodó
a un lado y acercó a Sidney a sus brazos.
Sidney se acurrucó contra el amplio pecho de Nash. —Ni
mucho menos. —Mojó el pezón de Nash con su lengua. Cerró los
ojos y suspiró de satisfacción—. Yo podría dormirme aquí, —
murmuró.
Nash se echó a reír. —Me gustaría, pero todavía tengo que
darte de comer y un rancho que supervisar antes de que caiga la
noche.
Sidney volvió a suspirar, pero esta vez no fue de alegría. ¡El
maldito rancho siempre se interponía!.

Nash se estremeció de éxtasis, el agua fría de la manguera


sirvió para limpiarlo y enfriarlo. Odiaba la temporada del heno, pero
era un mal necesario. Echando un vistazo a sus manos, hizo una
mueca. Necesitaría una buena hora de excavar con una aguja para
poder quitarse todas las astillas de heno que se habían incrustado
sus manos, pero los guantes, en su opinión, hacían que el trabajo
fuera más lento.
Entrando en el granero, vio a Sidney en su mesa de dibujo
fuera de la casilla de Diablo. Después de la reacción del caballo en
el pasto el día anterior, Nash comenzó a preocuparse de que tal vez
no había esperanza de una recuperación. —Oye, —saludó.
148

Sidney levantó la vista de su diseño y sonrió. —Mmm, un


vaquero sudoroso y caliente. Mi tipo favorito.
Nash se inclinó y le dio un profundo beso a Sidney. Tirando
hacia atrás, se dio cuenta de que había goteado en la gran hoja de
papel. —Oh, mierda, lo siento.
Con un golpe de su mano, Sidney liberó al diseño de la
mayoría del agua. —Está bien. Éste es sólo para mí.
Nash apoyó una mano contra el borde de la mesa y estudió el
boceto. Él negó con la cabeza ante la asombrosa habilidad que era
evidente en cada línea recta y la curva del edificio. Sidney
definitivamente tenía un estilo propio. —Nunca había visto nada
igual.
—Esa es la idea. Aunque yo no sea el descubridor de la
ingeniería complicada, me gusta el concepto. —Sidney se rió entre
dientes—. Supongo que es por eso que debo mover el culo a la
escuela.
La mención de la escuela agrió el humor de Nash
inmediatamente. Sabía que el tiempo se acababa, pero él no estaba
listo para decir adiós todavía.
—¿Qué es lo que sucede? —le preguntó Sidney.
—Nada, —Nash murmuró.
Sidney abrió el delgado cajón que recorría el ancho de su
mesa y sacó un folleto. Él lo tiró sobre la mesa con una gran
sonrisa. —Mira esto, y dime qué te parece.
Las palabras ‘K-State’ saltaron a Nash desde la parte delantera
de la portada en color. —¿Estás pensando en cambiar de escuela?
—Contuvo la respiración. Era más de lo que podría haber esperado.
—No es que pensara en ello. Lo hice. Me presenté, me
aceptaron y comienzo en agosto. Voy a perder algunas horas de
crédito, pero si tomo clases en el verano, creo que aún puedo ser
capaz de graduarme en cinco años. —Sidney extendió la mano y
agarró la mano de Nash—. Está a menos de dos horas de aquí.
Puedo incluso ir y venir si quiero.
La idea de que Sidney condujera durante cuatro horas al día
149 no era una opción con lo que Nash quisiera tratar en este
momento. —Sería mejor que te quedases en la ciudad durante la
semana y volver a casa los fines de semana. Al menos eso te daría
más tiempo para estudiar.
—Sí, tienes razón. Tal vez pueda programar mis clases
durante cuatro días a la semana. Al menos eso me daría más
tiempo los fines de semana.
Por lo menos con el traslado de Sydney de universidad, Nash
tendría algunos años más con él. Él no parecía poder borrar la
sonrisa de su cara.
—Te gusta esa idea, ¿sí? —le preguntó Sidney con el atisbo de
una sonrisa en su voz.
—Definitivamente. —Nash se inclinó hacia abajo para dar a
Sidney otro profundo beso. Oyó el rugido del camión cargado de
heno llegar fuera del establo y rompió el beso—. Vamos a tener que
celebrarlo más tarde. Ahora tengo que ayudar a los chicos con la
descarga.
Antes de salir, Nash hizo un gesto a Diablo. Al igual que todos
los días, Diablo estaba en la esquina trasera de su casilla. —Oye,
¿cómo está hoy?
—Como siempre —Sidney fue a pararse al frente de la casilla—
. ¿Qué piensas tú que pasó realmente con él?
Nash se unió a Sidney con un brazo alrededor de su cintura. —
No lo sé. Quiero decir, es obvio que alguien lo azotó, pero el por
qué o el qué no va a cambiar nada. —La voz denotó su mayor
preocupación en lo que respectaba al hermoso semental—. Tal vez
sería mejor que lo dejáramos.
—¿Matarlo?
Nash conocía que la idea de poner al animal a dormir
perturbaría a Sidney, pero necesitaba hacer frente a la realidad de
la vida del rancho. —Míralo, bebé. Tiene miedo hasta de su propia
sombra. Cuando lo pusieron fuera en la noche, saltó la maldita valla
tratando de alejarse de los otros caballos. —Nash besó el corto y
suave cabello de la parte superior de la cabeza Sidney—. Sólo me
preocupa que estemos haciendo más daño que bien.
150
Sidney cuadró los hombros. —No voy a dejar que se venga a
abajo mientras todavía haya una oportunidad para que pueda salir
de ella.
Nash se preguntó si la reacción de Sidney tenía algo que ver
con Luke. Aunque Luke aún se encontraba en estado de coma, la
familia Ballentine se negó a renunciar a la esperanza. —Bueno,
vamos a tomarnos las cosas día a día.

151
Septiembre 1987

Aún le quedaban como dos horas en coche para llegar a casa.


Sydney pensó en el desacuerdo que había tenido con uno de sus
profesores. Si bien el profesor Adams le había felicitado a Sidney en
los aspectos estéticos de su diseño, le había informado que no era
edificable.
Sidney se negó a tomar la declaración de Adams como un
hecho. Había que encontrar una manera de hacer las curvas y
ángulos lo suficientemente estables como para que pudiera
edificarse, así tuviera que pasar el resto de su vida haciéndolo.
La idea para el edificio había venido a él una noche mientras
esperaba que Nash viniera desde la pradera del noroeste. Sidney
había estado fascinado por la forma de la hierba, los arbustos y los
árboles mientras el viento soplaba más fuerte que de costumbre. El
mismo movimiento se agitaba en su interior con algo que no podía
explicar.
Aplicando al diseño de edificios de estilo tradicional sus propios
giros añadidos, Sidney comenzó a preguntarse qué pasaría si él
tirara el reglamento y dibujara algo que nadie hubiera visto alguna
vez antes. ¿Qué pasaría si hacía un edificio que no tenía por qué
parecerse a un edificio en absoluto? ¿Qué pasaría si él tomaba las
ideas de la naturaleza y diseñara edificios que realmente encajaran
con su entorno?.
Echó un vistazo al tubo en el asiento del pasajero que le llevó
incontables horas de trabajo. El diseño de Sidney era inusual, ya lo
sabía. Con una fachada de vidrio degradada desde el tono azul
hasta el más claro, la estructura se parecía más a una fachada de
edificios de oficinas.
Su teléfono de color anaranjado sonó de nuevo,
sorprendiéndolo de sus propios pensamientos. Se agachó y apagó
el casete que había estado escuchando antes de tomar el teléfono.
152 Aunque increíblemente caro, Nash había sido el primero en hablar
con Sidney cuando él se lo compró. Había pasado más de un año
desde el accidente, pero Nash seguía preocupado cada vez que
Sidney hacía el viaje de dos horas hacia casa desde Manhattan. —
¿Hola?
—Hey. Sólo quería ver lo lejos que estás, —dijo Nash.
—Unos quince minutos más o menos. ¿Por qué, que pasa?
—Tengo a Diablo en el pasto, y creo que hay algo que
necesitas ver.
El corazón de Sidney dio un vuelco. Había pasado casi cada fin
de semana trabajando con el semental herido. La idea de que algo
le sucediese al tímido animal le daba un miedo de muerte. —¿Está
bien?
—Más que bien. Ya lo verás cuando llegues aquí. Conduce con
cuidado amor.
—Lo haré. —Sidney apretó el botón, poniendo fin a la llamada.
Se preguntó por qué Nash tenía a Diablo fuera del establo con este
clima de mierda.
Cuanto más se acercaba a la casa, más pesada se hacía la
lluvia. Perfecto. El patio de la hacienda no sería más que un pozo
de barro, que era típico en el mes de octubre en Kansas, pero
desesperante de todos modos.
En el momento en que llegó a su casa, la lluvia era ya
torrencial. En vez de dirigirse a la casa, se dirigió al granero.
Sidney estacionó su camioneta antes de correr como un loco hacia
el hombre que esperaba junto a la puerta abierta. —Está cayendo
una buena, —dijo volando hacia los brazos de Nash, tirando su
sombrero de vaquero en el proceso.
—Ha estado lloviendo así la mayor parte del día. —Nash se
inclinó y recogió el sombrero, con un brazo todavía envuelto
alrededor de Sidney. Después de ponerse su sombrero, tomó la
boca de Sidney en un apasionado beso.
Sidney se abrió a la exploración de la lengua. ¿Cuántas veces
lo había besado Nash en el último año? No era suficiente la
respuesta inmediata que le vino a la mente. Sidney sabía que no
153 debía cansar a su vaquero grande. Saliendo en busca de aire,
Sidney miró Nash. —Muéstramelo.
Los grandes ojos marrones se abrieron grandes y redondos. —
¿Aquí mismo?
Riendo, Sidney besó de nuevo a Nash. —No es eso, aunque
estoy seguro de que tendré que inspeccionar cada centímetro de tu
cuerpo más tarde, yo estaba hablando de Diablo.
—Oh —Nash se encogió de hombros—. Supongo que si no lo
quieres ahora...
—Detente. —Sidney extendió la mano y Nash se volvió hacia
la parte de atrás del establo—. Ahora me lo enseñas.
Nash llegó por la espalda y agarró a Sidney de la mano
mientras caminaba hacia la puerta. —Cometí un error esta mañana
cuando lo puse fuera. Le puse alfalfa junto a las yeguas, pero es
evidente él se había metido en la pradera del oeste.
Sidney patinó hasta detenerse. No importa lo mucho que lo
intentara, Diablo se negaba a estar en torno a otros caballos sin
enloquecer. Tener al dulce y templado castrado, en el mismo pasto
con Diablo, podría ser desastroso. —Por favor, dime que los dos
están bien.
Nash tiró hacia delante a Sidney. Una vez que llegaron a la
puerta, Nash tomó un par de prismáticos del gancho junto a la
puerta antes de dárselos a Sidney. —Descúbrelo tú mismo.
Sidney podía ver una mancha de color en la parte posterior de
la pastura. Centrándose en ella, la boca Sidney se abrió. —¡Oh,
Dios mío!
Los dos caballos machos se acariciaban uno al otro como una
pareja de recién casados.
—Sí —admitió Nash—. Deberías haber visto mi cara antes,
cuando vi a Diablo dejar comer de la misma alfalfa a Buckwheat'll
allí junto a él.
Sidney bajó los prismáticos y se volvió hacia Nash. —¿Me
estás diciendo que el caballo es gay?
Nash asintió con la cabeza. —Llamé a Jackson para
confirmarlo. —Nash condujo a Sidney a un fardo de paja.
154
—Bien ¿él lo sabía? —le preguntó Sydney subiendo al regazo
de Nash.
—Sí, —murmuró.
Sidney podía decir que había habido más que una mera
conversación entre Nash y Jackson. La relación entre Sidney y su
padre siempre había sido tensa, pero desde que Jackson había
comenzado una nueva familia, su relación era inexistente. —¿Qué
más?
Le tomó varios momentos a Nash hablar. —Jackson compró a
Diablo como semental, pero pronto descubrió que no sería posible
utilizar a Diablo para la cría. En lugar de invertir dinero para
recoger el esperma de Diablo y congelarlo, pensó que sería más
fácil azotar al caballo cada vez que intentaba montar a uno de los
caballos castrados.
Sorprendido por la crueldad de su padre, Sidney no podía
dejar de pensar que la reacción de Jackson a las preferencias de
Diablo iba más allá del semental. Pensó en todas las veces que su
padre lo había golpeado en los últimos años. ¿Esos golpes tenían
más que ver con quién era, que por lo que había hecho?.
Sidney bajó del regazo de Nash antes de caminar hacia la
puerta abierta una vez más. Tomó los prismáticos y vio los dos
caballos hasta que su visión se nubló por las lágrimas. Diablo se
mostraba feliz por primera vez en casi tres años. —Me pregunto si
alguna vez vamos a volver a traerlo de vuelta a su puesto.
Brazos fuertes se envolvieron alrededor de él por detrás. —No
lo necesitaremos, al menos no hasta que el clima cambie. La gran
pregunta es cómo va a reaccionar Diablo con la gente cuando
tomen a Buckwheat'll para cabalgar.
Sidney apoyó la espalda contra Nash. —Vamos a tener que ir
despacio.
—Sí —admitió Nash.
Después de dejar los prismáticos a un lado, Sidney se dio la
vuelta y apretó su mejilla contra el pecho de Nash. —Yo no quiero
155
volver a ver a mi padre otra vez. —Era algo difícil de enfrentar,
pero Sidney sabía en su corazón que el hombre nunca lo aceptaría,
y Sidney estaba cansado de intentarlo.
Nash recorrió con sus manos arriba y abajo la espalda de
Sidney reconfortándolo. —Creo que un poco más de tiempo de
separación no sería una mala idea, pero nunca digas nunca. —Frotó
con sus labios la frente de Sidney—. Vamos a preparar la cena.
Tengo una nueva película que quiero ver.
Sidney sonrió. Desde que Nash descubrió los videos porno, se
había vuelto bastante adicto comprándolos. Por alguna razón que
no entendía él estaba obsesionado con policías de hoy en día. —
Más policías.
—No. Mecánica.
El interés de Sidney se despertó. —¿Mecánica y mucho
músculo?
—Sí. Sudor, grasa, musculosos mecánicos con pollas grandes.
—Oh, mierda. Eso es como la tormenta perfecta de la
pornografía. —La polla de Sidney se puso rígida en sus pantalones
vaqueros—. ¿Qué tal si tomamos un par de cervezas y mantequilla
de cacahuete con un poco de pan cuando pasemos por la cocina de
camino al dormitorio?
—Olvida el pan y tú tienes un trato.

