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HERBERT MARCUSE

Revolución cultural

Herbert Marcuse

OBEW B W
Se nos ha encargado hacer lo negativo;
lo positivo ya nos ha sido dado
Franz Kafta

ennegativo ediciones es un proyecto editorial nacido en Medellín


(Colombia) en el año 2018 con la intención de contribuir a la propagación
de la cultura. Con un enfoque marcadamente político, pretende
convertirse en referente de pensamiento crítico en la ciudadanía y el país.
La negatividad que nos nombra no es al azar. Ella indica el
posicionamiento de nuestra actividad en medio de las condiciones
hostiles del mundo capitalista, pues abiertamente negamos las lógicas
opresivas en que éste se desarrolla. Desde ennegativo rechazamos
cualquier juicio justificatorio que reproduzca los modos malogrados de
existencia promovidos por esta sociedad, rechazo que llevamos a cabo
desde la lucha que conocemos: la de las palabras.
Entre nuestros intereses editoriales se encuentra la traducción de obras
inéditas en español, la reedición de obras que han dejado de publicarse y
que son consideradas fundamentales, así como la publicación de nuevos
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publicados o apoyar materialmente el funcionamiento de la editorial,
puede comunicarse a través del mismo correo.
Revolución cultural

Herbert Marcuse

Traducción
Leandro Sánchez Marín

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Marcuse, Herbert
Revolución cultural
Traducción: Leandro Sánchez Marín
Diseño de portada: Melissa Hincapié Ochoa
ennegativo ediciones
ennegativoediciones@gmail.com
Medellín, 2021

Esta obra cuenta con el permiso del Patrimonio Literario de Herbert Marcuse, cuyo
responsable es Peter Marcuse, su permiso se requiere para cualquier publicación
posterior. El material complementario del trabajo inédito de Herbert Marcuse,
ahora en los Archivos de la Biblioteca de la Universidad Goethe en Frankfurt/Main,
ha sido publicado por Routledge Publishers, Inglaterra, en una serie de seis
volúmenes editada por Douglas Kellner, y en una serie alemana editada por Peter-
Erwin Jansen publicada por zu Klampen Verlag, Alemania. Todos los derechos de
publicación adicional son retenidos por el propietario.
Nota editorial
La publicación de este trabajo ha sido posible gracias al
permiso de los familiares de Herbert Marcuse. Agradece­
mos especialmente a Peter Marcuse y a Harold Marcuse
por su generosa disposición y por permitir que el pensa­
miento de Herbert Marcuse pueda seguir generando espa­
cios de formación a través de su obra. Douglas Kellner,
Clayton Pierce y Charles Reitz también han sido funda­
mentales en la divulgación del pensamiento de Marcuse, a
ellos agradecemos el contacto y la permanente atención
que nos han brindado. Las notas que aparecen bajo la
forma (N. de los Ed.) pertenecen a Douglas Kellner y Clay-
ton Pierce, editores de los Collected Papers de Marcuse, las
que se referencian (N. del T.) pertenecen al traductor. Este
trabajo de traducción de las obras de Herbert Marcuse está
dedicado a la memoria de Jairo Escobar Moncada.

ennegativo ediciones
Índice

Marcuse tenía razón. Sociedad unidimensional


en el siglo XXI por Richard C. Box......................................... 11

Revolución cultural................................................................. 51
Richard C. Box

Marcuse tenía razón.


Sociedad unidimensional en el siglo XXI

Aquí están los valores que gobiernan en la sociedad ca­


pitalista: productividad rentable, asertividad, eficiencia,
competitividad; en otras palabras, el principio de rendi­
miento, la regla de la racionalidad funcional que discri­
mina las emociones, una doble moral, la "ética del tra­
bajo", que significa para la gran mayoría de la población
la condena al trabajo alienado e inhumano, y la voluntad
de poder, la exhibición de fuerza, la virilidad.

Herbert Marcuse, "Marxismo y feminismo"1.

Parece, en retrospectiva, una historia extraña, incluso im­


probable. Un filósofo judío alemán huye de los nazis en la
década de 1930, se convierte en ciudadano de los Estados
Unidos y trabaja durante la Segunda Guerra Mundial y du­
rante unos años después de la guerra para la agencia pre-
decesora de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y para
el Departamento de Estado. Luego comienza una carrera
docente durante la cual las protestas de los conservadores
por sus ideas aparentemente radicales conducen a su des­
pido y retiro forzoso de los puestos docentes, mientras ad­
quiere una reputación mundial como crítico del statu quo y
líder intelectual de la política de izquierda radical en las

1 MARCUSE, Herbert. "Marxismo y feminismo" en: Escritos sobre fem i­


nismo y filosofía. Medellín: ennegativo ediciones, 2019, p. 45.

11
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

décadas de 1960 y 19702. Paradójicamente, aunque fue am­


pliamente considerado como una amenaza colectivista a la
democracia, fue un apasionado defensor de la libertad in­
dividual y la realización personal que se resiste a la domi­
nación y la opresión sin importar la fuente, ya sea el capi­
talismo o el comunismo.

Esta historia es la narrativa personal de Herbert Mar-


cuse, quien murió en 1979 a la edad de 81 años. Su con­
cepto de sociedad "unidimensional" se hizo conocido y
controvertido después de que apareció impreso en 1964
(en El hombre unidimensional), pero hoy se ha desvanecido
de la vista, aparentemente inadecuado para una sociedad
contemporánea que es tecnológicamente sofisticada, pos­
moderna, diversa, compleja, en red y autosatisfecha con la
relativa seguridad económica y los placeres del consu-
mismo.

En la sociedad capitalista, la unidimensionalidad es una


condición en la que la racionalidad técnica de la produc­
ción y el consumo es tan dominante que las personas se
olvidan de valores y formas de organizarse alternativos.
Los ricos y poderosos dependen de la extracción destruc­
tiva de recursos y la guerra para apoyar una economía con­
sumista y reprimir la oposición global, el bienestar público
es suficiente para hacer que el sistema parezca humano, y
el lenguaje se purga de pistas sobre la liberación humana o
el cambio social. La gente ya no percibe una contradicción

2 Cfr. KELLNER, Douglas. "Radical Politics, Marcuse, and the New


Left" en: The New Left and the 1960s: Collected papers o f Herbert Marcuse.
London: Routledge, 2005.

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Richard C. Box

entre cómo son las cosas y cómo podrían ser, con la consi­
guiente "disminución del contraste (o conflicto) entre lo-
dado y lo posible"3.

Marcuse consideró que su descripción de la unidimen-


sionalidad era un análisis "centrado en tendencias que se
dan en las sociedades contemporáneas más altamente
desarrolladas", y reconoció que "hay amplias zonas dentro
y fuera de estas sociedades en las que las tendencias des­
critas [...] no prevalecen todavía"4. A pesar de esta adver­
tencia, El hombre unidimensional no se lee como una explo­
ración de las primeras tendencias, sino que es, en cambio,
como asertivo y ocasionalmente sarcástico o irónico, apa­
rentemente el trabajo de alguien que piensa que los fenó­
menos que describe ya están poderosamente presentes. En
documentos y libros escritos en años posteriores, Marcuse
encontró la esperanza de un cambio en los movimientos de
izquierda de los años sesenta y setenta, moderando así el
pesimismo respecto del cambio que se encuentra en El
hombre unidimensional, pero su análisis de las características
de la sociedad permaneció intacto. Otros trabajos de los
años 1950 y 1960 expresan una preocupación paralela so­
bre la dirección de la sociedad. Un ejemplo son los escritos
de C. Wright Mills, quien convirtió la identificación tem­
prana de tendencias en descripciones poderosas de carac­
terísticas sociales que parecen obvias hoy, aunque sus
ideas parecían radicales y perturbadoras para muchos en
ese momento. Otros escritos contemporáneos también des­
criben varios aspectos paralelos de la economía política; el
trabajo de varios autores en esta corriente crítica se exa­
mina en la siguiente discusión.

3 MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional. Barcelona: Editorial Pla­


neta de Agostini 1993, p. 38.
4 Ibid, p. 28.

13
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

Sostengo que la idea de la unidimensionalidad era pro-


fética cuando apareció en la década de 1960 y que es espe­
cialmente aplicable a las circunstancias actuales. Las ten­
dencias que Marcuse identificó se han profundizado en
prácticas continuas y estables que serían difíciles de desa­
lojar o revertir. En este sentido bastante particular, Mar-
cuse tenía "razón".

En la medida en que este argumento sea válido, vale la


pena revisar la unidimensionalidad para obtener nuevas
ideas sobre la sociedad y los asuntos públicos. Hay muchos
modelos de condiciones en la sociedad a los que recurrir,
por lo que no tiene sentido afirmar que este es mejor o com­
pleto en sí mismo. Sin embargo, presenta una visión del
nexo de la política y la economía que parece especialmente
poderosa hoy en día. El cuerpo de trabajo de Marcuse es
amplio, se extiende a través de la filosofía, la política y la
sociología, y explora la naturaleza de la vida y el trabajo, la
tecnología, los asuntos exteriores, los futuros alternativos
y más. Este artículo se centra en la idea de una sociedad
unidimensional para examinar su utilidad para compren­
der los asuntos públicos actuales y las posibilidades de
cambio.

El concepto de Marcuse de unidimensionalidad se en­


cuadra dentro de la escuela de la teoría crítica de Frankfurt;
es materialista, sensible a las clases y al dominio, y crítico
con el capitalismo. Sin embargo, la aplicación de etiquetas
tipológicas oscurece un rico conjunto de detalles, así como
interesantes críticas y comparaciones con otras descripcio­
nes de la sociedad industrial avanzada. Aunque cualquier
número de conceptos podría destacarse dentro de la idea
general de la unidimensionalidad, para comenzar a desa­
rrollar el argumento de que se ha convertido en la norma,

14
Richard C. Box

me concentro en tres áreas clave de pensamiento: trabajo,


agresividad y asuntos públicos.

El análisis de Marcuse es, naturalmente, anticuado.


También está limitado por la relativa falta de atención al
contexto cultural e histórico del capitalismo en los Estados
Unidos, y describe el capitalismo en este país sin reconocer
las diferentes formas en otros países. Este artículo se enfoca
en los Estados Unidos como una superpotencia económica
y militar global. En las tres secciones que siguen, la narra­
ción describe el escenario histórico de los Estados Unidos.
De cada área clave de pensamiento, muestra cómo Mar-
cuse la trató y trae la línea de tendencia hasta el presente
con los escritos de autores contemporáneos específicos. La
sección final examina hasta qué punto estamos atrapados
en una sociedad unidimensional o si existe un potencial de
cambio.

Trabajo

En los Estados Unidos, hasta la Revolución Industrial, la


gente esperaba trabajar de manera independiente en lugar
de para otros. Era aceptable que una persona trabajara para
otra como una etapa pasajera en sus vidas, pero hasta me­
diados del siglo XIX, los trabajadores que tomaban la di­
rección de un empleador eran considerados asalariados o
esclavos asalariados5. Samuel Eliot escribió: "Poner a un
hombre con salario es ponerlo en la posición de depen­
diente", y cuanto más tiempo permanezca en esa posición,
"menos hombre se vuelve"6. Esta actitud fue el resultado

5 Cfr. RODGERS, Daniel T. The Work Ethic in Industrial America 1850­


1920. Chicago: University of Chicago Press, 1974, cap. 2.
6 Citado en: RODGERS, Daniel T. Op. Cit., 1974, p. 33.

15
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

de la experiencia nacional y la creencia cultural, y estaba


relacionada con el ideal estadounidense de la democracia.

La transición a una economía industrial llevó, a media­


dos del siglo XX al tipo de trabajador de William Whyte,
para usar el título de su éxito de ventas de 1956, llamado
The Organization Man7. Esta persona está dedicada a los ob­
jetivos de la organización y al esfuerzo grupal en lugar de
la individualidad o el juicio independiente. Varios autores
escribieron sobre este fenómeno en las décadas posteriores
a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial: por ejem­
plo, Chris Argyris, Personality and Organization: The Conflict
Between System and the Individual (1957); C. Wright Mills,
White Collar (1951); y Robert Presthus, The Organizational
Society (1962).

Mills describió "la sociedad como una gran sala de ven­


tas, un archivo enorme, un cerebro incorporado, un nuevo
universo de gestión y manipulación"78. Hoy en día no se
encuentra una reacción tan cruda, asustada e incluso
enojada hacia la sociedad organizacional: esta descripción
se escribió cuando las personas se daban cuenta de las im­
plicaciones del modernismo del siglo XX. Escuchemos la
textura de la descripción de Mills de los entornos en los
que trabaja el nuevo trabajador: "Las jerarquías calculado­
ras de grandes almacenes y corporaciones industriales, de
oficinas racionalizadas y oficinas gubernamentales, expo­
nen las formas grises de trabajo y estereotipan las iniciati­
vas permitidas"9. Esto resulta en un trabajador, el "hombre

7 Cfr. WHYTE, William H. The Organization Man. Philadelphia: Univer-


sity of Pennsylvania Press, 2002.
8 MILLS, C. Wright. White Collar: The American Middle Classes. Oxford:
Oxford University Press, 1951, p. xv.
9 Ibid., p. xvii.

16
Richard C. Box

de cuello blanco", que "es más lamentable que trágico,


como se lo ve colectivamente. . . viviendo en lenta miseria
su anhelo por la rápida escalada estadounidense"10.

En Eros y civilización, Marcuse identificó el "principio de


rendimiento" que hizo que las personas trabajaran. Este
concepto se basa en el reconocimiento de la escasez, el he­
cho de que "la lucha por la existencia se desarrolla en un
mundo demasiado pobre para la satisfacción de las necesi­
dades humanas sin una constante restricción, renuncia o
retardo"11. En este contexto, "para ser posible la satisfac­
ción necesita siempre un trabajo, arreglos y tareas más o
menos penosos encaminados a procurar los medios para
satisfacer esas necesidades"12.

Si la sociedad fuera completamente libre, las personas


harían el trabajo que se adaptara a sus intereses y capaci­
dades y lo harían de una manera que les complaciera. Sin
embargo, los medios para ganar dinero están en manos de
unos pocos, y estos pocos determinan las características del
trabajo. Los trabajadores se alienan, se divorcian del con­
trol sobre el tipo y las condiciones de su trabajo. Para ajus­
tarse a las normas de comportamiento de la sociedad, los
individuos deben ejercer la represión de sus deseos y an­
helos más allá de lo que sería necesario simplemente para
llevarse bien en cooperación con los demás. Este incre­
mento de la represión adicional necesaria para la supervi­
vencia en una economía capitalista Marcuse lo llama "re­
presión excedente"; se impone mediante la dominación

10 Ibid., p. xii.
11 MARCUSE, Herbert. Eros y civilización. Barcelona: Editorial Ariel,
2002, p. 46.
12 Ibid.

17
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

"ejercida por un grupo o un individuo particular para sos­


tenerse y afirmarse a sí mismo en una posición privile­
giada"13.

En El hombre unidimensional, publicado en 1964, esta vi­


sión del trabajo moderno se incorpora a un análisis más
amplio de la sociedad que encuentra a las personas distraí­
das por el deporte, la diversión y la tecnología y persigue
las "falsas necesidades" generadas por los anuncios de bie­
nes de consumo y el establecimiento de la conciencia feliz
que ya no se pregunta si hay alternativas al statu quo. Mills
escribió sobre un fenómeno similar, el "Robot Alegre", en
La imaginación sociológica. Como parte de una sociedad ma­
siva orientada al grupo, esta persona se aleja de su trabajo
y se convierte en "la antítesis de la imagen occidental del
hombre libre"14. Para Mills, "la sociedad en que ese hom­
bre, en que este robot animado, florece, es la antítesis de la
sociedad libre, o en el sentido literal y llano de la palabra,
de una sociedad democrática"15.

La tecnología utilizada para maximizar las ganancias


capitalistas daña el entorno físico, pero una "nueva tecno­
logía" podría utilizarse para satisfacer las necesidades hu­
manas y reducir la mano de obra alienante y sin sentido
mientras minimiza la contaminación y la extracción des­
tructiva de recursos16. Si se produjera esta transición, los
humanos irían más allá de la etapa de lucha con la escasez,

13 Ibid., p. 47.
14 MILLS, C. Wright. La imaginación sociológica. México: Fondo de Cul­
tura Económica, 1961, p. 185.
15 Ibid.
16 KELLNER, Douglas. Herbert Marcuse and the Crisis o f Marxism. Lon-
don: Macmillan, 1984, pp. 330-338.

18
Richard C. Box

se liberarían del tipo de trabajo exigido por quienes con­


trolan el sistema capitalista y crearían cooperativamente
una relación trabajo-sociedad que proporcionaría los bie­
nes necesarios sin trabajo alienado. Sin embargo, este cam­
bio no beneficiaría a las personas que se benefician del
statu quo, por lo que se toman medidas para evitarlo17.

Con el tiempo, surge un esquema de una sociedad en la


que las empresas y el gobierno cooperan para reprimir el
conocimiento de las alternativas, evitar cambios en el statu
quo y preservar las ventajas que disfrutan unos pocos. Mar-
cuse llamó a esta condición "contención" y afirmó que las
tendencias que conducen a dicha sociedad son familiares:

concentración de la economía nacional en las necesidades de


las grandes empresas, con el gobierno como una fuerza esti­
mulante, de apoyo y algunas veces incluso de control; suje­
ción de esta economía a un sistema a escala mundial de alian­
zas militares, convenios monetarios, asistencia técnica y mo­
delos de desarrollo; gradual asimilación de la población de
"cuello blanco" y los trabajadores manuales, de los métodos
de dirección en los negocios y en el trabajo, de las diversiones
y las aspiraciones en las diferentes clases sociales18.

La descripción de Edward Herman y Noam Chomsky


de la influencia de los medios en Manufacturing Consent
agrega detalles al concepto de contención19. En un entorno
de creciente concentración de la propiedad de los medios
de comunicación entre algunas grandes corporaciones,

17 Cfr. MARCUSE, Herbert. "El problema del cambio social en la socie­


dad tecnológica" en: Escritos sobre ciencia y tecnología. Medellín: ennega­
tivo ediciones, 2020.
18 MARCUSE, Herbert. Op. Cit., 1993, p. 49.
19 Cfr. HERMAN, Edward S. & CHOMSKY, Noam. Manufacturing Con­
sent: The Political Economy o f the Mass Media. New York: Pantheon, 1988.

19
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

Hermán y Chomsky reconocieron que existe un margen de


maniobra que se permite la disidencia en los informes pro­
fesionales de las noticias, por lo que los medios no son sim­
plemente portavoces para sus propietarios corporativos.
Sin embargo,

Sin embargo, la belleza del sistema es que dicha información


discrepante e inconveniente se mantiene dentro de los límites
y en los márgenes, de modo que, si bien su presencia muestra
que el sistema no es monolítico, no es lo suficientemente
grande como para interferir indebidamente con el dominio
de la agenda oficial20.

Más de cuatro décadas después de que Marcuse escri­


bió sobre la sociedad unidimensional, el economista James
Galbraith describió a los Estados Unidos como una " repú­
blica corporativa, donde los métodos, las normas, la cultura
y la corrupción del gobierno se han convertido en los de la
corporación"21. Las corporaciones han sido poderosas
tanto desde el punto de vista político como económico en
los Estados Unidos, pero Galbraith se centró en lo que des­
cribió como una transición desde la década de 1980 hasta
la actualidad, en la que la ideología económica conserva­
dora ha sido reemplazada por el "Estado depredador". Se­
gún Galbraith, las ideas monetaristas, del lado de la oferta
y de libre comercio que se afianzaron en los años de
Reagan "prometían prosperidad sin la molestia de planifi­
carla, lograda a través de un simple programa de tres pa­
sos: recortar impuestos, poner fin a la inflación y liberar el

20 Ibid., p. xii.
21 GALBRAITH, John Kenneth. The Predator State: How Conservatives
Abandoned the Free Market and Why Liberals Should Too. New York: Free
Press, 2008, p. 144.

20
Richard C. Box

mercado"22. Además, Galbraith escribió: "Prometieron po­


ner fin a un tipo de política que muchos en los círculos de
élite, francamente, en ambos partidos principales, detesta­
ban: la política de compromiso, redistribución y satisfac­
ción de las necesidades y demandas de las minorías y los
pobres"23.

Galbraith argumentó que hoy, aunque uno escucha el


lenguaje de este conjunto de ideas en forma pura, ha sido
desacreditado porque no logró producir un crecimiento
económico estable. Lo que ha crecido en lugar del conser­
vadurismo al estilo Reagan es un Estado depredador, en el
cual las corporaciones globales usan los mecanismos del
gobierno para minimizar la regulación y transferir la ri­
queza del trabajo a los negocios. Galbraith escribió:

Ninguna de estas empresas tiene interés en disminuir el ta­


maño del Estado, y esto es lo que las separa de los conserva­
dores de principios. Sin el Estado y sus intervenciones econó­
micas, ellos mismos no existirían y no podrían disfrutar del
poder de mercado que han ejercido. Su razón de ser, más
bien, es ganar dinero con el Estado, siempre que lo contro-
len24.

El reciente debate sobre el cuidado de la salud es un


buen ejemplo. Las soluciones que habrían reducido los cos­
tos de los sistemas de seguro y atención médica del sector
privado se descartaron a favor de aquellos que preserva­
ron las ganancias de la industria y pospusieron para otro
día el problema del impacto en la economía. Por lo tanto,
"la batalla de la atención médica se libra de manera que

22 Ibid., p. 4.
23 Ibid.
24 Ibid, p. 132.

21
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

tiende a expandir el sistema; la cuestión es en qué términos


y con cuántas concesiones tienen los depredadores existen­
tes"25.

Galbraith se basó en el economista Thorstein Veblen de


fines del siglo XIX y principios del siglo XX para señalar
que "los pedidos industriales no están al borde de la sumi­
sión"26. Para evitar la disidencia que conduce a la revolu­
ción, los trabajadores de bajo nivel disfrutan de un nivel
básico de subsistencia y "los ingenieros se sienten cómodos
con los 'platos llenos de comida'"27 al darse cuenta de que
las cosas podrían ser peores de lo que son. Esta visión de
"un orden esencialmente estable"28 es muy parecida a la
sociedad unidimensional de Marcuse en la que los medios
de comunicación y los bienes de consumo fomentan una
sensación de bienestar. Aunque las personas pueden ser
vagamente conscientes de la ausencia de alternativas, te­
men poner en peligro su posición actual. Esta noción es es­
pecialmente aplicable hoy, a raíz de una importante rece­
sión económica. Como dijo Sheldon Wolin, "reducción de
tamaño, reorganización, explosión de burbujas, ruptura de
sindicatos, habilidades rápidamente obsoletas y transfe­
rencia de empleos al exterior crean no solo miedo sino una
economía del miedo, un sistema de control cuyo poder se
alimenta de la incertidumbre"29.

25 Ibid, p. 132.
26 Ibid, p. 127.
27 Ibid.
28 Ibid, p. 128.
29 WOLIN, Sheldon. Democracy Incorporated: Managed Democracy and the
Specter o f Inverted Totalitarianism. Princeton: Princeton University Press,
2008, p. 67.

22
Richard C. Box

Al igual que Galbraith, Wolin describió una relación


cada vez más estrecha entre las empresas y el gobierno.
Wolin fechó esta tendencia desde el estallido de la Segunda
Guerra Mundial, que terminó abruptamente con la era del
New Deal y, por lo tanto,

El final del primer esfuerzo a gran escala para establecer los


inicios tentativos de la socialdemocracia en este país, una
unión de programas sociales que beneficia a los Muchos,
combinada con una vigorosa democracia electoral y una po­
lítica viva por parte de individuos y organizaciones represen­
tativas de los políticamente impotentes30.

Llamando al entorno político-económico actual en los


Estados Unidos "totalitarismo invertido", argumentó
Wolin,

[Es] una relación simbiótica entre el gobierno tradicional y el


sistema de gobierno "privado" representado por la corpora­
ción empresarial moderna. El resultado no es un sistema de
codeterminación de socios iguales que conservan sus identi­
dades distintivas, sino un sistema que representa la mayoría
de edad política del poder corporativo31.

Una sociedad con estas características se desarrolla du­


rante un largo período de tiempo, y es grande y compleja.
Es difícil imaginar que esté controlada por un grupo pe­
queño y cohesivo de personas, aunque hay razones más
que suficientes para preocuparse por la influencia de una
élite de líderes políticos, económicos y militares32. Sin em­
bargo, no es necesario hipotetizar una conspiración de élite

30 Ibid., p. xxiii.
31 Ibid., p. xxi.
32 Cfr. DOMHOFF, G. William. The Bohemian Grove and Other Retreats: A
Study in Ruling-class Cohesiveness. New York: Harper & Row, 1974;

23
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

para considerar la unidimensionalidad como una herra­


mienta explicativa útil. Es suficiente reconocer que las so­
ciedades humanas tienden a ser jerárquicas en estructura
y competitivas en relación con los recursos, lo que da como
resultado que algunas tengan mucha más riqueza y poder
que la mayoría.

