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LA DOCENCIA EN EL SIGLO XXI

En este ensayo se analizará la trascendencia de la docencia en el marco de las


nuevas tecnologías de la información y los nuevos modelos de vida que se
configuran en las sociedades modernas a inicios del siglo XXI.
A la luz de las actuales circunstancias que se viven en la sociedad mexicana con
un alto nivel de violencia y corrupción, el trastocamiento de los valores, la
descomposición del tejido social, y con una creciente deserción escolar en los
niveles de educación media superior, se hace urgente y necesario replantear el
papel de los docentes en la formación de los jóvenes del nivel bachillerato y
licenciatura. La docencia se ha visto rebasada a la hora de actualizar y evaluar las
competencias docentes en función de los cambios políticos, sociales y
económicos que enfrentan las nuevas sociedades modernas. La ausencia de
nuevos planes educativos nacionales acordes a las nuevas circunstancias
globales de las sociedades, han generado un rezago que se refleja en pobres
niveles de aprendizaje significativo en áreas del conocimiento fundamentales que
tienen que ver con la formación ética, moral, social y todo un esquema de
aprendizaje para la vida y el fortalecimiento de los vínculos sociales y la
pertenencia a la comunidad. Resultado: un creciente desinterés por el aprendizaje,
una fragmentación del ámbito familiar que ya no acoge a sus integrantes, una
mediatización e instrumentalización de la comunicación que ha afectado las
relaciones sociales que privan en los ambientes escolares y fuera de ellos, que
son importantes para la formación socioafectiva, la estructuración de la
personalidad y el carácter, y la capacidad de adquirir habilidades cognitivas e
intelectuales para el trabajo y la vida diaria.
Cuando los docentes se han dado cuenta (si esto es posible) que la enseñanza
formal o tradicional no está incidiendo en la formación o transformación de la
manera de pensar y actuar de los jóvenes en un mundo convulso; cuando los
docentes observan que la dramática realidad que se vive en las calles pasa
desapercibida para sus alumnos y vemos que son insensibles a sus efectos;
cuando vemos los docentes que los cómos y porqués para aprender y comprender
los fenómenos sociales, políticos, tecnológicos, etc. no se encuentran en ningún
procedimiento didáctico de enseñanza y por lo tanto, estos docentes se ven
imposibilitados para entender sus mecanismos y por ende los alumnos incapaces
también de comprender, entonces vemos cuán importante es ampliar nuestro
horizonte de conocimientos y herramientas docentes capaz de generar nuevos y
mejores sistemas de enseñanza y aprendizaje que incidan profundamente en la
formación de mejores generaciones de alumnos aptos para la vida social e
individual. A decir de Barrón Tirado (2009), “Hoy en día la educación superior debe
enfrentar retos particularmente difíciles como el de formar profesionales capaces
de generar y conducir los cambios de la sociedad, además de incidir de manera
cada vez más decidida, permanente y eficaz en sus ámbitos. Todo ello trae
consigo un amplio debate sobre el futuro de la educación superior y genera
propuestas que marcan una visión distinta”.
La función docente además de formar profesionales como lo señala el autor, que
puedan incidir en los cambios que la sociedad y sus campos de acción requieren,
deben, a mi parecer, reeducar en una nueva moral que restituya los valores
identitarios y comunitarios. Hace no poco tiempo se pregonaba que la “escuela de
la vida” era la mejor escuela que formaba porque enseñaba desde la experiencia.
Hoy en día vemos que nuestras experiencias con el mundo cada vez se constriñen
a un pequeño espacio de vivencias por demás fragmentarias y momentáneas. La
movilidad urbana, la velocidad con que se vive, los encuentros e intercambios
sociales breves, el aislamiento, van generando tipos de personalidad
fragmentarias sin comunidad porque hasta el espacio familiar se ha individualizado
y dividido a causa de un proceso de instrumentalización de la comunicación que
ha disuelto los vínculos sociales directos, y ha separado a la persona de su
comunidad. Ya no nos comunicamos nos informamos. Este estado de cosas ha
traído un sinfín de problemas que los maestros deben afrontar a la hora que los
alumnos tienen que mostrar sus capacidades comunicativas en el salón de clases
por un lado, y por otro, atender ciertos trastornos de la personalidad o el carácter
que se generan por el aislamiento, la depresión y otras desadaptaciones sociales.
Esta situación representa un reto para el trabajo docente. El profesor, casi nunca