156
Capítulo 10

Junio 1989

P or mucho que odiaba Sidney pasar sus veranos en la


escuela, las clases se habían alargado más de lo
previsto. Nueve meses más, se dijo. Aunque estaba preocupado por
la cercanía de su graduación, sus calificaciones eran de primera,
por lo que no debería tener problemas para conseguir luego un
trabajo, ya fuera en Kansas City o Wichita, pero realmente ¿donde
quería estar?.
Un ruido de las escaleras llamó su atención. —¿Eres tú? —
llamó.
—Sí. ¿Dónde estás? —respondió Nash.
Sidney miró a su alrededor al antiguo dormitorio principal.
Nunca había sido capaz de quedarse a dormir en la misma
habitación donde había muerto su madre, pero allí había
encontrado la luz perfecta para su estudio de trabajo.
Sidney puso su lápiz sobre la mesa de redacción antes de girar
su silla para hacer frente a la puerta. Se había propuesto no visitar
la granja a su llegada a casa de la universidad. La noticia de que
Buckwheat'll había estado con cólicos había desganado su trabajo
en el rancho. A pesar de que habían pillado la enfermedad desde el
principio, la condición de Buckwheat'll no era muy buena, de
acuerdo con Nash, el caballo no estaba respondiendo al
tratamiento.
Se preparó para recibir la noticia que conocía en su corazón.
La puerta se abrió y el hombre que amaba entró en la habitación.
Nash parecía hecho una mierda, y Sidney de repente se sentía
culpable por no haberlo buscado antes. —¿Cómo estás?
157
Con las manos en los bolsillos, Nash miró hacia el suelo,
protegiendo su cara de la vista de Sidney con su sombrero. Nada
bueno. Nash sacudió la cabeza con un suspiro. —Doc piensa que es
hora de sacarlo de su miseria.
Sidney se puso en pie. —No podemos hacer eso. ¿Qué hay de
Diablo?
Nash lo miró con lágrimas en los ojos. —No hay nada que
hacer, y el Doc no cree que Buckwheat'll pueda sobrevivir después
de la cirugía.
Sidney tragó el nudo en su garganta. —¿Podemos intentarlo
de todos modos?
Nash cruzó la habitación antes de envolver a Sidney en sus
brazos. —Vamos al granero. Creo que verlo te ayudará a entender
de lo que estoy hablando.
Sidney enterró su rostro contra el pecho de Nash. No sabía si
era la habitación o la desesperanza de la situación, Sidney no lo
sabía, pero lo único que podía pensar era en las horas previas a la
muerte de su madre. Su padre había tratado de mantenerlo fuera
de la habitación, pero Sidney se sentaba en el suelo delante de la
puerta escuchando a la persona más importante de su vida
luchando por respirar.
A pesar de que no sabía todo lo que había que saber acerca de
los caballos, Sidney sabía lo que los cólicos les hacían. —No puedo.
—Entonces déjame hacer lo que hay que hacer. —Nash besó la
parte superior de la cabeza de Sidney—. No sabes cuánto lo siento.
—No es culpa tuya, —dijo Sidney, luchando con sus
emociones—. Doc ya confirmó que no tenía nada que ver con los
parásitos. Es una de esas cosas que pasan. Pero ¿por qué le tiene
que pasar a Buckwheat'll?, ¿por qué no a Rosie o uno de los otros
caballos? —Sidney cerró los ojos, pero finalmente asintió dando su
consentimiento—. ¿Me llamarás una vez que lo hayas hecho? Me
gustaría decirle adiós.
—Sí. —Nash inclinó la barbilla de Sidney para un suave beso—
158
.Vamos a seguir adelante y lo cargaré en el remolque antes de... —
Nash se detuvo el tiempo suficiente para aclararse la garganta. La
situación emocional, obviamente, llegó hasta él—. Voy a poner un
poco de paja abajo. Me aseguraré de que esté lo más cómodo
posible.
La mirada de Sidney se desvió hacia donde estaba la cama de
su mamá, donde se había sentado una vez. ¿Su madre habría
querido morir antes si se le hubieran dado esa opción? A pesar de
que había sido tan joven en ese momento, Sidney sabía que había
estado aguantando todo el tiempo que pudo por él. ¿No hubiera
sido mejor si hubiera sido capaz de caer en un interminable sueño
en lugar de jadear hasta que sus pulmones dejaron completamente
de funcionar?.
—¿Dónde está Diablo?, —preguntó.
—En su puesto, sedado. Hemos tratado de dejarlo en el pasto,
pero saltó a través de la valla. Tendrá algunas cicatrices, pero nada
serio.
El pensamiento de Sidney fue hacia Nash y cómo el vaquero
se había sentado en silencio con él el día del funeral de su madre.
Él se apartó de Nash y cuadró los hombros. —Voy a hacer
compañía a Diablo mientras tú te ocupas de Buckwheat'll.
—No tienes que ir. Sedado o no, dudo que te dejara estar
cerca de él en este momento.
—No importa. Me sentaré en el granero si tengo que hacerlo.
Lo importante es que él vea que no está completamente solo.

159
Llevando una nevera pequeña y una bolsa con hamburguesas,
Nash entró en el establo. Sidney estaba manteniendo la vigilia en la
plaza de Diablo, con la mirada perdida en el espacio. Hacía horas
que ya había conducido el cuerpo de Buckwheat'll al crematorio
detrás de la oficina del veterinario.
—Oye, —saludó Nash, inclinándose para darle un beso rápido
a Sidney—. Pensé que podrías tener hambre. —Puso la nevera en el
suelo, junto a Sidney antes de tirar una paca de paja para poder
sentarse—. ¿Cómo está?
Sidney se encogió de hombros. —El sedante extra que le puso
Doc no ha desaparecido todavía, pero tengo miedo de lo que pasará
cuando lo haga.
Nash buscó en la bolsa y sacó una hamburguesa con queso. —
Come.
Sidney negó con la cabeza. —No, gracias.
El instinto de Nash fue discutir con el hombre más joven y
obligarle a comer algo, pero al final, devolvió la hamburguesa a la
bolsa y la puso en la parte superior de la nevera.
—He estado pensando en mi papá, —dijo Sidney después de
unos momentos.
—¿En serio? —Sidney no había mencionado a Jackson en más
de un año.
—Sí. Se quedó con ella hasta el final. Vio a la mujer que
amaba morir en sus brazos. —Sidney miró a Nash—. Él nunca fue el
mismo después de eso. No es que él fuera un príncipe antes,
pero...
Nash le tendió los brazos. —Ven aquí, bebé.
Sidney tomó la oferta de Nash inmediatamente y se subió en
su regazo. Nash trató de envolver con sus brazos en un capullo
protector al hombre que amaba.
—Prométeme algo, —susurró Sidney.
160 —Cualquier cosa, —dijo Nash.
—Si algo me pasara a mí, prométeme que no dejarás que la
pena te cambie como mi papá y Josh hicieron.
Nash se cubrió la cara con el pelo largo de Sidney. Sidney no
había mencionado a Josh ni a Lucas desde que dejó de ir al hospital
de rehabilitación casi dos años antes. Lucas había pedido verlo,
pero Josh se había negado a hablar todavía a Sidney. Aunque la
condición de Lucas era permanente, él había trabajado duro para
recuperar el uso de su voz. De acuerdo con Sidney, la visita había
sido muy emotiva, pero no tuvieron de que hablar.
—No puedo prometer eso, —Nash finalmente respondió.
Sidney se echó hacia atrás lo suficiente como para mirar a los
ojos de Nash. Abrió la boca como si fuera a discutir, pero la cerró
con un suspiro. —Creo que yo tampoco podría prometerlo, —dijo
después de unos minutos.
Nash siguió abrazando a Sidney hasta que el interior del
granero se puso tan oscuro que ya no podían ver a Diablo. —
¿Quieres que vaya y coja los sacos de dormir?
—Sí.
Nash depositó de nuevo a Sidney en su silla. —No tardaré
mucho.

