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Desde el punto de vista del género, toda educación tiene sentido cultural. Cuando hablamos de
educación intercultural, no estamos hablando de una dimensión general de intervención, ni de uno
de los ámbitos de la educación vinculados a las formas de expresión y a las áreas de experiencia).
Cuando hablamos de educación intercultural, estamos pensando en una finalidad (uno de los
posibles sentidos filosóficos para la educación que se integra en la orientación formativa temporal
para la condición humana individual, social, histórica y de especie); es decir en una posible
respuesta al sentido de la educación que cualifica el significado de educación, desde la relación
entre el yo, el otro y lo otro en cada acto educativo, atendiendo a la categoría clasificatoria de
género
Se puede hablar de la educación intercultural como logro del sentido cultural en cada educado,
porque en cada educando se da la relación entre el yo, el otro y lo otro, desde la categoría
conceptual de género. Toda educación es de sentido territorial, durable, cultural y formativa, pero
no toda respuesta integrada en la orientación formativa temporal tiene que ser intercultural desde la
perspectiva de género.
Desde esta perspectiva, decir interacción cultural, es decir básicamente que hay encuentro e
interacción entre culturas y que en la interacción es posible, la integración, la asimilación, la
segregación, el respeto a las minorías consolidadas, el intercambio, la apertura, la reciprocidad, la
interdependencia, la solidaridad, la discriminación positiva, la innovación de mis pautas conducta, la
interculturalidad, etc.
Pensar en lo intercultural es pensar en la interacción cultural en una de sus formas posibles. El reto
de la educación derivado del sentido cultural (de interacción cultural) consiste en pensar y creer en
el individuo como ser capaz de combinar la cultura universalizada y la circundante, realizando
“desplazamientos” de una a otra sin problemas, porque su yo multifacético está inevitablemente
abierto a influencias procedentes de fuera de su contorno. La cuestión no es el derecho a una
cultura universal o local, uniformizadas, sino el derecho a combinar libremente la experiencia
personal y colectiva bajo la garantía de reservarse el derecho de entrar y salir en cada oportunidad
cultural, que siempre representa el otro y lo otro. El reto del sentido cultural de la educación es,
ante la diversidad y la diferencia, pensar en el individuo como ser capaz de entrar y salir de las
diversas creaciones culturales sin que ello suponga un atentado a su dignidad y autonomía, y con la
posibilidad de realizar “desplazamientos” entre ellas porque su formación y su yo, multifacético, le
dotan de competencias para ello. (Touriñán, 2006, Revista ESE; Touriñán, 2013, Revista de
investigación en educación; Touriñán, 2014 Revista REDIPE).