Teniendo en cuenta los acontecimientos ocurridos en


las últimas décadas, parece razonable concluir que la iden­
tificación de las tendencias desarrolladas por Marcuse en
la primera parte de la década de 1960 se lee como una des­
cripción de las características más plenamente realizadas
de la sociedad en la segunda década del siglo XXI. La ma­
yor flexibilidad en los horarios de trabajo y la movilidad
entre los trabajos se ve compensada por los frecuentes
cambios en los empleadores, el debilitamiento de los sin­
dicatos, las incertidumbres del trabajo a tiempo parcial y
por contrato, y el potencial de desempleo. Las tendencias
en el ingreso personal favorecen a los ricos a expensas de
los trabajadores de clase media y baja, y la concentración
de la riqueza en la cima continúa intensificándose33. Qui­
zás estas tendencias no deberían sorprender, porque "el
carácter clasista de la sociedad capitalista supone la domi­
nación del trabajo por parte del capital"34. Sin embargo, da­
dos los avances en las condiciones de trabajo en la sociedad
capitalista desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX,
en la década de 1960 podría haber sido razonable esperar

MILLS, C. Wright. La élite del poder. México: Fondo de Cultura Econó­


mica, 1987; SHOUMATOFF, Alex. "Bohemian Tragedy" en: https: / /ar-
chive.vanityfair.com/article/2009/5/bohemian-tragedy, 2009.
33 Cfr. KRUGMAN, Paul. The Conscience o f a Liberal. New York: Norton,
2007.
34 HARVEY, David. Espacios del capital. Hacia una geografía crítica. Ma­
drid: Ediciones Akal, 2007, p. 92.

24
Richard C. Box

una línea de tendencia de relajación progresiva en la rela­


ción entre trabajo y capital.

A pesar de (o debido a) los avances tecnológicos, la glo-


balización y la mayor sofisticación y diferenciación del tra­
bajo actual en comparación con hace cinco décadas, el am­
biente de trabajo parece ser tan unidimensional como Mar-
cuse pensó que era. Con la creciente integración de las cor­
poraciones y el gobierno a través de contribuciones de
campaña, cabildeo, manipulación de distritos electorales,
etc., parece haber poco potencial para un cambio progre­
sivo significativo en las condiciones de trabajo. En la se­
gunda década del siglo XXI, el trabajo es de carácter dife­
rente de lo que fue en la era industrial y fordista (aunque
muchos lugares en los que Estados Unidos compra bienes
de consumo se encuentran en una fase fordista), pero la
ausencia de alternativas y el dominio del sistema econó­
mico actual se ajusta a los contornos del modelo de Mar-
cuse.

Agresividad

El alcance, la intensidad y la aceptabilidad social de la


agresividad y la violencia han aumentado dramáticamente
en los Estados Unidos en la era posterior a la Segunda Gue­
rra Mundial. Aunque en ese momento, las historias de gue­
rra, los westerns, los cuentos de terror y los dramas crimi­
nales a los que las personas estuvieron expuestas en los
años 50 y 60 parecían empujar los límites de lo que la gente
podía soportar, eran mansos en comparación con los vi­
deojuegos violentos y sangrientos de la actualidad; dramas
de televisión; "lucha extrema"; cobertura de noticias de
guerra; películas con masacre con motosierra y figuras cor­
neadas, fusiladas y decapitadas en la batalla; espectáculos
de fútbol en la televisión de pantalla grande con figuras

25
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

blindadas golpeándose entre sí sin sentido en un juego or­


ganizado como una metáfora de la guerra; etc. Desde una
temprana edad, los niños están rodeados de una cultura
integral de horror, terror, agresividad y violencia física
brutal y sangrienta inimaginable cuando las primeras per­
sonas nacidas después de la Segunda Guerra Mundial (es
decir, los primeros baby boomers35) eran niños. La violencia
diaria en ciudades y pueblos se cobra la vida de las mino­
rías y otros, aparentemente se producen disparos al azar
en escuelas y negocios, el sistema de escuelas públicas pa­
rece estar fallando en muchos lugares y el gobierno parece
incapaz de intervenir.

Cuando los boomers estaban creciendo, se creía que la


violencia organizada en forma de guerra era un evento
inusual que ocurría solo ocasionalmente. Se puede argu­
mentar que esta noción era una percepción falsa, sin em­
bargo, la persona común consideraba la movilización para
el conflicto armado como una aberración periódica en lu­
gar de una condición permanente. Hoy, a los jóvenes se les
enseña que la amenaza de los enemigos del país siempre
está presente y que la seguridad y la protección son un en­
foque principal de la sociedad. Los niños se sientan por ho­
ras a destrozar a los malos en sus videojuegos de guerra,
crimen y terror.

35 Baby boomer es un término usado para describir a las personas que


nacieron durante el baby boom, que sucedió en algunos países anglosajo­
nes, en el período contemporáneo y posterior a la Segunda Guerra Mun­
dial, entre los años 1946 y 1964. Tras la Segunda Guerra Mundial, varios
países anglosajones — Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Ze­
landa— experimentaron un inusual repunte en las tasas de natalidad,
fenómeno comúnmente denominado baby boom. En esos países el tér­
mino se utiliza también para denominar a esa generación (N. del T.)

26
Richard C. Box

La misión y la vida militar están constantemente en las


noticias, y muchos jóvenes piensan que es una opción de
carrera emocionante. Ahora hay escuelas secundarias pú­
blicas que funcionan como academias de entrenamiento
militar36, y en algunos lugares los Boy scouts están siendo
entrenados para rastrear, atacar y someter a terroristas, in­
migrantes ilegales y otros delincuentes. Los exploradores
(niños y niñas) visten uniformes de estilo militar, usan pis­
tolas de aire comprimido que disparan perdigones de plás­
tico y participan en ejercicios realistas como el secuestro
simulado de autobuses. Un diputado del sheriff en Califor­
nia que supervisa estos ejercicios con entusiasmo afirma:
"Se trata de ser un chico y una chica estadounidenses de
verdadera sangre... Encaja perfectamente con el honor y la
valentía de los Boy scouts"37.

Los académicos y comentaristas sociales debaten si


existe un vínculo causal entre la exposición constante a la
agresividad y la violencia y las características de la socie­
dad en general. Anteriormente he escrito que, en un sen­
tido amplio,

parece lógico suponer que una sociedad en la que las perso­


nas, y especialmente los niños, están constantemente expues­
tos a actitudes y acciones agresivas será una en la que los
adultos se comporten de esta manera, en los hogares, organi­
zaciones, gobierno y, en última instancia, internacional-
mente38.

36 Cfr. TURNER, David. "Military-backed Public Schools on the Rise De­


spite Protests" en: www.usatoday.com/news/education/2009-06-04-
marine-schools N.htm, 2009.
37 STEINHAUER, Jennifer. "Scouts Train to Fight Terrorists, and More"
en: www.nytimes.com/2009/05/14/us/ 14explorers.html, 2009.
38 BOX, Richard C. Making a Difference: Progressive Valúes in Public Ad-
ministration. Armonk: M.E. Sharpe, 2008, p. 47.

27
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

Esta tendencia hacia la agresividad y la violencia no ca­


rece de funcionalidad o utilidad aparente. En cambio, lo
que podría considerarse como un conjunto de característi­
cas aleatorias de la sociedad puede ser redescrito en térmi­
nos sociológicos como soporte funcional para un sistema
organizado en torno a beneficios comerciales y financieros.
A fines del siglo XVIII, los estadounidenses estaban listos
para luchar por algo en lo que creían y Estados Unidos es­
taba involucrado en conflictos norteamericanos. En el ex­
tranjero, Estados Unidos evitó el conflicto con otros países
a menos que sus intereses estuvieran directamente amena­
zados. Aunque Estados Unidos siempre ha tenido un ejér­
cito permanente a tiempo completo, en los años inmedia­
tamente posteriores a la experiencia del dominio británico,
se lo consideró como una amenaza a la libertad, algo que
debe mantenerse al mínimo39.

En el siglo XIX, Estados Unidos, intervencionista y pro­


penso a la guerra, (entre otras acciones expansionistas)
anexaría por la fuerza el norte de México, derrocaría a la
reina de Hawai y ocuparía Filipinas. En los siglos XX y XXI,
Estados Unidos forzaría, subvertiría o derrocaría a los go­
biernos de muchos países, a menudo para garantizar con­
diciones seguras para el funcionamiento de los intereses
comerciales y evitar el éxito de los movimientos autócto­
nos de los pueblos oprimidos y empobrecidos40. En la era
posterior a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se
convirtió en una potencia mundial dominante con, en la
primera década del siglo XXI, más de 700 bases militares

39 MILLS, C. Wright. Op. Cit., 1987, pp. 168ss.


40 Cfr. BLUM, William. Rogue State: A Guide to the World's Only Super-
power. Monroe: Common Courage, 2005; KINZER, Stephen. Overthrow:
America's Century o f Regime Change from Hawaii to Iraq. New York: Holt,
2006.

28
Richard C. Box

en todo el mundo y una presencia militar en más de 150


países41. Hoy, participa en dos intervenciones militares
abiertas a gran escala, en Irak y Afganistán.

Tal alcance imperial suprime la resistencia a los efectos


culturales, políticos y económicos de la globalización cor­
porativa, proporcionando estabilidad y seguridad para las
operaciones comerciales. La extensión exitosa del poder a
esta escala requiere un enorme establecimiento militar que
aproveche la capacidad productiva y el poder popular de
la nación. El gasto militar total de los Estados Unidos en
2009 representó aproximadamente el 57% del gasto discre­
cional federal42 y constituyó el 48% del gasto militar de to­
dos los países del mundo43. No se debe subestimar la in­
fluencia sobre los cuerpos legislativos, las agencias federa­
les y la política pública de un establecimiento militar de
este tamaño. Además de su gran tamaño y participación en
el extranjero, esta influencia se puede ver, por ejemplo, en
la colocación intencional de la producción de materiales de
defensa en distritos del Congreso para asegurar el apoyo
político, las subvenciones otorgadas en las áreas locales
para la seguridad nacional y la dificultad de recortar in­
cluso poco del presupuesto para las bases militares a través

41 Cfr. JOHNSON, Chalmers. The Sorrows o f Empire: Militarism, Secrecy,


and the End o f the Republic. New York: Holt, 2004, cap. 6.
42 Cfr. HELLMAN, Christopher. & SHARP, Travis. "The FY 2009 Penta-
gon spending request —discretionary" en: https: //armscon-
trolcenter.org/policy/securityspending/articles/fy09 dod request/,
2008.
43 Cfr. SHAH, Anup. "World military spending" en: http://www.glob-
alissues.org/article/75/world-military-spending#InContextUSMili-
tarySpendingVersusRestoftheWorld, 2009.

29
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

del proceso BRAC (Base Realignment and Closure) a media­


dos de la primera década del nuevo siglo44.

En este contexto, tiene sentido funcional entrenar a las


personas desde una edad temprana para ser competitivas
y agresivas, temer y odiar al Otro, dominar las habilidades
técnicas necesarias para luchar contra cualquier enemigo
que se presente actualmente al público e internalizar un
sentimiento de derecho patriótico a obligar al resto del
mundo a cumplir con la voluntad nacional. Si se parte de
la nada y se le pide que construya una sociedad militarista
ideal que sirva a los intereses comerciales, no se puede evi­
tar pensar que se parecería a los Estados Unidos contem­
poráneos.

Entre las primeras voces que expresaron preocupación


por la militarización de los Estados Unidos estaban el so­
ciólogo C. Wright Mills, quien describió el resurgimiento
mundial de los caudillos militares45, y el presidente
Dwight Eisenhower, quien, en su discurso de despedida al
dejar el cargo en 1961, advirtió de la creciente influencia
del establecimiento militar y la industria de armas, llamán­
dolos, colectivamente, "el complejo militar-industrial"46.

44 El BRAC es un proceso realizado por una comisión del Gobierno Fe­


deral de los Estados Unidos para aumentar la eficiencia del Departa­
mento de Defensa de los Estados Unidos al planificar el final del reali­
neamiento de la Guerra Fría y el cierre de las instalaciones de las Fuer­
zas Armadas. Se han cerrado más de 350 instalaciones en cinco rondas
BRAC: 1988, 1991, 1993, 1995 y 2005 (N. del T.)
45 Cfr. MILLS, C. Wright. Op. Cit, 1987, cap. 8.
46 EISENHOWER, Dwight D. "Dwight D. Eisenhower warns of the in­
dustrial/ military complex" en: AMBROSE, Stephen. & BRINKLEY,
Douglas. (Eds.) Witness to America: An Illustrated Documentary History o f
the United States from the Revolution to Today. New York: Harper Collins,
1999, p. 448.

30
Richard C. Box

Marcuse hizo la conexión entre la militarización y el capi­


talismo en El hombre unidimensional, y se sumó a él en un
trabajo posterior. Después de una discusión sobre el tra­
bajo alienado y el "efecto del capitalismo avanzado sobre
las personas", Marcuse escribió:

Los individuos que componen el grueso de la población en


las "sociedades opulentas" viven en un universo de defensa
y agresión permanentes [...] En tales circunstancias, la socie­
dad necesita de un Enemigo contra el cual hayan de ser de­
fendidas las condiciones predominantes y contra el cual
pueda liberarse la energía agresiva que no sea posible canali­
zar en la lucha por la existencia normal y diaria. Los indivi­
duos llamados a desarrollar la Gran Sociedad viven en una
sociedad que hace la guerra o está preparada para hacerla en
todo el mundo47.

La idea del enemigo se internaliza, y

la sociedad como totalidad llega a ser una sociedad defensiva.


Porque el Enemigo es permanente. No está presente en la si­
tuación de emergencia, sino en el estado de cosas normal.
Amenaza tanto en la paz como en la guerra (y quizá más que
en la guerra); es así introducido en el sistema como poder
cohesivo48.

Esta condición no está exenta de beneficios comerciales:

Cuando las personas, debidamente estimuladas por las auto­


ridades públicas y privadas, se preparan para una vida de
movilización total, son sensibles a ella no solo debido al

47 MARCUSE, Herbert. "El individuo en la Gran Sociedad" en: Ensayos


sobre política y cultura. Barcelona: Ediciones Ariel, 1970, pp. 51-53.
48 MARCUSE, Herbert. Op. Cit, 1993, p. 82.

31
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

enemigo presente, sino también por las posibilidades de in­


versión y empleo en la industria y la diversión49.

El término que Marcuse usó para la sociedad que des­


cribió es el estado de guerra. Otro término que podríamos
usar hoy es militarismo comercial. La guerra en Vietnam es­
taba en su infancia cuando se escribió El hombre unidimen­
sional, aunque aparece en los escritos posteriores de Mar-
cuse. Sin embargo, ese tipo de guerra se describe en El hom­
bre unidimensional, y la descripción resuena mucho más re­
cientemente en Irak:

se ha vuelto a introducir la tortura como un hecho normal;


pero esto ocurre en una guerra colonial que tiene lugar al
margen del mundo civilizado. Y ahí puede realizarse con ab­
soluta buena conciencia, porque, después de todo, la guerra
es la guerra. Y esta guerra también está al margen; solo azota
a los países "subdesarrollados". Por lo demás, reina la paz50.

Podríamos preguntarnos por qué más ciudadanos no


examinan críticamente estas circunstancias y deciden que
es hora de un cambio. El argumento de Marcuse es que, en
una sociedad unidimensional, la gente está convencida de
que así es como deberían ser las cosas. Los medios tienen
una poderosa influencia:

La presentación del asesinato, el incendio, el envenenamiento


y tortura de quienes son víctimas de las matanzas neocolo-
niales, se realiza en un estilo natural, objetivo y a veces hu­
morístico, que asocia esos horrores con las hazañas de la de­
lincuencia juvenil, los campeonatos de fútbol, los accidentes,
los informes bursátiles y el hombre del tiempo [...] La conse­
cuencia es la "habituación psicológica a la guerra", adminis­
trada a una población que desconoce la experiencia de una

49 Ibid., pp. 82-83.


50 Ibid, p. 114.

32
Richard C. Box

guerra; una población que, en virtud de tal habituación, se


familiariza tan fácilmente con las "tasas" de muertes como
con las demás "tasas" (tales como las de los negocios, el trá­
fico o el paro)51.

Y así, "las personas son manipuladas, se les lava el ce­


rebro; los medios de comunicación, prácticamente su única
fuente de información, reflejan y expresan los intereses y
políticas gubernamentales, o más bien los del Estableci­
miento capitalista, que no excluyen algunas críticas dentro
de ciertos límites"52. En 2008, en palabras que se hacen eco
de las de Marcuse, el coronel retirado del ejército de los Es­
tados Unidos, Andrew Bacevich, escribió:

Para el estadounidense promedio que sintoniza las noticias


nocturnas, los informes de bajas estadounidenses incurridas
en tierras distantes ahora parecen apenas más fuera de lo co­
mún que los informes de travesuras partidistas en el Capito­
lio o incendios forestales fuera de control en el sur de Califor­
nia53.

Johnson sugirió: "A diferencia de otros pueblos en esta


tierra, la mayoría de los estadounidenses no reconocen, o
no quieren reconocer, que Estados Unidos domina el
mundo a través de su poder militar"54.

En los Estados Unidos, se eliminó el esquema militar y


se creó un ejército profesional voluntario. Esta formación

51 MARCUSE, Herbert. La agresividad en la sociedad industrial avanzada.


Madrid: Alianza Editorial, 1971, p. 114.
52 MARCUSE, Herbert. "El destino histórico de la democracia bur­
guesa" en: Escritos sobre ecología y política. Medellín: ennegativo edi­
ciones, 2021, p. 138.
53 BACEVICH, Andrew, J. The Limits o f Power: The End o f American Ex-
ceptionalism. New York: Holt, 2008, p. 4.
54 JOHNSON, Chalmers. Op. Cit, 2004, p. 1.

33
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

militar permite que menos tropas logren más, y reduce la


resistencia civil a las intervenciones militares. Con el uso
avanzado de la tecnología, las bombas se lanzan más allá
del peligro y por control remoto, por lo que es posible con­
trolar grandes áreas del territorio de otras naciones y matar
a un gran número de personas con un riesgo mínimo. La
cobertura mediática de la guerra está estrictamente contro­
lada para que el público vea, escuche y lea informes patrió­
ticos e imágenes transmitidas por reporteros "incrusta­
dos", mientras perturba informes e imágenes de civiles
muertos, resistencia incontrolada, soldados heridos y mu­
tilados, y los cuerpos del personal militar muerto que re­
gresan es reprimido. De esta y otras formas, el conoci­
miento ciudadano de los efectos diarios de la guerra se
mantiene al mínimo.

El miedo se ha convertido en una herramienta principal


de distracción de las características de la sociedad unidi­
mensional como las condiciones de trabajo, la transferencia
de riqueza desde la base hasta la parte superior de la escala
socioeconómica y la destrucción ambiental generalizada
(por ejemplo, deforestación, extracción de minerales no
controlada, extinción de especies, contaminación del aire y
del agua, etc.). El gobierno y los medios de comunicación
ocupan al público con advertencias de seguridad del omi­
nosamente llamado Departamento de Seguridad Nacional
(siniestro en relación con lo que implica sobre la situación
actual, así como en su inquietante eco de la Europa de me­
diados del siglo XX).

La amenaza de hombres barbudos y de piel oscura que


esparcen desechos nucleares o polvo venenoso llevó a de­
cenas de miles de personas, que viven lejos de cualquier

34
Richard C. Box

objetivo que interese a esos hombres, a comprar cinta ad­


hesiva para sellar ventanas. Junto con el miedo a los enemi­
gos humanos, el gobierno y las industrias médica y farma­
céutica advierten a todos sobre los continuos terrores de
las enfermedades exóticas que pueden aniquilar a amplias
zonas de la población en una sola temporada. Estadística­
mente, el peligro para un individuo de tales amenazas es
muy pequeño (y las ganancias que se obtienen de las vacu­
nas y los procedimientos médicos son sustanciales). El ro­
busto pueblo estadounidense que luchó en la Segunda
Guerra Mundial, una época en que la posibilidad de extin­
ción nacional parecía bastante real, ha sido reemplazado
por tímidas generaciones temerosas de amenazas exagera­
das o falsas. Parecen estar listas para atacar agresivamente
a las personas que perciben como amenazadoras, incluso
si esas personas son civiles pacíficos y la amenaza es vaga
e insustancial.

Anteriormente dije el argumento central de este ar­


tículo: las tendencias que Marcuse identificó se han pro­
fundizado en prácticas continuas y estables que serían di­
fíciles de desalojar o revertir. Parecería que la agresividad
y la violencia al servicio del sistema político-económico se
han desarrollado de una manera que respalda este argu­
mento.

Asuntos públicos

Marcuse no describió los asuntos públicos y el gobierno en


una sociedad unidimensional de forma coherente o deta­
llada. Lo poco que tenía que decir al respecto se puede
combinar con su descripción de la sociedad unidimensio­
nal para comenzar a construir una imagen de asuntos pú­
blicos similar a la de Marcuse. Marcuse usó el término ad­
ministración total para identificar un estado que aprovechó

35
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

los sistemas políticos, legislativos y administrativos para


apoyar el tipo de sociedad descrita en las secciones ante­
riores. Gracias a la contención y la configuración corpora­
tiva de la opinión pública, el público vota por las personas
que apoyan la agenda económica, los intereses poderosos
contribuyen a elegir a los legisladores de su elección y
luego los presionan para producir leyes y programas para
su beneficio, y los límites de la acción en las agencias ad­
ministrativas están determinadas en gran parte por aque­
llos con riqueza y poder.

El Estado administrativo crece para proporcionar bene­


ficios sociales que se les niega a las personas en un sistema
capitalista puro (por ejemplo, jubilación, atención médica,
protección ambiental), y las personas se vuelven aún más
dependientes del sistema actual y de la realidad dada:

Los usufructuarios están unidos de manera inextricable a las


cada vez más abundantes agencias, que producen y distribu­
yen los bienes útiles, con lo cual amplían continuamente el
gigantesco Aparato, el cual es necesario para defender a di­
chas agencias dentro y fuera de las fronteras nacionales; el
pueblo se convierte en el objeto de la Administración55.

Este punto de vista tiene un extraño parecido con la


preocupación de Alexis de Tocqueville, expresada en la
primera parte del siglo XIX, de que las características de la
democracia que observó en los Estados Unidos podrían,
con el paso del tiempo, producir un tipo de democracia
bastante diferente en todo el mundo. Previó un futuro go­
bierno que se convertiría en "poder inmenso y tutelar" que
"hace menos útil y más raro el uso del libre albedrío". Este

55 MARCUSE, Herbert. "El 'anticuamiento' del psicoanálisis" en: Ética


de la Revolución. Madrid: Taurus Ediciones, 1970, p. 113.

36
Richard C. Box

gobierno "extiende sus brazos sobre la sociedad entera; cu­


bre su superficie con una malla de pequeñas reglas com­
plicadas, minuciosas y uniformes". Esta situación "no des­
truye las voluntades, las ablanda, las doblega y las dirige",
de modo que eventualmente "reduce al cabo a toda la na­
ción a rebaño de animales tímidos e industriosos cuyo pas­
tor es el gobierno"56. Uno podría pensar que los hombres
en esta sociedad imaginaria del futuro encontrarían este
escenario perturbador y tratarían de cambiarlo, pero en
cambio se sienten consolados por la sensación de que han
encontrado una manera de conciliar "la necesidad de ser
conducidos" con el deseo de ser libres: "Conciben un po­
der único, tutelar, todopoderoso, pero elegido por los ciu­
dadanos. Combinan la centralización con la soberanía del
pueblo [...] Se consuelan de su tutelaje pensando que son
ellos mismos quienes eligen sus tutores"57.

A pesar del tremendo crecimiento del sector público en


los Estados Unidos, ha sido golpeado en las últimas tres
décadas por una ideología neoliberal que ha utilizado la
metáfora del mercado de "dirigir el gobierno como una
empresa" para privatizar y contratar servicios públicos,
para elevar la eficiencia y vender una imagen al público
por encima de la participación ciudadana en la toma de de­
cisiones, y desviar la atención de valores como la justicia
social, el constitucionalismo y la ley, y el deber de servir al
interés público58. Este vaciamiento de la capacidad del sec­
tor público es una expresión de la perspectiva económica

56 TOCQUEVILLE, Alexis. La democracia en América. Madrid: Editorial


Sarpe, 1984, Tomo II, p. 269.
57 Ibid.
58 BOX, Richard C. "Running Government Like a Business: Implications
for Public Administration Theory and Practice" en: American Review o f
Public Administration, 29, 1999; BOX, Richard C. "The Public Service

37
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

de la esfera privada y corporativa a medida que penetra en


la esfera pública. Esta tendencia puede verse como un co­
rrectivo para el crecimiento del Estado de bienestar.