Un ruido que sonaba como que el granero se estaba cayendo


encima de él despertó a Sidney. —¡Diablo! —le gritó sollozando al
semental.
161 Nash se puso en pie antes de que Sidney pudiera conseguir él
mismo desenredarse de la bolsa de dormir. —Enciende la luz, —
ordenó Nash cuando sonó otro golpe.
Desnudo, Sidney se apresuró hacia la caja de control que
había al lado de la puerta y levantó la palanca. Las luces se
encendieron, iluminando el granero en un resplandor dorado. Se
lanzó de nuevo a la plaza, haciendo caso omiso de su desnudez,
para encontrar a Nash tratando de poner una cuerda alrededor del
cuello de Diablo.
La sangre salpicó la cara y las manos de Nash cuando Diablo
siguió pateando la pared trasera del granero. Sidney dio un paso al
lado de Nash para tratar de ayudar.
—Vete. —Le gritó Nash.
—Solo dime qué hacer. —Le pidió Sidney viendo que el corte
irregular en el cuello de Diablo no presagiaba nada bueno para el
caballo.
Cuando un relincho fuerte sonó segundos después de que
Diablo cayera al suelo, el corazón de Sidney se hundió. —Voy a
llamar a Doc.
—No —Nash dejó caer la cuerda a lo largo de la cabeza.
—¿Nash?
—Él va a estar muerto antes de que el Doc pueda llegar aquí,
—murmuró Nash, frotándose los ojos con las palmas de sus manos.
Diablo seguía gritando de dolor cuando se golpeó la cabeza
contra el suelo.
Nash miró sobre su hombro a Sidney. —Tráeme la pistola.
Sidney se quedó congelado en el sitio, sacudiendo la cabeza.
—¡Maldita sea, Sydney!, no quiero hacerlo, pero no tengo otra
opción de mierda! —Nash le gritó, ahogándose en su última
palabra—. Él va a estar aquí golpeando con la cabeza su propia
mierda si no hacemos algo. ¡Ahora vete!
Sidney se dio la vuelta y echó a correr. La oscuridad del patio
de la hacienda junto con sus lágrimas que caían libremente le
impidió ver el raspador de arranque14 que estaba fuera del establo.
162
14
Rascador de zapato. Un raspador de arranque es un producto puede quitar el barro de cualquier calzado jardín para
mantener el barro fuera de la casa
Antes de que pudiera esquivarlo, Sidney se tropezó y cayó
duramente en el camino de grava, las piedras se le clavaron en sus
manos y en la barbilla.
Un relincho de agonía sonó a su espalda, Sidney sacudió las
manos de la picadura y trató de recuperar el aliento. ¡Maldita sea!
Él se puso en pie, dándose a sí mismo un momento para conseguir
el equilibrio antes de correr hacia la casa una vez más.
Él cogió una silla de la cocina, maldiciendo al cielo una vez
más. Sidney levantó el rifle cargado fuera de su soporte y saltó al
suelo, prestando especial atención de tener el rifle a cierta distancia
de él.
En el momento en que llegó de nuevo al establo, los gritos de
Diablo eran insoportables. Era evidente que el dolor del caballo era
más que físico. Sidney le entregó el rifle a Nash.
Nash dio un respingo cuando tomó el rifle. —¿Qué sucedió?
Sidney agitó su mano ensangrentada. —Solo haz lo que
tengas que hacer.
—No hasta que te vayas, —dijo Nash.
¿Nash siempre iba a tratar de protegerlo del dolor, y de toda
la fealdad de la vida real? Le dio la espalda y cruzó los brazos. —
Déjame estar junto a ti, por favor.
Sidney contuvo el aliento, esperando el disparo que sabía que
iba a venir. Su cuerpo se sacudió cuando el rifle disparó.
Un grito de angustia escapó de Nash momentos más tarde.
Sidney se dio la vuelta para encontrar a Nash de rodillas, el
rifle en el suelo de madera, en un lado. Sin mirar a la plaza, Sidney
fue hacia Nash. Envolvió sus brazos alrededor del hombre que
amaba, sabía que era un día que atormentaría a ambos por el resto
de sus vidas.

163
Después de hacer la llamada a Doc, Sidney subió corriendo a
su cuarto de baño y sacó el botiquín de primeros auxilios. Las
heridas en la piel de las manos y la barbilla no eran graves, pero
necesitaban ser limpiadas y desinfectadas. Comenzó con un jabón
antibacteriano, haciendo una mueca mientras iba limpiando las
áreas lesionadas. La mirada de Sidney volvió a la caja de metal
blanco que su madre había llenado de suministros de primeros
auxilios. A pesar de que probablemente debería utilizar el alcohol,
cogió el peróxido en su lugar.
Sidney sonrió mientras servía el incoloro líquido claro en la
palma en su mano izquierda. Recordó lo fascinado que se sintió
cuando era un niño y su madre le vertió agua oxigenada en la
herida que se había hecho ese día y se formaron burbujas de
espuma blanca.
Giró la muñeca y se puso una buena cantidad en la palma de
la mano antes de llevar el mentón hacia abajo para sumergirlo en
el antiséptico. Sidney se quedó mirando su reflejo en el espejo
cuando las burbujas hicieron su trabajo.
Satisfecho y esperando que no se infectara a corto plazo,
Sidney se puso un par de pantalones cortos antes de regresar a la
planta baja. Decidió hacer café ya que dudaba que cualquiera de
los dos fuera capaz de dormir. Diablo tendría que ser incinerado,
pero no serían capaces de lograrlo hasta que los peones llegaran al
trabajo.
Con un café en la mano, Sidney miró por la ventana por
164
encima del fregadero de la cocina. A pesar de que sabía que la
muerte de Diablo lo perseguiría durante los próximos años, era
Nash quien más le preocupaba. El tormento en la expresión de
Nash cuando había entregado el arma a Sidney y le ordenó
regresar a la casa para llamar al Doc siempre quedaría grabado en
su memoria. Él había sabido sin que Nash lo dijera que planeaba
quedarse en el granero y limpiar la sangre antes de que los
trabajadores del rancho llegaran a trabajar. Nunca en su vida
Sidney había visto tanta sangre.
El accidente de coche pasó por su mente, sólo que había sido
la sangre de Sidney la que cubría el interior del coche en ese tramo
de carretera de Nueva Jersey. Lucas había tenido lesiones internas.
Por primera vez desde el accidente, una imagen de Josh llegó a su
memoria saliendo de las profundidades de la mente de Sidney.
Recordó que estaba acostado en el asiento delantero, el
animal seguía en el medio, a la mitad del coche. Josh estaba
gritando a un vehículo en marcha en busca de ayuda. Sidney había
tratado de hablar, de decir a Josh que su hermano había salido a
través del parabrisas, pero las palabras no quisieron venir.
La cara de Josh cuando se sacó la camisa y la llevó a la mejilla
de Sidney fue misteriosamente igual a la expresión que había visto
a Nash en el granero. Era la primera vez que Sidney recordaba a
Josh disculparse. Una y otra vez Josh decía a Sidney cuánto lo
sentía. ¿Por qué Josh se disculpaba con él?.
Una vez que Sidney fue capaz de decirle a Josh que fuera a
ayudar a Lucas, los ojos de Josh se habían abierto asustados. Josh
se había echado hacia atrás y se cubrió la boca con la mano. Sidney
no había entendido la reacción, todavía no lo hacía.
Sidney se frotó el pecho. El dolor que venía de los recuerdos
de esa noche era peor esta vez. Había pasado un tiempo desde que
había tratado de llegar a Josh. Tal vez debería intentarlo de nuevo
antes de que pasara mucho más tiempo.
Con la nueva resolución de reparar una vieja amistad que
significaba el mundo para él, Sidney llenó un termo con café recién
hecho y se fue hacia el granero.
Al entrar en el granero, Sidney no vio de inmediato a Nash,
165 pero oyó un ruido procedente de la plaza de Diablo. —Yo traje café,
—dijo, cruzando la extensión.
—Pensé que te había dicho que te quedaras en casa —dijo
Nash con la voz ronca.
Sidney continuó andando. Al ver a Nash estuvo a punto de
dejar caer el termo al suelo. Lo sostuvo a tiempo y lo colocó en una
esquina, con el corazón acelerado. —Pensé que tal vez me
necesitaras, —dijo, pasando por encima de la piscina de sangre
más grande en la que estaba arrodillado Nash.
Nash siguió mirando el enorme agujero en la cabeza de
Diablo. —Lo que necesito es que tú no seas tocado por esto. Vuelve
a casa.
—No, —susurró Sidney, poniendo su mano en el centro de la
espalda de Nash.
Eso fue todo lo que tomó para conseguir finalmente la
atención de Nash. Nash parpadeó varias veces antes de mirar en
dirección a Sidney. La expresión confusa en la cara de Nash lo decía
todo. —No tengo diez años, Nash. No puedes arreglarlo todo para
mí. —Sidney hizo un gesto hacia el caballo muerto—. ¿Esto? Esta
es la vida real. Es feo y sucio, pero tiene que ser limpiado, y quiero
ayudar.
Los ojos de Nash se llenaron de lágrimas. —De acuerdo. —Él
respiró hondo antes de darle un beso en los labios a Sidney—. Voy
a ir al cobertizo a coger una bolsa de aceite absorbente. Comienza
a limpiarlo con el serrín.
Cuando Nash comenzó a ponerse en pie, Sidney agarró su
mano y tiró de él hacia abajo. Había algo en la voz de Nash que lo
preocupaba, y Sidney no podía dejar pasar el momento sin
tranquilizarse a sí mismo. —¿Estás bien?
Nash rompió el contacto de los ojos y miró a Diablo, una vez
más. —Lo voy a estar. —Nash besó a Sidney de nuevo, más
profundamente y con más emoción.

166
Septiembre de 1989

Sentado en su apartamento de alquiler, Sidney buscaba en su


cartera la pequeña hoja de papel con el número de teléfono de
Josh. Había tenido prácticamente que amenazarlo para conseguirlo,
pero finalmente había cedido. Sidney imaginó que era la manera de
Josh para conseguir que no volviera a molestarlo.
Marcó el número y esperó, con la esperanza como el infierno
de que Josh lo cogiera.
—¿Hola?
Sidney escuchó ruidos en el fondo, y Josh parecía sin aliento.
No es la mejor manera de comenzar una conversación. —Oye, —
dijo finalmente—. Soy Sidney.
—Oye —contesto Josh—,este no es un buen momento. ¿Te
puedo llamar más tarde?
En cualquier otro momento, Sidney podría creer que Josh sólo
estaba tratando de sacarlo fuera, pero la conmoción en el fondo, le
dijo a Sidney lo contrario. —Claro. ¿Todavía tienes mis números?
—Sí, estoy seguro de que están por aquí en alguna parte, —
contestó Josh. Un fuerte golpe sonó—. ¡Maldita sea!. Me tengo que
ir.
El teléfono se cortó antes de que Sidney pudiese decir nada
más. Se preguntó lo que debía ser la vida para Josh y Lucas.
Aunque Lucas había logrado avances notables desde el accidente,
Sidney sabía por Maggie que seguía necesitando constantemente
supervisión. A pesar de sus dudas al respecto, Josh había insistido
en que el sería quien cuidara de su hermano. Josh no sólo había
dejado la escuela, con el desacuerdo de Maggie, él también había
abandonado su propia vida, centrando su atención en Lucas.
Sidney estaba una vez más agradecido de haber convencido a
Maggie para que demandara a la compañía de seguros de Sidney
por daños y perjuicios. Por supuesto, Sidney había sido expulsado
167

de la compañía de seguros, pero al menos dormía un poco mejor


por la noche sabiendo que los Ballentines tenían el suficiente dinero
para cuidar de su hijo.
Sintiéndose triste, llamó a la única persona que siempre había
tenido la capacidad de animarlo. Aunque Nash había estado
distante en los últimos tiempos, había sido el refugio de Sidney, él
todavía estaba allí, algo que Sidney no podía decir acerca de
ninguna otra persona en su vida.
—Running E.
—¿Lonnie? —Sidney se preguntó por qué el peón estaba
contestando el teléfono en lugar de Nash.
—Sí. Nash está en Hutchinson de nuevo por lo que me pidió
que contestara el teléfono del granero si sonaba.
¿Hutch? Era la tercera vez en dos semanas que había llamado
sólo para descubrir que Nash estaba fuera. —¿Dijo cuándo volvería?
—Los celos comenzaron a deslizarse hacia arriba por la columna
vertebral de Sidney. Sólo había una razón que se le ocurrió, para ir
a Hutch tres veces en dos semanas. Reece.
—No, pero por lo general nos dice cuánto tardará en volver, —
dijo Lonnie.
—Bueno, gracias. —Sidney colgó el teléfono. No era aún
jueves, lo que significaba que había un día entero de clases antes
de que pudiera regresar al rancho. Echó un vistazo a la asignatura
final. Era por la mañana, pero tal vez el profesor Garmin le
permitiese hacerlo fuera de hora.
La idea de dejar detrás el proyecto lo molestó de todos modos.
Sidney no había decidido si creer o no en el profesor, cuando dijo
que era un concurso para ver quién podía competir con el mejor
diseño para una nueva biblioteca que se estaba construyendo al
norte de Chicago.
En opinión de Sidney, la compañía que había creado el
concurso estaba buscando un diseño libre, si no ¿por qué Garmin
les iba a dar una oportunidad?. Sidney tenía muchas opciones en la
materia.
168
Sacó su agenda, con la intención de llamar a su profesor. Su
próximo paso sería tratar de encontrar la dirección de Reece Lyon.
Capítulo 11