está capacitado para atenderlo y/o representa un horario y atención especial que
no está dispuesto a otorgar fuera de horario escolar. Una profesionalización de la
docencia implica a mi ver, considerar una formación en aspectos
psicopedagógicos que provea de herramientas para la atención de este tipo de
casos.
El trabajo docente con los jóvenes en nuestro país requiere un esfuerzo redoblado
puesto que va a contracorriente de la ‘deseducación’ y deformación que los
medios electrónicos propician, principalmente la televisión. Implica destrabar
estructuras de pensamiento que normaron, moldearon y normalizaron en los
jóvenes un particular modo de ver la realidad como un sistema inalterable de vida.
La mediatización e ideologización de los medios han conformado modelos de vida
basados en el consumismo, la posesión de bienes, el dinero, por encima de
valores como la dignidad, la solidaridad, la vida comunitaria. Y como los jóvenes
no pudieron obtener nada de lo que les prometieron, obtuvieron en su lugar la
angustia y la espera, que a decir de Fernández Christlieb (2009), “[…] Este
capitalismo de espectáculo, o como lo llamó Vicente Verdú capitalismo ficción, es
un capitalismo de angustia, y es precisamente el medio ambiente en donde
crecieron los de los 20 años, esto es su propia naturaleza, donde todo lo que se
tiene ya se fue. La angustia consiste en que no hay de dónde agarrarse, porque
todas las agarraderas se le deshacen a uno entre las manos. Es la angustia de
que el tiempo no pase pero las cosas sí, de que la vida no se viva pero el mundo
sí se escurra, de que las cosas se vayan y lo que se queda parado sea uno. Lo
único que se tiene es sus 20 años y nada de lo que se pueda hacer con ellos, y
así con todo”. La profesionalización de la docencia pasa necesariamente por la
toma de conciencia de los docentes del tamaño de la responsabilidad que
adquieren ante la realidad que tienen que modificar en sus alumnos; primero
porque los docentes pasan a dirigir, orientar y transformar en gran medida los
destinos de los jóvenes, lo cual significa una responsabilidad ética mayúscula y,
segundo, porque la adquisición de esta responsabilidad conlleva responder a las
necesidades actuales de los jóvenes insertos en una dinámica cultural que tiende
a la confusión de los valores y a la fácil destrucción de los anhelos de libertad,
autorrealización y bienestar, lo cual el docente se ve obligado a profesionalizar su
labor, mantener al día el cuerpo de conocimientos, ejercer una actitud crítica de la
banalización de los valores que se promueven en la cultura mediática y del
espectáculo, y ensayar y promover mejores recursos didácticos para la enseñanza
y el aprendizaje significativo; ya lo decía Espinosa Meneses (2006), “en las manos
del docente se ha depositado la responsabilidad de contribuir a la formación
integral de un ser humano. Con esta premisa es de suponer que quienes hemos
tomado este camino como forma de vida debemos estar ciertos de que se trata de
una labor en la que el conocimiento y actualización en nuestra área de
especialidad, el deseo de superación constante, la búsqueda de estrategias que
faciliten el proceso enseñanza-aprendizaje y, sobre todo, la disposición de
aprender de cada experiencia de nuestra vida son nuestra responsabilidad”.
Como vemos, la tarea para los docentes no es sencilla, pero sí loable y
significativa. Camús decía que la conciencia es lo más difícil de mantener en un
mundo donde la dispersión es regla, ante esto, la labor docente se muestra como
la alternativa organizada y dirigida para revertir los efectos desmoralizadores y
deformadores que la sociedad de consumo y del espectáculo inculca en las
nuevas generaciones. La tarea es titánica todavía si se trata de que nuestra
enseñanza actúe en la conciencia y en el pensamiento, en la ilusión y la
motivación por construir un futuro mejor, contra la tergiversación de una realidad
que muestran todos los días los medios audiovisuales. El trabajo docente de los
profesores tiene el deber de luchar contra el desinterés y desánimo que priva en
las juventudes ante la falta de expectativas en su futuro, debe promover e
instaurar valores permanentes y duraderos a fin de que sean integrados
socialmente y se consoliden eficazmente en lo más profundo de nuestra
conciencia. Este ensayo pretende empujar hacia la reflexión del trabajo docente
para que seamos los docentes, actores activos en la construcción de una docencia
que replantee los fines de la educación y que movilice la conciencia hacia nuevos
desarrollos de aprendizaje y enseñanza para las actuales y nuevas generaciones
que nos reclaman una mejor forma de vida.
BIBLIOGRAFIA