La aplicación de la ideología del mercado a la esfera pú­


blica es una forma de cambiar el equilibrio entre propor­
cionar beneficios para evitar una rebelión pública absoluta
contra las condiciones de vida y proporcionar un nivel de
beneficios que cuesta a los ricos más de lo que quieren pa­
gar. Si la contención ha tenido tanto éxito que el gasto pú­
blico puede reducirse sin crear un nivel inaceptable de
inestabilidad en el orden existente, es rentable hacerlo. El
gobierno de los Estados Unidos recientemente inyectó
cientos de miles de millones en la economía privada como
medida antirrecesionaria. Sin embargo, una parte impor­
tante de este dinero se ha utilizado para apoyar y estabili­
zar a las corporaciones, y todo el gasto puede verse como
un medio para calmar una crisis y preservar el statu quo.
En términos de Galbraith, el botín público ahora se está uti­
lizando para proteger a los depredadores de las crisis pe­
riódicas que causa el capitalismo. Una forma de ver tales
gastos es pensar en la deuda y el desempleo resultantes
como un impuesto sobre los trabajadores.

Debido a que el conocimiento público de las alternati­


vas a la situación actual se ha cerrado gradualmente, el po­
tencial de cambios a gran escala en el trabajo, la agresivi­
dad u otros aspectos de la unidimensionalidad parece dé­
bil. Lo que parecen ser debates sobre políticas públicas que

Practitioner as Agent of Social Change" en: Democracy and Public Admin-


istration. Armonk: M. E. Sharpe, 2007; BOX, Richard C. Op. Cit., 2008;
BOX, Richard C. MARSHALL, Gary S. REED, B. J. & REED, Christine
M. "New Public Management and Substantive Democracy" en: Public
Administration Review 61, 2001.

38
Richard C. Box

cambian el paradigma son, en cambio, un poco más o me­


nos participación del gobierno en la economía privada, un
poco más o menos impuestos, un poco más o menos des­
trucción ambiental, un poco más o menos guerra, un poco
más o menos atención médica, un poco más o menos in­
fluencia corporativa sobre las elecciones, etc., pero no im­
plican cambios fundamentales en el carácter de los siste­
mas políticos y económicos.

Hay una gama limitada de posibles alternativas en la


esfera pública en los Estados Unidos, y las diferencias en­
tre las posiciones polares no representan mucho cambio es­
tructural. Para decirlo de otra manera, las diferencias no
presentan una amenaza significativa para la maximización
de ganancias de los intereses arraigados. Así, "la realidad
del pluralismo se hace ideológica, engañosa. Parece exten­
der antes que reducir la manipulación y coordinación"59.
Esta noción ayuda a prevenir la "catástrofe" percibida de
la autodeterminación60, con el resultado de que

El mundo tiende a convertirse en la materia de la administra­


ción total, que absorbe incluso a los administradores. La tela
de araña de la dominación ha llegado a ser la tela de araña de
la razón misma, y esta sociedad está fatalmente enredada en
ella 61.

En la superficie, existe un paralelismo entre los conser­


vadores populistas enojados de hoy y los antifederalistas
de la era fundadora estadounidense. Al igual que los con­
servadores contemporáneos, los antifederalistas creían que
una élite oriental rica y bien educada tenía la intención de
imponerles un gobierno centralizado que los despojaría

59 MARCUSE, Herbert. Op. Cit., 1993, p. 82.


60 Ibid., p. 83.
61 Ibid., p. 196.

39
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

del poder político y les quitaría su dinero mediante la re­


caudación de impuestos y deudas62. Los antifederalistas
habían identificado claramente a los opositores que, de he­
cho, estaban tomando algunas de las acciones que los anti­
federalistas creían que estaban tomando.

Los conservadores populistas contemporáneos, en con­


traste, parecen paradójicamente oponerse a sus propios in­
tereses. Muchos de ellos tienen ingresos suficientes para
mantenerlos alimentados y alojados, muchos tienen poca
cobertura de seguro de salud o ninguna, y muchos han te­
nido ingresos y riqueza reales relativamente estancados
durante varios años, mientras que aquellos en el extremo
superior de la escala de ingresos han experimentado au­
mentos significativos. Sin embargo, estas personas apoyan
con entusiasmo a los líderes que los mantendrían relativa­
mente pobres y sin poder en nombre de la libertad y lu­
chando contra otros que amenazan a otros, como una élite
mítica educada en la costa este, negros, inmigrantes, ateos,
libertarios sociales y gente mala en el extranjero.

La clase gobernante se ha vuelto sofisticada al dar forma


al conocimiento y al sentimiento público, al controlar los
términos y condiciones del discurso público, es decir, para
usar el término de Marcuse, que contiene el potencial para
el cambio social. Los hechos y el lenguaje se separaron y
"el resultado es la aparición del conocido lenguaje or-
weliano ('paz es guerra' y 'guerra es paz', etc.)"63. Recien­
temente, un ejemplo de tal lenguaje justificó la invasión de
Irak al decir que tenía la intención de hacer que ese país

62 Cfr. WOOD, Gordon S. The Creation o f The American Republic, 1776­


1787. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1969.
63 MARCUSE, Herbert. Op. C it, 1993, p. 119.

40
Richard C. Box

fuera democrático. En esta confusión de percepción y reali­


dad, el discurso de los asuntos ordinarios y cotidianos se
convierte en "lenguaje purgado", vaciado de "de los me­
dios de expresar cualquier otro contenido que no sea aquel
que proporciona a los individuos su sociedad"64.

Cada vez más, paso a paso, el conocimiento de futuros


alternativos se desvanece en un pasado vagamente recor­
dado, un pasado que puede ser ridiculizado por la inge­
nuidad de su idealismo y su incapacidad de aceptar el
inevitable final de la historia que viene con la homogenei-
zación del capitalismo neoliberal global. Wolin señaló que,
en efecto, lo que se ha creado es

un nuevo tipo de sistema político, aparentemente impulsado


por poderes totalizadores abstractos, no por un gobierno per­
sonal, uno que tiene éxito al alentar la desconexión política en
lugar de la movilización masiva, que se basa más en los me­
dios de comunicación "privados" que en agencias públicas
para difundir propaganda reforzando la versión oficial de los
eventos65.

Marcuse sabía hace décadas que la centralización del


poder económico estaba sacando al público del circuito de
la gobernanza, ya que "la monopolización de la economía
se afirma en la concentración del poder en la rama ejecu­
tiva del gobierno"66. El control directo del gobierno está
fuera del alcance de la gente:

En la democracia estadounidense actual, el gobierno es por


definición (porque fue elegido por el pueblo y porque es el
gobierno) inmune a la subversión, y está (por la misma defi­
nición) a salvo de cualquier otra crítica que no sea la crítica

64 Ibid., p. 201.
65 WOLIN, Sheldon. Op. Cit., 2008, p. 44.
66 MARCUSE, Herbert. Op. Cit., 2021, p. 150.

41
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

verbal y del congreso. Oposición que puede ser fácilmente


manejada67.

Galbraith utilizó su concepto del Estado depredador


para ofrecer una visión actual del gobierno que ha sido
capturado por las corporaciones y es inmune a la influen­
cia ciudadana:

El Estado depredador es un sistema económico en el que sec­


tores enteros se han creado para deleitarse con los sistemas
públicos creados originalmente para fines públicos y en gran
medida al servicio de la clase media. La república corporativa
simplemente administra el botín. En el día a día, el negocio
de su liderazgo es entregar favores a sus clientes. Estos van
desde compañías de carbón hasta operadores de fábricas de
explotación y contratistas militares68.

Podríamos agregar, desde el reciente desastre de la


mina de West Virginia y el derrame de petróleo del Golfo,
operadores de minas y compañías de perforación en alta
mar. Este Estado depredador

es una coalición de opositores implacables al marco regulato-


rio del que depende el propósito público, con empresas cuyas
líneas principales de negocios compiten o invaden las princi­
pales funciones públicas del perdurable New Deal. Es una
coalición, en otras palabras, que busca controlar el Estado en
parte para evitar la afirmación del propósito público y en
parte para cazar furtivamente sobre las líneas de actividad
que el propósito público anterior ha establecido69.

Se puede argumentar que las tecnologías electrónicas


han hecho improbable que el gobierno pueda controlar el

67 Ibid., p. 151.
68 GALBRAITH, John Kenneth. Op. Cit., 2008, pp. 146-147.
69 Ibid, 2008, p. 131.

42
Richard C. Box

flujo y la calidad de la información y que las personas en


las comunidades locales sean libres de formar sus propios
puntos de vista, encontrando nuevas formas de organizar
la toma de decisiones colectivas y el intercambio econó­
mico, lo que sugiere alternativas a la sociedad unidimen­
sional. Existen contratendencias prometedoras a la reali­
dad dada, como se examinará más adelante, pero el go­
bierno no es un actor independiente en el sistema político-
económico global ni los gobiernos estatales y locales están
exentos de las características de ese sistema o inmunes a
sus efectos. La tecnología tiene el potencial de alentar la
imaginación de alternativas y permitir el libre flujo de in­
formación, pero existe una dimensión cuantitativa que
puede limitar su impacto. Si solo una pequeña porción de
la información intercambiada lleva a las personas a consi­
derar alternativas progresivas a las realidades políticas
económicas existentes, el efecto general es reforzar la uni-
dimensionalidad.

A nivel local, el militarismo comercial no es un pro­


blema inmediato; en cambio, una preocupación central es
dar forma a la política pública y la administración para ma-
ximizar los retornos financieros a los propietarios70. La eco­
nomía política local está ubicada dentro de la economía po­
lítica global, que busca el mayor rendimiento posible de la
extracción competitiva de recursos y el uso de mano de
obra, y la economía local compite por su participación.
Dentro del entorno local, la especulación sobre terrenos y
edificios es un motor central de las políticas públicas. Exis­
ten lugares en los que los residentes pueden, quizás en al­
gunos casos solo parcialmente y durante períodos de

70 Cfr. LOGAN, John R. & MOLOTCH, Harvey L. Urban Fortunes: The


Political Economy o f Place. Berkeley: University of California Press, 1987.

43
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

tiempo limitados, superar el control de los intereses finan­


cieros dominantes y usar el gobierno para mejorar algunas
de las consecuencias de la búsqueda de ganancias especu­
lativas (por ejemplo, contaminación, congestión, altos cos­
tos de vivienda, guetos minoritarios, violencia). Pueden lo­
grar estos logros al resistirse a lo que se percibe como pro­
puestas de desarrollo perjudiciales71 o con iniciativas como
la construcción de sistemas de transporte público, la nece­
sidad de viviendas asequibles o el uso de técnicas de ges­
tión del crecimiento para limitar la expansión y el exceso
costos de la infraestructura. Sin embargo, política y econó­
micamente, esta batalla puede ser una lucha cuesta arriba
contra probabilidades considerables72. Marcuse expresó
estos desafíos:

En comunidades todavía esencialmente conservadoras y con­


formistas, el autocontrol no significaría ningún progreso que
no sea, quizás, un progreso en la eficiencia [...] El objetivo del
control es, de hecho, la 'racionalización', es decir, una organi­
zación del trabajo y el ocio que desperdicia y destruye los re­
cursos humanos y naturales, pero precisamente este objetivo
solo puede ser preservado por una sensibilidad, imaginación
y razón revolucionarias; de lo contrario, permanece en una
racionalización de la falta de libertad, una etapa superior en
el desarrollo del capitalismo73.

Dadas las características de la sociedad que Marcuse


describió en el período posterior a la Segunda Guerra

71 Cfr. Ibid., cap. 6.


72 Cfr. BOX, Richard C. Citizen Governance: Leading American Communities
into the 21st Century. Thousand Oaks: Sage, 1998, cap. 2; BOX, Richard
C. Critical Social Theory in Public Administration. Armonk: M. E. Sharpe,
2005, cap. 6, 7.
73 MARCUSE, Herbert. Op. C it, 2021, pp. 160-161.

44
Richard C. Box

Mundial, habría sido razonable cuando escribió que espe­


rar que los asuntos públicos se conviertan cada vez más en
un elemento dentro de la sociedad unidimensional, sir­
viendo como una herramienta para facilitar sus objetivos y
fortalecer el Estado neoliberal. La guerra y el miedo a los
enemigos se utilizarían a menudo para impulsar la econo­
mía y distraer a las personas de la agenda subyacente de
maximización de ganancias. Se podría esperar que el rango
de posiciones políticas se reduzca en los enfoques de las
políticas públicas, a pesar de la retórica ruidosa de las lu­
chas políticas internas.

La esfera pública reflejaría cada vez más los valores y


las técnicas operativas del sector privado al abandonar los
compromisos con la autodeterminación ciudadana, la jus­
ticia social y el interés público, sustituyendo en su lugar la
privatización, la maximización de la eficiencia y el control
de la imagen y el significado de la esfera pública a través
del uso del lenguaje orwelliano que se purga de referencia
a futuros alternativos.

En este contexto, las iniciativas ciudadanas locales para


organizarse y buscar otras formas de vida serían toleradas
y, a veces, prosperarían, siempre que se ajustaran al marco
económico existente y no violaran seriamente los intereses
arraigados. Galbraith sugirió que: "Dondequiera que se
mire, la decisión pública la toma el agente de una parte pri­
vada con el propósito de obtener ganancias privadas. Esto
no es un accidente: es un sistema"74. Marcuse sin duda es­
taría de acuerdo.

74 GALBRAITH, John Kenneth. Op. Cit., p. 147.

45
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

Conclusión:
¿estamos atrapados en la unidimensionalidad?

El lector casual podría concluir comprensiblemente que


Marcuse era un viejo radical de otra época y entorno social
que no estaba en contacto con la sociedad estadounidense
contemporánea. El argumento presentado aquí es que, en
un examen más detallado, encontramos una descripción
compleja y profética de las tendencias políticas y económi­
cas que, desde que Marcuse escribió, se han fortalecido y
se han afianzado más firmemente. Este argumento parece
ser cierto a pesar de la erupción periódica de movimientos
de protesta por las condiciones sociales; tales movimientos
(por ejemplo, derechos civiles, mujeres, medio ambiente,
antiglobalización, etc.) parecen ser capaces de moderar al­
gunos abusos graves, pero se puede argumentar que no
han cambiado las características fundamentales de la eco­
nomía política. Además, la estrecha asociación entre las
corporaciones y el sector público ha puesto a disposición
los poderes financieros del Estado para proteger al sector
privado de las crisis periódicas resultantes de comporta­
mientos riesgosos y abusivos y de la sobreproducción.

Se han examinado tres áreas temáticas para ilustrar la


utilidad del concepto de unidimensionalidad: trabajo,
agresividad y asuntos públicos. Hay otros temas interesan­
tes integrados en este concepto, pero estos tres sirven, al
menos preliminarmente, para apoyar el argumento de que
la unidimensionalidad sigue siendo una forma poderosa
de pensar el sistema político-económico.

El enfoque de este artículo es la descripción de las con­


diciones y tendencias de Marcuse, no sus recetas para el
cambio. Sin embargo, es importante pensar si es posible un

46
Richard C. Box

cambio significativo dada la adaptabilidad y durabilidad


de las condiciones unidimensionales. Kellner escribió que
la sociedad capitalista es más que unidimensional; más
bien, es un "sistema cerrado y monolítico":

[Es] preferible verlo como un sistema de contradicciones, ten­


siones y conflictos que el capital trata desesperadamente de
manejar, y de los que se beneficia, pero que oscila de la estasis
al cambio, de la opresión y la dominación a la lucha y la re­
sistencia, y de la estabilidad y la contención al conflicto y la
crisis75.

Kellner señaló que los escritos de Marcuse después de


El hombre unidimensional en 1964 centraron la atención en
las posibilidades de un cambio constructivo. Marcuse
deseaba una sociedad que estuviera relativamente libre de
opresión, de la necesidad de un trabajo sin sentido para
asegurar las necesidades básicas de la vida y de una eco­
nomía dependiente de la extracción destructiva de recur­
sos y de la guerra. Basado en el análisis del movimiento
estudiantil, las artes y otras formas de resistencia al statu
quo, mantuvo la esperanza de que el movimiento hacia ese
futuro fuera posible, a pesar de las condiciones y tenden­
cias que describió en un lenguaje poderoso y oscuro. Kell-
ner ha pensado que la unidimensionalidad puede ser lle­
vada demasiado lejos, que una teoría del "capitalismo 'or­
ganizado' o 'estatal" en la cual la sociedad puede manejar
"sus problemas y conflictos fundamentales indefinida­
mente" es "profundamente defectuosa"76. Este profundo

75 KELLNER, Douglas. Op. Cit, 1984, p. 274.


76 KELLNER, Douglas. Critical Theory, Marxism, and Modernity. Balti­
more: Johns Hopkins University Press, 1989, p. 203.

47
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

defecto se debe a las crisis del tecnocapitalismo, que de­


muestran una inestabilidad sistémica y, por lo tanto, una
capacidad de cambio.

La idea de que la sociedad contemporánea se puede


cambiar en una dirección progresiva está respaldada por
la perspectiva del historiador Howard Zinn sobre el cam­
bio social, como contó en una entrevista de 2006 con Shelly
Fredman. Fredman le preguntó a Zinn acerca de los críti­
cos que lo encontraban ingenuo y si las protestas de la
gente común podían marcar la diferencia. Zinn respondió:

Es cierto que cualquier discurso de esperanza se descarta


como ingenuo, pero eso se debe a que tendemos a mirar a la
superficie de las cosas en un momento dado. Y la superficie
casi siempre se ve sombría. El cargo de ingenuidad también
proviene de una pérdida de perspectiva histórica. La historia
muestra que lo que se considera ingenuo en una década se
convierte en realidad en otra. Si escuchas los medios, no tie­
nes idea de lo que está sucediendo. Hablo con grupos de per­
sonas en diferentes partes del país. Hace poco estuve en Aus-
tin, Texas, y se presentaron mil personas. Creo que las perso­
nas son básicamente decentes, simplemente carecen de infor-
mación77.

Zinn apoyó este punto de vista con los ejemplos de ac­


ciones exitosas para terminar con la Guerra de Vietnam y
el Apartheid en Sudáfrica. Esta visión es una visión opti­
mista de un cambio ascendente a lo largo del tiempo, y po­
demos unirnos al espíritu de Zinn con la esperanza de que
las cosas salgan de esta manera.

77 FREDMAN, Shelly R. "A n Interview with Howard Zinn" en:


https: / /www.tikkun. org/article.php/Fredman-AnIntervie-WithHow-
ardZinn, 2006.

48
Richard C. Box

Mientras tanto, un examen de los eventos y condiciones


en las últimas décadas sugiere que (al menos en los Esta­
dos Unidos) la sociedad se está moviendo, como lo sugiere
Galbraith, hacia una asociación más estrecha entre la gran
riqueza y el gobierno. En esta asociación, el sector público
protege la acumulación cada vez más desigual de riqueza
por unos pocos mediante la redistribución de una parte de
ella al resto de la población. Este proceso le da a la sociedad
una apariencia algo humana, permitiendo que el statu quo
económico e institucional permanezca en gran medida sin
ser molestado.

El modelo capitalista de la economía política puede o no


ser la última palabra en las sociedades organizadoras — el
fin de la historia—, pero parece tener, en el futuro previsi­
ble, la fuerza para contener cambios potencialmente a gran
escala y resistir sus recurrentes crisis financieras. Como es­
cribió el geógrafo crítico David Harvey, estas crisis recu­
rrentes son causadas por la sobreacumulación, lo que re­
sulta en "excedentes de capital y falta de oportunidades de
inversión, caída de las tasas de beneficio, falta de demanda
efectiva en el mercado"78. Esto resulta en "un costo social"
a medida que el sistema de producción capitalista se racio­
naliza; las consecuencias humanas incluyen "quiebras [...]
devaluación forzosa de los activos de capital y los ahorros
personales, inflación, creciente concentración del poder
político y económico en unas cuantas manos, caída de los
salarios reales y desempleo"79. Por catastrófica que pueda
ser esta situación, en lugar de hacer que el sistema se con­
vierta en algo más favorable para el ciudadano promedio,

78 HARVEY, David. Op. Cit., 2007, p. 258.


79 Ibid., p. 259.

49
Marcuse tenía razón.
Sociedad unidimensional en el siglo XXI

estas crisis periódicas tienen "el efecto de ampliar la capa­


cidad productiva y renovar las condiciones para una
nueva acumulación [y, por lo tanto], podemos imaginar
que cada crisis hace avanzar el proceso de acumulación ha­
cia un nuevo plano superior"80.

Hay momentos en que grupos de personas exigen un


cambio significativo. En los Estados Unidos en 2008, a mu­
chos les pareció claro que se había formado una coalición
nacional para apoyar el movimiento lejos del neolibera-
lismo agresivo. Aunque estos eventos prometieron un
cambio significativo, ahora parece que el potencial es bas­
tante limitado para modificaciones de largo alcance en las
relaciones entre el gobierno, el sector privado y los ciuda­
danos, las características del trabajo y el ocio, la forma en
que la sociedad trata el entorno físico y la dependencia es­
tructural económica y política del militarismo y la guerra.

Una pátina más amable, más gentil y aparentemente


más racional cubre las realidades subyacentes por el mo­
mento, y la probabilidad de acciones públicas excepcional­
mente violentas, destructivas y socialmente abusivas ha
disminuido un poco. Esto, sin embargo, no es lo mismo
que un cambio fundamental en el sistema político-econó­
mico general. Cualquiera sea el punto de vista de uno so­
bre estos temas, aunque el concepto de unidimensionali-
dad de Marcuse necesita la ayuda de escritores contempo­
ráneos para adaptarse a las circunstancias actuales, sigue
siendo una forma útil de describir las condiciones en la so­
ciedad y pensar en el potencial para un cambio.

80 Ibid.

50
Herbert Marcuse

Revolución cultural*
Los cambios que se producen ante nuestros ojos en nuestra
sociedad confrontan a quienes reflexionan sobre ellos sin

* "Cultural Revolution", escrito alrededor de 1970, es uno de los manus­


critos inéditos más altamente desarrollados e interesantes que se en­
cuentran en los archivos de Marcuse en Frankfurt (# 406). El texto que
aparece aquí está basado en un manuscrito inédito de 85 páginas sin
título o fecha. Aparentemente fue escrito después de Un ensayo sobre la
liberación (hay referencias a textos publicados en 1969 en las notas y pa­
rece ser una continuación del Ensayo). También toma muchos de los te­
mas del ensayo "M ás allá del hombre unidimensional" y los desarrolla
a la luz de los acontecimientos políticos del periodo en el que fue escrito.
El texto se encontraba pulido y listo para su publicación; hay en el ma­
nuscrito, sin embargo, una serie de comentarios marginales y algunas
ediciones en la escritura hechas por la tercera esposa de Marcuse, Ericka
Sherover-Marcuse con quien se casó en 1976; hemos corregido errores
tipográficos o agregado palabras que obviamente faltan (que señalamos
entre corchetes), pero hemos ignorado las ediciones en el manuscrito
que alteran los significados del texto original de Marcuse y que no son
de su propia letra. No está claro por qué Marcuse no publicó este texto
y no hemos podido encontrar referencias a él en sus cartas, ni encon­
trado a nadie con información bibliográfica precisa sobre la génesis de
este trabajo y por qué no fue publicado. Algunos de los temas fueron
recogidos en Contrarrevolución y revuelta (1972) pero, la concepción de la
revolución cultural y las referencias más optimistas sobre los movimien­
tos políticos del momento estaban más desarrolladas en este manuscrito
inédito. Por lo tanto, el texto sigue siendo un indicador importante de
los puntos de vista de Marcuse sobre la importancia de la "revolución
cultural" para la transformación social radical y es quizás su última gran
expresión de optimismo revolucionario antes de volverse más pesimista
a medida que los movimientos de los años 60 se desvanecían y las fuer­
zas conservadoras volvían a ser hegemónicas (N. de los Ed.)

51
Revolución cultural

clichés con un fenómeno perturbador. El patrón presen­


tado por estos cambios incluso no concuerda con las teo­
rías y proyecciones más sofisticadas. Para mencionar solo
las desviaciones más conspicuas:

1. El "desplazamiento" de la oposición radical de la


"izquierda" tradicional, la clase trabajadora indus­
trial, a una "Nueva Izquierda", que abarca libre­
mente a los grupos de clase media como los asala­
riados en las industrias básicas y de servicios, gran­
des secciones entre los jóvenes, principalmente el
movimiento estudiantil y las minorías raciales y na­
cionales oprimidas.

2. El conservadurismo sostenido de las masas (la ma­


yoría absolutamente silencioso).