P
ara cuando Nash llegó con su camión al rancho eran casi
las 11:30 y todavía tenía algunas horas de trabajo que
hacer antes de que pudiera irse a la cama. Comenzó a ir hacia el
granero, pero se frenó cuando vio al gran Bronco15 de Sidney
estacionado junto a la casa. —¿Qué coño?
Nash estacionó al lado del Bronco y salió. Se sorprendió al ver
a Sidney sentado en el porche oscuro fumando un cigarrillo, un
hábito que Nash pensó que el joven había abandonado años antes.
—¿Qué ha sucedido?
Sidney exhaló una bocanada de humo. —Yo estaba a punto de
preguntar lo mismo.
Algo en el tono de Sidney detuvo a Nash en seco. —Bueno,
como puedes ver, estoy llegando a casa. Yo tenía algo que hacer.
La pregunta es, ¿por qué estás en casa un jueves?
Sidney apagó el cigarrillo en la hierba marrón al lado del
porche. —Te llamé antes. Lonnie me dijo que fuiste a Hutch otra
vez. —Sidney se levantó y puso las manos sobre sus caderas—.
Has estado yendo allí mucho últimamente.
—Sí. —Cuanto más hablaba Sidney, más loco se estaba
volviendo Nash.
—Sólo es que una de las razones por las se me ocurrió que
estarías visitando Hutch tan a menudo, es que estuvieras viendo a
Reece, así que conduje hasta allí, pero tu camioneta no estaba.
Nash dio un paso atrás. La acusación lo hirió en lo más
profundo, y si no tenía cuidado, podría decirle a Sidney cosas de la
que después se arrepentiría. Giró sobre sus talones y se fue hacia
169

15 Vehículo 4x4 de la marca Ford.


las escaleras del porche. —Vuelve a la escuela, Sidney, —dijo sobre
su hombro mientras se dirigía hacia el granero.
—Oh no, no —dijo Sidney. En un momento, Sidney había
saltado delante de Nash, tratando de detenerlo.
Nash no se detuvo. Rodeó a Sidney y continuó, con las manos
en puños a los costados. Había estado de mal humor, para
empezar. Lo último que le apetecía era tener un berrinche de un
amante celoso.
Nash llegó a la granja antes de que su ira explotara. Se dio la
vuelta y retrocedió hasta llevar a Sidney contra la puerta del
establo. —Tengo siempre... nunca... ¿Te he dado motivos para
dudar de mi amor por ti?
Sin dar oportunidad a Sidney de responder, Nash continuó. —
¡No he visto a Reece en casi cinco años de mierda!
—Entonces, ¿qué estás haciendo en Hutch todo el tiempo?
¿Eh? —Sidney le preguntó, sin dar marcha atrás.
—Estás jodido, ¡maldita sea! El GED16, ¿de acuerdo? —Nash
soltó un suspiro y se puso a caminar hacia la plaza de Diablo.
Durante el último par de semanas, había pasado una buena
cantidad de tiempo pensando y con la mirada fija en el espacio
vacío.
Sidney subió a su lado apoyándose en la madera gastada. —
¿De qué estás hablando?. Pensé que te habías graduado.
Nash negó con la cabeza. Era una de las pocas cosas en su
vida que había querido hacer. —No. Mi padre fue asesinado mi
último año. De alguna manera estuve fuera de la pista durante
unos meses y suspendí un par de mis clases obligatorias. La
escuela se sintió mal por mí, así que me dejaron a un pie del
escenario en la graduación y recibir un diploma firmado. Se suponía
que debía volver a la escuela de verano para compensar mis notas,
pero empecé a trabajar aquí en su lugar. —Nash se concentró en la
mancha oscura todavía visible en el suelo de madera vieja—. He

170 16 GED, Desarrollo Educativo General. Las pruebas son un grupo de cinco temas que, cuando se pasa, certifica que
el beneficiario de América o de Canadá de la escuela secundaria, ha obtenido las habilidades académicas de nivel.
El GED es también conocido como un Diploma de Educación General, Diploma de Equivalencia General,
Licenciado o título de equivalencia.
estado tomando algunos cursos de actualización por lo que
finalmente podría convertirme en un graduado de escuela
secundaria.
Sidney envolvió con sus brazos la cintura de Nash, pero no
sirvió de nada para el estado de ánimo del hombre. Miró hacia
abajo y se quedó mirando los grandes ojos verdes de Sidney.—
¿Tienes alguna idea de lo mucho que me duele saber qué piensas
que había hecho trampas contigo?. ¡Maldición! He dedicado toda mi
vida adulta a ti.
Nash se alejó del abrazo de Sidney. —Vamos a la casa. Sólo
necesito algo de tiempo para calmarme.
—Me siento un tonto por dudar, —dijo Sidney, tratando una
vez más de atraer a Nash.
Nash se alejó. —Por favor, Sidney, dame unos minutos.
Aunque era obvio que Sidney no quería ir a ninguna parte,
finalmente suspiró y se alejó del establo. Nash abrió la puerta en el
puesto de Diablo y entró. Se sentó en el suelo desnudo, de
espaldas contra la pared y rápidamente se vino abajo.
No fue la acusación en sí la que consiguió aferrarse a él, fue la
primera mirada real a la fragilidad de su relación. ¿Qué pasaría si
seguía adelante con su plan para cambiar su futuro entero sólo
para ver que al final la relación se quedaba en algún lugar del
camino?.
Nash se quitó el sombrero antes de apoyar la cabeza contra la
pared que separaba la plaza de Diablo de la siguiente. Había
tratado de impulsar los recuerdos de la noche de la muerte del
caballo detrás de él, pero simplemente no se irían. Le estaba
afectando a su trabajo. Rara vez quería saber nada con el ganado o
los caballos restantes. Nash sabía la verdad. Él ya estaba retirado,
diciendo adiós a su antigua vida. Había visto la verdad de su
situación la noche en que se había visto obligado a poner una bala
en la cabeza de Diablo.
Nash se puso de pie y se reacomodó el sombrero en la cabeza.
171
Sólo podía imaginar lo que Sidney estaba haciendo en ese
momento. No tenía dudas de que el hombre estaría dando vueltas
en el porche, fumando uno de esos cigarrillos de mierda. Esa era
otra cosa que ellos dos necesitaban acomodar, y por Dios, Nash no
tenía intención de dejar salir el sol sin encontrar algún tipo de
solución a sus problemas.

Sidney estaba mirando el contenido de la nevera cuando Nash


entró. No se molestó en levantar la vista, había visto el suficiente
asco en la cara de Nash para un día. —¿Tienes hambre?
—Sí. —Nash arrastró hacia atrás a Sidney y cerró la nevera—.
Pero no de alimentos, al menos no todavía.
Sidney estaba confundido por las acciones de Nash. Sólo
habían pasado unos quince minutos desde que Nash le había
ordenado que se fuera del establo. Dejó que Nash lo llevará de la
mano hacia la sala de estar. Lo último que quería Sidney era que le
gritara de nuevo. Claro que había sido un imbécil por acusar a Nash
de hacer trampa, pero ¿qué esperar cuando Nash mantuvo los
detalles importantes de él escondidos? Todavía no le entraba en la
cabeza el hecho de que Nash pensara que tenía que ocultar sus
acciones.
Nash se sentó en el sofá antes de tirar de Sidney abajo sobre
su regazo. —Quiero vender las acciones.
Impresionado, a Sidney se le cayó la mandíbula. ¿Nash estaba
tratando de cortar todos los lazos con Sidney por una pelea
estúpida? —¿Qué? ¿Por qué?
172 Nash se encogió de hombros. —Debido a que ha llegado el
momento de que tome una decisión, y lo he hecho.
El estómago de Sidney se contrajo. —¿Qué clase de decisión?
—Durante los últimos cinco años, tú has estado tratando de
vivir en dos mundos con el fin de estar conmigo. Ha funcionado
bien contigo estando en la escuela, pero será una cosa totalmente
diferente una vez que te gradúes en un par de meses.
¿Nash estaba diciendo a Sidney lo que pensó que estaba
diciendo? —¿Así que tu vas a renunciar a la hacienda para
escaparte a una ciudad desconocida conmigo?
Nash situó las manos en las caderas de Sidney antes de tirar
de él más cerca. El roce en su culo llevó la polla de Sidney a estar
más cerca de la polla medio dura de Nash. —Todavía no sé cómo
diablos voy a hacer la vida en la ciudad, pero no puedo quedarme
aquí sin ti.
Sidney apoyó la cabeza en el hombro de Nash. Le preguntó...
—¿Tiene esto algo que ver con la muerte de Diablo?
—Todo tiene que ver con ese recuerdo. —Nash trasladó el
agarre de sus brazos en Sidney. Él lo empujó en posición vertical lo
suficiente como para mirarlo a los ojos—. ¿Sabes tú cómo fui capaz
de apretar el gatillo?
Sidney no estaba seguro de qué decir. —¿Porque tú eres más
fuerte que yo?.
De ninguna manera podría Sidney haber terminado con la vida
de Diablo.
—No. Porque cuando miré a los ojos del caballo, no sólo vi el
dolor físico, estaba también el dolor emocional, así, que supe que
no tenía otra opción. Si te perdía, lo más probable es que me
metiera una bala en la cabeza. Porque sin ti, soy sólo un cascarón
vacío. Tú eres el que hace a mi corazón latir. Vi lo mismo en los
ojos de Diablo esa noche, y sin esperanzas de tener a su amor, hice
lo que él estaba tratando de hacer por sí mismo.
La admisión sorprendió a Sidney. Él sabía que la muerte del
semental había golpeado a Nash, pero evidentemente no por la
razón que Sidney había pensado. —¿Qué pasa si tú renuncias a
173
todo y luego te das cuenta que no soy digno de ello?
—No lo haré. Nash cepilló el pelo de Sidney llevándolo detrás
de los hombros antes de tirar de él en un apasionado beso.
Sidney aceptó todo lo que Nash le ofrecía, el beso, y el deseo
del hombre de seguirle a la ciudad. Le hubiera tomado tiempo a
Nash hacer la pregunta adicional con respecto a sus planes, pero
Sidney podría decir por lo emocional del beso que Nash había
tenido suficiente por una noche.
Tirando hacia atrás, Sidney rompió el beso. —Vamos a subir
las escaleras.
Antes de que Sidney se diera cuenta de lo que estaba
sucediendo, fue arrojado por encima del hombro de Nash como un
saco de patatas. Sidney chilló y se enganchó a Nash sujetándose y
cacheteado el apretado culo vestido con los jeans. —Voy a
devolverte esto.
—Es una promesa. —Nash se rió entre dientes, sujetándole a
la vez.
Lo arrojó sobre la cama, Sidney rebotó varias veces antes de
establecerse en el colchón. Dejó de reír cuando se dio cuenta de la
expresión seria de nuevo en el hermoso rostro de Nash. En lugar de
tomarse el tiempo para desabrocharse la camisa, Nash la sacó por
la cabeza. Él permaneció en silencio hasta que se desnudó por
completo. Gateando sobre la cama, Nash comenzó a quitarle la
ropa pieza por pieza a Sidney. —Quiero ser la persona que tú
esperas ver cuando llegues a casa todas las noches.
Una imagen de los dos envejeciendo juntos le vino a la mente.
—Yo quiero eso. —Le confesó Nash.
Algunas de las preocupaciones de Nash parecían haber
desaparecido de sus hombros. Él fue quitando el apretado jeans y
ropa interior de Sidney en un movimiento suave. Nash estaba de
espaldas y tiró de Sidney a la parte superior de él. —Aunque no me
gusta la razón por la que llegaste a casa temprano, me alegro de
que estés aquí.
Sidney quería olvidar sus celos, pero Nash se merecía otra
174
disculpa. —Siento haber dudado. Creo que todavía tengo
dificultades para creer que soy lo suficientemente bueno para estar
junto a ti.
Un momento Sidney estaba en la cima y en el siguiente Nash
le había dado la vuelta, poniendo a Sidney debajo de él. —¡Basta!
—Nash restregó su polla dura contra la de Sidney—. Eres cada
sueño que jamás pensé poder tener en mi vida. Eres mi familia, mi
amante y mi mejor amigo. ¿Cómo podría yo pedir más?
Sidney le sonrió a su apuesto gran vaquero. —Buena
respuesta. —Envolvió las piernas alrededor de Nash, disfrutando de
la sensación del vello púbico de Nash, y se frotó contra su polla.
Abriendo la boca, le dio la bienvenida al beso de Nash. Besar
siempre había sido un gran afrodisíaco para Sidney y sólo parecía
ser más fuerte cuanto más tiempo estaba con Nash.
Él gimió en el beso, la necesidad de sentir el estiramiento de la
larga polla de Nash en su interior. A ciegas, Sidney llegó al cajón
pero no llegó a su meta. Él rompió el beso y sonrió a Nash. —¿Te
importaría usar uno de tus largos brazos para conseguir el
lubricante?
Nash sorprendió a Sidney con una risa, cuando rápidamente
movió la lengua dentro y fuera de su boca. —¿Qué tal un poco de
lubricante natural?
Era raro que Nash actuara tan tonto. Sidney no sabía si tenía
algo que ver con su padre moribundo o si siempre había sido tan
serio, pero la sonrisa tonta fue suficiente para enviar a Sidney en
un ataque de risa. Aunque disfrutaba de una dura follada rápida la
mayoría de las veces, los hechos anteriores le dejaron el anhelo de
más. —Hazme el amor, —le susurró una vez que la risa disminuyó.
La expresión de Nash se puso seria. —No he hecho otra cosa
desde que estuvimos juntos la primera noche.
Sidney apretó las piernas que se envolvían alrededor de Nash
al llegar arriba y tomar de forma dulce la cara del hombre con las
dos manos. —Esa es probablemente la cosa más hermosa que
alguien alguna vez me dijo.
—Lo dije en serio. —Nash volvió la cabeza y besó la palma de
la mano de Sidney—. ¡Te amo!

