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El proceso de transición del modo de producción

feudal al sistema capitalista.


Las causas fundamentales de la crisis del siglo XIV fueron:

Un posible origen en una crisis climática (se habla de disminución de las


temperaturas tras el denominado óptimo medieval que permitió las vides en
Inglaterra) o crisis ambiental, vinculados ambas a ciclos naturales o esta
última a los rendimientos decrecientes de actividades agrícolas y ganaderas
que habían alcanzado un "techo tecnológico" simultáneamente a la presión
de un crecimiento demográfico lento, pero mantenido al menos desde el año
1000. La Gran Hambruna de 1315-1317 marcó el inicio del siglo. La
posibilidad de encontrar circunstancias climáticas y ambientales semejantes
en la misma época pero otros contextos geográficos (lo que convertiría a la
crisis del siglo XIV en una verdadera crisis general a nivel global) ha sido
objeto de investigación: concretamente la civilización Jemer de Angkor
(Camboya) tuvo un auge y declive compatible con un modelo semejante, que
se ha atribuido a variaciones de El Niño y a su propia sobreexplotación del
medio.

La terrible crisis demográfica vinculada a la peste negra o peste bubónica de


1348 y las epidemias que se sucedieron cíclicamente durante los decenios
siguientes, que redujeron la población de Europa en no menos de un tercio.

Los desequilibrios económicos que afectaron a todos los sectores (cambios


en el uso de la tierra equilibrio entre agricultura y ganadería, alteración de las
rudimentarias estructuras tradicionales del comercio y el crédito, etc.)
Las convulsiones sociales, políticas e ideológicas que la siguieron:

Las concentraciones de herencias, la confusión en los gremios, el aumento


relativo de la importancia de las ciudades,

La desestabilización definitiva de las cadenas de vasallaje; recrudecimiento


de los conflictos militares (Guerra de los Cien Años) frente al clima de relativa
seguridad percibida desde el final de la época de las invasiones de la Alta
Edad Media; aumento del poder de los reyes en Europa Occidental que
superan el concepto de monarquía feudal y avanzan en la conformación de
las monarquías autoritarias.

El aumento de la piedad extrema (flagelantes, danzas de la muerte, mística),


la crisis de la ortodoxia religiosa (Cisma de Occidente, movimientos
calificados como heréticos hussitas, lolardos, fraticelli) la crisis de la
escolástica, la evolución del arte gótico puro al gótico flamígero en la mayor
parte de Europa Occidental y, simultáneamente, en Italia, el surgimiento de
las condiciones intelectuales del denominado Prerrenacimiento (Petrarca,
Bocaccio, Giotto), etc.

El conjunto de los fenómenos ligados a esta crisis secular se ha interpretado,


desde el punto de vista del materialismo histórico, como el comienzo de la
transición del feudalismo al capitalismo que se produce desde finales de la
Edad Media. En perspectiva histórica supone un periodo secular de transición
entre modos de producción (feudal y capitalista) que no finalizará hasta el
final del Antiguo Régimen y el comienzo de la Edad Contemporánea, con lo
que tanto este último periodo medieval como la Edad Moderna entera
cumplen un papel similar y cubren una similar extensión temporal (500 años)
a lo que significó la Antigüedad Tardía para el comienzo de la Edad Media (la
transición entre el modo de producción esclavista y el modo de producción
feudal).

La ley de rendimientos decrecientes empezó a mostrar sus efectos a medida


que el dinamismo de los campesinos forzó la roturación de tierras marginales
y las lentas mejoras técnicas no podían sucederse a un ritmo semejante. La
coyuntura climática cambió, acabando con el denominado óptimo medieval
que permitió la colonización de Groenlandia y el cultivo de vides en
Inglaterra. Las malas cosechas condujeron a hambrunas que debilitaron
físicamente a las poblaciones, preparando el terreno para que la peste negra
de 1348 fuera una catástrofe demográfica en Europa. La repetición sucesiva
de epidemias caracterizó un ciclo secular.

A partir del siglo XV, a medida que los efectos de la crisis disminuían, Europa
comenzó a experimentar cierta recuperación, que se manifestó en diversos
aspectos. En primer lugar, la población comenzó a crecer nuevamente. Uno
de los factores que contribuyeron a ello fue la disminución de las guerras y
las epidemias que habían asolado el continente durante el siglo XIV. Al mismo
tiempo, al aumentar la población, la demanda de productos agrícolas y la
cantidad de mano de obra disponible para los trabajos rurales fueron
mayores. Además la producción agrícola se vio favorecida por algunos
adelantos técnicos (mejoras de los arados y de los sistemas de irrigación) y
por la incorporación a la agricultura de tierras que habían sido abandonadas
durante la crisis. El aumento de la producción agrícola fue acompañado por
un crecimiento de las manufacturas y las actividades comerciales. En el
primer caso, en esa época surgió una nueva forma de producción
manufacturera, que recibió el nombre de trabajo rural domiciliado: con
materias primas y créditos facilitados por los comerciantes, los campesinos
producían manufacturas en sus aldeas. Luego, vendían sus productos a los
comerciantes, quienes lo comercializaban en las ciudades. El aumento de
producción de manufacturas, junto con otros factores, como la mejora de los
caminos y el perfeccionamiento de los medios de pago, impulsó un
significativo crecimiento en los intercambios comerciales.

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