3. La creciente ineficacia y restricción del proceso de­


mocrático.

4. El creciente poder directo del gobierno, especial­


mente su rama ejecutiva.

5. El alto rendimiento continuo del capitalismo avan­


zado a pesar de la intensificación de las dificultades
económicas mundiales.

No discutiré estas tendencias aquí, sino que me centraré


en la característica quizás más destacada del radicalismo
actual, a saber, el carácter total de su afirmación: la subver­
sión no solo de la estructura económica y política estable­
cida, sino también (e incluso principalmente) de la toda la
cultura establecida, que los radicales definen como "cul­
tura burguesa". Esta revolución cultural abarca desde las

52
Herbert Marcuse

formas de vestir, seleccionar y preparar la comida, el com­


portamiento sexual, el lenguaje, hasta la negación y oposi­
ción de las obras de arte más celebradas, literatura, música.
Puede no ser demasiado exagerado decir que esta revolu­
ción cultural no solo precede y prepara el terreno para la
revolución política (incluidos los cambios económicos),
sino que, en la etapa actual, ha absorbido la revolución po­
lítica.

Creo que el carácter total de la rebelión (uso este tér­


mino para indicar que todavía no es una revolución, pero
puede emitirse en una revolución) corresponde a las con­
diciones objetivas presentadas por el capitalismo del siglo
XX. Bajo estas condiciones, las instituciones y relaciones
económicas básicas se reproducen a través de la extensión
de la gestión social y los controles a todas las esferas de la
sociedad, incluidas aquellas ramas de la cultura que antes
se dejaban relativamente libres para desarrollarse de
acuerdo con su propia dinámica inherente. Esta integra­
ción sistemática de la cultura en el Establecimiento se en­
cuentra con su contraparte (negación determinada) en el
reclamo total de la rebelión: "revolución cultural".

Ahora bien, en su lucha por la totalidad, la revolución


cultural está descubriendo (o más bien recapturando) una
base de revolución descuidada o reprimida, a saber, sus
raíces en el individuo, más específicamente, en la sensibilidad
del ser humano. En una forma verdaderamente dialéctica,
es en un nuevo individuo donde emergerá una nueva to­
talidad de vida. La nueva sociedad debe originarse en los
individuos mismos: no como resultado de un consenti­
miento o contrato ficticio, no como el mercado de intereses
y votos en competencia, sino como una extensión, tanto na­

53
Revolución cultural

tural como racional, de las necesidades y facultades de se­


res humanos libres. Esta libertad comienza con la emanci­
pación de los sentidos humanos.

El esfuerzo por anclar la revolución social a la sensibili­


dad del ser humano retoma una tradición antigua (pero
rota), que se remonta a las sectas libertarias de la Edad Me­
dia, a la Ilustración francesa, a Fourier, al joven Marx. La
tradición ha sido derrotada.

En cierto sentido, todas las revoluciones históricas han


sido revoluciones abortivas: han reemplazado una forma
de dominación, una clase dominante por otra. Pero tam­
bién fueron revoluciones parciales en otro sentido: supri­
mieron los movimientos libertarios que operaron en todas
ellas y que lucharon más allá de un cambio en la estratifi­
cación social. Sin duda, su fracaso es bien explicable en tér­
minos de la inmadurez de las fuerzas productivas, mate­
riales e intelectuales. Pero un aspecto de esta inmadurez es
precisamente la supresión y atrofia de las raíces de la libe­
ración en la estructura pulsional de los individuos y, en
consecuencia, en su sensibilidad. Por lo tanto, la teoría
freudiana ocupa un lugar destacado en los dos únicos mo­
vimientos de liberación radical de la época: en el movi­
miento surrealista y en la Nueva Izquierda.

En vista de estos hechos (o más bien, hipótesis), quiero


discutir la cuestión de si quizás el esfuerzo radical por li­
berar las raíces de la liberación en el individuo abre un ca­
mino a los cambios sociales de acuerdo con los recursos sin
precedentes del siglo XX, si ofrece una oportunidad histó­
rica para evitar que se repita el patrón tradicional de la re­
volución agotada, del ámbito de la libertad indefinida­
mente pospuesto.

54
Herbert Marcuse

El reino de la libertad ha existido en la historia solo


como el objetivo deseado; fue precisamente su ausencia lo
que estimuló los esfuerzos hacia su realización. En conse­
cuencia, esto último sería una ruptura con el continuum de
la historia como la realidad de la falta de libertad. Pero este
continuum no permite ninguna ruptura: todas las revolu­
ciones parten de una base dentro de la vieja sociedad y
cambian un fundamento existente. Mediación de lo viejo y
lo nuevo: el proceso de cambio tiene lugar mientras que un
substrato idéntico "une" las dos etapas del proceso en su
conjunto. Este substrato está constituido por el nivel alcan­
zado de las fuerzas productivas: el "sistema" (porque es un
todo organizado) de los recursos materiales e intelectuales
disponibles para la sociedad. Es el sujeto dado (qua subs­
tancia) del cambio el que extiende lo viejo a lo nuevo, y esta
extensión se lleva a cabo de varias formas: en la ciencia, la
tecnología y la técnica, en las relaciones de trabajo que exi­
gen, en lo dado natural y en el ambiente heredado. Y este
substrato conforma continuamente la conciencia de los se­
res humanos, su estructura mental en sus dimensiones ra­
cionales y subracionales. La ruptura, el salto a lo nuevo,
lleva este legado: tiene que reafirmarse y hacer de lo nuevo
una prolongación (aunque quizás mejorada) de lo viejo,
está obligado a continuar con la falta de libertad heredada
a menos que el proceso de cambio encuentre, en el substrato
mismo, una base para la transformación total. Y esta base
debe ser la antítesis de la realidad dada, su negación deter­
minada. Este desiderátum se cumple en el marxismo con
la doble fuerza del proletariado y la traducción de la teoría
socialista a la práctica. Siendo fuerzas reales, pero no de la
sociedad existente, serían capaces de iniciar el proceso de
cambio cualitativo: romper con la sociedad pasada y pre­
sente (el continuo de represión) y, sin embargo, traducir
una alternativa histórica a la realidad (permanecer dentro

55
Revolución cultural

del continuum histórico). La teoría dialéctica designa esta


relación entre lo viejo y lo nuevo como "negación determi­
nada".

Pero la teoría dialéctica permanece comprometida a lo


largo de la historia: los conceptos dialécticos son construc­
ciones históricas. Esto significa que la base para el cambio
cualitativo mismo cambia en el desarrollo. Debe enfati­
zarse que la base marxista es, en ambas formas, una base
humana: la clase revolucionaria y la teoría que guía su prác­
tica. Son fuerzas históricas particulares en una situación his­
tórica particular; ¿cómo pueden "encarnar" y representar
esa universalidad que es la característica esencial de la liber­
tad? ¿Cómo pueden sus necesidades e intereses, y su teo­
ría, afirmar objetivamente la validez general para el ser hu­
mano como ser humano, para la humanidad? La dialéctica
del cambio histórico aquí se revela como la dialéctica de lo
universal y lo particular. Lo primero "existe" solo en lo se­
gundo, no como una entidad misteriosa o metafísica, sino
como las necesidades y aspiraciones de hombres y mujeres
individuales. Esta comunidad se articula en una conciencia
común, operativa (en diversos grados de conciencia) en la
conciencia individual de los miembros de la clase social
respectiva. Pero la conciencia común de una clase es uni­
versal solo en la medida en que esta clase representa el in­
terés de la sociedad como un todo. Evidentemente, esta
universalidad hasta ahora ha sido real solo en un grado
muy limitado. No es necesario replantear el familiar argu­
mento por el cual Marx identificó al proletariado como la
única clase cuyo interés particular representaba las necesi­
dades y aspiraciones del ser humano como ser humano, de
la humanidad. En la concepción marxista, la conciencia de
clase no es idéntica a la conciencia individual (inmediata)

56
Herbert Marcuse

sino su acentuación y transformación teóricas, y una dis­


crepancia similar (incluso más amplia) caracteriza las ne­
cesidades y aspiraciones: no son inmediatamente idénticas
a las de la clase, es decir, a la necesidad de la revolución.
En sus primeros escritos, Marx asume tal armonía entre el
interés particular del proletariado y el interés general de la
humanidad: la necesidad vital, la necesidad más concreta
del proletario es alcanzar una existencia humana, conver­
tirse en un ser humano. La vida inhumana e infrahumana
del proletariado era, por así decirlo, la condición existen-
cial brutal e impenetrable que resistía toda "cooptación"
por parte de la sociedad establecida, la base sobre la cual
podía emerger la conciencia y la práctica revolucionarias.

Con la modificación posterior de esta concepción, la teo­


ría marxista siguió, y proyectó, el desarrollo de la sociedad
capitalista. La explotación y el empobrecimiento ya no
eran inseparables, y la revolución ya no se basaba en lo se­
gundo. En la medida en que progresó el capitalismo, desa­
rrolló nuevas formas de integración de la población subya­
cente. En las regiones avanzadas del capitalismo contem­
poráneo, las necesidades y aspiraciones de las clases traba­
jadoras tienden a volverse afirmativas, reproduciendo la
sociedad que debían negar, reproduciéndola en la estruc­
tura mental que iba a ser la base individual para generar la
antítesis, la negación determinada.

Esto no significa que las clases trabajadoras hayan de­


jado de ser un Sujeto de cambio radical. Mientras estas cla­
ses continúen produciendo, sin controlar su producción,
las necesidades y lujos que la sociedad establecida nece­
sita, las clases trabajadoras serán el único poder capaz de
redirigir y reorganizar el proceso de producción. Pero

57
Revolución cultural

aquí, comienzan las ambigüedades. ¿Redirigir en qué di­


rección? ¿Hacia la mejora, en la eficiencia o en la distribu­
ción equitativa de la riqueza, de la sociedad existente, o ha­
cia una sociedad cualitativamente diferente? ¿Hacia la au­
todeterminación colectiva y la solidaridad, o hacia otra
forma de dominación?

En la concepción marxista, esta ambigüedad no preva­


leció (aunque se sugiere en la alternativa recurrente "socia­
lismo o barbarie"). Pero ahora, la integración de las clases
trabajadoras en el sistema capitalista de necesidades ha vi­
ciado la armonía entre el interés de clase y el interés gene­
ral de la humanidad: la clase trabajadora integrada no
puede (y no reclama) la presencia de lo universal en su
práctica particular.

La relación entre lo universal y lo particular en la dia­


léctica del cambio es una condición histórica: la base hu­
mana del cambio no puede permanecer idénticamente
igual cuando la estructura social misma está cambiando:
transformación de la producción capitalista dentro del
marco del capitalismo (Marx: desaparición de lo capitalista
en el marco del modo de producción capitalista). En el ca­
pitalismo contemporáneo, esa transformación está te­
niendo lugar. Su característica es la extensión de la clase
trabajadora para incluir (como fuentes de plusvalor y, por
lo tanto, como "trabajo productivo") a una gran parte de
las "clases medias": empleados administrativos, emplea­
dos asalariados, técnicos, científicos, especialistas de todo
tipo, incluso en las meras "industrias de servicios", publi­
cidad, etc.1 Esto significa la extensión de la explotación

1 La extensión de las fuentes de plusvalía puede ir de la mano con la


reducción de la tasa de plusvalor. Cfr. GILLMAN, Joseph M. The Falling

58
Herbert Marcuse

como una condición objetiva (aunque en grados de inten­


sidad muy diferentes) entre una parte cada vez mayor de
la población. Al mismo tiempo, y en el mismo proceso, la
conciencia de esta condición disminuye o se reduce entre
todos excepto las víctimas de la explotación más brutal: las
minorías raciales y nacionales oprimidas, el trabajo no ca­
lificado y, por supuesto, las masas trabajadoras en las áreas
neocoloniales del tercer mundo. Esta discrepancia entre la
existencia y la conciencia, entre la condición objetiva y sub­
jetiva, es mucho más que una cuestión psicológica. Re­
quiere un reexamen de la base humana del cambio histó­
rico, del concepto de "clase"; indica una laguna en la teoría
dialéctica. Parece que un factor decisivo no se ha incorpo­
rado conceptualmente en esta teoría, es decir, el individuo
como ser humano particular que, siendo miembro de una
clase, sigue siendo el agente elemental "natural" del cam­
bio, quien, sin importar qué tanto puede ser "socializado",
nunca puede ser "disuelto" en una parte alícuota de una
clase: su concreción resiste la generalización abstracta.

La teoría marxista tiene en cuenta este factor individual


en las distinciones entre la conciencia de clase y la concien­
cia individual, las necesidades reales y las necesidades in­
mediatas. Sin embargo, estas distinciones no van lo sufi­
cientemente lejos: no alcanzan la dimensión en la que, para
bien o para mal, el ser humano se constituye a sí mismo
como individuo: la de su cuerpo, el hombre como "natural",
ser "objetivo" (gegenstandliches). Ciertamente, esta dimen­
sión también es histórica, modificada continuamente en el
desarrollo de la civilización, pero sigue siendo un agente

Rate o f Profit, Marx's Law and its significance to Twentieth-Century Capital-


ism. London: D. Dobson, 1957.

59
Revolución cultural

de cambio, una base de cambio "debajo" de sus otras di­


mensiones, "debajo" de la cultura material e intelectual, in­
cluso "debajo" de su substrato, la infraestructura marxista.
No puede dejarse allí, fuera de la principal preocupación
teórica y práctica. Esta negligencia es parte de una más
grande: la minimización del papel de la naturaleza en la
historia. El materialismo dialéctico nunca ha superado (au-
fgehoben) el "naturalismo" de Feuerbach: fue pasado por
alto en vez de integrado en la teoría desarrollada de la so­
ciedad.

La abundante atención prestada a los escritos de Marx


de 1844-1845 no ha cambiado esta situación. Ninguna de
las dos interpretaciones principales se basa, creo, en las raí­
ces del problema. La primera sostiene que estos escritos
son producto de un período metafísico o materialista in­
maduro del pensamiento marxista, que finalizó con la ela­
boración de la crítica de la economía política. La segunda
interpretación niega que haya una ruptura entre el Marx
más joven y el maduro, y que los conceptos del primero
reaparecen, ahora concretados y completamente desarro­
llados en la teoría madura.

Esta última interpretación, más cercana a la verdad, ve­


ría los conceptos anteriores "logrados" en la teoría econó­
mico-política: el naturalismo de Feuerbach, que funda la
filosofía materialista en la noción del ser humano como
"ser sensual", entra en su propia (verdad) en la idea del
socialismo como la negación determinada del capitalismo.
Si esto es correcto, el desarrollo teórico habría perdido pre­
cisamente esa dimensión de concreción individual, la "na­
turaleza", la sensualidad, que prevalecían en las primeras
obras, y estos conceptos y hechos estarían vinculados in­
ternamente a la teoría posterior solo a través de un enfoque

60
Herbert Marcuse

bastante vago (y a veces también romántico) del "huma­


nismo socialista".

Sugiero una tercera interpretación: los escritos de 1844­


1845 deben leerse como si encontraran su lugar y función
teórica (y práctica) después de El Capital, por lo tanto, serían
una parte esencial de la transición proyectada del capita­
lismo al socialismo. En este contexto, indicarían un nuevo
concepto de la base humana de la revolución; definirían el
agente humano del cambio en términos bastante diferentes
(aunque de ninguna manera invalidando y reemplazando)
de aquellos que definieron al proletariado como este
agente. ¿Es meramente la fuerte influencia de Feuerbach lo
que hace que Marx, con apasionada mentalidad, centre su
concepción del ser humano como "ser sensual" en la
"emancipación de los sentidos", en la capacidad estética,
la productividad del hombre como "ser genérico"? ¿Es
solo esta influencia, luego superada, la que, en estos escri­
tos, vincula la existencia del ser humano como ser genérico
(Gattungswesen) con la emancipación de los sentidos, y así
contempla la realización de lo universal como el resultado
de la productividad del ser humano, el ser sensual? ¿O
Marx ha descubierto aquí el potencial revolucionario en
esta dimensión sensual y "estética"? ¿Ha visto que la ex­
plotación, la enajenación y la represión tienen sus raíces in­
dividuales en esta dimensión y que, en esta dimensión, el
individuo reprimido reproduce estas condiciones y, a tra­
vés de ellas, su sociedad? De modo que, en consecuencia,
con la abolición del capitalismo y en la construcción de la
sociedad socialista, no solo la conciencia del ser humano,
sino también su sensibilidad, sus sentidos y su actividad
(productividad) cambiarían radicalmente, y eso, viceversa,
la construcción del socialismo, como una sociedad cualita­
tivamente diferente, dependería, sería el "producto", del

61
Revolución cultural

ser humano como un nuevo ser sensual. En cualquier caso,


Marx afirma con bastante énfasis que la relación entre el
ser humano y la naturaleza, entre él y el mundo objeto pre­
supone una sensibilidad cualitativamente diferente: nuevos
modos de ver, oír y sentir. Porque la institución de la pro­
piedad privada ha embotado, embrutecido y pervertido la
sensibilidad del ser humano, y esta sensibilidad pervertida
ha producido el mundo alienado objeto de la sociedad de
clases. Es en este contexto que Marx desarrolla la noción
de un modo de producción no enajenado, de una construc­
ción "estética" del mundo de los objetos y de la propiedad
individual como un contraste con la propiedad privada.

Estas nociones encuentran su lugar en la teoría mar-


xista, estructuralmente, después de El Capital, no solo por­
que transmiten la imagen del ser humano socialista, sino
también porque presuponen el análisis completo de Marx
de la sociedad capitalista. La dinámica de esta sociedad
proporciona el fundamento, su economía constituye el sus­
trato sobre el cual tiene lugar la formación específica de la
sensibilidad humana, y sobre la cual debe comenzar su
emancipación. Y en la sensibilidad emancipada, Marx ve
las raíces del "universal concreto": la realización del ser
humano como ser humano, la existencia del ser humano
como "ser genérico": en el pleno desarrollo de las necesi­
dades y facultades esencialmente humanas. Luego, la pre­
gunta que planteé al principio: la pregunta sobre la posible
validación objetiva de la Ley y el Orden superior de la li­
bertad recibiría una respuesta inesperada: las "ideas inna­
tas" resultan ser reclamos reprimidos de los sentidos hu­
manos, y su universalidad, lejos de ser una idea vaga y bas­
tante abstracta de la humanidad y el humanismo, se con­
vertiría en una condición fisiológica bastante material. Y la

62
Herbert Marcuse

memoria (Erinnerung), sería una captura de las potenciali­


dades de los sentidos humanos. Y, para llevar la especula­
ción un paso más allá, podemos tomar literalmente la tra­
ducción del concepto de Platón y decir que estas potencia­
lidades todavía no se han materializado en Formas de co­
sas: modos de existencia (Dasein) del ser humano y la na­
turaleza que constituirían un cosmos de justicia donde la
satisfacción estaría en la productividad humana libre, en la
creación de un mundo bueno para todos.

El "universal concreto", la libertad, la humanidad, pue­


den hacerse realidad solo con la abolición de la sociedad
de clases. La solidaridad, la "forma" de este universal, esta­
ría entonces en los sentidos del ser humano o, más precisa­
mente, en su "actividad", la productividad. Marx enfatiza,
en oposición al concepto idealista de la estructura mental,
que los sentidos están activos: el ojo, el oído, la nariz, la
mano, la lengua, no solo "reciben" estímulos del exterior;
los sentidos dejan que algo suceda con estos estímulos: se
convierten en estímulos para actuar, hacer; y su sensuali­
dad, su calidad sensual se conserva, entra en la actividad
posterior. O bien, la calidad sensual se conservaría en la
actividad de producción: libre y creativa en una sociedad
libre, embotada y embrutecida en la formación del mundo
objeto de la sociedad de clases. Y en el medio de su mundo
de objetos, la sensibilidad embotada también tiene lugar,
da forma a las relaciones entre los seres humanos.

En la formación del mundo de los objetos: la sensibili­


dad embotada aprende a vivir, gustar y reproducir ("pro­
bar" como factor en la producción de mercancías) las cosas
que conforman el universo capitalista, su cultura material
e intelectual. Mientras que su valor de uso, como valor de
cambio, determina en gran medida su "forma", el gusto

63
Revolución cultural

del consumidor entra en la determinación de la forma


(ejemplo: la catexis libidinal del automóvil y otros instrumen­
tos de poder y eficiencia se convierten en un factor esencial
en su producción). Además, los sentidos aprenden a acep­
tar (como una necesidad de la vida) y a reproducir el ruido,
la contaminación, la fealdad y la violencia, cualidades que
se materializan en la transformación del entorno natural y
técnico. También se extienden a través de la cultura inte­
lectual: este es el aspecto represivo de la destrucción de las
formas estéticas clásicas y románticas (en las artes, la mú­
sica, la literatura) que son demasiado fácilmente elogiadas
como vanguardistas. La disonancia, la violencia, la bruta­
lidad y la desublimación no son per se liberadoras; también
en las nuevas artes y antiartes, pueden servir (como lo ha­
cen en los medios de comunicación masiva) para sostener
a la sociedad existente en lugar de debilitarla2, a menos que
pongan de manifiesto las cualidades opuestas que pertene­
cen al universo de la liberación. El mundo objeto de esta
sensibilidad mutilada constituye el universo de las relacio­
nes humanas que son "a priori" antagónicas, incluso hos­
tiles, de modo que las relaciones de solidaridad no antagó­
nicas pueden surgir y mantenerse solo contrarrestando la
hostilidad primaria, superando las barreras que separan a
los seres humanos entre sí, no como individuos, sino como
partes alícuotas del mismo universo. Esto significa que los
individuos no se distinguen unos de otros en virtud de sus
propias necesidades y facultades, sino más bien en virtud
de su lugar y función en la división social pretérita del tra­
bajo y el placer.

2 Nada ilustra mejor el carácter totalmente regresivo de la cultura de


masas vanguardista que la alianza entre las multitudes rockeras y los
Hell's Angels, o la enfermiza glorificación de las bandas de asesinos por
los autodenominados radicales.

64
Herbert Marcuse

En una sociedad capitalista, el principium individuationis


no es la realización de lo universal (el ser humano como
ser humano) a través de las facultades humanas específicas
en los individuos, sino la "ley del valor" que rige el inter­
cambio de mercancías: el individuo está "hecho" de
acuerdo con su utilidad, su "valor" para una sociedad ba­
sada en la producción y el intercambio de mercancías. Esta
sociedad debe promover la individualidad no solo por ra­
zones ideológicas (contra el colectivismo malvado del "so­
cialismo"), sino también como sujeto de la empresa pri­
vada y la libre competencia, instituciones que desde hace
mucho tiempo han convertido este sujeto en un objeto. Tal
sociedad excluye la solidaridad (la forma concreta de lo
universal) en cualquier forma que no se limite a un grupo
o clase particular, organizada y administrada en lugar de
espontánea, excepto en accidentes repentinos y emergen­
cias (y aún entonces parece ser cada vez más inestable), la
cooperación, bajo el capitalismo, es una necesidad técnica
que a su vez da forma a las necesidades y facultades indi­
viduales. Más allá y debajo, aparece como cooperación con­
tra el sistema. El individuo puede volverse individual solo
en su negación: su libertad está restringida a la libertad de.
Esto es cierto particularmente en esa dimensión existencial
donde lo mío y lo tuyo, yo y lo otro, somos más inmedia­
tamente uno: en las relaciones eróticas. Forman una esfera
de privacidad contra el mundo enajenado, y en esta esfera,
los núcleos de un entorno diferente, un mundo de objetos
diferente está tomando forma. La energía erótica, libre­
mente sublimada, se esfuerza por crear una relación "hu­
manizada" con la naturaleza y la técnica, una ecología hu­
manizada. Marx habla de "apropiación humana", de pro­
piedad individual (en contraste con la propiedad privada)
y ve en su establecimiento una característica esencial del
socialismo. La emancipación de los sentidos es un requisito

65
Revolución cultural

previo para la transformación de la propiedad privada en


individual, y el mundo de los objetos que emerge en esta
transformación es el de la solidaridad, el universal concreto.

Para entender esta idea, debemos volver a la noción de


los sentidos (órganos) como activos. Liberados de su condi­
ción embotada, desarrollarían nuevos modos de ver, oír y
sentir; percibirían (e imaginarían) nuevas formas de los ob­
jetos de sus necesidades: nuevas potencialidades de las co­
sas, tanto naturales como técnicas. Así, la "emancipación
de los sentidos" es una transformación del Sujeto y el Ob­
jeto: la nueva visión de los sentidos cambia activamente el
mundo de los objetos en la medida en que la percepción de
las nuevas formas de cosas motiva y guía la praxis para re­
construir el entorno natural y técnico.