175
Una sonrisa profunda floreció en el alma de Sidney. —Ya lo sé.
Podría decirse que lo sabía desde el momento en que me salvaste
el culo cuando pintaste el porche de mi padre después de haber
levantado la pintura del suelo.
Nash se echó a reír. Él se acercó y tomó el lubricante de la
mesita de noche. —¿Así que cuando lo supiste?
Sidney pensó volver por encima de todo lo que Nash había
hecho por él. —Tú me dijiste que era sexy, incluso cuando me
quedé sin pelo.
—Tú lo eras. —Nash estaba al borde del agujero de Sidney con
sus dedos, acariciándolo.
—No lo habría sido para cualquiera que no me amara. Fue
entonces cuando lo supe. —Sidney sintió que los ojos le picaban al
admitirlo. Él parpadeó rápidamente para quitar la humedad—. Por
cierto, me enamoré de ti el día que llevaste la lata de pintura para
el porche.
Nash metió dos dedos en el canal de Sidney cuando él se
inclinó hacia abajo a por un beso. No pasó mucho tiempo antes de
que el cuerpo Sidney necesitara más. Metió la mano entre ellos y
dio una palmada en la mano a Nash, que no tenía deseos de
romper el beso.
Nash retiró su lengua y se echó a reír otra vez. —Bueno, tomé
la indirecta. —Quitó los dedos antes de volver con su polla.
Sidney respiró hondo antes de exhalar cuando la longitud de
Nash se abrió camino dentro de él. Con una mano en su propio
pecho, Sidney apretó uno de sus pezones sensibles antes de llegar
con la mano libre a torturar el pecho Nash.
Nash dejó escapar un gruñido y empujó sus caderas cuando
Sidney pellizcó la carne tierna. —Tú sabes que me vuelves loco.
—Sí. —Sidney lo hizo de nuevo, aplicando más fuerza aún.
Cada vez que apretaba su propio pezón, lo sintió en su polla.
Nash gruñó y reubicó las piernas de Sidney sobre sus
hombros. Él comenzó a moverse dentro y fuera del cuerpo de
Sidney, con cortos y rápidos movimientos. Justo cuando Sidney se
176 fue acostumbrando al ritmo, Nash cambió.
Profundo y duro, Nash golpeó contra el agujero de Sidney
haciendo que Sidney chillara. ¿De dónde diablos había salido eso?.
Nash se echó a reír y sacudió la cabeza antes de volver a
golpear una vez más profundo.
¡Rechinada! Sidney lloró cuando sus dientes chocaron. —Tú no
puedes ir más profundo, amor.
—¿En serio? Vamos a estar seguros. —Nash prácticamente
dobló a Sidney en dos antes de empezar de nuevo.
Con cada golpe de la polla Nash, Sidney se acercaba al clímax.
Su semen comenzó a gotear desde la cabeza de su polla a su
pecho. Fue una de las cosas más eróticas que había experimentado
nunca. —Más, —suplicó.
Nash contestó con un gruñido y empujó sus caderas,
recolocándose a sí mismo contra el culo de Sidney después de
empujar a fondo.
Sydney gritó el nombre de Nash cuando el primer chorro de
semen salió de su polla. La semilla caliente cayó sobre su barbilla.
Sidney rápidamente inclinó la cabeza hacia abajo y abrió la boca,
con la esperanza de atrapar el gusto de sí mismo en la lengua.
A pesar de que Sidney sólo fue capaz de capturar unas gotas,
fueron suficientes para desestabilizar a Nash.
—No te lo tragues, —ordenó a Nash, su rostro extasiado por la
intensidad de su orgasmo.
Sidney deslizó la amarga simiente ligeramente en la lengua
extendida, mientras que Nash salía de su clímax. Quitó las piernas
de los hombros de Nash y tiró del hombre que amaba encima de él.
La lengua de Nash bailando a través de la de Sidney,
capturando la esencia de Sidney, antes de profundizar en el interior
con un beso profundo.
Sidney se quejó en el beso cuando la suavizada polla de Nash
salió de su cuerpo. Su estómago gruñó, recordándole a Sidney que
no había comido en horas, pero estaba demasiado cómodo para
moverse. Él sonrió a pesar del sondeo de la lengua en el interior de
177

su boca. Ya habría tiempo por la mañana para alimentarse. Esta


noche era muy especial. Por último, se permitió soñar con un futuro
real con Nash más allá de la universidad.

Sonó el teléfono, mientras Sidney ponía una cazuela de atún


en el horno. Cerró la puerta y se aseguró de que la temperatura
fuera la correcta antes de cruzar la cocina por el teléfono. —¿Hola?
—¿Sidney?
El corazón de Sidney dio un vuelco ante la voz familiar. —¡Sí!.
¿Cómo te va, Josh?
—Estoy bien, supongo. Lucas se cayó tratando de llegar a la
cama ayer. Supongo que no quería que pensaras que estaba
buscando una excusa para no hablar contigo cuando llamaste.
—¿Se hizo daño? —Sidney cerró los ojos. Quería llegar a los
hermanos, pero tenía miedo de ser derribado por Josh.
—Golpeado, pero por lo demás igual. —Josh se aclaró la voz—.
Le dije que habías llamado, y quería asegurarse de que te llamara
de nuevo. —Josh hizo un sonido en la garganta que Sidney no pudo
identificar—. El infierno, yo te habría llamado de nuevo de todos
modos. He estado teniendo un montón de ideas de mierda.
Sidney quería decir algo, pero mantuvo la boca cerrada. Era la
primera vez desde el accidente que Josh había buscado a Sidney.
—¡Te extrañé! Sé que no querrás volver a verme después de
178 la forma en que te traté con todo lo ocurrido, pero...
—Y yo, —dijo Sidney, cortando a su amigo—. Pienso en ti
todos los días.
Josh suspiró. —Así que... yo estuve hablando con mi madre el
otro día, y ella pensó que sería bueno si pudieras venir un rato para
Acción de Gracias, como solías hacer.
Sidney hizo una mueca. Le encantaría volver a conectarse con
la familia Ballentine de nuevo. —Voy a hablar con Nash al respecto,
pero por lo general bajamos a Phoenix para ver a su mamá en
Acción de Gracias.
—Oh. Eso está bien. Estoy seguro de que mamá lo va a
entender.
—No, no le digas nada hasta que hable con Nash. Su madre ha
estado viendo a alguien de todos modos, así que tal vez prefiera
pasar las vacaciones con él y su familia. Nash debe llegar en
cualquier momento para la cena, así que puedo hablar con él
entonces. Está invitado, ¿verdad?
—Claro. Todos sabemos que es parte de tu vida ahora.
Sidney se preguntó cómo reaccionaría Nash al ver a Lucas.
Ellos dos nunca se habían conocido, y Sidney estaría mintiendo si
dijera que la reunión no lo ponía nervioso. —Está bien. Te
devolveré la llamada esta noche.
—Gracias.
Sidney colgó el teléfono con el corazón más ligero. Él sabía
que haría todo lo posible para viajar al este en vez de al oeste para
Acción de Gracias. Había esperado demasiado tiempo la invitación
para dejarla pasar.

179
Noviembre de 1989

Nash llamó a la puerta del baño. —¿Estás listo?


—Sí. Sólo un segundo, —respondió Sidney.
Nash cruzó la habitación hacia la pared de ventanas. Las vistas
de Filadelfia eran impresionantes, pero Nash todavía sentía en su
interior un millón de hormigas desde el momento en el que llegaron
al hotel.
A pesar de su decisión de moverse hacia donde la carrera de
Sidney lo llevara, estaba empezando a preocuparse. Una cosa era
pensar que estaban listos para un cambio tan drástico de estilo de
vida, pero fue completamente diferente dar el salto para hacerlo
realidad, de hombre de campo a habitante de la ciudad.
La puerta del baño se abrió y unos minutos después los brazos
Sidney se envolvían alrededor de la cintura de Nash. Era un buen
recordatorio de por qué había tomado la decisión, en primer lugar.
Incluso en un lugar tan extraño para él como Filadelfia, un toque de
Sidney y Nash comenzó a relajarse.
—Me encanta esta ciudad, —dijo Sidney.
—Es bonita, eso es seguro, —coincidió Nash. Se volvió y le dio
un breve beso a Sidney, deslizando su amor sólo con la lengua
poco antes de regresar. El verde de la camisa oscura de Sidney le
sentaba perfectamente—. Te ves bien.
—Gracias. —Sidney se mordió el labio inferior—. Nunca seré
capaz de agradecerte lo suficiente por haber venido conmigo. Sé
que tu madre no estaba muy contenta.
—No te preocupes por ella. Ella estaba bien una vez le dije que
llegaríamos una semana después de que hubieras terminado con la
escuela. —Nash no dijo más. Por alguna razón, a su mamá
simplemente no le había gustado que se enamorara de Sidney
como Nash había esperado que lo hiciera. Ella no era mala ni nada,
pero Nash se dio cuenta de que prefería tenerlo para ella sola en
180

Acción de Gracias. La primera vez que le informó que Sidney


bajaba con él, su madre le había lanzado un ataque, pero Nash
había dejado claro que no iría si Sidney no era invitado. Así que
consiguió hacer el viaje anual a pesar de que los tres estaban en el
borde todo el tiempo.
—Será mejor que nos vayamos. —Sidney se apartó y recogió
su abrigo de invierno.
—¡Suena bien! Llamé fuera al servicio a por el coche de
alquiler, por lo que deben estar esperando por nosotros. —Nash
tomó el abrigo antes de salir de la habitación.
A pesar de que Josh ofreció recogerlos en el aeropuerto, Nash
había preferido alquilar un coche. Por supuesto que no había
contado con el tráfico de esa ciudad —¿Quieres conducir ya que te
sabes el camino?
—Claro. —Sidney le dio al botones una propina antes de
ponerse al volante.
Nash se abrochó el cinturón de seguridad. Su estómago estaba
hecho nudos, pero trató que no se reflejara en su estado. Sidney
necesitaba esta reunión familiar, y Nash haría todo lo posible para
asegurarse de que la tuviera.

