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España.
Italia.
Los ostrogodos eran un grupo de godos que habían sido sojuzgados por los
hunos. Tras su liberación de aquellos, eligieron a Teodomiro como rey y se
asentaron bajo protección bizantina en Panonia, en el cauce del Danubio. A
este le sucedió su hijo Teodorico el Grande, que con la bendición del
emperador de Oriente condujo a su pueblo a Italia en 488.
En la península gobernaba el hérulo Odoacro tras deponer al último
emperador romano en 476. Tras una campaña en el Norte de la península,
Teodorico tomó la capital, Rávena, matando a Odoacro en 493 y
estableciéndose como señor del país. Su reinado fue recordado por
mantener la administración romana, que protegió, logrando mantener la
estabilidad de Occidente. Regente de sus primos visigodos al ser abuelo del
joven rey, Teodorico, llegó por un tiempo a parecer ser capaz de reconstruir
el antiguo Imperio de Occidente. Mandó construir y decorar joyas como la
Capilla Arzobispal de Rávena, el Baptisterio Arriano o su mausoleo, obra
maestra del arte ostrogodo en Italia.
Sin embargo, en 526, la muerte de Teodorico acabó con esta etapa de paz,
heredando Italia su nieto, Atalarico. El Reino Ostrogodo de Italia se
desmoronó, con un sobrino de Teodorico, Teodato, asesinando a Atalarico,
nieto y heredero del gran rey e iniciando una guerra civil. Los excesos de
Teodato rompieron con el apoyo del Imperio Romano de Oriente al dominio
ostrogrodo y propició una invasión bizantina paralela a las luchas nobiliarias.
Portugal.
De todos estos pueblos, los suevos y los visigodos serían los que tuvieron una
presencia más duradera en el territorio en el que actualmente se asienta
Portugal. Estableciendo la capital de su reino en Braga, los suevos expanden
su territorio hacia Galicia y Lusitania. Los suevos eran originariamente
paganos, y fueron evangelizados por Martín de Braga, aunque la variante del
cristianismo a la que pertenecieron fue alternativamente católica (la de la
población autóctona) o arriana (la de los visigodos).
Holanda.
Mientras que el siglo XVII se caracterizó por una economía con crisis
generalizadas, los Países Bajos crecieron económicamente. Esto se debió a
que mientras en el periodo 1600-1750 se propugnó el mercantilismo entre
los países (intervención del estado en la economía para conseguir una
balanza comercial favorable «vender mucho y comprar poco», se decía, y
aumentar la producción), los Países Bajos tomaron la decisión de no poner
trabas económicas y fomentar el comercio. De ello se derivó su poder
hegemónico y su éxito en el ámbito productivo. Las bases de producción ya
estaban establecidas algún tiempo atrás, pero su máximo brillo económico
ocurrió en el periodo 1625-1675.
Renacimiento.
Como explica Carlos Canales y Miguel del Rey en «Las Reglas del Viento: cara
y cruz de la Armada Española en el siglo XVI», «a partir del descubrimiento de
nuevas tierras en el hemisferio occidental la historia cambió y se abrió una
nueva era para la humanidad». Pocas veces a lo largo de los tiempos
ocurrieron tantas cosas importantes en una única década, la de 1490, es
decir, la de 1492. A partir de esa fecha, los marineros españoles, portugueses
y los italianos bajo su mando dibujaron un nuevo mundo repleto de riquezas
y de posibilidades. Los océanos que no controlaba España era porque, de
hecho, los dominaba Portugal. Rara vez en la historia se ha vivido un dominio
igual de dos países sobre el resto del planeta.