¿Reconstruyendo en qué dirección? En el mismo con­


texto donde Marx habla de la existencia (futura, libre) del
ser humano como "ser genérico", distingue al ser humano
del animal por la facultad específicamente humana de for­
mar su entorno "según las leyes de la belleza"3. Junto con
este énfasis en la sensualidad emancipada del hombre
como prenda de su liberación, y en los sentidos como base
de toda ciencia, esta concepción designa la dimensión es­
tética como el "espacio" del socialismo, "estético" en el do­
ble significado de pertenecer a los sentidos y pertenecien­
tes al arte. Creo que esta concepción, lejos de ser una espe­
culación inmadura y utópica, revela un aspecto de la teoría
socialista que no puede descuidarse sin distorsionar la
esencia misma del socialismo.

3 MARX, Karl. Manuscritos de economía y filosofía. Madrid: Alianza Edito­


rial, 2003, p. 113.

66
Herbert Marcuse

En este caso, la humanidad, la solidaridad del género,


estaría enraizada en la capacidad específica del ser hu­
mano como un ser sensual más que racional, o, su raciona­
lidad recibiría su ímpetu primario, y la dirección de su sen­
sibilidad, no solo epistemológicamente, como la primera
fuente de conocimiento (comprensión y razón), sino tam­
bién como la base sobre la cual debe surgir el Lebenswelt de
la humanidad, la solidaridad de la razón. En otras pala­
bras, la sensibilidad del hombre, su cuerpo como entidad
físico-mental no solo sería el medio para el principium indi-
viduationis sino también para su universalización opuesta, es
decir, el surgimiento de la humanitas, del ser humano como
ser humano, la solidaridad. Y la realización de la humanitas
implica el establecimiento de una nueva relación (sensual)
entre el hombre y la naturaleza. La naturaleza se converti­
ría en un sujeto en sí mismo y en Telos: como el medio am­
biente y el terreno de la libertad, que es incompatible con
la esclavitud y la violación de la naturaleza, su tratamiento
como un mero objeto. En otras palabras, el objeto se expe­
rimentaría como sujeto en la medida en que el sujeto, el ser
humano, convierte el mundo de los objetos en un mundo
humano. La realización de la naturaleza a través de la rea­
lización del ser humano como "ser genérico": también la
naturaleza se ha convertido en un objeto de explotación
destructiva, la naturaleza también exige la liberación.

Esto es lo que Marx llamó la "apropiación" humana del


mundo de los objetos: el establecimiento de las relaciones
humanas con la naturaleza, la humanización de las cosas.
Significa que el mundo ya no se experimenta como un mer­
cado de mercancías, ni los seres humanos como compra­
dores o vendedores de fuerza de trabajo, ni las cosas como
la mera posesión y uso. Lo que aparece en esta experiencia

67
Revolución cultural

radicalmente nueva es un valor de uso que ya no está con­


taminado por la explotación: la experiencia de que las co­
sas, sin perder su valor de uso, existen en sí mismas, en su
propia forma, que son sensibles. La explotación no está
realmente abolida, su herencia no se descarta realmente
hasta que el ser humano establece esta nueva relación con
la naturaleza: la humanización de la naturaleza también le
permitiría al ser humano tener la buena conciencia de su
propia naturaleza, de sí mismo como parte de la natura­
leza. Esta es la "segunda naturaleza": no es el mundo del
buen salvaje (bon sauvage), sino el de la alta civilización: la
promesa de la libertad.

Conservado en las imágenes de la poesía, explorado


metódicamente por los surrealistas, confirmado por cientí­
ficos inconformistas (Bachelard) y arquitectos, invadiendo
incluso la música mágico-totalitaria de Richard Wagner (el
motivo de la naturaleza liberada en el Ring des Nibelungen
[El anillo de los nibelungos], los Karfreitagszauber [El encanta­
miento del Viernes Santo], en Parsifal), esta promesa ha sido
constantemente denunciada como antropomorfismo in­
fantil. Antropomorfismo de hecho, pero el Anthropos con­
cebido aquí no es otro que el "ser humano socialista": el ser
humano que ya no está atrapado en la mistificación del
mundo mercantil, en la red global de la libertad de explo­
tación transformaría el objeto así como el sujeto: "recono­
cimiento" del objeto (dependiente de la razón transforma­
dora del ser humano, y sin embargo independiente), no
solo materia sino elemento y "medio" de libertad, de las
pulsiones de la vida en lugar de la destrucción: la cosa, el
objeto vivo. Permítanme formularlo de la manera más in­
fantil: a menos que los seres humanos perciban que una
trituradora de basura eléctrica tiene un "alma", que puede
haber ternura en un automóvil y que un bulldozer no solo

68
Herbert Marcuse

puede pulverizar sino también restaurar la naturaleza, la


sociedad represiva continuará, sin importar cuán diferen­
tes sean sus instituciones.

Me he referido con anterioridad a la teoría de las pul­


siones de Freud, que, desde una posición muy diferente y
en un contexto muy diferente, llega a una respuesta afir­
mativa. Según esta teoría, el objetivo de Eros es crear uni­
dades (de vida) cada vez mayores y preservarlas, en cons­
tante lucha con su contraparte, la pulsión de muerte, cuyo
objetivo es la destrucción. En contraste con la sexualidad,
la manifestación "localizada" de Eros, que es esencial­
mente "asocial" e incluso antisocial, Eros implica "sociali­
zación", la sublimación y extensión del objetivo pulsional
no solo el uno para el otro sino para el otro y para el uni­
verso común. Tal extensión modifica la pulsión y los mo­
dos de su satisfacción: sin un debilitamiento de la energía
libidinal, la pulsión busca satisfacción en algo más que re­
laciones y objetos sexuales: en la cooperación, el amor, la
amistad; en la búsqueda del conocimiento, en la creación
de un ambiente placentero, en la KaloKayavóv4: lo bello y lo
bueno, la transformación de lo sensual en lo estético.4

4 Kalos kagathos (KaXóg Káyadóg), palabra de la cual kalokagathia


(KaXoKayadía) es el sustantivo derivado. Es una frase usada por algunos
escritores de la Grecia antigua, haciendo referencia a la fusión de la no­
bleza de aspecto y el bien moral, esto para describir un ideal de con­
ducta personal. Se pueden encontrar referencias desde Heródoto. La
frase está compuesta por dos adjetivos, KaXóg (bello) y áyadóg (bueno).
Werner Jaeger se refiere a la kalokagathia como "una formación espiritual
plenamente consciente" que tiene en cuenta el "conjunto de todas las
exigencias ideales, corporales y espirituales" JAEGER, Werner. Paideia.
Los ideales de la cultura griega. México: Fondo de Cultura Económica, 1996,
pp. 263. (N. del T.)

69
Revolución cultural

¿Este desarrollo se describe apropiadamente en térmi­


nos de sublimación? Evidentemente, en la transformación
de la sexualidad en Eros, se produce un cambio en el obje­
tivo y el objeto originales, una sublimación primaria no re­
presiva y liberadora. Lejos de destruir la civilización, lucha
por destruir la base destructiva de la civilización. Por lo
tanto, tarde o temprano está obligado a chocar con el "prin­
cipio de realidad" establecido. Repelido por este último (o
más bien por los poderes que hacen cumplir este principio,
el impulso erótico-estético sucumbe fácilmente a otra su­
blimación secundaria en el trabajo y el ocio. Esta sublima­
ción secundaria crea la cultura tradicional. Se vuelve gene­
ralmente represiva en la medida en que la energía pulsio-
nal se canaliza hacia el trabajo socialmente necesario pero
enajenado, mientras que el componente erótico-estético se
divide: Eros se reduce a la sexualidad y las necesidades es­
téticas son dirigidas al Arte como el reino de su satisfac­
ción. Sin embargo, la separación de la "alta cultura" del
mundo del trabajo, de la producción intelectual y manual
no implica necesariamente la separación del arte de este
último: vide la cultura artesanal durante la Edad Media, y
tal vez también la Grecia clásica. Este hecho puede ser per­
tinente a la discusión contemporánea del papel del arte (o
antiarte) en la transformación (y abolición) del capitalismo:
el "arte viviente" no es necesariamente revolucionario,
progresivo; podría ser lo opuesto. Y la noción contraria, a
saber, que solo el alejamiento radical del Arte de la reali­
dad viviente puede liberar al Arte para su función libera­
dora, puede tener su validez.

Solo en la sociedad de intercambio desarrollada se di­


suelve efectivamente la unidad del impulso erótico-esté-
tico: la estética se separa de la realidad viva y se aísla (¡y se
vuelve inofensiva!) en la creación y el disfrute del Arte,

70
Herbert Marcuse

mientras que la belleza placentera se va gradualmente re­


tirado de la naturaleza. Como esta última está sujeta a la
creciente violencia de la industrialización capitalista, la es­
tética, aquí también, se vuelve aislada (en parques estata­
les, puntos turísticos, etc.). La tendencia opuesta prevalece
(o más bien parece prevalecer) en el mundo del trabajo.
Aquí, el capitalismo avanzado embellece su entorno metó­
dica y sistemáticamente: fábricas, tiendas, centros de go­
bierno, instalaciones militares muy bonitas surgen en to­
das partes, y su espacio vital está adornado con las escul­
turas más caras y modernistas, pinturas, música de fondo
"levemente estimulante". Sin duda, esto es mejor y más
deseable que la fealdad, la suciedad, el hedor de etapas
previas de industrialización; anticipa las posibilidades es­
téticas de una sociedad liberada del modo de producción
capitalista. Pero es una anticipación pobre, expresiva de la
espantosa dialéctica que invalida o falsifica incluso lo
bueno en esta sociedad. Esta estética comercial, como la de
las hermosas chicas, automóviles y cohetes anunciados por
los medios de comunicación, ajusta los sentidos al mundo
del trabajo inhumano, coordina la sensibilidad humana
con la racionalidad destructiva del sistema. El camino ha­
cia adelante no retrocede hacia la fealdad y la suciedad,
sino que conduce a la contradicción que se despliega y a su
conocimiento, entre el sistema establecido y las posibilida­
des de libertad que previene y distorsiona. Y la lucha con­
certada y consciente para la realización de estas posibilida­
des exige no solo la emancipación de la racionalidad del
hombre, sino también de sus sentidos. Es la lucha por la
realización histórica y concreta de la humanitas, el ser hu­
mano como ser humano, porque solo a escala universal
puede convertirse en realidad la libertad.

71
Revolución cultural

El ser humano como "ser genérico", el "ser humano


como ser humano" universal, como ser autónomo sigue
siendo un concepto general abstracto y un imperativo mo­
ral impotente hasta que toma forma en la sensibilidad
emancipada de los individuos que reconstruyan su socie­
dad de acuerdo con sus necesidades y facultades verdade­
ramente humanas. Este es el aspecto descuidado de la base
material del socialismo.

El materialismo dialéctico encuentra su verdad solo


cuando reconoce las raíces del socialismo en la sensibilidad
del ser humano, cuando reconoce las raíces de la libertad
en las necesidades sensoriales del ser humano: la necesi­
dad de que la revolución política y económica vaya acom­
pañada de la "emancipación de los sentidos". ¿Acompa­
ñada, o incluso precedida? La revolución, para lograr un
cambio cualitativo en la existencia individual y social, debe
ser una necesidad vital de los individuos. Y esta necesidad
no siempre y en todas partes requiere cambio, impreso en
los seres humanos por las condiciones de miseria y po­
breza. Por el contrario, tales condiciones pueden sofocar la
necesidad de un cambio cualitativo, o "canalizar" tal nece­
sidad en la lucha por mejoras dentro de un sistema general
de falta de libertad. O bien, si esta lucha lleva a la sustitu­
ción del sistema existente por otro, las necesidades y aspi­
raciones generadas bajo el sistema de la falta de libertad
pueden trasladarse a la nueva sociedad y reproducir allí
las características negativas de la vieja.

Para tomar un ejemplo aparentemente menor: después


de una revolución exitosa en un país gobernado durante
siglos por una jerarquía eclesiástica reaccionaria, sirvienta
de la opresión política, uno ha notado, entre la gente, un

72
Herbert Marcuse

regreso al pasado una vez que se gasta el entusiasmo ini­


cial. Tal regresión no se inicia desde arriba, ni es el trabajo
de una oposición organizada. Es más bien el sentimiento
popular, expresado en cosas como el odio contra el pelo
largo y la barba, cualquier tipo de vida hippie, contra los
homosexuales, etc. Tal sentimiento es obligado a ser un
factor importante en la configuración de las políticas gu­
bernamentales a lo largo de una línea anti-libertaria. O
bien, una larga tradición de aceptar la autoridad como ins­
titución divina o natural está destinada a trasladarse a la
nueva sociedad y fomentar un desarrollo burocrático-au-
toritario. Tales tendencias regresivas son más difíciles de
combatir cuanto más se han convertido en la expresión de
una necesidad vital del pueblo, expresión de una sensibili­
dad "conservadora" en las raíces del conservadurismo po­
lítico.

En contraste, la necesidad sensual de la revolución es la


expresión de una sensibilidad que ve, oye, huele, saborea
y toca la injusticia, la explotación, la fealdad, el engaño y la
estupidez de la sociedad establecida —no solo las propias,
sino también las que el otro está haciendo y sufriendo. Y
en esta experiencia sensual emergen las imágenes, los to­
nos, las formas de un mundo sin estas características—
emergen como una posibilidad evidente. Difieren de las
fantasías utópicas en la medida en que son concreciones
científicas, técnicas, económicas, políticas; ya existiendo en
la realidad establecida como elementos, rudimentos, frag­
mentos, experimentos del esfuerzo científico, artístico, po­
lítico. Surgimiento de lo nuevo dentro de lo viejo, pero lo
viejo se subvierte en la nueva base sensual.

73
Revolución cultural

Hemos notado que lo que está involucrado no es sim­


plemente la liberación de impulsos pulsionales y sus ma­
nifestaciones sensoriales. Los sentidos emancipados son
"trascendentes" de una manera dual: (1) rompen el uni­
verso de experiencia predominante y embotado e intuyen
los elementos de la forma de un universo de libertad; (2)
entran en la dimensión de la razón, en la medida en que
perciben una realidad supraindividual como la transfor­
mación histórica de los objetos, las condiciones y las rela­
ciones pertenecientes al universo establecido. Lo último,
también, es una comprensión de la razón en la historia. La
emancipación de los sentidos puede convertirse en una
fuerza productiva (Produktivkraft) solo si confronta el sis­
tema establecido en su propio terreno y rescata los logros
de este sistema sometiéndolo a la racionalidad de la lucha
colectiva por un cambio social radical. La nueva sensibili­
dad encuentra su propia racionalidad (sin la cual sigue
siendo un asunto privado) solo en esta lucha por la cons­
trucción de un nuevo mundo.

Según Marx, este nuevo mundo emerge en una nueva


relación de los sentidos con su objeto: se relacionan con
este último "por el bien de la cosa" (um der Sache willen)5.

5 Cfr. MARX, Karl. Op. Cit., 2003, p. 144. En la edición en español que
referenciamos el pasaje dice, literalmente, "por amor de la cosa". El pa­
saje completo de Marx en alemán no incluye la palabra amor, aunque es
claro que con ella en español se quiere hacer énfasis en una forma de
relación con el objeto por el objeto mismo y no por otra causa. "Sie
verhalten sich zu der Sache um der Sache willen, aber die Sache selbst
ist ein gegenstandliches menschliches Verhalten zu sich selbst und zum
Menschen und umgekehrt. Das Bedürfnis oder der Genufi haben darum
ihre egoistische Natur und die Natur ihre blofie Nützlichkeit verloren,
indem der Nutzen zum menschlichen Nutzen geworden ist". MARX,
Karl & ENGELS Friedrich. Werke. Band 40 (Marx Schriften und Briefe Nov
1837 - August 1844). Berlín: Dietz Verlag, 1968 p. 540 (N. del T.)

74
Herbert Marcuse

Es decir: experimentan el mundo-objeto (incluido el ser


humano) no como meros elementos de manipulación y uso
(independientemente de qué tipo de uso) sino como un
mundo humano en el que los objetos particulares encar­
nan, en su "forma", necesidades y satisfacciones verdade­
ramente humanas, de modo que, al relacionarse con un ob­
jeto, los sentidos son la realización de un ser humano: el
individuo, mientras está con otro, está consigo mismo, lo
universal en lo particular. El término decisivo en esta con­
cepción es "necesidades humanas": significa necesidades
humanas "verdaderas", "auténticas", "reales", que se dis­
tinguen (y contrastan) con las necesidades humanas enaje­
nadas, desarrolladas y satisfechas en la sociedad capita­
lista.

La distinción está abierta a serias críticas, que, en mi


opinión, solo pueden satisfacerse entendiendo las necesi­
dades individuales como la individualización de necesida­
des sociales específicas (requisitos, imperativos). En el caso
del capitalismo, las necesidades individuales por encima
del nivel biológico (no sublimado) están determinadas por
las condiciones del trabajo enajenado y por su recreación y
compensación en el tiempo libre y en las relaciones inter­
personales. Hegel habla del "sistema de las necesidades"6
establecido por la "sociedad civil" (bürgerliche Gesellschaft)
en la que nace el individuo y que, como el universal con­
creto, opera a través de sus necesidades particulares. Este
sistema se deriva de la competencia general de los indivi­
duos en el trabajo (enajenado) y requiere, para su funcio­
namiento, un aparato de dominación. Hegel discute bajo la

6 Cfr. HEGEL, G.W.F. Principios de la Filosofía del Derecho. Barcelona: Edi­


torial Edhasa, 1999, pp. 311ss.

75
Revolución cultural

misma categoría la Policía y las unidades económicas bási­


cas (Korporation), y ve que todo el sistema termina en el Es­
tado soberano y su gobierno monárquico. No parece
inapropiado afinar la concepción de Hegel centrándola en
la represión y la agresividad que se movilizan y se hacen
socialmente útiles en este sistema. Las necesidades que ge­
nera y satisface están impregnadas de estas cualidades y
las retienen cuando los requisitos sociales se introyectan
efectivamente y se convierten en la expresión satisfactoria
de las propias necesidades e impulsos del individuo. Por
el contrario, esta falsa armonía entre el individuo y su so­
ciedad, entre abajo y arriba, entre la población subyacente
y sus amos, formada en la mente y el cuerpo del individuo,
propulsa la creciente destructividad y violencia de la pro­
ductividad capitalista. La satisfacción brutal de la necesi­
dad social de dominar y "pacificar" cada vez más áreas del
globo (y del espacio exterior) también satisface las necesi­
dades pulsionales más arraigadas del individuo, junto con
sus necesidades materiales y culturales.

Evidentemente, esta armonía prevalece solo entre las


clases integradas en las sociedades capitalistas avanzadas.
Su cohesión se está debilitando, pero su peso político sigue
siendo lo suficientemente intenso (son los que eligen a los
presidentes y vicepresidentes de la agresión, y sus repre­
sentantes aumentan año tras año el presupuesto de des­
trucción) para hacer que la persuasión racional sea inefi­
caz. El problema no es que no estén al tanto de lo que está
pasando, que no están suficientemente informados, sino
que, al ser conscientes e informados, no responden ni reac­
cionan. Porque su sociedad ha cortado las raíces pulsiona-
les y sensuales de esa solidaridad que hace que el destino
de la otra parte sea el propio destino: que su universo coin­
cida con el de su nación, su gobierno, su raza, sus iguales

76
Herbert Marcuse

en estatus (y superiores en estatus). Cualquier universal


más allá de este espacio de vida cerrado sigue siendo abs­
tracto, intelectual, en el mejor de los casos, un mandato
moral o religioso que uno puede violar sin demasiadas
consecuencias. A medida que esta estructura mental extrae
todo su vigor y fuerza (¡fuerza política!) de la práctica y el
comportamiento establecidos, puede sacudirse y final­
mente romperse con una contra-práctica y contra-con­
ducta determinadas, con el objetivo de abolir las condicio­
nes que dieron lugar a la estructura mental cerrada.

Pero toda la contra-práctica y el contra-comportamiento


no conducirían fuera del universo establecido a menos que
se originen sobre una base nueva, a menos que sus Sujetos
"lleven" lo nuevo no solo en sus mentes sino también en
sus cuerpos. No importa qué tan científico sea el socia­
lismo, los sentidos deben ser la base de su ciencia, es decir,
los sentidos emancipados y sus necesidades verdadera­
mente humanas. Volvemos a la distinción entre necesida­
des verdaderas (auténticas) y necesidades reales (inmedia­
tas). Si bien es posible designar, con un grado de concre­
ción, la calidad general de estas últimas, esto parece ser
casi imposible con respecto a las primeras. ¿Existe algún
criterio estándar para su autenticidad como necesidades
humanas, en contraste con las necesidades reales de los se­
res humanos?

El universo de los sentidos emancipados es el mundo


de los objetos emancipados, en el cual el ser humano, como
ser genérico, ha hecho suyo el mundo objeto, medio para
el desarrollo y la satisfacción de sus auténticas necesida­
des. ¡Extraña unidad de sujeto y objeto, que parece com­
pletamente desfasada con la concepción materialista básica

77
Revolución cultural

de la lucha permanente entre el ser humano y la natura­


leza! ¿Qué calidad une, en esta concepción, sujeto y objeto:
necesidad subjetiva y materia objetiva que satisface esta
necesidad? Ya hemos citado la afirmación de Marx de que
es una cualidad humana específica formar el mundo de los
objetos también de acuerdo con las leyes de la belleza; y en
su discusión de las capacidades sensoriales del hombre,
enfatiza la experiencia de lo bello. La Crítica del juicio de
Kant se analiza lo bello en su doble manifestación en el
Arte y en la Naturaleza, y la Estética de Hegel continúa esta
tradición.

Pero esta tradición filosófica ya presupone, sin cuestio­


nar, el desarrollo sociohistórico que divide la unidad eró-
tico-estética, con la consiguiente relegación del compo­
nente estético del mundo del espíritu, al ámbito del Arte.
Por el contrario, Marx comprende las necesidades y la fa­
cultad bellas como sensuales, convirtiéndose en un factor
en la formación primaria del mundo de los objetos. Esta
fuerza productiva ha sido reprimida y desviada por los re­
quisitos de la sociedad de clases: con su abolición, la esté­
tica se convertiría en un poder creativo en la construcción
de una sociedad libre. En virtud de este poder, los sentidos
humanos se vuelven " prácticos". En este contexto, la "base
sensible de toda ciencia" significa algo más y mucho más
que la verificación empírica por certeza de los sentidos:
significa que el científico, sin abandonar de ningún modo
la lógica y la rigidez del método científico, se guía en su
investigación por las necesidades sensoriales (emancipa­
das) para la protección y la mejora de la vida. Si la satisfac­
ción de estas necesidades, en lugar de ser un mero subpro­
ducto de la ciencia (un subproducto que parece volverse
cada vez más raro y débil), se convirtiera en el fundamento

78
Herbert Marcuse

de la ciencia, bien podría conducir a una base conceptual


diferente de las ciencias naturales y humanas.

La reintroducción del componente erótico-estético en la


teoría y la práctica radicales incorporaría un elemento utó­
pico en el socialismo científico, un elemento que ha sido
una fuerza revolucionaria en los movimientos heréticos
durante siglos, que estalló en la Comuna de París de 1871
y encontró expresión teórica en Fourier. Creo que hoy, la
noción utópica no es solo un concepto histórico, sino tam­
bién un imperativo histórico, un imperativo categórico que
debe servir para contrarrestar la petrificación del socia­
lismo bajo nuevas formas de dominación. Solo si las vastas
capacidades de la ciencia y la tecnología, de la imaginación
científica y artística, dirigen la construcción de un entorno
sensual, solo si el mundo laboral pierde sus características
alienantes y se convierte en el mundo de las relaciones hu­
manas, solo si la productividad se convierte en creatividad,
las raíces de la dominación se secarían en los individuos.
Ningún retorno al precapitalismo, a la artesanía preindus­
trial, sino, por el contrario, la perfección de la nueva ciencia
y tecnología mutiladas y distorsionadas en la formación
del mundo de los objetos de acuerdo con "las leyes de la
belleza". Y "belleza" define aquí una condición ontológica,
no de una oeuvre d'art aislada de la existencia real, no de
algunas personas y lugares, sino de esa armonía entre el
ser humano y su mundo que conformaría la forma de la
sociedad. No un reino universal de amor y caridad, no una
desaparición del conflicto y el dolor (¡no solo un pensa­
miento imposible sino también insoportable!), sino una so­
ciedad en la que el dolor y la angustia se reducirían al mí­
nimo posible, y en la que el conflicto sería sin violencia y
destrucción.