Parado en el camino de entrada, Sidney se sorprendió al ver a


muchos coches allí aparcados. No fue sino hasta que recordó
cuánto tiempo había pasado desde que había visto a la familia que
se dio cuenta de que los coches extra probablemente pertenecían a
los hermanos Ballentine.
181

Nash silbó cuando el coche se detuvo. —Muy elegante.


—Sí —asintió Sidney—.Tú no te das cuenta cuánto dinero
tienen si no ves cosas como estas… —Sidney hizo un gesto a la fila
de los costosos automóviles europeos. Una furgoneta grande se
destacó del resto. Sidney podría decir que era para personas
minusválidas. Su estómago se hundió. Fue un recordatorio muy
real de la parálisis de Lucas. Aunque Lucas había recuperado el uso
de sus manos, siempre estaría limitado a una silla de ruedas.
Sidney bajó del coche antes de que él cambiara de opinión y
se obligara a regresar al aeropuerto. —Tú puedes hacer esto, —se
susurró a sí mismo.
—¿Podrás? —preguntó Nash, uniéndose a Sidney en la acera
que conducía a la escalinata.
Sidney agarró la mano de Nash. —Sólo estoy nervioso.
—Tú y yo también. —Nash lideró a Sidney hacia la puerta de la
casa—. ¿Listo? —preguntó, con el dedo a punto de tocar el timbre.
Después de un profundo suspiro, de esperar a que se le
calmara la respiración, Sidney asintió con la cabeza. —Hazlo.

Aunque la tarde había sido excepcional, Sidney no podía dejar


de sentir que Josh lo estaba evitando. Había intentado varias veces
poder estar con Josh a solas, pero su amigo lograba salir con
excusas cada vez que tenía un momento.

182
Con Nash muy involucrado en ver el partido de fútbol con el
resto de los hombres Ballentine, Sidney se retiró a la cocina. Tal
vez ayudar a Maggie con los platos haría que el tiempo pasase más
rápido. —¿Puedo ayudarte?
Metida hasta los codos en el agua jabonosa, Maggie sonrió. —
Por supuesto. Coge un trapo del cajón.
Sidney siguió las instrucciones antes de tomar posición al lado
de Maggie. —¿El lavavajillas está estropeado?
—No. —Ella sostuvo un plato—. Estos pertenecieron a la
madre de Alan. Llegaron a mí con instrucciones estrictas de no
ponerlos jamás en el lavaplatos. —Maggie sonrió abiertamente—.
Antes de que nosotros los consiguiéramos, solamente usábamos
platos ordinarios. No estoy segura, pero pienso que mi suegra
solamente quiso torturarme durante vacaciones.
Sidney se rió entre dientes —Usted debería haber tenido niñas
en lugar de los niños.
—O que los muchachos estuvieran interesados en casarse y
proveerme con nueras, —comentó Maggie de espaldas.
Continuaron lavando y secando platos con la conversación
ociosa. Sidney extendió el tiempo todo lo que pudo hasta que
finalmente, puso sus cartas sobre la mesa. —¿Josh me echa la
culpa?
Limpiando la salsera, Maggie de pronto se quedó pensativa. —
No. Josh parece llevar una gran cantidad de culpa por el accidente.
Se odia por que los llevó a todos, especialmente después de que le
dije que no quería que fuerais. ¿Sabías tú que no ha probado una
gota de licor desde entonces? Esa es otra cosa que le molesta. Él
sabe que si no hubiera estado borracho, Lucas hubiera ido seguro
en el asiento trasero.
—Nada de esto fue culpa de Josh, —argumentó Sidney.
—Lo que pasó, pasó. No fue culpa de nadie. Es curioso cómo
Lucas parece ser el único que lo entiende. —Maggie le dio a Sidney
una sonrisa tranquilizadora—. Si conozco a mi hijo, Josh debe de
estar probablemente detrás en el garaje fumando.

183 Sidney no pudo evitar reírse. —¿Lo sabes?


Maggie puso los ojos en blanco. —Siempre he sabido lo que
mis hijos hacen, lo que ellos creen es que si yo nos los veo no lo sé.
—Ella señaló hacia el abrigo colgado junto a la puerta—. Toma el de
Alan.
—Gracias. —Sidney cogió el abrigo antes de salir. Corrió por la
vereda individual que llevaba detrás de la casa. Llamó a Josh,
tratando de advertir su acercamiento al hombre.
—Estoy aquí.
Sidney dio la vuelta a la esquina. —Tu mamá me dijo que
estarías aquí fumando.
¡Maldita sea! Josh negó con la cabeza. —Ella ha estado detrás
de mí para que dejara de fumar. Yo pensaba que su persistencia
era mala hasta que Lucas decidió hacer lo mismo y estar encima de
mí todo el día —Le tendió el paquete—. ¿Quieres uno?
Habían pasado semanas desde que Sidney había fumado. Se
lamió los labios y miró a su alrededor antes de aceptar. —Gracias.
Josh se rió entre dientes antes de tomar otra profunda calada.
—¿Nash tampoco te dejar de fumar?
—Sí. —Sidney inhaló y cerró los ojos—. Ahhh, a la mierda.
Dios, esto es bueno.
La mano de Josh aterrizó en el hombro de Sidney. Él no dijo
nada durante un tiempo. Ellos dos se quedaron allí, fumando y
mirando los árboles en la parte de atrás de la propiedad. —Me
alegro de que estés bien, —dijo Josh finalmente.
Sidney miró a su amigo. —No fue tu culpa, ¿sabes?
Josh quitó la mano y se encogió de hombros. —Lo que sea.
—No. No voy a tolerar que lleves esta mierda por tu cuenta. —
Sidney se trasladó hasta estar frente a Josh. Aun cuando Josh lo
odiara por el resto de su vida, su amigo Sidney necesitaba decir la
verdad—. Tú te desmayaste en el asiento trasero y Lucas
desabrochó el cinturón de seguridad y me besó. Vi al ciervo en el
camino, pero no pude empujar a Lucas a su asiento lo
suficientemente rápido antes de que lo golpeara.
184
—Ya lo sé —murmuró Josh—. Lucas me lo dijo hace mucho
tiempo.
—¿Aun así te sigues echando la culpa?
Los ojos de Josh rompieron el contacto con los de Sidney
deslizando su mirada por encima del hombro de él. —Porque tengo
que culpar a alguien y te amo a ti y a Lucas demasiado para eso.
—¿Qué? —Sidney dio un paso hacia atrás—. ¿Cómo puedes
decir algo así? Durante los últimos cinco años no has querido tener
nada que ver conmigo.
Josh negó con la cabeza firmemente. —No. Yo no quería tener
nada que ver conmigo mismo. A día de hoy, cada vez que te miro,
solo veo…
Sidney puso su mano sobre la mejilla de Josh. Con la ayuda de
Nash, Sidney se había acostumbrados tanto a sus cicatrices que a
menudo se olvidaba que el mundo exterior aún se fijaba en ellas.
Josh capturó la mano de Sidney. —Eras tan hermoso, —dijo
entre dientes, con lágrimas en los ojos.
Sidney cuadró los hombros y miró a Josh. —Todavía lo soy.
Pregúntale a Nash. —En ese momento, Sidney solo quería el único
consuelo que Nash podía proporcionarle. Sacó su mano del agarre
de Josh—. Lo siento, si tú no puedes ver más allá de ellas.
Sidney comenzó a ir hacia la casa pero se detuvo antes de
llegar a la vuelta de la esquina del garaje y miró hacia atrás a Josh.
—Lucas puede estar en una silla de ruedas, y no puede mirarse a sí
mismo, pero tú eres el que perdió la vida en ese accidente.
—¡Ya lo sé! ¡Eso es lo que he estado tratando de decir! —Josh
gritó cuando Sidney llegó a la puerta de atrás.

185
Nash estaba haciendo la maleta con su ropa cuando se
produjo un golpe en la puerta. Miró a la puerta del baño cerrada,
esperando que el sonido no hubiera alertado a Sidney. En su
camino hacia la puerta, Nash tomó la tarjeta de acceso. Tenía una
buena idea de quién era su visitante, y él sería un maldito entupido
si dejaba entrar a Josh en la habitación.
Salió a la sala en silencio antes de cerrar la puerta detrás de
él. —¿Qué quieres, Josh?
Con las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros,
Josh arrastró los pies de un pie a otro. —Tengo que hablar a
Sidney.
—No, no lo harás. Lo que necesitas es dejar a un lado lo que
te está ahogando y buscar ayuda. —Nash entrecerró los ojos—.
Antes de arrastrar a dos buenos hombres contigo.
—Ya lo sé. —Josh sacó las manos de los bolsillos antes de
frotar sus ojos—. Eso es lo que vine a decirle. Hablé con mi familia
y ellos han aceptado ayudarme a cuidar de Lucas, necesito
alejarme un tiempo para lograrlo.
Benignidad. Nash tuvo que recordarse a sí mismo a la familia
de Josh y la intención de Sidney. Tal vez ayudaría a Josh si él viera
de primera mano lo feliz que era por lo general Sidney. —Hay una
casa vacía en el rancho si te interesa. No te puedo prometer
cualquier tipo de vida nocturna, pero está tranquilo a menos que el
ganado este ruidoso.
186
Josh inclinó la cabeza hacia un lado. —Gracias, voy a pensar
en ello. —Miró a la puerta cerrada—. ¿Vas a decirle que estuve
aquí?
—Se lo diré. —Nash se cruzó de brazos—. Eres un tonto si no
haces todo lo que esté en tu mano para recuperarlo. —El sacudió su
cabeza—. Un hombre no podría pedir un mejor amigo que Sidney.
—Ya lo sé —murmuró Josh.
Nash sacó su billetera y se le entregó a Josh una de las
tarjetas de Runnig E. —Ahí está la dirección. No te vamos a buscar
otra vez. El siguiente paso es tuyo.
La manzana de Adán de Josh se movió arriba y abajo varias
veces antes de contestar. —Entiendo.
Con un gesto final, Nash volvió a la habitación. El seguro como
el infierno esperaba que Josh entendiera, porque la próxima vez
que el hombre hiriera a Sidney, Nash se ocuparía de la situación a
su manera.

