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Motivación y comunicación, sección 01

Pacheco, Hadiannys
C.I.: 27.100.726

Ensayo - El Secreto de la Motivación

Mucho se habla y mucho se dice sobre la motivación. Es un término que vemos en todos
lados y se aplica fácilmente para cualquier cosa, lo que hace que se piense que desarrollarla
completamente también lo es. Nos dicen “¡Motívate! ¿Cómo vas a estar tan desmotivado?
¡No puedes ser así!”, sin antes reflexionar sobre ello, como si fuera una especie de interruptor
que se apaga o se prende a voluntad. Muchas veces se habla de la motivación a la ligera,
siendo que detrás de esta existe un trasfondo muy importante que, si se pusiera en práctica,
permitiría entender el porqué de su contraparte, la desmotivación. Antes de todo, es necesario
saber que, aunque a veces parezca que no, la motivación está en todos, todos somos capaces
de hacer que nuestra motivación cobre vida. El ser humano es la única especie capaz de
automotivarse. El tema relevante aquí es: ¿cómo?
Hemos definido la motivación como la disposición de uno mismo para invertir recursos, que
suelen ser limitados, para el logro de un objetivo. Estos recursos pueden ser variados:
oxígeno, tiempo, dinero, esfuerzo, glucosa (energía), conocimiento, emociones, relaciones
personales, etc. Dado que son limitados, se emplearán dependiendo de los beneficios que
percibamos que puede darnos el objetivo, es decir, mientras más o menos beneficios nos
otorgue el objetivo, más o menos recursos invertiremos, y nos sentiremos más o menos
motivados. Es por esto que es vital identificar lo que se quiere lograr y desglosar cada uno de
los beneficios que obtendremos si lo logramos, y, si se mantiene presente en todo momento,
sería como alimentar el cerebro para que se mantenga enfocado en ello. Este ejercicio por sí
solo tiene muchísimo poder, porque al recordarnos constantemente lo que queremos,
hacemos que toda nuestra atención esté dirigida a un solo punto en vez de a varios y hacemos
que nuestra mente, que una vez estuvo poco clara y dispersa, trabaje al unísono para tener esa
fuerza de voluntad que buscamos. Es cierto que a veces un objetivo puede que no nos motive
mucho, pero, quizás eso sólo sucede porque no lo estamos viendo desde la perspectiva
correcta, quizás sólo nos estamos enfocando en todos los recursos que tendremos que invertir
y no en lo bien que nos sentiremos o en los beneficios que tendremos cuando hayamos
acabado. Si se intenta darle un cambio a nuestra percepción, puede que nos sintamos con más
disposición para hacer las cosas.
Es por completo un error esperar que el entorno nos brinde lo que tiene que venir de nuestro
interior. Sí, es cierto que los estímulos exteriores forman una pieza importante y tienen el
poder de, en muchos casos, frenar nuestra motivación, pero, al final del día, somos nosotros
los que decidimos: si caemos en un hueco, es nuestra responsabilidad sacarnos de ahí, de
nadie más. Somos totalmente capaces de automotivarnos, el ser humano es su propia fuente
inagotable de energía y de fuerza, su propio combustible. Es por esto que no podemos
permitir que nuestra motivación dependa de las circunstancias o del ambiente, y mucho
menos de otra persona. Si en nuestra casa las cosas marchan mal ¿nuestro estado de ánimo
tiene que estar igual? No. ¿Si no obtenemos aprobación, aprecio o palabras de aliento de una
persona en particular, vamos a dejar que nos afecte de tal manera que no queramos hacer
nada? Tampoco. ¡Nada de eso importa! La motivación vive en nosotros y tenemos absoluto
control sobre ella. Aprender a no dejarnos llevar por nada ni nadie no es fácil, pero totalmente
posible de lograr.
No obstante, los estímulos exteriores son también poderosos activadores de motivación.
Cuando se dan los estímulos correctos, son capaces de despertar el interés de hacer algo
distinto, de crear una nueva meta que antes no estaba o de aumentar las ganas de lograr una
meta ya existente. Tal vez una pequeña charla motivacional, un reconocimiento, un
comentario, el ver que otra persona logró lo que nosotros queremos, el apreciar muy de cerca
lo que obtendremos si lo logramos, son muchos los estímulos exteriores que pueden
contribuir con nuestra motivación.
Es aquí donde podemos hablar de los grandes promotores y destructores de la motivación.
Uno de los principales elementos que pueden debilitar por completo la energía interna de una
persona es el juicio. El hecho de juzgar deliberadamente a los demás, así nada más, sin tener
un sustento, sin tener base, puede realmente hacer mucho daño. Desafortunadamente, los
juicios destructivos quedan más incrustados en la mente que los buenos. Si hay 100
comentarios buenos y uno malo, siempre vamos a darle más atención a ese único comentario