79
Revolución cultural

Esto puede servir para la proyección "utópica" de la


emancipación de la sensibilidad humana contemplada en
todas las nociones tabúes "utópicas" del socialismo. Requi­
sito previo sigue siendo el cambio en las relaciones de pro­
ducción y el modo de producción. Pero aquí también, la
concepción dialéctica sigue siendo válida: la transforma­
ción de la base incorpora el factor subjetivo, la sensibilidad
humana como fuerza productiva. El "desarrollo de las
fuerzas productivas" socialista sobre la base tecnológica
heredada es mucho más que un progreso técnico: construi­
ría una sociedad libre cualitativamente diferente, solo en la
medida en que la base tecnológica misma ya haya sido con­
quistada y organizada por un grupo social (o grupos) para
los cuales "la sensibilidad es la base de toda ciencia", es
decir, la sensibilidad de los sentidos emancipados y las ne­
cesidades emancipadas. Ahora bien, esta nueva sensibilidad
y conciencia podría surgir solo entre grupos cuya posición
y función en el proceso productivo genere la rebelión con­
tra la conciencia embotada y las necesidades mutiladas
prevalecientes en la sociedad existente. Dicha rebelión
transgrede más allá de la dimensión de necesidades mate­
riales vitales y necesidades culturales dadas, es decir, la
transgresión es posible solo cuando las necesidades mate­
riales y culturales vitales se satisfacen de modo que el
tiempo, el espacio y la energía sean libres para una dimen­
sión más allá de las necesidades. Esta "apertura" de la
mente implica la conciencia de la flagrante contradicción
entre las posibilidades científico-tecnológicas y su realiza­
ción destructiva y represiva.

¿Hay alguna posibilidad realista de que esta conciencia,


una conciencia radicalmente política, pueda desarrollarse
entre la población subyacente y así proporcionar la condi­

80
Herbert Marcuse

ción previa para el cambio? Por el momento, hay una bre­


cha entre los radicales y las masas, una brecha que los pri­
meros tratan desesperadamente de salvar. Si la coyuntura
tendrá lugar o no a tiempo, es decir, antes del adveni­
miento de una nueva era fascista que destruirá la democra­
cia y la libertad civil en la nación y sus satélites: este es el
último tema de la lucha. Hoy, ser realista significa ser pe­
simista: la concentración del poder en manos de los defen­
sores del statu quo nunca ha sido mayor; están listos para
usar todos los medios disponibles contra la creciente ame­
naza. Y estos medios no tienen precedentes.

Sin embargo, la conciencia de los hechos brutales, que


se extiende a pesar de, y a través de, los mismos medios
del sistema, puede y debe estimular los esfuerzos para des­
hacerlos. El pesimismo se convierte en una fuerza positiva
en la voluntad de no comprometer los objetivos "poco rea­
listas", seguir trabajando sin ilusiones, demostrar los obje­
tivos, hacerlos el deseo de la propia vida, vivir la propia
vida y hacer que los demás sean capaces de ganar su pro­
pia vida, en lugar de lo que se les impone. Este es el espíritu
que siento activo entre los jóvenes radicales, no un espíritu
de violencia y agresión, sino de luchar contra la violencia
y la agresión en nombre de algo que aún no existe: la hu­
manidad.

El término "revolución cultural" indica ante todo una


vergüenza: la conciencia del hecho de que la oposición ra­
dical contra el sistema establecido hoy está concentrada en
grupos sociales aparentemente marginales, principal­
mente entre los jóvenes grupos de la clase media, los estu­
diantes. Revolución social "cultural" en lugar de política,
revolución social, en la actualidad, sin una base de masas.
Además, esta revolución cultural no se desencadena por el

81
Revolución cultural

empobrecimiento, ni por la necesidad material extrema,


sino más bien por la proximidad histórica de una libertad
humana excluida y prevenida por las sociedades estableci­
das, sin importar qué tan productivas, qué tan benevolen­
tes puedan llegar a ser. El logro de esta libertad, que signi­
ficaría el surgimiento de un nuevo tipo de ser humano y
una nueva forma de vida, presupone la abolición de la po­
breza y el fin de la explotación, pero las metas trascenden­
tes, vagamente formuladas en la revolución cultural, son
operativas en la lucha por la abolición de la pobreza y la
explotación. Una conciencia emancipada y una sensibili­
dad emancipada deben guiar la transformación de la socie­
dad y la naturaleza. Lo que está en juego no es más ni me­
nos que el desarrollo de una cultura completamente nueva
y sensual que reduciría y anularía la represión excedente
impuesta a los seres humanos por los requisitos de la so­
ciedad de clases.

Por lo tanto, la revolución cultural contempla no solo


una transformación continua de la tradición cultural, sino
su rechazo: el rechazo de la continuidad, la ruptura. Y este
rechazo se extiende desde el comportamiento cotidiano,
las costumbres de la sociedad, hasta los logros más subli­
mes del arte, la literatura y la música; está dirigida contra
la cultura material e intelectual, rechaza la cultura bur­
guesa en su conjunto. Rechazo de la "cultura burguesa":
¿qué es la "cultura burguesa" y cómo puede rechazarse?

Cronológicamente, la cultura burguesa sería la cultura


desarrollada por la burguesía como la clase cuyas ideas y
valores se han convertido en las ideas y valores predomi­
nantes de la sociedad, dando forma a sus costumbres,
moda, ciencia, filosofía, arte, literatura, música. Teniendo

82
Herbert Marcuse

en cuenta el desarrollo muy desigual en los diversos paí­


ses, debemos esperar encontrar esta cultura específica­
mente burguesa en el período comprendido entre el siglo
XVI y el siglo XX. Por lo tanto, bajo una categoría se inclui­
ría la cultura artesanal de las primeras comunas urbanas y
pueblos libres, la "alta cultura" del siglo XIX y la cultura
de masas de la era tecnológica. ¿Existe realmente un deno­
minador común lo suficientemente específico, lo suficien­
temente esencial como para validar la categoría general?
Durante el mismo período de cuatro siglos, usamos el tér­
mino "capitalismo", que comprende las diferentes etapas
del capitalismo mercantil, manufacturero, industrial y tec­
nológico (monopólico, organizado). Pero para esta catego­
ría, hay un denominador común específico y esencial, a sa­
ber, la sociedad de intercambio con propiedad privada de
los medios de producción basados en el trabajo asalariado.
Durante todo este período, la clase dominante conserva la
base de su poder: control sobre el modo de producción ca­
pitalista. Esto es cierto (a pesar de todas las modificacio­
nes) tanto para el presente como para las etapas anteriores.
Pero ¿la clase dominante en la etapa actual sigue siendo
esa "burguesía" que fue el sujeto de la cultura burguesa?
¿La cultura que hoy está bajo ataque total sigue siendo
"cultura burguesa"? El concepto "burgués" requiere un
nuevo examen.

La Nueva Izquierda ha conservado este concepto, sin


reflexión, tal como apareció en la teoría marxista hace unos
cien años. Hace ya treinta años, Max Horkheimer señaló
hasta qué punto este concepto ha sido invalidado en los
países capitalistas avanzados7. "Burguesía" era el concepto

7 Cfr. HORKHEIMER, MAX. „Die Rackets und der Geist (1942)" en:
Gesammelte Schriften (Vol. 12). Frankfurt am Main: Fischer, 1985, pp. 287­
191. La palabra racket se suele traducir del inglés al castellano como

83
Revolución cultural

de una clase, esa clase que se había convertido en la clase


dominante desde la desaparición del feudalismo, la clase
dominante en el sistema capitalista. Como tal, era la "clase
media" entre la aristocracia terrateniente todavía existente
(y todavía poderosa) por un lado, y el proletariado por el
otro. Era la clase que poseía y controlaba los medios de
producción, y que inclinaba cada vez más al gobierno ha­
cia sus intereses. La "cultura burguesa" era la cultura de
esta clase: se distinguía claramente de la cultura feudal en
la literatura y las artes, en las costumbres, en la jerarquía
de los valores. Como miembro de esta clase, el burgués era
el empresario libre, el capitalista privado compitiendo con
otros como él, explotando a sus trabajadores y apropián­
dose y reinvirtiendo su plusvalía. Sus costumbres quizás
sean mejor designadas como las de "ascetismo del más
allá" en interés de su negocio: "ahorro" productivo, mode­
ración en el consumo, trabajo duro, moralidad monogá-
mica, represión autoimpuesta. Como corolario de la em­
presa privada y la libre competencia, la libertad se exten­
dió gradualmente al ámbito político y cultural: la democra­
cia con la institución del sufragio secreto y universal y las
libertades civiles bajo el imperio de la ley.

Un simple vistazo a esta breve enumeración muestra


hasta qué punto estas características han quedado obsole­
tas. Los cambios en la estructura del capitalismo, la desa­
parición de la empresa privada y la libre competencia, la
"socialización" capitalista del establecimiento económico
son demasiado familiares. La fusión del poder económico

"ruido". No obstante, en el argot norteamericano también significa "tra­


bajo" o "negocio", y puede utilizarse para describir una actividad ilegal,
por ejemplo, una estafa o un chantaje. Este significado de ilegalidad es
el que usa Horkheimer en su ensayo (N. del T.)

84
Herbert Marcuse

y político no condujo exactamente a la constelación des­


crita en la teoría marxista clásica. El gobierno es más que el
agente del capital, la responsabilidad política se delega en
estafadores profesionales que actúan cada vez más inde­
pendientemente de sus electores, y los militares ejercen un
poder creciente sobre la economía. Los estafadores tam­
bién operan en toda la economía8. Esta sigue siendo una
clase dominante, y su dominio todavía depende, en su to­
talidad, de la defensa, la acumulación ampliada y la valo­
rización del capital. Pero esta función ha dejado de ser pro­
ductiva en un sentido que no sea el de la perpetuación cada
vez más brutal y costosa del sistema establecido. Su papel
ya no es el desarrollo de las fuerzas productivas sino la
prevención de su desarrollo racional y su progreso hu­
mano. Dentro de este marco, el progreso técnico es insepa­
rable del progreso en la destrucción. Y a medida que el pa­
pel social de esta clase dominante se vuelve cada vez más
improductivo, también lo hace su sistema de valores. Pero
entonces, ¿qué es esa cultura burguesa que se está desinte­
grando en el Establecimiento y, al mismo tiempo, es recha­
zada y negada en la revolución cultural?

Primero debemos distinguir, por razones que se expli­


carán más adelante, entre la cultura material y la intelec­
tual (o "alta"). La primera es de hecho bien identificable en
comparación con la cultura feudal anterior: se caracteriza
por las preocupaciones típicamente burguesas y los "valo­

8 La referencia de Marcuse a "estafadores profesionales que actúan cada


vez más independientemente de sus electorados" y "estafadores que
también operan en toda la economía" es una alusión a la teoría de Max
Horkheimer de los Rackets en el capitalismo, donde el crimen es la ex­
presión normal del sistema y las fuerzas económicas y políticas estable­
cidas actúan como Rackets (N. de los Ed.)

85
Revolución cultural

res" que les corresponden. Ya hemos mencionado los prin­


cipales: son la preocupación por el dinero y los negocios
como la forma de ganarse la vida, la empresa competitiva
privada, la familia y la educación patriarcales y autorita­
rias, la igualdad (bastante abstracta) ante la ley, una demo­
cracia (bastante restringida), y una ética de trabajo (bas­
tante hipócrita). Ahora, precisamente, estas preocupacio­
nes y valores aparecen en la alta cultura (el arte y la litera­
tura, pero también el "arte de vivir") negados, repelidos,
acusados. Con notables excepciones (principalmente en las
primeras etapas históricas), una fuerte postura anti-bur-
guesa parece dominar la alta cultura del período burgués.
Quizá sea un poco exagerado decir que la más representa­
tiva (y la más auténtica) de sus obras ofrece la crítica más
radical de la burguesía, la realidad burguesa.

Y las "virtudes" burguesas una vez exaltadas: la noble


austeridad, las burguesas hijas puras y humildes que, en el
drama burgués, son seducidas, abandonadas, victimizadas
por los viciosos miembros de los estratos superiores, han
dejado de ser la encarnación de la moralidad de la burgue­
sía. Se han ido, como es el otrora típico interior de la casa
burguesa, con su decoración mezquina y ridícula, su con­
gestión, su laboriosa y "personalizada" casa, ha sido susti­
tuida por equipos más modernos y funcionales, gran parte
de ello aún sobrevive en hogares de clase trabajadora.

Pero ¿qué le ha sucedido a la alta cultura, a sus célebres


rasgos que constituían el núcleo del universo cultural del
período burgués, sus ideas centrales, su ethos? Si hay algo
que es ajeno y negado por la revolución cultural, es el ethos
(y pathos) de Racine y Goethe, de los "maestros" clásicos y
románticos, es la idea de la personalidad, que se realiza a

86
Herbert Marcuse

través de resignación, es su libertad demasiado triste y su­


blimada, la interioridad (Innerlichkeit) que se convierte en
música, canción y verso, forma bella, pero que también se
convierte, en virtud de estos rasgos, en reconciliación,
aceptación, glorificación de la realidad miserable. La idea
de la persona, la subjetividad, es de hecho el logro singular
de la cultura intelectual burguesa. En su arte, literatura y
música, el sujeto autónomo, la persona se convierte en el
punto de Arquímedes desde el cual el mundo es visto, en­
tendido, organizado. Y la filosofía burguesa, en sus escue­
las tanto racionales como empiristas, establece al sujeto
como fundamento epistemológico: del ego cogito de Descar­
tes vía Kant a "la sustancia es sujeto" de Hegel, y del per-
cepcionalismo de Hume a las "declaraciones de protocolo"
del Círculo de Viena.

¿Cómo se relaciona esta idea del sujeto con la cultura


material del período burgués? ¿Es esencialmente ideoló­
gica, represiva en su realización, o contiene elementos de
liberación vitales en el desarrollo histórico más allá de la
sociedad burguesa? Incluso a primera vista, podemos dis­
tinguir dos connotaciones contrarias en la noción de subje­
tividad:

1. La subjetividad tiene una función conformista y


positivista: excluye (o al menos minimiza) una tras­
cendencia radical más allá del universo de expe­
riencia dado (trascendencia metafísica y también
histórica).

2. La subjetividad tiene una función esencialmente


negadora, rechazadora y trascendente.

87
Revolución cultural

En el primer caso, el sujeto está, por así decirlo, ence­


rrado empírica y teóricamente en la realidad establecida.
Se toma como aparece; la diferencia (y el conflicto) entre el
sujeto del comportamiento y el del pensamiento, entre la
estructura social y epistemológica de la realidad se oscu­
rece, y se olvida la entrada de la sociedad en el segundo. El
mundo de los objetos aparece en formas petrificadas y rei-
ficadas; las leyes del movimiento que lo gobiernan son
ahistóricas y están purgadas de contenido social. En el se­
gundo caso, "subjetividad" es el título para la apertura de
otra dimensión de teoría y práctica, pensamiento y com­
portamiento, una dimensión en la que el Sujeto se hace
propio en contra de la realidad dada, y la experiencia de­
terminante se mueve en el antagonista espacio y tiempo
que unen la realidad dada y su negación.

Así, en el primer caso, es (a pesar de la aparente concre­


ción) un Sujeto abstracto, purificado, que está mutilado
para expresarse, verificar y validar su experiencia, y orga­
nizar o transformar su mundo. Es el sujeto de la percep­
ción, el sentido común, la comprensión o, en términos vul­
gares pero decisivos, el contribuyente, el objeto de las en­
cuestas de opinión y los cuestionarios, el votante prome­
dio. Pero también puede ser la "personalidad" que ha he­
cho su lugar y la paz en el mundo a través de la resignación
y la integración.

En el segundo caso9, es de hecho (todavía) un sujeto


"inexistente": un sujeto que intenta romperse en el mundo
existente (y por lo tanto romper este mundo); un Sujeto que
se revela a través de su ausencia, a través de lo que falta.
Por lo tanto, no puede ser experimentado y expresado en

9 Los dos modos divergentes de subjetividad bien pueden estar unidos


en una sola persona y obra; Goethe es el ejemplo de esta unión.

88
Herbert Marcuse

la percepción ordinaria, el lenguaje, el sentido común; el


vehículo de su presentación es la Imaginación, su medio es
el arte. Allí la subjetividad negadora se vuelve afirmativa,
positiva: allí crea su propio mundo: el mundo construido
y organizado, diferente y antagónico a la realidad dada. Y
este ethos antagónico es la fuerza vital de esa cultura que
marca el período burgués: un ethos claramente opuesto al
ethos que moldeó la realidad burguesa, ¡al propio burgués!
La paradoja dialéctica: ¡las representaciones de la cultura
burguesa no son burguesas! De hecho, no tiene sentido ca­
racterizar los cuartetos de Beethoven, las novelas de Flau-
bert, las pinturas de Cézanne, como obras "burguesas" a
menos que el argumento sea circular: identificando la cali­
dad burguesa con la Forma estética misma.

La burguesía es el "individuo posesivo", el sujeto de


compra y venta, cuya individualidad es el resultado de una
competencia exitosa y agresiva. Y precisamente este indi­
viduo burgués es acusado, ridiculizado, repelido en la cul­
tura intelectual del período burgués.

Pero entonces, ¿cuál es el objetivo de la revolución cul­


tural? ¿Acaso no son tanto las características repugnantes
de la cultura material (que están tan notablemente acusa­
das en la misma cultura burguesa intelectual) como sus
cualidades transcendentes y "progresivas", su carácter de
Forma y belleza? ¿Acaso la revolución cultural ha "tomado
el control" de estas cualidades? ¿Es su negación simple
(abstracta), o su superación (Aufhebung) histórica?

La revolución cultural acentúa su ruptura total con la


tradición cultural; asume el carácter de una revolución cul­
tural que preparará el terreno para la próxima revolución
socialista. Sin embargo, su carácter ideológico conspicuo

89
Revolución cultural

no debe oscurecer el hecho de que la revolución cultural


misma está enraizada en las contradicciones del capita­
lismo avanzado, y que solo es explicable en términos de los
cambios básicos en el modo de producción capitalista. Y
estos cambios crean un genuino "desplazamiento" de las
formas en que aparecen las contradicciones y, en conse­
cuencia, el desplazamiento del Sujeto consciente revolucio­
nario (o más bien pre-revolucionario). Dije: consciente, pre­
revolucionario, porque el sujeto efectivo y eventual sigue
siendo la clase trabajadora como clase, es decir, la base hu­
mana de la producción material, la fuente de la plusvalía.
Pero dentro de esta clase, se está produciendo una diferen­
ciación decisiva, engendrada por la creciente "intelectuali-
zación" de la producción material: el reemplazo de la ener­
gía física por la mental. Encuentra expresión en la impor­
tancia (cuantitativa y cualitativa) de los técnicos, científi­
cos, investigadores, etc. para la reproducción del capita­
lismo. Este nuevo estrato de la clase trabajadora goza de
un alto grado de remuneración, seguridad y estatus; en su
educación, interés y perspectiva, es muy diferente de la
más antigua "aristocracia laboral".

Supuestamente se encuentra dentro de este grupo


donde la contradicción entre el increíble potencial libera­
dor de la ciencia y la tecnología, por un lado, y su uso des­
tructivo y manipulador por el otro, llegaría a ser tan cons­
ciente que se volvería insoportable. Esta contradicción, in­
mediata y constantemente experimentada, se traduciría
luego en conciencia política, y esta última a su vez se ex­
presaría en la formulación de demandas supra-económi-
cas, supra-sindicalistas, que terminarían en la demanda de
autogobierno en la industria, las empresas, y más allá.

90
Herbert Marcuse

Los eventos de mayo-junio en Francia en 1968 propor­


cionaron alguna evidencia empírica de esta teoría: ¿es su­
ficiente indicar una tendencia radical (por no decir revolu­
cionaria)? La contradicción básica puede generar un cre­
ciente malestar, descontento, frustración y erupción al ini­
ciar huelgas. Pero hay contra-tendencias poderosas contra
un desarrollo revolucionario de este estrato de la "nueva
clase trabajadora": no solo (y no principalmente) su estatus
social relativamente alto, sino también su actitud tecnocrá-
tica, inherente a la inteligencia predominantemente técnica
(funcional) que es requerida y perpetuada por la posición
de esta clase en el proceso productivo. Es esta tendencia
tecnocrática la que establece una continuidad social y polí­
tica entre lo viejo y lo nuevo, una continuidad que es más
y más que lo que necesita el desarrollo progresivo de las
fuerzas productivas. Continuidad de la dominación: su ra­
cionalidad tecnocrática sigue siendo la del Principio de
Rendimiento (Leistungsprinzip), aunque sea una racionali­
zación completa de esta racionalidad. Y esta continuidad
militaría contra la diferencia cualitativa entre lo viejo y lo
nuevo, la vida en solidaridad y libertad. Es cierto que esta
nueva cualidad solo puede hacerse real en la construcción
del socialismo, después de la abolición del capitalismo.
Pero también es cierto que, a menos que esta cualidad se
concrete en formas y modos específicos de vida individual
y grupal en y contra la vieja sociedad, es probable que la
continuidad de la dominación se afirme en todos los cam­
bios.

La ruptura de esta continuidad es el objetivo de la revo­


lución cultural. Es una ruptura dentro del marco capitalista
y, por lo tanto, no es una revolución. Pero tampoco es un
movimiento "reformista" ni una moda ideológica, ya que

91
Revolución cultural

llega a las raíces que producen y reproducen en el indivi­


duo la racionalidad y la sensibilidad, la ciencia y el sentido
común de la sociedad capitalista. La fuerza de estas raíces
culturales es en gran parte responsable del hecho de que
los cambios en la infraestructura del capitalismo (del libe­
ralismo al monopolio y capitalismo de Estado), que agra­
van sus contradicciones internas hasta el punto de ruptura,
no explotan la conciencia popular y de clase; que faltan los
intermediarios que traducen las contradicciones objetivas
intolerables en contradicciones subjetivas intolerables. Y
sin esta traducción, la "nueva clase trabajadora" sigue
siendo — al igual que la anterior— una clase revolucionaria
"en sí misma", pero no "para sí misma".

La base de masas que falta, que le da a la revolución


cultural su carácter ideológico, "elitista", indica hasta qué
punto la revolución cultural toma forma en una nueva si­
tuación histórica. Si bien la tradición cultural de Occidente,
a través de su largo desarrollo, se ha basado en la escasez,
esta base se está socavando y, en este terreno objetivo, la
obsolescencia se está extendiendo desde lo material a la
cultura intelectual.

La escasez no solo significa falta de alimentos, bienes


materiales, bajo nivel de la técnica, etc., sino también la in­
madurez y supresión de las facultades para superar la es­
casez y su distribución desigual y explotadora. Sostenida
por toda una red de controles culturales (religión, morali­
dad, educación), escasez y debilidad del ser humano ante
el poder abrumador de la naturaleza, se convirtió en un
apoyo eficaz para el poder abrumador de la dominación
explotadora. Si es cierto que el creciente dominio de la na­
turaleza también contribuye a un control cada vez más
efectivo del ser humano, lo contrario también parece cierto:

92
Herbert Marcuse

la falta de comprensión de la naturaleza (durante siglos fo­


mentada por las clases dominantes) sirve para oscurecer
todas las raíces no "naturales" de la dominación. En cual­
quier caso, la escasez reinante formó la "alta cultura" solo
a través de un complejo sistema de intermediarios, indivi­
duales y sociales, materiales e intelectuales. Los factores
biológicos y sociológicos, el ambiente particular y la expe­
riencia, el material disponible (lingüístico, perceptual, con­
ceptual) operan en este sistema y generan la infinita varie­
dad de la tradición cultural. Y, sin embargo, la base de la
escasez sigue siendo un denominador común de este uni­
verso cultural.

En primer, y más familiar lugar: la organización social


explotadora de la escasez hace que la alta cultura sea un
privilegio de aquellos que tienen la educación, el tiempo,
la energía (¡aunque no necesariamente!) para comprender,
practicar y disfrutar de ella. Esto es cierto, al menos par­
cialmente, también para aquellos que crean esta cultura, ya
que usarán el medio y nivel de expresión predominante
entre su público. En consecuencia, la alta cultura es, en vir­
tud de esta base, cultura de clase, y toda trascendencia, toda
"universalización" procederá desde esta base. La alta cul­
tura puede trascenderla solo en dos dominios: Arte y Filo-
sofía10. En ambos dominios, la trascendencia permanece
abstracta, "ideal", ideológica, a menos y hasta que los es­
fuerzos intelectuales trascendidos se unan a las fuerzas so­
ciales revolucionarias: una nueva clase histórica, o su van­
guardia. La filosofía ha hecho esta coyuntura: con la bur­
guesía en los siglos XVII y XVIII y con el proletariado en el
último tercio del siglo XIX. La teoría marxista, en sí misma

10 Dos de las tres manifestaciones del "espíritu absoluto" de Hegel.

93
Revolución cultural

un producto de la "cultura burguesa", y no solo en un sen­


tido cronológico, se ha incorporado a la revolución cultu­
ral, aunque en formas muy modificadas. Y esto a pesar del
hecho de que, al menos en los países industriales más
avanzados, y ciertamente en la forma ritualizada impuesta
por los regímenes socialistas burocráticos autoritarios de
hoy, el marxismo ha asumido un carácter ideológico y abs­
tracto en gran parte ajeno a las masas. Y en cuanto al otro
dominio de la trascendencia cultural: las formas y valores
del Arte burgués han permanecido "irreales", es decir, no
comprometidas tanto con la población subyacente como
con sus gobernantes, una realidad que se incrementó en la
medida en que este Arte se incorporó en el hogar y en los
asuntos cotidianos del ser humano. Ninguna educación
general, ninguna divulgación, ninguna mejora tecnológica
de la comunicación ha reducido el carácter ilusorio del arte
burgués, sus rasgos son escapistas, su atractivo "elitista".