Barrón Tirado, M. Concepción (2009) “Docencia universitaria y competencias


didácticas”, en Perfiles educativos, vol. XXXI, núm. 125, pp. 76-87.

Espinosa Meneses, Angélica (2006) “¿Qué es la responsabilidad docente?” en


Cházaro, O. S. y Heres P.M.E. Reflexiones de la Ética de la práctica docente,
UNAM, México, pp. 53-55.

Fernández, Christlieb P. (2011) “El tiempo a los 20 años en el siglo XXI”


Conferencia en el Simposium: Ciencias y futuro, UNAM.
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MEXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ZARAGOZA

DIPLOMADO EN DOCENCIA UNIVERSITARIA

MODULO I INTRODUCCIÓN A LA DOCENCIA

ENSAYO

LA DOCENCIA EN EL SIGLO XXI

FERNANDO GUZMÁN MORALES

FEBRERO 2011
FUNCIONES DEL DOCENTE UNIVERSITARIO
SISTEMA PRESENCIAL

El maestro eficaz es aquel que es capaz de hacer que se logren los resultados del
aprendizaje y debe estar preparado en:

 Dominio del Conocimiento teórico: avances en las diversas disciplinas.

 Actitudes que promuevan el aprendizaje: las actitudes predisponen la


atención, el interés y la motivación del alumno hacia el aprendizaje y se
pueden categorizar en actitudes:
a) de los maestros hacia mismos: los maestros deben reconocer y
comprender sus propias emociones a través de exámenes de
introspección y evaluación de cómo lo perciben a uno.
b) De los maestros hacia los alumnos: el maestro debe poseer una
fuerte empatía con sus alumnos y valorarlos como personas.
c) De los maestros hacia sus colegas y padres de familia
d) De los maestros hacia la materia que imparten: si no existe
entusiasmo e interés por la materia que uno imparte cómo podremos
generar motivación en los estudiantes.

 Dominio de la materia que se va a enseñar: se requiere que los maestros


tomen en cuenta dos aspectos:
1) El estudio de la materia en sí mismo
2) Selección cuidadosa de los materiales didácticos.

 Conocimiento de las técnicas de enseñanza que facilitan el


aprendizaje: el maestro tomará decisiones en función de tres
funciones básicas de la enseñanza:
a) Planear: decisiones previas antes del trabajo con los alumnos como,
objetivos, contenidos, materiales didácticos, estrategias de enseñanza,
evaluación, etc.

b) Implementar: aplicar lo planeado con los alumnos.


c) Evaluar: decisiones sobre lo alcanzado y logrado de los objetivos
planteados para autocorregir.
Este modelo de enseñanza eficaz se basa en los siguientes supuestos según el
autor:

- Enseñanza por objetivos


- Actitud activa
- Acciones continuas de mejoramiento
- Acciones dirigidas hacia el cambio de conducta
- Formación profesional para la toma de decisiones

SISTEMAS NO PRESENCIALES
VALORES QUE SUBYACEN EN LA PRÁCTICA DOCENTE

Un valor fundamental ineludible que debe prevalecer y regir el actuar docente es el


de la responsabilidad. Este valor a decir de espinosa Meneses (2006), alude al
cumplimiento de un deber, una obligación ya sea moral o legal que está
relacionada casi siempre con compromisos adquiridos. La dimensión del
compromiso de educar y formar seres humanos es ya de suyo una
responsabilidad moral alta que supone poner en práctica todos los recursos
docentes del profesor para el cumplimiento de la responsabilidad. La conciencia
de responsabilidad ante la misión de educar tiene implicaciones, a saber:

 La comprensión del compromiso adquirido, saber que no basta el cúmulo


de conocimientos adquiridos sino también saber transmitirlos.
 Entender que el profesor no tiene que ser una enciclopedia y no pretender
enseñar lo que no se sabe
 Buscar nuevas fuentes de conocimientos y herramientas didácticas
 Asumir una actitud de confianza en el saber que propicie el aprendizaje
 Tener claro que la educación es la base del progreso personal y social

Otro concepto de suma importancia para el desempeño docente es la Confianza.


El autor menciona que es muy difícil enseñar cuando los demás no confían en
uno. La confianza implica una correspondencia de deberes pues establece un
principio de seguridad mutua en las expectativas que uno genera en los demás.
Por eso la pérdida de confianza en el trabajo docente significa disolver la relación
de enseñanza aprendizaje que se pudo haber establecido entre el profesor y los
alumnos.

De este modo, responsabilidad y confianza son valores y factores clave que


preservan las relaciones de enseñanza aprendizaje y son los cimientos que
preparan la construcción de un eficaz trabajo docente.

Asimismo Romero Cortés (2006) destaca los valores que tenemos que generar
como docentes en nuestros alumnos y ser congruentes con ellos en nuestra vida
cotidiana. Alguno como la lealtad, la autoestima, ‘autocontrol’, responsabilidad,
independencia, honestidad, perseverancia, tolerancia respeto, equidad, justicia
libertad, bondad, etc. El autor señala cómo es que nuestra labor docente adquiere
relevancia cuando nos damos cuenta que educamos para hacer hombres
verdaderamente libres con una educación integral, que no sólo adquiera
habilidades sino valores que lo capaciten y lo hagan pertenecer felizmente a una
sociedad.

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