187
Capítulo 12

Marzo de 1990

G rad y Nash estaban en el proceso de traslado de un


rebaño de ganado más cerca de la casa cuando vieron a
Sidney a caballo hacia ellos con el cuerpo pegado al cuello de
caballo y a toda velocidad. La reacción inmediata de Nash fue de
pánico. Olvidando al ganado, Nash comenzó a correr con Rosie.
No fue hasta que llegó a unos cincuenta metros de Sidney que
el corazón de Nash comenzó a latir de nuevo. La expresión del
rostro de Sidney era una de alegría, no de dolor. Nash tiró de las
riendas parando el trote de Rosie y esperó a Sidney para reunirse
con él.
—¿Qué te sucede? —preguntó Nash.
Sidney metió la mano dentro de su abrigo y sacó una hoja de
papel. —¡Gané!
—¿Cómo dices? —Nash se frotó el pecho, tratando de
tranquilizar su corazón acelerado—. ¿Qué quieres decir con que
ganaste?
—El concurso del que te hablé. Ya sabes, el diseño de la
biblioteca. —Sidney sacudió el papel en la mano—. ¡Gané! Ellos lo
van a construir. No sólo eso, sino que quieren contratarme para
supervisar el proyecto.
Nash se bajó de la silla antes de tirar de Sidney de Apple Jack
a sus brazos. —Felicidades, cariño. —Le dio un beso profundo a
Sidney. Si el ganado no los hubiera interrumpido, Nash no tenía
ninguna duda de que tendría a su campeón en sus brazos y
188 saboreándolo toda la tarde.
Nash rompió el beso y miró por encima del hombro al ganado
que empezaban a extenderse de nuevo. —Ayúdame a llevarlos a un
lugar tranquilo en los pastos del sur y voy a ayudarte a celebrarlo.
Nash ayudó a Sidney de nuevo a subir a su caballo. Él no lo
dijo, pero necesitaba unos minutos para procesar las noticias de
Sidney. Él realmente estaba feliz por Sidney, pero honestamente no
recordaba lo suficiente sobre el proyecto para saber a dónde iban a
tener que viajar.
Un pensamiento lo golpeó. —¿Cuánto tiempo tenemos antes
de tener que irnos? —preguntó, montando a Rosie
—Relájate, —dijo Sidney con una sonrisa—. No tenemos que
estar en Chicago hasta después de la graduación.
¿Mayo? ¡Maldita sea! Nash se apoderó de las riendas
fuertemente para detener el temblor de sus manos. Trató de
concentrarse en el ganado, pero sus pensamientos empezaron a
desviarse a territorio peligroso. Aunque había recibido su GED,
Nash todavía no estaba seguro de para qué tipo de trabajo estaría
cualificado en una ciudad como Chicago.
Apple Jack se deslizó junto a Rosie y Sidney puso una mano
en la pierna de Nash. —Todo irá bien. Lo prometo.
—¿Tú crees que se necesitaran mecánicos en Chicago? El
trabajo sobre motores es prácticamente lo único que sé hacer
además de llevar un rancho.
—Estoy seguro de que probablemente sí, pero no te
subestimes. Tú has pasado los últimos quince años llevando los
libros de contabilidad, calculando la nómina, ¡infierno!, sin siquiera
saber escribir.
Nash dejó escapar un resoplido. —Sí, puedo verme a mí
mismo siendo secretario de un hombre. No, gracias prefiero hacer
algo con mis manos.
—¡Cerdo sexista!. ¿Quién dice que tu jefe no va a ser una
mujer? —Sidney dijo lanzándole una sonrisa.

189 Apple Jack se alejó, llevándose la mano cálida de Sidney con


él. Era una jugada típica por parte del caballo, pero sirvió como
recordatorio a Nash. Necesitaba esa mano. Chicago no iba a ser su
idea de la tierra prometida, pero seguro como el infierno que sería
peor vivir la vida sin el hombre que amaba.

Mayo de 1990

Nash tiró de la corbata alrededor de su cuello. No había usado


una desde el funeral de su padre y recordó por qué. ¿Cómo
infiernos los hombres podían trabajar con una corbata
estrangulándolos todo el tiempo?, no lo entendería nunca. Bueno él
podría sobrevivir durante unas horas, Nash se puso la chaqueta.
Se sentía extraño estar de vuelta en la pequeña casa que
había alquilado a Jackson durante tantos años, pero él y Sidney
habían acordado dar a Tommy la oportunidad de sacar adelante el
rancho. Habían terminado arrendando la vivienda y la superficie a
Tommy con la disposición de que él se quedaría con la pequeña
casa en el borde de la Running E en el caso de que Sidney y Nash
necesitaran un lugar para volver algún día.
—¿Listo? —Nash comentó al entrar en la cocina.
Vestido con una camisa de etiqueta blanca y unos pantalones
negros, Sidney alzó la vista de la tarjeta de graduación. —Sí. —Él
sostuvo el cheque que obviamente había acompañado la tarjeta—.
Es de los Ballentines. Maggie dice que tanto Luke como Josh han
vuelto a la escuela.
—Eso es bueno. Nash abrió la nevera y sacó la botella de
leche. Josh había estado en contacto con Sidney un par de veces
después de la reunión de Acción de Gracias. La confianza no estaba
190
totalmente reparada, pero Nash podría decir que Josh lo estaba
intentando, por lo que mantuvo la boca cerrada.
Se sirvió un vaso de leche y esperó a que Sidney terminara
con el correo del día.—¿Alguna carta de Jackson?
Sidney bufó y se levantó de su silla.— ¿Quieres decir que no
viste esto? —Agarró una tarjeta del mostrador y se la pasó a Nash.
Nash abrió la tarjeta normal y corriente. Dentro Jackson había
escrito, Buena suerte. —Agradable, —dijo con una sacudida de su
cabeza.
—Tú puedes llegar lejos con esa frase, —dijo Sidney a Nash—.
Fue tan conmovedor que me la he aprendido de memoria.
A pesar de que Sidney hizo que pareciera sin importancia,
Nash sabía la verdad. Enjuagó el vaso de leche antes de cruzar la
cocina para envolver sus brazos alrededor del hombre más joven.
—Lo siento.
Sidney se encogió de hombros, pero se mantuvo abrazado a
Nash. —No debería haber esperado que viniera. Fue una estupidez
pensar que lo haría.
Nash apretó la cara contra el cabello de Sidney. El olor a
cítricos que se desprendía de los hilos de seda negro, siempre
ayudaba a calmar su ira. Era obvio que la nueva familia de Jackson
había sustituido por completo a Sidney en su vida.
De acuerdo con los chismes que Nash había oído en la subasta
de ganado en Salina, Jackson tuvo tres hijos con su esposa, dos
niños y una niña. No sólo había ignorado a Sidney, también le había
ocultado que tenía dos medio hermanos y una hermana y que el
mayor, Junior Jackson, o JJ como le llamaban, tenía alrededor de
diez años. Ni que decir tiene, Sidney no había tomado bien la
noticia.
—Que se joda, —murmuró Nash—. Vendrá arrastrándose de
nuevo algún día mendigando tu perdón.
—No voy a aguantar la respiración.
191
Nash miró el reloj. —Si queremos a llegar a tiempo para que
tú puedas caminar por esa etapa, será mejor ponernos en
movimiento
Sidney dio un paso atrás. —Sé que en realidad no quieres
pasar a través de esto, así que gracias por hacerlo de todos modos.
—¿Estás de broma? —Nash se inclinó hacia abajo hasta que
estuvo nariz con nariz con Sidney—. ¿Tú crees que he estado
completamente ciego viendo el esfuerzo que has hecho trabajando
para poder caminar hacia el final de tu etapa?. —Se enderezó e
hizo un gesto hacia la túnica de graduación de color morado oscuro
que cubría el respaldo de la silla—. Te has ganado el derecho a
llevar eso, y yo no podría estar más orgulloso de ti.
Sidney trató de sonreír, pero sus ojos pronto se llenaron de
lágrimas. —Tú siempre has estado ahí para mí. Si por mí fuera,
estarías caminando por esa etapa conmigo.
Nash le puso la mano sobre su corazón. —Lo estaré.

Junio de 1990

El día de la mudanza, Nash se levantó antes de la salida del


sol. Hizo una taza de café, pero terminó poniendo su taza bajo el
goteo automático antes de hacer una cafetera. Cargado con la
humeante taza, se sentó en una silla en el porche y esperó.
192 Era su último día en el rancho que había llegado a amar. Más
tarde, después de haber acabado de cargar el camión, se movería
en coche al norte de Lake Forest, Illinois. Esperaba que el pequeño
suburbio al norte de Chicago fuera un buen lugar para ellos dos.
Sidney sería capaz de viajar en el metro a la ciudad y Nash no
estaría rodeado por millones de personas a diario.
Nash seguía preocupado por las perspectivas de empleo para
alguien como él, pero Sidney le había asegurado que iba a
encontrar algo que él pudiera disfrutar. Nash, esperaba como el
infierno que Sidney estuviera en lo cierto. A pesar de que tenía
algunos ahorros y Sidney iba a hacer un dinero decente para
empezar, Nash nunca había sido una persona que dejara que
alguien más se ocupase de él.
Mirando a lo largo de la pradera, Nash tomó una respiración
profunda, emocionado cuando el sol asomó por el horizonte.
‘Glorioso’. Algunas personas adoraban a Dios en la iglesia, pero
para Nash, el Running E era lo más cerca que había llegado a estar
y sentir el espíritu divino del hombre de arriba.
Nash siguió reflexionando sobre su vida hasta el momento en
que el amanecer avanzó. Había puesto un pie en la Running E casi
diecisiete años antes. Un chico joven que había perdido a su padre,
en busca de un lugar para sanar. Nash se rió para sus adentros.
Había hecho más que sanar en el rancho con los años. Había
encontrado al hombre que estaba destinado a estar en ella. Las
dudas acerca de la vida lejos de la hacienda podrían deslizarse en
su mente de vez en cuando, pero ni una sola vez se preguntaría por
su amor por Sidney.
Una vez que el sol naranja se había elevado sobre el
horizonte, Nash llevó su taza vacía a la cocina. La llenó antes de
tomar otra taza del armario y llevársela a Sidney. Caminó hacia el
dormitorio, puso las tazas en la mesita de noche antes de
despojarse de su ropa interior. Sintiendo que se trataba de la
última mañana de su antigua vida, Nash no tenía intención de
perder ni un segundo de ella.
Levantando las sábanas, Nash se deslizó entre ellas antes de
presionar su cuerpo contra el caliente cuerpo de Sidney de nuevo.
No se había dado cuenta del frío de la mañana de junio hasta que
193 su cuerpo entró en contacto con su horno personal. —Mmmm, —se
quejó, enterrando su cara en el pelo de Sidney.
Aún dormido, Sidney se retorció hasta que su culo se
posicionó perfectamente contra la polla endurecida de Nash.
Nash apoyó su mano contra el pecho desnudo de Sidney, y
perezosamente, pasó su dedo pulgar sobre uno de los pequeños
pezones del hombre. Cerró los ojos y trató de disfrutar cada
segundo. ¡Jesús!, amaba al hombre cuyo cuerpo lo volvía loco de la
lujuria.
La mano de Nash viajó lentamente hacia abajo sobre el pecho
de Sidney hasta el vello ralo que rodea la polla del hombre más
joven. A diferencia del vello púbico de Nash, el de Sidney era tan
suave como el pelo de su cabeza. Nash siguió acariciando la ingle
de Sidney, amaba la manera como se sentía contra sus dedos.
Dos semanas antes, después de firmar los papeles de alquiler
de la casa que habían encontrado en Lake Forest, Sidney había
pedido a Nash tener un perro. Cuando Nash le recordó a Sidney sus
alergias, Sidney se volvió y tomó una hoja de papel. Era una copia
de un artículo sobre caniches. Por supuesto Nash sabía que algunos
perros eran mejores que otros para las personas con alergias, pero
¿un caniche?. No podía verse caminando con un perro tan cursi por
todo el barrio. Él le había prometido a Sidney que lo discutirían de
nuevo una vez que se hubieran mudado, sabiendo que él lo haría.
Sidney lo había sabido también, porque él había estado de acuerdo
y no había hablado de ello desde entonces.
Nash rozó con la punta de los dedos hacia arriba y abajo por
toda la longitud de la polla flácida de Sidney, con la esperanza de
despertar a su amante sin ser demasiado obvio. Sonrió cuando
Sidney empujó su pene más firmemente contra la mano de Nash.
—Si tú estás tratando de despertarme, será mejor que me des
un poco más que eso, —murmuró Sidney, el sueño seguía presente
en su voz.
Nash rodeó el despertado pene de Sidney con la mano. —
¿Mejor?
—Mmm ¡um!. —Sidney comenzó a mover sus caderas,
trabajando su cuerpo entre la erección dura como una piedra de
194 Nash y la mano de este. —El lubricante está bajo mi almohada.
—Date la vuelta y dame un beso. Por mucho que Nash quería
enterrar su polla en Sidney, tenía la esperanza de hacer la última
mañana un poco más larga. Soltó la erección Sidney y le dio una
palmada en el culo para conseguir que se moviera.
—Ow... —Sidney protestó.
—Eso no te hizo daño, tú eres un bebé grande, —criticó Nash.
Sidney se dio la vuelta y le dio un bocado a la barbilla de
Nash.
—¡Diablos! —dijo Nash con un gruñido.
—Eso no te dolió, eres un bebé grande, —dijo Sidney con tono
de risa.
Nash cortó a Sidney elegantemente con un beso en la boca. Él
profundizó, con la esperanza de transmitir su amor y deseo con
cada golpe de su lengua.
Sidney gimió y enganchó la pierna en la cadera de Nash. Metió
la mano debajo de la almohada antes de empujar el lubricante en la
mano de Nash.
Tomando la indirecta, Nash abrió la botella y logró dejar caer
unas cuantas gotas en sus dedos sin derramar su contenido sobre
el colchón. Empezó con el pliegue del culo de Sidney, pasando los
dedos hacia arriba y abajo mientras continuaba atacando la boca de
Sidney con la lengua.
Sidney gimió en el beso cada vez que Nash rozaba su agujero.
¡Dios!, a Nash le gustaba aquel sonido. Él deliberadamente siguió
jugando con Sidney de esa forma, él podría oírlo una y otra vez.
Sidney se puso finalmente de espaldas y guió dos de los dedos
de Nash a su agujero.
Nash rompió el beso. —Tal vez yo quiero escuchar más
gemidos antes de ceder, —se quejó Nash.
—No me jodas, y voy a gemir como un maldito perro en celo.