Sin embargo, la oposición radical rechaza esta cultura


no solo porque es un privilegio de clase y ajeno a las masas,
sino también por su carácter intrínsecamente represivo.
Cito al azar de uno de los documentos "subterráneos". En
un artículo titulado "¿La 'cultura' te hace pensar en Bach y
Braque?" El autor escribe:

Con el surgimiento de una 'comunidad no represiva' (como


ya se está formando dentro de la sociedad existente) sin duda
se desarrollarán nuevos y mejores medios de comunicación
entre nosotros, expresiones más espontáneas y adecuadas de
nuestros impulsos creativos naturales, y una forma más ra­
cional y natural de mirarnos a nosotros mismos y a lo que
percibimos con nuestros sentidos. Tal vez ya vemos esto en
la ruptura de las inhibiciones involucradas con el uso de cier­
tas palabras antes tabú, en una actitud más racional por parte
de muchas personas hacia ciertas drogas que pueden mejorar

94
Herbert Marcuse

la percepción y el disfrute sensorial, y en el desarrollo de nue­


vas formas de música más expresivas de la energía sexual que
está en la base, según Reich, de toda la energía, actividad y
expresión humanas11.

A primera vista, no está del todo claro de qué manera


Bach o Beethoven inhiben la expresión de la energía se­
xual. Por el contrario, se les ha hecho buen caso: en el po­
pular diálogo de Nichols y May entre una pareja no exac­
tamente inhibida en la cama escuchando a Bach12; y por
Tolstói (que sabía algo sobre la energía sexual y la repre­
sión) en su interpretación de La sonata a Kreutzer. Tampoco
hay ninguna razón para suponer que la expresión "más na­
tural" de la energía sexual contribuiría a una sociedad me­
jor: la autotransformación de la sexualidad en Eros, que ca­
racterizaría las relaciones humanas en una sociedad libre,
ciertamente no es un proceso "natural". Y, sin embargo,
hay una manera en que la represión institucionalizada se
traduce en Arte y entra en la misma sustancia del Arte que
es la Forma. En otro lugar he tratado de identificar los ele­
mentos en virtud de los cuales la forma de arte impone el
orden, concilia lo irreconciliable, mitiga la injusticia pro­
saica mediante la justicia poética, hace que el dolor sea be-
llo13. También he sugerido que esta función afirmativa per­
tenece a la misma Forma de Arte, que incluso el anti-Arte
participa de ella, y que el carácter afirmativo del Arte po­
dría superarse solo en la negación dialéctica del Arte, es
decir, su realización en un Mundo de la vida (Lebenswelt)

11 San Diego Free Press. Noviembre 28, diciembre 4 de 1968.


12 Nichols y May fue una comedia estadounidense de improvisación a
dúo desarrollada por Mike Nichols (1931-2014) y Elaine May (1932) (N.
del T.)
13 Cfr. MARCUSE, Herbert. Un ensayo sobre la liberación. México: Joaquín
Mortiz, 1969 y MARCUSE, Herbert. "Art as Form of Reality" en: New
Left Review 74, 1972, pp. 51-58.

95
Revolución cultural

estético. Esto presupone la transformación radical de la so­


ciedad que reduciría gradualmente la separación entre la
producción individual y la social, la creatividad del tra­
bajo, la libertad de la necesidad.

Antes de tal transformación, la mera negación de la cul­


tura tradicional sigue siendo apolítica. Los catalizadores
de la transformación, las fuerzas de la rebelión están ahí:
son las raíces de la revolución que está por venir. Pero la
conciencia y la sensibilidad antiautoritaria serán capaces
de pasar de la rebelión a la revolución solo en la medida en
que rescaten y desarrollen los elementos radicalmente pro­
gresistas en la cultura burguesa, su verdad todavía incum­
plida; esto también es parte del esfuerzo por hacer que lo
universal aparezca en lo particular: vincular la liberación
privada y social, la acción individual y política. No hacerlo
significa que la rebelión sucumbe al poder de coerción y
represión del sistema: los elementos verdaderamente acti­
vistas serían brutalmente liquidados, mientras que otros se
convertirían en farsa, entretenimiento, moda, enfermedad.
Este sería el destino de toda acción sectaria directa: hippie
y no hippie; también sería el destino del "arte vivo", el
"teatro viviente", del simple rechazo de las formas burgue­
sas. Sería el colapso de la "mala inmediatez": un atajo que
evita enfrentarse con los intermediarios complejos entre lo
viejo y lo nuevo, entre lo alcanzado y lo alcanzable. Son, de
manera a menudo distorsionada y abortiva, operativos en
la tradición: en la cultura material, por ejemplo, como las
"fuerzas productivas", el aparato científico-técnico; en el
ámbito político como las formas históricas de la organiza­
ción democrático radical (asambleas, consejos de trabaja­
dores y soldados y otros cuerpos autónomos). Y tales in­
termediarios entre el pasado y el posible futuro también
operan en la alta cultura intelectual: vinculan, en el proceso

96
Herbert Marcuse

de cambio, la represión pasada y presente con las formas


de libertad: vinculan lo viejo y lo nuevo de tal manera que
las imágenes e ideas liberadoras contenidas en lo viejo en­
tran en su verdad en lo nuevo. A falta de este compromiso,
la negación de la cultura tradicional seguramente será
abortiva, quizás incluso regresiva: negación simple pero
no "negación determinada".

Estas imágenes liberadoras pertenecen al universo de la


razón y la sensibilidad, mente y cuerpo por igual. La libe­
ración, como proceso histórico, nunca es en virtud de la
sensibilidad per se. Una sociedad libre también será una so­
ciedad racional; la historia es, de hecho, espíritu objetivo.
Toda liberación, por muy sensual y radical que sea, debe
rendir homenaje al hecho bruto de que el ser humano es
un animal racional, que toda su libertad y felicidad depen­
den de su conciencia de lo que es versus lo que puede ser, y
que el silencio de la sensualidad pura es transitorio: el mo­
mento antes de una trascendencia renovada. Aquí tam­
bién, Hegel tenía razón: el "deseo" pertenece a la fenome­
nología del espíritu. La prolongación y la recurrencia del
momento de la sensualidad pura exigen el esfuerzo de la
razón, del intelecto. El "verweile doch, du bist so schon" 14 de
Fausto se pronuncia a medida que la imaginación proyecta
la praxis racional de una sociedad libre; y cuando "alle Lust
will Ewigkeit”15, la eternidad está solo en esta voluntad tras­
cendente.145

14 "¡Detente que tan bello y grato me eres!". GOETHE, Johann


Wolfgang. Fausto I. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú,
2003, p. 124 (N. del T.)
15 "Todo placer quiere eternidad" Cfr. NIETZSCHE, Friedrich. A sí habló
Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial, 2003, p. 318 (N. del T.)

97
Revolución cultural

Es cierto que estas expresiones radicalmente libertarias


de la "cultura burguesa" son en sí mismas solo momentos
de ruptura dentro de la vieja tradición cultural, pero tam­
bién son los elementos de una nueva racionalidad. Y en
virtud de esta racionalidad, la forma burguesa supuesta­
mente obsoleta y represiva, su belleza armonizadora y su­
blimada, puede llegar a ser precisamente el elemento van­
guardista: la aparición de la libertad en el reino de la nece­
sidad. O si es cierto (como creo que es) que esta Forma
tiene un poder catártico, ¿esta catarsis libera la mente (y el
cuerpo) para el ajuste o más bien para la rebelión? Para for­
mularlo de una manera ridicula, "no dialéctica", pero qui­
zás impactante: ¿dónde está la mayor negación y por lo
tanto la fuerza más liberadora: en Gustav Mahler o John
Cage; en Yeats o Allen Ginsberg; en Cézanne o Pollock? Sin
duda, estos ejemplos están tomados del período en que el
arte burgués mismo se volvió hacia la disolución de las for­
mas clásicas y románticas. ¿Podemos sustituir, para la pri­
mera serie, a Beethoven, Keats, Rembrandt? En cualquier
caso, estaríamos preguntando si simplemente correlacio­
namos las formas clásica, romántica y contemporánea con
diferentes etapas históricas y descuidamos la identidad bá­
sica del sistema social subyacente. El sistema capitalista si­
gue siendo la base común de todas estas etapas en el desa­
rrollo de la alta cultura.

Su etapa contemporánea, la de un antiarte, la anti­


novela, el rock and roll, etc., es la negación metódica de las
etapas precedentes, que fueron dominadas por la "tiranía
de la Forma". Armonía intolerable, belleza insoportable. [...]
Recuerdo la frase enigmática de Rilke: "Denn das Schone ist

98
Herbert Marcuse

nichts als des Schrecklichen Anfang, den wir noch grade ertra-
gen"16 (Interpreto): lo bello es la aparición repentina, el in­
greso de otra verdad en la realidad establecida, una verdad
aterradora que invoca aquellos modos de percepción, ima­
ginación, concepción que se detienen en la realidad esta­
blecida y que son los a priori de la liberación. No podemos
decir: invocan la liberación, "representan" el reino de la li­
bertad. Porque este reino nunca puede ser "representado"
en ninguna forma; solo puede mostrarse como aquello que
está ausente. El arte no es una excepción de esta necesidad
inexorable de ser empírico: decir "no" a la realidad esta­
blecida mientras afirma su existencia, forzar la idea de lo
material dado, ofrecida por un mundo de falta de libertad,
infelicidad, frustración.

El arte forma este material en el nombre y la imagen de


lo que está ausente, y lo último tiene nombre e imagen por­
que atormenta al presente como una posibilidad experi­
mentada. Está en las necesidades, deseos, gestos y pensa­
mientos de los seres humanos, en sus sentidos y en su ra­
zón, para bien o para mal (en términos de la sociedad res­
pectiva). Pero:

Hélas! qu'est-ce donc que le bien et le mal! Est-ce une meme


chose par laquelle nous témoignons avec rage notre impuis-
sance, et la passion d'atteindre á l'infini par les moyens meme
les plus insensés?1617

16 "Pues lo bello no es nada más que aquel comienzo de lo pavoroso que


apenas soportamos aún". RILKE, Rainer Maria. Elegías de Duino. Mede-
llín: Editorial Universidad de Antioquia, 2010, p. 5 (N. del T.)
17 "¡Ay! ¿Qué es entonces el bien y el mal? ¿Es la misma cosa, por medio
de la cual testimoniamos con rabia nuestra impotencia y la pasión de
alcanzar el infinito, incluso por los medios más insensatos?" LAU-
TRÉAMONT, Conde. Lautréamont. Obra completa. Edición bilingüe. Ma­
drid: Ediciones Akal, 1988, p. 55.

99
Revolución cultural

Porque el reino de la libertad es de hecho el nunca al-


canzable infinito, ya que el ser humano es parte de la natu­
raleza, y es el objetivo real contra el sujeto autónomo, in­
cluso la mejor sociedad podría contener y reproducir esta
tensión. Ninguna ciencia ni tecnología puede sobrevivir a
este hecho bruto. Incluso pueden aumentar su peso y al­
cance del mundo, y la nueva sociedad podrá hacer frente a
la gran máquina de las máquinas (sistemas de máquinas)
de la que dependerá la libertad.

En el arte, el bien y el mal se convierten en categorías


estéticas: buenas y malas en términos de la forma. Esta
transmutación es la prerrogativa única del Arte: malo es
aquello que viola la Forma, y esto último es una transfor­
mación de la realidad por un intelecto y una sensibilidad
que hacen aparecer el reino de la libertad en el reino de la
no libertad: la epifanía de lo bello.

Extraño fenómeno, que se encuentra en una figura so­


nora de Mozart y Stockhausen, en una pintura de Ingres y
de Picasso, en una frase de Flaubert y James Joyce, en un
gesto de la Duquesa de Guermantes, ¡así como el de una
Hippie! Expresiones de una sensibilidad que repele, que
niega el "estilo" del mundo mercantil y de las actuaciones
y actitudes requeridas en — que, sin "olvidar" o pasar por
alto el mundo mercantil, lo confronta con un estilo alie­
nado y alienante: símbolo de una (transitoria) liberación,
dominio— el de una promesa. Una nueva luz cae sobre la
realidad establecida, una luz en la que el poder brutal y
destructivo de esta realidad parece captado y detenido,
aunque el terror esté siempre presente: en el sufrimiento,
la tristeza, los gritos que entran en la Forma. Modos de per­
cepción y comprensión, reacciones mentales y físicas, im­
pulsos que liberan a hombres y cosas de la esclavitud de

100
Herbert Marcuse

instrumentos rentables y explotables: un lenguaje, una


imagen y un comportamiento que revela lo que se está ha­
ciendo a los seres humanos y las cosas, y lo que pueden ser
y pueden hacer.

Primero que nada: liberación de la sensibilidad. No hay


ninguna obra de arte que no invoque una reacción sensual:
la experiencia inmediata de lo bello como placentera. Pero
lo bello contiene el terror: María pertenece a la imagen de
la Crucifixión; Ofelia será un cadáver en el río; e incluso los
finales más alegres de Fígaro están impregnados de tris­
teza. La inmediatez sensual de lo bello está así "rota": de
hecho, es una inmediatez que es obra de la mediación in­
telectual. Para la sensibilidad no conformista operativa en
el Arte corresponde a una racionalidad inconformista. La
sensibilidad liberadora depende en todo momento del po­
der liberador del intelecto. Imposible separar lo que es, en
la creación (y recepción) de una obra de arte, la parte del
intelecto y la de la sensibilidad: la síntesis de la experiencia
sensual es en sí misma sensual, y la sensibilidad receptiva,
que es cualitativamente distinta de la "normal", ya se ha
vuelto susceptible a la guía del intelecto. Todo lo espontá­
neo, "natural", inmediato, en el Arte es el resultado y el
final de una actividad mental altamente organizada. An-
dré Breton, el protagonista de la "escritura automática",
ensalza "la dura disciplina del espíritu a la que nosotros
supeditamos directamente todo"18. Este espíritu es el po­
der que atraviesa el universo familiar de la experiencia y
establece los puntos y momentos en los que este universo
se abre y permite una mirada a un mundo nuevo.

18 BRETON, André. Manifiestos del surrealismo. Buenos Aires: Editorial


Argonauta, 2001, p. 146.

101
Revolución cultural

¿Una transformación meramente imaginaria? ¡Cierta­


mente! ¿Para qué otra facultad sería capaz de invocar la
presencia de lo que no es? Un mundo nuevo que, aunque
no existe, es el horizonte de la historia, la posibilidad real.
Puede hacerse sensual, accesible solo "indirectamente":
como transfigura las cosas en la realidad dada, les da una
nueva promesa. Este es el potencial revolucionario del
Arte: permanece fuera de la praxis revolucionaria real.
Courbet personifica esta constelación. Pelea en las calles de
París, está presente en la caída de la columna de Vendóme,
arriesga su vida en la lucha. Pero no hay un testimonio di­
recto de este evento en sus pinturas, ningún contenido po­
lítico en absoluto.

En lo que respecta a Courbet, debemos reconocer que todo


sucede como si él hubiera decidido que debía haber alguna
manera de reflejar su profunda fe en el mejoramiento del
mundo en todo lo que trataba de evocar, que apareciese de
algún modo indiferentemente en la luz que hacía descender
en el horizonte o en el vientre de un ciervo...19

¿Y Rimbaud? Se une a los communards, redacta una


constitución para una sociedad comunista, pero (como lo
señala Breton) el tenor de los poemas escritos bajo el im­
pacto inmediato de la Comuna "de ninguna manera difiere
del de los otros poemas". La revolución estuvo en su poe­
sía de principio a fin: como la preocupación de un "orden

19 BRETON, André. "Position politique de l'art d'aujourd'hui" en: Posi-


tion politique du surréalisme. Paris: Société Nouvelle des Éditions Pau-
vert, 1971, p. 22. [De este texto existe una versión en castellano, pero se
encuentra arbitrariamente amputada. Allí, no se reproduce, entre otros,
este pasaje que cita Marcuse. Cfr. BRETON, André. "Posición política
del arte actual (1935)" en: Escritos de arte de vanguardia 1900/1945. Ma­
drid: Ediciones Akal, 2018.]

102
Herbert Marcuse

técnico [...] la gran ambición era traducir el mundo a un


nuevo idioma"20.

Ciertamente, ni Courbet ni Rimbaud son exactamente


clásicos de la cultura burguesa, y ninguna revolución como
la Comuna está en el fondo o en el centro de los clásicos. Y,
sin embargo, creo que el ámbito ausente de la libertad (o la
fe en el mejoramiento del mundo) se refleja de manera si­
milar en su trabajo. Y se refleja precisamente en la forma
en que las palabras se agrupan y se reagrupan, se liberan
de su uso y abuso familiar, se vuelven tono y baile y llanto,
imagen y voz de protesta; en la manera en que las formas
y los colores son colocados y reemplazados, en los que las
armonías abren la oreja a lo inaudito. De esta manera, la
idea de lo bello se vuelve sensual en la organización del
material y en la creación de un mundo totalmente ajeno y,
sin embargo, placentero.

En la Forma aparece el contenido latente: el objeto (ya


sea ser humano o naturaleza, el individuo o las personas,
un árbol o una taza o una mesa, la totalidad o una pequeña
parte de ella), explotado, olvidado, destruido en la reali­
dad dada; es "salvado", la ley y el orden establecidos se
derrumban ante el mundo o ante el sonido de una reden­
ción muy material, muy sensual.

La transmutación artística funciona en varios modos y


en diversos grados. Por lo tanto, en la música, el objeto se
absorbe por completo en la Forma pura: de dolor, juego,
danza, deseo. La transmutación poética del objeto ocurre
en la "alquimia de la palabra", las formas casi infinitas de
crear un nuevo lenguaje, capaz de comunicar las imágenes

20 Ibid., p. 24.

103
Revolución cultural

de rechazo y liberación. Y la pintura, a través de modos


siempre nuevos de percepción sensorial, conduce a una
desestructuración creciente del objeto familiar. La revolu­
ción imaginaria parece ser permanente: experimentar y
proyectar siempre nuevas dimensiones de sujeto y objeto:
dimensiones históricas, para la razón humana, la imagina­
ción y la sensibilidad permanecen dentro del continuum de
la historia que explotan una y otra vez. Y esta esencia
inexorablemente histórica del Arte vincula al Arte inevita­
blemente con la realidad social y política.

Esta relación es ambivalente: en virtud de su situación


histórica, el Arte está condenado a pertenecer a la sociedad
establecida y mostrar las características de la sociedad de
clases incluso en sus logros más trascendentes. ("Elitismo",
selección de contenido y tema, ceguera metódica a lo que
rechaza toda armonización artística). Sin embargo, solo
mediante la adhesión rígida a la Forma del Arte, a la alie­
nación y disociación artísticas, a la distancia radical del
universo establecido de hechos "dados", el Arte puede
preservar su potencial revolucionario.

La revolución cultural (o más bien sus protagonistas


más espectaculares) busca este alejamiento fuera del Esta­
blecimiento, fuera del mercado y su ley del valor. Saben
que, en el universo mercantil, no puede haber nada bueno
que no sea malo en virtud de su participación en el todo
podrido, pero no se dan cuenta de que no hay nada fuera
de este todo (excepto tal vez en un país lejano), y ese capi­
talismo monopolista es un sistema verdaderamente global
que también invade la mente y los sentidos, incluso, como
refutación, de sus enemigos más inflexibles. Y la verdad de
una obra de arte no se niega por el hecho de que se distri­

104
Herbert Marcuse

buye, valora y recompensa a través de los canales del Esta­


blecimiento (aunque esta verdad se evapora suavemente si
el trabajo se convierte en parte de la reproducción relajante
o estimulante del comportamiento del mercado), el trabajo
totalmente alienante de Stockhausen o Beckett no cambia
un poco cuando el primero es distribuido por las grandes
discográficas, y este último recibe el Premio Nobel. Sin em­
bargo, es correcto que Beethoven sea más adecuado para
la música de "fondo" en la cocina o la tienda que Stockhau­
sen. La respuesta no es "suspender" a Beethoven, sino
desarrollar una comprensión y una sensibilidad que harían
que Beethoven fuera tan ajeno a la ley y el orden estable­
cido como Stockhausen, y posiblemente más extraño que
el jazz y el rock and roll.

Se culpa a los "expertos intelectuales de izquierda" por


su "estética revolucionaria", y se tilda a "cierta camarilla
de talmudistas" por ser más "expertos en sopesar los som­
breados y matices de una palabra que participar en el pro­
ceso revolucionario"21. El anti-intelectualismo arcaico abo­
rrece la idea de que lo primero puede ser una parte esencial
de lo último, parte de esa traducción del mundo a un
nuevo lenguaje que puede comunicar las afirmaciones ra­
dicalmente nuevas de la liberación. La revolución cultural
debe entenderse y expresar los reclamos legítimos de la
clase trabajadora, y más enfáticamente, aquellos reclamos
que trascienden toda política sindical, que trascienden el
sistema como un todo.

Los radicales de la ideología proletaria critican la revo­


lución cultural como un "paseo de clase media". Su mente
filistea está en su mejor momento cuando proclama que

21 SILBER, Irvin en: Guardian, diciembre 13 de 1969.

105
Revolución cultural

esta revolución "llegará a ser significativa" solo "cuando


empiece a comprender el verdadero significado cultural
que una lavadora, por ejemplo, tiene para una familia de
clase obrera con niños pequeños que usan pañales". Y la
mente filistea exige que "los artistas de esa revolución...
sintonicen las emociones de esa familia en el día, después
de meses de debate y planificación, en que se les entregue
la lavadora"22. La mente filistea, quizás atormentada por el
sentimiento de culpa del "elitismo", no puede admitir que
precisamente estas emociones alrededor de la lavadora
unen a la familia de la clase trabajadora con el fabricante
de la lavadora, que, en una sociedad libre, la lavadora sería
un equipo normal fuera de la unión familiar, y que ya no
estaría cargado de emociones. Sin duda, la revolución cul­
tural debe reconocer y trastornar esta atmósfera del hogar
de la clase trabajadora, pero esta necesidad debe estar pre­
sente en la ausencia de esta atmósfera: en la negación deter­
minada de la lavadora con carga emocional.

La "estética de la revolución" ridiculizada es la res­


puesta dialéctica a la ampliación y transformación de la
base revolucionaria potencial en el capitalismo monopo­
lista (mayor peso de las llamadas condiciones no materia­
les y, en consecuencia, radicalización gradual de las clases
explotadas no proletarias). La lucha contra el capitalismo
activa, en la infraestructura misma, fuerzas y facultades
que hasta ahora permanecían latentes, reprimidas o en
propiedad de grupos privilegiados y enajenados (artistas,
poetas, "decadentes" de todo tipo): la rebelión contra la
mutilación de los sentidos se convierte en una rebelión po­
lítica.

22 SILBER, Irvin en: Guardian, diciembre 6 de 1969, p. 17.

106
Herbert Marcuse

La falsedad de la cultura burguesa (que está enraizada


en su base explotadora) puede superarse solo si sus ele­
mentos radicalmente contradictorios (¡que existen solo en
esta cultura!) entran, como fuerzas destructivas, en la
mente y los sentidos del hombre, y allí, creciendo como una
célula saludable, lo hacen incapaz de actuar, mental y físi­
camente, a favor del Establecimiento. Practicar esta inca­
pacidad mental y física para funcionar en esta sociedad es
una parte esencial de la revolución cultural. Hoy, la varie­
dad de comportamientos inconformistas, incluyendo sus
manifestaciones extravagantes y tontas, las comunas, la
"prensa clandestina", es auténtica en la medida en que el
objetivo político permanece transparente en el comporta­
miento y la acción. La lucha total contra el "esprit de sé-
rieuX" es un arma política indispensable donde la locura
provechosa que mantiene en funcionamiento al Estableci­
miento parece desafiar toda argumentación y persuasión
racional seria; esta es una de las razones por las cuales los
liberales (el liberalismo es un credo completamente racio­
nal) sucumben tan fácilmente. Sin embargo, sigue siendo
cierto que la "enfermedad hasta la muerte" no se limita al
Establecimiento, que hay locura y crimen también entre los
rebeldes y que, si la locura se ha convertido en el estado
normal de salud, no puede curarse con otra locura. Las or­
gías asesinas de la "Familia Manson"23 son parte del Esta­
blecimiento por el cual proporcionan munición contra la
rebelión, contrapartida débil de las masacres en Vietnam,
llevadas a cabo por limpios chicos estadounidenses.

