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medio ambiente
José Juan Bautista Romero
7. CONCLUSIONES
No parece que la regulación jurídica de los daños ambientales haya
sido una tarea fácil, ni en nuestro Derecho, ni en el Derecho
comunitario, porque si bien en el ámbito comunitario existió la
firme intención por parte de la Comisión de establecer un régimen
jurídico para los mismos, la diversidad de puntos de vista de los
distintos Estados e incluso la oposición de alguno de ellos, hasta el
año 2004 no culminó la adopción de un régimen comunitario de
responsabilidad por daños ambientales. En nuestro Derecho no
existía un sistema específico de protección mediante reglas de
responsabilidad de bienes “estrictamente ambientales” hasta que
se traspone la Directiva 2004/35 mediante la Ley 26/2007, de 23 de
octubre.
El propio mandato constitucional del art. 45 obliga a establecer un
sistema que conduzca a reparar el daño causado a los bienes
ambientales, independientemente de las sanciones administrativas
o penales que pudieran corresponder. Con el establecimiento de la
norma referida trata de hacerse efectivo dicho mandato, viniendo
supuestamente a remediar las deficiencias de las distintas normas
que trataron de desarrollarlo con diversa fortuna.
¿Resuelve la LRM los defectos de un sistema que tenía serios
problemas para garantizar la restauración del medio ambiente
dañado?.
El nuevo sistema de responsabilidad abarca la protección de daños
o amenazas de daños exclusivamente a recursos naturales o a las
funciones que desempeñan ( no a todos los daños sino a los que la
LRM define en su art. 2.1 como “daño medioambiental”: especies
silvestres y sus habitats, aguas, riberas del mar y rías y suelo). No
incluye los daños tradicionales a personas o a bienes de titularidad
privada, que es el objeto característico de la responsabilidad civil,
salvo que los daños a bienes privados se configuren como un daño
medioambiental.
La LRM se aleja de los patrones propios de la responsabilidad civil,
elementos tan significativos como el sujeto pasivo, es decir, la
víctima sobre la que se centra todo modelo de responsabilidad
objetiva para valorar si sobre ella recae o no el deber jurídico de
soportar el daño, está como tal ausente del sistema que se
configura. ¿ Quién es la víctima en el daño medioambiental? La
respuesta más lógica parece ser el “todos” del art. 45.1 C.E. , que
por tener derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado,
tienen derecho a la restauración total de los recursos naturales
dañados.
Sin duda, también una de las mayores novedades del nuevo
sistema de responsabilidad medioambiental es que se dirige no
sólo a reparar sino también a prevenir los daños al medio
ambiente, con lo que también se rompe el esquema tradicional de
la responsabilidad extracontractual en nuestro Derecho, en tanto
que la nota característica de la misma, tanto la de carácter civil,
como administrativo , se ha considerado siempre que radica en la
producción efectiva de un daño que debe ser objeto de reparación.
La LRM proclama que el sistema que instituye configura una
responsabilidad ilimitada, porque la obligación que asume el
operador responsable consiste en devolver los recursos naturales
dañados a su estado original. También la califica de responsabilidad
objetiva porque las obligaciones de actuación se imponen al
operador al margen de cualquier culpa , dolo o negligencia. Esto es
sin duda más discutible.
Lo que hace la LRM siguiendo a la Directiva que traspone es crear
un doble estatus, un doble tipo de responsabilidad, diversificando
dos categorías de operadores fundamentadas en el riesgo que sus
actuaciones comportan, los que realizan actividades de mayor
riesgo ( Anexo III LRM) están sujetos a un régimen de
responsabilidad objetiva, que como hemos visto tiene sus
matizaciones, pues al fundamentarse en la categoría “riesgo” en
ningún caso puede venir a constituir una responsabilidad objetiva
absoluta centrada sólo en el daño causado. En cambio a los
operadores que realicen actividades no contempladas en el Anexo
III no se les exige la adopción de medidas reparadoras , las medidas
de prevención y evitación son exigibles en todo caso, si no ha
mediado culpa, dolo o negligencia, por tanto la responsabilidad es
subjetiva atendiendo a la conducta de quien realiza la actividad.
Uno de las principales deficiencias del sistema anterior a la LRM
venía constituida por la dificultad de probar la relación de
causalidad entre la acción y la lesión causada , lo que provoca que
en muchos casos y por mucho que los Tribunales trataran de aplicar
una responsabilidad de carácter objetivo, las pretensiones de
responsabilidad por daños ambientales se desestimaran debido a la
falta de prueba del nexo causal entre la actividad y los daños. La
respuesta de la LRM al problema del nexo causal consiste en sentar
una presunción genérica de causalidad con la que se carga al
operador que
desarrolle alguna de las actividades enumeradas en el Anexo III, por
supuestoque la presunción puede ser destruida pero le
corresponde al operador presentar la prueba en contrario. Por
tanto una presunción de causalidad a las actividades con mayor
riesgo y una inversión de la carga de la prueba .
El sistema de responsabilidad objetiva, que la LRM dice instaurar
para quienes realicen las actividades del Anexo III, se ve claramente
atenuado y puesto a prueba por las exoneraciones que la propia
Ley establece. Si hay algunas cuya admisión es poco problemática,
como la de intervención de un tercero, pues implica la ruptura del
nexo causal, aunque tal vez hubiese sido deseable contemplar,
como suele hacer nuestra jurisprudencia, la posibilidad de
concurrencia en la producción del daño; hay otras cuya admisión es
más discutible, me refiero a los supuestos del ap. 2 del art. 14 : el
supuesto de que exista una autorización administrativa que parece
incluso contrario a una jurisprudencia asentada , que afirma que se
ha de responder aunque se obre al amparo de licencias o
autorizaciones.
Y el caso de los riesgos de desarrollo que, si bien con el
antecedente de la Ley de Régimen Jurídico de las Admones.
Públicas resulta poco menos que inevitable, pone a prueba la
objetividad del sistema, y lo pone a prueba precisamente por lo que
afirmamos más arriba, si el sistema se fundamenta en el riesgo, un
riesgo que no pudo ser conocido , cuya existencia se ignora dado el
estado de los conocimientos del momento en que se produce
difícilmente podría ser imputado al causante. El modelo de
responsabilidad por riesgo deja de ser operativo en el caso de
riesgos no cognoscibles, pero dado que algunos, caso de al
ingeniería genética, son fundamentalmente no cognoscibles, el
modelo para los mismos se debería orientar hacia una
responsabilidad objetiva absoluta.
NOTAS
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