195
Cedió, como de costumbre. Nash empujó primero dos dedos
en su interior. El cuerpo de Sidney estaba tan acostumbrado a la
polla de Nash, que no pasó mucho tiempo antes de que él estuviera
listo.
Sidney buscó a ciegas tras de sí y encontró la botella de
lubricante. Mientras que Nash seguía atormentando al hombre más
pequeño con los dedos, Sidney comenzó su propia tortura
acariciando la polla de Nash.
Un roce de la uña de Sidney justo debajo de la corona de Nash
y este estuvo a punto de entrar en el acto. Nash quitó la mano del
culo de Sidney antes de rodar al hombre sobre su estómago.
Nash reposicionó a Sidney hasta que sus rodillas estaban
debajo de él y su culo en el aire. Nash se sentó sobre sus talones y
se lamió los labios. A pesar de que odiaba el sabor del lubricante,
no pudo resistirse a correr la lengua por la arrugada piel un par de
veces.
—Estoy cerca de correrme en dos segundos, —dijo Sidney
desde su almohada.
Nash sabía que Sidney esperaba que se detuviera, pero Nash
no siempre hacía lo que se esperaba de él. Se inclinó de nuevo e
introdujo la punta de la lengua en el agujero de Sidney.
—¡Joder! —Sidney aullaba. Su agujero se cerró en torno a la
lengua de Nash y se corrió sobre las sábanas a continuación.
Antes de que Sidney pudiera colapsar, Nash le dio la vuelta.
Agarró una almohada y la colocó en la parte baja de la espalda de
Sidney como apoyo. —¿Bien?
Aun jadeando por la fuerza de su clímax, Sidney asintió con la
cabeza. Se agachó y sostuvo las piernas flexionadas y separadas.
—¿Es una sugerencia? —Nash se echó a reír.
Sidney sonrió a cambio. —Una orden —consiguió decir.
—Oh, me gusta que me des órdenes. —Nash alineó su polla en
el agujero de Sidney. Una vez pasado el anillo exterior de los
músculos, Nash empujó dentro en un movimiento suave. El calor
del cuerpo de Sidney sacó un gemido inmediato de Nash.
196

Tal vez hacer que se viniera antes Sidney no fue tan buena
idea después de todo. Nash no tenía esperanza alguna de durar
mucho más para darle a Sidney un segundo orgasmo, tenía la
necesidad de proporcionar a Sidney un poco del dolor que parecía
disfrutar tanto.
Nash comenzó a un ritmo duro en el fondo, sin dar tiempo a
Sidney a que se adaptase plenamente a la invasión.
Sidney golpeó la cabeza contra la almohada. —¡Ahhh, mierda!.
Satisfecho por obtener los resultados que buscaba, enganchó
las piernas de Sidney sobre sus hombros para liberar sus manos.
Mientras continuaba el asalto al culo de Sidney, Nash pellizcó los
pezones de su amante con fuerza.
—Más fuerte, —gritó Sidney.
Nash no estaba seguro de si Sidney se refería a la follada o a
la tortura en sus pezones, por lo que decidió darle de los dos. Con
cada empuje que daba, las bolas de Nash golpeaban contra el liso
culo de Sidney. El sonido de la piel sobre la piel, junto con los
gruñidos de Nash y los gemidos de Sidney, hizo una sinfonía
erótica. Nash sabía que podía escuchar esa música por el resto de
su vida.
En medio de todo esto, Nash hizo una nota mental de
asegurarse de cerrar las ventanas antes de follar a Sidney una vez
que se mudaran a los suburbios. Ahí fuera en el país de Dios, ellos
podrían hacer tanto ruido como quisieran, pero a no ser que ellos
quisieran completamente enajenar a sus vecinos, tendrían que ser
más calmados una vez que estuvieran en la ciudad. Esa era una
razón más de que el campo era mejor, en opinión de Nash.
Una vez la polla de Sidney se había endurecido de nuevo,
Nash pellizcó uno de los pezones del hombre más joven. Nash
cubrió su mano alrededor de la polla de Sidney y presionó el pulgar
contra la raja que goteaba.
Los ojos de Sidney se iluminaron con la nueva sensación.
—Maldita sea, eres hermoso, —gruñó Nash.
La fosas nasales de Sidney se abrieron en una inspiración
197 cuando Nash dio una palmada en sus bolas.
—¿Tienes más de esa semilla dulce para mí? —Nash pidió, con
los dientes apretados. Joder, se tenía que correr.
—Sííííí —siseó Sidney cuando el primer chorro de semen salió
de su polla.
Eso fue todo lo que Nash necesitó para dar rienda suelta a su
cuerpo. Él empujó su polla en la medida que pudo cuando entró en
Sidney. El orgasmo fue tan intenso, que la expresión de Nash
parecía como si estuviera sintiendo dolor, y en cierto modo, era así.
Se desplomó en la parte superior de Sidney, con el miedo de
que nunca volvería a ser capaz de respirar. ¿De dónde diablos
había salido eso?. Seguramente que estaba envejeciendo, pero aún
tenía sólo treinta y cuatro. Él abrió la boca, tratando de hacer llegar
suficiente oxígeno a sus pulmones para no perder el conocimiento.
—¿Estás bien?.
Nash oyó la pregunta, pero aún no estaba en condiciones de
responder a sí que asintió con la cabeza, con la esperanza de sacar
el incidente fuera. Trató de empujar la preocupación de su mente.
Esta sólo era una muy, muy buena cogida, trató de decirse a sí
mismo.
Sidney chupó el lóbulo de la oreja de Nash en su boca antes
de susurrar: —Lo mejor.
Nash cerró los ojos. —Sí —consiguió decir.

198
Sidney estaba en el porche con Tommy y su esposa, Brynn,
mientras que Nash se despedía de los caballos. —Gracias por
mantener a Rosie, —dijo—. Sé que no va a vivir mucho más tiempo
y el pensamiento de que viva sus últimos años en el rancho de otra
persona no le cayó bien a Nash.
—Es un buen caballo, —dijo Tommy.
—Sí —asintió Sidney. Su corazón le dolía por Nash. No sólo
dejaba atrás el rancho que había llegado a amar, además ambos
sabían que su vieja camioneta no podría hacer el viaje de diez
horas.
Sidney había aconsejado usar el remolque sobre el que ellos
podrían transportar la camioneta para él, pero Nash había rehusado
la oferta. Él había dicho que era tiempo de seguir adelante y
comprar algo más nuevo.
Sidney no podía dejar de preguntarse si había más cosas que
le recordarían a Nash por qué no debería salir de la hacienda. Al
final, Nash había vendido la camioneta a Tommy para su hijo de
quince años de edad. Sidney había llevado a Tommy a un lado y le
explicó el significado de la camioneta para Nash, y Tommy se había
comprometido a asegurarse de que su hijo tuviera buen cuidado de
ella.
Nash salió del granero, limpiándose los ojos.
—¿Vais a conducir directo? —Tommy preguntó mientras Brynn
desaparecía en la casa.
—Sí. Con suerte llegaremos a Lake Forest antes de la
medianoche, —respondió Sidney, con los ojos sin dejar nunca al
hombre que caminaba hacia la casa del rancho. ¿Cómo iba a ser
capaz de pagar a Nash por el sacrificio que estaba a punto de
hacer?
Sidney parpadeó, las lágrimas amenazaban con salir cuando
Nash subió al porche para unirse a él. —¿Cuántas golosinas le diste
a Rosie? —preguntó, tratando de alejar la tristeza evidente en la
cara de Nash.
199
Funcionó. Nash sonrió y apoyó su mano en la parte baja de la
espalda de Sidney. —Las suficientes para hacer que me recuerde.
—No tienes que preocuparte. Es bastante difícil olvidarte. —
Sidney se acercó al lado de Nash.
La puerta de tela metálica se abrió y salió Brynn llevando una
nevera portátil. —Yo lo llené de todo, un par de sándwiches y
algunas de mis galletas hechas en casa de avena con pasas, —dijo,
entregándole la nevera a Nash.
Nash se quitó el sombrero de vaquero. —Gracias.
Sidney se quedó mirando el familiar Stetson17. Se preguntó si
Nash seguiría usándolo una vez que comenzaran su vida juntos en
Chicago.
—Bueno, será mejor que nos marchemos. —Nash se acercó y
estrechó la mano de Tommy.
Una vez que Nash se trasladó hacia Brynn, Sidney dio un
abrazo a Tommy. —Cuida de él.
Tommy asintió con la cabeza. —Lo haré.
Sidney dio un paso atrás antes de pasar a Brynn. No conocía
bien a la esposa de Tommy, pero le dio un abrazo de todos modos.
—Cuidaros.
—Ten cuidado, —dijo, liberando a Sidney.
Sidney siguió a Nash hacia los camiones alquilados. Abrió la
puerta, pero no entró de inmediato. Él le dio al lugar una última
mirada.
—¿Sidney? —Nash llamó mientras arrancaba el motor.
—Sí. —Sidney echó un vistazo por encima de Nash y rió—.
Lamento admitirlo, pero aún voy a echar de menos aquel gallinero
de pollos. —Él subió y se colocó en el asiento, acordándose de
ponerse el cinturón de seguridad.
—Vamos a volver a visitarla, —murmuró Nash.
Sidney podría decir que Nash estaba haciendo un gran
esfuerzo para no ponerse nervioso. —Claro que lo haremos, —él
200
estuvo de acuerdo, llegando a apretar más la mano de Nash—.
Muchas gracias.
17 Sombrero vaquero.
Nash le dio la vuelta a mano y entrelazó sus dedos con los de
Sidney. —Donde tú vayas, yo voy. Siempre y sin remordimientos.

201
Carol Lynne

Sobre la Autora

Una ávida lectora por años, un día Carol Lynne decidió


escribir su propio romance erótico. Carol pasa su tiempo siendo
madre a tiempo completo y escritora también a tiempo completo.
Cualquier día, es normal encontrar a Carol limpiando la gelatina de
la alfombra, o acurrucada en su silla favorita escribiendo candentes
escenas de amor.

Visita su página Web.

http://www.carol-lynne.net/

202
Coordinación del proyecto:
Pervi

Traducción:
Mireiyu / Pervi

Corrección:
Iso / Lou

Edición y formato:
The Dream of Desire

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