La revolución cultural fracasa cuando toma el atajo de


negar la función radical del intelecto, de rechazar la "dura

23 Su glorificación política por parte de algunos grupos de la Nueva Iz­


quierda no tiene nada que ver con el radicalismo; es lo único que un
radical no puede ser, es decir, tonto.

107
Revolución cultural

disciplina del espíritu" a favor de la expresión inmediata y


de su realización. No existe una rebelión "no sublimada",
y no existe una inmediatez sensual que no sea el resultado
de la compleja función intermedia del intelecto. Tampoco
hay una aplicación directa y simple de la teoría a la praxis.
Al igual que toda teoría crítica se esfuerza, en virtud del
desarrollo interno de sus conceptos, por la transformación
de la realidad, esta transformación práctica retiene y re­
nueva su base teórica. A menos que se preserve esta rela­
ción, la teoría se vuelve vacía y la praxis es cegada: no tiene
su base en el todo y, en consecuencia, no puede sostener su
resistencia contra el todo. Este último debe estar presente
y reflejado, comprendido, solo así se convierte en el objeto
potencial del cambio radical. La praxis revolucionaria no
es simplemente negación sino contradicción, y la contra­
dicción es un término de la lógica y la dialéctica.

Contradicción versus negación: la primera rescata las


fuerzas liberadoras de la cultura pasada para el futuro: no
por respeto a la tradición, etc., sino porque son parte del
suelo histórico sobre el cual la rebelión debe crecer para
convertirse en sí misma en un evento histórico. Así, las for­
mas estéticas en las que la cultura burguesa se anticipó a
sus herederos históricos reaparecen en el contexto anti­
burgués de la revolución cultural. El odio, la ira y la ironía
de las canciones de protesta de Bob Dylan son algo "bello",
y cualquier fuerza radical que pueda existir en la poesía de
Allen Ginsberg no está en su brutal naturalismo ni en sus
cánticos hindúes sino en las hermosas líneas "clásicas" que
transfiguran su universo brutal y místico. Es solo en virtud
de esta unión antagónica que el desafío y la destrucción re­
flejan el reino de la libertad y hacen que toda la obra apa­
rezca a la luz de esta posible libertad. La continuidad dia-

108
Herbert Marcuse

láctica en la ruptura también relaciona los elementos tras­


cendentes del ethos burgués con el ethos de la rebelión. En
primer lugar, la idea de la subjetividad. Su autonomía, el
individuum, el reclamo de autodeterminación reaparece, li­
berados de su connotación posesiva y competitiva, en la
revolución cultural: en el rechazo de todos los juegos de
roles, en las "contra-instituciones", en las comunas como
asociaciones autoelegidas. Sin embargo, existe una fuerte
postura autoritaria, manipuladora y estandarizadora en y
contra estas tendencias liberadoras.

Se manifiesta en muchos de los acontecimientos organi­


zados, festivales, beins con liberación masiva24. Y también
es un elemento en el jazz, en el rock and roll y sus bandas
populares. Por sí mismos, no son la negación de la cultura
burguesa (Michael McClure una vez sugirió que el rock
and roll podría ser otra versión del "Jingle Bells"), y la mul­
titud en los festivales de rock todavía parece sucumbir a la
identificación masiva e inmediata, no muy diferente de las

24 Probablemente Marcuse se refiere al Verano del Amor (Summer o f


Love) que fue un festival y concentración hippie que tuvo lugar en 1967
en el área de San Francisco, donde se reunieron varios de cientos de mi­
les de personas para celebrar el nacimiento de esa entonces nueva con­
tracultura. La expresión "verano del amor" se refiere al verano de 1967,
cuando el llamado movimiento hippie en Estados Unidos estaba en su
apogeo. A menudo se asume erróneamente que el Verano del Amor fue
el verano de 1969 cuando tuvo lugar el Festival de Woodstock. La ex­
presión trata de describir la actitud hacia la vida que prevaleció en el
verano de 1967 en San Francisco, California. El inicio de esta celebración
normalmente se marca con el llamado Human Be-In en el parque Golden
Gate de San Francisco. Durante el Human Be-In John Phillips, pertene­
ciente al grupo estadounidense The Mamas & The Papas, muy famoso
a mediados de los sesenta, tocó el estribillo de la canción "San Francisco
(Be Sure to Wear Flowers in Your Hair)", el cual dice: If you're going to
San Francisco, / be sure to wear some flowers in your hair... / If you're
going to San Francisco, / Summertime will be a love-in there (N. del T.)

109
Revolución cultural

multitudes en un partido de fútbol o de un avivamiento de


Billy Graham25.

La subjetividad, que se atribuye a la cultura burguesa


como su logro distintivo, sigue siendo la raíz individual de
la libertad: ser un yo, tener una esfera de autorrealización,
de autonomía en contra de las condiciones objetivas impe­
rantes, sociales y naturales. Pero esta subjetividad también
tiene su denominador histórico. El conflicto entre el sujeto
y el objeto está determinado por las condiciones en que los
seres humanos se relacionan entre sí a través del intercam­
bio de mercancías a través del mercado. Esta forma de con­
flicto cambiaría con la transformación de la sociedad a la
que está vinculada, sin que, sin embargo, se logre la iden­
tidad entre sujeto y objeto. Porque el conflicto entre sujeto
y objeto es en gran medida el que existe entre el ser hu­
mano y la naturaleza. Sería reproducido también en una
sociedad socialista; su alivio y el crecimiento de la libertad
dependerán de la abolición de los estragos de la explota­
ción capitalista de la naturaleza y de la construcción de un
entorno estético.

La ecología, que hoy es propagada por los líderes del


Establecimiento contaminante, bien puede convertirse en
parte de una teoría y práctica radical si se convierte en una
ciencia y tecnología política, dirigida hacia la abolición de
las mismas instituciones que perpetúan el entorno capita­
lista. A falta de tal redirección política, la ecología está en

25 En contra de esta masificación, el reflejo de la libertad en la esfera


personal: el encanto de una chica hippie refleja el nuevo mundo para
"hacer el amor, no la guerra" y "hacer el amor, no los bebés" solo
cuando ella es ella misma, haciéndolo silenciosamente, estando sola, por
así decirlo, contra el mundo en el que vive, a solas con aquellos que ella
elige (y que la han elegido).

110
Herbert Marcuse

peligro de convertirse en una mera diversión. De nuevo, el


componente estético como fermento revolucionario, como
parte de la lucha política.

La lucha se ganará cuando se rompa la simbiosis obs­


cena de los opuestos: la simbiosis entre el juego erótico del
mar (sus olas rodando como machos conquistadores, rom­
piendo por su propia gracia, volviéndose femeninas, aca­
riciándose unas a otras y lamiendo las rocas) y las flore­
cientes industrias de la muerte en sus orillas, entre el vuelo
de los pájaros blancos y el de los aviones grises de la fuerza
aérea, entre el silencio de la noche y los pedos de las moto-
cidetas... Solo entonces el ser humano habrá resuelto (ten­
tativamente) la contradicción entre la riqueza social y su
uso abominable, entre la Quinta Avenida y los guetos, en­
tre la procreación y el genocidio. En el largo plazo, la di­
mensión política ya no puede separarse de la estética, la
razón de la sensibilidad, el gesto de la barricada del gesto
del amor. Sin duda, lo anterior deletrea odio, pero el odio
a todo lo que es inhumano, y este "odio pulsional" es un
ingrediente esencial de la revolución cultural.

Pero esta sigue siendo la fase de un odio fuera de lugar.


La nueva sensibilidad es completamente impopular; la
gente la odia, "las masas" la desprecian. Quizás sientan
que realmente golpea contra el todo, contra todos sus ta­
búes podridos, que pone en peligro la necesidad, el valor
de su desempeño, su diversión, la prosperidad que los ro­
dea. Prevalece el resentimiento contra los cabellos largos y
las barbas, las libertades sexuales, el gesto femenino, el
desprecio por los trabajos del Establecimiento, el resenti­
miento contra los rebeldes que se permiten hacer lo que la
gente tiene que renunciar y reprimir.

111
Revolución cultural

Wilhelm Reich tenía razón al enfatizar las raíces del fas­


cismo en la represión pulsional; estaba equivocado cuando
vio las razones principales para la derrota del fascismo en
la liberación sexual. La masificación de los individuos, y su
doble identificación entre ellos y con sus líderes tiene una
base muy racional: los líderes aún entregan los bienes (y,
periódicamente, los cuerpos de los enemigos que amena­
zan la entrega continua de estos bienes). La ruptura de esta
doble identificación solo puede ser obra de las masas: la
rebelión, para preparar el terreno para un cambio radical,
debe desarrollarse en una escala social, debe "apoderarse
de las masas". Pero estas serán "nuevas masas", con una
nueva conciencia política, abierta a las nuevas dimensiones
de la libertad proyectadas en la revolución cultural. La re­
volución del siglo XX será la causa de las generaciones, ya
que tendrá que construir una base biológica en los indivi­
duos. La nueva sociedad surgirá cuando las instituciones
y las relaciones reproducidas por la sociedad existente se
vuelvan incompatibles con las pulsiones de vida de hom­
bres y mujeres que aún no han sido elegidos (o que ya no
son elegidos) en el molde de la resignación. Y su rebelión
pulsional se habrá convertido en una fuerza política solo
cuando esté acompañada y guiada por la rebelión de la ra­
zón: el rechazo absoluto del intelecto (y la intelectualidad)
que pacta con el Establecimiento, que es cómplice de los
crímenes contra la humanidad.

El fetichismo del mundo mercantil, que cada vez parece


más denso, solo puede ser destruido por hombres y muje­
res que han desgarrado el velo tecnológico e ideológico
que oculta lo que está sucediendo, que cubre la racionali­
dad insana del conjunto: hombres y mujeres que se han
vuelto libres para desarrollar sus propias necesidades,
para construir, en solidaridad, su propio mundo. El final

112
Herbert Marcuse

de la alienación y la reificación es el comienzo del indivi­


duo: el nuevo sujeto de la reconstrucción radical. Y la gé­
nesis de este Sujeto es un proceso que rompe el marco tra­
dicional de la teoría y la práctica radicales.

Las ideas centrales y los objetivos de la revolución cul­


tural están bien fundados en la situación histórica: las nue­
vas dimensiones de la libertad están contenidas en, y por,
la sociedad existente. Esta es la gran promesa. Pero sus
fundamentos objetivos y realistas de ninguna manera ase­
guran su cumplimiento: el advenimiento de un largo pe­
ríodo de barbarie es también una posibilidad histórica­
mente bien fundada: la amenaza de una segunda era fas­
cista. A menos que se intensifique la lucha contra esta ame­
naza, puede perderse.

El resultado depende, en gran medida, de la resolución


de la generación joven: no abandonar y no acomodarse,
sino aprender a reagruparse después de la derrota, cómo
desarrollar, con la nueva sensibilidad, una nueva raciona­
lidad, para sostener un largo proceso de educación: requi­
sito indispensable para la transición a la acción.

Sin embargo, hay un argumento en contra de la revolu­


ción cultural que me parece vital y que puede viciar su in­
terpretación en términos de una posible revolución. La
base de este argumento es también un rechazo existencial
y pulsional que solo fortalece la racionalidad y la verdad
del argumento. La esencia del argumento es la siguiente:
la revolución cultural desvía la energía mental y física de
la arena en la que se decidirá la lucha contra la sociedad
existente: la arena política. Transfigura las condiciones
económicas y sociales en las culturales; está absorta en pro­
blemas sexuales, estéticos e intelectuales, mientras que la

113
Revolución cultural

fuerza brutal del capitalismo está a punto de exterminar a


los desesperados movimientos de resistencia en todo el
mundo. Por lo tanto, detrás del título pesado de "revolu­
ción cultural" (tomado de un país donde es un movimiento
de masas) no hay nada más que una rebelión privada, par­
ticular, ideológica: el elitismo irresponsable, un insulto a
las masas que sufren.

El eslogan, "sentémonos y razonemos juntos" se ha con­


vertido en una broma. ¿Puede razonarse con el Pentágono
sobre cualquier otra cosa que no sea la efectividad relativa
de las máquinas de matar y su precio? El Secretario de Es­
tado puede razonar con el secretario del Tesoro, y el se­
gundo con otro secretario y sus asesores, y todos pueden
razonar con los miembros de la Junta de las grandes cor­
poraciones. Este es un razonamiento incestuoso: todos es­
tán de acuerdo sobre el tema básico: el fortalecimiento de
la estructura de poder establecida. Razonar con esto
"desde afuera" de la estructura de poder es una idea inge­
nua. Escucharán solo hasta qué punto las voces pueden
traducirse en votos, lo que quizás traiga a la oficina otro
conjunto de la misma estructura de poder con la misma
preocupación final.

El argumento es abrumador. Bertolt Brecht señaló que


vivimos en un momento en que parece un crimen hablar
de un árbol. Desde entonces, las cosas han empeorado mu­
cho. Hoy, parece un crimen simplemente hablar sobre el
cambio mientras que la sociedad de uno se transforma en
una institución de violencia, terminando en Vietnam el ge­
nocidio que comenzó con la liquidación de las Indias. ¿No
es inmune el puro poder de esta brutalidad contra la pala­
bra hablada y escrita contra ella? ¿Y la palabra que se dirige
contra los practicantes de este poder no es la misma que

114
Herbert Marcuse

usan para defender su poder? Existe un nivel en el que in­


cluso la acción poco inteligente contra ellos parece justifi­
cada. Para aplastamientos de acción, aunque solo sea por
un momento, el universo cerrado de represión, pero la es­
calada, está integrada en la situación. Porque todavía es
cierto que el capitalismo produce sus propios sepultureros,
y que cada paso hacia nuevas áreas de explotación amplía
el alcance de las contradicciones internas y las fuerzas de
la disidencia y la rebelión. Y esta dinámica impulsa nece­
sariamente la contrarrevolución antes de la revolución
("contrarrevolución preventiva").

Y, sin embargo, hay un tiempo para hablar y un tiempo


para la acción en el mismo universo social, y donde la ac­
ción de masas (si es que ocurre) es apolítica en un sentido
radical, las acciones particulares deben estar sujetas a la au-
tolimitación: deben limitarse metódicamente a una función
educativa. Es decir, deben revelar, publicitar, comunicar la
protesta contra injusticias particulares y crímenes que
ocultan la injusticia y la criminalidad del conjunto.

Hoy en día, la educación que contrarresta la capacita­


ción profesional para el desempeño efectivo del estableci­
miento: la contra-educación es el arma indispensable de la
radicalización política. A estas alturas, ha quedado claro
que la "crisis final" del capitalismo es un proceso global en
todos los niveles de desarrollo, y que puede llevar un siglo.
Y este proceso puede sacar a relucir modos de desintegra­
ción bastante "heterodoxos", que corresponden al impor­
tante papel de los controles pulsionales. Ellos tienen su
propia ambivalencia. Por un lado, la intensificación pulsio-
nal de los controles sociales fortalece a la sociedad estable­

115
Revolución cultural

cida al reducir drásticamente el discurso y la acción racio­


nal efectiva al tiempo que permite que el sistema escale su
destructividad rentable.

Por otro lado, la dinámica pulsional desencadenada por


este sistema probablemente contribuya a una desintegra­
ción creciente de la fibra moral, que sigue siendo un factor
esencial de la cohesión social. Esta desintegración puede
llegar a un punto en que el funcionamiento normal del pro­
ceso económico y administrativo se vea seriamente afec­
tado: una especie de generalización de huelgas salvajes, re­
chazo grupal e individual para protestar contra las condi­
ciones imperantes (y no solo las condiciones materiales).
La rebelión puede al principio ser "apolítica" e insurrec­
cional en términos de la política sindical tradicional, pero
puede asumir peso político a medida que se propaga entre
la población. Un evento histórico puede ilustrar esta posi­
bilidad:

L'été 1953 voit un phénomene unique dans l'histoire de


France et dans l'histoire du mouvement ouvrier internatio-
nal: la greve spontanée de plusieurs millions de travailleurs
qui, en quelques jours, paralyse tout un pays. Il ne s'agit pas
d'une greve politique, encore moins d'une greve insurrec-
tionnelle, mais plutot, si l'expression ne choque pas, d'une
greve de tristesse. On s'arrete de travailler parce que rien ne
va. On a le sentiment d'etre pris dans une masse: on ne vois
pas d'issue. On en a assez. De quoi? De tout et de rien. Et
brusquement, c'est l'explosion á laquelle il n'est pas d'expli-
cation logique. Jamais encore une greve générale n'a éclaté
l'été, durant les congés payés: jamais encore une greve n'a
pris ce caractere: tout un peuple qui s'assied moralement au
bord de la route et se croise les bras, attendant... L'ensemble
du pays approuve les grévistes: du moment ils sont mécon-
tents, ils ont raison (a mediados de agosto: 4 millones estaban
en huelga). Ca et la, des ouvriers, des garcons de café, des

116
Herbert Marcuse

coiffeurs 'débrayant' seuls pour suivre l'exemple. 'Moi aussi


j'en ai assez de travailler.' Il fait beau, on se met en congé non
payé. Chaqué jour renforce le caractere insolite de la greve
[...] Mendes-France interroge les grévistes de sa ville:

- Que demandez-vous exactement?


- Cela ne peut continuer.
- Vous voulez une augmentation de vos salaires?
- Oui, on en veut toujours quand on fait la greve.
- Mais si vous l'obtenez, les prix monteront, cela ne vous
aura servi á rien.
- Oui.
- Mais alors?
- On ne peut pas continuer comme ya!26

26 El verano de 1953 vio un fenómeno único en la historia de Francia y


en la historia del movimiento obrero internacional: el golpe espontáneo
de varios millones de trabajadores que, en pocos días, paralizaron a toda
una nación. No fue un golpe político, y menos aún una insurrección,
sino más bien, si la expresión no es demasiado impactante, un golpe de
tristeza. La gente dejó de trabajar porque nada estaba bien. La gente te­
nía la sensación de ser barrida por las masas: nadie podía ver ninguna
solución. Ya habían tenido suficiente. ¿Suficiente de qué? Suficiente de
todo y de nada. Y de repente, hubo una explosión sin una explicación
lógica. Nunca se había desatado una huelga general durante el verano,
durante unas vacaciones pagadas: nunca antes se había realizado una
huelga sobre este protagonista: un pueblo entero que, moralmente, se
sentó en las calles y se cruzó de brazos, esperando... Toda la nación
aprobó la acción de los huelguistas: desde el momento en que se sintie­
ron insatisfechos, tenían razón. Aquí y allá, los trabajadores, los cama­
reros y los barberos 'salen' solos, siguiendo el ejemplo general. 'Yo tam­
bién he tenido suficiente trabajo'. El clima era hermoso y la gente co­
menzó unas vacaciones sin pagar. Cada día reforzaba el carácter sin pre­
cedentes de la huelga [ . ] Mendes-France cuestionó a los huelguistas en
su ciudad:

- ¿Qué, exactamente, están pidiendo?


- Esto no puede continuar.
- ¿Quieren un aumento salarial?
- Sí, siempre queremos eso cuando vamos a la huelga.

117
Revolución cultural

No tendría sentido especular más. Sabemos por la his­


toria que una sociedad puede continuar reproduciéndose
durante un largo período en una etapa de desintegración
moral (e incluso económica). Y una sociedad que opera con
controles tecnológicos y un enorme aparato militar puede
permitirse una larga y prolongada barbarie. Incluso una li­
beración extrema de destructividad primaria, si se canaliza
eficazmente para servir a un régimen establecido, puede
ser "conservadora", es decir, sostener el régimen. El fas­
cismo es un buen ejemplo, y suficientes señales apuntan a
una fase neofascista del capitalismo. La dinámica pulsional
que opera en la sociedad industrial actual, la estructura de­
bajo de la infraestructura no es en sí misma una fuerza ca­
paz de contrarrestar el desarrollo neofascista. Donde la re­
volución cultural activa y transforma la estructura pulsio-
nal (como en los movimientos Yippie o Hippie), participa
de su ambivalencia: la interacción de las fuerzas radicales
y "conservadoras", la imposibilidad de proteger a las pri­
meras del ingreso de las últimas, a través de la absorción
por el mercado, ya sea a través de un "accionismo" ciego
que entrega a los rebeldes como un juego fácil para las
fuerzas de cazadores de la ley y el orden.

Una ambivalencia similar atormenta a las "comunas".


Por un lado, su aislamiento de la sociedad (precondición
para su función radical) lleva a una "personalización" pre­
matura: preocupación por problemas "privados", que son,

- Pero si lo obtienen, y los precios suben, no les habrá hecho ningún bien.
- Cierto.
- ¿Bien entonces?
- ¡No podemos continuar así!

ELGEY, Georgette. Histoire de la IVieme République: La République des Con-


tradictions. 1951-1954. Paris : Fayard, 1968, pp. 149, 155, 156, 159.

118
Herbert Marcuse

sin intermediarios, interpretados en términos políticos.


Esto, a su vez, tiende a debilitar la responsabilidad indivi­
dual: "es el todo el que tiene la culpa". Por otro lado, la
convivencia en un espacio confinado separado de la socie­
dad, y una formación de grupos a menudo demasiado ac­
cidental debilitaría (si no destruiría) esa dimensión de "lo
privado" que, trascendiendo todas las realizaciones bur­
guesas, sigue siendo el suelo indispensable de la libertad
individual. Y, sin embargo, estas comunas no son solo un
refugio (aunque más precario) del orden de vida opresivo
e hipócrita en esta sociedad, sino que son islas (más preca­
rias) de un futuro: el terreno de prueba para las relaciones
humanas entre los seres humanos. El hecho de que toda
esta esfera se haya convertido también en el refugio de al­
gunos enfermos y locos (como cualquier otra esfera en esta
sociedad) no cancela su potencial político, en la medida en
que los rebeldes logran someter la nueva sensibilidad (lo
privado, liberación individual) a la disciplina rigurosa del
espíritu (die Anstrengung des Begriffs)27. Solo este último
puede proteger al movimiento de la industria del entrete­
nimiento y el manicomio, canalizando sus energías en ma­
nifestaciones socialmente relevantes. Y cuanto más el po­
der insano del todo parece justificar cualquier reacción es­
pontánea (no importa cuán autodestructiva), más debe la
desesperación y el desafío someterse a la organización inte­
lectual y fáctica. La revolución no es nada sin su propia ra­
cionalidad. La risa liberadora de los Yippies, su incapaci­
dad radical para tomar en serio la sangrienta fama de "jus­
ticia", de "ley y orden", puede servir para contrarrestar la
petrificación del movimiento en otro autoritarismo buro­
crático y puede ayudar a romper el velo ideológico que

27 "El esfuerzo del concepto" HEGEL, G.W.F. Fenomenología del espíritu.


México: Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 39 (N. del T.)

119
Revolución cultural

protege a los proveedores de la ley y el orden, pero deja


intacta la estructura detrás del velo. Este último solo puede
ser derribado por aquellos que lo apoyan, que constituyen
su base humana, que reproducen sus ganancias y su poder.
Incluyen un sector cada vez mayor de las clases medias y
la intelectualidad. En la actualidad, solo una pequeña parte
de esta enorme población verdaderamente subyacente se
está moviendo y es consciente. Para ayudar a extender este
movimiento y esta conciencia es necesaria la tarea cons­
tante de los grupos vanguardistas todavía aislados. Al
mismo tiempo, deben proteger su propia conciencia y de­
ben actuar por sí mismos.

120
ennegativo ediciones
Medellín
2021
Re v o l u c i ó n
c u lt u ra l
MARCUSE
"La revolución cultural fracasa cuando toma el
atajo de negar la función radical del intelecto, de
rechazar la 'dura disciplina del espíritu' a favor de
la expresión inmediata y de su realización. No
existe una rebelión 'no sublimada', y no existe una
inmediatez sensual que no sea el resultado de la
com pleja función interm edia del intelecto.
Tampoco hay una aplicación directa y simple de la
teoría a la praxis. Al igual que toda teoría crítica se
esfuerza, en virtud del desarrollo interno de sus
conceptos, por la transformación de la realidad,
esta transformación práctica retiene y renueva su
base teórica. A menos que se preserve esta
relación, la teoría se vuelve vacía y la praxis es
cegada: no tiene su base en el todo y, en
consecuencia, no puede sostener su resistencia
contra el todo. Este último debe estar presente y
reflejado, comprendido, sólo así se convierte en el
objeto potencial del cambio radical. La praxis
revolucionaria no es simplemente negación sino
contradicción, y la contradicción es un término de
la lógica y la dialéctica.”

Herbert Marcuse

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