negativo. Y no es sólo eso, los juicios muchas veces suelen estar acompañados de
comparaciones. Todo esto se mete profundamente en la mente de las personas y queda
divagando en su cerebro, llevándolo consigo siempre y recordándolo cada vez que intenten
hacer algo. Esto aplica para todos, niños, jóvenes y adultos. A menudo se ha determinado que
cuando un niño es duramente juzgado por sus padres o maestros, tienden a convertir esos
juicios en una realidad, terminan creyendo que tienen razón, y, más adelante, cuando son
adultos, se descubre que sus problemas para mantenerse enfocados en una meta se deben a
eso. Desde niños la confianza en ellos mismos ha sido pisoteada en lugar de cultivada. Para
este tipo de personas unas palabras de aliento o un “¡motívate!” no son suficientes para
sentirse capaces de hacer cosas grandes. Pero en realidad sí lo son.
Contrario a juzgar, se debe retroalimentar. Se deben resaltar los puntos débiles y las fallas
pero no para desvalorizar, si no para dar impulso para mejorar. Y sobre todo, se deben
celebrar los puntos a favor, los talentos y los rasgos positivos. En lugar de reclamar se debe
aconsejar y en lugar de acusar, se debe alentar. ¿Existen fallas? Pues hay que ver qué
herramientas y/o oportunidades se tienen para cambiarlas, dejando de lado las comparaciones
y las connotaciones negativas. Siempre desde el amor, el respeto y la empatía. Esa es la
manera en la que se puede construir en vez de destruir.
En el lado opuesto a los juicios, si hay algo que promueve y fortalece la motivación es el
hecho de aceptarse y creer en uno mismo. Una persona que se acepta a sí misma, que se
siente aceptada por los demás y que los acepta tal y como son a ellos, es una persona que
puede tener una motivación inquebrantable. Vernos a nosotros mismos como seres especiales
e irrepetibles y reconocer que los que nos rodean también lo son permite desarrollar un
ambiente sano y propicio para que se creen cosas increíbles.
La seguridad en uno mismo es fundamental para aprovechar al máximo el potencial que
tenemos, pues elimina todo los miedos y dudas que podamos tener. Simplemente vamos por
lo que queremos, porque confiamos en que va a salir bien. Es importante que en los núcleos
familiares se fomente siempre la autoestima de los niños y jóvenes, ya que esto puede tener
un gran impacto cuando son mayores. Puesto que en esas etapas las personas son altamente
influenciables, que sientan que sus padres creen en ellos realmente es un empujoncito que
puede generar muchos cambios en sus actitudes, en su rendimiento académico y hasta en sus
aspiraciones.
Implementar el “yo puedo” en todos los ámbitos de nuestra vida abre muchas puertas, pues,
cuando nos atrevemos a hacer algo nuevo porque creemos en nosotros, y lo logramos, vamos
a sentirnos más motivados que antes y por consiguiente, vamos a realizar más y más cosas, y
es así como se convierte en un ciclo de motivación sin fin. La tendencia a creer que no
lograremos algo muchas veces, como se mencionó anteriormente, se puede deber a una
“verdad” que se estableció en nosotros desde nuestra niñez o adolescencia, por un fracaso que
fue fuertemente juzgado o por un ser querido o importante que desestimó nuestras
capacidades. Pero, sólo es eso, es una creencia, y en el 100% de los casos, no un hecho, lo
que quiere decir que es perfectamente modificable. Con un continuo trabajo de pensamiento e
introspección, esas cadenas mentales que nos mantienen atados pueden romperse y
desaparecer, dejándonos libres para experimentar y luchar por todo aquello que deseemos.
Creer en uno mismo es algo que nos debemos a nosotros y a las personas que nos quieren ver
felices. Son múltiples los beneficios que se obtienen cuando se decide realizar ese tipo de
cambios, pues aumenta la creatividad, la pasión, la capacidad de lidiar con los malos
momentos, mejoran las relaciones personales, laborales, y hasta la salud física.
Algo semejante ocurre cuando tenemos fe, la cual también es otro gran motor para el
desarrollo de la motivación. La fe sencillamente es la certeza de que algo que deseamos
mucho llegará o sucederá. Esta certeza permite que surjan sentimientos positivos, llenos de
esperanza y seguridad. Son estos sentimientos los que hacen que tengamos total disposición
de hacer las cosas que sin fe, no haríamos. Esto se acentúa mucho más en las personas que
creen que merecen lo que desean, es decir, las personas suelen tener fe de que serán
premiadas en un futuro si realizan buenas acciones, y por ende, se ven motivadas a hacerlo.
La verdad es que la motivación en el ser humano trabaja de muchas maneras, pero el fin
siempre es el mismo: alcanzar objetivos y deseos planteados. Existen diversas maneras de
cultivarla y hacerla florecer, y cuando se logra, las posibilidades son infinitas.

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